"Exempla" novohispanos del siglo XVII
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Exempla novohispanos del siglo xvii Manuel Pérez

Iberoamericana • Vervuert • 2018

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PARECOS Y AUSTRALES Ensayos de Cultura de la Colonia

23 «Parecos de nosotros los españoles son los de la Nueva España, que viven en Síbola y por aquellas partes», dice Francisco López de Gómara, porque «no moramos en contraria como antípodas», sino en el mismo hemisferio. «Austral» es el término que adoptaron los habitantes del virreinato del Perú para ubicarse. Bajo esas dos nomenclaturas con las que las gentes de Indias son llamadas en la época, la colección de «Ensayos de Cultura de la Colonia» acoge aquellas ediciones cuidadas de textos coloniales que deben recuperarse, así como estudios que, desde una intención interdisciplinar, desde perspectivas abiertas, desde un diálogo intergenérico e intercultural traten de la América descubierta y de su proyección en los virreinatos. Directores Rolena Adorno, Yale University, New Haven; Judith Farré, CSIC-CCHS, Madrid; Paul Firbas, SUNY at Stony Brook; Margo Glantz, Universidad Nacional Autónoma de México; Roberto González-Echevarría, Yale University, New Haven; Esperanza López Parada, Universidad Complutense de Madrid; Raúl Marrero-Fente, University of Minnesota Twin Cities, Minneapolis-Saint Paul; José Antonio Mazzotti, Tufts University, Medford; Luis Millones, Colby College, Waterville; Carmen de Mora, Universidad de Sevilla; Alberto Pérez-Amador Adam, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Ciudad de México; María José Rodilla León, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Ciudad de México

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Exempla novohispanos del siglo xvii

Manuel Pérez

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Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o cualquier otro idioma. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

© Iberoamericana, 2018 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2018 Elisabethenstr. 3-9 - D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-025-0 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-953-3 (Vervuert) ISBN 978-3-95487-954-0 (eBook) Depósito legal: M-37484-2018 Diseño de cubierta: Rubén Salgueiros The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706 Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro Impreso en España

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Presentación

El exemplum, género menor, durante siglos relegado y despreciado por los más cultos, ha llamado desde las últimas décadas del pasado siglo la atención de los investigadores, en especial de franceses, alemanes e italianos, como lo muestra el crecimiento espectacular de la bibliografía. Historiadores, folcloristas y filólogos coinciden en su interés por el género y en descubrir en él una vía para adentrarse en los entresijos de la vida cotidiana en la Edad Media. La contribución hispana al corpus “ejemplar” es indudablemente escasa, sin autores equivalentes a los dominicos franceses Étienne de Bourbon, Humberto de Romans o Juan Gobio; ni al clérigo inglés Odo de Chériton o al cisterciense renano Cesáreo de Heisterbach. Tampoco, salvo excepciones, se producen obras originales en las distintas lenguas peninsulares. Sin embargo, nada permite pensar en su desconocimiento. Las tardías traducciones de algunos ejemplarios claves, tanto al castellano como al catalán, prueban la difusión peninsular de estas obras y el interés que existía por ellas. Ahora bien, pese a que las copias manuscritas y, en algunos casos, los testimonios impresos, atestiguan que esa predilección traspasaba los límites de la Edad Media, no existe en la tradición peninsular nada similar al riquísimo panorama novohispano, que se descubre con la selección de Manuel Pérez, siglos después de que ya se hubiera fijado la decadencia e incluso la “defunción” del género. Por el contrario, confirmando las tesis de Danièle Dehouve, aquí se asiste a la recuperación, y esplendor, del exemplum medieval en el periodo postridentino. Los relatos ejemplares incluidos en esta completa antología proceden de tres obras religiosas novohispanas de fines del siglo xvii. El tratado de Diego Jaimes Ricardo Villavicencio, Luz y mé-

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todo de confesar idólatras, impreso en 1692, está conformado por sermones que los predicadores deben dirigir a los indios para que abandonen los sacrificios a sus ídolos. Luz de verdades católicas y explicación de la doctrina christiana del jesuita Juan Martínez de la Parra, publicada entre 1691 y 1696, y pronto convertida en una obra de gran éxito, con numerosas ediciones, también en España, que se prolongaron hasta principios del siglo xx, está centrada en la reforma de costumbres. Y el Tesoro escondido en el Monte Carmelo mexicano es una crónica particular de la Orden carmelita en la Nueva España, redactada entre 1646 y 1653 por fray Agustín de la Madre de Dios, aunque se remonta desde la llegada de los primeros frailes en 1585 hasta la parte entonces transcurrida del siglo xvii. A diferencia de los otros dos, esta obra permaneció inédita hasta las últimas décadas del siglo xx. Dadas las características de su auditorio, un público rústico e iletrado, como se decía en la Edad Media, se prescinde en estos tratados de las argumentaciones deductivas complejas; por el contrario, se recurre al estilo humilde y a la ilustración ejemplar. La selección de 171 cuentos es una valiosa muestra de un caudal mucho más amplio, del que el mismo autor ya había dado a conocer algunos materiales previamente en dos interesantes trabajos: Los cuentos del predicador. Historias y ficciones para la reforma de costumbres en la Nueva España (Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert, 2011) y Los cuentos del historiador. Literatura y ejemplo en una historia religiosa novohispana (Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert, 2012). Los relatos aquí recogidos se organizan, siguiendo viejos criterios aristotélicos, en dos categorías, históricos (bíblicos, hagiográficos, milagros y prodigios, de historia profana, etc.) y poéticos o ficcionales (parábolas, fábulas mitológicas y apólogos) y despliegan una gran riqueza narrativa y expresividad. ¿Son o no literatura estas piezas breves? Al lector le toca responder a este interrogante, aunque una vez sumergidos entre sus páginas es difícil negarlo. Entre los ejemplos encontramos prodigios, como el niño de pocos meses que habla (n.º 27), el ladrón de ovejas descubierto cuando él mismo se pone a balar (n.º 34), sin contar los numerosos espíritus que se aparecen aterrorizando a los vivos. Entre ellos impresiona el del alarife (n.º 43), muerto sin confesión, que se presentaba en forma

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Presentación

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de “figura horrible y temerosa que envuelta en vivas llamas enviaba suspiros a los cielos, traía trabados los pies y manos con grillos y cadenas encendidas y echaba por la boca y por los ojos centellas abrasantes”. Para que no quedaran dudas de su aparición “dejó estampada en la pared la sombra de un cuerpo humano, hecha con la violencia de las llamas que arrojaba el fantástico que traía” y finaliza el carmelita afirmando que “muchos hay ahora vivos en la Ciudad de México que alcanzaron y vieron esta sombra”. Los ecos de algunas de estas historias van más allá de la tradición religiosa y se interrelacionan con la literatura profana coetánea. Así la historia de “El agua prodigiosa” (n.º 147), que hace enmudecer a la esposa parlanchina, se recoge en Alonso, mozo de muchos amos de Jerónimo de Alcalá. Incluso sobreviven en la literatura contemporánea, como sucede con el “Ejemplo de Demóstenes” (n.º 124), que incluye la vieja fábula esópica de “La sombra del burro”, cuyo propietario quiere cobrarle al arrendatario por la sombra del animal, al descubrirle sentado junto a él. Este cuentecillo engarza con una temática universal, que recorre Oriente y Occidente y que se plasma en numerosas variaciones temáticas, centradas en la ilusión y el engaño: pagar con el sonido del dinero, robar el perfume de una flor, alimentarse del olor, etc. La fábula inspiró la recreación satírica de Friedrich Dürrenmatt, El proceso por la sombra de un burro, que concluye con la pregunta que hace el asno a los espectadores, mientras el animal es perseguido y lapidado: “¿Fui realmente yo el burro en este relato?”. El trabajo de Manuel Pérez es el resultado de una profunda y extensa tesis doctoral que en su día fue defendida en la Universidad de Zaragoza (Retórica del ejemplo en textos religiosos novohispanos del siglo xvii, 2017) y calificada con Premio Extraordinario. La bien documentada introducción es la quintaesencia de este trabajo, al igual que la útil tabla de correspondencias entre los principales índices de cuentos folclóricos y exempla, que lo cierra, y facilita la localización en estas colecciones y permite ampliar el número de paralelismos. La rica anotación y la amplia bibliografía corroboran que estamos ante un riguroso estudio, fruto de muchos años de investigación. María Jesús Lacarra (Universidad de Zaragoza)

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Índice

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Los ejemplos históricos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Los ejemplos ficcionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 Más alla de la verdad y la ficción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 Criterios de presentación de la colección . . . . . . . . . . . . . . 58 Ejemplos históricos Bíblicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65   1. [Visiones de Ezequiel sobre abominaciones de la casa de Israel] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65   2. [El ídolo de Antíoco] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67   3. [Matanza de idólatras] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68   4. [La victoria de Elías I] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69   5. [La victoria de Elías II] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77   6. [Castigo y muerte de Ajab] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80   7. [Castigo y muerte de Ocacías] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82   8. [Castigo y muerte de Jorán] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84   9. [Castigo y muerte de Jezabel] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86   10. [Castigo y muerte de los hijos de Ajab] . . . . . . . . . . . 88   11. [Moisés castiga a los idólatras] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92   12. [Sospechas de idolatría] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94   13. [Curación del paralítico de Betesda] . . . . . . . . . . . . . . 96 Hagiográficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99   14. [Disciplinas] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99   15. [El ejemplo de fray Luis de Granada] . . . . . . . . . . . . 101   16. [Imitando a Bonifacio] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102   17. [Fray Gil y los cortesanos] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

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  18. [Ángel cuentapasos I] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104   19. [Ángel cuentapasos II] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105   20. [Cristiano o ciceroniano] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107   21. [El diablo azotado] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108   22. [Bolas de manteca] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110   23. [La cruz del limosnero] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111   24. [La cédula de Evagrio] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112   25. [Las velas de la fe] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114   26. [Vela eterna] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115   27. [Niño prodigioso] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117   28. [El veneno de san Juan] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118   29. [Falsa condenación del mancebo] . . . . . . . . . . . . . . . . 119   30. [Por no inclinar la cabeza] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121   31. [La pintura torpe] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122   32. [Óleo que resucita] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124   33. [Cédula pesada en oro] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125   34. [Ladrón que bala] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126   35. [La mentira del religioso] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127   36. [El vaquero ciego] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128   37. [El peregrino del ojo en la coronilla] . . . . . . . . . . . . . 129   38. [La mujer yegua] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131 Milagros y prodigios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133   39. [Multiplicación del pan] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133   40. [Multiplicación del trigo I] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135   41. [Multiplicación del trigo II] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137   42. [Multiplicación de dinero] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139   43. [El alarife] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141   44. [Manos estampadas I] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145   45. [Manos estampadas II] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150   46. [El hijo desobediente] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153   47. [El joven disoluto] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155   48. [Crucifijo parlante] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157   49. [Viejo pecador] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159   50. [El avaro] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161   51. [Pacto diabólico I] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166   52. [Pacto diabólico II] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174   53. [Pacto diabólico III] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176

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  54. [Los tres avisos y las tres palabras (dos ejemplos)] . 178   55. [El rayo de Dios] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179   56. [El indio san Juan Bautista] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181   57. [La deuda saldada] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183   58. [El ángel carmelita] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184   59. [Cargando la cruz] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 186   60. [Tudesco el perro] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187   61. [La cruz en el corazón] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189   62. [La cruz y el rayo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190   63. [Calvinista mudo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191   64. [Ciego al mundo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192   65. [Agradecimiento del diablo I] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193   66. [Agradecimiento del diablo II] . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194   67. [Agradecimiento del diablo III] . . . . . . . . . . . . . . . . . 195   68. [Religioso condenado] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196   69. [El árbol del Ave María] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198   70. [La ley y la mona] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199   71. [Cristo y la doncella] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201   72. [Venta del alma] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202   73. [Cédulas que curan] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203   74. [El soldado, el mesonero y el diablo] . . . . . . . . . . . . . 205   75. [Bruja en forma de gato] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207   76. [Gatos que beben el alma] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208   77. [Rapto diabólico de un niño] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209   78. [Vendiendo a su mujer] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210   79. [Con la lengua cosida] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 212   80. [Falso juramento matrimonial] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214   81. [El halcón y la vela de la Virgen] . . . . . . . . . . . . . . . . . 216   82. [Invitados infernales] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217   83. [Paredes que se abren] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219   84. [El caballo de san Jorge] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220   85. [Lo que vale una misa] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221   86. [La joya del jornalero] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222   87. [La bailadora y el toro] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223   88. [El escribano y el toro] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225   89. [Las deshonras del alcalde] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226   90. [Los tres demonios] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227   91. [La confesión del diablo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228

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  92. [Por una mala confesión] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229   93. [El endemoniado que descubría pecados] . . . . . . . . . 234   94. [La lengua del gentil] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236   95. [La silla del cristiano] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237   96. [Por no escuchar sermones] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239   97. [Envejece en una noche] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240   98. [Las dos enemigas] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 242   99. [La mala costumbre del cardenal] . . . . . . . . . . . . . . . . 243 100. [La huida del sacerdote] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244 101. [El ladrón mudo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245 De historia profana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247 102. [Mujeres que envenenan] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247 103. [Velas de procesión (dos ejemplos)] . . . . . . . . . . . . . . . 250 104. [Ciro y Tigranes] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251 105. [Madre e hija] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 252 106. [Madre chismosa] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256 107. [Maldito por su madre] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 258 108. [Chantaje y parricidio] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 260 109. [La mujer del cautivo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 262 110. [La mujer de Sócrates] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 264 111. [La doncella fea] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265 112. [Juicio justo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 266 113. [El privado del emperador] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 268 114. [Las muertes del rey] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 269 115. [Alejandro y el pirata] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 270 116. [El juramento de Alejandro] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271 117. [El regalo de Alejandro] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 272 118. [La cama prodigiosa] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273 119. [Las banderas de los vándalos] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 274 120. [El retrato de Helena] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275 121. [Aprendiz de brujo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 276 122. [La criada de Tales de Mileto] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278 123. [La manzana podrida] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279 124. [El ejemplo de Demóstenes] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 280 125. [Las burras de Sabina] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281 126. [El alfanje de Castrioto] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 282 127. [Las lupas de Arquímedes] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283

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128. [Arquímedes no miente] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 284 129. [El soldado blasfemo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285 130. [El galeote y el duque de Osuna] . . . . . . . . . . . . . . . . . 286 131. [Apeles y el pintor] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287 132. [La paga de Canio] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 288 133. [El escape de Aristómenes] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289 134. [Destrucción de ídolos] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 290 135. [La conquista como castigo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 292 Ejemplos ficcionales Parábolas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301 136. [La señal] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301 137. [El más necio del mundo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302 138. [Adivina el pensamiento] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 304 139. [Comprando sabiduría] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305 140. [La leche del rústico] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307 141. [El bocado del perro] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 308 142. [El amigo y el pozo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309 143. [Los dos oficiales] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 310 144. [El hermano incestuoso] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312 145. [El hijo y el halcón] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 314 146. [El testamento de Juan Canaia] . . . . . . . . . . . . . . . . . . 315 147. [Agua prodigiosa] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317 148. [El rústico y el puente] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 318 149. [Los clavos de las herraduras] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319 150. [Descubriendo al ladrón (dos ejemplos)] . . . . . . . . . . 320 151. [La bolsa y el cerdo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321 152. [Evangelio antiperros] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 322 153. [El mosquito vengador] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323 154. [El león espinado] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325 155. [Aceite de alacranes] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 326 156. [Untando la mano al juez] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327 157. [Siguiendo a un indio] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 328 158. [Parecido a su retrato] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329 159. [La viña del muerto] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 330 160. [El viejo, el niño y el jumento] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331 161. [Víbora por la boca] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333

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162. [El carbonero y el lavandero I] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 334 163. [El carbonero y el lavandero II] . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335 164. [El trigo y la cizaña] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 336 Fábulas mitológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337 165. [Anapia y Anfinomo] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337 166. [Narciso] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 338 167. [El viento y el sol] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339 168. [Las mudanzas de la luna] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340 169. [Venus y Vulcano] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341 Apólogos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343 170. [El león y la zorra] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343 171. [El lobo y los perros] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 344 Tabla de correspondencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345 Índice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353 Fuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353 Registros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359 Obras de consulta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 360 General . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 361

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Aunque la bibliografía sobre el exemplum en lengua española es amplia, todavía puede ser útil una visión de conjunto, sobre todo si va acompañada de una vuelta a su consideración retórica y de una buena muestra de ejemplos usados en contextos no suficientemente estudiados. Porque el prestigio de los estudios medievales de este viejo argumento retórico ha estandarizado una amplia definición del mismo desde la cual una gran variedad de relatos es llamada exemplum (o enxiemplo, o ejemplo)1 independientemente de su uso o contexto, diluyendo así la identidad de esta especie de prueba inductiva en el conjunto de las otras formas narrativas breves de la época. Y es que mucho de lo escrito trata la vida antigua o medieval del ejemplo y menos sus desarrollos posteriores; aunque ya se ha dejado atrás aquella convicción de que el uso de estos relatos probatorios había comenzado a decaer a partir del siglo xv2 gracias, sobre todo, al descubrimiento de textos y discursos que todavía en el xviii lo siguen utilizando.3 En cualquier caso, el estudio del ejemplo en textos de los siglos xv al xviii sigue siendo una asignatura pendiente, en 1  En adelante se usarán exemplum y ejemplo casi en el mismo sentido, diferente solo en la referencia a la retórica latina implícita en el primer nombre. 2  Véase Welter (L’Exemplum, 12). Ya Robert Ricard ha señalado la inconsistencia de tal afirmación (“Aportaciones”, 200-216). 3  Es posible encontrar indicios de su uso incluso en el siglo xix: un ejemplar de la edición de 1724 de Luz de verdades católicas (una de las fuentes ejemplares que aquí se usan) conservado en la John Carter Brown Library, tiene marcas en tinta roja sobre buena parte de los inicios de ejemplos, y apostillas en tinta café que indican correspondencias de los mismos; con la misma tinta café, en la portada interior, lleva anotada la fecha en que se hicieron tales apostillas: “4 Feb o 1837”. Ello muestra que esta obra fue usada como fuente no solo de sermones modélicos, sino también de relatos ejemplares sueltos y, como se ve, en fechas bastante tardías.

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particular su vida indiana, a pesar de los significativos trabajos que se vienen publicando.4 Justamente al objetivo de ilustrar los usos del ejemplo en la Nueva España se dedica este libro, consistente en el rescate, edición y anotación de un corpus de exempla recogidos de tres textos novohispanos del siglo xvii. Se trata de una recuperación textual planteada desde una perspectiva retórica pues se concibe el ejemplo estrictamente como especie inductiva de argumentación retórica5 y, además, porque el criterio de selección de las fuentes partió de una hipótesis de la pervivencia de los géneros de la oratoria antigua entre los discursos y textos novohispanos de la época. La teoría de los genera causarum de la Antigüedad —que concibe tres géneros de discurso: deliberativo, panegírico (o demostrativo) y judicial— demostró ser todavía pertinente para la clasificación de textos indianos del siglo xvii, aun cuando los géneros clásicos habían decaído muchos siglos atrás y la retórica había caminado derroteros nuevos, sobre todo a partir de su cristianización. En cualquier caso, no es esta una hipótesis nueva, ya Manuel López Muñoz ha documentado cómo los retóricos humanistas discutían y usaban una adecuación de los sermones del siglo xvi a las categorías clásicas;6 por ejemplo, el hispalense Alfonso García Matamoros y el mexicano Diego Valadés usarían los géneros de la oratoria grecolatina para clasificar discursos de su época; veamos a García Matamoros: 4  Desde el artículo de Günter Vollmer sobre una traducción al náhuatl de las fábulas de Esopo (“Esopo”, 97-108) hasta los trabajos de Danièle Dehouve, en particular su ensayo sobre varios exempla extraídos de otros tantos ejemplarios impresos en náhuatl (Rundigero), así como la colección de ejemplos Relatos de pecados en la evangelización de los indios de México (siglos xvi-xviii) (Relatos de pecados), que también registra algunos de los ejemplos que se incluyen en el presente libro. También vale mencionar Alcántara Rojas (“El dragón y la mazacóatl)”, así como Pedrosa (“La búsqueda”), entre otros. 5  Es decir, aquel elemento discursivo que los griegos llamaron paradigma y los latinos, justamente, exemplum, consistente en probar una causa trayendo la narración de un asunto externo pero similar a ella, de modo que por analogía la ilustrase o demostrase (véase la Retórica de Aristóteles). Se trata, pues, de una perspectiva que pondera la función probatoria del ejemplo, más que la ornamental o la puramente narrativa, lo que permite discernir mejor su lugar y su función persuasiva al interior del discurso en que se inserta, así como sus funciones morales, ideológicas y aun políticas. Un planteamiento amplio de esta definición retórica del ejemplo puede encontrarse en mi libro Los cuentos del predicador. 6  López Muñoz (“Nos ex Rhetorica”).

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Pues muchos autores […] trataron el género didascálico, que concibieron como forma del demostrativo. El género de la refutación, que se utiliza para la acusación y la reprehensión ¿quién no aprecia que remite al género judicial? El género instructivo, censorio y consolatorio son especies propias del género deliberativo.7

Con base en esta hipótesis taxonómica, fue posible determinar tres tipos de discursos religiosos novohispanos del siglo xvii ricos en argumentaciones inductivas; así, ciertas piezas oratorias de estilo humilde fueron consideradas discursos deliberativos, en tanto su propósito era persuadir a su auditorio de una acción futura, esto es, cultivar virtudes cristianas tanto como desterrar los vicios; del mismo modo, en las crónicas de órdenes religiosas pudo verse cómo los ejemplos cumplían la función de aportar elementos probatorios a un discurso de corte panegírico, encomiástico de la orden y sus miembros; finalmente, los tratados de extirpación de idolatrías fueron considerados discursos judiciales, en tanto que partían de la determinación de una culpa y un culpable, utilizando exempla como pruebas o ilustraciones de los males y castigos que acarrearía la persistencia de los pueblos indígenas en sus prácticas religiosas prehispánicas. Como fuente de carácter deliberativo se usó aquí Luz de verdades católicas y explicación de la doctrina cristiana […], una colección de pláticas doctrinales pronunciadas por el jesuita Juan Martínez de la Parra en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en la Ciudad de México, entre 1690 y 1694, e impresas en tres tomos entre 1691 y 1696.8 Juan Martínez de la Parra (ca. 1652-1701) es un predicador que cada vez convoca mayor interés entre los estudiosos de la literatura y la historia religiosa novohispana, al grado de que podría ser considerado parte de lo que Pilar Gonzalbo ha llamado “época 7  De rationi dicendi libri duo [1548]: 79v (en la traducción de Aragüés [Deus concionator, 234]). Con la misma intención, Alfonso Zorrilla, siguiendo el De sacris concionibus recte formandis (1543) de Melanchthon, construyó una tipología sustituyendo el género judicial por el didáctico, lo que también haría Luis de Granada en su Retórica eclesiástica. 8  Martínez de la Parra Luz 1691-1696. El Tomo I contiene pláticas pronunciadas entre el 7 de abril y el 8 de septiembre de 1690 y fue impreso en 1691; el Tomo II contiene pláticas pronunciadas entre el 28 de octubre de 1690 y el 8 de mayo de 1692 y fue impreso en 1692; finalmente, el Tomo III contiene pláticas pronunciadas entre el 15 de mayo de 1692 y el 12 de diciembre de 1694 y fue impreso en 1696.

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dorada” de la oratoria sagrada jesuítica.9 Sus pláticas constituyeron una de las pocas colecciones de piezas oratorias mexicanas no panegíricas que se imprimieron en el siglo xvii; los tres tomos de la editio princeps correspondían a tres tratados o series temáticas: el primero incluyó los puntos principales de la doctrina cristiana, el segundo consistió en una explicación amplia de los diez mandamientos y el tercero en una similar explicación de los sacramentos. A partir de la edición de Barcelona (1700), la obra se imprimiría en un solo tomo y muy pronto se consolidaría como uno de los libros novohispanos más editados, tanto en México como en España.10 Las pláticas son un tipo de sermón de estilo humilde que bien puede ser considerado una especie menor de aquel “sermón instructivo” al que se refería García Matamoros: pieza oratoria dedicada a la instrucción religiosa y con un propósito fundamentalmente moral. Sin duda, la llegada de la Compañía de Jesús había fortalecido en la Nueva España la práctica de esta predicación popular de profundo carácter didáctico, lo que vino a modificar significativamente la oratoria sagrada novohispana en su conjunto. 9  Gonzalbo La educación, xvi. Se trata de un autor muy leído en su tiempo, no solo en México; M. C. Benassy-Berling afirma que “los eruditos mexicanos hablan de 45 ediciones en total” de Luz de verdades católicas y señala que la obra fue traducida al náhuatl, portugués e italiano en 1713 y al latín en 1736 (“Un prédicateur”, 404). Mariano Beristáin menciona, además, la traducción del jesuita italiano Antonio Ardia, quien habría cambiado el título a la obra y al parecer intentó hacerse pasar por su autor (Tromba catechistica), de donde, a su vez, el cisterciense alemán Roberto Lenga haría una traducción latina (Tuba catechetica), sin mencionar ya el nombre del autor novohispano (Beristáin Biblioteca, 108-109 [s. v. “PARRA (P. Juan Martínez de la)”: 2321]). 10  Los editores de la Historia de la provincia de la Compañía de Jesús […], de Francisco Javier Alegre, llegaron a considerar que “Luz de verdades católicas ha tenido más ediciones que ningún otro libro mexicano” (Alegre Historia, 22, n. 26). La Biblioteca Nacional de México conserva las siguientes ediciones de la obra: México, por Diego Fernández de León, 1691-1694; Sevilla, por Juan Francisco de Blas, 1699; Barcelona, por Juan Solís, 1701; Barcelona, por Rafael Figueroa, 1705; Madrid, por Antonio González de Reyes, 1717; Madrid, por Francisco de Hierro, 1722; Sevilla, por la Viuda de Francisco Lorenzo de Hermosilla, 1729; Madrid, por Manuel Fernández, 1732; Sevilla, por la Viuda de Francisco Lorenzo de Hermosilla, 1733; México, en la Imprenta del Real y más Antiguo Colegio de San Ildefonso, 1754; Barcelona, por Lucas de Bezáres, 1755; Madrid, por Antonio de Sancha, 1775; Morelia, Impr. de San Ignacio, 1886; Madrid, por Saturnino Calleja, 1900, y, finalmente, México, San Ignacio, 1948.

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En el Diccionario histórico de la Compañía de Jesús se incluye una carta que Francisco Javier habría escrito a Gaspar Berceo, en la que el hermano fundador recomendaba predicar incluso en conversaciones familiares o a pequeños grupos, dar clases públicas de teología y “las diversas pláticas e instrucciones que los jesuitas comenzaban a darse mutuamente como parte del ritual ordinario de su vida religiosa”, argumentando que dichas pláticas habían sido reglamentadas en las Regulae Societatis Iesu de 1580.11 El propósito general de las pláticas jesuíticas era formular una instrucción religiosa suficiente y medianamente profunda, dirigida a un público tan amplio como el que solía acudir a las que Martínez de la Parra pronunciaba cada jueves en la Casa Profesa de la Ciudad de México: comerciantes, artesanos, funcionarios de bajo nivel, pequeña nobleza o pueblo llano.12 Dichas pláticas no formaban parte de ningún acto litúrgico, de modo que se trataba de discursos dichos en un ambiente y con un fin más bien didáctico; el programa de instrucción a que obedecían incluía una noción de virtud cristiana entendida en un amplio sentido, mismo que no comprendía únicamente lo religioso o moral, sino aún cuestiones de derecho o de convivencia social. Como fuente de carácter demostrativo no se usó aquí ningún sermón panegírico, como cabría esperar, porque en general estos sermones suelen ser muy pobres en ejemplos, pues en ellos la argumentación usualmente se consigue no por medios inductivos, sino deductivos; es decir, los sermones panegíricos son discursos de estilo medio o sublime que no suelen usar ilustraciones ejemplares en su argumentación, sino deducciones o conceptos. En cambio, fue en ciertas crónicas de órdenes religiosas donde se encontraron ejemplos funcionando como pruebas de un discurso demostrativo, porque estas crónicas se encuentran tan lejos de la historiografía humanística como cerca del sermón panegírico, desde que constituyen una continua alabanza a la orden en cuestión y a sus miembros. Es decir, las crónicas religiosas de los siglos xvi y xvii poseen un marcado carácter retórico y persuasivo que, en opinión de no pocos

11  O’Neill y Domínguez Diccionario, 3217. 12  Pueden encontrarse algunos estudios sobre la composición demográfica de la capital del virreinato en el siglo xvii en Gonzalbo (Historia).

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historiadores contemporáneos, las coloca más cerca del sermón que de la historia científica;13 de modo que estas obras constituyen un extraño caso de discurso panegírico con argumentación inductiva. La historia religiosa que se usó aquí es la crónica de la provincia carmelitana de San Alberto de México escrita por fray Agustín de la Madre de Dios entre 1646 y 1653, a la que titularía Tesoro escondido en el santo carmelo mexicano. Mina rica de ejemplos y virtudes en la historia de los carmelitas descalzos de la provincia de la Nueva España. Se trata de una obra que no alcanzó a ser impresa en su tiempo, pero a la que, no obstante, la mayor parte de los historiadores carmelitas posteriores le deben mucho texto: permanecería inédita hasta 1984, año en que fue editada por Manuel Ramos Medina como tesis doctoral y, luego, en 1986, Eduardo Báez Macías publicaría la suya.14 Fray Agustín de la Madre de Dios, primer historiador de la provincia novohispana de la Orden del Carmelo, recibió en 1646 la encomienda por parte de sus autoridades de escribir la historia de la provincia de San Alberto de México (la primera fundada fuera de la Península). Después de siete años de trabajo, la obra estaba casi concluida, pero tuvo que abandonarla en 1653, cuando fue despedido de su encomienda y sujeto a un proceso disciplinario al interior de la orden debido a un posicionamiento político que no gustó a sus superiores.15 De dicho proceso, fray Agustín 13  Para Francisco Esteve Barba, por ejemplo, las historias religiosas del siglo xvii carecen de valor porque, en su opinión, suelen ser menos fieles a los hechos que las dedicadas a asuntos civiles o militares, pues los escritores religiosos solían exagerar la nota al referir milagros y dejar incompleta, por discreción, las biografías y las historias, además de que en estas historias “lo fantástico no suele ser sino una parte de la realidad” (Historiografía, 9). 14  Madre de Dios Tesoro 1984 y Tesoro 1986. He estudiado el uso de ejemplos en esta obra en mi libro ya citado Los cuentos del historiador. 15  En 1653 fray Agustín desafió a las mismas autoridades que habían puesto en sus hombros la tarea historiográfica, oponiéndose a una ley que en 1604 habían publicado las autoridades peninsulares de la Orden pretendiendo restringir el ingreso de indianos a la misma; se trataba del “Discurso apologético en favor de los criollos de la Nueva España contra una ley que tienen los carmelitas de no admitirlos en su religión”. Con ello fray Agustín enarboló, muy tempranamente y a intramuros de un convento, una vindicación del criollo frente al peninsular que estallaría en la calle y los campos del país siglo y medio después. Manuel Ramos Medina transcribe la carta de fray Agustín en su edición citada del Tesoro escondido (Madre de Dios Tesoro 1986).

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solo salió para morir unos años después en el convento de Jaén. En cuanto a su crónica, no habrá parecido a las autoridades carmelitas merecedora de mucha censura, pues solo se la ocultaron a las prensas, no así a historiadores carmelitas posteriores que la usaron sin citarla. La de fray Agustín fue una historia medieval escrita en pleno siglo xvii, como la mayoría de las historias religiosas de la época, pues, aunque dice componer su historia a la manera de las historias humanistas, en cuanto a sus partes y estilo, en buena medida parte de una concepción metafísica de lo real que en poco se parece a la concepción de verdad empírica que en aquellas comenzaba a defenderse; la concepción historiográfica medieval de fray Agustín aporta, sin embargo, un gran tesoro (como el título de la obra indica) a la historia de la literatura ejemplar, pues es rica fuente de relatos probatorios. No es la primera vez, por supuesto, que se encuentran exempla en historias de esos años, aunque no siempre se han reconocido como tales; Enrique Pupo-Walker, por ejemplo, ha escrito que en El carnero16 y en los Comentarios reales17 “la ficción es ahora la unidad que resume y ordena imaginativamente el espacio historiable”,18 afirmación sin duda sugerente, aunque no parece tomar en cuenta que lo que llama “ficcionalización” de la historia podría no ser otra cosa que la presencia de textos ejemplares en función argumental, lo cual resultaría perfectamente aceptable bajo el concepto moral de historia vigente en aquellos años.19 16  Juan Rodríguez Freyle, Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada (“El carnero”), escrita entre 1638-1639, aunque no impresa hasta 1859. 17  La Primera parte de los comentarios reales, de Garcilaso de la Vega (el Inca), fue impresa en Lisboa en 1609. 18  La vocación, 154. Antes había descrito El carnero como un texto que, a pesar de ser historia, inserta narraciones y leyendas “con sorprendente facilidad” y que, respecto a ello, “lo que nos admira en el libro de Rodríguez Freyle es el temblor de una sensibilidad creativa, que se descubre ante el lector” (126-127). 19  A propósito, resulta notable la ligereza con que Pupo-Walker ha pasado de las causas que podrían, justamente, explicar esa “sensibilidad creativa” a que hace referencia, aunque conceda que podrían apreciarse ahí “modelos” de la cuentística popular española. Y es que el propio autor de El carnero, Rodríguez Freyle, ya parece muy consciente de la función ejemplar que cumplen sus relatos intercalados: “[escribí esto] para que huyan los hombres de ellos [de los vicios] y los tomen por doctrina y ejemplo para no caer en sus semejantes y evitar lo malo” (El carnero, 96).

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Finalmente, la fuente de género judicial aquí usada corresponde a un texto muy duro: un tratado de extirpación de idolatrías, consistente en un discurso persecutorio de las costumbres idolátricas indígenas; texto duro y punitivo, sí, pero retórico igualmente, es decir: un intento de persuadir mediante la palabra, lo que siempre será una estrategia de represión más suave que la punición física, aunque se trate de un violento discurso acusador. Pertenece al género judicial porque utiliza pruebas históricas de distinta fuente para argumentar la culpa terrible (y el castigo acreditable) que conllevarían las prácticas religiosas heterodoxas, que no eran otra cosa que la continuación del culto a los dioses prehispánicos por parte de los pueblos conquistados, como una forma de resistencia cultural. Porque los vestigios de prácticas religiosas prehispánicas que estos tratados proscribían no eran otra cosa que instrumentos culturales con que muchos pueblos originarios siguieron resistiendo a la conquista espiritual durante siglos; resistencia cuya herencia son las muchas manifestaciones de sincretismo religioso y formas tradicionales de curación y brujería que sobreviven hasta la actualidad, así como la pervivencia de muchos cuentos de horror que en su momento se usaron como castigo simbólico a estas prácticas heterodoxas, procedimiento animado desde una didáctica del terror similar a la que se había empleado desde siglos antes contra las herejías y brujerías en el Viejo Mundo. El discurso en cuestión es Luz y método de confesar idólatras y destierro de idolatrías […] (1692), de Diego Jaimes Ricardo Villavicencio, como muestra de uno de los tipos de discurso más oscuros en los que estos relatos breves funcionaron como ilustración o prueba. Se trata de una obra que, efectivamente, puede ser considerada un discurso de corte forense, inculpador de indios idólatras, provisto de argumentos inductivos, sobre todo de carácter histórico, con los que su autor pretendía dar a los curas doctrineros elementos para persuadir contra la idolatría. Su autor nació entre 1635 y 1640 en Quecholac, en el actual estado de Puebla. Estudió en el Colegio de San Pedro y San Juan de la ciudad angelopolitana, donde se graduó en Artes y Teología y se ordenó con licencia de predicador y confesor; posteriormente, fue cura párroco de su pueblo natal y en 1674 fue nombrado juez eclesiástico de idolatrías en San Francisco de la Sierra, sujeto de

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Teotitlán del Camino, en Oaxaca, donde comenzó su tarea como persecutor de idólatras. Años más tarde, en 1688, fue designado “juez eclesiástico y juez comisario en causas de fe contra idolatrías y supersticiones del demonio” en el partido de Tlacotepec, en el obispado de Puebla, donde llevó a cabo un auto de fe e hizo construir una cárcel perpetua para idólatras. Falleció en 1695; en su testamento pidió que a su muerte se dijeran misas por su alma, por su familia y por la “verdadera conversión de pecadores perdidos de dicho mi partido”.20 Luz y método es una obra que pertenece a la tradición inaugurada por Nicolás Eymerico, dominico de Tarragona, inquisidor papal en el reino de Aragón y autor del Directorium inquisitorum (1376), un tratado en que describía las herejías posibles y daba consejos prácticos para interrogar herejes; lo mismo que el Malleus maleficarum o “martillo de los brujos” (1487) de Kramer; el Tratado de las supersticiones y hechizerias y de la possibilidad y remedio dellas (1529), de Martín de Castañega; el Tratado de hechicerías y sortilegios (1553), de Andrés de Olmos; la Reprobación de las supersticiones y hechicerías, de Pedro Ciruelo (1530); La démonomanie des sorciers (1580), de Jean Bodin, o los Disquisitionum magicarum Libri VI (1599-1600), de Martín del Río.21 20  “Escritura de Testamento que otorga el bachiller Diego Jaimes Ricardo Villavicencio, clérigo presbítero, cura beneficiado, vicario y Juez Eclesiástico del pueblo y partido de Santa Cruz Tlacotepec, Obispado de Puebla”, Archivo General de Notarías de Puebla: Notaría de Tepeaca, protocolos de 1693, f. 83v. El partido de Tlacotepec comprendía los pueblos de Santa María la Alta, San Marcos Tlacoyalco y San Luis Temalacayuca, donde habitaban indios de lengua chocha, así como San Andrés Cacaloapan, Todos Santos Xochitlán y San Simón Yehualtepec, donde se hablaba náhuatl, por ello este tratado es plurilingüe, pues contiene partes en náhuatl, en chocho y, por supuesto, en castellano y latín. 21  A dicha tradición pertenecen también la Breve relación de los dioses y ritos de la gentilidad (ca. 1569), de Pedro Ponce; la Revelación sobre la reincidencia de sus idolatrías de los indios de Chiapa después de treinta años de cristianos (ca. 1584), de Pedro de Feria; el Tratado de las supersticiones y costumbres gentílicas que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva España (1629), de Hernando Ruiz de Alarcón; el Informe contra los adoradores de ídolos del obispado de Yucatán (1639), de Pedro Sánchez de Aguilar; el Tratado de las supersticiones, idolatrías, hechicerías, y otras costumbres de las razas aborígenes de México (1656), de Jacinto de la Serna, y la Relación auténtica de las idolatrías, supersticiones y vanas observaciones de los indios del obispado de Oaxaca (1656), de Gonzalo de Balsalobre (véase, al respecto, Ortiz [Diablo novohispano]).

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La curiosa circunstancia de encontrar ejemplos en un discurso judicial se explica por el evidente propósito didáctico que anima a esta obra; porque Villavicencio dice escribir para párrocos de indios: “Para que como padres enseñen y den luz a ellos sus feligreses, con que acaben de dejar sus vanas y diabólicas supersticiones y salgan de las tinieblas […]”.22 Se trata, pues, de un discurso de estilo humilde dirigido a curas más bien ignorantes, para el que eligió “el primer modo de hablar que santo Tomás enseña, humilde y llano, para conseguir el intento del que enseña y escribe con fin de aprovechar”.23 Por ello, la argumentación más usada en esta obra es la inductiva o ejemplar. Los ejemplos recabados de estas tres fuentes han sido aquí dispuestos a partir de un criterio de clasificación que parte de una dicotomía central a la historia de la narración en Occidente: historia vs. ficción, es decir, la res certa o la res ficta como fuentes del relato. Porque las preceptivas de la Antigüedad apuntaban ya elementos para reconocer las distintas propiedades probatorias de cada una de estas materias: la histórica o la ficcional, a la luz, sobre todo, de su mayor o menor pertinencia en el ámbito del discurso judicial, puesto que en él la res certa servía perfectamente para demostrar claramente una verdad, en el marco de la valoración judicial clásica de la verdad histórica, mientras que los argumentos provenientes de la res ficta solo alcanzarían para mostrarla o ilustrarla, aunque sin duda colaboraban también a dar lustre, belleza y amplitud al discurso.24 En torno a esta dicotomía se puede continuar aquella

22  Luz, “Prólogo al lector”. 23  Loc. cit. Antes, en el mismo “Prólogo”, había escrito: “No intento entretener y deleitar inútilmente; sí persuadir y aprovechar; y para ello me valgo de historias y de pinturas, no inútiles y profanas, sí provechosas y santas, de la escritura sagrada, de ejemplos y casos raros, y singulares noticias que se refieren y leen en varias historias verídicas”. 24  Para Cicerón, la argumentación “parece ser un hallazgo, de algún género, que muestra probablemente, o que demuestra necesariamente alguna cosa”, estableciendo una primera distinción entre mostrar y demostrar, entre ostendere y demonstrare, “[…] aut probabiliter ostendens aut necessarie demonstrans” (De inventione, 44). Mientras ostendere significa ‘mostrar’, ‘presentar’, demonstrare significa ‘hacer ver’, ‘hacer conocer’, lo que recuerda la diferencia entre testimonio y ejemplo propuesta por la Rhetorica ad Herennium (IV, 2 [I]), que también implica una gradación desde el mero hecho de ilustrar a la demostración o prueba completa.

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vieja discusión sobre las equívocas fronteras entre historia y literatura: la que ya recogía Aristóteles en su Poética y en su Metafísica, así como la revitalizada a partir de los debates sobre la noción de verdad histórica sostenidos por historiadores humanistas durante el siglo xvi;25 esa misma discusión que en nuestros días se convirtió en problema académico recurrente siguiendo las aproximaciones literarias al texto historiográfico hechas por Paul Ricoeur y Hayden White, entre otros.26 Aristóteles había sentado las bases de una dicotomía narrativa fundamental para la cultura occidental, al proponer en su Metafísi25  Las dimensiones de dicho enfrentamiento quedarían de manifiesto en el debate por escrito que protagonizaron el humanista Pedro de Rhua y el cronista Alonso de Guevara, obispo de Mondoñedo, a quien dice Rhua: “Escrevi a Vuestra Señoría que entre otras cosas que en sus obras culpan los lectores: es una la más fea y intolerable que puede caer en escriptos de autoridad: como Vuestra Señoría lo es: y es que da fábulas por historias y ficciones propias por narraciones agenas”, a lo que el obispo de Mondoñedo respondería que no haga caso de ello, pues al cabo todas las historias profanas son mentiras, pues la única verdad es la divina; Rhua insistiría razonando que “el fin de la historia es solo el provecho que de sola la verdad se coge” y que “en esto difiere el orador del historiador: que el orador más procura decir lo verossimile y creyble que lo verdadero: pero el historiador sola la verdad desnuda pretende de escrevir sençilla sin affeytes ni sospecha dellos”. Rhua incluye en sus cartas los argumentos de su oponente, como era corriente según las normas de la disputatio medieval todavía en uso en el siglo xvi (Cartas, fols. 37v, 41r y 45v). 26  Recuérdese que la búsqueda de elementos literarios en la prosa historiográfica ha venido incrementándose a partir de los estudios de Hayden White, Metahistory (1973) y Tropics of Discourse (1978), y de Paul Ricoeur, Temps et récit (1974), en los que se ha intentado, por un lado, cuestionar el ideal de objetividad de la historia y, por otro, apuntalar una consideración literaria de los textos históricos con base en el supuesto de que todo relato histórico es, finalmente, un artificio textual de representación; es decir, que incluye la construcción de un efecto de realidad. Estos autores han partido de la convicción de que todo relato histórico se limita a hacer inteligible el devenir, al punto en que es posible imaginar, dice White parafraseando a Nietzsche, “un relato perfectamente verdadero de una serie de acontecimientos pasados que, sin embargo, no contenga un solo hecho específicamente histórico”, o bien, como concluyó Ricoeur, la escritura de una historia puede ser finalmente más poética que científica en virtud de que el discurso historiográfico es más tropológico que lógico. De H. White, véase la traducción que hacen Verónica Tozzi y Nicolás Lavagnino de Tropics of Discourse y Figural Realism (1999) y que titularon El texto histórico como artefacto literario (White El texto, 48); de P. Ricouer, véase la traducción de Agustín Neira: Tiempo y narración.

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ca que la verdad podía definirse simplemente como la conformidad de un juicio con la realidad a que este juicio se refiere: Se ajusta a la verdad el que piensa que lo separado está separado y que lo junto está junto, y yerra aquel cuyo pensamiento está en contradicción con las cosas […]. Pues tú no eres blanco porque nosotros pensemos verdaderamente que eres blanco, sino que, porque tú eres blanco, nosotros, los que lo afirmamos, nos ajustamos a la verdad.27

Por tanto, la verdad no resultaba una categoría ontológica, sino un discurso o juicio sobre la realidad, pero ¿qué venía a ser exactamente la realidad? Aristóteles también a esto respondió, ahora en su Poética: que hay una realidad empírica, accesible a nuestros sentidos físicos, y otra realidad metafísica o general, accesible solo a las cualidades superiores del alma (la imaginación o la memoria); allí mismo concedería el Estagirita a la historia la función de dar cuenta de la primera de estas dos clases de realidades, es decir, la realidad empírica, y a la poesía la capacidad de expresar las verdades trascendentes: No corresponde al poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, esto es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad. En efecto, el historiador y el poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa (pues sería posible versificar las obras de Herodoto, y no sería menos historia en verso que en prosa); la diferencia está en que uno dice lo que ha sucedido, y el otro, lo que podría suceder. Por esto también la poesía es más filosófica y elevada que la historia; pues la poesía dice más bien lo general, y la historia, lo particular.28

Los retóricos latinos recogerían estas enseñanzas en tipologías del exemplum que partían justamente de la consideración del carácter histórico o ficcional de los relatos; lo que es particularmente evidente en la Rhetorica ad Herennium, en la que es posible encontrar una traducción bastante fiel de las enseñanzas de la elocuencia griega en cuanto a pruebas inductivas se refiere. Así, en el lugar dedicado a los tipos de narración, el anónimo autor propuso una 27  Metafísica, IX, 10 [1051b]. 28  Poética, 1451ª, 38-47.

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taxonomía que sirve muy bien para el relato ejemplar y que permanecería durante siglos: fabula, historia o argumenta, misma que consolidaba la ficción como una posibilidad probatoria a la que incluso otorgaba el nombre de “argumento”, como si lo fuese por antonomasia.29 Es verdad luego que la predicación y la historiografía medievales reubicaron aquellas estrictas fronteras que griegos y latinos habían pensado para la realidad y la ficción, porque siguiendo una concepción religiosa de la vida, los horizontes de la historia humana se expandieron a la divina creando un presente absoluto sobre el que el hombre difícilmente podía tener control, al adjudicarle un papel predeterminado en un relato que lo sobrepasaba, pues había iniciado con la Caída en el Paraíso y terminaría en el Juicio Final o “el fin de los tiempos”.30 En efecto, esta forma de justificación moral de la historia afectó el estatus y el uso de los ejemplos históricos, al implicar una interpretación maniquea de los actos de los hombres, quienes solo puedían someterse o rebelarse al plan divino de salvación, en el que la muerte y el infierno eran naturales consecuencias de la rebeldía y el mal; así, cada ejemplo histórico podía implicar un juicio parcial de los acontecimientos, de la mano del juicio de Dios, de modo que cada devenir humano esperaba el definitivo juicio divino al final de los tiempos, de donde podría deducirse que para el hombre de letras medieval Dios no solo era el gran y definitivo predicador, como bien ha expuesto José Aragüés,31 sino también el gran y definitivo historiador. Con todo, el humanismo del siglo xvi supuso un cambio importante de mentalidad sobre lo histórico y una vuelta a los rigores clásicos que puede muy bien resumirse en la contundente afirmación de Vives de 1533: “La primera ley de la historia es que sea 29  El relato legendario [fabula] contiene hechos que no son ni verdaderos ni verosímiles, como los que aparecen en las tragedias. La historia contiene sucesos reales pero alejados de nuestra época. La ficción [argumenta] trata acontecimientos inventados que sin embargo podrían haber ocurrido, como los argumentos de las comedias. Rhetorica ad Herennium, I, 13 [VIII]. Véanse, al respecto, Mehtonen (Old Concept) y Codoñer (“Fabula”). 30  Por ello el predicador (como el historiador religioso) justifica el carácter moral de su visión de los acontecimientos como expresión del juicio de Dios. Véase Niebuhr (Faith, 124 y 126). 31  Véase su libro ya citado Deus concionator […].

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veraz”;32 lo que trajo a un mayor esfuerzo de autorización de los relatos sobrenaturales traídos a las historias religiosas, generando con ello (como adelante se verá) una curiosa tensión en los modos de tratar los ejemplos milagrosos: permitiendo lo sobrenatural pero protegiéndolo con un grueso manto de autorizaciones propias de la historiografía humanística, mismas que no solían aparecer en los ejemplos milagrosos medievales. En cualquier caso, los autores religiosos novohispanos del siglo xvii, herederos tanto de las libertades medievales como del rigor renacentista sobre la ficción moral, bien sabían elegir ejemplos en función de su utilidad probatoria: causas graves o dogmáticas se probaban con ejemplos históricos, mientras que causas triviales o causas graves que entrañaban riesgo solían probarse con ejemplos ficcionales. Los ejemplos históricos Aquí se entenderán como ejemplos históricos aquellos relatos probatorios que, como los de la Antigüedad, fundamentan su capacidad argumental en el hecho de tratarse de la narración de hechos sucedidos y que, por tanto, sientan precedente respecto a los beneficios, materiales o espirituales, de la práctica de una virtud determinada; sin embargo, a diferencia de sus usos antiguos, en el siglo xvii una característica importante de los mismos es, como se adelantó, la presencia de la autorización. Porque, a partir de las discusiones humanísticas sobre la verdad histórica, resultó necesario determinar el carácter verdadero de las muchas historias milagrosas traídas como ejemplo a los discursos religiosos; y los medios con que se aseguraba la verdad de lo narrado eran, en efecto, los propios de la historiografía clásica y humanística: el uso de fuentes autorizadas, la referencia a testigos de vista, el aval de autoridades religiosas en el caso de los milagros, la presencia de personajes históricos o la precisa ubicación temporal y espacial 32  Del arte: III, 13. El sentido moral de la historia humanística quedaba establecido por su capacidad de dar al hombre elementos de aprendizaje sobre la experiencia de los hombres pasados, como había enseñado Cicerón: “La historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera de la antigüedad” (De oratore: II, 32, 1).

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de los acontecimientos narrados. Con todo, los ejemplos históricos del siglo xvii siguieron incluyendo afirmaciones no probadas, o sucesos de difícil conocimiento por parte del narrador testigo, pues en muchos sentidos la propia noción de historia que encontramos en los textos religiosos sigue siendo mayoritariamente medieval. En la muestra de ejemplos históricos que aquí se presenta pueden encontrarse cuatro tipos, de acuerdo con sus fuentes: los de origen bíblico, las hagiografías, los milagros y las historias profanas. Contra lo que pudiera pensarse, los ejemplos de fuente bíblica no son aquí los más abundantes y se encuentran, sobre todo, en el tratado de extirpación de idolatrías funcionando como argumentos útiles para asociar la idolatría indígena con la de los hebreos y, por tanto, hacerla merecedora de castigos semejantes a aquellos con los que el Dios terrible del Antiguo Testamento disciplinaba las infidelidades de su pueblo. Se trata de una operación retórica con muy pocos escrúpulos, dicho sea de paso, pues su autor pasa deliberadamente por alto que la fe que defendía el Dios del Antiguo Testamento no era la cristiana, porque la antigua ley del talión había sido sustituida en el cristianismo por la del perdón y la caridad; en cualquier caso, el tratado de idolatrías alienta una ignorancia interesada no solo en los destinatarios finales del discurso —los indios—, sino también, probablemente, en los propios curas doctrineros que fungirían como mediadores o transmisores del discurso. Dice el texto: Y llegó a triunfar la fe católica, y los fieles cristianos de la Iglesia, de la perversa y maldita secta de la idolatría, quitando a sus seguidores sangrientamente la vida con tan desastradas muertes como se ha visto en lo referido de la escritura sagrada, en este y en el antecedente capítulo. Y si en el reino de Israel tan rigurosamente castigó Dios a los idólatras de él, destruyendo y acabando tantos reyes y príncipes quitándoles con la vida las coronas y los cetros, los castigos que Dios ha dado a este reino de las Indias y a sus reyes y monarcas por sus grandes idolatrías y sangrientos sacrificios que a sus ídolos hacían dirá el capítulo siguiente, según lo refieren las historias y lo muestra la experiencia.33

Pero, si los ejemplos de fuente bíblica podían ser tergiversados por Villavicencio en su tratado de idolatrías, no parecían ofrecerle,

33  Villavicencio Luz, 12.

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en cambio, materia para el ingenio, como sí lo hacían para el predicador jesuita Juan Martínez de la Parra, quien se permitía narrar muy a su estilo, por ejemplo, la parábola del Evangelio de Juan sobre la milagrosa curación del paralítico de Betesda: “Érase en Jerusalén una prodigiosa Piscina […]”, a lo que siguen glosa y comentario del pasaje evangélico hasta que, con bastante gracia, cuenta: Ahora, pues, muévense de repente las aguas; pero el ciego, como no las ve mover, mientras le avisan, mientras lo cree, mientras llama al gomecillo, mientras lo lleva ¡saz!, ganole ya la vez el leproso, que como no tenía su mal en la vista la logra ya, y ya sale sano y se despide cuando el ciego llega y se queda suspirando a la orilla: “¿Qué se ha de hacer? Hasta otra ocasión, hasta otra”. Vuelven a moverse las aguas y el cojo o tullido, aunque las ve mover, mientras acude a las muletas, mientras las acomoda, por más prisa que se da, retardado su movimiento, ¡saz!, ganole la ocasión el éctico, que cuanto más delgado se huella más ligero, y sale ya sano de su achaque dejando el hospital, cuando el cojo llega a suspirar solo: “Hasta otra vez, paciencia […]”.34

Hermoso modo, sin duda, de convertir una parábola evangélica en un cuento gracioso. En cualquier caso, los ejemplos bíblicos son más bien pocos en estos textos y no ofrecen demasiados elementos para el análisis del ingenio argumentativo de los autores ni, por supuesto, para el rastreo de fuentes. Su carácter canónico y doctrinal funcionaría acá como dique a los cauces de la creatividad y de la tradición, con algunas excepciones como la vista. En cuanto a los ejemplos de carácter hagiográfico, provienen estos de una de las tradiciones más antiguas del cristianismo, aquella que iniciara en el siglo iv, cuando comenzaron a escribirse y recopilarse vidas de mártires que funcionaron rápidamente como fuentes de ejemplos para la predicación, pues su evidente carácter de “gesta” heroica, como escribe Antonio Rubial,35 favorecería su incorporación a la batería de recursos ilustrativos. Y es que para el hombre de esta tardía Antigüedad los ermitaños de los primeros siglos habían encarnado un tipo de héroe que, como 34  Luz 1691-1696, I, 23. Ejemplo n.º 13 de esta colección). 35  “El siglo iv vio nacer también un tipo de literatura panegírica llamada hagiografía, que contaba las leyendas o gestas de los santos” (Rubial La santidad, 22). Véase también Berceo (Milagros).

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los del mundo clásico, compartían cualidades sobrenaturales que nadie ponía en duda: san Helino había cruzado un caudaloso río montado en un cocodrilo, san Antonio abandonaría una celda que dos enormes boas custodiaban y Pablo de Tebas, el príncipe de los ermitaños, fue rescatado del desierto por un hipocentauro. Tal vez por eso, para impedir los excesos y desviaciones heréticas a que podían exponerse los ermitaños a fuerza de heroísmos e interpretaciones, san Basilio (330-379) los había organizado bajo una regla. Los santos eran ejemplares en su sentido más completo, porque las hagiografías incluían el doble carácter de relato como prueba retórica y de construcción de personaje modélico; es decir, desde que los santos eran personajes dignos de imitación sus acciones se recogían en relatos capaces de ilustrar tal o cual causa persuasiva, por ello las hagiografías sirvieron perfectamente como fuente de relatos ejemplares al predicador, al cronista o al tratadista.36 Esta noción amplia de lo ejemplar hagiográfico es la que se puede ver en Martínez de la Parra cuando ilustra las ventajas de la penitencia con un poderoso ejemplo tomado de la vida de fray Luis de Granada, ilustre preceptista y predicador, quien —ahora lo sabemos— supo también predicar con su ejemplo personal: En la vida del admirable varón fray Luis de Granada, bien conocido por sus provechosísimos escritos, se refiere que una noche, yendo dos mancebos a la perdición de su torpeza y a la torpeza de su perdición, pasaron por la ventana de fray Luis al tiempo que tomaba una tan recia disciplina que, a los golpes, detenidos y atónitos, volviendo sobre sí y viendo cuánto mejor merecían ellos aquella penitencia, dejaron al punto su intento. Volviéronse y, a la mañana, habiendo observado bien la ventana, vinieron al convento, preguntaron quién vivía allí, y entrando con muchas lágrimas se confesaron con fray Luis de Granada, y desde allí vivieron una ajustadísima vida. Tanto pudo un ejemplo santo.37 36  Antonio Rubial señala esta condición de la hagiografía, su carácter en sí misma ejemplar, apoyado en una cita de Michel de Certau: “‘La hagiografía tiene una estructura propia independiente de la historia, pues no se refiere esencialmente a lo que pasó, sino a lo que es ejemplar’” (Rubial, op.cit., 13. La cita está tomada de Certaeu [La escritura, 287]). 37  Luz 1691-1696, III, Confesión 2 (Ejemplo n.º 15).

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También para el historiador carmelita la noción más precisa de ejemplo es justamente el personal, pues así como la enseñanza se ve fortalecida con la práctica evidente de quien la predica, así la misma se contradice si no se apoya en las propias acciones del orador, como afirma en su Tesoro escondido: “Lo que más suele desabrir los ánimos de los súbditos y quitar la eficacia a las razones que les dicen sus maestros, es no ver en el ejemplo lo que se les persuade en las palabras y hallar contrarias sus obras a sus doctrinas”.38 Por esto es que fray Agustín no solo incluyó en su historia fragmentos de vidas de santos canonizados, sino que también hizo ver la virtud de muchos carmelitas notables de los conventos novohispanos: “Porque era cosa cierta que viendo los seglares a un carmelita descalzo se componían todos […] [que las almas hallarían en ellos] doctrina, confesores y consuelo y sobre todo ejemplos de virtud”.39 Uno de los aspectos más notables de los ejemplos hagiográficos es su fácil relación con lo sobrenatural, aunque la presencia del diablo, de ángeles o de almas en pena en las hagiografías concentraría cada vez más la atención preceptiva o rectora de la Iglesia: ya en el siglo xiii el papa Gregorio IX había establecido los derechos eclesiásticos en esa materia al decretar que solo el pontífice podía elevar a una persona al culto público. Entre los siglos xi y xv, la difusión de materiales hagiográficos se había venido intensificando, nutrida por los libelli miraculorum y, sobre todo, por el paradigma de todas las hagiografías, la Legenda aurea, de Jacobo de Vorágine, a pesar del control ejercido, de un modo o de otro, por la Iglesia. Así, todavía después de Trento había cuidado respecto de los pe38  Madre de Dios Tesoro 1986, II, 9, 1. En otro lugar dice: “Yo, a quien faltaban los ejemplos propios, he buscado los ajenos para satisfacer como pudiese a empeño tan soberano y más viendo que en mí corre la deuda con más fuerte obligación. Es lo de quien predica dar apoyo con obras a sus palabras, pues consolida mucho a la doctrina lo alentado del ejemplo” (III, 16, 1). 39  Madre de Dios Tesoro 1986, II, 2, 1. La relación de los carmelitas con el género hagiográfico no era nueva por supuesto en el siglo xvii, sino que se remontaba a sus propios orígenes, pues su pasado ortodoxo y la construcción de su historia estaban asociados a la formación de un corpus de santos de la orden como panteón heroico y legitimador. Aunque fue en el siglo xv, con el Viridarium (ca. 1400-1417) de Juan Grossi, cuando tomarían forma más o menos estable algunos de los relatos más importantes de la historia tradicional carmelitana, como el de la entrega del escapulario a Simón Stock por parte de la Virgen.

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ligros del uso desordenado de lo sobrenatural vinculado a una vida canonizada, lo que llevaría a Urbano VIII a reafirmar, en 1625, la canonización de los santos como prerrogativa exclusiva de la Santa Sede, restringiendo la impresión de sus milagros o revelaciones.40 La insistencia en la norma revela que no resultaba suficiente. En las pláticas de Martínez de la Parra, por ejemplo, solo hay un relato hagiográfico que no incluye hechos sobrenaturales; se trata de una ingeniosa historia en la que san Gil, discípulo de san Francisco, retirado en una gruta, recibe la visita de dos hombres ricos que le rogaban los encomendara a Dios, a lo que el anacoreta responde que habría de ser al revés: ellos tendrían que abogar por él ante Dios, pues, a pesar de hacer terribles penitencias, “siempre estoy temblando, si me he de condenar, y a cada paso temo caer en el infierno. Y vosotros vestidos de holandas y púrpuras, ruando carrozas, servidos de criados, muy regalados y asistidos, con todo esto vivís confiadísimos en que habéis de ir al cielo. Encomendadme a Dios, señores, que más fe y más esperanza tenéis que yo”.41 Curioso ejemplo que muestra la feliz convivencia que podía haber entre la enseñanza y el humor, en la mejor tradición horaciana.42 En cuanto a los milagros, sus registros más antiguos se remontan al siglo ix, cuando se multiplicaron las recopilaciones latinas; tres siglos más tarde aparecerían los primeros milagros en lengua vulgar y, muy pronto, se llegaría a la gran efervescencia de los milagros marianos. En España son referentes de esa tradición los Mi40  En la bula In Eminente, fechada el 30 de octubre de 1625, Urbano VIII prohibió también la representación con el halo de santidad de personas no beatificadas o canonizadas, la colocación de velas o retablos ante sus sepulcros y otras prácticas de culto popular; después, en la constitución Sanctissimus expondría el procedimiento para nombrar santos (véase, al respecto, Aristizábal y Splendiani (Proceso, 19-20). 41  Luz 1691-1696, I, XIX (Ejemplo n. º 17). 42  Hay también ejemplos humorísticos con elementos sobrenaturales, como uno en el que san Leufrido azota al diablo, que andaba haciendo travesuras en un templo, después de haber sellado las puertas y ventanas con la señal de la cruz, “para que viesen la virtud de la señal de la cruz pues, teniendo patentes las puertas, sólo porque había hecho en ellas la señal de la cruz las tuvo el demonio cerradas”; el diablo corría con la cola entre las patas, literalmente, hasta que pudo escapar colgándose de la cuerda de la campana para salir por la torre del campanario, que san Leufrido había olvidado señalar (Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, IX [Ejemplo n.º 21]).

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lagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo, y las Cantigas de Santa María, de Alfonso X,43 obras que significaron el florecimiento no solo de la difusión de este tipo de relatos edificantes, sino también el de la reflexión sobre los mismos, pues de entonces nos viene ya una definición canónica del milagro medieval, en la obra de Alfonso X: Miraglo tanto quiere dezir como obra de dios maravillosa que es sobre la natura usada de cada día: e por ende acaesce pocas vezes. Et para ser tenido por verdadero ha menester que aya en él quatro cosas: la primera, que venga del poder de Dios et non por arte: La segunda que el miraglo sea contra natura, ca de otra guisa non se maravillarien los homes dél. La tercera, que venga por merescimiento de santidat, et de bondat que aya en sí aquel por quien Dios lo face. La quarta, que aquel miraglo acaesca sobre cosa que sea á confirmamiento de la fe.44

Se trata de una temprana definición que, sin embargo, ya ofrece cuatro poderosos elementos para su caracterización: que se trata de una obra divina, que es maravillosa, que es merecida por el destinatario y que sirve para confirmar la fe.45 Por supuesto, el carácter divino de los milagros obligó a una defensa más férrea de su carácter verdadero; porque, por un lado, resultaría necesario ahora asentar la verdad de un acto devenido de la voluntad de Dios y, por otro, su desacato de las leyes natu43  Para un mejor informe del milagro en el mundo medieval hispánico, remito a Las colecciones de milagros de la Virgen en la Edad Media (El milagro literario), de Jesús Montoya, así como a la introducción de Juan Manuel Cacho Blecua a su edición citada de los Milagros de Nuestra Señora de Berceo. 44  Partida I, Ley CXXIV: “Quantas cosas ha me[n]ester el miraglo para ser verdadero” (Alfonso X Las siete partidas, 190). 45  Richard Swiburne incluye, tal vez excesivamente, las dos últimas características en una sola, de modo que el milagro queda definido como un hecho extraordinario, causado por “un dios” y con significado religioso: “Is an event of an extraordinary kind, brought about by a god, and of religious significance” (Swiburne The Concept, 1). Fray Agustín de la Madre de Dios podría agregar que “aunque es verdad que Dios solo es el autor de las obras milagrosas, llegando con su brazo omnipotente a todo lo que es prodigio, también lo es que sus siervos hacen y han hecho milagros, o valiéndose Dios del ministerio suyo para hacerlos o intercediendo con él para que los ejecute. Así lo confirma san Clemente papa, Jerónimo Nacianceno, Crisóstomo, Gregorio y Agustino, de quien lo tomó Tomás” (Tesoro 1986, III, 12, 1).

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rales o del sentido común no lograría el propósito impresionante del milagro si fuese leído en el marco de alguna licencia dada a la ficción. Como ilustración de lo primero, veamos un milagro muy célebre en el siglo xvii, predicado por Juan Martínez de la Parra, referido a las propiedades curativas de unas cédulas o papeletas con la inscripción conceptio inmaculata, cuya devoción por entonces se promovía. Voló la fama del prodigio, dice Martínez de la Parra, “mas no faltaron otros, que quisieron obscurecer su verdad. Pero con testigos de toda excepción autenticado el milagro, corrió luego en escritos por toda Italia”; con todo, el religioso que inició esta piadosa costumbre padeció persecución “como si en haber dado un tan saludable remedio hubiera cometido algún delito, privándolo de oficio lo desterraron sus prelados de Roma, con pena que le impusieron de perpetua cárcel”.46 Es decir, había milagros llegaban a aceptarse solo bajo ciertas condiciones de prueba y autorización. En cuanto al propósito de confirmar la fe, que Alfonso X adjudica al milagro, fray Agustín de la Madre de Dios añadiría otro mucho más terrenal: ilustrar la virtud de la Orden del Carmelo: “Con estos y otros muchos sucesos que a su tiempo la historia irá contando, ha manifestado Dios el cuidado que tiene de este convento […] y que hará con sus bienhechores milagros y prodigios porque se alarguen en hacerles bien”.47 Es decir, junto al reconocimiento de la utilidad catequética de los milagros, así como de la utilidad mnemotécnica que el carácter extraordinario confiere a la narración, no debe perderse de vista su utilidad para impresionar al receptor y, con ello, incrementar la obtención de limosnas y el reclutamiento de benefactores. Estos beneficios que el milagro ofrecía a los predicadores carmelitas son advertidos ya por Eduardo Báez cuando da cuenta del hecho de que, para la fundación de un convento en las sierras de Puebla, el prior de la casa de aquella ciudad, fray Juan de Jesús María […], encontró recursos suficientes para salvar los obstáculos, convenciendo a Melchor de Cuéllar [el benefactor] que aceptara costear la fundación en otro obispado. Fueron sus sutiles instrumentos un par de visiones 46  Luz 1691-1696, II, VII (Ejemplo n. º 73). 47  Tesoro 1986, I, 22, 5.

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Manuel Pérez de alumbrados feligreses, con sabor a inventados milagros, recogidos puntualmente en las crónicas.48

Finalmente, entre los ejemplos históricos de esta colección también podemos contar con algunos tomados de la historia profana; estos ejemplos, a diferencia de los hagiográficos y de los milagrosos, no suelen incluir hechos sobrenaturales y, tal vez por ello, son en mucha menor medida sujetos de autorización. Ello podría reforzar la hipótesis de que en el siglo xvii los ejemplos prodigiosos precisaban de mayor justificación precisamente por su desafío a las leyes del mundo natural, pero también significa que los ejemplos históricos de temas sagrados debían ser tratados con mayor rigor y cuidado que el dispensado a los relatos ejemplares de tema no religioso. En los ejemplos históricos tomados de autoridades clásicas los métodos de acreditación de verdad histórica están casi ausentes; sea porque están desprovistos de toda presencia sobrenatural, o bien porque proponen enseñanzas de índole civil o de convivencia social más que religiosa. En cualquier caso, las autoridades grecolatinas no gozarían para un predicador, cronista o tratadista religioso y sus receptores del mismo crédito que las cristianas, aunque es seguro que los temas antiguos fueron bien explotados, sobre todo por autores con amplia formación clásica. Ello no significa que, con ejemplos no autorizados, o incluso con temas paganos, no pudiera ser ilustrada una verdad dogmática de la mayor importancia. Es decir, debe distinguirse entre el tema del ejemplo y la causa a probar, pues aun cuando un tema importante solía conducir a la autorización rigurosa del hecho narrado, con ejemplos de temas religiosamente triviales o nulos bien podían ser ilustradas verdades fundamentales de la fe cristiana, gracias entre otras cosas a las inmensas posibilidades de la alegoría;49 la diferencia radicaría en el grado de demostración adjudicada al ejemplo: la prueba estricta de una verdad dogmática parece reservada a ejem48  El santo desierto, 16. 49  Como había escrito el Pinciano en su Philosophia antigua poetica, justificando la creación literaria: “Porque las cosas en lo literal falsas, muchas veces se miran verdaderas en la alegoría” (López Pinciano Philosophia 2, 3), y más explícitamente adelante: “Para el enseñar basta que [la fábula] tenga alegoría, cual la tienen los poemas mythológicos o apologéticos, el príncipe de los cuales fue Esopo” (5, 4).

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plos autorizados y preferentemente de tema religioso, mientras que la mera ilustración podía ser hecha con un relato histórico no autorizado, con uno de tema no religioso o incluso con uno ficcional. Por ejemplo, para ilustrar en qué medida las palabras de la consagración deben ser consideradas verdaderas y no mera fórmula litúrgica, Martínez de la Parra acude a la historia que cuenta cómo Arquímedes, con su magno ingenio, pudo poner en el agua un enorme barco que Hierón, tirano de Siracusa, había construido para regalar a Ptolomeo, rey de Egipto; los ingenieros de Hierón se habían ocupado de la gran construcción, pero después no supieron cómo botar la mole, y Arquímedes construyó una máquina “que reducida toda a una pequeña rueda, puso todo aquel monte de madera en el agua”, por ello Hierón “pronunció por ley que, desde aquel día, a cuanto dijera Arquímedes se le diera entera fe y crédito”.50 Y, asimismo, por ley cristiana, debía darse entera fe a las palabras de la consagración. No fue necesario mostrar la historicidad de Arquímedes en este ejemplo para que la ilustración funcionara, porque seguramente era un personaje conocido por el auditorio de las pláticas y porque el argumento no buscaba la prueba absoluta de la obligación cristiana de dar entera fe a las palabras de la consagración, sino solo la ilustración por semejanza. Y, si no era tan conocido Arquímedes para el auditorio, lo sería después de estas pláticas, pues asoma en otro ejemplo donde resulta ingeniosa la relación que el predicador logra entre la conclusión y la causa a ilustrar, que se refiere al modo en que el examen de conciencia preparatorio de la confesión debe incluir también los pecados ajenos causados o inspirados por acciones propias. Es el célebre relato de cómo Arquímedes defiende su ciudad con espejos y lupas, logrando que los rayos del sol como “bombardas mudamente eficaces” incendiaran la flota enemiga “hasta que de los bajeles no quedaron sino sobre las ondas nadando las cenizas”; el ejemplo concluye relacionando su tema con el asunto a ilustrar: “¿Quién fue la causa? El sol por mano ajena”.51 Julio César, Demóstenes, Sócrates o la Asamblea de Atenas son personajes recurrentes en los ejemplos históricos, ilustrando sacra50  Luz 1691-1696, II, 4 (Ejemplo n.º 128). 51  Luz 1691-1696, III, 8 (Ejemplo n.º 127).

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mentos y mandamientos a veces de un modo ligero y humorístico, como aquel ejemplo de Martínez de la Parra en el que Sócrates, después de recibir “palabras fulminadas de furia [de parte de su mujer Jantipa], al bajar luego él la escalera le echó encima un cántaro de agua, y él respondió: ‘Ya yo sabía que después de los truenos viene el aguacero’”.52 Con este ejemplo el predicador ilustra el modo en que los esposos deben ceder a los reclamos de sus mujeres antes que a la violencia. Aquí resulta notable la manera en que el predicador justifica el haber elegido a Sócrates como ejemplo: “Lo que sé es que Sócrates, digna admiración de Grecia, cedía no pocas veces a una Jantipa, mujer loca y fiera”; de modo que la virtud a inculcar resulta antes humana y aun pagana que cristiana, y, si Sócrates solo sabía que nada sabía, aquí Martínez de la Parra solo sabe que Sócrates sabía ceder, por lo que resulta ejemplar y digna admiración ya no solo de Grecia. Ejemplos de personajes de la historia moderna también están presentes en estos textos, sobre todo en la colección de pláticas y en el tratado de idolatrías; en ambos, dicho sea de paso, mediando una manipulación curiosa de la historia. Uno muy gracioso recuerda la aventura de los galeotes del Quijote, cuando “visitando las galeras el duque de Osuna, virrey de Nápoles, como era de buen humor, viendo aquella chusma de galeotes quísose entretener un rato”, de modo que fue preguntando a cada uno los delitos que los habían llevado allí, y, mientras todos se declaraban inocentes alegando venganzas o mala fortuna, llegó a uno que le respondió: “Yo, señor, con mucha razón estoy aquí, porque desde muchacho tuve perverso natural, huime de mis padres y toda mi vida la he gastado en robos, muertes y atrocidades”, a lo que el duque respondió: “Pues andad, le dijo, idos de aquí libre desde luego, que no es razón que un tan mal hombre esté entre tantos inocentes”.53 Recuérdese cómo en el Capítulo XXII de la primera parte del Quijote, titulado “De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir”, don Quijote escenifica un episodio parecido: fue preguntando uno a uno a los candidatos a galeras que llevaban encadenados un 52  Luz 1691-1696, II, 7 (Ejemplo n.º 110). 53  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 20 (Ejemplo n.º 130).

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comisario y sus hombres, hasta llegar a un galeote conocido como Ginés de Pasamonte (junto a Pedro de Urdemalas, paradigma del pícaro cervantino), quien pretendía haber escrito su propia historia. Este alter ego de don Quijote consigue al fin que el caballero manchego haga por liberarlos, y lograr así su libertad en la trifulca, solo para después arremeter contra su libertador. Este fin, por supuesto, es en todo distinto al del ejemplo, pero comparte con este el humor de las respuestas de los galeotes y el motivo de la pregunta al preso y la respuesta liberadora. No se debería descartar que el mismo Cervantes haya abrevado en una fuente popular para la escritura de este episodio, similar a la que usaría Martínez de la Parra, tal vez entre las propias anécdotas que se contaban del duque de Osuna.54 Aunque no debiera pensarse que todo aquí es risa fácil, pues la vida en las galeras era en verdad dura y escondía entre sus maderos el dolor, el horror y la lenta muerte de hombres presos por sus delitos (o por los delitos de otros), encerrados, encadenados y echados al mar, aislados tal vez incluso de sí mismos. La galera era, pues, para los galeotes el “infierno flotante” del que habla Gregorio Marañón.55 Por ello, tal vez, el humor con que viene a cuento el ejemplo en esta plática, el modo, digamos, cervantino de contarlo, es un humor ácido y negro que el predicador usa con fines ejemplares, pues con la tópica figura del galeote Martínez de la Parra intenta ilustrar cómo es mejor confesar verdaderamente que mentir en la confesión, y lo hace, como digo, en plena conciencia de su humor, pues termina: “Chanza fue esta que con gracia nos dio a entender una importantísima verdad”. El tratado de idolatrías que aquí usamos como fuente incluye otro manejo curioso de la historia, un manejo que supone un razonamiento prejuicioso al vincular causalmente la miseria a la idolatría; en ello seguía a no pocos autores que vieron en la idolatría la 54  Algo se sabe de cierto encono que Cervantes sentiría por Pedro Téllez-Girón, III duque de Osuna, tal vez porque este favorecería a Quevedo y no a él. Luis M. Linde afirma que en un episodio del capítulo XXI de la Primera Parte del Quijote Cervantes ridiculizaría al duque de Osuna por su corta estatura. Sancho dice saber que los grandes de España suelen llevar tras de sí a sus siervos, como había visto hacer en la corte: “[…] Un señor muy pequeño, que decían que era muy grande, un hombre le seguía a caballo a todas las vueltas que daba”. Linde afirma que dicha burla “está a tono con la animosidad que sentía Cervantes para los Osuna” (Linde Don Pedro Girón, 357). 55  Marañón “La vida”, 218. Puede verse también Heras (“Los galeotes”).

