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Principios del Pensamiento Social Cristiano
Eduardo Gómez Martín
Principios del Pensamiento Social Cristiano
Junio 2014
© ESIC EDITORIAL Avda. de Valdenigrales, s/n. 28223 Pozuelo de Alarcón (Madrid) Tel. 91 452 41 00 - Fax 91 352 85 34 www.esic.es © Eduardo Gómez Martín ISBN: 978-84-7356-216-4 Depósito Legal: M-17161-2014 Portada: Gerardo Domínguez Fotocomposición y Fotomecánica: Nueva Maqueta Doña Mencía, 39 28011 Madrid Imprime: Gráficas Dehon La Morera, 23-25 28850 Torrejón de Ardoz (Madrid) Impreso en España Queda prohibida toda reproducción de la obra o partes de la misma por cualquier medio sin la preceptiva autorización previa.
Índice Páginas 1. INTRODUCCIÓN .................................................................................................................
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2. ¿QUÉ ES EL PENSAMIENTO SOCIAL CRISTIANO? ....................................................................... 2.1. La cuestión social................................................................................................ 2.2. Origen y evolución de la cuestión social ............................................................. 2.3. De Rerum Novarum a Caritas in Veritate ............................................................. 2.4. Periodos y evolución del PSC ..............................................................................
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3. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES PARA LA VIDA SOCIAL .................................................................... 3.1. Dignidad de la persona humana ......................................................................... 3.2. El bien común ..................................................................................................... 3.3. Solidaridad ......................................................................................................... 3.4. Subsidiariedad.................................................................................................... 3.5. Participación social ............................................................................................. 3.6. Autoridad ............................................................................................................ 3.7. Destino universal de los bienes ..........................................................................
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4. PSC Y POLÍTICA ............................................................................................................... 4.1. Regímenes políticos y estado de derecho...........................................................
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5. PSC Y ECONOMÍA ............................................................................................................ 5.1. Sistemas económicos ......................................................................................... 5.2. Valoración de los sistemas económicos ..............................................................
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6. PSC Y ALGUNOS PROBLEMAS SOCIALES .................................................................................. 6.1. La empresa ......................................................................................................... 6.2. El consumismo.................................................................................................... 6.3. La deuda externa ................................................................................................ 6.4. Relación trabajo y capital.................................................................................... 6.5. La propiedad ....................................................................................................... 6.6. Los medios de comunicación social .................................................................... 6.7. La amenaza armamentística................................................................................ 6.8. La intervención del Estado .................................................................................. 6.9. Las relaciones internacionales ........................................................................... 6.10. Derecho a la emigración...................................................................................... 6.11. Discriminación de la mujer.................................................................................. 6.12. La huelga ............................................................................................................ 6.13. Nuestro sistema económico................................................................................
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7. ANÁLISIS DE CASOS PRÁCTICOS A LA LUZ DE LOS PRINCIPIOS DEL PSC ........................................... 7.1. Razón práctica, sabiduría moral y razonamiento ético........................................ 7.2. Marco teórico-conceptual para valorar los hechos sociales a la vez de los principios del PSC .....................................................................................................
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8. BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................................................
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Eduardo Gómez Martín Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y Licenciado en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ponente en diferentes jornadas, cursos y seminarios dentro del ámbito del Derecho canónico, el Pensamiento Social Cristiano, la Ética empresarial y la Sociología de la empresa. Actualmente es Director del Departamento de Humanidades de ESIC Business & Marketing School, del que es profesor desde el año 2009 en las materias de Pensamiento Social Cristiano, Ética empresarial y Sociología de la Empresa del Área de Grado. Ha publicado algunos artículos y libros relacionados con temas varios dentro de la rama de las Humanidades: – El delito contra el sexto mandamiento cometido por un religioso con un menor. Revista Española de Derecho Canónico, 2011. – Arnaiz Ecker, Juan José y Gómez Martín, Eduardo: Curso de Pensamiento Social Cristiano. Guía del profesor. ESIC Madrid, 2010. – La figura del Superior provincial en el delito contra el sexto mandamiento cometido con un menor. Universidad Pontificia de Salamanca, 2009.
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1. Introducción Los individuos conformamos la sociedad, pero la sociedad nos configura como individuos. No existe el ser humano aislado. Somos una creación social. Hacemos cultura y la cultura nos hace. En esta interacción, hay veces que la sociedad puede anular al individuo y otras que el individualismo puede romper los vínculos sociales. La sociedad postmoderna en la que vivimos ha traído innumerables cambios que han influido sobre nuestra vida diaria, sobre nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar. Con esta introducción al Pensamiento Social Cristiano, queremos analizar, a la luz de los principios y valores que esta disciplina tiene en su fundamento, los hechos sociales, cuyos protagonistas son los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Para ello comenzaremos definiendo qué es el Pensamiento Social Cristiano, cuál es su origen y su desarrollo, para después abordar en profundidad los principios y valores que, los cristianos, a lo largo de la historia, han considerado válidos para mejorar las relaciones entre las personas y, por lo tanto, su estructura social. Seguidamente, analizaremos la Política y la Economía a la luz de estos principios, viendo cómo influyen éstos en las diferentes problemáticas y cuestiones que ocupan y preocupan al hombre de hoy. Finalmente, ofrecemos un modelo teórico-práctico para analizar los hechos sociales desde los principios inspiradores del Pensamiento Social Cristiano. Ante los grandes cambios a los que cada día estamos acudiendo, se hace cada vez más necesaria una reflexión pausada acerca del hombre, la sociedad, el trabajo, la empresa, la economía, el medio ambiente, la cultura y el verdadero y auténtico desarrollo. Así nos lo recuerda el Papa Benecito XVI en su encíclica Caritas in Veritate, número 23: «Hoy, muchas áreas del planeta se han desarrollado, aunque de modo problemático y desigual, entrando a formar parte del grupo de las grandes potencias destinado a jugar un papel importante en el futuro. Pero se ha de subrayar que no basta progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico. El desarrollo necesita ser ante todo auténtico e integral. El salir del atraso económico, algo en sí mismo positivo, no soluciona la problemática compleja de la promoción del hombre, ni en los países protagonistas de estos adelantos, ni en los países económicamente ya desarrollados, ni en los que todavía son pobres, los cuales pueden sufrir, además de antiguas formas de explotación, las consecuencias negativas que se derivan de un crecimiento marcado por desviaciones y desequilibrios».
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Notas Técnicas Universitarias
2. ¿Qué es el Pensamiento Social Cristiano? Cronológicamente, el Pensamiento Social Cristiano comienza con la intervención de León XIII en las cuestiones sociales de su tiempo con la encíclica Rerum Novarum (1891) y continúa en la actualidad. Esto no significa que no encontremos antes de la Rerum Novarum, reflexiones acerca de las cuestiones sociales. En este sentido, la Iglesia tiene un patrimonio fundamental en el Pensamiento Social Cristiano, aunque no el único, en el que presenta una propuesta ética, siempre orientada a enaltecer y defender la dignidad del hombre y sus derechos inalienables que no se pueden desconocer. Pero antes de definir qué es el Pensamiento Social Cristiano, conviene aclarar algunos conceptos que a veces se utilizan inequívocamente y no reflejan la misma realidad. A saber: no es lo mismo Pensamiento Social Cristiano que Doctrina Social de la Iglesia y estos no equivalen a Ética y/o a Moral. – Doctrina Social de la Iglesia1: conjunto de enseñanzas relativas a la vida social para iluminar la conducta cristiana de los fieles y de todas las personas de buena voluntad. Estas enseñanzas han llegado a constituir un cuerpo doctrinal coherente. La DSI se encuentra en los diversos documentos pontificios, entre los que destacan las encíclicas, que son cartas-circulares relativamente extensas que los papas han utilizado ampliamente desde finales del siglo XIX en su tarea de ser pastores y maestros de la Iglesia Universal. Todos estos documentos poseen la autoridad del Magisterio de la Iglesia. – Pensamiento Social Cristiano: comprende las diversas escuelas de pensamiento social sobre la vida social, tanto de creyentes como de no creyentes, que anticipan, desarrollan o incluso van más allá de los contenidos en los documentos recientemente citados. El Pensamiento Social Cristiano está constituido por una acumulación de estudios, interpretaciones, sistematizaciones y aplicaciones de la situación social del hombre y la mujer de cada tiempo. Como punto de partida y marco de referencia tienen los documentos de la DSI, pero esta disciplina va más allá tanto en su contenido como en su interpretación. – Ética: rama de la Filosofía práctica que nos habla de la moralidad de los actos y la corrección del hombre tanto en su vida personal como social. – Moral: rama de la Teología práctica que estudia los aspectos económicos y sociopolíticos, reflexionando acerca de las pautas del comportamiento humano. Por tanto, podemos diseccionar el término Pensamiento Social Cristiano: – La palabra pensamiento nos sitúa ante un saber, rama o ciencia. – El término social delimita el campo a tratar: las relaciones humanas.
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En adelante, al referirnos al término Doctrina Social de la Iglesia utilizaremos las siglas
DSI.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano – La palabra cristiano hace referencia exclusivamente al punto de partida de esta disciplina, los estudios que los creyentes cristianos católicos han realizado para interpretar la sociedad de cada tiempo. El Pensamiento Social Cristiano aborda la reflexión ética y moral que el hombre, creyente y no creyente, ha realizado sobre los problemas surgidos en la sociedad moderna por la llegada y el desarrollo de la industrialización y de los dos sistemas económicos sociales que la sirvieron de marco: socialismo y capitalismo, y que continúan como consecuencia de los nuevos cambios, que de una manera tan rápida ocurren en nuestra sociedad globalizada.
2.1. La cuestión social2 El punto de partida, o el principal criterio ético, es el bien del hombre, la configuración de la persona humana en su individualidad, su capacidad de establecer relaciones interpersonales y su inserción en la sociedad. El objeto inicial del Pensamiento Social Cristiano3 es la llamada cuestión social, término que alude al conjunto de problemas que surgieron en los países industrializados y a los sistemas económicos que le sirvieron de cambio a comienzos del siglo XIX y de los cuales la sociedad tenía conciencia. Su vigencia continúa como consecuencia de los cambios sociales, tecnológicos y económicos actuales. Lo específico de la cuestión social es su carácter estructural y social o, dicho de otro modo, todo lo que sobrepasa los planteamientos y actuaciones estrictamente personales. 2 Lo que históricamente conocemos como «revolución industrial» supuso un antes y un después, un nuevo planteamiento de la lectura de la dinámica social. La revolución industrial se caracterizó por la introducción de nuevas formas de producción que tuvo como consecuencia una serie de cambios sociales, que podemos resumir así:
– una nueva concepción de la sociedad, del Estado, y como consecuencia, de la autoridad; – una nueva forma de propiedad (el capital) y de una nueva forma de trabajo (el trabajo asalariado) que se convierte en mercancía; – y que llega a producir la división de la sociedad en dos clases separadas por un abismo profundo. Esta es la descripción y valoración que ofrece el documento oficial Compendio de la doctrina social de la Iglesia, sobre este concepto, en su número 88: Los eventos de naturaleza económica que se produjeron en el siglo XIX tuvieron consecuencias sociales, políticas y culturales devastadoras. Los acontecimientos vinculados a la revolución industrial trastornaron estructuras sociales seculares, ocasionando graves problemas de justicia y dando lugar a la primera gran cuestión social, la cuestión obrera, causada por el conflicto entre capital y trabajo. Ante un cuadro semejante la Iglesia advirtió la necesidad de intervenir en modo nuevo: las «res novae», constituidas por aquellos eventos, representaban un desafío para su enseñanza y motivaban una especial solicitud pastoral hacia ingentes masas de hombres y mujeres. Era necesario un renovado discernimiento de la situación, capaz de delinear soluciones apropiadas a problemas inusitados e inexplorados. 3 En adelante, al referirnos al término Pensamiento Social Cristiano, utilizaremos las siglas PSC.
