Psiquiatria Y Psicoanalisis 2

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Psiquiatría y psicoanálisis 2 ■

Perversos, psicópatas, antisociales, caracterópatas, canallas

Jacques-Alain M iller A lfo nso Carofile M iguel Furman A d riana Luka Adrián Scheinkestel Rafael Skiadaressis Néstor Yellati

Departamento de estudios sobre Psiquiatría y Psicoanálisis (CICBA)

imiqrama | ÍÍÍ|

E D I C I O N E S

©

G R A M A ediciones, 2008. F o n d o de la L eg u a 2476, Edif. 3, D epto. 40 (1 6 4 0 ) M artín ez, Pcia. de Buenos A ires, A rgen tin a Tel.: 4 7 4 3 -8 7 6 6 • g ram a@ g ram aed icio n es.co m .ar h ttp: / / w w w .g ram aed icio n es.co m .ar P siqu iatría y p sicoan álisis : perversos, psicóp atas, antisociales, caracteróp atas, can allas / Jacq u es A llain M iller ... [et.al.]. - l a ed. - B u en o s A ires : G ram a E diciones, 2008. v. 2, 252 p. ; 21x14 cm. ISB N 978-987-1199-87-7 1. P sicoan álisis. I. Jacq u es A llain M iller CDD

Establecim iento del texto: Néstor Yellati Responsables del D epartam ento de Estudios sobre Psiquiatría y Psicoanálisis (CICBA): Miguel Fitrman, Adrián Scheinkestel, Rafael Skiadaressis, Néstor Yellati

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e r c a d o A g e n c ia L t d a . • Belo H o riz o n te - M G Tel/Fax: (31) 3223 6444 Rio de Janeiro - RJTel/Fax: (21) 2547 3600 [email protected]

L tvro M

INDICE

PR Ó LO G O .................................................................................................

7

Samuel Basz

FUNDAM ENTOS DE LA PERVERSIÓN......................................

9

Jacques-Alain Miller

1. PERVERSIONES Y PERVERSIDADES I Néstor Yellati..........

31

I Osvaldo Delgado........................

43

I Adrián Scheinkestel..................................................

47

a. A cerca del diagnóstico de perversión U n hom osexual en análisis C om entario

b. Perversión y psicopatía. I Horacio Vommaro..........

59

I Ernesto Sinatra...........................................

65

U n rasgo zoofílico en una psicosis I Miguel F u rm a n ...........

73

c. La perversión en la época actual I Fabián Naparstek............

85

I Luis Salamone....................

93

d. La perversión com o estructura, com o rasgo y com o suplencia I Miguel Furm an..............................................

101

I Ernesto Pérez......................................

111

I Gloria Aksman...........................................................

115

e. La perversión com o suplencia en las psicosis I Gloria Aksman, María Marta Scorticatti, Gabriela Bordón, Viviana Paz..................................................................................................

123

Las psicopatías. U na perspectiva L a m isión perversa

Tratam iento de un toxicóm ano

U n caso de travestism o C om entario

5

f. M ódulo de investigación: Perversidades I Silvia Fischman, Silvina L. Garreta, Adriana Lafogiannis, Ana Lia Mayo, Adriana Page, Eleonora Spinoso, Amalia Racciati, Ximena Xlriz. Coordinación: Adriana Luka..................................................................

139

2. PSICOPATÍAS a.

I Rafael Skiadaressis.................

153

I Santiago Levín...............................

157

El diagnóstico de psicopatía ¿M edicar las psicopatías?

¿Rasgo psicopático o perversión? b.

c.

I María Marta Scorticatti 163

I Néstor Yellati..........................

177

U n espectador solitario I Catalina Bordón.................................

187

I Dr. Alfonso Carofile..................................................

197

Psicópata, antisocial, canalla

Psicopatías

3. EL NIÑO DISOCIAL I Gimena Barandela.....................

205

El joven de la ventanilla I María Eugenia Serrano..................

209

C om entarios I Paula Grabow y Silvia Baudini..........................

213

El niño que dorm ía parado

4. LO S PACIENTES JUDICIALIZADOS I Adriana Luka..........................

231

Psicoanálisis e instituciones carcelarias I José María Fernández y Silvia Vetrano....................................................................

235

Personalidad y m arginalidad

5. CARACTEROPATÍAS I Adrián Scheinkestel....................................

241

Del no-grupo al residuo singular A tres años de una experiencia inédita con pacientes "refractarios" I Emilio Vaschetto y Jorge Faraoni.....................

247

Las caracteropatías

Prólogo Sa m u e l B a s z

y psicoanális is

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* Presidente del Consejo Asociativo del Instituto Clínico de Buenos Aires (ICBA).

P siquiatría

En este libro se discuten y establecen los fundam entos teóricos necesarios p ara actualizar la pertinencia que tiene la perversión com o estructu ra clínica. Si bien lo que orienta el recorrido conceptual es la clínica analíti­ ca, el interés de su lectura no se limita a los practicantes del psicoa­ nálisis, que seguram ente encontrarán una profunda revisión del tema. También debe valorarse lo que aporta a la psiquiatría, al m enos lo que le aporta a una psiquiatría que, en tanto disciplina clínica, es heredera de la que produjo el saber semiológico que nom bró las estructuras que -preexistiend o al discurso analítico- fueron tom adas por éste. La caracterización diferencial entre el acto, el pasaje al acto y el acting-out, junto a la revisión del par falo-castración en referencia al estatuto del objeto a, son los ejes conceptuales que orientan la inves­ tigación. Desde el punto de vista de los practicantes del psicoanálisis, al m enos p ara los que no quieren retroceder a los desafíos que im plica el psicoanálisis aplicado a la terapéutica, es un libro brújula. Trabajar la clínica de nuestros días en la interfase psiquiatría-psicoanálisis ahim bra zonas que perm anecían estabilizadas en una oscuridad que hacía presum ir una im potencia operatoria para el psi­ coanalista. Se puede entender, recorriendo los casos que se trabajan en el libro, cuánto prejuicio puede haber en esta atribución. Se trata de precisar y reconocer el punto de imposible que carac­ teriza al núcleo de goce de todo síntoma, sin descuidar la envoltura formal que m uchas veces es necesario saber hacer construir.

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Prólogo

Ese imposible, ese irreductible de sentido ausente, no se puede dem ostrar ni transm itirse de cualquier m anera, porque se trata del imposible que concierne al ser hablante en tanto sujeto ético. Lo imposible del que se trata aquí rem ite a lo que no cesa de no escribirse en el inconsciente, y eso constituye el núcleo del síntoma (que en tanto tal es lo que no deja de escribirse, lo que participa de la m odalidad de lo necesario). La virtud clínica del psicoanálisis tiene que ver con que es el único discurso que aborda ese imposible en la doble vertiente de la dem os­ tración y la transmisión. Lo imposible en psicoanálisis, lo imposible dél ser hablante, se deim iestra por la contingencia de los encuentros, a diferencia de la ciencia que lo hace por lo necesario de la ley. Y se transm ite por la certeza, que es la posición subjetiva resultado de la experiencia analítica del operador. Esto quiere decir que el practicante m ismo se hubo im plicado a su vez, en su propio análisis, en la perspectiva de consentir con la sin­ gularidad de su propio síntoma com o resultante de esa experiencia. De ahí obtiene la certeza con la que puede transm itir la m odalidad clínica singular, es decir com o cada quien puede gozar de su incons­ ciente. A sí no solo puede alojar los síntom as singulares de los sujetos que recibe, tam bién se entiende porqué el analista puede ser una placa sensible que perm ite el pase de estos síntom as singulares a una varie­ dad estructural pertinente. Es por eso m ismo que el uno por uno de la clínica analítica puede hacer paradigm ático y darle valor científico a lo que de otro m odo quedaría com o una experiencia inefable. En este libro se m uestra elocuentem ente cóm o desde la práctica analítica se puede precisar y aún enriquecer la fenom enología de la mejor tradición clínica en psiquiatría. L a lógica que lo anim a rom pe los im pases de la tradicional dupla de las indicaciones-contraindicaciones del psicoanálisis. Sus funda­ m entos epistém icos perm iten afirmar que no hay contraindicaciones para el psicoanálisis aplicado a la terapéutica. A sí com o no hay, no puede haber, indicaciones para el psicoanálisis puro. Com o verán se trata, siem pre, del deseo del analista.

Fundamentos de la perversión* J a c q u e s - A l a in M il l e r

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* C onferencia pronu n ciad a p or Jacques-A lain M iller en la Kent State U niversiry de los Estados Unidos, en 1989.

P siquiatría

...Un esfuerzo m ás, están cansados. Yo también. A sí que digam os com o Sade, un esfuerzo más. Sade lo dijo en una invocación: "F ran ­ ceses, un esftierzo m ás para ser revolucionarios". A parentem ente, este último esfuerzo, que Sade decía que era necesario, no se ha m aterializado en Francia. Así que Francia se entregó unos años m ás tarde a N apoleón Bonaparte y éste m andó a Sade a prisión. De m odo que no diré, ya que no fue exitoso: "A m ericanos, un esfuerzo m ás para ser lacanianos". Dios no lo perm ita. Se me dijo ayer por la noche: "Si L acan triunfa en A m érica será un L acan am ericanizado, ya preem balado para los superm ercados". Entonces, no diré "u n esfuer­ zo m ás para ser lacanianos". Solo diré, "am ericanos un esfuerzo m ás antes de irse a casa...". En realidad, ésa podría ser la cuestión: volver a casa. El goce sexvial, ¿está o no alojado en casa? Ese es quizás el negativo de nuestra pregunta: Género y Perversión. Pero, ciertam en­ te, no diré "am ericanos un esfuerzo más para ser g ays". A pesar de que la perversión, a veces, se ve conducida al proselitismo, lo cual significa qtie, a veces, el perverso puede presentarse com o capaz de revelar la verdad del goce al no-perverso. Y a veces, un perverso sufre al detentar un conocim iento del goce sexual que no puede comunicar, entonces el perverso vive, en nuestra sociedad hum ana, a veces, en una sociedad secreta de iniciados, m ás pequeña y reducida. Pero no digo "¡u n esfuerzo m ás para ser gays!". N o vengo a alabar la perversión ni tam poco a enterrarla. Vengo a dar las coordenadas principales de mi práctica narrativa de la perversión. Podría llam ar a esta charla, aunque sería un poco ambiguo: "U n a llave para la per­ versión". D igam os que, si acierto a condensar lo que quiero decir en

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Fundamentos 10

una hora, m ás las preguntas y respuestas, esta charla se llam ará, a lo sum o: "Fu ndam entos de la perversión", un sum ario de acuerdo con el psicoanálisis clásico. U na palabra solam ente sobre el psicoanálisis clásico. Digo de entrada que no es la psicología del yo, porque ésta es una desviación del psicoanálisis. Se desvía de la construcción teórica principal de Freud, de su descubrim iento del inconsciente. Se desvía según dos vías; en prim er lugar, la psicología del yo se separa de la prim era tópica de Freud eliminando así el concepto m ismo de inconsciente (y su fundam ento en la estructura del lenguaje) com o función de dis­ curso. En segundo lugar, la psicología del yo aparta, indebidamente, la segunda tópica de Freud y cambia, diría invierte, su significado. Cuando Freud, con la segunda tópica, explora el corazón loco más allá del principio de placer, la psicología del yo establece al yo com o la instancia m ás verdadera, cuya autonom ía se supone que la cura analítica debe restaurar. El psicoanálisis clásico no es la teoría de las relaciones de objeto, que es tam bién una desviación que proviene de Karl A braham y Melanie Klein y diría que es la negación dialéctica de la prim era des­ viación. El psicoanálisis clásico no es la m ezcla de la psicología del yo y la teoría de la relación de objeto com o intentan m ostrar los psicoa­ nalistas norteam ericanos contem poráneos, por ejemplo T. King, que considera la relación sem ántica a los otros y retiene la estructura bási­ ca de la psicología del yo. El psicoanálisis clásico es la teoría integral de Freud m antenida con la lógica interna de su pensam iento a través de su expresión cam biante, y a veces conflictiva, explicitada por Lacan. Esto tam bién quiere decir que es todo Freud contra cualquier parcialización de Freud y es también Freud logificado. Así, es la contradicción de Freud m ism o usada contra él. Lo que hoy llam o psicoanálisis clásico es, creo, la base de nuestra acción aquí, y es la razón por la cual una cantidad de contribuciones trató de m ostrar cóm o Lacan extiende a Freud, al m ism o tiem po que reordena su enseñanza y le da una secuencia consistente; en segundo lugar, un segundo estilo de contribuciones: asentam os, exploram os la práctica clínica que se deriva de esto. En un sentido general es nues­ tra coordenada de trabajo. A hora, al hablar de perversión, no pude evitar pensar en mis pacientes clínicamente perversos. Diría que, principalm ente, hom o­ sexuales m asculinos que vienen a análisis día tras día, año tras año y a los que oím os decir "som os los m ás honestos", los que piensan m ás verdaderam ente, los m ás self-shooting de mis pacientes. Espero no sonar m u y m oralista. Pero estoy preparado para sonar m ás m oralis­

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ta aún, si es necesario, para dispersar inm ediatam ente del paisaje la nube de infam ia de un llam ado deseo oculto de perversión. L acan lo hizo sabiam ente con un juego de palabras cuando habló de eso en francés: pére-version, o sea, perversión en francés e inglés jugando con una palabra que es intraducibie, pére-version; dos palabras, de las cua­ les pére es padre. Diríamos: hacia el padre, una vuelta al padre., un lla­ m ado al padre, lo que recuerda que la perversión en ningún sentido es una subversión. Esta perversión, esta vuelta al padre, en ningún lugar es m ás patente, m ás explícita, que en las hom osexuales femeninas, quienes constantem ente vienen con el testimonio de una intensa relación de am or con el padre que legitima, en este caso, el uso de la palabra freudiana "fijación", eterna fijación de la hom osexual femenina. U na fijación con una m em oria de la insatisfacción encontrada por este am or del padre, encontrada con el padre com o objeto de amor, una insatisfacción de este am or seguido por un alejamiento del objeto de am or que se troca en identificación con él, de acuerdo con la deduc­ ción clásica de Freud y Lacan. Los hom osexuales m asculinos y fe­ meninos vienen a análisis, p u e d e n , ser analizantes. Respecto del sadism o, m asoquism o, voyeurism o, no he visto analizantes en senti­ do propio, ya que su patología m uestra clara evidencia de la prim a­ cía de tal m odo de obtener gratificación sexual. A lgunas veces viene alguno pero no se queda; de esta escasez puedo nom brar el hecho de que actualm ente estoy supervisando un caso de un verdadero exhibicionista que está en tratam iento y que está produciendo en mí, debo decirlo, un cierto desconcierto. U n analista que recibe hom osexuales com o analizantes tiene cier­ tam ente una autoinvestigación que hacer al respecto. Digo autoinvestigación p ara enfatizar que la perversión clínica pone en cuestión los juicios m ás íntimos del analista y el punto hasta el cual él m ism o ha llegado en la huella del goce sexual. Ciertam ente, él tiene que visualizar sus prejuicios, su vida m atrim onial, los hijos, ¡el "bien suprem o"! de acuerdo con el psicoanálisis. Ésta no es una cuestión abstracta, es algo que ustedes deben preguntarse en esta situación. ¿El analista es un estilo que, quizás, ha rechazado una elección hom osexual o quizás es am istoso con esa elección? ¿Es suficiente sus­ pender cualquier deseo de norm alizar? Pero, ¿es posible p ara un aná­ lisis llegar al propio fin de su cam ino sin levantar el tem or a la fem i­ nidad? ¿Qué hacer con la hom osexual femenina?, una perversión desde la perspectiva psicoanalítica, tan paradójica que L acan una vez propuso llam ar heterosexuales a "todos aquellos que am en a las m ujeres". La perversión prueba al analista para que entierre, para que supri-

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F undamentos 12

m a toda contratransferencia en este acto en beneficio del deseo del analista, o sea, para beneficio de este deseo que opera a través de la suspensión de toda creencia y conocim iento; opera m ediante la intro­ ducción de un eje, de la m arca de una interrogación en el lugar del significado. De m odo que el enunciado y la enunciación puedan separarse y aparezca el significante am o en una desnudez sin-sentido con la constante cristalización del joui-sens que Lacan llamó obje­ to a. N o se tom a al individuo diciéndole en la cara que valorizan su notificación de que es hom osexual, no lo dan por sentado, creo que ya lo dije aquí una vez: uno puede creer que es hom osexual porque se acostó una vez con un chico cuando tenía 14 años y otro puede creer que no es hom osexual cuando se acuesta con dos o tres chicos por sem ana. Es una cuestión de significado. Y están en análisis tan pronto com o ya no saben lo que significan las palabras. Lo están tan pronto com o el significado lexical se deshace progresivam ente por un nuevo significado que surge del discurso actual, construido en análisis paso a paso o casi error por error. Es una regla que no se puede evitar, el preguntar al que viene a verlos por análisis acerca de este gancho: ¿qué espera del análisis? Llam aría a esto la pregunta gancho. Y el analista debe dar algo com o respuesta prom etida. U stedes tienen que sortear esta esperanza contra lo que pueden o no prom eter. H ay y a algo en un sujeto que se define com o hom osexual, es decir que él, al presentarse así, subraya su posición subjetiva en referencia a su elección de objeto. Para él, aparece que la característica m ás im portante de su posición subjetiva, cuando se define com o un hom osexual, es el objeto, o sea, es una traducción de la elección de objeto freudiana, es decir que se caracteriza a sí m ism o por el sexo de la persona de la que espera lo que podem os llam ar gratificación sexual (para no usar todos esos insultos). De m odo que usem os ésta alguna vez, cuando sea necesario, cuando otras expresiones no pue­ dan em plearse. C uando el sujeto se define a sí m ism o com o hom ose­ xual puede esperar un cambio de elección de su objeto o puede espe­ rar cu rar sus síntom as, o sea varias insatisfacciones, angustia, depre­ sión, que él cree que se deben a esta elección de objeto. Y la pregun­ ta es: ¿es concebible para un analista prom eter un cam bio en la elec­ ción de objeto? El analista no prom ete pero, especialm ente, no puede prom eter un cam bio de objeto. C om o dice Lacan, el hom osexual concurre pero ustedes no se ocu­ pan de curarlo. Ya vem os la diferencia entre la posición subjetiva del neurótico y la del perverso, digam os el perverso clínico. El neuróti­ co, bueno, su juicio es algo simple, el neurótico está en la incertidum bre fundam entalm ente sobre la gratificación sexual; el neurótico

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no sabe dónde atraparla, lo que m ejor sabe es que hay una dificultad en algún lado a este respecto, que hay un déficit en algún lado acer­ ca de la gratificación sexual. Asi que el neurótico busca el objeto per­ dido en una persecución laberíntica y esto es lo que llam am os deseo, la verdadera palabra deseo, en su origen. Origen latino, ustedes tienen algo así en 'longing for' que es una ausencia. El perverso ha encontrado el objeto, éste es su problem a, él tiene certidum bre sobre su m odo de obtener gratificación sexual pero, cuando viene a análi­ sis, quizás siente que no es lo que debería ser, ha encontrado la gra­ tificación sexual y no es buena. Así que, o no la encuentran o la encuentran y no es buena. Podría decir esto de m uchos perversos; ellos no piden análisis. Podem os llam ar a esto la inanalizabilidad del perverso, que solo se traduce en el hecho de que ellos no vienen a vernos para buscar el objeto perdido, así que es de sentido com ún creer que, de algún m odo, lo han encontrado y no tienen nada que esperar del análisis. Con el verdadero perverso, el efecto conocido desde Lacan com o sujeto supuesto saber no surge. Y esto m uestra, en contradicción, que el efecto llam ado sujeto supuesto saber siem pre surge en lu gar del goce sexual. Se necesita una cierta evacuación, un cierto vacío en el lugar del goce sexual para que pueda surgir el efec­ to sujeto supuesto saber. Y usualm ente yo presento esto así: digo que el perverso tiene la respuesta, la respuesta que se produce de lo real de su constitución subjetiva. Tiene una constante inmutable, una acción siem pre lista para ser usada. Decimos en francés ‘sous la mair', en inglés diríam os ‘at hand' (a m ano), un goce a m ano. El deseo es algo m ás, com o ‘longing for', el deseo supone una tole­ rancia de la ausencia, un no tener, y el deseo, en este sentido, es esen­ cialmente un a pregunta, eventualm ente una pregunta sobre el deseo mismo. Así que digam os que es el m odo que encontré para simplificar el asunto: oponer el deseo com o pregunta y la constancia del goce como respuesta, una respuesta que ya está allí. Entonces el perverso analizante es un analizante paradójico, diría, y m ucho, al abocarse a ello. Al ser analizante, para un verdadero analizante siem pre hay una pregunta. Y de algún m odo podem os decir que la perversión se eclip­ sa en el diván o el paciente abandona el diván. Pero en algún sentido entiendo m u y bien a Jean-Pierre Klotz al decir - y tiene una práctica muy im portante en B u rd eos- que él realm ente creía que nunca había visto a un verdad ero perverso. Si decim os perverso analizante, debemos decir al m ism o tiempo que, com o perverso, él expresa su certidum bre respecto de los m odos y m edios de su goce sexual (es una condición de la condición, cénit); él expresa certidum bre y eventualm ente sufre de esta certidum bre; al mismo tiem po argum enta la cuestión de su deseo. Com o si a otro

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*

F undamentos

de

la

nivel no estuviera satisfecho con su cabal satisfacción. Por lo tanto, este hecho nos obliga ya a separar, distinguir deseo y goce. O sea, de un lado goce caracterizado por su inercia, y Freud m ism o habla de inercia de la libido y a través de los años y años de análisis, de v er­ dadero análisis, esto puede perm anecer inamovible y, al m ism o tiem ­ po, del otro lado de la separación: el deseo com o una pregunta, el deseo m etoním ico, esto es el deseo libre, que corre, se enm ascara, se oculta, fulgura o inhibe eventualm ente y, fundam entalm ente, lo deja perplejo. Esta es la paradoja del perverso analizante: alguien que tiene, en un cierto nivel, una respuesta segura y que, sin em bargo, está per­ plejo y trabaja, es su perplejidad. A sí que ustedes ven algo un poco com ún, no m e acerco a la perversión del lado de la criminalidad, me acerco a la perversión, diría, del lado de la m oralidad. Sobre este asunto hay realm ente gente m ás ubicada, m ás inform ada que yo. Pregunto: ¿creen que Gilíes de Rais 1 hubiera entrado en análisis? No sé si ustedes pueden responder, quizás la respuesta posible, si aceptásem os a Gilíes de Rais en análisis, es que probablemente él pondría a su analista en una caja y lo tiraría al río com o hizo con su suegra. A sí que esto es una suposición. Ya expresaré algo en defensa de Gilíes de Rais un poco después. Entonces debo decir que estoy m uy preocupado por el m ejor per­ verso, quiero decir, el perverso o el supuesto perverso en análisis. Si ustedes m e han seguido, han aceptado considerar al perverso, supuesto perverso pero perverso clínicamente, diría, desde el punto de vista de la psiquiatría clínica, han aceptado considerar al perverso com o un sujeto com pletam ente eclipsado. Cóm o no reconocer a este perverso com o un sujeto com pletamente eclipsado respecto del per­ verso en análisis, así que quizás ahora ustedes acepten lo que enun­ cio, diría una tesis sobre la perversión, que es una foto y creo que es parte del psicoanálisis clásico. Reconocem os al perverso com o un sujeto, quiere decir que no consideram os a la perversión y su m eca­ nism o com o infrasubjetivos, o sea que la perversión no es un empuje instintual básico reinando libremente com o algunos han interpretado 1.

Gilíes de Laval, Barón de Rais (1404-1440): hasta la m uerte en la hoguera de Juana de A rco, su protegida, el rico barón llevaba una vida "n orm al", pero entonces com enzó una historia de crím enes y sacrilegios contra Dios y la Iglesia que culm ina en la tortura, la violación, el asesinato, la necrofilia y el vam pirism o de niños y adolescentes (unos cuatrocientos). Finalm ente detenido, se le infligieron todo tipo de torturas p ara obtener su confesión; solo la entregó ante la am enaza de su excom unión. Miirió ahorcado y quem ado en la hoguera.

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}os "Tres ensayos..." de Freud. E. Laurent ha aludido a eso, creo que Freud en los "Tres ensayos..." presentaba la perversión así, y se des­ prende también del texto de Gillespie que hem os trabajado en mi seminario, donde él sostiene que en los "Tres ensayos..." la perversión representa un im pulso sexual positivo inmodificado, etc. Entonces, yo creo que en aquello que yo llamo el psicoanálisis clá­ sico, la perversión no es un empuje instintual básico, se cocina, si puedo decirlo así, no es básico. Es una estructura altam ente com ple­ ja, tan sofisticada com o plena de intrincaciones com o una neurosis. Y, por ejemplo, no es por casualidad que todos nos hem os acercado a la perversión a través del trabajo de escritores. En m i sem inario clínico en París p asam os m ucho tiempo con Gide, vam os a pasar tiem po con Proust, hem os pasado tiempo con Rousseau; esto es porque no tene­ mos todo el m aterial que querríam os de la práctica. Diría que tuvi­ mos también lo que parece ser una referencia favorita: la Historia de O, porque dos exposiciones le concernían. Diría que no hay nada per­ verso en la Historia de O, es una historia escrita por una m ujer para agradar a un hom bre, lo confesó m uchos años después de haber escrito eso. Q uería interesarlo, era editora y ella escribió a la noche para fascinarlo, para interesarlo, eso es la Historia de O. Diría que es la interpretación femenina de la fantasía del m acho respecto del masoquism o femenino. Y, de hecho, digo que no hay perversión en la Historia de O. Ésta es una historia de am or y debo decir que hay una expresión francesa -n o sé si ustedes la u san -, yo siempre pienso en ella, realm ente pensé en ella hace unos m inutos, pero era, es "Histoire á l'eau de rose". Dicen eso: una historia de A gua de Rosas. ¿Cuál sería la expresión am eri­ cana para A gu a de Rosas? ...significa una historia que es una torta de crema... Diría que la Historieta de O es una historieta de A gu a de Rosas. Q uizás ustedes prefieran eso, pero yo lo siento m uy consis­ tente... D igam os que, principalm ente, son las señoras las que se inte­ resan en la Historieta de O. Entonces dije que la perversión es una estructura altam ente com ­ pleja, y que el perverso sigue siendo un sujeto durante todo el tiem ­ po de lo que podem os llamar su satisfacción. Así que prescribo todo rebajamiento subjetivo de la perversión. Pero la dificultad estriba en que un im portante sector de la perversión no es un concepto psicoanalítico nativo, sino que está hecho de acuerdo con la supuestam en­ te objetiva observación. La perversión es un concepto clínico (que espero definir, es lo que propongo) que acom paña toda clase de com ­ portam iento sexual aberrante o anormal. Y podem os decir que el diagnóstico de perversión puede ser afirmado en el dato "objetivo" de la sexualidad desviada. Así, podem os llam ar perversión a todos

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Fundamentos

1g

los problem as de la relación sexual, todos los problem as de la rela­ ción con el otro sexo pero, de hecho, no llam am os perversión a todos los problem as de la relación con el otro sexo. Por ejemplo, no llam a­ m os perversión a las inhibiciones de la relación sexual. Entonces, cuand o hablam os de perversión, creyendo saber lo que decim os, siem pre involucram os un com portam iento sexual activo, desviado del fin, de los m edios "norm ales" de la sexualidad hum ana. Diría que la perversión involucra la noción de acción, así que creo que podem os tom ar una tesis del psicoanálisis clásico: que los neu­ róticos tienen fantasías perversas pero que esto no es sim ilar ni es un diagnóstico de perversión. Lo que necesitam os es una dim ensión del acto, es decir, un sexo m ás amplio. Diría que la fantasía no es sufi­ ciente para ningún diagnóstico de perversión. Pero com o ya he pre­ sentado el concepto de perversión m uy sim plem ente, ustedes ven que la perversión pone en cuestión la noción de la norm a m ism a de la sexualidad hum ana. Y, de hecho, esta norm a es fundam entalm ente biológica, o sea: reproducción, y Freud lo tom a así cuando, por ejem­ plo, insiste en todo el tiempo en que uno se tom a antes de com enzar el acto reproductivo, todo el m erodeo que se m encionó ayer, él lo llam a perverso. D esde el punto de vista del análisis también es una cuestión; por ejemplo, por qué los hom bres son atraídos por las mujeres, ¿por qué atraídos por las mujeres? Al m ism o tiem po que eventualm ente las desprecian o les reprochan algo. Y esencialm ente sabem os cuál es la llave de todo el reproche del hom bre a la mujer. Es algo que de hecho no encaja allí, ¡le reprocha­ m os a las mujeres no ser hombres! Y ésa es la razón por la cual al final de todo 'Sorne like it hot' (a algunos les gusta oda, raro pero tam bién hot: caliente). U stedes recuerdan a Joe Brow n declarándose a Jack L em m on travestido: "...N adie es perfecto" (cuando Lem m on le dice que es hom bre ) . 2 Freud en "Tres ensayos..." consideraba que, desde el punto de vista del psicoanálisis, la cuestión de la elección de objeto es proble­ m ática, no estam os preocupados por la elección de objeto supuesta­ m ente predeterm inada, prenaturalm ente biológica. Y ustedes saben que Freud de ningún m odo hace un uso extensivo del térm ino hom o­ sexualidad, porque ustedes, los norteam ericanos, diferencian hom o­ sexualidad latina, etc. Y podem os decir que él amplió esta im putación de hom o­ sexualidad. Entonces, ello quiere decir que este fundam ento de los fines predeterm inados no se admite; en el cam po freudiano ningún 2.

M iller se refiere a Una Eva y dos Adanes o Con faldas y alo loco. [N. de la T.]

