Poemas I [I]
 8424916166, 8424916174

Table of contents :
INTRODUCCIÓN
1. Breves apuntes históricos
2. Vida de Claudiano
3. La obra de Claudiano.
4. Propagandista de Estilicón
5. Claudiano y Roma
6. La religión de Claudiano
7. Técnicas del poeta
NOTA TEXTUAL
NOTA DE AGRADECIMIENTO
BIBLIOGRAFÍA
POEMAS
PANEGÍRICO A LOS CÓNSULES OLIBRIO
Y PROBINO
CONTRA RUFINO
PREFACIO AL LIBRO I
CONTRA RUFINO
PREFACIO AL LIBRO II
PANEGÍRICO AL TERCER CONSULADODEL EMPERADOR HONORIO
PANEGÍRICO AL CUARTO CONSULADO
DEL EMPERADOR HONORIO
EPITALAMIO EN HONOR DE
HONORIO Y MARÍA
VERSOS FESCENINOS EN HONORDE HONORIO Y MARÍA
GUERRA CONTRA GILDÓN
PANEGÍRICO EN HONOR DEL CÓNSUL
MANLIO TEODORO
ÍNDICE DE NOMBRES
ÍNDICE GENERAL

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C L AU DI ANO

POEMAS i

INTRODUCCIÓN, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE

MIGUEL CASTILLO BEJARANO

fk E D IT O R IA L

GREDO S

BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 180

Asesores para la sección latina: J av ier Iso y J osé L u is M o r a ie jo . Según las normas de la B. C . G ., la traducción de este volumen ha sido revisada por Luís R ivero G a r c ía .

©

EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1993.

Depósito Legal: M. 16387-1993.

ISBN 84-249-1616-6. Obra completa. ISBN 84-249-1617-4. Tomo I. Impreso en España. Printed in Spain. Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1993, — 6564.

INTRODUCCIÓN

1.

B r e v e s a p u n t e s h is t ó r ic o s

Tras el desastre de Adrianópolis (378) 1, Graciano, sin­ tiendo la necesidad de unirse a un hombre capaz de defen­ der el imperio, proclamó augusto a Teodosio (19 de enero del 379) y le confió la parte oriental del imperio como su­ cesor de Valente, que acababa de morir en la terrible bata­ lla. Teodosio (nacido en Cauca, Hispania, en el 347 y muer­ to en Milán el 17 de enero del 395) era hijo del conde Teodosio, uno de los grandes generales del emperador Va­ lentiniano I y al que Graciano mandó decapitar por falsas sospechas. Se ha supuesto que la decisión de Graciano de elegir como colega a Teodosio, a pesar de haber mandado matar poco antes a su padre, pudo obedecer a una deter­ minada influencia procedente del sector religioso, concre­ tamente la del papa español Dámaso, quien a través quizá de Antonio, prefecto del pretorio y padre de Fiadla, espo­ sa de Teodosio, habría tratado de introducir en los órga­ nos del poder a un español que era ferviente cristiano. De 1 Dado que la mayoría de las fechas son posteriores a Cristo, hemos optado por ponerlas sin especificación alguna. Cuando se trate de fechas anteriores a Cristo, lo indicaremos convenientemente.

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todos modos, no debemos olvidar que Teodosio era un militar muy experto y el imperio vivía en una situación angustiosa desde el punto de vista militar. Teodosio se dedicó sobre todo a resolver el problema godo. La acción más importante de su política con los bár­ baros fue el foedus del 382. Teodosio autorizó la instala­ ción de los visigodos al sur del Danubio, en las mismas tierras que habían saqueado pocos años antes. Conserva­ ron allí sus estructuras de Estado independiente, puesto que seguían sometidos a sus propias leyes y no tenían que pagar los impuestos que pagaban los súbditos del empera­ dor. El único vínculo establecido con el imperio era una alianza mediante la que se comprometían a servir como federados, es decir, no sólo con sus propios modos de com­ batir, sino también bajo sus propios jefes. Esta política, muy innovadora, que admitía la existencia de islotes bár­ baros en el seno de las provincias romanas, tuvo sus parti­ darios (como Temistio, rétor oficial, que alababa al empe­ rador por haber restablecido la paz) y sus detractores (como Amiano Marcelino, Sinesio de Cirene y Eunapio de Sardes, quienes denunciaban el peligro implantado en el seno del imperio). Lo cierto y verdad es que para de­ fender el imperio no quedaba otra solución que llevar a cabo una política de entendimiento con los bárbaros. El ejército romano había sufrido un golpe terrible en Adrianópolis y había que reorganizarlo e infundirle un nuevo espíritu. Al negociar con los bárbaros, el emperador logró cierta tranquilidad y pudo así firmar la paz con Persia y hacer frente a dos usurpadores occidentales, los rebeldes Máxi­ mo y Eugenio. En Oriente, Teodosio aprovechó las disputas sucesorias de la corte sasánida para restablecer la influencia romana

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en una parte de Armenia (384-387) y para firmar (389 ó 390) un tratado de paz con el que la frontera oriental que­ dó asegurada hasta el 502. Al final, .las luchas internas ocasionaron más proble­ mas a Teodosio que las presiones en las fronteras. En el 383, un general hispano del ejército de Britania, Máximo, se rebeló contra Graciano, que fue vencido y muerto en la Galia. Máximo quería, al parecer, defender la romani­ dad contra los bárbaros. Se apoderó de toda la prefectura de las Galias (Galia, Hispania y Britania). Teodosio com­ prendió que todo consistía en aceptar la usurpación de Má­ ximo y reconocerlo como emperador, cosa que hizo en el 384. El imperio tuvo entonces tres emperadores: Máximo en Tréveris, Valentiniano II 2 en Milán y Teodosio en Constantinopla 3. Pero en el 387 Máximo marchó a Italia para derrocar a Valentiniano II. El joven emperador y su madre pidieron ayuda a Teodosio. Éste vaciló en intervenir, pero finalmente lo hizo 4 y venció y mató a Máximo en Aquileya. Teodosio permaneció en Occidente del 388 al 391, casi constantemente en Milán, salvo una corta permanencia en Roma (389). Valentiniano II fue enviado a la Galia y confiado a Arbogastes, magister militum. Las relaciones entre el po­ deroso general y su joven protegido se envenenaron: en 2 Hijo de Valentiniano I y hermano paterno de Graciano. Fue nom­ brado emperador por las tropas a la muerte de su padre en el Danubio (375). Se hallaba bajo el dominio de su madre Justina y controlaba Áfri­ ca, Italia y Panonia. 3 Hay que decir además que el hijo mayor de Teodosio, Arcadio, de seis años, había recibido también el título de augusto en el 383. 4 Posiblemente también porque le atraía la belleza de la hermana de Valentiniano II, Gala, con la que acabó casándose. De este matrimonio nacería la famosa Gala Placidia.

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mayo del 392 Valentiniano II aparecía estrangulado. Unos meses más tarde Arbogastes proclamaba emperador a Euge­ nio, un profesor de retórica favorable a los paganos. Teo­ dosio nunca aceptó la alianza que le ofrecía Eugenio. La lucha entre uno y otro adoptó el carácter de una «guerra de religión», en la que las leyes de tolerancia de Eugenio, señor de Italia, recibían la respuesta de las antipaganas y antiheréticas de Teodosio. En el 394 Teodosio decidió acom­ pañar la actividad legislativa de medidas militares y de nuevo se puso en marcha hacia Occidente, donde venció a las tropas de Eugenio y Arbogastes en el río Frígido (septiem­ bre del 394). Esta batalla fue el último conflicto que se dio entre las fuerzas armadas de la Roma pagana y las de la Roma cristiana. La campaña afectó gravemente a la salud del emperador, que moría en Milán pocos meses después. Fueron los deseos de Teodosio que su hijo Honorio, un muchacho de diez años todavía, reinara en Occidente, donde estaba ya instalado, y que su hijo mayor, Arcadio, a quien había dejado como regente en Constantinopla cuan­ do se dirigió a Occidente, continuara-gobernando la parte oriental5. Este acto no tenía nada de innovador, ya que la división de atribuciones, de responsabilidades y de zo­ nas de acción era cosa usual desde hacía mucho tiempo. Los contemporáneos no percibieron ninguna ruptura. Pero la verdad es que entre Oriente y Occidente había profun­ das diferencias, esbozadas mucho antes del 395. En el pla­ no defensivo, la parte de Honorio parecía mucho más de­ 5 Tanto el uno como el otro eran hijos del primer matrimonio del emperador con Elia Fiadla. Arcadio nació en 377-378 y fue elegido augusto el 19 de enero del 383. Honorio nació el 9 de septiembre del 384 y fue nombrado augusto el 10 de enero del 393.

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bilitada. Desde mediados de siglo los usurpadores se ha­ bían servido en varias ocasiones de las tropas occidentales para apoyar sus pretensiones. Numerosos sectores fronteri­ zos fueron descuidados, creándose brechas por las que no dejaron de entrar los bárbaros o zonas abiertas en las que podían instalarse. Así mismo, entre ambas partes había con­ trastes económicos y sociales. Es verdad que la exigencia fiscal del Estado produjo iguales fenómenos en uno y otro lado del imperio: agravamiento de la situación de los colo­ nos y extensión del patronato. Pero estos fenómenos de conjunto no esconden el desequilibrio económico existente entre las dos mitades del mundo romano. La parte oriental era más poderosa económicamente 6. Los grandes centros artesanales y comerciales están en Oriente, donde a su vez los campos parecen mejor explotados. Así pues, en mate­ ria económica y social era visible una diferenciación entre ambas partes. En el plano político las diferencias se detec­ tan muy rápidamente en los años siguientes y se da, sobre todo, por el comportamiento recíproco de las cortes impe­ riales. Entre el 395 y el 410 se produce el cambio de la unidad a la diversidad del imperio, fruto del aislamiento de la corte occidental y de la grave falta de entendimiento entre los consejeros de ambos soberanos. Teodosio no quiso dejar a sus jóvenes hijos sin un pro­ tector. El más apropiado para ello era Estilicón, un oficial de origen vándalo, pues estaba ligado a la casa imperial con lazos familiares por su casamiento con Serena, la so­ brina preferida de Teodosio y también hija adoptiva suya. Así pues, en su lecho de muerte parece que los confió al 6 Nos lo ratifica el hecho de que Bizancio se convirtiera en capital del imperio bajo Constantino. La crisis del siglo m había afectado menos a Oriente.

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cuidado de Estilicón 7. Su autoridad, aceptada en Occiden­ te, fue discutida en la corte de Arcadio, dominada por sus sucesivos ministros 8, continuamente opuestos a Estilicón. Estilicón consolidó su posición en la casa imperial ca­ sando a su propia hija María con Honorio (398). Su otra hija, Termancia, también se casó con el emperador (pro­ bablemente en el 407) después de la muerte de María 9. A pesar de su posición preeminente en el imperio, Esti­ licón no pudo llevar a cabo sus proyectos. El nuevo caudi­ llo de los visigodos, Alarico, resultó ser un formidable opo­ nente y la situación política de Constantinopla era más com­ plicada de lo que Estilicón creyó en un primer momento. Ya en el mismo año 395 se enfrentó a Alarico en Tesa­ lia sin lograr derrotarlo, hecho que se repitió con el mismo resultado en el 397 en el noroeste del Peloponeso. Tuvo que enviar también rápidamente una expedición a recon­ quistar África, donde un jefe mauro, Gildón, nombrado

7 Así por ejemplo nos lo dice S. Ambrosio (De obitu Theod. 5). Pero la cuestión no está demasiado clara. Parece que Teodosio nombró a Esti­ licón regente del imperio occidental; era lógico que así fuera, dada la minoría de edad de Honorio. Pero una de las pretensiones fundamentales de Estilicón, como veremos en la obra de Claudiano, es llegar a ser re­ gente de la parte oriental basándose en que así lo había querido Teodo­ sio. Es difícil que Estilicón fuera nombrado regente de Arcadio, que era ya mayor de edad cuando murió su padre. 8 El carácter débil de Arcadio hizo inevitable que gobernasen otras personas. Sus ministros más famosos fueron Rufino y Eutropio, a los que Claudiano dirigió dos célebres invectivas. El primero de ellos era un hombre ambicioso y sin escrúpulos, un astuto intrigante en el campo de la política. Fue asesinado por el ejército. El segundo, un eunuco, ejer­ ció un dominio absoluto sobre Arcadio y declaró a Estilicón hostis publi­ cus. Finalmente también acabó siendo ejecutado. 9 Es más, parece que Estilicón proyectó también casar a su hijo Euque­ rio con la ya mencionada Gala Placidia.

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conde de África por Teodosio, se había rebelado con el apoyo de la corte oriental, hasta el punto de que en Roma se sintió el hambre. Afortunadamente Gildón fue derrota­ do (398). En noviembre del 401, Alarico llevó a los visigo­ dos a Italia y llegó a las murallas de Milán. Estilicón logró vencerlo parcialmente en Polentia (abril del 402). Pocos meses después (julio-agosto del 402) se enfrentó de nuevo con él en Verona, donde tampoco consiguió someterlo to­ talmente 10. Alarico regresó a Iliria y, mientras tanto, Italia fue re­ parando los estragos de los visigodos. En 405-406 Radagaiso, otro caudillo godo, cruzó el Danubio y penetró en Italia, donde fue derrotado por Estilicón. El mismo Radagaiso fue capturado y llevado a Roma para su ejecución. El 31 de diciembre del 406, partidas de vándalos, cuados, alanos, suevos y burgundios cruzaron el Rin y se es­ parcieron por la Galia. Estilicón opinaba que debía tratar­ se con los bárbaros, pero tropezó con la oposición de la corte y el partido cristiano, que le reprochaban su oportu­ nismo. Amenazado por todos lados, el caudillo occidental hizo frente a los problemas por algún tiempo, aunque sin poder contar con las fuerzas militares de Oriente n . El par­ 10 A partir de aquí no contamos ya con eí testimonio de Claudiano para los últimos años de la vida de Estilicón. La última obra del poeta (Panegyricus de sexto consulatu Honorii Augusti) fue recitada en enero del 404 y el último acontecimiento histórico importante al que alude es la batalla de Verona. No hacemos aquí sino mencionar de pasada los acontecimientos, pues a todos ellos les dedica Claudiano una gran exten­ sión en sus poemas. En las notas al texto comentamos algunas cuestiones relativas a estos sucesos. 11 Al final, el grave problema con el que se enfrentó el gobierno occi­ dental fue la poca disposición del oriental para prestar ayuda en momen­ tos de crisis militar.

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tido antibárbaro le atribuía todas las calamidades del mo­ mento. Caído en desgracia, fue decapitado el 23 de agosto del 408. Sus adversarios procedieron a depurar de bárbaros el ejército y la administración en Italia. Ello significaba pri­ varse de defensores fieles en un momento en que Alarico se volvía de nuevo amenazador. Del 408 al 410 el gobierno occidental, dividido y debilitado, fue incapaz de resolver el problema bárbaro. Mientras las provincias galas eran asoladas, Alarico amenazó Roma en varias ocasiones. Irri­ tado por las demoras, las provocaciones y la duplicidad de la corte de Rávena n , proclamó emperador al senador Átalo y en agosto del 410 se apoderó de Roma, a la que saqueó espantosamente durante tres días.

2.

V id a d e C l a u d ia n o

No es mucho lo que conocemos sobre la vida de Clau­ dio Claudiano, el último de los grandes poetas de Roma. Los únicos contemporáneos que lo mencionan son S. Agus­ tín y Orosio 13, que nos dicen simplemente que fue poeta y pagano. Escasa es también la información que nos da sobre él la Suda: Κλαυδιανός Ά λεξανδρεΰς, έποποιός νεώτερος- γέγονεν έτη των χρόνων Ά ρκαδίου καί Όνωρίου των βασιλέων.

12 Después de que Alarico fue expulsado de Italia en el 402, Honorio y su corte se trasladaron a Rávena, que llegó a ser la capital del imperio occidental durante gran parte del siglo v. Rávena era una base más segu­ ra para la corte que la más expuesta ciudad de Milán. 13 A g u s t ín , De cr'v. D. V 26; O r o s io , VII 35.

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Poseemos, no obstante, una inscripción 14 que figuraba en la basa de la estatua de bronce que fue erigida en su honor en el Foro de Trajano: [Cl.] Claudiani v. c. | [Cla]udio Claudiano v. c., tri|[bu]no et notario, inter ceteras | [de]centes artes prae[g]loriosissimo | [pojetarum, licet ad memoriam sem|piternam carmina ab eodem | scripta sufficiant, adtamen | testimonii gratia ob iudicii sui | [f]idem, dd. nn. Arcadius et Honorius | [fejlicissimi et doctissimi | imperatores senatu petente | statuam in foro divi Traiani | erigi collocarique iusserunt. Είν εν! Βιργιλίοιο νόον | καί Μ ούσαν Ό μήρου | Κλαυδιανον 'Ρώμη και | βασιλής εθεσαν 15.

Así pues, ocupó el puesto de tribunus et notarius al servicio del emperador, alcanzando así el rango senatorial. Es llamado también praegloriosissimus poetarum, y las ge­ neraciones posteriores lo consideraron uno de los mejores poetas latinos tardíos. Hay que tener en cuenta que la fuente más importante para conocer el período de finales del siglo iv y los inicios mismos del siglo v es Claudiano. Su obra es inapreciable para el historiador que quiere reconstruir los agitados años 14 CIL VI 1710 (ILS 2949). 15 v. c. = vir clarissimus; dd. nn. = domini nostri. La inscripción podemos traducirla: «A Claudio Claudiano, varón muy insigne (hijo de Claudio Claudiano, hombre muy ilustre), tribuno y notario, maestro, de las bellas artes, pero por encima de todo el más famoso de los poetas; aunque sus propios poemas son suficientes para asegurar su inmortali­ dad, sin embargo, en recuerdo de su lealtad y discreción, nuestros dicho­ sísimos y sapientísimos emperadores Arcadio y Honorio, a petición del senado, ordenaron erigir y colocar esta estatua en el Foro del divino Trajano. Roma y sus emperadores se la dedicaron a Claudiano, que reunió en sí el pensamiento de Virgilio y la música de Homero».

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que siguieron a la muerte de Teodosio el Grande. Pero desgraciadamente el poeta, siguiendo la tradición épica, nos habla muy poco de sí mismo. Su fecha de nacimiento nos es desconocida, pero pare­ ce que era todavía joven cuando llegó a Roma en el 394. En Carmina minora (c. m.) 22, escrito a comienzos del 397, habla de su lubrica aetas (v. 6), es decir, «la tornadiza juventud». A su vez, en c. m. 40 19 se llama a sí mismo sodalis de Olibrio, que tenía apenas veinte años en la épo­ ca de su consulado (395). Por tanto, nuestro poeta debió de nacer hacia el 370. A pesar de su nombre latino, Claudiano era egipcio, como él mismo nos dice en dos de sus epigramas. En uno de ellos, dirigido a un tal Genadio, leemos: Graiorum populis et nostro cognite Nilo 16. En el otro se dirige a un alto oficial llamado Adriano en estos términos: audiat haec commune solum longeque carinis nota Pharos, flentemque attollens gurgite vultum nostra gemat Nilus numerosis funera ripis 17. Anteriormente, en el mismo poema llama a Alejandro Magno conditor hic patriae (v. 20). Ello debe de significar que nuestro poeta era natural de Alejandría. Y que Clau­ diano era un alejandrino está explícitamente atestiguado, según hemos señalado ya, por la Suda 18. 16 c. m. 19 3. 17 c. m. 22 56-58. 18 Además, el mismo Sidonio Apolinar (Carm. IX 274) se refiere a Claudiano como Pelusiaco satus Canopo. Pero en Sidonio ésta es una manera usual de referirse a Egipto, expresión que había tomado de Lu­ c a n o , VIII 542-543: Nilusne... et Pelusiaci tam mollis turba Canopi?

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En el siglo iv, Egipto había llegado a ser la fuente más prolífica de poetas de todo el imperio. Hasta tal punto es así, que resulta muy difícil encontrar en los siglos iv y V un poeta destacado en lengua griega que no sea egipcio o que no se haya educado en Egipto. De toda esta multi­ tud de cultivadores de la poesía sólo dos son de Alejan­ dría, Claudiano y Páladas. La ciudad que produjo más poetas en este período fue Panópolis. De aquí son Trifiodoro, Nono, Ciro y Pamprepio. Pero otros muchos poetas de estos dos siglos y de inicios del vi eran originarios de otras ciudades egipcias: Olimpiodoro de Tebas, Coluto de Licópolis, Cristodoro de Copto, Cristodoro de Tebas, etc. Como alejandrino, la lengua de Claudiano fue el grie­ go, y sabemos por una carta que escribió, probablemente en el 395, a Anicio Probino, uno de los cónsules de ese año, que hasta entonces había escrito su obra en lengua griega: Romanos bibimus primum te consule fontes et Latiae cessit Graia Thalia togae 19. Su primer poema publicado en latín fue el Panegyricus dictus Probino et Olybrio consulibus (enero del 395). Pero esto no quiere decir que no hubiese escrito antes nada en latín. Ello es inconcebible, ya que sus primeros poemas en la lengua del Lacio revelan un gran conocimiento de la literatura latina, un extraordinario dominio de la lengua y un perfecto manejo de las técnicas de la épica latina. Evidentemente escribía en latín al mismo tiempo que lo hacía en griego. Sin duda, Claudiano pasaría algunos años estudiando en Alejandría. La astronomía, las matemáticas y la medi19 c. m. 41 13-14.

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ciña fueron especialidades de esta ciudad, además de gozar de gran reputación en los temas más tradicionales como retórica y filosofía. Pero es también muy posible que estu­ diara en Atenas, Antioquía o Constantinopla. Su carrera poética no puede comprenderse sin tener en cuenta que fue un poeta profesional. Él es el único miem­ bro de una floreciente escuela egipcia de poetas profesio­ nales del que nos han sobrevivido las obras. Esos poetas estudiaron con gran detenimiento todas las técnicas de los variados géneros poéticos: panegíricos, invectivas, epitala­ mios, epitafios, etc. Los poetas del imperio tardío no escri­ ben normalmente por inspiración. Eran iniciados en la poe­ sía no por las Musas, sino por el gramático en la escuela. Los más destacados de estos poetas abandonarían pronto Egipto e irían de ciudad en ciudad en busca de ricos pro­ tectores. No sabemos con exactitud cuándo dejó Claudia­ no Alejandría, pero posiblemente en algún momento del 394 decidió dirigirse a Roma y poner a prueba a su Musa latina. A fines del siglo iv Roma no era una ciudad que aco­ giese bien a los forasteros. Amiano Marcelino, un ex­ soldado griego de Antioquía, nos ha dejado un vivido re­ cuerdo de la recepción que tuvo al llegar a Roma 20. La parásita plebe urbana veía con malos ojos a los extranjeros con los que compartía el alimento y exigía continuamente su expulsión, especialmente en tiempos de escasez. La alta aristocracia sólo condescendía en tratar con ellos cuando le convenía. Si invitaban a un extranjero a cenar, éste no era con seguridad un hombre de letras, sino alguien con el que podrían charlar sobre las carreras de carros o con el que se divertirían jugando a los dados. 20 Am . M arc ., XIV 6 y XXVIII 4.

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Sin embargo, Claudiano logró a los pocos meses de su llegada a Roma el favor de los Anicios, la familia senato­ rial más ilustre. El primer poema recitado en Italia —el primero de los suyos que conservamos escrito en latín— fue el ya mencionado panegírico a los cónsules del 395, que eran precisamente dos miembros de la familia de los Anicios, concretamente los hermanos Olibrio y Probino. Podemos pensar que Claudiano llevó a Roma una carta de recomendación de algún protector de Alejandría o de algún otro lugar. Parece que nuestro poeta no tuvo que soportar las mismas humillaciones y frustraciones que sufrió Amiano Marcelino a su llegada a Roma. No debe­ mos olvidar que se remonta a tiempos republicanos la tra­ dición de los poetas griegos de buscar la protección de los aristócratas romanos. Claudiano es el último de una larga serie. En su primer recital en Roma, Claudiano se reveló co­ mo un maestro del popular y ventajoso arte del panegíri­ co. Aparte de las recompensas materiales que recibiría, lo­ gró también la amistad personal de ambos cónsules. Po­ seemos cartas (c. m. 40 y 41) dirigidas por él a ambos. En ellas se describe como sodalis de Olibrio (c. m. 40 19) y usa las palabras amor (c. m. 40 12 y 41 8) e ignis (c. m. 40 17) para referirse a su amistad con los dos herma­ nos. Les reprocha a ambos su retraso en escribirle 21. Com­ para su amistad con Olibrio a la que existía entre Virgilio y Augusto (c. m. 40 23). Fue importantísimo para un jo­ ven poeta egipcio el poder contar entre sus amigos a dos cónsules romanos. 21 Aunque éste era un tema puramente convencional, como puede de­ ducirse de su frecuente aparición en las cartas de Símaco, sugiere sin embargo que hubo estrecha relación entre ellos.

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Después de tal éxito y con tales protectores, no nos puede sorprender que fuese Claudiano el que compusiera el panegírico para el cónsul del año siguiente, el mismísi­ mo emperador Honorio. Según hemos visto, Teodosio ha­ bía muerto a comienzos del 395 y Honorio llegó a ser el emperador de Occidente. Tal vez Claudiano pudo haber recibido una invitación inesperada de la corte, pero lo más probable es que uno de sus protectores romanos lo reco­ mendara a la corte de Milán. Así, en la ya mencionada carta a Probino leemos: incipiensque tuis a fascibus omina cepi fataque debebo posteriora tib i22. Ello nos lleva a pensar que fue su amigo Probino el que intercedió por él. Así pues, al poco tiempo de su llegada a Italia, Clau­ diano se traslada desde Roma a Milán, residencia de la corte imperial. El poeta se alegra de que lo escuchen el palacio real y el emperador mismo: M e quoque Pieriis temptatum saepius antris audet magna suo mittere Roma deo. Iam dominas aures, iam regia tecta meremur et chelys Augusto iudice nostra so n a t23. Cuando Claudiano llegó a la corte de Milán en algún momento dei 395, Estilicón, el verdadero gobernante de la parte occidental del imperio, estaba ocupado en intentar convencer al mundo de que Teodosio realmente lo había designado protector de sus dos hijos. A partir de este mo22 c. m. 41 15-16. 23 Panegyrici de tertio consulatu Honorii Augusti, praefatio 15-18.

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mento, Estilicón pasa a ser el tema central de toda la poe­ sía de Claudiano. Nuestro poeta se convierte en el propa­ gandista oficial de la corte de Honorio y más concreta­ mente de su regente Estilicón. A través de su obra se van viendo claramente los objetivos del general de origen ván­ dalo durante el período en que el poeta lo sirvió, es decir, desde el 395 hasta el 404, fecha de la muerte de Claudiano. El poeta permaneció en Milán desde el 395 hasta el 400 24. En febrero de este año lo encontramos en Roma recitando el De consulatu Stilichonis III: Noster Scipiades Stilicho, quo concidit alter Hannibal antiquo saevior Hannibale, te mihi post quinos annorum, Roma, recursus reddidit et votis iussit adesse suis 25. Entre febrero del 400 (fecha en que recitó en Roma su De consulatu Stilichonis III) y mayo/junio del 402 (fecha en que recitó en la misma ciudad su De bello Geti­ co) le fue colocada en el Foro de Trajano la estatua a

24 Naturalmente Claudiano haría continuos viajes. Por determinados poemas incluidos en sus c. m. podemos saber con cierta seguridad algu­ nos de los lugares a los que viajó nuestro poeta: De sene Veronensi qui suburbium suum numquam egressus est (c. m, 20) estaría basado en un anciano real que Claudiano encontró o vio cerca de Verona; en la obser­ vación personal directa parece que se basa gran parte del poema Aponus (c. m. 26), que nos describe la fuente termal de Apono, cerca de Padua; del poema De mulabus Gallicis (c. m. 18) podemos deducir que Claudia­ no visitó la Galia; que visitó Catina, la actual Catania (Sicilia), es algo que cualquiera piensa al leer De piis fratribus et de statuis eorum quae sunt apud Catinam (c. m. 17). Aunque todos estos viajes son meras hipó­ tesis, es probable que Claudiano aprovechara los descansos que encontra­ ba en la corte para viajar por las provincias occidentales del imperio. 25 De consulatu Stilichonis III, praefatio 21-24.

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la que ya hemos aludido. Ello debió de ser así porque no nos habla de ella en la primera obra, pero sí en la se­ gunda: Sed prior effigiem tribuit successus aenam, oraque patricius nostra dicavit honos. Adnuit hunc princeps titulum poscente senatu 26. Sabemos además que el poeta se casó en África y que su esposa posiblemente era hija de un terrateniente del norte de ese continente. Estos datos nos los da el mismo Clau­ diano en su Epistula ad Serenam (c. m. 31). Este poema es, como su nombre indica, una carta a la esposa de Estili­ cón donde el poeta le anuncia su casamiento y lamenta que ella no pueda asistir dado que el novio se encuentra en África, lugar donde se celebrará la ceremonia. Ahora bien, ¿cuándo escribió Claudiano esta carta? Realmente no la pudo escribir antes de febrero del 398, fecha del enlace de Honorio y María, pues en ella el empe­ rador es ya el yerno de Serena (v. 50). Pero desde comien­ zos del 398 hasta comienzos del 400, Claudiano estuvo su­ mamente ocupado (escribió De bello Gildonico, Panegyri­ cus dictus Manlio Theodoro consuli, In Eutropium I y II y De consulatu Stilichonis I, II y III). Sería muy difícil poder encajar en este período su viaje a África, su boda y una prolongada luna de miel. Así pues, la Epistula ad Serenam, y junto con ella el casamiento de Claudiano, no pueden situarse antes de la primavera del 400. Y sucede precisamente que tras la pri­ mavera del 400 pasaron más de dos años hasta que Clau­ diano recitó su siguiente poema, De bello Getico, a co­ 26 De bello Getico, praefatio 7-9.

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mienzos del verano del 402 27. Podemos pensar por tanto que los hechos sucedieron más o menos así: en algún mo­ mento del 400-401 viajó a África, donde tuvieron lugar su boda y su luna de miel; no retornó a Italia hasta el 402, fecha en que celebró la victoria de Estilicón sobre Alarico en Polentia. Acerca de la novia, él mismo nos dice que la consiguió gracias a una carta de Serena: Non ego, cum peterem, sollemni more procorum promisi gregibus pascua plena meis, nec quod mille mihi lateant sub palmite colles fluctuet et glauca pinguis oliva coma, nec quod nostra Ceres numerosa falce laboret aurataeque ferant culmina celsa trabes. Suffecit mandasse deam: tua littera nobis et pecus et segetes et domus ampla f u i t 28. Como hemos dicho, en el verano del 402 Claudiano estaba de vuelta en Roma, donde recitó el De bello Getico en el templo de Apolo en el Palatino. Dieciocho meses más tarde recitó el Panegyricus de sexto consulatu Honorii Augusti, también en Roma, aunque no es probable que el poeta pasara todo este tiempo en la ciudad del Tiber. Posiblemente pasaría algunos meses en la corte, en Rávena 29, pues sus descripciones del insólito puerto de Classis y del viaje de Honorio desde Rávena a Roma (Panegyricus

27 En el prefacio al De bello Getico, Claudiano hace referencia a este largo silencio. Y lo mismo ocurre en el prefacio al libro II del De raptu Proserpinae, recitado por las mismas fechas. 28 c. m. 31 37-44. 29 Cf. nota 12.

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de sexto consulatu Honorii Augusti 494-522) demuestran con claridad que Claudiano observó todos estos lugares personalmente. A partir del Panegyricus de sexto consulatu Honorii Augusti (recitado en enero del 404), lo único que tenemos es el silencio del poeta. Se han dado numerosas explicacio­ nes de este silencio 30, pero lo más probable es que Clau­ diano muriese en el transcurso del 404, a los 35 años de edad aproximadamente, cuando se encontraba en la cum­ bre de su fama. Si Claudiano hubiese vivido después del 404, difícilmente habría dejado de celebrar el segundo consulado de Estili­ cón (405) y menos aún la victoria del caudillo occidental sobre Radagaiso en Fésulas (406).

3.

L a o b r a d e C l a u d ia n o .

En primer lugar enumeraremos las obras del poeta en cada uno de sus grupos para después analizarlas detallada­ mente. Podemos distinguir cuatro grupos: Poemas históricos. Aquí se incluyen los panegíricos, las invectivas y los poemas de épica histórica, es decir, la ma­ yor parte de su obra. Comprendería los siguientes poemas: 1) Panegyricus dictus Probino et Olybrio consulibus (Prob.) 31 2) ln Rufinum I, II (Ruf. I, II). 30 Para las diferentes opiniones sobre esta cuestión, cf. E. M e r o n e , «La morte di Claudiano», GIF VII (1954), 309-320. 31 Entre paréntesis aparecen las abreviaturas con las que nos referire­ mos en lo sucesivo a los diferentes poemas.

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3) Panegyricus de tertio consulatu Honorii Augusti (III Cons.). 4) Panegyricus de quarto consulatu Honorii Augusti (IV Cons.). 5) Epithalamium de nuptiis Honorii Augusti (Nupt.) y Fescennina de nuptiis Honorii Augusti (Fesc. I-IV). 6) De bello Gildonico (Gild.). 7) Panegyricus dictus Manlio Theodoro consuli (Theod.). 8) In Eutropium I, II (Eutr. I, II). 9) De consulatu Stilichonis I, II, III, también llamado Laus Stilichonis y Laudes Stilichonis, (Stil. I, II, III).

10) De bello Getico, también llamado De bello Go­ thico y De bello Pollentino, (Get.). 11) Panegyricus de sexto consulatu Honorii Augusti (V I Cons.). Poemas mitológicos. En este apartado tenemos el poe­ ma más conocido de Claudiano, su De raptu Proserpinae I, II, III (Rapt. I, II, III). Otro poema mitológico importante es su Gigantomachia latina, pero hablaremos de ella dentro de los poemas menores de Claudiano, por ser allí donde se publicó origi­ nalmente y figurar así en la edición que utilizamos 32. Al conjunto de poemas que hemos encuadrado en estos dos grupos (poemas históricos y poemas mitológicos), se le da el nombre de Carmina maiora.

32 Manejamos para la presente traducción la edición de J. B. Hall, Claudii Claudiani carmina, Bibliotheca Teubneriana, 1985. En esta edi­ ción, la Gigantomachia latina aparece en c. m. 53.

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Poemas menores. Integran este grupo dos bloques de poemas: 1) Los denominados Carmina minora, un conjunto de cincuenta y tres composiciones integrado por car­ tas en verso, epigramas, ecphraseis, etc. fe. m. 1-53). 2) Un conjunto de poemas espurios o dudosos, el lla­ mado Carminum vel spuriorum vel suspectorum ap­ pendix (app. 1-24). Poemas griegos. De los Carmina graeca sólo conserva­ mos dos fragmentos de una Gigantomachia y algunos epigramas. El conjunto de sus obras no fue reunido por el mismo Claudiano. Él leía primero sus poemas en público, para lo que estaban destinados, y posteriormente los publicaba por separado. No obstante, los poemas latinos de Claudia­ no circularon en la Antigüedad en cuatro colecciones dife­ rentes, aparte de esa primera edición de cada uno de los poemas que acabamos de mencionar: 1) Prob., posiblemente editado por los Anicios, la fa­ milia a la que pertenecían los dos cónsules elogia­ dos en el poema. 2) Todos los poemas políticos, evidentemente edita­ dos por deseo de Estilicón (y por ello antes de agos­ to del 408). 3) Rapt., que circuló aparte como poema mitológico. 4) c. m., editados también por deseo de Estilicón, posiblemente en el 404 o poco después. A continuación, pasamos a estudiar con cierto deteni­ miento cada una de las obras anteriores.

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A)

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Poemas históricos

1) Prob.— Este panegírico fue recitado en Roma en enero del 395. Para este año, Teodosio les había concedido el consulado a los hermanos Olibrio y Probino, miembros de la familia de los Anicios, la familia que protegió a nues­ tro poeta a su llegada a Roma. Eran dos jóvenes adoles­ centes: Olibrio tenía aproximadamente diecinueve años y Probino era unos años más joven 33. Su padre, Sexto Pe­ tronio Probo, fue cónsul en el año 371 y gobernó las pre­ fecturas de Iliria, Italia, África y las Galias. Había muerto ya cuando sus hijos alcanzaron el consulado. La madre de los cónsules, Anicia Faltonia Proba, procedía también de una familia distinguida 34. No era un suceso de poca importancia éste al que Clau­ diano dedicó su primer poema. La investidura de los cón­ sules en Roma iba acompañada de una pompa extraordi­ naria. Se enviaban invitaciones a todos aquéllos que desta­ caban por algo en la altá sociedad. Las invitaciones se ha­ cían en dípticos de marfil delicadamente tallados. Recha­ zar la invitación sin una excusa justificada era considerado un gran desprecio. Se le daban a la plebe grandiosos jue­ gos, se gastaban fortunas para conseguir las bestias más raras y los mejores gladiadores. Es verdad que el consulado no era ya lo que había sido en tiempos anteriores, pero seguía siendo la meta a la que deseaban llegar muchos aristócratas. Era a su vez la supre33 Cf. T . B ir t , Monumenta Germaniae Historica, Auctores Antiquis­ simi, X, 1892, pág. IX. 34 Era hija de Quinto Clodio Hermogeniano Olibrio, el cónsul del año 379, y de Tirrenia Anicia Juliana, hija a su vez del prefecto de Roma del año 382, Anido Auquenio Baso.

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ma señal del favor del emperador y sólo se concedía a muy pocos. Además, dado que el emperador desempeñaba con frecuencia este cargo, eran escasos los años que quedaban vacantes para los particulares. Por último, la designación de los dos Anicios como cón­ sules para el 395 tenía un valor simbólico: mostrarles a los aristócratas paganos (todavía eran bastantes a pesar de la derrota sufrida en la batalla del río Frígido en septiem­ bre del 394) que aún tenían un puesto en el imperio roma­ no si, como los Anicios, eran cristianos. El poema de Claudiano es simple y sencillo. Comienza su panegírico con el día en que los cónsules toman pose­ sión de su cargo y pide al Sol que inicie el día con más solemnidad; pues el Sol sabe que la familia de los Anicios ha dado con frecuencia su nombre al año. El ocupar los más altos cargos es algo habitual en esta familia. El poeta pasa al elogio de ésta y alaba especialmente a Probo, el padre de los cónsules. Su fama está extendida por todo el mundo. Él se mantuvo apartado de todos los vicios y se distinguió por su liberalidad. Pero los hijos superan aún al padre, pues éste no alcanzó el consulado tan joven co­ mo aquéllos y además no fue cónsul juntamente con un hermano. Pero Olibrio y Probino comienzan donde otros terminan. ¿Cómo han llegado a ocupar tan alto cargo? Despmés que Teodosio había derrotado a Eugenio y a Ar­ bogastes, Roma sube a su carro para dirigirse a su empera­ dor. El poeta aprovecha la oportunidad para hacernos una brillante descripción de Roma. Cuando la diosa ha llegado al emperador, éste le pregunta por sus deseos. Roma le pide el consulado para los dos hermanos. El emperador le responde que ella solicita algo que él hubiera otorgado por sí mismo. Un mensajero lleva la resolución de Teodo­ sio a la capital del imperio, donde todo estalla en júbilo.

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La madre se dispone a confeccionar las trábeas de sus hi­ jos y se relatan sus excelentes virtudes. Cuando los herma­ nos están dispuestos para la ceremonia, resuena un trueno en el cielo. El Tiber oye el estrépito en su gruta. El dios, cuyo aspecto nos describe el poeta detalladamente, sale de su gruta y se coloca en una isla existente en medio del curso del río para contemplar a los dos hermanos, que se dirigen al foro con el acompañamiento del senado. Elogia el Tiber a los jóvenes cónsules e invita a todos los ríos de Italia a un banquete común. Finalmente el poeta alaba el año dichoso que ha contemplado a los dos hermanos como cónsules. Aunque el emperador Teodosio vivía aún, se dice muy poco acerca de él. Su gran victoria sobre Eugenio se men­ ciona solamente para procurar un contexto apropiado para la petición de Roma. Tampoco Claudiano menciona a Es­ tilicón ni al joven Honorio. Y es que nuestro poeta no había llegado a ser todavía el propagandista de la corte. 2) Ruf. I, II.— Nada conocemos de los comienzos de la carrera de Rufino, peró por el 388 lo tenemos en Cons­ tantinopla como magister officiorum. Rápidamente llegó a ser el ministro más fiel de Teodosio y en el 392 fue hon­ rado con el consulado. La supremacía de Rufino no fue bien vista por todos. Los jefes militares de Teodosio (espe­ cialmente Promoto y Estilicón) vieron con recelo la influen­ cia creciente de este advenedizo civil sobre el emperador. Así pues, Estilicón y Rufino eran ya enemigos personales antes de que la muerte de Teodosio los hiciera rivales políticos. A la muerte de Teodosio, Rufino se convirtió en el ver­ dadero gobernante de Oriente. Tuvo que enfrentarse con dos serias amenazas externas: la pretensión de Estilicón de

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llegar a ser protector de Arcadio y regente del Este, y las invasiones bárbaras. Alarico había penetrado en Grecia y Estilicón marchó contra él, pero parece ser que el Este no le permitió librar batalla. Además, Rufino consiguió de Arcadio que le ordenara a Estilicón devolver a Constantinopla el ejército de la parte oriental, ejército que Teodosio había llevado a Occidente para sofocar la revuelta de Euge­ nio. Estilicón, efectivamente, devolvió las tropas, orienta­ les, que fueron llevadas a Constantinopla por Gainas. Cuan­ do el emperador Arcadio y Rufino inspeccionaban las tro­ pas colocadas a las puertas de Constantinopla, el ejército asesinó a Rufino. Esto sucedía en noviembre del 395. Así perecía el hombre que se había opuesto a Estilicón. Es natural que enseguida Claudiano, el propagandista del caudillo occidental, compusiese una fulminante invectiva contra el ministro caído, una verdadera alabanza del asesi­ nato, una justificación de la muerte de Rufino. Claudiano debió de componer y recitar R u f I a comienzos del 396, casi inmediatamente después del asesinato. En cambio, Ruf. II fue escrito y recitado bastante después, en el verano del año 397. En cuanto al contenido del poema, en el prefacio de Ruf. I nos cuenta Claudiano cómo todo renació cuando Pitón fue aniquilada por Apolo. Ahora una nueva Pitón, esto es, Rufino, ha sido abatida. Una venerable multitud acude para escuchar al poeta cuando el monstruo ha sido aniquilado por Estilicón, quien protege el orbe para los dos hermanos y rige la paz con justicia y la guerra con fuerza. El poema en sí comienza con la duda del poeta acerca de si existe o no la Providencia. La contemplación de la naturaleza lo lleva a pensar que el mundo se rige por leyes fijas, pero cuando contempla los asuntos huma­ nos imagina que es el azar el rector del universo. La muer­

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te de Rufino lo ha sacado de dudas: los dioses existen y castigan a los culpables. Alecto, que ve con malos ojos que se extiendan las buenas costumbres y que la Justicia gobierne el mundo, convoca en asamblea a todas las Fu­ rias para poner fin a esta situación. En la asamblea se le­ vanta la perversa Megera y propone introducir en la corte oriental un monstruo terrible, Rufino, al que ella misma ha criado y alimentado. Todo cederá y se doblegará ante su perfidia. La propuesta de Megera es apoyada por las Furias. Por el remoto litoral de la Galia, por donde se dice que Ulises invocó a las sombras del mundo subterrá­ neo, Megera sale a la tierra, ensombreciendo así la luz del sol. Toma la figura de una anciana y se dirige a casa de Rufino en Élusa. Le promete el gobierno del mundo si está dispuesto a obedecerla. Rufino acepta y se dirige a Constantinopla. A su llegada, todo empeora. Se nos describe ahora más ampliamente el carácter del ministro oriental. Se nos muestra su insaciable codicia, que lleva consigo el desarrollo de la miseria. Se nos pinta con vividos colores su crueldad. El salvador es naturalmente Estilicón, al que ahora el poeta comienza a elogiar. Al final aparece de nue­ vo Megera. La Furia se dirige a la Justicia y le pide que se retire de la tierra al cielo estrellado. Pero Justicia le responde que pronto su favorito morirá y que ella misma será encadenada en las soledades del abismo. En el prefacio de Ruf. II, el poeta pide a Estilicón que descanse y escuche su canto, pues ya ha liberado a Grecia de los getas 35. El poema tiene por tema principal la muer­ te de Rufino. Después de habérsenos pintado un cuadro desolador del imperio y de la perfidia de Rufino, se nos presenta a Estilicón en Tesalia a la cabeza de los ejércitos 35 Con la campaña del verano del 397.

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de Occidente y Oriente 36. Sin duda alguna el enemigo ha­ bría sido derrotado si Rufino no hubiera tramado de nue­ vo un ardid. Él convence a Arcadio para que obligue a Estilicón a devolver las tropas del Este y se retire de Iliria. Estilicón obedece al emperador y dirige unas palabras al ejército que retorna al Este en contra de su propia volun­ tad. El ejército concibe un plan de venganza contra el artí­ fice de la decisión de su regreso. Cuando el ejército llega a Constantinopla, Arcadio y Rufino se disponen a inspec­ cionar las tropas y a darles la bienvenida. Los soldados rodean al ministro oriental y lo matan. La multitud despe­ daza su cuerpo, que no recibe sepultura. El castigo prosi­ gue en el mundo subterráneo. Se pueden señalar importantes diferencias de estructura y técnica entre ambos libros. La diferencia más obvia es el completo olvido de la cronología en Ruf. I, que contras­ ta con la estricta observancia de la misma en Ruf. II. En el libro II se pretende una narración continua de los suce­ sos del 395 desde la muerte de Teodosio hasta el asesinato de Rufino. En Ruf. I no hay intento de narración cronoló­ gica; tras introducirnos a Rufino en el relato, Claudiano no intenta describirnos su gradual elevación al poder y los medios que utilizó para deshacerse de sus rivales; el poeta se lanza rápido a un retrato atemporal de Rufino en la cima de su poder, a mostrarnos a un tirano cruel y avari­ cioso. 3) III Cons.— En enero del 396 iba a comenzar H o­ norio su tercer consulado. Claudiano compuso para la oca­ sión un panegírico que recitó en Milán en enero de ese año. El emperador, nacido en septiembre del 384, tenía 36 Expedición llevada a cabo en septiembre del 395.

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entonces once años. Dada su corta edad, no era cosa fácil hacerle un panegírico, pues no había muchas hazañas que elogiar. Pero Claudiano insertó en el poema los hechos gloriosos de su padre Teodosio y al mismo tiempo comen­ zó su deliberada y cuidadosa defensa de la política de Estilicón. En el prefacio, el poeta, que ahora recita por primera vez en la corte, se compara con el aguilucho al que su padre expone a los rayos del sol para conocer su fortaleza. El poema elogia las aficiones militares del joven empera­ dor y cómo su padre Teodosio lo educaba militarmente y le contaba las acciones gloriosas de su abuelo. Luego se relata que, cuando Teodosio movilizó contra Arbogastes a los pueblos de Oriente, Honorio, un niño todavía, quería participar en la campaña; pero su padre no se lo permitió. El poeta atribuye la victoria sobre los enemigos a los auspicios de Honorio. Vemos luego a Honorio apre­ surarse desde Constantinopla a Italia al encuentro de su padre. Éste, en un solemne discurso, confía sus dos hijos al cuidado de Estilicón. Tras estas palabras, Teodosio se eleva al cielo estrellado, desde donde contempla los domi­ nios dichosos de sus dos hijos. Claudiano finaliza el poe­ ma dirigiéndose a los dos hermanos, a los que les vaticina un mandato glorioso. 4) I V Cons.— El poema se recitó en Milán en enero del 398, año del cuarto consulado del emperador Honorio. Este panegírico es su poema más largo escrito hasta ese momento (656 vv.). En él encontramos también una deci­ dida defensa de la política de Estilicón, pues en ningún momento se habla claramente de la guerra contra Gildón (la expedición había partido de Pisa en noviembre del 397), ni tampoco se alude a las delicadas relaciones Este-Oeste

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(Eutropio y Arcadio apoyaban decididamente al rebelde afri­ cano), posiblemente porque Estilicón trabajaba con afán por una aproximación entre las dos cortes. Tras comenzar su poema con una alusión al día de la ceremonia, el poeta vuelve su mirada a Hispania, de donde procedía el abuelo de Honorio. El conde Teodosio fue el que logró las victorias en Britania y en Mauritania. Poste­ riormente alaba a su padre, al emperador Teodosio, cuyos méritos naturalmente son aún mayores. Sólo por sus pro­ pias virtudes llegó a la cima del poder. Tanto en Oriente como en Occidente protegió al imperio vacilante. Se nos narran las rebeliones de Máximo y Eugenio y la derrota de los tiranos. El panegírico tiene palabras de reconoci­ miento para la clemencia y la generosidad de Teodosio. Tras un elogio del nacimiento de Honorio, sigue la parte fundamental del poema, el discurso que Teodosio dirige a su hijo y en el que le da consejos para la alta misión a la que está destinado. Se nos recuerda que, cuando Teo­ dosio se disponía a sofocar en los Alpes la rebelión de Oc­ cidente, Honorio ansiaba acompañarlo. El padre se negó a ello, pues pronto le llegaría al niño la edad madura. Lo anima ahora a proseguir sus estudios y le muestra ejem­ plos de la historia de Roma, ejemplos que pueden servirle para seguir el camino recto. El poeta dirige entonces de nuevo su mirada al presente. Se nos narran las hazañas de Estilicón, al que Teodosio le había confiado sus dos hijos y se elogia el buen gobierno de Honorio y su destreza militar. Al final del poema hay una innegable referencia al ca­ samiento de Honorio 37. A este acontecimiento dedicaría Claudiano su siguiente poema. 37 Cf. IV Cons. 642-651.

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5) Nupt. y Fesc. I-IV.— El matrimonio de Honorio con María, la hija de Estilicón y Serena, tuvo lugar en Milán a inicios del 398. El casamiento fue anterior a la derrota de Gildón (marzo del 398) y posiblemente se cele­ bró en febrero. Claudiano compuso para la ocasión un ex­ tenso epitalamio y cuatro pequeñas composiciones conoci­ das como Fescennina. Resumimos brevemente el tema del epitalamio. En pri­ mer lugar el poeta alude en el prefacio a las bodas de Tetis y Peleo, en las que Terpsícore dejó oír lascivos cantos que agradaron a Júpiter y a los otros dioses, pero no a los Centauros y a los Faunos. En el séptimo día, Febo entonó con su lira un canto más noble, en el que vaticinaba el nacimiento del héroe Aquiles. El poeta había seguido en sus Fescennina un tono más o menos libre y lascivo. El séptimo día, el día de la boda, quiere entonar con su epita­ lamio un canto distinguido. El poema nos relata cómo se aviva en el corazón de Honorio el amor hacia María, amor que lo empuja al casamiento con ella tan pronto como sea posible. No comprende el emperador cómo Estilicón retra­ sa la fecha. También suplica a Serena para que se cumplan sus deseos. Luego Amor, testigo de este enardecimiento del emperador, vuela a Chipre para comunicárselo a su madre. La escena cambia, pues, al palacio de Venus en Chipre, construido de oro y piedras preciosas y que exhala los olores más diversos. Cupido sorprende a su madre cuan­ do ésta se ocupa en su aseo y le da las noticias. Venus conoce bien a la novia, la hija del hombre que es el baluar­ te de la Galia e Italia. Ella lo deja todo y se encamina a Italia a lomos de Tritón, acompañada por los alados Cu­ pidos y las desnudas Nereidas, que profesan eterna lealtad a Estilicón; cada una de ellas va montada en un animal diferente, cada una lleva un regalo distinto para la boda

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de María. A la llegada de Venus a Milán, los soldados se regocijan, sus estandartes florecen. Himeneo elige las antorchas festivas, las Gracias reúnen las flores, Concor­ dia teje dos coronas y los Cupidos se disponen a adornar el lecho nupcial. Entre los adornos Venus incluye todos los despojos reunidos por Teodosio en las innumerables victorias logradas con Estilicón como compañero. La mis­ ma Venus se dirige a María, que está estudiando a los clá­ sicos con su madre, y le pide que acepte el destino. El ejército, qué ha dejado a un lado las armas, prorrumpe en alabanzas a Estilicón. Como es tradicional, el epitala­ mio concluye con una súplica por la fecundidad del matrimonio: sic uterus crescat Mariae; sic natus in ostro parvus Honoriades genibus considat avitis 38. Todo el epitalamio está cargado de propaganda políti­ ca. Los temas políticos se introducen ingeniosamente den­ tro de la estructura del poema, apareciendo mezclados con Venus y sus coros de Cupidos y todos los otros elementos del género. Los Fescennina están perfectamente ligados entre sí. El primero, el de tono más sosegado y general en el conteni­ do, termina: Beata, quae te m ox faciet virum primisque sese iunget amoribus 39. El segundo lanza la afirmación de que la madre proviene de Hispania (Fese. II 27), lo cual comienza a revelarnos la identidad de la novia. El tercero, anunciándonos que 38 Nupt. 340-341. 39 Fese. I 40-41.

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Estilicón será el suegro, no deja mucho lugar a las dudas. Pero sólo es en el último verso del cuarto, el más apasio­ nado y erótico de los cuatro, donde se da el nombre de la novia: haec vox per populos, per mare transeat: «form osus Mariam ducit Honorius 40». En el primero se alaba al novio. En el segundo toda la tierra es invitada a la celebración del matrimonio. En el tercero se elogia al suegro, Estilicón. El último se refiere a las nupcias. El tercero revela también claramente el significado po­ lítico del casamiento y la razón de que se haya apresurado, es decir, la hostilidad y oposición mostradas hacia Estilicón: Gener Augusti pridem fueras, nunc rursus eris socer Augusti. Quae iam rabies livoris erit? Vel quis dabitur color invidiae? Stilicho socer est, pater est Stilicho 41. 6) Gild.— En el verano del 397 la corte oriental de­ claraba a Estilicón hostis publicus. Ello dejaba claro que Eutropio era para el caudillo occidental un enemigo más terrible que Rufino. La influencia del eunuco Eutropio so­ bre Arcadio fue completa. Zósimo (V 12, 1) nos dice que lo dominó como a un buey. Además, dado que fue capaz de contar con el apoyo del ejército, fue el dueño completo del imperio del Este.

40 Fese. IV 36-37. 41 Fese. III 8-12.

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Pero su ambición no se limitó sólo al Este. En el 397, Eutropio abrió negociaciones con Gildón, un príncipe afri­ cano a quien Teodosio (imprudentemente) le confió todo el poder civil y militar de África. El eunuco invitó a Gil­ dón a traspasar su lealtad de Honorio a Arcadio. La pose­ sión de África era importantísima para Roma, ya que el abastecimiento de grano de ésta dependía casi exclusiva­ mente de aquélla. Tan dependiente era Roma de África, que solo el retraso de unos días en la llegada de las naves con el grano podía provocar (y a veces lo provocó) hambre y disturbios. Gildón y Eutropio negociaron la transferencia de Áfri­ ca al imperio oriental. Gildón prefería naturalmente la so­ beranía de la distante Constantinopla a las riendas de la cercana Roma. Eutropio, cortándole el suministro a Ro­ ma, esperaba destruir el crédito de Estilicón, apartarlo del poder y llegar a ejercer sobre Honorio la misma tutela que ya ejercía sobre Arcadio. En el curso del 397 Gildón comenzó a reducir el sumi­ nistro a Roma y en el otoño lo suspendió totalmente. Esti­ licón estaba en una posición embarazosa, dada su condi­ ción de hostis publicus para el Este. ¿Cómo conducir una expedición contra Gildón en nombre de Honorio cuando el rebelde africano era un leal servidor de Arcadio? Por otra parte, la actuación tenía que ser rápida. Pero Estilicón tuvo más suerte de lo que él mismo espe­ raba. Por fortuna, pudo utilizar los servicios de Mascezel, un hermano de Gildón. Mascezel había buscado reciente­ mente asilo en Milán para escapar a las garras de Gildón. Éste había intentado asesinar a su hermano y de hecho había logrado matar a sus dos sobrinos. Mascezel logró la victoria sobre Gildón en un cortísimo espacio de tiempo. Su expedición dejó Pisa en noviembre

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del 397 y Gildón fue derrotado unas semanas después de la llegada de Mascezel a África en febrero del 398. El asunto fue tan rápido que Eutropio no tuvo tiempo de considerar si debía enviar un refuerzo para ayudar al rebelde. Gild, fue recitado en Milán, probablemente en abril del 398, tan pronto como llegaron a la ciudad las noticias de la victoria. La concepción del poema responde claramente a consideraciones políticas y a motivos propagandísticos. Claudiano muestra poca preocupación por la verdad. A lo largo del poema vemos cómo omite unos hechos o tergi­ versa otros con la finalidad de favorecer al general occi­ dental y su política. En cuanto al contenido, podemos resumirlo así: Roma, agobiada por el hambre y sintiendo miedo de su destruc­ ción, aparece escuálida ante Júpiter en el Olimpo. Se queja de Gildón y pide angustiada alivio para el hambre. A con­ tinuación llega África ante el soberano de los dioses y rela­ ta en qué triste situación se encuentra su tierra a causa de la codicia y la lujuria de Gildón. Júpiter les promete ayuda a ambas y proclama que África sólo servirá a Ro­ ma; Honorio abatirá al enemigo común. Luego los dos Teodosios, el padre y el abuelo de Arcadio y Honorio, les llevan a los emperadores las órdenes divinas. El padre se dirige a Arcadio y el abuelo a Honorio. El padre defien­ de la opinión de la corte occidental acerca del problema; critica duramente a Gildón y habla en favor del respeto y la unión entre los dos hermanos; también inserta un elo­ gio de Estilicón. Arcadio obedece de buen grado los m an­ datos de su padre y acepta que África sea devuelta a su hermano. El conde Teodosio anima a Honorio a comenzar la guerra contra Gildón. Honorio convoca a su suegro Es­ tilicón para saber su parecer acerca del asunto. Estilicón piensa que Honorio no debe participar en la batalla y

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propone que sea enviado a África un ejército bajo las ór­ denes de Mascezel, ya que éste ansia vengarse de su herma­ no Gildón. Honorio acepta los consejos de Estilicón y co­ mienza a equiparse una flota. Antes de la partida, el empe­ rador pronuncia un discurso ante el ejército. La tempestad arroja la flota a Cerdeña, donde espera anclada vientos favorables. Se ha pensado a veces que Gild, constaría de dos libros y que sólo conservamos el libro I. Pero parece demostrable que Claudiano o nunca escribió un libro II o entregó el borrador a las llamas sin haberlo publicado. Pues al des­ cribir la campaña misma y la batalla, Claudiano habría tenido que concederle los mayores méritos a Mascezel y esto no habría sido del agrado de Estilicón. Hay que tener en cuenta además que Mascezel sostuvo, al retornar a Mi­ lán, que debía su éxito a una intervención postuma de S. Ambrosio 42. Ya Mascezel había revelado su ortodoxia re­ teniendo la expedición mientras ayunaba y rezaba con al­ gunos monjes en la isla de Cabrera 43. Parece como si es­ tuviese intentando congraciarse con el poderoso partido cris­ tiano en la corte de Milán, un grupo que comenzaba a apartarse de Estilicón por su indulgencia hacia herejes y paganos. Estilicón solucionó fácilmente las ambiciones de Mascezel: se deshizo de él 44. Pero Claudiano nos narra la campaña en otro poema posterior, en Stil. I 246-385. El hecho de que el poeta dedi­ case una gran atención aquí a la campaña confirma la hi­ 42 El obispo de Milán había muerto en abril del 397 y se creía que se había aparecido en algunas ocasiones. 43 Cf. O r o s io , VII 3 6 , 5. 44 Zósimo (V 11, 5) nos cuenta que Estilicón empujó desde un puente a Mascezel cuando cruzaban juntos un río y que se reía mientras el afri­ cano se ahogaba.

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pótesis de que nunca recitó un Gild. II, Es por ello por lo que aprovecha la oportunidad para volver a algo que no había terminado. Sea como fuere, Gild, es una muestra excelente del arte de Claudiano como poeta y de su habilidad como propa­ gandista. 7) Theod.— El año 399, una vez que se había derro­ tado a Gildón y se había recuperado África, parecía el mo­ mento adecuado para que ocupase el consulado Estilicón, quien a pesar de ser miembro de la familia imperial y re­ gente de la parte occidental del imperio, no había desem­ peñado nunca el cargo. Pero tampoco este año quiso ser cónsul, tal vez temiendo que Arcadio no lo reconociera como tal, dado que todavía era un hostis publicus a los ojos del Este. El cónsul de Occidente de ese año fue Manlio Teodoro, un jurista, filósofo y hombre de letras que había hecho una sobresaliente carrera administrativa. Para este cónsul nuestro poeta compuso el panegírico que nos ocupa, pane­ gírico recitado en Milán en enero del 399. Podemos pensar que Claudiano escribió este poema por su amistad con el cónsul o por respeto hacia él. Como atestiguan sus Carmi­ na minora y su De raptu Proserpinae, la pluma de Clau­ diano no estaba reservada exclusivamente para el servicio de Estilicón. El contenido del poema podemos resumirlo así: Clau­ diano pregunta tímidamente en el prefacio a Talía si ella se atreverá a cantar ante la distinguida asamblea que reúne a la flor y nata de los proceres de todo el mundo. Pero el amor por el cónsul empuja al poeta. En el comienzo del panegírico se nos expone que la gloria sigue a la virtud; de ello es un ejemplo claro Teodoro. Al ser un joven des­

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tacado en la elocuencia y en la defensa de los reos, se le fueron concediendo los cargos uno tras otro; se nos enu­ meran detalladamente todos ellos. La retirada de la vida pública le permite a Teodoro dedicarse al estudio, al culti­ vo de la ciencia y de la filosofía. Entonces se le presenta la Justicia, que lo encuentra absorto en sus investigaciones astronómicas. La diosa le pide que vuelva de nuevo a ocu­ par cargos públicos. Teodoro le expone cuán duro es esto para él, apartado durante tanto tiempo de la política; pero a pesar de ello, no puede negárselo a la diosa, la madre de la civilización y de las leyes. Se elogian entonces sus virtudes y su gran capacidad para el desempeño de sus nue­ vas tareas. El emperador, juez de sus méritos, lo honra con el consulado. Todo se alegra con el año que comienza. Urania invita a sus hermanas a preparar juegos para tan dichosa ocasión y termina su discurso con felicitaciones al cónsul. El panegírico de Teodoro es un poema elegante. Nos presenta la carrera del cónsul a través de todos sus estadios de acuerdo con el modelo tradicional, deteniéndose espe­ cialmente en sus conocimientos filosóficos. Es un poema de gran interés que nos informa sobre la actitud cultural y los conocimientos de Claudiano. El poema no tiene un contenido político, pero encon­ tramos también en él algo de propaganda. El cónsul de Oriente en el 399 fue el eunuco Eutropio. A una parte im­ portante de la opinión pública le chocó la designación de un eunuco como cónsul, pues ello iba contra el mos maio­ rum. Por ello, hacia el final del poema Claudiano nos dice: N il licet invidiae, Stilicho dum prospicit orbi sidereusque gener. Non hic violata curulis, turpia non Latios incestant nomina fastos;

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fortibus haec concessa viris solisque gerenda patribus et Romae numquam latura pudorem 45. Aunque no se menciona su nombre, la alusión a Eutropio y al escándalo de su consulado es indiscutible. 8) Eutr. I, II.— Como acabamos de decir, Eutropio ocupó el consulado en Oriente el año 399. Frente a Manlio Teodoro, cónsul de Occidente en el mismo año, hombre destacado en las letras y en la administración, se nos pre­ senta a Eutropio como un eunuco corrupto, lujurioso, trai­ cionero y de bajo nacimiento. Había surgido en Occidente una corriente de hostilidad hacia el cónsul oriental, corriente que Estilicón podía explotar. Claudiano se puso a trabajar inmediatamente. El resultado fue Eutr. I y II, la invectiva más cruel de toda la literatura antigua. El tema dominante de Eutr. I es la aberración, la pro­ digiosa monstruosidad que supone el hecho de que un eunu­ co ocupe el consulado. Se hacen otras acusaciones, pero la mayor es el simple hecho de que un eunuco se haya atrevido a ser cónsul. Eutropio es presentado como una fuerza primitiva, un poder de la oscuridad. Es algo repug­ nante, un bufón. Sencillamente Claudiano explota al máxi­ mo la aversión y el desprecio universal hacia los eunucos. Esta actitud era más acusada en Occidente donde los eunu­ cos eran menos comunes. El poema sería recitado en Mi­ lán en la primavera del 399. Exponemos brevemente su contenido. El poeta contem­ pla el suceso como una monstruosidad. El cónsul ha teni­ do, como esclavo, numerosos dueños y todos lo han recha­ zado. Se nos cuenta cómo fue castrado poco después de 45 Theod. 265-269.

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su nacimiento por un armenio. El soldado Ptolomeo, que había tenido durante largo tiempo con él relaciones luju­ riosas, se lo regaló a Arinteo. Sigue un lamento del eunuco despreciado. Sirvió como alcahuete eficaz a Arinteo, hasta que éste lo entregó como regalo de bodas a su hija. Pero su fealdad y su deformidad física eran tales, que provoca­ ba terror en todas partes. Como todos lo despreciaban, consiguió la libertad e incluso logró el poder en la corte oriental. Abundancio lo elevó a los altos cargos; el eunuco le pagó el favor con la expropiación de las riquezas y el exilio. El gobierno de Eutropio es algo terrible, especial­ mente su codicia, que causa inmensas desgracias. Es grave también que imparta justicia y deshonre las armas actuan­ do como general. Engreído, se queja todavía de la envidia de la que es objeto. ¡Un castrado toma parte en la guerra y se entrega a tales ocupaciones de los hombres! Pero lo más horrible es que Eutropio exige el consulado por sus hazañas guerreras. Han sucedido cosas muy terribles, pero nunca en el mundo fue cónsul un eunuco. Hubiera sido mejor que una mujer hubiese alcanzado las fasces, prohi­ bidas para el sexo femenino. Al principio nadie creía que Eutropio hubiese alcanzado el consulado. Un hombre serio opina que ello es algo inimaginable; otro, más bromista, cree que el eunuco logró el consulado con sus habituales uniones y con la vivacidad d¿ su mano. Ahora la diosa Roma se encamina a Milán, a la corte imperial, y dirige a Honorio un largo discurso: la corte oriental tiene envidia de la occidental; la elevación de Eutropio al consulado es una deshonra para Oriente; un suceso tal no puede ocurrir en Occidente, debido a su glorioso pasado; pide a Honorio y Estilicón que aparten del imperio la deshonra. En su ataque al gobierno de Eutropio, Claudiano tiene pocos argumentos originales. Sus acusaciones acerca de la

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perversión y el vicio tal vez podamos ignorarlas. La recti­ tud de Eutropio fue grande y lo que Claudiano nos dice eran tópicos característicos de las invectivas. Es posible que en ocasiones fuese cruel, pero ello no consta en otras fuen­ tes, y durante su gobierno se promulgaron muchas leyes humanitarias. La misma brevedad de las acusaciones ates­ tigua la falta de fundamento de nuestro poeta. Eutr. II no fue escrito al mismo tiempo que Eutr. I. El poema fue recitado en Milán en septiembre del 399, es decir, unos seis meses después que el libro I. Es intere­ sante la opinión de A. Cameron 46 sobre la composición de este poema. Se ha supuesto normalmente que Eutr. II fue inspirado por la caída de Eutropio (agosto del 399). La verdad es que el prefacio demuestra que Claudiano te­ nía conocimiento del exilio del eunuco. Pero el prefacio es, normalmente, lo último que se escribe y nuestro poeta también lo compuso con posterioridad al cuerpo primor­ dial del poema. El poema en sí supone que Eutropio está en el poder, que es la fuente de todos los problemas del Este y el único obstáculo para la paz y concordia entre las dos cortes. Al mismo tiempo intenta ofrecer a Estilicón un pretexto para su intervención en los asuntos de la corte oriental, ya que ésta sería la única manera de salvar a Orien­ te del desastre total. Claudiano había completado la mayor parte de su poe­ ma cuando llegaron a él las noticias de la caída de Eutro­ pio. Fue entonces cuando compuso el prefacio, un verda­ dero himno de triunfo por la caída del eunuco. Pero tam ­ 46 A. C a m e r o n , Claudian. Poetry and Propaganda at the Court o f Honorius, Oxford, 1970, págs. 136 ss. Este libro es fundamental para el estudio de Claudiano. En adelante lo citaremos sólo con el nombre de su autor.