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Notas Técnicas Universitarias Para poder entender lo que significa «la cuestión social» es necesario tener una idea clara del fin mismo de la sociedad. Según se entienda ese fin se entenderá el problema social. Algunas notas esenciales son: – La sociedad existe para la persona, para poder conseguir el desarrollo y perfección de todas sus facultades. – La persona humana es el objeto y fin de toda la vida social. – Cuanto mejor consiga la sociedad su fin, en cada circunstancia histórica, tanto mejor será el orden social. Cuando menos lo realice, cuanto más lejos esté la sociedad de ofrecer a las personas condiciones adecuadas para su desarrollo integral, tanto mayor será el desorden social. Cuando existe un desorden aparece un problema social. Siempre han existido injusticias sociales. No obstante, únicamente se habla de cuestión social desde finales del siglo XVIII. ¿Por qué no antes? Porque los problemas individuales y sociales sólo comienzan a preocupar cuando se toma conciencia de los mismos y, en la medida que esa conciencia sea viva, es decir, luche por un cambio más justo, se convierte en cuestión social. Para que exista cuestión social se necesita: a. La existencia de un problema social. No basta que se den casos aislados de injusticia aisladamente en algunas personas. Es necesario que afecte a un conjunto considerable de la comunidad. b. Tener conciencia de una situación social injusta. Dicha situación debe ser captada no como algo natural que tiene que ser soportado pasivamente, sino como realmente injusta. Por ejemplo: la esclavitud, hoy rechazada, en la antigüedad era admitida como algo natural y hasta existían leyes que regulaban las condiciones de los esclavos. c. El esfuerzo por cambiar las circunstancias. Surge normalmente cuando existe la conciencia de una injusticia. El esfuerzo lo realiza la sociedad en su conjunto, o un grupo significativo, para transformar la realidad existente, de acuerdo con el bien común que se considera justo y posible. Por tanto, podemos definir la cuestión social como el problema suscitado por la situación injusta de un grupo humano (clase social, regiones de un país, pueblos enteros) junto con el esfuerzo por cambiar las estructuras injustas. La cuestión social y el Pensamiento Social Cristiano, por tanto, son dos términos correlativos. Algunas aportaciones de esta disciplina son: – En primer lugar, en el terreno antropológico, es una clara opción en favor de la dignidad de la persona humana. Bajo este principio, la sociedad aparece al servicio de la persona humana, respetando su dignidad y el proceso de su desarrollo integral. La sociedad está hecha para el hombre y no a la inversa. – En segundo lugar, opta por la igualdad fundamental de las personas. – En tercer lugar, propone unos derechos inalienables para toda persona. La persona es sujeto de derechos y deberes y no un simple objeto del que se pueda disponer.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano
2.2. Origen y evolución de la cuestión social A) De la Revolución Francesa al siglo XIX a. Los problemas sociales de la época moderna coinciden casi con la Revolución Francesa y son un hecho histórico-social en cuya gestación intervienen muchos factores. b. Un rápido repaso nos ayudarán a comprender la génesis: ii. En el orden intelectual, de la fe medieval, dominada por el principio de transcendencia, de unidad y jerarquía, se pasó al racionalismo y positivismo. ii. En el orden económico se pasó de una economía estática y cerrada hacia una economía dinámica y abierta. 1. La máquina cambia por completo la sencilla organización económica feudal y artesanal anterior. 2. La población abandona el campo y se traslada a la ciudad. 3. Aparecen los suburbios en las ciudades, los obreros manuales fueron remplazados por la máquina y el taller artesanal da paso a la fábrica. 4. La vieja organización económica agrícola y campesina es sustituida por un sistema de poblaciones industriales densas y por la producción a gran escala. 5. El sistema económico anterior quedó roto y por tanto su impacto en la cuestión social se manifiesta tanto en la industria, con la aparición de la lanzadera textil, en el transporte, con la máquina de vapor, y en el comercio, con mercados más amplios y los almacenes que permiten tener un mayor número de productos. iii. En el orden político, la burguesía sucede al feudalismo y de la estructura jerarquizada y piramidal de la Edad Media se pasa al fortalecimiento de la burguesía, la monarquía autoritaria y la soberanía nacional del pueblo. iv. En el orden social, el individualismo moderno sucede al corporativismo medieval. Los gremios (asociaciones económicas, sociales y religiosas) van perdiendo prestigio y eficacia. Prohibidos los gremios, en Francia y España, los obreros se quedan aislados y sin defensa, a merced de los patronos. B) Etapa pre-sindicalista a. Abarca aproximadamente un siglo, desde finales del XVIII a finales del XIX. b. La revolución industrial rompe los esquemas en los que se cimentaba la vida de la sociedad. c. Algunos aspectos: i. Las innovaciones técnicas de esta etapa se centran en la utilización de la hulla en la industria, que sustituye al carbón vegetal; el incremento de la explotación del hierro convertido en acero, y las crecientes aplicaciones de la energía del vapor.
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Notas Técnicas Universitarias ii. En la economía impera el capitalismo, netamente liberal. Aunque no existen todavía los grandes complejos industriales, sí las fábricas de propietarios individuales o de capitales limitados. La competencia y las crisis económicas se suceden periódicamente a la vez que se exige un esfuerzo constante para rebajar los costes de producción y, sobre todo, el salario. Una lucha económica que conduce a esa otra lucha social en la que aparecen los dos grandes contendientes: capitalistas y proletarios. iii. La situación social se caracteriza por: condiciones inhumanas de vida de los obreros, salarios de hambre, jornadas de trabajo agotadoras incluso para niños y mujeres, viviendas infrahumanas, etc. Los obreros no contaban con organizaciones para defender sus intereses. Sólo a costa de grandes esfuerzos van consiguiendo crear y afianzar los sindicatos y otras instituciones privadas de mutualismo laboral. iv. El Estado de entonces, fiel a los postulados de liberalismo, se despreocupa de los problemas sociales básicos de justicia y, a lo sumo, se conforma con crear instituciones de beneficiencia. v. Todo esto provoca en los obreros un estado de amargura contra las clases sociales que los explotan. Se inicia una lucha. Es la lucha de clases impulsada por las ideas marxistas. C) La cuestión social hasta la guerra de 1914 a. Los cambios continúan en todos los órdenes: i. Innovaciones en el campo técnico y económico: 1. Se inventa el motor de combustión interna, la electricidad y el desarrollo de la química. 2. La vida económica presencia el nacimiento de la empresa gigante. Los mismos principios del liberalismo económico (libertad de empresa, de producción, de consumo) conducen a la concentración industrial y económica y a la creación de grandes monopolios manejados por instituciones bancarias que provocan la división del trabajo. ii. Situación social: los fenómenos sociales más importantes son: 1. El crecimiento demográfico. 2. La gran fuerza de los sindicatos que, reconocidos legalmente, consiguen imponerse y hacer oír su voz ante los legisladores y ante los empresarios, reivindicando, para el mundo del trabajo, mejoras sociales y económicas. D) Crisis del liberalismo económico (1818-1945) a. El Estado abandona la postura liberal de inhibición ante los problemas y toma una postura decidida de intervención con medidas de política social (seguros sociales, reglamentación del trabajo, etc.), para paliar los problemas de la vida social. b. La guerra europea de 1914-1918 y la gran crisis económica de 19291932 motivaron, en gran parte, este cambio, al que ayudó también, en
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Principios del Pensamiento Social Cristiano la sociedad, la penetración de ideas católicas y socialistas. El ideal de la libertad individual cede el paso al ideal de la igualdad y la seguridad social. E) Dimensión mundial de la cuestión social a. Los científicos, a partir de 1945, inician el estudio de las condiciones de vida de los pueblos. Una palabra comienza a tomar carta de naturaleza: el subdesarrollo.
2.3. De Rerum Novarum a Caritas in Veritate Fundamentalmente y en origen, el PSC se ha expresado en los últimos cien años a través de encíclicas, cartas, documentos, etc., donde se ha profundizado acerca de los problemas de nuestro tiempo hasta formar un corpus amplio y complejo en el que, con todo, se mantienen fielmente los principios fundamentales de los que es posible extraer las líneas y temas más importantes para seguir pensando. Presentamos un resumen de los documentos más importantes, recordando que son el punto de partida de esta disciplina, y, por supuesto, no se agotan en sí mismos. • Rerum Novarum (León XIII, 1891) – Es la primera intervención sobre los problemas que plantea la cuestión social. – Denuncia abiertamente los males de la sociedad capitalista de finales del XIX. – Critica también la solución colectivista de los socialistas de entonces que niegan el derecho del hombre a la posesión de los bienes de forma estable y permanente. – Exige la intervención del Estado para la tutela de todos y la contribución de las distintas clases sociales, cuyas asociaciones son de derecho natural. – Trata los límites del trabajo y de la equidad en el salario. • Quadragesimo Anno (Pío XI, 1931) – Desarrolla otros temas no tratados en Rerum Novarum, como el derecho de propiedad, el capital y trabajo, el salario justo y los males y remedios para la economía. • Mater et Magistra (Juan XXIII, 1961) – La cuestión social no queda reducida, como en los anteriores documentos, al problema obrero, sino que se amplía a temas propios de su tiempo, como la socialización, las estructuras y la dignidad del trabajo, la función social de la propiedad, los desequilibrios sociales y los valores.
