Quimica Perfecta 03

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Agradecimientos al Staff

Moderadora de Traducción

Moderadora de Corrección

Elena Vladescu

Ángeles Rangel

Traductoras

Correctoras

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Majo2340 MariNC Venus Roux Maro kalary felin28 V!an*

Revisión Madame Hotty

Diseño Recopilación Ángeles Rangel

Elena Vladescu

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Índice Sinopsis…………………………………………………………………………………………………………….5 Capítulo 1…………………………………………………………………………………………………………6 Capítulo 2………………………………………………………………………………………………………..10 Capítulo 3………………………………………………………………………………………………………..16 Capítulo 4………………………………………………………………………………………………………..20 Capítulo 5……………………………………………………………………………………………………..…26 Capítulo 6………………………………………………………………………………………………………..33 Capítulo 7………………………………………………………………………………………………………..38 Capítulo 8……………………………………………………………………………………………………..…42 Capítulo 9……………………………………………………………………………………………………..…51 Capítulo 10…………………………………………….………………………………………………………..55 Capítulo 11…………………………………………….…………………………………………………….…..61 Capítulo 12…………………………………………….………………………………………………………...68 Capítulo 13…………………………………………….………………………………………………….……..76 Capítulo 14…………………………………………….…………………………………………………….…..83 Capítulo 15…………………………………………….………………………………………………………...89 Capítulo 16…………………………………………….…………………………………………………………97 Capítulo 17…………………………………………….………………………………………………………..102 Capítulo 18……………………………………………………………………………………………………...103 Capítulo 19……………………………………………………………………………………………………...108 Capítulo 20……………………………………………………………………………………………………...113 Capítulo 21………………………………………………………………………………………………………122 Capítulo 22………………………………………………………….…………………………………………..128 Capítulo 23……………………………………………………………….……………………………………..132 Capítulo 24………………………………………………………………….…………………………………..137 Capítulo 25………………………………………………………………….…………………………………..140 Capítulo 26………………………………………………………………….…………………………………..149 Capítulo 27………………………………………………………………….…………………………………..154 Capítulo 28………………………………………………………………….…………………………………..160 Capítulo 29………………………………………………………………….…………………………………..164 Capítulo 30………………………………………………………………….…………………………………..171 Capítulo 31………………………………………………………………….…………………………………..174 Capítulo 32………………………………………………………………….…………………………………..180 Capítulo 33………………………………………………………………….…………………………………..185 Capítulo 34………………………………………………………………….…………………………………..195 Capítulo 35………………………………………………………………….…………………………………..201

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Capítulo 36………………………………………………………………….…………………………………..204 Capítulo 37………………………………………………………………….…………………………….…….205 Capítulo 38………………………………………………………………….…………………………….….…210 Capítulo 39………………………………………………………………….……………………………….….218 Capítulo 40………………………………………………………………….……………………………….….223 Capítulo 41………………………………………………………………….……………………………….….229 Capítulo 42………………………………………………………………….…………………………………..236 Capítulo 43………………………………………………………………….…………………………………..238 Capítulo 44………………………………………………………………….…………………………………..243 Capítulo 45………………………………………………………………….…………………………………..247 Capítulo 46………………………………………………………………….…………………………………..250 Capítulo 47………………………………………………………………….…………………………………..252 Capítulo 48………………………………………………………………….………………………………..…257 Capítulo 49………………………………………………………………….…………………………………..264 Capítulo 50………………………………………………………………….…………………………………..271 Epílogo………………………………………………………………….…………………………………….….274 Biografía de la autora………………………………………………………………….………………….....279

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Sinopsis

Luis Fuentes siempre ha sido protegido de la violencia de las pandillas que casi destruye la vida de sus hermanos. Pero eso no le impidió tomar riesgos— ya sea escalando en las Montañas Rocosas o soñando en un futuro como astronauta, Luis no puede dejar de buscar la siguiente aventura. Nikki Cruz vive su vida basándose en tres reglas— los chicos mienten para salirse con la suya, no confiar nunca en un chico que dice “te amo” y nunca jamás salir con un chico del lado sur de Fairfield. Sus padres pueden ser de México, pero como la hija de un médico, tiene más cosas en común con sus vecinos del norte que con los Latino Blood en su escuela. Entonces conoce a Luis en la boda de Alex, y de repente se ve tentada a romper todas sus reglas. Conseguir que Nikki le dé una oportunidad a un chico del sur es el mayor reto de Luis, hasta que se ve amenazado por Chuy Soto, el nuevo jefe de los Latino Blood. Cuando Chuy revela un inquietante secreto sobre la familia de Luis, el más joven de los Fuentes se encuentra a sí mismo cuestionando todo lo que había creído era verdad. ¿Serán sus sentimientos por Nikki lo suficientemente fuertes para impedir que Luis entre en un mundo oscuro y violento viviendo constantemente al borde del peligro?

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Capítulo 1 Luis Ser el más joven de tres chicos definitivamente tiene sus ventajas. Vi a mis hermanos meterse en algunos problemas realmente grandes cuando estaban en la secundaria. Nunca se esperó de mi parte que yo siguiera sus pasos. Me comporto bien, no me meto en peleas y a los once años ya sabía qué quería ser de mayor. Soy conocido como “el chico bueno” de mi familia, del que se espera que nunca haga un desastre de su vida. Mis amigos saben que tengo una loca rebeldía, pero mi familia no. No se puede evitar, soy un Fuentes y el ser rebelde está profundamente arraigado en mis genes. El chico que mi familia ve por fuera no es necesariamente el mismo por dentro y yo intento mantenerlo de esa manera. Juré nunca alejarme de mi meta de ir a la Universidad y estudiar aeronáutica, pero correr de vez en cuando algunos riesgos físicos alimenta mi deseo de adrenalina. Estoy parado en la base de una formación rocosa en el Cañón Boulder con cinco de mis amigos. Jack Reyerson trajo equipo para escalar, pero no espero para ponerme el arnés. Tomo una de las cuerdas y la conecto con un mosquetón a mi cinturón, para que cuando llegue a la cumbre pueda anclar la cuerda para el resto del grupo. ―No es seguro subir sin el equipo, Luis ―dice Brooke―. ¿Pero eso tú ya lo sabes no? ―Sí ―digo. Comienzo mi ascenso libre en solitario, haciendo mi camino hasta la formación rocosa sin un arnés de seguridad. Este no es el primer solitario libre que hago en el Cañón Boulder y tengo el entrenamiento suficiente como para saber qué diablos estoy haciendo. No estoy diciendo que no sea un riesgo, es sólo uno calculado. ―¡Estás loco Luis! ―grita desde abajo Jamie Bloomfield a medida que subo más alto―. ¡Si te caes morirás! ―Sólo quiero que todos aquí sepan que no soy responsable si te rompes cada uno de los huesos de tu cuerpo ―dice Jack―. Debería haberte hecho firmar una exoneración de responsabilidad. El padre de Jake es abogado, así que él tiene siempre el molesto hábito de anunciar su falta de responsabilidad sobre prácticamente todo lo que hacemos.

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No les digo que escalar sin un arnés de seguridad es un subidón de adrenalina. De hecho hace que quiera esforzarme más y tomar más riesgos. Jamie me llamó “un adicto a la adrenalina” después de que hice snowboard por la pendiente del diamante negro en Vail en el viaje de vacaciones de invierno, el año pasado. No le dije tampoco que coquetear con la chica que conocí en el vestíbulo también hizo que me subiera la adrenalina. ¿Eso me califica como un adicto a la adrenalina? Cuando estoy a medio camino de la cumbre tengo mi mano derecha asegurada encima de mí y un pie plantado dentro de una grieta. Es lo suficientemente alto como para hacerme mirar abajo y ver que podría caer si suelto mi agarre. ―¡No mires abajo! ―dice Jack en pánico―. ¡Te dará vértigo y caerás…! ―¡Y morirás! ―agrega Jamie. Dios mío. Mis amigos realmente necesitan relajarse. Ellos son blancos, y no fueron criados en una familia mexicana llena de chicos que prosperan en los desafíos y viven siempre al borde del peligro. Y aunque se supone que debería ser el único hermano Fuentes lo suficientemente inteligente para no correr riesgos, me siento más vivo cuando lo hago. La cima está a tan sólo unos metros más. Paro y miro a través del cielo, divisando un pájaro que vuela sobre el paisaje. Es jodidamente increíble. Yo solía vivir en Illinois, donde el paisaje era completamente plano, a excepción de los rascacielos. Mirar a través de las montañas de Colorado, me hace apreciar la naturaleza. El viento está a mis espaldas, el sol está alto en el cielo y me siento invencible. Alcanzo y agarro con mi mano izquierda el borde de una grieta en la pared de roca, como a unos tres metros de la cima. Ya casi estoy ahí. Mientras busco un lugar para colocar mi pie, siento algo perforar fuertemente mi mano. Oh, diablos. Eso no fue bueno. Acabo de ser mordido por algo. Instintivamente, me apresuro a dejar bien plantados mis pies mientras retiro mi mano y le echo una ojeada. Tengo dos marcas pequeñas de mordedura en la palma de mi mano con sangre saliendo de ellas. ―¡Deja de rascarte las bolas, para que podamos llegar hasta ahí antes del atardecer Luis! ―grita Eli Movitz desde abajo.

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―Odio darles malas noticias chicos ―les digo mientras la cabeza de una serpiente aparece encima de mí y luego se escabulle al interior de la roca ―pero acabo de ser mordido por una serpiente. No alcancé a ver bien a la serpiente, así que no tengo ni idea de si es venenosa o no. Miro abajo hacia mis amigos y el vértigo me golpea inmediatamente. Esto no estaba en el plan. Mi corazón se está acelerando y aprieto fuerte los ojos cerrados esperando que mi cabeza deje de dar vueltas. ―¡Joder tío! ―me grita Eli―. ¿Fue una cascabel? ―No lo sé. ―¿Cómo lucía? ―grita Jamie hacia mí―. ¿Tenía rayas? ―Sólo vi la punta de la cabeza, y no voy a regresar ahí para verla más de cerca ―le digo, preguntándome si debería moverme de lado y continuar los últimos tres metros de mi ascenso o intentar bajar. Soy un tipo de matemáticas, así que inmediatamente considero las probabilidades de sobrevivir a esta situación. Definitivamente siento aguijonazos en mi mano, pero no está entumecida. Seguramente, si fui bombardeado con una gran cantidad de veneno de mierda, empezaría a sentirme entumecido y rígido ahora mismo. ―¡Cierra la maldita boca Jack! ―grito―. Las putas serpientes no tienen piernas, ¿así que cómo se supone que iba yo a pensar que habría una escondida en la pared de una maldita roca a tres metros por debajo la cumbre? ―¿Te sientes, como, normal? ―pregunta Brooke. ―Una serpiente acaba de perforarme la mano con sus colmillos, Brooke ―digo mientras bajo lentamente. Puede que sea mi imaginación, pero creo que mi mano está empezando a adormecerse―. Por supuesto que no me siento normal. ―¡Traigan a un guardabosques con un antídoto! ―grita Jack al resto. Tendríamos que conducir para encontrar uno. Ninguno de nosotros tiene permiso todavía, así que estamos jodidos. En realidad, yo soy el único que está jodido. Con toda esta charla de antídotos y cascabeles, no puedo pensar claro y pierdo tracción. Mis pies resbalan. Luego mi mano, la que no tiene dos perforaciones en ella empieza a sudar de repente y pierdo mi agarre. Me deslizo hacia abajo por la pared de la roca y escucho los jadeos

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y gritos de mis amigos debajo mientras lucho por conseguir hacer pie o sujetarme con la mano a algo sólido. No tengo oportunidad. Todo lo que puedo pensar antes de golpear el suelo es que no estoy listo para morir.

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Capítulo 2 Nikki ―Te amo Marco. Lo dije. No podía mirar dentro de los profundos y oscuros ojos de mi novio mientras las palabras fluyeron perfectamente de mis labios, porque también estoy ocultando algo. Pensé que decir “te amo” para iniciar una conversación sería más fácil que decir que probablemente esté embarazada. Fue cobarde no mirarlo a los ojos y decirle todo, pero decir esas dos palabras es un comienzo. Me siento más vulnerable de lo que jamás me había sentido antes. No me sienta bien lo de ser vulnerable. Exhalo lentamente y reúno el valor suficiente para mirar a mi novio de hace un año. Perdimos nuestra virginidad juntos hace un mes cuando sus padres fueron a México para visitar a su abuela. Ni siquiera puedo pensar en eso ahora, mientras me centro en él. De acuerdo, dije “te amo”. Es tu turno de decirlo, como lo susurraste en mi oído la primera vez que hicimos el amor. Después te diré que no me llegó el periodo este mes y que me estoy enloqueciendo. Luego tú me dirás que todo estará bien y que lo enfrentaremos juntos. Él está sonriendo. Bueno, más o menos. Un lado de su boca se está levantando, como si fuera divertido. Yo no estaba buscando que se divirtiera. Estaba buscando su afecto y adoración; signos de que estaba bien contarle mi secreto. Miro hacia el Lago Michigan deseando que no estuviéramos afuera y esperando que nadie de nuestra escuela secundaria se aparezca. Envuelvo mis brazos alrededor de mí misma. Todavía no hace calor en Illinois, y el viento proveniente del lago definitivamente me hace temblar. O tal vez son mis nervios. ―No tienes que decírmelo de vuelta ―digo para llenar el silencio, pero esa es una completa mentira. Sí espero que Marco me lo diga. No quiero escucharlo sólo en ocasiones especiales y cuando hacemos el amor.

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La primera vez que me lo dijo fue después del baile de bienvenida en septiembre. Luego en víspera de Año Nuevo. Y en San Valentín. Y en mi cumpleaños. Tantas noches que pasé tumbada en mi cama, sola, pensando en cómo nuestro amor duraría para siempre. Nosotros no tenemos los mismos amigos porque vivimos en diferentes lados de Fairfield, pero eso nunca importó. Lo hemos hecho funcionar. Después de la escuela solemos ir a casa y simplemente… estamos juntos. Y ahora es posible que tengamos un bebé. ¿Cómo va a tomar la noticia? Hoy es el último día de nuestro año como estudiantes de primer curso antes de las vacaciones de verano. Marco sugirió que fuéramos a la playa después de la escuela, cuando le dije que necesitábamos hablar. Tiene sentido en realidad. La playa es nuestro lugar especial. Nos dimos nuestro primer beso en la playa el verano pasado. Ahí fue donde él me pidió que fuera su novia oficial, en la segunda semana de clases. Hicimos ángeles de nieve en esa misma playa en enero, cuando tuvimos un día de nieve. Venimos aquí para compartir todos nuestros secretos privados, como cuando me dijo dónde escondían las armas alrededor de la ciudad los miembros de la pandilla, para que así la policía no los atrapara llevándolas. Marcos siempre ha conocido tipos que estaban fuertemente conectados con eso. Se aleja unos pasos de mí, e inmediatamente se me pone la piel de gallina, como si mi cuerpo supiera que algo está pasando, no sólo por el viento del lago. Se pasa los dedos a través de su pelo negro azabache. Luego suspira. Dos veces. ―Pienso que deberíamos ver a otras personas ―murmura. Pongo mi cabeza de lado. Obviamente no lo escuché bien. Hay algunas frases que una chica espera oír después de haberle declarado su amor a su novio. Puedo pensar en alguna ahora mismo, pero creo que “deberíamos ver a otras personas” no es ninguna de ellas. Estoy sorprendida. Y no puedo dejar de temblar mientras pienso en estar embarazada sin él a mi lado, diciéndome que todo estará bien. ―¿P… po… por qué? ―Siempre dijiste que nunca saldrías con un pandillero, y yo voy a ser uno.

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―Por supuesto que no voy a salir con un pandillero ―digo abruptamente―. Hace sólo dos días me dijiste que nunca te unirías a la banda, Marcos. Fue justo antes de que hiciéramos el amor. ¿Recuerdas? Él hace una mueca. ―Yo dije un montón de cosas que probablemente no tenía que haber dicho. ¿Y podrías por favor no llamarlo “hacer el amor”? Cada vez que lo dices así me haces sentir como una mierda. ―¿Y cómo quieres que lo llame? ―Sexo. ―¿Sólo sexo, eh? Él rueda sus ojos, y juro que mi estómago se sacude en respuesta. ―¿Ves? Ahora me estás haciendo sentir como una mierda a propósito. ―No lo estoy haciendo a propósito. Él abre la boca para decir algo, parece que se lo piensa mejor porque la cierra. Escaneo su rostro, esperando que diga “¡Sólo estaba bromeando! Por supuesto que te elijo a ti antes que a los Latino Blood1”, pero él no lo hace. Mi corazón se siente como si alguien lo estuviera picando en pedacitos, parte por parte. ―Es sólo que somos… tan diferentes. ―No, no lo somos. Somos perfectos juntos. Vamos a la misma escuela, pasamos el mejor tiempo juntos… ambos somos mexicanos. Él se ríe. ―Tú no hablas una sola palabra de español, Nikki. Mis padres y amigos hablan de ti mientras estás en la habitación y ni te das cuenta. Realmente, tú no eres mexicana. ¿Estaba bromeando? Mis padres nacieron en México, al igual que el resto de mis antepasados. Nadie los confundiría con otra cosa más que con latinos. El español es su lengua materna. Mis padres vinieron a los

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Latino Blood: sangre latina Chicago Memorial: Hospital muy importante ubicado en la zona norte de Chicago.

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Estados Unidos después de casarse. Después de eso, mi papá fue a la escuela de medicina e hizo su residencia en el Chicago Memorial2. ―Ser parte de una banda no te hace más mexicano, Marco. No hagas a la banda más importante que nuestra relación. Él patea la arena con su pie. ―No hablas pinche español. ―No sé qué acabas de decir. ¿Podrías traducirlo por favor? Él levanta sus manos en señal de frustración. ―Ese es mi punto. Para ser honesto, he estado saliendo con los Blood3 desde hace un tiempo. ¿Cómo puede decir eso? Pongo mi mano sobre mi estómago en un débil intento por proteger a cualquier bebé que pueda estar creciendo en mi interior. No puedo evitar que las lágrimas broten de mis ojos. Sé que luzco desesperada y patética mientras un río de lágrimas corre por mis mejillas. Todo lo que pensé que tenía con Marco acaba de desaparecer ante mí. Me siento más sola que nunca en mi vida. ―No puedo creer esto ―digo casi en un suspiro. Debería decirle mi secreto. Tal vez le haga cambiar de parecer saber que puede que tengamos un bebé. Pero si no estoy embarazada, ¿estoy sólo prolongando lo inevitable? ―Yo simplemente no quiero que me fastidies por ser un Blood ―él suelta―. Todos mis amigos se unieron. Miro hacia abajo a mis uñas. Las pinté la noche anterior y dibujé un corazón rojo en el medio de cada una. En mis pulgares, dentro de los corazoncitos, puse las iniciales MD: Marco Delgado. Pensé que estaría halagado. Obviamente, estaba delirando. Rápidamente escondo mis pulgares en mis puños. ―Lo siento ―dice, luego frota mi hombro como un padre consolando a su hijo―. No llores. Nosotros podemos seguir siendo, ya sabes, amigos… amigos con beneficios incluso. ―Yo no quiero que seamos amigos con beneficios, Marco. Yo quiero ser tu novia. ―Todo el contenido de mi almuerzo amenaza con salir fuera.

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Chicago Memorial: Hospital muy importante ubicado en la zona norte de Chicago.

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Se refiere a los Latino Blood.

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¿Qué es lo que la banda le está dando que yo no pueda darle? Él se queda en silencio y patea la arena de nuevo. Mis manos caen sin fuerza a mis costados mientras me doy cuenta de que no puedo arreglar esto. Él me mira de forma diferente, como si yo fuera sólo una más de las chicas del colegio, y no la chica de sus sueños o la futura madre de sus hijos. Él saca su celular del bolsillo y le echa un vistazo a la hora. ―Umm… sobre lo de esta noche… ―¿La fiesta de fin de año en Maltti’s? ―Es la “oficial y no oficial” fiesta de pizza para los estudiantes de Fairfield High. Ellos ponen una gran tienda fuera de su restaurante y tienen DJ y eso de toda-la-pizza-que-puedas-comer desde las 18 hasta las 23 horas. Después de eso la mayoría de los estudiantes pasan el tiempo en el campo de fútbol americano de Fairfield hasta que la policía viene a disolverlos. ―Sí ―dice él―. Así que si sabes de alguien que quiera volarse, házmelo saber. ―¿Estás vendiendo drogas? ―le pregunto. Él se encoge de hombros. ―Es dinero. ―Es dinero sucio, Marco. E ilegal. No lo hagas. Podrías ser arrestado y enviado a prisión. ―No necesito una puta charla de tu parte. Él revisa su celular de nuevo. ¿Está esperando que alguien le llame o le envíe un mensaje? Siento como si ya hubiera perdido todo lo que tuvimos una vez. Las lágrimas corriendo silenciosamente por mis mejillas son la prueba de que definitivamente no estoy bien, pero a él parece no importarle. Las limpio de mis mejillas y me maldigo a mí misma por ser tan débil. Puedo manejar esto. Soy una chica independiente que no necesita de un chico para saber qué hacer. Obviamente este es mi problema, sólo mi problema. Si estoy embarazada, él lo descubrirá cuando vea mi panza hinchada como una pelota. Él sabrá que es suyo. Si elige aceptarnos y limpiar su vida, hablaremos. Miro hacia Marco y le doy una pequeña sonrisa. ―No quiero controlarte. Nunca quise ser la chica que te retuvo.

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―Pero lo hiciste… lo fuiste. Ya no puedo más. Supongo que en realidad no soy independiente. Nuestra relación me definía, y me gustaba de esa manera. No puedo creer que él me quiera fuera de su vida. No tiene ningún sentido. Recibe un mensaje, pero no puedo ver de quién es. Él escribe de vuelta. ―¿Puedes llegar a casa por tu cuenta? ―me pregunta. Sus dedos se mueven rápidos y furiosos mientras continúa escribiendo. ―Supongo. ―Genial ―él se inclina y me besa en la mejilla―. Mis amigos pensaron que te pondrías toda loca. Pensaron que me ibas a golpear o algo así. Ahora que lo pienso… pero no, no podría golpearlo. Antes de que pueda abrir la boca para suplicarle que vuelva y perder toda la dignidad que me queda, se da vuelta y se va. Luego, él simplemente se ha ido. Fuera de mi vista, pero definitivamente no fuera de mi mente. Eligió a la banda antes que a mí. Jadeo. Miro al lago y tengo la tentación de saltar dentro, para nadar y pretender que esto no está sucediendo. La desesperación se apodera de mí como las olas que lavan las huellas en la arena de la costa, y empiezo a temblar incontrolablemente. Mis rodillas se derrumban en la arena y puedo sentir mis lágrimas calientes caer de nuevo. Esta vez no las aparto. Rompo a llorar recordando todos y cada uno de los momentos que Marco y yo pasamos juntos, y rezando porque mi periodo sólo esté retrasado y yo no esté verdaderamente embarazada. Quedarme embarazada a los quince años nunca fue mi plan.

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Capítulo 3 Luis

Supongo que mi secreto ha salido a la luz. Si no fuera por esa maldita serpiente, no me hubiese caído del acantilado y mi ´amá no estaría sentada en la habitación del hospital amenazándome con los ojos entrecerrados diciéndome en silencio que estoy metido en problemas. El caso es que no tenía veneno corriendo por mi cuerpo. Uno de los colmillos de la serpiente pinchó un nervio de mi mano, siendo esa la razón por la que la tenía entumecida. Mientras el padre de Brooke me llevaba al hospital, sabía que había sobrevivido a la mordedura y la caída, pero todavía tengo que sobrevivir a mí ´amá. Mientras me caía por el peñón, me rasgué bastante las piernas. Debería estar agradecido por haber podido sujetarme a la parte de una roca que sobresalía con la mano buena, incluso aunque me hubiese arrancado la piel de la palma hasta la muñeca y casi necesitara puntos de sutura. Al final, el doctor decidió que los cortes no eran lo suficientemente profundos para eso y le pidió a una enfermera que me vendara nada más. Mi ‘amá cruzó los brazos sobre su pecho. ―Me has dado un susto de muerte, Luis. ¿Quién te dijo que escalaras montañas sin arnés de seguridad? ―Nadie. ―Fue una estupidez ―me dijo, señalando lo obvio mientras observaba a la enfermera vendarme la mano. ―Ya lo sé. Miré hacia mi hermano Alex, apoyado en la ventana mirándome. Estaba negando con la cabeza, probablemente preguntándose cómo era posible que tuviera dos hermanos menores destinados a hacer estupideces. Nuestro padre murió antes de que yo naciera, por lo que Alex se convirtió en el hombre de la casa desde que tenía seis años. Tengo que reconocer que tiene mérito. Él siempre trató de alejarnos de problemas. Aunque Carlos siempre fue una causa perdida. Mi ‘amá decía que nació dando patadas y gritando y no paró hasta ser un adolescente.

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Entonces usó toda esa energía acumulada para comenzar peleas con quien fuera tan estúpido como para encabronarlo. Alex tenía veinte años cuando mi ‘amá envió a Carlos a vivir con él para que Alex lo llevara por el buen camino. Ahora Carlos era militar y Alex estaba a punto de casarse con Brittany Ellis, la chica con la que había estado desde secundaria. Una enfermera asomó la cabeza en la habitación. ―Sra. Fuentes, tiene que firmar unos papeles. En cuanto mi ‘amá salió de la habitación, Alex caminó hacia a mí. ―Eres un hijo de puta con suerte ―dijo―. Si alguna vez me entero de que escalas sin arnés de nuevo, yo personalmente te voy a patear el culo. ¿Entendido? ―Alex, no fue culpa mía. ―Joder ―dijo cubriéndose los ojos con la mano como si tuviese un fuerte dolor de cabeza―. Suenas igual que Carlos. ―No soy Carlos ―le contesté. ―Entonces no actúes como él. Me caso dentro de dos semanas. Dos semanas, Luis. Lo último que necesito es a uno de mis hermanos cayéndose de un jodido acantilado y matándose. ―Técnicamente no era un acantilado ―le dije―. Y las probabilidades de una mordedura de serpiente en el ascenso son casi… ―Dame un respiro ―dijo interrumpiéndome. No me importan las estadísticas, Luis. Quiero a mi hermano en mi boda. Cinco chicas, incluyendo a Brooke, Jamie, y tres de sus amigas, aparecieron en la puerta. Todas traían globos que decían: ¡Qué te mejores pronto! Me reí con apuro mientras mi hermano miraba con shock el desfile de chicas que ataban los globos a los barrotes de mi cama. ―¿Cómo te sientes? ―preguntó Brooke. ―Como una mierda ―le dije levantando las dos manos vendadas, una por la mordedura de la serpiente y la otra por haberse desgarrado en las rocas.

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―Hemos venido para hacer que te sientas mejor ―dijo Jamie. Sonreí e inmediatamente me sentí mejor. Ahora que sabía que no estaba a punto de morir, todo estaba bien. ―¿En qué habéis pensado, chicas? Me pareció oír resoplar a mi hermano mientras daba un paso atrás y las chicas rodeaban mi cama. ―¿Quieres que te dé un masaje en la espalda? ―preguntó Angélica Muñoz con coquetería. ―He traído galletas de la panadería Pearl Street Mall ―dijo Brooke―. Puedo darte de comer ya que no puedes usar las manos. ―Tiene que ser una broma ―dijo Alex detrás de ella. Angélica se puso detrás de mí y comenzó a masajearme la espalda, mientras que Brooke tomaba una de las galletas de chocolate y la llevaba a mi boca. Mi futura cuñada entró en la habitación, con sus botas de tacón alto resonando en el suelo del hospital y su pelo en una larga cola de caballo rubia cayendo por su espalda. Echó una mirada a su alrededor y negó con la cabeza confundida. ―¿Qué pasa aquí? ―le preguntó a Alex. ―No preguntes ―dijo acercándose a ella. ―Alex me llamó asustado porque estabas herido ―me dijo. Levanté mis dos manos vendadas. ―Lo estoy. Duele un montón, pero el médico dice que sobreviviré. ―Obviamente ―dijo―. Pero no creo que estés tan feliz cuando tu madre entre en la habitación y pille a su hijo de dieciséis años, rodeado por su propio harén. Ya sabes cómo es de sobreprotectora, Luis. ―Si es como mi madre, se pondrá histérica ―dijo Angélica, luego se volvió hacia las otras chicas―. Tal vez deberíamos irnos. Angélica es una chica con la que he “jugado” casualmente por ahí un par de veces en las fiestas. Ella tiene padres mexicanos, así que lo entiende. Las otras chicas no tienen ni idea de lo protectoras que pueden ser las madres mexicanas.

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Le dije a las chicas que les mandaría un mensaje de texto cuando pudiera usar mis manos, y se fueron justo antes de que mi ‘amá entrara de nuevo a la habitación. ―¿Quién ha traído los globos? ―preguntó―. ¿Han sido las chicas que vi en el pasillo? ―Sí ―le dije―. Son amigas de la escuela. ―No es necesario que entre en detalles sobre cómo me he divertido con tres de las cinco en un momento u otro. Eso traería un sermón que definitivamente prefiero evitar. El doctor me da de alta media hora después; en cuanto le da instrucciones a mí ‘amá sobre cómo tratar las heridas en casa. ―No eres invencible ―me dijo Alex después de que Brittany y mi ‘amá salieran de la habitación―. Ninguno de nosotros lo es. Recuérdalo. ―Ya lo sé. Señala mi pecho con el dedo y bloquea mi camino. ―Escúchame, Luis, porque sé muy bien lo que tenías en la cabeza cuando decidiste escalar sin equipo de seguridad. Te gustó la sensación de adrenalina sabiendo que le estabas diciendo “vete a la mierda” al peligro. Tengo un hermano en el ejército y un mejor amigo que lleva cuatro años bajo tierra, y no voy a darme la vuelta y quedarme tan tranquilo mientras veo que a mi hermanito se le pone dura por coquetear con el peligro. ―Te tomas la vida muy en serio ―le respondo, pasando por delante de él. Ya no soy tu hermano pequeño, Alex, y no soy tan inocente como parezco. Tengo casi dieciséis. ¿Recuerdas a esa chica, Brooke, la que me trajo galletas? Ella tampoco es tan inocente. ¿Quieres saber cómo lo sé? No puedo evitar sonreír mientras Alex se tapa las orejas con las manos para no escucharme. ―No quiero saberlo ―dijo―. Eres demasiado joven, hermano. Te juro que si embarazas a una chica, tendrás más que dos manos vendadas que curar.

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Capítulo 4 Nikki No sé cuánto tiempo ha pasado. Cada vez que recibo una llamada a mi celular y me doy cuenta de que no es Marco, lo ignoro. Cada vez que tengo un mensaje de uno de mis amigos, lo ignoro. No sé cuánto tiempo he estado sentada llorando en la playa, pero no me importa. Le digo a mi bebé que me de fuerzas, pero me siento tan débil como siempre. Hasta que escucho una voz familiar. ―Nik. Miro hacia arriba. Es Kendalll. Kendalll y yo hemos sido amigas desde el pre-escolar, cuando las dos llevábamos el mismo vestido el día de la foto y se la pasaba diciéndole a todos que éramos gemelas, incluso cuando la señorita Trudy dijo que las mentiras no eran parte de nuestra educación en la escuela sobre los “principios básicos”. No sabíamos qué eran los “principios básicos” hasta que regresamos y nos enteramos que eran cuatro, pero cuando la señorita Trudy hablaba de ellos en su voz severa, sabíamos que estábamos en problemas. Antes de decir algo, ella se arrodilla ante mí. ―Me he enterado. Ella podría haber oído hablar de la ruptura, pero no tiene ni idea de que podría estar embarazada. Entierro mi rostro en mis manos. ―No lo puedo creer. ―Lo sé ―se sienta a mi lado. Miro a mi amiga que tiene el cabello claro y ojos color avellana ―exactamente lo contrario a mí. ―Me dijo que no era suficientemente mexicana. Kendalll sacude la cabeza y resopla.

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―Él es un idiota. Sollozo un par de veces, entonces trato de borrar las lágrimas de mi rostro. ―¿Cómo te enteraste? Ella hace una mueca. ―Traté de llamarte y por mensaje, pero no respondiste. Así que le envié un mensaje a Marco y le pregunte dónde te encontrabas. Y me contó. ―Le dije que lo amaba. Entonces me respondió que quería ver a otras personas. Luego me dijo que ya estaba saliendo con los Blood y que podríamos ser amigos. Amigos con beneficios, Kendalll. ¿Puedes creerlo? Como si pudiera cambiar mis sentimientos sacándolos como en un grifo. Sólo decir las palabras amigos y beneficios con el mismo aliento me hace temblar. Kendalll suspira. ―Yo sé que no lo parece en este momento, pero encontraras a alguien más. ―No puedo hacerlo sin él. ―¿Hacer qué? ―pregunta, confundida. Levanto la vista hacia ella, es la única amiga en la que más puedo confiar. ―Puede ser que… esté embarazada. Su mirada de shock se mezcla con una considerable cantidad de pena lo que es suficiente para hacerme llorar de nuevo. Pone sus manos a ambos lados de mi cara y me obliga a mirarla. ―Vas a estar bien, Nikki. Estoy aquí para ti. Lo sabes, ¿verdad? Asiento. Me hubiera gustado escuchar esas palabras salieran de la boca de Marco. ―¿De cuánto es el retraso? ―pregunta. ―Una semana y media. ―¿Te has hecho una prueba de embarazo?

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Sacudo la cabeza. Supongo que pensé que después de que le dijera a Marco, íbamos a ir juntos a una farmacia de alguna ciudad cercana donde nadie nos conociera. Kendalll me obliga a levantarme. ―En primer lugar, vamos a ir por una prueba de embarazo. Luego vamos a averiguarlo. Escucha, sea lo que sea no puedes cambiarlo. Vamos a averiguarlo para estar seguras. ¿Bien? La verdad es que en este momento no sé si quiero saberlo con certeza. La ignorancia es la felicidad, ¿no? Guardo silencio, mientras Kendalll conduce a una farmacia de regreso a su casa. Me siento en la orilla de la bañera y mordiéndome las uñas de las manos nerviosamente mientras ella lee las instrucciones y me entrega la tira en la que tengo que hacer pis para saber si estoy embarazada de Marcos o no. Miro la varita. ―No puedo ―le digo a Kendalll―. Yo sólo… necesito ver a Marco una vez más. Tengo que hablar con él cara a cara antes de hacer esto. Estará con Malnatti. Si lo puedo sacar lejos de la fiesta y hablar con él, tal vez podamos arreglar las cosas. ―Yo… no sé si eso es una buena idea. ―Tengo que verlo esta noche, Kendalll. ―Miro la prueba de embarazo―. No puedo hacerlo sin él. Sé que sueno desesperada. Sólo tengo que averiguar si hay algo que pueda hacer para que cambie de opinión acerca de Latino Blood… sobre mí… y las drogas. Kendalll se detiene. ―¿Estás segura de que quieres hablar con él esta noche? ―Sí. ―Siento que tengo mucho que decirle, me tomó por sorpresa y con la guardia baja para decirlo antes. Si sabe lo mucho que realmente me preocupo por él, tiene que cambiar de opinión. No puedo imaginar a otra chica que lo ame más que yo. Pongo la prueba de embarazo de nuevo en el paquete y la meto en mi bolso. ―Vamos, vamos para que te ayude a prepararte, entonces ―dice y mientras me lleva a su habitación y busca en su armario para encontrar algo para que me ponga―. Creo que ver a Marco en este momento es una idea horrible, pero si estás decidida, no te voy a detener. En

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primer lugar voy a asegurarme de que te ves tan sexy, que Marco se hará mierda en sus pantalones cuando te eche una mirada. Al final, Kendalll escoge unos jeans ajustados y una camiseta de diseño que su mamá le dio después de que ella decidiera que ya los no quería más. Cuando llegamos a la fiesta, hago una respiración profunda y mantengo la cabeza erguida mientras camino a través de la gran carpa blanca de Malnatti con Kendalll a mi lado. Reviso el área principal. Parece que toda la escuela está aquí celebrando el comienzo de las vacaciones de verano. La música suena. Algunas personas están comiendo. Algunas personas están bailando. Reviso la tienda en busca de su cara familiar que hace que mi corazón se acelere cada vez que lo miro. Finalmente lo veo… está con Mariana Castillo en la esquina trasera. Ella es una de las chavas rudas y bonitas de los Latino Blood que la mayoría de las chicas de Fairfield evitan. La está besando de esa forma tan familiar que conozco muy bien. Y estaba acariciando su culo con sus manos con las cuales me tocaban estando desnuda hace dos días. No. Cierro los ojos, deseando que la imagen desaparezca. Pero no sucede. Abro los ojos, y ahora me doy cuenta de que la mayoría de los estudiantes de primer y segundo año me miran. Recibo miradas de lastima de las chicas del lado del norte, pero me doy cuenta de que la mayoría de las chicas Latina de la zona sur están susurrando entre sí y riéndose. Están regocijándose, felices de que Marco se deshiciera de su novia rica del lado norte. Le digo a Kendalll que no me siga cuando doy la vuelta para salir corriendo de la tienda, sin detenerme hasta que llego a mi casa unos veinte minutos más tarde. Pongo el cerrojo de arriba y me encierro en mi habitación, sintiéndome como una completa estúpida. Saco la prueba de embarazo de la parte del cierre de mi bolso y desenvuelvo la tira. Dejo escapar un suspiro largo y lento. Esto es todo. El momento de la verdad. Entro al cuarto de baño, contenta de que el resto de mi familia está viendo la televisión en el cuarto familiar.

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Después de seguir las instrucciones, tengo la tira en mi mano y espero con impaciencia que aparezcan los resultados. Mientras observo la pequeña ventana de plástico que me dirá mi destino, recuerdo que Marco me enseño tres cosas que ahora recorren mi mente: los chicos mienten para tener sexo, no confiar en cualquier chico que diga te amo, y nunca salir con un chico que viva al lado sur de Fairfield.

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Capítulo 5 Luis Dos semanas después de mi pelea con la serpiente, estoy con un esmoquin4 en la boda de mi hermano. Nunca pensé que vería a Alex casarse. Por otra parte, nunca pensé que estaría de vuelta en Illinois. Esta vez, sin embargo, estamos en una casa alquilada en Sheridan Road, en Winnetka. Está a menos de quince minutos desde el lado sur de Fairfield, donde vivíamos, pero se siente como un mundo totalmente distinto. ―¿Estás nervioso? ―le pregunto a Alex mientras lo veo intentar ajustarse el lazo del cuello para que le quede recto. ―Estoy bien, Luis. Es sólo que esta maldita cosa no se queda derecha. ―Gruñe Alex, deslizando la banda de tejido por debajo de su arrugado cuello blanco y la tira al suelo antes de pasarse la mano por el pelo. Suspira profundamente, y luego me mira―. ¿Cómo es que llegaste a amarrarte la tuya sin verte como si un niño lo hubiera hecho? Saco un pedazo de papel doblado del bolsillo de atrás de mi pantalón de esmoquin alquilado, ignorando el dolor de mi todavía dolorida mano. ―Imprimí las instrucciones en Internet. ―Le digo con orgullo, mientras sostengo el pedazo de papel. ―Eres un geek5 Luis. ―Nuestro hermano Carlos interviene mientras se mueve desde el lado opuesto de la habitación, quitándome las instrucciones de la mano. Carlos no tiene que preocuparse por alquilar un esmoquin porque está vestido con su uniforme de gala del ejército. Por la forma en que se mantiene derecho y alto cuando lo viste, yo sé que está orgulloso de estar en servicio, en lugar de estar en la banda en que estaba cuando vivió en México conmigo y con mamá. Es un traje de etiqueta masculino para lucir en fiestas nocturnas como entregas de premios, cócteles y otros actos sociales 5 Es un término que se utiliza para referirse a la persona fascinada por la tecnología y la informática. En español también se lo utiliza como el equivalente de friki, es decir, raro. 4

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―Aquí. ―dice Carlos mientras recoge la corbata y la empuja junto con las instrucciones en la mano vacía de Alex―. No quieres tener a esa novia tuya esperando en el altar. Ella podría decidir dejarte y casarse con un tipo blanco con una cartera de inversiones en tu lugar. ―¿Tratas de hacerme enfadar? ―dice Alex, empujando a Carlos lejos cuando se éste se ríe del plástico transparente que envuelve una rosa roja puesta pulcramente en el ojal del traje de Alex. Carlos asiente con la cabeza. ―Lo estoy tratando. No he tenido la oportunidad de darte la lata desde que me enviaron al servicio hace nueve meses, Alex. No puedo parar. Justo cuando estoy a punto de ofrecerle a Alex amarrar la corbata para él, mi 'amá entra en la habitación. ―¿Qué están haciendo mis niños? ―pregunta, como si fuéramos niños pequeños que todavía andan por ahí. ―Peleando. ―dice Carlos de manera casual. ―No hay tiempo para eso. Carlos le da un beso en la mejilla. ―Siempre hay tiempo para pelear cuando eres un Fuentes. Ella lo mira, luego mira hacia el techo. ―Dios mío ayúdame. Ella agarra la corbata de Alex y la envuelve alrededor de su cuello. Como es una profesional, la ata en menos de treinta segundos. ―Gracias, Ma. ―dice Alex. Cuando termina, ella mira a Alex y tapa su cara con sus manos. ―Mi hijo mayor se va a casar. Tu padre estaría muy orgulloso de ti, Alejandro. Te graduaste en la Universidad, y ahora te vas a casar. Sólo... no te olvides de dónde vienes. ¿Me entiendes? ―No lo olvidaré. ―le asegura. Mi 'amá le reafirma su flor en el ojal de la solapa, y luego da un paso atrás y nos mira a los tres. Sus manos se aferran contra su corazón y sus ojos se ponen acuosos.

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―Mis hijos están ya grandes. ―No llores, Ma. ―le dice Alex. ―No lo hago. ―Miente mientras una lágrima se escapa por el rabillo del ojo y corre por su rostro. Rápidamente se la seca, luego se endereza y se dirige a la puerta―. Carlos y Luis, deben reunir al resto de los padrinos de boda y decirles que se alineen rápido. Ella mira a Alex. ―Termina de vestirte, Alejandro. La procesión está a punto de comenzar. Ella cierra la puerta, dejándonos solos. Veo que Alex se acerca a la ventana con vistas al lago Michigan. Las sillas acomodadas en la playa privada están con los invitados esperándolos a él y a su novia. ―No puedo hacer esto. ―dice. Yo me acerco, con la esperanza de obtener una pista de que está bromeando. No lo está. Miro el reloj en la pared. ―Umm, Alex, te das cuenta de que la boda debe empezar en diez minutos, ¿no? ―pregunto. ―Yo manejaré esto. ―dice Carlos, tomando el control. Coloca las manos en los hombros de Alex. ―¿Engañaste a Brittany? Alex niega con la cabeza. ―¿Estás enamorado de otra chica? Otra sacudida de negación. Carlos se inclina lejos de Alex y cruza los brazos sobre su pecho. ―Entonces te vas a casar. No salí y volé hasta Chicago para que tú canceles la boda, Alex. Y además, te gusta la gringa, y prometiste que te casarías con ella después de que ambos os graduarais en la universidad. Este es un hecho. No puedes retroceder ahora. ―¿Qué has hecho, Alex? ―Yo le pregunto, completamente confundido ahora.

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Él suspira profundamente. ―No le he dado a Brittany la noticia de que al final del verano nos mudaremos de vuelta a Chicago. Toda nuestra familia ha vivido en Colorado por casi tres años. Volviendo aquí no va a volar con Brittany. ―¿Qué quieres decir, con que vais a volver a Chicago? ―Es una larga historia. Los padres de Brittany están peleando por la custodia de su hermana Shelley, en el estado de Illinois. Ella tiene veintiuno y puede pedirle al estado financiación para su cuidado. Esto significa que se irá de Sunny Acres y se trasladará aquí. Brit no lo sabe todavía. Ella tampoco sabe que me aceptaron en la escuela de Postgrado Northwestern. Yo acepté. ―¿Y no le has dicho nada de eso? ―Pregunta Carlos―. Oh, hombre, estás jodido. Alex se frota la parte posterior de su cuello y se estremece. ―Ni siquiera le dije que había enviado la solicitud a Northwestern. Ella piensa que vamos a quedarnos en Boulder después de la boda. Sé muy bien que la casi esposa de mi hermano no quiere volver a Illinois. Le he oído hablar de su miedo de volver al lugar donde le dispararon a Alex y le golpearon a punto de acabar con su vida por salir de los Latino Blood. Él le dijo que era seguro ahora, ya que la banda se había dividido en diferentes facciones y el nuevo jefe de la banda, Chuy Soto, estaba en la cárcel. Le hemos asegurado a Brittany que Alex no tiene un objetivo en la espalda, pero ella es escéptica. Sé que Alex tuvo que convencer a Brittany para tener su boda aquí. Creo que ella estuvo de acuerdo por la única razón de que esperaba que sus padres asistieran a la ceremonia, a pesar de su odio por mi hermano. Lo odian porque es mexicano. Y porque es pobre. Y porque estaba en una pandilla. Él todavía batea dos de tres, lo que lo hace un partido inaceptable para su hija. Ella viene de una familia rica, blanca y estirada. Tengo que darle al Sr. Ellis, a su padre, un poco de crédito. Trató de conocer a Alex. Hace un tiempo cuando llegó para una visita a Boulder, invitó a Alex a jugar al golf. Lo que era una mala idea. Mi hermano no es el tipo de los del golf. Una mirada a sus viejos tatuajes de pandilla debería haber sido una pista.

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Los padres de Brittany no han llegado. Todavía no, por lo menos. Brittany espera tener a sus padres a su lado cuando camine por el pasillo, pero el plan B es caminar con el padre de la novia de Carlos, el Dr. Westford. De cualquier manera, mi hermano estará esperándola al final del pasillo hacia el altar. Alex se encoge de hombros en su chaqueta de esmoquin negro y se dirige a la puerta. ―Prométeme una cosa. Si me echa a patadas de nuestro dormitorio esta noche, me dejas dormir en el tuyo. ―Lo siento, hermano. ―dice Carlos―. He estado lejos de Kiara durante nueve meses. No voy a compartir mi habitación de hotel con nadie más que con ella. Además, la novia virgen deseará consumar el matrimonio. Alex rodó sus ojos. Estoy bastante seguro de que consumaron su relación hace años. También estoy bastante seguro de que Carlos sabe que lo han hecho. ―Tienes que decírselo. ―le digo―. Antes de la boda. ―No hay tiempo. ―Interviene Carlos, totalmente divertido―. Qué bueno es comenzar tu matrimonio con mentiras y engaños. Eres un modelo estelar, hermano. ―Le da un golpecito nuevo de Alex. ―Cállate, Carlos. Se lo diré. ―¿Antes de la ceremonia, o después? ―Pregunto. Desde las ventanas abiertas, la música del arpa comienza a entrar en la habitación. Los tres nos miramos el uno al otro. Sabemos que nuestra familia nunca más será la misma. ―Bueno, chicos, eso es todo. ―dice Alex, al abrir la puerta. Se detiene de pronto y agacha la cabeza. Cierra fuertemente los ojos―. Ojalá estuvieras aquí Paco. ―murmura. Paco era el mejor amigo de Alex. Murió cuando él y Alex eran mayores en la escuela secundaria. Mi hermano nunca lo ha superado. ―Yo también. ―le digo, persignándome mientras pienso en el tipo al que tratábamos como si fuera un Fuentes. ―Sí. ―dice Carlos―. Pero él está aquí. Sabes que está viéndonos.

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Alex asiente con la cabeza, luego se endereza. Si no fuera por Paco, Alex no estaría aquí. Estaría en un ataúd, también. Mis hermanos no saben que yo sé cómo murió Paco. Héctor Martínez, jefe de los Latino Blood, le disparó a Paco. Héctor también mató a mi padre, e incluso disparó a Alex. Héctor era el enemigo. Mi vida habría sido muy diferente si el enemigo no estuviera muerto, porque hubiera dedicado mi vida a vengarme. Tenía once años cuando me enteré de que él le disparó a papá cuando Alex tenía seis años y mi 'amá estaba embarazada de mí. Me contuve las ganas de venganza, pero lo sentí como un fuego lento que quemaba dentro de mí hasta que la muerte de Héctor hace años hizo que mi familia estuviera a salvo. Sólo el pensar en Héctor Martínez me saca de quicio. Tomo una respiración profunda y sigo a Alex y a Carlos en la procesión. Estamos cerca del sacerdote con el resto de los invitados de boda, y por el momento me olvido del pasado. ―Alex, ¿tienes las arras? ―Carlos le pregunta. Las arras son las trece monedas de oro que le da a Brittany como un símbolo de su fe y confianza en ella. Han pasado de mis abuelos a mis padres, que es una buena cosa, porque no hay forma en que mi hermano sea capaz de pagar las monedas de otra manera. No está teniendo una boda tradicional mexicana ya que Brittany no es mexicana, pero han puesto algunas de las tradiciones de México en la ceremonia. Alex se acaricia los bolsillos. ―Mierda. Dejé las arras en la habitación. ―Iré a por ellas. ―le digo, y luego voy atrás a los vestuarios improvisados. ―Date prisa. ―Oigo a Carlos y Alex decir detrás de mí. Abro la puerta a los camerinos y encuentro que no estoy solo. Una chica de mi edad está en la habitación, mirando por la ventana. Su vestido blanco contrasta con su piel de color miel, y justo delante de ella paro en seco. Ella es caliente, con el pelo oscuro y ondulado corriendo por su espalda y una cara que me recuerda a un ángel. Ella es, obviamente, una invitada a la boda, pero nunca la he visto antes. Definitivamente me acordaría de ella si así fuera. Le amago una sonrisa. ―¡Hola! Yo soy Luis. ¿Quieres charlar conmigo?

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Ella no dice nada. Señalo a la puerta. ―Umm... la boda va a empezar. ―le digo, pero está claro por la forma en que voltea sus ojos que no le importa. ―Amigo, habla inglés. ―dice―. Esto no es México. Whoa. Chica con una actitud en casa. ―Lo siento. ―le digo―. Pensé que podrías ser mexicana. ―Yo soy estadounidense. ―Dice ella, entonces muestra un teléfono celular y lo agita en el aire―. Y yo estoy en el teléfono. Es una conversación privada. ¿Te importa? Un lado de mi boca se curva. Podría afirmar que es una americana completa, pero me apuesto mi huevo izquierdo a que tiene un poco de sangre mexicana corriendo por sus venas luchadoras. Recojo las arras y le regalo una sonrisa. ―Guarda un baile en la recepción para mí, mi chava. Ella cuelga con quien estaba hablando y se burla de mí. ―Ugh, eres uno de esos tipos que coquetean y con una sonrisa obtienen una chica, luego tiran a esa pobre chica de culo cuando menos se lo esperan. ―Oh, por lo que veo has oído hablar de mí. ―le digo, a continuación, y le guiño. Ella empieza a salir de la habitación en un arranque de ira pero yo la detengo. ―Sólo estaba bromeando. No tomes la vida demasiado en serio, mi chava. El ángel se acerca a mi cara. Lo hace para intimidarme, pero lo que hace es encenderme. ―¿Cómo te atreves a decirme que no me tome la vida demasiado en serio? ¡Ni siquiera me conoces! Yo no me meto con las chicas con actitud. He estado con suficientes de ellas para saber que son creídas y con muchos más problemas de lo que valen. Sin embargo, siempre me han intrigado. No puedo evitarlo. Creo que es la sangre Fuentes la que me hace meterme con chicas a quienes la mayoría evitaría.

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―Luis, estás atrasando la ceremonia. ―mi 'amá llama fuerte por el pasillo. Ella entra en la habitación, y luego levanta una ceja al verme lo suficientemente cerca del ángel como para que si me inclino hacia delante lo más mínimo, estaría besándola. ―¿Qué está pasando aquí? ―Exige, como si estuviéramos a punto de hacer algo y ella hubiera llegado justo a tiempo para interrumpirlo. ―Sí, ¿Que está pasando? ―le pregunto a la chica, deliberadamente poniéndola en la mira. La chica alza el celular. ―Yo estaba en medio de una llamada cuando él llegó aquí y comenzó a intentar ligar conmigo. ―Ese es mi hijo. Y tú eres… ― Mamá lo dice con los ojos entornados en rendijas. Oh, hombre. Ella está en el modo de interrogatorio. No quieres encontrarte con mi 'amá cuando ella tiene su mente puesta en conseguir información tuya. ―Nikki Cruz. ―dice la chica con orgullo―. Mi padre fue el cirujano de Alex. No mexicana, mi culo. Yo estaba en lo cierto. Este ángel tiene más que un poco de color rojo, blanco y verde en la sangre corriendo por sus venas. El Dr. Cruz fue el que quitó la bala del hombro de Alex en el hospital cuando le dispararon años atrás. El doctor ha estado en contacto con Alex desde entonces, vigilándolo. Mamá asiente con la cabeza, a continuación, examina a Nikki Cruz ―la hija de un cirujano― de pies a cabeza. ―La boda está a punto de comenzar. Ándale, Luis. Antes de dar la vuelta y salir de la habitación, le doy a Nikki un guiño totalmente arrogante y secreto que estoy seguro va a traer una vez más esa actitud latina con toda su fuerza. Ella me muestra su dedo del medio. No lo hace para entretenerme, pero me entretiene. No puedo esperar a la recepción. Al igual que mis dos hermanos mayores, nunca le doy la espalda a los desafíos, y Nikki Cruz no se entregará fácilmente. Al final de la noche apuesto a que podré convencerla de ser mi próxima novia, bueno, al menos hasta mi vuelo de regreso a casa en Colorado.

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Capítulo 6 Nikki Veo a Luis mientras sigue a su madre fuera de la habitación con la cabeza bien alta y arrogante. Yo estaba a punto de colgarle a Kendalll, cuando apareció en la habitación y me congeló. Por un segundo pensé que era Marco. Ambos tienen la misma altura, la edad y el físico. Cuando Luis me sonrió sentí un parpadeo de atracción, el pánico me atravesó. No puedo bajar la guardia, y un tipo como Luis es tan peligroso como Marco. Puedo decirlo por esa sonrisa. Parece bastante inocente, pero yo se que no. Podría ser capaz de engañar a las otras chicas, pero no a mí. Ya han pasado dos semanas desde que Marco y yo nos separamos, y el dolor es todavía tan crudo como lo era cuando me dejó en la playa. No quiero volver a sentirme desesperada y destruida como me sentí esa noche. Si el odio y comportarme como una perra me protegen, los utilizaré. Tengo mi cabeza en alto mientras camino de vuelta a la ceremonia. La música comienza, y rápidamente agarro el asiento vacío entre mi mamá y mi hermano menor, Ben. Ben está encorvado en su silla, molesto porque mamá y papá no lo dejaron jugar con el portátil de videojuegos. Él tiene que sentarse aquí como otro aburrido chico de doce años de edad en esta boda. Mis padres y Ben no tienen idea de que Marco y yo nos separamos. Yo no quería hablar de ello. Tampoco quería que mis padres se regodearan y dijeran “te lo dije”. A Ben no le importaba ya que él apenas dijo dos palabras de Marco en el tiempo que estuvimos saliendo. Si mis padres se salieran con la suya, probablemente querrían arreglarme un matrimonio, porque me quieren con un buen chico que venga de una “buena base”. Lo último que quiero es que mis padres escojan a mis novios o, Dios no lo quiera, a mi futuro marido. Ben no ha tenido una novia todavía. Él ha sido eximido de la opinión de los padres en su vida amorosa, debido a que su vida amorosa es inexistente, a menos que cuentes la princesa Amotoka del juego en línea que juega. Ni hace falta decir, que no es real.

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Mis ojos se pierden en la parte delantera, donde Luis está de pie junto al resto de los padrinos de boda. Cuando nuestros ojos se encuentran con una fracción de segundo, me guiña un ojo mientras me muestra una sonrisa matadora. Miro hacia abajo, pretendiendo estar repentinamente muy interesada en un hilo suelto en el ruedo de mi vestido. Siento náuseas. Justo detrás de mí oigo un susurro de chica en voz alta. ―¡Oh Dios mío! ¿Ves a ese bombón con el pelo de punta? Oh Dios mío, ¿quién es? Si ella dice Oh Dios mío de nuevo, me daré la vuelta y la golpearé. ―Es el hermano de Alex, Luis. ―Alguien le explica a la chica Oh mi Dios. ―Creo que él me guiñó un ojo. ―Oigo su grito. No menciono que tengo una buena idea que su guiño era para mí. Me obligo a no hacerle caso y me centro en la novia y el novio. Sólo desearía que no fuera tan difícil para mí no mirar a Luis, por la única razón de que estoy haciendo mi mejor esfuerzo para no mirarlo. Odio eso. La ceremonia es como cualquier otra ceremonia de boda en la playa al atardecer, mientras el sol se pone. De acuerdo, admito todo el conjunto es súper genial, pero la playa tiene un ambiente negativo para mí en este momento. Yo pensé que era mi lugar especial con Marco, pero no lo es. Estar aquí, mirando al lago Michigan, en el fondo, sólo me recuerda a nuestra separación. La novia, Brittany, está a punto de caminar por el pasillo, pero ella duda y mira con ansiedad a la entrada antes de tomar el brazo de un hombre mayor que es su escolta. ―Pobre chica. Sus padres no se presentaron. ―Me susurra mi mamá. ―¿Por qué no? ―Pregunto. Mamá se encoge de hombros. ―No estoy segura. Acabo de oír algunas de sus damas de honor hablar de ello antes de que la ceremonia comenzara. Brittany camina por el pasillo y se ve como si hubiera salido de las páginas de una revista de novia de diseñador. El novio, Alex, no puede apartar los ojos de ella. Tan pronto como el sacerdote abre su libro de oraciones para iniciar la ceremonia, no puedo dejar de mirar a Luis. Él escucha atentamente al sacerdote y de repente tiene una mirada seria, preocupada en su rostro. Me pregunto por qué, hasta que… ―No se pueden casar. ―grita Luis en voz alta.

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Más de unos pocos jadeos se escuchan en la multitud. Cada invitado está en estado de shock. Esto se está poniendo bueno. Alex se tapa los ojos con su mano. ―No. ―le dice a Luis. Luis camina hacia adelante. ―Yo sólo… Alex, díselo. No puedes iniciar tu matrimonio con una mentira. Brittany, cuya boca se ha abierto desde que Luis tomó la palabra, levanta el velo y frunce las cejas perfectamente depiladas. ―¿Decirme qué? ―Se está volviendo más blanca que su vestido de novia, si eso es posible. Espero que el sacerdote o la dama de honor, que parece que quieren asesinar a Alex, estén listos para atraparla si se desmaya. ―Nada. ―dice Alex―. Hablaremos más tarde, chica. No es una gran cosa. ―No me digas chica, Alex. ―chasquea su novia. ―Creo que ella lo va a golpear. ―murmura Ben, divertido. La novia no se lo está tragando. Tal vez están a punto de llegar a la conclusión de que el “vivieron felices para siempre” después de todo no existe. ―Es una gran cosa, lo suficiente para que tu hermano pare nuestra boda. ― argumenta Brittany. ―Esto es ridículo. ―Gruñe Alex. Murmura algo al padrino, que parece más divertido que escandalizado. Siento un vínculo de hermandad con Brittany, incluso si ella no es consciente de ello. La madre de Alex, sentada en primera fila, tiene la cabeza inclinada como si estuviera mirando una hormiga en el suelo y fuera la cosa más interesante que ha visto. Creo que la acabo de ver santiguándose. Cuando mira hacia arriba otra vez, tiene puñales en sus ojos mientras mira a Alex y a Luis. Sin ningún lugar para correr, si no es ir a través de la muchedumbre o escapar hacia el agua del Lago Michigan, Alex dice: ―Vamos a vivir aquí de nuevo.

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Brittany parpadea unas cuantas veces. Ella ladea la cabeza hacia un lado como si no hubiera oído bien. ―¿Aquí? ¿Al igual que en Chicago? Lo único que se me ocurre es, Oh… Alex, estás tan perdido. Mirando a los otros invitados viendo cómo este drama se desarrolla, me doy cuenta de un par de chicas dos filas delante de mí, no muy molestas por la cadena de eventos que se desarrollan ante nuestros ojos. Creo que están locas por Alex, y no se sentirán decepcionadas si de pronto es soltero. Estoy seguro de que la chica Oh Dios mío está disponible detrás de mí, aunque Alex es probablemente demasiado viejo para ella. Brittany se retira de Alex. ―Y no me lo dijiste porque… ―Debido a que estabas ocupada con esta boda, y estudiando para los exámenes finales, y, para ser honesto, yo no quería empezar a sacarte de quicio. ―¿Así que mi opinión no importa? ¿Qué pasa con mi hermana? ―Brittany apunta hacia la muchacha en la silla de ruedas al lado de la dama de honor―. Yo no voy a dejarla en Colorado. ―¿Les gustaría a los dos tomar un descanso y hablar de esto en privado? ― pregunta el sacerdote desconcertado. ―No. ―Grita Brittany―. No quiero ir a ninguna parte con él. ―Es tu boda. ―le recuerda el sacerdote―. Umm… ―Mira la Biblia, como si tuviera las respuestas para ayudar a la pareja a arreglar sus problemas. ―Vamos a casarnos y discutiremos esto más adelante. ―Le dice Alex―. Estarás de acuerdo una vez que me escuches. ―Se supone que debemos ser un equipo y tomar decisiones juntos, Alex. La mentira es un ultimátum. ¡Sí! Ella al fin lo está entendiendo. Mintió. Los chicos siempre mienten. Quiero gritar ¡Termina con él mientras tengas la oportunidad! pero me contengo. ―No mentí, chica. Sólo retrasé mencionártelo por un tiempo. Esto no es un ultimátum. Cruza los brazos sobre el pecho. ―Tal vez sí lo es para mí.

