Pelando Papas Se Combate Al Fascismo

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Pelando Papas Se Combate Al Fascismo

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Ardanaz, Eleonora María, Cuadernos de H Ideas, vol. 7, nº 7, diciembre 2013. ISSN 2313-9048 http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/cps/index Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Laboratorio de Estudios en Comunicación, Política y Sociedad.

“Pelando papas se combate al fascismo”: roles y funciones en las asociaciones antifascistas de Bahía Blanca durante la Guerra Civil Española "Peeling potatoes combat fascism": roles and functions in the anti-fascist associations of Bahia Blanca during the Spanish Civil War Eleonora María Ardanaz

Centro de Estudios del Siglo XX, Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur, Argentina [email protected] Resumen El presente trabajo es una primera aproximación al estudio de las agrupaciones femeninas que se conformaron en solidaridad con el bando republicano en la Guerra Civil Española, en la ciudad de Bahía Blanca. En este análisis priman las herramientas metodológicas proporcionadas tanto por la denominada historia local o regional y por la historia de género -este último concepto se devela como especialmente útil para la complejización de lo que se suele denominar como campo antifascista-. El objetivo final es la puesta al día de ciertos lineamientos vinculados con dicho campo, haciendo foco en la descripción de la situación local y resaltando la participación femenina en las agrupaciones antifascistas. Se parte de la base de que al ser nucleamientos que no se generan necesariamente desde los partidos políticos constituyen espacios de iniciación de prácticas públicas para muchas mujeres de la ciudad en un momento en que no detentaban derechos políticos. Palabras claves: Antifascismo; agrupaciones femeninas; Bahía Blanca. Abstract The present work is a first approach to the study of women's groups that were formed in solidarity with the Republican side in the Spanish Civil War, in the city of Bahía Blanca. In this analysis prevail methodological tools provided by both the so-called local or regional history and gender history, the latter concept is revealed as especially useful for the complexity of what is often referred to as antifascist camp. The ultimate goal is the updating of certain guidelines related to this field, focusing on the description of the local situation and highlighting women's participation in the anti-fascist groups. It assumes that when nucleation is not necessarily generated from political parties constitute initiation spaces public practice for many women in the city at a time wielded no political rights. Keywords: Anti-fascism; women´s groups; Bahia Blanca.

“Mientras se lucha en los frentes, en la retaguardia con fe y disciplina se organiza la ayuda y la asistencia a los combatientes. Pelando papas las mujeres jóvenes y ancianas colaboran con la causa mientras piensan en los que quizá no volverán. Todo ello con la augusta sencillez que anima a todas las grandes causas populares. Estas acciones deben replicarse en nuestra ciudad

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como parte de nuestra contribución al antifascismo”.(1)

Introducción El presente artículo es una primera aproximación a la conformación de agrupaciones femeninas antifascistas nucleadas en torno a la defensa del bando republicano durante la Guerra Civil Española en la ciudad de Bahía Blanca. El mismo se inscribe, a su vez, en una propuesta mayor que aborda el tema del antifascismo bajo la perspectiva de género dentro de lo que se considera la historia local o regional. Esta perspectiva historiográfica propicia el diálogo con los trabajos que han abordado esta temática a nivel nacional; al decir de Ginzburg el estudio de un caso particular “…puede poner en discusión conclusiones de carácter general y puede, naturalmente también confirmarlas, de una manera más rica y articulada”.(2) A su vez el concepto de género -entendido como el conjunto de los atributos asignados culturalmente a los sexos- ayuda a repensar las prácticas políticas englobadas bajo la denominación de antifascismo, dotando a la temática de un aporte que busca no ya la complementariedad sino más bien la problematización.(3) El supuesto más importante que guía la investigación es la presunción de que pueden delinearse trayectorias antifascistas que recorren diversas coyunturas que entremezclan las preocupaciones locales, nacionales e internacionales por el fenómeno del fascismo y que, en el caso de las mujeres, es una vía de expresión política legitimada en ciertos sectores, en un momento en que su condición de ciudadanas no está plenamente reconocida.(4) Esta posibilidad de actuación en el terreno público viene de la mano de por lo menos tres características que trae aparejada la contienda ibérica: 1) la alta movilización que implica hace que no sólo el sexo femenino sea convocado sino también otros sectores como el de los intelectuales, que pasan a tener una presencia activa pocas veces vista en el siglo XX; 2) el concepto de antifascismo si bien denota ya en su nombre una clara idea política, no es una identidad definida en el sentido tradicional: en su

seno

podían

convivir

diferentes

opciones

partidarias,

religiosas

e

incluso

independientes, por lo tanto no implicaba una militancia al estilo más convencional, habilitando la presencia femenina sin resquemores; 3) la manera en que estas mujeres son convocadas es presentada como una extensión más de su rol doméstico, ya que se dedican a tareas como la costura, la recolección de ropa, etc. por lo que no alteran sus funciones sociales más tradicionales; sin embargo esta interpretación no llega a vislumbrar el impacto político que estas acciones tienen, y que cualquiera que ellas sean constituyen verdaderos ejercicios de ciudadanía. Este proceso cobra una dimensión mayor cuando la escala se reduce: en una ciudad en desarrollo pero todavía con una sociabilidad restringida y con escasa presencia femenina en los ámbitos políticos locales, estas agrupaciones habilitan espacios de

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actuación pública que las vuelve más visibles en terrenos en los que tradicionalmente no lo son tanto. Para muchas de estas mujeres constituye una primera experiencia política, que seguirá presente en toda su vida militante. Si bien la idea primigenia es unir los esfuerzos contra el enemigo común -el fascismo- a través de diversas redes de solidaridad, en la práctica una de sus consecuencias más importantes es la de haber proporcionado un entrenamiento político y de gestión muy importante, que ayuda a solidificar subjetividades y suministra experiencias que luego se capitalizan en otros fines, más vinculados a sus necesidades específicas como género. El objetivo propuesto en este trabajo es la puesta al día de ciertos lineamientos vinculados con la temática del antifascismo, haciendo foco en la descripción de la situación local y resaltando la participación femenina en las agrupaciones antifascistas. Se parte de la base de que al ser nucleamientos que no se generan exclusivamente desde los partidos políticos constituyen espacios de iniciación de prácticas públicas para muchas mujeres de la ciudad, que se van a ver habilitadas para integrarlos desde su condición familiar (sus parientes masculinos forman parte de las mismas), su procedencia (inmigrantes o descendientes de inmigrantes) o su interés propio y singular en la causa. Esto sin perjuicio de que para algunas sea un espacio de verdadera sociabilidad donde desplegar estrategias de conformación de redes de vinculación y solidaridad intragénero. El corpus documental está conformado por dos periódicos bahienses, de tendencia radical, en una época de nutrida profusión de la prensa local.(5) Los periódicos consultados son El Atlántico (1920-1964), que si bien hace gala de su neutralidad en el aspecto político se lo puede vincular a con el radicalismo y Democracia (1931-1959), órgano asumido como radical de la línea alvearista, muy comprometido con el movimiento obrero y un importante actor en la movilización popular.(6) Así, Conjugando las denuncias a la política regional, provincial y nacional con la causa antifascista, estos diarios se van a proponer como legítimos propagadores de las diversas actividades realizadas por las agrupaciones afines. Sus lectores encuentran en sus páginas no sólo la descripción de las mismas sino también explícitas exhortaciones a favor de la participación ciudadana, incluyendo, claro está a las mujeres, aunque recordando los roles asignados socialmente a los sexos.(7) Entre ellas la que da nombre a este trabajo, aparecida el 22 de septiembre de 1936, en la que bajo un enorme título en negro que reza “Lucha antifascista en la retaguardia” y con sendas fotos que lo ilustran, los epígrafes destacan la actividad antifascista de las mujeres en España, incitando a las bahienses a imitar dichas acciones: “Si bien la escena es prosaica es de un valor inapreciable por la contribución que implica”. Pelando papas se pelea de alguna manera -y sobre todo de una manera generizada- al fascismo.(8) El antifascismo: definiciones y limitaciones de su uso

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Las agrupaciones que se conforman con el objetivo de colaborar con el bando leal en la Guerra Civil Española pueden ser consideradas como “...estructuras que se construyen a través de la interacción, la negociación y el conflicto en torno a definiciones colectivas de sus objetivos y de las oportunidades y límites para esa acción”.(9) Las mismas ayudaron en la constitución de identidades colectivas, que a los fines de este trabajo se denominan antifascistas.(10) El uso de este último concepto es tomado de Bisso, quien analiza la reacción a favor de los republicanos durante la Guerra Civil Española como una parte del antifascismo argentino al que concibe como “…una apelación de uso interno que va construyéndose lentamente, hasta volverse parte del sentido común de movilización de ciertos grupos…”.(11) De ahí la necesidad de utilizarlo para hablar de nucleamientos conformados alrededor de discursos y símbolos que provienen de otros espacios geográficos pero que se readaptaron a las sensibilidades nacionales. Al decir del mismo autor “Una historia del antifascismo en la Argentina debe entenderse a partir de su enmarcamiento en una propuesta política concreta capaz de crear una identidad que resultara eficaz en conectar, de una manera tentadora y creíble para sus usuarios, los sucesos internacionales con la disputa política interna, estableciendo los términos de posibles alianzas y caracterizando los potenciales enemigos”.(12) A raíz de lo antedicho se sostiene que así como se puede reconocer un antifascismo argentino que empezaría en la década del `20, también pueden seguirse trayectorias antifascistas en los militantes más comprometidos, que se plasmarían en nuestro caso en la prosecución de la lucha contra el fascismo -ahora en relación a la amenaza nazi en la Segunda Guerra Mundial-una vez sufrida la derrota española. En trabajos posteriores deberán seguirse determinados itinerarios biográficos para constatar plenamente este hecho, sobre todo en el caso de las mujeres, pero los datos hasta el momento evaluados nos permitirían empezar a reconstruir dichos itinerarios políticos. El concepto de antifascismo no es ajeno a las controversias que suelen establecerse en cuanto a los términos que se utilizan en las investigaciones en ciencias sociales;(13) las mismas giran en torno a definir su acepción más apropiada, a la validez de su utilización para el análisis de procesos no necesariamente reconocidos como fascistas, a su delimitación temporal, etc. En general se parte de la definición de fascismo para poder luego señalar los movimientos que surgen por oposición; sin entrar en estas especificaciones parece adecuada la idea de Saborido de tomar al fascismo “…no ya como régimen concreto de un país determinado, sino como concepto mundial operante”.(14) Por lo tanto podría presentarse como la idea fuerza aglutinante en torno de la cual -o mejor dicho contra la cual- surgen una serie de agrupaciones, más allá de la posibilidad de reconocer exhaustivamente la presencia de los elementos clave que lo definen.

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Tomando esto en cuenta, para este estudio parece acertado la acepción de antifascismo en términos de “...aquellas tendencias ideales, los movimientos espontáneos u organizados y los regímenes políticos que históricamente ejercitaron una oposición a las tendencias, movimientos, regímenes caracterizables como fascistas”.(15) Las redes de solidaridad con España y la participación política de las mujeres A poco de iniciada la Guerra Civil Española, se despliega a lo largo de nuestro país una importante adhesión a la causa republicana que se plasma en una serie de organizaciones destinadas a la ayuda material y a la propaganda ideológica, tanto desde dentro de las asociaciones ya conformadas con anterioridad (clubes, agrupaciones étnicas, partidos políticos, sindicatos) como de aquellas que se originan a raíz de la contienda.(16) Estos nucleamientos constituyen complejas redes que se van a ir desplegando hacia el resto del país, tomando características propias.

En el caso de Buenos Aires, las

actividades que se realizan a favor del bando leal se irradian preferentemente desde el Centro Republicano Español y la Embajada de España; sin embargo otros grupos empiezan también a tomar iniciativas, como las logias masónicas, los centros creados con anterioridad para oponerse al fascismo, como el Centro Liberal Italiano, las sociedades de fomento de los barrios con alta densidad de españoles, etc. Entre quienes manifiestan su simpatía por la República se encuentran la Unión Cívica Radical, el Partido Demócrata Progresista, el Partido Socialista, el Partido Comunista, la C.G.T. (que nuclea a muchos trabajadores españoles), y la mayoría de las agrupaciones estudiantiles. Además, toda la vida cultural se tiñe del conflicto, que pasa a ser el tema principal en los espectáculos, la prensa, la radio, la literatura; muchos intelectuales también se suman a esta postura, como los miembros de la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE): Aníbal Ponce, Victoria Ocampo, Eduardo Mallea, Oliverio Girondo, Roberto Arlt, Francisco Romero, Jorge Luis Borges, Ricardo Rojas y otros. Esta agrupación tomaba como modelos de referencia nucleamientos que ya existían en Europa, especialmente en Francia, como el Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes, creado en 1934.(17) En este extenso entramado, Bahía Blanca no va a ser la excepción. El reconocimiento que se le hace en varios trabajos que analizan la ayuda a la república española, a la par que otras ciudades de mayor envergadura, como Córdoba o Rosario, habla no tanto de una notable presencia de la colectividad española sino más bien de todo una estructura política y sindical anterior que cuenta con un movimiento obrero organizado, dispuesto a movilizarse rápidamente.(18) Además, la presencia de una sección local de la Falange, a cargo de importantes personalidades de nuestro ámbito, ya desde antes del estallido de la guerra, refuerza la percepción -puesta en primer plano por los propagandistas de la República- que el enfrentamiento que se vivía en España es el comienzo de un avance fascista a nivel mundial.

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La conformación de un campo de identificación como el antifascismo cobra un sentido especial en una sociedad que se percibe como un lugar propicio para el asentamiento de ideas de ultraderecha por la “…debilidad de sus instituciones democráticas…” alteradas en reiteradas ocasiones.(19) En este sentido, la gran mayoría de los simpatizantes de la República percibe a la sublevación militar en España como una oportunidad para censurar la actitud antidemocrática de

los militares argentinos,

advirtiendo que el problema en la Península tiene su origen en el desprecio a la voluntad popular. También la situación española va a ser utilizada como aleccionadora por aquellos que sostienen que los partidos de izquierda sólo proponen el caos y el enfrentamiento, afianzando las políticas nacionales represivas a partir de estas observaciones. En la acción inmediata van a conformar otras agrupaciones que responden y se solidarizan con el bando franquista.

Desde el gobierno, uno de los funcionarios que no oculta su

inclinación hacia este bando es el gobernador de Buenos Aires Manuel Fresco, quien no sólo declara ser admirador del fascismo sino que además usa su poder en la provincia como base de propaganda y apoyo a Franco, a la vez que persigue toda actividad prorepublicana. Esto se torna especialmente sensible para el caso de Bahía Blanca, donde desde las asociaciones antifascistas se va a aunar todo el tiempo la denuncia al fascismo con las denuncias de las actividades de los grupos de choque ligados a la figura del gobernador. A lo largo de la guerra se van a ir conformando en la ciudad agrupaciones que respondan a los intereses de los franquistas, por ejemplo la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. Ésta realiza sus reuniones de plato único para recaudar fondos y anuncia la presencia de “…, jefes comarcales y todos los jefes locales de la provincia de Buenos Aires.”(20) También las mujeres se organizan en este sentido, y si bien no es nuestro objeto de estudio, nos parece que a futuro un análisis relacional entre éstas y las que se solidarizan con la República, dinamizaría la historia de la sociabilidad política de la ciudad, en especial la femenina.(21) En general esto muestra que en nuestro país no sólo hay una gran sensibilidad al tema sino también -y más importante- una sociedad civil dispuesta a movilizarse a favor de la causa que considera legítima, y a enfrentarse por elevación en las disputas ideológicas más cercanas al entramado político local. Casas analiza pormenorizadamente el contexto nacional en donde se desarrollan estos movimientos antifascistas durante la Guerra Civil Española y determina que las divergencias políticas encontraron nuevas formas de canalizarse en el espacio público, utilizando un “nuevo lenguaje político” antiautoritario que persistiría en otras coyunturas similares.(22) Retomando ciertas consideraciones sobre el concepto de ciudadanía al amparo de nuevas definiciones, puede pensarse que, ante la presencia de un Estado que carece de legitimidad hay un resurgimiento de otros sectores: “…aparece la sociedad civil como el

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escenario predominante de los espacios públicos.”(23) Estamos ante una serie de colectivos que se desarrollan en -y se dirigen hacia- la sociedad civil, que funciona como una verdadera usina ideológica; constituye el lugar ideal para aunar la divergencia, porque en su misma definición encierra el pluralismo y la autonomía, y además es el mejor espacio para la expresión de grupos excluidos tradicionalmente, como las mujeres, que así encuentran canales diferentes que los ofrecidos por los partidos políticos para su expresión.(24) Sin pretender ser exhaustivo -dada la extensión de este trabajo y la intención de trazar solo algunos lineamientos- se debe reconocer para este momento la existencia de un colectivo femenino activo que brega por obtener la ampliación de derechos civiles, sociales y políticos. Ya en los primeros años del siglo XX se está ante la presencia en nuestro país de una serie de agrupaciones con líderes notables que luchan en favor de los derechos femeninos.(25) Palermo es categórica al respecto: “… no es ya posible atribuir la inequidad legal entre hombres y mujeres a la ausencia o a la fragilidad de la acción colectiva femenina”.(26) Numerosas y tempranas agrupaciones que abogan por reformas legales en relación a las mujeres, relacionadas con su desarrollo económico y social, aparecen en Buenos Aires y La Plata, como el Consejo Nacional de Mujeres (1900), el Centro Socialista Femenino (1902), fundado por Fenia Chertkoff, el Centro de Universitarias Argentinas (1904), el Centro Feminista (1905) fundado por la Dra. Elvira Rawson, la Liga Feminista Nacional (1910), la Liga para los Derechos de la Mujer y el Niño (1911), organizada por Julieta Lanteri, etc. Incluso algunas, como el Consejo Nacional de Mujeres y la Liga Feminista Nacional, se encuentran afiliadas a organizaciones internacionales, como la International Alliance for Women Suffrage(27) con sede en Berlín, lo que indica la existencia de una matriz internacional de mujeres que se organizan en torno a problemáticas comunes. Aunque hasta el momento no se ha podido constatar la presencia de ninguna de ellas en Bahía Blanca, la prensa local se hace eco de su existencia y de sus actividades. Un hito en este devenir lo constituye la realización de dos congresos organizados por mujeres con motivo del Centenario. El Primer Congreso Patriótico de Señoras, coordinado por el Consejo Nacional de Mujeres, de tinte más conservador y el Congreso Femenino Internacional,

auspiciado

por

la

Asociación

de

Universitarias

Argentinas,

con

reivindicaciones más progresistas. En el primero, los tópicos dominantes tienen que ver con la demanda de derechos civiles, enfocando la lucha en el cambio de status jurídico de las mujeres, aunque sin tomar medidas reñidas con el catolicismo y centralizando la beneficencia como acción prioritaria femenina.(28) En el segundo, si bien también se brega por la igualdad ante las leyes de hombres y mujeres, se da espacio para el reclamo de derechos políticos y temas más escabrosos para la moral de la época, como el de la

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disolución matrimonial. Debido al tenor de sus demandas, este último es considerado por la historiografía feminista como un mojón dentro de la lucha por el sufragio femenino. Para el período trabajado aquí se puede considerar la división establecida por Valobra en torno al recorrido realizado por los derechos políticos de las mujeres que divide en cuatro etapas. La primera abarcaría desde fines del siglo XIX hasta 1912 aproximadamente y su eje central estaría dado por la asimilación del feminismo en nuestro país y con el surgimiento del Partido Socialista que adopta al sufragio femenino como uno de sus objetivos. El contexto del movimiento antifascista está ubicado en el segundo momento, que va de 1912 a 1938, caracterizado por las diversas propuestas para lograr “…una redefinición de la ciudadanía política en el ámbito legislativo.” Sin embargo, la autora sostiene que esta creciente acción pública de las mujeres no es acompañada “…de una normativa que les habilitara los derechos formales de ciudadanía…”.(29) Un tercer período entre los años 1939 y 1945 enmarcado en el debate democracia –autoritarismo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial con una plataforma de participación femenina muy intensa. El último período -1946-1955- está atravesado por el peronismo y su papel en la redefinición de la ciudadanía de las mujeres. En el caso de Bahía Blanca -si bien no hay demasiados estudios de las organizaciones femeninas locales- se percibe que su presencia en el ámbito público es poco numerosa.(30) Sólo se visibilizan en las comisiones de algunos clubs o de las diversas asociaciones de inmigrantes. Hay escasa información de su presencia en algún tipo de organización política, salvo algunos recuentos de las poquísimas que forman parte del Partido Comunista local o el Partido Socialista. Sobre este último sabemos que para inicios de 1930, de 200 afiliados que tenía el Partido Socialista, sólo 10 son mujeres, 6 de las cuales están casados con miembros del mismo. Aun así lograron movilizarlas para conformar en 1933 la primera asociación con datos fehacientes que es la Agrupación Femenina Socialista local, la que en 1935 adopta el nombre de la conocida militante feminista Carolina Muzilli, creada por el impulso que Alicia Moreau de Justo le imprime a estas formaciones en todo el país, que se inician en principio para militar el proyecto de ley sobre el sufragio femenino presentado por los legisladores socialistas un año antes.(31) Si bien se conforma este nucleamiento no encontramos en los documentos una muestra de sus actividades ni tampoco la prensa local registra un número importante de adherentes, por lo que sospechamos que no modificó sustancialmente la cantidad de afiliadas efectivas. Precisamente este estado de cosas problematiza la cuestión femenina y permite sostener que para muchas el ingreso a las filas de las agrupaciones antifascistas es una manera de iniciación política en un ámbito hostil o por lo menos prudente para el desarrollo de la misma. Si esto es el puntapié para una actividad en la arena pública que se prolonga

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a través del tiempo, constituyendo las trayectorias antifascistas mencionadas al comienzo, solo futuros trabajos de investigación arrojarán la respuesta. Bahía Blanca y la conformación del campo antifascista femenino Bahía Blanca se establece en la década del treinta como la cabecera de una vasta región del sudoeste bonaerense y sudeste de la provincia de La Pampa. La ciudad tiene una estrecha relación socioeconómica con su entorno regional, perfilándose como un centro comercial, financiero y de servicios. Su complejo portuario es uno de los principales del país y el más importante del sur argentino. Con cerca de 100.000 habitantes en todo el Partido y un importante aporte en su población -cerca del 48 % para este momento- de las corrientes inmigratorias encabezadas por los españoles e italianos,(32) se perfila como una de las ciudades más importantes de la provincia. Si bien no hay suficientes estudios sobre la ciudad y la región y los pocos que hay se centran en el período que va de 1880 a 1930 o en el peronismo se pueden adelantar algunas líneas sobre el contexto en que se desarrollan los movimientos antifascistas. En primer lugar, la ciudad muestra cierta movilización social que se vehiculiza a través de las Juntas, organizándose en ellas toda vez que hay un pedido o un reclamo de la sociedad civil hacia el Estado, pero también como forma de distribuir o de manejar colectivamente los asuntos públicos. Es común que en todas estas asociaciones encontremos los mismos nombres, vinculados a un estrecho círculo de participación centrado en hombres de la clase media; debido a que el movimiento cultural es intenso, muchos de los miembros de estas Juntas pertenecen al grupo de intelectuales locales. Se podría pensar que, en un lugar con espacios de sociabilidad y participación restringidos

-limitados tanto por la

medianía de Bahía como por la importante presencia de sectores altamente conservadores que van a detentar el poder por muchos años- los nucleamientos civiles representan un lugar más que interesante para la expresión civil. Existe, además, la representación de los partidos políticos más importantes del país, con una importante presencia de aquellos vinculadas a la izquierda, conformando la otra cara de una ciudad portuaria con gran presencia inmigratoria. Por muchos años la ciudad va a ser el paso obligado de los militantes itinerantes que difunden sus ideas revolucionarias hacia La Pampa y hacia el sur del país. En la lista podemos nombrar al anarquismo, el Partido Comunista, el Partido Socialista, el Partido Socialista Obrero, etc. Además está presente el radicalismo y el Partido Conservador, que va a detentar el poder político en el período consignado en este trabajo. Entre las instituciones de inmigrantes se puede encontrar un amplio espectro ideológico que va desde los grupos de fascistas, como la Opera Nazionale Dopolavoro hasta el Centro Liberal Italiano, núcleo de los exiliados opositores a Mussolini. También está el Centro Republicano Español y grupos pro-monárquicos, todos conviviendo en el

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mismo escenario social.

Las logias masónicas tienen un desarrollo importante y una

presencia muy fuerte en el ámbito público local, contándose casi una docena para el momento que nos ocupa.(33) Párrafo aparte merecen las distintas asociaciones gremiales que van a tener una gran incidencia debido a su larga experiencia de lucha, sobre todo en los sectores vinculados a las actividades portuarias. Ellas son las primeras en reaccionar ante el conflicto español, elevando comunicados y empezando las colectas de dinero para enviar a la Península. La población femenina encuadrada en esta categoría de trabajadoras, según los datos cualitativos, tiene una preponderancia en el sector terciario. Dentro de esta enumeración no pueden faltar las sociedades de fomento, ya que la identidad barrial deviene por lo general de una identidad de clase o étnica. Éstas se constituyen como los órganos más activos de ayuda en general, descentralizando la misma. No es de extrañar que las más entusiastas sean las que nuclean zonas de empleados ferroviarios y portuarios. También la actividad de ayuda a la España republicana se dispersa por todas las localidades integrantes del Partido de Bahía Blanca, conformándose el casco urbano de ésta en un gran receptor y organizador de la ayuda que proviene no solo de las otras plazas cercanas sino también de las zonas rurales. Todas estas instancias de la sociedad civil se van a ver conmovidas y muchas van a integrar las agrupaciones antifascistas de ayuda al pueblo republicano español. La mayor parte de las asociaciones regionales españoles se declaran neutrales con motivo de la guerra que estalla en su país natal, para no favorecer las divisiones en su nueva tierra, sin embargo algunos de sus miembros extraoficialmente van a integrarse en los diversos nucleamientos que apoyan a uno de los dos bandos que se van a ir estableciendo. En cuanto a las acciones desplegadas, los primeros avances en materia de organización de donativos lo van a centralizar tanto el Centro Republicano Español como el Centro Liberal Italiano. En el caso de las mujeres, van a conformase luego que las agrupaciones masculinas pero no necesariamente desprendidas de éstas. Las primeras van a obedecer al llamado de la esposa del cónsul español Valentina L. de Almohalla, quien rápidamente organiza a un grupo para la ayuda republicana. Posteriormente empiezan a formarse diversas asociaciones a lo largo de todo el tejido local y regional. Una de ellas, la Comisión Auxiliar Femenina de Socorro a España, trabaja durante los tres años de la guerra y se posiciona como un faro de resistencia femenina y de captación de nuevas voluntarias: “Solicitamos a todas las mujeres con voluntad de ayudar en la causa contra la barbarie antifascista que se una a nosotras. A su vez solicitamos a todas las personas altruistas sus donativos, sobre todo piezas de género para la confección de ropa.”(34) Su accionar se centra en tareas como la recolección de víveres, juguetes para los niños, medicamentos, y sobre todo, la confección de ropa de abrigo.(35) Para eso se

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instalan numerosos talleres de costura que sirven tanto al accionar político como al intercambio social. Para muchas de ellas estos espacios no sólo constituyen escuelas de militancia política sino también importantes espacios de sociabilidad y pertenencia en una ciudad que no los provee en demasía. Asimismo hay una constante apelación a la condición de madre, es decir el ejercicio político en las causas antifascistas se justifica muchas veces por la maternidad considerada inherente a la mujeres,(36) y de ahí su “natural” predisposición a la protección y la ayuda: “…es denodada la colaboración de las mujeres bahienses que por ser madres, o porque pueden llegar a serlo, entienden los dolores y sufrimientos que está pasando el pueblo español…”.(37) Ahora bien, esta plataforma de apelación cercana a la maternidad también puede ser vista como la oportunidad de definir acciones políticas valederas en ámbito público desde un lugar particular. La Comisión Femenina de Ayuda a España está presidida por Estela de Eyroa sin participación aparente en ninguno de los círculos descriptos anteriormente- y llega a reunir en la misma a más de 30 costureras y modistas, para el arreglo, planchado y embalado de ropa, de víveres y la recepción de dinero. Entrado el año 1937 la colaboración aumenta de la mano del recrudecimiento del conflicto, y como excede los marcos organizativos predispuestos se empieza a coordinar la ayuda desde la Junta Central de Socorros Bahía Blanca. A su vez se conforma una Junta auxiliar, integrada por “damas y señoritas de nuestra ciudad”.(38) En este momento la mayor parte de las actividades recae en la organización de los eventos gastronómicos, las tertulias, los picnics, las reuniones y las matinés danzantes y teatrales, las veladas de cine; en todas ellas destacan los oradores pertenecientes al grupo de intelectuales locales más importantes. Excepciones a esto lo constituye la presencia de mujeres reconocidas a nivel nacional que son invitadas a disertar en los diversos mítines pero siempre amparadas en la condición de su trascendencia como figuras más allá de lo local, no como integrantes de un colectivo femenino que tiene su visión del particular del conflicto.(39) Si bien la apelación a la movilización femenina es constante en los términos que sirven de título a este trabajo, es decir reproduciendo sus roles tradicionales de madres nutricias, resaltando características más bien estereotipadas como la bondad, el desinterés, la capacidad de ayuda y vinculándola a actividades continuadoras de sus tareas hogareñas, no es menor el hecho de que se observa a lo largo de la confrontación la conformación de nuevas agrupaciones antifascistas que ya no fungen como auxiliares de las masculinas sino que tienen una acción programática particular. Igual, no deja de ser menos cierto que el organismo central último está dirigido por hombres en su totalidad. Más allá de estas apreciaciones es importante resaltar el papel fundamental que tienen estas organizaciones como espacio de identidad política que, para muchas de las mujeres que lo conforman es novedosa, dadas las características de la ciudad enunciadas en el apartado anterior. Además la repetición de ciertos nombres, como es el caso de

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Leonor de Bermúdez, Palmira C. de Laporta, Estela de Eyroa en otras agrupaciones antifascistas posteriores, como la Junta de la Victoria, permite pensar en la posibilidad de trazar líneas de trayectorias antifascistas, análisis que se abordará en futuras investigaciones.