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Notas Técnicas Universitarias • Pacem in Terris (Juan XXIII, 1963) – Esta carta es el referente de la ética política, de la que se preocupa más que de la social. – Es la primera declaración por parte de un Papa de los derechos humanos. – Resalta que las correctas relaciones políticas y sociales entre los hombres y los pueblos son esenciales para la paz. – Habla de valores como la verdad, la justicia, la solidaridad, la libertad y el diálogo. • Populorum Progressio (Pablo VI, 1967) – Trata del desarrollo de los pueblos a la luz de los nuevos tiempos, presentándolo como el problema económico y moral más grave de nuestra época, abriéndose a una nueva consideración de la situación global social y también económica. – Puede ser considerada como un tratado sobre la cultura del desarrollo humano integral y solidario. – La cuestión social adquiere, en esa época, dimensiones globales. El nuevo nombre de la paz es el desarrollo, por eso el desarrollo del hombre debe ser integral y solidario con la humanidad. • Laborem Exercens (Juan Pablo II, 1981) – Es la enseñanza más completa y profunda que se ha realizado en el siglo XX. – Trata el problema del trabajo como la clave de la cuestión social. – El trabajo es para el hombre su dignidad. – Reflexiona sobre los conflictos laborales, el derecho del trabajo y las organizaciones de trabajadores. • Solicitudo Rei Socialis (Juan Pablo II, 1987) – Subraya la necesidad de una concepción más rica del desarrollo y, a la vez indica algunas formas de actuación. – Denuncia y compromiso por una sociedad más justa y humana y por un desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres. – En una sociedad desequilibrada y conflictiva, la solidaridad es un elemento clave. • Centesimus Annus (Juan Pablo II, 1991) – Su punto de partida es la reflexión de la realidad social en que vivimos. – En nuestro mundo impera un gran desencanto, como consecuencia de la miseria en tantos países y el abismo, cada vez mayor, entre los pueblos desarrollados y subdesarrollados. – Reflexiona acerca de las diferentes posiciones que existen frente a estos problemas y trata de la nueva situación socio-política. – Otros temas: propiedad privada, el Estado, la cultura y el ser humano.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano • Caritas in Veritate (Benedicto XVI, 2007) – El desarrollo de los pueblos necesita de la verdad. – Quien es verdadero y, por tanto, dice la verdad, tiene en cuenta la caridad. – La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, no de cualquier ética, sino de una ética amiga de la persona.
2.4. Períodos de evolución del PSC Contexto histórico
Documentos del PSC
1840-1891 Un mundo en proceso de industrialización La revolución industrial: una nueva situación social y económica, aparece el proletariado.
Primeras reflexiones: Pío IX.
Reacciones: capitalismo.
Círculo de obreros católicos.
Primeros católicos sociales: Ketteler, Balmes, Leon Dehon.
Críticas: socialismo utópico, comunismo, anarquismo. Discrepancias por:
Rerum Novarum (1891).
El salario familiar. La aparición de sindicatos. La primera Guerra mundial (1914-1919). Crisis de los sistemas económicos. Socialismo: la crisis de 1929. Los totalitarismos: nazismo, fascismo.
Quadragesimo anno (1931).
1939-1965 La Iglesia se abre al mundo por medio del diálogo La segunda guerra mundial (1939-1945). La guerra fría. Cambios técnicos, sociales, económicos, políticos.
Pío XII: condena el comunismo. Mater et Magistra (1961). Pacem in terris (1963).
1965-1975 Preocupación por la participación de todos en el desarrollo de los pueblos Planes de desarrollo: búsqueda de equilibrio. Crisis del petróleo. Crisis de Valores. Concilio Vaticano II.
Populorum progressio (1967).
1978 Preocupación profunda por un mundo globalizado y sus cambios Bloques Norte-Sur. Perestroika. Cambios en la Unión Soviética. Atención ecológica.
Laborem exercens (1981). Solicitudo rei sociales (1987).
Caída del Muro de Berlín (1989). Cambios en el Este. Guerra del Golfo. Golpe de Estado en Rusia. Conflictos en la antigua Yugoslavia y en Kosovo. Guerra de Irak Avances profundos en la tecnología, neurociencia. Emigración, medio ambiente.
Centesimus annus (1991). Caritas in Veritate (2007).
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3. Principios fundamentales para la vida social Para una ordenación de la vida social, con sus relaciones, instituciones y leyes, el PSC propone un conjunto de principios como el primer y fundamental parámetro de referencia para la interpretación y la valoración de los fenómenos sociales; necesarios porque de ellos se pueden deducir los criterios de discernimiento y de guía para la acción social, en todos los ámbitos Hay siete principios para la vida social que constituyen los pilares fundamentales de esta disciplina y poseen unas características que deben ser consideradas para aplicarlos correctamente. – Tienen carácter general y fundamental, de modo que se refieren a toda la realidad social: familia, empresa, sociedad civil nacional e internacional y al mundo en su globalidad. – Son universales y permanentes en el tiempo. – Están conectados entre sí, formando una unidad. Utilizar alguno de los principios ignorando a los demás podría conducir a conclusiones erróneas. Así, invocar al bien común sin subrayar la dignidad humana con el consiguiente respeto a la libertad podría llevar a posturas totalitarias; invocar el principio de autoridad eludiendo el de participación llevaría al autoritarismo; y el principio de solidaridad sin el de subsidiariedad podría conducir a un estatismo desaforado. – Su aplicación práctica requiere considerar la realidad social con prudencia y armonizar estos principios. – Son expresión de los valores fundamentales para la vida social y para el desarrollo humano integral.
3.1. Dignidad de la persona humana El hombre, entendido como persona, es el sujeto y el centro de la sociedad. Ésta, con sus estructuras, organizaciones y funciones, tiene como fin la creación y continua adecuación de las condiciones económicas y culturales que permitan al mayor número posible de personas el desarrollo de sus facultades y la satisfacción de sus legítimas aspiraciones de perfección y felicidad. Por esta razón el PSC, yendo a cuestiones de aplicación práctica, insiste sobre la dignidad de la persona humana contra toda esclavitud, explotación y manipulación sea hecha en el campo político, económico, cultural, ideológico o biomédico. Acerca de la dignidad humana surgen importantes implicaciones éticas. La primera de ellas es el valor intrínseco e incondicional de cada persona y, consiguientemente, el respeto y consideración que merece. Juan Pablo II lo expresa con estas palabras: «A causa de su dignidad personal, el ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa»4. 4
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Christifideles Laici, 37.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano La dignidad de la persona es así una referencia fundamental pues expresa la centralidad de la persona en la vida social, en la cual debe ser reconocida como sujeto activo y responsable, y a ella deben estar dirigidas todas las expresiones de la sociedad. Este principio tiene una eficacia operativa en su dimensión social a través de los derechos fundamentales del hombre5, que vienen a ser la expresión social contemporánea de la dignidad humana. La expresión «derechos humanos» es algo tautológico: sólo el hombre es titular de derecho en sentido estricto. Pero fue en el siglo XVIII cuando se tuvo la plena conciencia de que solo el hombre es capaz de quitar consciente y voluntariamente a otros hombres su dignidad (incluso su vida), razón por la cual se hace necesario tener que declarar las exigencias básicas: el hombre se defiende del hombre. No hay que olvidar, por otra parte, que la formulación de estos derechos se elabora a partir del conocimiento histórico de los mismos, tal como se formulan en las experiencias sociológicas, culturales, políticas e históricas. Y, si bien surgen en un contexto de enfrentamiento cultural con el sistema de comprensión cristiano, esas experiencias básicas sólo se dan históricamente en los países de cultura cristiana. Nada hay parecido en la conciencia de culturas ajenas al cristianismo, tales como el Islam, todo Oriente, las culturas africanas o las precolombinas en América. Sea como sea, la mejor expresión es «derechos fundamentales del hombre» (la que usa la Declaración de la ONU), porque indica que estos derechos no dependen exclusivamente de normas positivas sino que tienen un valor previo y superior o independiente de ellas. Estos derechos pertenecen a todo hombre por el mero hecho de ser hombre, sin diferencias religiosas, sociales o culturales. El PSC no ha intentado hacer un elenco completo de los derechos humanos, sino que ha indicado los principales según la situación y las necesidades de los diferentes momentos concretos. Así, se han destacado especialmente el derecho a la vida; a la participación en la vida social, unido al derecho de asociación; el de libertad religiosa; el de participación económica junto al de iniciativa económica; el derecho de los pueblos a salir de la miseria; el derecho a un desarrollo integral sostenible, etc.
3.2. El bien común El bien común6 es el segundo gran principio del PSC. El concepto de bien común es condición de posibilidad para una justa estructuración y comprensión de las materializaciones de la convivencia de las personas. El principio del bien
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El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo texto completo se puede ver en http://www.un.org/es/documents/udhr. Tras esa fecha, se pidió a los países miembros que publicaran el texto de la Declaración y contribuyeran decisivamente a su distribución, lectura y comentario en escuelas y centros de enseñanza, fuese cual fuese la condición política de los países o de los territorios. Constituyen así hoy el referente ético mínimo vigente en nuestro planeta. 6 Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 164-170.
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Notas Técnicas Universitarias común deriva de la dignidad, la unidad y la igualdad de todas las personas. Es el referente de todo aspecto de la vida social que quiera encontrar plenitud de sentido. Definimos el bien común como el conjunto de condiciones sociales que consienten y favorecen en los seres humanos el desarrollo íntegro de su persona7. Es así inseparable del bien de la persona humana y es el bien previo al que cualquier organización o poder público (gestores del bien común) debe acomodarse para reconocerlo y respetarlo, siendo así capaz de tutelarlo y promoverlo. Por lo tanto, no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada miembro de la sociedad. Este bien, siendo de todos y de cada uno, es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también con vistas al futuro. La realización del bien común puede considerarse la razón de ser de cualquier fundamento de orden socio-político y del poder público. El bien común es, pues, un valor de servicio y de organización de la vida social. Es motor de cualquier nuevo orden de convivencia humana, animador de las estructuras sociales en su totalidad y en cada uno de sus sectores concretos, estimulando las transformaciones en profundidad según el criterio de la justicia social. El bien común afecta así a los organismos y a las asociaciones privadas creando la red de convivencia de los hombres entre sí, absolutamente necesaria para satisfacer los deseos y obligaciones de la vida social. Las exigencias concretas que genera la centralidad del bien común, aunque dependan de las condiciones sociales de cada época, atañen: – al compromiso por la paz; – a la correcta organización de los poderes del estado; – a un sólido ordenamiento jurídico; – a la salvaguardia del ambiente; – a la prestación de los servicios esenciales para las personas (algunos de ellos derechos del hombre): alimentación, habitación, trabajo, educación y acceso a la cultura, transporte, salud, libre circulación de las informaciones y tutela de la libertad religiosa; – establecer una verdadera cooperación internacional, en vistas del bien común de la humanidad entera. Los conflictos sociales como consecuencia de intereses contrapuestos son inevitables. Pero por encima de los intereses, y para su correcta resolución, hay que colocar el bien común. Sin embargo, el bien común no legitima atentar contra el bien de la persona, es decir, contra aquello que contribuye a que la persona se perfeccione como tal, ya que el bien común, como se ha señalado, es inseparable del bien de la persona. En este sentido, las autoridades no pueden violentar los derechos humanos, por «razones de Estado» o en nombre de un supuesto «bien común». Por el contrario, en nombre del bien común están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona huma-
7 Por «bien» se entiende el sentido y la verdad que se encuentran en las formas de vida social existentes.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano na. Una consecuencia de la primacía del bien común sobre intereses particulares es que la defensa de sus intereses por parte de ciudadanos, partidos políticos o sindicatos solo está justificada si es conforme con el bien común y, como exige la moral, si se utilizan medios lícitos. La responsabilidad de edificar el bien común compete a los particulares y al estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. El estado debe, por una parte, garantizar cohesión, unidad y organización a la sociedad civil de la que es expresión, de modo que se pueda lograr el bien común con la contribución de todos los ciudadanos. Por otra, tiene igualmente el deber específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales. La conciliación adecuada de bienes grupales e individuales será quizás la función más delicada del poder público.
