Portales, el hombre y su obra : la consolidación del gobierno civil

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PORTALES, EL HOMBRE Y SU OBRA

LA CONSOLIDACION DEL GOBIERNO CIVIL

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© BERNARDINO BRAVO LIRA © EDITORIAL JURIDICA DE CHILE EDITORIAL ANDRES BELLO

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PORTALES, EL HOMBRE Y SU OBRA LA CONSOLIDACION DEL GOBIERNO CIVIL BERNARDINO BRAVO LIRA Compilador

EDITORIAL JURIDICA DE CHILE EDITORIAL ANDRES BELLO

CONTENIDO

Presentación.............................................................................................. XIII

1 Portales, el comerciante. Juan Eduardo Vargas Cariota .... 15 Portales y el pensamiento de Montesquieu. Alejandro Guzmán Brito 39 Portales y la seguridad interior del Estado. Gonzalo Rojas Sánchez. 55 Portales y el ejército. Sergio Vergara Quiroz................................... SI Portales yla administración indiana. Antonio Dougnac Rodríguez . 117 Portales yla administración chilena 1830-1837. Eduardo Soto Kloss 147 - Portales yel Consejo de Estado. Alejandro Guzmán Brito ... 179 Portales yla Judicatura. Carlos Salinas Araneda 9..... 199 Portales y la Iglesia. Javier González Echenique . ............................... 235 Portales y las transformaciones económicas de Chile en su época: una aproximación. Juan Ricardo Couyoumdjian................... 243 Portales y la política internacional. Santiago Lorenzo Schiaffino*. 281 Portales y el tránsito del absolutismo ilustrado al Estado constitu­ cional en Chile. Bernardino Bravo Lira.................................. 321 Portales en la historiografía. Enrique Brahm García......................... 443 Iconografía de Portales (1837-1937). Hernán Rodríguez Villegas . 485

✓ Diego Portales, el hombre. Rolando Mellafe Rojas..............................

Indice de láminas . . ................................................................................ 531 Indice.......................................................................................................... 535

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AUTORES

Enrique Brahm García, profesor auxiliar de Historia del Derecho en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Nació en 1956 en Puerto Montt (Chile). Doctor en Derecho por la Univer­ sidad de Francfort am Main (Alemania Federal). Director de la revista Razones. Es autor de: Eigentum und Enteignung im Dritten Reich (Steinbach/T 1985), Una institución jurídica del Nacionalsocialismo: el “Erbhof" (Revista de Estudios Histórico-Jurídicos XI, Valparaíso, 1986), El derecho de propiedad en el Nacionalsocialismo alemán (Revista Chilena de Dere­ cho 13, Santiago, 1986). Bernardino Bravo Lira, profesor ordinario de Historia del Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Nació en 1938 en Viña del Mar (Chile). Pertenece a diversas instituciones científicas: Academia Chilena de la Historia, Real Academia Española de la Historia, Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho de Buenos Aires, Instituto Peruano de Historia del Derecho, Academia Nacional de la Historia de Venezuela. Ha partici­ pado en numerosos congresos y reuniones científicos internacionales. Es director de la Revista Chilena de Historia del Derecho. Su principal línea de trabajo es la historia institucional. Es autor de Formación del Derecho Occidental (Santiago, 1970), La Edad Moderna (Santiago, 1983), Historia de las Instituciones políticas de Chile e Hispanoamérica (Santiago, 1986). Asimismo, es autor de más de sesenta estudios científicos publicados en revistas iberoamericanas y europeas.

Juan Ricardo Couyoumdjian, profesor titular de Historia de América y Chile del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Nació en 1939 en Santiago. Pertenece a la Academia Chilena de la Historia. Ha participado en congresos y reuniones científicos. Es director del Anuario de Historia, editor de su fichero bibliográfico y director del mencionado Instituto de Historia. Sus principales líneas de trabajo son la bibliografía y la historia económica de Chile. Es autor de Chile y Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial y la Postguerra (Santiago, 1986) y de diversos artículos sobre historia económica chilena y otros es­ tudios publicados en revistas científicas. Antonio Dougnac Rodríguez, profesor ordinario de Historia del Dere­ cho en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Nació en 1941 en Santiago de Chile. Licenciado y Magister en Derecho por la Universidad de Chile. Pertenece a diversas instituciones científicas: Sociedad Chile­

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AUTORES

na de Historia y Geografía, Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Academia Colombiana de la Historia, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho de Buenos Aires, Sociedad de Bibliófilos Chilenos, Instituto chileno de investigaciones genealógicas, del que fue director. Ha participado en numerosos congresos y reuniones científicos nacionales e internacionales. Es director de la Escuela de Derecho de la Universidad Central. Sus principales líneas de trabajo son el derecho de familia y el derecho económico indiano. Es autor de más de treinta estudios publi­ cados en revistas científicas iberoamericanas y europeas. Entre ellos, Fuentes documentales chilenas para el estudio de la minería en el perío­ do indiano (en Minería hispana e hispanoamericana, Madrid, 1970), Los estudios jurídicos en la Universidad de Chile (en colaboración, Perugia, 1973), Esquema del régimen económico matrimonial en Chile indiano (San­ tiago, 1975), Estatuto del huérfano en el derecho indiano (Anuario Ecuato­ riano de Historia del Derecho, Quito, 1980), Régimen jurídico de las aguas en Chile durante el siglo XVI (Revista Chilena de Historia del Derecho, Santiago, 1984).

Javier González Echenique, profesor ordinario de Historia del Derecho en la Facultad de Derecho y de Historia de Chile en el Instituto de Histo­ ria, ambos de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Nació en 1925 en Santiago. Pertenece a diversas instituciones científicas: Academia Chi­ lena de la Historia, Real Academia Española de la Historia, Instituto In­ ternacional de Historia del Derecho Indiano. Ha participado en congresos científicos nacionales e internacionales. Iniciador y editor por varios años del fichero bibliográfico de la Revista Historia. Es Conservador del Ar­ chivo Nacional. Es autor de Los estudios jurídicos y la abogacía en el Reino de Chile (Santiago, 1954); Notas sobre la alternativa en las provincias reli­ giosas de Chile indiano, (Historia 2, Santiago, 1962-1963); Un estudio de influencias doctrinarias en la Independencia: el concepto de diputado o representante popular (Historia 6, Santiago, 1967); El obispo don Manuel de Alday y su tiempo (Boletín de la Academia Chilena de la Historia 87, 1973). Alejandro Guzmán Brito, profesor ordinario de Derecho Romano en las Facultades de Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso y de la Universidad de Chile. Nació en 1945 en Santiago (Chile). Doctor en Dere­ cho por la Universidad de Navarra. Pertenece a diversas instituciones científicas: Academia Chilena de la Historia, Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho (Buenos Aires), Academia Nacional de Derecho de Argentina (Cór­ doba), Sociedad de Bibliófilos Chilenos. Ha participado en numerosos congresos y reuniones científicos nacionales e internacionales. Es director de la Revista de Estudios Histórico-Jurídicos. Ha sido decano y prorrector universitario. Aparte del derecho romano, cultiva la historia del derecho europeo y chileno, en especial de la codificación. Es autor de Caución y tutela en derecho romano (Pamplona, 1974): Dos estudios en torno a la historia de la tutela romana (Pamplona, 1976); La fijación del derecho (Valparaíso, 1977); Ratio scripta (Francfort am Main 1981); Andrés Bello codificador. Historia de la fijación y codificación del derecho civil en Chile (dos volúmenes, Santiago, 1982). Asimismo, es autor de numerosos estudios publicados en revistas chilenas y extranjeras.

Santiago Lorenzo Schiaffino, profesor titular de Historia de Chile en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Valparaíso, en el Departamento de Historia y Geografía de la Universidad Metropolitana

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AUTORES

de Ciencias de la Educación y en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Nació en Valparaíso en 1940. Es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Historia y del Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Ha participado en congresos nacio­ nales e internacionales. Ha sido Director del Instituto de Historia de la Universidad Católica de Valparaíso. Ha realizado investigaciones en el Archivo Nacional, la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, el Archivo de la Real Academia de la Historia de Madrid y el Archivo General de Indias. Es autor de La política de poblaciones en Chile durante el siglo XVIII (en colaboración, Quillota, 1978); Origen de las ciudades chilenas (Santiago, 1983-1986); Chile y América, Ayer y Hoy (Santiago, 1970) y de numerosos artículos científicos.

Rolando Mellafe Rojas, profesor ordinario de Historia Económica y Social de Chile y América en la Facultad de Filosofía, Humanidades y Edu­ cación de la Universidad de Chile. Nació en 1929 en Santiago. Pertenece a diversas instituciones científicas: Academia Chilena de la Historia, Real Academia Española de la Historia. Ha sido profesor invitado en varias uni­ versidades: Berkeley, Austin y Wisconsin en Estados Unidos; Toronto en Canadá; Colegio de México y otras. Ha participado en numerosos congre­ sos y reuniones científicos nacionales e internacionales. En 1986 recibió el Premio Nacional de Historia. Actualmente, es vicedecano de la menciona­ da Facultad de Filosofía. Sus principales líneas de trabajo son la historia social de América e historia de las mentalidades. Es autor de Escritos de Diego de Almagro y el Descubrimiento del Perú (Santiago 1954); La In­ troducción de la esclavitud negra en Chile (Santiago, 1959); La esclavitud en Hispanoamérica (Buenos Aires, 1964, traducida al inglés en 1975 y al japonés en 1979); Demografía histórica en América Latina (San José, Costa Rica, 1983), y de más de cien estudios publicados en revista científicas e históricas chilenas y extranjeras.

Hernán Rodríguez Villegas, profesor en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Nació en 1942 en Santiago, pertenece a diversas instituciones científicas: Academia Chilena de la Historia, Real Academia Española de la Historia. Ha sido Director de la Oficina de Inventario del Patrimonio Cultural y es actualmente Director del Museo Histórico Nacional. Ha efectuado notables trabajos de recu­ peración de antiguos edificios, particularmente intervino en la de dos de gran significación histórica: el Palacio de La Moneda y el de la Real Au­ diencia. Es autor de Historia de un solar en la ciudad de Santiago 15541909 (Historia 11, Santiago 1972-73); La Casa de los Velasco (Boletín de la Academia Chilena de la Historia 93, Santiago, 1982); Palacio de La Mo­ neda (Santiago, 1983); Notas sobre las haciendas del Cuzco, en colabora­ ción (Buenos Aires, 1984) y de diversos trabajos publicados en revistas especializadas. Gonzalo Rojas Sánchez, profesor de Historia del Derecho en la Ponti­ ficia Universidad Católica de Chile. Nació en 1953, en Santiago de Chile. Es Doctor en Derecho por la Universidad de Navarra. Ha participado en reuniones científicas internacionales en países europeos. Es miembro del Comité Editorial de la Revista Chilena de Derecho y de Razones. Ha sido Director de Docencia y Prosecretario General de la mencionada Universi­ dad Católica y actualmente se desempeña como Director de Investigación en la Facultad de Derecho de esa misma Universidad. Es autor de Los derechos políticos de asociación y reunión en la España contemporánea 1811-1936 (Pamplona, 1981) y de una quincena de artículos científicos, en obras colectivas y revistas especializadas.

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AUTORES

Carlos Salinas Araneda, profesor adjunto de Historia del Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso. Nació en 1949 en San Felipe. Doctor en Derecho por la Universidad de Madrid. Es miembro del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano. Ha participado en varios congresos científicos nacionales e internacionales y ha dictado cursos en la Universidad de Salamanca. Es autor de El cedulario chileno (Revista Chilena de Historia del Derecho 10, Santiago, 1985); Los oficiales reales de Indias en el S. XVII (Actas del VI Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Valladolid, 1986); Fuentes de las obligaciones naturales en el Código Civil de Chile (Revista Chilena de Historia del Derecho 10, 1984). Eduardo Soto Kloss, profesor ordinario de Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Nació en 1939 en San­ tiago. Doctor en Derecho por la Universidad de París. Pertenece a diversas instituciones científicas: Asociación argentina de derecho administrativo, Academia Nacional de Derecho de Argentina (Córdoba). Ha participado en numerosos congresos y reuniones científicos nacionales e internacio­ nales. Es Director de la Revista de Derecho Público y del Departamento de Derecho Público de la Facultad mencionada. Su principal línea de trabajo es el control jurídico de la administración del Estado. Es au­ tor de La libertad de enseñanza y el régimen jurídico de las subven­ ciones a la educación privada (Santiago, 1963). L’application dans le temps des actes administratives (París, 1968). El régimen jurídico de la Admi­ nistración del Estado, en colaboración con Gustavo Reyes Román, (San­ tiago, 1980); El recurso de protección (Santiago, 1982), y de más de medio centenar de estudios en publicaciones chilenas y extranjeras.

Juan Eduardo Vargas Carióla, profesor titular de Historia de América y Chile en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Nació en 1942 en Santiago. Doctor en Historia por la Universi­ dad de Sevilla. Ha participado en diversos congresos científicos nacionales e internacionales. Su principal línea de trabajo es la historia empresarial de Chile. Es autor de El pensamiento político del grupo estanquero 18261829 (Historia 9, Santiago, 1970); La Sociedad de Fomento Fabril 1883-1928 (Historia 13, Santiago, 1976); Los Aus trias y el Ejército de Chile (Revista Chilena de Historia del Derecho 9, Santiago, 1983). Sergio Vergara Quiroz, profesor asociado de Historia de Chile en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Nació en Curacautín en 1943. Profesor de Estado en Historia, Geografía y Edu­ cación Cívica por la Universidad de Chile. Pertenece al Instituto Pana­ mericano de Geografía e Historia. Ha participado en varias reuniones científicas nacionales. Es autor de Economía y Sociedad en Magallanes 1843-1877 (Santiago, 1973); Edad y vida en el grupo conquistador (Cuader­ nos de Historia 1, Santiago, 1981); Iglesia y Estado en Chile 1750-1850 (His­ toria 20, Santiago, 1986); Cartas de Mujeres en Chile 1630-1885 (Santiago, 1987) y otros estudios científicos.

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PRESENTACION

Los aniversarios tienen mucho de convencional. Pero son evoca­ dores. Invitan a los hombres y a los pueblos a rememorar y a reflexionar sobre su propia vida. Es lo que ocurre en 1987 al cum­ plirse siglo y medio del asesinato de Portales. Parecería que en este tiempo se ha dicho todo acerca de él y de su obra. De hecho, es uno de los personajes de la historia de Chile sobre los que más se ha escrito. Pero Portales es un hombre dominante y desconcertante. Se impone, incluso después de muerto, a los que tratan de él. Así, a menudo se transforman en panegiristas o detractores suyos. Por eso, a pesar de que se ha escrito mucho sobre Portales, se le conoce poco, se le conoce mal. El presente volumen reúne una serie de estudios, elaborados con ocasión de este aniversario de su muerte. Son estudios, no ensayos. En ellos no se ofrecen apreciaciones jnás o menos per­ sonales acerca de Portales, sino,resultados de una rigurosa investigacion sobre cada tema. La sola lectura del índice muestra que se trata de un trabajo interdisciplinario, a cargo de especialistas de nota. De ahí la y_ariedad de temas, de enfoques y de métodos que constituye una de Tas principales ventajas de una obra colectiva sobre la de un único autor. Lo primero para abordar a Portales es su personalidad. De ella se ocupa el profesor Rolando Mellafe Rojas, en un fino es­ tudio de historia de las mentalidades. Examina su cultura, sus gustos, sus relaciones, su concepto de la mujer, su actitud hacia Dios, su religiosidad..., en fin, el hombre de carne y hueso que a eso de los cuarenta años hace balance y piensa en su muerte. Desde joven Portales sentía inclinaciones, por el comercio. Por él habría sido un hombre de negocios. Esto es lo que estudia el profesor Juan Eduardo Vargas, gran conocedor de la vida merXIII

PRESENTACION

cantil de las plazas de Valparaíso y de Lima en la época. Muestra que, a pesar de sus conocimientos en la-materia, Portales fracasó, por carecer de aptitudes comerciales. Lo que abre el camino para un estudio, cada vez más urgente, del negocio del estanco. El lenguaje de Portales era desconcertante para sus contem­ poráneos. También lo ha sido para los estudiosos. El profesor Alejandro Guzmán_Brito aclara aquí conayudade Montesquieu el sentido de la expresión el principal resorte de la máquina, has­ ta estos últimos años discutida entre los especialistas. De paso arroja luz sobre otra faceta de la personalidad de Portales: no sólo leía, lo que aun en nuestro tiempo sale de lo común, sino que, antes de convertirse en político, había madurado profunda­ mente sus lecturas. Con estos., antecedentes se analiza en los estudios siguientes la actuación políticajj¿£prtalés. ~~~ ~ El tejón-de. fondo de toda la labor de Portales fue dad interior del Estado. Debió enfrentar incesantes conspiracio­ nes y alzamientos contra el gobierno. El profesor Gonzalo Rojas Sánchez analiza con precisión histónco-jurídica una a una las situaciones de hecho a qüe^é'yiq”. enfrentado el Ministro, las me­ didas que adoptó y las reacciones que provocó, en los afectados, en la Judicatura, en la prensa. Estos movimientos sediciosos eran promovidos en gran par­ te por militares. Al Ejército se refiere uno de los calificados co­ nocedores de él, el profesor Sergio Vergara Quiroz. Muestra que la inquietud obedecía a varios factores, entre los cuales no era el último los bajos sueldos. Pero Portales no acertó en materia de ascensos militares. No fue una casualidad que pereciera asesi­ nado en un motín. Portales, mismo definió Ja.parte, central de su obra como consolidación de las instituciones. Entre ellas es fundamental la administración, la antigua_.administración indiana, de la que se ocupa con su habitual penetración y amenidad el profesor Anto­ nio Dougnac Rodríguez; y su continuadora, la administración chilena de tiempos de Portales, sobré la que ofrece un riquísimo mSteriaLet profesor Eduardo Soto Kloss, prestigioso especialista en derecho administrativo. Un aspecto hasta ahora desconocido era la actuación de Por­ tales en el Consejo.de Estado, que asistía al Presidente en el ejer­ cicio de sus vastos poderes. A ella se refiere el profesor Alejandro Guzmán Brito con ayuda de las actas inéditas. Muestra que el Ministro tomó parte directa en destacadas iniciativas de gobierno y legislación. Tampoco se había estudiado la relación entre Portales-y la Judicatura. El profesor Carlos Salinas Araneda hace ver el

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contraste entre el juicio un tanto negativo del Ministro sobre los tribunales y su respeto hacia ellos. Desde hace tiempo se deja sentir la necesidad de investi­ gar las relaciona entre Portales^y la Iglesia. Aborda el tema con acopio de c jcumentación, incluso inédita, el profesor Javier Gon­ zález Eche lique. Plantea una distinción muy digna de nota entre el regalisi 10 un tanto opresivo de los Borbones y el regalismo respetuoso que impuso Portales, a diferencia de los gobernan­ tes que le antecedieron. El contexto económico dentro del cual. se mueve Portales es presentado por el profesor Juan Ricardo Couyoumdjan Bergamali, especialista en la materia. Se trata de laclesmtegración de la comunidad económica constituida por la monarquía española y la apertura de sus Estados sucesores al comercio con las demás potencias. Este panorama _se.coinple.ta con el estudio del profesor San­ tiago Lorenzo Schiaffino sobre la política internacional del Mi­ nistro. Revela que Portales estuvo por encima de la manida contraposición entre nacionalismo y americanismo. Trabajó en favor de un régimen preferencial entre los países hispanoameri­ canos, sin perjuicio de hacer valer los intereses de Chile frente a esos países cuando procedía. Dos temas, de relieve se echan de menos entre los tratados: Portales y el Presidente y Portales y el Congreso. De ellos se ocu­ pa el_ compilador al estudiar la consolidación del Estado cohstitucional, cuyo régimen de gobierno se basa precisamente en la dualidad Presidente-Parlamento. Al respecto, señala la impqrtancia...de_la Ilustración y del ideal ilustrado de gobierno para com­ prender la mentalidad, la actuación y la obra misma de Portales. Esta mentalidad ilustrada es común también a sus contem­ poráneos, tanto colaboradores como adversarios o personas no comprometidas. Hay aquí amplio campo para una investigación que no debería tardar. Después del hombre y de su actuación, corresponde estudiar su imagen éñ el tiempo? Es lo que hace el joven profesor Enrique Bráhm en un acucioso análisis de la historiografía sobre Por­ tales. Completa el volumen un inventario, que se emprende por primeravez? de los cuadros y demás testimonios plásticos sobre Portales, realizado con su característica prolijidad por Hernán Rodríguez Villegas, director del Museo Histórico Nacional. En suma, la presente obra deja ver que había y que hay to­ davía sin utilizar, en los archivos y otros repositorios, material de no poco relieve sobre Portales. Asimismo, muestra que hay ricas posibilidades de trabajar, por primera vez o mejor que has­

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ta ahora, con nuevos y más afinados métodos, el material cono­ cido. El cúmulo de sugerencias e incitaciones que de ella brotan, hace pensar en la necesidad de una nueva biografía de Portales. Pero, por sobre todo, este Jibro--señala.J_a_ ventaja de realizar estu­ dios interdisciplinarios análogos acerca de otros temas de la his­ toria de Chile. Después de presentado este volumen al público, no queda sino agradecer a los colaboradores de él que lo hicieron posible y le dan todo su valor.

Santiago, 6 de jimio de 1987

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LAMINA / Caballeros bajo el portal de Sierrabella en la Plaza de Atinas de Santiago, en los años 1830.

LAMINA II Diego Portales, según Domeniconi, c. 1837.

DIEGO PORTALES, EL HOMBRE Rolando Mellafe Rojas Academia Chilena de la Historia Universidad de Chile

Diego Portales es uno de los personajes importantes de la histo­ ria de Chile casi desconocido en su dimensión humana, en la profundidad y evolución de su ego. No es que no se haya investi­ gado y escrito sobre la sicología del personaje: lo hicieron histo­ riadores como Benjamín Vicuña Mackenna, Francisco Antonio Encina, Alberto Edwards, Claudio Orrego Vicuña y otros.1 Pero quizás con la excepción de Encina, todos se dejaron deslizar por la perspectiva de la gran importancia política de Portales, que, en verdad, puede fácilmente avasallar la frágil visión de la grandeza, miseria o genialidad de cualquiera persona. Para conocer los componentes y la evolución de una persona en nuestros días existen métodos complejos y depurados que sicólogos y siquiatras pueden manejar con mayor o menor des­ treza, de acuerdo a la colaboración que el mismo ente en estudio esté dispuesto a prestar. Se someterá entonces a largas entrevis­ 1 Vicuña Mackenna, Benjamín, D. Diego Portales, Valparaíso, 1863; "Portales y su juicio”, en Epistolario de don Diego Portales, 1821-1837, re­ copilación y notas de Ernesto de la Cruz, prólogo de Guillermo Feliú Cruz, 3 vols., Santiago, 1936-1937, vol. I, pp. 113-163; Francisco A. Encina, "Portales. Bosquejo psicológico”, en id., vol. I, pp. 89-139; Alberto Ed­ wards, "La obra política de don Diego Portales”, en id., vol. II, pp. 113128; Claudio Orrego Vicuña, "Introducción”, en tercera edición de la obra arriba mencionada de Benjamín Vicuña Mackenna, Santiago, 1974, pp. VII-XX. Conviene recordar que en los estudios incluidos en los 3 vols. del Epistolario de don Diego Portales (que de aquí en adelante abreviaremos sólo como Epistolario') hay varios que tocan a la personalidad del pro­ cer; son especialmente útiles: en el vol. II, Alberto Edwards, "La ideolo­ gía de don Diego Portales”, pp. 87-110; en el vol. III, Domingo Melfi, "Por­ tales a través de sus cartas”, pp. 69-111, y Hernán Díaz Arrieta, "Portales. El hombre, las mujeres, el dinero”, pp. 131-171. Existen además una mul­ titud de artículos y ensayos sobre distintos aspectos de su personalidad, incluso comparaciones entre él y otros personajes nacionales y extran­ jeros; por ejemplo, Hugo Guerra Baeza, Portales y Rosas. Contrapunto de hombres y políticas, Santiago, 1958.

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ROLANDO MELLAFE ROJAS

tas, narrará su infancia, sus aspiraciones, frustraciones, proble­ mas y éxitos de todo tipo, tanto de él como de quienes lo rodean. Describirá su grado de integración o disensión con la sociedad en la que vive inmerso y con la cultura ambiente. Se someterá a tests y pruebas de todo tipo que podrán medir su inteligencia, imaginación, creatividad, etc. Incluso narrará las cuestiones más íntimas respecto a su vida afectiva; tratará de reconstituir su vida paso a paso, por dolorosa que sea esta excursión a su mundo interior, describirá, en fin, sus anhelos y sus sueños. Haciendo todo lo anterior, aun el especialista tendrá dudas sobre si esa historia de vida que resulta de la observación de aquel individuo es realmente verdadera y si los móviles que guiaron sus acciones arrancaron de impulsos y estructuras normales de una siquis equilibrada o fueron respuestas brotadas de desviaciones y mal­ formaciones de su ego. El especialista actúa en una atmósfera de indagación que cuenta con mecanismos abiertos y activos de comunicación entre el estudiado y el que investiga. Pero esta condición no se da en la sicohistoria —una de las especialidades de la historia de las men­ talidades—, que es la que trataremos de aplicar en el presente artículo.2 El historiador se encuentra ante un interlocutor mudo y, más bien que indagar, debe conformarse con lo que el entre­ vistado quiso decir en momentos de emoción, introspección sin­ cera o de expansión auténtica. No sabemos si dijo lo que verda­ deramente sentía, no sabemos si sus obras o sus respuestas a los estímulos del medio estuvieron desvirtuadas por circunstancias impropias a su auténtica manera de actuar y sentir. Muchas ve­ ces, para el historiador, ni siquiera es posible contar con estas respuestas o testimonios y, por ello, personalidades claves en la conducción de nuestra sociedad quedarán con una imagen distor­ sionada, precisamente por la magnitud e importancia de aconte­ cimientos políticos, culturales, económicos y sociales que ellos mismos provocaron o ayudaron a que sucedieran. Será así mien­ tras, junto a la acción del líder que hace grandes cosas, no exis­ tan documentos íntimos, introspectivos, que permitan iniciar el diálogo, necesariamente trunco, entre el investigador y el inves­ tigado. En este sentido la labor del historiador es mucho más aventurada y compleja que la del sicoanalista o sicólogo. El caso de Diego Portales es bien especial: no dejó documen­ tación escrita suficiente como para realizar un estudio completo de su personalidad, pero sí para intentar una aproximación, a nuestro juicio, bastante cercana a la que debió haber sido. Fal­ tan entre sus papeles rememoranzas de su niñez y adolescencia; 2 Todaro Williams, Margaret, "Psychoanalysis and Latin American History”, en New approaches to Latin American History, editado por Ri­ chard Graham y Peter H. Smith, University of Texas Press, 1974.

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DIEGO PORTALES, EL HOMBRE

carecemos de algún diario de vida o pieza autobiográfica en que, con verdadera sinceridad, nos relate la secuencia de los momen­ tos de crisis y de plenitud. En realidad, nunca escribió sobre tales cosas; en su personalidad fue más fuerte la acción que la con­ templación de su yo; percibió con claridad sus estados de ánimo, pero no deseaba la permanencia en la introspección, la que trun­ caba apretando el paso por nuevas ideas y acciones, siguiendo un futuro teñido de destino. En fin, diríamos que gozaba viviendo í mentalmente el presente, accionando situaciones importantes o nimias, pero con un tinte de futuro y no simples resultados de un pasado; de aquí la falta de reminiscencias en sus escritos. Diego Portales se movió con soltura por todos los grupos y clases sociales —no todos bien definidos aún— de Chile de los años 1828 a 1838. Todos pudieron comunicarse con él: unos lo amaron, lo respetaron y admiraron; otros lo envidiaron y lo odia­ ron, pero todos de alguna manera lo sintieron. En las tertulias de los salones, las jaranas de las casas de remolienda, las reunio­ nes de la Casa de Gobierno, las retretas de la Guardia Cívica, etc., tuvieron la oportunidad de departir con él. Allí, temieron o admi­ raron su mirada profunda, escrutadora; su palabra rápida, de sentencias definitivas. Muchos fueron también los que recibieron alguna vez o en varias ocasiones cartas de Portales, cortas misi­ vas en que les recordaba algo, les ordenaba, les reprendía por alguna acción o dicho, les recomendaba o aconsejaba. Se dice que Diego Portales escribía por lo menos seis cartas diarias. El epistolario que ahora conservamos es una ínfima pro­ porción de todas las que escribiera en su vida, que una venturosa casualidad guardó para la historia.3 Aquí radica parte de su éxi­ to; Portales utilizó la única manera de comunicación de esos tiempos que ningún otro líder de la época usó en la extensión e intensidad que él lo hizo: el género epistolar de comunicación. Un político común de aquéllo? años llegaba arpóder~b podía desarrollar planes interesantes en la medida que manipulaba con éxito una trama importante de relaciones personales, formada por varias familias extensas, por amistades y clientela de las an­ teriores. Cuando caía o pasaba al olvido era porque parte de esta red fallaba produciéndose discordias y luchas, pero casi nunca por desavenencias o incompetencias políticas. Portales, que tam­ bién tenía y usaba aquel tejido familístico-amistoso, lo reforzó con un mayor número de contactos personales y con el género epistolar. Son muy conocidas las cartas de Portales que se conservan; están escritas en un tono directo y personal, muestran agudeza, 3 Feliú Cruz, Guillermo, "Ernesto de la Cruz, historiador”, en Epis talario, vol. I, pp. 9-33.

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ROLANDO MELLAFE ROJAS

penetración y sinceridad. A través de ellas se trasluce un hombre de fácil palabra y escritura, que da fuerza a su discurso con di­ chos e imágenes populares, usando muchas veces, incluso, impro­ perios poco empleados en el lenguaje escrito de la época. Las más elocuentes en este sentido son las dirigidas a su gran amigo Anto­ nio Garfias, al cual, precisamente por ser su contídente más ínti­ mo, muy a menudo le pide destruir las misivas que le envía. El Diego Portales que surge de su correspondencia, con to­ dos los acondicionamientos antes dichos, es bien distinto de aquel que la historia ha ubicado como el héroe forjador del Estado chileno moderno, impulsor de un estilo de conducción política e iniciador de casi un siglo de destino nacional portaliano. No es exactamente que uno sea más humano que el otro, aunque obvia­ mente el que escribe cartas está lleno de vida cotidiana. El héroe es una imagen ritualizada, que la posteridad admira u odia. Lo más interesante es que de las cartas aparece un Portales que a menudo se dualiza antagónicamente con el irradiante héroe. El político que impulsa una república conservadora en realidad no es ni pelucón ni pipiólo y no le interesa la política; tiene también problemas con la Iglesia. El político irreductible, implacable, aun con rasgos de despotismo, era un hombre sincero, un poco solitario y ávido de afecto. El eterno empresario, pésimo hombre de negocios, etc. Como decíamos anteriormente, no conocemos casi nada de la niñez y adolescencia de Portales, salvo que fue un niño jugue­ tón y burlón, llegando incluso a la crueldad, que mostró rasgos de genialidad al aprender rápidamente latín y posteriormente las técnicas y teorías de ensayador de metales. Su padre, don Santia­ go Portales, hombre severo y honrado, a la sazón superintendente de la Casa de Moneda de Santiago, vaciló por unos años entre el destino de capellán o ensayador de la institución para su hijo. El joven Diego decidió por sí mismo, inclinándose primero por la vocación religiosa —que será un sentimiento recurrente en él—, luego por la abogacía, en seguida por el manejo de los me­ tales y finalmente por las empresas comerciales. No fue propiamente un hombre culto, aunque en modo algu­ no podríamos ubicarlo —como lo pretenden algunos historiado­ res— en el grupo poco propicio de los incultos, especialmente si tomamos en cuenta las categorías medias de la cultura de la época. Su tendencia a la acción, desprovista de especulaciones intelectuales, su afán práctico y directo le restan a su imagen aquellos ropajes de florida verbalidad de su tiempo. Frente a la cultura erudita de un Juan o Mariano Egaña, a la sabiduría de un Andrés Bello o Claudio Gay, aparece en desventaja, o al me­ nos muy diferente, pero no podemos desconocer sus actitudes e inquietudes espirituales y científicas que justamente compartía con los personajes anteriores, a los cuales admiraba. 4

DIEGO PORTALES, EL HOMBRE

Su educación, él mismo nos recuerda, comenzó con su padre, "porque no tuve otro maestro";4 luego pasó al Instituto Nacional, de donde salió con un conocimiento suficiente del latín y algunos elementos del derecho. Especial inclinación demostró siempre por la poesía. Es bien conocida su afición al poeta inglés Pope y él mismo aventuró sus propios versos, de los cuales conocemos algunos de un débil regusto romántico y de más bien bajo vuelo poético: Se empeñó la agricultura con anhelo singular, para poder cultivar la planta de tu hermosura. No se vio más preciosura en el orbe hasta el confín, plantas de bellas al fin dio aquel prado soberano, donde con sus propias manos plantó Cupido un jardín.5

Recordamos también la intensa amistad que tuvo con gran­ des figuras de la cultura y de la ciencia, como Andrés Bello y Claudio Gay, con los cuales mantuvo un activo intercambio de revistas y libros. Acepta gustoso la invitación a ser padrino de uno de los hijos de Bello, pero le reconviene, "y lo que me ha hecho gracia en su solicitud es la advertencia de que en ella no se propone mira alguna de interés, dígale que tal prevención no está bien en su boca, y me humilla con ello, pues que me juzga incapaz de conocer y distinguir a los hombres".6 Andrés Bello tal vez tenía razón para tomar la prevención de advertir que aquel compadrazgo no involucraría ninguna ven­ taja especial, ya que Portales aparecía como un mecenas, no por los bienes materiales que podía repartir, ya que no los tenía, si­ no por el enorme poder de decisión que poseía. Y en el caso con­ creto de Bello y Portales rondaba una tenue pero persistente idea que quizás cuántas veces conversaron, la de fundar una ca­ sa superior de estudios. 4 Carta a Antonio Garfias del 15 de abril de 1832, en Epistolario, vol. II, p. 170. 5 Portales, según su propio testimonio, leía a Pope en traducción del poeta ecuatoriano José Joaquín Olmedo. Carta a Garfias del 15 de diciem­ bre de 1834, en Epistolario, vol. III, p. 398. Los versos de Portales son el comienzo de un poema dedicado a doña Mercedes Barros, según Guiller­ mo Feliú Cruz, en Epistolario, vol. III, p. 423. 6 Carta a Antonio Garfias del 9 de junio de 1832, en Epistolario, vol. II, p. 219.

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Parecida situación sucede con Claudio Gay. Portales le tiene gran aprecio y admiración; se ha dicho incluso que Gay le ayu­ dó a mejorar su imperfecto francés. De hecho la enorme obra que Gay pudo hacer en el país se debió a la directa ayuda del Ministro, pero hay más. A pesar de que Claudio Gay era un na­ turalista, tenía claras ideas sobre algunos aspectos de la admi­ nistración pública, la investigación científica y la enseñanza de és­ ta. Fue impulsor de la idea de que un Estado no podía gobernar­ se ni planificarse si no se conocían palmo a palmo su territorio y exactamente el pulso de su producción, comercio, población, etc. Derivó de allí, años más tarde, la creación de una oficina cen­ tral de estadística —que dirigirá otro de los grandes amigos de Portales, Urízar Garfias—, de comisiones provinciales para el mismo objeto, de la ejecución del Censo de 1835, etc., fuera de los viajes exploratorios del propio Gay y de una apreciable labor cartográfica. Todas estas ideas fueron captadas y hechas pro­ pias por el Ministro, pasaron por su mentalidad práctica y pro­ clive a la acción y formalmente se hicieron realidad, algunas du­ rante su vida y otras inmediatamente después. Hay que agregar a ello los planes de construcción de varias obras públicas en Santiago, la creación de un jardín botánico en lo que después fuera la Quinta Normal, la apertura de observatorios astronó­ mico y climático, la adaptación de nuevas técnicas agrícolas y mineras, etc.7 En este breve recuento sobre los rasgos intelectuales y cul­ turales de Diego Portales sería injusto no mencionar sus aficio­ nes musicales, que abarcaban no sólo la ejecución de la flauta y la guitarra y el cantar piezas sencillas de aires en boga en la época, sino muy especialmente la promoción de certámenes de canto y de piano en la capital y su insistencia por las bandas y las retretas militares. En una carta escrita a Antonio Garfias des­ 7 En este aspecto son interesantes algunas cartas que especialmente se refieren a las conexiones de Portales con Claudio Gay, por ejemplo: cartas de Portales a Garfias del 20 de junio de 1834, 4 de julio de 1834 en Epistolario, vol. III, pp. 254 y 268; del 31 de julio de 1834, en id. p. 285. En este mismo sentido, es elocuente el entusiasmo con que recibió al pe­ queño librito El repertorio chileno, 1835, de Urízar Garfias, que es una breve descripción del país, su territorio, comercio e instituciones. Carta a Garfias del 5 de octubre de 1835, en Epistolario, vol. III, p. 446. Un poco contradictorio o ambiguo, sin embargo, nos parece el juicio que Claudio Gay escribe sobre Diego Portales en el tomo VIII de su Historia física y política de Chile, París, 1871, reproducido en A la memoria de Portales en su primer aniversario, Santiago, s/f., pp. 240-242, quizás porque Gay escribió después de muchos años de haberlo conocido y también porque se dejó influir por algunas biografías y otras obras históricas que juzga­ ron muy subjetivamente al Ministro, como ocurrió con José Victorino Lastarria o Federico Errázuriz en su obra Chile bajo el imperio de la Cons­ titución de 1828, Santiago, 1862.

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de Valparaíso el 13 de marzo de 1832 le recomienda "haga por donde conseguir que por el espacio de tres meses de la música del Cuarto (Cuarto Batallón de Cívicos de Santiago) una retre­ ta cada 15 días y después de los tres meses seguirá dándole ca­ da ocho días, como los demás cuerpos.. ."8 Comprendemos esta preocupación no sólo como una espe­ cial sensibilidad, sino también en la dimensión de una incons­ ciente búsqueda de un ritual simbólico —rasgo de su geniali­ dad— que quería conducir a través de la música marcial la ener­ gía liberada de la siquis del grupo hacia un propósito de unidad nacional, encarnado en el fortalecimiento de la entrega común al reforzamiento de la noción abstracta del Estado.9 Después de lo dicho resulta arriesgado hablar de la incultu­ ra de Diego Portales. ¿Podría ser inculto un hombre que leía en latín, inglés y francés? ¿Que leía los clásicos latinos y españoles, especialmente El Quijote? ¿Que devoraba las revistas científicas y literarias a las cuales estaba suscrito? ¿Que le interesaban la investigación y la educación en todos sus niveles, en fin, la mú­ sica y la amistad con los mayores valores intelectuales y cientí­ ficos del país? Podría ser inculto comparado con aquellos que aún perseguían las luces de la Ilustración, pero indudablemente culto en un estilo nuevo, moderno y orientado a la renovación del futuro nacional. Creo que está allí el centro del asunto, lo que da a la personalidad de Portales una de sus vertientes me­ nos conocidas y más interesantes. Conocemos a Diego Portales, ya lo dijimos, como el organi­ zador de un Estado unificado, auténtico y eficiente, pero no lo consideramos como al hombre que lanzó sobre las elites nacio­ nales un cúmulo de aspiraciones, principios e ideas que subya­ cieron en el país —plasmándose algunas— durante muchos de­ cenios después de su muerte. El Chile de los decenios de 1830 y si­ guiente estuvo movido, desde sus elites pensantes, por un pode­ roso impulso espiritual y material que, en general, trataba de modernizar a su sociedad reproduciendo lo que había sido la Revolución Industrial para Inglaterra. En nuestros días, mirada desde la distancia, sabemos que la Revolución Industrial no se produjo solamente por la aplica­ ción de dos o tres máquinas y principios científicos al proceso de producción, sino más bien por la conjunción de tres revolu­ ciones más o menos contemporáneas: una agrícola, otra demo­ gráfica y otra científico-tecnológica. Estas fueron espontáneas, pero se relacionaron y encadenaron posteriormente, de modo 8 Epistolario, vol. I, pp. 174, 314, 375; vol. III, pp. 305, 314, 351, 422 y

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9 Algo sobre la función de los símbolos en la formulación espiritual del Estado puede verse en Mellafe, Rolando, “La identidad histórica chi­ lena”, en VII Jornadas Nacionales de Cultura, Santiago, 1982, pp. 93-102.

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que constituyeron un proceso de modernización imposible de detener, mas sí de controlar en muchos aspectos. Lo interesante es su espontaneidad; si Inglaterra u otro reino europeo hubiera querido producirla, no habría podido, y si hubiera querido dete­ nerla, tampoco habría podido. Pues bien, Chile desde el decenio de 1830 quiso inducir una revolución industrial. Sus políticos e intelectuales, fueran ellos liberales o conservadores, desde Diego Portales pasando por Rengifo, Tocornal, Francisco Javier Rosales, Manuel Montt, Vicente Pérez Rosales y muchos empresarios de la minería de la plata, del cobre y del carbón, de algún modo trataron de producir al­ gún aspecto de tal revolución y, por supuesto, no consiguieron copiar el proceso, pero sí una modernización cada vez más ace­ lerada. Diego Portales fue el primero, y esto le da a su persona­ lidad y expresión un carácter excepcional; es muy moderno pa­ ra el mundo ilustrado y muy anticipado a un Chile renovado con arrestos de industrial. Sin embargo, aun aceptando la ubicación sicológica de Por­ tales en su época, del modo que la proponemos, todavía tendría­ mos que estudiar otras características de su siquis para enten­ derlo cabalmente. Ya dijimos que contamos con testimonios di­ rectos de algunas de sus reacciones más íntimas desde 1821, en que tenía 28 años de edad. Dada su genialidad, es seguro que a esa edad su yo se encontraba totalmente formado y maduro. No sufrió posteriormente grandes cambios en su manera de ser, salvo la acentuación de algunos rasgos y el debilitamiento de otros, cuestión normal en toda siquis. Pero ¿qué significa, en el caso de Portales, un yo maduro? Veamos algunos de los porme­ nores, aunque advertimos desde luego que el panorama no es completo. A través de las cartas que escribe a su padre y a su socio José Manuel Cea, desde Lima, se muestra como un hombre ma­ duro, reflexivo e introvertido. Con sólidos principios morales y aspiraciones. La honradez, por ejemplo, es para el un único y se­ ñalado bien, en una época en que la genuflexión, la adulación y la mentira eran modos comunes en la convivencia. En una carta del 13 de marzo de 1832, después de haber sufrido una se­ rie de descalabros económicos precisamente por la falta de cum­ plimiento de sus relaciones comerciales, le dice a Antonio Gar­ fias "que nunca le pese el ser hombre de bien, porque si la ca­ lidad de hombre honrado perjudica una vez, favorece ciento, y que por el contrario el picaro es favorecido una vez para dejar­ lo de ser siempre.. .”10 Una de las más aclaradoras características de la personali­ dad de Diego Portales es su percepción de la libertad, que consi­ 10 Epistolario, vol. I, p. 465.

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deraba un bien indispensable para todo ser humano. Para él la libertad emanaba de un principio divino y por eso mismo se complementaba a otros dones que podían acondicionarla, limi­ tarla e incluso anularla. Por ello, al fin de cuentas ni él ni hom­ bre alguno podía ser totalmente libre, al estar ubicado en una encrucijada de deberes y principios morales más poderosos. Es­ tos principios no sólo alteraban su vida privada, sino también su actuación de político y hombre público. El año 1823 escribía a su amigo Garfias una carta casi patética, en la que, comentan­ do una serie de reveses y chismes que circulaban en Santiago, dice: "¿Habrá situación más infame? Que siendo yo el hombre más libre, tengo que ser el más esclavo y el más sometido a mi­ ramientos. .. Cualquiera... conocería por los sucesos y por la experiencia que soy el hombre menos temible, porque mis inse­ parables deseos de orden, mi inclinación al bien público, mi ab­ soluta falta de aspiraciones ni a gloria, ni a brillo, ni a empleos de ninguna clase, no pueden infundir recelo alguno y soy un mentecato en el entusiasmo por una decente consecuencia y por la concordia de mis palabras con mis obras: he asegurado mil veces que no mandaré el país, ¿podría temerse una monstruosa contradicción de mi parte? ¿No se deja conocer que no me hago la más pequeña violencia para aborrecer el mando: que esto es el resultado de una racional meditación y de una experiencia bien aprovechada? Creo difícil que cualquiera otra de mis cir­ cunstancias no hubiese encontrado el remedio en una bala que pusiera fin a tanta porquería, a tanta miseria y a tanta injusti­ cia".11 Este singular concepto de libertad capturó otros íntimos aspectos de la personalidad de Portales, lo que podría hacerlo aparecer como rehuyendo responsabilidades. Pero no se trata de eludir nada, sino de no dejarse amarrar por lo que podría res­ tringir su libre albedrío. Así, asume las responsabilidades de go­ bierno —a pesar de la carta arriba mencionada—, de la vida fa­ miliar, de sus relaciones amistosas o de aquellas que significa­ ban ayuda al prójimo, ocultando generalmente su mano genero­ sa. Sin embargo, frente al amor se comporta en forma diferente. Portales tuvo una activa vida amorosa, plagada de entusias­ mos, aventuras y desilusiones. Su primer amor terminó después de un corto matrimonio, dejándolo desconsolado y proclive a momentos místicos. En este sentido tenemos la conocida carta a su padre, a quien le escribe desde Lima probablemente a fines de 1821: "... con el correr de los días, que cada vez me son más penosos, la ausencia eterna de Chepita no ha hecho más que au­ 11 Carta de Portales a Antonio Garfias del 13 de marzo de 1832, en Epistolario, vol. I, pp. 467-468. Parecidas expresiones en otra a Vicente Bustillos del 8 de noviembre de 1832, en Epistolario, vol. II, p. 294.

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mentar la pena que me aflige. Tengo el alma destrozada, no en­ contrando sino en la religión el consuelo que mi corazón necesi­ ta. ..". Luego agrega: ".. .no me queda otro camino que entre­ garme a las prácticas devotas; vistiendo el hábito de algún con­ vento. .. Viviré siempre en el celibato que Dios ha querido de­ pararme, después de haber gozado una dicha infinita.. .”.12 Unos meses después vivía una relación amorosa con una pe­ ruana, que resultó un desastre, pero lo que había prometido era no casarse jamás y esa promesa la cumplió aun a costa de acti­ tudes crueles y dolorosas. El prolongado y profundo amor de su vida fue doña Constanza Nordenflicht, de quien tuvo tres hi­ jos, pero a la cual se negó a desposar, a pesar de los inconve­ nientes sociales que tal actitud le provocó. Cuando Portales se aísla en la estancia La Placilla, confidencia a Garfias: "Hace mu­ cho tiempo Constanza está persuadida que me he alejado de ella porque ha perdido con los años su belleza física. Deberá usted convencerla de lo contrario, y si llegase el momento, usted le hablará con esta claridad: dígale que a mi edad el valor de la belleza de una mujer no puede impresionarme con la fuerza que produce en la juventud ese extraordinario atractivo de la mu­ jer. Que ella para mí se encuentra tanto o mejor que antes, por­ que la jovencita que hace años conocí, ha adquirido toda su ver­ dadera condición femenina, de modo que juzgando en concien­ cia a la Constanza de ese tiempo con la de ahora, mi juicio le se­ ría enteramente favorable. La Constanza de hoy sería preferible a la de ayer".13 A pesar de la declaración inequívoca de afecto por Constanza, resultan crueles sus instrucciones a Garfias, cuando le pide que, usando un poder que le despacha, contraiga matri­ monio en su nombre con ella, que a la sazón estaba gravemente enferma de escarlatina, pero con la condición "de que la enfer­ ma no dé ya, si es posible, señales de vida".14 Mucho debió sufrir Diego Portales por lo incompleto e irre­ gular de esta larga relación con Constanza Nordenflicht; él mis­ mo lo confiesa: "Cuando pienso en esta dolorosa y tremenda situación, su amigo Diego Portales concluye en la desesperación. Noches enteras he pasado sin pegar los ojos, sintiendo a Cons­ tanza a mi lado, teniendo a los niños cercanos a nosotros, uni­ 12 Epistolario, vol. I, p. 172. 13 Carta de Diego Portales a Antonio Garfias del 13 de diciembre de 1834, en Epistolario, vol. III, pp. 392-394. Sobre sus relaciones con Cons­ tanza Nordenflicht hay muchas referencias en sus cartas; véanse en el Epistolario, vol. II, pp. 200 a 209; vol. III, pp. 369, 370 y 434. 14 Carta de Portales a Antonio Garfias del 13 de mayo de 1832, en Epistolario, vol. II, pp. 200-202.

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dos todos en un familiar afecto”.15 No parecen éstas, por supues­ to, las dolidas palabras del hombre fuerte, que mantenía al país bajo su firme y seguro control. No sólo se perciben en ellas las angustias de la soledad y la ausencia de seres amados, sino tam bién la falta de una familia. La actitud de Portales con Constanza, más que una irrespon­ sabilidad, nos parece una derivación sicológica negativa de su manera de comprender la libertad, ya que en la práctica sí tomó una serie de compromisos familiares que cumplió, no como un deber moral, sino con un sincero afecto. Baste recordar en este punto la preocupación constante por su padre y el continuo cui­ dado por el bienestar y educación de sus hijos, especialmente por su hija Rosalía, a quien llegó a tener a su lado y enseñarle algo de música.16 Contrariamente a la singularidad que muestra nuestro per­ sonaje respecto a su propia idea sobre la libertad, es, diríamos, un hombre común en la época en relación al concepto sobre la mujer y la familia. Portales, como lo hemos visto, era un hom­ bre avanzado a su tiempo en cuanto a lo que debería ser el pro­ ceso cultural, científico y tecnológico del país, pero su opinión respecto a la mujer corresponde a la de su tiempo y queda cla­ ra cuando aconseja a su amigo Garfias: ”... nunca se incomode usted con mujeres, porque yerran en cualquier cosa que no sea su costura, su canto y las demás ocupaciones del sexo: en lo de­ más siempre están expuestas a no acertar por inexperiencia”.17 Para él, como para todos los hombres de aquel tiempo, la mujer, fuera de ser un inapreciable adorno, sólo cumplía plena­ mente su función en la sociedad cuando se casaba y como ma­ dre integraba una familia, donde debía vivir supeditada a la vo­ luntad y protección del esposo. Pasaba de la tutela del padre a la del marido. La idea de la mujer ideal, casada y con hijos, no sólo preocupaba a Portales, sino a toda la sociedad chilena, don­ de la ilegitimidad era altísima. Bien conocidos son sus afanes y trajines de casamentero y la multitud de consultas y consejos que hubo de dar respecto a matrimonios.18 A Diego Portales le tocó vivir en un tiempo en que en todo el mundo occidental se reforzaba la sobrevivencia de la familia patriarcal, es decir, la 15 Carta de Portales a Antonio Garfias desde Valparaíso, del 13 de diciembre de 1834, en Epistolario, vol. III, pp. 393-394. 16 Sobre las relaciones de Diego Portales con su hija Rosalía pueden verse: carta a Antonio Garfias del 15 de abril de 1832, en Epistolario, vol. II, p. 168; en id., pp. 174 y 212. Respecto al resto de la familia y su padre, en Epistolario, vol. II, págs. 193-194, 212, 341, y vol. III, p. 341. 17 Carta de Diego Portales del 4 de septiembre de 1832, en Epistolario, vol. II, p. 284. 18 Véase, por ejemplo, carta de Diego Portales a Antonio Garfias del 4 de septiembre de 1832, en Epistolario, vol. II, p. 268.

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sobrevivencia de la figura del padre respecto de los demás miem­ bros de la familia, sitial que se consideraba amenazado por una súbita importancia y excesiva libertad que había adquirido la mujer en las relaciones sociales. En el caso de América y Chile, esto se debió al papel que había jugado la mujer durante la In­ dependencia, a la participación de ellas en decisiones guberna­ mentales, etc. Había, pues, un fuerte sentimiento antifeminista y un reforzamiento a las bases ideológicas de la familia patriar­ cal. Portales no escapó a ello, incluso leyó algunos de los nume­ rosos libros que en el sentido de encasillar a la mujer en debe­ res y obligaciones bien rígidas circulaban en la época.19 Todas las ideas sobre la personalidad de Portales, con la ex­ cepción quizás de sus sueños de progreso y modernismo, se re­ lacionan íntimamente con sus sentimientos hacia Dios y su re­ ligiosidad. Creemos que el Ministro tenía momentos de fuerte misticismo; varias veces en su vida se recogió a hacer ejercicios espirituales, le gustaba orar al alba y en la soledad. Al mismo tiempo desconfiaba de las formalidades del culto y sus relacio­ nes con muchos religiosos no fueron buenas.20 Dios y su propia fuerza interna parecen haber sido los re­ fugios alternativos ante las asperezas de su personalidad y las frustraciones que el destino ponía constantemente en su vida. Cuando se acercaba a los 40 años de edad, algunos rasgos de su personalidad se fueron acentuando. Aparecieron pretensiones sobre su aspecto externo, por ejemplo. Pide ropa especial, un sombrero "ni alto ni bajo de copa; ni mucha ni poca ala".21 Man­ da un recado a una dama, diciendo que "todavía no tiene 10.000 canas en la cabeza y cuya calva no alcanza a ocupar el espacio de una mano: que en materia de arrugas aunque no faltan que digamos; pero que pienso retocarme con un barniz, que tiene don Pedro García de la Huerta, con el que sin duda quedaré más estirado que un pergamino".22 Esa poca calvicie quiere ocul­ tarla sin embargo y a su amigo Garfias le escribe: "... remitiré esta mañana un cadejo de pelos, escogiendo los más rosillos pa­ 19 Sabemos que leyó y le gustó el famoso librito de Gisbome, Deberes de las mujeres, que en varias ediciones españolas se compró mucho en América latina; que quería hacer leer a su hija otro, sin autor conocido, llamado Espejo de señoritas. 20 Sobre las relaciones con algunos religiosos y sus ideas y preocupa­ ciones religiosas pueden verse cartas del 10 de julio de 1832, en Epistola­ rio, vol. II, pp. 225-226; del 27 de mayo de 1833, en id., p. 393; del 3 de abril de 1834, en id., vol. II, p. 221. 21 Carta de Antonio Garfias del 10 de abril de 1832, en Epistolario, vol. II, p. 164. 22 Carta a Antonio Garfias del 15 de abril de 1832, en Epistolario, vol. II, pp. 169-170.

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ra que me mande hacer una peluca al peluquero francés”. Luego viene el encargo de un peluquín y unos frascos de colonia.23 El mismo nota como se deteriora su carácter y suele co­ mentarlo, con ese estilo franco y directo que caracteriza a sus cartas. Así, por ejemplo, confiesa a Joaquín Tocomaí: .. estoy muy viejo y muy cargado de mundo y de experiencia para enso­ berbecerme por un motivo tan fútil como el que usted me indi­ ca, ni por nada de esta vida. Ni en la edad en que todo se con­ vierte en substancia conocí la soberbia, ni dejé de conocerme. Los actos de intemperancia que se me hayan notado, nunca han nacido de otra cosa que de la irritabilidad de mi temperamen­ to. .. '.24 En otra confiesa: “... mi genio jodido no es el mejor pa­ ra expresar afectos.. .”.2S En la preocupación por las canas, su incipiente calvicie y por las hirientes aristas de su carácter hay un escondido temor a la vejez. En su comienzo, cuando Portales tenía nada más que 40 años, ésta se manifiesta en simpáticos ensueños de tiempos aún no transcurridos. Así lo hace en carta reservada a su queri­ da comadre —una de las muchas que tenía—, doña Rafaela Bezanilla: “Ya me veo averiguando la vida y milagros de todo el mundo, y recogiendo cuentos contra el honor de todos para lle­ várselos a usted a la noche. Me parece que estoy oyendo rene­ gar a la Luisa cuando me oiga el Deo Gratias, porque tiene que pararse a hacer cebar el mate para el perro viejo odioso... y en una de estas me sale usted preguntando, medio dormida, que si me acuerdo de aquella vieja que parecía choca y que se andaba luciendo con una negra en una buena calesa, y que si recuerdo cómo se llamaba; yo, que he de ser muy torpe y desmemoriado cuando llegue a esa edad, me volveré a quedar dormido sin re­ cordar el nombre de doña Berenjena. ¡Qué porvenir más hala­ güeño!”26 A la preocupación por la vejez va uniendo momentos de so­ ledad y tristeza: .. la noche de antes de ayer fue mala y triste para mí; después del paseo por el arenal me vine y, disgustado de la soledad, me eché a dormir a las nueve para despertar a las tres de la mañana... Según noticias debo estar acompañado en toda la semana entrante, estoy cierto que a los ocho días de­ searé quedarme sólo”.27 Pero lo que más va formando un rincón 23 Véanse cartas del 28 de junio de 1834, en Epistolario, vol. III, p. 262; del 11 de septiembre de 1834, en id., p. 314; de enero de 1835, en id., p. 410. 24 Carta del 21 de agosto de 1832, en Epistolario, vol. II, pp. 261-262. 25 Carta del 11 de septiembre de 1834, en Epistolario, vol. II, p. 313. 26 Carta del 2 de julio de 1832, en Epistolario, vol. II, pp. 230-233. 27 Carta del 3 de agosto de 1832, en Epistolario, vol. II, p. 239; tam­ bién en id., carta a Antonio Garfias del 19 de febrero de 1835, vol. III, p. 421.

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oscuro en su siquis es un contrapunto de impulsos que juegan entre sus vivencias sobre el destino y sobre la muerte. El sabía que era un ser superior, de aquellos que no pertenecen a "las almas comunes", como las llama, y que desde esta perspectiva debe cumplir una serie de acciones y realizaciones; ése es su destino. Dentro de ese mismo destino se anida también la muer­ te. Habla a menudo de su muerte, parece saber que para alcan­ zar la estatura mítica del héroe primeramente debe morir y pre­ siente que aquel momento crucial está cerca: "No soy de los que se deja abatir a los primeros reveses de la suerte; pero sien­ do tan vehemente mi pasión de honor en mis procedimientos, a veces me agobian los contrastes como el presente. Una enfer­ medad y desgracia cualquiera y la muerte misma me serían muy soportables como lograse desaparecer de entre mis semejantes, sin dejar un motivo porque se maldijese con justicia mi memo­ ria".28 El destino y la muerte se unen claramente al decir: "... co­ mo el ánimo está hecho hace tiempo, tampoco me ha alarmado el destino que quieren darme esos caballeros; cosa triste es mo­ rir en manos de hombres tan sucios; pero la sanidad de mí con­ ciencia y la satisfacción de no haberme procurado el mal por mí mismo, me la harán muy soportable cuando llegue el caso".29 La premonición angustiosa de la muerte llenó parte de sus últi­ mos años, de aquel destino que pesó en toda su existencia.

28 Carta de Diego Portales a Antonio Garfias desde Valparaíso, del 13 de marzo de 1832, en Epistolario, vol. I, p. 464. Otros presentimientos de su muerte en carta a los señores Guillermo C. Blest y Santiago Ingram del 12 de enero de 1833, en id., vol. II, pp. 334-335. 29 Carta fechada en Valparaíso el 7 de marzo de 1833, en Epistolario, vol. II, p. 367.

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JUAN EDUARDO VARGAS CARIOLA

pesos era posible realizar operaciones de intercambio desde Val­ paraíso, y dicha suma no estaba lejos de Jas posibilidades de no pocos empresarios criollos. Después de ese año, cuando se reque­ rían sumas muy superiores para establecer una casa comercial, el número de nacionales dedicados a dicha actividad tendió a debilitarse y virtualmente a desaparecer hacia fines de siglo.12

3.

LOS NEGOCIOS CON PERU

No sería raro que Portales y Cea comenzaran a operar en nego­ cios de comercio exterior con una inversión como aquélla o in­ cluso inferior. Las primeras informaciones que se tienen sobre sus especulaciones permiten sostener que ellas se orientaron al intercambio con Perú. Hasta 1810, el trigo era la principal exportación nacional a ese país. Según Sergio Sepúlveda, los mejores embarques llega­ ron a 170.000 quintales métricos anuales;13 le seguían en impor­ tancia el sebo, cobre, jarcia, cordobanes y vino.14 El azúcar cons­ tituía nuestra principal importación desde ese mercado —unas 60.000 arrobas por año—, siendo de bastante menos significación las partidas de arroz, sal, salitre v tabaco que se traían desde allí.15 Es interesante consignar que el comercio entre ambos países no se suspendió del todo después de 1810; existían demasiados intereses envueltos en este tráfico y no era fácil que las diferen­ cias políticas con el virreinato lo interrumpieran de la noche a la mañana. Se dice al respecto que los exportadores chilenos, a fin de no perder el mercado peruano, presionaron a las autoridades para impedir que éstas rompieran abiertamente con las de Lima. El virrey Abascal, por su parte, tenía una actitud similar; en con­ creto, consideraba una imprudencia prohibir el intercambio con Chile, puesto que Perú no estaba en condiciones de reemplazar el trigo y demás artículos que se mandaban desde nuestro país.16 Aun así, hay que reconocer que durante la llamada Patria Vieja los niveles de ese intercambio se resintieron en forma con12 Vargas Carióla, Juan Eduardo, "Comerciantes chilenos de Valpa­ raíso durante la primera mitad del siglo XIX. Notas para su estudio”, en Primera Jornada de Historia Urbana. Valparaíso, 1536-1986, Valparaíso, 1986. 13 Sepúlveda, Sergio, El trigo chileno en el mercado mundial, Santia­ go, 1959, p. 32. 14 Encina, Francisco Antonio, ob. cit., tomo V, p. 347; y también Se­ púlveda, Sergio; ob. cit., p. 31. 15 Encina, Francisco Antonio; ob. cit., tomo V, p. 348. 16 Encina, Francisco Antonio; ob. cit., tomo X, pp. 114 y 115.

18

PORTALES, EL COMERCIANTE

¿Qué permitió que los chilenos pudieran entonces —y, en verdad, durante la primera mitad del siglo XIX— intervenir acti­ vamente en operaciones de comercio exterior? En cierta medida, pudieron influir una serie de privilegios que los gobiernos otor­ garon a los nacionales que se dedicaban a los negocios mercan­ tiles. La Ordenanza de Aduanas de 1822, en efecto, estableció varias "gracias a los nacionales en la importación"; las más im­ portantes fueron la rebaja de un 5% en los derechos de interna­ ción de aquellas mercaderías introducidas por "comerciantes na­ turales”, y los mayores plazos que se otorgaron a estos últimos para pagar ese impuesto; así, dicha ordenanza estableció que las casas foráneas debían - cancelar los derechos de internación en 45 y 90 días, y las nacionales en 60 y 120 días.6 Dos años más tar­ de, los plazos para los chilenos se fijaron en 180 días, estipulán­ dose que los extranjeros tendrían 120 días.7 Por último, y en una fecha que no hemos podido precisar, se favoreció con una rebaja del 10% del derecho de internación a los productos consignados a comerciantes del país.8 Tales ventajas, que para éstos significa­ ba importar a un costo inferior que las firmas foráneas, desapa­ recieron en 1834. Ese año se ordenó "abolir la rebaja del 10% que han gozado los consignatarios nacionales y en general. . . to­ das las disposiciones anteriores a esta fecha relativas a derechos de internación o almacenaje. . ."9

Es difícil apreciar en qué medida las disposiciones reseñadas coadyuvaron al desarrollo de un sector empresarial criollo. A primera vista, no parecen haber sido muy significativas, puesto que cuando aquéllas fueron derogadas los chilenos continuaron siendo un grupo importante dentro del alto comercio e, incluso, aumentaron su participación en él. Así, el 17% de los mercaderes de Valparaíso eran chilenos entre 1828 y 1838;10 diez años des­ pués, este porcentaje se elevaba al 23%.11 En una investigación anterior hemos sugerido que, en me­ dida importante, dicha presencia obedece al hecho de que no se/ requerían grandes capitales para instalar una casa comercial an-' tes de 1850; con una inversión de alrededor de 20.000 a 25.000 6 Anguita, Ricardo, Leyes Promulgadas en Chile, tomo I, Santiago, 1912, p. 95; privilegios a los nacionales anteriores a dicha ordenanza, pue­ den verse en Sesiones de los Cuerpos Legislativos (en adelante SCL) to­ mo IV, p. 580. 7 Anguita, Ricardo, ob. cit., p. 149. 8 Se desprende de la ley que abolió este privilegio, en Anguita, Ri­ cardo, ob. cit., p. 240. 9 Ibídem. 10 Rector, John, ob. cit., pp. 254 y 255. 11 Matrícula del Comercio de Valparaíso, según el registro de paten­ tes tomadas en 1849, en Repertorio Nacional formado por la Oficina de Estadísticas. Santiago, 1850.

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PORTALES, EL COMERCIANTE

siderable, que algo se recuperaron durante la Reconquista y que, a partir del gobierno de O’Higgins y por lo menos hasta la ocu­ pación de Lima por San Martín, volvieron a quedar muy deterio­ rados. Conviene recordar al respecto que dicha administración prohibió, en 1819, "la comunicación con aquellos puertos del Perú que están ocupados por españoles.. .”;17 se justificaba esta medida argumentando que no "debía abrirse registro alguno pa­ ra aquel país, porque la total incomunicación con éste interesa más que las cortas entradas que puede reportar el erario de ese registro.. .”18 El bloqueo que impuso Chile al Perú, si bien nunca fue muy efectivo,19 unido al estado de guerra y al peligro de los corsarios, además de dañar el intercambio entre ambos países, causó gra­ ves problemas al abastecimiento del virreinato. Este hecho elevó considerablemente los precios de artículos tales como arroz, maíz, azúcar, fréjoles y otros de primera necesidad.20 La ocupación de Lima por San Martín, acaecida el 9 de julio de 1821, abrió las puertas al tráfico entre ambos países y, con toda seguridad, ori­ ginó expectativas entre los exportadores nacionales; los riesgos seguían siendo altos, pero existían menos trabas que antes para despachar cargamentos desde Valparaíso al Callao. Es muy probable que la reapertura del mercado peruano haya decidido a Portales y Cea a remitir un embarque de sebo a ese país. El producto lo habían comprado a "los Echeverría” y a Hurtado,21 y contaban con una fragata, la Hermosa Chilena, adquirida poco tiempo antes a Ricardo Price.22 A fines de agosto de 1821, Portales partía con destino al Callao a cargo del embar­ que indicado.23 Casi dos meses después, escribía a José Ignacio de Eyzaguirre, su cuñado, informándole que "ninguno de los que hemos introducido sebo por el Callao, hemos podido vender ahí un zurrón, porque los veleros se surtieron para algún tiempo con el introducido por Ancón, y con dos partidas considerables de sebo de California que se han introducido por el Callao, por ser colado y haberlo dado sus dueños muy barato, han quitado el nuestro a la venta; pero yo creo que este artículo subirá de pre­ 17 SCL, tomo II, p. 378. 13 SCL, tomo II, p. 380. 19 Encina, Francisco Antonio, ob. cit., tomo VIII, p. 184; y Véliz, Clau­ dio, Historia de la Marina Mercante de Chile, Santiago, 1961, p. 34. 20 Encina, Francisco Antonio; ob. cit., tomo VIII, p. 185. 21 Carta de Diego Portales a José Ignacio de Eyzaguirre, Valparaíso, 23 de agosto de 1821, en Archivo Epistolar de la Familia Eyzaguirre (en adelante Archivo), p. 399. 22 Archivo Nacional (en adelante AN), Notarios Valparaíso (en ade­ lante NV), v. 29, f. 12. 23 Carta de Diego Portales a José Ignacio de Eyzaguirre, Valparaíso, 23 de agosto de 1821, en Archivo, p. 399.

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ció, pues de Chile no debe venir hasta el mes de marzo y aquí, sin embargo de estar obstruida toda comunicación con la sierra, hay un consumo considerable.. .”24 La verdad es que Portales no iba a Lima sólo con la inten­ ción de colocar la partida de sebo que comentamos; de la misma carta a Eyzaguirre se desprende que su idea era convertirse en agente de la compañía en dicha ciudad; como tal, se encargaría de liquidar lo que se importara desde Chile y Ecuador, y se ocu­ paría de remitir a Valparaíso productos que se estimaran de fácil colocación. En todo caso, no parece que pensara desempeñar por largo tiempo estas funciones. Así se lo expresaba a Eyzagui­ rre cuando le anunciaba que, "Dios mediante”, estaría de regreso en la patria en el mes de febrero de 1822; le añadía que este deseo podría realizarlo siempre y cuando Cea se trasladara a Lima, puesto que existían negocios pendientes que exigían la presen­ cia de alguno de los socios en dicha capital.25 Entre la carta a Eyzaguirre, que fue escrita el 22 de noviem­ bre de 1821, y la primera dirigida a Cea que publica el Epistola­ rio, que es del 3 de febrero del año siguiente, transcurren algo más de dos meses; en este lapso. Portales cambió de parecer y no sólo decidió permanecer en Lima, sino que convenció a Cea para que trasladara la casa comercial a esta ciudad. El proyecto era extremadamente peligroso, porque la situación política pe­ ruana era demasiado inestable para realizar negocios con algún margen de seguridad. En cierto modo, fue lo que le advirtió su padre al manifestarle, después de conocer dicho plan, que "sal­ dría arruinado” de esa aventura.26 Bastaron unos pocos meses para que el presagio de aquél se cumpliera plenamente.

4.

LA CASA EN LIMA

La idea de los socios parece haber sido instalar un almacén y ofrecer de preferencia artículos extranjeros; justificando esta orientación, Portales afirmaba que "este pueblo se desvive por todo lo extraño y aborrecen lo suyo.. •”27 Da la impresión de que el propósito de aquéllos era vender al menudeo y por partidas pequeñas a comerciantes al por menor. 24 Carta de Diego Portales a José Ignacio de Eyzaguirre, Lima, 22 de noviembre de 1821, en Archivo, p. 427. 25 Ibídem. 26 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 19 de mayo de 1822, en Epistolario de Don Diego Portales (en adelante Epistolario), vol. I, p. 186. 27 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 3 de febrero de 1822, en Epistolario, p. 173.

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PORTALES, EL COMERCIANTE

Las primeras gestiones de Portales se encaminaron a encon­ trar un lugar adecuado para el establecimiento; después de exa­ minar varias posibilidades, escogió, “cerca de la plaza costado oriente, una casa que (había) pertenecido a la firma en quiebra Pérez y Cía.", cuya ubicación consideraba “excelente”.28 En se­ guida dirigió los arreglos del caso y se preparó para abrir las puertas al público y clientes en general el 15 de febrero de 1822.29 Como dependientes, Portales contrató a cuatro antiguos em­ pleados de Pérez y Cía.;30 éstos se ocupaban de atender a los com­ pradores y, a veces, alguno de ellos se trasladaba al Callao para informar a Cea, que residía en este puerto, del estado de la plaza y de los artículos que era menester adquirir. Por encima de los anteriores se encontraba Enrique Newmarisque a instancias de Portales se había trasladado desde Chile’ para incorporarse como empleado de confianza de la firma. Lle­ vaba la caja, los libros y la contabilidad de la empresa;31 ocasio­ nalmente, viajó al Callao a efectuar compras para el almacén, y, en una oportunidad, Portales pensó mandarlo a la Frontera para que adquiriese una partida de trigo que, se decía, venía desde las Provincias Unidas.32 Pero, por sobre todo, Newman era empleado leal y, por lo mismo, dispuesto a jugarse por los intereses de sus patrones como si fueran los propios. Portales lo calificaba como un “hombre recto y justo”33 después que se enteró de que había rechazado un aumento de sueldo en vista de las dificultades por las que atravesaba la firma.34 Desconocemos la manera como se gestaron los vínculos entre Newman y Portales y Cea. En otras firmas, era frecuente que dependientes como aquél se incorporaran a ellas como una suerte de protegidos del propietario; éste los acogía en su casa y se con­ vertía en algo así como guía del recién llegado; en respuesta a esta generosidad, el empleado procuraba desempeñarse con efi­ ciencia y lealtad. En medida importante, esta última aseguraba la buena marcha del establecimiento, porque era vital no revelar a los competidores sus operaciones, el movimiento de sus nego­ cios, las pérdidas o ganancias o sus activos y pasivos. No hay duda que difundir esta información era darles armas. Así, resultó 23 Ibídem. 29 Ibídem. 30 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 18 de febrero de 1822, en Epistolario, p. 176. 31 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 25 de abril de 1822, en Epistolario, p. 184. 32 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 15 de abril de 1822, p. 183. 33 Carta de Diego Portales a Enrique Newman, Callao, 10 de septiem­ bre de 1822, en Epistolario, p. 188. » Ibídem.

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muy grave para Portales y Cea que Díaz, uno de sus dependien­ tes, proporcionara antecedentes referentes al mal estado del esta­ blecimiento a uno de sus acreedores;35 era obvio que con estos datos no habría nuevos créditos y que los proveedores habituales mirarían con desconfianza cualquier operación que les propusie­ ran aquéllos. Por encima de Newman y a cargo de las grandes responsa­ bilidades de la firma se encontraban Portales y Cea; el primero se instaló en Lima, quedando a cargo de la dirección del almacén. La compra de mercaderías corría por cuenta de Cea; su lugar de operaciones era el Callao, desde donde debía remitir a aquél los productos que consiguiese para la casa.

4.1.

Los Negocios de

la

Firma

El propósito principal del establecimiento era vender en Lima artículos tales como harina, trigo, patatas, higos, miel, frutas secas, yerbas, charqui y, en general, “todos aquellos productos parecidos.. Z'36 En un comienzo, los socios estimaron factible im­ portar algunos de ellos directamente desde Chile o abastecerse de otros en el Callao, mediante compras a los comerciantes allí establecidos o adquiriéndolos a los armadores que arribaban a dicho puerto con la esperanza de vender sus cargamentos. Se sabe que la firma hizo pedidos a Chile; éstos le fueron di­ rigidos al “viejo Zuluaga”, que había sido comisionado por Porta­ les y Cea para preocuparse de las compras y embarques que fueran menester.37 En el mes de mayo de 1822, Portales inquiría detalles sobre esas importaciones. “¿Qué me dice usted (Cea) de las mercaderías encargadas a Chile? Es preciso activar estos negocios; la casa no tiene nada de lo pedido en la lista que por intermedio de Díaz, mandé a ese puerto (el Callao), con destino a Ud.. Z’38 A fines del mismo mes, Cea le informaba que “era im­ posible conseguir productos de Chile.. Z'39 ¿A qué obedecían estas dificultades? ¿Se debían a falta de diligencias de Zuluaga? ¿Sería complicado conseguir artículos en 35 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 30 de marzo de 1822, en Epistolario, p. 182. 36 Se desprende de una carta de Diego Portales a José Manuel Cea, s/f, en Epistolario, pp. 185 y 186. 37 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Callao, 22 de agosto de 1822, en Epistolario, p. 187. 35 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 7 de marzo de 1822, en Epistolario, p. 179. 39 Se desprende de una carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 30 de marzo de 1822, en Epistolario, p. 181.

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PORTALES, EL COMERCIANTE

nuestro país después del retroceso que experimentaron las ha­ ciendas a raíz de la guerra de Independencia? ¿O, como lo anota Encina, los problemas se originaban por falta de naves?40 Por lo que fuera, el hecho es que la compañía vio frustrados sus esfuerzos por obtener artículos en Chile, debiendo circunscribir sus compras a lo que se pudiera conseguir en el Callao. En abril, Cea realizaba adquisiciones en este puerto,41 las que no parecen ha­ berse repetido en los meses siguientes. A las dificultades que experimentó el establecimiento por la falta de un abastecimiento normal, se agregaron los problemas que se le presentaron para vender sus efectos; en gran medida, estos últimos se derivaban de la pobreza generalizada que se vi­ vía en Lima y el Callao (y buena parte del Perú) como conse­ cuencia del bloqueo ordenado por San Martín y del estado de guerra por el que había atravesado ese país.42 En condiciones ta­ les, colocar productos era una verdadera hazaña. “La gente no compraba", decía Portales,43 generando no pocos contratiempos para el manejo de la firma. Sin duda que el principal era no poder reunir dinero para satisfacer sus propios compromisos. En este sentido, hay que anotar que la compañía había iniciado sus actividades con la ayuda de un préstamo que le proporcionó en Lima Hilario Bustillos;44 éste vencía en el mes de abril de 1822. Cumplido el plazo, los socios no pudieron cumplir; a esas alturas, las pérdidas eran “enormes”45 y no tuvieron más remedio que pedir prórroga al acreedor.46 De poco sirvió esta última, puesto que los resultados de la firma siguieron siendo negativos; ante esta situación, Por­ tales solicitó dinero a su padre para responder por la deuda que había contraído.47 Esto sucedía en mayo; en julio las cosas seguían iguales o peores,48 lo que parece que movió a Portales a plantear la nece­ sidad de cambiar el giro de operaciones; concretamente, consi­ 40 Encina, Francisco Antonio; ob. cit., tomo X, p. 115. 41 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 15 de abril de 1822, en Epistolario, p. 183. 42 Encina, Francisco Antonio; ob. cit., tomo VIII, p. 184. 43 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, s/f, en Episto­ lario, p. 179. 44 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 30 de marzo de 1822, en Epistolario, pp. 181 y 182. 45 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 30 de marzo de de 1822, en Epistolario, pp. 181 y 182. 46 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 15 de abril de 1822, en Epistolario, p. 183. 47 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Lima, 19 de mayo de 1822, en Epistolario, p. 186. 4« Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Callao, 29 de octubre de 1822, en Epistolario, p. 190.

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deraba que dedicarse al comercio de paños y telas era mucho me­ nos riesgoso que vender trigo, harina o yerba.49 Al final, los socios determinaron que lo más sensato era "liquidar... la casa.. ."50 Poco o nada se sacaba con variar el giro, puesto que los proble­ mas no nacían de las cosas que se transaban, sino del calamitoso estado de la plaza y del escaso e irregular abastecimiento que se dejaba sentir en Lima. A comienzos de diciembre, ellos se aprestaban a regresar a la patria. En un balance de lo que había significado su estada en Perú, Portales señalaba lo siguiente: "Nos retiramos de la tierra del oro más pobres que cuando salimos de la tierra de la miseria. Dejamos, en cambio, hijos y amores, pero una reputa­ ción sobrada y un crédito lleno de dignidad. ¿Qué más pueden pedir los hombres de verdadera honradez? Ud. (Cea) y yo vamos ciegos al futuro, pero confiando en nuestra propia fuerza e inte­ ligencia lucharemos hasta conseguir nuestra felicidad.. .”51

5.

PORTALES Y CEA EN VALPARAISO (1823-1824)

Bajo la razón social Portales, Cea y Cía.,52 la firma reanudó sus actividades en Chile. En la documentación notarial y judicial que se ha consultado no se ha encontrado el contrato que, con segu­ ridad, regulaba las relaciones entre los socios; lo que sí se des­ prende de dicho material es que sus negocios eran de carácter comercial y estaban dirigidos tanto al país como al extranjero. Su centro de operaciones estaba en Valparaíso; es posible que hayan ocupado como oficina parte de la casa que Cea tenía alqui­ lada desde 1822 en ese puerto; su valor era de 30 pesos mensua­ les y en el contrato se estipulaba que aquél podía "trabajar (en ella)... del modo que tenga por conveniente", y ocupar "un cuar­ to que tiene a la calle.. ,”53 En 1823, cuando los socios se instalaron en Valparaíso, este puerto empezaba a elevarse a la categoría de gran centro comer­ cial. No hay duda de que esta transformación obedecía a la fun­ ción de emporio del Pacífico que comenzó a desempeñar desde poco tiempo después de consolidado el proceso de emancipación.

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49 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Callao, 27 de agosto 1822, en Epistolario, pp. 187 y 188. 50 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Callao, 29 de octubre 1822, p. 190. 51 Carta de Diego Portales a José Manuel Cea, Callao, 6 de diciembre 1822, en Epistolario, p. 192 52 Así se le identifica en AN, Judicial Santiago (en adelante JS), lega­ 766, pieza 13. 53 AN, NV, v. 29, f. 1.

PORTALES, EL COMERCIANTE

Jacqueline Garreaud sostiene que, en 1818, esa plaza "era un puer­ to importante, del cual dependían las regiones del Alto Perú, Arica y Cobija en sus relaciones con el comercio mundial.. J’54 Fernan­ do Silva Vargas, por su parte, sostiene que se constata un evi­ dente auge hacia 1819-1820, el cual se manifiesta en la entrada de 27 buques ingleses (en su mayoría cargados con telas de Lancashire) y en su espectacular crecimiento demográfico. En este aspecto, es sugerente que de los 2.100 habitantes que tenía en 1777, suba a 5.300 en 1813 y a 22.000 en 1822.55 El desarrollo de Valparaíso a comienzos del gobierno de O’Higgins, mucho antes de que surtieran efecto las medidas dic­ tadas por las autoridades tendientes a convertirlo en un gran emporio del Pacífico, significaría que ese puerto alcanzó su con­ dición de tal no tanto por una suerte de política que siguieron los gobiernos con tal objeto. Esta, como se verá, efectivamente existió, pero la verdad es que no hizo otra cosa que actuar sobre fuerzas más profundas y que casi en forma espontánea se habían conjugado para transformar a Valparaíso en una gran plaza co­ mercial. Cuando aquéllas desaparecieron, no hubo disposición administrativa capaz de devolverle su antiguo esplendor. Nos pa­ rece una fuerza profunda, si cabe la expresión, el orden que se vivió en Chile en comparación a la situación por la que atrave­ saron casi todos los países americanos del Pacífico. Estos, en efecto, soportaron durante más largo tiempo las consecuencias del proceso de emancipación, bien porque su enfrentamiento con España no se resolvió con rapidez, bien porque después de éste surgieron luchas internas y guerras civi es de no poca intensi­ dad.56 Los mercaderes buscaban los lugares que les ofrecieron más seguridad para hacer sus negocios, y Chile ya en la época de O’Higgins tenía en tal sentido ventajas con respecto a Perú, Bolivia, Ecuador y la Gran Colombia.57 Descartados los puertos de estos países, los comerciantes ex­ tranjeros dirigieron sus preferencias hacia Valparaíso. Era el fon­ deadero más conocido e importante de Chile y, sobre todo, el que ofrecía los recursos humanos y económicos suficientes para sa­ tisfacer las necesidades (de hombres, víveres y reparaciones) de los barcos que, después de largos meses, llegaban por la ruta del Cabo de Hornos o debían desde el Pacífico partir con destino 54 Garreaud, Jacqueline, "La formación de un mercado de tránsito. Valparaíso, 1817-1848", en Nueva Historia, vol. 3, N- 11, Londres, 1983, p. 170. 55 Silva Vargas, Femando, "Comerciantes, habilitadores y mineros: Una aproximación al estudio de la mentalidad empresarial en los prime­ ros años del Chile republicano (1817-1840)", en Empresa Privada, Santia­ go, s/f, p. 44. 56 Garreaud, Jacqueline; ob. cit., p. 169. 57 Ibídem.

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JUAN EDUARDO VARGAS CARIOLA

a los Estados Unidos o Europa. Las regiones de Concepción, Val­ divia y Chiloé, aunque se encontraban más cerca del Cabo de Hornos y contaban con buenos puertos, no estaban en condicio­ nes de hacer frente a la demanda de las naves que circulaban por esa vía internacional.58 Las autoridades, desde que apreciaron las posibilidades que se abrían para Valparaíso, procuraron estimular al máximo la llegada de productos en consignación, no tanto para enriquecer al fisco, puesto que nunca estos efectos fueron gravados con dere­ chos significativos, sino más bien para conseguir que dicho puer­ to ejerciera, como centro redistribuidor, una vasta influencia en el Pacífico. Con tal fin se diseñó, es cierto que con altibajos, una política aduanera encaminada a otorgar a los mercaderes facili­ dades para guardar y reexpedir los artículos que se recibían des­ de otras plazas. El gobierno de O'Higgins fue el iniciador de esa política, co­ rrespondiendo a Rodríguez Aldea, su Ministro de Hacienda, espe­ cial intervención en la dictación de un senadoconsulto de 30 de septiembre de 1820; en el preámbulo de esta disposición se leía: "Deseando proporcionar a los nacionales y extranjeros la libertad y ventajas del comercio mientras las necesidades urgentísimas que nos cercan permiten adoptar leyes de hacienda que, fundadas en la verdadera economía política, aseguren la prosperidad na­ cional sin trabas y en toda la extensión consiguiente a los prin­ cipios liberales de la República. . . se erige el puerto de Valpa­ raíso en entrepuerto general del Pacífico para que todos puedan arribar, anclar y surgir libremente en él todos los buques extran­ jeros de entrada y de retorno que comercien con los países com­ prendidos desde Chile a California. Serán protegidos sus oficiales y equipajes, podrán reparar sus averías, habilitar sus ranchos y útiles bajo la protección y garantía inviolable del Supremo Go­ bierno. Se erige en Valparaíso un almacén franco de cuenta del Estado, para que en él, y sin otra intervención que la del alcaide mayor y sus dependientes, depositen los buques extranjeros del tránsito sus mercaderías de entrada y de retorno a lo exteriór por mar, sin otro derecho, reconocimiento ni traba que pagar dos reales cada seis meses por tercio, bulto o pie de dos quintales de peso bruto, que han de satisfacer al volverlos a embarcar para sus destinos, teniéndose por semestre cumplido el comenzado’’.59 El reglamento de aduana de 1822 volvía sobre la idea de con­ vertir a Valparaíso en un "entrepuerto general del Pacífico”. En una de sus disposiciones, en efecto, se ordenaba que todo "capi­ tán, sobrecargo o consignatario. . . tenía libertad para desembar­ 58 Barbance, Marthe, Vie commercial de la route du Cap de Home ati XIX siécle, París, 1960, p. 43. 59 Citado por Encina, Francisco Antonio; ob. cit., tomo VIH, p. 54.

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PORTALES, EL COMERCIANTE

car la parte o el todo de su carga que le convenga, sin límite de plazo de tiempo. También (podía) verificar toda clase de tras­ bordos, bien a flotantes de depósito para que permanezcan en la bahía, bien a buques que están a la carga para proceder a otros puertos y reexportarlas.. J’60 Dos años más tarde, durante la ad­ ministración de Ramón Freire, se crearon en Valparaíso los lla­ mados almacenes francos. Los comerciantes que depositaran mercaderías en ellos debían pagar un derecho de almacenaje (2 reales por bulto) y uno de reexportación, consistente este último en un 3% del valor de la mercadería.61 Las medidas reseñadas sirvieron como complemento a las bondades naturales de Valparaíso; cuando Portales y Cea se ins­ talaron allí, unas y otras se entremezclaban para convertir al puerto en un gran centro mercantil.

5.1.

Funcionamiento de

la

Firma

Al igual que en Perú, los socios tuvieron dos centros de opera­ ciones; el más importante estaba en Valparaíso; allí residían ambos, dedicados a tareas tales como planear operaciones de im­ portación y exportación, comprar y vender mercaderías en el país (a primera vista, sus negocios de más significación) y con­ trolar el establecimiento que abrieron en Santiago. En la capital, en efecto, instalaron un almacén a cargo de José Isidro Silva. Su correspondencia con Portales permite apreciar que este último era el encargado de manejar esa tienda. Lo hacía a través de las cartas que, casi a diario, le despachaba por el correo; a través de ellas, entre otras cosas, le ordenaba comprar o vender deter­ minados productos, fijaba los precios de los mismos, mandaba cobrar créditos pendientes y, en caso de atrasos que superaban el límite de lo prudente, iniciar las demandas pertinentes; asimis­ mo, le pedía informes sobre el estado de la plaza, daba cuenta de las libranzas que le remitía y, en fin, lo ponía al corriente de todo lo que estimara conveniente para la buena marcha de los negocios. Como era habitual en la época, los dependientes de las firmas no tenían mayores responsabilidades. “Lea mis cartas mu­ chas veces al día —recomendaba Portales a Silva— para que no se le olvide lo que en ellas le digo.. .”62*El acentuado personalismo empresarial que se imponía entonces no era otra cosa que un mecanismo de seguridad, en el sentido de que las responsabili­ w 61 62 lio de

Anguita, Ricardo; ob. cit., pp. 90 y 91. Anguita, Ricardo; ob. cit., pp. 150 y 151. Carta de Diego Portales a José Isidro Silva, Valparaíso, 22 de ju­ 1823, en Epistolario, p. 214.

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JUAN EDUARDO VARGAS CARIOLA

dades quedaban en manos de los que más sabían y más compro­ metidos estaban en la firma.63 Dos empleados, Zamora y Prieto, colaboraban con Silva en Santiago. Caían bajo la responsabilidad del primero los trámites de aduana64 y, a veces, ciertas gestiones ante los deudores del establecimiento;65 Prieto, entre otras tareas, se ocupaba de retirar los productos que se compraban a los abastecedores. Parece que este último no era un dependiente idóneo; en carta a Silva, Portales hacía presente la necesidad de "tener cuidado con (aquél)..., porque estoy impuesto que cuando ha ido a pesar galleta ni se allega a la romana y se lleva distraído dejando que hagan lo que quieran, de donde resulta la merma que no me atrevo a descontarles ya a los conductores... cuando haya que pesar galleta que vaya Zamora y que lleven la romana del alma­ cén. . J’66 La incompetencia de Prieto decidió a Portales ordenar a Silva que si aquél "no quería trabajar y hacerlo bien, (le debía pedir) que se retire, pues de ese modo nada debe esperar de mí y no sacará otra cosa que perder el tiempo que puede aprovechar en otra parte.. .”67 Con la organización descrita, la casa de Portales y Cea inició sus negocios; en síntesis, éstos consistían en comprar y vender, operaciones nada de fáciles y que exigían no poco talento co­ mercial.

5.2.

Las Compras

Cabe distinguir al respecto las adquisiciones efectuadas en Chile y en el extranjero; las primeras correspondían a compras que se hacían a los importadores y a los productores del país. Sobre la base del epistolario de Portales, puede sostenerse que Francisco Javier Urmeneta, Ricardo Price, Felipe Santiago del Solar, José Antonio Mendiburu y Diego Antonio Barros eran algunos de los importadores con los que la firma se entendía. « El punto lo desarrollamos en Vargas Carióla, Juan Eduardo, José Tomás Ramos Font: una fortuna chilena del siglo XIX (libro en prepara-

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Tal situación explica el aliento que el nuevo gobierno vino a dar a las milicias, aliento que continuaba una línea de acción iniciada en 1823, pero que ahora se hace firme e invariable._En verdad, las milicias y ejército de reserva habían conocido una activa preocupación, pero ahora, más que nunca, se veían en ella un dique y una máquina eficaces para enfrentar a un ejército, y defender al gobierno civil. Ya en las proclamas de abril y junio de 1830 dirigidas por el gobierno a los batallones de cívicos. de Santiago apreciamos dicho pensamiento, que se sintetiza en la idea de que el soldado ciudadano defiende el orden y tranqui­ lidad públicos con vigor y disciplina ejemplar.46 Estos batallones, que fueron tres en un comienzo y luego / cuatro, estaban organizados sobre la base de una recluta com-' puesta por chilenos entre 18 y 40 años, exceptuados los clérigos, * empicados públicos y personal médico; la tropa estaba compues-’ ta por artesanos y la oficialidad por dueños de comercio, hacen­ dados y oficiales regulares. Aunque era obligatorio inscribirse en la Guardia Nacional y participar de su entrenamiento, se con­ tinuó aceptando la práctica colonial de reemplazar ese servicio por una contribución en dinero.47

En abril de 1831 se extendió el nombramiento de Diego Por­ tales como teniente coronel de la Guardia Nacional. Era la ex­ presión práctica de su interés por esta institución, que él había) conocido en su temprana juventud, cuando su hermano y otros jóvenes del alto grupo social la habían integrado como cadetes i y subtenientes.46 Existen variados testimonios sobre esta dedicación del Mi­ nistro; se sabe que desde la madrugada empezaba a disciplinar y ejercitar con maniobras a su batallón, el N° 4 de Santiago, y que en los ejercicios de la tarde "no faltaba jamás. Hacía bajar la banda, se colocaba al lado de aquellos músicos que no lleva-

46 Proclamas depositadas en la Biblioteca Central de la Univ. de Chi­ le: "El Vicepresidente a los batallones de Infantería Cívica de esta capi­ tal”, fechada en abril de 1830, y "El Vicepresidente al piquete del batallón N? 2 de Guardias Cívicas que expedicionó sobre Coquimbo”, de junio de 1830. 47 En carta suya del 16 de enero de 1832 señala su voluntad de ex­ tender la recluta a los extranjeros que desempeñan oficios reservados a chilenos, invocando el principio de "iguales deberes si hay iguales bene­ ficios”. En otra misiva contemporánea, en el vol. II, p. 365, de su Epis­ tolario, protesta acremente por la eximición gratuita otorgada a un co­ merciante chileno por parte del gobierno central. 48 En A la memoria..., p. 29, se transcriben los títulos de alférez y teniente de milicias otorgado a su hermano José Diego Portales en 1806.

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ban bien el paso y no los dejaba hasta que lo hacían domo los otros", registra el músico encargado de ellas.49 La preocupación de Diego Portales por las bandas de milicias se debe entender dentro de su propósito de que ést is moralizaran al pueblo, sacándolas de su molicie y distracciones gro­ seras, sirviendo de escuela práctica de civismo, donde se inte­ graran los grupos sociales en el cumplimiento del deb^r ciuda­ dano. Una costumbre que luego se extendió hasta las aldeas más lejanas fue la de las retretas o conciertos dominicales, ofrecidos por estas bandas vecinales, tradición que alcanzó a traspasar el siglo XIX para llegar hasta mediados del XX.50 Cuando Portales pasó a Valparaíso y asumió el cargo de go­ bernador, organizó y comandó la Guardia Cívica del pu erto, poniendo decidido interés en su formación, disciplina y efectividad. Dirigía las maniobras que se hacían los fines de septana en Playa Ancha para transformarla en un cuerpo de efectiv o auxilio militar, pues para él, el viejo propósito de las milicias d e la época indiana continuaba estando, más que nunca, vigente: coope­ rador de la mantención del orden público, instrumento necesa­ rio y disponible de inmediato por la autoridad civil para repeler un ataque externo como una invasión o la alteración interna de una revolución.51 Tanto en ese sentido como en el de recurso del gobierno pa­ ra disuadir al ejército de la aventura golpista, comprendió Por­ tales a la Guardia Nacional, o "Cívica”, como sugestivamente se le denomina a partir de 1830. Es en ese sentido que debemos comprender la frase que repetía a cada rato cuando veía los ejer­ cicios de su batallón santiaguino: "Que vengan ahora los pencones con sus lanzas", aludiendo al origen penquista y profesional de las tropas que habían participado en los hechos políticos de los años anteriores. Más adelante, cuando estaba en Valparaí­ so y escuchaba los rumores de alzamientos y conspiraciones mi­ litares, fue concibiendo la idea hecha realidad en 183a, de que esos batallones de cívicos porteños serían decisivos algún día pa­ ra aplastar una sublevación contra el gobierno legal, p ropósito que le hace decir en 1833: "En todos mis pasos voy dis] joniendo el campo para hacer de Valparaíso un punto de apoye para la seguridad pública...", y enfatiza en 1835: "...hace d as estoy para marchar a Valparaíso, sin otro objeto que atende r por al­ 49 Encina, F. A., Diego Portales, tomo I, p. 308, y Zapiola, José; Recuerdos de treinta años, 1810-1840, Biblioteca de Autores Chileno|s, vol. IX, Santiago, 1902. 50 Entre las numerosas referencias encontradas en su Epistolario, destacan las cartas de 13 de marzo de 1832, en vol. II, y de febrero de 1833, en vol. III; p. 526. 51 Epistolario, vol. II, p. 418.

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gún tiempo a las milicias... daría algo por evitar este viaje; pe­ ro lo creo muy necesario, atendiendo a que si hago un total abandono de aquel recurso de seguridad, puede serme funesto en el porvenir...” Escuchándolo nos es más fácil comprender la rapidez y decisión con que esos batallones acudieron a marchar contra los amotinados de Quillota que llevaban prisionero a Por­ tales y que triunfarían en la jornada del cerro Barón al mismo tiempo que era sacrificado su inspirador.52 Diego Portales fue Ministro de Guerra en dos oportunidades: la primera por muy pocos meses, entre 1830 y 1832; des­ pués en forma continuada, entre 1835 y 1837. En los dos perío­ dos desarrolló una idea de civilismo, de prescindencia política ¿le las fuerzas armadas que venía esbozándose desde la abdicar ción de O’Higgins y procuró imponerle la función de cuerpo obediente al Estado y de garante principal de la seguridad exte< rior de la nación, como había sido bajo los Borbones. Hombre práctico, comprendió desde el comienzo que esos objetivos sólo podían cumplirse si el ejército se transformaba en un cuerpo < más pequeño, profesional y disciplinado, lo cual permitía, ade­ más, disminuir la deuda estatal, dado que éste era uno de sus mayores gastos. / En ambos ministerios tuvo esa misma inspiración, aunque difieren las medidas adoptadas. El primero estuvo caracteriza­ do por la disminución de tropas y la depuración política de ad: versarios: dio de baja a los oficiales que hubieran desconocido el nuevo gobierno o hubieran tomado armas contra él. Por esos motivos salieron, entre marzo y abril de 1830, sin sueldo ni in­ demnización alguna, más de 132 oficiales, incluidos 6 generales, varios extranjeros y numerosos hombres jóvenes, de proceden­ cia social modesta y ánimo agriado, que desesperados por la po­ breza y el rencor, alentarían una serie de conspiraciones en los años siguientes.53 El vacío originado permitió ascender a nuevos jefes, que habían sido útiles en la campaña de 1829 y eran adictos al go­ bierno generado contra los pipiólos. En las promociones realizadas es posible observar dos acti­ tudes, una apoyada por Prieto, jefe del ejército, después Presi­ dente de la República, inclinada a favorecer al grupo penquista. Así ascienden a generales sus sobrinos Manuel Bulnes y José Ma­ ría de la Cruz; a coronel efectivo otro Bulnes, Francisco, y se les confían importantes cargos: al primero de los nombrados jefe 52 Vicuña Mackenna, B., Don Diego Portales, p. 59, y Epistolario, vol. III, p. 443, carta de 7 octubre de 1833, y de julio 4 de 1835, en vol. III, p. 439. 53 "Lista de los señores generales, jefes y oficiales que han sido da­ dos de baja.. ", en Vicuña Mackenna, B., Don Diego Portales, p. 653.

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del ejército; al segundo el de Ministro de Guerra, y al tercero, jefe del ejército estacionado en la Frontera. A estos Nombra­ mientos es posible sumar otros; así José Antonio Alempdrte Vial fue ascendido a teniente coronel e intendente de Concepción.54 L^__Q.tra dirección en esta, política promocional, inspirada en mi opinión por Portales, fue favorecer a oficíales sóbrelos cua­ les podía influir, aunque fueran algunos penquistas, coijno José Antonio y Juan Vidaurre. En este grupo agregamos a mnque Campino, general en 1832 por directa presión de Portales y a Pedro Urriola, coronel, ambos participantes en motines y __ o__ amigos del Ministro; a Ramón de la Cavareda, gobernador de Valparaí­ so y Ministro de Guerra; a José Santiago Aldunate, gene ral e in­ tendente de Coquimbo; a Lorenzo Luna y Angel Argüelles, oficia­ les ascendidos a coroneles; en fin, a Nicolás Maruri, conocido de Portales desde el motín de enero de 1827.55 Para reforzar la imagen profesional del ejército se normali­ zó el pago de sus haberes, se mejoró la provisión de su vestua­ rio, e incluso su aspecto sanitario. En el rango institucional, se separó la Comandancia de Armas, que supervisaba a las milicias,’ de la Inspección General, en un trabajo de organización que cul­ minaría con la Ordenanza Militar de 1839.56 En la preocupación de Portales por la formación profesio­ nal se renovó la Academia Militar, su dirección se confió al co­ ronel Luis Pereira, comandante de la Escolta Directorial en tiempos de O’Higgins, retirado entre 1824 y 1830 y enlazado por matrimonio con familias principales de Santiago.57 En carta a 54 Hojas de servicio de militares, en Archivo de Guerra, Archhivo Nacional, y Sotomayor Valdés, Ramón; Historia de Chile bajo el G obiemo del General don Joaquín Prieto, 2- ed., 4? vol., Santiago, 1900-15 Cl, 03, tomo II: desde la pág. 402 en adelante analiza la amistad de Portales con Vidaurre, indicando como razón para ello que Portales “anhelaba añadir a sus relaciones civiles, conexiones militares que le asegurasen ikn punto de apoyo respetable en el ejército.. “ En sus cartas Portales aparece desconfiando de oficiales próximos a Prieto, casi todos penquistas y aun parientes, como José María de la Cruz, Vicente Claro, Joaquín Arteaga, Agustín López. Del primero de és­ tos llegó a decir: “... Cruz está al aguaite de damos de palos... y D. Joaquín que lo sabe, piensa atraérselo a lo Pinto (alusión a F. A. P nto) con el grado de General, cuando no lo pudimos separar de su marcha ni trayéndolo al Ministerio de la Guerra para el que puede servir de porte­ ro. . ”, en carta de 5 de enero de 1832, p. 377 del vol. I del Epistolario. 56. Ordenanza General del Ejército, impresa en 1839; fue la primera recopilación sistemática del período republicano; también: Varas, José Antonio, Recopilación de Leyes, Ordenes, Decretos Supremos y Circulares concernientes al Ejército, 1812 a 1883, 6 tomos, Santiago, 186 1-1884. 57 Luis José Pereira de Arguibel había nacido en Buenos Aires en 1792. Participó en las campañas de Independencia, alcanzando el grado de comandante de la Escolta Directorial en 1818 y coronel en 1 820; retínado entre 1824 y 1830, no participó en las contiendas políticas de esos

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un amigo comentaba don Diego la apertura de sus actividades en 1832: "... dígale (al coronel Pereira) que dentro de poco ten­ dremos el gusto de apellidarle el Padre del Ejército y que yo... tengo puestas en él exclusivamente todas mis esperanzas de or­ den, de decencia, honor e instrucción de una clase tan importan­ te. . .”58 En agosto de 1835 un periódico santiaguino alababa los buenos resultados de ese instituto. Durante su primer Ministerio de Guerra, Diego Portales lo­ gró imponerle al ejército obediencia al gobierno. Las conspira­ ciones que se sucedieron hasta 1833 sólo tienen vagas intencioi nes políticas, siendo el factor decisivo la miseria y el rencor de oficiales sureños dados de baja y la prédica de políticos de opo* sición o pipiólos, que no lograron comprometer a cuerpos milij \ tares en acciones específicas, ya que éstas fueron abortadas poi¡ \ delación en sus etapas iniciales. El trámite judicial impidió que hubiera víctimas fatales, pues los reos condenados a muerte en los Consejos de Guerra fueron sólo condenados a deportación por resolución de las Cor­ tes Marciales respectivas.59 Uno de aquéllos ocurrió a comienzos de 1833, al denunciar­ se la conspiración de Joaquín Arteaga, comandante de un bata­ llón cívico de Santiago. Sobre la base de delaciones el Consejo de Guerra condenó a éste y a otros oficiales a la pena de muerte. Apelada la sentencia, entró a considerarla la Corte Marcial, in­ tegrada como ya sabemos por una mayoría de ministros civiles; éstos acordaron conmutar la pena por destierro. Dicho fallo fue recusado por el gobierno, mientras el fiscal de la Corte Suprema, Mariano Egaña, pedía el castigo de estos jueces. En una notable pieza contestó uno de éstos, don Rafael V. Valdivieso, quien refutó al fiscal señalando: "El emplea todo su talento en desfigurar hechos, alterar leyes, o silenciar las que debería citar". Indicaba entonces que la ley impone una diferen­ cia "entre el conato de delinquir y el delito mismo", y pasaba después a referir cómo en este juicio se había puesto en libertad a la mayoría de los aprehendidos, no se había hecho cargo algu­ no a los sujetos que se suponía iban a integrar la Junta "que de­ bía sustituir al Gobierno", y que se hablaba que en Valparaíso años. Casó en 1819 con Manuela Andía y Varela, Morandé y Prado, de la aristocracia chilena; con ella tuvo dos hijos, que le sobrevivieron; volvió a casar en segundas nupcias celebradas en el Sagrario de Santiago con María del Rosario Pérez de Cotapos de la Lastra, también del alto grupo social; de ella tuvo cinco hijos. Murió en Santiago en agosto de 1840. Da­ tos del vol. 316 del Archivo de Guerra, Montepíos, Archivo Nacional. 58 Epistolario, carta del 16 de febrero de 1832. 39 Tratan con mayor particularidad estos motines: Vicuña Mackenna, B., Don Diego Portales, y Sotomayor Valdés, R., Historia de Chile bajo...

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estaba comprometida la artillería, "porque se decía que un ofi­ cial la tenía ofrecida”, y que pese a todo esto, se "asegura que hubo conspiración concluida y perfecta”,6061cuando fluía de los hechos su carácter hipotético y eventual. Tan maciza defensa, que nos sirve para comprender los jui­ cios de estos años, sirvió para que la Corte Suprema los respal­ dara, poniendo punto fina a la acusación en su contra. El asun­ to, sin embargo, había causado impresión en Portales, quien es­ cribía en una de sus cartas a propósito del rumor de que habían querido asesinarle los conjurados: "... cosa triste es morir en manos de hombres tan sucios, pero la sanidad de mi conciencia y la satisfacción de no haberme procurado el mal por mí mis­ mo me lo harán muy soportable cuando llegue el caso 61 Otro complot, descubierto casi simultáneamente, filie la lla­ mada "revolución de los puñales”, por cuanto los comprometi­ dos pensaban atacar el Palacio de Gobierno y principales cuar­ teles armados de puñales. Estos resultaron ser ex ofic ales, los que luego de un proceso llevado por Manuel José Ga idarillas fueron deportados mientras se le daban al gobierno cultades extraordinarias por tres meses para asegurar el orden ] rnblico.62 Hasta ese momento, la casi totalidad de los homb: 'es invo­ lucrados en estas conspiraciones habían sido militares < lados de baja, en difícil condición económica y de ideas liberales. Los pro­ pósitos aparecían develados en una etapa muy inicial cuando recién comenzaban las conversaciones, y el escenario de todos ellos era Santiago y sus alrededores. El regreso de Portales al Ministerio de Guerra, ocurrido el ! 21 de septiembre de 1835, inició una fase de endurecim ento po po-­ lítico del gobierno del general Prieto. Al quiebre del aooyo po­ lítico existente hasta esa fecha con el retiro de Manuel Rengifo,. Rengifo, el Ministro mentor de los filopolitas, y la escasa votación en la. / reelección del Presidente, se sumaron las complicaciones nes con / Perú: gravámenes a los productos embarcados en Valparaíso araíso y al trigo chileno en los puertos peruanos y complicaciones en el / reconocimiento por parte de esta nación de la deuda pxistente / con Chile desde los años de la Independencia. Ambas situaciones empujaron a Portales a concentr ar el poder y aumentar su intolerancia hacia los liberales, vinculando Vergara Antúnez, Rodolfo: Vida y obras del Ilustrísimo... Don --- .., ° ---- iooz ,»-» a_ 49, xn --Rafael Valentín ir-u:..: Valdivieso. Santiago, 1886, ----pp. 42 repjroduce el documento redactado por éste en esa ocasión: “AI Público”. 61 Carta del 7 de marzo de 1833, en p. 367, vol. II, del Epistolario, y El Philopolita, 19 de agosto de 1835. 62 Vicuña Mackenna, B., Don Diego Portales, p. 161: fue iniciado por un joven capitán dado de baja llamado Juan Cortés, más otro s sureños como Ramón Picarte, Gregorio y José María Barril, etc. 60

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al ejército en una actividad de apoyo activo al gobierno como garante de la tranquilidad interna y externa del país. En ese sentido debemos comprender el impulso dado a la guerra en la Frontera; su indignación ante la expedición de Ra­ món Freire contra el orden constitucional, en agosto de 1836, y la tensión en el ejército, creciente desde el segundo semestre de dicho año: por la exigencia del Ministro en orden a la ejecu­ ción de ese caudillo militar, y por la reelección de Prieto, que alejaba por cinco años más el regreso del exiliado O’Higgins, y a todo esto, la realización de una guerra externa por motivos de difícil comprensión popular que aparecía impuesta por un civil, un paisano que, ausente de las gloriosas campañas de la Indepen­ dencia, venía a imponer su voluntad sobre los hombres de ar­ mas que habían expuesto tantas veces sus vidas en los campos de batalla.63 Expresión de este estado de ánimo en muchos miembros del ejército fueron las sucesivas conspiraciones descubiertas desde noviembre de 1836 y el mismo motín de Quillota. El historiador Vicuña Mackenna ejemplifica esta situación cuando anota el co­ mentario que hiciera uno de los jóvenes oficiales comprometidos en ese motín cuando vio pasear a Portales, unos meses antes de que aquél estallara, impresionado por la fragilidad física del Mi­ nistro (delgado y de mediana estatura): "¿Y éste es el hombre que tiene al país en este estado, cuando yo solo soy capaz de echarlo al mar y ahogarlo como a un gato?”64 Para la mejor compresión de los sucesos que culminaron con el asesinato de Diego Portales revisaremos con brevedad el pro' blema de las relaciones con Perú y el estado del ejército chileno en 1836 y 1837. En cuanto al primero, a la larga rivalidad y convivencia en­ tre las dos naciones, el período de Independencia había sumado un vuelco en la situación tradicional: desde Chile habían llegado 63 Mientras Encina, en su Diego Portales, p. 75, indica: (los motines) “ya no se realizan entre los militares dados de baja sino dentro del ejército... cesan los ataques al general Prieto... es militar y pencón... En cambio... empieza a sugerirse al oído de cada militar el desprecio del Ministro por el ejército; su propósito de aplastarlo y de sustituirlo por la Guardia Cívica...”, Sotomayor Valdés, en Historia de Chile bajo..., p. 426, analizando a un oficial del motín de Quillota, Narciso Carvallo, indica: “Dotado de una organización esencialmente marcial y educado y nutrido en la atmósfera de cuartel, imaginábase que el tipo militar era la forma más genuina del heroísmo, de la autoridad, de la inteligencia, de la liber­ tad misma, y así comprendía que un hombre como Freire gobernase dis­ crecionalmente la República; pero no podía comprender con qué título ' la gobernaba Portales, que no había matado por sus propias manos ni españoles, ni araucanos.. 64 Vicuña Mackenna, B., Don Diego Portales, p. 489.

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al Perú la libertad y los primeros recursos para hacer funcionar el Estado peruano, deuda que se aproximaba a los diez millones de pesos. Se había desatado una guerra comercial, de tarifas aduaneras, que había hecho subir los derechos de importación del trigo por sobre el mismo valor de la mercadería. Estaba ade­ más la competencia entre Callao y Valparaíso, ciudades a las cuales estaba vinculado Diego Portales, y esto nos trae a la me­ moria los juicios peyorativos del chileno sobre Perú, en donde había vivido casi dos años.65 En 1836, Andrés de Santa Cruz, caudillo de Bolivia, incentivó la división y anarquía peruana, lo que aprovechó después para atacar a los bandos en lucha y proclamar su división en dos Esta­ dos, del norte y del sur, y su unión con Bolivia en una Confede­ ración. Aquel mismo año, en julio, se producía la exped ción de Ramón Freire en dos navios peruanos, con el propósito de suble­ var el sur de Chile contra el gobierno. Portales reaccionó con presteza: lo hizo prisionero, al tiempo que enviaba una misión naval al Perú que se hacía, por un golpe de fuerza, de la flota peruano-boliviana. Pocos meses después, en noviembre se declaraba la guerra a la Confederación, en el convencimientc i de que ésta era un peligro para Chile y que el gobierno de San ta Cruz se desplomaría al primer triunfo nacional. La organización militar chilena en esos años se caracterizaba por una fuerza de 2.700 plazas, de las cuales la mayoría, en una proporción de un 60%, se encontraba entre los ríos Ñublt V Biobío, constituyendo el “ejército de operaciones del sur", d stribuido entre Chillón, Los Angeless y Concepción. Lo comand comandába Manuel Bulnes como general en jefe; Francisco Bulnes, hermano del anterior, dirigía el ejército de la Frontera, con sede en Lqs Ange­ les. En cuanto a unidades militares, se concentraban en el sur los batallones de infantería Carampangue, con 472 hombres, a cargo del teniente coronel Estanislao Anguita; el Valdivia, con 473 sol­ dados, comandado por el coronel Ramón Boza, enviado a fines de 1836 a Valparaíso; el regimiento de caballería Gran aderos, con 313 jinetes, al mando del coronel Bernardo Letelier; una compañía de Húsares y una de Carabineros de la Frontera, ambas de caballería. A éstos, debemos agregar el regimiento de Cazado­ res, destinado a Quillota en enero de 1837 con su jefe el teniente coronel Isidro Vergara. La brigada de artillería se ene n traba 65 A los trozos epistolares de 1821, 1822, en donde se encuent ran opiniones muy críticas sobre el estado del Perú, podemos agregar que Por­ tales estimaba probable una guerra con ese país desde 1832, aunqüe no la deseaba; leer cartas de agosto 30 y septiembre 2 de ese año, pp. 272 y 282 del vol. II del Epistolario.

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distribuida en varias plazas, pero el piquete estacionado en Val­ paraíso constituía el grupo más importante de sus 554 plazas. Por último, el batallón Maipo, elevado a regimiento con más de 1.000 plazas en enero de 1837 y que debía ser la base del ejér­ cito expedicionario al Perú. Su jefe era José Antonio Vidaurre, hacia quien el Ministro Diego Portales manifestaba una pública benevolencia. En este contexto, las inquietudes en el ejército comenzaron por expresarse en dos conspiraciones descubiertas en Santiago, si una de ellas, llamada de "Hidalgo”, se reducía a una denuncia sobre intento de soborno a las tropas veteranas, la otra inicia la cadena de sucesos que culminará en el motín de Quillota.66 67 A comienzos de noviembre de 1836, el director de la Acade­ mia Militar recibió una denuncia anónima, según la cual se esta­ ba tramando una sublevación que comprometía a cadetes y sub­ oficiales del Regimiento Maipo, vuelto hacía poco de la Frontera. Su propósito era detener al Ministro de Guerra, pero había fra­ casado por el traslado de dicha unidad a Valparaíso, en donde Ramón Freire, reo de subversión, acababa de ser condenado a muerte por un Consejo Militar.68 Simultáneamente el gobierno continuaba sus planes contra la Confederación. A la declaración de guerra formalizada en octu­ bre se seguía una febril actividad para organizar la fuerza expe­ dicionaria, que constituida sobre la base de los batallones Maipo, Valdivia y Cazadores, no superaría los 2.300 hombres. Fue en esas circunstancias que se tuvo en la capital noticias de una conspiración, que aparecía muy distinta a las realizadas hasta entonces: comprometía al círculo de oficiales que forma­ ban el alto mando del ejército del sur, incluidos los comandantes Anguita, Boza, Vidaurre y otros. Su propósito era cambiar las autoridades militares, léase el Ministro de Guerra y los Jefes, y se extendía desde Chillán a Valdivia.69 66 En la Memoria del Ministro de Guerra y Marina de 1835 se indi­ caban los batallones Carampangue, Valdivia, Cazadores de Maipo y los regimientos de caballería de Cazadores a Caballo y Granaderos, el Escua­ drón de Húsares y la compañía de Carabineros de la Frontera, con un total de 2.773 plazas, de las cuales 1.503 integraban el ejército de opera­ ciones del sur, mientras los cuerpos cívicos alcanzaban a 30.094 hombres. 67 Vicuña Mackenna, B., Don Diego Portales, p. 414, y Encina, F. A., Historia de Chile..., vol. 9, p. 247, lo identifica como Eugenio Hidalgo, capitán en retiro y amigo de Sotoaguilar. 68 La opinión de Portales sobre este caudillo militar era despectiva; en sus cartas le aplica el apelativo de Ramón "Bolas”, como se lee en la misiva de 28 de febrero de 1832, vol. II, del Epistolario. 69 Estanislao Anguita, hacendado y militar desde muy joven, había participado en las campañas posteriores a 1817; era yerno de Pedro José Amagada, el compadre de O’Higgins y a su vez suegro del que después sería general Basilio Urrutia. Datos del vol. 371 del Archivo de Guerra, Montepíos, Archivo Nacional.

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Portales recibió esta información con calma, y contestó a Bulnes: "Ayer recibí su estimada participándome la intentona de Los Angeles. Para mí, Anguita, después de su separación del Cuerpo, he temido que no había de estarse quieto; es intrigante y aspirante, y con presunción de que es algo. Nada abso utamente creo de Vidaurre, Boza ni Letelier, porque son hon rados, y además, tienen experiencia y no es fácil que se alucinen, continuaba asegurando que no había más comprometidos y agregaba: "Este diablo de pipiolaje no tiene sentimiento aíg uno de patriotismo... Estamos convencidos de que la impunidad es el origen de tanto abuso y de tanto exceso..con lo cua insistía en culpar al liberalismo y al sistema judicial de los peligros que se cernían sobre el país.70 Para los militares y civiles fue haciéndose evidente el pro­ gresivo endurecimiento del gobierno. A la ley que ordenaba eje­ cutar sumariamente a cualquier desterrado que desembarcara en el país antes de cumplido su plazo, había seguido urja ley de facultades extraordinarias, que autorizaba al Presidente de la República "para usar de todo el poder público que su prudencia. hallare necesario..base legal sobre la cual Portales había dic­ tado la llamada Ley de Consejos de Guerra Permanentes, que de­ jaba a cualquier ciudadano ante la posibilidad de que una denun­ cia por sospecha de conspiración pudiera conducirlo, en un plazo de tres días, a ser juzgado por un tribunal dependiente del go­ bierno y condenado a la pena de muerte, sin apelación.71 En el análisis de los hechos que se sucedieron a partir de mediados de 1836 tuvo un papel esencial el coronel José1 Antonio Vidaurre Carretón, hijo de un oficial de carrera y de una dama distinguida de Concepción. Ingresado muy joven a lá carrera militar, participó en las campañas de la Patria Nueva de Chi­ loé, en 1828 había estado con Urriola en San Fernando y en 1829 secundó a Prieto en Ochagavía y Lircay. Amigo de Portales des­ de entonces, ya en 1833 figura por breves meses como Coman­ dante general de armas de Santiago, después participó en accio­ llón.72 nes bélicas en las campañas de la Araucanía con su batallón. 70 Carta de 20 de enero de 1837, en Epistolario, vol. III, p 471, Por­ tales insistía en culpar a los liberales o pipiólos de la intranquilidad ge­ neral; así en otra, del 11 de febrero, indicaba: "...los pipiólo^ lograron mover a los indios, que nos estaban pidiendo la paz... está pr gado que los pipiólos mandaron agentes a persuadir a los jefes de las tribus". 71 La ley de facultades extraordinarias de enero de 1837, despachada bajo la presión de Portales, cedió al Presidente de la República prácti­ de tiemcamente todas las atribuciones del Poder Legislativo, sin límite d_ po ni materias. En Anguita, Ricardo, Leyes promulgadas en Chile, desde 1810 a 1912, Imp. Barcelona, Santiago, 1912, tomo 1, p. 270. 72 Sotomayor Valdés, R., Historia de Chile bajo..., tomo II, pp. 402 ss.

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La vinculación de Vidaurre con el Maipo era muy fuerte; él lo había reorganizado en 1829 y conducido desde entonces con un grupo de oficiales, donde se incluían un hijastro, el teniente Florín y dos yernos: los capitanes Narciso y Raimundo Carvallo. Aunque había impuesto disciplina, ésta se aproximaba a la ciega obediencia al superior inmediato, el jefe o coronel específico, más que a la fidelidad al Estado o al gobierno. Bien lo expresa el ofi­ cial Florín, cuando justifica el magnicidio, a pocas horas de ocu­ rrido, diciendo: . .yo me he visto en la necesidad de fusilar al Ministro; pues como usted sabe, en la milicia el soldado obedece al cabo, el cabo al sargento, el sargento al oficial y el oficial a su jefe, y yo ¿cómo no había de obedecer a mi coronel, que es mi padre, mi protector, y a quien se lo debo todo?"73 Hombre volun­ tarioso, taciturno, José Antonio Vidaurre se debatía entre la leal­ tad a su familia, a su origen militar y al medio en que había cre­ cido, el ambiente de cuartel, y la confianza que el hombre fuerte del país, el Ministro de Guerra, el hombre todopoderoso, le ofre­ cía públicamente. Indicios de esta relación de amistad y tensión nos entregan los testimonios contemporáneos. Así, frente a los rumores de rebelión y deslealtad del militar, Portales, poco antes de Quillota, lo llamó a su despacho para mostrarle una carta que lo denunciaba como traidor; “.. .cuando yo le haga revolución, será usted el primero en saberlo",7475 le contestó Vidaurre. Mientras avanzaba el año 1837, Portales expresaba pública­ mente juicios de apoyo y confianza en el ejército, como los estam­ pados en su última Memoria como Ministro de Guerra: "El valor y acrisolada lealtad de todos los cuerpos que componen la fuerza permanente, los hace uno de los más firmes apoyos de las insti­ tuciones patrias y de la seguridad del Estado"; y entusiasmado por la próxima campaña bélica, para la cual ya había nombrado como comandante en jefe a Manuel Blanco Encalada y como jefe de Estado Mayor al coronel Vidaurre, expedición en la cual pen­ saba ir como delegado de gobierno, y de donde había desplazado a los jefes del ejército del sur, indicaba: "...me es demasiado conocido el espíritu que lo anima, para no predecir con toda con­ fianza nuevos días de doria a nuestras armas.. .’n5 Los preparativos de la guerra se sucedían febrilmente, la re­ cluta que se había realizado con dureza en áreas de Valparaíso y Colchagua había ocasionado resistencias, en especial en el últi­ mo punto, en donde se delató una conspiración que condujo al 73 Epistolario, vol. I, p. 77: frases textuales del teniente Florín, pocos minutos después del asesinato, según el coronel Necochea. 74 Epistolario, vol. I, p. 68, y Vicuña Mackenna, B., Don Diego Porta­ les, p. 463. 75 Memoria del Ministro de Guerra y Marina en 1836, en Biblioteca Central Univ. Chile, caja N- 45.

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fusilamiento, según la legislación de los Consejos de Guerra Per­ manentes, de tres civiles de simpatías liberales.76 En esas circunstancias, resolvió Portales visitar a las tropas destinadas al Perú, y que consistían en el batallón Maipo, estacionado en Quillota, más un escuadrón de Cazadores, mientras en Valparaíso se encontraba el Valdivia, al cual se le hat ía nombrado comandante al teniente coronel Juan Vidaurre Moría, pri­ mo del anterior y ahijado de matrimonio de Portales, Esta visita de inspección la realizó en compañía del coronel N|ecochea, su amigo Cavada y una pequeña escolta de caballería. La comitiva, cuyo propósito era revisar el estado de las fuerzas y asegurar su fidelidad, llegó a Quillota el 3 de junio de 1836; al despedirse de Blanco Encalada en Valparaíso, el Ministro de Guerra, en tono de chanza, le había dicho que olvidara los rumo­ res sobre revoluciones de José Antonio Vidaurre. Aquella noche, en la comida, le obsequió una espada y una gorra militar; al día siguiente, ante la tropa formada en la plaza, Portales era apre­ sado por una compañía al mando de un capitán, mientras el resto de los soldados apoyaban la acción gritando contra el Ministro.77 La forma en que estalló el motín era inédita en el país. Nun­ ca se había traicionado a una alta autoridad en medió de una revista militar. Sólo un oficial mostró su desacuerdo y otros tres se manifestaron disgustados. En cambio, el resto de los oficiales y al parecer la tropa, gran parte de ella reclutada a la fuerza po­ cos meses antes, secundaron el motín.78 Esta situación reflejaba una situación de fondo: h repulsa que en ciertos cuerpos del ejército y en muchos uniformados producía la sujeción a un civil, que en forma tan abierta había impuesto una línea de obediencia a la autoridad constitucional, 76 Encina, F. A., Historia de Chile, desde la prehistoria a 1891, Edit. Nascimento, Santiago, 1940-1952, tomo 10, p. 249. En esa ocasiói), el inten­ dente de Colchagua, Antonio José de Irisarri, aplicó la ley de C nsejos de Guerra Permanentes, razón por la cual se fusiló a tres hombrés del alto grupo social provinciano, hecho que produjo tanta conmoción que le fue enrostrado a Portales en Quillota. 77 El Ministro de Guerra fue detenido al mediodía del día 3 de ju­ nio de 1837, en plena revista de las tropas acantonadas, con la oposición decidida de un solo oficial, el sargento mayor García. 78 Los oficiales del escuadrón de Cazadores capitán Isidrp Vergara y ayudante Femando Martel se plegaron en un comienzo, pero• al recupe­ rar su unidad los caballos, se unieron a las fuerzas leales. Aparte del ofi­ cial mencionado en la cita anterior, hubo otros tres que prefirieron no plegarse al motín: el sargento mayor Juan Manuel Jarpa, el teniente Car­ los Olavarrieta y el oficial Nogueira, todos de ]a caballería. Fueron pues­ tos en la cárcel de Quillota por los amotinados, después siguieron su ca­ rrera militar, participaron en las campañas contra la Confederación, lle­ gando al generalato García y Jarpa. Datos de vol. de Montepío, Archivo de Guerra, Archivo Nacional.