A modo de conclusión La Guerra Civil Española conmueve a toda la sociedad argentina que se moviliza para conformar los entramados solidarios en respuesta a las posturas ideológicas en disputa. Bahía Blanca, ciudad del sur de la provincia de Buenos Aires, no fue ajena a este fenómeno de la conformación de grupos de ultraderecha y de otros que se les opusieron. Muchas de estas asociaciones políticas se transforman en verdaderas redes locales de solidaridad, que aportan a la identidad política de sus miembros, y que se prolongan más allá de la disputa española. Ellas brindan a un amplio sector de la población -que ve negada la posibilidad de ejercer una ciudadanía plena en una época de fraude continuo y prohibiciones constantes impuestas por los distintos gobiernos que se suceden en la década del `30- la posibilidad de participar en el terreno público.

En este caso en

particular, esa fuerza se canaliza a través de las agrupaciones que surgen a favor de la República española, defendiendo la democracia como símbolo al tiempo que denuncian los atropellos sufridos tanto a nivel nacional como provincial. Sucesos internacionales son trasladados a realidades locales en una dinámica en la que se conjugan mitos y realidades y donde toma especial significación la polarización en dos bandos irreductibles. Para quienes no acostumbran actuar en el terreno político el movimiento de ayuda a España republicana ofrece una perspectiva privilegiada pues uno de sus rasgos más significativos fue la incorporación activa de sectores habitualmente prescindentes en materia política.(40) Las mujeres encuentran en estos espacios una posibilidad de acceder a la arena pública, vedada según la teoría de las dos esferas tan grata al modelo patriarcal. Para ellas que todavía no han accedido al sufragio, significa ser parte de una práctica colectiva que, al reivindicar un objetivo “universal” -la causa antifascista-, las torna visibles e incluso, aceptadas. Sin embargo, a pesar de defender la causa de la libertad, estos nucleamientos observan el principio de la división sexual de tareas, relegando en las mujeres las que condecían más con su “naturaleza”. Sin dejar de reconocerlo, no puede ignorarse la importancia que estas agrupaciones antifascistas tienen para definir una identidad política particular y para adquirir un cúmulo de experiencias en prácticas públicas que pueden reencausarse en otros fines. En la dinámica propia de los grupos, ejercitan ciertos rasgos de autonomía que sirven a su experiencia particular.

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En el presente artículo se comenzó a proponer las líneas básicas de este tema, que se seguirá profundizando en futuras investigaciones cruzadas con las ideas rectoras que se han manifestado a lo largo de estas páginas. El objetivo último que guía estos estudios es el intento de contribuir a la historiografía del antifascismo en Argentina desde la perspectiva de género, retomando los dichos de un especialista en la materia para quien el problema del antifascismo ha estado ausente en la historiografía nacional;(41) ni que hablar, entonces de un grupo social más relegado todavía como el de las mujeres y su participación política más allá de detentar el sufragio, entendiendo que esta ayuda que en principio se estudia como complementaria, constituye toda una práctica efectiva de ciudadanía femenina.

Notas

(1) Democracia. “Lucha antifascista en la retaguardia”, Bahía Blanca, 22 de septiembre de 1936, p.1. (2) Ginzburg, Carlos. Tentativas, Rosario, Prohistoria ediciones, 2004, p.187. (3) Scott, Joan. “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Navarro, Marysa y Catharine Stimpson (ed.) Sexualidad, género y roles sexuales, Bs. As., F.C.E., 1999, pp. 37-75. (4) Se utiliza el concepto de ciudadanía entendiéndola no sólo como la participación política del sujeto sino en un sentido más abarcativo. Valobra lo problematiza a través de la perspectiva de género y entiende que “…la ciudadanía no se resumiría entonces en un conjunto de atributos legales sino que también abarcaría una actividad que es la contrapartida necesaria para su realización y que es independiente del status legal.” Valobra, Adriana. Del hogar a las urnas. Recorridos de la ciudadanía política femenina argentina, 1946-1955, Rosario, Prohistoria, 2010, p. 21. Para ampliar este tema pueden consultarse las nociones de ciudadanía que se explicitan en Marques-Pereira, Bérengère. “Ciudadanía” en HIRATA, Helena. et al. (coord.), Diccionario crítico del feminismo, Madrid, Síntesis, 2002, pp. 46-51. (5) Para la época también registramos la presencia de El Censor (1906-1944), El Régimen (1818-1948), Justicia (1931-1959) y La Nueva Provincia (1898-hasta la actualidad) que si bien fueron revisados no aportaron datos significativos; algunos como los dos primeros por estar vinculados al Partido Conservador y por lo tanto no prestarse para la difusión de actividades antifascistas, el tercero por ser un divulgador de la legislación nacional, dirigido especialmente al personal vinculado a la justicia y el último porque repetía muchas de las notas de El Atlántico. Igualmente semejante cantidad de periódicos que circulan en la ciudad durante tanto tiempo muestra un público lector atento a diversos intereses y extendido a una larga zona de influencia vinculada al sudoeste bonaerense. Wenberg, Félix et al. Manual de historia de Bahía Blanca, Bahía Blanca, Departamento de Cs. Sociales, UNS, 1978. (6) López Pascual ofrece una descripción del diario Democracia y lo estudia como un órgano influyente en el medio bahiense “…delineó su perfil periodístico en torno a una identidad política fuerte. Desde estrategias diferentes como la autonominación, el humor gráfico o las pequeñas columnas marginales, la publicación planteó críticas severas al contexto argentino y mundial. Su oposición a los movimientos autoritarios europeos se combinó con su enfrentamiento al partido Conservador argentino y a los sectores nacionalistas, vinculado a su apoyo incondicional manifestado a la Unión Cívica Radical…”. López Pascual, Juliana. “La cultura no es política. Democracia en el mundo cultural de Bahía Blanca en los años cuarenta”, en Cernadas, Mabel y Patricia Orbe (comp.), Itinerarios de la prensa. Cultura política y representaciones en Bahía Blanca durante el siglo XX, Bahía Blanca, Ediuns, 2013, pp.225-247.

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(7) Sobre el periódico como agente de socialización política ver Borrat, Héctor. El periódico, actor político, Barcelona, Gustavo Gili, 1989. (8) Democracia. “Lucha antifascista…”, p.1. (9) Laraña, Enrique. La construcción de los movimientos sociales, Madrid, Alianza, 1999, p. 99. (10) Entendemos como identidades colectivas a las “…definiciones compartidas producidas por varios individuos, que están relacionadas con las orientaciones de la acción y con el campo de oportunidades y constricciones en la que ésta tiene lugar”. Ibíd., p. 99. (11) Bisso, Andrés. El antifascismo argentino, Bs. As., Cedinci editores, 2007, p. 62. (12) Ibíd., pp. 61-62. (13) Belligni considera que el problema de la definición del antifascismo obedece a las divergencias originadas entre las múltiples orientaciones políticas que confluyen en la oposición al fascismo las que desplegaron distintas estrategias destinadas a combatirlo y a prevenir su expansión. Belligni, Silvano. “Antifascismo”, en Bobbio, Norberto y Nicola Matteucci (comps.), Diccionario de Política, México, Siglo XX, 1998, tomo I, pp. 48-52. Retomando esto Grillo señala que “…no es posible interpretar al antifascismo como un movimiento unitario cuyo único objetivo era la oposición y resistencia al fascismo” y exhorta a realizar estudios más complejos que den cuenta de “…las similitudes y diferencias entre los regímenes autoritarios y el fascismo” para comprender más cabalmente la diversidad de los movimientos organizados para enfrentarlos. Grillo, María Victoria. “El Antifascismo italiano en Francia y Argentina: reorganización política y prensa (1920-1930)”, en Casali de Babot, Judith. y María Victoria Grillo (eds.), Fascismo y antifascismo en Europa y Argentina en el siglo XX, San Miguel de Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, p. 75. La variedad de experiencias asociativas lleva a Pasolini a señalar la existencia de una “red antifascista” que se extendería por diversos espacios sociales y regionales. Pasolini, Ricardo. “Presentación de itinerarios de la historiografía del antifascismo”, en Anuario IEHS, Facultad de ciencias humanas, Universidad Nacional del Centro, Tandil, nº19, pp. 19-25. Otro importante autor habla de el antifascismo como una “sensibilidad” que se traduce en determinadas prácticas militantes. Groppo, Bruno. “El antifascismo en la cultura política comunista”, en Anuario IEHS, Facultad de ciencias humanas, Universidad Nacional del Centro, Tandil, nº19, pp. 27-44. (14) Saborido, Jorge. “Un fascista español: Ramiro Ledesma Ramos”, en Casali de Babot, Judith y María Victoria Grillo (eds.), OP.Cit., p. 59. (15) Belligni, Silvano, Op. Cit., p.48. (16) Existe numerosa bibliografía que versa sobre el tema de la ayuda argentina al pueblo español durante la Guerra Civil Española; sin ánimo de ser exhaustivo señalamos los textos que son insoslayables para quien se inicie en este estudio: Quijada, Mónica. Aires de República, aires de cruzada: la guerra civil española en Argentina, Barcelona, Sendai Ediciones, 1991; Trifone, Víctor y Gustavo Svarzman. La repercusión de la Guerra Civil Española en la Argentina (1936-1939), Bs.As, C.E.A.L., 1993; Goldar, Ernesto. Los argentinos y la Guerra Civil Española, Bs. As., Editorial Plus Ultra, 1996; Montenegro, Silvina. La Guerra Civil Española y la política argentina, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Geografía e Historia, 2002; Casas, Saúl. La Guerra Civil Española y la lucha antifascista en Argentina (1939-1941), Libros electrónicos Colección Veracruz, Fundación Cátedra Iberoamericana de la Universidad Iberoamericana de la Universidad Nacional de las Islas Baleares, España, 2007. (17) Pasolini, Ricardo. Los marxistas liberales. Antifascismo y cultura comunista en la Argentina del siglo XX, Bs. As., Sudamericana, 2013. (18) Particularmente Quijada describe y analiza críticamente los conflictos dentro de los campos en disputa en nuestro país y explica el fenómeno de los agrupamientos que se conformaron en clave nacional, o sea con la presencia de núcleos importantes en otras ciudades fuera de Buenos Aires, entre las que figura Bahía Blanca. Quijada, Mónica. Op. Cit.; también Trifone, Víctor y Gustavo Svarzman. Op. Cit. (19) Bisso, Andrés. Op. Cit., p.17. Para este autor el antifascismo goza de una mayor autonomía que los otros movimientos europeos similares pero no quita importancia a su impacto en países como Argentina, ya que concibe a éste como un fenómeno particular atento a las variantes de la política nacional. En cambio para el historiador británico Eric Hobsbawm el antifascismo no es una cuestión importante en Latinoamérica porque “…el fenómeno del fascismo europeo estaba lejos y tenía poco relación con su situación doméstica…”. Hobsbawm, Eric. Como cambiar el mundo, Barcelona, Crítica, 2011, p. 275.

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Por supuesto, en el presente artículo compartimos los análisis de Bisso, ya que es innegable tanto desde los documentos como desde la bibliografía minimizar el impacto del fascismo en países como el nuestro. (20) El Atlántico. “Falange española”, Bahía Blanca, 12 de julio de 1938, p. 3. (21) A modo de ejemplo de las acciones de estas mujeres: “La comisión femenina del Fascio Femmenile ofrecerá el sábado un cocktail danzante en el salón del Fascio Giordani con el propósito de allegar fondos para la obra caritativa que la entidad realiza en socorriendo a los milicianos nacionales.” El Atlántico. “Cocktail danzante”, Bahía Blanca, 30 de agosto de 1936, p. 3. (22) Casas, Saúl. “El antifascismo y la lucha política en la Argentina en el contexto de la Guerra Civil Española (1936-1941)”, ponencia presentada en Congreso La Guerra Civil Española, UNED, Madrid, 27-29 de noviembre de 2006, p.16. (23) Lipszyc, Cecilia. “Ciudadanía y política”, en Gamba, Susana (coord.), Diccionario de estudios de género y feminismos, Bs. As., Biblos, ps. 57 (24) La sociedad civil se puede definir como “…el espacio de la vida social organizada que es voluntariamente autogenerada, independiente, autónoma del Estado y limitada por un orden legal o juego de reglas compartidas…involucra a ciudadanos actuando colectivamente en una esfera pública para expresar sus intereses, pasiones e ideas, intercambiar información, alcanzar objetivos comunes…”. Diamond, Larry. “Repensar la sociedad civil”, en Metapolítica, México, Universidad Autónoma de Puebla, abril – junio 1997, pp. 186. (25) Lavrin sostiene que esto era posibilitado por la extensión de la educación formal para las mujeres “… Argentina contaba con un selecto número de mujeres educadas que, para 1900 estaban preparadas para defender sus derechos a través de las revistas femeninas”. Lavrin Asunción. Women, Feminism and Social Change in Argentina, Chile and Uruguay, 1890-1940, EEUU, University of Nebraska Press, 1995, p.257. (26) Palermo, Silvana. “Sufragio femenino y ciudadanía política en la Argentina, 1912-1947”, en Barry, Carolina (comp.), Sufragio femenino. Prácticas y debates políticos, religiosos y culturales en Argentina y América, EDUNTREF, Universidad Nacional de Tres de Febrero, p. 30. (27) Fundada en 1902, condujo a las organizaciones nacionales femeninas a apoyarse mutuamente en sus campañas. Para 1913 contaba entre sus afiliadas a diversas sociedades de países europeos y de los rincones más lejanos del Commonwealth británico, y un poco más tarde había delegaciones de América Latina, Egipto y China. La dirección de la organización estuvo cada vez más desgarrada entre la necesidad de focalizar la cuestión del voto en los países en que las mujeres no lo tenían aun, y la necesidad de avanzar sobre la agenda femenina de cambios en los países donde ellas ya votaban. (28) El gobierno nacional -a sabiendas de la organización de un congreso feminista- invita al Consejo Nacional de la Mujer a realizar otro con la idea de neutralizarlo. “El Congreso auspiciado por el gobierno y tramitado por el Consejo debía ser una auténtica ágora femenina, en cuyo ámbito se harían escuchar las voces genuinas sin lugar para la exageración o la bizarría y cuyos debates constituirían los cauces autorizados para sostener aspiraciones y demandas”. Barrancos, Dora. “Introducción”, en Primer Congreso Femenino. Buenos Aires, 1910. Historia, actas y trabajos, Universidad Nacional de Córdoba, pp. 12-13. (29) Valobra, Adriana. Op. Cit., p. 35. (30) Existe un trabajo édito que sólo menciona una agrupación femenina socialista sin ahondar en su conformación ni en sus actividades: Cimatti, Roberto. “El Partido Socialista en Bahía Blanca. Actividades de extensión educativa y cultural (1932-1935)”, en Cernadas de Bulnes, Mabel (comp.), Historia, política y sociedad en el Sudoeste Bonaerense, Bahía Blanca, EDIUNS, 2001, pp. 93-113. También un artículo que recoge ciertas notas periodísticas vinculadas al feminismo pero sin llegar a conformar esta expresión una organización propia: Bracamonte, Lucía. “Derroteros feministas en la Argentina a principios del siglo XX. Una aproximación desde la prensa de Bahía Blanca”, en Mora, Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, nº 15, diciembre de 2009, pp. 34-52. No vinculada a estos temas existe una tesis doctoral que configura el mapa de las mujeres trabajadoras en la ciudad desde fines de siglo XIX hasta 1934 pero ahí tampoco se observa su presencia fuerte en ningún sindicato. Bracamonte, Lucía. Voces y representaciones en la prensa de Bahía Blanca,

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1880-1934, Tesis doctoral inédita. En resumidas cuentas y sin dejar de reconocer el valor pionero de estos trabajos, queda claro que aun hay un largo camino por recorrer. (31) Sus objetivos centrales eran: la propaganda socialista entre las mujeres, la organización gremial de las mismas, la vigilancia del cumplimiento de las leyes reglamentarias del trabajo, la organización de actos de cultura y de “sano esparcimiento del pueblo”, la colaboración con las actividades políticas del Partido y toda actividad “tendiente a elevar la mujer y obtener los más amplios derechos civiles y políticos”, Comité Ejecutivo Nacional del Partido Socialista. “Bases para la organización de las agrupaciones femeninas”, enero de 1933, en Archivo de Correspondencia del Centro Socialista de Bahía Blanca (1933-1934). Ver también Cimatti, Roberto. Op. Cit., p. 13. (32) En el siglo XIX son más los italianos residentes en Bahía Blanca que los españoles pero ya cerca de la Primera Guerra Mundial esto se revierte. Además hay que contar el aporte inmigratorio de alemanes, franceses, ingleses y sirios-libaneses. (33) Para conocer el nombre y la filiación de las distintas logias bahienses ver Vecchi, Rodrigo. “Rumbo al Oriente eterno: registro material y masonería en el cementerio municipal de Bahía Blanca”, en Cernadas de Bulnes, Mabel y José Marcilese (eds.), Cuestiones políticas, socioculturales y económicas del Sudoeste Bonaerense en Actas de las IV Jornadas Interdisciplinarias del Sudoeste Bonaerense, Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, 7-9 de septiembre de 2006, pp. 217-223. (34) Democracia, “Ayuda a la República española”, Bahía Blanca, 24 de noviembre de 1936, p. 4. Otro ejemplo: “La comisión auxiliar llama a todas las mujeres con o sin conocimiento de costura para ayudar en la confección de medias para los milicianos que tan valientemente combaten en suelo español…”. Democracia, “Comisión Auxiliar Femenina”, Bahía Blanca, 24 de febrero de 1937, p. 4. (35) Varias veces se insta en las notas de los diarios a seguir el ejemplo de estos talleres de costura, que debe ser “…imitado por todas las madres bahienses…”. El Atlántico. “Talleres de costura”, Bahía Blanca, 12 de diciembre de 1936, p. 2. (36) Para ahondar el tema del “maternalismo político” ver Nari, Marcela. Políticas de maternidad y maternalismo político, Bs. As., Biblos, 2004. (37) El Atlántico. “Comisión auxiliar femenina de ayuda a España”, Bahía Blanca, 3 de junio de 1937, p.3. (38) El diario enumera las integrantes de esta asociación Presidenta: Sete B. de Serruya, secretaria: Vicenta F. de Soler, vocales: Josefa Bas, Leonor de Bermúdez, Palmira C. de Laporta, , Eugenia de Andión, Porota Valero, Natividad M. de Martínez Belda, Rosinda F. de González, Juanita Quesada, Dolores Isla de Estévez Prieto, Juana Moya de Fuentes, Antonia Cabeza, Dorita Urrunaga, Adela Reale. Su fin es “…recolectar víveres, ropas y cuanto tengan a bien donar las familias y personas de buena voluntad…”Democracia. “Se conformó en nuestra ciudad la Junta Auxiliar de Socorro a España”, Bahía Blanca, 23 de abril de 1937, p.3. (39) Un ejemplo lo constituye la visita de Ana Piacenza -reconocida militante anarquista- en varias reuniones en la ciudad y los alrededores, exhaustivamente comentada por los medios locales. (40) Ver Quijada, Mónica. Op. Cit., p. 132. (41) Pasolini, Ricardo. “Presentación…”, Op. Cit., p. 19. Recibido: 12 de noviembre de 2013. Aprobado: 20 de diciembre de 2013.

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Para citar este artículo Ardanaz, Eleonora María. “‘Pelando papas se combate al fascismo’: roles y funciones en las asociaciones antifascistas de Bahía Blanca durante la Guerra Civil Española” en Cuadernos de H Ideas [En línea], vol. 7, nº 7, diciembre 2013, consultado…; URL: http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/cps/article/view/2055

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El exilio político de los pobladores de Carmen del Paraná-Colonia Fram (Paraguay) en la frontera argentina. Una mirada histórica desde la perspectiva de género Estela Mary Sosa Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Becaria Externa de la Maestría en Género, Sociedad y Política Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales [email protected]

Introducción Este proyecto se centra en la violencia que se ejercía en contra de las poblaciones de una zona fronteriza de Paraguay, y específicamente la colonia de Fram, compuesta por inmigrantes provenientes de zonas de lo que luego se convirtió en la Unión Soviética. Aunque muchos tenían una historia de haberse resistido a la revolución leninista, cayeron bajo sospecha durante la dictadura anti-comunista de Stroessner. Esas circunstancias hicieron que fueron víctimas de la violencia de Estado y que sus vivencias –caída la dictadura – fueran investigadas por la Comisión de la Verdad y Justicia paraguaya. La tesis se propone explorar estos hechos desde un enfoque de género e interseccionalidad. Metodológicamente, se propone explotar las múltiples posibilidades de la comparación: hombres y mujeres en la Diáspora, migrantes y la población nativa o criolla, distintos grados de estigmatización, diferentes estrategias de adaptación que inventaron los y las exiliados. Fundamentación La República del Paraguay tuvo durante el siglo XX solo dos periodos breves de gobiernos democráticos formales. Durante las dictaduras militares que sucedieron a la posguerra del Chaco (1936- 1989) se produjeron las más graves y múltiples violaciones de los derechos humanos. Al instalarse la democracia en Paraguay (1989) salieron a la luz las innumerables violaciones a los Derechos Humanos ocurridos en la dictadura del General Alfredo Stroeesner (1954-1989), el primer archivo1de la Policía del Gobierno de dicho general. Este archivo cuenta con más de noventa mil documentos en carpetas, fotos, casetes, fichas y libros, 1

Muy recientemente (Octubre del 2008) se encontró otro archivo en el Departamento Itapúa, próximo a Posadas, Misiones. La Plata 26, 27 y 28 de septiembre de 2012 sitio web: http://jornadasexilios.fahce.unlp.edu.ar - ISSN 2314-2898 1

titulados por la prensa como “Archivo del Terror”. Este acervo documental permitió que se iniciaran las primeras investigaciones en el año 2003 con la instalación de la Comisión de Verdad y Justicia en Paraguay, coincidiendo con la

transición democrática, formulada por Organizaciones de

Derechos Humanos, por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y Víctimas de la dictadura. Esta Comisión de Verdad y Justicia se instituyó por la ley Nº 2225 2 en el año 2004. El presidente de la Comisión de Verdad y Justicia3, después de cuatro años de trabajo, hizo entrega de las conclusiones efectuadas a los tres poderes del Estado. El informe elaborado por la Comisión de Verdad y Justicia de Paraguay (2008) toma como análisis el impacto en la familia de los exiliados políticos y exilios (-Por ejemplo, la desestructuración, la separación forzada, el miedo, conflictos familiares de los inmigrantes, criollos y nativos). A lo que suma, finalmente, los numerosos problemas con los hijos, la pareja, los amigos y el entorno cercano de las víctimas. Además, los profesionales que pretendían ejercer los derechos a trabajar y defender los derechos de los demás también eran perseguidos y castigados: “…yo era abogado y trabajaba en mi profesión, defendía a los presos políticos; me acuerdo que una vez defendí a unos ucranianos de Colonia Fram, en el Alto Paraná, eran ucranianos, rusos blancos que habían corrido de la revolución socialista, habían venido acá a refugiarse, pero ellos tenían amor a la patria, y escuchaban Radio Moscú y recibían revistas de la Unión Soviética, eran rusos blancos, reaccionarios, pero estaban orgullosos de que la Unión Soviética pasó a ser la segunda potencia mundial, después de la segunda guerra mundial se constituyó en el principal factor del aplastamiento del fascismo, se había constituido (la Unión Soviética) en la segunda potencia después de los Estados Unidos, y ellos eran orgullosos de eso, y le hicieron una salvajada a ellos, vandalismo contra ellos con perros, asaltaron sus ranchos, y estuvieron como 17 o 25 días presos en la cárcel vieja, entonces me dieron la defensa de ellos y yo los fui a defender, pero al poco tiempo me apresaron a mi también y me llevaron a la cárcel con ellos, era imposible en esa época pensar que uno podía…” (Entrevista realizada por la Comisión de Verdad y Justicia de Paraguay. 20-04-2006. Asunción Paraguay.) Durante la dictadura, bajo el pretexto de combatir la guerrilla, los militares se apropiaron de la soberanía del pueblo y de la política (Quiroga 77: 2006), utilizando en forma indiscriminada el monopolio de la fuerza pública, violentando los derechos humanos esenciales de los habitantes de Paraguay y de Argentina, como los derechos a la vida, el derecho a un juicio justo, el derecho a la 2

A diferencia de otros países que se establecieron por decretos, por la sociedad civil o por la iglesia.

3

Monseñor Mario Melanio Medina, electo por unanimidad en representación de la Comisión de Verdad y Justicia.