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instinto sexual podría ser un im pulso natural hacia el otro sexo, que sepa su fin predeterm inado. Y por eso Lacan escribe una S tachada, sujeto con una barra: prim eram ente, usa la palabra sujeto en contra­ posición a la palabra individuo, o sea, no coordinado a ningún fin biológico, y en segundo lugar la barra, diría, anula todo determ inan­ te exterior e introduce un corte, un salto, una discontinuidad en cual­ quier cadena de determ inación. Por eso, solo concierne a una S con una barra, un sujeto tal que podem os pensar en una elección de obje­ to (la elección de objeto es impensable si no es una elección de obje­ to relativa a un sujeto indeterm inado). Al m ism o tiem po, no es una elección determ inante, es decir que "sujeto indeterm inado" no es el yo autónom o, así que, tanto en Freud como en Lacan, asistim os a una elección forzada, la elección que depende de condiciones. De hecho, la perversión pone en cuestión el concepto m ism o de sexualidad. Si el concepto biológico de sexo implica una com plem entariedad de los dos sexos, en una tesis de libido sexuada, la perversión es un testimonio de que los seres hum anos, los sujetos, pueden buscar la gratificación sexual fuera del norm al acoplam iento biológico del sexo. Y no estam os aquí para elogiar la perversión, pero tam poco para enterrarla. ¿Es decir que tenem os que crear un concepto para una gratificación sexual que puede o no ser realizada a través del acoplam iento norm al y puede ser realizada con un individuo del otro sexo pero sin el acoplam iento norm al? ¿Con un individuo del m ism o sexo? ¿Con un individuo de otra especie? ¿C on una cosa inanim ada? Esto es lo que Freud creó con la libido, un concepto p ara la gratificación sexual que puede ser realizada de varias m aneras, no diría de infinitas m aneras, pero sí de m uchas m aneras. Y ustedes saben que el psicoanálisis ha creado efectivam ente una lista m uy am plia de actividades libidinizadas. A dm itam os que copu­ lar es satisfacer la libido, pero con el análisis sabem os que com er tam ­ bién lo es... o com er o defecar o ver y hablar y pensar y escribir tam ­ bién, e incluso caminar, etc. Entonces, asistim os con Freud a una extensión extraordinaria del concepto de libido, una extensión de esta gratificación sexual que podíam os haber pensado que estaba reservada a lo sexual. Y ustedes conocen la im portancia de este con­ cepto de libido en la distinción de los estadios del desarrollo, etc. A sí que la libido es una cantidad no calculada, pero su in­ troducción nos perm ite tom ar com o hom ogénea una m uy am plia variedad de actividades y com portam ientos, digo comer, defecar, pensar y escribir, porque la sublimación es tam bién un testimonio, en términos de Freud, de una satisfacción sin represión fuera de la rela­ ción sexual con el otro sexo. y psicoanálisis

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DE IA PERVERSIÓN FUNPAMENTQS 5

De hecho, hay una cuestión en psicoanálisis acerca de la relación entre sublim ación y perversión y no pocos perversos, no pocos ver­ daderos perversos, han contribuido enorm em ente a la sublimación de la hum anidad; ninguna otra estructura clínica está recuperada por referencias literales com o cuando tratam os de la perversión. Y la cuestión no es confundir o distinguir sublimación^ de perversión com o con cep to/sin o ver que provienen de la m ism a cuestión, cuál es (a satisfacción fuera de la cópula, y tenem os que suponer que hay otras satisfacciones en la vida, si no, no duraríam os ni dos días con éstas bases... piensen en estas oscuras bases francesas. Entonces esto implica, si me siguen de cerca, paso a paso, espero que no error por error porque no estam os en análisis aquí, porque, si no, sería el mío. Esto im plica un nuevo concepto del objeto, que es distinto del significado que tiene en la expresión "elección de objeto". Sabem os lo que querem os decir cuando decim os "elección de obje­ to ": el objeto de la elección -u n hombre con un bigote grande o chico, m u y fuerte... una mujer, pervertida, etc. Todo lo im aginario puede te­ ner lugar allí, eso es el objeto de la elección. Pero necesitam os otro concepto del objeto, si tom am os en serio lo que acabam os de decir. N ecesitam os un objeto también para la satisfacción de escribir, de pensar, de caminar, etc. Y llamémoslo "objeto de libido", es un obje­ to de libido para el objeto libidinal. Al objeto de libido podem os creer que lo vem os m aterialm ente, por ejemplo, en el fetichismo, donde el objeto de la elección puede ser... es usualm ente una mujer, ella puede ser herm osa o no, pero el fetichismo significa que esta belleza no es nada, sino el sostén para el objeto de libido y hasta el punto de que, este objeto de libido tom ará el lugar de este objeto de la elección. Prim ero, la mujer con tacos altos y luego solo los tacos altos, así que, con el ejem plo del fetichismo que es tan instrum ental p ara distinguir lo que Lacan llam a "la causa del deseo", v em os al fetiche com o una condición del goce sexual del objeto de la elección. Pero al m ismo tiem po es erróneo lim itar este objeto de libido a la m aterialidad del fetiche. P or ejemplo, cuando Freud habla en su artículo "Fetichism o"; un artículo que tiene este título y en el que no tom a ningún objeto m aterial, por el contrario, el ejemplo que él propone es prim ero un efecto de una traducción equívoca. U stedes conocen el ejemplo del "brillo en la nariz" que es solo un error de traducción del alem án al inglés. A sí que, no digam os que este objeto de libido es necesaria­ m ente m aterial o que la m aterialidad es este pequeño brillo en la nariz, donde la m ujer parece no ser nada m ás que lo necesario para este brillo en la nariz. Entonces, adem ás, usualm ente la nariz de las mujeres no brilla porque se la empolvan. A sí que, digam os solamente que en esta línea de reflexión debe-

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mos distinguir entre objeto de la elección y objeto de libido. Pero, además, necesitam os tam bién un nuevo concepto de instinto, cual es el de im pulsión hacia el objeto de libido. Eso es lo que Freud llama drive, Trieb. Este objeto de libido, "¿qué es?; no es nada m aterial. Es, diría -lo vem os en la p u lsió n - una satisfacción que busca Trieb", la pulsión freudiana no busca ningún objeto en particular, es una satis­ facción que busca Trieb, o sea necesitam os el objeto correspondiente es la satisfacción com o objeto. Esto es lo que propongo y com o una definición del objeto a de Lacan, el objeto a es satisfacción com o obje­ to, o sea, al m ism o tiem po que distinguimos entre instinto y pulsión, debemos distinguir entre el objeto de la elección y el objeto de libido que es la satisfacción com o objeto. AsíTIá~prégunta ¿existe el Trieb sexual definido com o la pulsión que iría hacia el otro sexo com o tal? Ustedes tienen en la m ism a línea de problem as, los problem as de las im pulsiones m últiples, las pul­ siones m últiples, y en psicoanálisis el problema recurrente de la inte­ gración de m últiples pulsiones. Por lo tanto, debem os diferenciar, en psicoanálisis, la perversión del concepto de perversión^la perversión del concepto original de perversión que es la tesis freudiana. N o nos refiramos a la perversión polim orfa del niño com o algo que ya sabe­ mos, significa que para Freud la perversión es "n atu ral", o sea, que lá'perversión es prim aria, que la perversión es m ás prim itiva que la norma, que la norm a es secundaria, eventualm ente cultural para freud -n o para Lacan, y así ustedes tienen efectivam ente, en el psi­ coanálisis, u na problem ática de la integración norm ativa de m últi­ ples pulsiones—. Pero esto no tiene sentido si no admitimos que la pulsión es per­ versa com o tal y que la perversión es la norm a de la pulsión. Así que lo que es problem ático es la existencia de una pulsión sexual en el sentido”de u na pulsión hacia el otro sexo com o tal. La tesis de Lacan. sobre esto es que no hay pulsión hacia el otro sexo com o tal, solo hay pulsión h a d a el objeto de libido, solo hay satisfacción parcial, come) objeto. Entonces, tom ar a una persona entera com o objeto no se rela­ ciona con la pulsión, sino que introduce el am or. Freud dice que las pulsiones son nuestros mitos, sí, el am or fue un m ito por m ucho tiempo antes de Freud también. Luego, si tom an la pulsión seria­ mente e, incluso, si tom an la pulsión en lo que llam am os el nivel de lo real, tom en también eL.amor a este nivel. Así,_ d iría q u e para Ir~Hé~ la pulsión al deseo, para introducir..la ausencia necesaria para el deseo, necesitan la m ed iad ón del amor. Al m ism o tiempo, si la pulsión era el m ito de Freud, lo que Lacan trata con el objeto a, también da la lógica interna del m ito freudiano de la pulsión ya que trata de dar la lógica interna del m ito freudiano

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del complejo de Edigo. Y esto es m uy claro en Lacan: si no hay rela­ ción sexual, si no hay fórmula sexual fija, com o él lo dijo, hay per­ versión en el lugar de lo que no existe com o fórm ula sexual fijada. Y eso es la perversión, es decir: innovación, invención de cam inos de relación con el otro sexo; la perversión es también un cam ino para relacionarse con el otro sexo. La m ujer sigue presente en el corazón de la hom osexualidad m as­ culina, es decir que es una innovación no tan innovada. Lacan espe­ raba una nueva perversión. Entonces, ¿qué clase de objeto está conectado^aJiijJulsión? N o es una persona, com o tal es parcial y hay cons­ tancia de que es la del objeto a. Esto es suficiente para adm itir el nivel (en el psicoanálisis clásico) de lo que llam aría perversión generalizada. Si decim os que las pulsiones son esencialm ente perversas, tenemos un nivel de perversión generalizada, de una perversión prim aria y generalizada, perversión^, p ara todos. A sí que este nivel pide un norm alizador y así podem os definir la perversión restringida, o sea, una perversión com o estruc­ tura distintiva de una falla de la norm alización, o al m ism o tiempo pt)démos~notar, por ejemplo, que en algún sentido quizás la nor­ m alización es siem pre solam ente parcial. Esta problem ática de la per"versión generalizada y de la introducción de un norm alizador la encuentran explícitam ente en Freud cuando habla, por ejemplo, de la síntesis necesaria de las pulsiones parciales bajo la suprem acía de los órganos genitales, y ustedes saben que para él fue un descubrim ien­ to que la organización genital infantil rodee la presencia del genital. En L acan esto se traduce m uy precisam ente com o la relación entre el objeto a y el falo; lo que en Freud es la síntesis de las pulsiones ^par­ ciales bajo la prim acía de los órganos genitales encuentra una tra-_ ducción m uy simple, una traducción m uy lógica, en Lacan, en la tensión, la oposja ó fre ñ tre el objeto a con relación al falo. Y diría que, en algún sentido, L acan nos m uestra que ía prim acía de los órganos genitales.es una prim acía negativa, o sea, que el objeto a se conecta, con -(p, lo que conduce a la suprem acía freudiana de los órganos geni­ tales pero tom ando en cuenta la castración, Y tienen en L acan toda la problem ática de la conexión entre la satisfacción y el significante y, precisam ente, la tentativa, las varias definiciones del falo com o el sím bolo del lugar de la satisfacción o com o significante del goce, que trata exactam ente lo que Freud llamó síntesis de la pulsión parcial bajo la prim acía de los órganos genitales. En Lacan se trata de la conexión entre el goce y la prim acía del falo com o significante, y ven cóm o él trató de elaborar lógicam ente esta parte. Entonces, Freud m ism o reconoce los com ponentes perversos de la sexualidad supuestam ente norm al que pueden ser tom ados com o recordatorios de la

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perversión prim itiva. Si lo tom an de este m odo deben definir el fin de la cura así: com pletar la norm alización, reabsorber los eventuales residuos. L acan define el fin de la cura de un m odo inverso. Vacilo en decirlo porque daría a mi llave de la perversión un sentido que no quiero cristalizar pero, el fin de la cura, según Lacan, es no com ple­ tar la norm alización o reabsorber los residuos no norm alizados, el fin de la cura es soberanía para la perversión. No cristalicem os dem a­ s i a d o r á p i d o esto, ¿s perm iso para el objeto a. Clásicam ente, el normalizador del psicoanálisis, diría el operador en psicoanálisis (si quis l e r a tener un estilo científico, am ericano), es presentado com o el complejo de Edipo. Lacan una vez trató de dar una fórm ula lingüís­ tica de éste, que fue la m etáfora paterna. Así que, efectivam ente, se pueden distinguir dos cosas: pueden decir que antes de la actividad del operador_n, tienen la pura pulsión supuestam ente libre de de­ puración com o tal, y pueden decir que la perversión está ligada a la jTulsión que no ha pasado por el norm alizados O pueden considerar, en la perversión, a la pulsión que ha pasado por el operador n. Y diría que la perspectiva psicoanalítica clásica sobre la perversión se opuso a^ualquieFaproxim ación biológica a la perversión, pero tam bién a muchos enfoques psicoanalíticos crípticos. El enfoque psicoanalítico clásico es que el operador n funciona siempre -e s decir en la perversión-, o sea que la perversión se enfo­ ca fundam entalm ente desde el complejo de Edipo. Y si L acan se inte­ resó en W. H. Gillespie es porque concluyó efectivam ente, desde Freud, que el com plejo de Edipo, el complejo de castración, son esen­ ciales en la perversión. Y esto es, al m ismo tiempo, la elaboración de Lacan. Con esta diferencia,”queTa”puÍsión, la pulsión pre-edípica no 'es”pre-lingüística, no es m ateria prim a com o tal, sino que la pulsión es un concepto altam ente elaborado en contraposición con lo que se podría llam ar necesidades naturales. Aunque la pulsión no es prim i­ tiva y podam os pensar una pulsión pre-edípica, dice que, sin em bar­ go, lapulsión no es prelingüística. A sí que hay allí lo que Lacan llamó el^Otro, ya está ahí en la pulsión. Diría que hay alta cocina allí por­ que no es solam ente que no es m ateria prim a, sino que hay varias demostraciones de L acan sobre la pulsión, precisam ente, com o algo muy sofisticado. Y é riñ tén tó una deducción de la pulsión que presupone el len­ guaje en la secuencia dem anda, deseo, dem anda de am or y pulsión. Esta es la secuencia simplificada: prim ero hay lo que se pide, luego el deseo en el sentido de ¿quiero lo que pido?, luego la dem anda de amor que es pedir al Otro y luego solamente la pulsión que es^ no pedir ya a nadie m ás. Conceptualm ente tienen prim ero la distinción entre significante y significado, distinción que conocen desde "L a y psicoanális is

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instancia de la letra". Pero esto es hom ogéneo con la distinción entre dem anda y deseo, es hom ogéneo con la distinción entre el enuncia­ do y la enunciación: e m inúscula y E m ayúscula, y esto, al m ism o ¡ tiem po, es hom ogéneo con la distinción entre el significante y el suje- : to com o el significante con una barra.

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de

la

perversión

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Entonces, la pulsión com o la escribe Lacan está caracterizada por el hecho de que el elemento de abajo está al m ism o nivel que el de arriba. Es decir que él escribe la pulsión así: $ 0 D. Es una dem anda que y a no es interpretable porque hay interpretación cuando está la distinción en dos niveles. El escribe la pulsión com o... ¿cuándo saben que tienen una pul­ sión, digam os, en análisis? Cuando no tienen nada m ás para inter­ pretar. Y por eso, clásicam ente, es siempre desde el punto de la pul­ sión que se interpreta, es decir, es el.instrum ento de la interpretación^ E l análisis habla de pulsión cuando ya no es concebible una inter­ p retación. Y así ven la relación contrastante entre pulsión y dem anda en L acan, y lo que nos hace entender. Que para el deseo pedir es esencial, para el pobre deseo, ciego deseo que tiene que pregun tar su cam ino. Y precisam ente por eso, Lacan puede decir que el objeto a m ás esencial en la neurosis es la dem anda. N otem os que esto no se entiende si creen que el objeto a es algo sustancial y m aterial. Entonces, la dem anda es esencial com o objeto del deseo en la neurosis. A cerca de la pulsión, ésta se caracteriza por el hecho de que en la conducta hum ana hay a veces un discurso en que no se pregunta el camino. Y la pulsión no pregunta su cam ino. Por eso se puede decir que la perversión es cuándo no piden perm i­ so, con la excepción del masoquism o, precisam ente, es la paradoja del m asoquism o. En el m asoquismo, el consentim iento del otro es esencial. Quizás tendrem os tiempo para hablar de la dem anda en el. m asoquism o. Con la pulsión (drive) siem pre se puede preguntar ¿quién pulsiona (drive)?, ¿hay un piloto en esta pulsión?, puedo decir. Y en algún sentido la pulsión parece ir sin rum bo. Pero de hecho e el deseo el que va planeando, m ientras que la pulsión conoce su cam ino. Las pulsiones pueden parecer que yerran, que son proclives a aberraciones, anorm alidades. Pero, en verdad, la pulsión sabe su ^ramino hacia la satisfacción com o objeto. Y ustedes saben cóm o L acan simplificó esto para nosotros cuando escribe la pulsión com o un circuito alrededor de este objeto que es el resultado, el producto

de un circuito. Entonces, la pulsión es lenguaje y es esencialm ente un

P siquiatría

¿A gram a. La pulsión es un program a. Es algo escrito antes, y es n otable que Freud, en su texto clásico sobre la pulsión, se acercó a ella d e s d e el punto de vista de la gram ática y de la inversión gram ática. A l mismo tiem po - y esto es frecuentem ente citado por L a ca n -, esto co n d u ce a Freud a sostener una simetría entre el sadism o y el m aso­ quismo, el exhibicionismo y el voyeurism o que son criticados por Lacan. Pero, ¿entienden por qué a partir de la escritura $ 0 D, Freud habla del silencio de las pulsiones?, o ¿podría hablar del silencio de la pulsión si no fuera esencial subrayar la posición de la pulsión res^TctcT del discurso? Y no hay función del discurso en la pulsión. 'Porque está m ás allá de la dem anda, pero hay, sin em bargo, una estructura del lenguaje y por eso la perspectiva de Freud es gram ati­ cal. Ahora, la satisfacción; podem os conectar satisfacción y castra­ ción. ¿Qué es castración en Freud? Es un sacrificio de satisfacción. Y, precisamente, es el sacrificio de la satisfacción a m ano, es precisa­ mente el sacrificio de la m asturbación com o precondición de la aper­ tura al otro sexo. Lacan situó precisam ente J a castración com o el efecto fun­ damental del lenguaje sobre la satisfacción. Y así... tenem os cantida­ des cíe esto en Freud: cuando construyó su m ito del cuerpo libidinal, sucesivamente evacuado de satisfacción, de libido, al punto en que la libido es restringida a unos pocos agujeros del cuerpo. Entonces, cu an d o habíam os de la perversión com o restringida, com o una estructura clínica, la presentam os prim eram ente com o un m odo especial de negar , la-castración, es decir, un rechazo del necesario sacrificio de la satisfacción. Y Lacan no dice nada m uy diferente. Cuando él califica la operación perversa com o retornar el goce al Otro, o sea devolver el objeto a al Otro, es lo que representa el sacrificio de la satisfacción, devolverlo al Otro: representém oslo com o el cuerpo del cual se evacuó la satisfacción. Así que pueden decir, cuan­ do escribimos A con una barra también escribimos A castrado y, en este sentido, la perversión puede ser referida com o m iedo a la castración, m iedo a la castración del Otro, esencialmente. Por eso la hom osexualidad femenina era especialm ente paradóji­ ca, porque la hom osexualidad femenina es, precisam ente, que la ausencia del órgano funciona com o condición de amor. Y por ello tacan vacilaba en calificar de perversión a la hom osexualidad feme­ nina. La hom osexualidad femenina está constituida en el registro del amor m ás que en el registro de la satisfacción perversa. Voy un poco rápido. Debí haber distinguido las tres estructuras clínicas -n eu rosis, perversión, psicosis- y la perversión de acuerdo con los tres m ecanism os fundam entales que encuentran en Freud, 23 y psicoanálisis

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pero que fueron logificados por Lacan: represión, Verdrangung, para la neurosis; para la psicosis forclusión, Verwerfung, y para la perver­ sión, Verleugnung, que podem os traducir en inglés p o r denial y hay toda una cantidad de problemas alrededor de eso... Simplificaré; ahora la aproxim ación de Lacan a la perversión diciendo que hay ; fundam entalm ente dos m odos que él distingue, califica estos ele­ m entos necesarios para suplem entar al Otro: prim ero, en el registro del deseo; segundo, en el registro del goce. O sea, prim ero ser el falo qúe"Falfa"arOtfo y esto es el tópico de la identificación al objeto imaginario déFdeseo com o falo, segundo en el nivel del goce y es fór-. muTa p ara la perversión; la prim era es ser el falo, la segunda fórm u­ la en el nivel del goce es ser el objeto a. Y, en esto, introduzco otra tesis fundam ental, debo decir que me voy a detener y... había prepa­ rado algo sobre "K ant con Sade" que querría decir al final porque parece haber algún m alentendido sobre este texto. Trataré de llegar allí si tienen algo de paciencia. U na tesis que introduzco ahora rápidam ente es que si ustedes tom an la fórm ula (que no está en Lacan) de que hay negación del Otro en la perversión, es una falsa aproxim ación; por el contrario, el p erv e rso necesita que el Otro exista. Por ejemplo, el perverso necesi­ ta al Otro m ucho m as que un obsesivo, un neurótico obsesivo no necesita a nadie y es m uy difícil para un obsesivo abrirse. Y el obse­ sivo pasa m ucho tiem po hablando consigo m ism o, por ejemplo. Intrasubjetividad, diría, y no intersubjetividad. Q uizás no hablaré ahora de "K ant con Sade"... porque hay m ucho que decir. Quizás, si m e dan un poco m ás de espacio del que tengo aquí en Kent State University, disfrutaría m ucho si pudiera h acer una lectura m uy seria de "K ant con Sade" en dos m eses en Kent. Después de todo, es la política de Lacan. Y quizás partiendo de "K ant con Sade" haya cosas im portantes que decir acerca de la perversión, de la -religión, del Estado, de la filosofía. Así que no hablaré ahora de eso. Solo les m ostraré que el Otro es necesario en la perversión. Piensen en el exhibicionista: para el exhibicionista, el público, la audiencia, son esenciales... Exhibir los propios genitales al espejo no tiene inte­ rés. Es verdad, el neurótico obsesivo, eventualm ente, abre la puerta para m ostrar sus genitales al padre m uerto... Pero eso es abrir la p uerta a nadie, porque el padre m uerto no se m aterializa com o en H am let, así que el obsesivo le abre la puerta a ninguno. Pero el exhibicionista necesita al Otro. Es interesante m ostrar los propios genitales a una m ujer y tratar de producir vergüenza en el Otro, la vergüenza p o r no ser igual- A sí que el exhibicionista trata de h acer existir a la mujer, podem os decir que la mujer solo existe para el exhibicionista. Y, a veces, vem os que las mujeres los aprecian

Y el voyeurism o es tratar de ver a la mujer dedicada al goce ^cuerpo y sabiendo que aun sola es m irada por otro. E n t o n c e s , diría, la interpretación lacaniana, la estructura lacaniana ¿ e\exhibicionism cvdel-voyeurism o es así: el exhibicionism o es hacer aparéceren el O tro la m irada, hacerla aparecer en el Otro. Él m uestra e[ órgano pero para hacer surgir la m irada femenina, y generalm en­ t e ía verdadera erección está de este lado. ”~"É1 voyeur pone la m irada para obstruir el agujero del Otro, pone la m i r a d a para h acer el todo del Otro. Así, también, hay una tensión entre perversión y sublim ación que podem os entender si la.sublim a­ ción supone que el objeto no existe y se puede crear algo, y la p er­ v e r s i ó n , al contrario, debe hacer existir al Otro para ser el instrum en­ t o d e_su _ggce7P oF^ soT ii^ H im áaón a m enudo... e s j a salvación de la perversión. Entonces ahora no tendré tiempo de desarrollar lo que háy allí, la función de la m ujer com o Otro; que si la m ujer es central a la perversión es porque la mujer no solo es Otra que el hom bre sino porque la m ujer es Otro com o tal, porque es la O tredad y por eso la n o r m a d l o que es norm al3, es siem pre solam ente norm a-m acho para usar una palabra llana. Así llegaría a la perversión norm al del m acho, a la cual, a través de Freud, hem os seguido y que estoy tratando de seguir actualm en­ te en París. En otra oportunidad desarrollaré el m asoquism o. Espero que en Kent State University concluyam os en este punto: si el verdadero perverso se hace ser el objeto a, por la fórm ula de L acan pode­ mos deducir m uy sim plem ente por qué es incompatible con el análi­ sis. Como tal, el analista en la operación analítica se hace ser tal obje­ to o y debem os distinguir ai analista com o objeto a y al perverso como objeto a. Bueno... m e detengo aquí... preguntas... M e gustarían algunas preguntas, seguro... y espero seguir en dos meses. m u cho.

de su

p ro p io

guntaba acerca de su referencia a Gillespie.

y psicoanálisis

J ac q u es -A l a in M il l e r : Quizá podría decir por qué creo que hay alguien peor que Gilíes de Rais. Creo que, si hacen el concurso del peor perverso que se propuso, creo que el peor perverso es el juez de Gilíes de Rais. Quiero decir que el peor perverso es uno que habla en nombre de la m oralidad y los verdaderos perversos... los que nunca vlíñ ¿ñlínálisFs pueden juzgar, predicar, enseñar, precisam ente tienen una posición de autoridad y de control del goce de los otros, y en esto

P siquiatría

P r eg u n ta : Dijo al principio algo sobre Gilíes de Rais... y m e pre­

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3. J.-A. Miller alude a nórmale, que en francés condensa los significa dos "norma-macho" (norme y mole). [N. de la T.] 25

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diría que la peor perversión es la rectitud. Y ésta es la constante lee-! ción de Freud. Es precisam ente lo que alimenta la conciencia m oral -exactamen-i te la m ism a energía a la que renuncian para ejercer la satisfacción d| la pu lsión-, es decir, no tienen a uno frente otro, el perverso criminal y el recto juez; sino que el recto que es precisam ente el peor criminal] Eric Laurent aludió a eso esta m añana cuando habló de la ley y ef juez... es aquel que pretende encarnar la ley m ora quien es el verdal dero sádico. Ustedes, por ejemplo, puede creer que "K ant con Sadel es realm ente uñá idea forzada de Lacan, él fue a buscar eso, pero no es Lacan quien inventó la noción de superyó sádico. N o es él quien inventó la noción de que lo que pueden tom ar com o una encarnacióií de la m oralidad tiene exactam ente com ponentes sádicos, y es uno de; los secretos de "K ant con Sade", que hable de Freud con Melani| Klein, que hable del superyó posedípico y del superyó pre-edípico de1 M elanie Klein. Pero Freud m ism o sabía m uy bien que el secreto de la conciencia m o ral es el elemento sádico y él dijo sádico, y Freud m ism o aludió a Kant. En "El problem a económ ico del masoquismo",! Freud dice: "El im perativo categórico de Kant es así el heredero directo del com plejo de Edipo". Así, es una referencia a Kant com o el principio de la m ás alta m oralidad, y Freud dice que el complejo de Edipo es la fuente de nuestra ética individual, nuestra m oral, y por lo tanto de esta m oral desexualizada, pero él nota que el verdadero! m asoquism o m oral sexualiza la m oral otra vez y alude allí al hecho! de que la supresión cultural de los instintos retom a en gran parte al sujeto im pidiendo que el com ponente destructivo instintual se ejerza en la vida, volviéndolo contra el sujeto mismo. Por lo tanto, este texto tiene una referencia al superyó sádico, el superyó aum enta su sa­ dism o contra el yo, el sadism o del superyó, etc. A sí que la idea de leer "K ant con Sade", la originalidad de Lacan, es ir y volver a unir K ant con Sade, pero la conexión de los dos ya es m uy clara en Freud. Y la paradoja presentada por Lacan lo m uestra m ás lógicam ente, más claram ente. P r e g u n t a : Lam ento que se detuviera en el punto en que la mujer se convierte en objeto porque no estoy seguro de haber entendido,; m e parece que el análisis que usted hace de la perversión fue básica-' m ente de la perversión tardía y que hay una gran área..., la hom ose­ xualidad, y m e gustaría m ucho que usted especificara por qué real-: m ente se detuvo allí.

J.-A . M i l l e r : Respecto de la hom osexualidad fem enina, Lacan dice lo que es clásico, que hay poca... o tienen que buscar la perver-

sión femenina donde es invisible, por ejemplo, y por eso la exposi­ ción de Jean Pierre Klotz fue interesante, el narcisism o femenino p u e d e ser tom ado com o una perversión, es una extensión del con­ cepto. E s porque la m ujer es la Otredad com o tal, es el Otro com o tal lo que la hace p asar tanto tiem po frente al espejo para reconocerse o q u iz á s para reconocerse com o Otro, aun s i es un mito, es m uy im por­ tante, es un m ercado, así que lo que se puede encontrar en el narci­ sismo, en el corazón de la propia im agen es la perversión de la hem ­ bra, como lo propuso Freud en el niño usado com o objeto de satis­ facción. La m adre y el objeto, el objeto imaginario, el falo, es la m adre como responsable de la perversión del niño varón pero, al m ism o tiempo, usar al niño com o instrum ento del goce; luego, de acuerdo con la fórm u la p reced en te, p ueden llam ar a eso p erversión . Discutimos esto en París recientem ente tom ando el título de Clavreul La pareja perversa, ¿cuál es la prim era pareja perversa? A esta conexión L a c a n dedicó su atención en los años cincuenta. Entonces tienen un cuerpo, el propio cuerpo, tienen al niño en el que pueden encontrar alguna expresión secreta de perversión femenina. N o creo que esto conduzca m uy lejos. Y en tanto la hom osexualidad femenina elimina precisam entej;l_ instrumento fálico K a^ alguna- dificultad en ponerla en el reg istro propio de la perversión. Lacan notó que no tiene la im portancia social de la hom osexualidad m asculina; ésta, para Freud, es un lazo social fundam ental, es principal en el lazo social. La hom osexualidad femenina no tiene esta función y puede tener una gran im portancia cultural, pero no una im portancia social fundamental. P r eg u n ta : Si no es una perversión, ¿cóm o la nom bra?

r a d u c c ió n d e l in g l é s :

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r a c ie l a

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u sa c h i

y psicoanálisis

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Psiquiatría

J.-A . M il l e r : H o m o s e x u a lid a d fe m e n in a o e v e n tu a lm e n te h e te r o se xu alid a d ... L a c a n p r o p o n e q u e el a m o r p o r la s m u je re s se lla m a h e te ro s e x u a lid a d . D e b e n d is tin g u ir la h o m o s e x u a lid a d f e m e n in a e n la h isteria, q u e p u e d e s e r c u r a d a c o m o p o r a rte d e m a g ia al e n tr a r e n análisis. E n ta n to se p u e d e a m a r al a n a lis ta c o m o in a c ce s ib le , el a n h e ­ lo de a m o r q u e re a liz a la h o m o s e x u a lid a d fe m e n in a p u e d e in m e d ia ­ tam en te a s is tir a u n a c u r a m á g ic a y a o tra s q u e t o m a n m u c h o tie m ­ po.

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Perversiones y perversidad es

Acerca del diagnóstico de perversión N ésto r Y ella ti

Hay algunas cuestiones que llaman verdaderam ente la atención uno interroga al DSM, no para hacer una crítica del m anual como un todo, en su concepción com o tal, sino en la particularidad de cada diagnóstico. Por ejemplo, en el m anual no se usa el térm ino perversión, ha desaparecido com o tal, el térm ino que se usa es el de parafilias. Esto tiene su interés, pues com o verem os, el único cam po en qué el térm i­ no perversión se sigue considerando legítimo en tanto revela una estructura, una posición de goce característica, es el psicoanálisis. En el caso del DSM, si bien esto no es explícito, probablem ente se trate de que el térm ino perversión implica una referencia a la norm a en tanto perm ite establecer el límite entre lo norm al y lo patológico, y no hay que olvidar que la perspectiva del DSM im plica el relativis­ mo cultural, es decir que los diagnósticos quedan relativizados en función de la cultura de que se trate. Aunque éste no es el único factor que decide el tiso de un diag­ nóstico, no solo se utiliza el térm ino parafilias sino que com o se sabe, entre estas han quedado eliminadas la hom osexualidad m asculina y femenina, y esto tiene que ver con las presiones políticas m uy im por­ tantes que se ejercieron desde 1969 cuando surge el m ovim iento de gays y lesbianas, que sostiene com o uno de sus objetivos el no ser incluidos en u na clasificación que considere su posición sexual com o un trastorno. La lista se limita entonces a los siguientes diagnósticos: exhibicio­ nismo, fetichismo, froteurismo, pedofilia, m asoquism o sexual, sadis­ mo sexual, fetichismo trasvestista, y voyeurism o y parafilias no espe­ cificadas, de las cuales algo voy a mencionar. Por otra parte, y com o es com ún en sus diagnósticos, la clasifica­ ción del DSM exige que durante seis meses haya fantasías recurren­ tes y altamente excitantes, im pulsos sexuales o com portam ientos. cu an d o

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A quí hay algo que llam a verdaderam ente la atención, esto está escri- J to de tal form a que hay una "o " que excluye. N o dice "fantasías recu- f rrentes, im pulsos sexuales y com portam ientos", sino que dice "o í com portam ientos". La form a en que está dicho es excluyente, es I decir, no es necesario que la llam ada parafilia incluya lo que se lia- í m an com portam ientos, o sea el acto sexual, el acto que podría ser f caracterizado por nosotros com o perverso. A dem ás, y esto tam bién es com ún a otros diagnósticos, en todos * los casos, la llam ada parafilia debe provocar m alestar clínicamente i significativo o deterioro social-laboral, o de otras áreas im portantes de la actividad del individuo. De esta m anera de caracterizar lo que el DSM llam a parafilias ? -q u e excluye la posibilidad del acto perverso, o que pueda definirse i en función de provocar m alestar clínicamente significativo—, sé des- ; prende que en caso de ser bien tolerado, egosintónico, para decirlo í de una m anera generalm ente aceptada, no cabría hacer el diagnóstico, lo que com plica bastante la cuestión, m ás bien la com plica defini­ tivam ente. Porque si se puede diagnosticar a alguien com o parafílico, en la m edida que tenga fantasías recurrentes y altam ente excitantes e im pulsos sexuales, aunque no llegue al acto concreto del que se trate, y que esto le provoque un "m alestar clínicamente significativo", es evidente que estaríam os ante un obsesivo, cuyas fantasías perversas pueden no concretarse nunca, y aún así provocarle un gran sufri­ m iento aunque no necesariam ente "deterioro social-laboral". P or otra parte, si el DSM considera que si no se provoca ni m ales­ tar clínico, ni deterioro social, etc., entonces tam poco se puede hacer el diagnóstico de parafilia, estam os ante otra perspectiva que contra­ dice la clínica. Porque la posición perversa, llam em os a las cosas por su nombre, la verleugnung, la desm entida de la castración, la escisión subjetiva que im plica, tiene com o consecuencia posible que el goce del pedófilo, del exhibicionista o del sádico, sea sin angustia y sin culpa. Por supuesto que esto no es absoluto, derivam os en este punto de m ane­ ra inevitable en. la clínica del caso por caso, pero sin duda, sabem os que el acto perverso consiste en hacer aparecer la división subjetiva en el Otro. Es decir, para ubicar la perversión, la "parafilia" sin "m alestar", alcanza con el m aterial que proveen los diarios cuando anuncian que se ha desm ontado una red pedófila en los m ás altos niveles de gobierno (Bélgica, España) o cuando se descubren los m illones de dólares que utilizó el clero católico en EE.U U . para ocultar la pedofilia de cantidad de sus miembros.

decir algunas otras cosas ya a título de curiosidad; en aparece el llam ado parcialismo, que es la atención c e n tr a d a exclusivam ente en una parte del cuerpo. T r a d u c i d o sería: la fetichización del cuerpo, donde la pulsión que eS parcial se satisface en una parte del cuerpo, ya que la sexualidad h u m a n a no adm ite totalidades. Es probable que dicho "parcialism o" se encuentre m ás en hom bres, lo que perm itió que Lacan pudiera caracterizar al am or en el hom bre en tanto fetichista. Es decir, no se trata de parafilia sino de sexualidad hum ana. O tro diagnóstico de interés es el "com portam iento trasvestista tra n s ito rio relacionado con el estrés". Esto tiene su im portancia para n o s o tro s , porque L acan en el Seminario 5 y también en los Escritos hace una crítica y un análisis exhaustivo de un caso que no duda en ¡ l a 'm a r de perversión transitoria, y que es consecuencia de la direc­ ción de la cura en un sujeto voyeurista. En el diagnóstico D S M tam ­ bién e x is te esta posibilidad de transitoriedad, pero se la relaciona con el e s tré s , con lo que nos da una buena oportunidad de pensar la dife­ re n cia entre angustia y estrés. Justam ente, en el caso que presenta L a c a n , íó interesante es localizar la angustia, el m om ento de su sur­ gimiento, cuál es el real convocado en ese análisis para confrontarlo córTIo que es llam ado un estrés sin duda dem asiado relacionado con podem os

o tras p a r a f i l i a s

la r e a l id a d .