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relegando a las tropas al papel de sostener el régimen político y ser ejecutor de las órdenes que el Ejecutivo imponía, aun en ma­ terias de guerra. Sobre este fondo, oscuro y de variable consistencia, se cernía una serie de razones, aunque secundarias fueron más públicas, y aparecen claramente indicadas en el texto del acta solemne que los amotinados levantaron y dieron a conocer: ellos querían res-c tablecer la libertad, poner fin a la persecución contra los mili­ tares y suspender la expedición al Perú, la que estimaban con- | denada al fracaso por su escaso contingente, al paso que juz­ gaban esa guerra como obra de la intriga y tiranía de Portales. Se procuraba contraponer a Portales, mandatario civil y sin experiencia bélica, con los militares. En el documento, que fue firmado por 64 oficiales, ellos dicen combatir el despotismo que había: . .perseguido cruelmente a los hombres beneméritos que se han sacrificado por la independencia política. .. por hom­ bres que no habiendo prestado ningunos servicios en la guerra de la independencia, se complacían en vejar y deprimir a los que se sacrificaron heroicamente por ella”. En verdad, era la expre­ sión de una mentalidad militarizada por la tradición próxima, según la cual los servicios del soldado son más gloriosos e im-í portantes que los cumplidos por el ciudadano civil o desarmado/’ Era también el último rebrote del agravio provocado por la se­ paración absoluta de más de cien militares realizada por el Mi- ‘ nistro en 1830.79

En el análisis social de los alzados en Aconcagua, aunque la mayoría procede del sur, tampoco faltan algunos de Santiago, Valparaíso y otros puntos. Predominaban los hombres de origen modesto, como el capitán Francisco Ramos, hijo de un limeño mulato, encuadernador de libros, o el capitán Arrisaga, cuyo pa­ dre era fabricante de "santos” en Chiloé, o el ayudante Ensebio Gutiérrez, que había comenzado de soldado; tampoco estaban ausentes los que procedían del más alto estrato social, como el capitán Manuel Uriondo, hijo de quien había sido intendente de Santiago en 1831 y 1832, o José Antonio Tagle y los cadetes Ma­ nuel Antonio Sotomayor y Benjamín Muñoz Gamero, este últi­ mo con brillante carrera militar después. Casi todos habían nacido entre 1800 y 1810, participado en las jornadas finales de la Independencia y varios eran hijos de militares. Aún más, algu­ nos fueron incorporados a las campañas contra la Confederación, como el teniente Silva Chávez, el capitán Isidro Vergara, que fue 79 El acta oficial de los amotinados en Quillota la transcribe En­ cina en su Diego Portales, tomo II, p. 103.

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intendente de Valdivia; los ayudantes Pedro Morán y Gutiérrez, que combatieron en Yungay.80 En cuanto a la personalidad de algunos oficiales, el teniente Santiago Florín, el verdugo de Portales, arrastraba ya un asesinato cierto y otro probable, pese a lo cual era oficial aétivo; lo mismo puede decirse de Narciso Carvallo, que destituido a fines de 1836 por el general Bulnes, aparece integrando el Maipo en abril de 1837.81 En conclusión, el motín de Quillota fue protagonizado por una unidad del ejército que poseía las características de éste, incluidos los lazos de parentesco entre varios de sus oficiales y su fuerte relación con Vidaurre, que lo había dirigido desde su creación, como tantos otros jefes de entonces. Conocida la rebelión en Valparaíso, se repelió una avanzada de los amotinados y se organizó la fuerza bajo las órd|enes del almirante Blanco Encalada. La línea defensiva contra la tropa sublevada que avanzaba desde Quillota se tendió sobre los cerros de Barón y estuvo a cargo del Valdivia y los batallones de cívicos, bajo las órdenes de Juan Vidaurre, primo del jefe insurr ecto. En la madrugada del 6 de junio estas tropas detenían y lúeego perseguían al destacamento amotinado: era el triunfo póstu mo de las ideas cívicas de Portales. El rechazo al alzamiento había sido inmediato; apenas se supo en Valparaíso, el gobernador Ramón de la Cavar ída emi­ tió una proclama donde llamaba a aplastar "la hidra de la anar­ quía" y acusaba a Vidaurre de "obrar cediendo sin dud a al impulso del tirano del Perú”, mientras en Santiago el co mandante de Granaderos Fernando Cuitiño lo acusaba de engaf ar a sus hombres "y tiene en prisión al primer hombre de Chile, í 1 primer Ministro, al salvador de la Patria, a D. Diego Portales”. En tanto, el intendente de Aconcagua reiteraba que el caudillo s iblevado era "un militar ambicioso vendido a las inicuas miras del general Santa Cruz. . .”82 Cuando el fracaso del motín se hizo público, al mis no tiem­ po que se supo el asesinato del Ministro, las acusaciones ante80 Hemos podido llegar a estas conclusiones por los dato¿ reunidos para el proyecto Conicyt "Oficiales y Familias en el Ejército de Chile” y el procesamiento computacional de los mismos. 81 Vicuña Mackenna, B., Don Diego Portales, pp. 487 ss. 82 Proclamas: "El Comandante del Granaderos a sus s Idados” vte "Femando Urízar Garfias: Provincia de Aconcagua: En el cainpamento de Quillota ha estallado un motín”, en Biblioteca Central de la Univ. de Chile, caja 49, N- 803, y caja 47, N? 840, respectivamente. Desencadenado el motín, la acusación de traición a J. A. Yidaurre y de la intervención del jefe de la Confederación Perú-Boliviana fueron in­ mediatos, como lo prueban estas proclamas; sin embargo, nunca ha ha­ bido comprobación positiva.

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riores se extremaron; sin embargo, tanto en el juicio como en su ejecución José Antonio Vidaurre las negó terminantemente, y x aunque la duda sobre la influencia del Jefe de la Confederación Perú-boliviana puede subsistir, el motín de Quillota, en el fondo, era la expresión final del caudillaje militar. En ese sentido, la ■muerte y martirio de Portales venían a demostrar que en la ac­ ción cívica también se podía perder la vida, pudiendo ser tan noble y heroica como la militar. La influencia posterior de Portales sobre el ejército fue in­ teresante: no sólo se continuó la guerra que él impulsara, sino que su primera expedición se realizó con los hombres que él había pensado: Manuel Blanco Encalada y Antonio de Irisarri. Sólo la segunda y exitosa se integró con los oficiales del grupo penquista, próximo al Presidente y de simpatías o’higginistas, a los cuales Portales siempre había mirado con suspicacia, como Bulnes y Cruz; su triunfo aseguró la vocación profesional del ejército y abrió una etapa de confianza nacional, que superó la división entre conservadores y liberales y permitió asegurar el principio de gobierno constitucional por el cual Portales había muerto.

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1.

EL PENSAMIENTO DE PORTALES Y EL IDEARIO DE LA MONARQUIA ILUSTRADA

En torno a la figura de Portales se han elaborado diversas explicaciones, quetienden a escudriñar el origen de sus admira­ bles ideario y realizaciones. El principal escollo con qué tropie­ zan los estudiosos es la casi completa falta de estudios forma­ les de este prohombre. En efecto, los únicos contactos con la ciencia que se le conocen son, primero, sus estudios de latín con el profesor Lujan,12que le dejaron un gran gusto por esd lengua; luego, en 1808, o sea cuando es un adolescente, su ingreso al Real Convictorio Carolino de Nobles de Santiago de Chile. Paralela­ mente, estudia filosofía en la Universidad de San Felipe, donde obtiene el bachillerato el 18 de enero de 1811. Ello lo dejaba en condiciones de seguir la carrera de las leyes; pero, aunque se matriculó en la Universidad de San Felipe para tales efectos el 31 de agosto de 1812, no pudo continuar en razón de lo^ muchos desórdenes que hubo en esa época. Al crearse el Instituto Nacional, se inscribe en él el 30 de agosto de 1813/ y recibe ahí rudimentos de Derecho Natural y de Gentes, que le enseña el profesor Argandoña;3 sin embargo, 1 Encina, Francisco Antonio, “Portales. Bosquejo psicológico", en Epistolario de don Diego Portales, 1821-1837, recopilación y notas de Ernes­ to de la Cruz con un prólogo y nuevas cartas recopiladas y anonadas, por Guillermo Feliú Cruz. Edición impresa por acuerdo del Ministerio de Jus­ ticia con ocasión del centenario de la muerte de Portales, Santiago, 1937 (en adelante Ep.), vol. I, p. 95. En carta de 23 de marzo de 1822 cita a Ovi­ dio, Ep., vol. I, p. 181. 2 Encina, Portales... (n. 1), p. 96; Vicuña Mackenna, Benjamín, In­ troducción a los diez años de la administración Montt. D. Diego Portales, Valparaíso, 1863, p. 31. 3 Eyzaguirre, Jaime, "Hogar y juventud de Portales", en Viejas Imá­ genes, Santiago, 1947, p. 108.

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no continúa, porque la Reconquista significó la abolición de ese organismo educacional, creado por la Junta de 1813.4 Privada­ mente, entonces, recibe lecciones de Derecho Romano de su con­ discípulo José Gabriel Palma, las que se limitan al primer libro de las Instituciones de Justiniano.5 Por las mismas fechas y has­ ta 1817, estudia docimasia con el español Francisco Rodríguez Brochero, lo que le permitió llegar a ser ensayador de la Casa de Moneda. Docimasia es el arte de ensayar los minerales para ave­ riguar sus componentes y la proporción de ellos. No hay más datos, salvo algunos fragmentarios, como que hablaba francés e inglés y que tenía afición a la poesía de Alexander Pope, amén de producir algunos poemas amatorios. ¿De dónde, entonces, le vienen sus brillantes ideas? Es obvio que no de los libros de filosofía, economía o polí­ tica, que no los tuvo o no le interesaron. Ante ello, algunos historiadores claman que Portales es un improvisador, que crea un sistema político y administrativo con elementos que “no encontró a la mano, sino que tuvo que sa­ carlos de su cerebro, de sus entrañas, del fondo de su misma naturaleza fecunda, inagotable y vigorosa’’.6 Otros hablan de in­ tuiciones geniales. Encina, tan sagaz en tantas ocasiones, recu­ rre a posibles remotos genes romanos. Sin perjuicio de que pueda haber algo de verdad en tales asertos, me parece que el historidor que más se acerca a una explicación adecuada del origen del pensamiento portaliano es Alberto Edwards Vives. Dice: “La obra de Portales fue la res­ tauración de un hecho y un sentimiento que habían servido de base al orden público durante la paz octaviana de los tres siglos de la Colonia: el hecho era la existencia de un Poder fuerte y duradero, superior al prestigio de un caudillo o a la fuerza de una facción; el sentimiento era el respeto tradicional por la au­ toridad en abstracto, por el poder legítimamente establecido con independencia de quienes lo ejercían. ¡Su idea era nueva de puro vieja: lo que hizo fue restaurar material y moralmente la mo­ narquía, no en su principio dinástico, que ello habría sido ridícu­ lo e imposible, sino en sus fundamentos espirituales, como fuer­ za conservadora del orden y de las instituciones’’.7 4 Vicuña, ob. cit. (n. 2), p. 31. 5 Guzmán Brito; Alejandro, "Las ideas jurídicas de don Diego Porta­ les", en Boletín de la Academia Chilena de la Historia (en adelante BAChH), N- 93, Santiago, 1984, pp. 18 a 19. 6 Errázuriz, Isidoro, "Juicio sobre don Diego Portales”, en Ep., vol. II, p. 86. 7 Edwards Vives, Alberto, La fronda aristocrática en Chile, Santia­ go, 1945, pp. 51 a 52.

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"La técnica constitucional le importaba poco: lo esencial, en su concepto, era arreglar lo que él llamaba el resorte principal de la máquina, esto es, la autoridad tradicional, el gobierno obe­ decido, fuerte, respetable y respetado, eterno, inmutab e, supe- | rior a los partidos y prestigios personales. Cuando esa alta no­ ción de Estado que en Portales fue hereditaria y no aprendida, se hubo arraigado en la conciencia nacional, el país continuó obe­ deciendo maquinalmente con el alma y de hecho no a Prieto ni a Bulnes ni a Montt, sino a una entidad abstracta que no moría: ‘el gobierno’. Del mismo modo había obedecido antes njo a Car­ los III o a Carlos IV, sino al Rey... En este sentido, Ip que se ha llamado ‘reacción colonial’ en Portales no fue sólo, :omo alguien ha dicho, lo más hábil y honroso de su sistema, sino su sistema mismo’’.8 También el respeto de la ley lo atribuye al período indiano: "...defiende ‘el respeto a la ley'. La quería muy dura, muy al estilo monárquico, pero obedecida con la misma rel:.giosidad o_____ por gobernantes y gobernados, era un Felipe II trasplantado al suelo de América".9 El pensamiento de Portales es, pues, un pensamiento tradi­ cional. Portales, después del turbulento período de iñnovaciofies de la'Anarquía, recurre a la médula del orden de siempre, del que había sido el del reino de Chile. Su genialidad estriba en la captación magistral de la esencia del régimen indiano, que su­ po hacer plasmar en formas nuevas. Pero al hablar del sistema monárquico, es necesar o hacer una matización, que no aparece en Edwards: el pensamiento portaliano no es el de los Austrias, sino el dinámico, audaz, re­ volucionario de los Borbones. En resumen, Portales es un con tinuador del pensamiento ilustrado, y más concretamente, del llamado despotismo ilustrado. Dre toao, Analizando las actuaciones de Portales y, sobre todq, su epis­ tolario, donde trasluce su pensamiento íntimo, puede lieegarse a la conclusión de que, para él, el pueblo es como un n rio, cuya tutela debe tomar el gobierno:10 "palo y bizcochuelo, just a y oportunamente administrados, son los específicos con que se cura cualquier pueblo, por inveteradas que sean sus malas costum8 Edwards, ob. cit. (n. 7), p. 53. 9 Edwards, ob. cit. (n. 7), p. 54. El subrayado es mío. 19 En carta de 17 de abril de 1832 envía un consejo al M nistro del Interior Joaquín Tocomal: "Dígale Ud. que Wellington se apai mente de la política de Canning, demasiado liberal en mi concdpt'o, y que tendía a poner en las manos del pueblo instrumentos de que abusa casi siempre y que al menos no sabe manejar las más veces”, en tfp., vol. II, p. 173. El punto es señalado por Marín Balmaceda, Raúl, "Conceptos polí­ ticos y administrativos de Portales”, en BAChH, Santiago, 1937, p. 211.

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bres”.11 A este menor, que es el pueblo, hay que educarlo lleván- ) dolo "por el camino del orden y de las virtudes",12 de modo que alguna vez llegue a la mayoría de edad y se pueda desenvolver solo. Pero la enseñanza, como se acostumbraba en los tiempos en que Portales iba al colegio, no era blandengue: debía ser a palos, lo que, llevado a la esfera pública, significaba no dejarle pasar la más mínima trasgresión al derecho, la más mínima in­ surrección, el más mínimo delito. Es el mismo predicamento adoptado por el despotismo ilustrado. El gobierno —antes, el monarca— debe preocuparse porque el pueblo adquiera buenos y constructivos hábitos —las virtu­ des, de que profusamente se habla en los documentos del siglo XVIII—. Por ello es que Portales se preocupa tanto de la educa< ción: no olvidemos que fue el primer ministro, si bien interino, de”esa cartera. A lo propio, tienden las guardias cívicas: ".. .me desvelo por introducir en ellas la moralidad que es necesaria",13 e insiste muchas veces en las buenas costumbres populares.14 Para la educación del pueblo, debe haber fiestas honestas, que eleven su moral: de ahí el establecimiento de la celebración del 18 de septiembre, con regocijos dignos. Portales reprime, como antaño lo hacían los gobernadores y corregidores indianos, los excesos producidos en las ramadas. Para la elevación del pueblo, en cambio, debe haber retretas musicales, teatros populares, "alardes" o revistas militares de las guardias cívicas. Respecto a las retretas, tanto el epistolario como Zapiola en sus Memorias de treinta años nos han dejado elocuente testimonio. Intimamen- / : te relacionada con la educación está en el ideario portaliano la I Iglesia, que recibe apoyo, sobre todo por el efecto moralizador de las clases modestas. Por ello, debe estar dirigida por pastores eficaces y cumplidores de su ministerio. Debe dársele al pueblo \una liturgia digna. Para su hacienda de Pedegua pedía, en 1834, unos ornamentos religiosos, santa cruz, misal, etc., y solicitaba licencia, "lo que no deja de dolerme porque diz que vale sus realitos; pero es necesario hacer algo en honra y gloria de Dios y para domesticar esta gente".15 No menos moralizador para el pueblo era la sanción adecuada, enérgica, oportuna y sin acep­ ción de personas. 11 Carta a Femando Urízar Garfias de 1? de abril de 1837, en Ep vol III, p. 486. 12 Así lo dice en carta a José Manuel Cea de marzo de 1822 en Ep vol. I, p. 177. 13 Carta a Miguel Dávila de 24 de febrero de 1833, en Ep., vol. III, p. 526. 14 Carta a Antonio Garfias de 7 de mayo de 1832, en Ep., vol. II, p. 195. 15 Carta a Antonio Garfias de 3 de abril de 1834, en Ep., vol. III, p. 221.

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También, y al igual que lo hacía la monarquía del siglo XVIII, presenta una preocupación por el desarrollo de las artes i mecánicas. En una carta a Joaquín Tocornal, de 27 de m ayo de 1837, ante una oferta de los oficiales de las guardias cíyiicas de contribuir con hombres para la guerra contra la Confederación, sugiere se la rechace, entre otras cosas, porque se echaría mano de "artesanos que debemos mirar con predilección para que así se estimulen a tomar un oficio con que vivir, haciéndos e útiles a la sociedad y a sí mismos”.16 Se enmarcan, igualmente, en el espíritu indiano, las guardias cívicas, cuya conexión con las milicias ya ha sido objeto de interesante estudio.’7 Así como los comandantes de milicias costeaban en gran medida las suyas, Portales dice, refiriéndo se a las guardias: "... de mi bolsillo salen las luces del cuartel, el aceite para el armamento y hasta las ridiculeces más pequ eñas de los dos batallones”.18 El ilustrado amor por la naturaleza, que llevó a la C orona a promover expediciones y a contratar a sabios que difundieran nuevas técnicas de cultivo, explotación minera, etc.,19 er cuentra ecos en Portales. Al igual que lo hicieron los agentes borbónicos, se promueve el cultivo, libre de gravamen, del cáñamo y el lino. Del mismo modo como dichos monarcas otorgaban premios a los descubridores de nuevos sistemas industriales, tarqbién en Chile ellos son instituidos en esta época, para favorece a quienes promovieran la industrialización de esas materias grimas.20 Personalmente, en una carta de 1834, pide Portales que el naturalista Gay lo acompañe a Pedegua: ... yo tengo interés —di­ ce— de que el hombre analice una palma y vea si será posible hacer con este árbol en Chile lo que se hace en el Río Janeiro de extraerle parte del jugo sin matar el árbol”.21 Vincul ada con este tema está la promoción de un Museo Natural que c ontuviera ejemplares de la riqueza natural:22 los Borbones, como es sa­ ló

Carta a Joaquín Tocornal de 27 de mayo de 1837, en Ep. vol. III,

p. 510. 17 Hernández I once, Roberto, "La Guardia Nacional de Chile. Apuntes sobre su origen y organizaciones. 1808-1848”, en Historia, N- 19, Santiago, 1984, pp. 53 ss., especialmente pp. 58 a 66. 18 Carta a Ramón Cavareda de 15 de marzo de 1833, en Ep., vol. II, p. 375. 19 Dougnac Rodríguez, Antonio, "Panorama de la ciencia en Chile en el siglo XVIII”, en Cuadernos de la Universidad de Chile, N? 2, Santiago, 1986, pp. 42 ss. 20 Barros Barros, Osvaldo, Don Manuel Rengifo, el gran M nistro de la Era Portaliana, Valparaíso, 1950, p. 55. 21 Carta a Antonio Garfias de 4 de julio de 1834, en Ep., vol. III, p. 268. 22 Walker Martínez, Carlos, "Portales”, en Ep., vol. III, p. 34.

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bido, incentivaron la creación de estos centros en España y Amé­ rica. La minería, cuya promoción se hizo en el siglo XVIII a tra­ vés de la instalación de la Casa de Moneda (a la que Portales y su familia estuvieron tan vinculados) y del Real Tribunal del ramo, recibió gran cuidado suyo. Un dinero adquirido en el equi­ pamiento de la expedición libertadora de Chiloé fue invertido en la habilitación de un minero de Copiapó,23 y este interés se evi­ dencia en gran parte de su correspondencia.24 El típico afán de los ilustrados por las máquinas novedosas y los experimentos se advierte, igualmente, en Portales. Varias cartas de 1834 tratan de una máquina introducida por unos ingleses, Cooper y Stevenson, un ejemplar de la cual encarga a Inglaterra. Se preocupa por la obtención de un privilegio para este procedimiento, que permitía separar con gran facilidad el arsénico de la plata.25 La salud pública, tema muy favorito de los ilustrados, se ha­ lla presente en Portales. Encarga al Ministro Tocornal que se preocupe de su establecimiento en Valparaíso, para lo que le to­ ca las fibras más profundas: "... tendrá que responder a Dios por una demora que está sacrificando tanta víctima de la pobre­ za”.26 En economía, sigue Portales las aguas del reformismo bor­ bónico: protección de la industria y marina nacionales. En el primer aspecto, prefería las propuestas de paños nacionales fren­ te a la de telas extranjeras; abogaba por el establecimiento de una fábrica de pólvora, materia en la que continuaba lo que ya había hecho la administración indiana;27 los buques mercantes debían utilizar jarcias elaboradas en el país,28a etc. La protección 23 Ep., vol. I, p. 388, nota de Ernesto de la Cruz, en que indica que el encargado en esta empresa era Pedro Pablo García. 24 Por ejemplo, cartas a Antonio Garfias de octubre de 1831, en Ep., vol. I, p. 314; de 21 de noviembre de 1831, en Ep., vol. I, p. 332; de 2 de agosto de 1832, en Ep., vol. II, p. 236, y a José Miguel Irarrázaval de 16 de junio de 1834, en Ep., vol. III, p. 251. 25 Cartas a Antonio Garfias, de 31 de julio de 1834, en Ep., vol. III, pp. 285 a 286; de 4 de agosto de 1834, en Ep., vol. III, p. 290; de 28 de noviembre de 1834, en Ep., vol. III, p. 367, y de 3 de diciembre de 1834, en Ep., vol. III, p. 375. 26 Carta a Antonio Garfias de 21 de septiembre de 1834, en Ep., vol. III, p. 318. 27 Dougnac Rodríguez, Antonio, "La Real Administración del impor­ tante Cuerpo de Minería de Chile (1787-1802)”, en Revista Chilena de His­ toria del Derecho, N? 8, Santiago, 1981, pp. 119 a 120 y 124; sobre el tema puede consultarse Archivo Contaduría Mayor, vol. MCLXXXI, p. 5; vol. MCXCV, p. 3; vol. MCCXXVI. 28a Walker, ob. cit. (n. 22), p. 31.

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a la marina de cabotaje2813 tiene una fuerte semejanza con la de la marina mercante española, evidenciada en el Regíamento de Libre Comercio entre España e Indias de 1778. Por último, en materia de derecho, presenta Portales una vinculación, para mí evidente, con el sistema jurídico ndiano, una de cuyas características más destacables es la de que era juridizante, mas no legalizante. Veamos una situación que ilustre este aserto: A fines de 1834, Portales ha consultado a Álariano Egaña sobre la procedencia de la “prisión de individuos sin or­ den competente del juez, pero en los cuales pueden recaer fuer­ tes motivos de que traman oposiciones violentas al Gobierno”.*29 Este, haciendo gala de un gran legalismo, le responde que no existía tal posibilidad, a menos de hallarlos en delito flagrante, enviándole, además, un libro sobre habeas corpus. La ¡reacción de Portales es violenta y la vierte en una carta muy sincera, de 6 de diciembre de ese año: "... en Chile la Ley no sirve para otra cosa que no sea producir la anarquía, la ausencia de sanción, el pleito eterno, ei compadrazgo y la amistad. Si yo, por ejemplo, apreso a un individuo que se está urdiendo una conspiración, violo la Ley. Ma'dita ley, entonces, si no deja al brazo del go­ bierno proceder Libremente en el momento oportuno. Para pro­ ceder, llegado el caso del delito infraganti, se agotan las pruebas y las contrapruebas, se reciben testigos, que muchas veces no saben lo que van a declarar, se complica la causa y el juez que­ da perplejo. Este respeto por el delincuente o presunto delin­ cuente, acabará con el país en rápido tiempo...” O sea, se deses­ pera frente al excesivo apego a la ley que demuestra Egaña. Pe­ ro no es que Portales esté en contra del derecho: él está por la juridicidad, que ha de ser mantenida, aun violando la leg slación. Es lo que se hacía en el período indiano, al representarse a la ali­ toridad peninsular y dejar sin cumplimiento alguna ley, enando originaba situaciones injustas. No es que Portales esté 3or una 4ey de la selva. Dice en la misma carta más adelante: “E scribí a Tocornal sobre este mismo asunto y dígale usted ahorá lo que pienso. A Egaña, que se vaya al carajo con sus citas y demostra­ ciones legales. Que la ley la hace uno procediendo con honradez y sin espíritu de favor”. Esta última expresión puede inducir a primera vista a atribuirle un espíritu dictatorial, avasallador del derecho. No es avasallador del derecho, lo es de la ley que es una de sus fuentes. Pienso que Portales ha tenido en rúente la experiencia indiana, en que la costumbre tuvo tanta irhportan2«b En carta a Antonio Garfias de 1- de abril de 1832 le dice: “...el comercio de cabotaje... en todas partes del mundo está estrictamente declarado a los buques nacionales”, en Ep., vol. II, p. 153. 29 Carta a Antonio Garfias de 6 de diciembre de 1834, en Ep , vol. III, p. 378.

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cía. "La ley la hace uno": eso es la costumbre, que nace confor­ mándose con las necesidades que se van planteando. Más aún, esa costumbre, en el derecho indiano, podía aún ser derogatoria de la ley. Se ajusta, entonces, el pensamiento portaliano a la tra­ dición jurídica multisecular vivida en Chile en particular y en las Indias en general. Como dice Tau, la significación de la cos­ tumbre "no desapareció ni siquiera con la concepción del cen­ tralismo y del racionalismo del siglo XVIII”30 "Hable con Tocornal, porque él ya está en autos de lo que pienso hacer. Pero a Egaña, ¡dígale que sus filosofías no venían al caso! ¡Pobre diablo!" Es el choque de la juridicidad pragmátií ca indiana con el liberalismo filosófico-jurídico de Mariano Ega| ña, el que en otros aspectos era inmensamente conservador. * Pero la ley debe cumplirse normalmente:31 "Yo he estado y estoy muy lejos de querer medidas violentas, soy muy decidido . por los trámites legales cuando las circunstancias lo permiten", dice en carta a Ramón Cavareda el 15 de marzo de 1833, lo que zno obsta al valor que Portales atribuye a la costumbre. No hay que olvidar que él perteneció al Consulado y este tribunal juzga­ ba "verdad sabida y buena fe guardada", acogiendo en gran me\ dida las costumbres y desentendiéndose muchas veces de la le­ gislación existente. Al efecto, puede mencionarse lo que en el mismo sentido señala Pedro Félix Vicuña, en sus Memorias In­ timas, cuando relata sus experiencias como prior de aquel tri­ bunal.32 Nada de extraño tiene, entonces, que Portales, influido por ese modo de ver el derecho, haya formulado aseveraciones como las señaladas.

30 Tau Anzoategui, Víctor, ¿Qué fue el derecho indiano?, Buenos Aires, 1982, p. 37. Sobre la costumbre puede consultar Avila Martel, Alamiro de y Bravo Lira, Bemardino, "Aporte sobre la costumbre en el derecho indiano", en Revista Chilena de Historia del Derecho, N? 10, Santiago, 1984, pp. 42 ss.; Dougnac Rodríguez, Antonio, "Variaciones introducidas por la costumbre y aceptadas por la jurisprudencia en el procedimiento ejecutivo indiano", en Revista Chilena de Historia del Derecho, N? 7, Santiago, 1978, pp. 107 ss., y Tau Anzoategui, Víctor, "La costumbre como fuente del dere­ cho indiano en los siglos XVI y XVII. Estudio a través de los cabildos del Río de la Plata, Cuyo y Tucumán", en III Congreso del Instituto Inter­ nacional de Historia del Derecho Indiano. Actas y Estudios, Madrid, 1973, pp. 115 ss. 31 Ep., vol. II, p. 374. 32 Valencia Avaria, Luis, Memorias íntimas de don Pedro Félix Vicu­ ña Aguirre, Santiago, 1943, p. 40.

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2.

IDEARIO ILUSTRADO, ADMINISTRACION PUBLICA Y PENSAMIENTO PORTALIANO

Asentada la influencia del pensamiento ilustrado en Portales, co­ rresponde adentrarse ahora en un aspecto muy concreto: el de la administración pública. Para estos efectos, analizaré primero la regulación de ésta en el sistema jurídico indiano, su defección en la Anarquía y el restablecimiento portaliano.

2.1.

La Administración Indiana

El siglo XVIII regala a la humanidad la concepción de un mo­ narca providente, un monarca que, asistido por la luz de la ra­ zón, avizora las necesidades de su pueblo —ignoradas por éste o aun desestimadas por él— y las satisface provocando su plena fe­ licidad. "La imagen del rey-juez, cabeza de la comunidad, cede paso a la ley del rey-gobernante, cabeza del Estado: priiiier ser­ vidor de un Estado concebido como entidad abstracta, imperso­ nal y permanente, distinta de los diversos sucesivos titulares del poder, y por ende de la persona del monarca mismo”.33 El rey debe ampliar su rol, buscando la felicidad de sus súbditos en todo orden de cosas. Para lograrla, ha de poner en marcha un fuerte aparato es­ tatal. Intervencionismo y burocracia son consecuencia de esta nueva concepción. Lo que antes estaba entregado a organismos intermedios es, muchas veces, asumido por el Estado. El toma nuevas labores: beneficencia, enseñanza, correos, poblamiento, etc. La burocracia, que aumenta incesantemente, requiere de fon­ dos con que mantenerse y, por ello, ha de darse particular im­ portancia a los ingresos fiscales. Esa burocracia debe ser especializada, como lo exige la ra­ zón, que impone un orden. Debe distinguirse entre las distintas funciones tradicionales del Estado, que antes estaban entremez­ cladas: gobierno, justicia, hacienda y guerra, lo que no quiere decir que antes no haya existido una doctrina españolá acerca de los cargos públicos: son de recordar De Officialibus rei publí­ cete (Lyon, 1682) de Fernando de Otero, y De Magistratibus (Palermo, 1611) de García Mastrillo.34 33 Bravo Lira, Bemardino, "Judicatura e institucionalidad en Chile (1776-1876). Del absolutismo ilustrado al liberalismo parlamentario”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, N- I, Valparaíso, 1976, p. 67. 34 Beneyto Pérez, Juan, Historia de la Administración Es pañola e Hispanoamericana, Madrid, 1958, pp. 335 a 340.

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Se espera que la administración funcione bien, para lo que se incrementan las medidas de probidad administrativa; estrati­ ficación por categorías, plantas, etc.,35 vigilancia (visitas, residen­ cia, contaduría); se requiere gente adecuada, la que sale funda­ mentalmente de la pequeña nobleza y la burguesía. Particular­ mente apetecibles para la nueva burocracia son los irlandeses, que aúnan el catolicismo con el pragmatismo británico. El cambio burocrático, de los siglos XVI y XVII al XVIII, está marcado por la aparición de la oficina frente al oficio. "Mientras los oficios eran ejercidos bajo su propia responsabili­ dad por los respectivos oficiales o ministros, la gestión de las oficinas estará a cargo de empleados de planta, quienes actúan bajo inmediata dirección y corrección de un superior jerárqui­ co, el cual, en último término, depende de los secretarios del des­ pacho o ministros, responsables, a su vez, ante el monarca".36 Así, por ejemplo, los intendentes tienen un asesor, que les es asignado: en caso de no estar de acuerdo con su dictamen, la materia tratada queda en suspenso hasta su consulta con la su­ perioridad. Los alcaldes ordinarios, en cambio, que siguen con régimen de oficiales, nombran ellos mismos a sus asesores y res­ ponden sólo en caso de "oclusión o fraude en el nombramiento"37 Consecuencia de lo dicho es la existencia en Indias de un personal competente, laborioso, sensato y probo.38 Desde el go­ bierno de la casa de Austria, se había ido creando un sistema de control de las autoridades indianas, tendiente a evitar malos ma­ nejos. Esas medidas fueron perfeccionándose con el transcurso del tiempo y, en la era borbónica, garantizaban un funcionamien­ to administrativo eficaz. De esas medidas podemos mencionar un saludable equilibrio de poderes —lo que se ha dado en llamar sistema de pesos y contrapesos—; instrucciones minuciosas a las autoridades residentes en Indias, que ven mermadas grandemen­ te sus atribuciones exclusivas en el siglo XVIII; la obligación de informar sobre toda determinación, fuera de gran trascendencia o de escasa monta; la real confirmación de los actos jurídicos de mayor significación; el ya mencionado sistema de visitas y los 35 Un ejemplo de esta estratificación puede detectarse en la vida administrativa de Manuel José de Ayala; Manzano Manzano, Juan, “Estu­ dio preliminar”, en Notas a la Recopilación de Indias, Madrid, 1945, pp. XII, XIII, XV, XXI y XXII. Se aprecia que dentro de cada grado se con­ sideraba la antigüedad, lo que hacía variar las posibilidades de ascensos, honores y sueldos. 36 Bravo, ob. cit. (n. 33), pp. 64 y 65. 37 Ots Capdequi, José María, “Instituciones” en Historia de América y de los pueblos americanos, Barcelona, 1959, tomo XIV, p. 443. 33 “Las cortas excepciones que registran los documentos resultan pre­ cisamente por el severo marco moral en que están encuadradas”: Encina, Francisco Antonio, Historia de Chile, tomo XVIII, Santiago, 1984, p. 115.

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juicios de residencia. Se entiende por visita un procedí miento, generalmente secreto, sin aviso previo, que implicaba ujia revi­ sión de ciertas o de todas las materias de que conocía un smpleado. A veces, estas visitas abarcaban un órgano comple to, por ejemplo el Consejo de Indias, o, incluso, un virreinato. Del siglo XVIII son particularmente dignas de recordación las de: Gálvez a México y de Areche al Perú. La residencia es el examen ¡judicial de la conducta ministerial al término de las funciones. Severas prohibiciones mantenían un ambiente de honradez i administrativa. Por vía de ejemplo, mencionemos que normal­ mente no podía nombrarse gobernador de un territorio quien residiera en él, pues se suponía que tenía vinculaciones que le coartaban su libertad de actuación. Por lo mismo, estaba n veda­ dos los matrimonios con personas del territorio jurisdiccional sin autorización de la Corona. Se procuraba que ricos er comenderos y propietarios no ostentaran cargos de justicia en los lugares en que tuvieran el asiento de sus negocios. Estaba vedado / a virreyes y gobernadores nombrar corregidores a parientes su­ V yos dentro del cuarto grado. Por lo menos, desde los primeros años del siglo XVII, ciertas autoridades debían hacer manifesta­ ciones de sus bienes al entrar al desempeño de su cargo, contras­ tándose al final de su mandato esa declaración con lo que enton­ ces poseían. Todo detentador de un cargo público tenía que rendir fianza que asegurara su arraigo durante la substanciación del juicio de residencia. Gobernadores, oidores, fiscales y otros oficiales no podían intervenir en negocios durante su desempeño ni aceptar donaciones ni servicios personales. Nunca un emplea­ do de la Corona podía restringir la correspondencia de los súbditos con el rey o las autoridades peninsulares, etc.39 39 En tomo al tema de la administración pública indiana, 1 a bibliografía es abundante. Puede consultarse la ya indicada obra de Beneyto (n. 34); Haring, Clarence C., El Imperio Hispánico en América, Buenos Aires, 1972, en especial pp. 146 y 147; Mariluz Urquijo, José María , Ensayo sobre los juicios de residencia indianos, Sevilla, 1952; Sánchez Bella, Ismael, "Los visitadores generales de Indias y el Gobierno de los virre­ yes”, en Anuario de Estudios Americanos (en adelante, AEA), Sevilla, 1972, pp. 79 ss.; Sánchez Bella, Ismael, "Eficacia de la visita en Indias”, en Anuario de Historia del Derecho Español, N° 2, Madrid, 1980, pp, 383 ss.; Sánchez Bella, Ismael, La organización financiera de las Indi (siglo XVI), Sevilla, 1968; Céspedes del Castillo, Guillermo, La visita co\no insti­ tución indiana, en AEA, N? 3, Sevilla, 1946, pp. 984 ss.; Sánchez ella, Ismael, "Visitas a Indias” en Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia. Caracas, 1975, pp. 167 ss.; Sánchez Bella, Ismael, "Visitas a la Audiencia de México (siglos XVI y XVII)”, en AEA, N? 32, Sevilla, 1975, pp. 375 ss.; Sánchez Bella, Ismael, “El juicio de visita en Indias’, en Me­ moria del IV Congreso Internacional de Historia del Derecho Indiano, México, 1976, pp. 579 ss.; Priestley, Herbert I.; José de Gálvez, vistor Gene­ ral of New Spain, Berkeley, 1916; Palacio Atard, Vicente, "Ateche y Guirior, observaciones sobre el fracaso de una visita al Perú”, en AEA, bP 3, Sevi-

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Hallamos entonces en Chile, al final de la monarquía, un conjunto de funcionarios modelos, formados en patrones muy racionalizados de seriedad administrativa. Recordemos a los con­ tadores mayores, secretarios de gobierno, intendentes, adminis­ tradores generales de aduana, administradores del Estanco de Tabaco, Naipes y Papel Sellado, superintendentes de la Casa de Moneda, etc. En fin, una legión de competentes empleados, que daban una imagen de orden.

2.2. Anarquía

y

Desorden Administrativo

Los ensayos en busca de un sistema político que reemplazara al monárquico de que se venía saliendo, provocaron un desconcier­ to nacional, que tuvo perturbadores efectos en la administración pública. Esta se resintió, por la pérdida de una burocracia ya estructurada y en funcionamiento, cuando el Director Supremo O’Higgins, atendiendo a que buena parte de los antiguos emplea­ dos erán de inclinación realista, los destituyó, reemplazándolos por bisoños criollos.40 Sea que la ineficiencia contribuyera a aumentar los puestos, o viceversa, el caso es que el país tuvo que soportar un crecido número de empleados de muy torpe desempeño. Toda clase de componendas era válida para conservar los emolumentos públi­ cos: . .los pipiólos que van a entrar y están entrando en goce de todos los destinos quieren poseerlos en paz, temen ser inquie­ tados por sus enemigos y he aquí la causa de su buena disposi­ ción, de sus deseos y no sé si diga de sus esfuerzos por la unión", comunicaba Portales a Benavente en 1828.41 Es lo que Walker Martínez ha calificado de empleomanía.42 El material humano que llegaba a las oficinas fiscales carecía de idoneidad. Prieto en carta a Portales lamenta la soltura con que personas sin capaci11a, 1946, pp. 269 ss.; Silva Vargas, Femando, "Una visita a la Real Hacienda de Chile en el siglo XVI”, en BAChH, N? 77, Santiago, 1967; Silva Vargas, Femando, "La Contaduría Mayor de Cuentas del Reino de Chile”, en Estu­ dios de Historia de las Instituciones Políticas y Sociales, 2, Santiago, 1968, pp. 103 ss.; Meza Villalobos, Néstor, La conciencia política chilena durante la monarquía, Santiago, 1958; Silva Vargas, Femando, "La visita de Ateche en Chile y la subdelegación de Alvarez de Acevedo”, en Historia, N? 6, Santiago, 1967, pp. 153 ss.; Zorrilla Concha, Enrique, Esquema de la jus­ ticia en Chile colonial, Santiago, 1942; Muñoz Feliú, Raúl, La Real Au­ diencia en Chile, Santiago, 1937; Góngora, Mario, El Estado en el Derecho Indiano. Epoca de fundación (1492-1570), Santiago, 1951; Góngora, Mario, Studies in the colonial history of Spanish America, Cambridge, 1975; etc. 40 Encina, Historia... (n. 38), tomo XVIII, p. 155. 41 Carta de 15 de junio de 1828, en Ep., vol. I, p. 268. 42 Walker, ob. cit. (n. 22), p. 38.

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dad copaban los escritorios: . .no hay como los pipi os que tenían gente aparente para todo”.43 El empleado novicjo y de pocas luces solía cometer torpezas, de las que Portales s ; quejaba: . .éstas son las circunstancias (desgraciadas) en que nos ha puesto (permítamelo usted decir) la absoluta libertad < on que se quiere mantener a los hombres recién nacidos y autc rizarlos a los extravíos propios de su edad”.44 “Recién nacidos” es una atinada expresión que produce el contrapunto con los Antiguos graves funcionarios indianos.

Consecuencia de este desconcierto administrativo era un de­ sorden económico agudo. Los empleados públicos y militares no recibían sus sueldos a tiempo. A comienzos de 1825, por ejemplo, las fuerzas de infantería sitas en Yungay se sublevaron por falta de salarios.43 45 Cinco años más tarde, Prieto escribía a Portales 44 recomendándole a don Francisco Binimelis, excelente patriota, que había quedado sin rentas “desde que suprimió Pinto la Con­ taduría de Diezmos con perjuicio del Fisco por el tiempo que hace perder este ramo a los Ministros de la Tesorería.. .”46 El torpe manejo llevó a que en 1829 no hubiera acuñación en la Casa de Moneda.47 Nada de raro tiene, entonces, que el Estanco, con­ cedido a Portales, Cea y Cía., haya fracasado por ineficiencia burocrática. En nota al Ministro de Hacienda decía Portales: “¿Y qué éxito podemos esperar nosotros en una negociación cuyo principal apoyo y garantía consiste en la inviolabilidad de los pactos y en la eficacia y respetabilidad de las providenci as para sostenerlos?”48 En la esfera económica, dice de este período Martner: . .los comienzos de la economía nacional permanecieron casi inaltera­ bles o estuvieron, por lo menos, en total abandono. Si a causa de este descuido de los intereses generales de la nación no se 43 Carta de 20 de julio de 1830, en Yrarrázaval Larraín, José Miguel, Cartas de don Joaquín Prieto a don Diego Portales, Santiago, 1960, p. 12. 44 Carta de 17 de diciembre de 1824 a Diego José Benavente, en Ep., vol. I, p. 236. Dos años antes, dirigiéndose a Cea, decía: "Según se ve por los periódicos, el gobierno, en medio de su desorganización, está dispues­ to a triplicar las contribuciones de derecho de importación y gravar el pago de comercio. Hay en esta medida la prueba más absoluta de co­ rrupción administrativa, porque si estos señores, a fuerza de gastos, pien­ san anular la base de la riqueza nacional, ¿cómo quieren el progreso na­ cional?” | 45 Encina, Francisco Antonio, Portales, tomo I, Santiago, 1934, p. 38. 46 Yrarrázaval, ob. cit. (n. 43), p. 11. 47 Barros, ob. cit. (n. 20), p. 53. 48 Dice al respecto Melchor Concha y Toro: "El contrabando que se hacía, no obstante la celosa persecución de los empresarios, disminuía en algo los productos del monopolio”, en "Portales y el Estanco”, en' Ep., vol. II, p. 25.

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produjo un cataclismo económico general, ello se debió al gran poder de la riqueza natural del país”.49 Los gastos eran inopina­ dos: al ser muy malo el crédito del Estado, los contratos de aprovisionamiento recibían un recargo del 100%.50 Falta la coor­ dinación entre las oficinas del Estado. En El Mercurio de Valpa­ raíso leemos al respecto: ".. .sólo en Santiago hay cuarenta Re­ públicas; cada empleado es una roca, cumpla bien o mal. Repúbli­ ca los hospitales, el hospicio, panóptico, canal de Maipo, casa de Espósitos, Panteón, Moneda, etc., etc.”51 No sólo había desorden, sino también falta de probidad. Afirmaba Benavente: ".. .los dos tercios con que la nación con­ tribuye a los gastos públicos se evaporan antes de llegar a las arcas fiscales”.52 "Los peculados administrativos pasaron a ser una gracia, una diablura y una patente de habilidad que daba prestigio”.53 Tal nefasto prestigio adquirió José María Novoa, cuando decretó el pago clandestino de unas cuentas adulteradas; recibió desde entonces el sobrenombre de "Don Negocio”. El encargado de la imprenta fiscal, Francisco Fernández, lucró con el subarriendo de esa especie. Los favores políticos de José Joa­ quín de Mora recibieron su recompensa cuando los alumnos de la Escuela Militar fueron adscritos al Liceo de Chile, de propie­ dad de aquél, percibiendo las becas correspondientes, que impli­ caban una cuantiosa subvención.54 Como se ha dicho más arriba, los malos manejos económicos provocaban malestar en empleados y militares, que no recibían sus sueldos a tiempo. Se constituyó, entonces, un mal gravísimo, que fue el de los civiles golpistas —"los cosacos”, en terminolo­ gía de José Joaquín Prieto—. Frente a las autoridades, por razo­ nes políticas o económicas, el papel de la autoridad fue de leni­ dad. Huelga decir que los negocios no podían llevarse a cabo por estos tropiezos. Confidenciaba Portales a su colaborador New­ man en 1829, ante un alzamiento de Uriarte: "...conociendo la apatía de nuestro gobierno para tomar medidas necesarias, creo 49 Martner, Daniel, Historia de Chile. Historia Económica, tomo I, Santiago, 1929, p. 127. 50 Encina, Historia... (n. 38), tomo XIX, p. 110. 51 Mercurio de Valparaíso. Periódico mercantil, político y literario, tomo I, n. 6, 29 de septiembre de 1827, p. 21, col. 2. 52 Citado por Barros, ob. cit. (n. 20) p. 35. Manifestaba Bernardo O’Higgins al capitán Coghlan, desde Lima, en carta de 20 de agosto de 1831: "Chile después de la cara experiencia de los últimos nueve años es­ tá cansado de anarquía y deshonestidad en la función pública”, en Estelle Méndez, Patricio, "Epistolario de don Bernardo O’Higgins con auto­ ridades y corresponsales ingleses, 1817-1831”, en Historia N? 11, Santiago, 1972-1973, p. 409. 53 Encina, Historia... (n. 38), tomo XVIII, p. 18. 54 Encina, Portales (n. 45), tomo I, p. 267.

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que tomará cuerpo aquella sublevación y he perdido la esperanza de ir a atender el negocio de García, en que tengo invertida la ,mayor parte de mi fortuna que, repito, la creo en peligro”.55 La impunidad era caldo de cultivo para nuevos desórdenes. Desde Concepción expresaba su desazón Prieto a Portales, ya ministro: . .aquí nos tiene horrorizados todos y maldiciendo a VV. que permiten nos insulten todavía esos monstruos de la anarquía, los Novoas y el cojo Manzano, y que después de la impunidad en que parece han quedado sus horrorosos crímenes y salteos, h aya tribunal donde les oigan y provean sus injustas demandaí i, reclamando garantías de que se han burlado altamente para : saquear a todo el que no iba con sus ideas”, y más adelante: . .s< m ellos los que disfrutan de la aceptación y protección de los 1 ribunales”.56 También Portales criticaba la actuación de los tri bunales “que no quieren cumplir con su deber”.57 En fin, un tétric o panorama se cernía sobre la administración pública chilena cuando Portales asumió el Ministerio el 30 de abril de 1830.

2.3.

La Administración Portaliana

Tras el desorden de la Anarquía, Portales procura asentar Ja admi­ nistración sobre la racionalidad que él había conocido antaño. I En la célebre carta a Cea, de marzo de 1822, habla de 'un go- ' bierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdade ros modélos de virtud y patriotismo y así enderezar a los ciuc ladanos por el camino del orden y de las virtudes”.58 Esta referenc ia a las virtudes es de clara raigambre dieciochesca, como lo he s malado más arriba. Desde este punto de partida, edifica con el propio ejemplo, como lo habían hecho los ministros de Carlos III y los últimos gobernadores de Chile, una burocracia eficaz. Nuevamente cito a Alberto Edwards Vives: . .al leer los documentos originales de esa época interesantísima, siempre he tenido la sensación de en­ contrarme ante un poder legítimo, restaurado después c e larga usurpación y que desea borrar hasta el recuerdo de la ar arquía; nada indica allí el ensayo febril, lo improvisado. Los ministros ponían silenciosamente en orden todo, sin aludir siquiera a la 55 Carta a Enrique Newman de 29 de marzo de 1829, en Ep., vol. I, pp. 282 a 283. La expresión “cosacos” dada a los golpistas, en Yrarráza­ val, ob. cit. (n. 43), p. X. 56 Carta de 7 de agosto de 1830, en Yrarrázaval, ob. cit. (n. 4¡3), p. 14. 57 Carta a Diego José Benavente de 21 de marzo de 1827, en Ep., vol. I, p. 253. 58 Carta a José Manuel Cea de marzo de 1822, en Ep., vol. I, p. 177.

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existencia de un desorden, de una situación irregular, se diría que habían estado despachando por muchos años, bajo una mo­ narquía antigua y tradicional cuya legitimidad nadie ponía en duda”.59 Si hasta la limpieza vuelve a brillar en las oficinas pú­ blicas, entonces muy abandonadas.60 El Ministro no sólo cumplía a cabalidad sus funciones, sino que también se daba maña para llegar de improviso a las más diversas reparticiones y captar in situ las dificultades existentes y el cumplimiento del deber.61 Más de alguno se llevó una seria y oportuna reprimenda.62 Los sueldos de los empleados empezaron a pagarse con pun­ tualidad. Forzoso es recordar en este aspecto la colaboración de Manuel Rengifo, el gran hacendista, que arregló la deuda pública, saneó la situación tributaria, redujo los gastos públicos y prote­ gió a la industria, la agricultura y el comercio.63 La preocupación por el cumplimiento del deber de justicia de retribuir al emplea­ do con su salario aparece varias veces en el epistolario portalia­ no.64 Que el tema inquietaba a los nuevos gestores de la adminis­ tración y no sólo a Portales, queda en claro al leer las cartas diri­ gidas a aquél por José Joaquín Prieto. Este aboga por que se pa­ guen las pensiones de civiles e inválidos, ya que “sienten la ingra­ titud o falta del gobierno a los compromisos que contrae con ellos”.65 No se trataba, sin embargo, de gravar al Fisco con gastos irracionales. El mismo Prieto consulta a Portales sobre la repo­ sición de un empleado “respecto a que nada perjudica su sueldo a los intereses del Fisco”,66 en lo que nuevamente hallamos resa­ bios indianos. Producida la batalla de Lircay, inicia Portales un silencioso \plan de racionalización administrativa. El legado de inflada buro­ 59 Edwards, ob. cit. (n. 7), pp. 58 a 59. 60 Según Walker, ob. cit. (n. 22), p. 45, con Portales se habría inicia­ do el “personal de la administración”, lo que es una exageración, toda vez que en todas las plantas de la administración indiana se contempla­ ban los porteros, entre cuyas funciones estaba la de mantener el aseo. 61 Encina, Historia... (n. 38), tomo XX, p. 146. 62 “Tarde de la noche penetraba de improviso en los hospitales y otros establecimientos públicos por cuya dirección velaba y ¡ay! del em­ pleado que no estuviera en su puesto, ¡ay! del régimen que escondiera algún engaño o amparara algún abuso. Un día entraba en un cuartel, y como Ministro de Guerra hacía de su tropa una severa e instantánea ins­ pección; otro día penetraba en los claustros del Instituto y oía a los alum­ nos o convocaba a los profesores para acordar medidas provechosas. No había en la capital una sola oficina pública cuyo portero no conociera a don Diego Portales”; Vicuña, ob. cit. (n. 2). 63 Barros, ob. cit. (n. 20), p. 34. M Por ejemplo, en cartas a Antonio Garfias, de 30 de abril de 1832, y a Ramón Cavareda, de 7 de febrero de 1833, en Ep., vol. II, pp. 191 y 351. 65 Carta de 19 de enero de 1831, en Yrarrázaval, ob, cit. (n. 43), p. 38. 66 Carta de 9 de febrero de 1831, en Yrarrázaval, ob. cit. (n. 43), p. 49.

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cracia debía ser aventado, pero con justicia; sólo los funciona­ rios ineptos y los que, durante la revolución, abandonaron sus puestos, fueron separados.67 Dice Vicuña Mackenna que suprimió el cargo por él servido en La Moneda, al que optaba uno de sus cuñados, y que aun "va­ rias veces habló de abolir el empleo de Superintendente de La Moneda, que servía su padre, pues en aquella época apenas se sellaba una escasa cantidad de oro y plata”.68 Había, no obstante, cuidado por no hacer recaer las consecuencias de los errores de los padres y maridos sobre sus cónyuges e hijos. En uní de las cartas de Prieto a Portales recomendaba se exonerara a Vicente Claro, empleado de la Comandancia General de Armas, " signándolé alguna cosa a su mujer para que se mantenga, esto les, si es compatible con la justicia y los compromisos de ese cana 11a para no desgastar tanto a su familia.. .”69 La experiencia indiana aparece a cada paso ilumine ndo las reformas portalianas. Una carta a Garfias dice: ".. .me parece muy bien que Cavareda sea el Intendente, conservando también el gobierno local, ya porque no son incompatibles por lá ley es­ tos dos destinos, ya porque deben reunirse en una persqna para que pueda obrar el bien en cada uno de ellos”.70 Portales sancionaba así la solución de la Ordenanza de Intendentes, que iberaba de subdelegados a los lugares en que se asentaban los intenden­ tes, compitiéndoles también el gobierno local.71 La corres pondencia entre Prieto y Portales nos muestra más de alguna solución indiana expresamente invocada: en el tema de la renta de los diezmos se sugiere el nombramiento de "dos empleados, como había en tiempos del Rey, para que se fiscalicen y sea mejor ser­ vida la renta”.72 Esta carta hace referencia al antiguo sistema de 67 Encina, Portales... (n. 45), tomo I, p. 243. 68 Vicuña Mackenna, Benjamín, “Portales y su juicio”, en Ep., vol. I, p. 147. 69 Carta de 9 de febrero de 1831, en Yrarrázaval, ob. cit. (n. |3), p. 48. 70 Carta de 17 de abril de 1832, en Ep., vol. II, p. 175. 71 Puede ilustrar lo expresado el siguiente comentario al a rtículo 1de la Ordenanza General de Intendentes de 1803: “En la antigua ordenanza unas veces se ha dado a los intendentes el nombre de gobernadores y otras el de corregidores, queriendo manifestar con ello la reunión de sus facultades... Ahora se suprimen dichas voces bastando la declaración que se hace de que todo el mando recaiga en una sola persona, ba­ jo el título de Intendente...” Los subdelegados reemplazaron a los anti­ guos corregidores (artículo 12 de la primera ordenanza y 41 de la de 1803): Escobedo, Jorge, Manifiesto de las razones en que está fundado cada uno de los artículos de la Nueva Ordenanza de Intendent ’S de Indias, Edición y Advertencia preliminar de Eduardo Martiré, B jenos Aires, 1983, pp. 36 y 55. 72 Carta de 20 de julio de 1830, en Yrarrázaval, ob. cit. (n. 43), p. 11.

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pesos y contrapesos, que la Corona había impuesto en las Indias para evitar extralimitaciones de los empleados y para que se vi­ gilaran mutuamente. En una nota suelta de Portales a Garfias, de 22 de abril de 1834, escrita en la hacienda de Pedegua. se lee: "Asustar a Prieto; intrigar a Tocomal dando alas a Rengifo. Lan­ zar a Gandarillas en la pelea sin que sepa el objeto. Alejar a Benavente, que es temible".73 Maquiavélico o no, recuerda también este trozo al antiguo uso hispano, que permitió un gobierno des­ de la distancia. El reclutamiento de un personal idóneo es un tema que in­ tranquiliza a Portales. Para él, es mejor tener buenos funciona­ rios antes que muchas leyes: así, refiriéndose a los jueces, ex­ presa que los abusos "tienen su origen en los jueces más que en la legislación. . ,"74 "Se necesitan hombres laboriosos, que no se encuentran, y cuyas opiniones fueren uniformadas por el entu­ siasmo del bien público.. .",75 dice, con frases aplicadas a los di­ putados, pero que cuadran con el resto de los servidores públi­ cos. Aquí y allá van apareciendo las virtudes que debían ornar a los funcionarios: moralidad, amor al orden,76 actividad, idio­ mas, destreza en contabilidad, conocimiento del extranjero a tra­ vés de viajes, experiencia en ciencias legales y políticas,77 vincu­ laciones familiares,78 honor,79 lealtad80 y, en lo posible, alguna pro­ piedad81, pensando, seguramente, en que quien tuviera cierto cau-

73 Ep., vol. III, p. 226. 74 Carta a Joaquín Tocomal de 16 de julio de 1832, en Ep., vol. II, p. 230. 75 La misma carta citada en la nota anterior, p. 228. 76 Carta al intendente de Chiloé de 3 de febrero de 1837, en Marín, ob. cit. (n. 10), p. 216. 77 Carta a Manuel Blanco Encalada de 20 de septiembre de 1836, en que recomienda a un hijo de Jorge Edwards, en Ep., vol. III, p. 457. En la Memoria presentada al Congreso el 23 de agosto de 1836 en su calidad de Ministro del Interior expresa que prefiere "para servir los destinos públicos los candidatos que, a las circunstancias morales necesarias, reú­ nan el conocimiento de las ciencias legales y políticas”, citado por Guzmán, ob. cit. (n. 5), p. 25. 78 En carta de 9 de septiembre de 1834 expresa: "Para la categoría y posición que ocupa en sociedad el sujeto de que me habla, no hay ni ha­ brá otro empleo mejor que el de ministro de Aduana, que está vacante”, en Ep., vol. III, p. 312. En la carta citada en la nota anterior hace refe­ rencia a las vinculaciones sociales de Edwards. 79 "...que nuestro Presidente se convenza alguna vez que sólo pue­ de tenerse confianza en el hombre de honor y que toda distinción al ma­ lo es lo mismo que criar cuervos y sólo sirve para hacer desmayar al bueno”, en Ep., vol. III, p. 26. 80 Cartas de 26 de marzo de 1833 a Ramón Cavareda y de 16 de sep­ tiembre de 1834 a Antonio Garfias, en Ep., vol. II, p. 384, y vol. III, p. 315. 81 Vid., nota 76.

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dal propio no echaría mano del fiscal. Entre el extranjero y el chileno, éste deb a ser preferido;82 pero aquél podía esta^--------' seguro de que, siendo meritorio, las oficinas fiscales se abriría n gustosas para él.83 De esta manera se fue formando una nueva burocracia, en que campean nombres tan destacados como los de Manue 1 Montt, Antonio García Reyes, Salvador Sanfuentes, José Manue 1 Carvalio, Antonio Varas, por mencionar sólo a algunos,84 a los c ue esco­ gía con cuidado,85 a pesar “de que el palo no da más y de que necesitamos que pasen treinta años al menos para hallar os hom­ bres útiles’’.86 Debe recalcarse que estos funcionarios eran contra­ tados atendiendo sólo a los méritos, pues por equella eépoca la mayor parte de ellos carecía de influencias. Es el mismro estilo que siguió la monarquía ilustrada para encontrar servidores co­ mo Amat, Higgins, Campomanes y otros. Al revés, influencias elitistas para elevar mediocres eran rechazadas con vehemencia.87 Igualmente provocaba su reclamo airado el ascenso de quienes no lo merecían,88 porque se daba un mal ejemplo sentando el “principio que nadie debía cumplir con su deber sin esperar re­ compensa’’.89 El ascenso, en cambio, de los buenos empleados de­ bía ser publicado en los periódicos con un doble fin: j rovocar una saludable emulación y producir un autocontrol en e )bierno, el que de este modo no distribuiría honores inmerecidos.90 82 Carta a Antonio Garfias de 22 de marzo de 1832, en Ep., vol. II, p. 138, en que dice: "Al Ministro del Interior (dígale) que soy demasiado enemigo de echar mano de extranjeros para los destinos cujando hay hijos del país que los sirvan.. 83 Carta a Antonio Garfias de 24 de noviembre de 1834, en Ep., vol. III, p. 365, y otra al mismo, de 4 de abril de 1832, en Ep., vol. II p. 155. 84 Vicuña, ob. cit. (n. 68), p. 147, y Walker, ob. cit. (n. 22), p. 43. 85 Véanse, por ejemplo, recomendaciones en cartas a Antpnio Gar­ fias de 24 de noviembre de 1831 y 11 de enero de 1832, en E 7., VOl. I, pp. 332 y 382 a 383. 86 Carta a Antonio Garfias de 30 de marzo de 1832, en Ep ., vol. II, p. 150. 87 Carta a Antonio Garfias de 19 de junio de 1834, en Ep. vol. III, p. 253, y Vicuña, ob. cit. (n. 68), p. 147, quien narra: "En una ocasión, tratándose de proveer una vacante eni el coro ae de santiago, Santiago, para Ila*. que ha­ de basquiñas e influjilos, supo bía un aguacero de candidatos e intrigas i Portales que existía en la parroquia ia de Curepto (provincia de T alca) un cura octogenario llamado Calderón y le escribió para hacerlo canónigo, cosa a que renunció el buen párroco por su avanzada edad”. 88 Vid. Ep., vol. I, pp. 373, 377, 381 y 383, y vol. II, pp. 313 y 477, entre otras. 89 Carta a Fernando Urízar de 8 de junio de 1833, en Ep., vol. II, p. 399. 90 Carta a Antonio Garfias de 4 de marzo de 1832, en Ep., vol. I, p. 455.

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La disposición de 15 de febrero de 1837, sobre calidades que debían tener los empleados de los ministerios, dictada cuan­ do faltaban pocos meses para su holocausto, es un espléndido resumen de su pensamiento:91 se establece ahí una carrera fun­ cionaría que dignifica al servidor público, como en el período indiano. Un riguroso orden jerárquico, que no debía ser jamás sobrepasado, contribuiría a una feliz gestión de la cosa pública.92 De la misma manera como en el régimen castellano el funciona­ rio estaba revestido de una atmósfera de decoro, en el portaliano había de darse un donaire a la gestión pública. La dedicación a ciertas labores resultaba moralmente incompatible con el desem­ peño oficial: . .es incompatible el título de ministro con el de mayordomo (se refiere a gestión de negocios ajenos), así como ahora no puede parecer bien, sino muy ridículo, ver al Ministro de Guerra convertido en agente de un minero copiapino, de un desconocido lambayecano, etc., etc., y haciendo cuanto puede ha­ cer el negociante de menos nota o el dependiente de una casa”.93 Todos estos cambios, tendientes a volver la administración al buen papel que había tenido en el período indiano, no podían hacerse por el mero arbitrio de las leyes: era necesario vivirlos. Aconseja a Joaquín Tocomal en 1832: “.. .el bien no se hace sólo tirando decretos... en cada resolución, en cada consejo, etc., dará Ud. un buen ejemplo de justicia, de imparcialidad, de orden, de respeto a la ley, etc., que insensiblemente irá fijando una mar­ cha conocida en el gobierno”. Las consecuencias de este ac­ tuar serían: ".. .el acabar de poner en derrota a la impavidez con que en otro tiempo se hacía alarde del vicio, se consagraban los crímenes y ellos servían de recomendación para el gobierno, mi­ nando así por los cimientos la moral pública y rompiendo todo vínculo que sostiene a los hombres reunidos”.94 El conocido decreto de 14 de diciembre de 1830 es una de las manifestaciones de las muchas normas de probidad administra­ tiva incoadas en esta época. Guarda relación con el ejercicio de la libertad de prensa, la que en la Anarquía llegó a extremos de li­ bertinaje. Se acusaba ahí, frecuentemente, a los empleados públi­ cos de toda clase de delitos; pero esas acusaciones, aunque fue­ ran justas, quedaban enmarañadas en el fárrago de la iniquidad de los órganos en que se publicaban. Los empleados públicos, a su vez, escudándose en que no querían tener vinculación con 91 Boletín de las Leyes y de las Ordenes y Decretos del Gobierno (en adelante Boletín), 2- ed., Santiago, 1841, lib. 7, n. 6, p. 85. 92 Carta a Antonio Garfias de 15 de junio de 1834, en Ep., vol. III, p. 247. 93 Carta de 30 de julio de 1832, en Ep., vol. II, p. 235. 94 Carta a Joaquín Tocomal de 16 de julio de 1832, en Ep., vol. II, p. 227.

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esos periódicos, dejaban de contestar las acusaciones, por lo que quedaba mancillado el honor no sólo de ese funcionario, sino de todos los demás. Dispuso, entonces, Portales: "1? Todo funciona­ rio público, cuya conducta en lo que toca al ejercicio de su em­ pleo, fuese atacada por la imprenta, debe acusar por ií o por apoderado, al autor o editor del impreso, ante el tribunal com­ petente y en el término de la ley; 2° el que así no lo hicies j, queda suspenso de hecho en el ejercicio de su empleo, y el ¡fiscal le acusará con el mismo impreso ante el tribunal competente”.95 Esta idea de la publicidad de los negocios y gastos públicos le era muy cara a Portales. Hablando de las cuentas del Estanco en que hubo un alcance de $ 87.260 a su favor, decía ¿n 1827: “¿Por qué no quiere el señor Presidente que se impriman nues­ tras cuentas y la entrega de especies que hemos hecho? IPorque cree que pueda favorecernos o porque nos daña su publicación? Remítame Ud. los originales o una copia de ellos, que yo los haré publicar aquí (en Valparaíso) ”.96 En ese mismo año, en El Mer­ curio de Valparaíso, N° 5, se leía: “.. .suplicamos al gobierno haga publicar a todos los empleados un estado de sus gastos, entradas, etc.; ccn esto se acallarán rumores que, aunque sean falsos, son fundados, y se evitará que la honradez se vilipendie tan tristemente”.97 Debía presentar, pues, el empleado público una imagen irre- I prochable ante la comunidad nacional. Consecuencia, entre mu­ chas, es que no podía ser fiador;98 que debía ser separado del • mando cuando se iniciaba un juicio en su contra, a fin de que el pueblo pudiera deponer con libertad, en su contra;99*que lúe ma ma-­ nifestara, en fin, “la mayor escrupulosidad en el cumplimiento de sus deberes”.,0( Medio en serio, medio en broma, en un artículo que envía a Garfias para ser publicado en Santiago, insinúa un vistazo al antiguo derecho —las Ordenanzas de Minería, el1 Fuero Juzgo, etc.— en materias de probidad administrativa: cp•ncretamente, si era lícito a un gobernador permanecer en funciones mientras se le estaba procesando.101 Creo ver en esto una refe­ rencia al juicio de residencia, en que el pueblo acusaba al em­ pleado que había cesado en sus funciones. Los resultados de la 95

96 97 98

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p. 247.

Boletín, 2* ed., Santiago, 1840, lib. 5, pp. 17 a 18 Carta de 21 de abril de 1827, en Ep., vol. I, p. 257. Periódico de 26 de septiembre de 1827. Carta de 20 de diciembre de 1832, en Ep., vol. II, p. 313. Carta a Antonio Garfias de 12 de agosto de 1832, en Ep. vol. II,

100

Carta al intendente de Aconcagua, de 8 de marzo de 1831, citada por Walker, ob. cit. (n. 22), p. 51. 101 Vid. nota 99.

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adopción de estos principios fueron una "moralidad, actividad y método” que reconoce aun un liberal tan recalcitrante como Isidoro Errázuriz.102 La confesión de un alto funcionario de la época, Manuel Rengifo, nos habla claramente sobre la dedicación que se imprimió al desempeño público: ".. .gravemente (enfer­ mo) me he arrastrado muchas veces hasta el ministerio y a esta constancia debo el haber entretenido los gastos inmensos que ocurrieron los últimos meses casi sin entrada alguna. Mi resolu­ ción está tomada: yo salgo de aquí libre o para el panteón, por­ que de otro modo no disfrutaré distracción o placer”.103 Frente a los empleados públicos, tuvo Portales, cuando estu­ vo alejado de sus funciones oficiales, un exquisito tino. Se excu­ saba con frecuencia de intervenir en favor de muchas personas, "porque es notorio que siempre ando huyendo de los hombres que ocupan altos puestos”.104 Sólo recomendaba a quienes, incor­ porándose a la administración, pudieran ser una adquisición pa­ ra el Estado, como se ha dicho más arriba, o a quienes requerían un amparo justo en sus pretensiones.105 En el plan por inculcar virtudes cívicas al pueblo, jugaba un importantísimo rol la administración de justicia, la que debía castigar efectivamente a los delincuentes. Ninguno debía quedar impune, porque se alentaría la criminalidad.106 Dejando de lado la prevención policíaca107 y el sistema práctico de castigos que introdujera, hay que resaltar su esmero por que las sentencias fueran conocidas realmente por el público. Ellas debían ser im­ presas en los periódicos, tanto para desalentar a los que quisie­ ran cometer los mismos delitos, como para (en el efecto prác­ tico) conseguir que los magistrados cumplieran con dedicación su deber.108 Las triquiñuelas legales debían ser pasadas por alto en aras de un castigo ejemplarizador: en carta de 1833 leemos: "... ¿por qué desde ahora para lo sucesivo no se evitan los males que se experimentan con las recusaciones (a que dio lugar el deseo de favorecer al bribón de Arteaga), declarando que los jueces militares son irrecusables como lo han sido siempre hasta 102 102 104 vol. I,

Errázuriz, ob. cit. (n. 6), p. 74. Citada por Barros, ob. cit. (n. 20), p. 50. Carta a José Domingo Otaegui, de 10 de marzo de 1829, en Ep., pp. 280 a 281. Ep., vol. I, p. 375. 106 Cartas a Antonio Garfias, de 10 de febrero y 17 de agosto de 1832, en Ep., vol. I, p. 434, y vol. II, p. 256. 107 Encina, ob. cit. (n. 45), tomo I, p. 266. 108 Cartas a Antonio Garfias, de 4 de marzo de 1832, en Ep., vol. I, p. 455, y a Fernando Urízar, de 24 de junio de 1833, en Ep., vol. II, p. 407.

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el año pasado?” 09 Sin perjuicio de que esa alusión está hecha al derecho hispano, hay una visible postura de admiración hacia la justicia indiana. Un artículo escrito por él en El Mercurio de Valparaíso, en 1832, es muy decidor. Analiza ahí el tema, para él tan caro, de que si la justicia no funcionaba bien, ño debía atribuirse a la legislación, sino a los jueces: ".. .ellos se escudan en la confusión y discordancia de nuestras leyes. Pero tendrán que confesar que éste es puramente un pretexto si se les pregunta ¿con qué leyes juzgaban los alcaldes y Real Audiencia < fn Chile? ¿Cuáles rigen en los juzgados y tribunales de España? y en España se ahorca al asesino y se ahorcaba en Chile cuando era colo­ nia española, con Jas mismas leyes que hoy sirven cara absorverle o conmutar la pena”. Se echaba también la culpa a los jueces territoriales, a quienes se achacaba ignorancia ju­ rídica: . .¿y podrán persuadir a algún hombre con ojos en la cara, que los jueces territoriales de la colonia, en dondé apenas había quienes supiesen leer, estaban más instruidos en te materia que los de la República chilena, cuyos progresos en todas las clases dejan toda comparación?” Y agrega más adelante: "Noso­ tros diremos lo que hasta los niños repiten: que no hay ley buena si se descuidan los encargados de hacerla cumplir y avanzaremos que los buenos encargados hacen buenas las leyes, pues ve­ mos que con unas mismas se administra bien y mal la justicia... Recordemos en comprobante las dos épocas de la Audiencia en las vísperas de nuestra emancipación. Fue presidida por ün señor Ballesteros y veíamos la horca en continuo ejercicio; el carácter de este funcionario, incapaz de capitular con el crimen, dio mé­ rito al dicho vulgar que hasta poco tiempo ha se conservaba entre la última clase: ‘no hay rebaja con el señor Ballesteros’. Entró a presidirla accidentalmente otro de sus miembros, que hacía alarde de una humanidad mal entendida, y no vimos durante su regencia una ejecución, siendo así que existían los mismos crímenes ff iin Dentro del mismo orden de ideas, poco se lograría en opinión de Portales, en la educación popular, si se impo nían los castigos con acepción de personas. Encarga en 1834 se diga al Ministro Tocornal: "que esté seguro de que le ayudase en cuanto penda de mí para mantener el orden público y enfrentar a los mentecatos que tratan de turbarlo aun cuando entre ellps se encontrasen las personas que me fuesen más queridas”.111 Ese fue 109 Carta a Antonio Garfias, de 9 de octubre de 1833, en Ep., vol. II, p. 445. 1,0 Silva Castro, Raúl, Ideas y confesiones de Portales, Santiago, 1954, pp. 144 y 145. 111 Carta a Antonio Garfias de i? de octubre de 1834, en Ep, vol. III, p. 331. En el mismo sentido, otra dirigida a Femando Urízar, de 5 de

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el predicamento en que se mantuvo él mismo, cuando siendo gobernador de Valparaíso debió ordenar la muerte de un norte­ americano, en cuyo favor se movieron sus íntimos amigos. También en un afán de moralización popular, encarga a los intendentes, en 1836, que combatan la existencia de ramadas. Es­ te decreto, de 4 de julio de ese año, se inscribe dentro de la más pura tradición ilustrada. Si se cambiaran las referencias a las autoridades republicanas por otras a las monárquicas, el texto podría ser atribuido a Carlos III. Se reclama ahí del aliciente poderoso que las ramadas imprimen "a ciertas clases del pueblo para que se entreguen a los vicios más torpes y a los desórdenes más escandalosos y perjudiciales”. Se encuentran, dice, en esos lugares "personas de todos sexos y edades”, que caen en "la per­ versión de unas y la familiaridad de otras con el vicio, el abando­ no del trabajo, la disipación de lo que éste les ha producido y muchas riñas y asesinatos.. .”112 Es el gobernante que razona el que llega a la conclusión de que en esos entretenimientos hay un daño popular, y procura extirparlos. Desde el siglo XVIII se venía intentando lo mismo, con el mismo método y los mismos efectos: las ramadas continúan existiendo hasta hoy. Como la Iglesia y el Estado estaban unidos, el gobierno, con­ tinuando el ejercicio, a que creía tener derecho, del patronato indiano, intervenía en los asuntos eclesiásticos. Portales, sin ser un practicante muy devoto, tenía muy claras sus ideas en cuanto a las cualidades de religiosidad, honradez y demás virtudes que debían adornar a la jerarquía, e hizo lo que estuvo a su alcance para que dignos sacerdotes accedieran a los puestos más hono­ rables.113 Permitió que se impusiera a los empleados públicos la asistencia obligatoria a ocho ceremonias religiosas en el año, bajo pena de multa creciente, si no se justificaban las ausencias.114 Es agosto de 1832: ahí se queja de que "ni Carrera ni ningún malo será castigado provechosamente por la desigualdad que se observa en los cas­ tigos de unos mismos delitos”, en Ep., vol. II, p. 419. 112 Circular de 4 de julio de 1836, en Boletín, 2- ed., Santiago, 1841, lib. 7, pp. 26 y 27, que puede compararse con lo que respecto al siglo XVIII expresa una documentada historiadora, quien, refiriéndose a los jueces de campo, dice que debían "contener los desmanes del gentío que acudía a los partidos con ocasión de las festividades tradicionales, reli­ giosas y profanas, oportunidades en que los juegos de azar, las carreras de caballo a la chilena, el alojamiento de los concurrentes en las rama­ das, degeneraban en francachelas y en escándalos contra la moral y, so­ bre todo, en pleitos y pendencias a cuchillo con consecuencias fatales": Cobos Noriega, María Teresa, "El juez de campo”, en Revista de Estu­ dios Histórico-Jurídicos, N° V, Valparaíso, 1980, p. 94. 113 Véase, por ejemplo, carta a Antonio Garfias, de 21 de agosto de 1832, en Silva, ob. cit. (n. 110), pp. 43 a 45. 114 Errázuriz, ob. cit. (n. 6), pp. 57 y 58.

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que, como expresa Encina, él "vio siempre en la religic n un po­ deroso incentivo de gobierno y un agente insustituible de civilización y de progreso moral, con absoluta independencia de la verdad racional del dogma”.115 Aunque, como se ha visto más arriba, Portales hiciera gala de un severo escepticismo ante las bondades de la norma legal, no dejaba de considerar útil el que se trazara a los empleados públicos un sendero andadero para el ejercicio de sus nciones. Una carta a Joaquín Tocornal, de 1832, postula “un prdyecto de código o reglamento orgánico, con el título que quiera darle, en que se detallasen las obligaciones y facultades de los intendentes, cabildos, jueces de letras y de todo cuanto empleado provincial y municipal existe en la provincia, en el departamento y en el distrito”.116 A la misma materia- se- referirá la Memo __ ... en ______ m|oria pre­ sentada al Congreso en 1836, en que dice que “la libertad indi­ vidual. .. no puede existir sino a la sombra de leyes públicas, que reglen la acción de todos los funcionarios y enfrenen lá arbitra­ riedad”.117 Hay en esta preocupación de Portales un afán didácti­ co y es el que esos empleados conozcan la esfera de sus atribu­ ciones y obligaciones. En la misma carta de 1832 critica la ignorancia de los intendentes: ... el país está en un estado de barbarie que hasta los intendentes creen que toda la legislación está contenida en la ley fundamental y por eso se creen sin más atribuciones que las mal explicadas en la Constitución " • 118 En cuanto al desempeño práctico de los empleados del Estado, variados consejos expedidos en diversas ocasiones, transparentan el conocimiento que Portales tenía de una sana administración pública y que le llegaba desde el período hispánico. Veá­ mos algunos de estos consejos. El reconocimiento de lois errores por parte del servidor público, “a más de ser justo y racional, es tan loable en el que manda”.119 También lo es el mante nimiento de una misma política a través del tiempo: . .cuando se anda por el camino recto, sin desvío alguno, nadie se atreve i quejarse, y cuando no, todos se alarman poniendo al gobierno por de­ lante ejemplos a cuya vista no tiene más que callar y perder con este silencio el prestigio y el poder de hacer el bien”.120 La repe­ tición de buenos servicios “escrupulosamente con las ¿bligaciones ' del “cargo sin consideración alguna a las personas cuando éstas se presenten con intereses opuestos a la razón o a la justi1.5 1.6 1.7 ”8 119 120

Encina, ob. cit. (n. 45), tomo I, p. 332. Carta de 16 de julio de 1832, en Ep., vol. II, p. 229. Citada por Guzmán, ob. cit. (n. 5), p. 28. Vid. nota 116. Carta de 19 de julio de 1834, en Ep., vol. III, p. 278. Carta de 30 de agosto de 1832, en Ep., vol. II, p. 274.

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cia”, acarrea "mayor respetabilidad y los ataques que se... diri­ jan harán, por consiguiente, menos impresión en el pueblo y al fin no se les dará importancia alguna”.121 Si los empleados públi­ cos cometían errores que dañaban a los particulares, había que apurarlos "fuerte y feo” para que deshicieran sus enredos.122 Has­ ta en los escritos públicos había que tener un predominio de la razón. Por eso hizo quitar toda fraseología inútil, "hojarascas”, como las llamaba, de modo que los escritos fueran sobrios y concretos.123 Los decretos portalianos tienen un dejo de las reales órdenes borbónicas. Hay en sus recomendaciones un permanente cuidado por los intereses fiscales, incluso con sutilezas, al punto que en la compra de un predio aconseja que no se llame a pro­ puesta y que se lo adquiera mediante un tercero, para que el dueño, sin saber que era el Fisco el comprador, no subiera el pre­ cio.124 Su buen sentido lo lleva a sugerir se eviten órdenes apresu­ radas, mal pensadas, que puedan redundar en una administra­ ción poco racional. Reclama, entonces, el que, para reprimir el contrabando, se dotara de facultades para revisar los barcos a los jueces territoriales. Estos, amén de ser por lo general agri­ cultores poco duchos en el comercio, tendrían que viajar desde sus fundos para desempeñar esta labor. Lo harían, en consecuen­ cia, mal, a desgano y a destiempo, perjudicándose, en definitiva, al Fisco.125 El gobierno, por último, debía entregar a la opinión pública una imagen de claridad en la acción, alejada de cualquier titubeo zigzagueante. Dice a Garfias en 1832: "Va Ud. a ver a don "Joaquín Prieto, déle memorias de mi parte y dígale que... la experiencia le abra los ojos y le convenza que en materia de polí­ tica y de gobierno, no hay más que herrar o quitar el banco... En efecto, todo lo que huele a paños calientes y a confundir el bueno con el malo sólo puede servir para nuestra perdición... El peor mal que encuentro yo en no apalear al malo es que los hombres se apuran poco por ser buenos, porque lo mismo sacan como de ser malos”.126

121 Carta a Miguel Dávila Baeza, de 6 de febrero de 1833, en Ep., vol. II, p. 350. 122 Carta a Antonio Garfias, de 9 de noviembre de 1831, en Ep., vol. I, p. 325; en el mismo sentido, otra de 26 de septiembre de 1834, en Ep., vol. III, p. 322. 123 Marín, ob. cit. (n. 10), p. 215, y Encina, ob. cit. (n. 45), tomo I, p. 263. 124 Carta de 9 de agosto de 1832, en Ep., vol. II, p. 243. 125 Carta a Antonio Garfias de 28 de marzo de 1832, en Ep., vol. II, p. 147. 126 Carta de 14 de enero de 1832, en Ep., vol. I, p. 389.

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3.

UN INTENTO DE EXPLICACION

Partiendo de la premisa que Portales tuvo poca instruí pón for­ mal, parece interesante rastrear el origen de su ideario, i jara ello, creo que es necesario echar un vistazo a lo que podríame }s llamar la vida oculta de Portales, o sea, los años anteriores a 1 !30. Hallamos ahí a varias personas e instituciones qué , de una u otra manera, deben de haberlo marcado: su familia, en es pecial el padre; la Casa de Moneda; el Consulado; Anselmo de la Cruz. La familia de Portales es una expresión rediviva de la clase hidalga, de linajuda prosapia, que casi aporta un título de Castilia a los Portales chilenos —el condado de Villaminayc —; pero de una pobreza franciscana. Se hace carne en ellos ac uello de “nobles como el rey, dineros menos”. Don José Santiago Porta­ les, Larraín, Meneses y Andía-Irarrázaval hereda de su padre me­ ras expectativas de una doble indemnización, que había sido litigada con la Corona por su abuelo y luego por su padre, ten­ diente a que se los resarciera de pérdidas de ambos relacionadas con el comercio naviero.127 No pudo obtenerse el pago esperado; pero por fin, hubo una transacción por la que José Santiago, a la sazón Contador de Ejército y Real Hacienda de las Cajas de Santiago, llegó a ser Superintendente General de la Casa de Mo­ neda, sucediendo a don Bemardino de Altolaguirre. Pasaba así a uno de los puestos más altos de la época, cuya renta, al entrar la Casa de Moneda a la administración directa de la Ce roña, en 1772, ascendía a $ 3.000 mensuales.128 Poco cundía, sin embargo, este emolumento, si se toma en cuenta la crecida familia del su­ perintendente, que en su matrimonio con María Encarnación Palazuelos había procreado veintitrés hijos. Sin más biene s que su sueldo y una quinta en lo que hoy es la Avenida Brasi , las pe­ nurias económicas de los Portales fueron grandes. Como siempre se ha dado entre los hidalgos, las apariencias había que cubrirlas. Contaban con un coche, al que subía el negro calesero —el “ccmesapos”—, para el cual, y evitando 1( s gastos de constante reposición de sombreros, se le había hech- ► uno de lata.129 Ello nos da la medida de la cortedad de medios, -os estudios de Diego en el Instituto fueron costeados con una b ;ca de la familia Lecaros, a la que pertenecía por el lado de si abuela, Teresa Larraín y Lecaros, siendo presentado al efect > por el Marqués de Casa Larraín.130 127 Eyzaguirre, ob. cit. (n. 3), pp. 87, 88 y 92. 128 Medina, José Toribio, Las monedas coloniales chilenas, Santiago, 1919, p. 162. 129 Vicuña, ob. cit. (n. 2), p. 29. 130 Encina, ob. cit. (n. 1), p. 96.

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ANTONIO DOUGNAC RODRIGUEZ

® Es en este ambiente de pobreza y prosapia que se cría Diego Portales. La última no lo incomodaba; pero sin ser particular­ mente dado a la rememoranza de abolengos, emprendió siempre las rutas holladas por sus mayores: un empleo en la Casa de Mo­ neda, como su padre; el comercio naviero, como su abuelo y su bisabuelo Portales; la minería, como su abuelo, Pedro Fernández de Palazuelos y Ruiz de Ceballos, consultor del Real Tribunal de Minería en 1778 y segundo diputado en 1793.131 El cariño a los de su estirpe lo llevó a unirse a su prima hermana María Josefa Por­ tales Larraín —Chepita—, a la que quiso tiernamente.132 Es en ese hogar, que estaba asentado en el mismo edificio de La Mo­ neda, donde conoció lo que eran las oficinas, el régimen de fun­ cionarios, los deberes de los distintos empleados, la subordina­ ción disciplinada. La pobreza, vivida en casa, le resultaba rutinaria. Decía a Garfias en 1834: "Deséeme Ud. salud y no deber a nadie, que eso de plata me importa poco tener o no tener más que la muy nece­ saria para comer y dar de comer a los niños frugalmente”.133 Pobre, sí; pero con buen nombre, lo que lo preocupaba inmensa­ mente, según aparece en su epistolario.134 ¿No es ello un destello de hidalguía? Consecuencia de la pobreza es la laboriosidad, que lo llevaba a levantarse a las seis de la mañana, durmiendo sólo cinco horas.135 Es en La Moneda donde Portales conoció a uno de los hombres más ilustrados de su tiempo, Anselmo de la Cruz, tesorero de ella y que al igual que los Portales residía en el mis­ mo edificio.136 En el Consulado, del que fue secretario en 1807, 131 Dougnac, ob. cit. (n. 27), p. 123. 132 Vicuña, ob. cit. (n. 2), p. 32. 133 Carta a Antonio Garfias, de 11 de septiembre de 1834, en Ep., vol. III, p. 314. Consecuencia de un sobrio pasado es la afirmación de 18 de marzo de 1822 en carta a José Manuel Cea: “...he disminuido mis gas­ tos, como de la manera más humilde, y me he propuesto no usar cigarro ni comprarme ropa a la vuelta del año”, en Ep., vol. I, pp. 179 y 180. 134 Vid. Ep., vol. I, pp. 190 y 344, entre otras. 135 Carta a Antonio Garfias, de 19 de junio de 1834, en Ep., vol. III, p. 253. 136 Vicuña, ob. cit. (n. 2), p. 31. La coincidencia de las familias Cruz y Portales en La Moneda sólo la indica Vicuña, quien tuvo acceso a nu­ merosas personas contemporáneas de los hechos que narró. Cruz y Por­ tales, si bien muy diferentes en cuanto a edad, tuvieron en común la per­ tenencia a campos laborales semejantes; por ejemplo, en los negocios na­ vieros, y en su pertenencia al Tribunal del Consulado, vid. Villalobos R., Sergio, El Comercio y la crisis colonial. Un mito de la Independencia (Santiago, 1968, p. 217). Hay motivos para inducir cierta vinculación a través de los Garfias Patiño, familia a la que Portales estimó considera­ blemente: un cuñado de Cruz, Agustín Antúnez Silva, era casado con Rosa Garfias Patiño: Cuadra Gormaz, Guillermo, Familias coloniales de Santiago (Santiago, 1918, p. 129). Noticias sobre la vida de Anselmo de la

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PORTALES Y LA ADMINISTRACION INDIANA

De la Cruz explayó sus vibrantes ideas económicas, más avanza­ das que las del resto de sus contemporáneos, porque hqbía resi­ dido en Buenos Aires y había viajado bastante. De la Cruz, lo mismo que después Diego Portales, fue naviero de esiasa for­ tuna. Entre sus concepciones, todas enraizadas firmemente en la Ilustración, hallamos la de establecer una Sociedad de Amigos del País; la de obtener una libertad de comercio con todas las naciones; la de establecer un banco vinculado al Consulado; la de intentar una visita general del reino para el conocirqiento de sus riquezas.137 Esto último lo había promovido también la Corona, y tras la emancipación, Pinto, Portales y otros; los estudios de Gay se relacionan con ello. No deja de ser curioso qu e una de las más citadas expresiones de Portales, la relativa al principal resorte de la maquinaria, se encuentra también en un discurso de De la Cruz: ".. .la agricultura, la industria y el comerciq forman el gran luminar que vivifica, que anima el cuerpo del Estado; ¡qué admirables son las piezas, muelles y resortes que componen esta máquina!”138 Es de recordar que en el Tribunal del Consulado se juntaban varios personajes, muy ilustrados y promotores de reformas, como José de Cos Iriberri, Juan José de Santa Cruz, Domingo Díaz de Salcedo, Francisco Javier Errázuriz, José Urrutia Mendiburu y otros. Con este organismo estuvo vinculado Por­ tales desde 1821, o sea, desde que se inicia como comerciante, y llega a ser primer cónsul en 1823.139 En este carácter, le corres­ pondió integrar un tribunal de residencia que juzgara a los fun­ cionarios de la administración O’Higgins, en 1823. Aunque re­ nuncia al encargo, ello no le fue aceptado por el Senado. Ahí pudo conocer de cerca la corrupción en que estuvo involucrado José Antonio Rodríguez Aldea, a lo que se refiere en algunas cartas. De lo dicho resulta que asomamos a la vida oculta q e Portales nos permite apreciar la educación ambiental (no formal) que Cruz, en Amunátegui Solar, Domingo, Recuerdos biográficos (Santiago, 1938), y en Donoso, Ricardo, El Marqués de Osorno don Amb rosio Higgins. 1720-1801 (Santiago, 1941, pp. 154 a 157). 137 Villalobos, ob. cit. (n. 136), p. 168; Villalobos R., Sergio, Tradición y reforma en 1810, Santiago, 1961, p. 88, y Donoso, ob. cit. (n. 13 6), pp. 155 y 156. 138 Villalobos, ob. cit. (n. 136), trae interesantes datos sobr e Cruz en pp. 163, 167, 168, 169, 173, 181, 190, 192, 193, 194 y 195, en que se evidencia la activa participación que tuvo en el Consulado y sus ilustre das ideas. La referencia a la agricultura, la industria y el comercio com ) "las piezas, muelles y resortes que componen esta máquina (el cuerpo Eolítico del Estado)”, se encuentra en la Memoria sobre la verdadera balanza de co­ mercio que conviene al reino de Chile, leída por el secretario del Consulado don Anselmo de la Cruz en la junta de posesión que se celebró el 12 de enero de 1899, copiado en la misma obra de Villalobos citada en esta nota, p. 358. 139 Archivo Tribunal del Consulado, vol. 37 ex 21.

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él recibió; su conexión con personas ilustradas, que deben de haber influido considerablemente en él; su contacto con la admi­ nistración pública indiana, de probidad acrisolada, y su vincula­ ción al Tribunal del Consulado, portavoz del reformismo diecio­ chesco. Estos caudales han llevado a ese río majestuoso que fue Diego Portales un elemento —la tradición borbónica— que, como el agua de los molinos, hizo funcionar con garbo la maquinaria administrativa de Chile independiente.

140 Carta a Femando Urízar, de 24 de junio de 1833, en Ep., vol. II, p. 404.

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PORTALES Y LA ADMINISTRACION CHILENA 1830-1837 Eduardo Soto Kloss Universidad de Chile

Mucho suele hablarse de la “obra” de Portales, mas no es fre­ cuente la indicación precisa y detallada de su concreta materia­ lización en los hechos, a través de decretos, resoluciones, órdenes o circulares, en los que aparezcan sea su firma, sean sus ideas. Igualmente, con frecuencia han sido muy bien espigadas sus sabrosas cartas, y desde allí, más o menos bien precisado, su “ideario” político, como asimismo otras facetas tan interesan­ tes de este gran chileno, forjador de la institucionalidád de la República. Pero raramente se ha estudiado cómo ese ideario se iba cumpliendo en la práctica gubernativa y cobraba aplicación en instituciones que perdurasen. Como una primera aproximación al tema de la concreción de ese ideario en obras, especialmente desde el punto de vista jurídico normativo, y en tanto anticipo de un trabajo de ma­ yor envergadura, nos hemos permitido mostrar aquí una apre­ tada síntesis de los principales—aspectos en . que adquirieron vida sus ideas, sus_soluciqnes y sus..procedimientos que él es­ timaba pertinentes y necesarios para lograr configurar un_.régimen_.republicano estable, llevando orden a la agitada y tur­ bulenta práctica política que azotara a Chile luego de la abdi­ cación de O’Higgins en 1823. Para ello hemos escogido algunos temas, trasuntados de sus cartas y sobre todo de los actos normativos de que dan cuen­ ta los boletines de decretos, de leyes, memorias ministeriales, sesiones de los cuerpos legislativos, actas del Consejo de Es­ tado, etc. ABREVIATURAS USADAS: D: Decreto; (I): Ministerio del Interior; (G): Ministerio de Guerra; (H): Ministerio de Hacienda; (J): Ministerio de Justicia; (CN): Congreso Na­ cional; L: Ley; C: Circular; O: Orden; B: Boletín de las Leyes y de las Ordenes y Decretos del Gobierno; V: tomo 5o del Boletín referido; VI: tomo 6- referido; VII: tomo 7? referido.

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Esperamos con esto contribuir en un aspecto un tanto me­ nospreciado, o más bien dejado de lado, por los historiadores, al mejor conocimiento de este gran patriota que fue Portales, quien no sólo puso su talento para organizar la República, si­ no que dio incluso su vida por ella hace justamente 150 años. Hemos dividido el material normativo en diversos rubros, que permiten una comprensión amplia de la actividad verda­ deramente gigantesca asumida por el gobierno de la época en sus tareas de organizar la República, sea en el orden de crear una administración pública adecuada a las necesidades de su tiempo e integrada con personal preparado, probo y eficiente, sea en el orden de realizar del mejor modo posible sus tareas de conservar el orden público (policía, vigilancia, orden sanita; rio, etc.), asegurar el'ejercicio de las libertades públicas (in­ dustria, comercio, propiedad, expresión, educación, etc.) y lle­ var a cabo la difícil tarea de financiar el erario de la nación. Dentro de esta perspectiva nos ha parecido útil concen­ tramos en cinco aspectos, a saber: Administración pública (or­ ganización de oficinas: estructura y personal; organización del territorio; obras públicas, y comunicaciones); Orden público (policía y libertades públicas); Ordenación de la hacienda pú­ blica y de la economía (organización haciendística, aduanas, fo­ mento a la producción, al comercio y a la libre iniciativa priva­ da, franquicias), Organización de la educación y protección de la salud; y, finalmente, Organización del ejército y de la ma­ rina. En este anticipo hemos omitido los párrafos referentes a hacienda y a ejército y marina, especialmente frondoso el pri­ mero, y hemos reseñado —para no alargar en demasía esta no­ ta introductoria— solamente el rubro sobre organización de oficinas públicas, personal y tramitación de los negocios guber­ nativos. Dentro del primer aspecto, esto es organización de las ofi­ cinas públicas, merecen destacarse especialmente, y en orden cronológico: la determinación de las plantas, fijación de las ren­ tas y nombramiento de los oficiales que sirvan esos destinos de los Departamentos de Guerra y de Marina del Ministerio de Gue­ rra (10 de abril de 1830), la fijación de las rentas de los oficia­ les del Ministerio del Interior y de Relaciones Exteriores y nom­ bramiento de quienes sirven dichos empleos (17 de abril de 1830); el establecimiento de normas sobre subrogación de los ministros de Estado, en caso de ausencia temporal, enfermedad o renuncia (4 de julio de 1833); la fijación de la remuneración anual de cada ministro secretario de Estado (26 de junio de 1834); para culminar con la dictación de la llamada primera ley

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de ministerios (decreto legislativo de 1° de febrero de 1837), ley que perdurara en sus bases durante 90 años hasta 1927 (DFL. 7.912, de 5 de diciembre de 1927), fecha de dictación de la ley de ministerios todavía vigente. En esta ley de 1837 se establecen cuatro ministerios (Interior, Justicia, Hacienda y Guem), se fi­ jan las plantas de cada uno de ellos y se hace una precisa deter­ minación de los ramos que comprende cada cual, y las materias concretas encargadas a su despacho, ordenación indispensable para una eficiente delimitación de competencias, evitando así conflictos entre las diversas autoridades gubernativas y adminis­ trativas, y haciendo más expedita la tramitación de los negocios, la atención debida a los usuarios y, en último término, la satis­ facción de las necesidades públicas. Prevé, también, esta ley, la institución del Consejo de Ministros, como, además, la subroga­ ción de los ministros. En lo referente a los oficiales o empleados de las oficinas, hubo preocupación constante en Portales por su probidad, pre­ paración y eficiente desempeño. De entre las variadas decisiones gubernativas que inciden en la materia, nos parece dign¿ de des­ tacarse, en primer término, la idea de institucionalizar e “visitador general de las oficinas fiscales de la República", con el objeto de fiscalizar debidamente el comportamiento de los empleados de las oficinas públicas de hacienda; el visitador, émulo efiqaz de la institución indiana, estaba dotado incluso de facultades le inter­ vención en el despacho mismo de los asuntos de las oficinas visitadas, y de suspender a los empleados sujetos a la vis ita "previa la aprobación del Ejecutivo" de la medida (2 de aigosto de 1831); debe destacarse, igualmente, como una forma de asegurar la probidad de los empleados, el devenido famoso decreto de 14 de junio de 1830, en que se ordena a todo funcionario público cuya conducta en el ejercicio de sus funciones fuere alcanzada por la imprenta, que debe acusar por sí o apoderado, al autor o editor del impreso ante el tribunal competente, y si así no lo hiciere quedará suspenso de hecho en el ejercicio de su empleo, y el fiscal le acusará con el mismo impreso ante el reférido tri­ bunal; se encarga, además, al propio Ministro del Inte rior que vele por el cumplimiento de esta disposición. Por decreto de 22 de diciembre de 1835 se dispone un procedimiento administra­ tivo para llenar las vacantes que ocurrieren en las oficinas de­ pendientes de los ministerios (Interior, Hacienda y guerra y Marina), prefiriendo especialmente a aquellos individuos que hu­ bieren perdido sus destinos anteriores en razón de reformas acor­ dadas en dichas oficinas por motivos de economías. S e dictan normas, también, precisando los requisitos de instrucción y cul­ tura que han de llenar los oficiales empleados en las secretarías de Estado para el acertado y pronto despacho de los negocios administrativos, disponiendo exigencias diferentes según se trate

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de tareas en los distintos despachos ministeriales, y requisitos comunes, además, para todos ellos. Asimismo, se dictan normas (decreto de 2 de julio de 1836) con el objeto de uniformar el horario de asistencia de los empleados a las oficinas públicas, imponiéndose multas a quienes infringieren su deber de asisten­ cia. Se establecen disposiciones de probidad, igualmente, respec­ to de los empleados de aduanas en cuanto sus jefes, vistas, al­ caides y comandantes del resguardo no podrán intervenir en el despacho de los negocios que ocurran a sus parientes dentro del tercer grado de consanguinidad y segundo de afinidad, compu­ tados civilmente, haciendo aplicable igual prohibición si esos pa­ rientes se presentaren como agentes de otros negociantes, y de­ terminándose que esos funcionarios implicados serán subrogados por los que sean llamados por la ley o por aquellos que en su ausencia deban hacer sus veces. En fin, se regula la jubilación de los empleados civiles que, habiendo desempeñado bien y cum­ plidamente las obligaciones de su destino, se imposibilitaren (por imposibilidad física o moral) para continuar en el servicio, o bien, si no se encontraren en esa situación, hubieren cumplido 40 años de servicios y 65 años de edad, estableciéndose al efecto la forma de cómputo de los años de servicios. En lo referente a despacho y tramitación de los asuntos gu­ bernativos adquiere relevancia el decreto de 16 de septiembre de 1830, que ordena que atendido que la publicación del Boletín de las Leyes y Decretos suele demorarse pues debe esperar un número determinado para poder llevarse a impresión, y convi­ niendo la más pronta circulación y conocimiento de las disposi­ ciones gubernativas tan pronto se adopten, se publiquen éstas en el periódico El Araucano, teniéndose en tal caso "como autén­ ticas y oficialmente comunicadas" para que obligue su cumpli­ miento a las personas y cuerpos a quienes tocasen. Por último, y para no alargar esta nota introductoria, deben destacarse, igualmente, las disposiciones del decreto de 4 de julio de 1833 (dictado a menos de dos meses de promulgada la nueva Constitución), que regula que todo decreto en cuya virtud se mandare o decidiere un asunto de modo definitivo (sea que re­ cayere sobre solicitudes de particulares, consultas y todo género de comunicaciones de tribunales, oficinas y empleados públicos) será firmado o rubricado por el Presidente de la República y el ministro a cuyo ramo correspondiere; las resoluciones, en cam­ bio, referentes a la mera substanciación o remisivos del asunto a otra autoridad, serán firmadas sólo por el ministro, como asi­ mismo "todas las providencias relativas a la mejor instrucción de los espedientes, y a la ejecución de las disposiciones ya dadas por el Gobierno". Igualmente, se dispone el modo de ejecución de los decretos supremos (sean "de substanciación o disposi­ ción") y las modalidades del "acuse de recibo" por parte de las

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PORTALES Y LA ADMINISTRACION CHILEÑA 1830-1837

autoridades inferiores respecto de las comunicaciones dé los mi­ nistros. En fin, determina la forma de presentación de solicitu­ des, memoriales o reclamaciones ones ante las autoridades gubernativas, debiendo hacerse por conducto i.______ del __________ Intendente de . la pro­ vincia si se efectuaren desde allí las presentaciones, a menos que la reserva lo exigiere, en cuyo caso se admite sea dirigida directa­ mente a los Ministros; y señala que será “al oficial de partes del Ministerio” a quien se entregarán, debiendo éste dar recibo “si lo exije el conductor”, añadiéndose que "toda presentación o memorial, de cualquiera naturaleza que sea”, volverá proveída por el único conducto de dicho oficial.

1. 1.1.

ADMINISTRACION PUBLICA Y GOBIERNO INTERIOR

Organización de Oficinas Públicas

D (I) 17.4.1830. Nombramiento de Oficial Mayor del M misterio del Interior y/ de Oficiales; determina sus rentas ainuales v B V 2s fecha a partir de la cual debe abonárselas1 Con igual fecha nómbrase a Oficiales (1° y 2?) de RelaB V 3 ciones Exteriores y fija sus rentas anuales D (I) 24.5.1830. Establece que los funcionarios de pol icía, dependientes de los inspectores y alcaldes de barrio, noi podrán alistarse en los cuerpos cívicos, ni los comandantes de éstos permitirlo, ya que la función de policía exige una dedicación B V 5 exclusiva D (G) 10.4.1830. Se aprueba planta de los Departan entos de Guerra (1 Oficial Mayor y 3 Oficiales - 1°, 2° y 3°) ye e Marina (1 Oficial Mayor, 1 Oficial; 1 Oficial de Partes pa a ambos Departamentos y 1 Oficial auxiliar del anterior) con las ren­ tas anuales correspondientes a los empleos establecidos. Se nombran Oficiales y se renueva designación de quienes ya B V 182 servían esos cargos D (G) 7.5.1830. Designa Comisión —presidida por e general J. I. Zenteno— para que se dedique al estudio de un sistema 1 Don Diego Portales fue designado por D i(I) de 6.4.1830 (firmado Departamentos de Reíapor Ovalle y Meneses) Ministro de Estado en los Departament ciones Exteriores, del Interior y de Guerra y Marina (B V 1).

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EDUARDO SOTO KLOSS

que ordene y organice el ramo de la contabilidad del Ejér­ cito2 B V 22s

D (I) 11.6.1830. Establece en la capital una Junta propagadora de la vacuna, compuesta de 7 miembros y designa integran­ tes3 B V 14ss D (I) 14.6.1830. Ordena que todo funcionario público cuya con­ ducta en el ejercicio de sus funciones fuere alcanzada por la imprenta, debe acusar por sí o por apoderado, al autor o editor del impreso ante el tribunal competente; si así no lo hiciere, quedará suspendido de hecho en el ejercicio de su empleo y el fiscal le acusará con el mismo impreso ante el referido tribunal. Se encarga al propio Ministro del Inte­ rior del cumplimiento de este decreto B V 17s D (I) 16.9.1830. Decreta que resoluciones del Gobierno que se publicaren en el periódico El Araucano se tendrán como au­ ténticas y oficialmente comunicadas para que obligue su cumplimiento a las personas o cuerpos a quienes toca­ sen4 B V 35s

D (I) 22.10.1830. Dispone que los maestros de postas, correos ordinarios y demás servidores de la renta desde el Maulé hasta Concepción, tendrán las mismas asignaciones de que gozan los empleados de igual clase en las carreras del norte y del oriente5 B V 98s D (I) 5.1.1831. Traslada la Oficina de Correos de la capital al local que ocupa la Aduana General, y ordena al gobernador 2 Expresa el fundamento de este decreto: "Advirtiendo el Gobierno que el ramo de contabilidad del ejército se hace cada día más embarazoso y complicado, por la falta de método para la distribución de caudales, hallándose por esta causa los cuerpos con un notable descontrapeso en sus alcances...” 3 Véanse más adelante sus detalles en el rubro Salud. 4 Dice su fundamentación: "Como la publicación de cada número del Boletín no puede hacerse hasta que haya los decretos necesarios para lle­ narlo, y conviniendo la más pronta circulación de muchos de éstos, el Gobierno ha decretado..." 5 Señala la motivación de este acto administrativo: "Informado el Gobierno de que los maestros de postas y correos ordinarios desde el Mau­ lé hasta Concepción son obligados desde tiempo atrás a servir gratuita­ mente estos destinos; y no pudiendo ser tolerable semejante abuso que a mas de atacar la libertad y propiedad del ciudadano, compromete la fide­ lidad de aquellos sobre quienes grava esta obligación: deseando remediar este mal, y proporcionar la mayor exactitud en el desempeño de este ramo

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PORTALES Y LA ADMINISTRACION CHILEÑA 1830-1837

de esta ciudad para que de acuerdo con los ministros de Aduana prepare el lugar que deba ocupar aquélla6 B V 100

L de 2.8.1831. Sancionada a raíz de un proyecto del Ejecutivo de la misma fecha, autoriza al Presidente de la República para que proceda a nombrar un Visitador General de las Oficinas Fiscales de la República, esto es de Hacienda, quien será también interventor en el despacho de ellas7 B V 171ss

D (I) 7.4.1832.

Establece en la ciudad de Santiago ur a Junta Central de Beneficencia y Salud Pública, compuest a de 12 miembros, nombrados por el Gobierno) la primera v ez y en lo sucesivo a propuesta de la misma; rden del Presidente, el Ministro del Interior ntendentes que se ha resuelto prohibir abso­ los los pueblos de la República que s e levan­ * las razones que se indican31 B’VII 26s

D (I) 9.11.1836. Pi República a ha< 31.5.1837,32 pud: de la República das en los arts. órdenes a Ínter cicio de estas f< Ministro del ra

omulga ley que autoriza al Presidente de la sr uso de facultades extraordinarias hasta el mdo arrestar o trasladar a cualquie r punto proceder sin sujetarse a las formas preveni139, 143 y 148 de la Constitución, y dar sus lentes y subalternos en lo referente al ejercultades "sin más calidad que el acu irdo del no respectivo" B VII 61s

pietarios”; agrega que el referido intendente “hará reconvenir a unos y otros por el pago de 1; s cantidades que adeudaren, ejecutándolos por me­ dio de la fuerza si n< se manifiestan dóciles al primer reque imiento (B VII 7). ff

31 Dicen los consi lerandos de esta circular: “Persuadido S.3. el Pre­ sidente de los graves j lales que oríjiña a la moral pública y al bienestar de muchos individuos a costumbre jeneralizada en toda la República de celebrar las Pascuas, 1 festividad de los Santos Patronos y la de Corpus Christi, formando hab aciones provisorias, a que se da el nomtre de ra­ madas, y en que se j resenta un aliciente poderoso a ciertas clases del pueblo, para que se e itreguen a los vicios más torpes y a los desórde­ nes más escandalosos y perjudiciales; de que por un hábito irresistible concurren a ellas pers ñas de todos sexos y edades, resultando la perver­ sión de unas, y la fa ailiaridad de otras con el vicio, el abaldono del trabajo, la disipación le lo que éste les ha producido y muchas riñas y asesinatos; de que los pueblos no pueden aumentar sus propios y arbitrios ,a expensas de k moralidad de ellos mismos, por muy dignios que sean ----- de la atención d las municipalidades los objetos a que Jos os destinen, mayormente cual lo en virtud de la parte octava del art. 128 de la Constitución pueden ] roponer los que juzguen convenientes p ara reponer la suma que les p aduce el remate que se ha acostumbrado hacer de las plazas para tan pe nicioso uso; y de que no puede permitir que sub­ sista por más tiempo ía causa de males tan graves y de tanto trascendencia, estando en su facultades hacerla cesar, sin quedar responsable a ellos...” (B VII 26) 32 Con ocasión de la inminente guerra con el Perú.

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EDUARDO SOTO KLOSS

D (I) 27.1.1837. Promulga ley que sanciona a quienes habiendo sido condenados a permanecer en determinado punto de la República o desterrados fuera de ella por sentencia judicial en delitos de sedición, conspiración o motín, quebrantaren su condena o destino: serán pasados por las armas dentro de las 24 horas siguientes a su aprehensión B VII 63s

D (I) 31.1.1837. Promulga ley que declara en estado de sitio el territorio de la República por el tiempo que durare la guerra con el Perú y autoriza al Presidente de la República "para usar de todo el poder público que su prudencia hallare nece­ sario para regir el Estado, sin otra limitación que la de no poder condenar por sí, ni aplicar penas, debiendo emanar estos actos de los tribunales establecidos, o que en adelante estableciere el mismo Presidente" B VII 73 D (I) 2.2.1837. Decrétase —en uso de atribuciones conferidas por la declaración de estado de sitio y de la ley de 31.1.1837— que delitos de traición, sedición, tumulto, motín, conspira­ ción contra el orden público, contra la Constitución o el Go­ bierno, etc., serán castigados con arreglo a las disposiciones de la Ordenanza Militar y juzgados por un Consejo de Gue­ rra Permanente, que residirá en la capital de cada provincia; establece composición de Consejos, procedimiento y recur­ sos33 B VII 87s

D (I) 8.2.1837. Decreta que la celebración del 12 de febrero, ani­ versario de la declaración de la independencia patria, sea reducida en adelante a una salva de 21 cañonazos en pueblos y plazas donde hubiere artillería y repique general de cam­ panas a las 12 del día; en las casas públicas y de particulares se enarbolarán banderas por el día e iluminación durante la noche B VII lOls D (G) 9.3.1837. Dicta disposiciones sobre animales aparecidos que, perdidos por sus dueños, se encontraren en poder de personas que no tienen derecho alguno para poseerlos; dis­ pone que deberán ser entregados a las autoridades que indi­ ca hasta que sean retirados por su dueños previo pago de lo gastado en su mantención, y encarga al intendente de la pro­ vincia que los depósitos donde ellos se guardaren estén a disposición del Inspector General del Ejército B VII 162s 33 Por D (J) 28.8.1837, se complementan sus disposiciones en cuanto en los casos que prevé establece trámite de revisión de la sentencia de­ finitiva por el auditor de ejército residente en Santiago (B VII 187s).

164

PORTALES Y LA ADMINISTRACION CHILENA 1830-1537

D (J) 21.8.1837. D a la ejecución civiles, concun relativo a la ej siciones que di hacer ejecutar

icreta que "la fuerza militar que cor curriere le las sentencias pronunciadas por le s jueces ¡ sólo en clase de mero auxiliar, y en todo lo ¡cución debe sujetarse a las órdenes y dispo­ tare el mismo juez civil a quien corresponde la sentencia"34 B VII 186

D (J) 25.10.1837. I que impone la puñal y toda ai ria por el miso forma que indi

e decreta que las penas de trabajos públicos ey de 20.3.1824, que prohíbe cargar cochillos, na corta, podrá conmutarse en pena pecuniao magistrado que la hubiere de aplicar, en la :a B VII 199

2.2.

Libertades

pú ilicas

D (I) 14.6.1830. P. na que cada ve funcionarios pi derado al auto petente; si no ) ejercicio de su competente coi cada su conduc

ra reprimir los abusos de imprenta se orde­ ' que se hagan acusaciones en contra de los blicos, éstos deben acusar por sí o por apo­ o editor del impreso, ante el tribunal com) hiciere quedará suspendido de hec ho en el jmpleo y el fiscal le acusará ante el tribunal el mismo impreso en que hubiere £ido ata­ a ministerial35 B V 17

O de 14.6.1830. D< l Gobierno al Congreso "exponiéndole nece­ sidad de crear comisiones ambulantes de justicia, que re34 Aun cuando 11c Egaña, como Ministre por ser demostrativo al poder civil y al re; judicial, especialmente que finalmente le cosí 35 Dice su motive es uno de los medios reza de los empleados Considerando que virtiéndole en un inst ejercer este saludable que para dirijir la opi zan por la imprenta daño del público, no i un órgano habitúa m< la licenciosidad de la den de cosas, confunc prevaricadores, compr en desdoro del Gobie:

/a las firmas del Presidente Prieto y de Mariano de Justicia, incluimos este decreto en e >te rubro leí espíritu portaliano de sujetar la fuerza militar Deto de la ley, representada aquí por la sentencia dada la experiencia habida entre 1830 y 1837 y ira la vida misma a Portales. :ión: "Considerando que la imprenta bien dirijida nás poderosos para mantener la regularidad y pu­ en el desempeño de sus funciones públi zas. d. escandaloso abuso que se ha hecho de ella, con­ umento de pasiones maléficas, la incapa cita para influjo, y la hace más a propósito para estraviar, ñón; que aun las acusaciones fundadas q le se lanzontra aquellos que abusan de sus fac ultades en «citarán la atención que debieran, vertió. épdose por ite depravado; que los acusados se esc idan con rensa para no sincerar su conducta; y qu d este oriendo a los buenos servidores del Estado con los >mete igualmente el honor de todos ellos, y cede no”.

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partiéndose por los campos pusiesen algún término a la in­ finidad de crímenes que todos los días se cometen”, con el objeto de hacer efectiva la seguridad individual que la Cons­ titución ofrece a todos los chilenos B V 27s

D (I) 28.6.1830. Se dispone llevar a debido efecto la enajena­ ción de tierras sobrantes que hubiese en cada provincia per­ tenecientes al Estado. Los intendentes darán cuenta al Go­ bierno en los meses de enero, abril, junio y octubre de las diligencias practicadas en su cumplimiento36 B V 27 D (I) 28.9.1830. Dispone el cúmplase a acuerdo del Congreso Nacional que dicta normas sobre jurados, suplencias y re­ cusaciones para evitar abusos que diariamente se cometen por los defectos de la ley de libertad de imprenta B V 96 D (I) 15.10.1830. Para evitar abusos que se han dejado notar en las representaciones teatrales, tanto en algunas obrac que se han exhibido, como en la licencia con que suelen desem­ peñar algunos actores pasajes de las obras, con desagrado del público y notable agravio de las buenas costumbres, de­ creta que no podrá ni exhibirse ni anunciarse pieza teatral alguna que no haya sido revisada previamente por el censor del teatro, y haya obtenido su aprobación; nombra al efecto como censor al rector del Instituto Nacional37 B V 98 D (I) 22.10.1830. Establece que los maestros de postas, correos ordinarios y demás servidores de la renta, desde el Maulé hasta Concepción, tendrán las mismas asignaciones de que gozan los empleados de igual clase en las carreras del nor­ te y del oriente38 B V 98s 36 Se da cumplimiento a la "ley senatoria de 10 de junio de 1823”. 37 Por D (I) de 14.7.1832 se establece una Junta de 3 miembros (J. Egaña, J. A. Vial y A. Bello) "encargada de revisar las piezas dramáticas que hayan de exhibirse al público en la capital, debiendo prohibir la re­ presentación de aquellas que ofendan la relijión y las buenas costum­ bres o que tiendan a turbar el orden público, a menos que estén previa­ mente expurgadas” (B V 201s). Por D (I) de 26.7.1832 se reglamenta po­ licía del teatro de la ciudad de Santiago, para la mejor ordenación de las representaciones (B V 205ss). Por D (I) de 24.7.1834 se promulga ley que establece que "en todas las poblaciones de la República donde, hu­ biere teatro, se establecerá un juzgado especial a cargo del gobernador del departamento o jefe político de la población, quien será subrogado por los alcaldes y en su defecto por los rejidores según su precedencia”; establece su jurisdicción, sanciones que podrán imponer e inimpugnabilidad de sus resoluciones (B VI 135s). 38 Con ello viene a remediarse una situación anómala y que refiere la fundamentación del decreto: puede verse ella en Organización de Ofi­ cinas Públicas, nota 39.

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D (I) 5.1.1831. P¿ ra facilitar el despacho de correspondencia tanto de los ci cio, se decreta • ladará a las de bitrarán los mto de la llegad traordinarios39

idadanos como de las oficinas y de) comer­ ue la Oficina de Correos de la capita' se tras­ la Aduana General, disponiéndose que se ar­ dios para facilitar al público el conocimien­ y despacho de los correos ordinarios y ex­ B V 100

D (I) 15.1.1831. F general de la P conocimientos quisitos para c
de enfermedad o invalidez; organiza admitesorería, responsabilidad del teso ro, disdos, etc. B VII 153ss

3 3.1.

EDUCACION Y SALUD PUBLICA

Educación

D (I) 22.5.1830. D becas a estudia) beneficiarios se que pueda disp

ja sin efecto D de 17.10.1828, que otorgaba tes del Liceo de Chile, y dispone que jóvenes *án preferidos en adelante con las ecas de mer el Gobierno en el Instituto Nacional46 B V 4s

44 La motivación y a otro de 21.3.1820, de la correspondencia < disposiciones que vieni 45 Ha de recordar autorizaba al Presiden para el caso "de no ob a los agravios que éste se promulga la ley qu hecha, con autorizació ——i- ■' por el Ministro Plenip ral Santa Cruz" (B V] 46 Su motivación blico se halla en el e

tace referencia a disposiciones del D de 13.12.1819 que sólo conduce a retardar sin objeto el recibo ue se remite por medio de particulares” (É VII 49), a a dejarse sin efecto. e cue por D (I) de 10.10.1836 el Congreso Nacional ícela República para declarar la guerra al Perú ener del Gobierno del Perú reparaciones adecuadas ha inferido a Chile” (B VII 61); por D de ¡26.12.1836 : "ratifica solemnemente la declaración de guerra i del Congreso Nacional y del Gobierno de Chile, tenciario D. Mariano Egaña, al Gobierno del jene63). ice: "Convencido el Gobierno de que el Erario pútado de decadencia que apenas puede subvenir a

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D (I) 14.9.1830. Aprueba contrato celebrado por el Gobierno de la República y don Claudio Gay con el objeto de que éste realice un viaje científico por todo el territorio en tres años y medio, e investigue “la historia natural de Chile, su jeografía, jeología, estadística y cuanto contribuya a dar a conocer las producciones naturales del país, su industria, comercio y administración, y a presentar al Gobierno, en el término de cuatro años, por medio de una comisión que inspeccione sus trabajos, un bosquejo de las obras que indica; precisa obli­ gaciones del naturalista y del Gobierno, y emolumentos que percibirá aquél47 B V 93ss

D (I) 15.1.1831. Establece exigencias para solicitar y obtener título de agrimensor general de la República: aprobar exa­ men en el Instituto Nacional de materias que señala, realizar un año de práctica participando por lo menos en seis men­ suras ordenadas por los tribunales, y rendir examen ante comisión de agrimensores nombrada al efecto por el Go­ bierno48* B V lOls D (G) 9.11.1831. Dispone que ningún cadete de la Academia Mi­ litar sea propuesto ni admitido en el Ejército, sin haber cumlos más urj entes gastos del Estado, y que le es imposible seguir haciendo el desembolso de tres mil pesos anuales que importan las veinte becas creadas por decreto de 28 de noviembre de 1827 para atribuirlas propor­ cionalmente entre las provincias, y que por decreto de 17 de octubre de 1828 se aplicaron al Liceo de Chile, el cual por otra parte no ha corres­ pondido a las esperanzas del Gobierno...” (B V 4). Por D de 3.6.1830 se dispone que las 42 becas fundadas en el Liceo de Chile citado se trasladarán al Instituto Nacional, ordenándose al Teso­ rero Jeneral que abone a su rector, ''mensualmente y con preferencia, el valor de dichas becas, a razón de cien pesos anuales cada una” (B V 7s). Por D de 18.6.1830 da plazo hasta el 30 del mismo mes para que se incor­ poren al Instituto los becarios traspasados, bajo sanción de perder su derecho si no lo hicieren (B V 26).

47 Dice el art. 3- de este contrato celebrado entre Gay y el gobierno, representado al efecto por su Ministro del Interior, Diego Portales: "Sien­ do uno de los objetos del Gobierno al confiar esta importante comisión a don Claudio Gay dar a conocer las riquezas del territorio de la Repú­ blica, para estimular la industria de sus habitantes y atraer la de los extranjeros, don Claudio Gay se obliga a publicar su obra tres años des­ pués de concluida su comisión” (B V 94). Por D de 8.10.1830 se designa como miembro de la Comisión revisora de los trabajos que fuera pre­ sentando Gay, a los señores José Alejo Bezanilla, Francisco García Huidobro y José Vicente Bustillos (B V 97s). 48 La motivación de este decreto precisa en su parte final: ",. .ínterin se publica un plan jeneral de estudios que se prepara, y se designan los requisitos necesarios para ejercer las profesiones científicas, el Gobierno ha acordado y decreta...” (B V 101). Vid. su texto casi completo en nota 6 del parágrafo "Libertades públicas” precedente.

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plido el términ* acompañar el < haber adquirid! necesarios pare brillante de las

que prefija el reglamento de aquéll a, y sin ertificado correspondiente del direc tor "de en aquel establecimiento los conocimientos seguir con utilidad del servicio la carrera armas, que ha abrazado’’49 B V 168

D (I) 11.1.1832. R( de S. Ildefonso "mandar misior en los principú civilización", y indios jóvenes (

stablece convento de religiosos franciscanos en la ciudad de Chillán, con el objeto de ?ros entre los indios bárbaros para iniciarlos s de nuestra sagrada relijión y pro urar su sostener un colejio en su convento ¿>ara los ue quieran venir a educarse"50 B V 190ss

D (I) 8.2.1832. Se jenera] de estuc to particular qi pública deberár tuto Nacional, < ga la constitucií versidad que p ausencia por el

dispone "que mientras se acuerda m plan ios, los alumnos de cualquier establecimiene deseen habilitarse para seguir una carrera rendir sus exámenes en la capilla del Instion asistencia de los profesores que prevenn del establecimiento y del Rector de la Uniresidirá el acto", siendo subrogado en su rector del Instituto B V 122s

D (I) 15.3.1832. Di cional (de los inspectores, caj sa: dormitorios bución del tierr

:ta reglamento interior para el Instituto Na­ lumnos, del rector, vicerrector, profesores, ellán, mayordomo, departamentos de la ca­ sala de estudio, comedor, biblioteca^ , distri­ do, premios, delitos y penas, exámenes51 B V 125ss

49 Dice su fundaro ha sucedido, que los cí de incorporarse al eje cimientos teóricos que anticiparse a salir de (B V 168). 50 Este decreto, c misioneros recoletos, s según el orden que ai Constitución Política c 192), y encarga (art. "empeñe toda su vijil (B V 193). 51 Por D de 20.3.1 gada de la dirección c y regula sus atribucio (B V 141ss). Con fech< Río, Diego José Bena^ directora de estudios, que los subroguen en

litación: "Siendo de presumir, pues ya otras veces letes de la Academia Militar, bien sea poi) el deseo cito, o por evadirse de la contracción a los conodeben adquirir en aquel establecimiento , quieran 1 y entrar al servicio en los cuerpos del ejército” le regula la organización de dicha comunidad de ñala en su art. 5? que "la comunidad se gobernará tes observaba, en todo lo que no se oponga a la d Estado, y a las reglas que aquí se dicten” (B V 8) al obispo de Concepción que partici larmente ncia en el exacto cumplimiento de este decreto” >32 se instituye provisoriamente una Jun|ta encar­ ; los estudios y del orden económico del Instituto es; establece asimismo premios para los alumnos del mismo día se designa a Juan de Dios Vial del mte y Andrés Bello como miembros de la Junta i a José Miguel Irarrázaval y Diego Arriarán para aso de ausencias o enfermedades (B V 145).