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bién entonces (tal vez unos pocos días después) añadió unos versos en el inicio del poema (vv. 1-23), que constituyen el llamado «proemio». El tono del proemio es diferente del que hemos señalado para el prefacio. En el proemio, la caída de Eutropio es demasiado tardía, remedio dema­ siado pequeño para recuperar la salud de la corte. Y es que el exilio del eunuco no trajo consigo la deseada mejora en las relaciones de Estilicón con el gobierno del Este. Es por ello por lo que los versos del proemio son menos triunfa­ listas que los del prefacio. Así pues, Claudiano habría com­ puesto su poema por este orden: 1) cuerpo fundamental del poema (vv. 24-602); 2) prefacio; 3) proemio (vv. 1-23). Resumimos brevemente el contenido de Eutr. II. En el prefacio se nos habla de la caída y del exilio del eunuco, que de nuevo tendrá que volver a ser esclavo y a soportar los fastidiosos grillos. En el comienzo del poema se nos dice que la corte no se purifica sólo con el destierro de Eutropio. Son necesarios remedios mayores. Retrocede en­ tonces el relato y se nos enumeran los prodigios que acon­ sejaban no concederle el consulado a un eunuco. Cuando alcanza el cargo, todos lo felicitan y adulan. Se erigen es­ tatuas para recuerdo de sus hazañas. Llega la primavera: Eutropio promueve un viaje a Ancira para pasar el verano ociosamente. Marte contempla la afeminada multitud y son­ ríe; se dirige a Belona lamentándose de la molicie de Oriente y le pide que provoque la guerra incitando a los bárbaros a la rebelión; así podrá salvarse la honra de Roma. La diosa se dirige al jefe de los godos, Tarbígilo, tomando la figura de la esposa de éste. Por casualidad Tarbígilo regresaba de Constantinopla sin haber conseguido nada de Eutropio. Así pues, las sarcásticas palabras que le dirige su esposa caen en un terreno ya abonado. El jefe godo incita a sus hombres a la rebelión; saquean Frigia, cuya

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geografía nos describe el poeta, y capturan las ciudades. Cibeles, al darse cuenta de que Frigia se derrumba, se des­ pide desconsoladamente de su tierra. Al principio Eutropio no cree el asunto tan peligroso y divulga que se trata de una pequeña banda de ladrones. Igual que el avestruz, no quería ver el peligro. Cuando el eunuco comprende que la situación es grave, convoca en su palacio al consejo. Llegamos así a la parte más dura de la invectiva. Los miem­ bros del consejo son personas corruptas, interesadas por sus mansiones, por la vestimenta y la comida. En la cima del poder están Eutropio y Hosio, un alcahuete y un coci­ nero. En lugar de hablar de la guerra, estos proceres con­ versan sobre circo y teatro. Eutropio los reprende. Se le­ vanta el obeso León, un antiguo cardador, que se compro­ mete a vencer a Tarbígilo. Pero en la batalla, la suerte estuvo contra él y murió mientras huía. Cuando el palacio estaba confundido por la victoria de Tarbígilo, llegó una noticia más funesta: la invasión del imperio por parte de los partos. Todos dirigen su mirada a Estilicón, el único que puede proporcionar la salvación. La Aurora se dirige a Italia para pedir la ayuda del caudillo occidental: tras el terror de Rufino llegó el gobierno aún peor de Eutropio; Oriente está desolado por los continuos saqueos, mientras la corte se entrega a la danza y al banquete; Estilicón pue­ de ser defensor de ambos imperios. ¿Cuál es entonces el propósito de Eutr. II, es decir, del poema en sí, exceptuado el prefacio y la adición del proemio? Pintar una situación oscura de Oriente, produc­ to del consulado de Eutropio, e igualmente ofrecer a Esti­ licón un pretexto para su intervención en los asuntos del Este. 9) Stil. I, II, III. No mucho después de la aparición de Eutr. II, Claudiano recibía un nuevo encargo: la com-

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posición de un panegírico para el consulado de Estilicón (400). Si en el caso de los Anicios, del emperador Honorio y de Teodoro fue suficiente con un solo libro, Estilicón fue honrado con tres. Los libros I y II forman un todo; el primero alaba las hazañas guerreras de Estilicón y el segundo sus virtudes en la paz; ambos fueron recitados en Milán en enero del 400. El libro III es realmente un libro aparte y fue recitado en Roma un mes más tarde apro­ ximadamente con ocasión de la entrada triunfal de Estili­ cón en la ciudad. Resumimos el contenido de los tres libros. El libro I comienza hablándonos de la grandeza de Estilicón. En el caudillo convergen juntas todas las virtudes, las cuales apa­ recen repartidas en los demás hombres. El poeta se dispo­ ne a contarnos la vida de su héroe hasta la elevación al consulado. Ya desde niño tuvo un espíritu sublime e infun­ día respeto a todo el mundo. Apenas había llegado a su juventud y ya participó en la embajada que fue a Babilo­ nia para pactar un tratado. Pero el suceso más importante en la vida de Estilicón es su matrimonio con Serena; con este casamiento se introdujo en la corte imperial, logrando así una posición influyente. El poeta comienza ahora a elo­ giarnos las hazañas guerreras del héroe: sus luchas contra los bastarnas, los visigodos, etc. El imperio no se tambaleó a la muerte de Teodosio, pues Estilicón controló con segu­ ridad el ejército, formado por una multitud de tropas pro­ venientes de numerosos pueblos. Se nos habla a continua­ ción de la pacificación del Rin por parte del caudillo. Si­ gue un amplio relato sobre la guerra contra Gildón, clara­ mente apoyado por el Este. Es curioso que no se mencione a Mascezel, quien había guiado la expedición a África y había derrotado a Gildón, pero al que había asesinado Es-

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tilicón tras su regreso a Milán. Por el contrario, se exage­ ran los méritos del caudillo vándalo. Si el libro I alaba las empresas guerreras de Estilicón, el II elogia sus cualidades éticas. Se ensalzan sus diferentes virtudes: clemencia, lealtad (que da pie a que se muestre la relación de Estilicón con Honorio y Arcadio), imparcia­ lidad, perseverancia. Por otro lado, los vicios (codicia, am­ bición, lujuria y soberbia) están totalmente apartados de él. Todas las provincias admiran a Estilicón y desean que acepte de una vez el consulado. Hispania, Galia, Britania, etc. aparecen personificadas ante la diosa Roma y le solici­ tan su ayuda para convencer al héroe. Roma vuela hacia Estilicón y le pide en un discurso que deje a un lado su negativa a ser cónsul; la oposición entre Estilicón y el eunu­ co Eutropio es explotada extensamente por el poeta; Estili­ cón es a su vez el único capaz de hacer desaparecer la des­ honra que ha traído consigo el consulado del eunuco. Ro­ ma le hace entrega de la trábea bordada por Minerva y del bastón de marfil. Después que Estilicón ha aceptado ser cónsul, la diosa habla otra vez: expresa su alegría y pide al héroe que vaya a Roma, donde lo recibirán multi­ tudinariamente. Para terminar, el poeta glorifica en una bella alegoría el año del consulado del caudillo. En el prefacio del libro III, Claudiano hace un elogio de la poesía. Escipión Africano el Mayor se preocupó por la poesía y tuvo a su lado a Ennio. Nuestro poeta ve a Estilicón como su Escipión. En el libro III, Estilicón se encuentra en la misma Roma. El poeta expone la suerte de la ciudad por poder tener al héroe, pero en lo esencial no' aparecen ahora nuevas facetas de Estilicón. El elogio de Roma está disperso por el poema y al final aparecen bellas escenas de caza. Estilicón había ofrecido juegos en Milán, pero debía hacer también lo mismo en Roma. Dia-

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na se dirige junto con sus Ninfas a capturar las fieras para los juegos en las regiones más diferentes. El poeta llega incluso a describirnos cómo son transportadas las fieras a Italia. 10) Get.— Estilicón se enfrentó a Alarico en cuatro ocasiones: en el 395, en el 397, en abril del 402 (batalla de Polentia) y julio o agosto del mismo año (batalla de Verona). En todas ellas el jefe visigodo logró salvarse y escapar con su ejército casi intacto, aunque en las dos últi­ mas fue derrotado parcialmente. No estamos bien infor­ mados acerca de las campañas del 395 y del 397. Dado que las dos fueron infructuosas, Claudiano nos habla de ellas con su retórica habitual y de un modo falso. Afortu­ nadamente, conocemos mucho mejor las campañas del 402. Claudiano nos dice ahora mucho más que antes, ya que Estilicón logró, relativamente, la victoria. Get. es junto con Gild, el otro gran poema de épica histórica de Claudiano. Fue recitado en Roma en mayo o junio del 402, es decir, casi inmediatamente después de la batalla de Polentia. Contenido: Claudiano nos dice en el prefacio que el poema va a ser recitado en el templo de Apolo en el Pala­ tino, donde también había recitado su Stil. III. Menciona la estatua que le erigió la corte a instancias del senado en el Foro de Trajano. Reconoce que un premio tal le exige aún más; pero la grandeza del asunto que va a cantar ali­ via su miedo. En el poema, Claudiano considera gloriosa la hazaña de Estilicón y piensa que ésta ha superado a las demás empresas brillantes de la historia de Roma. Tam­ bién se destaca la rapidez de la victoria. Cundía el desáni­ mo en todos; solo Estilicón permaneció firme y tranquilo. El héroe consiguió mediante un discurso calmar la excita­

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ción del pueblo e infundirle confianza; también hizo desis­ tir de la huida a la corte. En medio del invierno, Estilicón se dirige a Retia; con su llegada restaura de nuevo la cal­ ma. Su regreso a Italia infudió otra vez ánimo a todos; también la corte se alegra. Entre los getas se celebra una asamblea. Uno de los ancianos más influyentes toma la palabra y le suplica a Alarico que se retire de la parte occi­ dental del imperio. Irritado por ello, Alarico reprende al anciano y manifiesta que entrará en la ciudad de Roma, pues está destinado a ello. Estilicón dirige un discurso a su ejército. Sigue la descripción de la batalla. El jefe de los alanos cayó en la contienda y su muerte provocó el desconcierto entre la caballería, pero acude una legión guia­ da por Estilicón y evita el desastre. Roma consiguió la vic­ toria y cayó en sus manos un rico botín. El poeta alaba a Polentia, el lugar de las derrotas bárbaras, y equipara la victoria de Estilicón sobre los getas con la de Mario sobre los cimbros. En la batalla de Polentia se luchó duramente y hubo grandes matanzas en ambos bandos. La batalla terminaría con unas tablas favorables para Roma. Alarico se retiró con su ejército poco dañado. El mismo Claudiano admiti­ rá esto abiertamente más tarde 47, cuando Estilicón había derrotado ya a Alarico en Verona. Es decir, tras Polentia los visigodos siguieron siendo una fuerza peligrosa y per­ manecieron dentro de Italia. 11) VI Cons.— Este poema fue recitado en Roma en enero del 404. Su primer propósito era celebrar la obten­ ción del sexto consulado por parte de Honorio 48. Pero

47 Cf. VI Cons. 281-285. 48 Honorio visitaba ahora Roma por primera vez desde el 389.

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Claudiano, como siempre, dedica una parte importante del poema a elogiar las hazañas recientes de Estilicón, espe­ cialmente la batalla de Verona. Resumamos el contenido del poema. En el prefacio parte el poeta de la idea de que las ocupaciones de los hombres tienen su reflejo en el sueño. Nos cuenta que también él en sueños les recitaba a los dioses en el cielo estrellado y era el tema de su canto la victoria de Júpiter sobre los Gigantes. Pero su sueño no había forjado ninguna ilusión, pues ahora lo escuchan el emperador y su corte, una vene­ rable asamblea de dioses. En el panegírico en sí el tema central es la visita del emperador a Roma. La diosa Roma se aparece ante Honorio y le pide que se dirija a la ciudad del Tiber. El emperador acepta y marcha con su ejército desde Rávena a Roma. Destaca la descripción del recibi­ miento y de la fiesta, en la que despiertan nuestro interés los juegos celebrados. Pero Claudiano toca también otros temas. La batalla de Polentia no había traído la paz; Esti­ licón debió luchar nuevamente con el invasor. La batalla de Verona supuso la segunda derrota para Alarico; como posteriormente intentaba todavía alcanzar Retia y Galia, Estilicón tuvo de nuevo que hacerlo desistir de su intento. Alarico comprendió al fin que estaba derrotado y dirige entonces un discurso a Ausonia en el que expone la histo­ ria de su desgracia. La inutilidad de Verona nos la muestra a su vez el mis­ mo Claudiano. Nos describe cómo Alarico, con su espíritu sin quebrantar, intentó pasar de nuevo los Alpes y caer repentinamente sobre Galia o Retia 49. Estilicón, por su­ puesto, lo detuvo, aunque el poeta no nos da detalles. In­ dudablemente los visigodos quedaron con grandes fuerzas 49 Cf. VI Cons. 229 ss.

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tras Verona, aunque Claudiano nos hable de desertores que abandonaron a Alarico mientras éste los llamaba en vano llorando. No sabemos dónde pasó Alarico los dos años siguientes, pero por 404-405 era todavía el jefe indiscutible de los visigodos y estaba a la cabeza de una fuerza tan formidable como antes. VI Cons. fue el último poema de Claudiano. Para los últimos cuatro años de la supremacía de Estilicón estamos privados de la valiosa información que nos proporciona la obra de nuestro poeta. B) Poemas mitológicos Según hemos dicho anteriormente, trataremos aquí só­ lo del poema más famoso de Claudiano, Rapt. Es su obra más ambiciosa, aunque está inacabada. Sólo conservamos tres libros, de los cuales el I y el II tienen un prefacio. Son 1172 versos en total. Mientras que los poemas históricos pueden ser fecha­ dos con más o menos precisión por las referencias que hay en ellos a sucesos históricos, la falta de tales referencias en Rapt, ha hecho que surjan diferentes teorías sobre la fecha de su composición. Exponemos a continuación bre­ vemente las teorías de Birt y Cameron al respecto 50. El prefacio del libro I describe cómo el primer hombre que se confió al mar en una nave comenzó primero nave­ gando por el borde de los litorales, afrontó luego las ba­ hías y se fue retirando poco a poco de tierra hasta aden­ trarse finalmente en alta mar. El poeta está utilizando sin duda un símil y nos viene a decir que con su Rapt, está embarcándose en una empresa más ambiciosa que las que 50 B i r t , op. cit., p ág s. XIV ss.; C a m e ro n , págs. 452-466.

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hasta entonces había acometido. Birt argumenta (pág. XV) que Claudiano no podría haber escrito esto «post magnae molis carmina quae sunt de Rufino, de bello Gildonis, de Eutropio vel. post amplam laudem Stiliconis». Así pues, piensa que Rapt, fue comenzado en el 395, después de la aparición de Prob. Al final del prefacio del libro II, después de describir con bastante extensión cómo Orfeo cantó las hazañas de Hércules, Claudiano concluye: Thracius haec vates. Sed tu Tirynthius alter, Florentine, mihi: tu mea plectra moves antraque Musarum longo torpentia somno excutis et placidos ducis in orbe choros 51. ¿Quién es Florentino? Se trata del prefecto de la ciudad de Roma entre 395 y 397. Birt piensa que Rapt, fue dedi­ cado a este Florentino durante su prefectura de la ciudad y su opinión ha sido aceptada generalmente. Sugiere que Claudiano escribió el poema para elogiar el buen desempe­ ño por parte de Florentino de su deber de suministrar gra­ no a Roma durante la crisis con Gildón 52. 51 Pr. Rapt. II 49-52. 52 Es por ello por lo que, según Birt, Claudiano dice que su propósito es relatar unde datae populis fruges (Rapt. I 30). Y es por ello por lo que en el prefacio del libro II el poeta, exponiéndonos cómo Orfeo canta­ ba a Hércules, nos dice en los vv. 45-46: Te Libyci stupuere sinus, te maxima Tethys horruit, imposito cum premerere polo. Birt cree que estos versos se aplican tanto a Florentino como a Hércu­ les y que las costas de África quedaron estupefactas porque, aunque Ro­ ma dependía de África para su aprovisionamiento de grano, Florentino lo estaba logrando de otras partes.

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Birt explica incluso, por qué Rapt, está inacabado. Flo­ rentino fue destituido de su cargo a finales de diciembre del 397 porque no era suficientemente activo en reunir tro­ pas para la ofensiva de Estilicón contra Gildón. Natural­ mente Claudiano no podía terminar un poema comenzado en honor de un hombre que ahora era persona non grata para Estilicón. Por tanto, para Birt el poema se compuso entre 395 y 397. De modo muy diferente piensa Cameron. Para él, el símil del prefacio del libro I implica más bien que Claudia­ no había escrito ya no un poema solamente, sino un cierto número de ellos, aunque menos ambiciosos que Rapt. Clau­ diano pudo muy bien pensar que escribir un poema mito­ lógico en numerosos libros era componer algo más elevado que un simple panegírico o poema épico en honor de un general victorioso. Desde este punto de vista Rapt, es más ambicioso que todo lo restante que escribió Claudiano. Para Cameron hay bastantes paralelismos entre Rapt. y R u f 53. En su opinión, Claudiano repitió en Rapt, ideas que había ya utilizado en R uf. Cameron sugiere entonces que el terminus post quem para la publicación de Rapt. I es el verano del 397, es decir, la fecha de aparición de Ruf. II. Concretamente Rapt. I debió de escribirse a fina­ les del verano o a principios del otoño del año 397, des­ pués que recitara Ruf. II y antes de ponerse a trabajar en I V Cons. y la larga serie de poemas que lo siguieron. Pero del prefacio del libro II se deduce claramente que los libros II y III se publicaron algún tiempo después que el I. Claudiano nos dice en este prefacio: 53 Señala bastantes de ellos: Ruf. I 28-117 y Rapt. I 39-67; Ruf. I 380 ss. y Rapt. I 196 ss. y III 20 ss.; Ruf. II 481-493 y Rapt. I 61-62; etc. En todos estos casos es la invectiva la que contiene el tratamiento más detallado y Rapt, tiene solo una breve alusión.

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antraque Musarum longo torpentia somno excutis et placidos ducis in orbe choros 54. Además, cuando Claudiano pone un prefacio a un li­ bro posterior de un poema, ello significa que este libro fue escrito y recitado con posterioridad al libro o libros anteriores de dicho poema 55. Ello significa que Rapt, II y III se publicaron conjuntamente, dado que Rapt. Ill no tiene prefacio. Pero ¿a qué se refiere el poeta con este «largo sueño»? Sin duda alguna debe de significar que ha pasado más tiem­ po que el acostumbrado desde que recitó su último poema. Existe además un paralelismo exacto entre lo dicho en este prefacio y lo que el poeta nos dice en el prefacio a Get., recitado alrededor de mayo del 402, cuando habían trans­ currido casi dos años y medio desde que Claudiano había recitado su último poema, Stil. I-III, en enero-febrero del 400: Post resides annos longo velut excita somno Romanis fruitur nostra Thalia choris 56. Para un escritor rápido y prolífico como Claudiano, dos años y medio eran un largo vacío. De hecho es el úni­ co vacío de tal extensión en el breve período de su activi­ dad literaria, pues entre los sucesivos poemas escritos des­ de enero del 395 hasta enero del 404 no hay más de un año de separación (y en algunos casos, como hemos visto, el vacío es mucho menor). Parece por tanto lógico asumir que el longus somnus de los dos prefacios se refiere al mis­ 54 Pr. Rapt. II 51-52. 55 Cf. R u f II, Eutr. II y Stil. III. 56 Pr. Get. 1-2.

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mo período de tiempo. Así pues, Rapt. II y III aparecerían también en el 402, aproximadamente por las mismas fe­ chas que Get. Lo cual quiere decir que Claudiano compu­ so estos libros entre el 400 y el 402, pues, según hemos dicho ya anteriormente, en el período 398-400 el poeta es­ tuvo muy atareado con los poemas históricos en defensa de Estilicón y su política. Ahora Claudiano dedicó esta continuación a su amigo Florentino. Dado que Rapt, era un asunto puramente lite­ rario, no había razón para que ello ofendiera a Estilicón. Habían pasado además muchos años desde que el cáudillo occidental había destituido a Florentino. No obstante, Claudiano se vio obligado a posponer una vez más la composición de Rapt. Tuvo que escribir VI Cons. para enero del 404 y se dedicó también al panegírico pro­ metido a Serena (c. m. 30) y a la Gigantomachia latina (c. m. 53). La muerte le interrumpió sus planes. Por tanto la explicación de Cameron acerca de por qué Rapt, está inacabado es bastante simple: la muerte le impidió terminarlo. Veamos ahora el contenido del poema. En el prefacio del libro I leemos, según hemos visto ya, el símil del pri­ mer marinero. Claudiano comienza el poema exponiendo el tema y suplicando la ayuda divina. Se nos presenta a Plutón quejándose de su destino, que le ha negado incluso una esposa. Piensa entonces en rebelarse y luchar, pero intervienen las Parcas y lo apaciguan. Láquesis exhorta al dios de los muertos a que pida una esposa a Júpiter. Se hace venir a Mercurio, el intermediario entre el cielo y el mundo subterráneo. En tono amenazador el dios de las tinieblas manifiesta que está harto de permanecer sin espo­ sa. Se le encomienda a Mercurio comunicar a Júpiter, los deseos de Plutón. El mensajero cumple el encargo. El pa-

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dre de los dioses reflexiona sobre el asunto y decide que sea Prosérpina la esposa de Plutón. Su madre Ceres estaba orgullosa de su única hija. La negaba a los pretendientes y, temiendo que se la raptaran, la ocultó en un lugar apar­ tado en Sicilia; el poeta aprovecha la ocasión y nos descri­ be la isla. Ceres se había dirigido en un carro tirado por dragones a Frigia, junto a Cibeles. Esta ausencia de la ma­ dre es oportuna para Júpiter, quien habla del asunto con Venus. Su plan es que la diosa del amor se dirija a Sicilia y consiga que Prosérpina abandone su morada y salga a la campiña. Venus comienza a ejecutar el plan; la acompa­ ñan Minerva y Diana, ignorantes del engaño. Las diosas encuentran en un palacio a Prosérpina, que se nos presen­ ta bordando una tela para su madre. A la llegada de la noche, Plutón se prepara en el mundo subterráneo para su subida a la tierra. El prefacio al libro II cuenta que la lira de Orfeo, que permanecía ya en silencio durante largo tiempo, se avivó con la presencia de Hércules en Tracia y provocó de nuevo los conocidos efectos en la naturaleza. Orfeo cantaba las hazañas de Hércules. Claudiano dedica el poema a Floren­ tino, al que considera su Hércules, pues ha sido él quien ha despertado el plectro del poeta, adormecido ya por un largo sueño. El poema en sí comienza con la mañana. Guia­ da por Venus, Prosérpina se encamina a la campiña; la siguen también Minerva y Diana. El padre de las flores, el Etna, hace venir al Zéfiro para pedirle que lo haga flo­ recer todo. El grupo, disperso, coge flores a iniciativa de Venus. De pronto suena un gran ruido. Plutón» intentando la salida al mundo superior, sube en su carro desde los Infiernos. Sigue el rapto de Prosérpina. Minerva y Diana se oponen al raptor sin éxito. Prosérpina rompe en lasti­ meras quejas sobre su destino; Plutón la consuela. En el

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mundo subterráneo se le hace un solemne recibimiento; es un día de júbilo para todos los muertos. Prosérpina es con­ ducida al lecho nupcial y el libro termina con una felicita­ ción. El libro III comienza con una asamblea convocada por el soberano de los dioses. Júpiter expone cómo apartó de la raza humana la Edad de Oro. Pero ahora la Naturaleza le pide insistentemente que alivie al género humano. Por ello Júpiter ha determinado que Ceres, contenta cuando encuentre a su hija, conceda los cereales a los hombres. El requisito indispensable es que Ceres no sepa quién ha raptado a su hija; el soberano de los dioses amenaza con castigar duramente a cualquiera que revele el secreto. El poeta nos conduce ahora a Frigia, junto a Ceres. Prosérpi­ na se le aparece angustiada en sueños a su madre. Ceres le comunica a Cibeles que no puede permanecer allí por más tiempo. Se dirige a Sicilia, donde no encuentra a su hija en el palacio. Por Electra, nodriza de Prosérpina, se entera de que su hija, guiada por Venus, salió del palacio y la ha raptado un desconocido. Ceres corre delirante por todo el Olimpo, pero nada le dicen allí sobre el destino de Prosérpina. No le queda otra solución que recorrer to­ da la tierra para encontrarla. Al punto se dirige al Etna para preparar dos antorchas que la guíen en su marcha nocturna. Se queja una vez más de su triste suerte y em­ prende su búsqueda. C) Poemas menores 1) c. m .— Se incluyen aquí un grupo de cincuenta y tres poemas más pequeños. Esta colección fue publicada tras la muerte de Claudiano, por orden de Estilicón y en honor del caudillo occidental, posiblemente en el 404 o po­ co después. Las composiciones que integran la colección

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pertenecen a tipos de poesía muy variados. Epigramas, epi­ talamios, panegíricos, ecphraseis, cartas en verso, etc. apa­ recen juntos sin orden aparente. Algunas de estas compo­ siciones están incluso inacabadas. Todo ello nos sugiere que el editor publicó todo lo que encontró entre los apun­ tes de Claudiano. En primer lugar hay que destacar dentro del grupo la Gigantomachia latina (c. m. 53), a la que dedicaremos es­ pecial atención. La fecha de composición de la Gigantomachia ha sido también motivo de discusión. Podemos, no obstante, seña­ lar dos hechos fundamentales: que el poema está inacaba­ do y que, a pesar de su estado inconcluso, fue publicado en los postumos c. m. junto con otras obras también sin terminar. Estos dos hechos nos sugieren que Claudiano lo dejó inconcluso cuando murió. Si ello es así, dado que nuestro poeta componía fácilmente y escribía con rapidez, la deducción lógica es que lo comenzó poco antes de morir. Es éste un tema típico de los siglos iv y v. La lucha entre Olímpicos y Gigantes es una representación alegórica de los constantes enfrentamientos entre romanos y bárba­ ros. Los poetas se sienten atraídos por el tema y lo hacen objeto de su interés. Nono de Panópolis introducirá al prin­ cipio y al final de sus Dionisiacas sendas Gigantomaquias 57. En las obras de Claudiano son continuas las alusiones al tema y es precisamente en las obras recitadas en los años 402-404 (Get., Rapt. II-III y VI Cons.) donde las alusiones son más frecuentes 58. Así pues, se trata de un tema que 57 N o n o , Dion. I 138-320 y 362-534; II 1-712; XLVIII 1-89. 58 C a m e ro n , p ág . 468, recoge las alusiones de n u estro p o e ta al tem a en sus diferen tes o b ras: III Cons. 159-161; c. m. 31 27-28; Rapt. I 44 ss. y 154 ss.; Rapt. II 157-161 y 255-257; Rapt. III 182-188, 196-197 y 337-356; Get. 63-76 y 342-343; pr. VI Cons. 17-20; VI Cons. 185.

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siempre le había interesado a nuestro poeta. Tal vez fue ese interés creciente por el tema el que lo llevó a escribir una Gigantomachia en latín a semejanza de la que, hacía ya tiempo, había escrito en griego. Resumamos el contenido. La instigadora de la lucha es la madre Tierra que, envidiosa del imperio celeste y lle­ na de dolor por el sufrimiento de sus hijos los Titanes, producía nuevos monstruos para luchar contra los dioses. Los Gigantes se muestran dispuestos para el combate. La madre Tierra les aviva sus deseos de lucha: la victoria les proporcionará el dominio sobre el mundo; es hora de que Júpiter experimente el poder de la Tierra; pone a disposi­ ción de sus hijos sus miembros, los mares y las montañas. En su arrogancia, los monstruos piensan que tienen ya la victoria en sus manos y se imaginan sus uniones con las diosas. Los dioses, a los que Iris ha convocado de todos lados, acuden a la morada de su padre dispuestos para la defensa. Júpiter se dirige a la asamblea: el cielo está destinado a las divinidades; los monstruos que la Tierra envía contra ellos, deben serle devueltos como cadáveres. Comienza la batalla. Uno de los Gigantes blande el Eta, otro agita en sus manos el Pangeo, otro se arma con el Atos, etc. Los dioses acometen a su vez. Marte se lanza con sus caballos sobre el enemigo y traspasa con su espada a Peloro. Mimante corre en ayuda de su hermano y arran­ ca Lemnos del mar dispuesto a arrojarla, pero el dios de la guerra le salta los sesos con su jabalina. Se lanza al combate Tritonia mostrando en su pecho la Gorgona. Palante es petrificado. Damástor lanza contra los enemigos el cuerpo de su hermano convertido en piedra. También es petrificado Equíon. A Paleneo lo hiere Minerva con su lanza, en tanto que las serpientes de su cuerpo quedan iner­ tes por el frío de la Gorgona. Porfirión intenta arrancar

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Delos. Se estremecen Egeo y Tetis. Gritan las Ninfas, las que enseñaron a Apolo a cazar y le dispusieron el lecho a Latona. Delos misma, aterrada, implora ayuda a Apolo. Al igual que la Gigantomachia, destacan dentro del gru­ po dos poemas también emparentados con los Carmina maiora: el Epithalamium dictum Palladio v. c. tribuno et notario et Celerinae (c. m. 25) y la Laus Serenae (c. m. 30). Hay además otra composición de tema mitológico que sobresale sobre las demás: Phoenix (c. m. 27). En cuanto al epitalamio en honor de Paladio y Celerina, el poeta nos dice en el prefacio que un doble compro­ miso le obligó a componerlo deprisa: Paladio, el novio, era su colega (tribunus et notarius) y el suegro de éste era su jefe. La estructura del poema es sencilla. Primero se nos presenta un delicioso cuadro de Venus y su séquito. Luego vemos a Himeneo ante la diosa; a las preguntas de ésta, él le habla de la fama de las familias de los novios. Venus se encamina a los prometidos en su carro tirado por palomas y sanciona el casamiento. Laus Serenae, que el poeta compuso después de una larga relación con ella, está inacabado. Se nos relata en este panegírico el origen hispánico de Serena y las glorio­ sas hazañas de su abuelo, su adopción posterior por parte de su tío Teodosio y el influjo ejercido sobre el empera­ dor. Finalmente se nos narra su casamiento con Estilicón y su apoyo como esposa a los planes del héroe. En Phoenix el poeta tuvo como modelo el poema del mismo nombre de Lactancio. En él nos describe Claudiano el momento principal del mito: la vida del ave en un bosquecillo, su. deseo de morir cada mil años, la preparación para la muerte, la incineración, el nacimiento del hijo a partir de las cenizas y el viaje de la joven ave con los restos de su padre a la ciudad egipcia de Heliópolis.

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Interesantes son también las cinco cartas incluidas en la colección, pues aluden a cuestiones personales del poe­ ta. Por la Epistula ad Serenam (c. m. 31), de la que ya hemos dicho algo, llegamos a saber que la esposa de Estili­ cón respaldó con una carta de recomendación la solicitud de la mano de la que llegaría a ser esposa del poeta. En la carta le dice a Serena que se sentiría muy dichoso si ella participara en su boda, como Juno lo hizo en la de Orfeo. Pero la ceremonia se va a celebrar en África y el mar separa a Claudiano de la esposa del caudillo occiden­ tal. Así pues, suplica el favor de Serena y termina el poe­ ma pensando en el regreso. Humildemente pide el poeta perdón en otra de estas cartas, la que conocemos como Deprecatio ad Hadrianum (c. m. 22). En su arrogancia juvenil, Claudiano había ofen­ dido duramente en un epigrama (c. m. 21) a este poderoso paisano suyo. Adriano hizo sentir su cólera sobre el poeta; éste, que quedó totalmente desamparado, se reconoce cul­ pable y pide perdón. En la pequeña Epistula ad Gennadium (c. m. 19), el poeta le responde a éste exprocónsul de origen sirio deseo­ so de sus versos que no tiene ninguno en casa, pues tan pronto como los compone, abandonan el hogar para no volver más. Ya hemos aludido anteriormente a la Epistula ad Olybrium (c. m. 40) y a la Epistula ad Probinum (c. m. 41). Claudiano les pide en ambas a sus amigos que rompan su largo silencio. Ocupan además en la colección un espacio más amplio una serie de relatos sobre diferentes temas. Así, en De piis fratribus et de statuis eorum quae sunt apud Catinam (c. m. 17) Claudiano intenta hacernos entender este grupo escultórico, en el que el artista había representado a los her-

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manos Anfínomo y Anapis llevando sobre sus hombros a sus ancianos padres a través de un mar de llamas provo­ cado por una erupción del Etna. El poeta nos ofrece un cuadro paisajístico en Aponus (c. m. 26), fuente termal de aguas sulfurosas que se encon­ traba cerca de Padua y que curaba a muchísimos enfer­ mos. Claudiano siente la obligación de elogiarla. Nilus (c. m. 28) es una composición dedicada a este río de la tierra del poeta. En Hystrix (c. m. 9) y en Torpe­ do (c. m. 49) el poeta nos alaba las capacidades defensivas del puerco espín y del pez torpedo respectivamente. En Mag­ nes (c. m. 29) se fija Claudiano en el imán por su extraño poder de atracción. En De sene Veronensi qui suburbium suum numquam egressus est (c. m. 20) se nos describe a un anciano que nunca se separó en toda su vida de su hogar natal, situado en las proximidades de Verona. Se recogen también en la colección numerosos epi­ gramas. Algunas de estas pequeñas composiciones defien­ den su propia obra. En dos de ellas arremete Claudiano contra los que critican sus versos: en el titulado In poda­ gricum qui carmina sua non stare dicebat (c. m. 13) con­ tra un gotoso que critica los pies métricos de sus poemas y en el denominado In Iacobum magistrum equitum (c. m. 50) contra un devoto de los santos que ultraja sus versos. También Claudiano criticó la obra de otros poetas. Y en su Deprecatio ad Alethium quaestorem (c. m. 23) el poeta pide perdón por haber criticado los versos del cues­ tor Aletio. De Theodoro et Hadriano (c. m. 21) es un epigrama mordaz al que ya hemos hecho referencia.

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Por último, tenemos siete epigramas (c. m. 33-39) so­ bre el curioso tema de «un cristal que contiene en su inte­ rior una gota de agua». 2) app.— Se discute si son de Claudiano los poemas incluidos en este apéndice, ya que, aunque a veces apare­ cen en los manuscritos junto con los poemas menores ori­ ginales, no aparecen sin embargo en la mayoría de esos manuscritos, surgiendo así la sospecha de que no figura­ ron en la edición oficial de los c. m 59. En la edición de Hall, que manejamos, son un total de 24 composiciones, si bien los poemas 16-19 se han per­ dido y aparece sólo el título de la composición. Algunos de los poemas aparecen en estado fragmentario. Los tres últimos no tienen título. Si nos fijamos en esta serie de poemas espurios o dudo­ sos, rápidamente nos llaman la atención dos composicio­ nes de tema cristiano: Laus Christi (app. 20) y Miracula Christi (app. 21); en el primero se nos elogian las peculiari­ dades del Salvador y su obra redentora; en el segundo, que sólo es un fragmento, se enumeran diversos milagros. In Sirenas (app. 1) nos habla del dulce peligro que re­ presentan estos seres alados. Laus Herculis (app. 2) es la composición más larga de la serie, con un total de 137 versos. Destacan también el Epithalamium dictum Laurentio (app. 5), donde el elogio de los novios constituye la parte principal. En De zona a Serena Arcadio Augusto missa (app. 4) Serena le envía a Arcadio una cincha para su ca­ ballo, prenda labrada con un arte admirable. Tienen un carácter destacadamente pagano De Liberalibus (app. 6), 59 Para este asunto, cf. Birt, op. cit., págs. CLIII-CLXXII.

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De Iunonalibus (app. 8) y De Vinalibus (app. 13). De aqui­ la quae in mensa de sardonyche lapide erat (app. 10) nos describe una mesa artística. D) Poemas griegos 60 Aparte de la Gigantomachia latina poseemos también dos fragmentos (uno de 17 versos y otro de 60) de una Gigantomachia griega. En el primero de estos fragmentos el poeta compara su creación poética con un viaje por el mar. Éste es claramente el prefacio con el que se abría la obra. Desgraciadamente no poseemos el inicio del poe­ ma. En él la Tierra expondría por qué guardaba en su co­ razón rencor a los dioses e incitaría a sus hijos a la lucha. En el segundo fragmento tenemos un cuadro de la contien­ da entre Gigantes y Olímpicos. Un Gigante se bebe un río, otro se bebe el mar. Del lado de los dioses aparecen Ate­ nea y Cipris. La primera lleva su lanza y la Gorgona, la segunda triunfa sólo con su belleza. Finalmente leemos có­ mo Encélado es abatido por Zeus. Claudiano pudo escribir esta obra en Alejandría, antes de su partida para Roma. Entre los poemas griegos contamos además con siete epigramas atribuidos a un poeta llamado Claudiano: Anth. Pal. V 86; IX 139, 140, 753 y 754; I 19 y 20. De ellos, Anth. Pal. I 19, IX 139 y I 20 son posiblemente de un Claudiano posterior; los dos primeros por ser posteriores a Nono y el tercero por motivos métricos. Los restantes pueden ser todos de nuestro poeta, aunque nada seguro puede decirse al respecto. Por ejemplo, V 86 no es propia­ mente un epigrama y puede ser un fragmento de un poema 60 Para los poemas griegos y su autenticidad, cf. C a m er on , págs. 7 ss.

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más largo, probablemente de un discurso de un poema épi­ co (hay muchos discursos que comienzan como éste en Nono). Casi con toda seguridad, IX 753 y 754 son epigramas de Claudiano. Ambos describen un cristal que contiene agua en su interior. Ya hemos visto que éste es el tema de los epigramas (con toda certeza de Claudiano) que aparecen en c. m. 33-39. Si comparamos c. m. 34 1-6, . Lymphae, quae tegitis cognato carcere limphas, et quae nunc estis quaeque fuistis aquae, quod vos ingenium iunxit? Qua frigoris arte torpuit et maduit prodigiosa silex? Quis tepor inclusus securas vindicat undas? Interior glacies quo liquefacta Noto? con Anth. Pal. IX 754, 2, τίς πήξεν Βορέης ή τίς ελυσε Νότος, vemos que qua frigoris arte torpuit coincide exac­ tamente con τίς πήξεν Βορέης y que quo liquefacta N oto es idéntico a τίς ελυσε Νότος.

4.

P r o p a g a n d is t a d e E s t il ic ó n

Claudiano fue el propagandista oficial de Estilicón. Sus poemas pueden usarse, con las debidas precauciones, para reconstruir la política de Estilicón, o lo que es más impor­ tante, para reconstruir cómo Estilicón deseaba mostrar an­ te sus contemporáneos sus objetivos y acciones. A través de sus poemas vemos cómo un gobierno romano justifica su política a sus súbditos año por año, y en ocasiones mes por mes.

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Tal vez la prueba más clara del compromiso de Clau­ diano para con la política de Estilicón es la consistencia y coherencia de los mecanismos que emplea para hacer pú­ blicos y justificar los actos y propósitos del caudillo occi­ dental. Continuamente recurre en sus poemas históricos a una serie de motivos: 1) Claudiano alude continuamente al tema de la re­ gencia de Estilicón. El tema aparece por primera vez en el 396. Allí nuestro poeta es clarísimo en las palabras de Teodosio a Estilicón: tu curis succede meis, tu pignora solus nostra fove: geminos dextra tu protege fratres 61. El tema vuelve a aparecer en el 397: iamque tuis, Stilicho, Romana potentia curis et rerum commissus apex, tibi credita fratrum utraque maiestas geminaeque exercitus aulae 62. En el 398 encontramos: ...quem fratribus ipse discedens clipeum defensoremque dedisti 63. Y también: 61 III Cons. 152-153. Es de destacar la palabra solus. ¿Por qué la emplea Claudiano? Tanto si Teodosio designó a Estilicón protector de sus dos hijos, como si no lo hizo, lo cierto es que no había designado a ninguno más. Sin embargo Rufino, prefecto del pretorio de Oriente, había disputado las pretensiones orientales de Estilicón y desde la muerte de Teodosio había actuado de hecho como protector del débil Arcadio. 62 Ruf. II 4-6. 63 IV Cons. 432-433.

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Dignus quem legeres, dignus cui pignora tanti principis et rerum commendarentur habenae 64. Y en el 399 nos dice: defensor utrique sufficis. Armorum liceat splendore tuorum in commune frui; clipeus nos protegat idem unaque pro gemino desudet cardine virtus 65. En el 400 nos lo vuelve a repetir: nec pignora curas plus tua quam natos dederat quos ille monendos tutandosque tibi 66. El mismo hecho de que Claudiano vuelva continuamente sobre este tema levanta las mayores sospechas sobre la ver­ dad de esta designación del caudillo occidental como re­ gente. Debía de haber mucha gente que no creyera en ello y habría que recordárselo continuamente. Pero llama la atención que el tema no aparezca en los dos últimos poemas, recitados respectivamente en el vera­ no del 402 y en enero del 404. ¿A qué puede ser debido? La respuesta es que por el 402 Estilicón había desechado toda esperanza de establecer ,su regencia sobre Arcadio. En el 404 Claudiano escribe dirigiéndose a Estilicón: ...illumque diem sub corde referres quo tibi confusa dubiis form idine rebus infantem genitor moriens commisit alendum 61. 64 Nupt. 307-308. 65 Eutr. II 599-602. 66 Stil. II 53-55. 67 VI Cons. 581-583.

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Dado que en sus anteriores poemas siempre había unido los nombres de Arcadio y Honorio en lo relativo a la re­ gencia de Estilicón, hay que deducir que el héroe había renunciado por el momento a sus pretensiones. 2) La repetida insistencia de Claudiano en la unidad de las dos mitades del imperio está relacionada con el tema anterior. La realidad fue que después de la muerte de Teodosio las dos partes fueron administradas separadamente: Occi­ dente por Estilicón en nombre de Honorio y Oriente por los ministros de Arcadio —Rufino, Eutropio, Aureliano, Antemio—, quienes rechazaron firmemente las pretensio­ nes de Estilicón, muchas veces resistiendo activamente. El objetivo supremo de Estilicón era unir ambas mita­ des bajo su regencia. Así pues, Claudiano enfatiza las ex­ celentes relaciones existentes entre los dos hermanos. En el 396 ellos son unanimi fratres (III Cons. 189). En el 398, después de la conclusión de la guerra contra Gildón, el poeta proclama en Gild. 4-5: Concordia fratrum \ plena redit. Anteriormente, en el 398, antes de que se conociese el resultado de la guerra, anunciaba que los dos hermanos llegarían a ser cónsules conjuntamente como símbolo de unidad: Tempus erit, cum tu trans Rheni cornua victor, Arcadius captae spoliis Babylonos onustus communem maiore toga signabitis annum 6*. En el 399, refiriéndose al período inmediatamante poste­ rior a la caída de Rufino, nos dice: 68 IV Cons. 652-654.

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Fraterno coniungi coeperat orbis | imperio 69. De acuerdo con ello, Claudiano nos presenta siempre a los enemigos de Estilicón como auténticos demonios, cu­ yo único propósito es destruir esta unidad. El ejército del Este se niega a separarse de Estilicón y a someterse al cruel Rufino: Quid consanguineas acies, quid dividis olim concordes aquilas 70? En un poema posterior leemos: Rufinus origo prima mali: geminas inter discordia partes hoc auctore f u i t 71. Y a Eutropio se le pregunta amargamente: Geminam quid dividis aulam conarisque pios odiis committere fratres 72? El mismo reproche se le hace a Gildón: In fratres medio discordia Mauro nascitur et mundus germanaque dissidet aula 73? Pero el motivo de la concordia no aparece tampoco en los dos últimos poemas de nuestro autor. 69 70 71 72 73

Eutr. Ruf. Eutr. Eutr. Gild.

II 546-547. II 237-238. II 539-541. I 281-282. 236-237.

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3) Claudiano elogia constantemente las habilidades mi­ litares de Estilicón. Ya en el 396 acentuaba que Estilicón había estado al lado de Teodosio en todas sus victorias: Quid enim per proelia gessi te sine? Quem merui te non sudante triumphum? Odrysium pariter Getico foedavimus Hebrum sanguine, Sarmaticas pariter prostravimus alas 1A. Y aparecen de nuevo asociados en la guerra en Nupt. 220- 221 :

quidquid ab innumeris socio Stilichone tremendus quaesivit genitor [Theodosius] bellis... Y en el 398, Teodosio pronuncia estas palabras cuando se dirige en la noche a Arcadio: Ut sileam varios mecum quos gesserit actus, quae vidi post fata loquar 75. Claudiano insinúa aquí sutilmente que las anteriores haza­ ñas de Estilicón junto con Teodosio son tan bien conoci­ das que no es necesario recordarlas. La verdad es que, con la única excepción de la expedición contra los bastarnas en el 392, expedición que terminó con un tratado y no con una batalla, no existieron anteriores hazañas guerre­ ras. Parece ser que Teodosio no tenía a Estilicón en gran estima como general. Sólo en los últimos meses de su vida lo designó comandante de todas las fuerzas occidentales y ello ocurrió porque había decidido hacerlo protector de 74 III Cons. 145-148. 75 Gild. 291-292.

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Honorio, inducido más por su conexión con la casa impe­ rial que por sus habilidades militares. Al parecer formaba parte de la propaganda oficial de Estilicón el enfatizar sus virtudes militares y el reconoci­ miento de dichas virtudes por parte de Teodosio. Pues es así como aparece en las inscripciones oficiales, donde es descrito en el 398: comiti divi Theodosii Augusti in omnibus bellis adque victoriis 76. E igualmente en el 406: socio bellorum omnium et victoriarum [de Teodosio] 77. A su vez, en Laus Serenae (c. m. 30) 177 ss., Claudia­ no nos dice que Teodosio eligió a Estilicón como esposo de Serena por sus hazañas militares. Pero parece que fue Serena misma, no Teodosio, quien eligió a Estilicón por esposo (un matrimonio por amor, uno de esos aconteci­ mientos raros en una familia real). Teodosio daría su con­ sentimiento, pero no le dio a Estilicón especiales muestras de favor hasta algunos años después del casamiento. Sin embargo, era muy necesario para Claudiano el representar las hazañas pasadas de Estilicón como algo totalmente fa­ vorable, dado que en los años siguientes a la muerte de Teodosio sus intervenciones militares habían sido lamenta­ bles. No logró una victoria decisiva hasta Fésulas en el 406. Además Claudiano nos habla constantemente de la con­ tinuidad de la política de Estilicón con respecto a la de Teodosio. Estilicón es representado siempre como el leal 76 CIL VI 1730. 77 CIL VI 1731.

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servidor de Teodosio mientras éste vivió y como el fiel eje­ cutor de sus deseos después de su muerte. Nuestro poeta hace decir a Teodosio acerca del caudillo occidental: Hunc solum memorem solumque fidelem | experior 78. 4) Claudiano concede gran importancia al tópico de la lealtad y disciplina de las tropas de Estilicón. Es sor­ prendente ver con qué frecuencia y con qué énfasis llama la atención sobre el asunto. En Ruf. II 104 ss., el poeta describe cómo Estilicón sale para Tesalia a la cabeza de sus dos ejércitos; acentúa el carácter muy diferente de las tropas orientales y occi­ dentales y los conflictos existentes entre ambos ejércitos, pero a pesar de ello todos se sometieron al caudillo. El pasaje implica que sólo las excepcionales cualidades de Es­ tilicón evitaron el enfrentamiento entre las tropas orienta­ les y occidentales. A la muerte de Teodosio, la situación de estos dos ejér­ citos era complicada. Así se lo confiesa.Teodosio a su hijo Arcadio en Gild. 292 ss.: Cum divus abirem, res incompositas (fateor) tumidasque reliqui. Stringebat vetitos etiamnum exercitus enses Alpinis odiis, alternaque iurgia victi victoresque dabant. Una vez más, según se desprende del pasaje completo (Gild. 288-308), Estilicón fue capaz de mantener bajo control los dos ejércitos. En Stil. I 151 ss. vuelve al tema. Describe aquí la diver­ sidad de los contingentes poniendo gran énfasis en la to­ 78 Gild. 305-306.

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tal ausencia de cualquier signo de disensión a la muerte de Teodosio: Nil inter geminas acies, ceu libera frenis, ausa manus 19. En R u f II 237 ss., Claudiano exagera absurdamente la lealtad de los ejércitos hacia Estilicón cuando le llegó el mensaje de Arcadio para que devolviera las tropas orientales: Quid consanguineas acies, quid dividis olim concordes aquilas? Non dissociabile corpus coniunctumque sumus. Te quo libet ire sequemur 80. Es natural que se alabe a un general por la disciplina de sus tropas y por el hecho de que sus hombres le sean fieles. Pero tanta insistencia en el tema por parte de Clau­ diano nos lleva a pensar que Estilicón tuvo en su ejército problemas de indisciplina y deslealtad. Y ello parece lógi­ co, dada la alta proporción de elementos bárbaros en el ejército que Teodosio había dirigido contra Eugenio. Esti­ licón tuvo problemas al amalgamar esas tropas con los res­ tos del mucho más romanizado ejército occidental. Zósimo (V 7, 2) nos dice que el fracaso de Estilicón en la campaña del 397 contra Alarico fue debido a la indisciplina de sus tropas. De Get. 579-597 podemos deducir también esta falta de lealtad y disciplina en el ejército de Estilicón. Allí nos relata Claudiano que en la batalla de Polentia murió un jefe alano que estaba al frente de sus tropas auxiliares. 79 Stil. I 151-152. 80 Ruf. II 237-239.

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A la muerte del jefe, la tropa estaba a punto de desertar, cuando Estilicón llegó a tiempo para reuniría. Por lo que nos cuenta Claudiano 81, podemos deducir que había sos­ pechas antes de la batalla de que los alanos serían deslea­ les; en la batalla misma intentaron retirarse. Aunque el poeta vuelve el asunto en gloria para Estilicón, parece co­ mo si el desastre hubiera sido evitado en el último momento. 5) Naturalmente Claudiano no pierde oportunidad de referirse constantemente a los lazos familiares que unen a Estilicón con la corte imperial. Continuamente alude al matrimonio de Estilicón con Serena, así como al de María y Honorio. No sólo fue Estilicón yerno de un emperador, sino también suegro de otro: Gener Augusti pridem fueras, nunc rursus eris socer A u g u sti82. Teodosio suplica a Arcadio que respete los deseos de Estilicón con estas palabras: at soceri reverere faces, at respice fratris conubium pignusque meae regale Serenae 83. Cuando Estilicón intentaba en Get. 267 ss. calmar al pueblo, excitado por la invasion de Alarico, pronuncia es­ tas palabras en su discurso:. nec ferro sic corda rigent ut nosse recusem quam sanctum soceri nomen, quam dulce m ariti84. Y más adelante: 81 82 83 84

Cf. especialmente Get. 590-597. Fese. III 8-9. Gild. 309-310. Get. 303-304.

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Hic coniunx, hic progenies, hic carior omni luce gener 85. 6) Para terminar, diremos también que la omisión es un mecanismo importantísimo en la propaganda de Clau­ diano. Muchas veces lo que el poeta calla es tan significati­ vo o más aún que lo que dice. Pongamos dos ejemplos. El suceso más importante del 397 fue la declaración de hostis publicus hecha a Estilicón por parte de Eutropio en nombre de Arcadio. Esta declaración puso a Estilicón en una situación embarazosa. En ninguno de los poemas que escribió Claudiano en los años 397 y 398 menciona las se­ rias dificultades que atravesaban las relaciones entre Arcadio y Estilicón. Y tampoco aparece en sus poemas el godo Gainas, que desempeñó un papel importante en la caída de Rufino y Eutropio. En las notas a la traducción hare­ mos referencia a las diferentes omisiones que encontramos en la obra de Claudiano.

5.

C l a u d ia n o y R o m a

Los que han estudiado la actitud de Claudiano hacia Roma están divididos en dos grupos. Unos lo encuentran totalmente optimista. Fargues 86 lo ve como víctima de las mismas ilusiones que la aristocracia. Marsili 87 piensa que Claudiano fue incapaz de ver que el mundo estaba cam­ biando. Romano 88 destaca su lealtad a una tradición que 85 Get. 308-309. 86 P. F a r g u e s , Claudien, París, 1933, pág. 146. 87 A. M ar sili, «Roma nella poesía di Claudiano. Romanità occiden­ tale contrapposta a quella orientale», Antiquitas I (1946), 3-24. 88 D. R om a n o , Claudiano, Palermo, 1958, págs. 139-140.

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no podía ser adaptada a su época. De otro lado, Paschoud 89 señala que Claudiano estaba perfectamente ente­ rado de la decadencia política. Para Cameron 90 hay que tener muy presente la posición de Claudiano como propa­ gandista; señala que nuestro poeta era consciente de los tiempos de crisis y declive en que vivía. Nosotros resumiremos brevemente las opiniones de C. H. Moore 91, de A. Cameron y de P. G. Christiansen 92. Para Moore, ninguno de los escritores de la época de nuestro poeta muestra un aprecio tan grande por Roma como Claudiano. A pesar de ser de origen griego, el poeta ha expresado el sentimiento de su época más adecuada­ mente que cualquier otro. Cuando se ocupa de la grandeza de Roma, Claudiano es sincero. Como Rutilio Namanciano 93, nuestro poeta ha comprendido el servicio que Roma ha hecho a las naciones. Así, cuando en su primer panegí­ rico, ataviada a la manera de Minerva, se aparece a Teo­ dosio para pedirle el consulado para los hijos de Probo, el emperador se dirige a ella con estas palabras: Prior hic «o numen amicum» dux ait «et legum genetrix longeque regendo circumfusa polo consorsque adiuncta Tonanti, dic agedum, quae causa viae? Cur deseris arces Ausonias caelumque tuum? Dic, maxima rerum 94!». 89 F.

P

aschoud,

Roma Aeterna, Roma, 1967, pág. 155.

90 C a m e ro n , págs. 349-389. 91 C. H. M o o r e , «Rome’s heroic past in the poems of Claudian»,

CJ VI (1910), 108-115. 92 P. G. C h ristiansen , «Claudian and eternal Rome», A C XL (1971), 670-674. 93 Cf. De reditu suo I 61-66 y 133-134. 94 Prob. 126-130.

INTRODUCCIÓN

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A su vez, en un grandioso pasaje (Stil. Ill 130-160), Claudiano enumera las glorias de Roma. Comenzando con sus espléndidas construcciones y su situación sobre las sie­ te colinas, pasa luego a celebrar sus logros. Él la llama «madre de las armas y de las leyes» para todos los pueblos: armorum legumque parens, quae fu ndit in omnes imperium primique dedit cunabula iuris 95. Cuenta cómo partiendo de un comierizo pequeño ha exten­ dido su poder a los dos polos y ha hecho su imperio tan grande como el curso del sol. Se ha enfrentado a numero­ sos enemigos y los ha conquistado a todos. Ningún revés le ha hecho ceder. Ni Cannas ni Trebia la desalentaron. Siempre ha avanzado en su dominio. Pero únicamente ella entre los vencedores ha tratado a los pueblos conquistados como una madre y los ha hecho pacíficos miembros de una nación 96. El pasaje termina con la afirmación de la permanencia del imperio: Nec terminus umquam | Romanae dicionis erit 97. Sin embargo, junto a todas estas orgullosas manifesta­ ciones sobre la eternidad de Roma, Claudiano no oculta el sentimiento de los peligros. En su Gild., cuando Italia estaba amenazada por el hambre, el poeta nos presenta a Roma, cansada y con mal aspecto, suplicando a Júpiter. Anhela entonces ella su pasado grandioso y repleto de vic­ torias; entre tantas calamidades, desea ser la ciudad que fue en sus inicios 98. 95 96 97 98

Stil. III 136-137. Cf. Stil. Ill 150-155. Stil. Ill 159-160. Cf. Gild. 105 ss.

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Pero Claudiano expresa más a menudo sus sentimien­ tos acerca del gran pasado de Roma poniéndonos en sus poemas a los héroes de la tradición, cuyos nombres han sido por siglos el orgullo de generaciones de romanos. No sólo aparecen los reyes, el belicoso Quirino y el pacífico Numa, sino también Bruto, Camilo, Serrano, los Decios, los Curios, Metelo, los Escipiones, los Catones, Cocles, Fabricio, etc. En resumen, Claudiano vio señales de malos presagios para el futuro: los lazos del imperio estaban debilitándose, los godos estaban dentro del territorio romano; una capi­ tal rival en el Bosforo amenazaba al antiguo centro del imperio; una nueva religión se había abierto camino con­ tra los viejos dioses. Pero a pesar de ello, Claudiano en­ contró en el heroico pasado de Roma algo más que un medio para adornar sus versos; como otras muchas perso­ nas de su tiempo, encontró consuelo en el recuerdo del pasado y sintió satisfacción con el poder presente. Incluso en sus tiempos de decadencia, nuestro poeta fue consciente de que Roma había dominado a los pueblos convirtiéndo­ los en una sola nación. Ella había sido en verdad armorum legumque parens. Según Cameron, no podemos olvidar que Claudiano no expresaba sus propias ideas personales, sino que estaba al servicio de Estilicón. La actitud de Claudiano hacia el im­ perio fue más perspicaz que la ciega admiración que se le ha atribuido generalmente. En primer lugar, el conocimiento que tiene Claudiano de la historia de Roma es mucho menor de lo que se ha supuesto normalmente. Cuando nos habla de los persona­ jes republicanos, se basa en los poetas y en los íibros de retórica. No es ninguna exageración decir que para nuestro

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poeta la república era poco más que una antología de exem­ pla virtutis et vitii. El pasaje más admirado en todo Claudiano es su ya citado elogio a Roma en Stil. III 130-160. Pero todo lo que aquí nos dice Claudiano ya se había dicho anterior­ mente muchas veces. Lo que el pasaje manifiesta no es tanto una opinión personal sobre la gloria de Roma como la habilidad de Claudiano para reunir los topoi de un gé­ nero. No podemos olvidar que los siglos rv y v fueron la época de los poetas errantes, dispuestos a escribir panegíri­ cos para cada ciudad que visitaban. Además Claudiano, exceptuado el pasaje de Stil. III, ignora el imperio y se interesa casi enteramente por la re­ pública. Hay sólo otro escritor griego de su tiempo que manifiesta un interés similar en el conocimiento y en la admiración de la república: Amiano Marcelino. Al igual que nuestro poeta, Amiano vivió largo tiempo en Occiden­ te y también escribió en latín. No es una coincidencia que Amiano y Claudiano combinen su amor a Roma con un extenso conocimiento de la literatura romana. Ambos se adentraron en esta literatura y por ello la Roma que cono­ cieron fue la Roma del pasado. Y tan pronto como comen­ zaron a escribir en latín, debían asumir los puntos de vista romanos y también sus exempla. Al tener como modelo a Virgilio, Lucano y Juvenal, Claudiano tenía que mirar con ellos a la república romana. No nos sorprende el hecho de que la magnificencia de­ cadente de la ciudad eterna hechizara todavía a ambos es­ critores griegos. Amiano nos ha dejado una inolvidable des­ cripción del efecto que causó en el emperador Constancio II su visita a Roma 99. Era lógico que este esplendor sor­ 99 A m . M a r c . , XVI 10.

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prendiera también a nuestro poeta, que no tenía todavía treinta años. Podemos pensar que Claudiano nos describió sinceramente las enormes multitudes que llenaron la pen­ diente entre el Palatino y el puente Mulvio para contem­ plar un instante la entrada de Honorio en Roma en el 404 10°. Y también nos dice en el 400: Septem circumspice montes, qui solis radios auri fulgore lacessunt, indutosque arcus spoliis aequataque templa nubibus et quidquid tanti struxere triumphi. Quantae profueris, quantam servaveris urbem, attonitis metire oculis 101. Podemos aceptar que Claudiano habla aquí con sinceri­ dad, pero sin duda tenía que comprender que Roma era insignificante a fines del siglo iv, pues desde hacía tiempo había sido reemplazada por Tréveris, Milán y finalmente Rávena como capital administrativa de Occidente. A pesar de ello, muchos estudiosos han juzgado sinceras tales pala­ bras de VI Cons. 39-41: Non alium certe decuit rectoribus orbis esse larem, nulloque magis se colle potestas aestimat et summi sentit fastigia iuris. Es sorprendente que alguien pudiera abrigar tales ilusiones doscientos años después de Adrianópolis y solamente diez antes del saqueo de Roma por los godos. Como propagan­ dista de Estilicón, Claudiano debe de haber conocido me­ jor que nadie que el centro del poder y de las decisiones 100 VI Cons. 543 ss. 101 Stil. III 65-70.

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no estaba en Roma sino en el lugar en el que se encontraba el caudillo occidental. Gran importancia tiene en los poemas de Claudiano la figura simbólica de Roma personificada. Roma aparece por primera vez en la literatura al comienzo del período augústeo, pero es una mera sombra de lo que llegó a ser en los siglos posteriores. Puede ser que Roma, tal como apa­ rece en Claudiano, sea hasta cierto punto una creación pro­ pia de nuestro poeta. Seguramente es por influencia de Clau­ diano por lo que ocupa un puesto importante en Pruden­ cio, en Rutilio y en Sidonio. Pero para Claudiano ello era sólo una creación literaria, una personificación semejante a la que nos hace de África en Gild. 132 ss., o a la de la Aurora en Eutr. II 526 ss. y semejante también al grupo de provincias personificadas —Hispania, Galia, Britania, África e Italia— que piden a Roma en Stil. II 218 ss. que convenza al héroe para que acepte el consulado del 400. Además Roma aparece a menudo en la obra de Claudiano como una suplicante, como la ciudad digna de respeto por su edad y por sus hazañas pasadas, pero que no puede actuar ya independientemente. Se ha dicho a menudo que Claudiano sólo tenía ojos para el pasado glorioso de Roma y que no veía la debili­ dad del imperio en sus días ni los peligros que lo acosa­ ban. Pero la verdad es que Claudiano estaba perfectamen­ te enterado de que vivía en tiempos de crisis y declive. Las palabras con las que Estilicón exhorta a sus hombres antes de Polentia así lo atestiguan: Romanum reparate decus molemque labantis imperii fulcite umeris 102. Y en la misma línea nos dice en Stil. II 204-205: 102 Get. 571-572.

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solo poterit Stilichone medente crescere Romanum vulnus tectura cicatrix. Para Christiansen no se puede negar fácilmente ni el idealismo acerca de Roma, ni su comprensión del desastre. Ello implica que Claudiano adopta varias actitudes. Pero nuestro poeta nunca cambia su posición optimista hacia la supervivencia de Roma, a pesar de estar enterado de los problemas existentes. Una señal de la actitud de nuestro poeta son las pala­ bras que usa para referirse a este tema. En muchas ocasio­ nes aparece claramente su posición hacia Roma: maiestas Romana (Theod. 37) acentúa el poder romano, mientras que Romanum vulnus (Stil. II 205) implica debilidad ro­ mana. Christiansen examina las diferentes expresiones fa­ vorables y desfavorables en la obra de Claudiano 103 y lle­ ga a la conclusión de que en todas sus obras las primeras superan a las segundas. Parece que en Claudiano no ha habido pérdida de con­ fianza en el futuro del imperio romano. Ahora bien, ha habido un cambio en su concepción de la idealizada Ro­ ma, primero vista como una guerrera y luego más tarde como una madre. Nuestro poeta comienza concibiendo a 103 Se trata de expresiones como Romana potestas (Prob. 193), mag­ na Roma (pr. III Cons. 16), Romana potentia (Ruf. II 4), felicior axis Hesperius (Ruf. II 264-265), Romanis ruinis (Ruf. II 206), civile nefàs (Ruf. II 389), Romanam pacem (Nupt. 225), intactamque Romam (Eutr. II 128), Romani doloris (Eutr. 1 374), Romano pudori (Eutr. II 159), Romana gaudia (Stil. I 1-2), iuga Romana (Stil. III 8), Romanae dicionis (Stil. III 160), trepidam urbem (Stil. III 219), urbs aequaeva polo (Get. 54), victor Eridanus (Get. 195-196), Romanum decus (Get. 571), Romana discordia (Get. 288), odiisque civilibus (Get. 565), etc. C f. P. G. C h r is ­ tia n sen , op. cit., pág. 672.

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Roma como Minerva (Prob. 75 ss.). También aparece co­ mo una diosa belicosa en Gild. 17-132. Tal vez ningún otro pasaje muestra esta colérica belicosidad de la diosa tan cla­ ramente como Eutr. I 371-513. En Stil. II 269-408 Roma intenta convencer a Estilicón para que acepte el consulado. Y ella, según Claudiano, Constitit ante ducem tetrica nec Pallade vultum deterior nec Marte minor 104. Que ella ofrezca una trábea a Estilicón, revelando su habilidad en el arte de bordar (Stil. II 330 ss.), la ablanda por primera vez en Claudiano. Stil, marca la transición de Roma personificada como Minerva a Roma personifi­ cada como madre de là humanidad. La alteración más asombrosa es la descripción de Roma como madre de la raza humana en Stil. III 150-153. En Get., Roma es la veneranda parens (v. 52) y la urbs aequaeva polo (v. 54). En VI Cons. es llamada legum ma­ ter (v. 428).

6.

L a r e lig ió n d e C l a u d ia n o

La actitud de Claudiano hacia el cristianismo ha sido largamente discutida. Para unos, nuestro poeta fue un cris­ tiano; para otros, fue un propagandista del paganismo, por­ tavoz de la aristocracia pagana 105. La llegada de Claudiano a Italia en el 394 coincidió con la derrota del último intento de restauración pagana 104 Stil. II 275-276. 105 Para este punto de la religión de Claudiano, cf. C am eron , pági­ nas 189-227.

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en Occidente. Tras su victoria sobre Eugenio en el Frígido, Teodosio visitó Roma en triunfo y exhortó a la aristocra­ cia pagana a abrazar el cristianismo. Se dejó claro que ha­ bía un lugar para la aristocracia romana en el gobierno del imperio, pero sólo si abandonaban su paganismo. Y como prueba de que ello sería así, se designaron como cón­ sules para el año 395 dos miembros de la familia senatorial más ilustre de Roma, pero una familia cristiana: los Anicios. A su llegada a Roma, Claudiano sirvió a los Anicios y fue él quien compuso el panegírico de los cónsules cris­ tianos del 395. En este panegírico rechazó como furiae re­ belles (Prob. 138) a los paganos que habían luchado y muer­ to en el Frígido por sus creencias. Después de los Anicios, Claudiano transfirió sus servi­ cios a la corte cristiana de Milán. Honorio fue muy devo­ to. Estilicón fue también un cristiano 106. Serena fue inclu­ so una fanática. A todos ellos los alaba Claudiano. Así pues, cualquiera que fueran las creencias religiosas de nues­ tro poeta, debemos siempre pensar que políticamente esta­ ba unido al partido de Estilicón. Y esto es una objeción importante a los que creen que Claudiano fue el portavoz de la aristocracia pagana. Él debe de haber sido identifica­ do totalmente con el partido cristiano. S. Agustín 107 considera a Claudiano como a Christi nomine alienus. Orosio 108 ló llama paganus pervicacissi­ mus. En realidad Orosio sigue en este pasaje a S. Agustín, pues cita los mismos versos de Claudiano que había citado el santo y en el mismo contexto. Por tanto, Orosio seguía 106 Aunque no lo bastante duro con los herejes y los paganos como para complacer a los fanáticos. 107 De civ. D. V 26. 108 VII 35, 21.

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aquí la opinión de S. Agustín, aunque no podemos negar la posibilidad de que uno y otro tuvieran un acceso inde­ pendiente a la información en que S. Agustín basaba su juicio. ¿En qué se basaba S. Agustín? Se ha dicho con fre­ cuencia que esta opinión no es más que una deducción del «carácter pagano» de la poesía de Claudiano. Es decir, que él sólo se basaba en lo que nosotros nos basamos, en los textos. Pero S. Agustín fue un rétor y poeta él mis­ mo y no habría sido tan ingenuo como para deducir esto de su poesía. Es posible que el santo hablase con personas que conocían bien a nuestro poeta. Pero lo que la gente pensara acerca de Claudiano no tiene por qué ser verdad. Sabemos que los enemigos de Estilicón esparcieron rumores de que su hijo Euquerio era un pagano (una historia improbable, pero que Orosio 109, por ejemplo, acepta). Podían haber extendido los mismos rumores para desacreditar a su propagandista y tendrían incluso mayores posibilidades de éxito, dado que los poe­ tas de Egipto eran normalmente paganos y el «carácter pa­ gano» de su poesía proporcionaba un pretexto claro para tales acusaciones. Por tanto, lo dicho por S. Agustín y Orosio nos puede demostrar lo que pensaban de Claudiano sus contemporá­ neos, es decir, que era un pagano, pero ello no quiere de­ cir que lo fuese. Acerca del «carácter pagano» de su poesía, tenemos que decir que ello no prueba que nuestro poeta fuese un pagano. Muchos de los poetas cristianos de los siglos iv y v continuaron adornando sus versos con el antiguo apa-

109 VII 38, 1.

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rato épico. Ello era inevitable, dado que Virgilio continua­ ba siendo el modelo estudiado en la escuela del grammati­ cus. Este aparato épico no tenía un significado religioso en los autores cristianos. Tomemos como ejemplo un género bien representado tanto en Claudiano como en los poetas cristianos del pe­ ríodo: el epitalamio. Conservamos dos de Claudiano, de los que uno, el del casamiento de Honorio y María, es de especial interés. Honorio es cristiano, al igual que Ma­ ría y sus padres. Sin embargo el poema es enteramente pagano en su inspiración. Claudiano era un poeta de la corte y no hubiera escrito algo semejante si hubiera pensa­ do por un momento que ello ofendería a los cristianos de su audiencia. La respuesta es que él escribió de este modo, no porque fuese pagano, sino porque éste era el modo usual de escribir un epitalamio. Que ello es así puede compro­ barse fácilmente leyendo los epitalamios de Sidonio, Draconcio y Ennodio. La forma y el tratamiento son exacta­ mente iguales que en Claudiano y Estacio, modelo de Clau­ diano: los amantes son siempre reunidos por Cupido y Ve­ nus, quien va a través del aire en carros tirados por palo­ mas, seguida por multitud de Ninfas y Amores. Hay que decir además que el paganismo tardío llegó a ser un complicado conglomerado de creencias. Claudia­ no era un alejandrino y el paganismo de Alejandría en el siglo IV era muy diferente del paganismo romano del mis­ mo siglo. Decimos esto porque aparecen en Claudiano una serie de ritos y creencias que están relacionados con las religiones orientales. En uno de sus símiles más bellos no, Claudiano com­ para a Honorio llevado en su trono en la procesión consu­ lar con una pequeña estatua portada por los sacerdotes 110 Cf. IV Cons. 570-576.

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egipcios durante una procesión en Menfis. Sabemos por Macrobio 111 que los egipcios sacaban de su santuario en el solsticio de invierno la figura de un pequeño muchacho que representaba al sol; en el equinoccio de primavera era representado por la estatua de un joven y en el solsticio de verano por un adulto con barba. Resulta difícil no pen­ sar que Claudiano está refiriéndose a la celebración de in­ vierno de este festival. Pudo haberla visto en Egipto antes de su partida a Roma. Claudiano fue un espectador y la procesión le causó gran impacto, viniéndole al pensamien­ to al ver la procesión de Honorio pocos años después. Uno de los pasajes más intrigantes en todo Claudiano son los cincuenta versos finales de Stil. II. El Sol unce su carro y visita la caverna del Tiempo (Αιών), que está rodeada por una serpiente que devora su propia cola. En la entrada está Naturaleza, mientras el anciano mismo es­ cribe las leyes que gobiernan las órbitas de cada uno de los planetas. En el interior de la caverna están todos los siglos, los pasados y los futuros, labrados diversamente en bronce, hierro, plata y unos pocos en oro. Casi con toda seguridad, Claudiano se imbuyó de estas ideas en Egipto, más concretamente en su Alejandría na­ tal. Αιών se encuentra representado en Egipto rodeado por la serpiente que devora su propia cola, símbolo del tiempo infinito. Curioso es el pasaje de Ruf. II 480-493 donde Claudia­ no nos habla de la transmigración de las almas, describién­ donos con ejemplos cómo el alma del hombre pasa des­ pués de la muerte a cuerpos de diferentes animales durante tres mil años, hasta que finalmente retorna al cuerpo hu­ mano después de ser purgada en el Leteo. Esto está en 111 Sat. I 18, 10.

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desacuerdo con el pensamiento cristiano. Entre los escrito­ res de la época, S. Ambrosio particularmente había dejado claro que el cristianismo no podía aceptar que el alma de un hombre se introdujera dentro de un animal. Pero sería precipitado suponer que Claudiano mismo creyera en la metempsícosis. Tanto él como su audiencia verían en este episodio sólo un detalle pintoresco hábil­ mente insertado en la descripción tradicional de un juicio del mundo subterráneo. Hay que señalar que mientras la metempsícosis fue aceptada por los primeros neoplatónicos (Plotino y Porfirio), más tarde Porfirio la rechazó y después de él Jámblico y sus seguidores negaron totalmen­ te la posibilidad de que las almas humanas se introdujeran dentro de los animales. Así pues, alrededor del 400 la doc­ trina de la metempsícosis no era aceptada por los paganos ni por los cristianos. Ahora bien, ¿dónde encuadramos a Claudiano religio­ samente? Muchas personas de su época pensaron que lo más seguro y sencillo era profesar un cristianismo nomi­ nal, sin comprometerse. ¿Pertenecía Claudiano a ese gru­ po? Hay un poema que parece apoyar esta conjetura: c. m. 32, el himno titulado De Salvatore. Los estudiosos han encontrado desconcertante el ver un himno cristiano entre las obras de nuestro poeta y la mayoría le han negado su autoría, pues un «paganus pervicacissimus» no podía ha­ ber escrito un poema tal. Sin embargo, la prueba más decisiva acerca de la auto­ ría de Claudiano es sencillamente el hecho de que se atri­ buye a él en todas partes. Pero que Claudiano sea el autor de este poema implica que se consideraba a sí mismo cre­ yente o que deseaba ser considerado entre el número de los creyentes. No parece lógico que intentemos negar esta implicación. Que Claudiano fuese considerado entre el nú­

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mero de los cristianos le haría mucho más fáciles las cosas a Estilicón, pues éste difícilmente podía permitirse el lujo de proteger a un pagano manifiesto. Es evidente además que Claudiano no ignoraba total­ mente los escritos cristianos. En sus poemas épicos y en sus panegíricos no podía alardear de tales conocimientos, pero De Salvatore revela una cierta familiaridad con la vi­ da y enseñanzas de Cristo. A su vez, In Iacobum magis­ trum equitum (c. m. 50) muestra que Claudiano tenía al­ gún conocimiento del Antiguo Testamento.