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identidad, el derecho a peticionar por mejores condiciones de trabajo. Por otra parte, la dictadura stroessnista instaló el exilio como modus operandi generalizado para la reducción de los opositores políticos. Esta estrategia se amalgamó a la histórica práctica expulsora de la ciudadanía y su reemplazo en términos demográficos por contingentes poblacionales de ultramar, de manera similar a lo sucedido en los países del Cono Sur, como política de “blanqueamiento de la raza”. De acuerdo a las Naciones Unidas, el número de personas involucradas en los movimientos migratorios en América Latina ha crecido sostenidamente en la segunda mitad del siglo XX. Juan María Carrón (2007)4, miembro de la Asociación Paraguaya de Estudios de Población, sostiene que Paraguay tiene las tasas de emigración más altas del mundo y que el principal destino continúa siendo Argentina. Históricamente, Paraguay poseía una importante autonomía política y económica respecto del resto de los países de la región y de las formas de colonialismo que estaba atravesando América Latina. Durante la presidencia de Carlos Antonio López (1844-1862) se puso en práctica la primera experiencia de la colonización de inmigrantes europeos. Podemos enumerar algunas de las primeras colonias francesas: Nueva Bordeo-la inglesa, Villa inglesa en Sapucai- las Colonias alemanas, Nueva Germania, Colonias Unidas (Hohenau, Obligado y Bella Vista) y la japonesa: La Colmena, Federico Chávez, Piropo, La Paz, Fuji y otras. A finales de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1860), el Paraguay debe hacer frente a un importante déficit alimentario. Al finalizar la guerra se eliminó el sesenta y cinco por ciento de la población paraguaya. Tras este genocidio el país paso a ocupar el lugar de una de las economías más atrasadas y empobrecidas de América Latina. Para 1870, el 98% de las tierras estaba en manos del estado, pero tras el final de la disputa se tuvieron que vender sus activos para la posible reconstrucción del país quedando incluidas en las subastas poblaciones enteras, pasando muchas a manos de capitales argentinos, por lo cual se fortaleció la dependencia del país. Parte de los requisitos para la compra de tierras consistía en que se debía comprar como mínimo media legua cuadrada, por lo cual los compradores modestos quedaban fuera, al igual que los pobladores paraguayos arruinados por la guerra, permitiendo la entrada masiva de especuladores extranjeros. Este proceso derivó en el latifundio y la formación de importantes terratenientes (Halpern, 2006; Sosa, 2010). 4

Fuente: Diario “La Nación” (Paraguay) “…Paraguay tiene una de las tasas de emigración más altas del mundo…” (2007-11-23)

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Así es que, a mediados del siglo XIX la concesión de las tierras pasa a las compañías o a sociedades empresariales que prometían establecer un cierto número de colonos. Tenían como propósito atraer y promocionar la colonización eficaz para la adquisición de colonos eficaces. Un ejemplo de ello lo constituye el caso de la Colonia Fram que formó parte de Carmen del Paraná, sobre el que centraremos este estudio. El gobierno Paraguayo, vendió estas tierras a Hugo A. Bunge y Pedro Christophersen, capitalistas extranjeros residentes en la Argentina. A partir de entonces, la producción de la madera de esta región se destinó hacia Buenos Aires y Europa durante la presidencia de Marcelo T de Alvear en Argentina. Por otro lado, Souchaud Silvain (2007) sostiene que debido a la preferencia por la migración de los blancos europeos, que no debería ser totalmente indigente o políticamente transgresora, se tomaron también las precauciones para rechazar a los activistas de extrema izquierda. Se puede hablar de recambio poblacional porque al mismo tiempo que se fomentaba la inmigración y colonización, la dinámica poblacional nos indica que con la Guerra del Chaco (1932-1935), la Guerra Civil del 1947 y la dictadura de Stroeesner (1954-1989), el éxodo de paraguayos y paraguayas aumento, principalmente con destino a la frontera argentina, debido a la proximidad geográfica, social, cultural y lingüística. Roberto Zub (2001) rescata un fragmento de la historia vivida por inmigrantes eslavos en colonia Fram5, a partir de una mirada posterior a la caída de la Unión Soviética y del gobierno de Alfredo Stroeesner. Se interroga sobre los sucesos violentos ocurridos en marzo de 1956 “… ¿Los colonos de Fram representaban una amenaza comunista o soviética al Estado paraguayo que ameritaba una masiva represión e intervención de las fuerzas armadas?...”

La investigación de Zub analiza la prisión de más de un centenar de colonos pero privilegia una perspectiva androcéntrica de los hechos que invisibiliza el sufrimiento de las mujeres. Por todo lo antes expuesto, adherimos a la frase de Michel Andreé (1978) cuando sostiene que “… las investigaciones de sociólogos e historiadores, la mayoría de las veces lo hacen de manera androcéntrica, proyectando sus propios modelos de los papeles masculinos y femeninos sobre las sociedades pasadas o contemporáneas…” Con el ánimo de corregir la impronta que identificamos en posiciones como las de Zub, este proyecto de investigación se propone realizar un aporte a partir de la incorporación de una 5

La Colonia Fram se independizó de Carmen del Paraná en 1956 (Ley Número 379.) Esta colonia estaba dentro de Carmen del Paraná. La Plata 26, 27 y 28 de septiembre de 2012 sitio web: http://jornadasexilios.fahce.unlp.edu.ar - ISSN 2314-2898 4

perspectiva de género al análisis de la historia de persecución política, emigración y exilio de los pobladores de Carmen del Paraná y de la actual Colonia Fram 6 (Departamento e ItapúaParaguay). Un número indeterminado de pobladores de Carmen del Paraná y Colonia Fram emigró a la frontera Argentina a consecuencia de los violentos ataques durante la dictadura de Stroeesner (1955). Las violaciones se extendieron a las familias de las víctimas y a sus amigos. Por esta causa, muchas familias decidían emigrar y protegerse tras la frontera, modificando sus condiciones de vida drástica y compulsivamente, de modo que mujeres y hombres asumieron nuevos roles y, en ocasiones, las mujeres se convirtieron en soporte de sus familias. Abrimos nuestra hipótesis señalando que la construcción de género desde su complejidad está condicionada por los patrones cognitivos e ideológicos en las organizaciones sociales de Paraguay durante la dictadura. En este contexto las mujeres y hombres buscaron diversas estrategias para evitar las múltiples formas de la violencia dictatorial. Nos interrogamos acerca de las estrategias utilizadas por los y las inmigrantes y la población criolla o nativa de esta región de Paraguay para hacer frente a la persecución política y sus consecuencias. ¿Cuáles son las diferencias y las similitudes? ¿Cuáles son los estigmas políticos, económicos, sociales y culturales que se construyeron en este periodo? ¿En qué población creció la estigmatización que ocasionó la inmigración o exilio forzado en la frontera? La presente propuesta tiene un doble anclaje teórico. Por un lado, se inscribe en el área de los estudios regionales en tanto aborda una cuestión relacionada con la historia en un escenario geográfico de contacto muy complejo en el que “las fronteras políticas se insertan en una matriz sociocultural compartida que permite articular relaciones económicas, comerciales, industriales, turísticas, parentales y socioculturales transnacionales”. (Abínzano: 2009). Y por otro lado, se sostiene en la perspectiva de género que atraviesa el análisis de un proceso social en un espacio socio histórico que, tiene su enclave geográfico en Carmen del Paraná-Colonia Fram y la zona rural denominada Paraje Cerrito, atendiendo al desplazamiento de su población a la ciudad de Posadas por razones políticas, sociales y económicas. Objetivos Generales -Describir la ideología política en las instituciones y organizaciones sociales de Paraguay y las prácticas socio-económicas y culturales utilizadas en el año 1956 en Carmen del Paraná-Colonia 6

La colonia Fram se independizó en 1956 de Carmen del Paraná. La población de Carmen del Paraná se fundó en el año 1843, en este lugar existía una estancia del Gobierno donde había un oratorio cuyo patrono era Tuparay, que dio nombre en sus orígenes al paraje. La Plata 26, 27 y 28 de septiembre de 2012 sitio web: http://jornadasexilios.fahce.unlp.edu.ar - ISSN 2314-2898 5

Fram y la zona rural Paraje Cerrito desde la perspectiva de Género. -Analizar las razones del desplazamiento poblacional originado en Paraguay a la Argentina y su repercusión en la actualidad desde la perspectiva de Género en su complejidad. Objetivos Específicos -Diferenciar las estrategias utilizadas por los y las migrantes y la población criolla o nativa en la zona de Carmen del Paraná, zona rural y la Colonia Fram durante la dictadura en 1956. -Establecer las diferencias y similitudes de las estrategias utilizadas por los y las migrantes y la población criolla o nativa. -Describir los estigmas políticos, económicos, sociales y culturales que se construyeron en ese periodo provocando el desplazamiento a la frontera argentina. Aportes del enfoque de género al tema seleccionado La globalización es un proceso de homogeneización de modelos y valores culturales. Con ella, se observa una declinación de las formas de entender el mundo de quienes han sido colonizados con una matriz Eurocéntrica de producción de conocimiento. Lo que se forma es una paradoja entre homogenización y radicalización de los particularismos nacionales y/o étnicos y una evolución, positiva o negativa según los enfoques, hacia una única cultura global. En este proceso de globalización la noción de diáspora ocupa un lugar destacado en los debates más recientes sobre la relación entre identidad, cultura y territorialidad. La noción de Diáspora refiere a la dispersión de personas y pueblos alrededor del mundo. Frecuentemente usada en relación con las identidades étnicas y raciales (la diáspora judía, africana o china), el término describe la diseminación de pueblos o comunidades desde la tierra de origen a otros territorios. La diáspora involucra múltiples patrones y métodos de traslado, incluyendo el viaje forzado (como la transportación de esclavos), la migración y la experiencia de los refugiados, entre otras. Por esta razón, existen diferencias sustantivas en las experiencias de los grupos que comparten la condición diáspora, así como de estos con respecto a otras identidades. Por eso, la experiencia de la diáspora no constituye una serie unitaria de prácticas culturales y sociales características de una identidad étnica particular, que se conservarían en los traslados. Por el contrario, abre la mirada hacia la comprensión de la multi-localidad de los sujetos, más allá de las fronteras nacionales y culturales de

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sus lugares de procedencia.7 La historia no consiste únicamente en la experiencia masculina sino en la experiencia femenina. No debería ser estudiada desde puntos de vista impermeables a la perspectiva de género, sino con criterios que incluyan a éste como una relación social tan importante como la relación social de clases, etnias, y culturas, y a la inversa, considerando que toda esta relaciones están presente en las relaciones de género. De acuerdo con la filósofa feminista norteamericana Nancy Fraser (1997), la dimensión de género es un factor de diferenciación económico-político y cultural valorativo para examinar la constitución de desigualdades sociales. En nuestro recorte histórico, la situación política condicionaba a la economía de las familias de los y las migrantes y a la población criolla o nativa. Debían enfrentar la revitalización de discursos xenófobos y de intolerancia hacia los extranjeros, los ilegales, los oscuros, los criollos, los nativos, etc. Los otros culturales que demandan nada menos que lo que les corresponde en tanto humanos: respeto, trabajo, tiempo libre, educación, vivienda, voz. La condición de inmigrante o exiliada/o forzada/o puso de manifiesto situaciones de segregación, sobre todo por razones de origen nacional, raza y etnia e idioma. Es decir, que la pérdida de sus derechos políticos estaba ceñida a la ausencia de los demás derechos (sociales, económicos, culturales) Beristain (2011)8 estudia la reparación de los crímenes de lesa humanidad en América Latina y señala el Estatuto de Roma como regulador de los diferentes instrumentos internacionales sobre actos que constituyen crímenes de lesa humanidad como: asesinatos, desaparición forzada, tortura, privación ilegítima de la libertad, detención arbitraria, toma de rehenes, violencia sexual, violación, abuso sexual o esclavitud sexual. Todos estos datos dan cuenta de la condición migrante en la que esta investigación se enfoca. Los datos relevados a través de entrevistas y revisión de documentos de archivo disponibles permitirán construir una mirada con perspectiva de género, producir información pertinente y desagregada no sólo por sexo, sino también incorporando indicadores de género. La feminista argentina Gloria Bonder9 destaca que en la década de los noventa del siglo pasado, los centros o programas de estudios de la mujer o del género en universidades latinoamericanas, 7

Documento PRIGEPP, 2009. Seminario: Globalización y género: dimensiones económicas, políticas, culturales y sociales. Tensiones, reacciones y propuestas emergentes en América Latina. 8 http://www.vertice.gov.co/Portals/0/ANEXO-2_GUIA_EN_SALUD_MENTAL_COMUNITARIA_Parte1.pdf 9 Bonder (2001) Construyendo la vida escolar y con equidad de género retos y visiones desde experiencia y nuevos contextos. PRIGEPP – FLACSO- Bs As. Argentina.

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institutos de formación, colegios, organizaciones sindicales docentes o áreas de gobierno, abordan con mayor o menor sostificación y rigor teórico la experiencia de niñas y mujeres. Sin embargo, estos esfuerzos invisibilizan a los varones y la comparación entre ambos género. La autora señala la necesidad de un debate teórico para intensificar las producciones teóricas latinoamericanas. Entre las líneas de debate marcadas por Bonder (1998:3-6), ella remarca la crítica al binarismo sexo/género: que sirvió para diferenciar lo supuestamente inmutable y natural –el sexo-, de lo cultural y modificable –el género-. Este tratamiento sería parte de una práctica regulatoria que produce cuerpos de varones y mujeres como diferentes y complementarios y que asume la heterosexualidad como la norma. En este sentido, el sexo, lejos de ser algo dado y pre simbólico, es una categoría política. Esta lógica binaria fundamenta y legitima ordenamientos jerárquicos. Además, Bonder (1998:4-6) apunta a comprender cómo actúa el proceso de generización como una dimensión fundante del proceso de subjetivación, tratando de profundizar en aquellas cuestiones que por estar, precisamente tan enraigadas, están naturalizadas en nuestro imaginario. Por ello, la experiencia de diáspora ocupa un lugar acentuado en los debates más recientes sobre la relación entre identidad, cultura y territorialidad y nos abre la mirada a las y los migrantes, criollas/os y nativas/os, la minoría sexual más allá de las fronteras o lugares de procedencia. Para la filosofa posmoderna Judith Butler (2009) el género no es lo que uno es sino lo que uno hace en determinadas circunstancias. Lo que uno hace como identidad “engenerada” socio-culturalmente se considera un logro. En esta línea, género y deseo son flexibles y fluidos. La mujer no puede considerarse una categoría con integridad ontológica sino como un sujeto múltiple y discontinuo. La idea de la identidad de género como performance se ha convertido en una de las nociones claves de la teoría queer. Además, en el ámbito de la filosofía política, Butler argumentó que el feminismo había equivocado el camino al intentar definir a las mujeres como un grupo homogéneo, con características e intereses comunes. Señaló que reforzar una visión binaria de los vínculos sexuales tendía a cerrar opciones, cuando en realidad había que fortalecer las posibilidades de apertura para que una persona pudiera formarse y escoger así su propia identidad. Considera que el sexo y sexualidad lejos de ser algo natural son, como el género, algo construido contantemente. Destaca que se debe revisar sus propias creencias a la luz de las nuevas circunstancias políticas. El filósofo cultural Pedro Di Pietro (2009)10, desde un paradigma descolonizador, explica el concepto de “género(s)” con minúsculas, en plural y entre comillas. El Género (con mayúscula) nos permite, analíticamente, dar cuenta del sistema de relaciones humanas que distingue a varones de mujeres y aún así emplaza a ambos, desde la inserción de “raza” en la “mentalidad” global, entre los cuadros de sujetos blancos y burgueses. Podemos hablar de géneros (sin comillas) para 10

Di Pietro (2009) Género(s) y políticas culturales en América Latina. Del 5 Julio al 29 de Agosto del 2010. Foro debate.

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dar cuenta del sistema de valores y valoraciones que se ha implantado hegemónicamente para hacer sentido de las configuraciones de la subjetividad entre los colonizados (hasta algún punto quienes vivimos bajo la hegemonía de la colonialidad del poder hemos participado activamente en reproducir este sistema). Finalmente Di Pietro señala que, analíticamente, podemos hablar de “genero (s)” entre comilla y minúsculas –por ejemplo: - “mujeres”- para indicar la negociación subjetiva a través de la cual se contesta la imposición del género como categoría de interiorización no ya de la mujer, como diferencia sexual, sino de la mujer como sujeta perteneciente a la clasificación racial que la determina como inhumana. En contraste, y por lo tanto el uso de las comillas, los términos coloquiales con los que se ha nombrado, o se han autonombrado, a las mujeres racializadas (china, bolita, chola, guaranga, coya, etc.) irrumpen frente a la designación colonial mujer. El uso de las minúsculas y de las comillas pretende que, a nivel analítico, se apunte al mundo intersubjetivo que subyace allá y más allá de la designación colonial que se envuelve en el término mujer.11 Desde un modelo de interpelación afín al presentando por María Lugones (2006) y Di Pietro aunque distinto, Ochy Curiel12 sostiene que “…se sigue redimensionando el Estado-nación como noción de comunidad al que todas y todos pertenecemos, la soberanía nacional, pareciera que irrumpe como necesidad colectiva cuyo referente es un grupo étnico particular que emerge como representante del resto. A la vez, los Estados nacionales se definen como pluriculturales y multiétnicos. La idea totalizante de la cultura global

invisibiza esas desigualdades internas

producidas por cuestiones de raza, sexo, sexualidades, etnias, clase…” La autora destaca los distintos momentos históricos que, como caras distintas, son el continuo que permanece desde que se instaló el trinomio modernidad-colonialismo-capitalismo13. Con una postura también sensible al entrecruzamiento entre raza y sexualidad, la filósofa lesbiana María Lugones (2006) sostiene que la interseccionalidad entre raza, clase, género y sexualidad permite entender la preocupante indiferencia que los hombres muestran hacia las violencias que sistemáticamente se infringen sobre las mujeres de color. Es decir, aquella violencia que se ejerce sobre las mujeres no blancas que han sido racializadas. Por lo dicho, la autora incorpora un análisis crítico al feminismo hegemónico cuya categoría central (mujer o mujeres) sólo da cuenta de la experiencia y las problemáticas de lo femenino entre la clase de burgueses blancos. Entonces el pensamiento eurocéntrico, tanto Género como género (ambas conceptualizaciones) son 11

Respuesta del Profesor Di Pietro (2012) al fortalecer los conceptos sobre género con comillas y sin comillas del Foro debate realizado en el año 2010. 12 Ochy Curiel. (17-07-2009) Identidad y Globalización. Foro Debate. 13 Ídem. La Plata 26, 27 y 28 de septiembre de 2012 sitio web: http://jornadasexilios.fahce.unlp.edu.ar - ISSN 2314-2898 9

fundamentales para procurar la dominación de los colonizados. Los colonizados es una categoría amplia que incluya a mestizos/as, indígenas, criollos/as, la cuestión no es la biología de la colonización sino la hegemonía del eurocentrismo, de una matriz de conocimiento que se funda en la distinción entre lo humano (Europeo) y lo inhumano (el otro geopolítico de Europa). A esta mirada eurocéntrica como matriz de producción de conocimiento hegemónica de occidente, el crítico cultural Walter Mignolo (2001) nos invita a mirar bajo una nueva óptica incorporando conceptos como colonialismo, diferencia colonial, geopolítica del conocimiento, o la misma noción de América Latina. Este énfasis en la historia de subalternidad en la región, una visión descolonizadora de la historia y de las relaciones de género nos permitirá desaprender y reconstruir nuevos aprendizajes en relación al panorama de la diáspora y las relaciones de género en la frontera argentina-paraguaya. Sería entonces pertinente destacar también la reconstrucción de la historia y la memoria en el escenario de la diáspora. Así el enfoque pionero de Maurice Halbwachs (1992) advirtió sobre los marcos sociales que regulan el proceso de memorización desde el presente y que inevitablemente le otorgan su carácter construido y dinámico a partir de la necesaria selección entre recuerdos y olvidos. Siguiendo con este razonamiento, en el seno de cada grupo —desde la nación hasta una institución étnica— se desarrolla una memoria colectiva (Halbwachs, 1990) forjada a partir de las representaciones sobre el pasado de los miembros que componen el grupo y que se anudan entre sí en una pluralidad de memorias. Lejos de una posición reificante y cosificadora, pensamos lo colectivo de las memorias en tanto “compartidas, superpuestas, producto de interacciones múltiples, encuadradas en marcos sociales y en relaciones de poder” (Jelin, 2002: 22). Recordar, entonces, no surge de un acto pasivo de reproducción de los acontecimientos tal como fueron guardados en la mente de los individuos sino de una construcción o trabajo situado en el presente por lo que necesariamente conlleva cambio y transformación.

La relación entre la historia y la memoria es la permanente reescritura de la historia y el constante dialogo entre el presente y el futuro. La relación entre la historia y la memoria se constituye en una permanente reflexión con el mundo contemporáneo, en la medida en la que él presenta un contenido de la memoria que constituye el substrato ideatorio de las diferentes sociedades y que a la vez, la memoria posibilite el desvelamiento del presente. De este modo, comenzaremos a desentrañar la valencia de la categoría de género no sólo en el análisis histórico de la diáspora paraguaya bajo la última dictadura en ese país, sino también en la prosecución de justicia cuando crímenes de lesa humanidad alcanzan a ser judicializados formalmente.

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Metodología De acuerdo con la definición de Naciones Unidas, desde el punto de vista metodológico, ésta investigación, pretende recuperar la perspectiva holística que le otorga la teoría del mainstreaming a la categoría analítica “género” para dar cuenta de procesos históricos vinculados con la distribución de justicia a un período de alta emigración en Paraguay provocada por un gobierno dictatorial. Esta perspectiva relacional nos permite observar el sesgo androcéntrico ubicado entre los dos polos de la relación de frontera: argentina-paraguaya. En términos de Bourdieu y Waquant (2005), se propone construir el objeto científico a partir de la de-construcción de los problemas o procesos sociales presentados como “lo dado” por las organizaciones, los actores, las organizaciones sociales o los decisores políticos, desde pre nociones o nociones pre científicas o de sentido común que, aunque sea un sentido común ilustrado, muchas veces oculta o invisibilidad la complejidad de género. Las técnicas etnográficas de observación participante forma un ítem importante en esta investigación. Los lugares claves serán: la iglesia, las reuniones informales, las reuniones de la colectividad y hogares las asociaciones de inmigrantes, criollos y nativos en la zona de Carmen del Paraná (Itapúa, Paraguay). En Posadas, Misiones, se llevaran a cabo entrevistas en profundidad desde la perspectiva de género a las personas que inmigraron, o se exiliaron en forma forzada del poblado de Carmen del Paraná, Cerrito y Colonia Fram. Se enfatizarán las particularidades del exilio, el proceso migratorio, sus trayectorias de vida, forma de inserción en el país de acogida, relación con su país de pertenencia, estrategias inter generacionales de inserción social, procesos de invisibilización, la inclusión social y la percepción xenófoba. En síntesis, se analizará la construcción de diferentes relatos de vida, atravesados por la historia individual y la colectiva que permite reconstruir un archivo que da coherencia a la comunidad imaginada en términos de lo expuesto por Benedict Anderson (1993). La metodología a implementar se corresponde a objetivos de tipo exploratorio y descriptivo, aplicando las técnicas de recolección y análisis de datos a partir de fuentes secundarias y la aplicación de la técnica de entrevista en profundidad para la construcción de fuentes orales: •

Revisión de los archivos existentes desde una perspectiva de género (Documentos del Archivo del Palacio de Justicia, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Paraguay-Asunción), Archivos de la Comisión de Verdad y Justicia del Paraguay, y; del CEDAPPA (Centro de

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Estudios y Documentación del Pueblo Paraguayo en Argentina) Proyecto de Investigación del Posgrado de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, UNaM. •

Las entrevistas en profundidad se realizaran a hombres y mujeres nativos, criollos e inmigrantes eslavos en Paraguay que vivieron la diáspora durante la dictadura stroessnista.

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Publicado en Revista Argentina de Estudios de Juventud ( http://www.perio.unlp.edu.ar/revistadejuventud) Inicio > Entrevista a la Dra. María Luisa Femenías

Por admin Creado 09/07/2009 - 14:29

Entrevista a la Dra. María Luisa Femenías Entrevista a la Dra. María Luisa Femenías [1]

?LO IDEAL SERÍA QUE LA FAMILIA NO TUVIERA LA PRESCRIPCIÓN DE CÓMO DEBE SER?