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' Por último está el transexualism o, que no está en esta lista inicial porque figura bajo el acápite de "trastornos de la identidad sexual", y que en casos extrem os im plica la cirugía. Hasta aquí el com entario respecto de la clasificación de m anual, que es la que nos guste o no prevalece en el discurso psiquiátrico actual. Pasemos entonces al psicoanálisis. Freud tam poco dice "perversión" en "Tres ensayos sobre una teo­ ría sexual"; habla de aberraciones sexuales, donde la cuestión está definida a partir de cóm o se obtiene el goce sexual. La clasificación que hace, y que ustedes recordarán, trata del cam bio de objeto, el cambio de zona, o cuando el goce sexual queda subordinado a cier­ tas condiciones. No voy a h acer ningún desarrollo respecto de lo que dice Freud -entre otras cosas porque lo considero suficientemente co n o cid o pero sí voy a extraer un fragm ento de "Tres e n sa y o s...", página 134 de la versión de A m orrortu, porque allí está sintetizada claram ente la perspectiva freudiana, lo subversivo del psicoanálisis respecto de la concepción psiquiátrica y a partir de lo cual hay que pensar la cues­ tión de la sexualidad. Cuando llega a algunas conclusiones acerca de lo que en "Tres

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e n sa y o s..." llam a los invertidos, o sea la hom osexualidad, dices " ...e s ta indagación nos permitió inteligir algo que puede llegar gj resultarnos m ás im portante que la solución de la tarea indicada..! Param os m ientes que concebíamos dem asiado estrecho el enlacd entre la pulsión sexual y el objeto sexual, la experiencia recogida poj los casos considerados anorm ales nos enseña que entre pulsióij sexual y entre objeto sexual no hay sino una soldadura, que corría^ m os el riesgo de no ver a causa de la regular correspondencia del cuadro norm al, donde la pulsión parece traer consigo al objeto. EllJ nos prescribe que debem os aflojar en nuestra concepción los lazos! entre pulsión y objeto. Probablemente la pulsión sexual es al comien-j zo independiente de su objeto y tam poco debe su génesis a los encané tos de éste". El térm ino que siempre me llam ó la atención es " soldadura ", uti-¡ lizado en otras ocasiones aunque no m uchas, porque rom pe clara­ m ente con una concepción natural de la sexualidad hum ana. Lo que aparece com o natural en realidad es algo -n o se~sTesé]~mejor térmi-| no a u tilizar- artificial, dado que soldadura remite a la artificialidad, a algo que debe producirse y no de una sola m anera. Lo que se expo­ ne com o norm al y acorde a la naturaleza no es m ás que una solda­ dura, y creo que este párrafo sintetiza m uy bien la perspectiva freu­ diana. Sobre esta se construye toda la concepción psicoanalítica de la sexualidad, inclusive todos los desarrollos posteriores de Lacan, h asta sus fórm ulas de la sexuación. Freud dice otras cosas que de alguna m anera norm alizan la per­ versión, no solo al hacerla form ar parte de la constitución normal, sino tam bién al incluirla en los preliminares del acto sexual, en los síntom as neuróticos, y al hacer esa definición clásica que es: "L a neu­ rosis es el negativo de la perversión", con lo cual la referencia para concebir la neurosis es la perversión. Voy a hacer una pequeña digresión porque creo que es el m om en­ to; si ustedes leen el Seminario 4, Lacan invierte todo el tiem po esta frase diciendo: " La perversión es el negativo_de la neurosis". De allí en m ás fue citada de las dos m aneras, al m enos en nuestro medio. Que yo sepa esto no fue nunca com entado, aunque es posible. Pero sin du da la frase freudiana textual sigue siendo decisiva en la medi-, d a en que refiere la neurosis a la perversión, hace de la sexualidad ■ u na sexualidad perversa, en tanto siem pre se satisface parcialm ente y fundam enta al síntom a neurótico en el fantasm a perverso. A hora, solo m ucho m ás adelante se encuentran en la obra freu­ diana los textos que perm iten concretar una teoría m ás precisa acer­ ca de la perversión: "L a organización genital infantil" y "E l fetichism o ", en los que se establece una teoría que se deduce de la posición

Psiquiatría

Ap] sujeto rpspprtn del ¿alo-V^-la-castracián, y esa posición es la de la uerieusnung. la d esmentida. '^Precisamente Lacan parte de ahí, porque retom a ese punto y esa perspectiva, organiza las tres estructuras en función de la relación al falo y a la castración, a partir de lo cual el fetichismo se constituye —en ese m om ento de la enseñanza de Lacan y a partir de esos textos de Freud- en el p aradigm a de la posid fo .R erv etsa. Porque el esta­ blecimiento del falo en tanto significante por parte de Lacan, el falo como semblante, perm ite no solo dar cuenta anticipadam ente del "no hay relación sexual", en la m edida que los sexos se vinculan solo a través de la m ediación del falo, sino que al m ism o tiempo destitu­ ye el mito de la genitalidad com o la culminación natural de la rela­ ción entre los sexos. El ser parlante solo puede aspirar a la satisfac­ ción de una pulsión parcial cuyo objeto está determ inado en form a contingente. Eso sería lo que Lacan tom a de Freud y constituye su primera enseñanza, dicho esto obviamente de m anera m uy sum aria, como una simple y elemental guía de textos, pero tam bién p ara hacer una distinción neta con los posteriores desarrollos que hace Lacan donde lo que prevalece sin dudas es el texto "K ant con Sade". También están los desarrollos que hace en el sem inario De un Otro al otro, donde lo decisivo es la localización en el cam po de las per­ versiones del objeto a, lo que abre una perspectiva totalm ente dife­ rente sustituyendo al fetichismo por el m asoquism o en tanto para­ digma de la perversión, que es lo que -ap rovech em os para recordar­ lo- ubica Freud com o fantasm a en su texto "Pegan a un niño". Texto princeps que com o se sabe Lacan utiliza para dar cuenta del estatuto del fantasma, pero que Freud subtituló "Contribución al estudio de las perversiones". Lacan parte de la no com plem entariedad entre exhibicionism o, voyeurismo, m asoquism o y sadism o, tal com o podría desprenderse de cierta lectura de "Pulsiones y destinos de pulsión", aunque Freud en ese punto es explícito: no se trata de un texto sobre perversiones sino que da cuenta del estatuto de la pulsión. La perversión en este m om ento de la enseñanza de Lacan impli­ ca una forma peculiar del lazo con el Otro, que es un Otro castrado y vaciado de goce, lo que implica concebir el goce en tanto goce del Otro, un goce perdido, de cuya recuperación se va a hacer cargo el perverso. Por eso Lacan utiliza esa form a quizás irónica al referirse al p er­ verso, cuando dice que es un cruzado en tanto cree en Dios, cree en el Otro, en un Otro com pleto. Es com o un auxiliar de Dios, un defen­ sor de la fe, porque su posición perversa es en el acto perverso, com ­ pletar al Otro en el punto m ism o donde este ha sido vaciad o de goce. ^

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El desarrollo que hace Lacan de esto en su sem inario De un OfI al otro aclara esta perspectiva, pero si la llamó irónica es porque sol a él podría ocurrírsele hacer del perverso, en tantos casos condena® desde la m oral com ún, un "auxiliar de Dios, un defensor de la fe" j Por otra parte, cuando preparé el tema de hoy vi que había heclf u n a separación un poco arbitraria, porque hay una concepción de 1 perversión organizada en relación al falo y a la castración, despul h ay un concepto de perversión que incluye la cuestión del objeto,! en realidad, el esfuerzo y trabajo que uno tiene que hacer es no m al tener estas perspectivas deslindadas entre sí. I Me pareció en ese sentido que el ejemplo princeps de Freud eq m uy interesante, porque en "El fetichismo" ustedes recordarán q j hay una referencia a ese particular fetiche que era "un brillo en I nariz", que a m í siem pre me llamó m ucho la atención porque es | artículo donde Freud dice de m anera más explícita que el fetiche « el falo en tanto es el pene que la mujer nunca tuvo, por eso el falí representa algo que siempre estuvo ausente, es el significante de I falta. Da un ejemplo raro para ejemplificar esta perspectiva, que es I del hom bre que se siente atraído sexualm ente hacia una m ujer solo I esa mujer tiene cierto brillo en la nariz, brillo que solam ente ve él, j que Freud interpreta en función de la lengua de origen del sujetü -q u e aunque había nacido en In glaterra- era el alemán, y donde está ba la hom ofonía entre el glance, que en alemán sería brillo y que el inglés es m irada. De lo que se trata es de una m irada en la nariz. | Después de leerlo la cantidad de veces que uno lee estos texto| m e pareció que verdaderam ente estaba presente el objeto m irada d« m anera clara, es decir, la segunda frase se puede leer a la letra: de 1 -< £ g § P ^ Nj -j09

tenem os que decir que el psicoanálisis hace de la estructura perversa un punto de estudio para el psicoanálisis, y que esto no es mucho m ás extenso que eso.

Un caso de travestismo E r n esto P érez

A g r a d e z c o n u e v a m e n te al d e p a rta m e n to , e s p e c ia lm e n te a N é s to r Yellati q u e tu v o la g e n tile z a d e in v ita rm e . T en g o q u e a g r a d e c e r a O sv a ld o D e lg a d o ta m b ié n , p o rq u e a tra v é s d e él v in e a c á y m e fu e ­ ro n p re s e n ta d o s u s te d e s . E sp e re m o s q u e

lo

este

caso

y

e s ta s p e q u e ñ a s r e f le x io n e s s ir v a n p a r a

este t i e m p o . El caso que voy a presentar es m uy actual, com o decía Rafael, ya que tal vez hace algún tiempo este tipo de casos no se presentaban en nuestros consultorios. Es un caso que se presenta en la Clínica Campi, que yo dirijo, y es un tem a de actualidad. Yo le he puesto “La ceremonia del espejo" como título, se trata de un caso de travestism o. El caso tiene que ver con el tem a de la perversión y el diagnósti­ co diferencial que va a estar en juego, porque ahí van a poder verse, o diferenciarse, o poder discutirse las tres estructuras clínicas. N o sé si llamarlo caso ya que la construcción de un caso im plica el estable­ cimiento de la transferencia, cosa que aquí no ocurrió porque el paciente abandona el tratam iento en las entrevistas preliminares, situación que suele ocurrir con cierta frecuencia en la clínica de las perversiones, concurren cuando algo no anda bien con su partenaire y luego abandonan el tratamiento. Lo llamativo es que el partenaire que no funciona bien en este caso, es su madre. q u e u s t e d e s e s t á n t r a b a ja n d o e n

P s iq u ia t r ía

Primera entrevista y p s ic o a n á l is is

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J.C., lo vam os a llamar así, tiene diecisiete años en el m om ento de la consulta. Viene acompañado de su m adre quien com enta con gran ansiedad que no sabe qué hacer con su hijo, que lleva una vida anor­ mal, que así ella no puede vivir y refiere directam ente el problema: "A él le gusta vestirse de m ujer". Comenta que ella no lo deja y que de todas m aneras él lo hace, y que va a bailar con ropa m asculina pero que después se cambia y se viste de mujer. Es decir, lleva la ropa

en un bolso y en el baño del baile se cambia y aparece con todo su esplendor femenino. J.C. se m antiene callado, casi indiferente, m irando atentam ente cada detalle del consultorio y al analista. Cuando le pregunto a él si tiene algo que decir contesta que no y se m antiene en silencio. Su m adre vuelve a tom ar la palabra y sigue diciendo que así ella no puede vivir, que esta situación la está enfer­ m ando. Refiere problemas de presión arterial, etc. Fropongo que en la próxim a entrevista venga el paciente solo.

Segunda entrevista J.C. es un adolescente afeminado, usa pelo largo m u y cuidado, lo m isino que todo su aspecto personal. Com ienza diciendo: "A h o ra mi m adre sabe que soy travestí. H ace dos años m e destapé y m e em pe­ cé a vestir de mujer. Me gusta salir así, especialm ente a bailar, pero a todos lados, que me miren y se me acerquen por lo que so y ". Constantem ente utiliza la función de la m irada p ara que lo m iren com o mujer: en el colectivo, en todos lados hace esta experiencia. Yo le pregunto sobre algo de la pareja y él me dice que no se siente atraído por los sexos, "lo único que quiero es transform arm e en mujer, incluso pienso en operarm e", dice. Hasta ese mom ento no había tenido ni relaciones sexuales, ni pareja. "Yo vengo por m í m adre, no por mi, yo no quiero cambiar, estoy bien así. Quiero que ella no sufra, me angustia que diga todo el tiempo que no puede vivir m ás así". Cuenta que es el m enor de tres herm anos, que vive con su m adre y el herm ano de veintitrés años. La herm ana m ay or vive en el piso de arriba. C uando le pregunto por su padre dice: "N o se n a d a ". Le vu elv o a preguntar nuevam ente cóm o se llama, si vive: "N o se, no se", m e repit*. Llegado a este punto le digo que averigüe de su padre para la próxim a entrevista.

Tercera entrevista Llega puntualm ente con su aspecto seductor al igual que en las anteriores entrevistas y dice: "Estuve averiguando co m o usted m e pidió. Según mi m adre perdí a mi padre a los tres años. A p artir de ese m om ento dorm í con ella hasta m ás o m enos los doce años. Mi m adre es bellísima. M e encantaba salir con ella a cam inar y hablar de todo, siempre fuim os m uy am igos y salíam os juntos a todos lados h asta ahora". Vuelvo a retom ar el tem a del padre, porque él hablaba de la

madre. Él entonces saca una foto y me la muestra. "M e la dio mi mamá, me contó que se llamaba Jesús y después de su m uerte me lle­ vaba al cem enterio". Veo la foto. Están el padre y el hijo (que es,él) tomados de la m ano. "Q ué raro -le d ig o - que haya olvidado tantas cosas". "M ire -m e d ic e - no insista, él no significa nada para mí. Es un tema ce rra d o ". Desvía la vista y se pone a m irar por la ventana en silencio, pero en pose, com o para ser visto, como un artista que busca el mejor ángulo p ara ser mirado.

Cuarta entrevista J.C. llega sonriente y seductor, desenvuelto con los m ovim ientos de su cuerpo. Dice: "A ntes no era así, era vergonzoso y re-tímido, porque a los siete años se m e cae una pared encima de una pierna y repetí el grado. Me dejó una m arca -la señala- y me escondía de tími­ do y me quedaba desde afuera espiando a los dem ás". Yo le pregun­ to qué m iraba y contesta: "M e quedaba m ucho tiempo m irando, especialmente, cóm o m am á se vestía y se arreglaba. En varias opor­ tunidades m e puse frente al espejo y me maquillaba. Me ponía tam ­ bién su ropa. Lo m ás excitante era su ropa interior y la de mi herm a­ na. Esto, a partir de los doce años, se hace habitual, casi cotidiano. Sentía verdaderam ente placer al hacerlo. Lo m ás im portante era ves­ tirme de mujer, 'travestizarm e' -utiliza este térm ino-, todavía no soy mujer mujer, pero pienso en viajar a Chile para operarm e. Por ahora no me interesan los m uchachos, después veré, nunca tuve relaciones sexuales con nadie, no m e interesa". Entonces le pregunto por la ope­ ración y por qué piensa que todavía no se decidió, y m e dice: "Es por mi madre. Ella sufre del estóm ago y de alta presión y, una vez, por un problem a con mi herm ano tomó pastillas y estuvo internada". Le pregunto por otros recuerdos de esa edad y m e dice que recuerda que a los doce años se enam oró de una chica de su m ism a edad: "M i m adre m e obligó a dejarla porque el ambiente donde ella vivía era m alo, era perjudicial para mí. A partir de aquí yo m e dije por qué no puedo ser un travestí y com encé a construirm e com o tal", palabras textuales. Hice un resum en del resto de las entrevistas. El paciente estuvo un mes y pico, casi dos m eses en tratam iento. La función de la m irada es estructurante durante las entrevistas, constantem ente se pone en pose para ser m irado com o un artista que busca el perfil que lo favorece. Trata de capturar la m irada del otro para construir su im agen que siempre intuye ideal. Es vendedor de cosméticos, de lo cual se considera un especialista. En las entrevistas refiere que lo m ás im portante es travestizarse, vestirse de mujer, lie-

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gar a operarse su pene y agregarse pechos y nalgas con inyección de siliconas, práctica que ha realizado ya, pero quiere mejorar. "Travestizarse", verbo que deja traslucir su posición subjetiva, pues dice no interesarle los m uchachos porque todavía no se consi­ dera m ujer mujer. Creo de todas formas, con respecto al pasaje al acto de la opera­ ción que él lo tom aba seriamente, no se trataba de una provocación. Esto m e parecía m uy im portante para el diagnóstico, es decir, saber si con esto m e provocaba o si realmente tenía una idea seria de lle­ varlo adelante. Es con el tem a de la operación donde el sujeto choca con el sufri­ miento de su m adre. Es decir, para seguir su carrera de m ujer mujer él vino al tratam iento. Una m adre que le plantea un conflicto, porque si bien ella se opone concientemente a esta transform ación, es ella la que lo obliga a dejar a esa chica de la cual estaba enam orado. Según contó en otras entrevistas, la muchacha que la m adre prohíbe tenía el pelo deslum brante com o a él le gusta. Su madre, poco tiempo después de esta prohibición, lo abandona, comienza a salir con un hom bre con quien sale también en la actualidad. Este abandono lleva al sujeto a la Cerem onia del Espejo, a la ropa de mujer, a "travestizarse", com o una m anera de retener a su madre, y a pensar en la operación. D urante las entrevistas no toleraba los silencios y se defendía tra­ tando de incom odarm e, hacía algún adem án y preguntaba cóm o lo veía. En este punto de desinterés se interrum pen las entrevistas, tal vez cuando se entera que su m adre estaba mejor, porque a su vez había iniciado un tratam iento en la m isma institución. Bueno, para term inar y ordenar un poco lo que acabo de contar. Habría que hacer varias escansiones de acuerdo a su historia. A los tres años, con la m uerte del padre, em pieza toda una pro­ m iscuidad con la m adre que im plica dorm ir con ella h asta p ráctica­ m ente los doce años. A los siete años, el acontecimiento traum ático de la pared que se le cae sobre una pierna fue im portante porque pierde el año lectivo, está m ucho tiem po en cam a, y a partir de ahí queda m uy aislado, com enzando su actividad escoptofílica con la m adre y su herm ana en su intimidad. A los doce años, la m adre lo saca de la cam a de su lado y ahí es donde em pieza la cerem onia del espejo: travestism o declarado. El había jugado a vestirse, desvestirse, con ropas fem eninas, pero nunca lo había m anifestado así com o él lo llama: el destape, "travestizarse". A los quince años la m adre empieza a tener una pareja, entonces aparece este síntom a transexual, del pasaje al otro sexo. H asta acá las consideraciones del caso.

Comentario

P si qui atrí a

G loria A k s m a n : Buenas noches. Creo que efectivam ente se trata de hacer un diagnóstico de estructura. Y también estoy de acuerdo en que debemos discutir si se trata de una perversión, un anudam iento perverso, o bien lisa y llanamente del empuje a la m ujer en una estructura psicótica. En algún lugar del escrito leí -coincido con E rn esto - que no hay demanda de parte de quien concurre a las tres entrevistas, la dem an­ da es m aterna, y esta m adre parece pedir que le saquen este proble­ ma de encim a ahora que está saliendo con otro hombre, porque hasta los doce años no había ningún problema. A hora hay que sacarse el problema de encim a ya que ella así no puede vivir. Y sitúa que el pro­ blema de ella es que el hijo se viste de mujer. Ernesto cree conveniente citar al joven J.C., de diecisiete años, a una entrevista a solas. Es allí que J.C. se presenta con un dicho de su no relación con el goce sexual, y esto me pareció interesante. A él -que es travestí- no le interesan los sexos. "N o m e siento atraído por los sexos", dice, m odo particular de nom brar su posición: los sexos. Y veremos que esta es una m anera, al menos intento probar esto, de restarse de la m étrica fálica. Es decir, hay algo del enigm a por ser hombre o ser mujer que no aparece en esta presentación. Entonces, les llamo la atención a ustedes - y lo escribí para recor­ dárm elo- que él no dice que no le interesa el sexo, la relación sexual, él dice "los sexos". Travestí no deja de ser en este discurso un significante que nom ­ brando su ser no dice nada respecto del goce sexual. Dice que nunca tuvo relaciones sexuales con nadie ni le interesa. El neologism o que Ernesto m arca - y que aparecerá m ás tarde, "trav estirm e"- es donde el sujeto deja ver el trabajo de lo que -s o ste n g o - tiene que ver con el empuje a la mujer. El otro de la escena en el consultorio, en este caso Ernesto, debe dirigir su m irada hacia ese trabajo que él está haciendo. Es en el espe­ jo en el que el sujeto se mira. Ahí es una función que está en la m ism a línea de la m adre y la novia, es decir, el espejo donde el sujeto se mira. ¿Cuál es la lógica del travestí?, si vam os a decir que esa es su posi­ ción. Ya vem os que hay algo del orden de lo que no cuaja respecto del goce sexual. En la lógica del travestí, lo que im porta es justam ente lo que traía Miguel Furman, la condición de fetiche que su vestimenta deja entrever. El goce sexual implica como condición necesaria - y cito a Catherine Millot en e sto - la preocupación por conservar bajo el vestido eso con qué pasm ar al prójimo. Esa es la condición del tra- Tt? y ps i coanáli si s

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vestí. Es en esto que el pene no se confunde con el órgano tal como sucede en el transexualismo al decir de Lacan cuando habla del error com ún del transexual, que es confundir el pene com o órgano en lugar de la investidura fálica, confundir el falo con el órgano. ¿No es el caso entonces de J.C.? El significante travestí, es un sig­ nificante que apela solamente a una imagen. En lugar de ropas de hom bre ropas de mujer. Y es por ello que vam os a decir que estruc­ turalmente hablando - y también en el mismo sentido en que lo pre­ sentó antes Miguel F u rm an - J.C. no es un perverso, porque el per­ verso no se abstiene de la escena sexual, m ás aún, es allí donde la fór­ m ula instrum ento del goce del Otro cobra el valor conceptual. El res­ tituirle el objeto al Otro, entonces, no prescinde de la escena, y más aún, ella es condición. Quiero decir que instrum ento del goce del Otro es la fórm ula de goce sexual. Piera Aulagnier, en una clase m aravillosa que les invito a leer del Seminario 9, La identificación, donde Lacan pondera esta exposición de ella, la invita a hablar, y ahí me anoticié que el térm ino instrum ento del goce del Otro es de ella y que Lacan lo tom a luego para el tem a de la perversión. Dice ella: "Perversión es a nivel del goce, poco im porta la parte corporal puesta en juego para obtenerlo, pero tiene que estar en juego para obtenerlo. Si com parto la desconfianza de Lacan sobre lo que se llama la genitalidad es que es m uy peligroso h acer el análisis de la perversión com o una cuestión anatóm ica. Esto es decir que es un perverso porque es hom osexual o decir que es un perverso porque se viste de m ujer", y agrega: "habría que situar la cuestión del lado estrictam ente de la im plicancia del cuerpo en ese goce". En segundo lugar direm os que J.C. parece haberse confrontado con el tem a de la sexualidad bajo la form a de lo que llama, en una prim era escena, el estar enam orado. Y cuya resolución ante la prohi­ bición m aterna de seguir viéndola, no es la pregunta por el qué m e quiere el Otro, qué me quiere mi m adre, sino m ás bien que la res­ puesta anticipada bajo la form a del empuje a la m ujer es lo que se manifiesta. Ubiquém onos en el diálogo con la m adre respecto del encuentro con la chiquita de doce años: la m am á le dice "es una chica que no te conviene", y él dice "entonces, por qué no ser un travestí". Cuestión que se repite cuando afirma que la m adre lo abandona; allá conno aquí la cerem onia del "travestizarse" construye la im agen de la m ujer que en el futuro se redoblará mujer-mujer. Es que en la relación con la m adre, el sujeto se encuentra en u n a posición de objeto -d ice Piera A ulagnier- del propio m etabolism o de la m adre, dice ella, y agrega: "es necesario que la m adre haya podi­ do ella m ism a asumir su propia castración, es necesario que desde

P si qui atrí a y p s i c oa ná l i s i s

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ese m om ento, desde esa relación dual, el tercer térm ino, el padre esté presente en tanto referencia m aterna. Solo en este casó -q u e esté el padre p resen te- lo que ella buscará en el niño no será una satisfac­ ción al nivel de una erogeneidad corporal -equivalente fálico- sino una relación que, constituyéndola com o m adre la reconozca a la vez como m ujer de un padre, cosa ausente en el caso. Y dice de la m adre del psicótico respecto del lugar que tiene el hijo para ella: "Él es para su m adre este objeto propio del metabolismo y en donde la partici­ pación paterna es para ella negada, inaceptable, él es desde ese m om ento y durante todo el em barazo el objeto parcial que viene a colmar una falta fantasm ática a nivel de su cuerpo y el rol que le será por ella asignado será el de testigo de la negación de su propia cas­ tración." Es decir, que en esta m adre donde la relación de la palabra del padre no es vehiculizada, nos perm ite articular que J.C., a falta de haber sido sim bolizado por el Otro, será llevado a hacer coincidir en su respuesta simbólico y real. Es esto lo que Catherine M illot habla respecto del transexualism o. La relación especular con la novia de los doce años y con la m adre, nos recuerda a lo que Lacan trabaja en el Seminario 3 en la identificación "com o si", es decir, aquella que suple la falta del signi­ ficante del N om bre del Padre. Lo interesante -señ ala Millot en el libro El empuje a la m ujer- es que no hace falta en este tipo de casos el cataclismo im aginario para identificar el fenóm eno del "empuje a la m ujer", que responde en el lugar del agujero que deja la falta de significante. Es lo que sucede en ambas oportunidades -c re o que hasta hubo una tercera- donde la respuesta del paciente es desde este empuje a la mujer. Es decir, que cuando el Nom bre del Padre es convocado al lugar donde no puede responder, el empuje a la mujer es con lo que J.C. responde cada vez, aún en el consultorio cuando convoca la m irada de Ernesto. J.C. busca la m irada del Otro que lo feminice, la busca a los doce años, la busca en su m adre, en el espejo, en Ernesto: "Q ue los otros m e vean com o s o y ". Es así que en nuestro sujeto la m etáfora delirante en la que se encuentra estabilizado dice que está construyéndose com o mujer. Antes, los ropajes de su m adre y su herm ana, donde se producía exci­ tación por la sola im agen. Recuerden que él dice que había una situa­ ción m uy excitante que era la im agen en el espejo. En el futuro, digo yo asintóticamente, él será mujer mujer, y después verá si le intere­ san los m uchachos. Queda la pregunta: ¿cuál es el goce que nos perm itiría indicar que se trata de una suplencia?

Conversación A d r iá n S c h e in s k e s t e l : Me quedó un tem a de la discusión anterior

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a la presentación del caso, con relación a esta diferencia entre la posi­ ción del analista y la posición perversa. Porque se hablaba del dis­ curso del analista, lo escribí para que quede claro, dentro de los cua­ tro discursos que trabaja Lacan, esa ubicación en la parte superior en donde queda del lado del agente -e l objeto- y del otro lado el sujeto, y en ese sentido coincidiría con esa posición perversa de la que se hablaba. Lacan m ism o dijo que el psicoanálisis no había sido tan creativo com o para crear una nueva perversión, y efectivam ente, no lo ha con­ seguido. Yo no conozco otra com plicación en esa posición del analis­ ta que no sea la de superponer este discurso a su reverso, o sea el dis­ curso del am o -q u e es exactam ente al rev és-, es decir, superponer el lugar del objeto de la gente al lugar del Sp o sea, al lugar del signifi­ cante amo. Superponer y confundir, en ese sentido, usar o aprove­ char la sugestión o el poder que le da esa posición. Porque si el ana­ lista es un im postor es porque está en el lugar del Otro, así se arm a el dispositivo. Entonces, sería no usar y abusar ese lugar donde a y S1 se confundirían, que es lo propio de la hipnosis. Volveríamos, ya habiendo pasado por Freud, Lacan y lo d e m á s- a esa posición que tenía Charcot de ir a curar síntomas a partir de ese poder hipnótico. N o está mal que el analista sugiera, está m al que sugestione. A m í me parece que un analista m uchas veces tiene que sugerir cosas, pero otra cosa es sugestionar. El objeto m irada es un objeto prevalente en el caso y m uestra bien, sirve com o ejemplo para dem ostrar que el objeto a es asexual. El obje­ to a no es un objeto sexual. Me parece que si bien está m uy jugado el com entario p or el lado de la psicosis, quizás se puede ubicar el empuje a la mujer, que es un concepto lacaniano, pero que en un sentido puede ser transclínico. N o sería propio de la psicosis. A hí nació y ubicam os el empuje de la mujer en el dom inio de la psicosis, pero si lo ubicam os en relación a este único Otro sexo que ubica L acan -h a y un solo sexo y ese es el fem enino- tanto en el hom bre com o en la m ujer hay esta tendencia a exteriorizar o ubicar esa otredad en otro. Porque digam os, hay empuje a la m ujer en la histeria m ism a. Dora ubica la femineidad de un m odo neurótico. También hay una m odalidad psicótica.

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A d r i a n a L u k a : A gradezco com o todos mis colegas a Ernesto Pérez y a Gloria por este trabajo que nos hace pensar. Me gustaría tom ar la cuestión de cóm o este joven se presenta

desde su ser. "Ser travestí". Cuántas veces se presentan com o "soy anoréxica" o "soy fóbica". Me parece m uy interesante en la dirección de la cura, com o no hay ningún cuestionam iento a lo que la m adre q u e r ía que se cuestione, que era ese, vestirse de mujer. Es ella la que demanda, porque para ella es una preocupación corregir eso. Y com o el analista se m antiene siguiendo lo que el joven viene trayendo de esa construcción, ese ser travestí que él va m arcando, y que él insiste cuando dice "que m e miren como soy". Es decir que ahí hay una cuestión en relación al ser m uy fuerte. Dejo com o pregunta el diag­ nóstico. M a r t a D e T o r o : Cuando te estaba escuchando recordé que cuan­ do me acerqué al psicoanálisis en Campi, habías presentado -e n un momento en donde las operaciones no tenían las frecuencias de ahora- un caso clínico con esta m ism a interrogación, m uy parecido. Y en ese m om ento habíamos leído Las memorias del Conde de Choyssí, y me parece que ahí se articula que este conde dice "pienso, luego existo", y Lacan lo transfiere y dice "pienso ahí donde me visto de mujer". Donde hay una dimensión del ser, del existo. Entonces recordando un poco los comentarios sobre el Seminario 1, recuerdo que en el último o anteúltimo capítulo que Lacan se refie­ re a las articulaciones posibles de los registros y de las pasiones; y dice de la hiancia posible o cresta pasional entre el registro de lo real y de lo simbólico es la ignorancia. Que es lo que daría lugar y posi­ bilidad de esa pasión -e l odio, el amor, habla de las pasiones de la ignorancia- y en el párrafo siguiente dice: "Pasión generalm ente olvidada im portante para que se instituya la transferencia". La pre­ gunta es en relación a la madre. ¿Es una m adre afálica? ¿O como madre fálica cuando se presenta la posición para el perverso o el psicótico?

Psiquiatría y psicoanálisis

N é s t o r Y e l l a t i : Respecto del caso. Este m uchacho de diecisiete años. Yo m e preguntaría cuál es su posición de certeza y cuál es su posición de no certeza aún. Lo plantearía en estos términos, porque es un m uchacho m uy joven aún que se presenta con una posición de certeza respecto de su posición sexuada. N o entiendo que sea lo m ismo que decir "soy anoréxica", etc. Porque el ser anoréxica, bulím ica, es presentarse en tanto enfermo. En cambio él se presenta con una certeza de goce, y es eso lo que nos hace pensar en perversión. A tal punto que será el partenaire m adre la dividida, la angustiada por la posición de certeza de él. Es com o pregunta que lo planteo, no me queda caro que sea así, pero podría ser, en tanto partenaire, ese sujeto dividido y angustiado. Algunos significantes que m e llaman la aten- 779

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| PERVERSIONES Y PERVERSIDADES

ción y que m e parecen indicativos: "bellísim a". Es lo que dice de la m adre y es una de las formas de poner de manifiesto el no reconoci­ m iento de la castración del Otro, porque la castración del O tro es la castración de la m adre y ahí hay un velam iento estético, es la barre­ ra estética ante la castración, es su form a de negar la castración m aterna, y esto apunta para el lado de la perversión. Pero si bien hay un saber por parte de él respecto del goce, el punto donde no sabe o n o quiere saber es el padre, no cabe duda. Ahora, le faltan dar unas cuantas vueltas a este m uchacho para decidir su posición, me parece, porque la operación transexual no consiste en agregarse pechos y nalgas, eso ocurre, pero no es agregar­ se, es quitarse, lo que no está mencionado. Porque lo que contribuye m ucho a decidir la posición psicótica o no, es la relación al órgano, es precisam ente cuando el órgano no. está falicizado, y cuando hay un goce intolerable que se llega a la determinación de eliminarlo de algu­ n a forma, y yo no encuentro referencias claras respecto de su posición al órgano, porque cuando se habla de forclusión del falo com o lo pro­ pio de la psicosis, esto tiene consecuencias en la relación del sujeto a su propio órgano, y es eso lo que m uchas veces decide, en el caso tran­ sexual, la operación. Por lo menos, por lo que pude escuchar, no me pareció una posición plenamente decidida por parte de él. Sí parece una posición decidida respecto de que hay un goce trasvestista, un goce exhibicionista que se manifiesta a cada m om ento.