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―Cásate conmigo, Brittany, porque sabes que va a suceder de todos modos. Shelley estará con nosotros, te lo prometo. Esto es sobre mantenernos “juntos”. Él cierra la distancia entre ellos. Sin decir una palabra, la acerca a él y le besa en los labios, un beso con lengua, y… me parece escuchar a algunos invitados suspirar sin aliento. Nadie puede quitar los ojos de ese beso sensual lleno de pasión. ¡No caigas en ella! Quiero gritar, pero puedo ver que no sirve de nada. Su ramo de novia cae a la tierra mientras ella envuelve sus brazos alrededor de su cuello. Echo un vistazo a la chica detrás de mí. La chica Oh Dios mío tiene ojos soñadores mientras observa a la sesión de besuqueo. Todas las chicas están haciéndolo. Me puedo imaginar sus mentes corriendo, preguntándose si ellas tendrán una química tal con sus novios/maridos algún día. Con ese pensamiento, echo un vistazo a Luis. Él está mirando directamente hacia mí, y una onda de choque me atraviesa. ¿Y qué si tenemos química? La química no convierte milagrosamente a los chicos malos en buenos. ―Estoy enfadada contigo por ocultarme algo tan importante. ―le dice Brittany a Alex, a pesar de que su condena ha sido, sin duda puesta en duda después de ese beso. ―Lo sé. ―dice Alex―. Te prometo que no tendré otros secretos. ―Pero yo sí. ―dice ella―. Ya que estamos sacando fuera nuestros secretos yo también debo decirte el mío. ―Ella mira hacia abajo a su estómago y coloca su mano sobre su vientre. Cuando mira hacia él, sus ojos están vidriosos―. Alex, estoy embarazada. Mi estómago se aprieta en respuesta.

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Capítulo 7 Luis Cuando me opuse a la boda, yo no sabía que se convertiría en el circo de la familia Fuentes. Yo sólo quería que Alex se lo confesara a Brittany. Eso era todo. No tenía ni idea de que mi próxima cuñada estaba embarazada. Oh hombre, ver la cara de nuestra madre cuando Brittany anunció la noticia fue clásica; su rostro se puso rojo. Me alegro de que se acabara, sin embargo. Brittany dijo el “sí, quiero” y mi hermano dijo “sí, quiero” y ella le pasó las arras de boda a él y Brittany Ellis es ahora Brittany Fuentes. Mi hermano va a ser padre… hombre, yo no lo puedo creer. Ni él tampoco. Después del shock inicial, no ha dejado de sonreír y en un momento dado incluso se arrodilló y besó el estómago de Brittany por encima de su vestido de novia. Miro hacia la pista de baile, veo a todo el mundo divirtiéndose, iluminados por la luna. Mi madre se acerca a mí. Ella todavía está exaltada, pero no puedo estar seguro de si es por la terrible noticia de que va a ser abuela o por el hecho de que mi primo Jorge le estaba dando chupitos de tequila o por darse cuenta de golpe de que acaba de casarse uno de sus tres hijos. Ya he bailado con todas mis primas al menos dos veces. Y también con las amigas solteras de Brittany, que no acudieron con pareja. Una chica se acercó a mí y me agarró el culo, un par de veces, mientras estábamos bailando. Creo que es una de las hermanas de la hermandad de mujeres de Brittany. Ella no tiene ni idea de que tengo quince años, porque me preguntó a qué fraternidad pertenecía. Miro a Nikki Cruz, la única persona que no se está divirtiendo. Ella está sentada en una de las mesas sola. Juro que la chica se sentiría más feliz en un examen final que estando en esta boda. Me dirijo hacia ella. ―Es posible que pienses en sonreír en algún momento de esta noche ―le digo. ―Es una boda, ¿sabes?

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Ella me mira con sus ojos grandes que juro que están hechos de seda marrón. Son oscuros por fuera, pero las luces hacen que sus ojos brillen. ―Sonreír está sobrevalorado ―dice. ―¿Cómo lo sabes si no lo has intentado? ―Agarro la silla a su lado y me siento a horcajadas―. Vamos, a que no te atreves. ―Vete. Está amargada y tratando, lo más posible, de tener su momento de mierda esta noche. Cruzo los brazos sobre el respaldo de la silla. ―¿Sabías que sonreír reduce el nivel de hormonas del estrés en tu cuerpo como la adrenalina y la dopamina? En serio, incluso una falsa sonrisa ayudará. Haz la prueba. Ella me ignora, así que pongo mis manos en mi boca y hago algo que no he hecho en años: ruidos de corral. Empiezo con mi imitación de una oveja y al final con un impresionante mugido. A las chicas les solía gustar cuando yo los hacía en el quinto grado. Se ponían a mí alrededor para entretenerse, que es justo lo que quería en ese momento. Los chicos que no eran divertidos eran ignorados. Yo era un chico que se negaba a ser ignorado. Todavía me niego a ser ignorado. Miro a Nikki, mientras que estoy haciendo los ruidos, pero consigo cero reacción de ella. Nada. Hasta que ella me examina de arriba abajo como si fuera una criatura de otro planeta. ―¿Eres de verdad? ―Tan real como ves, chica. ―Me levanto y extiendo mi mano―. Baila conmigo. Ella examina mis costras y se estremece. ―¿Qué te pasó en la mano? ―Es una larga historia con una serpiente. La serpiente ganó. Es obvio que no me cree. ―¿Por qué no bailas con esa chica de ahí? ―dice, señalando a la chica que me habían presentado como Yvette. Ella era prima o tía de Brittany. Tiene el pelo teñido de rubio y está bronceada. Brittany dijo que está en el equipo de natación de la escuela y el año pasado ganó el estilo libre de doscientas yardas. Gran cuerpo, pero no es mi tipo.

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―¿Quieres que baile con alguien que no seas tú? ―Sí― dice ella, meneando la nariz con aires de princesa. Me encojo de hombros. ―Haz lo que quieras. Lo que sea. Si eso es lo que quiere, puede sentarse aquí y ser una amargada. Miro a la pista de baile. Mi tía Rosalita de trescientos kilos se está moviendo a mí alrededor. La última vez que bailé con ella, me pisó el pie y casi aplastó mis huesos. Justo cuando estoy a punto de dejar sola a Nikki para que se ahogue en su propia miseria, Alex me da unas palmaditas en el hombro. De pie junto a él está el Dr. Cruz, el padre de Nikki. ―Alex me ha dicho que iras a Purdue para estudiar ingeniería aeronáutica después de graduarte en la escuela secundaria ―dice el Dr. Cruz con el mínimo indicio de acento. Me pongo derecho. ―Ese es el plan, señor. ―Bien por ti. Realmente respeto que estés siguiendo los pasos de tus hermanos y trabajes duro. ―Yo respeto eso, también ―dice la mujer que estaba detrás de él. La madre de Nikki, obviamente―. Es admirable. Los chicos que tienen empuje y ambición sin duda llegarán muy lejos en la vida. Me parece oír resoplar a Nikki cuando consigo la aprobación de sus padres. El Dr. Cruz da palmaditas a Nikki en la parte superior de su cabeza. ―Veo que has conocido a mi hija, Nikki. ―Por supuesto. Me invitó a bailar, pero… El Dr. Cruz prácticamente arrastra a su hija fuera de la silla. ―Baila con Luis. ―No me siento bien ―murmura. ―Vamos, cariño. Por lo menos finge que te diviertes.

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―No quiero divertirme o fingir que me divierto, papá. ―No seas grosera ―dijo su madre regañándola, luego la empuja hacia mí―. Baila con el chico. Alzo mi codo para que Nikki lo tome, pero ella pavonea su pequeño cuerpo latino hacia la pista de baile sin esperarme. ―Buena suerte ―me dice el Dr. Cruz. Una canción se reproduce rápidamente y Nikki empieza a bailar con un grupo de gente al azar. La veo mientras ella pretende soltarse. Yo sé que ella está fingiendo porque no está muy sonriente… no está con el ceño fruncido, tampoco. Ella está… allí. Trato de bailar cerca de ella, viendo como su cuerpo se mueve al ritmo de la música. No es una buena bailarina… Es francamente horrible. No parece darse cuenta de su aspecto ridículo mientras sacude su cuerpo como un robot alrededor de la pista de baile. Ni siquiera me mira. De hecho, está ocupada en moverse de un grupo a otro para que nadie pueda reclamarla como su pareja de baile. Hasta que una canción lenta suena. Nikki se detiene bruscamente. Me acerco a su cintura y suavemente la impulso hacia mí. Estamos cara a cara ahora. Ella levanta la vista hacia mí con pestañas largas que casi tocan las cejas y ojos en los que podría derretirme si ella me dejara. No hay duda de la electricidad pulsando a través del aire entre nosotros. Si nos juntáramos, sería explosivo… de una manera muy buena. Ella es intimidante, lo que es sexy como el infierno. Pero no me dejo intimidar fácilmente. ―Hola, corazón ―le digo mirando sus ojos marrones. Espero que sonría. O se ría. No esperaba que me diera con la rodilla en las pelotas y dijera: ―Que te jodan. Que es exactamente lo que Nikki Cruz hace.

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Capítulo 8 Nikki No quería golpear a Luis en las pelotas. Bueno, por lo menos no es del todo cierto. Me refería a darle con la rodilla. Yo no tenía intención de hacerlo tan fuerte; delante de todos, incluyendo a la novia y el novio. Y mis padres. Y su madre. Y todos los demás que se encontraban en la pista de baile a la vez. Mientras que Luis se agarra la entrepierna y se estremece de dolor, me alejo y me dirijo al baño de las mujeres. Es más como una corta carrera. Tal vez si me alejo rápidamente, nadie sabrá que la hija del Dr. Cruz es un completo desastre. Hay pocas posibilidades, lo sé. Me encierro en un compartimento, contenta de quedarme aquí para siempre si eso significa no tener que hacerle frente al resto del mundo por un rato. Después de cinco minutos de pretender que no existo y deseando ser un personaje de ficción de uno de los estúpidos juegos de consola de Ben, creo que no hay moros en la costa, hasta que escucho los tacones de zapatos de una mujer y un golpe en la puerta. Toc, toc, toc. ―Nikki, soy tu madre ―dice ella golpeando con los nudillos la puerta―. Abre. ―¿Qué pasa si no quiero? Su respuesta son más golpes. Abro la puerta lentamente. ―Hola ―le digo, forzando una sonrisa. ―No me saludes, jovencita. Nos has avergonzado por completo a mí y a tu padre ahí afuera. ―Lo siento ―le digo estúpidamente. ―Yo no soy la que necesita una disculpa. ¿Qué, en el nombre de Dios, te pasó Nikki? ―Nada. ―Si yo le dijera, entonces ella sabría mi secreto. No puedo decirle, no ahora, cuando estoy tratando de averiguar qué hacer―. Yo... fue un accidente.

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―¿Un accidente? ―pregunta mamá, no convencida en lo más mínimo. Ella inhala profundamente―. No sé lo que está pasando contigo, pero estás perjudicando a la gente y avergonzarte a ti y a tu familia no es la respuesta. Ya lo sé. Pero yo no podía quedarme allí, mientras que las manos fuertes de Luis se envolvían alrededor de mi cintura. Yo quería poner mi cabeza en su pecho y fingir que era mi caballero de brillante armadura dispuesto a vengar mi honor. Pero eso era una fantasía. Cuando me habló en español me recordó demasiado a Marco y el error más grande de mi vida. No tengo caballero, ni tengo honor. ―Supongo que quieres que me disculpe. Ella asiente. ―Sí. Mejor pronto que tarde. Veo que mi madre sale del baño y me deja sola. Es su manera de hacer que la disculpa sea mi propia decisión, como si no me obligara a hacerlo. Cierro la puerta y apoyo mi cabeza contra la puerta del compartimento. Sé que estoy siendo irracional. No todos los chicos mexicanos son como Marco, al igual que no todas las chicas mexicanas son como yo. En realidad, la mayoría de las chicas mexicanas que conozco hablan español y tienen por lo menos unos cuantos vecinos mexicanos. Yo no. Tal vez juzgué a Luis duramente, pero de nuevo, probablemente lo vinculo perfectamente. Oigo la puerta abierta y el tap-tap-tap de más zapatos de tacón golpeando el suelo del baño. ―Oh Dios mío, no puedo creer que esa chica que bailaba como un monstruo le diera una patada a Luis y lo dejara tirado en la pista de baile. ―escucho a una de las chicas decir. Yo no lo pateé. Utilicé mi rodilla, pero no voy a aclarar su pequeño error. Ahora no, por lo menos. ―¿Probaste sus labios? ―la otra chica dice―. Yum. Volteo los ojos. ―Lo sé, ¿verdad? Yo le he dicho que le ayudaría a curar sus heridas. He quedado en el muelle en cinco minutos. Voy a darte un informe sobre si realmente son besables sus labios. Hay una pausa, así que miró a través del pequeño espacio entre la puerta y el compartimento. La chica del “Oh Dios mío” está colocando sus tetas para que se vean más por encima de su escote, parecen nalgas. Se vuelve hacia su amiga. ―¿Cómo me veo?

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Lo tomo como una señal para salir del baño y aparecer. Tan pronto como se dan cuenta de que no están solas, me miran, luego se miran la una a la otra. Pretendo arreglar mi pelo y el maquillaje en el espejo derecho grande al lado de ellas. Decido dar mi granito de arena. No porque me lo pidan, porque lo necesitan. ―Evitad a los hombres que se parecen a Luis ―les digo―. Hombres como él os van a utilizar para luego dejaros tiradas por otra. La chica “Oh Dios mío” pone su mano en la cadera y me mira de arriba a abajo. ―¿Qué te hace pensar que en realidad me importa? ―Sólo estoy tratando de ayudar. Ya sabes, la unión de chicas y todo eso. ―¿Unión de chicas? ―Dice la chica en tono de burla―. Yo no me uno con chicas que bailan como si estuvieran teniendo un ataque. Y no odio a los chicos, como es obvio que tú sí. Su amiga se ríe. La chica “Oh Dios mío” se une a ella. Se están riendo de mí, al igual que las chicas que estaban en Malnatti la noche que vi a Marco besando a Mariana Castillo. No me debería importar, pero me importa. Salgo del cuarto de baño, dejando solas a la chica “Oh Dios mío” y a su amiga de chismes. Yo no odio a los chicos. Soy... precavida. Mi madre me para mientras paso. ―¿Ya te disculpaste con Luis? ―pregunta. Sacudo la cabeza. ―Estaba a punto ―le digo rápidamente y luego finjo que busco a Luis. Camino por la playa, tomándome mi tiempo para regresar a la fiesta. El choque de las olas contra la orilla y el olor fresco del aire me trae de vuelta al día en que le dije a Marco que lo amaba... La noche en que me enteré que estaba embarazada. Haría cualquier cosa para no ver la decepción y el horror en los rostros de mis padres cuando se enteren de que su hija de quince años de edad quedó embarazada del ex-novio que nunca les había gustado. En algún momento tengo que decirles la verdad: que me hice una prueba de embarazo y que salió positiva, pero sólo de pensarlo me dan ganas de llorar.

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Mientras que la fiesta se anima más en la noche, me siento en una roca muy abajo en la playa y miro la aparentemente interminable extensión de agua. Me siento durante mucho tiempo, escuchando la música tenue procedente de la boda. De vez en cuando tengo un calambre en el estómago que me duele mucho, pero poco a poco lo controlo inhalando y exhalando con respiraciones suaves y controladas. Suficiente mal humor, Nikki. A levantarse y seguir adelante... literal y figurativamente, una voz dentro de mi cabeza me instruye. Me pongo de pie y me giro para ir hacia la fiesta. Mientras estoy caminando y pensando en cómo voy a reunir el valor suficiente para pedirle disculpas a Luis y a continuación, volver a casa y tener la temida charla con mis padres, me tropiezo en algo suave. Miro hacia abajo y me doy cuenta de que sólo he tropezado con ropa. Ropa de hombre... es decir, un esmoquin. Miro a mi alrededor y veo dos siluetas besándose en el agua. Luis y la chica “Oh Dios mío”. Sus chillidos son molestos ecos en el aire. Puedo decir que es Luis porque... bueno, cada vez que lo miraba esta noche, su imagen quedo grabada en mi cerebro. Incluso en la oscuridad instintivamente sé que es él. No puedo creer que él pueda jugar con la chica “Oh Dios mío” sabiendo que es sólo una aventura de una noche. Me doy cuenta que estoy enfadada con Marco y transfiero mis emociones a Luis, porque son muy similares. Malos pensamientos se están ejecutando a través de mi mente, como robarle su esmoquin para que se quede sin ropa. No debo hacerlo. Pero, de nuevo... Sin realmente pensar en el miedo de perder mi valor, cojo la chaqueta del esmoquin de Luis, la camisa, pantalones, calzoncillos y zapatos. Puedo coger la cartera de Luis de su bolsillo y dejarla en la arena. No tiene sentido que piense que le he robado la cartera, después de todo. Lanzo la ropa detrás de una roca y regreso a la zona de recepción. Me gustaría poder ver su cara cuando tenga que buscar, todo desnudo, su ropa. La dejé donde pudiera encontrarla fácilmente... a la luz del día. Le va a resultar difícil con la luz de la luna. ¡Sí! Por primera vez en semanas, me siento poderosa. ―Nik ―dice Ben―. Mamá y Papá te han estado buscando. Estamos a punto de marcharnos. Mis padres se despiden de casi todo el mundo de la boda. Yo estoy detrás de ellos haciendo lo mismo, sin un indicio de que acabo de esconder la ropa de Luis donde no pueda encontrarla.

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―¿Qué estabas haciendo en la playa? ―me pregunta Ben mientras me meto en el coche de mi padre. ―Pedir disculpas a Luis ―miento. Obviamente, no le hice mucho daño a su región inferior si estaba jugando una hora más tarde. Mi padre sale del estacionamiento, por el camino sinuoso pasando por la casa donde se celebró la boda y luego a la pequeña calle que lleva a un hotel cercano donde los invitados, probablemente, se quedarán esta noche. Ben, sentado a mi lado, está ocupado jugando con algunas aplicaciones de su teléfono. Mirando por la ventana, veo a Luis desnudo sosteniendo su cartera sobre su entrepierna al intentar colarse en el hotel. Se para al pasar, probablemente con la esperanza de evitar ser visto. Pero yo lo veo. Y él me ve. Con una sonrisa sincera que no se refleja en mi cara siempre, bajo mi ventana y le saludo sin que nadie se dé cuenta. En lugar de sentir vergüenza, deja caer la cartera, se tapa con una mano y me saluda con la otra. Lo que significa que está completamente desnudo. No mires, Nikki. Hagas lo que hagas, no le des la satisfacción de mirar hacia abajo. Al final, Luis Fuentes saca lo mejor de mí. Yo no podía dejar de mirar. Su cuerpo es más delgado y más fibroso que el de Marco y verlo en toda su gloria sin duda muestra sus diferencias. ―Me alegro de que le pidieras disculpas a Luis ―rompe mi madre el silencio cuando estamos casi en casa. ―Sí ―le digo. Cualquier pequeño sentimiento de júbilo que podría haber tenido desaparece a medida que mi estómago se retuerce de nuevo. Y otra vez. Siento que voy a vomitar. Un vértigo se apodera de mí, cierro los ojos hasta que mi padre se detiene en nuestra casa. Mi madre se da la vuelta y frunce el ceño antes de entrar en casa. ―No nos avergüences de esa manera otra vez. No eres basura, así que no actúes como tal.

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Agarro la manilla y salgo del coche. Un dolor agudo en un lado me hace hacer una mueca de dolor. ―Lo sé ―me las arreglo para decir entre dientes. ―Sabes actuar como una dama ―dice mamá. Solo necesito vomitar, entonces voy a estar bien. Ben ya ha entrado en casa. Yo no puedo hablar porque me temo que voy a echar todo el contenido de mi estómago aquí. Mi madre suspira por la frustración. ―Mírame cuando te estoy hablando, señorita. ―Lo siento, mamá ―me obligo a decir―. Simplemente estoy... no me siento bien. Camino hacia arriba, pero me detengo cuando mi estómago se estremece y caigo redonda por el dolor. Respiro profundamente, al no ser capaz de soportarlo. Me siento como si algo me cortara desde el interior. ―¿Estás bien? ―pregunta mi madre detrás de mí. ―¿Qué pasa, Nikki? ―No sé. ―La miro y sé que no puedo mentir más tiempo. Sobre todo cuando siento un hilillo de humedad corriendo por la cara interna del muslo. Mi corazón se acelera y me siento débil. Otro chute de dolor pasa por todo mi cuerpo. Doblo las rodillas, y me acurruco en posición fetal en la parte superior de las escaleras, ya que duele mucho. ―Raúl ―grita mi madre. Mi padre está de rodillas a mi lado en un instante. ―Nikki, ¿dónde te duele? ―pregunta al igual que lo haría un médico, pero con un toque de pánico detrás de sus palabras. Él es cirujano, pero apuesto a que no está preparado para esto. No puedo retrasar por más tiempo la verdad. No veo sus caras mientras lloro en un susurro ―Estoy embarazada... y creo que algo está realmente mal. Ahora puedo ver que la sangre corre por mi pierna.

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Mi madre jadea apoyándose en la barandilla. Mi padre me mira con las cejas juntas por la confusión. Está completamente aturdido por un segundo, como si el tiempo se hubiera detenido, pero rápidamente sale del trance como si de repente la realidad hubiera vuelto. ―Está bien. Vamos al hospital ―dice, no en estado de pánico, sino como un médico con un propósito. Él me levanta y me lleva por las escaleras mientras que mi madre llama a nuestra vecina y le pide que venga a quedarse con Ben. Mis padres me acomodan en el asiento delantero, mientras que el dolor aumenta con cada segundo que pasa. En el coche de camino al hospital, miro a mi padre. Nunca lo había visto tan preocupado o triste. Cuando empecé a salir con Marco casi a diario, me advirtió que me mantuviera alejada de él. Ese chico no te dará más que problemas, me había dicho un día que nos encontró en la piscina, en la parte trasera de las casa. No quiero que andes con él. Te meterá en problemas. Mi madre estuvo de acuerdo con él. Pensé que estaban juzgando a Marco sólo porque vivía en el lado sur. Yo estaba equivocada. Miro a mi padre. Sujeta fuertemente el volante y está concentrado en la carretera. ―Lo siento, lo siento, lo siento mucho ―le digo una y otra vez mientras el dolor es más agudo. Él suspira profundamente. ―Lo sé. ―¿Me odias? ―Aguanto la respiración, esperando la respuesta. ―Estoy decepcionado, Nicolasa ―dice, llamándome por mi nombre completo, nunca lo utiliza a menos que esté realmente molesto. Él no dice nada más que eso. ―No importa lo que pase, te queremos ―dice mi madre alentándome desde el asiento trasero―. ¿Cómo sucedió esto? ¿Cuándo? ¿Dónde? Nosotros no toleramos... ―María, ahora no ―le dice mi padre. Mi madre deja el interrogatorio, pero las preguntas permanecen en el aire entre nosotros. En el hospital, mi padre se asegura de que sea admitida de inmediato. Hacen todas las pruebas de sangre y la especialista, la doctora Helene Wong, ordena un ultrasonido. Estoy tratando de contener mis lágrimas, pero no sirve de nada. Después de la ecografía, mi madre me coge la mano. Ella no dice mucho. Creo que está muy asustada y sorprendida para decir nada, por lo que mi padre y los otros médicos son los que hablan.

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La Dra. Wong ordena un segundo ultrasonido y me ponen suero, mi madre se sienta en un lado de la cama del hospital y mi padre se sienta en el otro. La doctora está de pie junto a ellos con mis resultados de las pruebas en la mano. ―Tienes un embarazo ectópico ―dice ella y luego explica por qué tienen que hacerme una cirugía de emergencia, ya que sospecha que mi trompa de Falopio ha comenzado a romperse. Mi madre tiene la mano sobre su boca mientras las lágrimas caen por sus mejillas. Mi padre asiente con la cabeza rígida mientras escucha a la Dra. Wong. ―¿Qué va a sucederle a mi bebé? ―pregunto en estado de pánico. La Dra. Wong me toca el hombro. ―No hay manera de salvar al bebé ―explica. Me pongo a llorar de nuevo. Al segundo que me di cuenta de que estaba real y verdaderamente embarazada, esperaba que el embarazo no fuera real. ¿Hice con mis pensamientos negativos que mi cuerpo rechazara al bebé? Un profundo dolor y una montaña de culpa que yo sé que voy a llevar siempre, se establecen en mi estómago. Otra ola de dolor me golpea y me retuerce el estómago. Mientras mis padres firman los papeles, la realidad de lo que está sucediendo me hace temblar. ―¿Todavía podré ser capaz de tener hijos en el futuro? ―le digo a la Dra. Wong antes de salir de la sala de preparación para la cirugía. Ella asiente. ―Una se dañó, pero la otra está sana. Podrás ser capaz de concebir sin demasiados problemas. Entonces la vía está lista y están preparados para llevarme al quirófano. Miro a mis padres. Quiero decirles algo, pero sé que si lo hago, voy a estallar en sollozos. Mi madre me sonríe de forma forzada. Está decepcionada conmigo. Yo no la culpo. Mi padre me agarra la mano hasta que llegamos al quirófano. ―Vamos a estar aquí esperando hasta que salgas. El quirófano es frío y huele a aire comprimido. Me están conectando a monitores y la Dra. Wong me dice que voy a sentir sueño, ya que va a poner algo en la vía. A medida que caigo en un profundo sueño, me comprometo a olvidarme de Marco y olvidarme de nuestro bebé que nunca tuvo una oportunidad.

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Luis Fuentes me recordó que yo sigo siendo vulnerable. Si estoy emocionalmente no disponible, entonces no tengo que preocuparme, siempre de ser herida. Cuando esta pesadilla termine, voy a ser una persona diferente. … Nikki Cruz ya no será vulnerable.

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Capítulo 9 Luis Dos años y dos meses después… Fairfield, Illinois.

Si me hubieras dicho hace dos semanas que estaría mudándome de vuelta a Illinois después de huir de este lugar cuando tenía once años, me habría reído. En todo este tiempo, regresé a Illinois una vez, para la boda de mi hermano hace más de dos años. Ahora tengo diecisiete y estoy de vuelta para siempre. Estoy a punto de empezar mi último año. Conozco a cada profesor, cada estudiante y cada centímetro de la Preparatoria Flatiron en Colorado, a donde fui los últimos tres años de preparatoria. Si tuviera una opción, no habría regresado a Fairfield. Pero soy mexicano y mi cultura es de lealtad a mi familia. El deber con la familia nos trajo de vuelta. Alex y Brittany están viviendo aquí con mi pequeño sobrino, Paco. Los vimos anoche, tan pronto como llegamos. Brittany está embarazada de nuevo, y mi’amá dice que no va a perder la oportunidad de ver a sus nietos crecer. Estamos frente a la vieja casa que solíamos alquilar. Es una casa de dos habitaciones, más grande que una choza pero más pequeña que la mayoría de las casas en mi bloque. Está claro que los Latino Blood no tienen tanta presencia en Fairfield ahora. La marca de pintura en spray en los edificios y señales ya no está y nadie ve a los autos conducir calle abajo como si pudieran ser miembros rivales de las pandillas a punto de pasar. Sin embargo, la presencia de un coche de policía aparcado en la calle me hace cuestionarme mis observaciones iniciales. Sé por qué mi’amá quería regresar y vivir en esta ciudad, en nuestra vieja casa. No es sólo porque Fairfield está cerca de Evanston, donde viven Alex y Brittany. Es por el pasado… los recuerdos de mi papá que ella está desesperada por resistir. Miro mientras mi’amá pone la llave en la cerradura, luego abre la puerta. Envió un depósito y un cheque para el primer mes del alquiler mientras aún estábamos en Colorado, por miedo a

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que alguien más pudiera quedarse con ella. No le dije que no tenía nada de qué preocuparse, que nadie estaría haciendo fila para alquilar el basurero que solíamos llamar casa. Estaba equivocado. Estamos en la pequeña sala, y hago una doble revisión. La desgastada alfombra vieja ha sido reemplazada por nuevos pisos de madera noble. Las paredes han sido pintadas recientemente de un brillante blanco. Apenas reconozco el lugar. —¡Luis, mira! —dice mi'amá cuando va a la cocina y desliza su mano sobre la nueva bancada de granito y los apliques de acero inoxidable. Me sonríe ampliamente, luego me abraza con fuerza por la emoción—. Es un nuevo comienzo para nosotros. Un fuerte golpeteo en la puerta delantera hace eco a través de la casa. —Puede que sea Elena. Dijo que iba a pasar después del trabajo —dice mi'amá, apresurándose para abrir la puerta. Estoy a punto de revisar el viejo dormitorio que solía compartir con Alex y Carlos cuando escucho a mi’amá exclamar: —¿Puedo ayudarlo, oficial? ¿Oficial? ¿Los policías están aquí? La única experiencia que he tenido con los policías de Fairfield fue cuando mis hermanos se metieron en problemas o cuando nos interrogaron sobre actividad pandillera cuando yo era más joven. Cuando la mayor parte de tu familia ha sido integrante de una pandilla, la última cosa que quieres es que un oficial de policía toque tu puerta. Incluso cuando Alex está en la escuela de posgrado y Carlos está en el ejército, los viejos hábitos son difíciles de romper. Camino hacia la sala y observo mientras un policía uniformado le sonríe ampliamente a mi’amá. Él tiene cabello marrón oscuro en corte militar y está de pie con una de esas posturas de policía que significa que habla en serio. —Los vi llegar y quise presentarme —dice el tipo, luego ofrece la mano—. Soy Cesar Reyes, su casero y vecino de al lado. Mi'amá se estira para apretar su mano, luego la devuelve rápidamente mientras mira el arma ajustada en su pistolera. —Gracias por presentarse, Oficial Reyes —dice ella. —Llámeme Cesar. —El policía mira abajo, dándose cuenta de dónde se concentra la mirada de ella—. No fue mi intención intimidarla, Sra. Fuentes. Estaba a punto de ir a trabajar y no sabía la próxima vez que la encontraría en casa. —Sus ojos se posan en mí—. ¿Es ese su hijo? Ella abre la puerta un poco más y retrocede, de modo que ahora se me puede ver totalmente. —Oficial Reyes, este es Luis, el más joven de mis hijos.

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Reyes asiente en mi dirección. —Bienvenido al vecindario. —Gracias —balbuceo, no muy emocionado por estar viviendo, de repente, al lado de un policía que resulta ser nuestro casero. —Voy a hacer una barbacoa en mi casa el domingo en la noche. Ambos deberían aparecerse si tienen la oportunidad. Ninguno de nosotros responde. Él se encoge de hombros. —De acuerdo. Supongo que los veré por ahí. —Saca una tarjeta de su bolsillo delantero y se la da a mi’amá—. Si necesita algo, no dude en llamar. Camina hasta su auto y luego conduce alejándose. —Qué bueno que esto se terminó —digo. Mi'amá cierra la puerta lentamente y luego suspira mientras se recuesta contra ella. —¿Estás bien? —le pregunto. —Estoy bien. Sólo… empecemos a desempacar. El domingo, Alex llama para decir que me tiene una entrevista en el Brickstone Country Club en Evanston, lo que es una caminata de veinte minutos desde nuestra casa. Necesito un trabajo para ayudar y le dije a Alex que estuviera pendiente si escuchaba de alguna oferta. Mi primo Enrique tiene un taller, pero Alex ya trabaja allí unos cuantos días a la semana y desde que la economía se fue a la mierda, Enrique no tiene suficiente trabajo para dos empleados extra. A las cuatro, me dirijo a Brickstone. Es un lugar enorme con un campo privado de golf de dieciocho hoyos y una sala comedor exclusiva, solamente para miembros del club. El proceso de entrevista no toma mucho, esta señora, Fran Remington, me llama a su oficina después de que llene una solicitud. Pone su mano en su escritorio y me da un vistazo. —Veo que eres un estudiante de altas calificaciones y estás en los equipos de fútbol y natación de tu preparatoria. Dime, Luis, ¿Por qué quieres un trabajo aquí? —Acabo de mudarme de Colorado y necesito ayudar a mi mamá con las cuentas. Tengo que hacer las solicitudes a las universidades en unos cuantos meses y cuestan mucho dinero. Ella deja el documento en su escritorio. —¿A qué Universidad quieres ir?

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—La Universidad de Purdue. Tiene un programa de aeronáutica —le digo—. Después de terminar mi pregrado planeo acceder al programa de entrenamiento para astronautas de la NASA. —Eres ambicioso. —Sí, ma’am. Ella le da una mirada a mi solicitud una vez más. —No tienes experiencia como camarero. En realidad necesito un camarero para el comedor. —Puedo hacerlo —le digo—. No es un problema. —Nuestros miembros esperan comida de primera categoría y el mejor servicio que IIlinois pueda ofrecer. No tolero ninguna mala actitud, retrasos o empleados descuidados. Cuando los miembros entran al club, son tratados como la realeza por cada uno de los empleados de mi personal. Nuestros miembros pagan un montón enorme de dinero para ser parte de este club. Son exigentes e igual lo soy yo. —Puedo hacerlo. La mujer duda unos cuantos segundos más antes de sonreírme. —Me gusta un hombre joven con ambiciones como las tuyas. Aunque no tienes experiencia, te daré una oportunidad. Empezarás como mozo por un mes, luego seguirás como camarero si tienes lo que se necesita. Puedes empezar el sábado. —Gracias por la oportunidad, ma’am —le digo. No la decepcionaré. —Bueno. Está listo entonces. De vuelta a casa, encuentro al Oficial Reyes de pie frente a nuestro pórtico delantero, usando jeans y una camiseta. Tiene una Budweiser en su mano y está hablando con mi’amá. No pensaría nada de eso, pero el tipo tiene una mala sonrisa en su cara y acaba de tocar su codo mientras ella ríe por algo que él dijo. Oh, hombre. Sé cómo actúa un hombre cuando está coqueteando con una chica, porque lo hago todo el tiempo. No hay duda en mi mente de que nuestro vecino/casero/policía está loco por mi’amá. ¿Cómo demonios, voy a explicarle eso a mis hermanos?

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Capítulo 10 Nikki Ugh, no pude dormir anoche. Es el primer día de mi último año y estoy preparada. Estoy lista para graduarme, salir de Fairfield y empezar mi vida. Me doy una ducha, me visto y luego me dirijo escaleras abajo para desayunar. —Te ves bien —dice mamá, echándole un vistazo a mis jeans y camisa de seda color turquesa que me compró cuando fue de compras al centro de Evanstons la semana pasada. —Aquí, hice algunos huevos para ti y Ben. Mi hermano entra caminando a la cocina, su cabello prácticamente cayendo en sus ojos mientras lee alguna revista de juegos. Es el primer día del primer año y está usando vaqueros desgastados y una camiseta que ha tenido mejores días. Pensarías que él al menos se vestiría para la ocasión, pero no. —Ben, necesitas un corte de cabello —le digo. —No, gracias —responde Ben ausentemente mientras lee un artículo sobre algún nuevo juego de combate saliendo al mercado con gráficos digitales. Sólo sé esto porque le doy un vistazo al título del artículo, que dice “Fuerzas de Combate I: ¡Fabulosos gráficos digitales!” —Ben, te das cuenta que estás en preparatoria ahora, ¿cierto? —¿Y qué? —Deberías cuidar de tu apariencia. Pone su revista de juegos en la mesa de la cocina. —Me puse una camiseta que no tiene agujeros. Eso debería contar para algo. —¡Dice QUE LA FUERZA ESTÉ CONTIGO! Él mira a su camisa. —Lo sé…. Genial, ¿huh? Miro a mamá en busca de apoyo.

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—Cada uno tiene su propia definición de genial, Nikki —dice mamá. Ben le da una mamá un guiño exagerado. —¿Crees que es hora de decirle a Nikki la verdad, que seré un millonario por mis propios esfuerzos para cuando tenga veinte y Nikki probablemente me estará pidiendo préstamos? Mamá pone un plato en frente de él y empieza a apilar huevos y tostadas. Incluso sirve jugo de naranja en su vaso. —La verdad es que mejor pones tu trasero aquí y te comes el desayuno antes de que se haga tarde. —Las habilidades sociales cuentan mucho, ¿sabes? —le digo a él. —Las habilidades sociales están sobrevaloradas —dice mi hermano antes de dar un gran mordisco de pan. Mamá palmea a Ben en el hombro. —Deja de fastidiar a tu hermana. —Ella lo hace tan fácil —dice Ben, luego se recuesta en su silla—. Entonces, ¿Quién quiere nombrar a mi próxima Reina del Dragón en el juego que estoy a punto de codificar? —¿Qué tal Nicolasa por tu hermana? —sugiere Mamá. —Necesito un nombre más rudo que ese —le dice Ben—. Esta es una reina que puede usar una espada y usar cota de malla. —¿Por qué no Bertha? —sugiero en broma. Odio cuando Ben empieza a hablar de personajes de caricatura como si fueran reales… lo odio más cuando me molesta y yo, de hecho, valido su obsesión. —¿Reina Bertha? No, no funciona para mí. —Bueno, estoy segura de que pensarás en algo. —Mamá saca sus llaves—. Oh, casi lo olvido. Nikki, no puedes tomar tu auto hoy. Tu padre lo llevo a reparar esta mañana cuando se dio cuenta de que estaba perdiendo aceite. ¿Por qué no vais caminando juntos a la escuela? Empezad el año siendo activos en lugar de perezosos y mimados. —Estoy orgulloso de mi pereza —dice Ben, entreteniéndose a sí mismo—. ¿Y qué está mal con ser mimado? —Todo. —Ella se gira mientras estoy a punto de terminar el último mordisco de mi comida, y dice—: Os diré qué…. Os llevaré a ambos a la escuela porque tengo que ir a trabajar de todas maneras, pero podéis caminar o tomar el bus a casa. —Sonríe serenamente.

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¿Tener a tu madre llevándote a la escuela, siendo de último año? —Si papá tomó mi auto, déjame tomar el suyo. —Eso no va a suceder —dice—. A menos que tengas todo en nota alta, nunca vas a sostener las llaves de su Lexus. Es una meta por la cual trabajar. Ben pone los ojos en blanco. —Mamá, Nikki nunca ha tenido todas la notas altas. —Sí, lo ha hecho —dice mamá. Ben se ríe. —No estoy hablando del jardín de infantes. Pateo a mi hermano bajo la mesa. Sólo porque él no lo intenta, no estudia duramente, y obtiene todo en nota alta, no significa que tenga que ser tan arrogante sobre eso. —Tengo una cena con algunos clientes esta noche, así que no estaré en casa. Decoraré su casa usando antigüedades —dice mamá, emocionadamente. —Diviértete —le digo, sabiendo que lo hará. Mi mamá es una diseñadora de interiores que ama convertir lugares aburridos en habitaciones con tema que ella llama “espectaculares éxitos eclécticos”. Cada habitación en nuestra casa tiene un tema y ha sido convertida en un “espectacular éxito ecléctico” una y otra vez. Mi vida está inundada de habitaciones con tema. En la escuela, Kendall me está esperando al lado de nuestros casilleros. Al final del último año podemos elegir cualquier taquilla para el año siguiente, así que Kendall y yo nos aseguramos que nuestros casilleros estuvieran justo uno al lado del otro. Eso fue antes de que ella empezara a salir con Derek. Los dos han sido inseparables desde el último día de clases, cuando él se apareció en su casa con una docena de rosas y una canción que había escrito sobre ella. No confío en Derek. Sé que le gusta Kendall, pero también sé que un montón de chicas le coquetean y él también lo hace. En un momento de debilidad masculina, puede romper el corazón confiado de Kendall. —Sólo PTI6 —dice Kendall, haciendo un gesto como si estuviera a punto de compartir malas noticias—. El casillero de Marco esta justo al frente del nuestro. Una ola de ansiedad se apresura dentro de mí. —Por favor dime que estás mintiendo. —Desearía estarlo.

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PTI: Para tu información.

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Después de que terminamos, Marco entró verdaderamente con los Latino Blood. Sé que ha estado vendiendo drogas y metiéndose mucho en peleas. Algo le pasó el año pasado al chico que guiaba el negocio y la presencia de LB en el lado sur de Fairfield se rompió. Escuché que Marco empezó a mezclarse con otras pandillas además de LB. Se ha vuelto más molesto y rudo. Solía pensar que él tenía un exterior duro pero era dulce una vez que en verdad lo conocías. Marco es cualquier cosa menos dulce ahora. Derek está caminando por el pasillo, dirigiéndose a nosotros. Por supuesto que es detenido por prácticamente todos lo que gritan su nombre. Las chicas están enamoradas de él porque es ridículamente hermoso con cabello rubio, rostro de modelo y un cuerpo bien formado. A los chicos les gusta porque es el mejor atleta. Como estudiante de Segundo año, logró entrar a los campeonatos estatales de tenis. Cuando se hirió el hombro antes del penúltimo año, decidió que no quería jugar tenis y en su lugar, se fue al equipo de fútbol. Lo votaron como el JMV7 el año pasado al final de la temporada, lo que no sorprendió a nadie. Derek está de pie al lado de Kendall, pero ella se gira y pretende estar interesada en algo dentro de su casillero. —No puedo creer que aun estés enfadada —dice Derek. Kendall empuja libros en su casillero. —No estoy enfadada. Puedes ir a la Universidad a donde quieras, Derek. No tienes que pedirme permiso para solicitarlas en el este. Él pone su mano en su pequeña espalda y se inclina hacia ella. —¿Por qué ni siquiera le das un vistazo a las escuelas en Ivy League? —Porque no están en el Medio Oeste —le dice ella—. Quieres irte lejos de casa, bien. Yo no puedo. Kendall no lo está diciendo, pero está comprometida en quedarse cerca de Fairfield porque a su madre se le diagnosticó cáncer el año pasado. Ha pasado por la quimio y los doctores dicen que está disminuyendo, pero Kendall no quiere estar lejos. —¿Qué estás diciendo, que si me voy a la escuela fuera del este se acaba lo nuestro? — pregunta Derek. —No lo sé. Decido poner mis dos centavos en la discusión para una revisión de la realidad. —El porcentaje de parejas que siguen juntas después de la escuela es, como, menos del cinco por ciento, chicos. 7

JVM: Jugador Más Valioso.

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—Gracias por el voto de confianza, Nikki —dice Derek sarcásticamente. —Sólo soy realista —le digo—. No hay necesidad de teneros viviendo en la Tierra de la Fantasía. —Espero que nunca vayas a Disneylandia —me dice Derek—. Probablemente le dirás a todos los niños que Mickey Mouse es sólo un tipo con disfraz. —Probablemente —le digo. Kendall suspira. —Derek, deja en paz a Nikki. Sólo me está protegiendo. Derek sacude su cabeza, frustrado. —Maldita sea, Kendall. ¿Cuándo te vas a dar cuenta de que no necesitas protegerte de mí? —Nikki es mi mejor amiga. —Y se supone que yo soy tu novio. —Derek se aleja con una mirada amarga en su rostro. Kendall recuesta la cabeza contra el casillero. Sé que tiene miedo. Tenía miedo de perder a su madre, y ahora teme perder también a Derek. Sé lo que se siente al tener miedo, que es precisamente por lo que digo las cosas como son. Sí, Derek podría dejarla por otra chica. O ir a una universidad muy lejos y olvidarse de lo mucho que la quiere. O tal vez está mintiéndole sobre lo mucho que se preocupa por ella. Esa es la realidad. Derek incluso podría pensar que está siendo sincero….pero, ¿cuánto durará? —Él me odia —le digo. —No, no es así. —Ella se gira hacia mí—. Simplemente piensa que eres demasiado cínica. Tan pronto como dice la palabra cínica, escucho una vieja voz familiar hablando en español, haciendo eco a través del pasillo. Marco. El sólo escuchar el profundo sonido sordo de su voz solía hacerme sonreír de oreja a oreja. Ahora, su voz es como uñas sobre una pizarra. Miró hacia Kendall. Ella me toca el antebrazo simpáticamente. —Ignóralo —me aconseja. Por supuesto que lo ignoraré, justo como lo he hecho los últimos dos años. Él ha cambiado mucho, y también yo. Pretendo rascarme la barbilla con mi hombro mientras doy un vistazo a través del pasillo, hacia su casillero. Marco está hablando con un tipo que me parece familiar… Espera. Un.

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Segundo… No, no puede ser. Es Luis Fuentes, el chico cuya ropa escondí cuando su hermano se casó hace años. La última vez que lo vi, estaba desnudo. Eso fue hace mucho tiempo, apuesto que no me recuerda. Yo lo recuerdo, sin embargo. Es el chico que me recordó que era vulnerable. La noche que lo conocí, me volví cínica. Echo un vistazo de nuevo. Oh, no. Está mirando directamente hacia mí.

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Capítulo 11 Luis

Ojos exóticos. Cabello castaño ondulado. Una actitud de un kilómetro de largo. Mayor, pero todavía tiene esa única aura de “ángel con filo” a su alrededor. Conocería a esa chica en cualquier lugar. Podría elegir entre una multitud de miles de chicas. Ella negó su sangre mexicana, bailaba como un robot, y me despreció, todo en la misma noche. ―Esa es Nikki Cruz, ¿Verdad? ―le pregunto a Marco, un amigo mío de la escuela. Es un poco extraño, es como si nunca me hubiera ido. Nunca me di cuenta de lo profundo que mis raíces están en esta ciudad, a pesar de que me he ido de Fairfield hace casi seis años. Llegué temprano a la escuela esta mañana y recogí mi horario de la oficina. Tan pronto como me dirijo a mi casillero, soy reconocido por un grupo de viejos amigos con los que solía pasar el tiempo. Marco mira a la chica, luego asiente con la cabeza. ―¿Cómo conoces a Nik? ―Tuve un encuentro con ella hace un par de años en la boda de mi hermano. ―No hay necesidad de entrar en detalles sobre cómo escondió mi ropa y me dejó a mi suerte con una muchacha demasiado agresiva con la que había estado divirtiéndome piel con piel. ―¿Cuál es su historia? ―le pregunto. ―Su historia es que es extremadamente rica y tiene un cuerpo hecho para jodérsela ―dice Marco―. Ella es una puta. Mantén el culo muy lejos de esa pocha 8si quieres mantener la cordura. Miro en su dirección y nuestros ojos se encuentran. ¿Ella me recuerda? Mientras Marco conversa con un par de chicos, yo mantengo mis ojos en Nikki. Rápidamente desvía la mirada, dice algo en privado a la chica alta y rubia de pie junto a ella, entonces sacude el pelo hacia atrás y se aleja por el pasillo sin mirar atrás. 8

Pocha: persona que vive cerca de la frontera con EE.UU.

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Vuelo en mis dos primeras clases, es genial ver a viejos amigos que pensé que nunca volvería a ver. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que Marco está colgado con los grandes fuera de la escuela. Nadie tiene que hablar de su afiliación a una pandilla, es evidente. La mayoría de las familias que vivían en mí vecindad estaban conectadas. Algunos todavía lo están. El lado sur de Fairfield puede que ya no esté lleno de miembros activos de pandillas, pero seguimos siendo los niños pobres en la escuela. Las escuelas primarias y secundarias no estaban integradas, pero la escuela secundaria se fusionó todas las escuelas de ambos lados de Fairfield en un crisol multicultural. La primera vez que me doy cuenta de cuán diferentes son las cosas aquí en Boulder es cuando tenemos que cambiar la clase de gimnasia. ―Estás sentado en mi lugar, Mex ―un tipo fornido negro me dice cuando me siento en un banco en el vestuario después de haberme sido entregado el uniforme del gimnasio―. Muévete. ―No puedo evitar la risa que se escapa de mi boca. ―¿Mex? ¿Acabas de llamarme Mex? ―Ya me has oído. Ahora ve a sentar tu inmigrante culo sucio en otro lugar. A diferencia de mis hermanos, no me gusta pelear y no quiero comenzar ahora. Casualmente me quito los zapatos y recuerdo que por este chico no vale la pena ser expulsado de la escuela. Sin embargo, no voy a dejar que me intimiden. ―Siento darte la noticia, gringo ―le digo―. Pero no me voy a mover. Es el primer día de clases. No tienes un “puesto” todavía. Otros chicos comienzan a amontonarse en el vestuario. El gringo golpea su mano dura en el armario de la derecha encima de mi cabeza, haciendo que todo el mundo nos mire. ―Te lo advierto ―gruñe entre dientes, entonces golpea mis zapatos por la habitación. Volteo mis ojos. Él quiere que yo tire el primer golpe, y así ser el que se mete en problemas. Él no tiene idea de que tengo la paciencia de un santo. Al menos eso es lo que dice Carlos, a pesar de que no es mucho decir, teniendo en cuenta que su mecha es casi tan corta como una pestaña. Pedro, un chico que vivía al otro lado de mi calle antes de mudarnos, se mueve a la parte trasera de los vestuarios.

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―Ah, déjalo y muévete ―me dice. En otras palabras, evita el conflicto. ―Escucha a tu amigo ―dice el gringo, entonces coge mi camiseta e intenta alejarme de su hermoso lugar. No está ocurriendo. Me empujó hacia atrás. No lo esperaba, porque su cuerpo choca contra las taquillas duro. Pierde el equilibrio y cae de culo con un ruido sordo. ―Voy a patear tu jodido trasero ―grita. Está a punto de cargar con todo su peso contra mí cuando uno de sus amigos se interpone entre nosotros. ―Dougan, cálmate. En serio, hombre, no vale la pena ser expulsado del equipo. Dougan me mira hacia abajo antes de dar la espalda y caminar a otra fila de armarios con sus amigos detrás de él. Me siento y respiro hondo. No estoy en Boulder más, eso es absolutamente seguro. Todos los que tienen almuerzo de cuarto período renegaron de la cafetería y en su lugar optan por comer fuera. El patio está lleno de estudiantes. Los del sur se sientan bajo los árboles, mientras que los del norte acuden a las mesas de picnic, como si estuvieran hechas personalmente para ellos. Me doy cuenta de que Nikki está sentada con un grupo de deportistas, todos compitiendo por su atención. Ella les sonríe y se ríe de sus chistes, pero me doy cuenta de que está siendo falsa. Ninguno de ellos mantiene su atención por mucho tiempo. Me siento al lado de mis viejos amigos debajo de un gran arce. ―Entonces, ¿qué has estado haciendo, Fuentes? ―Pedro pregunta mientras mete la mano en una bolsa de papel y saca su almuerzo―. Además de dejar a Dougan meando en el vestidor. Me encojo de hombros. ―He vivido en México por un tiempo. Luego me trasladé a Colorado. ―¿Qué te hizo volver a esta mierda? ―pregunta Marco Delgado. Se sienta frente a mí y alcanzo a echar una ojeada a una navaja asomando de su calcetín. ―La familia me trajo de vuelta ―les digo. ―Hablando de la familia ―dice Marco―. Tu hermano Alex solía ser uno de los Blood, ¿no?

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Asiento con la cabeza. Yo sería un idiota si no hubiera pensado que ese tema llegaría tarde o temprano. Mi hermano era un miembro activo de los Latino Blood, hasta que Héctor Martínez lo traicionó. ―Chuy fue arrestado hace un tiempo. La mayoría de los OG 9fue enviado a la DOC10 ―explica Delgado. ―Si, lo he oído. Chuy solía ser el segundo al mando. Una vez que Chuy cayó, el resto de la OG se hundió con él. Mi primo Enrique se hundía, pero Alex le ayudó a conseguir un buen abogado que hizo anular los cargos en su contra. ―¿Crees que Alex tuvo algo que ver con la redada? ¿Alex, responsable de que pillaran a los Latino Blood? No lo creo. ―Mi hermano no es un agente antidroga ―le digo. El orgullo Fuentes es muy fuerte, y haré cualquier cosa para proteger a mis hermanos y a mi apellido del Departamento Correccional. ―¿Comprendes? Marco asiente con la cabeza. ―No tengo ningún problema con él. Todo está bien, hombre. Mariana Castillo, la chica de la que todos los chicos estaban enamorados en segundo grado, se sienta con nosotros. Un grupo de chicas siguen su ejemplo. Mariana siempre fue la líder de las chicas… lo que hiciera, las otras chicas la seguían. Tiene un cutis perfecto, piernas largas, labios gruesos, y un brillo en sus ojos que revela un espíritu crudo y despiadado. ―Bien, bien. Supongo que los rumores son ciertos ―me dice―. Luis Fuentes definitivamente ha crecido. Marco se ríe. ―Creo que tienes un club de fans, Luis. ―Debes venir con todos nosotros el sábado por la noche ―dice Mariana. ―Tengo que trabajar ―le digo. 9

OG: OG significa Original Gangster, uno de los primeros y más experimentados gángsters en una banda. 10 DOC: Departamento Correccional

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―Eso es una mierda. ¿Qué tal si…? Una voz a todo volumen que suena por los altavoces dispersos en todo el patio la cortan. ―Luis Fuentes, por favor preséntese a la oficina del director Aguirre de inmediato. Luis Fuentes, preséntese a la oficina del director Aguirre de inmediato ―la voz se repite de nuevo por si acaso, como si por alguna razón milagrosa no hubiera escuchado la primera vez. Marco deja escapar un silbido. ―¿En problemas con Aguirre en el primer día de clases, Fuentes? ―pregunta, divertido―. Probablemente lo han alertado de que éramos amigos en la escuela primaria. Compartiendo problemas, ¿no? ―Claro que sí. ―Marco y yo habíamos estado en la misma aula y se sentaba a mi lado para prácticamente todas las clases. Siempre he sacado buenas notas, pero Marco podría convencerme para ser su socio en el crimen. ―¿Recibiste llamadas también? ―le pregunto. ―La primera cosa esta mañana. Aguirre es un culo duro y tratará de asustarte para que juegues con sus reglas. Va a tratar de hacerte hablar, pero mantén la boca cerrada. Eso lo enfadará totalmente. Es hilarante ver su cara ponerse toda roja. ―Apuesto a que tiene que ver con esa pelea con Dougan en el vestuario. ―Se mete Pedro en la conversación. ―Buena suerte ―dice Mariana. ―Gracias ―le digo, con la esperanza de que no la necesite. Me encuentro frente a la oficina unos minutos después. Una anciana detrás del mostrador se ve agotada mientras los estudiantes se colocan alrededor con impaciencia para solicitar cambios de horario de clases o inscribirse en citas con el consejero. Me imagino que voy a esperar en línea en vez de anunciar mi llegada. No tengo ganas de enfrentarme a Aguirre. Marco no es el único que lo declaró un culo duro. Mis hermanos me advirtieron de que el viejo director no tomaba ningún preso. La puerta de la oficina de Aguirre se abre y un hombre alto que lleva traje y corbata aparece. ―Fuentes ―grita por encima del ruido. Observa la sala hasta que sus ojos se estancan en los míos. No se ve encantado de verme―. A mi oficina ―ordena.

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Me abro camino, zigzagueando entre la multitud. Aguirre está sosteniendo una carpeta de manila con mi nombre escrito en él mientras se sienta en el borde de su escritorio. ―Ven, Luis. Siéntate. Me siento en una de las sillas de sus invitados y miro alrededor del cuarto. Recuerdos de Fairfield High School están dispersos en las paredes, así como imágenes de Aguirre con antiguos alumnos. Un jugador de tenis, un mariscal de la NFL, y un presentador de noticias son algunas de las fotos de alumnos publicadas. Impresionante. No sé si en diez años voy a estar en una imagen con Aguirre exhibiéndome de forma permanente en su oficina. Pero no en este momento. Ahora Aguirre me está mirando con una mezcla de disgusto y enfado. ―La última vez que un Fuentes llamó a mi oficina, era tu hermano Alex. Él era un imán para los problemas. ―Golpea mi archivo sobre la mesa―. Supuse que serías diferente, Luis. Fuiste un estudiante recto en Flatiron High. Esa escuela está catalogada como la segunda mejor escuela secundaria en Colorado para los académicos. Estabas en la sociedad de honor, activo en el consejo estudiantil, jugabas al fútbol, y eras co-capitán del equipo de natación. Asiento con la cabeza. ―Sí, señor. Se inclina hacia adelante. ―Entonces, ¿por qué demonios te metes en peleas en el vestuario? Me encojo de hombros. ―No sé. Aguirre deja escapar un profundo suspiro. ―Si me dieran un dólar cada vez que oigo decir a un estudiante “no sé” sería millonario. No, multimillonario. Tengo una política de tolerancia cero. Cualquiera que sea el altercado ocurrido entre tú y Justin Dougan en el vestuario se ha convertido en mi problema. ¿Quieres saber lo que hago con mis problemas? Yo no contesto.

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Se inclina hacia adelante de nuevo y habla en voz baja, lenta, destinada a capturar mi atención. ―Mis problemas consiguen una detención. Después de eso viene la suspensión. Tres suspensiones y estás expulsado. Cuando toma una hoja de color azul de su escritorio y me la da, trago duro. Mi primera detención. No voy, no importa cómo, a conseguir dos suspensiones. Incluso si eso significa ser llamado Mex durante los próximos nueve meses. ―¿Esto va a mi archivo permanente? ―pregunto, mirando hacia abajo a la ofensiva hoja azul. ―Me temo que sí. Mierda. Brevemente tengo una visión de irrumpir en la oficina de la escuela en medio de la noche y hacer desaparecer la detención. En las películas la gente entra en las oficinas y roba archivos todo el tiempo. Definitivamente sería un subidón de adrenalina, sobre todo si yo fuera capaz de lograrlo. ―Ahora, salgamos de aquí ―dice Aguirre―. No quiero ver tu cara en mi despacho a menos que sea para decirme que estás en el cuadro de honor. Mantén tu cabeza en los libros, y nos llevaremos muy bien. ―¿Es todo? ―le pregunto. ―No. ―Él sonríe y abre los brazos a lo ancho―. Bienvenido a Fairfield High.

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Capítulo 12 Nikki Luis estaba hablando con Marco y Mariana cuando lo llamaron a la oficina del Dr. Aguirre. Camino con confianza fuera del patio, y me encuentro teniendo dificultades para apartar los ojos de él hasta que se perdió de vista. Espero que no se acuerde de mí, aunque tengo la extraña sensación en la boca del estómago de que no olvidó nuestro encuentro en la boda de su hermano. ¿Cómo podría? La última imagen que tengo es de él saludándome… desnudo. Lucía ridículamente caliente en ese momento, y todavía tenía ese agrandamiento. Solo por la manera en que camina puedo decir que él sabe que es uno de los chicos con “el factor”. En el pasillo, las chicas lo miran. El asiente y sonríe a cada chica que lo mira. Marco coquetea con todas las chicas a su alrededor como si fueran un equipo. La siguiente vez que lo veo, es en la última clase del día. Química con la Sra. Peterson. Luis se ve divertido cuando entra al salón y me encuentra sentada en la última fila con Kendall y Derek. Cuando la profesora embarazada anuncia que asignará compañeros y que serán en orden alfabético, mi corazón empieza a correr. Mi apellido empieza con C y el de Luis con F. Me aterra que podamos ser asignados como compañeros, hasta que la Srta. Peterson dice: ―Mariana Castillo, estas emparejada con Nikki Cruz. Oh, no. Mariana y yo solo tenemos una cosa en común: nuestros padres nacieron en México. Eso es todo. Mariana Castillo me odió cuando Marco y yo salíamos, como si le hubiera robado algo de su propiedad. Las pocas veces que Marco y yo íbamos con sus amigos, ella me miraba fijamente y se aseguraba de que a ninguna de las otras chicas del lado sur le gustara. Yo era una paria en su grupo, pero siempre y cuando tuviera a Marco a mi lado no me importaba. Pero incluso aunque Marco y yo ya no estamos juntos, Mariana sigue odiándome. ―Eww. ¿Cómo es que quedé con la falsa latina? ―No hay nada falso en mí, Mariana. Si tienes un problema conmigo ve a decírselo a la Sra. Peterson.

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Mariana sacude su mano en el aire. ―Sra. Peterson. Nikki y yo no podemos ser pareja Peterson se detiene y mira a Mariana. ―Sí, si puedes, y sí, lo harás. Créame, Srta. Castillo, tengo quejas todos los años y ni una vez he cambiado parejas. ―Pero… ―Cállate, o te pondré una detención. Mariana se calla, pero se mofa de mí mientras la Sra. Peterson continua con el resto de la lista. Luis es asignado a la mesa frente a la nuestra. Derek es su compañero. Trato de no establecer contacto visual, pero me encuentro levantando la vista. Nuestros ojos se encuentran por un segundo antes de que la Sra. Peterson golpee la mesa de laboratorio de Luis. ―Veo que soy bendecida con otro Fuentes en mi clase ―dice la profesora―. Tu hermano Alex fue uno de mis alumnos más… difíciles. Supongo que debería decirte lo mismo que a tu hermano, Sr Fuentes. No se charla a no ser que sea tiempo de laboratorio e incluso entonces no es para charlar o cotillear. Es para trabajar. ¿Entendido? ―Entendido ―dice Luis dándole un engreído pulgar hacia arriba. ―Esperemos que seas mejor que tu hermano siguiendo órdenes. Ah, y eso me recuerda… ―se dirige al resto de la clase―. Tengo una política de tolerancia cero. No se permiten teléfonos móviles, ni si quiera si es una emergencia de sus padres, sus amigos, su novio o novia, su perro, o incluso Dios. Pueden llamar a la oficina si es tan importante. Además, no ropa de pandillas ―dice, mirando directamente a Luis y luego al resto de la clase―, y no amenazas contra cualquier estudiante o estarán fuera de mi clase permanentemente. Tengo detenciones prontas para cualquiera que no siga mis reglas. Ahora, tómense cinco minutos y preséntense a sus compañeros. Cuéntenles cosas interesantes sobre ustedes mismos, incluyendo sus hobbies o lo que hicieron durante el verano. Después presentaran a su compañero al resto de la clase. ―No puedo creer que tenga que trabajar contigo ―murmura Mariana. ―El sentimiento es mutuo ―le susurro. Mariana toma su cuaderno y lo coloca en la primera página. ―Hablemos, así puedo escribir algo y no me echan de clase. Sé que eres una perra rica, que Marco Delgado rompió contigo. ¿Algo más que deberías compartir con la clase?