Por Paula González Ceuninck

Introducción sobre la perspectiva de género ¿Cuáles son los debates actuales más destacados en el campo de los estudios de género? Los debates actuales giran sobre todo en torno al tema de la identidad. Está mucho más centrado en el tema de la identidad como un derecho que en el tema de los derechos vinculados a la ciudadanía (que eran los derechos que reivindicó tradicionalmente el feminismo en general), por ejemplo derecho a la educación, aborto, salud, igual salario, trabajo, etc. En este momento hay un fuerte impulso de derechos que están vinculados a la identidad, que puede ser identidad étnica (y ahí los grandes movimientos basados en la identidad étnica, de las mujeres), identidad sexual (como ?identidades alternativas?, en el sentido de ?desconocimiento y quiebre del dimorfismo sexual tradicional?) y, en algunos casos, de la identidad joven, como marcando una franja etárea que yo creo que está buscando cómo insertarse en todos estos movimientos, que supongo se deben ver un poco convulsos desde ciertas perspectivas. ¿Cómo impacta esto en América Latina? ¿Cuáles son, según su óptica, las líneas de estudio más relevantes? En Latinoamérica el mapa no es homogéneo, es muy complejo porque nuestras formaciones culturales son disímiles: la cantidad de población, el acceso al trabajo, a la salud, es muy diferente según los distintos países y creo que todavía hay deudas pendientes muy fuertes de lo que podía ser el modelo ilustrado tradicional de acceso a igualdad de derechos, no tanto desde el punto de vista formal- legal sino desde el punto de vista material. Hay un cúmulo de enunciados de derechos y pactos nacionales, internacionales, constitucionales, etc., y hay dificultades muy serias para mujeres y varones - pero mayoritariamente para las mujeres, y creo que también en este momento para los jóvenes - de acceder a esos derechos de manera real y efectiva. Entonces tenemos sociedades que aún se manejan muy fuertemente con resabios de modelos ?no ilustrados?, ?no modernos?, lo cual genera conductas y estilos de vida donde hay grupos que están intensamente disciplinados por la subordinación todavía. Eso se nota mucho según

la etnia y el lugar de pertenencia, la posibilidad de acceso al conocimiento y, directamente, según la posibilidad de acceso a la salud y a la educación, que es básico y es un derecho garantizado que no se cumple en muchas zonas no sólo del país, sino en América Latina en general. Lo que rescato como interesante son los grupos identitarios que surgen de los movimientos multiculturales o postcoloniales, es decir, que buscan identidad étnica y buscan -sobre todo las mujeres- redefinir sus identidades étnicas por fuera de lo que pueda ser el lugar en el que los discursos de la modernidad ponen (o excluyen) a las etnias y el lugar hacia el interior de éstas, que la estructura fuertemente patriarcal le concede generalmente a las mujeres. Entonces es una doble negociación muy complicada, porque estas mujeres no pueden, ni quieren, ni tienen por qué desconocer su identidad y sus culturas étnicas, pero tienen que negociar que tampoco quieren que eso sea vivido como hace doscientos años, como si la etnia estuviera cristalizada y no tuviera interferencias y diálogos con lo que podríamos llamar ?culturas occidentales?. Me parece que son movimientos muy fuertes en este momento en Latinoamérica, que hay que mirar con detenimiento porque pueden llegar a salir cosas muy interesantes, porque se modifican y se conmueven rutinas vinculadas a los modelos estamentarios tradicionales que no quedaron muy conmovidos, a lo mejor quedaron arrasados o marginalizados o ignorados, pero pocas veces en diálogo y conmovidos para que se autodefinan de otra manera y desde otro lugar. Eso me parece rico. Los movimientos de mujeres y la cantidad de líderes o lideresas que se están generando espontáneamente, también es muy interesante para revisar. Por ejemplo, Silvana Fiordino, que es de mi equipo, lo está trabajando en este momento respecto de grupos indígenas argentinos. Pero es demasiado complejo para sintetizar en relación a la cantidad de cosas que se están produciendo. ¿Cómo es el proceso de inserción del campo de los estudios de género en nuestro país? La inserción es compleja, desde hace veinte años o más estamos instalando este tipo de temas y de problemáticas, lo que implica que ya hay una trayectoria. La diferencia se ve, a lo mejor puede parece mínima pero podemos comparar que hace veinte años no eran temas que trataba Conicet, no eran temas que se trataban en las universidades y en este momento sí son temas que se presentan, se plantean y se discuten. Se está visibilizando la necesidad de tener en cuenta esta mirada porque ofrece un panorama totalmente diferente, incluso para la resolución de conflictos o para el abordaje de situaciones violentas. En este momento hay una revaloración increyendo, que tiene una cara positiva que es ésta, y una contrapartida no tan positiva -como pasa siempre-, ya que hay como una trivialización del tema en algunos medios, en algunos sectores. Se lo minimiza, se lo trivializa o se lo reduce a un par de tonterías intrascendente y se engloba todo como si eso fuera lo que es el estudio de género, incluso el feminismo teórico o todo este campo que se ha abierto para tener en cuenta qué pasa cuando somos cuerpos sexuados y nos instalamos en la sociedad. Pero dejando de lado esta suerte de ?intento de desprestigio?, el tema está permeando y está creciendo. Incluso muchas mujeres no se atreven todavía a decir: ?estoy de acuerdo con estas ideas que son feministas?, entonces dicen: ?estoy de acuerdo pero no me quiero rotular de esa manera?, porque el término viene peyorativamente marcado y parecería que tiene que ver con enfrentamientos. En realidad tiene que ver con otra mirada que permite desmontar situaciones desde otro lugar, que implican fundamentalmente a las mujeres y a su situación actual e histórica, y que permiten desestructurar muchas situaciones de rutina que son violentas y que casi ni se toman en cuenta que los son, porque están naturalizadas, parecería que esa es la manera natural de ser de las cosas cuando no lo es, cuando se la puede estructurar y conversar de otra manera. Género y familia ¿Es posible hacer una genealogía de los estudios de género en vinculación a la dimensión familiar? Creo que es imposible de separar, porque los estudios de género, el feminismo, inmediatamente inciden en la estructura familiar. La familia originariamente, si uno piensa en la recomposición de la familia decimonónica, antes del siglo XIX, tenemos familias extensas, si es clase alta incluye sirvientes y si es clase baja son mucho más lábiles y con gran cantidad de niños. Cuando en el siglo XIX se conforma la

familia como la familia nuclear que conocemos ahora, que excluye a sirvientes, a esclavos y a familiares lejanos y se conforma por padre, madre e hijos (generalmente dos o tres) se circunscribe muchísimo el núcleo familia, la célula fundamental de la sociedad. Esa familia es fuertemente patriarcal, monogámica, jerárquica. La autoridad la tiene el padre, que aparece como ?proveedor? (casi universal) y de alguna manera responsable de la mujer y de los hijos, mientras que el rol de la madre es el doméstico. La mujer, en el siglo XIX, es como una menor de edad más en el seno familiar. Por lo tanto hay un solo responsable adulto, ciudadano pleno, que es el varón. Inmediatamente la reclamación de derechos por parte de las mujeres comienza a nivelar esa familia que está fuertemente estructurada y obviamente algunos lo pueden vivir como que se les están recortando potestades. El reconocimiento de que no hay un único adulto proveedor sino que hay dos adultos que pueden ser proveedores y que ambos contribuyen a la familia, genera una diferencia estructural en el seno de la familia. Entonces es imposible de obviar una cosa de la otra porque hay una incidencia directa. Por otro lado, esa construcción de un varón proveedor tan fuerte atrapa a los varones en una identidad única que está directamente ligada al trabajo, al esfuerzo, a la protección, en un sentido de cuidado no amoroso sino de cuidado formal y legal. En este momento, con las crisis económicas y laborales, la pérdida de ese factor fuertemente identitario de los varones genera crisis en los modelos tradicionales de familia, de masculinidad, de autoestima y eso interviene en las formas familiares actuales. Dejando de lado otras cuestiones que puedan tener que ver con la separación, el divorcio, los hijos de varios matrimonios -aunque eso serían otros tipos de familias-, pero aún en las ?familias tradicionales?, la pérdida de la relevancia del mandato -porque tal vez nunca fue así, pero siempre fue un mandato- debilita la autoestima. Si pensamos a la familia como escenario de relaciones de poder y en las expectativas de rol reproducidas hacia el interior de esa institución, podríamos dar cuenta de cierta desestabilización de los mandatos tradicionales. Más allá de las cuestiones vinculadas a las crisis económicolaborales que ya mencionó, ¿qué otros factores son motivadores o han impactado en los cambios de las expectativas de rol? En este momento las familias son más abiertas respecto de las expectativas de rol de los hijos. Es decir, no tenemos esos mandatos en el sentido de que el varón tiene que seguir la profesión del padre si es clase media, donde se forma esta especie de genealogía de profesionales en la que se transmite algo más que el tipo de trabajo: el prestigio, el reconocimiento. Creo que eso es muchísimo más flexible en este momento, lo cual me parece muy positivo para que cada uno pueda ir conformando su propia expectativa respecto en sí mismo, más que el cumplimiento de un mandato del cual parecería que no se puede escapar. El hecho de que las mujeres hayamos salido a trabajar a la esfera pública también genera una diferencia en cómo se entiende al trabajo, porque ya no es solamente el trabajo del espacio público: es éste y el trabajo del espacio privado, entendido como no remunerado. Entonces hay toda una definición de qué se entiende como ámbito laboral que incide obviamente en la conceptualización de la familia e incide en la imagen y la presencia de las mujeres en el espacio público. Tener igualdad de derechos, patria potestad compartida, tener capacidad de decisión compartida sobre los propios hijos, pone a la mujer en un lugar mejor que el que tenía hace cuarenta años, donde no podía resolver ni autorizar a su hijo a salir ni a entrar del país sino estaba el papá que firmara (muchas veces el papá no estaba por separación de hecho, lo cual generaba distorsiones muy fuertes). De manera que la posibilidad de pensar en jefes y jefas de hogar, implica un imaginario totalmente distinto, porque ya el imaginario no es solamente del varón proveedor, sino que es del adulto responsable que puede ser varón o mujer, heterosexual o no, que se hace responsable de un conjunto de menores que están bajo su cuidado. Eso genera una visibilización de los lugares de los individuos que es totalmente diferente. Creo que trata de romper situaciones de familias estructuralmente jerárquicas o rígidamente jerárquicas.

Es verdad que hay manejos de poder dentro de la familia, pero también es verdad que esos manejos de poder se dan junto con manejos afectivos. Es decir, no es que está el poder por un lado y el afecto por otro, se intercalan. Entonces uno podría decir que hay ?poder vinculado a mandatos? pero también hay modos alternativos de ejercicios de poder en el vínculo familiar, que tienen que ver con cómo recorre a la familia la construcción de los vínculos entre las personas, entre sus miembros, y eso me parece sumamente importante. Pensar en la existencia de distintos mandatos y relaciones hacia el interior de la institución familiar, nos habilita a pensar también en nuevas configuraciones familiares. ¿Qué análisis se puede hacer desde los estudios de género acerca de estas nuevas familias que parecen aparecer? Los estudios de género se ocupan, más que nada, de cómo se va resolviendo el tema identitario de la pertenencia real y simbólica a un grupo familiar. Uno podría decir que hay una pertenencia real que es consanguínea y una pertenencia simbólica que tiene que ver con familias de adscripción, es decir familias de las cuales uno se siente miembro sin que necesariamente haya un vínculo consanguíneo de hijos. Hay una mayor permeabilidad y movilidad de lo que ahora llamamos familia, mucho más difícil de describir. Lo que a mí me parece es que todavía es muy fuerte el mandato social de que la familia debe ser monogámica y estructurada de determinada manera. Porque las leyes y los cambios que se producen de manera mucho más rápida de lo que se modifican los estilos sociales en general. Entonces hay aspectos dinámicos de la sociedad que implementarán ?nuevos estilos familiares? y habrá zonas más rígidas de la sociedad que seguirán bregando para mantener el modelo de la familia estructural, patriarcal, monogámica, tradicional, de la familia que no se desvincula, no se divorcia, no se separa, lo cual implica reforzar redes de unificación. Esas redes pueden ser positivas o no, pueden ser en beneficio o en detrimento de sus miembros. Habrá miembros que se sienten absolutamente asfixiados y otros que se sienten cobijados, porque tienen una estructura rígida que los dirige en parte. Lo ideal sería que la familia no tuviera la prescripción de cómo debe ser, sino de cómo puede ir armándose, según la creatividad, las posibilidades y las necesidades de sus miembros. En ese sentido, sería muy positivo que se flexibilizaran las posibilidades de las adopciones. En este momento, hasta donde yo sé, son modelos muy rígidos que obligan a muchos trámites, que son muy dilatados en el tiempo y nos encontramos con muchas familias que acogerían criaturas y muchas criaturas que a su vez necesitan de esas familias, y todavía ese trámite sigue siendo muy lento, burocrático, dificultoso. Las familias no heterosexuales vienen ganando una visibilidad importante no sólo en los medios de comunicación sino también en el espacio público. ¿Cómo evalúa este proceso? ¿La familia ha dejado de ser heterosexual? Creo que si hay un adulto, del sexo y de la opción sexual que sea, dispuesto a criar, querer, cuidar, cobijar un niño, bienvenido sea porque no pienso que sea mejor estar institucionalizado que estar en un grupo familiar que te quiera. Es normal y sensato que el Estado tenga ciertos resguardos respecto de qué va a hacerse con ese menor después, el problema es que sigue habiendo tráfico de niños para fines que no son precisamente el cuidado familiar. Muchas veces las prevenciones son insuficientes para determinadas redes que tienen que ver con trato, pornografía, etc., y son demasiadas rígidas para personas con buena voluntad que quieren hacerse cargo y conformar una familia del perfil que fuera. Todavía estamos en un modelo demasiado rígido, pero no solamente desde el punto de vista legal sino que todavía la sociedad sanciona fuertemente, desde el imaginario y lo ideológico, todo aquello que ve como trasgresor porque lo ve como un desorden. Aparece la conceptualización de ?familia no convencional?? Poner el rótulo de ?no convencional? es como poner el rótulo de que porque no es convencional ?no es bueno?. Es decir, viene con una carga valorativa, ética que no debería tener, porque hay familias convencionales que son altamente perjudiciales para el crecimiento de sus niños. Es decir, hay todavía

una fuerte asimilación de que porque no es tradicional no es bueno y en realidad los parámetros de valoración deberían juzgarse por otro lado y ahí intervienen psicólogos, pedagogos, abogados pero con capacidad y apertura para ver las reales posibilidades de lo nuevo no necesariamente sancionado desde el origen porque es nuevo o no es convencional. Jóvenes, género y educación sexual La educación sexual es un tema fundamental y controversial, ya que distintos sectores de la sociedad disputan por direccionar ese proceso. Sobre un tema tan sensible como éste, que involucra dimensiones tan importantes como el cuidado del cuerpo, la prevención de embarazos no deseados, la cuestión de los abortos mal practicados que implican una gran cantidad de muertes cada año, etc. ¿Cómo interpretar las declaraciones del Arzobispo platense Héctor Aguer, que además está al frente de la Comisión de Educación del Episcopado? ¿Cómo es posible que todavía ciertas organizaciones sostengan posturas tan lejanas a las prácticas de los jóvenes -como destinatarios de tal política pública-? De los jóvenes y no tan jóvenes. Primero, creo que uno tiene que tomar las declaraciones de Monseñor Aguer como declaraciones del Monseñor Aguer, no es toda la Iglesia. El habla, yo creo que habla por sí mismo y uno acepta o no las opiniones de las personas que tienen derecho a emitir y uno tiene derecho también a no coincidir. Para mí lo preocupante es que no se entrevistan a los sectores disidentes de la propia institución. Nos quedamos todos con lo que dice Monseñor Aguer, que tiene derecho a decir lo que quiera, pero no es la voz Iglesia. Hasta donde yo sé, por ejemplo ?Católicas por el derecho a decidir?, que es un grupo de mujeres sumamente valientes, tienen posiciones totalmente disidentes. Yo invitaría a que se les de micrófono también, porque si reforzamos una única voz, pensamos que es una institución monolítica sin disidencias internas y seguimos creyendo que tiene la voz autorizada de toda una institución y no es así. Se arroga una voz autorizada y si nosotros lo creemos, lo único que hacemos es concederle el lugar que él cree que tiene. En este sentido, me parece que hay que abrir el diálogo, buscar y hablar otros sectores, darles voz y micrófono a los sectores que no opinan lo mismo. En un conjunto social somos muchos los que pensamos de distinta manera y el peso que tenemos depende de la resonancia que tenga la voz que tenemos. Entonces si no tenemos micrófono, no tenemos influencia prácticamente en un momento en que los medios juegan un papel muy importante en la difusión de opiniones. Es ahí donde creo que este tipo de revistas, publicaciones, diarios o programas de radio pueden generar polos alternativos. No porque crea que no tiene derecho a decir lo que dice, sino porque creo que hay muchísimas otras voces que, por lo que fuera, no tienen micrófono y que son disidentes dentro de la Iglesia misma. Y es la única cara visible en tanto sigamos sin tomar en cuenta las otras caras que hay. En ese sentido, creo que ambas partes somos responsables porque no vemos los matices. Me parece que es fundamental ver, aceptar y darle espacio a los matices y no entronizar una voz única, porque una voz única -en lo que fuera- siempre es poco democrático. Lo democrático es que haya posibilidad de diálogo, de abrir otros espacios en el interior de esa institución y de todas las otras, que podamos generar opinión y opinión alternativa. Y decirle a muchísimas mujeres religiosas, católicas, creyentes, de buena voluntad que esa no es la única voz, que hay muchas otras voces de mujeres creyentes, religiosas y de buena voluntad que las apoyarían en sus propias decisiones, porque las consideran sujeto de decisión y no objeto de que otros decidan por ellas. Es me parece un punto interesante a ver. Seguramente los medios estén descuidando la incorporación de otras voces, pero no es un dato menor que Aguer es el representante del Episcopado en la Comisión de Educación, es decir, cuanto menos representa la voz hegemónica de la institución. Esta bien, tiene una cierta relevancia, pero en la medida en que se le de espacio a otras voces seguramente su relevancia también va a ser menor.

¿Cuál es su reflexión sobre la educación sexual en las escuelas? ¿Cómo tendría que ser? Si bien no trabajo ese exactamente tema, creo que somos cuerpos sexuados y no se puede ignorar ni negar la sexualidad humana. Lo que sí sabemos es el alto índice de embarazos adolescentes en la escuela secundaria y también primaria, lo cual quiere decir que urgentemente tenemos que hacer algo para que, si se producen, se produzcan con consciencia y responsabilidad de las partes. Que no sea producto de la ignorancia, del miedo, del ocultamiento o de la presión social que te hace creer muchas veces -y esto uno lo ve en chicas de 12 o 13 años- que la vida culmina en la maternidad y no es una etapa más de la vida que hay que afrontar, donde después la responsabilidad pasa a los abuelos que tienen que terminar de criar a una niña y a un bebe. Que haya expectativas para ser uno mismo y generar una identidad que no se resuelve en una única variable de las posibilidades de la vida, sino que abre un espectro. Una edad en que la planificación que se pueda hacer tiene que ver con el estudio, el trabajo, la amistad, la incorporación de valores, la posibilidad de proyectar un futuro y no se cierre en la responsabilidad que implica el cuidado de un niño a una edad que estas niñas no han terminado de ser criadas. Me parece que tiene que enfrentarse desde la escuela, desde la familia, desde los medios con consciencia de que son cosas que suceden y que ocultándolas, negándolas o predicando en contra no lo solucionamos. Jóvenes y futuro En relación a estas temáticas, ¿piensa que las nuevas generaciones tienen o tendrán mayores grados de libertad para ciertas prácticas? Hay un cambio bastante fuerte de los estereotipos sexuales, de varones, mujeres, minorías sexuales. Pero me da la impresión de que hay una pérdida de la posibilidad de proyectar a futuro, hay una precipitación de la inmediatez. Eso tiene que ver no solamente con los jóvenes sino con proyectos de país, con la posibilidad de inserción del país en América Latina y en el mundo. Es decir, es muy difícil en este momento encontrarse con proyectos a 10, 15 o 20 años y decir ?en 20 años voy a ser tal cosa?. Al precipitarse la inmediatez, lo efímero, a veces se dice que se ?queman etapas?: hay que hacer lo que se puede ahora o nunca. Eso favorece que ciertas etapas -que son formativas- se salteen y se llegue a situaciones de mucha responsabilidad, como es tener hijos, sin haber completado las etapas donde uno se tiene que formar a sí mismo todavía y la familia lo tiene que formar, y también tener tiempo para la recreación, para el estudio, para el trabajo sin grandes responsabilidades. Y es asumir una etapa que tiene tiempo para ser cumplida y que tiene mucho que ver con el medio social, las pautas sociales según las cuales yo me autoestimo a mí mismo y considero que soy y tengo un lugar en el mundo, y la apertura de trabajo y de estudio. A nivel mundial, cuanto más educada es una persona más proyectadas tiene ciertas etapas de la vida, más posterga la maternidad y la paternidad, más planea otras cosas que le son necesarias. Se genera más tiempo desde lo cultural, desde lo emocional, desde la maduración. Son etapas que se van cumpliendo. Uno ve en ciertos sectores que toda la carga identitaria está puesta en el factor de ser madre o padre, a edades de 14 o 15 años, cuando no han terminado la escuela, cuando no pueden tener trabajos estables sino fuertemente precarios, cuando dependen todavía económica y afectivamente de su padres, pero ante la falta de oferta de autoafirmación identitaria del medio ese es un camino rápido de decir ?yo puedo?. ¿Qué puedo? Puedo procrear, tener un niño. Y esa es una responsabilidad muy fuerte. Entonces yo bregaría primero por una maternidad y paternidad responsable, que forme parte del proyecto de vida de los jóvenes, pero que no se queme en la inmediatez de la necesidad de autoafirmarse sino en la necesidad de poder darle a un hijo un espacio propio, porque si no el niño se transforma en el bastón en cual yo me afirmo para sentir que soy quien soy. Eso me parece que es una inversión de cómo sería preferible que fueran las cosas, para darle al niño el espacio que merece como tal. Sabemos que las moratorias son distintas en relación a los diferentes sectores sociales. Pero ¿qué ocurre con los jóvenes no heterosexuales? ¿Las moratorias se comportan de la misma manera?

Lo más importante es preguntarles a ellos mismos cómo lo viven. Viéndolo desde afuera, me parece que tienen mayor visibilidad y reconocimiento, ahora cómo lo viven en su familia depende de las familias. Hay algunas que acompañan sinceramente los procesos de descubrimiento de su propia identidad, algunos desde la infancia, otros desde crisis de adolescencia o de juventud temprana. Hay otras familias que son altamente sancionadoras, que no lo soportan o no lo toleran y lo consideran una enfermedad todavía. Eso depende mucho de la familia de pertenencia del joven. Lo que sí es cierto es que en este momento hay una mayor visibilidad lo cual tiene ventajas y desventajas. La ventaja es que no aparece como lo extraño sino que es conversación aceptada socialmente y creo que los jóvenes lo pueden expresar con más libertad. A su vez, también hay una cierta trivialización y ridiculización. Es decir, no es tanto una medicalización, pero sí un cierto estereotipo que uno a veces ve en la televisión con rasgos muy acentuados, que bordean el ridículo, y eso me parece muy doloroso para cualquier persona que tiene que transitar y tramitar su propia identidad, que no es nada fácil. Calculo que para cualquier persona que pretenda diferenciarse del grueso de los mandatos sociales de un momento determinado, no es nada fácil tramitar esa diferencia en el ámbito que fuere y más en el de la sexualidad, donde los mandatos son mucho más rígidos porque la perpetuación de la especie depende de ellos en buena medida -por lo menos hasta todas estas técnicas alternativas de los últimos años-. Pero la especie en gran parte ha sobrevivido porque ha tenido mandatos muy firmes respecto de la procreación, la sexualidad, los modos de comportamiento, etc. En este sentido nos encontramos cada vez más con composiciones familiares bien diversas, familias heterosexuales, familias con dos padres o dos madres, familias monoparentales? Totalmente, hay, sobre todo en Estados Unidos, muchísimas mujeres que a través de la fertilización asistida quieren ser madres, que son heterosexuales pero que no quieren una pareja estable a lo largo de toda la vida. Eso es un fenómeno. Aquello que nosotros llamamos ahora una ?familia normal? va a dejar de ser ?normal? porque eso implica ?normativa? y todavía seguimos manejando familias normativizadas según principios aproximadamente del siglo XX, con todo lo que implican de niveles de ocultamiento, porque cuando hablamos de familias monogámicas sabemos perfectamente que el mandato es ese pero se cumple en muy pocos casos. En América Latina se cumple muy poco por parte de los varones, sobre todo en ciertas culturas donde el tener dos o tres familias en paralelo es absolutamente normal. Esto va generando una doble tabla de valores. Que esto se hable, se explicite, me parece saludable en la medida en que ?es lo que hay?, es así como son las cosas y si queremos legislar, opinar, discutir, visibilizar y, en última instancia, modificar o no, tiene que ser que con lo que de hecho hay. Y sobre todo porque los primeros que padecen esa situación son los niños que crecen en esas situaciones ?no normales?, que padecen la exclusión y discriminación de otros niños, por el niño es simplemente emisario de los mandatos familiares, reproduce algunos códigos con los que lo han formado. Que esto pueda tener un nivel crítico desde lo social, desde lo político, lo psicológico, me parece sumamente importante para el debate que toda sociedad tiene que hacer para saber cómo es y cómo se conforma, qué políticas quiere asumir. Cuando decimos sociedad democrática decimos mucho más que ir a votar, es decir, admitir diferencias también forma parte de una sociedad democrática, poder hablar de ciertos temas con respeto al otro también forma parte de la sociedad democrática. El poder ver la cantidad de variables que hacen que las personas se vean excluidas por trabajo, por pobreza, por etnia, por opción sexual, por lo que fuera, también implica abrir el tablero del debate en una sociedad democrática. Me parece que aunque hayamos recuperado democracia en 1983, tenemos muchísimo que hacer para constituirnos en una sociedad democrática más allá de la emisión bianual del voto. Para finalizar nos resulta importante incluir una cuestión siempre candente en el debate público que ha sido largamente trabajada en los estudios de género: ¿cuál es su opinión en relación al aborto?

Yo defiendo el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos. Creo que una mujer que ha tenido educación sexual y puede prever un embarazo no deseado, salvo casos extremos, no aborta ni quiere abortar. El aborto es una situación traumática, dolorosa, que deja huellas, no solamente físicas, si lo tiene que hacer de manera clandestina donde arriesga la vida en la mayor parte de las veces, y también la posibilidad de no poder embarazarse más. El aborto deja además huellas psicológicas que, aunque todo le fuera maravillosamente porque es de clase media o alta y pueda pagar a alguien que le haga el mejor aborto del mundo, la huella psicológica no se borra. El aborto es un caso absolutamente extremo y me parece que hay una especie de sobreactuación el suponer que legalizar esta práctica llevaría a las mujeres masivamente a abortar. A veces hago la analogía como cuando defendíamos la ley de divorcio vincular: las familias que se divorciaron fueron las que ya tenían situación irregular y en la mayor parte de las veces para regularizar la situación de los hijos. Creo que si hay una buena educación, si hay una facilitación de los medios contraceptivos -que no son abortivos-, el aborto es el extremo último al cual cualquier mujer necesita apelar. No creo que ninguna mujer vaya ?contenta? a hacerse un aborto, es una situación traumática, difícil, terrible a la que se ve sometida y en la que corre riesgo de vida. Además es una situación que habla de la desigualdad social? Es una cuestión económica. Es simplemente una cuestión económica. Quien tiene medios económicos puede hacerse un aborto seguro, y quienes no lo tienen, nunca se pueden hacer un aborto seguro. Creo que se magnifica este temor al aborto masivo, lo cual es absolutamente falso, pero que tiene que ver con el derecho de las mujeres a tener o no tener hijos, a planificar sus propias familias y a ser responsables de sus propios cuerpos. Hay un miedo social general a la autonomía plena de la mujer. Hay que respetar el derecho a decidir, sino no tenemos un adulto, seguimos teniendo resabios de paternalismo.

[1] María Luisa Femenías es doctora en Filosofía. Profesora de Antropología Filosófica del Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP). Profesora visitante en universidades latinoamericanas. Fue visiting scholar en Berkeley, Toulouse y Berlín. Publicó numerosos libros y artículos sobre filosofía de género y teoría feminista en el país y en el exterior. Actualmente dirige el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP). Revista Argentina de Estudios de Juventud ISSN 1852-4907 Observatorio de Jóvenes, Comunicación y Medios | Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP Director de la publicación Florencia Saintout | Diag 113 y 63 - (CP 1900) La Plata - Bs. As. - Argentina www.perio.unlp.edu.ar/revistadejuventud | [email protected] | Publicación Semestral AMNTI - 2009

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Introducción en la enseñanza media de las cuestiones teóricas que atraviesan los estudios de género

María Grazia Mainero Universidad Nacional de La Plata

Resumen

“Nada consuela más al novelista que descubrir lecturas que no se le habían ocurrido y que los lectores le sugieren” (1984:3). Estas palabras de Umberto Eco resumen el espíritu de la experiencia pedagógica que se relata en el artículo. La introducción en la enseñanza media de las cuestiones teóricas que atraviesan los estudios de género, en un programa que reúne textos claves y modélicos de la antigüedad clásica y del Renacimiento, permitió guiar al alumno en su aproximación a la obra desde otra perspectiva, que no invisibilizara lo femenino frente a personajes masculinos de tanto peso simbólico y tan universalmente reconocidos.

Palabras clave género- representaciones sociales-transgresión- relaciones de poder- textos canónicos

El trabajo propone la introducción en la enseñanza media de las cuestiones teóricas que atraviesan los estudios de género, en el marco de un proyecto pedagógico destinado a integrar esta perspectiva, en los contenidos de la asignatura Lengua y Literatura V1, del Liceo “Víctor Mercante”, de la Universidad Nacional de La Plata. Las obras que integran el programa de la materia, constituyen textos clave y modélicos de la Antigüedad clásica y del Renacimiento, enfocados temáticamente desde los arquetipos mítico e histórico. El proyecto se generó con el propósito de que el estudiante pudiera profundizar cuestiones de teoría y análisis del texto literario, que le permitieran apreciar la 1

Ver programa de Lengua y Literatura de 5º año en http://www.lvm.unlp.edu.ar/. Sitio web http://citclot.fahce.unlp.edu.ar/viii-congreso La Plata, 7, 8, y 9 de mayo de 2012 - ISSN 2250-5741 1

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literatura como un discurso cuya singular dimensión estética lo diferencia radicalmente de otros discursos sociales pero que, paradójicamente, lo convierten en el lugar de diálogo con otros, tales como el histórico, el filosófico, el antropológico, el psicológico, el artístico, favoreciendo la transdisciplinariedad. La experiencia hizo posible que el alumno, a partir de un marco teórico acorde con su nivel de formación, se introdujera en la problemática del personaje femenino, reflexionando acerca de la representación de la mujer en diferentes momentos y contextos culturales. Asimismo, se trató de promover una mirada crítica sobre el rol de la mujer, de manera tal de construir los cimientos para futuros cuestionamientos teóricos: nuevas concepciones sobre sexo y género (Lamas 1997), relaciones sociales de poder (Foucault 1980), crítica política, psicoanalítica (Eagleton 1998), entre otros. Es importante para su formación que el alumno advierta el poder y la fuerza de las representaciones sociales como mecanismos de producción de sentido, que permiten que los sujetos sociales construyan, deconstruyan y reconstruyan el mundo en que viven y para el cual buscan sentido. En este marco, la experiencia realizada consistió en surcar el programa anclando en los personajes femeninos de las obras que lo conforman, como una alternativa más de abordaje de los ejes temáticos propuestos en cada unidad. Se trató de superponer una lectura de género que atravesara todos los textos del programa. Es decir, se guió al alumno en su aproximación a la obra desde otra perspectiva, que no invisibilizara lo femenino frente a personajes masculinos de tanto peso simbólico y tan universalmente reconocidos.