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G lo r ia A k s m a n : Se trata de diferenciar la posición del a y del suje­ to en el discurso. Lacan dice, en la apertura de la Sección Clínica, "si fuera m ás psicótico sería mejor analista", entonces, cóm o se escribe eso: a $, pero así se escribe también la posición del analista, efecti­ vam ente en el discurso depende del lugar donde está, y entonces ya sabem os que si el a está com o referente habrá que hacer una diferen­ cia entre la psicosis y la función del analista. Fue m ás bien una cues­ tión de que no nos quedemos con la im agen de que a —> $, así se escri­ ba la perversión solamente. Depende de donde ubiquemos los tér­ minos. El tem a del empuje a la mujer. Me parece que una cosa es el fenó­ m eno elem ental que se llama "empuje a la m ujer", lo cual no está pre­ cedido de pregunta alguna en la estructura. N o es la posición histé­ rica que se pregunta acerca de la mujer, por ejemplo, D ora en la posi­ ción de hacer el hombre. En este caso, el empuje a la m ujer está tom a­ do com o el fenómeno elemental que se anticipa justam ente en los m om entos donde el sujeto queda confrontado, a la m anera de lo que el neurótico quedaría confrontado a -p o r ejem plo- "cóm o, después de tanto tiem po m e abandona, qué soy para el otro". En ese sentido,

yo, no m e anim aría a llam ar empuje a la mujer a la pregunta neuró­ tica sobre el Otro sexo. Respecto de la intervención de Adriana Luka, sim plem ente decir que él aparece com o "ser travestí" en lo que dice ser, no en lo que se espera que haga de su goce sexual, con lo cual parece que es un sig­ nificante que le organiza algo. Y respecto de lo que plantea Néstor, que efectivam ente su posición es de certeza, pero no se si de goce en ese punto. Me parece que esto que él dice "y a veré", hay algo de lo asintótico allí para pensar: "C uando sea mujer mujer, ya veré". E rn esto P é r e z : E n general coincido con lo que está planteando Gloria A ksm an acerca del caso. Mi posición también fue la misma. Pero he pasado en el m ism o por m uchas reflexiones acerca de si se trata de un travestism o perverso, si es una histeria m asculina que está en acting, y que toda esta ceremonia sería un acting. Da para poder pensar algún tipo de diferencia. Cuando Lacan plantea la famosa fórmula de "K ant con Sade" -q u e Miguel Furm an puso en el pizarrón- donde a se dirige a la voluntad de goce, esa voluntad de goce también es señalada por Miller en algunos esquem as com o Sv tomando este tem a del planteo que se hizo del lugar del amo. Quiero decir que hay una voluntad de amo ahí. U na voluntad de amo que va al otro sexo, al otro lugar. U no podría decir que ahí hay una voluntad de encontrar el goce del otro, y lo que lo va a dividir al otro es que, justamente, el perverso tiene m ucha claridad por dónde encontrarlo. En este caso, no se trataba de un travestí que iba al baile para levantarse un m uchacho, llevárselo a la cama y que el chico se lleva­ ra una sorpresa. N o le interesaba. N o estaba falicizado este órgano com o para producir este elemento. Yo no sé si lo plantee bien en el caso, pero operarse para él era cortarse el miembro, éste era el tem a loco que estaba jugando en su cabeza, porque implica una m utilación personal, de su esquema, que llamativamente sí creo que se trata acá de un tem a de empuje a la mujer. Porque nosotros el fenóm eno elem ental de Schreber, en su transform ación en mujer, pero él vive delirantem ente esa transform ación. Esto sería un empuje a la m ujer ayudado por el desarrollo científico tecnológico, lo cual es un tem a para pensar también: el empuje a la mujer en esta época actual. Porque en otras épocas no tenían esta posibilidad de ser mujer m ujer así. Yo no sé qué pasaría con este chico sin esa posibilidad, m ás allá de que lo haga o no, m ás allá de que lo decida o no. Histeria yo lo descarto porque no se dirige a otra mujer. También podem os pensar que el em puje a la mujer en la histeria es la relación que tiene con otra mujer, de todas m aneras es en relación al deseo ¿no? En este caso no aparece la

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intriga femenina, él podría traer algo de este tema, ser mujer mujer com o cuál, o que habló con fulana de tal, etc. Él es un solitario. Recordando aquellas conversaciones con M arta De Toro de aquel libro que yo traje además, Vestido de mujer, que Lacan nom bra en el Seminario 13, lo que me había llamado la atención en aquel momento es algo que m e hizo pensar que el travestism o no necesariam ente es hom osexual, porque en este caso era heterosexual. Es decir, hay tra­ vestís heterosexuales, quiero decir que la posición travestí no define una posición sexual respecto al otro sexo. Lo que cuenta este hombre que es un travestí es que lo que le encanta es tener relaciones con mujeres. Esto cambió un poco la idea del travestism o que era rela­ cionado inm ediatam ente con la hom osexualidad. Y m e parece que es una posición que creo que es la de él, es decir, hay una satisfacción de él en esa posición para que no se le derrum be el im aginario identificatorio ¿no?, esta es la sensación que yo tenía con este chico, que era m uy frágil, estaba allí, frágil arm ándose. N o se si hay alguna cosa que se m e escapa de las preguntas pera hasta acá era lo que quería comentar. G l o r ia A k s m a n : En todos los textos en los que aparece el tem a del transexualism o efectivamente no se trata sino de preguntam os, tal cual se preguntan ellos, qué quiere decir que alguien piense que un m iem bro de su cuerpo sobra. A nadie se le ocurre, por ejemplo, que un brazo sobre, que sobre la pierna. H ay algo de esto que estructu­ ralm ente tiene que decirnos. M arta d e T o r o : Para m í es claramente una psicosis y el ser mujer mujer es su intento de ir estabilizándose. Me parece exacto cuando decís pasaje al acto, la operación en el futuro, y no hago m ás que recordar alguna vez un trabajo sobre qué pasaba después de las ope­ raciones con estos pacientes: de diez pacientes ocho se suicidan, con lo cual m e parece que esto es interesante para completar.

La perversión como suplencia de la psicosis G l o r ia A k s m a n , M a r í a M a r t a S c o r t ic a t t i , G a b r i e l a B o r d ó n , V iv ia n a P a z

M ig u el F u r m a n : N éstor les va a com entar algunas ideas del pro­ grama de proyecto de trabajo para el año que viene.

P si qui atrí a

N éstor Y e l l a t i : El tem a que estuvim os analizando com o el que puede resultar de interés para investigación el año que viene es Los afectos y las estructuras clínicas. Esto surgió un poco a partir de que en los diagnósticos, en el trabajo clínico, nos resultaba de interés volver a poner sobre la m esa la cuestión de los afectos. N osotros, en nues­ tra práctica, estam os bastante acostum brados a centrar m ucho la cuestión del afecto en la angustia, en tanto la angustia es el que no miente; el afecto en la m edida que tiene ese carácter -d esd e la ense­ ñanza de L a ca n - engañoso, que ha hecho que, de alguna m anera, quede dejado de lado en la caracterización que uno hace del caso y de la dirección de la cura misma. Entonces esa es una perspectiva para tom ar en cuenta el tem a del afecto com o central. Por otra parte, en la m edida que som os un departam ento que tra­ baja la articulación psiquiatría-psicoanálisis, la cuestión del afecto tiene en este m om ento una presencia im portante en todo lo que es la investigación neurobiológica, que es la que incide decisivam ente en el uso de psicofármacos. Hay una teoría neurobiológica del afecto y se pueden leer los trabajos y también en los diarios, porque es una cosa de aparición casi cotidiana el tratar de dar cuenta de esto. Ayer, en la Ñ, salió la cuestión de la moral, por ejemplo, el origen neurobiológico de la moral. Vamos a ver qué tiempo le dedicam os a la cuestión neurobiológi­ ca, porque nuestra experiencia dem uestra que al plantear estos temas neurobiológicos, por lo general, lo que provoca es cierto alejamiento de la gente. N osotros queremos lograr lo contrario. A sí que vam os a ver en qué tiempo y de qué forma introducim os esta cuestión. N o va a ser intensivo, pero desde el psicoanálisis es interesante contrastar, confrontar, responder a esa perspectiva porque hay m ucho dicho ^ 2 3 y ps i coa ná l i s i s

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acerca de los afectos en nuestro cam po, y en el cam po de la psiquia­ tría no DSM, también. Me parece que es la hora de rescatar un poco lo que ha dicho y hecho la tradición psiquiátrica respecto de los afec­ tos; lo que dice el psicoanálisis, porque tam bién tiene m ucho para decir, y ver qué tipo de articulación o discusión podem os plantear en to m o a las perspectivas m ás actuales que son la de fundam ento neurobiológico, y entonces se tom ará la tristeza, la alegría, el entusiasmo, el buen humor, el mal humor, la cólera, la apatía, etc., y los que se puedan ir sum ando com o afectos y que a veces son predom inantes en los casos. R a f a e l S k ia d a r essis : Vamos a com enzar la m esa de esta noche acerca de la perversión com o suplencia de la psicosis. En la m esa van a participar Gloria Aksman, Catalina Bordón, Viviana Paz y también participó del trabajo -aunqu e no está aq u í- M aría M arta Escorticatti. El tem a es interesante y podríam os decir que no ha tenido m ucho acercam iento en la clínica; no sé si me equivoco, pero quizás el trata­ do m ás integral de psiquiatría sobre las perversiones fue el de Krafft Ebing, ya hace bastante tiempo, el m ism o que usó Freud, y no ha vuelto a aparecer nada sobre lo mismo. Es cierto que, desde el psicoanálisis, siempre hem os abordado el tem a y podríam os decir que, hasta ahora, lo que encontrábam os era que la psiquiatría solo hacía una participación diagnóstica, m ientras que el psicoanálisis trataba de hacer una lectura de los casos que pudieran ir m ás allá de la cuestión diagnóstica para ver las caracte­ rísticas estructurales, discursivas, del goce. Quizás, hoy en día, tengam os en poco tiem po nuevas experien­ cias sobre eso, porque voy a m encionar que el Dr. Carofile está lide­ rando una experiencia en el Borda, donde se intenta cam biar la cara de la U nidad Carcelaria N úm ero 20 del hospital, dándole un criterio distinto y buscando hum anizar -aunque m e parece una palabra no m uy in ap ropiad a- el tratam iento y buscando la posibilidad de estructuras clínicas que allí se encuentran y que antes eran pasadas por el terreno legal y no por el médico. Por eso decía que tal vez, en un futuro próxim o, podam os tener casos que puedan tener que ver con verdaderas perversiones, porque efectivam ente, en general, lo que la literatura ha presentado en el sentido jurídico y policial del térm ino han sido los casos fundam entalm ente de sádicos donde en m uchos se ha descubierto una psicosis por detrás o de grandes m asoquistas, pero estos no llegan a la consulta. Se hace de esto una clíni­ ca que podem os encontrar en lugares m ás bien m édico-legales. N o obstante, me parece im portante abordar el tem a y dada la hora dejo en uso de la palabra a Gloria Aksman.

G lo r ia

A k s m a n : N osotros nos dedicamos a tratar de pensar el

P si qui atrí a

tema del rasgo de perversión a partir de un trabajo que cayó en nues­ tras manos de un com entario de Maleval acerca de una psicosis con un anudamiento perverso. U na vez que tuvimos ese m aterial, que era un com entario que salió en Freudiana, conseguim os el caso de Demusán, que es quien trató a este paciente. A m edida que íbam os haciendo el trabajo, nos dimos cuenta que nos interesaba situar, también, esto que terminó por llamarse la per­ versión en la clínica. Es decir, aquello que nos interrogó respecto del rasgo de perversión en la clínica m ás allá de la cuestión de la psico­ sis; por eso el trabajo tiene dos partes: la primera, donde vam os a tra­ bajar la cuestión del rasgo y luego, particularmente, el caso que se llama el Sr. M. donde hay algunas cosas posibles de contar, porque en realidad es bastante difícil poder hablar del testim onio que brinda este sujeto. El tema es la perversión en la clínica. En las escenas sexuales de la película Casanova, de Fellini, siempre hay una jaula con un pájaro m ecánico que debe estar. La jaula es el objeto que cuida com o a sí mismo. En todas sus peripecias podrá dejar todo m enos la jaula. Casanova tiene gran am plitud en el des­ pliegue de esas escenas: pueden ser mujeres viejas, jóvenes, monjas. La fijeza está en la presencia de la jaula, objeto que él m ism o es, de donde obtiene el empuje y su certeza. Puede que en las escenas sexuales que fabrica no se encuentre nada raro, es decir, ninguna práctica extraña, la exigencia está en la presencia de ese objeto que él es, esa jaula. Perfecta resolución de la angustia, él avanza sin inhi­ biciones, ni síntom as, ni angustia. Este m odo de avanzar de Casanova nos da pie para situam os en la cuestión diferencial en la que nos interesó trabajar y vam os a pre­ sentar siguiendo algunas consideraciones del texto de Leguil, del Sexto Encuentro, acerca del rasgo de perversión, y de acuerdo con el autor vam os a definir primero el rasgo de perversión: son todas las particularidades de que da testimonio el sujeto y que tienen que ver con su vida sexual, siempre y cuando esta vida sexual no esté limita­ da a su vida genital. Es un fenómeno clínico que se presenta en las estructuras con particularidades distintas en cada una de ellas. La hipótesis a investigar - y todavía es algo abierto para n o so tro s- es si es posible clínicamente dejar de hablar de estructura perversa y pasar a hablar de pere-versión tal la última enseñanza de Lacan y, por otro lado, ubicar las prácticas perversas -co m o verem os en el ca s o como m odo de estabilización en la psicosis. Es decir, una forma de anudam iento que hace suplencia. Este eje de investigación, que ubica el rasgo en las diferentes ^25 y p s i c oa ná l i s i s

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estructuras, tiene distintos estatutos. Tomaremos tres índices: la rela­ ción al Otro, el m odo de goce y el estatuto del cuerpo. La perversión no se puede definir por el contenido de las fantasí­ as, esta es una versión cultural, ideológica, toda fantasía es perversa, con ella se rellena que no hay relación sexual. La novedad genial de Lacan es situar, com o centro de la cuestión diferencial, la angustia y el objeto. Es la repartición de los términos del fantasma, no su contenido, lo que nos perm ite diferenciar estructura. Sabemos que la perversión invierte la fórmula. Dice Miller en un texto sobre "K ant con Sade": "M ientras que las fantasías neuróticas son un espectáculo privado, es decir que man­ tienen distancia del fantasma com o lugar de elaboración, como m edio de goce, la perversión nos m uestra el fantasm a de m anera abierta, no es pensar en ese, es hacerlo." Recordem os el caso del paciente que presentó C atalina B ordón la vez pasada, donde la fantasía perversa era desplegada en u n ver y hacerse ver por el Otro en su acto m asturbatorio en el cine. "G oce del idiota -d irá L a ca n - que prescindiendo del partenaire culm ina inte­ rrogando al sujeto por su compulsión, m om ento en que este neuróti­ co obsesivo queda a m erced de la angustia que, com o sab em o s- sitúa la pregunta por qué m e quiere, com o retorno de un deseo goce adju­ dicado al otro de la dem anda". Al referirse al deseo perverso, Lacan lo expresa com o voluntad de goce que es su ley, posición en la que Casanova aborda la escena del encuentro sexual, no se interesa por el deseo ni por g ozar del cuerpo del Otro, solo se interesa por el acto sexual m ism o: quiere que el Otro goce. U bicar la certeza en la angustia que produce en su partenaire, le perm ite ofrecerse com o instrum ento del goce del Otro, m o d o de solucionar la falta. Es decir, la solución perversa. Por otra parte, el neurótico no quiere saber nada sobre el goce del Otro, con su síntoma tapona esa posibilidad y esa es la distancia que m antiene del fantasma, no lo acepta. Pero esa no aceptación m ism a es el rasgo de perversión que le perm itirá entonces encam inarse hacia el encuentro de su pareja sexual. L a angustia que el neurótico intenta eludir con esa m aniobra le perm ite m antener velada su posición de objeto nacido en el cam po del Otro, ésta es la revelación subjetiva a la cual se confronta en el m om ento de la vacilación del fantasma, lo que él realm ente es. Am bas posiciones -la perversa y la n eu ró tica- están situadas en el m arco del fantasma, ubican la diferencia del tratam iento dado el objeto y, por esta vía entonces, nos preguntam os si no cabe p ensar a

la perversión o a la neurosis solo com o versiones hacia el padre: la padre versión o la pere-versión. Dice Leguil: "El rasgo de perversión funciona en la neurosis solo si el sujeto no se implica allí com o pregunta". Él habla de pacientes que vienen posicionados con sus rasgos perversos y, en realidad, lo que hay que h acer es el esfuerzo de sintomatizar eso. U na cosa es venir con el rasgo perverso casi identificado a eso y ver si eso se puede sintomatizar, y otra cosa es venir con el síntoma. Esto es lo que nos preguntam os respecto a las dos estructuras.

Psicosis y perversión

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A partir de un diagnóstico de masoquismo perverso de Michelle Demusán y releído com o psicosis por Jean-Claude M aleval, aborda­ mos el tem a del rasgo de perversión en la psicosis. Destacam os de la propuesta de Maleval el poner en serie la per­ versión, los fenómenos psicosom áticos y la escritura com o form as de estabilización en la psicosis, y esta es la línea que nos interesa tomar. Es decir, la perversión com o una forma de estabilización. Pero entién­ dase bien, perversión com o prácticas perversas. El caso al que nos referimos es el de un paciente de 65 años que testimonia ante una analista Demusán, sus prácticas m asoquistas sostenidas durante casi 26 años. En la actualidad -cu an d o tiene 6 5 es un apacible jubilado que vive con su familia adoptiva sin que ellos estén enterados de su pasado. El testimonio se suscita a raíz de ser enviado por un m édico radió­ logo. Se llevó a cabo en dos entrevistas y Dem usán decide no conti­ nuar por la angustia y el horror que le provocan. Dice en uno de sus párrafos: "E s sorprendente que su organism o haya soportado sin perjuicio la ingestión diaria de orina y de excre­ m ento durante varios años". El tem a del cuerpo, entonces, pasa así a ocupar el prim er plano. El testimonio brindado por el paciente inten­ ta ofrecer un verdadero ejemplo de goce masoquista, dado que toda la literatura a ese respecto e investigada por este sujeto lo deja pro­ fundam ente insatisfecho. Dice esperar un destino de humillación de su propio testimonio. Nos hace ver, entonces, un cuerpo atormentado por una serie de las más despiadadas y horrorosas prácticas perversas en donde el dolor es el medio de goce. Él y su pareja, una prima mucho menor que el sujeto y con la que se ha casado se dedican, en esas prácticas, a ser tratados como verdaderos objetos de desecho por uno o dos hombres que siste­ máticamente les infringen toda clase de mutilaciones monstruosas.

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Vamos a ubicar algunas que se puedan decir: el lugar de la vícti­ m a lo ocupaban tanto M. com o su mujer; ella soportaba tales tortu­ ras, se siente a tal extrem o dom inada por la exigencia de perversión, que toda su energía se pierde en ello. Él tenía tatuado todo su cuerpo y los tatuajes decían: "Soy una puta, sírvanse de m í com o una hembra, gozarán bien, soy una puer­ ca, culéenme, soy un retrete vivo, no soy ni varón ni m ujer sino una puerca, una puta". Las cicatrices y los rastros de ese vicio no son m enos sobrecogedores: la tetilla derecha ha desaparecido, literal­ m ente, quem ada con un hierro al rojo vivo, atravesada con púas, arrancada, el ombligo ha quedado transform ado en una especie de cráter, le introdujeron plom o fundido y lo m antuvieron m ediante un palo m etálico calentado al rojo. El aparato genital, esto es im portan­ te, no había escapado a las prácticas, un anillo de acero de varios cen­ tímetros de diám etro había sido colocado de m anera fija en la extre­ m idad de la verga, después de haber hecho del prepucio u n a especie de cojín relleno de parafina. Lo llam ativo es que durante ocho felices años que duró el m atri­ m onio -ta l com o dice este sujeto, dada la tem prana m uerte de ellalas relaciones sexuales entre ellos estaban bien diferenciadas de este tipo de prácticas, siendo que eran m antenidas al m odo de lo que se llam a la sexualidad norm al." Com enta Claudio Godoy en la revista Ancla, que es donde salió publicado el caso: "D estacam os tam bién el m odo enigm ático en que las prácticas perversas cesan, a la vez que se disipa la fantasm ática que las acom pañaba m ientras el sujeto iniciaba una vida conform is­ ta, de apacible jubilado inserto en el seno de una familia adoptiva. Solo destina las m arcas en su cuerpo en un particular exhibicionismo a la m irada ocasional de los m édicos y al testim onio que le dirige a D em usán", y culm ina diciendo: "C om o el trabajo de M aleval lo des­ taca, estos casos dem uestran no ser tan aislados. N o obstante - y aquí lo que nuestra hipótesis intenta so sten er- resulta im portante distin­ guir aquellos en los que las prácticas sadom asoquistas extrem as -hom icidios, auto y heterom utilaciones, canibalismo, necrofilia, e t c se dan en sujetos con una psicosis desencadenada y clínicam ente com probada de aquellos otros en los que las prácticas operan com o suplencia en la psicosis". Desde esta perspectiva, podem os ubicar que la perversión es una práctica que da su sello a la estructura psicótica funcionando com o anudam iento. En la neurosis todo rasgo de perversión queda en m ar­ cado en la lógica del fantasm a, y desde esa propuesta -ig u a l que en la p erv ersió n - es una versión al padre. U na pere-versión. Bien, podem os em pezar una charla con ustedes. Ven que el caso

es sum am ente extrem o, donde efectivam ente ya hay algo de dejar caer el cuerpo y, com o decía Lacan, eso es un diagnóstico de psicosis. Este sujeto no se ha exim ido de nada en cuanto a esa posibilidad. Maleval tam bién destaca algo m ás allí y es que no solam ente él esta­ ba en una posición m asoquista sino que él era el que podía controlar, a partir de eso, la posibilidad del goce de los otros, y que lo hacía como una form a de dom inio entregando su cuerpo para poder dom i­ nar en la situación de la escena sexual. R a fa e l S k ia d a r essis : H ay una gran diferencia en lo que m arcaba Gloria con el trabajo com partido acerca de un rasgo de perversión y la perversión en sí m isma. ¿Qué serían los neuróticos sin un rasgo de perversión? G lo r ia A k s m a n : A drede no hablamos de las cuestiones estructu­ rales para que queden en el debate y poder responder. Pero simple­ mente agrego que en estas prácticas donde los dos se ofrecían a uno o dos sádicos, lo cierto es que había un m om ento en que estos hom ­ bres retrocedían. Con lo cual me parece que queda dem ostrado que "el verdadero sádico es el m asoquista", como afirmaba Lacan, "él es el amo de la escena".

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I n t e r v e n c ió n : Y o me quedé pensando en lo que se planteó res­ pecto de la caída del cuerpo en tanto lo que plantea L acan respecto de Joyce. El cuerpo se le cae como la cáscara de una fruta, pero en el sentido del desapego, de la indiferencia, porque en vez de quedarse lleno de odio el afecto es ninguno. ¿Qué estatuto tendría este cuerpo? Porque parecería que es un cuerpo entronizado más que dejado caer.

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M ig u el F u r m a n : Habría que definir un poco de qué m anera enten­ demos la suplencia, si la comprendemos como la suplencia de la forclusión del Nom bre del Padre, o si la entendemos como la suplencia del no hay relación sexual, o si -p o r ejem plo- tomamos el cuarto nudo como suplencia. Para tener alguna variedad de cuestiones. A m í m e parece que cualquier síntoma puede funcionar com o suplencia en la m edida en que un síntoma puede funcionar com o anudamiento. Pero m e gustaría conversar con ustedes y pensar qué significaría en el caso de la psicosis, en particular. ¿Por qué un acto perverso fun­ ciona com o suplencia y de qué m anera eso sirve de anudam iento? No m e queda m uy claro el tema.

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N éstor Y e l l a t i : Siguiendo lo que decía Miguel Furm an sería inte- 729

resante v er por qué en este caso se dio una suplencia y có m o enten­ dem os la suplencia allí, porque si esa suplencia no existiera lo que habría es una psicosis clínica. Sería interesante introducirnos m ás p ara ver por qué p en sar eso de este caso. Supongo que la idea es localizar esa suplencia en el caso p o r caso porque existe el perverso, y la perversión no es ninguna suplencia, es u n a posición perversa. En ese caso hay que h acer la distinción allí, porque no todo perverso está haciendo una suplencia en la psicosis p or m ás terrorífica que sea su perversión.

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INTERVENCIÓN: Coincidiendo con Furm an y con Yellati pienso que el tem a de la suplencia es un tem a al que hay que darle algunas vu el­ tas. En este caso, una de las cosas que a m í m e llam a la aten ció n es el enigm a de esta tranquilidad a la que este hom bre entra y d o n d e no se conoce nada de todo este m om ento. ¿A hí está estabilizad o? Si decíam os que esta perversión le hacía de suplencia y m ás o m en o s lo estabilizaba. M e pregunto cóm o puede prescindir de esto y en tra en una cuestión donde solo queda la m ostración de su cuerpo, d on d e eso insiste, todo el m asoquism o m arcado en su cuerpo y es m o strad o al otro. A hí algo queda pero es en una situación particular: cu an d o v a al m édico. ¿Es así?

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G l o r ia A k s m a n : Sí, él cada tanto va a los m édicos, se repite co m o aquel acto. Lo que nosotros estuvim os pensando -n o es una co n clu sió n - fue prim ero la suplencia en tanto no hay ninguna m anifestación de la psicosis clínica. N o hay neologismos, no hay voces, no h ay n a d a del orden de lo que uno puede situar com o trastorno del lenguaje. D em usán no dice que él es un psicótico, el que dice eso es M aleval. D em usán dice que es un m asoquista perverso. Él v a a ubicar el tem a de la psicosis en algo con lo que acuerdo con M aleval y que no podría decir m ucho más. Prim ero que esta form a de lo que se llam a suplencia p erv ersa, que p ara m í tiene que ver con la forclusión del N om bre del P ad re y n o se p or qué eso no tendría que ver con la suplencia de la no relación , m e p arece que en la psicosis hay cierta cuestión que se juega del m ism o m odo. Quiero decir, no es que hay relación sexual en la psicosis, ahí tam p oco porque habla, ahí hay algo que ha quedado perd id o. N os dio la im presión -leyéndolo desde la estab ilización -, que h ay elem entos p ara pensarlo com o suplencia. L a mujer se murió y él quiso otra partenaire después, y se casó con u na prostituta pensando que de ese m odo él iba a p o d er segu ir

sus prácticas y resultó que la prostituta tenía una serie de problemas policiales y él se divorció, es decir, que no pudo tener un partenaire idéntico a sí m ism o—logró la construcción de un cuerpo a través de las prácticas, delirante sí, pero un cuerpo al fin. Este cuerpo que él después va a ofrecer a los médicos. C a ta lin a B o r d ó n : Todo lo que presenta Maleval es con relación a por qué -p a r a é l- es una psicosis y no un m asoquista perverso, com o parecía en Dem usán. Él tom a varias cuestiones y tengo algunos apuntes en relación a eso. La extrañeza del cuerpo, un cuerpo ajeno. La falta de im agina­ ción, donde no hay ese halo de la fantasía en’ la práctica misma. Un reconocimiento de filiación solo en el plano biológico, com o si lo sim­ bólico allí no estuviera. Otra cuestión: un todo cuerpo, un goce todo cuerpo, en relación a que no hay una preservación del órgano, cosa que sí hay en la perversión. En la perversión entendida com o tal no hay preservación del órgano. El órgano está puesto en juego: m utila­ do, flagelado, com o un cacho de carne más. Estos son los puntos del por qué sí es una psicosis. G lo r ia A k s m a n : Hay algunas cuestiones que es necesario que sepan. Él tenía una hija de la cual no sabe nada y en realidad se desentiende absolutamente, y adopta a un hijo de la m ucam a que tra­ bajaba en la casa, y en realidad esa es la familia adoptiva con la que vive, no hay filiación. Otra característica -descripta por Lacan y otros autores que escri­ ben sobre las perversiones- donde se destaca el cuidado que el per­ verso pone de su partenaire respecto del órgano sexual, que es intocado por la práctica perversa. En este caso es exactam ente lo contra­ rio. P siquiatría

C a ta lin a B o r d ó n : Él no consulta. Él llega a hacerse unos estudios, con esta cosa que tenía de pasar de m édico en médico, se enferm a, y una radióloga le sugiere y le pide que lo vaya a ver a Dem usán. Y Demusán le tom a solo dos entrevistas porque no pudo soportar más.

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V iv ia n a P a z : Veíamos que él puede soportar este despojamiento del cuerpo en este tema de que él está identificado, de que es el obje­ to a, entonces es esta la manera en que vem os un acotam iento a los efectos de la forclusión del Nombre del Padre, no podría soportar de otro m odo los significantes que le vendrían abrum adoram ente por esa forclusión. Por eso el anudamiento.

I n t e r v e n c ió n : Ya e s tá casi contestada, pero voy a hablar un poco de lo s que habías hablado vos. El anudam iento en el caso de psicosis sería el anudam iento de lo im aginario a través del cuerpo, com o vem os, por ejemplo en los casos de fenómeno psicosomático donde se desengancha lo imagina­ rio y allí -e n el fenómeno psicosom ático- se anuda aquello que no estaba. Pero este hombre es un masoquista, es decir, que sufre. Yo tengo una paciente -q u e voy a presentar para las Jo rn ad as- que hace un anudam iento justamente con el fenómeno psicosom ático, y donde antes no sentía dolor, allí ella se extraña enorm em ente y em pieza a sentir dolor. H ay un desanudamiento com o en el caso de Joyce cuan­ do ya no siente las palizas, donde vem os el desanudam iento del cuerpo. ¿Pero qué pasa en este caso? Porque acá es todo un cuerpo ¿no?, ¿es eso lo que anuda? R a fa e l S k iad aressis : L o complicado del caso es que hay tan poca práctica de esto, que no podem os dar una conclusión de dónde se anuda una psicosis en una perversión. Y esto es lo interesante. Vere­ m os si podem os avanzar un poco esta noche. G er a r d o H e u m a n n : Me resultó m uy difícil entender esto. Rafael, recién hiciste un com entario acerca de que el sujeto no solo dom ina­ ba su cuerpo - o algo a sí- sino que decía poder dom inar al objeto de su goce. R a fa e l S kiad a ressis : .. .estas escenas llevando su cuerpo hasta las

últimas consecuencias. Entonces, se suponía que este extrem o del cuerpo llevado a las m ás grandes mutilaciones y transform aciones eran una form a de poder controlar absolutamente un goce todo. G er a r d o H e u m a n n : Porque uno podría haberse quedado con la id e a de que el paciente tuvo un delirio: "Yo puedo hacer con el otro lo que se m e d a la gana". La otra cosa que me hace pensar esto es eso que Gilíes Deleuze desciibe en "C óm o hacer un cuerpo sin órganos", lo describe com o una cosa bien loca. Adem ás de ese cuerpo que él tiene parece que arm a una relación particular con partes de personas, no con perso­ nas, Las personas adoptivas. Yo retrocedo a m i form ación kleiniana y d iría que es u n spliting, un estallido de pedazos de personas, él m ism o y la relación con los demás.

C a t a l i n a Bordón: Dem usán duda todo el tiempo m ientras le hace el relato: "¿esto es, no es, es un delirio?". Pero después ella vio que a d e m á s esto estaba escrito en el cuerpo.

A dem ás estaban las radiografías que testim oniaban la flagelación del cuerpo: púas que seguían estando dentro de su cuerpo. En los testículos, abertura del ano al tam año de una vagina, V

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iv ia n a

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etc. G l o r i a A k s m a n : Una cuestión que le quería contestar a Néstor: no se trata de que nosotros pensam os que las perversiones son psicóticas. Lo que pensam os es que las prácticas perversas extrem as están en psicosis desencadenadas, o bien son psicosis donde esto ha fun­ cionado para no desencadenar. Porque sabemos que uno dice "no hay clínica de la perversión". Esta es la pregunta del trabajo, es por la clínica: ¿clínicamente, que es lo que aparece? Por eso rescatam os el com entario de Godoy. Lo único que sabemos clínicamente es de la práctica perversa, porque la perversión nosotros no la atendemos porque o no consulta por ello, o es un canalla tal com o lo describe Lacan. Él diferencia m uy bien cuando dice "no se trata del goce del objeto, sino que de lo que goza es del título". Si goza del título, goza del significante y no del objeto, y si goza del título es un canalla: "Y a los canallas no los aten­ demos". Para tirar fuerte de la soga de la perversión: cuando decim os "bueno, perversos hay", entonces hay que ver a qué estam os llam an­ do perverso en nuestra práctica. ¿Es a un rasgo que podem os sinto­ matizar, com o lo plantea Leguil?, o se trata de estas prácticas que no podemos decir m ás porque tienen un lugar estructural, es decir que funcionan en la estructura. Pero resulta que donde funcionan, donde aparecen y donde hay casuística es en las psicosis. Entonces lo núes- -o tro no es una conclusión, es una pregunta al respecto. o

> Hablábamos con Alfonso la posibilidad de que 3 fuera una esquizofrenia y que lo que buscara fuera localizar el goce > en el cuerpo, pero no es m ás que una simple pregunta. _< B

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S i l v i a V o g e l : Quería preguntar. S i la hipótesis es que la práctica g perversa anuda un cuerpo, ¿cóm o entender las relaciones sexuales § que él m antenía con su esposa? v/*> I n t e r v e n c i ó n : Yo le agregaría más. ¿Cóm o entender eso y cóm o nj entender que puede soltar la práctica perversa? ~133

G l o r ia A k s m a n : Bueno, pero hay una adopción y una filiación que es justo contraria a la biológica y es simbólica. I n t e r v e n c ió n : No es simbólica, es im aginaria en todo caso, por­

que es la señora que está ahí en su casa. G l o r ia A k s m a n : Bueno, vos le atribuís poco sim bolism o a eso, pero en el hablante no hay nada que se pueda interpretar com o bio­ logía. A su hija no la reconoce y reconoce un otro que le da lo que suponem os es la estabilidad en su vejez. Ese es el trastorno psicótico; luego la pregunta es cóm o pensar que alguien tiene una práctica perversa y le estam os suponiendo a esto el anudam iento; por otro lado hace una vida aparentem ente con un cierto fantasm a para tener una relación sexual. M a r y P ir r o n e : Yo pensaba en el riesgo de hacer reglas, porque m e parece que una psicosis se puede anudar y estabilizar de cualquier m anera. Es decir, com o vos bien dijiste, por la escritura, por u na p rác­ tica perversa, p or tejer crochet, etc. Pensarlo al revés es lo que m e parece riesgoso, es decir, pensar en el rasgo perverso anudado a la psicosis, porque m e parece que es el riesgo de hacer reglas. M uy probablem ente lo pensaría com o un esquizofrénico que anudó a través de una práctica perversa. Porque en la discusión se deslizaba a la cuestión de pensar la perversión, o la práctica p erver­ sa con relación a la ’psicosis, es decir al revés. G lo r ia A k s m a n : En realidad la pregunta que nosotros nos h ace­ m os es por qué la perversión es pere-versión en la obra de Lacan. N o habla m ás de estructura perversa, esta es una cuestión. Eso es lo que nosotros ponem os al trabajo con lo de Leguil cuando él habla de este rasgo de perversión. L acan seguram ente también se lo preguntó en algún m om ento y creo que la apuesta de Lacan es: hay clínica o no hay clínica. En el Seminario 20 dice: "Las fórm ulas de la sexuación hom brem ujei es para cualquiera que quiera ubicarse en cualquier lad o ", y posteriorm ente, en el Seminario 24 dice: "H istéricas: m ujeres". Esto qué quiere decir sino hablar de la clínica. Lo que nosotros nos preguntábam os es que tenem os, por un lado, los elem entos de las psicosis donde clínicamente sabem os que el psicóticc suelta m uy rápido su objeto: si le decís a un psicótico que "tal cosa no debe hacerla", él la deja de hacer. P or otro lado, está el neurótico que es -c o m o dice L a c a n - "el que

anda arrastrando su objeto toda la vida y a final tiene que hacer un duelo". Entonces, en este punto se trata de la referencia nuestra y la que intentamos situar - y desde allí nos interrogam os- desde la clínica.