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D (H) 5.9.1832. Ordena cúmplase de "proyecto de decreto" san­ cionado por el Congreso Nacional, que "autoriza al Poder Ejecutivo para invertir anualmente la suma de quinientos pesos en la dotación de una nueva clase particular en el Ins­ tituto Nacional, donde se enseñará el método de cuenta y razón con aplicación al comercio y a las oficinas de Ha­ cienda” B V 180

Aviso sin fecha. Se comunica que el Gobierno ha ordenado al rector del Instituto Nacional que sin dilación alguna dispon­ ga la apertura de una clase de dibujo para los artesanos, para que los que desearen aprender dicho arte ocurran al rector a sacar el correspondiente boleto de incorporación52 B V 186 D (I) 19.10.1832. Se faculta a intendente de la provincia de Con­ cepción para que establezca una escuela de primeras letras en cada uno de los pueblos que indica, y cuyas dotaciones se cubrirán por los ministros de la Tesorería principal de Con­ cepción con el ramo de vacantes mayores y menores de aquel Obispado, conforme al art. 178 de la Ordenanza de Inten­ dentes B V 249

D (G) 16.12.1833. Establece premio para alumnos de la Acade­ mia Militar que se hayan distinguido en las clases de gramá­ tica castellana, aritmética y álgebra; regula procedimiento para su determinación53 B VI 13Is D (I) 6.7.1834. Aprueba nueva organización del colegio de Co­ quimbo54 B VI 69ss 52 Este aviso aparece en el libro 5-, N? 8, del Boletín de las Leyes y de las Ordenes y Decretos del Gobierno (Santiago de Chile, marzo 12 de 1833) y signado en su página 186 bajo el párrafo Avisos y con el N? 3?. La razón de su dictación expresa: "Deseando el Gobierno proporcionar a la clase de artesanos los medios de adquirir mayor perfección en el ejercicio de su industria, y observando que aún no se había dado cumplimiento al artículo de la constitución del Instituto Nacional que previene que el profesor de dibujo consagre dos horas en las noches del lunes, miércoles y viernes de cada semana a la enseñanza de los artesanos..." (B V 186). 5’ La motivación señala: "Interesado en promover la honrosa emula­ ción con que se han distinguido los alumnos de la Academia en el estudio de los diversos ramos de enseñanza abiertos en este establecimiento, y deseando recompensar al mismo tiempo el mérito de los que por su apli­ cación y talento hayan sobresalido durante el período...” (B VI 132). 54 Expresa la fundamentación de este decreto: "Deseando el Gobier­ no crear un estímulo, que sin ser gravoso a las escasas rentas del Instituto Nacional, anime el celo de sus profesores, sirva de premios a sus servicios y les incline a permanecer en el establecimiento, perfeccionándose con la enseñanza en los mismos estudios que profesan...” (B VI 108). Este de-

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D (I) 10.5.1834. In itituye premios para profesores del Instituto Nacional que s rvan alguna cátedra de ciencias o idiomas, de modo contii uo por seis, diez, quince, veinte, veinticinco y treinta años55 B VI 108 D (I) 24.6.1834. Di ¡pone que iniciado el primer semestre de un alumno en el I istituto Nacional, se tenga por adeudado, y que pasados qi ince días se verifique lo mismo respecto de los siguientes56 B VI 109 D (I) 2.10.1834. A presentado por 1829; determin; te) y sus atrib acerca de hora de sala de lectu

•rueba reglamento de la Biblioteca Pública, su director según encargo ministeria de 3.9. personal (director, bibliotecario y ayudaniciones, y establece disposiciones g merales io de atención, consulta de libros y policía B VI 157ss a57

creto otorga también que escriban o traduzc: adoptar para la enseñ 15 años servidos de mo becas de gracia que cc car en ellas a alguno Los premios a qu servicios están constiti una décima parte, un ( de servicios continuadt

a posibilidad de otorgar premio a los profesores n algún tratado que la dirección de estudios mande inza y, también, a aquellos que cumplan más de lo continuo, los cuales podían optar a una de las 42 >tea el gobierno en el Instituto referido para colo­ e sus hijos. hace referencia este decreto según los años de dos por un aumento de una parte del sudldo, v. gr. uinto a cuatro quintos, y en el caso de los 30 años s el premio consiste en recibir el sueldo doble.

55 La razón de es bierno de que algunos de colocar a sus hijos la debida educación, s que convirtiendo por casa de reclusión, los i cipado. ..” 56 Este colegio pr« ralojía”, junto a los latina, filosofía y mat( cipales; también comp grafía; establece el re serían los mismos que un Consejo de todos organismo colegiado q den económico del col designará los días de y tratará de todo cua miento” (arts. 8o y 9protector del colegio, (art. 10), y, finalmente “serán públicos, y da< conviden” (art. 14). 57 El decreto aprt nombre del Gobierno ]

e decreto se encuentra en que "informado el Go­ padres de familia incurren en el perjudicial abuso :n el Instituto Nacional, no para que reciban en él io para correjirlos de sus estravíos domésticos; y ste medio aquel establecimiento literario en una ¡tiran al poco tiempo, reclamando el semestre anti­ veía en su enseñanza un curso de “química y mineLe primeras letras (que era gratuita), gramática ti áticas (puras y mistas), todos ellos cursos prin­ mdía un curso accesorio, de lengua francesa y geo­ lamento que los autores y métodos de enseñanza >e siguen en el Instituto Nacional (art. 6- j se crea >s profesores del colegio, presidido por el rector, le "formará un reglamento interior, cuidará el or­ :gio, hará la distribución de las horas de estudio, vacaciones, expulsará a los alumnos incórrejibles, to sea conducente a la prosperidad del estableci­ ; se designa al intendente de la provincia como íebiéndolo visitar a lo menos una vez ¿ada mes dispone que los exámenes de final de año escolar os ante e Intendente, Cabildo y vecinos, que se

oatorio expresa, además: ".. .dánsele las gracias a or este importante trabajo” (B VI 161).

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D (I) 4.10.1834. Promulga ley que restablece los seminarios del Estado de Chile según lo dispuesto por el Concilio de Trento y se autoriza al Poder Ejecutivo para que les asigne las ren­ tas suficientes a su conservación58 B VI 163 D (I) 16.1.1835. Establece en cada uno de los cuarteles del De­ partamento de Santiago un visitador de escuelas primarias, colegios, pensiones y cualesquiera otros establecimientos de particulares en que se proporcione educación a la juventud de ambos sexos y precisa sus obligaciones; designa al efecto visitador para los respectivos cuarteles59 B VI 183s D (I) 24.12.1836. Dispone que nadie, en lo sucesivo, pueda ser admitido en las clases superiores del Instituto Nacional sin que previamente rinda examen con las formalidades de esti­ lo que acredite sus aptitudes y conocimientos en los ramos exigidos por el reglamento para el curso de estudios que solicitare seguir60 B VII 28 58 Agregando el texto “con concepto a las escaseces del Erario, y a que el ánimo de la lejislatura es no atacar en manera alguna el Instituto Na­ cional, ni cooperar a su decadencia”. En cumplimiento de esta ley, por D (I) de 18.11.1835 se dispone la separación del Seminario de la Iglesia Catedral de Santiago del Instituto Nacional, y ordena a los ministros del Tesoro que entreguen anualmente al obispo de la diócesis una suma de 800 pesos para cubrir los gastos de alquiler de una casa donde funcione mientras se concluye la que se está construyendo al efecto (B VI 209, también en VII 5s). Con la misma fecha se dicta decreto que aprueba el plan de estudios de dicho Colegio Seminario propuesto por el obispo, con las modificaciones que se le in­ troducen al efecto (B VI 208; el plan de estudios en B VII Iss). 59 Su motivación señala: “Deseando el Gobierno que la educación que se da a la juventud de Santiago en las escuelas primarias y otros estable­ cimientos pertenecientes a los particulares guarde armonía con la que se proporciona en los establecimientos públicos, y no desdiga de la perfec­ ción que los progresos de la civilización hacen ya necesaria en las insti­ tuciones de esta clase, viene en acordar...” (B VI 183). El nombramiento de visitador en los cuarteles (8) recayó en los señores Pedro Francisco Lira, presbíteros Miguel Arístegui, Manuel Salas, José Gandarillas, José Salvo, Santiago Tagle Echeverría, José Reyes y Miguel Dávila (art. 39). Las atribuciones y obligaciones del visitador las precisa su art. 2o: “...visi­ tar y examinar dichos establecimientos con la frecuencia posible, dando cuenta al Gobierno por el Ministerio del Interior del estado en que los encuentren, métodos de enseñanza que en ellos se adopten, réjimen inte­ rior, castigos, precios y en jeneral cuanto creyeren conducente a la mejora de la educación" (B VI 184). 60 Expresa su fundamentación: “Convencido el Gobierno de los malos resultados que según expone el Rector del Instituto Nacional en la prece­ dente comunicación, trae consigo el abuso de admitir en las clases supe­ riores de aquel establecimiento a los alumnos de colejios particulares con sólo el certificado de sus respectivos directores de haber cursado los estu­ dios preliminares, y deseando poner remedio a este mal, viene en acor­ dar. ..”

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3.2.

Salud Public

D (I) 27.4.1830. R ¡stablece Tribunal del Protomedicato y desig­ na sus miembi )s61 B V 3s

D (I) 11.6.1830.

E de la vacuna c ducido esta pe ción en sus car la vacuna y fis biece, también nicipalidades62

agadora ;tablece en la capital una Junta propagadora pro-­ ? viruela, atendidos los estragos que ha pro te; dispone número de sus miembros y durajos; fija sus atribuciones, forma de efectuarse :alización del Protomedicato sobre e 11a; estaJuntas en todos los pueblos donde haya muB V 14ss

T

)ispone vacunación de milicia y encarga al inspector gene al del cumplimiento de este decreto63 B V 159ss

D (G) 27.8.1830.

D (I) 28.11.1831. brar médicos ] ción de asistir e impone mult las cuales será: quien procedei

)ispone honorarios máximos que podrán co­ or visitas domiciliarias en la ciudad, obliga­ i enfermos cuando se les llame con urgencia, s en caso de infracción a estas disposiciones, aplicadas por el Tribunal del Protorhedicato, í breve y sumariamente64 B V 121 ss

61 Por D (I) de y se lo reemplaza por por todos los profeso naría en medicina, ci un reglamento fijaría cumplido los objetive en este decreto de 18 buciones y reglamem establece (vid. B V 4 62 Por decreto d< componen dicha Junt don Francisco Huidol brosio Aldunate y do Por D (I) de 24.8. ta con fecha 4.7.1830 63 Expresa su fu de junio último se es la vacuna para evitar la obligación que a e y cirujía de esta capi distintas partidas del sión se introducen er viruelas por falta de 64 Dice su funda médicos de esta capi

5.8.1826 se extingue el Tribunal del Pro □medicato una Junta denominada Sociedad Médica, íompuesta es autorizados de la capital; dicha Socie ad examiugía, farmacia y obstetricia, y visitaría lás boticas; sus atribuciones (vid. B III 57ss). No habiéndose s asignados a ella es que se dispone su extinción 9 y se restablece dicho Tribunal con todas sus atri>s, a excepción de las disposiciones que al efecto

la misma fecha se designa a los 7 miembros que , "ciudadanos don Pedro Mena, don Manuel Huichi, 'o, don Vicente Iñíguez, don Manuel Reyes, don AmJuan de Dios Correa de Saa” (B V 17). 830 se aprueba el reglamento presentado por la JunB V 29 ss). damentación: "Sin embargo que por decreto de 11 ableció una Junta con el exclusivo fin de propagar os estragos de las viruelas, detallándose en el art. 12 te respecto incumbe a todo facultativo en medicina il, se advierte que los cuerpos de la guarnición y las ejército en campaña, que por razón de alguna comíestos cuarteles, son diariamente acometidos de las recaución...” nentación: "Informado el Gobierno de que algunos al, contraviniendo a las leyes y al suprerho decreto

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D (I) 7.4.1832. Se establece en Santiago una Junta Central de Beneficencia y Salud Pública; determina su composición (12 miembros) y forma de designación; duración de sus miem­ bros, atribuciones (art. 7?); establece, asimismo, y con el mismo objeto, una Junta en cada capital de provincia, de 4 miembros y presidida por el intendente65 B V 150ss D (I) 1.8.1832. Aprueba reglamento de administración del Pan­ teón General de Santiago, acordado por la Asamblea Pro­ vincial de esta ciudad; determina su local, sus órganos di­ rectivos (director y tesorero), atribuciones de cada uno, ca­ pellanes y sus funciones, mayordomo, y fija sus rentas, orga­ niza policía del Panteón, tarifas y su contabilidad66 B V 213ss de 2 de septiembre de 1823, y abusando de las circunstancias aflictivas en que por lo común se les busca, exijen más de cuatro reales por cada visita que hacen a los enfermos, so pena de abandonar su curación: de­ seando correjir este y otros abusos, ínterin se reforma el código del protomedicato, he venido en decretar...” Con fecha 1.9.1832 se dicta D (I) por el cual se deja sin efecto dispo­ sición del 28.11.1831, "habiendo cesado las circunstancias epidémicas que impulsaron al Gobierno a expedirlo” (B V 243).

65 Sus principales atribuciones soh velar sobre todos los estableci­ mientos de beneficencia y salud pública de la capital y provincias, sobre los conventos, casas de educación, cárceles, cuarteles, etc., observando males y abusos que en ellos se cometieren, advirtiendo a sus administra­ dores los medios de remediarlos y dar cuenta circunstanciada al gobierno del estado en que se hallen, proponiendo las mejoras que crea asequibles; se le encarga, también, el observar los movimientos de la población y si fueren desfavorables indagar las causas y proponer remedios y la mayor o menor gravedad de las enfermedades reinantes, métodos de curación y medidas oportunas para contenerlas o minorarlas; proponer las mejoras que pueden hacerse en la policía de salubridad, promover los ramos de industria que sean más a propósito para la ocupación de la clase indi­ gente, proponiendo al gobierno arbitrios para su fomento; se le confieren facultades para dirigirse directamente a las autoridades del interior y su correspondencia será libre de porte. Este decreto aparece también publicado en B V 194ss. Por decreto de la misma fecha se designan los miembros que integra­ rán esta Junta Central, a saber: presidente, don Manuel Blanco Encalada; vicepresidente, don Diego Antonio Barros, y ciudadanos Antonio J. Vial, Ignacio Reyes, Antonio Vidal, presbítero José Miguel Arístegui, Pedro Urriola, Estanislao Portales, Rafael Valdivieso, Javier Riesco, Guillermo Blest y Manuel Carvallo (B V 152). Por D (I) de 25.5.1832 se establece una Junta Provincial en la ciudad de Valparaíso, compuesta por 9 miembros, que nombra al efecto; sus funciones son las mismas conferidas a la Junta Central (B V 198). 66 Por D (I) de 11.9.1832 se complementa el reglamento referido (B V 239), y por D (I) de 13.1.1836 se aprueban adiciones a él (B VII 21ss).

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D (I) 18.12.1832. ministración d mina que tendí un tesorero gei ta directora ch

:)icta disposiciones ' sobre organizad 5n y ad: los hospitales y casas de expósitos; expósit deterín cada uno un jefe administrador, que habrá eral de todos los establecimientos y una lun­ todos ellos; señala sus atribucionesr B V 276ss

D (I) 16.7.1832. 1: capacitar grati desearen dedic estudiar igualr nombra directc dará sus leccio

stablece escuela de obstetricia, con el fin de itamente a las mujeres de la capital que irse a esta profesión; dispone que podrán ente, en ella dos alumnas por provincia; se r de la escuela al doctor Lorenzo Saziié, quien íes en la casa de expósitos63 B VI 112ss

D (I) 24.7.1834. F gios a hospital tos y demás es considera men bién, que los t necido al erari Ies mientras p< cimientos, aun de la hacienda

’omulga ley que concede derechos y priviles, hospicios, casas de corrección y de expósiablecimientos de beneficencia, en cúanto los •res y pobres de solemnidad; dispe ne, tamenes que ellos poseen y que hubier m peric­ *, gozarán de sus primitivos privileg os fiscarmanezcan bajo el dominio de estos establecuando su administración se halle 5eparada nacional B VI 137s

D (I) 5.7.1836. Ap prema que em del protomédic en el examen q la profesión m-

ueba voto consultivo de la Excma. Corte Su­ :e con fecha 1.7.1836 acerca de la recusación ), examinadores y fiscales del Protomedicato le las leyes exigen de los que quiereh ejercer dica, quirúrgica y farmacéutica B VII 27s

67 Su fundamenté planta a los hospitale contabilidad de estos ■ peren...” (B V 276). Por decreto de la sorería General de di los hospitales (al sen al presbítero Mariano la casa de expósitos), bros de la Junta din Ambrosio Aldunate, .1 Francisco Huidobro ( 68 Expresa su m< los ramos más intere a mujeres de baja es no sólo son incapaces sionan por su torpezs inconveniente que tai' cidad de las familias,

:ión señala: “Deseando el Gobierno dar i Tna nueva ; y casa de expósitos de esta ciudad, uní formar la stablecimientos y promover los medios de que pros-

nisma fecha fija rentas de los empleados de la Tehos establecimientos-y designa administradores de dor Diego Antonio Barros, ~del San Juan de Dios; Guzmán, del San Borja, y a don Cipriano Pérez, de ’esorero Jeneral a don Ignacio Reyes, y co_______ no miem:tora a los señores presbítero José Manila Urriola, >aquín Gandarillas Aránguiz, Estanislao ortales y i V 281). tivación: "Considerando que la obstetricia, uno de ;antes de la cirujía, se halla en Chile abandonada racción, que ignorantes de sus primeros elementos, de prestar los auxilios del arte, sino qué aun oca­ innumerables desgracias; y deseando rerpover este o se opone al aumento de la población y a la feli­ vengo en decretar...” (B VI 112).

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PORTALES Y E L CONSEJO DE ESTADO Alejandro Guzmán Brito Academia Chilena de la Historia Universidad Católica le Valparaíso Universidad de Chile

I.

EL CONSEJO )E ESTADO EN LA CONSTITUCION DE 1833

La Constitución de 1833 restableció el Consejo de Estado que no figuraba en la prec idente de 1828, después que sí lo hubiese ins­ tituido por primer . vez en Chile la Constitución de 18z3 en sus artículos 28 a 34. El Consejo de Estado, tal cual lo organizó el texto original de la Constitución de 1833 (artículos 102 a 107), estaba com­ puesto por los mir stros del despacho, por dos miembros de las cortes superiores < e justicia, por un eclesiástico constituido en dignidad, por un g neral del ejército o de la armada, pqr un jefe de alguna oficina ( e Hacienda, por dos individuos que hubieran servido los destine i de ministro del despacho o de ministros di­ plomáticos y por c os individuos que hubieran desempeñado los cargos de intender :e, gobernador o miembro de una Municipali­ dad. Como quiera que a la fecha de entrada en vigen cia de la Constitución los n inisterios eran tres (de Interior y Relaciones Exteriores, de Guc 'ra y Marina y de Hacienda), resulta que e] número total de n* embros del Consejo era doce. Los consejeros debían ser designa los por el Presidente de la República, quien, además, presidía e organismo. Eran funcione ; del Consejo de Estado dictaminar al Presidente de la Repúbl ca sobre todos los casos consultados por éste; / presentarle candid itos para cubrir las vacantes de jue ces letra.-Á’it dos de primera in: tancia y de miembros de los tribunales supe-lj riores de justicia, d mismo que proponerle ternas para los arzobispados, obispad >s, dignidades y prebendas de la$ iglesias catedrales de la R pública; debía conocer, además, de todas las materias de patroi ato y protección que implicaran algo conten­ cioso; también de as contiendas de competencias entré las auto­ ridades administra ivas y entre éstas y los tribunales de justicia; estaba, asimismo, ncargado de declarar si había o no ugar a la 179

ALEJANDRO GUZMAN BRITO

formación de causa en materia criminal contra los intendentes y gobernadores de plaza y de departamento; debía resolver las disputas que se suscitasen sobre contratos o negociaciones cele­ brados por el gobierno y sus agentes; y podía solicitar la desti­ tución de los ministros del despacho, de los intendentes, de los gobernadores y de otros empleados delincuentes, ineptos o ne­ gligentes.. El (Presidente de la República estaba obligado a someter a la consideración del Consejo de Estado ciertos asuntos: todos los proyectos de ley antes de ser enviados al Congreso Nacio­ nal; los ya aprobados por éste, que hubieran sido despachados al Presidente de la República para su promulgación; y el presu­ puesto anual de gastos del Estado antes de remitirlo al Congreso. La Constitución, por otro lado, exigía señaladamente la audiencia del Consejo de Estado para determinados actos del Presidente de la República; el cual, finalmente, tenía plenas facultades para someter al dictamen del mismo Consejo cuanto asunto juzgare como conveniente hacerlo. . Por regla general, el parecer del Consejo no vinculaba al Pre­ sidente de la República: en consecuencia, el organismo tenía caI rácter puramente consultivo, salvo en los casos en que la Constii tución requería que el Presidente obrara con acuerdo del ConI sejo.

II.

PORTALES EN EL CONSEJO DE ESTADO

La Constitución de 1833 entró en vigencia el ¡L5uáe mayo de aquel año y por decreto del 29 de ese mes,1 el Presidente Prieto designó a los primeros miembros del Consejo de Estado. Entre ellos fi­ guraba Portales a título de ex Ministro del Interior y Relaciones Exteriores y de Guerra y Marina. No ejerció, sin embargo, su

ABREVIATURAS Bol.: Boletín de las leyes y de las Ordenes y Decretos del Gobierno; DP.: Documentos parlamentarios. Discursos de apertura en las sesiones del Congreso y Memorias ministeriales correspondientes a la administración Prieto, Santiago, 1888, tomo I; Guzmán, Bello cod.: Guzmán, Alejandro, Andrés Bello codificador. Historia de la fijación y codificación del dere­ cho civil en Chile, Santiago, 1982, tomo I; Guzmán, Fuentes: Guzmán, Bello cod., tomo II: Fuentes; SCL.: Sesiones de los Cuerpos Legislativos de la República de Chile recopiladas por Valentín Letelier, Santiago, 18871908, 36 vols. Este trabajo fue también incluido en mi libro "Portales y el derecho", Santiago, 1988, pp. 109 ss.

1 Bol. 6 (1934) 2, N? 2, p. 53.

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1

PORTALES Y EL CONSEJO DE ESTADO

cargo, retirado con o estaba de los negocios públicos. En efecto, su nombre no ra en las actas del Consejo desde la de su instalación el 18 d< junio de 1833 hasta las de cuando volvió al gobierno en 1835? < orno se sabe, el 21 de septiembre de tal año3 fue designado Mini tro de Guerra y Marina, cargo al qu.; agregó, desde el 9 de novi mbre de 1835, el de Ministro del Interior y Relaciones Exterioi ss.4 En consecuencia, le correspondió integrar por propio derechc el Consejo de Estado, al cual se incorporó efectivamente en 1 sesión del 23 de septiembre de 1 835. Con motivo de la ley < e facultades extraordinarias aprobada para enfrentar la guerra ’ontra la Confederación Peruano-boliviana,5 el Consejo de Estado uspendió sus sesiones el 30 de enerq de 1837, de modo que la ac uación de Portales en ese organismjo cubrió tan sólo el período que corrió entre el 23 de septiembre de 1835 y el 30 de enero de 1837. Durante él, por lo demás, dejó de asistir a sólo tres sesione: (30 de septiembre y 5 de octubre de 1835 y 16 de agosto de 183 j) de las 90 que celebró el Consejo. Dentro de tal >eríodo fueron sus colegas en dichó cuerpo6 el Ministro de Hac enda don Manuel Rengifo (hasta noviembre de 1835) y el sucesc r de éste, don Joaquín Tocornal; el inmediato antecesor de Portal ;s en Guerra y Marina, don Javier Bustamante, quien después d ; cesar continuó asistiendo de hech hasta el 3 de octubre de 18 15; los ministros de Corte don Jua: de Dios Vial Larraín (Sup: sma), don Santiago Echeverz (de Lpelaciones) y don José S mtiago Montt (de Apelaciones, inc Tporado el 27 de enero del año 1837, pero nombrado en reem^ lazo del anterior en 1836); los eclesiásticos don Manuel Vicuña y don José Miguel Salas (desde mayo de 1836, incorporado el 23 de mayo de ese año, en reemplazo del anterior); el geperal don Manuel Blanco Ene alada; el factor general don José"lgnacio Ey­ zaguirre; los ex mi dstros don Mariano Egaña (desde noviembre de 1835, incorpora lo el 17 de ese mes como reemplí zante de Portales en cuanto ex ministro) y don Manuel José Gí ndarillas (hasta el 21 de no1 iembre de 1835 y sin sucesor); y lo > ex regidores don Juan A rustín Alcalde, don Juan Franciscc Larraín (hasta el 21 de enei > de 1836, en que murió) y don Diegc i Antonio Barros (desde feb ero de 1836, incorporado el 2 de marzo de dicho año en reen: Dlazo del anterior). 2 Archivo Nacior se cita aquí por su fe< dicar en nota esta ft encuentran en el volu 3 Bol. 6 (1836) II 4 Bol. 6 (1836) II 5 Bol. 7 (1837) 6, 6 MONTT L., Ma en Revista Chilena de

il, Actas del Consejo de Estado, vol. 1. Cada acta ha, de modo que en lo sucesivo me abstendré de in­ :nte; casi todas las del período de este estudio se nen 2 y muy pocas en el 3. . N? 113, p. 200. . N? 126, p. 208. N? 50, p. 73. luel S., "Personal del Consejo de Estado. 1833-1874”, Historia y Geografía 123, 1956, pp. 168 ss

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ALEJANDRO GUZMAN BRITO

HIIJ LABOR DE PORTALES EN EL CONSEJO DE ESTADO

El examen de las actas del Consejo de Estado correspondiente al período durante el cual tocó a Portales actuar en él, muestran r que su presencia fue decisiva para el impulso de tres proyectos de leyes de mucha importancia: el de administración de justicia 1 y organización de tribunales, el de bases para la codificación ci­ vil en materia sucesoria y el de régimen de gobierno interior, ^aparte, naturalmente, de su intervención en otros proyectos y negocios particulares y variados. Estudiaremos, pues, cada uno de aquellos tres asuntos y el grupo de los últimos. El Proyecto de Ley de Administración de Justicia y Organización de Tribunales

En la sesión de 27 de noviembre de 1835, el Ministro del Interior Portales “hizo una indicación para que el Consejo se ocupe del reglamento de justicia proyectado por el señor Egaña. . Por­ tales se refería al texto que bajo el título de Proyecto de ley de administración de justicia y organización de tribunales había sido publicado ese mismo año en Santiago por la imprenta de la Independencia sin nombre de autor, no obstante serlo Mariano Egaña.7 Las circunstancias en que se formó dicho proyecto fue­ ron las siguientes.8 En la sesión del Senado de 22 de junio de 1833, su presidente, don Fernando Errázuriz, dio cuenta a la Sala "de que había con­ venido con el presidente de la Cámara de Diputados en que el Senado trabajase la ley de arreglo del régimen interior y la de organización de tribunales. . .”, mientras que la Cámara de Dipu­ tados debía encargarse de la ley general de elecciones. En esa misma sesión el presidente del Senado nombró una comisión integrada por los senadores Mariano Egaña, Agustín Vial y Fer­ nando A. Elizalde para que redactase el proyecto de lev de orga­ nización de tribunales.9 Es verosímil que la comisión hubiera rea7 Sobre esto llamé la atención en mi trabajo "Para la historia de la fijación del derecho civil en Chile durante la República, XII: Diego Por­ tales y la codificación”, en Revista Chilena de Historia del Derecho 9, 1983. p. 279. Vid. también Guzmán, Bello cod. I, pp. 202 ss. 8 Lit. Bravo Lira, Bemardino, "Bello y la judicatura: la reforma ju­ dicial”, en Revista de Derecho. Universidad de Concepción 171-172, 1982, pp. 131 ss.; el mismo "Bello y la judicatura. La codificación procesal”, en Conpreso Internacional “Andrés Bello y el Derecho”, Santiago, 1982, pp. 119 ss.; el mismo "Los comienzos de ía codificación en Chile: la codi­ ficación procesal”, en Revista Chilena de Historia del Derecho 9, 1983, pp. 191 ss. 9 SCL. 21, p. 418.

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PORTALES Y EL CONSEJO DE ESTADO

lizado algún trabaj3 en cumplimiento de su mandato, porque tiempo después el ] residente Prieto, en su discurso de apertura de las sesiones del ( ongreso Nacional el 1° de junio de 1835, dijo lo siguiente: . .os hablo de la administración de jus icia. La mano reformadora le la legislatura no ha tocado aún esta parte de nuestro régimen civil, que la reclama con urgencia. El1 gobier gobier-­ no ha proporcional 3 todos los auxilios necesarios a la comisión encargada de íorm; r el proyecto de ley de organización de tri­ bunales y administi ación de justicia.. .”,10 y la única cojnisión a que Prieto podía i herirse era a la designada en 1833 por el presidente del Sen< do. Sin embargo, c i la sesión de este último, en 9 de julio de 1834, su Comisión c i Gobierno, que integraban don Agustín Vial, don José M. Rozas, Ion José I. Eyzaguirre y don Marian 3 Egaña, presentó a la Sala in proyecto por el cual se creaba u la comisión de tres indivic .ios que debía nombrar el Senado, para que formara proyectos ( e ley sobre administración de justicia, planta de los tribunales y obierno interior de la República.11 Ü3s de los integrantes de la C( misión de Gobierno que proponía el mencionado proyecto, Via y Egaña, eran también miembros le la comisión que en 183 había designado el presidente de Senado para trabajar sobre aquellas mismas materias que aho ~a se en­ careaban a una ni cva comisión; y- el único motivo r- cara esta ' u reiteración podía c -nsistir en un deseo de oficializar el trabajo de la más antigua, porque la comisión de 1833, por hqber sido designada tan sólo or el presidente del Senado v no po la Sala, estrictamente no te lía un carácter oficial. El Senado aprc 3Ó en general el proyecto dentro de la misma sesión en que fue j resentado, pero en la de 14 de juli 3 acordó suspender la discus ón particular del mismo hasta que la Comi­ sión de Legislador y Justicia exhibiera sus primeros trabajos sobre similares tem is a que se refería el proyecto de la Comisión de Gobierno.12 La C misión de Legislación y Justicia cumplió con su encargo entrega ido a la Sala un proyecto de ley p rovisoria sobre administracit n de justicia de ocho artículos, que en realidad se limitaba a •stablecer los diferentes tipos de tribunales, su planta, esto es, ( I número de cada cual en los respectivos dis­ tritos jurisdicciona es y el de ministros en los tribunales cole­ giados, como taml ién sus correspondientes competencias.13 El proyecto lo firmab n don Juan de Dios Vial y don Manuel José Gandarillas. en su < alidad de miembros de la Comisión de Legis10 11 12 13

DP. 1, p. 24. SCL. 23, pp. 1( > ss. SCL. 23, pp. 111 ss. SCL. 23, pp. 12 ss. (ses. de 16 de julio de 1834).

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lación y Justicia.14 El Senado aprobó en general dicho proyecto y en la sesión del 18 de julio de 1834 comenzó su discusión par­ ticular,15 que terminó en la de 29 de agosto del mismo año con la aprobación del artículo octavo;16 quedó, por lo tanto, en condi­ ciones de ser enviado a la Cámara de Diputados, pero no consta que se haya procedido de tal manera. Evidentemente el proyecto despachado en el Senado no satisfacía en medida alguna los re­ querimientos que desde tantos sectores hacía tiempo venían for­ mulándose en torno a la reforma de la administración de justicia y de la organización de tribunales;17 al mismo tiempo, como ha­ bía sido aprobado por el Senado para luego cesar su tramitación, el proyecto paralizaba los trabajos de la primitiva comisión de 1833, la cual posiblemente cayó en una suerte de letargo; de ahí que en algún momento indeterminado don Mariano Egaña hu­ biera continuado aisladamente la tarea de redactar el proyecto de ley completo sobre la materia, al margen del que había pro­ puesto la Comisión de Legislación y Justicia del Senado, aun cuando la comisión de 1833 nunca fue formalmente disuelta o desautorizada, como que el Presidente Prieto en su discurso del 1? de junio de 1835, antes citado, todavía se refería a ella; pero esa especie de dualidad entre el trabajo de la comisión y el par­ ticular de Egaña también quedó reflejada en el mismo discurso acto seguido, cuando el Presidente señalaba que "un ciudadano recomendable por su celo y sabiduría se ocupa desde hace algún tiempo en este arduo trabajo”,18 con alusión al proyecto de ley sobre tribunales y administración de justicia y con evidente refe­ rencia a Egaña. El proyecto de este último fue editado poco después del discurso de Prieto y antes del 28 de agosto de 1835, fecha de la Memoria que en su calidad de Ministro del Interior don Joaquín Tocornal presentó al Congreso, donde recuerda que "el público ha visto el resultado de una parte de los trabajos encomendados a un distinguido senador; trabajos sobre cuya utilidad se ha pro­ nunciado el sufragio público”;19 el distinguido senador era Egaña. Portales reemplazó a Tocornal en el Ministerio del Interior el 9 de noviembre de 1835 y ya hemos visto cómo el día 27 del 14 Pero, además de estos senadores, integraban la comisión don Ga­ briel J. Tocornal y don Santiago Echevers, que no aparecen firmando el proyecto. 15 SCL. 23, p. 139. >6 SCL. 23, p. 185. 17 Vid. Guzmán, Alejandro, “Para la historia de la fijación del dere­ cho civil en Chile durante la República, VIII: Crítica alderecho como presupuesto de la fijación en torno alprimer terciodel siglo XIX”, en Revista de Estudios Histórico-]urídicos 5, 1980, pp. 267 ss. “ DP. 1, p. 24. ” DP. 1, p. 68.

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PORTALES Y EL CONSEJO DE ESTADO

mismo mes hizo un i indicación al Consejo de Estado p ara que se ocupara de exam nar el proyecto que había elaborado Egaña. .interés de P >rtales por la reforma de la administración de justicia20 consta il menos desde 1832. El 17 de enero de ese año publicó en El . Mercurio de Valparaíso un artículo titulado "Administración de justicia criminal",21 y en una carta de 5 de enero del mismo añ >, dirigida a don Antonio Garfias des■;de Valparaíso, le encargat i decir a don Mariano Egaña que esccribiera sobre la "necesidad y conveniencia de reformar los cócigos", y le hablaba de hacer lo posible para "dejar pasar el proyecto presentado por el Gobi ¡rno"22 sobre la materia; dicho proyecto,23 en efecto, estaba entor :es pendiente de la consideración de la Cámara de Diputados r consistía en designar un comisionado para la redacción de nue os códigos, entre los que se contaban los de Procedimiento Civil y de Procedimiento Criminal. El proyecto había sido estimulac o mediante un Mensaje de 8 de julio_de 183l24 suscrito por el Vic ^presidente de la República don Fernando Errázuriz y el subr< gante de Portales en el Ministerio del Interior, don Manuel C; rvallo, pero en realidad redactado por or Juan y Mariano Egaña er colaboración;25 este Mensaje fue aclarado el 2 de agosto del mis no año, a través de un nuevo oficio26 redactado por las misma personas, pero firmado esta vez por Portales en su calidad d< Ministro del Interior, aparte del Vicepresidente. El Senado, er respuesta, formuló un proyecto impulsor de las diferentes codif Daciones, también de la procesal, que hubo de quedar detenido :n la Cámara de Diputados. A dicho proyecto y a su pendencia en el Congreso se refería Portales en k carta a Garfias antes menci mada. No es nada ex caño, por lo tanto, que a sólo serranas de haber asumido Por ales por segunda vez el Ministerio ¿leí Inte­ rior, al cual por en jnces correspondían los asuntos de justicia, se hubiera ocupado en iniciar la tramitación del proyecto sobre administración de j sticia, que independientemente de las iniciativas del gobierno-S mado de 1831, como también, según vimos, del proyecto de la 'omisión de Legislación y Justicia aprobado por el mismo cuerp • en 1834, había redactado don Mariano Egaña, dándolo a la pu dicidad en 1835. 20 Vid. mi trabaje 21 Guzmán, Fuen! 22 Guzmán, Fuent 23 Sobre este pro 24 Guzmán, Fuent 25 Guzmán, Alejar vil en Chile durante cinco fuentes concern de Derecho de la Unix26 Guzmán, Fuent

cit. supra n. 7. s, N? 44, p. 72. s, N? 42, p. 71. ecto: Guzmán, Bello cod. I, pp. 169 ss. s,' N? 23, anexo 177, pp. 54 ss. 1ro, "Para la historia de la fijación del derecho cia República, XI: Sobre la autoría intelectual de mtes a la historia de la codificación”, en Revista •rsidad Católica de Valparaíso 5, 1981, pp. 11 ss. s, N? 31, anexo 207, pp. 60 ss.

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Este proyecto constaba de 19 títulos y 963 artículos, y consti­ tuía la primera parte concerniente a la administración de justicia en materia civil. Ante la indicación de Portales al Consejo el 27 de noviembre de 1835, don Juan de Dios Vial propuso "el nom­ bramiento de una comisión que lo examinara y presentase sus observaciones para contraerse únicamente a ellas”, lo que se aprobó por unanimidad. Se trataba de una maniobra dilatoria. El 27 de octubre de 1835, el todavía Ministro del Interior don Joaquín Tocomal había oficiado a la Corte Suprema, cuyo pre­ sidente era precisamente Vial, para que informara el proyecto de Egaña. La Corte hubo de comenzar el estudio, pero concluyó con que no podía adelantar en él mientras no se arreglase la organización de los tribunales, todo lo cual fue el contenido sus­ tancial de la respuesta dada por Vial al Ministro del Interior, ya entonces Portales, el 11 de enero de 1836.27 Lo anterior explica que en la sesión del 14 de marzo de 1836 la iniciativa la tomara directamente el Presidente Prieto, quien "después de haber hecho una sucinta exposición del mal estado en que se encuentra la administración de justicia por efecto de las mismas leyes que debieran fijar su arreglo, sometió a la deli­ beración del Consejo el proyecto de reglamento que formó el señor Egaña, disponiendo se reuniese aquél un día sí y otro no hasta concluir su examen”, pasando, de este modo, por sobre el anterior acuerdo unánime del propio Consejo, de designar una comisión examinadora. La resistencia a las reformas legales provino esta vez del fac­ tor general y senador don José Ignacio Eyzaguirre; éste solicitó en la misma sesión que "se trajera a la vista la planta de tribu­ nales que ha poco aprobó el Senado y el proyecto de procedi­ mientos que le presentó una de sus comisiones”; se refería Eyza­ guirre al proyecto que la Comisión de Legislación y Justicia del Senado había presentado a la Sala de este organismo en la sesión del día 16 de julio de 1834 y que aquél terminó de aprobar en la del 29 de agosto del mismo año. Dicho proyecto lo hemos men­ cionado precedentemente. Eyzaguirre agregó que "el mejor modo de arreglar los juicios sería restablecer las antiguas leyes”, si­ guiendo un parecer bastante extendido entre juristas y políticos, que había manifestado, por ejemplo, don Gabriel José Tocomal en 1831 y 1832.28 El Consejo aceptó la proposición de Eyzaguirre por lo concerniente a tener a la vista los proyectos indicados, pero dispuso resolver después sobre su moción de restablecer las antiguas leyes. El Presidente Prieto, empero, advirtió que si tal 27 Esta correspondencia se ve en Bello, Andrés, Obras completas 7: Opúsculos jurídicos, Santiago, 1932,2 pp. 181 ss. 28 Sobre todo: Guzmán, Bello cod. I, pp. 212 ss.

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moción resultara d< sechada, debería discutirse sin más el pro­ yecto de Egaña. Para enfrentar < sta nueva embestida Portales volvió a tomar la iniciativa, y en 1< sesión de 16 de marzo de 1836 propuso al Consejo que se lian ara a "algunos jurisconsultos que le ilustrasen en el examen d< 1 reglamento de justicia que se hab; a sometido a su considerat ión”; así se acordó y el Consejo ene omendó al gobierno el nomb ■amiento de las personas. Portales, eñ consecuencia, había decic do ignorar la proposición de Eyzagtiirre, pe­ ro, al mismo tiempc . acoger en parte la precedente de V al, pues sin remitir el proye to a una comisión se procedía a un a suerte de integración de u la comisión dentro del Consejo, cor lo cual el asunto podía con’ inuar siendo impulsado desde la presidencia, En la sesión del 18 ( e marzo el Presidente Prieto anunció el nombramiento como ase sores del Consejo en el examen del proyecto, de los señores Andn s Bello, Juan Francisco Meneses, Diego Arriarán y Agustín Vial; odos ellos concurrieron a esa sesión, excepto Arriarán. Probable! tente en atención al decidido propósito de llevar adelante la r< visión del proyecto de Egaña mostrado por el Presidente v su ninistro, fue que Eyzaguirre, en es;a misma sesión, retiró la irn icación que había formulado en lal del día 14 de marzo. Con e lo el camino quedó expedito y, en efecto, el Consejo inició la di ¡cusión del proyecto en la misma sesión del día 18 de marzo de ] 336, que continuó ininterrumpidamente hasta el 25 de mayo, y de ;pués en las de 31 de mayo, 6 y 21 de junio y 28 de julio, todas de 1836. El proyecto fue íntegramente exa­ minado por el Con ejo en dicho período, sin que de |as actas pueda desprenderse si los asesores designados por el obierno asistieran o no a la: sesiones. En vísperas del despacho completo del proyecto el .' ’residente Prieto se refirió i la tarea que desarrollaba el Conse ¡o, en su discurso de apertur . de las sesiones ordinarias del Con^ reso Nacional el 1° de juni ) de 1836, recordando que dicho oí ganismo _ "se ocupa constan! mente en la revisión de la parte relativa al juicio civil; y graci. s al celo de todos sus miembros, y especialmente a la liberal c ilustrada cooperación de los consej eros ma­ gistrados, me lison 30 de que podré en breve presentaros el resultado de sus asidi as tareas”.29 Poco después, pero ya terminada la discusión, Portal* s volvió a tratar el mismo tema en u Memoria presentada al C ngreso el 23 de agosto de 1836 en sil calidad de Ministro del Ir terior, dejando constancia de lo siguiente: ". . .el gobierno ene mondó a un senador distinguido po|r su celo patriótico y sus ext- nsos conocimientos la redacción de un nuevo reglamento de adm nistración de justicia y organización de tribu» DP. 1, p. 28.

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nales. La parte relativa a los procedimientos en el juicio civil, sometida al examen del Consejo de Estado, ha recibido modifica­ ciones de alguna importancia; y sólo resta que incorporadas en ella, de manera que formen un todo armonioso, discutida por el Congreso Nacional, y mejorada en los puntos que lo pidan, se ponga finalmente en práctica”.30 Como es sabido, después de su revisión en el Consejo, el pro­ yecto de Egaña no fue presentado como un todo al Congreso, aunque se desglosaron algunas de sus partes con tal objetivo; estancada su tramitación en las Cámaras, finalmente se optó por sancionarlas como decretos con fuerza de ley en 1837 (leyes ma­ ñanas) en uso de las atribuciones extraordinarias conferidas al Presidente de la República por la ley de 31 de enero de ese año.31 • Portales no dejó de participar en la discusión a que dio lugar el análisis del proyecto dentro del Consejo. Examinemos algunas de sus intervenciones. En la sesión de 6 de abril Portales, junto a Egaña y Barros, se opuso a la supresión del inciso segundo del artículo 25. Dicho artículo rezaba: "La jurisdicción se puede prorrogar por consen­ timiento expreso o tácito de las partes. Sin embargo, ningún lego puede someterse a un juez eclesiástico, en causas que por dere; cho no pertenezca a éste”. En medio de la discusión del título tercero, que trataba de la conciliación, el 19 de abril de 1836 se acordó "suspender el examen de este título mientras se presenta por el señor Ministro del Interior un proyecto sobre el trámite de la conciliación con arreglo a las opiniones emitidas en el Consejo”; en efecto, este título había dado lugar a variadas controversias. El encargo del Consejo fue cumplido por Portales en la sesión del 21 de junio, pero después de "un largo debate se acordó no hubiera tal juicio de conciliación”, lo cual se materializó en una ley abrogatoria del trámite, de cuya aprobación por el Congreso se dio cuenta en la sesión del 10 de noviembre de 1836.32 En la sesión del 19 de abril, con la oposición de Portales y Egaña, se reformó el artículo 111, el cual originalmente disponía que los comparecientes en juicio como representantes de dere­ chos ajenos debían adjuntar a la demanda el documento que acreditara su personería, sin lo cual no se le daría curso a aqué­ lla; la reforma consistía en suprimir esta última sanción. El 28 de abril de 1836 se discutió el artículo 163, que excep­ tuaba de la obligación de comparecer como testigos al Presidente de la República y a una serie de funcionarios, prelados y magis­ » DP. 1, p. 92. 31 Bravo, B., Los comienzos (n. 8), p. 207. 32 Bol. 7 (1837) 5, N? 33, p. 62.

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trados, amén de ' lo: impedidos de comp: propuso que la nom sidente de la Repúl del juez; hubo un la voto de Tocornal, Ec sidente Prieto "no ■ dispuso se procediej ción el de la minoi indicación de Portal en términos que sól cer en juicio al Pre impedidos a juicio d El 13 de mayo c contra el parecer de ginal, con referencia acreedores, permitía solicitado la cesión, en eliminar dicha p
exceptuaban de la obligación de compareidente de la República y a los físicamente d juez. ? 1836 se aprobó la reforma del artículo 399, Portales, Blanco y Eyzaguirre. El texto oria la cesión de bienes de un deudor a sus al juez dejar en libertad al deudor que había >revia fianza suficiente; la reforma estribaba sibilidad.

El Proyecto de Bases en Materia Suc :soria

para la

Codificación Civil

En la sesión de 21 d : abril de 1836 "se trató de los artículos car­ dinales o bases que anticipadamente se sometieron a la delibe­ ración del Consejo s )bre la materia de testamentos y sucesiones, a fin de facilitar el e (amen del proyecto de ley que con arreglo a ellos ha formado el : mor don Andrés Bello por encargo d el señor Ministro del Interio: ...” El proyecto consistía en diez principios o bases en materia de derecho sucesorio, de los cuale^ fueron aprobados en esa se >ión los tres primeros. En la de 22 de abril se discutieron y des jacharon las bases cuarta y quinta; y en la de 25 de abril, las s xta, novena y décima, quedando pendientes las bases séptima y jetava, que en realidad no fueron discutidas jamás.33 La noticia que ¡ quí, empero, interesa es la relativa a que el Ministro del Interio , o sea Portales, había encargado a Bello un proyecto de ley sob: e testamentos y sucesiones y que a la fecha aquél ya lo tenía c< ncluido. En realidad, Portales segurramente se limitó a encomen Lar a Bello un proyecto de Código Ci vil y fue idea de éste el inici; r su redacción por la parte relativa al dere- ! 1 ’ 13 Las actas conct mientes a esta materia pueden también verse en Guzmán, Fuentes, N?s. :2, 83 y 84, pp. 129 ss.

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ALEJANDRO GUZMAN BRITO

cho sucesorio que ya había concluido hacia 1833 ó 1834, como muchos años después don Diego José Benavente lo declaró en el Senado.34 Este proyecto fue el libro “De la sucesión _p.or causa de muerte” que Bello hubo de presentar a la comisión codifica­ dora creada en 1840, y que se publicó por partes pero íntegra­ mente en El Araucano en 1841, reeditó como un todo en 1845, después de su examen por la comisión y el propio Bello, y final­ mente incorporó como libro III del Proyecto de Código Civil dado a la imprenta en 1853.35 Este trabajo de Bello, pues, recibió su impulso inicial de Portales a través de una decisión personal suya de encargarle el trabajo codificador, sin esperar ningún i marco legislativo previo que dispusiera acerca del modo en que debía llevarse a cabo, porque los intentos desarrollados hasta entonces habían fracasado. Ya antes recordamos que en julio y agosto de 1831 el Vice­ presidente Errázuriz había enviado sendos oficios para incitar al Senado a componer un proyecto de ley encauzador de la co­ dificación, uno de cuyos puntos importantes era encargar el tra­ bajo a una sola persona y no a una comisión. Los oficios habían salido de la pluma de los Egaña, padre e hijo. El Senado final­ mente, también bajo la inspiración del hijo, formuló el proyec­ to en los términos deseados por el gobierno, pero enviado aquél a la Cámara de Diputados, quedó ahí largamente pendiente. Segu­ ramente la persona de “sabiduría y expedición convenientes” y “el literato de conocida experiencia y sabiduría”’6 a quien, según el Ejecutivo, debía entregarse el trabajo, era Bello; pero ese nom­ bre encontraba resistencias en los medios políticos y judiciales de Santiago;37 lo cual, unido al carácter extremadamente refor­ mador con que fue diseñado el objetivo de la codificación pro­ puesta, fue causa del retardo sufrido por el proyecto en la Cá­ mara de Diputados. En una carta de 5 de enero de 1832 a Gar­ fias, Portales le manifestaba su impaciencia por la retardación que sufría el proyecto,38 y en otra del 14 indicaba al mismo Gar­ fias que pidiera a Mariano Egaña la refutación de un artículo que había publicado Gabriel J. Tocomal en El Araucano en que impugnaba dicho proyecto.39 Recordemos, además, que Portales 34 En la sesión del Senado de 5 de diciembre de 1855, al discutirse la ley que recompensaba a Bello la redacción del Proyecto de Código Ci­ vil, en Guzmán, Fuentes, N- 260, p. 378. 35 Acerca de esto: Guzmán, Bello cod. I, pp. 307 ss., 323 ss., 341 ss. 36 Estas expresiones aparecen en los oficios de 31 de julio (supra n. 24) y 2 de agosto de 1831 (supra n. 26). 37 Barros Arana, D., Historia General de Chile, Santiago, 1902, t. 16, pp. 69 ss. 38 Supra nota 22. 39 Guzmán, Fuentes, N? 43, p. 71.

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PORTALES Y EL CONSEJO DE ESTADO

había firmado el of: ño de 2 de agosto de 1831 con que se aclaraba la idea de legi lar sobre la materia presentada en el de 8 de julio del mismo ño, iniciador del asunto. Ahora bier , si Belio, según testimonia de Benavente, había concluido el libro sobre sucesiones hacia 1833 ó 1834 y Portales abandonó su primer Ministerio el 31 de agosto de 1831, lo más probable es que el encargo a Bello se 1 tibiera producido incluso antes del einvío al Senado del oficio de 8 de julio de 1831, en el cual, al propionerse encargar la codifica ión a una persona de la “sabiduría y expe­ dición convenientes' , se estaba pensando en Bello. Est^ habría comenzado de inme liato su labor, que mantuvo en silencio, en espera de la ley qu< formalizara el encargo, la que no tue des­ pachada. Vuelto Poi tales al Ministerio en 1835 y encontrándose con que Bello hacía tiempo que tenía concluida la empresa que antes le encomendó 'a, se decidió a iniciar su tramitación, primer paso de la cua era su discusión en el Consejo de Estado, Mas, para “facilitar el examen del proyecto de ley”, co no dice el acta de la sesión le 21 de abril de 1836, o sea, del libro sobre sucesiones de Bello se optó, seguramente en virtud de alguna sugerencia del propi ) Bello, por hacer discutir previamei|ite unas bases generales o principios inspiradores del trabaj , lo que efectivamente se hi; 3, aunque no en forma completa, según an­ tes vimos. Tampoco fue presentado a la consideración del Consejo el proyecto sol re sucesiones mismo, que debió esmerar todavía unos años, he >ta que en 1840 el senador Bello propuso a la Cámara de que < ra miembro un nuevo proyecto de ley que enmarcaba el proce ;o de codificación;40n aprobado éste 5in dila­ ciones, permitió ini :iar formalmente la empresa culminada en 1855. Entretanto, qi e no se haya seguido adelante con el negoció en el seno del ( onsejo quizás se debió a la mayor irgencia en tratar el proyect > de ley sobre régimen interior, en (¡jue tam­ bién Portales estabí interesado.

3.

El Proyecto

de

En la sesión de 11 ( bre de Su Excelenc rior”. Este proyecte que rodearon la ela nistración de justic Antes tuvimos de junio de 1833 el

Ley sobre Régimen

de

Gobierno Interior

e junio de 1836 el Ministro Portales “a noma propuso un proyecto sobre réginíien intenació en circunstancias parecidas a aquellas 'oración por Egaña del proyecto soblre admi­ a. peasión de recordar que en la sesiqn de 22 presidente del Senado, don Fernán do Errá-

w Guzmán, Bello -od. I, pp. 303 ss.

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ALEJANDRO GUZMAN BRITO

zuriz, había dado cuenta a la Sala de su convenio con el presi­ dente de la Cámara de Diputados en el sentido de repartirse el trabajo legislativo, de modo de reservar al Senado la elabora­ ción de los proyectos de ley sobre régimen interior y de orga­ nización de tribunales; el mismo presidente designó a los sena­ dores Femando A. Elizalde, Mariano Egaña y Pedro Ovalle para que presentaran un proyecto sobre esta última materia, entre­ gando la de organización judicial a otra comisión; con posterio­ ridad, en la reunión de 9 de julio de 1834, la Comisión de Go­ bierno del Senado presentó a la Sala un proyecto de ley que crea­ ba una comisión de tres individuos designados por el propio Se­ nado para que formara, aparte de los proyectos sobre adminis­ tración de justicia y de planta de los tribunales, también uno so­ bre régimen interior. Esta última proposición, en consecuencia, sufrió el mismo destino sufrido por el proyecto total en que iba incluida, es decir, según vimos: el Senado en la sesión de 14 de julio de 1834 acordó suspender la discusión del proyecto de la Comisión de Gobierno hasta que la de Legislación y Justicia pre­ sentara su trabajo sobre administración de justicia, planta de tribunales y también sobre régimen interior. Dicha comisión cumplió el encargo por cuanto respecta al proyecto de ley so­ bre administración de justicia y planta de tribunales, pero no hay constancia en las actas de sesiones del Senado que hubiera hecho lo propio en relación con el proyecto sobre régimen intevrtor.41 De allí entonces que Portales, a poco de asumir el Minis­ terio del Interior, mediante oficio de 27 de noviembre de 1835 'encargara al guatemalteco don Antonio José de Irisarri la prepa­ ración de un proyecto de ley sobre tal materia.42 Se siguió, por lo óvisto, el mismo procedimiento observado en el caso del proyec/ to sobre administración de justicia: ante la insuficiencia o, en este caso, deficiencia de la Comisión del Senado, el Ejecutivo asumió la iniciativa de encomendar la tarea a un particular di) rectamente. El proyecto de Irisarri versaba sobre atribuciones y deberes de los intendentes, gobernadores, subdelegados e inspec[ tares. Entregado al gobierno, Portales lo sometió a la conside­ ración del Consejo de Estado en la antes indicada sesión del 11 de junio de 1836. >. La presentación del proyecto sobre régimen interior daba cumplimiento al mandato del artículo 131 de la Constitución de 1833, que establecía: "Una ley especial arreglará el gobierno in­ terior señalando las atribuciones de todos los encargados de la 41 En su discurso de apertura de las sesiones del Congreso el 1? de junio de 1836, el Presidente Prieto se refirió en general al problema del gobierno interior: DP. 1, pp. 28 ss. 42 El oficio aparece transcrito en Donoso, R., Antonio José de Irisa­ rri escritor y diplomático, Santiago, 1934, p. 189, n. 1.

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PORTALES Y EL CONSEJO DE ESTADO

administración pro^ incial y el modo de ejercer sus funciones”, Mas no fue merame ite por cumplir con el mandato constitucional que Portales in mlsó la redacción del proyecto por Irisarri y enseguida su disc isión en el Consejo de Estado. Desde antes ya había manifesta» o interés por el tema] al cual se refirió en una carta al Minist o Joaquín Tocornal el 16 de julio d e 1832.43 En ella le aconseja!: i trabajar para presentar a las Cámaras "un proyecto de código d reglamento orgánico... en que se detalla­ sen las obligaciones / facultades de los intendentes, cabil dos, jueces de letras, y de t )do cuanto empleado provincial y m unicipal exista en la provini ia, en el departamento y en el dis trito...” Portales agregaba, in embargo, que tal trabajo presentaba el inconveniente de nc poder emprenderse sin "tener a la vista la reforma de la Cons itución, con que debe guardar cons onancia todo reglamento, to la ley y toda resolución”. Probablem ente esto pesó en el ánimo del Ministro Tocornal para no ernpnender la obra que Portales si gería en la carta. Cuando este últimc asumió por segunda vez el J (misterio en 1835, en reemplazo de 1 ocornal, estando ya vigente 1 i reforma a la Constitución de 1828, esto es, la de 1833, y supei indo, en consecuencia, el obstáculo que él mismo había previs o, pudo impulsar por sí mismo la ^mpresa, que encargó, como irnos, a Irisarri un par de semanas después de asumir la cárter del Interior. Las actas del C nsejo no proporcionan mayores detalles so­ bre la discusión ha >ida en el seno de éste, de manera que no podemos advertir d : qué modo pudo influir Portales en su re­ visión. El 23 de ag( sto de 1836, en la Memoria ministerial presentada al Congresc en su calidad de Ministro del Interior, aludía al estado del pr yecto y nuevamente ponderaba el valor que le atribuía: "Otra o »ra apenas inferior en importancia, y quizás más difícil por lo \ isto del campo que abraza, por los escasos elementos que para su ejecución ofrecen las leyes y ordenanzas vigentes, y por lo nadecuado que son ellos para formar con nuestras institución is políticas un orden de cosas homogéneo, cuyas diferentes pa tes se apoyen y fortifiquen mutuamente, es el régimen de gobet lación interior, que junto con la carta consti túLioñaTciebe c(mi iohér eT código de derecho público de la na­ ción chilena. La fa ta casi absoluta de reglas que definan las atribuciones de las autoridades provinciales y subalternas del departamento ejecu ivo, ofrece a cada paso obstáculos] incerti­ dumbres y vacilacic íes, que entorpecen las operaciones del ser­ vicio público, y a ve :es las paralizan del todo; y no es uno de los menores males que produce este vacío, el peligro a qué expone la libertad individu; 1, que no puede existir sino a la sombra de 43 Guzmán, Fuenti y, N? 49, pp. 78 s.

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leyes precisas, que reglen la acción de todos los funcionarios y enfrenen la arbitrariedad. Dirigidas las miras del Gobierno a es­ te objeto, ha ordenado la redacción de una serie de ordenanzas que organicen el régimen interior de la República, y una de ellas ocupa en este momento la atención del Consejo de Estado, don­ de recibirá la forma que deba someterse a la deliberación de las Cámaras”.44 La discusión en el interior del Consejo había comenzado en julio de 1836 y finalizado en noviembre del mismo año, de mo­ do que el proyecto pudo ser enviado a la Cámara de Diputados dentro del mes.

4. Asuntos Varios Veamos ahora de qué manera intervino Portales en diversos y variados negocios de competencia del Consejo, de importancia algunos de ellos, pero que no exigen aquí el estudio de su con­ texto general. E 22 de agosto de 1835, el por entonces Ministro de Guerra don José Javier Bustamante había presentado a la consideración del Consejo un proyecto de ley sobre nacionalización de buques. Pero el 22 de abril de 1836, el nuevo Ministro de Guerra, Porta­ les, lo volvió a someter al Consejo, donde fue aprobado sin alte­ raciones en esa sesión y en la del 25 de abril. Como el texto ofre­ cido por Portales y el que antes había entregado Bustamante eran prácticamente idénticos, el acta del 25 de abril da por apro­ bado el proyecto refiriéndose al conocido por primera vez el 22 de agosto de 1835. El 28 de julio de 1836 se dio cuenta de su despacho por el Congreso.45 El 5 de junio de 1836, Portales, en su calidad de Ministro de Relaciones Exteriores (Interior), sometió a la deliberación del Consejo un proyecto que nombraba un comisionado para tran­ sar el viejo asunto del empréstito colocado en Londres en 1822. El 11 de junio de 1836, Portales propuso un proyecto para autorizar al Presidente a elevar preces a la Santa Sede a fin de obtener la erección de una metrópoli eclesiástica en Chile, trans­ formando en arzobispado la silla episcopal de Santiago y crean­ do los obispados de Coquimbo y Chiloé. En la sesión del 23 de agosto de 1836 se dio cuenta de la aprobación del proyecto por el Congreso.46 44 DP. 1, pp. 92 s. Sobre este texto, tan estrechamente ligado a la car­ ta a Tocornal, vid. Guzmán, Alejandro (n. 7), pp. 276 ss. 45 Bol. 1 (1837) 3, N? 31, pp. 41 ss. * Bol. 7 (1837) 3, N° 21, pp. 33 s.

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El 4 de agosto de 1836, Portales, como Ministro de Guerra, presentó un proyec o que autorizaba al Presidente para formar una fuerza naval, de cuya aprobación por el Congreso se dio cuenta en la sesión del 16 de agosto de 1836.47 El 27_de agoste de 1836, el mismo Ministro propusó un pro­ yecto sobre fuerzas militares de tierra y el 13 de septiembre de aquel año se dio cu nta de su aprobación por el Congreso.48 El 24 de noviei ibre de 1835 el Consejo conoció de una peticion para conmuta] la pena de presidio en Juan Fernández impuesta a Carlos Ru z, por la de destierro a una de las islas de Chiloé. La petición fue aprobada con el voto en contra de Por­ tales y Egaña. El 27 de junio de 1836 Portales daba cuenta al Co nsejo de unas comunicación» s enviadas por el encargado de ne ocios de Chile en el Perú, ac rea de la conjuración de los chilen ps expulsados y residentes ihí y de la expedición de buques j eruanos, con miras a trastoi aar el régimen imperante. El 27 de agost< Portales propuso, a través de un proyecto de ley, un premie/ a los participantes en la captura de 1( s navios Monteagudo y Orbe 'oso con ocasión de la expedición arites indicada. En esa mism sesión propuso solicitar autorización legislativa para desigual un segundo juez letrado en Valparaíso, por impedimento del til llar; los proyectos volvieron despachados al Consejo el 6 y el 10 le septiembre de 1836.49 El 15 de septier bre de 1836, por iniciativa de Portales, quien contaba con un inf< rme previo evacuado por la Corte Suprema a petición suya, se leclaró que dicho tribunal era el competen­ te para conocer del juicio de presa en el caso de la captura de la Monteagudo y el Orbegoso. El 1° de octubr de 1836 Portales como Ministro de Relaciones Exteriores pres< ntó el proyecto de lev que declaraba la guerra al Perú, el cual zolvió aprobado50 el 12 del mismo nes. es. El 27 de enero le 1837 el Ministro del Interior Portales daba cuenta al Consej • de una nota del general en jefe del ejército del sur, en la que ivisaba haber descubierto una conspiración en Los Angeles, cor ramificaciones en Chillán, Concepc ón y en toda la Frontera; e Ministro agregaba que también existía en San Fernando y qt ? tenía pruebas de estar intentándose, ade­ más, en Copiapó, 7 concagua y Santiago; propuso conjo único remedio pedir al C ngreso la declaración de toda la República 47 Bol. 7 (1837) 3, N? 32, p. 43. No publicada. « Bol. 7 (1837) 5, N- 45, pp. 68 s; la ley relativa a los jueces no aparece publicada. 5o Bol. 7 (1837) 5, N? 36, p. 61.

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en estado de sitio mientras durara la guerra con el Perú y que se autorizara al gobierno para que nombrara tribunales milita­ res que conocieran de las causas de conjuración o motín cuales­ quiera fueren los ciudadanos que interviniesen. Don Juan de Dios Vial apoyó la moción de Portales, aunque pidió que se urgiese a las Cámaras a despachar el proyecto de ley sobre implicancias y recusaciones por entonces pendiente en su seno; y Egaña no sólo apoyó la moción del Ministro, sino que solicitó que los tri­ bunales militares que se designasen, conocieran las causas sin apelación. El 30 de enero de 1837 se recibió el proyecto aprobado por el Congreso.51

IV.

CONCLUSION

- 5V - V

-

'-i

aX . ■

Nuestro estudio ha podido demostrar que el trabajo del Conse­ jo de Estado en torno a la reforma de la legislación en sus áreas procesal civil, civil y administrativa se debió al impulso decisivo del Ministro Portales. Fue él quien el 27 de noviembre de 1835 propuso al Consejo que se ocupara en examinar el reglamento de administración de justicia elaborado por Egaña; que hiciera lo propio sobre las bases de la reforma del derecho sucesorio preparadas por Bello, el 21 de abril de 1836; y que también ana­ lizara el proyecto sobre régimen o gobierno interior que había trabajado Irisarri, el 11 de junio de 1836. Pero este impulso era más amplio que el limitado a proponer formalmente al Consejo o promover dentro de él el estudio de los proyectos respectivos. En realidad, tanto en el caso de la reforma de la legislación su­ cesoria como en el del proyecto sobre gobierno interior, Porta­ les también había tenido una intervención decisiva en el cargo de la redacción de los correspondientes trabajos. Ya durante su primer Ministerio había encomendado a Bello la formación del Código Civil, que éste comenzó por su parte relativa al derecho hereditario; y a poco de asumir por segunda vez el Ministerio del Interior confirió a Irisarri la redacción del proyecto sobre régi­ men interior. Que con posterioridad se hubiera preocupado de promover la discusión de estos temas en el seno del Consejo, no fue, pues, más que consecuencia directa de su previo interés por ellos y de sus respectivas actitudes precedentes. En cambio, tra­ tándose del proyecto sobre administración de justicia, no exis­ te constancia de que hubiera provocado directamente el comien­ zo de los trabajos de redacción en Mariano Egaña y lo más pro­ bable es que éste haya iniciado autónomamente su labor; pero, si Bol. 7 (1837) 6, N? 50, p. 73.

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PORTALES Y EL CONSEJO DE ESTADO

según hemos visto, neral de Portales, • Ministerio se hubi< ley que encomenda digos legislativos, c cedimientos, lo mú fuese defendido a t de un artículo sob Mercurio de VaJpa áreas de la legis'ac nos muestran la in leyes particulares ; propia de cualquie tado un interés tan vil, procesal civil y u otra manera los i dado de manifieste a Portales también lación básica de su

también en esta materia hubo i terés geluoo un int orno lo demuestra el que durante su_ primer ra promovido en el Senado un prcyecto de ia a un individuo la redacción de diversos cóitre los cuales se contaba también el de pro­ pio que su insistencia en que dicho proyecto avés de la prensa por Egaña y la publicación e administración de justicia criminal en El •aíso. Además de estas tres importantísimas ón, también las actas del Consejo de Estado ervención de Portales en otros proyectos de en general una participación por o demás • consejero. El haber, sin embargo, manifes­ ostensible por la reforma de la legislación ciadministrativa y el haber impulsa do de una Jspectivos proyectos de leyes, tal cuál ha que­ a través de este estudio, permite cconsiderar como un gran estadista promotor de la legispueblo.

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PORTALES Y L., JUDICATURA Carlos Salinas Ara leda Universidad Católica e Valparaíso

)

1. Para un hombr públicos de su épo< institucionalidad, 1 le ajenasj Más aúr cialmente la crimi mos en las página Portales tenía sobr te también de la j ella, las críticas qu laba y, puesto que bierno de su tiem tema. Dos serán los £ tro trabajo: la judi este que ocupará 1 1.

como Portales, cuya visión de los p roblemas a le permitió asentar las bases de una nueva judicatura y sus vicisitudes no po dían sercuando la administración de justicia, espe­ tal, presentaba serios problemas. Pretende­ que siguen introducirnos en las ideas que : la judicatura de su época —incidentalmen­ dicatura indiana—, la opinión que tenía de : le merecía, cuáles las soluciones q .ie postil­ e correspondió actuar directamente en el go)O, qué actitudes concretas asumir en este

randes apartados en que desglosaremos nues­ :atura indiana y la judicatura nacional, tema mayor parte de este estudio.

LA JUDICATUI A INDIANA

2.

En un artículo publicado por Diego Portales en El Mercurio 1 enero de ’ — 11 "Adminisde Valparaíso el1 VI de 1832,'1 que él titulaba

ABREVIATURAS DP Documentos P del Congreso j nistración Pri( Epist. Epistolario de Santiago, 1937SCL Sesiones de l 1811 a 1845. P tiago, 1887-190! i Se lee también Historia de los diez a.

\rlamentarios. Discursos de apertura en las sesiones Memorias ministeriales correspondientes a la admi­ 'o (1831-1841), Ferrocarril, Santiago, 1888, vol. 1. don Diego Portales (ed. De la Cruz, E., 5 Feliú, G., 938), 3 vols. s Cuerpos Legislativos de la República de Chile. ’.copiladas... por Valentín Letelier, Cervantes, San36 vols. ¡ en Vicuña Mackenna, Benjamín, Introducción a la os de la administración Montt. Don Diegó Portales,

199

CARLOS SALINAS ARANEDA

tración de Justicia Criminal” y sobre el cual volveremos más ade­ lante,2 se vierten algunas ideas en torno a la administración de justicia en el período indiano. En este artículo Portales hacía una ácida crítica a los jueces de su época encargados de la jus­ ticia criminal y, en parte de su argumentación, respondía a las excusas que se esgrimían para justificar el estado de cosas exis­ tente, oportunidad en la que se refiere a la judicatura indiana. La crítica de Portales de la judicatura de su época podemos resumirla así: falta de integridad de los jueces y carencia de un odio santo al crimen, actitudes, ambas, que traían como resul­ tado la impunidad de los criminales, mal que "hace mucho tiem­ po que lamentamos”. No todos, empero, compartían esta mis­ ma opinión, pues no faltaban quienes esgrimían razones para justificar esta situación. Se invocaba en primer lugar "la confusión y discordancia de nuestras leyes”. A Portales le ha correspondido vivir en una época que, en lo que a codificación del derecho se refiere, Guz­ mán ha denominado "etapa de planteamiento de la codificación”,34 la que, entre otros aspectos, se va a caracterizar por una fuerte crítica al derecho vigente! Portales no era ajeno a este ambien­ te y participaba también de esta crítica;5 sin embargo, en su opi­ nión, ella no era razón para justificar la actitud de los jueces,

Valparaíso, 1863, 1, pp. 320 ss.; Obras completas de Vicuña Mackenna, vol. VI: Don Diego Portales, Universidad de Chile, Santiago, 1937, p. 656 s. Portales reconoce ser autor de este artículo en carta a Garfias de 10 de febrero de 1832 (Epist. I, N° 179, p. 433), en que le pide que le señale si los ha reconocido "dos articulillos en los números pasados de El Mercu­ rio; como al parecer Garfias no los reconoció, en otra carta a él, fechada en Valparaíso el 13 de febrero de 1832 (Epist. I, N? 180, p. 434), Portales celebra haberse "disfrazado tanto que usted no haya podido conocerme” y le identifica los "articulillos”, uno de los cuales es precisamente el pre­ sente. Vicuña Mackenna menciona esta última carta para afirmar que Portales es autor de este artículo, pero, curiosamente, transcribe un tro­ zo de dicha carta que nada tiene que ver con él (Vicuña Mackenna, Obras, p. 104, n. 2).

2 Vid. infra párrafo 7. 3 Guzmán, Alejandro, "Para la historia de la fijación del derecho ci­ vil en Chile durante la República, I: La época de la fijación del derecho civil y sus divisiones”, en Historia 14, Santiago, 1979, pp. 315 ss.; Guzmán, Alejandro, Andrés Bello codificador. Historia de la fijación y codificación del derecho civil en Chile 1, Universidad de Chile, Santiago, Í982, pp. 27 ss. 4 Guzmán, Alejandro, "Para la historia de la fijación del derecho ci­ vil en Chile durante la República, VIII: Crítica al derecho como presu­ puesto de la fijación en tomo al primer tercio del siglo XIX”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 5, Valparaíso, 1980, pp. 267 ss.; Guzmán, Andrés Bello (n. 3), pp. 117 ss. 5 Guzmán, Alejandro, “Para la historia de la fijación del derecho ci-

200

PORTALES Y LA , UDICATURA

porque las leyes v “juzgaban los alca América antes espt asesinos. Es decir, ba y sentenciaba a vía o conmutaba k rigiendo en España gados y tribunales, so. Así, pues, segúr sino que con ellas

gentes a la sazón eran las mismas con que des y Real Audiencia en Chile y er toda la ñola” y, no obstante esto, se ahorcaba a los :on las mismas leyes con que antes se juzga­ nuerte a los delincuentes, ahora se es absolpena. Idénticas leyes, por lo demás . seguían y con ellas no era otra la actitud de: sus juz­ donde igualmente se sancionaba al facineroPortales, la ley indiana no sólo se aplicaba, )s criminales eran sancionados.

3. La segunda raz da actitud de los ji les “no saben forn que vienen en apel; permite (a los juec contra la vida de 1c día preguntando si de la Colonia con L ñas había quienes truidos en la mate La opinión de era, sin duda, un h tículo, tampoco resi mado que los alcalc cando a los asesine en su opinión, su ii chos ni siquiera sal

»n que se invocaba para justificar 1 i criticaeces nacionales era que los jueces t srritoriair un proceso y que las informalidades con ción los que se levantan en el campo, no les *s superiores) exponer su conciencié a fallar > procesados”. A esta razón, Portales responpodría compararse a los jueces territoriales s de la República, si entre los primeros apeupiesen leer, estando los segundos más insia.6 Portales respecto de los jueces indianos no llago. Sin embargo, en el contexto de su arItaba una crítica, pues poco antes hábía afir­ es y Real Audiencia aplicaban las leyes ahors cuando correspondía. Y esto aun cuando, strucción no era la mejor, al punto que muían leer.

4. Hay una tercer tículo, si bien ahor¡ cia quienes, según bían marcado, uno ’ mera correspondía ; sidida “por un señe paz de capitular co hasta poco tiempo

i referencia al período indiano en este arse hace a dos miembros de la Real Audien’ortales, en vísperas de la emancipa ción haotro, "dos épocas en dicho tribunal la pri1 período en que la Audiencia había sis; corriendo hacia el muelle dio muerte a don ín e hirió a don José Squella. Apresado y proce > a muerte y ahorcado.65

Hemos visto qu : Portales en sus cartas se quejaba de la ex­ cesiva misericordia6* tanto de los jueces para aplicar sanciones como del Congreso ; Consejo de Estado para conceder indultos. Lo mismo afirmaba en su artículo sobre administración de jus­ ticia: "No hay uno < ue no sepa que esos 140 asesinos, el que me­ nos, tenía merecida :uatro veces la muerte: si se le hubiera apli­ cado la primera vez :sta pena, se habrían ahorrado tres víctimas, tres delitos". Se pr< sentaba, pues, la ocasión de demostrar con hechos la necesidad por él postulada de sancionar drásticamen­ te cuando era neces. rio. Una vez que Paddock fue condenado se presentaron por peí ;onas de influencia, entre ellas el cónsul de Estados Unidos, el : lédico irlandés Guillermo Blest y el comer­ ciante inglés Santia ;o Ingram, reiterados e insistentes pedidos oara que suspendier i la ejecución, ya que, como gobernador miitar de Valparaíso, podía hacerlo. Había presunciones de que Paddock había actu do en un acceso de locura, sin embargo de lo cual Portales no ambió en nada la ejecución de la sentencia. "Yo sin ningún mol vo que me excite sed de sangre, porque se trata de castigar a m hombre que no conozco, y de vengar la sangre de enemigos personales míos, y de otros que me son ab­ solutamente desconc cidos, aseguro a usted que el reo no está lo­ co, y le predigo que el estado en que se halla la plebe de Valpa­ raíso, va a traer co isecuencias muy funestas, que tal vez yo o mis sucesores no p< damos evitar". En estos términos se dirigía a Garfias el 12 de c ciembre de 1832;67 al día siguiente el norte­ americano era ejecu :ado y en la próxima carta a Garfias, fecha­ da el 18 de enero d< 1833,68 no hay ninguna referencia al hecho; el incidente estaba * aperado y la sentencia se había cumplido.

2.2.2.

La expedido > del general Ramón Freire

21. AI anochecer < 7 de julio de 1836 salían del Callao el bergantín Orbegoso y la fra£ ita Monteagudo; en el primero iba Ramón Freire y el destino final c a Chiloé; su misión, provocar la caída del gobier­ 65 Vicuña Machen la actitud de Portales rano’ y ‘Dictador’", en 66 Vid. supra pán 67 Epist. II, N? 2/ 68 Epist. II, N? 29

la, Obras (n. 1), pp. 192 ss. Una valorización de nte este asunto en Irarrázaval, J. M., "Portales ‘Ti­ BAChH 8 (1937), pp. 26 ss. ifo 12 i). >, p. 305. », pp. 335 ss.

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no de Prieto. Las naves marcharon en convoy hasta que un temporal las separó, quedando atrás la Monteagudo para reparar sus velas. El 4 de agosto llegó Freire a San Carlos de Ancud y el 8 tomo el mando de la plaza sin disparar un tiro al haberse plegado la guarnición com­ puesta de unos 50 artilleros. Por su parte, a bordo de la Monteagudo, que había quedado retrasada, venían marineros y ex soldados que habían alquilado sus servicios sin saber la finalidad de la expedición. Dos de ellos, al darse cuenta de las intenciones de Freire, con el con­ curso de la tripulación se apoderaron de la nave y la dirigieron a Val­ paraíso. Portales alistó esta nave y la envió a Chiloé con la bandera peruana al tope; su tripulación se apoderó de la plaza y pudo traer preso al general Freire.69

Freire y sus compañeros fueron sometidos a Consejo de Gue­ rra en Valparaíso y condenados a muerte el 3 de noviembre de 1836. El 18 de noviembre la Corte de Apelaciones de Santiago, constituida en Sala Marcial,70 revocaba la pena de muerte im­ puesta por el Consejo de Guerra al general Freire y sus cómpli­ ces, condenándolos sólo a 8 y 10 años de destierro al lugar que designase el gobierno. Integraban la Corte Marcial el regente de la Corte de Apelaciones de Santiago don Gabriel José Tocornal, los ministros don Santiago Echeverz, don Santiago Mardones y don Lorenzo Fuenzalida y los vocales militares, coroneles don Bernardo Cáceres y don Manuel Recabarren. Según Vicuña Mackenna, Portales esperaba "con plena se­ guridad" la confirmación de la sentencia, pero, al mismo tiem­ po, aguardaba el fallo con “rara impaciencia’’.71 El mismo nos cuenta su primera reacción al conocer la sentencia: “Portales iba a sentarse a la mesa, de regreso del Ministerio, y le acompaña­ ban a comer don Manuel Cavada y don Agustín Vidaurre, cuan­ do aquél le dio la noticia de la sentencia que acababa de pronun­ ciar la Corte Marcial. Púsose lívido el Ministro, y al principio no dio crédito, pero, apenas había tragado unas pocas cuchara­ das de sopa, dio suelta a su ira, levantándose con estrépito, y dando pasos acelerados comenzó a jurar y a decir que haría juz­ gar inmediatamente a la Corte Marcial por la Corte Suprema, y que si ésta absolvía, a su vez, la haría acusar ante el Congreso o ante Dios".72 Al día siguiente Diego Portales enviaba un oficio al fiscal de 69 Lit. Vicuña Mackenna, Obras (n. 1), pp. 311 ss., 390 ss.; Encina, Historia (n. 43), pp. 187 ss.; Encina, Portales 2 (n. 22), pp. 23 ss. 70 Previamente la Corte Marcial había solicitado al gobierno una de­ claración que fijase la inteligencia del artículo 13 de la ley de su erección, cuyo tenor había hecho nacer dudas sobre la autoridad que debía cono­ cer en segunda instancia en las causas de sedición o motín. Vid. SCL 25, pp. 272 ss. 71 Vicuña Mackenna, Obras (n. 1), p. 391. 72 Ibídem, p. 393; Santa María, D., "Portales”, en Epist. III, pp. 113 ss.

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la Suprema Corte d< de la República le er llando en él mérito acusación, lo haga V la Corte Suprema c ro, y abanderizado ■ na.7475 El 24 de novier sentencia pronunciaconforme con las le consiguiente hay su por haber faltado a

Justicia73 comunicándole que el Presidente :argaba ver detenidamente el proceso y “ha­ suficiente para entablar la correspondiente S. dando cuenta al gobierno”. Era fiscal de m Joaquín Gutiérrez, un magistrado oscu­ n partidos, en opinión de Vicuña Macken­ ibre respondió el fiscal73 afirmando “que la a por la Corte Marcial es enteramente dis­ 'es por las cuales ha debido juzgar... por iciente mérito para acusarlo (al tribunal) u deber”.

22. El mismo c ía se expidió un decreto7677 por el cual se sus­ pendió del ejercicio de las funciones judiciales a los ministros don Manuel Antonií Recabarren y don José Bernardo Cáceres hasta la resolución d ? la causa que se les había mandado formar; se disponía igualme ite ser puestos de inmediato en arresto a disposición de la Ce 'te Suprema. En el mismo decreto se orde­ naba oficiar a la Cái lara de Senadores para que declarase haber lugar o no a la fon lación de causa contra don Santiago Echeverz y a la de Diput idos para que hiciere la misma declaración respecto de don Loi mzo Fuenzalida, quienes, en caso de decla­ rarse haber lugar a a formación de causa en su contra, queda­ ban comprendidos < entro de las disposiciones del decreto. De los seis jueces, sólo < uatro aparecían cuestionados; los otros dos, el regente de la Cor 2 de Apelaciones don Gabriel José Tocomal y el ministro don S ntiago Mardones, habían opinado por con­ firmar la sentencia le la Corte Marcial, dato que el mismo de­ creto consignaba, pe .- lo que respecto de ellos no hubo reacción alguna. Los coronel :s Bernardo Cáceres y Manuel Recabarren fueron de inmediatc suspendidos, en tanto que respecto de los ministros Lorenzo I aenzalida y Santiago Echeverz, por ser di­ putado y senador, r spectivamente, de acuerdo con la Constitu­ ción, era necesaria 1 . previa autorización de la Cámara a la que pertenecían. 23. La Cámara de Diputados, en su sesión del 25 de no­ viembre de 1836,7 d o cuenta del oficio del Presidente de la Re­ 73 Ibídem, p. 693 s 74 Vicuña Mackem 75 El Araucano 32? Obras (n. 1), p. 694, q 24, p. 373, N? 375. 76 El Araucano 32< Obras (n. 1), p. 694. 77 SCL 24, p. 372,

; El Araucano 325, 25 de noviembre de 1836, p. 3. a, Obras (n. 1), p. 393. 25 de noviembre de 1836, p. 3; Vicuña Mackenna, ien data esta respuesta el 25 de noviembre; SCL

, 2 de diciembre de 1836, p. 2; Vicuña Mackenna, uenta 1, p. 371, anexo 372.

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pública pidiendo se declarase haber lugar a formación de causa contra el diputado don Lorenzo Fuenzalida. En la misma sesión se acordó que informase la Comisión de Legislación,78 informe que, una vez evacuado, fue conocido en la sesión del 28 de noviem­ bre de 1836,79 declarándose haber lugar a la formación de cau­ sa.80 El diputado don Lorenzo Fuenzalida, no conformándose con el acuerdo, reclamó contra el procedimiento seguido para man­ dar a formarle causa, el que, en su opinión, no se adecuaba con el artículo 38 de la Constitución;81 la Cámara de Diputados tomó conocimiento de él el 30 de noviembre y acordó que informasen las comisiones de Legislación y Constitución.82 Copia del mismo envió don Lorenzo Fuenzalida a la Cámara de Senadores, del que se dio cuenta en la sesión del mismo 30 de noviembre de esa Cámara,83 acordando que dictaminaran las comisiones de Guerra y Justicia. En definitiva, el Senado no se pronunció. El 2 de di­ ciembre84 se dio cuenta de dicho informe en la Cámara de Dipu­ tados y "después de un largo debate” se dejó para segunda dis­ cusión la reclamación del señor Fuenzalida. La discusión conti­ nuó en la sesión de 5 de diciembre85 y sólo en la del 7 de diciem­ bre86 se desechó.

24. Por su parte, en la Cámara de Senadores, en sesión 18 extraordinaria, del 28 de noviembre de 1836,87 se dio cuenta del oficio por el que el Presidente de la República pedía se declara­ se haber lugar a la formación de causa contra el senador don Santiago Echeverz, acordando que informasen las comisiones de Justicia y Guerra. En la sesión del 14 de diciembre88 se dio cuen­ ta del informe según el cual, mientras no se formulase acusación con arreglo a la Constitución, el Senado no debía pronunciarse. Se acordó dejar pendiente el dictamen y su discusión se exten­ 73 Ibídem, acuerdo 1, p. 371. 79 SCL 24, pp. 375 s. El informe en ibídem, p. 376, anexo 377. 80 El oficio comunicando al Presidente de la República el acuerdo, en SCL 24, p. 376, anexo 378; El Araucano 326, 2 de diciembre de 1836, p. 2; Vicuña Mackenna, Obras (n. 1), p. 695. 81 La presentación de Fuenzalida en SCL 24, pp. 377 s., anexo 379; El Araucano 327, 9 de diciembre de 1836, p. 3. 82 Ibídem. 88 SCL 25, pp. 340 ss. 84 Ibídem, pp. 379 ss. El informe puede verse también en El Arauca­ no 327, 9 de diciembre de 1836, p. 3. Es interesante el comentario que se publica en este mismo periódico. 85 Ibídem., p. 382. 86 Ibídem, p. 383, acuerdo N- 2, y pp. 388 s., anexo 383. 87 Ibídem, pp. 336 ss., cuenta, acuerdo N? 1 y anexo N? 303. 88 Ibídem, pp. 343 s.

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dió a las sesiones de 16,89 1990 y 21 de diciembre.9192 93 En la sesión del 23 de diciembre9' se discutió si correspondía o no al Senado declarar haber lugai a la formación de causa contra el señor Echeverz; habiéndos obtenido empate de siete votos, se discu­ tió nuevamente el m smo tema en la sesión del 16 de enero de 1837,5j oportunidad e i la que se acordó que sí procedía tal pro­ nunciamiento al Sen do y se pidió un nuevo dictamen a las co­ misiones de Justicia y Guerra. En la sesión del 25 de enero94 se dio cuenta de un dic amen de don José Ignacio Eyzaguirre, indi­ viduo de la Comisió i de Justicia, en que manifestó no encon­ trar mérito para qu< el Senado declarase haber lugar a forma­ ción de causa contra Echeverz. Como el pronuu ñamiento del Senado no se producía, el 3 de enero de 1837 se dictó un decreto suspendiendo a don San­ tiago Echeverz de e npleo de ministro de la Corte de Apelacio­ nes y se nombró en >u lugar a don Manuel Joaquín Gutiérrez.95 Previamente, el 24 d : diciembre había sido separado del Conse­ jo de Estado.96 Final lente la Corte Suprema lo absolvió.

25. Hemos vist ) en los párrafos anteriores actuar a Por­ tales con severidad, :onsecuente con su opinión de que los jue­ ces tenían que ser re ;ponsables por las sentencias que dictaban, y si era necesario, h< bía que sancionarlos. Lo vimos aceptar con gusto el enjuiciamiei to que el gobierno había hecho a los miem­ bros de la Corte Mí rcial que habían fallado el proceso por la conspiración de Arte iga,97 y ahora, consecuente con su forma de pensar, actuaba de 1 i misma manera. Sin embargo, su reacción frente a esta sentencia no fue só­ lo contra los jueces Era necesario una reforma más profunda y permanente que hi iese real su deseo de que los jueces respon­ dieran de su actuar; no era suficiente la sanción aislada contra unos jueces que en m caso particular la habían merecido, sino que se precisaban n formas legislativas. La primera de estas re­ W Ibídem, p. 345. w Ibídem, p. 346. 91 Ibídem, p. 347. 92 Ibídem, p. 348. 93 Ibídem, pp. 352 94 Ibídem, pp. 354 95 El Araucano 332 fensa hecha por Echev< Araucano 351, 26 de mí 96 El Araucano 33( 97 Vid. supra (par

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s. >s. El informe en anexo 316. 13 de enero de 1837, p. 2. Un comentario a la de­ rz y Fuenzalida en la Corte Suprema se lee en El /o de 1837, p. 4. 30 de diciembre de 1836, p. 2. afo 15 i).

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formas fue la proposición hecha al Congreso de que las senten­ cias debían ser fundadas.98* Producida la independencia, las sentencias en Chile siguie­ ron pronunciándose en la misma forma que durante el período anterior, expresando los hechos, enunciando las leyes que le ser­ vían de fundamento y resolviendo el litigio, pero sin entrar a consignar por escrito en la sentencia las razones que lo llevaban a resolver de una manera determinada. En la sesión del 21 de noviembre de 1836," es decir, tres días después del fallo de la Corte Marcial, en la Cámara de Diputados se daba cuenta de un proyecto de ley enviado por el gobierno con esa misma fecha en que se mandaba a los jueces y tribunales expresar los fimdamentos de sus sentencias. En la misma sesión se acordó que in­ formase la Comisión de Legislación y Justicia, informe que, conocién­ dose en la sesión siguiente, de 23 de noviembre,100 proponía aprobar el proyecto en los mismos términos en que había sido propuesto; en la misma sesión el proyecto fue aprobado en general y se dejaba pa­ ra segunda discusión su consideración particular. Se discutió el 25 de noviembre,101 la que continuó el 28 del mismo mes,102 enviándose devuelto a la comisión para que informase con arreglo a las observa­ ciones expuestas en la Sala. El 2 de diciembre103 se dio cuenta del in­ forme de la comisión, en el que se proponía un segundo artículo res­ pecto de los casos en que la cuestión no estuviese prevista por las le­ yes y la situación del desuetudo. Sin embargo, la Cámara no se pro­ nunció en definitiva. En esos mismos días era aprobado por el Con­ greso un proyecto de ley por el que se declaraba en estado de sitio todo el territorio de la República y autorizaba al Presidente a usar todo el poder público; fue sancionado como ley el 31 de enero de 1837 y publicado en El Araucano el 3 de febrero. En virtud de estos poderes, con fecha 2 de febrero se dictó un decreto que ordenaba que "toda sentencia se fundara breve y sencillamente”.104 El texto defini­ tivo fue el mismo que se había propuesto a la Cámara de Diputados el 23 de noviembre del año anterior.

La conexión que existe entre este proyecto mandado por el Ejecutivo al Legislativo, y después sancionado como decreto, y 98 Bravo Lira, Bemardino, "Bello y la Judicatura. La codificación procesal”, en Bello y el Derecho, Departamento de Ciencias del Derecho, Facultad de Derecho Universidad de Chile, Santiago, 1982, pp. 119 s. El mismo, nota 64. Sobre fundamentación de las sentencias en Chile, vid. Hanisch, Hugo, "Contribución al estudio del principio y de la práctica de la fundamentación de las sentencias durante el siglo XIX”, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 7, Valparaíso, 1982, pp. 131-173; Merello, Italo, “La ley mariana de fundamentación de sentencias frente a la cle­ mencia judicial en materia penal”, en Revista de Estudios Histórico-Jurí­ dicos 8, Valparaíso, 1983, pp. 71-98. " SCL 24, pp. 367 s. 100 Ibídem, p. 369 s. 101 Ibídem, p. 371 s. 102 Ibídem, p. 375. 103 Ibídem, p. 379 ss. 104 Se publica en El Araucano 335, 3 de febrero de 1837, p. 3.

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el fallo de la Corte /íarcial es innegable. En el Mensaje con que fue propuesto se h; cía referencia expresa al hecho: “...y por nuestra desgracia y nuestra deshonra, podéis añadir hoy a vues­ tros conocimientos eóricos un ejemplo reciente que hace estre­ mecer a todo chiler > que se interese en la inviolabilidad de las leyes, en el reposo 5 en la independencia de su Patria”.105*Y en el artículo inserto en . '.I Araucano leemos: “Esta alusión a la sen­ tencia de la Corte 1' arcial en la causa de los conspiradores que vinieron a turbar n lestro reposo, a trastornar nuestras institu­ ciones y a humillar a la nación, empleando en este plan inicuo auxilios extranjeros esta alusión, que no podríamos mencionar sin rubor si no pal} asemos el escándalo con que el público chi­ leno ha visto la in jgular conducta de los jueces, esta alusión presenta efectivame ite un nuevo fundamento de hecho para la adopción del proyei to a los ojos de todos los que conozcan la gravedad de los int< reses a que se ha sobrepuesto esta decisión monstruosa y que 1 a sean sordos a la voz unísona de las leyes y de la salud de la I epública”. Así, pues, la re icción portaliana no se limitó a una mera sanción a los minis ros que no confirmaron la sentencia, sino que las consecuenci; s de su actuar trascendieron incluso a la le­ gislación. La ley de Eundamentación de las sentencias es reflejo de ello, pero no el mico. 26. En efecto, Diputados100 se dab; de la República acc fuera de la ley a d evento de quebrant

d día 20 de enero de 1837 en la Cámara de cuenta de un oficio con que el Presidente mpañaba un proyecto de ley que declaraba >n Ramón Freire y otros desterrados en el r el destierro.

Este proyecto de 1 de noviembre de 1. solicitase a ese tr la sentencia; cuatr bierno podía o no a cumplir la sente sen a Lima nuevai dir esas seguridad de coacción para r do las seguridades a custodiarlos, se

y merece una explicación previa: por oficio de 21 36 Portales pedía al fiscal de la Corte Marcial que )unal algunas aclaraciones107 para llevar a efecto • eran las preguntas que se le hacían: i) si el go­ tomar seguridades para que los reos, en vez de ir icia al punto que el gobierno les señalase, se fue­ tente a conspirar; ii) si el gobierno, pudiendo pe­ s y no siéndoles dadas por los reos, podría usar andarles al punto que les señalase; iii) si no dan­ y no estando ningún gobierno extranjero obligado olviesen los reos a Chile y/o se fuesen al Perú a

105 Vid. supra not; 325, 25 de noviembre < proyecto; otro comenté febrero de 1837, p. 6. n* SCL 24, pp. 42( 107 El oficio en El Mackenna, Obras (11. 1

99. El texto del Mensaje también en El Araucano e 1836, p. 3, y allí mismo un artículo alabando el no en artículo publicado en El Araucano 337, 17 de

ss. Araucano 326, 2 de diciembre de 1836, p. 3; Vicuña ), pp. 695 s.

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conspirar, cuáles serían los medios de coacción de que se valdría el gobierno para obligarlos al cumplimiento de la sentencia. La última pregunta decía relación con las costas. Al día siguiente, 22 de noviembre, el fiscal respondía transcribiendo una resolución que se le había hecho saber.108 A la primera pregunta se le respondía que el gobierno podía tomar seguridades; a la segun­ da se le respondía igualmente en forma afirmativa y, en consecuen­ cia, se le decía al gobierno que podía usar de coacción; a la tercera, que si los reos no eran admitidos en el punto adonde se les mandase, podía señalárseles otro, y si los reos no daban seguridades, "puede el Gobierno Supremo imponerles los apercibimientos legales y tomar las cautelas que su sabiduría crea conveniente”. El gobierno, en virtud de esta declaración, exigió a los reos que rin­ diesen la correspondiente fianza de no volver al país hasta que ter­ minase el tiempo por el que se Ies había confinado. Todos se ne­ garon.109

Sobre la base de lo anterior, el gobierno presentó este pro­ yecto de ley. En la misma sesión se acordó que informase la Comisión de Justicia, lo que hizo en la sesión del 23 de enero;110 en su in­ forme consideraba que era "de absoluta necesidad adoptar algu­ na medida bastante eficaz para que tenga su puntual cumpli­ miento la sentencia pronunciada contra los antedichos reos", pe­ ro le pareció más conveniente dictar una ley general que esta­ bleciera la pena de muerte contra todo conspirador que quebran­ tare su destierro. En esta forma fue aprobado y, finalmente, san­ cionado como ley el 27 de enero de 1837.111

27. Pero aun hubo más. Haciendo uso de los poderes ex­ traordinarios que se concedieron al Ejecutivo el 31 de enero de 1837, a lo que ya hemos hecho referencia,112 el día 2 de febrero se dictó un decreto113 estableciendo el procedimiento a seguir en los delitos de traición, sedición, tumulto, motín, conspiración contra el orden público, contra la Constitución o el gobierno que existiere; se agregaba también la infidencia o inteligencia ver­ bal o por escrito con el enemigo, y unos y otros, cualquiera fue­ se la clase o fuero de sus autores o cómplices. El proceso se ha­ 108 La respuesta en el mismo El Araucano (n. 107), en Vicuña Mackenna, Obras (n. 1), p. 696, y un comentario a ambos documentos en el mis­ mo El Araucano, p. 4. En el ejemplar N° 338, 24 de febrero de 1837, p. 2, se lee un comentario a las reacciones que en Perú había suscitado el fallo de la Corte Marcial v estas aclaraciones. 109 El oficio en que el gobernador de Juan Fernández comunica esta negativa, en SCL 24, sesión 20 de enero de 1837, p. 428, anexo 419. 110 SCL 24, pp. 430 s. 111 El Araucano 334, 27 de enero de 1837, p. 3. 112 Vid. supra párrafo 25. 113 El Araucano 335, 3 de febrero de 1837, pp. 2 s.

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ría ante un Conseje capital de cada prc to, serían juzgados blecidos en la Orde apelación, revisión te, de la sentencia habría apelación,. r< cer efectiva la resp< lo respectivo de la juzgamiento más ti 40)

114

La vinculación mos es manifiesta; de recursos —con 1 por el fallo de la C efectiva la responsa este decreto es clai aprobación de las C res para dictarlo. E anunciaba que habí pital por el Consej Colchagua, los reos Barros y Manuel Je la sentencia con an

3.

de Guerra Permanente con residencia en la zincia, y tratándose de individuos del ejérci­ ?or los respectivos Consejos de Guerra esta­ lanza Militar; la sentencia se ejecutaría "sin d otro recurso" (art. 1°, inc. 2?). Por su par­ que pronunciare el Consejo Permanente no visión ni otro recurso que el dirigido a ha­ nsabilidad personal de los jueces, tanto por sentencia, cuanto porque dejen pasar en el impo del prevenido por este decreto" (art. mtre este decreto y los hechos que analiza­ >asta fijarse en detalles como la inexistencia • cual se evitaban los problemas ocasionados irte Marcial— o la mención expresa a hacer lilidad de los jueces. La mano de Portales en 1, pero el Ministro no quiso someterlo a la imaras y esperó contar con los plenos pode­ 1 El Araucano del 14 de abril de ese año se m sido condenados en Curicó a la pena ca­ • de Guerra Permanente de la provincia de de estado D. Faustino Valenzuela, Manuel >é de la Amagada y que se había ejecutado iglo a la ley que comentamos.114 115

CONCLUSIONE > VXA-\ Vi

28. Llegado el moi lento de resumir las ideas portalianas y su actitud frente a la adicatura de su época, podemos concluir: a) Portales tú la administración d cambio, frente a la los duros términos

b)

ne una posición crítica manifiesta frente a : justicia criminal, la que no se expresa, en idministración de justicia civil, al menos en mpleados para referirse a la primera.

Portales ar )ta y critica los vicios y males que advierte

114 Un comentario de 1837, p. 6. 1,5 Vid. el coment. poco después este pro usos y las sentenciáis ] bían ser remitidos "al éste lo revea”; en el c a las leyes podía orde está fechado el 28 de a de septiembre de 1837,

a este decreto en El Araucano 336, 10 de febrero

rio que aparece en la pág. 4 de ese ejemplar. Muy edimiento fue modificado, estableciéndose que los renunciadas, salvo el caso de delito infraganti, de­ tuditor del ejército residente en Santiago para que so de encontrar que la sentencia no era arreglada tar la formación de un nuevo consejo. El decreto ;osto de 1837 y se puede ver en El Araucano 366, 1p. 2.

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en la justicia criminal: excesiva misericordia; disparidad de pe­ nas por un mismo delito, dependiendo esta disparidad de la con­ dición personal del delincuente; poco celo por la justicia; impu­ nidad de los criminales; desaliento de los encargados de su apre­ hensión; incremento de delitos. c) La causa de este deplorable estado de cosas no está tan­ to en la legislación vigente, heredada del período indiano, como algunos lo pretenden, sino más bien en las personas encargadas de hacerla cumplir, o sea, en los jueces. No es, pues, el sistema el malo, aun cuando reconoce la necesidad de su reforma, sino los encargados de administrar ese sistema los que están fallan­ do, quienes, al no haber mecanismos que permitan exigirles sus responsabilidades, pueden actuar con gran libertad.

d) Las reformas, en consecuencia, no han de dirigirse tan­ to al sistema procesal penal como a los jueces del crimen. Una confirmación de esta aseveración la encontramos tácitamente en los proyectos de ley y reformas procesales tramitadas mientras Portales estuvo al frente de su segundo Ministerio: todas ellas, en cuanto a lo procedimental, fueron del proceso civil y no del penal. En cambio, las reformas en lo penal miraron todas a la responsabilidad de los jueces, incluso el decreto que estableció la fundamentación de las sentencias.

e) Reconociendo la necesidad de reformar las leyes, y los procedimientos, la gran reforma en materia procesal penal pa­ ra solucionar la criticada administración de justicia criminal de­ bía apuntar a hacer efectiva la responsabilidad de los jueces. Es­ to Portales no sólo lo dice, sino que, además, lo hace; prueba de ello fueron las leyes que entraron en vigencia durante su Minis­ terio: fundamentación de las sentencias, procedimiento especial en delitos contra el Estado donde expresamente se habla de la responsabilidad de los jueces y sanción de hecho a los jueces que en su opinión actuaron violando las leyes.

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PORTALES Y LA JUDICATURA

APENDICE N? 1 Administración

de

Justicia criminal

(Artículo publicadc por don D. Portales en El Mercurio de Valparaíso de ener< 17 de 1832). Sin que ella sea bu< na, vemos como perdidos los trabajos del go­ bierno, e inútiles st > deseos de mejorar las costumbres y de con­ servar las leyes en su vigor: todo cuanto haga a este fin será siempre deshecho, ; or la falta de cooperación de los encargados de este ramo, el m is importante. Si los jueces y tribunales no son íntegros, si no son animados por un odio santo al crimen, es segura la impuni lad de los criminales, y ella trae por una con­ secuencia necesaria el desaliento de los encargados de su apre­ hensión, que ni qui :ren ver burlados sus empeños, ni exponerse a las venganzas de 1 >s aprehendidos, a quienes la falta de un cas­ tigo condigno vuel e más insolentes y altaneros. Hace mucho tiempo que lament; mos este gravísimo mal, hace mucho tiempo que los chilenos mi ’an en sus juzgados y tribunales a los verda­ deros asesinos y la irones, porque su indulgencia autoriza, ani­ ma, empuja a repe ir estos delitos: se grita mucho, parece que se toca en la deses] eración cuando se trata del estado de la ad­ ministración de jus icia criminal; pero al fin todo queda en gri­ tos, sucede la calm; , y ésta no vuelve a perderse hasta que apa­ recen algunas nuev is docenas de robos considerables y de ase­ sinatos circunstanc ados: vuelve a esforzarse la voz, y vuelve a bajar, luego que se descubre parte del robo, o que la viuda se desnuda del luto. I arecen que quedan vindicados por los dere­ chos de todos, y q e los inmediatamente agraviados se confor­ maran con recibir j or toda satisfacción el desahogo de maldecir a los jueces, a sabi indas de que las maldiciones no les alcanza­ rán, ni al bolsillo, i i a la salud, y menos a la tranquilidad inte­ rior de que admira demente disfrutan. Mas nunca vemos que se trata de remediar c . mal radicalmente. Haciendo al Ce igreso de 31 la justicia que se merece, espe­ rábamos que se oci pase de un asunto de tanto interés; pero ha­ biendo sancionado a reforma de la Constitución, creyó que an­ tes de ella no podú hacerse alguna en la administración de jus­ ticia. Nos atrevemo a predecir que vendrá esa reforma, será es­ tablecida; pero no nej orará la administración de justicia, si no se aplican remedios tan extraordinarios como lo es el que lamen­ tamos. Nosotros es :amos persuadidos que todos serán inútiles si no se fija un mee io eficaz de hacer efectiva la responsabilidad de los jueces: cono emos y conocen todos las necesidades de re­ formar el Código P- nal; pero ¿de qué serviría este trabajo si los

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jueces pudiesen burlarlo impunemente? Ellos se excusan con la confusión y discordancia de nuestras leyes; pero tendrán que confesar que éste es puramente un pretexto, si se les pregunta ¿con qué leyes juzgaban los alcaldes y Real Audiencia en Chile y en toda la América antes española? ¿Cuáles rigen en los juzga­ dos y tribunales de España? Y en España se ahorca al asesino y se ahorcaba en Chile cuando era colonia española, con las mis­ mas leyes que hoy sirven para absolverle o conmutarle la pena. Se dice también por nuestros jueces que los territoriales no sa­ ben formar un proceso y que las informalidades con que vienen en apelación los que se levantan en el campo, no les permite ex­ poner su conciencia a fallar contra la vida de los procesados ¿y podrán persuadir a algún hombre con ojos en la cara que los jue­ ces territoriales de la Colonia de Chile, en donde apenas había quienes supiesen leer, estaban más instruidos en la materia que los de la República chilena, cuyos progresos en todas las clases alejan toda comparación? Y si es cierta tal y tan general igno­ rancia de subalternos, ¿qué ha hecho la Suprema Corte de Jus­ ticia para desterrarla con toda su superintendencia y con todas sus facultades directivas, económicas, administrativas, correcti­ vas y no sabemos qué más? Pero, para que nuestros tribunales pudiesen justificar su fatal indulgencia con tal excusa, es nece­ sario que comprendan entre los subalternos imperitos al juez de letras del Crimen de Santiago, porque en esta ciudad, acaso más que en el campo, se han repetido siempre los asesinatos; el juez de letras forma los procesos, y sin duda los formará de tal modo que no haya permitido a los miembros de la Corte de Ape­ laciones exponer su conciencia a fallar contra la vida de los pro­ cesados. Nosotros diremos lo que hasta los niños repiten: que no hay ley buena, si se descuidan los encargados de hacerla cumplir; y avanzaremos que los buenos encargados hacen buenas las leyes, pues vemos que con unas mismas se administra bien y mal la justicia. Recordemos en comprobante las dos épocas de la Au­ diencia en las vísperas de nuestras emancipación: fue presidida por un señor Ballesteros y vimos la horca en continuo ejercicio: el carácter de este funcionario, incapaz de capitular con el cri­ men, dio mérito al dicho vulgar que hasta poco tiempo ha se conservaba entre la última clase —no hay rebaja con el señor Ba­ llesteros. Entró a presidirla accidentalmente otro de sus miem­ bros, que hacía alarde de una humanidad mal entendida, y no vi­ mos durante su regencia una ejecución, siendo así que existían los mismos crímenes. Mediante un eficaz empeño por parte del gobierno para ha­ cer menor el mal, se pobló el presidio de Juan Fernández, fue­ ron instados frecuentemente los jueces para abreviar las causas de los reos que se envejecían en la cárcel, y al fin, ésta quedó

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desocupada, y fuei m conducidos en distintas ocasiones como 140 facinerosos a a< uel presidio: con esta medida, han disminui­ do sin duda los cri ninales; pero ya vemos las consecuencias de no aplicar al crimi lal la pena que merece por el delito que co­ metió. No hay uno [ue no sepa que esos 140 asesinos, el que me­ nos, tenía merecida cuatro veces la muerte: si se le hubiera apli­ cado la primera vez esta pena, se habrían ahorrado tres víctimas, tres delitos y todo; los que se hayan cometido en Copiapó por los sublevados en uan Fernández; por esta razón, nosotros no vemos a esos presi liarios, sino a todos nuestros jueces, en co­ lumna cerrada, cor letiendo robos y asesinatos en Copiapó: los vemos con sus abs dvederas, en lugar de picas y puñales, sem­ brar la muerte y < spanto en aquella desgraciada población, y los veremos pasar ; 1 otro lado de los Andes. La estrechez d nuestras columnas nos obliga a suspender la publicación en e te número de algunos arbitrios que nos su­ giere el buen deseo para que no se haga ilusoria la responsabili­ dad de los jueces t m prevenida por nuestras leyes: lo haremos en otro número.

APENDICE N? 2

Valparaíso, dicieml re 6 de 1834. Mi don Antonio: A propósito de una consulta que hice a don Mariano, relativa al derecho que asegur i la Constitución sobre prisión de individuos sin orden competer te de juez, pero en los cuales pueden recaer fuertes motivos de que traman oposiciones violentas al Gobier­ no, como ocurre en un caso que sigo con gran interés y pruden­ cia en este puerto, si bueno de don Mariano me ha contestado no una carta sino m informe, no un informe sino un tratado, sobre la ninguna fe mitad que puede tener el Gobierno para de­ tener sospechosos 'Or sus movimientos políticos. Me ha hecho una historia tan la -ga, con tantas citas, que he quedado en la mayor confusión; y como si el papelote que me ha remitido fue­ ra poco, me ha fa( ilitado un libro sobre el habeas corpus. En resumen; de seguir el criterio del jurisperito Egaña, frente a la amenaza de un ind viduo para derribar la autoridad, el Gobier­ no debe cruzarse d : brazos, mientras, como dice él, no sea sor­ prendido in jragan. Con los hombr s de ley no puede uno entenderse; y así, pa­ ra qué carajo sirve i las Constituciones y papeles, si son incapa­ ces de poner remeí io a un mal que se sabe existe, que se va a

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producir, y que no puede conjurarse de antemano tomando las medidasxque pueden cortarlo. Pues es preciso esperar que el de­ lito sea iri fraganti. En Chile la ley no sirve para otra cosa que no sea producir la anarquía, la ausencia de sanción, el libertinaje, el pleito eter­ no, el compadrazgo y la amistad. Si yo, por ejemplo, apreso a un individuo que sé está urdiendo una conspiración, violo la ley. ¡Maldita ley entonces si no deja al brazo del Gobierno proceder libremente en el momento oportuno! Para proceder, llegado el caso del delito infraganti, se agotan las pruebas y las contraprue­ bas, se reciben testigos, que muchas veces no saben lo que van a declarar, se complica la causa y el juez queda perplejo. Este respeto por el delincuente o presunto delincuente, acabará con el país en rápido tiempo. El Gobierno parece dispuesto a perpe­ tuar una orientación de esta especie, enseñando una considera­ ción a la ley que me parece sencillamente indígena. Los jóvenes aprenden que el delincuente merece más consideración que el hombre probo; por eso los abogados que he conocido son cabe­ zas dispuestas a la conmiseración en un grado que los hace ri­ dículos. De mí sé decirle que con ley o sin ella, esa señora que llaman la Constitución, hay que violarla cuando las circunstan­ cias son extremas. ¡Y qué importa que lo sea, cuando en un año la parvulita lo ha sido tantas por su perfecta inutilidad! Escribí a Tocornal sobre este mismo asunto, y dígale usted ahora lo que pienso. A Egaña que se vaya al carajo con sus ci­ tas y demostraciones legales. Que la ley la hace uno procedien­ do con honradez y sin espíritu de favor. A los tontos les caerá bien la defensa del delincuente; a mí me parece mal el que se les pueda amparar en nombre de esa Constitución, cuya majes­ tad no es otra cosa que una burla ridicula de la monarquía en nuestros días. Hable con Tocornal, porque él ya está en autos de lo que pienso hacer. Pero a Egaña dígale que sus filosofías no venían al caso. ¡Pobre diablo! Hasta mañana. Suyo.

D. Portales Epist. III, N- 508, pp. 378 s.

APENDICE N? 3

SS. Editores de. . . ¡Gracias a Dios! exclamé cuando hoy leí en El Araucano N? 99 la sentencia pronunciada en la causa que se seguía al gobierno y

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cabildo de Curicó por infracciones de la Ley de Elecciones y otras. Prorrumpí t i bendiciones a los jueces que la firmaron (porque hay tiemp< s en que se debe bendecir al que hace lo que hacer debe), mezcl; ndo entre ellas algunos reniegos suaves, cor­ tos y como de pas. por la demora que ha habido en la sustanciación del procese porque me parece que el castigo a destiem­ po no ejemplariz.a; pero esto no importa, que todo no ha de ser al paladar. Me aleg aba con la idea de los bienes que nos resul­ tan de que se cum >lan y hagan cumplir las leyes castigando al malvado que las t aspase, cuando recordé que el gobernador del Huasco, un Qi ívedo bien conocido (aunque no tanto que pueda equivocarse < on el agudo poeta de su nombre) se halla en el mismo caso que el lince Peña, gobernador de Curicó, por las infracciones de la I iy de Elecciones cometidas en la elección del diputado al present : Congreso que la Cámara de este nombre de­ claró nula. Me acoi dé que el gobernador pidió los antecedentes a esta corporación / que los remitió por el Ministerio del Inte­ rior al Sr. Intendei te de la Provincia de Coquimbo, ordenándo­ le que hiciese procc sar al tal Quevedo, y me pregunté a mí mis­ mo ¿que habrá de ( sta causa? ¿O las leyes no regirán en toda la República? ¿O los liños de la Provincia de Coquimbo tendrán algún salvoconduct > para atropellarla? Se ahogó mi ge so y éste es todo el asunto que tenía que po­ ner en noticia de L ls., de quienes espero perdonen la cortedad, y dispongan de su itento servidor. El Huasquino. Epist. II, N? 255, pp. z [6 s.

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PORTALES Y L

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IGLESIA

Javier González Ec Menique Academia Chilena de la Historia Director del Archivo íacional

La actitud de Port les frente a la Iglesia es un aspecto que no siempre se estudia pero que no carece de importancia. Incluso se puede decir qu j allí está una de las características de su acción. No es necesari ) explicar aquí cómo lo religioso era antaño uno de los polos e itre los cuales giraban la vida personal y la vida de la sociedac , lo que tenía peculiar vigencia en España y sus dependencias i Itramarinas. En los pueblos hispanoamericanos la fe era patrimonio co­ mún, y la Iglesia t nía un sentido educador que hacía llegar su influencia a todos los grupos sociales. Los valores cristianos eran cosas reales, i ^conocidos por todos, desde el más alto fun­ cionario hasta el r ás humilde súbdito. El escepticismo religio­ so, si existía, era e icepcional, y no tenía manifestación externa. A través de los tiempos esta aceptación social de la Iglesia, y el reconocimientí por parte de ésta del papel del Estado, ha­ bía producido, con o es sabido, una serie de lazos, de naturale­ za jurídica, entre a nbas entidades. Ellos llegaron a ser de gran complejidad, debid- a las variaciones conceptuales que los tiem­ pos trajeron acerca de las relaciones entre la Iglesia y el Estado español. No todas estas ligazones se originaron en la libre voluntad de la Iglesia. Entre las que nacieron de ella estaban el derecho de patronato (facu tad de presentar candidatos para los cargos eclesiásticos) y la ( onación de los diezmos al Estado. Entre las usurpaciones estáte .es estuvieron los recursos de fuerza, el exe­ quátur o pase de 1 s documentos pontificios como requisito de ejecución de los m smos, y algunos tipos de cartas de ruego y encargo. Particular importancia tuvo la ayuda oficial a las mi­ siones de infieles, ( ue era una expresión del carácter misionero de la monarquía es «añola. Esta estimaba como uno de sus debe­ res fundamentales l i difusión de la fe entre aquellos de sus súb­ ditos que no la po: sían.

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Al conjunto de los actos por los cuales el Estado intervenía en cosas de la Iglesia se le llamaba regalías. Y regalista era quien creía que el Estado, por serlo, y no por concesión, las poseía. En la época de la Independencia el regalismo era doctrina común, aun entre los eclesiásticos, sin que a ello obstara la sincera fe que todos profesaban. La emancipación no supuso al principio ninguna ruptuia en lo religioso, ni tenía tampoco por qué producirla. La desvinculación política de España que aquélla supuso no tenía relación con las cosas de la fe. Con el paso del tiempo, sin embargo, algunas de esas cosas fueron variando, por razones de diferente género. La situación equívoca e imprecisa en que quedó el ejercicio del patronato, concedido a los reyes españoles, pero no a las nuevas repúblicas; la falta por vacancia, de obispos; la difusión por la prensa de ideas contrarias a la Iglesia o la fe; los trastornos que trajo con­ sigo la lucha, perturbando y dificultando la predicación y la ad­ ministración de los sacramentos, causaron deterioro en la mar­ cha normal de la Iglesia. No pesó menos el paso por el gobierno de hombres de fe tibia, como Carrera, O’Higgins (si bien éste fue profundizando en ella a medida que corrían los años) y Freire, o de conocido escepticismo o ateísmo, como Diego José Benavente o Francisco Antonio Pinto, ministro de Freire y Presidente de la República, más tarde, fue causa de un paulatino deterioro de la antigua tradición. El Seminario fue unido en 1813 al Con­ victorio Carolino, con lo cual la adecuada formación de los sa­ cerdotes quedó gravemente comprometida. Las misiones arau­ canas fueron abandonadas, se confiscaron los bienes de las ór­ denes religiosas, se desterró en 1824 al obispo de Santiago, ha­ biendo abandonado antes su diócesis el de Concepción, y se lle­ gó hasta ordenar por ley que los párrocos fuesen elegidos por medio de votación popular. Hacia 1829 el Estado ya no era, como antes, colaborador de la Iglesia y defensor de los principios religiosos. Se tendía a una secularización y a una falta de respeto por las cosas y personas eclesiásticas. Y no porque fuese éste un deseo general. Los chi­ lenos seguían siendo creyentes, y los actos secularizadores se de­ bían a una pequeñísima fracción gobernante. Las ideas católicas tenían pocos defensores en la vida polí­ tica, puesto que los pelucones, a quienes habría correspondido salir a la lid, habían pesado poco en esos años, no obstante ser un grupo numeroso y de influencias. Su paso por el gobierno fue breve y de pocas consecuencias. Las medidas anticanónicas adop­ tadas por os gobiernos liberales no encontraron oposición de importancia de parte del grupo pelucón, por no haberse éste he­ cho presente en la arena política.

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La revolución le 1829 y el pensamiento de Portales no tu­ vieron entre sus fi: es expresos una vuelta a la antigua situación de la Iglesia. Inclu o entre los adherentes del movimiento había hombres como Jos Miguel Infante, poco afecto a la Iglesia; Ra­ món Errázuriz, co locidamente deísta, y otros más. El mismo Portales quizás no tenía ideas claras sobre el particular en los días iniciales de si acción. Pero el objetn a primordial del Ministro, el establecimiento del orden, debía 11 ¡vario muy luego a poner sus ojos en todos los elementos que Dodían servirle para este fin. La Iglesia era, sin duda, uno de el os. Había sido durante más de dos siglos uno de los pilares de k sociedad. Su alta enseñanza moral, su tarea educadora, sus idc des, merecían ser tomados en cuenta. Pero en vez de interveni en ella, como había sucedido antes, con me­ didas arbitrarias, < on el objetivo de ponerla de su lado, optó por ¡o contrario: ^c (laborar y facilitar su labor. Dentro de un larco generaTde^féñdímíento entre ambas potestades, se pue< en destacar algunos hechos importantes. Ya en 1830 algunas m micipalidades elevaron solicitudes al gobier­ no, que éste trans: litio al Congreso de Plenipotenciarios, para que se decretase la devolución a los religiosos de los bienes que en 1824, Freire, y )osteriormente Pinto, dispusieron les fuesen expropiados, so prt texto de exonerarlos del peso de su adminis­ tración. El Congreso, e i un acto de justicia y de buena economía (puesto que el gob srno debía hacerse cargo del sustento de los regulares despojad< s y de la difícil gestión de sus antiguas pro­ piedades rústicas), resolvió la devolución, con el gravamen de que en cada convei to se estableciese una escuela.1 Aunque no hu >o participación directa de Portales en esta resolución, es obv o que se procedió con su consentimiento, puesto que de no s< r así el todopoderoso Ministro habría opues­ to su veto. Al no h. cerlo, estaba señalando la consideración que le merecían los ins itutos religiosos, no sin considerar que tam­ bién con esto se fí vorecía la mejor ordenación de la hacienda pública. En 1834, alejac o Portales del Ministerio, se aprobó una ley que, en una típica manifestación del regalismo reinante, había restablecido los se linarios chilenos. Como se ha dicho, el de Santiago había sidc unido al Convictorio Carolino en 1813, para formar el Instituto Nacional, y el de Concepción había zozobra­ do en medio de las uchas de la Independencia. La idea era acer­ 1 La devolución je acordada por el Congreso de Plenipotenciarios el 14 de septiembre de 1830. El texto del acuerdo en Sesiones de los Cuer­ pos Legislativos, vol. CVIII, p. 473.

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tada, puesto que una es la formación del futuro sacerdote y otra, muy distinta, la de quienes aspiraban a seguir una carrera secu­ lar. De hecho, los sacerdotes seculares ordenados durante el pe­ ríodo de unión del Seminario al Instituto habían sido muy es­ casos, y su preparación teórica adolecía de fallas, como no po­ día menos de suceder. Cupo a Portales, como Ministro del In­ terior, dictar el decreto que hizo posible dos logros: llevar a la práctica el restablecimiento del Seminario de Santiago y obte­ ner una efectiva mejoría en la formación del clero santiaguino, lo que no dejaría de causar positivos efectos, más tarde, en la Iglesia de Santiago.2 Otro asunto en que debió intervenir en su segundo Ministe- _ rio fue la proposición de la ley, que fue aprobada, por la cual se dispuso solicitar del Sumo Pontífice la erección de la dióce­ sis de Santiago en Metropolitana, y la creación de dos nuevos / obispados: el de La Serena y el de Ancud. La ley respectiva sej promulgó en agosto de 1836, y lleva, como el Mensaje que le dio origen, la firma de Portales, además de la del Presidente.3 Es cierto que en esta iniciativa tuvo su parte la independen­ cia, por así decirlo, de la jerarquía peruana (Lima era hasta en­ tonces la metrópoli de las dos diócesis chilenas existentes), pe­ ro también lo es que la erección de los nuevos obispados estaba encaminada a facilitar el auxilio espiritual de sus habitantes. Hubo además un conjunto de medidas que merecen desta­ carse, por tener un alcance que iba más allá de las ya señaladas, y que incluso hacen recordar algunos conceptos que formaban la base de los ideales de la monarquía. Como se ha dicho más atrás, las vicisitudes de la emancipa­ ción fueron causa de la desaparición de las misiones de la región de la Araucanía. Los religiosos misioneros, dependientes del Co­ legio franciscano de Chillán, eran en buena parte españoles, lo que motivó el abandono de las misiones después de la batalla de Maipú, o su separación de las misiones que servían. El Colegio, por su parte, quedó de hecho extinguido. 2 El decreto es de 18 de noviembre de 1835. Fue publicado en El Araucano del 4 del mes siguiente. Debe retenerse lo que en la oración fú­ nebre a que se refiere la nota 6 expresó el orador, en relación con esta materia: "Pero la obra exclusiva de nuestro religioso ministro, en la que su virtud encontró sacrificios más penosos, fue el restablecimiento de los seminarios conciliares, cuya juventud florida anuncia a la Iglesia días de gloria y prepara a los fieles sacerdotes celosos e ilustrados”. 3 El Mensaje en Sesiones de los Cuerpos Legislativos, vol. XXV, p. 42. Merecen destacarse los siguientes conceptos: "Las provincias de Chiloé y Valdivia, a más del número crecido de fieles que contienen, presen­ tan a la caridad evangélica la proporción más bella para la reducción de otro número todavía mayor de gente, que aún no ha abrazado el cristia­ nismo y tiene para ello las mejores disposiciones”.

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Si bien O'Hig ins pretendió restaurarlo, así como los cen­ tros misionales de íl dependientes, ello no pasó de proyecto. Co­ rrespondería al Pr< sidente Prieto, por decreto de 11 de enero de 1832, cuando Porte es ya se había retirado del Ministerio del In­ terior, hacerlo rea. dad.4 Dado que era mtonces ministro Ramón Errázuriz, deísta y no católico, esta ir dativa se debió seguramente al propio Presi­ dente, apoyado prc dablemente por Portales. Según el decreto, el fin del Colegio ser. i "mandar misioneros entre los indios bárba­ ros para iniciarlos en los principios de nuestra sagrada religión y procurar su civi] zación". Del segundo 1 [misterio de Portales, y profundizando aún más en los concep :os enunciados, es un decreto de 1835, enca­ minado a traer a Chile misioneros franciscanos italianos.5 En uno de los consíde 'andos de este decreto se lee que "es uno de los primeros y má ; esenciales deberes del Gobierno, contribuir a la propagación c 3 la fe que profesa la Nación, especialmente entre aquellos que no la conocen y que, por lo mismo, son per­ judiciales a sí misi ios y a la sociedad". No es del caso analizar estas frases, de m ty profundo contenido. Baste anotar que no habría hablado de otra manera un ministro de algún monarca Habsburgo. ¿Cuál era el p nto de vista personal de Portales respecto a esta materia? Son de gran interés las palabras del futuro arzo­ bispo de Santiago, ion Rafael Valentín Valdivieso, en la oración que pronunció el 4 de agosto de 1837, en la ceremonia oficial de los funerales.6 I espués de referirse al apoyo que el gobierno había proporcionac j a las misiones entre los fieles, que él y otros sacerdotes habían j redicado en Chiloé y Valdivia, agregaba: "Tu­ ve la honra de esct :har de su boca el bello plan de misiones que había propuesto ’. ' antes había dicho que "el mismo (Ministro) aseguró que fue la providencia en que tuvo mayores compromi­ sos que arrostrar" "Pensaba aprovecharse de los recursos que la autoridad ponía en sus manos para facilitar la conversión de los bárbaros arauc nos y aun de aquellos que habitan el sur de los confines civiliz; dos de la República".7 Estos hechos elevantes se desarrollaron en un trasfondo de mutua armonía entre Estado e Iglesia. Al revisar la corres­ 4 En el Boletín c no, 1833, libro V, p. 1 5 Decreto de 19 < 6 Oración fúnebr las exequias que se < del finado señor Mini to de 1837, Santiago 7 Ibíd.

z las Leyes y de las Ordenes y Decretos del Gobier­ ¡9. e noviembre de 1835. pronunciada por el Presbítero R. V. Valdivieso en zlebraron en la Santa Iglesia Catedral por el alma tro de la Guerra Don Diego Portales, el 14 de agos­ e Chile, Imprenta de la Independencia.