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Sólo decirle a la clase que ayudo a perros con discapacidad para que sean adoptados . En serio, eso es asqueroso, dice Mariana con una mueca. Dile a la clase que tengo cien mil visitas en el video que hice y subí a YouTube. ¿Haciendo qué?, Pregunto, pensando si hizo un striptease. O tal vez fue un vídeo instructivo

sobre cómo dar correctamente un golpe ―bong―. Estoy segura de que el nombre de Mariana no estaba en la petición libre de drogas de algunos estudiantes de primer curso en todo el año pasado para su proyecto de servicio comunitario. Yo canto y bailo… mejor que tú, estoy segura.

Yo escribo esa información para compartir con la clase cuando sea mi turno. Lo que no sabe es que bailar mejor que yo no es difícil. Luis comienza y le cuenta a Derek sobre cómo se trasladó aquí desde Colorado, pero que vivía en Fairfield, cuando era más niño. Después de las presentaciones no queda tiempo, por lo que la señora Peterson nos lleva en un recorrido por el laboratorio. Nos informa que se ha modernizado durante el verano, y explica por qué hay una ducha instalada en el fondo de la sala. ―El año pasado tuvimos un incidente… con algunos de mis estudiantes que no hicieron caso a mis instrucciones. Digamos que el consejo escolar decidió que con la instalación de un área de productos químicos peligrosos, el lavado puede ser necesario. Tal vez ninguno de ustedes necesite de esta ducha, pero si por alguna razón alguno se rocía un producto químico sobre la piel y está teniendo una reacción, lávelo inmediatamente. No es necesario levantar la mano y pedir permiso. Apenas estamos frente a la ducha, mi celular empieza a vibrar. Mierda. Está en mi bolsillo trasero. Al final se me olvidó apagarlo. Como si eso no fuera suficiente, suena tan fuerte que ahora todo el mundo me está mirando. Lo ignoro, con la esperanza de que la señora Peterson no se de cuenta que es mío y rezando para que se transfiera al correo de voz. ―Es mejor desactivarlo ―murmura Kendall en mi oído―. Se rumorea que Peterson tiene una colección de teléfonos móviles por valor de miles. Demasiado tarde. ―¿Srta. Cruz? Mantengo los ojos cerrados por un momento, deseando tener poderes mágicos y me trasladen a otro salón de clases. ―¿Sí? ―le respondo humildemente.

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La señora Peterson está de pie delante de mí ahora. ―Venga hacia aquí. No me atrevo. ―Tome el teléfono de su bolsillo y responda ―ordena de nuevo―. Antes de seguir la clase, por favor. Lo saco de mi bolsillo y pulso el botón de respuesta, cuando, para mi horror total, la señora Peterson con un movimiento toma el teléfono. Lo pone en su oído. ―Hola, este es el teléfono de Nikki ―dice en el receptor como si fuera mi secretaria personal. Cubre la boquilla y susurra en voz alta para que todos puedan oír. ―Es Dara del Salón de Razzle, confirmando la cita para el rebaje para el bikini y la depilación de cejas. ―Pausa―. Soy la señora Peterson, profesora de química de Nikki. ―Pausa―. Dara dice que se está retrasando, así que está llamando para ver si puedes llegar a las seis en lugar de hoy a las cuatro. Siento mi cara al rojo vivo, comentarios y risas resuenan en la sala. ―Está bien ―le digo con voz débil. La señora Peterson pone el teléfono a su oído y le dice: ―Dara, a las seis será perfecto. Bueno. Sí, sin duda le haré saber. Que usted también tenga un día fabuloso, adiós. Apaga el teléfono y luego se acerca a su mesa y lo coloca dentro de uno de los cajones. Peterson deja escapar un fuerte y exagerado suspiro. ―Supongo que ya que es el primer día de clases seré agradable y le daré una opción. Me quedo con su teléfono o puede pasar a detención hoy después de clases. ¿Esa es su idea de ser amable? ¿Qué se siente cuando es mala? Me he pasado tres años en esta escuela sin conseguir siquiera una nota de detención azul. ―Realmente pensé que estaba apagado ―le digo con la esperanza de que muestre un poco de compasión. Me señala con expresión impasible. ―¿Crees que me importa? Tolerancia cero. Deberías haberlo apagado antes de venir a clase. O, mejor aún, dejarlo en tu casillero. O en casa. La política de la escuela es mantener los teléfonos completamente apagados durante la clase, Srta. Cruz. No vibrando y no cambiado al modo silencioso. Eres una persona mayor. Has tenido tres años para memorizar el manual de Fairfield High School. ¿Memorizar el manual? Por su tono, en verdad parece que ella espera de nosotros que memoricemos el manual de la escuela. ―Me voy a detención ―le digo.

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Mientras todos los demás salen de clase, espero a que la señora Peterson llene la hoja de detención. Ella me la da, junto con mi teléfono. ―Que no vuelva a suceder ―dice―. O no nos vamos a llevar bien. No le digo que no me siento particularmente optimista acerca de que nos llevemos bien. ―Amar es duro ―dice ella después al salir de su salón de clases. Yo lo llamaría otra cosa, pero no tengo el hábito de contestar a los profesores, por lo que mantengo la boca cerrada y la cabeza en mi casillero. Kendall está de pie delante de él, esperándome. Me quita la hoja de detención de mi mano y mira fijamente a las palabras ofensivas escritas de puño y letra de la señora Peterson. ―Realmente no puedo creer que esta mujer te diera una detención el primer día de clases. Peterson es salvaje. ¿Quieres que te espere? ―No, pero gracias. ―Mi hermano está con nosotras, lo que me recuerda que se supone que tenemos que irnos juntos a casa―. Recibí una detención, por lo que no puedo irme contigo ―le digo. ―¿Tienes una detención en el primer día de clases? ―pregunta, totalmente sorprendido―. Yo no creía que fuera posible. ―Eso pasa cuando tienes a la señora Peterson como maestra ―le digo. ―Yo te llevaré a casa ―dice Kendall a Ben―. Pero no puedes hablar de la muerte del dragón como si fuera un deporte verdadero. Ben está de acuerdo, aunque estoy segura de que está triste porque no puede hablar de la muerte del dragón. Lo siento por mi hermano, no tiene muchos amigos que compartan su amor por el juego. Cuando está en línea es muy popular, pero la gente con la que juega es anónima… no son amigos de verdad. Después de salir, me resigno al hecho de que no puedo evitar lo inevitable. Me dirijo a la cafetería, que sirve también como la sala de detención después de clases. Estoy bastante segura de que seré la única en ese lugar. Pero a medida que entro a la cafetería y entregó una hoja de registro al Sr. Harris, el profesor de gimnasia, veo que no estoy sola. Justin Dougan, que lleva su chaqueta deportiva a pesar de que afuera está demasiado caluroso como para ponerse más que una camiseta, está sentado en la parte trasera con la cabeza

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apoyada en la parte superior de la mesa. Ya sea que está durmiendo o haciendo como que no le importa estar atrapado en esta sala más que para hacer la tarea en silencio y durante una hora. Hay otra persona en detención conmigo: Luis Fuentes. Me siento en la mesa vacía de detrás de él, preguntándome todo el tiempo cómo se las arregló para meterse en problemas. Miro de nuevo a Justin, y no parece ya tan imposible. Justin no es precisamente conocido por ser el mejor niño en la escuela. Debe de haber provocado a Luis. Y Luis debe de haber peleado. Las peleas no son permitidas en Fairfield sin tener consecuencias. Tampoco lo son las llamadas de teléfono móvil durante la clase. Me siento durante una media hora, intento estudiar, ya que algunos profesores no creen que el primer día de clases no esté destinado a ser un día perdido. Me obligo a mirar hacia mi libro de matemáticas, pero no me puedo concentrar, estoy totalmente perdida. Se debe a que Luis está aquí. Soy muy consciente de que su presencia en la sala es una distracción. ―Hey, Nikki ―susurra Luis. Levanto la vista y me doy cuenta de que el Sr. Harris ha salido de la habitación. ―¿Qué? Luis se desliza desde el banquito de cafetería y atraviesa hasta mí. ―Nosotros no pudimos tener la oportunidad de hablar en clase de Peterson. ¿Me recuerdas? ―Pregunta. Sacudo la cabeza. ―No ―me acuesto. Se lleva la mano al pecho. ―Luis Fuentes. Te conocí en la boda de mi hermano. Como si alguna vez me fuera a olvidar. Ojala no me acordara de Luis Fuentes y de su molesta y arrogante sonrisa. O el hecho de que se fue a nadar con una chica que conoció después de coquetear conmigo. Él me mira con la cabeza inclinada hacia un lado, evaluando mi respuesta. Yo intento mirar hacia otro lado. Vuelvo a mirarlo. Tiene una ceja arqueada interrogante. No sirve de nada, porque él sabrá la verdad, tarde o temprano. No puedo seguir con la farsa más. Me encojo de hombros. ―De acuerdo, me acuerdo de ti. ¿Feliz ahora?

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Él tiene una pose casual y un pie en el banco, y me imagino que es un modelo en una sesión de fotos. ―¿Todavía estás enfadada porque no volví esa noche? No tenías que robar mi ropa para echar un vistazo a la mercancía, ya sabes. ―No te robé la ropa. Sólo la oculté. Y no recuerdo haber visto tu… ―Yo hago un gesto hacia el área de su entrepierna―. No es memorable, por supuesto. Pero lo era. He reproducido la imagen de él, en toda su gloria, sin verlo inseguro o avergonzado de su desnudez, en muchas ocasiones. Me odio a mí misma por recordar todo lo ocurrido esa noche en detalle. Él comienza a esbozar una sonrisa en sus labios, porque lo sabe. Él sabe que yo recuerdo ese momento tan claramente como él lo hace. Luis salta de nuevo a su asiento original, el señor Harris vuelve a entrar en la sala. ―Por cierto ―susurra Luis para mí―, escribiste mal los resultados de los ejercicios número tres y siete. Miro mi tarea de matemáticas. ―¿Cómo lo sabes? Golpea su cabeza con el dedo índice. ―Yo soy una especie de genio de las matemáticas. En ambas preguntas se te olvidó que la izquierda exige la regla que representa en función de X. Miro mi trabajo. Tras un minuto de volver sobre mis pasos, me doy cuenta de que tiene razón. Levanto la vista hacia él en estado de shock, pero está de espaldas a mí otra vez y el Sr. Harris está explorando la sala para asegurarse de que estamos tranquilos. Después de una hora, el señor Harris anuncia que hemos completado nuestra detención y somos libres de marcharnos. Justin es el primero en salir. Él mira a Luis mientras se le adelanta. Luis pretende no darse cuenta o que no le importa. Salgo de la sala. Luis camina a mi lado. ―Parece que necesitas un tutor de matemáticas. ―Yo no ando con chicos del lado sur ―le digo, sin detenerme mientras abro la puerta de entrada a la escuela y camino hacia fuera al calor abrasador del verano―. Ni tengo citas con ellos. ―¿No sales con los del lado sur? ―pregunta, riendo entre dientes. ―Ya no, no lo hago.

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―No quiero salir contigo ahora, Nikki. ―Él esboza una sonrisa matadora que probablemente practica frente a un espejo hasta que es perfecta―. Pero, supongo que no me importaría salir contigo. Así que cuando tengas ganas, házmelo saber.

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Capítulo 13 Luis Lo mejor de sobrevivir a la primera semana de clases es que aprecias los fines de semana y eres capaz de dormir hasta tarde, es decir, a menos que tu sobrino trote en la habitación mientras tú estás durmiendo y confunda tu cabeza con un tambor. ―¡Eh, muchacho! ―le digo, lo levanto y lo siento en mi pecho―.Si tu pañal gotea, estás fuera de aquí. Me esboza una sonrisa de cuatro dientes. Ahora que Paco tiene casi dos años, es hora de que aprenda a pronunciar mi nombre. ―Di Luis ―le digo. ― Weese ―dice. ― No bien del todo, pero trabajaremos en eso. ―Weese ―dice una vez más, emocionado ahora. Rebota arriba y abajo de mí, pensando que soy su caballo―. ¡Weese, Weese, Weese! Brittany asoma la cabeza en la puerta abierta. ―Paco, ¿Estás molestando al tío Luis? ―pregunta. ―No ―le digo―. Él es genial. Después de entretenerlo un poco, llevo a mi sobrino a la sala de estar, donde Alex y Brittany están hablando con mi'amá. ―Oye, hermano ―dice Alex, a continuación señala mis bóxer que tienen la palabra Colorado escrita sobre ellos en colores al azar. Mis amigos me los dieron antes de mudarme―. Bonito pijama. ―Gracias. ―Pongo a mi sobrino en mi hombro, lo que le hace verdaderamente feliz―. Me tocó a Peterson para química. ¿Lo sientes por mí? Brittany y mi hermano se sonríen el uno al otro.

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―Por supuesto. Es brutal ―dice Alex―. Brit, ¿Ella no nos daba detenciones como cualquier otro día? ―He tratado de bloquear esos días en mi mente ―Brittany se encoge de hombros―. Yo te odiaba realmente en ese entonces, Alex. Él desliza la palma de su mano lentamente a través de su brazo. ―Vamos, chica. Me querías, pero tenías miedo de admitirlo. Brittany se muerde el labio inferior mientras mira a los ojos de mi hermano. Él coge su mejilla en su mano y la acerca, luego la besa. Deslizo a mi sobrino de mis hombros y le protejo los ojos. ―En serio, chicos, ¿aún no habéis superado la fase de luna de miel? Ya vais por el segundo hijo. ―No quiero pasar de esta etapa ―dice mi hermano. ―Yo tampoco ―susurra Brittany. Mi'amá mueve su dedo en mi dirección. ―No te hagas ilusiones, Luis. Mantén la cabeza bien puesta y no pierdas de vista tu objetivo. ―Alarga los brazos para que yo le pase a Paco, entonces se lo lleva a la cocina. ―Yo casi no reconocí el lugar ―dice Alex, mirando los muebles y suelos de madera. ―Este lugar está increíble ―Brittany está de acuerdo―. El barrio ha cambiado por completo, también. ―Dímelo a mí ―le digo―. Hasta tenemos viviendo al lado a un policía. Alex niega con la cabeza con confusión. ―¿Un policía? ―Sí. Resulta que también es nuestro casero. ―Dejo de lado la parte en que creo que el tipo está flirteando con mamá. Alex se sienta, y ahora se muestran realmente interesados. ―¿El casero es un policía?

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―No creo que se haya dado cuenta de que este lado de la ciudad es extremadamente pobre. Tengo el presentimiento de que quiere que el lado sur de Fairfield sea el próximo Wrigleyville. Wrigleyville es el barrio de lujo de los chicos Yuppy donde Wrigley Field, sede del equipo de baseball de los Chicago Cubs, se encuentra. Wrigleyville no es para nada como Fairfield, aunque el oficial Reyes quiera pensar que lo es. ―La Policía viviendo en el sur de Fairfield ―murmura Alex, casi para sí mismo―. Me alegro de que no estuviera aquí cuando yo estaba en la secundaria. Sin duda alguna no sigo las reglas como tú lo haces, Luis. Lo que no sabe no le hará daño. Me pregunto cuáles son las normas que me veré tentado a romper esta noche con Marco, Mariana y sus amigos después de salir del trabajo. ―¿Quieres ir al zoológico de Brookfield con nosotros después del desayuno? ―pregunta Brittany―. A Paco le vuelve loco caminar por la casa del murciélago. Yo me río. ―Aunque me encantaría pasear por el zoológico con vosotros, tengo deberes. Después trabajo de tres a diez de esta noche. Mi hermano levanta una ceja. ―Conseguiste el trabajo en Brickstone? ―Estás mirando al último camarero del club, Alex. ―¿Un ayudante de camarero? ―Mi cuñada niega con la cabeza―. Yo no creo que debas hacerlo. Eres ridículamente inteligente y atlético, Luis. Deberían ponerte como un salvavidas, o en la recepción o algo así. No te detengas. ―Es dinero ―le digo, encogiéndome de hombros. ―Es degradante ―me devuelve ella. Me encojo de hombros otra vez. Brittany creció rica y blanca y no tiene idea de lo que es ser pobre. O mexicana. Sé que necesito el dinero, y el lugar paga decente. ¿Y qué si serviré agua y manejaré los platos sucios de la gente? No es gran cosa. Los mexicanos son conocidos por hacer trabajos que los blancos no quieren hacer. Estoy bien con eso. Y sé que haré un buen trabajo para conseguir la promoción de servidor en un mes. Alex y Brittany salen con Paco después del desayuno. Tengo algunos textos de Marco donde me pide pasar el rato con él y con un montón de otros chicos antes de ir a trabajar, pero eso

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tendrá que esperar hasta más tarde. Tengo que mantener mis calificaciones. Si no lo hago, puedo darle un beso de despedida al programa de aeronáutica. Después de estudiar para la evaluación de matemáticas de la próxima semana y la prueba la historia de EE.UU, camino al trabajo. Hace buen día todavía, pero sé que no durará mucho tiempo. La primavera en Illinois es una tomadura de pelo antes del verano abrasador. Después el otoño golpea con venganza. Pero lo que verdaderamente te pone de rodillas es el frío abrasador del invierno, con vientos que te abofetean la cara y te hacen desear vivir donde ni siquiera saben lo que es la nieve. La nieve de Chicago es totalmente diferente a la nieve de Boulder. Fran Remington se reúne conmigo en la recepción del frente y me pone a trabajar con un tipo llamado Richard, un tipo de mediana edad con el cabello con plumas que parece no moverse de su cuero cabelludo. O bien se echó laca hasta la muerte o tiene el pelo postizo. En el cuarto de taquillas, me entregan mi uniforme, pantalones blancos y una camisa blanca con la palabra Brickstone bordada y con una cresta en el pecho. Richard usa pantalón negro y una camisa blanca completa con un saco negro y corbata. Se ve como que va a una boda. Yo, en cambio, me asemejo a un tipo que vende crema de hielo en un carrito de venta. Paso la noche siendo la sombra de Richard. Los clientes se amontonan en el comedor, mientras avanza la noche. Ayudo a Richard a servir la comida, limpiar los platos, llenar los vasos y floto casi toda la noche sin ningún problema. Hasta que Nikki Cruz entra con un grupo de amigos. Van de blanco a excepción de ella, lo que no debe molestarme una mierda, pero lo hace. No es de extrañar que insulte a su lado mexicano... ella no se asocia con alguien que es mexicano. No reconozco a ninguno de ellos, pero uno de los chicos en el grupo lleva una camisa de golf de color negro con las palabras de la Academia de Golf de Chicago bordadas en letras de oro. Todo el mundo sabe que la Academia Chicago es una exclusiva escuela privada para que niños con un montón de dinero vayan. Son conocidos por ser unos totales snobs que manejan altos precios y coches que consumen mucha gasolina. Apuesto a que ninguno de estos pendejos podría decir la diferencia entre un carburador y un alternador. Nikki lleva un vestido rosa de corte bajo que muestra sus curvas. Maldita sea, ella parece caliente. Yo no soy el único que se da cuenta, porque los tíos de la Academia de Chicago que caminan detrás de ella no son sutiles acerca de la comprobación de su culo. Richard me toca el hombro. ―Casi le tiras agua a la señora Steinberg ―dice en un tono no muy encantado.

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―Lo siento ―murmuro. Mierda. Ver a Nikki aquí me distrae. Veo que la dueña de casa lleva a Nikki y sus amigos a una mesa en un rincón apartado de la ventana. Mi suerte está en la estación de Richard. ―Sírveles algo de agua ―dice Richard, señalando a la mesa de Nikki. Oigo su risa tranquila en toda la sala por algo que una de las chicas le dice. Me acerco a la mesa con una jarra de agua helada. Yo estoy a cargo del agua, todos los tipos de agua. El ayudante de camarero se encarga de otra clase de bebidas. ―¿Os gustaría agua del grifo, gas, o agua embotellada? ―les pregunto. Nikki me mira con los ojos muy abiertos. ―Luis, ¿qué estás haciendo aquí? ―Yo trabajo aquí. ―¿Lo conoces? ―Uno de los chicos de la Academia de Chicago le pregunta a Nikki. El tipo me mira, obviamente evaluándome y entonces le dice―: ¿Es tu primo? ¿Porque los dos somos mexicanos piensa que debemos estar emparentados? Idiota. ―No. Nosotros, umm... ―Nikki tropieza con las palabras. ―Vamos a la escuela juntos ―le digo, terminando su frase. ―Eso es lindo ―dice el tipo―. Mi padre fue a Fairfield antes de que se fusionaran Fairfield Sur y del Norte. Dice que ahora es basura. ―Eres un elitista ―le dice Nikki, más divertida con su comentario que molesta―. Fairfield es diversa, a diferencia de la escuela de blancos a la que vas. ―Eres como mucho más elitista que yo, mi amor ―dice el tipo. Derek y su novia, Kendall entran y se unen al grupo. Derek extiende la mano y me la aprieta. ―¿Qué pasa, hombre? No me dijiste que trabajabas aquí. ―Mi hermano conocía a algunos. El tipo elitista me toca el codo. ―Nosotros queremos un poco de agua con gas―ordena, interrumpiéndome.

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Derek frunce el ceño. ―Hunter. ¿No te enseñan en esa escuela de lujo tuya que no se debe cortar a alguien cuando está hablando? El snob rueda sus ojos. ―Acabo de jugar dieciocho hoyos, Derek. Tengo sed. Demándame por pedirle al chico algo de beber. ―Está bien ―le digo al snob, pero estoy pensando, ¿Chico? Un tipo de mi edad, llamado Hunter, me acaba de llamar chico. Increíble. Cuando vuelvo de la cocina con el agua mineral y un plato pequeño de limones en la mano, le coloco el agua al chico. También le traigo agua a Nikki. Me gustaría no tener una bocanada de su perfume dulce mientras me inclino a su lado. Después de terminar las órdenes de sus bebidas, me ocupo con el resto de los clientes. No me detengo alrededor de la mesa de Nikki, y sólo vuelvo a quitar platos o rellenar vasos. Hay algo acerca de Nikki que me hace querer saber lo que pasaría si nos juntamos. Es su espíritu combativo, y el hecho de que nada de lo que he hecho la ha aflojado. Ella es un reto que definitivamente quiero asumir. No me gusta el hecho de que hay una parte de mí que está avergonzado de ser un ayudante de camarero en frente de Derek, Nikki, y Kendall. Cuando la mesa de Nikki se levanta para irse, Hunter me entrega un billete de cincuenta dólares. ―Aquí tienes ―dice, haciendo gala de entregármelos, como si yo fuera un caso de caridad―. No te lo gastes en un solo lugar. ―Gracias, tío ―le digo, aunque me gustaría meter el dinero en su rostro. O por el culo; donde parece que se guarda el resto de su dinero en efectivo. ―Hey, Nik―la llamo cuando ella está a punto de salir de la habitación. Se detiene y me mira Sé que el resto de los chicos están mirando, así que paso junto a ella y le susurro al oído, ―Deshazte de estos chicos para cuando salga del trabajo y pasa el rato conmigo, mi chava.

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Ella se acerca y susurra en mi oído. ―Sigue soñando. ―Entonces sale de la habitación, mientras que los chicos la miran con aspecto perplejo primero a ella y luego a mí. ―No debes coquetear con ella ―me dice Derek, antes de seguir al resto de sus amigos fuera de la sala comedor. ―¿Por qué no? ―Debido a que Nikki tiene garras. Son grandes, y saldrán cuando menos te lo esperas. ―Ella no me asusta ―le digo. Él me da una palmadita en el hombro. ―Debería. Veinte minutos más tarde, me doy cuenta de que los padres de Nikki caminan hacia el comedor y también se sientan en la sección de Richard. ―Luis, me pareces familiar ―afirma el Dr. Cruz mientras mira mi nombre de etiqueta. ―Mi hermano es Alex Fuentes. Me encontré con usted y su familia en su boda. ―Ah, sí. Es por eso que pareces familiar. Ha pasado un largo tiempo. La señora Cruz sonríe de una manera reservada, casi ensayada. ―Alex nos dijo que se estaban moviendo de nuevo a Chicago. Si necesitas algo, asegúrate de llamarnos. Asiento con la cabeza, no estoy seguro si ella realmente quiere decirlo o si lo está diciendo para ser cortés. ―Gracias. Estar en la presencia del Dr. y la Sra. Cruz me hace olvidar que se supone que debo estar sirviendo otras mesas. Hasta que consigo un codazo de Richard, que me recuerda que tengo un trabajo y lo hago bien o corro el riesgo de ser despedido. Yo estoy de pie y vuelvo al trabajo. ―¿Quieren agua embotellada con gas, o del grifo?

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Capítulo 14 Nikki Los chicos de la Academia de Chicago son lo mismo. Ellos tienen grandes egos y creo que son sementales. Después de la cena, mis amigos y yo vamos a las canchas de Voleyball Brickstone. Mi hermano desapareció antes de la cena para ir a la sala de juego, ya que encontró a quien golpear con su alta puntuación en un juego de motos simulado. Mis padres están en alguna conferencia en el auditorio Brickstone. Hunter McBride está sentado a mi lado, junto con un grupo de chicos y chicas de la Academia de Chicago. Ellos viven en mi barrio por lo que he sabido siempre, pero siempre desde la secundaria se han ido a las escuelas privadas mientras que el resto de nosotros fuimos a las escuelas públicas. Mi mamá quería que yo fuera a la CA, pero como mis amigos iban a las escuelas públicas opté por quedarme con ellos. Miro a Kendall y Derek sentados en el otro lado de la cancha enfrascados en una discusión. No sé cuál de ellos parece más miserable. Desde que están discutiendo el tema de “a dónde vamos a la universidad”, no se llevan bien. Yo creo que definitivamente se darán cuenta de que su relación no durará para siempre. Hunter me da un codazo y me dice: ―Nikki, ¿verdad o atrevimiento? Echo la cabeza hacia atrás. ―No este estúpido juego de nuevo. La última vez que jugamos verdad o te atreves, yo acabé teniendo que comer tres hamburguesas y vomitando después. ―Te permitiré comenzar, entonces. Los ojos están sobre mí. Suspiro y me pregunto cómo me metí en estas situaciones. Necesito a Kendall para que me saque de esto, pero ella está atrapada en sus propios problemas con Derek en estos momentos. ―¡Vamos, Nikki! ―dice un hombre llamado Mason―. Es tu turno para hacerle pagar a Hunter por el incidente de las hamburguesas.

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Jugaré, pero sólo porque tengo la sartén por el mango, para empezar. ―Bueno… Hunter, ¿la verdad o te atreves? No vacila. ―Me atrevo. Ahora tengo que pensar en algo que sé que no va a hacer. Eso le enseñará a empezar el juego estúpido conmigo. ―Te atreves a saltar a la piscina con la ropa puesta. ―Bien. ―¿En serio? ―No creí que estuviera de acuerdo en eso, sobre todo porque creo que probablemente sólo posee ropa que debe ser especialmente lavada en seco y escurrida a mano. ―Sí ―dice―, pero tienes que venir conmigo como testigo. Me parece justo. El resto del grupo nos espera en las canchas de Voleyball mientras Hunter y yo caminamos por el césped de la piscina al aire libre. ―¿Realmente saltarás? ―pregunto. ―Absolutamente.―Él mueve sus cejas―. Haría cualquier cosa que me dijeras que hiciera. ― Volteo los ojos. Hunter no puede soportar el hecho de que no me acabe de ir con él por ser quien es. Me ha dicho que es su objetivo en la vida que le diga que sí a una cita, por lo que ha hecho preguntarme un juego. La mayoría de las chicas se mueren por saber qué se siente al estar con Hunter McBride, hijo del magnate de bienes raíces más grande de Chicago. Sale con las niñas una o dos veces, entonces se cansa de ellas. Él sabe que nosotros nunca estaremos juntos de verdad, pero eso no le impide intentarlo. No debería utilizarlo, pero lo hago. Hunter es un inofensivo tipo rico que necesita amigos como yo en su vida para llevarlo a la tierra. No es fácil… años de ser echado a perder y hacer todo lo que quiere están pudriendo su cerebro. Kendall cree que hay esperanza, pero pienso en él como uno de los perros a los que me ofrezco como voluntaria en el refugio, alguien que sólo necesita algún tipo de entrenamiento. Abrimos la puerta a la piscina al aire libre en Brickstone, que es oficial y cerrada a los huéspedes, ya que es pasada las diez de la mañana. ―Entonces, ¿cuál es el problema contigo y ese chico ayudante de camarero?

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―Nada. ―Sí, claro. Estaba mirándote todo el tiempo. Vi que tú le mirabas de más un par de veces. ―Yo no lo hacía. Estás cambiando de tema. ―Lo digo, porque puedo sentir que mi cara se calienta hablando de Luis―. Es mejor que te apures y saltes antes de que seguridad venga. Hunter se sienta en un sillón y se quita sus zapatos. ―Dije que con la ropa puesta, Hunter. Se ríe. ―Estos son mis zapatos de encargo de Edward Green, cariño. No estoy a punto de conseguir mojarlos. Tomo uno de sus zapatos preciosos, de pie en el borde de la piscina, y pretendo lanzarlo en el agua. Sus ojos se agrandan. ―Es mejor que no lo hagas. ―¿Qué pasa si lo hago? ―le pregunto, lanzándole los zapatos a él. Él necesita saber que las cosas materiales no deben significar tanto. Él pone los dos zapatos cuidadosamente debajo de la silla. Esto me hace preguntarme si la ropa en su armario está cuidadosamente doblada con un código de colores. ―Si tiraras el zapato, ¡me gustaría hacerte esto! ―dice, entonces me sorprende al darme la mano y saltando a la piscina conmigo firmemente capturada en sus brazos. Salgo escupiendo. ―Te voy a matar. Nado hacia la orilla de la piscina, completamente empapada y contemplando cómo voy a explicar esto a mis padres. Salgo del agua y me escurro el pelo. ―Te odio. ―No, no. De hecho, creo que te gusto un poco. ―Ahí es donde te equivocas. Me debes un par de zapatos nuevos ―le digo.

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―No hay problema. ¿Cuándo puedo llevarte de compras? ―Hunter sale de la piscina. Su camisa se pega a su pecho, sus pantalones se pegan a las piernas… y parece que está mirando directamente mi pecho. Miro hacia abajo y me doy cuenta de que mi vestido se aferra a mi piel. ―Nunca. Te enviaré un correo electrónico con mi talla y una foto de ellos. Hunter mira abajo a mis pies. ―¿De qué diseñador son? ―No sé. Los conseguí en el Target. Se ríe. ―¿Sabes lo guapa que eres? ―No cuando estoy mojada y el maquillaje está corrido por la cara. Estoy segura de que me veo horrible, gracias a ti. ―Te ves caliente, Nik. Supercaliente. ―Da un paso más cerca―. Los dos estamos mojados. ¿Sabes lo que esto significa, ¿no? ―¿Qué se ha terminado el juego de la verdad o te atreves? ―No. Esto significa que tenemos algo en común. Yo no tengo nada mexicano, pero los dos estamos mojados. ―Estás agarrándote a un clavo ardiendo, Hunter. Estar mojado no quiere decir que tengamos algo en común. ―Cállate y acepta eso. Ya sabes, siempre juego si quieres perder el tiempo. No tienes un novio, no tengo una novia... ―Él se inclina para besarme, pero yo pongo mi mano sobre su pecho y lo detengo. ―En serio, no me hagas reír. ―Vamos, Nik. ―Mira hacia abajo a mis pechos―. Tu cuerpo está diciéndote algo. Si se está refiriendo a mis pezones, es porque una ráfaga de viento sopló sobre mí y me dio frío por un segundo. Estamos en los suburbios de Chicago. ―Ninguna mujer está a salvo de los vientos de Chicago.

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―La piscina está cerrada para los clientes ―dice un chico de la puerta. Un grupo de empleados está de pie detrás de él, dispuesto a saltar a la piscina para nadar un rato en las horas de los empleados. Luis también está allí, hablando con la dueña de casa desde el comedor. ―¿La piscina está cerrada? ―pregunta Hunter como si no fuera consciente de ello. Hunter me guiña el ojo con risa. Él es bueno en hacerse el tonto, le doy ese crédito. ―Tienen que volver mañana ―dice un guardia de seguridad―. A partir de las diez está abierta al personal. ―Lo siento. ―Hunter agarra sus zapatos y a continuación toma mi mano y me lleva fuera de la zona de la piscina. ―Hey ―dice Luis mientras Hunter y yo pasamos. ―Hey ―le digo de nuevo estúpidamente. Saco mi mano de las garras de Hunter. ―Recuérdame nunca jugar a la verdad o te atreves con vosotros. Hunter se ríe. ―¿Estás bromeando? Eso fue divertido. Apuesto a que podría haber pagado a ese guardia de seguridad para que saliera y podríamos habernos quedado. Tienes que venir a mi casa la próxima vez y entrar en la bañera caliente conmigo. ―Sigue soñando. En las canchas de Voleyball, veo a mis padres hablar con mis amigos. ―¿Qué pasó con vosotros dos? ―Papá nos pregunta cuando vislumbra la ropa empapada―. Los dos estáis empapados. Yo no voy a admitir que estaba jugando a la verdad o te atreves. Es mejor desempeñar el papel de adolescente estúpida. ―Hunter pensó que sería divertido que nos fuéramos a nadar con la ropa puesta ―les digo. Hunter abre bien la boca en estado de shock, se burla y me señala con tono acusador. ―Ella me obligó a hacerlo. Mamá sacude la cabeza.

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―Creo que se acabó la fiesta, Nikki. Es hora de volver a casa. ―Yo voy contigo ―dice Kendall, al unirse a nosotros. Ella deja a Derek de mal humor. Mientras caminamos hacia el coche, miro a la zona de la piscina, donde los empleados todavía están pasando el rato. Aunque no está completamente iluminada, puedo ver a Luis en una de las sillas de la sala todavía hablando con la dueña de casa. ―Nos encontramos con Luis Fuentes ―dice papá cuando comenzamos a ir a casa―. Te acuerdas de él ¿no es así, Nikki? Es el hermano de Alex. Un chico muy listo. ―Sí, lo sé ―le digo―. Está en mi clase de química. ―Sospecho que Luis tiene una vena salvaje ahora que se ha movido hacia el lado sur ―dice mamá en un tono de advertencia―. No te metas con él. ―Casi no he dicho dos palabras con él ―le digo a mi sobreprotectora madre, pero realmente me dan ganas de gemir de la derrota. Ha sido fácil rechazar los avances de tipos como Hunter, porque no siento una conexión con ellos. Cuando Luis y yo estamos en la misma habitación, estoy tan consciente de él que me pregunto cuánto tiempo puedo mantener el muro de protección antes de que él lo atraviese. Su arrogancia, su confianza, sus avances... ...Que me hacen debilitarme y tengo que recordarme a mí misma continuamente que un chico como Luis me puede hacer perder el control. Mantenerme fuerte ha sido más duro que nunca.

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Capítulo 15 Luis En la mañana del lunes, Nikki me espera en el casillero desde el momento en que llegó a la escuela. ―¿Cuáles son las probabilidades de que pueda convencerte para que consigas otro trabajo? ―me pregunta. Lo dice como si pudiera encontrar otro trabajo con un chasquido de dedos. ―¿Cuál es el problema, chica? ―El problema es que no quiero que mis amigos se cuestionen cómo nos conocemos o piensen que tenemos algunos asuntos pendientes entre nosotros... porque no es así. ―¿Por qué te importa lo que piensen los demás? ―Sólo lo hago ―dice―. Todo el mundo sabe que no tengo novio ni quiero novio. Yo me río. ―Entonces, ¿quién era ese tipo con el que estabas en la piscina del club de campo el sábado por la noche? ―Hunter es sólo un amigo. ―Ella cruza los brazos en el pecho, haciendo una buena imitación de nuestra profesora de química. Todo lo que necesita para completar la imagen es una mirada que pueda fundir el acero. ―¿Así que vas por ahí echándote polvos con chicos que no son tu novio? Excelente ―digo. ―Yo no echo polvos. Marco asoma la cabeza entre nosotros. ―Sí, Nikki, lo haces. Tengo conocimiento de primera mano. ―Me da unas palmaditas en el pecho con la palma de su mano―. Pero a ella le gusta llamarlo hacer el amor, ¿no es eso la verdad, puta?

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―Basta ya, hombre ―le digo a Marco con voz severa, pero miro sus ojos y veo que están completamente enrojecidos, sé que es inútil. ―¿Por qué debo largarme? ―Marco pasa su brazo alrededor de Nikki y la besa en la mejilla burlonamente. Ella no mueve un músculo―. A Nikki le gusta hacerlo rápido y sucio, ¿no, cariño? Ella hace una mueca. Lo alejo de ella y le digo: ―¡Vamos, hombre! No seas pendejo. En un instante ella corre por el pasillo y desaparece. ―Desde que nos separamos todo lo que hace es pasar el rato con tíos blancos ricos. De vez en cuando, es necesario recordarle lo que es estar con un semental latino ―dice Marco. Tomo los libros de mi armario y me voy a la clase. ―Probablemente deberías ir a casa y dormir para salir de lo que estás. ―Necesito permanecer en la escuela ―responde―. Si estoy ausente, no me dejarán probar para el equipo de fútbol. ―Las pruebas del fútbol son hoy y mañana después de la escuela. El fútbol no era popular en High Flatiron, pero en Fairfield es obviamente grande, porque todo el mundo está hablando de ello. Incluso algunas de las chicas hablan acerca de ver las pruebas. No veo a Nikki hasta el final del día, en química. Ella está de pie en la mesa del laboratorio. ―¿Qué pasa? ―digo. Ella no responde. ―Marco no quiso decir lo que dijo esta mañana. ―Sí, lo hizo. Sois todos iguales. Déjame sola. ―¿Por qué Nikki me odia tanto? ―le pregunto a Derek. Él se ríe. ―Nikki odia a todos los hombres que le recuerdan a Marco. Eres mexicano, él es mexicano... y peor aún, sois amigos. No hay nada más que decir. ―¿Así que en su lugar va a por tipos como Hunter? Sacude la cabeza.

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―No me preguntes. Tengo suficientes problemas con mi propia relación, la última cosa que quiero hacer es tratar de analizar a otra persona. Derek y yo empezamos a recibir nuestro kit de laboratorio preparado, mientras esperamos las instrucciones de Peterson. ―¿Alguna vez has tenido novia? ―me pregunta. ―Nunca una seria. Nada que durara más de un par de meses. ―Salí con una chica cuando vivía en México, pero a sus padres no le gustaba. Dijeron que no querían a su hija corriendo con un tío pobre. Apuesto a que si sus padres supieran que estoy viviendo de nuevo en los EE.UU. estarían molestos de que nos separáramos. Conseguir un billete de ida a los Estados Unidos sin salir furtivamente por la frontera como un fugitivo es como ganar la lotería. ―Muchos de nosotros vamos a ir a ver las pruebas de fútbol ―me dice Mariana mientras se inclina sobre la mesa del laboratorio―. Me dijeron que tengo que ir. Nikki resopla. ―Mesa uno, ¡oigo que hablan! ―grita Peterson desde el otro lado de la habitación―. ¿Ustedes cuatro quieren una detención, porque tengo algunas detenciones deslizándose en mi mesa llenas de polvo? Y saben cuánto me disgusta el polvo. Después de la última campanada, Derek y yo nos dirigimos a los vestuarios. Durante las pruebas, la brecha social es borrosa. El entrenador nos pone a Marco y a mí en el mismo equipo y nosotros dominamos. El otro lado ni siquiera puede marcar. Justin Dougan, que pasa a ser nuestro portero, me empuja por la espalda cuando me acerco a nuestra red para bloquear un balón. ―Qué mierda, Dougan. Si no lo has notado, estamos en el mismo equipo. ―Oops ―dice con sarcasmo, a continuación, extiende la mano para mostrarle a cualquiera que esté viendo y piense que está a punto de ayudar a levantarme. Le golpeo la mano. ―¿Tú naciste siendo un soplapollas? ―¡Cállate, Fuentes! Podemos estar en el mismo equipo, pero nunca vamos a estar en la misma liga. Derek está a mi lado. ―Dougan, supéralo.

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―Es genial ―le digo a Derek, y hago caso omiso de Dougan por el resto del tiempo. Al final del entrenamiento, todos los chicos van a pie hasta el puesto de los perritos calientes a una manzana de la escuela. Derek va preocupado toda la caminata. Saca su teléfono móvil y comienza a enviar mensajes de texto en el momento en que tenemos nuestra comida y nos sentamos. ―¿Llevas saliendo con Kendalll desde hace mucho tiempo? ―pregunto. ―Desde este verano ―dice―. Ella no confía en mí. Piensa que voy a engañarla o encontrar a alguien más si vamos a diferentes universidades. ―Coge una patata frita―. La amo, ¿sabes? Ni siquiera puedo verme a mí mismo con nadie más. ―¿Sabe ella que tú estás en eso… del largo recorrido? ―Mierda, Luis, se lo digo todo el tiempo. Nikki ha estado poniéndole negatividad y dudas en su cabeza desde que empezamos a salir. No me entiendas mal... Creo que Nikki está bien, pero ella piensa que todos estamos dispuestos a joder a tantas chicas como sea posible. Desearía que tuviera un novio con el que se pudiera aflojar. ― asiente en mi dirección―. ¿La sacarías en una cita? Creo que la actitud combativa de Nikki se mezcla con su delicada vulnerabilidad que me intriga al extremo. Ella también es una locura hermosa con un cuerpo que me ha inspirado más que algunas fantasías. Me temo que si la saco, no podré dejarla ir. Pero tendría que hacerlo. Tengo un plan a largo plazo, y no incluye estar atado a una chica. ―Entonces, ¿la invitas, o qué? ―Derek vuelve a preguntar. ―Me gustaría salir con ella ―lo admito. ―Se supone que debo llevar a Kendalll en mi bote el próximo fin de semana. Deberíais venir con nosotros... voy a hacerle traer a Nikki. ―Nikki no va a ir si sabe que yo voy a estar ahí. ―Le digo. ― Deja que yo me encargue. Un niño que no conozco camina junto a nosotros. ―¡Hey, Ben! ―dice Derek. El chico nos saluda mientras se dirige a la sala de juego a un lado.

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―Ese es Ben Cruz, el hermano de Nikki ―explica Derek―. Es un estudiante de primer año y es totalmente antisocial, si no estás jugando. ― Jugando, ¿eh?―digo. ―Sí. Yo voy a la sala de juegos después de terminar de comer y la mayoría de los chicos se han ido. Ben está jugando un juego de disparar a extraterrestres cuando me acerco a él. Está en la zona y no mira hasta que el juego ha terminado. ―Tú eres el hermano de Nikki, ¿verdad? ―le pregunto antes de que deslice otra ficha en la ranura. Me mira, luego vuelve a jugar el juego. ―Soy Luis Fuentes ―le digo. Él empieza a disparar a alienígenas. ―Sé quién eres. Eres el hermano de Alex. ―¿Cómo lo sabes? Se encoge de hombros. ―Memoria fotográfica, supongo. ―A los jugadores les encanta cuando hablan su idioma. ―¿Alguna vez probaste el juego World of Warcraft? ―Por supuesto. ―Tienen mal algunos gráficos. ―Había jugado WoW, pero el período de prueba terminó y no hubo manera de que pudiera pagar la cuota mensual―. Impresionante juego ―le digo. Cuando se entera de que he jugado a WoW, se le ilumina toda la cara hacia arriba. ―He estado jugando durante dos años ―dice―. Estoy diseñando mi propio juego de aventura con gráficos impresionantes y niveles como Warcraft. A nadie le importa, excepto a los jugadores. ―Apuesto a que es genial. ―Definitivamente aprecio los juegos de estrategia informática. ―Me gustaría mostrártelos... ―Duda―. Pero es probable que no quieras venir a mi casa.

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―¿Por qué no? ―Porque soy un estudiante de primer año geek 11y eres una persona mayor que se cuelga con los chicos duros y deportistas. Además de eso, he oído a mi hermana diciendo a sus amigos que eres un idiota. Marco grita: ―Ya, Luis. Estamos yendo a la casa de Juan para pasar el rato. Vamos, te voy a dar un paseo. Ben se endurece tan pronto como la voz de Marco vuela a través del aire. El pobre chico está cagado de miedo de Marco. ¿Es debido a Nikki? ¿O es que Ben y Marco tienen un problema en el pasado? ―Me voy a quedar aquí ―le digo a Marco. Se ríe. ―Está bien. Pero cuando te aburras jugando con los geeks, llámame. ―Ben finge no oír el insulto. Hablamos de juegos en línea en comparación con tradicionales juegos de máquina. No pasa mucho tiempo antes de que Ben insista en que vaya a su casa para que me muestre el nuevo juego que está desarrollando y que podría mezclar los dos. El chico está más emocionado de lo que estaría yo si tuviera un Camaro. Cuando sigo a Ben hasta la entrada de su casa, es difícil no quedarse impresionado. En el interior, cada habitación está decorada con patrones y colores extraños. Tienen una sala de ordenadores decorada en un tema de la selva completa con un tigre de peluche en la esquina. Ben tiene un equipo de súper alta tecnología con un gran monitor que se parece a una pantalla de televisión. Apuesto a que el costo de todo esto está cerca de cuatro grandes. Ben me explica cómo jugar el juego que está diseñando. Elijo ser un cazador de dragones y mi misión es luchar contra el dragón Badass, que vigila a mi princesa. En medio de mi batalla, el dragón se congela. Ben me quita el control. ―Tengo que arreglar ese error ―dice. Trato de ayudarle, a pesar de que el código informático no es mi fuerte. ―¿Qué estás haciendo aquí? ―Nikki me pregunta cuando entra en la sala de ordenadores. ―Jugando videojuegos con tu hermano. 11

Geek: Friki, intelectual presumido, con carencias sociales, fanático de la informática

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―Él es un estudiante de primer año ―dice. ―¿Y? Luis es un jugador―Ben le dice con orgullo―. Igual que yo. Nosotros los jugadores tenemos que permanecer juntos. Nikki se burla de mí. ―Luis no es un jugador, Ben. ―Ella resopla con frustración y empieza a salir de la habitación. ―Vuelvo enseguida ―le digo a Ben, y luego sigo a Nikki. Se dirige a las escaleras, pero la agarro por el codo y la obligo a mirarme. ―¿Cuál es tu problema? ―Tú no me gustas. ―Ni siquiera me has dado una oportunidad. Ella se ríe. ―No es necesario. Eres demasiado arrogante para tu propio bien. ―Es un pretexto para cubrir mi inseguridad extrema cuando se trata de ti. Tal vez si nos besamos podríamos comprobar si tenemos o no la química. ―¿Sólo un beso? Asiento con la cabeza. ―No sabes lo que te estás perdiendo. Se cierra el espacio entre nosotros y, antes de que mi cerebro tenga tiempo para contemplar lo que está a punto de suceder, Nikki coge la parte de atrás de mi pelo y tira de mi cabeza a la suya para que nuestros labios apenas se rocen. Hablando de subidón de adrenalina. ―¿Te beso sólo con los labios? ―susurra, luego frota sus labios contra los míos―. ¿O vas a saborear un poco? ―Su lengua revolotea entre mis labios en un ritmo lento, sensual que envía imágenes de nosotros en un ambiente más íntimo a través de mi cabeza. Mantengo mis manos a los lados, dejando que controle la situación. Eso significa que estoy en control de mí mismo, incluso si ella está controlando el beso. Sé que está tirando de mí, haciéndome sentir todo caliente y mojado sólo para dejarme después.

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Lo tengo. De hecho, creo que es ella la que está perdiendo el control. ―Definitivamente me gustaría saborearlo. ―Deslizo mi lengua contra la de ella. Es caliente, húmeda y se siente malditamente increíble. Un pequeño gemido se escapa de su boca que te juro suena como Oh, Luis, y ahí es donde... Lo pierdo. Nikki es un subidón de adrenalina sólo por ser ella misma. Me retiro y cojo su mejilla enrojecida suavemente en mi palma. Simplemente mirándonos el uno al otro. ―¿Qué estás haciendo? ―pregunta. ―Mirándote. Tenemos mucha química, ¿no? ―No.―Ella no rompe el contacto visual, probablemente quiere que mire hacia otro lado primero. Cuando no lo hago, coge algunos pasos de distancia y una enorme y engreída sonrisa cruza su rostro. Ella chasquea y sacude la cabeza. ―Lo siento, Luis, pero se necesita un poco de práctica. Tu acción con la lengua era un poco incómoda. Quiero decir, no todo era malo. Tienes potencial, pero es evidente que no somos compatibles. Como estoy de pie aturdido, estoy pensando que esta chica es una bruja y no un ángel. Definitivamente ha puesto un hechizo sobre mí, y estoy casi jadeante, listo para pedirle la oportunidad de hacerlo de nuevo, ahora. Eso no fue divertido, y mi acción con la lengua no es nada difícil. Me he divertido con otras chicas. Muchas de ellas. Nadie se ha quejado antes. Cuando la miré a los ojos, y sus ojos estaban fijos en los míos, había algo allí. Es innegable. Nikki se limpia los labios con el dorso de la mano. ―No te atrevas a decirle a nadie que nos besamos. ¿Por qué, porque soy un pobre mexicano y después de Marco los únicos que son dignos de tenerla son aquellos que agitan billetes de cincuenta dólares a su alrededor como piezas de papel de desecho? Ben entra en la habitación y pregunta: ―¿Qué estabas haciendo? Nikki dice: ―Nada ―al mismo tiempo que yo digo―: Tu hermana y yo estábamos afuera haciéndolo.

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Capítulo 16 Nikki A veces las cosas es mejor olvidarlas. El hecho de que besé a Luis es una de ellas. Así que no fue tan malo como hice que pareciera...y en realidad no puedo dejar de pensar en volver a hacerlo. Pero no tiene por qué saber eso. Durante toda la semana, en la escuela, me las he arreglado para evitar hablar con él, lo que es genial. Excepto que se necesita de mucha energía para evitar a alguien que no puedes dejar de notar. El domingo por la mañana me ofrezco como voluntaria en el refugio de animales cerca de mi casa. Cuando llego, la gerente Sue me dice que un nuevo perro llamado Granny llegó esta mañana. ―Ella es ciega ―me dice Sue, y me rompe el corazón un poco. Un perro Bulldog. Probablemente alrededor de nueve o diez años. Su anciano propietario murió, y nadie en la familia puede llevarse al perro. He visto a los perros viejos morir en sus jaulas en el refugio, ya que pocas personas quieren adoptar a un perro, sólo para pagar los altos costos médicos que los perros mayores siempre necesitan. Además de eso, la gente no quiere adoptar a un perro que no vaya a estar mucho tiempo. ―¿Dónde está? ―pregunto. ―Jaula treinta y tres. Puedes pasearla y a continuación iniciar la limpieza de las jaulas del lado oeste. Inmediatamente voy a la jaula treinta y tres. Granny está acostada en la esquina con la cabeza en el suelo. ―Oye niña ―le digo mientras abro la jaula. Ella alza la cabeza cuando la acaricio, y se apoya en mi regazo. Aprendo muy rápido que a Granny le gusta que le froten su barriga. La llevo a dar un paseo a la zona abierta cubierta de hierba en la parte trasera para que pueda husmear.

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Paseo a los otros perros, pero todo el tiempo estoy pensando en Granny. Voy de regreso a su jaula para frotar su barriga cinco veces más. ―Volveré mañana para ver cómo está Granny ―le digo a Sue durante el descanso. ―No estás en el programa de mañana. ―Lo sé. Pero me di cuenta de que su plato estaba lleno. La he alimentado a mano. Si no come mañana, la ayudaré. Sue voltea sus ojos. ―Comerá, Nikki. Los perros sanos no se mueren de hambre. ―Los deprimidos lo hacen ―le digo de nuevo―. Y ella está deprimida. ―Lástima que no tengo el presupuesto para un terapeuta de perros, ¿no? ―Pero me tienes a mí―le digo. Paso el resto del tiempo trabajando con otros perros hasta que dejo la casa de acogida y me voy directa a la ducha. Cuando me pongo en camino hacia ellas, Kendall ya está esperándome. Ella mira las manchas de barro en mis jeans. ―¿Estás llena de gérmenes de perrito? ―Sí. Pone sus manos arriba. ―Ugh. No me toques. Esperaré afuera mientras tomas una ducha. ¡Date prisa! Hemos hecho planes para ir un rato en el barco de Derek en Fox Lake. No es realmente su barco, sino de sus padres. Veinte minutos más tarde me encuentro fuera de la casa duchada y lista para pasar el resto del día descansando y bronceándome en el barco. ―Así que... ―dice Kendall―. ¿Tienes más detalles sobre lo que está pasando entre tú y Luis después del “beso”? Llamé a Kendall después de nuestro beso y se lo conté todo. ―Nada. Sabes que besé a Luis para probar un punto hacia mí misma... y hacia él.

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―Y ese punto es... ―Que puedo besar a un chico sin involucrarme emocionalmente. ―¿Y cómo te fue? Miro por la ventana. ―No soy inmune y tan emocional como quiero ser. Me alegro de que vayamos a salir en el barco, así puedo despejar mi cabeza. No quiero involucrarme con nadie, Kendall. En especial alguien como... ―¿Cómo Marco? ―dijo Kendall, terminando la frase. ―Sí. No puedo hacer eso. Kendall se encoge de hombros. ―¿Qué pasa si Luis es diferente, Nik? ¿Qué pasa si le gustas y te gusta, y es el bueno? ―No funciona de esa manera. Te encanta Derek, y Derek te ama, pero aún así tenéis problemas. ―Voy en el barco de hoy, ¿no? Estoy tratando de vivir el momento en lugar de obsesionarme con el futuro inevitable. ―¿Y eso es lo que crees que debo hacer? Después de cuarenta minutos, entramos en el camino de grava. ―Creo que debes ser feliz. Te has estado castigando desde hace dos años, Nikki. ―No quiero que me lastimen de nuevo. ―Sonrío y le doy un abrazo―. Te quiero por querer que yo sea feliz. Kendall estaba allí después de perder el bebé. Ella me oyó llorar hora tras hora, día tras día, noche tras noche, hasta que no tenía más lágrimas por derramar. Cuando necesitaba hablar, decir cualquier cosa para que mi mente estuviera fuera de lo que había sucedido, ella estaba allí para mí. Habló de todo y de nada hasta que su garganta estaba dolorida. Y como yo no quería hablar, nos sentábamos en silencio durante horas. Me compró un helado y tarjetas de pésame marca Hall con palabras de aliento en ellas, y me dijo que un día mi corazón se curaría, aunque mi cuerpo estuviera marcado para siempre. ―Sólo trata de divertirte, ¿de acuerdo? ―Caminamos alrededor de la casa del lago de Derek y nos dirigimos a su muelle privado.

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―¡Hola, chicas! ―grita Derek desde el barco―. Llegáis tarde. ―Nikki tenía que lavarse los gérmenes de perro ―le dice Kendall. Por primera vez en una semana, Kendall envuelve sus brazos alrededor de Derek y le da un beso. Estoy contenta de que las cosas estén mejor entre ellos, aunque admito que tengo mis dudas. Estoy sorprendida de ver a Luis sentado en el arco usando nada más que un par de shorts largos de baño, revelando sus naturales y bronceadas abdominales como tabla de lavar y una fina línea de pelo, que se extiende desde el ombligo y desaparece bajo sus shorts de baño, posados bien bajo en sus caderas. Whoa. No me gusta sentirme tentada a mirar. ―¿Quién te invitó? ―pregunto. ―Obviamente no tú ―dice. ―Dale al chico un descanso ―interviene Derek mientras se sienta en la silla del capitán. ―No creo que esta sea una cita―le digo a Luis silenciosamente y me ofrece una mano para ayudarme en el barco. Luis frunce el ceño. ―¿Quién dijo algo acerca de una cita? Yo no he dicho nada acerca de una cita. Derek, ¿dijiste algo acerca de una cita? ―Ya que lo pienso, tú lo dijiste. Habías dicho que le querías preguntar a Nikki, pero eres demasiado cobarde para hacerlo. ―Bueno, esto se está convirtiendo en una tarde interesante. Luis, nada va a pasar entre nosotros. Nos dimos un beso. Fue incómodo. Se acabó. Luis frunce los labios y guiña un ojo. ―Lo que tú digas, mi chava. ―Deja de llamarme así. ―Uh-huh ―dice con desdén. Derek pone en marcha el barco y pronto vamos sobre el agua. Derek y Kendall están en el timón, y Luis y yo estamos en la proa. Me siento frente a Luis en lugar de junto a él, principalmente porque tengo miedo de agarrarme a él para salvar mi vida cuando saltemos las olas. Me encanta navegar, pero me gusta ir lento.

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Lamentablemente Derek no tiene la misma filosofía. Me aferro a la barandilla y rezo para que no vuelque. Echo un vistazo a Luis. Él mira hacia abajo, fascinado, mientras observa el choque del agua contra el costado del barco. Está definitivamente disfrutando del paseo. Cuando pasamos la estela de otro barco lleno de baches, cierro los ojos y me agarro más cerca a la baranda. ―¿Tienes miedo? ―dice Luis sobre el rugido del motor. Él está de repente a mi lado. Puedo sentir el calor de su cuerpo junto al mío, y me siento tentada a alcanzarlo para que me agarre. Abro los ojos y miro alrededor mientras el escenario pasa frente a mí. No necesito un hombre para que me haga sentir segura. Puedo hacerlo por mi cuenta. Agarro la baranda más fuerte. ―Estoy bien. ―Estás mintiendo. Si te aferras a la baranda más fuerte te cortarás la circulación en los dedos. ― desliza su cuerpo más cerca―. Déjame sostenerte, Nikki. ¿Me dejarás?

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Capítulo 17 Luis No sé lo que hay con esta chica. Es vulnerable y fuerte al mismo tiempo. Me dan ganas de protegerla, y al mismo tiempo echar abajo el muro que se crea alrededor. ―Déjame sostenerte ―vuelvo a decir. Ella niega con la cabeza. ―No. Me inclino lejos de ella. Ella me está dejando fuera. ―¿Es a causa de Hunter, o algún otro tío? ―No. Es porque no quiero tomar en serio a ningún tipo. Me encojo de hombros. ―Entonces no seamos serios. Vamos a divertirnos con los demás y ver a dónde vamos. No voy a presionarte o darte problemas. Sólo el verdadero yo. Sé que está pensando en ello. Por lo menos no me echa de inmediato. ―Ha sido una carrera, ¿no? ―grita Derek después de que echa las anclas del barco. Arroja una balsa en el agua, entonces hace una voltereta hacia atrás por el lateral. Kendall es la siguiente que salta. ―¡Vamos, muchachos! ―grita desde el agua. Nikki se despoja de sus pantalones cortos y camiseta, revelando un bikini rojo con negro de corte. Veo que se pone de pie en el borde de la embarcación con la punta de los dedos de los pies colgando a un lado. Estoy fascinado, pero tratando de no demostrarlo. ―Así que... ¿Luis? ―Ella me mira sin su animosidad habitual. Me he dado cuenta que hay un desafío entrelazado en su voz―. Has dicho que debemos divertirnos. ¿Te atreves a dar el paso?

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Capítulo 18 Nikki Yo sólo le pregunté si quería dar el paso en un momento de debilidad pura. No tengo mucho tiempo para analizar su físico cuando se para sobre un lado del barco, extiende sus brazos musculosos sobre su cabeza, y se sumerge en el agua como un nadador olímpico. Me asomo por la borda de la embarcación, esperando a que salga del agua. Cuando no lo hace, me enloquezco. ―¿Dónde está? ―pregunto en estado de pánico. ―¿Me estás buscando? ―pregunta. Su voz resuena desde el lado opuesto del barco. Instintivamente, mi mano vuela a mi pecho. ―No hagas eso de nuevo, Luis. Me asustaste casi hasta la muerte. Pensé que te habías ahogado. ―Teniendo en cuenta que es un campeón de natación estatal ―dice Derek mientras nada con Kendall―. Yo no creo que haya que preocuparse por eso. Arqueo una ceja. Luis, ¿un campeón de natación estatal? Salto al agua, los pies por delante. No es gracioso, pero yo no soy una campeona estatal de natación ni mucho menos. ―Vamos a ver lo rápido que eres, Fuentes. ¿Qué tal una carrera? ―Derek apunta a su izquierda―. Hasta la boya de allá de ida y vuelta. Las chicas obtienen una ventaja. Kendall de inmediato empieza a nadar hacia la boya. Los chicos esperan, pero no por mucho tiempo. No es una carrera justa, porque Luis y Derek nos pasan en menos de cinco segundos. Derek está en el equipo de natación en Fairfield y definitivamente puede pasarnos. Luis le pasa con facilidad, sin embargo, mucho antes de llegar a la boya. Derek y Luis paran en la boya y esperan a que Kendall se ponga al día. ―¿Cuál es la demora? ―le dice Derek. Kendall intenta salpicar a Derek, pero está demasiado lejos.