3.3. Solidaridad En la línea trazada situamos el tercer gran principio social cristiano: el principio de solidaridad8. Éste consiste en la afirmación de que toda persona, como miembro de la sociedad, está indisolublemente ligada al destino de la misma. La vertiginosa multiplicación de las vías y medios de comunicación «en tiempo real», como las telecomunicaciones, los progresos de la informática, el aumento de los intercambios comerciales y de las informaciones son muestra de que, por primera vez, desde el inicio de la humanidad, se ha desarrollado un fenómeno de interdependencia, al menos técnicamente, que permite establecer relaciones entre personas lejanas o desconocidas. Junto al fenómeno de la interdependencia y de su constante dilatación persisten, por otra parte, en todo el mundo, fortísimas desigualdades entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, alimentadas también por diversas formas de explotación, de opresión y de corrupción, que influyen negativamente en la vida interna e internacional de muchos estados. El proceso de aceleración de la interdependencia entre las personas y los pueblos debe estar acompañado por un crecimiento en el plano ético-social igualmente intenso, para así evitar las nefastas consecuencias de una situación de injusticia de dimensiones planetarias, con repercusiones negativas incluso en los países actualmente más favorecidos. La solidaridad, por lo tanto, se presenta bajo dos aspectos complementarios: como virtud moral y como principio social. Como virtud moral lo es humana y cristiana, por la que todos (hombres, grupos, comunidades locales, asociaciones y organizaciones, naciones y continentes) participan en la vida económica, política y cultural, superando el individualismo. La solidaridad es una virtud moral, no un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno.
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Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 192-196.
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Notas Técnicas Universitarias La solidaridad es principio social porque se coloca en la dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia al bien común. La solidaridad debe captarse, pues, en su valor de principio social ordenador de las instituciones. Aparece así la obligación de rastrear las estructuras sociales para transformarlas en estructuras de solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos, etc.
3.4. Subsidiariedad El principio de «subsidiariedad»9 complementa al de solidaridad. Su exigencia pasa por tutelar y promover las expresiones originarias de la sociabilidad. Conforme a este principio, todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda («subsidium») –por tanto de apoyo, promoción, desarrollo– respecto a las menores. De este modo, los cuerpos sociales intermedios pueden desarrollar adecuadamente las funciones que les competen, sin deber cederlas injustamente a otras agregaciones sociales de nivel superior, por las que terminarían siendo absorbidos y sustituidos y viendo negadas, en definitiva, su dignidad propia y su espacio vital. La aplicación de esta subsidiaridad se entiende en sentido positivo (ayuda económica, institucional, legislativa, ofrecida a las entidades sociales más pequeñas) y en sentido negativo (imponer al Estado abstenerse de cuanto restringiría, de hecho, el espacio vital de las células menores y esenciales de la sociedad). Se trata de un principio, pues, que quiere proteger de la suplantación a la persona humana, a las comunidades locales y a los grupos intermedios del peligro de perder o ver suplantadas su legítima iniciativa, libertad, responsabilidad y autonomía10.
3.5. Participación social La participación11 asegura la realización de las exigencias éticas de la justicia social, la participación y contribución justa, proporcionada y responsable de todos los miembros y sectores de la sociedad en el desarrollo de la vida socioeconómica, política y cultural es el camino seguro para conseguir una nueva convivencia humana. Por lo tanto, la participación, en cuanto consecuencia característica de la subsidiaridad, es un deber que todos han de cumplir conscientemente, de modo responsable, con vistas al bien común. Es motivación permanente para favorecer la mejora de la calidad de vida de los individuos y de la sociedad, es aspiración profunda del hombre que mani-
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Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 185-188. Con el principio de subsidiaridad contrastan las formas de centralización, de burocratización, de asistencialismo, de presencia injustificada y excesiva del estado y del aparato público. 11 Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 189-191. 10
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Principios del Pensamiento Social Cristiano fiesta su dignidad y su libertad en el progreso científico y técnico, en el mundo del trabajo y en la vida pública. Desde esta perspectiva, se hace imprescindible la exigencia de favorecer la participación, sobre todo, de los más débiles, así como la alternancia de los dirigentes políticos, con el fin de evitar que se instauren privilegios ocultos. En la misma línea, la superación de los obstáculos culturales, jurídicos y sociales que se interponen a la participación de los ciudadanos requiere una obra informativa y educativa. En este ámbito de participación, el PSC siempre está atento a descubrir las derivas prácticas de ideas totalitaristas que contrarrestan el derecho fundamental a participar en la vida pública negándolo de raíz.
3.6. Autoridad El PSC llama autoridad a la cualidad en virtud de la cual personas o instituciones dan leyes y órdenes a los hombres y esperan la correspondiente obediencia. El principio de autoridad establece que toda comunidad humana necesita una autoridad que la rija. Sin autoridad la sociedad carecería de unidad, que es lo que la mantiene como tal. «Una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes, investidos de legítima autoridad, que defiendan las instituciones y consagren, en la medida suficiente, su actividad y sus desvelos al provecho común del país»12. La autoridad se ejerce sobre seres libres y responsables, y como tales deben ser tratados. El ejercicio de una autoridad implica dirigir la acción de todos hacia el bien común, no mecánica o despóticamente, sino actuando como una fuerza moral que respeta la libertad y el sentido del deber y de responsabilidad de cada uno. Esto requiere en primer lugar, no ordenar lo que es contrario a la dignidad de la persona. El ejercicio de la autoridad ha de manifestar también una justa jerarquía de valores con el fin de facilitar el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad de todos. El interés personal de quien ejerce la autoridad no debe prevalecer sobre el bien de la comunidad. En este sentido, ha de velarse porque las normas y disposiciones que se establezcan no induzcan a oponer el interés personal al común.
3.7. Destino universal de los bienes Este principio típico13 afirma que los bienes de la tierra están destinados al uso de todos los hombres para satisfacer su derecho a una vida conforme con la dignidad de la persona y a las exigencias de la familia. 12 13
Pacem in Terris, 46. Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 171-184.
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Notas Técnicas Universitarias La persona, en efecto, no puede prescindir de los bienes materiales que responden a sus necesidades primarias y constituyen las condiciones básicas para su existencia; estos bienes le son absolutamente indispensables para alimentarse y crecer, para comunicarse, para asociarse y para poder conseguir las más altas finalidades a que está llamada. El principio del destino universal de los bienes de la tierra está en la base del derecho universal al uso de los bienes, que se erige así como el primer principio de todo el ordenamiento ético-social. Se trata ante todo de un derecho natural, inscrito en la naturaleza del hombre, y no sólo de un derecho positivo, ligado a la contingencia histórica. Es así anterior a cualquier intervención humana sobre los bienes, a cualquier ordenamiento jurídico de los mismos, a cualquier sistema y método socioeconómico. Pero destino y uso universal no significan que todo esté a disposición de cada uno o de todos, ni tampoco que la misma cosa sirva o pertenezca a cada uno o a todos. Todos los hombres nacen con el derecho al uso de los bienes, pero, también, para asegurar un ejercicio justo y ordenado de este derecho son necesarias intervenciones normativas, fruto de acuerdos nacionales e internacionales y un ordenamiento jurídico que determine y especifique tal ejercicio. Por lo tanto, de este principio se deriva que el derecho a la propiedad privada debe quedar circunscrito dentro de los límites impuestos por su función social. Siempre se le ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la naturaleza entera: el derecho a la propiedad privada queda por tanto como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes. La propiedad privada se convierte así para el PSC en un elemento esencial de una política económica auténticamente social y democrática, y es garantía de un recto orden social. Esta reflexión social postula que la propiedad de los bienes sea accesible a todos por igual, de manera que todos se conviertan, al menos en cierta medida, en propietarios, y excluye el recurso a formas de posesión indivisa para todos. El destino universal de los bienes comporta vínculos sobre su uso por parte de los legítimos propietarios. El individuo no puede obrar prescindiendo de los efectos del uso de los propios recursos, sino que debe actuar en modo que persiga, además de las ventajas personales y familiares, también el bien común. De ahí deriva el deber por parte de los propietarios de no tener inoperantes los bienes poseídos y de destinarlos a la actividad productiva, confiándolos incluso a quien tiene el deseo y la capacidad de hacerlos producir.
4. PSC y Política El pensamiento cristiano, para reflexionar sobre el poder político, parte de que la persona humana es, una vez más, el fundamento y el fin de la convivencia política. El hombre racional es responsable de sus propias decisiones y capaz de perseguir proyectos que dan sentido a su vida, sea en el plano individual que social. Su naturaleza social y política por naturaleza, hace de la convivencia política una dimensión esencial e ineludible de su ser y no una carga accidental.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano De esta visión de la persona surge el concepto de «comunidad política», cuya existencia se orienta a la obtención del crecimiento más pleno de cada uno de sus miembros, llamados a colaborar establemente para realizar el bien común, bajo el impulso de la búsqueda de la verdad y del bien. Esta comunidad política encuentra su auténtica dimensión palpable y visible en el concepto de «pueblo», caracterizado por el compartir de una vida y unos valores. A cada pueblo corresponde normalmente una nación. Esta constitución política mínima precisa de una «autoridad política» que gobierne convivencia civil, dejándose guiar por la ley moral que reconoce, respeta y promueve los valores humanos y morales esenciales, siendo así el instrumento de coordinación y de dirección mediante el cual los particulares y los cuerpos intermedios se deben orientar hacia un orden cuyas relaciones, instituciones y procedimientos estén al servicio del crecimiento humano integral. Su tarea es emitir leyes justas, es decir, conformes a la dignidad de la persona humana y a los dictámenes de la recta razón. El sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad como titular de la soberanía. Y es éste el que transfiere de diversos modos el ejercicio de su soberanía a aquellos que elige libremente como sus representantes, pero conserva la facultad de ejercitarla en el control de las acciones de los gobernantes y también en su sustitución, en caso de que no cumplan satisfactoriamente sus funciones. El «sistema democrático» es presentado así por la encíclica Centesimus annus: La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado. Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la «subjetividad» de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad14.
Así pues, una democracia auténtica será pues según el PSC el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del bien común como fin y criterio regulador de la vida política. Se añade una advertencia a este proceso: si no existe un consenso general sobre estos valores, se pierde el significado de la democracia y se compromete su estabilidad. Del mismo modo, el PSC reconoce la validez del principio de la división de poderes en un estado porque es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia, que lo mantengan en su justo límite. Es éste el principio del «estado de derecho» en el que es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres. 14
Centesimus Annus, 46.