7.

T é c n ic a s d e l p o e t a

Es algo innegable que Claudiano fue un poeta retórico. Pero el término «retórico» no tenía en la Antigüedad las connotaciones peyorativas que tiene en las mentes de los lectores modernos 112. Se ha insistido mucho en lo que Claudiano debe en sus panegíricos a los libros de retórica griega. La influencia de los rétores Menandro de Laodicea y Aftonio de Antioquía sobre Claudiano es clara, tanto en la estructura gene­ ral de los panegíricos —προοίμιον, γένος, ανατροφή, πράξεις, σύγκρισις y έπίλογος— como en el tratamiento de los topoi individuales. Ciertamente sus panegíricos siguen las líneas señaladas por Menandro, pero no son monótonamente similares. Claudiano ha variado normalmente la rigidez del modelo combinando distintos géneros, traspasando los límites 112 Para este apartado seguimos a C a m e r o n , págs. 253-304.

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entre retórica y filosofía, épica y panegírico. En sus pane­ gíricos hay muchas cosas genuinas: 1) Si la forma es griega, el espíritu es romano. Clau­ diano está bien familiarizado con los panegiristas latinos, desde Plinio hasta su propio contemporáneo Pacato. Las virtudes que alaba, los exempla que cita son todos romanos. 2) Sus panegíricos están escritos en verso. No se des­ conocían panegíricos latinos en verso, pero hasta Claudia­ no la prosa había sido el medio de expresión constante para las inauguraciones de los consulados y ceremonias si­ milares. Los panegíricos griegos en verso habían llegado a ser algo bastante frecuente en el siglo iv, pero no parece existir ejemplo alguno de un panegírico griego consular y Claudiano fue desde luego el primero en usar el verso para tales ocasiones en Occidente. Su éxito fue inmediato. 3) Aparecen con muchísima frecuencia personificacio­ nes abstractas. En los primeros panegíricos era algo que se empleaba ocasionalmente. Sin embargo en Claudiano ocupan una gran parte en la acción, equivaliendo al apara­ to divino de la épica. En resumen, los panegíricos de Claudiano se convierten en una forma nueva e híbrida, producto de la unión del panegírico griego y la épica latina. En cuanto a las invectivas, las diferencias con los mo­ delos retóricos son aún mayores. En teoría la invectiva era simplemente una inversión del panegírico; en cada una de las subdivisiones se desarrollaba ahora la injuria en lugar del elogio. Sin embargo, de los cuatro libros de invectivas de Claudiano (dos de Ruf. y dos de Eutr.), solamente Ruf. I sigue los modelos retóricos más o menos aproximada­ mente. La invectiva era un género mucho más flexible que el panegírico. Este último tenía que ser siempre solemne. No

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había lugar en él para la frivolidad o el humor. Por el contrario, la invectiva permitía variedad de enfoques: el ataque sincero, la sátira, la insinuación, etc. En la invecti­ va se podía variar la técnica. No es una coincidencia que Ruf. y Eutr. sean tal vez sus mejores poemas. Poemas épicos y panegíricos eran en teoría composicio­ nes muy distintas y Claudiano así lo entendía, pues le dio el nombre de panegírico a lo que él consideraba como tal (Panegyricus de tertio —quarto, sexto— consulatu H ono­ rii Augusti, Panegyricus dictus Manlio Theodoro consuli), y no se lo dio a lo que consideraba poemas épicos (De bello Gildonico, De bello Getico). Pero cuando, como a menudo sucedía, la épica celebraba las campañas de un general o de un emperador vivos aún y los poemas eran recitados en su presencia (como sucedió con los poemas de Claudiano), era casi inevitable que la épica tomara al­ guna de las características propias del panegírico. Así, no es sorprendente que Get., recitado inmediatamente después de la victoria de Polentia, hiciera un elogio claro de Estili­ cón. Con Claudiano, sin embargo, esta fusión de panegírico y épica no se manifiesta sólo en la inclusión de secciones laudatorias en un poema épico o en la introducción de par­ tes narrativas en los panegíricos. También afecta a lo que pretende ser una parte narrativa. Por ejemplo, en Get. 319 ss. Estilicón se encamina a Retia para sofocar una inci­ piente rebelión. El camino, según Claudiano, es arduo y penoso, la comida se hace apresuradamente; a menudo no hay lechos, se duerme en las guaridas de las fieras, se tiene el escudo por almohada, etc.: Per talia tendit frigoribus mediis Stilicho loca. Nulla Lyaei pocula; rara Ceres; raptos contentus in armis

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delibasse cibos madidoque oneratus amictu algentem pulsabat equum. Nec mollia fesso strata dedere torum; tenebris si caeca repressit nox iter, aut spelaea subit metuenda ferarum aut pastorali iacuit sub culmine fultus cervicem clipeo 113. Pero esto no es narrativa; éste es el estilo del panegírico. Ello lo vemos claramente si comparamos este pasaje con otro similar de Stil. I, donde se nos dice: Quotiens sub pellibus egit Edonas hiemes et tardi flabra Bootae sub divo Riphaea tulit! Cumque igne propinquo frigora vix ferrent alii, tum triste rigentem Danubium calcabat eques nivibusque profundum scandebat cristatus Athon lateque corusco curvatas glacie silvas umbone ruebat. Nunc prope Cimmerii tendebat litora Ponti, nunc dabat hibernum Rhodope nimbosa cubile 114. Claudiano es casi incapaz de escribir verdadera narra­ ción. No es ninguna exageración decir que todos los poe­ mas mayores de Claudiano (poemas épicos, panegíricos e invectivas) consisten en una sucesión de discursos y des­ cripciones. Gild, posiblemente sea el ejemplo más claro de lo que estamos diciendo; en esta obra los discursos ocupan un 75% del poema y juntamente con ellos encontramos descripciones, pero muy poca narración. Examinemos más detenidamente los discursos y las des­ cripciones. Comencemos por los discursos. 113 Get. 348-356. 114 Stil. I 122-130.

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En los poemas épicos de Claudiano los discursos alcan­ zan una proporción mayor que en sus predecesores. Las estadísticas 115 nos ayudarán a aclarar esto un poco más. En la Eneida los discursos alcanzan la proporción de un 38%. En Estacio tenemos una proporción del 37% y en Lucano del 32%. Sin embargo, en los poemas épicos de Claudiano alcanzan un 41%, y Gild., como hemos señala­ do ya, llega hasta el 75%. Los poetas postvirgilianos tienen un número de discur­ sos menor que Virgilio, pero tienden a hacer los discursos más largos. Pero Claudiano tiene proporcionalmente me­ nos discursos que cualquier poeta de la Edad de Plata. De ello debemos deducir que los que tiene son más largos. El término medio para la longitud en los discursos de la épica de Claudiano es de 24 versos. En Virgilio el término medio son 11 versos, en Estacio 14 y 21 en Lucano, el que más se aproxima a nuestro poeta. Junto a esta tendencia de un número menor de discur­ sos pero más largos, hay otra que reduce el intercambio de los mismos. En Aen. I 321-409 Eneas y Venus intercam­ bian seis discursos. En Valerio y Estacio encontramos cua­ tro o cinco intercambios. Pero en Claudiano sólo encon­ tramos cuatro ejemplos 116 en los que habla un personaje, le contesta su interlocutor y por último hay una réplica del primer orador. Así pues, la tendencia en Claudiano es a introducir discursos largos, bien uno solamente, bien, y ello es menos frecuente, dos, que pueden ser comple­ mentarios u opuestos entre sí. No hay, por tanto, un autén­ tico diálogo. 115 Cf. H. C. L ipsc om b , Aspects o f the Speech in the Later Roman Epic, tesis, Baltimore, 1909. 116 Gild. 230-324; IV Cons. 214-416; Prob. 126-173; Ruf. II 206-251.

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Una manifestación particular del discurso es el monó­ logo, a menudo tan desligado del contexto que no se dirige a nadie en particular. De él se sirve Claudiano para descri­ birnos las costumbres y rasgos morales de sus personajes. En realidad, hay poco de verdad en las caracterizaciones que nos presenta nuestro poeta. No podía ser de otro mo­ do tratándose de panegíricos e invectivas. El objeto de Clau­ diano es representar a Estilicón, no como realmente era, sino como el guerrero ideal y el hombre de Estado que deseaba parecer. Y si Estilicón es todo luz, Rufino y Eutro­ pio son todo sombra. Rufino es el malvado criminal, Eutro­ pio el eunuco lujurioso. Mediante estos monólogos (a me­ nudo dirigidos a una audiencia vagamente definida), Clau­ diano intenta caracterizarnos a sus personajes: Rufino ex­ presa consternación cuando está aterrorizado por la ame­ naza que supone Estilicón (Ruf. II 144-168), habla de mo­ do jactancioso cuando piensa — equivocadamente— que se ha librado del caudillo occidental (Ruf. II 297-316); Alarico habla presuntuosamente antes de Polentia (Get. 521-549) y de modo patético tras ser derrotado en Verona (V I Cons. 274-319); con sus discursos Estilicón pone fin al pánico existente en la corte de Milán (Get. 269-313), detiene la rebelión de las tribus del norte (Get. 380-399) y anima a sus tropas antes de Polentia (Get. 560-578). En cuanto a las descripciones, el método de Claudiano aparece perfectamente caracterizado por T. R. Glover 117: «El método de Virgilio es el de la sugerencia; consiste en llamar al corazón y requiere algo del lector, como la músi­ ca lo exige del que la escucha. Claudiano, por otra parte, se inclina más a la pintura que a la música, atrayendo más bien a la vista. Así, se recrea entrañablemente en su obra, 117 Life and letters in the fourth century, Cambridge, 1901, pág. 224.

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intentando exponer ante los ojos lo concebido en su men­ te, acumulando los colores, haciendo su cuadro espléndido como una vestimenta de Honorio. El lector ve en el caso de Claudiano y siente cuando se trata de Virgilio». En sus descripciones (cf. Prob. 83-99, 209-225, etc.) es como si Claudiano nos estuviese comunicando los detalles de una estatua o pintura y, lo mismo que el pintor, no puede dejar su trabajo incompleto. Deben aparecer allí to­ dos los detalles, todos los colores. Cuando Tritón lleva a Venus en su dorso 118, el monstruo arquea su cola para darle sombra a la diosa sentada en el lomo ablandado con purpúreos cojines. Las niveas plantas de sus pies rozan las espumas. Claudiano no puede poner sólo a la diosa en me­ dio de la pintura. Por ello aparecen siguiéndola un alado cortejo de Amores. Vemos también a Leucotea, a Pale­ món, a Nereo, a Glauco. Acuden las Nereidas, cada una montada en un animal diferente, cada una llevando un re­ galo distinto para el casamiento de María. Todo el lienzo está enteramente repleto de figuras. El carácter pictórico de Nupt. es tal que todo el poema podría representarse en cuatro cuadros: a) El enamorado Honorio hablando consigo mismo acer­ ca de la negativa de Estilicón a adelantar el casamiento. b) El mágico palacio de Venus construido de piedras preciosas y exhalando fragancia de flores; los Amores ju ­ gueteando alrededor de dos corrientes, dulce una, amarga la otra. c) El viaje de Venus a lomos de Tritón. d) Venus comunicando las nuevas a María mientras nu­ merosos sirvientes preparan el casamiento y el ejército pro­ rrumpe en elogios a Estilicón. 118 Nupt. 149 ss.

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Una verdadera pintura es lo que Claudiano nos pone ante los ojos al comienzo de Rapt. III. Júpiter ordena a Iris convocar a los dioses del universo entero para comuni­ carles sus planes sobre Prosérpina. Todos accedieron a la mansión estrellada y se sentaron sin que se mezclaran los rangos: los primeros asientos para las divinidades celestes, tras ellos los soberanos del mar, posteriormente los ríos; las Náyades se apoyaron en sus padres, en tanto que un millar de ríos menores tuvo que permanecer de pie según la costumbre de la plebe. Lo mismo ocurre en otros muchísimos pasajes de Clau­ diano. Por supuesto que ello es en gran medida el resulta­ do de la concentración de la época imperial en la escritura de ecphraséis, descripciones de escenas aisladas, captadas en un momento particular. Cuando el escritor de ecphraseis intentaba componer una obra más ambiciosa, como por ejemplo un poema épico, inevitablemente acumulaba una serie de ecphraseis. En el caso de Claudiano es fácil ver la influencia de Estacio, influencia que se manifiesta especialmente en la atención prestada tanto al detalle co­ mo al color. En cuanto a lo que toma Claudiano de los poetas ante­ riores a él, podemos establecer tres categorías: 1) Préstamos o adaptaciones de frases aisladas. Es enorme el número de ellas. En algunos casos Claudiano usa con un significado di- ' ferente la frase tomada en préstamo. Un buen ejemplo es Rapt. I 265, donde en la parte superior e inferior de su bordado cosmológico Prosérpina representa las dos zonas heladas, et aeterno contristat frigore telas.

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Hay aquí un eco de un famoso verso de las Geórgicas (III 279), pluvio contristat frigore caelum, pero Claudiano ha extendido imaginativamente su significado. En Ruf. I 107 toma discrimina vocum de Aen. VI 646: obloquitur numeris septem discrimina vocum. Pero Virgi­ lio lo usa en un contexto musical, en tanto que Claudiano 10 aplica a las diferentes lenguas habladas por los diversos pueblos integrados en el ejército de Estilicón. Pongamos también dos ejemplos de una clase más bien diferente. Cuando Claudiano escribe de Diana en Rapt. 11 27-28 et multus in ore | frater erat, está sin duda adap­ tando una frase acerca de Aquiles de su favorito Estacio, et plurima vultu \ mater inest 119. Sin embargo, sólo apare­ ce el et en común. Es característico de la actitud bastante independiente de Claudiano hacia sus modelos tomar el pensamiento o la estructura de su fuente y expresarse con nuevas palabras. Otras veces Claudiano funde dos modelos. Juvenal, opo­ niéndose a los matrimonios entre miembros de razas dife­ rentes, ha hablado desdeñosamente del decolor heres 120 que un yerno etíope podía engendrar en una muchacha ro­ mana. Lucano, hablando de prodigiosos nacimientos, nos dice: matremque suus conterruit infans 121. Combinándo­ los a ambos, Claudiano escribe exterret cunabula discolor infans 122, cuando nos habla de los matrimonios bárbaros que Gildón les impone a las mujeres cartaginesas. 2) Imitación de un pasaje entero. El poeta no toma aquí frases, sino que hace lo posible por variar las del ori119 Ach. I 164-165. 120 J u v e n a l , VI 600, 121 L u c a n o , I 563. 122 Gild. 193.

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ginal. Un buen ejemplo es la version de Claudiano del som­ brío grupo virgiliano instalado primis in faucibus O rci123. Virgilio nos presenta una visión horrible, pero lo consigue sin elaborar efectos pictóricos; sólo de la última figura, Discordia, se nos da el detalle de vipereum crinem vittis innexa cruentis (Aen. VI 281). Luctus, sin detalle ni califi­ cación alguna, abre la lista de Virgilio. Pero en Claudiano encontramos scisso maerens velamine Luctus (Ruf. I 33), un buen ejemplo de cómo nuestro poeta introduce en su imitación de Virgilio elementos de Estacio, pues éste había escrito sanguineo discissus amictu \ Luctus (Theb. Ill 125-126). Virgilio nos habla de la turpis Egestas (Aen. VI 276); para Claudiano ella es infelix humili gressu (Ruf. I 36) e inseparable compañera del Luxus populator opum (Ruf. I 35). Virgilio nos habla de la tristis Senectus (Aen. VI 275), que en Claudiano llega a ser leto vicina (Ruf. 131). Aparece a su vez en Claudiano una nueva personifi­ cación, caeco praeceps Audacia vultu (Ruf. I 34). En Aen. VI 274 leemos ultrices posuere cubilia Curae; pero Clau­ diano considera estos cubilia inapropiados y nos describe a las Preocupaciones insomnes y llegando en enorme mul­ titud abrazando el horrible pecho de su madre Codicia: foedaque Avaritiae complexae pectora matris insomnes longo veniunt examine Curae 124. EI texto de Claudiano ha ganado en color, pero ha per­ dido lo sombrío que nos sugería el de Virgilio. 3) Uso de palabras o frases de otros autores, estable­ ciendo a su vez asociaciones con el contexto de la fuente. Dos ejemplos nos ayudarán a entenderlo. 123 Aen. VI 273. 124 Ruf. I 37-38.

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Cuando Claudiano escribe unus in hoc Stilicho... \ cunc­ tando vicitque manu victumque relegat (Get. 142-144), pen­ samos enseguida en el verso más famoso de todo Ennio (Ann. XII 2, 370 Vahlen): unus homo nobis cunctando restituit rem. Pero no solamente hay un eco literario, sino que también Claudiano intenta equiparar con la afortuna­ da actuación de Fabio Cunctátor la no tan dichosa de Estilicón. En Gild. 231 ss. el fallecido Teodosio se aparece a A r­ cadio en la noche y éste le dice: unde tuis optatus ades? Da tangere dextram, qua gentes cecidere ferae. Quis tale removit praesidium terris? Ut te mortalia pridem implorant longeque pium fortem que requirunt125! Aunque los paralelos verbales no son muy abundantes, na­ die podría dejar de evocar las palabras de Eneas a Héctor, cuando éste, muerto también hacía poco tiempo, se le apa­ reció al hijo de Anquises: quae tantae tenuere morae? Quibus Hector ab oris exspectate venis? Ut te post multa tuorum funera, post varios hominumque urbisque labores defessi aspicimus 126! [¿Qué obstáculos tan grandes te han retenido? ¿De qué regiones vienes, Héctor ansiado? ¡Cómo te con­ templamos agotados después de muchas muertes de los tuyos, después de tantas fatigas de los hombres y de la ciudad!]

125 Gild. 231-234. 126 Aen. II 282-285.

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El oyente, una vez reconocida la alusión, tiene en su mente todas las asociaciones emocionales del pasaje virgiliano cuando interpreta a Claudiano, y al comenzar a hablar Teo­ dosio resonará en sus oídos el heu fuge, nate dea (Aen. II 289) de Héctor. Un lugar especial dentro de la épica lo ocupan los sími­ les, de los que tenemos un gran número en Claudiano 127. Hay en nuestro autor muchos símiles típicamente épi­ cos, pero en Claudiano son más largos que en sus predece­ sores. Desde hacía tiempo había sido común que un símil épico desarrollara una escena más allá de lo que era reque­ rido por la comparación, pero Claudiano lleva esto más lejos aún. Así, en el larguísimo símil de Prob. 183-191 Claudiano compara a Proba, que prepara las vestimentas consulares para sus hijos, con Leto entregando purpúreas vestimentas a Apolo y Diana cuando éstos retornan a Délos, su isla natal. En principio, las similitudes para la comparación son muy escasas: ambas dan vestidos a sus dos hijos, pero los hijos de Proba son ambos varones y no son gemelos; de ningún modo se puede decir de los hijos de Proba que se parecían a Diana cuando retornaba de sus cacerías o a Apolo regresando tras haber matado a Pitón. La mayor parte del símil es el retorno de las dos divinidades a Délos, detalle no relevante en absoluto para la comparación. El símil se ha convertido en una pequeña ecphrasis. Frecuentemente aparecen en la poesía épica las grullas. Las de Claudiano son un buen ejemplo de fusión de sími­ les literarios. Según Gild. 474-478 los soldados de Honorio 127 Para este tema, cf. K. M u el ln er , «De imaginibus similitudinibusque quae in Claudiani carminibus inveniuntur», Diss. Vindobonenses, 1894, págs. 101-203 (= Diss. Vindobonenses IV, 1892, págs. 99-203).

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marchan para Africa dispuestos a combatir contra Gildón como las grullas cuando abandonan Tracia y se dirigen al Nilo para luchar contra los pigmeos. Sin duda Claudia­ no ha fundido en este símil elementos y detalles de las com­ paraciones sobre el mismo tema que encontramos en Luca­ no (V 711-716) y Homero (II. III 3-7). Pero Claudiano elabora otros símiles basándose en la vida real. Cuando Rufino se quedó estupefacto al ser ro­ deado por una multitud de resplandecientes espadas, nues­ tro poeta lo compara en Ruf. II 394-399 a una fiera traída hace poco de sus montes nativos y destinada al anfiteatro; el animal siente pavor ante el estrépito y se desconcierta con los silbidos de la multitud. Uno de los símiles más vivos de Claudiano es el que aparece en Eutr. I 303-307, donde el poeta compara a Eutro­ pio, vestido con la trábea consular, con un mono al que un niño, para divertir a los comensales, vistió con seda dejándole desnudas sus nalgas y su espalda. Ello fue sin duda una diversión típica en las comidas de los círculos refinados. Cuando Eutropio finge ignorar la revuelta de Tarbígilo y disimula la ruina del imperio, Claudiano lo compara con el avestruz que ante el peligro cierra los ojos y vuelve su cabeza ridiculamente hacia atrás creyendo que así pasa des­ apercibido (Eutr. II 310-316). Es una comparación muy usual en nuestros días, pero fue Claudiano el primer autor antiguo que la utilizó. Dado que designa al avestruz como ales Libyae, podemos pensar que escribe basándose en lo visto u oído en su tierra natal. Tenemos igualmente otros símiles originales, ái bien no está claro que estén elaborados a partir de experiencias per­ sonales. En cualquier caso, son símiles nuevos en lo que conservamos de poesía antigua. En Eutr. II 509-515, los

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irresponsables habitantes de Constantinopla son como ni­ ños pequeños que se divierten libres de cuidado mientras está lejos su padre, al que sin embargo imploran cuando los amenaza el peligro. Indudablemente el padre es Estilicón. En VI Cons. 132-140 Alarico, derrotado en Polentia, es comparado a una nave de piratas que ataca por error a una poderosa trirreme de guerra. En VI Cons. 523-531 Roma se embellece para recibir la visita del emperador Honorio como una madre embelle­ ce a su hija cuando va a llegar su pretendiente.

NOTA TEXTUAL Hemos seguido para la presente traducción el texto de J. B. Hall (Leipzig, BT, 1985). No obstante, en algunas ocasiones (especialmente en los poemas espurios y en las composiciones griegas) hemos tenido que recurrir a varian­ tes y conjeturas del aparato crítico: H

all

Prob. 49: t si quisf Theod. 234: f acrior et rapidusf app. 2.59: t impressos livens'l app. 2.116: Viminaf \ dextro]' app. 2.124: fundere *** app. 5.10: app. 5.11 app. 5.13: app. app. app. app. app. app. app. app. app. app.

5.38 5.39 5.40 5.75 5.82 5.82 5.87 6.3: .8.1: 14.3

nam nuper ***

*** tamquam *** Musaea t/e r o f ludunt *** niveosque p er os*** *** vestra tcoriatice’t *** p o li domina t adstantis pueril;

T exto

s e g u id o

quantum (Hall) labitur Eridanus (Hall) inlidis pressos (Hall) fulm ina (Hall) retro (Riese) fundere natam / prolem (L. Müller) togatum (L. Müller, Riese) nam nuper adultus / ephe­ bus (L. Müller) docta (Buecheler) et tamquam (Heinsius) et Musaea (Baehrens) ambo ludunt (L. Müller) p er niveosque (Rmr) p er osque reflexa (Rmr) et iam vestra (L. Müller) Corybantice (Buecheler) luno p o li domina (Jeep) No lo traducimos

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H

all

Gig. 18 a: Gig. 18 b: Gig. 22: Gig. 64: Gig. 68: Gig. 68: Gig. 12: Epig. 3.4:

Ιεύρύν δ ’ αρ’ έ ς ...f ΪγλαυκάςΙ ■(•ή μέν άνασχομένη φοίνιον'Ι' |τ ε π υ ρ 6 ς| |σ ύ ν τοΐς! Ιπερι θ η ρα ς| Ϊθώρηξεν iöv πολύμητις ανάγκη!

T e x to s e g u id o

άλλος μέν πίτυν αντα Διάς μεγάλοιο τινάσσων (Birt) εύρύν ές αιθέρα (Schenkl) άλαάς (Koechly) ος μεν ανασχόμενος φόρεεν (Koechly) τε πυροΐς (F 2 3 , Ludwich) συν τοΐς τε (Koch) ώς περί Θήρας (Buecheler) θώρηξε νόον πολύμητις ανάγκη (Reiske, Wake­ field)

NOTA DE AGRADECIMIENTO

Antes de concluir la introducción, quiero expresar mi agradecimiento a L. Rivero García, que ha revisado minu­ ciosamente la traducción y la ha enriquecido con numero­ sas sugerencias y observaciones. Quiero señalar también que nos ha sido de gran utilidad para este trabajo (especial­ mente para elaborar la introducción y una gran cantidad de notas históricas) la ya citada monografía de A. Carneron sobre Claudiano. Así mismo, en lo que respecta a la elaboración de las múltiples notas mitológicas, hemos ma­ nejado constantemente el conocido manual de A. Ruiz de Elvira y el también famoso diccionario mitológico de Pie­ rre Grimai.

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PO EM A S

PANEGÍRICO A LOS CÓNSULES OLIBRIO Y PROBINO

1 O h S o l 1, q u e, a b ra za n d o el m u n d o c o n tu s fla m íg er a s r ie n d a s, h a ces girar en in fa tig a b le m o v im ie n to a lo s sig lo s en su su c e sió n , esp a rce la lu z c o n ra y o s m á s e sp le n d o r o so s y q u e tu s c a b a llo s, p e in a d a s su s c r in e s, se e le v e n c o n el ca rro a lz a d o c o n m á s c a r iñ o , e x h a la n d o p o r su s e sp u m a n - 5 te s fr e n o s u n fu e g o r o sa d o . Q u e el a ñ o en c a m in e y a sus p rim ero s p a so s al c o n s u la d o d e lo s d o s h e rm a n o s 2 y lo s m eses traten d e a lca n za r a leg res su n a c im ie n to . C o n o c e s el lin a je A u q u e n io y n o se te h a n m a n te n id o o c u lto s lo s p o d e r o s o s A n ía d a s; p u e s a m e n u d o su eles c o -

1 En la Antigüedad se representa al Sol como un joven en la plenitud de la virilidad y de gran belleza. Su cabeza está rodeada por el radiante disco solar. Recorre el cielo montado en un carro al que arrastran cuatro velocísimos corceles. Todas las mañanas se lanza desde el país de los indos, recorre su camino por el centro del cielo y al anochecer llega al Océano, por donde regresa al Este flotando en una gran copa. 2 Anicio Probino y Anicio Hermogeniano Olibrio, los cónsules del año 395. Eran hijos de Petronio Probo, rico e influyente senador, y Ani­ cia Faltonia Proba.

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POEMAS

io m en zar tu carrera sien d o e llo s lo s c ó n su le s y p o n e r su n o m ­ b re a tu s c ic lo s 3. A é sto s F o r tu n a 4 n i lo s m a n tie n e en su sp e n so p o r d u d o so s fa v o r e s n i le s c o n o c e u n c a m b io d e su d e stin o , sin o q u e lo s h o n o r e s se su c e d e n fijo s p a ra to d a la fa m ilia . E lig e a cu a lq u ie r h o m b r e d e esta estirp e: c o n certeza es h ijo d e u n c ó n su l. S u s a n te p a s a d o s se c u en ta n 15 p o r las fa sc e s y siem p re flo r e c e n c o n r e n o v a d o s h o n o re s; su s d e stin o s, c o n se r v a n d o c o n se m e ja n te n o r m a u n a su c e ­ sió n in in terru m p id a , rec a e n so b r e su d e sc e n d e n c ia . Y n in ­ g u n o d e lo s p ro ceres, a p esa r d e q u e se d istin g a p o r su s a n tig u a s esta tu a s d e b ro n ce y d e q u e R o m a esté c e ñ id a 20 d e ilu stres sen a d o r e s, in te n ta ja c ta r se d e ser su ig u a l, sin o

q u e, d e ja d o el p rim er lu g a r a lo s A u q u e n io s , s ó lo es p o s i­ b le d isp u tar a cerca d el s e g u n d o p u e s to . N o d e o tr o m o d o a c o m o , al reinar la L u n a 5 en el sile n c io so éter, la m u lti­ tu d d e a stro s le c ed en el tr o n o , c u a n d o , r e fle ja d a p o r ella la lu z d el h e r m a n o , su d is c o b rilla r iv a liz a n d o c o n lo s ra25 y o s o p u e sto s d el S o l. E n to n c e s la n g u id e c e el resp la n d o r d e A r tu r o , e n to n c e s d e sa p a r ec e la d o r a d a fo g o s id a d d el L e ó n , y a b rilla rara m en te a in ter v a lo s la O sa in d ig n á n d o se d e ser e c lip sa d a p o r el C a rro , y a O r io n , a l en so m b re c e rse

3 Los Anicios, familia a la que pertenecían Probino y Olibrio y de la que ocuparon el consulado otros muchos miembros, eran también co­ nocidos como Auquenios. El nombre de «Aníadas» se explica fácilmente si tenemos en cuenta que la familia de los Anicios estaba relacionada con la de los Anios por diversos matrimonios entre miembros de ambas. El consulado era una magistratura anual y los años se designaban por los nombres de los cónsules. 4 Diosa identificada con la griega Tique. Se representa con el Cuerno de la Abundancia, con un timón (puesto que dirige el rumbo de la vida) y casi siempre ciega. 5 Hermana del Sol, se la concibe también como si fuera una auriga. Pero a diferencia de él, ella conduce una biga.

CON SULADO D E OLIBRIO Y PROBINO

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su s a rm a s, en su d e b ilid a d c o n te m p la a d m ir a d o su d ie str a d esa rm a d a 6. ¿ A q u ié n ca n ta ré en p rim er lu g a r? ¿ Q u ién d e sc o n o c e las h a za ñ a s d e P r o b in o de a n tig u o lin a je o ig n o r a lo s in te r - 30 m in a b les e lo g io s d e O lib rio ? V iv e to d a v ía y lle n a n u estr o s o íd o s c o n sus ex ten d id o s d iscu rso s la d ila ta d a fa m a d e P r o ­ b o 1 , a la q u e n o silen cia rá el tie m p o fu tu ro n i la a n tig ü e ­ d a d la arrastrará en o lv id o b a jo u n a n u b e . A él su fa m a lo lle v a m á s a llá d el m a r, m á s a llá d e lo s a p a rta d o s rep lie - 35 g u es d e T etis 8 y lo s retir a d o s lu g a res d e A tla s 9. Si a a lg u ­ n o a lim e n ta la la g u n a M e ó tid e 10 b a jo el c ie lo h e la d o o si a lg u n o , v e c in o d e la tó rrid a z o n a , te b eb e a ti, o h N ilo ,

6 Arturo es la estrella más brillante de la constelación del Boyero o Bootes. El león de Nemea, estrangulado por Hércules en su primer traba­ jo, fue catasterizado por Júpiter. Osa y Carro se refieren a la Osa Menor y Mayor respectivamente. En cuanto a Orion, hay varias leyendas sobre la conversión de este gigante cazador en constelación. La más difundida es la siguiente: mientras cazaba, el gigante intentó violar a Diana y la diosa hizo entonces salir del suelo un gran escorpión que picó a Orion y lo mató; tanto el gigante como el escorpión pueden ser contemplados ahora en el cielo. 7 Probo nació alrededor del 332 y murió hacia el 390. Desempeñó numerosos cargos, como procónsul de África y prefecto de Iliria. 8 Es la Titánide, la abuela de la Nereida Tetis. Ella y su esposo Océa­ no tuvieron una numerosa descendencia, concretamente todos los ríos del mundo y las Ninfas oceánicas (Oceánides). La morada de Tetis suele situarse en el extremo occidental, más allá del país de las Hespérides. 9 Al finalizar la Titanomaquia (guerra de Júpiter contra su padre Sa­ turno para establecerse en el trono supremo de los dioses y el mundo), los Titanes fueron encerrados en el Tártaro, salvo los que se habían de­ clarado partidarios de Júpiter, y Atlas, cuya prodigiosa fuerza fue em­ pleada para sostener el firmamento. Su morada se fija normalmente en el Occidente extremo. Heródoto (IV 184) es el primero en referirse a Atlas como a una montaña del norte de África. 10 El Mar de Azov.

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POEMAS

en tu n a c im ie n to , e llo s h a n o íd o su ren o m b r e . É l su p eró 40 a la F o r tu n a c o n su s virtu d es y n u n c a se h in c h ió p r o fu n d a ­ m e n te d e o r g u llo p o r lo s é x ito s q u e lo e n a lte c ía n , sin o q u e su esp íritu , r o d e a d o p o r el lu jo , sa b ía m a n te n e r su a u steri­ d a d a p a rta d a d el v ic io . N o o c u ltó é l su s r iq u eza s en o s c u ­ r o s a n tro s n i c o n d e n ó su s re cu rso s a la s tin ie b la s, sin o q u e c o n m á s g en e r o sid a d q u e la llu v ia a c o stu m b r a b a a en ri45

q u ecer a in n u m era b les m u ltitu d e s d e h o m b r e s. P u e s era siem p re d ig n o ver lo s o b se q u io s q u e co rría n c o m o en d e n ­ sa n u b e, q u e su h o g a r r e b o sa b a c o n o la s c o n tin u a s d e g e n ­ te , q u e en tra b a n p o b re s y sa lía n d ic h o s o s . A q u e lla m a n o p r ó d ig a su p era b a a lo s r ío s ib er o s d istr ib u y e n d o á u reo s

50 re g a lo s, c u a n to o ro c o n te m p la a d m ir a d o e n la tierra r e m o ­ v id a el m in ero q u e e x c a v a a fa n o s a m e n te e n las c o lin a s, c u a n to s te s o r o s arrastran la s a g u a s d e l T a jo n , q u e se f il­ tr a n c o n su s filo n e s e n b ru to ; c a n tid a d d e m e ta l c o m p a r a ­ b le a a q u e lla c o n la q u e re sp la n d e c e n la s v a lio sa s rib eras d el H e r m o 12 y e q u iv a le n te a to d a s la s ru tila n tes aren as q u e el r ico P a c to lo esp a rce e sp u m a n te p o r lo s c a m p o s d e L id ia 13. 55

A u n q u e m i b o c a se ab riera c o n c ie n le n g u a s y F e b o se m e p recip itara e sc in d id o p o r cie n p e c h o s, n o p o d r ía e n u ­ m erar la s h a za ñ a s d e P r o b o , a c u á n to s p u e b lo s g o b e r n ó

11 Los antiguos pensaban que el Tajo arrastraba pepitas de oro en sus arenas. De ahí que en la poesía latina aparezca caracterizado conti­ nuamente como río aurífero (cf. C a tu l o , XXIX 19; Ον., Met. II 251; L u c a n o , VII 755; S il io , I 155, II 404, XVI 560; etc.). Y así también 10 encontramos en C la udiano en numerosas ocasiones: Ruf. I 102, Fesc. 11 32, Theod. 287, Stil. II 229-230, etc. 12 El Hermo (actualmente río Gediz) es el río más largo en la costa de Asia Menor después del Meandro. Cf. H o m er o , II. XX 392, y H e r o ­ d o t o , I 80. Afluentes suyos son el Hilo y el Pactolo, rico en oro. 13 Región de Asia Menor.

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en o rd en , cu á n ta s v e c e s lle g ó a la c im a d el su p r e m o p o d e r , c u a n d o regía la s rien d a s d e Ita lia e n u n a g ra n e x te n sió n , la s c o sta s d e Iliria y la s lla n u ra s q u e c u ltiv a Á fr ic a . P e r o 60 lo s h ijo s su p era ro n a su p a d re y s o lo e llo s lo g r a r o n ser lla m a d o s v e n c e d o r e s d e P r o b o . N o le c o r r e sp o n d ió a él ta l h o n o r c u a n d o flo r e c ía e n la p rim era p a rte d e su v id a y n o fu e c ó n su l ju n ta m e n te c o n u n h e r m a n o . N o o s a g u ija a v o so tr o s n in g u n a p r e o c u p a c ió n a m b ic io n a n d o d u r a n te 65 la rg o tie m p o a lg o m a y o r , n i u n a e sp e ra a n g u stio sa a flig e v u estra m e n te y a to r m e n ta v u e str o c o r a z ó n c o n u n la r g o su sp en se. H a b é is e m p e z a d o d o n d e e sta b a el fin a l. A p e n a s u n o s p o c o s a n c ia n o s lo g r a r o n v u e stro c o m ie n z o y a lc a n ­ z á is la m e ta an tes d e q u e la flo r d e la ju v e n tu d tiñ a v u e s ­ tras d u lces m e jilla s y e l p a so d e l tie m p o cu b ra v u estr o r o s- 70 tr o c o n u n b o z o so n r ie n te . T ú , d io s a d el P a r n a so 14, te lo su p lic o , e n se ñ a a este ig n o r a n te p o e ta q u é d io s les o t o r ­ g a ta n gran fa v o r a a m b o s. D e sp u é s q u e el b e lic o s o e m p e ra d o r h a b ía lib ra d o a lo s te m b lo r o so s A lp e s e x p u ls a n d o al e n e m ig o c o n su fu lm i­ n a n te p o d er 15, R o m a , d e se o s a d e d ar la s m erecid a s g ra - 75 c ia s a P r o b o , se p rep a ra p a ra ir a su p lica r a l em p e ra d o r, d isp u e sta a in c lin a r lo c o n d ilig e n c ia e n fa v o r d e lo s h ijo s d e l h é r o e . L e en g a n c h a r o n el. carro a la d o su s sie r v o s, el ím p e tu y el e s p a n to s o M ie d o , q u e c o n ja d e a n te s b ra m id o s a c o m p a ñ a n siem p re a la d io s a R o m a c u a n d o h a c e la g u e ­ rra, y a si se d irige a lo s p a r to s , y a si a g ita c o n su la n z a so el H id a sp e s 16. U n o su je ta e n el eje la s r u ed a s, o tro u n c e lo s c a b a llo s en el y u g o d e h ierro y lo s fu e r z a a so m e te rse 14 La Musa, como diosa inspiradora de la poesía. El Parnaso, monta­ ña de la Fócide, es residencia de Apolo y de las Musas. 15 Se alude al emperador Teodosio y a la batalla del río Frígido. Cf. «Introducción», págs. 9-10. 16 Río de la India, afluente del Indo.

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a lo s ríg id o s fr e n o s . E lla m ism a , la q u e p o se e el c ie lo tras h ab er so m e tid o a lo s r e in o s d e la tierra , se la n z a im ita n d o 85 la s c o stu m b res d e la v ir g e n M in er v a . P u e s n o s o p o r ta op rim ir su ca b ellera c o n lo s a d o r n o s a c o stu m b r a d o s n i a fe ­ m in ar su c u e llo c o n u n c o lla r r e to r c id o . D e sn u d a e n su c o sta d o d e r e c h o , m o s tr a n d o su s n iv e o s b r a z o s, d e ja a tr ev i­ d a m en te su p ech o al d escu b ierto . U n a p ied ra p r e c io sa a b ro ­ c h a lo s p lie g u e s su e lto s d e su v e stid o r e c o g ié n d o lo s . E l cin 90 tu r ó n q u e so stie n e su e sp a d a d iv id e su b la n c o p e c h o c o n

u n a b a n d a d e p ú rp u ra c a r ta g in e sa . E l v a lo r se m e z c la c o n la b e lle z a , su h e r m o s o p u d o r se a rm a d e u n se v e r o terro r, la ro jiz a so m b r a d e su sa n g r ien to p e n a c h o se le e x tie n d e p o r d ela n te a su c a sc o a m e n a z a d o r y su e sc u d o d e s a fía 95 c o n su te m ib le resp la n d o r a l T itá n , e sc u d o q u e M ú lc ib e r h a b ía c in c e la d o v a ria d a m en te c o n to d o su arte 17. A q u í e s­ tá rep resen ta d o el a m o r d e su p a d re M a r te y el n a c im ie n to d e R ó m u lo y R em o ; se e n c u e n tr a n ta m b ié n la co rr ie n te sa g ra d a d el T ib er y la lo b a n o d r iz a . E l río e stá m o d e la d o e n ele c tr o , lo s n iñ o s en o r o ; b r o n c e d a fo r m a a la lo b a ; M a rte resp la n d ece en a ce ro , íoo

Y a la d io s a , tras h a b er la n z a d o a l m ism o tie m p o su s c a b a llo s, a v a n z a m á s v e lo z q u e el r á p id o E u ro 18, silb a n lo s Z é fir o s 19 y la s n u b e s, h e n d id a s p o r la m a rc h a d e la s ru ed a s, b rilla n en su rco s se p a r a d o s. Y n o lle v a r o n r etra so , s in o q u e c o n u n s o lo v u e lo sin d e te n e r se lo g r a r o n a lca n za r el lu gar al q u e se d irig ía n , p o r d o n d e e n el ú ltim o c o n fín 17 El Titán es el Sol, hijo del Titán Hiperión y la Titánide Tía. Múlci­ ber no es otro que Vulcano, dios del fuego y de la forja. Este sobrenom­ bre se suele relacionar con el verbo mulcere («suavizar», «ablandar»), ya que Vulcano ablanda el fuego en sus fraguas. Cf. M a cro b io , Sat. VI 5, 2. 18 Viento del Este. 19 Vientos del Oeste.

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lo s A lp e s e strech a n su en tra d a c o n to r tu o sa s v u elta s y d e s- 105 p lie g a n su d u rísim a b arrera d e a p iñ a d o s e sc o llo s; n in g u n a o tr a m a n o p u ed e fr a n q u e a r la , sin o q u e so la m e n te es a c c e ­ sib le p ara el em p era d o r, h a b ie n d o d e c e p c io n a d o a sí la c o n ­ fia n z a d e lo s d o s tir a n o s 20. H u m e a n to rres sem id erru id a s y m u ra lla s arra n ca d a s. S e a p ila n en u n m o n t ó n las in n u - 110 m erab les v íctim a s e ig u a la r o n el p r o fu n d o v a lle c o n la s c i­ m as; se b a ñ a n lo s cu erp o s in m e r so s en su san gre; la c o n f u ­ sió n d e lo s ca d á v eres a g ita a lo s M a n e s 21. N o le jo s el v e n c e d o r T e o d o s io , a le g r e p o r la c o n c lu s ió n d e la b a ta lla , se h a b ía se n ta d o en el su e lo c u b ierto d e c é s ­ p e d c o n su s h o m b r o s a p o y a d o s in c lin a d a m e n te en u n ár- 115 b o l. L a tierra, sin tie n d o a le g r ía , c o r o n a a su se ñ o r y crece la h ierb a p a ra p r o p o r c io n a r u n le c h o m a y o r . T o d a v ía se m a n tie n e c a lien te e l su d o r a tra v és d e su cu e r p o y su r e sp i­ r a c ió n se su ced e ja d e a n te , p e r o su r o str o r esp la n d ece a p a ­ c ib le b a jo el c a sc o . A s í el e sp a n to so G ra d iv o 22 se re cu esta 120 en el H e m o 23 d e lo s g eta s 24 tras h a b er d e v a sta d o c o n u n a d e sa str o sa m a ta n z a a lo s g e lo n o s 25 ; B e lo n a 26 lo d esca rg a 20 Máximo y Eugenio. Cf. «Introducción», págs. 9-10. 21 Espíritus de los muertos, honrados como dioses. 22 Apelativo de Marte, relacionado por los gramáticos latinos con el verbo gradior («marchar»), como si fuera «el que marcha» al combate. 23 Macizo rocoso al norte de Tracia. 24 Pueblo tracio que se había establecido en el siglo rv a. C. en el bajo Danubio, al sur y este de los Cárpatos. Los escritores griegos los confundían con los dacios y posteriormente su nombre se aplicó a los godos, con quienes no tem'an nada en común. Claudiano utiliza este nombre en todos sus poemas para referirse a los visigodos. 25 Pueblo escita. 26 Diosa romana de la guerra, identificada con la divinidad griega Enío. A veces pasa por ser la esposa del dios Marte. Se la representa conduciendo su carro, con rasgos horripilantes y portando una antorcha, una espada o una lanza.

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d e sus a rm a s, B e lo n a d e su n ce su s c a b a llo s a ca lo r a d o s p o r el p o lv o y e x tien d e c o m o la n z a u n e n o r m e c o r n e jo q u e h ien d e la co rrien te d el H e b r o 27 c o n su s tr é m u lo s r e sp la n ­ d o r e s. C u a n d o a tra v és d e la s su rca d a s b risa s R o m a se d e tu v o 125 a n te su c a u d illo , tres v e c e s r e so n a r o n la s r o c a s y se estre­ m e c ió el n eg ro b o sq u e , c o n sc ie n te s d e su m a je sta d . E n to n ­ ces h a b ló en p rim er lu g a r el e m p era d o r: « O h d io s a a m ig a y m a d re d e la s le y e s , r o d e a d a d e c ie lo s q u e h a s d e g o b e r ­ nar a gran d ista n cia y a so c ia d a c o m o c o n so r te a l T o n a n te , v e n g a , d im e cu á l es la c a u sa d e tu v e n id a . ¿ P o r q u é a b a n 130 d o n a s la s ciu d a d e la s a u so n ia s 28 y el c ie lo q u e te es p r o ­ p io ? D ím e lo , rein a d el m u n d o . S i tú lo d e se a s, o h R o m a , n o cesa ré y o d e resistir lo s a rd o res d e L ib ia n i d e so p o r ta r e n m e d io d el fr ío e l C o r o 29 d e S a rm a c ia 30. P o r ti iré a través d e cu a lq u ier r e g ió n y , n o sin tie n d o m ie d o d u ra n te 135 n in g u n a e sta c ió n , in ten ta ré a lca n z a r M é r o e 31 en el s o ls ti­ c io d e v e r a n o , el Istro 32 e n el in v ie r n o » . E n to n c e s la rein a r e sp o n d e: « N o se m e o c u lta , ilu stre c a u d illo , c u á n to se esfu e r z a n en fa v o r d el L a c io tu s v ic t o ­ rio so s ejército s n i el h e c h o d e q u e u n a v e z m á s la e sc la v i­ tu d y la fu ria reb eld e h a n su c u m b id o a n te ti so m e tid a s c o n wo v icto ria s se m e ja n te s. P e r o , te lo s u p lic o , a ñ á d e m e e ste re­ g a lo ju n ta m e n te c o n la rec ien te lib e rta d si e n v er d a d se m a n tie n e tu resp eto h a c ia m í. T e n g o y o d o s jó v e n e s h er­ m a n o s d e ilu stre lin a je , lo s h ijo s q u e r id o s d e P r o b o , a lo s

27 28 29 30 31 32

Río de Tracia. Ausonia es un nombre antiguo de Italia. Viento impetuoso del Noroeste. Región al norte del Danubio y del Mar Negro. Isla del Nilo, en Etiopía. El Danubio.

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q u e, n a c id o s en u n d ía so le m n e , y o m ism a aca ricié e n m i r e g a zo . Y o m ism a le s d i la cu n a a lo s p e q u e ñ o s c u a n d o 145 L u cin a 33 lib era b a el v ien tre d e su m a d r e de la d ic h o sa c a r ­ g a y e l c ie lo m o str a b a el g r a n d io so p a r to . Y o n o c o n s id e ­ raría su p eriores a e llo s n i a lo s ilu stres D e c io s o a lo s v a ­ lien tes M e te lo s, n i a lo s E sc ip io n e s, q u e so m e tie r o n a l f ie ­ ro ca rta g in és, o a lo s C a m ilo s, lin a je fu n e s to p a ra lo s g a ­ lo s 34. S e d istin g u e n en la s a rtes d e la s M u sa s y so b r e sa le n 150 p o r su gran e lo c u e n c ia . N o les a g ra d a en treg a rse a la d e s i­ d ia o a lo s b a n q u e te s p re p a ra d o s, n o se a p o d e r a de e llo s u n lib ertin a je v ita l ta n gra n d e n i su la s c iv a e d a d relaja su s c o stu m b res, sin o q u e la fo g o s a ju v e n tu d se refren a c o n 155 la p ru d en cia d e la v e je z e lig ie n d o la sa b id u r ía d e lo s a n c ia ­ n o s p a ra la seried a d d e su s p r e o c u p a c io n e s. T e p id o q u e q u ieras o to rg a rles a e llo s u n a d ig n id a d q u e lle v a n c o m o p r o p ia d e sd e su s c o m ie n z o s y q u e les c o n c e d a s e l reco rrid o p r ó x im o d el a ñ o q u e se a v e c in a . N o p id o a lg o in se n sa to

33 Diosa protectora del parto (la griega Ilitía), que ella puede adelan­ tar, retrasar o impedir a voluntad. Pero generalmente Lucina se emplea como epíteto de Juno, diosa que preside los nacimientos. También el epíteto se le aplica a veces a Diana. 34 Todas ellas son familias insignes de Roma, de las que salieron autén­ ticos héroes. Así por ejemplo, según la tradición, dos miembros de la familia de los Decios, padre e hijo, se ofrecieron en sacrificio por la victoria de Roma, el primero en la guerra latina (341 a. C.), el segundo en la guerra samnítica (296 a. C.). Entre los Escipiones destacaban Pu­ blio Cornelio Escipión el Africano (236-184/3 a. C.), el vencedor de Aní­ bal en la batalla de Zama (202 a. C.), y Publio Cornelio Escipión Emilia­ no (185/184-129 a. C.), nieto adoptivo del anterior y destructor de Cartago en el 146 a. C. Con mucha frecuencia aparecen en los versos de Clau­ diano los héroes de la tradición romana. Casi todos los personajes ilus­ tres que nos menciona el poeta pertenecen al período anterior al final de las guerras púnicas. La caída de Cartago marcó para las generaciones posteriores el final de la edad heroica de Roma.

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y tú n o les d arás a lg o e x tra ñ o : su c a sa r e c la m a e sto se g ú n 160 su co stu m b re. A s ie n te en ello : a sí se a v a sa llo n u e stro el

A ra x es 35 esc ita , a sí el R in p o r a m b a s rib era s, y q u e las torres d e S em iram is 36 te m a n n u estr o s esta n d a rtes tras h a ­ b er so m e tid o a lo s m e d o s 37, a sí el G a n g e s flu y a a so m b r a ­ d o p o r en tre ciu d a d e s r o m a n a s » . E l em p era d o r r e sp o n d ió a esto : « M e o r d e n a s, o h d io 165 sa , a lg o a n h e la d o y ru eg a s al q u e lo d e se a p o r su p r o p ia

v o lu n ta d . N o h u b ieses te n id o q u e in te n ta r e sto c o n sú p li­ ca s. ¿ A c a so el o lv id o e n v u e lv e m i m e n te h a sta ta l p u n to q u e m e ca u se p e sa d u m b r e a c o r d a r m e d e P r o b o , b a jo c u y o m a n d a to h e m o s v is to resu rgir a H e sp e r ia 38 y a su s p u e ­ b lo s a g o ta d o s? A n te s lo s in v ie r n o s d e sb o r d a r á n al N ilo , no a n d a rá n errantes lo s g a m o s p o r la s c o rrien tes y el n e g r o in d o será c o n d e n a d o c o n el h ielo ; a n tes la lu z , a terro riza d a d e n u e v o p o r lo s b a n q u e te s d e T ie ste s 39, se v o lv e r á tras h ab erse in terru m p id o h a cia su n a c im ie n to d eja d o atrás, a n ­ te s q u e P r o b o p u ed a a leja rse d e m i p e n sa m ie n to » .

35 Río de Armenia, actualmente el Aras, tributario del Caspio. 36 La leyenda de Semiramis, reina de Asiría, nos ha sido transmitida por D i o d . Sic., II 4-20. Era célebre por su hermosura y tuvo dos maridos, Ones y Niño. A la muerte de este último, lo sucedió en el trono y destacó por la construcción de la enorme y bella ciudad de Babi­ lonia. 37 Los persas. 38 En general Hesperia se utiliza por «región occidental». Por ello puede ser Italia con respecto a Grecia, o Hispania con respecto a Italia. En este caso se refiere a Italia. 39 La leyenda de Tiestes y su hermano Atreo (los Pelópidas) está llena de odios y venganzas que ambos urdieron alternativamente. Tiestes se convirtió en amante de su cuñada Aérope. Para vengarse, Atreo le sirvió en un banquete a su hermano sus propios hijos (Áglao, Calileonte y Orcómeno, hijos que Tiestes había tenido con una Náyade). El sol, horrori­ zado, retrocedió en su carrera.

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A s í h a b ló y y a el m e n sa je r o co rre v e lo z a la c iu d a d . In m e d ia ta m e n te r e so n a r o n lo s c o r o s y la s sie te c o lin a s, h e- 175 ch a s vibrar p or lo s s o n o r o s a p la u s o s, lo s rep iten c o n su e c o . S e alegra su v en e r a b le m a d re y y a p rep a ra c o n sus h á b iles d e d o s la s d o ra d a s trá b ea s y la s p ren d a s re sp la n d e­ cien tes p o r lo s h ilo s q u e lo s seres 40 r e c o le c ta n de fle x ib le s ta llo s r e c o g ie n d o fr o n d o s o s v e llo n e s d e la se lv a la n ífe r a , iso P r o lo n g a la lo n g itu d d e lo s d e lic a d o s h ilo s h a sta la la rg u ra de lo s d e o r o y lo s fu e r z a a en d u recerse en c o m b in a c ió n c o n el m eta l. C o m o la h e r m o s a L a to n a 41 o fr e c ía a sus d iv in o s h ijo s p u rp ú reas p ren d a s c u a n d o e llo s v o lv ía n a los sa g ra d o s lu g a res, y a n o erra n tes, d e su n o d r iz a D e lo s , D ia - i85 n a a b a n d o n a n d o lo s sa lv a je s b o sq u e s y el d e so la d o M é n a ­ lo 42 d esp u és de h a b er fa tig a d o a su a rco c o n su s in fa lib le s ca cería s, F e b o tr a y e n d o su s d a rd o s to d a v ía g o te a n d o c o n lo s n e g ro s v e n e n o s d e la a b a tid a P i t ó n 43 — e n to n c e s la is la la m e a fe c tu o s a lo s p ies r e c o n o c id o s , E g e o so n ríe c o n 190 m ás d u lzu ra a su s p u p ilo s y m a n ifie s ta su a leg ría c o n a p a ­ c ib le s o la s — , a sí a d o r n a a su s h ijo s c o n u n a v e stim e n ta esp ecia l P r o b a , la q u e h o n r a a l m u n d o , c o n c u y a d e sc e n ­ d e n c ia a u m e n ta el p o d er d e R o m a . H u b ie r a s creíd o q u e

40 Los seres son los habitantes.de China. Desde época de Augusto llegaron a ser famosos como productores de seda que llevaban por tierra a Asia Menor y por mar a Egipto. 41 Latona fue amada por Júpiter y concibió dos hijos gemelos. Nin­ gún país quiso acogerla para que diese a luz. Al fin Neptuno sujetó a la flotante isla de Délos, donde pudieron nacer los dos gemelos, Diana y Apolo. 42 Monte de Arcadia. 43 La matanza de la serpiente Pitón es la primera hazáña de Febo o Apolo. Según varias versiones de esta leyenda, Apolo mismo, yendo hacia Pito (Delfos), su futura morada, halló su camino interceptado por este formidable dragón que él mató con sus flechas.

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195 era el P u d o r c a íd o d el c ie lo o q u e J u n o , tras h a b er sid o

in v o c a d a c o n in c ie n so sa g r a d o , d irig ía su m ira d a a l te m p lo d e ín a c o 44. N in g u n a p á g in a en lo s lib r o s a n tig u o s h a b la d e u n a m a d re ta l y n i la é p ic a d e l L a c io n i la a n tig u a G re­ c ia c a n ta r o n a u n a m u jer c o m p a r a b le . E s d ig n a d e ten er 200 c o m o e s p o s o a P r o b o ; p u e s su p era a l resto d e la s m u jeres

ta n to c o m o él d e sc u e lla so b r e su s m a r id o s. C o m o si a m b o s s e x o s , d isp u ta n d o en tre sí so b r e q u é p o d ía c a d a u n o de e llo s , h u b iera n d e c id id o elegir e ste m a tr im o n io . G u a r d e si­ le n c io el P e lio so b re el c a sa m ie n to d e la N e r e id a 45. ¡O h m a d re fe c u n d a en d o s c ó n su le s, o h v ie n tr e d ic h o s o q u e d a a lu z el n o m b r e p a ra lo s a ñ o s! 205

C u a n d o lle v a r o n en su s m a n o s el cetro y a d a p ta r o n las ríg id a s to g a s a su c u e r p o , el P a d r e su p re m o d a u n a señ a l c o n la s n u b es h e n d id a s y lo s c ie lo s sa c u d id o s, h a c ie n d o ro d a r p o r el v a c ío u n a g ra d a b le d e s te llo , tr o n a r o n p r e sa ­ g io s p r o p ic io s. E sc u c h ó el T ib er el r u id o e n su to r tu o sa

210 c u e v a , sen ta d o en su p r o fu n d o v a lle . S e m a n tu v o q u ie to

c o n su s o íd o s a g u z a d o s, p r e g u n tá n d o se d e d ó n d e v e n ía a q u e l rep e n tin o estr é p ito d e l c ie lo . A l in sta n te d e ja su le ­ c h o d e h ierb as q u e se m a r c h ita n y el a p o se n to h e c h o de m u sg o y les c o n fía a la s N in fa s 46 la u r n a q u e le p e rte n e c e .

44 ínaco es un dios-río de la Argólide. Cuando Juno y Neptuno pre­ tendían la soberanía sobre el país, ínaco, juez de la disputa, decidió en favor de la diosa. ínaco (o su hijo Foroneo) fue el primero en erigir un templo a Juno. 45 El Pelio es un monte de Tesalia. En él se celebró la boda de la Nereida Tetis y el mortal Peleo, padres de Aquiles. ' 46 Las Ninfas son divinidades especialmente jóvenes y bellas. Com­ prenden diversos grupos: Náyades o ninfas de las fuentes y arroyos de la montaña; Dríades o Hamadríades, ninfas de las encinas o de los árbo­ les en general; Antríades o ninfas de las cuevas; Oréades o de los montes; Alseides o de los bosques, etc.

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L e b rillan en su eriz a d o r o str o g la u c o s o jo s sa lp ic a d o s de 215 m a n ch a s a zu la d a s q u e recu erd a n a su p ad re el O c é a n o 47. U n collar de césp ed rizad o le cu b re su cu ello . A p a rece fr o n ­ d o s a p o r to d a su c a b e z a la c o r o n a d e ca ñ a s q u e n i a lo s Z é fir o s 48 les es p o s ib le q u eb ra r n i p u e d e seca rse a b ra sa d a p o r el so l c o n su c a lo r e stiv a l, sin o q u e se cu b re v iv id a d e fr o n d a a b ra za n d o su c a b e z a d e sd e su n a c im ie n to . D e 220 sus sien es se a lz a n d o s c u e r n o s de to r o q u e v ierten r o n c o s a rroyos; el a g u a g o te a a tra v é s d e su p e c h o ; su h ísp id a fr en te m a n a c o n llu v ia ; su b a r b a se p e in a c o n lo s m a n a n ­ tia les q u e flu y e n p o r ella . C u b re su s p e sa d o s h o m b r o s u n m a n to q u e le h a b ía h ila d o su e s p o s a Ilia 49 te jie n d o las 225 crista lin a s telas b a jo la co rrien te. E x iste en el cu rso d el r o m a n o T ib er u n a isla q u e se e x tien d e p o r d o n d e la co rrien te cen tr a l flu y e c o m o p o r e n ­ tre d o s c iu d a d es sep arad a s p o r la s a g u a s q u e co rren p o r d e b a jo y la s o rilla s sem b ra d a s de to rres se e lev a n ig u a l­ m en te a m e n a za d o ra s en e sca rp a d a s a ltu ra s. A q u í se d e tu - 230 v o el d io s y c o n te m p ló d e p r o n to su d e se o d e sd e la e le v a ­ ció n : q u e u n á n im es lo s h e rm a n o s se d irig ía n ju n to s a l fo r o c o n el a c o m p a ñ a m ie n to d e t o d o el se n a d o , q u e las seg u res resp la n d ecía n d esn u d a s a lo le jo s y q u e lo s d o s m a n o jo s d e fa sc e s eran c o g id o s d e u n s o lo u m b r a l. Q u e d ó e stu p e ­ fa c to p o r la v is ió n y la in c r é d u la a le g r ía m a n tu v o su v o z 235 o p rim id a d u ran te la r g o tie m p o . L u e g o c o m ie n z a así: « M i-

47 Cf. nota 8. 48 Cf. nota 19. 49 Es Rea Silvia, la madre de Rómulo y Remo. El nombre de Ilia es debido probablemente a que ella era originariamente hija de Eneas (cf. E n n io , Ann. I 28 Vahlen). Según una de las versiones de la leyenda, Amulio la arrojó al Tiber cuando nacieron los dos gemelos y entonces el río la convirtió en su esposa.

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ra, esp a rta n o E u ro ta s 50, si te ja c ta s d e h a b er c ria d o en tu s co rrien tes h éro es se m e ja n te s. ¿ Q u é en g e n d r ó c o m p a r a ­ b le a e llo s el fa ls o cisn e 51 a p esa r d e q u e su s h ijo s sa b e n lu ch ar c o n el en érg ic o c e sto y ap artar d e las n a v es la s cru e240 les tem p esta d es? H e a q u í u n a n u e v a d e sc e n d e n c ia m á s r e s­ p la n d e c ie n te q u e lo s a stro s d e L ed a; m ira a u n o s c iu d a d a ­ n o s m ío s c u y a lle g a d a a n sia y a el Z o d ia c o y les p r o c u r a la b ó v e d a cele ste en su s p r ó x im a s c o n ste la c io n e s . S e a O lib r io y a el señ o r a tra v és d e l c ie lo n o c tu r n o e n r o je c ie n d o e n lu gar d e P ó lu x , q u e la lla m a d e P r o b in o se e n c ie n d a 245 en lu gar d e la d e C á sto r . E llo s m ism o s g o b e r n a r á n la s v e ­ la s , el m a rin ero regirá su n a v e p o r u n m ar a p a c ib le sie n d o e llo s m ism o s lo s q u e o to r g u e n lo s v ie n to s fa v o r a b le s. A h o ­ ra n o s ag ra d a derram ar la s c o p a s c o m o lib a c ió n a lo s d io ­ ses, a h o r a aliviar n u e str o s c o r a z o n e s c o n a b u n d a n c ia d e n écta r. D e sp le g a d y a , N á y a d e s 52, v u e str o s n iv e o s c o r o s y 250 c o r o n a d d e v io le ta s to d a s la s fu e n te s. Q u e la s selv a s d e sti­ le n m iel; q u e lo s río s flu y a n y a em b r ia g a d o s c o n su s a g u a s tra n sfo r m a d a s en v in o ; q u e a tra v és d e lo s c a m p o s la s c o ­ rrientes q u e lo s b a ñ a n tra n sp ir e n y a o lo r o s o s b á ls a m o s. Q u e a lg u ien corra a in v ita r a lo s r ío s d e n u e stro p a ís a l b a n q u e te d e u n a m e sa c o m ú n , a to d o s lo s q u e co rren al 255 p ie de lo s m o n te s d e Ita lia y a lo s q u e b e b en h a b itu a lm e n te

50 Río de Esparta. 51 Júpiter se unió a Leda bajo la forma de cisne. Leda dio a luz varios hijos, de los cuales cuatro son importantes en mitología: Cástor, Pólux, Clitemnestra y Helena. Las versiones no presentan unanimidad sobre cuáles son hijos de Júpiter y Leda y cuáles lo son de Leda y su esposo Tindáreo. Cástor y Pólux (los Dióscuros, «hijos de Zeus») son dos héroes jóvenes: el primero destaca como jinete, el segundo sobresale en la lucha con los cestos. Ambos fueron catasterizados en la constela­ ción de Gémini y son protectores de la navegación. 52 Cf. nota 46.

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las n iev es d e lo s A lp e s, el r á p id o V o ltu r n o 53 y el N a r 54 in fic io n a d o p o r el p e stile n te a z u fr e , el U fe n te 55, le n to p or su s m ea n d r o s, y el E r íd a n o , q u e s o p o r tó el' d a ñ o de la c a í­ d a de F a e to n te 56, el L iris, q u e e r o sio n a lo s en cin a res de 260 la ru b ia M a ric a 57, y el G a le so , q u e refr e sc a lo s c a m p o s d e E b a lia 58. E ste h o n r o so d ía será c e le b r a d o siem p re p o r n u estras

c o rrien tes,

siem p re

será

r e c o rd a d o

con

r ic o s

fe s tin e s » . A s í h a b ló y la s N in fa s , sig u ie n d o la s ó r d e n e s de su p a ­ d re, d isp o n e n la m a n s ió n p a ra el b a n q u e te y el h ú m e d o 265 p a la c io , a d o r n a d o c o n b rilla n te p ú rp u ra , c o m e n z ó a res­ p la n d ecer c o n la s m esa s d e c o r a d a s d e p ied ra s p r e cio sa s. O h tie m p o fe liz m e n te m a r c a d o c o n el n o m b r e de lo s d o s h e r m a n o s, o h a ñ o d ic h o s o p o r lo s c ó n su les d e la m ism a sa n g re, c o m ie n z a tú a girar el c ic lo d e F e b o d iv id id o en cu a tro p a rtes. Q u e en p rim er lu gar te a v a n c e el in v ie r n o , n o e n tu m e c ié n d o se c o n el fr ío , n o cu b ier to d e b la n ca s n ie- 270 v e s, n o cru d o p o r lo s v ie n to s , sin o te m p la d o p o r el tib io

53 Río de Campania, llamado hoy Volturno. 54 Río de Sabina. 55 Río del Lacio. 56 El Erídano es el río Po. Faetonte es hijo del Sol y la Oceánide Clímene. Su padre accedió, tras muchas vacilaciones, a dejarle conducir su carro. Pero no pudo dominar los corceles y la tierra corrió peligro de quedar abrasada. Júpiter, para evitar la conflagración total, envió un rayo contra Faetonte y lo precipitó en el río Erídano. Sus hermanas, las Heliades, lo lloraron en sus márgenes y fueron transformadas en ála­ mos. Sus lágrimas se convierten en ámbar. 57 El Liris es un río fronterizo entre el Lacio y la Campania (hoy el Garigliano). Marica es una ninfa de Minturnas, en el Lacio, donde tenía un bosque sagrado. Virgilio nos la presenta como madre del rey Latino y esposa del dios Fauno. 58 El Galeso es un río próximo a Tarento. Ebalia equivale a Tarento, pues esta ciudad era una colonia espartana y Ébalo un rey de Esparta.

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N o t o 59. V e n g a lu e g o in m e d ia ta m e n te la seren a p rim a v era y la b risa m ás d u lce d el a p a c ib le F a v o n io 60 te e m b e lle z c a c o n a z a fra n a d a s p rad era s. Q u e el v e r a n o te v is ta d e m ieses y el o to ñ o te c o r o n e d e su c u le n to s r a c im o s. S ó lo a ti te c o r r e sp o n d e u n a g lo r ia m a y o r q u e a t o d o s lo s a ñ o s resta n ­ te s , u n a g lo r ia n u n ca o íd a en el tie m p o p a sa d o , la d e h a ­ ber te n id o c o m o je fe s a d o s h e r m a n o s . T o d a la tierra h a ­ b la rá d e ti. L a s H o r a s 61 escrib irá n tu n o m b r e en v a ria d a s flo r e s y lo s fa s to s lo tra n sm itirá n e te rn a m e n te a lo la r g o d e lo s sig lo s. 59 Viento del Sur. 60 Viento del Oeste, heraldo de la primavera. Su nombre griego es Zéfiro. 61 Son divinidades vagas, relacionadas con los frutos de la tierra. Da­ do que la palabra en griego clásico no significa «hora», sino simplemente «tiempo», «estación del año», estas diosas representan las estaciones anua­ les. Carecen de una verdadera mitología.

CONTRA RUFINO

2 PREFACIO AL LIBRO I C u a n d o P itó n 1 ca y ó a b a tid a p o r el a rco d e F e b o y e x te n d ió su cu erp o m o r ib u n d o e n la s cim a s d e C irra 2 — P itó n , q u e cu b ría lo s m o n te s c o n su s a n illo s , a b so r b ía río s c o n su s fa u c e s y to c a b a la s estrella s c o n su cre sta sa n g u in o le n ta — , y a era lib re el P a r n a s o , c o m e n z a b a a cre­ cer el b o sq u e c o n erg u id a s fr o n d a s tras h a b er d esa p a recid o su tra b a , lo s fr e s n o s, sa c u d id o s d u r a n te la rg o tie m p o p o r lo s g ig a n te sc o s d e sliz a m ie n to s d e la se r p ie n te , d e sp le g a ro n seg u ro s al v ie n to su s ca b ellera s y el C e fis o 3, q u e a m e n u ­ d o e sp u m e ó c o n p o n z o ñ o s o v e n e n o , d iscu rría m ás p u ro c o n n ítid a s a g u a s. T o d a la r e g ió n r e su en a « ío , P e á n 4» , 1 Para esta serpiente monstruosa, cf. Prob, nota 43. 2 Ciudad marítima de la Fócide, cercana a Delfos y consagrada al culto de Apolo. 3 El río Cefiso corre cercano al Parnaso y a Delfos. ' 4 Peán o Peón («el Sanador») era originariamente un dios médico. Este dios cura sirviéndose de plantas. En época inmediatamente posterior a Homero fue identificado con Apolo en cuanto que éste es dios de la medicina y entonces «Peán» se utilizó como epíteto de Apolo y a veces también para referirse a Esculapio.

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to d o s lo s c a m p o s ca n ta n a F e b o , u n v ie n to m á s p o d e r o so a g ita lo s tríp o d e s 5 y lo s d io s e s , tras h a b er o íd o d e sd e le jo s el d u lce c a n to d e la s M u sa s, se re ú n e n en la r ig u r o sa c u e v a d e T em is 6. 15

A h o r a u n a v en era b le m u ltitu d se a g ru p a ju n t o a m i lir a tras h ab er sid o a n iq u ila d a o tr a P itó n p o r lo s d a r d o s d e l je f e q u e, c o n se r v a n d o el o rb e e sta b le p a ra lo s d o s em p e r a ­ d o res h e r m a n o s, rigé la p a z c o n ju s tic ia y la gu erra c o n fu e r z a 7.