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N éstor Y e l l a t i : Es bastante compleja la cosa. Yo tengo una preocupación perm anente respecto a la cuestión diagnóstica y es que todo, finalmente, va desem bocando en el cam po de la psicosis desencadenada o no desencadenada. Entonces se nos van quedando en el cam ino los diagnósticos de neurosis, de perver­ sión, etc. La psicosis ordinaria genera ese tipo de problem áticas por­ que al final todos son psicóticos ordinarios. Y a un perverso com o este se lo puede suponer com o una suplencia eficaz, con dificultades para sostener eso por la clínica m isma que él presenta. Esa es una preocupación. Que de repente deje de haber neuróti­ cos y deje de haber perversos, y entonces la clínica de las suplencias vendría a dar cuenta de todo en términos -ju stam en te- de una suplencia que evita la manifestación clínica de la psicosis. También depende de donde uno se ubica en la obra de Lacan, por­ que a m í m e gustaría llegar al Seminario 16 y no seguir m ás adelante para pensar a este sujeto. En el Seminario 16 Lacan es m uy preciso res­ pecto de la posición perversa en términos de objeto, y m e parece que lo que éste sujeto dice se puede dar cuenta m uy bien desde este Seminario 16: "Él está en posición de objeto", y se ve claram ente cóm o quien lo flagela es un m ero instrumento, se ve cóm o retrocede ante determ inada exigencia, se ve cóm o impone su voluntad de goce a ese otro para que lo flagele; queda él reducido a objeto en todo el senti­ do del térm ino, es objeto com o causa de, pero adem ás porque term i­ na hecho un desecho. Por ese lado, uno lo podría pensar com o un verdadero m asoquista. Ahora, respecto de la cuestión del cuerpo, también m e resulta difí­ cil pensarlo en térm inos de psicosis, porque son cuerpos m uy dife­ rentes el de la neurosis, el de la perversión y el de la psicosis, no exis­ te m ucha posibilidad de un uso del cuerpo que pueda ser perverso como suplencia para un sujeto psicótico con un cuerpo de esquizofré­ nico. Esto es lo que m e resulta difícil. El cuerpo del esquizofrénico está totalmente som etido al goce del Otro y las irrupciones de goce en su cuerpo son, precisamente, irrupciones de goce del Otro. En cambio en el caso él ejerce dominio sobre el Otro para poder lograr un goce que de alguna forma está calculado por parte de él, porque él le ordena al otro lo que le debe hacer. Son posiciones m uy diferentes.

G lo r ia A k s m a n : L o que decís me hace pensar que si es una suplencia, si funciona com o estabilización, acota el goce del Otro, no es un goce del Otro que se le viene encima. En Schreber vem os cóm o el goce del Otro se le venía encim a con su exigencia de transform ación en mujer, se le viene encim a en la desestabilización. Hasta que él se amiga con esa idea y entonces será la m ujer de Dios en el futuro, recién ahí se ha acotado algo. Pienso que cuando funciona algo com o suplencia, es suplencia de algo que no funciona com o m odo de acotam iento del goce de Otro. En el caso que presentam os hoy, si es suplencia, funciona de ese m odo. Este es el punto. V iv ia n a P a z : Por eso yo decía que, justam ente, con esta particula­ ridad de ser el objeto a, se puede decir que acota el efecto devasta­ do» de la forclusión del Nom bre del Padre. M ig u e l F u r m a n : Para definirlo como perverso: m asoquista o sádi­ co a este sujeto -y o tam poco leí el ca so - tiene que producir angustia en el partenaire. Ellos buscan quien los convierta en desecho, pero no tienen un partenaire que se angustia. Ninguno de los dos -e n espe­ cial el h o m b re- en tanto tal su deseo es producir voluntad sujeto, ¿en qué sujeto? El gráfico del fantasma del m asoquista y del sádico -L a ca n , sem inario La angustia- es m uy preciso en este sentido. El planteo es el siguiente: "E l perverso se identifica al objeto para, de esa m anera, causar voluntad de goce en el cam po del Otro con su deseo perverso", es decir, en el sujeto que se divide y que se trans­ form a en sujeto del goce. Entonces, ¿dónde está en el caso la voluntad de goce dirigida al partenaire para producir angustia? No está. Y com o no está es posi­ ble pensar en una cuestión psicótica, es decir, que no sea un verdad e rc perverso. Porque los dos sádicos que los flagelan no se angus­ tian. N o está el destino de la angustia del Otro, no está dirigido el acto perverso a que el otro se angustie, condición necesaria para cual­ quiera de las dos perversiones. Entonces esto es lo interesante, que el sujeto persigue cortarse el cuerpo, m arcarse el cuerpo, entonces es introducir algo de borde en el cuerpo, es hacer que su cuerpo se transform e en desecho. A su vez el dolor tam poco es condición de perversión, el dolor del sujeto perverso tiene que producir angustia en el partenaire y acá tam poco se da esa condición. E)e m odo tal que hay algo de intento de estos sujetos de producir un ffcrte para m arcar el cuerpo, introduciendo aquello que en algún text® decía Collete Soler: "E n estos casos, com o no hay castración, el

sujeto se produce en la automutilación, en el corte, la castración en el cuerpo". Estos son los dos argum entos que a m í se me ocurrían com o m ás cercanos para pensar -independientem ente de la fenomenología, más estructurales, independientemente incluso de suponer la cues­ tión referida a la forclusión del Nombre del P ad re- un argum ento referido a la psicosis. A d r ia n a L u k a : En una sola oportunidad él provoca la angustia del Otro, que es en el analista que no lo puede atender. Es el único m om ento en que ocurre. G lo r ia A k s m a n : Pero él no busca eso. Lo encuentra. S i l v i a V o g e l : E s m uy polémico porque ustedes han elegido algo que tiene solo dos entrevistas y un com entario. Siguiendo lo que dice M. Furm an, que m e parece interesante, acerca de lo dicho por Colette Soler sobre el tratam iento real de lo real para esa m arcación en el cuerpo. Pero, ¿a eso le podem os llam ar suplencia? Para m í está loco si quiere tratar lo real con lo real. M i g u e l F u r m a n : En ese acto de corte general y de sufrimiento del cuerpo, tam bién hay un intento de extracción, de algo que se extrae del cuerpo; en la psicosis -p recisam en te- el objeto está del lado del sujeto, de m odo tal que el corte apuntaría no solo a una m arcación simbólica. Tratar lo real por lo real es eso. O introducir un corte en el cuerpo implica extraer algo del cuerpo, cosa que no está extraída en la psicosis: el objeto a.

M a r y P ir r o n e : E s interesante lo que planteaba Gloria A ksm an P siquiatría y psicoanálisis

cuando hablaba de estructura y de la perversión en los últim os sem i­ narios. Yo m e acordaba que Lacan plantea esta cuestión m u y tem ­ pranam ente. Creo que a nosotros nos vino m uy bien lo de estructura p ara orde­ n ar algo que creo que dio rigidez m ás que nada. Tem pranam ente, cuando estaba la cuestión del orden simbólico en "Subversión del sujeto...", cuando él tom a al neurótico y al p er­ verso. Y dice: "L o s dos están sometidos a la prohibición en relación al deseo. Lo único que pasa es que el perverso com o el neurótico está bajo la égida de la prohibición y del deseo. El perverso lo subvierte, está tan tom ado com o el neurótico".

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Esto es lo que seguimos en el trabajo. Justam ente.

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Si el rasgo de perversión no hay que entenderlo en el sentido no de reducirlo, es decir de que es lo mismo, porque en ese sentido estoy con lo que decís vos Néstor, no es lo mismo. La noción del diagnós­ tico diferencial es válida siempre. O se es neurótico o se es psicótico, ¿y el perverso?, dem ostrám elo clínicamente. P or eso, el punto está en que nosotros nos dirigim os fuertem ente a la cuestión clínica y sobre todo, situam os que el tem a del rasgo de perversión es que el sujeto tiene que dar testim onio, no es algo que se dice. Es lo que se hace con eso. Entonces, ahí es donde uno va a decir hay un tal rasgo de perver­ sión. Por otra parte, m e parece que, aún hablando de suplencias, no se trata de barrer con las diferencias neurosis-psicosis, se trata de cóm o se piensa la diferencia -e n este trabajo por lo m enos lo intentam os tran sm itir- del rasgo de perversión en cada una com o diferencia. R a f a e l S k ia d a r essis : Apelaba al trabajo que se está haciendo en la

unidad 20 del Borda para ver ahí la posibilidad de encontrar casos que puedan tratar mejor esta posibilidad. Frente a la cuestión de la no relación sexual -c o m o dice L a c a n hay dos form as de tratarla: una por la perversión y otra por el rasgo de perversión. La psicosis, en todo caso, no trata eso y es lo que m e parece que en el caso tiene que ver -junto a todo lo que ustedes dijer o n - con pensar que hubiera un algo esquizofrénico que estuviera situando al sujeto. ALFONSO C a r o f il e : Me llama la atención la banalidad de la vida de este hom bre. Una vida tan com ún de jubilado y que por una casi casualidad aparece esta cuestión de la perversión. Por otro lado. U no se fija en Internet y está plagado de este tipo de casos. Toda la perversión sadom asoquism a y fetichista inunda Internet, así que no es tan extraño este caso en sí. Con respecto a la Unidad 20, en realidad, los perversos no tienen casos dem asiados extraños. Están todos en la oscilación entre la vida com ún y el m al, vam os a decirlo así. Son com unes, no llegan a ser lla­ m ativos, com o este caso que se presentó hoy aquí.

M ódulo de investigación: Perversidades I n t e g r a n t e s : S il v ia F is c h m a n , S il v in a L a u r a G a r r e t a , A d r ia n a L a f o g i a n n is , A n a L ia M a y o , A d r ia n a P a g e , E l e o n o r a S p in o s o , A m a l ia R a c c ia t i , X im e n a U r iz C o o r d in a c ió n : A d r ia n a L u k a

La propuesta de este m ódulo se centró en poder diferenciar la estructura perversa, de los rasgos de perversión, tom ando algunos casos clínicos tanto publicados co m o d e la práctica de los integrantes del m ódulo. En ellos pudim os ubicar fantasmas que llevados al acto suelen confundirse con verdaderas perversiones. También hem os recurrido a la literatura. Un cuento -"W ally el asesino ag rario "1- nos sirvió para nuestro trabajo y nos remitió en algunos párrafos a Sade y sus escritos. La diferencia radicó en que de su autor no tenem os datos ni fue nuestra intención tenerlos para ana­ lizarlo. Tanto los recortes clínicos com o los elementos que tom am os del cuento dan cuenta de lo que Miller dice respecto de la perversión en "Fundam entos de la perversión"2: "L a perversión com o estructura es altamente compleja, el perverso sigue siendo un sujeto durante todo el tiempo de su satisfacción". Si tom am os la perversión com o concepto clínico (freudiano) toda clase de com portam iento aberrante o norm al es una perversión. Se puede llam ar así a todos los problemas de relación con el otro sexo, con la salvedad de que, si el neurótico es el que tiene fantasías per­ versas, esto no puede tomarse para hacer un diagnóstico de perversión sino para hacer su diferencia respecto de la dim ensión del acto del perverso. C. C hernon : "Wally el asesino agrario", en: Amores brutales, Súdamericana, Colección Narrativas Argentinas, Bs. As., 1992, págs. 13-30. 2 M iller, Jacques-Alain: "Fundamentos de la perversión", en: Perversidades, Paidós, Bs. As., 2001, pág. 23 . 1

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Recordem os que en el neurótico el m ecanism o es la represión, m ientras que en el perverso es la denegación, deniega la castración. El fetichism o evidencia la cuestión, al hacer del fetiche, el sustituto del falo faltante. El neurótico se pregunta, en el perverso hay ausencia de pregun­ ta y asum e la posición de objeto instrum ento de la voluntad de goce del Otro, se hace ser el objeto a, por eso dice Miller3 que es incom pa­ tible con el análisis porque es el analista el que está en ese lugar en el dispositivo analítico com o objeto a en el discurso. Respecto del fantasm a, todo fantasm a en cuanto a su estructura puede ser llam ado perverso, en tanto hay un objeto causante de la división del sujeto, objeto causa de deseo. $ 0 a. En el perverso en cam bio tenem os a O$, se sitúa com o objeto de la pulsión, objeto al servicio del goce del Otro, "es objeto instrum ento de la voluntad del Otro, está enteram ente ocu p ad o en el goce del O tro".

Recorte clínico. Entre la violencia y la perversidad Se trata de un paciente que llega a la adm isión del servicio de psicopatología de un hospital de la provincia de Buenos Aires, derivado por el servicio de gastroenterología. En la entrevista, el paciente dice que hace dos o tres años le detec:aron colon irritable. Es el gastroenterólogo quien pide una interconrnlta con psiquiatría, debido al nerviosism o y dificultades para dorn ir que relata el paciente. Llega a la adm isión m edicado con Fluoxetina (20 m g) com o anti.iepresivo y Rivotril (2 mg). La psiquiatra m antiene esa m edicación y o deriva a un tratam iento psicológico. Los datos que aparecen registrados en la historia clínica de dicha idmisión son: problem as de pareja, violencia, internación por intoleancia. El diagnóstico, según DSM IV trastorno bipolar m aníaco inico. Relata que hay violencia con su esposa, m otivo por el cual la psi[uiatra tam bién cita a la esposa, y le señala que si se produce otro ■pisodio de violencia ella deberá hacer la denuncia. L a esposa dice: yo no vine p ara eso", quedando claro que su esposa no lo quiere lenunciar. H ay entonces una nueva indicación de la psiquiatra para ¡ue el paciente realice un tratam iento en form a particular, debe >agar, por ese m otivo se le da la baja del tratam iento en el hospital. Ibid., pág. 36.

P siquiatría

Es necesario aclarar que el paciente se encontraba en ese m om en­ to en entrevistas que son interrum pidas por esta indicación. A los cinco m eses el paciente regresa solicitando un nuevo turno con la m ism a licenciada alegando que no podía pagar en privado. La institución accede con la condición de que pase nuevam ente por una admisión del servicio de dicho hospital. H ay cambio de psiquiatra. Durante el período que fue atendido, se anunciaba a la puerta de un m odo m uy particular, con cuatro golpecitos con ritm o y cuando llegaba fuera de horario no se lo atendía, y se m ostraba molesto, pero aceptaba volver a la próxim a entrevista. Se refiere a la analista como "la petisa es brava", con un gesto pro­ vocador, m anteniéndose expectante respecto del efecto que pudiera causar, m odalidad que se repite en su m odo de referirse a ella. Historia familiar: nació en la provincia de San Juan, vivió en el campo, es el m enor de siete hermanos, y su tarea era ir a buscar las ovejas al cam po. A rm ó una familia allí caracterizada por la violencia; tiene dos hijas, que calcula tendrán ahora entre 15 y 17 años, a las que no vol­ vió a ver porque se fue de allí. Trae un recuerdo que mantiene su pregnancia, de cuando tenía 12 años con una yegtiita petiza, con la cual m antenía relaciones sexua­ les. Con su segunda pareja se repitieron las escenas de violencia y se separan. Con su actual pareja se repite la violencia, cuenta que se separa­ ron varias veces pero ella vuelve o él la va a buscar. Dice: "Sin N. (esposa) yo no sé qué hacer, no los quiero perder". Cada vez qtie nos separamos no m e levanto, no tengo ganas de nada". Se le pregunta acerca de la violencia y dice: "Ella me provoca, no se calla, la sigue, y cuando em piezo a discutir no puedo p arar hasta que me voy a las manos, y después terminamos en una relación sexual". Luego de una discusión m uy fuerte y con m ucha violencia, el paciente cuenta que "N . decide irse a la casa de su herm ana con los hijos", y a partir de ahí decae su presencia física y su desem peño laboral. Relata que ahora que su mujer se fue con sus hijos se angustia mucho, y dice: "M e masturbo en forma incontrolable, no puedo parar, voy a jugar al bingo y gasto todo lo que gano, y ella se enoja porque no tengo nada para darle a los chicos". Com enta que en los encuentros con una cuñada se excita cuando la ve o fantasea en ciertas posiciones corporales (ejemplo: cuando la ve agachada). Otro hecho que relata: un compañero de trabajo tenía en su celu­ lar una foto de una mujer muy linda que estaba en una pose para "i

y psicoanálisis

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tener relaciones sexuales con un caballo. Dice: "Eso m e disparó, me hizo acordar a m is tiempos cuando yo tenía la yegüita petiza, y me desesperé, yo m e doy cuenta de que mi problem a es sexual". En otra entrevista agrega: " Yo me doy cuenta que algo le pasa a la doctora (psiquiatra), ella se pone nerviosa cuando em piezo a h a b la r"... La analista interviene: "H ay que ver qué dice usted cuan­ do habla". "Yo soy m uy morboso, ella me pregunta cóm o ando con mi mujer, le cuento que nos peleam os y que después term inam os en una rela­ ción sexual, la veo que se pone incóm oda, yo no sé porqué". La psiquiatra que lo atiende (la doctora a la que él se refiere) cam ­ bia la m edicación. Le indica Valcote y Clonazepan. El paciente se niega a tom arla, m otivo por el cual la doctora decide no atenderlo m ás. Trae este episodio com entando que va a volver al hospital donde ya había sido atendido, pero no sabe cóm o hacer porque el psiquia­ tra es hom osexual, "lo que pasa es que soy m uy m orboso y em piezo a pensar, que puedo ser hom osexual, y lo que haría". Intervención: "P ero usted no va a ver al hombre, va a ver al m édico", y responde "Claro, claro, yo voy a continuar con usted". La analista le dice que si la doctora no lo atiende, ella tam poco podrá hacerlo. A nte la intervención de la analista el paciente respon­ de, "usted sí que m e sabe llevar". El tratam iento queda interrum pido desde la institución, debido a que no es posible continuar con este tratam iento sin la atención de la psiquiatra. El paciente insiste en el pedido de un nuevo tu m o , que le es denenegado.

Comentario

P siquiatría y psicoanálisis

El com entario de este recorte clínico se hace en el m arco de los ejes trabajados en el departam ento. El eje institucional, diagnóstico, y de medicación. Precisamos algunos m ovimientos. En relación a la institución hubo algunas indicaciones y contraindicaciones, m archas y contra­ marchas, qtie están asociadas a la dificultad de este paciente de poder realizar un tratam iento. Las norm as no son aceptadas, ni por los pro­ fesionales, ni por el paciente, que m uestra no soportar la norm a, en su modo de relacionarse con los Otros. Se presenta no pudiendo ceder nada, insistiendo tanto con la analista com o con la psiquiatra, en una posición de provocación. La transferencia no termina de instalarse, queda en un nivel im a­ ginario con la intencionalidad de dividir al otro, no suponiéndole saber al analista. Allí podem os ubicar lo singular de este paciente en torno a la violencia, y al no poder parar. Esto, junto a lo que ubica él mismo com o lo sexual, localiza el tema que nos convoca. En cuanto al diagnóstico, sus impulsiones son leídas desde el DSM IV com o m anías, se lee en su historia clínica un diagnóstico de "trastorno bipolar m aníaco único". Desde el psicoanálisis, podem os pensar ese "no poder p arar" como un m odo de cierta incom odidad respecto al goce, pero a dife­ rencia del síntom a su no división consiste en m antener la barra sobre el Otro. Entonces, bajo esta línea, se puede leer como rasgo de perversión, o también llam ado perversidad en el departam ento. La m edicación siguiendo el recorte clínico no pareciera tener rele­ vancia, ya que el paciente viene m edicado, pero sin efectos en cuan­ to al apaciguam iento de sus impulsos de violencia, y justam ente cuando se le intenta cam biar la medicación el paciente se niega a hacerlo, ubicándose de la m ism a m anera que en otras oportunidades donde se resistía a querer entrar al dispositivo, tanto psiquiátrico com o de las entrevistas. El paciente insiste, tanto con la psiquiatra com o con la analista, en la provocación, no pudiendo entrar en la asi­ metría generada por el dispositivo. Entonces nos preguntam os... cóm o poder llevar adelante un tra­ tamiento, dirigir una cura con este tipo de pacientes, donde el m ismo modo de la presentación hace obstáculo.

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Articulaciones teóricas acerca del caso "Entre el dolor y la satisfacción" Este es un caso de A driana Luka publicado en El Caldero de la Escuela N° 614. U n hom bre de edad m adura, que se presenta com o un hom ose­ xual en busca de una relación afectiva estable, dem anda análisis al atravesar una crisis amorosa. La analista nos dice: "U na relación de pareja que com ienza bajo la m odalidad del amor, evidencia al poco tiempo que la elección, por su síntoma, es un estrago para este sujeto. El reconocim iento de una posición subjetiva de sometimiento al Otro por la vía del dolor y del sufrimiento, puso en m archa un análisis en el que se verifica cóm o u na red de síntomas cruzados entre la m adre y él, lo deja instalado del lado m ujer hum illada y sufriente. Dolor y humillación lo interro­ ga acerca de la satisfacción oculta, satisfacción de la que no puede sustraerse. El recorrido de su novela familiar perm ite situar que la hum illación ligada al sufrimiento es parte de este sujeto pasiva y acti­ vam ente". El analizante dice en relación al partenaire: "Lloro de dolor pero no digo nada por m iedo a que se de cuenta" -" Y o estimulé los peores instintos"—"Él busca llegar al límite y yo acepto". Juego perverso, insistente y repetitivo que su com pañero encuen­ tra en este sujeto con un fantasma masoquista. Com enta que en una conversación con su pareja, éste le confesó sus fuertes fantasías de m atarlo durante las prácticas sádicas. Fantasías que condicen con lo que la analista ubica a partir de un sueño, com o la im agen fantasm ática en este sujeto: "U na m ujer sufriente hasta el límite de la m uerte". En "R asgos de perversión y vida am orosa"5, Leguil se pregunta: ¿cóm o diferenciar neurosis de perversión a nivel fantasm ático? Com enta que Freud desde 1905 pensaba que la diferencia radica­ ba en la posición del sujeto en relación al fantasma. Desde Lacan, concebimos el fantasm a com o el montaje donde el neurótico, sujeto de la castración, puede concordar desacordándose con el objeto del goce. En él se realiza la división del sujeto. En tanto en la perversión se realiza un efecto inverso; ya no la división del sujeto sino la identificación del mismo con el objeto de la pulsión, y es el objeto el que le señala el camino del goce. 4 5

Adriana: "Entre el dolor y la satisfacción ". El Caldero de la Escuela Nro. 61, Escuela de la Orientación Lacaniana, junio 1998. L e g u i l , F. "Rasgos de perversión y vida amorosa", en: Escansión . Nueva Serie, Manantial, Bs. As., 1998.

Luka,

Voluntad de goce en acto. A cto que no es consecuencia de lo prohibido, el p erverso no es un trasgresor; su verdad es dem ostrar que el límite es la verdad del acto mismo y de ello nos habla el ana­ lizante respecto de su partenaire cuando dice: "El busca llegar al lími­ te y yo ace p to ". Aceptación a g ozar que se transform a en sufrimiento. L a signifi­ cación fálica sobre la cual el sujeto, com o efecto del significante, intenta concentrar su relación al goce no le es suficiente; por tanto la insistencia en el síntom a de un goce que no puede ser referido al falo, interroga al sujeto y hace que se dirija a un Otro al que le atribuye un saber acerca de la verdad sobre la causa de su sufrimiento. Es a partir del encuentro con un nuevo partenaire, la analista, que algo de su posición fantasm ática se pone en cuestión. Dice la m isma: "com o efecto de los prim eros meses de análisis, hay una decisión subjetiva de no dejarse som eter a prácticas sádicas que le provoquen daño corporal y com ienza a limitar las respuestas incondicionales". Él sabe que puede perder-se. Comenta que vía Internet una mujer pide que alguien la m ate y lo encuentra, y en relación a ello dice: "Podría haber encontrado yo, com o esta mujer, mi asesino". En cambio su potencial asesino a quien lo une el am or y el espan­ to, por estructura se ubica en el lugar donde no hay nada que perder, haciéndose cada vez instrum ento del goce del Otro.

"Wally, el asesino agrario"

P siquiatría y psicoanálisis

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Al gordo Wally le costaba m ucho encontrar su sexo. N o solo por­ que, en un sentido literal y groseramente anatómico, estaba perdido bajo capas y delantales de grasa, sino más bien porque nada lo exci­ taba. N o existía objeto conocido por él capaz de provocarle una erec­ ción. Él siem pre se preguntó por qué la ausencia de deseo sexual le producía tanta infelicidad, no recordaba haber gozado con esa zona nunca en su vida. Su desarrollo sexual fue tardío, a tal punto que a los 17 años aún no sabía si algún día se transform aría en hombre. Con cierto pesim ism o suponía que iba a perm anecer aniñado para siempre, en ese estado indefinido entre nene y mujer. La ínfima cuota de rebeldía adolescente que practicó fue sofocada por su madre. Para su cum pleaños 23 todavía era virgen. Probó con prostitutas y afrodisíacos pero nada de esto le dio resultado. Com er era su único interés visible. Cultivaba su pasión hasta llevarla al nivel de un arte. Su lengua era el órgano con el cual exploraba el m undo. Comía de todo: cosas vivas y m uertas, basura, tierra, m adera, yeso. Degustaba lo podrido. Apuntaba sus observaciones en un cuaderno titulado

"D iario de alguien que com e". Al gordo Wally lo inquietaba una idea: ¿Qué pasaría si un día dejaba de interesarle la com ida? A lgunos atis­ bos de esto ya habían aparecido, m uchas veces no sentía el gusto de los alimentos. Era terrible quedarse sin ningún placer. Por las fechas en que aparecieron sus primeros crímenes ya había cum plido 29 años. Todo com enzó un día en que un m endigo flaco, que decía no com er hace dos días, le pide plata en la calle de form a agresiva. A pesar de sentir miedo se niega por orgullo; finalmente aunque lo odia se le ocurre invitarlo a almorzar. Lo lleva a su casa donde le sirve un banquete, que el m endigo traga com o desesperado m ientras le niega algo para beber. Entre tanto exceso Wally lo presiona para que coma un ají chile. Apenas lo m astica se le llenan los ojos de lágrim as, grita, corre com o desaforado al jardín y toma directam ente de la m anguera. Wally se ríe, m ientras el m endigo tom a y tom a agua, m ás de la que puede contener, hasta que sobreviene un incontenible dolor. Se abre la camisa rom piendo los ojales y desabrocha el pantalón. Em erge el vientre tenso y reluciente, cae de rodillas agarrándose las tripas infla­ m adas. Lo que hasta ese m om ento significaba para el anfitrión la ale­ gría por el éxito de la venganza se transform a de golpe en excitación; el gordo siente que su pene asoma por debajo de la panza, crece. Es la p rim era vez que experim enta una erección estando despierto. Inexplicablemente, a la par de la hinchazón de esa barriga sufriente y brillosa, se alza su pene y debe acabar con la excitación entre sus m anos. La sensación de felicidad y triunfo de ese prim er orgasm o es lo m ás fuerte que sintió hasta ese m om ento. Estaba sorprendido por com pleto. Junto con la excitación sexual descubrió otra cosa: no le im portaba que el hombre hubiese m uerto (aunque sí le preocupaba asum irse com o un desalmado). Era extraño no sentir rem ordim ientos. Wally estaba m uy ansioso por repetir la experiencia, su corazón latía enloquecido cada vez que la recordaba. Sobre todo porque al no sen­ tir culpa no había precio a pagar. A la vez se encontraba extraño, per­ turbado, enfermo. Se m antuvo expectante a la pesca de alguna presa. Disfrutaba por anticipado, por lo insólitas que resultarían sus inten­ ciones para el otro. Le encantaba tener un deseo tan raro y secreto. La cara de asombro de la víctim a le parecía esencial. Su próxim a víctim a fue un taxista. Lo drogó y luego lo embuchó de com ida hasta llevarlo al punto en que apareciese su objeto fetiche: el vientre tenso y relu­ ciente. E ra la señal esperada, el gordo com enzó a m asturbarse m ien­ tras a la vez le m ostraba triunfante su pene al taxista. L a víctim a, casi m oribunda ya com prendía por com pleto de qué se trataba y esto enardecía aún m ás al gordo. N o contaba con que la culpa le im pediría dormir. M ientras vivió la escena la excitación ; sexual no dejaba sitio para el rem ordim iento, pero en frío advertía lo

monstruoso del acto ejecutado. Luego se fue aplacando, se acostum ­ bró a la idea de que era un asesino. Se justificaba diciendo "por algo lo habré hecho". Culpaba al azar que lo hizo to p arse con el m endigo que le proporcionó su prim er goce sexual. El no tenía la culpa por su destino y se com padecía por tener que soportarse. En esta nueva etapa de su vida el sexo lo tortu­ raba con fruición. Antes, cuando no conocía otro placer que la com i­ da, su vida era m elancólica; ahora, la urgencia por tener un nuevo orgasmo lo volvía loco. Este deseo lo gobernaba com o a una m ario­ neta. Su pene no se conform aba con los recuerdos de los asesinatos, ya que no lo estim ulaban lo suficiente; com o un dios antiguo le exi­ gía sacrificios hum anos: quería carne fresca. A lo largo de los años lo fue invadiendo un cinismo triste, no podía evitar la com pulsión de matar y sufría por ser tan monstruoso. Experim entaba una p erm a­ nente sensación de extrañeza por el giro insólito que había tom ado su vida. D urante una época la culpa y el exhibicionismo lo llevaron a dejar evidencias. Para Wally el tratamiento siempre era el mismo, una y otra vez seguía idéntico procedimiento. Resultaba evidente que la diferencia entre hombres y mujeres no influía en sus gustos. También com prendió que la sexualidad es la m ás m onótona y repe­ titiva de las acciones hum anas. Él confió, en algún m om ento, en que los asesinatos serían una form a aberrante de curación de su im po­ tencia. Sin em bargo aunque varió sus intereses, perdió m ucho peso y prácticam ente dejaron de atraerle sus actividades de gourm et, nunca tuvo erecciones espontáneas. Tres años y dieciséis cadáveres después ya no era un gordo tímido. Se había convertido en un cazador que aterrorizaba a sus presas. Era un hombre flaco, atorm entado por su horroroso vicio. No tenía calm a pero tam poco se entregaba a la poli­ cía. Suponía que la cárcel le haría perder m ucha intensidad -p lacen ­ tera y sufriente- a su vida. Sin em bargo los años y la repetición de los asesinatos habían em botado su sentimiento de culpa; en realidad -o sentirse atorm entado aum entaba su goce; no sufría por sus víctim as, 5 estaba inm unizado contra el dolor ajeno. Wally todavía lucha con todas sus fuerzas para no ser descubierto. Por las noches se duerm e | llorando, pero aún invita gente a com er a su casa. > < TJ

Comentario del cuento: "Wally, el asesino agrario" |

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Introducción £ Harem os un breve com entario del extracto del cuento que se ha leído, tomándolo com o si se tratase de un caso clínico, para así poder

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pensar la teoría con él. Destacamos algo de lo que fue el efecto de su lectura que tom ó la forma de rechazo, de hacerse difícil el continuar con su lectura por la repulsión que generaba, lo que dio elementos para pensar un diagnóstico posible del personaje.