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Notas Técnicas Universitarias Ya que en el sistema democrático, la autoridad política es responsable ante el pueblo, los organismos representativos deben estar sometidos a un efectivo control por parte del cuerpo social; control que se hace posible a través de los procesos electorales libres, que permiten la elección y también la sustitución de los representantes. Igualmente, se reconoce la obligación por parte de los electos de rendir cuentas de su proceder, garantizado por el respeto de los plazos electorales, erigiéndose así en elemento constitutivo de la representación democrática. En esta línea de pensamiento, se continúa afirmando que quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación, que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales, es decir, personas capaces de asumir auténticamente como finalidad de su actuación el bien común y no el prestigio o el logro de ventajas personales. Como resultado de la reflexión acerca del pueblo y la autoridad política se configura el significado y valor de la llamada «sociedad civil». Ésta es definida como el conjunto de relaciones y de recursos, culturales y asociativos, que poseen una relativa autonomía respecto al ámbito político y económico. La sociedad civil se caracteriza por su capacidad de iniciativa, orientada a favorecer una convivencia social más libre y justa, en la que los diversos grupos de ciudadanos se asocian y se movilizan para elaborar y expresar sus orientaciones, para hacer frente a sus necesidades fundamentales y para defender sus legítimos intereses. Es por esto que, aun estando recíprocamente vinculadas y siendo interdependientes, «comunidad política» y «sociedad civil» no son iguales en la jerarquía de los fines: la «comunidad política» está esencialmente al servicio de las personas y grupos que componen la «sociedad civil». Esta última tiene, pues, la preeminencia porque es la que justifica la existencia de la comunidad política. El «estado» es el encargado de aportar el marco jurídico adecuado para el libre ejercicio de las actividades de los sujetos sociales y el que intervendrá cuando sea necesario y respetando el principio de subsidiaridad para orientar al bien común las diferencias entre los grupos que conviven en democracia. Una de las notas definitorias de todo nuestro entramado social y político es la información. Es ésta una realidad omnipresente en los ámbitos de participación democrática. Es consciente el PSC de que los medios de comunicación social, a las dificultades intrínsecas de la comunicación, se le unen las derivadas de la tendenciosidad ideológica, el deseo de ganancia y de control político, de las rivalidades y conflictos entre grupos. A la luz de estos posibles problemas surge la pregunta por si el actual sistema informativo contribuye a hacer a la persona realmente mejor, es decir, más madura, más consciente de su dignidad, más responsable, más abierta a los demás (en particular a los más necesitados y a los más débiles), incluso si todo el potencial de las nuevas tecnologías respeta las legítimas diferencias culturales. El PSC recuerda que a las áreas básicas de la información, el mensaje, el proceso y las estructuras, se debe aplicar un principio moral fundamental: la persona y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social. Surgen así dos principios de referencia moral:
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Principios del Pensamiento Social Cristiano – los medios de comunicación social se deben utilizar para edificar y sostener la comunidad humana, en los diversos sectores, económico, político, cultural, educativo, religioso; – el bien de las personas no se puede realizar independientemente del bien común de las comunidades a las que pertenecen.
4.1. Regímenes políticos y estado de derecho Caben diversos regímenes políticos o formas de organización general de la vida política. Sin embargo, el PSC alaba o reprueba determinadas formas de organización política tomando como referencia el respeto a la dignidad y derechos humanos y, en definitiva, al bien común, al que el Estado debe servir. En concreto, señala que «los regímenes cuya naturaleza es contraria a la ley natural, al orden público y a los derechos fundamentales de las personas, no pueden realizar el bien común de las naciones en las que se han impuesto15. Desde esta perspectiva, pueden distinguirse dos tipos de regímenes políticos: – Regímenes totalitarios: la característica principal del Estado totalitario es una concepción totalizante del mundo y de la vida (nazismo, comunismo, fascismo…) encarnada por el Estado, cuya misión es hacer efectiva dicha ideología entre sus ciudadanos y aun contribuir a imponerla a otros Estados. En esta situación, la dignidad de la persona y muchos derechos humanos son pisoteados en nombre de la ideología dominante. De aquí el rechazo de estos regímenes por parte del PSC, y también por una multitud de personas que se revelan ante la imposición de una concepción de la vida sin espacio para la libertad. – Regímenes democráticos: en ellos los gobernantes son elegidos y depuestos por el pueblo, el cual participa además en el gobierno con referéndum y otras consultas políticas. Este sistema asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas, garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes y permite sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por otra parte, el PSC aboga a favor del Estado de derecho, en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres. Además ve con buenos ojos la estructura actual de los Estados en tres poderes –legislativo, ejecutivo y judicial– por cuanto evita que el poder se concentre en la misma persona o institución. Esto promueve el equilibrio de poderes y facilita que cada uno de ellos se mantenga dentro de sus justos límites.
5. PSC y Economía La economía, como la ciencia que estudia el comportamiento humano en un mundo de recursos escasos en el que hay que elegir cómo aplicarlos para con-
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Catecismo de la Iglesia Católica, 1901.
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Notas Técnicas Universitarias seguir el mayor bienestar posible en cada momento, debe ponerse al servicio del hombre y de la sociedad: y la economía es útil a este fin, cuando no traiciona su función de instrumento para el crecimiento integral del hombre y de las sociedades, de la calidad humana de la vida. El PSC insiste constantemente en la connotación moral de la economía. La relación entre moral y economía es necesaria e intrínseca: actividad económica y comportamiento moral se compenetran íntimamente. La necesaria distinción entre moral y economía no comporta una separación entre los dos ámbitos, sino al contrario, una reciprocidad importante. A la economía, tanto en el ámbito científico, como en el nivel práctico, no se le confía el fin de la realización del hombre y de la buena convivencia humana, sino una tarea parcial: la producción, la distribución y el consumo de bienes materiales y de servicios. Así, la dimensión moral de la economía hace entender que la eficiencia económica y la promoción de un desarrollo solidario de la humanidad son finalidades estrechamente vinculadas, más que separadas o alternativas. La moral no es, por tanto, ni contraria ni neutral: cuando se inspira en la justicia y la solidaridad, constituye un factor de eficiencia social para la misma economía. Es un deber desarrollar de manera eficiente la actividad de producción de los bienes, de otro modo se desperdician recursos; pero no es aceptable un crecimiento económico obtenido con menoscabo de los seres humanos, de grupos sociales y pueblos enteros, condenados a la indigencia y a la exclusión. Todos los hombres y todos los pueblos tienen el derecho de participar en la vida económica y el deber de contribuir, según sus capacidades, al progreso del propio país y de la entera familia humana. Cuando se vive con sentido moral, la economía se realiza como prestación de un servicio recíproco, mediante la producción de bienes y servicios útiles al crecimiento de cada uno, y se convierte para cada hombre en una oportunidad de vivir la solidaridad. El esfuerzo de concebir y realizar proyectos económico-sociales capaces de favorecer una sociedad más justa y un mundo más humano representa un desafío difícil, pero también un deber estimulante, para todos los agentes económicos y para quienes se dedican a las ciencias económicas. Objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no sólo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. El PSC considera la libertad de la persona en campo económico un valor fundamental y un derecho inalienable que hay que promover y tutelar. La libre y responsable iniciativa en campo económico puede definirse también como un acto que revela la humanidad del hombre en cuanto sujeto creativo y relacional. La iniciativa económica debe gozar, por tanto, de un espacio amplio. El estado tiene la obligación moral de imponer vínculos restrictivos sólo en orden a las incompatibilidades entre la persecución del bien común y el tipo de actividad económica puesta en marcha, o sus modalidades de desarrollo. Una de las cuestiones prioritarias en economía es el empleo de los recursos, es decir, de todos aquellos bienes y servicios a los que los sujetos económicos, productores y consumidores, privados y públicos, atribuyen un valor debido a su inherente utilidad en el campo de la producción y del consumo.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano El libre mercado es una institución socialmente importante por su capacidad de garantizar resultados eficientes en la producción de bienes y servicios. Un mercado verdaderamente competitivo es un instrumento eficaz para conseguir importantes objetivos de justicia: moderar los excesos de ganancia de las empresas; responder a las exigencias de los consumidores; realizar una mejor utilización y ahorro de los recursos; premiar los esfuerzos empresariales y la habilidad de innovación; hacer circular la información, de modo que realmente se puedan comparar y adquirir los productos en un contexto de sana competencia. El libre mercado no puede juzgarse prescindiendo de los fines que persigue y de los valores que transmite a nivel social. El mercado no puede encontrar en sí mismo el principio de la propia legitimación. La utilidad individual del agente económico, aunque legítima, no debe jamás convertirse en el único objetivo. Al lado de ésta, existe otra, igualmente fundamental y superior, la utilidad social, que debe procurarse no en contraste, sino en coherencia con la lógica de mercado. Cuando realiza las importantes funciones antes recordadas, el libre mercado se orienta al bien común y al desarrollo integral del hombre, mientras que la inversión de la relación entre medios y fines puede hacerlo degenerar en una institución inhumana y alienante, con repercusiones incontrolables. El PSC, aun reconociendo al mercado la función de instrumento insustituible de regulación dentro del sistema económico, pone en evidencia la necesidad de sujetarlo a finalidades morales que aseguren y, al mismo tiempo, circunscriban adecuadamente el espacio de su autonomía. La acción del estado y de los demás poderes públicos debe conformarse al principio de subsidiaridad y crear situaciones favorables al libre ejercicio de la actividad económica; debe también inspirarse en el principio de solidaridad y establecer los límites a la autonomía de las partes para defender a la más débil. La tarea fundamental del estado en ámbito económico es definir un marco jurídico apto para regular las relaciones económicas. Es necesario que mercado y estado actúen concertadamente y sean complementarios. El libre mercado puede proporcionar efectos benéficos a la colectividad solamente en presencia de una organización del estado que defina y oriente la dirección del desarrollo económico. Por otro lado, el sistema económico-social debe caracterizarse por la presencia conjunta de la acción pública y privada, incluida la acción privada sin fines de lucro. Se configura así una pluralidad de centros de decisión y de lógicas de acción: los cuerpos intermedios. Las organizaciones privadas sin fines de lucro tienen su espacio específico en el ámbito económico. Estas organizaciones se caracterizan por el valeroso intento de conjugar armónicamente eficiencia productiva y solidaridad.