Durante el proceso de abordaje de los textos, se reflexionó acerca de las cuestiones que a continuación se señalan, vinculándolas a los personajes femeninos de las principales obras del programa:

La mujer y sus representaciones sociales La transgresión Las relaciones de poder

Un sucinto marco teórico sirvió de disparador para que el alumno ensayara una aproximación a la problemática del personaje femenino, teniendo en cuenta los contextos de producción de las obras. Esto sin perder de vista que, en la particular instancia educativa en que se encuentran, el análisis del texto literario debe privilegiarse por sobre los de índole crítica.

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La mujer y sus representaciones sociales

El hecho de que la presencia de la mujer en la literatura respondiera a estereotipos femeninos en obras de autores masculinos, ha sido largamente señalado por el feminismo, cuya contribución en el proceso de toma de conciencia respecto a perspectivas limitadas y a la subordinación de su posición social -tal como lo señala Pam Morris (1993)- ha sido significativa. Como es sabido, las representaciones sociales son culturalmente construidas. Aquello que creemos real, verdadero o natural está parcialmente conformado por la manera a través de la cual lo representamos. La cuestión de la representación es una cuestión política y, como tal, tiene sentido en un determinado contexto histórico y social, que es el que lo produjo. Cuando se confrontan con representaciones de otra cultura y de otra época, su contenido cambia, su sentido se pierde. Sin duda la oposición jerárquica entre varones y mujeres a lo largo de la historia, parece ser la de carácter más permanente. En este contexto el feminismo no es una cuestión aislable, una “campaña” particular colocada junto a otros proyectos políticos sino una dimensión que cuestiona todas las facetas de la vida personal, social y política. Siguiendo a Terry Eagleton (1998), podemos decir que el mensaje del movimiento feminista interpretado por algunos que lo ven desde fuera, no se reduce a que las mujeres deben gozar de igualdad frente a los hombres, en lo relativo a posición y poder; es un cuestionamiento de esa misma posición y de ese mismo poder. En este marco, se guió al alumno en la búsqueda de marcas textuales que le permitieran analizar críticamente las distintas representaciones sociales que asumen los personajes femeninos de las obras del programa. Tal como Mary Eagleton (1996) señala, parte de la lucha del feminismo ha sido apoyar a la mujer en la creación de nuevas y válidas imágenes de ellas mismas y de una representación más auténtica de lo que significa ser mujer. Es así que personajes que usualmente han sido opacados por la reflexión exhaustiva acerca de un código heroico masculino, se hacen visibles para dar cuenta de su importancia, ya que muchos de ellos desencadenan, sin proponérselo, situaciones que marcan decisivamente el devenir de la acción de los textos. Tal vez, los casos más evidentes en nuestro programa sean el de Briseida, en la Ilíada, en relación con la cólera de Aquiles, y el de Helena, con respecto a la guerra de Troya. Quizás Briseida sea la que cumple el rol social más degradante al ser presentada como un botín de guerra. Cuando comienza la Ilíada, Briseida ni siquiera está referida por su nombre. Es simplemente un premio, un signo social externo del honor del guerrero (Homero 2006a: 6-7). Sin embargo cumplirá un rol decisivo al transformarse -su rapto

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por parte de Agamenón- en el motivo visible que desencadena la cólera de Aquiles y en símbolo de su areté (αρετή). Desde esta perspectiva, la querella entre Aquiles y Agamenón por Briseida deviene una disputa por la vida o la muerte. Más aún, por lo que verdaderamente se está peleando es por la inmortalidad en el culto después de la muerte. La pérdida del honor material en la narrativa de la Ilíada amenaza el estatus de Aquiles como futuro destinatario de honores del culto en la práctica religiosa griega. La rivalidad entre Aquiles y Agamenón tendría por finalidad poner en escena la guerra de Troya en una versión minimizada, en la que Briseida sustituye a Helena y la cólera de Aquiles es igualada a la causa de toda la guerra troyana (Homero 2006: 173). Es posible establecer un paralelo entre Briseida y Helena, ya que Helena había sido ofrecida por Afrodita como premio en el juicio de Paris 2. Por otra parte, nunca abandona este carácter, ya que Helena será el premio del vencedor del duelo entre Paris y Menelao. La fluctuación del valor atribuido a las mujeres entre premios y esposas, aparece en Ilíada tanto en Briseida, el “botín de guerra” que Agamenón arrebata a Aquiles, como en Criseida, la hija del sacerdote Crises, y en Helena, la mujer que desencadena la Guerra de Troya. Puede verse con claridad, que el personaje femenino se define siempre en función de uno masculino. En este grupo podemos incluir también, tanto a Andrómaca como a Hécuba, que representan en la Ilíada, el rol de esposas y madres sufrientes. Ambas tienen sus destinos atados a la de sus esposos e hijos. A tal punto esto es así, que en un conmovedor ruego para que no regrese al campo de batalla, Andrómaca le dice a Héctor que para ella es “…un padre, una madre venerable, un hermano y un esposo pletórico de juventud.” (Homero 2006a: 123 -124). El lamento de Andrómaca en el canto VI de la Ilíada, cumple la función de anticipar la muerte de Héctor -cuando ocurre él aún está vivo- y de presentar la acusación de abandono típica de las mujeres que se hallan en posición peligrosa en su comunidad. Tanto el lamento de Andrómaca como el de Briseida, contienen un elemento de manipulación de la simpatía del auditorio para sostener una posición dentro de su 2

Recordemos que el episodio de la mitología griega conocido como Juicio de Paris, es el desencadenante de la guerra de Troya. Eris (la Discordia) no había sido invitada a la boda de Tetis y Peleo (padres de Aquiles), por lo que arrojó entre las diosas una manzana (“la manzana de la discordia”) que debía ser para la más bella. Hera, Atenea y Afrodita se disputaron el premio que entregaría Paris por orden de Zeus. Las diosas intentan sobornar al joven hijo de Príamo ofreciéndole la soberanía sobre Asia, Hera; el poderío de la guerra, Atenea y el amor de Helena, Afrodita, quien finalmente vence el certamen.

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comunidad que, inevitablemente mutará con la desaparición del hombre que las protege. En el canto XXIV de la Ilíada, Andrómaca (Homero 2006a: 503), Hécuba (Homero 2006a: 504), Helena (Homero 2006a: 504-505) y las troyanas lamentan su destino de cautivas de guerra. De igual modo que la muerte de Aquiles está oscurecida ya que no sucede en el poema, tampoco vemos a Andrómaca cautiva. En el rol de esposa que se lamenta ejemplifica el proceso por el cual lo personal es transformado en colectivo. Su cautiverio está enfocado a través de Briseida quien cumple la función de sustituto de Andrómaca. Por su parte, Helena, es un personaje que permite complejizar el problema de la representación, ya que es vista de diferente manera en los distintos textos homéricos. La Helena de la Ilíada, fuente de sufrimientos, que desencadena y contempla desde las murallas la Guerra de Troya será, a su regreso a Esparta, en Odisea, no sólo perdonada por su esposo sino un ejemplo de todas las virtudes domésticas. El hombre no puede admitir que el deseo y el amor lo han vencido. Es necesario mostrar a esta nueva Helena, que en el pasado no ha actuado por voluntad propia sino que ha sido víctima del designio de los dioses. Penélope es el personaje literario femenino que ha traspasado las edades dando cabal cumplimiento al rol de esposa virtuosa. Su integridad ejemplar la lleva a esperar abnegadamente el regreso de su marido, por más de diez años. Acosada por pretendientes que le reclaman cumpla con lo que se espera de una mujer en su situación -que elija a uno de los pretendientes y si no se decide, que le pida a su padre que lo haga por ella- vemos, una vez más, a la mujer inserta en un mundo regido por normas creadas por el hombre. Sin embargo, Penélope no es absolutamente pasiva. Idea el artilugio de tejer una tela mortuoria para su suegro Laertes, que teje de día y desteje por las noches. Elige el arco que sólo Odiseo era capaz de tensar, como desafío en el certamen en el que confrontarán los pretendientes y, finalmente, pone a prueba al marido mediante secretos que sólo ellos dos conocen. La sagacidad de Penélope, que recuerda a la de su esposo, Odiseo “el astuto”, le permitirá evadir durante diez años el acoso de los más de cien impertinentes pretendientes que consumen indolentemente su ganado en su palacio. Sin embargo, su condición de mujer, madre de un hijo varón demasiado joven aún como para tomar decisiones por ella o defenderla, la llevan al límite en el que debe ceder a los mandatos sociales y tomar a uno de los pretendientes por esposo. Será el oportuno regreso de Odiseo el que la librará de esta situación y la vengará, matándolos. En este grupo podemos incluir a Ofelia de Hamlet, presentada como una joven enamorada, cortejada por el príncipe Hamlet, que ya en el primer acto de esta tragedia, es obligada a terminar su incipiente relación. Tanto su padre, Polonio, como su hermano, Laertes, la instan a poner fin a esta situación y a asumir el rol que le corresponde en ese particular contexto social –la corte- donde ella no es digna del amor de un príncipe. Si en su ilusión juvenil Ofelia se atrevió a soñar con una futura unión con Hamlet, tanto su padre como su hermano serán los encargados de llamarla Sitio web http://citclot.fahce.unlp.edu.ar/viii-congreso La Plata, 7, 8, y 9 de mayo de 2012 - ISSN 2250-5741 5

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rápidamente a la realidad. Una mujer de su condición debe cumplir con lo que se espera de ella. Un príncipe no tiene voluntad propia, pues se halla sujeto a su nacimiento y de sus elecciones dependen la salud y prosperidad de todo el reino. La sumisión de Ofelia la lleva a dejar de ver a Hamlet y a convertirse en un instrumento en manos de su padre y del rey Claudio, que la utilizan para indagar los móviles de la extraña conducta del príncipe. A nadie parecen importarle los sentimientos de Ofelia, ni siquiera al mismo Hamlet. Las presiones que recibe para dar cumplimiento a lo que socialmente se espera de ella, sumadas a la desaparición de las figuras masculinas de su entorno -la muerte de su padre, la ausencia de su hermano y el alejamiento y supuesta locura de Hamlet- empujan a la joven al suicidio. Finalmente, el programa nos permite incluir en este apartado a Dulcinea del Toboso, la idealización quijotesca de la rústica Aldonza Lorenzo, un personaje femenino que tiene la particularidad de ser un ente de ficción, creado por otro ente de ficción – Don Quijote de la Mancha- a imagen y semejanza de las damas de las novelas de caballería y que, por lo tanto, encarna un conjunto de normas y comportamientos definidos social, cultural y literariamente en el contexto del género caballeresco. Don Quijote, creído de que la aventura caballeresca es algo factible, acomoda a ella su nombre, el de su caballo y el de la moza labradora que ha transfigurado en una encumbrada dama. Tanto la propia Dulcinea como el mundo que la rodea responden a los cánones de las novelas de caballería, género parodiado por Cervantes en su obra, que Don Quijote se empeña en recrear.

La transgresión

El concepto de rol social se refiere al conjunto de normas, comportamientos y derechos definidos social y culturalmente que se esperan que una persona (actor social) cumpla o ejerza de acuerdo a su estatus social sea este adquirido o atribuido. En todo grupo hay miembros de diverso estatus, unos de rango superior y otros de rango inferior y a cada estatus corresponde un rol, es decir, un determinado comportamiento en presencia de otros. Así pues, el rol es la forma en que un estatus concreto tiene que ser aceptado y desempeñado por el titular. Puede decirse que desde la prehistoria, tanto las mujeres como los varones, han asumido un papel cultural particular normalmente diferenciado. En estrecha relación con esta idea podemos afirmar que algunos estatus conceden al titular ciertas inmunidades al desempeñar el rol que no se les permiten a otras personas. Si el individuo no desempeña su rol de la forma esperada, si de algún modo lo transgrede, corre el riesgo de exponerse a sanciones. Podemos analizar la función que cumple la mujer en la sociedad actual, siguiendo lo que Iuri Lotman (1979) propone, desde la escuela de Tartú, que la cultura es un sistema de Sitio web http://citclot.fahce.unlp.edu.ar/viii-congreso La Plata, 7, 8, y 9 de mayo de 2012 - ISSN 2250-5741 6

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signos, en el que la información y la memoria no hereditaria que se transmite en las sociedades humanas juegan un papel fundamental y que, además, es una suma de reglas y restricciones impuestas al sistema. Veremos, entonces, que el rol que desempeña la mujer, se ha ido conformando a lo largo de un proceso histórico, en el que la memoria colectiva juega un papel fundamental en la transmisión de patrones culturales y psicológicos, que si bien subsisten, se han ido resemantizando a través de las diferentes etapas histórico-sociales, contribuyendo a la exaltación de aquellas mujeres capaces de transgredir las normas de un mundo creado con parámetros masculinos. El programa de la materia propone personajes femeninos que, en contraposición con los anteriormente señalados, no sólo no cumplen con lo que sería dable esperar de acuerdo con sus roles sociales, sino que rompen con la tradición y subvierten el lugar social estatuido para la mujer en sus respectivos contextos culturales. En este sentido, tanto el personaje de Antígona como el de Medea, ofrecen perspectivas sugerentes sobre la relación entre los preceptos sociales fijados por los hombres y la tendencia hacia la autonomía y la autodeterminación en la mujer. Sin embargo, mientras que Antígona ha sido recibida por la cultura occidental como una heroína femenina, el personaje de Medea tiende a verse disgregado en sus componentes destructivos. Antígona es una mujer sola3, que se ve enfrentada al dilema de respetar las leyes impuestas por el hombre o cumplir con el mandato divino. La transgresión de la imposición manifiesta (no enterrar a su hermano), desencadena un doble conflicto en la obra: entre las leyes divinas y las leyes humanas; y, entre el individuo y el gobierno. Es interesante reparar el contraste que genera en esta tragedia, la figura solitaria de Antígona frente a la del poderoso rey Creonte, quien se encarga constantemente de despreciarla por su doble condición de infractora y de mujer. Contrastando con ella, su hermana Ismene, guiada por el temor, no apoya su decisión y deja a Antígona en una soledad absoluta que coronará su muerte. Por su parte Medea, personifica una figura femenina con capacidad de autodeterminación y autoafirmación, en una época en la cual la mujer ocupaba una posición social restringida políticamente. La llegada de Jasón como capitán de los argonautas a la patria de Medea es el inicio de una historia de amor que tendrá un desenlace trágico. Medea se enamora apasionadamente de Jasón y para seguirlo, no duda en traicionar a su padre, matar a su hermano y, valiéndose de sus hijas, asesinar a Pelias, rey de Iolcos. Sin embargo, esta decisión autónoma de abandonar su patria, la separación de la familia como decisión propia de la mujer, la elección de Jasón por esposo, aparecen en la tragedia como una salida prohibida y, por lo tanto, una experiencia que debe ser castigada. La transgresión que significan el abandono y la traición al padre le van a ser devueltos a través de la traición del esposo, el abandono y el exilio, castigos que 3

Tanto su padre, Edipo, como sus hermanos, Polinices y Eteocles, han muerto. Mientras que su prometido, Hemón, si bien esgrime argumentos de gran sabiduría frente a su padre, el rey Creonte, parece no tener la fuerza suficiente para protegerla y salvar la vida de Antígona. Sitio web http://citclot.fahce.unlp.edu.ar/viii-congreso La Plata, 7, 8, y 9 de mayo de 2012 - ISSN 2250-5741 7

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deberá sufrir Medea por haber asumido, desde muy joven, una posición activa como mujer (Eurípides 2008: 123124). Sin duda, Medea personifica un nuevo tipo de feminidad que se atreve a romper con el precepto social que restringe el rol de la mujer a mero objeto de intercambio a través de las reglas del matrimonio. La validez de este precepto no será cuestionada en las sociedades occidentales sino hasta 2500 años después. A tal punto Medea quiebra el modelo de la subordinación social de la mujer, que algunos críticos como Bernard Knox (1979), afirman que sigue códigos de honor masculinos. Ella misma lo expresa claramente al decir que preferiría ir a la batalla antes de dar a luz. Según esta visión, desde un principio el lenguaje y las acciones de Medea, la señalan como un carácter heroico: resolución determinada, expresada en términos intransigentes; el hecho de mostrarse inconmovible frente a la persuasión y movida por las pasiones típicas de los héroes (enojo, ira, cólera, arrojo, imprudencia); el estar más preocupada, al igual que los héroes, por su gloria. No soportará la injusticia, la falta de respeto ni el tormento de que sus enemigos puedan reírse de ella. Sola y abandonada prefiere la muerte antes que la humillación y planea la venganza. En su resolución heroica extrema, Medea triunfa no sólo sobre un adversario externo sino sobre sus sentimientos maternales más hondos: también sus hijos deben morir (Eurípides 2008: 158- 159). Tanto Medea como Pentesilea en “Patroclo o el destino”, de Marguerite Yourcenar, representan posturas prohibidas y roles tabuizados para la mujer en la sociedad. Esta reina amazona encarna en sí misma una transgresión. Su condición de mujer guerrera es transgresora. El hecho de atreverse a enfrentar al más temido de los héroes, al propio Aquiles, constituye otra transgresión. En “Patroclo o el destino”, Pentesilea aparece presentada bajo su coraza y su casco, con una máscara y cabellos de oro y con una voz que sonaba, también, a oro. En el enfrentamiento con Aquiles, muere atravesada por la lanza del hijo de Peleo, quien, al levantarle la visera, descubre en la belleza de su rostro, el del amigo: “Era el único ser en el mundo que se parecía a Patroclo” (Yourcenar 2006:56), sin duda, su última transgresión. Finalmente, incluimos en este apartado a Marcela, personaje de la primera parte del Quijote (Cervantes 1968: 74 -101), protagonista junto con Grisóstomo, de la famosa historia de amores pastoriles. El joven ha muerto víctima de un amor no correspondido, 4 y su amigo Ambrosio acusa a Marcela y a su deslumbrante belleza. En ocasión del entierro, la joven pronuncia frente a los asistentes, un discurso que impacta no sólo por su lógica sino porque los puntos principales reflejan una inesperada actitud transgresora para una joven inserta en un mundo que mucho dista de las ideas que expresa (Cervantes 1968: 97-100). 4

En la obra, Cervantes deja abierta la posibilidad de que Grisóstomo no haya muerto de amor sino que se haya quitado la vida. De todos modos, la acusación que pesa sobre Marcela no varía ya que, para los asistentes al entierro, sería en ambos casos, responsable de la muerte de Grisóstomo. Sitio web http://citclot.fahce.unlp.edu.ar/viii-congreso La Plata, 7, 8, y 9 de mayo de 2012 - ISSN 2250-5741 8

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Marcela, en el siglo XVII, cuestiona las prefiguraciones o lugares estatuidos para la mujer. Como en el caso de Medea, deberán transcurrir varios siglos para que esta proclama de igualdad entre el hombre y la mujer, para que estas capacidades femeninas potenciales, todavía utópicas en aquellos tiempos, sean debatidas.

Las relaciones de poder

En Microfísica del poder, Michel Foucault plantea, en su minucioso análisis sobre las redes que genera el poder, que el origen de esta forma de dominación no está únicamente en manos de quienes gobiernan sino que también se halla en el “cuerpo social”. Según Foucault, la dominación que genera el poder se da más que en un sentido vertical –de gobernante a gobernado- en un sentido transversal, constituyendo una trama densa y difícil de desarticular. De ahí que afirme que el poder no es propiedad exclusiva de uno o de un grupo, sino que concierne a un entorno y es ejercido con el consentimiento de esa comunidad. Focalizándonos específicamente en las formas en que las circunstancias sociales y culturales, políticas y económicas sujetan/subjetivan a las mujeres, podemos decir que el olvido y la exclusión –como mecanismos de selección de hechos memorizables que actúan sobre las normas semióticas de la cultura y que siempre operan desde lugares de poder- han hecho que no se aprecie el papel real que la mujer ha jugado en la sociedad. Refiriéndonos al programa de la materia, los personajes de Antígona (Sófocles, Antígona), Gertrudis (Shakespeare, Hamlet, príncipe de Dinamarca), Lady Macbeth (Shakespeare, La tragedia de Macbeth) y de Clitemnestra (Yourcenar, “Clitemnestra o el crimen”), ocupan ellas mismas un espacio de poder u ostentan una relación estrecha con él, pero su rol de mujer las limita, colocándolas, en la mayoría de los casos, en inferioridad de condiciones. Ya hemos visto a Antígona como un personaje que a pesar de su condición y de su evidente estado de soledad frente a la empresa que decide emprender, no duda en rebelarse ante una autoridad inicua y desafiar el poder de su tío, el rey Creonte, quien expresamente manifiesta su deprecio por la mujer, considerándola, inclusive intercambiable.5 También desprecia a su hijo Hemón, por creerlo vencido y esclavo de una mujer: “Creonte -¡Oh asquerosa ralea, y vencido por una mujer!” (Sófocles 1981: 177). La cercanía de Antígona con el poder -hija de un rey, Edipo, sobrina y futura nuera del actual rey, Creonte- volverían inverosímil el cruel final de la joven si de otro contexto se tratara. Gertrudis también es un personaje rodeado por el poder. No sólo es reina, sino que es madre del príncipe, viuda de un incomparable rey y esposa del actual monarca, 5

Cuando Ismena le pregunta si será capaz de matar a la novia de su propio hijo, Creonte contesta: “Otros campos tendrá donde podrá arar.” (Sófocles 1981: 173). Sitio web http://citclot.fahce.unlp.edu.ar/viii-congreso La Plata, 7, 8, y 9 de mayo de 2012 - ISSN 2250-5741 9

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Claudio. Sin embargo se la ve como una mujer que arrastra la vergüenza de un matrimonio precipitado con su cuñado; que sabe que su relación resulta lujuriosa e incestuosa a los ojos de su hijo; que se preocupa por él, a quien cree víctima de la locura y que soporta el pesado mandato –que ella misma se impone- de mantener la paz en un mundo transido por la hostilidad. Resulta interesante releer a Gertrudis, un personaje considerado de importancia secundaria por la crítica en general, como una mediadora y dadora de poder6. Una mujer que escudada en su personalidad aniñada, por momentos aburrida y sin matices, puede resultar inteligente, penetrante y exquisitamente concisa en su discurso.7 El otro personaje femenino shakespeareano del programa es Lady Macbeth, una mujer que ambiciona el poder y que empuja a su esposo a cometer un crimen. El carácter decididamente inconmovible de esta mujer la acerca, sin duda, a muchos de los personajes masculinos que aparecen en las obras del programa. Ella misma lo confirma al expresar su deseo de cambiar de sexo para llenarse de crueldad y de pensamientos asesinos: “¡Cambiadme de sexo, y desde los pies a la cabeza llenadme, haced que me desborde de la más implacable crueldad!...” (Shakespeare 1966b: 274). Este pasaje en el que Lady Macbeth invoca a los espíritus para que la despojen de todo lo femenino y abran paso a la crueldad, a los sentimientos asesinos, a la falta de escrúpulos, en definitiva, al mal, permite reflexionar acerca de qué es lo que en la tradición literaria, al menos, se asocia a lo femenino y qué a lo masculino. Por último, Marguerite Yourcenar nos presenta en su cuento “Clitemnestra o el crimen” a una mujer que, guiada por un profundo deseo de venganza, se atreve a matar al poderoso Agamenón, rey de reyes, el hombre a quien ni siquiera el divino Aquiles osó enfrentar. Su historia es conocida por todos y siente que, en un punto, reivindica el rol de sus relegadas congéneres. Así lo expresa a sus jueces: “no hay (…) ni una de vuestras mujeres que no haya soñado ser alguna vez Clitemnestra” (2006:139). Los motivos que la empujan a un crimen que en sí mismo encarna un desafío al poder, están detalladamente expuestos en el relato, además de la aclaración de que sus padres fueron los encargados de elegirle marido.

Estos son sólo algunos de los personajes femeninos del programa de la materia analizados en clase, durante el transcurso del ciclo lectivo 2011. El saldo de la experiencia pedagógica, que aquí tratamos de sintetizar, fue altamente positivo, no sólo por el interés evidenciado por los alumnos respecto de las cuestiones teóricas vinculadas a los estudios de género sino también porque sirvió para que estudiantes de la escuela media, comprobaran algo que muchas veces no alcanzan a percibir: el texto literario no es unívoco y el límite de la interpretación la fija el propio texto.

6

Si, por ejemplo, Gertrudis no hubiera accedido a casarse con Claudio, este no hubiera llegado a convertirse en rey. 7

Para ahondar más en este aspecto ver Carolyn Heilbrun (1990). La madre de Hamlet y otras mujeres, New York, Ballantine Books. Sitio web http://citclot.fahce.unlp.edu.ar/viii-congreso La Plata, 7, 8, y 9 de mayo de 2012 - ISSN 2250-5741 10

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Bibliografía

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Actas de las VII Jornadas de Investigación en Filosofía para profesores, graduados y alumnos 10, 11y12 DE NOVIEMBREDE2008 Departamento de Filosofía Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Universidad Nacional de La Plata ISBN 978-950-34-0578-9

La mujer barbuda: una mirada epistemosexual. Mabel Alicia Campagnoli Departamento de Filosofía y CINIG – FAHyCE (UNLP) Se abre el telón Antes pensaba que solo los que éramos como yo estábamos bien jodidos. Porque no somos ni seremos nunca ni mujercitas ni héroes de Río Grande. Ahora sé que en realidad todos estamos bien jodidos, no seremos nunca ni mujercitas ni héroes de Río Grande. Beatriz Preciado Con la expresión una mirada epistemosexual Beatriz Preciado (2008) alude a una vigilancia epistemológica sobre la categorización sexual que, desde la constitución de la modernidad, se “naturaliza” con diferentes estrategias. Las mismas involucran a las disciplinas científicas y hasta allí la perspectiva es consonante con la foucaultiana (Foucault, 1998). Pero, a partir de la postguerra, se introducen innovaciones en la producción de “normalidad”. Este nuevo régimen de subjetivación toma en consideración el impacto de las nuevas tecnologías del cuerpo en la construcción de la subjetividad. Surgiría entonces un nuevo dispositivo cuya eficacia estará en la programación de género, logrando la coherencia entre un individuo, un sexo, un género y una sexualidad. Este dispositivo implica tanto una vigilancia medicojurídica como una espectacularización mediática, exacerbada a través de técnicas informáticas y digitales de visión y difusión de la información, que comienzan su expansión a mediados del siglo XX. Tal dispositivo de género, no sustituiría a los analizados por Foucault (alianza y sexualidad) sino que se superpondría a ellos, agregando nuevas producciones. La mujer barbuda es la instancia que nos permitirá evidenciar la especificidad de cada dispositivo. Esto significa que, aunque mentemos la mujer barbuda a través de los siglos, no se trata de una entidad inmutable sino producida históricamente según la lógica de diferentes

dispositivos de poder. De esta manera, aunque en los tres dispositivos que nos atienen la mujer barbuda es índice de extrañeza, difiere su modo de producción como desvío.