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―Sois tan fanfarrones. ―Es la testosterona.―dice Luis, flotando en el agua aparentemente sin esfuerzo. Nado más rápido, pero muy rápidamente me he quedado sin aliento y necesito un segundo para descansar. ―Vosotras chicas no tenéis resistencia ―dice Derek. ―Te mostraré resistencia ―dice Kendall, haciendo un movimiento de pecho bastante bueno de regreso al barco. Derek va detrás de ella, mientras que Luis nada más cerca de mí. ―¿Estás bien? El agua gotea de sus labios, el mentón y el cabello. Parece más joven ahora mismo, un poco como estaba cuando lo conocí. ―Ya he terminado la carrera, si eso es lo que quieres decir ―le digo. Floto sobre mi espalda para darle a mi cuerpo un descanso. Luis flota a mi lado, pero agarra la balsa abandonada de Derek que ha flotado cerca de nosotros y ambos nos aferramos a ella. Nos quedamos en silencio por un rato, viendo las estelas de los barcos rozando sobre el agua mientras miro hacia el cielo. Señala una de las nubes. ―Parece un perro, ¿no? mira las orejas y la cola larga. ―Parece como una serpiente para mí. No puede ser un perro, ya que no tiene patas. Se ríe. ―Nadie es perfecto. ―No, no lo es. Lo he aprendido de la manera más dura. ―Lo dejo escapar, y luego apunto a otra nube para que no analice mi comentario―. Ese tiene la forma de un arco iris. ―No, eso es una tortuga ―dice―. ¿Ves su cabeza husmeando afuera? ―Estás equivocado. Eso no es una cabeza. Es la olla de oro al final del arco iris. ―digo con un acento irlandés, apuntando al cielo y dibujando el arco iris y la olla de oro con la punta de mi dedo. ―¿Estás segura? ―pregunta.

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Por supuesto. Soy una experta en la formación de nubes. ―¿Alguna vez pensaste cómo se vería la Tierra desde el espacio? Nunca me he preguntado al respecto. ―He visto fotos y video. Se ve como una canica grande. ―Me refiero a la experiencia al igual que estar ahí arriba mirando hacia abajo a la tierra. ¿Irías si tuvieras la oportunidad? ―Él suelta la balsa y pone sus brazos detrás de la cabeza, flotando sobre su espalda y mirando hacia el cielo―. Hombre, me gustaría hacer algo para ir allí. ―Se puede morir en el camino... o hacia abajo. ―No me importa. Vale la pena el riesgo de la aventura final. La alegría de estar tan cerca de la luna y las estrellas... sabiendo “el universo es infinito”. ―Estás soñando, Luis. Regresa a la tierra. ―Yo le toco. Ladea la cabeza hacia un lado y dice con valentía ―Para que lo sepas, yo tomo represalias. Yo le toco otra vez. ―Te estoy advirtiendo que... Cuando le toco por tercera vez y digo “la llevas” se mete debajo del agua. Chapoteo mis pies, sin saber qué hará. ―Luis, si me asustas o me empujas hacia abajo, te mato. Te lo juro. Yo estaba bromeando cuando dije “la llevas”. Sigo pataleando. No hay señales de Luis, ni siquiera una onda en el agua indica que está cerca de mí. El suspenso me está volviendo loca. Espero, doy patadas. Sé que está por aquí cerca, a menos que él realmente sea un pez y respire bajo el agua en algún mágico mundo subterráneo. Él llegará, pero, ¿cuándo? Sale del agua a mi lado, haciendo un chapoteo grande con todo su cuerpo. Se me escapa un grito muy geek, lo que le hace reír. Se quita el agua de la cara con su mano. ―No eres tan valiente como crees que eres, mi chava.

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―Soy valiente cuando los chicos no están acercándoseme sigilosamente. ―No hago eso. ―¿Acechas? ―No hago eso, tampoco. Cuando me gusta una chica, no soy sutil. En tercer grado le puse una carta de amor en el escritorio a Selena Ibarra. ―¿Qué pasó? ¿Ella la leyó? ―Sí. Ella se rio. Y luego se la mostró a todos en el patio de recreo. Se burlaron de mí hasta que mi hermano Carlos amenazó con patear el culo de cualquiera que me dijera una mierda. Nadie me molestó realmente y después de eso... Carlos es intimidante cuando él quiere serlo. ―¿Crees que él me pateará el culo si te molesto? ―Está en el ejército, destinado en el extranjero. Creo que estás a salvo. ―Bueno…―le digo―. Entonces no le importará si yo hago esto. ―Cuando me acerco a mojarlo, él se hunde con facilidad. Cuando aparece de nuevo, estamos cara a cara. Mi respiración se vuelve más y más rápida. No sé si es porque he estado en el lago durante demasiado tiempo, o porque me recuerda mucho a Marco. De repente no puedo ver con claridad y mi cabeza da vueltas. ―Vaya… ―le digo. ―¿Qué pasa? ―De repente estoy mareada… ―Extiende la mano y frenéticamente agarro su brazo para apoyarme. ―¿Estás bien? ―pregunta con preocupación en su voz. Su brazo se dobla alrededor de mi cintura y me mantiene en un firme control, de protección... como un héroe. Nuestras piernas se tocan en el agua y me siento en una escena íntima a pesar de que no lo es. Rápidamente quito mi mano de su brazo. ―Lo siento. Yo sólo... me mareé por un segundo. Estoy bien. Pensé que Marco era mi héroe, pero no lo es. Los héroes son personajes que se encuentran confeccionados para los cuentos de hadas. No existen. Al menos en mi universo, no existen. Luis está cerca de ser uno hoy, sin embargo.

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Me lleva de regreso al barco, permanece a mi lado todo el tiempo y pregunta a cada rato si estoy bien. Antes de volver a subir, agarra mi brazo. ―¿Nik? ―Sí. ―Para que lo sepas, estoy teniendo un buen momento. Asiento y le doy una sonrisa pequeña. ―Yo, también. Es una buena cosa que estableciéramos que esto no era una cita. ―Debo advertirte que planeo pasarme el resto del día tratando de hacerte cambiar de parecer―dice con una gran sonrisa en su rostro.

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Capítulo 19 Luis Después del entrenamiento de fútbol del lunes, Marco y yo pasamos el rato en su casa. Entorna los ojos cada vez que insisto en hacer los deberes antes de salir de fiesta con algunos de los otros chicos. Después de haber terminado con mis deberes, Marco y yo subimos en su todoterreno negro con cristales tintados y paseamos por la ciudad. ―He estado saliendo con Nikki ―le digo cuando volvemos por Green Road Bay. ―Lo sé. ―¿Te molesta? ―Me molesta que salgas con Derek y Ben, los chicos del norte. Tú nos perteneces, Luis. Eres uno de nosotros. ― No estoy con “vosotros”. ―Debes saber dónde están tus leales. ¿Comprendes, compa? ―Sí. ―Bien. Ahora vamos a la fiesta de la playa, donde las latinas están muy buenas. No le digo que Nikki es una verdadera latina y que no puedo sacármela de la cabeza. Después de nuestro encuentro en el barco de Derek, dijo que necesitaba espacio. Se lo estoy dando, pero no puedo negar que quiero estar con ella. Marco conduce hacia el lago Michigan. No aparca cerca de la playa pública. En su lugar, gira a la derecha y se dirige a la parte aislada de la playa donde los Blood se reúnen a pasar el rato. ―¿Por qué aquí? ―pregunto. La Blood no está activa en Fairfield, así que me imagino que esta parte de la playa está desierta. Pero no es así.

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―¿No has oído las noticias? ―me pregunta Marco. ―¿Qué noticias? ―Chuy Soto salió de la cárcel el viernes. Me congelo. Chuy es un hijo de puta peligroso. No creo que estar encerrado lo ha reformado. Si él está de vuelta, ¿significa que los LB están a punto de hacerse más fuertes? He visto las muertes de pandillas, golpes y esa mierda. Pero también he visto el honor y la lealtad que los chicos de las pandillas tienen con sus amigos. La playa está llena de chicos de mi barrio, mi pueblo. Chicos que no he visto desde que me mudé de nuevo y que han salido de la nada para esta fiesta de bienvenida para Chuy. Jugamos al fútbol en la playa un rato. Más tarde, Marco agarra una lata de cerveza de una nevera. Se la traga hasta que el líquido sale por los lados de su boca. Cuando se la termina cierra la boca y se limpia con el dorso de la mano, tira la lata vacía al suelo y junta las rodillas, como si acabara de hacer un touchdown. Marco me tira una lata. ―Tu turno. Abro la lata y trago esperando que el alcohol borre la imagen de Nikki en bikini de mi mente. Por desgracia, no es así. Voy a la nevera y cojo otra. Bebo a grandes tragos, esperando el zumbido. Pero no consigo una mierda, sólo la cara normal de borracho. Una vez más vuelve, y no es habitual que una chica invada mi mente. ―Luis, ven aquí ―me llama Marco haciendo un gesto con la mano. Me dirijo hacia donde Marco y otros chicos están hablando. ―¿Sí? ―pregunto. ―Él es Chuy Soto. ―Me indica con la cabeza en dirección a una persona que camina por la playa. El tipo es tan grande como un oso, tiene tatuajes que le cubren completamente los brazos y el cuello y camina de forma intimidante; como diciendo “estás conmigo o estás muerto”. Para rematar la imagen, lleva un cigarro colgando de la comisura de la boca.

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Todo el mundo está en silencio. Chuy se detiene cuando llega hasta mí. Si yo no hubiera crecido con miembros de la banda durante toda mi vida, probablemente estaría haciéndomelo en los pantalones en este instante. ―Escuché que un Fuentes ha honrado Fairfield con su presencia ―dice Chuy mientras extiende la mano hacia la mía temblorosa. ―Yo lo traje ―dice Marco, con orgullo para coger puntos. Estrecho la mano de Chuy con un apretón fuerte, seguro. Cuando se acerca Chuy. ―Caballeros, déjenme hablar con Fuentes a solas ―dice Chuy. No hace falta más que eso para que Marcos y los otros chicos se dispersen. Marco se une al resto del grupo que rodea un gran montón de madera y palos que están a punto de encenderse. ―Le pregunté a Marco si podía traerte aquí esta noche ―dice. Eso no tiene sentido. Por lo que he oído, Chuy piensa que mi hermano es un traidor desde que dejó a los Latino Blood. ¿Por qué el repentino cambio de opinión por uno de los hermanos Fuentes? Si Chuy considera a Alex como un enemigo, ¿por qué estoy a salvo de su ira? A menos que él espere que yo reemplace a Alex en la banda. ―Pensé que estabas en la cárcel ―le digo. Sonríe, con el cigarro todavía colgando de la comisura de la boca. ―Digamos que salí por un tecnicismo. ―Se inclina hacia adelante y habla en voz baja―. Escucha, tengo que reconstruir Blood y vas a ayudarme a hacerlo. ―¿Por qué yo? No estoy en la onda. ―Ahí es donde te equivocas, Luis. Naciste en la Blood. ―Me da una palmadita en la espalda―. Y tú serás un LB hasta el día de tu muerte. ―Lo más probable es que si fuera un bruto me gustaría pero… ―soy Luis Fuentes. Soy normal y me gusta escribir ensayos. El año pasado escribí un artículo en inglés acerca de por qué ciertos aspectos de la cultura mexicana se han integrado tan completamente en la sociedad estadounidense. Obtuve una A, por supuesto y el Sr. Heilmann de alguna manera lo imprimió en el periódico local, lo que fue bastante guay.

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Pero ahora estoy confundido, lo que rara vez ocurre. Apuesto a que la mayoría de los chicos de mi clase elegirían ser un león, el rey de la selva. Yo no soy un rey y nunca lo he sido.

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Pensar en un monarca me recuerda a Chuy Soto. Mi lápiz está sobre el papel. Me pregunto si estaba borracho la noche anterior o si Chuy era real y dijo que espera que le ayude a reconstruir los Latino Blood. Miro una foto de Alex, Brittany y Paco en la pared. Mi mamá tiene el día libre. Me doy cuenta de que no está cocinando, como yo pensaba. Sostiene un cigarrillo entre sus dedos, apoyada sobre el fregadero. ―No me gusta cuando fumas ―le digo. ―Me relaja ―le da una calada del cigarrillo y arroja la ceniza al fregadero―. Me ofrecieron un trabajo ayer como recepcionista. Es en el hospital donde trabaja Elena. ―Eso está bien. ―Pagan bien y tiene seguro medico ―dice ella, y luego lleva el cigarrillo a los labios una vez más. ―¿Estás bien, mamá? Te ves como si estuvieras “out”. ―Estoy bien ―expulsa el humo―. Bueno, no todo está bien. Hoy recibí una llamada informando que Carlos fue herido. Empiezo a entrar en pánico, veo horribles imágenes de los soldados que han regresado en sillas de ruedas y con pérdida de extremidades dando vueltas en mi cabeza. ―¿Qué le pasó? ―Nada serio, pero lo suficientemente malo como para que vuelva a casa para recuperarse. ―¿Qué quiere decir nada serio? ―pregunto―. Si viene a casa, es porque tiene que ser malo. ―Es una pierna. Tuvo que someterse a una operación y no puede reunirse con el resto de su unidad, por lo que se le obligó a tomar una licencia médica. También tiene que decidir si quiere regresar. Lo quiero en casa, pero...

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―Has oído que Chuy Soto salió de la cárcel. ―Elena se acaba de enterar por Jorge ―señala con el cigarrillo la puerta―. Tú asegúrate de mantenerte alejado de él. No quiero que tú o Carlos tengáis problemas con él o con la LB. Es demasiado tarde para eso. Me froto los nudos que se forman en la parte de atrás de mi cuello. ¿Cómo puedo decirlo? No me atrevo, y mis manos comienzan a sudar. ―Mamá, ¿yo nací en los LB? ―¿Dónde has oído eso? ―Chuy Soto me dijo algo de que había nacido en Blood y bueno, yo no sabía lo que quería decir. Me señala con su dedo tembloroso. ―No escuches a Chuy, Luis. ¿Me entiendes? Mantente alejado de él. ―Las cosas están pasando de nuevo. Él quiere reconstruir el LB. Sé que tengo una carga de adrenalina, un impulso peligroso. Generalmente logro controlarlo, pero cuando conocí a Chuy ayer por la noche... siento la adrenalina en la cabeza ante la idea de enfrentarme a él para hacerle pagar por su participación en el ataque a Alex que casi le cuesta la vida. Mi mamá toma otra calada de su cigarrillo. ―Mantente lejos y no hagas preguntas. ―No, tengo el derecho de saber por qué el nuevo jefe de la Blood piensa que yo soy uno de ellos. Ella toca mi mejilla con su mano. ―No, Luis. No hagas preguntas. Nosotros siempre estaremos mejor sin hacer preguntas. Estás a salvo. Estaremos seguros siempre y cuando te mantengas alejado de Chuy. Yo no le digo que no quiero quedarme fuera, quiero saber lo que Chuy ha planeado. Cuanta más fuerza tenga, menor poder tendremos nosotros en Fairfield. Si Chuy tiene el control, puede vengarse de Alex. Si mi familia está en peligro, necesito saberlo. Acercarme a Chuy es mi única opción.

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Capítulo 20 Nikki Derek siempre hace una fiesta por su cumpleaños porque sus padres están fuera de la ciudad, en una conferencia de ventas anuales. Es algo que todos en Fairfield esperan. Estoy muy entusiasmada con la fiesta de Derek de esta noche. No me he abierto ni física ni emocionalmente con Luis desde que nos fuimos en el barco de Derek hace dos semanas, pero he pensado en ello cada día. Kendall y yo llegamos a la fiesta temprano para decorar la casa. Derek cogió el carnet de su hermano mayor y compró unos barriles. Normalmente no bebo, pero Luis me envió un mensaje y dijo que sin duda vendría esta noche. ―¿Qué estás haciendo? ―me pregunta Derek mientras lleno un vaso de plástico hasta el borde de cerveza y empiezo a beber. ―Perder mis inhibiciones ―le digo―. ¿Qué te parece que estoy haciendo? ―No bebas, Nikki. Levanto mi vaso en el aire. ―Voy a hacerlo. ―Kendall ―grita Derek, obviamente, sin saber qué hacer conmigo. ―¡Ven aquí! Kendall se asoma a la cocina. ―¿Qué pasa? ―Derek me señala. ―Tu mejor amiga está teniendo una pre-fiesta en solitario. Kendall se ríe mientras me tomo otro trago. ―Umm… No es una buena idea, Nik. ―Sí, lo es. Luis viene aquí esta noche ―estoy empezando a sentirme menos estresada por estar con él.

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Kendall y Derek se miran de forma cómplice. ―No es lo que pensáis ―les digo―. Sólo quiero saber lo que sería pretender que somos una pareja. ―¿Pretender? Simplemente admite que te gusta ―dice Kendall―. Y enfréntate a esos sentimientos. Emborracharse es como una tirita que no pega. ―Te lo dije, no tengo sentimientos por él ―me río al pensarlo. Kendall le da a Derek palmaditas en el pecho. ―Derek, di algo... haz algo. Derek levanta las manos. ―Yo no toco esta conversación ni con un palo de tres metros ―rápidamente se aleja mientras suena el timbre. Casi he terminado el vaso y me sirvo más. ―¿Sabes que Luis fue el primer chico que me dio un beso desde lo de Marco? ―Lo sé ―dice Kendall. ―Pienso mucho en ello. Más de la cuenta, en realidad. Luis es ideal para practicar, ¿no? Kendall me quita el vaso de la mano. ―No creo que debas utilizar a un tipo para la práctica. Lo vas a lastimar. ―No, yo no ―le aseguro―. Admitió que es un jugador, al igual que Marco. Él es quien dice que deberíamos tener diversión. Me aseguraré de que sabe que lo que sucede entre nosotros es casual. ―Las chicas como Mariana tienen relaciones casuales, no tú ―dice Kendall. Cuando agarro otro vaso y lo lleno hasta el borde, ella deja el tema. ―No digas que no te lo advertí. ―Voy a estar bien. Me dices que necesito relajarme. Luis me dice lo mismo... Voy a darle una oportunidad. Una hora más tarde, la música está a todo volumen y el lugar está lleno de gente. Definitivamente estoy zumbando, y quiero encontrar a Luis.

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Acabo el resto de lo que hay en mi copa, la tiro a la basura, y empujo a través de la multitud para encontrarlo. No está a la vista. Pregunto por ahí, pero nadie lo ha visto. ―Hola, Nikki ―dice Justin Dougan con una sonrisa amplia con dientes tan blancos que apuesto que hasta un ciego podría ver―. Te ves genial. ―Umm... Tenía una especie de plan con... ―Yo voy a decir Luis, pero en realidad no tengo planes. Tengo un plan. Acabo de asumir que Luis va a formar parte de ello. Y salir con Justin Dougan definitivamente no está en mis planes. ―Sube conmigo ―dice, tomando mi brazo y alejándome de la multitud de juerguistas. ―No voy a ir arriba contigo, Justin. ― Él no formaba parte de mis fantasías. ―Confía en mí ―dice Justin―. No voy a intentar nada. ―No me fío de ningún tipo que dice “confía en mí”. Necesito un poco de aire. ―Está bien, entonces camina conmigo. Antes de que pueda protestar, Justin me lleva fuera, hacia la piscina. Todo el tiempo estoy estirando el cuello para ver si está Luis, no hay suerte. Dijo que iba a estar aquí, pero tal vez cambió de opinión. Justin está bebido, también. Lo sé por la forma en que se tropieza antes de sentarse en una de las sillas de la piscina. ―Siéntate a mi lado ―dice y luego agarra mi muñeca y me impulsa hacia abajo―.Te ves como un tamal caliente. ―Eso no es realmente un halago ―le digo. Se inclina hacia mí. No sé si está cayendo sobre mí o está tratando de que me siente encima. De cualquier manera, huele a cerveza y sudor. No es una buena mezcla. Le empujo lejos de mí. ―Oye. ―Escucho a Luis y luego lo veo. Él esta muy bien con los vaqueros sobre sus caderas y una camiseta tan desgastada que probablemente sea tan suave como la seda. Justin mira hacia él. ―Largate, mex.

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―Nikki también es mexicana, idiota ―dice Luis. Justin se pone rígido. ―¿A quién llamas idiota? ―¡A nadie! No lo decía en serio ―le digo―. ¿Verdad Luis? ―No ―dice Luis.―. Lo dije en serio. Justin está a punto de levantarse y desafiar a Luis cuando Derek agarra el brazo de Justin y lo aleja de Luis. ―Dougan, necesito tu ayuda. ―¿Con qué? ―pregunta Justin. ―Simplemente... con algo. ―Derek le lleva a la casa, dejándome a sola con Luis. Luis me mira como si yo lo hubiera traicionado. ―¿Qué estabas haciendo sentada con ese pendejo? ―Yo en realidad no me senté con él... Bueno, lo hice, pero... Suspiro. Esta noche no va como lo he planeado. Estoy bebida y no sé cómo explicarle que he estado esperándolo todo este tiempo. Puedo decírselo, sin embargo. ―Sígueme. Duda. ―Vamos ―le digo, cogiéndole la mano y llevándolo hacia la caseta de la piscina. Sé que la llave está escondida en la maceta. La saco y abro la puerta con una cosa en mi mente: dejar de lado mis inhibiciones y besar a Luis como lo hice en mi casa. Esta vez, no me interrumpirá. Luis intenta encender el interruptor de la luz, pero yo pongo mi mano sobre la suya. ―Cierra la puerta ―le digo. Lo hace. Entro dentro. ―Yo no quería estar con Justin esta noche. Tienes razón, es un pendejo. ―No me gusta verte con él ―dice―. No creo que me gustara verte con cualquier otro tipo… que no fuera yo. Ahora mismo tengo una desesperada necesidad de ser abrazada por él. Esto no me va a afectar. Es para divertirse y vivir la fantasía.

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―Abrázame ―le digo―. Por favor. ―Estás borracha ―dice. ―Sólo un poco mareada, eso es todo. ―Nikki ―susurra mientras se acerca. Tan pronto como siento el calor de su cuerpo, extiendo la mano y lentamente la paso por el brazo. ―No hables ―le susurro. Si habla, podría decir algo que arruinara el momento. Para ser honesta, tengo miedo de lo que dirá. Estar aquí, en la oscuridad, hace que sea surrealista. Es como una mezcla de fantasía y realidad todo junto. Estoy totalmente bien con la vida en la tierra de la fantasía en este momento, porque esto es lo que necesito. Si esto se sintiera demasiado real, no sería capaz de llevarlo a cabo. Froto mis labios desde su cara hasta su oído. ―Abrázame, como quería en el barco. Al segundo envuelve sus brazos alrededor de mí, una calma dulce se apodera de mi cuerpo. Me recuerda cuando él me abrazaba protectoramente cuando estábamos en Fox Lake. No me estoy engañando a mí misma con el pensamiento de que este increíble sentimiento va a durar para siempre, pero me deleito en su abrazo. Estoy viviendo el momento y es tan increíblemente bueno que no quiero que termine. Sus brazos están acariciando mi espalda lentamente, sus fuertes dedos ardientes calientan mi piel a través de mi top de seda. Yo le he empujado lejos por tanto tiempo, pero esta noche no hay presión. Con una determinación renovada, alzo la mano y toco su cara con los dedos. Él se aleja. ―¿Estás segura de esto? ―Definitivamente ―le digo―. Eres mi noche de fantasía. ¿Está bien? ―Fantasía, ¿eh? ―Sí. Como en todo lo contrario de la realidad. ―Me río, vertiginosa de estar aquí con él. Estoy emocionada de poner mi plan en acción―. Sólo por esta noche, vamos a ver qué pasa. ―¿Y mañana?

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―¿Mañana? ―No he pensado en el futuro. Sólo quiero hacerlo contigo ahora mismo. ¿Juegas? ―Eso depende. ―¿De qué? ―pregunto. Se inclina y besa el punto sensible justo debajo de la oreja y luego susurra: ―Si quieres nos dejamos de besar y vamos más allá. Cuando frota sus labios lentamente por mi cuello, echo la cabeza hacia atrás y tengo la esperanza de que siga despacio. No estoy acostumbrada a eso. ―Se siente muy bien. ―Gimo mientras sus labios descansan en el lugar donde se puede sentir el pulso. Él lo besa suavemente―. Sigue haciendo eso. Me besa de nuevo. Y otra vez. Y otra vez. ―Tu pulso está subiendo ―susurra en mi piel. ―No me digas ―le digo, lo que le hace reír. Pongo mi mano sobre su pecho. A través de su camisa, puedo sentir su corazón latiendo fuerte y rápido contra la palma de mi mano. ―El tuyo también. ―Mmm ―dice antes de sentir la suavidad de su lengua húmeda y caliente reemplazando sus labios en mi pulso. Guau. De repente me mareo y me apodero de sus hombros para apoyarme. Sus fuertes brazos alrededor de mí me bloquean inmediatamente y me mantienen firme, como si estuviera más que dispuesto a ser mi héroe nocturno. Necesito un héroe. Es romántico. Las cortinas están cerradas y tenemos total privacidad del caos exterior. Unos pocos haces de luz tenue entre los listones rompen la oscuridad de la habitación. No sé si es el alcohol que bebí lo que me está haciendo sentir tanto, pero nunca me he sentido así, ni siquiera con Marco. Me gustaría que esto pudiera durar para siempre.

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Cuando sus labios recorren mi cuello y empuja suavemente los tirantes de la camiseta para besar la parte superior de mi hombro, no puedo soportarlo más. ―Si no me besas me voy a morir. ―Jadeo. ―Creí que habías dicho que mi acción con la lengua necesitaba práctica. ―Mentí. ¿Quieres intentarlo de nuevo? ―Oh, sí ―dice―. Realmente quiero hacerlo. Duda un instante, pero luego siento que coge mis mejillas con sus manos, mientras que el pulgar se mueve hacia adelante y hacia atrás como una caricia suave en los labios. Cierro los ojos y beso su dedo pulgar. ―¿Te gusta? ―Me pregunta, sustituyendo su dedo pulgar por un toque de sus labios. ―Sí ―le susurro. Mis manos cogen su pelo. Tengo que estar más que mareada, porque todo lo que puedo pensar cuando sus labios se frotan contra los míos es que desearía que pudiéramos quedarnos así para siempre. Una pasada de su lengua en mi boca hace que mi aliento se atragante. ―Déjame saborearte, mi muñeca. ―gime. Puedo borrar de mi cabeza todos los pensamientos y las inhibiciones mientras mi lengua se lanza hacia fuera. Él está a unos milímetros, esperando por mí. Cuando nuestras lenguas chocan, es caliente, húmedo, resbaladizo y lento... es sucio , sexi y hermoso a la vez. Yo me fundo en él mientras él me sostiene cerca. Nuestras bocas están abiertas y se degustan la una a la otra. Siento que mi interior se convierte en lava cuando junta sus manos sobre mi trasero y me impulsa más cerca. Lo siento contra mí y su obvia reacción corporal a nuestro beso hace que me duela el cuerpo con su toque. Los dos estamos respirando pesadamente ahora. El lugar no tiene aire acondicionado y estoy empezando a sudar. En un solo movimiento, rompo nuestro beso y tiro de mi camiseta por encima de mi cabeza. Estoy de pie con mi short y mi sostén. Tomo su mano y la coloco por encima de mi sostén. Retiene su aliento y el aire caliente que nos rodea parece electrificado.

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Sus dedos rozan el satén de seda de mi sujetador y la piel sensible entre mis pechos. Sus manos son hábiles y lentas. Él se está burlando de mí, estoy respirando más fuerte a la espera de que me quite el sujetador. Esperar es una tortura total. No puedo esperar más. Me desabrocho el sujetador, luego lo dejó caer al suelo. Me gustaría poder ver su cara ahora mismo. ―Tu turno ―le digo en broma y luego tiro de la parte inferior de su camiseta. Quiero sentir tu piel contra la mía. Duda de nuevo. ―Está bien ―le digo―. No pensemos demasiado en esto. Nos estamos divirtiendo. ¿No es eso lo que quieres? Sin más se quita la camiseta y de inmediato me tira contra él. Mis pechos se aplastan contra su cuerpo duro y fibroso. Mientras me acaricia la espalda desnuda y sus manos se mueven hacia mi culo de nuevo, rodeo con mis brazos su cuello y mis piernas alrededor de su cuerpo. Sus manos me mantienen suspendida en el aire hasta que me lleva a la pared más cercana. Se aprieta contra mi cuerpo, me sostiene contra la pared mientras que nos oprimimos el uno contra el otro. Su miembro duro se aprieta contra mi sexo y deseo que estemos desnudos, pero al mismo tiempo me alegro de que no lo estemos, porque ahora mismo no tengo el control. Lo he perdido y tengo la sensación de que él también. ―Dime que pare ―dice contra mis labios. No lo hago. No puedo. En cambio, me enredo con mis piernas alrededor de él con más fuerza, instándolo a seguir adelante. Lo hace. Muerdo con fuerza su labio inferior cuando las cosas se ponen demasiado intensas, demasiado emocionantes. Mis manos están en su pecho caliente y no puedo contenerme más. Le rodeo con mis brazos y lloriqueo contra su cuello. Todo mi mundo estalla a mí alrededor, y la sensación no se detendrá. Entonces siento que me agarra más fuerte, mientras que se deshace entre mis brazos. Es sólo... genial. ―Eso fue increíble ―digo débilmente después de bajarme y recuperar el aliento―. Para ser honesta, llevo nerviosa toda la semana. Pero... esta fue una gran experiencia, ¿no?

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Con ternura me toca el cabello y luego pasa suavemente sus dedos a través de él. ―Fue más que eso, mi chava. ―¡Luis! ―La voz de Marco se oye desde el exterior de la casa de la piscina. Toc, toc, toc―. Luis, ¿estás ahí?

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Capítulo 21 Luis Nikki rápidamente cubre su desnudez con sus manos y susurro con voz desesperada: —Es Marco. ¿Qué está haciendo él aquí? —No lo sé. Mi cuerpo está todavía saliendo de la cima y no puedo pensar con claridad. Apenas tengo tiempo para recuperarme, y se que hay una buena probabilidad de que la evidencia de lo que acabamos de hacer sea visible. Nada bueno. Knock. Knock. Knock. —Me desharé de él. Recojo su ropa y se la paso. Veo cómo Nikki se aprieta el sujetador y la camisa al pecho. —Gracias —susurra. Corre por delante de mí, pero tomo su mano y suavemente la empujo para que me mire. —¿Estamos bien? —Sé que es una cosa estúpida de decir, pero no me salen más palabras. Quisiera decirle más, mucho más, pero no puedo. —Sí, estamos bien. Sólo… vete. Se encierra en el pequeño cuarto de baño mientras me aseguro de que mi camisa tape la evidencia de nuestro encuentro. —¿Por qué coño has tardado tanto? —Marco pregunta. Mierda. Piensa en algo rápido. —He ido a hacer pis. ¿Qué haces aquí? Pensé que no salías a fiestas con los del norte. —Puede que no salga con ellos, pero tengo negocios con ellos. Por “negocios” quiere decir drogas.

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—Estás loco. —Y orgulloso de ello. Se asoma por encima de mi hombro y escanea la casa de la piscina, pero las luces están apagadas para que no se vea nada. Cierro la puerta y salgo, con la esperanza de guiar a Marco lejos de Nikki. Es obvio que ella no quiere que él sepa lo que ha pasado entre nosotros. Demonios, tal vez niegue que estuvimos tonteando. O tal vez está tan mal que ni siquiera lo recordará por la mañana. Marco y yo entramos a la casa principal. —Este lugar está flojo. Vámonos —dice, abriéndose paso entre la multitud de personas que nos miran sospechosamente. —¿Quién invitó a los mojados12? —dice Justin Dougan en voz alta mientras nos vamos. Está en el jardín del frente con un grupo de chicos del equipo de fútbol, y no están sobrios. Todos están riendo y dando palmadas a Dougan por habernos insultado. Marco y yo nos detenemos, y nos damos una mirada conocedora, y al unísono volteamos para hacer frente a Dougan y su tripulación. —¿Cómo demonios nos has llamado? —pregunta Marco, listo para una pelea. —Ya me habéis oído —dice Dougan—. Nosotros sólo permitimos a los inmigrantes limpiar nuestras casas o cortar el césped. —¿En serio? —dijo Marco—. Porque cuando me follé a tu hermana en su habitación hace dos semanas, no dijo nada de eso. De hecho, sé de primera mano que ella ama comer burritos grandes y gordos. Oh, hombre. Las fosas nasales de Dougan llamean, y sus grupo avanza hacía nosotros. —Estás muerto, Delgado. —¿De verdad te follaste a su hermana? —murmuro con la boca de lado para que sólo Marco pueda oírme. Él sonríe con picardía y asiente con la cabeza. —Volved a México, donde los animales pertenecen —dice Dougan, luego escupe hacia nosotros como si fuéramos los animales que nos acusa de ser. 12

Mojados: palabra despectiva hacia los mexicanos

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Sin dudarlo, Marco lo embiste. Sin embargo, yo le cubro la espalda, cuando dos de los amigos de Dougan tiraran de él y comienzan a golpear a Marco con sus puños. No pasa mucho tiempo antes de que mis propios puños empiecen a volar. Y no se necesita de mucho tiempo para que una multitud se reúna. No suelo meterme en peleas, pero cuando lo hago la bestia en mí da rienda suelta a una venganza. Tal vez Dougan está en lo cierto y yo soy un animal. El instinto de lucha está en mi sangre de Fuentes. Dos chicos me detienen mientras que un tercero patea mi estómago. Ni siquiera duele… con cada golpe la ira sube a la superficie y me hace más fuerte. Salgo fuera de su alcance y tiro a dos de ellos hacia abajo, mientras lucho por levantarme y mando a un tipo lejos de Marco. Mando a un chico al suelo, golpeándolo hasta que deja de luchar. Luego Dougan y yo peleamos. Lanza un puñetazo que me golpea directo en la mandíbula. Yo respondo con mi propio puñetazo que lo tira hacia abajo. Ni siquiera noto las luces azules intermitentes de un coche de policía hasta que dos agentes me tiran al suelo. Uno pone su rodilla en mi espalda y me esposa. Echo un vistazo y veo a otros dos policías esposando a Marco. —Levántate, Luis —ordena uno de los oficiales. ¿Eh? Conozco esa voz. Me giro para mirar al oficial. Mierda. Es nada menos que el Oficial Reyes, mi vecino de al lado y el tipo que ha estado coqueteando con mi’amá. —Mierda —gimo— —¿Conoces a este chico? —otro policía le pregunta a Reyes. —Sí. Y sé que tu a‘ma no va a estar feliz de que te hayas metido en una pelea. —Reyes mira al suelo justo a mi lado. Hay dos paquetes envueltos en celofán azul tendidos en la hierba—. ¿Qué es eso? —me pregunta—. ¿Se han caído de tus bolsillos cuando estabas peleando? —No. Recoge los paquetes. —Parece un duro golpe para mí —uno de los policías que sostiene a Marco dice—. ¿Habéis estado traficando esta noche? —nos pregunta. Marco sacude la cabeza. —No, señor. —César, te juro que no es lo mío —le dije.

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Echo un vistazo a la multitud y veo a Nikki, de pie con la mano sobre su boca en estado de shock. Cuando nuestros ojos se encuentran ella se aparta con disgusto. No me cree. Por la mirada de Reyes, él tampoco me cree. Deja escapar un suspiro lento y sacude la cabeza con frustración. —Está bien. Vosotros dos, a las patrullas. ¡Ahora! Me dicen que abra las piernas para que Reyes me pueda cachear. —¿Llevas algún arma, droga o aguja, Luis? —No —le digo. —¿Estás borracho o drogado? —pregunta, con las manos yendo hacia arriba y abajo palpando mis piernas. —No. —¿Entonces por qué estabas peleando? Me encojo de hombros. —Sólo lo he hecho, supongo. —Estoy seguro de que le importa una mierda si el pendejo nos ha llamado mojados y piensa que los mexicanos deben ser ciudadanos de segunda clase. —Piensa bien, porque yo soy el que va a tener que llamar a tu madre para explicarle porqué estas en custodia y sospechoso de estar traficando mierda bastante seria. Prefiero darle una buena razón por la que pensaste que era una buena idea venir todo el camino hasta el lado norte de la ciudad para causar problemas. ¿Qué? ¿Reyes también piensa que a los mexicanos pobres sólo se les permite ir al lado norte para cortar el césped y limpiar casas? —No he venido aquí para causar problemas —le digo. —¿En serio? ¿Por qué estás aquí? —Fue invitado —dice Derek en voz alta—. Por mí. —¿Y quién diablos eres tú? —Reyes pregunta. —Yo vivo aquí. —Déjame ver alguna identificación.

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Derek saca su identificación y Reyes la examina. Reyes da una breve carcajada. —Feliz cumpleaños. —Gracias. —Escucha, estoy seguro de que eres consciente de que la edad legal para beber en Illinois es de veintiuno. Tienes dieciocho años —Reyes dice y sacude su cabeza—. ¿Dónde están tus padres? —En Las Vegas. —¿Así que pensaste darte una fiesta de cumpleaños mientras ellos no estaban? Derek asiente con la cabeza. —Me pareció una buena idea en ese momento. —Uh-huh. Haz que todos salgan de la casa, ciérrala, y ven a la estación con nosotros para que podamos llamar a tus padres —dice Reyes. Derek es un gringo genial por venir aquí y responder por mí. —No lo metas, Reyes —dije—. Dale al chico un descanso. Es su cumpleaños. Reyes niega con la cabeza. —Los cumpleaños no son una licencia para violar la ley, Luis. Me lleva a la parte de atrás de una de las patrullas, mientras que a Marco y a Derek los llevan a otra. Dos oficiales se los llevan mientras Reyes se acerca a Dougan y a sus amigos. Él habla con ellos por un tiempo, tomando notas durante todo el tiempo. Después de un rato Reyes y su compañero vuelven a la patrulla donde me encuentro. Reyes se sube al asiento del conductor y se vuelve hacia mí. —En realidad la jodiste esta noche. —Dímelo a mí. —Escucha, Luis. Me preocupo por tu madre. Tú involucrado en una lucha y en el tráfico de drogas, la va a lastimar. —Ya te he dicho que la coca no es mía. —¿Es de tu amigo? Me encojo de hombros. —No lo sé. —Este es el trato. Voy a dejar que tú y tus amigos os vayáis esta noche después de llamar a vuestros padres, porque no he encontrado ninguna droga en tu poder y algunos testigos dicen

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que tú y Marco habéis sigo hostigados antes de la pelea. Pero voy a estar vigilándote como un halcón de mierda de ahora en adelante. Si me entero de que estás traficando o entrando en más peleas, voy a estar en tu trasero tan rápido que tu cabeza va a voltearse. Joder, este tipo está calentando su camino en la vida de mi'amá, y ahora va todo paternal conmigo. He vivido sin padre toda mi vida, y lo he hecho muy bien. —Tú no eres mi padre ―le recordé. —Tienes razón. Si lo fuera, te encerraría en el reformatorio toda la noche para darte una lección.

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Capítulo 22 Nikki Bajé la guardia, lo que no estaba planeado. Esta noche, cuando Luis y yo estábamos en la casa de la piscina, me permití creer que Luis y Marco eran totalmente diferentes. Eso fue antes de verlos pelear. Luis y Marco estaban en el mismo bando, luchando contra Justin y algunos chicos de la liga de futbol. Los puños de Luis volaban, y lo peor era que parecía que eso a él le gustaba, como si la lucha alimentara alguna necesidad en él. No sé quien empezó la pelea. No es que eso importara realmente. Luis no se alejó. En vez de eso, era el último hombre en pie, dispuesto a tomar a cualquiera que se dispusiera a desafiarlo. No se detuvo hasta que la policía se lo impidió físicamente. Y entonces vi las drogas en el suelo justo al lado de sus pies. No puedo estar con alguien que se pelea y que vende drogas. Marco se disponía tanto a pelear que fue suspendido. El oficial Aguirre dijo que tenía una política de tolerancia cero pero rápidamente se dio cuenta, cuando nuestra clase empezó el primer año en Fairfield, que si daba a cualquiera tres avisos y después lo expulsaba, difícilmente quedaría algún estudiante del lado Sur. Aguirre sigue amenazando con expulsar a los estudiantes, pero rara vez lo hace. Tengo que obligarme a dejar de pensar en Luis. En cuanto me dejo caer en la cama después de llegar a casa, no puedo dejar de odiarme por sentirme tan vulnerable esta noche. Dejé de lado mis inhibiciones y sabía lo que estaba haciendo. Pero Luis no me dijo que estuviera traficando con drogas, y eso lo cambia todo. Es domingo por la mañana y me despierto con la esperanza de que Granny pueda empezar a comer por su cuenta. —¿Cómo está Granny? —le pregunto a Sue. —No ha querido comer mucho. Definitivamente está deprimida. Voy hasta su jaula y me siento con ella.

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Granny olfatea el aire en cuanto abro su jaula. —Hola chica —le digo mientras me acerco y la llevo a mi regazo—. ¿Me echaste de menos? Su respuesta es un meneo de la cola. Está muy delgada. Demasiado delgada. La acaricio detrás de las orejas y se rueda sobre su espalda. Cuando parece estar contenta, cojo la comida de su plato y se la doy de la mano. Come de mi mano cuando le pongo la comida en su nariz. —¿Quieres que te lleve a casa? Ella responde acariciando su nariz en mi pierna. —Sólo tengo que convencer a mis padres para que me dejen tenerte —le digo. Cuando llego a mi casa y les digo a mis padres sobre Granny, ambos dicen que no puedo tenerla. —Tienes demasiado que hacer —dice mamá. —Y cuando te vayas a la universidad, ¿entonces qué? —dice papá. —¡Pero ella es vieja, y ciega y vive en una jaula! Cuando estés viejo y ciego, ¿querrás vivir tus últimos días en una jaula? —le discuto. Mamá me da palmaditas en la mano. —Nikki, pensamos que es admirable que quieras ayudar a un perro, pero… Yo suspiro. —Sólo… ¿podéis ir a verla? Primero la veis y luego tomáis una decisión, ¿de acuerdo? Estoy segura de que será un increíble animal doméstico, y sé que en cuanto la veáis, vais a tener la misma impresión que tuve yo cuando la vi. Los dos me miran como si yo fuera patética. Sé lo que están pensando, que estoy tratando de cuidar a un animal necesitado porque necesito ser querida. Ya hemos tratado sobre eso antes. Quizás están en lo cierto. No puedo dejar de tener un vínculo especial con los perros menos afortunados que entran en el refugio, los que parecen impotentes. Siempre animo a los desvalidos. —Te voy a decir una cosa —dice papá—. Si el próximo fin de semana, Granny sigue ahí, tu madre y yo iremos a verla.

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Una gran sonrisa cruzó mi cara. —¡Eso es impresionante! ¡Muchas gracias! —les abracé a ambos. —No estamos prometiendo nada, Nikki. —Lo sé, lo sé. —Bueno, yo lo sé. Una vez que hayan visto a Granny se enamorarán de ella. El lunes, los rumores sobre la pelea en casa de Derek, el arresto y las drogas encontradas a los pies de Luis, corren rápidamente. No puedo caminar por ninguna sala sin escuchar algo sobre Luis, Derek o Marco. Me echan algunas miradas de reojo, también. Todo el mundo en la escuela sabe que Marco y yo salíamos, y algunos todavía nos asocian juntos. Evito cualquier contacto visual con Luis, incluso cuando me llama por mi nombre, y durante el almuerzo me siento en la biblioteca y estudio para mi examen de cálculo, ahí no hay ninguna oportunidad de poder encontrarme con él o con Marco. Sin embargo, sé que tendré que encontrarme con Luis en química. Cronometro mi llegada a la clase de química de manera que entro justo cuando suena la campana. —No me puedes ignorar para siempre —me susurró Luis por detrás cuando la Sra. Peterson nos da la instrucción de ir al lavabo de la parte de atrás de la clase para limpiar los tubos de ensayo. —Sí, puedo —le digo. —¿Qué hay de la noche del sábado en la casa de la piscina? Me congelo, recordando el momento en que dejé de lado todas mis inhibiciones. Eso fue un error y levanto el muro otra vez. —Estoy intentando olvidarlo. —Puedes intentarlo, pero no va a funcionar. —Se inclina más cerca—. Ya sabes, yo tampoco puedo olvidarlo. Sus palabras removieron algo dentro de mí y tuve que arremeter contra él para apartarlo. —Sin embargo, ¿sabes lo que apesta? Empezaste una pelea con Justin sólo unos minutos más tarde y descubrí que estabas traficando con drogas. Dio un paso hacia atrás y se pasó la mano por el pelo. —Sí, eso fue un coñazo. Pero, ¿sabes lo que apesta aún más? —¿Qué?

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—Que estás muy desesperada en creer cualquier cosa mala que escuches sobre mí. Obviamente no eres partidaria del concepto de “uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. —Sr. Fuentes —dijo en voz alta la Sra. Peterson—. Pare la charla. ¿Es usted consciente de que hay gente detrás esperando para utilizar el lavabo? Luis mira fijamente a nuestra profesora y dice: —Para ser sincero Sra. P, realmente me importa una mierda.

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Capítulo 23 Luis He dejado de preocuparme por tener detenciones, quedarme una hora después de clases va a ser obviamente un hecho habitual, así que debería de aceptarlo. De hecho, la última vez que tuve detención en verdad pude hacer tarea. El problema es tener detención de un profesor que insiste en que tengas la detención en su sala en vez de en la cafetería con los otros delincuentes. Estoy sentado en mi usual puesto del laboratorio y saco mi tarea. Estoy a punto de trabajar en mis problemas de matemáticas cuando Peterson se para frente a mí. La miro. Me está dirigiendo una mirada asesina, lo cual me haría reír si no pensara que me daría otra detención si lo hiciera. ―Hola ―digo. ―No me saludes. ¿Qué está pasando contigo? ―Ella cruza los brazos encima de su pecho, y simplemente puedo sentir que la cólera de Nadine Peterson está a punto de golpear como un tornado―. Sabes mejor nadie que no debes maldecir en mi clase. También sabes que tener discusiones privadas en mitad de mi clase es inaceptable. ―Estoy teniendo un mal día. ―Por los moretones en tu rostro, también podría decir que tuviste un mal fin de semana. ¿Quieres hablarlo? ―pregunta ella mientras se sienta en la silla de Derek y se inclina en la mesa del laboratorio. Tengo la sensación de que se ha estacionado en ese lugar y no va a moverse hasta que yo hable. ―En verdad no. ―De acuerdo, no hables. Yo hablaré y tú puedes escuchar. Levanto una mano, deteniéndola. ―Puede ahorrarse el aliento. ―Mi lema es que no puedes tener demasiados sermones. Pregúntale a tu hermano para confirmar mi filosofía. Algunas veces vas por buen camino, y alcanzas una bifurcación. Algunas

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veces decides ir recto, y todo está bien y súper. Pero luego el otro camino parece un poco más interesante, así que decides cambiar un poco las cosas. ―¿Y su punto es? ―No cambies las cosas, Luis. Conozco a tu familia desde que tenías once años. Eres inteligente como Alex, tienes el temperamento de Carlos, y un atractivo encanto juvenil. Puedes perderlo todo simplemente así ―dice ella, chasqueando sus dedos. ―A veces no puedes elegir qué camino seguir. Algunas veces estás forzado a tomarlo ―respondo. Ella suspira. ―Sé que no es fácil. Alex comenzó en el camino destructivo, pero encontró una manera de hacerlo bien. Sé que tú también. ―mueve un dedo en mi rostro, actuando como la severa profesora que siempre ha sido―. Y si vuelves a maldecir en mi clase, personalmente te voy a arrastrar a la oficina del Dr. Aguirre. ―Usted no es tan mala como cree que es, ¿sabe? ―le digo―. Su política de tolerancia cero tiene zonas grises. Se exaspera y se desliza fuera del asiento. ―Es el embarazo. Te aseguro que después de que ponga a este niño fuera, volveré a escuela más cruel que nunca. ―Algo por lo que esperar ―digo sarcásticamente. Después de detención, me dirijo a Brickstone. ―Llegas tarde ―dice Fran mientras la paso en el vestíbulo. ―Lo sé. Mi profesora de química me hizo quedar después de la escuela. No sucederá de nuevo. ―Asegúrate de que no. No tolero retrasos en los empleados. ―Ella entrecierra los ojos y se acerca―. ¿Qué le sucedió a tu cara? Oh, demonios. Puedo mentirle y decirle que me he caído por las escaleras, pero dudo que me crea. Debería, mejor, solamente confesar. ―Me metí en una pelea. Ella me hace ademán de que la siga a su oficina. ―Siéntate ―dice, señalado la silla de invitado. Dobla las manos encima de su escritorio y se inclina hacia adelante―. He contratado y despedido más empleados en mi carrera de lo que me gustaría admitir. Sé que eres nuevo, pero hoy llegas tarde y tienes moretones en el rostro. Mis clientes no quieren ser servidos por delincuentes. He visto chicos como tú que están en una espiral descendente que solamente va a peor. Les he dado oportunidad tras oportunidad, pero para ser honesta, a final nunca

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funciona. Desearía tener mejores noticias para ti, pero mi instinto me dice que voy a tener que dejarte ir. ―Tuve una mala semana. Sólo deme otra oportunidad ―digo, pero ella ya va caminando hacia la puerta. ―Lo siento. Tú último cheque será enviado a tu casa. ―Fran mira su reloj, una señal de que mi tiempo se ha agotado―. Te deseo todo lo mejor en tu futuro. ¡Bill! ―grita―. El Sr. Fuentes ya no trabaja aquí. Por favor acompáñalo fuera de la propiedad. Primero me despide, luego tiene un gorila para echarme. Hablando de añadir insultos a la herida. Sigo a Bill a la entrada principal. ―No eres tú ―dice él mientras le entrego la etiqueta con mi nombre y me dice que entre en su vehículo de seguridad, también conocido como un carro de golf―. Hemos tenido algunos accidentes en el pasado con antiguos empleados que se quedaron en el establecimiento para causar estragos. ―No hay problema, hombre. Solamente estás haciendo tu trabajo. Después de ser escoltado fuera del establecimiento de Brickstone, tomo mi tiempo para caminar a casa. ¿Cómo demonios le voy a explicar a mi’ama que me han despedido? Ya es suficientemente malo que no me haya hablado desde que me recogió en la estación de policía el sábado por la noche. Aparte de eso tengo a Chuy diciéndome que ya soy un Latino Blood; Nikki, que piensa que soy un pedazo de mierda traficante; Peterson respirando en mi cuello; un policía intentando conquistar a mi’ama; y ahora me despiden. Hablando de una semana de infierno. Una gran SUV negra se detiene junto a mí. Es Chuy. ―Hey, Fuentes. Sube al auto. Cuando era niño sabía que tenía que alejarme de Chuy. Una vez había escuchado por casualidad a Alex diciéndole a Paco que Chuy era un loco hijo de puta que profesaba ser tu mejor amigo un minuto y apuntar una pistola a tu cabeza al siguiente. Chuy ahora es mayor, con la piel arrugada y los ojos vacíos. Mi’ama me advirtió de que me alejara. No estoy asustado de él, y quiero saber qué trama. No sé si eso me hace fuerte o sólo estúpido. Entro al auto y admiro los limpios asientos de cuerpo y el dulce sistema de sonido. ―¿A dónde vamos? ―Al depósito. ―Suelta el humo de su cigarrillo. Se queda flotando en el auto antes de desaparecer lentamente―. ¿Has estado ahí?

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―No. ―Es el momento, amigo. ―Conduce por la ciudad. Lo noto mirando a través del retrovisor y observando alrededor, probablemente asegurándose de que no nos sigan. Hace un rápido giro en una pequeña calle entre las vías del tren y un parque industrial. No pasa mucho tiempo antes de que pasemos a través de una zona de madera y lleguemos a un edificio que tiene un gran letrero que dice “QUINTERO ENVÍO Y RECEPCIÓN”. Siempre ha habido un cuartel de Latino Blood para pasar el rato. Y ahora que Chuy está de vuelta, el lugar está zumbando de nuevo. Me pregunto cómo es que este hombre confía en mí. ―Vamos ―dice Chuy―. Tú y yo necesitamos tener una pequeña charla. Unos cuantos chicos están pasando el rato afuera. Él señala el símbolo de la pandilla Latino Blood, y lo señalan de vuelta, antes de abrirse y dejarnos pasar. Me guía a una habitación al lado, con un gran sofá de cuero frente a una gran TV de pantalla plana. ―Siéntate ―ordena Chuy mientras saca otro cigarrillo y lo enciende. Quiero saber qué demonios quiere él de mí, sin las pendejadas. ―Estoy bien. Se encoge de hombros, luego se sienta en el sofá y pone sus pies en la mesita de café frente a él. ―Quiero que seamos amigos. Tengo mis ojos puestos en ti desde que dejaste Fairfield. Eres un chico inteligente, Luis. Más inteligente que la mayoría de los pendejos allá afuera. ―Pateaste la mierda de mi hermano y lo dejaste para morir. No quieres que seamos amigos, Chuy. Quieres usarme como un peón. ―Todos somos peones, Luis. En pocas palabras, Blood te necesita, y es tu momento para ascender. Todo el mundo tiene que ascender en algún momento. ―¿Para llenar el puesto de mi hermano? ―Seguro, si quieres racionalizarlo de esa manera. Blood está regresando a Fairfield. Están contra o con nosotros. Alex sabía el resultado y fue lo suficientemente inteligente para unirse. Él sabía las consecuencias de no unirse a nosotros cuando se acercó a formar parte de nuestra fraternidad. Él está fuera. La carga está en ti ahora. ―¿Qué estás diciendo?

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Saca una Glock13 del cinturón de sus vaqueros, la pone en la mesa de café con un fuerte golpe y luego me mira con una seria y severa expresión. ―Quieres mantener a tu familia a salvo, ¿no?

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Glock: tipo de arma

Capítulo 24 Nikki Soy una gran creyente del sistema de justicia. El hecho de que Luis insinuara que yo lo juzgaba injustamente es sólo... Bueno, tal vez lo juzgué. Pero la evidencia estaba allí, a sus pies. Durante la cena, no puedo comer. La mirada lastimada en el rostro magullado de Luis después de que le dijera que era un traficante de drogas me hacía sentirme horrible. Después de la cena, voy a casa de Kendall. Me dejo caer en el puf morado que Kendall tiene en el suelo de su habitación y lo se lo cuento todo. ―He llamado a Luis, y se ha enfadado porque lo he juzgado antes de escuchar su versión. Me siento una mierda ahora. Luis y yo tonteamos en la casa de piscina de Derek, justo antes de la pelea. Fue intenso. ―Siento mariposas en el estómago al recordar lo que pasó―. No recuerdo que sintiera algo así de intenso con Marco, y me asusta. No puedo atraparme en una relación con un chico que es pandillero y enfrentarlo. ―Estoy de acuerdo contigo ―dice Kendall. ¡Oh, cómo me gustaría poder volver el tiempo atrás y hacer que Luis ignorara a Marco cuando tocó la puerta en la casa de la piscina. ―Le dije a Luis que fue muy divertido tontear con él, pero para ser honesta, fue más que eso. Se sentía tan real, y me dejé llevar. ―¿Le dijiste que sólo era una diversión ocasional? ―¿Qué otra cosa se supone que debía hacer, Kendall? No quiero que piense que quiero atraparlo en una relación exclusiva y que me estoy enamorando de él. Probablemente se reiría en mi cara de todos modos. Desde el primer momento que conocí a Luis hace dos años sabía que a él le gustaba jugar.

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Ni siquiera trató de ocultar que él deseaba estar conmigo la noche que nos conocimos. Cuando lo rechacé, buscó a alguien que estuviera más que dispuesta a hacerlo. Kendall recibe una llamada telefónica, pero la ignora. ―¿Alguna vez pensaste que Luis no consideraría “ser atrapado” el estar en una relación contigo? ―No. ―Amiga, tienes muchos problemas en los que todavía debes de trabajar. Dímelo a mí. —Sólo la idea de mencionar la palabra relación me asusta. Ese es un tema discutible, a pesar de todo, porque está relacionado Luis como un pandillero. Kendall da suspiros. ―No sé. Si está vendiendo drogas, tendría que salirse ahora, antes de que lo atrapen, aunque Derek piensa que no lo está haciendo. Ellos se han hecho amigos. Uf, estoy tan confundida. Estaba tan segura, después de que Luis se metiera en la lucha y que viera las drogas en el suelo justo allí, que era culpable. Ahora tengo una segunda... oportunidad. ―¿Crees que debería ir a hablar con él? ―¿Hablar con quién? ―dice Derek al entrar a la habitación y darle un beso Kendall como si fueran una pareja de esposos enamorados. ―Luis ―le respondo. ―Lo he visto siendo escoltado fuera de Brickstone por los de seguridad hace como dos horas. Traté de llamarlo a su móvil, pero no me respondió. Parecía bastante cabreado ―dice Derek. ―¿Qué pasó? ―pregunto con pánico―. ¿Por qué lo echaron? Se encoge de hombros. ―No lo sé. Les pregunté a algunos de los trabajadores, pero nadie me dio una respuesta. Con una renovada determinación, me levanto del puf y cojo mis llaves. ―Voy a casa de Luis para hablar con él. ―Me siento mal, como si de alguna manera su detención y su despedido de Brickstone estuviera conectado a nuestra charla de la clase de química. Nunca le di la oportunidad de que se explicara, porque en el fondo de mi mente, estaba buscando una excusa para poder alejarme de él. Tomé el camino de una cobarde. ―Nikki, ¡espera! ― Kendall agarra mi bolso―. Vamos contigo para brindarte nuestro apoyo moral. ―Gracias, pero necesito hacer esto sola.

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Kendall me da una mirada comprensiva. ―Sólo recuerda que si estaba destinado a que fuera así, todo va a estar bien. Esto me hace preguntarme si esto no estaba destinado a ser, ¿qué tan malo puede ser?

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Capítulo 25 Luis Camino a casa, contento de que mi'amá esté trabajando y que puedo estar solo, me encierro en mi habitación. Al segundo de llegar a casa, me doy cuenta que no es una opción. Mis dos hermanos están sentados en el sofá de la sala de estar. No he visto a Carlos en más de un año, y no esperaba que lo dieran de alta del hospital en Alemania hasta la próxima semana. Se ve bien, pero cuando se levanta no puedo decir que no es sin dolor. ―¡Oye, hermano! ―digo―. ¿Te dejaron salir antes de tiempo? ―No soporto estar en un hospital, así que hice que me liberaran anticipadamente. Casi no te reconozco ―dice Carlos, mirándome de arriba abajo―. Tienes tu buena cuota de moretones, idiota. ¿Cómo quedó el otro tipo? ―¿Quieres decir los otros cinco chicos? Carlos silbó de apreciación y se volvió hacia Alex. ―Nuestro hermano pequeño se ha convertido en todo un combativo mientras estuve fuera. ―Dímelo a mí ―murmura Alex―. Pregúntale con quién ha estado saliendo. Carlos levanta una ceja. ―¿Con quién estás saliendo, Luis? ―No es asunto tuyo. Alex, ¿dónde están Britt y Paco? ―En la casa de sus padres para la cena. Me levanté y me puse en marcha en cuanto me enteré que Carlos estaba volando hoy. Así que, Luis... Tengo un texto de Julio hace unos minutos diciendo que te echaron. ¿Qué pasó con tu trabajo en el club de campo? ―Eso tampoco es asunto tuyo. ―Tú eres nuestro hermano pequeño ―dice Carlos, avanzando hacia mí como un soldado en una misión ―todo lo que haces es asunto nuestro.

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Lo último que necesito es a mis hermanos dándome una mierda, sobre todo ahora. Empujo a Carlos lejos, pero se supone que tiene un corte completamente desagradable con una serie de puntos de sutura en la pierna por la metralla que se acuñó en el músculo. ―Lárgate ―le digo, pero mis palabras caen en oídos sordos. Carlos intenta clavarme a la pared, como lo hacía cuando éramos niños. Soy demasiado rápido y me deslizo fuera de su alcance, pero no antes de que me coja la camiseta y tire de ella para que me enfrente a él. ―Tienes un arma, ¿no? ―dice mientras suelta mi camisa. Mierda. Cogido. Alex está ahí en un instante. Se pone de pie al lado de Carlos y mis dos hermanos forman una muralla humana que me impide escapar. ―¡Dámela! ―gruñe Alex. Carlos sacude la cabeza. ―¿Qué coño, Luis? ¿Estás metido en cosas de gángsters14? Oigo la puerta principal abierta y la voz de mi’amá gritar: ―¿Qué está pasando? Reyes está de pie detrás de ella en uniforme. Carlos inmediatamente me bloquea protectoramente. ―¿Usted tiene una orden judicial? ―pregunta. ―Carlos ―dice mi'amá en tono de regaño―. No seas grosero. Invité a Cesar a casa para cenar. ―¿Quién demonios es César? ―pide Carlos. ―Nuestro vecino de al lado ―explico―. Y el casero. Carlos me mira a mí, a Alex, y luego a mi'amá. ―¿Es una especie de broma? ―Me temo que no ―dice Alex.

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Gánster: pandillero, cosas de pandillas.