3

LIBRO I M i p e n sa m ie n to r e fle x io n ó m u c h a s v e c es so b r e la d u ­ d o s a id e a d e si lo s d io se s se p r e o c u p a n d el m u n d o o n o e x iste n in g ú n g o b e r n a n te y lo s a su n to s d e lo s m o r ta le s su ­ c e d e n seg ú n u n in cierto azar. P u e s a l h a b er in d a g a d o y o 5 El trípode era uno de los elementos esenciales en el santuario de Apolo en Delfos. pra el asiento de la profecía. En él se sentaba la pitoni­ sa que daba los oráculos. 6 La Titánide Temis poseyó el santuario oracular de Delfos en época antèrior a la llegada de Apolo a esta ciudad. Así, en Ovidio (Met. I 321, 379, etc.) es la profetisa oracular del Parnaso en la época de Deuca­ lión y Pirra. En Esquilo (Eum. 1-8) la sucesión en el oráculo del Parnaso es: la Tierra, Temis, Febe y Apolo. En Eurípides (IT 1259-1282): Temis y Apolo. Temis es por tanto la encargada de las funciones proféticas entre las primeras generaciones de inmortales y ejercía sus funciones en el monte Parnaso. 7 La «otra. Pitón» es Rufino, asesinado por el ejército oriental en Constantinopla en noviembre del 395. Claudiano nos presenta al gober­ nante del Este como un tirano avaricioso, cruel y sanguinario, en tanto que Estilicón aparece como un pacificador que conserva la unidad del imperio y la concordia entre los dos hermanos, Honorio y Arcadio.

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la s ley es d el o rd en d el m u n d o , lo s lím ite s p rescrito s al m a r , 5 e l cic lo d e lo s a ñ o s y la a lter n a n c ia d e la lu z y la o s c u r i­ d a d , en to n c e s p e n sa b a q u e t o d o h a b ía sid o e sta b le c id o de a cu erd o c o n el p la n d e u n d io s q u e o r d e n ó a la s estrella s m o v erse seg ú n u n a s ley es fija s , a lo s fr u to s n acer e n las d iferen tes e s ta c io n e s, a F e b e 8 llen a rse m e d ia n te fa ses c o n 10 u n a lu z p resta d a y al so l b rilla r c o n la su y a p r o p ia , d iv in i­ d a d q u e les e x te n d ió lo s lito r a le s a la s o la s y c o lo c ó a la tierra en m e d io d el fir m a m e n to . P e r o c u a n d o c o n te m p la b a q u e lo s a su n to s d e lo s h o m b r e s se d e sa r ro lla b a n en tre ta n g ran d es tin ie b la s, q u e lo s p erv erso s flo r e c ía n d ic h o s o s d u ­ ran te largo tie m p o y q u e lo s ju s to s era n v e ja d o s , m is creen - 15 c ia s r e lig io sa s ca ía n d e n u e v o q u e b ra n ta d a s y seg u ía y o c o n tr a m i p r o p ia v o lu n ta d el c a m in o d e l o tro siste m a q u e so s tie n e q u e lo s á to m o s v a n a la d eriv a c o n u n m o v im ie n to lib re d e le y e s y q u e las n u e v a s fo r m a s a través d e l in m e n so v a c ío s o n reg id a s p o r el a za r, n o p o r u n d e sig n io , d o ctrin a q u e, c o n id e a s a m b ig u a s en c u a n to a la d iv in id a d , p ie n sa o q u e n o e x iste n in g u n a o q u e e stá n d e sp r e o c u p a d a s de n o so tr o s 9. E l c a stig o d e R u fin o a c a b ó p o r fin c o n e sta 20 8 La Titánide Febe («la Resplandeciente») se relaciona a veces con la Luna; ello es debido, al parecer, a que se confunde con su nieta Diana, diosa que sí es identificada con la Luna precisamente por su relación con la vida de las mujeres. Para la Luna, cf. Prob, nota 5. 9 Se contraponen aquí dos concepciones opuestas del mundo: la estoi­ ca y la epicúrea. La escuela estoica sostenía que existe un principio pen­ sante del universo, Dios; la belleza natural o la finalidad que podemos observar en la Naturaleza así lo demuestran; hay, pues, una providencia divina que ha dispuesto todas las cosas para el bien del hombre. Para los epicúreos, por el contrario, el mundo es efecto de unas causas mecá­ nicas y no hay razón para postular ninguna teleología; el mal que aflige a la vida humana es para ellos irreconciliable con cualquier concepción de un universo regido por la divinidad; los dioses no se cuidan en absolu­ to de los asuntos humanos.

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d u d a y a b so lv ió a lo s d io s e s. Y a n o m e q u e jo d e q u e lo s m a lv a d o s crezca n h a sta la c im a d el p o d e r . S e e le v a n a lo a lto p a ra d erru m b arse c o n u n a c a íd a m á s d u ra . V o so tr a s, P iérid es 10, m o str a d le al p o e ta d e d ó n d e irru m p ió ta n gran p este. 25

U n d ía la e sp a n to sa A le c to 11 se e n c e n d ió c o n lo s a g u i­ jo n e s d e la en v id ia al v er la s c iu d a d e s en p a z en u n a gran e x te n s ió n . A l in sta n te c o n v o c a en su tétrica m o r a d a a sus h erm a n a s in fe r n a le s, h o r r o r o sa a sa m b le a . Se r e ú n en ju n ta ­ m en te lo s in n u m era b les m o n s tr u o s d el E r eb o 12, to d o s lo s

30 q u e d io a lu z la N o c h e 13 en su fu n e s to p a rto : la D is c o r ­ d ia , n o d r iz a d e la gu erra , el H a m b r e im p e r io sa , la V e je z , v e c in a d e la m u erte; la E n fe r m e d a d , q u e n o se s o p o r ta a sí m ism a; la E n v id ia , a to r m e n ta d a p o r la p ro sp e rid a d , e l triste D o lo r c o n su s ro p a s d esg a rra d a s; el M ie d o y la 35 A u d a c ia tem era ria c o n su s o jo s c ie g o s ; e l L u jo , d ev a sta d o r d e la s riq u eza s, al q u e siem p re a c o m p a ñ a p e g á n d o se a su la d o la P o b r e z a c o n h u m ild e p a s o y lle g a n e n e n o r m e m u l­ titu d las in s o m n e s P r e o c u p a c io n e s a b r a z a n d o el h o rrib le

10 Sobrenombre de las Musas. En principio las Piérides eran las hijas del rey Piero de Macedonia. Eran nueve y retaron a las Musas a competir en el canto. Una vez vencidas, fueron convertidas en urracas por las Mu­ sas que tomaron desde entonces, en recuerdo de su victoria, el sobrenom­ bre de Piérides. 11 Podemos decir que aquí comienza el poema propiamente dicho, con una reunión de las Furias en el Hades. Las Furias son las diosas identificadas con las Erinias griegas, también conocidas eufemísticamente con el nombre de Euménides («las Benévolas»), Su aspecto es horrible, con cabellera de serpientes y llevando en las manos antorchas y serpientes que utilizan como látigos. Son tres: Alecto, Tisífone y Megera. 12 Las Tinieblas infernales. Es hijo del Caos y hermano de la Noche. 13 La Noche tiene por sí sola una ingente descendencia que en buena parte está formada por abstracciones generalmente no relacionadas con el mito y el culto.

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p e c h o d e su m ad re A v a r ic ia . L o s a sie n to s d e h ierro se lle ­ n a n c o n esta v a ria d a c o n c u r r e n c ia y la h o rren d a cá m a r a 40 está rep leta de m o n str u o s r e u n id o s. A le c to se p u so en p ie en m e d io d e e llo s, m a n d ó ca lla r a la m u ltitu d , ec h ó h a c ia sus esp a ld a s la s serp ien tes q u e le e sto r b a b a n y la s d e jó e s­ p arcirse p o r su s h o m b r o s . E n to n c e s d e scu b r ió c o n ra b io sa s v o c e s la ira en cerrad a e n lo p r o fu n d o de su c o r a zó n : « ¿ E s q u e p erm itir em o s q u e lo s sig lo s tra n scu rra n en 45 u n a su cesión tran q u ila y q ue la g en te v iv a así dich osa? ¿Q ué ex tra ñ a b o n d a d c o r r o m p ió n u e str o carácter? ¿ A d o n d e se h u n d e n u estra fu ria in n a ta ? ¿ D e q u é sirv en n u e str o s in ú ti­ les lá tig o s? ¿ P o r q u é n o s r o d e a m o s d e n egras a n to rch a s? A y , d e m a sia d o c o b a rd es n o so tr a s, a la s q u e Jú p iter a p a rta 50 d el O lim p o y T e o d o s io d e la tierra. M ir a d , n a c e u n a ed a d d e o ro ; m ira d , v u e lv e la a n tig u a ra za . L a C o n c o r d ia , la V irtu d y la P ie d a d ju n ta m e n te c o n la L ea lta d 14 a n d a n p o r el m u n d o c o n la c a b e z a en a lto y c a n ta n el in sig n e tr iu n fo so b re n u estro p u e b lo . ¡A y , d o lo r ! L a m ism a J u sticia 15, 55 b a ja n d o p o r el lím p id o aire, m e u ltr a ja y , tras h ab er c o r ta ­ d o lo s m a les d e ra íz, sa c a a fu e r a la s ley es o p r im id a s en te n eb ro sa s cá rceles. ¿ P ero n o so tr a s, e x p u lsa d a s de t o d o s lo s rein os, q u ed arem os v erg o n zo sa m en te in m ó v iles por la rg o tiem p o ? R e c o n o c e d p o r fin q u é c o n v ie n e a la s F u rias. R e - 60 co b ra d vu estras a d o rm e cid a s fu erza s y d e c id id u n crim en d ig n o d e ta n gran a sa m b le a . Y a d e se o a saltar lo s a str o s c o n las tin ieb la s estig ia s 16, y a alterar la lu z d el d ía c o n 14 Todas ellas meras abstracciones. 15 Según Arato (Phaen. 96-136), la Justicia solía vivir entre los hom­ bres durante la edad dorada, se retiró a los montes en la edad de plata y finalmente, durante la perversidad que reinó en la edad de bronce, huyó al cielo, donde todavía la podemos ver brillar en la constelaciónde Virgo. Cf. Ον., Met. I 149-150. 16 La Estige es la célebre laguna o río infernal.

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n u estro a lie n to , so lta r le las c a d e n a s a l p r o fu n d o m a r, dar 65 rien d a su e lta a lo s r ío s c o n su s o rilla s d esg a ja d a s y h acer ta m b a lea rse la c o n fia n z a en el u n iv e r s o » . H a b ie n d o h a b la d o a sí, d io u n g r ito sa n g r ie n to , irg u ió a b iertas to d a s la s b o c a s d e la s serp ie n tes y c o n la s sa c u d i­ d a s d e su ca b ellera e sp a r ció su fu n e s to v e n e n o . D u d o s o era el p arecer d e la a sa m b lea : la m a y o r p a rte d ecla ra la gu erra a lo s d io s e s, o tr a d e fie n d e lo s derechos70 d e D ite 17. E l a lb o r o to crece c o n e sta d isen sió n : c o m o re­ su e n a la c a lm a d el p r o fu n d o p ié la g o n o d e l t o d o resta u ra ­ d a c u a n d o , tras h a b erse a p a c ig u a d o lo s v ie n to s, p erd u ra to d a v ía y se en sa ñ a la c ó le r a d e la m a re a , y a tra v és d el flu c tu a n te o le a je se a g ita n lo s ú ltim o s c o le ta z o s d el h u ra ­ c á n q u e se retira. L u e g o se le v a n ta d e su lú g u b re a sie n to la p erv ersa M e 75 gera 18, q u e es se ñ o ra d e lo s fr e n é tic o s b r a m id o s, d e l d e li­ rio im p ío d el p e n sa m ie n to y d e la c ó le r a q u e se a g ita c o n fu r io sa s e sp u m a s. E lla n o b e b e sin o sa n g r e ilíc ita y p r o c u ­ ra d a d e lo s crím en es en tre p a r ie n te s, la sa n g re q u e h a d e ­ rra m a d o la esp a d a d e u n p a d r e , la q u e h a n v e r tid o lo s h e r m a n o s 19. E lla a terro rizó el r o str o d e H é r c u le s 20 y d es80 h o n r ó e l arco d e fe n s o r d e la tierra; e lla d ir ig ió lo s d a r d o s

17 Plutón, dios de los Infiernos. í8 Cf. nota 11. 19 Las Furias aparecen como vengadoras terribles del crimen, espe­ cialmente de los cometidos entre parientes. E l ejemplo más famoso de su actividad es la persecución de que hicieron objeto a Orestes después que éste asesinó a su madre Clitemnestra. Cf. E squilo , Eum. 20 Hércules, después de haber vivido felizmente con su esposa Mégara, la cual le dio varios hijos, enloqueció por deseo de Juno (para llevar a cabo su propósito la diosa se sirvió de la Furia Megera, según Séneca; de Lisa e Iris, según Eurípides). En tal estado de furiosa locura imaginó que Mégara y los hijos que ella le había dado eran enemigos y los mató a todos.

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de la diestra de Atamante 21; ella, enloqueciéndose dentro de la morada de Agamenón, se complació con los sucesi­ vos asesinatos 22; siendo ella la instigadora, las antorchas nupciales unieron a Edipo con su madre 23, a Tiestes con su hija 24. Habló ella entonces así con horrísonas palabras: 85 «Levantar nuestros estandartes contra los dioses, com­ pañeras, es sin duda ilícito y pienso que no es posible. Pe­ ro si nos agrada hacer daño al mundo y dirigir una muerte universal a los pueblos, tengo un monstruo más espantoso que todas las hidras, más ágil que una tigresa recién pari- 90 da, más violento que el impetuoso Austro 25, más traicio­ nero que las refluentes aguas del Euripo 26: Rufino. A él lo cogí yo la primera en mi regazo al salir de su madre. 21 Ino, nodriza de Baco, hermana de Sémele, estaba casada con Ata­ mante, que llega a ser rey de una parte de Beocia. Habían tenido dos hijos: Learco y Melicertes. Juno trató de vengarse de ella por haber ayu­ dado a su rival Sémele. Así pues, hizo que Ino y Atamante se volvieran locos. Atamante mató a su hijo Learco, o bien confundiéndolo con un ciervo o un león y arrojando contra él su lanza, o bien cogiéndolo y estrujándole el cerebro. Ino, perseguida por su esposo, huyó con el otro hijo en brazos y se arrojó al mar desde un acantilado. Venus pidió a Neptuno que los hiciese dioses del mar. Desde entonces madre e hijo se convirtieron en divinidades marinas, recibiendo los nombres de Leucotea y Palemón. 22 El de Agamenón y Casandra a manos de Egisto y Clitemnestra, y el de éstos a manos de Orestes. 23 Yocasta. 24 Buscando Tiestes la manera de vengarse de su hermano Atreo (cf. Prob., nota 39), el oráculo le reveló que si engendraba un hijo en su hija Pelopia, ése sería su vengador. Asi lo hizo Tiestes, deliberadamente por su parte, pero sin que Pelopia lo reconociera ni tuviera sospecha alguna del incesto. El hijo que nació de esta unión fue Egisto. 25 Otro nombre para designar el viento del Sur (el Noto). 26 Estrecho que separa Eubea de Beocia, célebre por la agitación de sus olas.

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El pequeño se arrebujó muchas veces en este seno y, abrazado en torno a mi elevado cuello, buscó mis mamas con su tierno llanto; mis víboras modelaron los delicados miem­ bros lamiéndolos con sus trífidas lenguas. Siendo yo tam­ bién su maestra, aprendió los engaños y el arte de dañar: fingir lealtad, ocultar sus sentimientos de traición y encu100 brir el fraude con una dulce sonrisa, él, repleto de cruel­ dad e hirviendo en el ansia de lucro. No lo saciaría la pre­ ciada corriente del Tajo 27 con las arenas de Tarteso ni las áureas aguas del rojizo Pactolo. Se bebería todo el Her­ mo 28 y se consumiría con una sed más ardiente. ¡Qué há105 bil en traicionar los espíritus y en perturbar con el odio a los amigos íntimos! Si la antigua raza de hombres hubie­ se producido un monstruo tal, Teseo hubiera huido de Pirítoo, Pílades hubiese abandonado ofendido a Orestes, Pólux hubiese odiado a Cástor 29. Yo misma me confieso en no verdad inferior; con su rápido ingenio aventaja a la maes­ tra. Y no os entretendré más con mis palabras: él solo tiene toda la perversidad que poseemos nosotros en con­ junto. Yo, si la proposición resulta aceptable a vuestra asamblea, lo introduciré en la corte imperial del supremo príncipe. Aunque el emperador sea más sabio que el mis115 mo Numa 30, aunque sea incluso Minos 31, cederá y se do­ blegará mediante la perfidia de nuestro pupilo». 95

27 Cf. Prob., nota 11. 28 Para el Pactolo y el Hermo, cf. Prob., nota 12. 29 Tres modelos proverbiales de amistad. Para Cástor y Pólux, cf. Prob., nota 51. 30 Numa Pompilio es el segundo rey de Roma. Se decía de él que mantuvo la paz durante su largo reinado y que dio origen a la mayor parte de las ceremonias de la religión del Estado romano. 31 Minos, el gran rey de Creta, fue tan justo como poderoso. Pasa por ser el primero que civilizó a los cretenses, los gobernó con justicia y bondad y les dio excelentes leyes.

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E l cla m o r sig u e a sus p a la b ra s; to d a s le te n d ie r o n su s im p ía s m a n o s y le e lo g ia n su s p la n e s fu n e s to s. E lla , c u a n ­ d o r e c o g ió su v e stid o c o n u n a n eg ra serp ien te y a n u d ó su ca b ellera c o n u n b ro c h e d e a c e r o , se d irige a l r e so n a n te 120 F le g e to n te 32; d esd e la a b ra sa d a e le v a c ió n d e la ard ien te o r illa en cien d e en la co r rie n te de p e z u n p in o in g e n te y a g ita sus rá p id a s a la s a tra v é s d e l so m b r ío T á rta ro 33. E x iste u n lu gar p o r d o n d e la G a lia e x tie n d e su lito r a l m á s a p a r ta d o , lu g a r situ a d o d e la n te d e las a g u a s del O c é a ­ n o , d o n d e se d ice q u e U lis e s in v o c ó a l p u e b lo sile n c io so 125 d e lo s m u erto s c o n u n a lib a c ió n d e sa n g re 34. A llí se o y e n la s q u eja s la stim era s de las so m b r a s q u e v u e la n c o n u n d éb il estrid or. L o s h a b ita n te s v e n p a sa r lo s p á lid o s s im u la ­ c ro s y lo s esp ectro s d e lo s m u e r to s. D e a q u í se la n z ó la d io s a y al salir e n so m b r e c ió lo s ra y o s lu m in o s o s d e F e b o 35 130 y h e n d ió e l c ie lo c o n terrib les a la r id o s-. B r ita n ia o y ó e l f u ­ n e sto e strép ito , el fra g o r sa c u d ió el p a ís d e lo s sé n o n e s 36, T etis se d e tu v o tras h ab er r e tr o c e d id o y el R in se q u e d ó

32 Uno de los ríos de los Infiernos. El nombre de este río, relacionado por los griegos con el verbo φλέγω, «quemar», sugería que se trataba de un río de fuego. 33 El Hades. 34 Se alude al canto XI de la Odisea, donde Ulises evoca a los muer­ tos y se dirige al Hades. Por la descripción que allí se hace de la llegada a las puertas del Hades, éste debe situarse en el lejano Norte (cf. Od. XI 13 ss.). Sin duda Claudiano sitúa aquí el episodio en el escenario que le conviene. 35 Encontramos en la Antigüedad, sobre todo en la poesía latina, la identificación de Febo con el Sol. Esta identificación aparece por primera vez en las tragedias griegas del siglo v a. C. De la poesía latina pasaría a la tradición humanística, donde ha tenido gran resonancia. 36 Pueblo muy importante, probablemente del mismo origen que los sénones que tomaron Roma hacia el 390 a. C. Habitaban al sur de Cham­ paña y al norte de Borgoña; su capital era Agendicum, la moderna Sens.

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pasmado con su urna arrojada delante 37. Entonces, trans­ formadas las serpientes por su propia voluntad en blancos 135 cabellos, fingiéndose una anciana de larga edad, surcada de arrugas en sus rígidas mejillas y fatigada en su andar simulado, entra en las murallas de Élusa 38, dirigiéndose a la mansión muy conocida desde hace tiempo y se detuvo con sus ojos amarillentos por la luz del día maravillándose de un hombre peor que ella. Luego habla así: 140 «¿Te agrada el ocio, Rufino, y consumes inútilmente la flor de la juventud sin gloria en los campos patrios? Ay, no sabes qué te conceden los destinos, qué los astros, qué te depara Fortuna 39: dominarás todo el mundo si quie­ res obedecerme. No desprecies mis miembros de anciana. 145 Pues yo poseo fuerzas mágicas y la llama conocedora del tiempo futuro. Conozco con qué encantamientos las bru­ jas tesalias 40 hacen desaparecer el resplandor de la luna, de qué son capaces los signos de los sabios egipcios, con qué arte el pueblo caldeo impone su voluntad a los dioses 150 invocados, y no me son desconocidos los jugos que les flu­ yen a los árboles ni el poder de las hierbas funestas, todo

37 Para Tetis, cf. Prob., nota 8. En cuanto a la «urna» del Rin, debe­ mos pensar que en la Antigüedad los ríos eran imaginados con figura humana (venerables ancianos de largos cabellos y frondosa barba, con corona de cañas o juncos en la cabeza y dos cuernos de toro en su frente) y manipulando a voluntad una urna de la que brota el agua que forma la corriente fluvial. 38 Ciudad de Aquitania (concretamente de la Novempopulonia), la moderna Eauze, en el departamento de Gers. Fue el lugar de nacimiento de Rufino. 39 Cf. Prob., nota 4. 40 Las mujeres de Tesalia tenían fama de hechiceras o magas (cf., p. ej., L uc a n o , VI 413-830, donde se nos narra el episodio de la maga Ericto).

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lo que el rico Cáucaso cría en sus plantas mortíferas y lo que las rocas de Escitia 41 hacen brotar para los crímenes de los hombres, las que cogieron la cruel Medea y la ex­ perta Circe 42. Con mucha frecuencia invoqué en ceremo­ nias nocturnas a los Manes y a Hécate 43; con mis fórmulas mágicas atraje a los cadáveres enterrados para que vi­ vieran de nuevo y a muchos los hice perecer con mis en­ cantamientos a pesar de que les quedaban hilos de las P ar­ cas 44. Obligué a las encinas a ir vagabundas y al rayo a detenerse; di la vuelta a los ríos que se invirtieron por un curso sin declive para regresar a su nacimiento. Y para que no pienses quizá que he hablado vanalidades, contem­ pla la transformación de tu morada». Dijo, y las niveas columnas (¡admirable!) comenzaron a enriquecerse y las vigas a resplandecer súbitamente de oro.

41 Región costera del Ponto Euxino, por encima de Tracia, aunque el nombre también se aplica de modo general a cualquier región del norte de Europa. 42 Las celebérrimas hechiceras. Medea era sobrina de Circe. 43 En cuanto a los Manes, cf. Prob., nota 21. Hécate es una diosa relacionada con el mundo subterráneo de los muertos, divinidad siniestra que preside la magia y los hechizos. Por ello es diosa de las encrucijadas, ya que éstas son los lugares por excelencia de la actividad mágica. Y por esta razón sus estatuas son a menudo triples, interpretándose con frecuencia cada una de sus caras como representaciones de una personali­ dad: Luna, en el cielo; Diana, en la tierra; Hécate, en el mundo subterráneo. 44 Las Parcas son las diosas encargadas de señalar y ejecutar el desti­ no individual; ellas determinan ante todo la muerte de los hombres. Son tres: Cloto («la Hiladora»), Láquesis («La que da a cada uno su lote») y Átropo («la Inflexible»). Normalmente se las representa como hilande­ ras. El hilo de las Parcas es, o lleva, el destino de cada individuo; cuando se rompe, una vida humana finaliza.

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Estos atractivos lo cautivan y, envanecido en exceso, 165 se recrea con su ambiciosa mirada. Así el rey de Meonia 45 se enorgullecía al principio cuando todo lo convertía con su afortunado tacto. Pero después que vio que sus manja­ res se habían vuelto rígidos y que sus bebidas se habían solidificado en amarillento hielo, entonces comprendió que su regalo era funesto y en su desprecio por el oro maldijo no su deseo. Así pues, vencido en su espíritu, dijo: «Te segui­ ré adondequiera que me llames, ya seas tú mortal o dios». Y, tras abandonar su patria, se dirigía por mandato de la Furia 46 a las ciudades de Oriente, a las Simplégades 47, en otro tiempo flotantes, y al estrecho famoso por los re175 mos tesalios 48, por donde el Bosforo resplandece con su ilustre ciudad y separa Asia de las costas odrisias 49. Cuando, tras haber recorrido el largo camino guiado por los perversos hilos del destino, se introdujo en el fa­ moso palacio, al punto comienza a nacer la ambición 50, a desaparecer la justicia, a ponerse en venta todo. Revela iso secretos, engaña a los clientes y vende los honores solicita­ dos al emperador. Hace crecer el número de crímenes, ali45 Región de Lidia. Se trata del rey Midas, que convertía en oro todo lo que tocaba. 46 Cf. nota 11. 47 Las Simplégades («Rocas Chocantes»), llamadas también las Planetas o «Errantes» y las Ciáneas o «Azules», eran unas rocas de enorme tama­ ño en la entrada del Bosforo y que en lugar de permanecer fijas se acer­ caban entre sí para impedir el paso de las naves hacia el Mar Negro. La nave Argo logró pasar y desde entonces quedaron fijas, pues era su destino quedar inmóviles el día que un navio pasara entre ellas. 48 De la nave Argo, construida en la ciudad de Págasa, en Tesalia, y de allí partió la expedición de los Argonautas. 49 Tracia. 50 Entramos ahora en una descripción retórica de la crueldad y avari­ cia de Rufino (vv. 176-256).

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menta el fuego de los corazones inflamados y envenena las heridas insignificantes avivándolas. Y al igual que Ne­ reo 51 ignora que se le añaden innumerables ríos y, aunque de un lado se traga la corriente del Istro 52 y del otro ab­ sorbe al Nilo estival por sus siete desembocaduras, perma- iss nece siempre igual y el mismo, así aquella sed no puede saciarse con olas de oro. Todo el que tuviese un collar formado con piedras preciosas o un predio cultivado era víctima segura de Rufino y un campo rico le procuraba i9o la ruina a su propietario. La fertilidad era temible para los labradores; los arroja de su hogar, los expulsa de las tierras de sus antepasados; bien se las quita a sus dueños en vida, bien las ocupa como heredero. Sus rique­ zas se acumulan amontonadas y una sola casa obtiene el botín del mundo. Los pueblos son forzados a la esclavi­ tud, ciudades opulentas se someten a la tiranía de un parti­ cular. ¿Adonde te precipitas, insensato? Aunque poseas uno 195 y otro Océano, Lidia te vierta sus fuentes de oro y reúnas el trono de Creso 53 y la tiara de Ciro 54, nunca serás rico, nunca te saciarán tus ganancias. Siempre es pobre el que 200

51 El mar. Nereo fue, antes que lo eclipsara Neptuno, un dios marino de considerable importancia. Su papel más importante es el de padre de las Nereidas. 52 El Danubio. 53 Creso, el último rey de Lidia (c. 560-546 a. C.), hijo de Alíates, es símbolo de riqueza entre los antiguos. En este pasaje marcadamente retórico (vv. 196-219), donde se critica la insaciable codicia de los ricos y se elogia por el contrario la dicha que acompaña a la pobreza, es evi­ dente el influjo de Séneca (cf. Ep. CXIX, Phae. 204 ss.). 54 Ciro (559-529 a. C.), hijo de Cambises y descendiente de Aquemenes, llegó a conquistar un vasto imperio.

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codicia. Fabricio 55, satisfecho con su honrosa indigencia, despreciaba los regalos de los reyes, el cónsul Serrano 56 sudaba con su pesado arado y una casa pequeña abrigaba a los belicosos Curios 37. Esta pobreza es para mí más ri205 ca; esta morada es para mí más grande que tus palacios. En un lado la lujuria busca inútiles manjares para dañar la salud; en el otro la tierra ofrece manjares gratuitos. Allí la lana absorbe los tintes tirios y los vestidos bordados se tiñen de púrpura; aquí resplandecen las flores y el vivo 210 encanto de la pradera esmaltado según su propia naturale­ za. Allí los lechos se alzan con resplandecientes cojines; aquí se extiende blanda hierba que no interrumpirá el sue­ ño angustiado por las preocupaciones. Allí una multitud de clientes resuena por la anchurosa mansión; aquí el can215 to de las aves, el murmullo de las aguas. Se vive mejor con poco. La naturaleza les concedió a todos ser felices si se sabe aprovechar. Si hubiéramos aprendido esto, goza­ ríamos de una vida sencilla, no sonarían las trompetas de guerra, ni pasaría sibilante la lanza de fresno, ni el viento sacudiría las naves, ni las máquinas de guerra abatirían las murallas. 220 Crecía su perversa codicia y ardía su impía pasión por el botín reciente; no tenía ninguna vergüenza de exigir o 55 C. Fabricio Luscino, héroe de la guerra contra Pirro, cónsul en 282 y 278 a. C. Son proverbiales su pobreza y austeridad. No aceptó el oro que Pirro le ofrecía a cambio de su traición a Roma. 56 Se trata de C. Atilio Régulo, a quien, cuando fue elegido cónsul en el 257 a. C., se le dio la noticia mientras labraba el campo. Por ello se le daría el sobrenombre de Serranus. Pero parece también como si Serranus o Saranus fuese el cognomen originario, derivado de la ciudad umbra Saranum. 57 Entre ellos destaca sobre todo Manio Curio Dentato, vencedor de los samnitas y de Pirro y famoso por su austeridad.

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de forzar. Mezcla el perjurio con numerosos halagos. Es­ trecha su mano en un acuerdo destinado a ser roto. Si al­ guna vez alguno de entre tantos se había negado a sus exi­ gencias, agitaba su fiero corazón con una cólera descom- 225 puesta. ¿Se enfurece así la leona herida por el dardo getulo 58, o la tigresa de Hircania 59 cuando persigue al ladrón de sus crías, o la serpiente pisada? Él ultraja la majestad de los dioses por la que ha jurado. Nunca tiene respeto por la hospitalidad. El haber matado a una esposa, a su 230 marido juntamente y a sus hijos no le basta a su odio. No le es suficiente haber aniquilado a los parientes, haber exiliado a los conocidos. Se esfuerza por exterminar total­ mente a los ciudadanos y borrar el nombre de su pueblo. Y no mata con una muerte rápida; goza antes con los crueles 235 suplicios; aplazada la decapitación, dispone torturas, cade­ nas, cárceles tenebrosas. ¡Ah, ira del perdón, ira más cruel que la espada, y vida concedida para el dolor! ¿Acaso es tan poco la muerte? Los hostiga con falsos cargos; aunque él es el juez, acusa a los atónitos reos. Lento en lo restan­ te, es rápido para el crimen, diligente en recorrer los cami- 240 nos más apartados de su dominio 60. No lo retrasa la ar-

58 Getulia es una región del noroeste de África. 59 Región de Asia próxima al Mar Caspio. 60 Los versos 239-242 hacen referencia al asunto de Luciano, conde del Este. El asunto nos lo cuenta Zósimo (V 2, 3). Euquerio, un pariente del emperador Arcadio, había pedido un favor desmesurado a Luciano, favor que éste le denegó. Euquerio se quejó a Arcadio y el emperador reprendió por ello a Rufino, protector de Luciano. Rufino se puso en marcha inmediatamente hacia Antioquía, residencia del conde, donde con­ denó a Luciano, lo torturó y lo mató. El castigo parece desmesurado para la ofensa. Es posible que Rufino, inseguro en la corte, pensase que Luciano dirigía una conspiración contra él.

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diente Sirio 61 ni el invierno que brama con el Aquilón 62 de los montes Rífeos 63. Le atormentaba sus crueles entra­ ñas la angustiosa preocupación de que nadie escapara a 245 su espada y de no perder ninguna oportunidad de crimen por la compasión del emperador. No se ablanda por los años ni vacila por la edad: sacada la segur, cayeron go­ teantes los cuellos de los jóvenes ante los rostros de sus padres; un anciano, testigo de la muerte de su hijo, iba exiliado después de haber vestido la trábea 64. ¿Quién po250 dría mostrar con palabras tantos asesinatos?, ¿quién llorar sus abominables matanzas? ¿Se cuenta que los monstruos hayan hecho alguna vez algo semejante, ya sea Sinis 65 con los pinos del Istmo, ya sea Escirón 66 en su escarpada ro61 Sirio es la estrella más brillante de la constelación de la Canícula, constelación que resulta de la catasterización de Mera, la perra del ate­ niense Icario. También se le da el nombre de Sirio a toda la constelación. Su aparición coincide con la época más calurosa del verano. 62 Viento del Norté. 63 Montes de Escitia. 64 En estos versos (245-249) se alude a la muerte de Próculo y al exilio de su padre Taciano. Rufino fue honrado con el consulado en el año 392. Pero la magistratura civil más importante era la de prefecto del pretorio del Este, cargo desempeñado en el 392 por Taciano, cónsul el año anterior, cuyo hijo Próculo era prefecto de la ciudad. Rufino con­ siguió la destitución de ambos y el nombramiento de prefecto del Este. Una vez en su cargo, logró el juicio de padre e hijo y su condena: Prócu­ lo fue ejecutado y a Taciano, por intervención de Teodosio, le fue con­ mutada en el último momento la pena de muerte por el exilio. 65 Sinis es uno de los malhechores a los que Teseo dio muerte en su viaje desde Trecén a Atenas. Sinis, de sobrenombre Pitiocamptes, so­ lía' atar a los que caían en sus manos a dos pinos, doblaba a éstos hasta el suelo y luego los soltaba, despedazando así a la víctima. Teseo le dio esta misma muerte. 66 En el mismo viaje, Teseo dio muerte a Escirón. Este bandido,,apos­ tado junto al mar en lo alto de unos acantilados a los que dio su nombre

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ca, o Fálaris 67 con el toro, o Sila con la cárcel 68? ¡Oh apacibles caballos de Diomedes 69! ¡Oh dulces altares de Busiris 70! Ya, oh Cinna 71, serás piadoso comparado con Rufino; benévolo serás ya, oh Espártaco 72, equiparado con él. El terror había abatido a todos con odios ocultos, se lamentan en silencio con gemidos ahogados y temen mos­ trar indignación. Pero el valor del magnánimo Estilicón no se quebrantó con el mismo miedo sino que, él solo en medio de la calamidad general, blandió sus armas contra (rocas Escironias), obligaba a los viandantes a lavarle los pies, arrojándo­ los luego al mar de un puntapié para que los devorase una enorme tortu­ ga que moraba en aquellas aguas. Teseo lo arrojó desde el acantilado. 67 Fálaris, tirano de Agrigento (siglo vi a. C.), es célebre por su cruel­ dad. Un tal Perilo o Perilao le ofreció como regalo un toro hueco de bronce para que le sirviera como instrumento de tortura, encerrando den­ tro a las víctimas y poniendo el toro al fuego. Fálaris hizo que Perilo fuera la primera víctima. 68 El senado le dio a Sila el título de dictador a finales del 82 a. C. Enseguida comenzaron los encarcelamientos, las proscripciones y las ma­ tanzas. Fue un personaje cínico, cruel y despiadado. 69 Diomedes es un rey de Tracia que poseía unas yeguas a las que había enseñado a alimentarse con la carne de sus huéspedes. En su octa­ vo trabajo, Hércules mató a Diomedes o bien se lo dio a devorar a sus propias yeguas. Los animales fueron llevados a Micenas. 70 Busiris es un rey de Egipto que acostumbraba a sacrificar a los extranjeros en el altar de Júpiter. Afligiendo la esterilidad a los campos de Egipto, Frasio o Trasio, adivino de Chipre, le aconsejó al rey que sacrificase un extranjero cada año. Busiris siguió las instrucciones, co­ menzando por matar al propio Frasio. 71 El cónsul Lucio Cornelio Cinna, aliado de Mario contra Sila, fue célebre por su crueldad. 72 Esclavo tracio, de la escuela de gladiadores de Léntulo, en Capua. Fue el caudillo en la guerra de los esclavos (73-71 a. C.) y recorrió con su ejército de noventa mil hombres toda Italia practicando el pillaje y la matanza. Fue derrotado por Craso en el 71 a. C.

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las mortíferas fauces y contra la fiera voraz, sin ser llevado por la veloz carrera de un caballo alado ni ayudado por las riendas de un Pégaso 73. Él era la calma ansiada por 265 todos, él era la única defensa del peligro y el escudo opuesto al terrible enemigo, él era el refugio para los exiliados y el estandarte enfrentado al furor, él era la fortaleza para proteger a la gente de bien. Rufino, amenazador hasta aquí, se detenía y emprendía la retirada en una huida cobarde: no de otro modo a como cuando un torrente, crecido con 270 las tempestades invernales, arrastra rocas, arrolla bosques y arranca puentes, pero se rompe contra la barrera de un escollo y, buscando un camino, espumea y resuena alrede­ dor del peñasco con las olas estrelladas en él. ¿Con qué elogios te alabaré dignamente a ti, que pusis­ te tus hombros en defensa del mundo que casi se derrum275 baba y estaba a punto de desplomarse? Los dioses te mos­ traron a nosotros como una dulce estrella a una nave tem­ blorosa que es zarandeada en su agotamiento por la doble tempestad y va a la deriva tras haberse rendido su piloto. Se cuenta que Perseo, descendiente de ínaco, sometió al monstruo de Neptuno en el Mar Rojo, pero con una segu280 ridad mayor por sus alas 74; a ti no te transportaron plu­ mas. Perseo estaba armado con la rígida Gorgona; tú no 73 El mítico caballo alado gracias al cual Belerofontes pudo matar a la Quimera. 74 Perseo, enamorado de Andrómeda, la salvó cuando ésta, encade­ nada a una roca en la orilla del mar, iba a ser devorada por un mons­ truo. El animal había sido enviado por Neptuno para castigar el delito de la madre de Andrómeda, Casiopea, que se habla jactado de ser más bella que las Nereidas. Por otra parte, Perseo vuela gracias a las sanda­ lias aladas que le proporcionaron las Ninfas. Por último, Perseo es des­ cendiente de ínaco en tanto que es un héroe de origen argivo. Para ína­ co, cf. Prob., nota 44.

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estabas protegido con la cabellera de serpientes de Medu­ sa 75. A él lo empujó simplemente su amor a una doncella encadenada; a ti la salvación de Roma. Que calle vencida la antigüedad, que deje ya de comparar los trabajos de Hércules con los tuyos. Una sola selva alimentaba al león 285 de Cleonas76. El fiero jabalí sólo devastaba con sus colmi­ llos un bosque de Arcadia 77 y tú, oh Anteo, rebelde tras tocar a tu madre, no causabas daño fuera de los límites de Libia 7S. Únicamente Creta resonaba con el toro res­ plandeciente 79 y la vigorosa Hidra había ocupado la lagu- 290 na de Lerna 80. A este monstruo no lo temía una sola lagu­ na, no una isla únicamente, sino que aterrorizaba todo lo 75 Las Gorgonas eran monstruos de horrible aspecto: cabezas cubier­ tas de serpientes, grandiosos colmillos de jabalí, manos de bronce y alas de oro. Todo el que las mira de frente queda convertido en piedra. Eran tres: Esteno, Euríale y Medusa. Perseo le cortó la cabeza a la única mor­ tal de las tres, Medusa, y se sirvió posteriormente de ella, pues su poder petrificador subsistía después de muerta la Gorgona. 76 El célebre león de Nemea, al que Hércules mató en su primer tra­ bajo. Cleonas es una ciudad próxima al bosque de Nemea. 77 En su cuarto trabajo Hércules tuvo que capturar vivo al jabalí del Erimanto, monte de Arcadia. 78 En su undécimo trabajo Hércules debía conseguir las manzanas de oro de las Hespérides. En su recorrido por África luchó con Anteo, hijo de Neptuno y la Tierra. Este monstruo recibía una fuerza invencible del contacto con su madre. Hércules logró vencerlo y darle muerte levan­ tándolo en vilo. 79 El séptimo trabajo de Hércules consistió en traer vivo de Creta un toro, que bien era el que había llevado a Europa a presencia de Júpi­ ter (versión que no sostiene la metamorfosis del dios mismo en toro), o bien era el bello toro de Pasífae. 80 En su segundo trabajo Hércules dio muerte a la Hidra de Lerna, lago de la Argólide, al sur de Argos. La mayoría de los autores señalan la circunstancia de que, tan pronto como se le cortaba una cabeza, apare­ cía otra (o bien otras dos) en su lugar.

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que, sometido al poder del Lacio, separa al Ganges de los remotos iberos. A él no lo igualarían el triple Gerión 81 295 ni el furioso portero del Orco 82, y ni siquiera si se junta­ sen en uno solo el vigor de la Hidra, el hambre de Escila 83 y las llamas de Quimera 84. Fue durante largo tiempo una lucha sublime, pero desi­ gual en los procederes, entre la virtud y el vicio. Él amena­ za con asesinar, tú se lo prohíbes. Él despoja al rico, tú 300 le das al indigente. Él destruye, tú restauras. Él desencade­ na la guerra, tú lo vences 85. Y como la peste, comenzando a agravarse por la contaminación del ambiente, devora pri­ mero los cuerpos de los animales, luego arrebata pueblos y ciudades y, abrasados los vientos, vierte su ponzoña in305 fernal en los ríos corrompidos, así el ambicioso ladrón no se ensaña ya con golpes aislados, sino que arde en deseos de dirigir sus amenazas al trono y de destruir el poder de Roma tras haber aniquilado todo su ejército. Y ya excita a los getas 86 y al Istro 87, acoge a Escitia en su ayuda 310 y entrega a las armas enemigas lo que sobrevive a su cóle81 Gerión o Geríones, gigante de tres cuerpos fundidos en uno desde la cintura para arriba y separados desde las caderas hacia abajo, habitaba en Hispania dedicándose a la cría de vacas y lo mató Hércules en su décimo trabajo. 82 Cérbero, el perro de tres cabezas, cola de dragón y múltiples cabe­ zas de serpiente en el lomo. 83 Monstruo marino establecido en el estrecho de Mesina. La parte inferior de su cuerpo estaba rodeada de perros que devoraban cuanto pasaba a su alcance. 84 Monstruo híbrido de leona, cabra y serpiente, que despedía llamas por su boca. Lo mató Belerofontes. 85 A partir de aquí entramos en la otra gran acusación que Claudia­ no hace a Rufino: su complicidad con los bárbaros (vv. 300-322). 86 Cf. Prob., nota 24. 87 El Danubio.

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ra. D e sc ie n d e el sá rm a ta 88 m e z c la d o c o n lo s d a c io s 89 y el a u d a z m a sá g e ta 90, q u e h iere lo s c a b a llo s p a ra b eb er su sa n g re, y el a la n o 91, q u e b e b e el a g u a d e la la g u n a M e ó tid e tras h a b erle r o to el h ie lo , y el g e lo n o 92, q u e se a leg ra d e tatu ar su s m ie m b r o s c o n el h ierro ; éste es el ejé r cito r e u n id o d e R u fin o . É l n o p er m ite q u e se le s v e n z a , in v e n ta 315 retrasos y a p la za el m o m e n to o p o r tu n o p a ra la lu ch a . P u e s c u a n d o tu d iestra , E s tilic ó n , h a b ía a b a tid o a la m u ltitu d d e g eta s v e n g a n d o la m u erte d el c a u d illo c o m p a ñ e r o tu ­ y o 93 y s ó lo q u e d a b a u n a p a rte b a sta n te d é b il y fá c il de ser ca p tu ra d a , e n to n c e s a q u e l im p ío , tra id o r a l im p e r io y c o n ju r a d o c o n lo s g e ta s , tras h a b er e n g a ñ a d o a l em p era - 320 d o r , a p la z ó la a p rem ia n te b a ta lla , p e n sa n d o e n o b te n er el r e fu erzo d e lo s h u n o s 94, q u e él sa b ía q u e a cu d iría n a la

88 Pueblo de Sarmacia, región al norte del Danubio y del Mar Negro. 89 Pueblo de la Dacia, la actual Rumania. 90 Los maságetas son un pueblo de Escitia. 91 Pueblo de pastores nómadas que vivían en el sureste de Rusia. Tras la llegada de los godos a Ucrania, los alanos se establecieron entre el Volga y el Don. En el siglo rv fueron empujados hacia Occidente por los hunos. Penetraron en la Galia en el 406 y alcanzaron España en el 409, donde fueron absorbidos por los vándalos. 92 Pueblo escita. 93 Alusión a Promoto, general de Teodosio. El rencor entre Promoto y Rufino llegó a ser grande. Rufino consiguió pronto el apartamiento de Promoto de la corte. Poco después el caudillo moría luchando en Tracia. 94 Los hunos son un pueblo nómada de costumbres originales. Llevan la cabeza rapada, practican la deformación craneal, matan a sus ancia­ nos, etc. Son extraordinarios jinetes, la encarnación misma de la fiereza y la barbarie. Claudiano nos viene a decir que los hunos llegaron en ayuda de los bastarnas, pueblo germánico establecido en Tracia en el siglo ni. Esta expedición contra los bastarnas (392-393) parece haber sido la primera dirigida por Estilicón y concluyó con un tratado, pese a que Claudiano nos dice (vv. 349-353) que Estilicón, con la ayuda de Marte, logró fácilmente la victoria sobre las tribus bárbaras agrupadas.

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guerra y se unirían pronto al campamento enemigo de Roma. Existe una raza en la Escitia que se extiende hacia el 325 remoto límite oriental más allá del helado T ánais95; la Osa no alimenta a ninguna más famosa que ella. Su aspecto es desagradable y su cuerpo asqueroso de ver. Tienen un espíritu que nunca cederá ante los duros trabajos. Su ali­ mento es el botín, deben evitar el pan, es una diversión hacerse cortes en su frente y consideran hermoso jurar por sus padres asesinados. Y su doble naturaleza no adaptó 330 mejor a los biformes C entauros96 a los caballos que están unidos a sus cuerpos: su movilidad es muy viva sin orden alguno y sus vueltas son inesperadas. Contra ellos sin em­ bargo te diriges tú, Estilicón, sin temor en dirección a las aguas del espumeante Hebro, tras haber suplicado así an­ tes del sonido de las trompetas y del comienzo de la bata­ lla: «Marte, ya si te recuestas en el Hemo rodeado de nu335 bes, ya si te retiene el Ródope 97 con su blanca escarcha, o el Atos 98, perturbado por los remeros medos, o el Pangeo , oscuro por sus negras encinas, armate conmigo y defiende a tus tracios. Si conseguimos una victoria sufi­ cientemente gozosa, te ofreceré una encina adornada con despojos». ÛQ

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95 Río de las regiones escitas, hoy el Don. 96 Seres monstruosos con la parte superior de hombre y la inferior de caballo. 97 Monte de Tracia. 98 Monte de la península Calcídica. Allí la flota persa fue destruida por una tempestad (492 a. C.) en la primera campaña de las Guerras Médicas. Para la campaña siguiente Jerjes excavó un canal que evitara a la flota el peligroso rodeo de este promontorio. 99 Monte de Tracia.

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Oyó aquello el padre, se levanta de los nevados escollos 340 del Hemo y exhorta a gritos a sus rápidos sirvientes: «Belona 10°, trae el casco y tú, Pavor, prepara las sujeciones de las ruedas. Miedo, ponle el freno a los veloces caballos. Apresurad vuestras rápidas manos. Mirad, se dispone para la guerra mi querido Estilicón, que me colma de trofeos 345 según su costumbre y cuelga en los árboles los penachos de los enemigos. Las trompetas de guerra siempre suenan comunes para ambos, comunes son para nosotros las seña­ les del combate y sigo su tienda con mi carro uncido». Habiendo hablado así, saltó a la llanura y de un lado Esti- 350 licón, del otro Gradivo 101, semejantes los dos en el escudo y en su corpulencia, empujaban a los batallones puestos en fuga en una gran extensión. El casco de ambos se levanta erizado de brillantes penachos, la coraza destella en su carrera y su lanza se sacia con las abundantes heri­ das. Entretanto Megera 102, más vehemente por sus deseos logrados y alegrándose por las muchas desgracias, sorpren- 355 de a la entristecida Justicia 103 en su palacio y la provoca así en primer lugar con crueles palabras: «Mira, te flore­ cen la antigua paz y los siglos restaurados de nuevo, como tú pensabas. Mira, cedió nuestro poder y no existe en nin­ guna parte un lugar para las Furias. Vuelve aquí tu mira­ da. Contempla cuántas murallas hay abatidas por las lia- 360 mas de los bárbaros, qué matanzas y cuánta sangre me ofrece Rufino, con cuántas muertes se alimentan mis ser­ pientes. Deja a los hombres, lote que me pertenece. Diríge100 101 102 103

Cf. Prob., nota 26. Marte. Cf. Prob., nota 22. Una de las Furias. Cf. nota 11. Cf. nota 15.

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te a las estrellas; vuélvete a las conocidas regiones del oto365 ño, por donde el Zodiaco se inclina al sur. Ya hace tiempo que están vacíos el espacio vecino del León estival y las proximidades de la gélida Libra 104. ¡Y ojalá pudiera se­ guirte a través de la gran bóveda celeste!». La diosa le responde: «No te encolerizarás más tiempo locamente. Ya ese favorito tuyo recibirá su castigo, ya lo 370 amenaza el vengador que merece, y el que ahora ¿tormen­ ta a la tierra y al cielo mismo, ni siquiera será cubierto al morir con el polvo ordinario. Y ya acudirá Honorio, prometido a nuestra dichosa edad, no inferior a su valiente padre ni a su brillante hermano. Él someterá a los medos, 375 él abatirá a los indos con su lanza. Los reyes venideros estarán bajo su yugo; hollará el escabroso Fasis 105 con su caballo y obligará al Araxes 106 a soportar un puente. Tú al mismo tiempo, atada con pesadas cadenas de hierro, serás expulsada de la luz del día y, cortados tus cabellos de serpientes tras haber sido vencidos, serás encerrada en 380 las profundas soledades del abismo. Entonces la tierra será común, entonces ninguna linde separará el campo, ni se abrirán los surcos con encorvadas rejas; el segador se ale­ grará con espigas imprevistas. Los encinares destilarán mie­ les; por todas partes fluirán vinos en inundación y lagos 385 de aceite. Y no se buscará el honor con vellones teñidos 104 Pues ése es el lugar de la constelación de Virgo (= la Justicia). La constelación zodiacal de Virgo está situada entre las constelaciones zodiacales del León y Libra. Por Virgo pasa el sol desde mediados de agosto hasta mediados de septiembre, es decir, a finales de verano. El León es el resultado de la catasterización del león de Nemea. En cuanto a Libra (también llamada Quelas «Pinzas») equivale a los brazos o pinzas del escorpión que mató a Orion (cf. Prob., nota 6). 105 Río de Cólquide. 106 Río de Armenia.

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d e p ú rp u ra sin o q u e, a tó n ito el p a sto r , los reb a ñ o s e n r o je ­ cerán e sp o n tá n e a m e n te y p o r to d o s lo s m ares so n reirá n las v erd es a lg a s c o n n a c ie n te s p ied ra s p r e c io sa s 107». 107 La descripción que Claudiano nos hace aquí de esta «Edad de Oro» (vv. 380-387) es la usual en los poetas latinos cuando intentan pin­ tarnos una época o situación dichosa. Cf. V ir g il io , Eel. IV 18 ss.; S é n e ­ c a , Phae. 483 ss.; etc.

CONTRA RUFINO

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PREFACIO AL LIBRO II

Oh Musas, abrid con vuestro regreso el liberado Heli­ cón *, abridlo. Ya pueden vuestros coros salir confiados. Ninguna trompeta enemiga a través de las llanuras de Aonia 2 os impide con su detestable bramido vuestro can­ to. Tú también, oh Delio 3, segura ya Delfos tras haberse alejado el miedo, corona de flores a tu vengador. Ningún bárbaro bebe con su boca impura el agua de Castalia 4 y el manantial conocedor del futuro. Alfeo enrojeció en una gran extensión y las olas llevaron las marcas sangrien­ tas de la guerra a través del mar de Sicilia; la lejana Aretusa 5 conoció el nuevo triunfo y con el testimonio de la san1 Monte beocio, morada de las Musas. 2 Beocia. 3 Epíteto de Apolo, por haber nacido en Délos. 4 Fuente de Delfos. 5 Alfeo, río de la Elide, enamorado de la ninfa arcadia Areíusa, la persiguió hasta Siracusa. Allí pudo mezclar sus aguas con las de Aretusa, convertida ésta en fuente. Así pues, se supone que el Alfeo alarga su corriente hasta Sicilia.

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gre p ercib ió la m u erte d e lo s g e ta s 6. Q u e el d e sc a n s o , E sti­ lic ó n , su ced a a tu s in m e n sa s p r e o c u p a c io n e s y v u e lv e p a ­ ís cie n te m e n te tu c o r a z ó n a m i c a n to ; n o te a v erg ü e n c e s de in terru m p ir tu s la r g o s e sfu e r z o s y d e co n sa g r a r u n c o r to e sp a c io d e tie m p o a la s M u sa s. S e d ic e q u e ta m b ié n el in ­ d ó m ito M a rte p o r fin d e sp u é s d el c o m b a te e x tie n d e su s fa tig a d o s m iem b ro s p o r la s n iev e s o d r isia s 7 y , o lv id á n d o se m á s a p a cib le d e s í m ism o tras h a b er d e ja d o a u n la d o su 20 la n z a , so s ie g a su s o íd o s c o n la s m e lo d ía s de la s P iér id e s 8.

5 LIBRO II D e sp u é s d e la su m isió n d e lo s A lp e s y de la lib e r a c ió n d el rein o d e H e sp e r ia el m u n d o , a c o g ie n d o a su em p e r a ­ d o r 9 en e l lu gar q u e é l m e r e c ía , re sp la n d e c ía y a m á s g ra n ­

6 En este prefacio del libro II, dirigido a Estilicón, se alude claramen­ te al resultado (exitoso según Claudiano) de la segunda expedición del caudillo a Grecia, en el 397. Por tanto, este prefacio y el libro II no se escribieron antes del retorno de Estilicón (a mediados del 397), es de­ cir, unos dieciocho meses después de la muerte de Rufino. En cuanto al resultado de la campaña, no fue tan exitoso como nos dice Claudiano, ya que en realidad finalizó de modo parecido a la campaña del 395 (Cf. «Introducción», pág. 12). Eutropio, sucesor de Rufino, hizo que Arcadio declarase a Estilicón hostis publicus por su intromisión en el territorio oriental. Aunque el general occidental encerró a Alarico en el noroeste del Peloponeso, de algún modo los visigodos (los getas, cf. Prob., nota 24) lograron escapar. 7 Tracias. 8 Las Musas. Cf. Ruf. I, nota 10. 9 Teodosio, que murió en enero del 395, no mucho después de su victoria sobre Eugenio en el río Frígido (cf. «Introducción», págs. 9-10).

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de con la adición de una estrella; y entonces, Estilicón, fue entregado a tu cuidado el poder de Roma y el gobierno 5 del mundo; se te confió la realeza de los dos hermanos y el ejército de ambas cortes 10. Rufino (pues sus terribles crímenes no soportan el sosiego y sus fauces manchadas se niegan a secarse) comienza a encender de nuevo al mun­ do en guerras espantosas y a perturbar la paz con sus acos- 10 tumbrados desórdenes. Incluso habla consigo mismo estas cosas: «¿De qué modo aseguraré mis escasas esperanzas de vida? ¿Con qué medios podré rechazar tantas tempesta­ des? De un lado me oprime el odio, del otro me rodean las armas. Ay, ¿qué puedo hacer? No me socorre el ejérci­ to ni amor alguno del emperador. Por todas partes me 15 acechan peligros inmediatos y las espadas resplandecen co­ locadas sobre mi cuello. ¿Qué me queda sino sumergirlo todo en una nueva confusión y arrastrar en mi ruina a pueblos inocentes? Es agradable morir tras haber derruido el orbe; la destrucción general proporcionará consuelo a 20 mi muerte. Y no huiré antes aterrorizado: debo renunciar al poder juntamente con la vida». Así habló y, como si Eolo 11 les quita las cadenas a los vientos, así él esparció a los pueblos bárbaros tras haberles roto las barreras y les despejó el camino para la guerra; para que ninguna región quedara inmune, repartió la ma- 25 tanza por el orbe y distribuyó la ruina. Unos se precipitan por la superficie helada del impetuoso Danubio y franquean con las ruedas de sus carros las aguas acostumbradas a los remos; otros invaden las riquezas de Oriente por la ba10 La pretensión fundamental de Estilicón era llegar a ser regente de Occidente y Oriente, basándose en que así lo había querido Teodosio en su lecho de muerte. Cf. «Introducción», págs. 11-12 y 68-70. 11 Rey de los vientos.

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rrera del Caspio y las nieves de Armenia, llevados por un 30 sendero inesperado. Ya humean los pastos de los capadocios y el Argeo 12, padre de rápidos caballos; ya se enroje­ ce el profundo Halis 13 y el cilicio no se protege en sus escabrosas montañas. Devastan el sonriente territorio de 35 Siria y el caballo enemigo pisotea al pacífico Orontes 14, acostumbrado a los coros y melodioso por el gozo de su pueblo. Enseguida se oye el lamento de Asia; Europa, has­ ta los límites de la frondosa Dalmacia, es entregada a las hordas de los getas para diversión y botín. Toda la tierra que se extiende entre la mudable llanura del Ponto y las 40 aguas del Adriático palidece desprovista de ganados, no habitada por colono alguno, a semejanza de la jadeante Libia que, abrasada siempre por el sol, ignora el suavizar­ se con los cultivos de los hombres. Arden los campos de Tesalia; permanece en silencio el Pelio 15 tras haber huido los pastores; el fuego devasta las cosechas de Ematia 16. 45 Pues la tierra de Panonia, las murallas dignas de lástima de los tracios y los campos de los mesios ya no son una pérdida lamentable para nadie, sino que las incursiones eran año tras año, el territorio estaba expuesto a la cólera y la costumbre había hecho desaparecer el sentimiento de des­ gracia. ¡Ay, por qué pequeñas causas perecen las cosas gran50 des! Un imperio logrado con tanta sangre, conservado con tanta, imperio que crearon los esfuerzos de mil caudillos,

12 Monte de Capadocia. 13 El Halis o «río salado», así llamado por las fuentes saladas en su curso superior, es el río más largo de asia Menor, actualmente llamado Kizilirmak. 14 Río de Siria. 15 Monte de Tesalia. 16 Macedonia.

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al que formaron durante tantos años las manos romanas, un cobarde traidor lo destruye solo en un corto espacio de tiempo. También la ciudad que es considerada la rival de la gran Roma 17 y contempla enfrente las arenas de Calcedo- 55 nia 18 ya no se agita con el terror de la guerra contiguo, sino que ve arder las antorchas más cerca y oye resonar los roncos cuernos; ve que los dardos arrojados alcanzan sus techumbres. Unos protegen las murallas en guardia vi­ gilante, otros se apresuran a fortificar el puerto con las eo naves enlazadas. Sin embargo el cruel Rufino se alegra en la ciudad sitiada, goza con la desgracia y contempla el im­ pío espectáculo de la llanura vecina desde la cima de una torre elevada: a las mujeres avanzar encadenadas, a uno sumergirse medio muerto a través de las azuladas aguas, a otro caer abatido por una herida imprevista mientras hu- 65 ye, a otro exhalar su vida al pie de las puertas mismas; y ve que no le son útiles al anciano sus cabellos blancos y que el pecho de las madres se empapa con la sangre de sus hijos. Inmenso es su placer y con frecuencia le brota la risa. Sólo le afecta el dolor de no herir él con su propia 70 mano. Lo ve todo incendiado a lo lejos por orden suya, se alegra de tan gran desgracia y no niega que le resulta querido el enemigo. Se jactaba además de que sólo a él se le abría el campamento bárbaro y de que le estaba per­ mitida a su cargo la posibilidad de la conversación con ellos. Cuantas veces salió de la ciudad el negociador de 75 maravillosos tratados, lo acompañaron sus cómplices e iba a su alrededor una multitud de súbditos armada sirviendo a los estandartes de un particular. Él mismo en medio de 17 Constantinopla. 18 Ciudad de Bitinia situada enfrente de Constantinopla.

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ellos, para no descuidar bajo ningún concepto la barbarie, so viste su pecho con amarillentas pieles, imita sus frenos, sus enormes aljabas y sus sonoros arcos y manifiesta abier­ tamente sus sentimientos con su indumentaria. Y no se aver­ güenza, rigiendo un carro de Ausonia 19 y administrando su justicia, de adoptar las horrorosas costumbres y la ves85 timenta de los getas. Las leyes, cautivas bajo un juez cu­ bierto de pieles, deploran cambiar la noble prenda de la toga del Lacio. ¡Qué aspecto tenía entonces el pueblo! ¡Qué murmullos a escondidas! —pues no les es posible a los desgraciados ni siquiera llorar ni calmar su dolor con la conversación sin recibir castigo—: «¿Hasta cuándo soportaremos este aciago yugo? ¿Cuál será alguna vez el término de nuestra 90 dura suerte? ¿Quién nos librará de este funesto torbellino de desgracias y de tantas lágrimas, a nosotros, a los que por allí acosa el bárbaro, por aquí Rufino, a quienes se nos niega la tierra y el mar? Es cierto que anda errante por los campos una gran peste pero un terror más grande 95 vaga dentro de nuestras casas. ¡Ay, Estilicón, socorre al fin a la patria que se derrumba! Aquí están en verdad las prendas queridas de tu amor, aquí tu hogar, aquí el primer presagio de tu gozoso casamiento, aquí te levantó el pala­ cio las dichosas antorchas nupciales 20. ¡Yen, aunque sea tú solo, oh esperado! Al haberte visto, se apagará la gue­ rra y cesará la locura de este monstruo ambicioso», íoo Tales tempestades afligen al turbulento Este. Pero Esti­ licón, tan pronto como el invierno comenzó a retirarse ante 19 Italia. 20 El casamiento de Estilicón con Serena, sobrina e hija adoptiva del emperador Teodosio, tuvo lugar en Constantinopla, tal vez en el 384.

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los Zéfiros 21 y las cimas a despojarse de las nieves esparci­ das, tras haber dejado en serena paz el territorio de Italia, poniendo en marcha a los dos ejércitos, se apresuraba al nacimiento de Febo, acogiendo en batallones separados las 105 fuerzas de la Galia y del Este 22. Nunca se reunieron bajo un solo mando tantas tropas ni tantas variedades de len­ guas: de un lado lo siguen los escuadrones de Armenia con sus cabellos rizados, con su vestimenta del color de la hierba, recogida con un nudo sencillo; del otro los fieros 110 galos con su rubia cabellera, aquellos a los que bañan el rápido Ródano y el Árar 23, más lento, aquellos a los que al nacer pone a prueba en su corriente el Rin y a los que bañan las aguas del Garona, que fluyen con más rapi­ dez hacia atrás siempre que son empujadas por la impe­ tuosa marea del Océano. Todos tienen el mismo pensa- 115 miento y dejan a un lado las recientes heridas de su espíri-

21 Vientos del Oeste, llamados también Favonios, heraldos de la primavera. 22 Comienza a describírsenos aquí la primera campaña de Estilicón a Grecia. En el 395 Oriente fue gravemente herido por las invasiones bárbaras. Aparte de los hunos y los marcomanos, los visigodos, a quie­ nes Teodosio había asentado en Mesia a lo largo del Danubio, se habían rebelado bajo el enérgico liderazgo de Alarico, su nuevo rey. Rufino no podía hacer frente a estos peligros ya que el ejército oriental permanecía aún en Italia, donde Teodosio lo había dejado en el 394. Fue totalmente natural que Estilicón aprovechara su oportunidad de intervenir en los asuntos del Este. Alrededor de septiembre del 395 llegó a Tesalia a la cabeza de ambos ejércitos. Aunque el caudillo occidental había atrapado a los bárbaros en una desesperada posición, incomprensiblemente se le permitió a Alarico retirarse con su ejército más o menos intacto. Parece ser que Rufino persuadió a Arcadio para que Estilicón se retirara del territorio del Este y devolviera el ejército oriental. Estilicón obedeció las órdenes del emperador. 23 El Saona.

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tu. No odia el vencido ni se enorgullece el vencedor. Y aunque está presente el desasosiego y tienen todavía ardor las contiendas civiles de hace poco y la cólera de la guerra, todos se unierbn para el éxito glorioso de su caudillo 24. 120 Se cuenta que no de otro modo el ejército que siguió a Jerjes al mismo tiempo de todo el orbe apuró los cursos de los ríos y ensombreció con sus dardos la luz del día, cuando avanzaba con sus naves a través de los escollos y su pie despreciaba el mar salvado con puentes25. Apenas había cruzado los Alpes y ya los bárbaros no 125 andan errantes por más tiempo; temiendo su llegada, se reúnen en una sola llanura y encierran su sustento en un círculo defensivo. Mediante estacas alternantes en su colo­ cación aguzan entonces una empalizada inexpugnable con doble fosa y cubren con las pieles de los bueyes matados los carros colocados a manera de muralla. 130 De otro lado, un lívido horror se apoderó a lo lejos de Rufino; sus mejillas se tiñeron de palidez; se mantuvo inmóvil con su rostro helado, inseguro de si emprender la huida, o pedir vencido el perdón, o pasarse a los enemi­ gos, fieles a él. ¿De qué le sirven ahora las riquezas, de 135 qué el gran montón de metal amarillento, de qué sus atrios sostenidos por columnas de mármol rojo o su palacio ele24 Acerca de la lealtad de las tropas a Estilicón, cf. «Introducción», págs. 74-76. 25 Jerjes, rey de Persia (486-465 a. C.), hijo de Darío. Tras la derrota de su padre en las Guerras Médicas, movilizó para una nueva campaña todas las fuerzas de su enorme monarquía y preparó minuciosamente la empresa invirtiendo tres años (483-480 a. C.) en los preparativos bélicos y diplomáticos. A través del monte Atos, en la Calcídica, se excavó un canal (cf. Ruf. I, nota 98). En el Helesponto, entre Abido y Sesto, se tendieron dos puentes flotantes sobre trescientas sesenta y trescientas ca­ torce embarcaciones respectivamente.

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vado a los astros? Oye la marcha de Estilicón, cuenta los días y mide su vida por la duración del camino. Se aflige por la proximidad de su ruina, no concilia el sueño, a me­ nudo se agita enloquecido en su lecho y paga su castigo uo con el temor del castigo. Pero vuelve a su cólera y recupe­ ra su gran inclinación al crimen; franquea las puertas sa­ gradas del muy rico palacio y se dirige a Arcadio con sú­ plicas mezcladas con amenazas: «Por el majestuoso resplandor de tu hermano, por las hazañas de tu divino padre y la flor de tu juventud te lo 145 suplico: líbrame de las espadas. Séame posible esquivar las injustas amenazas de Estilicón. Toda la Galia viene conju­ rada para mi muerte. Todo lo que baña la remota Tetis 26, si algún pueblo se extiende más allá de los últimos britanos, se movilizó contra mí. A tan gran número de armas, iso se ha confiado mi captura. Con tantos estandartes única­ mente se busca una sola cabeza. ¿De dónde esa sed de sangre? Estilicón reclama para sí las dos bóvedas del cielo y no quiere que nadie sea su igual. Pretende que todo se someta a él. Rige Italia y domina Libia; gobierna a los 155 hispanos y a los galos. Ni la órbita del sol ni el universo le ponen límites. Él solo posee todas las riquezas que consiguió aquí Teodosio y las que obtuvo después de las guerras y no se preocupa de devolverlas una vez en su poder. ¿En verdad gozará él de la serena paz y nos oprimi­ rá con el asedio? ¿Por qué intenta invadir nuestra par- 160 te? Que abandone el territorio de Iliria; que devuelva el ejército del Este; que reparta equitativamente las tropas de los dos hermanos y no seas tú solamente heredero del cetro sino también del ejército. Pero si tú descuidas poner remedio a mi muerte y no te dispones a impedirla, pongo íes 26 La Titánide. Cf. Prob., nota 8.

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por testigos a los Manes y a los astros: no caerá solo este cuello; otra sangre se mezclará con la mía; y no iré sin compañía a las sombras estigias 27 ni el vencedor se reirá con tranquilidad de mi muerte». Cuando dijo esto, se dicta el crimen y rápidamente es no enviado un mensajero para que lleve el mensaje arrancado al emperador contra su propia voluntad. Entretanto Estilicón, ya más alegre por la proximidad del enemigo y porque la empalizada dista un pequeño tra­ mo de terreno, enardece con sus palabras a las tropas, de­ seosas de luchar. El frente izquierdo es confiado a los ar175 menios; por el ala derecha coloca a los galos. Hubieras visto los frenos cubrirse de ardiente espuma, levantarse nu­ bes de polvo, alzarse las lanzas ondeando sus banderolas con purpúreas serpientes y al cielo encolerizarse con un vuelo errante de dragones. El resplandor del hierro llena iso toda Tesalia; resplandece la cueva del sabio Centauro 28, el río en el que anduvo a gatas Aquiles en sus primeros años y el bosque del Eta. El nevado Osa resuena con el clamor y el Olimpo 29, sacudido por el fragor, repite el estrépito. Aumentó el valor y el coraje se encendió despreciador de la vida. No les impedirían su avance las rocas 185 ni los profundos ríos: todo lo hubiesen abatido con su ata­ que impetuoso. Si se hubiese entablado entonces la lucha con tales áni­ mos, la traicionada Grecia no hubiese contemplado tan

27 Las sombras del Estige o la Estige, el célebre río o laguna infernal. 28 El Centauro Quirón, el más célebre, juicioso y sabio de todos los Centauros. Vivía en una caverna del monte Pelio, en Tesalia. Educó a Aquiles, Jasón, Esculapio, etc. 29 El Eta, el Osa y el Olimpo son montes de Tesalia.

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grandes matanzas, florecerían las ciudades de Pélope 30 ha­ biéndose librado de Marte, permanecerían en pie las ciudadelas de Arcadia, permanecerían en pie las de Lacedemonia. No hubiesen humeado los dos mares con el incendio 190 de Corinto ni hubiesen arrastrado crueles cadenas las mu­ jeres atenienses. Aquel día pudo poner fin a nuestros de­ sastres y destruir las causas de las futuras calamidades. ¡Oh, qué gran triunfo nos arrebató enemiga la Fortuna! Entre los caballos y entre las trompetas de guerra avanzan las 195 órdenes imperiales y llegan a los oídos del caudillo armado para la guerra. Quedó estupefacto; por un lado la cólera, por otro una gran aflicción abrumaron al héroe al mismo tiempo y se admira de que se le haya permitido tanto a un cobarde criminal. Su pensamiento considera vacilante las dudosas salidas: proseguir la lucha o abandonar su heroica empre- 200 sa. Arde en deseos de socorrer la ruina de Iliria, pero teme oponerse a las órdenes. Su respeto vence los estímulos de su valor. De un lado lo exhorta el bien público, del otro el miedo al odio del emperador. Por fin en su indignación levanta sus palmas a los astros y dice desde lo profundo 205 de su pecho: «Oh divinidades aún no saciadas de calamidades roma­ nas, si os agrada destruir completamente el imperio desde sus raíces, si os ha complacido borrar los siglos con un solo derrumbamiento, si os sentís hartos de la raza huma­ na, que la furia del mar se precipite desenfrenada contra 210 la tierra o que Faetonte 31, desviado de su senda ordinaria, 30 Mítico rey de Pisa, capital de la Elide. Llegó a ser rey tras haber vencido en la famosa carrera de carros a Enómao y haberse cas'ado con la hija de éste, Hipodamía. Hijos suyos fueron Atreo y Tiestes (cf. Prob., nota 39, y Ruf. I, nota 24). 31 El hijo del Sol. Cf. Prob., nota 56.