I - Dispositivo de Alianza (Suena “La mujer barbuda” de y por Celtas Cortos) Primer acto: Siglo XVII. La mujer barbuda, si gesta y amamanta, es mujer con barba. En el siglo XVI el pintor Juan Sánchez Cotán pintó un cuadro titulado “La barbuda de Peñaranda”, que representa a Brígida del Río, mujer de 50 años de edad al momento de ser retratada. En el cuadro, sólo gracias a la ropa podemos denotar que es una mujer, ya que las facciones de la cara, obviando la barba, nos llevarían a tomar el retrato como masculino. En aquel entonces, las personas con ciertas peculiaridades eran fuente de atención e incluso era común que los nobles las tuvieran a su servicio. La peculiaridad todavía no connotaba monstruosidad ni espectáculo, aunque ¿cómo pensar la función pictórica en este marco? Si nos atenemos a Foucault, el dispositivo de producción de esta mujer barbuda es el de alianza, donde prima la voz de la sangre junto a una ley de la espada protegida por la corte. Allí ser varón o ser mujer dependía de determinadas funciones que hacían a la alianza y a la filiación: como los hechos de gestar y amamantar, indicativos de la condición femenina. En el marco del dispositivo de alianza, la de Peñaranda no es el único homenaje del arte a la mujer barbuda. En 1631 José Ribera, el españoleto pintó a La Barbuda de los Abruzzos. Se trataba de Magdalena Ventura, había llegado a Nápoles procedente de Acumulo (región de los Abruzzos). El duque de Alcalá, por entonces Virrey de Nápoles, impresionado por su aspecto de extremo hirsutismo, encargó a José Ribera inmortalizarla en una de sus pinturas. En este caso el retrato sitúa al personaje amamantando, para dejar aún más clara su feminidad. La mujer lleva gorro de tela fina, vestido medieval de cuello ancho y el pecho descubierto. Según indica la inscripción en el ángulo inferior izquierdo del cuadro, tenía 37 años de edad. Esta pintura renacentista, que forma parte del Museo de la Casa Pilatos en Sevilla, es una magnífica representación de la rareza humana, una obsesión compartida por los señores de las cortes y los pintores de gran maestría y talento, como fue el caso de José Ribera. La ropa, el amamantamiento, podían más que la indicación del rostro. La contradicción de la expectativa, se resolvía por la función gestante, la mujer barbuda, era mujer. De todas maneras, se jugaba en ella lo siniestro, la contaminación de lo otro, de lo masculino, fuertemente explotado por el orden inquisitorial.

Durante la Inquisición, la mujer barbuda fue comparada con la bruja, de quien se decía que representaba las pasiones y los instintos reprimidos por el mundo masculino. Una parte de su literatura retrató a la santa barbuda como un reflejo de misoginia. Las mujeres consideradas malignas estaban sintetizadas en la expresión: demonio de mujer. No pocos exploraron el personaje mítico de la mujer barbuda, para indicar un doble no deseado para la mirada masculina; más todavía, algunos señalan que la mujer masculinizada ocupó un espacio importante en la hagiografía cristiana, a través del disfraz de hombre en conventos y mediante la adquisición de abundante pelo que neutralizaba el apetito sexual masculino. De todas maneras, la mujer barbuda, aunque masculinizada, en tanto demonio, era mujer.

II - Dispositivo de Sexualidad (Suena “Música para hacer aparecer un monstruo” de y por La mujer barbuda) Segundo acto: Siglo XIX. La mujer barbuda, aunque geste y amamante, pone en cuestión su condición de mujer. Se trata de un caso de monstruosidad, una violación de las leyes de la naturaleza. Se convierte en objeto de observación científica y/o de espectáculo circense. Siglos XVIII y XIX, nuevo dispositivo, nueva episteme. En el marco de la consolidación de las Ciencias, primero Naturales, luego Sociales, se despliega el dispositivo de sexualidad (Foucault, 1998). A través de sus operaciones de falta y exceso, presencia y ausencia, normalidad y anormalidad se produce la ficción unívoca del sexo ilusoriamente sustentada en dicotomías naturalizadas tales como cultura / naturaleza, varón / mujer, heterosexualidad / homosexualidad, naturaleza / artificio… La obsesión clasificatoria, patente en la psiquiatrización de las perversiones, se extendió a las anatomías. Es así que a fines del siglo XIX se inventaron las identidades sexuales y su clasificación taxonómica y psicopatológica; Krafft-Ebing (1955) elaboró una enciclopedia de las sexualidades normales y perversas; estas identidades sexuales se volvieron por primera vez objeto de vigilancia y represión jurídica; se extendieron por Europa las leyes de criminalización de la sodomía. A través de estos procedimientos, se codificó visualmente la diferencia sexual como verdad anatómica, se concibieron como entidades anatómicas las trompas de Falopio, las glándulas de Bartolino y el clítoris; se llevaron a cabo los primeros experimentos de inseminación artificial en animales, se intervino con la ayuda de instrumentos mecánicos sobre la producción del placer femenino; mientras por un lado se prohibía y se controlaba la masturbación, por otro se medicalizaba el orgasmo femenino entendido como crisis histérica;

se mecanizaba y domesticaba el orgasmo masculino a través de una incipiente codificación pornográfica… A la base de la producción normativa de este dispositivo están la ciencia y el espectáculo; la exhibición pública de la histérica de Charcot en la institución médica y la de otras mujeres desviadas, en el circo. Ahora bien, estas mujeres, son la condición de posibilidad de la producción de la mujer femenina, normal, deseada, esperable. El monstruo, es tal, en tanto nos devela las cualidades de la norma. Corajuda y buena moza la barbuda siempre olvida que en el circo es la que suda. Miguel Abuelo Estrictamente circense fue el papel de Olga Roderick, exhibida en circos y películas como una monstruo incomparable. Se llamaba en realidad Jane Barnell, nació en la década del 70 del siglo XIX en Carolina del Norte. A lo largo de su vida tuvo dos hijos y cuatro matrimonios. Renegó de la película Freaks por considerarla un insulto para todas las personas desgraciadas. Recordemos que este film de 1932 pone de protagonistas a seres desviados de los cánones corporales estéticos. Para las hipótesis de este trabajo, es un punto de inflexión que nos interroga sobre la vigencia de los dispositivos de poder del siglo XX. Un ejemplo que se encuentra en el cruce de circo y de ciencia es el de Julia Pastrana, primero sometida a la indagación de los hombres de ciencia y luego a la curiosidad de un público que la tenía por fenómeno natural. No es casual que su uniceja, bigotes, patillas y barba, se hayan convertido en recursos rentables en manos de un empresario artístico que, además de contraer matrimonio con ella, la exhibió por medio mundo como a su peluda cónyuge. Ella muere al dar a luz y su hijo 35 horas después de haber nacido. Ambos cadáveres, por órdenes expresas del esposo y apoderado, fueron momificados y rematados a la Universidad de Moscú. En el circo, al lado del contorsionista que tocaba el violín con el pie y el malabarista que hacía proezas sobre el lomo del caballo, estaba la mujer barbuda. Ella constituía la pieza clave de un circo clásico, con olor a boñiga de elefante y orín de tigre; ella encarnaba el horror, el suspenso y la monstruosidad; ella era la principal atracción del circo. Por eso el público, a la hora de enfrentarse al espectáculo estelar, se llevaba las manos sobre la boca y los ojos, mientras en la carpa se alzaban voces de admiración y espanto. ¡Qué lindo es ir a ver la mujer la mujer más gorda del mundo! Entrar con un miedo profundo pensando en la giganta de Baudelaire…

Nos engañaremos, no hay duda, si desnuda nunca muy desnuda, si barbuda nunca muy barbuda será la mujer. Pero ese momento de miedo profundo… Raúl González Tuñón Este miedo profundo, indica la aparición del monstruo cuya expectativa siempre excede. Es lo que pasa con el parámetro de ser mujer en el dispositivo de sexualidad. En consecuencia, tener barba ya no se condice con la norma de feminidad. La disrupción de la barba en un cuerpo de mujer, hace que irrumpa el miedo en tanto desestabilización de la norma. Nos engañaremos, no hay duda…: latente el peligro de que lo que es no sea lo que debe ser, el par de dos identidades dicotómicas heterosexuales debe producirse permanentemente. El hábil efecto epistemológico del dispositivo de sexualidad: el sexo es del orden de lo dado. El trabajo de vigilancia y de control llevado a cabo por las instancias jurídicas, médicas, religiosas, es productivo de un sexo y de una orientación sexual en tanto marcas identitarias de los sujetos. Así, por un lado, la productividad del par mujeres / varones surge como diferencia jerarquizada a favor de los segundos, a partir de toda una serie de operaciones que connota a ambos como heterosexuales. Por ejemplo, la histerización de las mujeres, la dinamización del deseo de los varones, la erotización de la dominación de las mujeres... Como resultado de estas diversas operaciones, surge la siguiente especificidad: “una de las diferencias políticas constitutivas de Occidente (ser [varón] o ser mujer) se resuelve en una banal ecuación: tener o no tener un pene de un centímetro y medio en el momento del nacimiento” (Preciado, 2008: 59). Inquietante paradoja: ese dato del sexo que con tanta frecuencia es punto de partida en la investigación científica, sobre todo la del área social, sería en realidad un invento de las ciencias naturales, una producción disciplinaria. En esta trampa quedarían atrapadas también las teorizaciones feministas que buscaron desnaturalizar el carácter evidente del sexo a través de la distinción sexo / género; pues consideraron el orden del sexo como perteneciente a la naturaleza (Soley-Beltrán, 2003). En general, las ciencias sociales, aunque reconozcan que las relaciones de género son relaciones de poder históricamente constituidas, reducen su complejización al sexo, que sería, en el mejor de los casos, sólo un indicador de una complejidad relacional, el género, nunca medible de modo directo. En el caso de las ciencias naturales, particularmente las ciencias médicas, el siglo XX desarrolla curiosidades como la siguiente. La consideración, en principio, de dos paradigmas

diferentes de producción del sexo, según se trate de la asignación por nacimiento o de la reasignación por transexualidad. En cuanto a los criterios de asignación por nacimiento, dependen de un modelo de reconocimiento visual que se pretende empírico, donde los significantes (cromosomas, talla de los genitales, etc.) se presentan como verdades científicas. En estos casos, hacer visible un cuerpo implica asignarlo unívoca y definitivamente como masculino o femenino. Se trata de una ontología escópica: lo real es lo visible. Respecto de la reasignación de sexo, la idea de base supone la existencia de un sexo psicológico distinto de aquel que ha sido asignado en el nacimiento. Tal existencia se evidenciaría en un sentimiento interior de ser varón o ser mujer que responde a un modelo de lo radicalmente invisible, no representable. Se trata de una ontología inmaterial: lo real no se ofrece a los sentidos. ¿Por qué pueden convivir estas situaciones y no llevar a una crisis epistemológica? Según Beatriz Preciado, sería porque estos modelos pueden funcionar juntos “gracias a un bioplatonicismo común que les sujeta, como tirando de ellos desde arriba. Habría que imaginar los ideales biopolíticos de la masculinidad y la feminidad como esencias trascendentales elevadas desde las que cuelgan, en suspensión, estéticas de género, códigos normativos de reconocimiento visual, invisibles convicciones psicológicas que conducen al sujeto a afirmarse como masculino o femenino, como [varón] o mujer, como heterosexual u homosexual, como bio- o trasn-“ (2008: 85). O sea, lo que sostendría la incoherencia entre los paradigmas sería un retorno al esencialismo, subrepticio, invisible. Esencialismo platónico en el caso de las ciencias naturales; material, en el caso de las sociales. Nueva paradoja: mientras salta a la luz el compromiso productivo de las ciencias médicas con la elaboración del sexo como dato, las inconsistencias sólo pueden recibir una lectura coherente, desde una perspectiva esencializadora. Si en la rigurosa clasificación anatómica la barba es masculina, al contaminar un cuerpo de mujer, aunque este geste y amamante, pondrá su feminidad en entredicho. La efectividad del dispositivo de sexualidad es claramente moderna, produce la lógica de lo Uno y lo Mismo, la dicotomía excluyente. La mujer barbuda es menos mujer o pseudo mujer, del mismo modo que la mujer que no se convierte en madre es una mujer en falta, carente. Ahora bien, al introducir en este apartado las cuestiones referentes a la reasignación de sexo, estamos solapando los procedimientos con los que Preciado considera característicos de un nuevo dispositivo.

III - Dispositivo de género Tercer acto: Siglo XX. La mujer barbuda, aunque geste y amamante, pone en cuestión su condición de mujer. Se trata de un caso de hirsutismo, una anormalidad estética. Se convierte en usuaria del sistema de sanidad y en consumidora de normalización hormonal. Llevar una falda no significa que en tu fuero interno eres hetero. Ni siquiera tiene porqué significar que seas una mujer. Ulrika Dahl Desde la perspectiva de Beatriz Preciado, a partir de mediados del siglo XX estaríamos viviendo bajo la productividad de un nuevo dispositivo, cuyo funcionamiento estaría superpuesto al de alianza y al de sexualidad. Esto le da otra óptica epistemosexual al problema de la producción científica del sexo. Su consideración es que, la apropiación que hizo el feminismo anglosajón del término género carece de inocencia política y de neutralidad epistemológica, si tenemos en cuenta que el término fue usado en 1947 por el médico sexólogo John Money, para contraponer su plasticidad a la fijeza natural del sexo. Por un lado, los feminismos habrían pasado por alto este origen, concentrándose en explotar las posibilidades desencializadoras que ofrecía una identidad no basada en la naturaleza. Por otro lado, esta génesis del género no es ajena a la aparición y el desarrollo de una serie de técnicas de normalización y transformación del ser vivo, como la fotografía de los desviados, la identificación celular, el análisis y las terapias hormonales, la lectura cromosómica o la cirugía transexual e intersexual. A raíz de esto Preciado afirma: “Sería por ello más correcto, hablar de tecnogénero si queremos dar cuenta del conjunto de técnicas fotográficas, biotecnológicas, quirúrgicas, farmacológicas, cinematográficas o cibernéticas que constituyen performativamente la materialidad de los sexos” (2008: 86). Desde esta perspectiva, la aparición de la fotografía a finales del siglo XIX es crucial para la producción del nuevo sujeto sexual y de su verdad visual. Durante el siglo XIX, la fotografía es utilizada para mostrar a los invertidos. La verdad del sexo toma aquí el carácter de una revelación visual, proceso en el que la fotografía participa como un catalizador ontológico que explicita una realidad que no podría manifestarse de otro modo. Ahora bien, si estos códigos visuales no parecen haberse transformado excesivamente desde finales del siglo XIX, las actuales posibilidades técnicas de modificación del cuerpo introducen diferencias sustanciales en el proceso de asignación y producción de la feminidad y la masculinidad: el proceso de normalización (asignación, reasignación), que antes sólo podía llevarse a cabo a través de la representación discursiva o fotográfica, se inscribe ahora en la estructura misma del ser vivo a través de técnicas quirúrgicas y endocrinológicas. Así,

por ejemplo, si un bebé nace con un pene que, de acuerdo a estos criterios somatopolíticos visuales, aparece como excesivamente pequeño, será amputado, los genitales reconstruidos en forma de vagina y se le aplicará una terapia de sustitución hormonal a base de estrógenos y de progesterona para asegurar que su desarrollo sexual exterior sea identificable como femenino. Lejos de la rigidez desplegada por el dispositivo de sexualidad, articulado en los sistemas disciplinarios de finales del siglo XIX y principios del XX, las nuevas técnicas de género son flexibles, internas y asimilables. “El género del siglo XXI funciona como un dispositivo abstracto de subjetivación técnica: se pega, se corta, se desplaza, se cita, se imita, se traga, se inyecta, se injerta, se digitaliza, se copia, se diseña, se compra, se vende, se modifica, se hipoteca, se transfiere, se download, se aplica, se transcribe, se falsifica, se ejecuta, se certifica, se permuta, se dosifica, se suministra, se extrae, se contrae, se sustrae, se niega, se reniega, se traiciona, muta” (Preciado, 2008: 90). El género funciona como un programa operativo a través del cual se producen percepciones sensoriales que toman la forma de afectos, deseos, acciones, creencias, identidades. Uno de los resultados característicos de esta tecnología de género es la producción de un saber interior sobre sí mismo, de un sentido del yo sexual que aparece como una realidad emocional evidente a la conciencia. En consecuencia, las hormonas constituyen uno de los medios contemporáneos para fabricar la subjetividad y sus afectos. En este sentido, la modelización de la subjetividad consiste en una programación de género que permite producir sujetos que se piensan y actúan como cuerpos individuales, que se autocomprenden como espacios y propiedades privadas, con una identidad de género y una sexualidad fijas. La programación de género dominante parte de la siguiente premisa: un individuo = un cuerpo = un sexo = un género = una sexualidad. De esta manera, el género (feminidad/masculinidad) no es ni un concepto, ni una ideología, ni una performance: “la certeza de ser [varón] o mujer es una ficción producida por un conjunto de tecnologías de domesticación del cuerpo, por un conjunto de técnicas farmacológicas y audiovisuales que fijan y delimitan nuestras potencialidades somáticas funcionando como filtros que producen distorsiones permanentes de la realidad que nos rodea” (Preciado, 2008: 90). Desmontar estas programaciones de género, implica a menudo un conjunto de operaciones de desnaturalización y desidentificación, de las que el dispositivo drag king y la autoexperimentación hormonal, son algunos ejemplos. Pues si el género se reproduce y consolida socialmente a través de su transformación en espectáculo, en imagen en movimiento, frente a un público, no puede desmontarse el dispositivo desde el lenguaje. Las

citaciones resultarían insuficientes, dado que habría una producción semiótico - técnica de la identidad de género. ¿Qué ocurre con la mujer barbuda en este dispositivo? Dispositivo maleable, por comparación con el de sexualidad. No se trata aquí de cuerpos dóciles sino de simbiosis entre sus procedimientos y la trama corporal. Uno de sus efectos de normativización es que todas somos la mujer barbuda. Mientras que la resistencia, en tanto desmontaje de sus operaciones, se hace evidente en ejemplos como los mencionados de autoexperimentación hormonal o de drag king. Las barbudas de la normalidad: Todas somos la mujer barbuda (Suena “Mi barba tiene tres pelos”) Mi barba tiene tres pelos Tres pelos tiene mi barba Si no tuviera tres pelos Pues no sería una barba Las pautas estéticas mercantiles del mundo contemporáneo hacen que la canción infantil paute la cotidianidad de las mujeres, sobre todo ante el paso del tiempo, fuertemente vigilado por el sistema médico, que constata nuestros cambios hormonales y nos prescribe determinadas clases y dosis de hormonas en las distintas épocas etáreas. Pues según estas pautas, tres pelos hacen una barba; es decir, todas estamos fuera del molde prescripto. Y el mismo sistema dispone para nuestra normatividad procedimientos estéticos, cirugías plásticas, píldoras, medicamentos, productos light… ya que la delgadez forma parte del mismo patrón. Para el dispositivo de género la barba es un elemento naturalmente masculino del mismo modo que el bigote. De allí su intolerancia estética para lo femenino que en tiempos de producción de género, cobra un cariz sanitario. La propia estética es una cuestión de salud y de bienestar engrampada en el circuito económico de las prácticas médico farmacéuticas. Un consultorio, una médica dermatóloga. Voy a ella atravesada por el Orden Médico, preocupada por el imperativo de la salud de mi piel. La pueblan nuevas manchas, ¿serán benignas, tendré que preocuparme, etc…?1 Después de una observación muy aséptica, muy instrumental, muy blanca, muy atenta, la doctora dictamina que debo depilarme los bigotes. Le respondo que ella se concentra en una cuestión estética cuando yo estoy preocupada por un tema de salud. Ingenua de mí, tal

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Me permito parafrasear a Beatriz Preciado (2008: 16): “Si el lector encuentra aquí, sin solución de continuidad, reflexiones filosóficas, anécdotas biográficas… es simplemente porque este es el modo en el que se construye y se deconstruye la subjetividad”.

dicotomía, si alguna vez tuvo sentido, de seguro no lo tiene en la sociedad de consumo ultracapitalista neoliberal… Ella sugiere empezar por ahí porque me voy a sentir mejor. Dice que estoy tranquila porque no me los veo. Me ofrece la última tecnología indolora láser. Le contesto con mucha ironía que yo soy la Frida Kahlo rubia. ¿Y ésa quién es? me rebate. Su pecado no era desconocer a Frida, por supuesto. Le explico de quién se trata. Claro que la analogía se agota en el bigote, ni falta hace que aclare… Me voy con mis bigotes y mis manchas, ¿seré mujer? En el encuentro con el Orden Médico opera la sordera, no hay oídos para la experiencia del sujeto que consulta, no hay posibilidad de encuentro personal, se trata de normas y de dogmas que caen como cuchillas sobre el cuerpo, desde la mirada que ausculta hasta el bisturí… mientras despliegan el paradigma del ser mujer. En idéntica lógica entra la cuestión del cambio de sexo que para ser alcanzado requiere la autorización del Orden Médico, mediante diagnóstico de disforia de género. Así se habilita la posibilidad de reasignación de sexo mediante cirugía y tratamiento hormonal. Ahora bien, lo que nos permite evidenciar el dispositivo de género es que todos estamos bajo un régimen permanente de reasignación. En cierta medida, como afirma Marie Hélène Bourcier, “todos somos post-op” (2002: 13), porque estamos produciendo nuestro género a través de la alimentación, la medicación, los tratamientos, etc…2 Actualmente el espejo me devuelve la imagen de una silueta muy delgada. Sobre todo, ese espejo intimidante que es la mirada de los otros. Pero la silueta del presente data de un par de años; previamente, esta silueta portaba unos diez kilos más. Por entonces, ni yo, ni la mirada de los otros, me consideraban gorda; sin embargo, hoy los otros me consideran flaca. Entretanto ¿qué ocurrió? Cinco años atrás, empezó a crecer en mí un fibroma. Durante el primer año de su aparición, la ginecóloga que me atendía consideró que no había que preocuparse, me recetó Hormonas y me recomendó esperar. Pero mis hemorragias eran cada vez mayores, lo mismo que el nivel de mi anemia, así que a la ingesta de Hormonas se le sumó la de suplementos de Hierro. En consecuencia, aumentaba la masa de mi cuerpo y crecía mi abdomen con formato de embarazo. Ante ese panorama, como mi médica no reaccionaba, comencé a hacer otras consultas, donde la sugerencia se fue inclinando lentamente hacia la intervención quirúrgica, con el diagnóstico de que era tarde para extirpar el fibroma y salvar el útero. La sugerencia de 2

Post-op: post operatorio, designa según el discurso médico el estatuto de una persona transexual después de la o las operaciones quirúrgicas de reasignación de sexo.

cirugía terminó prevaleciendo, dado que el fibroma no hacía más que aumentar su tamaño, brindando el panorama de un vientre de cuatro meses de embarazo. Valga toda esta puesta en situación para relatar cómo eran esas consultas médicas. Mi vivencia fue que en los consultorios había siempre tres entidades, a pesar de que nunca fui acompañada. Esas entidades eran el/la médico/a como Orden Médico, mi útero y el mandato de ser mujer. Yo, el pronombre que hoy subtiende este relato, que articula los recuerdos, que se expresa, era en esas consultas un mero espectador. Escuché operar el dispositivo que evaluaba mi ser mujer y en base a ello prescribía, lo vi actuar en la mirada elusiva de las/los médicas/os que evitaban la mía. No quiero ser injusta, alguna/o se comportó como persona, me interpeló, pero lo que primaba era tener en cuenta algunos datos que hablaban por sí solos y establecían las reglas de acción. Se trataba de mis señas: edad, número de hijos, estar en pareja, estabilidad de la pareja…Esos datos daban pautas al Orden Médico independientemente de mi voluntad. Es así que primero la doctrina dictó hay que conservar el útero, hasta que el estado de mi anemia y mi calidad de vida en consecuencia tornaron la norma hacia hay que parar la anemia y se impusieron las siguientes metáforas: cortar por lo sano, cerrar la canilla… Durante dos años transité por diversos consultorios, escuché cómo se hablaba de mi útero, cómo se evaluaba que yo era una mujer sin hijos, una mujer fértil, una mujer sola (léase: no casada) y el/la profesional de turno utilizaba como único criterio el mandato reproductivo. Lo curioso es que ese mandato no se anclaba en mí, estaba por sobre nosotros, ya que la pregunta sobre mi deseo o, para que sea menos complejo y oscuro, mi voluntad, no existía. Se instalaba la presuposición de que yo quería ser madre, dictada por el deber ser mujer que miraba omnisciente en el consultorio. Jamás entró en consideración si mi proyecto era convertirme en madre. Yo era allí un cuerpo de mujer; es decir, un cuerpo en principio transformable en germinación de un nuevo ser humano. Tuve que llegar al borde de la transfusión para que el criterio de la fertilidad pesara menos, para que cayera la consideración perversa de conservar el útero (perversa porque un útero en esas condiciones no es un útero gestable, ¿para qué conservarlo entonces sino para sostener la definición de mi ser mujer?). Bueno, una vez que el Orden Médico decidió quirófano y que pude aceptar la idea, pasé por la intervención quirúrgica; después de cerrar la canilla ya no hizo falta que siguiera tomando Hierro ni Hormonas, razón por la cual mi cuerpo comenzó un acelerado proceso de adelgazamiento, hasta transformarse en lo que se ve hoy. El dispositivo de género, entonces, opera de modo completamente maleable y dúctil, haciéndose carne. En sentido práctico lo muestra el grupo de artistas llamado Mujeres

Públicas que al montar un museo de la tortura en el que exhiben en pasado las prácticas que involucran actualmente al ser mujer (depilación, maquillaje, dieta, moda…) develan el carácter de dispositivo de poder que tales prácticas poseen. El montaje de dicho museo en sí mismo constituye una contra-conducta, una resistencia desde el dispositivo.3 Las barbudas de la resistencia: Sex Design ¿Cómo explicar lo que me ocurre? ¿Qué hacer con mi deseo de transformación? ¿Qué hacer con todos los años en los que me he definido como feminista? ¿Qué tipo de feminista seré ahora, una feminista adicta a la testosterona, o más bien un transgénero adicto al feminismo? Beatriz Preciado Del lado de las resistencias, tenemos por ejemplo las prácticas drag king, que ponen en crisis el ideal de masculinidad y juegan con performar mujeres masculinas. De este modo desmontan el dispositivo de género desde la corporalidad, no meramente desde la citación (Halberstram, 2008; Bourcier, 2006). En el caso del drag king la barba no está fuera de lugar por tratarse de un cuerpo de mujer sino que denuncia su estatus permanente de fuera de lugar; es decir, de artificio. Judith Halberstam (2008) hace un minucioso análisis de diferentes performances drag king y sus distintos develamientos de género, ya que no se reduce a un simple cruce mujer (biología), varón (performance). En la línea señalada anteriormente, según la cual todos somos post-op, ya no puede distinguirse entre bio o tecno (trans) cuerpo. En este sentido, el dispositivo de género trabaja según las pautas de un sex design y produce tanto seres bio como trans sexuados: “la distinción entre bio-[varón]/bio-mujer y trans-[varón]/trans-mujer aparece en realidad a finales del siglo XX en las comunidades transexuales de Estados Unidos e Inglaterra, más sexotecnificadas y más organizadas políticamente que en otros países de Europa o de Oriente” (Preciado, 2008: 81). De todas maneras, ambas categorías, bio y trans, son técnicamente producidas; ambas dependen de métodos de reconocimiento visual, de producción performativa y de control morfológico comunes. La diferencia entre uno y otro se relaciona con la resistencia a la norma, con la conciencia de los procesos técnicos de la producción de la masculinidad y la feminidad y con el reconocimiento social en el espacio público: “por el momento, la diferencia (política más que somática) entre personas biogénero