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Mi'amá pone su bolsa de comestibles en la cocina, luego regresa a la sala. ―¿Qué haces en casa tan temprano, Luis? ―Me han despedido. Parpadea unas cuantas veces en estado de shock. ―¿Despedido? ―Ellos no querían que un empleado con contusiones de una lucha les sirviera a sus clientes. Mi'amá niega con la cabeza con decepción y suspira. Maldita sea, creo que está a punto de llorar. Me pregunto si es porque el amigable oficial está aquí. Ella se disculpa y sombría se escapa a la cocina. Reyes se adelanta y le tiende la mano a Carlos. ―Debes ser Carlos. Tu madre está muy orgullosa de tu servicio. Es bueno conocerte al fin. Mientras que Carlos y Reyes se dan la mano, Alex me da una palmada en el hombro. ―Luis y yo volvemos enseguida ―les dice. En mi habitación, que solía nuestra habitación, Alex se pone todo en el papel de padre. ―Será mejor que no estés metiéndote con drogas ―dice en un susurro ronco para que Reyes no pueda oírnos. ―No lo estoy. ―¿Por qué te despidieron? No me digas sandeces. ―No fue por pandillero, Alex. Yo ya te dije que fui despedido por tener moretones en la cara... y llegar tarde al trabajo ―agrego. ―¿Por qué llegaste tarde? ―pregunta Alex, sin darle tregua a su interrogatorio. Creo que eligió la profesión equivocada. ―Peterson me dio una detención. Ahora lárgate, hermano. No ando corto de dinero y no estoy jodiendo con drogas. En serio, Alex, deja de joderme la vida. ―Me levanto la camisa y muestro que estoy escondiendo un cuaderno negro enrollado en mi cintura. Tiro de él―. Yo no tengo un arma en mi cintura. Tengo esto. Carlos, que acaba de aparecer en la habitación, tira el cuaderno de mi mano.

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―¿Qué es esto? ―El arma que pensamos que estaba escondiendo en los pantalones ―dice Alex―. Es un cuaderno, Sherlock. Carlos abre el cuaderno y empieza a leer la primera página en voz alta.

“Nadie la conoce realmente Excepto unos pocos elegidos Sus secretos se mantienen ocultos Detrás de ese tono bañado por el sol”.

―Dame. ―Le grito mientras trato de agarrar el cuaderno de nuevo. Carlos se tira fuera de mi alcance y sigue leyendo.

143 “Si llego a tocarla Ella simplemente correrá Mía siempre y para siempre Habrá que esperar un día más”.

―Mierda, tío. Eso es profundo. Alex, yo he apostado que eras el más ñoño de esta familia, pero estaba equivocado. Luis te gana, sin duda alguna. ―Carlos termina con el cuaderno y me lo pasa de vuelta ―¿Quién es la afortunada? ―No importa. Ella piensa que soy escoria. Carlos se ríe. ―Eso significa que le gustas, hermano. Mierda, la primera vez que conocí a Kiara, ella pensó que yo era un idiota. ―Eras un idiota. ―Alex se mete.

―Malditamente cierto ―dice Carlos, completamente orgulloso de sí mismo―. A las chicas le gustan los idiotas, al menos así era cuando yo estaba en la escuela secundaria. Somos un reto para ellas. Kiara era diferente. ―Se ríe pensando en su novia―. Kiara, por otra parte, era mi reto. No lo hizo más fácil para mí. Nikki no es que fuera fácil para mí, tampoco. Hombre, la vida solía ser tan sencilla, hasta que me trasladé a Fairfield. Tenía un sólido plan a diez años a prueba de tontos. Ahora que estoy de vuelta, todos mis planes se han convertido en mierda. Hoy me he visto obligado a hacer una elección entre la seguridad de mi familia y mi propio futuro. He tenido que tomar el desvío. Mi familia es lo primero. Ellos siempre son lo primero. Tuve que tomar la pistola de Chuy que estaba sobre la mesa. Comprometí mi lealtad a la sangre después de eso, lo que jode todo. ¿Cuánto tiempo puedo mantener la verdad con mis hermanos cuando ya están sospechando? ―¡Alex! ¡Luis! ¡Carlos! ¡Venid a ayudarme a poner la mesa! ―Nos llama mi'amá. Mis hermanos casi saltan al escuchar su voz. ―Vamos a hablar de esto más adelante. ―promete Alex. Me lo tomo con calma hasta que cada uno está ocupado en la cocina. Es mi momento para encontrar un lugar para esconder el arma. Cuando Reyes entró, maniobré la Glock15 por lo que estaba oculta en mis pantalones cortos. Nadie me vio coger un cuaderno de mi mochila y enrollarlo. Yo no creí que pudiera llevarlo a cabo, pero lo hice. Juro que un par de veces pensé que el arma estaba a punto de caerse hacia abajo, pero por algún milagro se mantuvo hasta que Alex salió de la habitación. Ahora tengo que esconderla para que mis hermanos no la encuentren, y que Paco por casualidad no se apodere de ella cuando se acerque y la confunda con un juguete. Sin tener tiempo para pensar, me apresuro a mi armario y empujo la Glock en el bolsillo del único traje que tengo. Me lo he puesto para bodas, funerales, fiestas de quince y otros pocos. Está en la parte trasera del armario, así que estoy seguro que está oculto. Camino de vuelta a la cocina y espero no tener la culpa escrita en mi cara.

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Glock: Fue la primera pistola diseñada y fabricada por la compañía austríaca GlockG.m.b.H. Se

caracteriza por su recámara bloqueada, retroceso corto, un cargador de mayor capacidad estándar (17 cartuchos) y una velocidad de fuego alta.

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―Oye, mamá. ¿Sabías que Luis está enamorado de una chica? ―dice Carlos cuando estamos comiendo en la mesa de la cocina pequeña. Incluso Reyes todavía está aquí, pero desde que ha recibido la indicación de que no estamos contentos de verlo, ha estado tranquilo. ―Eso es nuevo para mí ―dice mi'amá. Ella ni siquiera mira en mi dirección, estando claramente enfadada conmigo por meterme en una pelea y perder mi trabajo. Me alegro cuando suena el timbre y se interrumpe el silencio. ―¿Esperáis a alguien? ―pregunta Alex mientras va hacia la puerta principal. ―No ―dice mi'amá. Mi prima Elena pisa fuerte en la casa como un tornado. Todo sobre Elena es grande. Ella tiene el pelo largo, una gran personalidad, y... bueno, digamos que no necesita implantes de silicona. Elena es muy graciosa, pero es un miedo de latina cuando está enfadada. ―¿Ese hijo de puta está aquí? ―pregunta. Alex se encoge de hombros. ―Y el hijo de puta es... ―Jorge. Tú ya lo sabes, mi marido infiel. Mi'amá corre al lado de Elena. ―¿Qué pasó? ―Lo encontré en Homestyle Buffet16 con esa vagabunda de Nina Herrera. ―¿Quién es Nina Herrera? ―pregunto. ―Su novia de la escuela secundaria. Yo les sorprendí en el acto. ―¿Los pillaste teniendo relaciones sexuales En Homestyle Buffet? ―Interviene Carlos, confuso y tal vez un poco divertido. ―No. ¡Cenaron! ¿Cuándo fue la última vez que mi marido hijo de puta me llevó a cenar, ¿eh? ¿Eh? ¿Eh? ¿Alguien quiere responder a esa pregunta? Hace un gesto a cada uno de nosotros, luego pone una mueca de desprecio cuando se centra en Reyes. 16

Homestyle Buffet: Restaurante caro.

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―Lorena, ¿te das cuenta de que tienes un policía sentado en tu mesa para cenar? ―Soy Cesar ―dice, de pie, presentándose a sí mismo. Ella mira las esposas aseguradas a su uniforme, a la espera de ser golpeada como un criminal desprevenido. Teniendo en cuenta que Elena había tenido roces con la ley cuando era más joven, no confía en los policías más que en el resto de nosotros. Se aleja un paso de César como si tuviera alguna enfermedad infecciosa. ―Sí, umm... ―Se vuelve a mi'amá y murmura rápida y furiosamente― ¿Qué-putas-haces-conun poli-en-tu-casa? Lo dice como si fuera una sola palabra. La respuesta de mi’amá es: ―Es un amigo. Elena asiente lentamente mientras su cerebro está procesando la información. ―¿Él es un amigo? ¿Desde cuándo te haces amiga de los policías? Espera, ¡tal vez esto es una señal! ―Ella pone una gran sonrisa en su cara y se vuelve a Reyes―. Necesito que arreste a mi marido infiel. ―Aunque me gustaría ayudarle ―dice Reyes―, legalmente no puedo hacer eso. ―¿Quién dijo algo acerca de hacerlo legalmente? ―Ella bromea, ¿verdad? ―le pregunta César a mi’amá, que se encoge de hombros con vergüenza. ―En realidad no. ―Dejando de lado a Reyes porque no puede ayudar a su causa, Elena se para cerca del plato de Carlos y alcanza a tomar un bocado de su taquito―. Me olvidé de darte la bienvenida, Carlos. ¿Cómo está tu pierna? ―Tengo que ser honesto Elena ―dice Carlos mientras ella lo besa en la mejilla y deja una gran marca lápiz labial rojo―. Desde que llegaste, no he sentido ningún dolor. Eres más entretenida que la televisión, y más eficaz que el Vicodin. Aleja su atención de Carlos y se centra en mí. Yo lamento que tome mis mejillas y las apriete entre sus dedos. ―Amo a los niños Fuentes como si fueran míos. ¡Muah!

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Ella se acerca. Puedo ver claramente un pelo en su barbilla que necesita arrancarse, y su fuerte perfume me quema las fosas nasales. Sus labios comienzan a arrugarse y me estremezco. ―Por favor, no lápiz labial para mí. ―Oh, sabes que me encanta ―responde. Trato de proteger mi cara, pero planta un beso húmedo en mi mejilla con sus labios gruesos. ―¿Me dejó marca? ―le pregunto a Alex. Alex ladea la cabeza hacia un lado, analizando la marca. ―Sí. Ella lo consiguió, hermano. Alex no espera que Elena deje su marca en él. En cambio, veo que abre sus brazos a lo ancho en un abrazo. Cuando va a darle un beso, la elude y le planta uno en la mejilla. ―Eres astuto ―dice, moviendo su dedo―. Si alguna vez engañas a Brittany, te corto el pito, en serio. ―Habría que ponerse en fila detrás de Brittany si eso alguna vez ocurre. Escucha, Elena, voy a llamar a Jorge y ver qué pasa. No está teniendo una aventura. ―¿Hay alguien en casa? ―La voz de Jorge hace eco por toda la casa. Mi silla raspa el suelo, mientras puedo hacer un movimiento rápido para ayudar a Alex a frenar a Elena para que no se vaya con toda esa mierda encima de Jorge. Cuando Reyes quiere involucrarse, extiendo una mano para detenerlo. ―Esto es normal ―le digo. ―¿Para quién? ―responde. ―Yo no te pngo los cuernos ―dice Jorge, que parece un lío―. Nina quería hablar con alguien después de que rompió con su novio, eso es todo. Deja de actuar como una mujer celosa. ―Yo no estoy celosa ―clama Elena, arañando a través de nosotros para llegar a él―. Culero, te doy una pista. Cuando una ex-novia quiere hablar contigo, ese es el código de “te quiero de regreso”. El timbre suena otra vez.

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―Voy a abrir ―dice Alex. Yo no estoy prestando atención hasta que su voz al mando llega a través de la casa, diciendo: ―Luis, tienes una visita.

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Capítulo 26 Nikki Me quedé de pie fuera de la casa de Luis durante unos minutos antes de reunir el coraje suficiente para tocar el timbre. Obviamente estaban teniendo una fiesta. Podía ver una casa llena de gente a través de la ventana de enfrente. Alex respondió a la puerta. Él sabía quién era yo. Cada varios meses mis papás los invitaban a él, a su esposa y a su hijo a nuestra casa para cenar o para un almuerzo los domingos. Llamó a Luis a la puerta y mi corazón latió en anticipación. Luis vino a la puerta con una gran marca roja de lápiz de labios en su mejilla. ―¿Qué estás haciendo aquí? ―preguntó con voz tensa. Obviamente no estaba feliz de verme. ―Entra ―dijo Alex, poniendo un brazo alrededor de mí empujándome dentro―. Todavía tienes esa mierda de lápiz labial en el rostro, hermano ―le murmuró Alex a Luis cuando lo pasamos. Luis maldijo, y luego comenzó a limpiar su mejilla vigorosamente. ―A mi tía le gusta marcarnos ―explicó―. Es una especie de innecesaria e irritante tradición. Pasé al oficial de policía de pie junto a la mamá de Luis. Carlos estaba ahí también junto con otra pareja. La pareja debía estar teniendo una acalorada discusión, pues no parecían felices el uno con el otro. Carlos señaló hacia mí. ―¿Es ella la chica? ―le preguntó a Luis―. La del poema ―¿Qué poema? ―pregunté, de repente curiosa. ―No hay poema ―Luis insistió―. Mi hermano delira por las medicinas que está tomando para el dolor. No lo escuches. ―¿Estás bien? ―le pregunté a Carlos.

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Carlos levantó la pierna de su pantalón, revelando una asquerosa herida cosida por una fila de grapas desde su muslo y hasta la pantorrilla. ―Ésta es la prueba de que la libertad no es gratuita. ―¡Agh! ¿Cómo sucedió? ―pregunté con vergüenza. Solo mirarla era doloroso. ―Metralla del IED ―estrechó sus ojos hacia mí―. ¿Eres mexicana? ―¡Carlos! ―gritó su mamá en tono reprochador. ―En serio, hermano, cállate ―dijo Luis. Carlos alzó una mano en rendición. ―¿Qué pasa? ¿Es un crimen preguntarle a una chica si es mexicana? ―No. Tan solo grosero ―dijo Luis. Carlos se rió efusivamente. ―Hermano, ¿cuándo me has visto no siendo grosero? Respondí a Carlos: ―Soy más americana que mexicana. ¿Eso importa? ―Sólo si niegas tus raíces. No quiero ignorar la cultura, tú sabes. ―Carlos, son solo habladurías ―Alex metió la cucharada―. Tu novia es tan blanca como la leche. ―¿Estás de broma, Alex? ¿Has visto a tu esposa Azucena últimamente?― discutió Carlos juguetonamente. ―¡Hey! ―dijo Alex―. Antes de rajar sobre personas blancas, deberías recordar que tu sobrino es medio blanco. ―No la mitad que cuenta. ―dijo Carlos con orgullo―. Escucha, soy americano y peleo por éste país, pero eso no quiere decir que ignore mi procedencia mexicana como si fuera algo de lo que avergonzarse. ―No me avergüenzo de eso ―dije―. No hablo español ni camino ondeando una bandera mexicana. No voy a fingir que no sé mucho al respecto. ―No es tarde para aprender ―dijo Carlos.

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―Luis, ¿vas a presentarme a tu amiga? ―interrumpió su madre. Luis dudó, así que yo di un paso adelante. ―Soy Nikki ―dije con una sonrisa. ―Nikki Cruz ―dijo Alex―. La hija del Dr. Cruz. ―Ah, te recuerdo. ―movió la cabeza como si estuviera pensando en algo profundo―. ¿No estaba usted en la boda de Alex? Silenciosamente recé para que ella no mencionara que le había dado un rodillazo en las pelotas a Luis en la pista de baile. Aquello fue un incidente que prefería no sacar a relucir en esos momentos. Carlos no iba a dejar pasar esta. Él reaccionó. ―¡Oh, sí! Nikki, ¿No fuiste tú la que golpeó a Luis en las…? ―Nikki va a Fairfield ―Luis explicó―. Estamos juntos en química. Ahora todo el mundo estaba en silencio esperando que yo hablara. Me giré hacia Luis y murmuré suavemente. ―¿Podemos hablar? ―Sí, sígueme. ―Lo seguí a través de la cocina y fuera de la puerta trasera―. Muy bien ―dijo él―. Habla. Aclaré mi garganta y miré hacia el cielo, sabiendo que Luis quería ir allá arriba algún día. ¿Perseguiría él sus sueños o había cambiado sus planes? ―Estaba pensando sobre lo que dijiste hoy en química. Tú sabes, eso de que te juzgué antes de conocer todos los hechos. Bueno, después de haberlo pensado… creo que tienes razón. Él se encogió de hombros. ―Eso en verdad no importa. ―Para mí sí ―dije. ―¿Por qué? Ya te has hecho una opinión respecto a mí. ―se le escapó una risita―. Todos lo han hecho.

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―Dime ahora que no estás traficando con drogas y te creeré. Mírame a los ojos y dime la verdad. Me miró directamente a los ojos. ―No soy un traficante ―dijo sin apartar la mirada―. Las drogas no eran mías. No soy Marco, deja de colocarnos a los dos en la misma categoría. ―Eres amigo de él. ―También soy amigo de Derek. Escucha, no sé qué demonios pasó entre Marco y tú. Para ser honesto en verdad no lo quiero saber, porque si lo hago probablemente quiera matarlo. ―No necesito que me protejas. ―¿Y qué si quiero hacerlo? ―Lo miré mientras miraba al cielo y observaba las estrellas―. Demonios, Nik, no tienes idea de qué locos pensamientos han pasado por mi mente desde que estuvimos en el bote de Derek, y luego después de besarnos en la noche del sábado… Tú quieres ignorar lo que sucedió, pero yo no puedo. ―La verdad es que… yo no puedo, tampoco ―tragué el nudo formándose en mi garganta―. Necesito saber si estás en LB, porque si lo estás no puedo hacer esto. ―Mírame ―dijo él. Cuando lo hice él suspiró―. No soy un pandillero, Nik. ―Tenías razón cuando me gritaste. Quería pensar lo peor de ti, porque si lo hacía podía ignorar la conexión que sentía cuando estábamos juntos. Es como yo te tengo y tú me tienes, y luego el sábado en la noche cuando estábamos solos en la casa de la piscina… ―Dijiste que fue divertido. ―Dije que fue divertido para quitarte de encima. Hunter una vez me dijo que la mayoría de chicos podían tener sexo con una chica que amaban igual de fácil como podían tener un amor de una noche. Marco fue el último chico con el que salí, y él prácticamente destruyó mi corazón, mi alma y todo lo demás. Fue más que diversión la noche del sábado, Luis. Necesito saber si crees que podemos hacer que funcione. ―¡Guau! De la manera que ha ido mi semana, esa era la última cosa que esperaba escuchar. ―Luis pasó una mano por su cabello. Se podía sentir el nerviosismo irradiando de él―. Mi vida es jodidamente complicada ahora. ―Lo siento ―dije―. No quería complicar más las cosas. ―Me concentré en el suelo porque no quería ver su rostro cuando él me dijera que soy una ilusa.

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―No es tu culpa. ―inspiró con profundidad, y luego dejó escapar el aire―. Nik, tengo que ser honesto. No sé si es una buena idea involucrarse conmigo ahora. ―Lo entiendo ―dije―. No tienes que explicarlo. Él no había tratado de ocultar el hecho de que era un Don Juan desde el primer segundo que lo conocí. Era estúpido pensar que acercarme a él y sentir una conexión significaría que yo de repente lo había cambiado. ―No, no lo entiendes. ―Las comisuras de su boca se alzaron en una pequeña sonrisa. Mi aliento se detuvo cuando él movió sus brazos y deslizó su mano por la parte posterior de mi cuello y me instó a mirarlo―. No quiero estar con nadie más, mi chava. Quiero que seas mi novia. ―¿En serio? ―Sí, en serio. Sus palabras aliviaron mis crecientes dudas. ―Yo no quiero estar con nadie más tampoco ―dije. No quería dejar que nadie se acercara a mí, pero eso era antes de que Luis volviera a mi vida. Tal vez todo este asunto de alejarnos y acercarnos nos descubriría dónde estábamos. Los tiempos han cambiado, yo he cambiado, estoy lista para dejar el pasado detrás de mí. Pasó un momento y sentí la sensación de paz cubriéndome como una manta. Esperaba que él no viera mis lágrimas amenazando por salir. ―Ven aquí ―dijo él, acercándome―. Estás temblando. Cerré los ojos y las lágrimas cayeron por mi mejilla. Luis se las había arreglado para deslizarse a través de mi invisible armadura protectora y me sentí tan vulnerable. ―Tengo miedo. ―Yo también. ―Él me sostuvo más fuerte, luego besó la parte posterior de mi cabeza. Me sentía tan bien al estar sostenida por él. Enterré mi cabeza en su pecho, absorbiendo la calidez de su abrazo―. Prométeme que siempre serás honesto conmigo, Luis. ―Lo prometo.

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Capítulo 27 Luis La segunda mentira que le dije a mi nueva novia es que me gustaría ser honesto con ella. La primera es que no estoy en la LB. Si supiera que tengo una misión que hacer por los Latino Blood, demostrar mi lealtad, no me gustaría perderla. Yo sé que esto me hace un hijo de puta egoísta, pero no quiero renunciar a la oportunidad de que Nikki sea parte de mi vida. La puerta trasera se abre. Es Brittany, con el inquieto Paco en sus brazos. Enseguida nos ve. ―Uy, lo siento ―dice ella―. No quería interrumpir. Paco te estaba buscando; Luis, y tu mamá dijo que viniera. No sabía que estabas con alguien. ―Ella entrecierra los ojos en la confusión, hasta que la reconoce―. ¿Nikki Cruz es tu…? ―Sí ―dice Nikki, alejándose de mí. ―Oh. Guau, de acuerdo. Yo no sabía que tú y Luis… bueno, que erais amigos. ―Somos algo más que eso ―le digo a mi cuñada. ―¿Qué pasa? ¿Ustedes están saliendo? Coloco un brazo alrededor de Nikki, lo que me hace sentir bien y tener ganas de abrazarla. Ella me mira, y juro que puedo mirarla a sus expresivos ojos de color marrón oscuro para siempre. ―Sí, estamos saliendo ―le digo, sin apartar la mirada de mi chica―. Ésta es mi chava. Nuestros ojos siguen fijos en los otros, Nikki sonríe y asiente con la cabeza. ―¿Tu mamá sabe? ―pregunta Brittany. ―Todavía no ―le digo. Brittany ríe. ―Creo que ella tiene una clara idea de esto. La vi asomarse a la ventana de la cocina por lo menos una docena de veces desde que entraste, no tenía idea de que estabas aquí con una chica…, lo que explica completamente por qué estaba fisgoneando. Mamá Fuentes protege a

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sus hijos como una gallina. Estoy segura de que no va a ser diferente cuando mi hijo comience a descubrir a las chicas. ¿Estás de acuerdo, Paco? ―¡Weese! ―grita Paco y se retuerce para salir de las manos de su madre. ―Paco, Tío Luis está ocupado ―le dice―. No puede jugar contigo ahora mismo. ―Está bien ―dice Nikki, rompiendo su mirada―. Tengo que ir a casa de todos modos. Tan pronto como Brittany le suelta, Paco corre hacia mí. ―¿Cómo está mi pequeño taco? ―le digo, lo levanto y le doy los cinco―. ¿No deberías estar durmiendo a estas horas? ―Sí, debería ―Brittany interviene, exasperada―. A mi hijo le gusta estar despierto en la noche y dormir durante el día… al igual que a su padre. ―Ella coloca una mano sobre su vientre abultado―. Este me mantiene despierto toda la noche también. Que Dios me ayude. ―Es un Fuentes ―le digo con orgullo―. Bien, ¿Paco? Vas a tener un hermanito pronto y serás el jefe de todo. Él asiente con la cabeza. Brittany señala que no. ―Espero que sea una niña. Los hombres Fuentes de esta familia me están agotando. No sé cómo su mamá sobrevivió a estar con tres niños bajo el mismo techo. ―No habían momentos aburridos. ―Escucho vagamente reír a Carlos ―. Todavía no es aburrido. Alex llama a Brittany desde la casa, y me deja al inquieto de Paco. ―¿Me recuerdas? ―le dice Nikki, mientras le hace cosquillas en el estómago a mi sobrino―. Yo soy Nikki. ―Ki-ki ―grita Paco―. Ki-ki-ki-ki. Ki-ki-ki-ki. ―Él menea la cabeza de lado a lado como si estuviera cantando una canción. ―Estamos trabajando en sus habilidades verbales ―le digo. Con la mano alisa suavemente el cabello de Paco. ―Él es perfecto.

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―Así eres tú. ―Me inclino para besarla, y por un instante una imagen de nosotros repite este momento en el futuro en mi mente… Yo, Nikki y un hijo nuestro. Nikki dice: ―Yo realmente me tengo que ir. Tenemos clases mañana, ya sabes. ―No quiero que te vayas. ―Sé que estás en el equipo de fútbol. Podría ir a verte entrenar después de la escuela. Podemos pasar el rato después. ―Tengo que hacer algo después del entrenamiento. ―Una tarea pequeña que Chuy me dio y que Nikki no tiene por qué conocer―. Pero te veré después. ―Está bien ―dice ella, asintiendo con la cabeza. No puedo saber si me creyó o no. Caminamos de vuelta al interior de casa. Todo el mundo, por desgracia, está aún aquí. Y, por desgracia, todos los ojos están puestos sobre nosotros. ―Voy acompañar a Nikki a su auto ―anuncio a mi familia. Le entrego Paco a mi hermano. ―Adiós ―dice Nikki, sonriendo tímidamente mientras se despide nerviosa de todos en la sala. Ella se acerca a mi mamá―. Fue muy bueno verla de nuevo, señora Fuentes. ―Gracias ―responde amablemente mi mamá―. Dale mis saludos a tus padres. ¿Saludos a sus padres? De repente mi mamá se ha convertido en una mujer de sociedad con modales suaves. ¿Está en un acto oficial de la realeza? Sea como sea, estoy muy agradecido. Nikki y yo caminamos hacia su auto estacionado ahí delante. Se apoya en la puerta de su coche antes de abrirlo. ―Hey ―dice ella, y luego muerde su labio inferior con nerviosismo. ―Hola. ―¿Sabes que es nuestra rutina? ―dice―. Tú siempre me dices 'Hey', y yo digo 'Hola' de nuevo. O tú me dices 'Hey', y viceversa. Sonrío. Ella pone atención a esas cosas. Veo sus dulces labios y me muero por probarlos de nuevo. ―Oye ―le susurro mientras me inclino para besarla.

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―Oye ―susurra suavemente contra mis labios. Pone una mano sobre mi pecho―. Hum, antes de seguir adelante y hacerlo… creo que debes saber que tu familia nos está mirando. Miro hacia la casa. Las luces están apagadas repentinamente, y puedo distinguir las sombras de mi familia espiando por la ventana del frente. ―Esto es embarazoso ―murmuro. ―Llámame más tarde ―dice mientras abre la puerta de su coche. ―Espera, ¿no nos vamos a besar? ―En serio, ahora que tengo una novia, voy a cosechar los beneficios. Maldición, por cómo me ha ido esta semana necesito besarla para mantenerme cuerdo. Me da un beso. ―No. ―Mi tonta prima Elena da mejores besos que eso, Nik. Vamos, mi chava, dame uno aquí. ―Te lo dije, tenemos espectadores ―dice. Me encojo de hombros. ―No me importa. Vamos a darles algo que valga la pena observar. ―y les doy la espalda para que no vean mucho. Ella envuelve sus brazos alrededor de mi cuello. Yo amo la sensación de su cuerpo apoyado contra el mío. En la tranquila oscuridad con sólo las farolas que emiten una luz amarilla. Nikki puede hacer que mi libido suba con el simple toque de sus labios, y ella lo sabe. Sus labios se mueven suaves contra los míos, una y otra vez. Menos mal que mi espalda esconde nuestro caluroso abrazo. Se acerca un auto realizando repetidos bocinazos y se detiene junto al coche de ella, arruinando el momento. ―¿Estás de suerte, Fuentes? ―Una voz familiar grita por la ventana. Es Marco. Nikki se congela, y luego entierra su cara en mi pecho en un intento de ocultar su identidad. Sin embargo no sirve de nada, debido a que su coche es un claro indicativo. Mis manos se apoyan en el coche, cubriéndola, aunque sé que es inútil.

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―¿Qué hay de nuevo, Delgado? ―pregunto. Saca la cabeza por la ventana. ―Obviamente no tan bien como a ti y a Nikki. Sólo un consejo: a ella le gusta que le laman detrás de la oreja. ―Gracias por el consejo, hombre, pero creo que puedo averiguarlo por mi cuenta ―le digo―. Ahora lárgate de aquí. Marco se ríe a gritos y desaparece en la misma cuadra. ―¿Se ha ido? ―pregunta con voz ahogada porque todavía tiene la cabeza enterrada en el pecho. ―Sí. No te preocupes. Le diré a Marco que lo deje. ―Le levanto la barbilla y así puedo perderme de nuevo en sus conmovedores ojos―. Mi meta es hacer que te olvides de él. Me inclino para besarla, pero ella se retira. ―Necesito que sepas algo antes de irme. No quiero preocuparme por eso toda la noche. ―Me pelearé con él. ―No voy a tener sexo contigo ―me suelta. Sus palabras chocan contra mi libido como un balde de agua fría sobre una llama llena de testosterona. Creo que mi polla se movió en señal de protesta. ―¿Nunca? ―pregunto. ―Simplemente no quiero que nuestra relación sea sexo y nada más ―dice―. Si quitamos la expectativa del sexo ahora, será mejor. ¿Mejor para quién? ―No quiero que sea solo sexo, Nik, pero tengo que ser sincero… Tenía la esperanza de que fuera parte de esto en algún momento. Ella mira a los lados, como si quisiera asegurarse de que nadie más puede oír nuestra conversación. ―Simplemente no puedo. Es demasiado complicado, ya sabes. ―No, no lo sé. ¿Qué me quieres decir? Mierda. ¿Se trata de Marco? ¿O se trata de mí?

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―Entenderé si el sexo es un ultimátum para ti ―dice ella con timidez. Yo no voy a mentir. Sólo mirar a Nikki me pone caliente, pero es más que eso. Me gusta. Mucho. Lo suficiente como para querer que sea mi novia. Me gusta simplemente estar con ella y hablar. El resto vendrá cuando esté lista. ―Está bien ―le digo―. Estoy de acuerdo con la regla de no sexo. Pero, eh, ¿podemos mantener la opción abierta para hablar de ello en el futuro? Ya sabes, en caso de que cambies de opinión. ―Sí ―dice ella, y me besa suavemente en los labios―. Pero no contengas la respiración mientras lo hago. Sin embargo, podemos hacer otras cosas. Levanto mis cejas, interesado. ―¿Como qué? ―Te lo demostraré más adelante. ―Se cubre la boca cuando una sonrisa cruza su rostro―. No puedo hablar de esto cuando tu madre está mirando. Te veré mañana. Ella se mete en su coche y se aleja en el mismo momento que mi mamá abre la puerta de la casa. ―¿Hay algo que tengas que decirme? ―pregunta antes de que entre en la casa y vea al resto de la familia. ―Sí. Tengo una novia. ―¿No te parece que una novia es complicarse la vida? ―Sí, mamá. Se va a complicar mi vida. ―Pero no de la misma manera que ella piensa. Los Latino Blood son una nube negra sobre mi cabeza. Hasta que esté seguro de que Chuy no me deja atrapado en la Blood. Pero lo ha hecho―. Todo se arreglará. ―La universidad es más importante ―dice ella―. Más importante que las niñas. No dejes que nada te desvíe de tus objetivos, Luis. Te arrepentirás el resto de tu vida. Ahora mismo mi objetivo es conseguir irme a Evanston después del entrenamiento. Es la primera misión de Chuy y otra manera de demostrar que estoy dispuesto a asumir riesgos por los Blood. Estaría mintiendo si no admitiera que una parte de mí está deseando que llegue el desafío.

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Capítulo 28 Nikki Por la mañana me despierto y reviso de inmediato el teléfono, con la esperanza de tener un mensaje de Luis. Siento mariposas en el estómago con solo preguntarme si él ha podido pensar en mí cuando despertó esta mañana. Hay un mensaje nuevo en la pantalla. Es de Luis. No puedo evitar sonreír cuando leo su mensaje perfectamente pensado. Luis: Hey El mensaje fue enviado hace veinte minutos. Rápidamente escribí la única respuesta apropiada que podía hacer y pulsé ENVIAR. Yo: Hola Voy corriendo al baño, pero llevo mi teléfono conmigo en caso de que me conteste el mensaje. Mientras me estoy lavando los dientes, escucho el timbre de mi teléfono. Otro mensaje. Me apresuro a terminar el cepillado, luego tomo el teléfono. Luis: ¿Bien? Yo: ¿Sobre qué? Luis: Nosotros. Yo. Yo: Sí. ¿Por qué? Luis: Solo comprobaba. En la escuela, Luis y yo nos sentamos en el suelo delante de mi casillero antes de que suene la campana. ―No hice mi tarea de matemáticas anoche ―le digo que saque la hoja que el Sr. Gasper dio en nuestra clase―. Cuando regresé a casa no me podía concentrar. Además no lo entiendo. Mi cerebro no registra el cálculo. Ni siquiera sé por qué tenemos que aprenderlo. No es como si lo fuera a usar en la vida real.

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―Depende de lo que vayas a hacer para vivir. ―Luis desliza la hoja sobre su regazo y lo estudia―. Vamos, tenemos diez minutos antes de que suene la campana. Voy a ayudarte para que lo termines. Me esfuerzo por concentrarme en otra cosa que no sea él. Muevo mi mano sobre la suya y dibujo círculos invisibles en el dorso de su mano con mis dedos. ―Estás distrayéndote ―me dice. ―Lo sé. Se ríe, y aparta la mano. ―¿No quieres el crédito por la tarea, mi chava? Lo beso. ―Sí, pero prefiero pasar el rato contigo. ―No quiero que mi novia repruebe matemáticas y tenga que hacer un curso de verano que la acapare. Concéntrate ―me dice. ―Vale, vale. ―Pongo mi lápiz sobre el papel, lista para trabajar―. Estoy concentrada. Trabajamos hasta que queda un minuto antes de que suene la campana. Todo lo que sé es que Luis tiene la paciencia de un santo. Fue capaz de explicar las cosas a mi nivel en vez del método del señor Gasper, que es demasiado confuso. ―Gracias ―le digo mientras pongo la hoja en mi carpeta. ―Siéntate conmigo en el almuerzo de hoy ―dice. ―¿Con tus amigos? ―Sí. ―enlaza sus dedos con los míos. ―No me llevo bien con ellos. Me odian. ―Vas a estar bien, te lo prometo. Kendall y Derek llegan caminando por el vestíbulo. ―Creo que ustedes dos salieron ayer por la noche, ¿eh? ―dice Kendall. Aprieto la mano de Luis.

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―Sí. Luis y yo nos vamos cuando suena la campana. Sé que no lo voy a ver hasta el almuerzo, así que voy a ver a Marco. Está en mi clase de gimnasia. Por lo general lo ignoro y él hace lo mismo. Hoy no soy tan afortunada. ―Así que por fin has encontrado a otro hombre con el que obsesionarte. ―Me dice Marco mientras corre por la pista que rodea el campo de fútbol. Corro más rápido, pero me sigue. El Sr. Harris, nuestro profesor de gimnasia, sostiene el cronómetro. ―Sigan con buen ritmo ―dice en voz alta a medida que pasamos junto a él. ―Lo vuestro no va a durar, ¿sabes? ―dice Marco. Deja de hablar cuando un par de corredores nos pasan―. Cuando te demuestre lo que es, te va a hacer sentirte como basura y pondrás a todos del lado norte en su contra, como hiciste conmigo. No puse a nadie en contra de Marco. Nos separamos, al mismo tiempo que se unió al Latino Blood. Venir a la escuela con tatuajes de pandillas no ayudaba a su popularidad entre la gente con la que pasaba el rato. Sé que casi todo el mundo en el lado norte ignoraba a Marcos después de que nos separamos. No creo que tuviera nada que ver con la ruptura y todo esté relacionado con que hacía alarde de su unión a una pandilla. Sigo corriendo y paso por alto todas las palabras que salen de la boca de Marco. Me gustaría tener los auriculares en los oídos para poder bloquearlo por completo. ―Si le dices a Luis lo que dije, voy a pasar esa foto que te tomé cuando estabas desnuda con mi celular. ―Se acerca a mí―. Cuando te dije que la había borrado, te mentí. Las lágrimas amenazan con salir de mis ojos, pero no las dejo salir. Cuando la clase de gimnasia termina, me apuro a ir a los vestuarios y comienzo a rezar por que Marco me esté mintiendo. En el almuerzo, veo a Luis en la sala justo cuando yo estaba entrando en la cafetería. ―Hey ―dice. ―Hola. Me comeré mi almuerzo en la biblioteca ―le digo―. Tengo que estudiar, y no puedo hacerlo cuando todo el mundo está cerca. Te veré en química, ¿de acuerdo? ―Necesitaba alejarme de Marco y sus amenazas. Él empieza a seguirme.

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―Voy a ir contigo a la biblioteca. ―No. Tú eres mi mayor distracción ahora mismo. Necesito concentrarme. ―¿En serio? ―me pregunta Luis, no está muy convencido. ―En serio. ―Lo beso, amo la sensación de sus cálidos labios sobre los míos que me hacen olvidar la amenaza de Marco por un momento. Estar con Luis me hace creer que todo estará bien al final. ―Hey, ustedes dos. No PDA ―un profesor dice en voz alta. Oh, no. Es la señora Peterson. Nos toca los hombros―. Sepárense. La señora Peterson nos espera, y luego se cruza de brazos. ―Nikki, voy a tenerle que mandarle al Dr. Aguirre a su casa otra copia del manual del estudiante de Fairfield High. Es obvio que no te has aprendido de memoria las reglas. Si deseas quedar después de la escuela, te puedo ayudar. ―Ella levanta una ceja a Luis―. Eso va por usted también, señor Fuentes. ―¿Alguna vez he roto alguna de las reglas, señora P? ―le pregunta Luis. ―No ―contesta, pero luego lo piensa más―. Bueno, esa vez en la escuela secundaria… ―Su voz se fue apagando―. No importa. No quiero verlos besándose en el pasillo. Yo no hice las reglas, pero tengo que hacerlas cumplir. Sorpresa. La señora Peterson admitió ser tan solo una mediadora ante la regla. Y tal vez esté de acuerdo con algunas de las reglas. Luis se ve muy satisfecho de sí mismo ya que consiguió que lo admitiera. ―Nos vemos más tarde ―digo en voz alta cuando me dirijo a la biblioteca―. Ve a comer con tus amigos. Me siento en uno de los cubículos privados de estudio y dejó mi almuerzo y un libro de la sección de ficción que acababa de tomar de uno de los estantes. Realmente no tenía que estudiar. No se cómo decirle a Luis que no puedo estar con sus amigos.

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Capítulo 29 Luis En química, Peterson nos mira como un halcón. Maldita sea, esa mujer no habrá hecho la reglas, pero seguro que las sabe aplicar. Hoy Peterson está a disertando a toda la clase. Echo un vistazo a Nikki y la encuentro mirándome. Ella sonríe. Soy el más afortunado amigo de la tierra. Voy a ir a encontrarme con ella después del entrenamiento. Suena el timbre de término de clases. Nikki y yo estamos juntos en nuestros casilleros. ―Nos vemos en el campo ―le digo, y luego subo su cremallera. Ella me aparta a un lado. ―Ya has oído lo que dijo la señora Peterson. Nada de PDA en los pasillos. ―Ella no está mirando. Además, la escuela ha terminado. Ella niega con el dedo. ―Usted está en el límite, Sr. Fuentes ―dice, imitando a la Sra. P―. Prométeme que no tendrás otra detención. ―No puedo hacer eso, mi chava. En el vestuario, mientras me pongo mi camiseta de futbol, Dougan se acerca a mí. ―A nadie le gusta la idea de que Nikki y tú estéis juntos ―dice―. Bueno, además de Kendal y Derek. ―Me importa una mierda lo que piensen ―le digo. Me siento en el banco para ponerme las zapatillas, con la esperanza de que Dougan simplemente desaparezca. No lo hace.

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Se sienta a mi lado. ―Tú sabes que sus padres la van a castigar cuando se enteren de que está saliendo con un tipo de la LB. Sé que eres uno de ellos... no hay necesidad de negarlo. Para que lo sepas, voy a estar allí para consolar a Nikki cuando se dé cuenta de que no eres más que otro cabrón mexicano. Termino con un cordón y sigo con el otro. No quiero que nadie, especialmente Dougan, interfiera con mi relación con Nikki. Sé que Alex y Brittany tenían problemas similares. Todos sus amigos trataron de advertirlos que su relación terminaría en un desastre, pero al final no importó lo que pensaran los demás. Así es como quiero que sea conmigo. Nik y yo tratando de averiguar lo que hay entre nosotros sin que nadie interfiera. ―Tú no sabes una mierda, Dougan. ―Yo sé más de lo que piensas. Cuando termino con los zapatos observo el lugar para asegurarme de que estamos solos. ―Dougan. Si le dices algo a Nikki, te juro que toda la LB te dará por el culo. Sin esperar a que responda me voy al campo, donde el entrenador tiene al equipo dando vueltas de calentamiento. Nikki está sentada en las gradas con Kendal y nos mira con un montón de otras chicas. Marco corre junto a mí. ―¿Qué pasa, Fuentes? ― Él asiente con la cabeza hacia las gradas―. Veo que tienes un ventilador. ―Si tienes una opinión acerca de mi novia, guárdalo para ti ―le digo―. En serio, deja de soltar mierda o tendrás que responderme. ―¿Qué eres: su guardaespaldas o su novio? ―bromea. ―Las dos cosas. ―Echo un vistazo por las gradas. Nikki no se ve muy feliz porque estoy hablando con Marco. ―Creo que Nikki y tú tenéis algo ―dice Marco, y me da palmaditas en la espalda―. Buena suerte, hermano... mientras dure. El centrocampista se dirige hacia un lateral del campo para hablar con el entrenador antes de que pueda decir nada.

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Derek es un centrocampista que puede patear la pelota más lejos y con más precisión de lo que he visto nunca. Marco y yo somos delanteros, e interpretamos el juego como si fuéramos de la misma opinión. Instintivamente sabemos qué esperar el uno del otro, y lo que los dos estamos pensando. La única distracción que tengo es Nikki. Cada vez que el balón se va fuera de los límites, me encuentro buscándola en las gradas. ―Fuentes, ¿qué estás haciendo? ―grita el entrenador―. Sal te acaba de lanzar la pelota y tú con la mirada perdida en la arena. ―Lo siento, entrenador ―le digo. ―¡Fuera de mi campo hasta que tu cabeza esté de vuelta en el juego! ―grita, y entonces otros jugadores se mueven para reemplazarme. Corro fuera del campo y me detengo en la fuente de agua. Bebo agua y luego la rocío sobre mi cabeza para refrescarme. ―Te distraigo, ¿verdad? ―pregunta Nikki. Me doy la vuelta y la veo inclinada en la valla metálica. El sol brilla sobre su pelo oscuro, mostrando reflejos cobrizos. ¿Que me distraes? Sí, claro. ―Me perdí porque no estaba mirando a la pelota sino a ti. ―No hagas eso ―dice―. ¿Quieres que me vaya? No me importa. No quiero molestar a tu entrenador. Le lanzo un guiño. ―Tú sabes que yo no quiero que te vayas. ―¡Nikki Cruz, deje de distraer a mi jugador o declararé este entrenamiento privado y la sacaré afuera a patadas! ―grita el entrenador. ―Mete un gol para calmarle al pobre ―me dice. ―Lo haré. El resto del entrenamiento me mantengo concentrado en el juego y no en Nikki. Después, Marco y yo hablamos sobre la estrategia a medida que salen los demás de los vestuarios. Nikki me está esperando en el pasillo.

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―Hey ―dice. ―Hey. ―Golpeo la espalda de Marco―. Me reuniré con usted en su coche. Suspira. ―Está bien. Pero no te tomes mucho tiempo. Tenemos que salir, hermano. Puse mis brazos alrededor de Nikki e incliné la cabeza para besarla, pero ella se retiró. ―¿Tienes planes con Marco? ―Sí. ―Me encojo de hombros―. Quiere que le ayude con algo. ―¿Por qué no me lo dijiste? ―Porque no quiero que lo sepas, ¿de acuerdo? Escucha, tienes problemas con el chico y yo no quiero enfadarte. Vendré después, lo juro. ―Lo siento. No me refiero a eso. ―Tira de mi cabeza y me besa―. No tengo problemas de confianza. ―Lo sé. Tendré que remediarlo… Puse mi brazo alrededor de ella y caminamos hasta el estacionamiento. Marco estaba esperando frente a su coche. Emite un pitido cuando me ve. ―¡Vamos, pendejo! ―grita con impaciencia por la ventana. ―Te veo luego ―le digo a Nikki, a continuación, vuelvo a besarla antes de deslizarme en el coche de Marcos. Unos minutos después de marcharme, Marco me señala la guantera. ―Ábrela. Cuando lo hago, veo cinco pequeños paquetes de polvo blanco envueltos en celofán azul. ―Chuy quiere vender esta mierda a setenta y cinco dólares cada uno. Llegamos a tener veinticinco años. De golpe cierro el compartimento. ―Amigo, eso es malo. Ya sabes, por esas cosas casi fui arrestado el fin de semana.

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―Dime algo que no sepa. Aquí ―dice, sacando una hoja de papel con una dirección garabateada: Departamento 2416 de Newberry. Evanston. Chuy nos dijo que podíamos salir de él vendiéndolo a este culero. Nos dirigimos a Sheridan Road a través de Fairfield, terminando en las calles curvas arboladas hasta llegar a Evanston. Estoy en silencio todo el tiempo, mirando por la ventana a los peatones, preguntándome por lo que piensan de nosotros. ¿Es que ven a dos mexicanos en un automóvil e inmediatamente piensan que estamos traficando drogas? Hoy darían en el clavo. No es un gran cargamento, pero nos puede meter en la cárcel por diez años, aunque eso no es suficiente para detenernos. La amenaza de Chuy corre por mi cabeza. Estás con nosotros o contra nosotros. Quieres proteger a tu familia, ¿no? Sí, quiero mantener a mi familia a salvo. Tengo que hacer esto por mis hermanos, mi sobrino, mi cuñada y mi mamá. Hacer negocios de drogas para el LB es una obligación tanto como una manera de descubrir información privilegiada. Estoy bastante seguro de que Alex lo hizo, sé que Carlos lo hizo... ahora es mi turno. Sigue habiendo luz fuera, así que no es difícil encontrar la dirección. Llegamos a la casa. ―Este lugar es un tugurio ―le digo, mirando las piezas al azar de chatarra y calzos de madera apilados en el patio. ―Voy a esperar en el coche ―dice Marco. Meto los cinco paquetes en los bolsillos. Nunca he hecho nada como esto antes y se siente como una completa estupidez. ―¿Por qué no lo haces? ―le pido a Marco―. Tú eres el veterano. ―Chuy me dijo que lo hicieras tú. Dijo algo acerca de probarte “a ti mismo”. ―Él mira su espejo retrovisor―. Mira, no me sorprendería si este hombre es uno de los amigos de Chuy, chequea hasta asegurarte antes de seguir adelante. Mierda. ―¿Cuidas mi espalda? ―Sí... Sí, cuido tu espalda. ―Marco está actuando muy calmado, como si él hubiera hecho esto miles de veces y no fuera gran cosa―. Vamos ya. Hazlo.

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Meto la mano en la mochila pequeña escondida en el coche de Marcos esta mañana antes de ir a la escuela y saco la Glock. La meto en mi cintura, luego camino hasta la puerta principal. En ella hay un letrero que dice NO MOLESTAR. Estoy a punto de vender drogas. ¿Es eso molestar? Probablemente podría hacer un ensayo de sobre el tema, con argumentos a favor y en contra de eso. Bueno, estoy inmovilizado. Tú puedes hacer esto, mientras mi corazón está bombeando duro y rápido. Llamo al timbre y escuchar las pisadas de alguien que viene a la puerta. Se abre. Un tipo con la cabeza rapada que se asemeja a un corte de combate que una vez vi en la televisión, está de pie delante de mí. Puedo adivinar que no se ha duchado en una semana, porque huele a mierda. ―¿Quién diablos es tú? ―dice. Umm... ¿Qué digo? No es fácil pensar en estas cosas en el momento. ―Umm... Creo que tengo unas cosas que deseas. Sueno como un idiota. ―¿Qué tipo de cosas? ―dice, imperturbable en una estúpida conversación con sonidos. Empiezo a tirar de uno de los paquetes de mi bolsillo cuando el hombre me agarra la camisa y tira de mí hacia su casa. ―No vuelvas a hacer eso de nuevo, oye hay Cerdos en coche alrededor de esta casa mirando a los chicos como tú. Él te ve y nos fotografía y tú y yo podemos ser arrestados. Bien... ―Olfatea un par de veces y sus manos están temblando en la anticipación―. Muéstrame lo que tienes. Saco los cinco paquetes. ―Setenta y cinco dólares cada uno. Tres setenta y cinco por otros cinco―. Siempre fui bueno en matemáticas. ―¿Qué tal tres cincuenta? ¿En serio, se hacen contraoferta en un negocio de drogas? Obviamente, él cree que soy un novato. Lo soy, pero si Chuy está monitoreando esto, mejor no fallo. Si no hago esto, mi lealtad será cuestionada. ―¿Qué coño te crees que soy, un intermediario? ―digo en un tono cabreado, hago el papel de miembro duro de la pandilla fácilmente―. Tres setenta y cinco o nada. ―Escucha, mientras yo estoy aquí, y arriesgándome, podría obtener la cantidad total―. Tengo diez chicos más que me darán cuatro billetes por esta mierda pura. O lo tomas o dejas.

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Tomé AP economía, el modelo de oferta y la demanda es algo muy poderoso. Si este tío piensa que la oferta es baja y la demanda es alta, lo más probable es que va a jugar el juego a mi manera. Duda un instante. Tomo sin cosas y me dirijo hacia la puerta. ―¡Bueno, está bien! ―grita―. Voy a estar de regreso con el dinero. Sólo... sólo tienes que esperar ahí. Tengo los paquetes en una mano y mis dedos alrededor de la Glock en la otra. Si este hombre está a punto de pegarme un tiro, mejor estar preparado para devolver el fuego y salir pitando. Mierda, ¿en qué me convertido? Un traficante de drogas, pandillero. ¿Qué tan fácil ha sido para mí dar un giro de 180 grados. Lo único que me mantiene aquí es el hecho de que si no lo hago, no voy a saber lo que Chuy tiene bajo la manga. Es algo que me involucra. Yo lo sé a ciencia cierta. No puedo ir a la policía. Chuy tiene ojos y oídos en las calles, e incluso dio a entender que tiene algunos de los policías en Fairfield en su nómina. Por primera vez en mi vida, no puedo hacer lo correcto. La idea de que este pendejo a punto de comprarme drogas puede ser un policía encubierto entra en mi mente, pero la forma en que las miraba con nostalgia, empezó a olfatear ante la perspectiva de tener esas cosas a su alcance me hace olvidar que el pensamiento. El hombre vuelve a aparecer en la habitación con un montón de billetes en la mano. ―Aquí ―dice, empujando el dinero a mí. ¿Cuento ahora, antes de salir, o es que considera un insulto? No sé el protocolo aquí, así que voy a hacer esta mierda a medida que avanzo. Miro brevemente hacia abajo el dinero. En mi camino de vuelta al coche mi corazón todavía late con fuerza. Este subidón de adrenalina me da sensación que me hace sentir invencible, como lo que sentí cuando me libre solo de nuevo en Boulder. La posibilidad de que vaya a ser mordido por una serpiente aquí no es posible, pero mentir a Nikki y mi familia podría tener peores consecuencias. ―Vamos salgamos de aquí ―le digo a Marco mientras me dejo caer en el asiento del pasajero. Puedo tener una idea a medida que avanzo a la casa. Nikki: Hola. ¿Qué haces? No contesto.

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Capítulo 30 Nikki Le digo a Luis que nos encontremos en el refugio de animales. Cuando se detiene en una moto, me toma por sorpresa. Se quita el casco y se acerca a mí. ―¿Esa es tu moto? ―le pregunto. ―Es de mi primo Enrique. Él me la dejó prestada. Me dijo que podía trabajar en su taller mecánico algunos días a la semana desde sabe que perdí mi trabajo en Brickstone y los negocios han empezado a levantarse. ―Él pone los brazos a mí alrededor y me sostiene por un largo tiempo―. Te extrañé, incluso si hueles a perro mojado. ―Le di un baño a Granny. ―¿Granny? ―Ella es mi perro favorito aquí. ¿Quieres conocerla? ―Definitivamente. ―Vamos. ―Después de presentarlo al personal, lo llevo de regreso a la jaula de Granny―. ¿No es adorable? ―pregunto mientras me agacho y la levanto―. Es ciega, pero puede escuchar perfectamente. Luis la toma de mí. ―Yo, Granny, ¿qué pasa? ―Ella acaricia su nariz dentro de su camisa mientras él la mima―. Quieres llevarla a casa, ¿no? ―me pregunta. ―¿Cómo lo sabes? ―Por la forma en que la miras. ―Mis padres no quieren que yo tenga un perro, pero estoy trabajando en ellos. Creo que van a la cueva pronto. Yo ni siquiera los he traído conocerla. ―Miro a lo lejos―. Creo que temen que vaya enloquecer cuando ella muera. ―¿Lo harás?

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Le acaricio a Granny detrás de la oreja. ―Sí, probablemente. ―¿Cuánto tiempo le queda a Granny? ―¿Cuánto tiempo le queda a cualquiera de nosotros? ―le pregunto, para conseguir a cambio una sonrisa pensativa de Luis. Le presento más perros, y señalo todas sus historias y peculiaridades. Jake el beagle que no deja de aullar, Ana la mezcla de pastor que le gusta su compañero de jaula un poco demasiado. Los cachorros que entraron hoy probablemente serán adoptados por el mediodía. ―Todo el mundo ama a los perritos. ―Excepto tú. Tú amas a los patéticos, como Granny. Lo empujo en broma. ―No es patética. Está necesitada. ―Tomé psicología el año pasado. Si yo fuera un psicólogo, probablemente te diagnosticaría como una persona que le gusta sentirse necesaria. ―Esa es una suposición razonable ―admito. Es mejor que estar necesitada―. ¿Y usted, señor Fuentes? ¿Está necesitado? ―Puedo estarlo si quieres que lo esté ―dice, lo que me hace reír. Le muestro el estudio improvisado que puse arriba para tomar fotos de los perros para publicar en la página web de adopción que creé. Tomo la cámara y le muestro las fotos que tomé de todos los perros en el refugio. ―Maggie duerme mucho, así que puse una almohada abajo y la he acostado en ella ―explico―. Y a Buster le encanta jugar a la pelota, así que tomé ésta con tres bolas en su boca para que la gente conozca que es un tipo divertido. Trato de mostrar la personalidad de cada perro en las fotos. ―Estoy impresionado ―dice, mirándome con admiración mientras explora a través de las imágenes―. Estas son buenas. Las veo en un libro. ―Mi objetivo es conseguir que los adopten ―le digo. ―Eres una santa. Pienso en la foto que Marco dijo que él no eliminó. ―Estoy lejos de eso. He hecho algunas cosas muy tontas en el pasado.

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―Todos las tenemos. ―Él extiende su mano―. ¿Recuerdas estas cicatrices? No estaba mintiendo cuando dije que me mordió una serpiente y caí de un acantilado justo antes de la boda de mi hermano. No llevaba un arnés. ―¿Por qué no? ―Porque me gusta vivir en el borde a veces. ¿A ti no? ―No. Ahora ya no, al menos. ―Él sigue pasando las imágenes. La última de ellas en la cámara es de Granny. No le hace justicia―. Espera aquí. ―Agarro a Granny y la pongo en sus brazos―. Siéntate ahí con ella. Se sienta con la luz, Granny y a las mascotas mientras yo saco fotos. Cuando la da vuelta sobre ella y rasca su estómago, mientras ella se acuesta boca abajo y prácticamente sonríe a la cámara, sé que tengo la imagen perfecta. Granny puede estar ciega y vieja, pero ella va a ser la mascota perfecta para mí. El hecho de que Luis esté sonriendo cálidamente mientras la mima hace que quiera imprimir una copia para poner sobre mi pared en casa. Me siento como que ella ya es mía. ―Tu turno ―dice, dándome a Granny. Yo la sostengo mientras él toma una foto de nosotras en su teléfono celular. Mi mamá llama, diciéndome que tengo que volver a casa y ayudarla a colgar las cortinas nuevas en nuestra sala de estar. Ella está en los patrones de flor abstractos que le recuerdan alguna artista llamada Georgia O'Keeffe o algo así. ―Me tengo que ir ―le digo. Luis y yo salimos hacia el aparcamiento vacío. ―¿Cree que estamos apresurando las cosas? ―le pregunto. ―No te estreses respecto a ello, mi chava. Está todo bien. ―Se desliza el casco en la cabeza y revoluciona el motor de su motocicleta. ―¡No te mates montando esa cosa! ―le grito. Me da un pulgar hacia arriba, y luego espera hasta que me meto en mi coche antes de acelerar fuera del estacionamiento de la playa. Llego a la conclusión de que mi novio es un adicto a la adrenalina. ¿Puedo quedarme con él?

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Capítulo 31 Luis Usualmente los partidos de soccer en la preparatoria no tienen policías y guardias de seguridad como asistentes, excepto cuando Fremont se enfrenta a Fairfield. Nuestro equipo está animado el sábado por la mañana cuando vamos a enfrentar a Fremont. Somos escuelas rivales y pueblos rivales con pandillas rivales. Supongo que después del incidente donde un jugador de Fremont fue apuñalado por un jugador de Farirfield el año pasado, decidieron contratar a la policía para patrullar las gradas y la periferia en caso de que el infierno se desate. Al final, ganamos cinco a cuatro. Alex, Brittany, Carlos y Paco se quedaron después del juego para hablar con algunos viejos amigos de Fairfield. Estoy hablando con Paco cuando Mariana y un puñado de sus amigas caminan hacia mí. ―Lindo niño ―ella dice. Paco es un imán para las chicas. Incluso llama a Mariana “chica”17 como Alex llama a Brittany. En realidad suena como cha-cha y las chicas lo encuentran hilarante. Hombre, el chico sabe cómo flirtear con las nenas. Mi sobrino ya está avanzado en esa materia, pero no hubiera esperado menos de un Fuentes. Carlos está parado a mi lado, saludando con la mano a un tipo que nunca he visto. ―Dile a tu hermana que le mando saludos ―le dice al tipo. ―¿Quién era ese? ―le pregunté después de que el tipo se fue. ―El hermano de Destiny. Destiny. Su ex. No sé si él la ha visto o hablado con ella desde que rompieron hace años. Sé que Carlos estaba obsesionado con la chica y había fotos de ella pegadas en la cabecera de su cama. Carlos estaba devastado cuando ella rompió con él y hubiera hecho lo que fuera por volver con ella. Sin embargo, eso fue antes de que Kiara apareciera.

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Miro a mi alrededor buscando a Nikki. Ella está parada en las gradas hablando con un par de amigos. ―¡Hey Nik! ―grito Me dirige la mirada y luego la aparta. ¿Qué demonios…? Aún estoy sosteniendo a mi sobrino mientras camino hacia ella. ―¿Qué sucede? Sus amigas dicen un rápido “hola”, luego desaparecen. Nikki se cruza de brazos, su actitud latina saliendo a la superficie. ―Para ser honesta, estoy un poco celosa de ti siendo muy comunicativo con Mariana. ―¿En serio estabas celosa? ―pregunté sorprendido―. Eso es genial. ―Eso significa que le importa. ―No es divertido. Estabas coqueteando con ella. ―No estaba coqueteando con ella. Paco sí. Creo que no puedes culpar a un niño que no tiene ni dos años. ―Moví l cabeza de lado y cambié de tema―. ¿Viste los dos goles que anoté para ti? ―¿Para mí? ―¿Me viste señalándote después de anotarlos? ―Estabas apuntando al cielo, Luis. Hacia Dios. ―Son la misma cosa. ―No es así y lo sabes. ―Ella carga a Paco. Mi sobrino juega con su cabello y, de repente soy yo el que está celoso―. ¿Por qué haces una broma con esto? ―pregunta. ―Porque es estúpido Nik. No puedo siquiera pensar en alguien que no seas tú. ―Paco empieza a besarla en la mejilla, con grandes descuidados y húmedos besos―. Te está prácticamente succionando. ―Al menos alguien lo hace. ―¿Estas tratando de pelear conmigo? Antes de que contestes, debo decirte lo ridículamente sexi que te ves cuando tienes esa actitud.

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―Yo solo… olvídalo ―dice―. Si ni siquiera reconoces que eres un coqueto no tiene sentido hablar de ello. Mis hermanos se ríen cuando la ven dirigirme una mirada glacial. ―Hombre ―dice Carlos―. Creo que nuestro hermanito está en grandes problemas. Carlos pasa sus brazos alrededor de nosotros dos. ―Prepárense ustedes dos. Kiara va a estar aquí en menos de una hora y tengo una tarea para ustedes. También para ti Alex. ―¿Qué clase de tarea? ―pregunto. ―Necesito que busquen el joyero de mi ´mamá. Oh no. Otra vez no. Cuando Carlos era más joven pensó que sería brillante pretender que él era un pirata escondiendo su tesoro. El joyero de mi mamá como el botín. Eso no terminó como una gran idea porque Carlos olvidó donde había escondido la caja. El anillo de bodas de mi mamá y cada pieza de joyería que ella poseía estaban dentro. Cuatro años estuvimos buscando en nuestra casa y terminamos con las manos vacías. ―No creo que Nikki quiera ir en busca de un tesoro ―dije. ―No importa ―ella dijo―. ¿Dónde está? ―Esa es una buena pregunta. Lo escondí en el barranco cerca de nuestra casa ―Carlos se frota la cabeza―. Realmente la necesito. Kiara viene y, bueno, solo necesito encontrar esa maldita cosa. Estuve buscando esta mañana pero mi pierna no pudo más. Cuando Carlos se va para recoger a Kiara en el aeropuerto, el resto de nosotros tuvimos que ir al barranco con palas. Nikki me hizo ir al refugio recoger a un pastor alemán llamado Hank para que pudiera ayudar con la búsqueda, porque ella jura que él fue entrenado especialmente. En los árboles arriba del barranco, Alex reparte el espacio. Alex, Brittany y yo no somos optimistas. Pero Nikki y Hank tienen suficiente optimismo y energía para todos nosotros. Hank olfatea el aire y camina entre las ramas y hojas mientras Nikki y él avanzan a su sección designada. Brittany levanta la pequeña pala verde de jardín como si estuviera alzando la mano en clase. ―¿Qué tan profundo debemos cavar? ―pregunta.