5.1. Sistemas económicos En nuestra época, dos sistemas económicos, cada uno de ellos con diversas variantes, se han disputado el mundo: el liberal-capitalista y el socialismo. Su diferencia básica radica en la propiedad de los medios de producción: privada en el capitalismo y colectiva en el socialismo. Además, el capitalismo confía generalmente en el mercado para regular el conjunto de la economía, mientras que el
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Notas Técnicas Universitarias socialismo prefirió siempre la planificación central. Sin embargo, ambos sistemas han ido evolucionando a lo largo del tiempo, aunque ateniéndose siempre a unas fidelidades básicas, de modo que en el capitalismo se encuentran a veces ciertos elementos de planificación, y en el socialismo un mayor o menor protagonismo del mercado. En todo caso, los sistemas económicos, para ser tales responden a las cuestiones siguientes: – qué bienes hay que producir – cantidad que hay que producir – en qué forma producir – para quién se produce o como han de ser distribuidos los bienes. En este sentido, el sistema liberal-capitalista defiende: – la propiedad privada de los medios de producción – el mecanismo de un mercado libre y competitivo – la búsqueda del beneficio privado como guía de la producción – la economía de mercado, en cuyos centros de intercambio domina e influye la ley de la oferta y la demanda – la economía de empresa, cuya actividad se orienta al mercado convirtiéndose en un factor intermedio entre producción y consumo – la economía de precio y moneda, en la que el Estado interviene invariablemente. Por tanto, entendemos por capitalismo «el sistema económico fundado en el predominio del capital como factor de producción y en el que sus poseedores controlan la evolución económica e influyen en el propio marco institucional». El sistema socialista o colectivista es difícil precisarlo, por eso es preferible hablar de socialismos. Aquí nos referiremos especialmente al socialismo marxista que ha sido quien ha hecho la crítica más fuerte al sistema capitalista. El hombre marxista no tiene vida privada, obra en perspectiva comunitaria y como consecuencia en economía tiene una concepción colectiva de la propiedad. El sistema marxista propugna la propiedad estatal de los medios de producción, la planificación centralizada y la búsqueda del cumplimiento de los planes de producción asignados administrativamente. Según la propuesta marxista, todas las instituciones económicas, sindicatos, corporaciones, manifestaciones económicas y políticas del Estado o conflictos de clases están en movimiento o son una fuente de movimiento. Las características más importantes de este sistema económico son: – El desarrollo económico no está dejado a la iniciativa privada de cada emprendedor, ni a la lógica selección del mercado, sino a la dirección centralizada del poder político. – El promotor único es el Estado. El poder debe estar en aquel que ha detectado la ley de la economía: el partido.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano – Tiende al predominio de la propiedad pública, sobre todo de los bienes de producción, de las industrias y los servicios.
5.2. Valoración de los sistemas económicos La valoración que hace el PSC de los sistemas económicos ha de tener en cuenta los objetivos siguientes: 1. No pretende proponer un modelo de sistema económico ni presentar ninguna alternativa a las ya existentes. 2. La valoración que se hace tiene como objetivo que los sistemas económicos tengan una visión humanista de la vida en la que el hombre ocupe el centro de toda la actividad económica.
5.2.1. El capitalismo Un juicio acerca del capitalismo obliga a reconocer las aportaciones positivas de su sistema económico: sus logros frente a otras épocas y modelos alternativos. «Es justo reconocer la aportación irremplazable de la organización del trabajo y del progreso industrial del desarrollo»16. «El capitalismo, no obstante, ha cometido un error esencial que consiste en considerar al hombre como un instrumento de producción, cuando debe ser tratado como sujeto eficiente y su verdadero artífice y creador»17. El PSC se ha pronunciado de un modo sistemático en contra de las contradicciones del capitalismo, sobre todo en su primera época, poniendo al descubierto el contraste, entre la naturaleza social de la economía y el provecho como criterio regulador, según el capitalismo18, ya que «no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados han impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios»19. El PSC manifiesta las contradicciones internas del capitalismo: a) La propiedad privada capitalista niega el principio de destino universal de los bienes. b) La ley del máximo beneficio anula la función social de desarrollo económico.
16 17 18 19
Populorum Progresio, 26. Laborem Exercens, 7. Cf. Quadragesimo Anno, 40. Rerum Novarum, 1.31.
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Notas Técnicas Universitarias c) La estructura capitalista de la empresa no permite el desarrollo de la dimensión subjetiva del trabajo y la creación de una empresa como comunidad de personas. d) La igualdad de todos es imposible en un mercado libre en el que aparece la acción de las oligarquías, el imperialismo económico y la marginación social. El PSC afirma: a) Si con el capitalismo se indica un sistema económico que reconoce el rol fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad por los medios de producción, del libre crecimiento humano en el sector de la economía, la respuesta sería positiva. b) Si por capitalismo se entiende un sistema en el que la libertad en el sector de la economía no está encuadrada en un sólido contexto jurídico, que lo ponga al servicio de la libertad humana integral, la respuesta sería negativa.
5.2.2. El socialismo El PSC se ha manifestado en contra del carácter totalitario de la sociedad socialista. a) El socialismo marxista, sobre todo, permite el carácter irresponsable de las decisiones burocráticas de la cúspide, el dirigismo y la total planificación de la actividad económica estrechamente connaturales con una vida social enteramente administrativa. La concentración económica origina un Estado capitalista con un poder excesivo en lo económico y en lo social y con una burocratización agobiante. b) La manipulación de la cultura, con formas propias de absolutismo ideológico, hacen de la sociedad socialista un mundo rigurosamente unidimensional. Esta es la contradicción de fondo del sistema, que lleva consigo la pérdida de los valores humanos unidos a la participación y a la libertad cultural. Su planificación total ofende a ciudadanos y su libertad. c) El partidismo, la partidocracia de poder, excluye toda verdadera forma de democracia y de participación popular. En definitiva, según Juan Pablo II, la experiencia histórica socialista ha demostrado que el colectivismo incrementa la alienación20 y su fracaso hunde sus raíces en la violación de los derechos humanos, de la libertad, de la propiedad en el sector económico y de la capacidad de iniciativa21. Juan Pablo II tiene presente, al hablar del socialismo colectivista, la filosofía marxista con su concepción materialista de la historia, la cosmovisión inmanen20 21
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Centesimus Annus, 41. Ibíd., 24.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano tista de la existencia personal y de la vida social y la configuración del Estado totalitario, que se extiende mediante el imperialismo y mantiene la estrategia del terror. Tres son las razones22, teniendo en cuenta lo anterior, por las que se condena un socialismo en confrontación con el capitalismo: a) El error antropológico. b) La estrategia violenta de la lucha de clases. c) La ineficacia en cuanto sistema económico.
6. PSC y algunos problemas sociales 6.1. La empresa La dimensión creativa es un elemento esencial de la acción humana, también en el campo empresarial, y se manifiesta especialmente en la aptitud para elaborar proyectos e innovar. Como fundamento de esta enseñanza hay que señalar la convicción de que el principal recurso del hombre es, junto con la tierra, el hombre mismo. Es su inteligencia la que descubre las potencialidades productivas de la tierra y las múltiples modalidades con que se pueden satisfacer las necesidades humanas. Así, la empresa debe caracterizarse por la capacidad de servir al bien común de la sociedad mediante la producción de bienes y servicios útiles. Además, desempeña también una función social, creando oportunidades de encuentro, de colaboración, de valoración de las capacidades de las personas implicadas. En la empresa, por tanto, la dimensión económica es condición para el logro de objetivos no sólo económicos, sino también sociales, que deben perseguirse conjuntamente. Por eso, la empresa no puede considerarse únicamente como una «sociedad de capitales», sino, al mismo tiempo, una «sociedad de personas». Un ejemplo muy importante y significativo de la dirección propugnada por el PSC son las empresas cooperativas, de la pequeña y mediana empresa, de las empresas artesanales y de las agrícolas de dimensiones familiares. Se subraya la contribución que estas empresas ofrecen a la valoración del trabajo, al crecimiento del sentido de responsabilidad personal y social, a la vida democrática, a los valores humanos útiles para el progreso del mercado y de la sociedad. La empresa se mueve hoy en el marco de escenarios económicos de dimensiones cada vez más amplias, donde los estados nacionales tienen una capacidad limitada de gobernar los rápidos procesos de cambio que afectan a las relaciones económico-financieras internacionales; esta situación induce a las empresas a asumir responsabilidades nuevas y mayores con respecto al pasado. Como hemos indicado, la iniciativa económica es expresión de la inteligencia humana y de la exigencia de responder a las necesidades del hombre con crea22
Ibíd., 13-14.
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Notas Técnicas Universitarias tividad y en colaboración. El sentido de responsabilidad que brota de la libre iniciativa económica se configura no sólo como virtud individual indispensable para el crecimiento humano del individuo, sino también como virtud social necesaria para el desarrollo de una comunidad solidaria. Las personas constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, el factor decisivo de la producción. En las grandes decisiones estratégicas y financieras, de adquisición o de venta, de reajuste o cierre de instalaciones, en la política de fusiones, los criterios no pueden ser exclusivamente de naturaleza financiera o comercial. El PSC insiste en la necesidad de que el empresario y el dirigente se comprometan a estructurar la actividad laboral en sus empresas de modo que favorezcan la familia, especialmente a las madres de familia en el ejercicio de sus tareas; que secunden, a la luz de una visión integral del hombre y del desarrollo, la demanda de calidad de la mercancía que se produce y se consume; calidad de los servicios públicos que se disfrutan; calidad del ambiente y de la vida en general; que inviertan, en caso de que se den las condiciones económicas y de estabilidad política para ello, en aquellos lugares y sectores productivos que ofrecen a los individuos y a los pueblos la ocasión de dar valor al propio trabajo.
6.2. El consumismo A través de las opciones de producción y de consumo, se pone de manifiesto una determinada cultura como concepción global de la vida. De ahí nace el fenómeno del consumismo. Al descubrir nuevas necesidades y nuevas modalidades para su satisfacción, es necesario dejarse guiar por una imagen integral del hombre que respete todas las dimensiones de su ser y que subordine las materiales e instintivas a las interiores y espirituales. Por el contrario, al dirigirse directamente a sus instintos, prescindiendo en uno u otro modo de su realidad personal, consciente y libre, se pueden crear hábitos de consumo y estilo de vida objetivamente ilícito y con frecuencia incluso perjudicial para su salud física y espiritual. El sistema económico no posee en sí mismo criterios que permitan distinguir correctamente las nuevas y más elevadas formas de satisfacción de las nuevas necesidades humanas, que son un obstáculo para la formación de una personalidad madura (RSS 36). Por eso es necesario esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones sean la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien común, así como la unión con los demás hombres. «A este respecto, no puedo limitarme a recordar el deber de la caridad, esto es, el deber de ayudar con lo propio «superfluo» y, a veces, incluso con lo propio «necesario» para dar al pobre lo indispensable para vivir. Me refiero al hecho de que también la opción de invertir en un lugar y no en otro, en un sector productivo en vez de en otro, es siempre una opción moral y cultural»23. Es asimismo preocupante, junto con el problema del consumismo estrictamente vinculado con él, la cuestión ecológica. El hombre, impulsado por el deseo 23
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Centesimus Annus, 36.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano de tener y gozar, más que de ser y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy difundido en nuestro tiempo24.
6.3. La deuda externa Habiendo cambiado las circunstancias, tanto en los países endeudados como en el mercado internacional financiador, el instrumento elegido para dar una ayuda al desarrollo se ha transformado en un mecanismo contraproducente. Los países endeudados, para satisfacer los compromisos de la deuda, se ven obligados a exportar los capitales que serían necesarios para aumentar o, incluso, para mantener su nivel de vida (…) por la misma razón, no pueden obtener nuevas fuentes de financiación indispensables25. Es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser pagadas. No es lícito, en cambio, exigir o pretender su pago cuando éste vendría a imponer de hecho opciones políticas tales que llevarían al hambre y a la desesperación a poblaciones enteras. No se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables. En estos casos es necesario encontrar modalidades de reducción, demora o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso26.