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pondencia oficial, que se guarda en el Archivo Nacional, entre el Ministro del Interior (a quien correspondía lo referente al cul­ to, tomando este término en sentido amplio) y la autoridad ecle­ siástica, se comprueba fácilmente aquella afirmación. Dentro de las costumbres regalistas, se puede observar la deferencia con que ambos poderes se tratan. Que las personas han influido en la creación de este am­ biente, es cosa evidente. El carácter del vicario y obispo don Manuel Vicuña no era áspero ni belicoso, si bien hay que hacer presente que cuando veía en peligro los derechos de la Iglesia no vacilaba en usar de energía y fuerza para dirigirse al poder civil. El Ministro del Interior (cuando no lo era Portales), Joa­ quín Tocornal, era firme creyente. Precisamente, el único cargo que algunos esgrimieron contra él cuando estaba por subir al Ministerio era su buena relación con los hombres de la Iglesia, lo cual, en el sentir de los temerosos, podría acarrear malas con­ secuencias. Pero siendo Portales el inspirador o ejecutor indiscutido de la política del gobierno, difícil es creer que hubiese admitido puntos de vista divergentes. Basta recorrer_su epistolario para comprobar que, aun en los momentos en que sedeclaraba ale­ jado del poder y hastiado del mando, a la vuelta de pocos días aparecía preocupado de lo que acaecía en Santiago, y haciendo oír, en forma indirecta casi siempre, su opinión a quien gober­ naba. Parece claro, una vez pasada la breve revista anterior, que la política religiosa de los años de su gobierno directo e indirec­ to tiene su sello. La Iglesia era para él una institución_necesaria, cuya influencia espiritual de_gran alcance debía ser favorecida.^ Como político percibió plenamente su valor moralizador y edu­ cativo, y le tendió por ello la mano del Estado. No es que se tra­ tase de volver atrás, con una eventual restauración de sistemas idos. Se procuró, ante la tarea constructiva que había por delam te, utilizar todos los elementos disponibles, de modo que rindiej ran los máximos frutos posibles en su campo respectivo. ■ Se podría afirmar, incluso, que la visión de Portales fue dis­ tinta a la de la monarquía/LcfsnreyeS,' particularmente los de la dinastía borbónica, aunque creyentes sinceros, eran celosos de la influencia de la Iglesia, y tomaron respecto a ella medidas in­ discutiblemente injustas. Portales no la temió, y trabajó por ele­ varla de la situación disminuida en que la habían dejado los go­ bernantes de la anarquía. No la temió como la habría temido un régalista a la antigua usanza, y en el actuar administrativo y de gobierno usó de las leyes y normas que encontró vigentes, sin que estimase necesario hacerlas más rígidas. Fue en lo exterior un régalista, porque no había podido entonces no serlo, pero sin

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aquella convicción Egaña, por ejemplt Lo anterior coi las misiones de in< vilizado de Chile, c vieso, nos permite . ya se ha dicho. De conocida, tan despi siásticos son en ge que sería obispo d Pero el juicio ácid< según Portales, no gencias de su cond merece ser tratado Volviendo al s instaurado por Por puede afirmar que ción. Se ha afirmadí ros tiempos, de m< que primó en él ui ideales, compartidc de este hecho se er años decisivos de Confirman lo Ignacio Víctor Eyza "Mientras que en 1( del Estado domina mo no pudo jactan derechos de la Igle

ardiente de su colega de gabinete Mariano . responde al Portales político. Su interés por ígenas, situadas aun fuera del territorio ci­ 2 que nos habla don Rafael Valentín Valdi­ somarnos algo al interior de su alma, como idor es también que en su correspondencia yvista de veladuras en la expresión, los ecle­ icral bien tratados. Se exceptúa el caso del j Concepción, don José Ignacio Cienfuegos. se debe en este caso, precisamente, a que, labría actuado aquél de acuerdo con las exi­ ción sacerdotal. Pero éste es otro tema, que en forma separada. stema de relaciones entre Iglesia y Estado ales y sus colaboradores en el gobierno, se llí está otra de las características de su crea­

8 Sobre esta mal los Oviedo Cavada: 1 de Historia, Pontificó 9 En Los ínterest nos, París, 1859 (2 toi

:ria es de gran importancia el libro de Mons. Car­ 1 Misión Irarrázaval en Roma, 1847-1850, Instituto Universidad Católica de Chile, Santiago, 1962. 5 católicos en América, Librería de Gamier Herma­ ios), tomo I, p. 375.

que el regalismo chileno fue, en sus prime­ jores quilates que otros contemporáneos, y verdadero respeto por la Iglesia y por sus por toda la nación.8 Quizás la explicación ?uentra en la forma como se generó en esos 1 consolidación nacional. nterior las palabras que el presbítero José *uirre, sobrino del Ministro, escribió en 1859: s hombres que en Chile dirigían los negocios on las ideas del ilustre Portales, el regalis­ e de triunfos realizados con perjuicio de los ia”.9

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PORTALES Y LZ S TRANSFORMACIONES ECONOMICAS DE CHILE EN SU EPOCA: UNA APROXIMA 3ION Juan Ricardo Couyi umdjian Universidad Católica i e Chile Academia Chilena de a Historia

Los cuarenta y cuí marcada transform período, ella se se abriéndose al come peridad que va apa taliana. Las reform tituyen tanto un or v consolidación de

1.

tro años de la vida de Portales vieron una ición de la economía chilena. Durante este >ara del marco de la monarquía española, ció de todo el mundo y generando una pros­ ejada a la estabilidad política de la era pors económicas del decenio de Prieto no cons­ lenamientomnovador, como la continuación os cambios operados en los años anteriores.

ECONOMIA Y - UMERCIO EN VISPERAS DE LA INDEPENDEN» IA

Quienes miraban e glo -XV-III solían p en 1789 a las autoi O'Higgins lamental 4) a rada agricultura jpinería, afectada j sobre laijrostraciói facturas no resistí; Las medidas d monarcas borbónic do la provisión de terior. El sistema mo una manera d

panorama económico chileno a fines del sintar un cuadro poco alentador. Escribiendo dades peninsulares; eUgóbefnador Ambrosio a kifalj^-dx^merccidos-extemose^ internos comentaba sobre el carácter errático de la jr problemas- técnicos y falta de capitales, y de la escasa industria, cuyas toscas manu­ rTla~~competencia extranjera? i liberalización comercial adoptadas por los )s a lo largo de la centuria habían aumenta­ irtículos importados con respecto al siglo an­ e navios de registro implantado en 1720 co­ t contrarrestar los efectos del contrabando,

1 Citado por Vill tiago, 1968, pp. 282-28 no es la representacic doquí por el síndico ( Escritos de don Mam 3 vols., Santiago, 191C

lobos, Sergio, El comercio y la crisis colonial, San­ . Un testimonio más extenso pero semejante en to­ i hecha al Ministro de Hacienda don Diego de Garel Real Consulado de Santiago, fechada 10-1-1796, en zl de Salas y documentos relativos a él y su familia, I, pp. 151-189.

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JUAN RICARDO COUYOUMDJIAN

fue reemplazado por el régimen de comercio libre entre España y los dominios americanos, que se hizo general enr1778_.,El re­ glamento respectivo suprimió algunos gravámenes menores que afectaban al comercio naviero y rebajó los aranceles de las mer­ caderías españolas y americanas. Estas medidas fueron comple­ mentadas con otras destinadas a facilitar el comercio interame­ ricano.23 El propósito de estas medidas no era crear un régimen de libertad al margen de la iniciativa oficial, sino fomentar el in­ tercambio recíproco entre las diferentes partes de la monarquía, protegiendo al comercio y a los productos españoles de Améri­ ca y Europa en detrimento de los extranjeros. Con ello se ten­ día a la formación de una especie de mercado común hispano­ americano, haciendo las salvedades que proceden al transferir el sentido de este término a un contexto tan distinto? Las facilidades comerciales y el consiguiente aumento de la navegación facilitaron, como se dijo, el flujo de los productos europeos a la América española. Sin embargo, buena parte si no la mayoría de los artículos que llegaban e¿Jas naves_españolas o a través del comercio español eran reexportaciones. La capacidad industrial de la Península era muy inferior al potencial de consumo del imperio y muchas de las manufactu­ ras que allí llegaban provenían de otras naciones europeas eco­ nómicamente más desarrolladas, como Francia, Holanda e In­ glaterra. Esta última era ya entonces la mayor potencia indus­ trial del mundo. Además de vender sus manufacturas en Espa­ ña, sus comerciantes penetraban en el mercado hispanoamerica­ no, que les estaba legalmen£g-?vedado, a través de'agentes y mer­ caderes españoles o por la vía del contrabando.4 Este último habTFcobrado mayor vuelo desdexomlenzos del siglo XVIII. Lue­ go de las vinculaciones dinásticas con Francia y el ¿Tratado_de -U.tr.echt, naves francesas e inglesas visitaban con frecuencia nues­ tras costas, efectuando un activo comercio ilegal. A raíz de la Convención de -San Lorenza-firmada- en 1700 con Inglaterra, en 2 Bravo Lira, Bemardino, "Notas sobre el Reglamento de Comercio Libre de 1778 y el régimen jurídico del comercio indiano”, en III Congre­ so del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano. Madrid... 1972. Actas y Estudios, pp. 1019-1044; Villalobos, ob. cit., pp. 66-67 y 98-99. 3 Bravo, ob. cit., ibíd., y Céspedes del Castillo, Guillermo, América Hispana 1492-1898 (Historia de España dirigida por Manuel Tuñón de Lara, vol. VI, Barcelona, 1983), pp. 368-369. La expresión mercado común es usada por Bravo Lira en su Historia de las instituciones de Chile e His­ panoamérica, Santiago, 1986, p. 94. 4 Platt, D.C.M., Latín America and British Trade 1806-1914, Londres, 1972, pp. 26 y 32; Céspedes del Castillo, ob. cit., p. 374. Villalobos cita un caso chileno de estas consignaciones, ob. cit., p. 82.

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PORTALES Y LÍS 1 Estados Unidos de América. 1829-1841, Santiago, itando a Ricardo Montaner Bello, declara que este hasta 1844. rmaciones, p. 114; senadoconsulto de 8-10-1819, en Chile, tomo II, Ñ- 14, Biblioteca Nacional, Colec­ dicos Chilenos (en adelante CAPCh), tomo VII, pp.

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les que habían adquirido y se llevaron en los momentos que más necesitábamos del servicio productivo que ellos prestan”.25 El lugar de aquéllos fue ocupado por mercaderes chilenos y extranjeros, principalmente británicos, que lograron un papel preponderante. Una lista de los 40 mayores comerciantes en el período 1808-1818 registra 28 españoles peninsulares, 7 chilenos, 2 extranjeros y 3 de origen español, sin determinar si eran eu­ ropeos o criollos. Una nómina semejante para el decenio 18181828 resulta fundamentalmente distinta: 12 eran chilenos, 15 in­ gleses, 4 argentinos, 2 norteamericanos, 3 extranjeros no identi­ ficados y sólo 4 españoles peninsulares.26 Rengifo llegó a plantear la existencia de una política de par­ te del gobierno pelucón que, ante las demoras para generar nue­ vos capitales en el país, "se propuso promover el bienestar de la Nación atrayendo a Chile con medidas indirectas, el comercio activo de otros países”, y señala como ejemplo la ley que con­ cedía a los extranjeros el derecho de testar libremente.27 Sin em­ bargo, las facilidades para el establecimiento de los extranjeros son anteriores, y ya durante el gobierno de O’Higgins existía en Valparaíso una fuerte comunidad extranjera, como observara María Graham.28 En 1819 los británicos eran suficientemente nu­ merosos para solicitar que se les permitiera establecer un ce­ menterio protestante en dicho puerto, lo que fue autorizado. Se ha estimado que en 1824 había entre 1.000 y 3.000 ingleses en Val­ paraíso, sin contar los residentes en Coquimbo, Huasco y otros lugares.29 Muchos de éstos entroncaron con familias chilenas, tal como lo habían hecho antes los comerciantes peninsulares, acre­ centando como éstos su posición y fortuna con dichas alianzas.30 La preeminencia que alcanzaron los británicos y norteame­ ricanos en el comercio exterior chileno se debió en parte al ac­ ceso al crédito en sus respectivos países y a su red de contactos y agentes. A ello se agregaba una mayor versación en las técni­ 25 Memoria que el Ministro de Estado en el Departamento de Ha­ cienda presenta al Congreso Nacional, 4-10-1834, en SCL XXII, pp. 451-460 (p. 453). 26 Rector, Transformaciones, pp. 124-126; Encina, ob. cit. X, pp. 150152. 27 Memoria... de Hacienda 1834, loe. cit. 28 Graham, María, Diario de mi residencia en Chile en 1822, Santiago, 1956, pp. 40-41. 29 Amunátegui Solar, Domingo, “Origen del comercio inglés en Chi­ le”, en RChHG 103, 1943, pp. 90-91. 30 Humphreys, R. A. (ed.), British Consular Reports on the Trade and Politics of Latín America. 1824-1826, Londres, 1940, p. 91, nota; Garreaud, Jacqueline, "La formación de un mercado de tránsito. Valparaíso: 18171848”, en Nueva Historia 11, 1984, pp. 160-162.

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PORTALES Y LAS I IANSFORMACIONES ECONOMICAS DE CHILE EN SU EPOCA

cas comerciales que los chilenos no tardaron en aprender, y que terminó por cambia el carácter y envergadura de los negocios.31 La ventaja de los c ítranjeros estuvo limitada en un comienzo por ias medidas de j rotección en favor de los nacionales dispues­ tas en el decreto dt 1811 y el reglamento de 1813, que reserva­ ban a éstos el com rcio interior y las ventas al menudeo. Sin embargo, estas disp usiciones eran a menudo vulneradas, moti­ vando la protesta d d Tribunal del Consulado encargado de ve­ lar por su aplicació i.32 Ante reclamos le los chilenos que se sentían desplazados por los extranjeros, el gobierno dispuso, por decreto de 30 de septiembre de 1820, una rebaja de 4% sobre los derechos de in­ ternación para las i lercaderías consignadas a los naturales del país, quienes cobra ían una comisión equivalente por este ser­ vicio.33 Esta medida, se iala Rector, concilio los intereses de ambos grupos, sin que por ello dejaran de cometerse abusos en el sis­ tema.34 Por otra pai :e, la posición de los comerciantes extranje­ ros se consolidó a n sdida que, desde la década de 1820, esta pri­ mera generación de comerciantes-agentes tendió a ser reempla­ zada por sucursales de las firmas europeas y norteamericanas que enviaron socios o empleados para manejarlas.35

4.

LIBERALISMO, PRAGMATISMO Y CONTRABANDO

Las doctrinas libere triunfo total durani ron la misma difus: mercantilismo que nica, conservó su vi hispanoamericanos,

es que en el ámbito político obtuvieron un ? el proceso de la Independencia, no logra­ 5n y aceptación en el campo económico. El labia caracterizado a la monarquía borbó­ cencía como doctrina en los nuevos estados al menos en la práctica, como lo demues­

31 Véase Silva, F una aproximación al € ros años de Chile rep Empresa Privada, San 32 BLD 1819-1826, ] 33 Gaceta Ministei vol. VIH, pp. 90-94. 34 Rector, Impact nes de esta medida, v SCL IV, p. 529, y V, p] detalle del tipo de abi 35 Rector, Transfo and Chilean Developn ner, Charles W., "Relat 1830”, en RChHG 103,

mando, "Comerciantes, habilitadores y mineros: ;tudio de la mentalidad empresarial en los prime­ iblicano”, en Escuela de Negocios de Valparaíso, ago, ca. 1977, pp. 42-57. p. 174-175 y 295-297. al Extraordinaria de Chile N? 10, 9-10-1820, CAPCh,

, pp. 298-299. Para las aclaraciones y modificacio­ ase BLD 1821-1822, pp. 74-75, 95-96, 113-114 y 202, y . 126, 243 y 430. En SCL XIII, p. 118, se incluye un sos que permite. maciones, pp. 70-71; Mayo, John, British Merchants mt, 1851-1886, Boulder, Co., 1987, pp. 5-6; cf. Centones comerciales de Gran Bretaña con Chile. 1810943, pp. 104-105.

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tran las medidas proteccionistas del reglamento de 1813. A pe­ sar de la mayor divulgación de las ideas librecambistas durante la década de 1820, predominaba la conciencia de que el Estado debía tener un rol preponderante en el fomento de la industria nacional. Tanto Rodríguez Aldea como Diego José Benavente, ambos conocedores de las ideas de Adam Smith, mantuvieron como ministros de Hacienda el régimen de protección aduanera. Este sentimiento en favor de la industria nacional se manifestó en algunas iniciativas como la de Manuel de Salas en 1823, pres­ cribiendo que el ejército y la marina debían vestirse con tejidos nacionales, o la ley del año siguiente que ofrecía ventajas es­ peciales para los que establecieran fábricas que ocuparan mate­ rias primas chilenas. A pesar de los esfuerzos de José Joaquín de Mora en la defensa del librecambio, la situación no varió ma­ yormente. La política arancelaria siguió siendo esencialmente proteccionista durante las décadas siguientes y se concedieron nuevas franquicias a los promotores de industrias.36 Tanto o más que los aspectos doctrinarios influyeron las necesidades del erario que encontraron en los derechos de adua­ na, especialmente los de importación, la fuente de ingresos más rentable. Las urgencias fiscales más que el posible influjo del liberalismo inglés, parecen ser la causa de la decisión del gobier­ no de O’Higgins en 1817 de suspender la prohibición de impor­ tar mercaderías que compitieran con la industria nacional dis­ puesta en el reglamento de 1813, fijándose al año siguiente un recargo de 100% sobre los derechos correspondientes.37 Los in­ gresos aduaneros, que en 1818 alcanzaban al 35,7% del total, au­ mentaron al 69,7% en 1822 y fluctuaron entre el 45,1% y 59,2% durante el resto de la década.38 Por otra parte, era necesario mantener un equilibrio entre el natural deseo del gobierno de subir los aranceles para aumen­ tar los ingresos y la necesidad de desalentar el contrabando que se hacía más atractivo en la medida que los derechos a eludir eran mayores. Quizás esto explica los frecuentes cambios en las normas legales relativas al comercio durante la administración 36 Will, Robert M., “Economía clásica en Chile antes de 1856”, en RChHG 131, 1963, pp. 182-191; Villalobos R., Sergio, y Sagredo B., Rafael, El proteccionismo económico en Chile, siglo XIX, Santiago, 1987, pp. 1628 y 33-46; proyecto de ley de Manuel de Salas, en SCL VIII, p. 153; de­ creto de 14-4-1831, en BLÓD, libro 5, N? 3, pp. 58-59; ley de 15-10-1832, id. N- 13, pp. 253-254; otra de 16-10-1832, id. N? 14, pp. 258-259; concesión de privilegio de 15-9-1836, en id., libro 7, N? 4, p. 49; otra de 26-9-1833, en id., libro 8, N- 9, pp. 69-70. 37 Decreto de 4-9-1817, en BLD 1817-1818, p. 109; senadoconsulto de 11-9-1818, en SCL IV, pp. 304-309. Véase además id., pp. 329-331, y V, p. 569. 38 Molina, Evaristo, Bosquejo de la Hacienda Pública de Chile, San­ tiago, 1898, pp. 56-60. “

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PORTALES Y LAS T ANSFORMACIONES ECONOMICAS DE CHILE EN SU EPOCA

O’Higgins. Como de> ¡arara Rodríguez Aldea en 1822: "Las leyes y reglamentos que 1 an regido nuestra administración de adua­ nas en los doce año de revolución, forman un conjunto el más vago e indeterminac ), sin método ni enlace, ya demasiado mez­ quinos o ya demasía lo liberales, y de aquí la multitud de decre­ tos y aclaraciones q e las contrarían y hacen más oscuras’’.39 Muchas de este > disposiciones, incluyendo la erección de una aduana en Valf iraíso, estaban orientadas a poner freno al contrabando, "abuse que ya se hace escandaloso".40 La reitera­ ción de medidas den uestra su escaso efecto para reprimir el trá­ fico ilegal.41 Por otr • lado, la multiplicidad de impuestos sobre una misma mercadí ría de acuerdo a las normas de 1813, y la necesidad de contra ar ayudantes y repartir propinas para ace­ lerar el despacho, s< gún declara un testigo contemporáneo, ten­ dían a favorecer el contrabando.42 Un reglamento de comercio promulgado en octi bre de 1822, que organizaba un complejo sistema para el con rol aduanero, resultó inaplicable y fue sus­ pendido a poco de ( ntrar en vigencia.43 Frente a "la ex snsión que había tomado el contrabando y el dolor de ver perd r al comercio su moral con un manejo frau­ dulento", el gobiern > de Freire promulgó una rebaja en los de­ rechos aduaneros/4 £1 arancel de 1823 establecía tasas diferen­ ciadas que fluctuab; n entre el 5% y el 40% ad valórem, siendo los gravámenes mei ores para las alhajas, relojes y encajes, ar­ tículos de fácil cont abando. Al igual que en el decreto de 1811, los libros, mapas, mprentas, armas y maquinarias quedaban exentos de derechos mientras que los tabacos, el azúcar, la yer­ ba mate y los vinoí y aguardientes debían cancelar un impues­ to específico.45 Los esultados no fueron los esperados y en su Memoria al Senado en enero de 1824, Diego José Benavente se 39 Memoria del M nistro de Hacienda a la Convención, 3-10-1822, en BLD 1821-1822, pp. 308- 21. 40 Senadoconsulto de 6-4-1819, en SCL IV, pp. 70-72. Sobre las pro­ yecciones de esta med la, véase Encina, ob. cit. X, pp. 179-185. 41 Encina, ob. cit. X, pp. 188-192, y Rector, Impacto, pp. 299-300. Pa­ ra una muestra de me< idas anticontrabando, véase BLD 1817-1818, pp. 117118; id. 1821-1822, pp. 2 7-208. 42 Las quejas pro ienen de Teodorico Bland, Descripción económica y política de Chile en l año 1818, Santiago, 1926, pp. 3944. 43 El reglamento, n BLD 1821-1822, pp. 322-395, y SCL VI, pp. 298-317. María Graham recoge las opiniones adversas respecto al mismo y a los nuevos aranceles prop estos que no alcanzaron a entrar en vigencia (ob. cit., pp. 186-189). O’Hi( jins propuso la suspensión del reglamento en ene­ ro de 1823 (SCL VI, p . 454-455) y la medida quedó sin aplicación. 44 Mensaje del Si premo Director del Estado al Congreso Constitu­ yente 13-8-1823, en BL( D, libro 1, N" 15, p. 160. « SCL VII, pp. 2 1-220.

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quejaba de que la renta de la aduana, siendo la más productiva, era la más viciada en su recaudación por el contrabando.46 A pe­ sar de las nuevas disposiciones para el control de la carga y des­ carga de las naves, reservando ésta al gobierno y limitando la circulación de botes, lanchas y canoas en la bahía, el tráfico ile­ gal persistía. 47. Cuando en agosto de 1827 se decretó un arreglo provisorio para las aduanas marítimas, el preámbulo justifica­ ba la medida en vista del “escandaloso contrabando que por va­ rios conductos ha llegado a saberse hace casi en presencia de las aduanas y resguardos, igualando quizás las cantidades del comer­ cio clandestino a las que pasaron las aduanas”.48

5.

CAMBIOS ESTRUCTURALES

La apertura comercial iniciada en 1811 y promovida por O’Hig­ gins es sólo un aspecto de las transformaciones que se habían operado en la economía chilena como resultado de la Indepen­ dencia y la apertura del comercio a todos los países. Así como se produjo un cambio en la comunidad mercantil, que debilitó los vínculos con el virreinato, los buques ingleses, norteamerica­ nos y de otros países europeos que llegaron a nuestras costas, desplazaron a los navieros peruanos, que, además, se vieron afec­ tados por las hostilidades, y el Callao perdió en parte su impor­ tancia de otrora para el comercio chileno.49 Resulta significativo que el dominio de los mares que en los años de la Patria Vieja había estado de parte del Perú, pasara a manos de Chile duran­ te el gobierno de O’Higgins, y que algunas unidades de la nacien­ te escuadra nacional fueran antiguos mercantes extranjeros, co­ mo es el caso del San Martín o de la corbeta Chacabuco.50 A las naves extranjeras se sumaba un pequeño contingen­ te de navios bajo bandera chilena que aprovechaban lás fran­ quicias otorgadas a la marina mercante nacional. Su número, sin embargo, no alcanzaba a atender debidamente las necesida­ des del comercio de cabotaje que le estaba reservado por el re­ glamento de 1813, y durante el gobierno de O’Higgins el tráfico costero fue abierto a los mercantes extranjeros, siendo luego reemplazado por un régimen híbrido en 1823, que se mantuvo por el resto de la década.51 * Id. IX, pp. 67-68. 47 Decreto de 19-8-1825, en BLOD, libro 2, N- 15, pp. 144-148. « BLOD, libro 3, N? 10, pp. 175-182. 49 Rector, Transformaciones, p. 111; Encina, ob. cit. X, p. 173. 50 Sobre este tema, véase Worcester, Donald E., El Poder Naval y la Independencia de Chile, Buenos Aires-Santiago, 1971, pp. 3-65. 51 Véliz, ob. cit., pp. 2241.

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PORTALES Y LAS I lANSFORMACIONES ECONOMICAS DE CHILE EN SU EPOCA

El mayor núme o y superior calidad de las naves se tradu­ jo en un mejor sen icio y en una baja en el valor de los fletes, que favoreció el coi lercio marítimo. Esta misma circunstancia, por su parte, repsrc itió adversamente sobre la ruta transcordi­ llerana para el apro isionamiento de mercaderías europeas.52 Pe­ se a esta afluencia le naves, los fletes en el Pacífico siguieron siendo casi el doble de lo que se cobraba en la costa oriental sudamericana, segúr advertía un agente comercial sueco en 1837, lo que constituía ur atractivo para las naves europeas y norte­ americanas a perma lecer en estos mares antes de regresar a su país.53 Hay una diversi icación en las importaciones y, sobre todo, una extensión de 1( s vínculos comerciales, estableciéndose un tráfico directo con as más diversas naciones y ampliando las fuentes de suminisl ’O. El naturalista alemán Eduard Poeppig entrega un cuadro on las mercaderías importadas al país en 1828 y los puertos le proveniencia. De Cobija venían metales ^preciosos;__tabaco,_a ideares, algodón y~arroz de los puertos pe­ ruanos; cacao, soml reros de pita, oro y plata de Guayaquil; de América Central llej aban añil, tabaco en bruto, maderas de co­ lor, cochinilla, aza.fr; n, bálsamo, copal, cueros, azúcar, café y per­ las; de los puertos < e México llegaban metales preciosos y algo de azúcar, la que ta: ibién se traía de Manila, junto con sombre­ ros de fibra y añil. 1 lesde Cantón venían sederías, nanquines, té, azúcar y porcelanas azúcar y géneros de algodón desde Calcu­ ta. De Buenos Aires, Santos y Río de Janeiro se traían yerba ma­ te, azúcar, tocuyos ; otros productos; de los puertos estadouni­ denses llegaban tabí ?o de Virginia y La Habana, velas y aceites, manufacturas y azú( ir cubana. De España, y a través de buques neutrales, venían se las, vino, aceite, mercurio y papel; vinos y licores, sedas y pañ >s, quincallería, papel, perfumería, libros y cueros llegaban de los puertos franceses, principalmente Bur­ deos y Le Havre. L( adres y Liverpool eran los puntos de parti­ da para las importe ñones de tejidos de algodón y de lana, ar­ tículos de ferretería y otras manufacturas británicas; Hamburgo, B remen y Ambc res proporcionaban lienzos, paños, produc­ tos de ferretería y [uincallería y artículos diversos.54 Una lista más o menos semeja ite fue elaborada por el sueco Carlos Eduar­ do Bladh, que vino i Chile por el mismo tiempo. Agregaba una referencia a las im] ortaciones de productos alimenticios, miel, azufre y droguería . esde Italia y de perlas y madreperla de la 52 Ibíd.; Rector, T 53 Benavides, ob. < 54 Poeppig, Eduan Santiago, 1960, pp. 340

ansformaciones, p. 111. it., pp. 175-176, citando a Cari August Gosselman. o, Un testigo en la alborada de Chile (1826-1829), 142.

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Polinesia, y destaca otros rubros, tales como pertrechos nava­ les, aguardientes, ropa y muebles.55 Las exportaciones comprenden los tradicionales rubros agropecuarios, metales preciosos y cobre que, gracias a la me­ nor incidencia del costo de transporte, encontró mercados en Europa y Asia. Aumentó la producción del metal rojo y su pre­ cio subió de $ 8 el quintal en 1810 a un promedio de $ 14 du­ rante la década de 1820. Se estima que las exportaciones de co­ bre chileno a Calcuta entre 1817 y 1824 absorbieron alrededor de dos tercios de la producción total, embarcándose el resto a los Estados Unidos y Gran Bretaña. Junto a los mercaderes bri­ tánicos, participaba en este tráfico la Compañía de Calcuta, or­ ganizada por Agustín de Eyzaguirre y otros comerciantes chile­ nos. El reemplazo del cobre por zinc, que era preferido en la manufactura de utensilios domésticos y el desplazamiento de los tejidos de algodón hindúes por las manufacturas británicas de menor costo, pusieron término a este comercio, mientras que las exportaciones de cobre se reorientaron a Norteamérica y Eu­ ropa.56 Como resultado de las rebajas en los fletes se produjo una mejora en los términos de intercambio; mientras los precios de las exportaciones subían, el valor de los productos importados disminuía. Así, por ejemplo, el precio del hierro traído del exte­ rior bajó más o menos en un 300% con respecto al cobre duran­ te las décadas de la Independencia. Otro producto, el azogue, ele­ mento necesario para la amalgamación de la plata y que había escaseado en el período hispano, pasó a ser abundante y costaba entre un 20% y un 50% menos que antes.57 A su vez, esta mejora en los términos de intercambio se tradujo en una mayor capaci­ dad para importar. • Resulta difícil determinar el volumen del comercio exterior chileno. Las cifras oficiales, cuando existen, están distorsionadas por el contrabando, tanto de importación como de exportación. Los cálculos de Marceño Carmagnani, basados en las recauda­ ciones del almojarifazgo y alcabala y, posteriormente, en los de­ rechos aduaneros, no son confiables como valores absolutos, pe­ ro tienen la ventaja de entregar una distribución regional y per­ 55 Bladh, C. E., La República de Chile. 1821-1828, Santiago, 1951, pp. 28-30. Véase también Garreaud, ob. cit., pp. 170-171. 56 Humphreys (ed.), ob. cit., pp. 96-97; Keeble, T. W., Commercial Relations between British Overseas Territories and South America. 1806-1914, Londres, 1970, pp. 14-23; Véliz, ob. cit., pp. 28-31. 57 Rector, Impacto, p. 303; Hall, Basil, Extracts from journal written on the coasts of Chile..., 4? ed., 2 vols., Edimburgo, 1825, II, p. 47; Carmag­ nani, ob. cit., p. 64.

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PORTALES Y LAS 1 RANSFORMACION ES ECONOMICAS DE CHILE EN SU EPOCA

miten comparar el ] >eríodo de la Independencia con los años an­ teriores. v. £

TABLA I COMERCIO EXTERIC R. CHILENO 1780-1829, según Carmagnani

Valor en pesos. Proi aedio anual58 IMPORTACIONES Decenio

Región de Región de Santic go Concepción

1780/1789 1790/1799 1800/1809 1810/1819 1820/1829

1.430.(71 1.317/47 1.582/ 83 2.035.Í 70 1.663/ 14

171.090 122.466 128.656 111.229 9.453

Región de Coquimbo

Total

+/—%

68.352 46.660 59.100 41.158 79.023

1.670.113 1.486.873 1.770.239 2.187.457 1.752.190

-11,1 + 19,1 +23,6 —19,9

Total

+/-%

EXPORTACIONES Decenio

Región de Región de Santia jo Concepción

1780/1789 1790/1799 1800/1809 1810/1819 1820/1829

636.: 02 599/ 00 605.(93 667Ú 35 1.366.138

74.405 69.535 81.597 46.579 78.166

Región de Coquimbo

20.142 35.745 26.920 148.092 1.018.234

731.249 704.680 — 3,6 713.610 + 1,3 861.906 + 20,8 2.462.538 + 185,7

Las estimacione s de John Rector para el comercio exterior, agrupadas por quint uenios en el cuadro siguiente, tienen la ven­ taja de conciliar las cifras oficiales con los cálculos de los con­ temporáneos y cons deran el comercio de contrabando.

58 Carmagnani, ob cit., pp. 28, 32, 65, 76 y 96.

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TABLA II COMERCIO EXTERIOR CHILENO, 1810-1839, según Rector

Valor en pesos. Promedio anual39 Quinquenio

1810/14 1815/19 1820/24 1825/29 1830/34 1835/39

Importaciones

2.570.000 2.730.000 3.900.000 3.760.000 4.100.000 5.770.000

+ /-%

+ 6,2 + 42,9 - 3,6 + 9,0 + 40,7

Exportaciones

2.590.000 2.970.000 3.160.000 3.920.000 4.670.000 6.070.000

+ /-%

+ 14,7 + 6,4 + 24,1 + 19,1 + 30,0

Rector entrega, asimismo, las cifras de importación anual según las aduanas de Valparaíso y Santiago, que sirven de base para la tabla siguiente:

TABLA III IMPORTACIONES OFICIALES. REGION DE SANTIAGO, 1810-1839*°

Valor en pesos. Promedio anual Quinquenio

Valor

1810/1814 1815/1819 1820/1824 1825/1829 1830/1834 1835/1839

1.601.080 1.288.685 2.101.035 1.976.053 2.253.778 3.517.640

•S9 Rector, Impacto, pp. 312-318. 60 Ibíd.

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PORTALES Y LAS

TRANSFORMACIONES ECONOMICAS DE CHILE EN SU EPOCA

Confrontando • stos valores con los de la tabla anterior, y considerando la pr< porción correspondiente a Coquimbo y Con­ cepción según las ci lentas de Carmagnani, es posible estimar, con todas las reservas < el caso, el porcentaje del contrabando sobre el total de la impo tación. Así calculado, el comercio ilegal que durante los años d( la Patria Vieja sería un tercio del conjunto, habría aumentado < urante el quinquenio siguiente hasta casi la mitad; se habría m intenido entre el 42% y 45% en los tres lus­ tros posteriores, pa -a bajar al 36% en el período 1835-1839.61

6.

EL COMERCIO DE TRANSITO Y LOS ALMACENES FRANCOS

El crecimiento y ve riedad del comercio exterior chileno se rela­ cionan con el flujo < e tránsito y el papel que fue adquiriendo Val­ paraíso como entre muerto del Pacífico sudamericano. Aunque el Reg amento de Libre Comercio de 1813 contem­ plaba la posibilidad de depositar mercaderías en aduana por un mes o hasta por cu atro si estaban en tránsito, estas facilidades resultaban insuficientes para las necesidades de los comercian­ tes.62 Hasta 1819, B leños Aires sirvió de centro distribuidor de mercaderías para 1: s provincias del interior, Charcas e incluso Chile y Perú, favor :cido por su temprana apertura al comercio británico y la maye r posibilidad de embarcar productos para el viaje de retomo. Si i embargo, el tráfico hacia el interior resul­ taba engorroso y ir ás de algún comerciante prefería dirigir sus mercaderías hasta L >s puertos del Pacífico.63 Aprovechando la posición geográfica d< Chile a la salida del Cabo de Hornos y su clima favorable par i los europeos, el gobierno de O’Higgins decretó, en septiembi e de 1820, las primeras disposiciones para hacer de Valparaísc "entrepuerto general del Pacífico”. Con este objeto se erigirú un almacén franco donde los comerciantes podrían guardar su: .mercaderías de entrada y de salida, sin otro gravamen que el pa ;o de "dos reales cada seis meses por tercio, bulto o pieza de de s quintales de peso bruto”. No había límite de tiempo para los depósitos, y se garantizaba lainviolabilidad ti# litados.64 dé los efectos depQ 61 Se estimó la in total nacional durante 52 Art. 83 del reglé p. 162. 63 Benavides, ob. 64 El texto en Ga1820, loe. cit, y SCL IV

portancia de Santiago y Valparaíso en un 93% del el primer decenio y en un 95% en los restantes. mentó citado. (Ver nota 13). Cf. Benavides, ob. cit.,

it., pp. 166-167. eta Ministerial Extraordinaria de Chile N? 10 9-10p. 439.

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Los almacenes de depósito en Valparaíso no eran una insti­ tución del todo nueva. Existían desde comienzos del siglo XVIII, o aun antes, como bodegas de trigo que emitían certificados ne­ gociables y que estaban bajo la supervisión del Cabildo de San­ tiago hasta 1787 y desde entonces hasta 1800 bajo el control de una Superintendencia o Diputación de Bodegas de JValparaíso,.65 Las franquicias del decreto de 1820 tuvieron una acogida favorable de parte de los mercaderes extranjeros, según se re­ fleja en las estadísticas de comercio y navegación. Quizás tuvo demasiado éxito; las necesidades más inmediatas del erario con­ sumieron los recursos necesarios para las construcciones pro­ gramadas y los depósitos disponibles se hicieron insuficientes.66 La solución adoptada fue por la vía de las restricciones. Un senadoconsulto de 26 de noviembre de 1821 modificó la norma anterior fijando un plazo máximo de depósito de un año y res­ tableciendo el derecho de tránsito aumentado al 2%.67 La medi­ da más drástica fue la derogación del decreto de 1820, trasladan­ do los almacenes francos a la misma bahía, en un intento radi­ cal para terminar con el persistente contrabando. Las mercade­ rías podían ser depositadas a bordo de naves o pontones por tiempo indefinido y transbordadas cuantas veces se quisiera, sin otro pago que el derecho de tránsito por una sola vez. Sin em­ bargo, el mero hecho de desembarcarlas hacía que fueran con­ sideradas como internadas.68 Este sistema se mantuvo hasta mayo de 1824, cuando, a raíz de una solicitud del comerciante inglés Ricardo Price, el gobier­ no acordó restablecer el sistema de almacenes francos en tierra.69 Mientras se construían los edificios proyectados para este efec­ to, se debían utilizar los que tenía el Estado y los que se arren­ darían a particulares y que estuvieran vecinos a la aduana. El plazo de depósito quedaba reducido a ocho meses y los derechos de tránsito aumentaban al 3%. Para paliar la falta de capacidad de los almacenes, se excluían de éstos los efectos de mucho vo­ lumen y poco valor. Ellos podían ser depositados en recintos particulares mediando una fianza equivalente a los derechos de internación, a la vez que se establecía un sistema de inspección.70 65 Véase Figueroa, María Angélica, "Los almacenes de depósito en Chile durante el siglo XVIII", en Revista de Estudios Histérico-Jurídicos, VI, 1981, pp. 119-164. 66 Rector, Impacto, pp. 298-300; Benavides, ob. cit., pp. 167-168. « BLD 1821-1822, pp. 270-274. 68 Decreto de 3-8-1822, en Gaceta Ministerial de Chile, tomo 3, N- 53, 7-8-1822, CAPCh, vol. XI, pp. 151-154, y SCL VI, pp. 45-50. Sobre las razones para esta medida, véanse las declaraciones del Ministro Rodríguez Aldea de 7-111-1822 en SCL VI, p. 353. 69 SCL IX, pp. 274 y 317. 70 Ley de 13-5-1824, en BLOD, libro 1, N? 26, pp. 265-267.

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Sin embargo, la falta de locales apropiados y la inoperancia de las medidas ( e control de las bodegas particulares hacían difícil evitar el frai de, especialmente la extracción y posterior sustitución de mer< aderías en estas últimas. Ante dicha situa­ ción, el Ejecutivo p «sentó en agosto de 1826 un proyecto de ley prohibiendo el depc sito de mercaderías en tránsito en recintos particulares, y por < ecreto de 3 de octubre de ese año suspendió el funcionamiento c e los almacenes francos en general.71 La me­ dida fue revocada p )r el Congreso de acuerdo con la opinión de los comerciantes, r ^chazando las observaciones del Ejecutivo, que insistía en su 5 unto de vista.7273 A pesar de la f< Ita de infraestructura y al margen de las va­ caciones políticas, a fines de la década Valparaíso se había cons­ tituido en el puerto más importante del océano Pacífico. 1 Según declara .A. Moerenhout en 1828: "Casi todos los na­ vios que utilizan la ruta del Cabo de Hornos tocan en el puerto a fin de vender sus mercaderías e informarse sobre los posibles mercados de Boliviz, Perú, Guayaquil, etc., pues hace algún tiem­ po, Valparaíso sirve de 'entrepót' a toda la costa, y almacena las mercaderías de los puertos de 'Intermedios' (palabra consagra­ da por el pueblo pz ra designar todos los puertos situados entre Valparaíso y Lima), de Lima y sobre todo de México y de la América Central, c tyos comerciantes vienen a hacer aquí sus _ n 73 compras . El sistema de d opositar mercaderías en tránsito no solamen­ te permitía usar a Valparaíso como centro de distribución para las mercaderías eu: opeas y norteamericanas, sino que también hacía posible el acc pió de productos para hacer rentable el via­ je de retorno.74 Los mercados de tránsito jnásJmporXatiies..para Chile eran el Peni) BoliviaTlas pfóvmclas interiores de Argenti'ha_yTEcüádor, segú 1 lo confirma una lista de los veinte puertos extranjeros de may >r tráfico con Valparaíso entre 1828 y 1837. JEn ella, el Callao icupaba el primer lugar; agregando Cobija, Tinca, Guayaquil y Paita, representaban el 53% del conjunto.75 Resulta imposible j recisar el monto del comercio de tránsito en relación al total; el cónsul francés en Valparaíso, en un informe 71 SCL XII, pp. 4 1-412; BLOD, libro 3, N? 8, pp. 101-102. n SCL XII, pp. 114-156, 246-247 y 296. 73 Moerenhout, I; cques-Antoine, "Visión de Valparaíso en 1828”, en RChHG 118, 1957, p. 2 •. „ 74 Garreaud, ob. < it., p. 175; Benavides, ob. cit., p. 175. 75 Maino Prado, Valeria, y Zañartu Rosselot, Francisca, "Desarrollo comercial del puerto le Valparaíso (1828-1837). Influencia de su localiza­ ción geográfica”, en R '.vista de Marina 759, 1984, p. 195. Garreaud, ob. cit., p. 171 ss., hace intere jantes reflexiones sobre el espacio regional altoperuano y su vinculacic 1 con Valparaíso.

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de 1837 citado por Jacqueline Garreaud, calculaba que era el 65% del total, lo que parece un tanto abultado en relación a otras ci­ fras que da la misma autora.76

7.

LA MINERIA: PLATA Y ORO

El crecimiento del comercio exterior chileno estuvo basado en el aumento de las exportaciones mineras, que constituían el prin­ cipal medio de pago para las compras de productos europeos y asiáticos. Contrastando con las vicisitudes experimentadas por la agricultura durante el período de la Independencia, la activi­ dad minera, concentrada en el norte del país, no fue afectada mayormente por la guerra. No había escasez de mano de obra, y la falta de capitales que frenaba su desarrollo fue suplida con los dineros de los comerciantes ingleses dedicados al lucrativo negocio de la habitación.77 La prosperidad de la minería atrajo la atención del gobier­ no como fuente de recursos. Desde el período hispano, la pro­ ducción de oro y plata debía ser obligatoriamente acuñada, pa­ gando para ello un conjunto de derechos que superaban el 20%. Sobre estos gravámenes, el reglamento de 1813 estableció un impuesto a la exportación de 9 1/2%, y 4 1/2% para la moneda de plata y 2 1/2% para la de oro, que en 1818 fueron aumenta­ dos al 9% y 3%, respectivamente.78 El resultado de estos gravá­ menes fue de alentar la extracción clandestina de metales pre­ ciosos en pasta, facilitada por la apertura de los puertos del nor­ te y las dificultades de control. En un intento por evitar el contrabandp, el gobierno de O’Higgins rebajo eTimpúesto~de expor­ tación de la plata al 5% y al año siguiente los eliminó totalmen­ te, dejando en pie sólo el derecho de acuñación.79 El problema se agravó en los años siguientes y en 1826 se autorizó la exporta­ ción de oro y plata en pasta pagando un módico derecho.80 Esta última medida no obedeció a un cambio de criterio de las auto­ ridades, sino que fue el precio por un préstamo de $ 100.000 fa­ cilitado por una compañía minera inglesa a través de la asam­ 76 Garreaud, ob. cit., pp. 168-169 y 173-175. 77 Rector, Impacto, p. 303; Hall, ob cit., II, pp. 48-61, describe la for­ ma como se llevaba a cabo este negocio. 78 Rector, Impacto, p. 304; reglamento de 1813, loe. cit., artículo 103. La tasa para la moneda de plata era variable según se efectuara la ex­ tracción por naturales o extranjeros. 79 Acuerdo del Senado de 7-8-1819, en BLD 1819-1820, p. 98; acuerdo de 4-9-1820, en SCL IV, p. 32. 80 Decreto de 18-1-1826, en BLOD, libro 3, N? 3, pp. 27-28. Los dere­ chos eran de 4 reales por marco de plata y 4% sobre el valor del oro.

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blea provincial de C oquimbo para financiar la expedición a Chi­ loé.8' A pesar de la reducción en los correspondientes derechos, las cantidades envi; das para acuñación disminuyeron sensible­ mente y el establecí niento en 1827 de una sala de amonedación en Coquimbo, más erca de los centros productores, no tuvo el efecto deseado.81 8283 84 La situación se invirtió en la década siguiente cuando la Casa de i loneda mejoró sus precios de compra y las condiciones de pag( TABLA IV ESTIMACIONES DE F WDUCCION DE ORO Y AMONEDACION 1801-1840

Promedio anual en kilos84 Decenio

1801-18 ÍO 1811-18’0 1821-18 50 1831-18 10

Producción

3.110 2.000 1.200 1.200

Amonedación

1.094 924 360 585

81 Véliz, Claudio, "Egaña, Lambert, and the Chilean Mining Associations of 1825”, en J AHR LV, 4, 1975, pp. 645-646, y Vicuña Mackenna, Benjamín, El libro de cobre y del carbón de piedra en Chile, reed. San­ tiago, 1966, pp. 165-171 82 Decreto de 28-9 1827, en SCL XV, p. 168. Dicho establecimiento fue suprimido en 1830. Id. XVIII, pp. 495498. 83 Decreto de 23-8 1832, en BLOD, libro 5, N- 7, pp. 179-180; decreto de 5-2-1835, en id., libro 6 N- 8, p. 136; otro de 5-3-1830, en id., libro 8, N? 15, pp. 121-122; de 11-11-18 9, en id., N? 22, pp. 207-210; y declaración de 12-111839, en id., pp. 210-21 . 84 Según Herrma] n, Alberto, La producción en Chile de los metales y minerales más impo 'tantes, Santiago, 1903, p. 13. Cabe observar que las cifras de amonedaciói de oro, tomadas por Herrmann de fuentes de la Casa de Moneda, no c linciden con otra para las dos últimas décadas que trae la Memoria de la Casa de Moneda de Chile. 1954-1963, Santiago, 1965, pp. 140-146, que arroj . un promedio de 256 kilos anuales para 1821-1830 y 559 kilos para 1831-1 140.

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TABLA V ESTIMACIONES DE PRODUCCION Y AMONEDACION DE PLATA

1801-1840

Promedio anual en kilos85 -------------—-------

Decenio

-

-

.

1801-1810 1811-1820 1821-1830 1831-1840

Producción

7.000 10.000 20.000 33.000

Amonedación

3.675,4 7.690,6 786,6 986,5

La evolución de la minería de uno y otro metal es diferente. Mientras que la producción aurífera experimentó un descenso sostenido desde fines del siglo XVIII, la extracción de plata au­ mentó vertiginosamente gracias a la explotación de una serie de nuevos yacimientos. Primero Agua Amarga, cerca de Vallenar, descubierto en 1811; luego Arqueros, al interior de La Serena, el hallazgo del cual en 1825 fue seguido por una serie de otros menores que presagiaron el descubrimiento de Chañarcillo en 1832, cuya fabulosa riqueza se prolongó con vigor hasta la déca­ da de 1850.85 86 Tanto en el caso del oro como en el de la plata, las cifras revelan la creciente exportación de metales sin amonedar.

8.

LA PRODUCCION DEL COBRE

La producción de cobre, que había experimentado un crecimien­ to sostenido a lo largo del siglo XVIII, aumentó vertiginosamen­ te durante el período estudiado, y pasó a ser el principal rubro de exportación.87 La tabla siguiente muestra las estimaciones de producción para el período:

85 Herrmann, op. cit., pp. 22-23. 86 Ibíd.; Vayssiére, Pierre, Un siécle de capitalisme minier au Chili. 1830-1930, París, 1980, pp. 17-22 y 112. 87 Carmagnani, ob. cit., p. 208. La mayor importancia de la minería del cobre la menciona Poeppig (ob. cit., p. 262) y su relevancia en la exportación es destacada en los informes consulares británicos (véase Humphreys [ed.], ob. cit., p. 96).

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TABLA VI ESTIMACIONES DE PRODUCCION DE COBRE 1801-1840

Promedio anual er toneladas métricas88 1801-1810 1811-1820 1821-1830 1831-1840

1.500 1.500 2.725 4.590

Las exportacio íes de cobre eran gravadas, de acuerdo al de­ creto de 1811 y el eglamento de 1813, con un impuesto del 3°/o sobre su valor.89 E. gobierno de O’Higgins trató de fomentar su exportación, otorg; ndo facilidades especiales a los extranjeros para comerciar cor los puertos de Copiapó y Huasco, desde don­ de se embarcaba e te metal.90 Las urgencias fiscales con motivo de la expedición a Chiloé en 1822 lo llevaron a establecer un impuesto de exporl ación de $ 1 por quintal. La medida repercu­ tió sobre el precio del cobre, alentando su salida clandestina, y el gobierno acogió una petición de los vecinos de Huasco para derogar el impuesi o.91 El gravamen reapareció en los años si­ guientes elevado a S 2 por quintal, según informa Bladh, siendo éste reducido en 1< 26 a la tasa anterior.92 El impuesto al cobre se mantuvo como uente significativa de ingresos y en 1835 se fijaron los derecho; de exportación en 6% de su valor.93 La im­ portancia de este n etal para la economía del país está señalada en los considerand as del decreto de 21 de mayo de 1839, que obligó a los fundid< »res a marcar las barras de cobre de su esta­ blecimiento con el in de evitar fraudes, y se demuestra además en la habilitación d a nuevos puertos y caletas para la extracción de minerales de aci erdo a la ley de 1830.94 88 Macchiavello V aras, Santiago, Algunos aspectos del problema de la industria del cobre m Chile, Santiago, 1922, p. 31, basado en Herrmann, ob. cit., pp. 57-58. La ] eriodificación ha sido homologada a la de los cua­ dros anteriores. 89 Decreto de 21-2 1811, loe. cit., art. 24; Reglamento de Libre Comer­ cio 1813, loe. cit., art. 104. 93 Senadoconsultc de 21-4-1820, en SCL IV, p. 103; véase id. V, p. 144. 91 Senadoconsultc de 1-4-1822, en BLD 1821-1822, p. 236, y SCL V, p. 512. Su derogación en d. VI, p. 173. 92 Bladh, ob. cit., □. 32; SCL XIII, pp. 279 y 318-319; id. XIV, p. 174. 9i Vayssiére, ob. c it., p. 121; ley de 23-10-1835, en BLOD, libro 6, N? 11, pp. 215-219. 94 Decreto de 21-! 1839, en BLOD, libro 8, N? 17, pp. 173-174; ley de 2-9-1830, en id., libro f, N? 3, pp. 68-69. Véase además id., libro 7, N? 12, p. 203,

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El atractivo de la minería de cobre y las perspectivas que podían ofrecer las inversiones en este campo dieron origen a la formación de algunas compañías inglesas organizadas al calor de la fiebre bursátil que afectaba el mercado de Londres en 1824-1825. Contribuía a ello la idea imperante en Gran Bretaña acerca de la gran riqueza de las antiguas provincias hispanoame­ ricanas que la metrópoli guardaba para sí y que, a raíz de la In­ dependencia, quedaban abiertas a los capitales y tecnología in­ gleses. Estas iniciativas formaban parte de un conjunto de in­ versiones británicas en América Latina que, en el caso de Chile, incluía el empréstito de £ 1.000.000 gestionado por Antonio José de Irisarri.95 En diciembre de 1824 el ministro plenipotenciario chileno en Europa, Mariano Egaña, comunicaba desde Londres la noti­ cia del "establecimiento de una compañía de capital al menos de un millón de libras esterlinas para fomentar los trabajos de las minas de Chile”. El objeto de esta empresa era explotar yaci­ mientos propios o habilitar a los dueños de minas que carecie­ ran de recursos para trabajarlos por su cuenta. Egaña estimaba que la empresa traería grandes beneficios para el país, lo que permitiría contar con mayores ingresos fiscales y, por otra par­ te, valorizaría la riqueza minera del territorio, "que nuestra fal­ ta de conocimientos metalúrgicos y sobre todo de capitales e in­ dustria” ha impedido aprovechar.96 En los meses venideros se fundaron otras tres compañías, según se detalla en el cuadro siguiente: TABLA VII EMPRESAS MINERAS CHILENAS DE LONDRES97

Nombre

Chilean Mining Association 13-1-1825 Anglo Chilean Mining 16-1-1825 Association Chilean and Peruvian 10-3-1825 Mining Association United Chilean Junio 1825 Association

Capital pagado

Capital nominal

Fecha de fundación

75.000

£ 1.000.000

£

£ 1.500.000

£ 120.000

£ 1.000.000

£

50.000

£

£

50.000

500.000

95 Véliz, Egaña, pp. 637-639. 96 González Echenique, Javier (ed.), Documentos de la misión de don Mariano Egaña en Londres (1824-1829), Santiago, 1984, pp. 84-88, v SCL XI, pp. 145-147. 97 Véliz, Egaña, p. 640.

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PORTALES Y LAS TRANSFORMACIONES ECONOMICAS DE CHILE EN SU EPOCA

Los resultado* de las empresas no fueron satisfactorios y al poco tiempo estab in en falencia. La principal razón fue la caída de sus acciones en la Bolsa de Londres, y la reticencia de los in­ versionistas de seg lir cumpliendo con sus aportes a la sociedad, lo que se explica t imbién por los malos resultados de las opera­ ciones en Chile y 11 ausencia de dividendos.98

El plan de est is empresas era de que el trabajo se efectua­ ra según métodos ngleses con mineros traídos de Comwall. To­ do el personal fu< contratado en condiciones onerosas. Hubo demoras para inici ir las operaciones y los obreros británicos re­ husaron habitar lo; ranchos que se usaban para la vivienda del personal, por lo qi e hubo que construirles casas especiales jun­ to con maestranza» al estilo europeo.99 Todo ello absorbió inú­ tilmente el capita antes que se pudieran obtener resultados de importancia. Ce a los haberes de las tres primeras compañías —la United no alca nzó a operar— se constituyó en 1836 una nue­ va sociedad ingles i, la Copiapó Mining Company, cuya exitosa trayectoria demues :ra las verdaderas perspectivas que ofrecía es­ te rubro.100 Junto a estas niciativas londinenses, cabe recordar el pro­ yecto que presenta a el comerciante británico Onofre Bunster al gobierno a comien: os de 1825 para la creación de una compañía anglo-chilena, la L nión de Mineros, dirigida por un directorio integrado por chilenos y extranjeros residentes, que tendría el monopolio del resc ite de plata para su venta a la Casa de Mone­ da. Aunque la inic ativa no prosperó, Bunster mantuvo su inte­ rés en cuestiones r lineras, realizando extensas prospecciones de minerales de cobre en las serranías de Atacama.101

El principal aporte tecnológico que resultara de la presen­ cia extranjera en te minería fue la introducción de los hornos de reverbero, que per nitió el aprovechamiento de los suTFuros~~d^cobre o ^'bronces", previo un proceso de calcinación. Un horno de este tipo fue ins :alado por el sueco Petré en el ingenio de Tapihue, de la firma i Junster y Vidder, en Tiltil, alrededor de 1827. Más conocido es e caso de Carlos Lambert, el ex agente de la Chilean Mining As; ociation, quien en 1828 adquirió a muy bajo precio todas las es< orias que existían en los terrenos de Guamalata y las que se g( neraran en los cuatro años siguientes; su be­ 9,5 Ibíd., pp. 640-6 4. 99 Bladh, ob. cit. pp. 109-110; Vicuña Mackenna, ob. cit., pp. 126-7 y 135, cuyas afirmación s son criticadas por Véliz (Egaña, p. 644). 100 Véliz, Egaña, ). 653; Vicuña Mackenna, ob. cit., p. 137. 101 Sobre el proy< cto, véase SCL XI, pp. 149-150 y 234-237; sobre pros­ pecciones, SCL XVII, p. 230.

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neficio mediante el nuevo procedimiento sentó las bases de su gran fortuna.102

9.

LA POLITICA ECONOMICA DE RENGIFO

La política económica del gobierno que triunfó en Lircay en 1830 no difirió en esencia de la que habían aplicado las administra­ ciones anteriores, favoreciendo el comercio y manteniendo aran­ celes moderados. " ---’ Una de las'primeras tareas fue hacer frente a las consecuen­ cias de "la funesta guerra que turbó el orden público a fines de 1829 y principios del presente año", que se manifestaron en una disminución del tráfico naviero, el alejamiento de algunos co­ merciantes del país y la disminución de las ventas.103 Para paliar los efectos de esta última, el gobierno de Ovalle, en diciembre de 1830, amplió el plazo para depositar mercaderías en los almace­ nes francos, de ocho meses a un año.104 Esta medida constituyó un anticipo de la ley de 22 de julio de 1832, por la cual se permitió el depósito de toda especie de productos en Valparaíso por un período de hasta tres años..Aque­ llos artículos"qrie enLraran-en-los-almacencs de aduana pagarían un derecho de 3% sobre su valor en el primer año, 2% el segun­ do y 1% el tercero. Los artículos más voluminosos y aquellos que ofrecían riesgo de incendio se podían guardar en almacenes particulares pagando en cambio un derecho del 2% al reexpor­ tarse. Estas tarifas reemplazaban al anterior derecho de tránsi­ to, también de 2%, que quedaba extinguido.105 Esta ley no fue promulgada hasta abril del año siguiente, cuando se aprobó el reglamento correspondiente que fijaba el procedimiento para el desembarque, depósito, reembarque e internación de las merca­ derías que arribaran al puerto, el cual autorizaba también la re­ novación de los depósitos por otros tres años pagando derechos adicionales. Asimismo, se detallaban las mercaderías que podían ser llevadas a almacenes particulares y los trámites necesarios para ello.106 102 Véliz, Egaña, pp. 653-655; Bladh, ob. cit., pp. 115-116; Silva Vargas, ob. cit., pp. 61-62. *03 SCL XVIII, pp. 575-576. 104 Decreto de 1--12-1830, en BLOD, libro 5, N° 3, pp. 75-76. ios Ley de 22-7-1832, en BLOD, libro 6, N? 1, pp. 1-2. 106 Decreto de 26-4-1833, en id., pp. 2-52, y libro 7, N- 3. Véase Sotomayor Valdés, Ramón, Historia de Chile bajo el gobierno del general D. Joaquín Prieto, 2- ed., 4 vols., Santiago, 1900, I, p. 199, y Rengifo V., Os­ valdo, Don Manuel Rengifo. Su vida y su obra, Santiago, 1983, pp. 54 y 103-104, quien destaca la dedicación del Ministro Rengifo en su elabora­ ción.

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Fuera de dictí r las leyes, el gobierno se preocupó de dotar a Valparaíso de ni Levos almacenes de aduana que, al igual que en tiempos de O’F iggins, se hicieron insuficientes para el tráfico; cuando se pro /ectó la construcción de nuevos edificios en 1842, el fisco estal a arrendando 59 bodegas de particulares.107 A ello se agregó la c instrucción de un muelle de madera en Val­ paraíso, cuyo uso } cobro de derechos fueron prolijamente regla­ mentados en 1831. Posteriormente, Coquimbo y Huasco fueron dotados de instala< iones similares.108 La decisión de trasladar las aduanas desde las capitales de"\ provincia a los puf rtos y fronteras dio origen a la adquisición o construcción de im luebíes especiales para este efecto.109 Esta ten­ dencia había come izado durante el gobierno de O’Higgins con la creación de ]a a luana de Valparaíso, sin per juicio de mante­ ner la general en 5 antiago. Un proyecto de ley de noviembre de 1828 propuso la su iresión de esta última, para lo cual se desvia­ rían sus funciones a la de Valparaíso y a la tesorería de Santia­ go y se crearía un í aduana en Los Andes, que atendería el trá­ fico cordillerano. I a iniciativa no prosperó entonces y sólo vino a formalizarse en ] 337.110 Estas medidas se relacionan con la de­ cisión de liberalizí r el comercio interior de cabotaje para las mercaderías extrar jeras que hubieran pagado derechos de im­ portación y que se tradujo en la ley de 10 de octubre de 1832.111 En 1834 se ela «oró un nuevo arancel aduanero, más detalla­ do y completo, con tasas algo menores, pero que no alteraba los principios vigentes de acuerdo a lo aprobado en el anterior de 1823. Se mantuvo la liberación de impuesto para máquinas e ins­ trumentos, libros, mapas e imprentas, armas y pertrechos de guerra, azogue y n inerales de plata y oro; se conservó la tasa de 5% para los art culos de fácil contrabando, como alhajas de oro y plata, relojes de bolsillo, perlas y piedras preciosas; la ta­ sa general para m rcaderías no especificadas bajó del 27% al 20%, mientras que el hierro y acero y el algodón, que antes pa­ gaban 15%, quedaion gravados con el 10%; por último, los ar­ tículos que compet an con manufacturas nacionales, como ropa 107 Discurso del 1 residente de la República a las Cámaras Legislati­ vas 5-6-1834, en SCL X KIII, p. 26; Sotomayor Valdés, ob. cit., p. 200; Martner, Daniel, Estudio c z Política Comercial Chilena e Historia Económica Nacional, 2 vols., San iago, 1923, I, p. 216. ios Ley de 13-10-1131 y reglamento de 21-11-1831, en BLOD, libro 5, N? 3, pp. 80-90; ley de 6-9-1834, en id., libro 6, N? 6, pp. 145-146. 109 Ley de 18-10-18 12, en BLOD, libro 5, N? 14, p. 267, y ley de 25-7-1834, en id., libro 6, N? 5, p. 129. 111 Proyecto de M muel A. González 3-11-1828, en SCL XVI, pp. 386-387; decreto de 11-3-1837, e :i BLOD, libro 7, N? 9, pp. 151-153. 111 BLOD, libro 5, N? 13, p. 252. Véase SCL XIX, pp. 447, 454 y 457-458.

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y calzado, bajaron del 40% al 35%, y en el caso de los muebles, al 30%. Hubo algunos cambios en los derechos específicos que pesaban sobre tabacos y alcoholes y se gravaba la internación de animales según lo aprobado en 1832. Una novedad fue el esta­ blecimiento de tasas diferenciadas para la internación de trigos^ y harinas de acuerdo a los precios internqs^llegando a_la exeih— Hónjde derechoTsi éstos superaban ciertoniveL según el mode. lo de la "CornTaw” inglesa de 1828. Se mantuvo la rebaja para las mercaderías traídas en naves chilenas, pero se eliminó el descuento para las consignaciones a hijos del país, lo que había pasado a ser un abuso, y cuyo efecto se compensaba con las me­ nores tasas.112 El aforo de la mercadería se efectuaba, desde 1820, según los precios de plaza de las aduanas, lo cual se prestaba para di­ ferencias de opinión y malos manejos.113 Esto último probable­ mente explica el decreto de 26 de octubre de 1832, que dispuso dar publicidad a los aforos a través de la prensa. El sistema fue modificado al año siguiente, estableciendo una tarifa de avalúos que sería elaborada por una comisión ad hoc compuesta por co­ merciantes y funcionarios y que sería revisada en forma trienal, con lo que se volvía a un sistema similar al que se implantara en 1778.114 Complemento del arancel aduanero fue la ley sobre expor­ taciones de 23 de octubre de 1835, que fijaba derechos de 1/2% para la extracción del oro sin amonedar, 4% para la harina y el trigo y 6% para los cueros, plata, cobre y otros minerales sus­ ceptibles de ser beneficiados en el país. Los demás productos quedaban exentos de derechos.115 Tanto esta ley como el regla­ mento para almacenes de aduana de 1833, que reglamentaba el procedimiento de internación, contemplaban la posibilidad de pagar los derechos adeudados a plazo, cuando éstos superaban los $ 100, mediante pagarés afianzados. Se mantenían así las fa­ cilidades de crédito dispuestas en la ampliación al Reglamento de Comercio de 1823 y precisadas en la Ley de Aduanas de 1824, 112 Arancel de 20-6-1823, en SCL VII, pp. 219-220, y Humphreys, ob. cit., pp. 103-106; ley de 8-1-1834, en BLOD, libro 6, N? 5, pp. 113-127; Martner, ob. cit. I, pp. 167-170. Sobre el impuesto al ganado, véase ley de 18-10-1832, en BLOD, libro 5, N? 13, p. 254. 113 Senadoconsulto de 30-9-1820, loe. cit.; Evans, Henry C., Chile and its relations with the United States, reed. Nueva York, 1971, pp. 32-33; Humphreys; ob. cit., p. 102. 11 ’ Decreto de 26-10-1832, en BLOD, libro 5, N? 14, pp. 268-269; ley de 30-8-1833, en id., libro 6, N? 3, pp. 84-86; Bravo, Notas sobre el reglamento, p. 1038. »5 Ley.de 23-10-1835, en BLOD, libro 6, N? 11, pp. 215-219.

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aunque se elimina >a la discriminación entre nacionales y extrañ­ jeros en cuanto a os plazos que contemplaban éstas.116 Si las nuevas lormas de importación y exportación eliminaban las ventajas >ara los nacionales, las leyes de Cabotaje de 22 de octubre de Í835 y de Navegación de 28 de julio de 1836 afianzaron las ter dencias proteccionistas tradicionales en esta materia.116 117* La rese va del tráfico costero para los buques nacio­ nales se había visl d restringida con la habilitación de caletas en el norte para la ex tracción de minerales. A ello se agregaban los efectos de la citaca ley de 1832, que permitía la libertad de ca­ botaje para las me rcaderías nacionalizadas sin considerar la ma­ trícula del navio.” Una solicitud ^articular en este sentido, presentada algunos meses antes, dio oí igen a una dura crítica de Portales por la arro­ gancia de los ext] anjeros “para robar a los chilenos el único bien que poseen, on exclusión de ellos, y cuya posesión supo respetar hasta el i úsmo D. Francisco Antonio Pinto - el comer­ cio de cabotaje qu : en todas partes del mundo está estrictamen­ te declarado a los buques nacionales”.119 La ley de 183: definió el comercio de cabotaje, el cual que­ dó eximido de dei echos y limitado a buques chilenos, a la vez que se restringió e tráfico en los puertos habilitados. Un decre­ to en diciembre c 3 ese año reglamentó el procedimiento para los embarques, de cargas, transbordos y registros.120 Los requisitos para que un buque fuera considerado chileno se detallaron en la Ley de Navegación. Este debía ser propiedad de chilenos y matj iculado como tal en un registro. Las transfe­ rencias debían sei por instrumento público y se prohibían los traspasos simulad' >s, como era la práctica. Las naves chilenas debían tener una p roporción mínima de tripulación nacional que aumentaba paulatinamente hasta alcanzar el 75% en 1840. En cuanto a los capití nes, éstos debían ser chilenos después de do­ ce años de la publ cación de la ley. Sin embargo, la carencia de personal idóneo ol ligó a prorrogar nuevamente estos plazos, ha­ ciéndolos inoperar tes. A pesar del aumento en la matrícula de naves chilenas, no >e cumplieron los propósitos de la ley, ya que, 116 Ibíd.; reglam nto de 26-4-1833, loe. cit.; ampliación al Reglamen­ to de Libre Comercio en SCL VII, pp. 166-168; ley de 19-3-1824, en SCL IX, pp. 68 y 161. 117 Ley de Cabot ije, en BLOD, libro 6, N? 11, pp. 211-214; Ley de Na­ vegación, en id., libre 7, N- 3, pp. 41-48. 116 Véliz, Marina Mercante, pp. 49-50. 119 Carta a Garfi is de 1-4-1832, en De la Cruz, Ernesto, y Feliú Cruz, Guillermo, (eds.), Epi ¡otario de don Diego Portales, 3 vols., Santiago, 1937, II, p. 153. »2o Decreto de 3- 2-1835, en BLOD, libro 7, N- 1, pp. 9-20.

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como lo demuestra Véliz, buena parte de los navios registrados como chilenos eran, en verdad, británicos, lo que quedó en evi­ dencia durante la guerra contra la Confederación.121 10.

LA POLITICA FISCAL DE RENGIFO

Los éxitos de la política comercial del gobierno de Prieto se re­ lacionan con el propósito de reordenamiento financiero y admi­ nistrativo subyacente en las diversas medidas citadas. Estas se complementan con un conjunto de reformas hacendísticas que comenzaron con una depuración del personal administrativo. El mal había sido ya detectado por el gobierno de Francisco A. Pinto, que llamaba la atención sobre “el vasto sistema de abu­ sos que se ha introducido en la Aduana de Valparaíso” y se que­ jaba de la ineptitud, venalidad y malicia de sus empleados.122 El propio Manuel Rengifo en su Memoria de 1834 atribuía dicho estado de cosas a los continuos cambios políticos. Los car­ gos de Hacienda eran llenados por personas sin experiencia, que procuraban enriquecerse “durante la efímera posesión de unos empleos que temían perder a cada instante”.123 Las reformas comenzaron poco antes de la llegada de Ren­ gifo al Gabinete con la destitución del administrador de la adua­ na de Concepción y de los ministros de la tesorería y aduana de Coquimbo por ineptitud y omisión.124 La visita dispuesta a esta última repartición demostró que existía tal desorden que el Congreso de Plenipotenciarios autori­ zó su reorganización completa.125 Las reformas, que se extendie­ ron a Valparaíso, Huasco y Copiapó, culminaron con la ley de 2 de agosto de 1831, que creó el cargo de visitador general de ofi­ cinas fiscales, nombrándose para este efecto a Victorino Garri­ do.1* Relacionadas con lo anterior están las medidas de economía en los gastos fiscales y las reformas tributarias.127 De estas últi121 Véliz, Marina Mercante, pp. 50-60; cf. Maino y Zañartu, ob. cit., p. 192. 122 Mensaje de F.A. Pinto a la Cámara de Senadores 12-1-1829, en SCL XVI, p. 540. 123 Memoria... de Hacienda 1834, loe. cit. (nota 25); Rengifo, ob. cit., pp. 108-109. 124 SCL XVIII, sesión de 1-6-1830, pp. 342-349, y sesión de 2-6-1830, p. 350. 125 Id., sesiones de 26 y 28 de julio 1830, pp. 402 y 404. ’26 Id., pp. 407-409, 452, 514-517, 529-530 y 557-558; BLOD, libro 5, N? 7, pp. 171-173; Sotomayor Valdés, ob. cit. I, p. 207; Rengifo, ob. cit., p. 109. 127 Sobre la disminución de gastos, véanse Memoria... de Hacienda 1834, loe. cit., pp. 459-460, y Rengifo, ob. cit., pp. 107-108.

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mas, la más destaci da es la supresión del impuesto a los licores, la alcabala del vien lo y el derecho llamado de cabezón, y su re­ emplazo en 1831 po' un gravamen sobre los predios rústicos que debía aportar la cí ntidad de $ 100.000 anuales.125 Estos dos úl­ timos ramos, que ] esaban sobre los productos agrícolas y ven­ tas al menudeo, ere n entregados en subasta a concesionarios; su cobro era resistido por la población y su rendimiento relativa­ mente bajo. Los inl mtos de acabar con estos impuestos no eran nuevos. La alcabalí del viento había sido suprimida en 1823 y luego restablecida ( n parte. En 1825 hubo un intento para dero­ gar este impuesto ( on el de los licores, y en octubre de 1829 la Cámara de Diputac os aprobó un proyecto en este sentido, me­ dida que el Senadi no alcanzó a considerar.128 129 Se mantuvo, en -cambio,Jmalcab ala de- contratos-que gravaba la compraventa"^; bienes raíces, rebaj mdo las tasas .y^organizandó un mecanismo , más eficaz para su cobro.130 El estahlecimÍp3Tl^~7lfQm rfítórial o_caiastro-que-reemplazóla las alcabalas subastadas, ño fue fácil. El rep; rto de esta carga tributária-hñplicaba^lá-coíF fección de un cens< > agrícola que sólo quedó terminado a fines de 1833. El produc o de aquélla resultó inferior a To esperado, pero incluso así se procedió a reducir las tasas por ley de 23 de octubre de 1834. E terremoto del año siguiente obligó a conce­ der exenciones a la s provincias más afectadas, y una nueva ley, promulgada en ene ro de 1837, modificó el sistema vigente dis­ poniendo una redis :ribución de la carga que sólo se completó a fines de 1839.131 Otro de los ra nos reformados por Rengifo fue el cobro de patentes a establecí nientos comerciales e industriales y a los bu­ ques. Dicho gravar .en, creado por iniciativa del Ministro Diego José Benavente me diante la ley de 5 de agosto de 1824, fijaba seis clases de pate ites, CLiyo valor fluctuaba entre $ 200 y $ 6 anuales para los n :gocios y bienales para los navios.132 La revi­ sión de 1833 distril uyó el país en tres órdenes de pueblos y mo­ dificó la escala de patentes dejando siete clases, cuyo costo va­ riaba desde los mi mos $ 200 hasta $ 4. Junto con reglamentar el procedimiento d; cobro y fiscalización y precisar con mayor detalle el tipo de legocio afecto en cada caso, se mantenía la 128 Ley de 18-10-1 de 26-10-1832, en id., b 129 Eyzaguirre Es BAChH 90 (1977-1978) Rengifo, ob. cit., p. 97 130 Ley de 18-10-1 N? 2, pp. 64-67; Rengi 131 Eyzaguirre, Ji 132 BLOD, libro 2

’>31, en BLOD, libro 5, N- 7, pp. 174-176, y decreto ■ 14, pp. 269-270. :obar, Juan, "El primer censo agrícola chileno”, en especialmente pp. 85-87; Martner, ob. cit. I, p. 145; SCL X, p. 225; id. XVII, p. 444, y XVIII, p. 173. 31, loe. cit.; decreto de 26-6-1833, en BLOD, libro 6, o, ob. cit., pp. 97-98. an, ob. cit., pp. 85-90. N? 1, pp. 11-12, y Martner, ob. cit. I, pp. 151-152.

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distinción anterior entre los de propiedad extranjera y nacional y se eximía del impuesto a los buques nacionales de menos de 26 toneladas.133 Junto con las medidas de reforma fiscal, el gobierno abordó el problema de la deuda interna acumulada a través de los di­ versos gobiernos del período de la Independencia o incluso an­ terior. Los intentos para determinar la cuantía de las obligacio­ nes del Estado se remontan a 1823, cuando se dispuso que los acreedores del fisco desde 1811 a la fecha debían presentar sus títulos dentro de cierto plazo bajo pena de no ser pagados.134 Más efectivo fue el decreto de 12 de ju io de 1827, que dispuso el re­ conocimiento y registro de las obligaciones pendientes del Es­ tado desde el período hispano hasta el mes de abril de ese año, salvo las escasas excepciones allí indicadas, junto con el cual se creó un mecanismo para su amortización. El plazo inicial de seis meses fue prorrogado sucesivamente hasta septiembre de 1829, sin que se llegara a efectuar la emisión de bonos destinada al pa­ go de estas deudas.135 Cuando Rengifo se hizo cargo del Ministerio de Hacienda, la deuda así registrada alcanzaba a $ 1.113.289. A ella se agrega­ ba lajdeuda consolidada, es decir, aquella reconocida por el Es­ tado, v_que ganaba interés, la que provenía de Qfiferentes obliga­ ciones ")y que sumaba $ 939.689. Por último, existía una deuda flotante producto de los más diversos compromisos, cuyo mon­ to estimado era de $ 1.950.000, la cual el Ministro dividió en deu­ da atrasada y deuda corriente. Esta última, que correspondía a lo devengado desde el 1- de julio de 1830 en adelante, fue paga­ da en dinero, mientras que aquélla sería cancelada contra do­ cumentos de aduana con la responsabilidad solidaria del fisco, previo depósito al contado en la Tesorería General de una suma adicional "relativa al valor de la deuda negociada, que se reinte­ graba incluyéndola también en el libramiento”. Este modo de financiar las obligaciones inmediatas motivó serios reparos, pe­ ro permitió un respiro al gobierno mientras surtían efecto las medidas de economía y los arreglos en la administración. En los cuatro años que corren desde julio de 1830 se logró cancelar más de $ 1.100.000 de este total, además del servicio de la deuda con­ solidada, lo que se tradujo en una mejora en la cotización de los títulos del Estado.136 133 Ley de 30-8-1833, en BLOD, libro 6, N® 3, pp. 78-84. Véase también la ley de 10-8-1835, en id., N? 6, p. 145. 134 Sotomayor Valdés, ob. cit. I, pp. 201-203. 135 Ibíd.; decreto de 12-7-1827, en BLOD, libro 3, N? 9, pp. 135-138; de­ creto de 14-9-1827, en id., N? 10, pp. 183-190; decreto de 3-4-1829, en id., libro 4, N- 7, p. 118. 136 Memoria... de Hacienda 1834, loe. cit., pp. 454-457; ley de 9-8-1832,

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Para proceder í 1 registro de las obligaciones que componían la deuda flotante y abordar su pago en forma sistemática, Ren­ gifo gestionó el pro zecto de ley aprobado el 17 de noviembre de 1835, pocos días de ;pués de su salida del Ministerio. En ella se detallaban en form; pormenorizada tanto los créditos que se re­ conocían como deu la nacional interior, comenzando con los ya registrados a consecuencia del decreto de 1827, como aquellos que no serían acep ados bajo este concepto. Un decreto del día 26 del mismo mes eglamentó el procedimiento para el registro de la deuda en un 1 ibro especial.137 Las demoras para efectuar el trámite correspond ente por razones judiciales obligó a la pró­ rroga de los plazos iniciales hasta 1839.138 Paradojalmentf, las exigencias de la guerra contra la Con­ federación Perú-bo iviana, declarada oficialmente en diciembre de 1836, apresurare n el pago de la deuda pendiente. Como una forma de allegar n cursos, se dispuso por decreto de 22 de fe­ brero de 1837 la ce nsolidadon de la-deuda-registrada-Q-por, re­ gistrarse, debiendo os acreedores abonar al fisco en dinero efec­ tivo el 10% del-val >r de sus créditos, que se agregaría a la deñda principal. Esta percibiría un 3% de interés anual, asignándose una amortizaciói del 1/2% , pagadera trimestralméñtéTTa me­ dida, que repetía k fórmula empleada arit’eriormemnte por Ren­ gifo, tuvo el éxito isperado, proporcionando un auxilio no des­ preciable al gobier io y poniendo en circulación un capital con­ siderable en bonos 139 Quedaba pendí inte el servicio de la deuda externa contrata­ da en Londres por Irisarri en 1822 y que, ante las dificultades para atenderlo, hal ía dado origen aí malogrado negocio del es­ tanco que tomó a j u cargo la firma Portales, Cea y Cía.140 El úl­ timo pago, corresp mdiente a lo vencido en septiembre de 1826, se había efectuado a fines de 1830. En su Memoria de Hacienda de 1834, Rengifo k mentaba que el Gobierno no hubiera podido en BLOD, libro 5, N? 5, p. 155; Sotomayor Valdés, ob. cit. I, pp. 205-208; Rengifo, ob. cit., pp. '2-94.

157 Discurso del ‘residente de la República a las Cámaras Legislati­ vas 5-6-1834, en SCL > XIII, p. 26; ley de 17-8-1835, en BLOD, libro 6, N? 11, pp. 219-226; decreto d • 26-11-1835, en id., libro 7, N? 1, pp. 7-9. La ley cita­ da fue objeto de acl raciones por otra de 2-2-1837, en id., libro 7, N° 5, pp. 67-68. 13* Decreto de 14 2-1837, en BLOD, libro 7, N? 7, pp. 102-103, y decreto de 3-4-1839, en id., lib o 8, N- 16, pp. Í31-132. 130 Decreto de 22 2-1837, en BLOD, libro 7, N- 7, pp. 147-150; Sotoma­ yor Valdés, ob. cit. I] pp. 274 y 351-353. 140 Falta un bue i estudio sobre este tema. Puede verse el extracto de Concha y Toro, IV ilchor, "Portales y el Estanco”, en De la Cruz y Feliú (eds.), ob. cit. II, op. 7-30. Parte de la documentación pertinente se en­ cuentra en SCL XI.

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atender a la deuda exterior por la falta de dinero, pero esperaba hacerlo próximamente.141 El servicio sólo vino a reanudarse en 1840 y las cuotas atrasadas se capitalizaron mediante un nuevo empréstito.142

11.

LA PROSPERIDAD DE LA DECADA DEL 30: VALPARAISO Y SUS COMPETIDORES

La economía chilena experimentó un repunte más o menos sos­ tenido desde la primera mitad de la década de 1830, que coinci­ dió con el afianzamiento de Valparaíso como entrepuerto del Pa­ cífico sur.143 En su Memoria de Hacienda de 1835, Rengifo ex­ presaba su satisfacción por los éxitos logrados en este campo: “Por todas partes el cultivo hace nuevas adquisiciones, las fá­ bricas y talleres mayor actividad, el comercio dilata el campo de sus empresas y los capitales y la población aumentan pres­ tándose recíproco fomento’’.144 Las cifras de comercio exterior y de producción minera co­ rroboran la mayor prosperidad existente.145 Ella se refleja tam­ bién en la evolución de las entradas fiscales. Los ingresos, que durante el quinquenio 1825-1829 alcanzaban un promedio anual de $ 1.736.823, bajaron a una media de $ 1.585.125 en 1831-1832, para juego aumentar vertiginosamente en los años siguientes, lle­ gando a un promedio de $ 2.306.075 anuales en el período 18331840.146 El auge naviero y comercial de Valparaíso se reflejó en la construcción de nuevos y mejores edificios públicos y privados. Los mercaderes extranjeros costearon un inmueble para una bol­ sa comercial donde realizaban sus transacciones y se estableció un sistema de naves aljibes para la provisión de agua fresca a los buques de la bahía, justificado por el mayor tráfico.147 Este desarrollo de Valparaíso ayuda a explicar el rol que adquirió en el comercio del salitre. Las exportaciones de nitrato a Europa se iniciaron en 1830, efectuándose las transacciones 141 Memoria... de Hacienda 1834, loe. cit., p. 458. 142 Molina, ob. cit., pp. 109-111. 143 Benavides, ob. cit., p. 176. 144 Memoria que el Ministro de Estado en el Departamento de Ha­ cienda presenta al Congreso Nacional, 5-10-1835, en SCL XXIII, p. 503. 145 Véanse tablas I a III, V y VI. 146 Molina, ob. cit., pp. 58-61. 147 Sutcliffe, Thomas, Sixteen Years m Chile and Perú irom 1822 to 1839, Londres, ca. 1841, pp. 514-516.

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correspondientes ei ..el Callao. Sin embargo, poco después de 1835', el puerto chil :no comenzó a desplazar al peruano en este sentido por las faci idades que ofrecía el tratado de ese año en­ tre ambos países p ira depositar allí el salitre de Tarapacá en su viaje a los mere; idos del Atlántico.1!* ~ La supremacía le Valparaíso fue objeto de preocupación en las repúblicas vecii as, cuyos gobiernos tomaron medidas para contrarrestarla. Bo] ivia dio la categoría de puerto franco a Lamar“(Cbbija) en 18 >3, liberando de todo gravamen a los buques que allí entraran. E 1 Perú, por su parte, declaró puerto libre de depósito al Callao m 1832, recargando los derechos sobre las mercaderías que nc llegaran directamente desde su país de ori­ gen. Estas medidas, junto a otras que afectaban al trigo chileno, dieron lugar a una guerra comercial entre Chile y Perú, cuyos peligros Portales nc dejó de advertir. El Tratado de Amistad, Co­ mercio y Navegacic n de 1835, que eliminaba estas restricciones discriminatorias, fu i desconocido al año siguiente por el gobier­ no del general Orbe goso. Organizada la Confederación Perú-boli­ viana, Santa Cruz c eclaró puertos libres al Callao, Paita, Arica y Cobija, restablecier do los recargos de derechos para las merca­ derías con transboi dos. Luego de la guerra contra la Confedera­ ción y disuelta ésta la situación revirtió, en términos generales, a las bases del trat: do de 1835.*149 Más-Xiiticas-Pí za el futuro de Valparaísq como entrepuerto del Pacífico fueron as alteraciones en el comercio y los cambios, en los circuitos reg onales durante la década de. 1840. Las trabas impuestaspor el P :rú al tránsito de mercaderías desde y hacia Bolivia y las medi las de represalia aplicadas por este último país, repercutieron adversamente sobre el comercio del puerto chileno. En el misr 10 sentido influyeron la guerra entre los Es­ tados Unidos y Me tico y los conflictos centroamericanos en la segunda mitad del decenio. A ello se suma el inicio de la explo­ tación del guano, c ue favoreció el comercio de Cobija y de los puertos del Perú, c ayo gobierno se reservó la propiedad de los yacimientos.150 Por >tra parte, la necesidad de acortar distancias na Bermúdez, Os ar, Historia del salitre desde sus orígenes hasta la Guerra del Pacífico, S ntiago, 1963, pp. 103-105 y 118-119; Garreaud, ob. cit., pp. 175-176. 149 Benavides, ob cit., pp. 176-178; Garreaud, ob. cit., pp. 177-178; Mo­ lina Guzmán, Ramón "Las relaciones chileno-peruanas (1819-1837)”, en BAChH (1934), pp. 12! 194; Basadre, Jorge, Historia de la República del Pe­ rú. 1822-1933, 6* ed., 11 vols., Lima, 1968-1970, II, pp. 143-144 y 349-350. El texto del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre las Repú­ blicas de Chile y Peí i de 20-1-1835, en SCL XXIII, pp. 264-269. Para las opiniones de Portales ver su carta a Garfias de 2-9-1832, en De la Cruz y Feliú (eds.), ob. cit. 11, pp. 280-282. 150 Garreaud, ob. cit., pp. 180-181; Basadre, ob. cit. III, pp. 147-152.

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y abreviar el tiempo que demoraban las operaciones comercia­ les con la costa del Pacífico favoreció el desarrollo de la ruta del Istmo de Panamá, cuyo terminal en este océano fue unido con Valparaíso y los puertos intermedios por el servicio de la Paci­ fic Steam Navigation Company. La fiebre del oro de California ayudó al asentamiento de la ruta de Panamá y la conclusión del ferrocarril ístmico en 1855 determinó "un cambio de orientación en el tráfico del Pacífico, volviendo a la antigua ruta colonial".101 Cabe preguntarse hasta qué punto influyó la acción del go­ bierno en la mayor prosperidad del país durante la década de 1830, considerando que, en lo fundamental, se aprecia una con­ tinuidad en las políticas económicas desde la Independencia, y que más de alguna de las reformas de dicho período correspon­ de a la materialización de iniciativas planteadas anteriormente. Los mayores logros estuvieron en el ámbito del ordenamien­ to fiscal. El propio Ministro de Hacienda en su Memoria de 1835 se refería a la mayor holgura del erario y comentaba que "en opinión de algunos, el aumento de las rentas deriva sólo de la inalterable paz que ha gozado la República desde 1830". Reconociendo que la tranquilidad interior había contribui­ do a crear la riqueza pública, advertía, empero, que ella no bas­ taba por sí sola mientras subsistieran los "estatutos opresivos, reliquias del régimen colonial" y las "ordenanzas defectuosas, fruto prematuro de nuestra propia inexperiencia". Concluía, en­ tonces, que "el cambio de nuestra condición social se debe al concurso simultáneo de dos agentes igualmente benéficos, a sa­ ber: la paz interna de que ha disfrutado la República durante un largo período y las útiles reformas que al amparo de este orden tutelar se han promovido con éxito en los últimos cinco años".151 152 Así como las guerras de la Independencia y las montoneras habían perjudicado las actividades agrícolas en el sur y los tras­ tornos de 1829 y 1830 alteraron el tráfico comercial, la esiabilL dad política y el orden público crearon un clima favorable para el crecimiento económico^ repercutiendo la primera en una ma­ yor continuidad y coherencia en las leyes y decretos correspon­ dientes. De] mismo modo, la depuración administrativa llevada a cabo en los inicios del gobierno, junto a la menor rotación de funcionarios por los cambios de régimen, parece haber contri­ buido a la efectividad de las reformas posteriores. En este sen­ tido la obra política y administrativa de Portales reviste claras proyecciones económicas.153 151 Benavides, ob. cit., pp. 178-179. 152 Memoria... de Hacienda 1835, loe. cit., pp. 501-502. 153 Véanse las esclarecedoras opiniones de Rengifo sobre las causas de la decadencia de la Hacienda en su Memoria del ramo para 1834, loe. cit., pp. 453-456.

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Ello no implica desestimar el beneficio de las diversas me­ didas económicas a> optadas por las autoridades. La ampliación de facilidades para el depósito de mercaderías bajo el régimen de almacenes franct s en Valparaíso, incluyendo la construcción de algunas obras c e infraestructura, favoreció el comercio de tránsito en dicho p ierto.154 La ley monetaria de 1834, junto con fijar el sistema que debía regir en Chile, dio solución a la esca­ sez perenne de mo leda divisionaria mediante la acuñación de centavos de cobre.1 ’ El restablecimiento del crédito público y la consolidación de la deuda interna permitieron economías en los gastos y la valoi ización de capitales inmovilizados.156 Sin em­ bargo, tanto o más importantes en la prosperidad chilena son otros—factores ajen >s a la iniciativa oficial, como el descubri­ miento de Chañarci lo y otros yacimientos, o la apertura de nue­ vos mercadosTpara el cobre nacional.

12.

COMPLETAME □ EL PROCESO

Durante los años d la vida de Portales, Chile, al igual que las demás repúblicas h spanoamericanas, se marginó del sistema co­ mercial español, ya debilitado, y abrió sus puertas a los buques de todas las nación ¡s. La apertura ec mómica fue paralela a la lucha por la inde- \ pendencia política, z, por lo mismo, se excluyó del país a los co­ merciantes y navio de España, reputándolos enemigos. El tér­ mino de las hostilú ades y la consolidación de la República ha­ cían conveniente pe ner fin a dicho estado de cosas, que perjudi­ caba a ambos país< s, pero cuya solución se complicaba por es­ tar vinculada al re zonocimiento de la independencia por parte de España. En junio de U 33 el gobierno de Prieto presentó al Senado un proyecto para (torgar a los españoles los mismos derechos que a los demás exi ranjeros y admitir sus buques en iguales con­ diciones que los ne itrales. La iniciativa fue rechazada por la ma­ yoría de la comisiói i encargada de informarla, y su discusión pro­ 134 Benavides (ot cit., pp. 172-174) se refiere al tiempo que demora­ ban estas operaciones lo que deja en evidencia las ventajas que acarrea­ ba para el comercian e local la ampliación de los plazos de depósito. 155 Ley de 4-10-18 4, en BLOD, libro 6, N- 7, pp. 164-166. Una síntesis sobre los intentos an eriores en este sentido es el trabajo de Juan Eyza­ guirre, "Proyectos pai a la acuñación de monedas de cobre en Chile. 17811834", en BAChH 60 < 1959), pp. 193-204. 156 Memoria... d< Hacienda 1834, loe. cit., pp. 455-456.

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dujo tal revuelo, que debió ser retirada para no exacerbar más los ánimos.157 La muerte de Fernando VII en 1833 y las noticias de la bue­ na disposición que existía de parte del nuevo gobierno español para tratar el reconocimiento, abría las puertas para un acuer­ do, según anunció el Presidente en su Mensaje anual al Congre­ so en 1834, recibiendo al año siguiente la autorización legislati­ va para entablar negociaciones.158 Los trastornos de los años posteriores demoraron el envío de una misión. Sin embargo, el gobierno se vio obligado a tomar una decisión sobre la materia cuando en mayo de 1838 llegó a Valparaíso un mercante español y las autoridades del puerto solicitaron instrucciones sobre la forma de proceder. En vista del acuerdo del Congreso y de que otras naciones americanas admitían a los buques de España aun cuando no habían sido re­ conocidas por ésta, el gobierno expidió un decreto abriendo los puertos de la República a todos los navios españoles de comer­ cio en las mismas condiciones que los de otros neutrales.159 La medida fue adoptada con un carácter provisional por un plazo de dos años y condicionada a la reciprocidad. Obtenida ésta, la l£y_de_L? de septiembre de_lW_confirmó los términos del decre­ to anterior entórmáTléfinitiva.160 De este modo concluía el ciclo, y la separación económica de España se . estableció sobre una ¡ * base de normalidad. .

Carrasco Domínguez, Selim, El reconocimiento de la Independen­ cia de Chile por España. La Misión Borgoño, Santiago, 1961, pp. 58-59 Memoria de... Hacienda 1834, loe. cit., p. 453. 158 Discurso del Presidente de la República, loe. cit., p. 24; SCL XXIV, pp. 101-118, 140 y 169; Carrasco, ob. cit., pp. 65-68. 159 Decreto de 3-5-1838, en BLOD, libro 8, N? 5, pp. 33-35; Carrasco, ob. cit., p. 69. 163 BLOD, libro 8, N? 21, pp. 199-200; Carrasco, ibíd.

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Santiago Lorenzo s bienes al país natal.20 Portales no sólc no acepta la interpretación de White de asi­ milar los derechos c e un chileno a los de un súbdito español, si­ no que la estima ii juriosa a los derechos de Chile como nación independiente y sol erana . Comenta que los argumentos esgri­ midos no eran satis actorios y exige al cónsul británico "se sirva hacer constar al Go )ierno de un modo auténtico la práctica que rige sobre esta malcría en los dominios británicos respecto de los extranjeros que no gozan protección de ningún tratado”.21 Para convencer a ta i empecinado contradictor, White debió ape­ lar a Blackstone en sus Comentarios sobre Jas leyes de Inglate­ rra y a Chitty en su Tratado sobre las leyes de comercio, y com­ prometerse a obten» r del gobierno inglés una auténtica recipro­ cidad en esta cuesti in.22 Más que lo que pudiese ocurrir con los bienes de Ford, lo que a Portales interesa es el reconocimiento formal de la _sqber£ nía de Chile pqrí parte de Inglaterra, hecho que quedaren eyidei cia cuando escribe a’White queGós derechos que las leyes británi :as conceden a los súbditos chilenos no se po­ drán verificar míen ras al cónsul chileno en esos dominios no "se le expida su ext quátur en la forma ordinaria”, cosa que es­ pera agilice el cóns i inglés según había ofrecido.23 Las dificultades con los cónsules o los agentes diplomáticos acreditados en el pa s es un asunto que se repite con monotonía y a veces enturbió las relaciones de Chile con otros países. El primer problema dt esta especie que Portales encaró como Mi­ nistro de Relaciones Exteriores con un agente extranjero fue con el cónsul francés La Forest, cuya casa fue saqueada por la plebe durante la revolución de 1829. Pese a existir opinión unánime de que el saqueo tuvo ;u raíz en la intromisión del cónsul en la re­ volución, predispon: mdo a una parte de los contendientes en su 19 Ibídem. 20 White a Pórtale ;, Valparaíso, 18 febrero 1831, en El Araucano, San­ tiago, 12 marzo 1831. 21 Portales a Whi e, Santiago, 22 febrero 1831, en El Araucano, San­ tiago, 12 marzo 1831. 22 White a Pórtale s, Valparaíso, 1? marzo 1831, en El Araucano, San­ tiago, 12 marzo 1831. 23 Portales a Whil i, Santiago, 2 marzo 1831, en El Araucano, 12 mar­ zo 1831.

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contra, el gobierno mostró la mejor disposición para indemni­ zarlo. No obstante, mediaba un abismo entre la suma que pre­ tendía La Forest y la que el gobierno creía justo se le pagara. Además, también se sintieron acreedores a indemnización, y la exigieron, otros franceses, algunos de los cuales eran práctica­ mente indigentes. Convencido Portales de que el gobierno chi­ leno defendía una causa justa y confiado en la buena disposi­ ción que mostraba hacia Hispanoamérica Luis Felipe de Orleáns, recién alzado al trono de Francia, dejó en sus manos re­ solver el pleito. La comisión nombrada por el rey falló en favor de La Forest y de los otros franceses presuntamente perjudica­ dos? Después de esta frustrante experiencia, Portales se muestra cada vez más cauteloso respecto de los cónsules y agentes diplo­ máticos e implacable en defender la soberanía de Chile, sobre todo en aquellos casos en que los cónsules extranjeros preteni dían ejercer jurisdicción en asuntos que competían a las autori. dades del país. Como en esta tarea no sólo bastaba mostrar de­ cisión, sino también sólidos fundamentos jurídicos, Portales y Tocornal, cuando éste lo sucede temporalmente en el Ministerio de Relaciones Exteriores, se hacen asesorar por Andrés Bello. Una carta de Portales a Garfias, en momentos en que el pri­ mero se desempeña como gobernador de Valparaíso, deja en evi­ dencia lo que acaba de afirmarse. Dice Portales: "Salude usted a don Andrés Bello y ruéguele, a mi nombre, que me conteste o me dé puntos para contestar la nota del cónsul francés que in­ cluyo y que espero de vuelta por el correo de mañana. Yo creo que el cónsul solicita ejercer actos de jurisdicción que sólo pue­ den corresponder a las autoridades del país, mientras que por un especial tratado (no) nos hallemos despojado de este dere­ cho. No tengo un libro, ni un secretario, ni tiempo para regis­ trar, circunstancias que moverán la indulgencia de don Andrés para disimular este petardo".24 25 24 Además de La Forest, que obtuvo $ 40.000, fueron indemnizados: Masson $ 3.700 Deion $ 5.980 Pourman $ 3.577 Kamerer $ 425 Porte $ 5.165 (este último declinó cobrar el dinero, le bastó que reconocieran su dere­ cho a la indemnización). De Broglie a De la Barra, París, 14 noviembre 1833, en Discursos de apertura en las sesiones del Congreso y Memorias ministeriales corres­ pondientes a la administración Prieto (1831-1841), Santiago, 1858, pp. 147148. 25 Portales a Garfias, Valparaíso, 25 enero 1833, en Epistolario (nota 4), II, pp. 341-342.

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Los problemas de las autoridades chilenas con cónsules y encargados de negó dos extranjeros muchas veces se originaron en acontecimientos menudos, que hoy serían noticias secunda­ rias en los medios le comunicación. Pero entonces, en cambio, agitaban la vida na :ional y erosionaban las relaciones de Chile con las demás nacic nes. Representativo de lo afirmado son algu­ nas controversias c m los agentes franceses en Chile. En junio de 1833, el cónsul y encargado de negocios de Francia, A. L. Ragueneau Chainaye, gestiona personalmente la salida de fondos de la Casa Gouberl y Carbonnery de Valparaíso, que según él quebró fraudulentamente para no pagar sus deudas a acreedo­ res franceses. Como el Encargado de Negocios de Francia inten­ taba proceder al margen de las autoridades nacionales, Tocor­ nal, entonces Minist ro de Relaciones Exteriores, aleccionado por Portaies y asesorada > jurídicamente por Bello, impide la gestión del diplomático y d< clara que, al no haber un tratado con Fran­ cia, era al gobierno y a los tribunales chilenos a los que compe­ tía resolver los asuntos en que estuvieran involucrados los ciu­ dadanos franceses i jsidentes.26 No pasaron tre¡ meses y nuevamente se agita el problema en tomo a la juris< iicción de los agentes franceses acreditados en el país. En esta ( casión, el gobernador de Valparaíso —¿Por­ tales?—, acogiendo m fallo del tribunal de comercio del puerto, ordena el allanarme ito del bergantín francés Joven Nelly por la negativa de su capil ín a entregar unos bultos consignados a los comerciantes Juan ' fringas y Pedro Nolasco Riesco. El capitán protesta que los comerciantes le adeudan una suma en concep­ to de avería y no ac< pta el fallo del tribunal de comercio de Val­ paraíso que ordena a entrega de la mercadería, y que el capitán entregue "los docun entos que acreditasen sus derechos y accio­ nes contra los dem; ndantes en razón de la avería gruesa”.27 El allanamiento del be gantín fue objetado por el vicecónsul fran­ cés en Valparaíso, p >r entender que se trataba de un asunto que competía a su juris< icción, desconociendo la del tribunal de co­ mercio del puerto, nterpretaba el acto como "invasión de un territorio amigo a nano armada”, juicio que es rechazado de manera terminante : >or el gobierno, atendiendo a que el vicecón­ sul francés "se arre ;a facultades a que no tiene título alguno”. 26 Tocornal a Ra¿ ueneau Chainaye, Santiago, 20 junio 1833, en El Araucano, Santiago, 29 noviembre 1833. 27 Tocornal a Rag .eneau Chainaye, Santiago, 21 septiembre 1833, en Discursos de apertura m las sesiones del Congreso (nota 24), I, pp. 151153. No hemos podido (stablecer si fue Portales el que dispuso de la fuer­ za pública para el em argo de las mercaderías, porque entonces existía un gobernador civil y «tro militar en Valparaíso.

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Y agregaba que "si sus nacionales, obrando en el mismo espíritu, desatienden a los magistrados del país, vilipendian su jurisdic­ ción y llevan la desobediencia hasta el punto de hacer indispen­ sable el uso de medidas violentas. ¿Y qué arbitrio queda a las autoridades locales? ¿Suscribirán el despojo de sus derechos? ¿Consentirán que se les desobedezca y se les insulte impune­ mente?”2* Problemas como el descrito se repiten con monotonía como consecuencia de la intromisión de las potencias en los nuevos Estados y de interpretaciones equívocas respecto de las atribu­ ciones de los cónsules y agentes diplomáticos. Para el gobierno chileno la jurisdicción de los cónsules debía limitarse a fallar en las controversias entre los oficiales y gente de mar, interpreta­ ción que surgía de la aplicación de la ley 6, título 11, libro 6 de la Novísima Recopilación, aún vigente según la cual los cónsu­ les extranjeros "no pueden ejercer jurisdicción alguna, aunque sea entre vasallos de su propio soberano, sino componer extra­ judicial y amigablemente sus diferencias”.28 29 Esta normativa es­ taba en contradicción con la aplicada por el gobierno francés, que prohibía a sus súbditos pleitear ante la justicia extranjera y autorizaba a sus cónsules a juzgar en todo tipo de controversias entre comerciantes y marinos de su nacionalidad en el radio de sus distritos consulares.30 Por este motivo, el encargado de ne­ gocios de Francia en Chile estimaba que los cónsules no eran simples jefes de comerciantes, sino funcionarios "pagados por el Estado, provistos de institución soberana y revestidos de una magistratura a cuyos actos sus conciudadanos están obligados a deferir bajo la pena de desobediencia o aun de rebelión, con tal que el depositario de este poder no les mande nada contra­ rio a la legislación del país a que pertenecen o que ofenda a la del país en donde residen”.31 La aguda sensibilidad de Portales para defender la sobera­ nía interna de Chile también lo obliga a proceder contra súb­ 28 Ibídem. Que detrás de la respuesta de Tocomal al encargado de negocios de Francia estaba Portales, queda en evidencia por carta de és­ te a Urízar Garfias, donde sugiere que quien debe responder sobre el asunto de la Joven Nelly a Ragueneau Chainaye es el Ministro Tocomal, "apoyando su contestación en mi informe, o más bien dicho, en las razo­ nes y hechos que en él se apuntan, como porque lo que yo escribo no es para imprimirse". Portales a Urízar, Valparaíso, 23 octubre 1833, en Epis­ tolario (nota 4), II, pp. 450-453. 29 Tocornal a Ragueneau Chainaye, Santiago, 20 junio 1833, en El Araucano, Santiago, 29 noviembre 1833. 30 Tocornal a Ragueneau Chainaye, Santiago, 4 julio 1833, en El Arau­ cano, Santiago, 6 diciembre 1833. 31 Ragueneau Chainaye a Tocomal, Santiago, 22 junio 1833, en El Araucano, Santiago, 29 diciembre 1833.

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ditos y agentes clip] imáticos de los otros Estados hispanoameri­ canos recién indepe idizados. En 1830 debe ordenar la expulsión de un venezolano ; de dos peruanos por intervenir en la po­ lítica interna del pa is. De la medida informa al Congreso de Ple­ nipotenciarios, orgí nismo que le responde "que para proceder del mismo modo en iguales casos, no necesitaba hacer uso de fa­ cultades extraordin, rias ni dar cuenta de lo obrado".32 En vísperas de la guerra con la Confederación Perú-bolivia­ na este problema s< acentuó, obligándolo a expulsar al encarga­ do de negocios de ' lolivia, Manuel de la Cruz Méndez, por esti­ mar que se encont 'aba coludido con sujetos que propiciaban el derrocamiento d< 1 gobierno y por "las amargas censuras que ha derramado por 11 prensa contra los actos de esta administra­ ción".’3 En este asj ecto, Portales fue categórico para negar el derecho a los diplo náticos extranjeros a publicar opiniones en la prensa respecto c e la política interna de los países en que es­ taban acreditados. I stimaba que la conducta de Méndez de "acu­ sar al Gobierno antj el pueblo por el órgano de la imprenta, es una conducta que r o sólo merece el título de indiscreta y poco circunspecta, sino < e indecorosa y ofensiva". Concluye que la función de los diplc máticos no es "dirigir la opinión del pueblo, sino ilustrar la del Gobierno en las materias en que los intere­ ses de su patria lo • xijan... en escritos y conferencias confiden­ ciales".34 Los ejemplos pj esentados son elocuentes muestras de la sen­ sibilidad de Pórtale ; para defender los derechos de Chile de la intromisión extranj» ra, intromisión que desde su perspectiva te­ nía origen en "núes ras debilidades y nuestros descuidos"3536 y en la falta de "circuns >ección y prudencia de los agentes diplomá­ ticos".31’ En carta a Manuel Zañartu, de 9 de abril de 1831, ma­ nifiesta que para "p mer término a la oficiosa e insultante inter­ vención de los fuñe onarios extranjeros en nuestros negocios in­ ternos, el primer m ;dio que debemos tentar es el de instruir a sus gobiernos de la conducta que observan", cosa que se había descuidado con fur estas consecuencias para Chile.37 Seis años 32 Barros Arana, I iego, ob. cit. (nota 5), XVI, p. 610. 33 Portales a Olaf ita, Santiago, 16 noviembre 1836, en El Araucano, Santiago, 7 enero 1837. 34 Portales a Olaf Jta, Santiago, 23 noviembre 1836, en El Araucano, 7 enero 1837. 35 Portales a Toce mal, 16 enero 1832, en Epistolario (nota 4), II, pp. 392-393. 36 Portales a Olaf íta, Santiago, 23 noviembre 1836, en El Araucano, 7 enero 1837. 37 Portales a Zañí rtu, 9 abril 1831, en Barros Arana, Diego, ob. cit., (nota 5), XVI, p. 178.

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más tarde, esta misma idea se recoge en El Araucano, cuyo edi­ torial del 17 de marzo de 1837 recomienda “examinar con mu­ cho escrúpulo las calidades de los agentes que se escogen para estos países, y de decidirse por aquéllos cuya cordura y madu­ rez alejen el temor de las discordias que pueden ser producidas por las faltas de estas prendas en un funcionario”. Concluye el editorialista —sin duda escribe bajo la influencia de Portales— que “los hombres somos naturalmente inclinados al abuso: y la posición ventajosa en que se encuentra un empleado de una gran nación, cerca de gobiernos débiles todavía por su infancia y la limitación de sus recursos, es una tentación a que difícilmente puede resistirse, sin que la propensión natural del corazón hu­ mano se halle refrenada por la moderación y la prudencia”.38

1.3.

El Reconocimiento

de la

Independencia

La sensibilidad de Portales respecto de la soberanía de Chile hi­ zo que también se interesara por que la independencia que se ha­ bía consolidado en el campo de batalla, fuera reconocida por potencias que hasta entonces no lo habían hecho, como Austria, Rusia, Prusia, Francia e Inglaterra, las cuales, junto a España, formaban parte de la Santa Alianza. En realidad sólo Portugal con Brasil y los Estados Unidos reconocían la independencia de los países de América española, y los Estados Unidos con expre­ sa declaración de neutralidad “en la guerra entre esos nuevos gobiernos y España”, y de rechazo a la posible intervención de otras potencias en América, la que, de producirse, consideraría una hostilidad hacia el mismo Estados Unidos.39 Portales, que en 1822 tuvo antecedentes de la declaración que hizo Monroe al Congreso, en lugar de alegrarse de su contenido, mostró rece­ lo, como se aprecia por el texto de la célebre carta que escribe a su socio Cea desde Lima, en marzo del citado año 1822. Dice Portales: “Parece algo confirmado que los Estados Unidos reconocen la independencia americana. Aunque no he hablado con nadie sobre este particular, voy a darle mi opinión. El Pre­ sidente de la Federación de N.A., Mr. Monroe, ha dicho: “recono­ ce que la América es para éstos”. ¡Cuidado con salir de una do­ minación para caer en otra! Hay que desconfiar de esos señores que muy bien aprueban la obra de nuestros campeones de libe­ ración, sin habernos ayudado en nada: he aquí la causa de mi 38 Editorial de El Araucano, Santiago, 17 marzo 1837. 39 Mensaje del Presidente James Monroe al Congreso de los Estados Unidos, 2 diciembre 1823, en García Gallo, Alfonso, Manual de Historia del Derecho Español, Madrid, 1964 II, p. 1104.

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temor. ¿Por qué est afán de Estados Unidos en acreditar minis­ tros delegados y en reconocer la independencia de América, sin molestarse ellos en nada? ¡Vaya un sistema curioso, mi amigo! Yo creo que todo e: to obedece a un plan combinado de antema­ no; y ése sería así: hacer la conquista de América, no por las armas, sino por la nfluencia en toda esfera. Esto sucederá, tal vez hoy no, pero n añana sí. No conviene dejarse halagar por estos dulces que lo: niños suelen comer con gusto, sin cuidarse de un envenenarme: ito”.40 En 1830, cuand o Francia e Inglaterra acababan de recono­ cer nuestra indeper dencia, se lamenta de la anarquía argentina ofreciendo su medí ición en el conflicto, al considerar que el ambiente de guerra civil que se vive en la vecina república co­ adyuvaba a los plai es de reconquista que aún acariciaba Espa­ ña y dejaba la impr :sión a las potencias europeas de "que es ne­ cesaria para nuestr; organización política una intervención apo­ yada por las armas ' y que no era improbable "que se inclinen a favorecer las pret insiones de la Corona de España, o que tra­ ten de dividirse lo: antiguos dominios de esta potencia en el continente, o que p< r lo menos quieran dictamos constituciones en que se consultar m sus intereses, y se desatenderán quizá los nuestros”.41 En defe isa de los mismos principios de autonomía nacional, durante la guerra que sostuvo Chile con la Confedera­ ción Perú-boliviana rechazó el arbitraje propuesto por el go­ bierno de Santa Crt ¿ que dejaba en manos de los encargados de negocios de Estado Unidos y de Francia y del cónsul general de Gran Bretaña la -esolución del conflicto, entre otros motivos por estimar que del ía evitarse "todo paso que pudiera dar mo­ tivo a la intervención de un influjo extraño en nuestras quere­ llas de familia”.42

2.

2.1.

PORTALES Y L iS RELACIONES EXTERIORES DE CHILE

Relaciones

co í los

Países Hispanoamericanos

Las guerras de la Ij dependencia y las gestiones para el recono­ cimiento de ésta es ablecieron nexos de amistad entre los dis­ 40 Portales a Cea, Lima, marzo 1822, en Epistolario (nota 4), I, pp. 176-177. 41 Portales al cor andante general de Córdoba, Santiago, 3 agosto 1830, en El Araucano, Santiago, 26 marzo 1831. 42 Portales a Trist in, Santiago, 24 febrero 1837, en El Araucano, San­ tiago, 10 marzo 1837.

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tintos países hispanoamericanos. Durante la década del 30, el go­ bierno chileno se propuso mantener estos vínculos practicando una política de estricta neutralidad, voluntad que quedó de ma­ nifiesto en el Mensaje del Vicepresidente Errázuriz al Congreso y en la respuesta de éste, el año 1831. En dichos documentos se insiste en que Chile no quiere dirigir la marcha política de sus vecinos, que respeta igualmente el derecho de todos y que pro­ curará celebrar tratados que protejan las personas y propieda­ des de los nacionales en el exterior y resuelvan puntos dudosos de derecho internacional que pueden ser causa de fricciones en­ tre los pueblos.4’ Durante ju primer Ministerio (1830-31), Portales fue un ab­ negado defensor de la paz en una Hispanoamérica asolada por la anarquía. En 1830 asume la representación del gobierno chi­ leno para mediar en los conflictos que dividen a las Provincias Unidas del Río de la Plata, que de unidas sólo tenían el nombre. Cuando toma esta iniciativa no lo hace por un altruismo pacifis­ ta simplemente, sino por el convencimiento íntimo de que la paz interna de Hispanoamérica era el mejor garante de su indepen­ dencia, como se indicó en páginas anteriores.43 44 A los pocos me­ ses de iniciada esta mediación, que fracasó por la oposición de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, Portales tuvo antecedentes del conflicto entre Perú y Bolivia que los puso al borde de la guerra. Tal como en el caso argentino, se escandali­ zó ante una controversia que a su entender afectaba "los inte­ reses generales de ambas repúblicas y aun de la América", por­ que —como hizo ver— "las revueltas y desavenencias nos alejan cada día más de las consideraciones que con un buen juicio me­ receríamos de los gabinetes europeos".45 La preocupación de Por­ tales por la estabilidad política de Hispanoamérica, y porque la anarquía sirviera de pretexto a las potencias para intervenir en los asuntos internos del continente, lo llevó a aceptar la media' ción solicitada al gobierno por el cónsul boliviano Dámaso Uriburu. Según Portales era necesario evitar la guerra, por cuanto ^'cualesquiera sean sus motivos parecerá escandalosa".46 43 Discurso del Vicepresidente de la República Femando Errázuriz al Congreso, Santiago, 1- junio 1831, en El Araucano, Santiago, 4 junio 1831. Respuesta de la Cámara de Diputados al discurso del Vicepresidente Femando Errázuriz, Santiago, 1? junio 1831, en El Araucano, Santiago, 30 julio 1831. 44 Portales al capitán general de Córdoba, Santiago, 3 agosto 1830, en El Araucano, Santiago, 26 marzo 1831. 45 Portales a Zañartu, Santiago, 23 noviembre 1830, en Epistolario (nota 4), I, p. 309. 46 Portales a Zañartu, Santiago, 26 marzo 1831, en Epistolario (nota 4), I, pp. 310-311.

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Considerando a fallida experiencia en la mediación argen­ tina y los obstácuk s que se podían interponer en ésta, en razón de que los presiden es de ambas naciones eran encarnizados ene­ migos, recomienda a Miguel Zañartu, encargado de la media­ ción, impida que ( hile sea desairado y proceda en consecuen­ cia, con la más est icta neutralidad.47 Si el gobierno chileno de entonces se preocupa de compo­ ner las diferencias :xistentes entre pueblos hermanos y busca la concordia interna c n los sumidos en la anarquía, con mayor ra­ zón cimienta sus re aciones con los otros Estados americanos en los lazos de amista 1. En 1831 se firma el Tratado de Paz y Co­ mercio con México y otro de Amistad y Comercio con Estados Unidos. Por esos : lismos años están en trámite tratados con Perú y Bolivia, que en definitiva fracasan, y se vive en armonía con el resto de os países, salvo tenues suspicacias respecto de Colombia por las p etensiones que años ha mostrara Bolívar por Chiloé.48 La solidaridad de Chile con los demás Estados hispanoame­ ricanos se fúndame ntaba en los vínculos que forjan la comuni­ dad de origen, part cipación conjunta en las guerras de Indepen­ dencia y en el esta! lecimiento de instituciones similares. Sin em­ bargo, la política a nistosa de Chile en sus relaciones exteriores tuvo también un el iro signo utilitario, estimulado por la necesi­ dad de desarrollar su industria y su comercio. En un párrafo del Mensaje de Prieto al Congreso en 1832 se lee: "porque somos amigos de todos k s hombres, la riqueza aumenta”,49 frase elo­ cuente que corrobc ra lo que acabamos de decir. A pesar de que la afirmación de P ieto tiene carácter general, en la práctica el gobierno discrimin » en favor de los nuevos Estados, reserván­ dose "en los tratad js de comercio la facultad de conceder favo­ res especiales a la: repúblicas hermanas, y aplicando con más liberalidad esta exc opción a aquellas que por su vecindad y por la naturaleza de su: productos parecían destinadas a formar con nosotros una confe leración más estrecha”.50 El gobierno estima­ ba que este modo le proceder afectaba momentánea y aparen­ temente al comerci) con las potencias, "porque todo lo que vi­ 47 Portales a Zar irtu, Santiago, 28 marzo 1831, en Epistolario (nota 4), I, pp. 310-311. Portales al cónsul de Bolivia, Santiago, 2 abril 1831, en El Araucano, Santiago, 16 julio 183 . 48 Sotomayor Val iés, Ramón, ob. cit. (nota 1), I, p. 364. 49 Discurso del P esidente Joaquín Prieto en la apertura del Congre­ so de 1832, en El Ara icano, 2 junio 1832. 50 Memoria del P l.inistro de Relaciones Exteriores Joaquín Tocornal, Santiago, 17 julio 183.1 , en Discursos de apertura en las sesiones del Con­ greso (nota 24), I, p. 156.

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vifique y fecunde nuestras fuentes interiores de prosperidad, au­ mentará en la misma proporción las demandas de nuestro mer­ cado y el movimiento del comercio extranjero en nuestros pue­ blos”.51 Según Mario Barros, esta política apuntaba a la consti­ tución de la Unión Aduanera Hispanoamericana, tan cara a To­ comal y Portales, a quien le habría impresionado el proyecto de Zollverein presentado a la Dieta alemana por Prusia en 1830.52 Para Sotomayor Valdés esta política del gobierno chileno de discriminar a favor de sus vecinos en las transacciones comer­ ciales, "significaba una excepción odiosa para el resto de las na­ ciones civilizadas de cuyo contacto tenía tanta necesidad, y era una infracción de los principios del libre cambio”.53 Por nuestra parte pensamos que era perfectamente coherente con la volun­ tad del gobierno de estrechar lazos con las demás repúblicas de origen español y tomar los principios económicos, como el librecambismo, como referencias que el gobierno debía aplicar de acuerdo a las conveniencias del país.54

Relaciones

2.2.

con

Perú

A pesar de la auténtica voluntad del gobierno de estrechar lazos con los países vecinos, Chile enfrentó graves desacuerdos con Perú. Ambos países se encontraban unidos por vínculos comer­ ciales más que seculares, que circunstancialmente se interrum­ pen durante las guerras de independencia, restableciéndose con la organización de la República. Al gobierno le interesaba que Perú iniciara el pago de la deuda que había contraído con Chile durante la Independencia y celebrar un tratado que regularizara las relaciones comerciales entre ambos. Con tal propósito, el año 1827 se envió a Pedro Trujillo como Ministro plenipotenciario ante el gobierno limeño; personero que estuvo sometido a bo­ chornosas dilaciones tanto por Luna Pizarro, nombrado por el gobierno peruano para la celebración del tratado, como por el propio Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Justo Figueroa. Trujillo presentó un proyecto de tratado que fue rechazado "sin glosar sus artículos, sin analizarlos, sin hacer observación alguna sobre ellos”.55 Ibídem. 52 Barros, Mario, ob. cit. (nota 1), p. 108. 53 Sotomayor Valdés, Ramón, ob. cit. (nota 1), I, p. 371. 54 La documentación del período deja en evidencia el marcado pragmatismo económico del gobierno. 55 Inserción de Pedro Trujillo en El Araucano, Santiago, 5 octubre 1832. 51

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Según el plenij otenciario chileno, el gobierno peruano mos­ traba desinterés po • el tratado de comercio y desviaba las con­ versaciones hacia 11 celebración de una alianza defensiva con Chile contra Bolíva ', al que definía como enemigo común, por encontrarse en gue ra con Colombia. Con bastante sentido del humor, Trujillo des :ribe la respuesta que obtuvo del Presidente del Perú y la de un< ■ de sus ministros a su proposición: “Preciso es hacer, me dijere ti, un tratadito de otra especie, que las cir­ cunstancias reclame n. Este tratadito era nada menos que el que Chile se compróme iese en la lucha con Colombia. El Ministro quería dos batallón 'itos. El Presidente, dos buquecitos para au­ mentar la escuadra' . Agrega que en cuanto al tratado de comer­ cio, “en concepto c e ellos, toda rebaja de importación es una donación a Chile, y es hacer a esta República el estanco del Pe­ rú”. Concluye que < n las negociaciones al gobierno peruano no le importó que el t 'atado comportara beneficios recíprocos pa­ ra ambos países en o referente al fomento de la producción y la comercialización de algunos artículos, pero sí se preocupó de lo que dejaría de j ercibir en la aduana por sus importaciones de trigo.56 Trujillo s : retiró de Lima el 12 de febrero de 1829 sin haber conseguido u i tratado de comercio ni el compromiso del gobierno peruano d: comenzar a servir la deuda contraída con Chile. Durante el prim ir ministerio de Portales se reanudan las con­ versaciones con el g obiemo peruano al enviar Chile como pleni­ potenciario a Migu( 1 Zañartu. Este presenta sus cartas creden­ ciales el 7 de nov embre de 1830. Para entonces Chile “pro­ pendía, cada vez mi s, a subordinar sus tratados internacionales a fines estrictament ?, mercantiles”,57 motivo por el cual Portales, en cuanto Ministro de Relaciones Exteriores, miraba con espe­ cial interés la reani dación de las conversaciones. Recién insta­ lado Zañartu en el Perú, recibe una carta de Portales, quien, con su característico sentido del humor, le manifiesta que cuen­ ta con todo el apoy > del gobierno, pero que si fracasa en la mi­ sión, él se empeñar; i. de matarlo de hambre, porque —como ex­ plica— en el tratade se juega su reputación y la suerte de la agri­ cultura chilena. Los huasos —le comenta— tienen la vista fija en él y "que si no ac elera y concluye un tratado al gusto de ellos, le recibe con piedra •: en las manos cuando vuelva”; pero que si, en cambio, tiene éx to y además llega a un acuerdo en el pago de la deuda peruan i., debe contar “con que será colocado en el mejor altar de núes ra catedral, sin perjuicio de una estatua que 56 Ibídem. 57 Sotomayor Vale és, Ramón, ob. cit. (nota 1), I, p. 371.

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le erigiremos en la Plaza de la Independencia .58 A pesar del to­ no chusco, la carta trasluce el sentimiento del gobierno chileno sobre el asunto. No se pretendía, como erróneamente pensaba el gobierno de Estados Unidos, “ajustar un tratado, concediéndose recíprocamente la introducción exclusiva de sus trigos y azúca­ res”, sino otorgarse “moderados favores mutuos, dejando abier­ tos los mercados de una y otra a los trigos y azúcares de las de­ más naciones”.59 Es una política reiterada en las Memorias del Ministerio de Relaciones Exteriores, que se resume en la siguien­ te frase de la del año 1835: “imparcialidad para con las nacio­ nes extranjeras” y “favores especiales a las repúblicas herma­ nas”.60 No obstante el interés y buena disposición del gobierno chi­ leno, Zañartu se encontró con obstáculos parecidos a los de Trujillo en el desempeño de su gestión. El trigo, nuestro principal rubro de exportación, que antes de la Independencia pagaba el impuesto de 1 real por fanega, en 1830 pagaba 3 pesos. Su ex­ portación continuaba siendo rentable, porque en el Perú existía prohibición de importar harina; prohibición que se suspendió provisionalmente en 1831, con inmediato daño para el comercio del grano, debido a la competencia de la harina norteamericana. A este contratiempo se suma un decreto del gobierno peruano que exige pagar en un plazo muy corto los derechos de importa­ ción en relación con otras importaciones de productos extranje­ ros. También se obligó a los consignatarios de trigos a retirarlos de la playa en el término de ocho días, o pagar el total del dere­ cho en dinero efectivo, cuando hasta entonces un tercio se po­ día pagar en bonos de Ja deuda nacional, obtenidos al 25%.61 Estas exigencias imposibles de cumplir por parte de los im­ portadores de trigo, como lo reconocía incluso la prensa perua­ na,62 terminarán por convencer al gobierno chileno que su simi­ lar del Perú, en lugar de querer un tratado que dinamice los in­ tercambios, intenta desplazar del mercado peruano los produc­ tos chilenos y, específicamente, el trigo. Según un editorial de 58 Portales a Zañartu, Santiago, 23 noviembre 1830, en Epistolario (nota 4), I, p. 308. 59 El Araucano, Santiago, 2 octubre 1830. 60 Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores Joaquín Tocor­ nal, Santiago, 17 julio 1835, en Discursos de apertura en las sesiones del Congreso (nota 24), I, p. 156. 61 Sotomayor Valdés, Ramón, ob. cit. (nota 1), I, p. 378. 62 En El Mercurio peruano N- 1.503 se critica la medida del gobierno que obligaba a levantar el trigo de la playa en ocho días, pronosticando que el decreto que ordenaba esta medida no podía cumplirse, "porque aquel que ordena un imposible, está ordenando el desobedecimiento”. En El Araucano, Santiago, 9 noviembre 1832.