Algunas cuestiones que hemos trabajado Pensam os el tem a del diagnóstico, del rasgo, y de la estructura perversa. El prim ero se nos presenta ya desde el comienzo. Leem os: Wally, "...C o m ía todo: cosas vivas y m uertas, basura, tie­ rra, m adera, yeso". Aquí hay algo de la no regulación fálica en tanto significante, hay un sin límite, que lo lleva a "com er todo". Nos pre­ guntam os entonces: si estam os frente a una estructura psicótica; la perversidad que se pone de manifiesto, ¿sería una suplencia para el sujeto, brindándole estabilidad? Dice Leguil "U n rasgo de perversión es una garantía para el suje­ to ( ...) se trata de servirse de la falta allí mismo donde el neurótico se queja". Para nuestro personaje lo azaroso del encuentro con el m endigo y con su necesidad es lo que lo lleva a descubrir para su sorpresa, su condición de goce, sexual. Punto de partida para el desarrollo de su perversión. No se trata de la m uerte del otro como objetivo, sino que es una consecuencia del sin límite al que lo lleva su voluntad de goce. Wally divide al Otro con su acto, y se interesa por los efectos que provoca, se interesa por la cara de asombro de las víctimas. Busca producir la división. El personaje del cuento no se siente angustiado. La castración en la perversión no está anudada a la angustia; el sujeto perverso se ofrece objetalmente al goce del Otro. En nuestro caso hasta llevarlo a la m uerte. Wally tiene necesidad del Otro para que su acto le procu­ re la excitación buscada. Y en esta búsqueda, continúa con lo que la psiquiatría llamaría su conducta psicopática, transform ándose en un asesino serial. Su acto perverso se repite y se sostiene en el tiempo. Y por fuera de estos m om entos de voluptuosidad, lo que se corrobora es la apatía. Al personaje no le importaba la m uerte de sus víctim as; su autodidactism o lo había llevado a encontrar un saber hacer con su goce y es por ello que estaba ávido por llevar adelante su acto una y otra vez, de form a rutinaria y monótona. Repetía la escena hasta el punto en que em ergiera el "vientre tenso y reluciente". El cual tom a el valor de objeto fetiche . Y revela velad ámente el objeto de la pulsión, repre­ senta al objeto a, y es causa para el sadismo.

Como decíam os el perverso trata de angustiar al otro com o im pe­ rativo y voluntad de goce. Ubicándose com o instrum ento del goce del Otro. La particularidad sádica está dada por el m atiz de colocar­ se como instrum ento del goce de un Dios, de ese Dios oscuro a quien S a d e servía en su porfiada búsqueda de la segunda m uerte. La asociación de la estructura psicótica a prácticas perversas es un dato que la clínica perm ite constatar con frecuencia, dice M aleval.6 Si bien este cuento no responde a un hecho de la clínica nos acer­ camos a pensarlo desde esta perspectiva.

P siquiatría \ y psicoanálisis 2

M a le v a l,

"Suplencia p e r v e r s a en un sujeto psicótico". Inédito.

Psicopatías

El diagnóstico de psicopatías R a f a e l S k ia d a re s s is

psicoanálisis

2 «

Esta expresión también se utiliza para designar cuadros neuróti­ cos que no presentan síntomas, sino, dificultades repetidas o cons­ tantes en relación con el ambiente. W. Reich también aportó al tem a con la "coraza caracterial" conjugando la relación con los objetos, la econom ía libidinal y el superyó. L a neurosis de carácter sería una perturbación global del sujeto,

y

no.

P siquiatría

En un pasaje de la ópera Wozzeck el capitán canta "E l hom bre nor­ mal no tiene coraje, el canalla tiene coraje". Este término psicopatía es un término antiguo difícil de encuadrar, pero que no obstante ha circulado y circula en la psicopatología y en el lenguaje popular. A sí psicópata, m anipulador, canalla (com o lo llama J. Lacan), trastorno explosivo intermitente, consum idores de sustancias, circulan por este mundo rozando la perversión y dejando víctim as en su camino. El término acuñado por Evon Fentchetersleben aparece en 1845, siendo esta una enferm edad mental que "no ha de ser deducida, ni de la mente, ni del cuerpo, sino de la relación entre am bos". E. Kraepelin en 1904 las llam ó "personalidades psicopáticas". A sí se desarrolló para designar trastornos ni delirantes, ni alucinatorios, donde se con­ servaba lucidez y en su ambigüedad también se la conoció com o locu­ ra lúcida. Entonces las psicopatías agrupan trastornos no clasificables para algunos, de carácter genético, pudiendo describírselas com o estados lábiles que fácilmente estallan en crisis agudas atípicas donde no falta la agresividad com o correlato de la impulsividad. El psicoanálisis generó el concepto de neurosis de carácter, donde el conflicto no se traduce por la formación de síntomas, sino, por ras­ gos de carácter (avaricia, pereza, indiferencia, timidez, explosividad, etc), que son patológicos cuando son desm esurados en la organiza­ ción de la personalidad y causan conflictos al individuo y a su entor­

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que lo conducen a una defensa "global atípica", quedando colocada por diversos autores entre las neurosis y las psicosis. Por otra vertiente se abordó el estudio en las psicopatías desde el punto de vista fenomenológico, generando una categoría descriptiva llam ada "personalidades psicopáticas", cuyo autor m ás destacado fue K urt Schneider, quien incluía a las personalidades desviadas de la m edia a las psicopatías que son "aquellas que sufren por su anor­ m alidad, o debido a ello hacen sufrir a la sociedad". Estas personalidades no remiten a enferm edades orgánicas, aun­ que K. Schneider admite una disposición congénita no hereditaria. O tra m anera de pensar las psicopatías, es verlas com o un trastor­ no de la com unicación, hay una dificultad para el discurso, inven­ tándose códigos de significación particulares, llevando esto a una tendencia a la acción. Esta acción puede ser la de ejercer influencia sobre alguien indu­ ciéndolo a tom ar decisiones, o tener com portam ientos hasta incluso opuestos a la voluntad, y en esto no hay consentim iento del otro y siem pre conlleva un tinte agresivo. Pero tam bién está la acción agresiva que no es una reacción, por el contrario un acto planificado ejecutado sin pasión, donde no se trata de un descontrol impulsivo. Estos sujetos no buscan tratam ien­ to sino que llegan al ámbito institucional traídos por la justicia o algún familiar. Debemos m arcar adem ás las diferencias entre psicopatías y per­ versiones, dado que se encuentran desplazam ientos notorios entre ambas. En la perversión los actos no son caóticos ni se hilan desor­ denadam ente, por el contrario se reúnen en cerem onias o rituales, donde el perverso es el oficiante para otro completo. A sí com o m uchas veces se confunden deberíam os destacar que un psicópata puede ser perverso, pero un perverso raram ente es un psicópata. Volviendo a la com unicación podríam os decir que hay tres nive­ les im plicados: el cuerpo, lo im aginario y lo simbólico, es decir la palabra, y así se podrían destacar psicopatías con predom inancia verbal, im aginaria (ante la m irada del otro) o corporales, es decir de acción, o también podrían conjugarse los tres niveles en el m ismo sujeto. El psicópata actúa y hace actuar, porque inocula la com plem entariedad, es decir los mensajes del psicópata no buscan respuesta, sino ecos com plem entarios; esta com plem entariedad es en espejo, donde el psicópata hace hacer al otro lo que él no asume. Así, por ejemplo, usa un mensaje impreciso, para no ser descubierto, se enm ascara en una aparente autoridad, cam bia sobre la m ar­

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cha sus opiniones para descolocar a su interlocutor, no asu m e la res­ ponsabilidad de lo que dice, trata de dominar al otro, reduce por el misterio, etc. Esto genera un increm ento de la dem anda ya que el psicópata n e c e s i t a del otro, del cual está en constante dependencia y m uestra una desarticulación del deseo en beneficio del reclam o; juega así en un límite donde la presencia de la pulsión de m uerte puede llevarlo al suicidio, toxicom anías, actuaciones peligrosas para sí y para otros. Esta desarticulación del deseo converge con una defectuosa rela­ ción a la ley, lo que le produce un rechazo de las norm as sociales, ais­ lándolo de los grupos, ya que estos rechazan las conductas perturba­ doras, pero aún así el psicópata se ve impulsado al grupo, ya que es el lugar que no puede lograr. Esto es especialmente observable en ios grupos de adictos donde encuentran en el "ser adictos" una identifi­ cación posible para llevar a cabo acciones en conjunto. H oy en día la psicopatía ha sido reem plazada en el DSM IV por el trastorno de personalidad antisocial donde se integra a este indivi­ duo inestable, irresponsable, insensible, desleal, agresivo, m anipula­ dor y falto de cautela. Así el DSM ha absorvido también la clasifica­ ción de K Schneider que los catalogaba como P. abúlicos, P (hoy absorbido en el trastorno obsesivo compulsivo), P. asténicos, P. depresivos (el DSM lo propone com o trastorno a ser investigado), P. desalm ados (trastorno antisocial de la personalidad), P. explosivos (para el DSM trastorno explosivo intermitente), P. fanáticos. En cuanto a la terapéutica el espectro es amplio y se han usado con regu lar éxitos fárm acos com o antipsicóticos (Risperidona, Halopedinol), antirecurrenciales (Litio, Divalproato), antidepresivos (Fluoxetina); en general orientados a tratar el aspecto agresividadim pulsividad de estos sujetos. En cuanto el abordaje institucional, este podría también desde lo psi am plio individual, grupal y familiar modificar manifestaciones patológicas. En relación al psicoanálisis J. Lacan ha desaconsejado el trata­ miento del canalla; pero no obstante es un campo donde las ofertas del capitalism o genera y, a veces, fomenta formas psicopáticas de vida sobre las que el psicoanálisis junto a los otros recursos terapéu­ ticos siempre tendrán algo que decir y hacer.

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l e , Graciela y H u s m a n n , Gloria: "L a tram pa de los m anipuladores", Del N uevo Extrem o, Bs. As., 2008. G oldchluk , Aníbal: "Tratam iento farm acológico de la agresión predatoria", Polem os, Bs. As., 2008. L a c a n , Jacqu es: "P sicoan álisis: R adiofonía y T elevisión", A n ag ram a, Barcelona, 1977. Saurí, Jorge J .-.Enciclopedia de Psiquiatría, El Ateneo, Bs. As., 1979. S t a g m a n , Juan C.: Revista Vertex n" 18, Polemos, D iciembre 1994, Enero Febrero 1995. S t i n g o , N éstor R.: Diccionario de psiquiatría y psicología forense, Polem os, Bs. A s., 2006.

Ps ic o p a t ía s

C h ía

¿Medicar las psicopatías? S a n t i a g o L e v ín

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Psicopatía es un término bastante difícil de delimitar desde la psi­ quiatría, un térm ino m uy atravesado por el control social, por la idea de la parte hegem ónica de la sociedad de cómo debería ser el ciuda­ dano feliz, consum idor en los shoppings, que no m oleste a los veci­ nos y saque la basura a la calle a la hora permitida. Esto da para una larga discusión. Cuántos de los rasgos psicopáticos son diagnostica­ dos desde un ideal discutible de cóm o debería ser un ciudadano en este m undo occidental. Ustedes saben que la psicofarmacología m oderna es una discipli­ na m uy nueva, y es m ucho más lo que no se sabe que lo que sí se sabe. El prim er psicofárm aco m oderno fue la clorprom acina, el pri­ m er antipsicótico, que se descubrió por casualidad en Francia, en m om entos en los que se estaba experim entando en la farm acología pre-anestésica, y ahí surgió esta droga. Esto fue en el año 1952. Es decir que no tenem os m ucho más que cincuenta años de psicofarm a­ cología m oderna, y eso es m uy poco. Paralelam ente estam os bom bardeados por una propaganda de la cual es difícil sustraerse y que nos intenta convencer de que los psicofárm acos sirven para casi todo. Fuera de los usos establecidos, donde se conoce que hay una efi­ cacia y un balance pro-contra favorable a la adm inistración de un psi­ cofárm aco, también vivim os en un m undo occidental inundado de psicofárm acos. Los clínicos psiquiatras nos vem os m uchas veces dem andados p or los propios consultantes para prescribir, y cuando esto no se hace, en países com o el nuestro, hay un m ercado negro al que es m uy sencillo acceder para com prar psicofárm acos -bastante económ ico por otro lad o De m anera que m uchas veces pasa que nos encontram os con pacientes com o el que trae M aría M arta esta noche y que sirve para discutir este tema.

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Por ejemplo, Rafael Skiadaresis m encionó la neurosis obsesiva o el trastorno obsesivo com pulsivo en el DSM IV. Ese es un ejemplo m uy claro de cóm o un cuadro clínico -q u e en su m om ento fue muy prom etedor para la industria farm acéutica- fue abandonado justa­ m ente por falta de resultados clínicos exitosos. Tanto es así que en la literatura anglosajona, si uno hace un estudio bibliométrico, en los últim os diez años ha ido desapareciendo de todas las revistas espe­ cializadas. Con respecto a los trastornos de personalidad y en particular a las psicopatías, hubo una época en la década del 60 en que eran sinóni­ m os -n o so tro s no los estam os tom ando com o sinónim os aquí, y esto agrega m ás confusión a la discusión- y se está viendo en los últimos pocos años intentos de formalizar el tratam iento de la im pulsividad -h ab rán leído esto por allí- como una de las dim ensiones posibles de ser abordadas farmacológicam ente. También es un problem a definir "im pulsividad" (aunque h ay que reconocer que en psiquiatría es un problem a definir cualquier cosa). Pero la im pulsividad es m uy difícil de definir porque tam bién ahí hay un com ponente social im portante, de prejuicio, p ara definir cóm o debería ser un sujeto para ser considerado no im pulsivo o per­ tinente. En el caso de los psicópatas es bastante claro que lo que define el cuadro es el daño que generan alrededor junto a la egosintonía en la que viven. También son útiles a la hora del diagnóstico algunas con­ sideraciones contratransferenciales. Pero, en general, son sujetos que n o vienen convencidos a la consulta, ni psicoterapéutica ni psicofarm acológica, que perm anecen poco tiempo en tratam iento, y que en este poco tiempo hacen m ucho daño en el vínculo y en el propio pro­ fesional, configurando situaciones clínicas de las que es m uy difícil salir aunque el terapeuta haga todo lo posible. Eso es lo que conver­ sábam os en el pasillo antes de empezar. Resum o en dos m inutos la síntesis de lo que se puede h acer con psicofárm acos de m anera general con esta clase de sujetos. Los sín­ tom as im pulsivos. Se discute m ucho qué es la im pulsividad y cóm o se trata. No existe un tratam iento farm acológico establecido p ara la im pulsividad. En general lo que se term ina haciendo -u tilizan d o los térm inos de Freud del "P ro y e cto ..."- es m odificar hacia abajo la q. Esto trae m uchos inconvenientes porque estos son pacientes que en general no toleran el chaleco farm acológico, por lo tanto, lo que ahora en la literatura se llama adherencia, o compliance, o cum pli­ m iento del tratam iento, es bastante malo. Son pacientes que no cum ­ plen con las indicaciones farm acológicas y que m uchas veces pasan largos períodos sin tom ar la m edicación diciendo que sí la tom an, o

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consumiendo grandes cantidades de otras cosas que no están indica­ das. ¿Qué significa entonces el tratam iento de la im pulsividad? Cuando los síntom as de im pulsividad no obedecen a un cuadro psicopatológico de base (afectivo, psicótico) es m uy difícil que se tenga éxito en el tratam iento farmacológico. Se utilizan los antide­ presivos del g ru po de los IRSS (el prim er IRSS fue la fluoxetina, alre­ dedor de 1980), que han dem ostrado ser los mejores "antiim pulsi­ vos" hasta el m om ento. A pesar de la relativa eficacia clínica en la dimensión de la im pulsividad, siguen siendo hoy la principal alter­ nativa terapéutica cuando lo que se intenta es disminuir, o atem perar los episodios de im pulsividad. No los rasgos, sino los episodios de impulsividad. El tratam iento farm acológico de estos pacientes es sintom ático, es dimensional, no hay fárm acos que den cuenta del cuadro com pleto sino sim plem ente de algunas dimensiones. El éxito terapéutico es en general pobre, pero tiene sentido una intervención de este tipo cuan­ do hay al m ism o tiem po un proceso psicoterapéutico, y esto puede servir para generar las condiciones mínimas para que se pueda llevar adelante una psicoterapia. Com o decía Rafael hace un rato, estos no son pacientes con sínto­ mas psicóticos llam ativos -lo que ahora se llaman síntom as positi­ vos- con delirios y alucinaciones. N o son, en principio, pacientes que se presentan com o un síndrome depresivo, con ideas de ruina o de culpa, ni sujetos que consultan porque viven su realidad com o pro­ viniendo de alguna cosa que anda mal dentro de sí m ismo. De m ane­ ra que el abordaje es bastante complejo, y esto va desem bocando en el cuadro clínico que hoy discutiremos. Distintos son los pacientes con rasgos psicopáticos o los pacientes con cuadros abordables desde el punto de vista psicofarm acológico que tienen defensas psicopáticas pero que no son los pacientes de los que estam os hablando hoy. M ientras Rafael Skiadaresis hablaba y m ientras yo leía la viñeta clínica que trajo M aría M arta Scorticati, me vinieron a la cabeza dos o tres pacientes que he visto recientem ente y que ya no veo m ás por distintas razones, en donde pasaron exactam ente este m ism o tipo de cuestiones. En la clínica, ustedes sabrán, es bastante com ún que haya con estos sujetos cortísim as lunas de miel, en donde el paciente de repente m ejora - y no es una m ejora transferencial- luego rápida­ mente em peora, después de una idealización exagerada de funciona­ miento psicótico -p e ro no en u n a psicosis clínica- viene un ataque muy fuerte a la persona, al vínculo, etc., con todos los reproches psi­ copáticos: "con todo lo que yo estoy pagando esto no está dando resultado". Por otro lado estos so n pacientes sensibles a los efectos

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adversos. Estoy hablando del psicópata com pleto, pacientes con los que hay que tener cuidado de no adm inistrar fárm acos que produz­ can un aum ento excesivo de peso, por ejemplo. De m an era que es bastante difícil. Yo, realmente, no conozco éxito terapéutico con psi­ cofárm acos con estos pacientes. P ara term inar, antes de pasarle la palabra a M aría M arta Scorticati, quería cerrar con una cosa m ás general. Yo estoy cada vez m ás convencido de que la psicofarm acología es un arte noble. Con bastante m odestia y utilizando los psicofárm acos -n o necesariam ente los m ás m o d ern os- se puede ayudar bastante a dism inuir algunas clases de sufrimiento agudo, siem pre y cuando se tenga en cuenta que no existen tratam ientos etiológicos en psicofar­ m acología, es decir, que ataquen la causa. La m edicina no ha podido todavía desem barazarse del m odelo infectológico, desde Virchow en adelante, en donde el paradigm a de la enferm edad es la sífilis, la tuberculosis, donde hay un agente causal. La psiquiatría estuvo m uy cerca de eso con la parálisis general progresiva donde, al encontrar­ se que uno de los cuadros psiquiátricos m ás graves de fines de siglo xix -ju n to con las histerias- tenía una causa m icrobiológica, esto dis­ paró el pensam iento positivista dentro de lo nosografía psiquiátrica. Pueden lograrse im portantes éxitos terapéuticos en alguno cua­ dros m uy definidos, por ejemplo una psicosis esquizofrénica, una depresión mayor, un trastorno bipolar. La eficacia de una interven­ ción farm acológica disminuye cuando nos m etem os en el farragoso m undo de los trastornos de la personalidad y de las psicopatías. Estos son los típicos pacientes de los que estam os hablando hoy con los cuales uno, cuando es invitado a hacer un com entario psicofarm acológico, no tiene m ucho que decir. H ay que ver caso por caso, y m ás bien las discusiones son hacia adentro sobre cóm o m edicar m enos a este tipo de pacientes y no sobre cóm o m edicar m ás. L a eva­ luación del riesgo suicida en este tipo de pacientes es particularm en­ te delicada. U na vez m ás es un tema que sirve para discutir. M ás allá de la psicom etría y de los test que ahora están m uy en boga —sobre todo en la psiquiatría anglosajona am erican a- es prácticam ente imposible determ inar qué paciente va a intentar quitarse la vida. Se puede hacer una clasificación m uy grosera de pacientes con un ries­ go elevado o sin un riesgo elevado. La im pulsividad, en este tipo de pacientes puede producir m uertes parasuicidas, accidentes de auto, p or ejemplo. También se utilizan antipsicóticos para el tratam iento de la im pul­ sividad, con resultado dispar. ___ Lam ento no haber traído ninguna buena noticia. Sin em bargo, 163 acabo de recordar algo que no quisiera omitir. Rafael decía -l o cual

es estrictam ente cie rto - que el diagnóstico de psicopatía proviene originalmente de la literatura alemana. Esto es m uy interesante d e s d e el punto de vista socioantropológico por varios m otivos. Uno hasta podría hacer una conexión entre esta clasificación con tufillo racista y lo que pasó en A lem ania poco tiempo después. Pero tam ­ bién sirve para orientarse dentro de la fauna en la que todos nos movemos. Escuché a residentes de psiquiatría de un hospital en el que trabajan los especialistas en Leonhard, Kleist y Wernicke decir "nosotros vem os psicópatas todos los días", y a otros de un hospital cercano sorprenderse por no verlos nunca. Esto es interesante para ver cóm o la teoría determ ina la m irada clínica. N o todo paciente agresivo, im pulsivo, violento, m aleducado, enojado, es un paciente psicópata. Yo m ás bien diría que para contextuarlo en el m edio nues­ tro, un paciente que va al hospital público a las siete de la m añana y que es atendido a las once y m edia durante cuatro m inutos, y no rompe una puerta con la m ano, ahí estaríam os hablando de la otra parte del problem a social que es el control social de la agresividad de los pacientes que no tienen m ás remedio que atenderse en el hospital público. N o siem pre una persona enojada es un psicópata y m enos en una guardia. A s í q u e a v e c e s u n o sa b e , s e g ú n d e q u é h o s p ita l v ie n e n , d o n d e p u e d e lle g a r a e s ta r el s e s g o d ia g n ó s tic o . N éstor Y e l l a t i : Quería decir algo ahora porque luego no va a tener cabida cuando veam os el caso. Yo podría agregar algo respecto del psicoanálisis/ porque me resultó interesante esta anécdota referida a cómo se diagnostica según la teoría que sustente el diagnóstico, porque en el cam po del psicoanálisis no lacaniano, el término psicópata tuvo un desarrollo muy im portante en el psicoanálisis argentino. Está el fam oso libro Psicoanálisis de la m anía y la psicopatía, con psicoanalistas de la APA de gran prestigio en ese momento. También el libro de Joel Zac, especialista en psicopatía. Y lo interesante era cóm o se podía usar ese diagnóstico. En épocas del encuadre psicoanalitico -q u e todavía perd u ra - no hacía falta rom per una puerta, alcanzaba con no respetar el encuadre. Por ejemplo, si una paciente histérica le hacía un regalo a su analista, en la m edida de que eso está fuera del encuadre, podía ser supervisado por un analista de control en térm inos de una conducta psicopática, en la m edida que lo que pretende es inducir en el analista ciertas respuestas, o sea, manipular al otro. Es m uy interesante ver a qué puede responder un diagnóstico de psicopatía, o al m enos de conducta psicopática, yendo de los extrem os m ás violentos del ejercicio de la acción a otros que no lo son en absoluto.

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g i ^ NJ Ti?

S a n t ia g o L e v ín : E s in te re s a n te . Se m e o c u r r e a h o r a , e n este m o m e n to y n o se si y o e s to y e n c o n d ic io n e s d e h a c e rlo , p e r o m e p a re ­ ce u n ejercicio tr a ta r d e p e n s a r q u é c o s a n o e s u n a p s ic o p a tía . M á s q u e lo c o n tr a rio .

| Psicopatías

Porque estás m encionando la tradición kleiniana m ás ortodoxa. Yo les recuerdo el viejo chiste kleiniano que todos conocem os del paciente que va a llegar tarde y llama al analista y le dice: "Doctor, voy a llegar 15 m inutos m ás tarde pero usted v aya em pezando sin m í". Allí donde todo es el encuadre, cualquier pequeño desliz hace que uno transform e al paciente en un psicópata. Pero no todas las personas que a uno le caen mal son psicópatas. Y del otro lado, yo no puedo dejar de decir esto, habría también que hablar de la psicopa­ tía de la psiquiatría, de la psicopatía del psiquiatra y de la m edica­ ción punitiva, en donde el psicópata es el profesional, en donde el que objetivizá al sujeto es el profesional, el que quiere que no lo m olesten es el profesional, y el que tom a todo síntom a llam ativo com o una m olestia es el profesional, de m anera que también podría­ m os hablar aparte de qué cosa no es psicopatía, cuando nosotros -lo s profesionales- somos los psicópatas por acción o por omisión.

¿Rasgo psicopático o perversión? M a r í a M a r t a S c o r t ic a t t i

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El paciente, al que llamé M., consulta para tratar lo que él llama su depresión. Concurre a su prim era entrevista un día después del turno que le había sido dado. Frente a lo que aparenta una confusión le informo del m al entendido para la misma hora y día en que había sido citado, pero la próxim a semana. Viene diciendo que su problema es la depresión, com enta que tuvo una m uy buena im presión de m í cuando lo atendí en la puerta y que por eso volvió, y anuncia que éste iba a ser un tratam iento donde él iba a decir todo. A grega entonces que siente haber vivido una vida de m entira, siempre pareciendo norm al y m anteniendo oculta una faceta de su personalidad. Me aclara que había ejercido la homosexualidad desde la infancia hasta los 17 años. Después fue heterosexual, se casó, tuvo dos hijas, y después de varios años de separado y de haber m antenido parejas heterosexuales, em pezó una vida hom osexual con D. Tal com o lo prometió, intentó decir todo en la primera entrevista, estaba verborrágico, presentaba un discurso sin escansiones. Consum ía alprazolam casi com pulsivam ente y aún así no podía d o rm ir... Organizo entonces el plan farm acológico, cam biando el alprazo­ lam por clonazepan y le m arco que no se puede decir todo en una entrevista, y lo cito para la próxim a semana. En ese m om ento me dice que había pensado en suicidarse. "A veces la gente se suicida", digo, pero él m e aclara que la idea le resultaba tan poco estética que la desechó y agrega: "P ara m í la estética es todo". Hay, durante todas las entrevistas que tuvimos, una m arcada difi­ cultad; para que deje los enunciados y pase a tratar un tem a en par­ ticular, pasa de un tem a a otro en una deriva m etoním ica ocupando todo el espacio de la sesión, cuarenta minutos por reloj. Su pasaje de la práctica hom osexual a la heterosexual, al com ienzo de la edad

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adulta, es relatado com o un "no se por qué pero em pecé a tener rela­ ciones con m ujeres". En la segunda entrevista dice continuar m uy angustiado y que esto se debe a las m entiras de D., no soporta que le m ientan, y es tan poco lo que soporta la frustración, que ha "llegado a robar por no soportar no tener", según sus propias palabras. Al final de esa entrevista me quiere m ostrar un mensaje de texto de D., pedido que no acepto diciendo: "no se trata de que yo vea". Habla entonces de su madre, alguien a quien "se le caían los hijos". Su herm ano m ayor fue criado por su abuela y a él le dijeron siem pre que estaba acá porque estaba m uy agarrado, y dice: "Supongo que habrá intentado conmigo también un aborto. Siempre la llamé m adre, nunca pude decirle m am á. Siempre esperé un gesto de cariño. Ella siempre estaba como en otro m undo, era m uy genero­ sa con todos los pobres pero mi casa era una ruina. Ropa de prim era y m uy bien planchada, impecable, en una casa que se caía a ruinas. La llamaba 'la mujer que sufre'". Su padre, contrabandista de cigarrillos y alcohol, lo usaba a él de cam pana, y supone que para disimular su actividad lo llevaba a él en el camión. Ante mi intento de hacer jugar el significante contra­ bando obtengo una sonrisa de respuesta y una aclaración: "D espués se convirtió en vendedor de droga. Estuvo preso por narcotráfico. Ahí se me derrum bó mi papá". Su padre había sido policía exonera­ do de la m ism a. "C on él sí pude tener una relación afectiva una vez que él ya era grande. Después de la prisión. Nunca me voy a olvidar la palidez de mi viejo la primera vez que lo fuimos a ver a la cárcel. A am bos los amaba y a ambos los odiaba". Al final de la tercera entrevista deja deslizar el chiste: "A l final me voy a term inar enam orando de una m ujer". Yo le sum o a ese chiste otro: "Yo no tendría nada que ver". Viene a la próxim a entrevista diciendo que volvió con su antigua novia. El sabe que no la quiere pero que se la puede presentar a sus hijas y en su trabajo, m ientras tanto continúa su relación con su pare­ ja hom osexual. Se queja de los engaños y m entiras de éste, dice que es alguien m uy codicioso y que quiere crecer económ icam ente, y usa p ara esto los favores de sus amantes. Dice que con él no lo va a lograr porque él está advertido. El único punto de apaciguam iento es su paternidad. Dice que por sus hijas él es capaz de ser padre, m adre, tío. Com enta que una de sus hijas, de dieciséis años, dijo que creía que él era capaz de curarse hasta del cáncer. Esto m e lo cuenta com o ejemplo de la im agen que él les da a sus hijas. "Q ue todo lo puedo, hasta curarm e de un cáncer". Se describe com o un padre dador, com prensivo, amable, atento.

"Un padre p ara sus hijas", digo. Cuenta, entonces, todo lo sufrido de separado, m om ento en el cual pierde todo y vuelve a habitar un cuarto derruido en la casa de sus padres. Ahí em pezaron los robos. Prim ero fueron pequeños objetos, des­ pués fueron objetos de valor: "Yo ganaba bien y gastaba todo lo que ganaba. Lo que no alcanzaba a pagar o era m uy caro, lo robaba. Iba a una galería, por ejemplo, y estudiaba cóm o y cuándo iba a hacerlo. Después de haber logrado el hecho, la insatisfacción, sensación que desaparecía con el próxim o plan. Hasta que m e pescaron robando dos camisas. Tengo una probation, tengo que asesorar com o abogado en una iglesia. Yo no soy un tipo bueno, pero 'soy un buen tipo', agre­ ga, y decido cortar ahí la entrevista. Prim era escansión que pude hacer. De las relaciones con mujeres dice ser m uy seductor, "pero en m í siempre funcionaba lo otro, el deseo por un hom bre". Le pregunto entonces por sus relaciones antes de los diecisiete años y habla de J., un hombre que de niño lo sentaba sobre sus rodillas y tenía con él cierto juego am oroso aunque no recuerda penetración. J. era para él una figura afectiva fuerte. Después, otro J., un m uchacho vecino m ás grande que él desde los siete u ocho años hasta los diecisiete, y dice no haber sentido eso nunca m ás. Pregunto sobre eso y aclara: "que el sexo lo cubra todo". Es en la casa de su abuela que se inicia como hom osexual. N unca habló de su inicio sexual en la infancia com o abusado por el otro. Siempre en prim era persona dice: "Yo em pecé con las relaciones hom osexuales a los siete años". El sospecha que su padre era hom o­ sexual y esto lo basa en la idea de que su m adre no era una mujer satisfecha, no hay otros datos al respecto salvo un dicho del padre sobre él: "A este no le gustan las chicas". En relación a la transferencia, en un prim er m om ento, m e pareció que quería asustarm e am enazando con suicidarse. Ocupé el lugar de la única que sabe sobre su verdad, sobre los objetos robados, sobre su sexualidad, sobre su angustia insoportable cuando lo dejan plantado. "De niño m e dejaban en lo de m i abuela, y yo esperaba que m e vinieran a buscar y no venían". Otro punto inquietante durante las entrevistas eran sus intentos de fam iliarizar el trato, quería que el trato fuera m enos formal, pro­ pone el tuteo - a lo que m e n eg u é- así com o a responder algunas pre­ guntas sobre mi subjetividad que dejé caer sin contestar. Deja entonces su relación tanto con su pareja hom o com o con su pareja heterosexual. Viene regular y puntualm ente a las entrevistas, que em pieza a llam ar "m i análisis". A la tercera vez que nom bra así esas entrevistas decido aclarar lo d esp u és

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institucional de ese tratamiento, haciendo referencia en el m arco de una prepaga, que sí tenían orientación psicoanalítica, pero que un análisis era otra cosa. "Entre otras cosas el pago", respondo. A la próxim a sesión falta sin aviso, y a la próxim a vez le pregun­ to qué pasó y él me dice que no me preocupe, que m e lo v a a pagar. Le digo entonces que no todo es dinero, que se trata tam bién de otra cosa. Me dice que había pensado en dejar de venir y que yo tendría que ser m osca para verlo. Le digo que com o no puedo ser m osca entonces m e cuente lo que yo tendría que ver. Se siente un exitoso total, que eso lo hace sentir m uy bien, y m e aclara que él se puede relacionar con el otro solo de dos m aneras: "O quererm e m ucho o sufrir por m í". Su problema es que no puede ser el m ejor pero tam ­ poco puede dejar de serlo, agrega, y cuenta lo que yo entiendo es su verdad: "A veces m e resulta difícil seguir". Le m arco esa frase y él agrega: "N unca m ás pude sentir eso que yo sentía cuando tenía sexo de chico". Que "el sexo tapa todo hasta llegar a la inconsciencia", y agrega, "si yo no tengo éxito no m e quiero". Recorto sus dos frases: "A v e ce s me resulta difícil seguir" y "si no tengo éxito no m e quiero", y lo invito a seguir para tratar eso que aparece en esas frases. Que si él está dispuesto yo lo espero el lunes en su horario de siem pre. Al irse, y nuevam ente en chiste me llam a "tortu rad ora". Al próxim o lunes su secretaria m e avisa que se había ido de viaje. U n lunes después, dos mensajes en el contestador. E n el prim ero m e dice que había decidido no seguir con el análisis y un segundo mensaje en el que m e aclara, de m uy buen hum or: "sig o pensando que soy el único, mi nombre e s ..." . Y allí me aclara quien es.