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―No lo sé ―Alex responde―. Imagino que no tan profundo porque Carlos era un niño que odiaba sudar. Empecé a cavar separando los hoyos que hacia 10 pulgadas de cada uno en un patrón que parecía una rejilla. El joyero era blanco, así que sería fácil de encontrar. Miro hacia donde se encuentra Nikki, ella está hablando con el perro y ordenándole que “vaya a encontrarla” En serio, ¿se supone que un perro sabe lo que eso significa? Me rio al mismo tiempo que Hank corre. En el momento en el que él se sienta en un hoyo, Nikki empieza a cavar. Esta tan concentrada en su tarea que no levanta la mirada. Lo que significa que puedo mirarla. Sé lo que está pensando. En su mente, Carlos la necesita. Él esta tan desesperado por encontrar el joyero, y sé que ella está más que motivada a encontrarlo para él. No me sorprendería que cavara en cada hoyo que Hank se parara hasta el anochecer. Mi chica está en una misión. No tengo el corazón para decirle que Hank probablemente está olfateando por un lugar donde hacer, no es que el este siguiendo un rastro. Imagino que me va a decir si le digo que la necesito, también. Después de veinte minutos y después de cinco falsas alarmas, escuche a Nikki gritar ―¡Creo que Hank lo encontró! Mi cabeza se levanta y veo a Nikki de rodillas, sacudiendo las manos para que podamos verla. Cuando me acerco veo un pedazo de tierra que parece ser un joyero. Hank ahora está ladrando, emocionado. ―Ese perro es un maldito genio Nikki ―dice Alex, tomando su pala e intentando sacarlo. Momentos después, ayudo a sacarlo completamente. ―Voy a enviarle un sms a Carlos diciéndole que lo encontramos ―digo mientras Alex abre la podrida tapa. Nikki esboza una gran sonrisa mientras le dé un premio que tenía en su bolsillo a Hank. Sigo en shock y no puedo creer que el perro lo haya hecho. Tal vez fue solo suerte, pero cuando volteo a ver al perro creo que puedo ver una mirada de orgullo en su cara. Alex toma el anillo de compromiso de mamá y lo sostiene en la luz que brilla a través de los árboles. El diamante brilla con la luz.

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En casa, Nikki anuncia las buenas nuevas a mi mamá. Mi mamá abre la caja y saca su lazo y su anillo de compromiso. Lagrimas empiezan a caer de sus ojos. ―Ha pasado mucho tiempo ―dice, ahogando las palabras. Paco le pregunta si ha metido la pata y por eso está llorando―. Si ―le dice ella―, he metido la pata. Mamá vuelve a meter sus cosas en la caja sucia en lo que Carlos y Kiara entran. Kiara está echándole pleito a Carlos por cargar su equipaje cuando el todavía no está completamente bien, pero él sólo está ignorando sus protestas. Kiara ya debería saber que es un cabrón testarudo. Ellos se están registrando tarde en un hotel cercano, pero él no quería dejar su costoso equipaje en el auto mientras está estacionado en frente de la casa. ―¿Están peleando en serio? ―pregunta Alex―. No se han visto en un año. ―Nos gusta discutir ―le responde Carlos―. Es una de las cosas que nos gusta hacer ¿no mamacita18? Kiara pone los ojos en blanco. ―¿Me recuerdas otra vez porque estoy enamorada de ti? Carlos le dedica una sonrisa maliciosa mientras la atrae cerca. ―Te enseño después. Kiara parece contenta con esa respuesta mientras nos abraza a Brittany, Alex y a mí. ―Esta es mi novia Nikki ―le digo, luego señalo al perro sucio en el piso―. Y este es Hank. El huérfano. Kiara le da un abrazo a Nikki como si fuera su hermana perdida, para el cual ella no estaba preparada; luego se vuelve hacia Hank quien se tira en el piso para que le rasquen la panza. Brittany y Alex se van para recoger a Shelley, la hermana de Brittany. Ella vive en una casa de ayuda para personas discapacitadas, pero pasa la mayoría de los fines de semana con Britt y Alex. A Paco le gusta sentarse en su silla de ruedas, no sabe que esta discapacitada. Nikki y Shelley obviamente se conocen previamente y, cuando Shelley llega, inmediatamente empiezan a hablar sobre perros y el refugio. Nikki promete llevar a Shelley al refugio algún día, lo que hace que Shelley pegue un grito de alegría y Brittany muestre gratitud hacia Nikki.

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En la cena, cuando nuestra familia está reunida, me impresiono de que Nikki y yo seamos una pareja, mi brazo descansa en la espalda de su silla y ella se inclina hacia mí. Odio admitir que me estoy enamorando fuerte y rápido. Sólo la idea de perderla a causa de que yo esté envuelto con el LB me pone los nervios de punta. Especialmente cuando me llega un msn de Marco para verlo más tarde en el almacén. Busco la mano de Nikki y la aprieto bajo la mesa, ella me la aprieta de vuelta luego me mira. ―¿Estas bien? ―me pregunta en voz baja mientras el resto sigue en lo suyo―. Has estado callado desde que llegamos. ―Sólo estaba pensando. ―¿Sobre qué? Me acerco más y le susurro en el oído. ―Replantear los términos de nuestra relación. Su cara se empieza a volver roja y ella susurra de vuelta. ―Lo discutiremos después. ―Solo para que lo sepas, tengo un 10 en debate ―le digo. Ella me mira con una sonrisa en sus sexis labios rojos. ―Yo también.

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Capítulo 32 Nikki El lunes, Luis me sorprende viniendo a mi casa después de la práctica de fútbol. ―Podrías simplemente haberme enviado un mensaje ―le digo. Se encoge de hombros. ―Sí, bueno, pensé que podrías necesitar un tutor de cálculo. Y estoy ofreciendo mis servicios ―dice, y añade con una pequeña nota de arrogancia―. Gratis. Oh, Dios, estoy en problemas. Cuanto más tiempo paso con Luis, más quiero estar con él. Me obligo a mantener distancia, y me digo que lo estoy dejando acercarse demasiado. Me gusta, sin embargo. Cuando pone sus brazos alrededor mío, me siento protegida y segura. Mi mente me dice que es una falsa sensación de seguridad. Estoy constantemente tratando de determinar cuál de mis emociones se centra en la realidad. Incluso me da la impresión de que cuando él dice que va a trabajar en el taller de su primo, en realidad está haciendo otra cosa. Probablemente estoy siendo paranoica. Le dije que fuera honesto conmigo, y quiero confiar en él. Pero tengo mis dudas. Aunque, es fácil empujar todas las dudas atrás en mi cabeza, cuando estoy con él… ―Necesito un poco de ayuda en Calculo ―reconozco. ―Hola, Luis ―mamá dice mientras lo llevo a la mesa de la cocina, donde están todos mis libros. ―Hola, señora Cruz ―dice Luis amablemente. ―Ustedes dos han estado pasando mucho tiempo juntos últimamente ―dice, afirmando lo obvio. Luis asiente. ―Sí, señora.

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―Bueno, espero que no sea demasiado serio. Nikki tiene que concentrarse en las aplicaciones de la universidad y mantener sus calificaciones altas. Me estremezco. ―Mamá, me estás avergonzando. ―Está bien, Nik ―Luis me dice―. Mi madre dijo lo mismo Estoy tentada a probarles a las dos que no estamos comprometiendo nuestro futuro porque estamos juntos. ―¿Puede Luis quedarse a comer, mamá? ―Suelto, cambiando de tema antes de que le pregunte por sus cartas de referencia de citas. Sé que ella se preocupa por mí, y no quiere que se repita lo que pasó entre Marco y yo. Mis padres me interrogan intensamente sobre cualquier muchacho con el que hable. Lo que no saben es que todas las relaciones que he tenido con chicos después de que Marco han sido exactamente eso: amistad. Luis... es mucho más que eso. Pero le dije a mis padres que simplemente éramos amigos para que no se asusten. ―Estamos ordenando comida china, Luis ―dice mamá―. ¿Te gusta la comida china? Se encoge de hombros. ―Como de todo. ―Estás más que bienvenido a unirte a nosotros para la cena. ―Lo dice sin una sonrisa en su rostro, como si lo estuviera diciendo sólo por cortesía. Espero que Luis no lo note. Mira a nuestros libros de texto extendidos sobre la mesa de la cocina―. Sera mejor que se pongan a hacer la tarea. Luis y yo nos sentamos en la mesa de la cocina. Me ayuda con mis cálculos, luego se mueve a través de la mesa para empezar a hacer su propia tarea. Estoy trabajando en un poema para lenguaje. Nuestro profesor dijo que debíamos escribir sobre alguien que tuvo un impacto en nuestras vidas, ya sea bueno o malo. Quiero escribir sobre Luis, porque hace que me den ganas de cambiar... me hace querer volver a amar. Todavía me contengo, pero para ser honesta, no quiero hacerlo. Echo un vistazo a Luis en busca de inspiración. Lo encuentro mirándome al mismo tiempo. Mariposas revolotean en mi estómago nerviosas mientras fantaseo como seria si estuviéramos solos. Espero, que mire hacia otro lado, pero no lo hace.

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―¿Por qué me miras? ―Me gustaría preguntarte lo mismo ―dice. ―Haz tu trabajo ―digo, tratando de no dejarle ver lo tentada que estoy de ir a sentarme en su regazo y envolver mis brazos alrededor de su cuello. Mira su carpeta de estudios sociales. ―Puedo sentir tus ojos en mí ―dice después de un minuto. ―Lo siento. ―Me quedo mirando la página en blanco y empiezo mi poema. Mi primer intento es de un héroe, que ha venido a salvarme antes que mi corazón se vuelva completamente de hielo y se rompa en un millón de pequeños pedazos que nunca podrán ser pegados. No, eso suena demasiado paranormal. Espero que lo que tengo con Luis sea real, pero después de mi mal juicio en el pasado, no me fío de mis instintos. ―¿Quieres venir el domingo? ―me pregunta―. Mi mamá estará en el trabajo, y mis hermanos harán una barbacoa. ―Suena muy bien. ―Te voy a advertir, sin embargo. Ya han hablado de jugar Disco Panty. ―Se ríe cuando ve mi expresión. ―No es lo que piensas. Es un juego con una pelota de tenis y medias... del tipo que usan las mujeres. Tienes que verlo para realmente apreciarlo. ―Estoy segura ―digo, no muy convencida. ―¿Son tus hermanos competitivos? ―Digamos que sospecho que Carlos comenzó a entrenar meses atrás cuando estaba en el extranjero. Alex siempre ha ganado, pero ahora que vamos a estar jugando en parejas, creo que tenemos una buena oportunidad de ganar. Brittany es de alguna manera frágil cuando se trata de fuerza. ―¿Quieres ganar? ―Correcto. ―Se encoge de hombros―. Es una especie de gran cosa en mi familia. Cuando mi mamá recoge la comida china, me muerdo los labios preguntándome si debo comenzar una charla. Miro a Luis y sé que voy a tener dificultades manteniéndome en un estado normal.

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―Umm... ¿me desafiaste a reflexionar o algo parecido la otra noche? Su cabeza se dispara. ―Sí. Estoy listo. Me río. ―¿Por qué? ――Reflexionar, ya sabes... si estás lista para... Estar completamente… ―Esta no es la Serie mundial de Póker. ―Ya lo sé, chica. Giro mi pelo en mis dedos nerviosa. ―Tengo que admitir que he estado pensando mucho en estar contigo. ―Yo también. Ven aquí. ―Saca su silla y se mueve para que me siente en su regazo. Espero que mi mamá no vaya a entrar, me siento en su regazo y envuelvo mis brazos en su cuello. Miro sus fascinantes ojos oscuros. ―Nik, no te haré daño. No te voy a abandonar después. ―Lo sé. Es simplemente difícil para mí... y tengo miedo. ―¿De qué? ―Me frota la espalda cariñosamente―. Habla conmigo. No digo lo que realmente está en mi mente. Marco. El aborto involuntario. La traición. Los secretos de Luis. Tengo miedo de hacerme vulnerable. Entierro mi cara en su cuello y me paralizo. A pesar de todas mis inhibiciones y todas mis sospechas, me estoy enamorando de Luis. Ser capaz de resistirme a su contacto físico empieza a ser imposible. ―Para que lo sepas... no estoy tomando la píldora, ni nada ―le digo en voz baja. ―Tengo condones ―dice, y sonríe tímidamente―. No los tengo conmigo, por supuesto. No soy uno de esos pendejos que lleva uno encima, por si acaso. ¿Quién mejor para superar el pasado que con alguien, con quien quiero estar, con alguien del cual... me estoy empezando a enamorar? Me inclino y susurro en su oído: ―Estoy nerviosa. Llega a mi rostro y con su palma lo sostiene.

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―Confía en mí. ―No sé si puedo.

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Capítulo 33 Luis No estoy seguro que invitar a Nikki a venir el domingo fuera la mejor idea, especialmente cuando Carlos decide interrogar a mi novia y avergonzar hasta la mierda. ―Entonces, Nikki ―dice Carlos al segundo que camina/entra en la casa―. ¿Sabías que Luis mira una fotografía tuya y de un perro en su teléfono como por una hora antes de irse a dormir? Juro que lo lleva al trono con él, también, pero no sé qué demonios ha estado haciendo allí con él. Carlos nunca fue de los que escuchan instrucciones. Le dije esta mañana que no le dijera estupideces a Nikki. Debí haber sabido que no iba a pasar. ―No le hagas caso, Nik ―le dije. ―Apoyo eso ―dice Kiara, dando a Carlos una mirada de odio. Ella lo golpea en el estómago―. No los avergüences, Carlos. ―Creo que debería sentirse halagada de saber lo mucho que le gusta a mi hermanito ―dice inocentemente. ―Es una especie de coincidencia ―dice Nikki, imperturbable―. Porque veo una foto de Luis todo el tiempo, también. ―Ella me mira y me guiña un ojo. Toda la casa en silencio. Maldita sea. No sabía que mi novia podría por sí sola contra Carlos. Ella me mira con adoración. ―Las grandes mentes piensan igual. ¿Verdad, Luis? Malditamente cierto. Guiño hacia ella y tomo su mano en la mía. ―Definitivamente. Sus ojos se iluminan, y cuando la luz del sol brilla a través de la ventana del frente y le pega, me doy cuenta de sus ojos marrones tienen motas de oro en su interior. Nikki inclina la cabeza hacia un lado y le pregunta a Carlos: ―Entonces, ¿cuándo se comprometerán tú y Kiara? Luis me dijo que ustedes dos han estado saliendo desde hace mucho tiempo.

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¡Vaya, Nikki! Mi chica puede tomar el calor y mandarlo de vuelta. Eso enseñará a mi hermano a no meter las narices donde no le pertenece. Alex, que acaba de llegar de la cocina, no puede contener su risa. ―Ella te tiene, hermano. ―¿Sí, Carlos? ―Kiara mete la cuchara―. ¿Cuándo v-v-vamos a comprometernos? Carlos se aclara la garganta. Y gime en derrota. ―¿Podemos hablar de esto más tarde? ―pregunta él, luego entorna los ojos burlonamente a Nikki―. Adviérteme la próxima vez que sienta la necesidad de avergonzarte y a mi hermano. Nikki le da un pulgar hacia arriba. ―Lo haré. Después de comer, Alex sostiene las panty medias de mi'amá y dice: ―Hora de la competencia. Me quedo mirando las panty. Alex se habrá ido hace mucho tiempo, de regreso en su casa, cuando mi'amá se dé cuenta que dos pares de medias se encuentran totalmente separadas en la parte superior de la pierna. No hay duda en mi mente de que ella lo notará. No es una cuestión de si lo hace, sino cuándo. Y yo estaré aquí para enfrentar las consecuencias. El problema con mis hermanos, además de lo obvio, es que somos competitivos. Ni si quiera es la rivalidad normal entre hermanos. Si hay una competencia, es una guerra total. El ganador obtiene el derecho de alardear de ello para siempre, y el perdedor obtiene el derecho a ser objeto de risa para siempre. Es como una especie de tradición religiosa. Las competiciones en el pasado no eran justas porque soy menor que mis hermanos. Pero ahora estamos más o menos de la misma altura y la misma fuerza, así que cualquier competencia va a ser feroz. ―Vamos al parque ―dice Alex, entonces saca una bola de tenis del armario del frente. Paco parece demasiado entusiasmado de jugar. Brittany pone una mano en su frente. ―Él ha estado esperando esto toda la semana. No creo que haya algo con que detenerlo. ―Apunta a Alex―. Estoy hablando de mi esposo, no de mi hijo. ―¡Tengo una desventaja debido a mi pierna! ―grita Carlos, entonces emite una especie de grito de guerra que probablemente haya aprendido en el ejército pero suena ridículo haciendo eco a través de nuestra casa. Si Reyes escuchara, él probablemente tiraría la puerta abajo con su arma llameante creyendo que estamos siendo robados.

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―No vas a tener un hándicap19 ―le dice Alex―. Tu brazo no está dañado. ―Estoy de acuerdo ―agrego. ―Hombre, chicos ustedes son brutales ―dice Carlos, a pesar de que sabe muy bien que si Alex o yo hubiéramos tenido algunas lesiones él no nos daría un hándicap. Nikki se detiene. ―Está bien, creo que Disco Panty necesita ser explicado. Suena como ataque a la mujer, para ser honesta. ―Ella pone sus manos en las caderas, y todo lo que puedo pensar es ver ésas caderas sin ningún tipo de ropa cubriéndolas. ―No es un ataque a las mujeres ―le digo―. No me sorprendería si un día se convierte en deporte Olímpico. Ella se ríe. ―No lo creo. Todos nos dirigimos a un área enorme, vacía y cubierta de hierba en el parque. ―Jugaremos en equipo ―dice Alex―. Parejas contra parejas. ―No voy a jugar algo que es llamado Disco Panty ―exclama Brittany―. Ya sé que explicaste lo que significa, pero aún suena sucio. ―Ella tapa las orejas a Paco―. Y yo de verdad no quiero a Paco diciéndolo. Carlos pone los ojos en blanco. ―Brit, saca ése palo de tu culo de rico, por favor, y chúpatelo. Vas a jugar. Y cuando mi sobrino tenga la edad suficiente, no sólo lo estará diciendo, estará jugándolo, también. Es una tradición Fuentes. La boca de Brittany está abierta en shock. ―Carlos, sí estoy preocupada por mi hijo escuchando Panty Discus ―dice, susurrando las palabras ofensivas―. ¿De verdad crees que quiero que escuche palabrotas salir volando de tu boca? ―¿Puedo al menos deletrearlas? ―pregunta Carlos. No creo que esté bromeando. Alex se pone en medio de ellos. ―Está bien. Brit, si no quieres jugar, no tienes que hacerlo. Paco puede sustituirte, aunque para ser honestos, probablemente eso matará mi racha de mi ganador.

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Hándicap: Carrera, concurso, etc., en que se beneficia a algunos participantes para nivelar las

condiciones de la competición y las probabilidades de ganar.

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Brittany se acerca a Alex y apunta con el dedo a su pecho. ―Lo haré, pero sólo porque soy tu esposa y te amo. Kiara observa a Alex y Brittany con una mirada de anhelo, entonces se queda mirando a mi ignorante hermano Carlos. Nikki estaba bromeando con ella antes en la casa, pero tengo la sensación de que Kiara ha estado esperando por un anillo de mi hermano. No sé por qué ha estado arrastrando sus pies, todos sabemos que va a suceder. ―Yo juego ―Kiara dice con un suspiro. Miro a Nikki. No puedo esperar a terminar con esto para poder estar a solas con ella. ―¿Qué hay de ti, Nik? ―pregunto. ―Yo juego, también ―dice ella, dándome ésa mirada que me acelera el corazón―. Sólo dime qué hacer. ―¿Qué obtiene el ganador? ―pregunta Brittany. ―Derechos de alardeo ―explica Carlos―. Que en esta familia vale más que el dinero. ―Se vuelve a Kiara―. Es mejor que ganemos, mamacita. Alex pone un palo en la línea de salida y muestra a todos el casero ―hecho en casa― Disco Panty artefacto, que es sólo una pierna cortada de un par de medias de mujeres con un balón atrapado en el extremo del pie y un nudo en el otro extremo. ―El objetivo es lanzar el Disco Panty lo más lejos posible. Más lejos combinado con lanzamiento gana. ―Los más viejos van primero ―le digo. ―A mí me funciona. ―Alex se encuentra en la línea de salida y empieza a girar el balón sobre su cabeza más y más rápido antes de que lo suelte. Vuela alto y lejos en el aire. Cuando aterriza, está bastante arrogante pensando que nadie más lo puede superar. Coloca una piedra en su lugar. ―Brit, tu turno. Veo mientras Brittany intenta la misma técnica, haciendo girar el balón sobre su cabeza. Él se pone de pie a su lado, entrenándola, mientras Paco hace un juego de tratar de aplastar mi pelo de picos. ―Vamos, Brit, tengo plena fe en ti para tirar éste ―dice Alex a Brittany―. Ahora gíralo más rápido. Maldita sea, chica, te ves caliente haciendo eso. Está bien, ¡suéltalo! Ella lo hace, pero el Disco Panty se libera cuando la bola se dirige hacia un lado y sale volando de su mano, dirigiéndose directamente a su derecha y no hacia adelante. Aterriza a unos cinco metros al lado de la línea de salida.

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―¿Qué. Rayos. Fue. Eso? ―pregunta Alex, absorbiendo un respiro. Brittany resopla y grita: ―Dijiste que me veía caliente y me desconcentró totalmente. No es mi culpa. Nunca había jugado antes, Alex. La próxima vez, cállate y déjame tirar sin tus comentarios. ―Chica, eso fue vergonzoso. Necesitas un poco de instrucción intensiva de Disco Panty. ―Él vacila y la coge en brazos y la lleva a donde estamos sentados―. Cuando lleguemos a casa… ―Mi turno ―dice Carlos, frotándose las manos alegremente―. Miren y aprendan del experto, gente. ―Cojea a la línea de salida y hace círculos de un extremo de las medias sobre su cabeza―. ¿Estás tomando notas, Kiara? ―Estoy demasiado ocupada m-m-mirando la flexión de tus músculos ―dice. Él menea/mueve las cejas hacia ella, entonces azota el Disco Panty con todo lo que tiene y aterriza a un metro más o menos, más allá del lanzamiento de Alex. Carlos hace otro grito de guerra y besa sus recién descubiertos músculos del ejército. ―¡Fuerza militar, perdedores! ―Estás loco ―le digo mientras él pone un palo para marcar el lugar de su lanzamiento y le da el Disco Panty a Kiara. Kiara imita el movimiento estilo helicóptero de Carlos y hace un trabajo bastante bueno batiendo la media delante de ella. No va tan lejos como la de él, pero al menos es recta. Carlos asiente, impresionado con su lanzamiento. ―Creo que los tenemos en la bolsa, Kiara ―le dice mientras marca su lugar. Mi turno. ―¡Espera! ―dice Nikki antes de que llegar a la línea de salida. Ella corre hacia mí y aplasta mi boca con la suya―. Buena suerte. ―Mmm, me gustan los besos de buena suerte. Deberíamos tener torneos de Disco Panty todo el tiempo ―digo. Se queda de pie a un lado mientras tomo una respiración profunda y canalizo toda mi energía hacia conseguir ésta cosa más allá del marcador de Carlos. Giro la media alrededor, luego con todas mis fuerzas la azoto en el aire. Vuela alto, y estoy seguro de que tiene la altura pero temiendo que me falte distancia hasta que cae a unos centímetros más allá del palo de Carlos. ―¡De ninguna manera! ―dice Carlos.

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Beso mis músculos, burlándome de él. ―¡No molesten al nadador, perdedores! Incluso en temporada baja pueden patear traseros. Agarro a Nikki alrededor de la cintura y la atraigo contra mí. ―¿Cómo estuvo eso? ―Perfecto. ―Tu turno. Has que me sienta orgulloso, chica. Nikki se acerca a la línea de salida, la determinación y el enfoque esbozado en su tensa expresión. Azota la bola alrededor de su cabeza como un guerrero con un club de guerra, luego libera la cosa en el aire con un gruñido fuerte que se hace eco en todo el parque. Aterriza más allá del de Kiara. Sumando la combinación de distancias, ganamos. Señalo a Nikki. ―Esa es mi chica. Ella salta hacia arriba y hacia abajo, levantando las manos en el aire como si acabáramos de ganar un viaje a Hawai. ―¡Lo hicimos! Mientras estamos celebrando, un coche pasa con un grupo de chicas en el interior. El auto se detiene y una chica sale. Tiene una enorme sonrisa en su rostro y está caminando con un balanceo de caderas mientras hace una línea recta hacia a Carlos. ―¡Carlos! ―dice con entusiasmo―. ¡No puedo creer que seas tú! Mi hermano me dijo que estabas de vuelta, pero... Bueno, mis amigos y yo estábamos a punto de ir a la ciudad, pero los hice desviarse. Tenía que comprobarlo por mí misma para ver si era verdad. Es Destiny, la ex de mi hermano de la escuela secundaria. Los ojos de mi hermano se amplían con shock. ―Santa m-i-e-r-d-a, Des. Ha sido un largo tiempo. ¿Cómo d-i-a-b-l-o-s estás? ―Él señala a Paco―. Tengo que cuidar el lenguaje alrededor de mi sobrino. Ella se ríe. ―Sobreviviendo en este país. Ir a la escuela de enfermería. ¿Y tú? ―Estoy en el ejército. Estacionado en el Medio Oriente, pero estoy de vacaciones. ―Wow. ―Ella hace intento de lamer sus labios mientras lo mira―. Tú eres guapo. ―Te ves muy bien, también. La misma que yo recuerdo. ―¿Sigues soltero? Levanta su mano izquierda y apunta a su dedo anular. ―Sip. Todavía soltero.

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―Impresionante. ―Uno de sus amigos la llama―. Me tengo que ir, pero fue genial verte. ―Ella saca una tarjeta de su bolso―. Llámame en algún momento. Mi número está en la parte de atrás. Me encantaría ponernos al día. ―Genial ―dice, metiendo la tarjeta en su bolsillo trasero. Todos vemos como la ex-novia de mi hermano envuelve sus brazos alrededor de él y lo abraza apretado. Hay unos pocos tipos de abrazos. Uno breve e impersonal abrazo “obligatorio”. Un abrazo término-medio de “es bueno verte”, y luego está el tipo de abrazo que Destiny le está dando a mi hermano. Es un persistente, “Quiero que seamos más que amigos” abrazo/apretóncombo. Miro a Kiara, de pie junto a Brittany, absolutamente consciente de la clase de abrazo que Destiny le está dando a mi hermano. ―En serio, llámame ―ella dice mientras se va hacia a sus amigos. Cuando Carlos finalmente se da la vuelta y se enfrenta a nosotros, debió ver la mirada de asombro en nuestros rostros. Creo que nadie quiere hablar primero, porque no sabemos qué decir. Kiara finalmente habla. Ella sostiene su mano izquierda y muestra el dedo de “no hay anillo”. ―¡Todavía un soltero! ―dice sarcásticamente, imitándolo―. ¿Estás bromeando? ―¿Qué? ―dice él, sin idea―. Es la verdad. ¿Qué quieres que haga, que le mienta a ella? ―No, quiero que presionen sus cuerpos y se machaquen el uno al otro como si lo estuvieran haciendo. ―Yo no me machaqué contra ella. Era un inocente abrazo de despedida. ―¿I-I-Inocente? Cariño, ese abrazo no fue nada inocente. ―Kiara, estás exagerando. Quieres discutir, ¿es de eso que se trata todo esto? Porque me marcho pronto y no nos veremos al menos por seis meses más. Lo último que necesito es a ti haciendo drama. ―No, no quiero discutir. Y yo no estoy haciendo drama, Carlos. Tú lo haces. ―Las fosas nasales de Kiara estallan con furia, y me doy cuenta de que sus ojos están llorosos. Pero ella no arremete contra él, o empieza a llorar. En lugar de eso sólo dice―: Tal vez deberías volver con Destiny. Creo que a ella le gustaría eso.

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―¿Es eso lo que quieres? ―Parece que eso es lo que tú quieres. ¿Por qué no sacas ésa tarjeta y la llamas? ―Tal vez lo haga ―grita él, ahora enfadado. ―Bien. Mientras estás en ello, ¿por qué no le pides matrimonio. Obviamente tú no quieres casarte conmigo ―dice ella, luego camina de regreso a nuestra casa. ―Carlos, te amo, pero a veces puedes ser el idiota más grande ―soltó Brittany, después sigue a Kiara. Nikki retrocede, diciendo: ―Voy a ir con las chicas ―y corre lejos de nosotros. Alex y yo miramos a Carlos. Carlos levanta las manos. ―¿Qué? ―pregunta a la defensiva, completamente ignorante. ―Acabas de faltarte el respeto a Kiara en frente de Destiny ―dice Alex. ―No la insulté. ―Él se inclina y susurra ―estaba asegurándome que ella no tuviera idea de que voy a proponerle matrimonio. ―Podrías por lo menos haberla presentado como tu novia. Carlos recupera el disco y dice: ―Alex, lo último que ella querría hacer es conocer a Destiny. ―Él no lo entiende ―murmuro. Alex posa su brazo en los hombros de Carlos. ―¿Destiny piensa que tienes novia? ―¿Por qué rayos eso importaría? ―Porque, Carlos, ella estaba flirteando contigo en grande. ―¿Y qué? Chicas coquetean conmigo todo el tiempo. Eso no quiere decir que engañe a Kiara. Sabe que no jugaría con ella. ―Otras chicas no son tu ex, idiota ―dice Alex―. Ahora ve a disculparte con Kiara, y arregla esto. Ruega, si es necesario. ―Piensa que no quieres casarte con ella ―agrego. ―Mierda ―dice Carlos―. Les he pedido a todos buscar la caja de joyas de mamá porque dijo que si finalmente la encontramos le podía dar a Kiara el anillo que Papá le dio. Está en la joyería

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para limpiarlo. Iba a llevarla a Ravinia mañana y proponerle en el descanso. ―Se frota la nuca y deja escapar un suspiro largo y lento―. Tengo que resolver esto. De vuelta en la casa, las chicas están de pie en el patio delantero. Kiara pone cara desafiante, pero es obvio que ha estado llorando. ―Me dijiste que habías superado a D-Destiny ―le dice Kiara a Carlos―. Pero obviamente eso no es cierto. Me v-v-voy a Colorado esta noche. Estoy cansada de esperar por a-a-algo que nunca va a suceder. ―Yo superé a Destiny en el segundo que pusiste esos estúpidos imanes de galleta en mi casillero en la secundaria ―le dice Carlos. ―Yo n-no te creo. ―Yo quería hacer algo especial para ti, pero que rayos… podría también hacerlo ahora. ―Carlos toma una respiración profunda―. Cásate conmigo, Kiara ―deja escapar delante de todos. ―¿Por qué? ―pregunta, retándolo. ―Porque te amo ―dice, caminando hacia ella e hincándose en una rodilla mientras toma su mano en la suya―, y quiero ir a dormir contigo todas las noches y despertar viendo tu cara cada mañana, quiero que seas la madre de mis hijos, quiero arreglar carros contigo y comer tus tacos tofu de mierda que piensas que son mexicanos. Quiero subir montañas contigo y ser retado por ti, quiero discutir contigo sólo para que podamos tener sexo caliente de reconciliación. Cásate conmigo, porque sin ti yo estaría seis pies bajo tierra… y porque me encanta tu familia como si fuera la mía… y porque eres mi mejor amiga y quiero envejecer contigo. ―Él empieza a llorar, y es sorprendente porque nunca lo he visto llorar―. Cásate conmigo, Kiara Westford, porque cuando me dispararon en la única cosa que estaba pensando era en volver aquí y hacerte mi esposa. Di que sí, chica. Kiara está llorando ahora. ―¡Sí! ―dice. Todos les damos nuestras felicitaciones y hablamos con una pareja de vecinos del otro lado de la calle que fueron testigos de la escena, pero cuando me volteo de nuevo me doy cuenta de que Nikki ha desaparecido. ―¿Dónde está Nik? ―le pregunto a Brittany. Brittany señala la casa. ―Le pedí que fuera a tu armario y me trajera una de tus sudaderas con cremallera. Me estoy congelando.

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¿Mi armario? Oh, rayos. Voy corriendo a mi cuarto y encuentro a Nikki buscando una sudadera con capucha colgando en mi armario. Si ella ve la Glock… ―Oye ―le digo, de pie delante de ella. Empiezo a cerrar las puertas, bloqueándola de mi chaqueta. ¿Está en el mismo lugar que la dejé? ¿La encontraría? ¿Qué rayos voy a decir si me pregunta sobre eso? Podría hacerme el tonto, pero nunca he sido capaz de sacar eso exitosamente. ―Oye ―dice de vuelta―. Brittany me dijo que viniera aquí y tomara una chaqueta para ella. ―Cogeré una ―digo, dirigiéndola lejos de mi armario. Nikki me mira, confundida. ―¿Qué pasa? Tengo una pistola escondida en mi armario. ―Nada. ―¿Estás seguro? Te ves nervioso. ―Lo estoy. ―Quiero golpearme la cabeza contra la pared, porque ella está sobre mí―. Yo quería decirte algo. ―¿Qué? Ahora tengo que salir con algo sobre la marcha. ―Estoy enamorado de ti ―dejo escapar. Oh, mierda. ¿Eso realmente salió de mi boca? Nunca le he dicho eso a una chica antes, y me prometí que nunca lo diría si no lo decía en serio. La parte más aterradora es que lo hice.

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Capítulo 34 Nikki Después que Luis dijera la palabra con A, pretendí escuchar a Brittany llamándome y prácticamente huí de la habitación. Ignoré el hecho de que lo dijo, y él no ha sacado el tema otra vez. El miércoles, decidí ir al trabajo con él porque de alguna manera necesitábamos hablar sobre el sábado. No quería armar una gran bronca sobre eso, pero no quería mencionar precipitadamente la palabra con A como Marco y yo hicimos. Luis ahora trabaja para su primo. El taller de Enrique se localiza en la parte Sur de Fairfield, en la esquina de la calle Washington y la calle Main. Es una intersección donde los integrantes de la pandilla usualmente se juntaban. Esta parte en particular de Fairfield era famosa por los tiroteos semanales cuando yo iba en la primaria. Creo que incluso había una primera plana en el periódico local que hablaba de las actividades vandálicas en los años recientes, tengo una extraña sensación sólo por estar aquí. ―Llegamos ―Luis dice cuando nos estacionamos en uno de los tres espacios en el estacionamiento en frente de nosotros. No puedo ver más que hoyos al azar en el edificio mientras Luis me lleva dentro. Un hombre con tatuajes está subiendo y bajando las manos mientras se inclinaba sobre el motor de un auto. Lleva puesta una camiseta sucia y unos pantalones que necesitan una buena lavada. ―Hey ese ―dice el hombre. Luis se vuelve hacia mí. ―Esta es Nikki. ―Encantado de conocerte, Nikki. Soy Enrique, el primo de Luis. ―Ella no habla español, Enrique ―le dice Luis. Enrique ríe. ―Lo lamento. Te ves como mexicana. ―No todos los mexicanos hablan español ―puntualicé.

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―Todos los que conozco lo hacen ―dice él―. Demonios, la mayoría de los mexicanos que conozco ni siquiera hablan inglés. ―Mi padre piensa que es más importante perfeccionar el inglés. No hablamos español en casa. Enrique sacude la cabeza, como si él y mi padre no tuvieran la misma opinión. ―Cada quien sus ideas. Luis camina hacia donde Enrique está trabajando y echa un vistazo dentro del motor. ―¿Tienes una junta con fugas? ―le pregunta a Enrique. ―Sí. Necesita un arreglo y… Enrique se congela cuando una chica entra en el local. Se ve de veinte años más o menos y ella obviamente conoce a Luis, porque avanza y le da un gran abrazo en el momento en el que lo ve. ―Te ves como todo un hombre, Luis ―dice ella, luego frota la barba en el rostro de él―. La última vez que te vi, esto era pelusa. Luis aparta su mano. ―Gracias por avergonzarme en frente de mi novia, Isa. ―Alex no me dijo que tenías una novia ―dice ella. Se ve sorprendida de verme unos metros apartada de él―. Oh, no te vi parada ahí, soy Isabel, una vieja amiga del hermano de Luis. Le sonreí de vuelta. ―Encantada de conocerte. Enrique, quien ha estado en silencio desde que Isa entró, se limpia las manos en sus pantalones. Lo veo tragar un par de veces, como si estuviera nervioso. ―Hola, Isa ―dice con una gran sonrisa en su rostro―. Estoy sorprendido de verte por aquí. Realmente sorprendido. Raramente te veo. ―He estado ocupada trabajando ―le dice ella. ―Lo sé. Me gustaría que vinieras más a menudo. Isa muerde su labio, nerviosa. ―Mi auto ha estado fallando desde que le apreté el acelerador, como si no quisiera seguir andando. Esperaba que pudieras echarle un ojo. ―Por supuesto ―dice Enrique entusiasmado―. Dame tus llaves. Lo veré ahora mismo. Luis, ve a la parte trasera. Tengo autos que necesitan cambios de aceite. Luis me dice que lo espere mientras él se cambia al overol de trabajo. Platico con Isabel por unos minutos hasta que Luis vuelve.

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―Eso definitivamente es una ofensa a la moda. ―Dije en broma. Él señala con el pulgar a la habitación de atrás. ―¿Quieres que te preste uno? Si tanto te gustan tengo de más allá atrás. ―No gracias. Él toma su caja de herramientas de una de las repisas y me anima a seguirlo. El sol está brillando en el cielo, y hoy será cálido, aunque con el clima de Chicago uno nunca sabe. Me siento en el piso en frente del carro en el que Luis está trabajando y alzo la cabeza hacia el cielo para que me dé el sol. ―¿Enrique es parte de una pandilla? ―bajo la voz para qué solo él pueda oírme―. Vi sus tatuajes. ―Él es un GO ―un Gangster Original…. no muy activo. ―¿Qué significa eso? Se encoje de hombros. ―Significa que es un veterano, no un soldado raso. GO como Enrique sólo son llamados cuando hay algo grande en marcha. Él piensa mucho en sí mismo pero ya sabes…. la lealtad es profunda. ―Le gusta Isabel ―le dije. ―Lo sé. ―Él se sienta en una de esas sillas giratorias y saca herramientas de su caja―. Pero él dice que lo rechaza cada vez que la invita a salir. Ella es de esas que suspiran por un tipo del que se enamoraron en la preparatoria. Siento una punzada de remordimiento cuando recuerdo el tiempo que pase de luto por mi condenada relación con Marco, fue una pérdida de tiempo, y jamás tendré ese tiempo de vuelta. ―Que, ¿una mala ruptura? Él se detiene. ―Ellos no rompieron, el murió. ―Eso es terrible. Luis no mira hacia mí. ―Era el mejor amigo de Alex. ―¿Cómo murió? ―Le dispararon.

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Preguntas empiezan a llegarme a la cabeza. ―¿Una pandilla rival? ―No. Su propia pandilla. ―Él se ve triste sentado en el banco de madera y mira hacia el piso. ―No lo entiendo Luis. ¿Por qué alguien se uniría a una pandilla? ―Algunos no tienen opción ―dice, bajándose del banco. Y deslizando debajo del carro la parte superior de su cuerpo. Le pegué en su pierna. Se desliza de vuelta y me mira. ―Siempre hay opción. Tú no te has unido a una pandilla aunque tus hermanos lo hayan hecho ―me agacho para besarle―. Tú no has tomado el camino fácil. Te amo por eso. El alza una ceja cuando la palabra con A se escapa de mis labios. Oops. No se suponía que esto pasara. ―No quise decir amor como en “te amo”. ―Soy rápida en puntualizar, luego pongo las manos en mi cara para ocultar mi vergüenza. Él se sienta y gentilmente jala mi mano hacia abajo. ―No te preocupes mi chava ―dijo quiñándome el ojo―. Sé lo que quisiste decir. Escucha, no sabes por lo que mis hermanos han pasado. Hicieron lo que necesitaban hacer. No los juzgues. No sabes lo que es ser nosotros…. vivir pobres y en medio de una guerra callejera. Nunca has tenido que vivir con puntos intermedios y viendo a tu mejor amigo morir en tus brazos. Apesta. ―Tienes razón, no puedo imaginar como es. Sólo estoy feliz porque no formas parte de eso. Él asiente, luego se pasa el resto del tiempo trabajando mientras yo lo observo. ―¿Puedo ayudarte? ―pregunto―. Me siento culpable sentada aquí mientras tú trabajas. Su mano aparece debajo de uno de los carros. ―Pásame la llave para el filtro de aceite. Miro las herramientas tiradas. Umm… todas lucen igual para mí. Vuelvo mi mirada hacia su mano―. Me tomaste por sorpresa. Le oigo reír. ―Lo siento. Es lo que se parece a una garra con mangos de goma roja. ―Teniendo en cuenta que sólo hay una cosa con mangos de goma roja, tengo una idea bastante clara de cuál de todas se trata. Lo cojo y lo coloco en su mano.

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Cuando termina, se desliza fuera. ―Me recuerdas a mi cuñada. No sabe nada sobre autos, excepto como meter la llave y encenderlo. Levanto mi mano. ―Yo sé cómo hacer eso. ―Dime por favor que tu padre al menos te enseñó cómo cambiar una llanta. ―No necesito saber cómo cambiarla. ―Busco dentro de mi bolso y saco la tarjeta que siempre traigo en caso de que haya ese tipo de emergencias―. Mi padre me saco una tarjeta de membrecía triple A para eso. Pone los ojos en blanco. ―Deberías saber cómo cambiar una llanta. Recuérdame enseñarte algún día. Pasamos el resto del tiempo hablando. Asusta. Mientras más se sobre Luis, más me gusta. Somos totalmente diferentes, pero lo entiendo. Nunca nos faltan temas de conversación, y aunque haya un silencio no es incómodo. ―¿Consideraras hacer examen para Pardue? ―pregunta cuando está debajo del cuarto auto en la línea de los que necesitan cambio de aceite. Él ya me ha dicho su primera opción de Universidades. ―No lo sé. No estaba en mi lista de las diez primeras, ¿por qué? ―Pensé, ya sabes, si tú y yo seguimos… ―Su voz se apaga―. Olvídalo, Nik. Creo que he respirado mucho el aceite. Si seguimos juntos hasta el final del año, sería genial que pudiéramos ir a la misma Universidad. Me siento tan cercana a Luis ahora, y nos acercamos más cada día. Debo recordarme a mí misma no quedar atrapada. Necesito decirle cómo me siento. Le golpeo suavemente la rodilla. ―Creo que vamos muy en serio. ―Eres una pesimista ―dice, deslizándose fuera de debajo del auto otra vez―. Ten un poco de fe. Me empuja hacia él y desliza sus manos por mi espalda. Puedo sentir el calor de sus manos penetrar a través de mi camiseta. ―Tengo las manos sucias, ―dice―. Probablemente tu camiseta esté arruinada. El sonido de pasos viniendo hacia nosotros hace que nos apartemos.

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―¿Qué pasa hombre? ―dice Marco. Él está parado junto a un tipo enorme. Presiono el brazo de Luis fuertemente. ―¿Vas a presentarme a tu amiga? ―dice el tipo enorme. Puedo sentir sus músculos tensarse. ―Nikki, este es Chuy. Es un amigo mío. Chuy pasa su cigarrillo a un lado de su boca y me mira larga y lentamente. Me hace sentir como si estuviera deduciendo mi valor. ―¿Vas a la Preparatoria Fairfield? ―Sí. ―Nunca te he visto antes por aquí. ―Ella vive en el otro lado de la ciudad ―dice Marco―. ¿No es así Nik? Asiento. ―Escuchen chicos ―dice Luis. Siento que quiere deliberadamente sacarme del centro de la conversación―. Si están buscando a Enrique, la última vez que lo vi fue en el garaje. ―No estoy buscando a Enrique ―dice Chuy―. Te estoy buscando a ti, Fuentes. Te tengo una tareíta. Sentí mi corazón detenerse al mismo tiempo de que me daba cuenta qué estaba pasando. Luis había sido reclutado en la LB.

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Capítulo 35 Luis La cara sorprendida de Nikki cuando Chuy le dice que me está buscando me dice que sabe a qué ha venido Chuy. Coge la mochila y el bolso del suelo. ―Tengo que irme a casa. Ahora. ―¿Por qué tanta prisa? ―pregunta Chuy―. ¿Te molesta que hable con tu novio? ―No, no le molesta. Vamos a hablar dentro, le digo. Maldita sea. Lo último que quiero es que Nikki comience a hacer preguntas de nuevo. Chuy se toma su tiempo para entrar en la tienda. Marco viene justo detrás de él. Me vuelvo a Nikki. ―Ya vuelvo, le digo. No es lo que piensas. Ella me mira como si fuera un extraño, no su novio. ―Quiero irme a casa. ―Te llevaré en un minuto. Solo... quédate aquí ―le digo―. Por favor. Camino hacia el interior, deseoso de deshacerme de Chuy y Marco. ―¿Dónde está Chuy? ―le pregunto a Enrique. Isa aún está aquí, hablando con él mientras arregla su coche. ―En mi oficina ―dice Enrique. No puede decir nada en contra de Chuy debido a su inquebrantable lealtad y el compromiso que tiene con los Latino Blood desde hace mucho tiempo. Chuy está sentado en el escritorio de Enrique, como si fuera el suyo. Marco está de pie junto a él como un guardaespaldas. Cierro la puerta por si Nikki intenta escuchar nuestra conversación.

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―Muy bien, ¿qué está pasando? Chuy se sienta recto en el escritorio de Enrique. ―Hay un tío que me debe cinco de los grandes. Os necesito a ti y a Marco para cobrarlos. Esta noche. Mete la mano en el bolsillo de atrás y saca un pedazo de papel. La dirección es Augusta Lane. ―Eso es territorio de los Fremont 5 ―le digo. ―Sí. Todo en lo que puedo pensar es en el aspecto de la traición reflejado en la cara de Nikki mientras la dejo en el coche esperando. ―No puedo entrar en el territorio de los F5 sin que me vuelen la cabeza ―dejo escapar. ―Sí, puedes y lo harás. Señala con un gesto la puerta. Esa dulce historia vuestra parece realmente bonita. Me vendría bien una chica caliente como ésa para que venda más para mí en DePaul. A los chicos universitarios les encanta comprar chicas bonitas. ¿No es verdad, Marco? Marco asiente con la cabeza. ―Es cierto. Mariana podría hacerse rica con ella. Esto es una mierda. ―Nikki está fuera de todo ―le digo, alto y claro para que no quede duda de que ella nunca va a ser considerada como un activo para LB. Que me muera si arrastro a Nikki a LB. ―Es hora de que te diga un pequeño secreto ―dice Chuy, sentado ahora. Hay una caja de seguridad en el Banco Chicago Community con tu nombre en ella. Una vez que llegues a los dieciocho años, tendrás acceso a ella. Yo tengo la llave. Saca una llave de plata brillante de su bolsillo y la desliza hacia mí. ―Después de tu cumpleaños me vas a conseguir lo que hay en esa caja. Cuando vuelvas esta noche de F5 me demostrarás que puedes manejar la situación. Lealtad, Luis. Tienes que ganártela y luego vas a cosechar los beneficios. Recojo la llave y la pongo en mi bolsillo trasero. ―¿Quién la puso a mi nombre?

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―Eso no importa. Lo que importa es que vas a probar tu lealtad. Él deja escapar una nube de humo. ―Haz esto y verás más dinero del que jamás soñaste, chico. Marco sigue a Chuy fuera de la oficina. Yo me pongo delante de él antes de que alcance la puerta. ―¿Qué sacas tú con esto, Marco? ―le pregunto. ―Yo sólo sigo las reglas. ―¿Eso es lo que quieres ser, un mandado? ―No tengo elección, y tú tampoco. Esto es grande, Luis. Lo sé. Chuy lo sabe. Ya es hora de que entres en la banda. Me empuja para pasar. ―Cuanto antes rompas con Nikki, mejor. Ella sólo va a complicarte las cosas. Nos vemos en el almacén en una hora. Después de irse, compruebo la hoja de papel con la dirección una vez más. Mis nervios están a punto de estallar.

Nikki me está esperando en el garaje, hablando con Isa. No quiero mentirle más de lo que ya he hecho, pero no quiero arriesgarme a perderla. ―Ey ―le digo mientras me acerco a ella. ―Llévame a casa, Luis ―me ordena―. Debería haber sabido que no podía confiar en ti.

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Capítulo 36 Nikki Confianza. Él rogó por mi confianza, cuando a lo largo de todo este tiempo estaba afiliándose con los Latino Blood… con Marco. Mi corazón no se está derritiendo. Se está rompiendo. Salgo furiosa y me sitúo en la parte trasera de su moto. ―Déjame explicarlo ―dice Luis. Niego con la cabeza, no estoy dispuesta a escucharlo. Mis sospechas fueron acertadas todo este tiempo―. No es lo que piensas. Amor. ¿Acaso es sólo una palabra que los chicos utilizan para manipular a las chicas? ―No quiero nada de lo que tengas que decir ―le digo―, si no me vas a llevar a casa, caminaré. Empiezo a bajarme de la moto. Él maldice en voz baja y luego dice ―No tienes que caminar. Te llevaré a casa. Subo a la moto y agarro la parte trasera en lugar de aferrarme a él. Si lo toco, podría perder el valor y dejarle explicarme por qué todo apunta a él siendo parte de los Latino Blood. Tengo miedo de que pueda llegar a creerle porque quiero creer en él. ―No es lo que piensas ―dijo él. Se detiene en la entrada de mi casa. ―Nik ―dice y yo salto fuera y golpeo la puerta―. ¡Nik! Me detengo, pero no me volteo. ―Tú vienes de una familia fuerte y vives en este vecindario de ricos. Yo no. Tipos como Marco y Chuy… ellos son mi gente. ―Yo soy tu gente también ―murmuro en voz baja. ―No de la misma manera ―siento sus manos en mis hombros―. No soy un Latino Blood, Nikki ―él me hace dar la vuelta y me muestra sus brazos―. ¿Ves? No estoy marcado. No voy a decir que no estoy saliendo con los Blood, pero no soy uno de ellos.

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―No quiero que salgas con ellos. ―Eso es como si yo te pidiera que no salieras con Kendall. Tiene razón. Incluso si no quiero que la tenga. Los Latino Blood tienen presencia en el lado sur de Fairfield donde él vive. ―No sé, Luis ―digo, alejándome de él para así poder pensar claro―. Tengo la sensación de que no me estás diciendo toda la verdad. Te necesito. Pero tengo miedo de que ya seas un Blood. ―Sólo estoy saliendo con ellos, eso es todo. ―Ya escuché eso antes. Me lo dijo Marco. Todos sabemos cómo terminó eso. ―Nikki, no soy Marco. No estoy con los Blood. Y no voy a dejarte. Miro en sus ojos y todo lo que veo es sinceridad. No hay engaño. ―Será mejor que no estés vendiendo drogas, o terminamos. ―No venderé drogas ―él dice―, te lo prometo.

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Capítulo 37 Luis El Callejón de vagones se encuentra en un barrio miserable en los suburbios occidentales de Chicago. Las casas están detrás como telón de fondo del cementerio de vagones de ferrocarril, listas para el tráfico de drogas, gente sin hogar y drogadictos. Sin tiempo que perder, tomo el arma de mi armario y conduzco de regreso a donde Enrique. Me da consejos sin decirle al resto de mi familia. Ha mantenido el Código de silencio de los Latino Blood, incluso cuando otros chicos lo rompieron. Le dije a Nikki que no haría tráfico de drogas. No me gusta mentirle. Si hacer negocios con drogas es una forma de ganarme la confianza de Chuy y proteger a mi familia, ¿qué otra opción tengo? No quiero hacer el trabajo sucio de Chuy, que es más de lo que ella cree que hago, pero tengo que hacerlo. Estaba siendo honesto cuando dije que no era de los Latino Blood. Mientras que Chuy me considere uno, no lo soy en verdad. Sólo estoy jugando su juego para poder saber lo que los LB planean. Tengo que ser estratégico o esto no va a funcionar. Enrique me mira desde el otro lado de su escritorio. —Maldita sea, Luis. El callejón de vagones es un lugar difícil. Ese es territorio enemigo. —Marco vendrá conmigo —digo—. Para protegerme. —¿Quieres que vaya contigo? El problema es que ellos me conocen, y si un par de Fremont 5 me ven, se pondrá feo. —No quiero que tomen represarías contra este lugar, o contra ti. —Está bien. Tienes que cuidar tu espalda en todo momento, Luis. Toma mi Mustang. Por lo menos tendrás una oportunidad de escapar si los pendejos de Fremont 5 crean problemas. La mayoría de sus jóvenes se meten mierda. —Toca la parte trasera de mi camisa—. ¿Estás armado? Asiento.

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—Tú y yo sabemos que no vas a usarla. —No quiero dispararle a nadie. Me mira fijamente a los ojos y dice: —Si eres tú o ellos, deja que sean ellos. Me encuentro con Marco en el almacén. Nos movemos a toda velocidad por las calles que llevan al Callejón de vagones, por barrios que están en peor situación que el mío. Me puse una sudadera con capucha negra y gafas de sol, así que espero que nadie se dé cuenta que no pertenezco a este barrio. Marco obviamente ha estado aquí antes, porque después del parque, me dice que lo siga. Pasamos por una tienda de licores con un borracho al frente que habla para sí mismo. Unos chicos caminan por la calle en dirección a nosotros están sin duda en busca de algo de acción o una pelea. Nos metemos en una farmacia y permanecemos fuera de su línea de visión hasta que pasan. Estoy seguro de que podría hacer un buen papel en la lucha contra tres o cuatro chicos, pero cuando se trata de diez contra dos, no apostaría por nosotros. Nos metemos a través de las calles detrás del cementerio de vagones. Sólo levanto mi cabeza cuando tengo que hacerlo. Marco apunta hacia una casa, como si se reuniera en el territorio de F5 cada día. —¿No quieres comprobar primero si es el lugar? —pregunto—. ¿O tienes un plan? Marco agita su mano, descartando mi preocupación. —No, está bien. Un hombre abre la puerta. —¿Qué quieres? —pregunta aproximándose. —El dinero. Y si no nos lo dan, hoy será la más grande de sus putas pesadillas —Marco ladra con los dientes apretados. Sus ojos están abiertos, como si fuera un loco hijo de puta. Pienso que es sólo es una actuación hasta que Marco saca una pistola y le apunta directamente en la cabeza al tipo. —Tienes hasta que cuente hasta cinco para dármelo o tendré que volarte la cabeza. ¿Cuál escoges? —Marco —digo—. Tranquilízate. —Genial. Quédate aquí fuera y cuida. No dejes que nadie entre en la casa.

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El hombre levanta las manos y regresa a la casa mientras Marco entra en el interior. No sé qué demonios hacer. Marco esta, obviamente, a cargo del golpe. Mierda. Si la gente empieza a disparar… me pongo a pensar en mi vida tras las rejas. Esto no es de la forma en que se suponía que seria. Se suponía que debía volver a Fairfield, terminar la escuela, ir a la universidad, y luego aplicar para el programa espacial de la NASA, esa era la cadena de eventos de mi vida. Tenía todos los aspectos de mi vida perfectamente planeados. Como se ve ahora, el único lugar al que merezco ir es la cárcel. Miro al cielo, se oscureció. Estoy a punto de perderlo todo... incluso Nikki. Unos minutos más tarde, cuando estoy a punto de llamar a la puerta y decirle a Marco que he terminado con las órdenes de Chuy, que son una mierda, sale. —¿Conseguiste el dinero? —pregunto. —Sí. —¿Así que todo bien? —Umm... Creo deberíamos irnos, rápido. Nos apresuramos a través del laberinto que es el Callejón de vagones. Miro hacia atrás y me doy cuenta que un montón de chicos nos están persiguiendo. Están agitando sus armas, y estamos tratando de perderlos en el cementerio de vagones de ferrocarril viejos. No está funcionando. Nos agachamos detrás de uno de los vagones. Marco asoma su cabeza, y una bala vuela junto a su cabeza. —Tenemos que salir de aquí. Estamos jodidos si nos quedamos en un sólo lugar —dice. Nunca he estado en un tiroteo, pero los he visto. Saco mi pistola, pero la mantengo a mi lado, parcialmente oculta. Marco hace lo mismo. —Nuestro coche está ahí. ¿Puedes verlo? —pregunto, mi adrenalina está a toda velocidad. Él asiente. —Vamos a correr hacia él, y nos iremos sin mirar atrás —le digo. —Lo tengo.

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—Si disparan, empieza a disparar en los vagones para asustarlos, esperemos que se cubran por lo menos hasta que podamos llegar al coche. No hay tiempo para crear un plan B, porque los chicos están a punto de rodearnos. Si no nos movemos ahora, estamos jodidos. —¡Ahora! —grito, y los dos corremos al Mustang de Enrique. Mi pulso se acelera, mientras suenan los disparos. Y luego otro. Y otro. Salto en el coche y miro por encima de Marco. Saca su pistola por la ventana delantera y dispara mientras arranco el vehículo. Grito, sabiendo que a duras penas conseguimos salir con vida. —Pon las armas en la guantera —le digo, entregándole la mía. Compruebo el espejo retrovisor para ver si hay policías tras nosotros, pero no veo ninguno. El sonido de nuestra respiración pesada llena el auto. —Estuvo cerca —dice Marco, apoyando su cabeza sobre el asiento. Un segundo más tarde, dice—: Mierda santa. ¿Luis? —¿Qué? —Amigo, te dispararon. Miro a mi bíceps. La sangre se precipita por mi brazo y mancha la silla del coche, así que arranco la manga de mi sudadera con capucha y le digo a Marco que la amarre alrededor de mi brazo. —Estoy bien —le digo—. Es un rasguño. —Un rasguño no chorrea tanta sangre, Luis. ¿Seguro que estás bien? Me puedo imaginar la cara de mi mamá cuando vea que estoy sangrando. —Voy a ir con Enrique y pasare la noche con él. Sabrá qué hacer. —Tienes suerte de haber logrado salir con vida —dice Enrique cuando me presento a su casa media hora más tarde—. Tu brazo... —Me enfrenté a bala con algunos Fremont 5 —le digo. Él asiente.

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—Tu mamá se va a morir dos veces, luego te va a matar. Chuy es un hijo de puta, enviando a dos niños al territorio de F5. —Dímelo a mí. Me doy una ducha en el apartamento de Enrique que está sobre el taller. La bala salió, pero dejó una herida de dos pulgadas, y ahora que estoy sentado mirando la herida carnosa, me duele como una perra. Va a ser difícil de ocultar, incluso con un vendaje. Voy a llevar sudaderas con capucha y camisas de manga larga hasta que sane. —¿A dónde se marchó Marco? —Enrique me pregunta después de que cierra el garaje y se reúne conmigo en el apartamento. —Al depósito. —Me puse una camisa que Enrique me da después de que él llama a mí mamá y le dice que me voy quedar con el esta noche. —¿Qué sabes acerca de mi iniciación? —le pregunto a mi primo mientras toma una cerveza de la nevera. —No sé ná de eso —dice mientras me da una mirada intensa—. Y aun si lo supiera, probablemente no te lo diría. ¿Comprendes? Él sabe algo. Asiento. Es inútil tratar de obtener alguna información de él. Si le hicieron jurar mantener el secreto, él se irá a la tumba con él. El Código de silencio de los Latino Blood. Es un código que no he roto aún, pero tengo la intención de romperlo lo más pronto posible.

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Capítulo 38 Nikki Dos semanas después de que Luis me promete que no está en LB, es su décimo octavo cumpleaños. Sé que mis padres están en alguna cena en la ciudad, y mi hermano en algún torneo en Wisconsin, lo invito a una cena de cumpleaños privada. No soy chef, pero sí sé cómo seguir una receta. Consigo un libro de cocina mexicana de la librería. No tenemos auténtica comida mexicana con frecuencia, y la mayoría de las recetas son extrañas para mí. Aparte del desayuno, mis padres usualmente piden comida para llevar o comemos en Brickstone20. Si Mami cocina, es más o menos un plato simple de pasta o algo especial del mercado de carne marinada y envasados entonces lo único que tenemos que hacer es tirar las cosas en el horno. Luis llega a las seis, justo a tiempo, con un ramo de narcisos amarillos en la mano. Los tallos están envueltos con un gran listón amarillo. ―Hey ―dice. ―Hey ―le digo de vuelta. Observa mi pequeño vestido negro que abraza cada una de mis curvas. ―Maldita sea, Nik. Te ves increíble. ―Mira hacia sus jeans y se encoge―. Lamento no haberme vestido bien. ―No necesitas vestirte mejor. Te ves como un semental así como estás. ―Tomo las flores―. No hacía falta que me traigas flores. Es tu cumpleaños, no el mío. ―Quería traerte algo ―dice. Cuando puse las flores a mi nariz para olerlas, Luis parecía nervioso―. No sabía si te gustarían. Carlos me dijo que te trajera rosas rojas, pero pensé que te gustaría el amarillo. Ellas me recuerdan a ti. Iluminan una habitación… como tú. Le alcanzo y toco en su rostro la barba de varios días, preguntándome cómo alguna vez pensé que tenía un mínimo parecido a Marco. Su tierna mirada atraviesa mi corazón. 20

Brickstone: es un restaurante de comida americana fusionada con sabores del resto del mundo.