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El Araucano de ag >sto de 1832, constituía un despropósito que "Chile sea un men ado libre para los frutos de aquel país; que mientras la azúcar paga aquí sólo el 20% con arreglo a un bajo avalúo, y a largos plazos, al trigo se le cobre en Lima 3 pesos por fanega sin coi sideración ninguna al precio del mercado". El editorial propic a la toma de represalias "para hacer enten­ der al gobierno peí aano que no desconoce sus desprecios" y su­ giere destinar las £ 0.000 a 100.000 fanegas exportadas al Perú a otros mercados. Y como medida concreta recomienda pedir al Congreso una ley q le grave con 2 ó 3 pesos cada arroba de azú­ car del Perú.63 Seis días después de publicado este editorial, que se debe a la pluma de Manuel José Gandarillas, se promulga la ley del 16 de agost > de 1832 que grava con 3 pesos por arroba los azúcares y chai cacas peruanas. j Portales, que y i había abandonado sus funciones de minis­ tro, encontrándose en Valparaíso dedicado a la actividad comer­ cial, desaprobó la : nedida por estimar que ponía a Chile frente a una difícil disyu itiva, pronosticando con gran percepción el curso que tomaría i a futuro las relaciones comerciales entre Chile y Perúj En cí rta a Garfias, de 30 de agosto de 1832, le se­ ñala: "Hemos pues to a los azúcares peruanos 3 pesos en arro­ ba, resolución que ] rnede muy bien arrancar o mover al gobierno peruano a tomar k medida de gravar por ejemplo con un 20% las mercaderías qu< se internasen en sus puertos después de ha­ ber pasado por el c e Valparaíso. Y he aquí un paso que destrui­ ría nuestros almac mes de depósito y nuestro comercio, y en­ tonces no habría o ro recurso que volver atrás, con la más ver­ gonzosa degradacic ¡i, y liberarles los azúcares de todo derecho si así lo querían 1c s peruanos, o irnos sobre ellos con un ejér­ cito".64 El peligro, segi n Portales, no consiste en que Perú grave las mercaderías en trái sito, por las cuales sólo se obtienen $ 56.000 en impuestos, sino "todas las que se introdujesen en sus puer­ tos después de hab r tocado en Valparaíso”.65 Una represalia co- mo la que él teme, determinaría que la mayoría de los buques cuyas mercaderías tenían como destino el Callao y otros puer­ tos hasta el de San Blas, no tocaran Valparaíso, salvo que toda la carga estuviese < estinada a éste, lo que era excepcional. Por consiguiente, manil iesta que Chile perdería no sólo el 3% por el derecho sobre h s mercaderías en tránsito, "sino el derecho 63 Editorial de E Araucano, Santiago, 10 agosto 1832. 64 Portales a Garl as, Valparaíso, 30 agosto 1832, en Epistolario (nota 4), II, pp. 270-275. 65 Portales a Gai ñas, Valparaíso, 2 septiembre 1832, en Epistolario (nota 4), II, pp. 278-2! 7. . •• ■

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de almacenaje y de los considerables gastos que hace un buque en la bahía: de composturas y recorridas, de rancho para las tripulaciones, de gastos de jornales, y aun de los socorros que reciben las tripulaciones y que quedan en las pulperías de Val­ paraíso: gastos de aguada, etc., etc.”.66 En suma, desaprueba el impuesto de 3 pesos sobre los azúcares y chancacas y cualquier otro tipo de sanciones económicas, por estimar que las que po­ dría tomar Perú en este campo serían peores para Chile. Sugie­ re, en cambio, intimidar al Perú, aparentando una buena prepa­ ración militar, a modo de evitar las supuestas represalias eco­ nómicas peruanas. Desaprueba marchar a la guerra en un año y medio más, como sugiere Victorino Garrido, porque considera que las medidas económicas que podría en el intertanto adoptar Perú serían ruinosas a nuestra economía. Recomienda preparar­ se militarmente para eventuales contingencias, pero insiste en que con una actitud "hostil e imponente”, con "apariencias”, se podría lograr lo mismo que con la guerra.*67 Tal como Portales pronostica, el gobierno peruano de Gamarra respondió con nuevas represalias, como la de exigir el pa­ go de los 3 pesos por fanega de trigo integralmente en dinero. El comercio cayó en postración y las relaciones con Perú se torna­ ron aún más difíciles, hasta culminar con el retiro del ministro plenipotenciario de Chile en Lima.68 El reemplazo de Gamarra por Orbegoso en la presidencia del Perú, a fines de 1833, provo­ có una distensión temporal de las relaciones chileno-peruanas. La Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores del año 1834 da testimonio de este hecho al sugerir que debe mantenerse un agente diplomático en el Perú y dar cuenta que se tiene conoci­ miento de que un agente peruano pasará a Chile a reiniciar las conversaciones para oficializar un tratado comercial.69 Este agen­ te, Santiago Tabara, efectivamente llega a Chile como ministro plenipotenciario a fin de resolver los problemas económicos pen­ dientes y firmar un tratado de comercio. Tabara mantuvo inter­ cambio epistolar con Portales, quien, a pesar de no formar par­ te del gobierno, estuvo dispuesto a conversar sobre las cláusulas del tratado con el plenipotenciario, siempre que "éste quiera trasladarse a Valparaíso con este objeto”.70 Finalmente, el peruano estudió las cláusulas del tratado de amistad, comercio y navegación con Rengifo, suscribiéndolo el

67 68 » 70 (nota

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Ibídem. Ibídem. Sotomayor Valdés, Ramón, ob. cit. (nota 1), I, p. 368. Ibídem, 369. Portales a Garfias, Valparaíso, 5 noviembre 1834, en Epistolario 4), III, p. 343.

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20 de enero de 183.' . Ratificado por el Congreso de Chile en unas pocas sesiones y si i mayor oposición (29), el siguiente paso con­ sistió en investir a. cónsul de Chile en Perú, Ventura Lavalle, co­ mo encargado de . negocios y comisionarlo para el canje de las ratificaciones. En zísperas de iniciarse esta negociación diplo­ mático-comercial, j .1 Araucano informa del movimiento militar del 23 de febrero le 1835 encabezado por Salaverry, el jefe de las fortalezas del Callao, contra el Presidente Orbegoso. Se^ún esa información, Orbegoso, vencido, abandona Lima el 24 de fe­ brero, siendo ésta ncupada "por el nuevo Jefe Supremo, que ha enviado una partid i de tropa en seguimiento de los fugitivos".71 Las informaciones que dan a Orbegoso por perdido, se repiten en este periódico hasta el mismo día 19 de junio de 1835, fecha en que Lavalle es nvestido como encargado de negocios en Li­ ma.72 Teniendo en - uenta estas circunstancias, el 23" de junio de 1835 Lavalle negocia la ratificación del tratado con Salaverry, que por entonces ontrolaba Lima y la mayor parte del Perú, salvo Arequipa ocu ?ada por Orbegoso. La ratificación del trata­ do es celebrada po ■ ambos gobiernos; en Chile se decretó ador­ nar durante tres d as las puertas y balcones, se iluminaron las casas y hubo repiq le de campanas.73 Para el gobierno chileno el tratado regulariza!: a relaciones comerciales siempre inestables, debido a la endéir ica anarquía política peruana. Salaverry, en cambio, lo valorizó no por los aspectos económicos que involu­ craba, sino por ent nderlo como un acto de reconocimiento a su gobierno.74 A los pocos me ses de ratificado el tratado, la hegemonía de Salaverry sobre el territorio peruano se torna incierta, a causa de la ayuda milita que recibe Orbegoso del ejército boliviano comandado por el ] residente Santa Cruz. Aprovechando esta cir­ cunstancia, el gobi( rno de Orbegoso gestiona ser reconocido co­ mo el único legítirr o del Perú, y manifiesta que el gobierno chi­ leno ha sido sorprc adido al reconocer a Salaverry, a quien cali­ fica de usurpador.7- El gobierno de este último, en cambio, des­ califica al de Orbej oso, denunciando que éste, en carta suscrita en Vilque el 8 de j mió de 1835, le transmitió el mando militar de su ejército a Sí ata Cruz y el político en los territorios que pueda ocupar el eje rcito peruano-boliviano.76 Portales, que a par­ 71 72 7J 74 75 tiago, 76 tiago,

El Araucano, í antiago, 10 abril 1835. Ibídem. El Araucano, $ antiago, 30 julio 1835. Carcovich, Lui:, ob. cit. (nota 1), p. 18. Sierra a Porta] js, Arequipa, 11 octubre 1835, en El Araucano, San­ 28 octubre 1836 Pardo a Portal s, Santiago, 10 diciembre 1835, en El Araucano, San­ 26 octubre 1836

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tir de septiembre de 1835 vuelve al gobierno en las cartelas de Interior, Guerra y Relaciones Exteriores, se ve obligado a enca­ rar esta controversia. Reitera su voluntad de no mezclarse en las disensiones internas de los países hispanoamericanos, salvo si está en juego la propia independencia nacional. Respecto a la guerra civil que mantenía dividido al Perú, es de opinión que se/ trata de un asunto que debían dirimir los propios peruanos, pos­ tulando que nada obliga al gobierno a suspender las relaciones con ninguna de las partes en conflicto, para concluir que lad “dos facciones son como dos estados distintos para las naciones, extranjeras, que no desean tomar parte en la guerra”.77 La política de Chile en esta ocasión es la, misma aplicada por el gobierno en 1823, cuando también había dos gobiernos en el Perú —uno en Lima y otro en Trujillo—: reconoce_a-ambos “como representantes de dos gobiernos de facto”.78 Esta prác­ tica no era inusual; muy por el contrario. Estados Unidos, Fran­ cia e Inglaterra, por ejemplo, reconocían de hecho a los países hispanoamericanos, sin por ello desconocer los títulos de Espa­ ña sobre nuestro continente: situación que Portales le recuerda al Ministro Secretario General del Perú.79 Consecuente con esta política, el gobierno chileno admitía a los representantes diplo­ máticos de ambos gobiernos peruanos, sin dejar de precisar el carácter en que eran recibidos. En vísperas de la entrega de cre­ denciales de José de la Riva Agüero, encargado de negocios de Orbegoso en Chile, Portales le expresa que el acto en que va a participar "no envuelve de ninguna manera el reconocimiento, de los títulos de justicia que favorezcan a su gobierno”.80 En si­ milares términos se dirige Portales a Felipe Pardo, diplomático de Salaverry en Chile, en la nutrida correspondencia que man­ tiene con él los últimos meses de 1835.81 La confusa situación diplomática se despeja después de la derrota de Salaverry a manos del ejército del Presidente de Bolivia, Andrés de Santa Cruz. Poco a poco éste irá consolidando su poder hasta alcanzar el mando supremo de la Confederación Perú-boliviana, integrada por los Estados Norte y Sur peruanos y Bolivia. Mientras se desarrolla este proceso, las relaciones en­ tre Chile y Perú se tornan cada vez más tensas debido al resen­ 77 Portales a Sierra, Santiago, 1° diciembre 1835, en El Araucano, Santiago, 28 octubre 1836. 78 Editorial de El Araucano, Santiago, 20 noviembre 1835. 79 Portales a Sierra, Santiago, 1? diciembre 1835, en El Araucano, Santiago, 28 octubre 1836. 80 Portales a Riva Agüero, Santiago, 18 noviembre 1835, en El Arau­ cano, Santiago, 4 noviembre 1836. 81 El Araucano, Santiago, 28 octubre 1836.

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timiento de Orbeg >so contra Chile, a causa del reconocimiento que había prestadí a Salaverry y por haber aceptado que fuera éste quien ratifica] a el tratado de comercio del 20 de enero de 1835. En represalia, el Presidente peruano se propuso descono­ cer dicho tratado / plantear una nueva política comercial res­ pecto a Chile. La singularida 1 de esta política reside en que rechaza los favores mutuos en os tratados y no hace distingo entre los países hispanoamericanos y los extranjeros, como era la tónica en la política de relación ís exteriores de los Estados recién independi­ zados de América < spañola. En el derrotero que siguió Perú, in­ fluyó el cónsul británico en Lima, que se pronunció en contra del tratado comerc al chileno-peruano por estimar que sus cláu­ sulas perjudicaban los intereses británicos “porque establecen favores recíprocos que no pondrían a la Gran Bretaña en el pie de la nación más favorecida, si llegase a celebrarse con ella un tratado’’.82 El ministro de Hacienda de Orbegoso, Juan García del Río, suscribe la opi uión del cónsul y agrega otras razones por las cuales el tratado cc n Chile había de ser desechado. Dice García dd Río: — — —

— —

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que el tratado es perjudicial porque sus cláusulas “afianzan a Chile su ac1 ual supremacía comercial en detrimento de Perú”; que Perú tiene como objetivo abrirse al comercio con todo el mundo, lo c ue no podría cumplir debido al tratado que asegura a Chil s una serie de ventajas; que Chile tien• ventajas geográficas sobre el Perú —posi­ ción de Valpar liso respecto del Callao en relación a la ruta del Cabo de H oraos—, que éste debe contrapesar “por me­ dio de reglanu ntos y disposiciones mercanti es”; que en la prác tica el Callao era tributario de Valparaíso y debía procurar se devolverle su pasada consideración; que los tratad )s que otorgan favores particulares perjudi­ can a los pueb os, porque lo que corresponde es tratar a to­ dos en condic ones de igualdad (repite el argumento del cónsul británic j en Lima); que la recipro :idad perfecta no existe. Que Chile, con las mismas franquicias que goza Perú, se beneficia más porque su marina mei cante es mayor; que por concepto de rebajas a la importación de trigo, Pe­ rú pierde $ 21i .000, mientras que Chile sólo pierde $ 35.000 por las rebaja; a la importación de azúcares y chancacas; que el tratado sólo beneficia la exportación de azúcar, ya 32 Ibídem.

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que se exporta poco aguardiente y el tabaco se vende con escasa ganancia para el estanco; — que Europa es mejor mercado que Chile para el azúcar.83 Estos fundamentos habían decidido a Orbegoso, en enero de 1836, a anular el tratado con Chile, aunque prorroga su vigencia por cuatro meses más para que una medida tan intempestiva no perjudique al comercio.84 En conocimiento de la voluntad del gobierno peruano de anular el tratado, el Ministerio de Hacien­ da de Chile impone el pago de fianza a los consignatarios de mer­ caderías privilegiadas, en virtud de él, que se desembarquen de los buques peruanos y chilenos en los puertos de la República, hasta conocer el tratamiento legal que tendrán los productos chilenos en el Perú.85 Tal como se había anunciado, una vez que se cumple la pró­ rroga de cuatro meses otorgada al tratado de 1835, Orbegoso, por decreto de 16 de mayo de 1836, restablece el comercio de Pe­ rú con Chile al pie en que estaba antes del 20 de enero de 1835, salvo el trigo y la harina que ahora pagarán 2 pesos por fanega y 5 pesos 3 reales dos tercios por saco de 200 libras, respectiva­ mente. Además, en represalia por el decreto del Ministerio de Hacienda chileno, se establece el pago de fianza a los consigna­ tarios de mercaderías chilenas desembarcadas en Perú, el equi­ valente al doble de esos derechos, cuya cancelación se exigiría si Chile cobrase a los azúcares peruanos más derechos que los correspondientes a las dos terceras partes de los de internación que pagase igual artículo de la nación más favorecida. Por últi­ mo, se establece que los efectos, productos y manufacturas de Chile cancelarán en Perú los mismos derechos que los del resto del mundo.86 La nueva política comercial peruana provocó molestias no solamente en Chile, sino también en el Perú. El Tribunal del Con­ sulado de Lima, aludiendo a las críticas que se hacían al tratado con Chile, manifiesta que es normal que un tratado implique ventajas y desventajas, pero que ello no es motivo para desahu­ ciarlo, abogando, en cambio, por que se mantenga.87 Por su par« Informe de Juan García del Río, Ministro de Hacienda de Orbego­ so, sobre el tratado de comercio de 20 de enero de 1835, Lima, 16 mayo 1836, en El Araucano, Santiago, 24 junio 1836. 84 Decreto de Orbegoso de 14 de enero de 1836, en El Araucano, San­ tiago, junio 1836. 85 Decreto del Ministerio de Hacienda, Santiago, 23 febrero 1835, en El Araucano, Santiago, 26 febrero 1836. 86 Decreto de Orbegoso, Lima, 16 mayo 1836, en El Araucano, Santia­ go, 24 junio 1836. 87 Representación del Tribunal del Consulado de Lima, 17 mayo 1836, en El Araucano, Santiago, 24 junio 1836.

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te, el apoderado c el comercio de Lima estimaba que convenía mantener el trata< o de comercio con Chile, concebido sobre la base de favores mutuos, teniendo presente que la balanza co­ mercial con Chile era favorable al Perú en $ 518.860, toda vez que en Chile se cc asumían productos peruanos por un valor de $ 754.700, mientra que en Perú el valor de los productos chile­ nos importados al :anzaba sólo la suma de $ 235.840,88 Pero, se­ gún el periódico p ?ruano El Redactor, la balanza comercial del Perú era desfavon ble en $ 171.834,4, porque mientras Chile ex­ portaba mercader] is por un valor de $ 629.800, consumía pro­ ductos peruanos p >r valor de $ 458.317,4. Lo más grave, a juicio de El Redactor, re mesentante de la opinión oficial del gobierno, no radicaba en es e déficit, sino en que de los $ 12.000.000 que alcanzaba el tráfic > comercial en el Pacífico, de los cuales a Pe­ rú correspondían • .nos $ 7.000.000 “en tiempos tranquilos”, por Valparaíso pasaba n dos tercios, “en lugar de venir en dere­ chura”.89 De los arguiru ntos esgrimidos por el Ministro de Hacienda del Perú y el perr >dico citado, puede deducirse que uno de los objetivos principa es de la política comercial del gobierno de Orbegoso consistí; en procurar que el tráfico se dirigiera “en derechura” al Cal ao, sin hacer escala en Valparaíso. Portales, que ya en 1832 ha >ía temido una política con estas característi­ cas por parte del i ’erú, y frente a la cual no veía sino dos alter­ nativas, humillarse o la guerra,90 debía ahora como ministro en­ carar el delicado ; sunto. Tal como en aquella oportunidad, de­ clara que Perú “ti< ne facultad para sujetar nuestro comercio en sus puertos a las audiciones que quiera”, pero que es inadmi­ sible la pretensión peruana para que a sus azúcares no se les co­ bre un impuesto r lás allá de lo que su gobierno trata de impo­ ner, bajo amenaza de excluir los productos chilenos de sus mer­ cados, lo que en la práctica venía a significar la fianza fijada por Perú.91 La actitud ■ el gobierno de Orbegoso que Portales califica de inamistosa, no se puede comparar con la política postulada por el gobierno ch leño, que el año 1835 recomendaba que en los tratados se debíar “conceder favores especiales a las repúblicas hermanas”, procu ando usar “con más liberalidad esta excep88 Representació i de Tiburcio Roldán, apoderado del comercio de Lima al Ministro de hacienda del Perú, s.f., en El Araucano, Santiago, 24 junio 1836. 89 Editorial de 1 l Redactor peruano, en El Araucano, Santiago, 24 ju­ nio 1836. 90 Véase nota 6l. 91 Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores Diego Portales al Congreso, Santiago, ( julio 1836, en Discursos de apertura en las sesiones del Congreso (nota 4), I, pp. 178-179.

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SANTIAGO LORENZO SCHIAFFINO

ción a aquellas que por su vecindad y por la naturaleza de sus productos parecían destinadas a formar con nosotros una con?ederación más estrecha”.92

2.3.

Guerra con

la

Confederación Perú-boliviana

Coetáneamente a esta tensión entre ambos países, se tuvo cono­ cimiento en Chile de que a comienzos de julio de 1836 zarpaba del Callao una expedición al mando de Ramón Freire, integrada por refugiados chilenos, con el fin de apoderarse de Chiloé y desde allí iniciar un levantamiento contra el gobierno de Prie­ to.93 El tema de Freire y de los refugiados estaba en el tapete en Chile desde que aquéllos habían emigrado al Perú, después de Lircay. En El Araucano y en la correspondencia de Portales, por ejemplo, hay continuas alusiones a supuestos planes fraguados por los refugiados para alterar el orden interno y desestabilizar el gobierno.94 Sin embargo, cuando se efectúa la mentada expe­ dición, ésta tomó de sorpresa a las autoridades. Las informacio­ nes de Ventura Lavalle, encargado de negocios de Chile en Lima, de que la expedición se llevaba a cabo en buques de la armada peruana —la fragata Monteagudo y el bergantín Orbegoso— arrendados por dicho gobierno, hicieron suponer que éste esta­ ba involucrado en los planes de Freire. Sin embargo, el gobierno chileno al comunicarlo al Congreso manifiesta que mientras no se corroboren sus sospechas, no mirará "como rota la paz entre las dos naciones”.95 Pocos días después, con motivo del apresamiento de la Mon­ teagudo, los testimonios de su tripulación y la documentación incautada permitieron establecer los siguientes hechos: 92 Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores Joaquín Tocornal al Congreso, Santiago, 17 julio 1835, en Discursos de apertura en las se­ siones del Congreso, (nota 24), I, p. 156. 93 El Araucano, Santiago, 21 julio 1836. 94 Las referencias más importantes en El Araucano, Santiago, 2 abril 1831, 14 abril 1832 y 22 noviembre 1833, y en Epistolario, (nota 4), Porta­ les a Zañartu, Santiago, 26 marzo 1831, I, pp. 310-311; Portales a Garfias, Valparaíso, 28 febrero 1832, I, p. 447; Portales a Tocornal, Valparaíso, 3 septiembre 1834, III, pp. 308-309; Portales a Garfias, Valparaíso, 5 septiembre 1834, III, p. 311; Portales a Garfias, Valparaíso, 26 septiembre 1834, III, pp. 321-324; Portales a Garfias, Valparaíso, 3 noviembre 1834, III, pp. 336-337. 95 Informe de Prieto al Congreso, Santiago, 28 julio 1836, en El Arau­ cano, Santiago, 29 julio 1836.

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que el gobierne» peruano había puesto en manos de un par­ ticular sin fon una, de apellido Quiroga, una propiedad del Estado de tañí o valor como la fragata Monteagudo; — que se admitió fianza de José María Barril, expatriado chi­ leno sin "biene •; de ninguna clase ni en Chile ni en el Perú”, que además se embarcó en la Monteagudo haciendo ilusoria la responsabili lad; — que el buque s í entregó con 12 cañones y 120 balas, en cir­ cunstancia que se había arrendado para comerciar con Gua­ yaquil; — que habiéndos* divulgado el 7 de julio, en el Callao, que la f ragata Flor de l Mar venía a dar aviso del zarpe de la Montcagudo y el ('rbegoso, el gobierno peruano ordenó en la mañana del di t siguiente el cierre del puerto para evitar el zarpe de la fr igata mencionada, lo que no se pudo evitar porque ya hab a hecho abandono de la bahía; — que en la expe lición estaban manifiestamente involucrados Orbegoso y lar ibién Andrés de Santa Cruz, que manifestaba "un deseo secr ito de comprender a Chile en un plan de engrandecimientc ”; — que los expedí* ionarios al mando de Freire "no son sino los heraldos de oí ras expediciones menos débiles, y más peli­ grosas para la independencia de Chile”.96 —

Sobre la base le estos antecedentes que muy pronto se ve­ rán plenamente cor firmados con el apresamiento de Freire,97 Por­ tales ordena que traordinarias que le excusen; pero, entre tan­ to, mucho padece r li corazón, especialmente por ver que la obra llegó hasta la mita i, y que sin necesidad alguna se suspendiese la importante ejecución del resto”.102 Cuando alude a "ciertas blanduras y cortes as inoportunas”, está dando a entender que Garrido fue enviad > en una expedición de represalia y de auto­ defensa y no a cel Erar un convenio. Respecto de que "la obra llegó hasta la mita i”, quiere significar que no se apresó a toda mes, quedando restal: ecidas todas las relaciones de buena amistad entre ambos gobiernos sin restricción alguna. 8? A consecuencia de lo prevenido en el artículo anterior, el Encar­ gado de Negocios de Chile D. Ventura Lavalle, que salió de la capital de Lima el 22 del corriel te, podrá volver y permanecer en ella para arreglar sus negocios particul res todo el tiempo que estime conveniente. 9? Esta convenció i tendrá su vigor y fuerza tan luego como sea rati­ ficada por el Gobier io del Perú; lo que se verificará en el término de veinticuatro horas, d biendo el de Chile ratificarla igualmente en el de cincuenta días o ante ; si fuera posible, y para cuyo efecto se firman dos de un mismo tenor. En fe de lo cual la firmamos los infrascritos y refrendamos por los respectivos secretario ;, a bordo de la fragata de guerra de S.M. Británica Talbot al ancla en 1e rada del Callao, a las 4 de la tarde del día 28 de agosto de 1836”. Vict< riño Garrido.— Ramón Herrera. {El Araucano, San­ tiago, 30 septiembre 836).

101 Garrido a Po tiago, 30 septiembre 102 Portales a Bl¡ tolario (nota 4), III,

tales, Aquiles, 29 agosto 1836, en El Araucano, San­ 836. neo Encalada, Santiago, 24 septiembre 1836, en Epis­ pp. 458-459.

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la flota peruana y no se puso en crisis la existencia de la Con­ federación, que es por entonces, como quedó dicho, su objetivo principal. Inmediatamente después de desahuciado el convenio de Ga­ rrido, Portales se pone en campaña para enviar una nueva ex­ pedición al Perú a cargo de Manuel Blanco Encalada, y que lle­ vará como ministro plenipotenciario a Mariano Egaña, con ins­ trucciones de comunicar al gobierno peruano el rechazo del con­ venio y de exigir la disolución de la Confederación. Blanco En­ calada, por su parte, debe hostilizar para, con la ayuda de las armas, conseguir la victoria diplomática encomendada a Ega­ ña.103 Mientras el gobierno chileno se encontraba empeñado en estos trámites, el peruano hacía regresar de Europa a Casimiro Olañeta para que en calidad de ministro plenipotenciario cele­ brase con Chile “un tratado definitivo de amistad y comercio’’.104 Por la comisión que viene a cumplir Olañeta, se aprecia que el gobierno peruano estimaba que un tratado de comercio y de amistad era suficiente para limar las asperezas entre los dos go­ biernos y relegar al olvido la fracasada expedición de Freire. Tanto Olañeta como el encargado de negocios de Bolivia, Ma­ nuel de la Cruz Méndez, trataron de evitar que la misión Egaña se llevase a cabo, aduciendo que la presencia de la escuadra se­ ría interpretada en Perú como una intimidación, frustrando así las conversaciones y conduciendo a ambos países irremisible­ mente a la guerra.105 Portales desecha la recomendación, reite­ rando que la equívoca actitud del gobierno de Santa Cruz “le ha obligado a tomar medidas de seguridad y precaución que en otras circunstancias hubieran parecido superfinas”.106 Por cartas de Portales a Blanco Encalada, antes de la parti­ da de esta nueva expedición, queda en evidencia el sentido que el Ministro le atribuye a la empresa. En una del 10 de septiem­ bre de 1836 le dice que el triunfo de sus armas significará “la se­ gunda independencia de Chile”, agregando que “la Confedera­ ción debe desaparecer”, porque de lo contrario “ahogaría a Chi­ le antes de muy poco”.107 En otra, de 17 de octubre de 1836, en vísperas de ordenar el bloqueo de los puertos peruanos, le indi­ 103 Portales a Blanco Encalada, Santiago, 10 septiembre tolario (nota 4), III, pp. 452-454. 104 Méndez a Portales, Santiago, 30 septiembre 1836, en 14 octubre 1836. 105 Méndez a Portales, Santiago, 5 octubre 1836, en El octubre 1836. 106 Portales a Méndez, Santiago, 6 octubre 1836, en El octubre 1836. 107 Portales a Blanco Encalada, Santiago, 10 septiembre tolario (nota 4), III, pp. 452-454.

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1836, en Epis­

El Araucano, Araucano, 14 Araucano, 14 1836, en Epis­

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ca: "... no debe es liarse, como me dice, mirando entrar y salir buques, sino hostil zando; debe usted tomar buques peruanos, hacer hostilidades m los puertos, desembarcar donde no haya guarnición que se lo impida, apoderarse de las propiedades fis­ cales donde pueda, etc.”, y concluye: "Adiós, por última vez: no se venga usted sin glorias de algún género, porque con la bate­ ría de San Antonic mando a echar a pique la escuadra con Al­ mirante y todo”.108 Por todos estos datos se puede apreciar que la misión de Egaña; que arriba al Callao el 30 de octubre de 1836, tenía el carácter d • un ultimátum para la Confederación Perúboliviana. Como en dable suponer, a llegada de la escuadra fue interpretada como una provocación por las autoridades perua­ nas, prohibiéndole lesde luego la entrada a puerto. Pusieron co­ mo condición pare iniciar las conversaciones con el ministro plenipotenciario ch leño, que la escuadra se retirase de las cos­ tas, no hostilizara as propiedades del gobierno, ni impidiera la reunión o aumente de la armada peruana.109 Egaña, verdadera­ mente interesado t n poder cumplir su misión, pero al mismo tiempo con instruc ñones precisas de Portales en el sentido de que durante las co (versaciones no se debía menoscabar la ven­ tajosa situación mi itar de Chile, manifiesta al gobierno peruano que Chile se consic eraba amenazado y, por consiguiente, obliga­ do a adoptar precí uciones, que la escuadra no hostilizará pro­ piedades peruanas r se mantendría alejada de la costa, salvo pa­ ra renovar su agua la; pero que impediría la reunión y aumento de las fuerzas nav des de Perú hasta que un convenio hiciera inútiles tales medí as.110 El gobierno peruano no aceptó iniciar las conversaciones bajo tales condiciones, debiendo Egaña abandonar la bahú del Callao, después de comunicar al gobier­ no de Santa Cruz ( ue debía "mirarse como declarada la guerra entre Chile y el go tierno de los Estados Ñor y Sur-peruanos”.111 Al proceder de este modo, Egaña cuenta con el beneplácito no sólo del gobien o sino también del Senado, que el 10 de oc­ tubre de 1836 hab a acordado que de no obtener del Perú las "reparaciones adec ladas a los agravios que éste ha inferido a Chile, bajo condic ones que afiancen la independencia de esta República, declare la guerra a aquel gobierno”.112 ios Portales a Blz acó Encalada, Santiago, 17 octubre 1836, en Episto­ lario (nota 4), III, pp 460-461. 109 Tristán a Eg; ña, Lima, 6 noviembre 1836, en El Araucano, San­ tiago, 16 diciembre 11 36. 110 Egaña al Min stro de Relaciones Exteriores del Perú, goleta Colo­ cólo, 8 noviembre 183», en El Araucano, 16 diciembre 1836. 111 Egaña a Trislán, goleta Colocolo, 11 noviembre 1836, en El Arau­ cano, Santiago, 16 dic íembre 1836. 112 Acuerdo del leñado, Santiago, 10 octubre 1836, en El Araucano, Santiago, 14 octubre 336.

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Con posterioridad a estos sucesos, Casimiro Olañeta, minis­ tro plenipotenciario de Santa Cruz en Chile, en cartas de 7 y 8 de diciembre de 1836 a Portales, ofrece un armisticio y expresa que la voluntad de su gobierno es satisfacer ampliamente las quejas de Chile respecto de la expedición de Freire y prisión de Lavalle, si el gobierno de Chile muestra igual disposición en re­ lación con el apresamiento de los buques de la escuadra perua­ na en el Callao.11- Portales estuvo dispuesto en esta ocasión a que las conversaciones que Egaña no pudo sostener en Lima se en­ tablen en Chile, pero bajo las siguientes condiciones:

1.

“Una satisfacción honrosa por la violencia cometida en la persona del Encargado de Negocios D. Ventura Lavalle”.

2.

"La independencia de Bolivia y del Ecuador, que Chile mi­ ra como absolutamente necesaria para la seguridad de los demás estados Sur-Americanos”.

3.

"El reconocimiento de la suma de dinero que el Perú debe a Chile, tanto en razón del empréstito y de los auxilios en la guerra de la Independencia, como de la indemnización a que Chile tiene derecho por los daños que ha causado al país la expedición de Freire”.

4.

"Limitación de las fuerzas navales del Perú”.

5.

"Reciprocidad en cuanto a comercio y navegación, colocan­ do cada estado al otro sobre el pie de la nación más favore­ cida”.

6.

"Exención para los chilenos en el Perú, como para los pe­ ruanos en Chile, de toda contribución forzosa a título de empréstito o donación, y del servicio compulsivo en el ejér­ cito, milicia y armada”.

En cuanto al armisticio propuesto por Olañeta, lo rechaza por estimar que durante la tregua, en medio de conversaciones inciertas, existía el peligro de que Chile perdiera la ventaja mi­ litar que hasta entonces gozaba. Finalmente, frente a las imputaciones del plenipotenciario de que Chile gestionaba una alianza con las Provincias Unidas del Río de la Plata y Ecuador para hostigar a la Confederación, Portales responde que ello es efectivo, pero no con el fin de su­ mar defensores a la causa de Chile sino a la causa general de América, porque la fusión de Bolivia y el Perú, "desnivelando el 113 Olañeta a Portales, Santiago, 7 y 8 de diciembre de 1836, en El Araucano, 23 diciembre 1836.

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orden de las cosas existente, ha inquietado la seguridad de las repúblicas vecinas / las ha obligado a recurrir a las armas”.114 Olañeta no ace >ta la segunda condición por estimar que el gobierno chileno n > podía atribuirse la tutoría de la indepen­ dencia de Bolivia, < rgumentando además que cuando el Congre­ so de dicho país ac )rdó el 22 de julio de 1835 confederarse con los Estados Ñor y Sur peruanos, lo hizo "no para perder su in­ dependencia, sino ] ara defenderla con menos sacrificios y ma­ yor cantidad de rec ursos”.115 Al responder e ta nueva carta de Olañeta, Portales le reite­ ra que Chile no pu íde ver con indiferencia "la acumulación de tantas y tan vasta* y tan interesantes provincias bajo un solo gobierno, que ha d ido pruebas irrefragables de una malevolen­ cia (que) es incom -atible con la seguridad de esta República”. Por todo lo anl mor y teniendo presente que no se acepta la condición de disoher la Confederación, el Ministro da por ter­ minadas las conver naciones con Olañeta, a quien se entrega pa­ saporte para que h: ga abandono del país.116 El 21 de dicien bre de 1836, Prieto solicita al Congreso rati­ ficar la declaración de guerra hecha por Egaña, bajo los siguien­ tes términos:

1.

Que Santa Cn z: detentador injusto de la soberanía del Pe­ rú, amenaza la independencia de otras repúblicas Sur ame­ ricanas”.

2.

Que Perú bajo a influencia de Santa Cruz ha consentido la invasión al ter itorio chileno para “introducir la discordia y la guerra civi entre los pueblos de Chile”.

3.

Que Santa Cru: ha vejado a un Ministro público de Chile.

4.

Que el Congres > Nacional, a nombre de la República de Chi­ le, “insultada e n su honor y amenazada en su seguridad in­ terior y exteri »r, ratifica solemnemente la declaración de guerra”.117

114 Portales a Ola íeta, Santiago, 10 diciembre 1836, en El Araucano, Santiago, 23 diciembrt 1836. Las condiciones q te establece Portales resumen muy bien los moti­ vos que tenía Chile p ira sentirse agraviado y que conducen a la guerra con Perú. 115 Olañeta a Por ales, Santiago, 14 diciembre 1836, en El Araucano, Santiago, 30 diciembre 1836. 116 Portales a Ola iieta, Santiago, 15 diciembre 1836, en El Araucano, Santiago, 30 diciembn 1836. 117 Mensaje de J aquín Prieto al Congreso, Santiago, 21 diciembre 1836, en El Araucano, 3 diciembre 1836.

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Las causas que el gobierno chileno enumera como funda­ mentos de esta declaración, el peruano las califica de pretextos. Argumenta que Chile sólo busca intervenir en la política perua­ na con el fin de "favorecer la entronización de un gobierno in­ truso —el de Gamarra—, creación suya, y organizado en su te­ rritorio", con el único fin de liquidar su actual legislación mer­ cantil y de este modo "perpetuar la supremacía accidental que han dado al puerto de Valparaíso los trastornos de que este país ha sido víctima".’18 Como se puede apreciar, el gobierno de Chi­ le y el de Perú ven el conflicto desde ángulos muy diferentes. Desde nuestra perspectiva existían motivos económicos para que Chile se sintiera agraviado: la anulación del tratado de comer­ cio y el desconocimiento del empréstito contraído por Perú du­ rante las campañas de la Independencia. Pero lo que verdade­ ramente desata la conflagración es la complicidad del gobierno de Santa Cruz en la expedición de Freire y la formación de la Confederación Perú-boliviana que, al romper el equilibrio polí­ tico existente, tornaba incierta la independencia de Chile. Deseando Santa Cruz ganar tiempo para equilibrar la situa­ ción militar momentáneamente favorable a Chile, se pronuncia en contra de la guerra y trata de desprestigiarla internacional­ mente y en Chile mismo. Al través de la prensa peruana y de sus emisarios secretos en Chile, intenta difundir rumores de que Prieto estaría en desacuerdo con la expedición de Garrido al Callao; que había disensiones dentro del Gabinete chileno res­ pecto del conflicto; que la guerra no se habría declarado como fruto de una meditación profunda, sino como "desahogo de pa­ siones individuales"; que las disensiones internas se evidencia­ ban en la revocación de la sentencia pronunciada por el Consejo de Guerra contra Freire por la Corte Marcial, la cual habría te­ nido que ceder ante el "voto público", y que el almirante Blanco habría propuesto al gobierno ecuatoriano "la desmembración del Perú desde el río Santa en beneficio del Ecuador", a cambio de las fuerzas militares ecuatorianas.118 119 Paralelamente a esta cam­ paña tendiente a desprestigiar internacionalmente la guerra, el 10 de noviembre de 1836 el gobierno peruano propone al de Chi­ le un arbitraje bajo la responsabilidad del encargado de negocios de Estados Unidos, del de Francia y del cónsul general de Gran Bretaña.120 Portales rechaza el arbitraje, con el fundamento que 118 Circular del Secretario General de Santa Cruz, Pío Tristán, al Cuerpo Diplomático, Lima, 16 noviembre 1836, en El Araucano, Santiago, 20 enero 1837. 119 Editorial de El Araucano, Santiago, 20 enero 1837, Z1 enero 1837, 24 febrero 1837. 120 Tristán a Portales, Lima, 10 noviembre 1836, en El Araucano, San­ tiago, 10 marzo 1837.

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"en las cuestiones nternacionales no es costumbre cometer la función de árbitro ; personas privadas, como lo son, para el ca­ so, los señores agentes extranjeros que V.E. me designa, una vez que carecen de autorización e instrucciones de sus respecti­ vos gobiernos". Agr ga, por otra parte, que esos agentes, en cuan­ to encargados excl isivamente del comercio, podrían ver como secundarios otros a suntos que para los Estados comprometidos son vitales, y, por í Itimo, como ya mencionáramos, la necesidad de evitar "dar moti 'o a la intervención de un influjo extraño en nuestras querellas de familia”. Recomienda, en cambio, "una discusión franca de las cuestiones pendientes por medio de mi­ nistros competentei lente autorizados".121 Aunque en la carta Por­ tales no lo advierte se sobreentiende que la "conversación fran­ ca" ofrecida se llev tría a cabo sobre la base de las mismas con­ diciones exigidas a Dlañeta, en respuesta a su petición de armis­ ticio. El gobierno < n esta ocasión fue partidario de una discu­ sión bilateral, rech izando categóricamente el arbitraje por los motivos arriba exp lestos y por estimar que no se podía dejar un asunto tan graie, "una controversia en que se hallan com­ prometidos los más grandes intereses" de la nación,122 en manos de jueces "que no ;on más que tres individuos particulares", y que además manifi< stamente simpatizaban con la causa de San­ ta Cruz. Para entonces, se tuvo conocimiento de que el Ecuador de­ seaba mediar en el conflicto, lo cual, según Portales, no debía ni admitirse ni des echarse mientras Santa Cruz no respondiera a la proposición qi e se le había hecho de entenderse "por me­ dio de ministros si ficientemente autorizados".123 En la práctica, para el Ministro só o existían dos alternativas: la disolución de la Confederación c la guerra, mostrándose intransigente ante cualquier otra solu ción. Tan decidido estaba, que toma precau­ ciones para evitar < ue dentro del gobierno se pueda escuchar al­ guna propuesta dis inta a la que él postulaba. En carta al almi­ rante Blanco de 15 de febrero de 1837, le advierte que no debe dejar "traslucir en conversaciones con persona alguna la dispo­ sición por la paz que le había manifestado en el Callao":124 reco­ mendación que de a en claro lo que decíamos anteriormente. Queda la impresió i que desde muy temprano Portales estimó 121 Portales a Tri tiago, 10 marzo 1837. 122 Editorial de l 123 Portales a La' 4), III, pp. 503-504, y Epistolario (nota 4), ] 124 Portales a Bh lario (nota 4), III, p.

tán, Santiago, 24 febrero 1837, en El Araucano, San­ l Araucano, Santiago, 10 marzo 1837. alie, Valparaíso, 20 mayo 1837, en Epistolario (nota Portales a Tocornal, Valparaíso, 22 mayo 1837, en (I, pp. 505-506. acó Encalada, Santiago, 15 febrero 1837, en Episto­ 477.

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que la guerra era inevitable, lo que lo condujo a volcar todo su esfuerzo en preparar el país para encararla. Una de sus tareas fue crear conciencia de la necesidad de la guerra, en atención a que dentro de algunos sectores era rechazada. A pesar de esta situación, que queda de manifiesto por medio de la prensa, cuan­ do escribe al almirante Blanco, que está embarcado, Portales le dice "... la opinión por la guerra es uniforme: las Cámaras han aprobado por unanimidad la declaración hecha por nuestro Mi­ nistro Egaña en el Callao. Expedicionaremos sobre el Perú: us­ ted debe ser el alma de esta expedición: de usted hacemos pen­ der el éxito’’.125 En otra de 7 de enero de 1837, le reitera: "... to­ do sigue por acá en el mejor orden, el entusiasmo por la guerra crece".126 A Bulnes, que conocía la situación interna del país, co­ mo que se encontraba enfrentando un levantamiento en Los An­ geles, le comenta, en cambio: "Este diablo de pipiolaje no tiene sentimiento alguno de patriotismo; cuando nos ven empeñados en una guerra que debe ser de tan felices resultados para el país, y en que está tan vivamente interesado el honor nacional, enton­ ces los vemos apurarse más en sumir a la República en desgra­ cias lamentables para siempre. Estamos convencidos que la im­ punidad es el origen de tanto abuso y de tanto exceso, y resuel­ tos, por consiguiente, a apretar la mano en cuanto no seamos cruzados por nuestros malos jueces".127 Sabedor de que el orden interno era una condición indispensable para enfrentar el pro­ blema externo, Portales toma una serie de precauciones para evitar que el reclutamiento debilitara internamente el país y se transformara en un factor de descontento. En carta a Tocornal de 27 de mayo de 1837, le pide no aceptar el ofrecimiento que hacen el capitán de Cazadores y el capitán de Fusileros de mar­ char a la guerra con sus respectivas compañías, por considerar que no se debían "hacer sentir en el país los males de la guerra, y mucho menos a una clase tan meritoria y que nos ha sido tan útil y tan fiel como la de los Cívicos de Santiago”. Además, te­ miendo que para completar el número, los capitanes tendrían que "echar mano de casados cuyas mujeres alboroten en todas partes con sus lágrimas o de artesanos que debemos mirar con predilección para que así se estimulen a tomar un oficio con que vivir haciéndose útiles a la sociedad", le parecen, en cam­ bio, idóneos para la guerra los "sin oficio y solteros, o casados 125 Portales a Blanco Encalada, Santiago, 25 diciembre 1836, en Epis­ tolario (nota 4), III, pp. 464-465. 126 Portales a Blanco Encalada, Santiago, 7 enero 1837, en Epistola­ rio (nota 4), III, pp. 468-469. 127 Portales a Bulnes, Santiago, 20 enero 1837, en Epistolario (nota 4), III, pp. 471-473. Sobre lo mismo, Portales a Egaña, Santiago, 11 febre­ ro 1837, en Epistolario (nota 4), III, pp. 476-477.

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y con oficio que se m de mala conducta conocida".128 En su opi­ nión, la guerra no lebe "afligir injustamente a ninguna madre, ni a ninguna mujei de hombre honrado",129 y debería servir pa­ ra limpiar a la soc edad de gente de mal vivir. En carta a Fer­ nando Urízar de 1? de marzo de 1837, le ordena que se empeñe "en la recluta de v; gos, cuchilleros, etc.", y agrega: "... aprove­ chemos esta ocasiói i para purgar los pueblos de esta langosta, y hacerles a los malo el bien de mejorar de suerte, porque la del soldado no es tan nala".130 Por la composición de la tropa en vísperas del inicio le la campaña, se evidencia que las instruc­ ciones del Ministro se cumplieron escrupulosamente; es así co­ mo en abril de 182 7 puede informar a Lavalle que se contaba con 3.270 hombres, fuerza, a su entender, "muy escogida y muy acostumbrada a la pelea y a las fatigas de la campaña", agre­ gando con ironía: 2.000 de ellos son de los que se ocupan en pelear todo el año, :omo usted sabe".131 Teniendo en ct enta la composición de más de la mitad de la tropa, Portales c omentaba jocosamente que hubiera sido de­ seable no disponer de ningún tiro "para que nuestro ejército se viese obligado siem ?re a usar de la bayoneta, seguro de que de ese modo vencería siempre".132 La misma confianza demostraba respecto de la caba lería, a la que calificaba como "el arma ven­ tajosa que nosotroí tenemos",133 aludiendo, sin duda, a la tradi­ ción ecuestre chilen i, inexistente en Perú y en Bolivia. Además de pre «cuparse de los aspectos logísticos y tácticos de la guerra, así cc mo de crear conciencia respecto de la nece­ sidad de emprende la, el Ministro dejaba claramente estableci­ dos los términos ba ¡o los cuales se llevaría a cabo la alianza con Ecuador y las Provi icias Unidas del Río de la Plata, para enfren­ tar a Santa Cruz, y el tipo de colaboración dispciesto a aceptar­ se de los oficiales teníanos que deseaban sumarse a la expedi­ ción. La importanci i de esta colaboración no era puramente mi­ litar, sino también simbólica. Ya fracasada la alianza con Ecua­ dor, escribe a Lava le: "... no queremos poner puñal en los pe­ 123 Portales a Toe >mal, Valparaíso, 27 mayo 1837, en Epistolario (no­ ta 4), III, pp. 508-510. 129 Portales a Frutos, Valparaíso, 31 mayo 1837, Epistolario (nota 4), III, pp. 513-515. 130 Portales a Un: ar, Santiago, 1? marzo 1837, en Epistolario (nota 4), III, pp. 482483. 151 Portales a Lai alie, Valparaíso, 27 abril 1837, en Epistolario (nota 4), III, pp. 423424. 132 Portales a Fn tos, Valparaíso, 31 mayo 1837, en Epistolario (no­ ta 4), III, p. 513. 133 Portales a Fn tos, Valparaíso, 18 mayo 1837, en Epistolario (nota 4), III, pp. 500-501.

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SANTIAGO LORENZO SCHIAFFINO

chos a ningún gobierno para hacerlo nuestro aliado: siempre he­ mos hecho el ánimo a sostener solos la lucha, si nos dejaban solos los que son tan interesados como nosotros en ella: si so­ mos vencidos, nadie nos negará al menos el derecho y la reco­ mendación de haber obrado en el interés del pueblo chileno y de la América toda; siempre se nos hará justicia, sin que puedan tener este honroso consuelo los que no quisieron ayudarnos. Habíamos deseado que el Ecuador hubiese concurrido a la gue­ rra con 50 ó 100 hombres si no podía con más, porque quería­ mos que sonase una alianza de las tres Repúblicas vecinas que sirviese de escarmiento a los que después de Santa Cruz tuvie­ sen la tentación de meterse a conquistadores o interventores; queríamos también dar un ejemplo que nos hiciese más fuertes a los ojos de las naciones europeas, que apoyadas en nuestras debilidades nos insultan con sus pretensiones a cada paso; en fin, habíamos querido poner las primeras bases sobre las que establecer una política exclusiva y eminentemente americana’?34 En cuanto a la alianza con Argentina fue desahuciada, al cercio­ rarse de que su gobierno la condicionaba a la recuperación de los territorios de Tarija y el Chaco, con lo cual, según Mario Ba­ rros, se quitaba a la empresa su carácter original, “la seguridad de los pueblos y el carácter defensivo de la contienda’’.133 De la participación de los jefes y oficiales peruanos que fi­ guraban en la expedición, el Ministro deja en claro que ellos eran los que habían “buscado el amparo de Chile para ser ayu­ dados en su empresa, y éste exige, en primer término, disciplina y organización’’,134 136 precisión que le pareció indispensable formu­ 135 lar al constatar que manifiestamente faltaban en algunos volun­ tarios estas virtudes. A renglón seguido, sobre estos mismos pe­ ruanos precisa que el gobierno no propiciará el restablecimien­ to de Gamarra en el Perú, salvo “si su elección viene de la vo­ luntad nacional libremente expresada”, y que si proceden de ma­ nera diferente, “en las fuerzas auxiliares chilenas encontrarían un obstáculo para apoderarse del mando contra la voluntad na­ cional”.137 No cabe duda de que la diligencia que desplegó nuestro Ministro en organizar el país para el conflicto influyó en forma decisiva en su resultado, que no lograría disfrutar, porque cuan­ do se encontraba empeñado en la magna tarea que ocupó los úl­ 134 Portales a Lavalle, Valparaíso, 20 mayo 1837, en Epistolario (nota 4), III, pp. 502-504. 135 Barros, Mario, ob. cit., (nota 1), p. 117. 136 Portales a Bujanda, Santiago, 10 enero 1837, en Epistolario (nota 4), III, pp. 469-470. 137 Portales a Bujanda, Santiago, 25 febrero 1837, en Epistolario (no­ ta 4), III, pp. 478-480.

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PORTALES Y LA POLITICA INTERNACIONAL

timos días de su vi la, fue alevosamente asesinado en los altos del cerro Barón —\ alparaíso— el 6 de junio de 1837.

CONCLUSIONES Considerando los pt ntos de vista de Portales y su participación en la postura interr acional de Chile, puede concluirse que: Asume la defen: a de la soberanía nacional frente a la intro­ misión de agentes e xtranjeros en la política interna de Chile y ante todo intento d j desconocimiento de la jurisdicción de las autoridades del país Propicia una pe ítica de neutralidad respecto de las repúbli­ cas hispanoamericaras. Promueve la pa: en Hispanoamérica con el propósito de que la anarquía, la guen a civil y los diferendos entre los nuevos Es­ tados no constituya] pretexto para que España y otras naciones intervengan en Amé ica. Subordina los t 'atados internacionales a los objetivos mer­ cantiles, mostrando un pragmatismo que lo lleva a mirar los principios económic )s como meras referencias que Chile ha de adoptar según su pr )pia conveniencia. Postula una int jgración económica de Hispanoamérica, es­ pecialmente entre 1< s territorios vecinos, mediante favores mu­ tuos que fortalezcar las respectivas economías, de modo que és­ tas no queden a me ced de potencias extranjeras. A pesar de su >olítica pacifista y de neutralidad, Portales promueve la guerra contra la Confederación Perú-boliviana al percatarse de que 1i formación de esta entidad política atenta contra el equilibrio americano y pone en peligro la independen­ cia de Chile.

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PORTALES Y E . TRANSITO DEL ABSOLUTISMO ILUSTRADO AL ESTADO CONSTITUCIONAL EN CHILE Bernardina Bravo , ira Academia Chilena de a Historia Universidad de Chile

El Araucano, perió lico de gobierno, apareció el 9 de junio de 1837 enlutado. Une guarda negra enmarcaba sus páginas que traían la noticia d< 1 aplastamiento de un motín producido en Quillota y de la muerte del Ministro Portales a manos de los fac­ ciosos. "Este glorio o triunfo (de las fuerzas leales al gobierno) rezaba el parte d : Ramón de la Cavareda, gobernador militar de V alparaíso— no; cuesta la cara víctima del señor Ministro don Diego Portales que (los facciosos) alevosamente asesina­ ron, cuando vieron a heroica defensa que se ha hecho". El editorialista comentab i escuetamente: "Un atentado de esta clase es sin ejemplo en el país".

ABREVIATURAS A

El Araucana N? 1, Santiago 17 septiembre 1830, a N? 4.842, 26 febrero 1877

BACH

Boletín de l '. Academia Chilena de la Historia N? 1, Santiago, 1934, publica üón en curso.

DP

Documentos Parlamentarios. Discursos de apertura en las sesio­ nes del Con, reso y Memorias ministeriales correspondientes a la administr ción Prieto (1831-1841), vol. I, Santiago, 1858.

E

Epistolario c ■? don Diego Portales, 1821-1837, recopilación y notas de Ernesto c e la Cruz, 3 vols., Santiago, 1936-37.

Revista de 1 studios Histórico-Jurídicos N? 1, Valparaíso, 1976, publicación < n curso. RCHHD Revista Chil na de Historia del Derecho N? 1, Santiago, 1959, publicación < q curso. RCHHG Revista Chile na de Historia y Geografía 1, Santiago, 1911, publi­ cación en cu rso. SCL Letelier, Valí ntín (compilador), Sesiones de los Cuerpos Legis­ lativos de la República de Chile, de 1811 a 1845, recopiladas se­ gún instrucci mes de la Comisión Política de la Cámara de dipu­ tados, 37 vol ., Santiago, 1887-1908. REHJ

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BERNARDINO BRAVO LIRA

Una ola de consternación sacudió Chile. Los sublevados se' oponían a la guerra contra la Confederación Perú-boliviana que. Portales había decidido contra viento y marea.1 La calificó de "la segunda independencia de Chile", pues estaba en juego su se­ guridad interior y exterior, amagadas por la Confederación.2 r Su asesinato cambió por completo el giro de las cosas. La guerra se tornó popular y, convertida en empresa nacional, se llevó adelante sin desmayos hasta culminar en la victoria de Yungay. Así, Portales, como el Cid, ganó su postrera batalla después de muerto. Su sacrificio fue el último servicio que prestó al en­ grandecimiento de Chile. Esta guerra que transformó a Chile en la primera potencia del Pacífico Sur no es sino la culminación de toda la obra de Portales, de su gran tarea de reorganización interior. Así lo re­ conocieron los contemporáneos, en los mismos días de su muer­ te. El Araucano al dar la noticia de ella comenta: "El Honora­ ble Ministro tenía enemigos (los han tenido siempre los varones ilustres), pero nadie negará que el amor a la patria era su pa­ sión dominante, que ha triunfado de las facciones y ahogado la anarquía, que ha regularizado la marcha de la administración y afianzado nuestra respetabilidad, que ha dejado gran número de verdaderos y leales amigos; en suma, todos le contarán entre los primeros hombres que ha presentado la América después de su gloriosa revolución".3 Esta revolución de que se habla no es otra que la indepen­ dencia. Esa es precisamente la época de Portales: el tránsito de la monarquía ilustrada de los últimos Borbones a los Estados sucesores de ella, que buscan consolidarse bajo una forma na­ cional. Dentro de este marco vivió y actuó.

1.

DRAMA EN TRES ACTOS

/ En este sentido la vida de Portales se divide, naturalmente, en ! tres grandes períodos sucesivos, marcados cada uno de ellos por una experiencia política diferente. El primero corresponde a su mocedad. Abarca desde 1793, en que nació, hasta 1810, en que cuando él tenía 17 años se instaló la Junta Gubernativa con la que se abre la época de la in­ dependencia. 1 Carta a Blanco Encalada, 10 septiembre 1936, E 3, p. 452. 2 Memoria del Ministro de Guerra y Marina, 12 septiembre 1836, en DP, p. 369, ver 370. 3 A 353, 9 junio 1837.

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PORTALES Y EL TRANSITO DEL ABSOLUTISMO ILUSTRADO

La segunda eta pa es la de la juventud y madurez, de los 17 hasta los 36 años. Se extiende desde 1810 hasta 1829, es decir, corresponde a los iños de la independencia y de los primeros gobiernos de Chile independiente. 3X W ?a íeríoS e?ap 1 es la de PIenitud> desde los 36 a los 44 años, a desde 1829 has a su asesinato en 1837. Es la más breve de las tres, pero tamb én la más fecunda, en la que se revela paso a paso como polític o, como gobernante y como estadista. . A través de es os sucesivos períodos, Portales acumula un rico y variado caud d de vivencias políticas. , primero tra iscurre dentro de una atmósfera de estabili‘ .aJ° *a rnonar juía ilustrada hay un gobierno eficiente e indiscutido, empeñad > en el engrandecimiento de los reinos que la componen. En e te clima, en contacto con la administración borbónica, crece y ;e forma Portales. , ?! panorama d 1 segundo período es, en cierto modo, la an­ títesis del anterior. Está bajo el signo de la inestabilidad, la lu­ cha por el poder y le las facciones que surgen desde el momen­ to mismo del eclipse de ja monarquía en 1808 a causa de la in­ vasión francesa de ¿spaña. Ante esta situación germinó en Por­ tales ef ideal del go ñerno fuerte. La experiencia de la anarquía, de los gobiernos dé liles y vacilantes que pasan sin dejar huella, del desgobierno y d .j la ruina progresiva del país, hace madurar su vocación política. -----------Su entiada en escena al tomar parte en la revolución de 1829, marca el inic o del tercer período. Es el de su actuación política. En ella rea iza el ideal de gobierno fuerte. Pone fin a la anarquía, restablece el gobierno eficiente e indiscutido identifi­ cado con los grande > intereses de la patria, y, por tanto, situado por encima de teori as y banderías.

1.1.

Mocedad (1793 1810)

Portales nació en S< ntiago en el Molino de los Portales, que que­ daba algo al ponienle de la actual calle Esperanza, el 15 de junio Pertenecíala un a familia distinguida que se había ilustrado en el desempeño de cargos públicos. Así lo atestigua su propio nombre. Un Diego I ortales había sido en el siglo XVII oidor de las Reales Audienci; s de Buenos Aires, Santiago y Charcas (ac­ tual Sucre). Otro, n ás próximo, su abuelo, fue alcalde y alférez real de Santiago.4 4 Larraín Echever ía, Fernando, Los antepasados de don Diego Por-

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Pero su padre, José Santiago Portales ya no pertenecía a es­ te mundo multisecular de los oficios reales o concejiles. En 1787 entró a prestar servicios en una oficina de la administración co­ mo ministro contador de las Cajas Reales. La circunstancia de ser acreedor de la Corona en una crecida suma —25.000 pesos— le permitió obtener once años después, en 1798, un alto cargo. La Corona, siempre escasa de dinero, en lugar de cancelarle, le 1 otorgó el nombramiento de superintendente de la Real Casa de Moneda.5 6 Se transformó así en jefe de oficina y junto con los de­ más —el contador mayor, los administradores de las rentas del tabaco y de correos, el administrador de la aduana o el secreta­ rio de la Gobernación— pasó a contarse entre las personalida­ des del reino.7 . Este es el ambiente en que creció Portales. Las oncmas nom­ bradas son expresión del ideal ilustrado de gobierno. Fueron erigidas en la segunda mitad del siglo XVIII y responden a la ampliación que por entonces se opera en los fines del Estado. Estos se extienden más allá del buen gobierno, o sea, del simple regir con justicia. Añaden a ello desplegar una acción realizado­ ra en favor del bien y la felicidad públicos. Es decir, correspon­ de al gobierno toda una serie de tareas tales como fomentar la educación y los conocimientos útiles, las artes, la riqueza, las obras públicas y, en general, remover los obstáculos que se opon­ gan al progreso. Esta es la imagen del gobierno eficiente y rea­ lizador, propia del absolutismo ilustrado, que proyectan los Borbones en la fase final de la monarquía. El joven Portales la vio materializarse a medida que a su alrededor se transformaba Santiago, bajo los últimos presiden­ tes de la monarquía. Con un marqués de Avilés (1796-1799), un Joaquín del Pino (1799-1801) y, sobre todo, un Luis Muñoz de Guzmán (1802-1808), llega, en cierto modo, a su culminación el impulso ascensional de Chile a fines del siglo XVIII y comien­ zos del XIX. Bajo sus gobiernos asistió Portales a la terminación de los tajamares del Mapocho, que fueron en su tiempo la obra de in­ geniería más grande del continente, y de la Casa de Moneda, a la que hoy llamamos Palacio, adonde se trasladó a vivir la famitales Palazuelos. Estudio genealógico y biográfico, en BACH 8, Santiago, 1937. 5 Bravo Lira, Bemardino, Oficio y oficina, dos etapas en la historia del Estado indiano, en RCHHD 8, Santiago, 1981. 6 Larraín, nota 4; Eyzaguirre Gutiérrez, Jaime, El hogar de los Portales durante la guerra de Independencia, en BACH 8, Santiago, 1937. 7 Bravo Lira, Bemardino, Judicatura e institucionalidad en Chile (1776-1876). Del absolutismo ilustrado al liberalismo parlamentario, en REHJ 1, Valparaíso, 1976, pp. 61 ss.; ver pp. 68 y 69.

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lia Portales, en ala reservada al superintendente. En la Plaza de Armas vio Portales inaugurarse el Palacio de la Real Audiencia, y a corta distancia le ella, en la esquina de las calles Compañía y del Estandarte R al (hoy Bandera), la Real Aduana y el Real Consulado, en cuya sala se llevó a efecto el Cabildo Abierto de 18 de septiembre d.í 1810. De esta época son también la impo­ nente iglesia de Sai ta Ana y la de La Estampa.8 En 1806 se prc lujo el ataque inglés a Buenos Aires, lo que movió al Presidente de Chile Muñoz de Guzmán a dar nuevo im­ pulso a las milicias En ellas participaron con entusiasmo jóve­ nes de las mejores Familias de la capital, como José Diego Por­ tales, nombrado ese año teniente de la segunda compañía del re­ gimiento de milicia; del Príncipe.9 Su hermano menor, Diego, tie­ ne así ocasión de c< nocer muy de cerca los brillantes uniformes y el adiestramiento de las milicias. El joven Diego guardó imágenes muy vivas de estos años. A más de dos década: de distancia evocaba en 1832 al regente de la Audiencia Juan I odríguez de Ballesteros, que la dirigió entre 1806 y 1811. Hablai do de la justicia criminal, sostiene que sus 'í) defectos no provienen de las leyes, sino de los jueces) Estos, di­ ce, "se excusan cor la confusión y discordancia de nuestras le­ yes; pero... ¿con q lé leyes juzgaban los alcaldes y la Real Au­ diencia en Chile y m toda la América antes española? ¿Cuáles rigen en los juzgad >s y tribunales de España? Y en España se ahorca al asesino y se ahorcaba en Chile cuando era colonia es­ pañola, con las mi; mas leyes que hoy sirven para absolverle o conmutarle la pena' .10 Más adelante, i tvoca —en abono de lo anterior— el caso de Ballesteros: "Recorlemos en comprobante las dos épocas de la Audiencia en víspe: as de nuestra emancipación: fue presidida por un señor Bailes eros y vimos la horca en continuo ejercicio; el carácter de este uncionario, incapaz de capitular con el cri­ men, dio mérito al dicho vulgar que hasta poco tiempo ha se conserva entre la ú tima clase: no hay rebaja con el señor Ba­ llesteros. Entró a presidirla accidentalmente otro de sus miem­ bros que hacía ala de de una humanidad mal entendida y no vimos durante su re gencia una ejecución, siendo así que existían los mismos crímene s”.11 8 Bravo Lira, Ber lardino, El Presidente en la historia de Chile, San­ tiago, 1986, pp. 38 ss. 9 Hernández Pone Roberto, Diego Portales, vida y tiempo, Santiago, 1974, p. 15. 10 (Portales, Dieg( ), Administración de justicia criminal, en El Mer­ curio, Valparaíso, 17 e tero 1832. 11 Id.

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Esta pincelada realista es parte de la experiencia que Por­ tales recogió del Chile anterior a 1810 y sus instituciones. Más de cerca conoció, sin duda, las oficinas y, en general, el ideal ilus­ trado de gobierno y sus realizaciones. En resumen, supo lo que era vivir en un clima de estabilidad y bajo un gobierno eficiente e indiscutido. Con este bagaje enfrentó los años turbulentos de la Indepen­ dencia y de los primeros gobiernos posteriores a ella.

1.2.

Juventud

y

Madurez (1810-1829)

La independencia supuso una ruptura entre los dos elementos hasta entonces indiscutidos de la conciencia política chilena: el rey y ¡a patria. Gran parte de la población se dividió entre rea­ listas y patriotas. Esta escisión desgarró también el hogar del superintendente Portales. Es verdad que la mayor parte de los diecisiete hijos que en­ tonces tenía —después nacieron otros— eran todavía muy jóve­ nes para tomar partido. El fue realista, pero su mujer, María En­ carnación Fernández de Palazuelos, y el primogénito José Diego abrazaron la causa patriota. Para colmo, durante su gobierno, ' Carrera forzó al digno superintendente a formar parte de la Junta de Gobierno, a fin de dar a ésta cierta respetabilidad. Por j este motivo, después del desastre patriota en Rancagua, don Jo­ sé Santiago fue apartado provisionalmente de la superintenden­ cia y relegado por algún tiempo a Juan Fernández; mientras su mujer era encerrada en el convento de Nuestra Señora de las Victorias en Santiago, sin permitírsele siquiera ver a sus hijos.12 Diego, entonces de 20 años, y trece de sus hermanos fueron puestos bajo el cuidado de su cuñado y empleado de la Casa de Moneda, José Ignacio Eyzaguirre, marido de Mercedes Portales. Todo esto no puede menos que haber impresionado profun­ damente al joven Diego. Tal vez por eso al referirse ocho años después al fin de la monarquía en América española, deja caer el calificativo de terrible: "salimos de una terrible", escribe.13 No obstante su actitud contrasta con la de su hermano mayor. No toma posición en la lucha por la independencia. No se inclina, aunque sea por reacción, hacia los patriotas. Perma­ nece dentro de la mayoría silenciosa como simple espectador de los acontecimientos, sin intervenir en ellos. 12 Eyzaguirre, nota 6. 13 Carta a Cea, Lima, marzo de 1822, E, 1, p. 176.

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Su vida sigue iendo la de un estudiante. En 1808, a los 14 años, había ingres; do al Real Convictorio Carolino de Nobles, conocido como el colegio colorado", que era el principal cole­ gio real en Chile, y meses después a la Real Universidad de San Felipe. Prosiguió si s estudios hasta 1812, en que se matriculó en Cánones y Leyes. En 1813 pasó al nuevo Instituto Nacional, que funcionó hasta age sto siguiente. A continuación, estudió priva­ damente parte de Lis Instituías bajo la dirección de José Gabriel Palma. Luego apre idió el oficio de (ensayador de materiales', el mismo de su cuña lo Eyzaguirre.14 Bajo O’Higgins la situación cambió. En 1817, a los 24 años, el joven ensayador de materiales, siguiendo, los pasos de Eyzaguirre, (ingresa tam úén a la Casa de Moneda! Con ello se incor­ pora a la administj ación. ' Dos años despi tés se casa con su prima María Josefa Porta­ les Larraín, a quier llama "mi dulce Chepa", de la que tuvo dos hijas muertas en corta edad. Por entonces se inicia en el co­ mercio, tal vez cor la mira de dejar su empleo y labrarse una posición independii nte. Las cosas se precipitan en 1821. Su pa­ dre es repuesto en < 1 cargo de superintendente de la Casa de Mo­ neda, pero él enviu la y deja su empleo. Se sume en una profun­ da crisis, una espec le de derrumbamiento interior. Incluso llega a pensar que —coi 10 escribe a su padre— "no me queda otro camino que entregí rme a las prácticas devotas, vistiendo el há­ bito de algún conve nto".15 A fines de 1821 viaja a Lima por razones de negocios. Enton­ ces, de pronto, a le s 29 años, se revela una nueva faceta de su personalidad. Su al jamiento de la política no ha sido indiferen­ cia. Antes bien, en el curso de los últimos tiempos ha germina­ do en él Ja imagen del gobierno fuerte. La describe ágilmente, al correr de la plur ia, en unas cuantas líneas de una simple car­ ta a su socio. Las j alabras fluyen con tanta naturalidad, tan sin esfuerzo, que no pueden ser sino reflejo de algo perfectamente madurado. "A mí las cosa ciudadano puedo o tos del gobierno. "La democracia en países como los dadanos carecen de cer una verdadera

políticas no me interesan, pero como buen dnar con toda lealtad y aun censurar los ac­ que tanto pregonan los ilusos es un absurdo americanos, llenos de vicios, donde los ciu­ toda virtud, como es necesario para estable­ -epública.

14 Guzmán Brito, Mejandró, Las ideas jurídicas de Portales, en BACH 93, Santiago, 1982. 15 Carta a su pad e, sin fecha (1821), E 1, p. 172.

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"La monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver a otra y ¿qué ganamos? "La república es el régimen que hay que adoptar, ¿pero sa­ be Ud. cómo la entiendo en estos países? Un gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de vir­ tud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el cami­ no del orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, ven­ ga el gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos. Esto es lo que pienso y todo hombre de mediano criterio pensará igual”.16 Este párrafo de 1822 es pocos meses posterior a la Declara­ ción de Independencia de México y Guatemala. También sigue de cerca a la del Perú, cuya suerte no estaba todavía decidida. Aún se combatía en su suelo y la causa patriota sólo logró impo­ nerse dos años después, en 1824, en la batalla de Ayacucho. A ella siguió la Declaración de Independencia de Bolivia, en 1825. En Chile aún gobernaba O’Higgins, que cayó en enero de 1823. En estos momentos Portales, que aparentemente no es más que un comerciante dedicado a sus negocios y completamente ajeno a la política, desentraña con pasmosa sencillez el gran pro­ blema político a que están abocados los Estados recién indepen­ dizados de América española. Y no sólo eso, plantea una solu­ ción. Señala lo que hay que hacer. Con un realismo que contrasta con los teóricos de su tiem­ po, Portales no habla de la democracia como tal, ni de la monar­ quía in abstracto, ni de la república en sí. No afirma que la de­ mocracia como tal sea un absurdo o algo excelente. Todo depen­ de de los países. Lo que le interesa es la democracia “en los paí­ ses como los americanos”. Aquí la considera un absurdo. Se ba­ sa para ello en una idea muy querida de Montesquieu y, en ge­ neral, de los autores ilustrados, de que la república se funda en la virtud, en tanto que la aristocracia, por ejemplo, se funda en el honor. El segundo punto también es concreto. Portales no rechaza la monarquía como tal. Se limita a decir que ella “no es tampo­ co el ideal americano”. Habla en términos muv realistas. Se refiere únicamente a los Estados americanos y a la época que sigue a la independen­ cia. Para estos países y para esta etapa de su historia propone el gobierno fuerte. Tiene dos características principales. General­ mente se recuerda la (primera: “un gobierno fuerte y centraliza16 Ver nota 13.

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dor”, y se olvida k segunda: "cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo”./ Esta no es la ú lica forma de realizar una república, sino la que corresponde a 1 >s países de América española durante la eta­ pa siguiente a su in lependencia. Se trata de una república ilustrada, con un gobierno eficien­ te, identificado con los intereses de la patria y sostenido por los elementos más calif cados por su virtud y patriotismo. Esta com­ binación de gobierr o eficiente y realizador y minoría ilustrada no era desconocida en América española. Al contrario, resultaba sumamente familiai porque ésas habían sido las características del gobierno en la i Itima fase de la monarquía. Hasta hacía so­ lamente doce años, es decir, hasta 1810, los virreyes de México, Perú, Buenos Aires, Nueva Granada y los presidentes de Guate­ mala, Cuba, Venezu ja, Quito y Chile habían encarnado la figura del gobernante emp tendedor que promueve y estimula obras de adelanto intelectual y material, tales como universidades, acade­ mias, periódicos, so ñedades de amigos del país, edificios, obras públicas, actividade •; comerciales, agrícolas y mineras.17 / Pero no se trat i de una vuelta al pasado, sino de una reno­ vación del ideal ilu Irado de gobierno en unas condiciones dis­ tintas, como son las nacidas de la independencia. Ahora ese ideal será realizado bajo una nueva forma, a la monarquía ilustrada sucederá una repúl 4ica_ ilustrada; Así pues, el gobierno fuerte reproduce bajo un; forma ^republicana, cívica, el gobierno efi­ ciente y realizador le la monarquía ilustrada. Este gobierno uerte tiene una meta que cumplir, pero no un plazo. Debe "en lerezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virti des”, es decir, difundir entre ellos las luces, la ilustración. Esta tarea —moralizar a los ciudadanos—, que es razón de ser de este régimen, presenta un carácter eminentemen­ te pedagógico. Por ;u naturaleza es de largo aliento, pues tiene por objeto capacita • al grueso de la población para la vida cívi­ ca, a fin de que sup re su incompetencia política y alcance la ple­ nitud de su condic ón de ciudadano. Esto supone tiempo y se prolongará por un )lazo indeterminado, tanto como sea necesa­ rio para alcanzar e a meta. Sólo cuando és ta se haya conseguido, deja de ser necesario el gobierno fuerte. Mientras ello no se logre es inútil intentar en los países america ios otra forma de república, un "gobierno completamente lib< ral, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciu ládanos”. Es de notar que otras formas de república no están ; bsolutamente excluidas. Están aplazadas, por 17 Bravo Lira, Be -nardino, Historia de las instituciones políticas de Chile e Hispanoaméri- a, Santiago, 1986, pp. 78 ss.

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no ser las adecuadas a la época en que habla Portales, es decir, la posterior a la independencia. El gobierno fuerte, como el absolutismo ilustrado, no es pa­ ra la minoría que lo sostiene, sino para las grandes mayorías a las cuales ha de llevar la Ilustración. Cuando Portales describió el gobierno fuerte, estaba muy lejos de pensar en realizarlo él mismo. En la carta escrita, por lo demás, en Lima, fuera de su país, insiste en que habla como simple ciudadano, es decir, como comerciante ocupado en sus negocios y ajeno al quehacer político. Lo que sucedió en Chile en los siete años siguientes lo arras­ tró hacia él. En enero de 1823 O’Higgins dejó el mando. El país se sumió en la anarquía. Se agudizó la lucha por el poder y, por tanto, la división en bandos y facciones encontrados. Estos, a su vez, se transformaron en receptores de las más distintas teorías y doc­ trinas políticas y, por eso mismo, en principales agentes de la descomposición institucional. Diez gobiernos, cuatro Congresos, dos Constituciones y, entre ambas, un ensayo federal, todo esto en menos de seis años (1823-1829), marcan la caída de Chile por la pendiente del desgobierno, la incertidumbre y el desorden. En estos años Portales inicia sus amores con la jovencita Constanza Nordenflicht. Tiene de ella varios hijos, pero se niega a contraer matrimonio. Esta situación, que mantuvo hasta su muerte, no se compadecía con su concepto de que los hombres de gobierno debían ser intachables, también, en su vida privada. Lo cual contribuyó a retraerle de los cargos públicos. Por eso tenderá constantemente a volver a la vida privada y a los nego­ cios. Entre tanto, éstos se amplían y participa en la compañía del (estancó, una empresa de gran envergadura. Ella toma a su car­ go el monopolio estatal sobre el tabaco y otros artículos, lo que sólo podía funcionar con el respaldo de un gobierno eficaz. Por este camino el empresario se encontró cada vez más arrastrado hacia la política, al paso que el ciudadano difícilmente podía contener su alarma ante el creciente desgobierno. La situación era cada vez más grave. Se estaba al borde de una guerra civil. Un periódico hacía un llamado "en nombre de la patria a los amantes del orden y del bien público" a "meditar los amargos frutos que recoge Chile de la desmoralización, desprecio de las leyes y autoridades y de la relajación espantosa, que se aumenta en proporción al número de elecciones que van verificándose. . .”18 18 El Avisador de Valparaíso. Diario político y mercantil 72, Valpa­ raíso, 23 mayo 1829.

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En esta situaci >n, Portales entra en la arena. Se cuenta e¿ tre los promotores . e la revolución de 1829, hecha en nombre del respeto de la flama ite Constitución promulgada el año anterior, de cuya violación se acusaba al gobierno. Con esto se abi e la tercera etapa de su vida, en la que se re­ vela como político, como gobernante, como forjador de un régi­ men de gobierno.

1.3.

El Político ( 829-1837)

Portales creyó que su actuación política iba a ser transitoria y que una vez termir ada la revolución podría, como dijo en una ocasión, "volver dentro de breve tiempo a la vida privada adon­ de me llaman urgei temente consideraciones que no puedo desa­ tender".19 En el hecho, si paso por el poder :—no puede llamársele de otro modo— fue b eve. Se negó rotundamente a ser presidente o parlamentario. F ro consintió por dos veces en ser ministro, incluso de más de i na cartera. Primero lo fue del Interior y Re­ laciones Exteriores y de Guerra y Marina, en el lapso compren­ dido entre abril de 1830 y agosto de 1831. Cuatro años después volvió a asumir esa mismas carteras en el período que va desde septiembre de 1835 hasta su muerte en junio de 1837. Portales nó fue uno más dentro del heterogéneo núcleo que promovió la revolución de 1829. Pronto se impuso a todos: al sagaz ex ministro le O’Higgins, José Antonio Rodríguez Aldea (1779-1841); al difíc il pero eficaz doctor Juan Francisco Meneses (1785-1860), ambo.1 ex realistas, y al general Joaquín Prieto (1786-1854), jefe del ejército. Antes de que se dieran cuenta se hizo dueño de la si uación. Cuando todaví i ardía la guerra civil, y se necesitaba un hombre de coraje j ara hacerse cargo del gobierno, fue llamado al Ministerio. Once días después se libró la batalla de Lircay que dio el triunfo a la evolución. Desde el prime r momento ejerció el poder con moderación, oero sin vacilación^ s. Una nota de esos días muestra que era per­ fectamente conscie ite de la línea que había impreso al gobier­ no:

"...el gobierno se ha propuesto —dice— restablecer la mo­ ral, ignominiosame ite relajada por la conducta de las anteriores 19 Portales, Diegc renuncia a la vicepresidencia de la República, San­ tiago, 13 de junio de 831, en SCL.

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administraciones... Convencido por la experiencia, se ha pro­ puesto el gobierno desterrar ese sistema de condescendencias in­ justas, de criminales disimulos, de consideraciones indebidas que han confundido tanto al bueno como al mal ciudadano, al militar inepto e insubordinado con el apto y buen servidor; y que en fin desquiciaron (puede decirse así) la sociedad, aflojan­ do todos los vínculos que la sostienen”. Tales son "los únicos me­ dios de consolidar la paz y las instituciones de Chile”.20

Toda la obra de Portales parece condensarse en estos dos as­ pectos que van continuamente entrelazados: la lucha por la paz interior, frente a los intentos subversivos, y la lucha por esta­ blecer el gobierno, situado por encima de teorías y banderías e identificado con los grandes intereses de la patria. Su realización la hizo en tres tiempos, bajo tres modalida­ des diferentes. El trasfondo es siempre el mismo, la consolida­ ción del gobierno frente a los intentos sediciosos, pero el primer plano varía. Así, en la consolidación de las instituciones pueden distinguirse tres fases. La inicial abarca los dieciséis meses de su primer Ministe­ rio. En este corto período sus esfuerzos se centran en el régimen de gobierno. Lo fundamental es dar forma institucional a uno capaz de sustentar elgohiéTncrfuerterLo"demás éstareñ segundo plano. Los otros aspectos del Estado constitucional, aunque sean muy relevantes, como la situación de la Iglesia o de la Judica­ tura, quedan sólo esbozados. Intentando un símil, puede decirse que en esta etapa Porta­ les levanta el cuerpo central del edificio constitucional y deja, apenas salidas de los cimientos, las alas laterales, destinadas a completarlo. Luego viene una fase intermedia, la más larga, pues dura cuatro años, en la que Portales se retira del gobierno. La razón de su alejamiento es dejar que el régimen funcio­ ne por sí mismo, con independencia de su persona. Pero él desde fuera sigue su marcha y señala los errores o desviaciones que pueden comprometer su subsistencia. Volviendo a la comparación, se diría que ahora Portales de­ ja la obra en manos de otros constructores, pero cuida de que la prosigan sin alterar los planos diseñados por él. Por último, en una tercera fase de veinte meses de duración vuelve al gobierno. 20 Oficio del Ministro del Interior al general José Santiago Aldunate, en Barros Arana, Diego, Historia General de Chile, 16 vols., Santiago, 18841905, 15, pp. 602 ss.

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/JJm este segund o Ministerio lo principal no es el régimen de gobierno, sino los otros elementos del Estado constitucional a los que en el prime ro no pudo prestar mayor atención, en espe­ cial la Iglesia, la Ju licatura, el ejército y la marina^ Es decir, en es a tercera fase Portales reasume la construc­ ción del edificio co istitucional y completa el cuerpo central con las alas laterales qi e estaban todavía sin terminar.

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2.

CONSOLIDACION DE LA PAZ INTERNA (1830-1831)

Lo primero, lo más urgente, aunque no lo más importante era acabar con los intentos de derribar el gobierno. Desde 1830 has­ ta su muerte, debió hacer frente a una serie de conspiraciones, motines y revueltas. En esta materia, Portales adoptó una actitud diametralmen­ te opuesta a los gobiernos anteriores. Puso fin a la condescen­ dencia. Fue inflexible. Dio de baja a los oficiales derrotados en Lircay y a los que no se sometieron al gobierno, sin detenerse ni aun ante militares con grandes servicios en la guerra de la in­ dependencia, como Freire o Pinto. Exigió que el castigo se apli­ cara a los verdaderos culpables y no a los simples ejecutores.

2.1.

Medidas de Excepción

Para mantener el orden público no vaciló en usar las facultades extraordinarias que había concedido el Congreso Plenipotencia­ rio al gobierno el 7 de mayo de 1830 “para que destierre dentro o fuera de la república a todos los prisioneros que se han hecho y se hicieren de la división del general Freire, extendiéndose esta autorización igualmente a cualesquiera otros individuos que sea necesario para conservar el orden y la tranquilidad pública de que está encargado’’.21 En consecuencia, confinó a distintas pro­ vincias o incluso expulsó del territorio a los revoltosos. Al obrar así no lo hacía por rencor, sino por necesidad. A doña Manuela Caldera, mujer del general Ramón Freire, ex Director Supremo, a quien expulsó del país, Portales le asignó y pagó religiosamen­ te de su bolsillo una mesada, sin que ella supiera de dónde pro­ venía. Más conocido es el caso de Santiago Muñoz Bezanilla, te­ naz adversario suyo, a quien relegó a Huasco. Como carecía de medios, le hizo llegar discretamente de su peculio doce onzas de oro, suma más que suficiente para permitirle subsistir con de­ sahogo.22 El rigor de Portales era algo que asombró a militares y ci­ viles, acostumbrados hasta entonces a que las maquinaciones subversivas quedaran en la impunidad. En dos ocasiones los afectados ocurrieron a la Corte Suprema, que —dicho sea de pa­ so— estaba compuesta por magistrados en general hostiles al gobierno, pero a los que Portales respetó escrupulosamente. 21 Encina (Armanet), Francisco Antonio, Historia de Chile desde la prehistoria hasta 1891, 20 vols., Santiago, 1940-52, 9, p. 92; Barros Arana, nota 20, 16, p. 9, ofrece un texto un poco diferente. 22 Barros Arana, nota 20, 16, p. 8, nota 1.

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Muñoz Bezanill i invocó las garantías constitucionales para pedir protección a 1 i Corte Suprema frente a la prisión y al des­ tierro que le habíar sido impuestos, sin sentencia judicial y sin siquiera oírle el gobernador local de Santiago, Pedro Urriola. En su descargo, ést dijo haber obrado en cumplimiento de ór­ denes del Ministro del Interior. Por su parte, el fiscal sostuvo que con esta respue sta quedaba sin efecto la reclamación, pues la Corte Suprema ro podía proceder ni contra el Vicepresiden­ te de la República : ii contra su Ministro. No obstante, la Corte pidió al Ministro qi e le manifestase las facultades que tenía el_ gobierno para proc der así. Portales solicitó, entonces, al Con-, greso de Plenipoter diarios la autorización necesaria para hacer pública la reso uciói de 7 de mayo de 1830 por la que había otor­ gado facultades ext ’aordinarias al gobierno.2324 "Atacado el gol ierno por semejante providencia (la relega­ ción) que suponen laber tomado excediendo los límites de sus atribuciones, había convenido publicar las facultades que tiene del Congreso para i oner coto a la calumnia, si la calidad de re­ servadas con que vi] ieran no exigiese previa autorización al efecto . Finalmente, aui que obtuvo el consentimiento del Congreso, se limitó a responde r a la Corte que el gobierno había procedido en virtud de facultí des extraordinarias, sin darlas a conocer. Esta actitucTfü f justificada por La Opinión, periódico im­ preso en los tallere: de los hermanos Ramón y Manuel Rengifo, buenos amigos de i ’ortales. Allí se sostuvo que, conforme a la Constitución, la Co te Suprema había sido privada de su com­ petencia protectora de los derechos de los gobernados. Es de­ cir, que su papel s •. reducía meramente a hacer justicia entre partes. Con el lengi aje característico del constitucionalismo, se afirma: "Las facultí des del Poder Judicial están limitadas a con­ denar o a absolver aplicando las leyes a casos particulares; na­ da de esto hay en p 'oteger y reclamar sin que preceda sentencia en que anticipadam :nte se declare la infracción".25 Pero la Corte Suprema no aceptó esta interpretación que desconocía su comf etencia para proteger a los gobernados fren­ te al gobierno que, después de todo, era anterior al constitucio­ nalismo, pues se re nontaba a la Real Audiencia. Así se vio me­ ses más tarde cuar do el gobierno apresó por sediciosas a tres personas, entre las uales estaba el literato español José Joaquín de Mora. Su mujer y los otros dos afectados acudieron a la Cor­ 23 La Opinión 22, Santiago, 26 nov. 1830; A 24, 26 feb. 1831. 24 Oficio del Min stro del Interior al Congreso de Plenipotenciarios, Santiago, 27 sept. 1830 en A 24, 26 feb. 1831. 25 Ver nota 23.

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te Suprema para reclamar porque se les mantenía detenidos sin formarse causa en su contra dentro del término legal. La Corte manifestó al gobierno respetuosa pero firmemente:

“...aunque a consecuencias de otros recursos de esta cla­ se, la Corte Suprema había reclamado anteriormente del Supre­ mo Gobierno por el cumplimiento de las leyes y garantías judi­ ciales que aparecían infringidas, y se le contestó que el Congre­ so Nacional de Plenipotenciarios había conferido al Ejecutivo facultades extraordinarias para proceder a estas medidas (de prisión), como hasta hoy no se han publicado ni se han comu­ nicado oficialmente a este tribunal, de acuerdo con su ministro fiscal se halla de nuevo en el deber de cumplir con las leyes de su institución para lo que ha sido interpelado, pidiendo al Su­ premo Gobierno tenga a bien poner a los recurrentes a disposi­ ción de los tribunales a que competan para que sean juzgados conforme a las leyes”.26 Portales consideró que éste era un asunto de gobierno, del que no correspondía dar cuenta a la Corte Suprema. Expulsó al Perú a los tres presos, pero hizo publicar en El Araucano la au­ torización del Congreso de Plenipotenciarios para dar a cono­ cer las facultades extraordinarias en virtud de las cuales obra­ ba el gobierno.27 Como colofón el mismo Araucano comentó la­ pidariamente: “No es lo mismo sentenciar pleitos que regir pue­ blos”.28 No hay que creer por esto que Portales adoptara una políti1 ca represiva. Al dar cuenta al Congreso de Plenipotenciarios de una de estas medidas, éste le respondió “previniéndole que para proceder del mismo modo en iguales casos, no necesitaba hacer uso de facultades extraordinarias ni dar cuenta de lo obrado”.29 Por otra parte, a muchos vencedores de la revolución, incluso al I general Prieto, que gozaba de merecida fama de conciliador, la moderación de Portales les parecía blandura, la encontraban pe\ ligrosa y pedían medidas más enérgicas.30 Esta moderación no es fruto de debilidad ni tampoco de que tuviera dudas sobre la legitimidad de su proceder contra los 26 Oficio de la Corte Suprema al Ministro del Interior, Santiago, 17 feb. 1831, en A 24, 26 feb. 1831. 27 A 24, 26 feb. 1831. 28 Id. 29 Oficio del Congreso de Plenipotenciarios al Ministro del Interior, Santiago, 11 junio 1830; Barros Arana, nota 20, 15, p. 610. 30 Carta del general Joaquín Prieto a Diego Portales, Chillán, 18 nov. 1830, y Concepción, 19 enero 1831, ambas en Prieto (Vial), Joaquín, Cartas de don... a don Diego Portales, Santiago, 1960, ver pp. 25 y 33.

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LAMINA Vil

Arriba. Santiago en la época en que nació Diego Portales. Abajo. Palacio de la Mont la donde se instaló la familia Portales hacia 1798.

LAMINA VIH

Arriba. Santiago visto desde el cerro Santa Lucía hacia 1830. Abajo. Puente de Cal y Canto y tajamares del Mapocho.

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subversivos. Antes bien, él respeta la legalidad, pero dentro de ciertos límites. Cor 10 explica en 1833, después de haber dejado el Ministerio: Yo he estado y estoy muy lejos de querer medidas violen­ tas, soy muy decic ido por los tratamientos legales cuando las circunstancias lo p rmiten".31

Pero los trámil ,?s legales no han de impedir la oportuna de­ tención de los sedi< iosos. El derecho y el deber del gobierno de mantener el orden público contra quienes pretenden subvertir­ lo, está por encima de la Constitución y las leyes. Si ellas no lo reconocen, no sirve i. Así lo explicaba algunos años después: "A propósito de una c insulta que hice a don Mariano (Egaña, fis­ cal de la Corte St prema), relativa al derecho que asegura la Constitución sobre prisión de individuos sin orden competente de juez, pero en los cuales pueden recaer fuertes motivos de que traman oposiciones violentas al gobierno, como ocurre en un caso que sigo con j ran interés en este puerto, el bueno de don Mariano me ha con estado no una carta sino un informe, no un infoime sino un tr itado, sobre la ninguna facultad que puede tener el gobierno p ara detener sospechosos por sus movimien­ tos políticos”.

Ante esta respt esta, Portales no puede contenerse: "•.. de seguir < 1 criterio del jurisperito Egaña, frente a la amenaza de un indi ziduo para derribar la autoridad, el gobierno debe cruzarse de bi izos, mientras, como dice él, no sea sorpren­ dido infraganti, Co i los hombres de ley no puede uno enten­ derse; y así, para qi é c... sirven la Constitución y papeles si son incapaces de poner remedio a un mal que se sabe existe, que se va a producir, y qu< no puede conjurarse de antemano tomando las medidas que pu den cortarlo. Pues es preciso esperar que el delito sea infraganl Y agrega: "Si 'o, por ejemplo, apreso a un individuo que sé está urdiendo ura conspiración, violo la ley. ¡Maldita ley en­ tonces si no deja a brazo del gobierno proceder libremente en el momento oportu io! ... De mí sé decirle que, con ley o sin ella, esa señora que llaman la Constitución hay que violaría cuan­ do las circunstancie' s son extremas. ¡Y qué importa que lo sea, cuando en un año 1i parvulita lo ha sido tantas ñor su perfecta inutilidad!”32 31 Carta a Ramón Cavareda, Valparaíso, 15 marzo 1833. 32 Carta de Porta es a Antonio Garfias, Valparaíso, 6 dic. 1834, E 3, p. 378.

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Es decir, para Portales el respeto a la Constitución y a la ley tiene un límite, la situación excepcional en que está en jue- V go la subsistencia del propio gobierno. No se trata de ninguna; invención suya, sino de una nueva aplicación de la máxima cice­ roniana “Salus populís suprema lex esto”, según ha reconocido Alejandro Guzmán. En resumen, Portales puntualiza: "... a mí me parece mal el que (a los delincuentes) se les pueda amparar en nombre de esa Constitución”.33

"En los casos de excepción el gobierno puede actuar fuera o contra la legalidad, pero no en forma arbitraria. Siempre debe actuar con rectitud, esto es, conforme a la ley moral, tanto cuan­ do obra normalmente dentro de la ley positiva, como cuando obra excepcionalmente fuera de ella”.34 "En tal caso, es decir, cuando la ley positiva calla, lo único que queda para regular los actos del gobernante es la ley moral, y la garantía que la ley posi­ tiva otorga al ciudadano en circunstancias normales, queda sus­ tituida por la garantía que implica el recto obrar del gobernan­ te en estado de excepción”.35 A esto se refiere Portales cuando dice que cuando las circuns­ tancias son extremas, "la ley la hace uno procediendo con hon­ radez y sin espíritu de favor”.36 A falta de ley positiva no se pro­ cede arbitrariamente, sino conforme a la ley moral. í En otras palabras, para Portales la legalidad no es un fin, sino un medio, muy respetable, pero no intangrb4e1^LQ__que le permite distinguir entre circunstancias normales, en las que de­ ben respetarse" las leyes, y situaciones de excepción, en las que cabe apartarse de ellas, como son aquellas que miran a la subI sistencia del gobierno. Esto es lo que intuyó Vicuña Mackenna I ~ cuando escribió que "Portales fue tirano para hacer que la ley Yfuera respetada”.37

2.2. Subordinación

del

Ejército

Una pieza clave de los intentos subversivos era obtener el con­ curso de los cuerpos armados. Portales restableció la subordina_ción del ejército al gobierno. Desde el fin de la monarquía las 33 34 35 36 37

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Ver nota 14. Ver nota 32. Guzmán, nota 14, pp. 32-33. Ver nota 32. Vicuña Mackenna, Benjamín, Miscelánea, Santiago, 1872, 2, p. 120.

PORTALES Y EL TRANSITO DEL ABSOLUTISMO ILUSTRADO

sublevaciones, alzar lientos, cuartelazos y rebeliones militares se habían hecho cada vez más frecuentes en América española. De ahí la inestabilidad de los gobiernos que caían derribados uno en pos de otro. Chi. e no fue la excepción. Portales puso término I al militarismo, que desnaturaliza el papel de la fuerza armada al mezclarla en ba iderías políticas, poniéndola al servicio de una facción. Gracia ’ a Portales el ejército —entonces la única fuerza armada— vo vió a estar al servicio de la patria y a ser el principal apoyo del gobierno. Esto lo consigu ió Portales con grandes esfuerzos. Debió de­ purar, por una pan e, la antigua oficialidad que se creía intoca­ ble por los méritos dcanzados en la guerra de la independencia, a de eliminar ci idadosamente los elementos levantiscos. Por otra parte, para pre .oarar la nueva oficialidad restableció la Aca_demia Militar, antee edente de la actual Escuela Militar, y la pu­ so bajo la eficiente dirección del coronel de caballería Luis José Pereira. En toda est i labor contó Portales con el concurso de un selecto núcleo de c ficiales, entre los que se cuentan el recién nombrado y el gene 'al Joaquín Prieto, que después de Lircay se hizo cargo de la In endencia de Concepción, cuya cabecera era la capital militar dt Chile. De ella pasó, en septiembre de 1831, a la piesidencia de a República, con lo que Chile volvió a tener por presidente a un militar, como era habitual en tiempos de la monarquía.

2.3.

Revitalizacióí de

las

Milicias

Por eso no anduvo descaminado Portales cuando revitalizó las • milicias de la época de Carlos III y Carlos IV, para dotar así al gobierno de otra fi erza armada, distinta del ejército de línea, en la que pudiera a] ovarse en casos de insubordinación. La reorganizacií n de las milicias había sido una de las gran­ des preocupaciones de la monarquía ilustrada. Portales segura­ mente lo recordaría de los tiempos de su juventud. La monar­ quía perseguía con t lia un doble objetivo muy propio de la men­ talidad ilustrada. E ta rechaza instintivamente cualquier forma de insubordinación :ontra el gobierno y busca apasionadamente la elevación moral.y material del pueblo. "Del mismo modo, Por­ tales ve en las milic as un medio de poner en manos del gobier­ no una fuerza arm< da incondicional para enfrentar a los sedi­ ciosos y, al mismo lempo, un medio para moralizar e instruir 339

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al pueblo, proporcionándole una ocupación sana,,, especialmente en días festivos, que les aleje de la embriaguez... ?8 No sin satisfacción podía declarar poco antes de dejar el Ministerio:

“...los cuerpos cívicos que antes eran masas informes, se hallan a disposición de prestar útiles servicios a la República, por la organización y la disciplina a que se les ha sometido. Exis­ ten en Santiago cuatro batallones de infantería con sus planas mayores veteranas que compiten con la tropa de línea. “En los demás pueblos hay oficiales veteranos destinados a la instrucción de esta clase de fuerza, que a la voz de la patria pueden ya poner bajo sus banderas 25.000 hombres”.38 39 /En septiembre de 1831 se retiró Portales con licencia a Valparaíso y el gobierno lo nombró comandante y organizador de lias milicias de ese puerto. En una carta del año siguiente, expre­ só su opinión sobre una reestructuración del ejército que en cierta manera da razones a los temores de Vidaurre, de que luego hablaremos, y otros oficiales antiguos: “Estoy porque se disuel­ van los cuerpos de línea para formar cuadros de otros nuevos, v los muy necesarios, bajo la conducta de los cadetes de la Aca­ demia y de los muy buenos jefes y subalternos que hoy tenemos, dando colocación en las milicias de la República a los que son inútiles”.40 En Valparaíso puso Portales no menos celo que en Santia­ go para formar e instruir a los cívicos. En una ocasión escribe: -“Me he propuesto no faltar jamás a la hora en que esté reunido algún cuerpo y presentarme en traje militar a todos los actos de servicio”. No sabía que estos mismos cívicos iban a contribuir seis años más tarde a aplastar el motín de Quillota, que a él le costó la vida, y a salvar el gobierno. A su muerte, los cívicos eran más de 30.000 y el ejército de línea no llegaba a 3.000 hombres. Esto sólo permite apreciar, la significación real y potencial de las milicias en la consolidación . del orden interior. 38 Para las milicias en tiempos de Portales es fundamental. Hernán­ dez Ponce, Roberto, La Guardia Nacional de Chile. Apuntes sobre su ori­ gen y organización (1808-1848), en Historia 19, Santiago, 1984, pp. 53 ss. En general, Suárez, Santiago Gerardo, Las milicias, Instituciones milita­ res hispanoamericanas, Caracas, 1984. 39 Discurso del Vicepresidente de la República al inaugurar el Con­ greso Nacional, 1? de junio 1831, leído por Portales como Ministro del Interior, en SCL 20, pp. 29 ss.; la cita p. 32. 40 Carta de Portales a Antonio Garfias, Valparaíso, 30 agosto 1832, E 2, p. 271. Ver también cartas al mismo, 30 abril 1832, ibíd., p. 189; 2 sep­ tiembre 1832, ibíd., p. 278.

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La obra realiz ida por Portales en este campo es inmensa. En poco tiempo lo ;ró restablecer una paz interior que se creía perdida para siemp re. La decisión con que enfrentó las conspira­ ciones y movimienl js sediciosos y el rigor con que exigió la san­ ción de los verdadc ros responsables fueron algo desusado. Todo lo cual no pudo me ios que impresionar vivamente a sus contem­ poráneos. De esta i npresión tomaron pie después algunos histo­ riadores que no hal ían vivido la anarquía, para forjar la leyenda de un Portales ‘xEteL’Ly "tirano” y para calificar su gobierno de represivo.41 Desde que Pon ales asumió el Ministerio por primera vez en 1830, ningún interno subversivo consiguió derribar el gobierno de Chile. Los movi nientos sediciosos se repitieron, incluso des­ pués de su muerte •/ hasta fechas tan tardías como 1851 y 1859. Pero todos fueron plastados por el gobierno. Chile debe, pues, a Portales el restal lecimiento de la sucesión regular de los go- bernantes, interrun pida desde 1810. Esto es algo único en His- ?, panoamérica. Pero ólo la parte menor de su obra. "

41 Yrarrázaval La rain, José Miguel, Portales "tirano” y "dictador”, en BACH 8, Santiago, 1937.

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3.

CONFIGURACION DEL REGIMEN DE GOBIERNO (1830-1831)

La obra de Portales no se agota en haber acabado con la anar­ quía, en haber puesto fin a los gobiernos débiles e impotentes que caían uno en pos de otro, sin dejar rastro, derribados por las fuerzas subversivas. Esto es mucho, pero sólo un aspecto y secundario, dentro de su actuación. r Los gobiernos caen, más que por la acción de sus adversa­ rios, por su propia incapacidad. Por eso indisolublemente unida 7 a la labor de hacer frente a sus enemigos, está la de consolidar el gobierno, de darle una forma institucional, de configurar un i régimen de gobierno. A partir de 1817 Chile, como los demás Estados sucesores de la monarquía española, había tenido muchos gobiernos, pero no un régimen de gobierno. Bajo formas unipersonales o cole­ giadas, distintos jefes y juntas ejercieron el mando de un modo más o menos precario, sin estar sujetos a un marco institucio­ nal permanente, superior a las personas que se suceden en el poder, al que ellas debieran ajustarse en su gestión. Esta fue la situación que encontró Portales en 1830. Esta fue la situación en que le tocó actuar. Esta fue la situación que él cambió radicalmente^El Chile de cuyo gobierno se hizo cargo en 1830 era un país sin régimen de gobierno, el Chile que dejó al morir siete años después era un país donde el mando se trans­ mitía y se ejercía dentro de un marco institucional preestable­ cido e indiscutido^ No siempre se ha entendido así la obra de Portales. Aparte de Edwards,42 señero en esto, la generalidad de los autores pa­ rece considerar a Portales como un simple gobernante que se desenvuelve dentro de un régimen establecido. Por tal razón se limitan a estudiar su obra, enumerar sus realizaciones y a califi­ carla como mejor o peor, con los mismos o similares parámetros que la gestión de un ministro o un presidente cualquiera. Portales no pudo reducirse a eso. Y si lo hubiera hecho ha­ bría pasado inadvertido, tan sin pena ni gloria como los políti­ cos de la época. El momento era confuso no sólo desde el punto de vista po­ lítico, sino mayormente desde el punto de vista institucional. La revolución triunfante de 1829 se había hecho en protesta con42 Edwards Vives, Alberto, Apuntes para el estudio de la organiza­ ción política de Chile, en RCHHG 9, 12 y 14, Santiago, 1913 y 1914, re­ impreso bajo el título La organización política de Chile, 3* ed., Santiago, 1972; el mismo, La Fronda aristocrática. Historia política de Chile, en El Mercurio, Santiago, 1927; 83 ed., Santiago, 1982.

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.. tra la violación de a Constitución del año anterior por el gobier­ no. Chile tenía, pu :s, una Constitución, pero se hallaba sin Pre­ sidente y sin Con) reso, es decir, carecía de los dos elementos [que, según ella, de >ían conformar el régimen de gobierno. Este era el gr< n problema. En general, las demás institucio­ nes subsistían. Aui que bastante desvencijadas, se mantenían en pie la administraci >n, los tres ministerios (Interior y Relaciones Exteriores, Guerra y Marina y Hacienda) y las diversas oficinas de su dependencia Para efectos de gobierno interior, el país es­ taba dividido en o :ho intendencias. También la Judicatura per­ sistía articulada se bre la base de una Corte Suprema y otra de Apelaciones, amba. con sede en Santiago, y jueces de primera instancia en todo < 1 territorio. El vacío se re< ucía principalmente al régimen de gobierno, a la falta de un Pr ísidente y de un Congreso. Para encarar esta / situación los prom otores de la revolución de 1829 instituyeron un cuerpo llamado Congreso de Plenipotenciarios. Este no tenía en común con el C ongreso contemplado en la Constitución más que e] nombre. En una simple comisión compuesta teóricamen­ te por ocho person is, una por provincia, que de hecho funcionó ' sólo con seis. Por 'so mismo pudo actuar con gran decisión, al | margen de las polémicas e incertidumbres que a menudo esteri­ lizan a las grandes asambleas. Eligió presidentes provisionales, les otorgó facúltal es extraordinarias para combatir la subver­ sión y se preocupe de regular la elección del Presidente y del Congreso, contemp ados en la Constitución. El primer min sterio de Portales corresponde a este perío­ do previo a la reste uración del Presidente y del Congreso consti­ tucionales. Así pu s, aunque la revolución se había hecho en nombre de la Carta Fundamental, Portales no tuvo obstáculo pa­ ra obrar al margen de ella. Más aún, el Congreso de Plenipoten­ ciarios respaldó en todo momento su gestión. Pero si Portal :s como gobernante no actuó dentro de la Constitución, lo hiz< i a través de las instituciones establecidas y de las leyes vigentes. El mismo no se creyó investido de facultades omnímodas en atei ción a las circunstancias excepcionales en que se encontraba d país. Antes bien, para todo lo ordinario se atuvo a la legalida 1 vigente, y cuando estimó que una medida excedía dé sus po leres legales, pidió autorización expresa al Congreso de Plenip )tenciarios. Este hecho de contar con las ins­ tituciones y las ley ;s vigentes,^n“lu^gardé'paftir,por así decir­ lo, de cero, explica ;n buena medida que en poco más de un año haya conseguido ha :er realidad ese gobierno fuerte que había des­ crito con tanta clai idad en 1822, como el adecuado a los países de América español i en la etapa siguiente a su Independencia. Ahora bien, Pe ríales encontró las instituciones y las leyes muy a mal traer, ei extremo deterioradas. Los años de anarquía

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y desgobierno las habían tornado, en muchos casos, inoperantes. En una palabra, estaban materialmente arruinadas, desajusta­ das y, lo que es peor, moralmente desprestigiadas. r En esta coyuntura, no pensó en destruirlas, ni menos reem­ plazarlas, lo que habría sido una empresa de largo aliento. Pen­ só en restaurarlas, en imprimirles nuevo vigor. Para eso se fijó en los hombres llamados a animar las instituciones y a aplicar las leyes.

3.1.

Administración Central

Su primer cuidado fue, pues, seleccionar el personal de la ad­ ministración. El mismo se hizo cargo de los ministerios del In­ terior y Relaciones y de Guerra y Marina. Encontró en su amigo Manuel Rengifo (1793-1845) un hombre adecuado para reorde­ nar no sólo las finanzas públicas, sino las oficinas de hacienda, Con este objeto pidió y obtuvo del Congreso de Plenipotencia­ rios autorización para exonerar y reemplazar a los empleados incompetentes o desidiosos. Pero lo que más impresionó fue que el propio Portales, que conocidamente no era hombre de fortuna y había contribuido con gruesas sumas —más de 13.000 pesos— a la revolución, re­ nunció a percibir su sueldo como ministro y lo cedió para las milicias. Quería servir a su costa al Estado, como sus antepasa­ dos habían servido al rey. Además, puso fin a los atrasos en el pago del personal de la administración, el ejército, la Judicatura y otros. Desde los más altos magistrados u oficiales hasta el más modesto empleado o veterano todos empezaron a recibir su sueldo oportunamente, cosa que parecía insólita. Desapareció la práctica de entregar mesadas en lugar del sueldo y a cuenta de él. No menos llamativa fue la regularización de la marcha de las oficinas públicas. En esto el Ministro se empeñó también per­ sonalmente. Era el primero en llegar a su despacho y el último en irse, y se presentaba, sin previo aviso, a cualquier hora del día a inspeccionar las oficinas de su dependencia. 3.2.



Los Intendentes

Este nuevo estilo no se redujo a la administración central con sede en Santiago. Se extendió, también, al gobierno de las pro­ vincias. Portales cuidó de que los intendentes de ellas fueran eficientes y, sobre todo, diligentes ejecutores de las órdenes del go­ 344

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bierno central. Con o constitucionalmente no podía nombrarlos por sí mismo, reca ió y obtuvo la correspondiente autorización del Congreso de Pie nipotenciarios para reemplazar libremente a cuatro de los ocho existentes por personas más idóneas.43 Ade­ más, se preocupó c e asegurar una remuneración competente a los cinco instituido: sin ella en tiempos de la anarquía. Propuso que conforme a la Ordenanza de Intendentes vigentes, dictada en los últimos años de la monarquía, se les asignara un sueldo equivalente al de u i coronel de infantería. Recalcó que de otra forma era imposib e exigirles que correspondieran a "las con­ fianzas de los pueb os y del gobierno". Sin remuneración la In­ tendencia "recaerá en manos de aquéllas (personas) que espe­ culan en beneficio oropio y que son causa de los trastornos y del más completo c esorden". De suerte que "nunca podrá espe­ rarse que al frente de las provincias se encuentren hombres ca­ paces de dirigirlas :omo corresponde, y secundar las miras del gobierno sobre su elicidad".44 Este era el punto clave: la subordinación de los intenden-1 tes al gobierno cent 'al. Ya en 1822 había señalado Portales entre ¡ : las características leí gobierno fuerte la de ser centralizadorJ 3' Ahora, durante su primer ministerio, implantó esta centraliza­ ción. Por una vía e: traconstitucional transformó a los intenden­ tes en agentes dire< tos del Presidente de la República, nombra­ dos por él, responsí bles ante él y ocupados, ante todo, de ejecu­ tar sus órdenes en < 1 territorio a su cargo. Algo similar hizo conj los gobernadores q e, según la Constitución, debía haber en las ciudades o villas d( nde existía una municipalidad. Desde enton­ ces, los intendentes y gobernadores se convirtieron en Chile en puntales de la gesti 5n de los sucesivos gobiernos.45 En El Araucana;• se encuentra la justificación de esta centra­ lización, que al nac r era contraria a la Constitución y que a al­ gunos parecía incc npatible con el sistema representativo. Es un índice de la ton a de conciencia de que se está configurando una realidad institi cional opuesta, en parte, a la Constitución: "El régimen y adm nistración interior de las provincias que es­ tableció la Constiti ción, a más de proporcionar a los pueblos ocasiones de turbul mcias, quitan al Jefe Supremo una gran par­ te de la energía que es tan necesaria para gobernar bien y hacen dificultosa su respe nsabilidad". Argumenta: "Siendo el gobierno obligado a velar so iré la tranquilidad pública y la conservación del orden, parece r tuy natural que todos los subalternos que le 43 Barros Arana, 44 Oficio del Min Santiago, 8 julio 1830, 45 Bravo Lira, Be

iota 20, 15, p. 62. stro del Interior al Congreso de Plenipotenciarios, en SCL 18, p. 358. nardino, nota 17, esp. pp. 78 ss. y 146 ss.

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han de auxiliar en el desempeño de este cargo deban ser de su entera confianza y satisfacción y nombrados por él para que su responsabilidad sea efectiva”. Añade: “Nombrando el gobierno los intendentes de las provincias, elegirá personas seguras en su concepto y serán responsables de los desaciertos que éstas co­ metan, y lo mismo sucederá si a los intendentes se les diera la facultad de elegir los gobernadores de los pueblos”. Por últimoj afirma que es compatible con el sistema representativo: “Dirá alguno que esta opinión es opuesta a los principios del sistema representativo, que ataca los derechos de los pueblos y que pone en manos del Poder Ejecutivo los resortes más poderosos para hacerse déspota; pero ni la soberanía popular, ni la libertad, consienten instituciones producidas por ideas exageradas”.46

3.3.

El Presidente

La clave de la revitalización de la administración central y de esta centralización administrativa es el Presidente de la Repúbli­ ca. Portales realzó su figura institucional muy por encima de los términos en que estaba contemplada en la Constitución enton­ ces vigente. Para la Carta de 1828 el elemento principal dentro de la dualidad gobierno-parlamento era sin disputa el Congreso. El Presidente tenía un lugar secundario en el régimen de go­ bierno. En el curso de los cortos diecisiete meses del primer Minis­ terio de Portales se configuró de hecho una situación distinta. El Presidente se transformó en la práctica en el centro de grave­ dad del régimen de gobierno. Toda la acción gubernativa empeV zó a girar en torno a él, a realizarse en su nombre y por minis­ tros o funcionarios dependientes de él. Esta concentración de poderes y medios de acción en manos del Presidente no fue una construcción teórica, contenida en un texto constitucional, sino una realidad institucional! con vida propia. Pero'Portales hizo más que devolver al gobierno una efica­ cia, desconocida desde tiempos de la monarquía. Además le de­ volvió la respetabilidad y el prestigio de que entonces había go­ zado. Y este prestigio se concentró, por así decirlo, en el Presi­ dente, convertido en símbolo del Estado. En otras palabras, Portales acuñó una nueva imagen de pre­ sidente, no sólo en lo institucional, sino también en lo moral. Aquí tampoco fue original, en el sentido de crear algo de la nada. Se apoyó en lo existente. No propuso un nuevo ideal de * A 12, 4 dic. 1830.

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| gobierno. Retomó _c L de la monarquía ilustrada y lo actualizó ba(J) jo una forma repul licana. ~Es~lo que ya había dicho en Lima en 1822, pero que aho a acertó a llevar a la práctica. Para ver cómc lo logró, es menester fijarse no sólo en lo que hizo, sino en c >mo lo hizo, su modo de actuar, su estilo de gobierno. La actúa :ión de Portales presenta un sello inconfun­ dible, completamer te desconocido en los países recién indepen­ dizados de América española. Se comportó no como ministro de un Estado naciente, todavía sin un régimen de gobierno defini­ do y bien asentadc Actuó como si fuera un ministro más den­ tro de un régimen establecido desde hacía siglos: con institucio­ nes, con leyes y cor fines permanentes e indiscutidos. Para él no hubo nada provisic lal, nada que se adoptara por vía de ensayo, nada que complica] a más la maraña de leyes e instituciones exis­ tentes.47 En cambio se concentró en perfeccionarlas, en corregir sus defectos, destei rar los abusos y adecuarlas a los tiempos me­ diante mejoras par nales pero efectivas. Manifestaciones de este estilo político port diano son la llamada impersonalidad de su obra, por lo demá; no siempre bien entendida, y "la identificación dehgobierno con los grandes intereses de la patria, dos as­ pectos estrechamer te ligados entre sí.

3.4.

Impersonalid

d

Portales poseía ui a fuerte personalidad que se imponía, que creaba un ambient alrededor de él. Todos sus gestos, sus pala­ bras, sus escritos, * us actuaciones revestían un sello característi­ co, personalísimo. Bien lo sabían quienes lo trataban de cerca. Tenían que soport: r sus genialidades, a menudo burlonas e hi­ rientes, sus salidas ingeniosas y mordaces. Tenían que acostum­ brarse a su lenguaj i, en el que los principales personajes se nom­ braban por un apO' o o sobrenombre y en el que los asuntos más o menos relevantes se trataban con expresiones a las que se da­ ba un sentido dist rito del ordinario. Algunas han llegado hasta nosotros —principt l resorte de la máquina, el peso de la noche— y han dado quehacer a los estudiosos. Pero una cosa era Diego Portales y otra el Ministro. El es­ tablecía una disoc ación, que sin duda no es normal, entre su persona y su inves idura. En lo personal era ajeno a los conven­ cionalismos. No p i recía importarle desafiar los cánones domL nantes en su medí) social. Vivía y se divertía a su aire, desde luego siempre deni ro de una cierta distinción, pero de un modo 47 Así lo explicó a Tocornal en carta, Valparaíso, 16 julio 1832 E 2, pp. 226 ss.; la cita p. 227.

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informal que resultaba chocante. Nunca regularizó su situación con doña Constanza Nordenflicht, una mujer de alcurnia como él, a pesar de que nada les impedía casarse, pues ella era soltera y él viudo. En esto influyó su pobreza. Sus negocios no iban bien. Tenía deudas y mientras no se librara de ellas no quería asumir la obligación de sostener una familia, con todo lo que exigía su ^posición social. Tampoco era hombre para sujetarse a la disci­ plina del hogar, de recibir y visitar en familia a la parentela y a las amistades, y, en fin, de cumplir todas las obligaciones socia­ les de un padre de familia. En cambio, en materia de negocios toda la corrección y la formalidad le parecían pocas. Tenía a ga­ la ser cumplidor, esclavo de sus compromisos. Este contraste llega al máximo cuando se trata de la vida pública. Portales comprendió como pocos el hondo sentido de las ceremonias, el lenguaje, el aparato exterior en las instituciones y en el gobierno de los hombres. Por eso era inexorable en este punto. Todo hombre público, desde el Presidente hasta el últi­ mo funcionario, debía actuar conforme a la dignidad propia de su cargo. La respetabilidad de un gobierno comenzaba por la del sus agentes. Esta exigencia era para él tan absoluta, que lo des­ calificaba a él mismo para desempeñar la más alta magistratu­ ra, la presidencia de la República. El deseo de seguir llevando una vida privada que consideraba incompatible con la presiden­ cia, fue una de las razones de que la rehusara. ~ En 1831, al renunciar a la vicepresidencia, afirma que un ¥ hombre como él no era el indicado para asumir la presidencia si llegara el caso de vacar: "Penetrado de mi insuficiencia para ejercer dignamente las funciones de la primera magistratura eje­ cutiva, si por accidente llegase a vacar, y obligado a volver den­ tro de breve tiempo a la vida privada, adonde me llaman urgen­ tes consideraciones que no puedo desatender, me hallo en la obli­ gación de suplicar, como suplico al Congreso Nacional, se sirva aceptar la formal y solemne renuncia que hago en sus manos’’.48 A tono con esta disociación entre el cargo y la persona, Por­ tales como gobernante ni siquiera hizo caudal de sí mismo. Tuvo el talento soberano de no hacerse indispensable. No fue persona­ lista, sino que imprimió a su gestión un sello impersonal. Actuó siempre en nombre del gobierno, que escribe con mayúscula y que concibe como algo superior a los hombres que lo sirven. Así formó un equipo gobernante, pero no en torno a su persona y para el tiempo en que estuviera en el Ministerio, sino en tomo al ideal permanente de servicio de la patria. No buscó colabora­ dores para su gestión, sino que reclutó servidores para el Esta­ do, que se dedicaran de por vida al servicio público. 48 Ver nota 19.

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Esta manera de actuar salta hasta en sus cartas. Era muy aficionado a hablar en política, medio en broma medio en serio, de buenos y malos de dar premio o garrote. “El secreto de go­ bernar bien —escri jíó en una ocasión— está sólo en saber dis- ■ tinguir al bueno de malo, para premiar al uno y dar garrote al_ otro’’.49 Gobernar ro era, pues, asunto personal: aprovechar el poder para favorec t a los amigos y perjudicar a los enemigos. Gobernar era un a unto esencialmente impersonal. Discriminar entre unos y otros, no según el capricho, sino según el aporte de cada uno al bien p iblico. Estimular a los que trabajan por él y castigar a los que t 'abajan en contra de él. Así se explica € cambio que supuso la llegada de Portales al poder. Aunque lo a umió al terminar una guerra civil y como representante caracte 'izado del bando triunfador, no gobernó para _ un partido o facció: i. Es decir, su elevación no representó un epi­ sodio más en la lu< ha por el poder, sino el inicio de otra forma de gobernar, que )arecía desaparecida para siempre. Portales / identificó el gobier 10 con los grandes intereses de la patria. EnP consecuencia, lo co ocó por encima de teorías y banderías. Opu­ so al espíritu de pa rtido el servicio de la patria. De esta manera, en 1830, el país vo vió a sentir la presencia de un gobierno res­ petable y benéfico, como lo había sido hasta veinte años antes la antigua monarq lía. Se interrumpió así, por primera vez en América española, a lucha por el poder entre facciones encon­ tradas y la carrera de ensayos legales, que desde la independen­ cia habían sido lo: más poderosos factores de descomposición institucional. 3.5f^G°BIERNO Idektificado con los Intereses de

la

Patria^_ _ *

El factor decií ivo para que la anarquía comenzara a decli­ nar no fue la fuer? i sola, el vigor empleado contra los subversi­ vos, sino el gradúa surgimiento de un gobierno respetable, iden­ tificado con los in ereses permanentes de la patria. Así pareció entenderlo Pórtale: y es significativo que desde muy pronto la prensa afecta al ge bienio comenzara a destacar este punto e in­ sistir en él. Se dir a que es el gran argumento, el mejor título que puede invocar en su favor ante la opinión pública. 4 A! principio, e > más bien una aspiración, pero poco a poco se la exhibe como ma realización incontrovertible, palmaria. Así, ya al mes de haber asumido el Ministerio Portales, se dice en La Opiniói : “...ya tenemos un gobierno que obra con 49 Carta a Antón o Garfias, Valparaíso, 14 enero 1832, E 1, p. 386; la cita p. 389.

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actividad, franqueza y decisión, que sólo desea extinguir faccio­ nes, restituir el orden, procurar la unión y dar mejoramiento en todos los ramos de la administración pública... El gobierno quiere marchar con la opinión, buscar la ilustración y el acierto: hagamos algo de nuestra parte para cooperar a sus miras bené­ ficas".50 Cuatro meses más tarde, El Araucano presentaba el restable­ cimiento del orden en Chile como algo singular en el mundo: "No hace muchos meses que observadores imparciales conside­ raban a Chile en estado de desaparecer de la lista de las nacio­ nes americanas. Sin embargo después de la revolución Chile ofre­ ce. .. al mundo entero un ejemplo singular. Esa transición repen­ tina de un estado de la guerra más desastrosa al de la paz más imperturbable, sin que entre uno y otro haya sido preciso inter­ poner medidas para apagar las centellas que regularmente que­ dan ocultas, es una prueba convincente de que el carácter chile­ no ama el orden y el sosiego y de que aborrece las turbulencias e inquietudes". De la lucha del gobierno contra los elementos sediciosos de­ cía: "Las medidas que la necesidad ha dictado para evitar el que se prepare un nuevo incendio, se han reducido a poner a los ven­ cidos en situación de que no vuelvan a acometer otra empresa semejante". Pero lo más importante es la exaltación del nuevo modo de gobernar que le ha ganado el respeto general: "...es bastante para llamar la atención sobre la conducta del gobierno el hacer presente esa confianza general que lo man­ tiene en la armonía más completa para con los pueblos. Esta singular ventaja no puede conseguirse sino por proce­ dimientos rectos y justos, por la profesión de principios libera­ les, por la franqueza y por la honradez más estricta. En vano se pretende atribuir a la influencia de un partido la reputación de que goza el gobierno. Ya en Chile la palabra par­ tido ha quedado sin significación. . .”

Por último, se ocupa de los detractores y quejosos contra el gobierno, que alzan "violentos clamores sobre soñadas infrac­ ciones de las garantías, sobre despotismo, sobre opresión y so­ bre todas las palabras de significación funesta". A estos críticos opone la escrupulosa legalidad con que pro­ cede el gobierno en todos sus actos: "La masa de los ciudadanos descansa segura en el amparo 50 La Opinión, Santiago, 8 mayo 1830.

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de las leyes, en el r< speto que el gobierno les profesa y en el asi­ duo trabajo por re: tablecerlas en su imperio. No se puede cit ir un hecho por el cual se compruebe la más pequeña transgresú n; y el único paso que sindican los antago­ nistas con aire de t 'iunfo fue una medida exigida por la necesi­ dad y dispensada p or la aprobación pública”. (Se refiere a las medidas tomadas e i uso de las facultades extraordinarias, cuyo otorgamiento no er i público.) Por eso, conclu /e: "Mas ni esas críticas, ni esas quejas pue­ den hacer aparecer como malo un gobierno, el más respetable que ha habido en C lile en toda la revolución (es decir, desde la Independencia) ”, Es un gobiern< respetable por muchos títulos: ”... por la firmeza en hacerse ibedecer, por ]a energía en sostener la justi­ cia, por la liberalid; d en los principios, por la firmeza y desinte­ rés en todos sus tr ibajos, por la publicidad en todos sus actos y por todo ese conj into de virtudes delante de las cuales enmu­ dece la más desean da maledicencia, que no se atreve a atacarle de frente, sino por 1 is vías oblicuas de que usa la sinrazón”.51 Esta argumentí ción es muy notable por la alusión a la mo­ narquía como térm no de comparación. Nombrarla expresamen­ te habría sido impe lítico. Por eso, sin hacerlo, el redactor se re­ mite de manera im] lícita a la época de la monarquía, al afirmar que el actual gobie no de Chile es el primero que desde enton­ ces merece el nom )re de tal. Es el primero que ha alcanzado un grado de respet abilidad semejante al suyo. Sobre esto se uelve unos meses después, cuando Portales ya llevaba nueve er el poder, para destacar que el gobierno que ahora tiene Chile e stá muy por encima de los personalismos y de los partidos, de ios caudillos y de las facciones —incluido el propio O’Higgins— que fueron dueños del país desde su inde­ pendencia: "Un ge ñemo a quien el testimonio de la opinión acredita que es el f rimero que ha habido en Chile que ha mere­ cido el respeto de ( ste nombre y que ha correspondido a los fi­ nes de la institucic 1.1, no puede ser derrocado ni aun por hom­ bres eminentement virtuosos, desinteresados, patriotas y exce­ lentes ciudadanos, a no ser que puedan positivamente mejo­ rarlo”. Frente a esta r ;spetabilidad casi majestuosa de un gobierno que hace suyos los í randes intereses de la patria, está la mezquin- . dad feroz de sus o >ositores, formados, en su mayor parte, por y. los que usufructúa >an del poder hasta la revolución de 1829 y que ahora parecen no tener otra mira que recuperarlo, a cual- ! 51 A 1, 17 septier .bre 1830.