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causa de la tremenda disminución de la población indígena, de la embriaguez, de la lascivia o del relajamiento de costumbres, como Bernardino de Sahagún, para quien la idolatría “fue la causa de que todos vuestros antepasados tuvieron grandes trabajos […] y mortandades”.56 Así, el cura Diego Villavicencio usa la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, para entresacar de ella relatos que le sirven de prueba y ejemplo de la forma en que Dios castiga la idolatría; en este caso, sirviéndose de los conquistadores como instrumento de castigo: Todos aquestos insultos y tan execrables delitos, que idólatras y viciosos cometían inhumanos, irritaron tanto a la justicia divina que, llegado ya el tiempo de llevar su merecido, dispuso Dios y permitió se cumpliesen los agüeros y avisos que les habían dado los demonios por sus ídolos, los más celebres que tenían en la Ciudad de México, Huichilogos y Tescatecupa, que llegaría tiempo que por donde nace el sol vendrían unos hombres blancos por los cuales serán a sangre y fuego conquistados, y quitando las coronas a su emperador y a sus reyes se harían señores y dueños de su reino y de sus tierras, y que a sus mismos hijos y naturales los sujetarían, de suerte que los haría tributarios dentro de su mismo reino y tierra. Como sucedió, viniendo por los años de 1519 al puerto de San Juan de Ulúa el valeroso capitán don Fernando Cortés, con solos quinientos y ocho soldados valientes españoles […].57

En suma, los ejemplos históricos usados en estos textos religiosos del siglo xvii novohispano comparten las circunstancias y propósitos de la historiografía religiosa de ese mismo siglo, con sus tensiones internas entre una vocación todavía medieval y unas exigencias humanísticas nacidas un siglo antes. Por ello, este tipo de ejemplo fue incluido en los discursos observando la práctica de procurar autorización mediante los mismos instrumentos de la historiografía humanística, aunque sin renunciar a la incorporación de elementos sobrenaturales. En efecto, la mayor parte de los ejemplos históricos aquí recopilados son de tema religioso (de fuente bíblica, 56  Historia general, 1, 10. 57  Luz, 4-5). La narración se extiende incluso hasta la prisión y muerte de Moctezuma, y narra luego en el mismo tenor la caída de Tenochtitlán: “A tanto como esto llegó el poderoso brazo de Dios, abatiendo y castigando a este rey [ahora a Cuauhtémoc] y a todo el reyno, por lo mucho que le tenían agraviado y ofendido, con tantas idolatrías y sacrificios inhumanos, que sacrílegamente hacían a sus ídolos y dioses” (ibid., 7).

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provenientes de la poderosa tradición hagiográfica o constituidos por milagros, antiguos y contemporáneos); sin embargo, la historia profana sigue conservando sus utilidades, aunque su uso comporte, como ya se vio, ciertos manejos singulares. Los ejemplos ficcionales Es bien sabido que la Edad Media fue la edad dorada del ejemplo ficcional, su época de mayor expansión y diversificación de funciones, pero se ha reparado poco en el hecho de que las ars praedicandi seguían prefiriendo el ejemplo histórico; tal vez la insistencia normativa en esta predilección permanecía en esos años justamente porque permanecía también la mala costumbre de los oradores de apoyarse en pruebas vanas y ajenas a la verdad. Porque la coexistencia de censuras conciliares, preceptivas y sermones en contradicción respecto a la prueba ejemplar de carácter ficcional se puede aclarar observando la dialéctica relación entre preceptiva y práctica retóricas; pues la causa de que los manuales de predicación se multiplicasen a lo largo de la Edad Media era no solo la necesidad de instruir nuevas generaciones de predicadores, sino también el hecho de que la práctica oratoria desbordaba continuamente los cauces preceptivos y, por tanto, resultaba necesario contenerla. La intensa labor predicadora de los frailes mendicantes del siglo xiii acompañó sin duda el florecimiento del ejemplo, pues la demanda de relatos probatorios por parte de los oradores estimuló la traducción castellana de los dos grandes textos de la literatura sapiencial hispano-oriental, el Calila e Dimna y el Sendebar, como fuentes de ejemplos para la predicación. Se trataba de textos perfectamente adaptables como ilustración de alguna causa discursiva o enseñanza, pues ese había sido precisamente su origen.58 De esos años son también las mejores colecciones medievales de ejemplos que conservamos, relatos de carácter popular en los que la historia y la ficción vieron unidas sus utilidades morales en la medida en 58  En la India se usaban las jatakas, una suerte de fábulas con finalidad ilustrativa similar a la del exemplum. Son el origen de colecciones como el Panchatantra o el Hitopadeza, de donde procede el Calila e Dimna castellano. Véase Garrett Jones (Tales), así como Lacarra (“Elementos”).

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que se fortalecía el carácter ilustrativo del relato en detrimento de su carácter autorizado. Por supuesto, estos cuentos no fueron útiles únicamente en la predicación popular; por esos mismos años comenzaron también a ser utilizados en la educación de los hijos del estamento gobernante.59 Ello muestra uno de los aspectos de la bien conocida interacción entre la cultura popular y la cultura letrada durante la Edad Media, cuando una parte del estamento de los oratores se sirvió de un género de prueba de larga vida en la retórica (que no podía ser sino dominio de grupos sociales privilegiados) para inculcar un sistema de valores al pueblo llano, cuyo ordenamiento, entendían, era una de sus funciones; de modo contrario, gracias a las mismas propiedades ilustrativas de los ejemplos, las mismas élites podían servirse de una serie de motivos muy bien recibidos y tradicionalizados en la cultura popular para conformar una literatura didáctica dedicada a educar en la virtud a sus herederos. Se trata de uno de los rostros de lo que Aaron Gourevitch llama la “paradoja de la cultura medieval”, refiriéndose a la compleja interacción entre la cultura letrada (latina y clerical) y la cultura folclórica (oral y popular).60 Este proceso no terminaría en la Edad Media, pues, como se ha visto, la evidencia muestra que los sermones siguieron poblándose de fabulillas y apólogos por lo menos hasta bien entrado el siglo xviii. Es cierto que la aceptación de la ficción se complicó aún más en el siglo xv, con la difusión que Lorenzo Valla hizo de la Institutio de Quintiliano y con el renacimiento de la noción clásica de verdad histórica que proponía el humanismo; pero también lo es que el prestigio renacentista de Quintiliano no parece haber opacado los permisos ficcionales de la Rhetorica ad Herennium, que hoy reconocemos como una de las retóricas latinas que más influencia tuvo sobre la oratoria cristiana medieval.61

59  Asunto bien estudiado por María Jesús Lacarra, para quien la llegada de las traducciones al Occidente europeo en el siglo xiii “coincidirá con la moda de la literatura didáctica, dedicada especialmente a la educación de reyes y príncipes” (Cuentística, 35). 60  Les catégories. Véase también Lacarra (“Algunos cuentos”). 61  La retórica renacentista retomó de la Rhetorica ad Herennium una consideración ornamental del ejemplo, como un elemento amplificador más que probatorio. Véase, al respecto, Aragüés (“Historia” 127).

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En cualquier caso, es necesario mesurar el optimismo respecto a los alcances de la preceptiva, pues incluso algún preceptor, a la hora de fungir como orador, solía desobedecer sus propias reglas; como Juan Luis Vives, quien, habiendo prohibido el uso moral de la mitología,62 llega luego a recomendar el uso del ejemplo ficcional en su De consultatione; o Erasmo de Róterdam, quien censura el uso de ejemplos ficcionales en su Elogio de la locura, lamentándose de cómo en la predicación lo serio aburre y lo divertido despabila,63 cuando él mismo llegaría a utilizar fábulas en sus sermones. El caso de la Compañía de Jesús es singular en este sentido, porque muestra una curiosa coherencia entre preceptiva retórica y práctica oratoria, pues en ambas queda clara la aceptación de la utilidad de los ejemplos de carácter ficcional.64 Esta contradicción respecto al uso de la ficción ejemplar pareciera no formar en esos años sino parte de una polémica mayor sobre la legitimidad moral de la ficción (y de la creación artística en general), pues es claro que se trata de un asunto no solo circunscri62  En una obra juvenil escrita bajo el signo del rigor religioso, Veritas fucata (o La verdad embadurnada, 1522), Vives reproduce la tópica identificación de la verdad con lo divino y la mentira con lo diabólico: “¿Cuándo el hombre se hace más semejante a Dios (como respondió a una pregunta Pitágoras) sino al hablar cosas verdaderas? ¿Y cuándo es más semejante al príncipe de las tinieblas, sino al derramar mentiras, que son las verdaderas tinieblas de los entendimientos? El manjar de los demonios, dice mi Jerónimo, son las creaciones de los poetas; a saber: de los que aprendieron a mentir y enseñar a mentir a otros, como dice Dión Prusense, cuyo corifeo es aquel desvariado e insano viejo de Homero, que siempre se deleitó en la mentira” (“Veritas”, I, 282). 63  Cierto que esta obra no es, ni mucho menos, un tratado retórico, pero ilustra una reiterada posición erasmiana frente a la prueba ejemplar. Dice el texto: “El espíritu humano está hecho de tal manera, que le es más accesible la ficción que la verdad. Si alguien desea una prueba palpable y evidente de esto, no tiene más que entrar en una iglesia cuando haya sermón, y allí verá que si se habla de algo serio, la gente bosteza, se aburre y acaba por dormirse; pero si el voceador (me he equivocado, quise decir el orador) comienza, como es frecuente, a contar algún cuento de viejas, todos despier­tan, atienden y abren un palmo de boca” (Elogio, 100). 64  Por ejemplo, Gérard Pelletier, comentarista jesuita de textos retóricos, afirmó en su Regina palatium eloquentiae que “el ejemplo es definido por Quintiliano como la ‘evocación de un hecho cierto o presentado como cierto, válido para persuadir acerca de aquello que pretendes’, en cuya definición adviertes que están comprendidas las fábulas” (III, 145. Apud Aragüés [Deus, n. 31, 55]), lo que se corresponde plenamente con la predicación jesuítica de la época, que solía incluir fábulas en sus sermones de estilo humilde.

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to a la retórica o a los discursos persuasivos, sino también (y sobre todo) a la creación poética, la que desde el pensamiento religioso y desde el historiográfico de reciente cuño era asimismo severamente cuestionada a partir de su vinculación con la mentira, retomando para ello algunos de los antiguos vituperios platónicos contra los poetas.65 Es decir, el rechazo de la ficción no fue un fenómeno propio de las preceptivas retóricas, sino un proceso cultural amplio donde convergieron una idea religiosa y moral de la creación artística junto a un descubrimiento a contrapelo de las enormes posibilidades, incluso didácticas, de la ficción. En esta colección podemos encontrar tres tipos de ejemplos ficcionales funcionando como argumentos inductivos: parábolas, fábulas mitológicas y apólogos. A las parábolas es a lo que mejor se ajusta la sugerencia de Quintiliano contenida en el permisivo ut gestae que contiene su definición de ejemplo: “Lo que propiamente llamamos ejemplo, es decir, la mención de un hecho real o presuntamente real, útil para persuadir de aquello que tú pretendes”;66 pues ellas se corresponden al relato de tipo realista dentro del universo de los ejemplos ficcionales. Así, en tanto relato verosímil, las parábolas suelen simular también aquellas formas discursivas con las que los relatos históricos buscaban probar su carácter verdadero, aunque acá se lo hace de un modo más bien impreciso, por 65  En el siglo xvi este rechazo llegó incluso al terreno educativo, donde el humanismo “silenció en gran medida el problema de la literatura de ficción, significativamente en sus manuales y tratados educativos, en los que se estaba planteando la formación de los modernos sujetos cultos”, como dice Pedro Ruiz Pérez, para quien la poesía, por mentirosa e inútil, encontró en ello su más radical forma de destierro: el absoluto silencio (“La expulsión”, 329 y 324). 66  De institutio, V, XI, 6 (la cita latina diría: “Id est rei gestae, aut ut gestae, utilis ad persuadendum id, quod intenderis, commemoratio” [subrayado mío]). Debe aclararse que Quintiliano no desdeñaba, por supuesto, las formas de ficción no verosímil. Y es que, en tanto género, el exemplum para Quintiliano podía incorporar historias tradicionales (no necesariamente verdaderas) e incluso ficciones inventadas por los grandes poetas; porque en su canónica definición es posible encontrar ya la aceptación del relato verosímil: “El orador debe tener a su disposición gran riqueza de ejemplos, tanto de los tiempos antiguos como de los modernos, hasta el punto de que no sólo tiene obligación de conocer lo que se halla escrito en las obras de Historia, o lo que en la narración oral se ha trasmitido como de mano en mano y todo lo que diariamente acontece, sino que ni siquiera puede mirar con indiferencia los ejemplos que han imaginado los más egregios poetas” (XII, 4, 1).

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ejemplo, con el señalamiento de lugar o tiempo del relato en los siguientes términos: en cierta ciudad, en algún lugar, etc. Esta incertidumbre hace necesario proponer (en mayor medida incluso que en las fábulas), un criterio de interpretación ante el auditorio, pues se trata de ejemplos cuyos hechos narrados podrían ser tomados por verdaderos. Así sucede en aquella parábola que cuenta Martínez de la Parra sobre un hombre poderoso que, habiendo establecido en su testamento una cláusula que disponía que su fortuna fuese entregada en su totalidad al más necio de los hombres, ordenó a sus albaceas recorrer el mundo buscando al posible heredero: lo encontraron en una ciudad lejana donde, por ley, cada año se mataba a la máxima autoridad, y aun así cada año muchos gastaban fortunas intentando conseguir esa posición. Después del relato, el predicador debe apuntar: “‘Padre’ —me dirán— ‘¿dónde sucedió eso?’. ¿Saben dónde? Aquí está sucediendo, hoy, hoy, y está sucediendo en todo el mundo. Aquel poderoso que hace su testamento es el mundo, que cada día se va muriendo”,67 con lo que expone de manera clara la mayor utilidad y razón de ser de la ficción en los discursos religiosos: su valor alegórico. Entre las parábolas aquí presentadas hay relatos tradicionales bastante conocidos, como el célebre cuento del viejo, el niño y el jumento, en el que un hombre, por prestar oídos a las personas que los ven de camino, va cambiando lugares con un niño (su hijo o su nieto) a fin de no ofender el juicio ajeno;68 o el de la leche del rústico, mejor conocido en la tradición oral como La lechera, en el que un campesino hace planes a partir de un jarro de leche que transportaba en la cabeza, haciéndolos tan grandes que, al brincar de gusto por los logros anticipados, pierde el equilibrio y rompe el jarro, llevando al traste los planes hechos sobre base tan preliminar.69 También se puede mencionar el cuento de raíz oriental que narra el pago solicitado por un servidor a un dignatario, solo consistente en ir llenando un tablero de ajedrez con granos de trigo, doblando la cantidad a cada cuadro; en la versión de Martínez de la Parra se trata de la venta de un caballo, en la que el propietario

67  Luz de verdades católicas, I, 11 (Ejemplo n. º 137). 68  Ejemplo n.º 160. 69  Ejemplo n.º 140.

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pone el precio en reales al comprador: “Me habéis de pagar solo los clavos de las herraduras, con esta ley: que por el primer clavo me habéis de dar un real, uno solo, por el segundo dos, por el tercero cuatro, y así habéis de ir doblando siempre el precio a cada clavo hasta treinta y dos”. Al final no es posible saber si el ignorante soldado que buscaba comprar el caballo pagó el precio, pues el predicador se apresura a explicar: “Eso es ir doblando los números solo en espacio de treinta y dos, pues ¿qué suma saldrá si se doblan desde un ángel hasta millones de ángeles? Pues sobre toda esa suma es suma la gracia de María en su primer instante”.70 Se trata, pues, de historias ficticias cuyos hechos y personajes no resultarían lejanos a las expectativas de realidad del auditorio; de hecho, en las pláticas de Martínez de la Parra es posible encontrar un tipo de parábola que podría considerarse tomada “de la experiencia personal”, como recomendaba San Agustín, construida sobre la base de un tiempo y espacio verdaderamente muy cercanos a los del predicador y su auditorio. El predicador suele dar el nombre de casos a estos breves relatos de corte realista, que narran hechos que podrían suceder en cualesquiera de las ciudades o zonas rurales del virreinato, pero que no muestran intención alguna de asentar la verdad histórica de lo narrado; es decir, son cuentos verosímiles que narran sucesos de muy diversa índole pero signados todos por la ligereza, el humor y la brevedad. Y, si estas parábolas son verosímiles, serían similares a la verdad de los ejemplos históricos traídos por los predicadores, por lo que no debe resultar extraña la presencia también aquí de elementos sobrenaturales que, como ya se vio, no repugnan al sentido religioso de la historia en esos años. Sin embargo, en las parábolas hay un tratamiento ligero de lo sobrenatural, y no aquel rigor y aquel temor propios de los milagros y prodigios; Martínez de la Parra incluso se burla de las supersticiones creando una base racional para la explicación de ciertas enseñanzas morales, como en el cuento de aquel hombre que era atacado por los perros cada noche, cuando regresaba a casa: cansado de aquella reiterada persecución, acude a sus amigos en busca de consejo, uno de los cuales le recomienda llevar siempre consigo el Evangelio de San Juan. El hombre sigue 70  Luz 1691-1696, II, 7 (Ejemplo n.º 149).

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el consejo, pero los perros parecen no darse cuenta de su carga prodigiosa y continúan sus ladridos y persecuciones, por lo que luego acude de nuevo a reclamar a su amigo tan fallido consejo, a lo que este responde: “Señor mío, yo no dije que el Evangelio de San Juan solo, sino junto con una docena de piedras, este es lindo remedio”.71 Para el extirpador de idolatrías, Diego Villavicencio, la parábola es un recurso argumental que debe definirse en toda su magnitud, pues su discurso es mucho más sujeto de observación y censura; por ello, al introducir la parábola del trigo y la cizaña, define la parábola permitiéndose, a partir de la explicación de la alegoría, una crítica a la prudencia de muchos ante la extirpación: Que habiendo sembrado buena semilla en su campo, por descuido de su mayordomo en mirar por la hacienda de su amo, vino su enemigo y sobresembró entre la buena semilla otra mala y perversa, que le malease y perdiese toda la sementera. Reconociendo el daño los ministros del dueño de la hacienda, viendo que iba creciendo con la buena la mala yerba, le preguntaron si arrancarían la cizaña que era la mala yerba para que la buena, que era el trigo, desahogado de ella, creciese más y llegase a dar muy colmado fruto. Respondioles que no, porque no sucediese que por arrancar la cizaña arrancasen también el trigo y se perdiese todo, que dejasen crecer las dos yerbas y que al tiempo de la cosecha diría a los cegadores que primero cogiesen la cizaña y, hechos manojos de ella, la arrojasen al fuego, y después el trigo lo encerrasen en su troje […].

A lo que agrega: Fundados en lo literal de esta parábola y en lo que suenan sus palabras, dicen algunos que no se pueden hacer despachos contra idólatras solo por dichos de este o de aquel, hasta que esté probado el delito […]; [sin embargo] de ninguna manera se infiere que habiendo rumor y sospecha de idolatría en algún pueblo, partido y feligresía de la heredad de la Iglesia, se suspendan las diligencias de inquirir y averiguar el origen y la causa de que proviene el rumor y la sospecha.72

Es decir, la argumentación de Villavicencio implica una crítica al ejemplo que otros usan sobre la base de la imperfecta o aparente 71  Luz 1691-1696, II, 11 (Ejemplo n.º 152). 72  Luz, XVI, 1-2 (Ejemplo n.º 164).

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similitud que lo sustenta; porque para él la idolatría no puede, bajo ninguna circunstancia, ser confundida con la verdadera fe, como lo pueden ser el trigo y la cizaña en algún momento de su crecimiento. En cuanto a las fábulas mitológicas recogidas en esta colección, debe decirse que su presencia en los discursos religiosos novohispanos no debe resultar anacrónica o discordante, pues aunque el sistema de creencias en que aquellas tenían sentido entraba en contradicción con el discurso religioso al que ahora servían, dicha contradicción se diluye en el hecho de que la tradición mitológica estaba ya perfectamente asentada y adaptada a las necesidades religiosas, como se sabe, y también porque las fábulas quedaban siempre insertas bajo el amparo del sentido alegórico conferido al relato. No obstante, dicha inserción sí que suponía una necesidad más acusada de vincular el precepto con la moraleja, es decir, la causa del discurso con el sentido del ejemplo, pues en estos casos era necesario eliminar cualquier ambigüedad en su interpretación. De este modo, cuando se ilustra alguna afirmación con una historia proveniente de la mitología clásica, tan aparentemente lejana a las causas religiosas como ajena a la visión cristiana del mundo, el predicador hace explícitos los vínculos que hacen su inserción pertinente y aceptable; tales vínculos se encuentran por supuesto en la moraleja o glosa del ejemplo, lo que otorga a este tipo de inserción una suerte de independencia estructural respecto al tema general del discurso. Así sucede en la inserción de una fábula que cuenta la competencia entre el viento y el sol por demostrar cuál de los dos poseía la mayor efectividad y rapidez en despojar a un caminante de su capa, competencia en la que finalmente resulta victoriosa la paciencia del sol frente al ímpetu del viento; allí el predicador se ve obligado a cerrar el ejemplo explicando puntualmente el sentido de su argumentación: ¿Qué? ¿No está en lo furioso, no en lo violento, la fuerza que llega hasta quitarle a un hombre la capa? No. ¿Pues a quién digo yo esto? A un marido que en lo rústico del genio pone en violentas furias su mando, o a una mujer que en lo terco de un natural voluntarioso piensa con necias porfías atropellar lo justo de su sujeción. A uno y a otro se lo dice con bien moral enseñanza Plutarco, sea la mujer o sea el marido.73 73  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 7 (Ejemplo n.º 167).

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Por lo demás, resulta al menos significativo que los pocos apólogos de esta colección sean todos usados con propósitos de denuncia de vicios sociales, particularmente referidos al ejercicio de la autoridad; denuncia que en algunos casos habría resultado riesgosa para el predicador (como cuando cuestiona, por ejemplo, el modo injusto en que muchos señores trataban a sus servidores), lo que podría significar que conocería las virtudes de este tipo de ejemplos como mitigadores del compromiso del emisor frente a lo que se predica. Más allá de la verdad y la ficción En cualquier caso, discernir entre la verdad y la ficción como dos categorías ejemplares va más allá de la mera articulación de un criterio de clasificación de relatos, pues además de conducirnos a las porosas fronteras entre historia y literatura, se trata de una dicotomía que fundamenta buena parte de las discusiones en torno a un tópico plenamente renacentista, como lo es la relación entre res y verba, entre la palabra y el mundo real. En estos textos y en estos exempla es posible observar un recorrido pendular entre dos posiciones antagónicas sobre la ficción: una que reconoce en ella un recurso útil para mantener la atención (“Sirva la ficción a la verdad”, dice Martínez de la Parra en una plática dedicada a tratar los requerimientos para una buena confesión),74 y otra que la concibe como mentira y como pecado, al grado de convertirla en fundamento de los vicios y en el camino más seguro de llegar al infierno, como hace el mismo Martínez de la Parra en una plática dedicada a tratar “De la malicia y daños de la mentira”, que inicia con una alegoría de la misma como hija del diablo que busca esposo,75 o bien aquel otro ejemplo cuya disposición parece una caja china donde el personaje es el gran orador, Demóstenes, con el que da pruebas del uso pernicioso de la ficción. El ejemplo vitupera la ficción ejemplar, sin embargo, aunque se presenta como histórico, es a todas luces solo una anécdota que bien podría ser ella misma ficticia: 74  Luz 1691-1696, III, 17. 75  Luz 1691-1696, I, 53.

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Manuel Pérez Las tardes enteras en una comedia, las noches en el juego, y se gusta y se deja de mala gana. ¿Y un rato de la palabra de Dios enfada y cansa y se bosteza? Mirad. Abogaba Demóstenes en defensa de un hombre que estaban por condenar a muerte, y al ir diciendo reparó que los jueces estaban parlando; prosiguió sin darse por entendido y, dejando lo que iba a decir, ingenió este cuento: “Fue el caso, señor, bien célebre, que un alquilador le alquiló a un pasajero un jumento para una jornada. Salieron juntos, el dueño a pie el otro en el jumento. Era ya el medio día, apretaba el sol, y no habiendo sombra ninguna echose aquel a pie y metiose debajo de la sombra del jumento. —Eso no —dijo el alquilador— que yo el jumento alquilé, no su sombra. Esa sombra es mía y yo la he de gozar. —No —decía el otro— pagué la sombra”. Y he aquí armado el pleito, y que van al tribunal. A todo esto ya estaban muy gustosos y suspensos los jueces por oír en qué paró. El diestro orador, entonces, dando el golpe a la cátedra: “¿De asini umbra libet audire, viri causam de vita periclitantis audiri gravamini?”. // ¿Es muy bueno que al pleito sobre un asno se pongan esas atenciones, y que donde va la vida de un hombre enfade el oír su defensa? Más os digo yo oyentes míos, tanto gusto en atender mentiras, engaños y aun torpezas, y tanto tedio para oír hablar de Dios.76

Es sin duda significativo el hecho de que Martínez de la Parra ponga en boca de Demóstenes un regaño referido a la poca atención que cualquier auditorio suele otorgar a las cosas de mayor importancia y, en cambio, inmediatamente se interese por asuntos divertidos aunque carentes de verdad. El predicador, como Demóstenes, censura paradójicamente, pues, aunque regaña, alienta también el comportamiento censurado al mostrar la utilidad del relato ejemplar de un modo artístico y muy atractivo. Con todo, parece necesario reconocer que mentira y ficción no son exactamente lo mismo, que existe una diferencia etimológica que puede salvar la ficción de tan mala compañía, como aquella que trae Juan de Caramuel en su Primus calamus: “Miente aquel que habla opuestamente a lo que piensa; dice falsedades aquel que enuncia las cosas de un modo distinto de como son; finge el que adorna”;77 de este modo la ficción, a diferencia de la mentira, vendría a ser un hecho estético. En este sentido, más allá de la verdad y la ficción, conviene preguntarnos por el carácter poético de todos los relatos 76  Luz 1691-1696, III, 7 (Ejemplo n.º 124). 77  Primus calamus, Ep. IV.

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ejemplares, tanto los históricos como los ficcionales, porque, como ya se vio, para el siglo xvii todos son usados no solo como prueba o ilustración de verdades doctrinales, sino también como amplificación y ornato del discurso, de modo que se conducen con naturalidad hacia el deleite. Por ejemplo, cuando fray Agustín de la Madre de Dios cuenta en dos relatos históricos el prodigio de unas manos que fueron estampadas sobre piezas de madera por un par de almas en pena, dice que le “pareció poner aquí su historia para reparo del mundo y para confusión de los herejes que andan palpando en medio de la luz. Quizá con aquestas manos daremos la mano a alguno para que en su ceguedad encuentre mejor vereda”. Y continúa con el juego al cerrar el primer exemplum e introducir el segundo diciendo: En correspondencia de ésta se ve otra mano a la entrada de esta capilla, cuya historia también se da la mano con la que hemos referido y así habremos de contarla, para que de mano en mano vaya la devoción más fervorosa y se comunique a todos la de las ánimas santas que tan sin mano están para valerse y tanto necesitan de la nuestra para salir de aquel lago [el purgatorio].78

Y es que para fray Agustín parece quedar claro que la amplificatio debe acompañar y aderezar toda historia: Porque la variedad de los sucesos suele ser el sainete de las historias y lo diverso de los casos lo que hace más gustosas las narraciones, ya que los argumentos de la mía no tienen tanto de éstos, porque los religiosos carmelitas parece se hacen a molde […], para que en esta historia no se eche de menos la variedad gustosa que ceba a los entendidos, he procurado y procuraré tejerla con diferencia de trama, afectando con ella su hermosura y lisonjeando con la diversidad el gusto de los lectores. Para este fin iré por toda ella entretejiendo virtudes entre sucesos y fundaciones de casas con narraciones de casos, para que si lo historial nos agradare lo moral nos aproveche y mezclando lo dulce con lo útil le demos punto a todo.79

El remate de esta cita casi es, punto por punto, una traducción de las líneas 343-344 de la Poética de Horacio: “Omne tulit punctum qui miscuit utile dulci,/lectorem delectando pariterque monen78  Tesoro 1986, II, 13, 1 y 5 (Ejemplos n.º 44 y 45). 79  Tesoro 1986, II, 22, 1.

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do”;80 lo que resulta coherente, por lo demás, con el constante valor que el cronista religioso otorga a la cultura clásica, y con el modo en que aquella consideraba la utilidad y el gusto fundamentales en la historia, aunque en más de una ocasión los recursos ornamentales parecen en estos textos dominar sobre la presentación de los hechos. Así pueden verse los desplantes novelescos en que vienen a parar algunas historias de fray Agustín cuando, por ejemplo, narrando la expedición de Vizcaíno a California, en la que participaría el carmelita fray Antonio de la Ascención como cosmógrafo, incluye el relato de una batalla marítima entre Dios y el diablo, manipulando cada uno los elementos a favor o en contra del navegante; narración que recuerda algún episodio de la Odisea, con sus dioses pugnando unos contra otros y contra Ulises: Apenas los dos navíos se engolfaron en la mar cuando sobrevino furioso el contrario del viaje soplando el viento noroeste excitado sin duda de furias infernales; mas alentados los pilotos de los religiosos nuestros instaron en proseguir contra tanta resistencia y así barloventeando por la bolina se encaraban contra el viento, pensando que su fragata venía en sus alcances […]. Sopló después algún viento obedeciendo aquél a quien mares y viento obedecen, pero el demonio, moviendo las corrientes contra el viento hacía que cuanto con este andaban tornasen a desandar con la corriente furiosa, cosa que a todos causó admiración porque en calmando el viento cesaban las corrientes y en corriendo el viento corrían ellas, siendo así que las corrientes eran contra el mismo viento y debiera estorbarles su arrebatado curso y no excitar contra sí las sosegadas olas.81

Tal vez el lugar donde más difícil resulta establecer fronteras entre la realidad y la ficción en estos relatos es en aquellos ejem80  Como se sabe, la autoridad de Horacio alcanzó gran nivel en el siglo xvii; autoridad sostenida desde la Antigüedad que de ninguna manera había sido opacada por el redescubrimiento de la Poética de Aristóteles en 1498, gracias a la traducción latina de Giorgio Valla y gracias también a la edición del texto griego (por Aldo Manucio) publicada en Venecia en 1508 (sobre el lugar de Aristóteles y Horacio en la actualización del arte mimético clásico en los siglos xvi y xvii, véase García Berrio (Formación, 184-185). L’art poétique de Boileau (1674) fue uno de los más importantes resultados de la poderosa influencia de Horacio en Europa durante ese siglo y el célebre estudio de Menéndez Pelayo Horacio en España da cuenta de las no pocas traducciones españolas de Horacio en esos años. 81  Tesoro 1986, III, 22, 3.

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plos históricos que incluyen elementos de carácter sobrenatural. Ya se dijo que a los milagros y prodigios debe concederseles aquí su historicidad, a pesar de su vínculo funcional y etimológico con la maravilla, pues es la noción de verdad histórica en el ámbito religioso la que lo permite; porque en las historias religiosas hasta una simple vida de fraile podría convertirse en un continuo prodigio, descalzo y caminante, como la de aquel hermano carmelita que trae fray Agustín de la Madre de Dios, cuya sola presencia, mientras pedía limosna por los rumbos de Huejotzingo, tenía poder curativo: “Los tabardillos huían de su presencia, los cocolistes se ahuyentaban, las fiebres maliciosas dejaban a los dolientes y toda contagiosa enfermedad tenía medicina en sus manos”.82 Por ello fray Agustín tiene buen cuidado de explicar muy bien los procedimientos con que selecciona las vidas ejemplares que cabían en su historia, porque “fuera nunca acabar si hubiéramos de ir contando los casos milagrosos que de esta calidad sucedieron, pues en las informaciones que yo hice para juntar la materia de esta historia tengo averiguados y jurados con toda legalidad más de doscientos casos milagrosos”.83 Wayne C. Booth ha llamado “retórica de la ficción”84 al modo en que un acontecimiento, para acreditar su verosimilitud, debe remitir a la existencia de una realidad metafísica o a una estructura narrativa superior, “autoritaria”, que la fundamente; en el caso de los relatos religiosos sobrenaturales, dicha realidad metafísica ha iniciado en el Paraíso y terminará en el Juicio Final. Así, el predicador, como el historiador religioso, articula un modo de presentación de los hechos sobrenaturales que se podría llamar autoritario, en virtud del amplio control del autor sobre la recepción del mismo, muy similar al que se atribuye a la ficción desde sus épocas primitivas; porque lo que Booth llama la “autoridad artificial” de los narradores de ficción se basa justamente en el hecho de que estos ofrecen información no comprobable que debe, por el artificio del autor y la suprema legitimidad de la forma de realidad a que alude, ser considerada verdadera.85 82  Tesoro 1986, II, 14, 5. 83  Tesoro 1986, IV, 28, 4. 84  The Rhetoric. 85  Ibid., 3.

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Por ejemplo, cuando el narrador del libro de Job emite juicios sobre el personaje Job, dice Booth, estos resultan imposibles de ser sustentados en un plano de realidad empírica: “How do we know that Job sinned not? Who is to pronounce on such a question? Only God himself could know with certainty whether Job charged God foolishly. Yet the author pronounces judgment, and we accept his judgment without question”, y a ello agrega: “This form of artificial authority has been present in most narrative until recent times”.86 Ciertamente el libro de Job no resulta el mejor ejemplo de ficción narrativa, pues es ante todo un libro que ostenta en el contexto bíblico un carácter histórico, pero viene perfecto a nuestro propósito el que Booth lo haya citado como ejemplo de relato ficcional, pues es histórico aunque religioso (como los milagros) y por ello es también un buen ejemplo del control que un narrador de historias religiosas suele instrumentar sobre sus relatos. En un ejemplo histórico que Martínez de la Parra dice recoger de Alejandro Faya, el predicador incluye la certeza de un hecho cuyo conocimiento no justifica en modo alguno: se trata de un suceso “bien moderno” —aclara— en que un joven, maldecido de su madre por haberla golpeado (“plegue a Dios que vivas deshonrado y mueras sin confesión”), padece un rosario de infortunios durante su corta vida, no sale del vicio y sus calamidades, para terminar sus días siendo tragado por un lagarto cuando pasaba un río; el animal, dice el predicador, “lo metió en el profundo del agua y en el profundo del infierno”.87 Sin duda que no es posible asegurar que el lagarto metió al joven en lo profundo del río de la misma manera en que el predicador asegura que lo llevó al fondo del infierno, pues de lo primero el testigo de vista podría dar fe, pero de lo segundo no; así mismo el narrador del libro de Job cuenta los hechos de una manera en que el receptor solo puede aceptar el relato, sin la posibilidad de un juicio sobre la verdad factual de los acontecimientos.88 Porque al afirmar el conocimiento de la salvación o con86  Ibid., 4. 87  Luz 1691-1696, II, 31. 88  A propósito de lagartos y ficción, téngase en cuenta que en el mundo hispánico los hechos sobrenaturales seguían gozando en el siglo xvii de un amplio margen de aceptación cultural, pues la participación de los santos o del diablo en la vida cotidiana de las personas podría llegar a ser considerada un hecho corriente;

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denación de una persona, el narrador religioso continúa el relato en una voz narrativa sin duda más sapiente que la del resto del mismo, porque los designios de Dios en cuanto a la salvación o condenación de las almas ¿quién podría conocerlos? ¿Podría el predicador probar la verdad de su relato sin ayuda de un hecho sobrenatural susceptible de ser propuesto como verdadero? La imposición del juicio del narrador sobre el relato, tanto en ficciones literarias como en ejemplos milagrosos o sobrenaturales, se logra mediante la aplicación de un criterio de selección de lo que se narra; lo que Booth llama “mostrar” (showing) y que reconoce como un procedimiento genuinamente artístico, frente al mero contar (telling), que puede no serlo en absoluto. Efectivamente, los ejemplos sobrenaturales aquí presentados participan de una selección en cuanto a sus partes constitutivas; porque no se cuenta sino lo que sirve para lograr el mayor efecto patético a fin de que la enseñanza moral sea aceptada de un modo más efectivo, pues se busca aquí más el movere que el delectare, de modo que se suele prescindir de contar exhaustivamente lo que la rigurosa cronología exigiría. Se trata de un control narrativo con propósitos morales: control de los elementos del discurso y control de la recepción, pues el narrador de ejemplos en todo momento “is controlling rigorously our belief, our interests, and our sympathies”, como dice Booth refiriéndose a Homero.89 En suma, los ejemplos milagrosos de los discursos religiosos novohispanos del siglo xvii ejercen una autoridad artística sobre el relato y sobre su recepción, con el fin de proponer una dirección a los

baste recordar el caso de mentalidad supersticiosa que cita Solange Alberro, ocurrido por esos años en los alrededores de Acapulco: un hombre es puesto preso por haber matado un caimán en el momento en que una anciana moría cerca de ahí; no es que fuese delito matar caimanes, sino que la anciana gritó, en el momento de su muerte, que la mataba aquel que mataba el caimán, y esta mera afirmación —junto a la fama de hechicera que la anciana tenía— fue suficiente para considerar al señalado como sospechoso mayor. La acusación podía apoyarse tanto en la probabilidad de una manifestación del “nahual” de la hechicera (pues seguía viva la creencia indígena en la doble alma de ciertas personas poderosas: un alma humana y otra animal) como en la antigua costumbre europea de atribuir a las brujas el poder de transformarse en animales; en cualquier caso, ello muestra, entre otras cosas, el valor jurídico que podía tener una creencia popular, pues la propia autoridad la acepta como base de la prueba para procesar al inculpado (Alberro Del gachupín, 105). 89  Op. cit., 5.

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actos de los receptores, en tanto discursos persuasivos; como sucede cuando Martínez de la Parra relata un hecho ocurrido en México, consignado en las Cartas anuas de la Compañía: un preso no cesaba de blasfemar, tanto que “aun a sus compañeros, con no ser muy santos, los tenía horrorizados su lengua”, de modo que el confesor jesuita de la cárcel intentó reducirlo, no logrando sino que aquel incrementase el tono y la cantidad de sus malas palabras. Sin embargo, por la noche, para su castigo y para escarmiento de los demás presos (que serían usados posteriormente en el relato como testigos de vista), “de un rincón del calabozo salieron dos demonios, el uno con una hacha encendida en la mano, no para ver ellos sino para que vieran los hombres”, con el propósito de golpear y torturar al preso blasfemo: a puñetazos en la boca lo levantaban hasta el techo, luego le cosieron la lengua al paladar, así que “quedó como un buey bramando, sin poder pronunciar ni una palabra”; como no hubo cirujano capaz de deshacer el trabajo de los demonios, que se fueron en cuanto terminaron su obra, murió al amanecer sin confesión aquel preso deslenguado.90 La exposición detallada del horroroso castigo llevaba sin duda la intención de impresionar afectivamente al auditorio para persuadirlo de evitar, por temor, la tentación de la blasfemia. Se trata de un procedimiento patético usado con frecuencia en los sermones de la época, presente también cuando el jesuita cuenta la infernal justicia aplicada sobre una “señora bailadora” que escandalizaba a toda la villa de “Bravancia”, aun en domingos y fiestas de guardar, con sus “juntas y academias en su casa de mozuelos casquilucios y de mujercillas bailadoras, truhanes y coplistas”. Una tarde, mientras ella bailaba con sus amigos, quiso salir al balcón a ver el juego de pelota que algunos muchachos hacían en la calle, pero, para su desgracia, la pelota “gobernada de soberano impulso se coló por el balcón, y dándole a la señora dama santificadora de tales fiestas en la frente, la estrelló en la pared los sesos rotos, y en menudos pedazos los cascos”. El castigo no quedó ahí, pues, mientras la mujer era velada en el mismo lugar donde antes se bailaba “rompiendo por la gente y llenando de horrores y bramidos el aire, un feísimo negro toro echando fuego y humo por los ojos y narices, corriendo hacia las andas, a testeradas, a manotadas, a bocados destrozando en me90  Luz 1691-1696, II, 15 (Ejemplo n.º 79).

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nudas piezas el cuerpo, lo hizo el demonio que bailara al son de sus bramidos. Y dejándolo así se desapareció”.91 La descripción de esta espantosa muerte y el desmembramiento posterior del cuerpo, con profusión de detalles, logra un efecto terrorífico similar al que buscarían posteriormente los cuentos góticos, a decir de Booth, según el cual “for Poe’s special kind of morbid horror, a psychological detail, as conveyed by an emotionally charged adjective, is more effective than mere sensual description in any form”.92 De este modo, el uso de ejemplos sobrenaturales entraña una didáctica del terror que apostaba al castigo, al miedo y al efecto patético de las imágenes e informaciones horrendas como vía para la enmienda mediante la culpa y, por supuesto, como vehículo también para la memorización. Para fray Agustín de la Madre de Dios, el cronista carmelita, esta utilidad de los ejemplos parece bien clara, de modo que la usa con absoluta conciencia: “Los asuntos que para este fruto [la virtud en los seglares] frecuentan más nuestros predicadores son juicios, muerte, infierno y desengaño”,93 lo que le parece justificado y aún insuficiente, pues “la protervia de los hombres aún con tales ejemplos y doctrinas en algunos no se ablanda y se defiende tenaz contra la luz del cielo, [por eso] pondré dos o tres casos temerosos que nos sirvan de escarmiento y que muestren que Dios, aunque es paciente, también es riguroso”.94 Por lo pronto, hay que decir que, más allá de los efectos que los ejemplos de horror pudieron haber tenido sobre la construcción de la cultura novohispana, se trata de motivos que hoy viven en la memoria colectiva, pues, como dice Irving Leonard, estos procedimientos aleccionadores pusieron “un sello tan indeleble sobre la América Hispánica que la forma barroca se prolonga hasta mucho después del fin del período colonial y aún son visibles sus huellas hoy día”.95 De ello sería muestra el hecho de que muchos de los motivos de los ejemplos aquí puestos perviven en forma de leyendas o relatos de espantos que hoy es posible encontrar en no pocas comunidades rurales del México central. 91  Luz 1691-1696, II, 27 (Ejemplo n.º 87). 92  Op. cit., 203. 93  Tesoro 1986, II, 16, 4. 94  Tesoro 1986, II, 17, 3. 95  La época barroca, 57.

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En cualquier caso, los autores religiosos parecen preferir, con todo, el prestigio de los hechos históricos para ilustrar o demostrar sus causas a persuadir, a tono con aquellas preceptivas antiguas y humanísticas que recomendaban las virtudes de la historia. De este modo, del universo de ejemplos antologados, casi el ochenta por ciento corresponde a los de carácter histórico, entre los cuales milagros y prodigios constituyen el grupo más numeroso, seguido de la historia profana con un bonito ramillete de personajes clásicos y modernos. Los ejemplos ficcionales son los menos y, entre ellos, el relato realista se lleva sin duda la palma; las fábulas mitológicas y los apólogos son los menos pero también los de uso político más significativo, porque si se trata de incluir en la predicación una denuncia social comprometida, difícilmente alguien podría acusar al orador o escritor de afectar intereses concretos al usar ejemplos de carácter mitológico, pues en ellos ni se exponen ni se sugieren afirmaciones factuales que deban luego sostenerse frente a un tribunal. Criterios de presentación de la colección Para la disposición y notación de los exempla aquí presentados he usado las primeras ediciones de los tres textos empleados como fuentes;96 en todos los casos he modernizado las grafías de los textos originales y procurado una notación que exponga algunos trazos de la tradición del motivo o del tipo del ejemplo en cuestión, así como algo de información capaz de conferir un poco de contexto y claridad a su lectura. Ya se sabe que los criterios de transcripción constituyen uno de los asuntos más problemáticos de la edición de textos, pues suele dividir el gremio de los editores en dos bandos a veces irreconciliables: quienes optan por la modernización y quienes se inclinan por la conservación gráfica.97 96  Excepto del Tesoro escondido […], del que he usado la segunda edición, la de Eduardo Báez (1986). Las otras dos fuentes han sido los tres tomos de la princeps de Luz de verdades católicas (1691-1696) y la única impresión de Luz y método de confesar idólatras (1692). 97  Trato el problema con detenimiento en la Introducción de Libros desde el paraíso, primer volumen de mi colección de ediciones de textos coloniales hispanoamericanos “El Paraíso en el Nuevo Mundo”.

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Aquí se prefiere la modernización porque se pretende ofrecer al lector un acercamiento al sentido del texto y no a su estado gráfico original, teniendo en cuenta el carácter fluctuante de la grafía de los siglos xvi al xviii (hasta antes de la primera normalización, en 1738, por parte de la Real Academia Española); de modo que no se ha buscado conservar criterios escriturales de una época en la que al autor generalmente importaba poco con qué ortografía y puntuación aparecieran sus obras. Uno de los aspectos más problemáticos de la modernización es la puntuación, aunque, paradójicamente, es donde debería haber mayor acuerdo, desde que el español no tuvo en los Siglos de Oro (ni tiene ahora) un sistema seguro de puntuación.98 Y es que puntuar es interpretar, por lo que, como propone Celsa García, “siempre que la puntuación original permita el entendimiento, se debe respetar; cuando no, es momento de interpretar para deshacer ambigüedades y aclarar”.99 Además conviene tener en cuenta que la puntuación era, para los siglos xvi-xviii, más una ayuda para la lectura en voz alta que otra cosa, de modo que los signos servían menos para indicar una pausa gramatical que una respiratoria, de ahí los aparentes excesos o incoherencias en la puntuación de los textos de la época, dados nuestros criterios modernos pensados exclusivamente para la lectura silenciosa.100 En cualquier caso, conservando grafías de la época lo único que tal vez lograríamos sería acercarnos a las decisiones del impresor o del cajista, y no necesariamente a las del autor; y aquí se pretende justo lo contrario: que los exempla se comuniquen con este tiempo del modo en que lo hicieron con el tiempo en que fueron usados en los textos fuente. 98  “Resulta significativo que teóricos de la puntuación como Juan de Yziar o Jiménez Patón acaben remitiendo al ejemplo de los buenos impresores como modelo para imitar: es decir, que en la práctica real no se trataba de que el impresor respetase la puntuación de un autógrafo (que no la llevaba); más bien el escribiente podría orientarse a la hora de puntuar siguiendo los modelos de los impresores de prestigio. No tiene sentido, por tanto, en estas circunstancias, plantearse el supuesto grado de fidelidad que un impreso podría mantener respecto a un autorizado modelo autógrafo” (Arellano “A propósito”, 22). Lo mismo puede decirse del uso de la tilde. 99  “Anotación”, 147. 100  Véase Mediavilla (La puntuación en el Siglo de Oro, La puntuación en los siglos xvi y xvii y “Las primeras ediciones”).

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En suma, los ejemplos se presentan aquí modernizados ortográficamente, considerando la dimensión histórica de la lengua y el propósito superior de respetar el sentido del texto y no el estado original de su escritura; de modo que se modernizó la ortografía, la acentuación, el uso de mayúsculas, la puntuación, al tiempo que se desataron todas las abreviaturas. Los ejemplos están numerados y se les ha asignado un título arbitrario (aunque, en la medida de lo posible, coherente con el asunto narrado), cuya utilidad también radica en que favorece su reconocimiento en la tradición ejemplar y, tal vez, su identificación con cuentos emancipados de dicha tradición y que hoy podemos encontrar en la tradición oral. Esta colección de exempla novohispanos está compuesta solo por los relatos ejemplares contenidos en los textos-fuente, aunque en alguna ocasión se habrá considerado pertinente o necesaria la inclusión también de un breve fragmento contextual; del mismo modo, aquí solo se recogen los relatos ejemplares expuestos in extenso, es decir, no los commemorata ni otras formas de ilustración inductiva como las comparaciones o los recursos emblemáticos, que también abundan en nuestras fuentes documentales. Finalmente, la presentación de los ejemplos intenta respetar el orden consecutivo en que aparecen en sus respectivos textos, aunque ajustándose también a la clasificación que ha sido propuesta en esta tesis: ejemplos históricos (bíblicos, hagiográficos, milagros y de historia profana) y ejemplos ficcionales (parábolas, fábulas mitológicas y apólogos). Como se adelantó, en notas a pie de página se refieren fuentes o se consigna la pertenencia de los motivos de los exempla a repertorios antiguos y modernos, mostrando así tanto la pervivencia de dichos motivos en el Nuevo Mundo como la continuidad de la tradición ejemplar en la Nueva España, misma que hacia fines del siglo xvii ha incorporado ya nuevos materiales y ha funcionado bajo nuevas condiciones y exigencias persuasivas. Desafortunadamente no siempre ha sido posible anotar las fuentes seguras de los relatos traídos como ejemplos por el predicador, el cronista o el extirpador de idolatrías, sino que en ocasiones solo hemos podido señalar correspondencias con repertorios o textos anteriores en los que los ejemplos fueron también utilizados; entre ellos han quedado algunos textos cuya presencia en la Nueva España hacia esos años no ha podido ser confirmada: obras medievales o antiguas que con

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dificultad podrían haber sido traídas al Nuevo Mundo. Con todo, aunque no se descarte que el autor haya podido revisar las fuentes primeras, es mucho más probable que en estos casos haya conocido los ejemplos en cuestión en alguno de los múltiples tratados de materias predicables o sermonarios que abundaban en la época, que para el efecto podrían haber funcionado como compendios o polianteas ejemplares en lengua vulgar. En suma, se consignan las fuentes que son seguras, sea porque el autor las señale de algún modo o porque haya indicios en el propio ejemplo para acreditarlas. Se consignan las fuentes probables cuando, aunque el autor no las señale, las tuvo a su alcance o son fuentes conocidas de los ejemplos en cuestión. Finalmente, en ausencia de seguridad o probabilidad, se consignan las fuentes que pueden considerarse originales a tal ejemplo en toda su tradición. Luego, una tabla de correspondencias con algunos índices de motivos folclóricos o ejemplares permitirá apreciar mejor la tradición a que pertenecen, así como su difusión. En la determinación de las fuentes han sido de enorme ayuda los siguientes instrumentos: el Index exemplorum de Frederick C. Tubach, el Motif-index of Medieval Spanish Folk Narratives de Harriet Goldberg e, incluso, para confirmar supervivencias de algunos motivos o tipos en la tradición oral contemporánea, el Motif-index of Folk-literature de Stith Thompson y el The Types of International Folktales. A Classification and Bibliography de Haus-Jörs Uther.101 Mención especial entre estos instrumentos merece el Thesaurus exemplorum Medii Aevi, proyecto dirigido por Jacques Berlioz, Marie Anne Polo de Beaulieu y Pascal Collomb, del Groupe d’Anthropologie Historique de l’Occident Médiéval de L’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París: . Pues bien, después de esta introducción no queda sino dar paso, querido lector, al disfrute de este ramillete de curiosas flores del jardín de los exempla novohispanos; una colección que significa tanto la posibilidad de encontrar elementos para insistir no solo en el reconocimiento de la pertenencia de las prácticas argumentativas 101  No en todos los casos la correspondencia de los exempla con estos índices es exacta; en los casos en los que no, se consigna el registro con un “Cf.”.

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novohispanas a la rica tradición ejemplar europea, sino también en el reconocimiento de que dichos motivos siguen teniendo efectos intertextuales en la literatura y la cultura mexicana contemporáneas.102 En cualquier caso, muchos de los motivos narrativos introducidos por los exempla en la cultura novohispana siguen hoy muy vivos en la tradición oral; porque el exemplum trajo sin duda al Nuevo Mundo aquel germen de literatura didáctica para construir, queriéndolo o no, un enorme puente cultural entre la literatura culta y la popular, entre lenguas clásicas y orientales, desde el crisol de la cultura medieval y hacia su prolongación indiana.

102  Como los tuvieron con algunos relatos del Romanticismo mexicano: La calle de don Juan Manuel, de Gómez de la Cortina, La hija del oidor, de Ignacio Rodríguez Galván, o El inquisidor de México, de José Joaquín Pesado, entre otros, por lo que es preciso reconocer con Castro Leal que “como […] no tuvimos propiamente Edad Media, la época colonial fue el pasado en donde nuestros novelistas románticos […] buscaron el ambiente y los temas” (La novela,18).

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Bíblicos

1. [Visiones de Ezequiel sobre abominaciones de la casa de Israel]1 El santo profeta Ezequiel dice de sí que, en una visión admirable, fue arrebatado en espíritu, y cogiéndole de los cabellos una mano lo levantó en el aire, entre el cielo y la tierra, y lo llevó a Jerusalén y puso junto a la puerta interior que miraba el Aquilón, donde estaba colocado un ídolo que llamaban Del Celo o De la Emulación, y habiéndole dicho que levantase los ojos y mirase aquel ídolo y las grandes abominaciones que allí hacía la casa de Israel, habiéndolo visto, le dijeron que otras mayores había de ver. Dicho esto, le entraron por la puerta de un patio y mostrándole un agujero en la pared le mandaron que cavase en ella, y habiéndolo hecho se le abrió una puerta, dijéronle que entrase, y entrando vio otras abominaciones malísimas que allí se hacían. Estaban en aquella pieza muchas hechuras o semejanzas de animales que se arrastraban por la tierra, como son culebras y otras sabandijas, y por todo al derredor pintados en las paredes todos los ídolos de la casa de Israel, donde estaban setenta varones de los más ancianos de esta casa y, en entre ellos, Jeconías, hijo de Safán, todos los cuales vio que estaban delante de estas pinturas y que teniendo cada uno su incensario en las manos los turificaban ofreciéndoles humo de incienso; otras abominaciones no menores que allí se hacían le dijeron que vería, y entrándolo por las puertas de la casa del Señor, que miraban al Aquilón, vio allí a muchas mujeres que estaban llorando amargamente por su querido Adonis, que era un ídolo de 1  Villavicencio Luz, IV, 2.

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un hermoso enamorado de Venus. Y, por último, sacándole de allí le pusieron en un patio de la casa del Señor, donde vio que, en la puerta del templo, entre el portal de él y del altar, que estaban hasta veinte y cinco hombres vueltas las espaldas al templo del Señor y los rostros hacia el oriente, adorando al sol en su nacimiento. Y dice el Profeta que le dijo el Señor que, por tantas idolatrías y tan graves delitos y maldades, que los castigaría sin misericordia, cerrando los oídos a sus voces y clamores.2

2  Tomado del cap. 8 del libro de Ezequiel, este y los siguientes ejemplos bíblicos (provenientes casi todos del tratado de Villavicencio) sirven para consolidar la idea del castigo como consecuencia de toda idolatría.

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2. [El ídolo de Antíoco]3 Y el libro 1 de los santos Macabeos, capítulo 1, refiere que, habiendo el rey Antíoco entrado por fuerza de armas en la ciudad de Jerusalén, fabricó un abominable ídolo que llamó de la Desolación, y lo mandó poner sobre el altar de Dios, y en todas las ciudades de Judá le consagraron aras y levantaron altares, y, en las puertas de las casas, calles y plazas, le sacrificaban y ofrecían incienso; y por edicto de este rey quemaron los libros de la ley de Dios, y a todos aquellos en cuyo poder se hallaban estos libros les quitaban la vida y los despedazaban, y a las mujeres que circuncidaban a sus hijos las hacían pedazos y colgaban del pescuezo a los hijos circuncidados en sus mismas casas, y a todos aquellos que no quisieron sacrificar a este ídolo, y eligieron el morir antes que faltar a la ley santa de Dios, les quitaron cruelmente la vida, y dice el sagrado texto: “Facta est ira magna super populum valde”.4

3  Villavicencio Luz, VI, 3. 4  “Grande fue la ira del Señor sobre el pueblo de Israel” (1 Macabeos 1:67). La ejemplaridad de signo positivo de la resistencia a la imposición religiosa que había realizado Antíoco sobre Israel contrasta fuertemente con el desprecio y la persecución de la resistencia de los indios que arriesgaban la vida (o incluso la entregaban) por no abandonar la fe de sus antepasados. A Villavicencio no parece importarle tal contradicción.

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3. [Matanza de idólatras]5 […] Porque los dioses tienen los pies de lana; pero las manos de hierro. De esta verdad es prueba lo que la escritura sagrada refiere en el capítulo 25 de los Números, donde, airado el Señor contra los israelitas porque adoraban los ídolos y ofrecían sacrificios a los falsos dioses de las hijas de Moab, y en especial al ídolo Belfegor, dijo y mandó a Moisés, levanta en alto y suspende a todos los príncipes del pueblo, cuélgalos en la horca en presencia y a vista de todos, para que así aparte de Israel la furia de mi justo enojo: “Iratus Dominus ait ad Moysem tolle cunctos principes populi et suspende eos contra solem in patibulis ut avertatur furor meus ab Israel”.6 Y después de este mandato de Dios, ordenó Moisés a todos los jueces del reino que quitasen la vida a todos los que idolatraban en el ídolo Belfegor, y que esto hiciese cualquiera aún con los más allegados suyos: “Dixitque Moyses ad judices Israel occidat unusquisque proximos suos qui initiati sunt Beelphogor”.7 Y ejecutado este castigo, y quedando muertos veinte mil hombres, cesó la plaga y rigor entre los hijos de Israel: “Cessavitque plaga a filiis Israel et occisi sunt viginti quatuor millia hominum”.8

5  Villavicencio Luz, X, 1-2. 6  “Initiatusque est Israhel Beelphegor et iratus Dominus, ait ad Mosen tolle cunctos principes populi et suspende eos contra solem in patibulis ut avertatur furor meus ab Israhel”: Israel se adhirió al Baal de Peor, y el furor del Señor se encendió contra Israel. El Señor dijo a Moisés: “Toma a todos los jefes del pueblo y ahórcalos a la luz del sol, delante del Señor. Así se apartará de Israel el furor de la ira del Señor” (Números 25:3-4). 7  Números 25:5. 8  Números 25:8-9. En este caso, y otros posteriores, los autores (o los impresores) parecen citar de memoria, pues se advierten algunos errores de transcripción; cuando ello sucede, se incluirá en nota a pie la cita correcta: “Cessavitque plaga a filios Israël, et occisi sunt viginti quatuor millia hominum”. Registro: Tubach Index.: “3416. Moses told to hang princes. Moses was told by God to hang all the idolatrous princes of Israel”.

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4. [La victoria de Elías I]9 Para la cura de enfermedad tan mortal (porque siempre lo es dejar al criador por la criatura y al verdadero Dios por el falso y mentiroso Baal) previno su remedio el cielo y, como en los tiempos en que la Iglesia ha tenido mayores adversarios, le ha dado valientes defensores: como en la antigua ley que el mismo día en que Nabucodonosor destruyó el templo de Jerusalén dispuso que naciese Ciro, que había de repararlo, y en la Grecia contra los errores de Arrio opuso a san Atanasio, contra Pelagio a san Agustín y contra Nestorio, que negaban a Nuestra Señora el título de Madre de Dios, a su gran devoto san Cirilo Alejandrino; así, en tiempo del rey Ajab y Jezabel previno al celoso de la honra de Dios, el santo profeta Elías, y habiéndole ilustrado para esta lid el entendimiento con la sabiduría, su ánimo con la caridad, sus deseos con la oración, y dándole amplio poder en cielos y tierra, con todas las armas que pedía su valor y la arrogancia de sus enemigos, quiso que, saliendo de la soledad y retiro del monte Galaad, se presentase en público para dar principio a sus victorias. El año de la creación del mundo, 3121, y antes del nacimiento de Cristo, 930,10 dijo el Señor a su profeta Elías que ya era tiempo de salir al campo y reprehender al rey Ajab y de castigar a todo su reino sus ciegas idolatrías. Admitió obediente la comisión Elías sin dar excusa como Moisés, porque no se las permitía su gran celo, y, con la ilustración que el Señor le dio de las grandes abominaciones de aquel pueblo, juntamente conoció que para principio de su reducción era bien que el cielo negase sus lluvias a todo el reino; para esto le pidió Elías al Señor (como dice el apóstol Santiago)11 le diese las llaves del cielo y hasta que él lo ordenase

9  Villavicencio Luz, X, 3-11. 10  No me ha sido posible determinar la fuente de Villavicencio para fijar estas fechas, porque, de acuerdo con la cronología de James Usher (Userio Annales), el mundo habría sido creado en el año 4004 a. C. (mientras que, según el calendario hebreo, lo fue el año 3761 a. C.); en cualquier caso, ninguna de las dos fechas hace coincidir el 3121 de la creación del mundo con el 930 a. C. Por lo demás, hoy sabemos que Elías vivió durante el reinado del rey Ajab (874-853 a. C.). 11  Santiago 5:17-18.

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no derramase sobre la tierra sus lluvias. Otorgóselo su majestad y arrojándose a Samaria se presentó ante Ajab, y levantando al cielo la mano y arrojando su celo por la boca tantos rayos como palabras le dijo: Pues no hay enmienda en ti, oh, rey descreído, ni temor en ti, oh, pueblo pérfido, que desprecias al Señor por verle blando, usando mal de su misericordia, vive el señor Dios de Israel, ante cuyo acatamiento estoy, que no habéis de ver rocío ni lluvia del cielo sobre vuestros campos estos años, sino cuando y como yo quisiere: vivit Dominus Deus Israel in cuius conspestu sto si erit annis his ros et pluvia nisi iuxta oris mei verba.12

Así se ejecutó como lo dijo el profeta, dice Santiago, y no llovió en todo el reino por tres años y seis meses: Et non pluviat annos tres et meses sex. Quedó con esta amenaza atónito el rey y pasmados todos los circunstantes y toda la Corte; con esto, instruido del Señor, Elías se salió de la ciudad y se retiró a las roturas y peñascos de Carid, dejando echada a los cielos la llave. Fueron tantos y tan grandes los trabajos que con este castigo se padecieron, de hambre y sed, que en todo el reino, en la corte y en el palacio y casa del rey faltó sustento; y el mismo rey con su mayordomo mayor salió a buscarlo para que no pereciese (a no referirlo la escritura sagrada parece que no se podía creer). Llamó el rey Ajab al mayordomo de su casa, Abdías, dice el texto: “Vocavitque Ajab Abdiam dispensatorem domus suae”,13 y díjole que fuese a buscar por las fuentes y valles del campo alguna yerba que dar a sus caballos y mulos antes que muriesen de hambre: “Vade in terram ad universos fontes aquarum et in cunctas valle, si forte invenire possimus herbam et salvare equos et mulos et non penitus iumenta intereant”.14 El rey salió a esta diligencia por un lado y camino, y Abdías, su mayordomo, por otro: “Diviseruntque sibi regiones ut circuirent eas. Ajab ibat per viam unam et Abdias per viam alteram seorsum”.15 A tan baja ocupación como esta se vio obligado un rey tan poderoso como este, obligado de la necesidad que padecían él y 12  13  14  15 

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todo su reino, en castigo de sus idolatrías; en esta ocasión se encontró Abdías con el profeta Elías, a quien mandó Dios que saliese del retiro de Carid y fuese a remediar esta necesidad dando el agua que había quitado, instruyéndole el Señor en el modo. El mayordomo del rey, luego que vio al profeta, se arrojó a sus pies y, con grande humildad, le preguntó: “¿Eres tú por ventura, señor mío, Elías? Num tu es domine mi Elias?”; respondiole que sí y mandole que se partiese luego a buscar a su señor el rey, y que le avisase como estaba allí y le esperaba. Excusábase al principio Abdías, pero, asegurado del profeta que no se iría a otra parte, fue a dar las nuevas al rey, el cual más moderado con el hambre y más rendido con el azote y castigo del cielo salió de Samaria y se vino a ver con el profeta, obedeciendo el cetro a la virtud, porque como hija de Dios luce y puede más que las coronas. Llegó Ajab a la presencia de Elías y, aunque reducido, no olvidado que era rey, y más humillado que humilde, le dijo: “¿Por ventura eres tú el que turbas a Israel? Tune es ille qui conturbas Israel?”.16 ¡Oh, qué antiguo es dar nombre de inquietud a la reforma! Quiere el prelado reformar su diócesis para cumplir con la obligación y dicen que perturba al obispado, quiere el cura doctrinando que sus feligreses sigan la virtud y dejen el vicio, solicitando como debe que cumplan con los mandamientos de Dios y de la Iglesia, y dicen que inquieta el partido; y no es así, sino que se inquieta el vicio cuando la virtud le quiere echar de su posesión, clama contra ella y juntando todas las afrentas en una la llama inquieta. Así el idólatra rey llama de inquieto y perturbador al santo profeta, que como ministro de Dios cela su culto y mira por su honra; pero respondiole Elías con profético valor: “Yo no soy el que turbo a Israel, sino tú y la casa de tu padre, que habéis desamparado al verdadero Dios y mandamientos del Señor y seguís al mentiroso Baal: Non ego turbavi Israel, sed tu et domus patris tui qui dereliquistis mandata Domini et secuti estis Baalim”.17 El verdadero origen y principio 16  1 Reyes 18:17. 17  Villavicencio citó: “Non ego turbavi Israel […]”, aunque el original decía: “Et ille ait non turbavi Israhel sed tu et domus patris tui qui dereliquistis mandata Domini et secuti estis Baalim: Yo no he trastornado a Israel, sino tú y tu casa paterna, al haber abandonado los mandamientos del Señor y al haber seguido a los Baales” (1 Reyes 18:18).

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de nuestra inquietud es el apartar a nuestra alma de Dios, como lo es el de la piedra imán apartarla de su norte. Prosiguiendo con estas y otras razones, el rey y el santo profeta se hallaron junto al monte Carmelo. Viéndose allí y sabiendo de boca de Dios que aquel monte sagrado había de ser el teatro de aquel solemne auto de fe, y de las grandes maravillas que en ostentación de su poder y piedad tenía decretadas, le dijo al rey: “Despacha tus reales provisiones y júntame a todo el pueblo de Israel en este monte Carmelo, los cuatrocientos y cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos de los bosques que comen de la mesa de Jezabel”. Hizo Ajab todo lo que se le mandó, y puesto el santo profeta en lo eminente del monte donde pudiese ser visto de todo el reino que le rodeaba, con pocas y graves palabras, templando el justo enojo por no irritarlos, les dijo: “¿Para qué cojeáis de ambos pies? Si el Señor es Dios, seguidle; si Baal lo es, seguidle a él: Usquequo claudicatis in duas partes? Si Dominus est Deus, sequimini eum, si antem Baal, sequimini illum”.18 Que fue decirles, queriendo agradar a Jezabel ofrecéis idólatras en sus altares sacrificios, y pretendiendo conservar la religión de vuestros mayores se los ofrecéis a Dios en sus Aras, pero cojeando en el uno y otro paso nunca asentáis el pie derecho: porque en el primero os hace tropezar la conciencia y, en el segundo, la adulación. Ved pues lo que os está mejor y eso haced, mirad que Dios os es más a propósito, porque es largo y verdadero en sus promesas, cierto en sus palabras, poderoso para defenderos, abundante para enriqueceros y misericordioso para perdonaros, y nada de esto hallaréis en Baal porque es falso y mentiroso, y es más imposible juntar a Dios con Baal que a las tinieblas con la luz. Enmudeció todo el pueblo, confundido con la vergüenza de sus delitos, atajado con las palabras del profeta y convencido con la fuerza de su razón; de suerte que ni el rey, ni los sacerdotes idólatras, ni los príncipes, ni del vulgo se atrevió nadie a responder palabra en tan grande multitud, porque tuvo más fuerza una sola verdad de Elías que infinitas mentiras de aquellos rebeldes, y porque el vicio es cobarde cuando le hace rostro la virtud. Viendo Elías la buena disposición del pueblo, y considerando que saliendo de aquella plática o sermón cada uno volvería a su 18  1 Reyes 18:21.

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costumbre de idolatrar, como hasta allí lo habían hecho, quiso con un insigne milagro confirmar su doctrina y, citando a todos, les dijo: Yo solo he quedado entre los profetas del Señor; los profetas de Baal son cuatrocientos y cincuenta (fuera de otros cuatrocientos de los bosques). Dénsenos dos bueyes y elijan ellos uno, y hecho pedazos pónganlo sobre la leña del sacrificio, con tal que no pongan debajo fuego. Yo también haré otro tanto de mi buey y lo pondré sobre la leña y no pondré debajo fuego. Vosotros invocad el nombre de vuestros dioses y yo invocaré el nombre de mi Señor; y el Dios que oyere, invocado por fuego, ese sea tenido por verdadero.

Respondió todo el pueblo: “Bonísima es la proposición: Optima propositio”, juzgando todos que quien tenía dominio sobre el fuego ese era el verdadero Dios. Llegado el caso y tomando la mano, los sacerdotes de Baal dispusieron su altar y, poniendo sobre la leña su buey hecho cuartos, invocaron a su dios con continuas y repetidas voces diciendo: “Baal, Baal, óyenos”. Él, como sordo y mudo, no respondía. Y ellos con esto, tan encendidos como sordos a la verdad, daban vueltas alrededor del altar, pasaban por en medio de otro fuego, a su usanza, para mover a lástima a su dios con las ampollas que en sus cuerpos hacía la llama que los quemaba, pidiendo les enviase del cielo sobre su sacrificio fuego; pero ni por esas ni por esotras oyó ni respondió su dios, sordo y mudo. Elías, usando de su vivo ingenio, mofando de ellos, les decía: “Levantad bien la voz, porque ese dios quizá está hablando en la ventana o en el camino, o quizá duerme y será bien despertarlo”. Todas estas palabras del profeta eran quemazones que los abrazaban más que el fuego que pedían; porque cada una era una ironía picante con que Elías deshacía la divinidad que ellos tanto veneraban, haciéndola sorda, impedida, necesitada y dormilona. Por lo cual, hechos los sacerdotes unos áspides y braveando con la afrenta, cercaban otra y otra vez su altar, corrían furiosos a una y a otra parte, levantaban sus manos y, como endemoniados, hacían horribles gestos y visajes; y, crueles consigo mismos para mover a sus dioses, con cuchillos y lancetas rompían sus carnes y derramaban su sangre, costumbre y ceremonia que el demonio les enseñaba y ellos ejecutaban fieros por salir con la suya; pero nada bastaba de todo esto para conseguir

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su intento, porque su dios Baal era nada y el verdadero Dios por entonces no quería dar lugar, como otras veces, a que su pueblo fuese engañado y a que nadie pudiese hombrear con su profeta Elías. Habiéndose pasado medio día, y llevándose la tarde en que había de hacer el sacrificio vespertino, viendo Elías confuso al rey, avergonzados y sin confianza a los falsos profetas y a todo el pueblo alentado con el suceso, los llamó a todos, y, llegándose a un altar sagrado que allí estaba de tiempos antiguos, ya destruido, a quien la Escritura llama altar del Señor, lo reparó y tornó a levantar, y, escogiendo doce piedras, según el número de los hijos de Jacob, con ellas edificó el altar en el nombre del Señor. Hizo alrededor un acueducto o acequia, compuso sobre él la leña, dividido el buey en cuartos y puestos sobre ella mandó echar doce grandes cántaros de agua que bañándolo todo y corriendo alrededor del altar se llenó el acueducto; y, en fin, llegándose Elías al altar, estando todos en silencio y suspensos, sin más visajes y ceremonias que levantar confiado el ánimo a Dios y los ojos al cielo, con voz humilde, tierna y ferviente dijo así: “Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, muestra hoy que tú eres Dios de Israel y yo tu siervo y que según tu mandato he hecho todas estas cosas; óyeme, Señor, óyeme, para que aprenda este pueblo que tú eres el Señor y que tú convertiste su corazón otra vez”. Apenas había acabado las últimas palabras cuando cayó el fuego del cielo, tragose el holocausto, la leña y las piedras del altar y también el polvo y lambió el agua que estaba en el acueducto. Viendo esto el pueblo, cayó en tierra asombrado del suceso y dando voces decía: “El Señor es el Dios, el Señor es el Dios”. Este fue el remate de aquella acción, la conclusión de aquella controversia entre Dios y Baal, el decreto de aquella junta que todo el reino de Israel celebró en el monte Carmelo, siendo su presidente y legado de Dios su grande profeta Elías, sobre el punto más importante de fe que se podía ofrecer; asistiendo a ella no solo los pocos católicos19 que 19  Es práctica recurrente en Villavicencio forzar la similitud al punto del anacronismo, lo que muestra entre otras cosas que escribía con más intención ideológica que didáctica; es decir, construía argumentos de lucha contra la idolatría para ser usados por curas más bien ignorantes frente a un pueblo más ignorante aún y, pesando más el propósito persuasivo que la verdad, falsea los hechos.

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había, sino los muchos idólatras y herejes que admitieron la condición de la victoria; y se cumplió sin engaño, para tanta gloria de Dios, crédito de la fe y de su verdadero profeta, conversión de un rey idólatra y de todo un reino. No quiso el prudente y celoso profeta Elías perder la ocasión, que la devoción y fervor del pueblo con el desengaño de los hierros pasados le daba; y así, ayudándose de él y desenvainando la espada de su poder y comisión, mandó que arrebatasen a los cuatrocientos y cincuenta profetas de Baal y a los otros cuatrocientos de los bosques, que por todos eran ochocientos y cincuenta, los llevasen al arroyo de Cisón y los degollasen a todos, porque pagasen su pecado y no quedase quien pervirtiese al pueblo haciendo otra vez idolatrar, y en especial a los sacrificadores, que son los que industrian y enseñan a idolatrar a otros y son tenidos entre los de esta secta por sus profetas y papas. Y porque Dios no quiere la muerte y la perdición de los malos y pecadores, sino que se conviertan y vivan, viendo convertido al rey de Israel y a todo su reino, y que convencidos con la prueba de tan manifiesto milagro reconocían y aclamaban por el verdadero Dios al señor y Dios de Elías, hizo este Señor que este su profeta abriese los cielos, que había cerrado con la llave de la oración, para dar a todos el consuelo de la lluvia que tanto necesitaban; dijo Elías al rey Ajab: “Ea pues, sube, come y bebe, porque hay grande ruido de agua: Ascende comede et bibe quia sonus multae pluviae est”.20 Y, subiendo a la cima del monte, el profeta se puso en oración postrado en tierra, pidiendo a Dios el agua que ya tenía prometida, y, sabiendo el buen despacho que se da en el cielo a la oración fervorosa, oró con instancia, y después de un rato dijo a su siervo que le acompañaba que mirase hacia el mar si había de agua alguna señal, hízolo y dijo que no la había; mandole repitiese hasta siete veces esta diligencia, perseveró el santo en su oración y su siervo en su diligencia, y a la séptima vez que miró hacia la mar vio una nubecilla pequeña, como la huella de un hombre, que subía del mar, díjolo al profeta y mandole avisase al rey que bajase del monte y subiese en su coche antes que le coja el agua. El efecto descubrió la verdad de sus palabras, porque, derramándose luego por todo el cielo aquella 20  1 Reyes 18:41.

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nubecilla, se hizo muchas, y tan cargadas de agua que, batidas de un gran viento, la derramaron toda sobre la tierra sedienta, y en tan buena sazón que en abundancia dio la tierra su fruto, como dice Santiago: “Et rursum orabit, et caelum dedit pluviam, et terra dedit fructum suum”.21 De esta manera se mostró Dios en su profeta riguroso y piadoso con los ochocientos y cincuenta profetas del mentiroso Baal; por rebeldes mandó que con rigor los pasasen a cuchillo sin dejar ni uno a vida, y a todo el pueblo, que, conociendo su engaño dejaron la idolatría, dejando a Baal y siguiendo a Dios, piadoso los socorrió con la lluvia del cielo. Mas ¡ay, cielo santo! ¡Qué inconstante es el hombre en los buenos propósitos y en lo santo y bueno! Quién dijera que el rey Ajab, y a su ejemplo su reino, después de haber visto la prueba de la verdad con tan manifiestos y claros milagros del cielo, con fuego y agua, había de volver a negar a Dios y tornar otra vez a idolatrar y a dar culto a Baal; y si él después de esto no se lo dio con su asistencia y persona, por temor del castigo con que estaba amenazado, y por lo que vio por sus ojos con lo sucedido en el monte Carmelo, con el permiso concurrió a la idolatría de todos sus hijos y de todo el reino, no haciendo derribar y echar por tierra el templo que edificó al mentiroso Baal por complacer a Jezabel, habiendo experimentado lo falso de su deidad y lo verdadero y cierto del Dios de Israel, a quien adorando predicaba el profeta Elías, cuya reincidencia y obstinación castigó Dios en toda su descendencia […].

21  Santiago 5:18.

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5. [La victoria de Elías II]22 Con la historia que ahora os predicaré conoceréis cuán engañados vivieron los antiguos y los que ahora hacen lo mismo teniendo ídolos de comunidad.23 En el tercer libro de los Reyes, capítulo 18, refiere la Sagrada Escritura que todos los judíos de la provincia de Samaria eran grandes idólatras y Jezabel, mujer del rey Ajab, grande autora de ellos; que por este pecado y otros muchos la castigó Dios con mala muerte, permitiendo que los perros se la comieran como la comieron en el campo como si fuera bestia, como lo refiere la Sagrada Escritura en el cuarto de los Reyes, capítulo 9, versículo 36: todos servían y sacrificaban a un ídolo de comunidad que tenían, a quien llamaban Baal. Por este pecado de idolatría que cometían el rey Ajab y su mujer Jezabel, y todos aquellos idólatras amparándolos ella, se enojó Dios y, a pedimento del santo profeta Elías, cerró el cielo y retiró a Elías a un desierto, donde por mandado de Dios le llevaban de comer los cuervos porque la idólatra Jezabel no le persiguiese, como había perseguido a otros muchos profetas de Dios. Y no llovió en tres años y medio: que era tanta la seca que la tierra se secó y la gente y ganados perecían y morían de hambre; y Dios, por su bondad, después de este tiempo sacó del desierto al santo profeta Elías, el cual se encontró con el rey Ajab en el campo, donde andaba buscando pasto para sus bestias, quien le dijo: “Tú, Elías, tienes turbada la gente y reino de Israel”, a que le respondió el santo profeta Elías diciendo: “No soy yo sino tú y la casa de tu Padre; porque has quebrantado los mandamientos de Dios siguiendo al ídolo Baalin, sacrificándole, y tú verás el desengaño. Manda juntar a tus vasallos idólatras y a cuatrocientos rabíes sacrificadores que tienes en el monte Carmelo, donde tendrás el desengaño”. Mandó Ajab juntar a todos sus vasallos y rabíes sacrificadores en el monte Carmelo, donde, estando juntos, el santo profeta Elías 22  Villavicencio Luz, “Tercera plática”. 23  Cada comunidad tenía un dios patrón, a los que los curas de indios llamaban “ídolos de comunidad”. Se trata de una tradición heredada de los antiguos clanes familiares o calpulli, consistentes en organizaciones sociales complejas que poseían unidad territorial, gobierno interno e, incluso, escuela; cada calpulli tenía su dios, al que adoraban y hacían fiestas y sacrificios (véase Durán [Historia, 50]).

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les dijo: “¿Hasta cuándo habéis de cojear y no andar derechos? Si el Señor es Dios, seguidle, y si Baal lo es, seguidlo”, a que no respondieron cosa los idólatras. Y visto que no le respondían les volvió a decir: Yo solo he quedado profeta del Señor, y vosotros rabíes y falsos profetas del ídolo Baal sois cuatrocientos y cincuenta. Traigan dos bueyes y poned vosotros uno en un altar en pedazos sobre mucha leña, ofreciendo sacrificio a vuestros dioses, y no le pongáis fuego que yo haré lo mismo; y el Dios que enviare fuego para quemar el sacrificio ese sea tenido por Dios y no otro.