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enrede sus extraviadas riendas. ¿Por qué se lleva a cabo esto por mediación de Rufino? Es vergonzoso que el mun­ do se desplome siendo él el ejecutor de su ruina. Se nos retira de enmedio de las armas (¡oh dolor!) y se nos obliga 215 a deponer las espadas ya desenvainadas. Os pongo por tes­ tigos a vosotras, ciudades que vais a arder y murallas des­ tinadas a derrumbaros: me retiro, sí, y dejo el desdichado mundo al azar. Plegad vuestros estandartes, generales. Re­ grese ya a su hogar el soldado del Este. Hay que obedecer. Callen las trompetas de guerra. Apartad las flechas. Res­ petad —¡lo ordena Rufino!— al cercano enemigo». 220 Cuando dijo esto, todas las tropas bramaron a la vez, como no braman los montes Ceraunios 32 sacudidos por el mar de Italia, como no lo hace el trueno arrancado a las nubes por los húmedos Coros 33. Se niegan a separase y exigen la batalla que les ha sido arrebatada. Ambos pue225 blos apoyan a su ilustre caudillo y cada uno de ellos lo reclama como jefe para sí. Se rivaliza en el gran amor al héroe; esta sedición no exenta de alabanza estimula recí­ procamente su lealtad y se conmueven al mismo tiempo con este clamor: «¿Quién nos arranca de las manos las espadas desen­ vainadas, quién hace caer de ellas nuestras lanzas y ordena 230 desmontar los arcos ya curvados? ¿Quién se atreve a im­ poner leyes al hierro blandido? Él valor no puede calmarse una vez enardecido. Nuestras jabalinas, sedientas de san­ gre bárbara, vuelan ya por propio impulso, el enfurecido acero fuerza espontáneamente nuestras manos a seguirlo y las vainas rechazan unas espadas no manchadas de san235 gre. ¿Acaso lo soportaremos? ¿Acaso nuestras disensiones n Cordillera en la costa del Epiro. 33 Vientos del Noroeste.

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serán siempre beneficiosas para los getas 34? ¡He aquí de nuevo el fantasma de la guerra civil! ¿Por qué separas ejér­ citos de la misma sangre?, ¿por qué repartes águilas en otro tiempo concordes? Nosotros somos un cuerpo único e indisoluble. Te seguiremos a donde tú quieras ir. Te acom­ pañaremos, ya sea a Tule 35, condenada bajo las constela- 240 ciones hiperbóreas 36, ya sea a las ardientes arenas de Li­ bia. Si te diriges a las aguas de los indos y a los apartados lugares del rojizo litoral, iremos contigo dispuestos a beber el agua del aurífero Hidaspes 37. Si ordenas hollar el sur y conocer los recónditos lugares del nacimiento del Nilo, 245 dejaremos el mundo detrás de nuestras espaldas. Y en cual­ quier lugar que Estilicón clave su tienda, ésa es nuestra patria». Después se les opone el caudillo: «Desistid, os lo pido, y guardad para mejor ocasión vuestras ansiosas manos. Que se derrumbe esa montaña de odio amenazador. La victoria no merece tanto la pena como para que parezca 250 que he vencido en mi propio beneficio. Vosotros, fiel juventud, compañeros míos un día, idos». Y no hablan­ do más, giró su camino: como se aleja con sus fauces vacías, sin soportar el regreso, un león al que ha hecho retroceder un grupo de pastores con numerosas lanzas y fuego, e inclina su melena, cierra sus ojos bajados 225 y se cuela en las temblorosas selvas con sus tristes ru­ gidos.

34 Los visigodos (cf. Prob., nota 24). 35 Tierra lejana (¿Islas Shetland, Islandia, Noruega?), concebida co­ mo el confín septentrional del mundo. 36 Los hiperbóreos son un pueblo que habita en el lejano Norte. Su nombre parece significar «más allá del viento del Norte». 37 Río de la India, afluente del Indo.

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Cuando el ejército vio que era abandonado tras haber sido separado, gimió profundamente, humedece sus cascos con las lágrimas vertidas y los suspiros, que retienen aho260 gadas sus voces, agitan los fuertes nudos de sus corazas. «Ay, somos traicionados», gritan, «y se nos prohíbe seguir a tan gran amor. ¿Desprecias, óptimo caudillo, tu mano derecha que tantas veces Belona 38 te demostró que era ven­ cedora? ¿Hasta tal punto somos viles nosotros? ¿Hasta tal 265 punto es más dichosa la parte de Occidente, que mereció que tú la tuvieras como gobernante? ¿De qué nos sirve regresar a la patria, de qué volver a ver por fin los amados hijos o vivir en nuestro querido hogar? Sin ti nada es dul­ ce. Ya debo soportar la cólera temible del tirano que tal 270 vez prepara ya sus espantosos engaños, que nos entregará como esclavos a los infames hunos o a los turbulentos ala­ nos 39. Aunque no desfallecerá hasta tal punto todo mi vigor, ni será tan grande mi impotencia para blandir la espada. Tú, aunque permanezcas bajo el curso occidental 275 del sol, tú, Estilicón, serás siempre mi caudillo e incluso ausente experimentarás nuestra lealtad. Te inmolaremos la víctima que te es debida hace ya tiempo: te aplacaremos con el sacrificio largo tiempo prometido 40». El ejército, tras haber salido con mucha tristeza de los límites de Hemonia 41, alcanzaba los territorios de los ma280 cedonios y entraba, oh Tesalónica, en tus murallas. El do­ lor permanece oculto en lo profundo de su corazón y forja

38 Diosa de la guerra. Cf. Prob., nota 26. 39 Para los alanos y los hunos, cf. Ruf. I, notas 91 y 94 respectiva­ mente. 40 Claudiano ya nos presenta aquí al ejército del Este pensando en el asesinato de Rufino. 41 Tesalia.

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en silencio la cólera de la venganza; se espera el lugar fa­ vorable para el golpe y el momento propicio para la muer­ te del tirano. Y no se encontró a nadie de entre tantos jóvenes que revelara con palabras imprudentes sus amena­ zadoras intenciones. ¿Qué posteridad, qué tiempo futuro 285 no se admirará de que se haya podido silenciar un plan de tanta gente, mantener oculta una acción tan grande y no manifestar el ardor de sus espíritus ni en las conversa­ ciones de las calles ni en medio de la bebida? La discreción rigió por igual a tan gran multitud y el pueblo guardó el 290 secreto. El ejército cruza el Hemo, deja atrás el Ródope y avanza por las alturas de los tracios hasta que se llegó a la ciudad con el nombre de Hércules 42. Cuando Rufino supo que Estilicón se había alejado y que su propio ejército había llegado ya más cerca, se rego­ cija con gran orgullo pensando que todo estaba a salvo, 295 arde en deseos de apoderarse del cetro y exhorta con tales palabras a sus súbditos conjurados con él: «Hemos venci­ do, lo hemos expulsado, ya es fácil la posibilidad de regir el imperio. Nada hay que temer de parte del enemigo. ¿Pues quién puede vencerme a mí fortalecido por tan gran ejérci­ to si dio horror acercarse a mí cuando estaba solo? ¿Quién puede resistirme a mí armado cuando no se me venció iner- 300 me? Aléjate ahora, Estilicón, y, apartado, medita inútil­ mente mi destrucción mientras nos separa un extensísimo espacio de tierra y Nereo 43 resuena en medio con sus olas. No se te permitirá cruzar las rocas de los Alpes mientras yo esté en mi puesto. Intenta atravesarme desde allí con 305 tus dardos. Busca en tu furia un arco que pueda dispararse 42 El Hemo y el Ródope son montes de Tracia. La ciudad a la que se alude es probablemente Heraclea, ciudad a orillas de la Propóntide. 43 Dios del mar. Cf. Ruf. I, nota 51.

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desde Italia hasta mis murallas. ¿No te disuaden los re­ cuerdos de los anteriores ni sus ejemplos? ¿Quién que ha­ ya intentado acercarse a mí se jacta de haber esquivado 310 estas manos? Te hemos expulsado del centro del mundo y te hemos despojado al mismo tiempo de tan gran ejérci­ to. Ahora, compañeros, es el tiempo de disponer el ban­ quete, ahora es el momento de preparar abundantes rega­ los y repartir oro a las nuevas legiones 44. El día de maña­ na se presenta propicio para mis deseos. El emperador mis­ mo lo quiera, aunque él no lo desee, y ordene forzado 315 que me sea entregado el imperio en parte. En mí solamente recae la suerte de haber dejado la condición de particular y haber escapado a la acusación de tirano». Aclama tales palabras la infame asamblea de traidores, que se enriquecieron con robos continuos y a los que un 320 solo motivo, el no haber considerado nada ilícito, hace com­ pañeros de Rufino. Los delitos fueron los lazos de amis­ tad. Ya se garantizan contentos uniones con mujeres aje­ nas y en vano se prometen alternativamente las ciudades a las que cada cual se dirigirá, las que cada uno saqueará. La noche había comenzado a aliviar los esfuerzos hu325 manos en su profundo seno y el sueño había desplegado sus negras alas. Rufino se entrega con dificultad al sueño mientras las preocupaciones le atormentan su pensamiento durante largo tiempo. Apenas había quedado con todo su 44 Por forma y contexto, la fuente de los vv. 311-312 (Nunc epulas tempus, socii, nunc larga parare / munera donandumque novis legioni­ bus aurum) es H o r a c i o , Carm. I XXXVII, 1-4 (Nunc est bibendum, nunc pede libero / pulsanda tellus, nunc Saliaribus / ornare pulvinar deorum / tempus erat dapibus, sodales: «Ahora debemos beber, ahora debemos golpear la tierra con el pie libre de trabas, era ahora el momen­ to, compañeros, de engalanar el cojín de los dioses para un banquete digno de los salios»).

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espíritu en reposo y he aquí que ve revolotear sin interrup­ ción las terribles sombras que él mismo había entregado a la muerte. Una de ellas, la que era más visible, pareció hablarle: «¡Oh, levántate del lecho! ¿Por qué agitas angus- 330 tiado muchísimos pensamientos? Este día va a traer el des­ canso a las preocupaciones y el fin a los temores. Volverás ya más alto que todo el pueblo y serás llevado por las manos de la muchedumbre alegre». Profetiza estas ambi­ güedades. El oscuro presagio lo confunde y no se da cuen- 335 ta que es la predicción de su cabeza clavada en una lanza. Ya Lucífero 45 tocaba la cima del Hemo con sus rayos y el sol apresura más ligero que de costumbre sus rápidas ruedas para contemplar por fin la muerte de Rufino. Éste saltó de su lecho y ordenó que el palacio, capaz de conte- 340 ner una numerosa multitud, resplandeciera con pompa real para acoger el festín y que se grabara con su propia figura el oro funesto que se repartiría tras su éxito. Él mismo avanzaba, lleno de orgullo ya a la manera de un rey y más excelso que el emperador, a saludar a las tropas que regresan después del combate y movía delicadamente su 345 cuello con gestos femeninos, seguro de su imperio, como si la púrpura cubriera ya hace tiempo su cuerpo y las pie­ dras preciosas rodearan brillantes sus sienes. Contigua a la ciudad, a partir del estrecho prolongamien­ to por donde ésta se extiende al sur, se abre una llanura. Pues el mar, soportando escindirse con un estrecho sendero, 350 rodea el resto. Aquí el ejército vengador, resplandeciente con los atavíos de Marte, desplegó sus tropas. La infantería se coloca en la parte izquierda. Por aquel lado los jinetes luchan por calmar con los frenos apretados los hocicos de sus corceles que intentan la carrera, y se alegran de hacer 356 4S La estrella de la mañana, también llamada Fósforo.

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vibrar temblorosos los colores en sus hombros; por este 355 lado se mueven con su casco fieramente empenachado otros a los que cubre y da forma el acero; sus miembros metidos dentro les dan vida a las flexibles láminas unidas con arte; horrible de verse: hubieras creído que se movían estatuas 360 de acero y que respiraban hombres del mismo metal. Igual atuendo tienen los caballos: amenazan con su frente de hierro y , protegidos de las heridas, sostienen ijares férreos. Cada uno se mantiene de pie en su lugar separado, temible placer y dichoso temor para el espectador, y los dragones 365 de varios colores, calmándose el viento, se amansan tras haber aplacado sus anillos. El emperador saluda el primero los venerables estan­ dartes. Lo sigue Rufino, experto en la elocuencia con la que solía encubrirlo todo; elogia sus fieles brazos; llama a cada uno por su nombre; les anuncia a los que han re370 gresado que sus hijos y sus padres están incólumes. Los soldados, mientras le hacen muchísimas preguntas en una conversación fingida a porfía, se disponen a tenderle por la espalda un largo cerco y a unir los extremos formando un círculo inesperado para él. El espacio comienza a redu­ cirse y las alas, volviéndose hacia sí mismas con los escu375 dos unidos, se comban poco a poco en un curvo desplie­ gue: así cerca el cazador los verdes desfiladeros con sus inmensas redes, así el devastador del mar empuja hacia el litoral a los sorprendidos peces, estrecha la espaciosa curva de sus redes y cierra los márgenes que se abren. De380 jan fuera a los otros. Rufino, impaciente, ignora todavía que está siendo rodeado y , tras haberle asido enérgicamen­ te su vestimenta, reprende al emperador por su retraso —que suba al alto tribunal, que lo declare compañero del trono y partícipe de su dignidad—, cuando de pronto de­ senvainan las espadas. Una voz poderosa bramó por enci-

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ma de todas: «¿A nosotros, hombre el peor de todos, a 385 nosotros también esperaste poder ponernos las cadenas de la esclavitud? ¿Ignoras de dónde volvemos? ¿Soportare­ mos acaso ser llamados sirvientes de alguien los que les hemos devuelto a otros las leyes y la libertad? Dos veces apagamos la guerra civil 46, dos veces hemos franqueado los Alpes. Tantas guerras nos han enseñado a no servir 390 a tirano alguno». Quedó helado. No hay ninguna esperanza de huida. Una multitud de espadas resplandece por todas partes esparcida alrededor. Cercado por la derecha y la izquierda, se man­ tuvo inmóvil y quedó estupefacto por las espadas de este círculo armado con ellas: como se precipita agitada una fiera que dejó hace poco sus montes nativos y, apartada 395 de sus grandiosos bosques, es destinada a los espectáculos de la arena; un hombre la excita enfrente con gruñidos y, apoyando su rodilla en tierra, le tiende su venablo; ella siente pavor del estrépito, contempla erguida las gradas del teatro y mira con pasmo los silbidos de tan gran multitud. Por medio de ellos se lanza con la espada desenvainada 400 uno más inclinado a atreverse y lo ataca fieramente con palabras y golpes: «Con esta diestra te hiere Estilicón, al que te jactas de haber expulsado. Ausente penetra con esta espada tus visceras». Así habla y traspasa su costado con la herida que merecía 47. 46 Luchando contra Máximo en el 388 y posteriormente contra Euge­ nio en el 394. Cf. «Introducción», págs. 9-10. 47 Oscura es la cuestión de la responsabilidad de la muerte de Rufino. Claudiano reclama para Estilicón el mérito de la caída del tirano, pero se cuida mucho de decir que el caudillo occidental fuese el responsable del acto (pues el asesinato no es un arma política loable). Nuestro poeta nos muestra al ejército del Este planeando y ejecutando la acción sin la intervención directa de Estilicón. Pero ¿quién fue en verdad el respon-

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¡Dichosa aquella mano que derramó la primera tal san­ gre y llevó a cabo la venganza del mundo ya cansado! Luego todos lo atraviesan con sus lanzas y despedazan sus miem­ bros palpitantes: en un solo cuerpo se ponen tibias tantas picas y dio vergüenza regresar con la espada no manchada 410 de sangre. Unos le desgarran su rostro ambicioso y le arran­ can sus ojos todavía con vida, otros arrastraron sus brazos tajados. Uno le corta los pies, otro agita el hombro con los ligamentos sueltos; otro deja al descubierto las vérte­ bras de su espina dorsal partida; uno muestra el hígado, otro las fibras del corazón, otro los escondrijos palpitantes 415 de los pulmones. La ira no encuentra espacio y no hay suficiente lugar para el odio. Tras haber destruido su cadá­ ver, con dificultad entonces se retiran y los trozos de su cuerpo desaparecen esparcidos en las puntas de las lanzas: así se enrojeció el monte de Aonia 48 cuando las Ménades llevaron los trozos de Penteo 49 o cuando la virgen hija 405

sable? Hay quien sostiene que Estilicón fue el verdadero instigador del crimen, pues esperaba sin duda alcanzar beneficios con ello. No debemos olvidar sin embargo que el verdadero beneficiado fue el eunuco Eutro­ pio, que además se hallaba en el mismo lugar del asesinato. Así pues, el responsable pudo ser Estilicón, pudo ser Eutropio, pudieron haber si­ do los dos en concierto; tampoco debemos desechar la posibilidad de que fuera el ejército por propia iniciativa. C f. C a m e r o n , 90-92. 48 El Citerón, monte de Beocia. 49 Las Ménades son las Bacantes, mujeres que tomaban parte en las orgías de Baco. Penteo, hijo de Agave, hija a su vez de Cadmo, y sucesor de éste en el trono de Tebas, declaró que Baco era un impostor. Por ello, cuando la mayoría de las mujeres de la ciudad salieron para ir a congregarse en el monte Citerón y tomar parte en las fiestas del dios, él hizo todo lo posible por impedírselo. Así pues, las mujeres, entre ellas su madre Ágave, poseídas por el dios, lo destrozaron. La descripción más clásica de esta cruel escena del Citerón es la de Eurípides (Bacch. 1043-1147).

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de Latona entregó a Acteón, súbitamente transformado en 420 ciervo, a sus enfurecidos molosos 50. ¿Esperas, oh Fortu­ na, remediar así tus agravios y tratas de expiar con este castigo tu favor mal otorgado? ¿Con una sola muerte pagas tantos miles de víctimas? Venga, reparte a Rufino por las tierras que arruinó. Dale la cabeza a los odrisios 51, 425 obtengan su tronco los aqueos. ¿Qué les darás a los restan­ tes? Y, uno por uno, sus miembros no son suficientes para los pueblos destruidos. Ya el pueblo corre por todas partes desde la ciudad vacía. No se lo impidió la edad a los ancianos ni el pudor a las doncellas. Viudas a las que él les había arrebatado sus maridos y madres privadas de sus hijos se apresuran 430 hacia el alborozo y saltan gozosas. Les agrada caminar por los miembros despedazados y empapar con la sangre pisa­ da sus pies fuertemente apretados. E igualmente arden en deseos de romper con piedras lanzadas ininterrumpidamente su monstruosa cabeza que ya se tambaleaba desde la cima de la lanza cuando regresaba a la ciudad con la pompa 435 que merecía. Más aún, su mano, entregada para la diver­ sión, anda errante pidiendo limosna y con este terrible be­ neficio paga los engaños de su espíritu ambicioso; imitan­ do los movimientos retentivos de cuando estaba viva, es forzada a doblar sus dedos mediante la manipulación de sus ligamentos. Que dejen algunos de confiar en su próspera situación 440 y aprendan que los dioses son mudables y sus favores in50 La virgen hija de Latona es Diana (cf. Prob., nota 41). La version más común de la leyenda de Acteón es la de Ov., Met. III 138-252. Según esta version, Acteón se acercó a la diosa cuando ést'a se estaba bañando y, por tanto, se hallaba desnuda. Diana lo convirtió en ciervo y en esta figura es despedazado por sus propios perros, que no lo reconocen. 51 Tracios.

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constantes. Aquella mano, que intentaba empuñar el cetro para ella y cuya humilde nobleza se inclinó tantas veces para que la besaran, insepulta durante largo tiempo y arran445 cada de su miserable cuerpo, pidió después de su muerte una funesta limosna. Que observe todo aquél que lleva su cuello demasiado elevado por su prosperidad: aquí lo tie­ ne, esparcido por los cruces de las calles para ser pisado el que se levantó pirámides, el que se construyó una tumba no inferior a un templo para honrar a sus propios Manes; 450 y alimenta desnudo a las aves quien esperó cubrirse de púr­ pura sidonia. Mirad, quien poseyó el mundo yace privado de un poco de tierra y es cubierto por el polvo esparcido, él, nunca y tantas veces sepultado. El cielo conoció su muerte y la tierra se libra de esta 455 abominable carga mientras ya respiran los astros. Su som­ bra abruma las lagunas infernales. Se horroriza el padre Éaco 52 y también Cérbero 53 la amenaza con sus ladridos al entrar. Entonces la rodean los espíritus que él aniquiló bajo su cruel gobierno y con hostiles bramidos la arrastran 460 al tribunal del sombrío juez: como se aglomeran pertur­ badas las abejas en el rostro del pastor que les quita la dulce miel con su robo; ellas mueven sus alas y le tienden sus aguijones; habiéndose preparado para la batalla a tra­ vés de la fortaleza de su pequeña piedra, defienden su ho­ gar lleno de rendijas y la querida cueva de su piedra pó465 mez y protegen sus panales con el enjambre colocado de­ lante.

' 52 Minos, Radamantis y Éaco son los jueces infernales. Los jueces de los muertos no son el propio Plutón y su consorte, aunque el primero cumple í-veces tal función, sino estos tres hombres justos de tiempos pasados. 53 El perro guardián de los Infiernos. Cf. Ruf. I, nota 82.

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Hay un lugar en el que se unen en uno solo el Cocito y el Flegetonte 54 con sus siniestras aguas. Ambos cauces son espantosos: uno arrastra lágrimas, otro se desborda con fuego. Entre ambas corrientes, más protegida por las llamas, se alza una torre y, dura por su consistente acero, 470 baña su costado izquierdo con el fuego; por el derecho, gimiendo tristemente, afronta las aguas del Cocito y se la­ menta azotada por sus olas. Aquí llegan las generaciones de mortales después de la conclusión de su vida. Allí no permanece distinción alguna del destino, dignidad ninguna 475 y el plebeyo indigente expulsa al rey, desprovisto de su título inútil. El juez Minos, visible en su alto trono, exami­ na los cargos y separa a los culpables de los inocentes. A los que ve que no quieren confesar, los envía a los terri­ bles azotes de su hermano; pues cerca está situado Rada- 480 mantis 55. Cuando ha examinado detenidamente durante largo tiempo las hazañas de su vida terrestre y todos sus actos, impone el castigo adecuado a su conducta y los obli­ ga a soportar calladamente las cadenas de fieras. A los crueles los introduce en osos y a los ladrones en lobos; a los pérfidos los pone dentro de zorros. Pero quien, abru- 485 54 Corrientes del mundo subterráneo, al igual que el Estige o la Estige, el Aqueronte y la Lete o el Leteo. Para el Flegetonte, cf. Ruf. I, nota 32. 55 Para Minos y Radamantis, cf. nota 52. Son hermanos, pues ambos son, junto con Sarpedón, hijos de Júpiter y Europa. En los versos que siguen (480-493), Claudiano nos relata cómo tras la muerte las almas de los hombres transmigran a cuerpos de diferentes animales, donde resi­ den por espacio de tres mil años hasta que, purgadas por el Leteo, retor­ nan a un cuerpo humano. En este pasaje se han visto influencias órficas, pitagóricas y neoplatónicas. La verdad es que en época de Claudiano ya nadie profesaba la doctrina de la metempsícosis. Nuestro poeta utiliza el relato con un valor meramente literario, añadiendo así otro detalle pintoresco a su cuadro del mundo subterráneo. Cf. C a m er o n , pági­ nas 209-210.

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mado siempre por la pereza y el vino, complaciente con Venus, quiso enervarse en el desenfreno, a éste lo precipita a los grasientos miembros de un cerdo inmundo. El que tuvo la costumbre de hablar más de lo justo y de revelar los secretos, es precipitado a vivir en las aguas abundantes 490 en peces para que su eterno silencio expíe sus excesivas palabras. Cuando los ha forzado durante tres mil años en los diferentes animales, los hace volver de nuevo, purga­ dos por la corriente del Leteo, al principio de su forma humana. Mientras también entonces resuelve los procesos y los 495 graves asuntos del tribunal estigio y pregunta por orden a los reos ancianos, he aquí que distingue a lo lejos a Rufi­ no, lo examina con una severa mirada y , sacudido su asiento desde sus cimientos, le dice: «¡Aquí tú, azote de la tierra, aquí, vorágine insaciable de oro que te atreviste a todo por dinero! ¡Aquí tú, ímpro500 bo comerciante de leyes (lo que es para mí el más grande de los crímenes), pérfido instigador de la guerra del norte, por cuyas innumerables muertes es ya estrecho el hueco del Averno 56 y se fatiga el barquero con su barca reple­ ta 57! ¿Por qué niegas enloquecido lo que es manifiesto? 505 Mira, las manchas marcadas desfiguran tu pecho, se te ha desarrollado una imagen de vicio y no se mantienen ocul­ tos tus delitos. Me agrada imponerte toda clase de sufri-

56 Lago de Campania junto al que se hallaba una de las entradas al mundo infernal. El nombre se utiliza para designar a los Infiernos mismos. 57 Caronte es el barquero que transporta las almas de los muertos al otro lado de algunos de los ríos o lagunas del Infierno. Había que pagarle por sus sevicios y por ello se colocaba una moneda en la boca de los difuntos.

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mientos: que una roca suspendida sobre ti te amenace con su incierta caída, que rápida te atormente la rueda, que te engañe el agua refluyendo y que la sed se reseque burla­ da mientras tu barbilla flota en las olas; que, abandonada 510 su comida, un buitre se traslade a tus entrañas para devo­ rarlas. ¡Aunque qué pequeña parte de ti, Rufino, son to­ dos los otros a los que atormentan estos sufrimientos! ¿Qué cosa semejante hizo el atrevido Salmoneo con sus rayos o Tántalo con su lengua o qué falta comparable cometió 515 Titio con su amor ilícito 58? Si se juntan al mismo tiempo en uno solo los delitos de todos, tú los aventajas en núme­ ro. ¿Puede alguien hacer pagar tan grandes abominaciones suyas con un suplicio? ¿Qué tormento encontraré por fin apropiado para todas cuando cada una de ellas por separa­ do supera a nuestros castigos? Llevaos de en medio de las 520 sombras esa deshonra de los espíritus. Bastante es haberla

58 Se enumeran aquí los suplicios más famosos en el Tártaro, así co­ mo algunas de las personas que los sufren. Tántalo está perpetuamente hambriento y sediento. Está de pie en un estanque y el agua le llega hasta la barbilla, pero desaparece cada vez que trata de llevar un poco de ella a la boca; por encima de su cabeza cuelgan toda clase de árboles frutales, que siempre son llevados fuera de su alcance por una ráfaga de viento cuando intenta coger su fruto. Otra variante de la leyenda decía que una roca pendía continuamente sobre su cabeza y parecía estar a punto de caer y aplastarlo bajo su peso. Hay varias versiones sobre su pecado; aquí Claudiano parece aludir a la que lo castigaba por haber divulgado los secretos de los dioses. Ixión está atado a una rueda que gira eternamente; su pecado es haber intentado violar a Juno. El gigante Titio, fuertemente atado, no puede impedir que dos buitres le desgarren el hígado; él había intentado violar a Latona. En cuanto a Salmoneo, ofendió al rey de los dioses imitando el rayo y el trueno y exigiendo que se le ofreciesen sacrificios como si fuera Júpiter, por lo que éste lo fulminó.

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contemplado. Respetad ya nuestros ojos y limpiad la mo­ rada de Dite 59. Empujadla con vuestros látigos al otro la­ do de la Estige, al otro lado del Erebo, echadla al abismo vacío debajo de las tinieblas de los Titanes 60, debajo de los lugares apartados del Tártaro y del profundo Caos 61, por donde se ocultan los cimientos de la noche sombría. Que jadee completamente sumergido allí mientras el cielo hace girar sus astros, mientras los vientos azotan los litora­ les». 59 Plutón. 60 Derrotados por Júpiter, los Titanes fueron encerrados en el Tárta­ ro, el lugar de castigo de los malvados. Cf. Prob., nota 9. 61 Personificación del vacío primordial. De él surgieron probablemen­ te la Tierra, el Tártaro, Eros, Erebo y la Noche.

PANEGÍRICO AL TERCER CONSULADO DEL EMPERADOR HONORIO

6 PREFACIO

A las águilas no les es posible criar a sus pequeñuelos sin el consentimiento del sol y la aprobación del cielo. Pues cuando el calor de la madre ha roto el huevo abierto y los polluelos han salido de su cascarón hendido, inmedia­ tamente el padre hace mirar hacia el cielo a sus aves implumes. Se aconseja de los ardientes rayos y bajo la guía de la luz prueba las fuerzas y la naturaleza de sus hijos. El que ha desviado fugitivamente del resplandor su dege­ nerada vista, a éste la ira dé su padre lo hiere con sus despiadadas garras. El que ha soportado en sus ojos el fuego indagador y ha resistido la luz con una mirada más enérgica, es criado como rey de las aves y heredero del rayo para llevarle al supremo Júpiter sus dardos de tres puntas. A mí también, probado con mucha frecuencia en la cueva de las Piérides *, la poderosa Roma se atreve a 1 Las Musas. Cf. Ruf. I, nota 10.

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enviarme hacia el emperador, su dios. Ya soy merecedor de los oídos imperiales, ya del palacio regio y mi lira re­ suena siendo su juez el príncipe 2.

7 PANEGÍRICO

Que las fasces de Rómulo emprendan su tercer comien­ zo y que el belicoso cortejo preceda por tercera vez a su silla curul. Que avance un año más dichoso y que la púr­ pura, imitando la ceñidura de Gabios 3, se enriquezca abun­ dantemente con piedras preciosas del Hidaspes. Que la trá5 bea suceda a las armas, que el lictor guarde tu tienda de cónsul y que las segures del Lacio regresen a los estandar­ tes. Tú, Honorio, que junto con tu hermano de Oriente gobiernas con igual preocupación el orbe heredado de tu padre, avanza con presagios favorables y da comienzo al ío nuevo curso de Febo 4; tú, esperanza y deseo del cielo, a quien la corte favorece como nodriza desde el primer umbral de tu vida, a quien el campamento resplandeciente por las armas empuñadas crió entre victorias coronadas

2 Cf. «Introducción», págs. 19-21. 3 Los autores antiguos se refieren con frecuencia al llamado cinctus Gabinus, modo especial de ceñirse la toga entre los habitantes de Gabios, ciudad del país de los volscos. Consistía en lo siguiente: apretarla alrede­ dor de la cintura, con lo que los brazos quedaban libres, y velarse con ella la cabeza. El cinctus Gabinus persistió en ciertos ritos de carácter militar: fundación de colonias o ciudades, apertura del templo de Jano, etc. Con el paso del tiempo llegó a ser sólo una expresión poética. 4 El Sol. Cf. Ruf. I, nota 35.

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de laurel. Tu encumbrada fortuna desconoce la condición de ciudadano particular y te concedió la realeza juntamen­ te con la vida. El poder, consanguíneo tuyo, acogió su pren- 15 da venerable entre púrpura tiria, los soldados celebraron tu nacimiento con las águilas victoriosas y te ofrecieron la cuna en medio de las lanzas. Al nacer tú, la fiera Ger­ mania tembló por todo el Rin, el Cáucaso agitó con el miedo sus bosques y Méroe 5, confesando tu divinidad, ti- 20 ró de sus cabellos las cobardes flechas tras haber depuesto sus aljabas. Siendo niño, anduviste a gatas entre los escu­ dos, eran tu diversión los despojos recientes de los reyes y solías abrazar el primero a tu fiero padre después de las duras campañas cuantas veces, ardiente por la matanza 25 en el norte, volvió a traer los estandartes desde el Istro 6 sometido; tú solías pedir tu parte de los despojos, un arco escita o cinturones arrebatados a los gelonos, una jabalina del dacio o frenos del suevo 1. Él, según tu deseo, te sostuvo a menudo en su resplandeciente escudo mientras sonreía 30 y te oprimió en su jadeante pecho; a ti, que no te asusta­ bas del hierro del casco ni temías su siniestro resplandor y y que tendías tus brazos hacia su elevado penacho. Entonces en su alegría hablaba así: «Oh rey del Olimpo estrellado, que mi hijo regrese de igual modo después de haber someti­ do al enemigo, habiendo saqueado las riquezas de Hircania 8 35 5 Isla del Nilo, en Etiopía. 6 El Danubio. 7 Eseitia es una región situada al norte del Mar Negro. Sobre Escitia, cf. Ruf. I, nota 41. Los gelonos son precisamente un pueblo escita. Los dacios ocupaban Dacia, la actual Rumania. Los suevos son un pueblo germánico. 8 Región de Asia próxima al Mar Caspio. Por lo demás, esta exalta­ ción de Honorio-niño (los vv. 29-38 particularmente) guardan estrechísi­ ma relación con II. VI 466-481. La impavidez de Honorio ante el casco de su padre hay que verla en contraposición al miedo de Astianacte ante

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u orgulloso por la matanza en Asiría, con su espada enro­ jecida así, agitado así en su jadeante respiración, mancha­ do del grato polvo de la guerra y que traiga a su gozoso padre las armas capturadas». Luego, cuando afirmaste tus pasos con el andar ergui40 do, no te permitió tu padre la enervante pereza ni la lán­ guida ociosidad con sus excesos ni el sueño indolente, sino que ejercitó tus jóvenes miembros mediante duros trabajos y con talante austero adiestró tus tiernas fuerzas en sopor­ tar los crueles fríos, en no ceder ante la poderosa tempes45 tad, en soportar el calor del verano, en cruzar la furia es­ trepitosa de los torrentes, en vencer los montes con el as­ censo, la llanura con la carrera y los valles y barrancos con el salto; también en pasar las noches en vela sobre el escudo, en beber la nieve en el casco, ora en disparar 50 flechas con el arco, ora en lanzar bolas con la honda de las Baleares 9. Y para enardecer aún más tu extremado amor a la lucha, te narraba las hazañas de tu abuelo al que temieron el litoral de la abrasada Libia y Tule 10, inac­ cesible para las naves. Él subyugó a los veloces mauros 55 y a los pictos n , de nombre apropiado; persiguiendo con su espada vagabunda al escoto 12, rompió las olas hipérbo­ la imagen de Héctor armado para la guerra (vv. 466-470). Así mismo, el discurso propiciatorio de Teodosio es paralelo al del caudillo troyano (vv. 476-481). 9 Proverbial era la destreza de los honderos baleares. Cf. V e g e c io , I 16, y E strabón , III 5, 1. 10 Tierra lejana, concebida como el confín septentrional del mundo. Cf. Ruf. II, nota 35. 11 Pueblo de Caledonia, región septentrional de Britania'correspon­ diente al norte de Escocia. Claudiano pone en relación su nombre con el verbo pingo («pintar»), ya que se pintaban con hierbas u otros tintes. 12 Habitante de Hibernia (Irlanda).

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reas 13 con sus audaces remos y, resplandeciente por la do­ ble victoria bajo ambos cielos, holló las arenas refluentes de uno y otro Océano 14. Te daba estos estímulos de vir­ tud, estas semillas de gloria, estos ejemplos. No se impreg- eo nó Aquiles con más rapidez de los preceptos del viejo Cen­ tauro 15, ya si aprendía el manejo de la lanza o las melo­ días de la lira o las hierbas medicinales. Entretanto se turbó la lealtad: truenan de nuevo las gue­ rras civiles y la discordia sacude al mundo tambaleante. ¡Oh crimen de los dioses, oh vergüenza por largo tiempo! 65 Un bárbaro exiliado se había apoderado de las ciudades de Hesperia y había entregado el cetro de Roma a un súb­ dito abyecto 16. Ya el emperador Teodosio emprende la marcha y reúne a los pueblos remotos del Este, a todos los que recorre el soberbio Eufrates, a los que baña el Ha- 7o 13 Los hiperbóreos son un pueblo situado en el extremo septentrional, en el mismo polo norte o en una isla de localización muy boreal. Cf. Ruf. II, nota 36. 14 El abuelo del emperador Honorio es el conde Teodosio, un rico terrateniente de Hispania, general de Valentiniano I (364-375). En el 367 recuperó Britania, que había sido invadida por sajones, pictos y escotos; los invasores habían alcanzado las proximidades de Londinium (Londres). Del 373 al 375 acabó en África con la revuelta de Firmo, hermano de Gildón (cf. Gild. 325-348). En el 376 fue ejecutado en Cartago por orden de Graciano (367-383), sin que sepamos las razones de ello. 15 El Centauro Quirón que, en contraste con la rudeza y el salvajismo de su raza, era justo y sabio, especialmente experto en música y medici­ na. Peleo le confió la crianza, cuidados y educación de Aquiles. Cf. Ruf. II, nota 28. 16 El «bárbaro exiliado» es Arbogastes y el «súbdito» es Eugenio, nombrado emperador por el primero. Para este asunto y la guerra civil que desencadenaron, cf. «Introducción», págs. 9-10. Para Hesperia (Ita­ lia), cf. Prob., nota 38. Además, vemos cómo Claudiano alude continua­ mente en este panegírico a Teodosio y elogia sus hazañas; y es que poco había que alabar en Honorio, un niño todavía.

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lis n , a los que enriquece el Orontes 18. Los árabes aban­ donaron sus bosques productores de incienso, los medos el mar Caspio, los armenios el Fasis 19, los partos el N ifates20. ¡Qué gran furor de Marte tenías entonces y qué gran­ des deseos de seguir a tu padre! ¡Con qué afán ansiaba tu espíritu oír la deseada trompeta de guerra, gozar de la sangrienta tempestad de la batalla y sumergir tus pies en los cadáveres! Como un león al que, acostumbrado a ali­ mentarse de las ubres, protegía la cueva de su rojiza ma­ dre; cuando ha sentido sus patas crecer con las garras, su cuello con la melena y sus quijadas con los colmillos, ya no quiere el alimento apacible y ansia ardientemente acom­ pañar a su padre getulo 21 tras abandonar la cueva, ame­ nazar los establos y empaparse de la sangre de un soberbio novillo. Teodosio te lo prohíbe, te encomienda las riendas del gobierno y adorna con la sagrada diadema tus cabelíos, merecedores de ella. Y tan gran virtud se mostró en tus años de juventud, de tal modo tu edad fue inferior a tu espíritu, que todos se lamentaban de que se te hubiera concedido tarde el imperio 22. La victoria se consiguió rápidamente bajo tus auspi­ cios. Luchasteis ambos: tú con tu destino y tu padre con la fuerza de su brazo. Gracias a ti también los Alpes resultaron fáciles de penetrar y no le sirvió al cauteloso enemi-

17 Río de Asia Menor, el actual Kizilirmak. Cf. Ruf. II, nota 13. 18 Río de Siria. 19 Río de la Cólquide. 20 En unos autores es un monte y en otros un río armenio. 21 Getulia es una región del noroeste de África. 22 Honorio fue proclamado augusto en el 393, a los nueve años de edad; su hermano Arcadio en el 383, cuando sólo contaba seis años.

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go haberse apostado en las posiciones fortificadas. Cayó su confianza inútil en las empalizadas y se abrieron las barreras tras ser arrancados los escollos. Gracias a ti el Aquilón aplastó desde los montes las filas enemigas con tormentas heladas, viró contra sus lanzadores los dardos 95 que se volvieron hacia atrás y repelió las lanzas con su huracán. Oh tú, muy querido por la divinidad, tú a favor del cual Eolo esparce desde su gruta las tempestades arm a­ das, en cuya ayuda combate el cielo y llegan conjurados los vientos a la llamada de tus trompetas 23. Enrojecieron las nieves de los Alpes, humeó el río Frígido con sus aguas 100 transformadas y se hubiera detenido por la multitud de cadáveres si la rápida sangre no hubiese favorecido su corriente. Por su parte, el fiero causante de los crímenes había traspasado su profundo costado no con un golpe solamen­ te; dos espadas estaban tibias de su sangre y por fin su mano había dirigido justamente sus iras vengadoras contra ios él mismo 24. Restablecida ya la libertad, aunque la natura­ leza exigía que regresase la divinidad tras haber finalizado su tarea y le abría las doradas ciudadelas de los astros y Atlante 25 se tambaleaba sabedor de la carga venidera, el emperador retrasó el volverse al anhelante cielo hasta en23 Aunque Claudiano atribuye el hecho a la divinidad en apoyo de Honorio, la verdad es que en esa región y por aquellos días había a veces grandes ciclones que hacían estragos desde los Alpes al norte del Adriático. Este viento es conocido como «bora» (de Bóreas, viento del Norte). Cuando el resultado de la contienda era todavía incierto, el bora inclinó definitivamante la balanza de la batalla en favor del ejército de Teodosio. 24 Arbogastes se suicidó al no poder escapar de las tropas del empera­ dor. Eugenio fue capturado, llevado ante Teodosio y decapitado. 25 Atlas o Atlante, quien sostiene el firmamento. Cf. Prob., nota 9.

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no tregarte en tu presencia el orbe pacificado. Y no te detuvis­ te. Rápidamente te pones en movimiento desde las costas de Bistonia 26 atreviéndote a cruzar con impávido rostro por entre las hordas de los bárbaros. Dejas atrás las rocas del Ródope a las que dieron vida las melodías de Orfeo; lis te alejas de las cimas del Eta, destinadas a ser pira de Hércules; después entras en el Pelio, famoso por el matri­ monio de la hija de Nereo 27. El hermoso Enípeo 28 y la elevada Dodona te contemplaron con admiración y las en­ cinas de Caonia, hablando una vez más, profirieron orácu­ los para ti 29. Recorres el espacio del litoral de Iliria; hue120 lias los campos de Dalmacia; cruzas todas las fuentes del frigio Timavo 30. Las sagradas ciudades de Italia con sus altas murallas se alegran con tu llegada; el Erídano te ado­ ra sometido y les ordena a sus olas calmarse dulcemente; las frondosas hermanas de Faetonte, acostumbradas a 11o125 rar la ruina de su hermano, retienen su húmedo ámbar 31. 26 Tracia, pues los bistones eran un pueblo de esta región. 27 El Ródope es un monte de Tracia; célebres son los efectos de la lira del tracio Orfeo. El Eta es un monte de Tesalia; Hércules, tras abra­ sarse con la túnica que, empapada con la sangre del Centauro Neso, le había dado su esposa Deyanira, ordena que lo lleven al monte Eta y lo coloquen encima de una enorme pira de leña para quemarlo vivo. Nadie quería prender fuego a la pira, hasta que acertó a pasar por allí Peante, padre de Filoctetes, que prendió fuego a la leña, recibiendo en pago de este servicio el arco y las flechas del héroe. El Pelio es un monte de Tesalia donde se celebraron las bodas de la nereida Tetis y Peleo. 28 Río de Tesalia, afluente del Peneo. 29 Caonia era una región en el noroeste del Epiro. En ella se encon­ traba la ciudad de Dodona, famosa por las encinas oraculares de Júpiter. 30 Río del Véneto que fluye entre Aquileya y Trieste, en dirección al Golfo de Trieste. Lo llama «frigio» por la leyenda de la colonización del Véneto por parte del troyano Anténor (cf. Livio, I 1, 3). 31 El Erídano es el río Po. Para la ruina de Faetonte y la conversión de sus hermanas en árboles, cf. Prob., nota 56.

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¡Cuántas jóvenes, cuántas madres despreciaron enton­ ces el pudor por el afán de contemplarte! Los serios ancia­ nos disputaron con los niños cuando, cogido en el regazo querido de tu padre, eras llevado por medio de la ciudad y el habitual laurel cubría el carro sagrado. ¿Quién no cre­ yó entonces que se veía el lucero de la mañana junto con el rosado sol o que el Tonante brillaba unido a Bromio 32? El ejército resplandece por todas partes en batallones em­ penachados, cada uno de ellos entonándote himnos en su propia lengua. El destello del bronce deslumbra los ojos y una multitud marcial de espadas desenvainadas redobla con su resplandor la luz del día. Una parte está adornada con los arcos, otra parte con las jabalinas que se lanzan de lejos, otra erizada de picas para la lucha cuerpo a cuer­ po. Unos alzan aladas águilas, otros levantan bordados cue­ llos de dragones. A través de las nubes se irritan numero­ sas serpientes enfurecidas por el Noto 33 que las excita; vi­ ven tras recibir los soplos del viento y con sus múltiples ondulaciones imitan los silbidos verdaderos. Cuando se llegó al palacio, el emperador ordena a to­ dos alejarse del edificio y por propia voluntad obliga a su yerno con tales palabras: «Estilicón, poderoso en la gue­ rra, del que he comprobado la fuerza en las armas y la lealtad en la paz —¿pues qué llevé yo a cabo en los com­ bates sin ti?, ¿qué triunfo logré sin que tú sudaras en mi ayuda? Juntos teñimos el odrisio Hebro 34 con la sangre de los getas 35, juntos abatimos a los escuadrones de los sármatas, extendimos al mismo tiempo nuestros fatigados 32 33 34 35

Sobrenombre de Baco que significa «El del trueno». Viento del Sur. Río de Tracia; los odrisios son los tracios. Cf. Prob., nota 24.

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miembros en la nieve de los montes Rífeos 36 y surcamos el helado Istro 37 con las ruedas de nuestros carros—; así pues, puesto que me reclama la morada celeste, venga, sucédeme tú en mis preocupaciones; cuida tú solo de mis hijos, protege tú con tu diestra a los dos hermanos. Por el matrimonio de mi misma sangre y por aquella noche 155 dichosa, por las antorchas que la misma emperatriz sostu­ vo en tus nupcias cuando condujo a la novia desde el pala­ cio común, asume en tu espíritu el papel de padre, a estos niños que crecen encamínalos como hijos de tu empera­ dor, como hijos de tu suegro. Ya marcho tranquilo a los astros siendo tú su guardián. Si Tifeo saltase tras haber leo roto su mole, si Titio liberase sus miembros de las atadu­ ras, si el furor de Encélado bramara después de haber arro­ jado lejos el Etna 3S, caerían tras habérseles opuesto Estilicon 39 ». 150

36 Montes de Escitia. 37 El Danubio. 38 Tras el establecimiento de Júpiter en el trono supremo del mundo, hubo varios intentos de derrocarlo, entre los que destacan la Gigantomaquia y la Tifonomaquia. La primera es la guerra de los Gigantes contra Júpiter y los otros Olímpicos. Los dioses consiguieron una victoria total, dando muerte a los Gigantes, algunos de los cuales fueron sepultados debajo de islas o montañas, como aquí Encélado bajo el Etna (aunque normalmente las versiones nos dicen solo que Encélado estaba debajo de la isla de Sicilia). La Tifonomaquia es la contienda entre Tifeo por un lado y Júpiter y los Olímpicos por otro. El monstruo es vencido defi­ nitivamente por Júpiter que lo aprisiona bajo el volcán Etna. Como vi­ mos en Ruf. II, nota 58, al gigante Titio, fuertemente atado, dos buitres le desgarran el hígado por haber intentado violar a Latona. 39 Al morir Teodosio, Estilicón anunció rápidamente que el empera­ dor en su lecho de muerte lo había nombrado protector de ámbos hijos (Arcadio y Honorio). Que tal decisión le hubiese sido confiada a Estili­ cón solo sin ningún testigo parece muy sospechoso. Es cierto que S. Am­ brosio en su oración fúnebre a Teodosio (De Ob. Theod. 5) dice que

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Y no hablando más, tal como estaba hendió las nubes con un límpido sendero, se dirige al globo de la luna, deja atrás el umbral de Mercurio y vuela a las apacibles auras íes de Venus. Luego, habiendo recorrido el camino de Febo, la llama funesta de Gradivo 40 y la plácida región de Júpi­ ter, se detuvo en la más alta ciudadela, por donde en su frío espacio está helada la zona de Saturno. Se entreabre la estructura del cielo y por su propio impulso se abren las resplandecientes puertas. El Boyero 41 dispone la bóve- no da de las Osas; Orion 42, armado de su espada, hace las puertas del Austro 43 accesibles; acogen al nuevo astro y a su vez dudan a qué parte quiere él mismo seguir, de qué estrellas se digna ser compañero o en qué región desea moverse. Oh Teodosio, honra del cielo, en otro tiempo gloria 175 de la tierra, tu propio océano te acoge cansado en tus aguas natales e Hispania te baña en conocidas olas. Padre dicho­ so, contemplas a Arcadio cuando descubres primeramente tu nacimiento; cuando te apresuras con más inclinación, la visión de Honorio demora tu fuego occidental. Y a cual- iso quier lugar que dirijas tu errante carrera bajo los hemisfe­ rios, vas por los dominios de tus hijos, que con mente se­

el emperador había confiado sus dos'hijos a Estilicón, pero es que real­ mente no podía decir otra cosa. Bien podía aceptar lo que decía Estili­ cón, bien tacharlo de mentiroso. Esto último equivalía a un riesgo de guerra civil y a poner en peligro la vida de Honorio. Para este asunto, cf. «Introducción», págs. 11-12 y 68-70. 40 Marte. Cf. Prob., nota 22. 41 El Boyero, constelación borealsituada cercade la OsaMayor, es llamada también Bootes y Artofílace, «Elguardián de laOsa». Es el resultado del catasterismo de Arcas, el hijo de Calisto. 42 Cf. Prob., nota 6. 43 Viento del Sur.

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rena y maduro control gobiernan pueblos unidos y forjan los siglos de nuevo con un metal más valioso. Llora la 185 Avaricia aprisionada en las cadenas estigias y la loca Am­ bición es desterrada juntamente con su oro. No reinan las riquezas ni tienen fuerza los regalos que corrompen el pen­ samiento: el poder se adquiere sólo con la virtud. Hermanos de mismos sentimientos, a cuyos destinos fue190 ron confiados el mar y la tierra, todo lo que escapó a las manos de vuestros antepasados y lo que quedó por con­ quistar a vuestro padre: ya Múlciber 44 os prepara las ar­ mas y los Ciclopes trabajan en sus yunques sicilianos. Bron­ tes labra el escudo con innumerables figuras, Estéropes se 195 apresura a encrespar la alta cimera en ël casco resplande­ ciente, Piragmón une la coraza y la humeante Lípara gime en sus cavernas que vomitan fuego 45. Neptuno cría para vosotros en las algas jónicas vigorosos caballos que pue­ den avanzar por encima de la superficie azulada del mar y correr a través de un campo de mieses con un movimien200 to ligero, sin que su casco toque las espumas ni pise las espigas. Ya veo que Babilonia es saqueada, que el parto se apresura forzado en una huida no fingida, que ya Bac­ tra es gobernada por nuestras leyes, que el Ganges palidece con sus riberas sometidas y que Persia reparte humilde­ mente sus adornos provistos de piedras preciosas. Avanzad

44 Vulcano. Cf. Prob., nota 17. 45 Los Ciclopes («Ojirredondos») son hijos del Cielo y la Tierra y tenían un solo ojo en mitad de la frente. Eran una especie de herreros que forjaban los rayos para Júpiter. Sus nombres son Brontes, Estéropes y Arges. Piragmón parece una creación de Virgilio (Aen. VIII 425), con V-~ o » πυρ, «fuego», y ακμών, «yunque». Los poetas epicos posteriores siguie­ ron la denominación virgiliana. Lípara es Lípari, isla al norte de Sicilia y sede de la fragua de Vulcano.

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por el remoto Tánais 46 y las inertes Osas, avanzad por la ardiente Libia, traspasad los ardores del sol y descubrid las fuentes ocultas del Nilo, cruzad el confín de Hércules y los límites de Baco: todo lo que abraza el cielo estará bajo vuestro dominio; el Mar Rojo os dará las valiosas conchas, el indo su marfil, Pancaya 47 su incienso, los se­ res 48 sus vellones de seda. 46 Río de las regiones escitas, hoy el Don. 47 Región de Arabia que producía riquísimo incienso. 48 Habitantes de China, famosos productores de seda. Cf. Prob., no­ ta 40.

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PANEGÍRICO AL CUARTO CONSULADO DEL EMPERADOR HONORIO

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El año se viste de nuevo con los auspicios imperiales y goza con más orgullo de la corte ya conocida. Las fas­ ces, no soportando detenerse alrededor de umbrales de sim­ ples ciudadanos, se regocijan en su retorno con el consula­ do del emperador. ¿Ves cómo los caudillos de las armas 5 y los proceres de las leyes toman la vestimenta patricia, cómo el ejército avanza con diferente color vestido al mo­ do de Gabios x, y, dejados a un lado por poco tiempo los estandartes de la guerra, sigue las insignias de Quirino 2? Las águilas ceden su puesto al lictor, los soldados sonríen vestidos con la toga y la curia resplandece en medio del 10 campamento. La misma Belona 3, rodeada por el senado imperial, lleva ya la trábea y dejó atrás su escudo y su casco para transportar en sus hombros la sagrada silla curul. Y no te avergüenzas, Gradivo 4, de llevar en apacigua1 2 3 4

Cf. III Cons., nota 3. Rómulo divinizado. Cf. Prob., nota 26. Marte. Cf. Prob., nota 22.

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15 das manos las hachas adornadas de laurel ni de cambiar tu brillante coraza por la toga del Lacio mientras permane­ ce inmóvil tu carro de hierro y tus corceles retozan por las praderas del Erídano 5. Es la familia Ulpia 6 digna de ser adorada y conocida por Marte desde hace tiempo, y la casa de Iberia que es20 parció diademas por el mundo. Y no mereció acoger a una descendencia de tan ilustre estirpe una corriente de poco valor: Océano bañó su cuna; fue conveniente que los futu­ ros dueños de la tierra y el mar nacieran del gran padre de todas las cosas 1. De aquí descendió tu abuelo 8 a quien, exultante después de las victorias en el norte, África le ci25 ñó los laureles masilios 9, aquel que puso su campamento en las nieves de Caledonia 10, que soportó bajo su casco los tórridos calores de Libia, terrible para el mauro, vence­ dor del litoral britano y devastador igualmente del Bóreas

5 El río Po. 6 Es decir, la familia de Trajano. El emperador Nerva adoptó a Mar­ co Ulpio Trajano, originario de la Bética, que le sucedió en el trono (98-117). 7 Océano es en la mitología uno de los Titanes, hijos del Cielo y la Tierra. De Océano y de su hermana Tetis nacen los ríos de la tierra, en número de tres mil varones y tres mil hembras, llamadas las Oceánides. En la concepción primitiva, el Océano rodea el mundo. Es imagina­ do como un río que corre alrededor del disco llano que es la tierra. A medida que fueron avanzando los conocimientos sobre el globo, estas ideas variaron y el nombre de Océano se reservó al Atlántico, límite occi­ dental del mundo antiguo. En cuanto a la denominación «padre de todas las cosas», Claudiano piensa tal vez en algún pasaje de Homero, como II. XIV 245-246, o en Virgilio (Georg. IV 382: Oceanumque patrem rerum). 8 El conde Teodosio. Para sus campañas militares en el Norte y el Sur, cf. III Cons., nota 14. 9 Los masilios son un pueblo de Numidia oriental. 10 Región septentrional de Britania, correspondiente al norte de Escocia.

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el Austro 11. ¿Qué eficacia tuvo contra él la dureza eterna del clima, qué eficiencia los astros y los mares descono­ cidos? Las Órcades 12 se empaparon con la matanza de los sajones 13; se calentó Tule 14 con la sangre de los pietos 15; la glacial Hibernia lloró los montones de cadáveres de los escotos 16. ¿Qué calor detiene al hombre valeroso? Corrió por los desiertos de los etíopes y cercó a Atlante con tropas extrañas para éste; bebió el agua del virginal Tritón 17, contempló el lecho bañado con los venenos de la Gorgona 18 y se rió de los verdes jardines de las Hespéy

11 El Bóreas es el viento del Norte y el Austro el del Sur. 12 Islas al norte de las Británicas. 13 Los sajones son una tribu germana mencionada por primera vez por Ptolomeo (II 11, 7) como asentada en el Quersoneso Cimbrico, esto es, la península Cimbrica del norte de Alemania (Jütland, Holstein, Schles­ wig). Alrededor del 200 se desplazaron y sometieron a los caucos del Elba inferior. Su peculiar cerámica aparece en Frisia y cerca del Rin infe­ rior donde mantuvieron guerras con los francos desde el siglo rv. Llama­ ron la atención a los autores antiguos por su implacable piratería (cf. Si d . A f o l ., Epist. VIII 6, 13-15). En unión con los anglos y los misterio­ sos jutos comenzaron a establecerse permanentemente en Britania hacia mediados del siglo v. 14 Tierra lejana, el confín septentrional. Cf. Ruf. II, nota 35. 15 Pueblo septentrional de Britania. Cf. III Cons., nota 11. 16 Cf. III Cons., nota 12. 17 Río del norte de África. Lo llama Claudiano virgineum por su rela­ ción con la diosa Minerva. Una serie de nombres de esta divinidad (Tritogenía, Tritonia, Tritónides) reflejan que su nacimiento y culto se hallan relacionados con una corriente o con una masa de agua de alguna clase: el pequeño río Tritón en Arcadia; el río Tritón y la laguna Tritónide, localizados en el norte de África. En este continente Minerva fue identifi­ cada con diosas nativas (cf. H e r o d o to , IV 180). 18 Medusa. Cf. Ruf. I, nota 75. Las Gorgonas habitaban en el Occi­ dente extremo, no lejos del jardín de las Hespérides y de la tierra de Geríones.

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rides 19, de poco valor, a los que la leyenda enriquece con oro. Incendió la ciudadela de Juba 20, la cólera mauritana 40 cedió ante su espada y destruyó el palacio del antiguo Bo­ co 21. Pero tu padre, superando con mucho la gloria de tu abuelo, sometió el Océano a su imperio y limitó sus domi­ nios con la frontera del cielo, gobernando todo el territo­ rio que separa a Gades del Tigris, todo el espacio que de­ jan entre sí el Tánais 22 y el Nilo. Sin embargo, esto lo 45 alcanzó por sí mismo con innumerables victorias, no con­ siguiéndolo con regalos de familia ni con amhición. Su vir­ tud fue digna de ser elegida. Por sí misma se le presentó 19 Las Hespérides (su nombre puede ser patronímico, «hijas o nietas de Héspero», o significar sencillamente «las Occidentales») son hijas de la Noche. Vivían lejos, en el oeste, y era su ocupación guardar unos manzanos que producían un fruto dorado, árboles que la Tierra había regalado a Júpiter o a Juno cuando celebraron su matrimonio. El pasa­ tiempo de las Hespérides era el canto y en su vigilancia les ayudaba un formidable dragón, hijo de Forcis y de Ceto. Generalmente se sitúa su jardín en el noroeste de África, en algún lugar próximo a las montañas del Atlas. Sus nombres varían según los diferentes autores. 20 Parece que se refiere a Juba II, rey de Mauritania, hijo del Juba que, fiel partidario de Pompeyo, luchó contra César en la guerra civil. Juba II recibió el reino de Augusto en el 25 a. C. En el 20 a. C. se casó con Cleopatra Selene, hija de Marco Antonio y Cleopatra. Fue un erudito que intentó introducir la cultura griega y romana en sus domi­ nios. La capital Cesárea (la actual Cherchel) y Volúbilis (actualmente Oubili) llegaron a ser ciudades majestuosas. Escribió en griego numerosos libros sobre los temas más variados: historia, geografía, ciencias naturales, etc. Plinio el Viejo y Plutarco se sirvieron de sus escritos. Murió alrededor del año 23 y le sucedió en el trono su hijo Ptolomeo. 21 Rey de Mauritania y suegro de Yugurta. En las últimas fases de la guerra contra Yugurta, se unió a su yerno. Finalmente, inducido por Sila, acabó traicionándolo y entregándolo a los romanos (105 a.C.). 22 Río de las regiones escitas, el actual Don.

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la púrpura suplicante y solo él mereció reinar tras habérse­ le pedido 23. Pues cuando los bárbaros, agitados por com­ pleto, se precipitaron contra el gimiente Ródope 24 y el nor­ te, abandonado ya, había arrojado a sus pueblos en confu­ sa multitud contra nosotros, cuando todas las riberas del Danubio vomitaban batallas, cuando la ingente Mesia 25 era oprimida por los carros de los getas 26, y rubios ejérci­ tos cubrían las llanuras de Bistonia 27, con todo sacudido y tambaleándose por el golpe o próximo a derrumbarse, solo él se levantó contra tantas matanzas, extinguió el fue­ go, devolvió los campos a los colonos y arrebató a las ciu­ dades de las fauces de la muerte. No hubiera quedado som­ bra alguna del nombre de Roma si tu ilustre padre no hu­ biese soportado la carga que amenazaba ya ruina, si no hubiese socorrido a la nave sacudida y no hubiese impedi­ do con mano segura el naufragio de todos 28. Como cuando, tras haberse roto el orden, los enloquecidos caballos arras­ traron lejos a Faetonte 29, aumentó el calor y la proximi­ dad de los rayos secó la tierra y el mar, entonces el Sol 23 Después de Adrianópolis (378), el emperador de Occidente, Graciano, nombró augusto de Oriente al general hispano Teodosio. Cf. «Introduc­ ción», págs. 7-8. La ceremonia oficial se celebró el 19 de enero del 379. 24 Monte de Tracia. 25 Región comprendida entre el Danubio y Tracia. 26 Los visigodos. Cf. Prob., nota 24. 27 Tracia. Los bistones eran un pueblo de Tracia. 28 Del 379 al 382, Teodosio y sus generales intentaron perseguir y vencer a las fuerzas bárbaras que se habían dividido en varios grupos y se habían dispersado a través de los Balcanes. Finalmente, Teodosio permitía a los visigodos (octubre del 382) instalarse en Mesia y en el norte de Tracia, a lo largo del Danubio, en calidad de federados. Esta política pacifista tuvo sus partidarios y sus detractores. Cf. «Introduc­ ción», pág. 8. 29 Cf. Prob., nota 56.

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salió furioso al encuentro de sus caballos con su acostum­ brada voz; después que éstos reconocieron de nuevo el to­ no de su dueño, bajo un guía mejor tornaron el orden y la armonía del cielo y el carro recuperó su mando y el control de su fuego. 70 Así le fue confiado el Oriente y así fue salvado. Pero no le fue confiada la otra parte del mundo: dos veces se apoderó de ella con su fuerza, dos veces la conquistó con riesgo 30. Por múltiples crímenes surgieron en las tierras occidentales dos tiranos: a uno lo produjo la salvaje Brita­ nia, al otro lo había elegido como siervo suyo un germano 75 desterrado. Ambos se atrevieron al crimen, ambos se man­ charon con la sangre de emperadores inocentes. La nove­ dad aconsejaba al primero ser audaz y su fracaso recomen­ daba prudencia al segundo. Rápido el uno en emprender la rebelión, preocupado el otro por tratar de lograr lo se­ guro; uno con sus fuerzas dispersas, otro con sus tropas so reunidas; uno corriendo vagabundo, otro retirado dentro de sus murallas. Diferentes pero semejantes en su muerte. A ninguno de los dos le fue posible escapar a la deshonra ni sucumbir en la confusión de la batalla. Perdida su apa­ riencia, tras habérseles arrebatado las insignias, ambos tor­ naron a su verdadera condición y, mostrados con sus ma­ ss nos atadas por detrás, ponen sus cuellos debajo de las es­ padas dispuestas y piden la vida y el perdón. ¡Ah, pérdida de la vergüenza! Quienes poco ha agitaron con un movi­ miento de su cabeza tan apretadas cohortes, en cuyas ma­ nos se había arrojado ya el orbe vacilante, caen no como enemigos bajo su vencedor, sino como culpables bajo su 90 juez. Él condena con su voz a los reos a los que atacó 30 9-10.

En las guerras contra Máximo y Eugenio. Cf. «Introducción», págs.

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como tiranos en la batalla. Perecieron los generales de am­ bos: éste se lanzó por sí mismo al mar desde la nave, a aquél su propia espada le arrebató la vida; a uno lo tienen los Alpes, a otro el ponto. El vengador proporcionó estos consuelos a sus hermanos asesinados. Los dos autores de sus muertes perecieron; una víctima del mismo rango apla- 95 ca las sombras de los emperadores. Estos sacrificios ofre­ ció a sus túmulos y con la sangre merecida apaciguó los purpúreos Manes de los dos jóvenes. Aquellos triunfos confirmaron la justicia, mostraron la presencia de los dioses. Aprendan de aquí los siglos que nada es invencible para el hombre justo ni seguro para 100 el culpable. Él mismo mensajero suyo, llevó a cabo su lar­ ga marcha de incógnito tras haber prevenido los rumores, cayó sobre ambos inesperadamente y dejó atrás montes im­ penetrables como si fueran llanuras. Amontonad grandes rocas, levantad torres, cercaos con ríos, poned delante de 105 vosotros selvas inmensas, juntad el Gárgano 31 con las ci­ mas de los Alpes y el nevado Apenino con las del Pirineo, añadid el Hemo 32 a los peñascos del Cáucaso, haced ro­ dar el Pelio sobre el Osa: no conseguiréis protección para el crimen. Llegará el vengador. Todo se hundirá haciéndo- 110 se transitable para la mejor causa. Y sin embargo, no olvidando que eran sus conciudada­ nos, no se comportó implacablemente con las facciones que se rindieron: prefería no injuriar a los que yacían abatidos. Estaba abierto a las súplicas, era rico en clemencia, parco en el castigo. No llevó su ira a la paz; tras la batalla, el 115 final del odio fue el mismo que el de las armas. Resultó provechoso ser capturado por tal vencedor y las cadenas 31 Monte de Apulia. 32 Monte de Tracia.

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entregaron a muchos vencidos para otorgarles posterior­ mente prosperidad. Era liberal en abundantes riquezas, li­ beral en honores, e inclinado a cambiar con alegría los destinos a mejor. De aquí el amor, de aquí la vigorosa fortaleza de sus abnegadas tropas, de aquí la lealtad que permanecería para sus hijos. De este origen naces noble 33, engendrado coetáneamente con tu majestad y no soportando contacto alguno con una condición de ciudadano particular. Recibido todo, espon­ táneamente solo a ti te dio a luz el palacio, creciste dicho­ so en la púrpura patria y tus miembros, nunca deshonra­ dos por una vestimenta profana, cayeron en un seno sa­ grado. Hispania crió a tu padre en sus auríferas aguas, el Bosforo se alegra de tenerte como hijo. Tu origen proce­ de del umbral de Occidente pero tu nodriza fue la Aurora. Las dos bóvedas celestes disputan por tan gran prenda, te reivindican como ciudadano suyo. La gloria de Hércules y Bromio inmortaliza a Tebas 34, la Delos de Latona se detuvo con el nacimiento de Apolo 35 y Creta se jacta de que en ella reptara el Tonante cuando era niño 36. Pero la región que dio a luz a esta divinidad 37 es más grande que Délos, más famosa que las costas de Creta. Estos re-

33 Claudiano se dirige ahora a Honorio. 34 Hércules nació en Tebas y residió en esta ciudad durante parte de su vida. Bromio, «El del trueno», es un sobrenombre de Baco, hijo de Sémele, hija a su vez de Cadmo, rey de Tebas. 35 Cf. Prob., nota 41. 36 Al ir devorando Saturno a sus hijos conforme iban naciendo, su eSposa Rea, desolada, pidió ayuda a sus padres, el Cielo y la Tierra, quienes le aconsejaron que se fuera a Licto, en Creta, para dar a luz al menor de sus hijos, Júpiter. Así lo hizo Rea que, después de dar a luz, le dio a Saturno, en lugar del niño, una piedra envuelta en pañales. 37 Honorio, nacido en Constantinopla.

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ducidos litorales no hubiesen sido suficientes para nuestro dios y las inhóspitas rocas del Cinto 38 no lastimaron tus miembros con su duro lecho. Recostada en oro, rodeada de piedras preciosas, tu madre 39 te dio a luz en lechos de púrpura tiria. El palacio resonó de alegría con el vene- i40 rabie parto. ¡Qué señales del futuro hubo entonces! ¡Qué sonidos de aves! ¡Cuántos vuelos por el aire! ¡Qué agita­ ción de adivinos había! El cornígero Amón 40 y Delfos, callados hacía ya tiempo, rompieron su silencio para ti; los sacerdotes persas te profetizaron, te vaticinó el augur 145 etrusco, se espantó el babilonio tras haber .contemplado los astros, quedaron estupefactos los ancianos caldeos y resonó de nuevo la roca de Cumas, santuario de la deliran­ te Sibila. Y a ti recién nacido no te visitaron los Coribantes 41 de Cibeles con sus bronces sonoros: estuvo presente 150 por todas partes un ejército resplandeciente. El niño, de gran majestuosidad, es rodeado por los estandartes, perci­ be los cascos que lo adoran y les devuelve fieros vagidos a las trompetas. El mismo día te concedió la vida y el poder. En la cuna eres elevado a cónsul 42, marcas los fastos con tu nombre 155 38 Monte de la isla de Délos. 39 Elia Flacila, primera esposa de Teodosio. Honorio nació el 9 de septiembre del 384 y su madre murió cuando él tenía sólo un año. 40 Amón es un dios egipcio, muy venerado en Tebas. Se le identificó con Ra (dios-sol), adquirió el nombre de Amón-Ra y llegó a ser el dios nacional. Su animal sagrado era el carnero. En la Antigüedad se identifi­ có a Amón con Júpiter. 41 Los míticos servidores de Cibeles. Se confunden a menudo con los Curetes, que protegieron a Júpiter en Creta durante su infancia. El culto de Cibeles, la Gran Madre, originaria de Frigia, es de carácter or­ giástico. La diosa misma se asocia a su vez con Baco, y sus orgías con las orgías báquicas. 42 Honorio fue cónsul por primera vez en el 386.

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puesto hace poco y se te otorga el año que te había hecho nacer. Tu misma madre te cubrió a ti pequeño con la vesti­ menta de Quirino 43 y te enseñó a andar arrastrándote en dirección a tu primera silla curul. Objeto de culto, creciste 160 en pechos sagrados y en el regazo inmortal de diosas. A menudo Diana te colgó, adorno de niño, su arco del Ménalo 44 y su carcaj de cazadora. A menudo jugaste tú con el escudo de Minerva y, recorriendo impunemente su ama­ rillenta égida, sin miedo tocaste amansadas sus serpientes 45. 165 A menudo también tu madre coronó ya entonces tus cabe­ llos ante la alegría de su marido y, presurosa en sus de­ seos, te dio la diadema tomada anticipadamente; entonces te sostuvo en sus delicados brazos y te alzó a los besos de tu poderoso padre. Y no se retrasaron los honores: el no César es hecho emperador y eres igualado inmediatamente a tu hermano 46. Nunca los dioses estimularon con más certeza y el cielo no estuvo más presente en ningún presagio. Una negra tem­ pestad había envuelto la luz con sus tinieblas y el Noto 47 había reunido densos nubarrones; pero luego, cuando los soldados te habían levantado con sus acostumbrados gri-

43 Cf. nota 2. 44 Monte de Arcadia. 45 Es decir, las serpientes de la cabeza de la Gorgona. Si bien la ver­ sión más usual sostiene que Medusa murió a manos de Perseo (cf. Ruf. I, nota 75), había otra versión que parece puramente ática y que afirma­ ba que era Minerva la que había dado muerte a la Gorgona en la batalla contra los Gigantes. Las dos tradiciones se concillaron al hacer que Perseo matase a Medusa por mandato de Minerva y le diera a ésta la cabeza. Minerva tenía en su escudo una cabeza de Gorgona. 46 Arcadio fue nombrado augusto en enero del 383; Honorio, el 20 de noviembre del 393. Cf. III Cons., nota 22. 47 Viento del Sur.