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quier precio, anteponiendo sus intereses de partido a los de la ( patria. No reconocen ningún logro del gobierno y se amargan de que los tenga. El Araucano no deja pasar la ocasión de desta­ car el contraste entre servicio a la patria y partidismo. Con su lenguaje ponderado dice: "Entre las grandes desgracias que ocasiona a un país un go­ bierno desarreglado, la más funesta de todas es la caterva de partidarios que deja tras de sí. Pesarosos de haber perdido su influencia en los negocios pú­ blicos, nada les satisface; y no omiten medio alguno para derri­ bar la administración que sucede a la que ellos pertenecían. La paz pública les inquieta, el orden y la tranquilidad les irritan y las medidas más acertadas provocan el furor de sus más vituperables pasiones. Para salir del abatimiento a que les reduce su mala compor­ tación, se erigen en enemigos interiores del país y sólo procuran reparar sus pérdidas con el desorden y con as ruinas". Y concluye: "El fuego del patriotismo se apaga en sus cora­ zones y sólo les conserva su vida política el interés de hacer el mal y el constante empeño de introducir el desorden".52 Es cierto que todo este énfasis sobre la respetabilidad del gobierno proviene de la prensa que le es adicta. Podrá discutir­ se hasta qué punto ella se había logrado en realidad, y si estas expresiones son exageradas. Sin embargo, una cosa es clara. El gobierno jugaba esta carta, porque quería distinguirse de los_gobiernos de partido o de facción que le precedieron. De esta suer­ te, pretendía ganarse a la mayoría del püblícó~culffvado que en­ tonces leía los periódicos y que había experimentado las conse­ cuencias de la anarquía.

3.6.

Iglesia, Judicatura

y

Difusión de las Luces

Pero la identificación del gobierno con los grandes intereses de la patria no la consiguió Portales con palabras o con publicacio­ nes de prensa. El era un ^Hombre de hechos. Con éstos mostró que el gobierno no tenía otro norte que el engrandecimiento de la patria y, por tanto, promovía o patrocinaba toda suerte de ini­ ciativas conducentes a ello, por encima de corrientes doctrina­ rias o intereses de grupo. No es aquí el lugar para examinar en detalle la obra de este primer ministerio. Baste señalar que abar­ có los principales elementos de la vida nacional. Ya se ha alu52 A 19, 22 enero 1831.

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LAMINA IX

Diego Portales, Mini tro de Guerra y Marina, según Manuel Tapia Portas.

LAMINA X

Arriba. Plaza de Armas de Santiago hacia 1830. Abajo. Paseo de La Cañada o Alameda de Santiago hacia 1835.

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dido al restablecim ento de la disciplina en el ejército, a la revitalización de las m licias, a la reorganización de la hacienda, la reordenación de la idministración y la centralización del gobier­ no interior. El Mini terio del Interior comprendía entonces lo re­ ferente al culto, j isticia e instrucción. Fue, pues, natural que Portales se ocupara de ellos. Cambió la rela< ión del gobierno con la Iglesia. Comprendió que la lucha entre ; mbos no tenía sentido. Pero no buscó la so­ lución en ignorar a lia Iglesia, sino en reconocer su significación, incluso política. Ab andonó la orientación hostil a la Iglesia de los últimos gobiern ds de la anarquía y puso decididamente las bases para una nue za forma de colaboración entre ella y el Es­ tado. Un hecho que marcó esta nueva orientación fue la| devolu­ ción de los bienes c e los regulares de qué se había incautado el gobierno en 1824J E te fue un gran medio para el influyente apo­ yo del clero y de la opinión católica y echar los cimientos de un Estado constitución il, a la vez católico y nacional.53 Se preocupó, ei particular, de la Judicatura. Entre otras co­ sas, hizo visitar y 01 denar los oficios de escribanos y elaborar un nuevo reglamento ce administración de justicia. El aumento de a criminalidad y el bandidaje en los últimos años de desgobierne había alcanzado proporciones alarmantes. A este efecto, reorgan zó la policía, y siempre observante de la le­ galidad, acudió a la Corte Suprema para lo que incumbía a los tribunales: “El gobierno re :ibe frecuentes y amargas quejas de los pue­ blos de la Repúblic 1. por la continua alarma en que pone a sus vecinos la repeticiói 1 de atroces asesinatos y robos inauditos. El gobierno no puede ser indiferente a tamaños males, y no teniendo medios pa a remediarlos inmediata y directamente por sí mismo, me ha ore enado S.E. me dirija a la Suprema Corte”.54 Con todo, para los ilustrados, el verdadero remedio contra la criminalidad era la educación. Así lo recordaba El Araucano y hacía notar que “11 ilustración no puede difundirse en pueblos nuevos en medio de las conmociones y de los. disturbios que ha dejado tras de sí ui a revolución recientemente concluida y que aún arroja centellas incendiarias que arrebatan todos los cuida­ dos del gobierno”.55 No obstante, Pe ríales pudo ocuparse de la enseñanza y aun del conocimiento científico del territorio. De un modo que re■■

53 54 enero 55

-i Ver editorial de Oficio del Mini 1831, en A 20, 2í A 23, 19 febren

* .4 3, 2 octubre 1830. tro del Interior a la Corte Suprema, Santiago, 15 enero 1831. 1831.

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cuerda a las grandes expediciones científicas de tiempos de la monarquía, Contrató al francés Claudio Gay para realizar un via­ je por todo el territorio con el objeto de investigar la historia natural de Chile, su geografía, geología, estadística y cuanto con­ tribuye a dar a conocer las producciones naturales del país, su industria, comercio y administración. Para ello tenía el plazo de tres años y medio.56 Aquí se ve una vez más que Portales no gobierna para un partido o facción ni para el poco tiempo que tenía delante de sí, dado el carácter naturalmente provisional de sus poderes. Se identifica con el bien público en sus más diversas mani­ festaciones, sin excluir una preocupación tan ilustrada como es la de la salud. Los versos con que Quintana en España y Bello en Venezue­ la celebraron la Real Expedición de la Vacuna (1803-1813), han hecho llegar hasta nosotros el eco de la impresión que produjo en toda la monarquía esta iniciativa de Carlos IV encaminada a hacer llegar a sus vasallos de América y Filipinas los beneficios de esta forma de inmunización, descubierta en 1796 por el inglés Jenner.5758 En ella parece simbolizarse el papel de la monarquía como portadora de las luces en provecho de sus más remotos va­ sallos. Apenas comienza a consolidarse el Estado constitucional, .V retoma Portales en el ámbito más reducido de Chile esta preocu; pación ilustrada por la salud pública. Ya en 1830 restablece el Protomedicato y ante una epidemia de viruela que se declaró en­ tonces, con consulta de esa institución, establece una Junta de Vacuna con sede en Santiago, encargada de su difusión por todo el territorio.53

3.7.

Consolidación

de las

Instituciones

Diversos factores contribuyeron a consolidar la obra de Portales. Es verdaderamente asombrosa la rapidez con que cobró consis­ tencia institucional. En el decurso de unos cuantos meses el mo­ do de gobernar implantado por Portales desembocó en un régi­ men de gobierno capaz de marchar por sí mismo y subsistir con independencia de su persona. 56 Contrato entre el Ministro del Interior y Claudio Gay, Santiago, 14 septiembre 1830, en A 3, 2 octubre 1830; ver editorial. 57 Díaz de Iraola, Gonzalo, La vuelta al mundo de la expedición de la vacuna, en Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, 1947, p. 365. 58 Barros Arana, nota 20, 15, p. 616.

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El primero en i ¿vertir este fenómeno fue Barros Arana. Pe­ ro no intentó explic arlo. Se limitó a consignarlo. Así, apunta: “A mediados de 1830 a pacificación completa de la República pa­ recía un hecho con umado. A pesar de los frecuentes aunque va­ gos y débiles rumo) es de conspiración y del descontento del par­ tido caído y sobre Lodo de los militares dados de baja y de los hombres que habían perdido su posición y sus empleos, basta­ ba muy ligera obsej vación para comprender que el nuevo gobier­ no se consolidaba < on el apoyo de la fuerza y con el peso de la opinión”. Lo que ( ste en último término “quería (era) paz y orden, aunque costasen el sacrificio de algunas libertades, que hasta entonces en realidad no se habían gozado sino de una ma­ nera intermitente . De ahí que concluya: “Todo dejaba ver; jun­ to con el establecin iento de una tranquilidad que parecía incon­ movible, el nacimiento de una nueva política, severa y restricti­ va, pero que llevab: el sello de seriedad y firmeza que no habían podido imprimir a sus actos los gobiernos que se venían suce­ diendo desde 1823" 59 Enotras palat ras, Portales no buscó ningún consenso, lo provocó. Lo obtuvo con un gobierno capaz de asegurar la paz in­ terior y de hacer si yos los grandes intereses de la patria, y, por tanto, de ganarse el respeto del grueso de la población, es decir, de los sectores má: cultivados, que eran los que contaban. No había, por lo demá ., otro camino. Buscar un consenso para sa­ car al país del esta lo en que se hallaba habría sido condenarse a no. encontrarlo. 5 us opositores querían recuperar el poder y de ninguna manera colaborar a que el gobierno actual saliera adelante en sus prc pósitos de bien público. Al terminar la gestión de Portales el prestigio del gobierno parecía sólidamente asentado. Había adquirido solera, era algo indiscutido. Un año despué de la época a que se refiere Barros Arana, en julio de 1831, E Araucano podía apelar al testimonio de la opinión pública: “El estado de u n país se conoce siempre por la expresión de la opinión pública 5 jamás se ha visto bien uniformada en Chile como en el tiempo < e la presente administración”. Y exhibía, no si n satisfacción, el pie en que se encontraba el gobierno:

“Si se recorren todos sus ramos y se examinan con proliji­ dad los procedimientos de cada uno de sus funcionarios, no se 59 Id., p. 622.

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encontrará más que orden y empeño en asegurar la prosperidad pública. El Ejecutivo, valiéndose de medidas legales, ha extinguido el germen de las revoluciones que en otro tiempo se fomentaba con la misma sangre que se vertía para sofocarlas. Tiene al ejér­ cito sometido a la disciplina más severa por la puntualidad en las pagas y por la vigilancia y el amor público de sus jefes; con­ tentó a todos sus empleados porque mensualmente reciben en numerario el premio de su trabajo. Ha satisfecho un dividendo de la deuda exterior, cubierto íntegramente los intereses y amor­ tización de los fondos públicos”.60

Entretanto, se había restaurado el Congreso y habían cesa­ do las facultades extraordinarias de que usaba el gobierno. En­ tonces, 1© expuesto por El Araucano un mes antes, se vio confir­ mado en la Cámara de Diputados por uno de los más connota­ dos opositores al gobierno, el ministro de la Corte Suprema Car­ los Rodríguez, cuyo hermano Manuel había caído asesinado ba­ jo el gobierno de O'Higgins. Rodríguez pidió la rehabilitación de los militares dados de baja, en atención precisamente al esta­ do en que bajo el actual gobierno se encontraba el país: "Cuando el aspecto consolador de la unanimidad de las pro­ vincias ha sucedido a los horrores de la discordia; cuando el go­ bierno se lisonjea de ver terminada la guerra civil sin ejecucio­ nes sangrientas, sin las grandes listas de proscripción que han afeado en todas partes el desenlace de las convulsiones políticas; cuando vemos al Poder Ejecutivo separado ya de las facultades extraordinarias con que fue investido en circunstancias difíciles; cuando miramos que han cesado los motivos que le obligaron a separar del país a tantos ciudadanos beneméritos... y cuando, en fin, los chilenos se prometen la extinción de los partidos, la consolidación de los principios y que se hagan efectivas las ga­ rantías. .. Restablecida la paz y el orden, vigente la Constitu­ ción, obedecido el gobierno, instaladas las Cámaras, en fin tran­ quilo el país de uno a otro extremo... Reponer en sus empleos a los militares dados de baja, es tan justo, tan digno del Con­ greso, tan decoroso al país y tan conveniente en las actuales cir­ cunstancias, que no hay ni un solo patriota que no clame por es­ ta medida”.61

Poco después tomó posesión el nuevo Jefe de Estado, Joaquín Prieto. A diferencia de los presidentes provisionales José Tomás «> A 45, 23 julio 1831. 61 Cámara de Diputados, sesión 24 de agosto de 1831, en A 50, 27 agosto 1831.

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Ovalle y Fernando Errázuriz, que habían sido civiles, era Prieto un militar de alta graduación —un general—, como había sido costumbre en los presidentes bajo la monarquía. En ese acto vuelve a aflorar e; la misma sensación de hallarse ante un go­ bierno indiscutido, sólidamente establecido.

El secretario d i la Municipalidad de Santiago saluda al nue­ vo Jefe de Estado :on estas palabras:

"La grande obi a que principiamos este día en 1810 se termi­ nó felizmente por 1 »s esfuerzos de millares de chilenos que la de­ fendieron hasta reí dir el último aliento en los campos de bata­ lla. Mas estos virti osos ciudadanos al terminar su gloriosa ca­ rrera nos impusier m la obligación de... que atrajésemos sobre nuestro país la pa:, la felicidad y la abundancia de que goza siempre un pueblo verdaderamente libre. En el largo pe nodo de veinte años hemos dejado de cum­ plir con ella porque nuestra inexperiencia y el mismo horror que concebimos por la irania de que acabábamos de salir, nos hicie­ ron adoptar princif ios muy exagerados; ellos produjeron la anar­ quía, el desorden ? la inestabilidad de nuestras instituciones y gobiernos y abriere n la puerta a la ambición y a las miras par­ ticulares de que he irnos sido víctimas. Pero ya los pu iblos han rectificado su opinión, ya hemos empezado a acredil ar que somos dignos de los inmensos sacrifi­ cios que costó la ii dependencia: un espíritu de orden y de con­ cordia reina en el mimo de todos los ciudadanos y en estas fe­ lices circunstancias es cuando V.E. ha sido llamado por el voto unánime de todas 1 as provincias a ejercer el mando supremo de la República".62 Es difícil explicar cómo se produjo esta consolidación del régimen de gobierr o. En todo caso, se partió por la figura ins­ titucional del Prej ¡dente de la República, que es la clave del' mismo. Su surgimientc y, sobre todo, su pervivencia en el tiempo, más allá de las cin (instancias en que cobró forma y de las per­ sonas que primitiv imente la encarnaron, no es fruto del cálcu­ lo o de la habilida l de un hombre. Indudablemente aquí inter­ viene, como tantas ireces en la historia, una constelación de fac­ tores que a menud > escapan al poder y aun a la conciencia de los propios protagí mistas. Tal es el caso, en primer lugar, de la circunstancia de queT no hubiera entonce i Congreso. Gracias a ella durante el período 62 A 54, 24 septie abre 1831.

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fáel primer ministerio de Portales todo lo relativo al gobierno recayó, por supuesto, sobre el Presidente. Esto se hizo tanto más tolerable a los contradictores cuanto que apareció como algo transitorio, accidental, una consecuencia lamentable, pero pasa­ jera de la guerra civil, destinada a desaparecer en cuanto vol­ viera la normalidad, que ellos entendían como un restablecimien­ to del imperio de la Constitución. , v Por otra parte, esta nueva imagen del Presidente, "'capaz de garantizar la paz interior y un gobierno regular, no pudo menos que encontrar amplia acogida en la gran mayoría, cansada de tantos años de anarquía y desgobierno que veía aparecer con ella, por primera vez, una posibilidad de que todo esto termi­ nara. Ya hemos visto que la prensa gobiernista apeló diestramen­ te a este estado de ánimo. También entró en juego la magia de las palabras. El nom­ bre de presidente estaba cargado de evocaciones. Tenía tradi­ ción. Recordaba una serie dos veces centenaria de gobernantes, cortada hacía sólo veinte años, en 1810. Estaba asociado a un tipo de gobernante eficiente y emprendedor, como lo fueron los últimos presidentes bajo la monarquía. En cambio, el Congreso era una institución nueva, sin tra, dición, introducida junto con las Constituciones en la época de Vanarquía y desgobierno que acababa de terminar. La amplitud y majestad de las atribuciones concedidas al Congreso por esos textos, contrastaba de un modo lastimoso con su mísera reali­ dad. Sólo había habido tres, los de 1824, 1826 y 1829. Ninguno de ellos había llegado a tener un funcionamiento regular. El pri­ mero se autodisolvió, el segundo fue disuelto y el tercero acabó también de modo anormal, al estallar la guerra civil. Hasta en­ tonces el Congreso sólo había mostrado verbalismo, tono decla­ matorio e inoperancia. Todo lo cual había llegado al colmo en el grotesco espectáculo que ofreció el último. / Se comprende que con esta experiencia se aplicara Portales La velar por la idoneidad de los parlamentarios. Después de todo, también ellos debían ser personas capaces y confiables como los empleados del gobierno, cuya selección era uno de sus primeros cuidados. La composición del Congreso era algo demasiado im­ portante para el país. No podía quedar entregada a sí misma, en manos de hombres influyentes o audaces ni de partidos y faccio­ nes. No, en esto también debería tener parte el Presidente de la República como garante del normal funcionamiento del régimen instituido. 358

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3.8.

Poder Electo

al del

Presidente

De esta suerte por medios extraconstitucionales y extralegales se puso en m inos del Presidente de la República un incontrarrestable poder ilectoral. Las bases del sistema electoral las fijó el Congreso ( e Plenipotenciarios mediante las leyes sobre calificación de los ■lectores y sobre elecciones. A partir de ellas se articuló un mee anismo r sí mismos. Por lo cual no hay que pensar que estos Congreso; fueran dóciles. Fueron sensibles a las razo­ nes invocadas por c1 gobierno; bien inclinados hacia él, sí, pero no incondicionales. Tal vez esté lie] 10 de significación el hecho de que haya sido Portales quien, com ) Ministro del Interior, leyera el discurso del Vicepresidente de 1; República en la apertura de este Congreso, que pasó a la histo ia como uno de los pocos en el mundo que funcionó sin interr ipción por casi un siglo: noventa y cuatro años. El discurso, re< actado indudablemente por Andrés Bello, es un recuento de la abor realizada por el gobierno desde 1829. Pero termina con uj llamado al Congreso para que también él se sume a la obra cor lenzada. Es decir, le propone un papel muy preciso. Parte de k base de que lo hecho no puede ser puesto en discusión. Lo ún co que cabe a las Cámaras es prestar su con­ tribución para lleví r a su debido término el actual edificio ins­ titucional, modifica ido incluso, si es necesario, la Constitución: “Completar el • dificio de que apenas hemos zanjado los ci­ mientos, sólo pued *. ser obra del tiempo, a que concurran los trabajos de una serie de legislaturas. No dudo que d iréis a vuestros sucesores el ejemplo de celo y cordura que debe i presidir a ellos. Evitar novedades violentas, perfeccionar nuesti i Constitución por los medios que ella mis­ ma franquea sin cí rtar la continuidad de la vida política, es el

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voto de los pueblos y la marcha que sin duda aconsejará la pru­ dencia”.67 Las Cámaras respondieron días después a esta sugerencia. Ambas aprobaron “el uso moderado que ha hecho el Ejecu­ tivo de esta peligrosa extensión de la prerrogativa” (de las fa­ cultades extraordinarias),68 como dice la respuesta del Senado, o "la economía con que ha usado el gobierno de las facultades extraordinarias”,69 como expresa la de la Cámara de Diputados. En una palabra, desde su reapertura el Congreso se manifes­ tó dispuesto a plegarse al marco institucional existente y a co- 4 laborar no sólo en su mantenimiento, sino también en su perfec­ cionamiento. No pretendió para nada disputar al Presidente los poderes y medios de acción que había acumulado mientras no existía Congreso. Antes bien, se dispuso a ser un decidido de­ fensor de su estabilidad. Estas eran, ciertamente, declaraciones, promesas, propósi­ tos. Pero Portales sabía que no eran vanas palabras, sino la ex­ presión de una conciencia nueva, pero profunda, del papel que a partir de entonces correspondía al Congreso en el régimen de gobierno. En consecuencia, podía sentirse razonablemente tranquilo Ven cuanto al futuro institucional del país y volver a sus negocios. ( Así es que insistió en su renuncia y abandonó el gobierno. Los hechos correspondieron a sus previsiones. Las Cámaras se avinieron a jugar su nuevo papel. De este modo, se verificó una inversión completa de la relación Presidente-Congreso, tal como estaba contemplada en la Constitución de 1828, que seguía vigente. Sobre esta base se configuró por primera vez en Amé­ rica española un régimen de gobierno que, apoyado en la duali­ dad Presidente-Parlamento, fue capaz de subsistir y renovarse por largo tiempo. Aquí está el gran mérito de Portales. No es lo mismo tener la idea del gobierno fuerte que realizarla. Para conseguirlo de­ bió solucionar una serie de problemas prácticos que ni siquiera había mencionado ni tal vez podía imaginar en su carta de nueve Í~ios antes. El más grave de ellos fue el de la forma institucional del ibiérñcTfuerte. Lo resolvió deun modo realista, ajeno a lamínlidad libresca de los teóricos de su tiempo. A ía hora de estáecer un régimen de gobierno, en lugar de acudir a las doctri67 Ver nota 39. 68 Contestación del Senado al discurso de apertura del Vicepresidente de la República, Santiago, 6 junio 1831, en A 39, 11 junio 1831. 69 Contestación de la Cámara de Diputados al discurso de apertura del Vicepresidente de la República, Santiago, s/f (1831), en A 46, 30 julio 1831.

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ñas del constitucior alismo clásico, de raíz extranjera, acudió a lá~experiencia instit icional del Chile indiano, de la última fase de la monarquía. De ahí tomó la identificación del gobierno con los grandes interese ; de la patria; la imagen del Presidente co­ mo gobernante efici inte y emprendedor, situado por encima de teorías o banderías: la forma impersonal del gobierno, basada en el respeto a las nstituciones y a las leyes; la subordinación del ejército al gobie no; la marcha puntual y correcta de las ofi­ cinas; en fin, los el mentos principales de su construcción. Co-1 mo se ve, gran part:: de lo que se ha llamado espíritu y Estado portábanos, no es u la creación de Portales, sino una nueva ver- isión, actualizada, de l espíritu y el Estado indianos. Esta actualización incluye la adopción de formas constituí-'\ cionales, al gusto de la época. Entre ellas, la más importante es la regulación de la gestión gubernativa por un Parlamento. Por­ tales encontró la ferma de que el Congreso no entorpeciera la marcha del gobiern ». Sus funciones siguieron siendo las consa­ bidas : concurrir a 1 i elaboración de las leyes y fiscalizar los ac­ tos del gobierno. P( ro Portales se aseguró de que ambas se hi­ cieran en términos 'azonables, entre otras cosas, mediante una indirecta pero efica: participación del gobierno en la generación del Congreso. 3.10.

Prensa y Opi

iión

Pública

Como ilustrado y hombre de su tiempo, Portales era cons­ ciente del valor de 11 prensa, de la opinión y de la oposición. Ya en septiembre de 50, calificó la libertad de imprenta como “la más preciosa de las libertades" y por eso mismo señaló la nece­ sidad de terminar o m los abusos a que daba lugar la ley vigente ¡ sobre la materia, he cencía de los gobiernos anteriores.70 Pero de--J jó subsistir esta ley 7 modificó la composición de los jurados ins­ tituidos por ella.71 P e este modo, consiguió poner coto a los des­ bordes sin menosca >ar la libertad. Es decir, aplicó aquí una vez más su criterio de q ue lo que cuenta no son tanto las leyes como los hombres encarg idos de aplicarlas. Sin embargo, n » se limitó a combatir los abusos de la pren­ sa. Utilizó diestram nte este medio de comunicación para llegar a la opinión. Entre itras cosas, el gobierno tuvo a gala proceder, 70 Oficio del Vice residente al Congreso de Plenipotenciarios, Santia­ go, 25 septiembre 183(, en A 3, 2 octubre 1830. 71 Oficio del Conf -eso Nacional de Plenipotenciarios al Vicepresiden­ te, Santiago, 27 septiembre 1830, en A 3, 2 octubre 1830. Ver además A 4, 9 octubre 1830.

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a diferencia de los anteriores, con la máxima publicidad. Mas aún, empleo hábilmente la prensa para dar a conocer sus actos e iniciativas y ganarse así a la opinión. A los ojos de Portales el gobierno no podía ser fuerte si no contaba con el respaldo de la j opinión pública, es decir, de los elementos más calificados, de la minoría ilustrada. Por eso no temía a la crítica y a la oposición^ Antes bien, contaba con ellas. El gobierno pretendía proceder en forma correcta y mesurada, pero no ser infalible. Por lo tan­ to, alentaba una prensa y una oposición, siempre que cada una de ellas fuera, según la expresión de Portales, unos años des­ pués: "decente, moderada y con los santos fines de encaminar­ les (a los gobernantes) a obrar en el sentido de la opinión".72 Por encima de la prensa, el Congreso era el canal institucio­ nal más calificado de esta opinión. A esta luz, la lectura del discurso inaugural del Congreso, cuando fue restaurado después de años en que desapareció, ad­ quiere toda su significación. Es un símbolo. Portales mostró el máximo respeto por el Congreso. A él dio cuenta de la labor rea­ lizada por el gobierno durante el tiempo en que el mismo Con­ greso no existió. Le pidió que en adelante colaborara con el go­ bierno para completar la obra comenzada. Es decir, presentó ante él cosas hechas, asuntos resueltos, tareas en ejecución. Casi puede decirse que para Portales el pa­ pel del nuevo Congreso que ahora revivía debía ser muy repre­ sentativo, pero poco efectivo. En una palabra, que podía reinar, pero no gobernar. Por este camino resolvió Portales el problema capital con­ tra el cual se estrellan hasta ahora en América española y en otras partes los intentos de establecer un Estado constitucional. La dificultad estriba en articular un régimen de gobierno que conforme al constitucionalismo clásico se base en la duali­ dad gobierno-Parlamento. Esto es muy fácil en el papel, como lo prueba la multitud de Constituciones que se han dictado, y casi imposible en la práctica, como lo muestra el fracaso de to­ dos o casi todos esos textos. Cada vez que la relación entre go­ bierno y Parlamento llega a un punto muerto, se viene abajo to­ do el andamiaje constitucional.73 En el hecho, es sumamente di­ fícil conseguir conciliar la subsistencia de un gobierno eficaz con la de un Parlamento encargado de regular la gestión estatal. Si el gobierno pretende desplegar una acción realizadora, se ve ten72 Carta a Antonio Garfias, Valparaíso, 16 marzo 1832, E 1, p. 470; la cita p. 472. 73 Bravo Lira, Bernardino, Etapas históricas del Estado constitucio­ nal en los países de habla castellana y portuguesa (1811-1980), en REHJ 5 Valparaíso, 1980.

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tado de eliminar al 1 arlamento, del que se sirven sus adversarios para obstaculizar si labor. A la inversa, si el Parlamento pre­ tende tomarse en se ’io la regulación de la gestión del gobierno, la hace imposible. 1 or eso, aun hoy son pocos los casos en el mundo de un Estad :• constitucional bien asentado. Chile, gracias a Portales, fue una excepción: el primero en-1 x tre los Estados suc sores de la monarquía española que logró' consolidar un Estad o constitucional. Por eso, también su histqy ria fue distinta. Co i Portales se abre una época de gobiernos fuertes y emprende' ores que contribuyen eficazmente a su en­ grandecimiento.

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4.

INTERMEDIO (1831-1835)

Portales se retiró del gobierno porque se empeñó en ello. Nadie en los círculos dirigentes quería que lo hiciera. Tuvo que insis­ tir para que fuera aceptada su renuncia. Pero él comprendió que esto era necesario. De ninguna manera podía hacerse indis­ pensable. El régimen de gobierno debía marchar por sí mismoj De un modo violento increpa a los que pretenden que él es insustituible: "Dígale Ud. a los c. . . que creen que conmigo sólo puede haber gobierno y orden, que yo estoy muy lejos de pen­ sar así y que si un día me agarré los fundillos y tomé un palo para dar tranquilidad al país, fue para que los j... y las p... de Santiago me dejaran trabajar en paz".74 De todas maneras, aunque dejara el poder, le costó no pof Ico trabajo dejar la política. Tenía verdadera pasión por el go/ bierno. Así, después de abandonar el Ministerio seguía preocu'pado de todo: "Hablándole confidencialmente, sin poderme des­ prender de este maldito entusiasmo, de esta pasión dominante del bien público, sacrifico muchos ratos de mi tiempo para ha­ cer advertencias que veo en mucha parte despreciadas porque acaso sean mal interpretadas. Esto no me importa, y como des­ conozco el amor propio en esta parte, yo celebraría muy since­ ramente que escupiesen cuanto yo propongo, como hiciesen co­ sas mejores, o, diré mejor, como hiciesen algo".75 Estas son palabras de un hombre que tasca el freno, pero que no cae en el error de querer suplantar a los demás con el pretexto de que él hace mejor las cosas. Se da cuenta de que lo fundamental es que el régimen siga funcionando sin él. En este sentido, el retiro de Portales fue una prueba de fuego para el ré­ gimen de gobierno recién implantado. Había que ver si podía funcionar por sí solo. 1 Soportó bien esta prueba. Esto se debió, en primer lugar, a que lo único que cambió fue el Ministro del Interior y Relacio­ nes Exteriores. Salió Portales y lo reemplazó Ramón Errázuriz (1785-1875). Todo el resto del personal de gobierno continuó en su puesto, desde su principa] colaborador, el Ministro de Hacienda, Manuel Rengifo, hasta el último empleado. Es decir, no se \ alteró para nada el normal funcionamiento de las instituciones I establecidas. Por otra parte, el alejamiento, incluso físico, de Portales, 74 Carta a Antonio Garfias, 10 diciembre 1831, E 1, p. 352. 75 Carta a Joaquín Tocornal, Valparaíso, 7 febrero 1832, E 1, p. 428; la cita p. 431.

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porque dejó la cap tal y se instaló en Valparaíso, no significó —como se vio— inc iferencia hacia la suerte del régimen de go­ bierno. Antes bien, ■ lesde el puerto, Portales siguió con atención el curso de las cosa . Además, fue consultado por los ministros, por los hombres iní uyentes y por el propio Presidente. Tenía a Antonio Garfias —i na especie de otro yo— como corresponsal permanente en San iago, con el encargo de escribirle a diario. Portales mandaba i Garfias a entrevistarse con toda clase de personas, desde el F residente Prieto para abajo. El mismo opinó libremente sobre la marcha del gobierno, incluso por la prensa, pero disfrazando el estilo para no ser reconocido. Intervino, ade­ más, indirectamente cuando le pareció que se cometían errores o que el rumbo se extraviaba.

Así, desde agos o de 1831 hasta septiembre de 1835 en que volvió al Ministerio Portales asumió junto a los hombres de go­ bierno la función d< 1 consueta que deja a cada uno jugar por sí mismo su propio p; peí, pero sigue atento a todas las alternati­ vas del drama que representa, listo para apuntarle cuando ad­ vierte que vacila o í e aparta de lo que le corresponde hacer. Es­ ta actividad se pued i seguir en buena medida a través de sus car­ tas de estos años. L argo sería detallarla. En todo caso, hay una nota dominante: la necesidad de que el régimen camine por sí mismo, sin ayuda d i auxilios externos, sin que a la menor difi­ cultad se eche mane de él para salir del paso. Esto sería pan pa­ ra hoy, pero hambi e para mañana. Así dice, a propósito de la conveniencia de ren over a su sucesor en la cartera del Interior, Ramón Errázuriz:

“Aunque no e: toy muy bien instruido de pormenores que ocurren en ésa, por lo que veo por encima de la ropa, todo cuan­ to se lamenta en S .ntiago viene y tiene su origen en la indeci­ sión del Presidente v en la falta de un carácter pronunciado. Di­ ce y conoce v.gr. q ie no puede marchar con tal Ministerio. ¿Y por qué no lo cambia? Porque es preciso que venga Portales a mover el cambio y que se le atribuya a él, para que cargue con los enemigos; pero io se adelantaría más que salir a mi costa de un mal paso: se ct raría la enfermedad o, diré mejor, se alcan­ zaría por el momento ¿y qué se avanza? ¿Se conseguiría por es­ to el que se estable :iese la marcha firme, decidida, franca, labo­ riosa, sin la cual ne da bueno puede hacerse?”76

76 Carta a Antonia Garfias, Valparaíso, 25 febrero 1832, E 1, p. 441; la cita p. 443.

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4.1.

Gobierno y Oposición

í Más aún, estimaba que el nuevo régimen de gobierno, capaz de asegurar la paz interior y animado por el propósito de pro­ curar el engrandecimiento de la patria por encima de teorías y /banderías, estaba suficientemente asentado y que había llegado lia hora de "comenzar a establecer en el país un sistema de opoI sición que no sea tumultuario, indecente, anárquico, injurioso, deI gradante al país y al gobierno".77 En esta materia propicia como modelo el de Inglaterra, que ha sabido hacer servir la oposición a la estabilidad del gobierno. Esto es lo que en definitiva importa: "Lo que se desea es la con­ tinuidad del gobierno... y para conseguirla no hay mejor me­ dio que los cambios de Ministerio cuando los MM. (ministros) no gozan de la aceptación pública por sus errores, por su falsa política o por otros motivos". Por eso "la oposición cesa cuando sucede el cambio...; en fin, queremos aproximamos a Inglate­ rra en cuanto sea posible; en cuanto al modo de hacer oposi­ ción".78 Aquí hay dos cosas relevantes. De nuevo nos encontramos con la impersonalidad del gobierno. Los ministros pasan, pero el gobierno permanece. Es lo mismo que sucedía con los presi­ dentes bajo la monarquía. Ahora en lugar de cambiarse el Pre­ sidente se cambian sus ministros y el Jefe de Estado permanece. como el ant’guo monarca. Así, el régimen no está hipotecado a las personuo y éstas deben mudarse cuando se desgastan ante la opinión, para que el gobierno se mantenga. En cuanto a la oposición debe tener objetivos concretos. No es una actitud visceral, obstructiva, siempre y en todo, porque sí, ni un medio de escalar el poder. Es un instrumento para ob­ tener una rectificación del gobierno, para impedir que se aparte del bien público; en suma, para contribuir a que el gobierno se mantenga identificado con los grandes intereses de la patria. Pa­ ra esto el modelo es el inglés. En estas condiciones, el propio go­ bierno tiene interés en que haya una oposición así entendida. De ahí que "el decreto que autoriza al gobierno para subscribirse a los periódicos con el objeto de fomentar las prensas y los escri­ tores, no excluye a los de la oposición. Siempre que ésta se haga sin faltar a las leyes ni a la decencia, el buen gobierno debe ape­ tecerla. ..", pues "es una pretensión muy vana el querer mar­ char sin oposición".79 77 78 79 2, 20.

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Ver nota 72. Id. Id. Se refiere al decreto 23 noviembre 1825, en Boletín de las Leyes, Cfr. decreto 13 marzo 1827, ibíd. 3, 9.

I

i

LAMINA XI

Valparaíso desde la bahía por Rugendas, 1834.

LAMINA XII Calle de Valparaíso por Rugendas, 1834.

PORTALES Y EL TRANSITO DEL ABSOLUTISMO ILUSTRADO

En todo caso, c stimaba peligroso que la oposición se hiciera jpor medio de las ( ámaras. Así apunta en abril de 1832: “Sólo acierto un recurso r aun éste me parece peligroso: y es que las Cámaras con toda a calma, justificación, orden y decencia ha­ gan la más pacíficí y honrosa oposición a ciertas pretensiones del gobierno, pero ni aun esto me atrevería a aconsejar; porque me parece que no s j va a hacer buen uso de la facultad del Con­ greso; que se va a i eclarar una oposición acalorada que lo eche a perder todo.. .”80 Dos años despi és, observa a propósito de la oposición con­ tra los filopolitas, e icabezados por el Ministro de Hacienda, Ma­ nuel Rengifo: “Enti e tanto doy a Ud. y a todos los que han teni­ do parte en la opo lición, el más justo parabién por el triunfo, pues es en realidad muy grande, atendidos el objeto y circuns­ tancias. A los que d cen que he movido la oposición puede echar­ les Ud. al c..., y di cirles que aunque no he tenido parte alguna ni en el principio, r i en el medio, ni en el fin, la he celebrado y me ha gustado muc io”.81 A ruegos del m evo Presidente Prieto, Portales había acepta- , do permanecer sólo de nombre como Ministro de Guerra y Ma­ rina, pero deseaba )oner fin cuanto antes a esta situación que le era incómoda, p orque a pesar de haberse retirado efectiva- , ,.z ' mente del gobierno lo hacía aparecer oficialmente dentro de él. -í Había renunciado i arias veces sin que su dimisión fuera admi­ tida. Por último el 7 de junio de 1832, para gran alivio suyo, el gobierno cursó su i anuncia. Junto con ello propuso al Congreso1 que se le tributara un voto de agradecimiento por los servicios prestados a la naci< m.82 Aun sin conocer el texto, Portales se in­ dignó porque temió que se pensara que esto se hacía con su consentimiento: “E ;toy inquieto y esperando impaciente la re­ solución de las Cái laras para desvanecer la sospecha que han de haber formado michos y que me atormenta atrozmente de que tal petición se la dirigido con mi acuerdo. Tal idea me en­ ferma".83 El voto se aprc dó y es “un testimonio de la gratitud nacio­ nal debida al celo, rectitud y acierto con que desempeñó aque80 Carta a Antoni • Garfias, Valparaíso, 30 abril 1832, E 2, p. 189; la cita p. 191. 81 Carta al mismc Valparaíso, 24 de mayo de 1834, E 3, p. 229. 82 Renuncia, Valp raíso, 30 julio 1832, y decreto de aceptación, San­ tiago, 17 agosto 1832; Oficio del Presidente al Senado propone voto de gracias, Santiago, 17 < gosto 1832; oficio del Ministro del Interior a Por­ tales comunica voto < e gracias, Santiago, 24 septiembre 1832; carta de Portales al Ministro • leí Interior agradece la distinción, Valparaíso, 26 septiembre 1832. Todo en A 107, 28 septiembre 1832. 83 Carta a Antonii Garfias, 25 agosto 1832, E 2, p. 265.

369

BERNARDINO BRAVO LIRA

líos ministerios (del Interior y de Guerra) y a los generosos es­ fuerzos que ha consagrado al restablecimiento del orden y la tranquilidad de que hoy goza la patria".8485

4.2.

Legalización

del

Régimen

de

Gobierno

Sin embargo, otro asunto preocupaba por entonces a los hombres influyentes. Se trata de la reforma de la Constitución de 1828. Portales no había dado mayor importancia a la contra­ dicción entre el régimen de gobierno implantado por él y esa Car­ ta Constitucional que seguía vigente y que prohibía su modifi­ cación antes de 1836. A diferencia de él muchas personas prominentes, interesa­ das en la consolidación del régimen de gobierno, comenzaron a moverse para modificar la Carta del 28 ya desde que entraran en funciones el Presidente y el Congreso constitucional en 1831. El objeto principal de esta revisión era adecuar ese texto al ré­ gimen establecido, que nadie ponía en duda. Así la reforma se planteó bajo un signo diametralmente opuesto al de las ConstL tuciones anteriores, incluida la de 1828. Si con ellas se había buscado en vano establecer un régimen de gobierno para el fu­ turo, ahora se buscó, por el contrario, sancionar un régimen de gobierno instaurado de antemano y en marcha.83 No obstante, Portales se desentendió de estos esfuerzos. En su correspondencia de este período, que es tan nutrida, se en­ cuentran alusiones a los más variados tópicos de gobierno, pero es difícil hallar una que se refiera al texto constitucional en ela­ boración. A algunos les ha asombrado esta indiferencia. Pero es lo que cuadra a su modo de actuar realista. Portales confiaba en lo concreto: en los hombres y en las instituciones. No era hombre para entusiasmarse con papeles y constituciones. Des­ pués de todo, como decía Jovellanos, ellas "se redactan en po­ cos días, caben en pocas páginas y duran pocos meses".86 Pala­ bras que se veían confirmadas por el espectáculo en verdad po­ co alentador de las constituciones chilenas y en general hispa­ noamericanas, salvo la del imperio de Brasil. Dictadas con gran entusiasmo, eran violadas sin el menor escrúpulo y reemplaza84 Oficio del Ministro del Interior, nota 82. 85 Bravo Lira, Bernardino, La Constitución de 1833, en Revista Chi­ lena de Historia del Derecho 10, Santiago, 1983; ahora en el mismo, De Portales a Pinochet, nota 64, pp. 32 ss. 86 Bravo Lira, Bernardino, Jovellanos y la Ilustración católica y na­ cional en el mundo de habla castellana y portuguesa, en REHJ 9, San­ tiago, 1984, esp. pp. 119 ss.

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dos por otras que corrían la misma suerte. Por eso, en los me­ dios cercanos a Po tales había hombres, como Vicente Bustillos (1800-1873), que coincidían con Jovellanos y encontraban gro­ tesco dar el nombr solemne de constitución a unas simples “ho­ jas de papel ensuci idas con tinta”: ¿Persistiremo en presentar a los pueblos como constitu­ ción reformada el j nismo cuaderno al que se ha dado este nom­ bre? ... En vano n >s obstinaríamos en creer que porque ambas (opiniones recogida s en la carta de 1828 y en la que se prepara) se hallen escritas, c ebían ser leyes fundamentales. Una constitucii m no puede ser el fruto del genio ni la con­ secuencia de tentativas y ensayos, sino el resultado de lo nece­ sario a la sociedad que como emanado directamente de la na­ turaleza del hombr \ debe ser apoyado por las costumbres”.87

No es de extra iar, pues, que Portales justifique su falta de interés por la refo: ma de la Constitución de 1828 en estos tér­ minos: “No me ton aré la pensión de observar el proyecto de re­ forma. Ud. sabe qu ninguna obra de esta clase es absolutamen­ te buena ni mala; >ero ni la mejor ni ninguna servirá para nada cuando está descompuesto el resorte principal de la máqui­ na”.88 Esta primacía de la realidad institucional frente al texto constitucional es pi esta de relieve también por Bustillos, al mos­ trar cómo las cons tituciones pasan y las instituciones quedan. Las constituciones o cartas, señala, “se escriben, se promulgan y, lo que es más pa ticular, se reforman a cada paso, porque co­ nociéndose su nuli lad aun antes de ponerlas en ejecución, se ordena en ellas mi anas su reforma”. En cambio, “las socieda­ des vemos que pt rmanecen sin desorganizarse ni destruirse, cuando deberían c< rrer igual suerte que sus constituciones, si (éstas) lo fueran en. realidad”.89 Este poco apre io de Portales por los textos constitucionales ha sido confirmado hasta la saciedad por los hechos. La genera-! lidad de las constii aciones ha tenido una vigencia muy proble­ mática, más aparen e que real y muy efímera, sobre todo en His­ panoamérica. La reforma de la Constitución de 1828 terminó con la pro­ mulgación del nuev ) texto que se conoce con el nombre de Cons87 Bustillos, José /ícente, en Gran Convención, sesión 6 nov. 1832, en SCL 2, pp. 171 ss., y a cita p. 177; Salvat Monguillot, Manuel, La Gran Convención (Notas scbre los orígenes de la Constitución de 1833), en Revista de Derecho Pt blico 27, Santiago, 1980. 85 Carta a Antonk Garfias, 14 mayo 1832, en E 2, p. 202; la cita p. 203. 89 Ver nota 87.

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titución derl833; La comparación entre ambos cuerpos legales es muy ilustrativa. Sin entrar en detalles, puede decirse que, en general, sólo se introdujeron modificaciones en materia de régi­ men de gobierno. Estas no hicieron otra cosa que ajustar en bue- r na parte el texto constitucional a la realidad institucional im­ plantada por Portales. r El Congreso siguó precediendo al Presidente en el articula­ do, pero esto es puro aparato exterior. En efecto, reina, pero no gobierna. Quien, en cambio, gobierna es el Presidente, al que no sólo se reconoció una incontrarrestable preeminencia, sino que se lo colmó de prerrogativas. Todas parecían pocas para asegu­ rarle una supremacía indisputable dentro del Estado. Se le atri­ buyeron poderes tan amplios como no los había tenido gober­ nante alguno en Chile. Desde luego, mayores que los del Presi­ dente bajo la monarquía e incluso superiores en algunos senti­ dos a los del propio monarca. Durante su gobierno se le eximió, al igual que un rey, de responsabilidad ante otro órgano constitu­ cional. No se tuvo empacho en aplicarse fórmulas de cuño mo­ nárquico, como el título de Jefe Supremo de la Nación o las que señalan sus poderes y deberes.90 Sobre sus poderes se dice: “Su autoridad se extiende a todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden público en el interior y la seguridad exterior de la República, guardando y haciendo guardar la Constitución y las leyes”.91 Sus deberes se condensan en la fórmula de su juramento: “Observaré y protegeré la religión católica, apostólica, roma­ na; ... conservaré la integridad y la independencia de la Repú- . 7 blica y... guardaré y haré guardar la Constitución y las leyes”.92; I Esta trilogía,; Dios, Patria, LegalidadJ compendia no sólo los deberes del Presidente, sino los fines supremos y permanentes del Estado. Es decir, se reconoce en el Presidente, más que un gobernante, el portador de los intereses permanentes del Esta­ do y, como tal, garante del buen funcionamiento de las institu­ ciones. Con este objeto se lo autoriza incluso para suspender el im­ perio de la propia Constitución y se legalizan las facultades ex­ traordinarias. En lo demás, la Constitución dejó intactos los po­ deres y medios de acción extralegales y extraconstitucionales, así como su poder electoral. 90 Bravo Lira, Bernardino, Portales y la consolidación del Estado constitucional en Chile, en Revista Universitaria 2, Santiago, 1979, pp. 120 ss.; ahora en el mismo, De Portales a Pinochet, nota 61, p. 15. 91 Constitución Política de la República de Chile jurada y promulgada el 25 de mayo de 1833, Santiago, 1833, art. 81. 92 Ibíd., art. 80.

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La gran noved: d de la Carta de 1833 fue no dejar entregado el ejercicio de esto ; poderes y medios de acción, inmensos pero no ilimitados, del P 'esidente, a las solas luces suyas y de sus alle­ gados. Antes bien, restableció junto a él un cuerpo consultivo permanente que, ei cierto modo, equivale al que bajo la monar­ quía tenían junto a sí el presidente y el rey. Es el Consejo de Estado. Según la índ< de y gravedad de la materia, era facultativo u obligatorio para el Presidente proceder con el dictamen o el acuerdo del Consej). A través de sus pareceres el Consejo con-_ tribuyó a imprimir a las actuaciones del Presidente un sello im­ personal?3 Cuando se hizo la primera designación de miembros del Consejo por d( creto de 29 de mayo de 1833, el Presidente Prieto incluyó a Pe ríales entre ellos, en su calidad de ex minis­ tro del despacho.94 Por lo que toe: al Congreso, la Constitución confirmó el lu­ gar indispensable, >ero accesorio, que ocupaba dentro del régi­ men de gobierno d< sde su restauración dos años antes. Portales no int< rvino para nada en la elaboración de la Cons-") titución de 1833. No obstante, ella le debe a él lo medular de su i » contenido, al meno ; en lo que toca al régimen de gobierno. El mérito de sus reda :tores estuvo en haber dado patente legal al régimen establecidt por Portales. A esta concordancia del texto con la realidad ins itucional se debió en buena parte el que la suerte de esta constitución fuera distinta de las anteriores. Per­ sistió largamente, d irante noventa y un años, lo que para un do­ cumento de este gé lero es absolutamente extraordinario, no só­ lo en Hispanoamér ca, sino también en el mundo.93 95 94 4.3.

Legalidad Gui ernativa

La poca atención que prestó Portales a Ja elaboración de la Constitución de 183 J contrasta con su indignación cuando es vio- v, lada por el gobiern ). Pero lo que lo subleva no es que se la in­ frinja, sino que se la infrinja sin motivo razonable: grave, de peso, que lo justifit ue. -* En protesta pe r un atropello a la Constitución de 1833 re­ cién dictada, renun ió a la Gobernación de Valparaíso y a todos los cargos y comis ones que le había conferido el gobierno. Le pareció enteramente inaceptable que el Presidente dictara un de93 Bravo Lira, Be nardino, Gobierno fuerte y función consultiva, San­ tiago, 1984, ahora en L e Portales a Pinochet, nota 64, pp. 69 ss. 94 Decreto 29 ma; o 1833, Montt L(ehuedé) Manuel S(antiago), Personal del Consejo de Es ado 1833-1874, en RCHHG 123, Santiago, 1956. 95 Ver notas 82 y 70.

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creto de nombramiento sin la firma del ministro correspondien­ te, exigida por la Constitución, tanto más cuando era innecesario hacerlo, puesto que le bastaba con cambiar al ministro por otro que aceptara refrendar el decreto. Con este motivo reiteró una vez más el respeto por la legalidad, en defensa de la cual se ha­ bía hecho la revolución de 1829 y la cual él había puesto como regla de conducta para el gobierno durante su gestión minis­ terial: "Habiendo sido yo uno de los que esforzaron más el ges­ to contra los infractores e infracciones de 1828 y 1829; cuando en los destinos que me he visto en la necesidad de servir he pro­ curado con el ejemplo, el consejo y cuanto ha estado a mi alcan­ ce, volver a las leyes su vigor que habían perdido casi del todo e inspirar un odio santo a las transgresiones que trajeron tantas desgracias a la República y que nunca podrán cometerse sin iguales resultados; cuando hasta hoy no he bajado la voz que alcé con la sana mayoría de la nación contra las infracciones de la Constitución del 28..., no puedo manifestarme impasible en estas circunstancias, ni continuar desempeñando destinos públicos. . .”96 Portales fue el restaurador de la legalidad, del gobierno que tiene a gala proceder en todo conforme a las leyes. Comprendía mejor que nadie su valor. Sin embargo, como vimos, no la env diosa. ninguna de la legalidad~por/\ —— _ — — - - —No - — es, — — / en -- --------- forma,/ partidario i x la legalidad. Antes bien, tiene una visión equilibrada de ella. Pa- / ra él la legalidad es un medio y, como tal, está en función del bien público. En consecuencia, debe respetársela sólo en cuanto condu­ ce a él. Por eso reconoce que hay casos en que no sólo se puede?; /sino incluso se debe pasar por encima de las leyes o de la cons-, I titución, por estar en juego los grandes intereses de la patriad ¡ En otras palabras, violar la legalidad es un asunto grave, tan ' grave que exige también motivos proporcionados, circunstan¡ cias extraordinarias. Lo contrario, infringir la ley por cualquier motivo, le parecía sencillamente indigno de un gobierno respe­ table, cuyo prestigio depende en buena parte de su sujeción a las leyes. Así censura a los ministros Tocornal y Rengifo por "mani­ festarse impasibles cuando se trataba de una abierta infracción del Código Fundamental que acaba de jurarse, infracción que no podía ni por la necesidad disimularse, ni por lo grande ni por lo útil de su objeto’’.96 97

-¿f-i

96 Carta renuncia al Ministro del Interior, Valparaíso, 26 junio 1833, E 2, p. 409; la cita pp. 410-11. 97 Carta al Presidente Prieto, Pedegua, 25 y 26 marzo 1834, E 3, p. 217; la cita p. 218.

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En otras palab ras, para Portales la violación de la constitu­ ción sólo está just ficada cuando hay una verdadera necesidad de hacerlo o cuanc o está en juego algo de gran significación o utilidad. Esto recu :rda la suspensión de la ley del derecho in­ diano. Equivale, coi no se ha hecho notar, "al estado de excepción, la situación o circu istancias excepcionales, que aún no previstas por la ley, autoriza n su vulneración, atendidos el daño que ha de sobrevenir si se la respetase y el bien que sobrevendrá por medio del acto vio’atorio”.98 Tal es el caso, ?or ejemplo, según el mismo Portales, de las medidas en contra de los que conspiran o trabajan para derri­ bar al gobierno poi medios violentos; dicho con sus propias pa­ labras: "en contra de los que traman oposiciones violentas al gobierno”. En esta situación, "para qué c... ¡sirven las constitu­ ciones y papeles si on incapaces de poner remedio a un mal que se sabe existe, que ;e va a producir!” La constituciói y sus garantías no pueden servir para am­ parar al delincuente frente al gobierno: "... a los tontos les cae­ rá bien la defensa del delincuente; a mí me parece mal el que se les pueda ampa: ar en nombre de esa constitución cuya ma­ jestad no es otra co ;a que una burla ridicula de la monarquía en nuestros días”. De ahí que coi cluya: "De mí sé decirle que, con ley o sin} ella, esa señora que llaman la constitución hay que violarla cuan­ do las circunstanci; s son extremas”.99 Llegó el momei to en que Portales se vio obligado a explicar las razones de su r< tiro del gobierno y de su decisión de no vol­ ver a él.

4.4.

Vuelta

al

Goi

eerno

En marzo de If 34 el Presidente Prieto le escribió para pedir-, le que acudiera a S antiago a ver modo de solucionar el proble­ ma planteado por h renuncia de los ministros Joaquín Tocornal, ( de Interior y Relac iones Exteriores, y Manuel Rengifo, de Ha­ cienda, puntales de. régimen, hombres de mucha confianza de Portales. Esto lo empuje a aclarar que entendía servir mejor al país manteniéndose fuer i del gobierno que incorporándose a él. 98 Guzmán, nota 11, p. 31. 99 Carta a Antoni-i Garfias, Valparaíso, 6 diciembre 1834, E 3, p. 378; las citas p. 379.

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Se negó cortés pero rotundamente a acceder a la petición de Prieto. Señaló que el Presidente tenía sobrados medios para resolver la crisis ministerial por sí mismo, sin echar mano de él, como si el régimen hiciera agua:

“Estoy íntimamente persuadido de que el mejor servicio que puedo hacer al país en las presentes circunstancias, es llevar adelante mi resolución de no mezclarme en los asuntos públicos y separarme hasta de las ocasiones que pudieran tentarme a fal­ tar a mi propósito. Este tiene su origen exclusivamente en las mejores inten­ ciones y si es mal interpretado por algunas personas, atribuyén­ dolo a egoísmo o a lo que quieran, no me importa, mientras yo descanse en una conciencia pura; y espero que el tiempo y las ocurrencias me vindiquen”. Anima, pues, al Presidente a proceder por sí mismo a resol­ ver la crisis ministerial, que mal que mal es asunto de ordinaria ocurrencia en un gobierno: “Tampoco veo, como usted, que el horizonte político se muestre nebuloso por la renuncia de los mi­ nistros. Lleve el gobierno una marcha legal, decente y honrada y ni se nublará el horizonte, ni tendrá que temer que se nuble”.100 Sin embargo, el horizonte comenzó a ensombrecerse. Los se­ diciosos amenazaban con volver a levantar cabeza. Dentro del núcleo gobernante se había producido una grieta con el . surgi­ miento de los filopolitas, cuya principal figura era el Ministro de Hacienda, Manuel Rengifo. Se acercaba la elección presiden- I ciai y Rengifo se perfilaba como posible candidato. En estas cir- I £ cunstancias, Portales aceptó volver al gobierno en septiembre de 1835.

100 Ver nota 97.

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PORTALES Y EL TRANSITO DEL ABSOLUTISMO ILUSTRADO

5.

CONSOLIDACION DEL ESTADO CONSTITUCIONAL, CATOLICO Y NkCIONAL (1835-1837)

La tercera fase de a actuación política de Portales dura veinte meses. Sus líneas g nerales son, en última instancia, las mismas del primer ministei io. Debe mantener el orden contra los sedi­ ciosos y completar su obra institucional. No obstante, esta vez la situación es muy distinta a la de 1830. No se encuentra en me­ dio de una revoluci ón ni ante un país sin régimen de gobierno. Antes bien, ahora j uede actuar en nombre de un gobierno res­ petable y respetadc y dentro de un marco institucional estable­ cido e indiscutido. De ahí que su f rimera preocupación ya no_sea el régimen de gobierno, que fuñe: ona por sí mismo y sólo es menester afian­ zar y reforzar. Lo c je ahora absorbe su atención es el resto del Estado constitucior il,.los otros elementos del edificio, a los que en su primer ministerio sólo pudo prestar una atención muy marginal. Entre ellos están, en primer lugar, la Iglesia, luego la) . Judicatura, el ejérc to y la marina, la administración, el poder z' electora! del Presid nte, el Consejo de Estado y el Congreso. Así, durante es e segundo ministerio contribuyó él mismo a completar el Estad ) constitucional, católico y nacional que ha­ bía esbozado en el primero. Sus grandes líneas estaban ya defi­ nidas. Por eso, est; tarea podía muy bien haber sido realizada por otros, como de hecho había sucedido en los años en que se alejó del gobierno r sucedió después de su muerte.

5.1.

Iglesia

Después del régime n de gobierno el punto al que prestó mayor atención Portales f te a la Iglesia, a consolidar su situación den­ tro del Estado con -jtitucional. En esto tampoco fue innovador. Partió de los mismos dos principios aceptadí s por la generalidad de los países de Amé­ rica española al cc nstituirse como Estados independientes. Por una parte, se recon oció a la Iglesia como religión oficial del Es­ tado, y, por otra, e¡ Estado reclamó, en cuanto sucesor de la mo­ narquía española, 1 patronato sobre la Iglesia, de que habían gozado los antiguo.1 monarcas en todas las Indias, pero reducido únicamente a su te tí torio. De su lado, el Papado sostuvo que eL. patronato era una < oncesión de la Santa Sede y que, por lo tanto, los Estados suceso es de la monarquía española no lo tenían y no podían adquirí] lo sino por expreso otorgamiento suyo. Sin embargo, < ste marco jurídico dio lugar a políticas ecle­ siásticas de muy distinto signo. En Chile, a la búsqueda de un 377

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entendimiento con la Santa Sede en tiempos de O’Higgins, siguió una actitud hostil en la época de la anarquía. En 1824 se puso término de modo abrupto a la misión pontificia de monseñor Muzi, el gobierno se incautó de los bienes de los regulares, se separó del gobierno de la diócesis al obispo de Santiago, al que en 1825 se desterró del país.101 En su primer ministerio Portales señaló el camino para una duradera colaboración entre el Estado y la Iglesia. Esta fue la línea de sus sucesores y en su segundo ministerio terminó de consolidarla. No vaciló en cumplir con generosidad los deberes del Estado para con la Iglesia oficial, pero tampoco en exigir, in­ cluso con aspereza, los derechos que el Estado pretendía tener sobre la Iglesia en virtud del patronato. Con el o cobró forma definitiva una especie de neorregalismo que actualiza, en el pla­ no más reducido de Chile, la política eclesiástica de la monar^ quía borbónica. Se sentaron así las bases para una renovación larga y fructífera de la colaboración entre Estado e Iglesia en Chile.' J -

5.1.1.

El Seminario de Santiago

Uno de los mayores daños para la Iglesia durante la época de la independencia había sido la pérdida de los seminarios de San­ tiago y de Concepción. Ambos fueron incorporados al Instituto Nacional, que pasó a sostenerse principalmente con sus rentas. Esto hacía difícil su separación, que aparecía como un acto hos­ til al Instituto. Sin embargo, ella era urgente para procurar al clero una adecuada formación. El restablecimiento de los semi­ narios, como institución aparte, conforme al Concilio de Tren­ te, había sido autorizado en 1834.102 Faltaba resolver la cuestión de su financiación y llevarla a la práctica. Esto es lo que hizo Portales. A los nueve días de asumir el Ministerio del Interior,' el 18 de noviembre de 1835, aprobó el plan de estudios para el Seminario, propuesto por el obispo, a petición del ministro an­ terior, y decretó la separación.103 La fundamentación del plan de estudios es una fiel expre­ sión de la Ilustración católica: "Ciencia, religión y costumbres son los tres objetos a que debe dirigirse a un mismo tiempo to­ 101 Merino Espiñeira, Andrés, Crónica de las relaciones del Estado y la Iglesia en Chile durante la Anarquía (1823-1830), Santiago, 1962 (a multicopia). 102 Ley 4 octubre 1834; González Espejo, Femando, Cuatro decenios de historia eclesiástica de Chile. Crónica de las relaciones entre la Iglesia y el Estado (1831-1871), Santiago, 1948, pp. 48 ss. 103 Decreto 18 noviembre 1835, en A 273, 27 noviembre 1835.

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da educación; porqi e la ciencia sin religión y costumbres es un don funesto sólo a propósito para causar daño a quien la posee y a la sociedad que debe sentir necesariamente sus malos resul­ tados”.104 (/ No menos elocu mte es la aprobación. Dentro de la más ran­ cia tradición regalis ::a, el Ministro no se limita a acoger el plan propuesto por el ot ispo, sino que entra a (modificarlo,; para in­ sistir en determinad as disciplinas eclesiásticas muy queridas de la Ilustración: ".. .c ebe omitirse el estudio de la física y subro­ garse con el de la c onología e historia eclesiástica y profana... el estudio de la doc riña sagrada se entiende comprendido en el de la retórica al tiej upo de enseñarse la filosofía”.105106 Al referirse al establecimiento del Seminario en Santiago, El Araucano hace h ncapié en que ello "es conforme a la prácti­ ca de las naciones nás ilustradas y más católicas de Europa”. Por lo demás, señal i que era necesario restaurarlo, "porque un Estado no puede m: ntenerse mientras no hay religión, y no pue­ de haber religión si no hay ministros del culto”.100 La reapertura c el Seminario, después de veintitrés años de receso, el 26 de may > de 1836, fue solemnizada con una lucida ce­ remonia.107 Poco má . de un año después, en las exequias de Por­ tales, Rafael Valent n Valdivieso, al señalar los múltiples moti­ vos de reconocimiei to de la Iglesia hacia él, se detenía especial­ mente en los esfue zos que le había costado esta restauración del seminario:

"Pero la obra c oclusiva de nuestro religioso Ministro, en la que su virtud encor tró sacrificios más preciosos, fue el restable­ cimiento de los se ninarios conciliares, cuya juventud florida anuncia a la Iglesia días de gloria y prepara a los fieles sacerdo­ tes celosos e ilustra dos”.108

5.1.2.

Finalidad misionera del Estado

Al día siguiente del decreto de restablecimiento del semina­ rio de Santiago, re; firmó Portales por otro decreto la finalidad-^ misionera del Estaco, cuyos antecedentes se remontan a la época indiana. " 104 Oficio del obi ;po Vicuña al Ministro del Interior, Santiago, 18 noviembre 1835, ibíd. 105 Ver nota 104. 106 A 274, 4 dicien bre 1835. lo? A 299, 27 may > 1836. 108 Valdivieso, Re fael Valentín, Oración fúnebre de don Diego Por­ tales, en E 3, pp. 193 s.; la cita p. 205.

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Desde la donación de las Indias a los Reyes Católicos hecha por el Papa a los pocos meses del descubrimiento de América, los monarcas castellanos no se cansaron de repetir que el pri­ mer objetivo del Estado en las Indias era la difusión de la Fe Católica. Así se dijo en las instrucciones para nuevos descubri­ mientos de 1527, en las Leyes Nuevas de 1542 y se reiteró en las Ordenanzas del Consejo de Indias de 1571, de donde pasó a la Recopilación de Leyes de Indias: "Según la obligación y cargo con que somos señores de las Indias y estados del Mar Océano, ninguna cosa deseamos más que la publicación y ampliación de la ley evangélica y la conver­ sión de los indios a la Fe Católica".109 Más adelante, en plena Ilustración, se emplea un lenguaje distinto. La instrucción reservada para la Junta de Estado de 1787 es claramente perceptible del deslizamiento del Estado mi­ sional, institución, propiamente indiana, al Estado confesional de raíz europea. Es natural, por lo demás, porque a medida que los indígenas abrazan la fe católica, la evangelización misma pier­ de significación y es substituida por la atención normal a los fieles. La instrucción combina ambas finalidades. Así se prescri­ be a la Junta que "en todas sus deliberaciones tenga por prin­ cipal objeto la honra y gloria de Dios, la conservación y propa­ gación de nuestra Santa Fe y la enmienda y mejoría de las costumbres".110 Con palabras muy parecidas a las de los documentos ante­ riores, Portales actualiza para el Estado de Chile, en su territo­ rio, este carácter misional del antiguo Estado indiano: "Consi­ derando el gobierno que uno de los primeros y más esenciales deberes es contribuir a la propagación de la religión que profesa la Nación, especialmente entre aquellas gentes que no la cono­ cen y que por lo mismo son perjudiciales a sí mismas y a la so­ ciedad". Más adelante, agrega "que una dilatada experiencia ha manifestado al gobierno y al público que son indecibles los bie­ nes que de estas misiones resultan, en pro de la religión y del Estado en general y de la paz común".111 109 Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias 2, 2, 8. Ver, además, 1, 1, 1. Bravo Lira, Bemardino, Derecho común y derecho natural en el Nuevo Mundo en REHJ II, 1986. 110 Instrucción reservada que la Junta de Estado creada formalmente por mi decreto de este día 8 de julio de 1787 debía observar en todos los puntos y ramos encargados a su conocimiento y examen, 85, últimamente en Floridablanca, Escritos políticos. La instrucción y el memorial, ed. Joaquín Ruiz Alemán, Murcia, 1982, p. 135. 111 Decreto 19 noviembre 1835, en A 274, 4 diciembre 1835.

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Este texto repr< senta una consciente reafirmación de la fi­ nalidad misional de Estado. Entronca con el pasado indiano y rompe con la prácti a de los gobiernos anteriores. Se aparta del abandono de las mi dones de la época de la anarquía. Pero, so­ bre todo, se aparta le la consideración de ellas desde un punto de vista puramente político, civilizador, filantrópico, del decre­ to de 1831 que restableció el Colegio de Chillán. Su preámbulo e te no emplea el lenguaje de la Ilustración ca­ tólica, sino más bie: i el de la Ilustración irreligiosa. Tratándose de misiones, no non bra la palabra religión y a los religiosos en­ cargados de ella los lama “hombres filantrópicos” o “benéficos”:

"Cuando despu *s de haber conseguido nuestra emancipa­ ción política y aum mtado ya el orden interior se trabaja para dar impulso a todos los ramos de la prosperidad y por adelantar la civilización en te dos los pueblos del Estado, es preciso que ese conato se haga € «tensivo a todos los habitantes del territorio de la República. Desgraciadamer te, existe una gran porción de hombres que, separados de toda s iciedad civilizada, forma un conjunto de se res que más bien p irecen brutos que racionales. Estos son los indios bárbaros... El Supremo Ge bierno ha creído fomentar una sociedad de hombres filantrópic >s que, arrostrando los peligros, se les acer­ quen y procuren p m medios pacíficos atraerlos a costumbres más suaves y reduc ríos a formar sociedades arregladas”.

Al leer estas lír jas, se diría que se habla de una obra pura­ mente civilizadora, sin contenido religioso. Pero en el artículo 3-, al fijarse el objc Lo del Colegio, aflora por única vez este as pecto, silenciado en el resto del decreto: “El principal objeto de su establecimiento is mandar misiones entre los indios bárba­ ros para iniciarlos ■ n los principios de nuestra sagrada religión y procurar su civili: ación”.112 El decreto de ’ortales se refiere a este mismo Colegio de Chillán y a las misi mes que pretende fomentar con la traída de un grupo de religio< os franciscanos al país. Por eso, el contraste en el lenguaje con 1 decreto de 1831 es más notorio. Habla de “obreros evangélico ;”, de “misiones”, de los bienes que de ellas resultan primero p¡ ra la religión y luego para el Estado en ge­ neral y la paz comú i. Pero, sobre todo, actualiza la finalidad mi­ sionera que el Esta lo había tenido en la época indiana. No ha­ 112 González Eche lique, Javier y otros, El gobierno chileno y el con­ cepto misionero del istado (1832-1861), en Historia 5; Santiago, 1966, pp. 197 ss.

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bla de ella como el primero y principal deber del gobierno, pero la señala como “uno de sus primeros y principales deberes”. Es decir, las misiones interesan al Estado no sólo por su sig­ nificado político, sino, ante todo, por su significado religioso: la propagación de la religión católica que profesa la nación. 5.1.3.

Ordenes religiosas

La disciplina de las comunidades religiosas había sufrido mucho con los desórdenes de la época de la independencia. Portales se preocupó dei restablecerla, pero, en lugar de entrometerse el go­ bierno a refórmarqsor sí mismo a los religiosos, como se había querido hacer en épocas anteriores, pensó “en un concordato con la Silla Apostólica, por el cual haya de arreglarse el régimen de regulares en cuanto a sus relaciones con el Estado, dependencia de sus superiores, sistema de elecciones...” Al efecto, en lugar de atropellar a los prelados de las reli­ giones, solicitó su colaboración a fin de que informaran al go­ bierno, “en unión con su definitorio y oyendo a los ancianos y personas de crédito, cuáles son. las reformas que convendría ha­ cer, cuáles las necesidades que haya de remediarse en la provin­ cia. .. y en fin, todo lo relativo al objeto que el gobierno tiene en consideración y que V.P. creyere conduciría más al bien de la religión, a la más perfecta observancia, a la armonía que debe existir entre las órdenes religiosas y el Estado civil y a la mejor expedición de sus negocios espirituales y temporales”.113 Este era un nuevo estilo en las relaciones del gobierno con la Iglesia, igualmente distante del regalismo borbónico, celoso de las prerrogativas reales, que del anticlericalismo posterior a la Independencia, receloso frente al poder eclesiástico. 5.1.4.

Provincia eclesiástica chilena

Sin embargo, no bastaba con restablecer las antiguas institucio­ nes eclesiásticas. Ya desde 1821 se había considerado la conve? niencia de adaptar la organización de la Iglesia a la nueva con­ dición de Chile como Estado independiente y a las necesidades, de sus habitantes. Sin embargo, esto no era fácil, porque ni la\ Santa Sede quería reconocer al Estado el derecho de patronato sobre la Iglesia de Chile, ni el Estado aceptar que la Santa Sede 1,3 Circular del Ministro del Interior a los prelados de las comunida­ des religiosas, Santiago, 4 febrero 1836, en A 284, 12 febrero 1836.

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erigiera motil propr o, sin intervención suya, nuevas diócesis en su territorio. Portales retomó el asunto y decidió que el gobierno se diri­ giera a la Santa Se< e para pedir la erección de Santiago como arzobispado, es dec r, metrópoli de una provincia eclesiástica independiente, pues lasta entonces las dos diócesis chilenas eran sufragáneas del arz< bispado de Lima. Conjuntamente, se solici­ taría la fundación ce otros dos obispados, uno en La Serena y otro en Ancud. Portales anunci > oficialmente esta iniciativa al leer el dis­ curso presidencial e i la inauguración de la legislatura de 1836.114 En respuesta, el pre ñdente del Senado reafirmó la identidad de miras del Presidente y del Congreso en lo tocante a las bases del Estado constitución d: Gobierno, Religión y Legalidad: "Uno es vuestro interés y e] nuestro, porque no cabe otro en hombres libres que sostienen la Constitución, de donde han tomado esa aureola política: foi tificarla por la religión, la moral y las cos­ tumbres; hacerla ac iva por las leyes secundarias, y proveedora por la justicia".'15 La erección de una metrópoli .eclesiástica no suscitó repa­ ros. Como señaló El Araucano: "Es lo que pide nuestra situación política y lo que ha exigido desde que nos declaramos indepen­ dientes: siendo lo nás extraño que no dependiendo Chile de autoridad alguna tí mporal, permanezca su Iglesia sujeta a la misma< metrópoli qi e reconocía en tiempos de los españoles".116 L& fundación d< los nuevos obispados! fue, en cambio, obje­ tada por El Mercur o de Valparaíso, sin dejar de reconocer que la iniciativa signific iba llevar al terreno eclesiástico la consoli­ dación de las institu ñones que se había conseguido en el terreno político: "...despuo de Santiago al Ministro del Interior, Santiago, 18 octubre 1836. Es pos ble que la fecha sea 28 octubre. Ibíd., pp. 542 ss. 122 Decreto 5 enera 1836, en A 279, 8 enero 1836. Por Real Cédula de 6 junio 1592 se había d spuesto que "En los colegios seminarios se pongan nuestras Armas Reales ocupando el lugar más preeminente”, Recopilación de leyes de los Reinos de las Indias, 1, 23, 2.

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No menos expresiva es una circular a los intendentes de 25 de marzo de 1837 sobre abusos de que se acusaba a los párrocos. Uno de ellos era el de encarcelar a personas contra las cuales ha­ bía demanda en razón de esponsales. Al respecto recuerda que “sus facultades canónicas no pueden extenderse a los efectos ci­ viles de los esponsales y mucho menos a las encarcelaciones que les están prohibidas por leyes terminantes”. El otro era exigir caballos a los que piden sacramentos pa­ ra ir a administrarlos. Sobre el particular puntualiza que "ade­ más de ser escandaloso dejar morir a los pobres sin los auxilios de la religión, los curas se hallan indemnizados de las fatigas y gastos que el ejercicio de su ministerio pueda ocasionarles, pues­ to que el arancel de los derechos parroquiales se ha hecho te­ niendo presente que aquellos funcionarios eclesiásticos deben mantener caballos para prestar a los feligreses en sus propias casas ios auxilios de que necesiten”. En consecuencia, dispone que los intendentes atajen estos abusos haciéndolos responsables si no ponen “el remedio opor­ tuno para que se circunscriban las citadas autoridades a las fun­ ciones que les son peculiares y cumplan con los deberes que la ley y la religión les imponen”.123 En otras palabras, se considera deber del gobierno velar por el cumplimiento de los deberes propios de los párrocos. En el proyecto de ley sobre régimen interior, que presentó Portales en 1836, se intentó delimitar en términos restrictivos estas facultades de los intendentes sobre los párrocos. De ello nos ocuparemos enseguida. Sin duda, la más fiel expresión de esta especie de neorregalismo la encontramos en la Ley de Ministerios que Portales hizo promulgar en 1837. Allí se establece un Ministerio de Justicia, | Culto e Instrucción. Al señalar sus funciones se reglamenta el ejercicio del patronato. Conforme a él, el patronato comprende no sólo la presen­ tación para arzobispados, obispados y demás beneficios ecle­ siásticos, el pase o exequátur o los recursos de protección ecle­ siástica. Además incluye: “la creación y circunscripción de diócesis y parroquias”; “la creación, dirección, arreglo y fomento de los seminarios eclesiásticos”; “las misiones de infieles y todo lo relativo a su economía, conservación y fomento”. 123 Circular del Ministro del Interior a los intendentes, Santiago, 25 marzo 1837, en A 343, 31 marzo 1837.

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Más aún, se ex iende también a "todo lo relativo a las órde­ nes religiosas de a nbos sexos, cofradías y cualquiera clase de asociaciones religio as o de caridad”.124 En resumen, b ijo el segundo ministerio de Portales la Igle­ sia alcanza realmei te dentro del Estado constitucional el lugar que en el papel le reconocían las constituciones. Es la religión oficial del Estado, pero se halla —de facto— bajo el patronato del mismo Estado, aunque la Santa Sede no lo haya aceptado así. Con ello el Est do da un paso indispensable para su identi­ ficación con los gr mdes intereses de ¡a patria, de los cuales la religión es, si no el primero, uno muy principal.

5.2.

JUDICATUR/X

Como ministro del interior tiene Portales bajo su tuición tanto la administración como la Judicatura. En ambos terrenos su maiyor preocupación e; la misma: los hombres. A fuer de buen ilus­ trado quiere probi( ad y^eficiencia en los funcionarios y magis­ trados. Pero tambi n, a fuer de buen ilustrado, tiene una acti­ tud distinta frente . i la administración y a la Judicatura. En la administ: ación ordena y manda por sí mismo, pues se trata de oficinas y uncionarios de su dependencia. Es decir, de empleados que se d ‘sempeñan bajo la dirección y corrección dis­ ciplinaria de un jef ; de oficina que, a su vez, depende del minis­ tro. De esta forma, los funcionarios están para cumplir y hacer cumplir órdenes si periores. Con su mentalidad centralizadora, Portales considera ¡ue esto es lo principal. Sobre esta base res­ tablece el buen comportamiento de los funcionarios y el buen funcionamiento de as oficinas. En cambio, en la Judicatura su actuación directa es genéri­ ca. Se limita a vela , en general, por la pronta y cumplida admi­ nistración de justic lia. No desciende a dar órdenes a los jueces. "Antes bien, se dirigí a sus superiores jerárquicos —es decir a la Corte Suprema o, e i su caso, a la única Corte de Apelaciones que entonces había— p ira que los sancionen. En otras palab 'as al Ministerio del Interior le corresponde gobernar y para esc tiene bajo su dependencia la administración. Pero no le correspi nde juzgar, por eso no tiene bajo su depen­ dencia a la Judicati ra. Esta actitud d ferente responde a la separación institucio­ nal entre administr ición y Judicatura que data de la época bor124 Ley sobre Mil isterios, 1? febrero 1837, en A 335, 3 febrero 1837, art. 3, números 22, 23, 24 y 19.

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bonica. No ha sido introducida por el constitucionalismo poste­ rior ni por su doctrina de la división de poderes que califica a la Judicatura como Poder Judicial. La teoría de los tres pode­ res confirma en doctrina la separación, pero la práctica de las constituciones ¡a debilita por diversos caminos: al encargar al Ejecutivo velar por la correcta administración de justicia, al su­ jetar la generación de los magistrados judiciales al mismo Eje-' cutivo o al Legislativo.125 Portales comparte plenamente las ideas de la Ilustración so­ bre reforma de la Judicatura y de la legislación penal, civil y de­ más. Pero con su probado realismo no confunde la conveniencia de estas reformas con la posibilidad de realizarlas en su tiempo y por la sola virtud de las leyes. Más .aún, Estima que los buenos jueces hacen buenas las malas leyes, ¡ 4 "pues vemos que con las mismas se administra bien y mal jus­ ticia”.126

En otras palabras, Portales es el primero en afirmar "la con­ fusión y la discordancia de las leyes”. Pero no acepta que los jueces echen la culpa de la mala administración de justicia a las malas leyes. Para probar que eso no es más que una excusa, apela a la experiencia de Chile y toda América española en tiempos de la monarquía y de la propia España. Pregunta: "¿Con qué leyes juzgaban los alcaldes y la Real Audiencia en Chile y en toda Amé­ rica antes española? ¿Cuáles rigen en los juzgados y tribunales de España? Y en España se ahorca al asesino y se ahorcaba en Chile cuando era colonia española, con las mismas leyes que aho­ ra sirven para absolverle o conmutarle la pena”. Y entonces, evo­ ca los recuerdos de su juventud: "Recordemos en comproban­ te las dos épocas de la Audiencia en vísperas de nuestra emanci­ pación: fue presidida por un señor Ballesteros y vimos la horca en continuo ejercicio. .. Entró a presidirla accidentalmente otro de sus miembros, que hacía alarde de una humanidad mal en­ tendida, y no vimos durante su regencia una ejecución, siendo así que existían los mismos crímenes”. f De ahí que Portales se atreve a predecir que todas las reforI mas de la administración de justicia, es decir, tanto de los tri(4 ‘ | bunales como de la legislación, "serán inútiles si no se fija un 1 medio eficaz de hacer efectiva la responsabilidad de los juei - ces”.127 125 Bravo Lira, nota 7. 1% Ver nota 10. ™ Id.

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En^l836jtuvo < portunidad de tomar medidas en este senti­ do, con motivo del más serio de los intentos de derribar el go­ bierno que debió e ifrentar. Se trataba de 11 expedición encabezada por el general Frei­ re, con el concurso del gobierno del Perú. Su objeto fue invadir el país y desatar la guerra civil con el apoyo de los descontentos con el gobierno de Portales. Capturado con otros jefes, Freire fue condenado a muerte por un Consejo de Guerra. Pero la Cor­ te Marcial revocó e; ta sentencia y le impuso la pena de destierro ;por diez años. Portales se ind gnó ante la benignidad de los jueces, “sien­ do tan notorio el h :cho y tan conocida y terminante la ley que ha dejado de aplic irse”. Por grandes qtie fueran los servicios prestados por Freír; a la patria, no podía dejar de aplicársele la pena correspondien e al delito, perfectamente probado, de sedi­ ción. En consecuen- ia, invocando el deber del Presidente de ve­ lar por la pronta j cumplida administración de justicia, pidió Portales al fiscal d-5 la Corte Suprema que examinara si había mérito suficiente p¡ ra entablar una acusación contra los jueces de la Corte Marcial 28 Entretanto, des de las columnas del periódico de gobierno, El Araucano, se cei sura la indulgencia con que se miraban los delitos políticos en comparación con los comunes: “Un conspi­ rador suele despert ir la compasión, al paso que se reclama por el escarmiento de < ualquiera qtie atente contra la seguridad o propiedad individuí l”.129 Estimando que había mérito para ello, el fiscal de la Corte Suprema acusó a le s jueces de la Corte Marcial. Así, dentro del más estricto respeto a la independencia de la Judicatura, estos magistrados fueron sometidos a otros magistrados judiciales, que, por lo demás, :n definitiva los absolvieron.130 Se ha dicho qu ; el referido fallo de la Corte Marcial movió a Portales a propon ;r la ley que hizo obligatoria en la sentencia Ja expresión de los fundamentos en que se apoya. Al respecto, comenta Barros Ara la que esta ley, “si bien beneficiosa, era obra de un móvil pequef o”. Se había querido que “los tribunales no pudieran dar en ade lante sentencias como la que había condena­ do a destierro al ge leral Freire, cuando las leyes castigaban con pena de muerte el d ilito que éste había cometido”.131 ________ 128 Oficio del Mini ;tro de Guerra al fiscal de la Corte Suprema, San­ tiago, 19 noviembre 18 6, en A 325, 25 noviembre 1836. 129 A 325, 25 novie abre 1836. 130 Sentencia de k Corte Suprema, Santiago, 30 mayo 1837. 131 Barros Arana, 1 ’iego, Un decenio de la historia de Chile (1841-1851), 2 vols., Santiago, 1905, 1, p. 14.

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Este reproche es injusto, porque el fallo de 1836 lo único que hizo fue precipitar una iniciativa que es anterior a la expe­ dición de Freire. La exigencia de fundamentación de los fallos proviene del proyecto de ley de administración de justicia ela­ borado por Mariano Egaña, impreso ya en 1835 y despachado por el Consejo de Estado en junio de 1836. Portales decidió la división de este proyecto en varias partes, que sometió separa­ damente al Congreso. Una de ellas es' la relativa a la fundamen­ tación de las sentencias, otras se refieren, por ejemplo, al juicio ejecutivo o a implicancias y recusaciones. El texto sobre la obli­ gación de fundar las sentencias propuesto por Portales es el mis­ mo contemplado por Egaña dos años antes en el artículo 224 de su Reglamento.132 _ *Con motivo de la guerra contra la Confederación Perú-boli­ viana que estalló en 1837, Portales pidió y obtuvo del Congreso facultades extraordinarias. En virtud de ellas promulgó varias partes del proyecto de Egaña, con lo que dio comienzo a la codi­ ficación en Chile.133 --------------------Ya en su primer Ministerio había demostrado su interés por ella. En el segundo, encargó a Andrés Bello que trabajara en la codificación del derecho sucesorio vigente, lo que condujo a la elaboración del libro relativo a esta materia del Código Civil, promulgado en 1855. Así, pues, también impulsó Portales la co­ dificación civil.134// Por otra parte, veremos enseguida que promovió la de las ordenanzas de intendentes y del ejército. En consecuencia, Por­ tales tuvo un papel relevante en la primera fase de la codifica­ ción, que, como hemos observado en otra parte, fue decisiva pa­ ra definir el carácter que ella asumió en las fases siguientes.135 Sólo hay que añadir que el sello que distingue a la codificación chilena y le dio difusión en el resto de América española es el ilustrado y eminentemente portaliano de la consolidación. No pretendió partir de cero, en un país que tenía entonces trescien­ tos años de historia. No intentó demoler el derecho anterior, ni gopiar derechos extranjeros ni menos crear un derecho nuevo. En lugar de eso, consolidó el derecho vigente mediante la opor­ tuna sistematización, reforma y actualización. Como este dere­ cho vigente, castellano e indiano que fue objeto de la codifica­ ción era el mismo en el resto de América española, los demás 132 Bravo Lira, Bernardino, Bello y la Judicatura I: La codificación procesal, en Andrés Bello y el Derecho, Santiago, 1982; el mismo, Los comienzos de la codificación en Chile. La codificación procesal, en RCHHD 9, Santiago, 1983. 133 Id. 134 Bravo Lira, Bello y la Judicatura..., nota 132. 135 Bravo Lira, nota 132.

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países pudieron ap ovecharse también de los cuerpos legales chi­ lenos, como de hecho lo hicieron.136

5.3.

Ejército y N arina

Largo sería tratar . o que Portales hizo en su segundo Ministerio ^por el ejército y la marina. Baste señalar que ante las crecientes 1 dificultades con el Perú, que culminaron en 1837 en la guerra contra la Confederación Perú-boliviana, las Fuerzas Armadas pa­ usan a primer plañe. 5.3.1.

Ejército

Ya su predecesor eri el Ministerio de Guerra y Marina había he­ cho presente: “No alta quien opine por la disminución del ejér­ cito, pensando que sería suficiente el que mantenía aquí la Es­ paña. Olvidan que éste no constituía, exclusivamente su defensa y que hemos corric o un dilatado espacio en las costumbres. En­ tonces estábamos 1 abituados a obedecer y a nadie le ocurría la perniciosa idea de que tenía derecho para trastornar el orden público y deponer as autoridades porque cometían tales o cua­ les actos que no se creían justos, o porque no se regían por ta-‘ les o cuales principios”. En cambio: “Hoy es preciso que haya fuerza suficiente, i □ sólo para contener al enemigo extranjero, sino también para detener la audacia de los desorganizadores, que__por desgracia abundan en los países republicanos, particu­ larmente cuando h m acabado de salir de su infancia y aún no han afianzado sufii ientemente sus intenciones’’.137 C' Este era el pr »blema. Bajo la monarquía el ejército había tenido un papel fi ndamentalmente defensivo. En la república, en cambio, debía i ener un doble papel. Además de la defensa! frente al enemigo exterior, la del gobierno frente a la subver­ sión interior. Estos dos aspectos se mezclan porque el Perú alien­ ta la sedición en C1 ile, lo cual lleva a Portales' a hablar de “nues­ tra seguridad Ínter or y exterior amenazada”. Este es el telón de fondo de su segunc o ministerio.138 " ~— --------136 Bravo Lira, B ¡mardino, La difusión del Código Civil de Bello en los países de derecho castellano y portugués, en REHJ 7, Santiago, 1982; el mismo, Relaciones -ntre la codificación europea y la hispanoamericana, ibíd. 9, Santiago, 198!•; también en Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichie, Ger n. Abt. 103, Viena-Colonia-Graz, 1986. 137 Memoria que 1 Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina presenta al ',ongreso Nacional, año de 1835, en DP 1, pp. 311 ss.; la cita p. 314. 138 Memoria, not< 2, p. 370.

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La gran preocupación de Portales en su primer ministerio había sido la subordinación del ejército al gobierno. Nunca dejó de estar pendiente de ella, ni siquiera cuando estuvo fuera del gobierno. Aun entonces, siguió con gran atención los nombra­ mientos y ascensos. Pero no siempre anduvo acertado en este punto. Se equivocó más de una vez al juzgar- su lealtad al gobier­ no, como lo demostró trágicamente el motín de José Antonio Vidaúrre en Quillota. Pero este alzamiento fue un hecho excepcio­ nal y pudo ser aplastado por el gobierno. No se engañó, pues, Portales cuando señaló al ejército de línea como una garantía de las instituciones patrias: “El valor y la acrisolada lealtad de todos los cuerpos que componen la fuerza permanente, los ha­ cen uno de los más firmes apoyos de las instituciones patrias y de la seguridad del Estado”. u' Este último punto, la seguridad exterior, pasa a primer pla* (no en el segundo Ministerio.139 Sin embargo, eso no le impide atender otros aspectos per­ manentes. Aquí también cuida de legalizar lo que realizó de he­ cho en su primer Ministerio. Como siempre, para Portales, la ley va detrás de las instituciones. Primero' es la criaturaTTuégo^viené El ropaje jurídico, que debe cortarse a su medida. Es decir, la ley debe estar en función de las instituciones y no al revés. Su/ sentido de la legalidad no es legalismo. Portales es demasiado : realista para compartir la ilusión de tantos de sus contemporá! neos sobre el poder de las leyes para crear instituciones. Estima, por el contrario, que para evitar contradicciones entre unas y otras, es conveniente ir ajustando las leyes a las instituciones existentes y no al revés. Esto es lo que procura hacer con la regulación legal de las milicias y del ejército de línea. Alcanzó a someter al Consejo de Estado el proyecto relativo a las primeras, destinado a actuali­ zar las ordenanzas borbónicas y a iniciar la revisión de las or­ denanzas militares vigentes, que también databan del siglo XVIII. Después de sus días, estos esfuerzos fructificaron en la nueva reglamentación de las milicias y en la Ordenanza General del Ejército de 1839, que desde el punto de vista jurídico señala un hito en la codificación del derecho chileno, pues constituye el primer código en la acepción más estricta de la palabra.140 5.3.2.

Marina

Chile había sido hasta entonces un país fundamentalmente agra­ rio. Portales tuvo una clara percepción del significado del mar. 139 Ibíd., p. 372. 140 Bravo Lira, Los comienzos..nota 132, p. 208.

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Ella lo había llevai o, después de dejar el ministerio en 1831, a promover la fundac ión de una Academia Náutica en Valparaíso.^ ¡í) En marzo de 1832 había explicado a Antonio Garfias su propó­ sito de establecer "i na Academia de Náutica en que antes de dos años tendremos 10< pilotos para emplear en más de 50 buques mercantes que tien j Chile mandados por extranjeros, lo que es una vergüenza: el ( obierno tendrá cuantos necesite para su ma­ rina y contará con cosa tan útil y de tan poco costo. De este plantel sacará los uardiamarinas que haya menester y contará con oficiales cientí icos en todos casos”. De paso, señale Portales que esta Academia daría a los ofi­ ciales de la marina una formación específica, distinta de la que impartía la Academ a Militar, promovida por él mismo, a los ofi­ ciales del ejército: 'No se diga que el Colegio Militar de Santia­ go va a dar guardia marinas y oficiales de Marina. Es cierto que allí aprenden los p imeros principios elementales, pero después tendrán que gastar mucho tiempo en la práctica, cuando aquí todo se va enseñan» o a un tiempo”.141 Vuelto al gobierno, la seguridad del Estado, principalmente exterior, llevó a Por ales a aumentar las fuerzas navales, que eran a todas luces insufi ñentes. J Así lo había he ho ver su antecesor en el Ministerio: "Redu­ cida la marina por a ley a sólo dos buques, el bergantín Aquiles y la goleta Colo-Col), es fuera de duda que son insuficientes pa­ ra el servicio de la República, que tiene una costa dilatadísima llena de puertos y radas. No han faltado buques balleneros y mercantes que han despreciado nuestras leyes y órdenes termi­ nantes de las autor dades locales para que se retirasen de aque­ llos puertos cerrad >s al comercio, porque no veían una fuerza capaz de contenerle s”.142 Las penurias d d erario no permitían comprar y mantener otros buques y las j elaciones con Perú se tornaban cada vez más difíciles. En esta si uación, Portales apela para que suscribieran un empréstito "los capitalistas chilenos y extranjeros estableci­ dos en Chile... a qi ienes cree (el gobierno) no puede ser un ob­ jeto indiferente la í eguridad del Estado v la observancia de sus leyes...”143 Meses más ad< lante, cuando la situación internacional se había agravado, ins stió en que la marina de guerra era una ne- --1 ) cesidad permanente para un país como Chile: "Debo recordar , que el presente peligro de nuestra seguridad exterior no es el 141 la cita 142 143 1836.

Carta a Antoni > Garfias, Valparaíso, 17 marzo 1832, en E 2, p. 131: p. 133. Memoria nota 137, p. 326. Circular del M nistro del Interior, 27 mayo 1836, en A 299, 27 mayo

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único motivo que se ha tenido presente para recomendar a la Cámara la providencia de aumentar el nqmero de nuestros bu­ ques armados y que aun suponiendo que nada hubiese alterado la serenidad de nuestro horizonte político, la creación de nuevas fuerzas navales hubiere parecido al gobierno un objeto de indis­ pensable necesidad". Sus miras en esta materia no se limitaban a la escuadra: "La existencia de una escuadra, por pequeña que sea, exige de necesidad el establecimiento de almacenes de marina”.144 Paralelamente, se preocupó Portales por la marina mercan­ te, cuya significación "en caso de guerra’ era considerable. Ello lo’llevó a complementar la ley sobre cabotaje con otra sobre na­ vegación. Al efecto, se buscó "tomar de las ordenanzas maríti­ mas de otros Estados las ordenanzas marítimas más adecuadas al nuestro".145146 La intención primordial no es económica, sino política; más aún, apunta a fortalecer el poder naval. Lo que da a esta ley una cierta analogía con la legislación de la última fase de la monar­ quía, encaminada a constituir una poderosa marina que, como es conocido, llegó a ser la segunda del mundo, después de la in­ glesa. Como entonces, el comercio y la marina mercante se encon­ traban en expansión: "La marina mercante de la República cuen­ ta ya sesenta buques, con cerca de nueve mil toneladas; este nú­ mero no parece insignificante, si se atiende al corto tiempo en que se ha completado y de fundadas esperanzas de progre**146 J>OS. . . En consecuencia, se pretendía contar con estos barcos, en / la eventualidad de una guerra. Con dicha finalidad se toman me­ didas encaminadas a reservar a los buques nacionales las fran­ quicias legales vigentes. No se pretende sólo dar a la marina un nuevo y grande ensanche", sino además "proteger nuestra na­ ciente marina que, en tiempos tal vez no muy distantes, ha de ser la defensa y principal fuerza de la República '. "Pero se hacen ilusorios tan importantes objetos siempre que por falta de reglas fijas sea tan fácil, como lo es ahora, la adquisición de propiedad en buques nacionales a personas a quienes está prohibida y navegarlos con marineros que según nuestras leyes, nuestras convenciones y los principios de dere­ cho de las naciones no estén obligados a prestar sus servicios cuando más lo reclaman las necesidades de la República”. 144 145 146 3 junio

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Memoria nota 2, p. 371. Discurso nota 114, p. 29. proyecto de ley de navegación, Santiago, 3 junio 1836, en A 300, 1836.

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Las medidas c mcretas sobre nacionalidad de los barcos y , de la tripulación y sobre el goce de las franquicias concedidas a naves nacionales s m usuales. Pero recuerdan a las adoptadas bajo los Borbones m la segunda mitad del siglo XVIII.147 Como entonces se preten< e que el proteccionismo aproveche a las na­ ves nacionales. Se c iría que él renueva la política naval de la mo­ narquía, pero no ei el plano mundial propio de una gran poten­ cia, sino en el plan j más reducido de un país que aspira a con­ vertirse en la primara potencia del Pacífico Sur. Los desvelos d i Portales por la marina y el ejército fueron un factor muy rele ante en el triunfo de Chile en la guerra con­ tra la Confederació i Perú-boliviana, que, como sabemos, él mis­ mo no dudó en edificar como “la segunda independencia de Chile”. Portales descri )ió claramente el papel de ambas fuerzas. Lo primero era el don inio del mar, después el ataque en el territo­ rio enemigo: Las fuerzas n ivales deben operar antes que las militares, dando los golpes decisivos. Debemos dominar para siempre en el Pacífico: ésta de >e ser su máxima ahora y ojalá sea la de Chi­ le para siempre. Las fuerzas militares chilenas vencerán por su espíritu na­ cional y si no veno n contribuirán a formar la impresión que es difícil dominar a k s pueblos de carácter”.148 Todo esto se cumplió después de la muerte de Portales. Las tropas chilenas ver cieron por su espíritu nacional y Chile pasó a ser la primera pe tencia del Pacífico Sur.

5.4.

Administraos n

Como era de supon ?r, en su segundo ministerio volvió a ocupar­ se Portales seriamf nte de la administración. Siempre prestó la mayor atención a í ste mundo de las oficinas, al que perteneció su padre. Comprer día que era un elemento clave del gobierno fuerte, sin el cual j o podría desarrollar una acción realizadora. Aparte de la se ección del personal de las oficinas y del buen funcionamiento de ellas, se preocupó de dos elementos claves: los ministerios y el régimen interior. En su primera Memoria ministerial de 1836, Portales se re­ firió a ambos temos. 147 O'Dogherty, A igel, La matrícula de mar en el reinado de Carlos III, en Anuario de Es udios Americanos 9, Sevilla, 1952, pp. 347 ss. % 143 Ver nota 1.

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La Ley de Régimen Interior vino a complementar la reduc­ ción de los intendentes al papel de agentes del Presidente, reali­ zada de hecho por Portales en su primer Ministerio. Esto corres­ pondía a una transformación de la intendencia iniciada en Amé­ rica en los últimos tiempos de la monarquía, en oposición al tex­ to de la Ordenanza respectiva que asignaba facultades amplísi­ mas a los intendentes. Portales encontraba peligrosa esta con­ tradicción, porque podría dar pie a los intendentes para que amparados en la ley, aflojaran la subordinación al Presidente que se les había impuesto. De ahí que estimara necesario adaptar, la legislación a la realidad institucional. Así lo había hecho pre­ sente, desde fuera del gobierno, al Ministro del Interior, Joaquín Tocornal, poco después que éste asumió la cartera: ".. .ni en esta línea (del mantenimiento de la tranquilidad pública) ni en nin­ guna otra encontramos funcionarios que sepan ni puedan expe­ dirse, porque ignoran sus atribuciones. Si hoy pregunta usted al Intendente más avisado, cuáles son las suyas, le responderá que cumplir y hacer cumplir las órdenes del Gobierno y ejercer la subinspección de las guardias cívicas en su respectiva provincia . Es decir, ignoran que sigue vigente la Ordenanza de Inten­ dentes: "El país está en un estado de barbarie que hasta los in­ tendentes creen que toda la legislación está contenida en la ley fundamental y por esto se creen sin más atribuciones que las que leen mal explicadas en la constitución. Para casi todos ellos no existe el código de intendentes, lo juzgan derogado por el código constitucional, y el que así no lo cree, ignora la parte que tanto en el de intendentes como en su adición, se ha puesto fue­ ra de las facultades de estos funcionarios por habérselas apro­ piado el gobierno general". •



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En esta situación él mismo se aprovechó conscientemente de este error: "En el tiempo de mi ministerio procuré mantener con maña en este error a los intendentes, porque vi el asombro­ so abuso que iban a hacer de sus facultades si las conocían". Pero esto no podía ser sino una salida provisional: "... ya juzgo pasado el tiempo de tal conducta y al fin lo que más ur­ ge es organizar las provincias que así se organiza (n) al menos en lo más preciso".

Terminaba sugiriendo: "Yo opinaría, pues, porque usted trabajase en presentar a las Cámaras un proyecto de Código o re­ glamento orgánico, con el título que quiera darle, en que se de­ tallasen las obligaciones y facultades de los intendentes, cabil­ dos, jueces de letras y de todo cuanto empleado provincial y mu­

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nicipal existe en 1; provincia, en el departamento y en el dis­ trito".149 5.4.1.

Intendentes

Ello no pudo hacei se entonces, por estar todavía en elaboración el texto constitucio lal promulgado en 1833. En él se mandó dic­ tar una ley sobre k materia. Pero el asunto quedó pendiente. De suerte que cuando Portales volvió al gobierno en 1835, uno de sus primeros cuida dos fue este proyecto de ley. ' Cometió su re< acción a Antonio José de Irisarri, al que se­ ñaló como fuentes las de derecho indiano y patrio: "Las leyes de Indias, el últim ) código de intendentes, varias disposiciones del gobierno repub icano que se registran en el Boletín, las orde­ nanzas generales d d Ejército, el Colón y la constitución misma le prestarán el ma erial necesario para la obra; lo demás debe suplirlo su tino y f í conocimiento de nuestras circunstancias".150 En su origen emprendió cuatro partes. La primera versó sobre las atribucio íes y deberes de intendentes, gobernadores, subdelegados e ins lectores. Las otras tres debían tratar del go­ bierno municipal, a policía municipal y policía general.151 De ellas, la primera s< adelantó a las demás y en agosto siguiente Portales pudo info mar a las Cámaras que ya se hallaba some­ tida al Consejo de Estado. Al hacerlo encareció su significación para el gobierno y para la población: "La falta casi ibsoluta de reglas que definan las atribucio­ nes de las autorid ides provinciales y subalternas del departa­ mento ejecutivo, o: rece a cada paso obstáculos, incertidumbres y vacilaciones que entorpecen las operaciones del servicio públi­ co y a veces lo pai alizan del todo; y no es uno de los menores 149 Carta al Minis ro del Interior, Valparaíso, 16 julio 1832, E 2, p. 226; la cita p. 229. 150 Decreto 27 no iembre 1835, publicado por Donoso (Novoa) Ricar­ do, Antonio José de I isarri, escritor y diplomático, Santiago, 1934, p. 189, nota 1. Los cuerpos c tados son: la Ordenanza general formada de orden de S.M. y mandada ir primir y publicar para el gobierno e instrucción de intendentes, subdeleg dos y demás empleados en Indias, Madrid, 1803; Ordenanza de S.M. pe ra el régimen, disciplina y servicio de sus ejércitos, 3 vols., Madrid, 1768, que contiene la Ordenanza de 22 de octubre 1768; Colón de Larrategui Giménez de Embrun, Félix, Juzgados Militares de España y sus Indias, I- vols., Madrid 1788. Además alude al Boletín de las Leyes y de las Ordei es y Decretos del gobierno 1, Santiago, 12 febrero 1823, publicación ente nces en curso; Constitución, nota 88. 151 Proyecto de lt y sobre régimen interior, Santiago, 14 nov. 1836, en A 324, 18 nov. 1836, p eámbulo. El texto continúa en A 325, 25 noviembre 1836. Ahora en SCL 2‘, pp. 354 ss.

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males que produce este vacío el peligro a que expone la libertad individual que no puede existir sino a la sombra de leyes preci­ sas, que reglen la acción de todos los funcionarios y enfrenen la arbitrariedad”.152 Reaparecen aquí dos elementos capitales de las Ordenanzas de intendentes del siglo XVIII, expresión del ideal ilustrado de gobierno: la eficacia del servicio público, es decir de la gestión : gubernativa y el amparo de los derechos de los vasallos, median­ te la legalidad de los actos de gobierno. Finalmente, el proyecto fue enviado al Congreso en noviem­ bre de 1836. En su artículo 1? se consagraba legalmente la sub­ ordinación jerárquica del intendente y demás encargados del gobierno interior al Presidente: "las personas que desempeñan este gobierno dependen unas de otras y tienen más o menos fa­ cultades según su dependencia más o menos próxima del Presi­ dente de la República”. Más adelante se los califica de "agentes del Supremo Poder Ejecutivo”. Del intendente se dice que es "agente natural del Pre­ sidente de la República”: "Cada provincia es gobernada por un intendente que es agente natural del Presidente de la República y depende de él inmediatamente...” En consecuencia: "Los intendentes son nombrados cada tres años por el Presidente de la República y pueden ser removidos por él siempre que lo crea conveniente a la administración de la provincia...” En sus provincias, los intendentes "presidirán a toda corpo­ ración, tribunal, jefe y prelado que pueda haber en ella de cual­ quier fuero, graduación y jerarquía, cediendo sólo el primer lu­ gar al Presidente de la República.. .”153 El intendente mantiene en general sus características die­ ciochescas. Reúne la triple calidad de jefe de provincia, de ejér­ cito y de hacienda. Además, continúa encargado de velar por la justicia y del vicepatronato en lo eclesiástico: ". .. los títulos que usarán los intendentes en todos sus despachos son los siguien­ tes: Fulano de tal, Intendente, Comandante General, Vicepatro­ no Nacional, Delegado del Supremo Poder Ejecutivo”.154 Como en la antigua Ordenanza, las facultades y deberes de los intendentes comprenden el gobierno de la provincia y la vigi­ lancia por el correcto desempeño de los que en ella ejercen fun­ ciones públicas: "...el gobierno superior de sus provincias en 152 Memoria que el ministro de Estado en el Departamento del Inte­ rior presenta al Congreso Nacional, año 1836, en DP 1, pp. 92 ss.; la cita p. 93. 153 Proyecto nota 151, afts. 3, 6, 10 y 25. 154 Id., art. 29.

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todos los ramos d: la administración y como jefes superiores representantes del Supremo Poder Ejecutivo, deben velar por la conducta de todos cuantos sirven a la causa pública, siendo res­ ponsables los mismos intendentes de las faltas y de los excesos de los gobernadore » departamentales y de los demás subalternos suyos siempre que estas faltas o excesos hayan sido cometidos o quedado impune: por la tolerancia o falta de vigilancia de di­ chos intendentes". Todos los ram >s de hacienda y todas las oficinas continúan bajo la inspección leí intendente: "... toda la administración de ramos fiscales y t >da oficina pública en las provincias estará bajo la inspección de los intendentes y todo empleado en ella sujeto a la autorid id de estos jefes”. Pero ahora se 'efuerzan sus poderes más allá de los que te-_ nían bajo el absok tismo ilustrado: “Ninguna autoridad, sea del fuero que fuese, formará competencia de jurisdicción con el in­ tendente hasta el p unto de desobedecer las órdenes terminantes , de estos jefes superiores, pues todas las personas que se hallen en la provincia del en estarles subordinadas y cuando alguna de ellas estuviere com encida de buena fe de que las órdenes supe­ riores que se le dai no son legales o atacan el fuero de quien las recibe, debe cumpl rías a la segunda orden, habiendo hecho pre­ sente, después de a primera, en términos respetuosos, lo que: crea favorecerle” “ . .sólo al Presidente de la República en lo gu­ bernativo o a las C >rtes de Justicia en lo judicial, corresponde la calificación de la c mducta de los agentes inmediatos del Supre­ mo Poder Ejecutiv )”.155* Aquí volvemos a encontrar la separación institucional entre administración y J idicatura de la época borbónica. i Sin embargo, 1 ay otro punto en que los poderes de este intendente de la rep íblica exceden notoriamente a los del de la monarquía. Es el < ue atañe a la lucha contra los conatos sedi­ ciosos, que en la época de Portales se ha convertido en cuestión de vida o muerte pí ra el gobierno: “En los casos que puedan ocu­ rrir en que el inte) dente tenga datos positivos de que se trama alguna conspiraciói i contra el orden establecido en la República, deberá dar las órdf nes convenientes para que se aprehenda a los conjurados y denti o del término de cuarenta y ocho horas los pondrá a disposicii n del juez competente, acompañándole el su­ mario indagatorio. . . En lo que se i efiere a la Judicatura y a la Iglesia, se mantiene y amplía la v gilancia de los intendentes. Así, deben “velar ’55 Id., arts. 39, 6 y 67. Id., art. 66.

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por la pronta y cumplida administración de justicia y sobre la conducta ministerial de los jueces de sus provincias”. En uso de estas facultades deben dar cuenta de las irregula­ ridades de los jueces al Presidente por conducto del Ministerio respectivo, "teniendo la facultad de suspenderlos provisional­ mente cuando observen que su permanencia en los destinos ofen­ de gravemente a la moral pública y perjudica notablemente al buen desempeño de sus funciones”.157 Respecto de los eclesiásticos, se dice en forma expresa que >■ el vicepatronato "no les da otras facultades que” las siguientes: "Los intendentes son, como delegados del Presidente de la Re­ pública, los vicepatronos de las iglesias del territorio a su man­ do y como tales vicepatronos cuidarán de que los párrocos y de­ más ministros cumplan con sus deberes y den a los caudales de la Iglesia la inversión que deben darles por las leyes, celando con particularidad que el ramo de fábrica se emplee en el objeto de su instituto, que los párrocos no opriman a sus feligreses, espe­ cialmente a los indigentes, y que a estos mismos párrocos nadie les defraude sus derechos". En consecuencia, el vicepatronato no "los autoriza (a los in­ tendentes) para separar a los párrocos de sus parroquias, sino sólo para dar cuenta al Supremo Poder Ejecutivo, por el Minis­ terio respectivo, de la conducta que éstos observen en contradic­ ción con sus deberes parroquiales". Por excepción, cuanto esté en juego la seguridad interior, "podrán los intendentes separar a los párrocos de sus parroquias por delitos de traición, sedición o insubordinación y en estos ca­ sos se les mandará comparecer ante el juez competente.. .”158 Las disposiciones relativas a los subordinados del intenden­ te: gobernadores, subdelegados e inspectores son similares. / En síntesis, este proyecto no mira a introducir un nuevo ti-) i po de intendente, sino a legalizar el mismo que el propio Por' tales había establecido de hecho durante su primer ministerio, k cuando transformó al intendente borbónico en agente del Pre­ sidente de la República. Su texto se elaboró sobre la base de la Ordenanza de intendentes, de la que, en último término, no es más que una revisión y actualización. Portales no lo quiso pro­ mulgar, como lo hizo con otros proyectos, en virtud de las fa­ cultades extraordinarias que el Congreso otorgó al Presidente en enero de 1837. En consecuencia, siguió su tramitación en el Con­ greso y demoró seis años más. Sólo vino a ser promulgado, con algunas alteraciones, postumamente, en 1844. 157 Id., art. 41. 158 Id., arts. 51 y 52.

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5.4.2.

Administrac ón central

Junto con el proyecto de ley sobre régimen interior, anunció Por­ tales en 1836 otros relativos a la estructura de la administración central: “Otra ley »rgánica de las indicadas por la constitución es la relativa al nú ñero de los secretarios de Estado y a la dis­ tribución de las m iterias del servicio público que haya de for­ mar el peculiar de] artamento de cada una”. A ella se añad m las que fijan la planta de las oficinas, el sueldo y los requis tos de personal: “... a fin de completar todo ló concerniente a a organización de los ministerios se pasará consecutivamente ; la legislatura otro proyecto de ley en qpe se fija el número d .2 empleados a sueldo de cada oficina del Es­ tado (número que 1 Gobierno no cree necesario aumentar), sus dotaciones (en que sólo falta establecer la debida uniformidad) y principalmente 1: calificación de las aptitudes que en adelan­ te deben exigirse f ara el desempeño de las delicadas funciones anexas a estos emj leos”.159 La Ley sobre Secretarías de Estado o Ministerios la hizo promulgar Pórtale! el 1- de febrero de 1837, en uso de las fa­ cultades extraordin arias del Presidente. -Elevó a cuatro el número de ministerios, al añadir a los de Interior, Guerra y Jacienda, uno de Justicia. Con ello se produ­ jo en la administre ción central la clásica división de los ramos del gobierno tempe ral en el Estado indiano: Gobierno, Justicia, Hacienda y Guerra Como en la última época de la monarquía, se contempla un C< nsejo de ministros. Se reúne cuando lo orde­ ne el Presidente o o solicite alguno de los secretarios de Estado para tratar un asui to grave.160 En cada uno le los Ministerios, salvo naturalmente el de Guerra, está prese ite la preocupación por la ilustración, que Portales propone c imo meta del gobierno fuerte. Así, entre las unciones del Ministerio del Interior se seña­ lan detalladamente "La moralidad pública y la represión de la vagancia y mendici lad. La policía muí icipal de todos los pueblos, comprendiéndose en ella la salubride 1 de los abastos o mercados, limpieza, recreo y adorno de las pe daciones y el cuidado de los hospitales y de­ más establecimient ?s de beneficencia y todo lo relativo al ramo de sanidad. La autorizació i e inspección sobre los teatros, diversiones públicas y fiestas i acionales”. 159 Memoria notí 152, p. 93. 160 Ley sobre Mi üsterios, 1? febrero 1837, art. 6, en A 335, 3 febrero 1837.

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Luego vienen las obras públicas: “La construcción, conser­ vación y reparación de los monumentos públicos y edificios na­ cionales. Todo lo correspondiente a caminos, canales, puentes, calza­ das, acequias, desecación de lagunas y cuanto pertenece a la po­ licía rural y toda obra pública de comodidad, ornato y recreo”. Enseguida se mencionan los servicios públicos: “El esta­ blecimiento, arreglo y economía de las postas y servicio de co­ rreos”. Por último, se enuncia: “Todo lo relativo al régimen muni­ cipal, administración, economía y arreglo de propios y arbitrios de los pueblos”.161

El Ministerio de Justicia comprende también el Culto y la Instrucción. Dentro de este último se incluyen algunos de los ob­ jetos más caros a la Ilustración. En general, “promover y dirigir la instrucción y educación pública en toda la República”. Lo cual significa, por una parte, “la inspección de todos los estableci­ mientos educacionales que existieren en el territorio de la Repú­ blica”, y, por otra parte, comprende también "la dirección, eco­ nomía, policía y fomento de los establecimientos de educación costeados con fondos nacionales o municipales”. Además, corresponde a este Ministerio fomentar las letras, las ciencias y las artes:

“La creación y conservación de los museos y bibliotecas pú­ blicas y de los depósitos literarios y de bellas artes. Todo lo concerniente a las sociedades científicas, literarias y de bellas artes. Todo lo relativo a viajes, expediciones científicas, introduc­ ción de literatos, profesores y grandes artistas al país”. Igualmente, le corresponde: "Todo lo relativo a imprentas, diarios y periódicos, revisión e introducción de libros u otros objetos pertenecientes a ciencias o bellas artes, en el territorio de la República”. Por último, es de su incumbencia la protección “que el Go­ bierno hallare conveniente conceder a los profesores públicos o particulares y demás literatos, por los servicios que hubiesen prestado en obsequio de la instrucción pública”.162 Por su parte, al Ministerio de Hacienda le incumbe otro de los rubros capitales de la Ilustración: el fomento económico. Después de decir que es de su resorte “todo lo concerniente al 161 Id., art. 2, números 12, 14, 17, 21, 22. 162 Id., art. 3, números 25 a 27 y 29 a 33.

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comercio exterior e interior”, “todo lo relativo a la minería”, se añade que asimism > lo es "cuanto condujere a promover y au­ mentar la agriculti ra e industria nacional y, por consiguiente, todo lo relativo a 1c s establecimientos públicos de ambos ramos, a las artes, oficios fábricas, nuevos descubrimientos, patentes de invención y prh ilegios exclusivos sobre estos objetos”.163 La Ley de Min sterios es una fiel expresión del ideal de go­ bierno fuerte. No a tera los fines del gobierno, tal como los en­ tendía la Uustraciói i. Antes bien, se limita a facilitar y actualizar su cumplimiento a través de las distintas secretarías de Estado. \ Al efecto, deslinda la parte que queda a cargo de cada una de ellas. Muy esquema icamente puede decirse, en lo que toca a los ideales ilustrados, ( ue al Ministerio del Interior se le asignan el orden y la segurida d pública, las obras y los servicios públicos; al Ministerio de Ju; ticia, la difusión de las luces, y al Ministerio / de Hacienda, el foi lento económico. I De hecho El Ai aucano, al dar cuenta de la promulgación de esta ley, señala coi 10 razón de ella únicamente la necesidad de que "una ley designase con exactitud las funciones de cada Mi­ nisterio”.

Incluso la inst tución del Ministerio de Justicia la explica con un argumento eminentemente ilustrado: "El resorte princi­ pal de las mejoras públicas es el Poder Ejecutivo y el sinnúme­ ro de objetos que e las abrazan en un país que hasta ahora es to­ do necesidades”.164

5.4.3. Empleados . le la administración x Sin embargo, j ara los ilustrados la clave del funcionamien­ to de las oficinas istaba en su personal. Portales no lo olvidó nunca. Por eso, conforme lo había anunciado en 1836, dictó, co­ mo complemento < la Ley de Ministerios, un decreto sobre las condiciones que de ría reunir el personal de ellos. Las condiciones del país permitían una~rigurosa selección: "Una vez que el E stado proporciona a la juventud chilena me­ dios abundantes d : instrucción, parece ya tiempo de que sean preferidos para se: vir los destinos públicos los candidatos que a las circunstancia ; morales necesarias reúnan el conocimiento de las ciencias lega es y políticas, la posesión de la lengua patria 163 Id., art. 4, nú ñeros 10, 15 y 17. 164 A 336, 10 febi ero 1837.

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y de los idiomas extranjeros que se enseñan en el Instituto Na­ cional". Esta competencia era "de absoluta necesidad para el pron­ to y acertado despacho de las secretarías de Estado", cuyos ofi­ ciales debían tener, "además de las buenas costumbres y decen­ te comportamiento tan indispensables en todos los destinos pú­ blicos, una educación literaria que los haga capaces de desempe­ ñar las varias funciones y trabajos que les son ordinariamente encargados". En consecuencia, señaló requisitos mínimos para los oficia­ les de las secretarías. Habría dos tipos: de número, o sea, de planta, y auxiliares, contratados cuando las necesidades del Mi­ nisterio lo exigiesen: "Ninguno podrá ser admitido en clase de oficial de número o auxiliar en cualquiera de las secretarías de Estado sin estar completamente instruido en gramática y orto­ grafía castellana, en la Constitución del Estado y en alguna de las principales lenguas vivas de Europa".165 Para los oficiales de número se exigieron, además, requisi­ tos especiales según los ministerios. En las secretarías del Inte­ rior, Relaciones y Justicia, se requirió haber cursado Filosofía, Literatura, Legislación, Derecho Natural y de Gentes y Derecho Civil. En la de Justicia, se exigió también haber cursado Derecho Canónico y tener conocimiento de la lengua latina. En la Secretaría de Hacienda era necesario conocer la arit­ mética, la teneduría de libros, los reglamentos fiscales, la legis­ lación y la economía política. En la Secretaría de Guerra se exi­ gió conocer las ordenanzas militares, y en la de Marina, las na­ vales. Estas disposiciones son como el testamento de Portales en materia administrativa. Una de las razones que lo movieron a actuar en política fue su indignación contra los funcionarios co­ rrompidos e ineptos. Por eso, cuidó siempre de su selección y aun antes de dictar este decreto se había preocupado de hacer lo que en él se prescribe. Había buscado e incorporado a las ofi­ cinas de la administración a una serie de jóvenes sobresalientes. Muchos de ellos hicieron una carrera brillante. Un caso bien co­ nocido es el de Manuel Montt (1809-1880), que después fue Pre­ sidente de la República. Pero no es el único. Otros ejemplos son Antonio García Reyes, Salvador Sanfuentes, Juan Enrique Ra­ mírez, José Joaquín Vallejo, Bemardino Vila y Francisco Javier Oval le. ,/ 165 Decreto 15 febrero 1837, en A 337, 17 febrero 1837, preámbulo y art. 1?.

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5.5.

Poder Electoi

al del

Presidente

Con no menos aten :ión cuidó Portales de seleccionar a los par­ lamentarios. A difei encia de los empleados de la administración, su designación no < orrespondía al Presidente, sino que se reali­ zaba por elección. La ley pertinente había sido reformada en 1833 para adecuarte al nuevo texto constitucional de ese año. Se restringió el ^sufras io, al hacerlo censitario/. En estas condicio­ nes, Portales se aplicó a perfeccionar el poder electoral que ejer­ cía de hecho el Pre ¿dente de la República. En Santiago, el Pre­ sidente y sus conse jeros hacían una selección de personas hon­ radas y capaces pa 'a ocupar las bancas parlamentarias. Por lo general, tenían en menta el sentir de la minoría ilustrada del país y no excluían < ninguna personalidad descollante, salvo que fuera manifiéstame ite contraria al régimen establecido. Es de­ cir, el manejo de las elecciones estaba rodeado de respetabili­ dad. Como en gene ral, toda la gestión gubernativa se hacía en función de los intei eses permanentes de la patria, por encima de los intereses de pa tido o facción. El Ministro del Interior en-i viaba a intendentes lo que se llamó la lista oficial, que contenía i una nómina de las personas que el gobierno encontraba apro­ piadas para ser ele; ¿das en la provincia. Era tarea del intenden- / te y de los gobern: dores arreglárselas para que lo fueran efec-L tivamente. Así, por ejemp o, en 1837 Portales no tuvo inconveniente en incluir su propio i ombre en la lista oficial: “Incluyo a usted —decía al intender te Fernando Urízar Garfias— la lista de los sujetos que nos p< recen a propósito para ser elegidos por esa provincia en las p óximas elecciones y son los siguientes.. .”166 El Presidente e consolida, pues, como el gran elector, sin cuya anueñciáTes c ifícil obtener üñ asiento en el Congreso. De este modo vela po: la idoneidad de los parlamentarios, lo cual no es sino uno de los múltiples medios de que dispone para mantener el orden 7 asegurar el buen funcionamiento de las ins­ tituciones. El manejo de as elecciones por el Presidente vino a poner ^término a los frau les y abusos de la época anterior. Así se ex­ plica que no desp írtara grandes protestas. Hay que tener en cuenta que no hal ía entonces fuerzas políticas organizadas de manera permanent; con miras a alcanzar el poder, como lo fue­ ron posteriormente los partidos políticos, que pudieran sentirse atropelladas. Los i nicos que entonces manifestaban desconten­ 166 Carta a Fem; ndo Urízar Garfias, intendente de Aconcagua, San­ tiago, 11 marzo 1837, E 3, p. 484.

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to eran unos cuantos hombres de relieve a los cuales el gobier­ no, por alguna razón, había dejado fuera del Congreso. Ya hemos dicho que, con variaciones, este manejo de las elecciones por el Presidente subsistió hasta 1891, en que pasó a manos de los partidos, no sin que se añoraran los tiempos en que el Presidente las dirigía con un criterio suprapartidista.167 5.6.

Consejo

de

Estado

Sin embargo, esta vez Portales no encontró al Presidente solo, entregado a sus propias luces o a las de sus allegados para ejer­ cer sus inmensos poderes, constitucionales y extraconstituciona­ les. Junto a él funcionaba desde 1833 un Consejo de Estado, ins­ tituido por la Constitución de ese año. Portales había sido nom­ brado entonces miembro de él, pero sólo participó efectivamente en sus labores durante su segundo ministerio. El Consejo era un cuerpo permanente, compuesto de los mi­ nistros de Estado, titulares en ejercicio de altos cargos en la Iglesia, la Judicatura, el ejército y la hacienda y de personas con experiencia gubernativa e independientes frente al Presidente, por haber desempeñado con anterioridad cargos de su designa­ ción. En esta época formaban parte de él, fuera de los dos mi­ nistros en funciones, Portales en Interior y Relaciones, y Joa­ quín Tocornal (1788-1865), hombre muy de su confianza, en Ha­ cienda, el obispo de Santiago, Manuel Vicuña (1777-1843), que gozaba del respeto general y de Portales en particular; el presi­ dente de la Corte Suprema, Juan de Dios Vial del Río (1774-1850), con el cual Portales no se entendía demasiado bien; el almirante Manuel Blanco Encalada (1790-1876), a quien Portales tenía gran estimación; el factor general de la hacienda, José Ignacio Eyzaguirre (1779-1848), cuñado de Portales, casado con una de sus hermanas mayores; el ex Ministro Manuel José Gandarillas, que indispuesto con Portales renunció; el ex regidor y alcalde de Santiago Juan Francisco Larraín (17?-1836), tío de Portales, que falleció en enero de 1836 y fue reemplazado por el ex regidor Die­ go Antonio Barros (1789-1853).168 El Consejo está al lado del Presidente. No bajo su depem) t dencia. Sus funciones consisten básicamente en asistirlo con su dictamen, es decir, con su ciencia y experiencia, en el ejercicio de sus poderes, principalmente en ¡os asuntos graves de gobier­ no, en lo tocante a nombramientos y a la dictación de leyes, que 167 Ver nota 65. 168 Montt L(ehuedé), nota 94.

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¿in excepción debísn someterse al dictamen previo del Consejo. Todo lo cual contri luye a dar un tono impersonal a la actuación presidencial. Cuando parecí; conveniente el Consejo llamaba a personas entendidas para pe lirles su parecer. Así, por ejemplo, en tiem­ pos en que Pórtale ; participó en él, se llamó a cuatro juriscon­ sultos para examir ar el proyecto de ley de administración de justicia que dio co nienzo a la codificación, elaborado por Ma­ riano Egaña, del qi e meses después Portales hizo promulgar se­ paradamente varias partes. Entre los letrados estaban dos hom­ bres muy próximos a Portales, Andrés Bello (1781-1865) y Juan Francisco Meneses (1785-1860), y otro distante del gobierno, Agustín Vial Santehces (1772-1838), con el cual no se veía bien. Sin embargo, Vial io tuvo inconveniente en acudir y prestar su colaboración, a di erencia del cuarto llamado, el joven Diego Arriarán (1804-1861), que no concurrió.169

5.7.

Presidente

En suma, desde 18- 1 la supremacía del Presidente dentro del ré­ gimen de gobierno se reforzó de diversas maneras, algunas re­ conocidas en la Ce istitución de 1833, otras al margen de ella. Ante todo, la ( onstitución sancionó oficialmente la identifi­ cación del Presider le con los grandes intereses de la patria. Así en la fórmula de si juramento condensa, como vimos, sus debe­ res en la trilogía I ios, Patria, Legalidad: "Observaré y protege­ ré la religión catól; ca, apostólica, romana; .. .conservaré la inte- L gridad e independencia de la República y guardaré y haré guar­ dar la Constitución y las leyes".170 Además de insi ituir el Consejo de Estado para asistir al Pre­ sidente en el cump imiento de estos deberes, la Constitución le­ galiza la subordin; ción de los intendentes al Presidente, como "agentes naturales e inmediatos suyos".171 En cambio, sig ten siendo extraconstitucionales prácticas tan decisivas como el i lanejo de las elecciones por el Presidente.

5.8.

Congreso

El Congreso, por s i parte, no cambia mayormente desde su res­ tauración en 1831. De él hay poco que decir en los cortos meses del segundo Minist *.rio de Portales. Como los pueblos felices, pa­ 169 Bravo Lira, n >ta 132. 170 Ver nota 92. 171 Constitución, iota 91, art. 117.