Respondieron todos diciendo que había dicho muy bien, a que les dijo Elías: “Vosotros sois muchos, sacrificad primero vuestro buey invocando a vuestros dioses y no le pongáis fuego, que yo lo haré después”. Pusieron los idólatras su buey y empezaron desde por la mañana a invocar a su ídolo Baal, para que les enviase fuego para quemar aquel sacrificio, diciéndole: “Baal, óyenos”. Y no les oía, ni oyó, ni les envió fuego, siendo ya medio día. Y los burlaba Elías diciéndoles: “Clamad con mayores voces, porque vuestro dios estará por ventura en alguna conversación o vendrá caminando o estará durmiendo, para que despierte”; y los idólatras más levantaban la voz hiriéndose con cuchillos y lancetas, derramando su sangre. Y, habiendo visto el santo profeta Elías que ya se había pasado el mediodía y la hora del sacrificio, y que no habían sido oídos de su dios, ni enviándoles el fuego que le pedían, le dijo a todo el pueblo: “Venid acá”, y estando con él reedificó el altar del Señor (que estaba destruido) y puso sobre él leña, hizo pedazos el buey y lo puso sobre ella, y les mandó que llenasen cuatro cántaros de agua y la derramasen sobre aquel sacrificio. Habiéndolo hecho, les mandó que hiciesen lo mismo por segunda y tercera vez, con que quedó tan mojado el sacrificio que corrían las aguas por él; y, siendo ya hora de ofrecerlo, hizo el profeta oración a Dios diciendo: “Señor Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, muestra hoy que tú eres Dios de Israel y yo, tu siervo. Óyeme, Señor, óyeme, señor, para que sepa este pueblo que tú solo eres el verdadero Dios”. Luego cayó fuego del cielo, que envió Dios, y quemó el holocausto; y, habiendo visto el pueblo este milagro, cayeron todos en tierra diciendo y

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confesando al Señor de Israel que era el verdadero Dios, por donde quedaban desengañados y, así, el profeta Elías les dijo: “Prended a todos los sacrificadores y profetas falsos del ídolo Baal, de tal manera que ninguno se huya”. Y habiéndolos cogido los llevaron al santo profeta Elías al torrente Cisón24 y allí los mandó degollar y matar a todos, y luego llovió Dios copiosamente por la oración del santo profeta en toda la tierra, con que se criaron pastos para las bestias y frutos para los hombres.

24  El mismo en el que, años antes, los hombres de Barac habían liberado al pueblo de Israel de los cananeos. En aquella ocasión, el Cisón había barrido los cadáveres después de la batalla (Jueces 4:6-13).

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6. [Castigo y muerte de Ajab]25 Habiendo quitado el rey Ajab a un ciudadano de Jezrael, llamado Nabod, no solo una viña, sino también la vida injustamente, con falsa información, por mandado de Jezabel, derramando impíamente en el campo su sangre y yendo a tomar posesión de la viña y hacienda ajena, descendió del Carmelo Elías, por mandado de Dios, y, haciéndose encontradizo con el impío rey, con animosa libertad le dijo: “Quitaste a Nabod la vida y tomaste posesión de su viña; pues hágote saber que en este lugar donde los perros lambían la sangre de Nabod lamerán la tuya, y también comerán las carnes de Jezabel en el campo de Jezrael”.26 Volviose Elías a su retiro y Ajab, temiendo el castigo de Dios por tener experiencia de la verdad de las palabras y amenazas de su profeta, reconoció su delito; y para aplacar a Dios ayunó y se vistió de cilicio, derramando muchas lágrimas, y, deseando el Señor la conversión del pecador y no su muerte, volvió a verse con Elías, y más templado le dijo: “¿No viste humillado a Acab en mi presencia? Pues, porque se humilló por mi causa, no ejecutaré en sus días mi sentencia sino en los de su hijo, acarreará los trabajos a su casa”.27 Estos fueron quitarle el reino con destrozo de casi toda su descendencia. No tardó mucho el castigo que tocaba a la persona de Ajab, porque duró poco su arrepentimiento y penitencia, pues, envanecido con las victorias que había conseguido de Benadab, rey de Siria, habiéndoselas dado Dios para que lo castigase, no solo no lo hizo pudiendo, sino que asentó con él pecado y amistad. Viendo el Señor su ingratitud, le envió a su profeta Miqueas que le intimase la muerte diciendo: “Esto dice el Señor: porque dejaste de tu mano al varón digno de muerte, pagará tu vida por la suya, y tu pueblo por el suyo”.28 Obstinado Ajab, como de antes, tuvo esta amenaza de Dios por libertad de su profeta y, haciéndole prender, lo puso 25  Villavicencio Luz, XI, 3-4. 26  1 Reyes 21:19-24. No es cita textual. 27  1 Reyes 21:29. 28  1 Reyes 20:42. Aunque no fue el profeta Miqueas quien lo dijo, sino “un hombre de los hijos de los profetas” (1 Reyes 20:35). De hecho, pertenece a otro diálogo y a un momento anterior en la historia.

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en cadenas, y, llegándose a estos delitos la injusta y cruel muerte de Nabod, no quiso dar Dios más largas a la muerte de tan perverso sobre idólatra rey. Y así, buscándosela él, queriendo recobrar a Ramod de Galaad que el Ciro le tenía usurpada, acometiola con un grueso ejército y, estando en la calor de la batalla, vino una saeta desmandada y, entrándole al rey por las espaldas, le salió por el estómago, quedando muerto y llenándose el carro de su sangre; llegaron a lamerla los perros, con que se cumplió la profecía del santo profeta Elías que en el lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabod lamerían también la suya, y después hicieron lo mismo con la sangre y carnes de Jezabel.29

29  Fuente: Heisterbach Diálogo, XI, 53. Registros: Tubach Index: “1718. Dogs tear apart excommunicated woman. The body of an excommunicated woman is torn apart by dogs”; Thompson Motif-index: “Q415.1. Punishment: being eaten by dogs”.

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7. [Castigo y muerte de Ocacías]30 Muerto Ajab le sucedió Ocacías, su hijo, así en el cetro de Israel como en los vicios y en la idolatría, y solo tuvo de mejor que vivió menos, porque, estando un día paseándose por un terrado o azotea de palacio, se cargó tanto sobre la baranda o pretil que, rendido del peso, dio con el rey abajo, dejando en gran peligro su vida; y con el ansia de asegurarla envió a consultar a Belcebú, que era un ídolo que en la ciudad de Acarón adoraban los filisteos, de cuya intercesión sabía como idólatra su mejoría. Viendo el Señor su mal consejo, avisó a su profeta y le mandó que saliese al paso a los criados y mensajeros del rey. Obedeció Elías, bajó del monte y, encontrándose con ellos, les dijo: “¿Por ventura no hay Dios en Israel a quien consultar? ¿Para qué vas a Acarón? Con la vida pagará el rey su pecado. No se levantará de la cama”.31 Retirose el santo profeta y, llenos de asombro y temor, los criados volvieron al rey y le dijeron lo sucedido; preguntoles asustado qué persona era la que así les había hablado y qué señas tenía, dijéronle que era un hombre velloso, vestido y ceñido de unas pieles; “Elías es”, respondió el rey, a quien conocía en vida de su padre. Turbose grandemente con el anuncio y comunicó su susto con Jezabel su madre, y resolvieron que un capitán con cincuenta soldados lo fuesen a prender y se lo trajesen a Samaria; así lo ofreció el capitán, y, llegando al Carmelo, donde estaba el profeta, con irrisión y arrogancia le dijo: “Hombre de Dios, el rey manda que desciendas”. El santo, conociendo que la ironía con que hablaba no cargaba tanto sobre su persona cuanto sobre la autoridad de Dios, en cuyo nombre había hablado, con espíritu y celo del honor de Dios, le respondió: “Si soy hombre de Dios, baje fuego del cielo y trague a ti y a tus cincuenta soldados”. Así sucedió, convirtiéndolos a todos en un instante en ceniza. Viendo el rey que se tardaba, envió segundo capitán con igual gente, experimentó lo mismo, porque bajando segunda vez fuego del cielo los abrazó a todos, defendiendo Dios su honor agraviado en su profeta. Para que el rey se reconociese menos experiencias bastaban; pero, como la fiera que incauta cayó en el lazo cuando rebelde 30  Villavicencio Luz, XI, 5-6. 31  2 Reyes 1:2.

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sacude la cerviz más se ahoga, y el pretender sacudir el yugo es apretar más la coyunda, así el rey, forcejando por huir la espada de Dios, se entraba más en sus filos. Envió tercero capitán que fue Abdías, mayordomo que fue de su padre Ajab, con otros cincuenta soldados, pero, siendo este católico y respetando a Elías como debía, cortésmente le suplicó tuviese compasión de sus vidas, pues venía enviado de su rey y con atención a su servicio y veneración, entonces el ángel que asistía a Elías le dijo: “Desciende y ve con él, no temas”. Descendió Elías del monte y, llevando a Dios consigo, llegó a Samaria, fuese derecho a palacio y, sin temer las iras de Jezabel ni el sentimiento de Ocacías, su hijo, con ánimo intrépido y voz desembarazada como quien hacía la causa de Dios, le dijo sin más preámbulos: “Esto dice el Señor: porque enviaste mensajeros a consultar a Belcebú, dios de Acarón, como si no hubiera Dios de Israel a quien pudieses preguntar, del lecho sobre que subiste no descenderás, sino morirás”.32 Con esto se salió el profeta dejando a todos asustados y al rey, en castigo, en manos de la muerte que poco después se lo llevó, por hallarle indigno de la vida, en cumplimiento del mandato de Dios declarado por Elías, cuyas palabras eran eficaces para abrazar con fuego del cielo soldados y capitanes, y para quitar vidas a reyes cuando son contrarios al honor de Dios y su ley.

32  2 Reyes 1:16.

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8. [Castigo y muerte de Jorán]33 Muerto Ocacías y sus hijos, habiendo reinado dos años tasados, le sucedió Jorán, su hermano, y, sabiendo que Hazael había entrado por rey de Siria, pareciéndole que por nuevo en el gobierno no tendría tan buenas manos y bríos como Benadab, rey de Damasco, determinó restituir a su reino y corona la ciudad de Ramod de Galaad, llevando adelante el intento de su padre. Pero no fue menos infausta la empresa para él de lo que fue para Ajab, su padre, porque, aunque juntó un grueso ejército y convidó a su sobrino Ocacías, rey de Jerusalén, para la jornada, estando sobre el cerco fue tan malamente herido que le fue necesario volverse a Jezrael a curarse. Dejó sobre Ramod todo su ejército y, en él, a Jehu, con facilidad para levantarse con todo, llamó a uno de sus hijos los profetas, que era Jonás, y le dijo: “Irás al ejército llevando contigo una ampolla de aceite, en él hallarás a Jehu, hijo de Josafat, y apartándole de los demás príncipes, a solas le echarás el aceite sobre la cabeza y ungiéndole dirás: ‘Esto dice el Señor, ungite por rey de Israel. Castigarás la casa de Ajab y vengareme de la sangre de mis profetas y siervos que por ella ha sido derramada. Asolarela toda y de ella haré lo que hice de las casas de Jeroboam y Basá, reyes de Israel, y las carnes de Jezabel despedazarán los perros, como dijo Elías, y no habrá quien las sepulte’”.34 Viéndose Jehu segunda vez ungido por mandato de Eliseo, creyó la primera unción, hecha por Elías. Dijo Jehu a los demás príncipes lo que pasaba y tuvo tanta fuerza la verdad de la profecía y decreto de Dios que, sin dar lugar a discursos y sin reparar en que Jorán era vivo, adoraron a Jehu por rey de Israel, para lo cual, quitándose sus capas y echándolas por tierra debajo de sus pies, hicieron uno como tribunal, donde le sentaron y recibieron por rey, y con esto quedó desenvainado el segundo cuchillo contra la casa de Ajab. Considerando el nuevo rey cuánto le importaba la presteza en tomar la posesión del reino, quitando a su rey Jorán la vida, echó luego un bando que nadie saliese de sus banderas, ni atravesase las trincheras del ejército, previniendo con esto que Jorán no fuese 33  Villavicencio Luz, XI, 7-XII, 1. 34  2 Reyes 9:7.

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avisado y se fortificasen en Jezrael. Echado el bando subió en su carro y, acompañado de una tropa de caballeros, caminó hacia Jezrael. La atalaya, que desde el homenaje avisaba, viendo la tropa que venía avisó al rey, el cual mandó que saliesen luego a saber lo que era. Llegó a la tropa el mensajero en su carro, y dijo el rey cuidadoso: “Pregunta si hay paz en el campo”, Jehu le respondió: “¿Qué tiene que ver la paz contigo? Poneos en la retaguardia y seguidme, que esto es lo que conviene”. Envió segundo y tercero correo el rey y, sucediendo lo mismo, puso en tanto cuidado a Jorán, sospechando algún motín o alguna grande desgracia, bulléndole el corazón en el pecho que sin aguardar a que llegase Jehu salió en su carro a encontrarlo, sin reparar en su herida, y viéndose con él le dijo: “¿Qué es esto que ha sucedido en el ejército, por ventura hay paz?”. Jehu, diciendo y haciendo, puso una flecha en el arco y, enderezándola hacia él, la despidió con estas palabras: “¿Qué paz ha de haber para ti, viviendo todavía las fornicaciones y hechizos de tu madre?”.35 Viendo esto, Jorán volvió las riendas a los caballos para huir, y clamando dijo: “Traición, traición”. Pero la flecha guiada por Dios llevaba tan derecho su camino que, entrando por las espaldas, salió por el pecho dejándole atravesado el corazón, con que luego cayó muerto dentro de su carro, pagando justísimamente los pecados propios y los de su padre. Viéndole muerto, Jehu mandó a un príncipe que lo arrebatase del carro y lo echase en el campo, donde Nabod había sido muerto, diciéndole: “Bien te acuerdas que yendo los dos en el coche con el padre de este nos salió el profeta Elías, y se la juró diciendo que habían de morir sus hijos donde murieron los de Nabod, y así es justo que quien tal hace que tal pague, y que en todo se cumpla la sentencia de Dios.

35  2 Reyes 9:22-24.

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9. [Castigo y muerte de Jezabel]36 Con esta muerte se confirmó en el reino Jehu y entró triunfando en Jezrael. Sabiendo Jezabel lo que pasaba, y la muerte del rey su hijo, viéndose sin fuerzas para resistir a Jehu quiso usar de maña y cogerle en el lazo de sus ojos. Para esto, en vez de las tocas, lutos y lágrimas, se afeitó y compuso su rostro, y muy de fiesta se puso al balcón como celebrando el triunfo y dando parabienes al nuevo rey. Alzó la cabeza Jehu y, aunque la conoció, no esperando cosa semejante de una madre que había de estar llorando a su hijo y de una señora que había de clamar contra el criado que con el reino se levantaba, preguntó: “¿Quién es aquella?”. Y diciéndole que era Jezabel mandó que subiendo donde estaba la echasen del balcón abajo, y cumpliendo con el mandato la arrojaron y dando su cuerpo en las cornisas y paredes, dejándolas salpicadas con su real sangre, cayó a los pies de los caballos del nuevo rey, el cual esperó a ver el suceso y pasando con ellos por encima de ella, trillándola, como lo había hecho ella con los profetas del Señor, acabó su entrada, sujetándosele todos sin que nadie osase hablar palabra ni levantar el dedo por el muerto. Subió Jehu al palacio, recibió los parabienes, requirió las guardas y púsose a comer y beber, muy gozoso de su felicidad, y estándolo haciendo se acordó del miserable cuerpo de Jezabel y mandó a sus criados que levantasen sus pedazos, diciendo: “Sepultadla que al fin es hija de rey”; vueltos los criados, dijeron: “Señor, los perros se la han comido, no hallamos de ella más que la calavera, los pies y los dedos de las manos”. Oyendo esto, Jehu dijo: Cumplido se ha la palabra de Dios, que por su siervo Elías dijo: ‘En el campo de Jezrael despedazarán los perros las carnes de Jezabel, y serán tan poco estimadas como estiércol sobre la faz de la tierra, de tal suerte que los que pasaren digan: “¿Esta es aquella Jezabel? 37 ¿Aquella que no temió a Dios? ¿La que en ofensa suya levantó aras y templos al ídolo y falso Baal adorándolo como a Dios? ¿La que quitó atrevida a los profetas de Dios la vida, sin recelo ni temor de la justicia divina?”.

36  Villavicencio Luz, XII, 2. 37  Hasta aquí la glosa de la cita bíblica (2 Reyes 9:36-37), lo que sigue en las palabras que Villavicencio pone en voz de Jehu es invención.

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Sí, esta es, y en esto paró su cetro, su corona y su grandeza, arrogancia y altivez, y de esta suerte fue castigada por idólatra y por infiel a Dios y a su ley divina’”.38

38  Fuentes: Heisterbach Diálogo, XI, 53; Bourbon Tractatus, 314. Registros: Tubach Index: “1718 Dogs tear apart excommunicated woman. The body of an excommunicated woman is torn apart by dogs”; Goldberg Motif-index: “Q331.2.3. Jezebel’s pride punished. Displays self in window of tower. Tower topples; her flesh eaten by dogs”; Thompson Motif-index: “Q415.1. Punishment: being eaten by dogs”.

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10. [Castigo y muerte a los hijos de Ajab]39 Muertos ya el rey Ajab, la reina Jezabel, su mujer, y sus dos hijos legítimos y herederos, Ocacías y Jorán, con tan desastradas muertes como merecían sus idolatrías y maldades, restaban otros hijos de este idólatra rey, y tantos que llegaron a setenta habidos en distintas mujeres, y por tanto no podía estar del todo seguro Jehu; porque levantando alguno la voz pudieran aclamarlo por rey y levantarse con el reino. Entendiendo esto Jehu, antes que lo ejecutasen escribió a los magistrados de Samaria y ayos de los infantes, que de todos los hijos de Ajab escogiesen el mejor y lo pusiesen en el solio de su padre, y venid a pelear por su casa y cetro. Esta arrogancia de Jehu y los sangrientos hechos que había ejecutado les causó tanto pavor y miedo (permitiéndolo así el Señor) que rendidos todos le respondieron que eran todos sus vasallos y criados, y que no les pasaba por el pensamiento reconocer por rey a otro viviendo su alteza. Alegre Jehu con esta respuesta, les volvió a escribir diciendo: “Si sois míos y me obedecéis, quitad la cabeza a los hijos de vuestro amo y traédmelas mañana, a esta hora que os escribo, a Jezrael donde estoy”.40 Viéndose empeñados, magistrados y ayos de los infantes, con la primera respuesta les fue forzoso obedecer al mandato, y así luego a la hora degollaron los setenta hijos de Ajab, y, echando aquellas setenta cabezas reales en dos cofines, como si fueran de otros tantos perros, se las llevaron a Jehu, y llegando a él se las echaron a sus pies. Hecha esta crueldad, dio luego tras todos los príncipes, amigos y sacerdotes y falsos profetas de la casa de Ajab que había en Jezrael, sin dejar cabeza habida que tuviese obligación alguna a la casa y familia de aqueste idólatra rey. Prosiguiendo Jehu con sus hechos, pasó a Samaria, y, para consumar la obra de Dios y palabras de su profeta Elías, convocando a todos los profetas del ídolo y mentiroso Baal, con título que quería hacerle un grande sacrificio porque todos viniesen y se juntasen, los encerró en uno de sus templos y, cuando más seguros y contentos los tenía, mandó a sus soldados que entrasen en el templo y no dejasen hombre a vida, pasando a todos por los filos 39  Villavicencio Luz, XII, 3-8. 40  2 Reyes 10:6.

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del cuchillo, que en Jehu les tenía prevenido en castigo la justicia divina. Hecho esto, mandó derribar la portentosa estatua y célebre ídolo de Baal y, reducida a menudos polvos, los hizo entregar al viento, porque de ella no quedase señal ni memoria alguna, y de su templo mandó hacer letrinas en su desprecio; en esto paró este tan celebre ídolo, su templo y falsos profetas, y en esto por fin y postre han venido a dar y han de parar todos los ídolos que ha habido, todos sus sacerdotes sacrílegos y todos sus protervos y obstinados idólatras y seguidores, prevaleciendo siempre triunfante el verdadero Dios y Señor de todo lo visible, y creado en lo alto de los cielos y en lo bajo de la tierra, a quien solo se debe todo culto, honra y gloria. Solo quedaba por castigar a Atalia, hija de Ajab y de Jezabel, que era reina de Jerusalén, y, habiendo mamado de su madre la idolatría, la crueldad, la soberbia y sagacidad, para apoderarse del marido hizo del suyo, el rey Jorán, lo que quiso, causando en el reino lamentables sucesos y tragedias. Tanto que Jezabel triunfaba, viendo que, si Elías había desacreditado el culto de su falso dios Baal en Samaria, ella lo había canonizado en Jerusalén por medio de esta su hija Atalia, que allí había introducido la adoración del ídolo Baal. Lepra que duró muchos años en aquellos reinos, sacerdotes y príncipes, y fue la polilla de aquel reino; porque Jorán, su marido, habiéndose confirmado en él por muerte de su buen padre Josafat, fue su destruición habiendo de ser su amparo. Mató seis hermanos suyos inhumanamente, y con ellos a muchas personas principales que les hacían lado, con título de reprimir rebelión. Demás de esto, el rey de Edón, que había pagado parias a Josafat, las negó al hijo, con que perdió hacienda y reputación; porque es justo que el que se rebela contra Dios siente la rebeldía de los hombres. Y, aunque parte de su castigo lo había experimentado esta reina de Jerusalén por idólatra, en esta rebelión de Edón, revueltas de su reino, pérdida de algunos hijos y muerte de marido, todavía le quedaba Ocacías. Porque, habiendo salido con su tío Jorán a reconocer la tropa de Jehu, huyó viéndole traspasado con la saeta y que pasaba adelante la ira de Jehu; habiendo entrado en Jezrael para escaparse de ella, volvió a salir por el camino de la casa del jardín, mas, sabiéndolo Jehu, mandó a sus soldados lo siguiesen hasta quitarle la vida, como lo hicieron hiriéndole de muerte a la subida de Gaver, y le acabó la

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herida cuando llegó a Magedo, y acomodándole los criados en su carro lo llevaron a Jerusalén. El día siguiente, yendo Jehu a tomar posesión de Samaria, encontró en el camino a los hermanos de Ocacías, que ignorantes de lo que pasaba iban a la corte a ver a los hijos del rey Ajab y de la reina Jezabel; preguntoles Jehu quiénes eran y, respondiendo que eran hermanos de Ocacías, los mandó prender a todos, que eran cuarenta y dos personas, y, en una majada de pastores, los hizo degollar a todos. Llegó la voz a Jerusalén y, sabiéndolo Atalia, hecha un lucifer de enojo, en vez de luto se vistió de su infernal espíritu, y resolviendo levantarse con el reino, viendo muerto a su hijo y a sus hermanos. Para salir con ello, degolló a toda la generación real (esto es, a todos los que podían tener derecho de varonía al reino); porque hasta entonces no se había visto que hembra sucediese en la corona. Con esta acción, tan tirana como cruel, acabó Dios la sangre y descendencia de Ajab que en Jerusalén había quedado, por medio de su misma sangre, que era Atalia, sirviéndose de la mala intención y voluntad de esta cruelísima reina para sus altos fines. Pero, como Dios había prometido a David que no le había de faltar sucesión y que no le apagaría la lucerna de su casa, puso en el pensamiento a Josaba, hija del rey Jorán, hermana de Ocacías y cuñada de Atalia, que estaba casada con Joyada, sumo sacerdote, que hurtase a Joas, hijo de Ocacías juntamente con su ama, librándolo del cuchillo de Atalia escondiendo al niño, que tenía un año, en parte secreta del templo; encomendolo a la buena diligencia de su marido Joyada, él lo hizo tan bien que seis años enteros crio al niño con tan grande secreto y ayuda de Dios que no llegó a noticia de la reina el hurto. Cuando ya el niño tenía siete años, el valeroso Joyada, habiendo hablado con los principales del templo y de la ciudad que podían ayudar a su buen consejo, y habiendo tomado las puertas y calles de la ciudad con soldados, cuando le pareció tiempo oportuno sacó al hijo del rey, púsole en la cabeza la corona y, levantándolo por rey, lo ungió este sumo sacerdote, y dando grandes palmadas de alegría a grandes voces dijeron: “Viva el rey, viva el rey”.41 41  2 Reyes 11:12.

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Oyó en su palacio la reina Atalia las voces del templo y de todo el pueblo, que corría a él, y saliendo despavorida de su casa fue a ver lo que pasaba, y vio en el templo al rey sobre su tribunal, y a los cantores, chirimías y pueblo que con grande alegría celebraba su coronación. Turbada del caso, rompiendo sus vestiduras de sentimiento y dolor, clamó diciendo: “Conjuración, conjuración”. El valeroso Joyada y sumo sacerdote mandó a los centuriones que le echasen mano y que arrastrando la sacasen del templo, y fuera de él le quitasen la vida, degollándola, para que ni una gota de aquella sangre idólatra, cruel y bárbara gozase de sagrado, ni tuviese su cuerpo sepulcro en el templo. Hízose así y con esto acabó del todo la línea de Ajab, masculina y femenina; quedando en solo Joas, que por ser hijo de Ocacías era nieto de Atalia y bisnieto de Ajab y Jezabel, y por este arcaduz42 llegó aquella pésima sangre a la fuente de la santidad, Cristo, en quien fueron santificadas todas las gentes. Y llegó a triunfar la fe católica y los fieles cristianos de la Iglesia, de la perversa y maldita secta de la idolatría, quitando a sus seguidores sangrientamente la vida, con tan desastradas muertes como se ha visto en lo referido de la Escritura Sagrada, en este y en el antecedente capítulo. Y, si en el reino de Israel tan rigurosamente castigó Dios a los idólatras de él, destruyendo y acabando tantos reyes y príncipes, quitándoles con la vida las coronas y los cetros, los castigos que Dios ha dado a este reino de las Indias y a sus reyes y monarcas, por sus grandes idolatrías y sangrientos sacrificios que a sus ídolos hacían, dirá el capítulo siguiente, según lo refieren las historias y lo muestra la experiencia.

42  “Caño por donde se condúce el agua en los aqüeductos, que del nombre Caño se llaman encañádos. Algunos dedúcen esta voz del Lat. Aquaeductus, segun siente Covarr. Otros dicen viene del nombre Arábigo Caiduz, que significa esto mismo, y con el artículo Al se formó Alcaidúz, por lo que tambien se halla escrito Alcadúz, como la trahe Covarr. pero el uso común es con r, y no con l. Lat. Fistula. Tubus, i. ANT. AGUST. Dial. fol. 437. Refiére que vió un arcadúz de plomo con estas letras” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Arcaduz”).

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11. [Moisés castiga a los idólatras]43 Tan inclinados fueron siempre a la idolatría los israelitas que en la ocasión en que Moisés, su capitán y caudillo, se tardaba en el monte tratando con Dios, impacientes le pidieron a Aarón que les diese dioses que los presidiesen; temiendo Aarón la obstinación del pueblo y propensión a lo malo, no les contradijo la petición, pero para dificultar la ejecución de él les dijo que para hacerlo le trajesen las arracadas y joyas de oro y de plata, con que se componían sus mujeres y sus hijas. Ellos, no reparando en el mucho costo, por conseguir su gusto y porque haciendo de ellas ídolos, en ellos y en la plata y oro idolatrasen. Luego al punto las entregaron y entregándolas al fuego salió de la fundición un becerro a quien, erigiéndole altar y ofreciéndole sacrificios, adoraron por su dios celebrando la fiesta con espléndidos banquetes, saraos y juegos. Viendo el Señor su maldad y su delito, dijo a Moisés: “Baja y ve que ha pecado tu pueblo adorando por su dios a un becerro, diciendo: ‘Este es tu Dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto’”. Y, enojado, el Señor añadió diciendo: “Veo que este pueblo es de dura cerviz, deja que mi furor se encienda contra ellos y acabe con todos: Cerno quod populus iste durae cervicis sit dimitte me ut irascatur furor meus contra eos et deleam eos”.44 Y, a no interceder por su pueblo Moisés, luego al punto castigara el Señor tan enorme delito, porque culpa tan grave como es la idolatría luego había de experimentar el castigo merecido, que es deshacer los ídolos y destruir los idólatras: Et deleam eos, pero después se ejecutó con rigor. Bajó del monte Moisés y, viendo a los israelitas ciegamente idolatrando, con el celo justo y santo que como ministro de Dios debía tener de su culto y honra, arrebatando el ídolo y arrojándolo al fuego lo abrazó en sus llamas y, reducido a polvos, los 43  Villavicencio Luz, XV, 1-3. 44  “Rursumque ait Dominus ad Mosen cerno quod populus iste durae cervicis sit dimitte me ut irascatur furor meus contra eos et deleam eos faciamque te in gentem magnam: Le dijo, además, a Moisés: ‘Yo he visto a este pueblo, y he aquí que es un pueblo de dura cerviz. Ahora pues, deja que se encienda mi furor contra ellos y los consuma, pero yo haré de ti una gran nación’” (Éxodo 38:9-10). Nótese cómo Villavicencio omite la última frase del versículo.

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echó en el agua; y a todos los idólatras se la dio a beber para que atosigados con ellos les causase hastío tan sacrílego delito. Y no paró en esto el castigo, porque informado de Aarón, y sabiendo Moisés todas las circunstancias de la idolatría y sacrificios que había hecho al ídolo (atiendan a esta acción todos los sacerdotes y ministros del Señor), se plantó en la puerta de los ejércitos y levantando la voz dijo: “El que es del bando del Señor póngase a mi lado: Si quis est Domini, jungatur mihi”. Luego, al punto, juntándose todos los hijos de Leví se pusieron a él: Congregatique sunt ad eum omnes filii Levi.45 A quienes intimó de parte del Señor que, tomando todos la espada, entrasen por medio de las tiendas del ejército y fuesen quitando la vida a todos, aunque fuesen hermanos, amigos o prójimos, y todos los hijos de Leví, con grande valor y brío, hicieron todo lo que Moisés les mandó de parte del Señor, y en aquel día quedaron muertos casi veinte y tres mil hombres idólatras: Fecer unt que filii Levi iuxta sermonem Mosi cecideruntque in die illo quasi viginti tria milia hominum.46 Y agradó a Dios tanto esta acción que les dijo a todos: “Hoy habéis consagrado al Señor vuestras manos con haber quitado la vida a tantos idólatras, sin haber reservado a hijos ni hermanos, deudos y parientes, con que habéis granjeado que el Señor os dé a todos su bendición: Et ait Moses consecrastis manus vestras hodie Domino unusquisque in filio et fratre suo ut detur vobis benedictio.47 Y siendo significados los señores obispos en Moisés, pastor y caudillo del pueblo de Dios, y en los hijos de Leví todos los sacerdotes, lo mismo que intimó Dios a Moisés y Moisés a los sacerdotes les está obligando a los señores obispos y a todos los sacerdotes, sus curas y ministros […].

45  Éxodo 32:26. 46  Éxodo 32:28. Aunque el texto bíblico no dice que fuesen veintitrés mil los muertos, sino tres mil: “Quasi tria milia hominum”. 47  Éxodo 32:29.

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12. [Sospechas de idolatría]48 Queriendo Josué, como capitán general, caudillo del pueblo de Dios y sucesor de Moisés, jubilar (según el orden de la militar disciplina) a las dos tribus de Rubén y Gad, y la medio tribu de Manases, en agradecimiento de su obediencia, fidelidad y valentía, los despidió en paz y honrosamente dándoles licencia para que volviesen a sus casas. Partiéronse luego, y llegando a las orillas del Jordán edificaron un altar de grande y singular majestad en testimonio de su fidelidad. Llegó esta erección a noticia de las nueve tribus y medio restantes, de cuya compañía se acababan de apartar, los dos y medio, y, sospechando que el altar que habían levantado era para ofrecer sacrificios en él a algún ídolo, movido de este rumor y sospecha, con el celo de la honra de Dios se resolvieron a tomar las armas y dar guerra a sus hermanos y compañeros: Convenerunt omnes in Silo ut ascenderent et dimicarent contra eos.49 Y, mientras se armaban las tropas y disponía el ejército, enviaron al sacerdote Finees, hijo del sumo sacerdote Eleazaro, con diez príncipes, cada uno de su tribu, para que les reconviniesen del delito, diciéndoles: “¿Cur reliquistis Dominum Deum Israel, aedificantes altare sacrilegum et acultu illius recedentes?”,50 ¿por qué habéis dejado a vuestro señor y Dios de Israel erigiendo un sacrílego altar, apartándoos de su adoración y culto? Pero, averiguado el caso, y satisfechos de no ser así con la respuesta que les dieron diciendo que estaba muy lejos de ellos el cometer tal delito, el apartarse de su señor y Dios y el dejar de seguir su ley santa y mandamientos: Absit a nobis hoc scelus ut recedamus a Domino et eius vestigia reliquamus.51 Dejaron las armas y paró el estruendo militar que prevenían para salir contra ellos en defensa del culto de Dios y su honra, dando a entender con prevención tan presta y diligente que la idolatría es una peste tan venenosa y mortal que, para atajarla, no ha de haber tardanza alguna; y que los superiores, por cuya cuenta 48  Villavicencio Luz, XVI, 4-5. 49  Josué 22:12. 50  “¿Qué infidelidad es esta que han cometido contra el Dios de Israel, apartándose hoy de seguir al Señor al edificarse un altar y rebelarse hoy contra el Señor?” (Josué 22:16). 51  Josué 22:29.

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corre el remediar los desórdenes de los súbditos en materia de religión y culto divino, apenas han de tener sospecha y ha de haber rumor y fama de idolatría cuando han de levantar banderas, alistar soldados, disponer tropas y componer ejércitos para marchar luego en públicos alardes contra los enemigos de la fe, que son los idólatras que niegan a Dios su debido culto y se lo dan al demonio adorando ídolos.

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13. [Curación del paralítico de Betesda]52 En una piscina de achaques incurables, toda una república de enfermos peligrosos. Desde luego me desalentara el ánimo a conseguirles la salud, si no fuera el mismo médico divino el que les ofrece el remedio, que en uno solo que por milagro dejó sano a todos les dejó la receta para que puedan sanar sin milagro. Entro ya visitando las salas de los enfermos, para ver luego cómo al ejemplo del que sanó, pero con su receta más fina, pueden quedar todos remediados. No me admiran, pues, que fuesen los enfermos muchos, lo que sí reparo es que fuesen las enfermedades tan pocas; los enfermos una multitud grande y las enfermedades solas tres: ciegos, cojos, baldados.53 ¡Válgame Dios! “¿Tantos enfermos con tan pocas enfermedades?”, dice la razón de mi reparo. Bien sé que basta una enfermedad sola para que de ella muchos enfermos adolezcan, ello se viene a los ojos, pero en aquella piscina sanaban todas las enfermedades sin reservarse algunas; luego, acudirían a ella los enfermos de todas las enfermedades. Parece discurso legítimo, y si todos acudían díganos el evangelista que hay muchos enfermos y también muchas enfermedades; pero, en tan gran muchedumbre de enfermos, ¿solas tres especies de achaques?, ¿no habría leprosos, calenturientos, hidrópicos?,54 ¿que, en toda una ciudad tan grande, tan populosa como era Jerusalén, no había más que tres enfermedades? Pues a cualquier hospital de México que vayan, sin a ver muchedumbre de enfermos, han de hallar más de tres enfermedades, ¿cómo, pues, esta piscina a donde todos concurrían solas tres se hallan? Miren lo que he pensado y considérenlo conmigo a lo 52  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 23. 53  Participio del verbo baldar: “Privar, impedir alguna enfermedád ò accidente el uso de los miembros, ù de alguno de ellos. Lat. Membra rigere, contrahi” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Baldar”). 54  “Enfermedad causada por un conjunto de aguas que se hace en alguna parte del cuerpo: la qual suele proceder de beber con excesso, y causa hinchazón. Los Médicos dán nombres diferentes a la Hydopesía, segun la parte que aflige y la causa de que procede. Es voz Griega. Latín. Hydropisis.LAG. Diosc. lib. 1. cap. 9. Es el Asaro de caliente natúra, provoca la orina, y sirve contra la hydropesía. FRAG. Cirug. Gloss. de los Apostem. Quest. 57. Hydropesía es una hinchazón de todo el cuerpo, hecha de humor o ventosidad” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Hidropesía”).

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práctico: esos tres achaques eran los que en sí mismos tenían el embarazo de su remedio, no así los otros. Pongámonos a mirar la piscina, la dicha y la salud estaba allí, no en caer como quiera a las aguas cuando se movían, sino en caer el primero, ese solo sanaba. Ahora, pues, muévense de repente las aguas; pero el ciego, como no las ve mover, mientras le avisan, mientras lo cree, mientras llama al gomecillo,55 mientras lo lleva ¡saz!, ganole ya la vez el leproso, que, como no tenía su mal en la vista, la logra ya, y ya sale sano y se despide cuando el ciego llega y se queda suspirando a la orilla: “¿Qué se ha de hacer? Hasta otra ocasión, hasta otra”. Vuelven a moverse las aguas y el cojo o tullido, aunque las ve mover, mientras acude a las muletas, mientras las acomoda, por más prisa que se da, retardado su movimiento, ¡saz!, ganole la ocasión el éctico [sic],56 que cuanto más delgado se huella más ligero, y sale ya sano de su achaque dejando el hospital, cuando el cojo llega a suspirar solo: “Hasta otra vez, paciencia […]”.57

55  “Lo mismo que Lazarillo de ciego. PARR. Luz de Verd. Cath. part. 1. Plat. 23. [iv.61]. Muevense de repente las aguas; pero el ciego como no las vé mover, mientras le avisan, mientras lo cree, mientras llama al gomecillo, mientras lo lleva, ganole yá la vez el leproso” (Real Academia Española Diccionario 17261739, s. v. “Gomecillo”). Nótese que la autoridad que cita el diccionario es, justamente, el texto de Martínez de la Parra. 56  Tísico (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Hético”). 57  Fuentes: Juan 5:3 y ss.; Speculum laicorum, 77. Registros: Cf. Tubach Index: “2798. Jew, paralyzed. A paralyzed Jew was cured by being baptized”; Cf. Goldberg Motif-index: “D1551. Waters magically divide and close (Red Sea)”; Thompson Motif-index: “D1500.1.18. Magic healing water”.

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14. [Disciplinas]1 […] De adonde se saca bien que han hecho mucho fruto y conocerá mejor refiriendo algunos casos que sirvan de doctrina a los lectores, de crédito a los conventos y para el que tratamos de la Puebla servirán los que se siguen, pues sucedieron en él. Y que el ejemplo de su vida sea sermón eficaz para corregir costumbres lo probaré con dos casos que no ha mucho sucedieron. Sea el primero el que sucedió a dos mozos de divertidas costumbres y de vanos pensamientos. Andaban a fuer de mancebos amancebados y con tan grave peligro de sus conciencias y vidas cuanto con escándalo manifiesto de toda una vecindad. Recatando este peligro por la noticia que amigos y parientes de las consortes tenían ya del caso, no se atrevían de día a acudir a sus intentos y así a la media noche, bien armados, salieron una vez a sus locuras. Pasaron ya cerca de las dos de la noche por junto al cementerio de nuestra iglesia y aplicando el oído echaron de ver que los religiosos estaban rezando a coros el salmo de Miserere. Acercáronse más hacia la puerta y oyeron los recios golpes que daban las disciplinas, las cuales con lo quieta de la noche hacían retumbar el cementerio. Como era tan tierno el acto y las voces tan devotas, hirieron con tan grande golpe de compunción en aquellos pechos duros que, derramando lágrimas fervientes, se dijo el uno al otro: ¿Fulano, adónde vamos? ¿Qué furias nos precipitan? Están aquestos santos religiosos de la manera que vemos abriendo a golpes sus carnes y derramando sangre de sus venas y nosotros, per1  Madre de Dios Tesoro 1986, II, 11.

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didos, ¿hemos de andar en busca de un deleite expuestos a tantos casos? ¿En qué hemos de parar de esta manera? ¿Cómo no nos confundimos? ¡Ea! Demos la vuelta a nuestras casas, porque si con tal ejemplo pasamos adelante ha de salir un demonio y llevarnos al infierno.

Volviéronse a sus posadas compungidos y heridos de la luz del desengaño, pasaron lo restante de la noche ponderando su miseria, y el uno que era soltero en amaneciendo el día se vino a entrar religioso y murió en esta provincia con gran loa de virtud.2

2  Fuente: Heisterbach Diálogo, I, 22. Registros: Tubach Index: “1163. Confession converts observer”; Thompson Motif-index: “V331.10. Conversion to Christianity because of admiration for Christian virtue”.

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15. [El ejemplo de fray Luis de Granada]3 En la vida del admirable varón fray Luis de Granada, bien conocido por sus provechosísimos escritos, se refiere que una noche, yendo dos mancebos a la perdición de su torpeza y a la torpeza de su perdición, pasaron por la ventana de fray Luis al tiempo que tomaba una tan recia disciplina que, a los golpes, detenidos y atónitos, volviendo sobre sí y viendo cuánto mejor merecían ellos aquella penitencia, dejaron al punto su intento. Volviéronse y, a la mañana, habiendo observado bien la ventana, vinieron al convento, preguntaron quién vivía allí, y entrando con muchas lágrimas se confesaron con fray Luis de Granada, y desde allí vivieron una ajustadísima vida. Tanto pudo un ejemplo santo.4

3  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 1. 4  Registro: Goldberg Motif-index: “V331.10.1. Conversion to Christianity because of goodness of saintly monk”.

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16. [Imitando a Bonifacio]5 Del emperador Othón, refiere san Pedro Damiano, tenía en su servicio un caballero llamado Bonifacio, muy cercano a él en sangre y mucho más en la privanza, porque era todos los cariños del emperador por sus grandes prendas: sabio en todas las artes, diestrísimo en la música y en todos los ejercicios de caballero eminente, pero en lo de cristiano no tanto. Saliose este un día a divertir al campo, y entre su diversión vio una ermita medio arruinada que era de san Bonifacio Mártir, el santo de su nombre; esto le estimuló a entrar allí a hacer oración y, estando en ella, le vino este pensamiento: “¡Válgame Dios! ¿Cómo imito yo a este glorioso santo de quien tengo el nombre? Bonifacio quiere decir el que obra bien, el que hace buenas obras, pues ¿qué obras son las mías?”. Tanto le confundió este pensamiento que allí tomó esta cristiana resolución: “O no me he de llamar Bonifacio o lo he de ser: Aut non dicar Bonifacius aut ero”. Vase al punto a la corte, renuncia cuanto tenía, despídese del emperador (por más que este lo rehusaba), éntrase en un monasterio camandulense, donde vivió santísimamente muchos años y de donde fue promovido a obispo y, predicando la fe y siendo apóstol de los gascones, dio la vida por Cristo degollado. Y este es san Bonifacio, obispo y mártir, a quien adoramos en los altares. Tanto pudo el considerar la obligación de su nombre: “Aut non dicar Bonifacius aut ero”.6

5  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 2. 6  Damiano Historia, XXVII, 7.

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17. [Fray Gil y los cortesanos]7 Estaba el santo fray Gil, discípulo de san Francisco, retirado en una gruta haciendo allí una terribilísima penitencia. Fuéronle a ver por su fama dos grandes personajes de mucha autoridad, regalo y rentas; y muy compungidos cuando le vieron en aquella tan terrible aspereza, después de conversar con él un rato, le rogaron mucho que los encomendara a Dios. “En verdad, señores”, respondió fray Gil, “que vosotros sois los que me habéis de encomendar a mí a Dios, que tenéis más fe, y más esperanza, que yo”. “¿Nosotros?”, dijeron ellos. Sí, porque yo estoy aquí retirado del trato humano, vestido de este sayal tosco, mi cama es el suelo, una piedra mi cabecera. Y con todo esto siempre estoy temblando, si me he de condenar, y a cada paso temo caer en el infierno. Y vosotros vestidos de holandas y púrpuras, ruando carrozas,8 servidos de criados, muy regalados y asistidos, con todo esto vivís confiadísimos en que habéis de ir al cielo. Encomendadme a Dios, señores, que más fe y más esperanza tenéis que yo.

Con esto los dejó bien corridos. ¡Ah, oyentes míos! Ver a un Job que se quisiera esconder en el infierno temblando de la ira de Dios.

7  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 19. 8  “Passar, rodar y correr el coche, carro o otra máchina semejante, por la calle, o camíno. Latín. Rotare. COVARR. en la voz Bayo. No son para mucho trabajo los caballos bayos, aunque para ruar con ellos son hermosos y vistosos” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Ruar”).

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18. [Ángel cuentapasos I]9 Un santo viejo anacoreta tenía lejos de su choza la fuente donde iba por agua, dio en fatigarse ya con la vejez y, para no cansarse tanto, determinaba poner su choza algo más cerca de la fuente. Esto iba pensando entre sí, yendo por el agua, cuando he aquí un ángel en forma visible que sin hablarle palabra iba contando por los dedos: “Uno, dos, tres, cuatro”. “¿Qué haces?”, le dijo el viejo, y el ángel: “Voy contando los pasos que das hasta la fuente, porque por cada uno de ellos te ha de corresponder en el cielo el premio”. “¡Oh, soberano Dios!”, exclama el santo viejo, “pues si así pagas aun el número de los pasos ya no he de acercar mi choza, antes la he de poner más allá para que con mis pasos se aumenten mis méritos”. Así lo hizo y la puso media milla más distante. Mira ahora tú cómo no te contara Dios tus buenas obras.10

9  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 14. 10  Fuentes: Bellarmino Declaracion, 423 y ss.; Thesaurus exemplorum Medii Aevi (en adelante: thema): “De dono timoris [ed. Chr. Boyer, 2008], 172 (cap. VI, De timore futuri iudicii. De terribilibus circa iudicium); Filippo da Ferrara, Liber de introductione loquendi [ed. S. Vecchio, 1998], 54; Alphabeth of Tales [ed. Banks], 068a, 426; Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 128; Odo de Ceritona, Fabulae et parabolae [L. Hervieux, Les fabulistes..., t. 4. ], p. 163; Johannes Gobi Junior, Scala coeli [ed. Polo, 1991], 84; Speculum laicorum [ed. Welter, 1914], 352; Recull de exemplis... [ed. Verdaguer, 1881], 374; Johannes Herolt, Promptuarium exemplorum [ed. en cours], Labor, I, p. 72; Johannes Bromyard, Summa praedicantium [Venezia, 1586], L. I. art. 3. 4, c. 435vb; Domenico Cavalca, Vite Dei Santi Padri... [ed. Sorio e Racheli, 1858], pars III, cap. XL, p. 156”. Registros: Tubach Index: “2143. Footsteps numbered. A hermit dislikes walking the long distance from his house to fetch water. His dislike vanishes when he is informed by an angel that his footsteps are being numbered in order that he may be rewarded for his labor”; Goldberg Motif-index: “J215.5. Holy man’s cell far from water. Moves it nearer. Angel walks behind him and says, ‘I am counting your steps to reward you according to your effort’. Returns cell to far off location”; Dehouve Relatos, 332.

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19. [Ángel cuentapasos II]11 Había un hombre de esta ciudad dejado la mala vida que con una mujer hacía escandalosamente. Tocole de veras Dios para que tratase de veras el negocio de su alma, juzgando que este solo es el que importa y el que nos debe tirar. Purificó su conciencia con una confesión general que con el mismo predicador que le había alumbrado hizo, y, para que la gracia de aquella alma caminase cada día a mayor aumento, le mandó el tal confesor que frecuentase los sacramentos y que de ocho a ocho días se viniese a confesar. Hízolo por algún tiempo con aprovechamiento y gusto; pero el demonio, que sentía se le escapase aquella alma, la quiso volver a sí apartándola primero del padre espiritual. Tenía su posada algo lejos del convento y púsole grande tedio en venir tanto camino, diciéndole interiormente que en otra cualquiera parte podía confesarse, sin que hubiese de ir tan lejos a los padres carmelitas. Díjole al confesor lo que le pasaba y él le exhortó a la perseverancia, advirtiéndole que era astucia del demonio para en hallándole solo prevalecer contra él, y que no dejase de venir en los tiempos señalados, aunque sintiese más contradicción. Hízolo así el buen hombre y un día, saliendo de su casa, vio un mancebo muy hermoso, el cual viniéndose en pos de él le iba contando los pasos. No hizo por entonces mucho caso de esto, mas el domingo siguiente, saliendo de la misma manera para venir al Carmen a comulgar, vio que el mismo mancebo le iba contando uno a uno todos los pasos que daba. Llegó al convento y volviéndose al mancebo le preguntó quién era y qué significaba aquel contarle los pasos que había hecho aquellos dos domingos, a lo cual el mancebo, dándosele a conocer, le descubrió (aunque ya no era menester porque su mismo resplandor le manifestaba) como era el ángel de su guarda que tenía aquel ejercicio, para que supiese que no daba paso ninguno en orden a su salvación que no le tuviese contado, para ponerlos todos a su cuenta el día que se la diese a Dios de sus acciones y vida; que así no emperezase en venir a este convento, pues le importaba tanto. Quedó con esto el buen hombre muy entendido de cuánto estima el Señor el bien 11  Madre de Dios Tesoro 1986, II, 17.

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que hacemos, pues aun los pasos que para hacerle damos nos toma en cuenta, y cuánto de estimar era la doctrina de esta casa, pues con tales demostraciones alentaban los ángeles del cielo a los que la seguían.12

12  Mismas fuentes y referencias que las del Ejemplo n.º 18.

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20. [Cristiano o ciceroniano]13 No es menos que el doctor máximo y padre de las Escrituras, san Jerónimo, el que lo refiere, y lo refiere de sí mismo, y así lo diré con sus palabras mismas con que lo cuenta a la Virgen Eustoquio: Años ha —le dice— que, habiendo dejado a Roma, a mi casa, padres, parientes y amigos por buscar el cielo, me retiré a Jerusalén a macerar mi cuerpo en continuos ayunos por los convites con que antes había atendido a su regalo. Pero, habiéndolo dejado por Dios todo, solos mis libros no tuve ánimo ni corazón para dejarlos. Era en mi soledad el leer a Cicerón el sainete de mis ayunos; y cuando, después de largas vigilias, en que con amargas lágrimas de mi corazón procuraba lavar mis pasadas culpas, para aliviar algún rato, leyendo a Cicerón me divertía, de aquí vino que cuando pasaba a leer en las divinas escrituras aquel estilo tan llano como verdadero, tan sincero como puro, me ponía tedio, me daba en rostro. Miserable de mí, que echaba ya al sol la que no era culpa sino de mis ojos. Cuando he aquí que, con un tabardillo a pocos días, estando ya a la muerte, de repente arrebatado mi espíritu me hallé delante de un tribunal tan cercado de resplandores y majestad, que ni a levantar los ojos me atrevía. ‘¿Quién eres?’, me preguntó aquel juez soberano; y yo, temblando todo: ‘Señor, yo soy cristiano’. ‘Mientes’, me replicó con una voz terrible, ‘mientes, que tú no eres cristiano sino ciceroniano’. Y al punto, mandando a sus ministros que me azotasen, empezaron a descargar sobre mis espaldas terribles azotes, y siendo tales me atormentaban más los azotes de mi propia conciencia, y clamaba: ‘Señor, ten misericordia de mí’. Estas voces se oían entre los golpes de los azotes, que no cesaban, hasta que, postrados ante el tribunal, aquellos mismos ministros me recabaron el perdón, con palabra que di de no leer más aquellos libros. Testigo es de que no fue sueño aquel tribunal tan terrible, y testigos los cardenales y las llagas que quedaron en mis espaldas”.14 13  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 4. 14  Fuentes: Jerónimo Epistolae, ep. XXII, 30; Vorágine Legenda, CXLVI; Troppau Promptuarium, IV, VIII; Belvacense Speculum, XVII, 52; Natalibus Catalogus, VIII, 132; thema: “De dono timoris [ed. Chr. Boyer, 2008], 160; Jacopo Passavanti, Specchio di vera penitenza, 48; Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 31; Domenico Cavalca, Esempi, 57(2); Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis predicabilibus [ed. Berlioz, 2002], 247; Odo de Ceritona, Fabulae et parabolae [L. Hervieux, Les fabulistes…, t. IV], p. 183”. Registros: Tubach Index: “2774. Jerome, St. scourged in a vision of judgment”; Antin “Autour”; Berlioz “Virgile”.

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21. [El diablo azotado]15 Cuenta nuestro erudito Teófilo Raynaudo que, en el occidente, siendo abad san Leufrido de un monasterio muy numeroso de monjes; solían estos juntarse en la iglesia a sus santos ejercicios, y puesta una silla en el presbiterio sentado, en ella el santo abad, iban uno a uno pasando todos los monjes, haciéndole profunda reverencia en señal de sumisión y obediencia. Sucedió, pues, que una vez, hallándose enfermo el santo abad Leufrido, no pudo bajar a asistir con la comunidad a la iglesia; y el demonio, logrando esta ocasión de engañar a los religiosos y de que todos le hicieran reverencia, toma la figura y el hábito del abad: baja con los demás y siéntase muy replanado de autoridad en la silla. Fueron los monjes, según su costumbre, haciéndole cada uno su inclinación. Faltaban pocos, cuando bajó uno de ellos que venía de la celda del santo abad Leufrido y con él enviaba a excusarse de asistirles. Ve otro Leufrido sentado en la silla: “¡Qué es esto!”. Vuelve a toda prisa a la celda de su abad. “Padre”, le dice, “¿qué es esto? ¿Estás a un tiempo en dos lugares? Te acabo de dejar aquí y te hallo allá en la iglesia sentado, vuelvo de la iglesia y te veo aquí. ¿Si allá no haces falta para qué me envías?”. Entendió al punto el santo abad lo que esto era; levántase aprisa, acude a la iglesia y antes de entrar fue en todas la puertas y ventanas de ella haciendo con la mano la señal de la cruz y cuando ya todas las tuvo así, con la señal de la cruz aseguradas, entra en la iglesia y al punto empieza a temblar el maldito mentido abad. Hace traer Leufrido un azote y empieza a descargar azotes sobre el mentido abad. Los monjes a reír y el diablo a correr, y Leufrido a azotar: iba a una puerta y, aunque estaba patente y abierta, volvía corriendo, íbase a la otra y, tras de él, Leufrido con el azote, y los monjes dándole vaya. Así anduvo rodeando la iglesia sin atreverse a salir por ninguna puerta, hasta que después ya de muy bien azotado, subiéndose por el cordel de la campana, se salió por el taladro de la bóveda, donde Leufrido no se había acordado de hacer la señal de la cruz, y tan lleno de miedo iba que se subió consigo el cordel porque temió que lo siguiera Leufrido; pero, en fin, llevó el perro muy buen cordelejo. 15  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 9.

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Entonces el santo abad les dio a entender a sus monjes cómo había permitido el Señor aquello a los ojos del cuerpo, para que viesen la virtud de la señal de la cruz, pues, teniendo patentes las puertas, solo porque había hecho en ellas la señal de la cruz las tuvo el demonio cerradas.16

16  El predicador cita como fuente la obra del jesuita Teófilo Raynaudo: “Heteroclit. spiritual, t. 16, fol. 196”, pero no se ha podido corroborar tal información. Registro: Tubach Index: “1578. Devil becomes abbot”; Goldberg Motif-index: “G303.15.3. Devils haunts a house. Cleric’s servant protected; made sign of cross on all sides of house”.

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22. [Bolas de manteca]17 Estaba en el desierto el santo abad Nicolás de Rupe, y vio a buena distancia que venía hacia él un mancebo cargado con tres bolas de manteca que sus padres enviaban de limosna al santo abad para su monasterio. Apenas lo descubrió de lejos el abad, cuando a toda prisa empezó a hacer cruces hacia él. Reparolo el mancebo, llegó y díjole: “Padre, ¿por qué me haces cruces? ¿Yo soy el demonio?”. “No lo eres”, le respondió, “pero sábete que como moscas venían sobre ti los demonios, instigándote a lo que tú venías pensando”. “¿Pues qué pensaba yo?”. “Pensabas hurtar esa manteca e ir luego a tal parte a venderla, y, con la señal de la cruz que yo hice, dejaste ese pensamiento”. “Es verdad”, dijo el mancebo, “eso era lo que yo venía pensando”; y echándose entonces a sus pies le pidió perdón arrodillado.18

17  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 10. 18  Fuente: Bolland Acta, Hagiografía 22 (vida de San Nicolao de Rupe). Registros: Goldberg Motif-index: “G303.16.2.3.6. Devils power avoided by playez”; Thompson Motif-index: “G303.16.2.3. Devils power avoided by blessing”.

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23. [La cruz del limosnero]19 A san Romanense le llegó a pedir limosna uno de los muchos que suele haber que parecía pobre, y no era sino holgazán y ocioso. Conociolo el santo y diole una gran limosna que fue hacer sobre él la señal de la cruz. ¡Gran limosna por cierto! Sí, porque al punto se sintió aquel tan alentado, tan libre de la flojedad y tan deseoso del trabajo, que aplicándose a él no hubo menester más en su vida pedir limosna. ¡Válgame Dios! Y si hubiera en México quien tuviera esta gracia hacerles la cruz a tantos ociosos que de ellos se remediara.20 Pero, como todos les hagan la cruz echándolos de sus casas, ellos se aplicarían al trabajo.21

19  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 10. 20  Los vicios de los pobladores de México son un tema recurrente en la predicación de Martínez de la Parra, aunque en ocasiones su inclusión parezca forzada. Como puede verse aquí en el hecho de que, para persuadir acerca de los poderosos beneficios de la señal de la cruz, no resultaba en absoluto necesario que el predicador hiciera esta extensión hacia el problema de la mendicidad en la Ciudad de México; de modo que esta parece un guiño que se vale de la bisemia de “hazerles la Cruz”, que sirve tanto para bendecir como para expulsar seres indeseables. Al parecer la mendicidad fue un problema temprano en la capital de la Nueva España, pues, como dice Norman Martin, “no es de extrañar que muy pocos años después de la conquista, la Corona se manifestara enemiga decidida de la ociosidad y la vagancia” (Los vagabundos, 37). Situación que tal vez nunca fue solucionada, pues todavía para la segunda mitad del siglo xviii unos dos millones y medio de personas padecían alguna forma de indigencia, según el mismo Martin en un artículo publicado posteriormente (“Pobres”). 21  Probablemente san Romano, santo primitivo que, a pesar de su nombre, curiosamente pertenece a la Iglesia griega. Registro: Cf. Thompson Motif-index: “D1766.6.3. Sign of the cross enables person to relate marvel”.

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24. [La cédula de Evagrio]22 Refiere Sofronio en su Prado espiritual23 que san Ginés, obispo cirinense, habiendo convertido a nuestra santa fe a un famoso médico llamado Evagrio, pidiole en una ocasión trescientos ducados para dar de limosna a los pobres. Diolos él de buena gana y, agradecido el santo obispo, escribió de su mano una cédula en que obligado por su fiador al mismo Jesucristo le prometía que le pagaría Dios a ciento por uno aquellos trescientos ducados. Firmola y se la entregó a Evagrio. Pasado algún tiempo, llegándosele a Evagrio la muerte, llamó a un hijo suyo y entregole aquella cédula mandándole que, cuando se llevasen su cuerpo a darle sepultura, se la pusiese en el pecho. Así lo ejecutó el hijo. Y ya habían pasado tres días después de enterrado, cuando Evagrio le aparecía al santo obispo Ginés y le dijo: “Padre, ve a la iglesia y abre mi sepultura que te quiero volver la cédula que me diste”. Al siguiente día, convocando el obispo a todo el clero y el pueblo, van todos a la iglesia y abre su sepultura, y hallan que tenía Evagrio aquella cédula en la mano; tomósela el obispo y vio que a las espaldas de la que él había escrito estaba esta carta de pago y recibo: Yo, Evagrio, médico, a ti, santísimo Ginés obispo, digo que los trescientos ducados que te di para que dieses limosna a los pobres de Cristo, prometiéndome tú que Dios me pagaría ciento por uno, confieso delante de la santa Iglesia que me doy por contento y muy bien y colmadamente pagado de la dicha promesa y que ya no tengo más que pedir, ni a ti, ni a Jesucristo mi señor y redentor del mundo.

22  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 13. 23  El predicador se refiere al Prado espiritual, hecho por Juan Mosco Evirato (Pratum spirituale, PL, LXXIV, 121-240) y atribuido a Sofronio, patriarca de Jerusalén (ca. 560-638).

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Oyendo esto, rebosó en todos el regocijo en lágrimas y voces de alabanzas a Dios, y el obispo hizo guardar para eterna memoria aquella cédula.24

24  Fuentes: Vega Casos, ff. 85 y ss.; Speculum laicorum, 244; thema: “Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus [ed. Lecoy, 1877] 142, 143, 144; Ci nous dit [éd. Blangez, 1979-1988], 493, 1-6; Disciplina clericalis [ed. Hilka et Söderhjelm, 1911], 29; Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 96”. Registros: Tubach Index: “176. Alms, repaid hundredfold. A rich man gives all his wealth to a bishop for alms with the promise of a hundredfold reward. After his death his sons sue the bishop, but in the dead man’s hand is found a declaration that he has received a hundredfold more than he gave”; Goldberg Motif-index: “J1262.5.3.1. Merchant gives wealth to God because he will be rewarded hundredfold. Digs and finds gold worth three hundred silver pounds”.

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25. [Las velas de la fe]25 San Severino, primer apóstol de Noruega, predicando a aquellos pueblos la fe se resistían tercos no pocos idólatras, mezclados entre los que ya eran cristianos. Y, para que se confirmasen los unos y se redujesen los otros, hácelos juntar a todos en la iglesia y que todos, así cristianos como idólatras, trajesen cada uno en la mano una vela apagada. Cuando ya estuvieron juntos y todos con sus velas apagadas y sin luz en las manos, postrado ante el altar el santo obispo, “oh, Señor”, dijo, “y Dios verdadero, dígnate ahora de mostrarles a estos la luz de tu conocimiento y muéstrales cómo se distinguen los que te adoran a ti, verdadero Dios, de los que malogran sus cultos en los falsos ídolos”. Al punto que dijo esto, todas las velas que tenían en las manos los cristianos quedaron encendidas, sin ver ni saber por dónde les vino la llama; y solas apagadas y sin luz las de los idólatras. Prodigio que bastó a que todos ellos abrazasen al punto la luz de la fe.26

25  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 14. 26  Registro: Thompson Motif-index: D1162.2. Magic candle. Type 301C*; Icelandic: Boberg.

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26. [Vela eterna]27 En Arrás, ciudad populosa y una de las más célebres de Flandes, se emprendió una funestísima peste de que morían innumerables, y cuando en la tierra no se hallaba al mal algún remedio lo hubo de traer del cielo, quién si no la que es el refugio de los afligidos y la que es la salud de los enfermos: María Santísima. Apareció la señora en una misma noche en distintos lugares a dos mancebos que, con públicas enemistades, entre sí tenían llena la república toda de sus escándalos; y díjole a cada uno que de su parte fuesen a Lamberto, obispo de aquella ciudad, y le dijesen que para el siguiente sábado en la noche la aguardase en la iglesia, prevenida una grande vasija de agua, porque en ella le quería dar el universal remedio para la peste que tanto los afligía. Fue cada uno de aquellos con su embajada, háyanse juntos delante del obispo, que conoció al punto la causa de haberlos escogido la señora, para que, haciéndose amigos, quitara primero de la ciudad su escándalo, si había de tener la ciudad remedio: que males públicos de ordinario los envía Dios por los escándalos. (¡Ah, México!). Hízolos allí amigos el obispo y juntos aguardaron a la señora, la noche del siguiente sábado. Cuando a la media noche, lleno de resplandor todo el templo, apareció con increíble hermosura la reina de ella y de los ángeles. Traía en la mano una hacha encendida, y, haciéndole al obispo que bendijese el agua, volviendo la señora la hacha derramó en aquella agua algunas gotas de cera, y dijo que diesen aquella agua a los enfermos, y poniendo la hacha ardiendo en el altar desapareció la señora. Fueron luego bebiendo de aquella agua y sanaron todos los enfermos y acabose la peste. Pero yo aún no he empezado lo mayor del prodigio. Puso la señora aquella hacha ardiendo en el altar el año de mil ciento y cinco. No hubo quien se atreviese a apagarla con el debido respeto a la mano que la puso. Pasose un día, y otro, y la hacha ahí se estaba ardiendo, fueron pasando semanas y no solo proseguía en sus ardores, sino que observaron que ni se había minorado ni gastado un punto. Entonces, ya reconociendo allí superior llama, hiciéronle una caña de plata, que la ciñe. Y ¿cuánto les parece ha 27  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 14.

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durado? De lo presente no sabemos, pero, cuando el autor escribe este prodigio, afirma que aún duraba todavía ardiendo, y se contaban ya quinientos y setenta y tantos años, sin cesar de día, y de noche estaba ardiendo no solo sin consumirse, sino aún sin bajar la llama ni un dedo de donde la caña de plata la cerca. De lo que derrite se han hecho otros muchos cirios. Se guarda en la iglesia de Arrás una grande bola de cera. Y el hacha ahí se está en sus luces y en sus ardores. ¡Oh, fe católica! ¡Y qué argumentos tan claros tienen tus verdades! Y cómo nos sirve aquella luz material para que mejor veamos la soberana luz con que nos muestras lo divino, lo indeficiente y lo eterno.28

28  Fuente: thema: “Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus [éd. Lecoy, 1877], 110”. Registros: Tubach Index: “845. Candle cures sickness; 847. Candle given by Virgin”.

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27. [Niño prodigioso]29 En la terrible persecución de Galerio, enemigo cruel del nombre cristiano, Asclepíades, ministro suyo y del demonio, adelantado por el oficio, por la tiranía y crueldad más adelantado, afligía a los cristianos con terribles y estupendos tormentos. Entre estos, un santo mártir llamado Romano, cuando entre los garfios, escorpiones y garruchas despedazadas sus carnes, entonces más firme en el espíritu, más constante en la fe, tan lejos estaba de negarla por los tormentos que antes a todos esfuerzo procuraba reducir al miserable juez al conocimiento y luz de sus verdades; y por esto, olvidado de sus dolores y penas, vuelto a Asclepíades: “Mira, juez”, le dice, “si a mí no me quieres dar crédito en la verdad de la fe que te propongo, pregúntale a aquel niño tan inocente, y de su boca, que todavía no sabe ni hablar, no sabe mentir, oirás la misma verdad que yo te predico”. Apuntábale diciendo esto a un niño de pocos meses que, asido a los pechos de una madre cristiana, estaba allí entre los demás del concurso. Apenas acabó de hablar el santo mártir cuando el tierno infante, que todo había estado embebecido en el pecho, déjalo al punto, vuelve la carita a mirar el cruel tirano y en alta y clara voz, que oyeron todos, alza el grito y dice: “¡Jesucristo es el Dios verdadero!”. Enmudeció suspensa la admiración al concurso, pero el sacrílego tirano, aún más colérico, vuelve con el semblante muy indignado a la criatura: “Pues ¿quién te ha dicho a ti eso?”. Y con mil gracias el infante tierno: “A mí, le respondió, a mí me lo ha dicho mi madre, y a mi madre se lo dijo Dios: Mihi mater et matri Deus”. Alzó la multitud el aplauso, dejando corrido y avergonzado al juez un tierno niño. ¡Qué linda respuesta, fieles! No solo para confesar nuestra fe, sin meternos en curiosas disputas, sino para darle un tapaboca al demonio cuando nos viene en esta materia con peligrosas tentaciones y dudas.30

29  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 15. 30  Registro: Thompson Motif-index: “N468. Newborn babe reveals secret; then becomes silent”.

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28. [El veneno de san Juan]31 Tomad ejemplo en lo que sucedió a san Juan Evangelista, que está escrito en su vida que cuando fue por mandado de nuestro Señor a predicar a la tierra de Asia a los idólatras, un ministro de ídolos idólatra que estaba allí, llamado Aristomedo, rabioso de ver que por su predicación tantos idólatras se convertían a Dios, se bautizaban y se hacían cristianos, dejaban y tiraban sus ídolos, le dijo al santo: “Si quieres que yo me haga cristiano y crea en tu Dios, beberás el vaso de veneno que yo te diere, y si no te dañare ni te murieres con él yo creeré en tu Dios”. A que le respondió san Juan Evangelista diciéndole que de muy buena gana lo bebería en nombre de Jesucristo y experimentaría cómo no le hacía mal ni se moriría con él. Y por espantarlo el dicho Aristomedo mandó beber a dos idólatras suyos un vaso de veneno, con el cual cayeron luego muertos en presencia de muchos idólatras; lo cual sucedido, el dicho ministro de ídolos Aristomedo mandó luego que el santo bebiera el vaso de veneno que había prometido beber, y el santo lo bendijo con la señal de la cruz y lo bebió en nombre de nuestro señor Jesucristo, y el dicho veneno no le hizo daño alguno ni se murió con él. Lo cual, visto por todos aquellos idólatras, renunciaron sus ídolos, se hicieron cristianos y se bautizaron, y luego el santo resucitó en nombre de nuestro señor Jesucristo a aquellos dos idólatras que habían muerto con el vaso de veneno que habían bebido.32

31  Villavicencio Luz, “Primera plática, contra cuatro puntos de la secta”. 32  Fuente: Ribadeneira Flos, 899. thema: “Ci nous dit [éd. Blangez, 1979-1988], 620, 1-6”. Registros: Goldberg Motif-index: “D1840.1.2.1. Saint invulnerable to poison. Drinks poison; is saved by divine protection; D1766.6.4.1. Sign of cross. Saint makes sign of cross over poisoned wine and is able to drink it without danger”; Thompson Motif-index: “V228.1. Saint immune to poisoning; V228.1.1. Saint drinks poison without being injured”; Ci nous dit, 620, 1-6.

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29. [Falsa condenación del mancebo]33 Desengañado del mundo, un mancebo se retiró a vivir santamente a un desierto, debajo de la disciplina y enseñanza de un venerable anciano, a cuya dirección adelantado cada día en nuevos fervores. Como era al cielo nuevo festivo regocijo su virtud, al viejo era muy colmado consuelo ver su aprovechamiento continuo en los ayunos, austero en las penitencias, fervoroso en la oración y cuidadoso en todo, tanto que, no pudiéndolo sufrir la infernal rabia del común enemigo, intentó así de un lance convertirle al uno en amargura todo el gusto, y al otro malograrle en una lastimosa condenación todo su espiritual provecho. Apareció, pues, el demonio muy mentido de luz34 a aquel anciano, que engañado lo tuvo por ángel bueno. Díjole, después de dulces palabras: “Yo te vengo a revelar un secreto de Dios, porque ni aflijas a ese pobre mozo que te acompaña ni él en vano se martirice: sábete que todo eso que hace es en vano, porque sin remedio se ha de condenar”. Quedó con esto el anciano tan afligido como engañado. No se atrevió a darle tan triste nueva a su discípulo, mas sin hablar sus palabras solían explicarse con lágrimas, y más cuando lo veía más fervoroso, más penitente y más austero. Reparolo el mancebo y preguntábale cada día la causa de su sentimiento. Tantas lo hizo, y ya tan cuidadoso, que se le hubo de declarar el anciano. “Sábete, hijo mío”, le dijo, “que todo, todo lo que haces es en vano, porque a mí me han dicho del cielo que te has de condenar sin remedio”. Oh, padre —respondió alentado el ya maestro de la virtud— no tienes que afligirte de eso. Haga Dios en mi toda su voluntad, que yo no le sirvo porque me dé el Cielo, no, sino solo porque viendo su bondad suma, con la cual me ha hecho tantos beneficios, no puede mi corazón dejar de amarlo. Ahora, si me diere el cielo sea bendito, si me echare al infierno será muy justa su voluntad, pero yo no lo he de dejar de querer.

Oh, acto prodigioso, y tanto, que poco después, apareciendo un ángel a aquel viejo, le deshizo todo el engaño del demonio, y le 33  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 2. 34  En la ed. de 1724 dice “mentiroso de resplandor”.

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dijo que con solo aquel acto de amor de Dios había aquel mancebo merecido más aquel día que con todo cuanto había hecho en toda su vida.35

35  Cf. Thompson Motif-index: “G303.3.2.2. Devil (Satan) appears as an angel”.

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30. [Por no inclinar la cabeza]36 En este ejemplo que refiere san Pedro Damiano, habiendo muerto un religioso de muy santa vida y muy ajustadas costumbres, algún tiempo después de su muerte, rogando a Dios por él, un amigo suyo se le representó en un punto todo el mar, y allá del medio de su llanura, levantada una columna altísima sobre la cual vio su amigo cercado de llamas. “¿Qué es esto, amigo?”, le dijo. A que el otro, entre tristes gemidos, respondió: Sabe que porque al rezar todos los días el oficio divino, aunque sin falta en la atención debida, con todo eso descuidé siempre de inclinar la cabeza al decir “Gloria Patri, etc.”, lo pago ahora con tormentos tan terribles que cien veces cada día y otras cien veces cada noche me obligan a inclinar tan profundamente la cabeza desde esta columna que, estremeciendo a la terrible vehemencia de dolores que estas inclinaciones me causan, me parece que a cada una bajo hasta lo más hondo del mar y, cuanto sea este tormento, me parece que no lo puede haber mayor en el infierno; y a estos terribles tormentos estoy condenado hasta el día del juicio, si tú no me solicitas muchos sufragios y oraciones que me libren.

Dijo y desapareció. ¡Oh, justicia de Dios severísima! Si así se paga sola una inclinación de cabeza, ¿qué no debe temer quien desatento en todo profana irreverente los divinos cultos?37

36  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 6. 37  Fuente: Damiano De sancta. Registro: Cf. Tubach Index: “1576. Devil beats monk. A monk, who did not bow his head when the ‘Maria Virgine’ was sung, was slapped on the neck by the devil”.

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31. [La pintura torpe]38 Desengañado de las falsas luces y verdaderas sombras del mundo, un famoso pintor, para pintar mejor en su alma a los coloridos de las virtudes la hermosura mejor de la gracia, se entró en la ejemplarísima descalcez del Carmelo, donde en tan santo y austero instituto, no siendo el último en el ejemplo, vivió algunos años no solo retratando en sí mismo virtudes, sino enriqueciendo también el monasterio de muy primorosas y devotas imágenes de varios santos. Llegósele la muerte cogiéndolo tan bien prevenido, pero a la siguiente noche, haciendo oración otro religioso en el coro, de repente lo vio delante de sí con tan espantosa visión, que, cercado aquel miserable por todas partes de terribles llamas, daba algún indicio de sus gravísimos tormentos con sus repetidos gemidos. Atónito, el religioso “¿qué es esto? —le dijo— ¿qué tormentos son estos?, cuando ya creyera yo que estuvieras en los eternos gozos por tus buenos ejemplos”. Has de saber —le respondió el afligido— que allá en mi mocedad un caballero me pidió que le pintase una pintura deshonesta y torpe; no era cosa que yo hacía, pero a sus instancias y a sus ruegos vencido pinté aquella sola y, después, remordiéndome siempre el escrúpulo, hice de ello penitencia, lo confesé, y en recompensa pinté varias imágenes de los santos mis abogados. Llegada, pues, mi muerte, en un punto me vi en aquel tribunal de Dios. ¡Oh, si supieras cuán terrible, cuán espantoso, cuán severo! Y entre las demás acciones de mi vida se me hizo cargo de aquella pintura. ¡Oh, nunca yo hubiera tenido manos para hacerla! Dio mi ángel por descargo mi penitencia, y cómo había por satisfacer pintado las imágenes de tantos santos. “Así es —replicó el demonio—, pero tantas almas como por ver aquella pintura cayendo en graves culpas están ya condenadas, debe pagarlas este que fue la causa”. ¡Oh, cuál fue mi aprieto en este punto!, yo no sé decirlo. Condenome el Señor a padecer en el purgatorio hasta el día del juicio, pero, intercediendo luego todos aquellos santos, cuyas imágenes yo había pintado, movido el Señor a sus ruegos, mitigó la sentencia a que esté yo padeciendo estas inexplicables penas hasta que aquella pintura se queme. Y a esto vengo, a rogarte que veas al caballero que la tiene, que es fulano, y le digas que la queme; y para que crea mi desdicha dile que por señas de esto dentro de un mes han de morir sus hijos y se hará con él más severo castigo si no obedece.

38  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 8.

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La visión desapareció. El caballero, avisado por el religioso, obedeció: quemó la torpe pintura y dentro de un mes murieron sus hijos todos. Tema quien tales pinturas tuviere, tiemble el que las hubiere pintado.

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32. [Óleo que resucita]39 ¿Que ha de andar Dios haciendo milagros por nuestras ignorancias y errores? ¡Oh, cómo siento no poder ya referir aquí muchos ejemplos prodigiosos para desterrar este engaño! Pero baste por todos uno que refiere san Bernardo en la vida de san Malaquías Obispo.40 Llamaron a este santo prelado para olear una mujer cerca del monasterio en que asistía. Acudió pronto y, entrando donde estaba la enferma, ella le recibió muy alegre creyendo discretamente que en aquella santa unción le llevaba la salud; mas los que la asistían con su marido, que era un caballero, como la vieron tan alegre y alentada (nunca faltan en tales ocasiones aduladores): “¡Ea! Está mejor, está mejor”; parecioles que no corría prisa y que se podía dejar el óleo por entonces. Era esto por la tarde, y rogáronle al santo lo dilatase para el día siguiente; vino en ello y dándole su bendición se volvió a su monasterio. Apenas había llegado cuando lo alcanzaron las voces y los gemidos de que ya la mujer era muerta (qué de veces sucede esto en México). Salió el santo de sí y de su monasterio corriendo, hasta que al ver ya la difunta prorrumpió en tristes gemidos y lágrimas: “Yo tengo la culpa —decía—, yo tengo la culpa de que esta pobrecita no recibiese la gracia de este sacramento, ¿cómo podré yo pagarle este agravio, oh Señor? —clamaba vuelto a Dios— No recibirá consuelo mi espíritu mientras a esta alma no le pago yo la gracia que le he quitado”. Con esto, juntando a sus discípulos, ellos en oración y el santo en lágrimas sobre el cuerpo difunto, pasó así clamando a Dios toda la noche; hasta que a la mañana, oyéndolo el Señor, empezó a bostezar la difunta y, como quien volvía de un sueño, conociendo al santo lo saludó. Él entonces, con mucho gozo, le administró el sacramento de la extrema unción. Y al punto que lo recibió se levantó sana, la que ya habían llorado muerta.41

39  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 11. 40  Malaquías Liber, 1073-1118ª. 41  Registro: Bizzarri Cuentos, “[De un hombre resucitado por las lágrimas del sacerdote]”, 187.