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tos, Febo 48 disolvió las nubes y eran otorgados al mismo 175 tiempo a ti el cetro y al mundo la luz. Libre de niebla, el Bosforo permite que se contemple enfrente Calcedonia 49. Y no solo brillan los lugares vecinos, sino que toda Tracia se despoja de nubes tras ser arrojadas, resplandece el Pangeo 50 y la laguna Meótide 51 hace destellar los rayos, ex- iso traños para ella. Y ni el Bóreas 52 ni un sol más ardiente empujaron las nubes. Aquélla fue la luz del império. Un profético resplandor lo alcanzaba todo y la naturaleza son­ rió con tu tiempo sereno. Incluso al mediodía el pueblo, admirándose de ello, vio una estrella audaz, en absoluto íes dudosa ni pálida con reducidos rayos, sino tan grande co­ mo se contempla el Boyero 53 durante la noche. Huésped en tiempo extraño, brilló en el cielo y pudo reconocerse su fuego aunque la luna estaba oculta. Bien fue tu augusta madre, bien tal vez resplandeció la estrella de tu divino abuelo, bien cedió el sol soportando un cielo compartido 190 con los astros que se apresuraban a contemplarte. Es evi­ dente qué significan estas señales. Su grandeza futura hizo refulgir a Ascanio cuando una inofensiva aureola brilló con el súbito resplandor de sus cabellos y el esplendor del des­ tino ciñó sus sienes proyectado sobre su cabeza frigia 54. 195 Por lo que se refiere a ti, los astros del cielo muestran tus auspicios. Así desde la caverna del Ida 55 se alzó en 48 El Sol. Cf. Ruf. I, nota 35. 49 Ciudad de Bitinia situada enfrente de Constantinopla. 50 Monte de Tracia. 31 El Mar de Azov. 52 Viento del Norte. 53 Cf. III Cons., nota 41. 54 Virgilio (Aen. II 681 ss.) nos relata el prodigio. 55 Montaña de Creta. En cuanto al nacimiento de Júpiter (cf. nota 36), la tradición habla también del Dicte y del Ida como lugares en que Rea dio a luz a su hijo.

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su juventud Júpiter en la cima del cielo conquistado y, confiándoselos la naturaleza, recibió como siervos a los 200 dioses. Aún no se cubrían sus mejillas de bozo y todavía no flotaba por su cuello la cabellera que iba a sacudir al mundo. Entonces aprendía a hendir las nubes y a disparar los rayos con su inexperto brazo. Tu padre, más alegre por estos auspicios y orgulloso de sus hijos ya iguales, regresaba apoyado en los dos her205 manos y resplandecía abrazando a sus hijos en el carro sagrado. No de otro modo los gemelos espartanoss6, des­ cendencia de Leda, se sientan con su padre soberano; en cada uno de ellos se refleja su hermano, en cada uno de ellos su hermana; los cubre una clámide de oro semejante; sus cabellos están coronados igualmente de estrellas. La 210 misma confusión le agrada al Tonante y la ignorancia com­ place a su vacilante madre. El Eurotas no puede distinguir a sus propios pupilos. Cuando el palacio os acogió de vuelta, se dice que allí habló tu padre contigo tales cosas en favor del gobierno estable del mundo: «Si la fortuna, hijo querido, te hubiese concedido el 215 trono de los partos y la bárbara tiara, respetable lejos en las tierras orientales, se alzara sobre tu frente Arsácida 57, tu alto linaje sería suficiente y tu nobleza sola podría pro­ tegerte mientras flotaras en el ocioso lujo. Muy diferente es la condición de los gobernantes de la corte de Roma. 220 Conviene destacar por la virtud, no por la sangre. Ella 56 Los Dióscuros. Cf. Prob,, nota 51. 57 Los Arsácidas son la dinastía real de Partía (c. 250 a. C. - c. 230 d. C.). Ársaces llegó a ser el primer rey de los partos y sus descendientes y sucesores (unos treinta y siete en total) llevaron su nombre como un título oficial.

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es mayor y más útil unida con el poderoso destino, oculta es de poco valor —¿pues de qué servirá a la oscuridad sumergida ella en las tinieblas?—, como una nave sin re­ meros o una lira que guarda silencio o un arco que no se tensa. Sin embargo, no encontrará a ésta nadie que 225 no se haya conocido antes a sí mismo y que no haya apaci­ guado las inciertas olas de la pasión. Se llega allí por lar­ gos rodeos. Aprende en interés del orbe lo que cada uno aprende en interés de sí mismo. Cuando Prometeo, mez­ clando elementos terrenos con elementos celestes, creó nues­ tro cuerpo 58, aprisionó bajo cerrojos la parte pura del al- 230 ma tras haberla robado del Olimpo, la ató, a pesar de su resistencia, y, como la humanidad no pudiese formarse de otro modo, añadió dos partes más 59. Éstas perecen desfa­ lleciendo juntamente con el cuerpo; solo aquélla permane­ ce y desde la pira vuela superviviente. La colocó en la alta 235 ciudadela de la cabeza como directora de nuestros actos y para vigilar nuestro trabajo. A las otras dos las estable­ ció más abajo del cuello y en una posición conveniente para obedecer los mandatos de su dueña suprema. Sin du­ da nuestro creador, temiendo mezclar lo sagrado con lo profano, distribuyó las partes del alma y separó sus resi- 240 dencias. Bajo el pecho, la zona del sanguíneo corazón pro58 El testimonio más antiguo de la leyenda sobre la fabricación o crea­ ción del hombre por Prometeo es de la segunda mitad del siglo iv a. C., pero posteriormente esta creencia está muy atestiguada. El barro fue el material utilizado y los dioses fueron sus modelos. Hesíodo nunca nos habla de la obra creadora de Prometeo, que es para él simplemente el bienhechor de la humanidad. 59 Claudiano sigue aquí la psicología de Platón, que dividía el alma en tres «partes»; la racional, la irascible o vehemente y la apetitiva o concupiscente. La primera es la parte más elevada; es inmortal y está emparentada con lo divino. Las otras dos son perecederas.

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tege a la cólera, llena de fuego, ansiosa por hacer daño e irreflexiva consigo misma. Se inflama encendida por el furor, se contrae entibiada por el miedo. Y como todo lo 245 arrastraba consigo y, enloquecida, no le permitía descanso a los miembros, Prometeo encontró la ayuda del pulmón y lo aplicó húmedo a la furiosa para que las fibras encole­ rizadas se precipitaran en la dulzura. Por su parte el deseo, que todo lo pide para sí, que no ofrecerá nada, se retiró forzado al hígado y a las regiones más bajas; él, como 250 un monstruo mientras abre sus fauces inmensas, no puede alimentarse y saciarse: ora cambia sus preocupaciones bajo el azote de la avaricia, ora arde por los estímulos del amor, ora se alegra, ora se duele entristecido, surge de nuevo tras haberse saciado y retorna más poderosamente que la hidra tras ser cortada. 255 Si alguien ha podido apaciguar esta agitación, logrará un santuario inquebrantable para su alma pura. Aunque tú extiendas tu dominio anchamente por los remotos indos y te adoren el medo, el pacífico árabe y los seres 60, si temes, si tienes deseos perversos, si te guías por la cólera, 260 sufrirás el yugo de la esclavitud, soportarás en tu interior leyes despóticas. Cuando puedas ser rey de ti mismo, en­ tonces gobernarás el mundo con justicia. Las prácticas más fáciles se entregan a lo peor, el libertinaje incita al lujo y, desenfrenado, favorece los vicios. Cuando Venus está 265 dispuesta, entonces es más difícil vivir castamente; cuando la venganza está a la vista, entonces se cuida peor de la ira. Pero modera tus impulsos y considera no qué hay que hacer sino qué convendrá haber hecho y que el respeto por la honradez domine tu alma.

60 Los habitantes de China.

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Además, en numerosas conversaciones te aconsejaré es­ to, que te des cuenta que vives en medio de las miradas 270 de toda la tierra, que tus acciones están a la vista de todos los pueblos y que nunca puede darse el secreto en los vi­ cios de los reyes. Pues el grandísimo esplendor de su desti­ no no permite que nada esté oculto, la fama penetra por 275 todos los escondrijos y explora los rincones ocultos. Sé clemente entre los primeros; pues aunque somos su­ perados por los dioses en todos los dones, sólo la clemen­ cia nos iguala con ellos. No te hagas dudosamente sospe­ choso, ni seas falso para tus amigos, ni estés ansioso de rumores. El que se preocupa de tales cosas, intranquilo en todo momento, se estremecerá ante murmuraciones in- 280 consistentes. Ni la guardia ni las lanzas que nos rodean nos protegen tanto como el amor del pueblo. No forzarás a que te amen; esto lo otorga la mutua confianza, esto la simple estima. ¿No ves que el universo, la más bella de las obras, se une a sí mismo con el amor y que sus 285 elementos, no enlazados por la fuerza, están en armonía entre ellos a través de los siglos? ¿No ves que Febo se mantiene en su curso central, que el mar está contenido por los litorales y que el aire, que rodea perpetuamente a la tierra y la soporta, no la oprime echándose sobre la carga que sostiene ni cede ante ella? Quien causa terror 290 tiene él mismo más miedo; esa suerte corresponde a los tiranos. Que miren con recelo a los ilustres y maten a los valientes, que vivan protegidos por las espadas y confiados en sus venenos, que ocupen peligrosas ciudadelas y amena­ cen mientras tiemblan ellos mismos. Tú compórtate como un ciudadano y un padre; tú mira por todos, no sólo por ti, y que no te muevan tus deseos sino los del pueblo. 295 Si ordenas algo para el bien común y piensas que se debe guardar, sométete tú el primero a tus mandatos. El

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pueblo, cuando ha visto que el propio legislador se obede­ ce a sí mismo, entonces se hace más cumplidor de la justi­ cia y no se niega a someterse. El mundo se comporta se300 gún el ejemplo de su gobernante y los edictos no pueden cambiar el pensamiento humano tanto como puede hacerlo la vida del que gobierna. El vulgo inconstante se cambia siempre junto con su gobernante. Sin embargo, cumplido esto, no desprecies a tus infe­ riores ni intentes traspasar los límites establecidos para el 305 hombre. Corrompe los caracteres egregios la soberbia uni­ da a ellos. No te confío los sabeos 61, que se dejan someter fácilmente, no te pongo como señor al frente de la región de Armenia, no te doy el pueblo asirio, al que gobernó una mujer 62: debes regir a los romanos, que han regido 310 el mundo desde hace largo tiempo. Ellos no soportaron la soberbia de Tarquinio ni las leyes de César. Los anales nos hablan de los delitos de nuestros antepasados. Perma­ necerán las manchas. ¿Quién no condenará por los siglos las monstruosidades de la casa de César? ¿A quién se le ocultarán los crueles asesinatos de Nerón, a quién las re315 pugnantes rocas de Capri poseídas por un anciano impúdi­ co 63? La gloria de Trajano se extenderá para vivir, no tanto porque, tras haber vencido al Tigris, los sometidos 61 Pueblo de la Arabia Feliz, hoy Yemen. 62 Semiramis, reina de Babilonia (cf. Prob., nota 36), pues la provin­ cia de Asiría, lograda por Trajano en el 116 y abandonada luego por Adriano, corresponde a la Mesopotamia Inferior o Babilonia, incluyendo Ctesifonte. 63 El emperador Tiberio, que se retiró a Capri el año 26, animado a ello por Sejano, prefecto de la guardia pretoriana. Allí pasó los últimos años de su reinado. La vida solitaria del emperador dio origen a una serie de leyendas sobre monstruosas perversiones y refinadas crueldades. Es poco probable que haya algo de verdad en estas fantasías.

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partos fueron provincia nuestra o porque fue llevado en triunfo a lo alto del Capitolio después de haber derrotado a los dacios, como porque era benévolo para su patria. No dejes de seguir, hijo, a hombres tales. Si resuena la guerra, antes adiestra a tu ejército con duros entrenamientos y prepáralo para la fiera batalla. Que ni el descanso del invierno ni los cuarteles invernales debi­ liten con la inactividad sus ociosas manos. El campamento se debe poner en un lugar salubre; la guardia se debe mos­ trar vigilante en la empalizada. Aprende cuándo es más 325 conveniente que las tropas se reúnan, cuándo que las alas se extiendan o que se plieguen de nuevo, qué ejército es apropiado para las montañas, cuál para las llanuras, qué valle es oportuno para la emboscada, qué camino es difí­ cil. Si el enemigo confía en sus murallas, entonces que tus máquinas se disparen hasta la sacudida del muro, que el impetuoso ariete haga rodar las piedras, que la protegida 330 testudo golpee las puertas; que la juventud se precipite pa­ ra aparecer por los lugares secretos del suelo socavado. Si un largo asedio se prolonga, entonces guárdate de re­ nunciar a tus deseos por seguros o de considerar al enemi­ go encerrado. Esta alegría les fue funesta a muchos; dis- 335 persos o debilitados por el sueño, perecen; la victoria per­ judicó con mucha frecuencia a la multitud desprevenida. Y que tu tienda no rebose abundantemente de magníficos deleites ni que la lujuria arrastre armada hacia tus estan­ dartes a sus pacíficos servidores. No cedas ante los soplos 340 del Austro 64 ni ante las lluvias y que una sombrilla de oro no desvíe los ardientes rayos del sol para protegerte del calor. Come los alimentos encontrados. Consolarás a tus tropas con un esfuerzo semejante al suyo: si hay una 64 Viento del Sur.

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c o lin a esca rp a d a , c o m ie n z a a su b ir la el p rim ero ; si la n ece345

sid a d ex ig e ab atir u n b o sq u e , q u e n o te a v e r g ü en ce derri­ b a r u n a e n c in a tras h a b er to m a d o el h a ch a ; si se cru za u n a la g u n a e sta n c a d a , q u e tu c a b a llo e x p lo r e a n tes su p r o ­ fu n d id a d . P is a tú e n tu carrera lo s r ío s q u e p e r m a n e c e n in m ó v ile s p o r el h ie lo , h ie n d e tú a n a d o lo s q u e c o rren . O ra m éz c la te c o m o jin e te e n m e d io d e lo s e sc u a d r o n e s de

350 jin e te s, ora· a siste a p ie a la in fa n te r ía . E n to n c e s a v a n za rá n m á s c ó m o d a m e n te sie n d o tú su c o m p a ñ e r o , e n to n c e s el e s­ fu e r z o se llev a rá a c a b o d e u n m o d o a tr a c tiv o y a g ra d a b le b a jo tu p r e sen cia » . C o n tu s p a la b ra s in terru m p es a tu p a d re q u e ib a a d e ­ cir m á s co sa s: « E n v er d a d , c o n ta l q u e lo s d io s e s fa v o r e z ­ c a n m is em p resa s, c o n se g u ir é e sto s re su lta d o s y lo s p u e 355

b lo s y re in o s q u e m e h a n sid o c o n fia d o s n o m e v e rá n d ife ­ ren te a m i h erm a n o y a ti. ¿ P e r o p o r q u é n o m e jo r e x p e r i­ m e n to en la p rá c tic a lo q u e m e e x p o n e s c o n tu s p a lab ras? S in d u d a , te diriges a h o r a a lo s h e la d o s A lp e s . L lé v a m e c o n tig o c o m o co m p a ñ e r o ; d e ja q u e m is d a r d o s tr a sp a sen al tira n o 65; d eja q u e lo s b á rb a ro s p a lid e z c a n a n te m i a rc o .

360 ¿ A c a so so p o r ta r é q u e Ita lia se a a b a tid a p o r la fu r ia d e u n sa q u ea d o r im p la ca b le? ¿ P e r m itiré q u e R o m a se so m e ta a u n siervo? ¿ A c a so s o y n iñ o h a sta ta l p u n to ? ¿Y n o m e a fecta rá e l p o d er m a n c illa d o n i la sa g ra d a v e n g a n z a d e u n a sa n g re em p a ren ta d a c o n m ig o ? D e s e o c a b a lg a r a tra v és d e la m a ta n za . D a m e las arm as in m e d ia ta m e n te . ¿ P o r q u é p o 365 n es c o m o p retex to m i ed a d ? ¿ P o r q u é m e ju z g a s in c a p a z p a r a la lu ch a ? P irro era d e m i e d a d c u a n d o é l s o lo a b a tió P é r g a m o y n o d e sd ijo d e su p a d re A q u ile s 66. P o r ú ltim o ,

65 Eugenio. Cf. «Introducción», págs. 9-10. 66 Cuando Aquiles permanecía disfrazado de muchacha en Esciros (donde lo llamaban Pirra, «Rubia», por el color de sus cabellos), tuvo

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si n o p u e d o p erm a n ecer c o m o e m p e r a d o r en el c a m p a m e n ­ t o , al m e n o s iré c o m o s o ld a d o » . T e o d o s io d a d u lces b e s o s a su h ijo y r e sp o n d e a d m i­ rá n d o se: « P e d iste c o sa s lo a b le s; p e r o tu d e se o es p r e m a tu ­ ro. T e lleg a rá u n a ed a d m á s v ig o r o sa ; n o ten g a s prisa. E m ­ p ren d es c o sa s te m ib le s p a ra h o m b r e s n o h a b ie n d o c u m p li­ d o aú n d iez a ñ o s. R e c o n o z c o lo s in d ic io s de u n gran c a r á c ­ ter. S e c u e n ta q u e A le ja n d r o , q u e v e n c ió al o rie n ta l P o r o , c o m o o ía a m e n u d o lo s é x ito s d e F ilip o , llo r ó en tre su s a legres c o m p a ñ e r o s q u e já n d o s e d e q u e el v a lo r d e su p a d re n o le d e ja b a n a d a p o r c o n q u ista r . V e o en ti e ste esp íritu . S éa le p erm itid o a u n p a d re h acer e sta p ro m esa : tú serás a sí d e g ra n d e. Y n o le d eb es a m i fa v o r el im p erio q u e y a te d io la n a tu ra leza . A s í la s a b e ja s v en e ra n al r ey 67 q u e n a c e p a ra g u ia r u n d ía p o r lo s d u lc es p r a d o s al e n ja m ­ b re z u m b a d o r , le p id e n la s le y es p ú b lic a s d e la c o lm e n a y le c o n fía n su s p a n a le s. A s í el jo v e n n o v illo rec la m a la so b e r a n ía so b re lo s p a sto s y , a u d a z c o n su s cu ern o s n o a fia n z a d o s to d a v ía , y a m a n d a so b re la m a n a d a . P e r o re­ tra sa el c o m b a te h a sta la ju v e n tu d y , m ien tra s y o h a g o la gu erra, v e la p a c ie n te m e n te p o r m is a su n to s ju n ta m e n te c o n tu h e r m a n o . Q u e o s te m a el in d ó m ito A ra x e s 68, q u e o s te m a el im p e tu o so E u fr a te s, q u e se a v u estr o el N ilo p o r to d a s p a rtes y t o d o lo q u e b a ñ a el s o l c o n su s ra y o s tra s h ab erse p r o d u c id o su n a c im ie n to . S i lo s A lp e s s o n a cce sirelaciones con Deidamia, la hija del rey Licomedes. De estos amores na­ ció, después que su padre partió para la guerra de Troya, Pirro («Ru­ bio»), que posteriormente recibió el apodo de Neoptólemo («Joven Gue­ rrero»). En un tiempo avanzado de la guerra contra los troyanos se in­ corporó al ejército griego, que encontró en él a un nuevo Aquiles. 67 Es bien conocido que los antiguos estaban equivocados en el sexo de la abeja reina. 68 Río de Armenia, actualmente el Aras, tributario del Caspio.

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b le s, si la c a u sa m á s ju s ta o b tie n e u n r e su lta d o fa v o r a b le , tú irás y te en ca rg a rá s d e la s re g io n e s recu p e ra d a s, d e m o ­ d o q u e o b e d e z c a tu s ley es la im p e tu o sa G a lia y g o b ie r n e s c o n ju s tic ia a n u e str o s ib e r o s. E n to n c e s y o , d e sp r e o c u p a d o 395

d e l d e stin o y c o n te n to d e m is tr a b a jo s, d eja ré esta v id a , m ien tra s v o so tr o s g o b er n á is la s d o s p a rtes d e l m u n d o . E n tr e ta n to , m ien tra s tu e sp íritu es m á s m a le a b le , a p lí­ ca te c o n in siste n c ia a la s M u sa s y le e lo q u e p r o n to p u ed es im ita r. Q u e n o d eje d e h a b la r n u n c a c o n tig o la a n tig ü e d a d d e G recia, q u e n u n ca d e je d e h a c e r lo la a n tig ü e d a d d e R o ­ m a . M e d ita so b re lo s g en era le s a n tig u o s, a c o stú m b r a te a

400 la fu tu ra m ilic ia , a cérca te h a c ia atrás a l tie m p o p a sa d o del L a c io . ¿T e ag ra d a la c o n q u is ta d e la lib erta d ? A d m ira r á s a B ru to 69. ¿ C o n d en a s la tr a ic ió n ? T e sa tisfa r á e l ca stig o d e M eto 70. ¿C on sid era s fu n e sta la e x cesiv a severid ad ? D e s ­ p recia la s co stu m b r e s de T o r c u a to 71. ¿T e p a re c e u n b ie n la m u erte c o n sa g r a d a a la p a tria ? H o n r a a lo s D e c io s 405 p r e c ip itá n d o se 72. O q u é p u e d e h a cer u n v a lie n te s o lo , te lo en señ a rá C o c l e s 73 e n fr e n ta d o a l e n e m ig o e n el p u e n te

69 El fundador tradicional de la república romana tras la expulsión del último rey, Tarquinio el Soberbio. 70 Meto Fufecio fue un dictador de Alba que, durante el combate que Tulo Hostilio mantuvo con la ciudad sabina de Fidenas, permaneció con sus tropas a la expectativa para unirse después al vencedor. Tulo hizo que lo atasen a dos carros y lo despedazasen. 71 Tito Manlio Torcuato, modelo de las virtudes romanas. Su severo sentido de la justicia se mostró cuando, cónsul por tercera vez en el 340 a. C., sentenció a muerte a su hijo porque éste habla atacado al enemigo contra las órdenes de su padre. 72 Según la tradición, padre e hijo se ofrecieron en sacrificio por la victoria de Roma. Cf. Prob., nota 34. 73 Cuando Porsena, intentando restaurar la monarquía en Roma, se declaró en guerra con los romanos y los etruscos llegaron al puente sobre el Tiber, el soldado Horacio Cocles logró por sí solo entretener al enemi-

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r o to , te lo en señ a rá la lla m a d e M u d o 74. F a b io te revelará q u é lo g ra ven cer la d e m o r a 75. C a m ilo 76 te m o stra rá c o n la m a ta n z a d e lo s g a lo s q ü é p u e d e lle v a r a c a b o u n g en era l en situ a c io n e s a p u ra d a s. A p r e n d e d e a q u í q u e n in g ú n azar p u ed e h a cer fren te a lo s m ér ito s: la fie re z a c a r ta g in e sa , m R é g u lo 77, p r o lo n g a etern a m e n te tu fa m a ; el é x ito d e C a ­ t ó n 78 su p era su s a d v e r sid a d e s. A p r e n d e d e a q u í c u á n to p u ed e la so b r ia p o b reza : p o b r e era C u r io 79 c u a n d o v e n c ió

go hasta que sus compañeros de armas destruyeron el puente. Luego Co­ des se arrojó al río y alcanzó felizmente la orilla opuesta. 74 C. Mucio Escévola era un joven patricio romano que, mientras Porsena asediaba la ciudad, decidió dirigirse al campamento enemigo y matar al rey etrusco. Pero por error mató al escriba de Porsena. Captu­ rado y conducido hasta el rey, Mucio declaró audazmente cuál era su verdadero propósito. Amenazado con torturas, de inmediato puso la ma­ no derecha en el fuego donde, soportando estoicamente el dolor, la man­ tuvo hasta quemarla. 75 Quinto Fabio Máximo Cunctátor («El indeciso») logró vencer a Aníbal gracias a una táctica basada en la dilación y el retraso. Tras la derrota de Trasimeno, utilizó la demora como recurso contra los cartagi­ neses, táctica que adquirió fama después de la siguiente derrota en Can­ nas. 76 Marco Furio Camilo, el célebre dictador que salvó a Roma de la invasión de los galos. 77 Marco Atilio Régulo, otro personaje célebre de tiempos republica­ nos, ejemplo de honradez. Prisionero de los cartagineses en las guerras púnicas, fue enviado a Roma para negociar un acuerdo. La leyenda cuen­ ta que instó al senado a no negociarlo, a pesar de que sabía que, si no lo conseguía, su vuelta a Cartago significaría la tortura y la muerte. Después de convencer al senado, regresó a África. 78 Catón de Útica (95-46 a. C.), biznieto de Catón el Censor. Partida­ rio de Pompeyo en la guerra civil, participó en Farsalia y posteriormente pasó a África para unirse con los pompeyanos. Cuando éstos fueron de­ rrotados en la batalla de Tapso (46 a. C.), se suicidó. 19 Manio Curio Dentato, vencedor de los samnitas y de Pirro y famo­ so por su austeridad.

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a reyes en la b a ta lla , p o b r e F a b r ic io 80 c u a n d o d esp r ec ió 415 el o r o d e P irro ; el d icta d o r S erra n o 81 c o n d u jo su h u m ild e arad o; lo s lic to r e s v ig ila r o n c a b a ñ a s y la s fa sc e s se c la v a ­ r o n en p u ertas d e sa u ce; el c ó n su l r e c o g ió la m ie s y el la ­ b ra d o r aró d u ran te la rg o tie m p o lo s c a m p o s v e stid o c o n la tr á b e a » . E sto s p re c e p to s te d a b a tu p a d re c o m o a q u e l tim o n e l 420 d e u n a n a v e , d e a v a n z a d a e d a d , a l q u e a m e n u d o p u so a p ru eb a el in v iern o c o n su s a b u n d a n tes te m p e sta d e s, a g o ­ ta d o p o r el p o n to y lo s a ñ o s e n c o m ie n d a a su h ijo el g o ­ b i e r n o d el n a v io en el m a r y le e n se ñ a lo s p e lig ro s y las h a b ilid a d es: q u é estrella rig e su m a n o , c o n q u é m a n io b r a 425 p u e d e n ser esq u iv a d a s la s o la s , c u á l es la se ñ a l d e la s to r ­ m e n ta s, cu á l es la p é r fid a tr a ic ió n d el c ie lo se r e n o , q u é rev ela el so l al p o n e r se , h erid a p o r q u é v ie n to la p á lid a lu n a lev a n ta su rostro e n c o le r iz a d o . C o n te m p la a h o ra , ilu s­ tre p a d re, en cu a lq u ier lu g a r q u e b r ille s, y a si te tie n e el círc u lo d el A u s tr o , y a si te m e r e c ie r o n la s h ela d a s O sa s, 430 co n tem p la : tu s d e se o s se h a n c u m p lid o . Y a tu h ijo te ig u a ­ la en m é rito s y , lo q u e es m á s d e se a b le , te su p era a p o y a d o en tu q u e r id o E s tilic ó n , a l q u e tú m ism o d iste al m o rir a lo s d o s h erm a n o s c o m o e sc u d o y d e fe n s o r 82. E n fa v o r d e n o so tr o s n o h a y n a d a q u e él se n ie g u e a so p o r ta r , n in -

80 Cf. Ruf. I, nota 55. 81 Sobrenombre de L. Quincio Cineinato, dictador en el 458 a. C. cuando los ecuos asediaban a Minucio en el monte Álgido. Al ir los sena­ dores a ofrecerle la dictadura, lo hallaron labrando sus propias tierras. Tras haber derrotado a los ecuos y liberado a Minucio, dejó su cargo y se retiró de nuevo a sus labores agrícolas. Parece que no tiene funda­ mento un nuevo nombramiento suyo para este cargo en el' 439 a. C. Para el otro personaje que lleva este sobrenombre, cf. Ruf. I, nota 56. 82 Insiste Claudiano en el tema de la tutela de Estilicón sobre Arcadio y Honorio. Cf. «Introducción», págs. 11-12 y 68-70.

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g ú n p elig ro p a ra sí m ism o q u e él n o q u iera a c o m e te r , n i 435 a d versid ad es d e ca m in o s n i a v a ta res d el mar: su p ie se a tre­ v erá a cru zar la s d e so la d a s a ren a s d e L ib ia y a l d eclin a r la s h ú m ed a s P lé y a d e s 83 su n a v io p en etra rá e n las S irtes g etu la s 84. A éste sin em b a rg o tú le o r d en a s en tre las p rim eras c o ­ sa s calm ar a lo s p u e b lo s sa lv a je s y a p a cig u a r el R in . V u e la 440 él lle v a d o p o r r á p id o s ca b a llo s; sin q u e n in g u n a m u ltitu d r o d ee su s c o s ta d o s a v a n z a p o r d o n d e la fiera R e tia 85 e x ­ tie n d e lo s A lp e s c o r o n a d o s d e n u b es y , ta n g ra n d e es su c o n fia n z a , se acerca sin c o m p a ñ ía a la s rib eras e n e m ig a s. H u b iera s v is to a lo s reyes ap resu ra rse p o r to d o el río a tó - 445 n ito s c o n su s c u e llo s b a ja d o s . A n te n u estr o ca u d illo lo s sig a m b ro s 86 esp a rciero n p o r el su e lo su ru b ia ca b ellera y lo s fr a n c o s 87 c a y e r o n a tierra su p lic a n d o c o n v o z te m e r o -

83 Constelación cuyo ocaso en el mes de noviembre coincide con el mal tiempo. Son las siete hijas de Atlas y de Pleíone que, perseguidas por Orión, fueron transformadas por los dioses en palomas. Posterior­ mente Júpiter las catasterizó. 84 Bajíos de arena, situados frente a la costa de Libia, peligrosos y temidos por los marinos. Había dos: Syrtis maior y Syrtis minor (hoy golfos de Sidra y de Cabes respectivamente). Getulia es una región del noroeste de África. En estos versos parece que hay una alusión a la cam­ paña contra Gildón. 85 Región de los Alpes orientales, entre el Rin y el Danubio. 86 Pueblo de Germania que habitó las riberas del Rin y la Westfalia. 87 Los francos son uno de los pueblos germánicos que aparecen más tarde y uno de los que presentan orígenes más oscuros. A pesar de ello, sería uno de los principales beneficiarios de las invasiones. Desde el siglo XVII la mayor parte de los historiadores ha admitido que los francos sur­ gieron de la agrupación de diversos pueblos establecidos a orillas del Rin inferior. En el siglo m el nombre de francos era ya común a todos los pueblos que habitaban en la orilla del Rin, desde el río Main hasta el mar.

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sa . Se ju ra o b e d ie n c ia a l a u se n te H o n o r io y A la m a n ia 88 450 im p lo r a su p lica n te tu n o m b r e . L le g a r o n lo s terrib les b a sta rn a s 89, lle g ó el b rú c te ro 90, h a b ita n te de la selv a H e r c in ia 91, el cim b ro 92 sa lió d e su s e x ten sa s la g u n a s y lo s g i­ g a n te s c o s q u eru sco s 93 a b a n d o n a r o n e l E lb a . E stilic ó n e s­ c u c h a su s n u m e r o s o s r u eg o s; a sie n te c o n ta r d a n z a tras h a ­ ber sid o su p lic a d o y les o to r g a la p a z c o m o u n g ra n reg a 455

lo . U n tr a ta d o c o n G er m a n ia d io fa m a a lo s a n tig u o s D r u so s 94, p ero c o n u n a gu erra d u d o s a y c o m p r a d o c o n m u -

88 Región de los alamanes o alamanos, pueblo germano del que han derivado las palabras «Alemania» y «alemanes». Se ha discutido su eti­ mología. Algunos autores creen que esta voz procede de alie («todos») y Mann («hombre»), o sea, «todos los hombres», o más bien, «gente de todas las naciones». Lo cierto es que los alamanes, al igual que los francos, surgieron de un reagrupamiento de tribus dispersas. El territorio más antiguo que habitaron fue el comprendido entre el Main y el Danu­ bio. La región de los alamanes tomó finalmente el nombre de Suabia (de uno de los pueblos de la agrupación, los suevos o suavos). 89 Pueblo germánico que se extendió a partir del siglo il a. C. desde el alto Vístula al bajo Danubio. Para la expedición de Estilicón contra ellos en Tracia, cf. Ruf. I, nota 94. 90 Pueblo germánico que habitaba en la región de Münster, entre el Lippe y el Ems. 91 Inmensa selva que recubría la antigua Germania desde el macizo de Erzgebirge o Montes Metálicos hasta el Rín y las Ardenas. 92 Los cimbros fueron un pueblo germánico establecido en la margen izquierda del Elba. Junto con los teutones constituyeron un grave peligro para Roma hasta que fueron derrotados por Mario en los años 102-101 a. C. 93 Pueblo germánico establecido entre el Weser y el Elba. 94 Fundamentalmente por las campañas de Nerón Claudio Druso (38-9 a. C .), hijo del matrimonio de Livia con Tiberio Claudio Nerón, del que se divorció para casarse con Octaviano. Así pues, era hermano del emperador Tiberio y fue padre a su vez de Germánico y del emperador Claudio. Después de numerosas campañas contra los germanos (cf. Dión C a sio , LIV 32 ss.), murió inesperadamente en el año 9 a. C., en plena

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c h o s d esa stres. ¿ Q u ié n recu erd a q u e so lo e l tem o r h a y a v e n c id o al R in? L o q u e o tr o s p u d ie r o n log ra r c o n p r o lo n ­ g a d a s g u erras, e sto te lo o to r g a , H o n o r io , u n a m a rch a de E stilic ó n . T ras la p a z d e la fr o n te ra g a la ex h o rta s a l c a u d illo a 46o q u e repare la ru in a d e G rec ia 95. E l M a r J ó n ic o se c u b re d e n a v es, lo s v ie n to s se e sfu e r z a n p o r cu rvar ta n ta s v e la s , N e p tu n o a c o m p a ñ a c o n o la s p r o p ic ia s a la flo t a q u e v a a salvar C o r in to y el n iñ o P a le m ó n 96, y a h a c e tie m p o d e s ­ terrad o d el lito r a l d el is tm o , regresa a l p u e r to ju n ta m e n te 465 c o n su m ad re sin p e lig r o . E l c a m p a m e n to b á rb a ro n a d a en sangre; es se g a d a la ju v e n tu d cu b ier ta d e p ie le s. P a r te m u ere p o r la s e n fe r m e d a d e s, p a rte p o r la e sp a d a . N o b a s ­ ta n la s esp esu ras d el L ic e o , n o es su fic ie n te y a la a b u n d a n ­ c ia d e so m b ra d el E r im a n to q u e m a d a e n las in n u m e r a b le s piras y el M é n a lo 97, a so la d o p o r la s h a c h a s, se alegra d e 470 q u e h a y a n a rd id o a sí su s b o s q u e s . Q u e É fir a 98 ag ite su s c e n iz a s, q u e el esp a rta n o y el á rc a d e , m á s se g u ro s, m a r ­ c h en c o n su s p ies p o r e n c im a d e lo s m o n to n e s d e cad áv eres y q u e la a g o ta d a G recia resp ire tras h a b er o b te n id o v e n ­ g a n za . T ú y la s fu e r z a s d e tu s c a u d illo s a b a tisteis al p u e b lo m á s e x te n d id o q u e el cu a l n o h a b itó n in g u n o la s escític a s

lucha contra suevos, marcomanos y queruscos (lucha continuada por su hermano Tiberio). El senado le concedió el nombre de Germánico a él y a sus descendientes. 95 Se describe a continuación la segunda expedición de Estilicón a Grecia (397). Cf. «Introducción», pág. 12, y Ruf. II, nota 6. 96 Cf. Ruf. I, nota 21. Se contaba además que el cuerpo del niño fue llevado por un delfín hasta el istmo de Corinto y que su tío Sísifo, hermano de Atamante y rey de Corinto, fundó los juegos ístmicos en honor de Palemón-Melicertes. 97 El Liceo, el Erimanto y el Ménalo son tres montes de Arcadia. 98 Nombre antiguo de Corinto.

228 475

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O sa s, p a ra q u ie n el A t o s era p e q u e ñ o y T r a c ia estrech a c u a n d o lo s cru za ro n , y y a su s raros, su p e rv iv ien te s se la ­ m e n ta n d e sí m ism o s y a q u e llo s a c u y a m u ltitu d el o r b e e n tero a p en a s les o fr e c ió e s p a c io , a h o r a se e sc o n d e n s ó lo en u n a c o lin a . S e d ie n to s y e n c e r ra d o s en su e m p a liz a d a ,

480 b u sc a r o n las a g u a s a rreb a ta d a s. É sta s , a n tes c o n tig u a s al e n e m ig o , las h a b ía a p a rta d o E stilic ó n p o r o tr o cu r so y h a ­ b ía o b lig a d o al río a correr p o r el c a u c e d e sv ia d o , a d m i­ ra n d o la corrien te n u e v o s v a lle s a tra v é s d e d e s c o n o c id o s lu g a res retira d o s. ¿Q u é h a y d e so rp r e n d e n te e n q u e se a v e n c id o to d o lo q u e se o p o n e a ti c u a n d o p o r im p u lso p r o p io el b á rb a ro 485 d e se a y a servirte? E l d isc o r d e sá r m a ta p id e e l ju r a m e n to d e su m isió n a ti, el g e lo n o 99 lu c h a e n tu e jé rc ito tras h a ­ b er a b a n d o n a d o su s tr a ic io n e s y v o s o tr o s , a la n o s 10°, h a ­ b éis a d o p ta d o la s c o stu m b r e s d el L a c io . C o m o elig e s en la guerra a h o m b res v a lie n te s y p rep a ra d o s e n su e sp íritu , a sí esc o g e s en la p a z a h o m b r e s ju s to s , m a n tien e s d u ra n te 490 la r g o tie m p o a lo s e le g id o s y n o lo s a b ru m a s c o n fr e c u e n ­

te s su c e s io n e s. N o s g o b ie r n a n m a g istr a d o s c o n o c id o s y g o ­ z a m o s d e lo s b e n e fic io s d e la p a z y d e la g u erra , c o m o si n o s g o b ern a ra el b e lic o s o Q u ir in o , c o m o si n o s g o b e r n a ­ ra el p a c ífic o N u m a . N o n o s a m e n a z a la e sp a d a , n o h a y n in g u n a m a ta n z a d e n o b le s; n o fo r ja a c u sa c io n e s el v u lg o ; 495

n o s o n e x p u lsa d o s d e la p a tr ia tristes d este rr a d o s. C e sa e l im p ío a u m e n to d e lo s in c e sa n te s trib u to s; n o h a y lista s d esd ich a d a s; n o v e n d e la su b a s ta la s r iq u eza s c o n fisc a d a s; n o c o n v o c a al co m p ra d o r u n a v o z c o d ic io s a n i crece tu te s o r o c o n las p érd id as d e lo s p a rtic u la r e s. E res rep a rtid o r

99 Los sármatas habitaban al norte del Danubio y del Mar Negro. Los gelonos son un pueblo escita. 100 Cf. Ruf. I, nota 91.

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d e a b u n d a n te o r o , p ero ta m p o c o p r ó d ig o . P erd u ra la le a l- 500 ta d n o co m p r a d a y n o o b lig a a lo s esp íritu s el r eg a lo . L as m ism a s tro p a s se esfu e r z a n p o r el é x ito de su h ijo ; el e jé r ­ c ito q u e te crió te a m a . Y en fin , ¡q u é p r e o c u p a c ió n la tu y a p o r R o m a ! ¡C u á n se g u ro p erm a n ece tu resp e to a lo s sen a d o r es! Se a fia n z a el p o d e r d e la s co stu m b r e s d e lo s a n te p a s a d o s, las le y e s 505 r eco b ra n su a n tig u a a u to r id a d , se co r rig en la s v ieja s y se a ñ a d e n o tra s n u e v a s. E l e sta d o d e P a n d ío n 101 e x p e rim e n ­ tó en S o ló n 102 a u n le g isla d o r d e ta l n a tu ra leza ; d e este m o d o la b e lic o sa L a c e d e m o n ia d e sd e ñ ó las m u ra lla s f o r t i­ fic a d a p o r el ríg id o L icu r g o 103. ¿ Q u é in sig n ific a n te p r o c e - 510 so o q u é error ju d ic ia l se d e sc u id a n b a jo tu g o b ie rn o ? ¿ Q u ién m á s ju s to q u e tú en p o n e r fin a lo s p r o c e so s d u d o ­ so s y en sacar d e su s e sc o n d r ijo s la v er d a d o cu lta ? ¡Q u é c le m e n c ia y q u é g ra n rigor! ¡Q u é se r en a fu e r z a de u n g ra n esp íritu , n o fá c il d e agitarse p o r terro r a lg u n o n i p r o p e n sa 515 a adm irar la n o v e d a d ! ¡Q u é sa b ia c a p a c id a d d e e n te n d i­ m ie n to y q u é m o d e r a c ió n d e le n g u a je ! L o s em b a ja d o r e s r e sp eta n tu s resp u esta s y tu ed a d le s q u e d a o c u lta b a jo tu s so le m n e s m o d a le s. ¡C ó m o r e sp la n d ece tu p a d r e en tu r o stro ! ¡Q u é sev e ro g o z o d e tu fren te y q u é e n c a n ta d o r a m a je sta d d e tu p u d o r im p eria l! Y a llen a s el c a sc o d e tu p a d re; y a ta n te a s la la n - 520 z a d e tu s a n te p a s a d o s p a ra b la n d ir ía . T u s c o m ie n z o s p ro 101 Se refiere a Atenas, pues Pandíon es un rey ateniense, el sucesor de Erictonio. Casado con su tía Zeuxipe, fue el padre de Erecteo, Butes, Proene y Filomela. 102 El célebre político, poeta y legislador ateniense. Las reformas so­ ciales de Solón (c. 640 — c. 558 a. C.) tuvieron gran importancia, pues crearon condiciones democráticas y defendieron al pueblo frente a los desmanes y arbitrariedad de la aristocracia. 103 El legendario legislador espartano.

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m e te n u n p o d e r o so b ra z o y s a tisfa c e n lo s d e se o s d e R o m a . ¡Q u é h e r m o so c u a n ta s v e c es a v a n za s a r m a d o c o n el e sc u ­ d o , cu b ierto c o n tu c o r a z a d e e sc a m a s d e o r o , r e sp la n d e ­ cie n te c o n tu p e n a c h o y m á s a lto p o r tu c a sc o ! A s í la s co rrien tes d el R ó d o p e 104 b a ñ a r o n a l n iñ o M a rte cu a n d o 525

su d ó p or prim era v ez c o n su la n z a d e T ra cia 105. ¡Q u é fu e r ­ z a s en tu s ja b a lin a s o , c u a n d o d isp a r a s la s fle c h a s g o rtin ia s 106, q u é a fo r tu n a d o tu a r c o , q u é b u sc a d o r d e la certe­ ra h erid a y d e sc o n o c e d o r d e errar el g o lp e se ñ a la d o ! S a b es

530 d e q u é m o d o d isp a ra su s fle c h a s el c id ó n 107, c o n q u é h a ­ b ilid a d lo h a c e el a r m e n io , q u é c o n fia n z a se p u e d e p o n e r en el p a rto fu g itiv o 108. A s í el A lc id a 109, h e r m o s o c o n el su d o r d e la p a lestra d e A n f ió n 110, s o lía p ro b a r e n la s fie ­ ras la a lja b a y lo s d a r d o s d irc e o s q u e ib a n a v e n c e r u n 535

d ía a lo s G ig a n tes y p r o p o r c io n a r ía n la p a z a l cie lo m ; 104 Monte de Tracia. 105 Marte aparece constantemente asociado con Tracia, región semisalvaje, de clima riguroso, rica en caballos y recorrida por poblaciones guerreras. 106 De Gortina, ciudad de Creta. 107 Los cidones habitaban en el oeste de Creta y eran hábiles arqueros. 108 Legendaria era la pericia de los partos para disparar mientras huían. 109 Hércules, llamado así por ser nieto de Alceo. 110 De Tebas, pues Anfión y su hermano Zeto, los llamados Dióscuros tebanos, hijos de Júpiter y Antíope, ocuparon el trono de esta ciudad tras haber dado muerte a Lico y a su esposa Dirce en venganza por el tratamiento dado a su madre. Dirce fue atada a los cuernos de un toro y arrojada, una vez muerta, a una fuente famosa de Tebas, que de ella recibió su nombre. Así pues, «dardos dirceos» equivale a «dardos tebanos». 111 Con la victoria de los Olímpicos en la Gigantomaquia (cf. III Cons., nota 38). La batalla tuvo lugar en los campos de Flegra (nombre mítico de Palene, la más occidental de las tres penínsulas de la Calcídica, en el noroeste de Grecia). Un oráculo había indicado que era imprescindible para la victoria de los dioses que al lado de ellos combatiese un mortal, condición que se cumplió con la participación de Hércules en la contienda.

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siem p re ib a en sa n g ren ta d o y le lle v a b a lo s d e sp o jo s a A le m e n a 112 q u e se r e g o c ija b a c o n e llo s. A b a tid a p o r u n A p o ­ lo ta l, la o scu ra P itó n 113 en r ed ó e n la s selv a s q u eb ra n ta ­ d a s su s ro sea s m o r ib u n d a s. C u a n d o m o n ta s a ca b a llo y h a c es sim u la c ro s de gu erra , ¿ q u ién es m á s r á p id o q u e tú e n girar la á g il h u id a , q u ié n 540 m á s en érg ic o en la n za r la p ic a o m e jo r e n dar sú b ita s v u e l­ tas? N o p o d rá n igu alarte lo s m a sá g eta s 114 ni el p u eb lo ejer­ c ita d o en la lla n u ra d e T e sa lia 115 n i lo s m ism o s C e n ta u ­ r o s. T e sig u e n c o n d ific u lta d lo s e sc u a d r o n e s q u e te a c o m ­ p a ñ a n , c o n d ific u lta d las tr o p a s q u e v u e la n y a tu esp a ld a 545 lo s im p etu o so s d ragon es se h in ch a n c o n el v ie n to . T an p r o n ­ to c o m o tu c a b a llo se h a e n c e n d id o c o n tu s esp u ela s, a r r o ­ ja n fu e g o su s a n c h o s o lla r e s, n o r o z a su c a sc o las aren a s y su s crin es se esp a rcen p o r su s fla n c o s sa c u d id a s. S u s j a e ­ ces se a g ita n , e l o r o d e su fr e n o h u m e a c o n su s e sp u m e a n ­ tes m o r d isc o s, v ib ra n tes se in u n d a n d e sa n g re su s p ied ra s 550 p r e cio sa s. T e em b e lle c e n el m ism o e sfu e r z o , el p o lv o y la c a b ellera d e so r d e n a d a p o r e l m o v im ie n to . T u v e stid o de r a d ia n te p ú rp u ra a b so r b e la lu z d el s o l, el v ie n to a c u m u la ­ d o o n d u la tu v e stim e n ta p u rp ú rea . S i lo s c a b a llo s elig iera n a su d u e ñ o , p ed iría e sp o n tá n e a m e n te tu s a z o te s A r ío n 116, 555 112 Alcmena, esposa de Anfitrión, es madre de Hércules por su unión con Júpiter, que la engañó presentándosele con la figura corporal de An­ fitrión. 113 Cf. Prob., nota 43. 114 Pueblo escita. 115 Tesalia era una región rica en caballos. 116 Adrasto, que organizó la expedición de los Siete contra Tebas y tomó parte en ella, fue el único de los caudillos que logró salvarse huyen­ do en su divino caballo Aríon. Este animal era hijo de Neptuno y Ceres que, para escapar a la persecución amorosa del dios, había tomado la figura de yegua. Neptuno a su vez se transforma en caballo para unirse a la diosa.

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cria d o en las ca b a lleriza s d e la s N e r e id a s, C íla ro 117 se s o ­ m etería a tu s fren o s tras h a b er d e sd e ñ a d o a C a sto r y J an t o 118 h a b ría d esp recia d o a l r u b io A q u ile s . E l m ism o P é g a s o 119 te o fr ecería su s a la s o b e d ie n te s, te lle v a r ía d e b u e n 560 g ra d o y , s o p o r ta n d o u n p e s o m e jo r , d esd e ñ a r ía la s rien d a s

d e B e le r o fo n te s. M á s a ú n , el r á p id o E tó n 120, m e n sa je r o d e la A u r o r a , q u e c o n su s r e lin c h o s p o n e e n fu g a a la s estrella s y al q u e g u ía el r o sa d o L u c ífe r o 121, c u a n ta s v ec e s te c o n te m p la d esd e lo s a str o s c u a n d o c a b a lg a s, te e n v id ia y p refiere esp u m ea r en tu s d e n ta d o s fr e n o s. 565

¡Q u é v e stim e n ta s h e m o s v is to ta m b ié n a h o r a , cu á n ta s m a ra v illa s d el e sp le n d o r c u a n d o , c e ñ id o y a c o n el m a n to d e A u s o n ia 122, ib a s a tra v és d e lo s p u e b lo s d e lo s lig u res m á s resp la n d ecien te q u e d e c o stu m b r e , eras lle v a d o en a lto p o r en tre tu s tro p a s v e stid a s d e b la n c o y la ju v e n tu d e sc o -

570 g id a lle v a b a la ca rg a d iv in a en su s b r a z o s q u e se e sfo r z a ­

b a n al u n ís o n o ! A s í a c o stu m b r a M e n fis a sacar a su s d iv i­ n id a d e s en p ú b lic o . S a le la e fig ie d e l sa n tu a rio ; e n v erd a d , e lla es p e q u e ñ a , p ero d e b a jo n u m e r o s o s sa c e r d o te s v e s ti­ d o s d e lin o su sp ira n c o n la s a n d a s c o lo c a d a s e n c im a , a te s­ tig u a n d o c o n su su d o r a la d iv in id a d . R e su e n a n c o n lo s 575

sistro s la s riberas d el N ilo y la fla u ta d e E g ip to d e ja oír m e lo d ía s de F a ro s 123. M u g e A p is 124 c o n su s c u e rn o s so -

117 Caballo de Cástor. Cf. V ir g il io , Georg. III 89-90. 118 Janto y Balio son los caballos de Aquiles. Fueron regalo de boda de los dioses a Peleo y Tetis. 119 Cf. Ruf. I, nota 73. 120 Uno de los caballos del Sol. Cf. Ον., Met. II 153-154. 121 La estrella de la mañana. 122 Nombre antiguo de Italia. 123 Isla egipcia próxima, a Alejandría. 124 El buey sagrado adorado en Menfis. Su culto alcanzó carácter nacional y bajo los Ptolomeos y el gobierno de Roma se reconoció ofi-

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m e tid o s. T o d a la n o b le z a , t o d a la d e sc e n d e n c ia del T ib er y d el L a c io a siste a tu s sa g ra d a s c e r e m o n ia s. S e reu n iero n e n u n s o lo lu gar to d o s lo s q u e fu e r o n p ro ceres en el o r b e , p ara q u ien es tú o tu p a d re fu iste is lo s d isp en sa d o r es d e sso su h o n o r . T ú , c ó n su l, está s r o d e a d o d e n u m e r o so s c o n s u ­ lares y te alegras d e ad m itir a lo s sen a d o re s c o m o c o m p a ­ ñ e ro s. T e a c o m p a ñ ó el T a jo c o n su ilu str e d e sc e n d e n c ia , te a c o m p a ñ ó la G a lia c o n su s sa b io s c iu d a d a n o s y R o m a c o n to d o su se n a d o . T u á u reo tr o n o es lle v a d o so b r e lo s c u e ­ llo s d e lo s jó v e n e s y el n u e v o o r n a to h a c e m á s p e sa d o al 585 d io s. L as p ied ras in d ia s a d o r n a n e n reliev e tu v e stim e n ta y p recio sa s hileras d e esm era ld a s v e r d e a n p r o lo n g a d a s . Se e n cu en tra a llí la a m a tista y el r e sp la n d o r del o r o ib ero m o ­ d era el a zu l d el ja c in to c o n su s fu e g o s m iste r io so s. Y n o fu e su fic ie n te en ta l te jid o la sim p le h erm o su ra ; la a g u ja 590 a u m e n ta su m érito y tie n e v id a la o b r a b o r d a d a c o n h ilo s d e m eta l. A b u n d a n te ja sp e v iv ific a lo s a d o r n o s y las p erla s d e la s N ereid a s resp ira n en v a r ia d a s fig u r a s. ¿ Q u é m a g n í­ fic a ru eca p u d o m e d ia n te d e d o s h a cer fle x ib le ta n g ra n ri­ g id ez? ¿O c o n el a rte d e q u é p ein e la só lid a te la to m ó la s 595 h ileras d e p ied ra s p recio sa s? ¿ Q u ién in v a d ió el se n o d e T etis e x p lo r a n d o la s a g u a s in a c c e sib le s d e la c á lid a p r o fu n d i­ d ad ? ¿ Q u ién b u sc ó en tre la s a rd ien tes aren as lo s b ro te s d e ricas algas? ¿ Q u ién u n ió la s p ied ra s p r ec io sa s c o n la p ú rp ura? ¿ Q u ién m e z c ló lo s b r illo s s id o n io s y lo s del M a r 600 R o jo ? L o s fe n ic io s a p o r ta r o n el c o lo r , lo s seres 125 el h ilo , el H id a sp e s 126 el p e s o de la s p ied ra s p r e c io sa s. S i m a rch a -

cialmente. Cuando el animal sagrado moría, se elegía otro; el muerto se momificaba y era sepultado en un período de dolor y ayuno que dura­ ba setenta días. 125 Los chinos, productores de seda. Cf. Prob., nota 40. 126 Río de la India, afluente del Indo.

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ras c o n ta l v e stim e n ta a tra v é s d e la s c iu d a d e s d e M e o n ia , L id ia 127 llev a ría h a c ia ti su s tir so s c u b ie r to s d e p á m p a n o s y N is a 128 tra sla d a ría h a c ia ti su s c o r o s . D u d a r ía n la s o r ­ eos g ía s d e B a c o p a ra q u ién h a c e rse p resa s d el d e lir io . Iría n la s tig resa s a p a cib les b a jo tu y u g o . A s í c o n d u c e su carro L íb er 129 cu b ierto c o n su p ie l d e c e r v a to a d o r n a d a c o n p ie ­ d ras p recio sa s eritreas 130 y g u ía lo s c u e llo s d e su s tig resa s d el C a sp io b a jo lo s y u g o s d e m a r fil. A lr e d e d o r lo s S á tir o s y la s M é n a d e s 131 c o n su s ca b e lle r a s su e lta s e n c a d e n a n a βίο lo s in d o s c o n su h ied ra v ic to r io sa ; el em b r ia g a d o G a n g e s se cu b re c o n lo s p á m p a n o s e n e m ig o s 132. L u e g o el trib u n a l r e so n ó a leg re c o n u n g riterío fa v o r a ­ b le al co m e n z a r tú p o r cu a r ta v e z el a ñ o . L a lib e r ta d h iz o so le m n e s p re sa g io s. L a le y o b se r v a la c o stu m b r e q u e se r e m o n ta a V ín d e x 133 ; es c o n d u c id o a tu p r e sen cia u n es127 Lidia es región de Asia Menor; Meonia es región de Lidia. 128 Ciudad y montaña de la India consagradas a Baco. Tras el enlo­ quecimiento de Ino (cf. Ruf. I, nota 21), Baco fue entregado al cuidado de nodrizas divinas, las ninfas de Nisa. Estas nodrizas lo criaron fielmen­ te y se convirtieron en compañeras y seguidoras del dios. 129 Baco. 130 Orientales, del Mar Rojo, en tanto que éste es llamado «Mar Eritreo». 131 Los Sátiros, compañeros de Baco, son seres con figura semianimal, generalmente con patas, orejas y cuernos de macho cabrío y cola de caballo. También se Ies llama Silenos, Faunos y Silvanos. Para las Ménades, cf. Ruf. II, nota 49. 132 Según una leyenda bastante antigua (cf. E u r í p i d e s , Bacch. 13 ss.), Baco penetró como conquistador muy adentro de Asia. Se pensaba que había llegado en sus conquistas hasta la India. 133 Víndex (o Vindicio) fue el esclavo al que Bruto le concedió la libertad por haber denunciado la conspiración monárquica en la que esta­ ban implicados los propios hijos de Bruto. Posiblemente se trate de una leyenda etiológica para la explicación de la palabra vindicta „que designa­ ba la varita con que el lictor tocaba a aquel a quien se le concedía la

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cla v o lib re d el y u g o d e su se ñ o r y reg resa m á s seg u ro tras 6i5 el grato g o lp e . G o lp e a d a su fren te, d esa p a rece su b a ja c o n ­ d ició n : su s m e jilla s se en r o je c ie r o n p a ra c o n v e rtir lo e n c iu ­ d a d a n o y la d ic h o s a a fr e n ta d e su d e se o c o n c e d id o a p a r ta d e su esp a ld a lo s a z o te s. E l esta d o d e R ó m u lo esp era tie m p o s p r ó sp ero s q u e a c u ­ d irán a tu n o m b r e . L o s e je m p lo s p a sa d o s d a n c o n fia n z a 620 p a ra el fu tu ro : cu a n ta s v e c e s tu p a d re te p u s o al fren te d el cu rso d el a ñ o , le lle g ó el la u rel d e la v ic to r ia . E n o tr o tie m p o lo s g ru tu n g o s 134, a tr e v ié n d o se a cru za r el D a n u ­ b io , a b a tie r o n u n b o sq u e p a r a c o n stru ir b a rca s. T res m il e m b a rca cio n es se p re c ip ita b a n a tra v é s d el r ío llen a s de 625 e sp a n to sa s tr o p a s. S u je f e era O d o te o 135. E l c o m ie n z o d e tu v id a y tu prim er a ñ o d e c ó n su l d e str u y e r o n el in te n to d e ta n g ra n flo ta . L a s n a v e s q u e d a r o n su m erg id a s. N u n c a flo ta n te s cad á v eres a lim e n ta r o n m á s a b u n d a n te m e n te a lo s p eces d el n o r te . L o s cu e rp o s m u e r to s o p r im e n la is la d e 630 P e u c e 136. L a c o rrien te, flu y e n d o p o r c in c o d e se m b o c a d u ­ ras, a p en a s p u ed e vacia r la sa n g re d e lo s b á rb a ro s. Y tu p a d re, r e c o n o c ie n d o tu in flu e n c ia , t e tr a jo la s en o rm e s ri­ q u eza s y lo s d e s p o jo s d el rey O d o te o . B a jo lo s a u sp ic io s d e tu se g u n d o c o n su la d o d a s fin a la gu erra c iv il. E l o rb e te d e b ió lo s d e stin o s d e lo s g r u tu n g o s y la d err o ta d el tira - 635 n o : sie n d o tú c ó n su l, el Istro a rra stró o la s d e sangre; sie n ­ d o tú c ó n su l, tu p a d re cru zó la s m o n ta ñ a s d e lo s A lp e s 137. libertad al mismo tiempo que pronunciaba las palabras rituales. historia de Víndex, cf. Lrvio, II 5. 134 Pueblo que habitaba el bajo Danubio. 135 Rey de los grutungos. Cf. Z ósimo , IV 35. 136 Isla cercana a la desembocadura del Danubio. 137 En estos versos se hace referencia a sendas victorias de conseguidas en los consulados de su hijo Honorio: la victoria grutungos en el 386, año del primer consulado de Honorio (cf.

Para esta

Teodosio sobre los nota 42),

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P e r o en o tr o tie m p o h a b ía s sid o el p r o m o to r d e lo s é x ito s d e tu p a d re, a h o r a serás el p r o m o to r d e lo s tu y o s 640 p r o p io s . S iem p re lle g a r o n lo s tr iu n fo s c o n tu tr á b e a y la v ic to r ia a c o m p a ñ a a tu s fa s c e s. S é , te lo su p lic o , c ó n s u l p e r p e tu o y su p era el n ú m e r o d e c o n s u la d o s d e M a r io y d e l v ie jo A u g u s to 138. ¡Q u é a le g r ía p a r a el m u n d o c u a n d o e l v e llo c o m ie n c e a ex ten d e rse p o r tu r o str o , c u a n d o la n o c h e n u p c ia l llev e d e la n te d e ti la s fe stiv a s a n to rch a s! 645 ¿ Q u ién será la d e stin a d a a ta l le c h o , q u ié n , r e sp la n d ec ien te p o r la p ú rp u ra , irá c o m o em p era triz a lo s a b r a z o s d e ta n gran m arid o? ¿Q u ién , p u e s, lle g a r á c o m o n u era al h o g a r d e tan tas d ivin id ad es p ara ser d o ta d a c o n to d a la tierra y el m ar en tero ? ¡Q u é gran c a n to d e h im e n e o será lle v a d o al m ism o tie m p o a tra v és d e lo s c o n fin e s d el Z é fir o y el E u ro 139 ! 650 ¡O h , si m e fu e r a p o s ib le d irig irle e l c ä n to n u p c ia l a tu le ­ c h o , si m e fu e r a p o s ib le lla m a r te y a p a d re! H a b r á u n tie m ­ p o en q u e tú v e n c e d o r a l o tr o la d o d e la d e se m b o c a d u r a d e l R in y A r c a d io c a rg a d o c o n lo s d e s p o jo s d e la c o n q u is­ ta d e B a b ilo n ia m a rq u éis u n a ñ o c o m ú n c o n u n a t o g a m á s 655 g lo r io sa y e l su e v o d e la r g a c a b e lle ra su d e b a jo tu s fa s c e s y la r e m o ta B a ctra se h o rr o r ic e a n te la s seg u res d e tu h er­ m ano. y la derrota infligida al tirano Eugenio en el 394, cuando su hijo era cónsul por segunda vez. 138 Mario fue cónsul siete veces y Augusto trece. 139 Vientos del Oeste y del Sureste respectivamente.

EPITALAMIO EN HONOR DE HONORIO Y MARÍA

9 PREFACIO C u a n d o el P e lio 1 se a lz a b a a m a n e ra d e tá la m o c o n a rco s e x te n d id o s y su h o sp ita la r ia tierra n o p o d ía c o n ten er a ta n to s d io ses; c u a n d o el su e g r o , se ñ o r d e l m ar 2, y la n u m e r o sa m u ltitu d d e N e r e id a s se e sfo r z a b a n p o r p r o lo n ­ gar lo s d ía s c o n b a n q u e te s y Q u ir ó n 3, tu m b a d o fle x ib le ­ m e n te h a c ia atrás c o n su p a rte tr a n sv e rsa l d e c a b a llo , o fr e ­ c ía a Júp iter la c o p a c o m ú n ; c u a n d o el P e n e o 4 tr a n s fo r ­ m a b a en n écta r su s g élid a s a g u a s y flu ía n esp u m o so s v in o s d e la c im a d el E ta 5, T e r p síc o r e 6 ta ñ ó c o n fe s tiv o s d e d o s su d ó c il lira y g u ió lo s d u lc e s c o r o s a la gru ta . Y n o d e s a ­

1 2 3 Ruf. 4 5 6

Monte de Tesalia, escenario de las bodas de Tetis y Peleo. Nereo, padre de las Nereidas. Cf. Ruf. I, nota 51. El sabio Centauro que vivía en una caverna del monte Pelio. Cf. II, nota 28. El principal río de Tesalia. Monte de Tesalia. Terpsícore («Deliciosa danzante») es una de las Musas.

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g ra d a ro n lo s c a n to s a lo s d io se s n i a l T o n a n te , p u e s sa b ía n q u e la s n u p cia s esta b a n e n c o n c o r d a n c ia c o n lo s ritm o s d e lic a d o s. L o s C en ta u r o s y lo s F a u n o s 7 lo s r e c h a z a ro n . ¿ Q u é p lectro p o d r ía a b la n d a r a R e c o , c u á l c o n m o v e r a l ríg id o F o lo 8? E l sé p tim o d ía se m o str a b a e n el c ie lo y o tr a s ta n ta s v e c e s c o n r e n a cid o s fu e g o s h a b ía v is to H é s p e r o 9 la s d a n ­ z a s d esa rro lla d a s h a sta su fin : e n to n c e s F e b o t o c ó su lira c o n u n p lectro m á s n o b le , c o n el q u e su b y u g a a la s ro c a s, c o n el q u e arrastra a lo s o lm o s , y y a p r o m e te c o n su s sa ­ grad as cu erd a s el n a c im ie n to p r ó x im o d e A q u ile s , y a ca n ta la s m a ta n z a s d e fr ig io s, y a al r ío S ím o is. E l h im e n e o d i­ c h o s o r e so n ó en el fr o n d o s o O lim p o : e l O tris y el O sa 10 r ep iten el n o m b r e d e su so b e r a n a T e tis.

10 EPITALAMIO H a b ía exp erim en tad o el em p era d o r lo s d e sc o n o c id o s fu e ­ g o s d e su v irg en p r o m e tid a y se h a b ía e n c e n d id o en su in ex p e r ie n c ia c o n lo s p r im e r o s a r d o res. P r in c ip ia n te y d e s­ c o n o c e d o r to d a v ía d el a m o r , n o sa b ía d e d ó n d e v e n ía la

7 Para los Centauros, cf. Ruf. I, nota 96. Los Faunos son genios selváticos y campestres, compañeros de los pastores; son equivalentes de los Sátiros griegos (cf. IV Cons., nota 131). 8 Reco y Folo son dos de los Centauros. 9 Héspero o Véspero es la estrella del atardecer. Pero también apare­ ce identificado con Lucífero o Fósforo, estrella de la mañana. 10 Los tres son montes de Tesalia.

EPITALAM IO D E H O N O R IO Y MARÍA

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extrañ a p a sió n n i q u é sig n ific a b a n lo s su sp ir o s. N o le p r e o ­ c u p a n el c a b a llo d e c a z a n i lo s d a r d o s, n i le a p e te c e la n z a r 5 la ja b a lin a . T o d a su m e n te se a p a rta h a cia e l ro stro q u e le m o d e ló a m o r. ¡C u á n a m e n u d o p r o r r u m p ió en g e m id o s d esd e su co r a z ó n ! ¡C u á n ta s v e c e s se e n c e n d ió e n sus m e ji­ llas u n ru b or q u e r e v ela b a su s se c r e to s y su m a n o e scr ib ió sin q u e él se lo o rd en a r a el n o m b r e d ic h o s o ! Y a p rep a ra 10 lo s r e g a lo s p ara su p r o m e tid a y elig e lo s a d o r n o s h e r m o so s — a u n q u e m e n o s q u e el r e sp la n d o r d e M a ría — , t o d o lo q u e lle v a r o n en o tr o tie m p o L iv ia 11 y las e sp le n d o r o sa s m u jeres d e lo s d iv in o s em p e r a d o r e s. S u im p a c ien te esp er a se q u e ja d el retraso y p a rece q u e lo s la r g o s d ía s se in m o v i- 15 liz a n y q u e F e b e n o m u e v e su le n ta ru e d a . A s í la d o n c e lla d e E sc ir o s , to d a v ía d e sc o n o c e d o r a d e l e n g a ñ o , a b ra sa b a al jo v e n A q u ile s 12, e n se ñ a b a a su s m a n o s d e gu errero a estirar lo s h ilo s y p e in a b a c o n su s r o sa d o s d e d o s lo s c a b e ­ llo s d el h é r o e te s a lio , a n te lo s q u e lu e g o se e str e m e c ió el Id a 13. T a m b ié n p r o fie r e e sto s la m e n to s c o n v e r sa n d o c o n s ig o 20 m ism o : « ¿ H a s ta c u á n d o retra sa m is d e se o s m i v en era b le su eg ro ? ¿ P o r q u é p o s p o n e u n irm e c o n la q u e él m e p r o m e ­ tió y rech a za sa tisfa c e r m is c a sta s sú p lic a s? Y o n o b u sq u é u n ro stro en lo s c u a d ro s s ig u ie n d o la lu ju ria y la c o s tu m ­ bre d e lo s reyes, d e m o d o q u e u n a p in tu ra v a a tra v é s 25 d e in n u m era b les h o g a r e s c o m o m e d ia d o r a d iv u lg a n d o la b elleza ; n i c o n fié la d ific u lto s a e le c c ió n d el m a tr im o n io a

11 Esposa de Augusto. 12 Sabiendo Tetis que si Aquiles iba a Troya perecería en aquella gue­ rra, lo llevó disfrazado de mujer a la corte del rey Licomedes, en Esciros, isla del Egeo. Para los amores del héroe con la «doncella de Esciros», cf. IV Cons., nota 66. 13 Monte de Frigia.

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la e n g a ñ o sa cera p a ra elegir u n a m o r in c ie rto d e en tre d i­ versas casas 14. N o arreb a to v io le n ta m e n te lo s la z o s de o tr o m a tr im o n io , sin o q u e in te n to c o n se g u ir la m u jer q u e , p r o ­ m e tid a a m í d esd e h a c e tie m p o y d e ja d a c o m o n o v ia m ía 30 p o r o rd en d e m i p a d re, c o m p a r te c o n m ig o u n a b u e lo c o ­

m ú n p o r el m ism o n a c im ie n to d e su sa n g re m a te r n a 15. S u ­ p lica n te h e d e ja d o a u n la d o m i r e a le z a y m e h e c o m p o r ta ­ d o c o m o u n p reten d ien te . D e sd e m i sa g r a d o p a la c io e n v ié p a ra so lic ita r la a m is p r o c e re s, lo s c u a le s p o s e e n u n a d ig n i­ d a d p r ó x im a a m í. L o c o n fie s o , E s tilic ó n , n o h e p e d id o 35 c o s a s p e q u e ñ a s, p ero en v erd a d las m e r e z c o c o m o em p e ra ­

d o r h ijo d e ese p rín cip e q u e te lig ó a él c o m o y e rn o su y o m ed ia n te la h ija d e su h e r m a n o , p r ín cip e a l q u e d eb es a M a ría . P á g a m e lo s b e n e fic io s de m i p a d re, d e v u é lv e le a la co r te su s m ie m b r o s. T a l v e z su m a d r e se a m á s fá c il d e ro g a r. O h h ija de m i tío — al q u e su c e d í c o m o h ered ero 40 d e su n o m b r e , g lo r ia e x c e lsa d el im p e tu o so E b r o — , h er­

m a n a p o r la estirp e 16, m a d re p o r tu a m o r , a ti fu i c o n fia ­ d o sie n d o n iñ o , crecí en tu r e g a zo y , d e ja d o a u n la d o el p a r to , tú eres m á s b ie n m i F ia d la 17. A s í p u e s, ¿p or q u é sep aras a tu s h ijo s? ¿ P o r q u é n o en treg a s a tu h ija a tu

14 Se alude aquí a la costumbre de elegir esposa sirviéndose de pintu­ ras. Así por ejemplo lo hizo Arcadio con su esposa Eudoxia, de la que le mostró una pintura el eunuco Eutropio para que la eligiera a ella en lugar de casarse con la hija de Rufino (cf. Z ósimo , V 3). 15 Por ser María hija de Serena, prima hermana del emperador Ho­ norio, pues ella era hija de Honorio, el hermano de Teodosio el Grande. El abuelo común es el conde Teodosio (cf. III Cons., nota 14). 16 Pues Teodosio, a la muerte de su hermano Honorio, adoptó a Se­ rena y Termancia, sus sobrinas. A la primera la dio como esposa a su general Estilicón. 17 Madre del emperador Honorio (cf. IV Cons., nota 39).