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rece no tener historia, porque sesiona regularmente, según venía haciéndolo desde 1831. Esto es algo nunca visto en Chile, pues los Congresos anteriores, al igual que en el resto de América es­ pañola, habían tenido una vida efímera, de apenas algunos me­ ses. Para Portales este segundo ministerio es la primera vez en que gobierna con un Congreso en funciones. Entre los miembros de las Cámaras figura la plana mayor de la administración y sobre todo de la Judicatura, cierto núme­ ro de personalidades de relieve y una gran mayoría de hombres de orden, en general afectos al gobierno. Como no hay incompatibilidades que obsten a ello, tienen asiento en el Congreso ministros de Estado y sobre todo magistrados judiciales, que son mucho más numerosos. Así se encuen­ tra entre los diputados a Joaquín Tocornal, titular de la cartera de Hacienda, y en ambas Cámaras, a una serie de magistrados judiciales. De los veinte senadores no menos de una cuarta par­ te pertenece a la Judicatura. Uno de ellos es Gabriel José de To­ cornal (1775-1841), hermano mayor del anterior y regente de la Corte Suprema, que tiene la presidencia del Senado. Otros son el presidente de la Corte Suprema, Juan de Dios Vial del Río, ya nombrado entre los integrantes del Consejo de Estado, y Maria­ no Egaña (1793-1846), fiscal del mismo tribunal, estrecho cola­ borador de Portales. En fin, varios otros magistrados judiciales son parlamentarios, como Manuel José Gandarillas, a la sazón distanciado de Portales; Lorenzo José Fuenzalida (17? -18? ), Santiago Echevers (1792-1852) v José Santiago Montt (17971843). Aparte de los anteriores, hay en el Congreso unos cuantos hombres destacados, como los catedráticos Juan Francisco Meneses (1785-1860) y José Vicente Bustillos (1800,-1873), muy pró­ ximos a Portales; como el ex Ministro de Hacienda Manuel Ren­ gifo, su cuñado Agustín Vial Santelices, antes mencionado, y Die­ go José Benavente (1790-1867), todos enemistados en esos mo­ mentos con Portales; y en fin, presbíteros como Diego Antonio de Elizondo (1779-1852) y Manuel Martínez Rodríguez (17831847), presidente de la Cámara de Diputados. Los demás senadores y diputados son, en su mayor parte, hombres respetables, de orden, bien dispuestos hacia el gobier­ no, aunque en ningún modo incondicionales. Por su parte, el gobierno muestra la mayor deferencia hacia el Congreso. Reconoce solemnemente la función reguladora de su gestión que, en términos generales, compete a las Cámaras. Así, anualmente el T? de junio, el Presidente concurre a la cere­ monia de apertura del período legislativo. En esa ocasión el Mi­ nistro del Interior lee, como lo hizo por primera vez Portales en 408

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V

1831 y lo volvió a h acer en 1836, una cuenta del estado del país y de los planes del gobierno para la legislatura que se inicia.172 Al principio Ioí presidentes de las dos Cámaras respondie­ ron brevemente al discurso presidencial. Luego lo hizo sólo el del Senado.173 Antes de que termine la legislatura ordinaria el 18 de sep­ tiembre, cada Minis tro presenta al Congreso una Memoria de lo realizado durante el año. La primera y la única vez que le corres­ pondió hacerlo a Portales fue en septiembre de 1836 y entonces o hizo con dos documentos separados, como correspondía a su doble calidad de M rustro del Interior y Relaciones Exteriores y de Guerra y Marina 174 En estos térmi ios el Congreso cumple con decoro el papel que desde su restai ración en 1831 le corresponde dentro del ré­ gimen de gobierno: conocer y secundar las iniciativas guberna­ tivas en pro del bi n público. Portales es sur lamente respetuoso de la dignidad del Con­ greso, lo cual lo lie /a incluso a exigir a los propios parlamenta­ rios que lo respete i, cuando se hace necesario. Así sucede con la guerra contra la Confederación, en que llama al orden al Se­ nado para que cumpla con sus deberes: "El Presidente ha sabi­ do con mucha sorp 'esa que la Honorable Cámara de Senadores ha suspendido sus sesiones hasta el 7 de enero, en circunstan­ cias de estar pendie nte la consideración del Mensaje que S.E. hi­ zo a ambas Cámar i.s en 21 del corriente, asunto que tanto im­ porta para dar a 1í presente guerra con el Perú las formas so­ lemnes que están e i uso en las naciones civilizadas”. Portales es cu dadoso, pues, de observar las formalidades constitucionales de informar o someter al Congreso los asuntos que deben serlo. A mismo tiempo, conmina a los parlamenta­ rios a cumplir sus ieberes: "El gobierno ha creído que sin esta previa concurrenci; de la Legislatura hubiera sido una falta de respeto a la Repre sentación Nacional promulgar la guerra del modo solemne que corresponde y notificarla a los agentes ex­ tranjeros. ..” Por eso concluye exigiendo a los presidentes de ambas Cá­ maras sesión inme liata y tratamiento preferente para el asun­ to: "Se sirva V.E. convocarle (al Senado o a la Cámara de Di­ putados) para esta noche, a fin de que tome luego en considera­ ción el Mensaje, cc a preferencia a cualquier otro asunto”.175 172 Ver notas 39 y 114. 173 Ver notas 68, 69 y 115. 174 Ver notas 152 y 2. 175 Oficio del Mi üstro del Interior a la Cámara de Diputados, San­ tiago, 24 diciembre 18 56, en SCL 24, p. 425.

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De más está decir que procede aquí de modo extraconstitu­ cional, pues esta intimación a las Cámaras sólo será legalizada casi un siglo después, cuando se reconozca al Presidente la facul­ tad de señalar urgencia a los proyectos de ley. A pesar de la buena correspondencia entre el gobierno y el Congreso, Portales estimó necesario pedirle con motivo de una nueva conspiración alentada, como la abortada revolución de Freire, unos meses antes, por Andrés de Santa Cruz, cabeza de la Confederación Perú-boliviana—, además de la declaración de estado de sitio, el otorgamiento de facultades extraordinarias. Después de recordar la indulgencia de los tribunales frente a los crímenes políticos, como la intentona de Freire y otras me­ nores, Portales hizo ver con crudeza, dramáticamente, que esta­ ba en juego la seguridad interior y exterior de Chile. Faltaban entonces poco más de cuatro meses para que él mismo cayera asesinado, en plena guerra, a manos de otros revoltosos: "Si no fijáis vuestra detenida atención en estos peligros, si no adoptáis para la extirpación de las conjuraciones- el único remedio con que se puede lograr la represión de los delitos que es el pronto y saludable escarmiento, no extrañéis que llegue el momento de una revolución, cuyos pormenores no se os refieran en el salón de nuestras sesiones ni se os transmitan por el Presidente de la República”. En estas condiciones el Congreso accede a la petición por unanimidad. Declara el estado de sitio y sin alterar ni en una palabra lo solicitado por Portales, abdica de sus poderes decla­ rando "en estado de sitio el territorio de la República por el tiempo que durase la actual guerra con el Perú”.176177 "Y que, en consecuencia, quedaba facultado el Presidente de la República para usar todo el poder público que su prudencia hallare nece­ sario para regir el Estado, sin otra limitación que la de no con­ denar por sí, ni aplicar penas, debiendo emanar estos actos de los tribunales establecidos o que en adelante estableciere el mis­ mo Presidente”.’77 Por consiguiente, el Congreso dejó de funcionar. El Presi­ dente reunió en sus manos todos los poderes y quedó suspendi­ do el régimen constitucional de gobierno, basado precisamente en la dualidad Presidente-Congreso. En cambio, la Judicatura permaneció intacta, en su jurisdicción y en su actuación. En estas condiciones gobernó Portales los últimos cuatro meses. 176 Proyecto de ley sobre facultades extraordinarias, Santiago, 27 enero 1837, en SCL 25, pp. 360 ss. 177 Oficio del Congreso Nacional al Presidente, Santiago, 30 enero 1837, ibíd., p. 363.

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Al clausurar el 1 Congreso no omitió unas expresiones de cor­ tesía: . debo felic taros por los actos importantes con que ha­ béis señalado este ] >eríodo extraordinario de vuestros trabajos y por la marcha cor stante y uniforme de vuestras opiniones por la senda de los inte eses nacionales”. Aquí encentran os algo más que palabras aprobatorias. La última frase parece iludir a la imagen ideal que Portales se hace del Congreso. Una 2 samblea no dividida por móviles personalis­ tas o partidistas, sii o unificada en torno a los grandes intereses nacionales y, por tai to, dispuesta a secundar a un gobierno iden­ tificado con esos int meses. Es lo que desai rolla en las líneas siguientes, que contienen el mayor elogio que Portales hizo de Congreso alguno. En ellas dice que este Cong] eso no se limitó a ser uno más, un simple centro de la volunt; d del pueblo. Que, por encima de eso, supo ser centro del patri >tismo, la cordura y el orden: "Los testimo­ nios irrefragables qi e habéis dado de que el Congreso chileno, no es solamente el centro de la voluntad del pueblo, sino también del patriotismo, de la cordura y del orden, os dan el más justo derecho a la gratiti d pública”.178 No cabe mayoi contraste entre este Congreso y en general los posteriores a k restauración de 1831, y los que les prece­ dieron. En el corto lap so de un lustro el Congreso se ha transfor­ mado. Ha dejado d< ser una asamblea caótica y peligrosa, agita­ da por toda suerte le teorías y banderías y comprometida en la demolición de las ii stituciones. Ha abandonado a pretensión de ser mentor del gob emo. Se ha reducido al papel, menos espec­ tacular pero más e ectivo, de colaborador suyo en la lucha por el bien patrio. Ha demostrado que puede no ser un obstáculo para la eficacia de a gestión gubernativa; más aún, que incluso puede ser útil pan coadyuvar a ella. Ha justificado así en la práctica su lugar d ;ntro del régimen de gobierno. En una pala­ bra, se ha tornado dable, se ha asentado. ~~ A los ojos de ’ortales esta estabilización y fortalecimiento del Congreso no de'ivan de su pretendido carácter de represen­ tación popular, po lo demás harto irreal para quien mira su generación, maneja la por el Presidente, y su composición, en la que predomina sin contrapeso la minoría ilustrada. El Congreso representa al pueb o sólo en el sentido en que una comunidad es representada po¡ la parte más sana de ella. A los ojos de ’ortales, lo que cuenta son los hombres con­ cretos que integral las Cámaras. Sus palabras no son una fór178 Oficio del Mi) istro del Interior al Senado y la Cámara de Dipu­ tados, Santiago, 3 feb ero 1837, en A 335, 3 febrero 1837.

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muía de cortesía, sino reflejo de una profunda convicción que había expresado, por ejemplo, en 1832 al dar algunos consejos a Joaquín Tocornal sobre lo que podría hacer como Ministro del Interior. En el Congreso le decía: "Se necesitan hombres labo­ riosos que no se encuentran y cuyas opiniones fueren uniforma­ das por el bien público y por un desprendimiento mayor aún que el que se ha manifestado en las presentes cámaras’’.179 La clave del funcionamiento del Congreso son la laboriosi­ dad, la cordura, el orden, pero, por sobre todo, el patriotismo, el desprendimiento, la pasión por el bien público que como común denominador ha de uniformar la multitud de las opiniones. En otras palabras, para Portales la identificación con los grandes intereses de la patria no es solamente la suprema regla de actuación del Presidente y de todos los funcionarios bajo su dependencia. Aunque fuera difícil, debiera serlo también de los senadores y diputados que integran el Congreso. Es decir, Portales desea que si no todo el Congreso, al me­ nos una parte mayoritaria de él, se coloque, al igual que el Pre­ sidente de la República y sus agentes, por encima de partidis­ mos y banderías. Esto era entonces factible, entre otras cosas, gracias al poder electoral del Presidente y gracias a que no ha­ bía partidos en el sentido actual de la expresión, o sea, organi­ zaciones permanentes, con directivas, programa y organización estables, constituidos con el objeto de alcanzar y ejercer el po­ der. En ese tiempo, sólo se conocían en Chile las facciones o ban­ dos, más o menos ocasionales y sin mayor consistencia institu­ cional. No era, pues, descabellado pensar en parlamentarios que antepusieran el servicio de la patria a las conveniencias de fac­ ción, los imperativos doctrinarios o a las simples preferencias personales. Más aún, al oponer Portales al espíritu de partido el servi­ cio de la patria, extiende también al Congreso el criterio de se­ lección sentado para el Presidente, sus ministros y, en general, para todos los empleados públicos y magistrados. De ahí que in­ cumba también al Presidente velar por la honorabilidad y com­ petencia de los miembros del Congreso. Por medio de este ideal consiguió, en fin, Portales terminar con las luchas por el poder que se habían desatado desde el fin de la monarquía y devolver hasta cierto punto al poder el papel de aglutinante de la sociedad que había desempeñado bajo e la.

(

179 Carta nota 149, p. 228.

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5.9.

Núcleo Gobernante

El servicio de la pa ria, transformado en un ideal capaz de ocu­ par el lugar del ant guo servicio del rey, permitió que se consti­ tuyese alrededor de gobierno un núcleo dirigente. Una de las may ores y más persistentes atenciones de Porta­ les en el gobierno y fuera de él fue la formación de este núcleo gobernante. No le í ue difícil atraer a los elementos de orden, pero no se contente con ello. Se preocupó especialmente de re­ clutar para el gobierno jóvenes de talento, a los que supo ofre­ cer, al igual que la i ntigua monarquía, una carrera a su servicio. Por esta vía su icción se prolongó por varias décadas, como lo muestra principa mente el caso de Manuel-Montt, uno de los más fieles continua lores de su espíritu. Incorporado por Porta­ les al Ministerio de Interior en 1837, fue varias veces Ministro en las décadas del 10 y 50, presidente de la Corte Suprema en 1851-80, Presidente le la República en 1851-61, diputado y sena­ dor en 1864-80. Por último, Poi tales inculcó a los hombres de gobierno esta actitud, de suerte q .ie se responsabilizaran de mantener y reno­ var la base humana sobre la cual se sustentaba el régimen y ase- i gurar así su perma iencia mediante un adecuado relevo de sus componentes. J Este es un aspe cto capital de la obra de Portales, sin el cual no habría sido posi >le la consolidación del régimen de gobierno ni su perduración c espués de su muerte. En él jugó un considé­ rabie papel el Com rese. Por un lado, el Congreso sirvió al gobierno para hacer girar en torno a sí a bu :na parte de la minoría ilustrada, en cierto modo como lo hací i la corte en la antigua monarquía. Por otro lado, sirvió a esa i lisma minoría ilustrada como medio de expresión y válvula d ; escape, como canal para hacer llegar al gobierno sus aspiracic nes y para manifestar públicamente sus quejas, y a la vez com o instrumento para colaborar al engrandeci­ miento del país. En otras palat ras, el Congreso ofreció a la clase dirigente chilena un cauce i] stitucional para satisfacer sus naturales an­ sias de figuración so fue lo que fundamentalmente le dio vida en esta época. Tam joco era posible otra cosa, porque, a diferen­ cia de Europa, en Hispanoamérica no había entonces una bur­ guesía que animare al parlamento.

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6.

GOBERNANTE ILUSTRADO

Hasta aquí hemos considerado la actuación de Portales princi­ palmente en el plano institucional, en relación a la Iglesia, la Ju­ dicatura, las Fuerzas Armadas, la Administración, el Consejo de Estado y el Congreso. Pero esto no basta para dar la imagen del gobernante. El ideal ilustrado de gobierno es mucho más rico. Su meta última, la difusión de las luces, puede perseguirse a tra­ vés de medios muy divcrsos;~másaun, parece exigir el empleo de todos los que se tengan al alcance. Entre ellos, como es ógico, las obras públicas, el fomento económico y, en primerísimo lugar, la educación para elevar el nivel moral y material, sobre todo de las capas inferiores de la población. 6.1.

Obras Públicas

No es posible analizar aquí la acción de Portales en este campo. Al respecto, bastan algunas someras indicaciones. En el rubro obras públicas el Chile de la década de 1830 es­ tá indudablemente muy por debajo del Chile de los años 17901810, que conoció Portales en su mocedad. Pero viene recupe­ rándose. El mejor índice de ello es el renacer de la preocupa­ ción por emprender trabajos de largo aliento. Así, en 1836, Por­ tales habla de la apertura de un camino carretero —casi todos eran de cabalgaduras— desde Valparaíso hasta Quillota, de los planos para otro que una a Santiago con San Felipe y Los Andes y del proyecto de construir un puente sobre el río Laja. Más aún, se preocupa de los edificios públicos. Quiere construir uno para albergar un Gabinete de Historia Natural y quiere instalar a los tribunales de justicia en uno de los grandiosos edificios que vio levantar en su infancia, el de la Real Aduana, para darles un lo­ cal más acorde con su dignidad: "... de esta manera se ahorra­ ría no poca molestia al público y a los magistrados; los actos de la judicatura serán más concurridos y solemnes; y las primeras autoridades judiciales de ]a República aparecerían a la vista de los ciudadanos y de los extranjeros con la sencilla decencia que corresponde a las augustas funciones que ejercen”.180/ La justicia y las obras públicas se combinan en una curiosa iniciativa de Portales, hasta ahora no bien comprendida. Se tra­ ta del establecimiento "de un presidio ambulante que reempla­ ce el de Juan Fernández y trabaje principalmente en la apertura de caminos y otras obras de utilidad común”. Los presidiarios 180 Memoria nota 152, p. 95.

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habitarían en las prc ximidades de las faenas en carretas con ba­ rrotes de hierro esp( cialmente construidas para ello. Entre otras vent ijas, señala que este sistema "evitaría el pe­ ligro que hemos visto más de una vez realizado, del levantamien­ to y fuga de un núrr sro considerable de facinerosos, capaces de los más atroces aten tados; proveerá mejor a su reforma moral, infundiéndoles hábit )s de laboriosidad y disciplina, y sustituirá a la confinación en ma isla remota y desierta, una pena más a propósito para prodi icir el escarmiento que es el objeto primero de la legislación pen d”.181 La clave para entender esta pintoresca idea está, una vez más, en la mentalidad ilustrada. Ella no es sino una aplicación de dos grandes prec cupaciones de la Ilustración por las obras públicas y por la res eneración de los criminales convirtiéndolos en elementos útiles i la sociedad. Ya se ha menci mado la atención que Portales prestó a la policía. Es parte de :u lucha por asegurar la tranquilidad públi­ ca, la que lo lleva a combatir el bandolerismo y la criminalidad. Pocas cosas le Ilegal i más hondo que la necesidad de moralizar a la última clase de la sociedad.

6.2. Educación Más importante que suprimir el crimen es educar intelec­ tual y moralmente ; 1 pueblo. La pasión ilustrada por la educa­ ción está muy viva m él Chile de Portales. El Araucano dedica en julio y agosto de 1836 largos artículos al tema. Allí se conju­ gan las ideas de prc greso, felicidad y educación. Refiriéndose al hombre como único ser susceptible de adelantamiento, se dice: La educación c ue enriquece su espíritu con ideas y adorna su cor azón con virt ides, es un medio de promover sus progre­ sos”. Si es, pues, nei esaria la educación y si es necesario perfec­ cionarla con las ref< trmas que aconseje la observación del cora­ zón humano, es una cuestión semejante a si es necesario promo­ ver la felicidad com ún y facilitar al hombre para conseguir con toda plenitud posible los objetos que en su creación se propuso el Hacedor... Mas todos los h >mbres no han de tener igual educación, aun­ que es preciso que odos tengan alguna, porque cada uno tiene distinto modo de c mtribuir a la felicidad común... (Por eso) es no sólo una inju ticia sino un absurdo privar de este benefi­ cio a las clases mei os acomodadas si todos los hombres tienen 181 Id., p. 96.

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igual derecho a su bienestar y si todos han de contribuir al bien­ estar general. Estas clases como las más numerosas y las más indigentes, son las que más exigen la protección de un gobierno para la ilustración de su juventud”.182 La enseñanza era uno de los rubros del Ministerio del Inte­ rior que Portales tenía a su cargo. A ella destina la mayor parte de la única Memoria ministerial que presentó. A tono con las ideas anteriores comienza por referirse a la educación popular. Dice que la enseñanza primaria debe llegar a toda la población en todo el territorio: “Ño es menester decir a los legisladores e] espacio inmenso que tenemos que recorrer para darle la exten­ sión conveniente, esto es, para ponerla al alcance de la clase más pobre hasta en los más remotos ángulos de la República”. Es cierto que las dificultades son muy grandes, pero no por eso debe omitirse lo que actualmente es posible hacer: "Todo lo que está a nuestro alcance es caminar hacia él (el fin señala­ do) y acelerar el progreso cuando lo permitan la situación de las rentas nacionales y municipales y la naturaleza de los varios obs­ táculos que cada localidad presenta”. En esta materia se avanza, aunque no tan rápido como pa­ ra contentar el anhelo del gobierno: ”... cada año vemos ensan­ charse el ámbito que abraza en la masa del pueblo la educación primaria: cada año se levantan nuevos establecimientos de esta especie; y aun las clases ínfimas que no tuvieron la dicha de re­ cibir estos primeros elementos de educación intelectual han co­ menzado a sentir su precio y se manifiestan solícitas de ver aten­ didos sus beneficios a la generación que ha de reemplazarla”.183 Pero las luces se difunden de arriba abajo, de los que saben a los que ignoran. La enseñanza primaria es imposible sin maes­ tros, sin la enseñanza superior, y ésta, a su vez, sin el cultivo de las letras y de las ciencias —del saber en una palabra— en la universidad. Por eso, en ella radica nada menos que la seguridad del país —es decir, su independencia mental— y su ornamen­ to, es decir, su esplendor y prestigio: "La instrucción literaria y científica, tan importante para la seguridad, bienestar y orna­ mento de la sociedad civil, ha sido también otro objeto de cons­ tante solicitud; y el gobierno ha tenido la satisfacción de ver recompensados sus desvelos con el adelantamiento visible que ha recibido la enseñanza superior en el Instituto Nacional de Santiago”.184 182 Educación en A 308 y 309, 29 julio y 5 agosto 1836. La cita del último. 183 Memoria nota 152, pp. 93-94. 184 Id., p. 95.

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LAMINA XV

El Presidente Prieto en la Pampilla el 18 de Septiembre.

LAMINA XVI Portales en la gloria. Dibujo de Rugendas.

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Conviene recor lar que en esta época se hacían allí los estu­ dios universitarios, pues la universidad no tenía funciones do- ' ceníes. j 6.3.

Establecimiei tos Científicos

Portales se pre ocupó, como lo hacían desde el siglo XVIII los gobernantes ilu Irados, de fomentar establecimientos cientí- < ficos, gabinetes de historia natural, bibliotecas y demás. En su Memoria de 1836 c ice: "La falta de salas para un gabinete de historia natural, en que se depositen y estudien los objetos per­ tenecientes a sus v. trios ramos y de que ya poseemos una inte­ resante colección, f ace indispensable la construcción de un edi­ ficio capaz, aunque sobre el pie de la más estricta economía”. Con este objete propone: "El gobierno ha creído que podría destinarse a ello el espacio que cubre los costados este y norte del Instituto Nació tal... si la legislatura aprobase este plan, el nuevo edificio contc ndría también en su seno a la Biblioteca Na­ cional, de manera que formando ambos establecimientos uno solo con el del Insl tuto, fuesen accesibles a los individuos que se educan en éste; o que evitaría la necesidad de una bibliote­ ca particular, de qu 3 hasta ahora carece”.185186 También es prc pió de gobernantes ilustrados el interés por expediciones científ cas. Portales había contratado la de Claudio f Gay en su primer 1 linisterio. Seis años después, podía mostrar cómo sus trabajos < ontribuirían al conocimiento del territorio y la población de Chi e: "He puesto en conocimiento del público los resultados que ompañada del comentario de que Palazuelos no defiende la bu ir a causa que debería defender, lo cual no deja de tener similitud ion la posición asumida por don Pedro I en Brasil, que en ve? le sostener los derechos de su padre, el rey Juan VI de Portug il, proclamó la independencia de ese país, y que, en lugar de se stener el absolutismo, promovió la dictación de una constituciói . En todo caso 1 i salvación del gobierno fuerte en Chile exigió a Portales un esf k rzo mucho mayor y más complejo que el de Pedro I. Aquí la ir dependencia supuso una guerra civil y dejó una secuela de in ;u bordinación del ejército, desgobierno, en una palabra de anarquía. Por eso, como él mismo lo reconoció, su la­ bor tuvo que ser d )ble: restablecer la paz interior y consolidar las instituciones. ’ En este punto, Portales se apoya en las instituciones india­ nas. Más aún, el gobierno fuerte de Portales combina los mismos dos elementos de 11, monarquía ilustrada: un gobierno eficiente y realizador, iden if ¡cado con los grandes intereses de la patria, y el respaldo de la n inoría ilustrada. Su razón de ser es también la misma, la difu si >n de las luces, pero bajo una forma cívica: moralizar a los cík adanos, capacitar a la población para la vida política. En otras p ilabras, el gobierno fuerte, como el absolutis­ 225 Id., Franco, Alfonso Arinos de Meló, El constitucionalismo bra­ silero en la primera nitad del siglo XIX, en Universidad Autónoma de México, El constitucic tialismo a mediados del siglo XIX, México, 2 vols., 1957, 1, pp. 275 ss., ss l pp. 293 ss. 226 Carta a Ferna do Urízar Garfias, Valparaíso, 31 mayo (1833), E 2, p. 394. 227 Carta a Antón o Garfias, Valparaíso, 30 mayo 1834, E 3, p. 231; la cita p. 233. Carta e! nismo, Valparaíso, 25 abril 1832, E 2, pp. 178 ss., la cita pp. 179 ss.

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mo ilustrado, no es para la minoría que lo sustenta, sino para las grandes mayorías a las cuales ha de llevar la Ilustración. Sobre esta base forjó Portales la primera república viable dentro del mundo de habla castellana y portuguesa, esa Repúbli­ ca de Chile que desde su tiempo fue sinónimo de estabilidad política. Esta república pudo subsistir y renovarse largamente, ante todo, porque proporcionó a la oligarquía una forma institucional de ejercer en alguna medida el poder que cayó en sus manos al desaparecer la monarquía. Esto es lo que puede llamarse dar forma al Estado constitucional. No en vano calificó Edwards a esta república de Estado "en forma", al igual que la antigua mo­ narquía.223 *228 Esto es lo que faltaba en Chile cuando Portales llegó por primera vez al gobierno y lo que falta hasta ahora en muchos países de habla castellana y portuguesa. Este es uno de los com­ ponentes de la llamada anarquía hispanoamericana. La minoría dirigente no hizo la independencia para cambiar el rey por un caudillo militar. Por el contrario, apenas tuvo el poder en sus manos pretendió retenerlo. Así se abrió en la América española el grandioso duelo, entre militarismo y oligarquía, por llenar el vacío que dejó tras de sí la monarquía. No es raro, entonces, que San Martín, como tantos otros, viera la solución en una monarquía independiente, similar a la de Brasil.229 Bolívar, en cambio, intentó una dictadura vitalicia, con ciertos rasgos monárquicos, que no contentó a nadie. Enton­ ces pensó también en una monarquía.230 Lo original de Portales es haber hallado una solución repu­ blicana viable, tan viable o más que la monarquía de Brasil. Sin embargo, no se trata de una solución oligárquica, sino mixta, que conjuga dos elementos contrapuestos: uno monocrá223 Edwards, La Fronda..., nota 42, esp. cap. X, pp. 68 ss. Cfr. cap. III, p. 31. 229 Sobre San Martín hay una inmensa bibliografía. Ver especialmen­ te Yrarrázaval, José Miguel, San Martín y sus enigmas, Santiago, 1949; Levene, Ricardo, El genio político de San Martín, Buenos Aires, 1950; Picirilli, Ricardo, San Martín y la política de los pueblos, Buenos Aires, 1957; Gandía, Enrique de, San Martín, su pensamiento político, Buenos Aires, 1964; Pérez Amuchastegui, J., Ideología y acción de San Martín, Buenos Aires, 1966. 230 Sobre Bolívar existe una bibliografía todavía mayor. André, Marius, Bolívar y la democracia, Barcelona, 1924; Blanco Fombona, Rufino, El pensamiento vivo de Bolívar, Buenos Aires, 1942; Belaúnde, Víctor Andrés, Bolívar y el pensamiento político de la revolución hispanoameri­ cana, Madrid, 1959; Encina, Francisco Antonio, Bolívar, duelo con el sino, Santiago, 1964.

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tico y otro oligái q tico, representados respectivamente por el Presidente de la República y por la minoría ilustrada.231 Al Presidente h corresponde, como portador y garante del régimen instituido, mantener al gobierno identificado con los grandes intereses di la patria. En consecuencia, él tiene la pri­ macía. A la minoría ib strada le corresponde contribuir por todos •’ los medios a sli alca ice a la consecución de los grandes intereses de la patria. Es dxir, ella tiene un lugar amplísimo dentro del régimen, pero no la dirección del mismo. Hay todavía ni cho por estudiar acerca del modo en que el núcleo dirigente c tí eno se avino a aceptar esta solución, por la que renunció a convertirse en árbitro del régimen y aceptó el papel de sostenedor del mismo. Portales parece haber compren­ dido que esto era o decisivo para la realización del gobierno fuerte. Puesto que < ste eliminaba el militarismo, no le quedaba otro sustentáculo }i e la minoría ilustrada. Lo decisivo era, pues, ganar su adhesión c btener su concurso, atraerla de modo estable a secundar las miras de un gobierno empeñado en el engrande­ cimiento de la pa- r; a. Para ello todos los medios parecieron po­ cos. Desde luego, 'a respetabilidad del gobierno en sus hombres y en sus actuaciones Luego, la hábil insistencia por la prensa y otros medios en el c mtraste entre el desgobierno y la inseguridad de antes de 1830 y < 1 gobierno y el orden implantados desde en­ tonces. Pero, por sobre todo, la apelación al ideal ilustrado de gobierno que forma aa parte de la mentalidad de los grupos diri­ gentes. Por supuesto, c esde el principio hubo elementos que recha­ zaron el gobierno f lerte, como los políticos desplazados por él o los militares a c u enes sancionó o los descontentos con su ges­ tión. A estos que ic comparten las miras del gobierno los llamó Portales, humorís- k a pero agudamente, "malos”, es decir, poten­ cialmente faccioscs, en contraposición a los "buenos” o gente de orden. Se trata de u la distinción política, no moral, entre amigos y enemigos del régimen, que es vital para el gobernante.232 231 Esta dualidad fue destacada sobre todo por Edwards, La Fron­ da..., nota 42. Ulti:n; mente, también Góngora, Mario, Las lecciones de la historia, entrevis'a en El Mercurio, 9 diciembre de 1984, señala: "En toda Hispanoamérica d fenómeno de los gobiernos militares es algo de ordinaria ocurrencia, debido a que los polos dominantes del poder en América española har sido fundamentalmente la aristocracia y el Ejér­ cito, después de la n atura de la monarquía hispánica”; ahora en Ensa­ yo. .., nota 198, apé:icl ce, pp. 296 ss.; la cita p. 298. 232 Góngora, Ei se yo..., nota 198, esp. pp. 43 ss. Al respecto, Bravo Lira, Bemardino, Li crisis de la idea de Estado en Chile durante los

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Por último, el mismo ideal ilustrado de gobierno sirvió a Portales para constituir el núcleo permanente de personas que debía dar vida al régimen: desde el Presidente de la República y los consejeros de Estado hasta los empleados de oficina, pa­ sando por ministros de Estado, intendentes y agentes diplomá­ ticos. Este es un aspecto fundamental de su obra que en ningún momento debe olvidarse. Si ella sobrevivió fue porque Portales dejó tras de sí un equipo gobernante identificado con los gran­ des intereses de la patria y capaz de renovarse a sí mismo con un adecuado relevo de sus componentes. En síntesis, sobre la base del ideal ilustrado de gobierno consiguió Portales volver a articular de modo duradero en el Estado constitucional dos elementos de origen indiano que con la independencia parecían haberse disociado para siempre: uno monocrático, encarnado por el Presidente, y otro aristocrático, representado por la minoría ilustrada. Sobre estos dos pilares asentó Portales el edificio institucio­ nal levantado por él. Como se ve, no Portales, autor anónimo.

LAMINA XX

Arriba. Diego Portales, dibujo y grabado de Desmadryl. Abajo. Diego Portales, litografía de Legrand.

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A través de e ;t i vía de análisis llega Vicuña Mackenna a des­ cubrir uno de lo:. dementes más importantes de la concepción portaliana. Dice nuestro autor, criticando a Portales, que su ig­ norancia o poca Fe rmación hacían que éste no se fijara nunca en las ideas, sino í ólo en los hombres. Esto se manifestaba en el hecho de que a nando la democracia, "es decir, la igualdad ante la ley y la ju;t cia", aborreciera a quienes hasta ese momen­ to decían practicnla o querer practicarla en Chile, "lo que él llamaba el pipiólas". Quedaban englobados bajo ese término "los hombres más j.menos obscuros, más o menos tildados en sus acciones o en « u carácter, que, por un efecto mismo de las turbulencias de la ¡poca, habían ascendido a la superficie de la política y del poc e ’”.31 Y completa la idea en el párrafo quizás más certero de la; :asi 500 páginas que comprende su biografía, y donde apunta a < entro mismo de las motivaciones y objetivos de la acción portal ana. Dice Vicuña Mackenna: "Así, la princi­ pal razón de ser d i la iniciativa política de Portales en contra del gobierno libera , estaba en las circunstancias que don José María Novoa, hon it re de poco crédito en el foro y en la política, fuese ministro de E stado; que Muñoz Bezanilla, a quien sus ene­ migos acusaban ce negociaciones vedadas, tuviese un puesto de confianza y aun d js empeñara en ocasiones una de las secretarías del despacho; qui el 'boticario' Fernández, hombre honrado y patriota, pero violento y oscuro, tuviese un asiento en el Sena­ do; que el exaltado clérigo Fariñas lo tuviese en la otra cámara; que los argentinos Navarro y Orjera fuesen, el primero una dig­ nidad de la Iglesia y el último un hombre de prestigio popular, y por fin, que la prensa de gobierno estuviese en manos del cuí­ co Padilla y del f:*a icés Chapuis".32 Sin conocer la famosa carta a Cea del año 1822,33 describía Vicuña Mackenna 11, realidad en la que se inspiraba el ideal po­ lítico allí delineaco por Portales: república y democracia previa moralización de qu enes debían participar en ella. ~ Todavía cuan h en obras contemporáneas se quiere buscar una fundamentac ic n última al sistema portaliano, dar con el "principal resorte d 3 la máquina" que posibilitaría que ésta fun­ cionara durante la’ktos años, se vuelve de alguna manera a la descripción de V c iña Mackenna. Así, según Mario Góngora,34 ésta sería la distinc ón entre "los buenos" y "los malos”, siendo 31 Vicuña Mack ;r la, ob. cit., p. 16. 32 Idem. 33 Cfr. De la Cruz Ernesto y Feliú Cruz, Guillermo (Ed.), Epistolario de don Diego Portales vol. I, pp. 176 ss. 34 Cfr. Góngora 1 lario, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglo; ÍIX y XX, Santiago, 1981.

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estos últimos y la inquina que Portales les tenía lo que el histo­ riador cuya obra analizamos supo captar tan bien. Volviendo al desarrollo histórico propiamente tal, dice Vi­ cuña Mackenna que lo que en definitiva hizo a Portales dejar la vida privada, meterse en política (y aquí coincide en sus apre­ ciaciones con Lastarria), habría sido el resentimiento que le ins­ piró la rudeza con que el gobierno los trató a él y a sus socios a raíz de la cuestión del estanco, culminando con la prisión que le impuso el 24 de enero de 1827 el coronel Campino.35 Al llegar al poder, y siguiendo su tesis de que Portales ca­ recía de toda formación ideológica, Vicuña Mackenna sostiene que su único plan de gobierno fue el odio a los pipiólos y el que­ rer dar una organización administrativa a la República.36 Sin embargo, tiene una opinión positiva de su primer perío­ do como ministro. Llegando a gozar de una absoluta omnipoten­ cia en lo que a la conducción política del país se refiere, habría sido el suyo un “absolutismo creador”, un despotismo no egoís­ ta. Lo más admirable en su vasto poderío, decía Vicuña Macken­ na, “es que él mismo se sometía a la ley común, y siendo él ti­ rano de todos, era antes el tirano de sí mismo”.37 La visión predominantemente positiva de esta época llega in­ cluso a atribuirle, dentro de su reconocida dureza,38 un “corazón compasivo”, manifestado en su preocupación por las clases me­ nesterosas.39 La difusión y mejora de la religión jugaría aquí un papel trascendental como moralizador de éstas, y así, aun sien­ do un volteriano, “fomentaba el culto a mano descubierta .40 En base a una inagotable laboriosidad, que por lo demás es­ tán de acuerdo en reconocerle prácticamente todos los historia­ dores que se han ocupado de su persona, pudo dejar “los cimien­ tos de una prodigiosa creación”.41 Según Vicuña Mackenna co­ rrespondió a Portales llevar adelante la revolución administra­ tiva después que los liberales habían ya hecho la política. Fue así el “gran revolucionario de los hechos”.42 Sin preocuparse ma­ yormente de teorías ni de leyes, innovó, cambió por completo la realidad nacional, sentando las bases del Chile en que todavía a Vicuña Mackenna, treinta años después, le toca vivir. 35 Vicuña Mackenna, ob. cit., p. 28. 36 Idem., p. 37. 37 Idem., p. 84. 38 Cfr., ídem., p. 75. 39 Rasgo que ya había destacado en su sermón fúnebre Valdivieso. Cfr. Encina, Portales, Santiago, 1964, vol. II, p. 212. 40 Vicuña Mackenna, ob. cit., p. 199. 41 Idem., p. 453. 42 Idem., p. 455.

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Esta visión tu positiva de Portales y su obra cambia radi­ calmente cuando e te vuelve al Ministerio luego de su paso por la Gobernación de Valparaíso y de abandonar su retiro de "El Rayado”. Provocado per la aparición de los "filopolitas”, aquel grupo de "estanqueros” q le se le rebelan, impone un verdadero "reino del terror”, cuyo c< mienzo databa Vicuña Mackenna con la dictación de la ley q ti< creaba los Consejos de Guerra Permanentes el 2 de febrero de 1837.43 "No había ley, no había derecho, no ha­ bía justicia, no había siquiera humana dignidad”, decía Vicuña Mackenna describí ndo con los más sombríos tintes el segundo Ministerio de Poi t; les. "Había sólo un hombre extraño y terri­ ble que estaba co ií agrado con toda su inmensa energía a empu­ jar a la nación, que se le resistía a todo trance, hacia una guerra innecesaria y frai r: cida”.44 Llegamos así a un último punto característico en la interpre­ tación de la obra portaliana por Vicuña Mackenna y a una nue­ va contradicción a Lastarria. Imbuido del espíritu americanista que nos envolvería en una guerra con España en 1866,45 ve_en_el enfrentamiento bélico contra la Confederación Perú-boliviana un puro caprichc < el dictador Portales. Falta bdé toda justicia, fue una "guerra ca: taginesa y puramente de negocios”.46 Esta guerra, si mada al violento despotismo de su segundo período de gobernante,47 hacen incluso justificable a los ojos de Vicuña Mackenna ha rebelión de Vidaurre, aunque no el asesi­ nato del Ministro q j.e habría sido una obra personal de Florín.48 Pero, al fina, después de tantos contrastes y claroscuros, prima una opinión positiva: "Don Diego Portales tuvo un mérifopreclaro, por el c úe la posteridad agradecida le tributará siem­ pre el culto del reí peto. Portales fue un gran patriota, un gran chileno”.4950 Recién en la d ícada de los 70 del siglo XIX historiadores conservadores errp ezan a preocuparse seriamente de la figura y obra de Pórtale;. En los años 1875-1876 aparecen los dos volú­ menes de la Mistara de Chile durante los cuarenta años trans­ curridos desde 1¿3 hasta 1871, de Ramón Sotomayor Valdés“ __ ■____ _ __ ___ __ 43 Idem., p. 333. 44 Idem., p. 356. 45 Recuérdese qui el Portales de Vicuña Mackenna es de 1863. 46 Idem., p. 233. 47 Cfr., ídem, p '45. 48 Cfr., ídem., pp 360 ss. 49 Cfr., ídem., p. 153. 50 Una segunda e lición en 4 volúmenes y con el título de Chile bajo el gobierno del gene re l don Joaquín Prieto aparece entre 1900 y 1903. En 1875 se había public ai o también su trabajo "El Ministro Portales” en la Revista Chilena, pp. 7 a 108.

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Y en París, en 1879, se publica el Portales de Carlos Walker Mar­ tínez. De ambas obras nos parece mucho más importante la pri­ mera. Ramón Sotomayor Valdés sigue bastante de cerca y utiliza como fuente importante la obra de Vicuña Mackenna. Pero se destaca con nitidez el hecho de que hay ahora un nuevo enfoque, una nueva visión de la época portaliana. Usando materiales si­ milares, los acentos se ponen en lugares muy distintos. Hay cuatro puntos fundamentales en que Sotomayor Val­ dés rebate las tesis de Vicuña Mackenna y en parte de Lastarria y que marca la pauta de lo que será siempre la interpretación conservadora de ese —como él lo llama— "Ministro por exce­ lencia".51 La pretendida ignorancia de Portales, que sirve para desca­ lificarlo políticamente, sería fruto de una pura interpretación ideologizante típica del liberalismo decimonónico. Portales no fue un gran teórico ni estudioso, señala Sotomayor Valdés, "pe­ ro, en cambio, era bastante hábil para aprender mucho con su propia observación, y bastante prudente para acudir en cada caso difícil a la experiencia y el saber de los hombres que creía más competentes que él".52 O sea, y como han destacado luego todos los intérpretes conservadores de su figura, lo que hizo grande a Portales y lo transformó en un genio político, sostiene Sotomayor Valdés, fue su realismo. Ideólogos y teóricos de la política ya había tenido Chile en demasía en la anárquica época de ensayos constitucionales de la década de los 20. Faltaba al­ guien con sentido práctico y de las realidades y éste fue Portales. Y si le faltaba teoría, formación doctrinaria, ya sabía él a quién recurrir. Para eso estaban Bello, Egaña, etc., sus más inmediatos asesores, a quienes continuamente recurría y por tanto hay que entenderlos como asociados a la obra portaliana.53 El segundo punto de divergencia con Vicuña Mackenna (no con Lastarria) está dado por la forma distinta como juzga So­ tomayor Valdés la guerra contra la Confederación Perú-bolivia­ na. Reconoce el peligro objetivo que tanto para la estabilidad como para la integridad de Chile, representaba la política intri­ gante, expansiva y agresiva de Santa Cruz. Así, aun cuando no niega que en el empecinamiento de Portales por ir a la guerra alguna influencia tuvieron su orgullo y pasiones particulares, 51 Sotomayoi' Valdés, Ramón; De la Cruz, Guillermo, "El Ministro Portales", en De la Cruz, Ernesto y Feliú Cruz, Guillermo (Ed.), Epistolario de Don Diego Portales, Santiago, 1936. 52 Idem., p. 83. 53 En oposición a lo que había dicho Vicuña Mackenna sobre el genio solitario.

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concluye que "el ci iterio político del Ministro abarcaba la cues­ tión con más pe 's ncacia y mayor previsión patriótica que el partido de oposicic n".54 Otro punto i it mesante de divergencia con Vicuña Macken­ na por la forma moralizada y central en que se impuso entre los autores de línei conservadora que se han ocupado de Porta­ les, es la definicior del sistema portaliano que hace Sotomayor Valdés, como emir entemente impersonal. Esto significaba que él comprendía "en u majestuosa abstracción, la fuerza de la co­ munidad, el poder . íe la ley, el derecho, la razón de la autoridad, no mirando en lo; ndividuos sino los instrumentos, o mejor di­ cho los servidores a ccidentales de aquellos principios".55 En otras palabras, los ind:v dúos, por grandes que fueran sus méritos, debían subordina ’s ; al fin central del sistema que se proponía establecer. Pero es a impersonalidad, decía Sotomayor Valdés, no significaba que íl se despreocupara en su creación de la ca­ lidad y cualidade; •le los hombres que iban a servirla. Muy por el contrario, este p mto era una de sus preocupaciones esencia­ les, como ya pai c almente lo había visto Vicuña Mackenna.’657 Portales estaba c )i vencido, y aquí coincide Sotomayor Valdés con lo que Gongo re 71 llama fundamentación sociológica del régi­ men, "de que el mu< lie real"58 de toda buena política consiste, pa­ ra servirnos de sus propias palabras, "en saber distinguir al bue­ no del malo".59 En cuarto luga hay diferencias en el juzgamiento global de Portales y su obra. En Sotomayor Valdés hay por primera, vez una interpretación integralmente positiva del gran Ministro y un identificarse p le lamente con su creación política. Portales y los conservadores 11 ovaron adelante la tarea que el momento exi­ gía, de una manera óptima, estableciendo las bases del sistema político que ha hec 10 grande a Chile. Como se ve, ha; por lo demás una identificación de Portales con el partido pe.’u ión,60 contradiciendo lo que dice al respecto Vicuña Mackenna. I o ha dejado de aparecer en todo el proceso, dice Sotomayor Valdés, como "jefe del partido dominante".61 El 54 Idem, p. 67. 55 Sotomayor, Chi e bajo..., vol. I, pp. 7 s. 56 Aunque éste o usara sólo para insistir en el puro personalismo y falta de ideología que dominaban el actuar del Ministro. 57 Ob. cit., p. 14. 58 Obvia paráfn si s del "principal resorte de la máquina". 59 Chile bajo... ' ol. I, p. 8. Típica de cierta línea de interpretación conservadora: Walker, Yra­ rrázaval, etc. 61 Chile bajo.... vjl. I, p. 356.

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es quien dirige toda la política del gobierno y hasta el más mí­ nimo de sus actos, como es el nombramiento de funcionarios. Es por eso que en opinión de Sotomayor Valdés no tiene sentido y carece de base negarle participación en la elaboración de la Cons­ titución de 1833, como hace Vicuña Mackenna. Al contrario, fue él quien, como ministro de Ovalle, dio el paso preliminar para reformar la Constitución de 1828; él mismo quien influyó de mo­ do decisivo en la elección de las personas que compondrían la Gran Convención Constituyente; presenció muchos de los debates de ésta y su opinión fue en diversas ocasiones requerida por los convencionales.62 Incluso señala Sotomayor Valdés un par de puntos en que la opinión de Portales habría sido determinante: rechazo a la institución de los senadores vitalicios y conserva­ ción del artículo referente a la abolición de la esclavitud conte­ nido en la Constitución de 1828.63 Una vez nacido el nuevo texto, fue "un guardián solícito para conservarla y hacerla respetar”,64 como fue también siempre un estricto aplicador y respetador de las leyes.65 Ante estos éxitos y alabanzas que harán escuela entre los intérpretes conservadores, se justifican o a lo menos palidecen todos o la mayor parte de los actos abusivos o más duramente autoritarios en los que Lastarria y Vicuñña Mackenna insistían para desacreditar la actuación de Portales como ministro. Para Sotomayor Valdés, en cambio, el gobierno fuerte e inflexible fue absolutamente necesario. ¿Cómo define Sotomayor Valdés los planes de Portales al llegar al gobierno? Destaca sus elementos conservadores y rea­ listas: "honradez y pureza en la administración pública”, "mo­ ralidad del pueblo”, "el trabajo como primer elemento moralizador y civilizador”, "la autoridad elevada al más alto grado de respeto”,66 imponer a los enemigos todo el rigor de la ley. Y es esto lo que se va llevando a la práctica inmediatamente después de Lircay.67 Teniendo objetivos tan concretos y realistas, su “tiranía”, a diferencia de las típicas, se manifestó —dice Sotomayor Val­ dés— como un “poder esencialmente fecundo y creador” al le­ gar al país toda su organización.68 Se pregunta sobre Portales: 62 63 64 65 66 67 68

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Cfr., ídem, vol. I, pp. 356 s. Idem, p. 358. Idem. Cfr. El Ministro..., ob. cit., p. 81. Idem, p. 40. Cfr., ídem, p. 57. Idem, p. 79.

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"¿Qué hizo? Saco leí caos a la República. ¿Qué nos dejó? Nos dejó la República’169 Sotomayor \ a dés esboza ya claramente en su obra la que será desde enton :t s la interpretación conservadora de la anar­ quía o época de ensayos políticos como él mismo la llama, y de la revolución con »e dadora que le puso fin. No tiene nada contra los liberales de aqi ella época. "Sus doctrinas —dice— eran sim­ páticas, sus intenc iones sanas, su patriotismo sincero".69 70 Pero hilaban en su mi si la base en cuanto la doctrina que los inspira­ ba "presuponía ea el pueblo cualidades que éste no tenía".71 La pretendida libert.ic debía así ser ahogada entre anarquía y ti­ ranía. Es por eso qi( Portales y los conservadores cambian el sis­ tema, para ahorrai al país los peligros que todavía por largos años podían trae ’L estos ensayos políticos liberales. Esto, "fortaleciendo ante tod 3 el principio de autoridad, en nombre de la paz pública y dei ; •rogreso de las ideas de la industria y de la moralidad, ventaja; todas que los pueblos inexpertos o incipien­ tes adquieren más pronto bajo los auspicios de la autoridad, y que acaban por lia militarlos para el más amplio ejercicio de la libertad".7273 Frente a esta g ’an obra no encontramos en el trabajo de So­ tomayor Valdés f s i.s extensas y detalladas referencias a los ac­ tos crueles y despódeos que Lastarria y Vicuña Mackenna acha­ can a Portales par í deslustrar su figura. Y si hay referencia a ellos es para just fi marlos como necesarios. Así sucede con el de­ creto que da de ba ja a los oficiales y tropas derrotados en Lircay;7i en su acusan mn a la Corte Marcial por torcida administra­ ción de justicia a i o condenar a muerte a Freire luego de fraca­ sada su expedición de 1836;74 con los "carros" y demás medidas extremas adoptada para terminar con la delincuencia,75 etc. Pese a todo, tí mbién en Sotomayor Valdés hay un dejo de crítica. Una cierta resistencia típica de un conservador-liberal, al estilo de Manusl Antonio Tocornal, como él lo era, ante el or­ gullo, inflexibilidud y dureza de Portales. Así por ejemplo, cuan­ do quiere determ ri ir las causas de su participación en política, 69 Idem, p. 80. 70 Chile bajo..., zol. I, p. 49. 71 Idem. 72 Chile bajo..., ol. I, p. 49. Todo esto sin conocer la carta a Cea de 1822, por lo que pa:e e no tener asidero la afirmación de Villalobos, ob. cit., p. 14. 73 Cfr. Sotomajoi, El Ministro..., ob. cit., p. 56. 74 Cfr., ídem, p. 4. 75 Cfr., ídem, pp. 79-80.

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junto con referirse al estanco y al espíritu práctico de don Die­ go Portales que lo hacía ver que Chile iba por muy mal camino para organizarse, coincide con Vicuña Mackenna en que con esas motivaciones legítimas se mezclaban otras que no lo eran tanto: " agraviosque vengar, odios que satisfacer y una vehemente an­ tipatía por algunos individuos que, sin merecimiento, ocupaban puestos en la administración del Estado”.76 Coincide también con Vicuña Mackenna en que en su segun­ do período como ministro, por efecto de su lucha contra los "filopolitas”, se mostró mucho más intolerante. Si bien aparece evidente para Sotomayor Valdés que Portales busca con sus me­ didas esencialmente hacer respetar la autoridad y la ley, se mez­ claban con estas motivaciones legítimas "cierta saña personal y aquel género de hipocondría que suele acompañar a la posesión de un poder exorbitante”.77 Lo mismo se observa en la descripción del carácter de Por­ tales, en el que se mezclaban según Sotomayor Valdés —estando de acuerdo en esto por lo menos en parte con los historiadores liberales—78 virtudes y vicios. Junto al "patriotismo, el desinte­ rés, la probidad y el espíritu de justicia”, que serían las cualida­ des más destacadas y características de Portales, aparecen "cier­ ta vanagloria y cierto orgullo personal”, dice Sotomayor Valdés, "como si tuviera la conciencia de poseer aquéllas en más alto grado que nadie”.79 Así su altanería se manifestaba hasta humi­ llar a los demás, llevando la chanza y la burla hasta la imperti­ nencia.80 Eso sí, contradiciendo a Vicuña Mackenna, y al igual que ha­ rá más tarde Eyzaguirre, se relativiza por Sotomayor Valdés ese libertinaje en la vida privada con que se suele caracterizar a Por­ tales. Este habría consistido "mucho más en sus chanzas y tru­ hanerías que en sus actos”.81 En definitiva, el juicio global sobre Portales es con Sotoma­ yor Valdés por primera vez ampliamente positivo. Fue el funda­ dor de la república que subsiste con toda su fuerza a pesar de haber transcurrido más de cincuenta años desde su muerte. "Su nombre, por más que haya pretendido deslustrarlo y alguna vez denigrarlo un mal entendido liberalismo, no sólo ha salvado de la mayor de las injusticias del tiempo, que es el olvido, sino que 76 77 78 79 80

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Idem, p. 51. Idem, p. 63. Cfr., ídem, p. 83. Idem, p. 82. Cfr., ídem, p. 40. Idem, p. 84.

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también ha llegado a simbolizar el patriotismo, el espíritu públi­ co y el don de gobierno en el más alto grado".82 De un valor histórico muy inferior a las obras de Sotoma­ yor Valdés y Vicuña Mackenna es el Portales de Carlos Walker Martínez.83 Con esta última nos encontramos ante una biografía simplemente partidista, destinada a realzar la figura de Portales, considerado como el máximo y principal exponente que el Par­ tido Conservador (al que pertenece Walker) ha dado al país. No hay así en ella sentido crítico alguno, sino sólo un alabar y jus­ tificar continuo de todo lo hecho por el gran Ministro. Como él mismo nos lo dice, su obra ha sido escrita con el "entusiasmo del admirador”84 y, fundamentalmente, como reac­ ción a la interpretación liberal vigente sobre Portales. "Mi libro es pues —expresa Walker Martínez— la misma historia mirada bajo ún punto enteramente diverso del señor Vicuña Mackenna: estamos en polos opuestos”.85 Apoyándose en Sotomayor Valdés y en el mismo Vicuña Mackenna se dedica de modo sistemático a contradecir a este úl­ timo. Así justifica una serie de actuaciones de Portales que el historiador liberal había condenado: la baja de Freire y demás militares vencidos en Lircay, lo mismo que la no aceptación del tratado de Cuzcuz;86 la condena a muerte del marino americano Paddock en Valparaíso,87 la guerra contra la Confederación Perúboliviana,88 etc. En general justifica y aplaude toda la inflexibilidad y dure­ za de que hizo gala Portales tanto en el primero como en su se­ gundo período como ministro.89 Su método habría sido el "más conveniente” para el fin que perseguía, "el más adecuado para las condiciones morales de la república, los hombres de la épo­ ca y las ideas que dominaban entre nosotros".90 Quienes lo criti­ can, concluye Walker, no entienden para nada la situación que se vivía en 1829.91 Tras los autores conservadores cuyas obras recién analizá­ bamos, Isidoro Errázuriz ños hace volver al más puro doctrinaIdem, p. 86. Walker Martínez, Carlos, Portales, París, 1879. Walker, ob. cit., p. 6. Idem, p. 461. Cfr., ídem, p. 95. Cfr., ídem, p. 130. Cfr., ídem, p. 351. Cfr., ídem, p. 446. Idem, p. 103. 91 Contra Walker reacciona en 1882 Enrique Tocornal: "Apuntes so­ bre la revolución pelucona y el régimen de Portales”, en Boletín de la Aca­ demia Chilena de la Historia N? 35, 1946. 82 83 84 85 86 87 88 89

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rismo liberal. Su obra92 está incluso más cerca de Lastarria que de Vicuña Mackenna. Predomina en ella la adjetivación doctri­ naria descalificante poi' sobre eL sereno juicio histórico. Sin em­ bargo también nos proporciona aciertos interpretativos de gran profundidad y válidos hasta hoy. Sigue a Lastarria93 en su juicio central sobre Portales. El Mi­ nistro sería "representante” y "encamación” del "espíritu del coloniaje”. Su obra, una pura reacción, soberbiamente autorita­ ria e ignorante.94 De esta forma la revolución de 1829 y el nuevo régimen que en ella se originó no serían más que una reacción colonial. El punto de partida del autor que ahora estudiamos es una visión idealizada del período de dominio liberal que sucedió a la caída de O'Higgins y al cual —en una fórmula muy feliz que todavía hoy suena actual y novedosa— llama "de ensayo del ré­ gimen representativo y parlamentario” y no de la anarquía.95 Pa­ ra él, lejos de ser el desorden y falta de autoridad las notas dis­ tintivas del período, caracteriza esa etapa de ensayos "como un oasis de humanidad y candor”, entre la "dictadura” de O’Higgins y las "proscripciones y condenaciones por mayor” de la épo­ ca siguiente.96 Así su visión de nuestra primitiva historia repu­ blicana es contrastante, de blanco y negro. Obviamente, lo negativo está representado por Portales y su acción política, al que cubre de todo tipo de epítetos. Portales es nada más que un "contratista chasqueado”97 que entraba a la po­ lítica sólo "en pos de dominio, en pos de castigo, en pos de ven­ ganza”.98 Sus retiros de la vida pública y resistencia a mantener­ se ocupando cargos en el gobierno se atribuye sólo a "ostenta­ ción”99 y no a desprendimiento. Según Errázuriz, Portales "despreciaba todo lo que no era la fuerza, el éxito y el dócil sometimiento a su capricho”.100 Des­ 92 Errázuriz, Isidoro, Historia de la administración Errázuriz. Prece­ dida de una introducción que contiene la reseña del movimiento de los partidos desde 1823 hasta 1871, Valparaíso, 1877. Las citas aquí se hacen según Isidoro Errázuriz, "Juicio político sobre don Diego Portales”, en De la Cruz, Ernesto, y Feliú Cruz, Guillermo, Epistolario de Portales, San­ tiago, 1936, vol. II. 93 De cuya obra tiene una opinión muy favorable: "El señor don Jo­ sé Victorino Lastarria ha pronunciado sobre el Dictador juicios severos, que difícilmente admiten revisión" (ob. cit., p. 85, nota 1). 94 Cfr. Errázuriz, ob. cit., p. 55. 95 Errázuriz, ob. cit., p. 41. 96 Idem, p. 42 97 Idem, p. 35. 98 Idem, p. 36. 99 Idem, p. 51. 100 Idem, p. 55

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cribe su sistema de gobierno como caracterizado por el desplie­ gue de un "lujo de crueldad y de barbarie”,101 alcanzando las me­ didas de excepción, durante su "segunda dictadura”, "la frecuen­ cia del sistema” 102 Y ya en sus últimos días, corriendo el año 1837, el "capricho dictatorial” habría "alcanzado el grado de violen­ cia nerviosa que es síntoma infalible de la demencia cesárea”.103 Ante esto su asesinato aparece como algo necesario y justifica­ do. Vidaurre habría sido movido por "sentimientos liberales y patrióticos”.104 En todo caso, y a diferencia de Lastarria, Errázuriz recono­ ce en Portales una figura excepcional. Es un genio de la acción, de la práctica política, aun cuando —típica crítica liberal deci­ monónica— carezca de todo bagaje doctrinario. La base de sus capacidades y habilidades radica —adelantándose al que será uno de los planteamientos centrales de la obra de Encina— en la posesión de una "intuición admirable, sobre hombres y suce­ sos, sobre instituciones y doctrinas”.105 Con ello le bastó para ser un "hombre de Estado y grande hombre”.106 En cuanto a su concepción política, según Errázuriz, Porta­ les vino a ser la salvación para el patriciado reaccionario. La re­ volución de 1829 y la obra de Portales habrían sido una pura reacción. "Reacción del autoritarismo soberbio y de la ignoran­ cia”, "la reacción de la encomienda implacable y feroz; la reac­ ción palpitante del espíritu del coloniaje”, de la cual su "repre­ sentante”, "encarnación” y "agente” habría sido don Diego Por­ tales.107 Esta relación se manifestó muy concretamente en un cam­ bio de las finalidades del Estado. Se deja de lado, dice el liberal Errázuriz, el objetivo de establecer instituciones democráticas y liberales, sacrificándose todo el mantenimiento del orden. Ex­ tremando las cosas, sostiene que la obra portaliana habría con­ sistido "en quebrantar en el país todos los resortes de la máqui­ na popular representativa y en substituir a ellos, como único ele­ mento de gobierno, lo que se ha llamado el principio de autori­ dad, que no es, en buenos términos, sino el sometimiento ciego de la nación a la voluntad del Jefe del Ejecutivo”.108 ‘01 102 103 104 i°5 i*» ’07 ios

Idem, Idem, Idem, Idem, Idem, Idem. ídem, Idem,

p. p. p. p. p.

71. 73. 77. 76. 37.

p. 55. p. 71.

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Es muy poco lo que Errázuriz encuentra rescatable de la obra portaliana: el prestigio que da al Jefe de Estado, el régi­ men severo de administración de las rentas, la moralidad en el servicio público.109 Finalmente, hay tres puntos que deben tocarse para com­ pletar el juicio de Isidoro Errázuriz: Portales como destructor de la Constitución de 1828 y forjador de la del 33; la guerra con­ tra la Confederación como extremo de la irracionalidad de la "dictadura”; el asesinato de Portales como consolidador de su obra y manto que cubre sus crímenes. Respecto al primer punto, Errázuriz sostiene que “las pre­ tensiones absolutistas de un puñado de doctrinarios sin presti­ gio ni influencias”110 no habrían tenido mayor éxito sin el apoyo portaliano. Su doble conclusión es que sin Portales la Constitu­ ción de 1828 hubiera sobrevivido al fracaso de los pipiólos y que "sin Portales es seguro que las ventajas obtenidas por los reac­ cionarios en el nuevo Código Fundamental habrían sido insufi­ cientes para contener y domar el alentado espíritu del país”.111 La influencia de Portales habría sido extraconstitucional, por lo que Errázuriz no entra para nada en el problema de si el Mi­ nistro participó o no en la elaboración del texto mismo de la Constitución de 1833. En cuanto al segundo punto, para Errázuriz, al igual que para Vicuña Mackenna y a diferencia de Lastarria y Sotomayor, “Portales buscó, provocó, inventó la guerra contra la Confedera­ ción Peru-boliviana”.112 Fue sólo la culminación de su gobierno despótico, contrario al pacifismo que habría dominado en la Confederación y entre la población chilena. Por último y central en la interpretación de Errázuriz, la tragedia del Barón habría sido decisiva. Esto por dos razones: cubrió e hizo olvidar la época de represión y pérdida de liberta­ des que la había precedido y fue el acontecimiento que permi­ tió que la “obra política de Portales adquiriese la solidez que le ha permitido resistir intacta cerca de medio siglo a toda clase de influencias y de esfuerzos”.113 Portales fue un nuevo Cid: ha­ bría ganado la batalla del orden y la autoridad sólo después de muerto y precisamente gracias a su muerte. Contra lo que pudiera pensarse —por ser quizá si la figura más representativa de la historiografía liberal del siglo XIX—, la visión que Diego Barros Arana tiene de la persona de Porta­ 109 110 111 112 1,3

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Cfr., ídem, p. 75. Idem, p. 54. Idem. Idem, p. 74. Idem, p. 78.

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les y su política es bastante positiva. En los volúmenes XV y XVI de su Historia General de Chile114 no se encuentra una cari­ catura del "tirano”, sino por el contrario una equilibrada sem­ blanza del "motor principal de toda la máquina política”115 que imprimió por fin a ésta un sello de seriedad y estabilidad. Paradojalmente, por lo menos en la obra que ahora anali­ zamos,116 Barros Arana está más cerca de un conservador como Sotomayor Valdés que de sus correligionarios Lastarria, Vicuña y Errázuriz.117 No acepta la tesis de la "reacción colonial” com­ partida por Lastarria y Errázuriz. Sus diferencias con ambos au­ tores parten de un juzgamiento mucho más severo de la política practicada por el liberalismo después de la caída de O’Higgins y hasta la revolución de 1829. Esta había dejado a la población totalmente hastiada del desorden, revueltas y derramamiento de sangre que dominó en aquel período.118 Así la "mano dura” apli­ cada por Portales no vino a cortar un promisorio desarrollo po­ lítico, sino a colmar los anhelos de la ciudadanía. Pese a la resis­ tencia del partido caído y de los militares dados de baja, dice Barros Arana, "el nuevo gobierno se consolidaba con el apoyo de la fuerza y con el peso de la opinión, que quería paz y orden, aunque costasen el sacrificio de algunas libertades, de que has­ ta entonces, en realidad, no se había gozado sino de una manera intermitente”.119 La comparación favorecía sin duda al nuevo ré­ gimen. Se imponía un sistema político —decía Barros Arana— que, siendo severo y restrictivo, "llevaba el sello de seriedad y de firmeza que no habían podido imprimir a sus actos los gobier­ nos que venían sucediéndose desde 1823”.120 Ni siquiera hay en Barros Arana esa tan común condena­ ción liberal a la violencia del régimen portaliano. Si en alguna parte habla de "actos de injustificable arbitrariedad”121 atribuibles al Ministro, o de "excesos de autoridad”122 que podían re­ 114 Barros Arana, Diego, Historia General de Chile, Santiago, 18841902. Su visión cambia, como más adelante veremos, en Un decenio de la historia de Chile (1841-1851), Santiago, 1905-1906. 115 Barros Arana, Historia..., vol. XVI, p. 60. 116 Opinión distinta en Un decenio... 117 En todo caso no se refiere expresamente a ellos, si descontamos una nota al pie de página dedicada a Vicuña Mackenna, vol. XVI, p. 61. Quizá esto se explica en cuanto Barros tenía un conocimiento más directo de Portales porque su padre, Diego Antonio Barros, había estado en con­ tacto con el Ministro desde la época del estanco. 118 Cfr. Historia..., vol. XVI, p. 618. Idem, vol. XVI, p. 622. 120 Idem. 121 Idem, vol. XVI, p. 236. 122 Idem, vol. XVI, p. 60.

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prochársele, ellos quedaban cubiertos por la "seriedad” y "fijeza de propósitos” que lo guiaban y sobre todo por el "patriotismo sincero”123 que inspiraba todos sus actos. A más del resultado práctico de ellos, "a su sombra se consolidaba el orden público bajo bases inconmovibles”, que "era entonces la aspiración del mayor número de los chilenos”.124 Y si su política aparece así justificada, su personalidad reci­ be alabanzas aún mayores. Se destaca su desprendimiento,125 su entereza, manifestada en la "franca resolución” con que asumía ]a "responsabilidad de cada uno de sus actos” y su "habilidad para conocer y para dirigir a los hombres que lo rodeaban”.126 Era Portales, en opinión de Barros Arana,127 un "carácter excep­ cional, que ejercía un predominio absoluto sin estar dominado por ambiciones bastardas y sin tener otro propósito que el afian­ zamiento del orden público, el establecimiento de un gobierno regular, el desarrollo y el progreso de los intereses bien entendi­ dos del país”.128 En 1905, en el capítulo I de su obra Un decenio de la historia de Chile (1841-1851), Barros Arana vuelve a ocuparse brevemen­ te del tema portaliano. Manteniéndose en el fondo la visión posi­ tiva de su persona y actuación,129 se insistía ahora en el "sistema de represión”130 que había instaurado en sus últimos años. Era éste un muy buen elemento de contraste que servía para destacar la "política de templanza y conciliación”131 que caracterizaría el gobierno de Bulnes. El liberal Barros Arana, en su combativa y anticlerical vejez, considera que Portales con su régimen está tratando de "robus­ tecer y prestigiar el espíritu viejo de la Colonia con su fanatismo religioso”,132 poniendo un freno a todos los "impulsos liberales y democráticos” que se estaban haciendo sentir. Según Barros Arana, el ejercicio de un poder absoluto habría terminado por corromper a Portales, a "perturbar de alguna manera el equili123 Idem. 124 Idem, vol. XVI, p. 230. 125 Cfr., ídem, vol. XV, p. 549. 126 Idem, vol. XV, p. 550. 127 Concordando con Sotomayor Valdés, quien cita un juicio lauda­ torio sobre el Ministro. i2» Idem, vol. XVI, p. 237. 129 “Ei gobierno de paz y de orden, de rigurosa economía y de ad­ ministración efectiva que imperaba en 1836, era, puede decirse así, la obra de don Diego Portales" (Un decenio..., p. 17). ’3o ídem, p. 20. «i Idem, p. 67. 132 Idem, p. 20.

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brío de su razón normal”,133 lo que se manifestaría, no tanto en una política represiva, como en el fomento de antiguas prácticas religiosas.134 El siglo XIX se cierra con el Portales de Alejandro Carrasco Albano.135 Es una obra liviana al estilo de la de Walker Martínez, al que viene derechamente a combatir. No se encuentran en ella mayores aportes ni investigaciones originales. La tesis de la obra es muy clara y precisa: no debe confun­ dirse sin más a Portales con el elemento pelucón que hizo la re­ volución de 1829. Los conservadores son condenados como reac­ cionarios, siendo su revuelta calificada de "reacción colonial”. Pero, enfatiza Carrasco Albano, no puede englobarse a Portales dentro de esta definición, hacerlo un adalid del Partido Conser­ vador como fue el intento de Walker. Para Alejandro Carrasco Albano lo esencial y más valioso de la obra portaliana fue la eliminación de todo vestigio de cau­ dillismo y militarismo, para establecer sobre firmes raíces el gobierno civil.136 No era Portales, al decir de Carrasco Albano, "un ambicioso vulgar”, sino "un patriota abnegado y de eleva­ das miras”, cuya “principal aspiración era la de fundar el gobier­ no civil de su país abatiendo el militarismo”.137 Resultado de su obra habría sido la "fundación de un gobierno estable” que se iría transmitiendo regularmente, superando la anarquía; cues­ tión que Lastarria no supo ver.138 Según Carrasco Albano la ex­ plicación para esta estabilidad radicaría en la impersonalidad del sistema de gobierno,139 superando así el caudillismo. Portales fortificó el poder, pero "sin identificarlo con persona alguna”.140 Don Diego Portales no fue ni dictador ni reaccionario.141 Es­ tos calificativos, sostiene Carrasco Albano, corresponden en cam­ bio cabalmente a los redactores de la Constitución de 1833: "aborto reaccionario” y obra exclusiva "de unos cuantos aboga­ dos del régimen colonial”.142 Y es en ella en la que deben encon­ trarse las causas de todos los males que han afectado al Chile 133 Idem, p. 21. ’34 En 1893, en el centenario del nacimiento de Portales, se publica un homenaje en su memoria con cartas y otros documentos, y aparece una biografía escrita por Jorge Huneeus Gana. 135 Carrasco Albano, Alejandro, Portales, Santiago, 1900. 136 Cfr. Carrasco Albano, ob. cit., p. 81. 137 Idem, p. 39. i33 Idem, p. 40. 139 Cfr., ídem, p. 55. 140 Idem, p. 43. ’41 Cfr., ídem, p. 74. Idem, p. 89.

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del siglo XIX. Ella —dice Carrasco Albano en un alarde extremo de legalismo— “ha provocado tres sangrientas revoluciones: las de 1851, 1859 y 1891, interrumpiendo el desarrollo natural del país, devorando sus riquezas, aniquilando sus fuerzas producto­ ras y cortando el vuelo de todo progreso”.143 En cambio Portales nos dio una “Constitución viva y real” al anonadar con firme mano el militarismo para poner en su lugar “la augusta majestad del poder civil”.144 El siglo XIX termina, en lo que a la historiografía portaliana se refiere, tal como había empezado, con la utilización política primando por sobre el razonamiento histórico, representado este último en parte por Vicuña Mackenna y su apasionada intuición que lo hace tanto acertar de lleno como caer estrepitosamente, y plenamente por Sotomayor Valdés y Barros Arana. Y, junto con esto, con un predominio de la historia narrativa por sobre la búsqueda de explicaciones profundas.

3.

SIGLO XX

Esta perspectiva cambia en el siglo XX. Ahora pasará a predo­ minar la búsqueda de una explicación única y final que permita contestar la pregunta ¿por qué la obra de Portales fue tan tre­ mendamente exitosa como para dar orden y tranquilidad a Chile durante un siglo, poniéndolo, pese a sus humildes orígenes, a la cabeza de las nuevas naciones de la América hispana? O, en otras palabras, ¿cuál fue el principal resorte de la máquina? En lo más inmediato también hay un claro cambio de pers­ pectiva. La figura de Portales ha sido siempre objeto de las pa­ siones políticas más encontradas. En el siglo XIX, vigente su exitosa construcción, son liberales y conservadores los que usan su figura para defender sus propias ideas. Según se quiera más autoridad o más libertad, se alaba o critica a Portales. Pero se vive dentro de su sistema. Su obra ha funcionado y sigue funcio­ nando y manteniendo a Chile a la cabeza de América. Al comenzar el siglo, Chile hace balance bajo la luz del Cen­ tenario. De la obra portaliana quedan sólo los restos. Chile entra en un período de decadencia y crisis. De ahí que la perspectiva cambia radicalmente. Ya no se trata de ver si hubo abuso de autoridad en Portales; si hubieran bastado métodos menos drás­ ticos para alcanzar los mismos objetivos, etc. Ahora se dirige a la época portaliana una mirada de nostalgia. Si Chile fue grande Idem, p. 83. 144 Idem, p. 82. 464

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gobernado de acuerdo a sus principios, hay que averiguar bien cuáles fueron y aplicarlos para resolver la crisis del Centenario. Se buscará en Portales un antídoto contra los males del presente: al parlamentarismo vigente se opondrá la idea de una autoridad fuerte; al dominio de los partidos, una política antipartidista e independiente; al cosmopolitismo, el nacionalismo; al desorden y estancamiento, las ideas de orden y progreso. Luis Galdames, inicia la serie de los nacionalistas —más que conservadores— que, siguiendo la línea de Sotomayor Valdés,145146 darán forma a la imagen de Portales que hasta hoy predomina. En 1906 publica su Estudio de la historia de Chile™ y en 1925 La evolución constitucional de Chile. Un párrafo de esta última obra resume muy bien su interpretación de Portales: "No fue retrógrado ni reformador —decía—, sólo fue, sin pensarlo ni sa­ berlo, lo que más tarde se llamaría en otros países un político progresista o evolucionista, fiado al lento y espontáneo desarro­ llo de la colectividad, sobre el plano del orden y el respeto a la ley. Su autoritarismo no era un fin, sino el medio de ofrecer ga­ rantías a las actividades lícitas de cada individuo, concurrentes con el bien general. No quería la autoridad en beneficio de una clase o de un grupo determinado de personas; la quería al servi­ cio de todos y sólo en contra de quienes la amagaran con per­ turbadoras inquietudes".147148 149 Pero en quien con mayor propiedad y de forma más plena se manifiesta esta nueva perspectiva historiográfica, es en Alber­ to Edwards. Ya en los años 1913-1914 aparece La organización política de Chile, que contiene los principales elementos de su interpre­ tación, luego completados en Portales, la doctrina Monroe y la democracia,™ y fundamentalmente en La Fronda aristocrática™ Desde las primeras páginas de su obra hay una referencia di­ recta, explícita, a la política contingente: la construcción portaliana se habría originado de la aspiración a tener un gobierno "capaz de conservar el orden público" luego de la anarquía; aspi­ ración que, decía Edwards, "debió ser análoga a la que hoy mis­ mo experimentamos en igual sentido, esto es, superpartidista, 145 Cfr. Galdames, Luis, La evolución constitucional de Chile, Santia­ go, 1925, p. 847. 146 De gran uso en los colegios y obra de la cual hacia el año 1974 ya habían aparecido 14 ediciones. Cfr. Collier, HAHR, 57, N? 4, 1977, p. 667, nota 29. 147 Galdames, ob. cit., p. 851. 148 Edwards, Alberto, Portales, la doctrina Monroe y la democracia, Santiago, 1918. 149 Edwards, Alberto, La Fronda aristocrática, Santiago, 1927. Cito edición, Santiago, 1945.

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extraña a las agrupaciones más o menos personales e informes que se dividían al país”.150 Portales aparece por sobre los partidos. Uno de los secretos de su éxito habría sido el que no trabajó para las facciones. Niega así Edwards esa identificación con algún partido en especial, que pretendieron descubrir algunos de sus biógrafos del siglo XIX.151152 De ahí que una de las características centrales de su creación132 haya sido su "majestuosa impersonalidad”.153 Según Edwards, Portales trató de "fortificar el poder sin li­ garlo a ningún nombre”.154 Se preocupa de hacer de la autoridad algo respetable; de "restablecer la idea del gobierno” como "una abstracción más alta”,155 tal cual había existido en Chile hasta antes de la Independencia. Gobierno impersonaLy JEngrte, pero para serlo verdadera­ mente, y aquí aparecen otra vez diáfanos los deseos de Edwards para el presente que están motivando su obra, debe mostrarse "regenerador y progresista”.156 Gobierno activo que enfrente los problemas, como contrapartida~áT parlamentarismo ineficiente que se vive. Pero, se ha dicho, lo característico de la historiografía portaliana del siglo XX es la búsqueda de una explicación o funda­ mento último que responda a la pregunta ¿por qué fue tan efec­ tivo este régimen? ¿Por qué pudo perpetuarse tanto en el tiempo? Y Edwards, ya en La organización política de Chile, esboza una respuesta que, pulida y completada en La Fronda aristocrática, se transformará en un genial y fundamental aporte a la historio­ grafía portaliana. Chile seguiría gobernándose a partir de los años 30, sostiene Edwards, pese a todos los cambios institucionales superficiales (independencia, libertad de comercio, igualdad ante la ley, etc.), como lo había sido durante toda la época de la dominación espa­ ñola. "El poder absoluto que ejercieran antes los Presidentes co­ loniales en nombre del soberano legítimo que era el rey de Espa­ ña —decía Edwards—, lo ejercerían ahora los Presidentes de la República como mandatarios del nuevo soberano que era, por 150 Edwards, La organización política de Chile, 3- ed., pág. 101. 151 Fundamentalmente Lastarria e I. Errázuriz por los liberales y So­ tomayor Valdés y Walker Martínez por los conservadores. Otros, como Vi­ cuña Mackenna, ya habían reconocido su genial independencia. 152 Ya señalada por Sotomayor Valdés. 153 Edwards, La organización..., p. 101. Idem, p. 104. ’55 ídem, p. 105. 156 ídem, p. 110.

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lo menos en teoría, el pueblo. Tras la revolución de 1810 y luego de quince años de desórdenes, se volvía al punto de partida”.157 Este esbozo interpretativo es completado en La Fronda aris­ tocrática. Edwards qo acepta la interpretación liberal en el sen­ tido de que Portales hubiera carecido de principios, de una con­ cepción político-teórica propia. No era don Diego Portales un doctrinario, filósofo, político o constitucionalista, pero tenía una formación suficiente e ideas claras.158 Lo que en el fondo se le criticaba por los liberales era su realismo, que lo llevaba a des­ prenderse de las teorías impracticables que se habían estado aplicando en Chile, para encontrar, según Edwards, una solución absolutamente simple. No estaba en los tratados de filosofía o de­ recho político, sino en la historia y realidad misma de Chile. Por­ tales en 1830 soldó la ruptura que se había producido en la tra­ dición política de Chile durante la anarquía; volvió a ensamblar a Chile con su raíz colonial. Y lo característico y esencial de esa época hispana, sustentadora del orden público, que ahora Porta- * les restauraba, había sido "la existencia de un poder fuerte y ' duradero, superior al prestigio de un caudillo o a la fuerza de una facción; el sentimiento era el respeto tradicional por la auto­ ridad en abstracto, por el Poder legítimo establecido, con inde­ pendencia de quienes lo ejercían”.159 Restaura la monarquía no en su forma dinástica, pero sí en sus fundamentos: "fuerza con­ servadora del orden y las instituciones”.160 Paradojalmente, por este camino Edwards llega a reconocer la existencia de coincidencias con la historiografía liberal: en realidad lo que aquellos llamaron "reacción colonial” fue la esen­ cia misma del sistema portaliano.161 Aunque ahora se interpreta como vuelta a una tradición esencial y no como un simple retro­ ceso aristocrático egoísta. La autoridad se seguiría afirmando en el "hábito inconsciente de la obediencia pasiva”, que había carac­ terizado la época colonial. El principal resorte de la máquina sería así "el sentimiento y el hábito de obedecer el gobierno legí- > timamente establecido”,162 típico de ese período histórico. < Este poder fuerte e impersonal, pero ya no dinástico, único adecuado en las circunstancias que se vivían, no podía quedar entregado al simple capricho o arbitrariedad del gobernante. De­ bía ser "legítimo”, tener una "forma”, decía Edwards usando una terminología tomada de Spengler, para completar su inter157 158 159 160

161 162

Idem, p. 129. Cfr. Edwards, Alberto, La Fronda..., p. 52. Idem, p. 51. Idem, p. 52. Cfr., ídem, p. 53. Idem, p. 56.

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pretación. ''El Presidente no iba a ejercer el Poder absoluto en virtud de una usurpación y de un abuso, sino por ministerio de la ley”.163 Por eso Portales cooperará en la pronta dictación de la Constitución de 1833 y luego será un implacable aplicador de la leyJ Para Edwards es pilar esencial de la concepción portaliafiüiespeto a la ley”; su obediencia religiosa por dura que sea. Rasgo que es apasionadamente negado por la historiografía li­ beral, que insiste en la pura arbitrariedad y despotismo sin freno de la acción portaliana.164 El segundo gran representante de las nuevas corrientes in­ terpretativas que se inician con el siglo es Francisco Antonio Encina. ,Sus tesis son en esencia las mismas de Edwards —más desarrolladas por ser su obra mucho más extensa—, difiriendo sí marcadamente en la fundamentación de la misma. Edwards y Encina son contemporáneos y tuvieron en mate­ rias de política contingente posiciones similares. El primero ha­ bía ya fallecido cuando el segundo escribió su Portales165 y su Historia de Chile)66 En la obra de Edwards no hay ninguna refe­ rencia concreta en cuanto a haber recibido influencia de alguien en particular para llegar a los resultados que hemos reseñado en el apartado anterior. Mientras tanto Encina, en el prólogo a su biografía de Portales y en una fecha en que Edwards ya no podía rebatirlo, sostuvo que había sido él quien proporcionara "espon­ táneamente” estas ideas a Edwards y a otros "intelectuales con quienes tuve contacto”. Además, agrega Encina, Edwards habría tenido "por intuición” algunos conceptos similares a los suyos. Por ambas razones usó en su obra las formulaciones y redacción de Edwards.167 Para dar credibilidad a esta afirmación, insiste en su biografía en que lo esencial de ella habría sido escrito entre 1902 y 1906,168 en forma de notas y fichas para formación perso­ nal, y sin mayores pretensiones.169 Sólo una "debilidad paternal”170 lo habría llevado a transformar las notas dispersas en un libro. ¿Es verdad lo que dice Encina? Sin tener la versión de Edwards, quien no vivía para confirmar o desmentir lo dicho por 563 Edwards, La organización..., p. 128. 164 En 1922 aparece de Barahona, Rafael Luis, "Portales, su época y su obra”, en Revista Chilena de Historia y Geografía 46, Santiago, 1922, pp. 368-390. 165 Encina, Francisco Antonio, Portales, 2 vols., Santiago, 1934. 166 Encina, Francisco Antonio, Historia de Chile, 20 vols., publicados entre 1940 y 1952. 167 Encina, Portales, Santiago, 1964, vol. I, p. 13. 168 Por tanto mucho antes que la obra de Edwards. 169 Cfr. Encina, ob. cit., vol. I, pp. 8 y 9. 170 Idem, vol. I, p. 11. Cfr., ídem, dedicatoria.

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aquél, se hace muy difícil determinar quién fue de verdad el ori­ ginal, aunque favorece a Edwards el hecho de que su primera obra haya conocido la luz pública veinte años antes que la de Encina. Para Encina, como para Edwards, Portales impone una con>cepción del gobierno fuerte e impersonal171 bajo la forma repu­ blicana?72 El Poder Ejecutivo es.el "principal resorte de la má_quina\173 Gobierno centralizador y fuerte y también “esencial­ mente'- activo",174 obviamente como contraposición al parlamen­ tarismo, frente al cual reaccionan en su tiempo nuestros dos ; autores. En una frase que traiciona toda su filosofía —tan peculiar de los primeros años de nuestro siglo—, dice Encina que en Por­ tales la misión del Estado “es colocar al individuo en condiciones favorables para que desenvuelva sus aptitudes y se convierta en unidad de crecimiento y de poderío, que sumadas a las demás unidades, labren el poder y las fuerzas nacionales frente a los demás pueblos en la lucha por la supervivencia y por el predo­ minio".175 Y esto se manifiesta según Encina muy claramente en la diáfana concepción portaliana sobre la “justicia social": bús­ queda, promovida por el gobierno, “de la elevación gradual en los sentimientos y en las ideas de la gran masa".176 Como en Edwards, el respeto a la ley es también esencial, de acuerdo a la interpretación de Encina, en la concepción por­ taliana. El gobierno debe ser legítimo. De ahí el papel que jugó Portales en la dictación de la Constitución de 1833177 y en la re­ forma de las “leyes coloniales".178 Normas jurídicas que deben cumplirse. Por eso la insistencia de Encina en el concepto de la “sanción" que sería tan propio de Portales: fría, ajena a los odios, dirigida a servir al Estado.179 La ley no existe para ser violada; debe cumplirse o cambiarse.180 ' También en la misma línea de Edwards, Encina insiste par­ 171 "En la concepción portaliana el gobierno es una entidad abstrac­ ta, un símbolo llamado Presidente de la República, absolutamente sepa­ rado de la persona que lo ejerce. No se obedece a Joaquín Prieto, a Ma­ nuel Bulnes o a Manuel Montt, sino a una entidad: el Presidente de la República" (ídem, vol. I, p. 199). 172 Cfr., ídem, vol. II, p. 191. 173 ídem, vol. II, p. 195. ™ Idem, vol. II, p. 192. 175 Idem, vol. II, p. 202. 176 Idem, vol. II, pág. 227. Cfr., vol. II, p. 125. 177 Idem, vol. I, p. 326. 178 Idem, vol. I, p. 327. 179 Cfr., ídem, vol. I, p. 215. 3so Cfr., ídem, vol. II, p. 220.

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ticularmente en un punto: el nacionalismo de Portales. Y éste manifestado sobre todo en dos aspectos: política exterior y gue­ rra y política económica. La política exterior portaliana fue mucho más que un simple episodio en la lucha por la consolidación del orden. Sostiene Encina que sólo la guerra contra la Confederación, visualizada en todas sus dimensiones y consecuencias únicamente por Porta­ les, hizo posible el surgimiento de la nación chilena. El pueblo chileno —y en esta afirmación traicionaba la influencia que el darwinismo social (Spencer) había tenido en su formación—, “como todas las creaciones de la historia, surgió de la guerra’’.181 Preocupado Encina de Nues'tra inferioridad económica,182 atribuye a Portales, con su característica falta de pruebas con­ cretas, su propia concepción económica. Rebate la afirmación de Barros Arana y Edwards en el sentido de haber sido Rengifo el creador de la organización financiera de la República. “La con­ cepción económica en que descansa (ésta) —dice Encina— per­ tenece exclusivamente a Portales”.183 Centro de su concepción habría sido “el deseo de convertir a Chile en una gran nación”.184 Orden, trabajo y sobriedad pública y privada llevarían a la acumulación de capitales. Postula una política económica ecléctica: ni proteccionismo ni liberalismo doctrinario. “Frente al peor dotado, al inferior en aptitudes, la política debe ser ampliamente liberal”. “Frente al más apto, la política debe ser de protección y de defensa”.185 Finalmente, el realismo manifestado en su desconfianza en la legislación econó­ mica y todo tipo de medidas artificiales, completarían su concep­ ción de la economía. “La grandeza económica —de acuerdo a la interpretación del pensamiento de Portales que hace Encina— deriva del trabajo, de la economía y de los elementos físicos, y no de la legislación”.186 Para el autor que ahora estudiamos, esta visión de la econo­ mía sería lo más definitivo de la concepción portaliana. Mientras en lo político el gobierno fuerte sería sólo necesario en un primer momento, en tanto las masas populares eran sacadas de su pos181 Idem, vol. I, p. 347. 182 Título de la obra del autor publicada en Santiago el año 1912. 183 Encina, Portales, vol. I, p. 344. 184 Idem, vol. II, p. 233, y en el vol. I, p. 361, dice: "Portales fue un convencido de que el desarrollo chileno tenía fatalmente que cumplirse encerrado entre los Andes y el mar, merced a la energía industrial y co­ mercial de sus habitantes”. 185 ídem, vol. II, p. 235. 186 Idem.

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L'ación culturabjsocial y económica, en su planteamiento econó­ mico ' se advierte algo de definitivo e ineludible".187

Encina, pese a señalar que las ideas de Edwards le habrían sido sugeridas por él, trata también de marcar diferencias de fondo entre ambos. Niega así que en definitiva el nuevo régimen haya basado su éxito en un revivir elementos del pasado. “Lo ya muerto no renace en la historia", dice Encina.188 Portales no ama el pasado colonial. “El impulso cósmico lo impulsa hacia adelan­ te".'89 Según Encina, para Pórtales el pasado no existía, carecía de significación, era algo muerto. Al contrario, se inclina fuerte­ mente hacia el porvenir. Conserva del pasado lo necesario para reanudar la tradición, destruyendo el resto “con mano inexora­ ble".190 Ni conservador ni jacobino, lo propio de Portales habría sido una doctrina evolutiva. Para Encina, el concepto de gobier­ no impersonal es lo único común que hay entre el régimen por­ taliano y el colonial. Pero este rasgo no sería original, sino típico de todo gobierno “en forma" o “Estado orgánico".191 Pero lo característico de la obra de Encina y aquello que lo diferencia más radicalmente de Edwards, es la fundamentación de todo su esquema interpretativo. Deben destacarse aquí dos elementos: la confianza en la simple intuición y —fruto de ello— la falta de rigor científico de muchas de sus afirmaciones y, to­ davía más importante, la creencia determinista en la etnología como fuente última de explicación de todo el acontecer histórico. En cuanto a lo primero, sirva de ejemplo el “fondo romano" ? que cree Encina descubrir en Portales. Esta hipótesis, reconoce „ explícitamente él mismo, “sólo descansa en una fuerte base de probabilidades psicológicas”.192 Habría reaparecido en Portales cierta proporción de sangre romana, de aquella llegada a la pe­ nínsula a comienzos de nuestra era. Esta afirmación se susten­ taría en el gusto de Portales por el latín, su concepto de la san­ ción —frío, impersonal—, el divorcio entre la vida privada y la pública, la urgencia por ir adecuando el derecho a la realidad cambiante, el sentido de la duración, su concepto del Estado impersonal, fuerte, unitario y centralizador.193 El segundo elemento y decisivo es el racial, el étnico. Siguien­ «87 Idem, vol. II, p. 233. «88 Idem, vol. II, p. 210. 189 Idem, vol. I, p. 204. 190 Idem, vol. I, p. 206. 191 Idem, vol. I, pp. 207 y 208. En esas expresiones se refleja además la influencia de Spengler. 192 Idem, vol. I, p. 177. 193 Cfr., ídem, vol. I, pp. 178 ss.

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do a'^icolás Palaciosjel autor de Raza Chilena,194 explica lo ex­ cepcional y distifrnrde la figura de Portales en la política chilena, aduciendo que sería la "exteriorización del genio político godo”. "Portales era —dice Encina— un godo afinado en el correr del tiempo y de la civilización, algo así como lo que el inglés de hoy al gigantesco normando, anglo y sajón de otra época”.195 Y este "godo” que habría sido Portales y por el cual corría también sangre de la familia papal de los Borgia,196 basó su obra creadora en una comprensión intuitiva pero adecuada del estado de desarrollo etnológico del pueblo chileno: "raza nueva a media formación”, con una capa superior inexperta en cuestiones polí­ ticas dirigiendo a una gran masa "incapaz de pensar o de sentir políticamente”.197 Esta capa superior la constituía la aristocracia castellano-vasca, poseedora de algunas virtudes valiosas —serie­ dad, honradez, etc.—, pero también con grandes taras: falta de instinto político ante todo. "Representaba —dice Encina, mez­ clando ahora elementos de psicología en su apreciación—un ele­ mento biológicamente femenino y psicológicamente receptivo, que desfilaba en el suceder ofreciéndose para ser fecundado. Por­ tales representó biológicamente el elemento macho; psicológica­ mente el foco de sugestión; espiritualmente el soplo de vida, el aliento creador”.198 La conjunción casual de estos dos elementos > —Portales y la aristocracia castellano-vasca— fue recién lo que hizo posible el milagro político chileno del siglo XIX, concluye Encina.199 En la década de los 30, cuando se está viviendo un siglo de Ja obra portaliana en medio de un período políticamente bastan­ te anárquico, el interés en Portales fue manifiesto. Fuera de la biografía de Encina de 1934, en 1937, cuando se conmemoran los 194 Valparaíso, 1904. 195 Encina, Portales, vol. I, p. 176. Cfr., vol. I, p. 113. 196 Cfr., ídem, vol. I, p. 113. 197 Idem, vol. II, p. 175. 195 Idem, vol. II, p. 300. 199 Es curioso además observar en Encina cómo aplica los criterios etnológicos para juzgar a los autores que lo han precedido en el estudio de la figura de Portales. Así, por ejemplo, reconociendo en Vicuña Mac­ kenna una percepción intuitiva genial de Portales (quizá por ser intuitiva como él mismo es, por lo que lo alaba tanto), señala que fracasó en la fundamentación racional de ella por la "fatal imposibilidad de la mente castellano-vasca de comprender un genio y una creación política que no es el producto de su elaboración ancestral” (ídem, vol. I, p. 110). Lasta­ rria, fuera de ser “un estrecho mental”, se había dejado guiar contra Portales por sus antipatías raciales. "Si no ha habido genio más antiibé­ rico que el de Portales —decía Encina—, tampoco ha habido, entre los escritores chilenos, mentalidad más ibera que la de Lastarria” (ídem, vol. I, p. 170). Así quienes mejor comprendieron a Portales fueron "dos mes­ tizos de inglés”: Walker Martínez y Edwards (ídem, yol. I, p. 171).

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cien años del asesinato del Ministro de la Guerra, se publican diversas obras en su honor: el Epistolario de don Diego Portales, editado por Ernesto de la Cruz y Guillermo Feliú Cruz;200 el Bole­ tín de la Academia Chilena de la Historia (año IV, N? 8) se le dedica íntegro, conteniendo trabajos de José María Cifuentes, Luis Carcovich, Raúl Marín Balmaceda, Roberto Hernández y José Miguel Yrarrázaval.201 Por último, se edita en Santiago Dos hombres: Portales y Lastarria, de Domingo Melfi.202 Desde comienzos de siglo y sobre todo, tras los trabajos de Edwards y Encina queda definitivamente configurada la visión conservadora sobre Portales que prácticamente predomina hasta hoy. Ella^s^á-sí^com^letada en su fundamentación última por la obra defJaime Eyzagmrnp En su Fisonomía histórica de Chile203 y luego en su Historia de las instituciones políticas y sociales de Chile204 y en su Histo­ ria de Chile,205 Eyzaguirre reafirma en buena medida la visión portaliana tradicional: realismo de su visión política; democracia progresiva (primero autoridad fuerte para luego dar más libertades a medida que el pueblo madurara); probidad y patrio­ tismo en los gobernantes como “principal resorte de la máqui­ na”;206 nacionalismo firme pero respetuoso, etc. Pero hay una diferencia o agregado en lo que hemos dicho es el tema de fondo de la interpretación portaliana del siglo XX. Si con Portales surge el Estado "en forma”, la base de éste, dice Eyzaguirre, de acuerdo a su concepción tradicionalista hispanocatólica, ya no será más "ético-religiosa.”, sino fríamente formal: "respeto a la ley”, "sumisión a la autoridad constituida”.207 El catolicismo en Chile ya ha perdido el impulso inicial de cruzada con que llegó a nuestra tierra y así no tiene en la primera mitad del siglo XIX fuerza fundadora. Además, dice Eyzaguirre, el ser nacional no se aviene con las abstracciones y la especulación; 200 Aparece en Santiago en los años 36 y 37. 201 El trabajo de este último —“Portales, ‘tirano’ y ‘dictador’ ”, en que rebate esos calificativos que los liberales han dado al Ministro— apa­ reció publicado luego en Tres temas de historia, Imprenta Universitaria, Santiago, 1951. 202 Cierra la década Amunátegui Solar, Domingo, con Pipiólos y Pe­ tacones, Santiago, 1939. Es una típica obra liberal, crítica de Portales. 203 Eyzaguirre, Jaime, Fisonomía histórica de Chile, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1948. 204 Eyzaguirre, Jaime, Historia de las instituciones políticas y socia­ les de Chile, Ed. Universitaria, Santiago, 1967. 205 Eyzaguirre, Jaime, Historia de Chile. Tesis criticada por Bemar­ dino Bravo Lira, en la revista Política del año 1983 (Ed. Zig-Zag, Santia­ go, 1965-1972). 206 Eyzaguirre, Fisonomía..., p. 111. Idem, p. 113.

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por eso tampoco iba a tener la creación portaliana una justifi­ cación intelectual. En definitiva, "el orden basado en el respeto a la autoridad" se habría afirmado en última instancia en el "ins­ tinto de conservación" del pueblo chileno frente a los estragos ocasionados por la anarquía.208 Con Eyzaguirre podríamos decir termina la etapa de interés nacionalista en la persona y obra de Portales, motivada por la sensación de crisis que se vive desde comienzos de siglo. Ahora se abre un período de relativo desinterés en el personaje que nos ocupa. Hasta la década de los 70 sólo aparecen un par de "vidas paralelas”, que presentan una visión favorable de Portales: la tesis para licenciarse en Derecho de Crescente Donoso, Portales y García Moreno, del año 1955, y la obra de Hugo Guerra Baeza Portales y Rosas, del año 1958. A ellas hay que agregar dos pu­ blicaciones aparecidas en el extranjero: Diego Portales: ínterpretative essays on the man and times, del holandés Jay Kinnsbruner,209 que se centra sobre todo en el análisis de la Constitución de 1833, usando como fuente principal las Sesiones de los Cuer­ pos Legislativos, y la del inglés Simón Collier, Ideas y política de la independencia chilena (1808-1833).210 El aporte de Simón Collier>s importante. A más de extran­ jero, se acerca al tema desde uña perspectiva liberal. Le interesan básicamente los ensayos por establecer en Chile un gobierno li­ beral-constitucional y la ideología optimista en la cual este in­ tento se apoyaba. Portales aparece así como aquel que vino a terminar con "las grandes esperanzas y afectos nobles" que en ese período se habían originado.211 El logro de Portales y quienes lo acompañaron fue salvar a Chile de caer en la anarquía hispanoamericana. Pero este "resca­ te” habría sido "excesivo”. De hecho, según Collier, la reacción conservadora de 1829 no permitió a la república liberal "demos­ trar sus méritos".212 Y a esas alturas "los chilenos ya habían avan­ zado más que la mayoría de los otros latinoamericanos en la búsqueda de una solución a sus problemas".213 Así, concluye el historiador inglés, "el establecimiento de la república conservadora se debe interpretar como un factor de 208 Idem, p. 115. 209 The Hague, 1967. Esta obra concluye con un ensayo historiográfico en el cual aparecen referencias a otros autores extranjeros que han tocado el tema portaliano (pp. 91 ss.). 210 Cambridge University Press, 1967. Versión castellana, Ed. Andrés Bello, Santiago, 1977. 211 Collier, Ideas y política de la independencia chilena (1808-1833), p. 334. 212 Idem, p. 332. 2,3 Idem, p. 334.

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honda tragedia”. De hecho "el advenimiento de Diego Portales marcó el final de la revolución”.214 Para llegar a estas conclusiones, Collier divide el análisis de lo que él llama la "reacción conservadora”, en dos partes: la doctrina y la acción, o la construcción política y la forma de imponerla. El pensamiento de Portales y su obra de institucionalización reciben un tratamiento en general positivo. Por obra principal­ mente suya "Chile se las compuso para poner coto al desorden sin aceptar una tiranía personal”.215 Cuando se dicta la Constitu­ ción de 1833 la situación chilena ya había cambiado radicalmen­ te, tomando un rumbo definitivo que aquélla vino a formalizar, sostiene Collier.216 Por lo demás coincide con la historiografía tradicional chi­ lena al juzgar los méritos de la obra portaliana, aunque cree que sus "admiradores modernos”, como Edwards y Encina, exagera­ ron sus méritos. Por ejemplo el rasgo de la impersonalidad. Para Collier, como es típico de la historiografía liberal, "muchos de sus actos parece haberlos motivado el rencor personal, tanto como el espíritu patriótico”.217 Tampoco acepta del todo la idea de una vuelta a la Colonia218 que habría caracterizado su régimen. Ahora —y aquí coincide, quizá sin quererlo, en parte con Encina— hay un componente nuevo que es el "mercantil”. Este se manifiesta en la búsqueda de la eficiencia y del desarrollo económico, lo que lleva a Collier a llamar a Portales el "dictador empresario”.219 En lo que Collier es verdaderamente original es en su insi­ nuación, apoyada en un informe del cónsul británico en Chile, de que Portales pudo haber sido en algún momento partidario de una solución monárquica para Chile. Pero no tiene más datos en que apoyarse y sí muchos que contradicen este aserto, por lo que no insiste en su interpretación.220 En todo caso, Portales.—y aquí empieza la fuerte crítica de Collier al actuar concreto del Ministro, a la forma de llevar sus ideas a la realidad— "rechazó en la práctica la ideología li­ beral”.221 Mientras gobernó, no se notó para nada que pensara algún día liberalizar su autoritarismo. De hecho, desde que em­ 2» Idem, p. 334. Idem, p. 331. 216 Cfr., ídem, p. 309. 2,7 Idem, p. 304. 218 Expresión que usa citando a Heise. 2’9 Idem, p. 309. 220 Cfr., ídem, pp. 318 ss. 221 Idem, p. 332.

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pezó a actuar como ministro se dio “una aprehensión firme e im­ placable del poder”,222 como todavía no se había dado en el Chile independiente. La autoridad en esos años, al decir de Collier, se hizo notar no sólo por su prestigio, sino sobre todo por su ac­ tuar fuerte y hasta violento. Se habría vivido un “clima genera­ lizado de terror”,223 “de temor y estremecimiento”,224 motivado por las “medidas represivas”225 y “los procedimientos excesiva­ mente rudos del bando triunfante”.226 Y es esto lo que olvidan los admiradores irrestrictos de don Diego Portales, concluye Collier. Sin embargo, y a diferencia de lo que será luego la postura de otros críticos aún más extremos del Ministro, Collier, incluso confiando en un posible éxito de los intentos liberales que lo antecedieron, debe concluir que sin la firmeza de Portales “la transformación de Chile jamás se habría realizado”.227 Y esta opinión se ve reafirmada diez años después en el prefacio a la edición castellana de su obra. Con la perspectiva del tiempo y de un estudio más acabado de la época conservadora,228 sostiene que debería haber destacado más "lo positivo de la gestión por­ taliana”.229 Mientras su centro de estudio y punto de partida lo fue la revolución liberal, la conservadora que le puso fin aparecía, na­ turalmente, cargada de rasgos negativos. Pero cuando el interés, ya agotado el tema inicial, empieza a trasladarse a la segunda, la visión se equilibra. Es así como puede concluir: “Si bien ese genial constructor suprimió una parte importante de la heren­ cia liberal de la revolución de la Independencia, es innegable que gracias a sus esfuerzos se afianzó la estabilidad política e insti­ tucional de la República, lo cual permitió, a lo largo de los años, un desarrollo más fuerte, más sólidamente cimentado, de las aspiraciones liberales legadas por la independencia”.230 222 Idem, p. 324. 223 Idem, p. 326. 224 Idem, p. 327. 225 Idem, p. 328. 226 Idem, p. 328. 227 Idem, p. 329. 228 Anuncia allí mismo un estudio sobre los tres primeros decenios. Frutos de ellos son seguramente dos artículos: "The Historiography of the 'Portaban' Period (1830-1891) in Chile”, HAHR, Vol. 57, N? 4, 1977, pág. 660 ss. y "Conservantismo chileno, 1830-1860. Temas e imágenes”, en Nueva Historia. Revista de historia de Chile, año 2, N? 7, Londres, 1983. 229 Collier, Ideas..., pág. 3. 230 Idem. El año 1970 en el N- 9 de la revista Historia, publica Varf829)^ar^a J "El Pensam3en^° político del grupo estanquero (1826-

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Portales vuelve al primer plano tras el pronunciamiento mi­ litar del 11 de septiembre de 1973. El nuevo régimen reivindica para sí la figura del gran Ministro.231 Se vive otra crisis y la so­ lución portaliana se considera de nuevo como la más adecuada. Y esta motivación política servirá de punto de arranque para un nuevo interés historiográfico en el tema. En 1974 aparece el Diego Portales. Vida, y tiempo, de Rober­ to Hernández Ponce. Su estilo es esencialmente narrativo, no entrando para nada en problemas interpretativos de fondo. Es un trabajo de difusión, liviano, que no aporta mayores elementos para la comprensión de la figura de Portales. En todo caso, su visión del estadista y su obra es positiva. El mismo año 1974 se termina de publicar una Historia de Chile en 4 volúmenes,232 en la que corresponde a Femando Sil­ va V. estudiar la época portaliana.„.Aun cuando forma parte de una historia general, el aporte de (Fernando Silva Jmede alinear­ se junto a los de Fernando Campos, Julio Heise y Bernardino Bravo en el campo de la historia de las instituciones. Sobre todo se relaciona con Bravo Lira al insinuar una serie de conceptos que éste desarrollará luego más extensamente. Ellos son los si­ guientes. La dificultad con que se encontraban aquellos miembros de la “generación intermedia”, que maduraba en la década del trein­ ta y a la que Portales pertenecía, “radicaba en hacer compatible lo positivo de la monarquía233 con la existencia de un nuevo orden de cosas”.234 En definitiva, como dirá más adelante Bravo Lira, éste estaba constituido por los principios constitucionales y las instituciones parlamentarias. La época de ensayos constitucio­ nales había dejado ya como firme legado la república. Ello impli­ caba el respeto al principio de separación de los poderes, acogido por la Constitución de 1833, el que en principio contradice la idea de un gobierno fuerte y autoritario. Por eso lo fundamental del sistema portaliano, sostiene certeramente Fernando Silva, no se materializó sólo en la Constitución, sino en una serie de prácti­ cas, leyes y reglamentos "que de hecho reunieron en el Ejecutivo 231 Cfr. Declaración de principios del gobierno de Chile, Santiago, 1974, p. 23: "Conforme a la inspiración portaliana que lo guía...”. 232 Editado en Santiago, sus autores, además de Femando Silva, son Osvaldo Silva, Patricio Estellé y Sergio Villalobos. 233 Para Silva, como para la mayoría de los autores conservadores del siglo XX, el sistema portaliano, pese a su íntimo contenido liberal, está inspirado en lo que fue el sistema monárquico anterior a la inde­ pendencia. Siguiendo a Eyzaguirre sostiene que Portales restablece la dualidad Trono-Altar en la figura del Presidente de la República y de un adecuado manejo del sistema del Patronato. (Cfr. Silva, Estellé, Villalo­ bos, Silva, Historia de Chile, Santiago, 1974. Vol. 3, p. 536.) 234 Idem, p. 535.

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la casi totalidad de los medios para ejercer la plenitud del po­ der". “Para la cabal comprensión del régimen —estima Silvaes, por consiguiente, tan necesaria una justa valoración del texto constitucional como del sistema electoral y de las leyes de régi­ men interior y de municipalidades".235 Y de ello se desprende que en la práctica la separación de poderes desaparecía, pasando el Presidente a ser el “gran elector”, controlando incluso al Par­ lamento.

Pero por sobre esta realidad, fruto de las necesidades inme­ diatas, el fondo parlamentario y constitucional se mantenía, para hacerse plenamente efectivo una vez que la maduración natural del país lo permitiera. El “autoritarismo" portaliano, según Silva, “no aspiró a ser inalterable y definitivo".236237 Así, a pesar de las medidas represivas que caracterizaron el régimen de gobierno hasta 1837, se pueden ya encontrar en él gérmenes de ese parla­ mentarismo. Estos cree verlos Silva en la reglamentación del funcionamiento del Consejo de Ministros por decreto de julio de 1833 y en el hecho de que la unión entre Ejecutivo y Legislativo que implicó el régimen autoritario, es también típica de los regí­ menes parlamentarios. Lo que pasa es que en Chile “la fusión se manlfestó en, beneficio exclusivo del Presidente de la Repúbli5a ’ j ®astar¿a Que éste perdiera su “capacidad generadora" o modeladora" del Congreso, concluye Silva, para que se llegara a un sistema parlamentario.238 Fernando Campos Harriet se acerca también a Portales des­ de el punto de vista institucional. Esto en su Historia Constitu­ cional de Chile, de 1951 y cuya última edición es de 1983. Ella no aporta mayores elementos originales. Coincide con Heise y Galdames al decir que Portales pudo tener éxito al apoyar su polí­ tica en las únicas fuerzas organizadas que subsistían en Chile luego de los años de anarquía que se vivieron a la caída de O’Higgins: aristocracia e Iglesia. A ellas se uniría el ejército luego de ser reorganizado y colocado en su “verdadero papel".239 En lo demás sigue muy de cerca a Encina. Un tercer autor que estudia la obra de Portales principal­ mente^ desde una perspectiva institucional, es Julio Heise. En 150 años de evolución institucional, publicado en 1960 y cuya cuarta y última edición apareció en 1979, y luego en Años de for­ mación y aprendizaje políticos (1810-1833), de^l978, relativiza la obra de Portales al sostener que ésta “habría desaparecido junto 235 236 237 238 239

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Idem, pág. 544 s. Idem, pág. 547. Idem, p. 548. Idem, p. 549. Campos, Historia Constitucional de Chile, Santiago, 1983, p. 159

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con su muerte”, si no es por la "firme resolución” de que hizo gala la aristocracia chilena en orden a legitimar la dictadura.240 Antes de eso, y en vida de Portales, se vive sólo una dictadura violenta sustentada en el "terror al Ministro”241 y convulsionada por continuos motines y asonadas.242 En su opinión, la Carta Constitucional de 1833, impulsada por dos miembros de la clase dirigente: Mariano Egaña y Manuel José Gandarillas, habría sido el hito decisivo en el proceso de organización definitiva de la re­ pública. Con ella por base y tres circunstancias materiales coad­ yuvantes: "la indignación unánime contra el crimen cobarde del Barón”, "el mejoramiento de la situación económica” (plata de Chañarcillo, cobre, exportaciones agrícolas a California y Austra­ lia) y el triunfo en la guerra contra la Confederación,243244 se pudo estabilizar el sistema político que hizo grande a Chile en el si­ glo XIX. Hay así en la obra de Heise una tendencia clara a minimizar el aporte portaliano. "Como todo grande hombre en la historia —afirma en 150 años de evolución institucional—,24A era un pro­ ducto social”. En una visión globalista y socializante del aconte­ cer histórico, la obra portaliana es diluida fatalmente dentro de un proceso mayor que la supera y sobre el cual no puede influir decisivamente. Ella vino a ser sólo el resultado de una madura­ ción natural del sentido político de la aristocracia, luego de los sucesivos fracasos del doctrinarismo dominante hasta 1830.245 Según Heise, ni siquiera hay originalidad en el sustento doc­ trinario de su creación, pues ésta viene sólo a actualizar "toda la estructura ideológica de la Colonia, íntimamente arraigada en el alma nacional”.246 Es la fórmula tan socorrida de la "reacción colonial”. El poder fuerte que el realismo de Portales quiere im­ poner se apoyará así en lo que Heise considera los pilares de nuestra vida histórica hasta esa época: aristocracia, clero y ejér­ cito,247 mientras la masa de la población vive en una sumisa pasi­ vidad.248 Entre los autores de la línea conservadora que en los últimos años exaltan la figura de Portales destaca la obra de Bernardino 240 Heise, Años de formación y aprendizaje políticos (1810-1833), San­ tiago, 1978, p. 213. ™ Idem, p. 207. 242 Idem, pp. 208 s. 243 Idem, p. 213. 244 Santiago, 1979, p. 40. 245 Cfr. Años de..., p. 204 s. 246 150 años de evolución institucional, p. 40. 247 Cfr. Años de..., p. 201. 243 Cfr., ídem, p. 202.

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Bravo Lira. No escribe una obra general sobre el personaje qué estudiamos, sino una serie de artículos249 recopilados en 1985 en un volumen con el título De Portales a Pinochet.250 Un resumen de sus tesis principales aparecen luego en su Historia de las ins­ tituciones políticas de Chile e Hispanoamérica.251 Se nota en dichas obras un alejamiento de las polémicas tradicionales y una vuelta a las fuentes para enfrentar problemas no resueltos en anteriores estudios sobre Portales y su época. Aborda el tema, al igual que los tres últimos autores analizados, desde una perspectiva no puramente histórica, sino institucional y jurídica. La tesis central de Bravo Lira dice que la Constitución de 1833 no se dictó "para establecer un régimen de gobierno, sino, al contrario, para consolidar uno ya establecido”.252 Frente al optimista doctrinarismo pipiólo que anteponía las leyes a la realidad, Portales da decididamente la primacía a esta última. Lo importante de la obra portaliana es así, en la interpreta­ ción de este autor, el establecimiento de un régimen de gobierno. Y éste, como se desprende de la cita anterior, no era algo original, sino más propiamente una restauración. Siguiendo la línea mar­ cada en lo fundamental por Edwards y Eyzaguirre, sostiene Bra­ vo Lira que "el llamado régimen portaliano y el llamado Estado portaliano no son, en último término, sino una nueva versión, actualizada, del régimen y del Estado indiano”.253 Considera que quienes a fines del siglo XIX quisieron exaltar su figura haciendo aparecer su creación como algo completamente original,254 se equi­ vocaron derechamente. En cambio, por paradoja, los liberales que quisieron descalificarlo tachándolo de reaccionario, estuvie­ ron, pese a su apasionamiento, mucho más cerca de compren­ derlo.255 Pero la obra de Portales no fue sólo restauradora. Junto con sentar nuevamente las bases de un "gobierno eficaz”,256 como lo "Portales y la consolidación del Estado constitucional en Chile”, Universitaria 2, Santiago, 1979, pp. 120 ss.; "La Constitución de 1833 , en Revista Chilena de Historia del Derecho 10, Santiago, 1983, pp. 317 ss.; “Gobierno fuerte y función consultiva”, en Cuaderno de Ciencia Política 5, Santiago, 1984. 250 Bravo Lira, Bemardino, De Portales a Pinochet, Ed. Jurídica de Chile, Santiago, 1985. . 25i Bravo Lira, Bemardino, Historia de las instituciones políticas de Chile e Hispanoamérica, Ed. Jurídica de Chile, Santiago, 1986. 252 Bravo Lira, Historia..., p. 137. Cfr. Bravo Lira, De Portales... p. 28. 253 Bravo Lira, De Portales..., p. 18. 254 Por ej. Sotomayor Valdés y Walker Martínez. 255 Cfr. Bravo Lira, De Portales.... pp. 25 s. 256 Idem, p. 15. 249

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había sido el indiano, resuelve el problema que plantea la subsis­ tencia de éste en un nuevo marco, el constitucional. Pues en el nuevo régimen de gobierno, afirma Bravo Lira, a diferencia del que existió en Chile hasta 1810, encontramos ahora “un Parla­ mento ^permanente encargado de regular la gestión del poder estatal J7 Y éste es sin duda otro aporte interesante y original del autor. “El gran mérito de Portales —concluye— consistió, precisamente, en haber hallado una manera práctica de hacer compatible la subsistencia de un gobierno eficaz, como el que había existido bajo el régimen indiano, con el funcionamiento normal de estas instituciones parlamentarias encargadas de re­ gular su gestión, introducidas por el constitucionalismo”.257 258 Y, según Bravo Lira, la fórmula para hacer esto posible fue la forma institucional que se dio al Presidente de la República. Este reúne una cantidad de poderes tal, que se llega a asemejar a un monarca, aunque para actuar requiere siempre el concurso de otros: Consejo de Estado, ministros y Parlamento.259260 Pero, y he aquí según Bravo Lira lo más importante, es él mismo quien nombra directa o indirectamente a todos los miembros de esos cuerpos.?0 Por último, en cuanto a la filosofía inspiradora del sistema, Bravo Lira la sitúa “en la línea deja Ilustración tardía”.261 Se evoca por Portales no cualquier período del Chile indiano, sino el último, la era del absolutismo ilustrado, aquel en que se dio en plenitud la “combinación entre gobierno eficiente y realizador e Ilustración”.262 Este fue el gobierno que conoció Portales en su juventud y el que habría tratado naturalmente de revivir, con las modernizaciones o adecuaciones ya señaladas. En definitiva, resume Bravo Lira en su Historia de las insti­ tuciones políticas de Chile e Hispanoamérica, “Portales restable- S ció el gobierno identificado con los grandes intereses de la patria, sobre la base de las instituciones indianas que persistían y bajo una forma constitucional”.263 El mismo alejamiento de las polémicas y la vuelta a las fuen­ tes caracterizan los trabajos especializados dé. Alejandro Guzmán Brito sobre Portales y el derecho.264 257 Idem. 258 Idem, p. 28. “9 ídem. 260 Idem. 261 Cfr. Idem, pp. 21 ss. 262 Idem, p. 26. 263 Idem, p. 69. 264 Cfr. Guzmán Brito, Alejandro. Para la historia de la fijación del derecho civil en Chile durante la República, ver en Revista Chilena de His­ toria del Derecho 9, Santiago, 1983, y “Las ideas jurídicas de don Diego

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En su Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, publicado en Santiago en 1981,265 Mario Góngora continúa la línea interpretativa marcada por Edwards266 y Eyzaguirre, pero con algunas diferencias. Fundamentalmente rebate la tradicional afirmación de que el sistema de gobierno inaugurado por Portales sería impersonal. Esto no para criticarlo como personalista, al estilo de los historiadores liberales, sino para afirmar que se apoyaba en una aristocracia, la cual, por definición, no puede ser impersonal. El "principal resorte de la máquina" portaliana lo cree en­ contrar Góngora en un elemento sociológico: la distinción cons­ tante que revelan sus cartas entre los "buenos”, quienes son par-,) tidarios del orden, y los "malos”, "aludiendo sin duda a los^ pipiólos y los conspiradores de cualquier bando”.267 Los primeros se identifican con la aristocracia, aunque in­ cluye elementos provenientes de los estratos medios. Es ella la única en Chile que posee la "cualidad moral de preferir el orden público al caos”.268 Por eso el gobierno la buscará como apoyo, aun cuando conserve en sus propias manos el poder. Dualidad entre Ejecutivo fuerte y aristocracia al que debía unirse el resto del pueblo sólo una vez que hubiera alcanzado la "virtud republicana”,269 requisito básico para el funcionamiento de un régimen plenamente democrático. La influencia de la política contingente en la interpretación del fenómeno portaliano, y alejándonos ahora del camino de la historia de las instituciones, tiene una manifestación última y extrema con la obra del historiador Sergio Villalobos. De su plu­ ma proviene la crítica más radical a la tradicional visión conser­ vadora de Portales. Apuntando explícitamente hacia Edwards y Encina,270 resulta de claridad meridiana que intenta una desmitificación del personaje que aparece como ejemplo a seguir en materia política por el actual gobierno. Su contradicción es absoluta. "El llamado régimen porta­ liano —dice Villalobos— es una de las mayores falsificaciones Portales”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, vol. 93, de 1982.

265 Ob. cit. 266 “A mi juicio, el mejor historiador de la época republicana” (Gón­ gora, Ensayo..., p. 15). 267 Idem, p. 15. 268 Idem, p. 16. 269 Idem, p. 13. 270 Cfr. Villalobos, Sergio, Sugerencias para un enfoque del siglo XX, en Colección de Estudios CIEPLAN N° 12, marzo de 1984, pp. 9-36, estudio N? 79, p. 11.

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PORTALES EN LA HISTORIOGRAFIA

en nuestra historia, fomentado por los grupos conservadores y los gobiernos autoritarios”. No fue un "régimen”, ni duró tanto/1 La organización política de Chile y la estabilidad de las li­ bertades democráticas en Chile habrían sido posibles pese a Por­ tales, quien representa sólo un paréntesis en esta evolución. Los hitos fundamentales serían, en cambio, sostiene Villalobos, el período de "lucha por la organización del Estado”271 272 que le pre­ cedió y la etapa de "conciliación”273 que se inicia inmediatamente después de la muerte del Ministro y que alcanza su máxima ex­ presión con el gobierno de Bulnes. La institucionalidad termina de consolidarse durante el gobierno de Montt, quien, siendo auto­ ritario, actuó "sin salirse de las normas jurídicas ni obtener poderes extraordinarios”.274* Portales no creó una institucionalidad, hubo en él sólo un "manejo gubernativo”,275, dice Villalobos. Pero además rebate la concepción abstracta del poder y el apego a la ley que la mayoría de los historiadores conservadores consideran de la esencia del actuar portaliano. De la afirmación de Portales en el sentido de que "la ley la hace uno procediendo con honradez y sin espíritu de favor”, de­ duce Villalobos que en el sistema portaliano "la voluntad del gobernante es la ley”.276 No existiría así el derecho, sino sólo la autoridad. Y concluye en forma de interrogante: "¿cabe pensar en mayor personalismo y desprecio hacia la institucionalidad?”277 En definitiva, sostiene que los panegiristas del Ministro han dejado demasiado de lado e actuar concreto de Portales,278 mar­ cado en forma creciente por rasgos cada vez más autoritarios y hasta despóticos. Se habría dado una "progresión fatídica de la dictadura”,279 con abusos de fuerza y violencia. Lo peor, según Villalobos, es que todas estas medidas de fuerza no sirvieron pa­ ra nada. El orden reinante a partir de 1830 sería sólo un elemento más del "mito portaliano”. "La verdad es que si ha habido pe­ 271 Idem, p. 13. 272 Idem, p. 11. No usa la palabra anarquía como los conservadores. Estos olvidan la falta de experiencia política dominante y la catástrofe económica que significaron las guerras de Independencia, dice Villalobos. 273 Idem, p. 18. 274 Idem, p. 19. 273 Idem, p. 18. 276 Idem, p. 15. 277 Idem. 278 Lo mismo en que había insistido Collier. 279 Idem, p. 17. Principal prueba es una carta dirigida por el juez de Valparaíso José Antonio Alvarcz a don Manuel Montt, con motivo del ase­ sinato de Portales.

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ríodo de angustia e intranquilidad” en la historia de Chile, con­ cluye el historiador que reseñamos, "ése fue el del Ministerio de Portales”.280 Del gran estadista, tras este análisis, no queda nada. Hom­ bre inteligente, pero “sin ideas”,281 que sólo se mete en política para salvar sus negocios.

4.

CONCLUSION

El debate en tomo a Portales sigue abierto. Pese a las relativa­ mente numerosas páginas que se han escrito sobre su obra y figura, el tema está muy lejos de agotarse. Faltan investigaciones sobre temas y materias específicas y concretas del período, vacío que por lo demás este volumen pretende de alguna manera llenar. Debe volverse al estudio de las fuentes. La historia pura­ mente interpretativa, que en la mayoría de los casos ha tenido una fuerte motivación política, parece haber dado ya todo lo que podía dar de sí. Urge la búsqueda de nuevos materiales con que traba j ar. Sobre la base de esas investigaciones monográficas se podría intentar una nueva biografía o trabajo general o de síntesis sobre Portales, que reemplace los ya superados intentos de Vicuña Mackenna y Encina.

280 Idem, p. 18. 281 Idem, p. 13.

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ICONOGRAFIA DE PORTALES (1837-1937) Hernán Rodríguez Villegas Academia Chilena de la Historia Director del Museo Histórico Nacional

La iconografía de don Diego Portales, hasta donde nos ha sido posible conocerla, corresponde en su totalidad a retratos postu­ mos realizados como homenaje a la figura del Ministro, ejecuta­ dos corto o largo tiempo después de su trágica muerte en el Barón. En vida, don Diego pudo retratarse con los artistas que pa­ saron itinerantes por Santiago o Valparaíso a partir de la segun­ da década del siglo XIX, esto es, desde que nuestro personaje dejó de ser un niño, hasta su fallecimiento, ocurrido poco antes que cumpliera 44 años de edad, ejerciendo la mayor autoridad de la República luego de la del Presidente don Joaquín Prieto. Descontando la remota posibilidad de un retrato realizado en Lima durante sus estadías entre 1821 y 1823, los artistas que pudieron tener a Diego Portales de modelo fueron, cronológica­ mente, José Gil de Castro, José Morales, Hendrich Jenny, Francis Martin Drexel, Boyer, Palacios, John Searle, Henry Herve y Juan Mauricio Rugendas. El primero de ellos, el peruano José Gil de Castro, inició su actividad en nuestro país hacia 1806 y la concluyó en 1825. Co­ nocido como Mulato Gil o el limeño retratista, dejó entre noso­ tros una vastísima obra estudiada recientemente, en forma ex­ haustiva, por su compatriota don Ricardo Mariátegui.1 Gil de Castro fijó en sus telas a personajes vinculados al último go­ bierno colonial, al Ejército Libertador, al gobierno de don Ber­ nardo O’Higgins y a numerosos grupos familiares de alcurnia como Izquierdos, Alcaldes y Lecaros. En general, sus modelos fueron una generación mayor que la de don Diego —nacido en 1793—, siendo los menores entre los retratados don Francisco Ja­ vier Rosales y don Joaquín Vicuña, ambos nacidos en 1786. 1 Mariátegui Oliva, Ricardo, José Gil de Castro (El Mulato Gil), Li ma, 1981.

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Nacido en 1781 y modelo del Mulato fue don Pedro Palazuelos Aldunate, miembro destacado del Tribunal del Consulado, al cual se incorporó Diego Portales en 1822, de quien era tío ma­ terno. Don Pedro es el único personaje del grupo familiar de Portales retratado por José Gil de Castro. El chileno José Morales debió surgir a la sombra del pintor peruano y heredar su rango de retratista una vez que éste regre­ só a Lima. Autor poco estudiado, de quien se conservan sólo tres obras identificadas —de desigual calidad—, estuvo activo desde 1822, data de uno de sus retratos, hasta 1839.23 5 4 Dicho año, los hijos de don Ignacio Eyzaguirre Arechavala pidieron al retratista Morales la imagen de su progenitor, que cumplía en esa fecha 60 años. Don Ignacio era hermano político de Diego Portales, casado desde 1810 con su hermana Mercedes y, durante largos y difíciles años, tutor de los Portales Palazuelos?