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―Me encantan. Vamos, entra te hice la cena ―le digo con orgullo. ―¿Qué es eso? ―pregunta mientras sus ojos se depositan en la caja envuelta que puse sobre la mesa. ―Tu regalo de cumpleaños. ―No tenías que darme nada. ―Lo sé. Quería. Vamos, ábrelo. ―Cuando lo hace, contengo la respiración. Él saca lo que parece una roca de hierro negro trenzado, pero sé que no es sólo una roca. Él le da vueltas en su mano, estudiándola. ¿Sabe qué es? Espero que no creas que sea un pisapapeles barato. ―Es un meteorito ―explico rápidamente―. De Argentina. Dentro de la caja están los documentos de autenticación, explicando dónde y cómo se descubrió. Me mira por sobre el meteorito con una expresión de asombro en su rostro. ―Sé lo que es. Los he visto en los museos. Y en libros. Pero nunca he sostenido o he sido dueño de uno. ―Examina todos los lados intimidado, sintiendo cada curva y grieta con sus dedos―. No puedo creer que esto estaba en el espacio. Es tan genial… surrealista. ―Es tuyo ―le digo. ―No sé qué decir. Debió costarte una fortuna. Yo sólo... wow. Te ruego que lo devuelvas y recuperes el dinero, pero no quiero separarme de él. Le beso en la mejilla. ―Está bien. No necesito ese fondo universitario, de todos modos. ―Él levanta una ceja y sonríe con picardía―. Sólo estoy bromeando. Había ahorrado dinero de ser niñera y de los cumpleaños―. Con mi dedo índice, recorro un camino en la parte delantera de su camisa―. Además, tú lo vales. ―Eso es discutible, mi chava. ―Él detiene mi mano―. Es el mejor regalo que alguna vez me hayan dado. ―Bueno. Misión cumplida. ―Todavía no. ―Pone el meteorito suavemente en la caja y me besa apasionadamente hasta que estoy con ganas de más y mis entrañas se están derritiendo. Estoy sin aliento y no quiero

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parar. Sabiendo que estamos solos, y tengo otro regalo planeado para él, me dan ganas de saltar la cena del todo. ―Gracias por el regalo ―dice contra mis labios. ―Es un placer. ―Ahora nerviosa, me alejo de él y hago gestos hacia el comedor, donde todo está preparado―. Hice una auténtica comida mexicana. ―¿Recetas transmitidas de tu abuelita? ―No realmente. Probé con un libro de cocina que compré ayer en el mall. Se ríe. ―La próxima vez que quieras hacer una auténtica comida mexicana, llámame primero. Mi'amá enseñó a mis hermanos y a mí a cocinar cuando éramos niños. Después de servirle un plato de enchiladas de pollo y guacamole, me di cuenta de que debería haber seguido la receta y mezclar el aguacate a mano en vez de mezclarlo en una batidora. Era como una sopa, y del todo no sabía bien. Hice un flan de postre, pero cayó en gruesos trozos gelatinosos mientras se lo servía. ―Hiciste un trabajo increíble ―dice mientras pesca el resbaladizo flan que elude su cuchara. ―Estás mintiendo. Apestó. Enfrenta la realidad, Luis. Debería haber pedido para llevar. Si fueras la Sra. Peterson, me darías una D menos en esta comida. Se ríe. ―Una A más por el esfuerzo. Los nachos estaban formidables. ―Eso es porque los compré ya hechos en el supermercado mexicano en Wheeling ―le digo. Cuando terminamos, me ayuda a limpiar la mesa y a poner los platos en el lavavajillas. Después, lo veo apoyado en el mostrador de la cocina mirándome. ―¿Tienes un plan para el resto de la noche, o vamos a improvisar? Tomo su mano y entrelazo sus dedos con los míos. ―Tengo otro regalo de cumpleaños para ti. ―¿Qué es? Me inclino cerca de su oído y le susurro:

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―Yo. ―Él traga, fuerte. Veo como el músculo de su mandíbula se tensa―. ¿Quieres subir… a mi dormitorio? Él asiente lentamente. ―No pensé que pudieras superar el regalo del meteorito, pero lo acabas de hacer. Tomo su mano y lo llevó a mi habitación. Mi corazón se acelera todo el tiempo, porque me he preparado para esto. Me digo que está bien, porque quiero esto tanto como Luis. Tengo el control aquí. Sólo tengo que contenerme y no dejar a mis emociones desenfrenarse. Luis camina por la habitación, estudiando las fotos en mi pared. La mayoría son de mis amigos y yo. Algunas son perros del refugio. Se detiene cuando sus ojos se centran en la de él y yo en la boda de Alex y de Brittany hace dos veranos. Ninguno de los dos teníamos idea de que el fotógrafo había captado el momento. Señala a la misma. ―¿Cómo la conseguiste? ―Brittany la trajo cuando ella tenía una cena en mi casa una noche. Señala la expresión de mi cara. ―Estabas tan cabreada. Mírame, con esa estúpida sonrisa arrogante. Pensaba que era la mierda en ese entonces. ―Sacude la cabeza, luego, examina el resto de las imágenes. Mientras está de espaldas a mí, alcanzo y bajo lentamente el zíper del vestido. ―Eres la mierda, Luis ―le digo con una voz burlona. ―Nop, yo soy… Se detiene en mitad de la frase mientras me mira y registra que estoy bajando el cierre del vestido. Tengo la boca seca mientras deslizo los breteles de los hombros lentamente hasta que el material cae al suelo en una piscina a mis pies. Sus ojos nunca me dejan. Los míos nunca lo abandonan. ―¿Qué estabas diciendo? ―pregunto. ―Se me olvidó. ―Su mirada se desplaza a lo largo de mi cuerpo. Vestía bragas de encaje rosa y un sujetador a juego, preparado para estar juntos esta noche.

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―Mi chava... ―Da un paso hacia mí―. No pensé que podrías verte más hermoso que al abrir la puerta esta noche. Pero lo haces. Aguanto la respiración a la espera y deseo mientras sus dedos rozan ligeramente sobre mis hombros antes de deslizar suavemente mis tirantes a un lado. Esto está bien, me digo. Puedo disfrutar esto y estar tan emocional y distante como quiero. Sus labios reemplazan sus dedos. Besa un hombro, luego roza sus cálidos labios a través de mi cuello y besa el otro. Me agarro a él por apoyo, porque su cálido aliento rozando sobre mi piel me marea. Lo quiero aquí conmigo, lo quiero cerca... pero esto sólo es sexo. Tiene que ser sólo sexo. Lo agarro por los pantalones, luego los desabrocho. ―Tranquila, chica ―dice, divertido. Él pone un brazo alrededor de mí, que me sostiene firme, mientras se inclina para darme un beso. No es cualquier beso. Sus labios se mueven lentamente sobre los míos, rozándolos antes de alcanzarlos con su lengua. Siento su aliento caliente mezclarse con el mío mientras nuestras lenguas se deslizan una sobre otra en un ritmo lento que hace mi piel caliente y sudorosa. Sus manos se mueven lentamente hacia arriba y abajo de la curva de la espalda en el mismo ritmo que nuestro beso. La verdad es, estar con Luis me hace querer deshacerme de toda mi auto-conciencia y ceder a cada tentación. El arrastra su camisa sobre su cabeza, y luego la tira a un lado. Él tiene una gran postilla 21 en el brazo. ―¿Qué pasó? ―le pregunto, trazando a su alrededor. ―Sólo un corte trabajando en el garaje ―explica, desechándola. ―¿Qué estabas haciendo? Duda el tiempo suficiente para cuestionarme si él está a punto de decirme la verdad. ―No es importante. ―Él me besa de nuevo, tratando de que me olvide de su herida misteriosa. Funciona por el momento.

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postilla: Costra que se forma en la cicatrización.

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Nos desnudamos y pasamos a la cama. En lugar de saltar a los huesos del otro, se toma su tiempo dulce pasando sus manos sobre cada pulgada de mi cuerpo como si lo fuera a memorizar para una pintura posterior. Sigo su ejemplo, rozando mi palma a través de su piel caliente en un patrón lento, tortuoso, hasta que jadea. Me inclino sobre él y uso mis labios y lengua, explorando cada centímetro. Él agarra las sábanas con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos. Me hace sentir como si tuviera el poder, no al revés. Hasta que es su turno para explorar. Trato de mantener la calma. Pero es difícil. Me preparo para que esto ocurra en cualquier momento. Él suavemente aleja el cabello de mi cara mientras mira a los ojos. ―Estoy viviendo mi fantasía ―dice. ―¿Qué fantasía es esa? ―pregunto. ―Estar a solas con la mujer que amo. Te amo, Nikki. ¿Sabes eso verdad? Umm... ―Sí. Yo también ―le digo tontamente, tratando de bloquear el torrente de emociones que amenazan emerger. Su pulgar traza mis labios y juro que sus ojos se están poniendo todos vidriosos. ―Nunca antes he sentido algo así por otra chica ―susurra. No. No quiero seguir escuchando las palabras de amor. Luis es peligroso y tiene la capacidad de absorberme si se lo permito. No puedo dejar que eso suceda. Él tiene secretos. Yo tengo secretos. No podemos compartirlos, pero podemos compartir nuestros cuerpos. ―Vamos a tener sexo ―dejo escapar. Alcanzo y abro el cajón de mi mesa de noche. Saco un condón de la caja que compré el fin de semana y se lo doy―. Toma. ―Lo único que quiero es hacerte el amor, mi vida. ―Le miro con una mirada vacía. Creo que olvidó que el español sale de su boca automáticamente―. Quiero hacerte el amor, Nikki. Más que nada. Pero tú dijiste…

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―Olvida lo que dije. Vamos a hacerlo. ―Él se inclina para besarme de nuevo, pero le pongo una mano en el pecho y lo alejo suavemente―. Ponte el condón. ―¿Ahora? ―Sí, ahora. Parece un poco frustrado de que estoy apresurando esto, pero rasga el paquete y se pone el condón. Si lo hacemos rápido, y soy capaz de mantenerme libre de las emociones, estaré bien. Esta noche borraré los malos recuerdos de Marco y yo. Está listo por encima de mí ahora, sus manos apoyadas a ambos lados de mi cabeza. Miro a su piel de color marrón claro deslizarse contra la mía. ―Vamos ―le digo, instándolo. Sus labios están a centímetros de los míos. ―Tengo que ser honesto, Nik. Esto no es como me lo imaginaba. ―Está bien. Vamos a hacerlo. Date prisa. Aprieto mis ojos cerrados. No puedo mirarlo. No ahora, cuando estoy decidido a permanecer impasible. Él duda, luego jura en voz baja y empuja a sí mismo lejos de mí. El aire frío se precipita bajo la manta mientras se sienta en el borde de la cama. ―¿Qué pasa? ―pregunto―. ¿Por qué paraste? Se quita el condón y lo tira a la basura. ―Esto no está funcionando, para mí. ―¿Por qué no? Me mira, enojado. ―Mierda, Nik, estás actuando como si se trata de una aventura de una noche entre extraños. Estoy tratando de hacer el amor contigo y tus ojos se cierran tan malditamente fuerte que parecía que desearas que yo fuera otra persona. ―No estoy… no lo hacía. ―Olvídalo. ―Agarra sus bóxer y se los pone―. La próxima vez que tu novio te diga que te ama, tal vez quieras reconocerlo con más de sí, yo también.

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―No quiero que me quieras ―digo bruscamente. ―Demasiado tarde, mi chava. Me siento. ―No puedo hacer la cosa del amor, Luis. ―Así que sólo quieres un compañero para follar, ¿es eso? ―Suelta de golpe, entonces mete las piernas en los pantalones―. Hubiera sido genial de tu parte hacerme saber que vamos a follar, así que no hago el ridículo dejando salir mis sentimientos. ―¡No hiciste el ridículo! No te enojes. Sólo no quiero que me hieran de nuevo. No voy a repetir lo que hice con… ―Marco ―dice, terminando mi frase―. Estoy jodidamente enfermo y cansado de que siempre volvamos a Marco y tú. ¿Sigues enamorada de él? ―Yo no... no lo estoy. No tienes idea de lo que pasó. ―No puedo decir las palabras. ―Dime, entonces. Dime, para que finalmente puedas seguir adelante. ―No puedo. Agarra la camisa del suelo y me mira con una grave expresión en su rostro. ―¿Me amas? Aferro la manta en mi pecho y le doy la única respuesta que puedo. ―No.

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Capítulo 39 Luis Quiero destrozar algo, cualquier cosa. Dejé la casa de Nikki esta noche sabiendo una cosa... es demasiado. Estaba siendo un idiota por pensar que ella se sentía de la misma forma que yo me sentía sobre ella. Quería creer que ella se estaba echando atrás porque estaba asustada… pero en realidad ella solo me estaba usando para estar por encima de alguien también. En vez de ir a casa, conduzco al almacén de los LB. Por el camino, noto un coche en el espejo retrovisor que he visto ya unas pocas veces. ¿Estoy siendo seguido? Rápidamente me meto en la parte con más tráfico de la ciudad y le pierdo. En el almacén, Marco está sentado con unos pocos chicos más. Algunos están bebiendo cerveza, otros fumando porros. Esta es la escena que mi´amá quería evitarme, probablemente porque ella sabía que dibujaría algún punto. Pillo el punto. ―Hey, amigo ―dice Marc. Puedo decir por sus ojos inyectados en sangre que está colocado―. Pensaba que habías quedado con tu novia está noche. ―Ya no es mi novia. ―Cojo una cerveza y le doy un trago. Es barata, pero supongo que hará el trabajo. ―Felicidades. Por fin te has desecho de la puta. ―Él coge su propia cerveza y la eleva en un brindis―. Por ser mayor y mejor. ―Bien. ―Termino con la primera y empiezo con otra. Cuando estoy por la quinta, me estoy sintiendo malditamente bien. No me importa una mierda nada, especialmente Nikki. Necesito decirle que ha sido un error, y que no volverá a pasar. No quiero darle la satisfacción de que piense que me ha dejado. Saco mi teléfono y la llamo. ―Hey, Nik ―digo cuando contesta―. Estoy con Marco. ―Coloco mi brazo alrededor de mi amigo y digo―. Nosotros estábamos intercambiando historias sobre ti. ¿No es verdad, amigo? Marco se ríe. Sé que puede escucharle. Estoy un completo pendejo sé que voy a arrepentirme, pero en mi estado no tengo un filtro. Se lo merece por haberme apuñalado el corazón.

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―Voy a colgarte ―me advierte. ―¡No! ―grito―. Necesito decirte una cosa más. ―¿Qué? ―pregunta. Hora de ser el completo gilipollas que ella piensa que soy. Me concentro en no emborronar mis palabras pero no sé si lo logro. ―Yo estaba jugando contigo. Ella me cuelga. Mis palabras cortándola. Sé que tendré que llamarla mañana, pero ahora estoy volando y no quiero arrastrarme. Tropiezo hasta el barril y cojo otra cerveza. Para cuando la he terminado, estoy viendo doble y soy incapaz de pensar... en cualquier cosa. No recuerdo que es lo que le dije a Nikki, o si la llame de verdad o si solo creí haberla llamado. ―Hey Luis ―dice Mariana, viniendo hacia mí―. Estás borracho. ―Dime algo que no sepa. ―¿Hay problemas en el paraíso? ―Sacudo la cabeza y señalo a la cerveza. ―Este es mi paraíso. ―Sé que conseguiría sacarte de la cabeza a Nikki. ―¿Qué? ―Yo… ―ella me besa, y estoy demasiado drogado, y demasiado estúpido por la bebida para pensar en alejarla, Ella no es lo que yo quiero. Ella lo sabe pero no le importa. Podría cerrar los ojos y fingir que es Nikki… lo que probaría que realmente soy un gilipollas. Mariana me lleva a la habitación de al lado. Mi siento en un colchón demasiado y usado y me acaricia, pero mi cuerpo no quiere cooperar… como si supiese lo que quiere y Mariana no lo es. ―Estoy enamorado de ella ―le digo, parando a Mariana antes de ir más lejos. ―¿Por qué? ―pregunta Mariana molesta. ―Ella es mi ángel. ―Mariana se aleja y se encamina hacia la puerta. ―No sabes lo que te pierdes, Luis. Sí, lo sé. He tenido rollos de una noche antes… ellas son todas iguales. Con Nikki ese es el problema… que es por lo que estoy tan jodido está noche. ―Lo siento ―le digo a Mariana.

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Ella no contesta. En vez de eso, camina fuera y da un portazo detrás de ella. Por la mañana temprano, me despierto y me doy cuenta de que me quedé a dormir en el almacén. Todos se han ido excepto por los pocos LB que llaman a esta mierda casa. Mi cabeza empieza a latir incluso antes que me pueda sentar. Me pregunto si me veo tan mierda a como me siento. Mirar hacia las latas vacías de cerveza hace que mi estómago se encoja. Creo que voy a vomitar. Avanzo dando tumbos hacia fuera y bajo la izquierda. Estoy tan débil que apenas puedo mantenerme en pie. ―¿Noche salvaje? ―pregunta Chuy, acercándose a mí. ―Sí. ―Yo solía hacer cosas como esas cuando tenía tu edad. ¿Buenos tiempos, eh? ―No estoy teniendo un buen momento ahora mismo ―le digo cuando otra nausea me golpea. Él se ríe mientras echo las tripas fuera otra vez. ―¿Todavía tienes la llave que te di? ―No he tenido oportunidad de ir al banco todavía. Además, creo que me están siguiendo. ―Él se ríe cínicamente. ―Yo he tenido que seguirte, Luis. Tú eres incalculable para mí, y los Blood. Ahora tengo que mirar mi espalda, maldición. Chuy me da una palmada en la espalda, lo suficientemente fuerte para sacudir mi estómago sensible. ―Todo bien, amigo. Te vuelves a emborrachar y entonces voy a tener que presionarte. Considéralo como una advertencia. Vete a casa. ―Ordena―. Alex y Carlos están allí, pero no les digas que has estado aquí. ―¿Cómo sabes dónde están ellos? ―¿Todavía no te has dado cuenta, Luis? ―dice Chuy―. Tengo ojos y oídos en todas partes. Demonios, incluso cuando estaba entre rejas sabía cada uno de tus movimientos. Cuando te mudaste a Colorado, yo tenía a mis chicos siguiéndote. ―¿Por qué a mí?

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―Cuando estés listo lo sabrás. Ya te lo he dicho. Ahora saca tu lamentable culo de aquí. Camino hasta la puerta de mi casa, pero no puedo llegar hasta el baño así que corro a vomitar en los arbustos. Ignoro las expresiones de mi familia cuando entro en casa y me encamino directamente a mi habitación. Dormir. Todo lo que necesito es dormir. Caigo boca abajo dentro de mi colchón. ―¡Luis! ―dice mi´amá desde la puerta. Ella está enfadada, y no estoy de humor para escuchar cómo me grita―. ¿De dónde vienes? Te he estado llamando toda la noche, sin respuesta. ¿Para qué tienes un móvil si te niegas a contestar a tu propia madre? ―Ella entrecierra sus ojos hacia mí― ¿Que está mal? ¿Estás en las drogas, Luis? Por el rabillo del ojo creo ver como ella se abraza a sí misma. Si empieza a encender velas y a rezarle a papá, creo sinceramente que voy a perderme. ―Estaba bebiendo ―le digo―. Y ahora estoy de resaca, Si te hubiese contestado habrías acabado con el efecto así que te ignore. Escucho como respira sorprendida, entonces siento algo en la parte trasera de mi cabeza. Su zapato. ―¿Esto no es maltrato infantil? ―le digo. ―Lo sería, si tú fueses un niño. Ahora tienes dieciocho, Luis. Eres un hombre ahora. Actúa como uno. Ella cierra la puerta de un portazo. El sonido es como un martillo golpeando contra mi cráneo, que es probablemente lo que ella intentaba. Mi´amá no es sutil, eso está jodidamente claro. La habitación es finalmente un santuario, y cierro los ojos. Mi paz sin embargo no dura demasiado, por qué escucho la puerta abrirse al poco rato. ―¿Vienes a tirarme otro zapato? ―murmuro contra la almohada. ―No ―La voz de Alex hace eco en mi cabeza―. Mi´amá nos dijo a Carlos y a mí que viniésemos a asegurarnos que no estabas muerto, que es justo lo que pensaba ella que había sucedido cuando no contestabas el móvil anoche. Alex y Carlos... él maldito equipo del demonio. Ellos son las últimas personas de las que necesito mierda ahora mismo. Si ellos deciden arreglarme la vida, ya tendré todo un séquito. ―Estoy bien. ―Entonces siéntate y habla con nosotros.

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―Vale, en ese caso no estoy bien. Vete ―gimo―. A menos que quieras que vomite encima vuestro. ―¿Qué pasó anoche entre Nikki y tú? ―pregunta Alex. ―Nada, nosotros somos historia. ―Carlos se ríe. ―Sí, bien. Créeme, he estado en tu lugar, hermano. Echarte mierda por una chica no es la solución. Habla de ella y trabaja en ello. ―No voy a hablar de ello. Abro un ojo y veo a Alex sentándose al lado de la cama. ―No voy a permitir que la cagues como nosotros lo hicimos. ―Acepta los hechos, Alex. Ya la estoy cagando y no voy a intentar cambiar las cosas en algún momento cercano.

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Capítulo 40 Nikki Todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos. Luis… yo… nosotros. Pasé el resto de la noche del sábado llorando en la cama, preguntándome cómo todo se había salido de control. La llamada de Luis en la mitad de la noche no ayudaba. Dios, como mi corazón latía cuando veía su número. Esperaba que él me hubiera dicho que esperaría a que le abriera mi corazón, que no importaba cuánto tomara. Si él en verdad me amaba… oh, eso no importaba. Dijo que habíamos terminado. El problema es que esos sentimientos que tenía por él, y que seguía teniendo, eran tan intensos que me asustaban. Quería hacer el amor con él, en cuerpo y alma, pero mi miedo me hizo alejar. Al final, todo lo que podía darle era mi cuerpo. No era lo suficientemente bueno. El lunes trato de evitar ver a Luis en la escuela, pero cada vez que abro los ojos lo veo en su casillero o caminando por el pasillo con sus amigos. Él no hace contacto visual conmigo, incluso en química cuando estamos frente a frente en las mesas del laboratorio. ―¿Vas a venir a ver el juego de fútbol conmigo después de la escuela? ―me pregunta Kendall después de química el martes. ―No. Definitivamente no ―le digo. Ella se detiene y me da una de sus miradas de pesar. ―¿Por qué no me dices que sucedió el sábado en la noche? ―Luis y yo rompimos. ―Sé esa parte. ¿Quieres compartir por qué? ―Cuando esté lista. Solamente no estoy lista ahora. Ella suspira. ―Está bien. Estoy aquí para ti.

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―Siempre estás aquí para mí. Es tiempo de que te consigas otra mejor amiga que no tenga tanta carga. ―No va a suceder. ―Me dirige una cálida sonrisa―. Eres mi inspiración. ―¿Para qué? ¿Reina del drama? ―No. ¿Te das cuenta de cuantos perros has ayudado a rescatar? Eres la chica que no se rinde con el desvalido. ―Siento como si yo fuera el desvalido. ―Entonces no te rindas en ti misma. Eres más fuerte de lo que piensas, Nikki. Cada minuto del día estuve tentada de enviarle un “hey” a Luis. O llamarlo, solamente para escuchar su voz. El miércoles, Mariana y Luis están hablando en su casillero. Se sientan uno al lado del otro en el almuerzo. En química, él hace bromas y ella se ríe tan fuerte que pienso que sus pulmones van a explotar. El jueves después de la escuela, estoy agradecida de que estoy programada para trabajar en el refugio. Estar con perros me ayudara a alejar mi mente de Luis. Me registro en la recepción, luego me dirijo de vuelta a las jaulas. Mi corazón se detiene cuando la jaula de Granny está vacía y una identificación rosa está faltando en la ranura de la puerta de la jaula. ¿Murió ella en mitad de la noche, toda sola y asustada? ¿O ella está tan delgada por no comer que tuvieron que llevar al veterinario? Me apresuro hacia donde Sue en un modo de completo pánico. ―¿Qué le sucedió a Granny? ―pregunto. ―Fue adoptada. ―El teléfono suena―. Pensé que sabías al respecto ―dice antes de responder la llamada. ¿Cómo sabría? No hice el papeleo de ella. Abro el libro de adopciones y reviso las aplicaciones aprobadas. Cuando leo el nombre de Granny arriba en la lista de últimas aplicaciones mi corazón se hincha de felicidad de que ella finalmente tenga un hogar. Hasta que veo al final de la hoja al nombre de la persona que la adoptó. Luis Fuentes. Gruño.

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―No lo hizo. ―Tu amigo vino justo a tiempo antes de que cerráramos anoche y la adoptó ―uno de los otros voluntarios me dice. Luis sabía que yo la quería. Como se atrevía a venir y arrebatármela. Él tomó a Granny solamente para fastidiarme. Oh, ¿cómo pude alguna vez pensando que quería estar con alguien que adoptaba perros sólo por venganza? Mi mente está en una cólera mientras paso mi tiempo asignado limpiando las jaulas y caminando los perros. Después de fichar la salida, me monto a mi coche y corro hacia la casa de Luis. Golpeó en la puerta. Ninguna respuesta. Aporreo la puerta. Todavía sin respuesta. Pongo mi oído en la puerta y escucho la televisión, así que sé que alguien tiene que estar en casa. Me escabullo por el espacio entre los arbustos y la ventana del frente. Veo a Luis sentado en el sofá con Granny en su regazo, luego golpeo en el vidrio para tener su atención. Me mira, y le doy el signo universal para “abre la jodida puerta” al señalarla. Para el momento que me escabullo de vuelta a la puerta principal, él abre la puerta. ―Vomité en esos arbustos hace unos días. Tal vez quieras ser cuidadosa en donde pisas. Eww. Soy cuidadosa de no pisar nada no identificable, pero ya que los arbustos están en el camino, no es útil. ―No puedo creer que robaste mi perro. ―No robaría un perro, Nik. ¿Cuán cruel crees que soy? ―Quiero decir Granny, y lo sabes. ―¿Cómo puedo robar un perro que oficialmente adopté en el refugio? Le entrecerré mis ojos. ―Tú sabías que yo la quería

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―Sí, ¿entonces? Tú sabes el refrán… tu estornudas, tu pierdes22. ¿Quieres escucharlo en español? Él está haciendo su mejor intento para enojarme y está funcionando. ―No. Tú ni siquiera quieres un perro. ―Ahora sí. Granny y yo estamos vinculados. ―Él cruza los dedos―. Somos así. ―Todo este asunto de la adopción en verdad no es sobre Granny. Es sobre nosotros. ―Ya no hay más “nosotros”, ¿recuerdas? Sus palabras duelen. ―¿Así que robas el perro en el refugio con el cual sabes que tengo un apego especial solamente para molestarme y echármelo en cara? ―Oh, por favor. Estabas asfixiando la pobre cosa. No la obtuve para una clase de represalia contra ti. Hay unos cuantos robos en el vecindario y necesitaba un buen perro guardián. ―¡Ella está ciega, Luis! ―grito―. No puede ver nada. Creo que ni siquiera puede ladrar. Granny tiene una pata en la tumba. Él pretende como si mis palabras fueran un insulto para él y su perro. ―Shh, no dejes que ella te escuche decir eso. ―Estás bromeando, ¿cierto? Él se encoge de hombros. ―Escucha, la señora en el refugio aprobó mi aplicación. Tienes un problema con eso, habla con el refugio. Me importa mierda lo que pienses ahora. Si fuéramos una caricatura, una gran ráfaga de vapor estaría saliendo de mis orejas ahora mismo. ―¿Qué hay sobre la noche del sábado, Luis? Dijiste que me amabas. ―¿No es lo que los chicos se suponen que deben decir antes de follar a su novia? Pensé que era un prerrequisito. ―No quisiste decir eso. 22

El original es “you snooze, you lose”. Hace una clase de rima.

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―¿Qué quieres que diga, que quiero volver contigo cuando solamente puedes pensar en otro chico cuando estamos en la cama juntos? No, gracias. Granny se balancea hacia la puerta. Luis se agacha y la sube. Verlo sostenerla tan amablemente en sus brazos muestra el cálido y protector lado que oculta de mí. ―No sabes lo que pienso, Luis. Y no me digas que no estabas manteniendo secretos. Obviamente hacías algo sospechoso con ese chico Chuy. Sé que no estaba reclutando en los chicos exploradores. Escogí ignorar todas las señales de advertencia y confiar en ti. Me mentiste, ¿no? Tienes más secretos que el Pentágono. ―Le miento a todos. No es la gran cosa. ―Para mí es la gran cosa ―señalé su brazo―. Eso no sucedió en el garaje. Estuvimos en una pelea de cuchillos. ―Equivocada. Intenta tiroteo ―puso a Granny en el suelo así ella podía moverse como pato alrededor y podía alzar sus manos―. Okay, bien. Me atrapaste. Estás mirando al nuevo recluta de Latino Blood, baby. He estado traficando drogas y saliendo con la pandilla con Marco a tu espalda. Ese es mi secreto. ¿Cuál es el tuyo? Trago y me preparo para revelar la verdad. Ya no importaba, ¿entonces por qué hay lágrimas corriendo por mi rostro? Desearía poder reprimirlas, pero no puedo. Estoy enojada, estoy herida, estoy herida… Él es igual a Marco. Traté de negarlo, pero la verdad me golpeó en el rostro. ―Estaba embarazada con el bebé de Marco el día que rompió conmigo ―Luis dio un paso hacia atrás, con impacto escrito por todo su rostro―. Perdí el bebé justo después de la boda de Alex y casi muero. ¡Este asunto entre nosotros no era sobre Marco y yo! ―grito, irritándome ahora―. Era sobre confianza. Y en el fondo de mi mente sabía que estabas mintiéndome sobre los Latino Blood. No me culpes por reprimirme, Luis. Estaba casi lista para dejarlo ir y tratar de confiar de nuevo. Me tomó un rato, y no era muy buena respecto a eso, pero al menos lo estaba intentando, lo cual es más de lo que puedo decir por ti. Eras tú quién te estabas reprimiendo ―saco el meteorito de mi bolso―. Tal vez no lo puedo decir todavía, pero traté de mostrarte cuando me importabas. Lágrimas bajando por mis mejillas mientras tiro el meteorito a la calle. Esperé que corriera tras el meteorito, pero no lo hizo. Sus ojos están puestos en mí. ―¿Por qué no me dijiste? ―dice suavemente. Él extiende su brazo hacia mí. Golpeó su mano lejos.

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―¡No te atrevas a tocarme de nuevo!

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Capítulo 41 Luis Una semana después, mientras estoy esperando con mi moto en el aparcamiento de la biblioteca después de haber estado trabajando en mi ensayo para la solicitud de Pardue, un coche que he notado me seguía las dos semanas anteriores para enfrente de mí y me bloquea el paso. Un chico se baja del coche. Le he visto en el almacén unas pocas veces, pero nunca he hablado con él. Él es un OG23. ―Chuy quiere hablar contigo. ―Después ―le digo. ―No, no lo entiendes. ―Un chico enorme camina fuera del asiento trasero―. Él quiere hablar contigo ahora. Yo dejo la moto en el aparcamiento y me subo en el asiento trasero. Habría querido evitar está reunión. La llave que me dio Chuy todavía pesa en mi conciencia. Chuy está sentado en el asiento trasero, esperándome. Nosotros conducimos sin destino por la ciudad. Saco la llave fuera de mi cartera. ―No puedo hacerlo. Pensaba que podría, pero no puedo. ―El hecho de que Nikki me mirara con completo y total odio cuando intenté consolarla después de que me dijera que había estado embarazada de Marco me hizo darme cuenta si estaba realmente por encima del bien.

23

¹ Original Gangster: Son los gángsters o pandilleros originales de una banda, es decir, de los primeros,

o los que ya han estado bastante tiempo en una y son de confianza, siendo los más respetados y de rango más alto en la pandilla.

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Ella odia a Marco, odia a los LB, y ahora ella me ha colocado en la misma categoría porque yo la he traicionado, igual que Marco. La semana entera he intentado ver si él sabía acerca del embarazo, pero no ha picado el cebo, quizás no lo sepa, o está determinado a mantener el secreto. ―Se cómo te sientes hacia los LB ―dice Chuy―. Pero no sé por qué. Sigo en silencio. Cada palabra que dice es verdad. No quiero admitirlo por qué estoy avergonzado de ello. ―No necesitas esconder tus verdaderos sentimientos. Tu papá quería que estuvieras en los Blood, Luis. Él se aseguró que tú fueras observado y protegido, él te trajo al almacén una semana después de que nacieras, te bendijo con las letras LB en la frente con su propia sangre… no tienes escapatoria de los Latino Blood. De ninguna jodida manera. ―Mi padre murió antes de que yo naciera ―digo―. Alex me dijo que él estaba allí, él vio como nuestro papá era disparado… lo que estás diciendo no tiene sentido, aunque… ―Tú padre no era Fuentes ―dice Chuy, interrumpiendo mi confusión. Él saca una foto de su bolsillo delantero y me la tiende―. Yo estaba allí. Miro una foto de Héctor Martínez con una enorme sonrisa en su cara mientras levanta a un bebé en el aire como un rey presentando a su bebé recién nacido a la gente. El príncipe. En medio de la frente del bebé, escrito en sangre, las letras LB ―Latino Blood. ―Ese eres tú ―dice Chuy―. Y tu papá. Tu papá real. Tan pronto como las palabras salen de la boca de Chuy, siento el miedo invadiéndome. Eso no puede ser verdad. Pero hay algunas señales. Yo nunca he visto mi certificado de nacimiento. Cuando Alex fue disparado Carlos donó sangre, pero mi familia nunca me pidió lo mismo. Eso siempre me ha molestado. ¿Estaban preocupados porque yo donase a Alex y no fuéramos compatibles, o que yo descubriera algo como que nosotros solo somos medio hermanos? Chuy dice que yo he sido bautizado dentro de los Latino Blood, pero mi papá murió antes que yo naciese. Yo no puede ser bendecido, aunque mi padre era un miembro de los LB. Necesito respuestas, y las necesito ahora. ¿Me protegía mi´amá de la vida de pandillero porque no quería que descubriera la verdad? Yo solía saber dónde estaba mi lealtad. Ahora, no estoy seguro.

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―Llévame de vuelta a la biblioteca ―le digo al tipo que conduce―. Necesito salir de aquí. Él chico mira en dirección de Chuy… éste asiente aprobándolo. Aun cuando ellos me dejan en la librería y salgo del coche, me siento atrapado. Él sabe dónde encontrarme, como colocarme cebos con tratos que no puedo ignorar. Dejo la foto en el coche de Chuy, esperando dejar la imagen del orgulloso Héctor levantando a su bebé -yo- detrás. Me encuentro conduciendo al apartamento de Alex. Golpeó la puerta, esperando que este en casa. Necesito respuestas y él es la única persona que puede dármelas. Alex abre la puerta. ―Luis, ¿que está mal? ―dice. ―¿Eres mi hermano? ―pregunto claro y simple. ―Por supuesto que soy tu hermano ―contesta confundido. ―Déjame ser más específico, entonces. ¿Soy tu medio hermano? Él no me contesta. Él me mira fijamente, con aquellos tatuajes de LB en su propio pecho y brazos burlándose de mí. ―¡Qué te jodan, Alex! ―¿Quién es? ―dice Brittany, entrando a mi vista con Paco en su brazos―. Luis, pareces enfermo. Espero que no hayas cogido el resfriado de Paco. ¿Estás bien? ―¡Wiiisi! ―grita Paco, aplaudiendo contento de verme. ―No, no estoy bien ―miro a Alex con desprecio―. ¿Lo sabe Brit? Alex asiente lentamente. ―¿Saber qué? ―dice Brittany inocentemente mientras ella envuelve a Paco fuertemente en una manta―. ¿Qué está pasando con vosotros dos? ―Alex estaba confirmándome que no es mi hermano ―digo. Alex se para enfrente de mí, cara a cara. ―¡Maldita sea! Tú eres mi hermano. ―Sí, medio. ¿Qué pasa con la otra mitad, eh? Dímelo. ―No sé qué es lo que has oído pero… ―¿Héctor Martínez es mi padre, o no lo es?

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Yo veo el hombro de Alex dónde Héctor le disparo justo después de matar a Paco. ―¿No lo es? ―digo otra vez. ―Sí, Luis ―dice Alex, derrotado―. Héctor Martínez era tu padre. Brittany coloca una confortante mano en mi hombro, pero yo me la saco de encima. ―¿Lo sabe Carlos también, o no sólo soy la oveja negra de la familia, sino que también el último en saber quién es mi jodido padre? Alex no quiere decírmelo Él antes me mantenía ignorante e inocente, pero todo eso es pasado. Ya no soy un niño. Estoy lejos de eso. ―¡Dímelo! ―le grito. Todo mi cuerpo está tenso y yo reprimo una rabia que está palpitando dentro de mí. ―Cálmate. ―No me digas que me calme. No me digas otra palabra que no sea la completa verdad. ―Vale. ―Alex sacude su dedo en el aire―. Él sospechaba. Él lo averiguo una vez hace diez años, y yo le hice callárselo. Le dije que no lo volviese a sacar otra vez, y no lo ha hecho. ―Bien, secretos de la familia Fuentes. ―Siento que mientras lo digo tengo un nudo del tamaño de una pelota de baloncesto en mi garganta―. ¿Él violo a mamá? ¿Soy el resultado de una violación? ―No. ―¿Ella le engaño? ―No exactamente. ¿Por qué no vamos a casa para que se lo puedas preguntar tú mismo? ―Yo no tengo casa, Alex. ―No seas estúpido, Luis. Tú casa es dónde está tu familia. Mamá ha hecho cosas porque ella pensaba que podía mantenernos a salvo. ―Así que ella se convirtió en puta. Qué bonito. Alex me empuja, sus ojos brillando enloquecidos. ―No hables así de mi´amá. Ella ha hecho cosas que necesitaba hacer, a veces. No la juzgues cuando no sabes qué pasó.

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Todo este tiempo he sido un estúpido. Las evidencias estaban justo delante de mis narices y nunca he sido capaz de juntarlas. Yo he tenido la ridícula ilusión de que era el niño de oro, porque estaba en el estómago de mi madre cuando mi supuesto padre fue disparado y asesinado… él último regalo que mi padre le dio a ella. Pero en realidad nunca he sido el niño de oro. Yo he sido la oveja negra… Yo me he llamado a mí mismo un Fuentes y nunca he sido uno. Camino hacia atrás. ―Adiós, hermano. ―¿Que se supone que significa eso? ―Eso significa que me voy. Para bien. ―Tú no te vas a ningún lado. ―Tú no tienes ningún derecho sobre mí. Demonios, nosotros ni siquiera compartimos el mismo padre. Pienso en todas las veces que me he sentido mal por Carlos porque él parecía extraño a nosotros. Él no tenía el cerebro o él carácter con el que habíamos nacido Alex y yo. Bromeaba. Yo ni siquiera tengo la misma sangre. ―¿Has pensado en el asunto del ADN? ―le digo. ―Eso no importa. Tú fuiste mi hermano tan pronto como saliste del estómago de mamá y yo te sujeté cuando tenías menos de una hora. Tú fuiste mi hermano cuando mamá trabajaba y yo te limpiaba el culo y cambiaba tus pañales. ¡Y tú serás mi hermano hasta que exhale mi última respiración! ¿Comprendes? ―¡Tú me negaste mi historia… mi herencia! ―Yo no te negué nada, Luis. Tu padre biológico era… ―Vacila. ―Vamos, dilo. Vamos, Alex, no te eches atrás ahora. ―Héctor Martínez era un bastardo manipulador que amenazaba la vida de la gente si ellos no hacían lo que él quería. Él era un asesino y un señor de las drogas. Nosotros te estábamos haciendo un favor al no decirte que la mitad de tus genes provenían de un tío sin escrúpulos o conciencia.

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―Será mejor que tengas cuidadoso, Alex ―le empujo, listo para una pelea―. Es de mi sangre de quién estás hablando. Mis palabras deben punzar, por qué Alex señala su pecho. ―Despierta, Luis. Estas mirando a tu sangre. Yo soy de tu sangre. Yo le miro con disgusto. ―Todo lo que veo enfrente de mí es un ex-Latino Blood. Un traidor de mi gente. ―Vaya mierda. ―Cuidado hermano. Nunca sabrás quién es tu familia… y quién es el enemigo. Yo me alejo como un huracán, bloqueando las demandas de Alex de volver, mezcladas con los “por favor no te vayas” de Brittany. Ella dice que podemos arreglarlo. Yo no voy a trabajar acerca de nada. Chuy tenía razón. Ser un Latino Blood es mi destino, mi derecho de nacimiento. Me digo a mí mismo que quiero ir donde Chuy para ganar información de los LB. Me estaba engañando. Todo lo que siempre he querido es ser parte de esto, ser parte del tráfico de drogas y el peligro. Camino dentro del almacén de los LB con una cosa en mente… vivir del legado de mi padre. Chuy está sentado en su oficina prefabricada hablando con algunos de los OG. Cuando Chuy me ve envía a todos fuera de la habitación… excepto a un chico llamado Tiny, que no es nada pequeño24. ―Iré al banco y miraré que hay dentro de la caja de seguridad. ―digo―. Pero tengo algunas condiciones. Su siempre presente cigarrillo está colgando de su boca. Él lo saca y echa el humo al aire. Miró mientras se eleva sobre su cabeza antes en humo que llena la habitación. ―¿Condiciones?

24

Juego de palabras. En el original dice “except a guynamedTiny, whoisn’ttiny.” Tiny significa pequeño,

así que compara el apodo del chico (Tiny) con el adjetivo pequeño (tiny) para decir que su tamaño no tiene nada que ver con su apodo.

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―Sí. Primero, no volverás a amenazar nunca a la familia de Alex, Carlos o a mi´amá. Segundo, me iniciaras igual que a todos. ―Ya no más eso de estar sobre la línea. Yo he escogido mi lado, y no quiero más errores míos por algo que yo no soy y nunca estuve destinado a ser. ―Mira a tu alrededor, Fuentes. ―No me llames así ―digo y espero―. No soy un Fuentes y tú lo sabes, así que para toda esa mierda. ¿Estás de acuerdo con mis términos o no? ―Nosotros nos miramos el uno al otro. ―Seguro. Héctor predijo que serías un luchador. ―dice orgulloso, recordándome la foto de Héctor levantándome cuando era un recién nacido. Él asiente a Tiny para que los otros OG vuelvan a la habitación. ―Luis quiere solidificar su lugar en la familia de los LB, chicos. ―les dice mientras ellos caminan dentro―. El problema es, Luis, que estás bautizado. No necesitas pasar por una iniciación. ―Quiero hacerlo. Méteme como si fuera un recluta nuevo. ―Él se ríe. ―¿Qué… quieres que te demos una paliza? ―Quiero ser iniciado igual que Alex. No voy a elegir un camino más fácil. Puedo superarlo. Voy a demostrar que no necesito ser protegido de la verdad. Puedo escuchar a Héctor Martínez desde la tumba incitándome, desafiándome a probarles a todos estos chicos que soy tan duro como lo era él. Él eleva una ceja. ―¿Puedes superarlo, eh? ―Soy el hijo de mi padre ―digo estoicamente―. Podré con ello. ―Mi placer ―dice divertido―. ¡Tú, Rico! Llama a alguno de los otros y vamos a darle a Luis los treinta segundos de bienvenida a los Latino Blood. Yo voy a estar también. ―Él cruje sus nudillos uno por uno―. Y voy a disfrutarlo.

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Capítulo 42 Nikki Kendall cree que soy una sobreviviente, pero ahora mismo no me siento como tal. Lo único que tengo ganas de hacer es ir a casa de Luis para esperarlo y que me diga que todo está bien entre nosotros. Estoy soñando. No está nada bien entre nosotros y nunca lo estará. ―Papá ―le digo, me siento con él mientras observa un partido de fútbol en la televisión―. ¿Cómo es que mamá y tú nunca nos llevaron a México? Se encoge de hombros. ―Nosotros viajamos mucho, Nikki. Fuiste a Brasil con nosotros hace dos años. Y Argentina, cuando hablé en la conferencia. Prácticamente te comiste todo el helado de Italia. ―Pero ¿por qué no a México? Da un suspiro largo y lento. ―Creo que si hubiéramos ido, habría sentido que tenía enseñarte el lugar donde crecí. No quiero mirar hacia atrás, Nikki. Tu madre tampoco, no quiere. ―Muchos de los chicos mexicanos del colegio tienen padres que ni siquiera hablan Inglés. ―En el lado sur ―responde. ―Sí. ―Estamos tratando de que superen esa mentalidad tu hermano y tú para que no tengan la mentalidad de ellos, el resentimiento que hay entre ricos y pobres, tengo miedo que el lado sur se extienda. Tu madre y yo lo hemos discutimos mucho antes de nacieras.

―Es como si fuéramos blancos. No comemos comida mexicana y ninguno de los chicos con los que crecí son mexicanos.

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―No estamos tratando de ser blancos, Nikki. Nos hemos acoplado ¿Es eso tan terrible? ―Siento como que en proceso por acoplarnos tú y mamá nos han negado la oportunidad de sentirnos orgullosos de nuestra herencia. Me encanta ser americana. Pero cuando veo a los chicos del lado sur… como la familia Fuentes… Me siento muy celosa. ―¿De qué hay que estar celosos, cariño? Tienes todo lo necesario, y la mayoría de las cosas que deseas. Estamos viviendo el sueño Americano. Sé que la mentalidad de la mayoría de las familias Mexicanas del lado sur de Fairfield es: trabajar como unos perros, enviar dinero a sus familiares en México, y no tienen grandes expectativas, porque nunca se reúnen. La mayoría de los chicos mexicanos del lado sur de Fairfield no esperan ir a la universidad. Después de la secundaria esperan ayudar a sus padres a mantener a la familia, y proteger lo que ellos llaman el barrio. Esa no es nuestra mentalidad. ―Lo sé. ―Quiero decirle lo que me ha estado molestando en los dos últimos meses, desde que estuve con Luis en el bote de Derek―. Quiero que me platiques acerca de tu infancia, papá. Ahora no, pero cuando tú y mamá están listos. Es realmente es importante para mí. Ser mexicana es importante para mí. ―¿Tiene esto algo que ver con que pasaras tanto tiempo con Luis? ―Tal vez. Nos separamos, y echo de menos a su familia y estar rodeada de gente que mostrara ser mexicano como si fuera una insignia de honor. Sé que es estúpido, pero me gustaba mucho eso. ―También extraño a Luis tanto, que me duele por él y he llorado antes de dormir todas las noches desde su cumpleaños. ―Si lo que quieres es ir a México, voy a hablar con tu madre. No tenemos planes para este verano, mientras vayas a la universidad en el otoño. ―Me da palmaditas en la rodilla―. Creo que tienes razón. Tenemos que mirar hacia atrás y darnos cuenta que veces el pasado nos enseña a apreciar nuestro futuro. Es cierto. Tengo que volver a mi propio pasado, para que pueda sanar y mirar hacia el futuro. Marco es la clave. Dejo la habitación, y salgo a llamar a Marco. Como él no responde, le escribo un mensaje. Yo: ¿podemos hablar? Marco: No puedo. Estoy ayudando a Luis para que entre.

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Capítulo 43 Luis Chuy está de pie delante de mí, en el centro de un círculo de unos quince chicos. Mi primo Enrique no está aquí, pero está Marco. Y un par de otros chicos de la escuela. También estoy rodeado de algunos de los chicos que estaban cuando Alex estaba en los Blood. ―Esto es lo que va a suceder, Luis ―explica Chuy―. Mis batos y yo vamos a llevarte a la habitación de atrás y patear hasta la mierda por trece segundos. Cuando termina, estás dentro. ―¿Puedo defenderme? ―pregunto. ―No. Si tan siquiera lo intentas nuestros golpes serán más fuertes ―dice, sin perder un segundo―. Esto es para romperte antes de construirte de nuevo más grande, más fuerte y más resistente. Como un semental, ese. Cuando hayamos terminado, eres un Latino Blood. ―Terminemos con esto. ―Maldita sea, “eres” como Héctor. Ese loco hijo de puta era tan impaciente como tú ―dice Chuy. Todos ellos me llevan a una habitación sin ventanas. Noto manchas de sangre seca en el suelo. Debería estar asustado, pero no lo estoy. Marco llama mi atención. Él está emocionado, como si mi ingreso elevara su posición en los Blood. Algunos de las OGs están detrás de mí, probablemente asegurándose de que no me ponga nervioso a última hora y escape. ―¿Estás listo? ―pregunta Chuy. Asiento con la cabeza. Una profunda rabia hierve dentro de mí, desesperada por ser desatada. No sé cuánto tiempo más podré detenerla. Chuy agarra mi mentón, sus dedos enterrándose en mi piel. ―Tu cara me recuerda a Alex ―dice―. Disfruté llevándolo sobre sus rodillas cuando se salió. Qué dulce venganza va a ser esto.

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Me quito fuera de su alcance, pero al segundo que estoy libre el duro puño como de hierro de Chuy vuela hacia mi cara. Él debe tener un anillo, porque algo afilado me corta la mejilla. ―Uno ―dice, regodeándose con el daño evidente. ―Dos ―le oigo decir. El resto de los chicos empiezan a cerrarse. Rápidamente protejo mi cara con las manos y los brazos. Es difícil mantenerlas arriba cuando, golpe tras golpe, mi cuerpo duele y quiere encogerse en la tierra. ―Tres. Un golpe a mi lado me da ganas de gritar, pero no lo hago. Lo contengo. Puedo manejar cualquier cosa, incluso esto. Quiero luchar, pero las palabras de Chuy están en mi mente. “Nuestros golpes serán más difíciles”. ―Cuatro. Marco me marca la mandíbula cuando muevo las manos por una fracción de segundo. Saboreo la sangre, pero no tengo tiempo para pensar en ello mientras lucho por mantenerme en pie. Estoy esperando escuchar el número trece. Habrá terminado a los trece. ―Cinco. Uno de los chicos me golpea fuerte la parte de atrás de la rodilla. Tropiezo hasta el suelo. Ahora estoy sobre mis manos y rodillas. Estoy tratando de levantarme, pero no puedo. Me patearon duro en el estómago. ―Seis. Me las arreglo para ponerme de pie. Cada golpe alimenta el fuego inquieto en mi interior. Puedo manejar esto. Puedo manejar cualquier cosa. ―Siete. Tengo las manos cubriendo mi cabeza de nuevo, pero no creo que haga algún bien. Una patada a mi espalda me hace estremecer. Estoy perdiendo energía rápidamente. ―Ocho. Bloquéalo, Luis. Bloquea el dolor y piensa en otra cosa. Piensa en Nikki, la chica que te robó el corazón y huyó con él. ―Nueve.

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Estos chicos pelean como profesionales, sin embargo. Luchan tan duro y brusco como Alex y Carlos. Si Nikki estuviera aquí, ¿le importaría que esté siendo golpeado? ―Diez. Creo que está casi hecho. No lo sé. Estoy tratando de mantenerme fuerte, pero los constantes golpes y patadas están amenazando con romperme, tal y como Chuy advirtió. Mi cuerpo ha sido golpeado muy duro, creo que uno de estos chicos o debe usar zapatos con puntera de acero o ha sido especialmente entrenado para patear. No. No los dejaré ganar. Yo estoy a cargo de mi destino, no ellos. ―Once. Por favor deja que esto se acabe pronto. Siento mi cuerpo sin fuerzas, y no puedo contener mi rabia por más tiempo. No oigo el número doce. Chuy ha dejado de contar. El bastardo está de pie, solo prolongando la paliza. El hecho de que con cada golpe estoy entrando en LB y saliendo de la vida de Nikki para siempre es demasiado para soportar. A la mierda este juego de Chuy. Empiezo a lanzar golpes, listo para derribar a cualquiera que se atreva a acercarse a mí. ―Mierda ―oigo a alguien gritar después de darle un puñetazo. Tiro abajo a dos más, mientras que algunos OG están tratando de aferrarme a la tierra. Chuy está de pie a un lado, disfrutando de esto. Tiene una sonrisa arrogante en su cara que necesita ser borrada, ahora. Tumbo a dos chicos más, me retuerzo del agarre de los OG y voy tras Chuy. Ahora no quiero nada más que desatar mi ira sobre él. Intenta golpearme, pero soy más rápido. Mi puño se conecta con un lado de su mandíbula. Él vuela hacia atrás, y me da una breve satisfacción mientras cuatro de los OG agarran mis manos y las retuercen detrás de mi espalda. Chuy está sangrando a un lado de su boca. No se molesta en limpiarlo… sino que lo lame como un vampiro chupasangre. Podría no salir de esto con vida, pero en este momento me importa una mierda.

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―Tenemos una pequeña falta de comunicación, pequeña mierda. Parece que piensas que está manejando este espectáculo. Tal vez olvidaste que yo soy el jefe aquí. No tú. ¿Crees que podrías reemplazarme? ―Si ―murmuro. Me da un puñetazo en el estómago y me doblo, pero los chicos sosteniendo mis brazos como un maldito tornillo de banco me enderezan de nuevo. ―Respuesta incorrecta. Te preguntaré de nuevo. ¿Crees que podrías reemplazarme? Tomo una profunda respiración, obligándome a ignorar el dolor agudo que está en mi cuerpo, y miro hacia arriba. ―Si ―le digo. Él golpea mi cara, esta vez más fuerte, si eso fuera posible. Mi cabeza da vueltas en dolor. ―Respuesta incorrecta. Te preguntaré de nuevo. ¿Crees que podrías reemplazarme? Trato de abrir más los ojos, pero no puedo. Hago lo mejor que puedo, sin embargo, a través de la bruma. ―Sí. Me da un puñetazo en el estómago de nuevo. Él podría haber roto una costilla, porque sentí algo crujir. ―Respuesta incorrecta. Te preguntaré de nuevo. ¿Crees que podrías reemplazarme? Está hecho. Perdí a Nikki. Perdí la NASA. He perdido a todos los demás. Lo único que me queda es el legado de mi padre como un tipo duro que nunca se echó atrás hasta que estuvo muerto y enterrado. Me aferraré a ese legado por el mayor tiempo que pueda. ―Sí. ―Delgado, consígueme una máquina de afeitar ―ordena Chuy―. Y un destornillador… uno afilado. ―¿Por qué? ―pregunta Marco. ―Sólo hazlo, estúpido pequeño coño. Si no quieres terminar como este pendejo, hazlo. El siguiente golpe de Chuy a mi cabeza es lo último que recuerdo antes de perder el conocimiento. Cuando vuelvo en sí, estoy tirado en el piso de cemento.

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―¡Felicitaciones! ―Chuy dice mientras se agacha junto a mí. Veo los anillos de oro en sus dedos―. Ahora eres uno de nosotros. Sólo quiero recostarme aquí en el suelo y dormir hasta que mi cuerpo deje de gritar de dolor.

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Capítulo 44 Nikki Marco finalmente responde mi llamada después de una hora de estar tratando de encontrarlo. ―¿Dónde está Luis? ―le pregunto. ―Lo dejé en su casa hace unos minutos ―se hace eco en la voz de Marco a través del receptor. Él se ríe burlándose de mí―. Está en mal estado, pero va a sobrevivir. Él es un hijo de puta duro. No sabía que iba a luchar tanto, pero Chuy le arrodilló. Mi corazón se cierra de golpe en el pecho. ―Podías haberlo detenido. ―Estás delirando. Luis quería… él se lo buscó. Debes sacar la cabeza de tu culo y ver la realidad, Nik. No tienes más dominio sobre él. La LB lo tiene. ―¿Por qué eligió a la LB sobre mí, Marco? Dime la verdad. ―El dinero, el estatus, la fraternidad. Tú y yo nunca hubiéramos durado, y yo lo sabía. Tú fuiste una distracción temporal para mis metas. Una distracción temporal. La verdad definitivamente duele, pero es un dolor sordo en lugar de dolor real. Estoy por encima de él, sobre nosotros, sobre lo que ocurrió como resultado de nuestra relación. ―Yo estaba embarazada el día que nos separamos ―le digo, observando la foto de Luis y yo bailando en la boda de Alex y Brittany, todavía en mi pared. De alguna manera ver la sonrisa tonta de Luis mientras trataba de hacerme sonreír me da esperanza y fuerza para salir de esta conversación―. Llevo la culpa por no decirte desde hace más de dos años. Tuve un aborto involuntario, y nuestra separación, combinada con la pérdida de nuestro hijo me ha tenido mal mucho tiempo. dejé de hablar y esperé su reacción. No sé lo que quise decir, o lo que yo esperaba que él dijera. ―¿Cómo sé que el bebé era mío? ―dice en un tono arrogante.

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Él sabía que era el primero y era suya. No había nadie más. Su pregunta es tan insultante que no merece una respuesta. Le cuelgo, y luego llamo a Kendall. ―Luis se metió anoche en la Sangre Latina ―le digo―. Voy a su casa para asegurarse de que está bien. ―Voy contigo ―dice. Oigo la voz apagada de Derek y como ella le dice lo que está pasando―. Derek también viene. Vamos a estar en tu casa en cinco minutos. ―Date prisa ―le digo. Llamo a la puerta de entrada de Luis, pero no hay respuesta. La puerta está ligeramente abierta, así que entro. ―Luis? ―le llamo. Nadie responde. Voy a su habitación, sabiendo que él está aquí… siento su presencia en algún lugar de la casa. ―Voy a ver las habitaciones ―dice Derek―. Ustedes dos permanezcan cerca de la puerta principal. Si necesitan salir de aquí rápido, sólo se tiene que ir. Derek se abre la puerta del dormitorio de Luis. Aprieto el brazo de Kendall, tengo miedo de lo que va a encontrar… en todo caso. ―¿Qué diablos te pasó, amigo? ―le pregunta Derek. ―¿Por qué estás aquí? ―escucho la respuesta de Luis. ―Él está aquí ―le susurro a Kendall. ―Nikki quería asegurarse de que estabas bien. ―Derek me hace señas―. Yo, eh, estoy disponible por si necesitas algo… como un hospital. Suspiro cuando veo a Luis sentado en su cama con la espalda contra la pared. Su cabeza está apoyada en las manos. Tiene sangre en la cara. Su cabeza rapada, y su camisa ensangrentada está completamente hecha pedazos en el suelo. Granny está sentada junto a él, la cabeza sobre su muslo. Ella sabe que está sufriendo. Voy corriendo hacia él, tengo miedo de tocar su rostro por temor a hacerle daño. ―¿Qué te hicieron? ―le pregunto en voz baja, tratando de contener la oleada de emoción que amenaza con salir corriendo de mí. Tengo que ser fuerte para Luis. ―Vete ―se queja.

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―No me iré mientras estés así ―le susurro. ―Yo no te necesito aquí, y desde luego no quiero que estés aquí. Ya hemos terminado, ¿recuerdas? Yo no soy un caso de caridad. ―Bueno, pareces a uno ahora mismo. Abandona el ego y deja que te ayude. Te afeitaste tu hermoso cabello. ¿Te lo mantendrás corto, lo hiciste como gesto de sumisión y aceptaste afeitarlo? O no fue de manera amable. Tienes cortes por todo el cuero cabelludo. ―Me afeitaron la cabeza. No me había dado cuenta antes, pero su pelo en punta era un símbolo de su inocencia y su individualidad. Ahora parece tan lejano… La Latino Blood. Le Levanto la barbilla para obligarlo a que me mire. Cuando lo hace, casi me quita la respiración. Sus labios se rompieron arriba, sus ojos están medio cerrados porque los párpados están hinchados… y tiene cortes sangrando, una desagradable mezcla con contusiones en la cara, espalda y pecho. Cuando miro sus ojos, tienen un hueco vacío para ellos. Me da miedo. ¿Vas a cambiar y ser como Marco? ―¿Qué parte de “Aléjate de mí” no entiendes? ―pregunta. Cuando saca la cabeza de entre las manos, veo las letras L y B que le hicieron en el bíceps. ―Necesitas ir a un hospital ―le digo. ―No puedo. Me van a preguntar qué pasó. ―Él me mira―. Estoy obligado a un código de silencio. ¿Sabes lo que necesito, Nik? Drogas. Las ilegales. Muchas de ellas, en realidad. Y asegurarme de que sean suficientes para no salir de ellas por un tiempo. ―Para de decir estupideces. ―Me siento en la cama y lo miro largo y duro―. Esto es lo que va a pasar. Vas a dejar que te limpie y después me puedes decir que salga. ―¿No me oyes? A menos que tengas medicamentos para el dolor, yo no te quiero junto a mí. ―Es una lástima. Kendall y Derek me ayudan con algunas toallas de papel mojado con agua oxigenada. Me arrodillo frente a Luis y coloco suavemente una de las toallas de papel junto a un corte de la ceja. ―¿Qué pasó con el chico que dijo que me amaba? ―pregunto. ―Murió ―dice secamente.