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33. [Cédula pesada en oro]42 ¡Oh, si acabarais de fiar de Dios, poderosos! Una pobre viuda, hecha un mar de lágrimas, le pidió a aquel venerable sacerdote de Valencia, mosén Simón,43 que le diera cien escudos para casar una hija, cuya honestidad peligraba, y por falta de eso se le deshacía un casamiento. Afligiose el santo sacerdote porque no los tenía, y cortando dos dedos de papel escribió a un mercader rico estas palabras: “Mi señor, por las entrañas de la misericordia de Dios ruego a vuestra merced que le dé a esta pobre, para una grave necesidad que padece, tantas monedas cuantas pesare esta cédula”. Lee el rico: “¿Cuántas pesaré? ¿Pues qué ha de pesar este papel?”. Pónelo a una balanza, vase a fondo, empieza en la otra a echar monedas y todavía el papel más pesado, fue añadiendo, y así que hubo echado los cien escudos, entonces subiendo la balanza, que en fiel socorrió la necesidad y habló el prodigio. ¿Qué fue esto? Lo grave de la necesidad, oh, ricos, pesa más en la estimación de Dios que vuestro sobrado dinero.44

42  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 41. 43  Francisco Jerónimo Simón (1578-1612), cura valenciano con fama de santidad. Véase Salcedo de Loaysa (Breve). 44  Fuente: Liber exemplorum, 166. Registros: Tubach Index: “2746. Indulgence, weight in gold. A poor woman gains an indulgence at a dedication festival, but has no money for her journey home. A rich man offers to buy her indulgence for its weight in gold. He adds coin after coin but cannot outweigh the indulgence. He finally leaves her the indulgence plus the money” (Cf. 3599. Pardon, its weight in silver. One day’s pardon from purgatory is sold for its weight in silver; the purchaser bids forty pounds, but the pardon still outweighs the money. When he declares that he will give all he has rather than forego the pardon, the scale tips in his favor); Cf. Thompson Motif-index: “V4.1. Religious exercises weighed in balance. A son doubts whether the words spoken by the priests to whom his father has willed a sum of money is worth so much. The words are put on paper and are found to outweigh the money”; Cf. Uther The Types: “802A * His Faith into the Balance. A clergyman sees his good and evil deeds being weighed [E751.1, d. V4.1]. He asks them to have his faith in Christ (Virgin Mary) thrown onto the scale. He is saved [V512.1]”.

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34. [Ladrón que bala]45 Ver el hurto y callar quien debe hablar… ¡Oh, lo que este callar causa de daños! Habían hurtado una oveja en tiempos de san Patricio; era de un pobre. Exhortó el santo a su pueblo que declarase el que supiese de ella; callaban todos. Ah, ¿sí? Pónese en oración el santo, pídele a Dios que el ladrón que la había hurtado balase allí como oveja en medio de aquel concurso y, al punto, sin poder más consigo, empezó el ladrón a dar balidos como oveja. Todos a reír y él, a balar. Ah, qué de ovejas balaran siendo lobos, si tuviéramos aquí aquella fe de san Patricio.46

45  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 47. 46  Fuentes: Sánchez de Vercial Libro, 118; Liber exemplorum, 182; thema: “Filippo da Ferrara, Liber de introductione loquendi [ed. S. Vecchio, 1998], 71. Textos emparentados: Johannes Gobi Junior, Scala coeli [ed. Polo, 1991], 543; Libro de los Exemplos [ed. Gayangos, 1860], n.° 108; Liber exemplorum [ed. Little, 1908], 182 (referido a san Macuto); Johannes Bromyard, Summa praedicantium [Venezia, 1586], F. VIII. art. 1. 1, c. 306ra; Petrus de Natalibus, Catalogus sanctorum... [Vincenze, 1493], III, CCIV; Domenico Cavalca, Vite dei santi Padri... [ed. Sorio e Racheli, 1858], pars. IV, cap. LXXXVIII, p. 308-9”. Registros: Cf. Tubach Index: “4317. Sheep‑stealer, stomach of bleats. A sheep‑stealer is detected through the bleating from his stomach when St. Patrick called the sheep”; Cf. Goldberg Motif-index: “E.235.7. Return from dead to capture thief of sheep. Corpse emanates power to hold thief captive and to make stolen sheep adhere to him. Thief has to pass the tomb of a holy man with his stolen sheep magically stuck to him so that he was caught”; Cf. Uther The Types: “753 * Christ (God) Turns a Thief into an Ass. An innkeeper intends to rob Christ (God) and St. Peter (saint) [K1811]. Christ turns him into a donkey [Q551.3.2.6] and gives him to another person for whom he must work. Later Christ restores him to human form and gives him the money he had earned as an ass”.

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35. [La mentira del religioso]47 Caminaba santo Tomás con otro religioso, y este, de repente, muy en ademán de admiración: “Mirad —dijo—, mirad aquel buey que va volando”. Levantó el santo la vista, y el otro a ese tiempo mismo la risa. “¿Pues un buey creéis que pueda ir volando?”. Mesurose y respondiole: “Me pareció más fácil que volara un buey que dijera una mentira un religioso”.48

47  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 53. 48  Se trata de un relato asociado a la vida de santo Tomás de Aquino, que aún hoy suele contarse. No he encontrado un antecedente textual para esta versión de Martínez de la Parra.

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36. [El vaquero ciego]49 Había en cierta villa de su obispado un guarda de ganado mayor, un vaquero que guardaba las vacas de todos los vecinos de la villa y era totalmente ciego. ¿Ciego y podía guardar el ganado? ¿Pues de eso se admiran? Sacaba este todos los días el ganado de los corrales sin que le faltase ninguna res porque, al punto la echaba menos, la buscaba y la traía; llevaba el ganado sin dejar que hiciesen daño alguno en los sembrados, porque si alguno se desmandaba lo apartaba al punto; sabía distinguir en las dehesas dónde había mejor pasto y allí lo conducía. ¿No es prodigio? Pues aún más falta: que si le pedían que trajese tal vaca de tal color iba sin errar, la sacaba aquella y no otra y la traía al punto. ¿Ciego y que juzgaba de colores? Esto parece cosa del diablo: sí lo era. Llegó a aquella villa el obispo Bonifacio y oyó el prodigio, y admirado llamó al ciego: preguntole si era cristiano, respondió que sí y que estaba bautizado; preguntole si estaba también confirmado, dijo que no, y el obispo, haciendo traer el sagrado crisma, lo confirmó y al punto perdió el tino y el conocimiento, y no pudo hacer más lo que antes hacía. Que todo era astucia del demonio sin que él tuviese culpa. Perdió la vista del diablo, ¡dichosa pérdida!50

49  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 2. 50  Fuente: Bellarmino Declaracion, 289 y ss. Registro: Cf. Tubach Index: “3491. Nostrils, shepherd sees through. After a bishop had confirmed a shep­herd, the latter lost his sight. He had been born blind, but had been poss­essed by a devil who enabled him to see through his nostrils”.

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37. [El peregrino del ojo en la coronilla]51 Refiere Surio, en la vida de santa Lugarda,52 que un hombre había cometido un muy grave pecado, y muy secreto. Andaba con grandes congojas, haciéndosele difícil el confesarlo claro, pensando cómo lo confesaría. Esta batalla traía dentro de su corazón, cuando llegó a su casa un pobre peregrino. Diole hospedaje de buena gana y, después de tiempo que allí estuvo, le dijo el peregrino: “¿No me haréis un favor, así os libre Dios del cuidado que más os molesta?”. Tocole en lo vivo, dijo: “Sí lo haré”; “Pues lavadme, os ruego, esta cabeza, sea en muy buen hora”. Trajeron la vasija de agua, llegó el peregrino, aprestose el huésped,53 inclinó aquel la cabeza sobre la vasija y, al irlo a lavar, reparó que por entre el cabello sobre el celebro54 tenía un ojo bellísimo, resplandeciente, y atónito al verlo: “Hombre, ¿quién eres? —le dijo— Que jamás he visto yo hombre con ojos en la coronilla de la cabeza”. Entonces el peregrino le dijo: “Ese ojo es con el que te veo, y ese es con el que te vi cuando cometiste tan en secreto aquella culpa; y si yo la he estado viendo, ¿qué tienes tú que esconderme ahora?”, dijo y desapareció. Con que le dejó, después

51  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 16. 52  La biografía canónica de santa Lugarda se atribuye a Tomás de Cantimpré, aunque la Vida de los santos de fray Laurencio Surio fue la fuente de varios hagiografistas citados en otros lugares por Martínez de la Parra: Pedro de Ribadeneira, Alonso de Andrade o Alonso de Villegas, por nombrar unos cuantos. De cualquiera de ellos pudo tomar el jesuita este ejemplo, pues todos dicen a su vez tomarlo de Surio. 53  Por supuesto, no el peregrino sino el propietario del lugar. En una de las acepciones que marca el Diccionario de autoridades: “Se toma algunas veces por el mismo que hospeda en su casa a alguno. Latín. Hospes […]” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Huesped”). 54  A diferencia del uso actual de cerebro, “se toma algúnas veces por cabeza en lo formal del juicio y entendimiento. Latín. Caput. CERV. Quix. tom. 2. cap. 31. Y a vos alma de cántaro, ¿quien os ha encaxado en el celébro que sois Caballero andante, y que venceis gigantes, y prendeis malandrines?” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Celebro”).

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de muy atónito, del todo ya resuelto a declarar luego su pecado en la confesión.55

55  Fuentes: Speculum laicorum, 553; Damiano De divina, 671d-672C; thema: “De dono timoris [éd. Chr. Boyer, 2008], 49; Collectio exemplorum cisterciensis [ed. J. Berlioz, M. A. Polo de Beaulieu, dir.], XXXVIII, 7 [447]; Alphabet of Tales [ed. Banks, 1904-1905], 268; Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus [ed. Berlioz, 2002], 222”. Registros: Tubach Index: “1018. Christ with eyes in back. A man, overly‑generous in his hospitality, becomes impoverished and steals a pig. Christ appears to him in the guise of a pilgrim with eyes in the back of His head; 480. Barber, customer of, with eyes in back of head. A dishonest barber finds that his customer has eyes in the back of his head”; Goldberg Motif-index: “D1817.0.1.7. God disguised as pilgrim says he has eyes in back of neck. Saw theft of pig by barber”; Delarue y Tenèze Le conte.

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38. [La mujer yegua]56 ¿Qué mucho, pues, que tantos vivan como bestias? Enamorado torpemente un mancebo de una mujer casada, y no valiéndole para reducirla a sus torpes intentos repetidas trazas, picado convirtió su amor en odio y, consultando a un hechicero, tuvo modo para hacer con arte del diablo que la pobre mujer pareciese a los ojos de todos convertida en yegua. Imaginad cuál quedaría el marido con tal mudanza: hablábala y no le respondía, queríala acariciar y le respondía con coces. Determinó, en fin, llevarla a san Macario, y así lo hizo tirándola de una soga, como se lleva a una bestia. Puesta en presencia del santo, echándole agua bendita y haciendo oración, la restituyó otra vez a su propia figura, y díjola entonces: “¿Sabes por qué te ha venido este trabajo? Porque ha cinco semanas que no recibes la comunión”. ¡Oh, Dios! Pues, si por solo cinco semanas que le faltó a aquella la defensa inexpugnable del Santísimo Sacramento pudo conseguir el demonio dejarla en lo exterior con parecer de una yegua, ¿cuántos, por años enteros de no comulgar, estarán en todo lo interior como bestias?57

56  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 10. 57  Fuentes: Lieja Alphabetum, 237; Mayor Magnum, Communio 2; Historia monachorum, cap. 28 (PL, 21, 451); thema: “Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 262; Textos emparentados: Vitae Patrum [Patr. lat. 73], col. 1110; Recull de eximplis... [ed. Verdaguer, 1881], 200; Johannes Gobi Junior, Scala coeli [ed. Polo, 1991], 78; Arnoldus Leodiensis, Alphabetum narrationum [ed. Brilli-Ribaucourt-Berlioz-Polo de Beaulieu, 2015], 238”. Registros: Tubach Index: “2627. Horse, woman as. A woman is transformed into the likeness of a horse because she has not attended mass for five weeks”; Goldberg Motif-index: “Q493.2. Devil transforms priest’s concubine into mare. Devil rides her to blacksmith’s shop. She identifies self as blacksmith’s mother. Especulo 113.13-1A”; Dehouve Relatos, “43. San Macario y la mujer yegua”.

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Milagros y prodigios

39. [Multiplicación del pan]1 En esto se ha experimentado mucho el cuidado del Señor, así en este convento como en toda la provincia, pero porque no hace tanto peso en la atención humana lo que se ve ser ordinario como lo que milagroso, daremos en este capítulo algunos casos que han parecido serlo para que por todas partes declaremos el amor que Dios tiene a esta casa y lo que cuida de ella. Sea el primero el que sucedió a una piadosa señora llamada María de Cuenca, mujer de Pedro Sánchez de Arauz, mercader muy hacendado. Deseaba esta señora hacer en vida el negocio de su alma, y granjear por su misma mano el cielo, y así alargaba mucho en hacer limosna a pobres. Tenía gran devoción al hermano fray Arsenio de San Ildefonso, que era procurador entonces del convento, pero mucho mayor a la santísima Virgen nuestra madre, y en reverencia de su santo escapulario (que traía) enviaba todos los miércoles, sin que faltase ninguno, una canasta de pan hermoso y floreado a nuestra casa para que los pobres religiosos, ya que ayunaban siempre, comiesen siquiera aquel día un pedazo de pan bueno. Un miércoles, por ocupaciones que habían tenido en casa, dejaron las criadas de amasar, y no sabiéndolo la señora mandó a una que llevasen el pan para los religiosos. Fue la criada a sacarlo de una arca en que solían tenerlo y halló no haber ninguno, y volviendo a su ama la dijo como no había en casa bocado de pan y que el arca estaba vacía porque aquel día no habían amasado. Afligiose la señora de oír esto y propuso en su corazón del2 1  Madre de Dios Tesoro 1986, I, 22. 2  “Proponer de”, forma usual en la época: “Vale tambien determinar, o hacer propósito de executar, o no, alguna cosa. Latín. Proponere. Profiteri. AMBR.

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miércoles siguiente enviar el pan doblado. Pero, viendo que ya era tarde y que se había de hacer falta en el convento, vuelta a la Virgen santísima la dijo: “¿Es posible, Señora, que vuestros hijos no han de tener pan?”. Y, diciendo estas palabras, movida interiormente de su gran devoción y confianza se fue con la criada a donde estaba el arca y, abriéndola, la halló llena hasta arriba de pan muy lindo y muy sazonado, amasado sin duda por mano de los ángeles y puesto allí por ellos, pues por otro camino no pudo venir. Como vio la mujer un milagro tan grande y tan patente, llamó a toda la gente de su casa para que fuesen testigos, y llorando de alegría y de contento se arrojó encima del arca y dio gracias al Señor y a la santísima Virgen por aquella benigna providencia con que la declaraban cuán acepta les era aquella limosna y cuán de estima aquellos religiosos de quien cuidaba Dios tanto. Mandó poner todo el pan en unos canasticos muy curiosos y como pan de reliquias lo envió todo al convento, no permitiendo que comiesen otros de aquel milagroso pan. Cuando los religiosos supieron el milagro, agradecieron a nuestro Señor tan amoroso cuidado, pues al modo que a Elías, su gran padre, les regalaba con el pan del cielo y no ya subcinericio3 (como al profeta) sino floreado y lindo, y repartieron con los pobres de aquella milagrosa provisión.4 MOR. lib. 8. cap. 9. Con todo esto quedó más resolúto, y más determinado Scipión, de jamás pelear con los de Numáncia: y assí dice Paulo Orosio, que publicamente propuso de hacerlo” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Proponer”). 3  “Adj. que se aplica al pan cocido en el rescoldo, ò debaxo de la ceniza. Viene del Latino Subcinericius, a, um. LOB. Obr. Poet. pl. 213. El subcinericio pan, / que Elias comió en la higuera, / pareciera junto al mio / oriundo de Ballecas” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Subcinericio”). 4  Fuentes: thema: “Tractatus de diversis materiis praedicabilibus, t. III, De dono scientie [ed. J. Berlioz, 2006], 1238 y 1239; Bonum universale de apibus [ed. Douai, 1627], 2, 25, 7; Ci nous dit [ed. Blangez, 1979-1988], 510, 1-4; Magnum speculum exemplorum [ed. Major, 1611]: Misericordia in pauperibus, 12”. Registros: Tubach Index: “2566. Hermit gives alms. A hermit gives alms generously. One day his disciple can find no bread for a beggar, but finds the cupboard full of loaves when the hermit bids him look again; 766. Bread miraculously replaced. The more bread (flour) the monks give to the poor, the more God miraculously replaces in their bins”; Goldberg Motif-index: Cf. “D1031.1.2. Monks complain about shortage of bread. Abbot tells them to have faith and patience. Next day, sacks of flour for bread are left at their door”; Thompson Motif-index: Cf. “V412.1. Bread stolen by St. Nicholas for purpose of feeding poor is miraculously restored”.

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40. [Multiplicación del trigo I]5 La misma mano que multiplicó aquí el pan ha sabido también multiplicar el trigo, pues de las trojes de su providencia lo han sacado con milagros para manifestar sus atenciones a nuestras necesidades. Si el descuido común en advertir estas cosas no hubiera usurpado a la historia muchas noticias, pudiera dilatar esta materia con casos bien singulares, que por no hallar tan fijos en la memoria omito de buena gana, pues la legalidad es la que afecto y la verdad la que busco. Solo para confianza de nuestros bienhechores quiero escribir dos o tres que hallo muy averiguados, por vivir aún las personas a quienes sucedieron y haber hecho yo con ellas las diligencias que tales materias piden. El hermano Juan de la Madre de Dios, de profesión donado, ha tenido sucesos maravillosos en todos aquestos reinos donde ha pedido limosna, con grande edificación y estima de los seglares. Una vez, andándola pidiendo para este convento de México siendo prior de él el padre fray Pedro de San Hilarión, por los años de 1592, llegó a un pueblo llamado San Juan Tehuacán, siete leguas de esta ciudad, en casa de un buen hombre que se decía Juan de Peraleda y díjole que le diese la limosna de la Virgen como la hacía otros años. Respondiole el labrador bien afligido: Perdóneme hermano Juan, por este año, que le aseguro que no tengo más de cuarenta y tres fanegas de trigo que recogí de toda la sementera y he de sembrar de barbecho ciento y setenta hanegas [sic],6 pena de quedar perdido, y fuera de eso tengo con esas cuarenta hanegas —que es mi caudal— de pagar diezmos atrasados y deudas, que son hartas, y sustentar mi familia; así, no sé qué hacerme ni puedo darle limosna de trigo. Pero vaya a mi mujer y dígala que le dé una carga de cebada, que pues para los hijos de la Virgen ella nos remediará.

5  Madre de Dios Tesoro 1986, I, 22. 6  Eduardo Báez, editor del Tesoro escondido, alterna la escritura de fanegas y hanegas, sin explicación. “Medida de granos y otras semillas que contiene doce celemínes, y es la quarta parte de lo que en Castilla llaman una carga de trigo, porque cabiendo en ella cerca de quatro arrobas de trigo, puede llevar un mancho quatro fanegas. Dicese tambien Hanega” (Real Academia Española Diccionario 17261739, s. v. “Fanega”).

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Fue el hermano a la mujer que se llamaba doña Ana Maxixcatzin (nieta del Maxixcatzin de Tlaxcala que tanto ayudó a don Fernando Cortés en tiempo de la conquista)7 y diola el recado de parte de su marido, pidiéndola la carga de cebada. Cuando la devota señora oyó el mensaje dijo que no quería dar cebada para la limosna de la Virgen, sino que había de dar del más escogido trigo que tuviese, y así se lo dio al hermano con singular afecto. Súpolo su marido y riñola ásperamente y ella le respondió que no tuviese pena, pues lo que se daba a los hijos de la Virgen se daba a logro, para que aquesta señora lo multiplicase y que ella confiaba que se le había de aumentar el trigo por lo que había dado para tan santa gente. Dijo entonces el marido: “Sí, por cierto, andaos a aguardar milagros y os quedaréis sin comer”. Y replicó la mujer que ella los aguardaría, cuando fuese necesario, de la mano de Dios y de la Virgen, y así lo experimentó en este caso porque su fe aumentó tanto el trigo que, sacadas las tres fanegas que dio al hermano, con las cuarenta que quedaban, sembraron las ciento y sesenta de barbecho y sustentaron todo el año a su familia, en que tenían diez hijos sin otra mucha gente; pagaron deudas y diezmos y les quedó mucho trigo que vendieron en la alhóndiga de México, dando gracias al Señor por tan grande maravilla y aprendiendo el buen hombre de allí adelante a confiar en su misericordia, pues las limosnas que se hacen a sus siervos las colma con tanto lleno aún antes de premiarlas.8

7  Maxixcatzin, señor de Ocotelulco, propuso la no agresión a Cortés durante su paso por Tlaxcala, rumbo a México y pidió que se le recibiera pacíficamente, contra la intención de Xicohténcatl, señor de Tizatlán, quien recomendaba combatir a los españoles. Véase Muñoz Camargo (Historia, 81 y ss.). 8  Véanse referencias del Ejemplo n.º 39.

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41. [Multiplicación del trigo II]9 Otro caso hermano de este sucedió de allí a algún tiempo al mismo religioso, porque no ha sido una vez sino muchas las que ha declarado Dios cuánto estima a aquesta casa, pues es cierto que estima mucho a aquel en cuyo apoyo y aumento hace cosas milagrosas. Andaba en otra cosecha pidiendo el hermano Juan dicha limosna de trigo por los pueblos comarcanos a la Ciudad de México, para el sustento de los religiosos, y llegando en el de Tepozotlán a la casa de Pedro de León Betancor, muy conocido suyo y bienhechor de la Orden, le pidió la limosna acostumbrada con unas palabras muy sencillas y edificativas —que usa siempre este hermano—, con las cuales cautivaba los corazones de los seglares y les encendía en el amor del cielo. Dijo Pedro León muy afligido que no tenía qué darle porque solo le habían quedado doscientas sesenta fanegas de trigo, de las cuales las ciento debía de diezmo y si no las pagaba le ejecutarían luego, y que las ciento y cuarenta eran de un suegro suyo y, así, no le quedaban más de veinte para sustentar su casa, con que se veía apurado y ajeno de consejo. Consoló el hermano al hombre diciéndole que confiase en la Virgen y que supiese que como es ave del cielo con dos granitos de trigo, como las aves, suele dejar prenderse su clemencia y que el cebo mejor para cogerla es el afecto pío; que si no tenía más la diese su buen deseo, pero que estuviese cierto que los que dan limosna para la Virgen son como los cazadores, pues con cuatro granitos solamente prenden al ave María y que con esta presa estaban ricos, aunque se hallasen pobres. La mujer de Betancor, que estaba presente, cuando esto dijo el hermano se agradó notablemente del símil que había puesto y llamándole aparte, sin que el marido lo viese, le dio una hanega de trigo de un montón que tenía las doscientas; y como el que tiene poco lo cuenta mucho, estaban tan medidas y remedidas que no había más un grano. Vino el marido al montón de allí a algún rato sospechando algún fraude de la piedad mujeril y, como vio descompostura en el trigo, empezó a azorarse y a reñir a la mujer, la cual le dijo con gran confianza que era verdad el haber ella sacado una fanega de trigo del montón para 9  Madre de Dios Tesoro 1986, I, 22.

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dar a la Virgen de limosna; pero que confiaba en su misericordia que había de aumentarlo y que así llamase al mayordomo y a los indios para que lo volviesen a medir. ¡Caso raro! Volvieron a medir el trigo y hallaron que se había duplicado y pasaba de más de cuatrocientas fanegas; dándoles nuestro Señor no solo ciento por uno, sino doscientas y más. Pedro León, como vio la maravilla, quedó corrido de su poca fe y derramando lágrimas se hincó de rodillas delante de una imagen de nuestra señora del Carmen que había allí y lo mismo hicieron su mujer y el hermano Juan, que aún no se había partido. Y prometieron los dos casados a esta Señora, en agradecimiento del milagro, de dar todos los años a sus religiosos de México un cahíz10 de trigo, aunque para haberlo de comprar se vendiesen en la plaza, y lo cumplieron toda su vida publicando cuán acepta la era aquesta limosna y cuánto estima la Virgen a aquellos religiosos, pues tanto ayuda a los que les ayudan y tanto da a quienes les dan.11

10  Medida de capacidad para áridos, de distinta cabida según las regiones. El de Castilla tiene 12 fanegas y equivale a 666 litros aproximadamente (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Cahíz”). 11  Véanse referencias del Ejemplo n.º 39.

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42. [Multiplicación de dinero]12 Cuando el año de 1628 se inundó la Ciudad de México, era portero en esta casa un religioso llamado fray Juan de San Eliseo, natural de Campredó en Cataluña; era muy ejemplar en todo y en especial se esmeraba en la virtud de la caridad, la cual le hacía buscar mil trazas para ayudar a los pobres en tiempo tan apretado. Como estaba entonces la ciudad tan lamentable y todo era asolamientos, mendiguez y desventura, acudían a nuestra casa grandes bandadas de pobres atraídos de su necesidad y de la caridad del buen hermano. Tenía hechos sus repartimientos y unas como mesas francas en que, según la calidad de las personas, les servía la comida; a unos daba una vianda, para otros tenía otra, y en especial para los vergonzantes procuraba acomodar alguna bien parada. Pues para acudir mejora a esta limosna tan pía pidió licencia al prelado (que lo era entonces el padre fray Matías de Cristo) para recoger de alguna gente devota que venía a confesarse el dinero que le diesen, pues la pobreza del convento no bastaba para todos. Habida dicha licencia, hizo un modo de derrama y a un hombre muy buen cristiano y devoto llamado Baltasar de Madrid, natural de Peñaranda y agente de negocios en esta corte, le pidió que acudiese con su parte. Prometió de hacerlo así cuando el domingo siguiente se volviese a confesar y otro buen hombre que venía allí con él y se decía Baltasar de los Reyes también prometió lo mismo. Llegado que fue el domingo, madrugaron como solían los piadosos cristianos para ir al Carmen a recibir los santos sacramentos y Baltasar de Madrid, habiendo ya salido de su casa, se acordó de la limosna que había de llevar a nuestro hermano. Requirió las faltriqueras y hallose sin dineros, sacudiolas una y otra vez y vio no tenían blanca y por no volver a su casa fue a la de una de su parienta y la pidió le prestase la cantidad de dinero que había determinado dar a aquella buena obra. Contolo una y dos veces y echolo en la faltriquera y al llegar junto al convento lo sacó para llevarlo en la mano y dárselo al portero. Contolo y vio que estaba duplicado, volvió a contarlo y certificose más y, admirado y suspenso de aquella maravilla, descubrió que venía Baltasar de 12  Madre de Dios Tesoro 1986, I, 22.

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los Reyes por la calle; díjole el caso que le había sucedido y cómo estaba admirado de ver multiplicado aquel dinero, constándole tan de cierto que ni él tenía ninguno en las faltriqueras y que lo que le habían dado era solo la mitad de lo que allí parecía. “Pues en verdad, hermano —dijo Baltasar de los Reyes—, que lo que yo había de traer lo conté muy bien anoche y que lo traigo atado en un pañuelo porque venga más seguro”. Sacó en esto el pañuelo de la bolsa, desatole, contó el dinero y halló también que estaba duplicado y espantados entrambos de aquestos dos sucesos dieron gracias al Señor. Fuéronse a la portería y entregaron al hermano su limosna y dijéronle: “Tome, hermano fray Juan, y advierta que, aunque le damos esto no le damos nada, pues esto que le damos se lo envía nuestro Señor por un extraño medio”.

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43. [El alarife]13 Y porque conozcan todos cuánto estima el Señor a aquesta casa y cuán bien galardonó a los que así la ayudaron, pondré aquí solo un suceso que aliente las esperanzas de nuestros bienhechores y que sea argumento para sacar cuán gran premio alcanzarían los que ofrecieron tanto, cuando tan grande lo tuvo el que ayudó tan poco. Había en esta ciudad un alarife muy entendido en su arte pero muy distraído en sus costumbres y muy roto en su modo de vivir. Llamábase fulano Caravallo14 y cuando se iba haciendo esta iglesia acertó a pasar un día por junto a nuestra casa. Como era obra para la Virgen del Carmen, de quien él era devoto, le picó una inspiración de ver lo que se iba obrando y, como sabía también de la materia, extendiendo los ojos por todo el edificio notó que había en él algunos yerros que amenazaban peligro y llamó al padre prior, a quien advirtió de todo. Díjole el prudente padre, que se llamaba fray Andrés de la Asunción, de quien después trataremos, que se fuese por entonces para excusar emulación de los otros maestros y que el día siguiente le llamaría como quien quería hacer una junta de arquitectos y que entonces daría su sentimiento y enmendarían las faltas. Hízose de esa manera y, advertidos los obreros de los yerros y reparos, se volvió el hombre a su casa y se prosiguió la obra. Sucedió de allí a algún tiempo ofrecérsele un viaje hacia Oaxtepec,15 y yendo en un caballo solo por despoblado se le desbocó de modo que, arrojándole de la silla, pendiente el pie del estribo, le arrastró por aquel campo hasta que, estrellándole con un peñasco, le hizo saltar los sesos de la cabeza y murió sin confesión. Muerto el hombre, empezaron en su casa a sentir unos pavores y ruidos tan temerosos que a todos los de ella traían espantados; y unos estruendos tristes de cadenas que a todos amedrentaban. Una niña de siete años que era nieta del difunto le veía claramente y diciendo que su abuelo la llamaba iba a abrazarse con él. Extendiose la voz del caso por todo México, y con la voz 13  Madre de Dios Tesoro 1986, I, XXII, 5-7. 14  “Alfonso Caravallo, alarife que hizo algunas obras en las casas del marqués del Valle” (nota de Eduardo Báez, Madre de Dios Tesoro 1986, 74). 15  En el actual estado de Morelos, distante 78 km de la Ciudad de México.

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el espanto, y así algunas personas a título de alentadas o a fuer de virtuosas trataron de aguardarle para ver lo que quería. Muchas noches lo hicieron hasta cerca de las doce, pero oían a aquella hora en un sótano tan formidable ruido que faltándoles el ánimo desistían de la empresa. Visto el pavor que había en la ciudad, un religioso de la orden del seráfico padre San Francisco, acostumbrado como santo a cosas semejantes, se determinó de esperarle junto con otra gente. Dadas las once y media de la noche, después de mucha oración que habían hecho, empezaron a oír en aquel sótano, que era al modo de almacén, muy lamentables gemidos y, entre confuso estruendo de cadenas, muy congojados sollozos. Echada la estola al cuello y con el agua bendita, erizados los cabellos y el corazón alterado, alentándose los unos a los otros se fueron paso entre paso hacia do sonaba el ruido. Vieron (¡oh, caso terrible!), parados en el zaguán, salir por la puerta del sótano una figura horrible y temerosa que envuelta en vivas llamas enviaba suspiros a los cielos, traía trabados los pies y manos con grillos y cadenas encendidas y echaba por la boca y por los ojos centellas abrasantes. Quisieran echar a huir los circunstantes con tan temerosa vista, pero tropezando en su mismo pavor no acertaban a dar paso y embarazoles también, para que no se huyesen, una voz con que el difunto les dijo se aguardasen, parasen y detuviesen. Estaban tan atónitos con lo que veían que parecían estar fuera de sí; viendo y oyendo, ni oían ni veían, porque el miedo y el espanto junto con tenerles atadas las lenguas les tenían absortos los sentidos. Pasado un rato y cobrado el religioso del asombro, preguntó al volcán en llamas que allí miraba presente quién era y qué quería. Y respondiole que era fulano (el difunto que hemos dicho) y que mandase traer tinta y papel porque tenía un poco que escribir para descargar su alma y salir del purgatorio. Aquí empezó de nuevo el miedo a los circunstantes sobre quién había de ir por el recaudo, pues, aunque quisieran apartarse de allí no se atrevían a hacerlo por el pavoroso miedo que en sus miembros se había derramado. Finalmente se resolvieron en que se quedasen la mitad con el religioso y la otra mitad fuesen por la tinta y el papel, el cual traído, estuvo el padre escribiendo muy gran rato lo que se había de hacer por el difunto para descargar su alma. Preguntole

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después el religioso cómo habiendo sido de vida tan distraída, como sabían todos, estaba en tan buen estado y en carrera de salvación, supuesto que había muerto tan desastradamente y sin ayuda y socorro de los santos sacramentos. Respondiole entonces el alma: Has de saber, padre, que la Virgen santísima del Carmen, movida de su piedad y misericordia, atendiendo a una obra buena que hice en su servicio, enmendando ciertos yerros en la iglesia de sus hijos los frailes carmelitas que en esta ciudad se labra, me alcanzó del Señor auxilio y gracia a la hora de mi muerte para que hiciese un acto de contrición y quedase en buen estado. Y, siendo luego mi alma presenta ante el tribunal divino, y acusada por los demonios de todo lo que había hecho contra Dios, volvió a interceder por mí aquesta madre de misericordia, y, proponiendo a su hijo los servicios que se le habían de hacer en dicha iglesia, me impetró16 muy benigna penitencia, según la que pedían mis pecados, y así cumplido lo que queda escrito espero en su majestad que tengo de ir a gozarle.

Desapareció con esto el difunto haciendo un ruido espantoso y, para señal del caso, dejó estampada en la pared la sombra de un cuerpo humano, hecha con la violencia de las llamas que arrojaba el fantástico que traía. Muchos hay ahora vivos en la Ciudad de México que alcanzaron y vieron esta sombra y aún algunos también que deponen17 el suceso. Todo en la substancia que queda dicho se tomó por testimonio y fueron remitidas sus probanzas al licenciado 16  “Conseguir alguna gracia en virtud de ruegos, oraciones o súplicas. Viene del Latino Impetrare, que significa lo mismo. PELLIC. Argen. part. 2. lib. 3. cap. 11. Y para impetrar el favor de la Diosa, se quedaron toda aquella noche orando en el Templo. OV. Hist. Chil. lib. 1. cap. 14. Previniéronse para aquella entrada, no solo de las armas temporales, sino de las espirituales, para impetrar el auxilio Divino” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Impetrar”). 17  “En lo forense es testificar, declarar, decir debaxo de juramento ante Juez y Escribano la verdad de algún hecho, en pléito civil o cáusa criminal. Latín. Dicere testimonium coram Judice. RECOP. ilb. 2. tit. 11. l. 33. cap. 8. Que los testígos no se dén por impedidos, sino es por otros testígos que hayan de ser examinados, citadas las partes, y que depongan en persona ante los dichos Alcaldes de hijosdalgo. COLMEN. Hist. Segob. cap. 18. §. 6. Consultó el Obispo al Pontifice Clemente Tercero, si los compelería por censúras Eclesiásticas a deponer la verdad” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Deponer”).

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Alier de Villagómez, oidor de la Real Audiencia, para que calificase lo jurídico. Y el señor Arzobispo don Juan de la Serna después de calificado lo predicó, advirtiendo con su singular prudencia que, aunque no se deben valer los hombres de semejantes sucesos para soltar la rienda a su apetito, prometiéndose vanamente que si un hombre de tan rotas costumbres se salvó también se salvarán ellos, con todos esos casos, de este modo alientan nuestra esperanza, pues no declaran mucho de la piedad de la santísima Virgen, que se da por obligada de servicios pequeños, y este nos muestra la estima que tiene de este convento, pues también galardona a quien le ayuda y le promueve en algo.

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44. [Manos estampadas I]18 Había en un pueblo de la jurisdicción de Tepeaca llamado Acacingo, siete leguas de la ciudad de los Ángeles,19 una india principal cuyo nombre era doña María López, mujer de don Mateo Hernández, indio noble de aquella tierra y hermana de don Miguel López, gobernador de Nopalucan20 sobre los naturales. Era esta india buena cristiana, aunque algo altiva y soberbia, de adonde le nacía algunas veces no tener tanto respeto a su marido y hermano. Murió, y al cabo de dos años de su fallecimiento, ocho días antes de la Pascua de Navidad del año 1620, estando Catalina Montañez (mujer del dicho don Miguel, hermano de la difunta) acostada, oyó a deshora de la noche una voz que la llamaba por su nombre y, por estar a obscuras la sala en que dormía, no vio quién era, pero atemorizada despertó a su marido y le dijo lo que pasaba. A la siguiente noche volvió a oír la misma voz que la llamaba y ni en la una ni en la otra se atrevió a responder por el temor que tenía. Pasó de esta manera hasta la nochebuena, en que volvió a oír la voz que lastimada la decía: “¿Catalina Montañez, por qué no me escuchas?”. Entonces, despavorida la preguntó quién era y respondiole la voz: “Yo soy doña María, hermana de don Miguel tu marido, que fallecí en Acacingo y ando en penas de purgatorio por mis culpas y por el poco respeto que tuve a mi marido y hermanos”. Animada ya un poco la buena señora, preguntó a la difunta que qué quería que hiciese y a qué venía, y respondiole que a que la mandase decir doce misas; avisó de ello a don Miguel y dijéronse, y de allí adelante continuó la difunta a venir de ocho a ocho días y en especial los viernes de cuaresma, la cual venía con tan grande ruido que hacía estremecer el aposento, y el tiempo de su venida era unas veces a las ocho de la noche, estando cenando, otras a las diez, estando ya acostados; y, aunque don Miguel oía aquel espantoso ruido y sabía que no podía ser causado de otra persona, nunca veía a la difunta su hermana y así animaba a su mujer para que entrase a hablarla en su aposento. Ella lo hacía con harta repugnancia y luego le conta18  Madre de Dios Tesoro 1986, II, XIII, 1-4. 19  Puebla de los Ángeles. 20  Comunidad ubicada en el actual estado de Puebla, en los límites con el de Tlaxcala.

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ba a su marido lo que la había dicho y preguntado. Estaba él a los principios incrédulo de estas cosas, pero, con la experiencia tan continuada de aquel estrépito y el oír las preguntas y coloquios que tenía con su mujer, le persuadió a ser verdad. Todas veces que venía, llamaba o despertaba a su cuñada dándole un golpecito en el cuerpo y luego ella sentía un aire muy helado y delicado y se ponía a hablar con la difunta. Pedíala el alma de ordinario que la encomendase a Dios porque sufría intolerables penas y diciéndola Catalina Montañez que si quería que, además de las doce misas dichas, se le dijesen otras, respondía que no porque aún no había llegado el tiempo determinado por Dios para que ella saliese de sus penas. Decíale que tenía su purgatorio en aquel pueblo de Nopalucan y que andaba todos los viernes en la noche las estaciones de las cruces, en penitencia de sus culpas. La primera vez que la vio se la apareció en su mismo cuerpo vestida con el sagrado hábito de la Virgen santísima del Carmen, pero otras veces la veía envuelta entre encendidas hogueras y con grandes aflicciones; por lo cual, afligida también ella, cerraba entonces los ojos y no la quería ver, sino hablarla solamente. Pasó de esta manera hasta el sábado santo del año de 25, en que estando recogida Catalina Montañez vino la difunta y le pidió encarecidamente que la mandasen decir las misas de san Gregorio, porque con ellas esperaba en Dios saldría del purgatorio. Estaba en esta ocasión ausente su marido y cuando vino le rogó hiciese decir aquellas misas, pero él, por no hallarse al presente con dineros y por no tener noticia de las misas que eran, lo dejó de hacer. Repetía la difunta todas aquellas noches las visitas pidiendo con grandes lástimas aquel sufragio y el hermano, aunque hermano, negligente se hacía desentendido, porque a muertos y a idos no hay amigos, ni menos hay hermanos. Como se descuidaba don Miguel, estando sola una noche su mujer antes de decirse las misas, sintió aquel golpecito que la daban en el cuerpo y, preguntando quién era, respondió la voz: “Yo soy y te vengo a suplicar que aquellas misas de san Gregorio que te rogué me dijesen, no las hagas ya decir porque si las dicen será peor para mí y serán para mi condenación”. Espantada Catalina Montañez de estas razones dijo: “¿Jesús, y cómo puede ser eso?”. Y, en oyendo el dulcísimo nombre de Jesús, desapareció y calló por un rato y luego volvió a decir lo mismo, que no se la

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dijesen las misas porque serían para su daño. Replicola la cuñada diciéndole que no creía que fuese doña María la que la hablaba y que para creerlo dijese tres veces Jesús, y sin hacerlo desapareció. Luego la noche siguiente volvió la difunta a hablar a su cuñada; la dijo que cómo no la hacían decir las misas, porque padecía mucho en sus tormentos, y refiriola la cuñada lo que la noche antecedente la había sucedido y entonces la difunta la advirtió que ya ella sabía lo que pasaba, pero que estuviese con cuidado porque el que la había hablado era el demonio, que procuraba estorbar que ella no se fuese al cielo y que subiese; que la había de perseguir mucho, por lo cual la convenía andar muy sobre aviso y que pusiese para no ser engañada una cruz encima de la cabecera y, cuando ella viniese, tomase aquella señal de vida en su mano y dijese tres veces Jesús, porque si era el demonio no se atrevería a llegar. Hízolo de esta manera Catalina Montañez de allí adelante y no volvió más el demonio, porque, en sintiendo la voz, la conjuraba con el nombre de Jesús y con la cruz santísima y el alma se holgaba mucho y exhortaba a la cuñada que no se la cayese de su boca este dulcísimo nombre, ni de su mano esta sagrada señal. Como la difunta instaba en que se la dijesen las misas de san Gregorio, se determinó don Miguel de hacérselas decir y así el viernes siguiente fue al pueblo y convento de Santo Tomás, de aquella jurisdicción, y encargó al padre guardián que se dijesen pagándole la limosna. Luego el domingo siguiente que fueron ocho de mayo, estando marido y mujer ya recogidos, aunque despiertos, vino el alma y agradeció con palabras muy ponderativas a Catalina Montañez el beneficio que le habían hecho en mandar decir las misas, porque esperaba en el Señor que por ellas se había de ir a gozarle. Y, prosiguiendo en la conversación como solían, dijo la difunta a su cuñada que no se espantase de lo que la importunaba por sufragios, porque padecía mucho y que si quería le mostraría el estado de dolor y pena en que se hallaba su alma. Esto la amonestó tres veces y a la tercera se lo otorgó Catalina Montañez, con tal que no diese voces ni hiciese ruido, de manera que espantase a su marido ni a la gente de su casa, y la difunta se lo aseguró y con esto, cubriendo la mujer el rostro de don Miguel, se sentó sobre la cama y vio a los pies de ella a doña María su cuñada, en un globo de vivas llamas, hincada de rodillas y con grandísima aflicción, y a

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su lado un ángel (que según le dijo ella) era el de su guarda, muy hermoso y resplandeciente, y un hombre venerable y anciano al otro lado, con la barba blanca y larga y una vestidura rica y muy honesta que llegaba hasta los pies. Y luego desapareció esta visión y volvió la difunta a hablar a su cuñada y la dijo que si no había visto aquello y considerado las penas en que estaba. Y, sin preguntarle ella quién era aquel viejo venerable que allí había aparecido, la dijo que bien creía y tenían entendido su gran tormento, pero que se afligía mucho porque ni su marido ni nadie de sus parientes, a quienes lo refería y contaba, lo querían creer. Y así esto replicó la difunta diciendo que no la diese pena, porque ella la dejaría una señal que fuese patente a todos para que la diesen crédito y con esto desapareció. El día siguiente que fue el lunes, estando la dicha Catalina Montañez en su estrado, sola sin su marido (que se había ida aquel día a la ciudad de los Ángeles) y junto a ella dos indios y dos indias que la servían y acompañaban, entre las ocho y nueve de la noche se oyó en el aposento donde dormía un ruido muy estruendoso y muchos golpes y estrépito de una de las puertas de él; las cuales, estando abiertas de par en par, se cerró la una de golpe con grande furia y con la mesma se volvió a abrir y quedarse como de antes estaba, de lo cual todos los presentes concibieron gran temor pensando o que era temblor de tierra o alguna persona que estaba en el dichoso aposento y causaba aquel ruido tan extraordinario y espantoso. Todos se levantaron al instante y, por mandado de su ama, una de las indias, llamada Isabel Juchil, tomó una vela encendida que allí estaba y entró en el aposento y, preguntándola su señora si había alguna persona dentro, respondió que no, con lo cual, saliendo ella del estrado se fue hacia la puerta diciendo que no sin misterio se había abierto y cerrado, y asiendo de ella con las manos la sintió caliente, con un modo de calor que no quemaba, sino que se mostraba. De adonde infiero que había sido la difunta la que había hecho y causado aquel ruido y venía a dejar la señal que había dicho la noche antecedente. Y, teniendo ella la puerta ladeada y entreabierta, la india Isabel, que estaba en el aposento con la luz, reparó que había en la misma puerta a la parte de adentro una señal como fuego y se lo dijo a su ama, la cual, llegando con todos los indios e indias a verla, hallaron una mano de persona humana con la palma

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y cinco dedos estampada en la tabla y, tentándola ella y los demás, la hallaron muy caliente y encendida. Como conoció lo que era, Catalina Montañez, por no atemorizar más a su gente, les dijo que no era aquello nada y les hizo salir a la sala y que se acostasen y ella se entró en su aposento a recogerse. Otro día, martes, hizo llamar a Francisco de Escobar, cuñado de don Miguel, su marido, y a doña Ana López, hermana de la difunta, y les dijo que viesen aquella señal sin manifestarles ni descubrirles lo que había pasado. Y ellos lo echaron en burla diciendo que quizá don Miguel por espantarla había puesto allí aquella señal con algún hierro encendido. Pero, viniendo el marido el día siguiente y viendo la maravilla, quedó espantado y en gran manera atemorizado y confuso, y luego por la noche volvió la difunta a la hora acostumbrada a hablar con Catalina Montañez y la dijo que por qué no había llamado al beneficiado del pueblo y mostrándole aquella señal que había dejado en la puerta, y que les llamase a todos, porque aquella era la voluntad de Dios y para eso había dejado allí la señal tan clara y patente. Hízose todo como la difunta dijo y prosiguiose con las misas comenzadas mediante las cuales, y otros sufragios que se aplicaron por ella, fue nuestro Señor servido de dispensar a aquella alma y llevarla a gozar de su soberano reino.21

21  Fuentes: Lieja Alphabetum, 613, 652; Gobio Scala, f. 620; thema: “Filippo da Ferrara, Liber de introductione loquendi [ed. S. Vecchio, 1998], 291; Gerardus de Fracheto, Vitae fratrum... [ed. Reichert, 1897], V, 4, XI, p. 27374”. Registros: Tubach Index: “3213. Mass, dead appear for”; Thompson Motif-index: “V42. Masses release souls from hell (purgatory)”; Espinosa Cuentos, 192-197.

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45. [Manos estampadas II]22 En correspondencia con esta [la mano del ejemplo anterior] se ve otra mano a la entrada de esta capilla, cuya historia también se da la mano con la que hemos referido y así habremos de contarla, para que de mano en mano vaya la devoción más fervorosa y se comunique a todos la de las ánimas santas que tan sin mano están para valerse y tanto necesitan de la nuestra para salir de aquel lago. Había pues en la Puebla de los Ángeles, el año de 1627, una señora de buena vida cuyo nombre por justas causas se calla, humilde, sencilla y virtuosa, frecuentadora de sacramentos y que trataba muy de veras de su aprovechamiento espiritual con otros religiosos. Estando esta mujer una vez descuidada en su aposento, oyó una voz que, nombrándola por su nombre, la llamaba desde una sala. Aunque se sobresaltó algo con esta voz, no hizo mucho caso de ella y la voz repitió tres veces el llamarla. A la tercera, alentándose, la mujer salió a la sala con una luz encendida porque era ya muy noche, mas no vio a nadie en la pieza, y, preguntando que quién llamaba, la respondió la voz: “Yo soy fulana (nombrando a una amiga suya ya difunta), que ha diez años que estoy en el purgatorio por no haber mis herederos y albaceas acudídome con sufragios y Dios me ha dado licencia para que venga a pedirte me encomiendes a su majestad; hazlo así porque es mucho lo que padezco”. Hízolo la buena mujer como el alma se lo encargaba, mandándola decir dieciséis misas y ganándola muchas indulgencias. Y otra noche oyó la misma voz y a la difunta que la agradecía lo que había hecho por ella, rogándola de nuevo lo continuase y pidiera a otras personas hiciesen lo mismo, y en especial a los frailes y monjas carmelitas descalzos de aquella ciudad, porque podían mucho con Dios sus oraciones y eran gente piadosa y compasiva. Preguntó la mujer que cómo la creerían, que si la diese alguna señal que la apoyase ella lo encargaría como se lo mandaba. Díjola entonces el alma que sí haría y fuese sin hablarla más. Otra noche se le apareció y la dijo: “Yo soy, no temas, que como temiste anoche me fui luego por no causarte algún daño; lo que te ruego es que cuando me vaya 22  Madre de Dios Tesoro 1986, II, XIII, 5-6.

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no me mires por que no te hagan asombro las penas que padezco”. Habiendo pues pasado estos coloquios entre las dos, y teniendo ya de alguna manera templado el sobresalto que la causaba al principio, vio esta piadosa mujer una noche, cuando ya estaba recogida, que quitaban un candelero que con su vela encendida tenía encima de una cajita de costura encima del estrado, sin ver quién lo hacía ni menos que nadie abriese la cajita que ella tenía cerrada, y, estando mirando aquesto, vio que de dicha cajuela salía un plumar de humo espeso que causaba mal olor y no se atrevió a abrirla por ser algo medrosa. A la mañana la abrió y vio estampada en la tapa una mano de mujer, por la parte que caía hacia adentro, y estaba tan señalada y honda como si con una mano de hierro ardiendo la hubieran esculpido; y luego entendió que era aquella la señal que el alma la había prometido dar para que la creyesen. La cual volvió a hablarla otra noche y la preguntó si había visto lo que estaba en aquella cajita y, respondiendo que sí, la declaró lo mucho que se padecía en el purgatorio y cuánto agradaban a nuestro Señor lo que rogaban a su majestad por las afligidas almas que están en aquellas penas y la encargó de nuevo la encomendase a Dios y pidiese lo mismo a los padres y madres carmelitas, certificándola otra vez que alcanzaban mucho de Dios sus oraciones. Díjola también que manifestase esta señal para edificación y provecho de los prójimos y para que se aumentase la devoción con las ánimas del purgatorio y ofreciesen por ella oraciones y sufragios y que la cajuela se la entregase a los padres carmelitas porque ellos la guardarían con veneración. Significó esta mujer al alma en una de las veces que la habló si gustaría de que diese parte a sus hermanos, que estaban vivos algunos en la ciudad, porque por ser sacerdotes la darían misas y ayudarían con mucho gusto para salir de sus penas. Respondió a esto la difunta: “Fulana, tú no puedes entender ni penetrar los juicios ocultísimos de Dios. No digas nada a mis hermanos porque no traigo licencia para eso, sino solo para que se lo digas a estos religiosos y para que ellos me encomienden al Señor; y con eso saldré del purgatorio”. Preguntó también esta virtuosa mujer al alma que la hablaba, en una ocasión, cuál había sido la causa de haber ido al purgatorio y haber estado en él detenida tanto tiempo, padeciendo tormentos terribles. Y respondió que la poca sujeción

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que había tenido a su marido y la dijo que no la preguntase más ni manifestase su nombre a persona alguna. Declaró dicha mujer, en las informaciones que se hicieron, que era tan grande el espanto que la causaba cuando llegaba el alma junto a ella para hablarla, que llegó a estar oleada23 por esta causa. Últimamente, habiendo esta persona comunicado con su confesor en nuestro convento lo que la había pasado y él dícholo al padre fray Domingo de la Madre de Dios, que era el prelado entonces, se aplicaron por dicha alma muchos sufragios, penalidades y merecimientos, y el último día de la Pascua de resurrección, estando esta señora en su aposento retirada, se la apareció el alma muy hermosa y resplandeciente en la figura de un bellísimo cristal prolongado con un manto blanco, esparcidos los cabellos por los hombros, muy risueña y contenta, ya gloriosa, despidiendo rayos de claridad y sin hablarla palabra, haciéndola una grande inclinación con la cabeza en señal de agradecimiento, desapareció volando por lo alto del aposento y se fue a gozar de Dios.24

23  “Dar a algún enfermo el Sacramento de la Extrema unción, unjiéndole con el Santo Oleo en los órganos de los sentídos. Latín. Oleo sancto ungere. YEP. Vid. de S. Ter. lib. 4. cap. 5. No se viendo en ella alguna mejoría, le mandaron dar los Sacramentos, y Olear. COLM. Hist. Segob. cap. 48. §. 9. Advirtiendo la prisa con que le habían Oleado, con lágrymas, y sollozos de sus criados” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Olear”). 24  Véanse referencias del Ejemplo n.º 44.

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46. [El hijo desobediente]25 En el reino de Francia, por la parte que confina con Saboya, hubo un mancebo más esclarecido en la sangre que en las costumbres, de conocida nobleza y, por eso, de perdición más conocida. Era del hábito de cierta orden militar y servíale la cruz que traía al pecho de un sambenito26 a sus depravadas costumbres. Era, en fin, hijo sin padre y con una madre viuda, cuyas pocas fuerzas a reprimirlo servían de que más atrevido atropellase sus respetos. ¡Ah, hijos de viudas, Dios hay, Dios hay, y que tiene brazo muy poderoso! Este, pues, solía salirse a cazar al campo y volvía a su casa a la media noche. La madre, que temía a Dios y atendía a su honra (que no sé si la atiende quien permite que se esté abriendo su casa a todas horas de la noche), sentía pesadamente estas venidas tan tarde de su hijo, y por eso le había mandado que volviese temprano. Él no hacía caso y ella (¡oh, buena madre!), no quedándose solo en palabras, le amenazó que si otra vez volvía a media noche no había de cenar. Él no debió de creer la amenaza: fuese a cazar, volvió como solía (a media noche), pero halló cerrados todos los cuartos, recogidos todos, sin que ninguno pareciese de los criados. Da gritos, da golpes, nadie responde; porque los criados todos callaban, obedientes al mandato de su señora. Aquí fue la cólera, aquí la furia; desahogando aquel en formidables votos, maldiciones y juramentos, llamó repetidas veces a los diablos, pero a todo nadie se movía. Un hermano suyo y otro criado que venían con él lo procuraron templar: buscaron fuera, cenaron lo que hallaron y recogiéronse 25  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 29. 26  Con ironía: “La insignia de la santa Inquisición, que ponen sobre el pecho, y espaldas de el penitente reconciliado, à modo de capotillo amarillo con Cruz roxa en forma de aspa. Dixose Sambenito de Saco bendito, abreviado con alguna variación el nombre; y parece viene, de que en la primitiva Iglésia los que hacian penitencias públicas se vestían de unos sacos, ò cilicios, y estos los bendecia el Obispo, ò el Sacerdote, y con ellos estaban à las puertas de las Iglésias, hasta haber cumplido su penitencia, y ser absueltos de sus culpas, y admitidos con los demás Fieles al Gremio de la Iglésia; y de esto ha quedado, que la santa Inquisición eche estos sacos à los penitentes. Lat. Sagum infame, quô notantur qui à Fide defecerunt” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Sambenito”).

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juntos a dormir todos tres en una cama, porque no hallaron otra; hasta que, algo sosegados de aquella cólera, diéronse al sueño. Pero a poco rato, con un terrible golpe, vuelven y hállanse delante un negro, feo, formidable gigante, que traía consigo cuatro perros fierísimos. Quedaron yertos al horror, y cuando así cada uno esperaba su desventura, llegándose el agigantado demonio a la cama, los miró muy despacio, y, cogiendo luego por los pies a aquel desventurado, arrastrándolo sin poder resistir, lo puso sobre una mesa tendido, y, sacando luego un alfanje, fue dividiendo en trozos el cuerpo y arrojando a aquellos perros que, muy ansiosos, engullían. Acabó de una vez, y, cuando el otro pobre hermano temblando esperaba lo mismo, vuelto a él aquel demonio, “agradece —le dijo— que no traía de Dios más licencia”, y con esto desapareció. Quedaron los dos, ¡oh, cuáles!, pero, volviendo en sí, buscan a su compañero, no parece, ni pareció jamás su cuerpo; desengaño, que bastó para que el otro hermano se fuese a la cartuja, donde vivió, y murió santamente.27

27  Fuente: thema: “Roberto Caracciolo, Quaresimale in volgare, 33”. Registro: Thompson Motif-index: “Q325. Disobedience punished”.

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47. [El joven disoluto]28 Había en esta ciudad un hombre grave, rico, mozo y muy bien visto a quien las ocasiones y el dinero hicieron mucho daño. Había entrado con otros compañeros desde los primeros años de su juventud por el camino ancho del deleite y andaban en gavilla, perdidos y viciosos. Queríanle mucho sus padres, no le corregían y así rodaba el dinero y triunfaba el apetito. Gastaban sus días —como dice Job— al son de sus deleites y al gusto de sus paladares,29 y en especial en torpes tratos y deshonestos, a que eran tan dados que ni había floresta que no pisase su lujuria ni lasciva rosa que no coronase sus cabezas. De noche, espadachines, de día, paseantes y deshollinadores de ventanas, gente de humor y de malditas costumbres, como también de maldicientes lenguas. Sucedió un día que este caballero, no sin dirección divina, vino contra su costumbre a nuestro convento del Carmen en ocasión que un religioso estaba diciendo misa. Diole devoción de oírla y mientras lo estaba haciendo se le representó el alma del religioso con una grande hermosura y la suya tan sucia y asquerosa que le era gran tormento. Veía en la modestia y devoción de aquel padre figurada la de un ángel y era tanto el resplandor y la pureza que se le proponía que encendieron en su alma un gran deseo de salir de sus culpas y pecados. Estaba ya tan enlodado en ellos y eran todos tan horribles que quedó sojuzgado el buen deseo de la costumbre arraigada y se volvió a su casa y a sus vicios tirado del deleite. El ángel de la guarda, que se aprovecha de todo, volvió a representarle muchas veces la pureza de aquella alma y entre sueños le estaba convidando con aquella candidez, aunque el demonio hacía se retardase en procurar su remedio. Había ya muchos años que no se confesaba y eran sus culpas de la peor especie, y así, despedazando su corazón, peleaban en él afectos varios. Venció en fin el buen deseo de imitar a aquel santo religioso, con que, movido de su buen ejemplo, le vino a buscar un día y le contó la lucha de su alma, después que le mostró Dios la pureza de la suya. Rogole le confesase y, aunque tuvo bien que hacer, lo hizo 28  Madre de Dios Tesoro 1986, II, XVI, 3. 29  “Sus hijos iban y celebraban un banquete en la casa de cada uno, en su día, y mandaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos” (Job 1:4).

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con mucho gusto el religioso, con que salió de culpa aquel perdido a fuerza de un ejemplo. Díjole entre otras cosas el confesor, ponderando sus pecados, que si no se enmendaba de ellos moriría dentro de poco una muerte desastrada y le fue señalando las circunstancias de ella, como si con espíritu profético la estuviera mirando. Hizo grandes promesas de enmendarse el lloroso penitente, mas, como la fuerza de una costumbre arraigada es tan violenta, aunque luchó algún tiempo contra ella, al cabo volvió a rendirle y, estando en una ocasión entre lo más gustoso de sus torpezas, se le arrancó la miserable alma y la entregó en manos del demonio del mismo modo y maneras que el confesor había dicho. Tuvo esta muerte tan terribles circunstancias y fue en todo tan horrenda que porque no se conozca la persona las omito contentándome con sacar de todo el caso cuánta fuerza tiene para mover corazones la modestia y buena vida, ya que sea tan terrible es una costumbre arraigada para condenar a un hombre.30

30  Registros: Tubach Index: “1475. Death‑omens and predictions”; Goldberg Motif-index: “M341. Death prophesied”.

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48. [Crucifijo parlante]31 De infinitas conversiones pudiera dar noticia en almas muy perdidas y rematadas, pero por no cansar las dejaré; solo diré dos o tres para prueba de mi asunto, por ver que en ellas califica el cielo la doctrina de esta casa y testifica que es muy provechosa para curar las almas y acrisolar las conciencias, aunque se hallen muy perdidas y enfermas. Harto lo estaba la de un pobre mozo el año de 1636 a quien sucedió este caso, que, para que se vea la grande bondad de Cristo, quiero poner el primero y le pondré con las palabras mismas que le escribió el religioso que le confesó y es hombre de gran virtud y digno de todo crédito: Estando yo —dice él— por conventual en la Puebla de los Ángeles, bajé un día de cuaresma a confesar seglares y, estándolo haciendo a uno, noté que entre la gente que para confesarse me aguardaba estaba un mozo algo inquieto y receloso de llegar a decir sus pecados; porque unas veces se asomaba a la pieza donde yo estaba y me miraba con gran cuidado y otras se retiraba y procuraba que no le viese. Sospechando lo que era, acabé la confesión que había empezado, y, rogando a los penitentes que se esperasen y sentándole cabe mí,32 pregúntele que qué tenía y a qué había venido a aquel puesto. “Porque si es —le dije— para confesar sus pecados y se avergüenza de decirlos, no tenga pena ni vergüenza, que yo no me espanto de flaquezas y desdichas humanas”; porque soy hombre flaco como él y mayor pecador que todos. “Hínquese de rodillas y dígame, lo primero de todo, lo que le tiene tan inquieto y da tanta pena como yo descubro en su rostro”. “Padre, vengo confuso y temeroso —respondió— porque me ha sucedido con la imagen de un crucufijo lo que agora referiré. Prendiéronme los días pasados y echáronme en la cárcel por un delito grave que me imputaron sin culpa mía. Yo, sentido del caso y de que nuestro Señor Jesucristo no volviese por mi inocencia y descubriese los autores de aquel delito, indigneme tanto con él que, hallándome solo en un aposento donde estaba la imagen de un crucifijo cubierta con un velo, hablé con ella 31  Madre de Dios Tesoro 1986, II, XVI, 4-5. 32  “prep. Junto, cerca, immediato. Tambien solía decirse antiguamente Cabo. Latín. Prope. Juxta. Secundum. COMEND. sob. las 300. fol. 8. Vió cabe si una doncella mas hermosa que todas las criaturas humanas. MEND. Guerr. de Gran. lib. 2. num. 9. Comunicaba sus consejos consigo mismo, y algunos con las personas que tenía cabe si, pláticas en la guerra. GUEV. Epist. a Don Alonso de Fonseca, pl. 212. Los pocos Christianos que escaparon de España, fuéronse retirando hácia las montañas de Oña cabe la peña horadada” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Cabe”).

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y llevado de enojo y rabia le dije: ‘Señor, pues no volvéis por mí y me dejáis padecer sin culpa, sin duda alguna no sois mi Dios vos, sino el diablo debe serlo’. Apenas pronuncié estas palabras cuando, sin saber quién ni cómo, me derribaron en el suelo redondo, con una terrible bofetada que dieron en mi rostro, privándome con el golpe de los sentidos. De esta manera estuve gran rato tendido en tierra como muerto. Vuelto en mi acuerdo33 y reparando en mi blasfemia, pedí perdón a Dios de mi culpa; mas de allí a pocos días, cargándome de nuevo la aflicción y congoja de verme allí encerrado y acusado sin culpa, repetí la misma blasfemia y con mucha rabia y enojo le tiré al crucifijo un vaso que tenía en las manos. El cual, como si estuviera con vida, destiló de la herida y arrojó de sí mucha sangre, con cuya vista yo quedé tan turbado, tan confuso y lleno de miedo que no podía hablar ni acertaba a dar paso. Compungime y pedí perdón de mi culpa y socorro y ayuda para salir de tales aprietos y de la cárcel en que estaba siendo inocente. Oyó mis oraciones el benignísimo Jesús y, cuando debiera echarme al infierno por mis desacatos pasados, descubriendo mi inocencia a los jueces me dio por libre. Antes de salir de la cárcel estaba yo pensando cómo había de confesarme de tan graves pecados y desacatos como allí había hecho contra la imagen del Señor, y estando en esto corriose el velo con que estaba cubierta la santa imagen y empezó a correr por todo el cuerpo sangre muy copiosamente y díjome con palabras muy amorosas: ‘Quien derramó su sangre por ti ¿no te perdonará? Anda y confiésate’. Y movido de su majestad vengo a este santo convento pareciéndome que en él hallan remedio los pecadores, aunque por ser mis culpas tan enormes venía confuso y temeroso a los pies de vuestra reverencia, a los cuales puesto pido a Dios perdón y a vuestra reverencia penitencia”. A tanto como esto se extiende la clemencia divina con quien ofendiéndole a cada paso se hace indigno de ella y con tales milagros nos descubre, por una parte, el respeto que debemos tener a las imágenes sagradas y, por otra, el deseo que tiene de nuestra salvación quien menea los labios mudos de una figura muerta, para darnos con sus palabras aliento y vida, enviándonos a sus ministros los confesores para que nos ayuden como se hace en esta casa de la Puebla con todos los pecadores.

Hasta aquí es del confesor cuyo nombre por justas causas callo, asegurando que es persona tal que merece todo crédito.34 33  “Vale tambien lo mismo que recordar, ò recobrar el uso y exercicio de los sentidos, de que por algun accidente estuvo alguno privádo, ò suspenso. Es voz antiquada. Lat. In se reverti. CHRON. GEN. part. 3. cap. 21. Cayó por muerto en tierra, y cuidaron que era yà passado de esta vida, y estuvo assi una gran pieza, y despues que acordó, dixo, &c.” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Acordar”). 34  Registro: Thompson Motif-index: “V126. Image of saint speaks”.

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49. [Viejo pecador]35 En un pueblo distante algunas leguas de la Puebla de los Ángeles, vivía un hombre anciano, de casi ochenta años, tan cargado de achaques como de vejez y tanto de pecados como de todo. Había este, cuando mancebo, metido el pie en la cadena de la culpa para hacerse, queriendo, esclavo de su apetito; y se rindió tanto a él como si fuera bruto. Viose desenfrenado a todos los deleites y apenas hubo torpeza adonde no se enlodase, teniéndose por dichoso cuando era más miserable y estando más infeliz entre lo que él juzgaba por su gloria. Como lo abominable de la culpa trae siempre en su compañía vergüenza, fue tanta la que cobró de confesar sus pecados este hombre que por más de sesenta años hizo confesiones sacrílegas, porque al irse a confesar le anudaba el demonio la garganta para que no dijese con llaneza lo que hacía sin temor. El abrojo de la conciencia le traía herida el alma, no hallaba en la medicina sino mayor encono y así, en una vital muerte, pasaba su infeliz vida esperando que el infierno castigase su maldad. ¡Oh, qué duro rebenque36 es la conciencia para quien sigue el pecado, y qué ronchas levanta en las espaldas del mísero galeote que, remando en el banco de la culpa, está en la argolla de su voluntad aherrojado con la cadena de su costumbre! Así vivía este viejo y así moría sin que los toques de Dios ni las palabras de los predicadores acabasen de romper aquella soga que le tenía atado; hasta que, compadecida de su miseria, tomó la mano para reducirle la Virgen sacratísima del Carmen. Era este perdido hombre, aunque perdido, una de aquellas ovejas que marcadas con la marca de su santo escapulario se juzgan por de su aprisco,37 y por que el lobo infernal no la llevase, usó con 35  Madre de Dios Tesoro 1986, II, XVI, 6. 36  “Un género de látigo, hecho de cuero o de cáñamo, de dos varas de largo, poco más o menos, y embreado, al qual se le pone su mango, y sirve para el castígo de los galeotes quando están en la faena. Covarr. quiere se dixesse esta voz quasi Remenque, por ser para los remeros. Latín. Portisculus, i. Scutica remigum” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Rebenque”). 37  “El cercádo, la estáncia, ò redíl donde los Pastóres recogen y ponen al abrígo de los vientos su ganádo. Lat. Caula. Ovile. CALIXT. Y MELIB. fol. 135. Los Pastóres que en este tiempo trahen las ovéjas à estos apriscos à oto. CERV. Quix. tom. 1. cap. 50. A lo menos estareis mas segúra en vuestro aprisco” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Aprisco”).

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ella la Virgen de singular providencia. Estando un día en su casa tan descuidado como poco merecedor de tal favor, vio una visión soberana en la cual se le apareció nuestra Señora del Carmen, cercada de resplandores y que traía en su compañía un religioso descalzo de la misma orden, además de otros muchos cortesanos del cielo, que como a reina suya la venían acompañando. Díjole nuestra Señora con un rostro entre severo y apacible: Hombre miserable, ¿por qué no adviertes a tu perdición?, ¿por qué no miras el peligro de tu alma y te confiesas enteramente de tus culpas y pecados? Anda, vete al convento de mis hijos los carmelitas descalzos de la Puebla de los Ángeles y pide allí un confesor, porque con su doctrina hallarás remedio y te serán sus palabras espiritual medicina.

Desapareció con esto la celestial visita dejando a aquel pecador tan compungido como enamorado y, poniéndose en camino para la Puebla, se confesó en nuestra casa con grande arrepentimiento y se puso su alma en camino de la salud.38

38  Registro: Thompson Motif-index: Cf. “V251. Virgin Mary prevents (retards) death so as to save sinner’s soul. Permits time for repentance and absolution”.

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50. [El avaro]39 Había pues en la Puebla de los Ángeles un hombre de estos que de baja fortuna llegaron a mayores puestos, rico en gran manera y sobremanera miserable. Era de los que el demonio lleva por el más mal camino del mundo haciéndoles abstinentes de la necesidad y ayudadores de la miseria. Su ordinario comer era un perpetuo ayuno: unas tortillas, vaca las pascuas y, cuando convite espléndido y día de bodas, un poco de carnero mal guisado y de peor gana comido. Si veía un garbanzo en el suelo, allí eran las voces, allí los palos a los pobres criados y mujer. Pedirle un real para el gasto ordinario de su casa era sacarle un diente, y con todas las arcas llenas de dinero, los almacenes de ropa, las tiendas de mercancía. Dijo muy bien un docto de estos tales que son como el animal inmundo que cuando vive todo es gruñir y cuando muere alegra a todos, porque todo él es de provecho.40 Lo peor era que, en llegando algún pobre a pedirle limosna, con menos piedad que el rico avariento, si no le echaba los perros —que no tenía por no darles de comer—, le salía a recibir con tan ásperas palabras y duras amenazas que no le descalabrara más con los palos ni le mordiera más con los perros. Era de suerte que no asomaba pobre por su puerta porque, como dicen, le tenía echada calza, y huían de él más que de su pobreza, señal cierta de precito.41 Hombre rico y que no da limosna, grandes premisas tiene de su condenación. Libró Dios la salvación de los ricos en la limosna,42 pero este miserable era tan duro de entrañas como cerrado de pu39  Madre de Dios Tesoro 1986, II, XVII, 4-6. 40  Hay refranes que incluyen una parte del sintagma: “Todo el mundo está de acuerdo con la matanza del cerdo”. Este refrán se ha recogido, por ejemplo, en la localidad de Santibáñez de la Sierra, España: . 41  “Condenado a las penas del infierno. Algunos dicen Prescíto. Latín. Reprobus, a, um” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Precito”). 42  El historiador carmelita se hace aquí eco de las ideas de Domingo de Soto, quien, en el debate respecto al problema de la mendicidad que hacia el siglo xvi se convertía en un problema de las ciudades españolas, proponía la aceptación voluntaria de la pobreza, la libertad para ejercer la mendicidad y el uso de la caridad como paliativo” (véase Cruz [Discourses, passim]).

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ños; todo su deseo era dejar ricos a sus hijos, aunque fuese a costa de la salvación de su alma. Hombre de malditos tratos, mohatrero,43 usurero, ladrón en poblado y salteador en la ciudad. Quejábanse los acreedores de sus agravios a la justicia, mas él estaba tan agavillado y apandillado con los jueces y ministros de la injusticia que de ordinario salían a favor suyo las sentencias y en contra de los pobres acreedores. Triunfaba de esta suerte la malicia de la verdad y el poder de la inocencia. Como era tan conocido por estos tratos, algunos religiosos nuestros, siervos de Dios, procuraron reducirle y nuestros predicadores darle a entender el daño de su alma; mas él, sin hacer caso de los consejos santos que le daban, proseguía en el camino de su perdición. Cuando Dios, que todo lo ve, aun lo más secreto de los corazones, para justificar su causa y reducir aquel perdido, le dio una enfermedad que, agravándose poco a poco, era como apretar las cuerdas al delincuente que está en el potro para que confesase. No había cosa de que él cuidase menos que de hacer esto, pero los domésticos, viendo que se le agravaba la enfermedad, movidos de piedad y solicitados del peligro, enviaron al Carmen a llamar a cierto padre espiritual y docto para que en aquel aprieto le ayudase. Cuando él vio frailes del Carmen en su casa y que él no los había llamado, supeditándole a la lengua la pasión o la codicia, o, por mejor decir, el poco afecto a nuestros religiosos porque habían pretendido reducir su alma, se dejó decir a grandes voces algunas razones desacertadas y, entre otras, desbaratadamente44 les dijo: “Váyanse de aquí, padres, ¿qué quieres en casa de un pobre? Yo no tengo hacienda que dejarles”. “Señor —respondió el padre—, que no venimos por cierto codiciosos de vuestra hacienda, sino cuidadosos de vuestra salvación. Mirad lo que hacéis, disponed de 43  Eduardo Báez, editor del Tesoro, anota: “Sic, por matrero”. En realidad, la palabra mohatrero existe, por supuesto, y su significado tiene sin duda más sentido aquí: ‘el que hace mohatras’; y por mohatra: “1. Venta fingida o simulada que se hace cuando se vende teniendo prevenido quien compre aquello mismo a menos precio, o cuando se da a precio muy alto para volverlo a comprar a precio ínfimo, o cuando se da o presta a precio exorbitante. 2. Fraude, engaño” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Mohatra”). 44  “Sin orden ni concierto. Latín. Praeposterè. Dissipatè. Disturbatè. AMBR. MOR. lib. 6. cap. 23. Comenzaron a huir desbaratadamente” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Desbaratadamente”).

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vuestra alma, porque los médicos dicen que os morís sin remedio”. “Ahora, padres, yo no me siento tan malo —respondió—, vayan con dios que yo llamaré a su tiempo, pues yo sé lo que me importa y no soy criatura”. Fuéronse los religiosos, por no serle molestos, y él atronó la casa a voces porque los habían llamado, y ya con el encendimiento de la cólera, o ya con los accidentes de la enfermedad, lleno de congojas de la muerte y acosado de los estímulos de su conciencia, pareciéndole que si restituía lo que debía habían de quedar sus hijos por puertas; determinó irse al infierno antes que dejarlos pobres y con esta obstinación murió sin sacramentos, siendo la muerte igual a su desdichada vida. Hubo grandes lutos, grande acompañamiento; los hijos llorosos, aunque consolados con la nueva herencia, entiérranle en cierta iglesia, dejando en honorífica sepultura el cuerpo cuya alma lo estaba ya en la de los infiernos. Diéronse los pésames, renováronse los llantos y fuéronse todas a descansar. El sacristán de aquella iglesia, que vivía en un aposentillo que tenía una ventana a la mesma iglesia, estando durmiendo le despertaron unas horrendas voces, un ruido de cadenas extraño y unos gemidos dolorosísimos, más de lo que se puede encarecer. Levántase, abre la ventanilla y ve quitada la losa de la sepultura y a nuestro difunto paseándose con todo aquel ruido por la iglesia, con tan graves pasos que donde ponía un pie parece se dejaban caer cien quintales de plomo. Quedó medio muerto de espanto el sacristán, pero volviendo en sí vio que después de algunos paseos a este tono se volvía el difunto a la sepultura, cerrábase la losa y todo quedaba como si tal no hubiese sucedido. Sucediole esto mismo otras veces tres noches arreo45 y, viendo que proseguía el difunto con sus paseos, se determinó dar parte a un hijo de tal difunto. Llevole a su casa y a la hora señalada vio lo mismo [que] queda referido. Deseando pues poner remedio en aquella pública afrenta de su padre, llega una noche en un caballo a la puerta de la iglesia, déjale allí y entra en la casa del sacristán y viendo lo mismo que otros días, ya que el difunto 45  “Sucesivamente, sin interrupción” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Arreo”).

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se había vuelto a la sepultura, baja con el sacristán a la iglesia, llegan ambos, quitan la losa, desentierran el cuerpo y, puesto el hijo a caballo, pónele en el arzón delantero y parte con él a echarle en una profundísima barranca. Fue tanta la multitud de perros que le acosaron al tiempo que pasó por las calles hasta bien lejos de la ciudad que apenas podía con la espada y voces defenderse de ellos. Salió en fin de esta fatiga e iba caminando con la infernal carga con el miedo que se puede creer. La noche era obscura, los torbellinos furiosos, los relámpagos continuos, temerosos los truenos, causas todas para morirse allí de miedo el más alentado si no le fuera de la divina gracia para el efecto que contaré agora. Vio pues, con un terrible relámpago, que el difunto que iba echado y atravesado delante de él se iba levantando poco a poco, hasta sentarse en el cuello del caballo. Estando en esta forma alzó la mano y mirando al hijo con unos ojos de un demonio le dijo: “¡Tomad!”, dale una bofetada que por poco diera con él en el suelo, “tomad, mal hijo, que por dejaros yo rico estoy ardiendo en los infiernos”. Dicho esto, se tornó a caer como antes sobre el cuello del caballo. Ruego yo a los lectores consideren a este pobre mozo en tal aprieto, la noche obscura y cerrada, los vientos encontrados silbando temerosamente por las ramas y hojas de aquel bosque, los truenos que parecían desquiciarse esos eternos orbes y venir de Romania al suelo; los relámpagos como víboras de fuego que veloces discurrían entre las obscuras montañas de nubes y espesas selvas de agua, un muerto no menos que su padre puesto delante con horrible figura, un condenado a vista de los ojos solo en aquel tenebroso monte, causas fueran todas estas para caer allí sin alma. Ayudole nuestro Señor, que quería corregirle por este medio, y después de haber estado un rato pensativo, con el dolor del golpe y de la condenación de su padre, pasa adelante y, arrojándole en la mayor profundidad de aquellos arcabucos y quebradas, se volvió atónito y pasmado, pidiendo a Dios misericordia y tiempo de enmienda. Llega a la ciudad ya que amanecía y antes de entrar en su casa se fue a la nuestra y, queriendo lograr mejor que su padre los consejos y doctrina de los carmelitas, para no venir a parar en lo que él paró, llama a un padre grave y docto y confiésase con él generalmente,

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mostrando de allí adelante en la mudanza de la vida lo que puede un desengaño de la otra.46

46  Fuentes: Andrade Itinerario, 242-243; Fiol Razones, 111-112. Registros: Tubach Index: “5027. Usurer and son in hell, curse each other; cf. 1254. Corpse dragged from grave. A rich man’s body is dragged from the grave by demons and flung into a grave in unblessed ground”. Danièle Dehouve anota sobre este ejemplo lo siguiente: “Este exemplum es referido paralelamente en dos tradiciones. Una proviene de las Vidas de los padres (VP), retomada por Herolt (Discipulo de tempore, 23), Jacques de Lausanne (Jac. Laos) y después el MSE. Es la versión estudiada por Hauréau (1891). La otra tradición pasa por Antonino de Florencia, Bellarmino, Andrade y Fiol” (Dehouve Relatos, 311-313). Nuestro ejemplo está más cerca de la segunda tradición; en cambio, las realizaciones en náhuatl que presenta Dehouve pertenecerían a la primera.