El pintor suizo Hendrich Jenny llegó a nuestra patria hacia 1822 o poco después, reemplazando al pendolista José Gutiérrez como profesor de dibujo en el Instituto Nacional, cargo que con­ servó hasta 1827, año en que tuvo que regresar a Europa.4-5 Autor de escasos y meritorios retratos de pequeño formato, su dibujo académico hacía resaltar el modelado de los rostros y finos detalles del vestuario contra colores planos y oscuros del fondo, todo enmarcado en la línea del retrato neoclásico. Jenny probablemente fue protegido de la familia Larraín Salas, ya que retrató al patriarca don Martín y a su hijo Gabriel Larraín Aguirre. Francis Martin Drexel, joven nacido en el Tirol, llegó a Val­ paraíso procedente del Callao en el invierno de 1827, poco des­ pués que Diego Portales abriera en ese puerto su escritorio de comerciante. Drexel trabajó afanosamente en Valparaíso, en Santiago y en La Serena, ciudad que visitó por corto tiempo ya embarcado rumbo al norte, en el verano de 1828. De esta primera estada en Chile el pintor llevó los honorarios de 23 retratos al óleo y 10 2 Mebold, Luis, Catálogo de Pintura Colonial en Chile, Santiago, 1987. 3 Eyzaguirre Gutiérrez, Jaime, "El hogar de los Portales durante la guerra de Independencia”, en Boletín de la Academia Chilena de la His­ toria N- 8, Santiago, 1937. 4 Amunátegui Solar, Domingo, "Profesores extranjeros del Instituto Nacional. 1813-1913”, en Album del Instituto Nacional. 1813-1913, Santiago, 1916. 5 Cruz de Amenábar, Isabel, Historia de la pintura y escultura en Chile desde la Colonia al siglo XX, Santiago, 1984.

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miniaturas sobre marfil, ganancia que sin duda influyó para que regresara a nuestra patria en 1830, por un breve período del cual nada sabemos de las obras que pudo ejecutar. Los retratos chilenos de Drexel permanecen en el anonima­ to, a excepción del que hizo a Joaquín Campino y los de don Jo­ sé Manue Cea y de su esposa doña Juana Soiza. Se conoce, en cambio, gran parte de su obra en el Perú, donde fijó la imagen de próceres como O'Higgins, Castilla, Gamarra y Santa Cruz, de aristócratas, de hombres de iglesia y, especialmente, de comer­ ciantes? Es posible que el comerciante Diego Portales haya posado ante Drexel, artista de vasta cultura e interesante conversación, que poco después dejó los pinceles para convertirse en acauda­ lado comerciante y líegó a fundar un Banco en Filadelfia. Tam­ bién es posible que sea Drexel el autor de la miniatura de doña Constanza de Nordenflycht, dado el vestuario de la época, la materialidad de la obra y la postura del modelo, en el que no se usó la cámara oscura que fue corriente en los miniaturistas pos­ teriores. Este retrato, del cual el Museo Histórico posee una re­ producción fotográfica, pertenecía en 1937 a doña Catalina Por­ tales de Adriazola, nieta de la retratada. Los artistas Boyer y Palacios, el primero francés y el segun­ do quiteño, avisaron en 1830 su disposición para realizar retra­ tos, en el estudio que improvisaron en un cuarto de la casa de don Francisco Valdivieso Vargas en la Plaza de Armas esquina de Monjitas y Nevería. {La Opinión, Santiago, 12 de noviembre de 1830.) La obra de estos artistas incluía pintura para edificios, cha­ rolado de coches, decoración de papeles para salas y otras artes que indican un carácter más popular en su oficio, el que hasta hoy permanece desconocido.

John Searle, en cambio, fue un retratista de fino oficio que se especializó en la ejecución de miniaturas, además de la reali­ zación de vistas de ciudades. Llegó a Chile cuando a Diego Portales se le nombró Minis­ tro del Interior y de Guerra, en abril de 1830, residiendo indis­ tintamente en Valparaíso y Santiago hasta su fallecimiento, ocu­ rrido en febrero de 1837. Nacido en la isla Madera, se decía inglés o americano según las necesidades del caso, como cuenta William Ruschenberger; la ruina de sus negocios como dueño de barco mercante lo obligó* 6 Ugarte y Ugarte, Joaquín H., El pintor tirolés Francis Martin Dre xel en la Iconografía Bolívarlana, Lima, 1973.

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a retomar los pinceles, cosa en la que se había distinguido como aficionado en los Estados Unidos. Instalado en Santiago en la fonda Inglesa próxima a la Pla­ za, realizó innumerables retratos en miniatura sobre marfil y cartón y luego se inició en retratar al óleo a caballeros y damas que reprodujo con fidelidad en sus trajes y tocados. Apodado "Sir Thomas Lawrence" por sus amistades de la capital y el Puerto, aludiendo al gran retratista inglés fallecido en 1830, la galería de personajes que posó ante Searle se mantiene hasta hoy en el anonimato, ya que el artista, dueño de un especial carácter, tuvo el cuidado de no firmar jamás sus obras.78 '5

Henry Herve, o Henrique como firmó en sus avisos, fue un fecundo pintor de retratos que llegó a la capital con anteriori­ dad a 1833. Manuel Blanco Cuartín, en un artículo sobre la pintura chi­ lena, llamó Herbet a este artista, a quien hace llegar a Santiago en 1829, aunque afirma luego haber tenido 10 años cuando vi­ sitó su taller, esto es, en 1832.9 Suponemos inglés a este autor que, en mayo de 1833, avisó al público que no podía comprometerse con nuevos retratos an­ tes de concluir la infinidad de los que debía realizar en su do­ micilio de calle Huérfanos 72. Quizá la información de Herve haya exagerado su éxito en­ tre la clientela de Santiago, pero no tanto como para restar im­ portancia a su labor, la que seguía realizando ininterrumpida­ mente tres años más tarde.10 Como Searle, Herve no firmó nunca su obra, la que cree­ mos individualizar por las características de su formato regu­ lar, la postura del rostro, de tres cuartos, la ausencia de manos en sus modelos, el fondo nuboso o de color parejo, generalmen­ te oliva, y los numerosos retratos femeninos que realzó con peinetones de carey y fichú de encajes. Atribuimos a Herve, por ejemplo, los retratos de don Agus­ tín Vial y su esposa doña Rosario Formas, el de Rafaela Bezani11a de Ovalle, de Joaquín Tocornal, de Juan de Dios Correa de Saa y tantos más que pagaron entre 7 y 15 pesos por posar ante el inglés. 7 Ruschenberger, William S. W., Noticias de Chile. 1831-1832, Santia­ go, 1956. 8 El Correo Mercantil, Santiago, 9 febrero 1832; El Mercurio, Valpa­ raíso, 27 julio 1832; El Mercurio, Valparaíso, 5 octubre 1832. 9 Blanco Cuartín, Manuel, Estudio sobre la pintura chilena, Biblio­ teca de Escritores de Chile, Santiago, 1913. 10 El Araucano, Santiago, 29 mayo 1833.

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De igual modo, atribuimos al prolífico Herve las innumera­ bles miniaturas de perfiles realizados con la ayuda de la cámara oscura sobre cartón blanco, por las que cobraba de 3 a 5 onzas, dependiendo de las exigencias del modelo.11 Henry Herve continuaba en su labor de retratista en la capi­ tal en el invierno de 1836, mudándose en ese momento a la casa de doña Carmen Prieto, en calle Merced junto al Tajamar, lo que avisó a la clientela que seguía solicitándolo.

Finalmente, Mauricio Rugendas es el último artista de este listado de quienes pudieron retratar a don Diego Portales con anterioridad a su muerte. El bávaro Rugendas llegó a Chile procedente de México en el invierno de 1834. La recomendación que trajo a don Javier Bustamante y la extraordinaria calidad de su oficio le abrieron de inmediato la confianza de la sociedad y de las autoridades, donde Bustamante ejercía como Ministro de Guerra. En octubre de 1834 el Presidente don Joaquín Prieto y su ministro Tocornal extendieron un amplio pasaporte a Rugendas para recorrer el territorio nacional, momento en el que debieron de conversarse proyectos de algunos cuadros importantes para el gobierno de Chile, como la histórica recreación de la batalla de Maipú y el del Presidente Prieto y su séquito en las fiestas de septiembre en la Pampilla. Mauricio Rugendas estuvo principalmente atento a los pai­ sajes y escenas costumbristas del país, afines a su temperamen­ to romántico, pero también hizo retratos del círculo de sus amis­ tades y quizá si algunos por encargo. Rugendas concurrió a las casas de Isidora Zegers de Huneeus, Mercedes Marín de Solar y Juana Toro de Vicuña, amis­ tó con Andrés Bello y Claudio Gay y formó parte de la intelec­ tualidad chilena de su tiempo. Sus apuntes y dibujos de personajes de la sociedad de San­ tiago, Valparaíso y Talca son un documento finísimo de esa ge­ neración, a la que perteneció también Diego Portales.12 Sin embargo, de ninguno de estos artistas se conoce hoy, ni se conoció en el pasado, un retrato de don Diego Portales ejecu­ tado en vida de éste; a pesar de que José Gil de Castro retrató a su tío don Pedro Palazuelos; José Morales a su hermano po­ lítico don José Ignacio Eyzaguirre; Francis Drexel a su socio y amigo don Juan Manuel Cea; Henry Herve a su comadre doña 11 El Araucano, Santiago, 30 agosto 1833; El Araucano, Santiago, 24 abril 1835; El Araucano, Santiago, 22 julio 1836. 12 Lago, Tomás, Rugendas, pintor romántico de Chile, Santiago, 1960.

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Rafaela Bezanilla, y Mauricio Rugendas a su Presidente don Joa­ quín Prieto. ¿Fue una de las excentricidades de don Diego el no dejarse retratar, sus medios económicos no le permitieron pagar los ho­ norarios de un artista, o es que desapareció o está todavía ocul­ ta su imagen, realizada por los pintores nombrados o por otro cuya identidad desconocemos? Al faltar este retrato material de Portales, hecho en vida, uno se pregunta sobre la verdadera fisonomía del personaje, sus rasgos físicos y de carácter, conservados en la memoria de sus contemporáneos y en la de los historiadores más próximos. Hernán Díaz Arrieta inició su recopilación Portales Intimo (Santiago, 1930) con un capítulo que llamó "El retrato”, en el que reunió los más significativos testimonios de José Victorino Lastarria, Benjamín Vicuña Mackenna y Carlos Walker Mar­ tínez. El primero escribió: "Don Diego Portales vivió sólo 44 años y al morir estaba todavía en todo el vigor de su juventud, ágil, lozano, bien apersonado, ceño severo y un tanto burlesco, fiso­ nomía imponente y altanera”. De Vicuña Mackenna cita: "Semejante a César, "el primer calavera de Roma”, Portales llevaba en la prematura calvicie de su frente, en su tez pálida, en su mirada de fuego, las profundas huellas de su existencia trabajada por el placer. Era hombre de una rara belleza, que no tenía apariencias de varonil, pero osten­ taba todos los rasgos de una organización delicada, nerviosa y en extremo impresionable. Su rostro era pálido y sin barbas, sus ojos de un azul hermoso, dulces en su mirar, cuando no con­ traía su pupila el aguijón de un sentimiento violento; sus labios finos y en extremo gentiles, porque una perenne sonrisa, ya sar­ dónica, ya expresión de un intento contento, les imprimía una constante movilidad. Su frente era tersa y prominente, su barba redonda y su nariz en extremo desarrollada, recta y con sus ex­ tremidades abiertas más de lo común: señal inequívoca de una voluntad inflexible y de una naturaleza ardiente y voluptuosa. Su estatura era proporcionada, su busto frágil, pero extraordinaria­ mente flexible y gallardo, lo que lo hacía presentarse como uno de los más lucidos jinetes de su tiempo, y como un pie sin rival en la ágil zamacueca. Tenía en todo su ser una singular movili­ dad, marchaba siempre de prisa, hablaba con vehemencia y el acento de su voz era acentuado e imperativo”. Walker Martínez expresa: "Aunque en su frente ya escasea­ ban los cabellos, no representaba más edad que la que realmen­ te tenía. Su andar, ordinariamente de prisa, sus movimientos fá­ ciles y la vehemencia con que solían precipitarse sus palabras, desmentían la prematura vejez de la cabeza. Era de estatura me­ diana, esbelto, bien formado de pecho y espalda, la cabeza ad­

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mirablemente colocada sobre sus hombros, y estaba dotado de un conjunto tan simpático que tenía, sin pretenderlo, ese precio­ so privilegio de hacer favorables las primeras impresiones. Ver­ lo era amarlo. El color de sus ojos era azul oscuro; su mirada profunda y, cuando se irritaba, terrible como el rayo; sus meji­ llas ligeramente hundidas y pálidas, su rostro ovalado y su na­ riz recta y un poco larga; en sus delgados labios se dibujaba de ordinario una sonrisa amable, a veces sarcástica, y entonces amarga e hiriente como el acero. Su actitud retrataba esa mez­ cla de orgullosa confianza que suele dar la conciencia del propio valer y no era difícil desde luego conocer en él al hombre que está más acostumbrado a mandar que a obedecer. No era, en una palabra, lo que podría llamarse un hombre bello; pero era una figura que atraía la atención en cualquier parte donde se en­ contrara, perfectamente modelada y con la línea de la estatua­ ria romana antigua. Pero lo notable de su persona estaba en su cabeza. Los médicos de la escuadra inglesa que hicieron la ana­ tomía de su cadáver se admiraron de hallarla tan hermosa y de­ clararon que no habían conocido otra mejor. ¡Y así se necesita­ ba para que en ella cupieran tan grandes concepciones!”. Fue necesaria la tragedia del cerro Barón y la muerte del Ministro Portales, la madrugada del 6 de junio de 1837, para que se realizaran los retratos que conocemos de don Diego, los que trataremos de detallar cronológicamente hasta el primer cente­ nario de su fallecimiento.

1.

DON DIEGO PORTALES, MINISTRO DE GUERRA Y MARINA Oleo firmado y fechado de Camilo Domeniconi, 1837 Lámina V

La primera imagen del estadista se realizó a poco de su muerte, teniendo al parecer sus despojos como modelo y como autor al pintor italiano Camilo Domeniconi. El cadáver de Diego Portales quedó tendido en el lugar de su fusilamiento en el cerro de la Cabritería, en el Barón, con treinta heridas de florete y bayoneta y dos balazos, uno en la ca­ beza y otro que le destruyó la mandíbula y los dientes. La misma mañana del 6 de junio se trasladó el cuerpo hasta la casa del Ministro —la Quinta Portales—, al pie del cerro. Allí lo embalsamó el doctor Cazentre y a las cinco de la tarde salió hacia la iglesia matriz del Puerto en un fúnebre cortejo. En esa iglesia permaneció hasta el 5 de julio, fecha en que se dio inicio a su traslado a la capital, donde llegó el día 13. Des­ pués de celebrarse ese día honras en la iglesia de San Miguel y 491

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al día siguiente en la de la Compañía, se le sepultó solemnemen­ te en el coro de la Catedral, donde todavía se encuentra, el 15 de julio en la mañana,13 39 días después de su fallecimiento. Camilo Domeniconi debió tener a la vista los despojos em­ balsamados de Portales en Valparaíso y realizar allí los prime­ ros bocetos del retrato que debió concluir en la capital, donde integró a la tela elementos y documentos conservados en las ofi­ cinas del Ministerio de gobierno. Si no vio los despojos del Ministro, realizó su obra siguien­ do las indicaciones de quienes conocieron muy de cerca a don Diego y teniendo de modelos a familiares de fisonomía seme­ jante. Contrariamente a lo que se pensó de este retrato oficial de Portales —Vicuña Mackenna entre ellos—, no fue un encargo del gobierno al pintor, sino un obsequio de éste, a lo mejor antici­ pándose a dicho encargo, que bien podía recaer en otro artista, como José Morales, Henry Herve o Mauricio Rugendas. El 10 de octubre de 1837 el Presidente Prieto ordenó a la Te­ sorería General pagar 1.000 pesos a don Camilo Domeniconi en remuneración al obsequio hecho al gobierno del retrato del Mi­ nistro de Guerra y Marina, servicio por el cual el mandatario y su ministro Tocornal dieron las gracias al artista.14 Domeniconi ejecutó la imagen de Diego Portales con todos los símbolos de su poder y de sus obras. Lo vistió con el uniforme de teniente coronel de infantería del Ejército que usaba como Ministro de Guerra y Marina y que recibió como distinción en abril de 1831, colocándolo en el des­ pacho del Ministro del Interior en el Palacio de Gobierno, que en esos años todavía ocupaba las dependencias del antiguo edifi­ cio de la Real Audiencia. El sillón y la mesa que reproduce el cuadro formaban parte del mobiliario de esa oficina, sin duda enviados desde París por don Francisco Javier Rosales en 1832, junto con el resto del mobiliario para el palacio, incluida la sala presidencial y su palio. Sobre la mesa, presidida por un tintero de bronce con la figura de Galileo, los documentos más significativos de la gestión del Ministro: el decreto de organización de la Guardia Nacional, formada en Santiago en 1831 y en Valparaíso al año siguiente; la Constitución de 1833; el proyecto de ley relativo a la marina mercante, de 1836; y el mensaje del Presidente al Congreso en que solicita su ratificación a la declaración de guerra hecha al 13 Hernández, Roberto, "Don Diego Portales y Valparaíso”, en Bole­ tín de la Academia Chilena de la Historia N? 8, Santiago, 1937. 14 Sotomayor Valdés, Ramón, Historia de Chile durante los cuarenta años transcurridos desde 1831 hasta 1871, tomo II, Santiago, 1876.

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gobierno del general Andrés de Santa Cruz, de 21 de diciembre de 1836. Aporte del artista fue la alegoría de la Justicia que colocó en la base del sillón ministerial y la frase latina Tanto nomine nullum par elogiam Didacus Portales (El mayor elogio es su nombre Diego Portales). Y sobre dicha frase la firma: Camilus Domeniconis pinxit Santiago anno 1837. El ambicioso retrato de Domeniconi tuvo contradictorias crí­ ticas en el pasado. Don Ramón Sotomayor lo consideró "un lienzo que se realizó con no poca felicidad". Vicuña Mackenna también lo encontró una obra feliz por su semejanza y aspecto general, "a pesar de ser obra de un pintor mediocre”; años más tarde, sin embargo, se refirió a este retrato como "el segundo asesinato de Portales".15 Con la perspectiva de los años y a pesar de no contar con la obra original para evaluarla en detalle, creemos que el retrato de Domeniconi fue una lograda realización, no exenta de majes­ tuosidad. Representa la equilibrada transición entre el retrato de apa­ rato que realizó José Gil de Castro (pensamos concretamente en el de don Judas Tadeo Reyes, de 1815) y el que años más tarde ejecutaría Monvoisin, como el del Presidente Bulnes, de 1843. El retrato de Camilo Domeniconi compuso equilibradamente los volúmenes del modelo y su entorno contra un desnudo fondo; dibujó con minuciosidad rostro, traje y mobiliario, en el que uti­ lizó formas y símbolos de la antigüedad, todo lo que inscribe a la obra en la corriente neoclásica que en Europa desaparecía em­ pujada por el creciente romanticismo. Iconográficamente, la imagen de Domeniconi se constituyó en la fuente de todos los siguientes retratos de Portales, convir­ tiéndose sin discusión en el documento más próximo al modelo, "feliz por su semejanza". Este retrato fue pieza importante en la Exposición del Coloniaje de 1873, descrita minuciosamente por don Benjamín Vicuña en el Catálogo, donde llevó el número 75. Junto al lienzo se exhibió en esa oportunidad la mesa que figura en el cuadro, haciéndose mención que no había podido encontrarse el sillón en las dependencias del Ministerio del Inte­ rior, entonces en La Moneda. También se mostró el tintero con la pensativa figura de Galileo Galilei que reprodujo Domeniconi, tintero que hasta esa fecha seguía sirviendo como principal deco­ ración en la mesa de trabajo de los ministros que sucedieron a Portales.16 15 Pereira Salas, Eugenio, “Vicuña Mackenna, crítico de arte”, en Bo­ letín de la Academia Chilena de la Historia N? 86, Santiago, 1972. 16 Vicuña Mackenna, Benjamín, Catálogo razonado de la Exposición

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El retrato de Diego Portales presidió el despacho de los mi­ nistros del Interior en la Plaza de Armas, trasladándose a sus nuevas oficinas en La Moneda en 1848. En ese local y alrededor de dicho cuadro, en 1937, la Acade­ mia Chilena de la Historia realizó la exposición y homenaje que conmemoraron los cien años de la muerte del Ministro. El incendio del Palacio de La Moneda en 1973 destruyó, la­ mentablemente, esta importante obra. 2.

DON DIEGO PORTALES Oleo firmado por Camilo Domeniconi, hacia 1837. (0,79 x 0,60 m.) Lámina II

Probablemente, junto con realizar el retrato que regaló al go­ bierno, Domeniconi debió de hacer éste por encargo de la familia del difunto, ya sean sus hermanos José Diego, Manuel, Tadeo o Miguel Portales Palazuelos; sus cuñados Manuel José Salas, José Ignacio Eyzaguirre, Lorenzo Plaza de los Reyes, Ignacio Moran; o sus primos Portales Larraín, de los cuales Estanislao, el mayor, era también cuñado del Ministro. De pequeño formato, esta pintura tiene la misma caracterís­ tica de dibujo y de modelado que la anterior, observándose el detalle del pelo cano de don Diego, asunto que menciona el Catá­ logo de la Exposición del Coloniaje, que cita con el N- 514 el mechón canoso cortado al Ministro el día de su muerte por el ve­ cino de Valparaíso don Enrique Cood. Vestido de civil, con el ancho corbatón negro característico de la moda de la época, se envuelve en una amplia capa española que tiene la peculiaridad de su cuello de piel, detalle que revela sin duda una prenda característica de don Diego. Este retrato de Domeniconi fue heredado o adquirido por su sobrino José Ignacio Víctor Eyzaguirre, hijo de su hermana Mercedes Portales Palazuelos. Don José Ignacio Víctor nació en 1817 y era clérigo de órde­ nes menores al morir su tío Diego veinte años más tarde. El presbítero Eyzaguirre fue uno de los iniciadores del gusto por las bellas artes en nuestro país y su colección de pinturas —la mayoría copias de obras famosas— se exhibió numerosas veces en las exposiciones de arte de la Sociedad de Instrucción Primaria o en las exposiciones de septiembre. Luego de una vida colmada de actividad y realizaciones, don José Ignacio Víctor fa­ del Coloniaje celebrada en Santiago de Chile en septiembre de 1873, por uno de los miembros de su comisión directiva, Santiago, 1873.

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lleció de apoplejía fulminante a bordo del vapor Niemen, frente a Alejandría, en noviembre de 1875. Por disposición testamenta­ ria suya, la colección de pinturas que había formado a través de los años la legó al pueblo de Chile. En la nómina de su colección, bajo el número 27, se consignó esta obra de Camilo Domeniconi, de la Escuela Italiana, con el retrato de don Diego Portales.17 Este cuadro pasó a integrar la Galería Histórica que ordenó formar en el Museo Nacional el Ministro de Educación don Mi­ guel Luis Amunátegui, en 1877. Años más tarde, este retrato y otros se llevaron a la Biblioteca Nacional, cuando ésta ocupaba el antiguo edificio del Consulado, en calle Compañía. En 1910 formó parte de la Exposición Histórica del Cente­ nario que llevó a cabo don Luis Montt y otros colaboradores en el Palacio Urmeneta, incorporándose, en mayo de 1911, a la co­ lección fundadora del Museo Histórico Nacional creado por el Presidente Barros Luco. Se exhibió en la muestra-homenaje a Portales en 1937, bajo el número 54, prestado, junto a numerosos objetos, por el Museo Histórico. En la actualidad se encuentra en el Palacio de La Moneda.

Este retrato de Diego Portales y otro de don José Manuel Borgoño, también propiedad del Museo Histórico Nacional, son las únicas obras identificadas que se conservan del italiano Do­ meniconi. En 1917 el Museo de Bellas Artes exhibió el retrato de don José Domingo de Amunátegui, propiedad de su descendiente Gui­ llermo Amunátegui, obra de Domeniconi, retrato que se selec­ cionó en una muestra que reunió cuadros de Sargent, Boldini, Sorolla y Vicente López, compañía que habla muy bien de la calidad artística del italiano.18 Poco se sabe de la biografía de este artista, cuya cultura y don de gentes debió de ser poco común. No hemos precisado la fecha de su llegada y salida de Chile, país en el que dejó dura­ deras amistades. En su Estudio sobre la pintura chilena (Biblioteca de Escri­ tores de Chile, Santiago, 1913), Manuel Blanco Cuartín se refiere a Domeniconi como "joven de letras, vivo, apasionado y bello como todo italiano. Que pintase o no pintase bien, eso no impor­ taba al caso: lo que se pretendía era que retratase a las pocas personas que habían escapado al pincel de Herbet”. Según Blan­ co, "ido o fugado el tal Domeniconi en agosto del año '37, el tem­ plo de la pintura quedó sin sacerdotes.” 17 Anales de la Universidad de Chile, Santiago, 1877, pp. 229-231. 13 Museo de Bellas Artes, Salón de retratos y obras selectas de arte extranjero, Santiago, 1917.

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Los juicios de valor de don Manuel, así como la veracidad de sus fechas son relativos: en este caso olvida que en octubre de 1837 se estaba pagando a Domeniconi por su retrato de Porta­ les y olvida también que es éste el período en que Rugendas pinta sus mejores obras en nuestra patria. Con anterioridad a 1848 Domeniconi se encuentra viviendo en su Roma natal, donde es asiduo a la tertulia que realizan Car­ los Bello Boyland y Silvestre Ochagavía en su alojamiento de plaza San Ignacio, donde asisten, entre otros chilenos, Ignacio Valdés Larrea y Aníbal Pinto.19 Bello, Ochagavía y Pinto formaban parte de la legación chi­ lena ante Ja Santa Sede, encabezada por don Ramón Luis Irarrázaval, comisión que regresó al país en 1850. Posteriormente a esa fecha —creemos que en 1852— y con el apoyo de sus influyentes amistades de Santiago, Camilo Dome­ niconi fue nombrado cónsul de Chile en Roma, convirtiéndose en el primer representante diplomático de nuestro país en Italia. Domeniconi gozó de una respetada situación en Roma, donde lograba con facilidad audiencias de S.S. Pío IX y del cardenal Antonelli, con quien tenía amistad. Era paradero obligado de todo viajero chileno y asesor artístico de los más eruditos, como los Tocornal y los Gallo, a quienes recomendó la venida de Ense­ bio Chelli y la adquisición de esculturas de su hermano Carlos Chelli.20 Las copias de pinturas de la antigüedad que envió Dome­ niconi a Chile sirvieron para realizar, en 1858, la Exposición del Teatro Municipal, “una trasposición de Roma y de Florencia aca­ rreada en angarillas desde los muros de los salones de Santiago por varios jóvenes entusiastas”, al decir de don Benjamín Vi­ cuña. Camilo Domeniconi, cónsul chileno en Roma y retratista del Ministro Portales, falleció en 1860.

3.

PORTALES EN LA GLORIA Dibujo de Juan Mauricio Rugendas, fechado 1838. Lámina XVI

Rugendas, quizá el más importante pintor que visitó Chile en las primeras décadas del siglo XIX, no dejó un retrato de Diego Portales realizado en vida; en cambio, dibujó su apoteosis a un año de su muerte. 19 Carta Ignacio Valdés Larrea a Camilo Domeniconi, Santiago, 3 oc­ tubre 1856. 20 Archivo Nacional, Relaciones Exteriores, Consulados de Chile en el extranjero.

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LAMINA XXV Diego Portales, óleo de autor anónimo.

LAMINA XXVI

Obelisco recordatorio a Portales, en el cerro Barón de Valparaíso.

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No conocemos el original de esta obra, sino su reproducción en el impreso A la memoria de Portales (1793-1837). Juicios histó­ ricos, Santiago, 1901 (Sala Medina, Biblioteca Nacional), en la que se incluye como una lámina desdoblable fuera de texto, sin más referencias que una inscripción que parece ser realizada por europio artÍSta y f°rma Parte del dibujo: por D.M. Rugendas, La ambiciosa composición muestra al Ministro Portales lle­ vado por las Musas y acompañado de Hércules, Mercurio y Ate­ nea, ingresando a la Gloria o a la Historia, donde, en dos rangos, se alinean personajes entre los que podría reconocerse la simbó­ lica figura de América, recostada y con tocado de plumas. Es sobremanera interesante reconocer, en primera fila, a los personajes de la historia de Chile que, en la concepción del bávaro Rugendas, precedieron a Portales en la Gloria. Una pareja de araucanos, quizá Fresia y Caupolicán; don Alonso de Ercilla coronado de laureles; el jesuíta Ovalle o Lacunza, y don Pedro de Valdivia portando su armadura. Al centro de este grupo que aguarda al Ministro, creemos reconocer al sabio Juan Ignacio Molina, por su atuendo de abate y por el libro que indica su ca­ rácter de autor literario o científico; al respecto, no se cristali­ zaba aún en Chile una imagen de Molina, lo que sucedió una vez que se trajeron sus recuerdos de Bolonia y se levantó su estatua en la Alameda, en 1860. ¿Dónde está hoy este original de Rugendas, reproducido en

1901? Don Luis Alvarez Urquieta, comentando la exposición sobre Portales que realizó en La Moneda la Academia Chilena de la His­ toria en 1937, cita un cuadro bordado en seda con este mismo tema, propiedad en ese momento de doña Rosa Mourges de Por­ tales y basado, dice, en un dibujo de Rugendas que conservaba don Emilio Reyes Echaurren.21 No nos fue posible ubicar en la colección Reyes Echaurren el citado dibujo. Don Emilio falleció en julio de 1936 y en sep­ tiembre del mismo año el martiliero Estanislao Echenique hizo la subasta de sus bienes en su casa de calle Lord Cochrane, sin que allí se mencionara a Rugendas ni a Portales.22 En agosto de 1944 la Casa Rivas y Eyzaguirre avisó el re­ mate de la Sucesión de doña Elena Valdés de Lavín, mencionán­ dose entre numerosos cuadros nacionales y extranjeros el dibu­ jo "Apoteosis de Portales" de Mauricio Rugendas. No recuerdan 21 Alvarez Urquieta, Luis, “Objetos de don Diego Portales que se con­ servan en la actualidad”, en Boletín de la Academia Chilena de la Histo­ ria N? 8, Santiago, 1937. 22 Catálogo de la colección de cuadros de la sucesión de don Emilio Reyes Echaurren, Santiago, 1936.

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los descendientes de doña Elena —viuda desde 1919 de Ernesto Lavín Cabot— haber visto dicha obra en la gran casa de Alame­ da donde vivió desde el año 13 al 37 ni en el pequeño departa­ mento de calle Paulino Alfonso donde falleció en 1944. ¿De quién provino el dibujo de Rugendas? ¿Quién lo adqui­ rió entonces? Años más tarde, el dibujo de Rugendas habría pertenecido a don José Zamudio Zamora, distinguido miembro de la Socie­ dad de Bibliófilos de Chile, quien fue por más de treinta años bibliotecario de la Biblioteca del Congreso Nacional y, posterior­ mente, del Fondo Neruda de la Biblioteca Central de la Universi­ dad de Chile. José Zamudio falleció en 1977 y no se sabe el destino que tuvo la obra del artista bávaro, probablemente vendida con an­ terioridad a esa fecha. Por el momento sólo se conoce de este Rugendas su repro­ ducción de 1901, imagen que utilizó Leopoldo Castedo en la con­ tratapa del segundo volumen de su Resumen de la Historia de Chile de Francisco Antonio Encina. Tampoco hemos podido averiguar el destino del cuadro bor­ dado en seda que reproduce el tema de Rugendas exhibido en 1937. Hacia 1975 recordamos haber visto dicha obra en una casa de remates. No conocemos el paradero del dibujo de Rugendas, pero sí el momento en que debió realizarse. El año 1837, que conmocionó a todos los habitantes de la República por el asesinato de Portales y las noticias de la guerra contra la Confederación, fue para Rugendas un año de viajes en­ tre Santiago, Valparaíso, Talca y Coquimbo, concluyendo en di­ ciembre con una ambiciosa expedición a la cordillera y las pam­ pas, en compañía del pintor alemán Roberto Krausse. En enero o febrero de 1838, cabalgando nuestro artista entre Mendoza y San Juan, un rayo cayó sobre su caballo y lo botó de su montura, siendo arrastrado enredado de un estribo. Al día si­ guiente se encontró al caballo muerto y al jinete inconsciente, en grave estado. Sólo en el otoño de 1838 pudo Rugendas volver a Chile, pa­ ralizada la mitad del cuerpo, con un tic en el rostro, una profun­ da cicatriz en la frente e imposibilitado casi de dibujar. Esta obligada inercia que no le permitió enviar a Alemania trabajos o dinero, lo sumió en una profunda depresión. Cuando supo de la entrada victoriosa del general Bulnes a Lima, quiso ir allá, pero no lo logró, debiendo quedarse en San­ tiago e insistir en diferentes proyectos para mejorar su situación económica, como el Album de Personajes Chilenos que llevó a cabo conjuntamente con el litógrafo Juan Bautista Lebas.

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Es posible que uno de estos proyectos haya sido el cuadro de Diego Portales y la Gloria, cuyo dibujo sin duda debió ser pre­ paratorio para una tela de envergadura, destinada quizá al go­ bierno de don Joaquín Prieto, que en 1835 le encargara el cua­ dro de la batalla de Maipú. No conocemos las circunstancias precisas que llevaron a Ru­ gendas a ejecutar este dibujo, pero podemos imaginar que éste no contó con la aprobación de doña Carmen Amagada, verdade­ ra musa del pintor en esos años. Doña Carmen, esposa de don Eduardo Gutike, no olvidaba que su marido había sido despoja­ do de su grado de coronel por un decreto firmado por Diego Portales en abril de 1830, cuando se dio de baja a todos los altos oficiales que acompañaron a Freire en Lircay. En agosto de 1837 escribía a su amado "Moro” Rugendas: "... no tendrá su Portales el lugar que Ud. le designa, porque en­ tonces le digo a Ud. que no veo justicia en el Hacedor Supref> TI mo . A pesar de esta amarga frase, el pintor bávaro colocó al Mi­ nistro, un año más tarde, entrando al templo de la Gloria de América. 4.

DON DIEGO PORTALES

Oleo de autor anónimo, anterior a 1850 (0,48 x 0,36 m.) Lámina XIX Variante del retrato de Domeniconi en que se representa al Mi­ nistro con traje civil, cubierto con la capa de cuello de piel y corbatín blanco, en vez del negro que lleva en el cuadro original. Al respecto, es interesante anotar que, en lo sucesivo, se re­ presentará a don Diego de corbatín blanco en vez de la ancha corbata negra con que lo pintó Domeniconi. La moda de la épo­ ca usaba corrientemente el negro, reservando el corbatín blan­ co para vestir de noche o de etiqueta. Al usar este corbatín de etiqueta los artistas, quizá inconscientemente, daban mayor im­ portancia y calidad al retratado.23 24 La ejecución de este cuadro es menos cuidada que la del ita­ liano, indicando su factura ser una obra anterior a las influen­ cias que comenzaron a ejercer en nuestro medio el francés Rai­ mundo Monvoisin —llegado en 1843— y el italiano Alejandro Cicarelli, creador de la Academia de Pintura en 1849. 23 Pinochet de la Barra, Oscar, El gran amor de Rugendas, Santiago, 1984. 24 Tumer Wilcox, R., La moda en el vestir, Buenos Aires, 1946.

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Su autor podría ser algún pintor local o uno de los quite­ ños itinerantes que visitaron frecuentemente nuestra patria has­ ta mediados del siglo XIX, ofreciendo sus servicios como retra­ tistas o como ejecutantes de pinturas piadosas según la tradi­ ción colonial. Entre éstos puede mencionarse a los Sevilla, a Pa­ lacios y a Avila, de quienes se conservan algunas obras identi­ ficadas. Este retrato pertenece al Palacio de la Moneda, descono­ ciéndose su procedencia.

5.

DIEGO PORTALES

Dibujo y grabado de Narciso Desmadryl, Santiago, 1854 Lámina XX

Chile debe a don Narciso Desmadryl su más valiosa iconografía de retratos históricos, entre los que se incluye el del Ministro Portales. Narciso Edmundo José Desmadryl nació en Lille, Fran­ cia, en 1801, y pasó a París como alumno de la Escuela de Bellas Artes, donde fue discípulo de Lethiére.25 Expuso asiduamente en el Salón de París entre 1831 y 1849, año en el que, sin que sepamos las razones, viajó a América y se estableció en Santiago. En la primavera de 1850 don Diego Barros Arana, redactor del periódico La Sílfide, comentó en forma entusiasta la labor de Desmadryl en su taller de la capital, a la que con euforia de­ signó Atenas del Pacífico en un artículo en el que dio cuenta de la vida artística de la ciudad, pictórica de creadores como Monvoisin, Cicarelli, Oliva y Desmadryl. Este artista se dedicó preferentemente al dibujo y al graba­ do (aunque más tarde dio pruebas de ser excelente pintor y es­ cultor) , técnicas poco desarrolladas en el país, por las que se le consideró con deferencia, nombrándosele jurado de la Exposi­ ción Nacional de septiembre en 1851, 1854 y 1855, cargo en el que tuvo por compañeros, entre otros, a Pedro Palazuelos, José Gandarillas, José Zegers, Claudio Francisco Brunet des Baines, Bernardo Alcedo, Eusebio Chelli y Alejandro Cicarelli. En 1852 el gobierno le encargó grabar cinco cuños para nue­ vas monedas, luego de ver, quizá, la excelente técnica con que el francés dibujó y grabó el retrato del Presidente Manuel Montt, publicado en 1851, y el de Bartolomé Mitre, dado a conocer el año siguiente.26 25 Gesualdo, Vicente, Enciclopedia del Arte en América, Buenos Ai­ res, 1968. 26 El Mercurio, Valparaíso, 1? julio 1852; El Correo del Sur, Concep­ ción, 4 diciembre 1852.

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En diciembre de 1852 publicitó Desmadryl la que sería su obra fundamental en nuestra patria, la Galería Nacional o Colec­ ción de biografías y retratos de hombres célebres de Chile, para la cual ofreció suscripciones en la Librería de El Mercurio.27 Tomando el modelo de las colecciones de retratos que ya eran populares en Europa desde hacía años, el artista Desma­ dryl buscó como asociado en la parte histórica a don Hermógenes de Irisarri primero y luego a don Miguel Luis Amunátegui para llevar a cabo esta costosa publicación que se realizó en dos volúmenes con 48 retratos grabados a dos tintas y otras tantas biografías, en las que participaron los mejores escritores de su tiempo. En el segundo volumen de la obra, el retrato número 34 se dedicó a Diego Portales, acompañándole como biografía la me­ moria que escribió don Fernando Urízar Garfias por encargo del gobierno el día que se sepultó a don Diego en la Catedral de Santiago, el 15 de julio de 1837, memoria que guardada en una botella se colocó junto a los preciosos restos bajo el coro del templo. “La biografía de don Diego Portales era una de las que debían ocupar un lugar preferente en nuestra obra”, escribió Amunátegui en una nota en que justificó el empleo de la memo­ ria de 1837, dado que ningún contemporáneo tomó a su cargo la biografía del Ministro “por no encontrarse a su altura”. Para su dibujo, Narciso Desmadryl tuvo como referencia bá­ sica el gran retrato de Domeniconi en La Moneda y los comenta­ rios de los contemporáneos y familiares de don Diego. Vistió a éste de civil, pero sin la capa que hasta ese momento acompaña­ ba a dicha imagen, recalcando la personalidad de estadista del modelo al colocar un libro en su mano derecha, junto al pecho.28 No dudamos que la imagen de Diego Portales tuvo gran aceptación, como la mayoría de los retratos de la Galería Nacio­ nal, los que pronto fueron reproducidos según el nuevo sistema de la fotografía. Al finalizar la década de 1850 y en los primeros años de la siguiente, algunos establecimientos de retratos, como se llamó a los fotógrafos, vendieron masivamente el retrato de Portales hecho por Desmadryl en el formato carte de visite que llenó las páginas de miles de álbumes de retratos a lo largo del mundo. Conocemos esta imagen en fotos de J. A. Ovalle, calle del Chirimoyo 13 B, Santiago, y B.R.P., calle del Cabo 56, Val­ paraíso. 27 El Mercurio, Valparaíso, 20 diciembre 1852. 28 Desmadryl, Narciso, Galería Nacional o Colección de biografías y retratos de hombres célebres de Chile, escrita por los principales litera­ tos del país, dirigida y publicada por Narciso Desmadryl, autor de los grabados y retratos. Miguel Luis Amunátegui, revisor, tomo II, Santiago, 1854.

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Luego del éxito alcanzado por su obra, Narciso Desmadryl abrió en la capital, agosto de 1854, una tienda de grabados y li­ tografía artística y comercial en la que, suponemos, no obtuvo las ganancias que esperaba, ya que tres años más tarde estaba en Buenos Aires buscando nuevos horizontes. Se debe a este fran­ cés el primer retrato grabado de Diego Portales, que constituyó un nuevo arquetipo de la imagen del Ministro.29 6.

DIEGO PORTALES Litografía de A. Legrand, impresa por Becquet hermanos, París, 1854 Lámina XX

Al publicar su Atlas de la Historia de Chile en 1854, el natura­ lista Claudio Gay incluyó el retrato de don Diego Portales como primera lámina de esta obra, como queriendo indicar que su la­ bor entera se había realizado bajo la protección del Ministro. Feliú Cruz y Carlos Stuardo, al prologar la Corresponden­ cia de Claudio Gay, indican que su Historia Física y Política de Chile, compuesta de 28 volúmenes y 2 atlas de ilustraciones, re­ presenta cuarenta años de silenciosa labor, incesante constancia y trabajo infatigable y sin desmayo. "Ella es el monumento li­ terario y científico de su gloria. Pero es, a la vez, honra del país a que está consagrada, del gobierno que la auspició en 1830 y de las administraciones que la ampararon más tarde en medio de ingentes necesidades. En justicia, deben señalarse los nom­ bres del Ministro Diego Portales y del Presidente Manuel Montt como los de sus protectores y más entusiastas en verla realiza­ da."30 El contrato entre Gay y el gobierno de Chile fue firmado por Portales, en representación de este último, siendo él quien es­ tuvo en todo momento respaldando el trabajo del científico, a quien llegó a apreciar sinceramente. La víspera de la tragedia del Barón, Claudio Gay, recorrien­ do las cordilleras de Illapel, envió a Portales su Memoria sobre las minas de mercurio de la provincia de Coquimbo, el 5 de ju­ nio de 1837. Años más tarde, en París, mientras trabajaba el enorme ma­ terial recopilado en sus viajes a lo largo de Chile, con vistas a la publicación de una Historia de Chile, Gay escribió al entonces Ministro don Manuel Montt en septiembre de 1843: “Añadiré también al texto algunos dibujos históricos y sobre todo retra­ 29 El Mercurio, Valparaíso, 10 agosto 1854. 30 Feliú Cruz, Guillermo y Stuardo Ortiz, Carlos, Correspondencia de Claudio Gay, Santiago, 1962.

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tos, como Ud. verá en la primera entrega. No se ha hecho en la Historia de Venezuela y nos importa mucho que se haga para la de Chile, pero para lograr buen resultado sería conveniente que el Supremo Gobierno encargase al señor Lavalle a Lima que hiciera sacar al lápiz y de un tamaño de 4 a 6 pulgadas solamen­ te, el retrato de todos los presidentes de Chile que llegaron a Vi­ rreyes del Perú, como el conde de Superunda (Manso), Amat, O’Higgins, etc., que se hallan en la Biblioteca Nacional. Sería conveniente también que me mandaran los del señor Lastra, que fue primer presidente o director de Chile, de Freire, Eyzaguirre, Pinto, Prieto, Bulnes, Portales y de todos los generales y patrio­ tas que han tomado una parte activa en la historia de la Inde­ pendencia, sin excluir el del señor Manuel de Salas... A pesar de esta intención, que vendría a realizar en el país Narciso Desmadryl con su Galería Nacional, Gay sólo alcanzó a incluir en el texto de los volúmenes de su Historia los retratos de Isabel la Católica y de Cristóbal Colón. Mucho después le se­ ría posible incluir el de Diego Portales, iniciando las láminas del primer volumen de su Atlas31 Creemos que el retrato de Portales debió ser una de las últi­ mas láminas que ordenó realizar el sabio Gay, esto porque uti­ lizó en ella el sistema de litografía al que recurrió con posterio­ ridad a 1848, tratando de abaratar su costosa obra. Por otra par­ te, Legrand, autor del retrato litografiado del Ministro, no vuelve a mencionarse en ninguna de las otras láminas del Atlas, en sus dos volúmenes, las que se encargaron a artistas cuyos nombres se repiten. ¿Cuál fue la fuente iconográfica de Legrand? No debió conocer el grabado de Desmadryl, ejecutado al mismo tiempo, por lo que debió basarse en los retratos de Do­ meniconi, cuyas imágenes pudieron enviarse a Europa a través de dibujos (como solicitó Gay en 1843) o a través del daguerro­ tipo, invención que se había popularizado en nuestro país hacia 1846. Portales está representado de civil, sin la capa con que lo retrató Domeniconi, con el corbatín blanco que usó Desmadryl y con una expresión diferente a las imágenes anteriores, exageran­ do la larga y afilada nariz y pronunciando su sonrisa. Las escasas fuentes iconográficas que debió utilizar Legrand harían de este retrato uno de los más débiles del Ministro, aun­ que no dudamos que el propio Claudio Gay estuvo atento a su ejecución, quien, como agudo observador y reconocido amigo de Portales, debió esmerarse para que su imagen fuera el más 31 Gay, Claudio, Atlas de la Historia Física y Política de Chile, París, 1854.

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fiel y apropiado inicio de su Atlas de la Historia Física y Política de Chile. Este retrato de Diego Portales es, al decir de Barros Ara­ na, un homenaje de Gay al iniciador y protector de su obra.32

7.

LOS FUNDADORES DE CHILE

Oleo de Otto Grashoff, Santiago, 1854 (0,92 x 1,21 m.) Lámina VI En febrero de 1854 desembarcó en Valparaíso el pintor alemán Otto Grashoff, prototipo del artista romántico que buscaba una existencia llena de aventuras. Discípulo de Schadow en la Academia de Dusseldorf, admi­ ró de éste su apego a la tradición nacionalista prusiana y su co­ nocimiento de los modelos italianos, lo que amalgamó a su pa­ sión por los viajes y el conocimiento de pueblos lejanos. Recién concluidos sus estudios pasó a San Petersburgo, don­ de llevó una existencia novelesca en compañía de su amigo el músico Franz Liszt, con el que fueron asiduos a la corte im­ perial. Entusiasmado por los relatos de Humboldt, se embarcó lue­ go en Hamburgo, a los 28 años, rumbo a América. Recorrió las costas del Brasil, el Uruguay, residió en Buenos Aires y desde allí se lanzó a la travesía de la pampa y los Andes en compañía de otro aventurero romántico, el duque Pablo de Württenberg.33 Cruzó desde Catamarca a Copiapó, fue testigo del auge opu­ lento de Chañarcillo y utilizando el primer ferrocarril chileno llegó a Caldera, desde donde se embarcó a Valparaíso. No le fue fácil ofrecer sus servicios de artista al vecindario porteño, ya acostumbrado al pincel fecundo de los franceses Monvoisin y Charton. Se trasladó a Santiago y arrendó un amplio taller en los al­ tos del portal de Tagle, en la Plaza de Armas, donde se reunió en tomo suyo una juventud ávida de escuchar los relatos del ar­ tista y los testimonios de la sofisticada vida europea.34 Entre los concurrentes al taller de Grashoff se encontraba el joven Diego Barros Arana, que pronto amistó con el pintor por sus aficiones comunes a la filosofía, la política, la historia y las bellas artes. 32 Barros Arana, Diego, "Don Claudio Gay y su obra”, en Revista Chilena, tomo II, Santiago, 1875. 33 Pereira Salas, Eugenio, "Un pintor viajero: Otto E. F. Grashoff”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia N- 59, Santiago, 1958. 34 El Mercurio, Valparaíso, 28 octubre 1854.

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Aprovechando el talento del artista alemán, don Diego ima­ ginó realizar un cuadro histórico que sintetizara la gesta de la Independencia y la formación de la nación chilena. Para ello en­ cargó a Grashoff, en noviembre de 1854, que reuniera en un lien­ zo los retratos de Carrera, O’Higgins, San Martín y Portales, a los que denominó los Fundadores de Chile.35 El mismo Barros Arana señaló al alemán los modelos que debía seguir para esta obra. Para José Miguel Carrera reprodu­ ciría el retrato hecho por Francisco Javier Mandiola; para Ber­ nardo O’Higgins, la imagen publicada recientemente por Narci­ so Desmadryl en su Galería Nacional, basada a su vez en los re­ tratos de José Gil de Castro; José de San Martín, cuya muerte reciente aún impresionaba a los americanos, tendría de modelo el grabado de Jean-Baptiste Madou publicado en las Memorias de Miller en 1829.36 Para Diego Portales se eligió como fuente iconográfica el re­ trato de Domeniconi para el rostro y el grabado de Desmadryl para la actitud y el vestuario, incluyendo el libro en su mano iz­ quierda. En enero de 1855 el retrato de los Fundadores de Chile esta­ ba concluido, decorando la biblioteca de Diego Barros.37 En septiembre de 1856 la pintura de Otto Grashoff se exhi­ bió en el Salón de Bellas Artes que la Sociedad de Instrucción Primaria organizó en el convento de Santo Domingo, donde des­ pertó la admiración de los aficionados al arte y a ía historia. Finalizada la muestra, el cuadro volvió a la casa de Barros Arana y muchos años después, en cumplimiento de sus disposi­ ciones testamentarias, pasó junto con sus libros a la Biblioteca Nacional tras su fallecimiento en 1907. Se mostró en la exposición-homenaje a Portales en 1937, ba­ jo el número 24 del Catálogo, facilitado por la Sala Medina de la Biblioteca Nacional. En la actualidad, el retrato de los cuatro fundadores se ex­ hibe en el Museo de Rancagua. Otto Grashoff, exitoso autor de esta obra que lo hizo mere­ cedor del aplauso de una generación de chilenos, murió veinte años después en la ciudad alemana de Colonia, ciego, pobre y ol­ vidado. A pesar de ello, su nombre quedó para siempre unido a nues­ tra iconografía histórica, al pensamiento de don Diego Barros 35 36 Aires, 37

El Mercurio, Valparaíso, 22 noviembre 1854. Carril, Bonifacio del, Iconografía del General San Martín, Buenos 1971. El Mercurio, Valparaíso, 4 enero 1855.

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Arana y a las imágenes de José Miguel Carrera, Bernardo O’Hig­ gins, José de San Martín y Diego Portales.38

8.

DIEGO PORTALES Bronce de Jean-Joseph Perraud, París, 1858 Lámina XVII

Dos meses después de la muerte de don Diego Portales, el 8 de agosto de 1837, el Presidente Joaquín Prieto y su ministro don Joaquín Tocornal firmaron un decreto del Congreso en el cual se acordaba, primero, levantar un monumento de mármol en el lugar del Panteón, o Cementerio General, donde quedaran se­ pultados definitivamente los restos del Ministro, y, segundo, co­ locar en el atrio del Palacio de Gobierno una estatua de bronce que represente a Portales, con la inscripción siguiente: "Erigida por Decreto del Congreso Nacional de Chile en honor a don Die­ go Portales". Sin embargo, pasaron los años y ningún monumento se le­ vantó en el atrio del Palacio de Gobierno, que en esos años ocu­ paba el antiguo edificio de la Real Audiencia en la Plaza de Ar­ mas, donde se alzaba, en su centro, el único monumento de la capital, la pila de mármol comprada por don Francisco Javier Rosales en Génova, que se instaló en la Plaza, a regañadientes del Ministro Portales, en 1836. La llegada del arquitecto francés Claudio Francisco Brunet des Baines en 1848 hizo revivir en el espíritu de las autoridades la idea de levantar un monumento, no a Diego Portales especí­ ficamente, sino a la Independencia de la República, de acuerdo al decreto firmado por el Presidente Manuel Bulnes y su minis­ tro Manuel Antonio Tocornal el 2 de agosto de 1849, en el que se estableció la forma de financiar dicho proyecto a través de co­ misiones en las intendencias, donde se reuniría el dinero reco­ lectado por erogación voluntaria de los ciudadanos. Pero las emergencias políticas que se sucedieron, la elección de Montt y la revolución de 1851, hicieron olvidar el monumento nacional propuesto por Brunet des Baines, quien murió prema­ turamente en junio de 1855. Un tercer Tocornal, don José Nicolás, fue quien retomó un año más tarde la idea de erigir una estatua a los héroes de la Patria, aprovechando los escasos recursos que se alcanzaron a reunir en 1849 y definiendo a los personajes que debían inmor­ talizarse: José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins, héroes de 38 Rodríguez Villegas, Hernán, “El cuadro de los cuatro fundadores”, en La Segunda, Santiago, 24 junio 1981.

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la Independencia, y Diego Portales, sabio legislador y leal servi­ dor público. Desde su cargo de intendente de Santiago, José Nicolás To­ cornal dirigió a los ciudadanos elegidos para formar las comi­ siones de cada monumento, el 1? de diciembre de 1856, encargán­ doles iniciar de inmediato la recolección de fondos para llevar a cabo las esculturas. Don Ramón Lira y don Miguel Luis Amunátegui fueron los comisionados para el monumento a Carrera; don Alejandro Re­ yes y don Ramón Rozas Rozas para el de O’Higgins; el general Manuel García y don Ignacio Ortúzar para el de Diego Portales.39 Quizá motivados por la erección de la estatua de don Ramón Freire, realizada en septiembre de ese año, la comisión del mo­ numento a Portales urgió a sus suscriptores, entre los que sobre­ salieron don Joaquín Ovalle, don Eugenio Vergara, don Nicolás Albano y don Fermín Vergara. La imagen de bronce de Freire, que había sido promovida por el general Juan O’Brien, simboli­ zaba sin duda un triunfo para los simpatizantes de las fuerzas derrotadas en Lircay en 1830, cuyo principal contendor se encar­ naba en la figura del Ministro Portales. ¿Hubo una pugna política tras esta carrera estatuaria en el Santiago de 1856? El caso es que, a pesar del súbito fallecimiento del intenden­ te Tocornal, la estatua de Portales siguió avanzando, avalada por el sucesor de don José Nicolás, don Francisco Bascuñán Guerre­ ro. El nuevo intendente comisionó a don Manuel Antonio Tocor­ nal para llevar adelante el asunto en el país y al diligente Fran­ cisco Javier Rosales para que en Europa encaminara hacia el bronce nuestras inquietudes patrióticas. Desde fines de 1856 Rosales comenzó a preocuparse por las efigies de Carrera, O’Higgins y Portales y por la llamada estatua sudamericana del general San Martín, promovida en Santiago en abril de 1857. Todos estos héroes criollos se encargaron a Euro­ pa, a excepción del más europeo de ellos, el abate Juan Ignacio Molina, cuya imagen se realizó en Chile luego de largas y viru­ lentas polémicas entre los artistas de Santiago. En marzo de 1857 se embarcaron en Valparaíso los modelos para las estatuías de los proceres, entre ellos Diego Portales, a quien debía representársele como ministro. Los documentos in­ dican que el modelo portaliano se envió en fotografías, ¿qué imágenes se habrán fotografiado? Pudo ser cualquiera de los re­ tratos ya analizados: los dos de Domeniconi, el grabado de Des­ madryl, la litografía de Legrand o el óleo de Grashoff.40 39 El Mercurio, Valparaíso, 2 diciembre 1856. 40 El Ferrocarril, Santiago, 14 marzo 1857.

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Dejando de lado la fisonomía del Ministro, es curioso cons­ tatar que se eligió la imagen de don Diego con la capa, prefirién­ dola a aquella con uniforme con que lo representó Domeniconi en el gran retrato del Palacio de Gobierno. Rosales le entregó la ejecución de este bronce a Jean-Joseph Perraud, artista que le recomendó en forma entusiasta la Acade­ mia de Bellas Artes de Francia. Perraud, nacido en 1819, era ex alumno de la Escuela de Bellas Artes de París y Premio de Roma en 1847. Discípulo de Augustín Dumont y Etienne-Jules Ramey, exponía con éxito en los Salones y desde 1855 recibía premios por sus envíos, habiendo sido nombrado en 1857 caballero de la Legión de Honor.4’ La elección de Rosales fue acertada y trajo a Chile la obra significativa de un artista que, hasta hoy, muestra sus esculturas en los principales paseos y edificios de París, como en la Avenida del Observatorio y la Plaza Saint-Jacques, en la iglesia de SaintDenis y en la estación del Norte, en las fachadas del Palacio de Justicia, del Panteón, del nuevo Louvre y de la Opera.41 42 El bronce de Perraud fue fundido por Thiebaud hermanos, mientras el pedestal de mármol lo ejecutó en Génova el afamado Vust, quien incorporó al conjunto una rica reja de fierro fundido y cuatro faroles, idénticos a los que lucían en la Plaza de la Con­ cordia de París. Escultura, pedestal, rejas, faroles, embalaje, seguros y flete desde El Havre a Valparaíso costaron 30.272 francos, llegando es­ te precioso envío a Valparaíso, en la barca Centroamérica, en no­ viembre de 1859. Al mes siguiente, dado que los fondos de la Intendencia esta­ ban exhaustos para levantar la estatua, el Presidente Manuel Montt ordenó suplementar la cantidad necesaria para concluir la empresa, dándose inicio a los trabajos de inmediato. Cumpliendo lo anotado en el decreto de 1837, se decidió ubi­ car el monumento frente al Palacio de Gobierno, en la plazuela de La Moneda, en el lugar que hasta entonces ocupaba una sen­ cilla fuente de agua que surtía al barrio. Se designó encargado de ejecutar estas obras al arquitecto de gobierno don Manuel Aldunate, quien, en abril de 1860, tenía ya sobre el pedestal la figura de bronce y dos juegos de agua a sus costados, haciendo esquina con las calles de Teatinos y de Morandé.43 41 Benezit, E., Dictionnaire critique et documentaire des Peintres, Sculpteurs, Dessinateurs et Graveurs, París, 1953. 42 El Ferrocarril, Santiago, 1? febrero 1860. 43 El Ferrocarril, Santiago, 18 abril 1860, y Anales de la Universidad de Chile correspondiente al año 1860, tomo XVII.

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Sin embargo, a pesar de la expectación de los santiaguinos que veían cubierta con un paño la escultura, ésta no vino a des­ cubrirse hasta el domingo 16 de septiembre en la mañana. Con toda solemnidad, ante el Presidente Montt y su Gabine­ te, se quitó la cortina que cubría a don Diego Portales, saludando su imagen con un discurso su sucesor en el Ministerio del Inte­ rior de entonces, don Antonio Varas. Acto seguido, mientras el mandatario y su comitiva entraban al Palacio a reunirse en el sa­ lón del Ministerio de Relaciones, los jóvenes Miguel de la Barra y Fidel Palacios leyeron un discurso y un poema ante la gran multitud que asistía al acto. Desde ese día, don Diego, con figura de tribuno romano, preside vigilante el ingreso a La Moneda, impasible ante los nu­ merosos cambios que ha presenciado su imagen de bronce.

9.

DON DIEGO PORTALES

Oleo de autor anónimo, hacia 1860 (0,75 x 0,58 m.) Lámina XXII Puede tratarse esta obra del retrato legado por don José Ignacio Víctor Eyzaguirre Portales, identificado en el listado de su co­ lección bajo el número 34, don Diego Portales, copia del quiteño Salas. Varios elementos nos llevan a esta presunción. El cuadro pertenece a la colección fundadora del Museo Histórico Nacional en 1911, siendo su procedencia la Biblioteca Nacional, donde se conservaban a la fecha algunas de las obras que habían perte­ necido al señor Eyzaguirre y no se habían llevado al Museo de Bellas Artes, como el retrato de Domeniconi ya descrito en el N? 2, del cual éste es una versión, lo que justificaría la denomi­ nación de copia con que se le cita en el listado de la colección de don José Ignacio Víctor.44 Don José Ignacio Víctor Eyzaguirre Portales, sobrino de don Diego, inició sti vocación de viajero incansable en 1851, a raíz de sus desavenencias con el régimen del Presidente Montt, recién electo. Ese año zarpó de Valparaíso remontando la costa del Pa­ cífico, visitando Perú, Ecuador, Colombia y Panamá, desde donde pasó al Caribe y a los Estados Unidos, estableciéndose en Europa hasta 1856, año en que propuso a S.S. Pío IX la fundación de un colegio para seminaristas americanos. Este proyecto, aprobado por el Santo Padre, lo llevó a recorrer nuevamente América La­ tina en busca de alumnos y de recursos, regresando a Roma en 1858 para inaugurar el Colegio Pío Latinoamericano. 44 Anales de la Universidad de Chile, correspondiente a 1877.

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Regresó a América en 1860, como representante de la Santa Sede ante los gobiernos de Bolivia, Perú y Ecuador, cargo que lo tuvo en esos países hasta 1861. Regresó a Ecuador al año siguiente, de donde vino a Chile en 1863. Residió en Santiago hasta 1874, regresando a Roma, des­ de donde inició su quinta peregrinación a Tierra Santa. Volvien­ do de este viaje, murió en el barco frente al puerto de Alejandría en 1875, a los 58 años de edad.45 Esta existencia trashumante le permitió a don José Ignacio Víctor pasar al menos cuatro veces por la ciudad de Quito, en la que tenía sobrada fama el pintor Antonio Salas y su taller, especializado en realizar imágenes religiosas y retratos con el cé­ lebre “pincel fino” quiteño. En una de estas oportunidades pudo el señor Eyzaguirre mandar ejecutar una copia del retrato de su ilustre tío, teniendo como modelo el original de Domeniconi o un daguerrotipo o foto­ grafía de éste. Creemos con más probabilidad que este encargo pudo ha­ cerlo en su estadía de 1860-1861, siendo representante de la Santa Sede, o entre mayo y septiembre de 1862. Es improbable que durante su primera estadía en esa ciudad, en 1851, iniciando su viaje al Viejo Mundo, haya tenido tiempo para mandar hacer retratos, lo mismo que en su segunda estadía quiteña, preocupa­ do de conseguir apoyo, dinero y alumnos para la fundación del Colegio Pío Latinoamericano. Esta precisión de fechas, aparente­ mente sin importancia, despejaría en parte la autoría de este re­ trato de Portales, atribuido a Salas. Antonio Salas, el pintor de Quito que se hizo célebre en Amé­ rica por sus retratos de Bolívar, murió en 1860, dejando nume­ rosos hijos que continuaron su labor de retratistas, apoyados en el prestigio del apellido paterno.46 En efecto, Antonio Salas fue padre, en dos matrimonios, de Ramón, Rafael, Jerónimo, Diego, Brígida, Josefa y Gavina Salas, todos pintores como su progenitor, con él montaron un gran ta­ ller en Quito, el que siguió ejecutando obras aun después de la muerte de don Antonio. No habría error entonces en atribuir a un quiteño Salas el retrato de don Diego, descartando eso sí al famoso Antonio. Esta imagen de Portales, reproducida en la Historia de Chile de Jaime Eyzaguirre, se llevó en calidad de préstamo desde el Museo Histórico Nacional al Museo de Talca en 1936, razón por la que no participó en la exposición organizada por la Academia Chilena de la Historia en 1937. 45 Prieto del Río, Luis Francisco, Diccionario biográfico del clero se­ cular de Chile, Santiago, 1922. 46 Salvat Editores Ecuatoriana, Arte Ecuatoriano, España, 1976.

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10.

DIEGO PORTALES

Oleo de Manuel Tapia, Santiago, hacia 1865. (0,83 x 0,73 m.) Lámina IX Existió en el Museo Histórico Nacional este retrato de Portales, catalogado en el número 769 de su inventario como "Diego Por­ tales con el uniforme de Comandante de las Guardias Cívicas, obra del artista Manuel Tapia Portus hacia 1850”.47 Fue uno de los tres retratos del Ministro que el Museo faci­ litó a la exposición de 1937, con ocasión del centenario de la muerte del gran hombre, siendo los otros dos el de Domeniconi, ya descrito, y el de Exequiel Plaza, que se describirá. En esa ocasión, don Luis Alvarez Urquieta lo catalogó con el número 55 de la muestra como "Busto al óleo de Portales en uniforme de Comandante del Batallón 4? de Cívicos de San­ tiago”.48 Sin embargo, comparando esta obra con el gran retrato de Domeniconi que representa a don Diego como Ministro de Guerra y Marina, es fácil comprobar que éste es una copia de aquél y muestra a Portales con el uniforme de teniente coronel de infan­ tería del Ejército, grado que obtuvo el 23 de abril de 1831. En este sentido, poco puede agregarse a este retrato, habien­ do sido comentado e original del cual procede, aunque sólo re­ produciendo parte de él. Fue adquirido por el Museo Histórico Nacional al anticuario don Salvador Castro en 1920. Suponemos que la obra estuvo firmada por el pintor Tapia, como lo informó don Carlos Larraín de Castro, director del Mu­ seo entre 1963 y 1973, quien debió examinar muy de cerca esta pintura. Manuel Tapia Portus fue alumno de la Academia de Pintura y discípulo de Alejandro Cicarelli. Ingresó a ese plantel en 1856 y concluyó sus estudios tres años más tarde, luego de obtener pre­ mios en los exámenes de dibujo, grabado y pintura que anual­ mente realizaba la Academia. Exhibió por primera vez obras suyas en el Salón de Bellas Artes de 1859, donde ganó una tercera medalla. Diez años más tarde se comentó la obra del "hábil retratista señor Tapia”, de­ dicado por entero a reproducir la imagen de los más distingui47 Alvarez Urquieta, Luis, “Objetos de don Diego Portales que se con­ servan en la actualidad”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia N° 8, Santiago, 1937. 48 Documentación Museo Histórico Nacional, 1966.

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dos vecinos de la capital. De ese año es el retrato de don Ramón de la Cavareda que conserva el Museo Histórico Nacional. La factura de éste y la soltura con que fue realizado nos hacen su­ poner que el retrato de Portales puede ser una obra anterior, en la que el joven autor se ciñó fielmente al cuadro original. Manuel Tapia alcanzó cierta notoriedad en la Exposición In­ ternacional de Santiago, en 1875, en que su cuadro Batalla de Maipú fue unánimemente elogiado por la crítica. Es posible que este retrato de Portales, aunque copia del original de Domeniconi, haya sido el primero realizado por un artista chileno. Por desgracia, esta pintura de Manuel Tapia está desaparecida. Fue llevada en préstamo al Palacio de La Moneda en 1966, para decorar el salón Bull (sic), suponiéndose destruida en el incendio de 1973. 11.

DIEGO PORTALES

Oleo sobre tela de autor anónimo, hacia 1865/1875. (0.83 x 0.72) En el Museo Municipal de Bellas Artes de Viña del Mar, en la Quinta Vergara, hay un retrato idéntico al anterior. Hasta sus dimensiones coinciden con las del desaparecido óleo de Manuel Tapia y repite, como aquél, parte del retrato de Domeniconi en que don Diego Portales lleva el uniforme de te­ niente coronel de Ejército. La tela no está firmada, pero se la tiene como obra de José Gil de Castro con el N- 83 de la colección viñamarina. Fue obse­ quiada por el Casino Municipal de esa ciudad en 1941, junto a la valiosa pinacoteca que adornaba la Quinta de la familia Errá­ zuriz Vergara, adquirida por la Municipalidad de Viña el 19 de febrero de 1941. El origen del cuadro es incierto. Como gran parte de los cuadros de la Quinta Vergara, pudo pertenecer a la colección de pinturas de don Maximiano Errázuriz, adquirida entre 1870 y 1875 y colocada, primero, en su palacio de la Alameda en la ca­ pital, y luego, en la hacienda de Panquehue, de donde pasó des­ pués de su muerte en 1890 a sus hijos. Uno de ellos, Guillermo, fue casado con la heredera de la Quinta, Blanca Vergara Alvarez. Pudo también pertenecer a José Tomás Urmeneta, suegro de don Maximiano y como él, coleccionista, especialmente de te­ mas de historia y costumbres chilenas. Las obras que reunió en el palacio Urmeneta de Santiago fueron heredadas por sus úni512

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eos nietos, los hermanos Errázuriz Urmeneta. Por último, pudo ser propiedad de José Francisco Vergara, gran lector y conoce­ dor de la historia patria. Cualquiera sea su procedencia: Errázuriz, Urmeneta o Vergara, la obra y sus eventuales propietarios se sitúan en el período 1865 a 1875. También de esos años es su marco, que lleva el tim­ bre de la Tienda de Oro de Antonio Moder, afamado estableci­ miento santiaguino de calle Estado. El autor, si no es el mismo Tapia, es alguno de los numerosos pintores activos en la capital en esa década.

12.

DIEGO PORTALES Grabado de The American Bank-Note Company, Nueva York, hacia 1870. (0,065 x 0,062 m.) Lámina XXIII

Un curioso catálogo conservado en la Sala Medina de la Biblio­ teca Nacional aporta una nueva imagen de don Diego Portales. Se trata de una publicación de promoción de The American Bank-Note Company, compañía norteamericana de billetes de banco que, a través de láminas cuidadosamente grabadas, llama la atención sobre las posibilidades superiores que posee para ejecutar los mejores grabados e inscripción de billetes de banco, bonos, acciones y todo tipo de valores, los que realiza en sus extensas oficinas de la calle Broadway en Nueva York. El catálogo, profusamente ilustrado con los más finos y ela­ borados grabados, muestra, entre otras imágenes, las salas de dibujo y grabado de la compañía, ambas con decenas de artistas, uno de los cuales pudo ser el autor del retrato de don Diego. Importantes clientes de The American Bank-Note debieron ser el gobierno de Chile y otras entidades del país, ya que gran parte de las ilustraciones se refieren a nuestra patria, de la que se reproduce el escudo nacional. Los nueve retratos que incluye el catálogo son mayoritariamente de chilenos, siendo los extranjeros Bolívar, Sucre, San Martín y Bemardino Rivadavia. Los chilenos son Pedro de Val­ divia, el general Bernardo O’Higgins, el general Ramón Freire, don José Joaquín Pérez (a quien se le identifica solamente como President of Chile) y Diego Portales. La imagen de Portales se basa probablemente en el grabado de Desmadryl, aunque no reproduce brazo ni libro. Este retrato 513

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idealiza quizá la imagen del Ministro, pero es sin duda un aporte a su iconografía por su mérito artístico.49

13.

DIEGO PORTALES Grabado de Alexander Legenisel, París, 1875. Lámina XXI

Se debe a don José Domingo Cortés la realización de un retrato de Diego Portales que publicó como única ilustración de su Dic­ cionario Biográfico Americano, impreso en la Tipografía Lahure de París en julio de 1875. José Domingo Cortés era, en esa fecha, delegado chileno a la Exposición de París, lo que explica la publicación de su obra en esa ciudad y que sea autor de la imagen del Ministro el grabador francés Alexander Legenisel, artista de cierto prestigio, discípulo del célebre Octavio Tassaert.50 Es probable que Cortés aportara al artista como modelo el grabado de Desmadryl del que se reprodujo fielmente detalles del cuello y del rostro. Grande debió ser la admiración que José Domingo Cortés tenía por don Diego, ya que, además de ser la suya la más extensa biografía del volumen, su retrato fue el único que se reprodujo en la obra, como portada, eligiéndose su figura entre la de otros proceres de América. Con posterioridad a esta publicación, Carlos Walker Martí­ nez reutilizó el grabado de Legenisel en la obra que dedicó al Ministro.51 Walker, joven abogado que había concluido una misión di­ plomática en Bolivia, se radicó en Europa donde escribió, entre otras obras, un libro dedicado a Dieeo Portales, editado en París en 1879. Sin duda consiguió la autorización de Cortés y del grabador para reproducir su imagen de don Diego, a la que se le agregó la mención de sus impresores en París, Lemercier y Compañía. El retrato de Portales ejecutado por Legenisel tiene el mérito de su cuidada ejecución, que lo constituye en una obra de valor artístico.

49 York, 50 51

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The American Bank-Note Company, 142 Broadway, City of New sin fecha. Benezit, E., ob. cit. Walker Martínez, Carlos, Portales, París, 1879.

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14.

DIEGO PORTALES EXPONE ANTE LOS NOTABLES LA SITUACION DE CHILE ANTE LA CONFEDERACION PERU BOLIVIANA

Oleo sobre tela de Pedro León Carmena, Santiago, hacia 1876. ■ Lámina XIII No nos ha sido posible encontrar los antecedentes que permitan rescatar el título original de esta obra, el año de su ejecución o las circunstancias que motivaron su realización por el pintor nacional Pedro León Carmona. Pudo tratarse de un encargo oficial al artista, ya que, al pa­ recer, perteneció siempre al Palacio de La Moneda, exhibiéndose en 1937 cuando se realizó la muestra-homenaje al Ministro orga­ nizada por la Academia Chilena de la Historia, oportunidad en que fue catalogada con el número quince y el título "El Ministro Portales expone su proyecto de expedición restauradora contra el Protector Santa Cruz ante los hombres públicos y miembros del Gobierno".52 Su desaparición en el incendio del Palacio en 1973 dificulta aún más investigar sobre el origen de esta pintura, importante en la iconografía histórica del país. Creemos que debió ejecutarse por Carmona entre 1875 y 1877. La Exposición Internacional de Santiago, en septiembre de 1875, consagró el tema histórico como un asunto de interés para los pintores nacionales, creándose incluso la mención Pintura Histórica entre las categorías a premiar. Alcanzaron galardones y elogios de la crítica en esa ocasión los cuadros Abdicación de O’Higgins, de Manuel Antonio Caro; Muerte de Pedro de Valdivia, de Nicolás Guzmán Bustamante, y Batalla de Maipú, de Manuel Tapia Portus. Carmona, entonces joven de 21 años y expositor en dicha muestra, ganó una medalla de segunda clase con su tela Mártires cristianos.53 Pudo entusiasmarse con las grandes reconstituciones histó­ ricas realizadas por sus compañeros y con el antecedente de ha­ ber participado ya en esta temática, pintando retratos para la Galería de Gobernadores impulsada por el activo intendente Vi­ cuña Mackenna en 1873 y concluida al año siguiente. A Pedro León Carmona se le debió en esa serie la ejecución de las imáge­ nes de Pedro de Valdivia, Francisco de Villagra, Alonso García Ramón y Francisco Laso de la Vega. En el concurso de cuadros históricos que propuso don Ben­ jamín a los alumnos de la Academia, el 10 de enero de 1874, se 52 Alvarez Urquieta, Luis, ob. cit. 53 El Mercurio, Valparaíso, 17 diciembre, 1875.

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le asignó a Carmena el tema número cinco, "Muerte del Coronel O'Carrol en la batalla del Pangal en el momento en que lo enlaza el guerrillero don Gervasio Alarcón”, cuadro que no sabemos si llegó a realizar.54 No lo presentó a la Exposición de 1875, como tampoco éste con Portales y los notables de su tiempo. En 1877 Pedro León Carmona hizo uso de una pensión que le otorgó el gobierno para continuar sus estudios en Europa y expuso ininterrumpidamente en el Salón de París desde 1878 a 1882, año este último en el que mostró su célebre Carga del co­ ronel Santiago B ueras. Esta pintura, llena de fuerza y definición en su composición y volúmenes, es expresiva del aprendizaje parisino de Carmona y de las lecciones que recibió de Bouguereau. El cuadro Portales y los notables es, en cambio, expresivo de una formación más débil, propia de la Academia dirigida por Kirchbach y de evidentes imperfecciones de dibujo y composi­ ción. Esta comparación y la ausencia de dicha obra en los salo­ nes nacionales posteriores a 1884 en los que Carmona participó activamente, nos inclinan a datarla en 1876. ¿Encargo del gobierno de Aníbal Pinto? Pudo realizarse a instancias de don Miguel Luis Amunátegui, Ministro de Instrucción de Pinto y amante de la historia y las bellas artes. Amunátegui propició la creación de una Galería His­ tórica en el Museo Nacional que debía reunir los retratos y pin­ turas vinculados al pasado nacional, así como la Galería de Pre­ sidentes que encargó pintar a Ernesto Kirchbach. Uno de los más entusiastas colaboradores de Amunátegui en esta iniciativa fue el coronel Marcos Maturana, cuyo padre aparece en el cuadro de Pedro León Carmona.55 ¿Qué reproduce esta obra? Don Diego Portales hace una exposición ante el Presidente de la República y otros notables en la Sala Presidencial del Pa­ lacio de Gobierno, donde se advierten el solio y el sillón del man­ datario, aunque creemos que, como los otros muebles, lámparas, alfombra y brasero, son una recreación del autor. Los personajes, en cambio, reproducen con fidelidad los ras­ gos de prominentes ciudadanos de la época, entre 1834 y 1837, fechas que se definen por la llegada, a Chile del médico Lorenzo Sazié y la muerte de Agustín Eyzaguirre, ambos presentes en la composición. 54 Rodríguez Villegas, Hernán, "El Intendente Vicuña Mackenna, gé­ nesis y proyección de su labor edilicia”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia N? 94, Santiago, 1984. 198255 Rodríguez Hernán, Museo Histórico Nacional, Santiago,

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Los planos de grandes dimensiones extendidos sobre la mesa sugieren la explicación de un asunto territorial y la presencia de jefes militares y navales un asunto bélico, sin duda referido al conflicto surgido entre nuestro país y la Confederación Perúboliviana. Quizá la declaración de guerra promulgada el 28 de diciembre de 1836 o una situación ideal que no necesariamente se atenga a un hecho histórico preciso, sino al asunto general de la decisión de este conflicto por parte del gobierno y los notables de Chile. Los personajes que aparecen en el cuadro son los siguientes, de izquierda a derecha: Pedro Urriola Balbontín, teniente coronel en 1830, ascendido a coronel en 1832, desde 1833 estuvo a cargo de la comandancia general de armas de Colchagua, hasta 1838. Marcos Maturana del Campo, militar de carrera, ascendido a te­ niente Coronel en septiembre de 1834 y hasta 1837 comandante de artillería de Valparaíso.56 Manuel Bulnes Prieto, general de brigada desde septiembre de 1831 y en 1836-37 al mando de los ejércitos del sur. Consta que Bulnes se encontraba en Chillán desde los primeros días de ene­ ro de 1837, por lo que no parece probable que hubiera asistido a una reunión en el Palacio de Gobierno de Santiago al finalizar el mes de diciembre del año 36. José María de la Cruz Prieto, general de brigada desde febrero de 1832, aunque no participaba de muchas de las ideas de Portales, colaboró con el régimen del Presidente Prieto y activamente al declararse la guerra. José Mi­ guel Irarrázaval Alcalde, senador en el período 1831-41, constitu­ yente de 1833 y elector del Presidente en 1836. Manuel de Salas Corvalán, consejero de Estado de 1826. Lorenzo Sazié, médico francés llegado en 1834, contratado por el gobierno. Manuel Vicuña Larraín, obispo de Santiago, constituyente de 1833. Agustín Eyzaguirre Arechavala, senador por el período 183141, falleció en 1837. Joaquín Tocornal Jiménez, ministro del gobierno. Joaquín Prieto Vial, Presidente de la República. Mariano Egaña Fabres, senador 1831-41, constituyente de 1833; enviado plenipotenciario del gobierno ante la Confedera­ ción, zarpó de Valparaíso al Callao el 19 de octubre de 1836 en una escuadra comandada por Manuel Blanco Encalada; regresó a Valparaíso el 7 de diciembre.57 Andrés Bello López, senador en el período 1831-41. Manuel Rengifo Cárdenas, senador por el mismo período. Manuel Blanco Encalada, vicealmirante de la escuadra, en 56 Figueroa, Pedro Pablo, Album Militar de Chile, Santiago, 1906. 57 Sotomayor Valdés, Ramón, ob. cit.

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septiembre de 1836 fue designado encargado de las fuerzas nava­ les de la República. Francisco Meneses Echanez, el presbítero, senador 1831-41 y constituyente de 1833. Agustín Vial Santelices, senador y constituyente como el an­ terior. Gaspar Marín Esquivel, constituyente de 1833. Vicente Bustillos, constituyente de 1833. De esta galería de personajes históricos podrían presentar dudas respecto a su identificación las imágenes de Bustillos, el presbítero Meneses y el general De la Cruz, siendo fácilmente re­ conocibles las otras por proceder, en su mayoría, de los retratos grabados por Narciso Desmadryl en su Galería Nacional de 1854. Excepciones son Irarrázaval y Urriola, cuyas fuentes iconográ­ ficas son óleos; Sazié, tomado de fotografía, lo mismo que Maturana y Bustillos. Conviven así en la tela fisonomías que corresponden a dis­ tintas épocas de los individuos entre sí, en una reunión atemporal. Por otra parte, es interesante notar que sentado a la mesa, junto al Presidente, Vicuña, Eyzaguirre, Egaña y Bello, hay un personaje cuyo rostro no llegó a fijarse, quizá por no haber en­ contrado el artista el modelo necesario. Portales aparece en este cuadro caracterizado con la capa que puso Domeniconi en su retrato de civil y luego se hizo parte de la silueta del Ministro, al incorporarse en el monumento de 1860, caracterización que desentona respecto a los usos de ves­ tuario de la época, que reservaban la capa para el exterior y de ninguna manera para llevarla en un recinto de jerarquía y en un momento tan formal como se supone preside el propio don Diego. El rostro, de perfil, reproduce a grandes rasgos las imágenes de Domeniconi, Grashoff y otras anteriores a 1870.

15.

DIEGO PORTALES Dibujo de Luis Fernando Rojas, litografiado por P. Cadot, Santiago, 1877. Lámina XXIII

En 1877 el joven dibujante Luis Fernando Rojas inició la publi­ cación de una Galería de Hombres Ilustres de Chile, en la que reprodujo la imagen de don Diego Portales. Luis Fernando Rojas Chaparro, nacido en Valparaíso en 1855, fue alumno del Instituto Nacional de Santiago y asistió allí a las clases de dibujo que impartía don Juan Bianchi, a quien pronto superó. Ingresó a la Academia de Pintura y fue discípulo de Cos­ me San Martín, entonces ayudante del director don Juan Mochi. 518

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La Exposición Internacional de Santiago en 1875 definió, ca­ si por azar, su futuro de dibujante y litógrafo cuando aceptó ilus­ trar el periódico El Correo de la Exposición. La facilidad con que realizó sus dibujos en las piedras litográficas y la necesidad que de este oficio existía en los medios de prensa de la capital, lo entusiasmaron a seguir en esta línea. Mientras contrataba retratos y caricaturas en diarios de opo­ sición y de gobierno, acometió la tarea de continuar lo realizado por Narciso Desmadryl en su Galería Nacional de 1854, publican­ do los retratos de Hombres Ilustres de Chile en láminas de gran formato y buen papel, asociado al litógrafo Pedro Cadot en su establecimiento de calle Huérfanos 25. No sabemos cuántos personajes alcanzó a dibujar la fecunda mano de Rojas antes que, en mayo de 1879, se volcara de lleno a ilustrar los sucesos de la Guerra del Pacífico. De esta Galería de Hombres Ilustres conocemos los retratos de Manuel Rodríguez, Pedro León Gallo y Diego Portales, para el que usó de modelo el retrato publicado en el Atlas de Gay y, seguramente, los óleos de Domeniconi. Esta imagen de Portales realizada por Luis Fernando Rojas tuvo, como toda su obra, una difusión popular y masiva.58 Años más tarde este autor realizaría otras imágenes del Mi­ nistro, especialmente en las páginas de La Lira Ilustrada en 1917.

16.

“BAJE EL MINISTRO” Sobrerrelieve en mármol de Nicanor Plaza, Santiago, 1890. Lámina XVIII

Director de la Escuela de Escultura de la Universidad, Nicanor Plaza era en 1890 el más prestigiado escultor nacional. Nacido en Renca en 1844, por sus méritos sobresalientes me­ reció ser pensionado a Europa por el gobierno antes de cumplir veinte años. Al regresar a Chile le correspondió llevar a cabo gran parte de los proyectos estatuarios del intendente de Santiago don Ben­ jamín Vicuña Mackenna en su remodelación de la capital. Fue fecunda su labor inmortalizando a grandes figuras de la historia nacional: el monumento de los Historiadores de la Re­ volución, como los medallones de Camilo Henríquez, Manuel Gandarillas, José Miguel Infante y Manuel de Salas; el monumen­ to de los Escritores de la Independencia, con los perfiles de bron­ 58 Rodríguez Villegas, Hernán, "Luis Femando Rojas, ilustrador de la Historia de Chile”, en El Mercurio, Santiago, 7 septiembre, 1986.

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ce de Diego José Benavente, Salvador Sanfuentes, Manuel Anto­ nio Tocornal y Antonio García Reyes; la estatua de mármol de don Andrés Bello, hoy en la Universidad, y la del arzobispo Ma­ nuel Vicuña, en el cerro Santa Lucía; la de don Domingo Eyzagui­ rre, en la ciudad de San Bernardo, y los bustos de Infante, Rosa­ les, Errázuriz Zañartu, Montt y Varas, Matías Cousiño y su hijo don Luis, y la estatua del capitán Arturo Prat, en Valparaíso. En esta galería de proceres no podía faltar Diego Portales, al que representó en el dramático momento en que, engrillado, baja del birlocho a la orden de "Baje el Ministro” que gritó San­ tiago Florín. Siguiendo el relato del coronel Necochea, testigo presencial, Portales contestó con entereza extraordinaria y tratando de in­ corporarse: "Vengan dos hombres a bajarme”, los cuales acudie­ ron inmediatamente y trataron de ayudarlo con mucha conside­ ración, porque viendo uno de ellos que al bajar se le caía la capa de los hombros, le dijo al otro: "La capa”, y Florín respondió: "¿Para qué quiere capa?”5’ El mármol de Nicanor Plaza se expuso con el número 189 en la Exposición Nacional Artística de 1890, incorporándose, al concluir la muestra, a las colecciones del naciente Museo de Be­ llas Artes, en el local que entonces ocupaba en la Quinta Normal el "Partenón”, construido por iniciativa de don Pedro Lira.59 60 En julio de 1895, cuando se trató de iniciar un Museo de Be­ llas Artes en Valparaíso, la escultura de Plaza Baje el Ministro se envió al Puerto junto a otras doce obras, como aporte del Museo de la capital a la iniciativa porteña.61 Allá permaneció el mármol histórico en algún depósito mu­ nicipal, esperando que se concretara el proyectado Museo. Antes que esto sucediera, por iniciativa de la junta de vecinos de Los Placeres, se levantó un obelisco en el lugar inmediato donde se fusiló a Portales en el cerro del Barón, cumpliendo así, aunque tardíamente, el acuerdo de la Municipalidad de Valparaíso de 9 de junio de 1837 de levantar un monumento a don Diego Portales en el sitio mismo donde cayó asesinado. El 21 de septiembre de 1919 se inauguró el obelisco a Porta­ les, colocándose en su frente el relieve de mármol de Nicanor Plaza, que desde ese día mira desde la altura a la bahía. En la base de este monumento que vino a cumplir lo prome­ tido por el pueblo de Valparaíso con su querido Ministro, se 59 Sotomayor Valdés, Ramón, ob. cit. 60 Exposición Nacional Artística, Salón de 1890, Catálogo de las obras de pintura, escultura, dibujo y arquitectura, Santiago, 1890. 61 Información de don Raúl García Fernández, director de Extensión Cultural de la I. Municipalidad de Valparaíso.

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ICONOGRAFIA DE PORTALES (1837-1937)

grabaron los nombres de las autoridades y vecinos que lograron la realización del acuerdo de 1837: el intendente don Aníbal Pinto Cruz, el primer alcalde de la Municipalidad don José Fabres Pin­ to y los integrantes de la junta de vecinos de Los Placeres, seño­ res Luis Alberto Gutiérrez, Leónidas Valenzuela, Julio M. de la Fuente, Heriberto Aliaga, Pedro Cáceres, Benjamín León, Pedro Rivera, Miguel Cevaso, Juan Solari y Eduardo Simpson. 17.

DON DIEGO PORTALES

Oleo de autor anónimo, época incierta, anterior a 19 (0,79 x 0,67 m.) Lámina XXV

Pocos antecedentes se tienen del origen de este retrato, pintura de la segunda mitad del siglo XIX que copia la imagen de Por­ tales realizada por el pintor alemán Otto Grashoff en 1854 por encargo de don Diego Barros Arana, retrato que a su vez se basó en el grabado publicado el mismo año por Narciso Desmadryl. Aunque la expresión del rostro difiere del de Grashoff y de todos los retratos anteriores del Ministro, presentando una cara más llena y de rasgos más suaves, los detalles del corbatín y el chaleco blanco, libro y mano, cuello y botón de la levita e incluso el dibujo del pelo, reproducen fielmente la pintura del artista alemán. Esta tela fue adquirida en 1945 por don Salvador Valdés Morandé en la Casa de Remates Víctor Araya de Santiago, donde se dijo que podía atribuirse a Mauricio Rugendas. El mal estado del retrato obligó al señor Valdés a restaurar­ lo, trabajo que encargó en 1946-47 al pintor don Pedro Reszka Moreau, quien habría modificado el color del fondo y otros deta­ lles de la obra. Don Salvador Valdés vendió este retrato a la Asociación de Ahorro y Préstamo Diego Portales, la que, al concluir sus funcio­ nes, lo entregó a la Asociación Nacional de Ahorro y Préstamo. En la actualidad esta imagen de don Diego Portales forma parte de las colecciones del Palacio de La Moneda.

18.

DIEGO PORTALES Oleo de Exequiel Plaza, Santiago, hacia 1915. (2,12 x 1,40 m.) Lámina XXIV

Siendo director del Museo Histórico Nacional don Joaquín Figueroa Larraín, consideró necesario contar en ese establecimien­

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to con un gran retrato de don Diego Portales, el que mandó a ejecutar al pintor Exequiel Plaza y colocó en exhibición en julio de 1915, luego de cancelar al artista la suma de 1.000 pesos.62 Creemos que director y artista bosquejaron la composición de este retrato y eligieron los elementos que reprodujo, recrean­ do, en líneas generales, el cuadro de Domeniconi existente enton­ ces en el despacho del Ministro del Interior en el Palacio de La Moneda. Las modificaciones fueron las siguientes: Se vistió al Ministro con levita civil y corbatín blanco, como lo muestran las imágenes de Desmadryl, Grashoff y Legrand. En vez de la mesa con pata central y el elaborado sillón, muebles enviados por el ministro Rosales desde Europa y repro­ ducidos por Domeniconi, se colocó una mesa de caoba con cuatro patas de leones, según un modelo que existía en la presidencia, al parecer, llevada del antiguo Ministerio del Interior. Esta mesa y el sillón reproducidos en la pintura, fueron mencionados en carta de don Joaquín FigLieroa en 1918, refiriéndose a unos mue­ bles similares ofrecidos en esa fecha al Museo por don Juan San­ tiago Portales, nieto del Ministro, los que fueron finalmente adquiridos. Esta referencia a los muebles de la presidencia por el señor Figueroa nos hace pensar que estaban en su memoria por haberlos utilizado en el retrato de Portales de 1915. Vale la pena mencionar que mesa y sillón de esta pintura siguen un mo­ delo más o menos usual en el mobiliario de la primera mitad del siglo XIX, existiendo unos así en el Archivo Nacional y otros en la Biblioteca, no siendo usuales, en cambio, los que pintó Dome­ niconi. La última modificación de importancia en el cuadro se re­ fiere al tintero o escribanía colocado sobre la mesa: la pintura de Domeniconi utilizó el de bronce con la figura de Galileo que se mostró en la Exposición del Coloniaje como objeto caracte­ rístico del despacho de los ministros del Interior. Pudo haber desaparecido con anterioridad a 1915 ese tintero, o quiso exhibir don Joaquín Figueroa uno de su pertenencia, que pronto donó al Museo Histórico Nacional: el tintero o escribanía de plata con el escudo chileno anterior a 1834, que había pertenecido a don Joaquín de Echeverría, ministro de don Bernardo O’Higgins. Es posible que el retrato realizado por Plaza haya sido mayor, re­ cortándose en una fecha que desconocemos para utilizar el anti­ guo marco dorado de época Imperio que todavía tiene. El recorte, visible en los bordes de la tela, tal vez debió borrar la firma del artista, cuya autoría consta sólo por la documentación que con­ serva el Museo. 62 Documentación Museo Histórico Nacional.

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ICONOGRAFIA DE PORTALES (1837-1937.)

Exequiel Plaza, nacido en 1892, fue alumno de la Escuela de Bellas Artes, donde aprendió pintura de los maestros Pedro Lira, Ricardo Richon Brunet y especialmente del español Fernando Alvarez de Sotomayor. Sus telas La taberna y El pintor bohemio lo hicieron desta­ carse en la Exposición Internacional del Centenario de 1910, rea­ lizada en el Palacio de Bellas Artes. Ocupando como local un recinto de ese palacio, el Museo Histórico fue creado en 1911 y creemos que en 1914 encargó al pintor Plaza el retrato de Diego Portales, volviendo a llamar a este artista para solicitarle que realizara el retrato de don José Miguel Carrera que donó a la institución don Gustavo Ross Santa María, en 1920. Este retrato de Portales fue exhibido en la muestra de home­ naje al Ministro en el primer centenario de su muerte, organizada en el Palacio de La Moneda por la Academia Chilena de la Histo­ ria y se citó en su catálogo con el número 56 como retrato de Portales de cuerpo entero, sin mencionar a su autor, el pintor chileno Exequiel Plaza.

19.

DIEGO PORTALES

Dibujo de Luis Fernando Rojas, Santiago, 1917.

El prolífico dibujante Luis Fernando Rojas Chaparro, director artístico de La Lira Ilustrada de Santiago, publicó la imagen de don Diego en una litografía coloreada por Leblanc en la portada de La Lira, el 9 de junio de 1917, en ocasión de un nuevo aniver­ sario de la muerte del Ministro. El modelo que usó Rojas en su dibujo es ya una imagen este­ reotipada de Portales, basada en el grabado de Desmadryl y sus versiones posteriores de Legrand y Legenisel. 20.

DIEGO PORTALES

Dibujo de Luis Fernando Rojas, posterior a 1917.

Existe un dibujo de Rojas, sin duda reproducido en alguna pu­ blicación que no hemos logrado identificar, que muestra una imagen de Diego Portales que difiere en todo del modelo plan­ teado por Domeniconi o Desmadryl y que Rojas siguió hasta el dibujo de 1917 recién descrito. Creemos que ésta es una obra pos­ terior del artista, basada completamente en las descripciones literarias del Ministro. Portales se muestra como un hombre ma­

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duro —murió a los 44 años— con rasgos y surcos marcados ya en la cara, expresión grave y escasa cabellera. Es, quizá, el pri­ mer intento de un retrato sicológico del personaje, del cual se han hecho descripciones magistrales. Creemos que sirvió como fuente importante al retrato que, muchos años más tarde, reali­ zara el pintor Eduardo Armstrong hacia 1970. A esta nómina de retratos de Diego Portales podrían agre­ garse otros que consta existieron, o existen, pero de los cuales no hay una imagen que los reproduzca o referencias de su actual paradero.

DIEGO PORTALES Busto de Nicanor Plaza.

Al conmemorarse el centenario del nacimiento de Portales, en 1893, se realizó un gran homenaje en su memoria en el Teatro Municipal de Santiago, reseñado en la prensa de la época.63 El teatro, profusamente adornado, tenía como motivo cen­ tral de su decoración un busto de don Diego Portales realizado por el escultor nacional Nicanor Plaza, colocado en medio del escenario, que emergía de un gigantesco ramo de laureles y helechos.

DIEGO PORTALES Retrato de autor anónimo.

En 1910, con motivo de la exposición histórica del Centenario, que organizó don Luis Montt y una serie de personalidades de la capital y que se exhibió al finalizar ese año en el Palacio Urme­ neta, especialmente arrendado para este efecto, se mostró un retrato de don Diego Portales, propiedad de don José S. Ossa R. Al terminar la muestra, el cuadro fue retirado por el señor Ossa, el 22 de noviembre de 1910. Creemos que se trató de un retrato al óleo y era su propietario don José Santos Ossa Ruiz.64

63 A la memoria de Portales. Juicios históricos, Santiago, 1901. 64 Documentación Museo Histórico Nacional.

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ICONOGRAFIA DE PORTALES (1837-1937)

PORTALES Y LOS NOTABLES

Acuarela de Pedro León Carmona. En 1921 don Darío Brunet, conocido coleccionista de arte de Chillán, ofreció en venta al Museo Histórico Nacional una acua­ rela del artista Pedro León Carmona que representaba, decía, a Portales ante el Congreso. Creemos que ella debió ser un estudio del cuadro de Carmona ya analizado, Portales y los notables. El Museo no mostró en esa oportunidad interés en adquirir dicha acuarela, de la que no ha habido más noticias.65

DIEGO PORTALES Oleo de autor anónimo.

La exposición de homenaje a Portales organizada en 1937 por la Academia Chilena de la Historia en el Palacio de La Moneda, con­ tó con la generosa colaboración de la familia Portales Mourgues, poseedora de numerosos objetos vinculados a su ilustre pariente. Un retrato al óleo de don Diego fue facilitado en esa ocasión por el mayor Edgardo Portales Mourgues, catalogándose con el nú­ mero 20 en dicha exhibición.66

DIEGO PORTALES

Busto de bronce, autor anónimo. En la misma muestra, el Ministerio del Interior prestó un busto de bronce de Diego Portales, sobre el cual no hay más referencias y se catalogó con el número 25.67

DIEGO PORTALES Boceto a la acuarela de Cosme San Martín. También exhibido en esa ocasión, llevó el número 5 del catálogo y fue prestado por don Carlos Robinson, conocido coleccionista y comerciante de antigüedades de la época.68 65 66 67 68

Ibídem. Alvarez Urquieta, Luis, ob. cit. Ibídem. Ibídem.

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Concluyendo esta iconografía de Portales, debe agregarse que no se han tratado en ella otros monumentos o recordatorios vin­ culados al personaje, la mayoría de ellos en Valparaíso, y todos estudiados exhaustivamente por don Roberto Hernandes en su monografía "Don Diego Portales y Valparaíso", a saber, el mo­ numento de mármol que guardó el corazón de Portales hasta el terremoto de 1906; el nuevo monumento erigido para conservar esta reliquia en la Iglesia Catedral del Puerto y el obelisco del Barón, cuya placa, obra de Nicanor Plaza, ya fue descrita. De las obras analizadas, debe lamentarse la desaparición de tres de ellas en 1973, especialmente del gran retrato de Domeni­ coni, primera imagen que se habría realizado de Portales. A nues­ tro entender, la importancia de esta obra justificaría la realiza­ ción de una réplica, basada en las fotografías y documentos existentes. Queda todavía por indagar el paradero del dibujo de Mauri­ cio Rugendas de 1838, reproducido en 1901, Portales y la Gloria, así como descubrir quizá nuevas imágenes del Ministro en viejos cuadros.

EL TEMA DEL FUSILAMIENTO EN LA ICONOGRAFIA DE PORTALES Láminas III ✓v IV

Se conocen cuatro obras cuyo tema es el fusilamiento del Minis­ tro Diego Portales en el cerro de la Cabritería en el Barón, la madrugada del 6 de junio de 1837, basadas —unas más, otras menos en los relatos del suceso que se fueron dando a conocer a través de los años. Después de la documentación oficial del juicio y los testimo­ nios de los reos del llamado Motín de Quillota y de la Memoria sobre el asesinato escrita por el coronel Eugenio Necochea el 16 de julio de 1837, don Benjamín Vicuña Mackenna fue el pri­ mero en publicar la descripción de la muerte del Ministro, en la que anotó hechos que modificaron investigaciones posteriores. v 9, en su obra sobre el gobierno del general Joaquín Prieto, con ediciones en 1876 y 1900, hizo una minuciosa descripción del asesinato de Portales, recogiendo el mayor número de documentos para avalar su verosimilitud. Por último, Francisco Antonio Encina en su obra Portales, de 1934, logró la síntesis de estas descripciones y escribió lo que hasta hoy podría tomarse como el relato más veraz de lo aconte­ cido en el Barón la madrugada del 6 de junio del año 37. Todos los testimonios concuerdan en el número y nombre de los principales actores de este drama: por una parte, don Die­ go Portales y su secretario don Manuel Cavada. Por la otra, el

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ICONOGRAFIA DE PORTALES (1837-1937)

capitán Santiago Florín y los cuatro hombres que formaron el pe­ lotón que fusiló al Ministro, compuesto por el sargento Andrés Espinoza, el cabo González y los soldados Cabezas y Antonio Cor­ nejo. También se conoce con objetividad el paisaje de la loma de la Cabritería y el birlocho que transportó a las víctimas, propie­ dad del conocido birlochero Asencio Palma; el fatídico coche fue expuesto en Santiago en 1873 en la célebre Exposición del Colo­ niaje, describiéndose en el número 135 de su catálogo: en esa fecha se guardaba, muy a mal traer, en las cuadras del Cuartel de Artillería de la capital.69 Meses después de la Exposición del Coloniaje, el intendente don Benjamín Vicuña Makenna, en enero de 1874, propuso for­ malmente un concurso de pintura histórica y anotó en el tema noveno "La muerte del Ministro Portales", asignándosele al artis­ ta Domingo Mesa, joven alumno de la Academia de Pintura. Es la primera vez que se menciona esta temática en la histo­ ria de la plástica nacional, aunque don Miguel Munizaga en un artículo sobre este asunto se refiere "al cuadro de grandes pro­ porciones que él (Domeniconi) anunció y estuvo pregonando durante meses. .de lo que no entrega más información.70 No sabemos si Domingo Mesa realizó la pintura de 2 x 1,20 metros que establecía el concurso de cuadros históricos, o sólo ejecutó algunos bocetos, que bien pudieran ser los que, durante años, se han atribuido al italiano Camilo Domeniconi. Los bocetos en cuestión están hechos con témpera y pastel sobre papel. Uno de ellos representa a Diego Portales de pie en el centro del cuadro, mientras a la derecha se ordenan cuatro soldados pa­ ra el fusilamiento y un quinto observa. A la derecha el capitán Florín, sable en mano, dirige la acción. En un segundo plano se ven birlocho y birlochero y alguna tropa; tras la figura de don Diego, el cuerpo exánime del secre­ tario Cavada. Esta imagen fue exhibida en la muestra-homenaje a Portales de 1937 y llevó el número 7 del catálogo con el texto siguiente: "Una acuarela sobre el fusilamiento de Portales encon­ trada en una casa modesta por don Manuel Guerra, el que la atribuye a Domeniconi. Colección Luis Alvarez Urquieta”. Al adquirirse por el Estado la colección de don Luis Alvarez, esta obra ingresó al Museo Nacional de Bellas Artes, encontrán­ dose en la actualidad en el Museo Histórico Nacional. Su formato es de 20 x 38 centímetros. 69 Vicuña Mackenna, Benjamín, Catálogo... 70 Munizaga, Miguel, "Bocetos de Domeniconi del asesinato de Por­ tales”, en El Mercurio, Santiago, 6 junio, 1976.

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La factura y dibujo de esta obra, a nuestro entender, dista mucho de la sensibilidad propia del período al que se atribuye y al del resto de las pinturas que se conocen de Domeniconi, de gran preciosismo en sus detalles. Por esto es que dudamos de su atribución, que más podría asignársele a Domingo Mesa y aun a artistas posteriores, de mediana calidad. El segundo de estos bocetos presenta una rara similitud con el primero: en su formato de 18 x 35 centímetros, en su composi­ ción y en su factura. La figura de don Diego Portales se muestra aquí arrodillada, con la capa en el suelo, enfrentando el pelotón de fusilamiento en que los cuatro soldados están alineados. La figura de Florín, idéntica a la anterior, ocupa el centro del cua­ dro; a su costado, birlocho y birlochero, y delante de éste dos hombres de civil que observan la escena. ¿Es Cavada uno de ellos? Al fondo, tropa y caballos y el perfil de los cerros. En su artículo, Miguel Munizaga se refiere también a este boceto, que atribuye como el anterior a Domeniconi, mencionan­ do que habría formado parte de la colección de Raúl Marín Balmaceda. En la actualidad forma parte de las colecciones del Palacio de La Moneda. Curiosamente, ambos bocetos reproducen las dos versiones más comúnmente conocidas de la muerte de don Diego Portales hasta la síntesis de Encina. Una de ellas con el Ministro de pie, enfrentando al pelotón que obedece las órdenes de Florín, después que se hubiera dado muerte a don Manuel Cavada en seguida que bajara del coche. La otra versión muestra a don Diego arrodillado, obligado a humillarse por órdenes de Florín, quien dispone el fusilamiento del Ministro antes de dar muerte al secretario Cavada. Estas dos posibilidades del artista hacen creer que dudó éste de tomar una decisión, que no sabemos si concretó en un óleo posterior. La tercera obra que se refiere a este hecho es un óleo firma­ do por Enrique Cabral, también expuesto en la exhibición de 1937 organizada por la Academia Chilena de la Historia. Se le citó en el número 6 del catálogo que redactó Alvarez Urquieta, quien expresó que "este boceto lo ejecutó el pintor español Enrique Cabral por encargo del Presidente Balmaceda, quien pensaba mandar hacer un gran cuadro para colocarlo en el Palacio de La Moneda". Sin embargo, el español Cabral se menciona por primera vez en nuestra historia plástica en 1901, como expositor del envío chileno en la Exposición Panamericana de Buffalo, donde mostró un paisaje. Al año siguiente se presentó al Salón de 1902 y obtuvo una medalla de tercera clase con la pintura Carreta de gavillas, men­ cionándose en el catálogo como discípulo de los maestros espa-

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ñoles Eduardo Cano y Federico Madrazo y domiciliado en la Ave­ nida Portales 2597 de la capital. Volvió a exponer en el Salón de 1903 y en el de 1904, sin obte­ ner recompensas; en ninguna de estas ocasiones presentó su fusi­ lamiento de Portales. Las fechas citadas y el hecho de no haberse mencionado a Cabral en los catálogos de Salones anteriores a 1900 o posterio­ res a 1904, nos hacen creer que es ése el período de su residencia en Chile y la fecha, por ende, de su óleo sobre Portales. En 1937 el cuadro pertenecía a don Alberto Portales Vicuña, siendo hoy propiedad de la señora Rebeca Cifuentes de Portales. La cuarta y última obra que merece mencionarse entre las referidas a la muerte del Ministro Portales, se debe al artista Pedro Subercaseaux Errázuriz. Se trata de una acuarela ejecutada probablemente para ilus­ trar el artículo de Alberto Edwards “Motines militares”, que re­ produjo la revista Pacífico Magazine de Santiago en junio de 1919. Obra bien ejecutada y bien compuesta, tiene, sin embargo, erro­ res históricos, como el número de fusileros que tomó parte en la ejecución. Muestra a Portales muerto, de espaldas sobre su capa, siendo observado por Florín. En segundo plano, un ordenado contingente de tropas a cargo de un oficial, y más atrás, el birlochero junto a su vehículo. Es éste el período en que Subercaseaux se dedica preferente­ mente a ilustrar artículos en revistas de la capital, como Zig-Zag, Pacífico Magazine y otras, casi siempre referidos a asuntos histó­ ricos o recreaciones de las costumbres de otros tiempos. Hijo del pintor Ramón Subercaseaux, educado en Europa y viviendo en Santiago en la hermosa chacra Subercaseaux, en El Llano, Pedro Subercaseaux tuvo acceso a una información selec­ cionada para componer sus cuadros del pasado nacional, como La Primera Misa en Chile, la Batalla de Maipú y tantos más que suelen ser veraces en el detalle histórico. Creemos que el carácter ilustrativo de éste hizo descuidar al autor sus fuentes. No cono­ cemos el paradero de la acuarela original, sólo su reproducción en la citada revista. Con relación a todos estos cuadros sobre el asesinato de Portales, pueden hacerse los comentarios que ya hizo don Fran­ cisco Antonio Encina al respecto. Sin ahondar en la definición de los personajes, los diálogos y los tiempos, baste recalcar que esta acción se desarrolló entre tres y cuatro de la madrugada del mes de junio, es decir, en medio de una noche cerrada en la que el nerviosismo y la tensión de todos los actores debieron ser evi­ dentes. Este carácter nocturno y dramático no fue captado en ninguno de los cuadros descritos.

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INDICE DE LAMINAS

LAMINA I Caballero bajo el portal de Sierrabella en la Plaza de Armas de Santiago. Acuarela de Alphonse Giast en su Album de Santiago a Mendoza, 1831. Colección Braun Menéndez.

LAMINA II Diego Portales. Oleo de Camilo Domeniconi, Santiago, hacia 1837. Colec­ ción Museo Histórico Nacional, actualmente en el Palacio de La Moneda. LAMINA III Arriba. Fusilamiento de Portales. Acuarela de autor anónimo, época in­ cierta. Antigua colección Luis Alvarez Urquieta, colección Museo Nacio­ nal de Bellas Artes, actualmente en Museo Histórico Nacional. Abajo. Fusilamiento de Portales. Acuarela de autor anónimo, época in­ cierta. Colección Palacio de La Moneda. LAMINA IV Fusilamiento de Portales. Acuarela de Pedro Subercaseaux, Santiago, ha­ cia 1919. Publicada en la revista Pacifico Magazine, Santiago, junio de 1919; se desconoce el paradero del original.

LAMINA V Diego Portales, Ministro de Guerra y Marina. Oleo de Camilo Domenico­ ni, Santiago, 1837. Antigua colección Ministerio del Interior, desaparecido en 1973. LAMINA VI Los Fundadores de Chile. Oleo de Otto Grashoff, Santiago 1854. Colección Biblioteca Diego Barros Arana, Biblioteca Nacional, actualmente en el Museo de Rancagua. LAMINA VII Arriba. Santiago hacia 1790. Grabado de Femando Brambila. Colección Museo Histórico Nacional. Abajo. Casa de Moneda de Santiago. Litografía coloreada de A. Aglio, pu­ blicada por Peter Schmidtmeyer en Londres, 1824.

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INDICE DE LAMINAS

LAMINA VIH Ai riba. Santiago visto desde el cerro Santa Lucía. Acuarela atribuida a John Searle, hacia 1830. Museo Benjamín Vicuña Mackenna, Santiago. Abajo. Puente de Cal y Canto y tajamares del Mapocho. Oleo de Charles Ch. Wood, c. 1830.

LAMINA IX Diego Portales, Ministro de Guerra y Marina. Oleo de Manuel Tapia Portus, Santiago, hacia 1865. Antigua colección Museo Histórico Nacional, de­ saparecido en el Palacio de La Moneda, 1973. LAMINA X Arriba. Plaza de Armas de Santiago hacia 1830. Abajo. Paseo de La Cañada o Alameda de Santiago. Grabado del viaje de E.B. de Ja Touanne, publicado en París, 1835. LAMINA XI Valparaíso desde la bahía. Dibujo de Juan Mauricio Rugendas, 1834. Co­ lección Graphische Sammlung de München, Alemania. LAMINA XII Calle de Valparaíso. Dibujo de Juan Mauricio Rugendas, 1834. Colección Graphische Sammlung de München, Alemania.

LAMINA XIII Diego Portales expone ante los notables en 1836 la situación de Chile an­ te la Confederación Perú-Boliviana. Oleo de Pedro León Carmona, San­ tiago, hacia 1876. Antigua colección Palacio de La Moneda, desaparecido en 1973. LAMINA XIV El viático de Santiago, hacia 1830. Litografía Lehnert en Atlas de Claudio Gay, París, 1854. LAMINA XV El Presidente Prieto en la Pampilla de Maipú el 18 de septiembre. Oleo de Mauricio Rugendas, c. 1835. Colección particular. LAMINA XVI Portales en la Gloria. Dibujo de Juan Mauricio Rugendas, probablemente Santiago, 1838. Reproducción en A la memoria de Portales, Juicios Histó­ ricos, Santiago, 1901. Se desconoce el paradero del dibujo original.

LAMINA XVII Diego Portales. Monumento realizado en Europa, 1858; escultura de bron­ ce de Jean Joseph Perraud, París, y pedestal de mármol de Vust, Génova. Inaugurado en Santiago el 16 de septiembre de 1860. LAMINA XVIII Arriba. Detalle del anterior. Abajo. Baje el Ministro. Sobrerrelieve en mármol de Nicanor Plaza, San­

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INDICE DE LAMINAS

tiago, 1890. Antiguas colecciones del Museo de Bellas Artes de Santiago y del Museo de Bellas Artes de Valparaíso, actualmente en el obelisco re­ cordatorio de Cerro Barón, Valparaíso.

LAMINA XIX Diego Portales. Oleo de autor anónimo, hacia 1850. Colección Palacio de La Moneda. LAMINA XX Arriba. Diego Portales. Dibujo y grabado de Narciso Desmadryl, Santia­ go, 1854. Publicado en Galería Nacional o Colección de Biografías y Re­ tratos de Hombres Célebres de Chile, Tomo Segundo, Santiago, 1854. Abajo. Diego Portales. Litografía de A. Legrand impresa por Becquet Her­ manos, París, 1854. Publicada en Atlas de la Historia Física y Política de Chile, París, 1854.

LAMINA XXI Diego Portales. Grabado de Alexander Legenisel impreso por Lemercier, París, 1875. Publicado por primera vez en el Diccionario Biográfico Ame­ ricano de José Domingo Cortés, París, 1875; nuevamente en el libro Por­ tales, de Carlos Walker Martínez, París, 1879. LAMINA XXII Diego Portales. Oleo de autor anónimo, atribuido al taller de Salas, Qui­ to, hacia 1860. Antigua Colección Ignacio Víctor Eyzaguirre, colección Museo Histórico Nacional, actualmente en el Museo de Talca. LAMINA XXIII Arriba. Diego Portales. Grabado de autor anónimo, Nueva York, hacia 1870. Publicado en el folleto The American Bank-Note Company, Nueva York, sin fecha, ejemplar de Sala Medina, Biblioteca Nacional. Abajo. Diego Portales. Dibujo de Luis Fernando Rojas litografiado por Pedro Cadot, Santiago, 1877. Colección Museo Histórico Nacional. LAMINA XXIV Diego Portales. Oleo de Exequiel Plaza, Santiago, hacia 1915. Colección Museo Histórico Nacional. LAMINA XXV Diego Portales. Oleo de autor anónimo, época incierta, hacia 1900. Anti­ gua colección Salvador Valdés Morandé; colección Palacio de La Moneda.

LAMINA XXVI Obelisco recordatorio a Portales. Inaugurado el 21 de septiembre de 1919 en el Cerro Barón de Valparaíso en las inmediaciones del sitio mismo donde Diego Portales cayera asesinado; tiene en su base el mármol de Nicanor Plaza.

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INDICE

IX

Autores............................................................................................... Presentación......................................................................................... XIII

DIEGO PORTALES, ELHOMBRE

1

Rolando Mellafe Rojas

)

PORTALES, EL COMERCIANTE

15

1. Introducción................................................................................... 2. Los chilenos y el comercioexterior........................................... 3: Los negocios con Perú.................................................................... 4. La casa en Lima........................................................................... 4.1. Los negocios de lafirma..................................................... 5. Portales y Cea en Valparaíso(1823-1824)...................................... 5.1. Funcionamiento de la firma.............................................. 5.2. Las compras.......................................................................... 5.3. Las ventas............................................................................... 6. Sugerencias finales.......................................................................

15 16 18 20 22 24 27 28 33 37

PORTALES Y EL PENSAMIENTO DE MONTESQUIEU

39

Notas sobre su actividad comercial entre 1821 y 1824 Juan Eduardo Vargas Carióla

Alejandro Guzmán Brito I Introducción................................................................................ II Las formas de gobierno............................................................ III La virtud...................................................................................... IV El principal resorte de lamáquina........................................... V ¿Portales, lector de Montesquieu?............................................ VI Síntesis..........................................................................................

39 40 43 45 51 52

535

INDICE

PORTALES Y LA SEGURIDAD INTERIOR DEL ESTADO

55

Gonzalo Rojas Sánchez 1.

2. 3.

Los principios de Portales sobre la seguridad interior del Estado 1.1. El respeto a la autoridad y el orden público.................... 1.2. La probidad de la propia autoridad................................ 1.3. El esquema de "los buenos y los malos”.......................... 1.4. Papel y conformación de la oposición................................ 1.5. Ninguna conspiración podía ser admitida.......................... 1.6. Los personalismos debían quedar al margen.................... 1.7. Pragmatismo en el uso de las normas............................... El marco constitucional de la seguridad interior.................... Las medidas concretas.................................................................. 3.1. Las severas medidas del primer Ministerio de Portales . 3.2. Las medidas durante la ausencia de Portales del Ministerio 3.2.1. La legislación sobre conspiraciones y su tratamiento 3.2.2. La restante legislación sobre seguridad interior . 3.2.2.1. La ley de gastos secretos de 1832 .... 3.2.2.2. La ley de concesión de facultades extraor­ dinarias de 1833 ............................... 78 3.2.2.3. Control de las representaciones teatrales . 3.3. Las medidas al volver Portales al Ministerio.................... 3.3.1. La proscripción de Freire y sus colaboradores . . 3.3.2. La ley de facultades extraordinarias de 1837 ... 3.3.2.1. Los Consejos de Guerra Permanentes . . 3.3.2.2. La exigencia de fundamentación de las sen­ tencias .............................................. 85

PORTALES Y EL EJERCITO

55 55 57 57 58 59 60 61 62 68 69 75 76 77 77 79 80 82 83 84

87

Sergio Vergara Quiroz 1. 2. 3.

El país y el Ejército de Chile................................................... Actividad política y Fuerzas Armadas hasta 1830 .................... Gobierno y Ejército de 1830 a 1837 ..............................................

PORTALES Y LA ADMINISTRACION INDIANA

87 91 100

117

Antonio Dougnac Rodríguez 1.

2.

3.

536

El pensamiento de Portales y el ideario de la monarquía ilus­ trada ...................................................................................................... 117 Ideario ilustrado, Administración Pública y pensamiento porta­ liano .................................................................................................125 2.1. La administración indiana.........................................................125 2.2. Anarquía y desorden administrativo..........................................128 2.3. La administración portaliana.................................................... 131 Un intento de explicación................................................................... 143

INDICE

PORTALES Y LA ADMINISTRACION CHILENA 1830-1837

W7

Eduardo Soto Kloss 1.

2. 3.

Administración Pública y GobiernoInterior.................................. 151 1.1. Organización de Oficinas Públicas......................................... 151 1.2. Organización del territorio........................................................ 158 Orden Público...................................................................................... 159 2.1. Policía...........................................................................................159 2.2. Libertades públicas......................................................................165 Educación y Salud Pública............................................................. 169 3.1. Educación..................................................................................... 169 3.2. Salud Pública................................................................................175

PORTALES Y ELCONSEJO DE ESTADO

179

Alejandro Guzmán Brito I El Consejo de Estado en la Constitución de 1833 .................... 179 II Portales en el Consejo de Estado................................................... 180 III Labor de Portales en el Consejo de Estado.................................... 182 1. El proyecto de ley de administración de justicia y organi­ zación de tribunales............................................................ 182 2. El proyecto de bases para la codificación civil en materia sucesoria...................................................................................... 189 3. El proyecto de ley sobrerégimen de gobierno interior . 191 4. Asuntos varios............................................................................ 194 IV Conclusión........................................................................................... 196

PORTALES Y LA JUDICATURA

199

Carlos Salinas Araneda 1. 2.

3.

La judicatura indiana....................................................................... 199 La judicatura nacional.......................................................................203 2.1. Las ideas..................................................................................... 203 2.1.1. Artículo en ElMercurio de Valparaíso .... 203 2.1.2. Las cartas de Portales........................................... 206 2.1.3. Memorias ministeriales........................................ 216 2.2. Las actuaciones........................................................................... 218 2.2.1. Incidente del marino norteamericano Mr. Paddock 218 2.2.2. La expedición del general RamónFreire.... 219 Conclusiones......................................................................................... 227

PORTALES Y LA IGLESIA

235

Javier González Echenique

537

INDICE

PORTALES Y LAS TRANSFORMACIONES ECONOMICAS DE CHILE EN SU EPOCA: UNA APROXIMACION

243

Juan Ricardo Couyoumdjian 1. 2.

3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

Economía y comercio en vísperas de la Independencia ... 243 La apertura del comercio en el marco del imperio español 18111817................................................................................ 246 Los efectos comerciales de la independencia política . . 248 Liberalismo, pragmatismo ycontrabando....................................... 251 Cambios estructurales....................................................................... 254 El comercio de tránsito y los almacenesfrancos............................ 259 La minería: plata y oro.................................................................. 262 La producción del cobre................................................................... 264 La política económica de Rengifo................................................... 268 La política fiscal de Rengifo..............................................................272 La prosperidad de la década del 30: Valparaíso y sus compe­ tidores .......................................................................................... 276 Completando el proceso.................................................................. 279

PORTALES Y LA POLITICA INTERNACIONAL

281

Santiago Lorenzo Schiaffino Palabras preliminares.................................................................................. 281 1. Portales y la defensa de la soberanía nacional............................... 283 1.1. Actitud ante los extranjeros................................................... 283 1.2. Posición frente a los agentes diplomáticos.......................... 286 1.3. El reconocimiento de la Independencia.................................... 292 2. Portales y las relaciones exteriores de Chile............................... 293 2.1. Relaciones con los países hispanoamericanos .... 293 2.2. Relaciones con Perú...................................................................296 2.3. Guerra con la Confederación Perú-Boliviana.......................... 306 Conclusiones................................................................................................ 319

PORTALES Y EL TRANSITO DEL ABSOLUTISMO ILUSTRADO AL ESTADO CONSTITUCIONAL EN CHILE

321

Bernardino Bravo Lira 1.

2.

3.

538

Drama en tres actos............................................................................ 322 1.1. Mocedad (1793-1810)............................................................. 323 1.2. Juventud y madurez (1810-1829)......................................... 326 1.3. El político (1829-1837)............................................................ 331 Consolidación de la paz interna (1830-1831).............................. 334 2.1. Medidas de excepción................................................................. 334 2.2. Subordinación del Ejército........................................................ 338 2.3. Revital ización de las milicias................................................... 339 Configuración del régimen de gobierno (1830-1831) .... 342 3.1. Administración Central.............................................................. 344 3.2. Los Intendentes........................................................................... 344 3.3. El Presidente............................................................................... 346 3.4. Impersonalidad............................................................................ 347 3.5. Gobierno identificado con losintereses de la patria . . 349 3.6. Iglesia, Judicatura y difusiónde las luces.............................352 3.7. Consolidación de las instituciones............................................. 354

INDICE

6.

7. 8.

9.

3.8. Poder electoral del Presidente.............................................. 3.9. Restauración del Congreso.................................................. 3.10. Prensa y opinión pública.............................................. Intermedio (1831-1835)............................................................. 4.1. Gobierno y oposición . . . . ....................................... 4.2. Legalización del régimen de gobierno......................... 4.3. Legalidad gubernativa...................................................... 4.4. Vuelta al gobierno........................................................ • Consolidación del Estado constitucional católico y naciona (1835-1837).................................................................................. 5.1. Iglesia.............................. ;............................................. 5.1.1. El Seminario de Santiago.................................... 5.1.2. Finalidad misionera del Estado......................... 5.1.3. Ordenes religiosas . . ........................................... 5.1.4. Provincia eclesiástica chilena.............................. 5.1.5. Neorregalismo....................................................... 5.2. Judicatura.......................................................................... 5.3. Ejército y Marina............................................................. 5.3.1. Ejército.................................................................. 5.3.2. Marina..................................................................... 5.4. Administración.................................................................. 5.4.1. Intendentes............................................................ 5.4.2. Administración Central . . .................................. 5.4.3. Empleados de la administración......................... 5.5. Poder electoral del Presidente......................................... 5.6. Consejo de Estado............................................................ 5.7. Presidente.......................................................................... 5.8. Congreso............................................................................ 5.9. Núcleo gobernante............................................................ Gobernante ilustrado................................................................ 6.1. Obras públicas.................................................................. 6.2. Educación.......................................................................... 6.3. Establecimientos científicos............................................ 6.4. Moralizar al pueblo........................................................ Final trágico............................................................................... Portales y la ilustración........................................................ 8.1. Mentalidad ilustrada........................................................ 8.2. Actuación realista............................................................ 8.2.1. Los hombres........................................................ 8.2.2. Las instituciones.................................................. 8.2.3. Las leyes................................................................ La obra de Portales..................................................................

359 360 363 366 368 370 373 375 377 377 378 379 382 382 385 387 391 391 392 395 397 401 403 405 406 407 407 413 414 414 415 417 418 421 424 427 430 432 434 436 438

PORTALES EN LA HISTORIOGRAFIA Enrique. Brahm García 1. 2. 3. 4.

Necrologías...................................................................................... Siglo XIX........................................................................................ Siglo XX.......................................................................................... Conclusión.......................................................................................

ICONOGRAFIA DE PORTALES (1837-1937)

443 444 464 484 485

Hernán Rodríguez Villegas Indice de láminas .

531

539