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―Quería alejarte ―le digo―. Es mi mecanismo de defensa. ―Felicitaciones, Nikki ―dice―. Tú ganaste. Él mueve la cabeza lejos de mí, pero puedo hacer que me dé la cara mientras limpio su barbilla y un feo corte en la mejilla. Cuando me muevo para limpiar la herida en su bíceps, las marcas de la piel que le sacaron, que le dejará una cicatriz permanente, me mira. Sujeta mi muñeca con sus fuertes dedos y las toallas de mi mano, que está a punto de limpiar la sangre que todavía sale de la herida. ―No me ayudas ―dice―. Necesito que te vayas. ―¿Por qué? Teníamos una conexión, Luis. Quiero olvidarlo pero no puedo. Sus ojos inquietos me atraviesan. ―No te mientas a ti misma pensando que lo que teníamos era diferente de lo que tuviste con Marco. ―Yo no creo eso ―digo, sacudiendo la cabeza―. Tal vez no tengamos la oportunidad de un futuro, pero sé que desde el fondo de mi corazón que lo que tenemos va mucho más allá de todo lo que había con Marco. ―Estás equivocada. ―Agarra fuerte mi puño, deteniéndome de tocarlo―. Yo, Derek ―grita. Derek asoma la cabeza por la puerta. ―¿Sí? ―Sácala de aquí, antes de que haga algo ―estúpido. Derek me toca el hombro. ―Nik… tienes que dejarlo. Me trago el nudo de baloncesto de tamaño en la garganta. ―Te amo, Luis. Luis aprieta los ojos cerrados. ―Derek… ¡Sácala! Me alejo de él y tomo una respiración profunda. No puedo llegar a él. Se ha ido al otro lado, lejos de mí.

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Capítulo 45 Luis Menos de una hora después de que Nikki y los demás salieran de mi casa, recibo una visita sorpresa de Alex y Carlos. Obviamente, el rumor de mi asalto se extendió, porque no parecen sorprendidos al verme tan golpeado. ―Ve a ducharte, dice Alex, pasándome una toalla. Estás muy sucio. ―No tardes, dice Carlos, tocándome en la pierna Porque la cena estará lista en cuarenta y cinco minutos. Él coge a Granny, que no ha dejado mi lado. ―No quiero cenar, le digo. Y deja a mi perro. ―Querrás cenar cuando sepas lo que voy a preparar. Miro de reojo a mis hermanos. Espero que me manden a la mierda, pero no lo hacen. Solo están… aquí. ―Tu perro está deprimido, igual que tú, dice Carlos mientras deja a Granny en el suelo. Me doy una ducha y dejo que el agua caliente limpie la sangre seca en mi piel, pero no borrará el hecho de que soy un Latino Blood de pleno derecho. O el hecho de que he alejado de mí a Nikki para siempre, lo que me hiere mucho más que el que Chuy me tatúe las letras LB en mi piel con un destornillador. La he perdido. Quizá sea lo mejor. Habría terminado decepcionándola, y no quiero herirla más de lo que ya lo he hecho. Cuando salgo del baño, mis hermanos están sentados en la mesa de la cocina. Están hablando en voz baja, obviamente discutiendo sobre cómo van a tratar conmigo. Como no me uno a ellos, traen sus platos a mi cuarto y se apoyan contra la pared, mientras comen. El olor de la carne y las especias me hace la boca agua, pero no quiero enfrentarles en este momento… ni comer con ellos. ―¿Qué estáis haciendo? ―pregunto.

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Alex y Carlos se echan un vistazo el uno al otro y tragan encogiéndose de hombros. ―Comer, hermanito, dice Alex. ¿Qué parece que estamos haciendo? Señalo la puerta de mi habitación. ―Tenemos una cocina, y lo sabéis. Id a comer allí. ―Yo estoy bien, dice Carlos. ¿Y tú, Alex? Alex está masticando un bocado de carne guisada que los dos sabemos es mi favorito. ―Yo estoy bien, también, dice mientras engulle un trozo de carne guisada y gime de placer como si estuviera en el paraíso de los estofados. Después de la cena, Carlos se acuesta en un colchón de repuesto en el suelo de mi habitación. ―¿No te alojas en el hotel con Kiara?, le pregunto. ―Esta noche no. Ni mañana. Tu jodido plan ha resultado. ―No me culpes a mí, le digo. Vete al hotel. Quiero que lo hagas. Cuando me levanto para ir al baño consiguiendo que me duelan todos los huesos, me doy cuenta de que Alex ha acampado en el sofá del salón. ―Vete a casa con tu mujer y tu hijo, le digo. ―Me quedaré aquí toda la semana. Mamá se queda con Brit y Paco, por si te lo preguntas. ―No necesito que Carlos y tú seáis mis niñeras. Estoy bien. Una vez que tome un montón de Tylenol, estaré bien. Sonríe mientras revisa mi aspecto. ―Sí, es cierto. Te ves muy bien, hermanito. Vete a la cama y deja que tu cuerpo comience a repararse a sí mismo. ―¿Cuándo comienza la conferencia? ―pregunto. No soy tan estúpido como para pensar que Alex y Carlos no me vayan a mandar a la mierda. ―No voy a ir a clase, dice Alex. ―Yo tampoco, dice Carlos. ―¿Os dais cuenta de que soy un LB, verdad?

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Lo digo sólo para asegurarse de que todos estamos en la misma página. ―Hoy no pondré mala cara. Me lo saltaré. ―Repites lo obvio, hermano, dice Carlos en tono aburrido. Alex coge el control remoto y ve la televisión. Están fingiendo que no les importa lo más mínimo que sea parte de los Latino Blood, pero no soy idiota. Están jugando conmigo. ¿Pero por qué? ―Así que… ¿estáis bien con eso?, pregunto. ―Yo no diría tanto, dice Alex. Pero lo estaremos. ―Y vamos a darte tiempo para que salgas de eso, dice Carlos. Sostengo mis magulladas costillas mientras voy cojeando a mi habitación. ―Vamos, Granny, digo. Mi perro restriega la cabeza contra la pared y quiero decirle que siento su dolor, literalmente. ―Ah, y por cierto, grita Alex desde la sala de estar. Enrique te da una semana de vacaciones. Lentamente me meto en la cama, tratando de ignorar el dolor. No podría trabajar, ni aunque quisiera. ―Ah, una cosa más, dice Alex en voz alta. La profesora de química será tu tutor esta semana mientras te recuperas. Vas a la escuela pareciendo como si Aguirre fuera a llamar a la policía. ―Por favor, dime que estás bromeando sobre que Peterson vendrá aquí. ―No es broma, hermanito. Parece que ella está realmente mirando hacia delante, dice Alex.

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Capítulo 46 Nikki Luis no ha vuelto a la escuela en toda la semana. Llamé a Brittany, quien me dijo que Alex y Carlos se están haciendo cargo de él. Alex dice que la cicatrización será rápida. Kendall, Derek, y Hunter me invitaron a jugar al golf en Brickstone. No quiero ir, pero tengo que conseguir alejar a Luis de mi mente. No puedo decir cuántas veces he estado tentada a ir a la casa de Luis. Seis veces me metí en mi coche y empecé a manejar, pero me detenía siempre antes de cruzar las vías del tren hacia el lado sur. ―Me alegra que hayas venido ―me dice Hunter cuando ve que estoy acomodando mis palos de golf en el carrito. Le sonrió levemente. ―A mí también. ―Y a mí ―dice Derek, y luego le da un codazo Kendall. ―Por supuesto ―dice ella, aunque es menos entusiasta. En el octavo hoyo, mientras que Derek era el entrenador de Kendall que le decía la manera de hacer un tiro errado para conseguir sacar la pelota de la trampa de arena, Hunter se sienta a mi lado en el carrito de golf. ―Vas de regreso a casa conmigo ―me dice. ―¿Eso fue una pregunta o una afirmación? ―pregunto. ―Teniendo en cuenta que no quiero contemplar la posibilidad de escuchar un no, yo diría que fue una afirmación. ―Él pone su brazo alrededor mío―. Tú sabes que yo siempre he deseado tener una cita contigo. ―Mentiroso. Lo que quieres es añadirme a tu estante de trofeos. ―Cierto. Así que, ¿qué tal si lo hacemos?

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Echo un vistazo hacia sus zapatos verdes de golf personalizados con diseños de oro brillante en la parte superior. Con sus iniciales grabadas en oro. Luis no sería encontrado muerto con ellos. ―No puedo ir a casa contigo, Hunter. ―¿A causa de mis zapatos? ―No. Es porque estoy enamorada de alguien más. ―¿Él lo sabe? ―Sí. Pero él no me cree. Cuando Marco y yo nos separamos, y lo vi con Mariana, no luché por él. Me di por vencida y dejé que LB ganara. Con Luis es diferente. Me doy cuenta de que no voy a darme por vencida con nosotros, y voy a luchar para que regrese a mí. Lo amo más allá que a mi corazón… Lo amo con todas las partes de mi alma como si fuera una parte de la mía. Y ya es hora de que él se entere.

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Capítulo 47 Luis Mientras Alex está fuera y Carlos está viendo televisión, me escapo por la ventana de mi habitación con mi mochila y me dirijo al banco con la llave de la caja de seguridad. Sé que es mucho esperar que esté de vuelta antes de que se den cuenta que me fui. Tengo que saber que hay en el banco, así puedo decidir qué hacer. Me escabullo por los callejones de atrás para asegurarme de no ser seguido. En el banco, les doy mi identificación y firmo un papel declarando que soy el dueño de la caja. Después, soy dirigido a una cámara de seguridad. Los empleados del banco me dejan en la cámara solo mientras abro la caja y examino el contenido. Montones de billetes de cien dólares me miran. Apuesto que hay al menos diez o quince mil dólares aquí. Mi corazón empieza a latir. No miro hacia arriba por el miedo de que haya una cámara de video viendo cada movimiento mío. Ver tanto dinero me hace nervioso. ¿Para qué se supone que debe ser usado? ¿Por qué Héctor puso mi nombre en la caja en primer lugar? No sé si alguna vez tendré las respuestas. También un papel con un montón de números en él y debajo las letras CODIGODESILENCIO, todo en mayúscula, sin espacios. Debajo del dinero hay otro pedazo de papel, en relieve y estampado como original. Mi certificado de nacimiento. Luis Salvatore Martínez Fuentes. Miro a los dos últimos apellido… mi’amá reconoció a Héctor como mi padre en mi certificado de nacimiento. Ella me dio su apellido, pero nunca me dijo. En el final del certificado, donde dice padre, Héctor Martínez está listado y el bastardo firmó el documento. A pesar de todo, no me siento como Martínez. No es parte de mí, y no lo adoptaré como mío. Anoto los números en mi palma con un bolígrafo, doblo el certificado de nacimiento en mi bolsillo, luego pongo la caja de vuelta en su lugar. Pongo mis ojos en el dinero, he tratado de convencerme a mí mismo de tomarlo, es mío, ¿no? Mi’amá lo necesitaba, Alex lo necesita… puede ayudar a Carlos y Kiara a empezar sus vidas juntos.

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¿Pero qué si el dinero es de Blood, o dinero de drogas? Soy un Latino Blood con una jodida conciencia. No es una buena combinación. Rápidamente lleno mi mochila con el dinero, luego tomo el autobús a la biblioteca local, esperando no estar siendo seguido. Si Chuck sabe que fui al banco, entonces sabrá que he visto lo que hay en la caja. ¿Está él esperando simplemente que yo le dé el dinero y los números en el papel? Si no lo hago, ¿me matará? Si se los doy, ¿para qué me necesita él entonces? La mejor apuesta es que estaré ahumado de cualquier manera. Si Nikki y yo estamos juntos, estará en peligro. Estoy agradecido de terminar con ella, aunque me está matando por dentro. No les puedo decir a Alex y a Carlos lo que está pasando. Ellos ya están involucrados en más de lo que deberían estar. Juro que ellos no me dejarían fuera de vista por un minuto desde que volviera a casa. Si Carlos se involucraba, y algo iba mal y lo arrestarían, él de manera deshonrosa sería despedido del ejército. Alex podía perder su beca, su familia… si él está en la cárcel, se perdería el nacimiento de su segundo hijo. Nunca dejaría que ninguno de ellos se involucra. Podría ser un Martínez, pero me seguía sintiendo como un Fuentes. Miré hacia atrás y me di cuenta que estaba siendo seguido por un Cámara negro. El chico manejando lucía sospechosamente como el pendejo que había abierto la puerta en esa casa a la que Marco y yo fuimos en el territorio de F5 para recoger los cinco grandes. Afortunadamente conocía Fairfiel como la palma de mi mano. Caminé hacia la estación de policía, la cual estaba justo detrás de la biblioteca. Caminé dentro del vestíbulo de la estación y esperé mientras el coche pasaba, luego fui detrás de la estación y me dirigí a la puerta trasera de la biblioteca. Una vez dentro, me inscribí para una hora de uso de computadora. Busqué en Google los números que había encontrado en la caja de depósito, pero nada resultó. ¿Qué podía hacer Héctor con éstos números? Probablemente no era un número telefónico, pero el número empezaba con doble cero. Deduje que era una clase de código, o una contraseña, o el número de una cuenta. Una cuenta de banco, tal vez. ¿Pero cuál banco? Había probablemente miles de bancos. ¿Cómo demonios se suponía que iba a descubrirlo? O tal vez no era cuenta bancaria, y los números no significaban una mierda. Esto no sirve. Mi hora se terminó y sigo sin tener idea de lo que estos números significan. Miro detrás de mí y veo a alguien más esperando para usar la computadora. Demonios. Necesitaba más tiempo.

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En casa, me escabullo de nuevo por la ventana cuando vi a Reyes fumando un cigarrillo hacia mí. Claro como cuando un día vi un tatuaje entre sus hombros. F5. ¿Reyes es un pandillero haciéndose pasar por policía? Mierda ¿Qué ha estado haciendo, espiándome como los otros? ¿Todo estaba planeado? Chuy dijo que él había estado viéndome, incluso cuando estuve en Colorado. ¿Podía estar secretamente Chuy jodiéndome? Estoy tan jodidamente confundido que se siente como si la cabeza estuviera a punto de explotar. No queriendo que Reyes me viera, me escabullí por la parte principal de la casa. Cuando camino por la puerta, Peterson está sentada en la cocina mirándome por encima de sus gafas. ―¿No se supone que ya debería haber dado a luz? ―le pregunté. Ella tocó su protuberante estómago. ―Cualquier día de estos. Estoy en licencia por maternidad, así que tendrás un descanso de mí por algunos meses. No estés muy deprimido por eso. ―No lo estoy. ―Casi te pierdes nuestra sesión de tutoría. ―dijo ella, luego miró su reloj. Considerando que mis probabilidades de sobrevivir en la próxima semana son escasas, ella no parece perder el tiempo. ―Escuche, Sra. P, sé que mis hermanos la coaccionaron para que esté aquí, pero es una pérdida de su tiempo. ―No me daré por vencida contigo ―dijo golpeando la silla junto a ella. ―Yo lo haré. ―No me rendí con Alex, no me rendiré contigo. Alex tenía muchas razones para dejarlo todo pero no lo hizo. Alex nunca tuvo la conexión con LB que yo tengo. ―Muéstrame tu tarea de matemáticas. ―ordenó ella en una seria voz. ―No quiero ser irrespetuoso, Sra. P, pero apuesto que soy mejor en matemáticas que usted. ―Mis hermanos debieron encontrar mis textos y carpetas en mi habitación y “amablemente” los habían dejado en la mesa por mí. Saqué la hoja de matemáticas que había terminado en cinco segundos.

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―El Sr. Gasper me dio una nueva hoja de trabajo. Hice una copia de ella. Apuesto que puedo terminar la hoja más rápido que tú. ―¿Cuánto? Ella sacó su billetera, luego sacó un billete de cinco dólares de la parte superior. Atado a un lado de su billetera están sus cheques… con una fila de números abajo. Los dos primeros números son ceros. ―¿Qué son esos números? ―le pregunto, señalando la parte de abajo del cheque. ―El número de asignación de ruta bancario, y el número de la cuenta bancaria. ¿Por qué? Miro a mi palma con los números escritos en ella, y la adrenalina bombea por mis venas. Eso es. El número de asignación de ruta bancario, y el número de la cuenta bancaria. ―Ninguna razón. Nunca he tenido cheques. ―le dije. La Sra. P se tomó diez minutos para explicar cómo los cheques funcionaban, incluso sacó uno de su billetera y me hizo escribir uno. ―Firma tu nombre aquí ―dijo ella, señalando la esquina inferior derecha―. Esto es una habilidad de la vida que deberías aprender, Luis. ―Si tengo otras habilidades de vida ―le dije. ―Sí… bueno, no considero maldecir una habilidad. O pelear. ―Yo sí. Unas necesarias. Ella niega con su cabeza y suspira en frustración. ―Te daré esta importante información sobre cheques ―Escribió la palabra ANULADO en grandes llamativas letras en la parte de adelante del cheque en el que me había dicho que practicara―. Qué ésta sea la última vez que escribes tu nombre en el cheque te alguien más. Si lo haces, o falsificas el nombre de alguien más en el cheque, es un delito. Vas a la cárcel. Toma buenas decisiones, Luis. Concéntrate en matemáticas y ciencias y hazlo bien en la escuela. Eso te ayudará. Las peleas no. ―Puso la hoja de trabajo de Gasper frente a mí―. ¿Listo para el reto? Alcé el lápiz. ―Hagámoslo, Sra. P, pero tengo que tengo advertirla, soy un chico de números.

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―Bien ―dijo ella, acariciándome en la mano―. Esa es una habilidad que te servirá en la universidad, y cuanto estés arriba en el espacio. Es más como si terminaría en el cielo antes del cielo o el espacio.

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Capítulo 48 Nikki Le di a Derek una nota para que se la diera a Luis. Él me mandó un mensaje diciendo que se la entregaría. Ahora estoy esperando. Si él no quiere venir a mí, yo iré hacia él. Me debato sobre qué vestir, y ahora estoy en mi segunda propuesta. ¿Qué si él no recuerda este vestido, el que llevaba la primera noche que quede con él? ¿Y qué si no recuerda la habitación en la que estaba la primera vez que pusimos los ojos el uno en el otro? Pero eso no importa. Lo que importa es que Luis sabe que le quiero, y no estoy segura de que nosotros intentemos hacer este trabajo. Sé que es un Latino Blood, pero si él se da cuenta de que nosotros somos más fuertes que cualquier lazo que pueda tener con la pandilla, saldrá de allí. Tengo que creer que él realmente no quiere estar en los LB y encontrará la forma de salir de allí. Miro mi teléfono móvil. Luis no ha llamado, ni ha escrito, y son las nueve en punto. Le dije en mi carta que quedásemos aquí a las nueve. Cada segundo que pasa me pone más nerviosa sobre que él podría no aparecer, pero no pierdo la esperanza. Incluso a las nueve y cuarto cuando no hay ni rastro de él, sigo luchando con la idea de que podría venir. Me siento como en una película donde la chica está en el montículo del lanzador25, esperando por el chico. Cuando todo parece perdido el héroe llega corriendo entre la multitud y ellos viven felices para siempre. Luis es mi héroe, incluso si él no lo sabe todavía. Él lo sabrá está noche… si aparece. Miro mi reloj por centésima vez. Nueve y media. Cuando llamé a la casa privada donde Brittany y Alex se casaron, la chica de recepción me dijo que tendría que llamar a la oficina del encargado para preguntar sobre el alquiler del día. Para mi sorpresa, Hunter contestó él teléfono. Al final, su familia es la propietaria y él me dijo que la casa estaría vacía durante dos días, así que podría usarla libremente.

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Es el montículo de arena en el cual el lanzador se para, para tirar la pelota en el béisbol.

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Cuando le dije que podría cambiar de opinión sobre dejármela usar el sitio por qué iba a estar con otro chico, todo lo que me dijo fue: ―Chico afortunado. Espero que valga la pena. ―Lo hace. ―Le digo. A las diez. Estoy perdiendo la esperanza. Saco la llave de mi bolso, lista para cerrar el sitio, cuando la puerta se abre. Luis está en la puerta. ―Hey ―dice él. ―Hey. ―Derek me dio tu nota. Siento llegar tarde. He tenido un pequeño incidente con mi perro. ―¿Que le ha pasado a Granny? ―Ella desapareció, pero la encontré. ¿Por qué me has hecho venir? ―Tú no has estado en el colegio. ―Camino más cerca de él―, te echaba de menos. ―Estás vistiendo el mismo vestido que tenías cuando nos conocimos. ―Lo recuerdas. ―¿Cómo podría olvidarlo? Parecías un ángel caído del cielo. ―Quiero ser tu ángel, Luis. ―Nosotros no podemos hacerlo ―él mira alrededor de la habitación―. Me echaste esa noche de tu casa… tenías razón. ―No. Yo estaba asustada, Luis. Al segundo de poner mis ojos en ti, sabía que eras peligroso… por qué siento una conexión. ―Es lo mismo que sentías con Marco ―dice él con un tono triste es su voz. ―No. muy diferente, muy muy diferente. Tú eres un genio en clase de química, Luis. Explica la electricidad en la habitación ahora. Esta entre nosotros… y ni tú puedes controlarla. ―Es lujuria.

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―Creo que también hay algo de eso. Sígueme ―digo, entonces le paso y voy a la pista de baile exterior. ―Eras una bailarina malísima por ese entonces ―dice él, mirándome mientras pongo música que sale de los altavoces de mi ipod portátil. Sonrío tímidamente. ―Sigo siendo una bailarina malísima. ―Yo no soy lo que tú crees o lo que yo creía que era. Descubrí que mi padre era Héctor Martínez, el cabecilla de los Latino Blood. Voy a seguir sus pasos. Estoy sorprendida, pero ahora soy más comprensiva. ―¿Por qué sigues sus pasos? ―Por qué tengo que hacerlo, Nik. Es mi legado. Yo nací como un Latino Blood ―dice él―. Y moriré como uno. ―No esta noche, esta noche no lo eres ―cojo sus brazos y los coloco alrededor de mí, mientras seguimos la música. Yo coloco mis brazos alrededor de su cuello mientras una canción lenta sale de los altavoces―. Te quiero Luis… incondicionalmente. ―Nik, no lo hagas ―dice él en un susurro. Tiro de él más cerca. ―No me voy a echar hacia atrás. Luis, dime que me quieres. ―Nunca he parado de quererte, mi chava. ―Escucho que dice bajo su respiración―. Pero no puedo enredarte conmigo. No puede pasar nada entre nosotros, porque sabes que te dejaré. Cojo su mano y le arrastro hasta la playa, dentro de una de las muchas estaciones abandonadas de los guardacostas. Encendiendo las velas en recipientes de cristal alrededor del reducido espacio que dejé hace una hora. Él de pie contra la pared, observa cada uno de mis movimientos. ―La última vez que estuvimos solos juntos me eche atrás ―le digo ―Lo sé. Tú no confiabas en mí, lo que es un movimiento inteligente. Dijiste que no me querías. ―Mentí ―muevo los dedos suavemente sobre su cabeza rapada y él cierra los ojos―. Pareces tan duro. ―No me siento duro. ―Él abre los ojos. Ellos relucen con cada brillo de los candelabros golpeándoles. Tiene unos ojos tan hermosos, tan hipnotizantes que penetran mi alma―. No deberías amarme. No me lo merezco.

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Sujeto su cara entre mis manos. ―Luis, admiro el hecho de que sepas lo quieres, y que luches por ello aunque todo este en tu contra, Has hecho que me sienta orgullosa de mi herencia mexicana, y te respeto por lo inteligente que eres y que me alejes para protegerme de los Latino Blood. Creo que eres adorable cuando miras al cielo y lo admitas y que quieras subir alto y explorarlo. Te quiero porque eres la única persona con la que quiero hacer el amor sin condiciones… y me encanta que me necesites. ―Te necesito, Nik. Pero no te merezco. ―Solo saber que él está aquí conmigo es suficiente para mí. ―Nosotros nos merecemos el uno al otro Luis… y te necesito tanto como tú a mí. Sujétame. ―Él se acerca aún más, pero vacilando ―Si lo hago mi chava, no puedo prometerte que sea capaz de dejarte ir después. ―Bien. Él envuelve sus brazos a mi alrededor y yo envuelvo los míos. Todo está en silencio, excepto por el sonido de nuestras respiraciones y el de las ligeras olas golpeando contra las olas, Nosotros nos mantenemos de pie, abrazados el uno al otro por lo que parece siempre. Así es como se supone tiene que ser. ―¿Quieres una lista de las razones por las que te quiero? ―me dice―. Escribí un poema para la clase de Inglés… lo llame tú y yo por siempre y siempre. ―Escuchar sus palabras me hace sonreír, y le digo que lo estoy sintiendo profundamente en mi estómago. ―Nosotros podemos hacerlo. ―Todo está en nuestra contra, Nik. ―¿Desde cuándo las malas circunstancias te alejan de tus objetivos? ―le digo, entonces tiro de su camiseta hacia arriba y beso sus abdominales. Sigo la línea de pelo desde su ombligo hasta la cinturilla de sus vaqueros. ―Bésame ―dice él, urgiéndome hasta que nosotros estamos cara a cara. Empezamos a hacerlo lentamente, pero tan pronto como él abre la boca y su lengua se desliza contra la mía, no hay barreras. Nuestros cuerpos el uno contra el otro y siento la dureza que tira de sus vaqueros. No me voy a echar atrás esta vez. No podría aunque quisiera… esto es demasiado intenso.

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―Tu piel es tan malditamente suave ―dice él mientras mete su mano bajo mi vestido y baja mis bragas hasta que le aparto de ellos. Le empujo contra la pared. ―Mantente justo aquí. No te muevas ―le ordeno, después bajo la cremallera de sus pantalones y fácilmente bajo sus boxer. ―Nik ―gruñe mientras le toco entero hasta que sé que está a punto de perder el control. ―Mmm… ―Voy a… ―Él no puede terminar el resto de la frase. ―Hazme el amor, Luis. ―Quiero hacerlo nena, pero no tengo condones. No puedo pensando que tú… ―Coloco un dedo sobre sus preciosos labios. ―Está bien. Estoy tomando la píldora. Estoy a salvo. ―Yo también… eso significa, ya sabes, que no tengo ninguna ets ―dice él. ―Estoy lista entonces, y no me voy a echar atrás esta vez. ¿Quieres esto tanto como yo? ―Más de lo que crees. ―Él patea sus pantalones y los boxer, después cubre el suelo con nuestra ropa antes de tumbarme en él―. ¿Realmente estás lista para esto? ―pregunta, su cara llena de vulnerabilidad y emoción. Asiento. ―Te quiero, mi chava ―murmura en mi oreja mientras nos movemos como si fuéramos uno―. Siempre te querré sin importar lo que pase ¿vale?―Él sacude el pelo fuera de mi cara. Sus intensos ojos, llenos de emoción clavados en los míos desesperados el uno por el otro. Él para. ―Si muero mañana, muévete. Prométeme que te moverás. ―Lágrimas invaden mis ojos. ―No dejaré que mueras, Luis. ―Prométemelo Nik. Por mí. Vamos, si me quieres… Él sabe que su vida está en grave peligro, Puedo sentir su tensión, su dolor… su pena. Intento hacer volver las lágrimas, pero ellas no paran. Me agarro a él, apretándole contra mi… sintiendo el amor que fluye entre nosotros… un lazo para siempre que desafía toda explicación.

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Después, nos tumbamos juntos y miramos a la luz de la luna la forma de las olas en la noche. No quiero dormir, pero estoy enroscada dentro de sus brazos y mis parpados se sienten pesados. ―Puedes cambiar tu destino Luis ―le digo antes de caer dormida―. Si alguien puede hacerlo, eres tú. No me despierto hasta que el sol brilla sobre las tablas de madera del muelle. Luis está escribiendo algo con la cera de la vela en la pared detrás de mí. Es un corazón con iniciales dentro: LF+NC. ―Hey ―digo. Él mira hacia mí y sonríe. ―Hey. ¿Has dormido bien? ―Realmente bien. Me gusta dormir en tus brazos. ―¿Tus padres saben que estás conmigo? ―sacudo la cabeza. ―No. ―Él suspira pesadamente. ―Ellos no quieren que estés con alguien como yo. Tienen razón, sabes. No soy inocente Nikki. Y tengo miedo de haberme metido demasiado profundo para salir. ―Se agacha hacia mí y gentilmente toca mi mejilla con sus dedos. ―Dios, como quería que anoche durase para siempre. Pero no puede ser. ―Me lo estás diciendo como si este fuese el fin. ―Podría ser. Hay envuelto un montón de dinero, y estoy en medio de todo. La gente muere por menos dinero. ―No voy a dejar que mueras ―le digo. Encontraré alguna forma de ayudarle. ―Desearía que fuese tan sencillo ―él aprieta sus ojos fuerte―. Me tengo que ir. No puedo demorarme más tiempo. Me coloco toda mi ropa y me pongo de pie. ―Voy contigo entonces. Nosotros estamos juntos en esto. ―Él sonríe.

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―No voy a dejarte hacerlo. Ya lo sabes. No te voy a poner en peligro. No puedo llamar a la poli, no puedo decírselo a mis hermanos… Estoy solo en esto. Lágrimas corren por mi cara y me lanzo a besas sus mejillas, sus parpados, sus calientes labios. ―Tengo fe completa en ti y te quiero sin importar qué pase. Recuerda eso ¿Vale? ―él asiente. ―Me haces creer en lo imposible. Nos sostenemos el uno al otro durante mucho tiempo, hasta que él me dice que se tiene que ir. Tan pronto como veo que se aleja conduciendo, sé que necesito hacer algo. Él puede creer que no puedo ayudarle, pero necesito intentarlo. Conduzco hasta la casa de Marco, esperando que sea lo suficientemente temprano para que él esté en casa. Abre la puerta, sorprendido de verme. ―¿Qué quieres? ―Necesito que ayudes a Luis. ―Chuy nos ordena a todos alejarnos del almacén cuando él queda con Luis. Eso significa normalmente que no quiere ser escuchado. No puedo hacer nada para cambiarlo. Le cojo de la camiseta cuando empieza a cerrarme la puerta. ―No puedes sentarte y dejar a Luis mientras está en peligro. ―Se sacude lejos de mi agarre. ―No está en mis manos, Nik. ―¿No vas a hacer nada para ayudarle? ―Valoro mi vida Nik. Y si voy en contra de Chuy, estoy muerto. Estoy jugando en ambos bandos, esperando a que alguien caiga. Si los F5 finalmente se levantan, estoy con ellos. Si Chuy está en lo alto, estoy con los LB. ―Yo le golpeo. ―No eres nada más que un cobarde. ¿Cómo puedes quedarte sin hacer nada sabiendo que la vida de tu amigo está en peligro? ―Es fácil. Sólo estoy pensando en una persona, nena. Yo.

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Capítulo 49 Luis No saqué a pasear a Granny la noche pasada. Se me había hecho tarde para encontrarme con Nikki porque estaba en casa de Derek. Después de que me había dado la carta de Nikki, le pregunté si podía utilizar el internet de su casa. Menos mal que mis hermanos no me preguntaron. Después de cuarenta y cinco minutos, tuve la respuesta que esperaba. Los números que escribí en mi mano y memoricé eran los datos bancarios y el número de cuenta. El banco, donde Héctor escondió el dinero, estaba en las Islas Caimán. Y después escribí la contraseña “CODEOFSILENCE”26 y la suma apareció en la pantalla, casi me caí de mi silla. Seis millones trescientos mil dólares. Tuve que actualizar un montón de veces la pantalla para estar seguro que estaba correcto. Y después miré el nombre de la cuenta sólo para asegurarme que lo había leído bien. Luis Salvatore Martínez Fuentes. Que le dé el dinero a Chuy o me niegue a hacerlo, mi vida está en peligro. Después de marcharme de casa de Derek, me fui a la de Nikki. No tuve la intención de hacer el amor con ella la noche anterior. Fui a su casa esperando poder convencerla de que la dejaba para siempre. Quise ser un capullo para que le fuera más fácil olvidarme y poder seguir adelante. Iba a decirle que estaba con Mariana, pero la mentira no podía salir de mi boca. Porque amaba a la chica. Esta mañana tuve la tentación de decirle que se escapara conmigo y nunca más mirar atrás. Pero no pude. Tuve que dejar a Nikki. Su madre piensa que no soy lo bastante bueno. No quiero demostrarle que está en su derecho. Me dirijo al almacén LB, listo para hacerle frente a Chuy. Quizás no sea el chico que Nikki se merece, pero estoy seguro como el infierno que no soy el chico que Chuy quiere que sea… No soy Héctor y nunca lo seré. 26

Code of silence: Código de silencio en español.

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Soy Lui Fuentes. Nikki tenía una fe absoluta en que yo podía solucionar este problema. Aún estoy escéptico, pero me imagino que mis probabilidades son mejores si corro el riesgo en confiar en la única persona que podría ser el enemigo. Saco mi móvil y marco el número del oficial Reyes. —Soy Reyes —contesta. Tomé una profunda respiración. —Soy Luis Fuentes. Sé que quieres trincar a Chuy Soto, y puedo ayudarte. Pero antes de hacerlo, necesito saber si quieres acabar con él porque eres un policía o porque eres de los Fremont 5. —¿De qué demonios estás hablando? —pregunta. La tensión en su voz llegó a través de la línea. —Reyes, sé que mi mama confía en ti. Pero vi tu tatuaje de F5, y tengo que saber si estás jugando con nosotros. ¿Eres sólo un policía encubierto para brindar información a tu equipo? —Luis, no estoy escondiendo nada a nadie. Fui un F5 en la escuela secundaria. Estuve en esta jodida mierda. —Hizo una pausa, su voz ahogándose con ira—. Hasta que mi mejor amigo fue asesinado por un adicto al crack en un callejón sucio en la ciudad, en un asunto de droga que salió mal. Su vida valía mucho más que el mejor día de paga en la banda. Ese día me prometí que encontraría una salida… y cuando lo conseguí, me hice policía para poder detener a que otros chicos cometieran los mismos errores que hicimos mi amigo y yo. Intenté derribar a Soto, pero él sabe cómo cubrir sus huellas. Ven a la estación y me puedes decir lo que sabes. No puedo estar seguro si me está diciendo la verdad, pero mi instinto me dice que debo confiar en el hombre. Su historia me cuadra. —No puedo ir a la estación porque algo se está cociendo ahora mismo —le digo—. Sólo graba la conversación que estoy a punto de tener y tendrás todos sus trapos sucios para encerrarle durante mucho tiempo. —No hagas nada estúpido —empieza a decir Reyes pero apago el sonido y meto el móvil en mi bolsillo trasero. Conseguí un petate lleno de dinero en efectivo. Nadie está haciendo guardias en la puerta del almacén, así que me pongo en marcha. —Ya era hora —dice Chuy—. Te estaba esperando. Te las arreglaste para deshacerte de mis chicos a noche. ¿Dónde estabas?

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—Si hubiera pensado que era alguno de tus negocios, no me habría deshecho de ellos. —Lo último que haría es dejar que Chuy o Marco sepan que estaba con Nikki. Los Blood y Nikki son dos partes separadas de mi vida, y haré todo lo que esté en mi poder para que siga así. —Eres un listillo —dijo Chuy—. Y no has demostrado que eres de confianza. —Hizo un movimiento hacía el petate—. ¿O sí que lo eres? Le lancé el petate. Mientras bajaba la cremallera de la parte superior y cavaba dentro, mis hermanos irrumpieron dentro de la habitación como si fueran un equipo de SWAT27. Alex y Carlos estaban aquí, listos para luchar. No era una buena idea. Lo tenía todo arreglado, y tenerlos aquí era fastidiarlo todo. Si lo estropeamos o las balas empiezan a volar, necesito a mis hermanos fuera de aquí. —Bien, bien… es una reunión de la familia Fuentes —dice Chuy—. Muy amable por su parte reunirse con nosotros. No, no lo era. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Cómo han sabido que estaba aquí? A menos que Reyes les haya avisado. Me giro hacia mis hermanos y les digo: —Alex, lárgate de aquí y llévate a Carlos contigo. No los necesito aquí. Carlos cojea dentro de la habitación hasta que se pone de pie junto a mí. —¿Qué? ¿A caso pensabas que te dejaríamos reunirte solo con Chuy? De ninguna manera. Mierda. —Esto no es como se supone que tenía que pasar. Chuy sacó una pistola y apuntó a Alex. —Quizás sí que tenía que ser así —dijo imperturbable—. Es mi día de suerte, puedo matar a toda la familia Fuentes. —Olvidas que tengo millones que puedo entregar a la policía o dártelo a ti —le digo. —Lo sé —dice Chuy—. Es por eso que te mataré a ti en último, así podrás ver morir a tus hermanos. O te puedes salvar y darme la información que necesito. Soy Dios en Fairfield. Si no me crees, sólo pregúntale a tu primo Enrique… Ah sí, no puedes. Lo freí esta mañana cuando

SWAT: Siglas de special weapons and attack tactics («armas y tácticas especiales»). El término SWAT hace referencia a las unidades especializadas en intervenciones especiales de gran peligro de diversos cuerpos policiales de Estados Unidos. 27

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no quiso decirme dónde estabas. Lealtad, chicos. Si no eres leal, mueres. La lealtad a LB viene antes que la lealtad a la familia. No. No Enrique. Mi estómago se sacude. Con su mano libre, Chuy enseñó una foto en su móvil… de Enrique tirado en el suelo de su taller con sangre formando un charco alrededor de su cabeza. —¡Enrique no sabía dónde estaba! —grité—. Era el más leal de los Blood que has tenido, tú pendejo. Alex saca una pistola y apunta a Chuy. —Baja el arma o te mato. Chuy se rió. —No lo harías Alex. Te conozco. No lo tienes en ti, no podrías matar a nadie. Además, tengo una chica llamada Nikki que está rogando por su vida en ese mismo instante. ¡Qué! Siento como si me hubiera apuñalado en el estómago y me quedo sin aliento. Me habría podido apuñalar con un cuchillo y me hubiera dolido menos. —Si le haces daño a Nikki, te juro que te mato yo mismo con mis propias manos —gruño. Chuy se encogió de hombros. —Baja la pistola Alex o la novia del pequeño Luis tendrá un accidente trágico. Si no llamo a mis chicos para hacerles saber que tengo en mi posesión el dinero, ella se encontrará en el río de Des Plaines… atada a una gran roca que se hundirá hasta abajo. Alex lentamente bajó la pistola y la patea hacia él. Chuy miró a Carlos. —Tú también deberías de darme la tuya. Un Carlos muy cabreado toma una pistola de debajo de su camiseta y la arroja sobre el escritorio de Chuy. —¿Y qué pasa con la tuya? —me pregunta Chuy—. La que te di. —La dejé en casa —le digo.

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—Demuéstralo. Levanta tu camiseta y da una vuelta muy despacio. —Y después de que lo hago, dice—: Es hora de darme los números. —Deja que se vayan mis hermanos —le dije—. Eso es entre tú y yo. —No —dijo Chuy—. Eso es entre yo y todos ustedes. Están juntos en eso en lo que a mí respecta. Eso no está pasando. A pesar de que lo haya intentado todo para mantenerles a salvo, conseguí ponerlos en peligro a ellos y a Nikki. —Si te doy los números, tienes que prometerme que dejaras ir a mis hermanos y a Nikki. —Me estaba tirando un farol sobre Nikki. —Se rió Chuy—. Supongo que debería de jugar más al póker, ¿no? La primera lección en la batalla es saber la debilidad de sus enemigos. Nikki es tu debilidad, Luis. No deberías de haberle soltado la verdad a Marco sobre cuánto te preocupas por la chica. Te daré una pista… él no es tu verdadero amigo. Se acercó a ti porque yo se lo pedí. —Conozco tu debilidad —le dije. —¿Y cuál es? —El dinero. Lo quieres, y lo tengo. Le haces daño a mis hermanos, y no veras ni un centavo. Chuy levanta el arma y apuntó a Alex. —Voy a hacer que te arrepientas de tu fanfarronería. Sostengo la respiración, mientras Alex levanta las manos deteniéndome y Carlos corre para ponerse delante de él. Sabía que lo íbamos a hacer, habríamos dejado que nos disparara y morir por él. Alex se mantuvo recto y alto, mirando fijamente el cañón de la pistola de Chuy. Un disparo resonó. ¡No! Pero, espera… Alex sigue de pie. Incluso se ve sorprendido mientras mira fijamente a Chuy con una mancha roja en su camiseta que se está haciendo más y más grande. Le dispararon a Chuy y él trata de agarrarse a sus hombros mientras colapsaba. Miré a Carlos seguro de que tenía otra pistola escondida en sus pantalones. Pero él también está mirando a Chuy, aturdido. No tenía ninguna arma en sus manos. Miro detrás de mí. El tirador estaba de pie en la entrada con la pistola humeante temblando entre sus manos.

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Nikki. Deja caer la pistola. Está hiperventilando mientras la abrazaba. —No podía dejarle herirte… tenía que… —lloraba. —Sigue vivo —dijo Alex, deslizando la pistola de las manos de Chuy. Escucho las sirenas de la policía y acerco a Nikki, diciéndole que todo estará bien mientras estaba temblando tanto como ella. Reyes entra a empujones, con su pistola lista. El hombre está sudando y respira con alivio al ver la escena que tenía delante de él. Unos cuantos oficiales rodean a Chuy y llaman a una ambulancia. —Mierda Luis. ¿En qué demonios estabas pensando? —grita Reyes en cuanto hubieron estabilizado a Chuy y lo llevaron en una camilla—. Todos habrían podido morir. —Señala agresivamente a Alex—. Te pedí darme la dirección de este lugar, y esperar. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? Alex se encoge de hombros. —Escucha Reyes, cuando nos dimos cuenta de lo que estaba pasando, no estábamos dispuestos a dejar a nuestro hermano enfrentarse solo a Chuy. —Es nuestra sangre —replica Carlos, dándome unas palmaditas en la espalda—. Del tipo que importa. —Tenemos que encontrar a Enrique a ver si está bien —dije—. Lo que él… —Ya he enviado una patrulla al taller de Enrique —dice Reyes. Hesitó—. No son buenas noticias. Cierro los ojos con fuerza, preguntándome cuándo parará la violencia. Algunas veces pensaba que Ben tenía razón, el mundo de la fantasía era mejor porque la realidad apestaba. Pero entonces miraba a Nikki y creía que podíamos vencer las probabilidades. Reyes nos hizo ir a la comisaria para dar nuestras declaraciones y nos devolvieron a nuestros padres después de que el fiscal de distrito fue llamado para escuchar las grabaciones. Ningún cargo fue presentado en contra de nosotros y el dinero del petate y la cuenta en el extranjero fueron entregados a la policía. Nikki explicó que la pistola era de Marco… cuando estaban juntos él le había enseñado el lugar en las vías del ferrocarril donde LB escondían sus armas.

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Marco le dijo a Nikki que él estaba ahí cuando Enrique murió y que sabía lo que Chuy planeaba en el almacén. Fue llamado a la comisaria y acusado como cómplice de asesinato. —Estás temblando —le digo a Nikki mientras la abrazo. Dos semanas más tarde. Estamos sentados en el sofá de su comedor mientras su madre nos vigila periódicamente. Ella no está encantada de que sigamos juntos, pero se estaba haciendo a la idea poco a poco. Ben nos dijo que le habíamos inspirado en un nuevo juego en el que estaba trabajando… como personajes principales. —Estoy tan contenta de que estés aquí —dice Nikki envolviendo sus brazos alrededor de mí y apretando muy fuerte—. Tengo un secreto que no te he dicho. —Me mira con su expresiva mirada de color chocolate que refleja su alma de latina. No podría mirar en otra parte aunque quisiera—. Solicité a Purdue hace una semana. —¿En serio? —le pregunto, sonriendo por primera vez desde que la dejé en la playa. —Sí. ¿Quién más aparte de mí te mantendría alejado de los problemas? Esta chica es mi ángel. Desde el primer momento que puse los ojos en ella, recuerdo haber pensado que Dios la había enviado a la Tierra sólo para mí. Creyó en mí cuando yo ni siquiera creía en mí mismo. —Nik, te quiero. —Lo sé —dice ella, entonces tamborilea su corazón con los dedos—. Lo siento aquí. No necesito palabras para demostrarme lo que ya me demostraste. Lo volvería a hacer todo, ¿sabes? Lo bueno y lo malo… todo valió la pena. —Lo volvería a hacer yo también… pero si eso vuelve a suceder, contente de darme un rodillazo en los huevos. Estoy seguro de que nuestros futuros hijos lo apreciarán. Se inclina lejos de mí con las cejas levantadas. —¿Nuestros futuros hijos? Luis, no te adelantes. —¿Por qué no? —le pregunto—. ¿La idea de casarte conmigo no te da un subilón de adrenalina? —Sí —dice ella besándome—. Sí, lo hace. Una vez me dijiste que te hacía creer en lo imposible. Tú me haces creer en el amor, que había dado por perdido. Gracias por demostrarme que no es sólo un cuento de hadas.

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Capítulo 50 Nikki Siete meses después del tiroteo, tres semanas antes de que nos graduáramos. Miro a Luis a través de la mesa de química, Derek le está hablando pero él no está escuchando. Lo sé porque me dio un combo de sonrisa-guiño que me recuerda cuando nos vimos por primera vez. Sabía que el chico era coqueto. Lo que no sabía era que me enamoraría de él. ―¿Nikki estas prestando atención? ―La señora Peterson, ahora madre de una pequeña niña, está moviendo las manos frente a mí. ―¿A qué? Luis se ríe. ―¿Qué es tan gracioso señor Fuentes? Estamos trabajando con ácido, prestar atención es crucial. Por favor mantengan su relación fuera de mi salón. ―Lo siento señora P ―murmura Luis cuando vuelve a concentrase en la tarea. Mariana y yo tomamos un vaso precipitado siguiendo las instrucciones. ―No puedo creer que ustedes dos aún estén juntos ―refunfuña ella ―. Sabes, no durará. ―No apostaría en contra de nosotros si fuera tú ―le digo mientras tomo el gotero y coloco una pequeña gota de ácido en el papel y lo examino. Siento los ojos de Luis en mí, así que lo miro. Él pasa la lengua por sus labios sugestivamente. Pondría mis ojos en blanco, pero en su lugar decido darle un guiño-sonrisa de vuelta y pasar mi legua por mis propios labios para quitarle el balance. ―¡Viejo! ―Derek grita―. Derramaste acido en tu brazo. Mis ojos se abren mientras Luis toma una bocanada de aire. Y maldice en español mientras se apresura a la regadera de emergencia en la parte de atrás del salón. Corro detrás de él con pánico.

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―¿Estás bien? ―pregunto. Él está bajo la ducha quitando el ácido. ―Chica me distrajiste. ―Lo siento no era mi intención. Él sonríe débilmente. ―Sí, lo era. Estaré bien. Respiro aliviada. ―Nunca podría perdonarme si tuvieras cicatrices permanentes. La señora Peterson aparece detrás de mí. ―¿Necesito llamar una ambulancia? ―dice ella examinando su brazo, y la hinchazón roja que está en su piel donde tocó el ácido. ―No ―dice Luis―, era solo una gota. ―Te estoy excluyendo de este experimento y te asigno un trabajo de veinticinco páginas sobre el ácido ―ella me señala―. Usted también jovencita, voy a cambiarles sus puestos para que no se vean el uno al otro. ¿Cuándo van a dejar ustedes dos de meterse en problemas? Pronto espero, es algo bueno que ya haya tenido mi bebé o ustedes dos me habrían asustado lo suficiente para entrar en trabajo de parto. Ella sale rápido de la habitación. ―Ven aquí ―dice Luis, moviéndome hacia la regadera de la ducha. Paso a la ducha y en cuestión de segundos estoy tan empapada como él. ―¿Qué si la señora P nos atrapa? ―Mientras él se acerca a darme un beso―. Ya sabes sobre su política de cero tolerancia. Está en el manual de política del colegio, ya sabes. Él me besa mientras el agua nos salpica. ―Tengo conocimiento desde el interior de su política de cero tolerancia ―dice contra mis labios. ―¿Qué es? ―susurro cuando se escucha la campana del final de clases. ―Ella miente ―dice él―. Ella quiere que todos nos graduemos.

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Estoy a punto de preguntarle de dónde obtuvo ese conocimiento de adentro cuando la señora Peterson aparece en la puerta. ―¿Aún siguen los dos aquí? ―dice ella rodando sus ojos a la vista de nosotros. Eleva sus cejas―. Ustedes dos están acabando con mi paciencia. Luis sécate con la toalla en el estante y ve a la oficina de la enfermera para que te revise el brazo. Nikki… ―ella suspira―. ¿Qué estás haciendo aquí con él? ―Esa es una muy buena pregunta ―digo. ―Ella me estaba ayudando ―dice Luis. ―¿Con qué? ―pregunta la señora Peterson impacientemente luego pone su mano al frente―. Pensándolo mejor no respondas eso ―sacude un dedo a Luis―. Ustedes chicos Fuentes no son nada más que un dolor en mi oído, si tú y tus hermanos incluso tienen más niños, asegúrate de que vayan a otro colegio. ―Fairfield es nuestro hogar ― le dice Luis con una sonrisa arrogante―. Y el mejor lugar para criar una familia. No me sorprendería si todos nuestros hijos fueran a la secundaria Fairfield. Admítalo señora P usted adora eso. ―Sí, pero… ―la señora Peterson mira hacia el techo y pone sus manos juntas como si estuviera rezando. ―No necesita estresarse ahora ―le dice Luis―. Tiene como dieciséis años antes de que mi sobrino Paco esté en su clase. ―Cuáles son las posibilidades de que él esté más interesado en la química que en las chicas. ―Muy pocas ―contesta Luis mientras pone un brazo alrededor de mí―. Después de todo es un Fuentes.

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Epílogo

Veintiséis años después…

Luis y Nikki no habían estado preparados para cuando el doctor de fertilidad les dio la noticia de que Nikki estaba embarazada de trillizos. Ellos habían estado aún más sorprendidos cuando les dijo que iban a tener tres varones. La vida había estado bastante completa por los últimos dieciocho años, con trillizos que eran completamente diferentes unos de otros. Su hijo Enrique estaba tan metido en tocar el violín y querer ser el miembro más joven de la Orquesta Sinfónica de Chicago que no tenía tiempo para meterse en problemas. Después estaba Juan, que era como su tío Ben. Juan era un jugador de videojuegos y un ávido lector, prefiriendo vivir sus aventuras en mundos de fantasía creados por diseñadores de juegos. El mayor desafío de Luis y Nikki ahora era Luis Jr. ―O Junior, como todo el mundo le llamaba―. Él tenía un carácter competitivo e impulsivo, que a Luis le recordaba al de Carlos. Junior era un niño carismático y con buena presencia. Cuando caminaba dentro de una habitación, las cabezas se giraban ―lo que a Luis le recodaba a Alex―. Desafortunadamente Junior era demasiado listo y gallito para su propio bien, lo que a Luis le recordaba a sí mismo con dieciocho. Junior también era un atleta increíble. Con cinco años había rogado a sus padres por patines después de haber visto a los Chicago Blackhawks ganar la Stanley Cup. Cuando tenía diez ya era el portero del equipo AAA de Hockey. Ahora, en su último año de instituto, el equipo de Junior estaba por el buen camino para ser los campeones estatales. El día de la final, Junior estaba nervioso, más nervioso incluso que cuando su padre se marchó cuatro meses a una estación espacial internacional hace dos años. Junior quería ganar el partido por todos los medios. Sabía que había observadores de los equipos de la universidad mirando, y él deseaba desesperadamente jugar en el equipo universitario de Hockey y dentro de algún tiempo conseguir entrar en la NHL.

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Junior llegó a la pista temprano esa mañana para así poder probarla antes de que otros jugadores tocaran la pista. Estaba sentado en el vestuario después de haberse quitado la ropa de calle. Este iba a ser el juego más importante de su carrera. Él lo sabía, y su familia también. Todos sus tíos y primos habían venido al juego… Incluso su tío Carlos y su tía Kiara habían tenido que volar con sus primos desde Colorado para llegar al juego. Esa noche iba a ser un infierno, que acabaría con él celebrándolo con su culo fuera cuando ganara o deprimido como el demonio si perdía. Junior buscaba dentro de su bolsa de Hockey pasa sacar su equipo cuando una chica irrumpió en el vestuario sin llamar. Si Junior fuera consciente o estuviera inseguro de sí mismo, probablemente su hubiese colocado el jersey y se hubiese chivado a sus entrenadores. Pero no lo era. La caliente mamacita que estaba en el vestuario de pie tenía el pelo largo y liso y espeso que le caía por su cara, gruesos labios que se verían bien en una estrella de cine. Él apostaba a que ella era una groupie de la primera línea de los Giants que tenía como portero a Dale Jacoby, que se jactaba sobre el número de chicas que él citaba y con las que se enrollaba en los vestuarios de varias pistas alrededor de la ciudad. Junior había jugado en el mismo equipo que Jacoby cuando ellos eran niños. Ahora eran contrarios en institutos rivales que jugaban uno contra otro en el campeonato estatal. Jacoby había estado en las noticias recientemente por qué había sido pre-seleccionado por el entrenador de Hockey olímpico para intentar entrar el equipo Olímpico de los Estados Unidos. O eso era lo que había oído en las noticias. Obviamente la chica que estaba de pie en el vestuario estaba pensando que ese era el baño de chicas o un sitio en el que quedar con Jacoby para un rapidillo antes del juego. ―Los vestuarios son solo para jugadores ―le dijo Junior a la chica molesto. ―Duh ―dice ella con actitud, caminando dentro de la habitación. Junior mira otra vez y nota que ella está llevando una bolsa de hockey como bandolera cruzada sobre su hombro. ―¿No podía Jacoby cargar con su propio equipo? ―le dice Junior. La chica anda hasta el medio de la habitación y deja la bolsa en medio de la habitación, justo en frente de él. ―Estoy bastante segura de que podría, si no se hubiese roto la pierna en una fiesta anoche. ¿Qué? ¿Jacoby se había roto la pierna? Junior no había oído ni una palabra sobre eso. Y sabía aún menos sobre el nuevo portero suplente de los Giants, con el cual no había jugado nunca.

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―¿Y quién va a jugar en su lugar? ―La chica abre la cremallera de la bolsa y saca un protector de cuello y uno de pecho. ―La estás viendo ―Junior no puede evitar que una risa escape de su boca. ―Eres una chica. ―Ella rápidamente mira al bulto de sus pantalones. ―Y tú eres un chico. Ahora que lo hemos dejado claro, te hago saber querría usar el vestuario de chicas, pero no tienen. Y el otro vestuario lo van a estar limpiando durante la siguiente media hora… creo que hubo una competencia de pipí ahí esta mañana cuando jugaron los de la liga Pee Wee. Ellos dijeron que me tenía que vestir aquí. Así que mantén tus ojos para ti mismo. ―Junior la mira asombrado. ―¿No tienen los Giants un suplente llamado Frankie Yates? ―¿Nunca habías oído de una mujer que jugase al Hockey? ―dice ella claramente molesta―. ¿O has vivido tu vida entera en una cueva? Mi nombre es Franchesca Yates… Frankie para acortar. ―Yo no he vivido toda mi vida en una cueva, chica ―le dice Junior―. Y estoy a favor de chicas que juegan al Hockey, especialmente una tan guapa como tú. Su cara forma una mueca, como si estuviera oliendo algo realmente malo. ―¿Tú estás…? ¿Me estás intimidando? Ella camina hacia él, deteniéndose cuando están cabeza con cabeza. No es tan alta o musculosa como él, pero está parada recta y con confianza. A él le gusta la confianza, pero esta vez es necesario que rompa su burbuja. Parte de jugar al Hockey es minar psicológicamente a tus oponentes antes del partido y hablar basura durante el juego. Es la tradición. Sólo porque Frankie Yates sea una chica no significa que ella este excusada de recibir el mismo tratamiento que él le daría a Jacoby. Sólo que usó un camino diferente para intimidarla porque ella es una chica. ―¿Qué dices de nosotros juntos después del juego? ―le dice Junior mientras lleva los dedos a su cabeza. Él sabe que a ella le está afectando igual que a un montón de chicas… lo sabe por la forma de su respiración después de que él accidentalmente pasa su dedo contra su mejilla―. Puedo, ya sabes, consolarte cuando pierdas. Antes de que él pueda parpadear, la chica le golpea. Su puño conecta sólidamente contra su labio. Ella obviamente ha tenido hermanos que le han enseñado a luchar.

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―¿Qué demonios...? ―dice él cuando pasa la mano por su ahora hinchado labio y ve sangre. Ella se echa para atrás y se encoge de hombros ―No intentes joderme, Fuentes. Y si piensas que va a ser fácil ganarme, piénsatelo otra vez. Te he visto jugar antes, y no estoy demasiado impresionada. ―Bien, yo nunca te había visto jugar, así que obviamente no sueles jugar con los chicos grandes. ―Ella se ríe en tono de mofa. ―Soy una estudiante transferida de Minnesota, Fuentes. Minnesota. Ya sabes, él pequeño estado que produce tantos jugadores de la NHL. El Hockey está en nuestra sangre. He jugado con chicas que podrían patinar a tu alrededor en círculos, si es eso lo que necesitas para consolarte está noche. Simplemente estoy suponiendo ser vencido por una chica hoy va a lastimar tu sobreestimado ego. ―Pensaré en ello ―dice Junior, entonces saca su equipo y camina fuera. ¿Qué le podría haber dicho? Él nunca la había visto jugar, así que, ¿qué tan buena podría ser? El padre de Junior y sus tíos están de pie fuera del vestuario esperándolo. ―¿Qué le ha pasado a tu labio? ―pregunta su tío Alex―. Está sangrando. Su tío Carlos se ríe. ―Creía que los jugadores de Hockey luchaban dentro del hielo, no fuera de él. Antes de que Junior pueda responder, Yates camina fuera del vestuario completamente equipada. ―Buena suerte, Junior. La necesitarás ―dice ella, entonces golpea su equipo con el stick28 cuando le pasa. Junior la señala. ―Lo pueden creer que tenga que jugar contra esa puta. ―¿Qué le has hecho? ―le pregunta su padre, mirando su labio sangrante. ―Nada. ―Cuando su padre obviamente no le cree, Junior añade―: De acuerdo, supongo que le estaba diciendo un montón de basura… y quizá toqué su pelo. ―¿Supongo que ella te dio una lección, eh? ―dice su padre.

28

Palo de madera o plástico con forma de J utilizado en hockey con el que se golpea la bola.

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Una lección. La última cosa que quería Junior era que la portera del equipo rival le diera una lección. Junior mira su larga, rubia coleta golpear atrás y al lado contra el nombre Yates escrito en la parte trasera de su jersey mientras ella recorre el hielo. Él nunca había pensado que fuera posible pavonearse con un uniforme de Hockey y patines, pero Yates seguro como el demonio que lo estaba haciendo… y muy bien además. Después de que Luis y sus hermanos se dan cuenta de lo que mira, se ríen. Luis conoció a Nikki cuando tenía quince, se enamoró de ella cuando tenía dieciocho, y se casó cuando tenía veintitrés. La primera vez que ellos quedaron, ella le dio un rodillazo en las pelotas. Mirando a su hijo con su hinchado labio y la intensa reacción que Junior había tenido hacia la chica era una pista de que algo se estaba preparando bajo la superficie, algo de lo que su hijo aún no se había dado cuenta. Relaciones apasionadas e intensas eran comunes en su familia, y los tres Fuentes mayores lo sabían. Tan pronto como Junior entró en el hielo, Alex golpeó a Luis en el hombro. ―¿Sabes qué es lo que va a pasar, no?

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Luis Asintió. ―Míralo por el lado bueno ―dijo Carlos―. Ella tiene un gancho del demonio. Con ella en tu equipo, tu familia seguramente podría ganar el torneo anual de las medias voladoras. Los tres Fuentes caminan hacia las gradas, padres y maridos orgullosos que dedican sus vidas a sus familias. Ellos no tienen ni idea de que su madre, sentada al lado de su padrastro, Cesar, llora cada vez que sus chicos y sus familias están juntos. Mucho tiempo atrás ella había perdido la esperanza de que sus hijos pudiesen llevar una vida feliz. Sus problemas y sufrimientos del pasado ahora fueron dejados atrás… …Y el futuro de la familia Fuentes parece más brillante que nunca.

Fin Serie Química Perfecta 3

Biografía de la autora Simone Elkeles nació y creció en Chicago. Fue a la Universidad de Illinois, recibiendo allí su Bachillerato en Psicología en 1992. Continuó su educación en la Universidad Loyola de Chicago en donde recibió su Máster en Relaciones Industriales mientras trabajaba para una compañía manufacturera creando diversos programas para sus empleados. Ama los animales (tiene dos perros, un Labrador y un Pastor Alemán), niños (también tiene dos de ellos) y su familia. En su tiempo libre, es La Mamá del Hockey para los equipos de Hockey de sus hijos, y además es una activo dirigente Girl Scout especialmente capacitada en educación al aire libre. Actualmente reside en Illinois con su familia. Ella escribe sobre adolescentes porque fue una en los 80’ (cuando el pelo en puntas y la sombra de ojos azul eran “la onda”) y ama escribir sobre todas estas relaciones y romances entre jóvenes. Fue designada Autora del Año por la Asociación de Profesores de Lengua de Illinois. Entre sus libros publicados destacan: Leaving Paradise, How to Ruin a Summer Vacation y How to Ruin My Teenage Life. Con Reacción en Cadena finaliza la trilogía Química Perfecta. Para más de información sobre la autora, visita su página web: http://www.simoneelkeles.net/

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I am a… 

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