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51. [Pacto diabólico I]47 Predicaba en dicha ciudad de México un religioso nuestro (que por vivir no se nombra) con gran fama de doctrina y era tan grande el fruto de sus sermones que arrastraba la ciudad tras sí y a los más obstinados pedernales llevaba a Dios. Hacíanse notables conversiones, reducíanse muchas almas porque parece escogió nuestro Señor a este padre para hacer provecho a muchos. Yendo un día a predicar al convento de nuestras religiosas, se llegó a él un hombre de buen porte que le estaba esperando en medio del camino y, como si la acción fuera de otra calidad, le pidió que le hiciese merced de convertir a un compañero suyo porque anda tan perdido —dijo— que en más de veinte años que andamos juntos nunca le he visto hacer acción de cristiano, sino vivir en todo como si fuera ateísta y sin conocimiento y ley de Dios. Ni trae rosario, ni oye misa, ni entra en las iglesias, ni quita a las cruces e imágenes el sombrero, ni oye sermones, ni confiesa y está, padre, tan empedernido su corazón que, aunque más yo le he dicho y predicado, no hay medio de reducirle.

Díjole el padre que él predicaba el domingo siguiente en su convento, que procurase llevar allá a aquel hombre y esperase en el Señor, que él le daría palabras para ablandar su dureza. Despidiéronse con esto y, llegado el domingo, el buen amigo, más de fuerza que de grado, llevó a su compañero para que oyese al padre y, aunque por el gran concurso, no les costó poco entrar en la iglesia, en fin pudieron romper hasta detrás de la puerta, donde oyeron el sermón. Predicó el religioso como un apóstol y tales cosas dijo de la fealdad del pecado, de la clemencia divina, de la eficacia de los sacramentos y de la tirana opresión con que el demonio domina a los pecadores que con la gracia de Dios tocó el alma de aquel rematado y le penetró el corazón con sus palabras ardientes. Acabado el sermón, descabulléndose el hombre de los demás y de su compañero, se entró en el convento por la portería y pidió que le llamasen al padre predicador porque tenía que comunicarle un negocio importantísimo. Bajó el padre, aún sin limpiarse el sudor, 47  Madre de Dios Tesoro 1986, II, XVIII, 1-8.

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al gemido de aquella alma que, agobiada con la carga de sus pecados, arrojándose a los pies le dijo, vertiendo lágrimas, de este modo: —Padre, yo soy el hombre más rematado que jamás se vio en el mundo y, movido de las palabras de vuestra reverencia en este sermón que acaba de predicar, vengo a saber si habrá remedio para mi alma en el estado tan infeliz que tiene. —Pues eso habéis de decir, hermano —le dijo el religioso—, ¿no sabéis que no hay estado mientras vive, en que no pueda el hombre volverse a Dios y que es lisonja a su bondad el pedirla remedio de nuestros males? Claro está que tenéis remedio, aunque sean vuestros pecados infinitos; antes mientras las culpas son mayores, está de parte de Dios más prevenido el remedio. No hiciera mucho si perdonara poco el que en misericordia es infinito y, cuanto es mayor la sombra de nuestras fealdades, tanto más hace salir lo hermoso de su clemencia. Mientras es la dolencia más sin cura, es más glorioso el curarla y una piedad sin medida no ha de cebarse en poco. Un abismo de culpas llama a voces un abismo de clemencia, y, aunque sean sin cuento nuestros males, es infinita la bondad de Dios. —Pues si es así, padre mío —dijo el hombre—, mucho campeará aquesa piedad divina perdonando mis pecados, pues ellos son tan graves y tan enormes que solo para ostentación de la bondad de Dios será bueno el referirlos como lo haré: Yo, habrá más de treinta años que no me confieso ni he entrado en iglesia alguna, si no es hoy para oír vuestra reverencia. Ni, aunque pase por donde están, se me permite poder ver las cruces ni el santísimo sacramento, ni cosa que me mueva a devoción porque el demonio, por permisión de Dios, me inmuta la vista para que no pueda ver cosa que pueda reducirme. La culpa de lo cual yo la tengo, porque habrá de saber vuestra reverencia que, siendo mozo y viviendo como tal, me aficioné a una mujer de porte, y fue la afición tan ciega y tan ardiente que me sacaba de mí. Ni dormía de noche ni sosegaba de día buscando trazas y modos para lograr mi deseo, hasta que, ardiendo un día en una concupiscencia infernal, me fui a una callejuela angosta que cae junto a San Francisco y, mirando muy bien que no pareciese nadie, llamé en mi ayuda al demonio. Aparecióseme luego en una figura horrible y yo, postrado en el suelo, le pedí que me amparase, prometiéndole mi alma y de ser suyo si me hacía alcanzar a la mujer por quien andaba perdido y me daba dineros en abundancia para cumplir mis deseos. Salió el demonio al partido y dijo que lo haría de ese modo, pero que antes

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de hacer nada le había de otorgar yo una cédula de entrega y había de renegar de Cristo y de su madre y renunciar el derecho que tenía a la bienaventuranza y a los santos sacramentos. Ciego yo con la pasión, prometí hacerlo y sacando la daga me herí en el brazo y en un papel que el demonio me puso luego en las manos escribí de esta manera: ‘Yo, fulano, prometo a Satanás de ser su esclavo perpetuo y le entrego mi alma por esta escritura renegando de Cristo, de su madre y de los santos del cielo, y además de esto me aparto de la participación de los sacramentos y del derecho que tengo a la sangre de Cristo y a la bienaventuranza de la gloria, porque me entregue a fulana y me dé medios como conseguirla y hacienda para gozarla. Fecha en México a tantos de tal mes y de tal año’. Y luego puse mi nombre. Entreguele la cédula al demonio y él me dijo que me fuese, que él haría luego medio para que consiguiese mi gusto. Hízolo y yo gocé de aquel deleite, aunque con mil sobresaltos y apenas le gocé cuando me vi revuelto en mil congojas. Considerábame perdida el alma, pasado el gusto y condenado al infierno y con despecho rabioso me quería hacer pedazos. Viéndome ya rematado, me resolví hacerlo en todo y así me di a los vicios y pecados con insaciable desesperación. Ya estaba resuelto, padre, a no confesarme nunca, pero vuestra reverencia me ha movido con sus palabras santas y eficaces a que busque mi remedio. Mire si hay acaso alguno, que dispuesto estoy a todo y mire, padre mío, por mi alma, sacando si pudiere de tan desventurada esclavitud.

Oyendo esto el religioso, que era experimentado, como tal alentó a su penitente y díjole el remedio que tenía, que era confesarse: que la vida de las almas después de una vez perdida estaba en la penitencia, pues es la que aplaca a Dios y deshace las redes del demonio. Mandole que se fuese por entonces a examinar sus pecados, que él tan de mientras solicitaría la facultad competente para poderle absolver de aquellas apostasías y crímenes horrendos, y que volviese luego a las seis de la mañana, porque allí le esperaría. Hiciéronlo así ambos y el religioso pidió al prelado, llamado fray Matías de Cristo, que mandase a toda la comunidad hiciese constante oración aquella noche por el remedio de una alma, lo cual se hizo por todos con grandes veras. Y, venida la mañana, se previno el predicador con confesarse y decir misa para luchar con el infierno, por ser estos santísimos sacramentos las armas que él más teme. Dicha misa y dadas las seis —que era la hora señalada—, no venía el hombre, ni a las siete, ni a las ocho ni a las nueve, ni a las diez, y, ya cansado de esperar, el religioso se había vuelto a su celda. Allá cerca

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de las once, he aquí donde llama el hombre a la campanilla, ábrele el portero y vele tan fatigado y descolorido que mostraba muy bien lo que había pasado. Venía jadeando con tal fatiga que apenas le alcanzaba el aliento y, dejándose caer de rendido encima de una banca que allí estaba, pidió que le llamasen al padre predicador. Bajó y, viéndole de aquel modo, le preguntó la causa y cuál había sido la de su detención. Respondiole que, habiendo salido de su casa a las cinco de la mañana y no distando del convento más distancia que dos cuadras, había gastado casi seis horas en andarlas, porque todo el infierno en escuadrones se le había puesto delante para impedirlo y no le dejaban dar paso para venir al convento, pero que con el amparo del Señor rompió por medio de todos y había llegado allí, aunque rendido en extremo. Trajéronle, viéndole tan fatigado, un bizcocho y un poco de vino para que cobrase aliento y, habiendo descansado un rato, empezó su confesión. Apenas se hincó de rodillas y empezó a persignarse cuando, por permisión de Dios y arte del demonio, se le engrosó la lengua disformemente y fue creciendo poco a poco, de tal manera que no cabiéndole en la boca le salió fuera de ella más de una cuarta y tan negra y horrible que causaba espanto verle. Pusiéronsele los ojos encarnizados y el semblante temeroso, con que declaraba bien el dueño que tenía y el tiránico dominio que ejerce en sus esclavos. Forcejaba para hablar y ahogábale la lengua y sin poder pronunciar palabra alguna ansiaba en vascas mortales. Afligiose el confesor viéndole de aquella suerte y empezó a consolarle enternecido diciéndole llorando: Ve aquí, hermano, el pago que da el demonio y las mercedes con que galardona a todos los que le sirven de deleites momentáneos, y es el fruto que de ellos se nos siguen intolerables tormentos. Porque no ha tenido lengua en tantos años para confesar sus culpas, pudiendo tan fácilmente, agora que quiere hacerlo permite Dios que no pueda para castigarle la falta con que, cuando pudo, no quiso. Parte son estas ansias y congojas de las que había de pasar en el infierno, pero confíe en la voluntad de Dios y llame en su favor a la Virgen santísima del Carmen, que, pues en su santa casa ha recibido la luz y empezado a confesarse, no ha de poder el demonio salir con sus intentos; vuestra merced está muy fatigado y agora es imposible hablar palabra. Rebócese muy bien y váyase a su casa, que a la mañana le espero en este puesto mismo y todos procuraremos encomendarle al Señor para que le dé victoria.

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Despidiose con esto balbuciendo aquel hombre miserable y fuese rebozado a su posada para encubrir de esta suerte aquella disforme lengua. Allá a la media noche se le apareció el demonio espantoso y formidable y, como a esclavo suyo, empezó a castigarle fuertemente. Azotole con unos nervios crudos y quemole los bigotes diciéndole: “¡Perro esclavo!, ¿de mí te quieres huir? Dile a ese frailecillo carmelita que tiene esta y esta falta y que la noche que viene me aguarde en su enfermería, porque quiero saber de él el título que pretende para quitarme a mi siervo, cuya escritura tengo yo guardada y cuya alma me tengo de llevar”. Dejole todo el cuerpo hecho una llaga con los azotes terribles y luego el pobre hombre a la mañana se vino a nuestro convento. Avisaron al padre de su venida y salió de la celda a confesarle, pero, con no haber de distancia doce pasos de la celda a la escalera, estuvo más de tres horas sin poder llegar a ella por los estorbos y contradicciones que los demonios le hacían. Andaba algunos pasos por el dormitorio y, sin saber cómo ni por dónde, se hallaba dentro de la misma celda, y cuando pensaba estar junto a la escalera se hallaba al fin del cuarto. Estuvo batallando de esta suerte más de tres horas muy largas hasta que, encontrándole el prelado y diciéndole él lo que sentía, le cogió por la mano y le bajó hasta el patio, no teniendo virtud el demonio contra el que puso Dios en su lugar. Vio a su hombre el religioso quemados los bigotes y lleno de cardenales todo el cuerpo, aunque reducida la lengua a su primer tamaño. Preguntole lo que era aquello y él le contó todo lo sucedido aquella noche y añadió que decía el demonio le aguardase la siguiente en un corredorcillo apartado que había en la enfermería del convento y que quién era él para quitarle a su esclavo, pues en tal ocasión había bebido un jarro de agua sin pedir licencia y tal día estuvo hablando a la puerta de una celda con otro religioso y los domingos, cuando predicaba, iba por la reja del coro a ver si venía gente y que, pues tenía tantas imperfecciones y faltas, no se cansase en vano, pues la empresa que pretendía era de un Basilio Magno o de un fray Juan de la Cruz. No pudo negar el padre haber hecho aquellas faltas y así dijo, que pues tenía fiscal tan advertido que él se confesaría y no volvería con el favor de Dios a cometerlas. Pero que en lo que tocaba a ir a la enfermería no era de ese parecer, porque le mandaba su regla estar de día y de noche en la

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celda recogido y no quería comunicaciones a media noche con tan bellaca canalla. Empezó el hombre con esto a confesarse segunda vez y, estando haciéndolo, ¡oh, caso nunca oído!, le fue creciendo el cuello y la cabeza en disforme magnitud. La cabeza se le puso de más de una vara y cuarta y a ese mismo paso el cuello, quedando tan horrible y espantoso como se deja entender. Cuando vido el confesor tan monstruosa cabeza y que se iba acercando hacia las vigas, se levantó de su asiento para huir, pero el hombre le detuvo pidiéndole por amor de dios que no le desamparase, porque aquello era traza del demonio para que no se confesase. Miren los que esto leyeren a lo que se expone un alma por gozar del deleite de una culpa y dar gusto a Satanás. ¡Qué esclavitud tan penosa!, ¡qué cautiverio tan grande y qué hará este tirano en el infierno con los que fueren suyos! Alentose el religioso con lo que el hombre le dijo y, subiéndose de pies sobre el banco, se quitó el escapulario que traía y se lo echó al afligido penitente sobre la horrible cabeza, revolviéndosele al cuello lo mejor que pudo y suplicando al Señor y a su santísima madre le librase del demonio. Caso raro, en tocándole el santo escapulario empezó poco a poco a descrecer la monstruosa cabeza y, reducida a su medida ordinaria, se pudo luego el hombre confesar. Llegada que fue la noche, ya que el hombre muy consolado se había vuelto a casa, estaba el religioso muy descuidado estudiando en su celda sus sermones cuando vio entrar por debajo de la puerta una sombra tenebrosa que llegaba hasta las vigas, la cual, dando una vuelta al derredor de la celda, se llegó adonde estaba la candela y la apagó. Era esto a las doce y media de la noche y con el temor que le causó la sombra salió huyendo el religioso de la celda y no paró hasta el coro, donde estaban en maitines los demás. Llamó al prelado y díjole el suceso y él le riñó de cobarde, pues huía del palenque y estacada solo con ver venir al enemigo, antes de medir las armas. Mandole que se volviese a la celda sin temer a los demonios, pues la virtud de Dios era en su ayuda cuando él hacía su causa. Volvió a la celda por obedecer y acostose en su tarima, aunque no pudo dormir en toda aquella noche. A la mañana, cuando se levantaban a oración los religiosos, se sentía con mucho frío y por haberse traspuesto un poco con el sueño no sabía adónde estaba. Íbase a levantar y no podía, llamando como pudo a un religioso

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que pasaba por el tránsito, se halló encajado debajo de la tarima, en carnes vivas, donde para vengarse sin sentirlo él le había metido el demonio. Iba y venía al convento aquellos días el ya convertido hombre y, aunque en parte consolado con la confesión, no se acababa de quietar su corazón receloso de la cédula escrita con su sangre. Decíale el confesor que no se le diese nada por la cédula, porque si él estaba en gracia nada podía dañarle y que ya Cristo con su sangre propia borró con la cruz aquesas escrituras, como decía el apóstol. “Sí, padre”, respondía el hombre, “pero mucho me consolará si me volviesen la cédula, pues no quisiera tener prenda mía en poder de tal tirano”. “Pues encomiéndelo a Dios, que yo procuraré hagan lo mismo los religiosos de casa para que mande el Señor a este demonio, su esclavo, nos entregue la escritura”. Hiciéronlo así todos aquellos días con esforzados alientos y el Jueves Santo en la noche acaeció lo siguiente: como se acostumbra entre nosotros estar de rodillas en oración los religiosos, haciendo posta al Señor todo el tiempo que está en el monumento,48 estaba entre once y doce de la noche el religioso dicho asistiendo a su majestad y pidiéndole el consuelo de aquel su penitente arrepentido. Él hacía lo mismo al mismo tiempo en una de las capillas de la iglesia y oyó en la bóveda de ella hacer un ruido como de quien revolvía papeles. Como él andaba sobresaltado del demonio, acudió a dar cuenta a su confesor que esta[ba] allí de rodillas, y tomando una candela del monumento volvieron a la capilla. Apenas hubieron entrado en ella cuando vieron bajar volando de lo alto un papel ensangrentado que, cayendo a los pies del confesor, le48  “Llaman assimismo el túmulo, altar o aparato, que el Jueves Santo se forma en las Iglésias, colocando en él, en una arquita a modo de sepulchro, la segunda hostia que se consagra en la Missa de aquel día, para reservarla hasta los Oficios de Viernes Santo, en que se consume. Hácese en memoria del tiempo que Nuestro Redentor Jesu Christo estuvo en el sepulchro. Latín. Monumentum. SIGUENZ. Hist. part. 3. lib. 4. disc. 21. Una es el monumento que se hace en esta Iglésia, para celebrar la memória de nuestra Redención el Jueves y Viernes Santo, y encerrar el Santo Sacramento. NIEREMB. Var. ilustr. Vid. de S. Luis Gonzaga, §. 7. Un Jueves Santo le ordenó el Sacristan que estuviesse cerca del monumento, para despabilar las velas y hachas que ardian delante del Santíssimo Sacramento” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Monumento”).

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vantó del suelo. Enseñósele al hombre y reconoció su letra y ser la cédula misma que él entregó al demonio. Fue increíble el gozo de ambos viendo aquesta maravilla y, volviendo al monumento a dar gracias al Señor, en una de las hachas que en él ardían quemaron dicho papel. Para la averiguación de aqueste caso,49 por ser tan extraordinario, se hicieron gravísimas diligencias no solo por parte de la religión, sino también por la del Santo Oficio y con graves preceptos se pidió juramento de verdad a dicho religioso, el cual lo depuso todo como queda referido y a petición del mismo penitente, con gran provecho de muchos, él mismo lo predicó.50 49  No obstante la tolerancia cultural de la época a la presentación de hechos sobrenaturales en la predicación, esta solía hacerse justificando su carácter verdadero, como si tal tolerancia no existiera, como si se temiese despertar alguna curiosidad o recelo. Naturalmente, ello no significa ninguna novedad en el siglo xvii, pues el ofrecimiento de argumentos sobre el carácter histórico de los milagros ya parece propio de la Edad Media, como ha señalado Juan Manuel Cacho respecto de los Milagros de Nuestra Señora, donde, entre otras cosas, el discurso notarial de Berceo podría tener ese propósito (véase la introducción a su ed. cit. de Milagros de Nuestra Señora). Sin embargo, en el siglo xvii tal justificación parecía ser una necesidad más apremiante que antaño, pues la demostración histórica se hacía ahora de un modo más acusado, más riguroso, empleando escrupulosamente los elementos de prueba de la historiografía humanística: presentación de testigos de vista, documentos inquisitoriales y de otras autoridades e incluso la experiencia personal, con lo que se generaba una tensión entre dos concepciones de realidad en cierto punto excluyentes: una concepción empírica, que necesitaba explicar o justificar racionalmente la presencia de lo sobrenatural, y otra, metafísica, que lo permitía, es decir, una concepción humanista de la verdad histórica y otra de raíces medievales, en cuya fusión (y confusión) surgía una nueva verdad, que tal vez podamos llamar barroca (trato el asunto en mi libro Los cuentos del predicador, 148 y ss.). 50  Fuentes: Speculum laicorum, 192. thema: “Castigos (ed. Gayangos, 1860) p. 215; Alphonse X, Cantigas [ed. Castalia, 1988], n.° 3; Jacobus de Voragine, Legenda aurea [ed. Maggioni, 1998], chap. 127, p. 912-913; Liber exemplorum [ed. Little, 1908], 47; Libro de los exemplos por ABC, [ed. Gayangos, 1860], n.° 192 [ed. Morel-Fatio, 1878] n.° 263; Espéculo de los legos [ed. J. M. Mohedano Hernández, 1951] n.° 361; Gonzalo de Berceo Milagros de Nuestra Señora [ed. Espasa Calpe, 1990], n.° 25”. Registros: Tubach Index: “3566. Pact with devil”; Goldberg Motif-index: “E756.4.2. Saint regains pact youth signed with devil. Soul restored”; Thompson Motif-index: “M218. Contract with the devil destroyed; M218.1. Pacts with the devil, sealed in blood, made ineffective by a saint; M217.1. Servant makes pact with devil denying Christ to secure nobleman’s daughter”.

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52. [Pacto diabólico II]51 Cuenta san Pedro Damiano que un monje, despreciando de una en otra sus obligaciones, llegó así a estar tan lastimoso de perdición que, deseoso de entregarse con más seguridad a sus gustos sin el temor de la muerte, hizo pacto con el demonio que le entregaría su cuerpo y alma, solo con una condición. ¿Cuál es? “Que tres días antes de mi muerte me has de venir a avisar cómo ya llega”. “Vengo en ello”, dijo el infernal enemigo; y el monje con esto se entregó desbocado a sus culpas, viviendo tan ajeno de su estado como de su conciencia y de su Dios que, no cesando de repetirle al alma inspiraciones, todas las despreciaba, muy seguro con decir: “Tres días tengo, y en tres días tengo tiempo bastante para confesar mis culpas, para arrepentirme de ellas y ganar la gloria”. Llegó el caso que ha de llegar a ti y a mí. Acercósele la muerte, vino el demonio muy puntual, díjole claro que dentro de tres días era su muerte. ¡Oh, qué aviso! Aun para los más santos, terrible, ¿cuál sería para quien así había vivido? ¡Qué suspiros, qué lágrimas lloraría, qué arrepentimientos! Pues nada menos. Muy turbado, sí, llamó a los monjes todos, refirioles el orden todo de su lastimoso estado, y como al fin ya le había avisado el demonio. “¡Ea, aliento! — le dicen—. Lograr este tiempo siquiera, no se pierda todo hermano, que un arrepentimiento verdadero todo lo podrá remediar con aquella infinita misericordia. Trate de hacer una confesión general y contrita”. Pero al punto que le nombraban confesión se quedaba en un profundo sueño dormido: “Hermano, que no es tiempo de dormir”. No valían las voces; esperaban los monjes y, entre tanto, divertían entre sí la conversación de otras cosas. Al punto volvía el enfermo y proseguía hablando con ellos; pero, en volviendo al nombrarle la confesión, al instante se quedaba dormido. Afligidos los monjes no se apartaban de la cama, y el enfermo a cualquier conversación muy divertido; traíanle razones, argumentos, ejemplos de la infinita misericordia de Dios, oíalos todos, pero todos en vano, porque, en llegándole a decir que se confesara, al punto se quedaba dormido. Así se pasaron los tres días hasta que, al cabo de ellos, sin 51  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 19.

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la menor señal de penitencia, dio su alma a los demonios que en figura de unos perros muy negros en muchos días no se apartaron de su sepulcro. Pues estos avisos ya yo he visto darlos a muchos; de estas impenitencias ya las he visto y las he llorado en no pocos católicos.52

52  Fuente: Damiano Historia, VI, 30. Registros: Tubach Index: “1475 B 8. Man warned of death. A man is warned that he has but three days to live; he resolves to spend the first in pleasure and dies unconfessed”; Thompson Motif-index: “M341.1. Prophecy: death at (before, within) certain time”. Cf. Uther The Types: “934 Tales of the Predestined Death”.

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53. [Pacto diabólico III]53 Un mozo lascivo se enamoró locamente de una mujer honesta, y, como no pudiese dar logro a sus deseos con todas las promesas y diligencias que hizo para inclinarla a su voluntad, se valió de un hechicero nigromántico (gran lazo de Satanás) para conseguir su intento. Este llamó con sus conjuros al demonio, el cual mandó venir a su presencia a su pretendiente y, en llegando, le dijo que le haría señor de aquella mujer que tan vivamente deseaba si le ofrecía vasallaje, alistándose en su bandera y dejando la de Cristo señor nuestro.54 El mozo, ciego y loco con los vivos deseos, no reparó en cosa alguna a trueque de cumplirlos, y así ofreció al demonio hacer cuanto le pidiese, porque a este término trae una loca pasión a un cristiano vencido de ella; teniéndole pues tan cautivo, le mandó el demonio que por escrito le hiciese entrega de su alma, ofreciéndose por esclavo suyo, y que renegase de Cristo señor nuestro y de su madre, y que dejase la fe que había recibido en el bautismo, y esto con tan grandes blasfemias y execraciones contra Cristo que pone grima el oírlas. Todo lo hizo y firmó el desventurado, como lo ordenó Satanás, y le entregó la cédula en sus manos; y el demonio, con sus infernales artes, dio traza (permitiéndolo Dios para manifestar en este pecador su grande misericordia) que la mujer que pretendía se rindiese a su voluntad; pero, en cumpliendo su apetito, el pecado le abrió los ojos para conocer su engaño, como nuestro padre Adán, porque como los gustos de este mundo son tan menguados y engañosos, y prometen lo que no dan. No halló el triste satisfacción de su apetito, sino remordimiento del corazón, tristeza y aflicción de espíritu; el gusto pasó en un instante y la pena permaneció en el alma. Viéndose esclavo de Satanás y condenado a eternos tormentos, excluido del cielo y desheredado de la gloria, descomulgado y apartado de la 53  Villavicencio Luz, “Tercera plática”. 54  Alusión al régimen militante que san Ignacio había impreso a la vida religiosa, en la comparación alegórica de las dos banderas que usa en sus Ejercicios para persuadir al ejercitante a engrosar las filas de los que luchan bajo la bandera de Dios: “El cuarto día, meditación de dos banderas: la una de Cristo, sumo capitán y Señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra humana natura” (Loyola Ejercicios, 2.ª semana, 136).

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comunión de los fieles, lloraba y gemía, y no hallaba a dónde poder tomar alivio; porque había negado a Cristo señor nuestro y a sus santos renunciando el bautismo y, con él, la comunicación de la Iglesia, y en el demonio hallaba tormento como en señor tirano que solo pretende la ruina de sus esclavos. Finalmente, mirándole Dios con ojos de misericordia, le trajo al pensamiento la grande piedad de la madre de misericordia, la santísima Virgen María, de quien fue devoto en un tiempo y, acordándose que era madre de pecadores, cobró alguna esperanza de alcanzar remedio y perdón de sus pecados. Fue a su santa casa de Loreto, postrose a los pies de un confesor y le confesó lo que había hecho, diole parte de su aflicción preguntándole si había remedio para un tan grande pecador. Respondiole que sí, porque la misericordia de Dios era mayor que todos los pecados del mundo, y que siempre franquea la puerta y recibe con los brazos abiertos al pecador arrepentido, y más cuando interviene la intercesión de la reina de los ángeles. Mandole que se encomendase muy de veras a ella y que ayunase tres días y se disciplinase y vistiese de cilicio y velase en su cámara angelical. Todo lo cual cumplió el arrepentido penitente, pidiendo con lágrimas a la Santísima Virgen que le sacase de la esclavitud de Satanás; y al tercero día, estando en lo más fervoroso de su oración, le puso la Virgen en sus manos la cédula que había hecho al demonio. Volvió con este favor como de la muerte a la vida, dio mil gracias a la reina de los ángeles por él, llevola al confesor, que se admiró de las blasfemias que contenía (al fin como dictada del demonio), hízola pedazos y absolviole y ordenó su vida en adelante, y, como buen cristiano en servicio de Dios nuestro señor, dejándonos ejemplo, por una parte, de la tiranía del pecado que tal estrago causa en el alma y en tal abismo de maldades despeña al pecador y, por otra, el poder que tiene contra los demonios la beatísima virgen, que solo con su querer los vence y saca a los cautivos de su poder; y juntamente de la confianza que deben tener los pecadores en la misericordia infinita de Dios que con tanta facilidad los perdona por muchos y graves que sean sus pecados, como fueron los de este pecador.55 55  Fuente: Rojas y Sandoval Historia, IV, 33.

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54. [Los tres avisos y las tres palabras (dos ejemplos)]56 Concertose uno con el demonio que tres años antes de su muerte había de venir a avisarle de que esta se llegaba; prometióselo así. Y, después de una vida torpísima, vino el demonio en forma humana y parlando con él le dijo: “Muy cano estáis ya”, y él, muy enfadado, lo echó de sí con muy malas palabras. Volvió el año siguiente en la misma forma y, a poco rato de conversación, le dijo: “Muy encorvado estáis, mucho va creciendo la corcova”; enfureciose aquel y echolo como antes. Volvió el año siguiente en la misma figura y díjole: “Qué consumido estáis ya y qué falto de fuerzas”. Colérico, aquel quería echarlo, y el demonio entonces: “Eso no, que ya eres mío”, dijo descubriéndose. “¡Oh!, que no me has avisado como quedaste”. “Sí lo he hecho, ¿qué más avisos quieres?”. Y arrebatándolo se lo llevó al infierno. ¿Pues qué más tiempo que tres años? “No bastaron —dirás— porque él no entendió los avisos”; y si tú no los entiendes entonces, como ahora no quieres entenderlos, ¿de qué servirá el tiempo? “Con menos me basta —decía otro que vivía entre gravísimos pecados—, con que yo antes de morir pueda hablar tres palabras solas, no halla miedo que me condene”. Decíalo por las tres palabras en que se puede hacer un acto de contrición; pero, viviendo en tan torpe vida, paseándose una vez pasaba a caballo la puente de un río muy profundo, tropezó el caballo y cayó precipitado al río, y al caer fue diciendo tres palabras, pero ¿cuáles? Estas: “Llevóselo todo el diablo”, y así quedó ahogado.57

56  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 4. 57  Fuentes: Faya Summa, f. 338r; Speculum laicorum, ex. 387. Registros: Tubach Index: “4160. Salvation by two words; 1475.A Death-omen: Three death‑omens. A man makes a bargain to receive three warnings before death, but he does not heed them”.

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55. [El rayo de Dios]58 Mas no hay que maravillarnos de que en lo temporal tuviese de este convento tan especial providencia quien en la vida del alma (que es lo más) la tuvo en este tiempo tan grande, como dirá este caso que para cautela de confesores y aviso de mujeres atrevidas quiero referir aquí. Había en esta ciudad una señora noble y virtuosa que frecuentando sacramentos y ejercitando obras de humildad gastaba muy bien su vida, pero, como el demonio siempre vela para hacer mal a las almas, la arrojó en el corazón un alquitrán encendido y se aficionó furiosa de un padre espiritual con quien se confesaba. El padre era recatado y temeroso de Dios y así la arrojó de sí como a sierpe del infierno, y la mujer, viéndose frustrada de sus deseos, se iba al campo como una loca y allí a sus solas daba gritos y voces lamentándose de su suerte y de los desvíos que hallaba en el que tenía puesto su amor, el cual llegó a decir que, si entendiera que había de salvarse ofendiendo a nuestro Señor, de ninguna manera viniera en ello, porque no han de hacerse males para que de ellos se sigan bienes. Ella se reprimía cuanto podía porque de su natural era honesta y de obligaciones honradas, mas la pasión la tiraba tanto que, sin saber lo que hacía, se llegó una tarde al convento y se puso a mirar despacio por donde podría subir y entrar a la celda de su padre espiritual. Atrevimiento loco y que, si se pusiera por obra, no sé qué castigo le diera quien a solo el amago declaró tan ciertamente que estaba prevenido con sus armas para vengar tal maldad. Sucedió pues que, a la hora y punto en que la instigada mujer había determinado escalar el castillo de la pureza, libró Dios desde una nube un furiosísimo rayo que dio en la misma parte y lugar que la venenosa vista de la lasciva hembra había contaminado la tarde antes para entrar por ella, queriendo el cielo purificar con fuego el fuego que llevaba aquella vista. Fue tan grande y formidable el ruido que hizo el rayo que no solo hizo temblar todas las casas de Valladolid, sino que muchas leguas en contorno causó este mismo efecto. No hizo este rayo en casa daño a nadie, pero repararon muchos que, después de mostrado 58  Madre de Dios Tesoro 1986, III, III, 3.

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que era flecha del que guardaba el convento, fue a la imagen de un Cristo muy devoto como a ver qué le mandaba, y haciendo un arco como de anillo dio una vuelta a la imagen sin tocarla y postrado a sus pies paró en su curso, mostrando en esto quien le despidió. Saquen de aquí los padres confesores recato con las mujeres y ellas temor en sus atrevimientos con los religiosos santos, pues es Dios centinela y está armado de rayos vengativos con truenos formidables.59

59  El rayo como castigo u obstáculo a la lujuria es un motivo ejemplar recurrente; véase, por ejemplo, el cuento de san Andrés y la madre incestuosa, recogido en Ci nous dit (606, 1-3).

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56. [El indio san Juan Bautista]60 Iba ya descolgándose la noche desde aquellos altos riscos, cuando hechos ya mil pedazos del cansancio trataban de volverse. Bajaron de las mulas, que no podían dar paso, y ya rodando, ya bajando una loma, vieron junto a sí un indio de hermoso aspecto. Tenía el cabello largo y venerable el aspecto de su rostro, las naguas (dice el hermano) como de tlaxcalteco y la tilma muy labrada con variedad de tramas y de plumas. Estaba como aguardándoles al pie de un guayamel61 echado sobre una vara y, antes de llegar a él, él les salió al encuentro. No dejaron de admirarse de ver allí aquel indio por estar tan remoto de poblado y entre tales arcabucos; saludoles en lengua mexicana, preguntoles dónde iban y qué era lo que buscaban por entre aquellos montes, pero no le quisieron responder por ir tan fatigados. Replicoles el mancebo, que estaba en traje de indio: “Pues ya, padres, que vosotros no me queréis decir lo que buscáis, yo os lo diré a vosotros. Buscáis un lugar y sitio donde labrar el desierto, donde los hijos de la Virgen ganen el cielo y hagan penitencia. Pues subid en las mulas y seguidme, que yo os lo vengo a enseñar”. Repararon los hermanos en lo que les decía y vieron que conocía sus pensamientos y empezaron a seguirle por aquel monte abajo. El lugar donde le hallaron era asperísimo y, con serlo de ese modo, dicen bajaba el mancebo por entre aquellas matas y quebradas tan ligero como si fuera corzo. Iba delante de ellos mostrándole; el camino, hasta que anduvieron de él por el lomo de una loma casi como una legua. Preguntole el hermano Juan que cómo se llamaba y que de adónde era y respondió que él era de San Mateo Tlaltenango y que se llamaba Juan Bautista “el de la iglesia”. El otro compañero iba impaciente diciendo algunas palabras ajenas de la modestia, no gustando que el hermano hablase con el mancebo, y entre otras le dijo que para qué daba crédito a aquel indio borracho. Entonces Juan Bautista le dijo al hermano Juan: “¿Ves, este tu compañero?, pues no hayas miedo que muera en la 60  Madre de Dios Tesoro 1986, IV, III, 1. 61  Es un tipo de abeto nativo de las montañas del centro de México: Abies religiosa ().

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religión que vive ni con el hábito de la Virgen santísima del Carmen”. Y así sucedió después, pues murió fuera de la religión harto a lo trabajoso. Esto le dijo en el sitio donde está agora la ermita de Santa Bibiana y andando como un tiro de arcabuz por la colina se paró el Juan Bautista cerca de una grande encina que allí estaba en el mismo lugar que ocupa agora una perene fuente, y retirándose un poco hacia la parte del oriente clavó el báculo en la tierra y les dijo: “Este es el lugar que tiene escogido Dios para que hagan penitencia los hijos de su madre”. Y diciendo estas palabras se les desapareció por entre aquellas matas. Bajáronse con esto aquella cañada abajo y llegaron ya de noche al pueblo de San Mateo. A la mañana, yendo a visitar la iglesia, vieron en un altar de ella la imagen del divino precursor que en cierto modo parece que lo fue de su camino, pues vino delante de ellos guiándolos por el monte y mirándole con atención hallaron parecerse mucho al que les fue guiando y decía se llamaba Juan Bautista “el de la iglesia”. De donde tomó barrunto que es este glorioso santo quien llevó a nuestros frailes al desierto, y, si él antiguamente vivió entre los carmelitas discípulos de Eliseo, agora también parece les quiere hacer compañía guiándolos al monte y enseñándoles el lugar que les diputó el cielo.62

62  Sahagún da noticia de ciertas costumbres sincréticas que asimilaban a san Juan Bautista con Tezcatlipoca (Códice, lib. XI, “Nota”, ff. 235 v.-236 r; véase también Martínez [“Las apariciones”, 55-66]); aunque la tradición iconográfica y el calendario litúrgico asociarían más bien a san Juan Bautista con Tláloc y a Tezcatlipoca con san Miguel Arcángel (véase Roa Garduño [“San Miguel: ]). Registros: Goldberg Motif-index: cf. “V111.5. Virgin Mary tells pope to build her church where it snows in August”; Thompson Motif-index: “V111.3. Place where a church must be built miraculously indicated”.

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57. [La deuda saldada]63 Tal era su compasión con los necesitados que del modo que podía los consolaba a todos y, pidiendo licencia a los prelados, repartía con ellos la limosna que en la ciudad recogía; y tal vez apoyó Dios con milagros estas piadosas obras. Muy notado y aplaudido fue en el reino el caso que diré ahora, que por hallarle tan testificado no puedo como a otras cosas dejársele al olvido. Enviole en cierta ocasión el hermano fray Arsenio de San Ildefonso, que era procurador del convento, con treinta pesos a que pagase y trajese un poco de pescado, y llegando junto al palacio vio que unos alguaciles llevaban a un hombre preso por veinticinco pesos que debía, el cual muy afligido le llamó y le dijo: “Hermano Francisco, por amor del niño Jesús ruegue a estos señores no me lleven a la cárcel, porque si entro en ella han de caer sobre mí muchos embargos y deudas que tengo a cuestas y mis hijos y mujer perecerán sin remedio, faltándoles mi arrimo”. El compasivo Francisco rogó por el pobre hombre, pero los alguaciles asieron mejor la presa y dijeron al hermano que pagase por él y ellos le soltarían; viendo lo cual y que el hombre le asía de la capa como para guarecerse, sacó los treinta pesos que llevaba y le dio los veinticinco, con que quedó libre el pobre y él se volvió al convento sin pescado. El hermano fray Arsenio, que le esperaba, viéndole volver así le preguntó la causa, y, diciéndole Francisco lo que había sucedido y que era compasión ver aquel pobrecillo en poder de tales galgos, le dijo Arsenio: “Pues deme su taleguilla, veamos cuánto les dio y vamos a sacarlo de la caja”. Y contando el dinero halló no faltaba blanca y que los cinco pesos se aumentaron hasta treinta en manos de la piedad que siempre da seguro.

63  Madre de Dios Tesoro 1986, IV, XXV, 6.

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58. [El ángel carmelita]64 Un caso cierto digno de admirarse hallo muy apoyado en los papeles, en que conozco ser verdad lo dicho y que los mismos ángeles tomaban hábito de carmelitas y figura de Arsenio para fines de gran servicio de Dios. Había en este barrio de Tomatlán65 una señora viuda con tres hijas doncellas, las cuales, por ser ya grandes y muy pobres, vivían en peligro. El buen parecer de todas podía acrecentarle y el demonio, que se aprovecha de todo para nuestro daño, no perdió ocasión aquí. Aficionose un hombre poderoso de una de estas doncellas y, con los medios que suelen los perdidos, empezó a solicitarla; ofrecíale dineros, vestidos, joyas, regalos, pero jamás halló entrada en la constante virgen. Confesaba con su madre y hermanas los domingos en nuestro convento y, para fortalecerse contra la batería del demonio, lo hizo de allí adelante también los jueves. Era tanta su pobreza que solo de su aguja y de una ración de pan que le daban en nuestra portería se sustentaba y entre tanta miseria vivía una vida alegre por ser tan ajustada. Sucedió que, yendo un día la madre con sus hijas por el pan, después de oída misa encontraron que iba a salir de casa el hermano fray Arsenio de San Ildefonso y díjole con afecto la madre (aún no sabiendo nada) que hiciesen entre sí una hermandad espiritual y que su reverencia, pues podía tanto con Dios, cuidase de aquellas mozas, que ella como desvalida no sabía qué hacer para buscarles remedio. Enterneciose el siervo del Señor de oír a la santa vieja y dijo que enhorabuena, que él tendría cuidado de sus hijas. Proseguía el pretendiente que dijimos en sus malas pretensiones y, viendo que de grado no podía conseguirlas, trató de alcanzarlo por fuerza. Iba determinado ya una noche con gente que le guardase y al ir a romper las puertas vio a un fraile carmelita que las estaba guardando; el temor y reverencia le detuvieron los pasos, dejando la ejecución para la noche siguiente. Vino con más acompañamiento aún más determinado y halló en el religioso el mismo impedimento. Aterce-

64  Madre de Dios Tesoro 1986, IV, XXVII, 2. 65  Barrio de San Andrés Tomatlán, en la actual delegación Iztapalapa de la Ciudad de México.

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ró otra noche y siempre le hallaba allí y a la cuarta noche, enfadado, entró por unos corrales y, yendo a hacerlo en el aposento donde estaban con su madre las tres doncellas, vio que estaba sentado junto a ellas el fraile carmelita y todas trabajando. Vínole al pensamiento alguna sospecha mala y volviendo a salir se fue al convento, llama a la campanilla muy alborotado y pidiendo por el prior le dijo estas razones: Por cierto, padre prior, que nos han venido al reino unos grandes ejemplos de virtud en vuestras reverencias y que ejecutan muy bien con la obra lo que predican. ¿Ese cuidado tiene vuestra reverencia de sus frailes? Cuatro noches arreo he hallado uno en casa de unas mujeres y ahora le dejo encerrado en su aposento con ellas; mire vuestra reverencia lo que le cumple hacer, que yo he de desengañar la ciudad y publicar quiénes son los carmelitas.

Turbose el padre prior con la propuesta y, queriendo sosegar al hombre, apenas hallaba razones para hacerlo, hasta que se vio obligado a juntar los religiosos. Vinieron a llamamiento del prelado y yéndolos mirando el hombre decía que ninguno de ellos era el transgresor, y viendo que faltaba el hermano Arsenio le enviaron a buscar. No le hallaron en la celda, buscáronle en el coro y halláronle arrobado en oración y levantado del suelo. Llevaron allá al hombre y confesó que aquel era el que dejaba encerrado y juntamente el mal intento con que él había ido y así, arrojado a los pies del santo religioso, pedía le perdonase y prometió dar la dote para que se casase la doncella. Donde no sé si diga que el ángel de la guarda quiso valerse del crédito de Arsenio para estorbar una culpa y reducir a aquel hombre o si tomó fray Arsenio oficio de ángel de la guarda para librar a esta virgen, pero lo cierto es que iban a una en impedir al pecador y deshacer las trazas del demonio.66

66  Registro: Thompson Motif-index: “V231.4. Angel is form of cleric; K1811.4.2. Angel takes form of certain person”.

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59. [Cargando la cruz]67 Un novicio de cierta religión, refiere el Cartujano,68 se había entibiado tanto que todos los ejercicios de la religión le daban en el rostro, llevaba muy mal el vestido raído y pobre, la comida parca, la oración frecuente, y trataba ya de volverse al siglo; cuando una noche le apareció nuestro redentor con una cruz muy larga y pesada sobre sus hombros, y que con ella quería subir por un lugar muy empinado, pero, al peso de aquella cruz asesando,69 casi no podía dar un paso con la fatiga. Viendo esto el novicio, acude comedido: “Señor, yo te ayudaré, que esa cruz pesa mucho”. El Señor, entonces, con un semblante muy severo: “Quita, quita —le dice—, ¿pues tú tienes atrevimiento de querer cargar esta cruz cuando no tienes ánimo para llevar una cruz tan suave como la que tienes en tu monasterio?”, dijo y desapareció, y dejó así al novicio convertido: cada uno lo aplique a las obligaciones de su estado y vea si a ellas acude como debe.70

67  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 5. 68  Probablemente se refiere a Dionisio Cartujano, autor de De contemplatione (s. xv). 69  “Llegar à tener prudéncia, cordúra, y juício el que no lo tenía: efecto que suelen causar los años y desengáños. Es voz compuesta de la partícula A, y del nombre Seso. Lat. Prudentiam, & cordatiores mores, paulatim induere. ‘Potros cayendo, y mozos perdiendo, van asesando’. Refr. que explíca que los trabájos, contratiempos y golpes de fortúna hacen cuerdos à los hombres, y los trahen al conocimiento y desengáño de sus desórdenes y vícios. Lat. Adquiritur laboribus prudentia. [i.444]” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Assesar”). 70  Fuentes: Sánchez de Vercial Libro, 31A; en la Collectio exemplorum cisterciensis aparece el ejemplo de Alfonso, hermano de Claraval, quien en su noviciado tuvo una visión de Cristo en la cruz, aunque con diferente final (LXXXI, 23). Registro: Goldberg: cf. “V461.13. Novice told that a monk’s life is like an ass’s constant work”.

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60. [Tudesco el perro]71 Historia prodigiosa que refiere nuestro Eusebio Nieremberg: afirma que, sucediendo en sus días, tenía con mucha razón llena de admiración a toda España. En la gran ciudad de Lisboa, en la vecindad de la parroquia de Santa Justa, un pastelero tenía un perro de mediano cuerpo, color rubio, manchas blancas, llamábanle Tudesco. Bien merece que se escriban sus señas y su nombre un perro tan prodigioso. Este, o por destino de su dicha o por disposición admirable de la Providencia, se dedicó todo a servir al Santísimo Sacramento, con tal cuidado que, al punto que con las campanas hacían en la parroquia la señal de salir el Santísimo, donde quiera que estuviese y cualquier hora, al punto dando saltos regocijados corría ligero a la iglesia, rodeábala toda y volvíase a su casa, hasta que, a la segunda seña de que ya el Señor salía, volvía otra vez corriendo; y después de hacer muchas fiestas ganaba su lugar delante del palio, iba con el Señor y, entrando en la casa del enfermo, echábase con toda quietud en el patio, hasta que saliendo su majestad volvía de la misma suerte hasta entrar en su parroquia, y jamás se apartaba hasta haber encerrado el Santísimo en su tabernáculo. Empezó ya a causar reparo esta continuación de este dichoso animalillo, y, por ver si era solo contingencia, pusieron cuantos medios fueron posibles por detenerlo, por divertirlo o por engañarlo; porque ni acariciándolo su amo se daba por entendido entonces, ni arrojándole carne bastó jamás esta para detener su gana por correr a la divina obediencia. Quitaron algunas veces los monacillos,72 por ver si eran con ellos sus caricias, pero él proseguía con el Señor de la misma suerte. Lo encerraron muchas veces, pero en oyendo la campana, con las uñas, con los dientes, con la inquietud, con los gemidos, se hacía pedazos, 71  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 7. 72  “El niño que sirve en los Monastérios y Iglésias, para ayudar a Missa y otros ministérios del Altar. Díxose quasi Monachillo diminutivo de Monachus, por criarse estos en los Monastérios antiguamente, y industriarse en ellos. Dícese tambien Monago y Monaguillo. Latín. Parvus minister altaris. Cerifer. Monachellus” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Monacillo”).

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hasta que obligaba a la lástima a darle soltura, y al punto corría desalado a buscar el Santísimo donde quiera que iba, ¿hay más racional animal? Pues lo más prodigioso era su celo. Iba delante del Señor, como he dicho, y siendo tan manso no había que burlar con su cólera si veía alguno menos reverente. Así iba una noche, y en la calle estaba un hombre dormido y, por eso, descuidado de adorar al Señor; embistiole el Tudesco, como un tudesco,73 y no cesó de afligirlo hasta que, ya puesto de rodillas, sin más diligencia, se sosegó el perro. Otro caballero iba en su caballo, y se le hizo muy difícil apearse, pero el Tudesco se lo facilitó bien presto, porque le embistió con tal furia que no hubo quien lo detuviera, hasta que desmontó aquel, se puso de rodillas, y he aquí al Tudesco sosegado; pero con más prodigio, que, habiéndole el caballo quebrado una mano, no fue posible detenerlo para curarlo, sino que manqueando prosiguió con el Santísimo, llegó el enfermo, volvió a la parroquia y, entonces, yéndose a su casa, dejó que lo curaran. Otra vez, llena toda la iglesia de tupido concurso, sacando el Santísimo, una mujer se quedó en pie, y, sin que al perro le pudiese estorbar la muchedumbre de la gente, saltando por entre todos llegó a ella y le acometió con tal furia que parecía quererla hacer pedazos; hiciéronle señas que se arrodillara, hízolo y al instante se acabó el pleito y vuélvese el Tudesco haciendo fiestas. ¡Oh, bruto prodigioso que así sabes enseñar respetos a los racionales! Por última, Jueves y Viernes Santo, por espacio de veinticuatro horas estuvo este animal asistiendo al Santísmo Sacramento con tal fineza que, olvidado de la comida, no hubo quien del altar lo apartara.74

73  “Natural de cierto país de Alemania, en la Sajonia inferior” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Tudesco”). El diccionario refiere también el carácter paradigmáticamente hiperbólico que con que suelen presentarse las acciones de los tudescos: “Comer, beber, engordar alguien como un tudesco”, configurando la antonomasia de lo épico o grandilocuente. 74  Fuentes: Nieremberg Historia, IX, 94; lo trae también Pedro Murillo (Catecismo, 251); Ci nous dit (144, 1-6) trae el relato de un judío que había comprado una hostia consagrada a una mujer cristiana, la dio luego a su perro para que se la comiese, pero el perro se arrodilló ante su creador. Luego el judío tomó la hostia y la arrojó al fuego: el perro le mordió la mano. El judío se convirtió a la fe cristiana con toda su casa.

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61. [La cruz en el corazón]75 Refiere fray Tomás de Cantimprato76 que cierto mancebo cristiano, habiendo caído en poder de los bárbaros, quedó esclavo de uno de ellos muy poderoso, que, agradándose del nuevo esclavo por lo que se ajustaba en servirle, quisiera que estuviera con gusto. Mas el esclavo cristiano, aunque en nada le faltaba al obsequio, andaba con el rostro siempre mesurado y severo; y aun advertía que, cuando los otros esclavos muy alegres se divertían, ya en conversaciones risueños, ya en sus músicas, ya en sus juegos, este siempre suspenso, siempre pensativo. “¿Qué tienes —le preguntaba—, de qué andas triste?”. “No estoy triste —respondía él—, sino que dentro de mi corazón tengo la cruz en que murió mi Dios”. Tantas veces lo preguntó el amo, y tantas veces respondió lo mismo el dichoso esclavo, que lleno de cólera el bárbaro: “Pues lo he de ver —le dice— esa cruz que tienes dentro del corazón”. Y con crueldad inhumana mandolo matar, manda que le saquen el corazón: ¡oh, prodigio! Traído el corazón a su presencia, vio en él esculpida con toda claridad y perfección la imagen de Cristo crucificado; que, si en la vida con su meditación lo hizo tan ajustado en sus costumbres, en la muerte, después de coronarlo con el martirio, así lo honró con dejar en su corazón grabada su imagen.77

75  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 8. 76  Cantimprato Bonum, 1, 25, 8. 77  Fuentes: thema: “Paris, BnF, ms lat. 15912, 78, 1b; Odo de Ceritona, Fabulae et parabolae [L. Hervieux, Les fabulistes..., t. 4, 337]; Magnum speculum exemplorum [ed. Major, 1611]: Passio Christi, 2. M. A. Polo de Beaulieu, ‘La légende du coeur inscrit d’Ignace dans la littérature religieuse et didactique’, dans ‘Le cuer au Moyen Age (réalité et senefiance)’, Senefiance, 30, 1991, pp. 299-312, repris dans Education, prédication et cultures au Moyen Ages. Essais sur Jean Gobi le Jeune (? 1350), Lyon, 1999, p. 185-196”. Registro: Tubach Index: “1338. Cross in heart. A martyr declares that he goes to torture cheerfully because the sign of the cross is in his heart. The tyrant has him killed and finds the sign there”; Thompson Motif-index: “V86.2. Martyr with sign of cross on his heart”.

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62. [La cruz y el rayo]78 Hubo en Inglaterra un mancebo que, juntando a la primera nobleza de su sangre el lustroso agregado de relevantes prendas, cuanto se ganaba en todos de estimaciones y de aplausos aumentaba la lástima en los católicos viéndole tan rematadamente ciego entre los perversos errores de la herejía, que nada habían podido a desengañarlo ni persuasiones ni argumentos, y entre los demás errores uno era hacer mofa de la cruz; mas, ya que nada bastaba en la tierra, tomó a su cargo el cielo el desengañarlo. Salió una vez al campo a divertirse y, cuando más en lo escampado, empieza el aire a entoldarse de nubes, las nubes a espesarse en tinieblas y las tinieblas a desabrocharse en rayos, y cuando estos alcanzándose en el estallido caían que se cruzaban; el mancebo, ni una cruz, antes se divertía riéndose de las llamas. Sordo al grito de Dios el que a sus luces ciego. Mas presto le habló con más claridad el aviso, porque, desprendido un rayo de la esfera en un punto, lo envolvió entre sus llamas, lo ciñó de sus luces y lo aterró con su estruendo, de modo que, dejada la risa, lo cubrió en un punto de pálido pavor el miedo, con que aun a sí mismo se preguntaba por su vida creyéndose ya muerto. Pasó el estruendo, volvió del susto, hallose arrojado en la tierra y, al mirar sus vestidos (¡oh, prodigio!): con un admirable artificio vio que la llama le dejó por toda la capa y por el vestido todo pintadas unas cruces de fuego que, formándole labor muy agraciada, le decían que agradeciese a aquellas cruces no haberlo hecho cenizas las llamas. Atónito a tanta maravilla, no solo se convirtió a nuestra fe católica, sino que, retirándose a un santo monasterio, retrató mejor en su santa vida las cruces que el rayo le había pintado en la capa. Y, si así aun nuestros mismos enemigos, obligados de Dios, nos enseñan a buscar en la señal de la cruz nuestra defensa, ¡oh, católicos, no se aparte la cruz de nuestros corazones!79

78  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 10. 79  La Legenda aurea de Jacobo de Vorágine trae el ejemplo de un romano que se pone una túnica morada y es golpeado por un rayo (t. I, 163).

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63. [Calvinista mudo]80 Asistía un sacerdote católico a un convite de herejes calvinistas y, de estos, uno más preciado de decidor empezó entre los manjares a decir por chanzas blasfemias contra los sagrados ritos de nuestra católica religión. Celebrábanlo con grande risa y aplauso los otros, y a todo estúvose callado el católico. Levantaron la mesa y todavía proseguía aquel en sus blasfemias, haciendo risa de que nos hagamos la señal de la cruz; entonces levantándose el católico: “Hasta aquí he callado —dijo— porque yo fui convidado a comer no a disputar, mas, ya que tanto blasfemas —dijo levantando la mano y haciendo sobre el hereje la señal de la cruz—, en el nombre de Jesucristo te mando que calles y no abras más la boca”. Al punto, como si la cruz fuese un sello de diamante, lo dejó del todo mudo, que en su vida no habló más palabra. ¡Oh, cómo debe temer que así lo castigue la cruz quien, haciendo la cruz en la boca todo el día, lo gasta luego en maldiciones, juramentos, murmuraciones y deshonras!81

80  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 10. 81  Fuente: Sánchez de Vercial Libro, 431. Registro: Tubach Index: “4560. Speech lost by heretics. Heretics disputing with Christians are struck dumb”; Goldberg Motif-index: “D1766.7.1.2. Philosopher comes to dispute with bishop to show him he should return to their ancient faith. He orders them to be silent in Christs’s name, and they lose power of speech”; Thompson Motif-index: “V352. Pagan disputant with Christian stricken dumb”.

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64. [Ciego al mundo]82 Sucedió en la China el año de 1607. Uno de aquellos, persuadido a las verdades católicas que allí predicaban los de la Compañía [de Jesús], pidió el bautismo; pero luego, haciéndole fuerza cómo podía ver con la fe lo que no veía con los ojos, se retiró y no quiso recibirlo. Al punto se halló ciego de un modo admirable, porque en levantando los ojos veía claramente el cielo, pero en bajándolos nada, nada veía de todo el mundo. Alzaba los ojos: “Ya veo”, bajaba: “Ya no veo”. ¿Qué es esto? Pide el bautismo y al punto que lo pidió hállase del todo sano; vuélvese a arrepentir y vuelve otra vez a hallarse como antes, ciego para el mundo y con vista para el cielo. Esto bastó para que luego ya sin arrepentirse se hiciera cristiano. ¡Ah, fieles! La vista de la fe toda hacia el cielo no la hemos de querer medir con la vista de las cosas rateras83 y viles del mundo.84

82  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 15. 83  “Adj. Lo que vá arrastrando por la tierra. Dixose del Latino Reptilis. ACOST. Hist. Ind. lib. 1. cap. 20. Jumentos y animales rateros, y fieras del campo. NIEREMB. Philos. cur. lib. 1. cap. 45. No hai cosa más [v.497] cierta, más constante, que la inconstancia de las cosas en esta naturaleza ratera y material” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Ratero”). 84  Registros: Cf. Tubach Index: “705. Blinding as punishment. Blinding as punishment for cruelty and idolatry”; Cf. Goldberg Motif-index: “Q451.7. Blinding as punishment”; Cf. Thompson Motif-index: “Q559.2. Punishment: man stricken blind”.

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65. [Agradecimiento del diablo I]85 Oídme un caso extraño a este propósito [sobre las muchas almas que se lleva el diablo por la ignorancia de la doctrina cristiana]. Habiéndose juntado a celebrar un sínodo provincial en Francia, varios prelados y curas encargaron a cierto sacerdote el razonamiento con que se había de dar principio al sínodo; andaba aquel muy congojado y cuidadoso, por no ser en la materia experto, sobre qué había de decir su razonamiento. Esto pensaba afligido, cuando le apareció el demonio en figura de un hombre fiero: ¿Qué te aflige? Pues yo te diré el razonamiento que has de hacer. Mira, dirasle esto: “Los rectores y príncipes de las tinieblas infernales saludan a los prelados y párrocos de las iglesias, y les dan muchas gracias de la negligencia que tienen en enseñar a los pueblos, porque de la ignorancia nacen los pecados y de los pecados las condenaciones”. Esto has de decir, y sábete que yo soy el demonio y que así me manda, me obliga Dios a que te lo diga.

“¿Pues cómo me han de creer? —replicó el sacerdote—. Que dirán que yo lo fingí o que lo soñé”. “Yo te daré la señal para que te crean”. Y, pasándole su negra mano por la cara, se la dejó tan negra como un carbón, y le dijo: “Por más que te laves no podrás quitarte ese color; pero, luego que digas lo que te he dicho, lávate ahí en la iglesia con el agua bendita y quedarás blanco”. Así fue: pareció tan atezado86 y negro en el sínodo, dijo su razonamiento como se lo encargó el demonio, y lavándose luego con el agua bendita quedó blanco. Llenó de espanto a toda Francia este suceso. Y ahora, fieles, ¿a quién daré yo las gracias de parte del demonio?87 85  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 21. 86  “Lo que tiene el colór negro. Lat. Ater. Niger. PELLIC. Argen. part. 2. fol. 21. Cuyo atezádo colór los hacía mas formidables y fieros. OV. Hist. Chil. fol. 137. Causóles grande admiración vér un negro atezádo, y creyendo era colór fingido, con suma simplicidád le lavaban la cara” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Atezado”). 87  Fuente: Crisologus Aurei, 97; Belvacense Speculum, 25, 83. Registros: Tubach Index: “3032. Letter from devil. The devil, in the guise of a man, sends a letter to an archbishop. He asks a lay brother to deliver the letter and strikes the lay brother on the face with his hand. The mark remains until the arch­bishop sprinkles the spot with holy water”; Goldberg Motif-index: “J1263.1.7. Devil marks messenger’s face. Carries message of clerical ignorance. Marking cleansed by holy water”.

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66. [Agradecimiento del diablo II]88 […] Porque el demonio, aunque huye cobarde de los vigilantes y fervorosos, a los dormidos y negligentes osado les acomete: Incidiator vigilantes fugit; appetit dormientes.89 Y tanto estrago hace en ellos que, perdiéndose por su descuido las ovejas, con ellas también los pastores se pierden, como se verá en los casos siguientes, que, por ser de eclesiásticos y para eclesiásticos este tratado, referiré aquí brevemente. De dos amigos sacerdotes, refiere Vicencio Belvacense que, habiendo muerto el uno y aparecido al otro, le dijo que era para siempre condenado y que, para que él no lo fuese, le exhortaba que dejase el mundo y se entrase religioso; y dudando de hacerlo (no obstante que el difunto sacerdote, para que sintiese algo de lo que padecía, le echó al vivo unas gotas del sudor que le causaban los infernales tormentos que le afligían, y le barrenó con ellas el cuerpo) le dijo las siguientes palabras: Miserable, si no tratas de mudar de vida lee estas letras (y extendiendo la mano vio en ella escrito estos renglones): “Satanás y todos los ministros del infierno damos muchas gracias a los eclesiásticos, porque dándose a sus deleites dejan perder tanto número de almas de sus feligreses, por no predicarles y amonestarles; por lo cual nos envían al infierno tanto número de almas cual nunca vimos en los pasados siglos”.

Con esto desapareció el difunto, y el vivo dejó el mundo deseoso y escarmentado de librarse del infierno y, con mejor vida, asegurar el cielo.90

88  Villavicencio Luz, XVII, 1-2. 89  Fuente: Crisologus Aurei, 97. 90  Véanse referencias del Ejemplo n.º 65.

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67. [Agradecimiento del diablo III]91 Confirma lo dicho otra carta escrita a los confesores y curas que el demonio dio a un prebendado que iba a predicar en un grave concilio de Italia, para que la leyese en el púlpito, según la refiere el padre M. Loscano92 en la forma siguiente: Los príncipes del infierno, a vosotros los confesores, y curas de almas etcétera. Os damos la norabuena, y gracias, de lo bien que lo hacéis en vuestros oficios, con nosotros, pues por lo mal que cumplís con ellos, con doctrina; y ejemplo, vosotros, con vuestros penitentes, venís en tanto número al infierno.

Parece que estas cláusulas se copiaron de la Homilía 17 de san Gregorio, donde dice el santo: “Onus praedicationis nos habemus, et nos ipsi per vitam reprobam, ad inferni supplicatia festinamus”.93

91  Villavicencio Luz, XVII, 6. 92  Villavicencio apostilla una referencia a Loscano: “De la oración, l. 4. tit. 2. dub 7. n. 2”. José Gavarri, quien trae el ejemplo, cita también a Loscano como fuente (Instrucciones, 2). Véanse referencias del Ejemplo n.º 65. 93  En realidad, lo que escribe san Gregorio en su Homilía 17 es: “Ingrediuntur electi, sacerdotum manibus expiati, coelestem patriam; et sacerdotes ipsi per vitam reprobam ad inferni supplicia festinant” (Magnus Homiliarum).

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68. [Religioso condenado]94 Enfermó un eclesiástico, canónigo y persona de muchas prendas y rentas, y, visitándole un religioso, grande amigo suyo y muy siervo de Dios, viéndole ya sin esperanzas de vida le exhortó se dispusiese para la eterna. Y al mismo punto se obscureció la recámara en que estaba y se oyó una voz de grande horror, que decía: “Levántate, levántate, sacrílego despojador de Cristo, y ven”. Acabando de oír esta voz, se quedó muerto, y su cuerpo como un carbón. El religioso, asustado, se fue a su convento y, puesto en oración, suplicó al Señor le manifestase el juicio de aquel eclesiástico. Luego se le apareció entre dos caballos de fuego que, afirmando sus manos sobre sus hombros, con los dientes le hacían pedazos. Cayó el religioso despavorido en tierra, y vuelto en sí oyó que le decía: “Yo soy el canónigo, tu amigo, y estoy para siempre condenado”. Preguntole la causa y la significación de aquellas penas, y respondió: “Estos caballos arrojan fuego infernal, por todos mis miembros, y hacen pedazos, y comen todos mis huesos; el uno, en castigo de mis pecados. Y el otro, por los de los pueblos de quienes recibía diezmos, y obvenciones”. Díjole el religioso: “Maravíllome mucho que, habiendo sido honesto, discreto y eclesiástico, te hayas condenado”. “No te maravilles de eso —le respondió—, antes sí debes maravillarte que haya eclesiástico con cargo de almas y de Iglesia que se salve”. Conjurole el religioso le dijera la causa: “¿Por qué así peligran tantos de los que tienen cargo de almas?”. Respondiole las razones siguientes, dignas de que todos los que tenemos este cargo y ministerio hagamos de ellas mucha ponderación y reparo: Atiende al establo que tienen, y a la Iglesia que gobiernan, y verás el establo sin goteras, y la Iglesia con ellas. Mira sus vestidos, muchos, y buenos, y los de la Iglesia, pocos, y malos. Mira sus mesas, con muchos vasos preciosos, de plata, y oro; y la de los altares, con tan pocos, y de tan corto valor. Visten personas de ruines costumbres, con la hacienda de los pobres; huyen de hacer limosnas, y aborrecen el predicar, y enseñar a sus feligreses: abrázanse con el mundo, 94  Villavicencio Luz, XVII, 4-5.

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déjanse vencer de la lujuria; olvidan a veces el rezar el oficio divino, y se acuerdan de cantar canciones indecentes, y profanas. Esta es la causa del principio, y condenación, de muchos eclesiásticos, y curas de almas.

Dicho esto, envuelto en horribles y hediondas llamas de fuego, lo arrebataron los caballos, y llevaron a la eterna morada del infierno.95

95  Fuente: Mayor Magnum, 582.

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69. [El árbol del Ave María]96 Un soldado, dejadas las armas del siglo, se entró monje cisterciense; pero con el hábito se quedó tan bronco y tan rudo como antes, de modo que jamás pudo aprender las oraciones y rudimentos de la doctrina. Afligíale esto mucho al abad y, con su cuidado e instancias, no pudo jamás conseguir de su rudeza sino que aprendiese el Ave María: esta rezaba casi cada instante, viviendo una inculpable vida. Murió y, habiéndole enterrado en el cementerio, mostró bien la señora cuánto le había agradado; porque creció sobre su sepultura un árbol en cuyas hojas todas con letras de oro estaban escritas estas palabras: “Ave Maria gratia plena”. Al rumor del prodigio acudió innumerable pueblo; vino también el obispo, hizo cavar el árbol y hallaron que le nacía de la boca a aquel santo monje, dichosamente rudo, mejor diré: dichosamente sabio, que así por medio de las alabanzas de María logró la sabiduría eterna.97

96  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 21. 97  Fuentes: Bellarmino Declaracion, 54 y ss.; Heisterbach Diálogo, 49; Speculum exemplorum, “Salutatio Angelis”, Ex. 1; thema: “Bonum universale de apibus [ed. Douai, 1627], 2, 29, 9; Caesarius Heisterbacensis, Libri octo miraculorum [ed. Meister, 1901], 3, 49”. Registros: Tubach Index: “430. Ave Maria on tree. A pilgrim is killed by thieves in the woods, and his staff is planted in his grave with the point in his mouth. It grows into a tree with every leaf inscribed ‘Ave Maria’”.

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70. [La ley y la mona]98 Habíanle predicado dos de la Compañía [de Jesús] la fe de Jesucristo al emperador del Mogor, llamado Echevar,99 y, aunque él se sentía convencer a las luces de la verdad, resistíase terco por estar atollado100 en torpísimos vicios. Pero, en fin, quiso hacer prueba de cuál era la verdadera ley con un medio malo y supersticioso; pero Dios, aun con ese, quiso convencerlo. Tenía una monilla que celebraba mucho por sus habilidades (que hay hombres que se pagan de monerías); hizo, pues, en distintas cédulas ir escribiendo la ley de Mahoma, la ley de Licurgo,101 la ley del Japón, la ley de Moisés, la ley de Cristo, y, echadas estas cédulas en una urna, hizo traer la mona y díjole: “Saca de aquí y dame la ley verdadera”. Así lo fue haciendo el animalejo: sacó la ley de Mahoma, miró y con enfado la tiró a sus pies y la pisó, sacó así las otras y fuelas arrojando; sacó, en fin, la de Cristo, y al punto le dio la cédula en su mano al emperador. Quedaron pasmados todos sus grandes que estaban presentes, pero él, todavía terco y duro, esto dijo: “Puede ser contingencia”, y así volvió segunda vez a la misma prueba; volvieron a poner las mismas cédulas y, al echarlas, uno de aquellos escondió la que tenía la ley de Cristo. Vuelve otra vez la mona, va sacando como antes y como antes arrojando, vuelve a meter la mano y no halla la de la ley de Cristo, quedose suspensa; instábala el emperador: “¡Ea! Dame la ley verdadera”. Ella entonces va oliendo uno por uno a los presentes, así que llegó 98  Martínez de la Parra Luz 1691-1606, II, 1. 99  “El año 1576 el rey del Gran Mogol, Akbar [que no Echevar] ocupó por las armas toda la región de Bengala, y entró en relaciones con los portugueses por medio de un mercader llamado Pedro Tavares, que marchó a la Corte Real en Fathepur Sikri, cerca de la actual Agra […]. Aconsejó al monarca que llamara a los jesuitas de Goa, lo que dio ocasión para la fundación de una nueva misión, la del Gran Mogol” (Santos Hernández Las misiones, t. I, 20). 100  “El que se ha metido en lugar lleno de lodo. Y metaphoricamente el que se ha enredado en alguna dificultád, de qualquiera manéra que sea, y de que no puede salir. Lat. In luto haerens. Difficultatibus praepeditus, a, um. FR. LUIS DE GRAN. Symb. part. 3. cap. 7. Atolládos hasta los ojos en el cieno de torpissimas carnalidades” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Atollado”). 101  La Constitución de Esparta, también conocida como la Gran Retra, es atribuida al legislador griego Licurgo (s. vii a. C.).

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a aquel caballero que la tenía escondida, lo asió tan fuertemente que no quiso dejarlo hasta que, entregándole la cédula, ella la dio al emperador. Oh, ley soberana, que así te haces reconocer aun de los brutos, ¿cómo a tus divinas luces negarán sus ojos los racionales?102

102  Andrade Itinerario, 9 y 12.

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71. [Cristo y la doncella]103 Refiere fray Tomás de Cantimprato hubo en Bravancia una doncella muy virtuosa, hermosa y noble; permitiole Dios al demonio que la tentase con vehementes estímulos de la carne, sin apartarle de la imaginación la representación de un mancebo en quien incautamente había puesto los ojos. ¡Oh, robadores del alma! ¡Oh, medianeros de la muerte! ¡Oh, puertas de la perdición! Tras los ojos se fueron los pensamientos y tras los pensamientos se vinieron las tentaciones. ¡Qué lucha! ¡Qué batalla! Acudía afligida a dar parte de todo a su confesor, con cuyos prudentes consejos alentada resistió algún tiempo. Pero, refinando el infernal enemigo su artillería, instante no le permitía de reposo. ¡Ah! ¿De solo un mirar tanto fuego? ¿Qué espera quien ya por su apetito en nada mira? Creció tan crudo el combate una noche que, ya rendida, determinó salir luego a la mañana a buscar la causa de su perdición. Levantose aun antes del día, y al irse ya encaminando a la puerta de su casa: “¿Adónde vas?”, le previene la voz; y al parar la atención le embarga la vista ¿quién? El más hermoso de los hijos de los hombres, Cristo nuestro redentor, que, mostrándole sus llagas, frescas y corriendo sangre, le dijo: “¿Es por ventura ese mancebo más hermoso que yo? ¿Es más dulce en sus finezas que yo en las que he hecho por ti? ¿Pues qué vas a buscar? Ámame a mí más que a él, que yo más que él soy liberal, soy noble, soy dulce y soy hermoso”, dijo y desapareció de sus ojos y de su corazón toda tentación de la carne hasta el último aliento de su vida.104

103  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 3. 104  Fuentes: Heisterbach Diálogo, VIII, 16; Averoult Flores, II, 3. Registro: Tubach Index: “4749. Temptation resisted by vision of Christ. A nun is delivered from tempta­tion when in a vision she is embraced by Christ”.

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72. [Venta del alma]105 En Francia, un mancebo de rota conciencia por los funestos escalones de sus vicios llegó a tan profundo que, despreciando la fe, hacía chanza y mofa de que su alma fuese inmortal. Esto les decía con mucha risa a otros que con él estaban bebiendo vino en una taberna, y añadió: “Si hubiera aquí quien me comprara esta mi alma, que me dicen que tanto vale, ¡nos bebiéramos el precio en vino!”. Él que lo decía y un forastero que iba entrando: “Pues yo la compraré”, dijo. Rieron y terciaron todos, hizo el concierto, pagó el precio y fueron bebiendo con gran regocijo; pero presto remató en llanto porque el forastero, quitándose la máscara, descubrió que era un demonio y, asiendo de aquel desventurado que daba grandes voces, se lo llevó en un punto al infierno.106

105  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 5. 106  Fuente: Bellarmino Declaracion, 436 y ss. Registros: Tubach Index: “4540. Soul sold by drunkard. A drunken man sells his soul for forty sous. His body, like the capistrum of a horse, is carried away and never seen again”; Thompson Motif-index: “M211.1. Man unwittingly sells soul to devil. He jestingly offers to sell his soul. Devil in disguise buys it”.

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73. [Cédulas que curan]107 En Roma, en el monte Quirinal, en un monasterio de monjas capuchinas, una de ellas padecía gravemente enferma de mal de piedra, sin dejarle la enfermedad descanso ni hallar en los medicamentos alivio. Su confesor, que era un religioso capuchino, diole una cedulita de papel en que estaban escritas estas palabras: “La concepción de María sin mancha”, y díjole que se la aplicase con fe de que la señora le alcanzaría la salud. La monja, pareciéndole poco aplicársela, lo que hizo fue comérsela; tragose la cédula y al punto (¡oh, maravilla!) echó dos grandes piedras sin dolor alguno, y en cada una de ellas escrito: “Conceptio Inmaculata. La concepción inmaculada”. Voló al punto la fama del prodigio, recibiéronlo unos con la debida admiración, mas no faltaron otros que quisieron obscurecer su verdad; pero, con testigos de toda excepción autenticado el milagro, corrió luego en escritos por toda la Italia y fuelo confirmando, sanando así a otros muchos del mismo achaque. Sucedió esta maravilla a 13 de noviembre del año de 1652. Pero el pobre religioso, como si en haber dado un tan saludable remedio hubiera cometido algún delito, privándolo de oficio lo desterraron sus prelados de Roma, con pena que le impusieron de perpetua cárcel si volvía a hablar en aquel que ellos llamaban no milagro, sino embuste o fingimiento. Volvió María Santísima por su honra, porque el año de 1657, a 12 de febrero, estando el cardenal Rapaccioli108 del mismo achaque tan a lo último apretado que, habiendo pasado ya ciento siete horas de supresión continua, recibidos los sacramentos, esperaba por instantes la muerte. Su confesor, acordándose de aquel milagro, escribe al punto en una cedulita de papel estos versículos de la Iglesia: “In conceptione tua, Virgo, immaculata fuisti: Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti”.109 Dáselo en agua a beber al enfermo, que era devotísi107  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 7. 108  Cardenal Francesco Angelo Rapaccioli (1608-1657). En realidad, el remedio no sirvió demasiado, porque el cardenal murió el 15 de mayo de ese año. 109  “En tu concepción, Virgen, fuiste inmaculada. Ruega por nosotros al Padre, cuyo hijo diste a luz”. El 24 de mayo de 1622, el papa Gregorio XV pu-

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mo de este misterio, y al punto echó siete piedras y en una de ellas envuelta aquella cedulita, y quedó en un momento sano.

blicaba unas constituciones en favor del misterio de la Inmaculada Concepción y, a partir de ello, se zanjaba la controversia alrededor del ahora dogma. Juramentos y votos públicos se multiplicaron por iglesias y catedrales a lo largo de la cristiandad, como el de Málaga, que imprimió In conceptione tua, Virgo, Immaculata fuisti.