6.4. Relación trabajo y capital El problema del trabajo, en la época del desarrollo industrial, ha sido planteado y se ha manifestado en el contexto de un gran conflicto entre el «mundo del capital» y el «mundo del trabajo», es decir, entre el grupo restringido, pero muy influyente, de los empresarios, propietarios o poseedores de los medios de producción y la más vasta multitud de gente que no disponía de estos medios, y que participaba, en cambio, en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo. Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo, las ponían a disposición del grupo de los empresarios, y éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los obreros. La llamada a la solidaridad y a la acción común lanzada a los trabajadores tenía un importante valor. Era la reacción contra la degradación del hombre como sujeto del trabajo y contra la inaudita y concomitante explotación en el campo de las ganancias, de las condiciones de trabajo y de provisión hacia la persona del trabajador27. El PSC lo ha vuelto a afirmar solemnemente en el último Concilio: «La persona humana es y debe ser el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones». 24 25 26 27
Ibíd., 37. Cf. Solicitudo Rei Socialis, 19. Cf. Ibíd., 35. Cf. Laborem Exercens, 8-11.
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35
Notas Técnicas Universitarias Todo hombre tiene derecho al trabajo, a la posibilidad de desarrollar sus cualidades y su personalidad en el ejercicio de su profesión28.
6.5. La propiedad La propiedad no es un derecho último y absoluto, sino un derecho secundario, subordinado al cumplimiento del destino universal de los bienes. Las demás enseñanzas derivan de este principio fundamental. Si la tierra está hecha para procurar a cada uno los medios de subsistencia y los instrumentos de su progreso, todo hombre tiene el derecho de encontrar en ella lo que necesita. Todos los demás derechos, sean los que sean, incluso el de propiedad, están subordinados a ello. La propiedad no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. El bien común exige algunas veces la expropiación si por el hecho de su extensión de su explotación deficiente o nula, de la miseria de que ello resulta a la población, del daño considerable producido a los intereses del país, algunas posesiones sirven de obstáculo a la prosperidad colectiva. La propiedad, según la Iglesia, nunca se ha entendido de modo que pueda construir un motivo de conflicto social con el trabajo. La propiedad se adquiere ante todo mediante el trabajo, para que ella sirva al trabajo. Esto se refiere de modo especial a la propiedad de los medios de producción: considerarlos aisladamente como un conjunto de propiedades separadas, con el fin de contraponerlos al trabajo, en la forma de «capital», es contrario a la naturaleza misma de estos medios y de su posesión. Estos no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser poseídos ni si quiera para poseer, porque el único título legítimo para su posesión es que (en forma de propiedad privada o pública) sirvan al trabajo. El reconocimiento de la justa posición del trabajo y del trabajador dentro del proceso productivo, exige varias adaptaciones en el ámbito del derecho mismo a la propiedad de los medios de producción29.
6.6. Los medios de comunicación social El PSC invita constantemente a todas las personas a considerar los medios de comunicación como instrumentos de solidaridad: la solidaridad aparece, como consecuencia de una información verdadera y justa, de la libre circulación de las ideas, que favorecen el conocimiento y el respeto del prójimo30. Las exigencias esenciales de los medios de comunicación social son: – El servicio a la persona mediante la edificación de una comunidad más humana basada en la solidaridad.
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Cf. Quadragesimo Anno, 14. Cf. Laborem Exercens, 14. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2495.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano – La difusión de la verdad sobre todo lo que se refiera a la vida humana, y su destino trascendente. – La comunicación humana se debe considerar como el compromiso personal y social de superar cualquier obstáculo de la misma comunicación.
6.7. La amenaza armamentística La justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos: que de un lado y de otro las naciones reduzcan simultáneamente los armamentos que poseen; que las armas nucleares quedes proscritas, que, por fin, todos convengan en un pacto de desarme gradual, con mutuas y eficaces garantías. No se puede permitir que la calamidad de una guerra mundial, con sus estragos económicos y sociales y sus crímenes y perturbaciones morales, se ensañe por tercera vez sobre la humanidad31. Si la producción de armas es un grave desorden que reina en el mundo actual respecto a las verdaderas necesidades de los hombres y al uso de los medios adecuados para satisfacerlas, no lo es menos el comercio de las mismas. Más aún: a propósito de esto es preciso añadir que el juicio moral es todavía más severo32. A pesar de que las guerras recientes han traído a nuestro mundo daños gravísimos materiales y morales, todavía a diario en algunas zonas del mundo la guerra continúa sus devastaciones. Es más, al emplear en la guerra armas científicas de todo género, su crueldad intrínseca amenaza llevar a los que luchan a tal barbarie, que supera enormemente la de los tiempos pasados. La complejidad de la situación actual y el laberinto de las relaciones internacionales permiten prolongar guerras disfrazadas con nuevos métodos insidiosos y subversivos. En muchos casos se admite como nuevo sistema de guerra el uso de los métodos del terrorismo33.
6.8. La intervención del Estado Los ricos, como se pueden amurallar con sus propios recursos, necesitan menos del amparo de la autoridad pública; el pueblo pobre, como carece de medios propios con que defenderse, tiene que apoyarse en el patrocinio del estado. Es obligación de los gobernantes beneficiar a los demás órdenes sociales y aliviar la situación de los trabajadores; y esto en virtud del mejor derecho y sin la más leve sospecha de injerencia, ya que el Estado debe velar por el bien común como obligación propia34. Y de ninguna manera se ha de caer en el error de que la autoridad civil sirva al interés de uno o de pocos, habiendo sido establecida para procurar el bien de
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Cf. Pacem in Terris, 106. Cf. Solicitudo Rei Socialis, 24. Cf. Gaudium et Spes, 79. Cf. Rerum Novarum, 22-23.
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Notas Técnicas Universitarias todos. Sin embargo, razones de justicia y equidad pueden exigir que los poderes públicos tengan consideración especial hacia los miembros más débiles de la sociedad, encontrándose éstos en condiciones de inferioridad para hacer valer sus propios derechos y para conseguir sus legítimos intereses35. Esta intervención estatal que fomenta, estimula, organiza, protege y completa, descansa sobre el principio de subsidiariedad, establecido por Pío XI: sigue en pie y firme aquel grave principio inamovible: como no puede quitarse a los individuos lo que ellos pueden realizar con su propio ingenio o esfuerzo y darlo a la comunidad, así tampoco es justo, sino que constituye una grave perturbación que se quite a las comunidades menores o inferiores lo que ellas pueden realizar y conseguir, para dárselo a una instancia más elevada. Pues toda acción de la sociedad, por su misma fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos ni absorberlos36.
6.9. Las relaciones internacionales Las relaciones entre las comunidades políticas han de estar reguladas por la verdad, la cual exige antes de nada, que de estas relaciones se elimine toda huella de racismo y que, por tanto, se reconozca como principio inmutable que las comunidades políticas, por dignidad de naturaleza, son iguales entre sí; de donde se sigue un mismo derecho a la existencia, al propio desarrollo, a los medios necesarios para lograrlo de modo que cada una sea la primera y responsable en la actuación de sus programas37. Pero el problema, tal vez mayor de nuestros días, es el que atañe a las relaciones entre las naciones económicamente desarrolladas y los países en vías de desarrollo económico: las primeras gozan de una vida cómoda; los segundos, en cambio, padecen durísima escasez. La solidaridad social, que hoy día agrupa a todos los hombres en una única familia, impone a las naciones que disfrutan de abundante riqueza económica la obligación de no permanecer indiferentes ante los países cuyos miembros, oprimidos por innumerables dificultades interiores, se ven extenuados por la miseria y el hambre y no disfrutan como es debido de los derechos fundamentales del hombre. Esta obligación se ve aumentada por el hecho de que, dada la interdependencia progresiva que actualmente sienten los pueblos, no es ya posible que reine entre ellos una paz duradera y fecunda si las diferencias económicas y sociales entre ellos resultan excesivas38.
6.10. Derecho a la emigración Todo hombre tiene derecho a la libertad de movimiento y de residencia dentro de la comunidad política de la que es ciudadano; y también tiene derecho a
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Cf. Pacem in Terris, 51. Cf. Mater et Magistra, 53; Quadragesimo Anno, 79. Cf. Pacem in Terris, 80. Cf. Mater et Magistra, 157.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano emigrar a otras comunidades políticas y establecerse en ellas cuando así lo aconsejen legítimos intereses. El hecho de pertenecer a una determinada comunidad política, no impide de ninguna manera el ser miembro de la familia humana y permanecer en calidad de ciudadano a la Comunidad mundial39. Pues bien, entre los derechos de la persona humana, también se cuenta el que pueda cada uno emigrar a la nación donde espere poder atender mejor a sí y a los suyos. Por lo cual, es deber de las autoridades públicas el admitir a los extranjeros que vengan y, en cuanto lo permita el verdadero bien de esa comunidad, favorecer los intentos de quienes pretenden incorporarse a ella como nuevos miembros. Aprovechamos la presente oportunidad para aprobar y elogiar públicamente todas las iniciativas de solidaridad humana encaminadas a aliviar los sufrimientos de quienes se ven forzados a emigrar a sus países40.
6.11. Discriminación de la mujer Un hecho de todos conocido es el ingreso de la mujer en la vida pública. En la mujer se hace cada vez más clara y operante la conciencia de la propia dignidad, por lo que no puede ser considerada y tratada como un instrumento41. La presencia de la mujer en la vida pública, y no sólo en la casa, es un signo de los tiempos que merece ser acogido en un esfuerzo hacia la plena igualdad. El hecho de que ese signo de los tiempos pueda ser falsificado en movimientos que confundan la plena igualdad con la falta de respeto a las diferencias, no invalida que sea una justa causa. La Iglesia ha defendido siempre el principio de que a la mujer trabajadora se la debe, por igual prestación de trabajo y en paridad de rendimiento, la misma retribución que al trabajador. Sería injusto y contrario al bien común explotar sin miramientos el trabajo de la mujer, por la sola razón de que se consigue a menor precio, con daño tanto de la obrera como del obrero, que quedaría de ese modo expuesto al peligro del paro42. Todavía hoy, la desigualdad de salarios suele ser objeto de comentarios y denuncias frecuentes. En España los sueldos de las mujeres son en torno a un 20% más bajos. Por eso hemos elegido las palabras anteriores que son de hace más de 60 años.
6.12. La huelga En caso de conflictos económico-sociales hay que esforzarse por encontrarles soluciones pacíficas. Aunque primero se ha de recurrir siempre a un diálogo sincero entre las partes, sin embargo, en la situación presente la huelga puede seguir siendo un medio necesario, aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de los trabajadores. Búsquese con
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Cf. Pacem in Terris, 20. Cf. Pacem in Terris, 101. Cf. Ibíd, 35. Cf. Pío XII, Assai numerose, 1945.