Conversación S a n t i a g o L e v ín : Com o com entario farm acológico m e parece que este es un excelente ejemplo de lo poco que puede servir una inter­ vención farm acológica. El cambio de un ansiolítico por el otro está perfecto, es de buena práctica, porque el alprazolam se presta m ás al consumo excesivo y al abuso. Yo pongo en duda que el paciente lo haya aceptado, de hecho venía tom ando sin prescripción m édica el alprazolam, y tam bién queda bastante claro que el com entario de ideas suicidas era un com entario psicopático y no una confesión desde una posición depresiva auténtica, con lo cual me parece exce­ lente lo que la terapeuta le devuelve: "A lguna gente se suicida", lo cual es estrictam ente cierto y enseguida eso se da vuelta. A hí hubie­ ra sido la ocasión de una intervención fallida. Era una tram pita m ás de todas las tram pitas que hay en el caso. Es com o cam inar por un terreno m inado: donde uno le da la m ano al síntoma, estalla. Este es un paciente con el que yo no hubiera hecho ninguna cosa distinta farm acológicam ente hablando, ni una sola, porque no hay ninguna otra cosa para hacer.

G lo r ia A k s m a n : Lo que escuché de este paciente es que tiene un

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M a r ía M arta S co rticatti : A m í me parece que durante todo el tiempo, desde la prim era vez que él toca el timbre, veinticuatro horas después en un turno que no es el de él, por alguna cuestión le doy la prim era vez un turno el m ism o día, el mismo horario, una sem ana después. Creo que no solamente yo decía que no se podía todo, sino todo el tiempo m arcaba la falta, me parece que esta es la tortura que yo le impongo. Cuando yo le m arco en las dos frases en donde apa-

P siquiatría

problema con el todo, "todos" tenemos problemas con el todo, pero en el tratam iento se ve eso. Él iba a decir toda la verdad y la analista introduce que no se puede decir todo. Él no puede no tener todo entonces roba, o sea, hay un tratam iento donde otra vez no se puede tener todo. Y respecto del sexo perdió todo, porqtte ya no sentía eso que era el punto donde el sexo tapa todo. Ahora bien. También hay un tratam iento de la m entira m uy par­ ticular. Él dice que su vida fue una mentira e inm ediatam ente dice que no soporta que le mientan. N o escucho que hayas contado -n o se si m e lo p e rd í- alguna contradicción. No hay nada del orden de lo que puede haber del lado de la responsabilidad, está claro, él cuenta todo lo que sufrió. Y por esa veta, por todo esto que él cuenta de todo lo que sufrió, del odio y del amor, etc., ahí dice "tortu rad ora". Esa es mi curiosidad sobre lo transferencial.

jece algo en el orden de su falta y le digo: "sobre eso hay que traba­ ja r", ahí es donde él m e dice "torturadora", porque no caigo en nin­ guno de sus encantos. Esa es la causa por la que m e abandona. Él me dice claram ente: "Yo puedo relacionarm e con el otro de dos maneras: o m e ama, o m e tem e", y yo no estaba en ni lo uno ni lo otro. N o sabía cuánto tiempo m ás iba a poder sostenerme en ni lo uno ni lo otro. C uando N éstor Yellati me dijo ¿tenés algún paciente psicópata?, me acordé de él y dije: "Sí, tengo uno". Por alguna razón pude no dejarme tom ar por este paciente. Si no uno sabe perfectam ente cuándo tiene un psicópata en el consultorio. Lo recuerda todo el tiempo. Esta vuelta m e parece que no. I n t e r v e n c ió n : Venía a colación con lo que estaba diciendo María M arta porque la pregunta era sobre el final. Este "y o soy fulano de tal". ¿Qué lectura vos hacías de eso? Me preguntaba si era en relación a este descubrimiento del vacío que él hace en esta serie de entrevis­ tas, donde ya nada lo completa, ya nada lo ubica en el lugar del todo. M a r ía M arta S co rticatti : M e p a re c e q u e e s a fu e la ú n ic a p o sib i­ lid a d . C u a n d o m e d eja el m en saje lo h a c e sin d e c ir q u ié n es, y algo d e e s to le h a c e r u id o y m e d ice: " C o n m i fo r m a y o s ig o p e n s a n d o que s o y el ú n ic o " , y se ríe y d ice: "S o y fu la n o d e ta l" . E l p r im e r m e n sa je n o d e c ía q u ie n e ra , d e s p u é s se n o m b ra .

Psicopatías

A d r ia n a L u k a : Para retom ar esta cuestión de ser el único. Ser el que se puede curar de un cáncer, porque lo dicen las hijas pero lo dice él ¿no? Me preguntaba sobre la veta hipom aníaca de este paciente. Digamos, que también tiene -h a y que ver cóm o está m ezclado el cua­ d ro - un verborragia, un discurso sin escansión, y esta cosa de que aparece com o el único, el que puede hasta curarse de un cáncer con un poder y que term ina al final diciéndote: "C on mi form a sigo pen­ sando que soy el único". H ay varias intervenciones de él com o apun­ tando a una cosa hipom aníaca en este cuadro que tiene otras carac­ terísticas.

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M a r Ia M arta S co rticatti : A mí me parece que para hacer ese diagnóstico psiquiátrico, y esta es mi opinión de hipom anía, no se sostiene en el tiempo. Digamos, la hipomanía es un estado del ánimo que tiene estas cuestiones grandilocuentes pero se sostienen en el tiempo y no hay posibilidad de barrar. A m í m e parece que este es el rasgo que yo usé para decir no es ni un hipom aníaco ni un bipolar. Perque, entre que viene deprim ido y que es el único, podríam os pensar que fuera un bipolar ciclador rápido, rapidísim o, porque es en la

m i s m a sesión que da la vuelta de un lado hacia el otro. Me parece que sí, es posible, que m ucho de estos pacientes estén diagnosticados con el rasgo de hipom aníacos o ciclador rápido. Desde mí escucha no caigo tam poco ahí, porque yo le podría haber dicho: "Lo que a usted je pasa es que tiene una enferm edad hipom aníaca", lo m edicaba, y él me iba a venir a dem ostrar al otro día que se trataba de otra cosa. Adriana L u k a : A ver si m e hago entender. N o es para decir: "E s un hipom aníaco". Sino que m e llama la atención dentro del cuadro esta faceta. Porque uno no le cree m ucho la depresión a este hombre, j u s t a m e n t e p or e l cuadro que tiene. En ningún m om ento aparece lo depresivo. Pero sí lo hipom aníaco. Intervención: U na cosa con respecto al caso. Yo lo escuché m ás como omnipotencia que com o hipomanía. Y podem os agregar en el todo que no renuncia ni a tener sexo con mujeres ni a tener sexo con hombres. Todo.

P siquiatría y psicoanálisis

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N ÉSTO R Y e l l a t í : Para m í hay una intervención crucial. Quería retomar lo de la psiquiatría, porque este paciente sería un psicópata para la psiquiatría porque roba, porque miente, porque usa, porque engaña, porque se aprovecha. Porque el tem a de la hom o y heterosexualidad por supuesto que es una cuestión de ser el todo, pero ade­ más, en el curso de las entrevistas, busca a la novia del pasado y no se trata de una cuestión de infidelidad, se trata de que está con una pareja hom osexual al m ismo tiempo, y seguram ente no le dijo nada a la chica que no aceptaría esa condición. Ahora, quiere decir que desde el pLinto de vista psiquiátrico no es muy com plicado enfocarlo por el lado de la psicopatía, pero uno se puede preguntar para qué consulta, porque es cierto lo que decía Adriana Luka, "el paciente no está deprim ido". Yo diría que el momento clave es cuando el analista le dice "esto no es un análisis", ese es el m om ento. El paciente viene a hacer semblante de analizan­ te y pregunta ¿por qué no es un análisis? Respuesta: "Porque el aná­ lisis se p aga". Entonces decirle a quien roba, quien sustrae y se ufana de ello, que para poder analizarse hay que ceder, hay que ceder goce, ceder el objeto, fue absolutamente determ inante, es el m om ento en que surge que ella es una mosca, lo que evoca la cuestión del dinero. Se produce entonces la interrupción, hace llam ar por la secretaria diciendo que no va a venir más y culmina diciendo "y o soy fulano de tal". Yo soy el que soy. Y eso determina el límite que tiene él y el aná­ lisis en este tipo de estructuras.

Psic o p a t ía s 170

D a n ie l A k s m a n : D os cosas. Una sobre la intervención anterior, que en esos análisis donde se jugaba la cuestión del encuadre tam ­ bién estaba m uy sobre el tapete la cuestión de la contratransferencia. Y la contratransferencia es la paranoia del analista en ese punto, por­ que gira todo alrededor de las consecuencias que tienen para el yo del analista las cuestiones que va diciendo el paciente, qué siente, qué le pasa, y eso inevitablemente desem boca en un diagnóstico con un m atiz paranoide. Si le pedían un cigarrillo es porque le querían hacer tal cosa, si llegaba tarde es porque le quería hacer tal otra. En ese sentido era m ás sabia una anécdota chistosa de un analista -o tro chiste voy a co n ta r- donde viene un analizante a la sesión, toca el timbre, el analista abre la puerta y está con un revolver en la m ano y le dice "analista, vengo a m atarlo", y el analista le dice "tod av ía no es su hora". Me parece m ás sabia esa posición. Es decir, la creencia m ás en el inconciente y no en la paranoia del yo. Es una form a exa­ gerada de plantear esa cuestión. Pero la teoría de la contratransfe­ rencia es im portante recordarla para ese punto. Respecto al caso. A m í me parece que hay dos cuestiones. U na es que no escuché para nada una cuestión especular. Las intervenciones m e parecieron atinadas. Me pareció que el analista fue escuchando las escansiones que el paciente iba trayendo y eso le perm itió un alo­ jamiento. La prim era cuestión es la de la m edicación, porque le per­ mitió a él una cierta apuesta al espacio, de que alguien se iba a hacer cargo de una intervención y de ir introduciendo una escansión y no p arar esa m etonim ia con la m edicación. Si hizo caso o no de la indi­ cación no lo sabemos pero, en principio, lo que sí sabem os es que el paciente continuó viniendo. Es decir que podem os juzgar que esa intervención a él le permitió seguir viniendo. M ás allá de si hizo caso o no, la intervención de decirle "la m edicación la vam os a cam biar, la tiene que tom ar en tales y tales horas", a él eso le resonó p ara conti­ nuar. O sea que venía a buscar cierto tratam iento, com o decía Gloria, "del todo". Yo coincido con esa apreciación. Y te faltó el to d o de la m edicación, que también está escondido ahí. Creo que a partir de ahí, él se dispuso a h acer un tratam iento del todo en el análisis. N o solamente que él no sabía com o tratar el todo del análisis, sino que se dispuso a hacer un tratam iento del to d o en el análisis. Porque él te dice, en un m om ento, "creo que v oy a decir todo", y todo se puede tom ar com o decirlo todo o com o decir solo la palabra todo. El todo puede querer decir m uchas cosas. Vos le abrís el juego y comienza. Y m e parece que efectivamente algo del todo bacilo en esa inter­ vención que decía Néstor, cuando vos le decís "esto es u n a p rep aga, esto no es todo -u s á s ese significante- hay que p a g a r". "N o es tod o"

puede sonar de mil m aneras. Cuando él viene a tratar el todo, decir­ le "no es to d o ". Estos son los problem as que también tenemos los analistas cuan­ do trabajamos ligados a ciertos dispositivos institucionales. Mi pre­ gunta con relación a esta última intervención era, ¿cóm o pensás tu inclusión en un dispositivo de prepago? ¿Cuando estam os ejerciendo bajo ese p aragu as no estam os haciendo análisis? ¿Cóm o te ubicás ahí? I n t e r v e n c i ó n : N o creo que este paciente haya venido a buscar algo -d iscúlpen m e el adverbio- genuinamente, trayendo un sufri­ miento. Creo que vino a hacer uso. Y creo que con todos los límites que eso tiene contratransferencialm ente este es un paciente que yo, personalmente, no querría atender. Es un paciente que se queda m ás con el psiquiatra, en tanto psiquiatra, porque viene a buscar la rece­ ta. Entonces uno queda enganchado por un tiempo indefinido. Una de las preguntas que m e hago es si el paciente que viene a utilizar de esta m anera, uno lo tom a o no lo toma. Entonces aparece allí el problem a de la prepaga, donde la transferencia es triangular, en donde a veces uno no puede no tom ar a un paciente -c o m o en una p rep aga- porque uno aceptó las reglas de juego. Es un poco un pacto mefistofélico, uno pone la firma y después no sabe en lo que se metió. En otras prepagas uno puede evitarlo. Cuando se llega a un equi­ po de prepaga se sabe que en los primeros m eses uno va a recibir esta clase de pacientes que ya son conocidos en el sistema. Generalmente son viejos usuarios y van rebotando de un lugar al otro. Yo no se si yo tom aría este paciente.

P siquiatría y psicoanálisis

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M a ría M a rta S co r tic a tti : Quiero contestar las preguntas antes de que se vaya el tiempo. Me parece que sí quizás haya caído en un montón de tram pas. Esto sí. Me parece que estuve m uy advertida al final y no caí en la tram pa de suponer que yo estaba siendo un ana­ lista para este señor. Por otro lado m e parece que algo se alivia. Él tenía -R afael Skiadaresis habló de algo especular- problemas de especularidad con su pareja hom osexual cuando consulta conmigo. Esto se alivia con mi presencia, y por eso cuando él m e dice que se va a term inar enam orando de una m ujer no lo hace com o com entario, lo dirige a mí, con lo cual le cierro la ventana a propósito y bien fuerte diciendo que no voy a tener algo que ver. Le tuve que aclarar que no iba a ser yo si bien podría no haber no contestado nada. La siguiente sesión el me trae la mujer que sí era su ex com pañera con la cual em pieza a tener una relación m ientras mantiene la relación hom osexual.

Después parece que decido institucionalizar esto porque lo que quería era no entrar en la tram pa de "esto es mi análisis". Soy psi­ quiatra y psicoanalista, y trabajando en una prepaga entro en ese lugar tan difícil donde medico, y hago tratam ientos de los pacientes graves en general que me los derivan. Entonces cada caso en parti­ cular yo lo pienso en diferente m anera, y en este caso lo que yo pensé es que no podía quedar entram pada suponiendo que este señor esta­ ba haciendo un análisis. Y entonces hago referencia al otro, a la insti­ tución, digo que esto es un tratamiento en una prepaga que le garan­ tiza treinta sesiones.

| PSICOPATIAS

G l o r ia A k sm a n : Para m í es un perverso freudiano. Él no tiene ya eso, pero podría tenerlo. Es decir, "ahora tengo dos". Voy a dejar de m entir porque esta es mi barradura, "pero podría no hacerlo". "Voy a decir todo", "pero podría no hacerlo". " A ú n así, quiero h acer un análisis, aunque no quiera hacerlo". Cuando uno lo pone en duda, y este es el punto de la interven­ ción, ahí decide la estructura de la forma que sea. I n t e r v e n c ió n : En principio estaba en consonancia con lo que decía N éstor Yellati de que no se sabía m uy bien a qué venía. Por lo m enos es lo que que pareció todo el tiempo en el relato, excepto por una sola cuestión, y esta es la pregunta. Me pareció que acentuaste algo de lo em otivo en él, aparecía en relación a la sexualidad cuando él era un niño. Por un m om ento me dio la sensación de que algo ahí quedó m arcado a fuego y que no pudo recuperar nunca m ás. ¿A vos te pareció que algo de esto realmente pasaba? ¿Si algo de cierta cas­ tración se jugó ahí, en ese goce que no pudo recuperar nunca m ás a pesar de que lo intentó de m uchas m aneras y haciendo objeto todo lo que se encontraba en el cam ino? Si esto es así también agregaría un elem ento respecto de pensar cuestiones de psicopatía y perversión, y que tiene que ver con la posición subjetiva. Por otro lado creo que hay algo del orden del síntom a que no está, y eso no alcanza. U n goce perdido no alcanza para ser un síntoma, pero sí m e parece que indica alguna posibilidad desde donde posicionarse. Adem ás, lo digo porque esto ubicaría si un analista en un lugar m ás allá de sí es especular o no es especular, le daría otra posi­ bilidad de colocarse.

I n t e r v e n c ió n : Creo que hay una disposición del paciente a tratar su goce y una disposición del analista a escucharlo. Yo creo que esas dos cosas son verificables en el texto y no solo por el com entario de 72 persona que m e antecedió, efectivamente la cuestión del goce de

su infancia, sino tam bién por la m utación en su goce que se verifica en el transcurso de estas entrevistas. Hay una m u tación, un desplazam iento, un abandono de la pareja homosexual o de la pareja heterosexual, una búsqueda, hay una serie de desplazam ientos de su goce que se em piezan a verificar, a adm i­ nistrar, a sugerir en el análisis. H asta que llega ese m om ento crucial de "esto no es un análisis". Yo creo que efectivamente este es un punto donde la cuestión se detuvo.

P siquiatría

M aría M a rta S c o r tic a t t i : Para m í el m omento crucial es donde me dice "to rtu ra d o ra". Me parece que de eso que le propongo tratar él no quiere hablar. Yo no creo que haya una gran m odificación del goce, sí quizás m utaciones pequeñas en este punto donde él me acla­ ra, siempre en su estilo, y m e dice quien es. Antes no me hubiera acla­ rado quién era. H ubiera dado por sentado que yo tenía claro que él era él. Le propongo trabajar sobre dos frases que él no escucha cuando dice: "A veces m e resulta difícil seguir", y "si no tengo éxito no m e quiero". A hí es donde le propongo trabajar esas dos cosas y eso es lo que él no quiere tram itar. Me parece este tratam iento com o un fraca­ so más allá de que el final no fuera una cuestión ideal. Creo que com o mujer me sentí expuesta a este tipo de psicópatas m uchas veces y nunca salí tan íntegra. Para m í son logros que avalan que estaba mejor posicionada esta vuelta que otras. Tenía un mejor saber hacer, que el señor calmó su angustia especu­ lar que tenía con su relación homosexual -e n lo que tiene que ver con entrar en estas entrevistas p si- y no estaba dispuesta a hablar de eso que uno le percibe al psicópata que es su cercanía a la pulsión de m uer­ te. Porque esto es lo que estaba en juego cuando yo le digo estas dos cuestiones de "si no tengo éxito no me quiero" y "a veces me resulta difícil seguir"; de lo que habla es de la cercanía a la pulsión de muerte.

■ y psicoanálisis

A drián S c h e i n k e s t e l : Lina breve reflexión con relación al analista engañado o desengañado. Sin llegar a hacer de esto una apología, es evidente que -sob re todo si seguimos a Lacan en el Seminario 11, Los cuatro c o n c e p t o s fundamentales en psicoanálisis, donde dedica una parte a la cuestión del engaño del analista- se podría decir que no hay posibi­ lidad de la función, de la operatividad analítica, de la posición analíti­ ca, si no existe la posibilidad del engaño del lado del analista. Lacan dice que "los no incautos yerran". Esto contraindica toda posibilidad -hago esta reflexión para establecer la diferencia con el caso que esta­ mos tratando h o y - de comienzo de análisis, si no hay ese punto en ^73 2

donde el analista puede ser engañado, llamémoslo así, en ese discur­ so, y tal es así que Lacan da el ejemplo de todas las prevenciones que tom an determinados pacientes, analizantes, que, por ejemplo, pregun­ tados acerca de por qué no dijo tal dato en relación a su historia res­ pecto de una parálisis, dicen: "Bueno, no se lo dije doctor en ese mom ento porque usted podía pensar que se trataba de una PGP, etc.". Todo esto va en el sentido de si hay posibilidad de suponerle un saber al Otro o no. Esa es la cuestión. Es en ese sentido que se juega esa dialéctica, sobre todo en el com ienzo de un análisis, en donde existiría esa posibilidad en ese engaño que finalmente es am oroso, de suponerle -a l m enos durante un tiem p o- un saber al Otro. En este caso me parece que esto justam ente m uestra claramente que se trata de otra cosa. Por eso m ismo que decía antes, sería impo­ sible analizarse con alguien que no está sujeto a ser engañado en algún punto, sería realmente una propiciación a la paranoia en donde se trataría de que el analista ya sabe siempre antes todo. Enlonces, m e parece qué se trata de un caso en donde de entrada se despliegan las condiciones de goce de una u otra forma, entre lí­ neas, de este sujeto, en las cuales él acepta de alguna forma la expe­ riencia y hay un m om ento en que cuando se establece la diferencia "esto no es un análisis", él dice: "¿C uál es la diferencia?". Allí tam ­ balea la cuestión de si se puede ceder, si se puede ubicar algo del orden del saber en el cam po del Otro.

P s ic o p a t ía s

A d r ia n a L u k a : Tomando la cuestión que traían A ksm an y Levín respecto de los pacientes que llegan a las prepagas y cóm o se instala el analista. En su prim era entrevista él no venía com o alguien que ya ha pasado por varías prepagas y que cuando se acaban las treinta sesiones o cuando tienen que pagar se van. H ay una pregunta que quiero hacer y es si él venía de algún otro tratam iento de prepaga. L a otra cuestión es que el m om ento de poner al trabajo algo es cuando vos le repetís las dos frases, y ese es el m om ento en que él ya no quiere saber nada.

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M a r ía M a rta S c o r tic a tti : Ahí tiene que pagar con todo, y enton­ ces no lo tolera. Es ahí donde él me pone en el lugar del Otro que goza, y p or eso me nom bra 'torturadora', no me pone en cualquier otro lugar. C uando m e nom bra torturadora le pone un goce a mi intervención, con lo cual abro la puerta y no viene más. Igual que cuando le digo que la diferencia con un análisis es pagar y a la otra sesión no viene; cuando le pregunto porqué no vino y no avisó, me dice que me quede muy tranquila, que me va a pagar, con lo cual tam poco me engancho y le contesto que no se trata solo de dinero.

Me parece que de alguna m anera o el señor se em pezaba a preo­ cupar porque él no se quería si no tem a éxito y hablaba sobre eso, o se retiraba. N o había m uchas opciones. respecto del diagnóstico desde el discurso del sujeto y no desde lo m acro de la psiquiatría. Porque para tom ar el tema del recuerdo infantil, m e pregunto qué es lo propio de este recuerdo infantil que lo diferenciaría de un neurótico: no aparece la dimensión del traum a sexual. Es decir, el es un gozador desde su infancia, es un gozador desde que nació, donde una histérica diría: "El otro m e g ozó ", o donde encontraríam os el plus de goce de un obsesivo que es experim entado com o traum a y culpa, él sim plem en­ te goza. En esta referencia al goce es m uy interesante que cuando el goce quedó localizado en M aría M arta bajo la form a de torturadora, ahí es donde se rom pe el lazo. El siempre ha sido un gozador, que es una m anera psicoanalítica de definir un poco la posición -d ig á m o s­ lo de m anera am b ig u a- perverso-psicopática. N

ésto r

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S a n t ia g o L e v ín : Para concluir. Yo no soy tan optim ista en mi

comentario. C uando iba leyendo aum entaba mi preocupación, y cuando vi en el final que el paciente no volvió m e alegré por la cole­ ga. Creo que estos pacientes que tienen -e n térm inos winnicottianos— un falso self tan m arcado, son imposibles de analizar. Por lo m enos esta es mi opinión. Creo que uno tiene que salir lo m enos golpeado posible, no hacer daño, porque son situaciones en las que sin querer sale el puñetazo. En términos médicos, no m edicar punitivam ente. Pero no tengo ese optimismo. Sí creo que el trabajo de M aría M arta fue excelente y que salió indemne, com o dice ella, y creo que es a lo que uno puede aspirar en estas situaciones: salir uno entero sin dejar­ se arruinar dem asiado. P siquiatría y psicoanálisis

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R a f a e l S k ia d a r esis : Bien vam os a cerrar este herm oso caso de per­ versión, porque creo que no se trata - y vuelvo con la pelea que no cedí hoy entre psicopatía y p erversión- de psicopatía en este caso, creo que es un perverso com pleto y absoluto, con una relación al Otro muy bien m arcada. Podem os concluir que en relación a la posición del analista el pez no m ordió el anzuelo. Si te engañan probable­ mente te lleven a la angustia, como en m uchos casos hospitalarios que he tenido que supervisar donde al principio todo era m uy am a­ ble, m uy seductor, y terminaba siendo un derrotero de angustias del terapeuta. Y el sujeto un canalla. De todas m aneras, acá, se trata de un caso de un perverso típico. Gracias, hasta la próxima.

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Psicópata, antisocial, canalla N ésto r Y ella ti

P siquiatría y psicoanálisis

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Este año fue tratado el tema de la psicopatía, lo tom ó Rafael Skiadaressis, pero m e pareció que se justificaba volver sobre el tema de m anera de hacer un uso de los significantes lo m ás preciso posi­ ble, dado que el térm ino mismo y el diagnóstico de psicopatía tienen existencia en el m edio psiquiátrico y en el psicoanalítico no lacaniano. H ay un concepto de psicopatía y tendríamos que preguntam os si los así llam ados psicópatas son los m ismos de siempre, si son iguales a sí mismos, o si han cam biado a través del tiempo. Esa es una pre­ gunta que nos podem os hacer porque la psicopatía tuvo su fecha de nacimiento, y bajo esa denominación quedaron agrupados distintos tipos clínicos. Por eso cuando leemos diferentes historizaciones del concepto todas com ienzan considerando o ubicando por prim era vez al psicó­ pata en Pinel, lo que él llamó la m onom anía sin delirio, que era el sujeto con trastornos de conducta pero sin síntomas psicóticos. En 1835, es Pritchard quien usa el término Moral Insanity, insano moral, para referirse a esos pacientes que coinciden en su descripción con el psicópata, tal como se lo caracteriza en nuestros días. Cuando hizo su intervención, Rafael había recordado que el tér­ mino personalidad psicopática es de Kraepelin y que su alumno, Schneider, desde una perspectiva constitucionalista, definió a la psi­ copatía com o una desviación cuantitativa respecto de una m edia nor­ mal, com o una personalidad que sufre o hace sufrir. También vim os en ese mom ento que esta es una definición lo sufi­ cientemente am plia com o para abarcar gran parte de los sujetos que nos llegan a la consulta de una u otra manera, y que en últim a ins­ tancia, todo el m undo sufre y tiene también su m anera de hacer sufrir a los otros. Esto nos llevaría a un "todos psicópatas", por lo que

habría que ser un poco m ás precisos con respecto a qué se refiere ese sufrimiento. Para tom ar la insoslayable cuestión del DSM digam os que el tér­ m ino psicopatía no está presente, desaparece. En 1952, con la prime­ ra versión del DSM, figura el término sociópata, lo que es interesan­ te porque lo sociopático está referido a la cuestión social, m ás preci­ sam ente la relación individuo-sociedad a la que m e voy a referir con cierta extensión. Pero el sociópata incluía originariam ente al antiso­ cial, el disocial, el adicto y el desviado sexual. Esa era la clasificación de la prim era edición del manual. El térm ino -a h o ra tan difundido- de personalidad antisocial es incorporado en 1968, y con él se hace hincapié en com portam ientos anteriores a los 15 años que perduran posteriorm ente. Después está el desarrollo posterior de lo que es la personalidad antisocial con sus variaciones del DSM III y DSM IV, y también se confeccionó una Escala de H air que consta de cuarenta ítems, que se realizó a partir de una población carcelaria belga y que perm ite m edir los grados de psicopatía. Esta escala es actual, aún se usa. Es decir que el término psicópata en determ inados m edios se sigue usando. En lo que respecta a la llam ada psiquiatría clásica podem os resu­ m ir los rasgos propios del psicópata en los siguientes términos. Impulsividad. Indudablemente se trata de lo im pulsivo en tanto antisocial, porque una bulímica o un obsesivo tam bién tienen im pul­ sos a realizar determ inados actos que no pueden evitar.

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La frialdad afectiva. El psicópata no siente, no manifiesta afectos, por lo general es llam ativa la ausencia de culpa y de angustia. Pero conviene resaltar que fundam entalmente lo desafectivizado es lo que podem os llam ar el acto psicopático, no así los lazos habituales. Esto se resum e diciendo que desafectiviza el acto pero no la vida. El pro­ blem a de los afectos es de gran im portancia para nosotros, no solo porque Lacan haya ubicado a la angustia com o el único afecto que no engaña por lo que los dem ás sentimientos mienten, lo que es una perspectiva que Freud señaló m uy tem pranam ente, sino porque la ausencia de afectos, la indiferencia, el aplanam iento afectivo, no son privativos de la psicopatía. De allí la im portancia de relacionar la 11ama¡da "frialdad" con el acto.

^ Agresividad. El ejercicio de la violencia en distintas formas, lo que i asocia tan frecuentem ente la psicopatía a la criminalidad, es conside1 _ rado un rasgo común. Pero hay que diferenciar al violento en un 8 determ inado contexto y el violento puro que va m ás allá de las ñor-

P siquiatría

mas ejerce la violencia contra cualquiera y en cualquier situación. El tem a de la violencia es de gran complejidad, pero com o vere­ mos en un ejem plo de violencia colectiva, el diagnóstico de psicopa­ tía puede estar al servicio de patologizar el hecho social, lo que en el fondo está al servicio de la segregación. Probablemente lo que m ás ha c a r a c t e r i z a d o a la personalidad psicopática es el actuar, lo que en el medio psicoanalitico no lacaniano, en nuestro país, fue llam ado cortocicuito entre el pensar y el actuar. H ay un libro que fue clásico, no se si tiene vigencia hoy para los psicoanalistas de la IPA, escrito por Joel Zac, que desarrolla esa perspectiva. Desem polvarlo m e deparó un m om ento divertido, ya que cuando tiene que caracterizar el actuar psicopático utiliza el m odelo de la crisis epiléptica, lo que sin duda tiene su aspecto lamentable; se supone que se trata de un texto p s i c o a n a l i t i c o de orientación kleiniana. En lo que respecta a Freud se puede ubicar el término, lo encon­ tré una sola vez pero no para referirse al diagnóstico que es de nues­ tro interés, es el caso de "Personajes psicopáticos en el teatro", donde introduce una perspectiva vinculada a la personalidad. El "actu ar" en Freud se puede ubicar en "Recordar, repetir y reelaborar", es la form a en que se tradujo el agieren, pero si recordam os la lógica de ese escrito es evidente que no conduce a ningún actuar patológico sino que queda enlazado a la m em oria, el paciente bajo transferencia ya no recuerda sino que actúa, en definitiva ese actuar es su forma de recordar. Es Lacan quien retom a el agieren para desdoblarlo en acting out y pasaje al acto y poner ambos en serie con el acto. En el Seminario 10 habla de una zona de actuación, pero tam poco ubica al sujeto actuador bajo un concepto determ inado, se trata del m om ento de su ense­ ñanza en que aún considera las tres estructuras clásicas: neurosis, psicosis y perversión. Esto tiene consecuencias en el cam po lacania­ no el term ino psicópata desaparece, cae fuera de uso y por lo tanto deja de ser un diagnóstico. Por supuesto que todas estas referencias merecen un desarrollo m ás extenso, pero mi intención es solam ente ubicar el uso y también el desuso del término psicopatía en el cam po psiquiátrico y psicoanalitico.

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La referencia a la violencia colectiva a la que m e referí m ás arriba es considerada por Eric Laurent, y no es casual que la haga él porque considera la realidad de Francia, parte de sucesos que están m uy pre­ sentes en el cam po de la salud m ental de ese país.

psicoanálisis

Lo "antisocial"

Lo que sucedió allí en el año 2005 - y es a lo que él se refiere—fue­ ron las revueltas populares que hubieron en los barrios periféricos de París, donde com o se sabe, hubieron alzamientos im portantes con incendios de autos, lo que se extendió luego a ciudades del interior provocando una conm oción m uy fuerte dentro de Francia. U na con­ secuencia fue la convocatoria a lo que se llama una audiencia públi­ ca con el título cuya traducción sería: "H acerse cargo de la psicopa­ tía" . Consiste en llamar a una cantidad m uy im portante de psiquia­ tras, sociólogos, profesores de psicología y un par de psicoanalistas (ninguno lacaniano) que hacen sus exposiciones respecto de lo que se entiende por psicopatía. Son unas 250 páginas que no he leído en detalle pero que sí transité y donde pude verificar que hay de todo: desde las versiones m ás conservadoras y ortodoxas a intervenciones m ás interesantes, m ás cuestionadoras de la utilización del diagnósti­ co psiquiátrico para dar cuenta de los fenómenos sociales. De todas m aneras lo que m e parecía de interés es la plena vigen­ cia del diagnóstico DSM, aunque en Francia se lo tome para ejercer una crítica sobre el mismo, y que al m ismo tiempo aparezca en la convocatoria el térm ino psicopatía, una entidad de gran consistencia de la que hay que "hacerse cargo". Entre las intervenciones m ás interesantes se puede rescatar el tra­ bajo de un profesor de psicología llamado Frangoise Caroli, quien dice que hay una dificultad en abordar el tem a de la psicopatía y que esta reside en que en su descripción quedan asociadas una semiolo­ gía social y una semiología clínica, ambas ligadas, y con cierta fre­ cuencia haciendo de la prim era una causa de la segunda. Él critica que entre lo social y las manifestaciones clínicas individuales se esta­ blece una relación de causalidad, y que eso m ismo complejiza la pro­ blem ática diagnóstica, y no se sabe si uno se está refiriendo a un suje­ to que tiene determ inadas características, o si estas son productos de u n cierto contexto social. Inversamente, se está obligado a hablar siempre de lo social cuando se trata de la psicopatía, toda vez que esta tiene m anifestaciones que pueden ser individuales, que pueden ser colectivas, pero que siempre tienen incidencia directa en el medio.

Lo social también aparece en el trastorno antisocial de la persona­ lidad que, si bien no se superpone o al menos no lo hace plenamente , con lo que se entiende por psicopatía, de alguna manera está relacio; nado. í De lo que se trata en prim er lugar entonces es de dar cuenta del ¡ complejo lazo individuo-sociedad, que com o es obvio no se limita . solam ente a los casos extrem os en que la gente sale a la calle y quema 0 autos por circunstancias histórico-sociales.