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74. [El soldado, el mesonero y el diablo]110 Caminaba por la Italia un soldado, y embargándole los pasos una grave enfermedad lo obligó a detenerse por curarse en un mesón. Llevaba una bolsa llena de reales, y temeroso de que se la hurtaran, entretanto que sanaba, diósela a guardar a la huéspeda. Fue corriendo los términos su achaque, y la mesonera, ya con enfermedad de bolsa, fue empeorando del achaque de la codicia; y tanto, que hallándose ya mejor el soldado para proseguir su viaje le pidió su bolsa, ella lo consultó con su marido y determinaron de negar. Volviole a pedir el soldado, y ella muy descarada: “¿Qué bolsa, ni qué dinero? Que a mí no me ha dado nada”. Lleno de cólera porfiaba, cuando llegó el marido a defenderla y, después de muchas voces, echándolo a empujones le cerró las puertas. Él, sacando la espada, porfiaba a querer entrar; dan gritos, que quería violentar la casa, júntase la gente, viene la justicia, y hallándolo de aquella suerte y diciendo el mesonero que quería robarlo, por más que él alegó su verdad, llévanlo a la cárcel, fórmanle el proceso y estaban ya para sentenciarlo a muerte. ¿Qué haría aquel miserable viendo que a él no le creían? ¿Cómo descubriría la verdad? Constaba de haberle hallado con las armas en la mano batallando por vencer y abrir una puerta; pero él no tenía testigos con qué probar su causa. En esto pensaba afligido en el calabozo cuando, apareciéndole el demonio, le dijo la sentencia de muerte, que ya tenían determinada contra él los jueces. Quedó atónito a nueva tan terrible. “¡Ea, no te aflijas, que aquí me tienes! —le añadió el maldito—. Solo con que tú me des tu alma yo te prometo de descubrir la verdad y de sacarte libre”. “Pues yo —respondió el cristiano soldado— más quiero morir mil veces que ponerme en tus manos. ¡Anda para quien eres!, que la verdad Dios la descubrirá, y si no moriré inocente”. “Pues mira —replicó el demonio—, ya que he venido no sea en vano: ya no quiero nada de ti, pero mañana, cuando te saquen a tribunal, di que tú como soldado no entiendes de esas defensas, que te permitan por abogado al que tú nombrares, que yo estaré allí con un sombrero blanco y en él una pluma,111 señálame a mí que yo te defenderé”. 110  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 10. 111  El diablo con sombrero y pluma puede resultar un poco romántico. Recuérdese cómo Goethe viste a Mefistófeles con una pluma de gallo en el chambergo y un estoque al cinto; no obstante, es necesario reconocer que un atuendo así ya

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Pareciole al soldado que esto le era lícito, y así concedió con ello. Sácanlo al día siguiente al tribunal, pide que le dejen señalar abogado, concédenlo los jueces, y señala al demonio que estaba allí muy puntual con las señas dichas. Instábale el acusador mesonero con gran fuerza, pero el demonio abogó como un demonio, con tal copia de razones, autoridades y argumentos que a todos los tenía pasmados y atónitos. Y por último dijo que él mostraría la bolsa del dinero, y señaló desde allí el lugar donde la tenían escondida. El mesonero, viéndose apretado, empezó a echarle maldiciones: “El diablo me lleve si yo sé de tal bolsa”. “Ah, hombre, mira que quizá está cerca el diablo”. Andaba la porfía y el mesonero no hacía sino repetir sus maldiciones: “El diablo me lleve si yo sé de tal bolsa”. Tantas lo dijo que, dejando el demonio su abogacía, abrázase con él, y levantándolo lo sacó por una ventana y llevóselo por los aires, sin que jamás lo viesen. Pasmados quedaron los circunstantes, descubierta la verdad y el inocente libre, y libre no solo de la calumnia, sino de la peor esclavitud del demonio, a quien hizo Dios que le sirviera como su esclavo.112 era común para el diablo de los aquelarres, a donde solía acudir tocado con un largo sombrero adornado con plumas de gallo (véase Reader [Magia]). En cuanto al simbolismo de la pluma, Cirlot nos recuerda que representa valores asociados al aire y al vuelo, a la ligereza, lo que resulta absolutamente adecuado a la esencia espiritual del diablo, como ya indicaba el Malleus maleficarum: “Debe decirse que toma [el diablo] un cuerpo aéreo […] [pues] el aire en sí mismo es una materia muy apta” (Kramer y Sprenger Malleus, III, 1, IV). Por lo demás, la pluma también suele remitir a la escritura, a las letras, lo que resulta muy adecuado para un diablo que se presenta con la investidura de abogado. 112  Fuentes: Faya Summa, 297r-298r (aunque ubica los sucesos en Alemania, no en Italia); Río Disquisitionum, I, III, 7. Registro: Uther The Types: “821A Thief Rescued by the Devil. An innocent man (in league with the devil, who once was kind to the devil) is accused of theft. The complainant swears by the devil [C12.2] that the manis guilty. The devil helps the accused by carrying the complainant (judge) out of the the court room [G303.22.11] (and thus repays the hospitality of the accused man [Q45.2])”. En un cuento tradicional gallego que José María Guelbenzu ha titulado “El juicio del demonio”, se cuenta cómo dos jóvenes se encuentran por un camino a Dios y al diablo pidiendo limosna; uno le da limosna solo a Dios, pero el otro le da una peseta a Dios y un céntimo al diablo, recordando aquel dicho que reza “Dios es bueno, pero el diablo no es malo”. Años después, este mismo joven es denunciado por un tabernero y en el juicio está a punto de ser injustamente condenado hasta que reaparece el diablo como abogado defensor para salvarle y así devolverle el favor (Cuentos, 133-135).

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75. [Bruja en forma de gato]113 En esta figura [de un gato] entró una [bruja] en una casa, refiere nuestro Del Río, y se acercaba a la cuna de un niño. Sintiéronla sus padres: “¡Echa ese gato!”. Echábalo y volvía: “¿Hay tal gato?”. Tantas veces volvió a la cuna que se hubo de enfadar el padre de la criatura. Levantose, y cogiendo un palo aquí le alcanza, allí le da, saltó por un postigo de una ventana y dio en la calle un muy buen golpe. La mañana siguiente: “Que la vieja fulana se muere”. Acuden y hállanle las señales de los golpes en las partes que correspondían al gato, y muy bien magulladas las costillas. Qué bien hecho, ¡toma porque voléis!114

113  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 12. 114  Registros: Thompson Motif-index: “G252. Witch in form of cat has hand cut off: recognized next morning by missing hand”; Espinosa Cuentos, 167172; Faro Forteza Tradición, 55-56.

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76. [Gatos que beben el alma]115 Una tenía costumbre a echar de estas maldiciones a los juramentos; y una vez, estando preñada, dijo: “No alcance agua de bautismo lo que tengo en el vientre si esto no es verdad”. Bien presto se llegó al parto, y después de gravísimos dolores parió dos hijos; pero acabados de nacer vio entrar dos fierísimos gatos negros, que sin haber quien los pudiera atajar ni detener, llegándose a las dos criaturas, como si les bebieran el alma las dejaron muertas y sin bautismo; a la madre escarmentada.116

115  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 18. 116  Fuente: Andrade Itinerario, X, 10.

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77. [Rapto diabólico de un niño]117 En Tréveris, ciudad de Alemania, unas perversas brujas engañaron a un inocente niño de solos ocho años, y, embebiéndolo en sus torpezas, lo llevaban a todas sus malditas juntas: allí, mientras bailaban con el diablo, el muchacho les tocaba el tamboril. Supo esto el arzobispo de aquella ciudad y, haciéndolo traer a su palacio, hizo que le enseñaran la doctrina cristiana, que nada sabía. Estos y peores daños se siguen cada día de no saberla. Un sacerdote de nuestra compañía, que se la enseñaba, para asegurarlo contra el demonio le puso al cuello una Cera de Agnus.118 No tardó el demonio en venir a buscarlo, mas, viéndolo con aquella defensa, sin atreverse a llegársele con un aspecto fiero y terrible. “Quítate eso —le dice— porque si no te he de azotar”. Temerosa la criatura quítase el Agnus Dei y, al punto que se lo quitó, arrebatándolo el demonio por los aires lo levó a la maldita junta de las brujas; hasta que buscándolo después confesó lo que había sucedido.119

117  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 12. 118  Se hacía con los residuos del cirio pascual mezclados con aceite. Se moldeaba la cera a modo de medallones circulares u ovalados: de un lado, se labraba la figura del Agnus Dei (el Cordero de Dios) y, del otro, temas religiosos como el bautismo de Cristo, la crucifixión o la última cena. Se le atribuían, por supuesto, múltiples poderes milagrosos. 119  Fuente: Río Disquisitionum, I, VI, 3. Registro: Thompson Motif-index: “G271. Witch steals children”.

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78. [Vendiendo a su mujer]120 Refiere el ilustrísimo Jacobo de Vorágine que en cierta ciudad hubo un hombre muy poderoso y rico, casado con una mujer muy virtuosa y ternísima devota de la Virgen. Él todo en su riqueza, ella toda en su devoción, ¿cuál con mejor logro? Dígalo el suceso. Entregado él a profanidades, juegos y gastos, bien presto (que ya lo ven cada día y ya lo saben), bien presto encogió las alas la pompa, abatió sus penachos la soberbia y llegó a ser mendiguez miserable lo que antes fue loco desperdicio; triste andaba e impaciente con su pobreza, avivándosele más el sentimiento a las presentes necesidades con las pasadas memorias. En estos pensamientos afligido, se salió en una ocasión al campo a desahogar en suspiros sus aprietos; y cuando pensativo, he aquí un fiero jinete que, poniéndosele delante sobre un soberbio bruto, trabó conversación: preguntó la causa de su congoja, y a pocos lances descubrió que era el demonio; no se espantó el otro mucho, tal estaba ya de perdido. “Yo te prometo —le dijo— de hacerte aún más rico que antes, solo con que hagas por mí una cosa muy fácil”. “¿Cuál es?”, le respondió: “Que para tal día (señalóselo) me has de entregar en tal lugar a tu mujer”. “Vengo en ello al punto”. ¡Qué presto! “¿Me das palabra?”. “Sí”. “Pues anda y busca en tal sitio y allí hallarás riquezas que te sobren”. Fuese muy consolado, buscó y halló una gran cantidad de oro y plata, tanta que volviendo a su antigua pompa triunfaba ya con doblado aparato. Llegose el plazo de entregar su pobre mujer al demonio; y muy severo: “Disponte y vamos —le dice—, que me importa que vayas conmigo a cierta parte”. La pobre mujer, sin atreverse a preguntarle más, acude primero a María Santísima a ponerle en sus manos su peligro, y sale en seguimiento de su marido. ¡Oh, miserable, y si supieras a qué te llevan! Así caminaban los dos, cuando, viendo en el campo una ermita de la Santísima Virgen, pidiéndole la mujer que la permitiera entrar a saludar a la Señora, vino en ello, y dejó que entrara sola su mujer, quedándose él afuera a esperarla. Ella ya con el temor más vivo, viéndose llevar por un campo sola, clamó a Ma120  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 12.

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ría Santísima pidiéndole su amparo; y qué presto lo experimentó. Oh, Señora, ¿quién no te llama? Quedose la mujer allí dormida, y mientras ella dormía salió de la ermita ¿quién? La misma reina de los ángeles (¡oh, dignación soberana!) en la figura y traje de aquella mujer; de modo que, sin desconocerla el marido, prosiguieron ambos su viaje. Llegaron al señalado sitio, y cuando ya acudía muy pronto el demonio, apenas se descubrió, descubrió sus penas; porque dando un terrible bramido, sin atreverse a acercar: “¡Ah, mal hombre —dijo—, falso y mentiroso! ¿Cómo en lugar de tu mujer me traes a la que es mi tormento? A tu mujer te había pedido para vengar en ella las injurias que me ha hecho, para que aquí me pagara todos mis agravios, ¿y me pagas tú con traer a la madre de Dios? Agradece a ella, que si no…”, dijo y se fue rabiando. Entonces María Santísima, con severo aspecto, reprendió a aquel mal hombre, mandole echar de sí riquezas tan malditas y que volviendo hallaría a su mujer en su ermita. ¿Cuál sería la admiración y el espanto de aquel mal hombre? Volvió a la ermita y la halló allí durmiendo. ¡Y qué seguro duerme quien así en el amparo de María descansa! Sueño es dulce para quien ama a María, lo que el demonio le traza tormento.121

121  Fuentes: Vorágine Legenda, IV, 37; Speculum laicorum, 374; Speculum exemplorum, “María”, Ex. 31; Gobio Scala, 122b, 124ª, 134b; Heisterbach Diálogo, VII, 2; Alfonso X Cantigas, Cantiga 216; Liber exemplorum, 268. Registros: Tubach Index: “5283. Wife pledged to devil. The Virgin Mary acts as a substitute for a woman whose husband has pledged her to the devil”; Goldberg Motif-index: “G303.16.1. Wife pledged to devil. Virgin Mary substitutes self for a woman whose husband had pledged her to the devil”; Thompson Motif-index: “K1841.3. Virgin Mary substitutes for woman whom husband has pledged to the devil; G303.16.2.2. Person saved from devil by prayer to Virgin”; Uther The Types: “1168C The Virgin Mary Saves a Woman Sold to the Devil. A man sells his wife to the devil. Before the woman is to be delivered, she goes to church to pray for help to the Virgin Mary. Substituting for the woman, Mary goes to the devil, who flees [K1841.3] Chevalier 1983, n.º 90, Camarena/Chevalier 1995ff. V (forthcoming)”.

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79. [Con la lengua cosida]122 Por muy graves delitos había caído en esa cárcel [de Corte]123 un hombre, que, para ser en todo rematado, era de costumbre blasfemo, tanto que aun a sus compañeros, con no ser muy santos, los tenía horrorizados su lengua. Llegó la Semana Santa, y yendo un sacerdote de nuestra Compañía a procurarles, como se suele,124 a aquellos miserables el bien y consuelo de sus almas, lo primero con que lo recibieron fue con informarle de aquel mal hombre, para que procurase reducirlo. Así lo intentó el padre y, procurando suavizar con buenas palabras su fiereza, él a todo más grosero y más rústico: “Mirad que es tiempo santo —concluyó el padre— y será bien que os confeséis”. “Yo no he de menester confesarme”, respondió él y estúvose en esto muy terco. “Ea, pues ya que no os confesáis dadme licencia para deciros una cosa”. “Diga, padre”. “Pues lo que digo es que procuréis refrenaros en la lengua, porque, además de ofender gravísimamente a Dios con vuestras blasfemias, todos vuestros compañeros se quejan de que ya no os pueden sufrir”. “¿Y con eso me viene, padre? Pues ahora solo por darle pesadumbre lo he de hacer mucho peor”. Y con esto volvió las espaldas. 122  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 15. 123  A partir de las Leyes de Indias (1680), en la Ciudad de México “las sentencias de sus alcaldes-jueces se cumplían en los dos establecimientos carcelarios que de la Real Audiencia emanaron: la Real Cárcel de Corte y el Recogimiento de Santa María Magdalena. La primera estaba destinada a los delincuentes varones; la segunda, a las mujeres que cometían faltas castigadas por la Sala del Crimen” (Rodríguez-Sala “La Real Cárcel, 99). 124  El deseo de volver al espíritu evangélico primitivo, más o menos recurrente en la labor pastoral de los jesuitas, los llevaría a poner de moda el salir a predicar fuera de los templos, a las cárceles, plazas públicas u hospitales, al grado de que incluso el padre Goschwin Nickel, general de la Compañía de Jesús entre 1652 y1664, en un comunicado del 4 de diciembre de 1654 dirigido a la provincia jesuítica de México, se quejaba de estas formas de predicación popular, a su juicio inferiores: “Verdad es que por costumbre introduzida en todas partes, y aquí en Roma, nuestros hermanos que aun no tienen orden Sacro, enseñan la Doctrina Christiana, y predican en las calles y plazas públicas sin pedir licencia a los Ordinarios, por que las Platicas ó exhortaciones que hazen, no son, ni se llaman Sermones, hablando con propiedad y rigor” (Chinchilla De la compositio, 55, n. 4). A pesar de la queja, los jesuitas siguieron predicando con rigurosa puntualidad en cárceles e incluso en hospitales psiquiátricos, tal vez atribuyendo alguna virtud terapéutica a la oratoria religiosa.

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El confesor se fue, la noche llegó y, recogido aquel con los demás a un calabozo, echose a dormir tan descuidado como una bestia. Mas no pasó mucho de sueño cuando de un rincón del calabozo salieron dos demonios: el uno, con una hacha encendida en la mano, no para ver ellos sino para que vieran los hombres; el otro, llegándose al blasfemo, con un fiero empellón lo despertó. “¿Y eres tú —le dijo— el atrevido que quieres blasfemar más por hacer pesar a tu confesor? Pues ya venimos a agradecértelo”. Y luego, levantándolo contra el techo como si fuera una pluma, al caer dándole en la boca una recia puñada, lo volvía con el golpe a levantar en alto; así por algún rato jugó con él a la pelota. Y luego, sentándolo en el suelo haciéndole a violencia abrir la boca, le cosió la lengua tan bien pespuntada al paladar que él quedó como un buey bramando, sin poder pronunciar ni una palabra. Los huéspedes infernales desaparecieron y los demás presos quedaron fuera de sí al espanto. Llegada la mañana, viendo aquel ya dos veces bruto, todo bañado en sangre, llamando a un cirujano y a un confesor: ni el cirujano halló modo de desasirle la lengua, ni el confesor le pudo sacar seña alguna de penitencia. Y así murió bramando; mejor le hubiera estado no tener lengua nunca si así la había de perder después de perder con ella el alma.125

125  No he localizado la fuente de Martínez de la Parra, aunque sí el uso de este ejemplo en textos más o menos contemporáneos: Alamín Exortaciones, 274.

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80. [Falso juramento matrimonial]126 Había en Sajonia, refiere nuestro Martín del Río,127 una doncella muy rica, y tanto como rica hermosa; uno y otro, faltando el juicio, le sirvió de lazo en que cogida se fue enredando en los amores de un caballero de prendas pero pobre (debía de ser de los que buscan remediarse con el dote, no mejorarse con el matrimonio). Ella, en fin, tan loquilla, diole palabra de que no se casaría con otro; pero aquel, desconfiado, aún no se daba por satisfecho, y ella por asegurarlo: “Pues mira —le dijo—, los diablos me arrebaten en cuerpo y alma el día de mis bodas si no las celebrare contigo”. Más sosegado quedó aquel con esto. Hubo de hacer una audiencia que le fue forzosa. Y a su vuelta de él dio también vuelta la veleta de su desposada; y tanta vuelta que cuando él volvió ya no pudo mudarla, porque trataba ya con todo calor su casamiento con otro mancebo noble. Lamentábase aquel, pero en vano, quejábase, pero al aire; y, en tanto, prevenidas con grande aparato las bodas. Llegó el día con gran regocijo de padres y parientes; pero entre galas, músicas, banquetes y danzas, sola la señora novia estaba triste, remordiéndole al corazón su juramento. ¡Ah, qué mal puede alegrarse quien tiene la conciencia en pecado! Hecho ya el casamiento, estaba en lo más festivo del día y de la boda, cuando avisó un paje que dos caballeros esperaban a la puerta licencia para entrar; dada esta, entraron ellos muy de fiesta y, después de los parabienes, se ofrecieron a acompañar la fiesta con la danza. Salieron a danzar, danzaron con primor, y uno de ellos, haciendo una gran reverencia a la novia, la sacó por la mano al puesto. No bailaría mal la mudable señora, pero esta vez muy mal bailó; porque, en medio de las vueltas, asiéndola por la mano, aquel fingido caballero y verdadero demonio la levantó por los aires hasta el patio, y allí, poniéndola a la grupa del caballo, caballo, caballero y dama volaron y desaparecieron. ¿Cuál quedarían todos? Atónitos salieron por todas partes a buscar el cuerpo siquiera; y entonces, volviéndose a aparecer el demonio, entregó el vestido y las joyas 126  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 18. 127  Fuentes: Río Disquisitionum, II, I, 3; Vega Casos, 75 y ss.

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de la novia diciendo: “Estas alhajas no sirven en el infierno, aunque a tantas han llevado al infierno esas alhajas: el cuerpo y el alma venimos a ejecutar”; terminándose la fiesta en el más triste llanto. Pues así se pagan las promesas hechas con el juramento, si no se cumplen.

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81. [El halcón y la vela de la Virgen]128 Un cazador de aves que servía a un príncipe de Francia tenía un halcón, tan diestro en la caza que todos los días le cazaba seis y ocho perdices, y teniendo con él esta renta ya se ve cuánta sería su estimación. Enfermó este halcón sin saber de qué, y más que a él se le cayeron las alas a su dueño. Sentía en extremo perderlo y no le hallaba remedio; díjole entonces su señora que hiciese un voto a la santísima Virgen de Val Florida,129 imagen en aquella tierra muy milagrosa, y que la señora le mejoraría su pajarón. Él, con esta ansia, prometió a la santísima Virgen que le llevaría a su templo un cirio de cera que pesase siete libras, si le daba salud al halcón; oyolo la señora, sanó el pájaro al punto, y tanto que el día siguiente le cazó diez perdices. Correspondió en el dueño el regocijo al que antes era sentimiento, pero siguiósele el olvido de su voto. Llegó el sábado, día en que con gran concurso veneraban a María Santísima en aquel su templo. Acordole a aquel su señora que llevara el cirio que había prometido: “No corre tanta prisa”, dijo. Pasose aquel y otro sábado, volviole al tercero a reconvenir su señora; pero él, muy de socarra y de chanza, respondió: “Anda, señora, ¿para qué ha de menester la santísima Virgen mi cirio? ¿Qué se le da a la señora de esa poquedad? Que no, no lo ha de menester”. Cuando él decía esto estaba el halcón puesto en un árbol del patio de la quinta; llamolo el dueño, vínose a la mano y, ya en ella, enfurecido el pájaro le clavó el pico por cuatro partes de la mano, cayendo al punto muerto: le dejó a él la mano con las heridas tan encogida que con ningunas medicinas pudo jamás en todo lo restante de su vida volver a extender más la mano. ¡Qué bien merecido castigo! Pierda el pájaro quien es ingrato; y pierda la mano quien no paga lo que a María Santísima promete.130

128  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 20. 129  La Virgen del Val, patrona de Alcalá de Henares. Su historia se hunde en la leyenda y se puebla de cuentecillos y ejemplos (véase Kagan [Historia] y Diego Pareja [La Virgen]). 130  Hay un motivo tradicional bastante difundido que vincula a la Virgen con un halcón: un cazador en cetrería sigue a su presa y encuentra un sitio sagrado, donde funda un monasterio: es la leyenda de la ermita de la Virgen de la Peña, en Loarre, la leyenda de la Virgen de la Hiniesta o la leyenda de la fundación del monasterio de Santa María la Real de Nájera, por citar algunos.

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82. [Invitados infernales]131 Refiere nuestro Martín del Río que, en Silesia, un caballero había prevenido para no sé qué celebridad un gran convite; había convidado a otros caballeros y, todo ya a punto en el día señalado, fuéronse entrando recados de este y de aquel convidado que se le excusaban. Él, ya impaciente, éntrale otro recado de excusa y prorrumpe colérico: “Pues, si no hay otros, ¡vengan todos los diablos a comer conmigo!”. Y en esto saliose de casa a divertir su impaciencia en la iglesia, donde había sermón y estábalo predicando el cura. Hízose hora, y he aquí que fueron llegando a su casa unos hombres a caballo, agigantados de cuerpo, negros como la pez y tan fieros como demonios. Apeáronse y dijeron a un criado: “Anda, di a tu señor que ya le esperan aquí sus huéspedes”. Temblando sale el criado, va corriendo, dícele a su amo lo que pasa, y él, más lleno de espanto, se lo dice al cura; mandó este que al punto saliera toda la familia de la casa, así se hizo, con tal prisa que se dejaron en la cuna olvidado un hijo de aquel caballero. Y los infernales huéspedes empezaron a celebrar su banquete con grandes voces, brindis y risadas; el dueño de la casa, con el cura y otro mucho concurso, estaban por la calle llenos de horror. Y los demonios asomándose a las ventanas en horribles figuras de osos, de lobos y de gatos,132 cual con una pieza de asado, cual con un plato y cual con una copa de vino le brindaban al dueño y le decían: “Sube acá, sube, ¿qué cortesía es comida así y dejarnos solos? ¿No nos llamaste? Pues ya estamos aquí a comer contigo, ven, sube”. En esto asomó uno con el hijuelo de aquel caballero jugando entre sus uñas. Echó de ver entonces el olvido y levantó el gemido al dolor. Pero un criado suyo, más fiel y más animoso (quizá por más cristiano): “Yo entraré —le dijo— y te sacaré a tu hijo”. “¿Te atreves?”. “Sí”. “Pero anda en el nombre de Dios”. Santíguase y entra, y al punto: ¡qué grita sobre los diablos! Pero él, intrépido: “Dame

131  Martínez de la Parra Luz 1601-1696, II, 38. 132  Sobre estos y otros animales infernales, puede verse Cabanillas (“El bestiario”).

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ese niño en el nombre de Jesucristo”. “No lo daré, que ya es mío”. “Sí darás”, y embistiendo se lo quitó. Acometen los demonios, pero él, con la señal de la cruz, salió libre; que no tenían licencia de Dios aquellos enemigos para tanto. Volviole al padre su hijo, pero los demonios se quedaron en la casa por muchos días, haciendo mil destrozos y poniendo mil escarmientos. Mirad todos, mirad todos como los llamáis, no vengan presto, que a la voz de las maldiciones entienden muy bien, porque es esa su primera lengua.133

133  Fuentes: Faya Summa, ff. 296r-297r; Río Disquisitionum, I, III, 1; Sánchez de Vercial Libro, 92; Speculum laicorum, 141. Registros: Cf. Tubach Index: “1347. Cross, sign of, banishes serpent. A monk made the sign of the cross and a serpent fled”; Cf. Goldberg Motif-index: “E434.8.2. Sign of cross. Jew in Apollos temple banishes evil spirits with sign of cross. Saves bishop from sin. Is converted”; Thompson Motif-index: “V86.1.1. Sign of cross prevents child from being stolen from cradle”.

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83. [Paredes que se abren]134 Un santo lego de San Francisco, cocinero de su convento, tenía devoción de asistir todos los días a cuantas misas podía; pero un día, estando sola la cocina y hallando la suya los gatos, ¡faz!, volcaron la olla y comieron ellos lo que ayunaron los religiosos. Enojado por esto, el guardián le mandó aquel que no fuese a oír (como solía) misas, sino que atendiese a su obligación. Obedeció él, pero el día siguiente, al hacer la campana la señal de alzar, puesto de rodillas y con tiernas lágrimas: “¡Ah, Señor —dijo—, que el consuelo que yo tenía en asistir a tu divino sacrificio me lo ha de quitar esta cocina! Pero ¿qué he de hacer?, mejor es lo que tú dispones”. Al punto (¡estupendo prodigio!) abriéndose cuantas paredes había desde allí hasta el altar, vio patente y adoró la hostia sacramentada, volviendo luego las paredes otra vez a juntarse, pero dejando bastantes señas de esta tan prodigiosa maravilla.135

134  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 28. 135  Fuente: Hautino Sacramentum, 1063.

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84. [El caballo de san Jorge]136 Un soldado prometió a san Jorge Mártir que le daría su caballo si lo volvía con bien de la guerra. Fue y volvió seguro y sano. Por una parte, se hallaba obligado a su voto, porque conocía los grandes favores que le había hecho el santo mártir; por otra, quería mucho a su caballo y no quería perderlo. ¿Qué hacer? Echa en una talega veinte sueldos de oro, que era lo que el caballo valía, y vase con él a la iglesia. Apéase, entra, dale las gracias al santo mártir de haberlo librado de tantos peligros; y luego, poniendo la talega sobre el altar, le dice: “Santo mío, tú no has menester mi caballo, yo sí. Aquí te dejo su precio y permíteme que me lo lleve”. Salió con esto, sube en el caballo, pero como si fuera de palo: no se movía por más que lo espoleaba. “Ea —dijo apeándose—, el santo no quiere”. Vuelve a entrar, y pone sobre el altar otros diez sueldos de oro: “Santo mío —le dice—, conténtate con esto, que ya te doy eso más, y déjame llevar mi caballo”. Vuélvese a salir y el caballo todavía como de piedra. Entra tercera vez, pónele al santo otros diez sueldos, pero todavía sin moverse el caballo. Así entró y salió regateando, digámoslo así, hasta que le hubo puesto al santo en su altar sesenta sueldos de oro. Y entonces, viendo que ya su caballo se movía, le dijo al santo con gracia: “Santo mío, bien baratos haces los favores, pero en verdad que vendes muy caros los caballos, no te compraré otro”.137

136  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 21. 137  Registro: Tubach Index: “2626. Horse vowed to saint [atribuido a san Nicolás]. A rich man, pursued by his enemies, promises the gelding he is riding to St. Nicholas if the saint will help him. The man escapes. He leaves the horse at the church door, goes in, and lays twelve marks on the altar of St. Nicholas to redeem his horse, but it will not stir until he has paid four marks more. He exclaims that the saint is a trusty friend and a first‑rate bargainer”.

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85. [Lo que vale una misa]138 Refiere nuestro Hautino que un pobre jornalero tenía por devoción todos los días de ir antes a la misa que a la plaza. Madrugó este una vez, y, para que conociera que no era su trabajo, sino su devoción, la que le daba de comer, diole gana de irse antes a la plaza y dejar para después la misa; mas vio presto que vale más al que Dios ayuda que al que mucho madruga, porque, aunque estuvo allí muy largo rato, no halló quien lo condujera al trabajo. “Eh, ¿qué se ha de hacer?, vamos a misa”. Vino y en no sé qué fervor detúvose, salió algo tarde, volvió a la plaza, ya en vano porque nadie halló que le diera en qué trabajar. Y ya sin esperanza volviose pensativo y triste a doblar su sentimiento con el clamor de su familia, cuando encontró un hombre rico, su conocido, que a la primer pregunta, sabida la causa de su tristeza: “Pues yo —le respondió— no tengo en qué ocuparos, pero andad a la iglesia, estaos allí oyendo misas y rezando por mí el tiempo que habíais de trabajar, y yo os pagaré el salario”. “Vengo en ello”. Vase a la iglesia, y ya al caer la tarde acude por su paga. Diósela puntual el poderoso, que era allí la ordinaria doce sueldos y una torta de pan. Consolado se volvía con esto, cuando encontró con un anciano venerable, que habiéndole preguntado y sabido: “Vuelve —le dijo— y dile a ese hombre que no te ha pagado todavía lo que te debe, que te dé más o que le irá muy mal”. Volvió con su embajada, oyola el rico con no sé qué miedo, y añadiole otros cinco sueldos. Íbase aquel y vuelve el mismo anciano: “Vuelve otra vez —le dice— y dile a ese hombre que más te debe”. Pudo segunda vez con esta embajada tanto el miedo que, sin más replicar, le dio otros cien sueldos con que se fue contentísimo. Aquella misma noche apareció nuestra vida Cristo a aquel rico en un tribunal muy severo, y, después de hacerle cargo de sus gravísimas culpas, le dijo: “Pues sábete que, si aquel pobre no hubiera hoy oído misa por ti, esta noche sin remedio estabas condenado a bajar al infierno; mira si lo que le debes es mucho”, dijo y desapareció. ¿Y cuántos que no lo saben quizá les habrá sucedido esto mismo? 138  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 22.

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86. [La joya del jornalero]139 Un señor de una heredad, refiere Herolto, había conchabado a destajo con unos segadores que le limpiasen un pedazo de tierra; llegó un día de fiesta, y uno de ellos, más cristiano que codicioso, determinó guardarla. Prosiguieron los demás sin hacer caso, pasó la fiesta, volvió aquel, y hallándose bien atrás sufrió la risa y vaya140 de sus compañeros; pero a poco trecho no hubo menester segar más, porque se halló una grande joya de oro, levantola y lee en ella misma escritas estas palabras: “La mano de Dios me fabricó y me dio en pago al pobre que guardó la fiesta”. Trabajad ahora, trabajad, jumentos del Austro, que tal nombre da con razón Isaías a los que contra Dios se fatigan para cargar viento.

139  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 27. 140  Burla. El Diccionario de autoridades ilustra esta definición justamente con este texto de Martínez de la Parra: “Burla, ù mofa, que se hace de alguno, ù chasco, que se le dá. Covarr. dice, que viene del Toscano Vaye, que significa lo mismo. Lat. Convitia, vel dicteria ridicula. SANDOV. Hist. de Carl. V. lib. 28. §. 24. El se volvia, dandola vaya, y aun haciendo otras descortesias, que no se pueden decir aqui. PARR. Luz de Verd. Cath. part. 2. Plat. 27. Passó la fiesta, volvió aquel, y hallandose bien atrás, sufrió la risa, y vaya de sus compañeros” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Vaya”).

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87. [La bailadora y el toro]141 Vivía en una villa de Bravancia una mujer de nombre (y de muy mal nombre) dada a profanos entretenimientos de juegos, bailes y músicas tan torpes como ella; esta, pues, tenía por devoción todos los días de fiesta tener juntas y academias en su casa de mozuelos casquilucios y de mujercillas bailadoras, truhanes y coplistas. ¿No era muy linda devoción para el infierno? Había mucho sarao, mucho entremés, mucho baile, mucha chacota y carcajada. Una tarde, pues, de estas de días santos que ella hacía de diablos, armaron en la calle donde caía su balcón un juego de pelota unos mancebos; a verlos jugar salieron al balcón. Vino, pues, la pelota sacada con violencia al impulso de la pala, y el que de la parte contraria la esperó para rechazarla puso tan violento conato en rebatirla que, despidiendo la pala de la mano, volando por el aire y gobernada de soberano impulso, se coló por el balcón y, dándole a la señora dama santificadora de tales fiestas en la frente, la estrelló en la pared los sesos, rotos y en menudos pedazos los cascos. Cayó muerta al instante, y al golpe: “¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús! Qué lástima”, prorrumpen las amigas todas levantando al cielo el alarido. “¿Murió?”. “Sí, ya murió”. ¡Válgame Dios!, ¿cuál quedaría aquella cara?, ¿cuál quedaría aquella alma? Dígalo el suceso. Trataron de su entierro los parientes, convidaron mucho acompañamiento, llenose de gente la casa y la difunta en medio de la sala en sus andas, aunque cubierto el rostro porque no pareciese fea aun después de muerta. Ya después del responso iban a cargar el cuerpo cuando, rompiendo por la gente y llenando de horrores y bramidos el aire, un feísimo negro toro, echando fuego y humo por los ojos y narices, corriendo hacia las andas, a testeradas, a manotadas, a bocados destrozando en menudas piezas el cuerpo, lo hizo el demonio que bailara al son de sus bramidos, y dejándolo así se desapareció. Desengañados de esta publicidad lastimosa, recogiendo luego los destrozos de aquel miserable cuerpo, lo fueron

141  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 27.

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a tirar al campo. ¿Y qué fiesta habría en el infierno con el alma de la señora bailadora?142

142  Fuentes: Faya Summa, ff. 79r-79v; Mayor Magnum, “Chorea”, 3; Bellarmino Declaracion, 190; thema: “Les exemples du Livre des abeilles, Turnhout, 1997, n.° 166, p. 208”. Registros: Tubach Index: “1429. Dancing, punishment for”; Goldberg Motif-index: “Q.386.1. Devil punishes young woman who loves to dance”; Thompson Motif-index: “G303.3.3.1.4. Devil in form of cow (bull, ox)”.

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88. [El escribano y el toro]143 En las Anuas de nuestra provincia de Castilla se refiere que un escribano, que vivía muy desbaratado en las culpas, persuadiéndole repetidas veces algunos piadosos amigos suyos a frecuentar la iglesia, a seguir los pasos de la virtud, riéndose a todo respondía: “Yo tengo buen entendimiento, y solo se condenan los tontos que no saben arrepentirse a la hora de la muerte; pero yo, entonces, con mi buen entendimiento conoceré mis culpas y me arrepentiré”. Esto repetía varias veces. Sucedió, pues, que, yendo por una calle a su casa a hora de comer, un niño de cinco años le empezó a gritar: “Tío, tío, guarda el toro, guarda el toro, que te viene a matar por detrás”. Volvió, no había nada. Oyeron y repararon esto otros muchos, y el niño todavía le gritaba con ademanes de mucho miedo: “¡Guarda el toro!”. Él lo echó a risa, y volviendo a los circunstantes les dijo: “¿Han visto cómo se burla de mí el muchacho?”. Prosiguió a su casa, comió, y al salir de ella se cayó muerto en un punto, sin pronunciar siquiera el nombre santísimo de Jesús. Fiaos de vuestro entendimiento.144

143  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 11. 144  Fuente: Faya Summa, ff. 339v-340r.

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89. [Las deshonras del alcalde]145 Refiere fray José de Carabantes,146 religioso capuchino, que estando ya para morir un religioso de San Francisco juró, por el paso en que estaba, que era verdad este suceso. En tiempo —dijo— de las guerras de Cataluña,147 en una ilustre villa de la Corona de Aragón, habiendo muerto un alcalde, que allá llaman “jurado”, me encargaron a mí el sermón de sus honras. Estábalo estudiando, y aquella noche me apareció rodeado en llamas el alma de aquel alcalde, que me dijo: “No prediques mis honras sino mis deshonras, que por haber sido mal padre de la república estoy condenado para siempre al infierno. Esto manda Dios, y que digas que todos los jueces y ministros de justicia, regidores, alguaciles, escribanos que han muerto en esta villa, de sesenta años a esta parte, todos están ardiendo en el infierno, por no haber cumplido con las obligaciones de su oficio. Esto manda Dios que diga para que los demás escarmienten”.

¡Oh, y si todos escarmentaran!, que acá se dejan con el puesto los logros, y vale mucho, y vale infinito la gloria.148

145  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 46. 146  Religioso español nacido en Soria en 1628. Fue misionero entre los caribes de Venezuela, escribió una gramática y un lexicón de su lengua. Murió en Lugo en 1694 (véase Gutiérrez Salazar [El padre]). 147  Guerra de Cataluña o guerra de los segadores (1640-1652): sublevación de campesinos catalanes contra la Corona española que se saldó con la pérdida del Rosellón y la mitad de la Cerdaña, que pasaron a dominio francés (véase Elliott [The Revolt]). 148  Fuente: Carabantes Practica, I, 3, 8.

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90. [Los tres demonios]149 Conjuraba un sacerdote a un endemoniado que estaba poseído de tres demonios, y a la fuerza de los exorcismos, haciéndole confesar sus nombres: Somos tres hermanos —dijo uno de ellos— que estamos de liga en este hombre. Yo me llamo Cierra Corazón, porque tengo por oficio cerrarle el corazón para que no se arrepienta de sus culpas; pero, por si a mí se me escapa, entra luego mi hermano, que se llama Cierra Boca, porque, aunque se arrepienta mi hermano, cuida luego de cerrarle la boca para que no se confiese; pero, por si a este también se le escapa, entra luego mi otro hermano, que se llama Cierra Bolsa, que tiene por oficio hacer que, aunque se haya confesado y arrepentido, no restituya lo ajeno, y este sí que gana innumerables, que aunque nosotros dos cogemos algunos, pero este no tiene número los que coge.150

149  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 48. 150  Fuente: Bellarmino Declaracion, 145 y ss.

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91. [La confesión del diablo]151 Llegose a confesar con un cura, refiere Cesario, un mancebo de gentil disposición; fue confesando tantas, tan fieras, tan enormes culpas que ya enfadado el cura: —Hombre —le dijo—, aunque hubieras vivido mil años era poco tiempo para lo que confiesas. Respondió él: —Más de mil años tengo. —¿Más de mil años? ¿Pues quién eres? —Soy el demonio. —¿Tú?, ¿y confesarte? ¿De cuándo acá?, ¿qué te ha movido? —Yo lo diré. Estaba yo allí viendo los que llegaban a confesar; veíalos al llegar tan abominables y tan feos como yo me veo, pero al levantarse de tus pies ya iban tan hermosos, tan lindos, que me llegué aquí cerca por oír lo que decían, y lo que tu decías, que era prometerles la remisión de todos sus pecados. Y así, por ver si me sucede lo mismo, he llegado y he dicho yo también parte de mis pecados, y los confesaré todos si quieres oírme. —Aguarda, desventurado. Di no más esto: “Creador mío, pequé contra ti, me pesa de ello. Perdóname”. —Eso no diré yo. —Pues anda, perro. ¿Y tú, hombre?, ¿y tú, mujer? Mira si me respondes esto mismo, mira si eres peor que el demonio, pues ves con la fe esta dicha y, siendo tan fácil, dilatas o huyes de este sacramento. ¿En qué pones la dificultad si no la pones en lo que la puso el demonio?152

151  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 3. 152  Fuentes: Faya Summa, ff. 155r-155v; Heisterbach Diálogo, 51. Registros: Tubach Index: “1506. Demoniac compliments nobleman. A demoniac compliments a nobleman who has just come from confession on his change from ugliness to beauty”; Thompson Motif-index: “V29.8. The devil goes to confession”; Uther The Types: “818* The Devil Goes to Confession. He performs severe penance but cannot bear to humble himself and bow before the altar” [V29.8].

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92. [Por una mala confesión]153 Estos son los que alcanzan perdón de Dios, pero no los que los callan y esconden cuando se confiesan, porque se condenan para siempre en el infierno, como lo sabéis por el ejemplo que os contaré ahora, terrible y espantoso, que sucedió en una miserable india llamada Catalina, natural de una ciudad llamada Santa Cruz de la Sierra que está en el reino del Perú, que consta por una carta de una provincia de aquel reino, su fecha el año de 1590, que refiere el padre Andrade de la Compañía de Jesús en el grado 20 al 24, donde dice que en dicha ciudad había un hombre principal que tenía algunas indias para su servicio, y entre ellas tenía una de tanta habilidad que siendo de dieciséis años sabía tres lenguas, y en todas tres sabía la doctrina cristiana con tal eminencia que la enseñaba a las demás; a los principios procedía con recogimiento y humildad, mas después, viéndose estimada de su ama y de las demás criadas sus compañeras, empezó a dar muestras de libertad y desahogo, hablando con la gente de casa y de fuera con más frecuencia y menos modestia de lo que su edad y estado pedía. Reprendiola su ama, pero no se corregía, y su libertad y desenvoltura la trajeron a términos que, perdiendo el estado dichoso de la virginidad, se amancebó con dos mozos, aunque tan ocultamente que no lo entendieron en su casa. Habíala industriado su ama para que confesase y comulgase cada ocho días; costumbre establecida no solamente en su persona, sino en todos los que moraban en su casa, la cual, no obstante sus pecados, continuaba con sus compañeras, pero sacrílegamente, callando en la confesión los pecados sensuales que cometía. Encendiose por aquella tierra una recia pestilencia, llegó a la casa de esta señora y, como si viniese a vengar las ofensas de Dios, hirió a Catalina. Llamaron luego a un padre confesor de nuestra compañía, que lo era ordinario suyo y de sus compañeras; como la enfermedad era tan peligrosa ordenáronle que se confesase, vino en ello con mucha facilidad. Confesose, pero tan mal como siempre, y con tal desenvoltura que, en saliendo el confesor de su aposento, empezó a reír y hacer burla de él con las otras indias sus compa153  Villavicencio Luz, “Cuarta y última plática, contra tres supersticiones del demonio”.

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ñeras, diciendo con desprecio: “¡Miren a qué venía el padre!, a que confesase yo mis pecados y le dijese lo que había hecho. No se verá en eso ni lo sabrá en toda su vida”. Escandalizadas las demás, avisaron a su ama de lo que pasaba, la cual vino luego y le preguntó si era verdad lo que había dicho y qué pecados eran los que callaba al confesor; no tuvo empacho de manifestarlos a su ama, a quien los dijo claramente. Y, replicándole por qué razón no los había manifestado al confesor, respondió que porque una negra que asistía a su cabecera la persuadía a que no los confesase, porque era cosa de aire y que perdería mucho con el confesor que la tenía en grande opinión: “Verdad es —añadió— que a mi lado derecho veo a santa María Magdalena que me exhorta a que los confiese; pero me tienen temerosa las amenazas de la negra”. Exhortola la buena ama a que confesase enteramente sus culpas y pudieron tanto sus palabras que se resolvió por entonces a obedecerla. Llamaron al confesor, a quien el ama refirió lo que había dicho y otras cosas que las criadas confesaban de varias acciones deshonestas y palabras indecentes que había hecho y dicho; entraron ambos a su aposento, el confesor y el ama, la cual habló primero y dijo: “Catalina, ves aquí al padre, confiésale los pecados que me dijiste a mí y todos los de tu vida para que sea salva tu alma”. Mostró grande indignación oyendo estas palabras y respondió en otra lengua, que no la entendía el confesor: “No le dije yo a vuestra merced esas cosas para que las dijese al padre”; y dicho esto se resolvió en no confesar con él sin que bastasen persuasiones ni diligencias algunas, así del confesor como de su ama, para mover su corazón a lo que le convenía. Cansados pues de batallar con ella, la dejaron por entonces, apelando a mejor tiempo si Dios se le concedía para hacerla confesar enteramente; pero, en hallándose sola, empezó a cantar coplas lascivas y a decir palabras indecencias a las criadas que entraban a curarla. Llegó a tal dureza y obstinación que no le pudieron persuadir que pronunciase el santo nombre de Jesús. Pusiéronle un crucifijo delante de los ojos y dijéronle: —Mira a tu Dios que padeció por ti. A que respondió con saña y muestras de indignación: —Ya lo sé, ¿y qué le tengo de hacer yo? —Que te confieses —replicaron— y le pidas perdón de tus pecados, que para dártele se puso en esa Cruz.

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—No me canséis —respondió—, que no estoy ahora de ese parecer. Y para divertir la plática volvió a sus lascivos cantares, en quienes perseveró hasta la noche. Echose a dormir y tuvo un sueño o visión que el misericordioso Dios le dio, para reducirla a su rebaño, en que vio las penas de los condenados y sintió parte de sus tormentos; pero, aunque en sueños, tuvo tal sentimiento que empezó a dar voces, acudieron ama y criados y, preguntándole qué tenía, respondió: “He padecido grandísimos tormentos por no haber confesado mis culpas como debo, y si supiérades lo mucho que he padecido ¡qué lástima me tuviérades!”, Ostentaba gran fatiga y tal descaecimiento que parecía acabársele la vida; diole un parasismo154 que le duró siete horas, en que estuvo helada y yerta como una difunta, y creyendo que lo estaba trataron de amortajarla, cuando al cabo de las siete horas volvió en acuerdo155 con admiración de todos. Preguntáronle si le quedaba algo que reconciliar, respondió que sí y que llamasen luego al confesor, el cual vino con presteza y confesó, pero tan sacrílegamente como las otras veces; tan rendida la tenía Satanás y el empacho de sus culpas que ni en aquel artículo tuvo valor para decirlas. Pasados estos lances, tuvo el demonio tan grande dominio en ella que no le dejaba pronunciar el nombre santo de Jesús, dábanle a besar el santo crucifijo y apartábale, y al paso que se retiraba de Dios se llegaba más Satanás; porque otra india enferma que tenía la cama en su aposento vio unas sombras espantosas que la cercaban por todas partes, de que atemorizada pidió a voces que la sacasen de allí y al padre que la confesase, por no venir a los trances de su compañera, y, como se tardasen en sacarla, espoleada del temor saltó como pudo de la cama dándole el deseo de su bien las fuerzas

154  “Nombre griego paroxismoz, stimulatio, concitatio, exacerbatio, est incitare. Hoc etiam graeci appellant accesum febris, hoc est exasperationem, quae statis temporibus fieri consuevit. Los accidentes del que está mortal, cuando se traspone, los llamamos vulgarmente parasismos” (Covarrubias Tesoro, s. v. “Parasismo”). 155  Vale por “acordar”: “Recobrar el uso y exercicio de los sentidos, de que por algun accidente estuvo alguno privádo, ò suspenso” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739. s. v. “Acordar”).

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que la enfermedad le negaba. Confesose luego de todas sus culpas, recuperando en su alma Dios lo que perdía en el alma de su compañera, la cual padeció otro parasismo quitándole el Señor la vida a pausas para que cayese en la cuenta y se aprovechase de los plazos que le daba; volvió de él cuando la tenían por muerta, y, sentándose con furor en la cama, empezó a hacer visajes y a dar tales aullidos que los presentes, atemorizados, huyeron como de persona condenada que volvía de la otra vida. Mas no fue así, que aún no había salido de esta. Pero salió aquella noche sin muestras de penitencia y con sumo desconsuelo de sus amos y compañeras, por ver morir en la flor de su edad una moza de dieciséis años tan infelizmente, habiendo a su parecer vivido en tanta virtud. En expirando, en toda la casa había un hedor tan pestilencial que salía del miserable cuerpo que, no le pudiendo sufrir, la sacaron al corral; sintiéronse ruidos y espantos que atemorizaban a todos, no solamente a los hombres, porque los perros ladraban y los gatos aullaban, sin término de quietud, y un caballo manso que estaba en la caballeriza no cesó en toda la noche de bufar y relinchar, erizarse y tirar coces. Vieron todos una india, y dar a otra invisiblemente un gran golpe, cuya señal le duró por muchos días sin saber el autor de estas y de otras muchas cosas temerosas que aquella noche sucedieron, presagios todos y señales de la condenación eterna de la infeliz difunta. Pero no quiso Dios que quedase solo en señales, sino que se manifestase con evidencia para escarmiento de todos, lo cual sucedió a 19 de octubre de dicho año de 1590, dos meses después de haber muerto, en la forma siguiente: entró en la despensa una compañera a guardar los manjares y oyó a Catalina que la llamó por su nombre con voz baja; conociola y diole tal temor que salió despavorida y cerrando la puerta sobre sí, mas la difunta levantó la voz y la llamó tres veces y pidiéndole con instancia que no huyese. Conocieron las otras indias a Catalina en la voz, y, aunque la india a quien llamaba había cobrado tan crecido temor, ellas la animaron tanto que se resolvió a entrar en la despensa y a oírla, pero con dos condiciones: la primera, que había de llevar una vela de cera bendita encendida; y la segunda, que la habían de acompañar dos compañeras suyas. Ambas se cumplieron, y entró con ellas y la vela en la mano, pero la difunta, que estaba en lo profundo de la pieza,

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la habló en entrando y dijo: “Ven tú sola, no temas, y quita esa vela que me da notable pena”. Cobró aliento con estas palabras, dándosele Dios, para que pudiese oír y ver lo que después refirió; dio la vela a una de sus compañeras y entró sola, hacia donde oyó la voz, miró con atención y vio a la infeliz Catalina encendida en fuego, el cual despedía por todas las coyunturas de su cuerpo, y mayores llamas por la cabeza y los pies; tenía una faja de fuego ceñida por la cintura muy apretadamente, que la corría a raíz del cuerpo hasta los pies, en pena de su sensualidad. Tembló con su vista la pobre india, y, aunque la difunta la animaba para que se animase y no temiese, no podía; vio a esta sazón bajar de lo alto a un niño muy hermoso, que sería el ángel de su guarda, el cual se llegó a ella y le dijo: —No temas, escúpela, y oye lo que te dijere y publícalo en saliendo de aquí. Escupiola, y Catalina, enojada, la dijo: —¿Por qué me escupes? —Porque me lo manda —respondió— quien me asiste. —Hágote saber —respondió la difunta— que no te vengo a ver por mi voluntad, sino por la del Señor a quien todas las criaturas obedecen, para que sepas y publiques mi desdicha que ha sido sobre todas las del mundo, pues fui condenada a las penas eternas del infierno por haber callado en la confesión los pecados graves que cometía con dos mozos con quienes ocultamente estaba amancebada, confesando los leves y de poca importancia. Dilo a los Padres para que lo prediquen, y tú no calles nada en la confesión como yo hice. A esta sazón tocaron a las Ave Marías, y la difunta y el ángel mandaron a la viva que saliese afuera, la cual obedeció, pero tan cortada y sin pulsos que cayó en el suelo como muerta. Las indias sus compañeras la levantaron y la confortaron, y refirió todo lo que aquí queda escrito, lo cual se predicó en todo el reino para común escarmiento y edificación de todos.156 156  Fuentes: Andrade Itinerario, 22-24; Vega Casos, 12-20. Registros: Tubach Index: “850. Candle rejected three times. A candle placed on the alter of St. Paul by a sinful woman is three times rejected; Cf. 4238. Sermon interrupted by singing. A girl interrupted a sermon by singing and dancing; she contracted a horrible disease from which she was cured only by confession”.

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93. [El endemoniado que descubría pecados]157 Un endemoniado, refiere Herolto, les descubría a todos los pecados más ocultos, menos lo que ellos habían confesado. Oyolo uno decir, y queriendo probar si era así, fue primero y confesose de ceremonia de todos sus pecados, pero sin dolor ni propósito de la enmienda; y con esto fue a ver al endemoniado, que al punto que lo descubrió: “Oh, amigo mío —le dijo—, seas bienvenido, llégate acá. Y qué bien que te has enjalbegado,158 ¿y piensas por eso que no te conozco?”. Fuele diciendo luego uno por uno todos sus pecados, que eran feísimos. Quedó aquel avergonzado y corrido, y conociendo bien en qué estaba la falta volvió, confesó todas sus culpas con mucho dolor y propósito de la enmienda, y al día siguiente vuelve otra vez a ver al endemoniado: —Ahí viene tu amigo —le dijeron los presentes. —¿Quién es? —preguntó el. —¿Pues no lo conoces? Aquel a quien ayer afrentaste. —Yo —respondió el demonio— no afrenté tal, porque a este ni lo conozco.

157  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 12. 158  “Enjalvegar. Dar las paredes de blanco, como se hace en las aldeas; de en, encima, y albegar, que es poner albo y blanquear, y corrompido enjalbegar. A las mujeres que se afeitan indiscretamente con demasiado albayalde [polvo blaco] decimos que están enjalbegadas” (Covarrubias Tesoro, s. v. “Enjalbegar”).

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¡Oh, Dios! Y si ahora hablara el demonio, ¿a cuántos conociera todavía por suyos de los que se han confesado esta Semana Santa?159

159  Fuentes: Faya Summa, f. 154v; Heisterbach Diálogo, III, 6 y III, 21; Lieja Alphabetum, 176; Gobio Scala, 243; Speculum exemplorum, IV, 18; Vitry The exempla; thema: “Domenico Cavalca, Esempi [ed. Ciccuto, 1993], 63 [§ 11-13]; Arnoldus Leodiensis, Alphabetum narrationum [ed. Brilli-Ribaucourt-Berlioz-Polo de Beaulieu, 2015], 176; Scala coeli [ed. Polo, 1991], 243; Ci nous dit [ed. Blangez, 1979-1986], 426; Compilacio singularis exemplorum [Upsalla, Bibl. Univ., ms. 523] f. 104v; Caesarius Heisterbacensis, Dialogus miraculorum [ed. Strange, 1851], III, 21; Recull de eximplis... [ed. Verdaguer, 1881], 147; Specchio d’essempi [Venise, 1602], IV, 18; Stephanus de Borbone [ed. Lecoy, 1877], 184; Jacopo Passavanti, Specchio di vera penitenza [ed. Lenardon, 1925], 135; Speculum exemplorum [Deventer, 1481], IV, 18; Johannes Herolt, Sermones discipuli de tempore et de sanctis cum Exemplorum Promptuario ac Miraculis B. Virginis [Venezia, 1603], C21”. Registros: Tubach Index: “925. Chain breaks in churchyard. The devil holds a sinner with a chain which breaks as they enter a churchyard. After the sinner confesses, the devil is unable to recognize him; 1202 b.1. A demon publicly announces the unconfessed sin of a man who hasjust returned from confession, but the man’s having made a general confession forces the devil to deny his original claim; 4417. Sins, man rebuked publicly for. A man who has not made full confession is rebuked publicly for horrible sins. When he later repents, his accuser denies that he has ever rebuked him”; Thompson Motif-index: “V21.1. Sincere confession miraculously obliterated as sign of forgiveness”.

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94. [La lengua del gentil]160 Refiérelo san Antonino de Florencia161 y otros graves autores. En Francia, arando un labrador sus tierras, al revolver los terrones vio saltar de ellos una lengua humana tan colorada, tan fresca como si actualmente estuviera en la boca de algún hombre. Detúvose admirado, y quedó atónito al oír que aquella lengua le hablaba. Pero, recobrado: —¿Quién eres? —le pregunta. Y ella: —Soy —dice— la lengua de un gentil que fue enterrado muchos años ha en este lugar. Viví en el paganismo, tuve oficio de juez la mayor parte de mi vida, y, aunque no conocí a Dios, amé la justicia tan de veras que nunca pronuncié sentencia que no fuese muy conforme a ella; y en premio de esto no ha querido Dios que muera hasta que reciba el santo bautismo y sea contado entre los fieles, para lo cual he conservado mi alma en esta lengua. Anda luego y da cuenta de lo que te digo al obispo para que venga a bautizarme; y, en señal de que es verdad lo que te digo, en recibiendo el baptismo me resolveré al punto en ceniza y volará mi alma al cielo. Parte el labrador, da la embajada al obispo, dice lo que ha oído, y el obispo, lleno de admiración, junta su clero y toda la ciudad, vienen todos a aquel lugar y, haciéndole varias preguntas a aquella prodigiosa lengua, fue respondiendo a todas. Bautízala con esto el obispo y al punto queda reducida en cenizas. Y prorrumpieron todos en alabanzas de Dios, arrebatados y atónitos de admiración.

160  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 1. 161  San Antonino de Florencia (ss. xiv-xv) escribió la Summa sacrae theologiae y la Crónica. No me ha sido posible encontrar en alguno de estos textos el ejemplo en cuestión.

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95. [La silla del cristiano]162 En la misión que llamamos de Parras,163 andando en aquellas conversiones dos sacerdotes de la Compañía, llegaron a una ranchería de indios bárbaros, preguntaron si había algún enfermo, porque en estos, como más inmediatos al peligro, se adelanta siempre la diligencia. Respondiéndoles que no había ninguno, porque uno que había ya el día antes había muerto. Atravesoles el corazón esta noticia, pero, oyendo luego que estaba el cuerpo todavía en su casilla, cobraron esperanzas, porque suelen aquellos ya dar por muerto al que está sin sentido ni habla, y así por muerto lo dejan. Fueron allá y hallaron que era así y que no había muerto; hicieron cuantas diligencias les dictó la caridad para que volviera en sí, consiguiéronlo, volvió el enfermo e instruyéronle con la brevedad que pedía de los principales misterios de nuestra fe, a todo estuvo muy atento. Propusiéronle si quería ser cristiano y recibir el bautismo, dijo muy pronto que sí, que lo quería; ¿que si aborrecía sus pecados e idolatría? Respondió que las detestaba, aunque en toda su vida, dijo, que nunca hizo a otro mal ni mató ni hirió a nadie. Con esto le bautizó un padre, y, viendo que aún sobraba tiempo, le dijo luego que cómo con tanta facilidad había consentido en ser cristiano, a que respondió él: Mira, padre, desde que me dio esta enfermedad me vinieron a ver dos hombres muy hermosos, vestidos de blanco y todos cercados de luz. Estos me llevaron yo no sé a dónde, lo que sé es que me hallé en una casa muy hermosa y muy alegre en que estaba yo contentísimo con los otros que allí vi. Y, viendo que estaba allí una sola silla vacía, me iba a sentar en ella, pero me lo impidieron diciéndome: “No, aquí no te puedes sentar hasta que te bautices y seas cristiano. Anda presto, llegarán a tu casa dos sacerdotes que te darán el bautismo para que con él puedas venir al cielo”.

162  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 6. 163  “Misión de Parras o La Laguna (1594). Esta misión abarcaba toda la cuenca inferior del río Nazas y la laguna de San Pedro (Mayrán), donde desemboca el río, y todo el valle de Parras y Viesca, al sudeste del actual estado de Coahuila” (O’Neill y Domínguez, Diccionario, 2647).

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Aquí, faltándole el aliento, cesó de hablar y de vivir, para ir a vivir a la gloria. Y si ya con santa envidia le siguen nuestros corazones, si como él tenemos todos por el bautismo abierta la puerta; aliento, pues, en la batalla, que en ella aún más que a este nos previene copiosa la corona de la gloria.164

164  Fuentes: Pérez de Ribas Historia, 688-690; Andrade Itinerario, 34.

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96. [Por no escuchar sermones]165 En un lugar un labrador tan obstinadamente rehusaba el oír la palabra de Dios, el asistir en la iglesia con los demás a la doctrina que les explicaba su cura, que no solo no bastaron amonestaciones y reprehensiones para hacerlo venir, pero, si alguna vez por contingencia se hallaba en la iglesia, al subir el predicador al púlpito al punto se salía de ella con reparo y escándalo de todos. Y tales eran sus costumbres como las espinas y zarzales de tierra sin cultivo ni riego. Llegósele la muerte, lleváronlo a enterrar con acompañamiento de numeroso pueblo a la iglesia, pusieron (como se suele) el cuerpo en medio y empezaron los sacerdotes a cantar el oficio funeral. Iba cantando el cura aquellas tan piadosas palabras de la Iglesia: “Gratia tua illi sucurrente mereatur evadere iudicium ultionis, qui dum viveret insignitus est signaculo Sancta Trinitatis”,166 y entonces, a vista de todo aquel concurso, un santo crucifijo que estaba puesto sobre la tumba, desclavando entrambas manos de la cruz, se tapó reciamente los oídos. Levantaron todos con asombro el grito, pararon los oficios y el cura, haciendo silencio, les dijo: “Bien sabéis la obstinación con que este desventurado no quiso oír la palabra de Dios, pues por eso se tapa Dios los oídos a los ruegos de la Iglesia con que le pide su perdón. Ya lo veis, ya lo veis; y pues esto muestra que posee el demonio ya su alma, posea también su cuerpo”. Y, haciéndolo sacar de la iglesia, mandó que lo tiraran como un perro muerto en el campo. Horrible suceso. Oh, y sirva a todos de escarmiento para abrir los oídos a la voz de Dios, para dar por los oídos entrada a la vida del alma.167

165  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 7. 166  Invocación propia del oficio de difuntos: “Que por gracia tuya merezca evitar el juicio final, pues mientras vivió fue marcado con la señal de la Santísima Trinidad”.

167  Fuente: thema: “Bernardino da Siena, Prediche volgari sul Campo di Siena 1427 [ed. Delcorno, 1989], p. 748-49”. Registro: Tubach Index: “1844. Ears of Crucifix covered. A man who did not want to listen to sermons is denied the Host when Christ on a Crucifix holds His hands over His ears”.

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97. [Envejece en una noche]168 Una mujer honesta, recogida y virtuosa padecía el prolijo tormento de un perverso marido; éralo un soldado de rematada vida, del todo disoluto en sus costumbres, de donde en casa se originaban los continuos pleitos. Triste mujer, ¡triste casa la que así por un marido demonio retrata todo un infierno! La mujer era devotísima de la Santísima Virgen, y no cesaba de clamar a la señora no tanto por el alivio de sus penas como por el alma de su marido, que no se perdiese. ¡Ah, señoras, y qué buen tribunal de apelaciones! Oyola la Santísima Virgen, y, una noche que muy descuidado dormía el mal soldado y peor marido, en un punto fue arrebatado al tribunal de Dios; viose cercado de demonios que, a grandes gritos, voceando sus culpas, lo pedían de justicia por suyo. Fuéronle uno por uno haciendo los cargos y no tuvo que responder a ninguno. ¿Cuál sería su congoja? Severísimo el Divino Juez, ya para firmar la sentencia, lo detuvo la Santísima Virgen diciendo: “Este hombre ofreció una vez a honra mía un cirio de cera que ardió en mi altar. Y, aunque él no se acuerda, me acuerdo yo para pagárselo, con esta hacha que lo ha de defender por ahora”; y diciendo esto le puso en las manos una hacha encendida, a vista de la cual rabiando se retiraron los demonios. Eso pasaba en su alma, mientras acá su cuerpo estaba él dando espantosas voces y tristes gemidos, a que despertando su mujer acude a socorrerlo y hállalo tan mudado que no lo conocía; porque, siendo mozo, le creció en aquel breve rato la barba hasta el pecho y el cabello hasta la cintura, y uno y otro se le nevó de canas de modo que parecía de ochenta años. Volvió en sí, refirió lleno de horror y lágrimas lo que había visto y, verdaderamente convertido, ofreció al culto de la Santísima Virgen todo su patrimonio en un hospital, en que él y su mujer vivieron ya tan gusto-

168  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 9.

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sos como en la paz de las virtudes, hasta que tuvieron ambos muy santa muerte.169

169  Fuentes: Heisterbach Diálogo, VII, 30; thema: “Collectio exemplorum cisterciensis [ed. J. Berlioz, M.A. Polo de Beaulieu, dir.], XLVIII, 10 [530] y 1 [531]; Ci nous dit [ed. Blangez, 1979-1988], 781, 28-49; Liber exemplorum [ed. Little, 1908], 45; Caesarius Heisterbacensis, Libri octo miraculorum [ed. Meister, 1901], 1, 41”. Registro: Tubach Index: “5131. Virgin, Blessed, pleads with Christ for sinner; Cf. 847. Candle given by Virgin. A wife prays for her husband’s conversion. In a vision the latter sees himself judged and damned. When the Virgin Mary gives him a wax candle with which to defend himself, he is converted”.

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98. [Las dos enemigas]170 Dos mujeres, refiere Juan Bronio y lo trae nuestro Faya, la una rica y la otra pobre, estaban enemistadas; y si bien la pobre procuraba la paz, pero la rica por más soberbia jamás quiso admitirla. Era esto público y escandaloso; con todo eso sin más disposición, ¡qué de ellos llegan así! Se fue aquella mujer rica a comulgar la Pascua; el sacerdote, por ser pública la enemistad, no quiso darle la comunión. ¡Qué bien hecho! Así lo mandan los sagrados cánones. Ella, por la vergüenza, dijo que admitía a la otra mujer por su amiga, pero esto con ficción. El sacerdote entonces la comulgó. Acabada la misa, acudió a la puerta de la iglesia la pobre a darle las gracias con mucho rendimiento. Mas, airada, la otra: “Pues qué piensas —le dijo—, ¿que yo había de ser tu amiga? Antes me ahorcaré que tal haga”. Apenas lo dijo cuando, poniéndose más negra que la pez, cayó al instante muerta, y, rompiéndosele a vista de todos la garganta, salió por ella la sagrada hostia, quedándose en el aire suspensa, hasta que con asombro de todo concurso vino el sacerdote y, puesto de rodillas, recibió la hostia en una patena para reponerla en el sagrario. Y aquella miserable la arrojaron en un muladar, como a un perro muerto.171

170  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 1. 171  Fuente: thema: “Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus [ed. Lecoy, 1877], 240; Faya Summa, f. 144v”. Registro: Tubach Index: “5368. Women, two, quarreling I One woman assumed another woman spoke nothing but lies. When this other woman said to her, ‘Oh, honest woman, speak!’, she became confused”.

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99. [La mala costumbre del cardenal]172 Tenía una [costumbre] muy mala un cardenal, refiere san Bernardino de Siena,173 y, deseoso de su remedio, san Bernardo le exhortaba a quitarlo: “No puedo —respondía—, pues mira, ya que no hagas paces con Dios, haz siquiera treguas”. Le dijo: “Dame palabra que a lo menos por estos tres días te has de vencer, por amor de nuestro redentor Jesucristo”. “Sí lo haré”, prometió el Cardenal; y si bien fue mucha su batalla, pero venciose, y en aquellos tres días no cayó en su mala costumbre. Violo al cabo de ellos san Bernardo: —¿Cómo ha ido? —Oh, que me ha costado muchísimo, pero he vencido. —Ah, ¿sí? ¿Pues quién ahora no hará lo mismo otros tres días en honra de la santísima Virgen? Dificultábalo, pero al fin prometió de hacerlo; y con efecto, prosiguiendo en su batalla, lo consiguió. Volvió a verlo el Santo: —¿Cómo va? —Oh, que cuesta gran dificultad, pero me he detenido. —Pues quien ha pasado ya seis días, ¿no pasará otros tres en la honra del arcángel San Miguel? —Oh, que ya es mucho y no puedo más. —Quien ha podido seis días, ¿no podrá tres? —¡Ea! Yo lo prometo. Sentía ya que no era tanta la fuerza que le tiraba a su costumbre, hecho de ver que ya era menos de batalla, que ya se le hacía más suave detenerse, y al cabo de ellos dijo al santo: “Ya no quiero treguas con Dios, sino paces. No volveré ya más a mi mala costumbre”.

172  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 13. 173  Probablemente en sus Sermones vulgares (1427).

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100. [La huida del sacerdote]174 Había un cura muy temeroso de Dios y devoto de san Juan Bautista. Deseaba vivir con gran pureza en el alma, parecíale que le impedía para eso el ministerio y todas aquellas tribulaciones y tentaciones que ordinariamente le acompañan; resolvió dejarlo por esta causa. Despidiose de su iglesia y secretamente se salió del lugar, con intento de avisar después de haberse partido porque no lo detuviesen. Caminaba y huía de su ministerio y parroquia; encontró un hombre, en el traje y la presencia y en la hermosura del rostro admirable y celestial, y le dijo: “¿A dónde vas? ¿Por qué dejas tus ovejas? ¿A qué aspiras? ¿Y qué temes?”. El buen sacerdote y cura conoció que era su gran devoto el bautista, y, arrodillado, le dijo: “No huyo de mis feligreses, sino de las culpas y de los peligros que van envueltos en tan alto ministerio”. Y entonces el santo le respondió: “Trabajos hay y peligros, pero a ellos suceden estas coronas; mira al cielo”. Alzó los ojos el sacerdote y vio tantas coronas en él, que resultaban de cada una de las acciones de aquel alto ministerio, que, admirado y persuadido, postrándose pidió perdón a Dios y a san Juan y se volvió a su parroquia, y con mayor fervor comenzó a servir y padecer y a administrar a las almas de su cargo.

174  Villavicencio Luz, XVIII, 10-12.

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101. [El ladrón mudo]175 En el Prado espiritual se refiere que un gran ladrón llamado David, capitán de una cuadrilla que le seguía, cometía con ella robos, muertes, atrocidades y delitos; tantos que la maldita fama de su nombre tenía llena toda la tierra. Este, pues, en medio de tales maldades, tocándole Dios el corazón, determinó mudar y mejorar de vida, y para esto se fue a un monasterio que florecía en estrechísima observancia. Preguntó por el abad, vino este y díjole con que venía a hacerse monje, pero viéndolo ya viejo: “Anda —le dijo el abad— que no tienes ya fuerzas para llevar los trabajos del monasterio ni seguir la austeridad que aquí guardan los monjes”. Instábale él y el abad rehusaba: “Pues sabe —le dijo— que yo soy David, el capitán de ladrones, y, si no me recibes, lo primero te hago cargo de mi alma, y además volveré a juntar mis compañeros y he de asolar y destruir este monasterio”. Temeroso, el abad le recibió, y él confesando con gran dolor todas sus culpas a los demás monjes. Así había continuado con él algún tempo, cuando una vez, estando en su celda, le apareció un ángel y le dijo: —David, Dios te ha perdonado tus pecados y de aquí en adelante harás milagros. —¿Milagros yo? —dijo él—. No puedo creer que Dios me ha perdonado en tan poco tiempo tantos pecados, que son más y más pesados que todas las arenas del mar. —¿No puedes creerlo? Ah, ¿sí? —le dijo el ángel—. Pues si al sacerdote Zacarías, porque no me creyó, lo dejé mudo, no te he de perdonar a ti tu incredulidad y así no hablarás ya de aquí adelante. David, oyendo esto, arrojado por tierra le dijo: —Cuando estaba en el siglo cometiendo tantas maldades hablaba, ¿y ahora que quisiera ocuparme todo en alabanzas de Dios me quieres dejar mudo? —Pues uno y otro será —dijo el ángel—. Hablarás solo para alabar a Dios y no más.

175  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 15.

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Así fue que para cantar los Salmos con los demás monjes, y para otras alabanzas a Dios, tenía la lengua libre y pronunciaba muy clara; pero para todos lo demás del todo mudo, ni una sola palabra podía pronunciar.176

176  Santoro Prado, 17.

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102. [Mujeres que envenenan]1 Pasó un mancebo de España a estas provincias con un compañero suyo y, haciendo asiento en esta ciudad de los Ángeles,2 ganaron en ella a la mercancía buena cantidad de hacienda; mas, como a los que la tienen no les faltan ocasiones y peligros, cayeron estos dos mozos en manos del de su carne y entregaron su albedrío al desbocado antojo de su sensualidad. Rindieron sus corazones a dos mujeres a quienes llamaban amigas, y eran las enemigas de sus almas; que las mujeres malas eso son. La tal mujer (dijo muy bien un sabio) es fiera en la ejecución, aunque blanda caricia en la apariencia, y en el deleite lascivo no es lo peor la crueldad con que mata, sino los disimulos con que hiere, pues ofende más una crueldad estudiada que una violencia atrevida. Claro está que, si los hombres conociesen con verdad lo que es la mala mujer, que ninguno halagaría en su pecho víbora venenosa que le despedazase las entrañas ni abrigaría en su corazón al fuego más furioso. Vendíanse por amigas estas mujeres y vendíanse tan caras que a los pobres mancebos amancebados les infernaban las almas y acababan las haciendas. Viendo esto los dos, tomado mejor acuerdo, trataron entre sí de recoger sus dineros y salir de las Indias brevemente para volverse a su patria. Supieron sus intentos las mujeres, verdaderas enemigas, y concertáronse también de matarlos con veneno juzgándose agraviadas. Cuando más cariñosas se mostraban, dieron a los dos ponzoña

1  Madre de Dios Tesoro 1986, II, XVII, 6. 2  Puebla de los Ángeles.

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y se la dieron en el chocolate, bebida ocasionada a cualquier mal.3 Fuéronse consumiendo poco a poco los desventurados hombres sin caer en la malicia con que sus dos amigas les mataban, y el uno, exhausto y lleno de miserias, acabó sin sacramentos en un pueblecillo de indios. El otro, de quien tratamos, se tuvo en casa la amiga que como leona hambrienta le iba chupando la sangre, y se desfiguró tan lastimoso que parecía esqueleto. Cayó deshecho en la cama y tuvo en ella el ánimo tan caído, tan muerta la fe y tan vivo el apetito de su carne que, ya llevado de la costumbre, ya solicitado de la ocasión, no hacía sino cebarse en sus carnalidades y ensuciarse en sus torpezas. Como él no trataba de hacer acción de cristiano, le dijeron los médicos un día que no habían de curarle si no se confesaba y hacía testamento; con lo cual procuraron que llamase a un padre carmelita. Va nuestro religioso a confesarle, toma el pulso a la conciencia y hállala tan doliente y achacosa que había en ella mucho que curar. Supo que la manceba estaba en casa y el alma afecta a la culpa y así dijo al enfermo que echase aquella mujer antes que ella le echase en los infiernos y que hasta que esto se hiciese no estaba segura su salvación. Válgame Dios, estos padres —dijo el enfermo— qué escrupulosos que son y en qué cosillas reparan, como si el padre fulano que ha tantos años que me confiesa no supiera muy bien que ha vivido aquí esta moza y nunca ha hecho aquestos aspavientos. Ahora, padres, váyanse a su convento, que yo no estoy tan malo como dicen y esa pobre mujer no hace hoy mal a nadie.

Díjole el padre resueltamente que se le llevaba el diablo y que era mucho el mal que le causaba aquella mujer allí, y que así por reverencia de Dios mirase por su alma. No hubo remedio de re3  El chocolate causó más de un conflicto religioso en esos años; se discutía si su consumo rompía o no el ayuno (asunto dictaminado reiteradamente por varios papas: Gregorio XIII, Clemente VII, Pablo V, Pío V, Urbano VII, Clemente XI o Benedicto XIV) y, sobre todo, se discutían sus probables efectos afrodisiacos. Aunque, a decir de María Águeda Méndez, siguiendo a Sophie D. Coe y Michael Coe, ello obedecía más a una obsesión española con el sexo que a la realidad de su uso entre los indígenas y el pueblo llano (véase Méndez [Secretos, 81-96] y Coe [The True History, 94-95]).

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ducirse el hombre, y el religioso, triste y pensativo, se volvió al convento, viendo la mala disposición de aquel desventurado. Idos los padres, llamó el enfermo a la manceba y dijo que le abrazase por despedida, porque aquel padre del Carmen era muy escrupuloso y le mandaba la despidiese luego; que se escondiese en el ínterin, pues ya sabía que era sus amores y la tenía en el alma. Abrazola y después de aquel abrazo se puso a pecar con ella y en aquel acto se le arrancó el alma y echó la hiel por la boca. Dio gritos la mujer con el asombro y vinieron los criados y arrojaron el cuerpo miserable en aquel desnudo suelo y el alma la arrojaron los demonios adonde arderá sin fin. ¿Quién, leyendo estos casos, no se asombra? ¿Quién lisonjea su gusto y quién no teme que en cualquier pecado le suceda aqueso propio? Este hombre, por no ahogar su apetito y quebrantar su deseo, puso su condenación por ventura y por desdicha suya se condenó. Y cierto que es gran locura cuando amenaza mal grande ponernos a peligro que nos suceda, pues el daño no debe respetarse o recelarse por la probabilidad de su efecto, sino por la gravedad de su importancia, y, si este hubiera seguido a su santo y prudente confesor, no llegara a tal extremo.4

4  Sobre la mujer como principal fuente de pecado, cf. Tubach Index: “4733. Temptation by women, resisted”; aunque acá, como se ve, no hubo tal resistencia.

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103. [Velas de procesión (dos ejemplos)]5 Había acompañado en este día [de Corpus] la procesión el emperador Ferdinando II,6 llevando en la mano una hacha de cuatro pabilos, y del ejercicio y del peso le sobrevino una terrible hinchazón al brazo; y, mientras daba cuidado y aun amagaba peligro, llegó la procesión del domingo: —Hoy —le dijo uno de sus príncipes— está vuestra majestad excusado de asistir a la procesión. —No lo estoy, por cierto —respondió—, que todavía me queda el otro brazo con que asistirle en su debido obsequio a mi Dios. Y así lo hizo. ¡Oh, corazón austriaco! Basta, que con esto he dicho lo católico. No respondió eso cierto guardián que, de miserable, porque no se le gastara cera, quería que la procesión de este día anduviese solo por dentro del claustro. Instáronle con tanta porfía los del pueblo a que había de salir por las calles que, viéndose apurado y apretado a sus instancias, volviéndose al Señor le dijo: “Señor, sabéis cuán pobre está el convento, y así toda la cera que se gastare me la habéis de pagar”. Se la pagó el Señor tan puntualmente que, habiendo andado la procesión por espacio de cuatro horas ardiendo en ellas muchas hachas, pesándolas después se halló que no se había consumido ni una gota. ¡Ah, corazones apocados! ¡Lo que se da a Dios no se pierde!

5  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 7. 6  Fernando II de Habsburgo, emperador electo del Sacro Imperio Romano Germánico, hermano de Carlos V y campeón de la Contrarreforma (véase Bireley [Ferdinand II]).

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104. [Ciro y Tigranes]7 Ciro, rey de Persia, venció en campaña a Tigranes, rey de Armenia; y, teniéndole cautivo con su mujer, preguntole delante de ella: —¿Qué me darás por que restituya la libertad a tu esposa? —Si yo lo tuviera, te diera todo mi reino —responde—, pero, habiéndolo ya perdido, lo que daré por que la liberes será mi sangre y mi vida. Movido Ciro con esta respuesta, les dio luego a los dos la libertad. Volvíanse alegres, y entonces preguntole Tigrantes a su esposa: —¿Qué te pareció del rey Ciro? ¿No es bizarro, galán y generoso? A que ella respondió: —¿Qué me preguntas? Que yo todas mis atenciones, mis ojos y mis pensamientos los tuve puestos solo en aquel que por mi libertad ofreció su sangre y su vida. Y así, ni vi, ni advertía nada en otro ninguno.8

7  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 8. 8  Fuente: Jenofonte La ciropedia, III, 1, 36-41 (aunque con algunas diferencias: en el relato de Jenofonte, Tigranes no es cautivo de Ciro, sino tributario, y la pregunta no fue hecha de regreso a casa, sino en el palacio de Tigranes, antes de dormir).