EPITALAM IO DE HON O R IO Y MARÍA

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jo v e n p u p ilo ? ¿L legará el d ía d ese a d o ? ¿Se m e c o n c e d e r á 45 a lg u n a v ez la n o c h e n u p c ia l 18? » . C o n tales quejas alivia sus h erid as. S on rió A m o r 19, v u e ­ la a través d el m ar c o m o m e n sa je ro p a ra su p lá c id a m a d re y c o n m u c h o o r g u llo d e sp lie g a to ta lm e n te su s alas. A l c o sta d o jó n ic o d e C h ip re le d a su so m b r a u n a m o n ­ ta ñ a esca rp a d a , in tra n sita b le p ara e l p ie h u m a n o , y é sta so d o m in a la m o r a d a d e P r o te o en F a ro s 20 y la s siete b o c a s d el N ilo . A e lla n o se a trev en a cu b rirla las b la n ca s e sc a r ­ c h a s, a ella tem en b a tirla lo s v ie n to s , a ella tie n e n m ie d o d e h a cerle d a ñ o la s te m p e sta d e s. E stá c o n sa g r a d a al p la cer y a V en u s. D e ella e stá n a p a rta d a s la s e sta c io n e s m ás in c le ­ m en tes d el añ o ; allí r ein a la d u lz u r a d e u n a p rim a v era ete r - 55 n a . S u cim a se e x tien d e a m a n e r a d e u n a lla n u ra ; a é sta la r o d e a u n r e cin to d e o r o q u e p r o te g e la p ra d era c o n el

18 Como vemos, Claudiano nos niega que Estilicón haya acelerado el matrimonio. Nos afirma, por el contrario, que se ha opuesto a que se celebre tan rápido. La razón que nos da el poeta sobre esta celebración tan apresurada es la pasión que Honorio siente por María, pasión que no puede contener por más tiempo. La verdad es que Estilicón, mientras se desarrollaba la campaña contra Gildón, había tomado la precaución de casar a su hija María con Honorio, a pesar de que el emperador tenía sólo trece años y la novia apenas doce. Además este matrimonio, según el poeta, había sido ordenado por el emperador Teodosio (cf. vv. 29-30). 19 Eros o Cupido, dios del Amor. En algunas versiones carece de genealogía, pero tenemos otras muchas que le atribuyen las genealogías más divergentes. En numerosas ocasiones, como hace aquí Claudiano, se nos asegura que es hijo de Venus pero no se nos dice quién es su padre. Se le imagina como un niño travieso, alado, armado de arco y flechas que dispara sobre los humanos y a veces contra los dioses. 20 Proteo es una divinidad marina, pastor de focas. Gozaba del don de la profecía y de una capacidad extraordinaria para metamorfosearse. Generalmente vive en la isla de Faros, no lejos de la desembocadura del Nilo.

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a m a rillen to m eta l. M ú lcib er 21, se g ú n c u e n ta n , c o n s ig u ió lo s b e so s d e su e sp o s a m e d ia n te e sta m u r a lla y , co m p la 60

cíe n te c o n e lla , le o fr e c ió e sta fo r ta le z a . D e n tr o b r illa la ca m p iñ a , q u e flo r e c e p e r p e tu a m e n te sin ser e stim u la d a p o r m a n o a lg u n a , sa tisfe c h a c o n el Z é fir o 22 c o m o la b r a d o r , y u n b o sq u e u m b r o s o , en el q u e n o s o n a d m itid o s lo s p á ­ ja r o s si a n tes la d io s a n o a p r u e b a e n ca lid a d d e ju e z su ca n to : el q u e le h a c o m p la c id o , g o z a d e la s ram as; el q u e

65 h a sid o e lim in a d o , se retira. L as fr o n d a s v iv e n p a r a V en u s y to d o s lo s á rb o les a m a n d ic h o s o s e n su tu rn o : la s p a lm e ­ ras se in c lin a n m u tu a m e n te p a ra su u n ió n , el á la m o su sp i­ ra p o r la h erid a d el á la m o , el p lá ta n o re sp o n d e c o n silb i­ d o s al p lá ta n o y el a liso le c o n te s ta c o n e llo s a l a liso . B ro ta n d o s fu e n te s, u n a d u lc e , a m a r g a la o tr a , y c o 70 rro m p en la m iel c o n lo s v e n e n o s m e z c la d o s, co rrien tes d o n ­ d e , seg ú n la tr a d ic ió n , C u p id o a rm a su s fle c h a s 23. J u g u e ­ te a n en la s o rilla s m il h e r m a n o s p r o v is to s d e ca r ca j, ig u a ­ le s en su ro str o , se m eja n te s e n su e d a d , la d u lc e fa m ilia d e lo s A m o r e s 24. A é sto s lo s d ie r o n a lu z la s N in fa s , s ó lo 75

a C u p id o lo en g en d ró la á u rea V e n u s. É l d o m in a a lo s d io s e s, al c ie lo y a lo s a stro s c o n su a rco y n o d e sd e ñ a herir a lo s reyes su p rem o s; lo s d e m á s h ieren a l p u e b lo c o ­ m ú n . Y n o fa lta n la s o tr a s d iv in id a d e s: a q u í h a b ita la L i­ c e n c ia , n o su jeta p o r lig a d u r a a lg u n a , las Ira s, fá c ile s d e

so d o b le g a r , la s V ig ilia s, re b o sa n te s d e v in o , la s in ex p erta s L á g rim a s, la grata P a lid e z d e lo s a m a n te s, la A u d a c ia , t i­ tu b e a n te e n su s p rim ero s h u r to s , el a g ra d a b le M ie d o y el

21 Cf. Prob., nota 17. 22 Viento apacible del Oeste, mensajero de la primaver'a. 23 Cf. nota 19. 24 Amor aparece frecuentemente pluralizado. En realidad no hay una clara distinción entre la pasión amorosa y el dios que la simbolizaba.

EPITALA M IO D E HO N O R IO Y M ARÍA

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in seg u ro P lacer; v u e la n ta m b ié n lo s la s c iv o s P e rju rio s c o n alas ligeras; entre e llo s la d e sv e rg o n za d a Ju v en tu d co n arro­ g a n te cu e llo e x p u lsa d el b o s q u e sa g r a d o a la V ejez. A lo le jo s el p a la c io d e la d io s a h a c e cen tellea r su s ra­ y o s y resp la n d ece v erd e p o r la se lv a q u e e stá d e la n te . E l d io s d e L e m n o s 25 c o n str u y ó este p a la c io ta m b ié n c o n p ie ­ d ras p recio sa s y o r o , a ñ a d ie n d o su a rte al v a lo r de la m a ­ teria , y p u so b a jo v ig a s d e e sm e r a ld a c o lu m n a s co rta d a s de b lo q u e s d e ja c in to . S e a lz a n m u r o s de b e rilo y p u lid o s u m b ra les d e ja sp e y en el su e lo se p is a d e sd e ñ a d a el á g a ta . E n m e d io , u n rico p a tio c o n tierra fra g a n te p ro d u c e c o s e ­ ch a s o lo r o sa s: a q u í se h in c h a n en su p le n o d esa r ro llo las flo res d el d u lce a m o m o , a q u í la s d e la la u r é o la y el c a n e lo d e P a n c a y a 26; y n o se le c u b r en d e h o ja s la s fle x ib le s ra ­ m a s al se c o c o s to y el b á ls a m o se esp a rce le n ta m e n te p o r e l á rb o l q u e lo rezu m a . A llí p en etra A m o r , a leg re y m á s a r ro g a n te en su s p a ­ s o s , d esp u és q u e se d e sliz ó y reco rrió c o n su s a la s el la r g o c a m in o . E n to n c e s p o r c a su a lid a d V e n u s arreg la b a su c a b e ­ llera sen ta d a en su r e sp la n d e c ie n te tr o n o . A su d erech a e izq u ierd a esta b a n d e p ie su s h erm a n a s id a lia s 27. U n a le 25 Vulcano, el dios del fuego, el herrero divino y artífice de toda clase de objetos. Fue precipitado del cielo, bien por su madre Juno porque había nacido cojo, bien por Júpiter porque había ayudado a Juno en una de las disputas de ésta con su esposo. En esta segunda versión vino a dar en tierra, en la isla de Lemnos, isla del Egeo, donde fue acogido amablemente. Es un dios que tiene una estrecha relación con los volcanes (por ello su fragua se sitúa en la misma Lemnos, Sicilia o Lípari, islas volcánicas todas ellas). 26 Región de Arabia Feliz. 27 Las Gracias, hijas de Júpiter y la Oceánide Eurínome. Compañeras de Venus, son símbolos de todo encanto, belleza y atractivo. En Hesíodo son tres: Aglaya («la Resplandeciente»), Eufrósina («Alma Bella») y Ta­ lia («la Floreciente»), Idalia es una ciudad de Chipre consagrada a Venus.

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d erram a u n a llu v ia a b u n d a n te d e n éc ta r , o tr a recorre la s d iferen tes d iv isio n e s d e su c a b e llo c o n su p e in e d e m a r fil d e n u m ero sa s púas; p e r o la tercera le h a c e p o r d etrás d i105 v ersa s tren za s y sep a ra lo s b u c le s e n el o r d e n d e b id o , d e ­

ja n d o c u id a d o sa m e n te u n a p a rte su elta : m á s le fa v o r e c e e ste d e sa liñ o . Y n o n e c e sita b a su r o str o d el v e r e d ic to d el e sp e jo . Ig u a lm en te es r e p r o d u c id a su im a g e n e n to d o el p a la c io y se r e fleja a d o n d e q u ie r a q u e d irige su m ira d a . M ien tra s ex a m in a to d o s lo s d e ta lle s y a p r u e b a su b e lle z a , 110 c o n te m p la la so m b ra d e su h ijo q u e lle g a y , a b r a z a n d o

al fiero n iñ o en su se n o p e r fu m a d o d e a m b r o sía , le dice: « ¿ P o r q u é sien tes ta n ta aleg ría ? ¿Q u é b a ta lla h a s e n ta b la ­ d o c o n a fá n , b rib ón ? ¿ Q u ién su c u m b ió a tu s d a rd o s? ¿ H a s o b lig a d o o tr a v e z al T o n a n te a m u g ir en tre la s n o v illa s sid o n ia s 28? ¿O has so m e tid o a l T itá n 29? ¿O a tra es d e n u e115 v o a la L u n a a la c u e v a d e u n p a sto r 30? P a r e c e s h a b er

v e n c id o a u n fie r o y p o d e r o so d io s » . C o lg a d o d e lo s b eso s d e su m a d re, él le r e sp o n d e: « A lé ­ g ra te, m ad re; h e m o s c o n se g u id o u n a g ra n v ic to r ia . Y a h a ex p e r im e n ta d o H o n o r io n u e str o a r c o . C o n o c e s a M a ría y a su p a d re, el c a u d illo q u e p r o te g e c o n su la n z a a lo s g a lo s 28 Se alude al rapto de Europa, princesa fenicia, pues era hija de Agénor, rey de Tiro. Júpiter tomó la figura de un toro blanco y manso, presentándose en la playa donde se encontraba Europa entretenida con otras compañeras. Al principio se asustan, pero finalmente la princesa acabó subiéndose a los lomos del animal. Entonces Júpiter la transportó a Creta donde se unió a ella y la dejó encinta de tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón. 29 El Sol, que tuvo múltiples aventuras amorosas, si bien es cierto que no tantas como las de Júpiter. Su consorte especial es la Oceánide Perse o Perseide; mediante ella fue padre de Eetes, Circe, Pasífae, etc. Pero hay además varias amantes del Titán: Clímene, Clitie, Rode, etc. 30 Alusión a los amores de la Luna con Endimión, pastor de extraor­ dinaria belleza. De esta relación nacieron cincuenta hijas.

EPITALAM IO D E HON O R IO Y MARÍA

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y a Ita lia , y n o te es d e sc o n o c id a la fa m a ilu stre de S eren a . 120 D a te prisa; a p ru eb a las sú p lica s im p er ia le s, c o n c ie r ta este m a tr im o n io » . C iterea 31 a p a rtó al h ijo d e su r e g a z o , su jeta p resu ro sa su s c a b e llo s, le v a n ta su m a n to flo ta n te y se ciñ e el c in to v iv ie n te p o r su d u lc e p o d e r d iv in o , c o n el q u e a p la ca a 125 las co rrien tes a crecen ta d a s p o r la s llu v ia s, c o n el q ue a p a ­ c ig u a al m a r, c o n el q u e c a lm a a lo s v ie n to s y a lo s e n fu r e ­ c id o s ra y o s. C u a n d o se d e tu v o ju n to a l lito r a l, les d ic e a su s p e q u e ñ o s p u p ilo s: « ¿ Q u ié n será, n iñ o s , el q u e , d e sliz á n d o se e n las c r ista li­ n a s a g u a s, h a g a v en ir a q u í a l r á p id o T r itó n 32 p ara q u e m e llev e en su lo m o a tra v és de a lta m ar? N u n c a h a b r á 130 v e n id o c o n ta n to p r o v e c h o p a ra m í. S a g ra d o es el m a tr i­ m o n io q u e in te n ta m o s . B u sc a d lo to d o s c o n m u ch a r a p i­ d e z, y a si h a c e reso n a r c o n su c o n c h a el m a r de L ib ia , y a si h ien d e la s a g u a s d e l E g e o . E l q u e lo en cu en tre y lo tra ig a , ése recibirá c o m o r e c o m p e n s a u n carcaj de o r o » . ' H a b ía d ic h o , y lo s e x p lo r a d o r e s se la n z a n a p a r ta d o s 135 en g ru p o s esp a r c id o s. T r itó n a v a n z a b a b a jo la s o la s del m a r d e C á rp a to s 33 e in te n ta b a a lca n z a r a C im ó to e 34 q u e se le resistía . E lla te m e al m o n s tr u o , se o c u lta a l p e rse g u i­ d o r y se escu rre h ú m e d a d e su s v ig o r o s o s b r a z o s. U n o de

31 Venus, que al nacer de la espuma- del mar, pasó junto a Citera, isla del sur del Peloponeso que poseyó un famoso santuario de la diosa. 32 Figura menor de la mitología, que a veces es uno solo y a veces aparece pluralizado. Es hijo de Neptuno y Anfitrite y vive en el fondo del mar, en el palacio de oro de sus padres. En cuanto a su forma, es humano desde la cintura hacia arriba y tiene forma de pez desde la cintu­ ra hacia abajo. Se le representa tocando, a modo de trompa, una concha o caracol marino. 33 Isla del Egeo, situada entre la de Creta y la de Rodas. 34 Cimótoe («Rápida como las olas») es una de las Nereidas.

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lo s A m o r e s tras h a b erlo d iv isa d o d ijo : « E h , v u estr o s fu r ti­ v o s a m o res n o p u d ie r o n q u ed a r o c u lto s en la s p r o fu n d a s a g u a s. D isp o n te p a ra tra n sp o rta r a n u e stra d u eñ a : p o s e e ­ rás — re c o m p e n sa n o p e q u e ñ a d e tu tr a b a jo — fá c ilm e n te a C im ó to e , q u e a h o r a te e sq u iv a . V e n p a ra o b te n er este p r e m io » . E l terrib le m o n s tr u o se a lz ó d e sd e el a b ism o . S u s u n d o ­ so s ca b ello s barrían su s b r a z o s. C o n c a sc o s p a rtid o s en d o s e x ten d ía su s v ellu d a s p a ta s p o r d o n d e la b a lle n a se h a u n i­ d o c o n el h o m b re. T res v e c e s m o v ió su p ec h o ; y a en el cu arto d esliza m ien to su rca b a las aren as de P a fo s 35. L a b e s­ tia se e n co rv a p o r d etrá s a m a n e r a d e a rco p a ra d a rle s o m ­ b ra a la d io s a . E n to n c e s su d o r so , q u e e sta b a á sp er o p o r el v iv id o m ú rice, fu e a b la n d a d o c o n p u r p ú r e o s c o jin e s: en e sta c u ev a n a v eg a a p o y a d a V en u s; la s n iv e a s p la n ta s d e su s p ies r o za n la su p erfic ie d e l a g u a . U n a la d o c o r te jo d e A m o r e s la sig u e en u n a g ra n e x te n s ió n y sus c o r o s a g ita n e l m ar a p a cib le. P o r to d a la m o r a d a d e N e p tu n o h a y g u ir­ n a ld a s esp a rcid a s. J u eg a L e u c o te a , la h ija d e C a d m o , y P a le m ó n rige su d e lfín c o n fr e n o d e r o sa s 36. N e r e o e n tre­ la z a a ltern a tiv a m en te a lg a s c o n v io le ta s . G la u c o 37 su je ta su c a b e llo b la n c o c o n p la n ta s im p erec e d e ra s. Y ta m b ié n

35 Ciudad de la isla de Chipre donde había un célebre templo de Venus. 36 Para Leucotea y Palemón, cf. Ruf. I, nota 21 y IV Cons., nota 96. Ino, posteriormente convertida en la diosa Leucotea, era hija de Cad­ mo y Harmonía. 37 Glauco es un pescador de Antédone, en Eubea, que, al ver que los peces que habla pescado revivían y huían de nuevo al mar por el contacto con la hierba en la que los había depositado, mordió aquella hierba y sintió un irresistible impulso de sumergirse en el mar. Así lo hizo y fue recibido como compañero por las divinidades marinas. La parte inferior de su cuerpo se transformó en una cola de pez y él mismo pasó a ser una deidad del mar.

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la s N ereid a s a c u d ía n tras h a b er o íd o el ru m o r tr a n sp o r ta ­ das p o r v ariad as b estia s — a u n a , c o n su p a rte d e p ez e n r o ­ lla d a , la lle v a en a lto u n a tig r e sa d e T a r te so , m o n str u o d el O céa n o ; a o tr a u n fe r o z ca rn er o , terror d el E g e o , c a ­ p a z d e ro m p er la s n a v es c o n su te stu z ; o tra flo t a su sp e n d i­ d a d e u n a le o n a a zu la d a ; o tr a es arra stra d a a b ra z a n d o a u n verd e n o v illo — y a p o r fía c o lm a n d e sin g u la res r e g a lo s a este m a tr im o n io . C im ó to e tra ía u n c e ñ id o r , G á la te a un extraord in ario collar y E sp á ta le u n a d ia d em a en g a sta d a co n p esa d a s p erla s q u e ella m ism a h a b ía c o g id o en las ro ja s p r o fu n d id a d e s. D o t o se su m er g e r e p e n tin a m e n te y arra n ca corales: era u n a ram a flex ib le m ien tras ascien d e p or el agu a. H a b ía sa lid o d e las ola s: fu e p ie d r a p r e c io sa 38. E sta d esn u d a m u ltitu d r o d e ó a V en u s y a p la u d ien d o la sig u en al m ism o tie m p o c o n ta le s p a la b ra s: « T e su p lic a ­ m o s q u e tú , n u estra rein a , le llev e s e sto s a d o r n o s, e sto s reg a lo s n u estro s a la em p era triz M a r ía . D ile q u e n u n c a lo s c o n sig u ie r o n ta les T etis 39 n i n u e stra h erm a n a A n fitr ite 40 cu a n d o se c a só c o n n u estr o Jú p iter 41. Q u e la jo v e n h ija d e E stilic ó n sie n ta a l m ar c o m o d e v o to su y o y r e c o n o z c a a l p o n to c o m o su sierv o . N o s o tr o s h e m o s arra stra d o la flo t a d e su p a d re, esp era n z a de la p a tria v ic to r io sa , c u a n ­ d o se d irig ía c o m o v e n g a d o r a lo s o p r im id o s a q u e o s» . Y a T ritó n h a b ía h e c h o lleg a r su e sp u m e a n te p e c h o a la tierra d e lo s ligu res y h a b ía e x te n d id o sus fa tig a d o s a n i38 Cimótoe, Galatea (sin etimología clara), Espátale («Deliciosa») y Doto («Dadivosa») son nombres de Nereidas. Para Cimótoe, cf. nota 34. Galatea es la hermosa nereida amada por Polifemo. A excepción de Espátale, las otras tres aparecen en el catálogo de Hesiodo (Theog. 240-264). 39 La nereida, esposa de Peleo y madre de Aquiles. 40 También una nereida, esposa de Neptuno y madre de Tritón (cf. nota 32). 41 Neptuno, soberano del mar.

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lío s p o r la s a g u a s. In m e d ia ta m e n te la d io s a lle g a v o la n d o p o r lo s aires a la c iu d a d fu n d a d a p o r lo s g a lo s , c iu d a d q u e m u estra la p ie l d e u n cerd o la n u d o 42. L a s n u b es se 185 retiran im p e lid a s p o r la lle g a d a d e V e n u s y b rilla n lo s A l­ p es c o n lo s p u ro s A q u ilo n e s 43. L o s s o ld a d o s n o sa b e n d e ­ cir el m o tiv o d e su a leg ría y sin em b a r g o se a leg ra n . L a s in sig n ia s d e M a rte e n r o je c e n c o n flo r es y la s la n z a s c o b r a n v id a c o n sú b ita s fr o n d a s . E lla se d irig e a su e jé r c ito c o n ta le s p alab ras: 190

« C o m p a ñ e r o s m ío s , a p a rta d p o r u n m o m e n to a G r a d i­ v o 44 p a ra q u e e l p a la c io esté c o n sa g r a d o s ó lo a m í. L e jo s e l íg n e o h orror d e la s c o r a z a s y q u e la v a in a o c u lte la s esp ad as am en azad oras. Q u e p erm a n ezca n in m ó v iles las ág u i­ la s b e lic o sa s y lo s terrib les d r a g o n es: se a líc ito q u e el c a m ­ p a m e n to se so m e ta h o y a m is e sta n d a r te s. Q u e se o ig a la

195 fla u ta en v e z d e lo s cla rin es y q u e la s lira s r e su e n e n d u lc e y a leg re m en te en lu g a r d e l estr é p ito d e la s tr o m p e ta s. Q u e se celeb r en b a n q u e te s h a sta e n la s m ism a s gu a rd ia s; q u e la s crateras e sp u m een e n m e d io d e la s a rm a s. Q u e la m a ­ je s ta d im p eria l relaje su terrib le o r g u llo y q u e e l p o d e r , n o sin tie n d o in d ig n a c ió n p o r te n er a la p le b e c o m o c o m p a 200 ñ era , m e z c le a lo s p ro ceres c o n la m u ltitu d . Q u e el p la cer

se lib ere d e su s rien d a s y q u e n o le d é v e r g ü en z a a las sev era s ley es son reír.

42 Se trata de Milán, cuyo nombre latino es Mediolanum. Cf. I s i d . , Orig. XV 1, 57: Vocatum autem Mediolanum ab eo quod ibi sus medio lanea perhibetur inventa («Se la denomino Mediolanum porque —según se cuenta— allí se encontró una cerda cubierta de lana en su mitad»). Así mismo, S i d o n . A p o l ., Epist. VII 17, 2 v . 20: ...et quae lanigero de sue nomen habent («... y las [regiones] que tienen su nombre a partir de un cerdo cubierto de lana»), 43 Vientos del Norte. 44 Marte. Cf. Prob., nota 22.

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T ú , H im e n e o 45, elig e la s fe stiv a s a n to rch a s; v o so tr a s, G racias 46, la s flo res; tú , C o n c o r d ia 47, teje d o s c o r o n a s. V o s o tr o s , ejército a la d o , a p r e su r a o s en d iv e rso s g r u p o s a d o n d e q u ie r a q u e o s lla m e la n e c e sid a d y q u e n o o s e n er v e 205 p ereza algu n a: u n o s c o lg a d p a ra la n o c h e q u e v a a lleg a r n u m ero sa s a n to rch a s en lo s so p o r te s d is p u e sto s en ord en ; q u e o tr o s se d irija n a cu b rir las r e sp la n d e c ie n te s ja m b a s c o n el m irto q u e m e está c o n sa g r a d o ; u n o s r o c ia d el p a la ­ c io c o n a g u a p e r fu m a d a d e n écta r y q u e m a d e n las lla m a s 210 u n b o sq u e de in cien so sa b eo 48 ; o tro s d esp leg a d sedas a m a ri­ llas d e lo s seres 49 teñ id a s d e a za frá n y ex ten d ed p o r el su elo ta p ices sid o n io s; o tr o s a v u estra v e z p rep a ra d e l le c h o n u p ­ cia l c o n sa b ia h a b ilid a d ; q u e se le v a n te u n d o se l c o n , u n b o r d a d o a d o r n a d o c o n p ied ra s p r e c io sa s y so b r e c o lu m n a s d e d iv erso s c o lo r e s, c o m o la rica L id ia n o se lo e r ig ió a 215 P é lo p e 50 n i las B a c a n te s se lo a lz a r o n a L ie o c o n lo s d e s ­ p o jo s d e lo s in d o s y c o n tu p id o s p á m p a n o s 51. A c u m u la d 45 Dios del matrimonio, invocado habitualmente como protector en la ceremonia nupcial. 46 Cf. nota 27. 47 Pura abstracción. Aparece con frecuencia en las monedas, señalan­ do el término de alguna sedición o guerra civil. Tenía un templo al pie del Capitolio que simbolizaba el acuerdo concertado entre patricios y plebeyos. 48 El país de los sabeos, famoso por sus especias y perfumes, estaba en la Arabia Feliz, hoy Yemen. 49 Los chinos. Cf. Prob., nota 40. 50 Pélope, hijo de Tántalo y hermano de Níobe, es de Lidia, región de Asia Menor. Emprendió viaje a Grecia con el propósito de presentarse como aspirante a la mano de Hipodamía, hija de Enómao, rey de la Elide. Con la ayuda de Mirtilo, auriga de Enómao, venció en la célebre carrera de carros y así consiguió casarse con Hipodamía y hacerse con el trono. 51 Las Bacantes son las mujeres que toman parte en las orgías de Baco. Lieo es un sobrenombre del mismo Baco; significa «El que relaja».

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a llí to d o s lo s d e s p o jo s d e su s a n te p a sa d o s: to d o lo q u e su a b u e lo , el T e o d o s io m á s v ie j o , c o n s ig u ió d e lo s m a u r o s 220

y lo s sa jo n e s v e n c id o s 52, t o d o lo q u e su te m ib le p a d re o b ­ tu v o d e su s in n u m era b les b a ta lla s ju n t o c o n E s tilic ó n c o ­ m o c o m p a ñ e r o , to d o lo q u e d ie r o n e l g e lo n o y el a r m e n io , c u a n to a p o rtó M éro e 53 r o d e a d a p o r el re m o to N ilo , la q u e a d o r n a su c a b ellera c o n fle c h a s, t o d o lo q u e e n v ió el m e d o

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d esd e el T ig ris a q u e m e n io 54 c u a n d o P a r tía c o m p r ó su p li­ ca n te la p a z r o m a n a . Q u e el le c h o se a lc e c o n lo s te s o r o s fa m o s o s y c o n la s riq u eza s d e lo s b á r b a r o s. R e u n id e n el tá la m o to d o s lo s tr iu n fo s » . A s í d ice y se d irige d e im p r o v iso a l h o g a r d e la p r o m e ­ tid a . P e r o e lla , d e sp r e o c u p a d a d e l m a tr im o n io y d e sc o n o -

230 ce d o r a d e q u e se esta b a n p r ep a r a n d o la s a n to r c h a s, g o z a d e la c o n v e r sa c ió n d e su d iv in a m a d r e, a b so r b e la s v ir tu ­ d e s m a tern a s, ap ren d e lo s e je m p lo s a n tig u o s d e l p u d o r y n o d e ja d e leer, sie n d o m a e stra su m ism a m a d r e , lib ro s la tin o s o g r ie g o s, t o d o lo q u e c a n tó el v ie jo d e M e o n ia 55 235 o el tr a c io O r fe o o S a fo c o n su p le c tr o d e M itile n e — a sí L a to n a a c o n se ja a T riv ia 56; a sí la d u lc e M n e m ó s in e le d a e n su gru ta la s le c c io n e s a la d ó c il T a lía 57— : c u a n d o c o ­ para la conquista de la India por parte del dios del vino, cf. IV Cons., nota 132. 52 Cf. III Cons., nota 14, y IV Cons., nota 13. 53 Isla del Nilo, en Etiopía. 54 Persa, pues Aquemenes es el fundador de la dinastía persa de los Aqueménidas. 55 Homero, del que se decía que había nacido en Esmirna, ciudad de Meonia. 56 Sobrenombre de Diana, en cuanto que es adorada en los cruces de caminos (cf. R u f I, nota 43). Para Latona, madre de Diana, cf. Prob. , nota 41. 57 Talía («Floreciente») es una de las Musas, de las que son padres Jupiter y la Titánide Mnemósine («Memoria»),

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m e n z ó a a u m en ta r a lo le jo s u n b r illo , a recorrer la a tó n ita m o r a d a u n aire m á s a g ra d a b le y a esp a rcirse u n g ra to p e r­ fu m e de c a b e llo s. P r o n to lle g ó la v erd a d era c o n fir m a c ió n 240 d e e llo y r e sp la n d eció la d iv in id a d . V en u s se d etien e e stu ­ p e fa c ta . O ra a d m ira el r o str o d e la h ija , o r a a la n iv ea m a d re c o n su ru b ia ca b e lle r a . U n a es se m e ja n te a la lu n a s ó lo crecien te; la o tr a , a la lu n a llen a : c o m o crece c a su a l­ m en te u n lau rel jo v e n a la so m b r a d e su v er d e m a d r e y 245 y a p e q u e ñ o p r o m e te in g e n te s ra m a s y fr o n d a s u n d ía en el fu tu ro ; o c o m o en u n m ism o ta llo rein a n d o s r o sa s a tra vés d e y u g a d a s en P a e s to 5S; u n a se abre a l e sp a c io d e ­ sa rro lla d a p or el m u c h o tie m p o y lle n a de r o c ío s p r im a v e ­ rales; la o tr a e stá o c u lta e n su c a p u llo y n o se atrev e a 250 recibir lo s ra y o s d el so l en su s tie r n o s p é ta lo s. P e r m a n eció en p ie C iterea 59 y sa lu d a d u lcem en te a M a ­ ría: « S a lu d , h ija v en era b le d e la d iv in a S eren a , d e sc e n d e n ­ c ia d e gran d es reyes y d e stin a d a a dar a lu z reyes. P o r ti h e d e ja d o m i m o r a d a d e P a fo s 60 y C h ip re, p or ti m e h a a g ra d a d o cu m p lir ta n to s tr a b a jo s y cruzar ta n ta e x te n - 255 sió n d e m ar, p a ra q u e n o so p o r te s m á s , h a rto in s ig n ific a n ­ te , u n h o g a r p r iv a d o n i el jo v e n H o n o r io a lim e n te u n fu e ­ g o p r o lo n g a d o p o r larg o tie m p o .. A c e p ta el d estin o d e tu lin a je, recu p era la d ia d e m a p a ra le g a r la a tu s h ijo s y v u e l- 260 ve d e n u e v o a este p a la c io d e d o n d e sa lió tu m a d re . Im a g i­ n a q u e n o e x istiese n in g ú n la z o de p a ren te sc o : a u n q u e h u ­ b ie ses sid o ex tra ñ a al em p e r a d o r , p o d r ía s lo g ra r el im p e rio c o n ta l b e lle z a . ¿ Q u é fa z es m á s a p r o p ia d a p a r a el cetro ? ¿ Q u é r o stro será m á s d ig n o d e p a la c io ? L as r o sa s n o ig u a - 265 la n a tu s la b io s, n i la n ie v e a tu c u e llo , n i la s v io le ta s a

58 Ciudad costera de Lucania, famosa por sus rosas. 59 Venus. Cf. nota 31. 60 Ciudad de Chipre. Cf. nota 35.

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tu s c a b e llo s, n i las lla m a s a tu s o jo s . ¡C o n q u é e strech a sep a r a c ió n se a cerca lig e r a m e n te la so m b r a d e tu s cejas! ¡Q u é ju s ta m e z c la c o m b in a tu ru b o r y c ó m o tu b la n c u r a 270 n o se lle n a d e e x c e siv o a flu jo d e sa n g re! T r iu n fa s so b r e lo s d e d o s d e la A u r o r a y lo s h o m b r o s de D ia n a ; su p era s y a a tu m ism a m a d re. S i el e n a m o r a d o B a c o p u d o m a rcar e l cie lo c o n la c o r o n a d a d a c o m o d o te 61, ¿ p o r q u é u n a v irg en m ás h e r m o sa n o es c e ñ id a c o n a stro n in g u n o ? Y a 275 te p rep ara B o o te s 62 u n a c o r o n a d e estrella s y el cie lo p r o ­ d u c e y a a stro s en h o n o r d e M a r ía . ¡O h tú , q u e te v a s a u n ir a u n h o m b re d ig n o d e ti y v a s a ser c o p a r tíc ip e d e u n im p e r io ta n gra n d e a tra v és d el o rb e! Y a el Istro 63 te v en era rá , la s n a c io n e s a d o r a r á n tu n o m b r e . Y a el R in y el E lb a será n tu s e sc la v o s. Irás c o m o rein a en m e d io d e 280

lo s sig a m b ro s 64. ¿ P a ra q u é en u m era r lo s p u e b lo s y las retirad as reg io n e s a tlá n tic a s d el O c é a n o ? A l m ism o tie m p o recibirás c o m o d o te el m u n d o e n te r o » . D ijo , y lo s a d o r n o s q u e p o c o h a le h a b ía n d a d o e n tu ­ sia sm a d a s la s N ereid a s lo s a ju s ta a su c u e llo y a sus b ri­ lla n te s m ie m b r o s. E lla m ism a le se p a r a la ca b eller a c o n

285 la a g u ja , le ciñ e su v estim en ta ; e lla m ism a le d isp o n e el v e lo n u p cia l en su s v irgin a les c a b e llo s. Y a re su en a el a c o m ­ p a ñ a m ie n to a n te la s p u erta s y r e sp la n d ec e la ca rro za q u e v a a llevar a la a u g u sta n o v ia . Y a el em p e ra d o r a rd e en d e se o s d e ir a su e n cu en tr o y a n sia q u e el le n to so l se reti61 Según la versión más extendida, cuando Teseo, tras haber dado muerte al Minotauro, regresaba a Atenas llevando consigo a Ariadna, abandonó a ésta en la isla de Naxos. Ariadna abandonada fue encontra­ da por Baco, que se casó con ella. El dios le entregó como regalo de bodas una corona que luego fue catasterizada en la llamada Corona Boreal. 62 La constelación del Boyero. Cf. III Cons., nota 41. 63 El Danubio. 64 Pueblo de Germania que habitó las riberas del Rin y la Westfalia.

EPITAXAMIO D E HO N O R IO Y MARÍA

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re: n o de o tr o m o d o un c o r c e l d e b u e n a ra z a , al q u e el e flu v io d e la p a sió n tu rb ó p o r p rim era v e z , recorre v o la n - 290 d o la s lla n u ras d e F a rsa lia 65 o r g u llo so y sa c u d ie n d o su b e lla crin en su cerv iz en c o r v a d a y c o n su r elin c h o rec la m a lo s c o n o c id o s río s c o n sus o lla re s e n c e n d id o s . L a e sp e r a n ­ z a d e a u m e n to d e la m a n a d a ca u tiv a a su s d u e ñ o s y las y e g u a s se a legran c o n su b e llo c o m p a ñ e r o . E n treta n to el ejé r c ito , d e ja d a s a u n la d o la s a rm a s, s e 295 r e g o c ija v e stid o d e b la n c o e n to r n o a l su e g r o d el e m p e ra ­ d o r . Y n in g ú n p o r ta d o r d e e sta n d a r te s n i so ld a d o c e s a de esp arcir flo res a m a n era d e llu v ia y d e b a ñ a r a su c a u d illo c o n u n a n u b e p u rp ú rea. C o r o n a d o s ta m b ié n de la u r e l y m irto , ca n ta b a n e s to 66: « D iv in o p ad re 67, y a si te a c o g e la b ó v e d a d el O lim p o , 300 y a si resid es en lo s v a lles d e l E lisio 68, p r e m io d e las a lm a s, m ira , E stilic ó n h a c u m p lid o y a la s p r o m e sa s q u e te h iz o . Y a lle g ó el g ra to in te r c a m b io . T e p a g a su m a tr im o n io 69: d e v u elv e el c a sa m ie n to r e c ib id o y restitu y e a l h ijo lo qu e le d io el p a d re. N u n c a te a rrep en tirá s, v e n e r a b le p rín c ip e , 305 d e tu d e c is ió n y n o te e n g a ñ ó tu a m o r en el ú ltim o m o ­ m e n to . É l es d ig n o de q u e tú lo elig ie ra s, d ig n o d e q u e

65 Ciudad de Tesalia. Cf. IV Cons., nota 115. 66 Claudiano pone ahora en boca del ejército un elogio de Estilicón, algo que no es muy comprensible dentro de la estructura tradicional del epitalamio. Pero nuestro poeta también carga su composición de propa­ ganda política. Los temas políticos son introducidos ingeniosamente en el poema. En este elogio se dejan claros los dos pilares en que se apoya la autoridad de Estilicón: la voluntad de Teodosio y el apoyo del ejército. 67 Teodosio el Grande. 68 El Elisio o campos Elisios, lugar de ventura y premio en el mundo subterráneo para las almas piadosas. 69 Cf. nota 16.

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POEMAS

se le en c o m e n d a r a n lo s h ijo s d e ta n g ra n em p e ra d o r y la s rien d as d el g o b ie r n o 70. P o d r ía m o s referir, si H im e n 71 n o lo

p r o h ib iera , la s b a ta lla s q u e lib r ó al p ie d el H e m o 72,

310 la s lu ch a s q u e e n sa n g r e n ta r o n a l E str im ó n 73 h u m e a n te , c u á n c o n o c id o es p o r su e sc u d o , c o n c u á n to ím p e tu fu lm i­ n a al e n e m ig o . A h o r a c a n ta m o s lo q u e es c o n v e n ie n te rela ­ ta r. ¿ Q u ién lo su p era e n el c o n se jo ? ¿ Q u ién es m e jo r en c o n o c e r la m ed id a d e la le y y la ju stic ia ? E n ti se ju n ta 315 lo q u e siem p re e stá a p a rta d o : el b r ío c o n la in te lig e n c ia , la p ru d en cia c o n la fo r ta le z a . ¿ Q u ié n h a y c o n u n a fre n te ig u a l? ¿ A q u ié n le co n v e n d r ía m e jo r e l ra n g o su p r e m o e n R o m a ? ¿ Q u é p e c h o so p o r ta r ía ta n g ra n d es p r e o c u p a c io ­ n es? A u n q u e estés en tre el p u e b lo , to d o el q u e te lle g a a ver ex cla m a : “ ¡A q u í e stá , é ste es E s tilic ó n !” . A s í se p re320 se n ta y m a n ifie s ta el su b lim e a sp e c to d e tu p o d e r , n o c o n

fie r a v o z , n o sim u la d o c o n u n ca m in a r a r ro g a n te n i p é r fi­ d o en su s g e sto s. T o d o lo q u e o tr o s a fe c ta n y se esfu e r z a n p o r fin g ir, e sto te lo c o n c e d e la n a tu r a le z a c o m o u n d o n . B rilla n en ti ju n ta m e n te la m o d e s tia y u n a h e r m o sa severi325 d a d y tu s b la n c o s c a b e llo s a c u d e n p r e su r o so s p a r a e n a lte ­

cer tu v en era b le ro str o . A u n q u e , p o r su erte h a r to d ife r e n ­ te , la g ra v ed a d le c o r r e sp o n d e a la v e je z y la fu e r z a a la ju v e n tu d , a ti te a d o r n a n a m b a s ed a d e s c o n su s c u a lid a d e s p r o p ia s. E l h o m b re q u e tú eres h o n r a a la fo r tu n a . N in g ú n a rm a p a ra d añ ar n i esp a d a m a n c h a d a en el c u e llo d e lo s 330 c iu d a d a n o s . N o p r o v o c a s e l o d io m e d ia n te el terro r n i el fa v o r a flo ja lo s fr e n o s d e la ju s tic ia . T e a m a m o s y te te-

70 De nuevo se alude al tema de la regencia de Estilicón. Cf. «Intro­ ducción», págs. 11-12 y 68-70. 71 Himeneo. Cf. nota 45. 72 Monte de Tracia. 73 Río de Tracia, a la que separa de Macedonia. Hoy se llama Struma.

EPITALAM IO DE HON O R IO Y M ARÍA

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m e m o s ig u a lm e n te .. N u e str o m ism o tem o r te a m a , ju s tís i­ m o in térp rete de la s le y e s, fid e lís im o g u a rd iá n d e u n a p a z g lo r io sa , el m ejo r d e lo s c a u d illo s , el m á s a fo r tu n a d o de lo s p a d res. T o d o s c o n fe s a m o s d eb er y a m á s, m á s a n u e s- 335 tro em p era d o r, p o r q u e él es tu y e r n o , o h h ér o e in v e n c ib le . C íñ ete u n a co r o n a ; in tr o d ú c e te , d e ja d a a u n la d o tu a u to ­ rid a d , en n u estro s c o r o s. .O ja lá el n iñ o E u q u e rio su p ere en v irtu d a su pad re; o ja lá la h e r m o sa T er m a n cia v e a u n c a sa m ie n to se m e ja n te 74; o ja lá sea fe c u n d o el v ien tre d e 340 M aría; o ja lá u n p e q u e ñ o h ijo d e H o n o r io , n a c id o e n la p ú rp u ra, se sien te en la s r o d illa s d e su a b u e lo 7S» .

74 Euquerio, nacido alrededor del 388, es el hijo de Estilicón. Ter­ mancia es la hija menor del caudillo; tras la muerte de María se convirtió en la segunda esposa de Honorio. 75 No fue pequeña tragedia para Estilicón el que el desdichado Hono­ rio no fuese capaz de engendrarle este nieto.

VERSOS FESCENINOS EN HONOR DE HONORIO Y MARÍA

11 FESCENINO I P r ín cip e m ás h e r m o so q u e u n a str o b rilla n te, m ás certero en d isp arar tu s fle c h a s q u e el p a r to , jin e te m ás in d o m a b le q u e el g e lo n o 1, ¿q u é a la b a n za será d ig n a d e tu e le v a d a in te lig e n c ia ? , ¿qué a la b a n za será d ig n a d e tu r e sp la n d e c ie n te b elleza ? 5 L ed a hub iera p referido darte a lu z a ti m ejo r q u e a C ástor 2; T etis te a n te p o n e a su p r o p io A q u ile s; V en u s d esp recia a A d o n is h e c h o v o lv e r de la m u erte 3; ie 1 Pueblo escita. 2 Cástor y Pólux son hijos de Leda. Cf. Prob., nota 51. 3 Mirra, hija de Cíniras, rey de Chipre, se enamoró de su padre y consiguió consumar su incestuoso amor. Pero al fin Cíniras la descubrió e intentó matarla; ella huyó, pidió a los dioses ser transformada y éstos la convirtieron en el árbol de la mirra. De la corteza resquebrajada del árbol emergió Adonis, criatura ya entonces hermosísima. Poco después de haber nacido, Venus se lo confía a Prosérpina, quien después se niega a devolverlo. Acuden ambas divinidades a Júpiter para solucionar la dis­ puta y éste decide que Adonis pase un tercio del año libremente, otro con Prosérpina, y el tercero con Venus. Adonis decidió permanecer con

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POEMAS

17 C in tia d e sd e ñ a a V irb io tr a íd o d e n u e v o a la v id a 4; 8 D é lo s c o n fie s a q u e tú h a s v e n c id o a A p o lo ; L id ia co n sid e r a in fe r io r a L íb er 5. ío C u a n d o d ilig en te a tra v és d e la s a lta s e n cin a s rijas tu co r c e l e x c ita d o p o r la ca z a y tu s c a b e llo s ju e g u e n m o v e d iz o s c o n el v ie n to , p o r im p u lso p r o p io ca erá n a n te tu s d a rd o s la s fiera s, y el le ó n , a leg rá n d o se d e la s h erid a s sa g ra d a s, 15 recib irá la la n z a m á s o r g u llo s o p o r esta m u erte, is C u a n d o d esp u és d el e sfu e r z o q u ier a s, a la so m b r a d e u n v erd e p lá ta n o o e n fr e sc a g ru ta , 20 esq u ivar la S irio

6 d e g ra n ard or

y relajes c o n el su e ñ o tu s fa tig a d o s m ie m b r o s, ¡o h , q u é gran p a sió n a b ra sa rá e n to n c e s a la s D r ía d es 7!, ¡cu á n ta s a rd ien tes N á y a d e s c o n in c ie rto s p a so s te arreb atarán fu r tiv o s b e so s! 25 ¿ Q u ién m á s in c iv iliz a d o q u e lo s sa lv a je s e sc ita s, q u ié n m á s cru el q u e el c o r a z ó n d e la s b e stia s, q u e, c u a n d o te h a y a v is to cerca r e sp la n d e c ie n te ,

la diosa del amor también el tercio libre, con lo cual resultan dos tercios en la tierra y uno en el mundo subterráneo. Ya desde la Antigüedad existe la interpretación alegórica de que Adonis significa el trigo; su per­ manencia con Prosérpina equivale al tiempo en que está bajo tierra antes de germinar y su estancia con Venus corresponde a su ciclo de germina­ ción y maduración. 4 Cintia es Diana, pues el Cinto es un monte de la isla de Délos, donde había nacido la diosa (cf. Prob., nota 41). Virbio es Hipólito resu­ citado, pues Esculapio, a ruegos de Diana, había resucitado al joven. Virbio parece significar «el que ha sido hombre (yir) dos veces (bis)». 5 Baco. 6 Cf. Ruf. I, nota 61. 7 Las Dríades o Hamadríades son las ninfas de las encinas o de los árboles en general. Las Náyades, las de las fuentes y arroyos de la mon­ taña. Para las Ninfas, cf. Prob., nota 46.

VERSOS FESCENINOS A H O N O R IO Y MARÍA

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n o d esee so p o rta r v o lu n ta r ia m e n te la e sc la v itu d , q u e n o c o ja d e b u e n g r a d o la s c a d e n a s y p id a el y u g o p a ra su c u e llo libre? Si a través d e la s cim a s d e l n e v a d o C á u c a so te h u b ieses d irig id o c o n tu h e r m o su r a a las cru ele s A m a z o ­ n a s 8, h u b iera d e ja d o la lu c h a la c o h o r te a rm a d a c o n p e lta s tras h ab er a c e p ta d o su se x o . T a m b ié n , n o a c o r d á n d o se de en tre la s reso n a n tes tr o m p e ta s H ip ó lita

[su p a d re ,

h u b iera d eja d o a u n la d o lá n g u id a m e n te su segu r d isp u esta, en su se m id e sn u d o p e c h o h u b ie r a d e sa ta d o el cin tu r ó n n e g a d o al v ig o r o s o H é r c u le s y tu b e lle z a so la h u b ier a fin a liz a d o la gu erra. D ic h o s a la q u e p r o n to te h a rá su e sp o s o y se u n irá a ti p o r su p rim er a m o r .

12 FESCENINO II V en g a , tierra, r ev estid a e n tera d e p rim avera n u p c ia l, c e leb ra el m a tr im o n io d e tu d u e ñ o .

8 Las Amazonas, hijas de Marte, son un pueblo de mujeres que habi­ tan en la Quersoneso Táurica (hoy península de Crimea) o en las orillas del Termodonte, río de Capadocia, al sur del Euxino: Se unían con ex­ tranjeros solo para perpetuar la raza y criaban únicamente a las hembras. Eran belicosas, hábiles jinetes y arqueras. Hipólita, reina de las Amazo­ nas, tenía un cinturón que le había dado su padre Marte, prenda que Hércules debía conseguir en su noveno trabajo. El héroe se embarcó en compañía de aliados voluntarios y logró su objetivo tras haber dado muerte a Hipólita en la lucha mantenida por los dos bandos.

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POEMAS

Q u e to d o s lo s b o sq u e s ju n to c o n lo s r ío s,

5 que todos los mares canten. A p la u d id , lla n u ra s ligu res; a p la u d id , m o n te s V én e to s; q u e las cim a s d e lo s A lp e s se c u b ra n sú b ita m e n te d e ro sa les 10 y q u e su s n iev es e n r o je z c a n .

Q u e el Á te sis 9 resu e n e c o n la s d a n z a s e n c o r o , p o r en tre su s ca ñ a s el s in u o s o M in c io 10 susurre c o n d u lzu ra y q u e el P o c o n su s a liso s q u e d e stila n is ám b ar r e sp o n d a a r m o n io sa m e n te . Q u e el T ib er resu en e c o n lo s c iu d a d a n o s y a sa c ia d o s en el b a n q u e te y q u e, alegre p o r la s n u p c ia s d e su señ o r , su s siete co lin a s 20 c o r o n e la áu rea R o m a .

Q u e lo o ig a n a lo le jo s lo s ib e r o s , d e d o n d e p r o v ie n e la sa n g re d e l lin a je im p e r ia l, d o n d e u n a c a sa rica e n c o r o n a s d e la u rel, fe c u n d a en em p era d o re s,

25 apenas puede contar sus triunfos. D e a q u í tien e a su p a d re el e s p o s o , d e a q u í tien e la n o v ia a su m a d r e, y , d iv id id o en d o s ram a s, e l lin a je d e lo s C ésares 30 to r n a n u e v a m e n te a su n a c im ie n to flu v ia l. Q u e fr o n d o s a s rib eras a d o r n e n al B etis 11, q u e el T a jo crezca c o n su co r r ie n te d e o r o 9 Río cercano a Venecia, actualmente el Adige. 10 Río que desemboca en el Po junto a Mantua. 11 El Guadalquivir.

VERSOS FESCENINOS A HON O R IO Y MARÍA

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y q u e el crea d o r d e la fa m ilia im p e ria l, O c é a n o , en su s crista lin a s gru tas se reg o cije. Q u e lo s rein o s d e lo s d o s h e r m a n o s, O rien te y O c cid en te, a p la u d a n al m ism o tie m p o . Q u e se d iviertan a p a c ib le m e n te la s c iu d a d e s, la s q u e resp la n d ecen c o n el n a c im ie n to d e F e b o 12 y las q u e b rillan c u a n d o d e c lin a . T o rm en ta s d el A q u iló n , fu r io so s C o r o s, callad ; q u e ca lle el so n o r o A u str o . Q u e s ó lo el Z é fir o rein e so b re este a ñ o de tr iu n fo 13.

13 FESCENINO III E s tilic ó n , ciñ e c o n u n a c o r o n a fle x ib le tu ca b ellera a c o stu m b r a d a a r esp la n d ecer c o n el c a sc o . Q u e d e je n d e so n a r lo s cla rin es y a l fiero M arte p ó n g a lo le jo s la d ic h o s a a n to r c h a n u p c ia l. Q u e la sa n g re sa lid a d e p a la c io v u e lv a de n u ev o al p a la c io . E n tu fu n c ió n d e p a d r e , u n e a tu s h ijo s c o n tu d iestra p o d e r o sa . A n te s h a b ía s sid o y e r n o d e u n em p er a d o r , su eg ro d e u n em p era d o r será s a h o r a , p o r co n tr a . 12 El Sol. Cf. Ruf. I, nota 35. 13 Aquilón, viento del Norte; los Coros, vientos impetuosos del Nor­ oeste; el Austro, viento del Sur; el Zéfiro, viento apacible del Oeste.

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ίο ¿Cuál será ya la locura de los celos? ¿O qué excusa se dará para la envidia? Estilicón es el suegro, el padre es Estilicón.

14 FESCENINO IV A lz a n d o su resp la n d o r id a lio 14 p a ra el tá la m o surge H é sp e r o 15, a m a d o p o r V e n u s. Y a u n in tra n q u ilo p u d o r a z o r a a la e sp o sa , y a el v e lo n u p c ia l d eja v er in g e n u a s lá g rim a s. 5 N o d ejes, jo v e n a m a n te , d e atacar d e cerca , a u n q u e se en c o le r ic e sa lv a je m e n te c o n sus u ñ a s. N a d ie g o z a d el p erfu m e d e la p rim a v era n i d e sp o ja lo s p a n a le s d e l H ib la 16 en su s e sc o n d r ijo s si m ira p o r su fr en te, si te m e lo s esp in o s: ío la esp in a arm a a la s ro sa s, la s a b e ja s p r o te g e n su m ie l. A u m e n ta el g o c e c o n la s a rd u as d isp u ta s y m á s n o s e n cien d e la' V e n u s q u e n o s reh ú y e. M e jo r sa b e el b e so q u e le d a s c u a n d o llo r a . ¡O h , c u á n ta s v eces dirás: « E s to m e es m á s d u lc e 15 q u e ven cer d iez v e ces a lo s r u b io s sá rm a ta s» ! In fu n d id en v u estro s p e c h o s u n a n u e v a fid e lid a d y d a d a v u estro s se n tim ie n to s u n fu e g o d u ra d ero . J u n ta d v u estro s la z o s c o n m a n o s ta n u n id a s c o m o la fr o n d o s a en c in a es a p r eta d a p o r la h ie d ra , 20 c o m o el á la m o es o p r im id o p o r lo s fle x ib le s sa r m ie n to s

14 Idalia es una ciudad de Chipre consagrada a Venus. 15 La estrella del atardecer. Cf. Nupt., nota 9. 16 Monte siciliano famoso por su tomillo y por la miel de sus colmenas.

VERSOS FESCENINOS A H O N O R IO Y MARÍA

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y sin cesar devolveos mutuamente con vuestras lenguas susurros más dulces que los de la lastimera tórtola. Y, cuando los labios unan vuestras almas, que el sueño arrebate vuestro aliento jadeante. Que la púrpura se acalore con vuestros regios abrazos y que otra sangre virginal ennoblezca las telas resplandecientes con el color tirio. Salta entonces victorioso del lecho humedecido mostrando las heridas del combate nocturno. Que las flautas prolonguen sus cantos durante toda la noche y que la multitud, libre de las severas leyes, se regocije más licenciosamente con las bromas permitidas. Soldados, divertios por doquier con vuestros jefes; muchachas, divertios por doquier con los jóvenes. Que este grito resuene por la bóveda etérea, que este grito vaya a través de los pueblos, a través del mar: «El bello Honorio se casa con María».

GUERRA CONTRA GILDÓN

15 E l sur h a sid o r e stitu id o a l im p e r io y la b ó v e d a d el o tr o c ie lo h a sid o d e n u e v o s o m e tid a . L a s d o s p artes del m u n d o se u n e n c o n rien d as c o m u n e s b a jo u n m ism o g o b e r n a n te . H e m o s u n id o E u r o p a a L ib ia . V u e lv e p le n a m e n te la c o n ­ c o r d ia d e lo s d o s h e r m a n o s. E l tercer tira n o 1 su c u m b ió a n te e l v a lo r d e su h ijo H o n o r io , ú n ic a v ic to r ia q u e fa lt ó 5 a la s arm as d e su p a d re. T o d a v ía m i esp íritu se estrem ece y retrasa su m a n ifie s ta a leg r ía m ie n tr a s se q u e d a e stu p e ­ fa c to y v a c ila en d arle c ré d ito a ta n g ra n d e s e o . A ú n n o h a b ía to c a d o n u estro e jé r c ito las rib eras d el C ín ip e 2: y a G ild ó n se h a b ía s o m e tid o . L a v ic to r ia n o se d e tu v o a n te 10 d ific u lta d a lg u n a , n i a n te la d ista n c ia d e tierra, ni a n te el o b stá c u lo d el m a r. L a m ism a v o z n o s a n u n c ia la b a ta lla , la h u id a , la ca p tu ra d e G ild ó n . E l tr iu n fo p rece d ió a la n o tic ia de su gu erra. ¿Q u é d io s — p r e g u n to su p lic a n te — lle v ó a térm in o e sto ? ¿ P u d o ser v e n c id a en ta n p o c o tie m - 1,5

1 Gildón. Los dos tiranos anteriores son Máximo y Eugenio, para los cuales, cf. «Introducción», págs. 9-10. 2 Río de África septentrional.

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POEMAS

po esta sólida y antigua locura? ¿Destruyó la primavera al enemigo al que nos había mostrado el comienzo del invierno 3? Ya Roma, temiendo su destrucción y abrumada por ha­ bérsele negado los cereales 4, se dirigía al umbral del escar­ pado Olimpo, no con su acostumbrado rostro ni como dis20 tribuye leyes a los britanos o somete a los temblorosos in­ dos a sus fasces. Su voz era débil, su marcha lenta y sus ojos estaban abatidos; sus mejillas se hundieron más aden­ tro; su hambrienta escualidez consumió sus miembros. Con dificultad sostiene en sus debilitados hombros su escudo 25 de aspecto descuidado. Muestra su blanco cabello por el casco desencajado y arrastra su lanza llena de herrumbre. Cuando por fin alcanzó el cielo y se postró ante las rodi­ llas del Tonante, profiere afligida tales quejas: «Si mis murallas, Júpiter, merecieron alzarse con augu­ rios perdurables, si permanecen inconmovibles las profe30 cías de la Sibila, si aún no desdeñas la ciudadela Tarpeya 5: vengo suplicante, no para que un cónsul pisotee triun­ fante el A raxes6 o nuestras segures opriman a Susa 7 ar­ mada de carcaj, ni para que clavemos nuestras águilas en las rojas arenas. Esto, esto nos lo concedías antes. Ahora 35 yo, Roma, sólo te pido alimento. Compadécete de tu pue­ blo, padre óptimo. Aparta de nosotros esta hambre angus­ tiosa. Hemos satisfecho tu cólera, si tuviste alguna. He­

3 La victoria sobre Gildón se logró en un cortísimo espacio de tiem­ po. Cf. «Introducción», págs. 37-39. ' 4 Cf. «Introducción», pág. 38. 5 El Capitolio, pues la roca Tarpeya está en esta colina, en la que se alzaba el famoso templo de Júpiter Capitolino. 6 Río de Armenia, actualmente el Aras, tributario del Caspio. 7 Antigua capital de Persia.

G U ERRA C O N TRA GILDÓN

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mos soportado sufrimientos deplorables incluso para los getas 8 y lamentables para los mismos suevos. La misma Partía se horrorizaría ante mis desgracias. ¿Para qué refe­ rir el azote de la peste o las tumbas repletas de cadáveres y las numerosas muertes a causa del aire corrompido? ¿O 40 para qué recordar el río desbordado a través de los tejados y amenazando las cimas de las colinas? Soporté sumergida naves inmensas y experimenté el sonido de los remos y la época de Pirra 9. ¡Ay de mí, adonde han caído las fuerzas del Lacio y el poder de la ciudad! ¡En qué obscuridad nos 45 hemos precipitado poco a poco! Yo florecía en otro tiem­ po con el pueblo armado y con la asamblea de los senado­ res. Sometí a las tierras y sujeté a los hombres con mis leyes. Corrí victoriosa hacia uno y otro sol. Después que el arrogante César se transfirió a sí mismo los derechos públicos, después que nuestras costumbres se debilitaron 50 y, tras haber perdido el hábito de la antigua conducta, me retiré al regazo servil de la paz, por tantos méritos me con­ cedieron Libia y el Nilo para que alimentaran con flotas durante el verano al pueblo soberano y al senado belicoso y los vientos opuestos llenaran nuestros graneros desde am- 55 bos litorales alternativamente. Permanecía segura la salva­ ción: si por casualidad se había negado Menfis, yo com­

8 Los visigodos. Cf. Prob., nota 24. 9 Esposa de Deucalion e hija de Epimeteo y Pandora. En vida de Deucalión y Pirra tuvo lugar el diluvio producido por Júpiter para ani­ quilar a la raza de bronce. Ellos fueron los únicos que se salvaron del diluvio construyendo un arca donde embarcaron con los enseres necesa­ rios. Posteriormente procrearon sin unión sexual una nueva raza huma­ na, cogiendo piedras del suelo y arrojándolas a sus espaldas por encima de sus cabezas; las piedras que arrojaba Deucalión se convertían en hom­ bres y las que arrojaba Pirra en mujeres.

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p e n sa b a el a ñ o de F a ro s 10 c o n la s m ie ses g etu la s n . V e ía en u n a gran e x te n s ió n riva liza r a la s n a v es p o r ta d o r a s d e fr u to y ju n ta rse la s em b a r c a c io n e s p ú n ic a s c o n lo s n a v io s 60 d el N ilo . C u a n d o su rg ió o tr a R o m a 12 se m e ja n te a m í y

la A u r o r a , d iv id id a , a c o g ió ig u a lm e n te las to g a s , la s c o s e ­ ch a s d e E g ip to se fu e r o n h a c ia el n u e v o im p e r io . S ó lo n o s q u ed a b a esp eran za en L ib ia , q u e n o s a b a stecía p en o sa m e n te y c o n d ificu lta d ; u n a e sp e r a n za m a n te n id a s ó lo p o r el N o 65 to 13, n u n c a seg u ra d e l fu tu r o , siem p r e in d ig e n te y q u e ex ig ía la le a lta d d e lo s v ie n to s y d e l a ñ o . T a m b ié n a h o r a m e a rreb ató e sta p r o v in c ia G ild ó n a l fin a l d e l d e c liv e d e l o to ñ o 14. E x a m in a m o s el m a r a zu l c o n sú p lic a s a n g u stio ­ sa s, p o r si v ie n e a lg u n a n a v e , p o r si ta l v e z la v e rg ü e n z a arran có a lg o al p o d e r o so tira n o o el sa q u e o d e jó a lg o atrás. 70 N o s a lim e n ta m o s al a rb itrio d el m a u r o ; se ja c ta d e q u e n o p a g a u n a d eu d a sin o q u e n o s c o n c e d e lo su y o p r o p io y se a leg ra d e o fr ecerm e d ia r ia m e n te a lim e n to c o m o a u n a esclava; c o n o r g u llo b á rb a ro p o n e e n la b a la n z a m i v id a y m i h a m b re, se e n o r g u lle c e c o n la s lá g rim a s d e m i p u e b lo y m a n tien e en su sp e n so el d e stin o d e ta n g ra n ru in a . V e n 75

d e las co se c h a s d e R ó m u lo y p o se e lo s territo rio s c o n q u is­ ta d o s p o r m is h erid a s. ¿ P o r e sta r a z ó n h ic e la gu erra d e ­ p lo ra b le du ran te ta n to s a ñ o s c o n la so b erb ia C artago? ¿ P o r este m o tiv o q u iso regresar R é g u lo 15 tras h a b er d e sp r e cia ­ d o su vid a? ¿E sto se a lc a n z a b a , p a d r e , c o n el d esa stre d e

10 Isla egipcia próxima a Alejandría. 11 Getulia es una región del noroeste de África. 12 Constantinopla, designada como capital en noviembre del 324 e inaugurada en mayo del 330. 13 Viento del Sur. 14 Cf. «Introducción», pág. 38. 13 Cf. IV Cons., nota 77.

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Cannas 16? ¿En vano ardió tantas veces el mar de Hispa- so nia y Sicilia con las trompetas de guerra navales? ¿Inútil­ mente fue mi tierra devastada y tantos generales míos ani­ quilados? ¿En vano se lanzó el cartaginés desde los Alpes franqueados y Aníbal estuvo ya próximo a la atónita ciu­ dad? ¿En verdad contuve la guerra ante mis murallas, pasé 85 noches sangrientas delante de la puerta Colina 17, para que un bárbaro gozara de los sometidos africanos? ¿Para pro­ vecho de Gildón se derrumbó .Cartago tras haber sido ven­ cida tres veces? ¿Esto me originaban los mil desastres de la gimiente Italia y los siglos pasados en guerra, esto Fa­ bio 18 y el valiente Marcelo 19, que Gildón acumulara ri- 90 quezas? Nosotros obligamos al cruel Sifaz 20 a beber vene­ no y arrastramos bajo las cadenas de Mario al fiero Yu-

16 Batalla de la segunda guerra púnica que tuvo lugar en Apulia, jun­ to al río Áufido, en el 216 a. C. En ella Aníbal obtuvo una gran victoria sobre los romanos. 17 Puerta de Roma cercana a los montes Quirinal, Esquilino y Viminal. 18 Quinto Fabio Máximo Cunctátor. Cf. IV Cons., nota 75. 19 Marco Claudio Marcelo, el célebre cónsul del 222 a. C., que derro­ tó en Clastidium a los galos ínsubres dando muerte a su rey Vindómaro y asegurando para Roma la conquista de la Galia Cisalpina. Se distinguió posteriormente en la guerra contra Aníbal y fue el conquistador de Sira­ cusa (211 a. C.). 20 Rey de Numidia occidental, enemigo mortal de Masinisa, rey de Numidia oriental y aliado romano. Se cuenta que uno y otro rivalizaban no sólo por el poder de Numidia, sino también por el amor de la bella Sofonisba o Sofoniba, hija de Asdrúbal, que se casó con Sifaz a pesar de haber estado prometida a Masinisa. Sifaz luchó junto a su suegro contra Publio Cornelio Escipión, Africano el Mayor. Tras ser derrotados los cartagineses en Campos Magnos, cerca de Útica, en el 203 a. C., fue hecho prisionero por las tropas de Cayo Lelio y Masinisa conjunta­ mente.

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gurta, quebrantado por Metelo 21, ¿y serán los númidas de Gildón? ¡Ay, tantas muertes! ¡Ay, esfuerzo mío! Am­ bos Escipiones 22 trabajaron con afán para el gobierno de 95 un nuevo Boco 23. Mauros, habéis vencido con la sangre de Roma. Aquel pueblo belicoso durante largo tiempo, que estuvo al frente del orbe, que otorgaba las trábeas y los cetros, al que las naciones experimentaron horrible en las armas, apacible tras haber sido sometidas, ahora sufre, des­ loo honrado, necesitado, el miserable suplicio de la paz y, no circundado abiertamente por ningún enemigo, soporta la situación crítica de un pueblo sitiado. En todo momento me amenaza la muerte y pocos días disponen de mis dudo­ sos víveres. ¡Ay, prósperos destinos! ¿Por qué me has da105 do siete colinas y una multitud que no puede alimentarse con poco? Más dichosa sería con escasos recursos. Preferi­ ría soportar a los sabinos y a los habitantes de Veyos. Más pequeña viví con mayor seguridad. Mi misma grandeza me causa daño. ¡Ojalá me fuera posible regresar a los anti­ guos límites y a las murallas del pobre Anco 24! Me serían no suficientes los campos de cultivo de Etruria y Campania y las cosechas de Quincio 25 y Curio 26, y el rústico dicta­ dor le llevaría sus propias espigas a su patria suplicante. 21 Quinto Cecilio Metelo Numidico estuvo al frente de la guerra con­ tra Yugurta entre el 109 y el 107 a. C. En este período la guerra se desarrolló claramente de modo favorable para Roma. Posteriormente lo sustituirla su lugarteniente Cayo Mario, elegido cónsul en el 107 a. C., quien ocuparía el puesto hasta el final de la contienda (105 a. C.). 22 Publio Cornelio Escipión, Africano el Mayor,' y Publio Cornelio Escipión Emiliano, Africano el Menor. Cf. Prob., nota 34. 23 Boco (cf. IV Cons., nota 21) equivale aquí a monarca nativo afri­ cano. 24 Anco Marcio, el cuarto rey de Roma según la tradición. 25 Cf. IV Cons., nota 81. 26 M. Curio Dentato. Cf. Ruf. I, nota 57.

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¿Qué haré ahora? Gildón tiene a Libia, la otra Roma al Nilo. Pero yo, que en mi juventud sometí las tierras y el mar, soy abandonada: ya no hay ningún premio para mi vejez que ha cumplido su carrera. Dioses, a pesar de cuya cólera crecí, socorredme por fin, rogad al padre por mí. Y tú, oh Cibeles, que por tu propia voluntad cambias­ te, arrastrada a través de alta mar, el Ida por el monte Palatino 27 y bañas tus leones frigios en el preferido AImón 2S, doblega ya a tu hijo con tus súplicas de madre. Si por el contrario las Parcas lo prohíben y la antigüedad fue engañada con falsos auspicios, derribadme al menos con otra desgracia y cambiad la naturaleza de mi castigo. Que Porsena 29 vuelva a traer a los Tarquinios. Que el Alia 30 renueve sus funestas luchas. Entregadme mejor a las manos del cruel Pirro, devolvedme a las furias de los sénones 31, a las llamas de Breno. Todo me será más leve que el hambre».

27 El culto de Cibeles, diosa frigia, se localiza fundamentalmente en los montes Ida, Díndimo y Berecinto. Es adorada sobre todo en la ciudad frigia de Pesinunte, donde se la identificaba al parecer con una piedra negra. El rey Átalo de Pérgamo consintió que esta piedra fuese traída a Roma en el 204 a. C. (pues, según una profecía sibilina, ello era condi­ ción indispensable para que Aníbal füese expulsado de Italia). A la diosa se le erigió un templo en el Palatino. 28 Afluente del Tiber donde se sumergía la estatua de Cibeles en la ceremonia final de sus fiestas anuales del mes de marzo. 29 Larte Porsena, rey etrusco que acogió a Tarquinio el Soberbio ex­ pulsado de Roma e intentó restaurar la monarquía, para lo cual declaró lá guerra a los romanos. 30 Pequeño afluente de la margen izquierda del Tiber, donde fueron vencidos los romanos por los galos, al mando de su jefe Breno, hacia el 390 a. C. 31 Los galos que tomaron Roma hacia el 390 a. C.

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Tras haber hablado así, se calló con derramamiento de lágrimas. Lloraron la madre Citerea 32, el padre Marte y Tritonia 33, recordadora de la sagrada Vesta, y no perma­ necían con sus ojos secos ni Cibeles ni Juno. Se entristecen los Indigetes 34 y todos los dioses que Roma recibió o los que ella misma produjo. Ya el padre Júpiter había comen­ zado a ablandarse en su corazón y a calmar con su diestra la divina concurrencia cuando a lo lejos aparece en medio de los astros África agitando el cielo con frenéticos alari­ dos y con sus mejillas magulladas: su vestido está desga­ rrado y su corona de espigas esparcida por todas partes; en su destrozada cabeza colgaba el peine de su cabello y el marfil roto e irrumpió en las soberbias puertas con tales gritos: «¿Por qué, soberano Júpiter, retrasas el arrojar a tu hermano 35 enfurecido contra los pueblos después de arran­ car las cadenas y hacer desaparecer el orden del mar? Yo pido ser sumergida la primera. Que vengan las aguas preci­ pitadas desde el Paquino 36, que las ciudades se hundan tras haberse ensanchado las Sirtes 37. Si los destinos no pueden apartar a Gildón de mí, arrebátame a mí de Gil­ dón. Es más dichosa aquella parte de Libia abrasada que

32 Venus. Cf. Nupt., nota 31. 33 Minerva. Cf. IV Cons., nota 17. 34 En Roma los dioses Indigetes constituyen una categoría formada por numerosas divinidades que están relacionadas exclusivamente con un acto o con un lugar determinado. Así por ejemplo: Potina, diosa protec­ tora de los niños cuando beben; Abeona, divinidad que presidía la parti­ da o acto de salir de viaje, así como los primeros pasos del niño; Cardea, diosa protectora de las puertas; etc. 35 Neptuno. 36 Promontorio al sureste de Sicilia (hoy cabo Passero). 37 Cf. IV Cons., nota 84.