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Se puede apreciar parte de la muestra en www.mujerespublicas.com.ar

y personas transgénero parece abismal y dramática, pero se volverá obsoleta durante los siglos venideros” (Preciado, 2008: 86). Desde esta consideración, si planteamos el drag king como lo femenino masculinizado podemos sintetizar que “un drag king es una mujer (por lo general) que se viste claramente con ropa de hombre y que hace una actuación teatral vestida de ese modo. Históricamente, podemos hacer distinciones entre el drag king y la mujer que hace una imitación de un hombre. La imitación del hombre ha sido un género teatral durante al menos doscientos años, mientras que el drag king es un fenómeno reciente. Mientras que la mujer imita a un hombre intenta hacer una interpretación plausible como objetivo de su actuación, el drag king interpreta la masculinidad (a menudo de forma paródica), pero es la exposición de la teatralidad de la masculinidad lo que constituye el centro de su actuación. Ambos, la mujer que imita a un hombre y el drag king, son diferentes de la drag butch, una mujer masculina que viste ropa de hombre como parte de su expresión de género cotidiana. Además, mientras que la imitación del hombre y el drag king no son necesariamente roles lesbianos, la drag butch lo es absolutamente” (Halberstam, 2008: 258). De este modo se hace visible la masculinidad como mascarada, cosa que resultaba impensable, mientras que de la feminidad se resalta fácilmente su carácter performativo: “En los roles de género del teatro mayoritario, la feminidad a menudo se representa simplemente por medio de vestidos, mientras que la masculinidad se manifiesta como realismo o como cuerpo” (Halberstam, 2008: 286). En particular, la masculinidad que no se sospecha performativa es la blanca heterosexual que pauta la hegemonía de la coherencia entre sexo y género. Halberstam clarifica esta cuestión a través de lo que denomina ansiedad de performance: “describe a un hombre en particular, heterosexual, que teme padecer impotencia ante una demanda de relación sexual. […] …es un miedo neurótico a mostrar la teatralidad de la masculinidad” (2008: 262). En consecuencia, todas las estrategias para hacer visible y teatral la masculinidad, son procedimientos que contribuyen a desmontar el dispositivo de género. En este sentido va también el ejemplo que brinda la propia Beatriz Preciado al autoadministrarse testosterona sin supervisión médica (Preciado, 2008: 267): “La testosterona modifica mi cuerpo, pero su capacidad de hacer de mí un [varón], …, depende de un contexto social, de un contrato legal, de acuerdos médicos y de mi aceptación voluntaria de todos estos marcos institucionales. Pero si mentalmente quiero ser[lo], tendré que someterme a numerosos ejercicios de reeducación y de control de mi sistema de reacción emocional, a una reprogramación del alma. Ahí es donde entra en juego la reprogramación semioticotécnica. […] No basta con modificar mi

caparazón. Ni siquiera mi estructura bioquímica. De no ser así, pasaré por bio-hombre, pero todo mi sistema de descodificación y de acción política y emocional en la realidad será el de la esclava, la víctima, la chica guapa o la fea, la calentona o la frígida, la hetero o la lesbiana, pero seguiré siendo el segundo sexo”. Las prácticas de autoexperimentación corporal, como las realizadas por Beatriz Preciado, resisten al monopolio médico sanitario de la distribución de substancias y proponen un diseño de la corporalidad que no se encuentra premoldeado socialmente. Se cierra el telón (Suena el estribillo de “Eche veinte centavos en la ranura” por el cuarteto Cedrón) Y no se inmute, amigo, la vida es dura, con la filosofía poco se goza. Eche veinte centavos en la ranura si quiere ver la vida color de rosa. Raúl González Tuñón Si admitimos la existencia operativa del dispositivo de género, surgen como posibilidad de desnaturalización del sexo, distintos procedimientos corpóreos que involucran nuevas tecnologías e ingesta de substancias. En esta perspectiva, la bisagra entre biopoder y resistencias, no puede reducirse a cuestiones de citación y de autodenominación. La posibilidad de estos procesos de desencialización implica, a su vez, la desnaturalización de la dicotomía heterosexualidad / homosexualidad: “pronto la heterosexualidad será únicamente una estética entre otras, una sexualidad retro cuyo estilo podrá ser imitado, denigrado o exaltado por las diferentes generaciones a venir, un estilo quizás exportable a otras latitudes, pero absolutamente fallido y decadente en nuestras sociedades judeocristianas democráticas” (Preciado: 2008, 98). Aprovechar las potencialidades de este dispositivo, podría ser una estrategia eficaz para dilucidar qué compromete a las instituciones con la necesidad de que nos definamos sexualmente, entendiendo esto como el logro de una identidad sexuada coherente y homogénea, en sintonía con una orientación sexual adecuada. ¿Por qué la sexualidad debería seguir definiéndose según el género del objeto de deseo? ¿Por qué la orientación del deseo sexual debería ser fija y nuclear para nuestra identidad? Referencias Bourcier, Marie Hélène (2002) “Prefacio” en Preciado, Beatriz Manifiesto contra-sexual. Madrid: Opera Prima. Bourcier, Marie Hélène (2006) Queer Zones. París: Balland.

Dahl, Ulrika (2005) “El baúl de los disfraces: un manifiesto femme-inista” en Grupo de Trabajo Queer (GtQ) (eds.) El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer. Madrid: traficantes de sueños. Foucault, Michel (1998) [1976] Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber. México: Siglo XXI. Halberstam, Judith (2008) [1998] Masculinidad Femenina. Madrid: egales. Kraft-Ebing, Richard von (1955) Psicopatía sexual. Bs. As.: El Ateneo. Preciado, Beatriz (2002) Manifiesto contra-sexual. Madrid: Opera Prima. Preciado, Beatriz (2008) Testo yonqui. Madrid: Espasa-Calpe. Soley-Beltrán, Patricia (2003) “¿Citaciones perversas? De la distinción sexo-género y sus apropiaciones” en Maffía, Diana (comp.) Sexualidades migrantes. Género y Transgénero. Bs.As.: Feminaria.

La pol´ıtica demogr´ afica del tercer gobierno peronista: justificaciones, repercusiones y resistencias a las restricciones al control de la natalidad (1973-1976) FELITTI Karina Alejandra Trabajos y Comunicaciones, 2004-2005 (30-31). ISSN 2346-8971. http://www.trabajosycomunicaciones.fahce.unlp.edu.ar

D ossi er : Gé ne r o y p er oni sm o LA P OLÍ T I C A DE M OGR ÁFI C A D E L T E R C ER GOBI E R N O P E R ONI ST A : J USTI FI C ACI ON E S, R E P E R C USI ON E S Y R E SI ST E NC I AS A LAS R E ST R IC C I ON E S AL C ON TR OL DE LA N AT ALID AD (1973- 1976) Kar i na Al e jand r a Fe l i tt i CONICET - Universidad Nacional de Buenos Aires

I. Políticas de población y derechos de las mujeres: un análisis necesario Luego del momentáneo repunte de la segunda posguerra, desde mediados de los ’50, Argentina experimentaba una moderada tendencia descendente de la natalidad en el largo plazo, situación que reflotaba los viejos fantasmas alberdianos, colocados ahora en un nuevo contexto.(1) En esos años, la regulación de la fecundidad en América Latina se había transformado en un asunto prioritario para muchos organismos internacionales, bajo el argumento de que existía una correspondencia causal entre la pobreza de un país, sus altas tasas de natalidad y la (im)posibilidad de alcanzar el desarrollo. Distintos organismos como el Consejo de Población (Population Council), fundado en 1952 a instancias de John Rockefeller y el Fondo de población de las Naciones Unidas (UNFPA), creado en 1969, por iniciativa del presidente del Banco Mundial, Robert Mc Namara, se ocupaban de analizar la situación demográfica de los países del Tercer Mundo y de propiciar medidas tendientes a controlar un crecimiento considerado negativo en términos económicos y peligroso por consecuencias políticas. El éxito de la revolución cubana y su opción pro soviética apoyaban estas hipótesis: una mayor cantidad de pobres daría lugar a situaciones de mayor descontento y mejores posibilidades para una salida revolucionaría que podría cambiar el mapa del capitalismo en la Región. No todos los gobiernos aceptaron este diagnóstico, que vinculaba las variables de población y desarrollo, sin tener en cuenta otros factores, económicos, sociales y culturales, ni la historia particular de cada país. Al mismo tiempo, muchos intelectuales, apoyados en la teoría de la dependencia, señalaban los condicionamientos estructurales que debía enfrentar América Latina. El problema no se limitaba a la cuestión demográfica ni se solucionaría con la implementación de programas de planificación familiar a gran

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escala. Además, muchos países experimentaban una situación parecida a la Argentina, con bajas tasas de nacimientos y una tendencia al envejecimiento de la población. De este modo, las recomendaciones a favor de la limitación de los nacimientos se veían como una nueva forma de intervensionismo que condicionaba la soberanía de los estados y que respondía a las necesidades geopolíticas de los países centrales, antes que a los objetivos de desarrollo de las naciones latinoamericanas. En paralelo, la cada vez más amplia difusión de la píldora anticonceptiva volvía viable el proyecto de controlar la natalidad de manera relativamente fácil y económica, al tiempo que respondía a las demandas del movimiento feminista en favor de la libertad sexual. Habitualmente, las mujeres habían sido señaladas como las principales responsables de los bajos índices de natalidad de un país; se suponía que los “males de la modernidad” y su inserción en el mercado de trabajo las alejaban de la maternidad y la vida doméstica. Sin embargo, las formas de anticoncepción conscientes más empleadas, hasta mediados del siglo XX, eran el coitus interruptus y el preservativo, cuya implementación dependía, casi exclusivamente, de los varones. Hacia 1960 esta situación cambió radicalmente, pues además de los abortos provocados, las mujeres contaban con una aliada en sus deseos de posponer la maternidad: la píldora antiovulatoria. En Argentina, esta novedad se difundió rápidamente y dio lugar a un intenso debate sobre sus efectos en la salud de las mujeres y sus repercusiones sobre la moral y las buenas costumbres, sumándose a las discusiones sobre los efectos del control de la natalidad en la soberanía estatal y los programas de desarrollo económico. Parte de estos debates se vieron reflejados en el Simposio sobre política de población para la Argentina, organizado por el Instituto Torcuato Di Tella en 1969. Allí un grupo selecto de especialistas, investigadores en demografía, economía, sociología, salud y administración pública, y responsables de organismos públicos relevantes, abocados al diseño e implementación de políticas con efectos demográficos, concluyeron sobre la necesidad de diseñar una política de población nacional, que tuviera en cuenta las necesidades específicas del país, considerando inadecuada la introducción y extensión de campañas de control de la natalidad.(2) Dos años más tarde, estas recomendaciones pasaron a formar parte del Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad para 1971-1975 de la autoproclamada Revolución Argentina. Partiendo de un diagnóstico que acusaba una fuerte dependencia cultural y económica, la propuesta denunciaba el fracaso de la adopción de programas generales, concebidos fuera de la Región y adecuados a otras experiencias de desarrollo, especialmente, en un país como el nuestro

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marcado por la escasez de población.(3) Las menciones más específicas respecto a la cuestión demográfica se agregaron con el Decreto 558/1970, cuyo punto 14 proponía encarar un programa de crecimiento demográfico, objetivo que se relacionaba con la necesidad de afirmar la seguridad interna y el desarrollo. Específicamente, se instaba a aumentar la natalidad y proteger a la familia numerosa, disminuir la mortalidad infantil y atender a la inmigración con una política selectiva. Sin embargo, estas afirmaciones se presentaban como datos a tener en cuenta, factores exógenos que no daban origen a políticas claras, ni acciones concretas sobre fecundidad, inmigración, ni mortalidad infantil.(4) El gobierno peronista también se ocupó del problema demográfico y fue más allá de las recomendaciones y las tibias disposiciones de incentivo aplicadas hasta ese momento y, por primera vez en el país, puso en práctica medidas coercitivas respecto al derecho de regulación de la fecundidad. De este modo, avanzó sobre la caída de la población, procurando resolver una situación que atentaba contra el cumplimiento de su plan de desarrollo y los objetivos de su proyecto político. Si bien estas medidas no tuvieron el efecto buscado y la tasa de natalidad mantuvo su tendencia declinante, las mismas afectaron el clima social y cultural sobre la anticoncepción, dejando efectos en el largo plazo que aún restan corregirse.(5) A pesar de la importancia de este hecho, la bibliografía académica que analiza el tercer gobierno peronista suele dejar de lado el estudio de su política demográfica, concentrándose en otras cuestiones como la radicalización de la política, la crisis de las instituciones y de la economía, los conflictos entre el ala derecha e izquierda del movimiento, el avance de la guerrilla y los primeros ensayos de la represión y el terrorismo de Estado.(6) En general, los sucesos de estos años suelen pensarse como la antesala al golpe militar de 1976, como “la gota que rebasó el vaso” y que así dio vía libre y un importante consenso social al Proceso de Reorganización Nacional. En este limitado universo de investigaciones, el enfoque de género es casi inexistente, especialmente, si se lo compara con la incorporación de este abordaje en libros, tesis y artículos sobre el peronismo clásico.(7) Para esos años es también más frecuente encontrar trabajos que se ocupan de los aspectos demográficos. Las medidas de promoción de las familias durante las dos primeras presidencias de Perón han sido bien analizadas y hasta dieron lugar a un debate sobre las características pronatalistas o no de sus contenidos,(8) pero este interés no se repite para los años ’70. Los estudios que sí abordan el tema suelen presentar a las medidas demográficas planteadas entre

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1973 y 1976, como antecedentes de las políticas públicas actuales sobre anticoncepción y aborto, sin tener como objetivo analizar en profundidad su contexto, ni las resistencias que generaron.(9) Por todos estos motivos, indagar en las políticas de población del tercer gobierno peronista, desde una perspectiva que desnaturalice los roles asignados a los varones y mujeres, y que haga foco en su particular visión de la natalidad y la familia, se presenta como un necesidad y un desafío. En este artículo nos proponemos iluminar este aspecto poco estudiado por la historiografía, reconstruyendo la cosmovisión de la época respecto al problema demográfico, las contradicciones al interior del gobierno respecto a las medidas a seguir, sus repercusiones a nivel social y las resistencias que generaron. Nuestro estudio parte de la premisa de que todos los estados, ya sean pronatalistas o controladores de la fecundidad, de manera explícita o implícita, al intervenir sobre el caudal de habitantes esgrimen medidas que inciden sobre las decisiones individuales de sus ciudadanos y ciudadanas en materia de sexualidad y procreación. Esta incidencia resulta mucho más significativa en las mujeres porque son ellas quienes ponen el cuerpo y cargan con las consecuencias físicas, mentales y sociales de una esterilización o un embarazo, además de una mayor responsabilidad en las tareas de crianza, sostenida por la cultura y por una legislación que no promueve que los varones asuman un rol más activo como padres. Aunque defender el derecho a decidir cuántos hijos tener y cuándo, como una prerrogativa individual y una cuestión separada de las agendas estatales e internacionales, no es aún hoy una tarea sencilla, resulta imprescindible conocer con mayor profundidad este tema - los escasos resultados que generaron las limitaciones a la planificación familiar como medida poblacionista, sus efectos diferenciales sobre los distintos sectores socioeconómicos y sus consecuencias en el imaginario sobre la anticoncepción en el largo plazo- ya que se trata, precisamente, de una cuestión abierta y de debate actual.

II. La política demográfica peronista como defensa de la soberanía nacional Desde los inicios de su gestión, el gobierno peronista manifestó su posición sobre la cuestión demográfica. La necesidad de aumentar la población, ya fuera a través de un incremento de la tasa de fecundidad, la disminución de la mortalidad y el fomento a las inmigraciones, formó parte de los objetivos del Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional (1974-1977). En su capítulo V, “Distribución del ingreso, empleo y población”, se advertía sobre el peligro de una tendencia demográfica declinante que

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contrastaba con la situación del resto de los países latinoamericanos. Según los datos que allí se presentaban, el país mantenía un constante descenso de su natalidad, que era de sólo 22 por mil, y una mortalidad no muy baja, 9 por mil, de las que resultaba un crecimiento vegetativo de apenas 13 por mil. Aunque se asumía que reducir la cantidad de hijos era una “tendencia cultural” difícilmente reversible, el Plan proponía la implementación de una política de protección a las familias, que les permitiera ampliar el número de sus retoños sin que esto resultara una carga. Además, se planteaba la necesidad de programas sanitarios, educativos y nutricionales para disminuir la mortalidad, fomentar y orientar a la inmigración, contener la emigración, repatriar a científicos y técnicos y corregir el desequilibrio regional, promoviendo migraciones hacia las zonas más deshabitadas. Todo ello debía colaborar para alcanzar el objetivo de contar con 50 millones de habitantes en el año 2000.(10) Para el gobierno, la falta de población y su envejecimiento cuestionaban seriamente las posibilidades de desarrollo del país y la defensa de su soberanía. El futuro se consideraba incierto y se temía una generalizada escasez de alimentos e insumos básicos y, en ese contexto, los países con amplios territorios fértiles podrían ser proclives a la usurpación por parte de las grandes potencias. Tal como constaba en un informe oficial, presentado por Perón a los dirigentes partidarios provinciales: “Todo esto abre una sola perspectiva: desaparecer como pueblo para quien ya le interesa, en este momento, nuestro territorio como reserva de materias primas”.(11) Este pronóstico sombrío y las advertencias sobre los peligros de la “contracción demográfica” eran compartidas también por algunos medios de prensa. Así lo exponía el diario Clarín en uno de sus editoriales que comentaba “la meta de los 50 millones”: Argentina tenía muchos recursos en un mundo amenazado por la escasez pero no contaba con la población suficiente para aprovecharlos. Además, el crecimiento poblacional de Brasil podría generar una presión demográfica sobre nuestras fronteras “acentuadas por la histórica tendencia de la población brasilera a refluir hacia zonas de clima templado”.(12) Otros textos de importante circulación en esos años también avanzaban sobre estos miedos, como el ensayo de Basilio Raymundo y su sugerente título Argentina 2000 ¿Una nación semidesierta?, publicado en 1969, y el de Enrique Martín, Malthus y el control de la natalidad/ Política de Población en la Argentina, editado unos años más tarde.(13) Es decir, no sólo se trataba de una postura sostenida desde el gobierno, desde distintos sectores políticos y sociales se extendía un clima de sospecha y recelo ante una posible invasión extranjera y la defensa del control de la natalidad que esgrimía el

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gobierno norteamericano. En este contexto los discursos y acciones favorables a la planificación familiar aparecían como obstáculos para el cumplimiento de los nuevos objetivos demográficos propuestos en el Plan Trienal y la defensa de la soberanía nacional; sobre ellos debía actuarse rápida y contundentemente, para poder alcanzar en el 2000 la meta demográfica propuesta y volver realidad el slogan peronista de una América Latina unida y no dominada. Aunque poco se sabe sobre el vínculo establecido entre el gobierno y la Iglesia Católica en estos años – y de nuevo las diferencias respecto al peronismo clásico son notables – la coincidencia ideológica en este tema resulta indudable. Las posiciones pronatalistas encontraban apoyo en el sector católico que, desde la publicación de la Encíclica Humanae Vitae, en 1968, se expresaba en contra de toda tentativa de controlar la natalidad con métodos artificiales. El Episcopado argentino había adoptado esta posición en la Declaración de San Miguel, en 1969, instando a “una sana política familiar de fomento de la natalidad y de proyección y apoyo jurídico, económico, social y cultural de los hogares”, y la había mantenido desde entonces.(14) Sin embargo, a pesar de los objetivos comunes, las disposiciones que fueron poniéndose en práctica se basaron en diagnósticos de situación bien diferentes. Lelio Mármora, protagonista y testigo desde su puesto como director de Migraciones entre 1973 y 1974, ha señalado que las medidas sobre la cuestión poblacional fueron encaminadas desde dos ámbitos que funcionaban de manera contrapuesta.(15) El Ministerio del Interior, a través de la Dirección de Desarrollo de Recursos Humanos y la Dirección de Migraciones, basaba su concepción en el binomio “Población y Desarrollo”. La atención a las migraciones latinoamericanas y de países no tradicionales, constituía una de las principales líneas de acción. El Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega, respaldado por su secretario de Salud, Dr. Domingo Liotta, en cambio, se concentró en la elaboración de disposiciones coercitivas, contrarias a la planificación familiar. El ejemplo más drástico de esta visión fue el Decreto 659, firmado el 28 de febrero de 1974 por Perón y López Rega, que disponía el control de la comercialización y venta de productos anticonceptivos, mediante la presentación de recetas, y la prohibición de desarrollar actividades relacionadas, directa o indirectamente, con el control de la natalidad. También recomendaba realizar un estudio sobre el tema y una campaña de educación sanitaria, que destacara a nivel popular los riesgos de someterse a métodos y prácticas anticonceptivas. Todas estas medidas hallaban justificación en la caída demográfica, “una amenaza que compromete seriamente aspectos fundamentales del

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destino de la República”, resultado del accionar de “intereses no argentinos”, que desalentaban la consolidación y expansión de las familias, “promoviendo el control de la natalidad, desnaturalizando la fundamental función maternal de la mujer y distrayendo en fin a nuestros jóvenes de su natural deber como protagonistas del futuro de la patria”.(16) Finalmente, la campaña de educación sanitaria no se efectuó y el requisito de la receta por triplicado -una para la farmacia, otra para la paciente y la tercera para la Secretaría de Salud Pública, que debía explicitar nombre, apellido y diagnóstico de la paciente- no llegó a aplicarse sistemáticamente. Lo que volvió efectiva la prohibición fue el cierre de al menos 60 consultorios de planificación familiar que, hasta ese momento, funcionaban en los hospitales públicos. De ese modo, se suspendió la administración de anticonceptivos y de información sobre ellos, en las instituciones que dependían del Estado o eran supervisadas por él, incluyendo las obras sociales.(17) Esto implicó que la disposición no afectara a toda la población por igual: la medida obstaculizó la difusión de información sobre el control de la natalidad y el acceso a métodos anticonceptivos a los grupos sociales más desfavorecidos, precisamente aquellos de mayor tasa de fecundidad; quienes pudieron acceder a la medicina privada, lograron mantener la atención profesional en estos temas. Como veremos más adelante, el Decreto 659/74 generó importantes discusiones y repercusiones en la sociedad en general y, especialmente, en el renaciente movimiento feminista que defendió el derecho de las mujeres a acceder libremente a los métodos de planificación familiar y desarrollar una sexualidad plena, escindiendo el placer de la procreación. A un mes de la firma de esta polémica medida, se creó la Comisión Nacional de Política Demográfica (CONAPODE) dentro del Ministerio del Interior, con la misión de “proyectar una política nacional de población e intensificar el crecimiento cuantitativo y cualitativo de la población argentina y su más adecuada distribución regional”.(18) La Comisión estaba presidida por el Ministro del Interior y conformada por representantes de distintos ministerios, secretarías y organismos. Entre sus funciones específicas se contemplaban la propuesta de metas y medidas demográficas, la coordinación de su implementación y su seguimiento, el asesoramiento al Poder Ejecutivo y Legislativo en estos temas y la coordinación de las actividades relacionadas con el Año Mundial de la Población y la Conferencia Mundial de la Población, que se realizaría ese año, 1974, en Bucarest. La celebración de esta reunión respondía a la necesidad de una instancia internacional de discusión sobre las consecuencias económicas, sociales y políticas del crecimiento poblacional, que tuviera como corolario el diseño de un Plan de Acción a

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nivel mundial. Convocada por el Consejo Económico y Social de la ONU, en esta Conferencia participaron delegados de 149 países, que elaboraron un Plan de Acción Mundial sobre Población con la “finalidad explícita de contribuir a armonizar las tendencias demográficas y las tendencias del desarrollo económico y social”.(19) Este objetivo la transformó en un evento político de gran trascendencia, que buscaba coordinar el comportamiento individual en materia reproductiva con las necesidades y aspiraciones de cada sociedad. El proyecto del Plan fue distribuido con anticipación a los países participantes y, por Argentina, fue la CONAPODE la encargada de estudiarlo y recomendar las modificaciones que considerase pertinentes. La posición argentina ya había sido previamente discutida en la Reunión Preparatoria de América Latina en San José de Costa Rica. Allí varios países de la Región, especialmente Brasil y Argentina, habían planteado sus objeciones a la supuesta relación causal entre población y desarrollo, y a la aplicación universal del control de la natalidad, sin atender cada situación particular. Así la Comisión llegó a plantear 68 enmiendas al Plan de Acción de Bucarest que pueden resumirse en los siguientes puntos: la política de población es un atributo soberano de cada país; América Latina, por su baja densidad, necesita de un crecimiento demográfico que le permita ocupar todo su territorio; las recomendaciones no deben limitarse a controlar el crecimiento de la población, también deben incluirse al mismo nivel medidas de tipo económico, comerciales y financieras, que tiendan a un orden internacional más justo; las migraciones internacionales deben atenderse no sólo como un problema sino como una potencial salida al desequilibrio regional y al avance del control de la natalidad; la producción de alimentos y su justa distribución a nivel internacional debía ser aumentada; por último, se señalaba la necesidad de fiscalizar a los organismos que promovían el control de la natalidad, para evitar acciones indiscriminadas, incompatibles con el ejercicio de los derechos humanos. (20) Contando con el apoyo de la mayoría de los países latinoamericanos y del Tercer Mundo, que también temían que sus problemas de desarrollo sólo fueran considerados como resultado de sus estructuras demográficas, la posición argentina logró un importante apoyo.(21) La totalidad de las enmiendas propuestas por Argentina fueron aprobadas, aunque la intención de fiscalizar a las organizaciones dedicadas al control de la natalidad debió ser revisada. Tal como había expuesto en su discurso el embajador argentino en Rumania, Julio Beltramino, se necesitaba actuar para suprimir las injusticias y no los seres humanos.(22) Estas discusiones no llegaron a cuestionar la legitimidad de

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la planificación familiar, que el documento final de la Conferencia definía como “la necesidad de asegurar que todas las parejas puedan tener el número de hijos que deseen, espaciándolos asimismo como lo deseen, y la necesidad de preparar las condiciones sociales y económicas para la realización de ese deseo”,(23) y su inclusión dentro de la categoría de derecho humano fundamental de mujeres y varones. Lo que sí se logró fue presionar para que también se asegurara el derecho de cada Nación a determinar su propia política de población, según sus necesidades económicas y sociales, su historia y cultura. En este sentido, Argentina desempeñó un papel de liderazgo en esta Conferencia, defendiendo su concepción demográfica y logrando un amplio apoyo de otros países. En este espacio fue también donde se manifestaron claramente las tensiones y contradicciones que existían al interior del gobierno sobre el camino que debía seguir la política de población. La delegación argentina, de acuerdo a las convicciones antes expuestas, se había opuesto a los programas de planificación familiar orientados hacia la esterilización y el aborto, pero no a brindar información que permitiera a las familias decidir sobre el número de hijos, en sintonía con el Plan de Acción Mundial que rechazaba la implementación de medidas coercitivas sobre esta cuestión. Sin embargo, esta era precisamente la política que un sector del gobierno estaba llevando adelante.(24) Al año siguiente, durante la Primera Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, que se realizó en México, entre el 19 de junio y el 2 de julio de 1975, muchos de estos argumentos volvieron a reiterarse. Respecto a la planificación familiar, el nuevo Plan de Acción proponía respetar las voluntades individuales y las prerrogativas de cada Estado sobre este tema, reconociendo el derecho soberano de cada gobierno para determinar las políticas demográficas al tiempo que los instaba a suprimir los obstáculos jurídicos, sociales y financieros que impedían el ejercicio del derecho a decidir el número y espaciamiento entre los hijos.(25) La delegación argentina, por su parte, reiteró su defensa del principio de soberanía nacional en esta materia, distinguiendo entre las necesidades y prioridades de los países superpoblados y los subpoblados. De este modo, Argentina daba a conocer sus concepciones en materia demográfica en ámbitos de discusión internacional, lograba amplios apoyos y también recibía advertencias sobre la necesidad de respetar los derechos individuales en estas cuestiones.