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105. [Madre e hija]9 En la ciudad de Nápoles, no muchos tiempos ha, hubo un caballero que, teniendo de su mujer una sola hija, tuvo de la fortuna mucha hacienda, pero entregado al pernicioso vicio del juego. Sucediole lo que a todos estos desventurados: que, arruinándose de un día a otro, llegó a no tener ya nada que jugar y a cargarse de más deudas, cuanto más iba olvidando sus obligaciones. Llegó la [hora] de la muerte, que como tan ejecutiva10 no les valen para ella ni plazos ni trampas, a los que de trampas viven. Murió este sin testar, porque no había de qué y porque sin firmar testamento le dejó a la triste mujer y a la desdichada hija una copiosa herencia de miserias, que aumentándoles cada día vino a dejarlas sin tener qué comer en pocos meses. La hija, ya en edad de marido, si parecía ángel en lo cabal de su hermosura, ángel era en lo puro de su inocencia. Desamparo y pobreza con mucha hermosura, qué tengo ya que decir de los combates que le hacían las ofertas por lo pobre, los atrevimientos por lo solo y los galanteos por lo hermoso; pero su honestidad, firme siempre a cuantos así la combatían, se determinó firme a dar primero a los filos la vida que al precio del oro la pureza. Pero, ¡oh, Dios!, que la que más debiera celarla era ya la que más torpe, cuanto más eficazmente, la combatía. ¿Quién tal pensara? Su madre. Muchas no solo piensan, sino que lo hacen. Su madre era la que, refinando en llamas del infierno su lengua, con repetidas instancias la exhortaba a que, entregada a la culpa por un vil sustento, hiciese de su cuerpo la más infame finca de su deshonra. Esperemos en Dios —le respondía la inocente doncella—, que más seguras son que los cielos sus palabras, y si por nuestras culpas 9  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 17. 10  “Cosa que insta, viva y eficazmente, y no da tiempo para dilatar o suspender su operación: y assí del hombre que es ardiente, pronto y eficaz en su modo de proceder, decimos que es executívo: y de un dolor fuerte y vivo, que es executívo. Latín. Instans. Urgens. QUEV. M. B. O no empezar a ser tyrano, o no acabar de serlo: porque es más executívo el desprécio, que el temor. GONG. Rom. var. 16. O bella, dice, o cruel, / más quando tus ojos miran, / que quando hiere tu mano, / con ser tan executíva” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739. s. v. “Executivo”).

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no quisiera su majestad acudirnos, primero la muerte me librará de estas desdichas, que yo les busque el alivio por el medio de sus ofensas. Véndase lo que nos queda, con tal que quede la honra por alhaja y por caudal principal el alma.

Acudió, pues, la madre a ir vendiendo cuanto en casa quedaba: mas, no cesando el gasto con los días, llegó presto a consumirse de todas sus alhajas el precio. ¡Ah, padre vil!, exclamo yo aquí, ¡si cuando brujuleabas el naipe brujulearas esto! Renováronse de la madre a la desdichada hija las lágrimas, los clamores y los asaltos. —Que siendo tan fácil —le decía— que vivamos con abundancia, quieras por tu capricho que así nos consumamos entre miserias. Acaba ya, que tu remedio y el mío está puesto en tu gusto. —En mi tormento está puesto —respondía— y, pues ya no nos ha quedado sino la cama, véndase esta, que en la dureza del desnudo suelo quiero más aina que me sirva de tormento el descanso antes que a costa de la honestidad adormezcan la razón las delicias de Venus. Vendiose la cama, consumiose el precio y volvió la necesidad y la batalla. Pero, para vencerla, las mejores armas que aquella honesta doncella cogió fue quedar del todo desnuda: entregole a la madre sus vestidos todos a que los vendiera, sin quedarse más que con una sola camisa. ¿Cuántas están tan lejos de vender los vestidos que por un solo vestido se venden a sí mismas? Pero bien presto, no cesando el gasto, se les acabó este socorro. —Veamos ahora —le dice la madre—, ¿qué te queda que vender si no te vendes a ti misma? —Ahora lo verás —le responde. Y, cogiendo unas tijeras, descoge la bellísima cabellera, proporcionado adorno que puso la naturaleza a su hermosura, vala cortando toda. ¡Ah, Absalón! ¿Cuándo llegaron a tener tanto precio tus cabellos?11 Entrégaselos a la madre:

11  Aquí inicia una serie de comparaciones hermosas, históricas y poéticas con el cabello de la doncella. Absalón, el tercero de los hijos del rey David, quien es reconocido por su cabellera abundante y bella (2 Samuel 14:25), muere justamente enredado en ella mientras huía (2 Samuel 18:9). La comedia Los cabellos de Absalón (1633-1636), de Pedro Calderón de la Barca, muestra el prestigio de este tema entre los escritores de la época.

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—Toma y véndelos, que con ellos primero entregare la cabeza que la honestidad. ¡Oh, doncella prodigiosa! Ahora sin adorno más bella, sin el cabello quisiste parecer esclava y te hiciste mejor de todas tus miserias reina, cortaste la melena al infausto cometa de tus desdichas,12 y con tus cabellos cortados asiste la fortuna por la melena.13 Y si un cabello solo de los justos no quiere Cristo que perezca,14 cuántos serán los méritos que se han de contar por tus cabellos. Sale la madre a vender la cabellera, y a no muchos pasos que dio encuéntrase con el príncipe y princesa de Concha. Arrebátales los ojos y aun quizá el corazón aquel cabello: —¡Qué hermoso pelo! ¡Qué hermoso! Trae, mujer, trae. Y, queriendo al punto comprarlo, solo le preguntan si es acaso de algún difunto. La madre, entonces, soltando la represa a sus lágrimas: —Pluguiera a Dios, señor —responde— y fuera ya difunta su dueño para no ver tantas desdichas. Viva está la que es dueño de ese cabello, y a la que ya no le quedan para vivir más esperanzas que lo que me podéis dar por esta cabellera. Refirioles entonces toda la serie de sus desdichas, y concluyó diciendo:

12  La estela del cometa como cabellera es una metáfora casi etimológica, pues justo se llama en astronomía “coma” o “cabellera” a dicha estela: del latín coma y, a su vez, del griego χομη, ‘cabellera’. Como tema mitológico y literario también es abundante, desde la Coma Berenices o Cabellera de Berenice, constelación que debe su nombre al hecho de que Berenice, esposa de Ptolomeo II, prometió a Afrodita sacrificarle su hermosa cabellera por una victoria de su esposo frente a Seleuco II. Ambas cumplieron, pero alguien robó la cabellera del templo (aparentemente en venganza por haberla sacrificado a una deidad griega, siendo ella egipcia); afortunadamente, el astrónomo Conon de Samos convenció a todos de que una constelación que acababa de aparecer en el firmamento no era otra que la cabellera de Berenice. 13  La diosa Fortuna frecuentemente se confundía con su hermana Ocasión, quien era representada con mucho cabello en la frente pero calva por detrás, enseñando que siempre se la ha de tomar de frente, pues ya pasada resultará imposible; de ahí que el refranero y la emblemática recogiesen el motivo de coger la fortuna por los cabellos. 14  “Y serán entregados aun por sus padres, hermanos, parientes y amigos; y harán morir a algunos de ustedes. Serán aborrecidos por todos a causa de mi nombre, pero ni un solo cabello de su cabeza perecerá” (Lucas 21:16-18).

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—Venid conmigo, señores, y veréis el dueño hermoso que, por no desnudarse de su honestidad, hasta de ese adorno que le dio la naturaleza está desnuda. Movidos aquellos príncipes a piedad vienen con ella, llegan a su casilla y hallan aquella dichosa doncella, que, asida a los pies de un crucifijo, con su total desnudez le representaban sus miserias más que con sus lágrimas. Moviolas en aquellos señores al verla y al punto, al punto, adornándola con decencia, la entraron en su coche, lleváronsela a su palacio, y, habiéndola tenido algún tiempo cuidada y servida, dándole un muy copioso dote, le dieron por marido un muy principal caballero.15

15  Fuente: Vega Casos, ff. 26 y ss.

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106. [Madre chismosa]16 De Papirio Pretextato refiere Macrobio17 que, siendo niño de poco más de doce años, fue con su padre, que era senador de Roma, al Senado; tratose no sé qué punto, que debió de ser de importancia, por lo cual tardaron más de lo ordinario. Volvieron a casa a deshora y la madre de Papirio, tan curiosa como mujer: “Ven acá, hijo, ¿qué han tratado hoy que tanto se han detenido?”. El muchacho, temeroso del gran rigor que había en Roma sobre el secreto del Senado, rehusaba el decirlo, pero esto mismo era espuela a la curiosidad mujeril. Instábale ella y él callaba, hasta que ya a los ruegos, a las caricias y aun a las amenazas, por verse libre la engañó el bellacuelo con esto: —Señora, yo os lo dijera, pero me habéis de guardar gran secreto. —Sí, hijo, yo lo callaré. Dímelo, dímelo. —Pues ha habido gran controversia sobre si será conveniente que un marido tenga dos o tres mujeres o no, sino al contrario: que una mujer tenga dos o tres maridos. —¿Ha visto? ¿Y qué han determinado? —No, no determinaron nada, porque hubo grandes porfías y se ha quedado suspenso para determinarlo mañana. —¿Eso hay? Yo callaré. No hubo dejado al chicuelo cuando criados van, criados vuelven, recados van, recados vienen a todas las principales matronas de Roma: “Mira, dile a doña Fulana que debajo de todo secreto le aviso que mañana se trata esto en el Senado, que será conveniente que nos juntemos todas y vamos allá”. En ello se fue aquel día, y al siguiente, juntos los senadores, he aquí una gran tropa de mujeres que, sin más preámbulos, a grandes voces alegaban y pedían que lo más conveniente sería determinar que una mujer tuviera dos o tres maridos; y para esto alegaban razones, daban gritos y andaba el alboroto. Los senadores, atónitos: “¿Qué es esto? —decían mirándose unos a otros—, ¿estas mujeres están locas? ¿Por dónde ha venido esto?”. 16  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 52. 17  Macrobio Saturnales, I, 19-25.

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Papirio, entonces, puesto en medio les dijo lo que el día antes le había pasado con su madre, cómo, por guardar el secreto y por verse libre, le había fingido aquello y la había engañado, y que ella sería la que había hecho aquel alboroto. Recibiéronlo con aplausos y con risa, diéronle mil abrazos al muchacho y volviéronse a sus casas muy corridas las del secreto. ¡Oh, cuántas veces por una mujer sola se han levantado mayores y más dañosos alborotos!18

18  Fuentes: Villegas Flos, Discursos 7 y 35; thema: “Alphabet of Tales [ed. Banks, 1904-1905], 141; Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 235; Le Ménagier de Paris, 16”. Registros: Tubach Index: “5269. Wife and secret senate. A son earns the senate’s respect when he tells his mother, who is overly curious about the proceedings of the secret senate, that the members were deliberating about whether or not a man should be allowed two wives”; Goldberg Motif-index: “X35. Son lies to mother, inventing wild tales about secret senate debate: men to have two wives; women to have two husbands. She divulges secret to others, and they confront senate. Woman made to look foolish”. Algún lector del ejemplar de 1724 de la obra de Martínez de la Parra, que conserva la John Carter Brown Library, apostilló un par de fuentes más para este ejemplo: “Casos raros [de la confesión], f. 166” y “Tertulia de la Aldea, 2º. Fol. 328”; el segundo es un libro muy popular del siglo xviii que apareció por entregas desde 1768 y llegó a imprimirse completo solo hasta 1775-1776, lo que muestra de nuevo el uso posterior del libro de Martínez de la Parra como fuente de ejemplos.

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107. [Maldito por su madre]19 Pasó de España a Panamá un mancebo de hasta quince años; acomodolo, como suelen, un mercarder en su casa fiándole su hacienda y él le pagó esta confianza (como acá vemos que lo hacen algunos) con desperdiciar, con gastar y con hurtar, que, sabido por el dueño, llenándose de cólera, después de una muy buena vuelta de azotes lo echó de su casa. Y él, viéndose tan afrentado, se retiró a una hacienda de campo a esperar ocasión para salir de aquella tierra; visitolo un amigo suyo y paisano (que después fue de nuestra Compañía, y el que refirió como testigo de vista este suceso), alentándolo pues con buenas palabras a que procurase con un honrado proceder restaurar lo perdido: —Ah, hermano, ¿qué queréis? —le respondió aquel—, que yo debo estar condenado y, así, no me sucede cosa buena. —¿Por qué decís tal cosa? —replicó el otro. Y este: —Yo os lo diré. Porque estando un día en Sevilla, comiendo con mi madre, ella me riñó no sé qué; yo, enfadado, levanté una escudilla y le di en la cara con ella. Echome entonces muchas maldiciones, y entre las demás me dijo: “Plegue a Dios que vivas deshonrado y mueras sin confesión”. Y desde entonces nada me sucede bien. No tuvo el amigo que replicarle. Despidiose y aquel prosiguió en continuadas desventuras; y por último se amancebó con una india con grandísimos escándalos. Así vivía, cuando, pasando una vez a caballo un río llevando a su manceba a la grupa, en medio del río un lagarto le embistió fiero y, sin poderse defender, lo sacó de la silla, y, dejando libres el caballo y la amiga, a él lo metió en el profundo del agua y en el profundo del infierno.20 Este es el para-

19  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 31. 20  Contrasta esta afirmación con la testificación o prueba de historicidad que el narrador ofrece al inicio del ejemplo, invocando al testigo de vista; porque sin duda no es posible asegurar que pertenezcan al mismo plano de realidad el hecho de que el lagarto haya metido al joven en lo profundo del río del mismo modo en que lo llevó al fondo del infierno, pues solo de lo primero el testigo de vista podría dar efectivamente fe.

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dero de los malos hijos, temedlo los que imitáis a este en vuestras costumbres.21

21  Fuentes: Fiol Razones, 104-105; Andrade Itinerario, 175-176; thema: “Augustinus, De civitate dei, lib. 22, cap. 8, § 22 [Patr. lat. 41, 769-770]; Augustinus, Sermones de sanctis, Sermo 322 [Patr. lat. 38, 1443]; Jacobus de Voragine, Legenda aurea [ed. Graesse, 1890], 54, 6; Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus, ms Paris, BnF, lat. 15970, 244a; Vincentius Belvacensis, Speculum historiale [Douai, 1624], 19, 10; Tabula exemplorum [ed. Welter, 1927], 84; British Library, Add. 33956 [transcr. Welter], 422; Arnoldus Leodiensis, Alphabetum narrationum [ed. Brilli-Ribaucourt-Berlioz-Polo de Beaulieu, 2015], 747”. Registro: Dehouve Relatos, 325-328.

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108. [Chantaje y parricidio]22 En un lugar de Castilla la Vieja, llamado Tudela de Duero, un labrador muy rico tenía un hijo único heredero, como de su amor todo, de toda su hacienda. Estudiaba este en nuestro colegio de Segovia, y, tocándole Dios al corazón, determinó entrar en la Compañía, y pidiolo con tan repetidas instancias que hubo de lograr su deseo; y estaba tan contento cuanto afligido su padre al punto que lo supo. Tenía en él puestas sus esperanzas y, como eran tan falsas, desesperose presto y como tal vino al noviciado; y con más lágrimas que palabras representole al hijo su vejez sin ánimo, su madre sin consuelo, su hacienda sin heredero. Y tanto le dijo que, venciendo el amor natural, dejó la religión. Volvió el padre ya muy consolado, pero no tanto el hijo; porque aprentándole al corazón de nuevo los impulsos lo apretaban más por haber sido ingrato, y lo apretaban tanto que, vergonzoso de volver a la Compañía, pidió y recibió el hábito de San Francisco. Debiera entender el padre hablando Dios tan claro, pero estaba tan ciego que con nuevo sentimiento volvió a instarle y sacolo de la religión segunda vez; y ya por asegurarlo, como él pensaba, trataba con calor de casarlo. En esas disposiciones andaba cuando el hijo, no ignorándolas, determinó casarse él a su gusto; así lo hizo, cuando ellos menos lo pensaban. Y he aquí ya vuelta la casa en un infierno: porque se casó contra su voluntad descasaron de él sus voluntades los padres; de modo que de día y de noche, sin oírse palabra buena, no se veían sino obras malas. Cuanto hacía los enfadaba, los cansaba cuanto decía; y entre palos y pleitos los padres vivían muriendo y el hijo vivía reventado. Sucedió, pues, que, saliendo un día el padre al campo, le mandó al hijo que fuese a trabajar en sus viñas. Salieron ambos, y ya en el escampado el padre porfiaba que se fuese el hijo que había de acompañarlo; y el viejo, por hacer fuerza, al darle un palo cayó en el suelo y sobre él el hijo, que con la podadera que llevaba en la mano le cortó a su padre la cabeza. Súpolo la justicia, prendiéronlo, y pagó el hijo en una horca. Este es el paradero de padres que así

22  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 34.

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resisten a Dios por sus gustos y conveniencias; este es el fin de los hijos que así dejan a Dios por sus padres.23

23  Fuente: Faya Summa, ff. 21r-22v. Registro: Tubach Index: Cf. “2041. Fire, Jew cast into. (Var.) A Jewish boy, who angers his father by expressing a desire to become a Christian, is cast into the oven by his father; he is saved by the Virgin Mary”.

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109. [La mujer del cautivo]24 Bertulfo, caballero de los de la primera nobleza de Alemania, determinó piadoso visitar los lugares de la Tierra Santa; y si bien con sentimiento gravísimo de su mujer Ausberta, que con gemidos y lágrimas le repugnaba la partida, él, afirmando que tenía obligación por haber hecho voto, la venció, prometiéndola que sería tan breve ausencia que no llegaría a un año. Partiose, pues, llegó a Palestina, visitó sus santos lugares; y, entre tanto, Ausberta, como si hubiera enterrado a su marido: encerrada, sin que la vieran en público, apartados aliños y galas, continuaba en sus lágrimas. Un año había pasado ya, cuando he aquí un mensajero con cartas. Respiró al verlas, pero al leer ya le faltó el espíritu, porque le decía su marido cómo quedaba cautivo en una vida tan miserable que apenas ya al grave trabajo le bastaban las fuerzas, y que solo le quedaba por esperanza de libertad el que yendo ella, parte con dinero y parte con sus lágrimas, venciese para su rescate al ánimo del feroz príncipe, en cuyo poder estaba. Quedó atónita, anegada en congojas y dudas; leyó la carta a sus parientes, ninguno aprobaba la determinación de ir ella. Pero, escondido en su corazón, con su amor su dictamen, dejó a los parientes. Allá, entre tanto, Bertulfo, esperando por horas de su querida esposa el socorro, no llegaba ni aun carta; y, ya pasándose a quejas su sentimiento, cuando un día apareció en la ciudad un bizarro mancebo que, tocando con gran primor una cítara, se arrebataba con sus dulzuras los oídos y los ánimos. Lleváronlo por cosa tan exquisita al palacio, tocó en presencia del rey su instrumento, que arrebatado se suspendía al oírlo. Pidiole continuase a darle música, hacíalo así el citarista diestro; y aquellos días que allí estuvo veía por las mañanas sacar de los calabozos a los cautivos para el trabajo de las obras públicas, y entre ellos a Bertulfo. Él continuó ganándole al rey el afecto, de modo que le dijo que le pidiera el premio que quisiese; pidiole entonces que le diese aquel cautivo libre, señalando a Bertulfo: concediolo al instante y, 24  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 5.

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acompañados ambos, salieron ya de la ciudad. ¿Cuál sería de Bertulfo el regocijo y cuánto a su nuevo redentor el agradecimiento? Pero a ese paso eran las quejas contra su mujer, que así lo había dejado. Ellos hicieron juntos todo el viaje hasta que, llegando ya cerca de su ciudad, le dijo el citarista que tenía un negocio allí cerca, que después de un día se verían. Llegó Bertulfo con grande aplauso, con gran recibimiento, a su casa; pero entre los parabienes aun no disimulaba de su mujer las quejas. Y, buscándola colérico, no pudiendo ya negarla, que había siete meses que sin saberse de ella faltaba de su casa. Aquí fue el mayor furor de Bertulfo, con que ya disponía su venganza; cuando he aquí que entra su redentor citarista repitiéndole en aquella publicidad sus agradecimientos. Y él: “¿Dónde está —dijo— vuestra mujer, de quien tan justamente os quejabais?”. Quedó él mudo con la cólera y, entonces, quitándose el sombrero el citarista, y con el todo el color y el disfraz que lo ocultaba, halló que era Ausberta su mujer en aquel traje, la que, con tanta discreción, para librarlo, había mostrado en las cuerdas de su instrumento la mejor correspondencia de su fidelidad, que, cuando allá dulces a los oídos del bárbaro, aquí más suaves al corazón y al alma de su esposo, no cabían ya en ambos (ni en todos) los regocijos, las alegrías y los aplausos.25

25  Registros: Tubach Index: Cf. “5328. Wives change clothes with prisoners. Spartan wives change clothes with their husbands and thus enable them to escape from prison”; Goldberg Motif-index: Cf. “R.152.1. Wife (wives) saves husband from prison by exchanging clothes whit him; she remains in prison; he leaves”; Thompson Motif-index: “H186. Hero spits twice at his wife as sign of recognition”.

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110. [La mujer de Sócrates]26 Pero, si alguno ha de ceder, queda la misma duda: ¿quién debe ser? ¡Oh, Dios! Si se conoce la razón, ¿qué hay que preguntar? Y, si no se conoce, ¿qué he de decir? Lo que sé es que Sócrates, digna admiración de Grecia, cedía no pocas veces a una Jantipa, mujer loca y fiera, y que, habiéndole dicho palabras fulminadas de furia, al bajar luego él la escalera, le echó encima un cántaro de agua, y él respondió: “Ya yo sabía que después de los truenos viene el aguacero”.27

26  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 7. 27  Fuente: Laercio De vita, II: Sócrates 2, 15. Registros: Tubach Index: Cf. “4457. Socrates on marriage; Cf. 4458. Socrates, wife of”.

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111. [La doncella fea]28 En tiempo de Domiciano césar, había allí [en Roma] una doncella de gran sangre, de notoria nobleza, pero de más notoria fealdad; era más que una harpía de abominable, contrahecha, corcovada, lagañosa y, por adorno de todo, grande tonta. Y ven aquí que, llegados los años de casarla, no se vaciaba la calle de pisaverdes,29 el día en paseos, la noche en rondas y, entre tantos, un gran caballero llegó a tal extremo de fineza que, sin comer ni dormir, atónito y confundido todo, ya daba cuidado su vida. —¿Qué es esto? —decían asombrados—, ¿por Fulana?, ¿cómo un bulto tan deforme y horrible puede encender tal llama de amor que así consuma? —Yo os lo diré —respondió pronto Juvenal—, no es Cupido el que así lo enciende, sino Plutón el que así lo consume;30 no es (digo) el amor el que lo agita, sino la codicia la que lo traspasa […]. Qué de veces podemos repetirlo en México: “Veniunt a dote sagittae”.31

28  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 2. 29  “El mozuelo presumido de galán, holgazán, y sin empleo ni aplicación, que todo el día se anda passeando. Covarr. dice que es metáphora tomada del que atraviessa en algún jardín por los quadros, que por no pisar las labores vá andando de puntillas, como hace regularmente el pisaverde. Latín. Nimis concinnus juvenis, vel cultus, vagusque. PONC. Quar. tom. 2. Serm. 10. §. 5. Si van quatro mozas al Jubileo, otros tantos pisaverdes las están esperando. CERV. Nov. 4. pl. 156. Tenia abrasados y encendidos los deseos, no solo de los pisaverdes del barrio, sino de todos aquellos que una vez la huviessen visto” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Pisaverde”). 30  Desde muy temprano, a Plutón, dios del inframundo, se lo identificó con Dis Pater, dios de las riquezas, como afirma Pierre Grimal: “Plutón, el Rico, es un sobrenombre ritual de Hades, dios de los infiernos. Se le ha asimilado al dios latino Dis Pater, que, como él, era en su origen un dios agrario, porque toda clase de riqueza procede del suelo” (Diccionario, s. v. “Plutón”). 31  Fuente: Juvenal Sátiras, VI, 138 (“veniunt a dote saggitae: la flecha viene de la dote”). Registros: Tubach Index: “Cf. 1774. Dowry of ugly princess. Succession to the throne is the dowry of an ugly princess. Suitors contend for her sister; Cf. 5293. Wife, ugly, worth of. A man can rarely be certain of securing a good wife, but perhaps it is better to have an ugly wife than a pretty one”.

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112. [Juicio justo]32 Había, pues, salido de la ciudad una pobre mujer a vender en un cesto una poca de fruta para socorrer su extrema pobreza, mayor entonces por ser tiempo de una grande hambre; púsose a una puente a venderla donde Joresamno, hijo del conde Linderico, divirtiéndose con sus hermanos vio la fruta, llevole el apetito de muchacho, cogiola y, habiendo repartido allí lo que quedaba, dijo que lo llevaba a las damas de la condesa su madre, y a la mujer, que aguardase, que presto le enviaría la paga. Fuese, y ella desde la mañana esperando. El príncipe olvidose, el día iba corriendo y más los deseos de la pobre que esperaba; hasta que, viendo que tardaba, llegose a la puerta de la quinta y, con encogimientos de pobre, no hacía más que alargar la cabeza a ver si parecía algún criado: o no lo vio o no la vieron. Llegó en esto la noche, y, volviéndose a su casa afligida y muerta de hambre, creció a lo sumo su do1or en llegando a ella, porque dos hijuelos que había dejado a la mañana para traerles presto el socorro, como tardó tanto, a la fuerza del hambre que los antecedentes días habían padecido, a ambos los halló muertos. Aquí los extremos de su dolor, aquí los ríos de sus lágrimas. Pasó 1a noche y pasó también a furor su sentimiento; coge los dos chicuelos difuntos, parte con ellos a las caserías del conde, y, a la hora que ese estaba dando audiencia, entra dando gritos, arroja los dos cadáveres en el suelo y levantó su querella con sus gemidos: “Si eres buen príncipe —le dice— hoy lo has de mostrar siendo buen juez. No me detiene el miedo en decir quién me mató a mis hijos, pues no me puede suceder ya cosa mejor que morir: tu hijo Joresamno es quien me mató estas criaturas”. Refirió entonces el suceso y quedó atónito Linderico. Hace llamar a su hijo, que confesó ser así lo que aquella mujer decía. Linderico, sin hablar más palabras, pártese al punto a Tornay, junta el senado, propone el caso sin nombrar persona, pide que lo sentencien; sentencian los jueces que es digno de muerte quien tal hizo. Y al punto Linderico hizo prender a su hijo y hace que le quiten la vida en un cadalso. ¡Rigurosa sentencia, rigurosa ejecu32  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 44.

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ción! A lo del mundo así parece, pero en el tribunal de Dios no es rigor sino justicia la que así atiende en el hurto a las consecuencias. Temblad, temblad, que lo que parece muy poco al quitarlo, eso os puede quitar todo un tesoro infinito y toda una riqueza inmensa de gloria.

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113. [El privado del emperador]33 Visitó el emperador Carlos V a un gran privado suyo que estaba a la muerte; daba este grandes suspiros y, movido de lo que le estimaba el emperador: —Mirad —le dice—, si queréis algo, sea lo que fuere, que aquí puedo yo. —Señor —le respondió el enfermo—, que Vuestra Majestad me alargue la vida siquiera por una hora. —¡Oh!, que eso no está en mi mano. Pedidme cosa que yo pueda. Entonces el enfermo, envolviendo entre sollozos estos verdaderos desengaños, se volvió a la pared diciendo: “Ah, si yo viviera, cómo había de servir solo a aquel señor que tiene en su mano la muerte y la vida”. Confiad ahora en príncipes, poned vuestras esperanzas en monarcas de la tierra, que, por grandes que sean, son hombres y jamás hallaréis en ellos la salud.34

33  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 18. 34  Registros: Cf. Goldberg Motif-index: “J1281.5. Alexander asks desert Philosophers what gift he might give them. They reply ‘Immortality’. He, as a mortal cannot grant them this. They reply: ‘If you are mortal, why do you do so many evil things?’”.

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114. [Las muertes del rey]35 Pedíale un homicida al rey Luis XI de Francia que le perdonase aquella muerte, y, habiendo ya perdonádole antes otras dos, le respondió severo: —¿Cómo os atrevéis a pedir tal perdón debiendo ya tres muertes? —No, señor —respondió su bufón—, una sola debe. —¿Cómo —dijo el rey—, si ya lo he perdonado otras dos veces? —Por eso mismo —respondió aquel—, porque, si tú no le hubieras perdonado a la primera, él no hubiera hecho las otras dos. Con que quien debe las dos eres tú, que él una sola debe.

35  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 37.

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115. [Alejandro y el pirata]36 Muy colérico, Alejandro Magno mandaba colgar de una antena a un pirata que, en un navichuelo, andaba robando las costas, y díjole él: “¿De modo que a mí, porque en un solo navío ando haciendo una u otra presa, me tienes tú y me condenas por ladrón, y a ti, porque con una armada numerosa andas robando, todo el mundo te apellidan emperador?”. No tuvo que responder Alejandro.37

36  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 44. 37  Fuentes: Cessoles Le livre, II, 1, Exemplum 19. thema: “H. Platelle, Les exemples du Livre des abeilles, Turnhout, 1997, n. ° 129, p. 178. Textos emparentados: Cicero, De re publica, 3, 14; Augustinus, De civitate Dei, 4, 4 [Patr. lat. 41, 15]; Vincentius Belvacensis, Speculum historiale [Douai, 1624], 4, 51; Liber ad status [Paris, BnF, ms lat. 6368] 1, 17b; Arnoldus Leodiensis, Alphabetum narrationum [ed. Brilli-Ribaucourt-Berlioz-Polo de Beaulieu, 2015] 336; Scala coeli [ed. Polo, 1991] 126; Gesta Romanorum [ed. Oesterley, 1872], 146; Jehan Mansel, Exemples moraux [Londres, British Library, ms Roy. 15 D V, fol. 251-346; transcript. G. Blangez], fol. 311rb-va”. Registros: Tubach Index: “113. Alexander as pirate. Alexander is told by a pirate that he is a greater pirate”; Goldberg Motif-index: “J1289.22. Emperor asks pirate: ‘Why are you a pirate?’. Responds: ‘I am only doing what you do on a larger scale’”.

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116. [El juramento de Alejandro]38 Muy colérico venía Alejandro Magno con todo su ejército a destruir y asolar la ciudad de Lampsaco, cuando aquellos, viéndose perdidos, le enviaron por rogador a Anaxímenes,39 filósofo, que había sido maestro de Alejandro. Sabiendo este a lo que venía aquel filósofo, porque no le venciera con sus ruegos hizo solemne juramento a sus dioses de que había de hacer todo lo contrario que le pidiese Anaxímenes. Supo este juramento aquel filósofo ¿y qué hace? Entra a la presencia de Alejandro, y con todo calor y fuerza empieza a perorar contra Lampsaco, pondera su ingratitud, su desobediencia, su traición y concluye: “No los perdones, rey, destrúyelos, acábalos. Eso te pido, eso te ruego”. Alejandro, con esto, viose en su mismo juramento cogido; y, como había jurado hacer lo contrario que aquel pidiese, él le pedía que no los perdonara y así, bien a pesar suyo, los hubo de perdonar para cumplir su juramento.40

38  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 18. 39  Desde la edición de 1701 de Luz de verdades católicas […], se vino repitiendo, con humor involuntario, “Ana Ximenez”. 40  Fuentes: Máximo Los nueve libros, VII, III, 4; Cessoles Le livre, II, 2. Registro: Tubach Index: “105. Alexander and Lampsacus. Alexander made an oath that he will not do what he is asked to do by Anaximenes to destroy Lampsacus, an enemy of Alexander”.

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117. [El regalo de Alejandro]41 Diole Alejandro a un soldado suyo por no sé qué hazaña una ciudad en premio. Y él, encogido al oírlo: —Señor, es eso mucho para mí. —Quita —replicó Alejandro—, que no atiendo yo en lo que doy a lo que tú eres, sino a lo que yo soy. Tú te apocas como un particular, yo doy como Alejandro: Non quareo quid te accipere deceat, sed qui me dare.42

41  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 3. 42  La cita correcta es “Non quaero quid oporteat te accipere, sed quid me dare”. Está en la obra del historiador galés Gerald de Barry (Giraldus Cambrensis, ca. 1146-ca. 1223), De principis instructione distinctio I; de ahí la tomaría Gil de Zamora (De preconiis hispanie, 25); véase Barrio Vega (“Las fuentes”). Fuentes: thema: “Tractatus de diversis materiis praedicabilibus, t. III, De dono scientie [éd. J. Berlioz, 2006], 1223”. Registro: Tubach Index: “100. Alexander and gift. A man, asking Alexander for a denarius, receives a city and claims that this gift is unsuitable for him. Alexander says that he (Alexander) must concern himself with what is suitable to give and not with what is suitable for another to receive”; Goldberg Motif-index: “J1283.1. Alexander and gift. Give man a city. Man protested he was unworthy. ‘If you do not merit it, then it is not fitting for me to give it to you’”.

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118. [La cama prodigiosa]43 ¡Ah, conciencias de gamuza! Y con qué serenidad y qué sin escrúpulo se confiesan, pero estas retenciones injustas las callan. ¡Oh, qué confesiones! De estos era sin duda aquel que en Roma, habiendo muerto con mil trampas y deudas, quiso Julio César comprar en su almoneda la cama. —¿La cama, señor —le dicen—, para qué? —Porque cama en que un hombre cargado de tantas deudas podía dormir, sin duda tiene alguna virtud de infundir sueño. Yo la he de comprar.44

43  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 45. 44  Fuente: Bellarmino Declaracion, 186. Registros: Tubach Index: “541. Bed, of debtor, bought. Emperor Augustus buys the bed of a Roman knight who is always in debt. He says that it must have special virtue or the knight could never have slept”; Thompson Motif-index: “J1081.1. King buys spendthrifth’s bed. It must have been an extraordinary bed to permit a man with so many debts to sleep on it”.

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119. [Las banderas de los vándalos]45 Daban una guerra los vándalos, según refiere Salviano,46 a unos pueblos cristianos del África, que solo el nombre tenían de cristianos, pero tan del todo olvidados de su ley con sus perversas costumbres; que, sabiéndolo los vándalos, hicieron entre sí este discurso, temerosos del suceso en la batalla: “Estos —dijeron— que tanto alaban a su Dios de poderoso, no vemos que guardan su ley en nada. Pues su mismo Dios nos ha de favorecer a nosotros, y sus mismos mandamientos hemos de llevar por bandera contra ellos”. Así lo hicieron. Van escribiendo en todas las banderas los mandamientos, y, arbolándolas luego, embisten briosos pocos vándalos a un gran ejército de cristianos que, llenos de un formidable espanto, con terrible carnicería fueron de los bárbaros vencidos, destrozados y muertos. Triunfaron las banderas de los diez mandamientos, en manos de los enemigos del cristianismo, porque no los guardaban los cristianos. Pues ¿qué hay que preguntar por el origen de todas las desdichas, si esta divina ley no se guarda?

45  Martínez de la Parra Luz 1691-1691, II, 1. 46  Salviano de Marsella escribió su De providentia et gubernatione Dei entre 439 y 451, obra en la que trata favorablemente las virtudes de los vándalos. Hay una edición del siglo xvii (Marsella, De providentia).

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120. [El retrato de Helena]47 Encontrose Nicóstrato, pintor famoso, con un retrato de Helena, obra antigua de Zeuxis,48 y a su vista quedó Nicostrato tan embelesado a la maravilla del arte, tan pasmado a la admiración, tan suspenso, tan absorto que por mucho tiempo pareció él una estatua muerta delante de una mujer que parecía viva. Llegósele en esto un rústico: “¿Y qué más harías —le dijo— si vieras a la misma Elena? ¿Qué hay aquí que tanto te admira?”. El pintor, entonces, volviéndose a él entre compasión y desprecio: “Este —le dijo—, este no es un cuadro para lechuzas. Sácate esos ojos y yo te prestaré los míos, y con ellos sabrás lo que yo admiro y tú no entiendes; que si vieras lo que yo veo nada me preguntaras: Non id interrogares, si meos oculos haberes”. Oh, con cuánta más razón podemos los católicos decirles esto a las lechuzas más ciegas de los impíos herejes, que tan rabiosos han perseguido el uso, la veneración y el culto de las santas imágenes, persecución de las más terribles.49

47  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 8. 48  Zeuxis (ca. 435-390 a. C.), a decir de Luciano de Samosata, menospreciaba también el juicio estético del público, incapaz de apreciar los detalles (véase Gómez Cardó [“De Samosata”]). 49  Fuentes: Eliano Historias, II, 44; Cicerón De inventione, II, 1; Plinio Historia, XXXV, 64. Se trata de un pasaje bien conocido en la época del predicador y aún poco después: lo trae también Mayans (El arte, I, 3, 19). Por lo demás, la abundante presencia de imágenes en función ejemplar en las pláticas de Martínez de la Parra debe tenerse por lección aprendida en los Ejercicios de san Ignacio, en los que se proponía la necesidad de ver con los ojos de la imaginación tanto los propios pecados como los sufrimientos que ellos causaban a Cristo; la composición visual de lugar, por ejemplo, reclama “para la mente la clase de indicaciones que se darían a un pintor”, como afirma Bailey (Ignacio, 125).

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121. [Aprendiz de brujo]50 En Flandes era un príncipe mancebo en quien parece juntó todo el lleno de sus prendas naturaleza, para dar todo este colmo al más vivo dolor de su desgracia: era las delicias del reino para ser luego motivo de las universales lástimas; sobre su primera nobleza, discreto, cortesano, bien entendido en las buenas letras y versado bien en las armas, prevención toda que le hizo el costo al llanto en su malogro. Este, pues, habiendo trabado una sangrienta enemistad con otro príncipe alemán, creciendo el alboroto en riñas y pendencias, el archiduque Alberto (gobernador entonces de aquellos estados), por atajar más graves daños, desterró el alemán a su patria, a este le prohibió el seguirle con muy graves penas; pero (¡oh, Dios!), refrenada la ira y represado el odio, no pensaba en más que en buscar modos de vengarse (¡ah, funesta pasión, que así ciegas para precipitar así!). Supo que había allí un hechicero y, por hallar el modo de vengarse, trató también de serlo (en nada repara ya el que está ciego). El caso era que un cierto Enrico, pastor de ovejas e insigne fraguador de trampas, había cobrado con el pueblo fama de hechicero, no porque lo era, sino porque ese común error le servía de engañar a simples. A este se fue aquel príncipe y le pidió que le enseñara el arte mágica; hallose confuso y no pudiendo negarse al respecto: “Señor —le dijo—, yo no sé nada de eso que todo es engaño, porque con eso logro algunas trampas”. Pareciole que se lo solapaba por negarse, y tales fueron las amenazas y tales las promesas que aquel hubo de conceder. —Pues, mira —le dijo—, me has de enseñar el modo como podré quitarle la vida a uno, aunque esté muy distante. —Yo lo prometo. Señalaron el lugar en un monte cercano y el día y hora en que allí habían de verse. Diole buena cantidad de oro, y Enrico se fue confuso en cómo había de cumplir su promesa y hacer lo que él ni sabía, ni entendía. Ocurriole al punto este engaño: fuese a otro labrador, contole lo que pasaba y prometiole que partiría con él, con tal que aquella noche se fuese a aquel monte a hacer oficio de 50  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 9.

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demonio, dándole escondido entre los árboles sus respuestas, para dejar así engañado aquel príncipe que tanto porfiaba por ser hechicero. Pactados así, le fueron sacando no poca porción de reales, hasta que, llegado el plazo, acuden al puesto, ya entrada la noche forma aquel engañador sus figuras, hace sus ademanes y pone al miserable príncipe, que iba solo y sin armas, en un lugar determinado con precepto de que de allí no se moviera. Empiezan las preguntas y respuestas, y a todo aquel muy admirado; véndale luego los ojos, hace que se tienda en el suelo y a todo obedece pronto (¡ah, lo que puede un vicio!). Ya cuando allí lo tuvo, no hallando otro modo de enseñarle la magia que deseaba, saca un hacha, que allí tenía escondida, y, descargándosela toda a fuerza en la cabeza, quitándole en un punto la vida, lo envió probablemente a contratar eternamente ya con los demonios. ¡Oh, qué muerte tan lastimosa! Así como eslabones se llaman los vicios; nadie se asegure, si tiene alguno, que no caerá en todos.

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122. [La criada de Tales de Mileto]51 Mucha materia de risa le dio a una criada suya Tales de Mileto. Iba este todo embebido en observar el curso de los cielos, todo atento en prevenir lo que anunciaban los aspectos de los astros, cuando, sin advertir que tenía delante de sus pies un pozo, al dar el paso observando el cielo, se halló precipitado en el profundo. “¿Pues no ves —le dice riéndose la criada—, no ves dónde pones los pies y te embelesas todo en ver por dónde caminan los astros? ¿No ves el hoyo que tienes delante y te metes a adivinar lo que anuncian para lo venidero los cielos?”. Esto mismo, pero con infinita mayor desgracia, les sucede a los que por arte del diablo quieren adivinar lo oculto, lo distante, lo venidero, que por ver con los ojos de la vanidad dejan de atender con los ojos de la razón, que por ver lo que no les toca dejan de cuidar lo que más les importa.52

51  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 10. 52  Fuente: Platón Diálogos, “Teeteto”, 174ª.

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123. [La manzana podrida]53 Como México, debía de estar viciada la república de Atenas, cuando, juntados sus senadores a dar medios para procurar su reforma (menos ya desdichada la república donde así se juntaba consejo, no solo para dar arbitrios de hacienda, sino para buscar mejoras de costumbres), fueron dando sus pareceres. Y uno de ellos, más sesudo, después de estárselos oyendo a todos, arrojó en medio una manzana toda podrida, y luego: “¿Qué remedio os parece —les dijo— podrá haber para que esa manzana que veis tan podrida toda quede otra vez sana, hermosa y dulce?”. Difícil pregunta, una manzana podrida volverla del todo sana, ¿cómo puede ser? Quedáronse suspensos todos, y él prosiguió: —Pues, mirad, con sacarle las pepitas que tiene en el corazón, sembrarlas, cuidarlas y cultivarlas, dentro de pocos años, de esa manzana tan podrida gozaremos manzanas dulces, frescas, sanas, hermosas. —Así es —dijeron todos. —Pues, si así es —añadió—, póngase el cuidado que se debe en la crianza de los hijos y dentro de pocos años gozaremos toda la república mejorada.54

53  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 32. 54  En este, como en otros casos, la obra de Martínez de la Parra es fuente de relatos ejemplares para otros predicadores. Así, por ejemplo, Luis de Olod (Tratado) usa este ejemplo y remite a Martínez de la Parra. Incluso en el siglo xix: Arbiol La familia, 401. Por lo demás, una confianza más grande en el poder de la educación para solucionar los graves problemas sociales del virreinato no podía ser cultivada en mejor lugar que en el seno de la Compañía de Jesús, cuya labor educadora fue sin duda fundamental para la formación de la cultura política en la Ciudad de México y, en general, en toda la Nueva España (véase Gonzalbo [La educación, passim]).

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124. [El ejemplo de Demóstenes]55 Las tardes enteras en una comedia, las noches en el juego, y se gusta y se deja de mala gana, ¿y un rato de la palabra de Dios enfada y cansa y se bosteza? Mirad, abogaba Demóstenes en defensa de un hombre que estaban por condenar a muerte, y al ir diciendo reparó que los jueces estaban parlando; prosiguió sin darse por entendido, y dejando lo que iba a decir ingenió este cuento. Fue el caso, señor, bien célebre, que un alquilador le alquiló a un pasajero un jumento para una jornada; salieron juntos, el dueño a pie, el otro en el jumento, era ya el medio día, apretaba el sol, y, no habiendo sombra ninguna, echose aquel a pie y metiose debajo de la sombra del jumento: —Eso no —dijo el alquilador—, que yo el jumento alquilé, no su sombra. Esa sombra es mía y yo la he de gozar. —No —decía el otro—, pagué la sombra. Y he aquí armado el pleito, y que van al tribunal. A todo esto, ya estaban muy gustosos y suspensos los jueces por oír en qué paró. El diestro orador, entonces, dando el golpe a la cátedra: “¿De asini umbra libet audire, viri causam de vita periclitantis audiri gravamini? ¿Es muy bueno que al pleito sobre un asno se pongan esas atenciones y que, donde va la vida de un hombre, enfade el oír su defensa?” Más os digo yo, oyentes míos: tanto gusto en atender mentiras, engaños y aun torpezas, y tanto tedio para oír hablar de Dios.56

55  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 7. 56  Fuentes: Plutarco Moralia, t. X, 482-483. Registros: Talavera Cuesta incluye esta fábula con el número 21, tomándola de la Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas de José Francisco de Isla (núm. 151), y anota: “También se le atribuye a Demóstenes en la colección de proverbios Zenobius vulgatus (6.28). El proverbio ‘Disputar por la sombra de un burro’ está documentado en otros muchos autores antes de Demóstenes y luego ha conocido una larga tradición: cf. Tosi 1993, núm. 488 y García Romero y Mariño Sánchez-Elvira 1999: 223-224” (La fábula, 216).

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125. [Las burras de Sabina]57 De Sabina Popea, ramera en Roma con nombre de emperatriz, refiere Plinio que, habiendo creído que era a propósito la leche de la burra para alisar y blanquear la tez, a todo costo, embarazo y molestia, a donde quiera que iba, iba cargada de una gran manada de quinientas burras para bañarse siempre en su leche, por conservar su hermosura: Asinarum gregibus ob hoc eam comitantibus.58 Y qué bien iba entre jumentos quien de ellos mendigaba la hermosura.59

57  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, “Bautismo”, 2. 58  Se hace acompañar de rebaños de asnos. 59  Fuente: Plinio Historia, XXVIII, 50.

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126. [El alfanje de Castrioto]60 Aquel prodigioso capitán Jorge Castrioto, a quien los turcos llamaron Scandarbey, era de tan estupenda fuerza que de un golpe de su alfanje hendía por medio a un hombre, aun armado de fornido morrión de acero, lo partía a un impulso por medio como si fuera un nabo. Pasmó tanto a los turcos este prodigio, viendo en los suyos el estrago, que el gran turco le envió a pedir al capitán cristiano que le enviase su alfanje, que deseaban ver y admirar filos de temple tan prodigioso; enviolo al punto Castrioto, y, haciéndolo el turco empuñar al hombre de más fuerza, puesto un morrión para hacer la prueba, no solo no lo hendía, pero apenas lo mellaba. —¡Ea!, que no es este su alfanje —dijeron—, nos envió otro. —No es —respondió Castrioto a los embajadores—, no es sino el mismo que yo uso. Pero decidle a vuestro emperador que, aunque envié el mismo alfanje que con tanto estrago os admira, no pude enviar con él el mismo brazo que lo maneja.61

60  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 1. 61  Fuente: Coronica del esforzado principe y capitan Iorge Castrioto, 7. El motivo se ha convertido en un tópico de larga data, que se sigue utilizando en discursos posteriores, como la siguiente aprobación que Felipe Aguirre, lector de Teología en el Colegio de la Compañía de Jesús en Oviedo, escribió para el séptimo tomo del Teatro crítico universal de Feijoo (1724-1739): “Si hubiera de dar el P.M. Feijoo alguna satisfacción, que confundiese a sus émulos, no cabía mayor que esta franqueza en los libros, para que advirtiesen de una vez, a pesar suyo, está el impulso en el brazo, y no en la espada, aunque sea la de Castrioto” (Feijoo Theatro, xxxv).

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127. [Las lupas de Arquímedes]62 Cercada Zaragoza de Sicilia [sic]63 de una gruesa armada, cuando más apretado el asedio no les quedaba refugio, lo buscó en el cielo Arquímedes. Alistó allá, y trajo todo el sol a su socorro; puso, digo, una máquina de cristal sobre los muros, con tal cercanía de visos y a tal proporción de espejos que, hiriendo aquí el sol con sus luces y resurtiendo en las enemigas naves con sus rayos, tan encendidos volvían, tan ardientes, que más que las bombardas mudamente eficaces, pegando en las estopas, encendiendo las jarcias, abrasándose las velas, se veían subir del agua las llamas hasta que de los bajeles no quedaron sino sobre las ondas nadando las cenizas.64

62  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 8. 63  Se refiere a Siracusa de Sicilia, que en el reinado de Hierón II se alió a Roma contra Cartago en la Primera Guerra Púnica. 64  Fuente: Plutarco Graecorum, “Marcelo”, XIV.

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128. [Arquímedes no miente]65 Hierón, tirano de Zaragoza [sic],66 había fabricado una nave que enviarle de presente a Ptolomeo, rey de Egipto, tan desmesurada, tan grande, que, ocupando su máquina la playa, parecía una montaña de madera; pero, ocupado todo en su grandeza, no previno qué fuerzas bastarían a ponerla en el agua, millares de hombres no alcanzaban ni aun a menearla, trazas, artificios, máquinas, nada podían, de modo que ya parecía necesario dejarla podrido en el mismo astillero. Arquímedes entonces, después de verlos fatigarse tan en vano, dispuso con su grande ingenio una máquina que, reducida toda a una pequeña rueda, puso todo aquel monte de madera en el agua. Prodigio del arte, que lo asombró de modo que pronunció por ley que, desde aquel día, a cuanto dijera Arquímedes se le diera entera fe y crédito: Ab hac die, de quocumque dixerit Arquimides, illi credendum est.67

65  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 4. 66  Véase la nota 63. 67  No he encontrado antecedentes, aunque sí usos posteriores: Feijoo Cartas, t. III, v.

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129. [El soldado blasfemo]68 En el cerco de Ostende,69 refiere nuestro Pennequin, había un soldado tan habituado a votar y blasfemar que, por más que le reprehendían, respondía que no podía enmendarse. Este, pues, padeciendo grave necesidad, desnudo y muerto de hambre, llegó a un sacerdote a pedirle una limosna. —Sí te la daré —respondió el sacerdote—, pero con tal que vengas conmigo por una hora nomás sin botar ni blasfemar, y si lo cumples te daré luego este doblón (dijo sacándolo de la bolsa y mostrándoselo). Quedó el soldado hambriento; más al ver el oro. El sacerdote, con el doblón en la mano, no hacía sino mostrárselo e irse paseando por los alojamientos de los soldados; y aquel detrás, siguiendo como un perro ansioso. Gritábanle los compañeros, que ya le conocían, decíanle chanzas, y él, mudo; dábanle cantaletas, risadas, burlas, y él a cada rato ya iba a echar y se detenía, y ojo al doblón. Repetíanle dichos y apodos, y mordiéndose la lengua porque no se le escapara alguna de sus blasfemias. Así lo paseó el sacerdote por buena parte de los reales, y al cabo de una hora: —Veslo —dijo— cómo te puedes enmendar, si quieres, de esa maldita costumbre. Y lo haces por un doblón, ¿no lo harás por la gloria?70

68  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 13. 69  El sitio de la ciudad belga de Oostende fue uno de los más sangrientos y difíciles de la Guerra de Flandes, en el que murieron unas cien mil personas y en el que los Tercios de Flandes combatieron en circunstancias durísimas, las mismas que provocaron no pocas protestas y blasfemias por parte de los soldados, primero, veladas, luego, a voz en cuello (véase la relación que hizo Giustiniano, sargento mayor de los Tercios: Delle guerre). 70  Fuente: Pennequin Isagoge, 412.

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130. [El galeote y el duque de Osuna]71 Visitando las galeras el duque de Osuna, virrey de Nápoles,72 como era de buen humor, viendo aquella chusma de galeotes, quísose entretener un rato y fue preguntando a cada uno por qué delitos los habían echado a galeras; fuese cada cual excusando, este con que habían sido testimonios, aquel que una desgracia, el otro que un enemigo, y así cada uno iba alegando su inocencia. Llegó otro y dijo: —Yo, señor, con mucha razón estoy aquí, porque desde muchacho tuve perverso natural; huime de mis padres y toda mi vida la he gastado en robos, muertes y atrocidades. Y por tantos delitos me echaron aquí. El duque, al punto que lo oyó: —Pues andad —le dijo—, idos de aquí libre desde luego; que no es razón que un tan mal hombre esté entre tantos inocentes. Idos libre, que un bellaco como vos no ha de quedar entre tantos hombres de bien. Él se fue libre por su confesión; y los demás, por su callar, se quedaron al remo. Chanza fue esta que con gracia nos dio a entender una importantísima verdad.73

71  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 20. 72  Se refiere a Pedro Téllez-Girón (1574-1624), tercer duque de Osuna y virrey de Sicilia (1611-1616) y de Nápoles (1616-1620). Fue considerado el mejor corsario al servicio de España, al punto en que se convirtió en la pesadilla de turcos y berberiscos, quienes le apodaban Delí-Bajá (el virrey temerario); además, fue también un hombre de proverbial humor del que se cuentan no pocas anécdotas. 73  Fuente: Capítulo XXII de la primera parte del Quijote, titulado “De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir”. Registros: Tubach Index: “2233. Gallows escaped with truths. A highwayman escapes the gallows by telling three truths; 4801. Thief set free. Because of a sincere confession, a thief was set free by his jailors”; Uther The Types: “1868 Anecdotes about Hanging (Gallows Humor). This miscellaneous type consists of various anecdotes consisting of humorous dialogs between a criminal and the hangman, or in which the hanging cannot take place because the gallows falls apart”.

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131. [Apeles y el pintor]74 Un pintor de moderada mano se empeñó a retratar un original de Helena que, del pincel de Apeles, siendo un prodigio de la hermosura, era un milagro del arte. Esforzó aquel cuanto pudo la idea y los pinceles, y, viendo que no podía sacar el rostro de muy ordinario, echó todo el resto en el vestido y en el ropaje: los colores más vivos, los más finos realces, llenole el cuello de perlas, todo el pecho de diamantes. Mas ¿de qué sirvió todo? De que, mirándola, soltase Apeles la risa: —No pudiste —le dijo— pintarla hermosa y pintástela rica: Quia non potuisti pingue pulchram pinxisti divitem.75

74  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 15. 75  Paravicino transcribe así la sentencia de Apeles: “Cum non posses pingere pulchram, pinxisti divitem” (Oración, 107-108).

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132. [La paga de Canio]76 Cierto Canio, valentísimo músico y en tocar una flauta de primor incomparable, vivía por eso de andarse por las casas de poderosos tocando en los festines su instrumento, que le pagaban al paso que suspensos los deleitaba con su armonía. Pero era tanto mayor el deleite que el mismo Canio sentía al oír él su mismo instrumento que solía decir en secreto que, si los oyentes le espiaran el corazón, le vieran el alma cuando él estaba escuchando su misma música, en vez de pagarle a él le hicieran a él pagar el oírla, le dieran por premio de lo que ellos gozaban lo que él mayor gozo recibía. Nada mejor explica cuánto más se goza Dios al hacernos bien que nosotros al recibirlo.

76  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 11.

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133. [El escape de Aristómenes]77 De Aristómenes Mesenio, gran soldado, refiere Plinio que en un apretado conflicto quedó preso de los espartanos y, no teniendo a mano cadenas, lo ataron reciamente por todo el cuerpo con unas fuertes sogas de cáñamo que no le permitieron ni el más ligero movimiento. ¿Qué haría el miserable, esperando después de tal prisión la más infame muerte? Aquella noche dejó dormir a las guardas, y, a una gran lumbrada que habían hecho, alcanzando como pudo por quemar sus ataduras, aplicó a las llamas el cuerpo. Crujía la piel abrazada mientras el torcido cáñamo se encendía. Sufría él a cada nudo un tormento, a cada ligadura, un martirio, hasta que, aunque quemado todo y todo hecho una llaga, pudo huir ya libre: Ad ignem advolutos lore cum corpore exussit.78

77  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 3. 78  Fuente: Plinio Historia, XI, 37.

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134. [Destrucción de ídolos]79 Entre las muchas casas o templos de ídolos (que los naturales llamaban “cúes”) que vieron en este reino los conquistadores de él (como lo refiere el verídico historiador y conquistador valeroso, el capitán Bernal Díaz del Castillo, en la historia que escribió con llaneza y sencillez de lo que vio por sus ojos y con sus manos tocó),80 el primero fue el del pueblo de Cempoala,81 el cual era muy alto, con muchas gradas alrededor, y en lo alto de él estaba el templo y oratorio con su altar, y en él algunos ídolos muy horribles, feos y deformes: porque unos tenían la figura de dragón y tan grandes como becerros, y otros eran la mitad del cuerpo de figura de hombre y la otra mitad de perro, a quienes servían como sacerdotes seis indios hijos de principales y los llamaban “papas”. Su traje y vestido era unas como lobas de bayeta negra82 que los cubría todos, con sus capuces grandes del mismo género manchados de sangre humana, los cabellos largos y muy enredados con costras de sangre, las ore79  Villavicencio Luz, VII, 2. 80  Villavicencio pondera aquí la virtud de la veracidad sobre la imaginación en la historia y toma posición en la disputa entre los historiadores que escriben de las Indias desde Europa y los que lo hacen como testigos de vista de los acontecimientos; es decir, toma partido al lado de Bernal Díaz del Castillo como podría haberlo hecho al lado de Gonzalo Jiménez de Quesada frente a Jovio, al lado de Gonzalo Fernández de Oviedo frente a Pedro Mártir de Anglería o al lado de Pedro Cieza de León o Agustín de Zárate frente a todos los que escribían de oídas o leídas. 81  Antigua ciudad prehispánica ubicada en el actual estado de Veracruz, famosa por sus canales de riego y acueductos; de hecho, su nombre significa ‘veinte aguas’. 82  La loba es “cierto género de vestidúra talar, que oy usan los Eclesiásticos y Estudiantes: la qual empieza por un alzacuello que ciñe el pescuezo, y ensanchándose después hasta lo último de los hombros, cae perpendicularmente hasta los pies. Tiene una abertúra por delante, y dos a los lados para sacar los brazos. Latín. Tunica talaris. Toga non praecincta. PRAGM. DE TASS. año 1680. f. 35. De hechúra de una loba de bayeta, ha de llevar el Maestro seis reales. MEDIN. Grand. lib. 2. cap. 85. Trahen tambien sotana o loba los Caballeros mui principales: como hijos o hermanos de Condes o Marqueses” (Real Academia Española Diccionario 17261739, s. v. “Loba”); mientras que la bayeta es una tela “de lana mui floxa y rala, de ancho de dos varas lo mas regular, que sirve para vestídos largos de Eclesiásticos, mantillas de mugéres, y otros usos. Háilas de todas colóres, blancas, verdes, negras, &c. Lat. Laneus pannus crispatus, cirratus. PRAGM. DE TASS. año 1680. fol. 4. Cada vara de bayéta contrahecha de Segobia veinte y cinco reales. QUEV. Tacañ. cap. 14. A las doce y media entró por la puerta una estantígua vestida de bayéta hasta los piés” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Bayeta”).

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jas las tenían rasgadas y sajadas las caras, porque así se señalaban cuando sacrificaban a los dioses de sus ídolos y se hacían sus papas. Estos sacrificaban a los ídolos de este pueblo cada día cuatro o cinco indios,83 abriéndoles los pechos y sacándoles el corazón, el cual les ofrecían en braseros de lumbre y la sangre pegaban por las paredes, y, cortándoles los brazos y piernas con ellas —cocidas o asadas—, los papas se sustentaban y lo demás se vendía por menudo en los tianguis; y, como estos malditos papas eran los sangrientos carniceros, estaban tan ensangrentados y asquerosos que hedían a carne quemada y podrida, y con la horrible figura de sus caras y trajes se parecían a los demonios a quien servían y sacrificaban como ministros suyos. A estos ídolos y feísimos dioses falsos y mentirosos, aunque los defendían sus papas y los caciques del pueblo los derribaron del altar y precipitaron por las gradas abajo, los soldados cristianos, haciéndolos pedazos y arrojándolos al fuego, los convirtieron en ceniza; y, haciendo de su asquerosa casa un oratorio y capilla, curiosa y aseada, blanqueándola toda y aderezando el altar con mantas ricas y olorosas flores y ramas, colocaron en él, los católicos conquistadores, una Santa Cruz que hicieron allí y una santa imagen de la Virgen María Nuestra Señora que tenían. Y a cuatro de aquellos papas mandaron que, muy aseados y limpios y vestidos de mantas blancas, cuidasen de su adorno y aseo poniendo en el altar ramilletes de las muchas flores y rosas en que abundaba la tierra; y para que así lo hiciesen (y resguardo de la santa imagen) dejaron por ermitaño de aquel nuevo y primero oratorio y ermita a un soldado viejo y cojo que no podía servir en la conquista y guerra.84 83  Aunque, al parecer, la evidencia arqueológica confirma las prácticas sacrificiales de los pueblos prehispánicos, mucho se ha debatido al respecto. Ya Bartolomé de las Casas lo negaba con estas palabras: “Esto de sacrificar hombres y comerlos, como dice Gómara, yo creo que no es verdad, porque siempre oí en aquel reino de Yucatán que ni hobo sacrificios de hombres, ni se supo qué cosa era comer carne humana, y decirlo Gómara, como ni lo vido ni lo oyó sino de boca de Cortés, su amo y que le daba de comer, tiene poca autoridad, como sea en su favor y en excusa de sus maldades; sino que esto es lenguaje de los españoles y de los que escriben sus horribles hazañas, infamar todas estas inversas naciones para excusar las violencias, crueldades, robos y matanzas que les han hecho, y cada día y hoy les hacen” (Historia, t. III, 231). 84  Fuente: Díaz del Castillo Historia, 232. Registro: Cf. Tubach Index: “1657. Devils (demons) in idols; 2553. Heretics punished”.

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135. [La conquista como castigo]85 Todos aquestos insultos y tan execrables delitos que idólatras y viciosos cometían inhumanos irritaron tanto a la justicia divina que, llegado ya el tiempo de llevar su merecido, dispuso Dios y permitió se cumpliesen los agüeros y avisos que les habían dado los demonios por sus ídolos, los más célebres que tenían en la Ciudad de México: Huitzilopochtli y Tezcatlipoca,86 que llegaría tiempo que por donde nace el sol vendrían unos hombres blancos por los cuales serían a sangre y fuego conquistados, y, quitando las coronas a su emperador y a sus reyes, se harían señores y dueños de su reino y de sus tierras, y que a sus mismos hijos y naturales los sujetarían de suerte que los harían tributarios dentro de su mismo reino y tierra; como sucedió, viniendo por los años del señor de 1519 al puerto de San Juan de Ulúa el valeroso capitán don Fernando Cortés con solos quinientos y ocho soldados valientes españoles. Y, habiendo entrado de paz en la Ciudad de México, donde tomaron casa y pusieron su real y sus trincheras, donde estaban siempre en arma, siempre en vela y prevenidos por estar entre enemigos; y, aunque entraban y salían a comunicar y tratar Cortés y sus capitanes con el grande Moctezuma, amigablemente en su palacio, tomando ocasión Cortés de haberle muerto los indios a un capitán y seis soldados que había dejado en un pueblo diciendo que había sido con orden de Moctezuma, se determinaron a un hecho, el más raro y singular que en historias se ha leído, que fue el prenderlo y llevarlo a su real prisionero: como lo intentaron lo hicieron. Señalado pues el día, y quedando los soldados en su casa prevenidos y puestos a punto de guerra, fue Cortés con cinco de sus capitanes y, habiendo para cada uno de sus quinientos y ocho soldados millares de indios guerreros, con grande denuedo se entró en palacio y, llegándose a Moctezuma, grande emperador de las indias, le dijo: “Vuestra Majestad se ha de servir de darse por preso y venirse con nosotros, porque así importa y conviene”. Y, viendo que se alteraba, con resolución le dijeron: “Esto ha de ser así y, si no, aquí luego todos le quitaremos 85  Villavicencio (Luz y método, XIII, 4-8-XIV, 1). 86  Dos dioses fundamentales del panteón mexica. El primero asociado con el sol; el segundo es señor de cielo y tierra, haciendo dualidad con Quetzalcóatl, el dios civilizador.

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a estocadas la vida; véngase bueno a bueno mostrando a todos que va a su voluntad y gusto, para excusar alboroto”. ¡Caso raro! Viéndose Moctezuma dentro de su corte y palacio, en tanta infelicidad y desdicha se demudó, y de los ojos se le saltaron las lágrimas. Vino en todo y lo llevaron Cortés y sus capitanes a su real, donde lo tuvo preso con muchas guardas, y llegaron a ponerle como a delincuente grillos. ¿Quién oye esto y no queda lleno de admiración y espanto? ¿Es posible que esto fue y así sucedió y se vio ejecutado este hecho? Sí, pues, miradas con atención todas sus circunstancias, no fue tanto hecho de hombres, aunque hombres lo ejecutaron, sino obra del poderoso y fuerte brazo de Dios para dar con esto principio al castigo que merecía por sus idolatrías y vicios este monarca y su reino. Esto se verá ser así de los muchos y grandes desastres que después de aquesta acción se fueron experimentando; porque, alborotados los indios, viendo preso a su señor, se pusieron luego en armas muchos millares de ellos y, acudiendo todos con grande estruendo de guerra a sacarlo de la prisión, con ánimo y resolución de quitar la vida a Cortés y a todos los españoles, los cercaron atrincherándose para que ninguno pudiese escaparse de sus manos. Viendo tanta multitud de guerreros despechados, temieron los españoles, acudió Cortés a Moctezuma y le pidió que, saliendo a donde todos lo viesen, los apaciguase, diciendo que por su voluntad estaba entre ellos y que atentos le estimaban y servían obsequiosos. Mostráronlo, pues, por un terrado o azotea acompañado de Cortés y sus soldados, y, aunque les habló diciendo que él estaba libre y bueno, que no hiciesen demostración alguna ni meneasen las armas, luego que los indios vieron a Cortés y a sus soldados, encendidos en cólera y saña, sin atender en que estaba entre ellos Moctezuma, su emperador y señor, despidieron contra ellos tanta multitud y lluvia de piedras y de saetas que, aunque abroquelándose procuraron guarecer a Moctezuma, permitiéndolo así Dios por sus altos y secretos juicios, no saliendo herido ni uno de todos los españoles, a Moctezuma alcanzaron tres piedras y una saeta; y cuando para derribar David al gigante Goliat, de cinco piedras que llevó solo una bastó para dar con él en tierra, y luego, con su mismo alfanje animoso, le quitó con la cabeza la vida, al grande emperador Moctezuma tres piedras lo derribaron y con sus mismas armas, que eran las saetas de los suyos, si no el valiente Cortés, como a Goliat David, Dios, como

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en David en Cortés, tomándolo por medio y por causa instrumental le quitó la vida, muriendo de las heridas especialmente de la saeta, envuelto por castigo del cielo en la púrpura de su noble y real sangre, por idólatra rebelde como el otro idólatra Ajab, rey de Israel, herido de otra saeta por justo juicio de Dios, revolcándose en su sangre acabó con vida y reino. Quizá porque Cortés, escogido de Dios contra Moctezuma y su reino idólatra, como otro David contra Goliat, vino en nombre del señor de los ejércitos a deshacer ídolos, a destruir idolatrías, y, mirando celoso por la honra de Dios y su gloria, a plantar en la tierra de esta Nueva España la católica Iglesia y fe de Jesucristo: Ego autem venio ad te in nomine Domini exercituum.87 Muerto el grande emperador Moctezuma, rebelde en su idolatría sin haber podido alguno de los ministros y capitanes reducirlo a que dejase la idolatría en que había vivido, que recibiese la fe de Jesucristo y el santo bautismo por más diligencias que hicieron, desesperado, acabó bárbaramente en su secta sin haber querido comer ni dejar que le curasen las heridas de su cuerpo. ¡Qué infelicidad tan grande! Y qué feliz y dichosa hubiera sido su alma si se hubiera convertido y logrado la ocasión de recibir el bautismo que se le vino a las manos y trajo Dios de tan lejos. Pues, si hubiera recibido la fe que le predicaron y el bautismo que se le ofrecía, muriera cristianamente y absuelto a culpa y pena desde luego, para siempre subiera al cielo y gozara de Dios y su eterna gloria; pero su obstinación en su idolatría y secta lo condenó a eternas llamas del infierno y sus tormentos. Enterraron a su usanza, con majestad y grandeza, el cuerpo de su emperador los sacerdotes y papas; en el grande cu y oratorio de sus ídolos y dioses donde tenían su entierro los grandes caciques y reyes, y donde poco después, con sus ídolos abominables y sus mentirosos dioses, fueron quemados sus huesos reduciéndolos a ceniza los valientes españoles. 87  Dixit autem David ad Philistheum tu venis ad me cum gladio et hasta et clypeo ego autem venio ad te in nomine Domini exercituum Dei agminum Israhel quibus exprobrasti: Entonces David dijo al filisteo: ‘Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre del Señor de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado’” (1 Samuel 17:45).

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Fue tanta la batería que, después de muerto Moctezuma, dieron para vengarse un sinnúmero de indios con piedras, palos y flechas, a Cortés y sus soldados, que, viéndose casi todos heridos y muchos muertos, se determinaron a salirse de la ciudad a buscar fuera de las lagunas y acequias campo raso y tierra firme donde pudieran defenderse; los pocos que habían quedado consiguiéronlo una noche con pérdida de muchas vidas y de la plata y el oro que, con dolor de sus almas, grande rebato y prisa, no pudieron llevar consigo. Viéndose fuera y libres de todo riesgo y peligro, se repararon y previnieron para poner cerco a México y dar a la ciudad asalto. ¡Notable valor y ánimo de tan pocos contra tantos! Pues, habiéndose convocado de todos los pueblos vecinos y de muchas leguas en contorno mucha multitud de indios y un sinnúmero de guerreros, puestos todos en arma y en defensa de su gran ciudad y corte, no obstante, para que se viese y experimentase que más peleaba la espada de la divina justicia que la de Cortés y sus soldados, de allí a un año volvieron los españoles y, no habiendo quedado de ellos más que cuatrocientos y cuarenta, y con la ayuda de dos mil de los amigos de Tlaxcala, pusieron a la ciudad cerco, ganaron las entradas y calzadas, y por las lagunas, con fuertes y ligeros bergantines, les quitaron el entrarles socorro por parte alguna; quebraron la cañería del agua de Chapultepec, y en tanto aprieto los pusieron de hambre y sed, y batería que les dieron por espacio de noventa y tres días quitando cada día a muchos a sangre y fuego la vida, que, viéndose los cercados que iban todos pereciendo, procuraron por no rendirse desamparar la ciudad y de ella salir huyendo. El primero que se puso en fuga con la familia en una piragua, llevando consigo lo más precioso de su riqueza y tesoro en canoas, por entre el tule y carrizo de una grande laguna, fue el rey Cuauhtémoc, sucesor de Moctezuma en el cetro y la corona, el cual iba a esconderse a unos pueblos vecinos. Pero, teniendo de ello noticia los españoles, salieron en sus bergantines a todo remo y vela, y uno de ellos, columbrándolo, dio tras él ligeramente y, dando alcance a la piragua, amenazaron a los que iban en ella con los mosquetes y ballestas, si no se rindiesen luego. Temeroso Cuauhtémoc no le quitasen a él y a su mujer la vida, se descubrió diciendo que él era el poderoso rey de México y de esta tierra. Pidió al capitán del bergantín no le hiciese mal alguno a él, a su mujer ni a los demás

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grandes señores de su palacio y corte que le acompañaban, que lo llevase al señor Malinche, que así llamaban al capitán Cortés. Diose pues por prisionero y, entrándolo en el bergantín, los victoriosos españoles lo llevaron a Cortés; y, viéndose el rey en su presencia, con sollozos y muchas lágrimas le dijo estas razones: “Yo, como rey, he hecho lo que debía en defender y guardar esta mi ciudad y reino, y, pues soy tan infeliz y en tanta desdicha me veo, tendré por muerte la vida y así, con ese puñal que tienes pendiente en la cinta, quítamela luego al punto que en la ocasión te lo tendré a grande favor y merced”. Pero el grande capitán Cortés, tan precedente y avisado como cortés y piadoso, viendo a sus pies rendida aquella majestad real, con benignidad cristiana le hizo tan buen cuartel que no solo no le dio la muerte que le pedía, sino que ofreció la vida y el tratarle y servirle como a persona real. A tanto como esto llegó el poderoso brazo de Dios abatiendo y castigando a este rey y a todo el reino, por lo mucho que le tenían agraviado y ofendido con tantas idolatrías y sacrificios inhumanos que sacrílegamente hacían a sus ídolos y dioses. No obstante que Cortés cortésmente trató a Cuauhtémoc como a rey, y hacía que como a tal sus soldados le sirviesen, por diferencias que hubo entre los oficiales reales sobre el quinto del tesoro que hallaron en la ciudad y tocaba a Carlos V su rey, pareciéndoles ser poco los trecientos y ochenta mil pesos de oro que tenían juntos, para que todo se descubriese pidieron que al rey Cuauhtémoc y a su privado y primo, el señor de Tacuba, que habían preso con él, diesen tormento para que declarasen dónde estaba escondido. Y, aunque sintió esto mucho Cortés, porque sus émulos le imponían que lo sabía y guardaba para sí, vino en que se diese al rey y a su privado tormento, con esta determinación: pusieron a los dos en el potro y el tormento fue quemarles los pies con aceite hirviendo, y con la fuerza del tormento confesaron que cuatro días antes que los prendiesen echaron en la laguna todo el oro, la plata y joyas que tenían en su poder. ¿Qué sentiría este rey viéndose en tanta desdicha dentro de su misma corte y reino puesto a cuestión de tormento, y que, quitado del trono de su real casa y palacio, como a hombre vil y delincuente lo tenían en un potro? Esto debió de temer, y, por no llegar a verse en tanta afrenta y tormento, pidió con instancia y lágrimas a Cortés que le quitase a puñaladas la vida, teniendo este

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rey por mejor el acabar y morir a los filos de un acero que vivir para ver afrentada en un potro su majestad y corona. Pasemos de este castigo que dio el cielo a este idólatra rey al que padeció toda su grande ciudad y corte, y sea en otro capítulo por no dilatar mucho este. Preso el rey de México y veinte de los principales de su corte, quedó la ciudad sin gobierno, sin concierto y sin orden, y así como todos los miembros de un cuerpo tienen aliento y vida del alma que los anima, y, faltando esta, todos ellos desfallecen, así todo un reino sin su rey, toda una república sin gobernador y todo un ejército y sus soldados sin su guía y capitán. Habiendo pues quedado todos los mexicanos sin rey, sin gobernador y capitán, de tal suerte desfallecieron que a todos se les cayeron las armas de las manos, y, viéndose de los españoles conquistados y vencidos, todos se les rindieron y sujetaron humildes. Entraron en la ciudad y a cada paso que daban crecía la admiración y espanto, porque eran tantos los cuerpos muertos y cabezas de indios que encontraban que apenas hallaban por donde andar sin pisarlos. Las lagunas, las acequias y calzadas, las plazas, calles y casas estaban llenas de indios y de indias y muchachos muertos y corrompidos, unos, a los filos y aceros de las espadas y lanzas, otros, a las ardientes violencias de trabucos y mosquetes, y otros, a las tiranas crueldades de la sed y del hambre; porque fue esta tan grande en los noventa y tres días que los tuvieron cercados, sin agua y sin bastimento alguno, que, habiéndose comido las yerbas que había brotado la tierra, de sus entrañas sacaban sus raíces duras y secas para mantener la vida, y para dilatarla algo hacían vianda y plato de las duras cortezas de los árboles y troncos. Y, cuando aprisionaban algunos de los indios tlaxcaltecos, sus contrarios y enemigos, y de los soldados españoles, incitados del hambre y del rencor que les tenían, a bocados se los comían deseando satisfacer su canina hambre y sed, crueles como inhumanos con sus carnes y su sangre. Como eran tantos los cuerpos y estaban ya corrompidos, era tanto el mal olor y tan grande la hediondez que no la podían sufrir y temieron apretarse y todos perecer con ellos, para obviar este peligro procuraron diligentes que los vivos enterrasen a sus muertos, aunque todos ellos estaban tan flacos, secos y pálidos que parecían que eran esqueletos de los muertos o unas sombras de la muerte con

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movimientos de vivos. Y, para que en tanta desdicha no acabasen de morir, les mandaron que saliesen de la ciudad a gozar de los saludables aires, buenas aguas y alimentos en los pueblos circunvecinos. Este fue el castigo que experimentaron entonces estos protervos idólatras y altivos indios de México, veamos el que dio el cielo a sus ídolos y dioses.88

88  Ejemplo construido con información tomada de Díaz del Castillo (Historia, 248 y ss.).

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136. [La señal]1 Esta un hombre fuera de su casa en algún negocio de importancia del que no se puede apartar, y allí llega un recado pidiéndole prestada una alhaja preciosa de su casa: ni puede ir a darla, ni tiene a mano criado a quien enviar. —Vaya usted y dígale a mi mujer que se la dé. —Señor, a mí no me conoce: ni me ha de creer ni me la ha de dar. —Pues tome esta cajuela o este rosario, y dígale que digo yo que por señal de este rosario le dé a usted lo que pide. Va, entrega la señal, y por aquella señal conocida le da al punto lo que pide. Así sucede. Pero no hay que hacerlo muchas veces, que aquí tienen muchas mañas los ladrones de México.2 1  Tratando de la oración que acompaña el persignarse, dice el predicador: “Es esta una oración piadosísima y eficacísima para alcanzar de Dios nuestra defensa y nuestro amparo; porque, además de que en ella protestamos y confesamos los más principales misterios de nuestra fe, interponemos también a nuestro ruego las tres personas de la Santísima Trinidad y le reconvenimos a nuestra vida Cristo con mostrarle la señal de su cruz. Explícome con un ejemplito” (Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 9). 2  Este es uno más de los ejemplos que muestran la preocupación del jesuita Juan Martínez de la Parra por persuadir sobre la necesidad de combatir vicios sociales o políticos de la Ciudad de México; como el [23], que también asocia el robo con la señal de la cruz, o el [123], en el que propone una solución a estos problemas con base en la educación. Por lo demás, la asociación entre mendicidad y robo ya estaba presente en el discurso burocrático de la época, como muestra Norman Martin citando el legajo 484 del AGI, sección México: “El virrey duque de Linares informa al rey, 31 de octubre de 1713, que la mayor parte de la población de la Ciudad de México se componía de gente miserable y pobres. Muchos vivían de limosnas, del hurto o del petardo” (Martin Los vagabundos, 108).