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Notas Técnicas Universitarias todo cuanto antes, caminos para negociar y para reanudar el diálogo conciliatorio43. La huelga es legítima pero debe ser el último recurso al que se acude cuando ha fracasado el diálogo previo. Es un derecho «para las aspiraciones justas del trabajador». Resulta muy difícil justificar con estas palabras algunos tipos de huelgas corporativistas de quienes ganan ya mucho pero pretenden ganar todavía más, o pretenden hundir a la empresa para hacerse con la propiedad de ésta.
6.13. Nuestro sistema económico Sobre estas nuevas condiciones de la sociedad ha sido construido un sistema que considera el provecho como motor esencial del progreso económico la concurrencia como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes. Este liberalismo sin freno, que conduce a la dictadura, justamente fue denunciado por Pío XI como generador del «imperialismo internacional del dinero». Sería injusto que se atribuyera a la industrialización misma los males que son debidos al nefasto sistema que la acompaña44. Queda demostrado cuán inaceptable es la afirmación de que la derrota del socialismo deje al capitalismo como único modelo de organización económica. Hay que romper las barreras y los monopolios, que dejan a tantos pueblos al margen del desarrollo, y asegurar a todos, «individuos y naciones», las condiciones básicas que permitan participar en dicho desarrollo45.
7. Análisis de casos prácticos a la luz de los principios del PSC Esta metodología debe enmarcarse en el trasfondo de la comprensión de la presente crisis de las normas objetivas de moralidad. Es evidente que no compartimos un mismo patrón ni un mismo canon de moralidad; y sin embargo, es urgente e imprescindible tomar decisiones en los más diversos ámbitos de interacción social, personal y profesional, o en todo caso estar capacitados para hacer una valoración coherente de algunos hechos sociales. Lo que se busca es aportar alguna luz a aquellos que, a menudo desde la perplejidad, se las tienen que ver en su ejercicio profesional, o en su inmediata condición de simples ciudadanos con la eterna duda en las cuestiones sociales problemáticas, que, casi como enmienda a la totalidad plantea preguntas del siguiente tenor: «¿Cómo hay que actuar en cada momento? ¿En base a qué principios? ¿Los intereses particulares deben prevalecer sobre los generales?» La garantía plena de acierto en las decisiones o valoraciones no existe nunca.
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Cf. Gaudium et Spes, 68. Cf. Populorum Progresio, 26. Cf. Centesimus Annus, 35.
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Principios del Pensamiento Social Cristiano
7.1. Razón práctica, sabiduría moral y razonamiento ético Tomar decisiones éticamente correctas es difícil, más no imposible. Se requiere ante todo, una clara sensibilidad, no sólo hacia los problemas éticos, sino también –y sobre todo– hacia la dimensión social de los problemas ordinarios (técnicos, personales, económicos, políticos, profesionales, familiares) y ante las tomas de decisiones de cada día. Ahora bien, más allá de esta sensibilidad despierta hacia el ámbito de la moralidad, es preciso contar también con algún método que nos permita explorar algunos aspectos implícitos en la deliberación, discerniendo entre aquellos y optando por proponer finalmente por la acción más adecuada. Cada uno de los enfoques filosófico-morales-teleología, consecuencialismo, utilitarismos, teorías de la virtud; deontologismo, teorías de la justicia, planteamientos dialógicos… –ayuda a determinar qué modos de comportamiento pueden ser tenidos por válidos en términos generales. Sin embargo, como no podría ser de otra manera, ciertas dificultades siguen sin encontrar solución. Siguiendo la distinción entre teoría y praxis, Aristóteles diferenciaba razón teórica y razón práctica. La razón teórica sería aquella que pasa habitualmente de lo particular, mutable y empírico, que se da en la experiencia, a lo general, alcanzando así la universalidad de la teoría científica. Su objetivo, pues, no es otro que la indagación de la verdad, buscada por sí misma; esto es: la comprensión exacta de la realidad. La razón práctica, por su lado, es aquella que arranca en su dinámica de lo general, del bien en general como fin de la acción humana, y busca referir esa realidad general a lo particular de la situación en que ha de realizarse la acción. La pregunta fundamental, en este caso, ya no va tanto a averiguar la verdad, cuando a acertar en la toma de decisiones, convirtiéndose, en este caso, en la siguiente: ¿Qué debo hacer aquí y ahora? Pues bien, a la luz de los principios del Pensamiento Social Cristiano, en torno al concepto de razón práctica, es posible hacer una evaluación de los hechos sociales y proponer alternativas de solución que tengan en cuenta, como principio fundamental, la centralidad del hombre en todos los ámbitos de la vida (social, política, económica, personal, etc.). Junto a ello, naturalmente, se requiere la existencia de un marco teórico-conceptual que pudiera servir de metodología y guía práctica, capaz de favorecer el proceso de valoración, en calidad moral, de los diferentes hechos sociales, en cualesquiera que sean sus dimensiones.
7.2. Marco teórico-conceptual para valorar los hechos sociales a la luz de los principios del PSC Partiendo de lo que hemos señalado, pongamos por caso un escenario, una situación dilemática cualquiera a la cual someteríamos al siguiente proceso analítico, valorativo y propositivo (ver-juzgar-actuar).
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Notas Técnicas Universitarias
7.2.1. ¿Cuáles son los hechos? Es necesario empezar por la lucidez que aporta la objetividad de los hechos en cuestión. Es imposible valorar y tomar buenas decisiones si uno desconoce los datos del problema. En tal sentido, es conveniente pararse a pensar y preguntarse cosas como las siguientes: ¿qué sabemos del problema?, ¿qué datos ciertos tenemos?, ¿qué cosas son meras creencias o suposiciones?, ¿qué más necesitamos saber y cómo vamos a conseguirlo?, ¿qué calidad y fiabilidad tienen las fuentes que nos van a suministrar?, ¿estamos seguros de no haber dejado aspectos relevantes sin considerar?, ¿están representadas todas las perspectivas relevantes al caso?
7.2.2. Identificación y reconocimiento del problema ¿Hay en todo el caso que se plantea algo que aparezca como malo o indeseable desde el punto de vista ético en alguno o cualquiera de los niveles de análisis posible: personal, organizativo, institucional, social, sistémico? ¿Puede esta situación concreta ser perjudicial o atentar de alguna manera contra las personas y su dignidad, contra la viabilidad de la organización o sus metas, contra la sociedad o el sistema en su conjunto? ¿Se trata de algo que está previsto en los ordenamientos jurídicos y en las leyes o, por el contrario se trata de algo que va más allá de los requerimientos legales?
7.2.3. Identificación de los afectados ¿Quiénes –personas y colectivos– se ven o pudieran ver afectados concretamente en esta situación? ¿Hay entre ellos algunos que sean acreedores de mayor atención de nuestra parte, en razón a la urgencia, la necesidad, nuestra responsabilidad para con ellos o simplemente debido a la gravedad de lo que está en juego o a la legitimidad con que pudieren hacer valer su causa ante un observador justo e imparcial?
7.2.4. Evaluación del caso a la luz de los principios del PSC En este momento, en base a la primera fase de análisis (puntos 1, 2, 3), tras haber plasmado los hechos, identificado el problema y explicitado los afectados, hay que evaluar la problemática surgida a la luz de cada uno de los principios del PSC. Será muy probable encontrar algún principio reflejado en toda la actuación, o por lo menos implícitamente en la intención, y con toda seguridad hallar qué principios han sido obviados en toda la acción (deliberación, actuación, intención). Hay que señalarlos para que las fases concluyentes, de actuación, puedan tener datos que faciliten la proposición.
7.2.5. ¿Qué opciones tenemos? Se trata de poner en marcha la imaginación para intentar salir, de manera creativa, del/los dilema/s en cuestión. En este punto es muy necesario asegu-
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Principios del Pensamiento Social Cristiano rarse de que se han tenido en cuenta los puntos de vista de los afectados, que se les ha dado opción a hacer valer su visión del problema.
7.2.6. Propuesta de actuación Esta es la parte crucial de todo el análisis. ¿Qué paradigma o modelos filosóficomorales utilizaremos y por qué? ¿Cabe apelar a un planteamiento de corte aristotélico? ¿Tal vez mejor a alguna versión más o menos purista del deontologismo? ¿Quizás sea pertinente adoptar una perspectiva que se inscriba en alguna de las teorías de la Justicia Social? ¿Será suficiente con una aproximación simple y llanamente utilitarista? ¿Habremos de combinar todas o algunas de esas propuestas? a. Perspectiva utilitarista (resultados) – Estimar costes/beneficios; cuantificarlos, si es posible. Ver quién gana y quién pierde en el supuesto de que se ponga en práctica tal o cual alternativa de las anteriormente barajadas. – Centrarse sobre todo en las consecuencias de las acciones. – Se puede aprovechar la circunstancia para insistir en un punto de extremada importancia por lo que respecta a la moralidad de las decisiones (tanto en el plano individual, cuanto en el corporativo): con gran frecuencia la gente que actúa mal no lo hace por perversión o dolosamente, ni porque quiera positivamente hacer las cosas mal, atropellando la estética y la buena praxis, sino porque no calibran ni valoran convenientemente las consecuencias de sus decisiones iniciales. b. Perspectiva deontológica (principios) – ¿Qué derechos y qué deberes afloran en el escenario que tenemos ante nosotros? ¿Qué fuerza tienen? ¿Qué significan? ¿Cuál de entre todos ellos debe primar sobre los demás y por qué? – El anclaje buscado desde este abordaje deontológico se sitúa sobre todo en el hoy, en el aquí y ahora, en lo innegociable más que en las consecuencias futuras, previsibles o imprevistas, por atractivas o amenazantes que se presenten. c. Perspectiva de la Justicia Social (equidad) – Las distintas opciones tomadas y cursos de acción ¿logran repartir equitativamente las cargas y los beneficios? ¿Quién sale más beneficiado? ¿Por qué y a costa de qué o de quiénes? ¿Es justo eso? ¿Deben salir ganando más los que menos cuentan o los que más contribuyen o los que más arriesgan? ¿Por qué? ¿Cuáles son los criterios que barajamos para clarificar de justo o de injusto algo?
7.2.7. Justificación de la propuesta de actuación La última fase tiene como objetivo justificar la actuación propuesta a la cuestión social planteada a la luz de algún o algunos principios fundamentales del
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Notas Técnicas Universitarias Pensamiento Social Cristiano. En la medida de lo posible es conveniente citar el documento del PSC que avala dicho principio, así como el pensamiento de otros autores que lo contrasten.
8. Bibliografía León XIII, Rerum novarum, 1891. Pío XI, Quadragesimo anno, 1931. Juan XXIII, Mater et magistra, 1961. Juan XXIII, Pacem in terris, 1963. Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 1965. Pablo VI, Populorum progression, 1967. Juan Pablo II, Redemptor hominis, 1979. Juan Pablo II, Laborem exercens, 1981. Juan Pablo II, Sollicitudo rei sociales, 1987. Juan Pablo II, Centesimus annus, 1991. Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005. Benedicto XVI, Deus Caritas est, 2006. Benedicto XVI, Caritas in Veritate, 2009. Agote, I., Pensamiento social cristiano, ESIC Madrid 2008.
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