P si qui atrí a y p s i c oa ná l i s i s

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Esta cuestión no es nueva en absoluto, y le fue planteada a Lacan por estudiantes m arxistas, y se puede leer en un pequeño texto de 1967: "R espuesta a unos estudiantes de filosofía sobre el objeto del psicoanálisis". La pregunta inevitable se dirigió precisamente a relacionar enfer­ medad m ental y sociedad y concretam ente dice así: "Esto plantea el problema de la función social de la 'enferm edad m ental' y del psico­ análisis" . Es una pregunta entre otras, quizás no tenga solo una evidente orientación m arxista, Foucault ya había publicado su Historia de la locura y la antipsiquiatría que pretendía fundam entarse en el existencialismo sartreano que tem a plena vigencia. Pero m ás allá de eso nos interesa la respuesta de Lacan, esa famosa intervención que tuvo muchas consecuencias en nuestro campo. Lacan hace del esquizofré­ nico el paradigm a del enfermo mental y dice: "L a función social de la enfermedad es la ironía. Cuando tengan práctica en el trato esqui­ zofrénico sabrán con qué ironía está armado, ironía que va a la base de toda relación social". El "enferm o m ental" esquizofrénico ataca la base de toda relación, quizás convenga decir de todo lazo. Esto va a tener una versión pos­ terior que sería "el esquizofrénico está fuera de discurso", y Lacan entiende que su función social es tener una posición irónica, y al iro­ nizar se m antiene fuera del lazo social. Creo entonces que hay que extender la problem ática del sujeto y la sociedad y no reducirla al psicópata o al llamado trastorno antiso­ cial. Con todos los recaudos que m erece el término, lo que se consi­ dera "enferm edad m ental" excede bastante lo que se pudo llam ar "psicopatía", y tenem os este ejemplo que da Lacan en el cam po pro­ pio de la psicosis, el de la esquizofrenia con su posición irónica. Por el lado de lo antisocial del psicópata podem os decir que de alguna m anera también ataca a la relación social. Pero no ya desde una posición irónica sino canalla, cínica, o ambas enlazadas. A ntes de tratar de dilucidar en qué consisten estas posiciones quisiera hacer un com entario respecto del DSM. Si tom am os específicamente la problemática del niño, el famoso ADD que invade los diagnósticos en la infancia, el trastorno de la aten­ ción con o sin hiperactividad, vemos que está ubicado haciendo serie con el TOP (Trastorno de oposición con provocación) y el trastorno disocial del niño. No se me ocurre sufrir ni hacer sufrir con la lectura del DSM en este momento, basta con recordar que el problema del niño con déficit de atención es que no presta atención suficiente, que no mantiene la atención, que no escucha cuando se le habla, que no sigue las instrucciones, que se distrae, que no hace los deberes, que no

Psicopatías 182

llega a tiempo, que se retrasa, etc.; y cuando es hiperactivo porque no se queda en el lugar en el que debe estar. Sin entrar en m ás detalles. El que se opone, es el Trastorno Negativista Desafiante, discute con adul­ tos, desafía a los adultos, rehúsa cumplir sus demandas, acusa a otros d e sus errores, es colérico y resentido, es rencoroso, es vengativo. Es lo que podríam os llamar un "pichón de psicópata". Si bien el disocial continúa la serie, evidentem ente un límite es atravesado en tanto pasa al acto de m anera violenta, la palabra deja de ser barrera y m ediación, hay agresión a personas y animales, des­ trucción de la propiedad, fraudulencia o robo, violaciones grav.es de norm as, ataques al otro, a la propiedad del otro, al cuerpo del otro. Me parece que toda esta descripción del DSM, se podría reducir perfectam ente a lo que podríam os llam ar las patologías del lazo al Otro; agreguen al Otro social, que es una m anera de referim os al Otro ya no limitado a la m adre com o gran Otro. En todos estos casos hay una patología, una confrontación del sujeto con el Otro, pero obviamente las manifestaciones no son las m ism as. La m ás benigna es no atender, distraerse, no concentrarse o ponerse hiperactivo y bastante molesto. Pero hay otros que se con­ frontan de m anera m ucho m ás directa, no se trata de no atender ni de ponerse inquieto: dicen no, dicen que no lo van a hacer, enfrentan y se oponen al Otro. El llamado disocial directam ente lo ataca, puede tom ar contacto violento con su cuerpo. Por qué no pensar esta pro­ blem ática com o las patologías del lazo al Otro y que son, en definiti­ va, distintas m anifestaciones de esa perturbación que tiene cada quien con la sociedad en la que le ha tocado vivir en las instituciones por la cuales habitualmente debe circular, y que en el caso del niño será fundam entalm ente, el colegio. Desatender, escapar, oponerse, atacar a quien encarne el discurso del am o en tanto indica lo que se debe hacer para que todo ande. H ace ya bastantes años los colegas del TyA convocaron a Colette Soler para hablar de la posición del toxicóm ano, la posición canalla, la posición cínica, o la posición cínico-canalla del toxicóm ano, y ella dijo allí algo que me sorprendió: "El toxicóm ano es un objetor de conciencia al goce universalizado de la civilización". ¿Qué quiere decir esto?, "rehúsa entrar en el goce fálico si se entiende por este lo que implica la com petición social, no entra en la carrera, hace huelga del falo". El toxicóm ano com o un sujeto que dice "y o en esa no entro". A m í m e pareció que eso estaba perfectam ente adecuado a estos diagnósticos, inclusive hasta m ás adecuado que en relación a la problem ática de la toxicom anía. Desde esa perspectiva, el trastorno antisocial, su antecedente infantil (TOP), son las form as directas, violentas - a v e ce s- de rechazo a ese goce universalizado.

Mucho m ás claro es el ADD en el niño, y com o también se lo pudo pretender en el adulto. Porcjue se sabe que com o la m edicación no dió resultados en este, el diagnóstico de ADD en el adulto ha caído un poco en desuso, pero se ejerció bastante presión para im poner igualmente com o diagnóstico ei trastorno de atención en el adulto. Cuando se lee la descripción es bastante cómica, porque es lo m ism o que en el niño pero en un grande: llega tarde al trabajo, no cumple, no responde a las consignas, pierde el trabajo con facilidad, es reprendido por sus superiores. Es un rechazo evidente al amo actual y no sorprende que la m edi­ cación haya sido inútil. Volviendo a la definición de C. Soler hay huelgas del falo que son más pasivas o m ás activas, pero en definitiva todas lo son. Es decir, no se responde al am o de m aneras distintas, pero no se responde. Un amo, m uchas veces, canalla.

Lo canalla

P siqui atría

¿Qué es el canalla? Este es un término que tiene una aparición muy puntual en la enseñanza de Lacan, no hace grandes desarrollos al res­ pecto, está en El saber del psicoanalista, tiene un antecedente porque ya en el seminario de La ética... habla del intelectual de derecha canalla, pero sin precisar mucho de lo que se trata. Cuando lo tiene que defi­ nir, se refiere a la posición canalla en tanto el sujeto ocupa el lugar del gran Otro en relación a los pequeños otros. Esa sería la definición. Es algo que se superpone un poco con la descripción clásica de psicópa­ ta, en el sentido de que al psicópata se le atribuye esa capacidad para manipular al otro, como se decía clásicamente, hacerlo pensar, hacerlo actuar, hacerlo sentir. Si lo queremos decir en términos más psicoanalíticos, el psicópata tiene la capacidad -ocupando el lugar del gran Otro- de m andar sobre el deseo y el goce del pequeño otro, y es eso lo que permitiría -e n p arte- superponer el canalla lacaniano con lo que clásicamente se refiere en términos de psicópata. Esa es la posición canalla, pero hay otra referencia im portante y es la posición perversa, que también se superpone con lo que habitual­ mente se llama psicópata, que es la posición que implica dividir al otro y hacer surgir la angustia. El sujeto dividido y la angustia con­ comitante. Me parece interesante, porque es una perspectiva diferente que la posición canalla en tanto ocupa el lugar del gran Otro en relación al otro. Por el contrario, la posición perversa es la de objeto, el perverso se posiciona com o objeto para hacer surgir en el cam po del Otro al 183 y p s i c oa ná l i s i s

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sujeto barrado cuya manifestación más evidente y cierta es la angustia. En ese sentido, podríam os decir que cuando hablamos de psicó­ pata nos referim os un poco al canalla, pero también nos referimos a lo que llam am os perverso, pero la distinción estructural se puede hacer y es conveniente hacerla: ¿está en posición de gran Otro o en posición d e objeto? Eso perm ite ubicar p or decir de alguna m anera el lado perverso del psicópata o su lado canalla, que son diferentes. Les voy a leer lo que dice Miller de la posición canalla. Esto se encuentra en uno de los libros que están dirigidos a la opinión ilus­ trada que se llama La ternura de los terroristas, donde tom a una figura paradigm ática de la época en el comienzo de los ataques suicidas a los que ahora estam os acostum brados. Miller dice que "el terrorista es un idealista, es un loco, no un canalla", y cita a Lacan en su texto "Ciencia y verdad": "D e nuestra posición de sujetos som os siempre responsables, llamen a eso terro­ rismo donde quieran". C uando Miller define al canalla tom a un ejemplo extrem o, para­ digm ático, casi inigualable y del cual podem os aprender en tanto aprendem os de los paradigm as: Stalin, el gran canalla. "Ningún escrúpulo, ninguna decencia, sin vacilación, sin falta en ser, el hom ­ bre de acero, «1 perfecto canalla, intocable, cerrado sobre sí mismo, el esplendor del canalla, su articular brillo maléfico proviene de que no posee alteridad. El canalla -a c á introduce una cierta v ariació n - no acepta al O tro con m ayúscula, él es el Otro con m ayúscula. Él no tiene Otro con m ayúscula, no acepta a Otro con m ayúscula que no es m ás que ficción -é l no es ninguna ficción-, ni a los pequeños otros que no valen nada. N o se trata de narcisismo, porque a N arciso le hace falta la escena del espectador. Tampoco podem os llam arlo cinis­ mo, elevada ascesis espiritual e higiénica... Fue un gran canalla pero no fue un terrorista, porque el terrorista pone su vida en juego acep­ tando perderla por una significante ideal". Evidentem ente podem os encontrar m uchos m ás canallas que Stalin, pero para Miller es el paradigm a del canalla. Tenemos el gran canalla com o tenemos la psicosis extraordinaria, pero también están los pequeños canallas. B ib liografía P sicopatí as

DSM IV. Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales.

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I

acan

, J. " R e s p u e s t a a u n o s e s t u d ia n t e s d e f ilo s o f ía s o b r e e l o b je to d e l p s i ­

c o a n á li s is " . In é d it o .

J. Seminario El saber del psicoanalista. Inédito. J.-A. La ternura de los terroristas y otras cartas, EOL, Bs. As., 2001. F h a r m a C O N 4 /5 , Instituto del Campo Freudiano, 1995/1996. I

a Ca n ,

M ille r ,

Conversación I n t e r v e n c i ó n : Y o p e n s a b a q u e e n lo q u e e x p u s is te se v e c la ro q u e estos su jeto s a ta c a n al la z o so cial, o sea, a ta c a n a los c u a tro d is c u rs o s . A ta ca n al d is c u r s o d el am o ta m b ié n . En ese se n tid o p e n s a b a q u e h a y que se r específico con el tem a respecto d e cóm o u b ic a r al c a n a lla o al p sicó p ata, q u e n o se u b ic a n como g ra n Otro o como amo, sin o q u e e s un a ta q u e ta m b ié n al d is c u rs o d e l amo. I n t e r v e n c i ó n : En relación a la posición de la ironía. La diferencia entre la ironía del esquizofrénico -q u e pone fuera de vigencia el dis­ curso es decir que descree que el ser pueda tener un fundam ento en el significante- y la ironía del psicópata, ¿en qué se diferencia con la del esquizofrénico si también está fuera del discurso?

N éstor Y e l l a t i : Y o n o p re te n d í d e c ir q u e el p s ic ó p a ta e s tu v ie r a fu era d e d is c u rs o . E s cie rto lo q u e d e c ís re s p e c to d e la p o s ic ió n iró n i­ ca d el e sq u iz o fré n ic o , q u e a v e c e s se triv ia liz a c u a n d o se la p ie n s a e n térm in o s d e q u e u tiliz a a lg ú n ju e g o d e le n g u a je e m p a r e n ta d o c o n lo que se lla m a iro n ía , q u e es la iro n ía c u a n d o c o n siste - p r e c i s a m e n t e en cie rta u tiliz a c ió n d el le n g u aje, y n o se tra ta d e e so , e s s u p ro p ia p osición e n ta n to e sq u iz o fré n ic o la q u e iro n iz a , a ta c a el fu n d a m e n to del la z o so cia l, lo q u e im p lica m a n te n e r s e p o r fu e ra d e lo s d is c u rs o s .

y psicoanálisis

2 £

A d r i a n a L u k a : Respecto del actuar del psicópata. En realidad, muchas veces también incita al otro a actuar. Él queda bien y hace actuar. Esto, m e parece que se verifica.

P siquiatría

Habría que hacer la diferencia porque com o vos decís el psicópa­ ta ataca pero lo hace de otra m anera. N o pretendí decir que el psicó­ pata también tuviera una posición irónica. Más bien hay que pensar­ lo como posición canalla o cínica. Es decir, lo que siempre se dijo del psicópata es que pasa al acto, y hay que caracterizar de una m anera más precisa de qué se trata la actuación psicopática, porque es el punto en el que, precisamente, nosotros nos quedam os un poco en ascuas cuando Lacan hace esa caracterización tan precisa del acting out, del pasaje al acto y del acto. Allí las personalidades de acción no quedan incluidas, cualquier estructura puede caracterizarse desde la perspectiva de si está produciendo un acting o si realizó un pasaje al acto, pero en el cam po de lo que llam am os la psicopatía uno tiene que precisar el carácter de lo que es el actuar. La psiquiatría y el psi­ coanálisis no lacaniano han propuesto lo propio de ese actuar sin dis­ tinguirlo de la actividad motora, pero señalando que es sin afecto y sin pensamiento.

Después, quería recordar que la otra referencia de Lacan al cana­ lla está en "Televisión", donde dice que no hay que tom ar un canalla en análisis, sobre todo si quiere o pretende ser analista, que lo único que se puede conseguir es convertirlo en un bobo, o un tonto. U na tercera cuestión, en varios de los casos que se presentaron acá discutim os si se trataba de perversión o psicopatía, y m e parece que hoy vos aclaraste un poco, que también tiene que ver con la posición. Es desde donde tenemos que operar para decir de qué se trata. M a r y P ir r o n e : Estoy de acuerdo contigo pero yo no creo que esté

fuera de discurso, creo que trata de cuestionar y tam bién socavar, no solo al Otro sino a los distintos discursos. Recordando la conferencia que dio C. Soler, pensaba en torno a otra cosa que ella también decía y que tiene que ver con algo que decía A driana recién: no solo que el psicópata actúa sino que también hace actuar. El otro día, en una supervisión de un caso de un psicó­ pata en Lanús, y tratando de ubicar si había ahí síntom a o no, lo que situábam os era el hacerse: el hacerse internar, el hacerse pegar, el hacerse m altratar. Entonces lo pensaba com o una form a de satisfac­ ción de la pulsión. El neurótico tiene su m étodo sustitutivo de satis­ facción de la pulsión que es su síntoma, es com o si el psicópata atra­ vesara la cuestión sintomática. También me hacía recordar algo en tom o al perverso, cuando Lacan, en "Subversión del sujeto...", dice que no es que el perverso esté por fuera del deseo, es la lógica del deseo y la prohibición. Lo que hace es tratar de transgredirla. H ay algo de esto, m e parece, para m í está consolidado el gran Otro en el psicópata o en el canalla, el tem a es que trata continuamente de socavarlo. Me gustó lo de TOP, oposición y provocación, está tan pendiente del gran Otro que conti­ nuam ente se tiene que oponer y provocarlo. N éstor Y e l l a t i : A continuación Catalina Bordón v a a com entar su

Psicopatías

caso.

Un espectador solitario C a t a l in a B o r d ó n

E stab a p e n s a n d o m ie n tra s h a b la b a s q u e, ju s ta m e n te , el c a s o q u e v oy a p re s e n ta r n o e s e s p e c ia lm e n te u n ca s o q u e h a g a h u e lg a d el falo.

P siquiatría y psicoanálisis

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A mí me gustó, antes de em pezar a leer el material, cóm o el depar­ tamento difundió el caso vía mail y los afiches porque pusieron: caso clínico. "U na perversión ordinaria". Y me pareció un concepto inno­ vador que habría que investigar pero, en este sentido, lo que sí puedo adelantarles es que efectivamente no se trata de una perversión extraordinaria, pero que sí lo podríam os pensar com o perversión ordinaria. Otra cuestión antes de la lectura es que no se trata de un caso clí­ nico sino de un material clínico, diferencio esto porque acá hay un tiempo, hay un inicio, hay una trayectoria y hay un cierre de ciclo. Esto es im portante porque, en todo caso, también me gustaría abrir a la discusión cuáles fueron las consecuencias de este trayecto para este sujeto, de este tiempo para este sujeto. Lo llamé "Giros del goce, un espectador solitario". M. concurre a la institución donde yo trabajo derivado por su obra social, hace tres años atrás, con varias interrupciones. En aquel momento, al inicio, su mujer consulta en la m ism a insti­ tución por crisis de angustia. La extrem a sensibilidad de ella, llantos inmotivados que nadie logra apaciguar, lo coloca a él com o causa de esa sensibilidad. Él cree eso. El se define com o siendo "el que explo­ ta", muy nervioso, impulsivo, "m e descontrolo". Dice que quiere fre­ narse más. Viene, entonces, por la pareja. Conviven hace cuatro años y llevan seis meses de casados. Sin em bargo, relata, que es el m om ento de su vida en el que quiere evaluar lo que le pasa y ahí com ienzan una serie de entrevistas donde él va relatando todo este escenario.

Psico patías 188

Su vida, dice él, fue cambiando m uy aceleradam ente. Se casa a los J9 años. De ese matrim onio nace un hijo. Su separación la ubica a partir de infidelidades propias y recurrentes, com o así tam bién deu­ das económ icas que le resultan m uy difíciles de abordar y que aún, cuatro años después, sigue pagando. Se va instalando en el tiempo una lógica, en el transcurso de las entrevistas, en relación a lo que él concluye diciendo: "M i vida es una deuda, trabajo de más, m uchas horas para pagarlas". Este circuito tiene que v er con com pras compulsivas, ir a un shopping y gastar sabiendo que gasta m ás de lo que puede pagar, con lo cual, esto hace que se endeude con las tarjetas de crédito. Le pide ese dinero a algu­ na gente y, por lo tanto, esto lo lleva a trabajar m ás para pagar eso que "nu n ca term ina de pagar". Su trabajo conlleva el rasgo de su m odo particular de establecer el lazo, el taxi está relacionado con lo inmediato: dinero todos los días. El trayecto es un circuito libre: ir por donde quiere. El dominio: del tiem po y del dinero. La soledad: condición de goce com o verem os m ás adelante. Dos contingencias de su vida m arcan en él un límite posible, su freno. La prim era sucede en la cuarta entrevista, se trata de la inter­ nación de su padre. Se refiere a él com o violento, alcohólico, llegaba al punto de la violencia física con su m adre. Relata su historia olvi­ dada: "Mi m adre trabajaba com o em pleada en la casa de él, y él deci­ de irse al su r", refiriéndose a su padre biológico. "M i m adre conoce a mi padre estando em barazada de m í" -a q u í se trata del padre ad op tiva-. "Él me dio su apellido". Dos años después nace su her­ m ano: "P ara mi padre, él siempre fue su hijo, éram os una familia m uy humilde, tuve que trabajar a los doce años". Es ese el m om ento en que confiesa aquel que fue el secreto de toda su vida, poniendo a ese secreto en el lugar de causa de su goce actual: a los trece años, un cliente del com ercio donde trabajaba lo violó; al principio fue una escena violenta, pero luego gozosa, que p erduró en el tiempo. Dura varios años de su vida. Intenta, a partir de allí, relaciones del tipo homosexual, pero se define por las mujem s. A los 19 años se casa. Las infidelidades referidas a su prim era esposa siempre fueron con mujeres. Luego de la separación con ella y de encontrar su actual trabajo, una nueva m odalidad de goce se instala en M.: cines pornográficos. Su actual trabajo es el taxi. Concurre en ese tiempo de las entrevistas asiduam ente a los cines, relata que se le aparece la idea estando en el taxi. La idea se im pone y no puede frenarla. Es el m om ento en que se aísla: "N adie puede encontrarm e, apago el celular y nadie sabe donde estoy". Es en los cines en los que, algunas veces, arm a encuentros hom osexuales. Allí

se le acercan otros hom bres en busca de contacto físico, pero m uchas veces él los rechaza. Su m odo habitual es el m asturbatorio y no soporta/ en ese momento, que nadie se le acerque a su asiento, ni que le hablen. Circula entonces por los asientos del cine escapando de los que se le van sentando: "Tiene que ser en soledad". Ese es para él m om ento de pleno goce. El cine funciona para M. como su auto clausura, su for­ taleza. U n refugio, sustraerse del cam po del Otro. Porque adem ás esta era la condición, que nadie lo fuera a encontrar. Se le presentifica, entonces, com o lo que no anda y lo que perm a­ nece fuera de su control, aunque había intentado dominarlo. Al principio, su intento de dominación había pasado por el arm a­ do de un nuevo m atrim onio; dice que con su actual mujer tiene m uy b u en as relaciones sexuales y que incluyen las prácticas m asturbato­ rias, y m uchas veces, refiere que ha tratado de aum entar las frecuen­ cia de esas relaciones sexuales para evitar ir al cine, pero no le ha dado resultado: la idea se im pone y ya. Luego, un nuevo intento de dominación por la vía de la religión; le resultaba incompatible pero aún así inevitable. El tiempo de las entrevistas transcurre. Las intervenciones apun­ taban a desconsistir al Otro y a instalar una pregunta en torno al modo particular de goce; ahí donde el neurótico arm a una pregunta es porque el sujeto no se entrega por completo a ese goce. Y ese fue un trabajo decidido para él en el tiempo de ese análisis. Con el tiempo yo no trataba de dom inar con artificios o intercep­ tar aquello que denom inaba com o sus escapadas al cine. En la m edida en que se va delimitando Otro barrado para M., unido a los avatares de su vida -la m uerte del padre, cuestiones del orden de "m i padre hizo lo que pudo", la m udanza de él a la casa de la madre donde em pieza a haber en la madre signos claros de psico­ sis como alucinaciones francas, aunque él lo refiere com o "esa mujer -o no está bien de la cabeza", cam bios de trabajo, el poder situar lo de o su mujer com o algo que le concierne a ella, la caída de una im agen en p relación a una m adrina de confirmación, e tc .- el cine va cayendo, ya 3 no es el m ismo goce y por lo tanto va disminuyendo la frecuencia. > Dos años después, segunda contingencia. Sale un día del cine y lo -< para la policía, lo lleva a un interrogatorio, algo grave pasa en ese 5 lugar aunque no le dicen qué. Lo dejan dem orado, lo tratan com o un 9 delincuente -lo dice é l- y le preguntan por qué se m ovía tanto aden- ^ tro del cine. C ám aras lo filmaban. Le piden las pertenencias. A sí largas horas hasta que le dicen que se vaya pero que nunca m ás vuelva S a pisar ese lugar. Se lo dice aquel policía que tiene un discurso m ás M paterno. Había dos, como siempre, uno era el bueno y el otro el m alo. J s 9

raiLUKAI JAi

El m alo era realm ente terrible: "Qué hacías ahí, estás casado, sos un pajero de m ierda, qué carajo estabas haciendo, y encim a saltando de butaca en b utaca". Le devuelven todo cuando se va: "A ndate, andate, no te querem os ver m ás", y se quedan con la alianza. Éste es el corte para él, el límite último a este recorrido y el cine, efectivamen­ te, cae. Les com ento algo más. Las obras sociales tienen un tiempo de atención institucional, está por finalizar ese tiem po de su cobertura social y M. decide no continuar. Hasta que ocurre el m om ento del corte no había vuelto a concurrir al cine, pero yo concluí el trabajo tam bién con esta pregunta: "¿U n nuevo giro del goce se abrirá para él?".

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NÉSTOR Y e lla t i : El com entario lo iba a hacer hoy Silvia Vogel pero no pudo venir por inconvenientes personales, por lo que voy a seguir en la m esa y a decir un par de cosas respecto del caso. Me resultó de lo m ás agradable que hayas leído en el anuncio que nosotros hacem os vía mail y cartel la referencia a tu caso com o pre­ gunta, pero en términos de perversión ordinaria, porque en realidad no es casual. Me gustó, adem ás, porque si el significante tiene efectos es porque refleja algo de la clínica, refleja algo de la práctica. ¿A qué apunta eso?, evidentem ente responde al m odelo que viene de la psi­ cosis y la caracterización que hace Miller de la psicosis en tanto extra­ ordinarias y ordinarias. Al respecto debo decir que no sabemos m uy bien qué es porque no logram os ponem os de acuerdo. Cada vez que nos reunim os con colegas y hablam os de psicosis ordinarias decim os cosas diferentes, así que no hay m ucho acuerdo al respecto. De todas m aneras hay una idea que me parece que puede ser verdaderam ente com partida sobre la psicosis extraordinaria y cuyo paradigm a es Schreber; y esas pequeñas psicosis que circulan por el m undo inadvertidas com o tales y que en esa m edida se las llama ordinarias, que surgen en el cam po de la clínica de m anera sorpresiva y que no im piden esa circulación por el m undo, aunque con determ inadas restricciones. Me pareció que en el cam po de la perversión se trata de lo m ismo, porque cuan­ do Lacan hizo una teoría de la perversión recurrió a la literatura, a Sade y su obra, y ese es el perverso extraordinario. ¿Pero cóm o no concebir que están las pequeñas perversiones?, esas que p asan también m ás o menos desapercibidas salvo que se tenga la m ala suerte de que caiga la policía en el lugar y m om ento precisos. I n t e r v e n c ió n : O d e e s ta r c o n s u lta n d o a u n a n a lista .

Claro, tiene que darse esa condición. Lo cual no quiere decir que h a y a que caracterizar a este sujeto com o perverso. Me parece que es interesante abrir un poco la discusión en tom o al rasgo p erverso, la perversión, si es que creem os que hay algo de este orden. De to d a s m aneras creo que hay una determ inada prácti­ ca por parte del p acien te que no puede evitar y que aparece en deter­ minada co y u n tu ra vital, es una práctica fundam entalm ente m astur­ batoria que no h a ce e n cualquier lugar. Una pregunta que haría es si las películas eran heterosexuales, homosexuales o de otro tipo. Porque quizás iba a v e r fundam entalm ente películas pornográficas homosexuales. E s in teresan te que el paciente no iba a buscar el lazo al otro, no buscaba u n partenaire, es más, buscaba escaparse del partenaire. Esto hace s u rg ir fundam entalm ente la pregunta -q u e es la que hace L acan - ¿cóm o p a s a r del autoerotismo al lazo al Otro? Es decir, la posición fu n d a m e n ta ] parece ser autoerótica, y de lo que se trata es de explicar por qué la ab an d o n a y cómo el sujeto logra elegir un partenaire en relación al c u a l no va a haber relación sexual. Este hom bre p a r e c e h ab er estado en esa coyuntura. Cóm o ceder esa posición a u to e ró tic a . Y la pregunta que haría yo antes de darle la palabra a los d e m á s e s a ce rc a de lo que contaste del episodio de la policía, el trato que re c ib ió y si implicó un corte, porque se quedan con el anillo. E v id e n te m e n te los policías no quieren hacer ninguna interpretación, ni h a c e r u n acto, pero quizás lo produjeron. Se que­ dan con el anillo p o r q u e es de oro, pero para él tiene un valor sim­ bólico decisivo p o r q u e e s la alianza, es la relación al partenaire. Entonces tenem os o la m a stu rb ació n o el lazo, y lo que hace la poli­ cía es quedarse co n e l s ím b o lo de ese lazo. Sería interesante q u e v o s digas qué efecto produjo eso, si es que lo produjo. N

ésto r

Y

e l l a t i:

I n t e r v e n c ió n : M e p a r e c e interesante la diferencia que hace Catalina Bordón r e s p e c t o d e lo que ella llama un caso clínico y un material clínico, y c r e o q u e , efectivam ente, sitúa la cuestión del lado de si hay tratam ien to b a j o transferencia o no. La cuestión de la clínica ahí donde lla m a m o s u n c a s o , me parece que tiene que ver con que si hay intervención y s i H a y este lazo particular que instala el discurso analítico, y si h a y p a s a j e d e discurso. La pregunta es, si decir un material y decir u n c a s o a lu d e a esta cuestión transferencial. Si hay alg ° que ha p o d id o s e r san cion ad o com o una intervención bajo transferencia. La otra cuestión e s r e s p e c t o de la hom osexualidad y la heterosexualidad de él. P o r q u e p a r e c e que el encuentro hom osexual de la infancia es un e n c u e n t r o re ch a z a d o pero aceptado, hay com o esta

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doble cuestión, donde está violado pero busca después encuentros hom osexuales. Y algo de esto parece reproducirse en el cine, porque allí él busca estar solo pero hay encuentros hom osexuales. Sí hay encuentros casuales. H ay como cierta reproducción de esto a lo que se escapa y a lo que se acerca. Y después m e preguntaba por el estatuto del Otro en la escena final. El que se queda con la alianza, ¿qué estatuto tiene este Otro por fuera de lo imaginario que termina produciendo un corte? G l o r ia A k s m a n : N éstor Yellati planteaba m uy sutilmente si se tra­ taba o no de una perversión o si era un rasgo perverso, tam bién podí­ am os pensar si no es un neurótico obsesivo, donde hay algo de ape­ lación al padre. Lo digo para poner en juego esta cuestión que me pareció m uy bien subrayada: “el más padre". Porque ahí hay algo del orden del padre que hace corte. A d r i a n a L u k a : Sí, m e parece que es un neurótico con una m oda­ lidad de goce. Me pareció m uy bien el térm ino que usas, porque no son m ás que m odalidades de goce. Ahora, la cuestión es que, en la segunda m odalidad de goce que él trae, hay toda una escena. Esta es la diferencia. La escena del cine tiene condición, eso hace condición del goce en él. Entonces ahí podem os hablar de un rasgo de perver­ sión, porque está bien circunscrito a determ inada escena. En cuanto a su goce, es un goce m asturbatorio fálico, totalm ente claro y descri­ to por Lacan com o autoerótico. Pero a m í me interesa rem arcar la cuestión de la escena: es m irando una pantalla que es una ventana, podem os decir que hay algo fantasmático ahí que se juega, y en donde es condición de goce. Es com o la actuación de un fantasm a. Y es algo que venim os discutiendo bastante en el módulo, acerca del tem a de perversidades, porque me parece que acá es totalm ente dis­ tinta una de las m odalidades de goce de la otra.

Psicopatías

A d r i á n S c h e i n k e s t e l : Esta cuestión de qué fue lo que produjo el corte a esta continuidad gozosa en la que él estaba incluido, ¿qué fue lo que hizo corte, si es que en realidad lo hubo? En ese sentido, me parece que hay algo de esta sorpresa desagradable de que ahí donde él se supone dueño de la escena y de donde él maneja todos los hilos —esté en el balcón o en la tribuna- de pronto bruscamente se encuen­ tra situado en el centro de la escena donde está siendo visto. A hí me parece que se produce una fractura en ese punto. Me hizo acordar a una película llamada Match Point, de W oody Alien, donde está plan__ teada la cuestión del azar: si la pelotita de tenis cae de un lado o del

192 o tro d el c a m p o d e ju e g o , si p a s a la re d o n o la p a sa , fin a lm e n te la e sce -

na e s tá reproducida justam ente -d eb e haber sido mi enlace incons­ ciente- con que esa pelotita está reem plazada en el final por una alian­ za, en donde el hecho de que esa alianza no haya ido a parar a donde se suponía, es recogida por un ladrón en el río, y hay toda una situa­ ción que lleva al sujeto a no ser investigado. Hay algo azaroso. Se podría pensar qué hubiese pasado si esto no hubiera sucedido. En realidad, si no hubiera sido esto sería otra cosa, eso está en el pro­ g r a m a m ism o. La película, lo que claramente m uestra, es que caiga donde caiga la pelotita las cosas siguen igual, no hay una cuestión de azar. Se ve en la película cóm o sigue la vida de este sujeto: todo sigue igual. H ay un determ inism o. En ese sentido quería ver si se podía aplicar esto. Si eso que lla­ mamos azar no es, m ás bien, objeto de un determinismo m uy rígido o program ado. I n t e r v e n c ió n : Estoy totalm ente de acuerdo de que se constituye ahí una escena, y m e parece que se complem entan los com entarios de Adriana y el de Adrián, porque en esa escena donde él hace las veces de voyeurista -p o rq u e es un goce voyeurista- hay que ver que si se completa la m ism a se nota que viene con la interrupción del otro, es decir, no es solam ente ver sino también ser visto. Y él produce esa escena en un lugar donde es perm anentem ente interrum pido por tipos que van a buscar el contacto hom osexual y que, generalm ente, él rechaza. Pero se produce una escena final, m ucho m ás contunden­ te en ese sentido, que es la irrupción de la policía y todo lo dem ás. Si tomamos la escena voyeur clásica -q u e es la que tom a Lacan de Sartre- del sujeto m irando por el ojo de la cerradura, la pregunta es cuándo se presentifica el objeto m irada, que es a lo que tenemos que tratar de responder cuando hablamos del goce voyeur, la presentificación de la m irada se da en el m omento en que el sujeto escucha un ruido que le dem uestra que está siendo visto, que él es observado en su acto a través del m irar por el ojo de la cerradura. La escena com pleta es esa: m irar por el ojo de la cerradura la escena erótica, pero al mismo tiempo, la aparición de otro que presentifica el objeto a m irada y constituye esa escena en tanto escena voyeur.

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