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se defiende protegida por el excesivo calor y descansa des­ preocupada de tan gran tirano. Que crezca la zona tórrida. Que también me afecte a mí la senda central del cielo ar­ diente. Mejor me hallaré desierta, sin soportar las rejas. 150 Que, rechazados los arados, imperen las víboras y mi tie­ rra sedienta produzca cerastas. ¿De qué me ha servido el clima benigno? ¿De qué el aire más apacible? He sido fér­ til en provecho de Gildón. Ya las riendas del sol han hecho girar dos veces seis inviernos desde que se adhiere a mi cuello este funesto yugo 38. El tirano ha envejecido ya en 155 medio de nuestra aflicción y reclama para sí el reino por tantos años. ¡Y ojalá fuese un reino! Somos regidos por las leyes de un particular a manera de una pequeña finca. Lo que el Nilo y Atlante distan entre sí, lo que la árida Barce 39 se aparta de la occidental Gades y lo que Tinge 40 160

38 De acuerdo con lo que nos dice aquí Claudiano, y teniendo en cuenta la fecha de la contienda, debemos concluir qué el gobierno de Gildón comenzó el 385 o el 386. S . I. O o s t (CPh LVII [1962], 27 ss.) ha puesto en duda esta fecha y piensa que no podemos sacar tal conclu­ sión de un poeta, ya que éste está más interesado en los efectos poéticos que en la exactitud cronológica. Para él, Gildón fue designado para el cargo en el 388, después de la caída de Máximo. La fecha del 385 ó 386 plantea el siguiente problema: África apoyó a Magno Máximo contra Teodosio en el 387-388. Si Gildón era ya conde de África, está claro que le fue desleal. Oost no puede creer que Teodosio hubiera dejado a Gildón en tal posición de poder después del apoyo prestado a Máximo y además Claudiano no nos dice nada de esta deslealtad. Cameron por el contrario (págs. 104-105) piensa que fue un verdadero error de Teodo­ sio y que precisamente por esto lo calla Claudiano: para un poeta que se esforzaba en presentar a Estilicón como un heredero político de Teo­ dosio, era indeseable mencionar los errores de este emperador, especial­ mente un error cuyas consecuencias enfrentaba ahora Estilicón. 39 Ciudad costera de la Cirenaica. 40 Tinge o Tingi, ciudad de Mauritania, es la actual Tánger.

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se retira del litoral paretonio 41, esto se lo adjudica como suyo propio. Una tercera parte del mundo es propiedad de un saqueador. También lo cercan vicios diferentes entre sí: lo que ha arrebatado su insondable avaricia, lo derrocha con una co165 rrupción peor todavía. Amenaza terriblemente a los vivos, es el heredero de los muertos, raptor de doncellas, repug­ nante adúltero de los tálamos. No tiene descanso ninguno: cesando la rapiña, surge la lujuria; el día es temible para los ricos y la noche para los maridos. Todo el que tiene riquezas o es conocido por poseer una esposa bella, es acu­ no sado con falsos cargos; si faltan las acusaciones, muere como convidado tras haber sido invitado a un festín. Nin­ guna muerte le es ajena a este artista del crimen: busca variados jugos, verdosas babas de serpientes y hierbas des­ conocidas incluso para las madrastras. Si alguno condena 175 con su expresión lo que está pasando o gime con demasia­ da libertad, en el mismo banquete un cruel servidor surge de pronto con la espada desenvainada a una señal de su jefe. Inmóvil cada cual en su lugar, come con silencioso miedo los mortíferos manjares, apura pálido las inciertas copas y mira alrededor las espadas dispuestas contra su iso costado. Brilla la funesta mesa con un esplendor infernal, empapada de sangre, espantosa por las armas, sospechosa de veneno. Cuando la pasión se ha excitado por el vino, entonces el desenfreno arde más furiosamente, exhalan su olor los perfumes mezclados con las guirnaldas. A las mu185 jeres privadas de sus esposos les obliga a ir entre servidores de larga cabellera y melodiosa juventud y a sonreír des­ pués de haberles matado recientemente a sus maridos. So-

41 De la ciudad de Libia llamada Paretonio.

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portar a Fálaris 42, los tormentos de su fuego y los mugi­ dos del toro siciliano hubiera sido mejor que oir tales co­ ros. Y no le bastan sus vergonzosos ultrajes al pudor: a todas las mujeres ilustrísimas las entrega a los mauros tras 190 haberlas desdeñado él. Las madres sidonias, casadas en el centro de Cartago, soportan matrimonios bárbaros. Nos impone a un etíope como yerno, a un nasamón 43 como marido. Niños de diferente color aterran a las cunas. Gil­ dón, confiado en estos aliados, avanza ya más grande que el mismo emperador. Lo preceden de lejos columnas de 195 infantería; lo circundan escuadrones de jinetes y reyes va­ sallos a los que enriquece con nuestros despojos. Arroja de sus moradas ancestrales a todo el mundo; expulsa de sus campos a los viejos colonos. El destierro me lleva dis­ persa. ¿Nunca podré regresar y devolver ya a mis errantes 200 ciudadanos a su suelo?». Su dolor se habría prolongado todavía en palabras si Júpiter no hubiese comenzado a hablar desde su alto trono —Atropo marcaba sus palabras en el acero y Láquesis 44 juntaba sus hilos con ellas—: «No permitiremos que tú, Roma, ni que tú, África, permanezcáis durante largo tiem­ po sin venganza. Honorio abatirá a vuestro común enemi- 205 go. Idos tranquilas. Ninguna fuerza romperá vuestros la­ zos y África servirá a Roma solamente». Dijo, e infundió en Roma una juventud renovada. In­ mediatamente le vuelve su antiguo vigor y su cabellera cam­ bió el color de la vejez. Su penacho, levantándose de nue- 210 vo, irguió su afianzado casco, el círculo de su escudo res-

42 Cf. Ruf. I, nota 67. 43 Pueblo salvaje en el litoral de África, cerca de la Cirenaica. 44 Atropo y Láquesis son dos de las tres Parcas. Cf. Ruf. I, nota 44.

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plandeció y su rápida lanza brilló tras haberse desprendido de su herrumbre. Ya el Sueño 45, rigiendo los húmedos caballos de la no­ che y las riendas leteas 46, recorría los astros con su carro 215 silencioso. Ya dos proceres de entre las divinidades, Teodosio el mayor y el menor 41, iban, para llevarle la paz a los pueblos, a revelarles a los dos hermanos los consejos secretos de Júpiter y sus mandatos y a ratificar los trata­ dos entre los dos imperios: así, cuando una impetuosa tem­ pestad ha vencido la habilidad del piloto y la nave a punto 220 de hundirse vacila gimiendo ante los continuos embates de las olas, los lacedemonios hijos de Leda 48 mantienen a salvo las náufragas velas tras ser invocados en la oscuridad de la noche. Cuando apareció el círculo de la luna, siguie­ ron caminos diferentes: el más viejo se dirigía a las costas 225 de Italia 49; pero el padre se deslizó al lecho de Arcadio y a la ciudad de Oriente, por donde el Bosforo estrecha el brazo penetrante del Ponto. Tan pronto como lo vio el hijo —pues Cintia 50 resplandecía luminosa—, su alegría 45 Uno de los hijos de la Noche (cf. Ruf. I, nota 13). Una descripción prolija de su mundo aparece en Ovidio (Met. XI 592-645). Es representa­ do a menudo como un ser alado, que recorre velozmente la tierra y el mar y aletarga a los demás seres. 46 Del Leteo o la Lete, río o laguna infernal cuyas aguas producían el olvido. 47 El conde Teodosio y su hijo Teodosio el Grande respectivamente. 48 Cástor y Pólux, los Dióscuros. Cf. Prob., nota 51. 49 Era lógico que el conde Teodosio se encaminara hacia Honorio, pues unos veinte arios antes (cf. III Cons., nota 14) él habla vencido a Firmo, otro rebelde africano, hermano de Gildón. El vencedor de Fir­ mo va a decirle a su nieto Honorio que es el destino de la casa de Teodo­ sio destruir la casa de los rebeldes africanos. 50 La Luna, en tanto que Diana (a quien se le da el nombre de Cintia por el monte Cinto de la isla de Délos, donde nació la diosa) es identifi-

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se estremeció mezclada con llanto y, envolviendo con un abrazo el cuerpo que no había esperado, dijo: «Oh, de­ vuelto ahora a mí por primera vez después de la campaña 230 de los Alpes, ¿de dónde llegas, anhelado por los tuyos? Permíteme tocar tu diestra por la que sucumbieron fieros pueblos. ¿Quién le quitó a la tierra tal protección? ¡Cómo te imploran los mortales desde hace tiempo y reclaman con insistencia a su divino y poderoso defensor!». El padre interrumpió sus sollozos entre tales palabras: 235 «¿Era esto? ¿Por causa de un mauro surge la discordia entre los dos hermanos y está el mundo en desacuerdo y las dos cortes desunidas? ¿Acaso la salvación de Gildón puede ser el triunfo de tan gran locura? ¡Pues sí que es un hombre distinguido por sus virtudes, un personaje que se va a preservar a gran precio y por cuyos méritos desapa- 240 rece quebrantado vuestro amor! Fíjate primeramente en tu padre. Se excitaba la guerra civil, los asuntos de Roma permanecían en pie bajo inciertos embates: ¿qué rey arme­ nio hay allá lejos o qué monarca desconocido reina en las riberas de la laguna Meótide 51 que no me ayudara al po­ nerme en marcha? Los getas 52 me favorecieron con su ayu- 245 da, acudieron los gelonos 53 en mi auxilio. Sin embargo, únicamente Gildón permaneció en vacilante lealtad sin ha­ berme dado una nave, sin haberme enviado un soldado. Si hubiese escogido los estandartes contrarios a mí, hubie­ ra sentido yo menos dolor con un enemigo manifiesto. Se quedó en la atalaya de la observación del destino y, apar­ tado de la multitud, pesó las fuerzas de los dos bandos 250 cada a menudo con la Luna, precisamente por su relación con la vida de las mujeres. 51 El Mar de Azov. 52 Los visigodos. Cf. Prob., nota 24. 53 Pueblo escita.

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siendo árbitro el resultado, dependiente del giro de los acon­ tecimientos y dispuesto a entregarse al vencedor: su suerte estuvo en suspenso juntamente con la guerra 54. ¡Oh, si no me hubiese arrebatado el cielo deseoso de mí! Hubiera 255 seguido el ejemplo de Tulo y hubiera dispuesto los impíos miembros de Gildón en cuadrigas opuestas para que fue­ ran descuartizados a través de las zarzas 55. Hasta ahora respetaba las órdenes de tu hermano: pero he aquí que nuevamente pisotea los mandatos. ¿Te dispones a confiar­ te a tal monstruo después de lo de tu padre y tu hermano? Pero me respondes que ha dado a cambio grandes cosas y ha sometido numerosas ciudades a tu suerte. ¿Es que 260 la justicia cederá ante la utilidad? ¿Agradará la discordia por el interés? Callo que es un desertor de tu traicionado hermano, que es inconstante en su carácter. Aunque en la cima del peligro un traidor proporcione la salvación cuan­ do la muerte es una amenaza, nunca será un hombre gra265 to. Salvada nuestra vida, condenamos su perfidia y no so­ portamos confiarnos a tal personaje. Esta raza entrega a los ciudadanos juntamente con sus murallas a un compra­ dor, esta raza vende la patria. La mayoría se han servido de ellos por un tiempo, sin embargo pronto los odian: así

54 La deslealtad de Gildón hacia el emperador Teodosio tal vez co­ menzara mucho antes (cf. nota 38). En cualquier caso, Claudiano nos dice aquí que incluso en el 394 (fecha de la guerra contra Eugenio) Gil­ dón no fue abiertamente desleal al emperador. Será más tarde (cf. VI Cons. 108-110) cuando Claudiano nos diga claramente que Gildón le ne­ gó su lealtad en el 394. 55 Alusión al castigo de Meto Fufecio por orden de Tulo Hostilio (cf. IV Cons., nota 70). Vemos además cómo Claudiano nos presenta hábilmente la campaña contra Gildón como la continuación de la política de Teodosio: él mismo hubiera acabado con el tirano si la muerte no hubiese interrumpido sus planes.

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poseyó Filipo las ciudades de Grecia; la libertad cayó ante el ataque del oro de Pela 56. Los romanos despreciaron 270 siempre a los servidores del crimen. Fabricio, puesta al des­ cubierto la traición, le devolvió al rey Pirro el esclavo que había prometido mezclarle a su señor venenos funestos 57; nuestro héroe atacó al rey en un fiero combate y se negó a terminar la guerra mediante el crimen de un siervo. Ca­ milo restituyó a la ciudad sitiada a los niños llevados a 275 su campamento al otro lado de la muralla 58. Unos son entregados al castigo por intentar desencade­ nar la guerra. ¿Se conserva éste para que la promueva? ¿Lo que otro rechazó contra un enemigo lo aceptas tú con­ tra tu hermano? ¡Ah, vergüenza del tiempo interminable! Gildón otorga las riendas del sur a quien él quiere y tan gran provincia sigue sus caprichosas leyes. A cualquier par- 280 te que se incline su incierto espíritu, arrastra consigo a Li­ bia y ejerce malignamente su poder movedizo como la ma­ rea. África fue el regalo del mauro. Apartad los engaños masilios 59, alejad sus pérfidas traiciones y sus palabras que 56 Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno, solía afirmar (cf. Cíe., Ait. I 16, 12) que no había ciudad inexpugnable con tal de que pudiera acceder a ella un asno cargado de oro. Pela es una ciudad de Macedonia, patria de Filipo y de su hijo Alejandro. 57 Según la tradición, en la campaña contra Pirro, el médico de éste se presentó ante Fabricio dispuesto a envenenar a su rey si se le compen­ saba con una fuerte suma de dinero. Fabricio rechazó indignado la pro­ puesta y el traidor fue entregado a Pirro. 58 Según nos cuenta Livio (V 27), cuando M. Furio Camilo tenía si­ tiada Falerios, capital de los faliscos, hoy Civita Castellana, el preceptor de los hijos de los jefes de la ciudad —que acostumbraba a sacarlos fuera de las murallas para sus ejercicios y juegos— le entregó traidoramente los niños al general romano. Camilo recriminó al traidor y les devolvió los niños a sus padres. 59 Los masilios son un pueblo de Numidia oriental.

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285 respiran el veneno de su tierra. Que no luchen cuerpo a cuerpo las armas de dos hermanos, no, lo suplico. Esto es propio de la atroz Tebas, esto de Micenas; que esta acu­ sación vaya contra los mauros. ¿Qué perversidad maquina nuestro Estilicón? ¿Cuándo 290 no ha obedecido él al que le daba órdenes? ¿O hay alguien más fiel a nosotros que este héroe? Para callar las variadas hazañas que llevó a cabo conmigo, contaré sólo lo que he visto después de mi muerte. Cuando yo me retiraba al cielo como divinidad, dejé atrás los asuntos —lo confieso— en desorden y agitados. El ejército, a causa del odio de 295 la guerra en los Alpes, sacaba todavía las espadas prohibi­ das y vencidos y vencedores producían alternativamente di­ sensiones. Con dificultad se hubiera calmado esta locura con mi vigilancia, menos aún con el gobierno de un niño. Ay, cuánto temí por vosotros que la masa descontrolada de tan gran ejército se atreviera a algo cuando, alejado 30o vuestro padre, se agitara contenta ya por la novedad. La disensión era cruel, pero era más peligrosa la unanimidad. Entonces el mismo Estilicón me sucedió en el amor pater­ no, te crió a ti adolescente e inexperto y te educó hasta los años apropiados de emperador; apartó de ti a Rufi305 no 60, al que tú confiesas haber temido. A él solamente lo considero agradecido y leal. Si, mientras permanecía yo en la vida, quise algo o pareció que lo había querido, él lo llevó a cabo. Ahora soy para él como un venerable dios presente y me invoca como divinidad. Si rechazas tan grandes razones, al menos respeta el himeneo del suegro de Honorio, al menos ten en conside310 ración el matrimonio de tu hermano y la prenda real de mi querida Serena. Incluso hubieras debido marchar con60 Cf. Ruf. II, nota 47.

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tra los enemigos de tu hermano, él contra los tuyos. ¿Qué pueblo, qué Rin e Istro os hubiese resistido a vosotros con vuestras fuerzas unidas y aliados? Pero concédeme tan só­ lo que sucumba Gildón: no pido nada más. Aunque él se proteja con las Sirtes 61 extendidas delante y se defienda con Atlas colocado como barrera, aunque ponga delante de sí las tierras repletas de serpientes y los ardores tórridos del sol, conozco la decisión de Estilicón, conozco su dispo­ sición constante para todos los avatares: penetrará en las arenas del desierto, encontrará el camino con su valor». Así habló el dios y luego respondió así el hijo: «Padre, obedeceré voluntariamente tus mandatos. Acojo de buen grado tus órdenes y ningún otro me es más querido que mi pariente Estilicón. Que el impío Gildón pague sus crí­ menes; que África vuelva ya más segura a mi hermano». Mientras tales cosas cuentan padre e hijo en una pro­ longada conversación entre ellos, el abuelo llega a Hespe­ ria 62 y entra en la casta alcoba en la que Honorio extendi­ do en púrpura tiria gozaba del dulce sueño juntp con su esposa María. Se detiene junto a su cabeza; entonces le habla así en sueños: «¿Tan gran locura se incubó en los sometidos mauros, querido nieto? ¿De nuevo la insensata descendencia de Ju­ ba 63 se conjura en armas después de mí y vuelve a comen­ zar ella la guerra con la estirpe de su vencedor? ¿Acaso, olvidándose del abatido Firmo 64, poseen de nuevo Libia recuperada con nuestro sudor? ¿Se ha atrevido Gildón a

61 Cf. IV Cons., nota 84. 62 Italia. Cf. Prob., nota 38. 63 Rey de Mauritania. Cf. IV Cons., nota 20. 64 Le recuerda aquí el conde Teodosio a su nieto su victoria sobre Firmo, el rebelde africano hermano de Gildón. Cf. nota 49.

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luchar con el Lacio y no teme el destino de su hermano? Quisiera ir ahora inmediatamente y mostrarle, viejo como soy, el rostro conocido por él: ¿acaso no huirá el mauro cuando haya visto mi sombra? ¿Por qué vacilas? Levánta340 te del lecho, ataca al rebelde, devuélveme mi prisionero 65. Deja de esperar. Esto es lo señalado por el destino para tu raza: mientras haya sangre nuestra en el orbe, siempre estará pálido de miedo el palacio de Boco 66. Que el opimo botín de Gildón se una con los despojos de Firmo. Que el laurel de Mauritania adorne vuestros dos carros. Que 345 la misma casa triunfe tan frecuentemente sobre la misma nación. Bien han dispuesto los dioses el hecho de haber conservado, transcurriendo tantos años en medio, a Firmo para mí y a su hermano, para mi nieto». Dijo y, estando próximo el sol, se retiró ante su luz. Por su parte, al joven lo excitó con grandes estímulos 350 un valor rival del de su abuelo. Ya arde en deseos de ser llevado en las naves, ya en deseos de surcar el mar y de atacar a los lejanos mauros con su lanza. Entonces ordena hacer venir a su suegro, estrecha la mano del que ha sido llamado y le pregunta cuál es su mejor parecer: 65 Aquí Claudiano ha tergiversado los hechos. Durante la rebelión de Firmo, Gildón había luchado en favor de Roma y en contra de su hermano. Y su ayuda había contribuido en gran manera a la derrota de Firmo. Claudiano no sólo no nos dice nada acerca de esta ayuda pres­ tada por Gildón a Roma, cosa que es muy natural, sino que parece decir­ nos que luchó en favor de Firmo contra los romanos. En el v. 337, nunc vellem noíosque senex ostendere vultus, el sujeto agente del notos posi­ blemente sea Gildón (así lo traducimos), aunque también podrían ser «los mauros» en general. Ahora bien, del captivum mihi redde meum del v. 340 tenemos que deducir inevitablemente que Gildón luchó.de parte de su hermano Firmo y que habla sido hecho prisionero por el conde Teodo­ sio. 66 Rey de Mauritania y suegro de Yugurta. Cf. IV Cons., nota 21.

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«Ya con frecuencia, venerable padre, se me muestra en sueños el futuro y numerosas noches me anuncian pre- 355 sagios. Pues parecía que yo cercaba allá lejos de cacería los bosques de Libia y que registraba con mis perros las cimas de Getulia 67. La región estaba afligida, devastada por la incursión de un fiero león. Por todas partes m atan­ zas de ganado, novillos moribundos, cabañas todavía man- 360 chadas de sangre corrompida y cadáveres de pastores es­ parcidos por los campos ensangrentados. Me dirijo a los escondites del monstruo y contemplo algo admirable de relatar: se desvaneció su fiereza, cayó lánguida sobre su cuello su amenazadora melena; sometió humilde sus abati­ dos hombros, gimiendo servilmente; los grillos fueron echa- 365 dos sobre sus garras y las cadenas resonaron súbitamente en su cuello. Ahora también mi abuelo exhortándome me empuja a competir con él con triunfos iguales a los suyos. ¿Hasta cuándo vacilaremos sin tomar parte? Hubiera sido conveniente ya hace tiempo llenar de hombres las birremes y vencer las amenazas del mar. Yo mismo estoy dispuesto 370 a pasar al otro lado el primero. Que acudan todos los pue­ blos bárbaros que están sometidos a mi poder: que toda la Germania se lance en las naves y que me acompañen los sigambros 68 con su flota aliada. Que África experi­ mente ya pálida de espanto al Rin trasladado a ella. ¿O soportaré tantos oprobios permaneciendo quieto y aban- 375 donaré ahora que soy joven lo que retuve y goberné siendo un niño? Dos veces corrió mi padre a los Alpes para de­ fender el imperio de otro: ¿yacemos nosotros como fácil presa y dispuestos a ser ultrajados?».

67 Región del noroeste de África. 68 Pueblo de Germania que habitó las riberas del Rin y la Westfalia.

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Había terminado. Estilicón a su vez le respondió tales 380 cosas: «¿Acaso tú, el emperador, juzgarás digno afrontar la lucha de un mauro enemigo? ¿Obtendrá ese cobarde el consuelo de un final ilustre, morir siendo tú un combatien­ te? ¿Luchará Honorio de un lado, del otro Gildón? Antes el caos mezclará los astros con el Averno 69. Es bastante haber ordenado el castigo. El terror de tu nombre hará 385 más que tu propia espada. La presencia disminuye la fa­ ma. Quien se ha puesto en pie en el campo de batalla se iguala con los demás y el ejército trabado en combate des­ conoce la majestad. Pero te mostraré —presta atención— lo que es más apropiado para hacer y más perjudicial para el enemigo. Tiene Gildón un hermano, M ascezel70, des­ cendiente de los mismos padres pero no también con el 390 mismo carácter; huyendo él de los espantosos crímenes de su hermano, confió sus esperanzas y su vida a tu protec­ ción. Cuando el tirano no pudo aniquilarlo después de ha­ ber intentado en vano celadas contra él, dirigió hacia los hijos su ira para con el padre, mató a la vez a los jóvenes que había llevado en sus brazos cuando niños, arrojó lejos 395 públicamente sus cadáveres insepultos, privó de tumba a las sombras de sus sobrinos, le dio el sanguinario de lado a la naturaleza, a su hermano y a la humanidad al mismo tiempo y les negó un puñado de tierra a los asesinados. Un crimen semejante condenó a Micenas con el retroceso 400 del sol y alejó la luz del día 71. Pero Atreo devolvió crimen por crimen y justifica el espantoso banquete con la infide­ lidad de su esposa. En el caso de Gildón fue odio, no ven­ ganza. A ti te reclaman como vengador las leyes traiciona69 Los Infiernos. Cf. Ruf. II, nota 56. 70 El hermano de Gildón. Cf. «Introducción», págs. 38-39. 71 Cf. Prob., nota 39.

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das, a ti te reclama su padre, a ti los cadáveres privados de sepultura, a ti el respeto profanado. Si tú, Atenas, eri­ giste un altar para los que lloran y estableciste una divinidad 405 propia para los desgraciados 72, si las descendientes de ínaco arrastraron con su llanto las falanges de Pandíon y logra­ ron mediante la guerra piras para sus maridos 73, si Adérbal, expulsado del trono, levantó al senado contra los númidas con el sombrío desaliño de sus cabellos y con sus lágrimas 74: que también ahora Gildón deplore que haya 410 ido como caudillo contra él éste, éste al que hundió con tantas muertes y que sepa que él es inferior a tus suplican­ tes. Que huya precipitadamente de éste al que puso en fu­ ga de su morada, que tiemble ante Mascezel, al que él que­ brantó con la desgracia y que reconozca a su hermano mien­ tras es arrastrado como víctima». Cuando estos consejos arraigaron en su yerno, Estili- 415 cón dispone las tropas más famosas para la guerra, maní72 Clemencia. Cf. E s t a c io , Theb. XII 481 ss. 73 Creonte, rey de Tebas, había prohibido terminantemente dar sepul­ tura y tributar honras fúnebres a cualquiera de los argivos que habían participado en la expedición de los Siete contra Tebas. Es de sobra cono­ cido cómo Antigona, hermana de Polinices, desobedeció y enterró a éste. En cuanto a los cadáveres de los otros argivos, Adrasto (cf. IV Cons., nota 116) se dirigió a Atenas para suplicar a los atenienses que le ayuda­ sen a darles sepultura a aquéllos. Los atenienses, con Teseo a la cabeza, marcharon sobre Tebas, derrotaron a los tebanos y entregaron a sus res­ pectivos parientes los cadáveres, que fueron quemados en la pira funera­ ria. Para ínaco, dios-río de la Argólide, cf. P rob., nota 44. En cuanto a Pandíon, rey de Atenas, cf. IV Cons., nota 101. 74 A la muerte de Micipsa, rey de Numidia, le sucedieron en el trono sus hijos Adérbal y Hiémpsal y su sobrino Yugurta. Éste mató en primer lugar a su primo Hiémpsal y Adérbal pidió ayuda personalmente al sena­ do romano. La verdad es que el senado le declaró la guerra a Yugurta después que éste había matado también a Adérbal. Para esta historia, cf. S a l u s t io , lug. XI ss.

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pulos especiales de escogida juventud, y prepara la flota en un puerto etrusco 75. Su propio Alcida 76 guía a la co­ horte Hercúlea y el rey de los dioses a la Jovia; y ningún 420 peso agobia al que lleva las insignias: hasta tal punto los estandartes se apresuran a ponerse en movimiento. Las si­ guen los soldados de la cohorte Nervia y los de la Félix, merecedores de este vocablo; también la legión que recibió su nombre a partir de Augusto y los Invictos, que hacen creíble su denominación, y los valientes Leones con su es­ cudo como testigo de su nombre 77. Sin embargo antes de la marcha el emperador, visible 425 en un montículo, alienta con sus palabras a los que van a partir; la juventud se encuentra esparcida a su alrededor apoyándose en sus lanzas y animosamente aplica oídos aten­ tos a la voz del emperador: «Ejército que vas a someter a Gildón, es la hora de llevar a cabo las promesas y amenazas. Si algún dolor sen­ tisteis por mí, mostrádmelo en las armas. Borrad las seña430 les de la discordia civil con un justo y poderoso triunfo. Que sepa el imperio de Oriente y quede claro que los galos son vencidos por su causa injusta, no por las fuerzas del enemigo 78. Que no os aterre Gildón aunque haya reunido a toda la barbarie. ¿O van a soportar los mauros vuestros bramidos, los roncos choques de vuestros escudos y vues75 Pisa. 76 Hércules, llamado así por ser nieto de Alceo. 77 Orosio (VII 36, 6) nos dice que Mascezel sólo tenía 5.000 hombres. La legión pudo haber sido la Legio VIII Augusta. Los restantes nombres son los de los múltiples numeri, la unidad del ejército a partir de Diocleciano. 78 Los galos son las tropas occidentales que habían luchado en favor de Eugenio (y muchos tal vez a favor de Máximo también) contra Teodo­ sio en el 394.

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tras espadas en la lucha cuerpo a cuerpo? No iréis contra soldados protegidos con escudos y resplandecientes por sus 435 espadas: únicamente tienen confianza en los dardos lanza­ dos de lejos. El enemigo quedará desarmado cuando haya precipitado su arma arrojadiza. Su mano derecha agita su jabalina, la izquierda sostiene delante su manto. El jinete está desnudo en el resto de su cuerpo. Su caballo es desco­ nocedor de las riendas: una vara lo rige. No tienen lealtad 440 alguna, no tienen disposición ordenada de columnas: las armas son para ellos una carga, la huida su defensa. Tie­ nen mil mujeres; no los une lazo alguno de familia, no muestran preocupación por sus hijos sino que la ternura hacia éstos languidece por su número. Ésta es la multitud de las tropas. Su jefe mismo irá coronado de rosas, ener­ vado por los perfumes, con la comida aún sin digerir, tam- 445 baleándose a causa de Lieo 79, abrumado por la vejez y consumido por la enfermedad y el adulterio. Que la trom ­ peta de guerra despierte sus impúdicos sueños, que implo­ re las cítaras y los coros cantores irritado por el sonido de los clarines y que aprenda forzosamente a pasar en el campamento las noches que pasa en vela en interés de 450 Venus 80.

79 Sobrenombre del dios Baco que significa «El que relaja». 80 Mientras aquí nos presenta Claudiano un Gildón tambaleándose medio borracho a la cabeza de sus tropas viciosas y desmoralizadas, ener­ vado por los perfumes, adúltero, coronado de rosas, con Un ejército que retrocedería al oír el sonido de la trompeta de guerrai en Stil. I 246-269, se nos da por el contrario una lista impresionante de las tropas africanas, concluyendo con una comparación del rebelde africano con Memnón en Troya y con Poro liderando sus huestes de indios contra Alejandro. Mu­ chas cosas habían cambiado entre abril del 398 y enero del 400: Eutropio había caído en desgracia y había muerto y Estilicón había dejado de ser hostis publicus y se había convertido en cónsul. En resumen, en Stil. I

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¿Acaso no es preferible morir a soportar una vergüen­ za de vida? ¿Pues qué región nos queda ya si África, en­ tregada a los reyes mauros, se añade a la pérdida de Iliria 81? El imperio del Lacio, que no estaba acostumbrado a estar limitado por Méroe 82 y el Mar Rojo, ¿está ahora contenido por el Mar Tirreno? ¿Y ya Trinacria 83 será la frontera del territorio romano, al que ni el Nilo ni la India pusieron límites? Id a recuperar la región que nos quitó un ladrón y el sur arrebatado. Roma, capital invencible del mundo, se derrumbará o permanecerá erguida por vues­ tros brazos. Me debéis tantos pueblos, tantos campos, tan­ tas ciudades perdidas: dadme en pago a Libia con una sola batalla. Que el imperio acompañe vuestros remos y vues­ tras velas. Llevad al otro lado del m ar las leyes despreciadas. Que ya la espada habitual haga rodar el tercer cuello para poner al fin un término a los siniestros tiranos». Afluyen los presagios a sus palabras y el ave dorada que lleva las armas del Tonante, lanzándose desde el límpi­ do éter ante la mirada de todos, cogió en sus curvas garras una serpiente arrebatada y, mientras con su corvo pico parte al reptil que lucha en su defensa, la cabeza del animal quees Estilicón el artífice de la victoria y no un mero consejero de Honorio como en Gild. 81 En la división del imperio del· 379 entre Graciano y Teodosio, el Illyricum fue dividido en Ilírico occidental (las Panonias), unido a la pre­ fectura de Occidente, pero muy pronto ocupado por los bárbaros, e Ilíri­ co oriental (las diócesis de Dacia y Macedonia). Durante mucho tiempo se ha creído que la idea fundamental de la política de Estilicón fue lograr el control de la parte de Iliria perteneciente a Oriente. Sin embargo Ca­ meron (págs. 59 ss.) sostiene que ello ocurriría muy probablemente a partir del 405 y no antes, pues los poemas de Claudiano no reflejan nada de esto. 82 Isla del Nilo, en Etiopía. 83 Sicilia.

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dó clavada en sus garras; la serpiente cayó de lo alto muti­ lada. Inmediatamente los soldados, excitados por el augu­ rio, se precipitan rápidos a través de rocas y torrentes. Y no los detiene ni monte ni selva: como las grullas abando­ nan con ingentes graznidos los lugares de Tracia donde han 475 pasado el verano dispuestas a emprender una guerra in­ cierta con los diminutos colonos, cuando cambian el Estrimón por el templado Nilo 84; con variadas líneas trazan por las nubes una letra alada 85 y escriben en el aire con las señales de su vuelo. Cuando alcanzaron las olas del mar, entonces su ímpe­ tu ardió más enérgico. Se lanzan a las naves, ellos mismos 480 preparan las maromas, sujetan las velas y fijan las vergas en las cimas de los mástiles. El tumulto sacude el litoral tirreno y Pisa, descendiente de Alfeo 86, no puede contener la flota: así hervía Áulide 87 con innumerables gritos cuan- 485 do Grecia vengadora soltaba amarras a la escuadra de Aga­ menón. No los aterró el estrépito ni las señales de la tem­ pestad que estaba próxima, ni la llegada del traicionero Austro 88. Gritan: «Soltad ya, compañeros, soltad ya 84 Los pigmeos son un pueblo africano de enanos. Su reina Gérana (en otra versión Énoe) fue convertida en grulla por Juno, bien por un desacato cometido contra la diosa en una competición en la que rivaliza­ ban ambas, bien simplemente porque no la veneraba. Convertida en gru­ lla, visitaba su país para ver a su hijo Mopso, pero los pigmeos la ahu­ yentaban y de ahí la guerra continua entre grullas y pigmeos. El Estrimón es un río de Tracia, el actual Struma. 85 La letra griega Λ (lambda). 86 El Alfeo es un río de la Élide. En esta región, no lejos de Olimpia, había una ciudad llamada Pisa. Por la semejanza de nombre, se deduce aquí que la ciudad italiana desciende de la griega (cf. V ir g il io , Aen. X 179). 87 Ciudad marítima de Beocia donde se reunió la flota griega en la expedición contra Troya. 88 Viento cálido y lluvioso del Sur.

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las amarras. Dirijámonos contra Gildón aun a través de aguas hostiles; que la tempestad nos empuje a la guerra por rutas desconocidas del mar: deseo alcanzar esa tierra con mis naves sacudidas. ¡Ay, demasiado cobardes sois quienes con espíritu precavido observáis si los somorgujos vuelven volando, si la corneja anda por la playa! Aunque el sol al ponerse salpique su figura de manchas y la luna 495 empalidezca agitada por haber percibido los Coros 89; aun­ que los astros esparzan sacudidos sus errantes cabelleras y los Cabritos 90 se humedezcan con sus aguaceros, aun­ que las lluviosas Híades guíen al Toro 91 y Orion 92 se su­ merja entero en el mar: segura es la confianza en el cielo, 500 pero mayor garante es Honorio. Yo, su soldado, soy guia­ do a través del vasto mar por sus auspicios, no por el Ca­ rro o la Osa 93. Navegante, desprecia al Boyero 94, lanza tu nave al medio del torbellino. Si la tempestad y los vien­ tos me niegan Libia, me la otorgará la fortuna de mi em­ perador». 505 Ya la escuadra avanza hacia alta mar. A la derecha deja a los ligures, a la izquierda Etruria y se evita Córcega con sus arrecifes ocultos. Una gran isla se muestra con el aspecto de la planta de un pie humano (los antiguos 490

89 Vientos impetuosos del Noroeste. 90 Constelación que, junto con la de la Cabra, se integra en la conste­ lación del Auriga. Su aparición hacia finales de septiembre coincide con tiempo borrascoso. 91 El testuz de la constelación del Toro, catasterismo del toro que raptó a Europa, está rodeado por otra constelación, las Híades («Las Lluviosas»), cuya aparición y ocaso solían coincidir con lluvias. 92 Cf. Prob., nota 6. Cuando declina esta constelación en la primera quincena de noviembre se desencadenan en el mar grandes tempestades. 93 La Osa Mayor y Menor respectivamente. 94 Cf. III Cons., nota 41.

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colonos la llamaron Sardinia 95), territorio rico en frutos, oportuna por su situación para el que se dirige a Cartago o a Italia. La parte que está más próxima a los africanos es de superficie llana, accesible para las naves; la que mira al norte es áspera, llena de escollos, tempestuosa y reso­ nante por los súbitos vientos: el marinero maldice estos fieros acantilados. Aquí se ensaña una epidemia de hom­ bres y ganados, aquí un aire pestífero y reinan los Austros tras haber alejado a los Aquilones 96. Cuando esquivaron de lejos estos lugares con sus naves debatiéndose contra las olas, se lanzan por diversos litora­ les de esta tierra sinuosa. Una parte llega a Sulcos, gober­ nada antiguamente por Cartago. A otra parte la acoge Ol­ bia en la muralla de su litoral. La ciudad de Cáralis 97, fundada por los poderosos tirios, se extiende a lo largo enfrente de Libia e introduce a través de las olas un peque­ ño promontorio para romper los vientos que chocan con­ tra él. Su puerto se encuentra en medio del mar y las aguas se aquietan en un inmenso golfo protegidas de todos los vientos. A esta ciudad se dirigieron con todas las tropas y, giradas las proas, esperan Zéfiros 98 favorables con su flota anclada. 95 Cerdefla. 96 Vientos del Norte. 97 Sulcos, Olbia y Cáralis (la actual Cagliari) son ciudades de Cerdeña. 98 Vientos del Oeste, mensajeros de la primavera.

PANEGÍRICO EN HONOR DEL CÓNSUL MANLIO TEODORO

16 PREFACIO

¿Te atreverás tú, mi Talía \ puesta delante de esta docta asamblea, a cantar entre tantos proceres? ¿Y no te detiene tu renombre, elogiado por encima del merecimiento real? Conservarlo supondrá un esfuerzo, disminuirlo será una vergüenza. ¿O creció tu confianza con la continua milicia y ya el soldado posee el pecho entero del poeta? Contem­ pla las eminencias y la majestad del senado romano y los héroes con los que se enorgullece la Galia. Toda la tierra me escucha e iré por los oídos de todo el mundo. ¡Ah, me empuja demasiado el amor por el cónsul2! Júpiter, según cuentan, como quisiera conocer la extensión del uni­ verso, desconocedor él mismo de su imperio, envió de am­ bos lados, desde las regiones de Oriente y Occidente, dos águilas de iguales alas. Se dice que el Parnaso juntó los 1 Talía («Floreciente») es una de las Musas. 1 Manlio Teodoro, el cónsul de Occidente en el 399. Cf. «Introduc­ ción», pág. 41.

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dos vuelos; el cielo pitio 3 reunió a uno y otro pájaro. El emperador no se preocupa de conocer la extensión de la tierra mediante águilas. En vosotros estima con más certe­ za la magnitud de süs dominios. Yo aprecio en esta asamblea el orbe condensado; en esta concurrencia veo todo lo que resplandece en todas partes.

17 PANEGÍRICO

Ciertamente la virtud tiene en sí misma su propio va­ lor; sola brilla ella anchamente, despreocupada de la for­ tuna, y no se alza con fasces ningunas ni pretende resplan­ decer con el aplauso del vulgo. En absoluto deseosa de riquezas exteriores, en absoluto necesitada de alabanza, or5 gullosa con sus propias riquezas e inconmovible ante todos los azares, contempla el mundo desde lo alto de su ciudadela. A ella sin embargo, en contra de su voluntad, la per­ sigue con cariño y la cerca de buen grado Honor. Muchas veces nos enseñó esto un lictor que salió a los campos y un cónsul buscado en medio de los arados. A ti también, ío que estabas libre, dedicado a los misterios del universo y el mundo, que habías merecido esto hacía largo tiempo y habías sido apartado de los juicios que llevaste a cabo con esfuerzo, te saca fuera la misma dignidad abrazándote de nuevo y a tu regreso te coloca en las conocidas riendas. Te llega la trábea. Ya no ha quedado nada, Teodoro, con 15 lo que pueda aumentar la virtud de tu espíritu o el esplen­ dor de tu gloria: posees ambas cimas. 3 De Delfos,

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Así te modelaron sin interrupción tus años jóvenes, tu vida trazó un camino digno de la silla curul y los viejos cedieron ante tu primera juventud 4. Ya entonces destaca­ ba tu madurez de espíritu, ya la dulce gravedad de tu elo­ cuencia y. tu conversación, que maravillaba a los atónitos 20 oídos. Pronto la victoriosa riqueza de tu lenguaje se difun­ día por el foro y defendía a los reos. Este mismo recinto nobilísimo quedó estupefacto ante tus intervenciones, para elogiarte dos veces como gobernante suyo. Luego te apro­ bó administrando leyes una parte de África, que ahora te aprueba entera. Pero tu corta estancia produjo la prenda 25 de un prolongado amor y las estatuas públicas atestiguan con palabras duraderas la sumisión del pueblo. Después se te confió la tierra de los mácetas y la ciudad de Pela, a la que en otro tiempo enriqueció el sometido Hidaspes 5. Y con tus benévolas decisiones le restableciste al pueblo 30 que se te confió tan gran alegría como cuando floreció con las campañas de Filipo o cuando cayó el trono del negro Poro 6. Pero la corte no te ofreció por más tiempo a sus ciuda­ des: prefirió que fueses suyo. Llegas para darle edictos a la tierra, respuestas a los suplicantes. Las palabras del em- 35

4 A juzgar por lo que se dice a continuación, Manlio fue advocatus (abogado) en el tribunal del prefecto pretorio; luego gobernador de algún distrito en África y posteriormente de Macedonia; fue reclamado a conti­ nuación por la corte para ocupar el cargo de magister epistolarum de Graciano; posteriormente fue comes sacrarum largitionum (ministro de la hacienda imperial) y después prefecto pretorio de la Galia. 5 Los mácetas son los macedonios. Pela es una ciudad de Macedonia, patria de Filipo y de su hijo Alejandro, a cuyas conquistas orientales se hace referencia con la sumisión del Hidaspes, río de la India, afluente del Indo. 6 Rey de la India vencido por Alejandro Magno.

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perador se engrandecieron con tu elocuencia y la majestad romana no recuerda haber hablado nunca con más digni­ dad. Luego se te confían las riquezas sagradas y los tribu­ tos del orbe conquistado, todo el oro que hacen rodar los ríos, todo lo que la destreza del pálido beso 7, oculta en 40 las profundidades, extrae tras haber registrado lejos de la luz los filones extendidos. Y como un marinero experto en manejar los remos puesto como guardián al frente de un lado de la embarca­ ción, luego gobierna la altura de la proa e informa minu­ ciosamente sobre el oleaje y las tempestades que se aveci45 nan, ya, cuando ha vencido con su prolongada experiencia a D o ris8, afronta regir el timón y la nave entera: así, al haber dado tú durante largo tiempo claras pruebas de tu inteligencia, no te acogió el imperio en una parte suya, sino en todo su cuerpo y te concedió gobernar a los gober50 nantes en toda la tierra. A ti te obedeció la Tetis hispana y la germana y Britania, apartada de nuestro mundo, y respetaron tus palabras con sus lejanas corrientes el lento Árar 9, el impetuoso Ródano y el rico Ebro. ¡Oh, cuántas veces se lamentó el Rin, por donde avanzaba el bárbaro, 55 de no gozar de ti como árbitro en ambas orillas! Se hace preocupación de un solo hombre todo lo que enrojece en el ocaso, todo lo que abraza el día más declinante. Tan rápida carrera completó ininterrumpidamente los honores: un solo período de tu vida tomó parte en la serie de digni60 dades y dio a tus años juveniles tantos escalafones de la fortuna. 7 Pueblo de Tracia. 8 El mar, pues la Oceánide Doris es esposa de Nereo y madre de las Nereidas. 9 El Saona.

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Después que conseguiste el descanso y tu gloria, tras haber alcanzado la cima más elevada, busca ya despreocu­ pada un refugio privado, vuelven los frutos del talento y otros trabajos y no se pierde parte ninguna de tu vida: todo lo que se aparta de los procesos se dedica a la investi­ gación y el espíritu aplica sucesivamente bien al pueblo su preocupación, bien a las Musas su ocio. Relees todos los pensamientos de la antigua ciudad de Cécrope 10', exami­ nando qué cosa nueva ha dado cada cual a la posteridad y qué grandes multitudes de discípulos producen las dife­ rentes escuelas. Pues el aire es puesto por unos como prin­ cipio de las cosas; otro lo cree en el agua; otro lo crea todo a partir del fuego. Otro, que va a caer por propia voluntad en los rescoldos del Etna, dispersa y recoge la divinidad y une de nuevo con amistades reanudadas lo que la discordia separa.. Éste desprecia los sentidos corporales y niega obstinadamente que se perciba la verdad. Otro in­ tenta sostener con la rápida rotación del cielo el peso de la tierra que siempre amenaza derrumbarse e ilumina el día con la revolución de una roca impetuosa. Aquél, orgu­ lloso y no soportando estar cubierto por un solo Olimpo, vuela a través del inmenso vacío y, detestando los límites, concibe innumerables mundos en su pequeño espíritu. Unos hacen chocar con ciegos golpes los átomos vagabundos; otros establecen divinidades y rechazan el azar 11. 10 De Atenas, pues Cécrope es, según la leyenda, el primer rey de esta ciudad. 11 Nuestro poeta expone aquí muy resumidamente el pensamiento de los primeros filósofos griegos. Es de sobra conocido cómo los filósofos presocráticos intentaban reducir la aparente confusión del mundo a un principio simple y unitario del que procedía todo lo demás. Así, Anaxi­ menes pensaba que el aire era el principio de todas las cosas, Tales de Mileto creía que era el agua y Heráclito sostenía que el principio de todo

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Iluminas con flores romanas las oscuras doctrinas de 85 los griegos, acostumbrado a crear hablantes en agradable turno de palabras 12 y a entrelazar la verdad con sucesivos nudos. Todo lo que surgió de la escuela socrática, todo lo que hicieron resonar los doctos atrios de la multitud seguidora de Cleantes 13, todo lo que descubriste tú, Crisi90 po 14, en tu retiro, todo lo que sonrió Demócrito 15 y dijo

era el fuego. Sobre la muerte de Empédocles de Agrigento circularon varias leyendas, la más conocida de las cuales es la de que se arrojó al cráter del Etna. Este filósofo propugnaba la existencia de cuatro ele­ mentos o raíces: aire, tierra, agua y fuego. Pensaba además que existían dos principios activos que actuaban sobre la materia: Amistad y Odio. En el v. 75 se puede aludir tanto a Demócrito, como al escéptico Pirrón (c. 360 — c. 270 a. C.), quien enseñaba que la razón humana no podía penetrar hasta la esencia íntima de las cosas. A continuación (vv. 76-78) se alude a Anaxágoras de Clazomenas (c. 500 — c. 428 a. C.), amigo de Pericles. Precisamente su amistad con el estadista ateniense le acarreó los ataques de los enemigos de éste y un juicio (dos, según algunos auto­ res) por impiedad. La acusación era que afirmaba que el sol era una piedra incandescente, lo cual chocaba con la creencia de que era un dios. En los vv. 79-82 se hace referencia a los filósofos atomistas (Leucipo, Demócrito, etc.). El atomismo sostenía que las colisiones entre los infini­ tos átomos que se agitan en el vacío daban lugar a innumerables mundos distintos. Los platónicos son los «otros» del v. 83. 12 Es decir, Manlio no hace sino exponer la filosofía griega en hermo­ sos diálogos latinos. 13 Cleantes de Aso (331-232 a. C.) fue discípulo de Zenón de Citio, el fundador de la escuela estoica, y su sucesor al frente de ésta desde el 263 hasta el 232 a. C. 14 Crisipo de Solos (280-207 a. C.) fue el sucesor de Cleantes al frente de la Estoa. Dedicó su vida a elaborar el sistema estoico en innumerables obras y a defenderlo contra los ataques de la Academia. 15 El atomista Demócrito de Abdera, discípulo de Leucipo (cf. nota 11). La Antigüedad lo situaba como la contrafigura de Heráclito, no sólo porque se decía de él que era clarísimo, sino porque se le considera­ ba hombre vital y riente.

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en silencio Pitágoras 16, toda la antigüedad se concentró en un solo espíritu y sale de él mayor con sus fuerzas reu­ nidas. Realzas a los antiguos, y la Academia, tras haber despreciado a Atenas, emigra al Lacio bajo un maestro más famoso para aprender al fin con más exactitud por 95 qué miras se guía la felicidad, cuál es la norma del bien, cuál el límite de la honradez, qué virtud opone para la sumisión de los vicios sus miembros separados, qué parte ataja la injusticia, cuál vence al miedo mediante la razón, cuál refrena las pasiones. De otro lado, cuántas veces nos muestras los elementos 100 y las causas de que la materia fluya siempre: qué fuerza anima los astros y empuja sus movimientos, por qué im­ pulso tiene vida la estructura universal, por qué siete pla­ netas, luchando contra el firmamento, se desplazan hacia atrás en dirección al nacimiento de los astros, si existe un solo árbitro para los diversos movimientos o hacen cam- 105 biar al cielo dos mentes, si hay un color propio de las co­ sas o engañan ellas nuestra mirada con el reflejo de la luz, qué luna produce las coléricas mareas del Océano, por qué viento son abatidos los truenos, quién arrastra las lluviosas nubes, qué produce la piedra del granizo, de dónde provie- 110

16 Los pitagóricos no fueron sólo un grupo de discípulos de Pitágoras más o menos independientes y aislados unos de otros, sino que eran miem­ bros de una sociedad o comunidad religiosa, fundada por Pitágoras de Samos, en Crotona, ciudad del sur de Italia, en la segunda mitad del siglo vi a. C. La práctica del silencio se consideraba, junto con la in­ fluencia de la música y el estudio de las matemáticas, una ayuda valiosa para la formación del alma. El secreto era una regla básica de los segui­ dores de Pitágoras; por ello no hallamos divulgación de las teorías del maestro y de sus discípulos hasta Filolao, es decir, hasta finales del siglo v a. C. (e incluso muchos autores modernos creen que los fragmentos conservados bajo el nombre de este filósofo son postaristotélicos).

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ne la rigidez de los hielos, qué llama despliega a través del aire una brillante trayectoria o lanza rápida el rayo o forma con su cabellera un funesto cometa. Ya el ancla había sujetado tu sosegada nave, ya estabas * us seguro en tierra. Te agradaba el ocio fecundo. Iban sur­ giendo los libros para la posteridad: cuando súbitamente desde el límpido éter la Justicia 17 te vio a ti en tu retiro y a las leyes privadas de tan gran juez. Inmediatamente, cubierta en su casta frente con una cinta, deja las puertas del otoño 18, por donde el Zodiaco se extiende hacia el 120 sur y Escorpión 19 repara los daños de la noche. Por don­ de vuela la diosa, llega la paz a las aves y las fieras que braman dejan a un lado su cólera. La tierra se alegra con el retorno de la divinidad que ella perdió tras la edad del antiguo oro. La diosa se introduce secretamente en la ciu125 dad de los ligures y, entrando con pies ligeros en tu casto hogar, te encuentra trazando en la arena los movimientos celestes que la piadosa Menfis descubrió con sus inquietos dedos: qué impulso mueve el cielo, cuán fijo es el deambu­ lar en los astros, qué cálculo denuncia las tinieblas del sol 17 Cf. Ruf. I, nota 15. 18 Cf. Ruf. I, nota 104. El sol entra en el signo zodiacal de Virgo a mediados de agosto y sale de él a mediados de septiembre, es decir, en «las puertas del otoño». 19 Cf. Prob., nota 6. En el texto latino encontramos Chelae. El tama­ ño gigantesco del escorpión queda indicado en el catasterismo por el he­ cho de que esta constelación ocupa el espacio de dos signos del Zodiaco: el cuerpo y el aguijón del animal ocupan el primero de esos dos signos, el que todavía sigue denominándose Escorpión; los brazos o pinzas del animal, llamados Quelas, ocupan el segundo signo, llamado en latín ha­ bitualmente Libra «Balanza» (cf. Ruf. I, nota 104). El sol entra en el signo zodiacal de Escorpión a mediados de octubre y sale de él a media­ dos de noviembre, es decir, cuando las noches van siendo bastante más largas.

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el eclipse que sucede por unas causas, qué línea condena 130 a Febe 20 y la deja en la oscuridad tras haberse apartado su hermano. Cuando contempló a lo lejos el aspecto res­ plandeciente de la virgen y conoció a la diosa, se acerca a ella mostrando respeto hacia su rostro querido y borra las señales marcadas en la arena. Entonces la diosa habló así la primera: «Manlio, pura 135 acumulación de virtudes, en el que veo huellas de la anti­ gua justicia y costumbres modeladas con el mejor metal, ya concediste bastante al estudio y las Musas te me arreba­ taron todos estos años. Las leyes te reclaman ya hace tiem­ po. Ponte en marcha, entrégate de nuevo a mi trabajo y 140 no te baste la gloria de tu vida pasada. ¿Qué término se dispuso alguna vez a la preocupación por la especie huma­ na? La sabiduría no acepta ningún límite. Añade el hecho de que esta función pudo tocarles a muchos, pero sólo vuel­ ven los que lo merecen, la repetición del cargo da mérito 145 a los actos anteriores y la virtud lleva de nuevo a su lugar a aquellos a los que elige la suerte. ¿Crees que es mejor y que se debe alcanzar a gran precio entretenerse en la exploración de las leyes secretas de la naturaleza? ¿Es que los preceptos de tu querido Platón realzaron su patria más 150 que aquel 21 que, siguiendo los oráculos, hundió la flota de Oriente, transportó la ciudad en sus naves y salvó del medo a Atenas que estaba a punto de arder? Licurgo 22 logró dar fuerza a las mujeres espartanas, sus severas leyes les hicieron vencer su sexo y, habiendo prohibido a los 155 ciudadanos confiar en una cobarde muralla, con más segu­ ridad puso delante de la guerra una Lacedemonia sin muy

20 La Luna. Cf. Ruf. I, nota 8. 21 Temístocles. 22 El legendario legislador espartano.

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ros: en cambio los consejos de Pitágoras y sus años de silencio 23 no contuvieron el famoso lujo de la ebalia Ta­ rento 24. ¿Pero quién rechazará un cargo insigne bajo tan gran 160 emperador? ¿O cuándo se ofrecerán mayores recompensas a los méritos? ¿Quién es loco hasta tal punto que no quie­ ra unir sus opiniones con las de Estilicón? ¿Qué edad pro­ dujo a un héroe semejante en el consejo o en la guerra? Ahora Bruto 25 amaría vivir bajo una monarquía, Fabri165 ció 26 se sometería a una corte tal, los Catones 27 mismos desearían servirla. ¿Acaso no ves que mi hermana Clemen­ cia embota las funestas espadas, que Piedad se alza abra­ zando a los apacibles hermanos, que Perfidia se lamenta por sus armas destrozadas y que las serpientes, agonizando n o en las desgarradas cabelleras de las Furias 28, lamen sus cadenas con un veneno impotente? La Lealtad se regocija juntamente con la Paz. Ya hemos dejado todas los astros y nos esparcimos por las pacíficas ciudades. Vuelve con nosotros, Teodoro». Él responde con tales palabras a la que habla: «Me obli­ gas a regresar a mí, ya hace tiempo campesino, y me 11a175 mas a tus estandartes manchado por la herrumbre de una 23 Cf. nota 16. 24 Tarento era una colonia espartana y Ébalo un rey de Esparta; de ahí la expresión «la ebalia Tarento». 25 El fundador tradicional de la república romana. 26 Cf. Ruf. I, nota 55. 27 Catón el Censor y su biznieto Catón de Útica. El primero (234-149 a. C.) fue el defensor de la destrucción de Cartago y mantuvo siempre una política basada en la tradición. Fue un escritor notable; se conservan de él fragmentos de discursos y la obra De agricultura. Escribió también un trabajo (en siete libros) de tipo histórico: Origines. En cuanto al se­ gundo, prototipo de virtudes igualmente, cf. IV Cons., nota 78. 28 Cf. Ruf. I, nota 11.

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larga estancia en el campo. ¿Pues qué otra preocupación tuve yo durante tantos años que la de ahuecar con surcos los duros barbechos, conocer las propiedades del suelo, qué rocas son apropiadas para el bosque, qué terreno es propi­ cio para el olivo, qué tierra será favorable para las cose­ chas o a qué colinas cubrirán los viñedos? ¿Afrontaré de íeo nuevo, veterano, los terribles clarines y, viejo navegante, desafiaré el mar, del que he perdido la costumbre? ¿So­ portaré dejar al azar mi fama, adquirida durante largo tiem­ po y, de cualquier modo que sea, conservada en un lugar seguro? Y no se me oculta por qué es más poderoso el íes hábito que la naturaleza o cuánto se pierde en un arte que se ha descuidado. No obedece el carro al látigo de un auri­ ga sin práctica y la mano no reconoce al arco con el que no se ha ejercitado. Pero confieso que es injusto todo lo que se le niega a la Justicia. Tú hiciste salir al hombre 190 la primera de sus grutas en los bosques y apartaste a la especie humana de su horrible modo de vivir. Gracias a ti honramos las leyes y nos hemos despojado de las cos­ tumbres de las fieras. Todo el que te ha absorbido con sentimientos puros, se lanzará intrépido a las llamas, sur­ cará el mar en invierno, vencerá indefenso a los enemigos 195 agrupados; él aliviará con lluvias incluso los ardores de los etíopes; a él lo acompañará al otro lado de Escitia un viento primaveral». Hablando así, cogió de manos de la diosa las cuatro riendas esparcidas por la enorme lanza del carro de la ley. La primera sujeta al Po y al Tiber y a Italia resplandecien- 200 te con sus numerosas ciudades; la segunda guía a los númidas y a los púnicos; la tercera se extiende para la región de Iliria; la última retiene a Sardinia, Cirno, Sicania 29, 29 Sardinia es Cerdeña (cf. Gild. 507 ss.); Cirno es el nombre griego

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la de las tres puntas, y todo lo que baten las olas del Tirre205 no o resuena con las del Jónico. Y no te turbaron los es­ fuerzos de tantas empresas ni tan gran carga, sino que, como la alta cima del Olimpo, que deja atrás en el espacio los vientos y las tempestades, se alza más elevada que las lluvias sin ser turbada en su perpetua serenidad por nube 210 alguna, escucha a sus pies las aguas de las tormentas que se precipitan y pisa los roncos truenos, así el paciente de espíritu sale a través de tan grandes dificultades libre y semejante a sí mismo y el odio no lo empuja a desviar el curso de la justicia ni lo persuade el favor. ¿Pues quién alabaría tu desprecio de las riquezas y tu corazón no toca215 do por el lucro? Esto tal vez sea una alabanza para otros: para ti no puede ser elogio alguno ése que limpia de un delito. Una divina moderación mantiene tu voz inalterada; tus ojos conservan la calma, la pasión no excita tu mirada ni llena de sangre tus airadas venas y ninguna tempestad 220 se manifiesta en tu rostro transformado. Más aún, castigas a los culpables tras haber alejado tu ira y sancionas los delitos apaciblemente. Nunca chirrías con tus dientes de un modo espantoso ni reclamas con bramidos el látigo. El que goza con el castigo es un salvaje y parece procurar225 se para sí mismo la venganza de las leyes. Cuando su cora­ zón se ha encendido con la cólera, se abrasa con los agui­ jones de la ira y se lanza ansioso de hacer daño, descono­ cedor de la causa. Está próximo a los dioses aquel al que mueve la razón, no la ira, el que, examinando los he230 chos, puede castigar con fundamento. Que otros se jacten de sus espadas ensangrentadas, que deseen ser temidos por su fiereza y acumulen tesoros tras haber subastado las ri­ de Córcega y Sicania es Sicilia, pues los sicanos son un pueblo ibérico establecido en la parte occidental y meridional de esta isla.

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quezas de los reos. El Nilo fluye apaciblemente pero es más beneficioso que todos los ríos; el Erídano 30 se desliza sin proclamar su fuerza con ruido alguno; el ingente Da­ nubio baña silenciosamente sus riberas; la misma calma 235 de su apacible corriente lleva al inmenso Ganges hasta su desembocadura. Que los torrentes bramen furiosamente y amenacen a los puentes desvencijados; que arrastren a las selvas con sus espumeantes remolinos. La paz conviene a lo que destaca en grandeza. El poder sereno lleva a térmi­ no lo que no puede el violento y una calma severa obliga 240 con más fuerza a cumplir las órdenes. Eres al mismo tiempo sordo para aceptar las súplicas injustas, generoso por el contrario para dar en abundancia lo que es justo de pedirse. Y la soberbia que acompaña a los honores no se ha atrevido a tocar levemente tu fren­ te. Tu semblante sigue siendo el de un particular. El que 245 piensa haberse engrandecido, no manifiesta haberlo mere­ cido, sino que, llena de severa modestia, brilla en él la gravedad, agradable por haber desterrado la arrogancia. ¿Qué sedición, qué locura del vulgo no caería apaciguada al haberte contemplado? ¿Qué tierra bárbara puede haber, diferente en sus costumbres, a la que no doblegue el respe- 250 to a tu presencia en medio de ella? ¿O quién, deseoso de la dulzura de un lenguaje refinado, no abandonaría las me­ lodías de Orfeo con su lira armoniosa? Como te leemos cuando nos describes los orígenes del mundo reciente o las partes del alma, así te vemos en todas tus actividades y tus escritos nos proclaman la semejanza de tu carácter. 255 30 El Po. En esta ocasión, ante la imposibilidad de interpretar el acrior et rapidus del v. 234, hemos recurrido a una de las múltiples propuestas del aparato crítico, concretamente a labitur Eridanus, conjetura del mis­ mo Hall.

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Y el emperador, juez de tus méritos, no retrasó la r compensa a tus servicios; aquella vestimenta con la que la curia se une a la corte, vestimenta que junta a los proce­ res con el emperador como compañero, que él mismo llevó cuatro veces, te la entregó tras haber terminado su año 260 y dejó su silla curul siendo tú su sucesor. Creced, virtudes, y que florezca una edad fecunda en talentos: queda abierta una llanura y el favor está asegurado para el que lo mere­ ce; se honra la laboriosidad con la recompensa merecida. Levantaos, artes adormecidas, a las que hundió la ambi265 ción. Nada le está permitido a la envidia mientras velan por el orbe Estilicón y su divino yerno. Aquí no se profa­ na la silla curul, ni deshonran a los fastos del Lacio ver­ gonzosos nombres. El consulado es concedido a los hom­ bres valientes, sólo es digno de ser desempeñado por los senadores y nunca le va a producir a Roma vergüenza 31. 270 Ya la Fama, mensajera de nuestros deseos, en rápido vuelo había agitado los bosques sagrados de Aonia 32 con la noticia del nuevo cónsul. Cantó dichoso el Helicón 33, fluyó Aganipe 34 más abundante en agua y las sabias co­ rrientes sonrieron con flores. Coronada en su cabellera, Urania 35, bajo la dirección de la cual a menudo Manlio

31 Es clara la alusión a Eutropio y al escándalo de su consulado. 32 Beocia, pues los aones, súbditos del rey Aón, habitaron esta re­ gión. 33 Monte de Beocia, residencia habitual de las Musas. 34 Fuente al pie del monte Helicón consagrada a las Musas. 35 Urania («la Celeste») es una de las Musas. La distribución más o menos fija de actividades entre las Musas es algo normal en la tradición clásica, pero en la Antigüedad solo se da de una forma esporádica y con muchas divergencias entre los diversos textos. En cuanto a Urania, hay sin embargo unanimidad (tanto en la Antigüedad como en la tradi­ ción clásica) en atribuirle el patrocinio de la astronomía.

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había trazado con su compás la ardiente bóveda del cielo, 275 exhortó así a las otras diosas:

«¿Soportamos, hermanas, estar lejos en el día deseado y no visitamos los umbrales de nuestro cónsul y la man­ sión que siempre hemos amado? Su morada nos es más conocida que el Helicón. Nos agrada transportar la silla curul y llevar las fasces. Acumulad maravillas para la ple- 280 be y celebrad su nombre con brillantes espectáculos. Tú, Érato 36, dirígete ya a la corte del Júpiter marino sumergida en las olas, para pedirle cuatro rápidos caballos a los que nunca arrebatará la victoria Aríon 37. Que dé esplendor al circo todo corcel que hace resonar al Betis 38 285 con su soberbio relincho, el que bebe las brillantes aguas del Tajo 39 y está rociado en sus crines de oro humedecido. Calíope 40, pídele al Alcida 41 las límpidas palestras: que acuda toda la multitud puesta a prueba con las coronas de Palemón y la juventud alabada a causa del Tonante 290 eleo 42. Tú, Clío 43, ve suplicante a Trivia 44 a lá cima del Taigeto y al frondoso Ménalo 45. Que la hija de Latona 46, 36 Érato («Adorable») es otra de las Musas. 37 Cf. IV Cons., nota 116. 38 El Guadalquivir. 39 Cf. Prob., nota 11. 40 Otra de las Musas. Su nombre significa «Bella Voz». 41 Hércules, llamado así por ser nieto de Alceo. 42 Es decir, los jóvenes triunfadores en los juegos ístmicos y Olímpi­ cos. Para Palemón, cf. Ruf. I, nota 21 y IV Cons., nota 96. Los juegos Olímpicos tenían lugar en Olimpia, ciudad de la Elide, y se celebraban en honor de Júpiter. 43 Otra de las Musas. Su nombre significa «Gloriosa». La tradición clásica le asigna con unanimidad el patrocinio de la historia. 44 Diana. Cf. Nupt., nota 56. 45 El Taigeto es un monte de Lacedemonia y el Ménalo de Arcadia. 46 Diana. Cf. Prob., nota 41.

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no despreciándote cuando le supliques, favorezca la pom­ pa del anfiteatro. Que ella misma escoja hombres audaces 295 que enlacen con habilidad los cuellos de las fieras y que claven sus venablos con un golpe certero. Que ella misma guíe a las bestias terribles y a los monstruos cautivos desde sus guaridas y que deje por un tiempo su arco sediento de matanza. Que vengan osos, a los que, cuando se preci­ piten con su gran mole, admire desde los astros de Licaón 300 la fiera Hélice 47 y que los leones rujan heridos mientras el pueblo empalidece, leones como los que Cibeles desearía enfrenar en su carro migdonio 48 y los que los brazos de Hércules preferirían haber estrangulado. Que rápidos co­ mo el rayo se apresuren al encuentro de las heridas los leopardos nacidos de razas mezcladas, cuando por casuali305 dad un adúltero macho de color verde fecundó el vientre, más noble, de una leona: los hijos recuerdan a su padre en .sus manchas y a su madre en su vigor. Que yazca en el anfiteatro todo lo que cría Getulia 49 en sus llanuras pobladas de fieras, todo lo que se oculta en la nieve de los Alpes y si algo teme la selva de la Galia. Que la arena

47 Según Higino, Ege «Cabra» y Hélice, hijas de un tal Óleno, hijo a su vez de Vulcano, fueron las dos ninfas nodrizas de Júpiter. La segun­ da parece identificarse con Calisto, hija de Licaón, rey de Arcadia, en el catasterismo de la Osa Mayor. Recordemos que Calisto era una segui­ dora de Diana. Júpiter se enamoró de ella y la dejó embarazada. Cuando Diana descubrió que Calisto estaba encinta, la rechazó de su cortejo. Calisto dio a luz a Arcas o Árcade y Juno la transformó entonces en osa. Años después, estando a punto de ser cazada por su propio hijo, Júpiter los catasterizó a ambos: a Arcas en la constelación de Artofílace, llamada también el Boyero o Bootes; a Calisto en la Osa Mayor o Carro, también llamada Hélice por la identificación que acabamos de señalar. 48 De la región llamada Migdonia, en Frigia. 49 Región del noroeste de África.

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se empape de generosa sangre. Que los espectáculos dejen 310 desolados todos los montes. Y que los agradables juegos no estén privados de nues­ tros encantos: el gracioso para provocar la risa con sus alegres agudezas, el· mimo que habla con el movimiento de su cabeza y sus manos, el que debe tocar la flauta con su soplo, el que debe pulsar la lira con el plectro, el que hace resonar el escenario con sus borceguíes o marcha en 315 alto con el coturno, más noble, y el que, logrando una música grandiosa con su toque ligero, nos hace oír rítmica­ mente con sus errantes dedos las innumerables notas de su mies de bronce y mediante una poderosa palanca incita interiormente a las laboriosas aguas a producir melodías 50, o los que se lanzan al aire al modo de las aves y forjan 320 una pirámide que crece con rápidos enlaces, a cuya cima convenientemente dispuesta salta un niño atado con una correa y, sujeto por las ligaduras de sus pies o por sus piernas, deja colgar en equilibrados saltos sus pies suspen­ didos. Que descienda el móvil decorado tras haberse reti- 325 rado los contrapesos y que la elevada escena haga girar a manera de un coro llamas que no causen daño: que Múlciber 51 produzca inofensivo variados círculos ígneos, va­ gabundo a través de las tablas, que las pintadas vigas ju­ gueteen con el rápido fuego y que un incendio fiable, sin 330 permitírsele detenerse, ande errante a través de las torres ilesas. Que las naves entablen alegres un combate en un mar improvisado y que las aguas, dejándose penetrar, es­ pumeen con los melodiosos remeros. 50 Se trata del hydraulus u órgano de agua, instrumento musical cuya invención se atribuye a Ctesibio de Alejandría (fl. 270 a. C.). Para su descripción y funcionamiento, cf. V i t r u b io , X 8. 51 Vulcano. Cf. Prob., nota 17.

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Que cónsul a través de los pueblos y al mismo tiempo rigurosísimo artífice de la elocuencia, sostenido por una 335 doble vida para la posteridad, aparezca digno de ser leído igualmente en sus libros y en los fastos. Que el hijo acoja el ejemplo de su padre, que lo otorgue al nieto y no falte un heredero para estas fasces incipientes. Que tu casa con­ tinúe vestida con la trábea, que tu descendencia se entre­ gue mutuamente las segures y, conservado el orden del des340 tino, la estirpe de Manlio sea estimada por sus continuos cónsules».

ÍNDICE DE NOMBRES *

1 = Prob. 2 = Prefacio Ruf. I 3 = Ruf. I 4 = Prefacio Ruf. II 5 = Ruf. II 6 = Prefacio III Cons. 7 = III Cons. 8 = I V Cons.

Academia: 17, 94. Acteón: 5, 419. Adérbal: 15, 409. Adonis: 11, 16. Adriático: 5, 39. África: 1, 60; 8, 25; 15, 136, 205, 207, 283, 324, 374, 453; 17, 24. africano: 15, 84, 510. Agamenón: 3, 82; 15, 484. Aganipe: 17, 272.

9 10 11 12 13 14 75 16 17

= Prefacio Nupt. = Nupt. = Fese. I = Fese. II = Fese. III = F esc. IV = Gild. = Prefacio Theod. = Theod.

Alamania: