Platón - Verdad Del Ser Y Realidad De Vida [Platon. Band I, Seinswahrheit und Lebenswirklichkeit]
 8430916717

Table of contents :
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Portada
Índice
Introduccion
Epígrafe
Del prólogo a la primera edición (1928)
Prólogo a la primera edición
Primera Parte
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Segunda Parte
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Notas
Índices
A. Sinopsis del contenido
B. Índice de nombres y conceptos
C. Obras de Platón
D. Obras de Aristóteles
Láminas
Cubierta posterior

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PALJL FRIEDLÁNDER

PLATON Verdad del ser y realidad de vida

I

l

PAUL FRIEDLÁNDER

PLATON VERDAD DEL SER Y REALIDAD DE VIDA

TI TU LO O RIG INAL:

Plalan. Band 1: Seins wahrheil und Lebenswirkl íchkeit

INDI CE

Im presión de cubierta: G rá ficas Malina INTRODUCCiÓN

. . . . . . . Pág.

9

DEL PRÓLOGO A LA PRIM ERA EDICIÓN (1928) .

17

PRÓLOGO A LA TERCERA EDICION

18

PRIM ERA PAR TE CAPíTULO 1: MEDIO Y E NTO RNO

21

CAP1TULO 11 : DEMON

48

.

CAPITlJLO 1Il : A RRHETON

73

CAPITULO IV: ACA DEMIA

95

CAPITULO V : LA OBRA ESCRITA

115

CAP1TULO VI: SOCRATES EN PLAT O N

lJ O

CAPITULO VII : I RONIA

140

CAPITULO VlII: DIA LOGO CAPITlJLO IX : MITO Reserv ados todo s los derecho s. Ni la to ta lid ad ni par te de este libro p uede rep roduci rse o tra nsmitirse por nin gún pr ocedim ient o electrón ico o mecá nico, incluyendo fotocopia, gra ba ció n magnética o cualquier almacen am iento de informaci ón y sistem a de recuper a ción , sin per miso escr ito de Ed itorial Tecnos, S.A.

© WALTER DE O RUYTER & CO., Bd. 1, 1964 3. , durch gcs.u.erg.Au fl, © E DITO RIA L T ECNOS, S.A., 1989 Josefa Valcárcel, 27 - 28027 Ma dr id ISBN : 84- 309-167 1-7 Depósi to Legal : M-3 14 2-1 9 89 Prlnted in Spain. Im preso en Espa ña p or Un igraf. Avd a . Cáma ra de la Indu stria, 38. Mó stoi es (M adrid)

170

SEGU NDA PARTE CAPITULO X : I NT UlCIO N y CONSTRUCCIO N (Un pu ent e hasta Bergso n y Schope nha ue r) . . .............. .................

207

CAPITULO XI : ALETHE IA (Una p olémica del auto r co nsigo mismo y con Ma rtí n Heidegger) .. . .

214

CAPITU LO X II: DIALOGO Y EX ISTE NC IA (Un a preg unta a Karl J asper s)

222

CAPITULO X III: SOBRE LA S CARTAS PL ATONICAS

226

PLATON

8

CAP!TULO XI V: PL ATON COMO FISICO DEL ATO MO (Construcción ato ........... mlstica y destrucción atom ística en el Timeo de Platón)

235

CAPITULO XV: PLATON COMO GEOF ISICO y GEOGRAFO .. .. . . .

248

CAPITULO XV I: PL ATON CO MO JURISTA (Po r HunlinglOll Cairn s)

269

INTRODUCCION

CAPITULO XVII: PLATON COMO PLANIFICADO R DE CIU DADES (La ciudad ideal de Atlantis) .

293

CAPITULO XVIII: SOCRATES EN RO MA

300

La obra de Pa ul Friedlánder sobre Platón ha sido objeto de numerosas reediciones y trad ucciones a muchas lenguas, pero hasta ahora no lo ha sido al castellano. Con to do, creemos que ya este hecho ju stificaría un a versión a nuestra lengua que nos acercase a esta importante apo rtación al estudio y a la comprensión de un filóso fo fundamental no sólo en el mundo griego sino sobre todo en la génesis de la civilización occidenta l. Sin embargo, el que desde la primera edición de esta obra se hayan producido numerosas contribuciones científicas en este campo puede dar pie a la idea de que nos encontramos ante algo desfasado o simplemente superado en sus líneas más importantes. Semejan te punto de vista ha sido atajado por el prop io autor. en cada una de sus nu evas ediciones. Concretamente la tercera edición alemana , que es la que nos ha servido de base para nuestra traducción, ha sido cuidadosamente revisada, correg ida y acrecentada con nume rosas adiciones, incluso con tod o un capítulo, acerca de Platón como ju rista , que se debe a Huntington Caíms . Así que, por esta part e, no caben dud as al respecto. Por otro lado, la obra de Friedlñnder supone un cambio en el punto de vista tradicional que se mant enía entre los historiadores de la Filosofía Antigua, como él mismo estab lece en los diferentes prólogos a sus ediciones, sobre todo en el correspondiente a la tercera edición alemana. Se tra ta de intentar comprender a Platón en cuan to autor «total», esto es, sin extraer de sus Diálogos los supuestos hechos doctrin ales apartándolos del «ropaj e» literario, como si éste fuese sólo escenificación o relleno sin valor ideológico. Eso lleva a un análisis filológico más profundo y más completo, capaz de ir más allá de la terminología o del estudio lingüístico para establecer la cronología de sus obras por estilometría. Todo ello se ant icipa a las concepciones que se barajan actualmente y que, en buena manera, se deben a los trabajos de la escuela alemana y a esta obra entre otras. Indudablemente sería preciso establecer la influencia filosófica que se encuentra en la base de semejant e actitud, pero eso lo deja perfectamente claro Friedlander y no es preciso hacer elucubraciones al efecto. Están suficientemente expresados en su obra el alcance y las limitaciones que, ineludiblemente , se encuentran en la utilización de las cor rientes filosóficas del momento en que él la escribe. De esta manera el valor científico queda intacto , y es preciso estab lecer asimismo otras correcciones desde nuestro propio momento, a partir de las crí-

.

NOTAS

309

I NDICES

A. B.

.. . .. . •. • •.. • • . • • ••

Sinopsis del contenido Nombres y conceptos

C. Escrilos de JOlalón • . . . . . . D . Escritos de Aristóteles LÁMINAS

. • • • •• • •• •

.

. o



•••

. •



357 l59

367 379 38 1

383

ID

11

PLATON

INTROD UCCION

ticas que actualmente se ha cen a las escuelas filosóficas utilizadas

ccn ap orías y de convertir a Platón en un platónico o neoplatónico má s bien. Si Che rniss trató de libera r de aristotelismo a los filósofos griegos, incluido P latón, Friedlander trata de apartar la ps eudo -filología y la pseudo-filoso fía de la Hist oria de la Filosofía y en concreto de Plató n. Y, aunque él mismo reconoce que todavía queda una gran labor por delante, sin du da su aportación puede dejar una línea y una s directrices perfectamente establecidas sobre las que la investigación puede continuar. Son estas consideraciones las qu e nos han llevado a traducir esta obra y a pon er a dispos ición de los alumnos de Filosofía y de cuantos sientan la necesidad de comprender a Plató n y a su aplicación de la Filosofía a la ciudad el cam ino imprescindible para ello .

por él.

El mero hecho de servirse de las corrientes de interpretación filosó fica allí , en donde las categorías filo lógicas presentan sus limita ciones, es alg~ qu e debemos a Friedla nder y que hoy constituye un fenó meno habitual de los buenos aná lisis en Historia de la Filosofía . Con t?do, la obra de este autor es un mo delo precisamente en esta utilizacíen, ya que el estudio de Platón no se convierte en la excusa para estab lecer una doctrina propia o una versión int eresada , aj enas a la verdadera comprensión del filósofo griego. Ad emás queda también claro algo que es particularm ente importante y qu e por lo genera l se mantiene fuera de los a fanes de un investigador en estos estudios. Nos referimos al sent ido de la Historia de la Filosofía, a su valo r y razón de ser en un mundo mode rno, sin que est.o n.os lleve a plantearnos las aportaciones lejanas del pasado o las reliquias que han quedado de una cosmovisión primitiva y desfasada. . Fr!edla nder ha:e notorio qu e P latón nos puede enseñar y que el histor iador de la Filosofía no es un embalsamador de cadáveres sino q.uien descubre los prob lemas de nuest ra sociedad y pon e de mani ñes to que , en la solución de los mismos, nos encontramos con un Sócra tes y un P lató n en la ap licación operato ria de todos los días a partir de lo que denominamos «cultura occidental» y que tenemos en la base de todas nuestras acti tudes y respuesta s. En esta línea inicia o descubre Friedlander el camino que llevó desde la ciudad a la Filosofía y que Platón transformó en una vuelta desde é ~ ~ a a la ciu?ad. El valor de la «utopía» platónica, como planificaclan necesana y campo para el desarrollo de la actividad filosófica ap arece anali zado desde todos los cauces posi bles. Y es precisame nte en eS,ta dir ecc,ión en la qu e el papel de los mitos, de las ideas y de la poesta plató nica se estab lece como orientación para todo tipo de filos?,fías y teorías. Es,' pues, una recuperación de Platón y una comprensie n de la. «letra viva» de sus. diálog os, tal com o pret endía él mismo cua ndo dio esta forma pecuhar a la Filosofía, a la comunicación de las ideas. Y el estudio de Friedlander nos pone en disposición de ap ro vechar este campo y estos análisis. P ero no es eso todo lo qu e se pued e sacar de esta obra. Queda un punt o pa rticularmente válido hoy : la «desmitificac i ón» de los estudios pla tónicos qu e se puede notar en el esfuerzo de Friedlander por superar todas las cuestiones que la Filología ha esgrimido du rante si. glos pa ra de alguna man era llegar a la exactit ud en el conocimiento de Platón, pero que asim ismo han pert urbado la comprensión de su ob ra; se trata de problemas como el de la cronología, autentic idad conceptualización y valo r poético de sus comparaciones. Todo ell~ no es má s que un intento de traicionar la escritu ra platónica de con . vcrtir al diálo go en tratado , de ha cer dog ma s en donde se' establ e-

NUEST RA T RADUCC ION Cuando se pret ende establecer una versión en castellano de una labor filológica y filosófica tan precisa como la que nos atañe, es preciso solucionar un conjun to de problemas previos. l . Las citas en las lenguas originales: En líneas genera les hemos de respet ar el que el autor haya preferido no inmi scuirse en un int ento de tradu cción que pud iera traicionar la forma y el contenido por el que aparecen pr ecisamente como elementos de l estudio qu e se está llevando a cabo. Sin embargo , somos también conscientes de que ello puede significar el aleja miento de la realidad que tratan de mostrar, por cuanto en este caso lo mejor sin duda es enemigo de lo bueno y, lam entablement e, el estado de nuestros Estudios Clásicos y el conocimient o de los Mod ernos no alcanza ni mu cho menos el grado de difusión que sería de esperar en nuestra cult ura y qu e resu ltaría imprescindible para la comprensión de Fri edl ánder . Como pretendemos que esta obra result e asequible y pueda conseguir el fin propuesto , hemos traducido , por nuestra par te, dichas citas, bien aliado del texto origina l o bien mediante no tas a pie de págin a. En el primer caso, figu ra entr e ba rra s y con letra diferent e. 2. La familiaridad de Friedlander con el mundo griego le lleva a utilizar conceptos o térm inos que entiende como per fectamente conocidos por los lectore s. La razó n que hemo s aducido ante s nos ha llevad o a utilizar las notas a pie de página para explicar aq uéllos que pudieran plant ear dificultades y oscurecer la argumentación que aparece en el texto. Con el fin de evita r confusiones hemos detallado cuán do las anotaciones son del autor y cuándo son nuestras . En todo caso hemo s señalado con asteriscos y en notas a pie de página nuestras acla-

12

PLA TON

INT RODUCCION

raciones y hemo s ma ntenido la numeración y la colocación al final de las notas que el auto r señala.

6. En lo que se refiere a estudios au tor izados s?bre P latón, e,s posible acudir a la traducción del clásico libro d,e David Ro~s, Teoría de las Ideas de Platón, Madrid, 1986. ed . Cat e~ ru;. rea lizada por J . L. Díez Arias . Hay tr ad ucción al castellano, asrrrusmo, de la mayor pa rte de las obras generales que cita Friedlander y que hemos ~d ­ vertido en su lugar correspo ndiente. No hay , en cambio, t r ad u~c l ó.n de la gran obra de Wilamowitz, que es en la que más se apoya filcló gicamente el autor.

3. Las citas en alemán han sido tradu cidas al igual qu e tod o el texto en esa lengua . En lo que se refiere al capítu lo de H. Cairns, en inglés, lo hemo s traducido asim ismo, al igual que las cit as que en él y en sus notas aparecen en dicho idioma. Fuera de estos casos hemos respetado siempre el idioma origina l y hemos traducido el texto en las notas a pie de página.

13

Ovíedo, 4 de febrero de 1988 4. Por lo que se refiere a las citas de lenguas clásicas , cua ndo ésta s fueron traducida s o parafraseadas por Friedlánder hemos respetado su versión, que es la que hemos traducido (y en este caso no hemos cambiado la letra ni lo hemos colocad o entre barras). Cuando no era así. hemos tr atado de establecer una traducción 10 más litera l posible. El lector puede cot ejar las existentes en cast ellan o que respetan la numeración científica utilizada por el autor, y que asim ismo hemos tenido en cuenta: Platón, Diálogos, to mos I-V, Gredas, Col. Clásicos. Varios traductores . L. Gil, El Banquete y Fedro, Guadarrama. J. velarde, Protágoras, Pentalfa . Merecen especial ate nción las ediciones bilingües del Instituto de Est udios Políticos. reeditadas recientemente bajo el no mb re de Centro de Estudios Constitucionales: J. M . Pa bón-M, F. Galiana. La Rep ública, Centro Estudios Constit ucion ales. 1949. 3. a ed . en tres tomos 1981. J. M . Pab ón-M. F. Galiano, Las Leyes, C. Est. Const., 1960, 2. a edic. en dos tomos 1983. J. Calonge, Gorgias, C. Est. Co nst., 1951. M. Toranzo, Cartas, C. Est. Const. , 1954. A. González Laso . El Pottüco, C. Est. Co nst. , 1955. M . Rico. Critón, C. Est. Const., 1957. L. Gil. Fedro, C. Est. Const. , 1957. A. Ruiz Elvira, Menen. C. Est. Const ., 1958. A. Tovar, El Sofista, C. Est. Cons t., 1959. La edición hecha por Aguílar de Platón, Obras Completas, corres. pendiente a dife rentes traductores de muy distinto valor. carece de la num eración científica estricta. 5. Para una orien tación bibliográfica acerca de Platón nos remitimos a los dos magníficos est udios realizados por E.LledÓ: E. Lledó , La memoria del Lagos, Madrid. 1984, sobre todo págs. 229-237. y la introducción al tomo 1 de Pla tón. Diálogos, en la Biblioteca Clásica G redas.

S . GON ZÁLEZ ES CUDERO

UDALRICO DE WI LAMQWITZ-MOELLEN DORF TOl AAIMON lm hoc opus manet dedicatum

MDCCCCXXVI II

MDCCCCL III

MDCCCCL XIV

,

DEL PROLOGO A LA PR IMERA EDI CION (1928) w as kann uns allein wiederherstellen? Del" Anblick des Vollkommenen Nietzsche, Vorarbeiten zum Pall Wagner

/¿Qué es lo único que puede restaurarnos? La visión de lo perfecto N., Trabajos previos al caso Wagner/

Hace casi 10 afias - en los inol vidab les días de la «Universidad alemana de guerra en Wilna»- ha hab lado el autor por primera vez sobre Platón, con la conc iencia aún impr ecisa de que sobre él ten ía que decir algo propio y, a la vez, no sólo subj etivo. Para quien en los años de la guerr a, en las trincheras ante Ypern y en las cabañas rusas, estaba a solas con las ob ras de P latón, pa ra ése tuvieron que hacerse vivos esos «dr ámata», ese mundo de Filía y Neíkos / A mor y Odío/, con una fuerza hasta entonces desco nocida. Ni de lejos se pensaría en cualquier clase de trabajo científico en el que tod o futu ro , sobre todo el futuro científico, se disipaba en lo desconocido . Pero eso sería algo muy distinto al azar el que P latón, sob re las embrolladas fronteras de la guerra y la paz, se convirtiera en guía y consiguiera sob re todo la vuelta a la ciencia en este trabajo de ah ora recon virti éndo lo en sendero científico. He obt enido, por medio de conversaciones o mediante críticas al manuscrito , múltiples estímulos ante todo de Fritz Klingner, Nikolai Ha rtmann, Ernst Robcrt Curtius, Herbert Koch, Rudolf Bultmann , Martín Heidegger y Ha ns-Geo rg Gadamer. A to dos etlos les doy las gracias. Marburg, a 18 de Enero de 1928

P.F.

PROLOGO A LA T ER CERA EDICION ¿Por qué toda vía un libro sobre P lató n, además de los mucho s q ue ya se hicieron y de los que siempre van de nuevo a escribirse? El aut or se encontra ba ent onces entre dos frentes. Uno , lo ocu paban los Neo-kantia nos y ot ras líneas de la Filoso fía trad icional. El elemento literario y poético de Platón no ten ía valor fundam ental alguno para los filósofos; era obra de relleno . la bor de espacio pa ra el con tenido filosófico. El ot ro frente llevaba al gra n intérprete de la Filología Clásica , a quien estaba y siempre permanecerá dedicado el libro : a VI · ricb von wñ amowitz-Moellendor f. El escribe la biografía de Pla tón y analiza sus obras, pero, con frecuencia, deja lo pro piamente filosófico a los filóso fos. Para superar esa cont radicción , habia ento nces, y todavía queda ho y. una tarea . « Verdad del ser y realidad de la vida », figura por eso , . desde la segunda edición, de subtítu lo en el primer to mo . Vale tam o bién para los to mos 11 y 111 . «Idea y Existencia» se podria po ner igualmente. Se ha n revisado el texto y las notas para la tercera edición; no obsta nte, no ha y diferencias susta nciales respecto a la segunda. Como cambios generales sólo se ha introd ucido la discusión co n Heidegger en el capítulo XI. Hu ntington Cairn s ha permitido imprimir aquí su trabajo « Plato as J urisr» co mo capítulo XVI , igual que ya -apare cía en la edición inglesa del volumen 1 de Platón . Ello ayuda a com pletar, ju nto con los capítulos XIV. XV YXVII. la imagen de la universalidad de Platón . Los Angeles, California, a 24 de Ab ril de 1964

P .F.

PRIMERA PARTE

CAPITULO I

MEDIO Y ENTORNO lUnas palabras de Platón .. .!

«Una vez, cuando yo era joven» - así escribe Platón a los setenta y cinco añ os en su manifiesto epistolar «A los am igos y partidari os

de Dióne -c- «me sucedió como a muchos: pensaba dedicarme a los asuntos públi cos de la ciudad en cuanto fuera dueño de mis actos. y me topé, en la vida de la ciudad, con las siguientes clases de vicisitudes: pues, como el régimen de entonce s fuese censur ado por la mayoría, tuvo lugar un cambio, y se colocaron al frente de esta transfor mación, como dirigentes, cincuenta y un hombres, once en la ciuda d y diez en el Pir eo, en cuyas mano s se concent raba lo referente al ágora y a los asuntos entre los conciudadanos; en cam bio establecieron con plenos poderes a treinta como jefes de todos" . Casualment e algunos de éstos eran pari ent es y fam iliares míosv", así qu e, en efecto, me llamaron de inmediato, en la idea de que eran asuntos que me convenían . Yo , a causa de mi juventud, nada extraordinario noté; pues pensaba que ellos iban a conducir de verdad a la ciudad de una vida injusta a un mod o justo, de form a que atendí con todas mis fuerzas a ver qué hacían . Y cuando vi que, en efecto en poco tiempo esos hombres demost raron que el régimen anteri or habí a sido una eda d de o ro y que, entre otros abusos, también a un anciano amigo mío, a Sócrates, de quien no me daría vergüenza decir que era el más justo de los de ent onces, le iban a enviar junto con otr os a tra er a la fuerza a un ciudadano para asesinarl o , a fin de que, tanto si quería como si no , quedase implicado en sus ma nejos*** - mas él no les obedeció y se expuso a sufrir to do ant es de converti rse en su cómp lice en acciones indig nas . Al ver, en efecto, todo eso y otros detalles nad a insignifi cantes de semejante índole, me irrité y apa rté de los males de enton ces. No mucho tiempo después cayó 10 de los treinta y todo el rég í• Se refiere al 404 a.C e, época de la derrota de Aten as po r Esparta com o fina l de la Guerra del Peloponcso y al estab lecimiento de los llama dos T reinta Tiran os, enca rgado s en un principio de refo rmar la Co nstit ució n y tra nsformarla de democrática en oligárquica, bajo la pro tección de los espart anos. (N. del r .) •• Cármides y Críuas, que formaban parte de este gobierno , eran tíos de Pla tón y hablan esta do relacion ado s con Sócra tes, (N. del T.) • •• Se trata ba de la detención de León de Salamin a. Este pro cedi miento co nstituía un sistema ha bitu alment e utilizado por los Treinta para involucrar a la gente en sus accio nes. (N. de! T.)

22

PL A TON

me n de esta época . De n uevo, a unque co n más lenti tud . me da ba vuelta s sin em bargo el deseo de actuar en los asuntos público s y comuni-

tarios. Hab ía, por consiguiente. ta mbién en aq uellos mome ntos confusos mucho s sucesos que cua lquiera desaprobaría y no era nad a extraño que se di esen grandes ven ganzas de en em igo s perso nale s en aqu ella época de cambios; con todo , los que regresaban entonces uti lizaron gra n moderaci ón". En cambio. por una mala suerte, unos de los poderosos, a su vez, llevan a juicio a ese compañero nuest ro , a Sócrates, con la acusación más ignomin iosa y meno s apro piada a Sócrates que a nadie: pues co mo impio le detuvieron, condenaro n y ejecutaron, a él que no quiso participar en una ocasión de arresto inj usto de uno de los amigos de los exiliados de entonces, cuando ellos esta ban pasando desgracias al huir. Al observar eso, ya los hom bres que llevaban los asuntos públicos, las leyes y su carácter, cuanto más me fijab a a medida que ava nzaba en eda d, en tanto más dificil me parecía qu e era la correcta administración de los asuntos públicos: en efecto , no era posible actuar sin am igos ni compañeros dignos de confianza, y era imposible co nseguir otros nuevos con una cierta Iacilidad , ya qu e no se man tenía la ciudad en las costumbres y conveniencias de nuestros padres; ad emás se iban corrompiendo la letra y el carácter de las leyes que se daban en admirable cantidad; de forma q ue yo, aun que en un principi o estaba lleno de mucha ilusión para actuar en los asun tos públicos, al verla así y conte mplarla arrastrada por to dos en tod as direcciones y al terminar hastiado , aunque sin deja r de ob servar por dónde pod ría surgir algo mejor sob re estas cuestiones, ta nto enton ces como en toda Constitución, esperab a siempre oport unidades par a actuar; y al final llegué a pensar que, en lo que se refiere a los asun tos públicos , todas las ciudades act uales están ma l gobernadas. En rea lidad en cuestión de legislación casi están desahu ciad as, a no ser que, con suerte, se dé algún remedio ext rao rd inario . Es o bligado decir, en alaban za de la correcta filosofí a, que d e ella procede el en focar los regímenes justos y los asunto s part icula res. Asi pues, no cesarán los males del género humano antes de que la estirpe de los q ue correctament e filosofan llegue a [as magistraturas polí ticas o bien la de los que dirigen en las ciudades llegue, por una suerte divina , a filosofar de verdad . Co n ese bagaje de pensamientos viajé a Italia y a Sicilia en la primera vez que Iui» 1. . . Así el viejo Plató n echaba una ojeada al tiempo de su desarrollo espiritual, en tre los J 8 Ylos 40 años de su vida . Ta l vez tenga ra zón Goet he en que «Nadie puede participar de la forma peculiar con la que un individuo contempla su vida pasada». Nosotros deberlamos • Se reñe re al derrocami ento de 1m T reinta y la consígmeme resta uración de 13 democracía t on el regreso de los exiliados . (N. del T.) •• La, not as del au tor se encuentra n a pa rtir de la página 309.

MEDIO Y EN TO RNO

23

ad mitir ag radecidos todos los datos, que por el testimo nio propio se nos permite llenar, o ver la confirmación de cualqu ier otro. Pero p~­ ra el co nocimiento de la evolución platónica no utilizamos en resunuda s cu entas más qu e este pasaje auto biográfico -c-que sin duda t ie~e en cont ra a los muchos que se han molestado en llevar la contran a a P latón en su manifiesto epistolar y ta mbién el escepticismo de un Nietzsche: « Ninguna fe se puede dar a una historia de la vida de P I.at ón escrita por él mismo , como tampoco a la de Rousseau o a la VIto Nuova de Da nte l . Aqucl doc umento se opone sob re todo a la repr esenta ción popular de P lató n. A él lo han visto como su predecesor gra ndes pensadores de siglos posteriores. El pertenece a la Histor ia interna de la Metafís ica occidental. Dentro de las conclusiones de sus prob lemas descubre verdades, en el fund amento de las verda des, que ya Parm énides Heráclito y Sócrates hab ían descubierto , y a las que ot ros filósofos'proyectan sus problemas. «Después dc los anteriorm ente llamados filóso fos, se presenta la doctrina de P latón com~ la q u ~ en g~nc ral siguió a ésos, pero en muchas cosas ta mbién ~efleJó partlC u l a r~ d ades de rivada s de la Filosofía de Italia». ¿Es posible proyectar afinados torrent es creadores sob re una superficie mu y co ncreta de problemas históricos como Aristóteles hace aq uí (Metafts íca, A 6)7 Así es pos ible referirse a aqu ella forma de pensamiento , En efecto , si ni P latón mismo podía verse ya en esa perspectiva , ca~e p regu~tars~ si nc.' se oye en el Fedón a Sóc rates referirse a su pro pia evoluci ón filosó fica . Pero eso queda sin respuesta, y en ningún momento hay nada de ello en la carta. Por lo tanto seguro que la ojeada d e la carta no es completa . Debería ser demostrado el concepto de «Filoso fía», que sa lta al fina l sin que en ningún lugar se hubiera dicho có mo se ~a llegad o a esa filosofía . Platón se sabe a sí mismo como el descub ndor de u n mundo metafísico y la correcta Filoso fia , de que habla en su car ta, ¿acaso puede ser otr a cosa que el conocimiento de las formas eternas y de su verdadero ser? Pero tampoco trataba de alcanza r ese n uevo mundo. El buscaba la ciuda d yen la búsqued a de la verdad era ciudad" enco ntró el reino de las ideas.

• El autor emplea el térmi no Staat cuando se refiere a tod o lo concern iente a nuesrro t érmin o mod erno «Estado», como es lógico desde el punto de vista de la equivalencia lingüística . Sin embargo resulta m uy discutible el q ue los Griegos en. la Antigüeda? hu bieran llegado a un concepto semejante (d r. a es~os e.fectos CoIoqulO$ ! ob rt' teorra poJ¡~iJ:a la Anligufflad, Madrid , I9fíS). Lo q ue ss tema n era u~a orgaml~ctÓn cennada en la ri udad y completamen te autó noma puesto que no ha bla est ablecido un poder sc penor. Por esa razón hemos uuliza de en este sentido la palabra «ciuda d», como traducció n del griego ~OAIf y no co mo el t érmino usado entre no sotr os como tal. (N. del T.)

ae

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PLATON

MEDIO Y ENTORNO

A partir de las condiciones hist óri cas bajo las que Pla tó n se desa r~o ll6 quedará más claro cómo ha de ser la ma nera de entender sufi clr::otemente eso y que no pu eda ser de otra forma. Su nacimiento ocurnó en un lugar ~ tiemp?,,r la Sociedad que le rodeó no impulsa adem~s a llevar la vida de filosofo , tal como desd e siglos un hombre po dr á haber nacido - y no por él mismo- dentro de un gran filoso fa r qu e pa~a a t ravés del género humano. «Como yo estaba introdu cido en l~ Filosofía... », escribe Dilthey en una ocasión. P latón no hu biera p.odldo hablar así. Pues era completa mente distinta la situación espin tual para un hombre que ha bía nacido, al comienzo de la gran gue r ra, en Atenas dentro de una renombrada estirpe.

no ha llegado a ser lo bastante pronto alumno del enton ces recién llegado Protágoras. Y su respuesta: «Sí, po r Zeus , ami go Sócrat es, si debo decir lo que pienso», ha bía sido el pensamiento de aquel ate niense educado (Protágoras 312 A).

/ Situación de Atenas y su renovación/ ~l Aric a era todavía un peque ño país de señores, agriculto res y marmcros en el alb?rear de su ya amanecido día, en el qu e el sol de ~omero ya l,uce .bn llante sobre Jonia. No tomó parte Atenas en el ár bol de la ciencia y de la metafísica qu e brotó en MiJeto y qu e fue trasplan tado a l~s colonias de It alia. Mien tras que en la ot ra orilla se calcula ban eclipses y se compr obaba el fundamento último del ser del mundo , cons truían Salón y Plsfstraro para los atenienses su ciud,ad y le creaban a un pueblo joven una pos ibilidad de entrada en las nc as c,o~tas del Este. Mient ras que en Jonia y en la Magna Grecia fuero n erigidos el ser c?mo único sin contrastes y la ley del eterno, y siempre opuesto, devcn~r, que se altern ab an para regir el mundo, y se iba desarrollan~o la búsqueda del orden en la con str ucción del mundo y de su ~entJdo, fundamentaba Atenas la ciudad de ciudadanos libres, c?mba~Ia, a J? S persas y regalaba al mundo la T ragedia , Sin duda, la filosofía Jom a de la Naturaleza delegó a At enas a su primer gran detentador en Ana xágoras, cuya nueva sabiduría se ganó tanto al gobernante Pencle~ como al P? eta Eurípedes. Pero era un extran jero , como t o.~ os los i óvenes «fisiólogo s» qu e suscitaban en Atenas, por ap robaci ón, carcajadas o enemistad. Y pronto llegaría el tiempo en que, a parur de la oposición a esa fisiología y de los pensamientos de l~ s anter~or~s sobr e «teo ría del conocimiento», se extendiera la conclusi ón esccpuca. También Gorgias y Protágor as, los sofis tas, vinieron a Ate nas co~o huéspedes. A su lado corr ió la juventud atenien se, porque ap rendIa'.l a conocer allf una nueva clase de deseada competición , y a su an sia de peder se le ofrecían armas has ta ahora desconocidas, Pero, a.unq u~ se .reclbe ~on hono,r al vendedor de esa mer cancía de nu evo upo, lllngU? at enien se hubi era podido ejercer su profesión. «¿No te ave ~g~ n za n.as de pr esen!a rte ant e los griego s como maestro de sa biduna . », aSI pregunta Socrates, en Pla tón , a un joven ateniense qu e

/ La formación de Platón / Aristóteles, allí en donde inscribe a la Filosofía de su maestro como continuación del sistema metafísico (Metafísica A 6),cuenta que Platón, de sde su ju ventud, había estado en relación con Cratilo, el segu idor de Herácl ito, y que ha bía pasado a través de él la doc trina del eterno flujo y de la imposibilidad del verdadero conocimiento. Pero que luego Sócrates le había imbuido algo , en la parte ética, que no pertenecía al mundo de los sentidos, y que de esta manera habr ía to mado él esas «ideas». No se pu ede inter pretar a Aris t óteles a duras penas y ma l, de peor manera que si se entendiese esa cons trucción, que sólo tiene sent ido en la dirección de sus propios problemas, en una relación histórica sobre el verdadero desarrollo espiritual de P lató n. Pues, sin duda, no es má s difícil hacer que se anticipe al periodo escéptico en su vida uno materialista, inclu so. Sólo se necesita que aq uello que Sócrate s conta ba en el Fedón sobre su evolución filosófica se tome como biográfico y se tras lade a P lat ón J. Y ha cer ab str acción, sin embargo , igualmente de modern as hipótesis: no sabemos en 10 más mínimo qué profundamente pudieron habe r entrado en él sobr e todo algunos pensamientos «fi losóficos» de aquella época que, par medio de Cratilo y seguramente también a t ravés de otros , llegaro n a su entorno. E incluso si hu biera llegado a una desesper ació n de todo conocimiento - lo que sin duda recordaría más al doctor Fausto que a un hombre de la Antigüedad- as! se hu biera podido dedicar al mundo, al come rcio . Y habría podido dedica rse al comercio y se hubieran volatilizado, tal vez, todas las cavilaciones, no de forma distinta que el do lor del mundo a lo Byron y el escept icismo de Feuerbac h fuero n, por ejemplo , para el joven Blsmark en el mom ento en qu e empezó a orientar la vida. No , un at enien se, en cuyo árbol genealógico figuraba el nombre de Salón, y también al fina l del siglo V, sólo podía q uerer ha cerse hombre de Estado . «Lle gar a ser un hombre dirigente de la Polis» , eso es lo que quiere cada uno a los veinte a ños o incluso an tes : Alcibíades, en el diálogo de Platón del mismo nombre, Glaucón, el hermano de Platón, en los Recuerdos de Jenofonte, el propio Platón, en la mirada retrospectiva de su gran carta. Sólo con la diferencia de qu e para él se insertan aquí aq uellos profundos pro blemas qu e, a lo largo de su vida , motivaron los cambios, En efecto, más de una vida humana se vuelve a lo esencial tanto

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PLATON

más cuando se ve ta n llena con los símbolos que ante ella aparecieron. Pla tón vio la disolución de At ena s conectada al destino de Sóc ra tes. Si Atenas ya no so po rtab a a su más fiel servidor. que siem pre esta ba dispuesto a morir por esa ciudad y que, de hecho , murió por sus leyes - cuando los revoluciona rios a ristocrá ticos quisiero n hacerle cóm plice de sus acto s, a él qu e siempre luchó po r la voluntad de la mayoría en cada ocasión y que había seguido el régimen de los «mejores»- . si, con una inau d ita forma de llevar las cosas, la restau ració n dem ocrát ica lo sometió a jui cio , a él qu e se había negad o ante los oligarcas a ir co ntra un miembro de la democracia; ento nces ya no proporcionaba la ciudad aq uello para lo que los antepasado s la hab ían const ruido y con lo q ue se desa rrolló, mas bien su espacio fue ocu pado por una act ividad política que se ha bía desviado de las más profundas raíces. Ser un hombre púb lico : eso fue par a Platón . cua ndo toda vía esteba decidiéndose para llega r a ser algo . una ocupación no sepa rada de la vida. Pue s Ari stóteles. con su de finición del homb re como «a nima l pol nico », só lo puso e n concepto lo que cada hom bre vivía. Cómo gano yo «Areté: • y cómo llego a ser un hom bre público : esas eran las preguntas que existían a ntes de cada desa rroll o . y ambas er a n. en definit iva, sólo una. Uno podía no llega r a ser un político; y eso no co nsistía -como de alguna ma nera actualmente- en elegir en opción un o ficio frente a cualquier otr o. sino en que un hom bre se nega ba e n su ser. T ambién esa im posibilida d, que Platón vio ligada a la suer te de Sócra tes, significaba o bien la negación de la vida o la prom oció n para esta blecer ot ro ca mpo distin to ente ra mente nuevo . Eso quiere decir - pues todavía fa ltaba much o tiempo para que el individuo aislado se pu diera colocar den t ro del todo sin la ayu da de la Sociedad una nu eva funda mentación del hombre y, en consecuencia. de su ciudad . ¿Y no había t amb ién Sócrates mostr ado cómo se debla come nzar eso? Ya no valía remenda r las instit ucion es, ha brí a que renova r la sustancia. Sin que el hombre se hubiera convertido en «virtuoso» . no habría que pensa r en la Are té de la ciu da d . Por eso. cuando Sócra tes enseñaba a pregunta r por la «virtud », había él ya comenza do la ob ra de renovación . El sólo ha bía sa bido qu e es necesa rio; y ha bía sido así el único hom bre verdaderamente político (Gorgias. 52 1 D). Si, po r medio de su boca, Platón estableció la conclusión de que los filósofos debían ser dirige ntes o los dirigentes filósofos. eso no fue un «exceso de autoconciencia filos ófica » {Burckhardt) ", sino la comprensión, resumida en un epigrama, de que , pr ecisam ente pa ra políti• El concept o griego de ..Areté» se ref iere a los ideales co munes y genera les en cada época y por lo ramo su significado es va riable. Respo nderla más a nu estra idea de «modelo» o «a rquetipo » qu e a la de « virtud" q ue es por lo que se sude tradu cir. (N. del T.)

M EDI O Y ENT ORNO

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ca. algo se establece en él a pa~i~ del r~uerdo de ca da momento del . . m un do y de la existencia soctanca en este . Nosot ros . finalmente pues, podemos com pa rtir co n el n ~ otra cosa que el «modo peculi ar en el que P lat ón con templó su Vida pasada» ' . Segura me nte ese desa rro llo es ta n rico que una fór mu la. ta n amplia no podría abarcarlo , No obstante es por eso po r lo que el ha visto válido lo esencial como justifi cación de su propia obr a: Lo Rep ública y Las Leyes supera n ya con m,u,cho. en gr,osor a c ualquiera ot ra de sus ob ras, El examen de su creac ton literaria debe colocar Just a: mente en su centro a La Rep ública; Y es da rse c ue n l~ del asun to SI se ve a la mayoría de los pri meros diálogos como camillas ~ue lleva n derechos a ella . Su elaboració n tend ría luga r de nuevo a partir de aquella convicción de qu e tos verdade ros dirigentes y los verdade ros filósofos serí an un o solo , hasta incluso en lo más in tern o , y en s~ ,cent ro a ira vez el ag udo ep igrama de la Séptima Ca rta sob re los dir igentes filósofos, Defin iti vamente la vid a de Pla tón aparece llena de inte ntos re novado s po r realizarse en la ciud ad de. su tiem po . a pesa r de todas aqu ellas paradojas. ¿Qué significa , por fin , est?? A es ta, p regu nt~ responde una corta punt ua lizació n so bre la esencia de la CIUda d griega .

I Lo ciudad griega: su esencial La ciudad griega. en un primer mom ento . está ligad a a los dioses. Zeu s, en Homero , proporciona a los reyes cetro y auto n dad para domi nar . Hesiodo coloca a T emis" como esposa de Zeus y l: s da co mo hijas. además de las Mo iras, las gra ndes entidades del destino qu e e nvía n bien y mal a los hombres mortales. a la s tre s H o ras. en cuyos nom bres de g uno mía, Dike e Irene está expresada la ley de los hombres. de la sociedad «urba na» . T a mbién. todo aq uel q.u: , ,como destr uctor o tir ano. conc ulcase el derecho . reconoce su d ivinidad cua ndo pronuncia la pa labra Temis o Dike. Pero. ,cuan~o en lugar de la inquebra ntab le seguridad se pasa a preguntar e ínvesng a r, fundament,a H erácli to . de for ma meta física. a la ciudad en el cosmos . ¿ Po~ que. si no, «de be luchar el pu eblo por su ley como por sus m urallas»? P orque el orden de la ciudad es una parte del gra n orde n de l m undo . De la misma manera. en to nces. las leyes humanas tendrfa n razón de ser

* 'r emts es la personificaci ón de las normas rmdicionales de organizació n socia l. Sob re los origenes del no mbre cfr . M. S. Ruipérez, " H ~,to.T1 ~ de e}'WOH) de un fémur, o de que los riñ ones tienen la «forma » de corazón; o bien, de nuevo, de algo más interno, de la «naturaleza del hombre, eda des y forma» (nj v TE h>'u(i"l/I' )(a¡ TO flóos VII 52), en las que deb e fijarse el médico. Aris-

• Se trata de 1M burlas acerca de las ideas de Platón, ya que entendía que no se trata ba de las cosas reales sino de estructu ras generales, as' treme al caballo concreto ellos colocaban irónicamente la «cabaljidad» , como recoge Diógenes Laercío en $U biografía de Platón, en el libro 11I de su ob ra. (N. del T.)

• A partir del fundador de la Historia . Heródoto, el autor menciona una serie de ejemplos en los que figura la palabra «idea". En ellos hemos colocado entre guiones la tran scripc ión para que quedase más claro su uso en griego. Luego hemos puesto la correspondiente trad ucción co mexruat . (N. del T.)

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3S

PLATON

MED IO Y ENTORNO

tófanes trae siempre «nuevas formas» a la escena (&ú xm,,¿u lófcn

das las demá s de su lengua, debería expresa r qu e lo «j usto en sí», «lo valiente mismo » era para él un algo que él pod ría contem plar con los ojos dcl alma . Sóc rat es, se dice desde Aristóteles, habr ía sido el descubridor del concepto y de la defi nició n, y Platón ha bría hecho la id ea a pa rtir del concepto 111. ¿Cómo par ece que sería pro yectad o aquí lo viviente a la superficie de la ab stracción histórica del co ncepto? ¿Preguntaba Sócrates continuamente , sin duda, qué es la ju sticia, qué es el bien, y rumbién qu é es la «p olis» o el «p olües » o la democracia , qué es la «rékhne» o la «so phía» o fu ndamentalmente aquello so bre lo qu e habla ba cada vez? El di rigía en la conversación un trabajo const ante de l «legos» en to rno a esas preguntas reno vadas en cada ocasión . Pero no era una determinac ión concept ual, un último ob jetivo, puesto qu e nunca po dría permanecer fija en torno a una definició n cua ndo ésta se hub ier a alca nzado. Det rás de cada pregunta en pa rticu lar y detrás de todas en co nj unto est a ba la últ ima : có mo el hom bre debería vivir al servicio del Estado, qu e quiere al hombre lleno de virtudes, y de la divi nidad , que quiere al hombre bueno en la poli s o rdenada. Porque él mism o era ese hombre, por eso sabia Sócra tes que había una respuesta, y, a tra vés de ese sabe r, era establecida la for ma de su d iá logo. El, po r medi o de sus pregun tas, movía a los demás hacia allí e n donde deberla esta r la respuesta . P regunta ba.. .:¿qué es.. .? Ta mbién ten dría que consistir en un ser . Pero sólo los oj os de Pla tón veían y encontra ban en el , «demon ología» y «demonio n», que son de uso norm al entre los estudiosos de Platón, El término castellano «demo nio», q ue ~ denv.a ~ e éne, es conceptualmente distinto po rq ue recoge sólo co nnota cio nes negallvas cnsna nas qu e no resulla n en a bsoluto válidas al Plat ón. Po r esa razón nu nca lo h~ os uulizado co mo equivalente, a unq ue así apa rezca e n algunas re ferencias poco CUIdadosas a Sócra tes de algunas trad uccio nes. (N. del T.)

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que «intro ducía nueva s ent idad es de d ém o nes » (XQ¡ I'Or Ocnp..ÓI'¡Q). No nos cuestionamos . en el terreno de la P sícopat ologta, Que clase de demon era y no intentamos, como Schopenbauer, da rle un lugar ent re ensueños, espectros y ot ros fenómenos ocultos 2. No me nos libremente se podr ía acercar lo inha bitual por medi o de la razón, como se ha ordenado en el claro entorno de la experiencia racional y cient ífica algo así co mo «una voz inte rna de la cadencia individ ual », como «expresió n de la libertad espiri tual» o «como med ida segu ra de la subjeIividad» 1, Se tras toca propi amen te el paso de esta manera , si se dice «el dcrnon» como si fuera una cosa , en lugar de to marlo en el mod o neutro de expresión del griego (do dem ónico ». En esa c o?st r ucció~ lingüíst ica se encuen tra expresada , po r un a par te. aq uella llld et~r.m l­ nació n: «Pero tú no sa bes cuándo viene y a dónde lleva »; es suñciente, sin em ba rgo, qu e ese algo activ o no se encuentre en el interior del hombre y a su disposición, más bien se le acerca , extern amente, desde una zona inco ntrolada. y era tratado con pr ofun do respeto . De est a man era hay otro gra do de (n d e, sólo qu e m ~ s hinchado en alguna palabra, con aquello del L ISIS (204 B): «Además yo no valgo en abso luto pa ra nada . Sin embarg o , de alguna ma nera me Iue dad o po r el dios que yo, al primer impu lso sea ca p~z de recono cer el amor de alguie n y que está enamorado» . Uno considera estas expresiones en las que la amatoria socrática se funde ma ravillosamente co n el soc rático no-sa ber y la iro nía socrática; así a d uras penas se puede hacer otra cosa qu e creer qu e aq uí más o menos ha sido tomada po r P latón una for ma de pensam iento casi impr esa, un «pcnsamient o fijo» del Sócrat es histórico , Pe ro se podría ence rrar en él - y 110 ha ce falta asegurarlo más, porque la figura platón ica par a nuestros ojo s casi ocu lta el modelo completamente- ; así b rilla po r completo la esencia del Sócrates plat óni co en aquella pa la bra , ,Y para el gran amador de los diálogos plató nicos debe qu edar reducida sólo a la con tem plació n. , En el diálogo Cárm ides, Sóc rates ha llegado en la tarde ant enor del campo de batalla . Su prime ra visita, al día siguiente . le lleva «a los acost umbrados p untos de encuen tro », a una escue la de pugilato .

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DEMON

PLATO N

Su primera pr egunta, después de que él ha debido hacer un relato de la bat alla , se ciñe a aqu ello que es lo más verdadero de todo: cuá l es la situación por allí pa ra la «Filoso fía», si co n los mayores se entret ienen los muc hac hos q ue se d istinguen por su intelige ncia o belleza . y entonces, cuando entra Cá rmid es, el deseado por todos, recon oce Só cra tes: él es una «sabia pauta para los her mo sos», no podría diferencia r ent re ellos (co mo s610 los ru bo riza dos), sino q ue todos. c ua ndo llegan a la adole scencia . le parecerían bellos. Cármides sin duda le había pare cido en alma y belleza particularmente maravilloso. Y, co mo el co noc edor , que se va nag loriaba de se r en el Lisis. pronuncia el j uicio: La genera l conmoc ión de la gente no había sido tan marav illosa . Los muchachos, po r su parte, sólo ha bían mirado a uno y todo s le ha bían contemplado como a la ima gen de un dio s. No se reconoce la iro nía -iSócrates, el que creía no pod er diferenciar!-, qu e per ma nece asimismo co nsta nte y notoria a trav és de toda s las capas: un a pasio nado am or de la belleza . Más tarde dirá Pla tón : un recuerdo del arquet ipo de la belleza cae en el alma desde el cuerpo bello a través de los oj os. Los muchachos, los homb res, Sócra tes mismo, todos está n ( como tocados po r un golpe y arrast rados». Nadie tiene razón pa ra hacer débiles las palabras fuert es, pa ra decir: Sócrates sólo está jugando. Sócrates no se encuentra detrá s de los demás en el a pet ito po r la belleza viva . En ello , sin embar go , entre ot ras cosas , se diferencia de los qu e se detienen allí como en algo último , él , al cont rario, todav ía aña de a esto «u na pequ eñez »: que, en efecto , también Cármides está bien desarro llado an ímicamente. Cuan do Só crates mezcla una pequeñez así, es ind ud ablemente lo diferenciad or . No bleza de amor no sería desv irtuada po r nobleza de alma , sino que ambas dan la forma perfect a juntas. Y la misma int ensidad y movimiento se repiten una y otra vez. Cármides se ha sentado al Iado de Sóc ra tes y le lanza mirad as con ojos expecta ntes. «Allí vi lo que estaba en su ropaj e y me puse caliente y ya no estu ve más en mi, me pa só, en cosas de amor, aq uello de que está muy ente rado Clinias, el que cuando hab la de un hermoso muchacho acon seja a otro guardarse de que , ante los ojos del león, no fuera él a tomar parte en el ba nq uete como un cervat illo ». Todo eso hay que contemplarlo literalmente - lo mue str a la mi rada a la desnudez tapada- incluso, si se pudiera, hay que tama l de nuevo las fuert es pal abr as poé tica s como el primer ind icio de una caricatura en voz baja . Pu es, co n lodo, en cua nto se desarr olle la co nversació n quedará claro : que lo malo y lo bueno pa ra el amor , y pa ra tod o lo hum ano en partic ula r, procede del alma. Y en la superficie del alma perma nece entonces la discusió n que trata de la «sophrosyne» . de la medida y pudor de las a lmas bellas.

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/ t-ros educadorl En el comienzo del Protágoras piensa bu rlarse del «compañero»; Sócrates viene de la caza de la belleza ju venil de Alcibi ad es y Sócrates entra en su tono y se muestr a como perito en las co sas de amor. Pero algo extr año ha pasado: «Aunque él estaba prese nt e, yo no le estaba presta ndo at ención , ya incluso hasta me ha bía ~lvidado completa ment~ tic él» . Y el más bello, po r el que él lo ha olvidado , es... Prot ágoras. pues lo sab io es bello. Esto es una broma, segura mente , y como brolila es tom ada a ju ego por tod os. Pero en ello se encuent.ra el amor, tamb ién el amor sensual po r Alcibíades, comp letam ente SIR más,:ar a: I:s rea l, es el grado sobre el Que se alza el filoso far, co mo en el Cdrmides la belleza del jo ven era un grad o sobre el Que se alza ba su belleza anímica y la belleza del alma sobre todo . Así marcha en efecto el camino gradua l (~lJ'n e bra va.fJa.O~ois xe W~{ ~OV / como ~t;l~zando grados/2 11 C) a la par del amor y de la ñlosoñ a, al qu e Díotíma co nduce en El Banquete, para alzarse más tarde desde un ,:uerpo he~ ~oso a la belleza de alma en donde luego sin duda «t amb ién es suficiente una pequeña nores~ncia del cuerpo» (210 B). Esto es pla tónico y griego , mient ras que en el adagio de Nietzsche «El ~ ás bello cuerpo -un velo solamen te pa ra el pudoroso- oculta lo mas hermoso» con la palabra «solamente» introd uce un tono de un mund o co mpletamente distinto. En el diá logo Alcibtades se hace mayor qu e en cua lquier ot ra pa~­ te la oposición entre el modo con el qu e aman Sóc rates y I~s. demas hom bres. La mayo ría de los ena mo rados, qu e ent ran en delirios tras un jo ven, se o lvidan de él cua ndo se marchitó su flor ~e ju ventud ; Sócra tes, que 10 ha rodeado largo tiempo , ahora por p n?;lera vez se acerca a él. De esa rara diferenciación part e la conversación, y la solución se da al final: los demás han amado sólo el cuerpo , en ab sol uto «a él mismo» . Sóc rates, que ama su alma. es el único enamorado. Así se coloca eso en la descompo sición con ceptu al de Sócrates . Pero ese aislamiento del amor del alma radica , sin embargo , sólo en la oposición al amo r senso rial en genera l de la mayoría . El amor de Sócrates es el hombre total. Uno piensa experimentar qu e la emoció n del sent ido tampoco falta aquí, al comienzo, en donde Sóc rates alude a la «belleza y tipo » del joven . y se podría entonces perfectamente ~om­ plementa r, a par t ir del Prot ágoras y de El Banquete, lo que aqur s~lo se bos queja en voz baj a. Ese elemento sensorial no es ta mp oco de ninguna manera sólo máscara y envoltura. Es c~sc ara, pero cáscara desarr ollada , sin la cual el núcl eo tampoco serta verdadero. Es un grado qu e lleva al más alto gra do, pero necesa rio, sin el que no se pod ría alcanzar lo más elevado . y tod avía enseña un a cosa má s este encuentro, con má s cla ridad que ninguna otra cosa ade más en la obra plat ón ica: Alcibiades ha sen-

• PLATON

U EM O N

tido la silenciosa admiración de Sóc rates como «Inc ómod a». Esta es una palabra fuerte. y se ras trea la ira, sin duda tam bién la curiosidad.

tln aprende , sino además incluso ese amor es desde lo que «se esta ble\"l' la má s profunda intro spección» . Así se conv e rtiría Eros en gu ía hacia la idea , y ese es en primer luga r el giro propiam ente platónico . I um bi én aparece incluso co mo interpretació n de la Figura de S ócra I l' ~ , pero ella lleva a más pro fund idad . a nte la cua l tal vez el Sócra tes h i ~ hl r ico se hubiera quedado ma ravillado . Ese giro propiame nte platónico se muest ra prim ero en el di álo go lisis, en don de Pla tón. en In fo rma y en la superficie espirit ual de vu obra te mp ra na , discut e aq uella pregunta que luego , en El Banq ue/1', va a cond ucir más allá a una más elevada situación. En real idad el objeto de la con ver sación es la «a mistad» ("' IAin ); pero el que bajo l'"'' pa la bra se oc ulte, tímida me nte toda vía , el ero.. pred omi na nte IIc· gará más ta rde a esta r claro. y a hora ya por alguna s ind icaciones potlría ga na r una cie rta pro ba bilida d Yo . No sólo está cr ótlcamc nre inluido todo el espacio de la co nversa ción, ha y un fu lgor d e a mo r so bre las figuras de los jóvenes y muchachos. Aq uí es tam bién en donde Sócrates confiesa su único don pa ra recon ocer rápida men te a amados y enamo rados (204 B). En efecto, Sócrates puede ha bla r de sí mis1l10 , del joven so bre el q ue hace valer toda su pasión a morosa e~ la adquisició n de amigos ("- Q o ~ ",V rwv ",u.wv Il' rija u' :lf.

Como el camino d ialéctico d e Pla tón , empieza el ca mino místico co n la disolución y vuelta , ruptura liberado ra de las ligaduras del mundo sensible. vuelta del alma a dios. Tampoco aquí llega a ser visto en realidad históricamente el movimiento sino el sistema espirit ual de Pla tón en el que fue con ceptuaí lzedo . Segú n su ejemplo. los neoplatónicos. que ven el destino del alma como salir de la divinid ad ('iI"eóoÓot) y tendencia a ella «í voóos). han puesto la vuelta (f r !OTQor,Mj) en. t re esos dos movimientos. Agustín la ha refundido co n elllamamíento de la nueva doct rina de «Ca mbiad vuestro sentido», y co n aq uella vuelta (fJrWTeO, en la « No esencia) de Susa en la de Ange lo Silesio « Dios es una pura nada» -y de la misma ma nera también en los no mbres que la Kaba la tiene pa ra lo ilimitado ~~. Pero , fuera de esa línea de pro pagación, ta mbié n entre los indi os se e~ cue n t ra n asom ?rosas semeja nzas y ademá s lo do un desarrollo pro pro. En los Upamshad a parecen cont ra puestas las mism as pa radojas. « Lo uno se mueve y no se mueve, está cerca y está lej os, está dent ro y fue.ra de toda s las cosas) . Hay la misma ab unda ncia de negaciones : 1(Lo I ~ p er ecc? er~ no esgrueso ni. delgad o, ni corto ni lar go, sin sabor ni olor, sin oj os y sin o ído , Sin voz y entendimiento sin fuerza vita l ni aliento, sin boca y sin medida , sin in terio r y sin exte rior-. No co nsume nada ni es consumido por nada» . Y es definiti vo aquel «no, no» qu e para muchos de los viejos sa bios in dios dibuj a en la forma más aut ént ica la esencia de Brahma 25. I.:a ~st ru~t ura d e la co ncien:ia mística, y a nte todo d el pensa miento r~lI st l co , tiene la ma yor semeja nza con la estructu ra de la visión plat ónica de l mund o . La acci ón hist órica de Pl at ón ha co nt ribuido ta nto a m uchos sistemas místicos como a generales as piracio nes de desarrollo. apo yadas e n la búsqueda de orígenes del a lma human a , Pero ya es hora de decir que, con todo, Platón no es un místico, y de demostrar en qué se di fe rencia él, por su parte de un míst ico verdadero y determinado . ' Lo mas excelso de Plat ón no se coloca a ntes del mu ndo , ni ca ncela el ser , más bien se ma ntiene inmedia ta mente en la fila del ser, sólo tan elevado sobre tod os los demás qu e la pa radoja puede toma rlo por más allá del ser pero incluso más allá del Ser. A él se llega , no a t ravés de un solita rio hundi miento, salt o vio lento o caída en la osc ur idad sino por el ca mino que se aseg ura en el conocimícnto del ser. Sin doc trina de los núme ros, geo metrí a, astrono mía y teo ría musical sin una estrecha y filosófica dia léctica, no se pue de aprox ima r nadi e a aq uella meta , a un que a nte la visión de la meta la pal ab ra ya no bast a. La mística se ma ntiene allí mismo , por la ot ra pa rte, en donde se encuentra bas t~n t e llena del.conocim iento , en la zona teológica; y se queda fuera, siempre consciente de que el ob jeto de su búsq ueda . no va a ser encontrado po r rncdio de la «ratio» sino a través de un descender «al fundame nto de lo que es sin fu ndamento». La may oría de las ve-

• « Dios, po r su elevada d ignidad, no inr nerecida meme es lla mado "nada"». (N. del T.)

ARR UETON

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res, sin embargo , se vuelve incluso más sensible que el ca mino dcl conocim lento. En verdad la «G nos ls». tal co mo predomi na en los escritos Hermét icos, se sirve de remiendos platónicos pa ra el traje torn asola do en el que encierr a su éxtasis. ¡Sin emba rgo no se tol era a nda r dando vueltas ! Ya las invitaciones a «h acerse igua l a Dios) , «llega r 11 ser ete rn idad» (a l w l' ')'EI'oti) , «to ma rse a sí mism o por inmorta l y 1)(11' ca pa z de conocer todo: tod o arte, tod a ciencia, tod a clase de esen da vital, estar en tod as partes yen tod o , co nocer todo de inmed ial o, tiempos, luga res, cosas, cualidades y ca ntidades ) tod a esta lista muesHa, como aqu ¡ se ha explicado, un espíritu completamente nuevo > . Lo que quedará especialmente claro si se da la vuelta enseguida a lo que señala , sin ca mbia r nada en cl funda mento, y pa sa a l luga r del conoci mie nto de todo el silencio de lod o co noci miento. Es sólo una clara voz, pero no aislada, la que suena en Filón: la luz divina va sobrc el homb re, si el ente ndimiento huma no se ha hundido , y la oscuridad , en prim er lugar, le pr odu ce éxtasis y locura llena de dios 27 . Nada puede habe r más aleja do de Platón que tal sup er emb ar azo extñrico , que se sirve tan a gusto de fór m ulas platón ica s y sin embargo se llena en oposición a la fuerza soberana del hom bre . Y un paso más, asi ha llegad o la vida míst ica a un a co acción mágica . Las mortificacioncs del místico cristiano realizan as¡ co rrecta mente, en primer lugnr, la dan za salvaje del de rviche y la inacab a ble repet ici ón del nom bre del tod o en el Isla m, la regulación de la respiración en los indi os, la mirad a fija en la base de la nari z de los magos de la síla ba «o m». A travé s de un ancho m undo , el contenido del pen sam iento y la enseñanza del pensam iento fuert eme nte científico de Pla tó n se encuent ra segregado po r tales rito s. No sólo es que él se ha bía mantenido lejos de tod a magia, incluso desde la mística debía apa recer él como un completo racionalista . En verdad no se encuent ra en él aq uella sepa ración entre sent ido y pensam iento, entre co razó n y espí ritu, por la qu e únicemente se justifi ca n tales a preciaciones . Par a él ningú n dios ha hedIO la sa bid uría de este mu ndo por una ton tería . Sería incon cebible en él la cont radicción de la lla mada tan con movedo ra de Pascal q ue dice : «Dieu d'Abra ha m, Dleu d 'lsaac, Oieu de Jaco b, non des ph i10sopbes el des sa va nts!»» . En Platón locura de dios y matem áticas guían hacia a rriba el ca mino , a través de la geometría llega el ho mbre a dios. Así este mundo es algo incl uso en su más a mplia int ensidad , E igua l que toda zo na espirit ua l Platón contempla así todas las fuerzas hum anas, amor del sentido, pensam iento agudo , la má s excelsa elevación . Para los mí sticos, los sentidos son lo que merece an ulació n, de man era mu y par ecid a al mundo de los cristianos, dcll slam

• «¡Dios de Abraha m , Dios de l ~aac , Dios de Ja cob y no el de los filósofos y el de los sabios !». (N. de{ T. )

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PL ATON

A RRH ETO N

y de la India. Y sólo en intrigas, llevadas por alas de alta s canciones o por la poesía de los suñes , avanza la sensualid ad de nu evo , deformada las más de las veces, a la vida mística. Seguro que ha y ta mb ién en Pla tón to nos enem igos de los sentid os. Vivir es a pren der a morir, cada deseo y de sga na cose com o una aguja el a lma al cuer po ; por ello el al ma qu e quiera filosofar de verdad tiene qu e librarse del cuerpo : así suena esto en el Fedón. Pero en El Banquete y en el Fedro suena de ma nera mu y d istin ta y, si hay igualment e fuertes lucha s co n el caba llo de salvajes a petencias del alm a , sin embargo tampoco está la temeros a opción entre felicidad sensible y pa z del alma . El amor de los senti dos y el amor de dios no se encue nt ran en frent ad os co mo enemigos, sino qu e el am or por un cue rpo herm oso es un grado neccsa rio para el ascenso hasta el más excelso ser. Se podría añadir también que P latón ha deja do permanecer en el exterior el contraste entre el Fedón y los diálog os del amor , de forma que se podría ver la fisura ya ind icada como un ligero sa lto, que más tarde pasa a través del mu nd o , y q ue circun scri be , en cu rva s q ue oscilan ampliame nte , todas las fuer zas human a s. El a lma mística está solitaria . «Flujo del Uno al Un o », así considera Pl ot ino (1,6,7. VI,9,11) el camino del alma a Dios, como ya los neopitagórico s había n hablado de la com un idad del uno con el uno 19. P ero lo mism o se da en t oda s partes. En el maes tro Ecka rt es la separación 10 mejor de tod o , «Ella deja conoce r a Dio s, lo unifica con la criat ur a y la reúne co n Dio s». Y así ya la Mística con oce gra ndes guías espirituales ; así en parti cular en el Islam y en la India, pero también algo en los monjes griegos qu e, co mo medio para la santidad , habían seguido en noviciado co n un sabio, qui en de be hab er pensado probablemente el propi o acto de «u nío » según Plotino lo describe " . Per o P lotino no es a hí un platónico. Según Platón, se cnclende «t ra s un a larga vida en co mún y afanes conjuntos po r la s cosas, co mo por una chispa q ue salta, el fuego en el a lma», y si tam bién se h ubiese a trevido a querer expresar algo ad emás de como el alma llega a la «epe keina e", un o no pu ede así , sin la comunidad de investigadores enamorados, llegar a su bir el camino dialéct ico. El cam ino dia léctico co ndu ce al reino de las formas puras o sabid uría y más a rriba de él, a lo q ue est á más allá de toda esencia . Si as í lla ma a «el bien» , se encu entra así exp resados po r igual en él toda belleza fo rma l, orden rea liza do ; per fección creadora. Aú n se debe pasar so bre la s más a ltas fo rm as para llegar hasta él. Como lo más excelso en el re ino de la sabiduría, sólo com o tal, se ha lla so br e todo esenci a. Es un a forma tan alta qu e, por ello, está sob re toda forma.

listo es por completo d iferente, sin embargo, de la divinidad sin sabidu ría de Bckart , del mar sin co lor de toda d ivinidad, como dice poéricamente Angel Silesíus, o del to do completo sin forma como Brahma en los Upaníshads. No se podría mos trar con fac ilidad la difer en cia . En el cam ino se deb e ap reciar lo que se co nsidera a q uí y allf alma y las formas sobre las que ella consigue «como las co rr ientes que fluyen allí en el mar y pierden nombres y for mas, a sí la manera de nombres y formas habría perdido y entra en la "purusa" celeste , qu e es más a lto qu e el altísimo» , as í en un Upanisnad ". «¡Oh, d éjame ser nunc a; pu es ser-nunc a se pregona en el ó rgano: no so tros vol vemos al hogar en él!», así en Dschel-Alledin JI . Y el ma estro Eckart: «Toda nuestra perfección y toda nuestra felicidad radica en eso que el homhre, a través y por encima de toda condición y de t oda temporalidad y de toda esenciali dad , pase má s a llá y vaya al fundam en to q ue es sin fundamento » J2. La totalidad de fo rmas eur opeas y la herencia espirit ual griega ha n protegido sin duda a la Huma nidad occide nta l co n frecuencia de m ezcla rlo todo, com o el hombre del Este lo ve. Pa ra los místicos cristianos se to ma a veces eso que mantiene su esencia en otra fo rma 11. Pero dejar de ser, separa ció n y deshacerse es asimislila en Bckan y en la mayoría de los místicos cam ino del a lma hacia su met a, el desca nso exte rno en Dios es la cu lmina ción pa ra el ho mbre . Así el místico sólo conoce un movimiento: fuera del aquí y ahora, en el que se colm a por completo el hombre clásico. y si Platón, visto históricamente, a tr avés de su movimiento a la «e pekeina», intro d uce aquel flujo de aquí y en él ha y que bu sca r el punto de partida de una gran especulación mís tica, per te nece sin duda mucho má s al lipa clásico , de fo rma que finalmente no debería llegar a ser visto en Frentado a toda mística. El objetivo a que él llega aquí podrá hacerse claro al final, en donde co mpa ramos los eleva dos vérti ces platónicos y la especulació n de Plotino, a sí como a nteri or mente hem os me did o clara ment e el Ero s platónico en el de P lotino. El que siguiera las instrucciones del camino de Diotima «toca en la meta » (aXfÓOI' al' 7t &'1l"70¡ TO TOV T¿>"OV j 211 B), el que recibe el arq uetipo de lo bello en la vista ( x a Tól/-fT CH 210 E). El discur so es siempre nuevamente de ver y de cont emplar . Aq uel ar q uet ipo de lo bello (211 C) sería cons iderado un objeto de doct rina (¡uxlh¡Jia). Para q uien co ntem pla lo bello, es digna de aprecio la vida (21 1 D) . Y luego deb e «pro d ucir verdade ra virtud, a cercarse y llega r a ser ama d o de dios co n ellas y, en la medida en que es human am ent e posible, ser inmor ta l» (212 A). En el Fedro se ven los dioses, lo perfecto , los arquetipos, en un espa cio no sen sible; las almas humanas quieren llegar a él y recibir con esfuerzo en su vista la s esencias. Ese aspecto es el sust ent o de lo mejor en el a lma (~ 1l"eo a~xo u aa "pvxih TW¡ &Q ¡aTW¡ I'OjlJÍ 24 8 B) Y por medio de ello crece el plumaje del a lma . Si ella recib e en su rostro algo de lo verdadero, eso deci de so br e su destino (249 B). El

• El tér mino «cpckcína» es el uso abstracto del demos trativo que literalmente equivale a la expresión «mas allá». (N. del T.)

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PLATO N

AR RIIf:TON

filóso fo se mantiene siempre por fuerza junto a aquellos recuerdos. El sabe (l~(aTó:~ltJ'oI ) de las co ndiciones humanas Y. como así está entre lo di vino , trata de la ca ntidad como locura del sent ido y no sabe que está en un éxtas is a~o vouí túl" 249 O) . En todas partes se sostiene fuert emente un cara a cara de al ma y arquetipo. También el entusiasmo y la divina locura no corresponden a ningun a introducció n del alma en algo muy distinto O a la intr oducción de ese otro en el alma . sino a un alejamiento de 10 que los hombres loman como serios condicionamientos (&ve" W"I" l JlU a"'ollóáa~aro / condicionamíemos humanos/) . Para Plo tino. sin emba rgo , experiencias comp leta mente dis tintas se mant ienen en el mismo lugar de la interdependencia sistemát ica. En su pasaj e sobre lo bello inteligible repi te la imagen del Fedro del tr ayecto al dios y del alma a la mirada de las formas eternas. Pero ya aquí se pierde el estre cho contraste entre la imagen contemplada y el contemplador (V,8, lO). «Pues todo despid e brillo y llena a los llegados allí, de forma que lleguen a ser ellos bellos, así como a los hombres, cuando llegan arriba al lugar más excelso , llegan a estar colmados por el color amar illo br illan te qu e tie ne allí la tierra y se hac en igua les al suelo en el qu e se encuentran». Lo que despide rayos y fuer zas se sintió con may or int ensidad . La act ividad del conte mplador se trastoca, se llena rá de aqu ella fuerza qu e irradia de allí. Más, la to ma en sí, estaría «enseguida borracho y comp leta mente lleno de néctar» . Lo co ntr ario tiene qu e ser oído . «P ues no es más el uno fuera y el ot ro fuera . Sino que quien ve con ag udeza tiene lo visto en él y, como lo tiene, no sa be má s que él lo tiene y mira hacia sí como hacia el Uno que está a fuera». «Tod o lo que cualq uiera ve, med ian te algo se nsible, lo ve afuera . Pero eso se debe luego t ransmitir a sí mismo y ver como uno , como si mismo , igual que si alguien, conmovido por un dio s, po r Febo o una de las Musas, realizase en sí mismo la observación del dios; de esta man era él tend ría fuerzas pa ra ver en sí al dios». Pero todavía se buscará un a nueva expresión pa ra dec ir con mayor claridad este sentimiento de la unidad del contem plador y de lo contemplado. «Pero si alguno de nosotros, (despu és) de ob serva r 10 q ue hay fuera de sí mismo , recibiera en la vista algo visible, conmov ido por un dios, se recibiría a sí mismo en la vista y miraría la más hermo sead a ima gen de .sí mismo. P ero luego se dejaría llevar por la imagen , tan hermo sa es, y llegaría a uno consigo mismo y ya no estaría dividido, sería uno y todo con aqu el dio s que, sin ruido, se encuen tra presente y él está con él t anto tiempo como le guste y quiera». En giros nuevos cada vez se expresará el llegar a ser uno , recogiendo al contra rio. «Ha subido corriendo a lo in terior de tod o y, en donde queda atrás la sensa ció n por temor a ser algo d istinto , es allí uno». (Se deb e uno diri gir a lo interior y en el luga r de ver uno no llegar ya a un a ob servación del uno distinta del o bserva do r». Eso se ha convert ido , por la act ivi-

dad del ob servado r, en un sustancia en la que, sin quererlo, se con saara la irradiación, po r si deja de tomarse y transfo rma rse. «Tanto ticm(lO como él lo vea co mo un otro , tod avía no está en lo bello, pero \ i él mismo llega a ser para ello , entonces él está sobre todo en lo belto». Una vez que se ha visto la «energía » de esa «kcnosíso" , se vuelve de nue vo a Platón, en donde el yo y el ello se mantienen en estre cho en frentamiento. Lo qu e Plotino ha vivido con lo «be llo» se repite en mayor grado cu n lo « bueno o el uno» (VI,9). El no puede co nfo rmarse con dec ir siempre, una y otra vez, que el alma va a un algo sin forma (d i .r¡'f iÓt oJl, ca p. 3), que aquel sin forma es asimismo sin la form a llena del puro pensamie nto (ó:/LOe lpOJl Ót JHt t JlO J(Qi ¡LOQ.¡rih 1'0 '1n1 ¡ , ca p. 3), ¡IIJC aq uello sea sin forma como anterior a toda forma (¿ " fiÓf O" Tea '¡'ÓOu¡ &lI'{l I'TOÜ. Así necesitaba, pu es, el homb re también una peculiar man era para alcanzar ese alt ísimo. «No a través del conoci miento, ni a t ravés del puro pensar, esto sería alcanzado, como las dem ás entidades inteligibles, sino en una oposición q ue está más allá de lodo conocimiento» . Y para ello debe ser también el alm a de configura ctón particular, pariente de lo qu e ella quie re alcanzar, por lo ta nto ct!a misma sin forma y figura . «Co mo se d irá de la ma teria q ue ella tiene que libra rse de toda co nfiguració n co ncreta, si t iene que so po rla r la impresión po r med io de toda s las cosas, así, y má s a mpliamente, ha de ser el alma sin figura, si es qu e no tiene que haber co n ella nada sensible, que sea em barazo so pa ra llega r a ser colmada e ilumínada po r medi o de la más excelsa ent idad» . Y si ella ha alcanzado (" 3 meta , «entonces ve aq uello y enseguida a sí misma según la ley: ¡l s¡ misma transparente, llena de luz inteligible. mucho más pu ra luz cltn misma , sin gravidez, ligera , con vertida en d ios o má s bien siéndolo» . Tan pronto como el alma ha llegado a ser sin figura como lo uno, ento nces siente po r completo lo que no deb e considerarse co ntcmplaci ón sino un ión (Wj &1' p.i¡ lwecr.p.i Jlo v ¿>..>... v"wp.iJlov cap . 11). No se podría ha blar de quien ve y lo visto sino de qu e a mbos son uno colo. «P ues ni ve el observa do r ni difere ncia, tampoco se representa dos entidades, sino él llegaría a ser un ot ro y no él mismo y no está illli como do minio propio, como propiedad de aquel otro ha llegado ¡, ser uno , un id ad de inmed iato, mitad co n mita d». " , Y el t rayecto II lJ se llama «co ntemplación sino ot ro modo de ver, éxtasi s y simplíñración , aba ndono de sí, an sia de tocar, paralización y sensació n de nuión . ' \ Cuando Ploti no tom a como «el bien» a este elevado Uno, sigue u Platón, se realiza como su exégeta (VI,8). y lo «epck cin a» de ese • «Keuosis » es el sustantiv e verba l co rres p ondiente al verbo «vaci a r»; pod rla mo s y rererír to a l a cto media nte el cual el alma pierd e su individualidad y se co n funde co n la d iv inida d en un todo único. (N. del r .) nuducirjo po r " privación»

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PLATON

eleva dísimo bien, que el Sócrates de Lo República ha ex presa do, siempre resuena en Plot ino : «No quiere deci r " más allá de todo ser" ése determinado; pues no lo establece. y no expresa tampoco ningún nomo bre de é l sino se reduce só lo a qu e aquello no es eso». Pero claramen. te no es men or la diferencia frent e a Platón . La vieja forma se ha como penetr ado con una vida comp leta mente dist int a. Qu e lo altísimo fuese sin forma ni figura, que el alma tuv iera que llega r a ser sin forma ni figu ra para alca nzar a aquél, de eso no ha y nad a en Plat ón . Permile a Sócrat es calla rse sobre todo de eso. P ero a él le hubie ra n parecido esas palabras seg ura me nte minimizació n y se llegar ía, en su sentido de pa radoj as, a la subida que él esta blece en el «más allá de tod o sen>, am pliándo la a un «incluso más allá de toda fo rma y figura». y no le ha llegado el pensa miento para de ja r perd erse el alma en algo sin figura, podría no llegar nunca el habit ante de un mundo lleno de figuras. Así finalmen te tampoco conoce la unión extá tica del alma con lo altísimo . Seguramente él se calla sobre todo de eso y Plot ino podrla inte rpretar en el sentido suyo este silencio. P ero , co mo pa ra P latón es impe nsa ble qu e alguien no se moldease copia ndo la imagen según la que está conjuntado, enamorad o y ma ra villado, y como ta mbién la visión «de lo or denad o que se mantien e siempre de la mism a man era» por necesidad debe el alma hacer pa recida a lo ob servado , a la idea (La Rep ública 500 C), incluso debe ser visto lo mism o sólo en un alto grado de espiritualización cua ndo ella está pró xima a lo que está más a llá del ser. « Llega r a ser Dios», es el a fá n de Plotino: « No se tra ta de esta r fue ra de defectos, sino de ser Dlos» (1,2,6). En Platón se de nom ina el objet ivo llega r a ser de for ma de dios, a mado de dios , ser parecid o a dios, en la medida de la s pos ibilida des 1 puede mostrar cuá n difícil era la componenda, pero tamb ién cuán inmo rtal. Y así seria ajustada sólo luego la plenit ud de la vida que la Academia for mulaba, si se

piensa que esas dos fuerzas del cosmos plató nico, la que huye del mun do y la que vuelve al mundo , imperaba n equilibra damente en ella.

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IS(k rotes y lo A cadem ia/

A la vista de los diálogos se pod ría preguntar si la Academia se l'eiHa más al maestro vivo o a la imagen del sabio Sóc ra tes. Pero eso un sería ya luego exigir una diferencia más o menos, si se hubiera mosnudo cómo tod o Pla tón ha recogido en si mismo todas las fuerzas vitales de Sóc rates 1 . «Dejadme decir po r mí mis mo q ue ningu no de vosot ros co noce a Sóc rates; por ot ra parte q uiero mo st rároslo a vosotros ». Esas son pa labras de l platón ico Alcibfad es (El Banquete l l6 C) l . Pero , tanto vio la Acad emia a Sócrates, po r a sí decir, a través de Platón, q ue para ella siempre significaba algo n uevo y ante él revivía. Y que ésa era una comunidad de amado maes tro y amado dtccfpulo lo confirman po r to da s pa rtes los diálogos pla tó nicos de juventud has ta el Fedr o. Pu es se podría con razón gua rdar e individuahsur pa ra recoger la imagen de la Academia a partir de él: no se puedl' pensar en ella sin tod a la fuerza en movimiento del gra n «demon». M.is aún: ella es él mismo en una encarnación anta ño histórica y ejem pla r. A ella Platón tras ladó en su propi a forma las afi nes y mo ldeadas tuerzas que el, en el entorno de Sóc ra tes. ha bia experime ntado consilIn mismo y con los demás, con lo qu e surgió un producto qu e en su ni igen se asemeja más bien en general al orden pitagó rico . Co n una comu nidad que se consideraba al modo de Pitágoras se relacionó P la lbll en el sur de Italia. En La República (600 AB) se refi ere a PitágoI ji " como «guia de educación » ( ~ YfJlW I' Tm óf ún), amada y mara villosa cabeza de un tropel de discípulos y fundad or de aq uello que los wgutdores tard íos consideraron forma dc vida pitagórica (lIuOa yoQHo5 Il.Hílf05 TOV (3 iov ). Si se comparan las escuelas pitagórica y plató nica , U' ve, tanto en una como en ot ra, al ma estr o como centro, en torno ni cual mira , con particular adm iración qu e llega hast a la ap oteosis, . u círculo . Aq uí como allí es un objetivo la unidad espi rit ual de vida rn conjunto del que enseña y del que apre nde, qu e cont iene sin difercucíar religión y conocimiento , ética y polít ica . Esas d os aso cíacioIII' S se distinguen por completo de la enseñanza de los so fistas . Ellas ~ ll ll creadas, no hechas; son una for ma ción esencial, no una organiració n para un objetivo . En ellas el espíritu , qu e los sofistas vend ían rmno mercancía, es un libre do n del maestro , y por med io de la libre «uuribución de sus miembros se mant iene su existencia externa . Se encuentran casi asentad as en el espacio y perd urando en el tiempo , 1'11 vez de, como los maestro s am bulant es, llegar a establecerse siempre otra vez en un lugar nuevo cada vez.

PL ATü N

ACADEM tA

Pero la com unidad platón ica, por su parte, se sepa raba asimismo de 10 más pa recido a ella por medio de l espí rit u de Sóc rates. qu e se hab ía int roducido en ella po r co mpleto. Sócra tes , según unas bellas pala bras de Pluta rco en las que sólo una ca rac terís tica a uté ntic a del Sócra tes platónico está fun cionand o. « ha hecho so bre tod o huma na a la filosofía por medio de la pérdida de nebulosas y por la sencillez» ". Pa ra el q ue proced ía de aq uélla s de bía n existir sím bo los llenos de misterio y cer emo niales. y ta mbién ascet ism o en vestidos y alimentos, só lo víncu los a poyados en la zona de la superstición, sin referencia al verdade ro ser. El secreto pitagórico parece volunta riamente afi rmado y refo rzado po r prohibicion es silenc iosas, mient ras que lo platónico necesa riam ente crece de eso , de qu e el más excelso co nocimiento «en ninguna manera es decib le como los dem ás objetos de la doctrina , sino que , a partir de una larga vida en co mú n y de la Ia rniIiarizadón conjunta con las cosas. como una chis pa de fuego que salta de repente y enciende una luz en el alma , se extiende y se acerc a desde ahora a si mismo» (Carta Vll, 341 C). Y, pa ra delinear el contr aste probablemente más agudo. allí distingue en «él mism o lo ha dic ho» cada pregunta. mientras qu e la gran herencia de Sócrates en la escuela plat ón ica es qu e la Filosofia se red uce a una conversaci ón entre maest ro y discípulo y a mbos. en búsqueda con junta. sube n el ca mino dialéctico hacia las id eas y a lo que est á «más all á».

d ones human as y espir it uales. Ta mbién de eso da ría n probablemente tina imagen los diálogos . C uando Ti mco expo ne su filosofía na tural. Hermóc rates q uiere hab lar de po lítica y Critias co mienza su relato de la ciudad . o ta mbién, cua ndo el «E xtr a nje ro de Elea» em prende un lar go ejercicio dialéctico con los jóve nes co nd ucidos a él. Sócr ates se encue ntra po r allí presente sin toma r part e más q ue ocasiona lmente . Pero sin duda él, a pesa r de tod o , está presente po r allí y tod o lo qu e allí se dice tiene un últ imo sentido en la referencia a su «doctrina de las ideas». Igual mente Plat ón a veces per ma necería callado. cua ndo - así podríamos pensar- Eudoxo disertaba sobre la teoría de los irracio nales o sobre las esferas de est rellas. Incluso callado. determ ina el sentido que se experime nta ante tod o eso, por el qu e no hubiera sido presentado en el ob servato rio de Cízico sino en Atenas , en la Aca demia. Si algún género de particularid ad es podría ser aportado po r los diálogos para la imag en buscada de la Academia. eso es la en señanza de los guar di a nes en la utopía de la ciu dad. Segura me nte esa enseña nza en doctrina de los núm er os. geo metría. estereometría , ast ronom ía y armonía es una exigenc ia de la ciuda d ideal, Y. pu esto que la estereometría. qu e en a bsoluto esta ba dada todavía. fue colocada en el pla n se m uestra como ta mpoco aquí se pu ede proced er sumari ament e. P ero en esencia la educación de los guar d ianes no pod ía haber sido pensada como diferent e a la de los alumnos de la Academia. cua ndo ent onces, como ya se dij o y más adelan te qued a rá a ún más cla ro , la Academia tenía un sent ido de ciudad. Y que al meno s la geome trta era usad a en tod as pa rtes en donde se da ba un discu rso de enseña nza académica . eso pertenece a lo conoci do po r todos. U no puede queda rse sat isfecho de sí cu a ndo topa con aq uella inscripción en el parlón de la Acad emia qu e prohibía presunta mente la ent rada a tod o « Ignoran te en geome tría» u . Ejercita rse en geo metría , sin emba rgo . fue lo prime ro que Pla tón exigió al joven Dionisia y pronto , a su vuelta - así d ice un relat o burlesco-e al palacio de Slracusa. vio los mismos espacios, po r los qu e ha bia discurr ido el bulli cio de la fiesta , cubiertos d e po lvo en el que se dibuja ban figuras geométricas. lo que fue apostillado por la oposición : tanto un solo sofi sta le había comido el seso que abandonó las anteriores prerrogativas reales pa ra «buscar en el círculo de la Acade mia el bien silencioso y llega r por la geometrí a a [a per fección »

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/ Orgunizacion y sentido de la Academ ia/ Esa ha sido la constante. En puntos particula res, sin embarg o , deben ha ber sido cambiados muchos. casi todos incluso . d ura nte las cuatro déca das en las que Platón ha dirigido su Academ ia. l os jovenzuela s. que se ha bian reun ido los prime ros en torno al a mado maest ro . se hace n hom bres. Se va n luego lejos, como Eu freo a Macedonia , Co risco y Erasto a Assos, y asimismo lleva n co n ellos un tr ozo de la Acad emia y Plató n se realiza en extensión a tra vés de ellos . Ot ros se q ueda n más t iempo perteneciendo al bo squ e de la Academ ia y se convierte n a sí mismos en maes tros de otros discípulo s. tal vez no de la misma man era que hay en el Peripato una or gan ización por grados de «jovenzuelos» (Jiw Jiiaxot) , de «mayores » (1T Qf a{% u Qo L) y de ieron a ella , si el propio Eudo xo era señala do como co mpañero del a alguna otra parte y al verdadero co ntinente, el viaje no estaría permitido por fronteras física s, o cas i se podría decir meta físicas, que son indescr iptibles para nosot ro s, La superficie superi or del circulo terrestre se ha co nvert ido ahora en primcr lugar en una unidad y la exploraci ón está abierta. No SOIl dos fantasías q ue se encuentran sin relación en la creación platónica, sino dos cuad ros de la tierra pensados con rigor cient ífico, entre los cuales hay una cont inuida d histórica. No sa be mos si Platón mismo o a lgún otro ha reconstruid o el primero en el segu ndo . Pero ambos, incluso, pudieron haber sido co nstruidos fue ra de la Academia: así se probarla. no obstante, una interesante parti cipa ción de Platón, una decena de años ant es. en el problema de la geog rafía del clrculo de la tierra . y también aquí está cla ro que , por lo menos al com ienzo , no ha hría una interru pción propiamente voluntaria de Plató n en la atenta ojeada a la realidad . El cuadro de la tierra co n las elevaciones so bre lodo co n la elevación de nuestr o «ecumene », es sólo, a l menos en el milo del Fedon, el suelo apro piado para el dest ino del alma huma na . 1.;1 oposición mela física entre mundo de las idea s y mundo de la experiencia sensible, está aquí proyectada en la tierra . y se interpr eta en t.a oposició n de valor entre la «verda de ra tierra», la super ficie surcnor del círcu lo prop iamente, q ue irra dia en los más puros colores, compuest a po r las más ricas materias , y nuestro «ecum ene», que, insen ado pro fundamen te en aquella superficie, sólo es un destello de aquel seño río de arriba . Vivimo s debajo, sin presentir que no vemos

• El término griego e rro nnste non», usado en este co media, fue co nstruido burlesrmnente po r Arisl? fanes sirviéndo se del sul1jo utilizado para designar los lugares cñ, 1;11('$. La trad ucción por «pensadero» es la más frecuente del mismo. (N. del T.)

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PLATON

el verd ad ero cielo so br e noso tro s, sino Que vemo s, a t ra vés d el med io

turbio de nuestro mar de aire. el Eter hacia a rriba . Y el juez tendría

que ~ ife renci a ~ si nuestra alma debería q uedarse. en el futuro. en el interior de la tierra o llegar arriba, a aque lla verdadera superficie superior en el puro « éter».

/ ¿Para qué la Academia?1 De es ta ma nera, ciencia de la Naturaleza y poesía mítico -met a física

se introd ucen fuertemente unida s en Platón . Y todavía una decena de años más tard e se conserva en el segundo cuadro del círcu lo de la tierra . al menos en los nom bres de «verdadero mar » y de «verda dero co ntinente», que fuero n usados así por nuestro mar y nuestro co ntinente , dil uyendo como siempre el contras te de la idea con la apari encia . El Todo es un símbo lo, como mu cho se esfo rzaba Platón desde la especulación en to rn o a una ciencia específica , y com o mucho para él, sin embargo, toda ciencia específica estaba bajo el precepto melafisico. Y si se mira n ambas en conjunto , se pod ria vislumbrar có mo ha sido eso realmente. Asl pod ríamos co mpre nder aquí y allí un luga r de investigaci ón aca dé mica en la fantasía reproductora, nun ca el T odo , pues permanece ca llado el Tod o en su tr an sformación temporal. Eso , q ue aque l fragm~nto no permita conocer la estructura del Todo, sería muy poca satis fac torio. Y si hay que insistir sobre ello para conoce r lo bast ~ nt e sobre la organi zación del estudio, se llegaría po r fin a la convicción de que tod o ese desconocim ient o es ta mb ién meno r en rea lidad . Se llega a la Acad emia no co mo institución sino como vida . Y allí ha y unas tareas casi ina movibles: có mo y en qué or den también deb ían llegar siempre los objetivos doctr inales al ed ucando en el curso de la enseñanza; tod o debla, «tenia que ser usado para contemplació n co njunta , tanto según el parentesco de los objetos de enseña nza entre si como po r la naturaleza del verdadero ser. Pues só lo tal ap rendizaje se encuentra casi en su portador. Yeso es fa prueba más fuerte de una na tu raleza dotad a para la dialéc tica y una no do tada . Qu ien pueda observar en conjunto , es propiamente un dialéct ico, y qu ien no, no» (La República, 537 C) . Plat ón no se d irigía sólo al intelecto, aunq ue él lo amaestraba mucho . Pensaba en el hombre comp leto , al que enseñaba a diferenciar etern o y cambiante con más claridad que en su tiem po , y distinguía entre el rango del «alma» y «cuerpo ». Nos otros ya no vemos el género qu e él sacaba , y con ello nos falta la más firme realización de la Acad emia . Y, sin embargo , como en los Recuerdos de Jenofont e la vuelta socr ática haci a si mismo se desarrolla en una con versación con el pintor Pa rrasio y con el escultor Clitó n , que ap rendían de Sóc rates

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ACA DE MIA

cómo se de bía pon er la vida anímica en la figur a humana, así tiene que llegar a ser com prendida de una vez también en la s o bras d el arte figurativo aquella penetración de «Manía» · y dialéctica , de «pathos. .... e «iro nía», aquella nueva tensión ent re la parte de aq ul y más allá . y la pregunt a es ta l vez más apro piada sobre que de platón ico pued e haber en un Apolo, Eros o Hcrmes de Esca pas o Praxiteles !". Nosotros vemos en el último encrespamiento de la supe rficie supe rior, en la charla de los ciudadan os, tal como apa rece en la comedia de esle tiempo , qu e se reconoc ía a los al umnos de Platón :!l. Se vest ían y tenían mejor t ipo que la mayoría , hab laban y se mo vía n con una reconocida graveda d. pero no se podí a en ese tiempo d ejar de recon ocer a un hombre tal, que era más exquisito (f t O' TO XO ~ ) y ca paz de pronuncia r perfectos pensamientos (o ~ x l'raXf'll"m Ó l1 ,á~fJ'Of >"É")'HJ' / que podio decir palabras no desmañadas/) . Llamaba la atenció n de cua lquiera con: Una túnica más blan ca, aseado y fino el tr a je gris, un suave gorrill a , bien torneado bas tó n, ento nces, «se pensaba ya qu e se veía a la Academia co mpleta» . O en la Asam blea d el Pueblo estaba «uno de los de la Aca demia , un alum no de Platón » éL.: Llevaba el cabello cortado a navaja - muy fi no , dejaba la barba abu nda nte sin a feita r - muy fina , calzaba en los pies sa nda lias - muy fino, con co rreas a la misma altura de las piernas. Perfectamente blasonado po r la riqueza del tr aje, la respetab le figura en un bas tó n apoya da , Al mo do extra njero. no indígena me parece, comenzó: «Hombres vosot ros de la tierr a ateniense... » l a compacta mayoría de los ciudada nos sólo atendla a lo externo, como se comprende. En Plató n se destacaba [a po stura inclinada hacia delante, que muchos de sus alu mnos habían imitad o , o su inquisitivo ir y venir; un personaj e de comedia gritaba: ¡Oh Platón , tú no sabes en ab soluto cuándo la frente se arruga y cómo un caracol dirige hacia ar riba solemne las cejas .

• «Man ta» es el eq uivalente a (locu ra divina» o «exaltación» . en el sentido de su¡..... ració n de lo particular, qu e a par ece en ot ras ocasiones .

(N. de' T.;

•• «P ai hos» designa la «experiencia», lo que uno sufre. (N. del T.)

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PLATON

Pero tan pro nto como la gente supiese lo que ha bía tras esa frenle; podía sa ber que , bajo ese manto de la más fina clase y co n aquellos zapatos de cordones, a van zaba tal vez un hom bre nuevo, prepa rado para la «areré. platónica . La doct rina platónica y la formación platónica de hombres, tal

como ha llegado a ser notada hasta ahora . permanece todavía siempre asentada en un último malentendido. En efecto, hast a a hora nada imp ide pen sar en lo que significa Acad em ia: flujo desde la realidad , culto de la idea en el alejamiento del vivir , pura post ura «reórlca ». y los dis~ip u los de Plat ón estarían formados pa ra no llegar más a una perfecci ón para aira s q ue pa ra ellos encerrados en sí mismos. S! ~ em bargo , así no puede ser , si es que es algo de lo que antes se dije: que la Academ ia te nía un sentido político, que ella no se refería a la idea sino de inmediato a la ciuda d . / Eidos, pó lis y Academia/ Platón ha encontrado el rein o de la idea , cua ndo buscab a la verdadera ciudad. «Eidos» y «pólís» , la más elevad a «thcoria» y la más elevad a tarea práctica perma necía n pa ra él unidas sin d isolución . Eso es lo que enseñaba , j unto a tod a clase de libertad poética , el siempre todavía fiel desa rrollo de la Academia: la com unidad de filósofos de la Polileía plat ónica . Ese círc ulo interno , qu e, como cent ro ordena do , encierra en si a todo el edificio del Estado , es cond ucido hacia arriba , a la vista de la idea, por medi o de la ed ucación . Sobre él se dirige el ojo de los filósofo s, pero siempre tiene que ser otra vez forzado a vo lverse hacia abajo, con lo que 10 contemplado sería reconstru ido en la ciudad . L ~ Academia, la imagen empírica - o, platónica mente pensada, COP Ia - de ese circulo ideal tiene la misma forma de educación: el camino dialéctico; la misma dir ección de la mira da : hacia arriba , a la idea . Les fall a ba una ciuda d real que los rod ease. Así la vue lta al tra tam ient o de los as untos de la ciudad sólo puede toma rse en el fondo, no co lma rse . Pero si la relación de Academia y gua rdia nes ha de ser co rrec ta me nte vista, no fue un repentino deseo sino una necesida d el que la Academ ia se volv iese a la po lítica at eniense; ~sa misma necesidad q ue había pro duci do al maest ro, según su propio relat o , a causa de la imposibilidad de la realización en la d ll ~ a d . Pero, como Plat ón «siempre espe ra ba por la corre cta o po rtunídad del asun to) hasta que por fin se dio cuenta de qu e sólo el go berna nte filósofo o el filóso fo convertido en goberna nte podían lleva r rectitud 23, se debe concluir así también que la Acade mia había sent ido los sones esta ta les y esperaba áv ida el momento en que ella misma pudiera convertirse en el cent ro de una ciuda d ideal realizad a . Lo dicho se llega a con firmar por medio de un a oj eada a la obra

ACADE~lIA

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escrita de P la tón . La relació n de esa ob ra escrita con la fo rma de la Academia se podria pen sa r, incluso , ta n apartada que la co rrespondcncía ent re a mbas fuese en general: si se deja cla ro qué espacio exígen, en la obra escrita, los diálogos de I ~ ciudad, .del político y de !as leyes, es imposible pen sar as¡ la Academia e~ un aisla miento ~~ la CIU dad como el jard ín de Epi curo. Desde el d ia en el qu e la visi ón del rey filóso fo apareció an te él, Platón ha ten id~ siempre; e.n.el ca mpo visual de sus ojos, la ciudad ideal que esta ba sm pa rar dirigida al ser. l-n su o bra pr incipal la recon stru ye a partir de aq u í~ y muestr a a las demás ciuda des posibles co mo fo rm as err óneas en di fer entes grados. En el diálogo del Político se vuelve un a vez más a lo tra nscendente y coloca allí a la total ida d de las demás ciudades, un a frente a ot ra, corno el único a rqu etipo cuyas copias (JHp-~ t1a m), más o menos perfec tas, sería n las form as emp íricas de C~:msti t u dó n . En L as.Leyes, por fin, lo deja incluso aparecer en el honzont; como ap ro piad o ~(para dioses e hijos de díose s», mientras que sen a constrUl~a un a ciud ad de segund o orden ant e nu est ra mirad a. Era la Acad~mla una. necesaria irradiación de la linterna plat óni ca, por eso ta mbi én ella tiene. qu e ha ber teni do m ucho tiemp o a la ciudad en su vista . Y eso lo co nfirma Aristóte les. En el estrato más a ntiguo de su potníca, allí en do n~c roda vla ha bla como u n acad émico, es su int ención d irigir po r medio • de ella a la «mejor ciudad» 24. Platón no ha dejad o pasa r ocasió n alguna de acumular expenencías sobre At enas y las demás ciuda des de su t iempo. Eso aparece recogido por su bosquejo a utobiográfico en la Séptim'! Carta , y sus .escritos so bre la ciudad, a nte todo Las Leyes. lo exp lica n. Se est ~dlan basta nte las Co nsti tucion es de C reta y de Esparta , sin duda med iant e la mirada totalizadora de la Filosofía y no co n la del Der echo Político. La edu cación fue así comprendida co mo la vida en soci ~ad y la formación del poderío. En una Hi storia del fundamenh? dono .de la s ciuda des - la pregunta iba so bre cuá les se han m~nte mdo , c ua l e~ se ha n hundido y po r qu é- se e ncierr a la comprobació n d e la Con stitución espa rta na como mezcla de reino de prosperidad y de zo na firm e por eso (691 O Y ss. ), un a ná lisis que más ta rde se lleva a ca bo en Polibio y C iceró n. Cu ando se refiere a otra pa rte, en Ta rento toda la ciu dad esta ría ebr ia e n la fiesta de Dionisos (637 B), los de Locros, que hab ía n tenid o las mejores leyes entre las ciu dades del sur de it alia hab rían sido asimismo so metidos po r los siracusanos (638 B): eso suena así como a obse rvacion es del viaje de Platón por It alia . Egipto ser ía ap recia do como una especie de prototipo, a causa dc la incf:">llmens ura bilida d de su art e imagi nero y de su música a tra vés de milcníos, y las palabras de «si tú allí contemplas, así llegarás a e.nco ntr.ar.)} enseñan cla ra me nte qu e aque llo cons iste en una cxpenencra de v ~aJe (656 DE). La depredació n del scñorlo persa será most rad a y explíca- . da (695 A Yss.), pero inmediat am ente cae ta mb ién la mirada en las