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137. [El más necio del mundo]3 En cierta ciudad un poderoso, estando a la muerte, hizo su testamento con una cláusula extraña y rara; porque dijo que instituía por heredero de su hacienda toda, que era mucha, al hombre que se hallara más necio, y para esto les tomó juramento a sus albaceas de que lo cumplirían así. “Dicho de necio”, dirán (ya lo oigo), pero ven aquí puestos en una gravísima dificultad a los albaceas sobre determinar quién sería el heredero; porque necios a cada paso los hallaban, pero, como había de ser el más necio, no era fácil entre muchos necios determinar cuál lo era más. Visitaron muchas clases de necios (que no hay ahora lugar de referirlas) y, continuando en sus diligencias, llegaron a una ciudad a cuyas puertas, entre muchedumbre de gente y ministros de justicia, encontraron a un miserable hombre que, desnudo y maniatado, lo llevaban a ahorcar. Preguntaron al punto que por qué: —Porque este año acaba de ser gobernador de esta ciudad. —¿Por eso? ¿Pues ha cometido algunos delitos? —No, señor. Pero es ley que aquí hay que el año que cada uno gobierna se le dé gusto en todo cuanto pidiere, mandare, que sea muy servido y obedecido de todos; pero, en cumpliendo el año, al punto sin remisión alguna lo saquen fuera y lo ahorquen. Y eso vamos a ejecutar. —Luego, ¿eso hay? ¿Y con eso hay alguno que quiera entrar por gobernador? Es imposible, es imposible, porque ¿quién había de querer ese gobierno, aunque fuera de todo el mundo, habiendo tan presto de acabar su gobierno en una horca? Y así no tendréis ya quien sea vuestro gobernador… —¿Cómo no? Entren en la ciudad y lo verán. Entraron y vieron a uno que, con grandes ansias, diligencias, regalos y dineros, pretendía el gobierno. “¿Esto sucede? —dicen atónitos al verlo—, ¿tal hombre puede haber en el mundo? Pues ya no tenemos más que cansarnos. Este, este es el mayor necio que

3  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 11.

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hay ni puede haber en el mundo”. Y al punto le entregaron toda la herencia.4

4  Fuentes: Barlaam et Josafat, 92; Don Juan Manuel El conde, ej. 49. thema: “Ci nous dit, 501, 1-10”. Registros: Tubach Index: “459. Ball, golden, for fool. A dying emperor gives his son a golden ball for the greatest fool he can find. He gives it to a king who had agreed to reign for one year only and then to accept banishment; 2907. King, for a year. A man, made king for a year, provides for his future by sending treasure to the island where he will be sent when his reign is over”; Goldberg Motif-index: “J711.3. King for a year provides for future. Knowing that the custom is that he is to be deposed and exiled naked and without food to an island in a year, he has provisions sent to island before hand”; Bizzarri Cuentos, “[El rey por un año]”, 370.

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138. [Adivina el pensamiento]5 Prometioles en Atenas un farsante a sus oyentes que a la primera vez que se juntasen en el teatro les había de ir adivinando a cada uno lo que tenía en su pensamiento. Promesa fue esta que, corriendo la voz, se alborotó el lugar, se picó la curiosidad y se apiñó de innumerable gente el concurso: “A ver cómo adivina”, “A ver qué nos dice”. Tan antigua es la curiosidad de los oyentes; quizá por eso suele ser tan poco el provecho. Ya juntos y ya con los deseos impacientes, cuando por oírlo adivinar no chistaban sus atenciones, el taimado (después que puesto en el teatro les dio bien a desear su adivinanza), con mucha socarra, les dijo: “¡Ea! ¿Qué va y que os adivino lo que tenéis en el pensamiento? Pues mirad: Omnes vultis vili emere et caro vendere; todos queréis comprar barato y vender caro, ¿no es así?”. Miráronse los unos a los otros y, asomándoseles la risa a confesar la verdad: “Acertó, acertó”. Debía de ser despacho de flota, si es que para esto son menester despachos: los unos, a comprar barato; los otros, a vender caro. “Eso tenéis todos en vuestros pensamientos”. “¡Acertó!”, gritaba el aplauso. “No acertó, ignorantes”, dice haciéndolos callar san Agustín, que es quien lo refiere. No acertó, que no todos tienen siempre esos pensamientos: muchos habría allí que ni tendrían qué vender ni qué comprar; muchos que por conseguir una alaja de su estimación no reparan en que sea cara, y muchos también que, como compran para no pagar, se les da muy poco el precio, que por eso quizá se dijo: “El codicioso y el tramposo presto se conchaban”. Luego no a todos les adivinó el pensamiento.6

5  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 12. 6  Fuentes: Hipona De trinitate, XIII, III, 6; Heisterbach Diálogo, III, 33. Registros: Cf. Tubach Index: “4846. Thoughts read by clairvoyant”.

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139. [Comprando sabiduría]7 Un mancebo, habiendo ido a una feria, entrando en la plaza, iba visitando varias tiendas de diversas mercaderías: aquí, los tejidos, allí, los lienzos, poblado todo y surtido de mercaderías. Llegó en esto a una tienda del todo vacía, barrida, y sin muestra de nada; estaba en ella un venerable viejo, o fuese por curiosidad o por burlarse: —Señor, ¿qué vende usted? —le dijo—, porque aquí no veo nada. —Lo que yo vendo —respondió muy mesurado el anciano— es la sabiduría. —¿La sabiduría?, ahora lo oigo. Estaba yo en que era regalía suya que ni con los muchos dineros se compra, ni con los altos puestos se alcanza, pero, pues usted dice que la vende, vámonos conchabando. —Sea en buen hora. Pidiole el viejo una gran cantidad, y de contado exhibiola. Y entonces el viejo le dijo: —Mira en todas tus obras, en todas tus acciones, piensa siempre lo primero al que fin has de llegar con ellas. —Está bien, pero venga la sabiduría, que yo compro. —Pues ¿qué más sabiduría quieres que esa? Ya os la he entregado. —¿Cómo? ¿Y esa es toda la sabiduría? —Sí, señor. —No vale eso, llámome a engaño, venga mi dinero. Entendí yo que me había de dar todo un tropel de noticias, todo un almacén de textos y toda una flota de ciencias. Eso es sabiduría, ¿pero esa vejez?, ¿con eso me viene ahora? —Con eso. Y con eso toda la suma de la sabiduría. Anda y nunca lo olvides, y escribe en todas partes, en todas las paredes de tu casa, esta sentencia, y allá lo verás. No fue menester poco para apaciguar al mancebo que se daba todavía por engañado. Fuese en fin, escribió la sentencia en su casa y púsola patente: “En todas tus obras […]”. Pasados algunos días, 7  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 12.

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ofreciósele que vino un barbero a afeitarlo; y, habiendo ya empezado, advirtió que se suspendía, que se turbaba, y en fin parado no acertó a proseguir. —Maestro, ¿qué le ha dado? —Yo lo confesaré claro —dijo él—, ha de saber usted que yo, pagado de unos enemigos suyos, venía con ánimo de matarlo ahora; pero, desde que entré y leí aquella sentencia que usted tiene allí escrita, empecé a discurrir sobre ella a qué fin puedo yo ir a parar con una acción tan injusta. Y esta me ha detenido, me ha turbado; a usted le ha dado la vida y a mí me ha hecho confesarle la verdad. Entonces conoció el mancebo cuán bien había sido el precio que dio por la sabiduría que en sí contiene esta sentencia.8

8  Fuentes: Lieja Alphabetum, 155; Mayor Magnum speculum, “Sapientia”, 6; Alfonso Disciplina, 19; Romans De dono, 452; Gesta romanorum, 103; thema: “Bonum universale de apibus [ed. Douai, 1627], 2, 43, 2; De dono timoris [ed. Chr. Boyer, 2008], 185; Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus [ed. Lecoy, 1877], 81; Jacobus de Vorágine, Sermones aurei, t. I, De tempore [ed. Clutius, 1760], p. 156ª; Alphabet of Tales [ed. Banks, 1904-1905], 156; Ranulphe de la Houblonnière, Sermones [ed. N. Bériou, 1987], 04”. Registros: Tubach Index: “5324. Wisdom sold at fair. A king buys three maxims and saves his life three times by following them”; Cf. Goldberg Motif-index: “J163.4. Good counsels bought. Counsels sold at different prices: ‘In land where you do not know the cuisine, fill up on first dish you are served’ costs a small sum; more valuable cotmsel is ‘Do not act when angry’”; Thompson Motif-index: “J163. Wisdom purchased”; Uther The Types: “910 The Clever Precepts (previously Precepts Bought or Given Prove Correct)”.

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140. [La leche del rústico]9 Llevaba un rústico a vender a la ciudad un jarro de leche y, cargándolo en la cabeza, iba cargando más la cabeza con estas esperanzas: “Venderé esta leche —decía— por tantos reales, con eso compro una gallina, esta ha de poner tantos huevos que con ellos vendidos he de comprar un lechón, este lo cebaré y, vendido, con ese dinero le he de comprar a mi hijo un caballito. ¡Y qué bizarro andará él! Ya me parece que lo veo cómo se paseará ruando”. Y, pensando esto, fue tal su regocijo que empezó él a saltar como si anduviera a caballo; y a sus saltos cáesele el jarro y derrámasele toda la leche por el suelo, y con ella derrámanse perdidas todas sus esperanzas. ¿Y ahora? ¿Qué es de la gallina, los huevos, el lechón y el caballito que ya mirabas? ¡Ah, esperanzas burladas!10

9  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 17. 10  Fuentes: thema: “Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 51; Compilacio singularis exemplorum [Upsalla, Bibl. Univ., ms. 523], 934; Johannes Gobi Junior, Scala coeli [ed. Polo, 1991], 733a; Stephanus de Borbone, Tractatus de diversi materiis praedicabilibus [ed. Lecoy, 1877], 271”. Registros: Tubach Index: “3286. Milk spilled. An old woman, carrying milk to market, makes plans to become rich. Imagining she is riding a foal, (one of the animals she will buy with all her wealth), she moves her feet and hands and breaks the pot of milk”; Goldberg Motif-index: “J2061.1.p. Air-castle. Jar of honey suspended over hermit’s head. He dreams of selling honey and through successive transactions becoming tremendously wealthy. In dream he will punish disobedient offspring. Raises stick and shatters jug of honey”; Thompson Motif-index: “J2061.2.1. Air-castles: pail of milk to be sold. Old woman thinks about the horse she is finally to get from the sale. In her imagination she spurs it and spills the milk”; Uther The Types: “1430 The Man and His Wife Build Air Castles. (Including tbe previous Type 1681*.) This tale exists chiefly in three different forms: (1) A poor married couple (father and son, two brothers, herdsmen, maidservants, other people) plan to turn their possessions (glassware, milk, honey, eggs, money) into great wealth (herds of animals, houses). As they imagine this wealth, they destroy what they already have”.

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141. [El bocado del perro]11 ¡Ah, esperanzas fallidas, vanas, engañosas! ¿Y dónde está Dios? ¿Y dónde está la gloria, cuando en esos bienes engañosos tenéis toda la mira? ¿Y qué os sucede? Lo que allí al rústico12 y lo que acá al perro: llega este a la orilla del río con un buen bocado entre los dientes, velo mayor en la sombra que lo representaba dentro del agua, y como la ve mayor suelta el que tiene por el que mira, y pierde el que posee por el que espera; llévase la corriente el bocado y desaparece su sombra, y él se queda sin lo que tenía y sin lo que esperaba, burlado.13 11  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 17. 12  Se refiere al rústico del ejemplo anterior. Ambos ejemplos fueron contados en la misma plática. 13  Fuentes: thema: “Paris, BnF lat. 16481, Sermo 122, 1; Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus [éd. Lecoy, 1877], 266; Libro de buen amor [ed. Cátedra, 1992], strophes 226-229; Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 18; Ranulphe de la Houblonnière, Sermones [ed. N. Bériou, 1987], 20; Odo de Ceritona, Fabulae et parabolae [L. Hervieux, Les fabulistes..., t. IV], F61; Johannes Gobi Junior, Scala coeli [ed. Polo, 1991], 111”. Registros: Tubach Index: “1699. Dog, cheese, and shadow. A dog carrying cheese in its mouth sees the reflection of the chee see in the water. He drops the cheese in his attempt to secure the reflection”; Goldberg Motif-index: “J1791.3. Diving for cheese. Animal Sees moon reflected in water and think-ing it cheese, dives for it; J1791.4. Dog drops meat (cheese) for the reflection. Crossing a stream with meat in his mouth, he sees his reflection; thinking it another dog with meat, he dives for it and loses his meat”; Thompson Motif-index: “J1791.4. Dog drops his meat for the reflection. Crossing a stream with meat in his mouth he sees his reflection; thinking it another dog with meat he dives for it and loses his meat; J344. What one has is neglected in search for other things; J1791. Reflection in water thought to be the original of the thing reflected”; Uther The Types: “34A The Dog Drops His Meat for the Reflection. A dog swims across a river (crosses a bridge) with a piece of meat (abone) in his mouth. When he sees his reflection, he thinks it is another dog with a bigger piece of meat. In an effort to take the meat from this dog, he di ves after him (jumps into the water) and loses his own meat”; Cf. “34 The Wolf Dives into the Water for Reflected Cheese. A wolf (fox, hyena, monkey) sees the moon reflected in water (a well) and thinks there is a cheese (sheep, butter) lying under the water. He jumps in to get it”; Cf. “1335 The Swallowed Moon (previously The Eaten Moon). A fool watches his cow (donkey, mare) drinking from a pool where the moon is reflected in the water. When the moon hides behind a cloud, the fool tlunks that the cow has swallowed the moon. He tells rus wife (other fools) what has happened and they decide to slaughter the cow in arder to recover the moon”. Hugo Bizzarri anota: “Los orígenes de este relato se hallan en la imagen de Teognis del perro que atraviesa un río y pierde lo que tiene” (Cuentos, “[El perro con el trozo de carne]”, 71).

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142. [El amigo y el pozo]14 Dos amigos, dice [san Agustín], iban paseándose una noche; y, cuando más divertidos, uno de ellos cayó en un pozo. Al golpe, a las voces y a la desgracia caída acude el otro, y viéndole batallar con las aguas que ya le iban ahogando, y con el aturdimiento que casi lo tenía sin sentido, mientras aquel bregaba en el fondo, este desde el bordo le decía muy compadecido: “Amigo de mi alma, ¿cómo fue esto? ¿Cómo caíste aquí?”. Respondiole el otro, entre ahogado y colérico: “Amigo, sacadme primero del pozo que después yo os contaré cómo fue la caída”. ¡Oh, qué hay de esto! Veréis muchos muy condolidos, preguntones de la desgracia y de la necesidad del amigo: sí, buenas palabras; pero dadle la mano para que salga del ahogo, de la necesidad o de la pobreza, ¡qué raros! En Dios, en Dios han de estar nuestras esperanzas.15

14  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 18. 15  San Agustín en su carta a san Jerónimo: Jerónimo Epistolae 167, 2 [PL 033, 61-1094].

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143. [Los dos oficiales]16 Había en no sé qué lugar dos oficiales de un mismo oficio; el uno, solo con su mujer y sin más hijos ni familia, el otro, cargado de mujer, hijos y obligaciones. Y, con todo, siendo iguales en el trabajo y tan desiguales en los gastos, aquel que más gastaba más tenía: sus hijos y mujer lucidos, su casa con decencia y todo sin que se reconociese falta; por el contrario, el otro, no cesando en el trabajo, no salía de laceria.17 —¡Válgame Dios!, ¿qué desdicha será esta la mía? ¿Dónde halláis el dinero? —le dijo a su vecino. —Mirad —le responde—, por la mañana estad prevenido que yo os llevaré donde lo hallo. Muy contento quedó aquel y deseoso de la mañana, pensando hallar algún sitio donde estuviese a granel el dinero. Vino ya por él el vecino, llevolo a la iglesia, oyeron misa, y, sin decirle más, dejolo en su casa. ¿Esto parece cantaleta? A la siguiente mañana volvía el otro y díjole este muy enfadado: —Yo no he de menester quién me lleve a misa. Lo que os pedí fue que me llevarais donde halláis dinero. —Pues ahí os llevo —le responde—, sabed que yo jamás me pongo a trabajar sin haber primero oído misa; y en ella pido a Dios con toda confianza que mire por mí y mis obligaciones, y para su servicio me dé buen logro de mi trabajo. Esto hago todos los días y el efecto yo lo veo, y yo mesmo no sé cómo es, ello me sobra todo; mirad ahora si queréis hacer lo mismo. Hízolo aquel y en pocos días empezó a gozar en su casa la misma felicidad. ¡Ah, fieles! Cuántos se quejan de que todo les sale mal,

16  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 18. 17  “Miseria, pobreza, escasez grande, y desnudez andrajosa. Viene del Latino Lacer. Latín. Egestas. Paupertas. Penuria. C. LUCAN. cap. 22. Quando vieredes que cumple para defendimiento de lo vuestro y de los vuestros, y de vuestra honra, nunca vos fintades por lacéria, nin por trabajo, nin por peligro. LAZAR. DE TORM. cap. 3. No digo más, sino que toda la lacéria del mundo estaba encerrada en este” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Laceria”).

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que todo se les desparece de las manos; si no tienen a Dios, ¿qué han de tener?18

18  Fuentes: Faya Summa, ff. 173v-174r; Bourbon Tractatus, 10; San Juan Limosnero (PL 73); Speculum laicorum, 236. Registro: Cf. Tubach Index: “2823. John the Almoner, St., and two shoemakers. The story of St. John the Almoner and the two shoemakers, the one pious and the other worldly”.

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144. [El hermano incestuoso]19 Un hombre poderoso y rico de los que suele haber, más atento a su hacienda que a su familia, más cuidadoso de adelantar sus ganancias que de adelantar con virtudes a sus hijos, lo que descuidó en ellos de educación previno de ruina a lo que solo cuidaba su codicia. Eran dos hijos y una hija que, dejados a su voluntad, fácilmente se desbocaron a sus apetitos; y, porque no fuese menester buscar de fuera el instrumento ellos entre sí, labrando su ruina, le fabricaron al desventurado padre el castigo. Sucedió (horror pone el decirlo) que el menor de los hermanos, dejándose prender en las más torpes llamas del infierno, se dejó prender en los más torpes amores de su hermana. La cercanía era fuerte incentivo, las ocasiones, muchas, la edad, precipitada, la libertad, sin freno (¡ah, padres!). Llegó al profundo la desventura que, aunque con algunas solapas, no pudo mucho tiempo estar oculta al otro hermano, que, empezando por sospechas, acabó luego en evidencias, y, dejándose llevar de la justa cólera a tan fiera abominación, reprendió al torpe incestuoso con asperísimas palabras, a que, añadiendo amenazas, prometió que lo sabría todo su padre. Ya estaba el delincuente colérico, viéndose cogido, y, subiendo a lo sumo su furia al verse amenazado, saca un puñal y, dando a su hermano la muerte, sale al punto huyendo de su casa dejando en ella toda su sangre profanada. Entonces, entonces (¡qué tarde!) llegan con la muerte al mal padre las noticias de la mala vida de sus hijos. ¡Oh, qué de ellos con un necio “quién pensara” aguardan estos u otros semejantes infames estampidos! Hizo aquellos extremos de sentimiento y, después de desheredar al torpe fratricida, con todas ansias para darle el castigo lo buscaba. Escondido el matador, sabiendo esto, como ladrón de casa supo entrarse una noche en ella, y, dejando dormir a su padre (¡qué horror!), con el mismo puñal que a su hermano dio la muerte al que le había dado con el ser la vida. Grima pone la fiereza, pero

19  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, I, 20.

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el suceso no me espanta. Todo esto pueden esperar los malos padres.20

20  Fuentes: Bellarmino Declaración, 244 y ss.; Herolto Promptuarium, I, 16; thema: “Bernardino da Siena, Prediche volgari sul Campo di Siena 1427 [ed. Delcorno, 1989], pp. 870-71”. Registros: Cf. Goldberg Motif-index: “Q242.5. Brother-sister incest punished”. Dehouve registra algunos ejemplos similares (Relatos, Ejemplos n.º 44-45).

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145. [El hijo y el halcón]21 Cuántos herederos vemos que ni para jugar les basta toda la hacienda, ¿cómo les bastará para restituir por su padre? Dejole uno a su hijo en herencia tres halcones que eran de mucha estima y precio, con esta cláusula: que, vendidos, con el valor de uno pagase sus deudas e hiciese bien por su alma, y los otros dos fuesen su herencia. Murió el padre y no mucho después volose al hijo un halcón; hizo sus diligencias por hallarle y, como no parecía, se consoló diciendo: “Vaya, que ese que se voló es por el alma de mi padre”. Fiaos de hijos.

21  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, tercer sermón cuaresmal.

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146. [El testamento de Juan Canaia]22 Hubo un hombre muy poderoso y rico llamado Juan Canaia; este, habiendo tenido dos hijas, las casó con opulento dote con dos caballeros, y, dándose buena mañana, los yernos no dejaban ocasión de agasajar al viejo. Y fuéronle con su obsequio ganando la voluntad, de modo que les repartió a los dos todo cuanto le quedaba, fiado en que para lo que le restaba de vida lo tendría todo sobrado siempre en las casas de sus dos hijas. Pero saliole tan al revés que al punto los ruines yernos (y con ellos las más ruines hijas) mudaron en desprecio los agasajos y en enfados los obsequios. Padecía el pobre viejo ya tan lleno de años como falto de dineros las miserias, las menguas, las faltas y aun los desaires que acá vemos también que suelen padecer los viejos padres en las casas de ruines hijos y de más ruines yernos. ¿Y qué hizo? Miren. Fuese a un mercader amigo y, con todo secreto, le pidió prestados por solos tres días diez mil pesos. Trájolos a casa con el mismo secreto; y, cuando estaban sus hijos e hijas juntos, él en su cuarto empezó a hacer ruido, a abrir cajas, a arrastrar mesas, y luego con grande golpe desembolsaba sobre la mesa cada talego. Al ruido: “¿Qué hace, señor?”. Van a acechar por las rendijas: “Mira, mira cuánto dinero tenía el viejo, y se nos hacía muy pobre. Él, que no pretendía otra cosa, hacíase que contaba: ¡Mira cuánto!”. Ya que hubo logrado que lo viesen, fue metiendo otra vez talegos en la caja; salió muy disimulado. Y ya las hijas y ya los yernos, más humanos y más corteses, ya le miraban a la cara, ya le preguntaban lo que quería. Dejolos descuidar y volviole su dinero con el mismo secreto al mercader. Pero uno de sus yernos no pudo más y preguntole: —Parece que usted contaba dineros el otro día… —Sí —respondió el viejo, oyéndolo los otros—, ahí son veinticinco mil pesos que los tenía apartados para mi vejez, mas ¿ya para qué los quiero? En haciendo mi testamento, los dejaré al que de mis hijos me hubiere asistido mejor. Dijo y quedose serio, y no fue menester más. Y veis aquí a competencia las hijas y los yernos, el regalo, el puchero, el agasajo; y el 22  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 30.

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viejo, dejándose regalar y cuidado con la caja. Llegó el caso de su muerte, juntolos y les dijo: —Ahí dentro de esa caja está, con mi testamento, la herencia; y mando que no se abra hasta que esté mi cuerpo enterrado y hechas las exequias. Así lo cumplieron puntuales. Van luego a abrir la caja, hállanla vacía del todo y en ella solo un palo bien rollizo y un papel en que estaba esto escrito: “Yo, Juan Canaia, dejo por testamento que le den con este palo muchos palos al padre que, descuidado de sí, les entrega todo su caudal a sus hijos, fiado en que lo socorrerán ellos”.23

23  Registros: Tubach Index: “965. Chestfull of stones. A father has two sons and a daughter to whom he gives all his goods. He is neglected and sent from house to house. He has a chest made with three locks and fills it with stones which his children assume to be treasure. When they open the chest after his death, they find written, ‘He who gives his children all that he has accumulated is a fool’”; Goldberg Motif-index: “P236.2. Satiric legacy. Supposed chest of gold induces children to care for aged father; K476.2. False articles used to produce credit. Chests filled with stones left as deposit”; Thompson Motif-index: “P236.2. Supposed chest of gold induces children to care for aged father. They think that the chest of stones contains the inheritance”; Uther The Types: “982 The Pretended Inheritance (previously Supposed Chest of Gold Induces Children to Care for Aged Father). Trusting to his children’s care when he is old, a rich man leaves all his property to them. They soon forget their intentions and neglect their father. Thereupon the old man plans a ruse: He starts counting money conspicuously and points toa chest giving the advice that it contains another considerable inheritance. Thereupon the children change their behavior and look after their father carefully. When the father finally dies they find only sand and stones in the chest. In sorne variants they find a mace with the advice that it should be used to kill anyone stupid enough to give away his inheritance befare his death”. Es un cuento de honda raigambre; aparece sin firma en La Prensa. Diario Liberal de la Tarde, año IV, núm. 898 (Madrid, 23 de marzo de 1874) y lo trae después Rodríguez Soane (Artículos y novelas). Cf. Delpech (“L’élimination”, 433-490 y “El cuento”, 37-71).

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147. [Agua prodigiosa]24 Tenía una mujer un marido intolerable (y esto será el ejemplo, que es tarde), venía ya a media noche o de jugar o de beber; y, sobre preguntas necias de la una, respuestas pesadas del otro, había todas las noches gran pleito y se alternaban con las voces las manos. Fuese ella a quejar a un hombre muy prudente, contoles sus trabajos, oyóselos él benigno y luego: “¿Esa es toda tu desdicha? Pues aliento, que no es ninguna, que yo tengo una agua que darte de tan admirable virtud que, de a tres o cuatro veces que la uses, verás cómo tu marido se amansa y tenéis paz”. Diciendo y haciendo. Entrose adentro, sacole un bote de agua muy tapado, dióselo, díjole: “Mira que guardes esta agua como los ojos, y, en viniendo tu marido a deshoras, aun antes que le abras la puerta, toma de esta agua una bocanada y no la tragues que te hará mal, ni la escupas que no te hará provecho, sino tenla en la boca, tenla y, por más que él haga o diga, tente esa agua en la boca y verás, verás”. Fuese ella con su agua; ejecutolo así. La primera noche no le fue tan mal, la siguiente le fue mucho mejor; echó ella de ver el efecto que hacía aquella agua tan milagrosa, y que ya su marido no era tan terrible: “¡Hay tal agua! —decía—, esta agua es agua del milagro”. Volvió volando al que se la había dado: —Señor, ¿qué agua es esta tan linda? ¿Dónde la hallaré a comprar?, aunque me cueste lo que me costare, que me va sin duda mejorando a mi marido. —Pues, mujer —le dijo entonces—, sábete que esa agua no es otra que agua de la tinaja, sino que, como teniéndola en la boca te hace callar y tú no le respondes, por eso tu marido se sosiega y calla.25

24  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 35. 25  Registros: Uther The Types: “1429* Remedy for Quarrelsomeness (previously Water of Slander). A husband whose wife continually quarrels with him beats her. A passerby (healer, old woman, magician, hermit) gives her some ‘magic water’. As long as she keeps it in her mouth, she stops quarreling [Chevalier 1983, n.º 147]”.

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148. [El rústico y el puente]26 Un rústico salió de su choza una tarde a hacer leña en un monte cercano. Pasaba por medio un río, que él pasó por un puente; estando ya en el monte, cayó un poderoso aguacero, tal que, llenándose aquel río con poderosa avenida todo su cauce, se llevó la mayor parte del puente no dejando en ella sino una sola viga. Llegó en esto la noche y el rústico, cargando su leña a su jumentillo, volvíase, llevándole por delante hacia su choza; llegó al río seguro de que en él había puente, nada veía con las tinieblas de la noche, y, entrándose el jumentillo por la viga, él fue en su seguimiento pasando. ¡Ah, hombre, si vieras por dónde vas! Pasó, en fin, llegó a su choza, pero la admiración no acababa de creerlo viéndolo: —¿Por dónde pasaste? —Por el puente. —No puede ser, que la ha llevado el río. —Pues ¿cómo pasé yo? Remite la porfía a ir todos a verlo. Encienden teas, van al río, descubren la viga: “Ves aquí por dónde pasaste”. Tanto asombro le causó, y tal horror, que de solo pensar su peligro allí se quedó muerto. Ya, pues, cuál será para el justo en el Día del Juicio el pasmo, la admiración, volviendo a ver por el espacio de su vida los peligros en que estuvo al filo de caer en el infierno.27

26  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, cuarto sermón cuaresmal. 27  Fuente: Bourbon Tractatus, I, VII, l. 155/159. Registro: Thompson Motif-index: Cf. “U171. Blind man crosses a narrow bridge which his guide is afraid to attempt”.

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149. [Los clavos de las herraduras]28 Instábale a otro un caballero que le había de vender un caballo que él estimaba tanto que le parecía que no había precio para él en el mundo. Pero tanto le porfió que le dijo: —Ahora, señor, el caballo no tiene precio; yo os lo daré de balde. Pero con tal que me habéis de pagar solo los clavos de sus herraduras con esta ley: que por el primer clavo me habéis de dar un real, uno solo, por el segundo, dos, por el tercero, cuatro, y así habéis de ir doblando siempre el precio a cada clavo, hasta el treinta y dos. —Vengo en ello —dijo al punto, entendiendo más de soldado que de contador. Llegan a las cuentas, van doblando números desde el uno hasta el treinta y dos. Suman y hallan ¿cuánto les parece? Doscientos catorce millones, setecientos cuarenta y ocho mil, trecientos sesenta y cuatro. ¡Oh, qué máquina! Eso es ir doblando los números solo en espacio de treinta y dos. Pues ¿qué suma saldrá si se doblan desde un ángel hasta millones de ángeles? Pues sobre toda esa suma es suma la gracia de María en su primer instante.29

28  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 8. 29  El motivo de doblar cantidades está en el Poema de Fernán González (González, vv. 575-584), en el episodio de la venta del caballo y el azor mediante el cual Fernán González recupera el condado de Castilla del incauto rey de León, quien ha acordado un trato de compra de ambos animales con su dueño, el conde castellano, para pagar en día preciso y “si el aver non fuese aquel dia pagado / siempre fues’ cada dia al gallarin doblado” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Galarin”: “Modo de contar procediendo por progression dupla, doblando siempre el número antecedente, en la forma que se dice vulgarmente de la cuenta de los clavos, de las herraduras del caballo, de los granos del trigo en las casas del juego del axedrez”). Véase también Harvey y Hook (“The Affair”). Registros (lo más corriente es el registro del motivo de doblar cantidades en el tablero de ajedrez): Thompson Motif-index: “Z21.1. Origin of chess. Inventor asks one wheat-grain for first square, two for the second, four for the third, eight for the fourth, etc. The king cannot pay”; Uther The Types: “2009 Origin of Chess. The inventor of chess demands kernels of grain for each square on the board: one for the first, two for the second, four for the third, etc., i.e. each square has double the amount of the previous square. The king is unable to provide so much grain”.

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150. [Descubriendo al ladrón (dos ejemplos)]30 Peleaban dos mujeres sobre una bola de hilado, diciendo cada una que ella lo había hilado y que era suyo. Vanse al juez, no había testigos, ¿cómo se descubriría la verdad? —¡Ea! —dice el juez—, dime en qué devanador está esto devanado. —En un lienzo blanco —dijo la una. —Pues no está sino en un paño negro —dice la otra. Desenvuelven y ve aquí descubierta la verdad. Aún más graciosamente adivinó otro. Habían hurtado en una casa una alhaja preciosa; enojada gritaba la señora que era de casa el ladrón. “Ah, ¿sí? Pues júntenmelos aquí todos —dijo—, que yo descubriré al ladrón”. Juntos ya va cortando iguales tantos palitos como había personas; vale dando a cada uno el suyo: “¡Ea! Váyanse allí —les dice— y miren que todos son iguales que me los han de volver”. Al retirarse, dijo con disimulo, de modo que lo oyeran: “Al ladrón le ha de crecer dos dedos el palito”. El ladrón, que tal oye: “¿Dos dedos? Tate, pues, por lo que ha de crecer quítole yo dos dedos para que quede igual”; así lo hizo. “¡Ea!, vengan los palitos”. Va dando cada uno, van midiendo y descúbrese el ladrón por los dos dedos que quebró.

30  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 10.

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151. [La bolsa y el cerdo]31 Descuidose un rústico, refiere nuestro Del Río, con una bolsa de cuero en que tenía unos reales; y un animal de cerda que tenía en su casa se la comió. Échala de menos, acude a su mujer, no la ha visto, pues ¿quién pudo cogerla? Aquí estaba. Vase como ignorante a una maldita vieja, que decían que hablaba con el diablo, a preguntarle por su bolsa. La vieja, con grandes amenazas le mandó que no pasase de una raya que le señaló; y va luego y enciérrase en su aposento. El rústico fuese bonitamente acercando a la puerta, escucha por la rendija y oye que le decían a la vieja: “Mira, la bolsa el marrano se la comió, pero dile tú que su mujer es la que se la escondió para gastarla con fulano, que es su amigo, para que con eso ellos allá peleen entre sí”. “¿Eso hay?”. Diose por desentendido, volviose a su puesto, viene con su mentira la vieja y él, en pago, la llevó a los jueces que la castigaron y, matando aquel animal, recobró su dinero.32

31  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 10. 32  Fuentes: Río Disquisitionum, I, IV, 2; thema: “S. Bernardino da Siena, Le prediche volgari. Quaresimale del 1425 [ed P. C. Cannarozzi, 1940], I, p. 209-212; Predicazione dell’estate-autunno 1425 riportata da S. Giovanni da Capestrano. Assisi, S. Maria degli Angeli, 2 agosto e “in platea Maiori” 12 agosto-13 settembre; Perugia “in platea Cathedralis ecclesie”, 19 settembre-11 novembre. [Ms del Convento di S. Cataldo, Modena, ora presso il convento di S. Antonio, Bologna], s. 27(A), c. 106 (ed. D. Pacetti, “La predicazione di S. Bernardino da Siena a Perugia e ad Assisi nel 1425”, in Collectanea Franciscana, 10, 1940, p. 24); Prediche della primavera 1425 (Siena, chiesa di S. Francesco e Piazza del Campo, 20 aprile-10 giugno). Cf. S. Bernardino da Siena, Le prediche volgari. Predicazione del 1425 in Siena XXXV, 1 [ed P. C. Cannarozzi, 1952] (Repertorio degli esempi volgari di Bernardino da Siena [C. Delcorno, S. Amadori, 2002], 354)”.

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152. [Evangelio antiperros]33 Quejábase uno de que yendo de noche por la calle le embestían y lo apuraban los perros. —Pues ahora, ¿no sabéis el remedio?— respondió otro con socarra. —¿Cuál es, señor, cuál es? —Traed en el pecho el Evangelio de san Juan y veréis. Tomó luego el consejo y llevaba ya el Evangelio de san Juan, segurísimo de que ni se moverían los perros. Pero, apenas le sintieron venir, embisten por todas partes con gran furia; viose muy apurado y va con la queja: —¿No me dijisteis que era el Evangelio de san Juan contra los perros? Pues peores me han embestido… Y el otro, entonces: —Señor mío, yo no dije que el Evangelio de san Juan solo, sino junto con una docena de piedras: este es lindo remedio.

33  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 11.

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153. [El mosquito vengador]34 En España, un tahúr de oficio y jugador de profesión (quédese esto dicho para que no haga fuerza ya lo que dijere), una vez de las muchas que perdía con la hacienda el tiempo, la honra y la salvación, llegó a envidiar blasfemo todo el resto de su impiedad. Y fue así que, empezando a decirle mal, él en su corazón juntaba la oración con el juego: lindo modo de oración; y no cesaba de pedirle a Dios que le volviera el dado, cuando no ya para ganar para recobrar siquiera lo que perdía. Ansioso continuaba en el juego sin cesar de su oración; mas, como era oración de juego tentador de Dios, permitió su majestad que sin lograr lance perdiese cuanto tenía, y aun el juicio parece que perdió, porque salió de allí tan picado, tan fuera de sí, tan rabioso, que, culpando a Dios de su pérdida, quiso tomar del mismo Dios la venganza. ¡Ah, bárbaro! Fuese a su casa, armose de punta en blanco,35 subió a caballo y vínose a la plaza donde, hallando una rueda de hombres, reventando de cólera: —Si hay alguno —dijo— que se precia amigo de Dios, si hay quien tenga a Dios en algo, salga conmigo a defenderlo y venga en nombre de su Dios, que yo, sin haber menester a Dios, le quitaré la vida y mostraré que no hay Dios. 34  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 14. 35  “Ir armado de pies a cabeza, con todas las piezas de un arnés, y las demás armas defensivas y ofensivas desnudas, a punto y guisa de acometer y pelear. Este es el concepto y sentido que todos hacen, y lo que entienden por armado de punta en blanco. Por qué se dijo ya lo tiene olvidado el vulgo y no veo quien lo sepa, que es harta maravilla estando la razón tan a mano y cerca. Por lo que se dijo es: porque cuando un caballero va a entrar en batalla y acometer al enemigo, o en justas y torneos, va todo armado con la lanza en ristre, desnuda la cuchilla y descubierta en blanco la punta; y si son hombres de a pie, también acometen armados a su modo con petos y arcos, y las espadas desnudas y las picas o chuzos, que es llevar la punta en blanco. Bien notorio es que las espadas de corte, desnudas, se llaman espadas blancas porque están acicaladas y lucias a diferencia de las de esgrima, que se llaman negras porque lo están. Dícese por lo mesmo esgrimir con espadas blancas por las de corte: y ansí las lanzas, cuando las llevan en mano desnudas las puntas van de punta en blanco, a diferencia de cuando están con sus fundas o cubiertas o vainas en la armería por defensa del polvo y orín” (Correas Vocabulario, s. v. “Armado de punta en blanco”).

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Atónitos quedaron todos al oír blasfemias tan bárbaras; y, mientras suspensos todos, nadie le respondía. Le respondió Dios, ¿cómo? A un loco, ¿cómo había de ser sino con hacer burla de él? Al punto, volando un mosquito le entró por la visera y empezó a picarle tan crudamente por todo el rostro que, afligido al grave dolor que le causaba, después de acudir con la mano no le valía. Hubo de quitarse a toda prisa el morrión, arrojarlo al suelo, y el mosquito sin cesar un punto de clavarle su aguijón por el rostro; ya no le valían al miserable entrambas manos, atormentábalo el dolor y no cesaba el soldadillo de Dios en la pelea. Húbose de apear el armado, por ver si se libraba, pero ahí se estaba el enemigo, repetíale punzadas y él ya levantaba clamores. No le bastaba diligencia, no hallaba modo a defenderse, y el mosquito que no cesaba un punto de afligirlo. Arrojose en la tierra, clavó todo el rostro en el polvo por ver si se libraba de su enemigo… ¡Ah, valentonazo! ¿Estas eran las bravatas? ¿Qué es aquel de matar tan sin Dios? ¿Un mosquito así te derriba, así te postra, así te vence? Pero aun allí no le dejaba, hasta que el desventurado, conociendo su error, retrató a gritos (y oyéndolo todos) sus blasfemias. —¡Oh, Señor! ¡Oh, mi Dios! —gritaba—, tú solo eres Dios verdadero, así lo conozco; tú eres el ser soberano de quien todo lo criado pende. Ya veo tu misericordia con que, pudiéndome haber echado al infierno por mis blasfemias, me ha querido castigar y enseñar con un tan vil animalejo. Apenas lo dijo, el mosquito se fue y lo dejó libre; y todos los que esto habían visto atónitos levantaron las voces dando a Dios repetidísimas alabanzas.36

36  Fuentes: thema: “Odo de Ceritona, Fabulae et parabolae [L. Hervieux, Les fabulistes…, t. 4.], 12”. Registros: Cf. Tubach Index: “2103. Fly stings heretic to madness. A heretic at Toulouse preaches that God could not even make a fly. A fly later stings him and he goes insane”; Goldberg Motif-index: “N333.1. Heretic killed by hitting fly on his face”; Thompson Motif-index: “Q415.8. Heretic preaching against God’s creation worried to death by fly”; Cf. Uther The Types: “751F* The Mouse Tower of Bingen. A knight who had plundered the property of St. Clement is attacked at night in his bedroom by an army of mi ce. Unable to ward them off, he prays to be hung in a chest from the ceiling. The mice go away. When the chest is taken down, the knight is found inside gnawed to death by other mice”.

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154. [El león espinado]37 De un león, refiere Plinio, que, encontrando a un cierto Mentor en los campos de la Siria, se le inclinó la sangrienta fiera y, con los halagos y rendimientos, se le procuraba acercar; él huía temeroso; pero el león se le volvía a poner delante, abatiendo la cabeza, doblando la cerviz y, como queriéndole hablar con sus humildes ademanes, le mostraba un pie. Reparó aquel que tenía el pie atravesado de una espina; cobró ánimo y, llegándose al león, cogiole el pie, sacole la espina y el bruto, lamiéndole los pies, le mostró como pudo su agradecimiento, y con festivas demostraciones se volvió a la selva.38

37  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 20. 38  Fuentes: Plinio Historia, VIII, 16; thema: “Domenico Cavalca, Esempi, 89; Jacobus de Voragine, Legenda aurea [ed. Graesse, 1890], CXLVI, 655-657. Textos emparentados: Aulu Gellius, Noctes Atticae, V, 14; Gesta Romanorum [ed. Dick, 1890], 159; Gesta Romanorum [ed. Oesterley, 1872], 104; Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 185; El libro de los exemplos [ed. Gayangos, 1860], 115; Servasanctus de Faventia, Summa de penitentia, [Firenze, Bibl. naz., G. Vi. 773], c. 66v; Johannes Bromyard, Summa praedicantium [Venezia, 1586], P II, 32; Arnoldus Leodiensis, Alphabetum narrationum [ed. Brilli-Ribaucourt-Berlioz-Polo de Beaulieu, 2015], 446; Recull de eximplis... [ed. Verdaguer, 1881], 386; Guillelmus Peraldus, Summa de virtutibus et viciis (Summa virtutum ac vitiorum) [Venetiis, 1571], I, IV, II, III, 242; Stephanus de Borbone [ed. Lecoy, 1877], 216; Speculum laicorum [ed. Welter, 1914], 47; Ci nous dit [ed. Blangez, 1979-1986], 207; Scala coeli [ed. Polo, 1991], 819; Æsopus, Fabulae, 74; Der grosse Seelentrost... [ed. Schmitt, 1959], 236; Servasanctus de Faventia, Liber de virtutibus et vitiis, [Firenze, Bibl. naz., E 6 1046], c. 31v; Phaedrus, Fabulae, [L. Hervieux, Les fabulistes latins..., t. 2, p. 163]; Grubmüller, Die Fabeln des Mittelalters..., München, 1987, K387”. Registros: Tubach Index: “215. Androcles and the lion. A shepherd draws a thorn from a lion’s foot. Later the shepherd is arrested and thrown to the lions, but the lion recognizes him and defends him. The emperor releases both the lion and the shepherd; 2771. Jerome, St. and lion. St. Jerome removed a thorn from a lion’s paw”; Goldberg Motif-index y Thompson Motif-index: “B381. Thorn removed from lion’s paw (Androcles and the Lion). In gratitude, the lion later rewards the man”; Uther The Types: “156 Androcles and the Lion. A shepherd pulls a thorn out of a lion’ s paw. When the shepherd is thrown as a punishment into a pit of lions, the lion recognises him and licks his hand instead of tearing him to pieces. The emperor releases both”; Bizzarri Cuentos, “[El león agradecido]”, 80-82.

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155. [Aceite de alacranes]39 Enfermó de no sé qué un muchacho, mandole el médico poner una tortilla de huevos en el estómago, frita en aceite de alacranes; fueron por él y el boticario dio aceite común. Frieron la tortilla, aplicáronsela, oliole bien, y no hacía sino pellizcando poco a poco y poco a poco se la comió toda. Y la madre, muy afligida al entrar el médico: —Señor, le puse la tortilla, pero se la comió. —¿Y no ha reventado? —No, señor. —¿Ni siente nada? —Nada. —Pues den las gracias al boticario que, por aceite de alacranes, dio aceite común; que si da de lo que se recetó hubiera reventado ese muchacho. Esa salió bien, pero ¿cuántos saldrán al contrario? No, no las pueden decir los que han muerto: pues también habla el “no matarás” en los boticarios.40

39  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 37. 40  Registro: Tubach Index: “1800. Druggist gives wrong medicine”; Cf. Uther The Types: “1351F* The Unsuccessful Murder. A woman wants to p oison her husband. The pharmacist gives her herbs instead of the poison that she re gues ts. He tells her husband that she had asked him for poison”.

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156. [Untando la mano al juez]41 Una vieja simple oyó decir que para sacar un pleito que traía era menester untar al juez las manos; entendiolo como sonaba y, sin más dilación, fuese con un poco de aceite a la casa del juez y se las untó. Rio el juez la simplicidad y díjole con mucha risa y más socarra: —Mujer ignorante, ¿qué haces? Que antes el juez, para sentenciar bien, ha de ser de manos limpias. ¿Y cómo sentenciaré yo con estas manos? Traedme tantas varas de paño que he menester para limpiarme de este aceite las manos y saldrás bien de tu negocio. Así fue, trajo las varas de paño y saliole a su deseo la sentencia, porque el juez tuvo las manos limpias. Y las que son así, ¿qué importa que se llamen limpias si tienen las uñas aguzadas en la rapiña?42

41  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 54. 42  Fuentes: thema: “Jacobus a Vitriaco, Sermones vulgares [ed. Crane, 1890], 38; Odo de Ceritona, Fabulae et parabolae [L. Hervieux, Les fabulistes..., t. 4.], P93; Londres, British Library ms Royal 7 D I, 1 [ed. Welter], 250; Speculum laicorum [ed. Welter, 1914], 71; Paris, BnF, ms lat. 3555 [ed. Welter, 1930], 52; Tabula exemplorum [ed. Welter, 1927], 114; Compilacio singularis exemplorum [Upsalla, Bibl. Univ., ms. 523], 637; Ci nous dit [ed. Blangez, 1979-1986], 437, 1-5; Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus [ed. Lecoy, 1877], 436”. Registros: Tubach Index: “2421. Hands anointed with lard. An old woman pleading a cause before a bishop is advised to ‘grease his palm’. She puts butter on his hands”; Goldberg Motif-index: “J2475. Greasing the judge’s palms. Woman misunderstands instructions to grease bishop’s hands. Literally applies oil to them”; Thompson Motif-index: “J2475. Greasing the judge’s palms. The woman puts butter on his hands”; Uther The Types: “1345 Greasing the Judge’s Palms. A foolish woman (foolish farmer) who is involved in a lawsuit is advised to grease the judge’s palms. She takes it literally and greases the judge’s palms using a sweet-scented oil (melted butter). The judge recognizes the woman’s stupidity and tells her that now he needs some yards of linen to dry his hands. The woman goes for the linen and the judge says that drying was more helpful than greasing”.

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157. [Siguiendo a un indio]43 Querellábase uno de que le había servido a un caballero seis años, y no quería pagarle: —¿Qué le he de pagar —le decía el caballero al juez—, qué le he de pagar que no ha hecho nada? Solo me ha servido de andar tras de mí. —Tenéis razón —sentenció el juez con harto juicio—, no le paguéis; pero, pues ha sido nada andar tras de vos seis años, mando que hagáis vos eso que os parece nada: que andéis otros seis años tras de vuestro criado. Él al punto, por no hacerlo así, le pagó. ¡Ah, poderosos!, vuelvo a decir, ¡ah, alcaldes mayores! ¡Ah, jueces! ¡Oh, y que no sea que por una eternidad andes tras de un indio cuya paga ahora os parece nada!

43  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 44.

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158. [Parecido a su retrato]44 Mandole uno a un pintor que lo retratara, concertaron el precio, quedó fijo que le daría tanta cantidad con tal que el retrato le saliese del todo parecido. Va el pintor, usa de su destreza y sacolo él por él, tan al vivo que solo el hablar le faltaba; y eso fue sin duda lo que le faltó, porque ya retratado, faltando a su palabra, se había retractado de darle el precio prometido, aunque conoció bien que se le parecía del todo, púsole mil faltas y, por último: —Ahora, maestro, llévese su lienzo, que no lo he de menester, pues que no se me parece nada. Clamaba el pintor: —¿Y mi trabajo? ¿Y esto a mí de qué me sirve ya? Nada valió. Llévese el lienzo y, tan presto en el ingenio como diestro en el pincel, ¿qué hace? Dejándole sin tocar el rostro, píntale en la cabeza una monterilla de loco con su cascabel por remate, en las manos, un gato, vale poniendo el vestido de andrajos de todos colores, hasta que lo dejó tan ridículo que sacara risa al más serio. Pone luego el lienzo en la plaza y cuantos pasaban: —¿No es este fulano? —decían (que era él bien conocido)— y levantaba la risada. —Mira, mira fulano, ¡qué feo que está! —y soltaban el chasquino. Fuele luego la noticia, montó en cólera, vase a un juez con la querella, llaman al pintor, trae el lienzo bien seguido de los muchachos, hácele el cargo y él responde: —Este trato hicimos ahora: o se le parece o no se le parece. Si no se le parece, yo no le debo agravio a ninguno en vender mi lienzo; si se le parece, que me pague, pues fue ese el contrato, y yo le quitaré al punto todo eso que le afea. —Pues no hay sino pagar —sentenció el juez— y ese será el remedio para que quites de lo público vuestra fealdad.45

44  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 48. 45  En el siglo xviii lo usó José Francisco de Isla (Sermones, t. II, 144).

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159. [La viña del muerto]46 Un gobernador deseó mucho que le vendiese un pobre una viña; él no quiso. Porfiaba el poderoso y, en esto, al pobre le cogió la muerte; el gobernador, cohechando dos testigos, fuese al sepulcro de aquel hombre, descubrió la tierra, y poniéndole al cadáver en las manos una talega: —Sedme testigos —les dijo— que fulano ha recibido de mí el precio de su viña, y que poniéndole en su mano no contradijo. Con esto volvió a coger su dinero, tapan la sepultura y al día siguiente pide aquel su viña a la viuda. Ella con mil clamores niega, vanse al rey Filipo de Francia, comete el pleito a ciertos jueces, oyen estos los testigos, tómanles juramento y dan a favor del gobernador la sentencia. La mujer, con ríos de lágrimas, vuelve a los pies del rey, clama y jura que todo cuanto dicen es falso; y, conmovido el rey a sus extremos, hace llamar los testigos, pónelos aparte uno de otro y pregúntale al uno: —¿Sabes rezar el credo? Pues rézalo. Acabado, déjalo allí, vase al otro. —Ya tu compañero me ha hablado tanta verdad como lo son las de la divina escritura; mira tú qué me respondes. Él, entonces, temeroso de que ya lo habría descubierto, arrójase al suelo, confiesa la verdad, descubriose la trampa, y el rey hizo que aquel impío gobernador lo enterraran vivo.47

46  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 46. 47  Fuente: Nieremberg Causa, V, 24. Registro: Cf. Tubach Index: “5089. Vineyard not sold for debts”.

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160. [El viejo, el niño y el jumento]48 Iba un pobre viejo en un jumento por el camino, y llevaba tras de sí a pie a un hijuelo suyo. Encontrose unos pasajeros, y estos al punto: —Mire el viejo ruin qué repantingado sin tener lástima del pobre muchacho que va a pie. Llevó su cordelejo y pasaron; y el viejo, deseoso de no dar qué decir, apeose, puso al muchacho en el jumento y, él a pie, prosiguieron. Encuentran otros pasajeros y al instante: —Hay tal necedad de viejo, ¿que se vaya cansando a pie y muy sentado el muchacho? Cuánto mejor sería que fuese con alguna comodidad el viejo. Llevó su cantaleta y pasaron. —Válgate Dios. Ea, veamos. Subiose el viejo en el jumento con el hijo y así iban ambos, cuando encuentran otros que empiezan con grande risa: —¿Quieren matar a ese pobre jumento? ¿Dos, dos juntos? ¿No tienen vergüenza? Con esto pasaron. Y el viejo, haciendo apear al muchacho, apeándose él, ambos a pie proseguían arreando el jumento. Vienen otros: —¿Hay tal tontera? ¿Que podían estos aliviar su camino y que dejen ir al jumento vacío pudiéndolo cargar? Pasaron. Y el viejo, no sabiendo ya qué hacerse, derriba al jumento, átalo por los pies y las manos y empieza él con el muchacho a irlo tirando. Vienen otros: —¿Qué tiene ese jumento? —Nada. —Pues, hombres necios, ¿que hacéis? Aquí fue la mofa, las ponderaciones y las carcajadas. Pasaron, y el viejo:

48  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 49.

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—Ahora, hijo, de todo han de decir y de todo han de juzgar, vamos como nos pareciere mejor.49

49  Fuentes: Se trata de un motivo de enorme difusión, probablemente de origen hindú; según María Jesús Lacarra, esta fábula fue incluida en la primera traducción de Esopo al castellano: La vida del Ysopet con sus fabulas hystoriadas, de 1489, con una atribución a Pedro Alfonso (pues ya estaba en la Disciplina clericalis), aunque traducida del Liber facietarum (ca. 1350) de Poggio Bracciolini (Lacarra “Fábulas”). Los fabulistas ilustrados lo usan frecuentemente, desde Jean de La Fontaine a José Francisco de Isla, y de ahí ha pasado a la tradición oral moderna (Patai On Jewish Folklore, 36). Registros: Tubach Index: “382. Ass, father and son with. A father and son travelling with an ass cannot please anyone”; Goldberg Motif-index y Thompson Motif-index: “J104 1.2. Miller, his son, and the ass. Miller blamed when he follows his son on foot; when he takes son’s place on the ass; when he takes his son behind him; and when he puts son in firont of him”; Uther The Types: “1215 The Miller, His Son, and the Donkey. (Asinus vulgi.) A miller and his son travel with one donkey (horse). First the son rides and is rebuked by a passer-by for letting his father walk. Then the father rides and is criticized because he makes his son walk. When both ride or both walk, they are still blamed. As a lesson, the father shows the son that it is difficult (impossible) to please everyone. In some variants, at the end the father and son carry the donkey (horse) between them and throw it into the water or kill it”; Calle 101 cuentos, 59-61.

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161. [Víbora por la boca]50 De un pastor se refiere que, dormido en el campo, se le entró por la boca una víbora, fue penetrando a las entrañas; despierta el miserable, ¡con qué ansias!, ¡con qué congojas! Pensadlo allá. ¿Y qué haríais si en esto os vierais? ¿Qué remedio? ¿Qué costos? Todo vuestro caudal os pareciera nada por echar tan infame y venenoso huésped. Pues aguardad. Un sabio médico entonces hace colgar a aquel por los pies; pónele la boca inmediata a una vasija de leche y, al olor de la leche, la víbora al punto vuelve a salir y déjalo libre. ¿Tanto veneno con tanta suavidad? ¿Con la leche se libra así de tan mortal ponzoña? Admirable remedio. Sí. Pero, a mal infinitamente más terrible, celebrad mejor remedio en los divinos sacramentos, en que la víbora más venenosa del pecado sale del alma y nos deja libres, prevenida a la boca no una vasija de leche, sino la misma sangre derramada del hijo de Dios.51

50  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 2. 51  Fuente: Pisa Prediche, 196. Registros: Cf. Tubach Index: “4251. Serpent and milk. Every day a knight gives milk to a serpent and gains honor and wealth; on his wife’s advice, he tries to kill it and loses everything”; Maldina “La serpe”.

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162. [El carbonero y el lavandero I]52 Mirad, un carbonero, dice Esopo, le dijo a un lavandero que juntasen vivienda, y que el hijo del lavandero se casara con la hija del carbonero. “Lo pensaré”, dijo aquel; pensolo y diole por respuesta: —Mirad, o hemos de dejar nuestros oficios o no podemos vivir juntos; porque lo que yo lavo y lo pongo a costa de mi fatiga blanco como el armiño, vendréis vos, y, al vaciar una saca53 de carbón, volando por el aire el cisco, veis aquí manchado y deshecho mi trabajo. Pues no, no puede haber entre nosotros casamiento. ¿Y si el cisco del infierno con que viene tiznado un marido quiere manchar un alma que procura vivir, como el armiño, pura?54

52  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 3. 53  “El costál mui grande de lana burda, mas largo que ancho, que sirve regularmente para conducir y transportar las cosas sólidas. En este sentido es del Latino Saccus, i. Lat. Saccus amplus. FONSEC. Vid. de Christ. tom. 2. cap. 14. Echarà Dios al cuello del pecadór, como en una saca ò costál, el peso de sus pecados. LOP. Dorot. f. 70. No cabe mas la taza, que no es saca de lana. Estár de saca. Phrase que vale estár de venta. Lat. Venale expo situm esse. Estár de saca. Vale tambien estár alguna mugér proporcionada à casarse, ò por su edád, ù otro motivo. Lat. Nuptijs aptam esse, vel paratam. No parecer saca de paja. Phrase con que se dá à entender, que un sugéto le ha parecido bien à otro por su gentileza ò hermosúra. Lat. Non illi displicuisse. Renta de sacas. Impuesto que paga el que transporta géneros à otro Réino, ò de un lugàr à otro. Lat. Extractionum, vel Exportationum vectigal” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v. “Saca”). 54  Fuente: Esopo Aesopi phrygis, Fábula 17.

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163. [El carbonero y el lavandero II]55 Convidaba un carbonero, dice Esopo, a un lavandero, a que se viniese a vivir con él a su casa; proponíale muchas conveniencias: que se harían compañía, que les saldría más barata la casa y la comida, que se ayudarían el uno al otro… —Todo está bien —respondió el lavandero—, pero, si mi oficio es lavar y blanquear los lienzos, y tu ejercicio todo es entre carbón y cisco,56 ¿qué importan esas conveniencias si es forzoso que me desbarates siempre mi principal trabajo? Y que lo que yo lavo tú lo tiznes, y que lo que yo blanqueo tú me lo manches. No, no vengo en esa junta, por más que me alegues conveniencias. ¡Ah, conveniencias de carbón que así se ajustan! Sin atender a la pureza del alma, ¿cómo dejan a esta su vestidura blanca con tan negros tiznes? Poner las atenciones al gusto, a la ganancia, a la comodidad, y el alma que se haya de conservar pura revolcándose en el carbón.57

55  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 9. 56  “Carbón mui menúdo, ò resíduo, que queda de esta matéria, revuelto con algo de tierra en las carbonéras, donde se encierra. Lat. Pulvis carbonarius. Carbonis analecta. GUEV. Epist. à Micer Perepollastre, pl. 691. Porque aquel, que se queria casar con la moza, tenia oficio de herréro, y andaba lleno de cisco. PARR. Luz de Verd. Cath. Plat. 9. del Sacram. del Bautismo. Mi oficio es lavar y blanquear los lienzos, y tu exercicio todo es entre carbón y cisco” (Real Academia Española Diccionario 1726-1739, s. v., “Cisco”). De nuevo la autoridad es, precisamente, Martínez de la Parra. 57  Misma fuente que el Ejemplo n.º 162.

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164. [El trigo y la cizaña]58 Refiriendo el evangelista san Mateo la parábola del labrador, dice que, habiendo sembrado buena semilla en su campo, por descuido de su mayordomo en mirar por la hacienda de su amo vino su enemigo y sobresembró entre la buena semilla otra mala y perversa que le malease y perdiese toda la sementera. Reconociendo el daño, los ministros del dueño de la hacienda, viendo que iba creciendo con la buena la mala yerba, le preguntaron si arrancarían la cizaña, que era la mala yerba, para que la buena, que era el trigo, desahogado de ella creciese más y llegase a dar muy colmado fruto. Respondioles que no, porque no sucediese que por arrancar la cizaña arrancasen también el trigo y se perdiese todo: que dejasen crecer las dos yerbas y que, al tiempo de la cosecha, diría a los cegadores que primero cogiesen la cizaña y, hechos manojos de ella, la arrojasen al fuego, y después el trigo lo encerrasen en su troje: Sinite utraque crescere usque ad messem et in tempore messis dicam messoribus colligite primum zizania et alligate ea fasciculos ad conburendum triticum autem congregate in horreum meum.59

58  Villavicencio Luz, XVI, 1-2. 59  “Dejen crecer a ambos hasta la siega. Cuando llegue el tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recojan primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla. Pero reúnan el trigo en mi granero” (Mateo 13:30).

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165. [Anapia y Anfinomo]1 Aquellos dos prodigiosos hijos, Anapia y Anfinomo, que bajando un río de fuego del monte Etna, cargando el uno a su padre, a su madre el otro. Por más que corren, los vienen alcanzando las llamas; pero a tanta piedad atónitas, dividiéndose a dos alas de fuego, no tocándoles su voracidad, en un cerco de luz dejó a la posteridad eternizada a tanta maravilla la admiración, y coronada así de luces la piedad.2

1  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 30. 2  Fuentes: Séneca Obra completa, Diálogos, “De los beneficios”, III, 37, 2; Máximo Los nueve libros, V, 4; Estrabón Geografía, VI, 2, 3; Itálico La guerra, XIV, 197; Ausonio Obras, Ordo urbium nobilium, 91, 92; Claudiano Poemas, Carmina, XIII, 1, 48; Pseudo-Virgilio Aetna, 624-645; Pausanias Descripción, X, 38, 4; Solino Colección, 5, 15; thema: “Stephanus de Borbone, Tractatus de diversis materiis praedicabilibus [ed. Berlioz, 2002], 72”. Registro: Bedon “Les pii fratres”.

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166. [Narciso]3 Viose Narciso en el agua y, sin conocerse a sí mismo, engañado de su retrato, parécele ajena hermosura la que solo es su sombra propia; y, naciéndole de la sombra en el agua en su corazón el fuego, a sí mismo se busca y dentro de sí mismo se pierde. Saca a los ademanes su alboroto, manifiesta mudo su locura en sus visajes, y ya fijo la atiende, ya la mira risueño, ya apacible, ya suspenso y admirado, ya halagüeño, ya mudando semblantes, al paso que puntual se les va copiando la sombra. Piensa que es corresponderle lo mismo que le retrata, y, creciendo la inquietud con el engaño, extiende la mano, ve que también la mueve, acércala, ve que también la llega; pero, al tocar en el agua, turbadas ya sus ondas, se le desaparece de la vista lo que mira, se le escapa de la mano lo que toca, trasiega, y más lo pierde, revuelve, y menos la inquietud a sus ojos. Acerca el rostro y perece a la presencia del original el retrato; hasta que, ya impaciente, arroja el cuerpo todo; y, no hallando la sombra en el agua, lo que halla en su fondo es la muerte.4

3  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 1. 4  Fuente: Ovidio De las metamorfosis, III, 339-510.

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167. [El viento y el sol]5 Apostaron una vez el viento y el sol a cuál más mañoso salteador le quitaba de los hombros la capa a un pobre caminante que, por lo descubierto de un llano, iba expuesto a sus inclemencias. Y he aquí como de apuesta: restó el viento desatadas todas sus furias, soltó sus huracanes, combatiolo por todas partes violento, y silbando con un deshecho vendaval casi se lo llevaba; mientras él, por el mismo caso, más aferrado de la capa como más necesitado del abrigo, asida con ambas manos, apretándola más a cada soplo se la resistía tan firme que, ni bastando porfías ni violencias, después de gran batalla dejó burlado al viento con sus furias. Diose, en fin, por vencida su violencia. Y el sol, entonces, avivando poco a poco sus rayos, aumentando más y más sus ardores, creciendo sus bochornos: mudo combatiente pero eficaz, sosegado pero más poderoso, sin ruido pero más activo. A no mucho espacio el pobre caminante, no pudiendo sufrir tantos ardores, ya se quita el rebozo, ya va apartando la ropa a buscar el fresco, ya solicita, con sacudir la falda, el viento, que antes lo combatía, y ya en fin se quita de los hombros la capa, por ver si minora el bochorno. Y contra las denodadas furias de los vientos cantan la victoria los mudos apacibles rayos. ¿Qué, no está en lo furioso, no en lo violento, la fuerza que llega hasta quitarle a un hombre la capa? ¿No? ¿Pues a quién digo yo esto? A un marido que en lo rústico del genio pone en violentas furias su mando; o a una mujer que en lo terco de un natural voluntarioso piensa con necias porfías atropellar lo justo de su sujeción. A uno y a otro se lo dice con bien moral enseñanza Plutarco, sea la mujer o sea el marido.6 5  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 7. 6  Fuentes: Plutarco Moralia, t. II, 183; thema: “Ci nous dit, 347, 1-4; Dicke-Grubmüller, Die Fabeln des Mittelalters… [München, 1987], n.° 532, pp. 610-613; proverbe: On obtient plus par douceur que par violence, par astuce que par force, par amitié que par contrainte. Cf. Morawski, Les proverbes français…, n.° 1287”. Registros: Cf. Tubach Index: “4678. Sun obscured by clouds. The clouds obscure the sun, but the wind drives away the clouds and allows the sun to shine again”; Cf. Goldberg Motif-index: “H659.27. What is strongest? Rat-maiden wants most powerful mate of all. Sun covered byclouds; clouds controlled by winds; mountain blocks winds; mountain gnawed by rodents, therefore she must marry a rat”.

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168. [Las mudanzas de la luna]7 Quejósele una vez la luna a su madre Latona pidiéndole que le hiciese un vestido, que no era razón que anduviera siempre desnuda. Así lo idea con bien moral agudeza Plutarco. Pareció que pedía razón: que se le haga al punto. Vino el sastre cuando estaba la luna en creciente, tomole las medidas y, mientras lo cosía, cuando volvió a probarlo le veía tan estrecho, tan angosto, que ni entrar pudo. Volviole a tomar más largas las medidas y, mientras lo hizo, hallando ya a la luna en menguante, ya le venía tan ancho que arrastraba. Fue y vino muchas veces y nunca le venía el vestido. Pues si ya media, ya redonda, ya que crece, ya que mengua, se muda por instantes, ¿qué vestido le han de hacer que le ajuste? Ándese desnuda y sea solo conocida por los varios trajes de sus mudanzas. Múdese, pues, el pecador como la luna: Stultus sicut Luna mutantur,8 y como la luna se muda también el pecado.9

7  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, III, 18. 8  Casiano había escrito en sus Collationes (VI, IX): “Stultus autem sicut Luna mutantur” (el tonto cambia como la luna). 9  Fuente: Plutarco Moralia, t. II, 254.

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Ejemplos ficcionales. Fábulas mitológicas

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169. [Venus y Vulcano]10 El dios Vulcano era marido de la diosa Venus, y, sabiendo que le hacía traición, hizo una sutilísima red en que prendió al dios Marte, revuelto con su Venus, y que los sacó de esta manera a la vergüenza, llevándolos por todo el cielo, haciendo con este espectáculo fiesta a los otros dioses, ¡qué mayor desvarío y locura!11

10  Villavicencio Luz, IV, 5. 11  Fuente: Ovidio De las metamorfosis, IV.

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Apólogos

170. [El león y la zorra]1 Ya sabrán el apólogo de la zorra… Estaba el león enfermo, fuérenlo a ver como a su rey todos los brutos; súpolo en esto la zorra y fue a cumplir con su visita. Llegó a la puerta de la cueva y halla dentro el leonazo muy tendido. Y desde la puerta la zorra: —Me pesa mucho de tus males. —Entra acá —le dice el león—, que no es ese modo de visitar a un enfermo. —No, bien estoy aquí. —Pues ¿por qué no quieres entrar? —Mira, yo te lo diré ya que porfías: porque desde aquí estoy viendo que las huellas de los que han entrado todas van hacia allá, y no veo ninguna huella de que hayan salido. Y así no quiero entrar. ¡Ah, leonazos tragadores! ¡Ah, tigres golosos! Si están viendo las huellas, ¿quién ha de querer serviros?2

1  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 36. 2  Fuentes: Esopo Aesopi phrygis, Fábula 14; thema: “Humberti de Romanis, De dono timoris [éd. Chr. Boyer, 2008], 53”. Registros: Tubach Index: “2169. Fox and lion’s feast. A fox attends a lion’s feast. Returning home, the fox erases his footprints”; Goldberg Motif-index y Thompson Motif-index: “J644.1. Fox sees all tracks going into lion’s den but none coming out. Does not enter and saves self”; Uther The Types: “50A The Fox Sees All Tracks Going into Lion’s Den but None Coming Out. A lion who is too weak (lazy) to hunt any more pretends to be sick and stays in his den. One by one the animals come to visit him and he eats them. When the fox comes, he sees the tracks going in, but none coming back out. He decides not to go in”.

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Manuel Pérez

171. [El lobo y los perros]3 No basta el defender solo de los de fuera si se calla con los compañeros. Llevábase un lobo una mañana un cordero, y al punto perros y pastores, ladridos, gritos, sigue, alcanza; viéndose acosado el lobo, dejó el cordero y ganó el monte. Aquel día tenían dispuesto los pastores un convite; mataron el ternero más lucio que tenía su señor para no sé qué fiesta, pero ellos la adelantaron para sí. Estaban a la tarde todos comiendo en rueda a dos carrillos, y a la redonda los perros todos mudos royendo los huesos; y en esto el lobo que viene, paso a paso, oliole bien, fue llegando quedito y ya de cerca: —Servidor, amigos, ¿y, si yo hiciera eso, qué alborotos hubiera? Esta mañana conmigo tanto ruido por un cordero y ahora con tanta quietud ¡os estáis vosotros comiendo un ternero! Y qué de veces sucede esto, ¿más que si enmudecieran los predicadores?, ¿y que si los confesores callaran? ¡Oh, mi Dios!4

3  Martínez de la Parra Luz 1691-1696, II, 47. 4  Fuentes: Esopo Aesopi phrygis, Fábula 54; thema: “Jacques de Vitry, Sermones vulgares, 217; Ward, Catalogue of Romances... [London, 1883-1893], t. 2, 184; Liber miraculorum remensis, Reims Bib. mun. 1275 (fol. 5-15), 153; Johannes Gobi Junior, Scala coeli [ed. Polo, 1991], 438; Libro de los Exemplos [ed. Gayangos, 1860], 176; Johannes Pauli, Schimpf und Ernst [Bolte, 1924], 433”. Registros: Tubach Index: “5337. Wolf and watchdog, fable of”; Cf. Goldberg Motif-index y Thompson Motif-index: “L451.3. Wolf prefers liberty and hunger to dog’s servitude and plenty”; Cf. Uther The Types: “201 The Lean Dog Prefers Liberty to Abundant Food anda Chain”.

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Tabla de correspondencias

N.º de Ejemplo Tubach Goldberg

Thompson Uther

3 3416 6 1718 Q415.1 9 1718 Q331.2.3. Q415.1 13 2798 D1551 D1500.1.18 14 1163 V331.10 15 V331.10.1. 18 2143 J215.5. 19 2143 J215.5. 20 2774 21 1578 G303.15.3 22 G303.16.2.3.6 G303.16.2.3 23 D1766.6.3 24 176 J1 262.5.3.1 25 D1162.2 26 845 847 27 N468 28 D1840.1.2.1 V228.1 V228.1.1 29 G303.3.2.2 30 1576 33 2746 V4.1 802A Cf. 3599 34 Cf. 4317 Cf. E.235.7 Cf. 753 36 Cf. 3491 37 1018 D1817.0.1.7 480 38 2627 Q493.2 39 2566 D1031.1.2 V412.1 766

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40 2566 D1031.1.2 V412.1 766 41 2566 D1031.1.2 V412.1 766 44 3213 V42 45 3213 V42 46 Q325 47 1475 M341 48 V126 49 V251 50 5027 1254 51 3566 E756.4.2 M217.1 M218 M218.1 52 1475 B 8 M341.1 54 4160 1475A 56 Cf. V111.5 V111.3 58 V231.4 K1811.4.2 59 Cf. V461.13 61 1338 V86.2 63 4560 D1766. 7.1.2 V352 64 Cf. 705 Cf. Q451.7 Cf. Q559.2 65 3032 66 3032 67 3032 69 430 71 4749 72 4540 M211.1 74 821A 75 G252 77 G271 78 5283 G303.16.1 K1841.3 1168C G303.16.2.2 82 Cf. 1347 Cf. E434.8.2 V86.1.1 84 2626 87 1429 Q.386.1 G303.3.3.1.4 91 1506 V29.8 818* 92 850 Cf. 4238

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Tabla de correspondencias

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93 925 V21.1 1202 b.1 4417 96 1844 97 5131 Cf. 847 98 5368 102 4733 106 5269 X35 108 Cf. 2041 109 Cf. 5328 R.152.1 H186 110 Cf. 4457 Cf. 4458 111 Cf. 1774 Cf. 5293 113 J1281.5 115 113 J1289.22 116 105 117 100 J1283.1 118 541 J1081.1 130 2233 1868 4801 134 1657 2553 137 459 J711.3 2907 138 Cf. 4846 139 5324 Cf. J163.4 J163 910 140 3286 J2061.1.p J2061.2.1 1430 141 1699 J1791.3 J1791.4 34A J344 Cf. 34 Cf. 1335 143 Cf. 2823 144 Cf. Q242.5 146 965 P236.2 P236.2 982 K476.2 148 U171 149 Z21.1 2009 153 Cf. 2103 N333.1 Q415.8 Cf. 751F* 154 215 B381 B381 156 2771 155 1800 Cf. 1351F*

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156 159 160 161 167 170 171

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2421 J2475 J2475 1345 Cf. 5089 382 J104 1.2 J104 1.2 1215 Cf. 4251 Cf. 4678 Cf. H659.27 2169 J644.1 J644.1 50A 5337 L451.3 L451.3 Cf. 201

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Índice onomástico

A Abdías 70, 71, 83 Absalón 253 Adonis 65 Ajab 69, 70, 71, 72, 75, 76, 77, 80, 82, 83, 84, 88, 89, 90, 91, 294 Akbar [Echevar] 199 Alberto VII de Austria [archiduque Alberto] 276 Alejandro Magno 270, 271 Anapia 337 Anaxímenes 271 Anfinomo 337 Antíoco 67 Apeles 287 Aristomedo 118 Aristómenes 289 Arquímedes 37, 283, 284 Arrio 69 Asclepíades 117 Asunción, Andrés de la 141 Atalia 89, 90, 91 B Baal 68, 69, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 79, 86, 88, 89 Barac 79 Basá 84 Belfegor 68 Belcebú 82, 83 Benadab 80, 84 Berceo, Gonzalo de 30, 33, 34, 173

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Bertulfo 262, 263 Bracciolini, Poggio 332 C Canaia, Juan 315, 316 Canio 288 Cantimprato, Tomás de 201 Caravallo, Alfonso 141 Carlos V 268, 296 Cartujano, Dionisio 186 Casas, Bartolomé de las 291, Castrioto, Jorge [Scandarbey] 282 Catalina [india] 229, 230, 232, 233 Cicerón 24, 28, 107 Cieza de León, Pedro 290 Cirilo Alejandrino, san 69 Ciro 69, 81, 251 Claraval, Alfonso de 186 Clemente III 143 Cortés, Hernán [Fernando] 40, 136, 291, 292, 293, 294, 295, 296 Cristo, Matías de 139, 168 Cuauhtémoc 40, 295, 296 Cuenca, María de 133 Cupido 265 D Damiano, Pedro 121, 130, 174, 175 Demóstenes 7, 37, 49, 50, 280 Díaz del Castillo, Bernal 40, 290, 291, 298, Domiciano 265

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E Edón 89 Elías 69, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 79. 80, 81, 82, 83, 84, 85, 86, 88, 89, 134 Eliseo 84, 139, 182 Evagrio 112 Ezequiel 65, 66 Fernández de Oviedo, Gonzalo 290 Fernando [Ferdinando] II de Habsburgo 250 G Gad 94 Galerio 117 Gil, fray 103, Giovio, Benedetto [Jovio] 290 Goethe, Johann Wolfgang von 205 González, Fernán 319 Granada, Luis de 17, 31, 101 H Helena de Troya 275, 287 Hernández, Mateo 145 Hierón 37, 283, 284 Horacio 51, 52 Huitzilopochtli 292 J Jantipa 28, 264 Jeconías 65 Jehu 84, 85, 86, 88, 89, 90 Jiménez de Quesada, Gonzalo 290 Jezabel 69, 72, 76, 77, 80, 81, 82, 83, 84, 86, 88, 89, 90, 91 Joas 90, 91 Job 54, 103, 155 Jorán 84, 85, 88, 89, 90 Jonás 84 Josaba 90 Josafat 84, 89, 303

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Joyada 90, 91 Juchil, Isabel 148 Julio César 37, 273 Juvenal 265 L Lamberto 115 Latona 340 León Betancor, Pedro de 137 Leví 93 Linderico 266 López de Gómara, Francisco 291 Luis XI 269 M Madre de Dios, Juan de la, 135 Madre de Dios, Agustín de la 6, 20, 34, 35, 51, 53, 57 Madrid, Baltasar de 139 Manasés 94 Marte 341 Mártir de Anglería, Pedro 290 Marsella, Salviano de 274 Maxixcatzin, Ana 136 Mileto, Tales de 278 Miqueas 80 Moab 68 Moctezuma 40, 292, 293, 294, 295 Moisés 68, 69, 92, 93, 94, 199 Montañez, Catalina 145, 146, 147, 148, 149 N Nabod 80, 81, 85 Narciso 338 Nestorio 69 Nickel, Goschwin 212 Nicóstrato 275 O Ocacías 82, 83, 84, 88, 89, 90, 91 Othón 102

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Índice onomástico P

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Rapaccioli, Francesco Angelo 203 Raynaudo, Teófilo 108, 109 Reyes, Baltasar de los 139, 140 Rubén 94

san Malaquías 124 san Miguel Arcángel 182 san Nicolás [St. Nicholas] 134, 220 san Nicolás de Rupe 110 san Patricio 126 san Pedro [St. Peter] 102, 121, 126n 174, san Romano 111, 117 san Severino 114 Sánchez de Arauz, Pedro 133 santa Lugarda 129 santa María Magdalena 230 Santiago 69, 70, 76 santo Tomás de Aquino 127 Satán 120, 168, 171, 176, 177, 194, 231 Serna, Juan de la 144 Simón, Francisco Jerónimo 125 Sócrates 37, 38, 264 Sofronio 112 Surio, Laurencio 129

S

T

Safán 65 Samosata, Luciano de 275 san Agustín 69, 304, 309 san Antonino de Florencia 165, 236 san Basilio 31 san Bonifacio 102 San Eliseo, Juan de 139 san Francisco 33, 103 san Ginés 112 san Gregorio 146, 147, 195 San Hilarión, Pedro de 135 San Ildefonso, Arsenio de 133, 183, 184 san Jerónimo 107, 309 san Jorge Mártir 220 san Juan Bautista [indio] 181, 182 san Juan Evangelista 118 san Leufrido 33, 108 san Macario 131 san Macuto 126

Téllez-Girón, Pedro [duque Osuna] 38, 39, 286 Tezcatlipoca 182, 292 Tigranes 251

Pedro Alfonso 332 Pelagio 69 Peraleda, Juan de 135 Plinio 281, 289, 325 Plutón 265 Popea, Sabina 281 Pretextato, Papirio 256 Ptolomeo 37, 254, 284 Q Quijote 38, 39, 286 R

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de

V Venus 66, 253, 341 Villagómez, Alier de 144 Vulcano 341 X Xicohténcatl 136 Z Zárate, Agustín de 290 Zeuxis 275

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