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necesidades de pueblos primitivos: las cost umbre s de los escitas en el beber, de cart agineses. celta s, iberos y tracios (637 DE), la posición de la esposa entre t racias y s ármatas (805 D. 806 8) . Ho mero sirve de demost ración para la sustancia pr imitiva de la cultura humana (680 B. 681 E). De ello no se usa na da para decir qué co nocimiento de la int rod ucción ateniense de las leyes - hasta las disposiciones sobre ubicación de jardines y ut ilización pub lica de aguas- pertenece a esto para poder reconstr uir la ciudad de las leyes 2S. Se ve sobre qué abu ndancia de experiencias se eleva la const rucción . Sin duda no hay nada empírico, en el sentido del Aristóteles posterior que reunió toda la amo plit ud de las Co nstit uciones en aquella gran obra de la Po!iteia. Pero se deja ver aquí también una a preciación y observación muy vivaz , dominada siempre en todos los aspec tos po r el pensamiento de la «mejo r ciudad» . Es impensa ble q ue no hub iera tenido que esta r. tanto para la una com o para las otras, en la Aca demia.

Un demo ledo r de la tir anía como Qu ión de Heraclea o Clot is, el asesino del caudillo de Odrisía , se consideran como perte necientes a la Academi a. Por otra pa rte, una hostilid ad coetánea po r las di versas revolucio nes totalitarias que ate nta ban co ntra ciud ade s democráticas ha hecho responsab le a Pl at ón como maestro de un Eveo de Lá mpsa(O, T imo lao de Cinco y Q uerón de Palene. la malicio sa cari cat ura de que Querón se ha bía iniciado en su violencia «con ayuda de la hermosa co nstituci ón y de las leyes ideales) (~ ~'10l i s b.: rijs .-:aAijs II OAITE la s .-:a i TW P "ll"aea pop.wv Nopw p A teneo X I, 509 B) , muestr a mejo r qu e muchas otras lo que se pensaba que la Acad emia era ca paz de d irigir. De ella salió también el político ateniense Formión . Y, si se puede dudar de si su parca po nderació n de los medios atenienses y su con fianza en lo s macedo nios d ebía alcanz ar las estrellas, en cualquier caso su pusilan imidad frente a Casandro . po rque seria mejo r sufrir una injusticia que cometerla 29, le ha situado tras la mal entendida doctrina de la primera gran ob ra de Platón sobre la ética de la d udad . Pero queda finalmente lo má s importante: en su avance guerr ero co ntra Dionisia , fue auxiliado Dión por la Academia y, si se lee la referencia de Plutarco, se tiene completamente la imp resión de que una comunidad de eruditos, só lo consagr ada a sus estudios, se t ran sforma de repente en algo distinto , como si el pensar y p lanificar dediende a la ciudad encontrase aquí su legítimo desarrollo. Uno mira otra vez el «jardín» de Epicuro y está cla ro que en él sería imposible una ocupaci ón semejante.

/ Teoria y práctica en la Academ ia/ Se podría entend er siempre como «t e ór ico» todavía . Pero la tr ansmisión no dej a ningun a d uda de qu e P latón y la Academia, a su vez, fueron reconocidos co mo hecho político y han tenido realización en las ciudades l6 • Platón fue llam ado por los de Cirene pa ra esta blecer leyes. pero se negó . Tampoco fue él en person a a Mega lópolis, sino que envió a Aristónimo, como a Elis a su «compa ñero» Fo rmíón. Quien allí dulcificó la co nstitució n del Con sejo de oligarq uía ext rema . En la mitad de los sesenta, bu sca el rey Perdicas de Macedonia a Plat ón pa ra establecer un Co nsejo . Platón le envía a Eu fr eo , quien exh orta a la cort e a «ejercitar geomet ría y a filoso far» y por cuyo influjo Perdicas se resuelve a dar al joven Filipo una pa rte concreta de su tierr a en adm inistración propia. Espeusipo ha ind icad o más tarde a Filipo que él debía los co mienzos de su poderío a Plat ón " . También hemos ha blado bastante sobre Corisco y Eraste, a lumnos de Plató n, q ue se traslada ron a Assos, en Eolia, Asia Menor , y que entraro n en estrecha relación co n el dinasta Hermias de Arameo . Tenemos la carta en la que a parece P lat ó n como el co nsejero de esa alianza , y sa bemos qu e, gracias a él y a sus alum nos, Her mias t ransformó en concreto la tir aní a en un a suave y casi legal forma de dominio u. Se reconoce aquí, como en la refo rma de Formi ón , el pensa miento de Platón sobre el poder ; en la medida en que él se inmi scuy ó en las ciudades de su épo ca , y el desarrollo político en esa realida d ter rena, que fue transmitido a Her mias, puede mostrar con qué de recho fue juzgado Pla tón po r tales cosa s como «político» - en el más concretamente mod ern o sent ido de la palabra-; como el «ideólogo a pa rta do del mun do» fue piadosamente considerado .

11.0 práctico de Sicilia/

Así queda, pu es, la mirada remitida a Sicilia y con ello nos topariamos pro pia mente con el tr ab ajo práctico y po lít ico d e Platón . Con razó n: pues sólo de él, com o su irrad iación necesaria, tendría que hahcr sido contemplada aquí la Academia . El d rama - la s personas implicadas, ade más del prop io Plat ón. so n: el joven Dion isia , que s.e convirt ió , sin embarg o, en el más indolente y voluble de los prfncipes, Dión. el príncipe relacionad o con Platón en a pasio nada amistad , que qu ería lo más excelso, sin estar completamente p reparado para ello y po r ello se relacio nó con la vileza de este mund o y se lanzó a la culpa y ruina; su an tagon ista , el astuto ca udillo popular Heraclides, ya flexible ya te na z según que el asunto de Dión fuese bien o no ; Cnlipo , el Ju das del círculo , y mucho s otros caracteres que apar ece~ luego menos claramente pr esentados- oEl dr ama se presentab a aqur co rno co nocido. igual que nosot ros en efecto. por las prop ias cartas de P lató n y por los rela tos de los histori ad ores. co nocemos bastantes hombres y recuerd os JO. El juicio sobre estas cosas es hoy casi unáni-

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PLATON

ACADHHA

me : aquí está el gra n ejem plo de la perniciosa y ta mb ién culpa ble usur pación de un hombre teórico en la zona de la acción JI . Pero nosotros sabemos que Platón fue cua lquier cosamenos un hombre teó rico en el sentido de Aristóte les o en cualqu ier sentido actua l del término. Si él participa en un hecho po lítico, no hay por ello usurpación alguna de un recinto to talmente extra ño. Más bien él vio aqu í por fin la ocasión po r la que - como dice él mismo en aquella carta-e- nu nca había dejado de espe rar. Y si se dirige la mirada a la totalidad de la vida platónica , se tiene que reco nocer así qu e la realización, para un eupátrida de la rama de Sa lón, de su más prístino, alto y legítimo impulso era la acción en la ciudad . P latón tampoco ha vivido , a través de esto, algo así como el trágico na ufragio de su más osado proyecto . Con ma nifies ta desc on fia nza hab ía ido a su segundo viaje a Sicilia y con mayor aún a su tercero. ¿O se tienen motivos para duda r de su expresa reseña? El describe suficientemente cómo le había importunado Dión para que fuese allí, después de la entrada en el gob ierno de Dionisia el Joven; el joven príncipe y sus jóve nes pa rientes serían fáciles de ganar pa ra el ideal platónico; ahora podría cumplirse la esper anza de que se unieran en una sola persona filosofía y poder. «P ero a mi entender, así continúa Platón (Carta VJJ, 328 B), «tenía miedo, en lo que a tañe a los jóvenes, de por dónde podrían llegar a salír: pues rápidos son los deseos en tales gentes y muchas veces llegan a pos tu ras con trarias a sí mismos. En cambio, conocía el ánimo de Dión, que era de nat ural sensato, aun que ya más asentado por ed ad. Por eso , tras observa r y vacilar si debí a ir o no, sin embargo me arr astró el qu e era neces ario , si es que alguna vez se debía t ra tar de lleva r a la práctica lo pen sado sobre las leyes y la Constit ución, y ahora era el momento de intentarlo : pu es si persuadía a una sola perso na, esta ría todo perfectamente bien. Con este pensamien to, en efecto , y at revimie nto partí de casa, no por lo que algunos creían sino sob re todo por vergüenza prop ia de dar la impr esión de ser sólo experto en todo tipo de pala bras y en cambio no estar dis puesto nun ca a intenta r na da de obra , y de arri esgarme a traicionar primero la amistad y camaradería de Dión , que se encontr ab a en peligros no pcqUCÜOS». Y, en efecto, en don de el movimiento es más fuerte le imp one una forma de pen sar y narr ar que conocemos en él desde el Cr íton. El momento que podia llegar a suceder sería vivid o con todo deta lle. Ve a Dión, como desterrado, venir a él lleno de recriminacio nes y le deja exponer que Platón cometió traición , además de contra él mismo, contra la Filosofía : «Pero la filosofía , cuyo pa negírico tú estás siemp re cantando y que, en tu opinión, perm anece deso ída por los demás hombres , ¿cómo no iba a ser ella t raicionada junto conmigo, en la medida en que la tenías en tus ma nos?». Así estric tamen te no le quedaba a P latón elecció n alguna. No fue ligero de corazón . «Aba nd oné mis ocupaciones dia-

rias, que en abso luto era n desho nrosas, y me entreg ué a un gobierno a utoritario que no iba de acuerdo ni con mis palabras ni co n mi persona. Sin em ba rgo fui a él», así recog e una vez más al final sus moti vos, «Me libré de mi culpa cont ra Zeus, protector de los derechos de hospita lidad , y me compor té sin mancha fre nte a la Filosofía, que se hubier a con vertido en objeto de bur la y censura si yo, llevado por coha rdía o desidia, hub iese pa rticipado en alguna vergonzosa malda d ». Así habla alguien qu e tiene bastante conoci miento de los hom bres para hacerse ilusión alg una sob re las perspectivas de su empresa , pero una just ificación es suficiente frente al amigo y la cau sa para to ma r sobre sí, a pesar de todo , la arriesgad a empresa. ¿Y cómo le fue en el terc er viaje ? En un pri mer moment o rehusó las exhorta ciones apremiantes de Dion isia tanto como las de Dión. El príncipe insistía cada vez con mayor apremio. Le envió un ba rco de guer ra , pa ra alige ra r el viaj e, y a las personas con las que Plat ón más se había relac io nado en su a nterior esta ncia en Siracusa . Ello s contaban que Dio nisia se hab ía vuelto de lo más ad icto a la Filosofía. Un ma nuscrit o del príncipe had a pend iente la suer te de Dión de si P lató n aceptaba la invitación o' 11 0 . Otras cartas de Arquítas y del círcu lo de Ta rent o co nfirmaban que esta ba n de acuerdo con [os enviados siracu sanos so bre las incliIlaciones filosófi cas de Dionisia y añadían có mo la llegada de Pla tón sería del mayor int erés para sus relac iones po líticas con el tirano . De lluevo sopes a todas las cosas que le esto rba n para el viaje: «y así me puse en marcha, enfra scá ndome en ta les reflexion es, a pesa r de que tenía muchos temores y no vaticinaba bien alguno» (340 A). De esta manera no habla nadie que resba lase con facilidad so bre dur as realidade s. Platón conocía a los homb res, y más que sexagenario iba por el mar, sin falsas ilusio nes en nada, pero en la convicción de que tenía que hacerlo . En la expedi ción guerrera contra Sirac usa, que tu vo lugar irremediablemente po r med io del fracaso de su último viaje, to mó viva parIicipació n la Academia al iado de Dión. Su so metimiento a juicio anle la ciudad parece aq uí encontrar su just ificación , muy poco así se ha escla recido el asu nto - sin di rigente, como ella estaba en sentido pro pio- oPu es el maestro mismo se se apartaba de nuevo por su avanl ada edad y porque, como huéspe d, Dionisia era sagrado pa ra él. Que l'l deseab a suerte a la emp resa , desp ués de que de una vez Dión se hab ía decid ido a ello, nad ie puede duda r. Pero él no lo habla aconsejado y también sus discípulos sólo permitía n perma nece r no inc ita r. Con consejos po líticos se mezcla todavía una vez más, cuando los comnnñer os de Dió n, despu és del asesinato de su jefe, se dir igen al maesIra , como partícipe de sus plan es. Y, en efecto , se pue de ver, en los dos gra ndes escritos enviados por P latón, cómo es en la ideología po lítica que se le atr ibuye. La verdad es que nadie con ocía con más fuerza que él la realida d política conc reta de los as untos sicilia nos. Sabía bien

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que «la gra n ciudad de Dionisia el Viejo estaba puesta para salvar a los griegos ante los bárbaros. así qu e se tenía so bre todo entonces la posibilidad de hablar po r primera vez sobre una Constit ución» (VIl,35 5 D). Y, en consonancia con esto, ante la perspectiva del peligro capital qu e se ceñía a partir de Cartago y de los OSCOS, ha ce él su advertencia política (353 E). Ese consejo gravita sobre una monarquía, afirmada por medio de leyes, que aplaqu e la hos tilidad de los pret endi ent es y proporcione una base firmemente apoyada y segura a los gobernantes. ¿Hubiera tenido él que decir lo que los histori adores polít icos de nu estro tiempo pa recen at ribuirle: sólo un tirano del tipo del primer Dionisia puede dominaros? Pero Platón era demasiado sabio y dem asiado político para clam a r por el héroe qu e es un tegalo de los dioses . Y lo qu e él aconseja a los partidarios de Dión es 10 qu e hab ía llevado a cabo He rmi as en Asia con éxito, por lo que aquello en el oeste no podía ser inviable. Finalme nte , ¿qué se sabe, pu es, en contra de la proposición de Platón? ¿Algo así como 10 contr ario de 10 que él hacía y que pareciera miserable? Nad ie, sin embargo, sabía mejor qu e él mismo cómo un «cons ejo semejante a un deseo» (VII, 352 E) encuentra la realización en las rodillas de los dioses. Así efectivament e todo fracaso no podía haber hecho a Platón a band ona r ilusiones que le hab ían llegado a ser por complet o extrañas. Seguramente que debió afecta rle pro fundamente la m uerte de Dió n. El epi gram a en su t umba , compuesto por él, da prueba de ello , como también el qu e usó pa ra citar en el final de la gra n ca rta: «Así yace él derribado, y ha desa tado sobre Sicilia un inacab able dolor» (351 E) J O. También le debe haber conmovido el que un miem bro de la Acad emia comet iera el vulga r asesinato de Dión, a pesa r de que hay qu e cree r qu e ta mbién él mism o estab a ente rado sob re Calipo , cua ndo dice de Dión : «Q ue 10 malo sería que a él le harí a caer después de todo, sobre ello no se hacía ilusiones; sólo le intri gab a qué altura iban a alca nza r sus tonterías y sobre todo su maldad y avidez en t odas las cosas». ¡Cómo te nían que ofusca rle a Platón todas esas cosas! Su nombre fue arrastr ado en la lucha de pa rt idos aq uí y allá, y con tra las embestidas que le propinaban se defiende en su gran ma nifiesta epis tolar. P ero si nos ot ros podemos vislumbrar algo sobre ello, su más pro funda acción es permanecer int act o. Había visto probablemente suficiente maldad humana desde su juventud com o pa ra habcr po dido aprend er alg o nue vo sobre ello. Que cada ima gen de la idea en nuestra existencia es una rea lizació n y un mezclarse con lo ma10, eso pertenece a las frases fundamentales de su doctrina. Pero su alm a no vivía insertada en el mundo pa ra cons umírsc en esas cosas: ella per ma necía con sus oj os fijo s en las formas eternas y dirigida a la verdade ra ciudad .

CAPIT U LO V

LA OBRA ESCRITA / Pensam íe nco y Iúgosl Cer ta ins peuples se perdent dans leur pcnsécs; mais po ur nous a utres Grecs , to utes chose s son t forme s. Nous n'en ret enons que les rapp orts, et, comme enfcr m és dans le jour !impide, nous bátíssons, pareils a Orphée, au moyen de la pa role, des tem ples de sagcs se et de scíence qui peuvent suffirc a tou s les erres raisonnables. Ce gra nd urt exige de nous un lang age admirablem ent exact. Le nom m émc qui le d ésign e est a ussl le nom, parmi nous , de la raison et du calcul ; un scul nom dit ces trois c1IOSeS »*. Así habla Sócrates en el di álogo Eupalinos ou l'archítecte de P aul Valéry. Cuando los griegos descubrieron la Filosofía y se di eron cuent a de que er a el lago s el qu e infiere la esencia de las cosa s, allí empezó casi un pod erío señorial. Cua ndo Heráclito habla de «ese le gos» qu e él anuncia, están así con él unidas sus propias pa labras como la ley etern a del mun do que siemp re ha ce nuevos ap énd ices pa ra expresar. se. En un fa moso pasaje del Fedón platónico , en el que describe SÓ~ orat es, según parece, autobiográficamente su desarrollo filosófico, es el momento decisivo cuando Sócra tes fluct úa de las «cosa s» a los «l ógoi», de la especulación en Filosofía de la Naturaleza se remite al medio que ha ce po sible en todo principio la especulación . Así los «discursos: en Platón llegan a esta r en una esencia viva que preexiste al hablar individual , que debe llegar a ser realizada por el hablar . Eso exige y conduce sin duda al aparent e err ar hasta su objetivo, corre desde él, no permite dejarlo en la esta cada , nos suena como un hombre (/:JlJ7I" f Q &P/}QW1f05), se burla, pa sa alIado de no sot ros, hace con nosotro s lo qu e quier e y hay que ir allí a donde, como un golpe de viento , nos a rrastr a l. «La gos» es desd e el princip io discurso oral, y un a primacía del lego s oral fre nte a la escritura siempre se ha mantenido entre los grie-

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* «A lgunos pueblos se pierd en en sus pensam iento s; pero para no sotr os , los grie-

~" \ ,

to llas la s cosas son formas . Nosotr os no reten emos de ellas ma s que las relac¡oIICS, y, com o encerrados en cl límpid o día, cosntruim o s po r mcdio de la palabra, al rgual que Orfeo, templo s de pru d encia y de ciencia que pue den ser suficiente s para los hombres ra zona bles. Ese gran art e exige de nosotros un lenguaje admirablemente exacto. Jo:! propio nomb re que lo d esigna es también el no mb re, entre nosotros, de la ra zón y del cálc ulo; una so la pa labra dice esta s tres co sas». (N. del T.)

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ga s. Ningún dios entre ellos ha descubierto la escritura o la ha regala. do al hombre, como Apolo el verso o el arte de tocar la cítara , La escrit ura ha sido traída a ellos po r un hombre fenicio y en ello , antes del influjo o riental en tiemp os de Alejandro, no estaba en par te alguna asen tada una fuerza sag rada o mágica. No hay ent re ellos «[erc glíñ cos». Tam poco co nocen el libro sagrado de las religiones asiári. cas o bien tienen bastante con conocer eso en do nde nosotr os estama s en la frontera de lo prop iamente helénico , en los círculos órficos ". La escritura ha sido par a ellos, durante cientos de años , un auxilia r. no un sustit uto, de la pal ab ra. El «epos» hom érico só lo llegará a ser escrito para ser transmitido . El poner po r escrito un poema de P índa ro ayuda a la interp retación y al recuerdo . pero es vivo s610 en la alta ocasión de la Fiesta , en la que será can tado en hon or del vencedor . de su hazaña y de su pa tria. Y no sucede de otra manera con la interpretació n dr amá tica . En primer lugar. cuando se descubrió el pensamiento. el pensam iento ind ividual . tiene qu e establecerse el deseo de qu e ot ros ho mbr es lejanos también puedan reproducir lo pensado en el silencio. Uno puede imaginar. no sin dificultad, que las sentencias de Heráclito hub iesen sido en esa misma forma palabras públicas. como seguramente fue toda la vivaz poesía de Hesíodo . Con ello. sin emba rgo, gana la escritura su persona lidad frente a la pa labra ha blada . Ambas jurisdicciones se desa rrolla n extensamente en los siglos V y IV, no sin apoyos. sin embargo. de una en ai ra , pero, con todo , libres entre sí. cua ndo se compara la anterio r relación , cas i unidad . Cuando Plat ón escribe sus dr amas filosóficos. esto no les proporciona , de diferente manera que a los pasajes de Sófocles o de Arisr ófanes, aquellas horas en las cuales. y sólo en las cuales, ellos se habían «p ropia mente. vivido. Ellos al men os eran tant o pa ra la lectura de un individuo como para la lectura en un círculo dete rmina do. Y el coe t áneo dc Plat ón Is ócrates, escribe, con la inte nción dc realizarse polí ticame nte y de for mar en el discur so. tr atados retó ricos y manifiestos en la man era en que fuero n pro nunciados en púb lico ante el pueblo de Atenas o de los pan helénico s. No necesitab a mucho para que la relación del «togos» hablado con el escrito fuera objeto del peno samlento. En él Platón filosofa ba y enseñaba ; pod ría verse como portado r de aquella fuerza- «Sócrates» que hab ía entrado completamente en él-, Pero P latón ha escrito ad emás libros, a través de una larga vi· da , mientr as que Sócrates vivía tanto en la conv ersación qu e no se le puede imaginar escribiendo . ¿No estaba entonces P latón allí. en donde representaba a Sócrates, influido sobre todo po r él? De hecho se descubre aq uí, como en un símbolo , una diferencia. desde el comienzo, entre él y su ma estr o . Sócrates recibía con aso mbro, en sueños a veces repe tidos . la orde n: ¡Ej ercita el arte de las Musas} , y pensó

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hil' la el último d ía de su vida esta palabra como algo q ue se corresllulldía co n su filosofar; mien tr as que la escr lrura de Pla tó n muestr a drhcr de escribir, como una irresistible necesidad de figur a, asimismo uqucllo era ya de don de na da en ab solu to percib ía en sí m ismo SóeraIl'\. Pero . ¿cómo habría qu ema do para eso Platón sus tragedia s, al comienzo de su nueva vida . y empezado de nuevo desde el princip io ron tates rep resentaciones que, sin em ba rgo, nad a se había n pensad o I o n toda escritura y tod o arte? ¿Q ué valor tenia su esc rit ura que le Impuso una coacción interna y que no parecía esta r de acuerdo co n el funda mento socrático? ¿Q ué valor ten ia sobre lod o escribir? I. ogos y escritura /

Tuvo qu e tocar Pl atón aquí. al meno s, la vivaz discu sión que se había desatado entre los maes tros del habla de su tiempo sobre la re-

luci ón entre pa labra y escritura ; por lo menos la habrla alcanzado en 111 profundidad en que movía su propia problemática . El ar te de la pa labra. ejerci tad o desde mucho tiempo antes en la prúctica , se contemplaba tam bién teóricamente desde hada una déruda, y también có mo se habia empeza do a utiliza r las letr as como «auxiliares de la pa labra ». Lisias tuvo entonces que convertirse en «esvrttor de discursos» par a los demás co n el fin de ga na r d inero . Pero, rn primer lugar , co n Isóc rares, el mayor talen to ret órico entre los coeulneos de Plat ón, venció el lagos escrito - siemp re aún «discurso» , II111lque escrito-e a l ora l, co mo ideal de la «destreza » (a x " í,su a ) a rtbtica sobre el discurso improvisado ). A part ir de su pro pia experienda construyó una doctrina y, como él mismo elaborab a larga y muy cuidadosamente en el silencio de su cua rto de estud io sus «discu rsos politice s», en realidad folletos y manifiestos, así transmit ía a sus disclpulos un com porta miento semejante. Pero eso levantó una o posiclón a la novedad , por parte de la fila de las cor po racio nes qu e pa rtlripaban del arte or al puro de su maestro Gorglas. Docum entos de esa con versa ci ón de dispu ta , a veces con ducida de forma mu y mor daz, nos coloca n ante los discurso s de ambo s líderes de palab ras, ls ócrates y i\ lcidamante. Pertenecen a los aftas oc henta del siglo IV · . Plat ón también vio ante él esa discusión cuan do co mpon ía el Fedro, el díálo 1(0 que par te de las diarias discusiones de los r étores y cond uce de nuevo ,1 la sit uación trans formada desde la que él. co n inalca nzable vuelo 1'11 la «m anía» de Eros . ha remiti do a la mayo r altura de la Filosofía, Alcidamante (en su discur so - escrito- «Cont ra el propu gnado r de discursos escritos») se ve a sí mismo com o el hom bre afortunado cu discursos (Q~TWe óUj)ó~, cap . 34). el qu e consigue sus discursos improvisados (O:~TOoX~ÓlCl'an x o ~ AÓI' 0l) sin una larga dem ora (~ l )( 6 / de /llanera naturat/ , cap , 29) . P or la otra parte frente a él se sitúa el «ar-

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list a d e la palabra» o «p oe ta de di scursos» (7I"OtlJn)~ AÓI'WV), u,n nomo bre q ue Is ócra res habla usa do para él y que entonces le designaba . Eso es el hombre que ela bora mucho co n an ter io ridad sus disc ursos tranquilamente (O'Xo),,~. p.u-ñ :r(l{laO'xurijt). En Pla tón se po ne S ócra. tes, con irónica autodeprecíacíén, como improvisador inculto (lOu:.,TIll athOO XfÓHrtwp 236 D) f rente a l h ábil artist a (ToulT7Ít 236 D , 278 E). Lisias, que en largo tiempo con calma (l " n h>4 XQó"..o: )(Ul oxJÍ¡.KITa )(Ul p.tp. JÍp.a Ta >..ó~w ~ , t ilr¿¡v>"ó)'ov). No es igual a un cuerpo real sino a hombres esculpidos o pintados (xa A)(W" &"óeui",wv xo¡ >..,Oi"w" a )'a>..,uí'w" )(al )'f )' Qa ll¡Ú PWP f"wwp ), es inmóvil «(h i P11 'o ~) y ta n inútil como ésos . En el Fedro se llama a la palabra hab lada «viva y animada» (>.ó'Y0P f"Wl'1"O )(ui lip.1/tvx op 276 A), y a la escri ta su mera copia (liL 6w>"ov) . Tam bién allí fue colocada la escritura en el lado de la pintura (0P.01O" f"w)'Qa J 0:>"lj8fim 597 E) y quien la practica no tiene sabiduría alguna sobre los objetos, ni siquiera o piniones correctas . Tampoco nad ie, que co mpre nd iese a las (los para crear la ob ra según el modelo del «eidos» etern o y a la vez las cop ias de esa ob ra , habría dedicado la últim a serieda d a tal actu aci ón imitadora ({¡ri rfi TWP flóW>..w p Ó7JI.uovQ'Yia l a vToP &"'fiPO't (i-p rnro uóá t u p) qu e le pareciera la ocupación cap f!al de su vida . G ran seriedad habría puesto él en la ob ra y habría inten tado dejar muchas hermo sas ob ra s. ¿No hace en el Fedro (276 y ss. ) el mismo Sócrates el co ntraste entre el «j uego» de escribir libros y la «serieda d» co n la que se impl an taba conocimient o en el alma? ¿No sospechab a el lector a quién se refieren las pa lab ras también aquí en La República ? ¡\ uno que es autoconscient e de poder crear tanto las ob ras como las imágenes, y que por ello está suficientemente enterado del rango diferente entre ambas acciones.

/ Poesta y di álogo/

Así es esto un indefinible enigma que lleva Sócrates ad elante cuando se hace a Homero el t utor de los asunt o s públicos, o por tutor del

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hombre parti cular, como Pitágoras ha sido pa ra muchos «co nducto¡ de la educación»; y asimismo Pródico y Pr otágoras, los sofis ta s, supiero n aportar a los homb res el convencimiento de qu e debían ir con ellos a su doctrina . De hecho muestra cl 16n qu e tales opi niones dio sobre Homero que hab ría tenido en cua lquier época anterio r su buen sent ido, pero ahora sólo podía distraer de lo esencial. ¿Licurg o , como funda do r del Estado , Pitágoras y los sofistas, como educadores, estarían colocados frente a los poetas? ¿Pero incluso P latón mismo no hab ía fun dament ado, por medio de Sócrates, a la ciuda d educa. dora, que esta ba por encima de la de Licurgo como la idea po r encima de la copia , y qu e lleva ordenada en sí misma la educación pitagó rica como par te de una zo na compendiada ? ¿No se ve qui én es el que trata de pisar la pretensión al puesto de Homero ? 2 ~. Y en efect o est á ~ij ad o su arte en su rango: es, como pura cop ia, un juego y no algo seno ( t l l' cl't 7l"cnó,ál' TI VCi xcú OV rJ7l"O V01]JJ 7~ 1' ¡.iÍ,¡;:r¡rJ I V 602 B). Nos damos cuenta una v.cz más de q ue P latón ha designado su dialógica, en el Fedro, como «Juego», y nos pr egun ta mos cóm o él ent onces hab ría tenido que designarla en todo el mund o, si no es com o mimesis de la vida socrática; así es evidente que aquí no sólo hab la de sí mismo com o fundamentador de la ciudad y educado r sino también como artista mim ético . Pero luego se trata de ras trear qué clase de lugar, den t ro del arte mim ético, se atribuye a sí mismo . Objeto de la poesía, se dice, son hombres de acción (7l"eá7TO¡¡m~ ¡'¡"/-Iúm, 603 C), apasionados actantes que se encuentran en fuertes emociones y en lucha cons igo mismos . Héroes que dan rienda suelta a su dolor, person ajes cóm icos que se portan sin dignidad. De todo ello ya tiene bastante nuestra alma, y no se le debe mostrar eso qu e le daña, al desviar su proporción por medio del mal ejemp lo, sino lo que ayu da a que alcance ese ord en de la «ciudad interior», la sede de la fuer za del pensamiento. Racionalidad y tipo de esencia tranquila que siemp re per ma nece igua l (70 \C' g o v'1l 0 ¡¡ u x cú ~ rJ tÍ X w v ~(Jo~ 7l"cxQa1r}..~ rJw l' 01' /xli mlro cxlnw 604 E) sin d uda no es fácil de representar por el poeta y difícil de conseguir increí ble, en consecuencia, para el obs ervador. ¿Pero cómo ? ¿No h~ representado siempre ya P lat ón por todas pa rtes en Sócrates ese tipo de esencia? ¿No se muestra por él en el Fedón cómo despide a las mujeres deshecha s en incon ten ible dolor, am ones ta y anima a los amigos que llor an? ¿No nos da mos cuenta , en El Banquete, de cómo el