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III. La defensa de la planificación familiar como derecho individual: reacciones contra el decreto 659/74 Como hemos visto, las medidas prohibicionistas que implicaba el Decreto 659/74 no lograron una aceptación unánime ni aún dentro del propio gobierno, existiendo un sector que prefería la implementación de medidas de estímulo para favorecer el crecimiento de las familias y objetaba las disposiciones coercitivas. Como ya hemos analizado en otra oportunidad, los cuestionamientos también tuvieron lugar en algunos medios de prensa escrita.(26) Por ejemplo, el diario La Nación en uno de sus editoriales, expresaba sus coincidencias respecto a los objetivos poblacionistas del peronismo pero no así con el camino elegido para alcanzarlos, considerando impertinente que la venta de anticonceptivos quedara supeditada a la prescripción médica, puesto que “el problema de tener o no tener hijos, ha de reiterarse, es de la esfera individual”.(27) El diario La Opinión comparaba las medidas nacionales con las dispuestas en Dinamarca, que otorgaban altos subsidios a las madres y ponía en funcionamiento un programa sanitario de cuidados durante el embarazo y el parto costeado totalmente por el Estado. La revista Para Ti también se ocupó de la cuestión, aunque no expresó explícitamente una valoración.(28) Las voces críticas se dejaron para las secciones en dónde el público lector opinaba, ya fuera a través de encuestas callejeras,(29) como en su correo de lectoras.(30) En términos individuales, la legisladora nacional María Cristina Guzmán, presidenta del bloque de la Alianza Popular Federalista y reconocida defensora de la patria potestad compartida, también señalaba que “nunca es el camino de la coerción el mejor”, considerando que el decreto era “una falta de respeto a la libertad y responsabilidades íntimas de argentinas y argentinos”.(31) Por su parte, Asociación Argentina de Protección Familiar esgrimía la misma crítica a la intervención estatal en decisiones que correspondían a las familias.(32) No permitir el acceso a métodos anticonceptivos era una manera de aumentar las posibilidades de abortos – que la solicitada cifraba en 300.000 anuales-, puesto que se consideraba “imposible aconsejar a un matrimonio que no tenga relaciones sexuales si no desea tener un hijo”. La Asociación defendía “un programa propio, argentino” en respuesta a las denuncias de influencias imperialistas en estas políticas; su objetivo era que cada familia pudiera tener un hijo cuando lo deseara, evitar embarazos no deseados y, a diferencia de otras organizaciones similares que existían en el resto del mundo, peticionar al gobierno a favor de las familias numerosas. Finalmente, se recomendaba que la planificación familiar fuera asumida por

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el Estado. Otras voces dentro de la corporación médica también se hicieron oír. La Sociedad Argentina de Ginecología y Obstetricia de Buenos Aires (SOGIBA), que reunía a los más destacados profesionales de esas especialidades, desde la década del ’60 había dado lugar en sus reuniones a las distintas opiniones que sostenían sus socios respecto a la anticoncepción y el aborto, propiciando estridentes debates.(33) Para algunos, la planificación familiar era una nueva forma de imperialismo, escondida en las ayudas económicas extranjeras que eran ofrecidas a cambio de reducir la natalidad.(34) Quienes adherían a esta visión conspirativa también consideraban que la extensión del uso del DIU contribuía a los objetivos del nuevo imperialismo.(35) Para otros, en cambio, en el fuego cruzado de posiciones religiosas, políticas y filosóficas, los médicos debían atender todas las demandas, para tener o no tener hijos.(36) Esta opinión era compartida por dos importantes representantes de la entidad, el Dr. Roberto Nicholson y el Dr. Domingo Olivares. Este último fue quien presentó un trabajo que abordaba el conflicto entre las soluciones demográficas y el derecho humano de los padres para elegir el número de hijos.(37) Aunque reconocía que Argentina pasaba por una situación distinta a otras Naciones, a raíz de su crecimiento poblacional más lento, consideraba que el Decreto 659/74 era una medida clasista y contraria a los derechos humanos. Para este médico, lo que debía implementarse eran beneficios sociales a las familias, que contemplaran el acceso a la salud, vivienda y educación, incluida la universitaria, la creación de nuevas fuentes de trabajo en el interior, la disminución de la mortalidad infantil y, especialmente, el fomento a la inmigración. Si los problemas de desarrollo no se solucionaban con campañas masivas de control de la natalidad, tampoco se lograría con las medidas contrarias. En la discusión posterior a esta ponencia, la mayoría de los socios defendió la posición de Olivares, descontentos por haber sido responsabilizados, en tanto médicos, por la caída demográfica. Para ellos estas decisiones correspondían a las parejas y no a ellos. Además, la utilización de un método anticonceptivo era preferible al aborto y su función como profesionales de la salud eran brindar consejo a las parejas, sin responder a ningún otro interés. Las agrupaciones feministas locales también se manifestaron contra los contenidos de este decreto. Las distintas organizaciones que habían ido surgiendo desde principios de los ’70 defendían los derechos de las mujeres en materia de sexualidad, anticoncepción y aborto.(38) El regreso a sus funciones del comisario Luis Margaride,

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famoso por sus razzias en los hoteles alojamientos, cines y baños públicos, el aumento de la iluminación en las calles y espacios abiertos para evitar contactos efusivos, y otros gestos de censura e injerencia policial en la vida privada durante la década del ’60, reactualizaba la necesidad de esta defensa. La liberación sexual, el derecho al control de la natalidad y el cuestionamiento del deber maternal, fueron temas tratados por todas las agrupaciones. La crítica a la exaltación social y comercial de la maternidad ocupaba un rol destacado en las campañas, especialmente, el festejo del Día de la Madre. De este modo iba abandonándose una postura arraigada en el feminismo local desde fines del siglo XIX, que situaba a la maternidad como base de legitimación de la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres. El feminismo de los ’70, en cambio, articulaba sus reclamos desde las reivindicaciones de las mujeres como sujetos autónomos e individuales, más allá de su posición relacional. A pesar de las diferencias de filiación política de muchos de estos movimientos y sus grandes discusiones internas sobre el camino que debía seguirse para lograr la emancipación femenina, la firma del decreto 659/74 unió a las distintas agrupaciones y las hizo salir a la calle. La Unión Feminista Argentina (UFA) junto a otras mujeres del Movimiento de Liberación Femenina (MLF), redactaron un volante con el mensaje: “No al embarazo no deseado, No a la esterilización forzosa (Plan McNamara) – Por una maternidad consciente. Firmado: MLF – UFA”, que repartieron profusamente.(39) Todas estas consignas contra la propaganda pronatalista del gobierno debieron redactarse con mucho cuidado: la campaña del feminismo exponía un problema que generaba controversias y recelos en distintos terrenos ideológicos. Especialmente, en su oposición al decreto que limitaba el control de la natalidad, debían dejar aclarado su rechazo al “imperialismo yanqui”. Así lo relata Hilda Rais, una de las feministas que participaba de estas acciones:“Cuando salimos a volantear la primera vez, las feministas y el FLH, el volante que habíamos hecho era tan confuso que nos atacó la izquierda y nos atacó la derecha. La izquierda nos acusaba de estar a favor del Plan Mc Namara y de querer esterilizar a todas las mujeres de América Latina y la derecha de proabortista, me acuerdo que tuvimos que modificarlo (...) Además había un grado de politización tan alto en aquel momento, que no eran volantes dirigidos solamente al publico en general, sino que nos peleábamos con la izquierda, con la derecha”.(40) Pero las feministas no se movilizaron solas. Desde agosto de 1971, la comunidad homosexual –masculina- había conformado su propio movimiento: el Frente de Liberación Homosexual de la Argentina (FLH). En la lucha contra la represión y el

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machismo, y la defensa del derecho a disponer del propio cuerpo, feministas y homosexuales encontraban sus puntos de acuerdo. En la revista Somos, que la organización distribuía en forma personal y clandestina, se incluían noticias sobre el feminismo internacional y nacional, con notas sobre el MLF y la UFA. Tal como se afirmaba en los “Puntos Básicos de Acuerdo” del Frente, las mujeres y los homosexuales eran reprimidos e inferiorizados por el sistema dominante y en consecuencia, debían actuar juntos para revertir esta situación. Los homosexuales eran considerados peligrosos por la inversión del orden de género que practicaban, por su tendencia a establecer vínculos por fuera de sus clases de origen y, especialmente, por practicar una sexualidad no procreativa y contraria a los objetivos poblacionistas del gobierno. Lo mismo sucedía con las feministas que defendían el acceso libre y gratuito a la anticoncepción y el aborto, y promovían un tipo de mujer independiente y autónoma. En estos años de apariciones fugaces de distintos grupos y espacios de militancia, algunas mujeres de UFA y del MLF, junto a jóvenes del FLH y otros tantos y tantas sin filiación previa declarada, dieron lugar, en 1972, al Grupo Política Sexual. Esta agrupación tenía una marcada vocación por la discusión teórica y la producción de documentos sobre la sexualidad humana y su vinculación con el sistema político y económico. El anuncio del decreto 659/74 provocó la inmediata reacción de sus miembros que constituyeron una Comisión contra la Prohibición de los Anticonceptivos. Para captar la atención de la sociedad realizaron una volanteada en pleno centro porteño en la que también confluyeron otras militantes de UFA y el MLF: “La recepción era buena, con sorpresa al principio pero coincidía con lo que la gente pensaba, aparte causaba mucho asombro ver a los chicos del FLH volanteando por esto. Teníamos compañeras que hacían dramatizaciones públicas en la calle Florida. Me acuerdo de una compañera que era del MLF, que era una mujer muy petisa y muy gorda. Ella en su vida personal, real, tenía una hija única pero hacía escándalo en la calle Florida, llorando y diciendo que tenía nueve hijos y por eso el cuerpo que tenía, y que era pobre y que no podía comprar anticonceptivos y toda la gente decía “tiene razón”.(41) A pesar de este testimonio, otros tantos nos indican que hablar de derechos sexuales y de planificación familiar no era una tarea fácil. En el sentido común se había instalado un fuerte consenso acerca de la necesidad de aumentar la población del país. Además, el discurso antiimperialista, opuesto a las esterilizaciones que se realizaban en varios países del Tercer Mundo y a los intereses de los laboratorios norteamericanos, eran factores que jugaban en contra. Como antes señalamos, a las militantes feministas

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se las cuestionaba no sólo desde los sectores de derecha, también desde la militancia de izquierda: “Cómo nosotras íbamos a querer disponer del propio cuerpo cuando el imperialismo nos estaba dominando”.(42) En este debate cruzado, las mujeres de sectores populares llevaron la peor parte. Como señala Mabel Bianco, paradójicamente, por estimular la natalidad se terminaba promoviendo la muerte de las madres de familias pobres que, ante la imposibilidad de seguir teniendo hijos, y al no poder evitar embarazos por la prohibición de la existencia de servicios de Planificación Familiar en los hospitales públicos, debían recurrir a abortos inseguros con el riesgo de enfermar y morir.(43)

IV. Estado, población y derechos humanos: ¿Es posible la conciliación de intereses? Tal como hemos demostrado, el Estado peronista intentó fomentar la natalidad de manera coercitiva, al prohibir la difusión de prácticas anticonceptivas y clausurar los espacios públicos de información sobre el tema, apuntalando a la familia como célula básica de la sociedad. Las consideraciones geopolíticas sobre los peligros de un país “vacío” justificaron estas políticas demográficas que continuaron vigentes durante el Proceso de Reorganización Nacional. Según esta visión, Estados Unidos incentivaba la planificación familiar para retrasar nuestro desarrollo económico y social, y mantenernos bajo su órbita. Además, existía el peligro de un conflicto armado provocado por la vocación expansionista de Brasil y Chile. Así, los objetivos demográficos del Plan Trienal formaban parte de un plan de liberación, aunque si se trataba de respetar las libertades individuales sobre sexualidad y procreación el plan dejaba de ser tan liberador. La recuperación democrática no trajo la inmediata derogación del decreto, hubo que esperar hasta 1987 para que el gobierno radical obrara en consecuencia con lo acordado en la Conferencia de Población de México (1984) y defendiera el derecho humano básico de decidir responsablemente sobre la reproducción. La larga vigencia de esta medida nos plantea algunos interrogantes. Por un lado, puede suponerse que el contexto de creciente violencia política y autoritarismo influyó sobre la capacidad de movilización del movimiento de mujeres y más aún, en una agrupaciones de las características del FLH. Además, otros temas iban ganando la agenda de los medios, y como suele suceder en reiteradas ocasiones, esta cuestión que afectaba especialmente la vida de las mujeres, no se consideró urgente ni prioritaria. Pero también podemos pensar que existían maneras de sortear los obstáculos que se imponían al acceso a la anticoncepción en la práctica. Un “sistema de doble discurso” pudo permitir que mientras se defendían o toleraban políticas represivas sobre los derechos sexuales y

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reproductivos, por el otro, se recurriera a mecanismos “ilegales” para ampliar las opciones.(44) Estas podrían ser algunas de las posibles explicaciones al “olvido” en que cayó este decreto aún durante la democracia e incluso para el movimiento de mujeres, que se encontró en 1983 con una agenda de temas sin resolver realmente abrumadora. Sin embargo, aunque existieron maneras de eludir las medidas prohibicionistas de forma individual, la implementación de disposiciones de este carácter desde el estado, afectaron el clima social y cultural sobre la anticoncepción. Aunque han pasado casi 20 años de la derogación del decreto 659/74, la falta de iniciativa de muchos/as médicos/as, que consideran al tema fuera de su agenda, y el comportamiento errático de la demanda, en sus actitudes y percepciones, que todavía no ha logrado interiorizar que el acceso a la anticoncepción es un derecho humano ya consagrado, demuestran hasta que punto la prohibición ha dejado secuelas en el largo plazo.(45) En la actualidad, los derechos considerados legítimos se definen en un proceso conflictivo de deliberación en el espacio público. El reconocimiento de que el cuerpo de las mujeres no será sometido a prácticas sin su consentimiento, como la imposición de métodos anticonceptivos, y que tampoco se les negará el acceso a información y medios para regular la reproducción, si esa es su voluntad, pueden ser interpretados dentro de la categoría de los derechos humanos, como derecho a la vida y a la libertad. Pero como vimos, en la práctica estos enunciados se enfrentan con las políticas de población que llevan a cabo los Estados y sus concepciones de soberanía y desarrollo.(46). En esta tensión, las mujeres deben encontrar su propio espacio y desde allí luchar para que sus voces sean escuchadas y sus cuerpos no sean considerados receptáculos a la espera de decisiones que otros toman por ellas. NOTAS (1) Esta tendencia no logró revertirse a pesar de una modificación coyuntural en los años ´70 por las variaciones en el momento de nupcialidad de las generaciones comparativamente más numerosas del baby boom. Torrado, Susana. Historia de la familia en la Argentina moderna (18702000), Bs. As., De la Flor, 2003. (2) Felitti, Karina. “Una política demográfica nacional: debates y repercusiones del simposio sobre política de población para la Argentina (1969)”, en: CD Rom de las VIII Jornadas Argentinas de Estudios de Población, Asociación de Estudios de la Población Argentina (AEPA), Tandil, 12-14 de octubre de 2004. (3) Presidencia de la Nación. República Argentina, Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad 19711975. Metas para el mediano plazo, diciembre de 1971, p. 4.

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(4) Novick, Susana. Ley y población en la sociedad argentina: 1870-1986, Tesis de Magíster en Ciencias Sociales, FLACSO, 1989. (5) Balán, Jorge y Silvina Ramos. Las decisiones anticonceptivas en un contexto restrictivo: el caso de los sectores populares de Buenos Aires, Bs. As., CEDES, 1989. (6) Sin ser exhaustivos podemos mencionar algunos textos claves: de Riz, Liliana. La política en suspenso, 1966/1976, Historia Argentina Vol. III, Bs. As., Paidós, 2002 y Retorno y derrumbe. El último gobierno peronista, Bs. As., Hyspamérica, 1987; Halperin Dongui, Tulio. La larga agonía de la Argentina peronista, Bs. As., Ariel, 1994; Di Tella, Guido. Perón – Perón 1973-1976, Bs. As., Hyspamérica, 1985; Sidicaro, Ricardo. Los tres peronismos: estado y poder económico, 19461955, 1973-1976, 1989-1999, Bs. As., Siglo XXI, 2002. (7) A modo de ejemplo mencionamos los trabajos recientes de Karina Ramacciotti, Adriana Valobra, Omar Acha, Carolina Barry, Isabella Cosse y Sol Peláez, compilados en: Ramacciotti K. y A. Valobra. Generando el peronismo. Estudios de cultura, política y género (1946-1955), Bs. As., Proyecto editorial, 2004, entre muchos otros títulos, algunos de los cuales se citan a continuación. (8) Sosteniendo la tesis del pronatalismo peronista en materia de nacimientos y asimilándolo a la concepción maternalista, encontramos los trabajos de Torrado, Susana. Op.Cit.; Bianchi, Susana. “Las mujeres en el peronismo (Argentina 1945-1955)”, en: Duby, George y Michelle Perrot (dir.) Historia de las mujeres en Occidente. El siglo XX, Bs. As., Taurus, 1993, y Di Liscia, María Herminia. Maternidad y discurso maternal en la política sanitaria peronista, UNLP, 1997. Entre quienes sostienen la falta de implementación de medidas explícitamente pronatalistas ubicamos los trabajos de Barrancos, Dora. “Iniciativas y debates en materia de reproducción durante el primer peronismo (1946-1952)”, en: SEPOSAL, Salta, 2002, y

Ramacciotti K. y A. Valobra,

“Relaciones de género en la campaña sanitaria de la Secretaría de Salud Pública de la Argentina: 1946-1949”, en: Ramacciotti y Valobra (comp..), Op. cit. (9) Tal es el caso de muchos de los trabajos del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), como los citados en las notas Nº 5 y Nº 17. (10) Poder Ejecutivo Nacional. República Argentina. Plan Trienal para la Reconstrucción y la liberación nacional 1974-1977, Diciembre de 1973, Tomo I, V.27. (11) Clarín, 26 de febrero de 1974. (12) “Demografía y Futuro Nacional”, Editorial, Clarín, 20 de febrero de 1974. (13) Basilio Raymundo, por ejemplo, señalaba al régimen de propiedad de la tierra, el latifundio y sus consecuencias negativas para la producción de recursos, como una de las causas del bajo desarrollo poblacional. Raymundo, B. Argentina 2000 ¿Una nación semidesierta?, Bs. As., Orbelus, 1969. Martín, Enrique. Malthus y el control de la natalidad/ Política de Población en la Argentina, Bs. As., Ediciones Acción, s/f. (14) Declaración del Episcopado Argentino, Cap. VII Familia y Demografía, Nº 7, citado en Farell, Gerardo. Doctrina Social de la Iglesia. Introducción e historia de los documentos sociales pontificios y del Episcopado Latinoamericano y argentino, Bs. As., Guadalupe, 1983, p.207.

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(15) Mármora, Lelio. “La posición argentina en la Conferencia Mundial de Población de Bucarest”, en: Actas de las III Jornadas Argentinas de Estudios de la Población (AEPA), Bs. As., 1998. (16) Decreto 659/74 (28/02/1974), Boletín Oficial, 3 de marzo de 1974, p.2 (17) Juan José Llovet y Silvina Ramos, “La planificación familiar en Argentina: salud pública y derechos humanos”, en: Cuadernos Médico- Sociales, N° 38, 1986. (18) Decreto 980 (28/03/1974), Boletín Oficial, 4 de abril de 1974, p.2 (19) Naciones Unidas, Informe de la Conferencia Mundial de Población de las Naciones Unidas, 1974, Nueva York, 1975, p.2. (20) Mármora, Lelio, Op.Cit. (21) Novick, Susana. La posición argentina en las tres Conferencias Mundiales de Población, Documento de Trabajo N° 11, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, 1999. (22) Mármora, Lelio. Op.Cit. (23) Naciones Unidas, Informe de la Conferencia Mundial de Población de las Naciones Unidas, 1974, Nueva York, , 1975, Primera Parte, Punto 28, p.11. (24) Felitti, Karina. “Cuerpos femeninos en la encrucijada: el control de la natalidad en la agenda de las Naciones Unidas y en las políticas públicas argentinas (1974-1985)”, en: CD Rom de las Xº Jornadas Interescuelas/ Departamentos de Historia, Rosario, 20- 23 de septiembre de 2005. (25) Naciones Unidas, Informe de la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, México, DF, 19 de junio a 2 de julio de 1975, New York, 1976. (26) Felitti, Karina. “Las políticas de población durante el tercer gobierno justicialista (1973-1976): sus repercusiones en la prensa escrita”, en: Andujar, Andrea et. al. (comps) Historia, género y política en los '70, Ediciones Feminaria, 2005 (Publicación on line www.feminaria.com.ar). (27) “Gobernar es poblar”, La Nación, 18 de marzo de 1974, p.3. (28) Para Ti, N° 2698, 25 de marzo de 1974. (29) Para Ti, N° 2749, 17 de marzo de 1975 (30) Para Ti, N° 2703, 29 de abril de 1974 (31) La Opinión, 14 de marzo de 1974. (32) Asociación Argentina de Planificación Familiar, Solicitada “El Gobierno Nacional y la Planificación de la Familia”, en La Nación, 7 de marzo de 1974, p.4. (33) Felitti, Karina. “Esas voces que vienen del pasado: el debate médico sobre anticoncepción y aborto en los años sesenta”, ponencia presentada en las VI Jornadas de Debate Interdisciplinarios en Salud y Población, Área Salud y Población, Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, 25 - 27 de julio de 2005. (34) Mercante, Domingo. “Discusión abierta. Reflexiones acerca de los dispositivos intrauterinos”, Boletín de SOGIBA, Nº 693, 24 de junio de 1971. (35) Molinari, Alberto. “La anticoncepción en la hora actual”, Boletín de SOGIBA, Nº 694, 15 de julio de 1971.

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(36) Schavi, Luis J.F. et.al. “Ensayo clínico de una nueva combinación hormonal anticonceptiva”, Revista de SOGIBA, Nº 705, 27 de julio de 1972. (37) Olivares, Domingo. “La cuestión demográfica y los derechos humanos”, Revista de SOGIBA, Vol. LIII, 23 de mayo de 1974. (38) Felitti, Karina. “En defensa de los Derechos sexuales y reproductivos: estrategias de acción colectiva en los ’70”, ponencia presentada en las Jornadas Género, Sociedad y Política. Homenaje a Marcela Nari, IIEGE - PEHESA - Cátedra de Historia Social General, Facultad de Filosofía y letras – UBA, 15 de abril de 2005. (39) Cano, Inés. “El movimiento feminista argentino en la década del `70”, en: Todo es Historia, Nº 183, agosto 1982, p 87. (40) Entrevista con Hilda Rais, 16 de marzo de 2005. (41) Entrevista con Hilda Rais, 16 de marzo de 2005. (42) Entrevista a Sara Torres, 26 de enero de 2005. (43) Bianco, Mabel. Por una Maternidad sin riesgos, Bs. As., FEIM –UNICEF, 1992. (44) Shepard, Bonnie. “The ‘Double Discourse’ on Sexual and Reproductive Rights in Latin America: The Chasm between Public Policy and Private Actions”, Health and Human Rights 4, N° 2, 2000, pp.121-143. (45) Balán, Jorge y Silvina Ramos, Op.Cit. (46) Jelin, Elizabeth. “Mujer, género y derechos humanos”, en: Jelin, E. y R. Hershberg. Construyendo la democracia: Derechos humanos, ciudadania y sociedad en America Latina, 1996, pp.193-212.

Resumen Desde mediados de la década del ’50, el tamaño de la población comenzó a ser considerado en relación a necesidades geopolíticas y proyectos de desarrollo, mientras proliferaban organismos internacionales decididos a influir sobre las conductas reproductivas de los países del Tercer Mundo. En este contexto, Argentina defendió su autonomía e intentó diseñar una política de población que atendiera a su particular situación de caída demográfica. El tercer gobierno peronista incluyó esta problemática en su plan de gobierno y fue más allá de lo discursivo al implementar, por primera vez en el país, medidas coercitivas sobre el libre acceso a la anticoncepción. Estas disposiciones generaron importantes debates sociales que se expresaron en los medios de prensa escrita, al interior de la corporación médica y en las calles, a través del accionar del movimiento feminista y el Frente de Liberación Homosexual.

En este artículo nos

proponemos iluminar este aspecto poco estudiado por la historiografía, reconstruyendo la cosmovisión de la época sobre el problema demográfico, las contradicciones al interior

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del gobierno respecto a las medidas a seguir, sus repercusiones y las resistencias que generaron. Consideramos necesario conocer con mayor profundidad este tema y sus perdurables consecuencias negativas en la “cultura anticonceptiva” del país.

Palabras Clave: Políticas demográficas – Tercer gobierno peronista – anticoncepción – debates sociales

Abstract As from the mid 50’s, the population size began to be considered in relation to geopolitical needs and development projects, while international organizations with the intention of influencing over reproductive patterns in the Third World started to proliferate. In this context, Argentine defended its autonomy and tried to design a population policy bearing in mind its particular situation of population fall. The third peronist government included this problem into its governmental plan and went beyond words when it implemented, for the first time in this country, coercive measures over the free access to contraception. These measures brought along important social discussion that took place in the press, in medical corporations, and in the streets, by means of the actions of the feminist movement and the Homosexual Liberation Front. In this article propose to illuminate this issue practically unattended by the historiography, by rebuilding the epochal cosmovision over the demographic problem, the contradictions inside the government regarding the best way to proceed, its repercussions and the resistance they produced. We consider it necessary to have a deep knowledge about this issue and its negative consequences over the “contraception culture” in this country. La política demográfica del tercer gobierno peronista: justificaciones, repercusiones y resistencias a las restricciones al control de la natalidad (1973-1976)

Keywords: Demographic policies - Third peronist government – Contraception – Social debate

La práctica del género en historia del arte ¿podemos ir más lejos? Dr. Julián Díaz Sánchez Universidad de Castilla-La Mancha

No es reciente la aplicación de las perspectivas de género a la historia del arte, pero no puede disociarse de la parte de la producción artística que, en las últimas décadas, tiene el género como argumento principal, tampoco de la consideración plural del propio término de género, «que es de orden discursivo y designa los sentimientos, actitudes o tendencias y se constituye al margen de toda causalidad orgánica directa»1, y que, escribe el autor citado, no hay que confundir con el sexo ni con la orientación sexual. No son simples, ni lineales, las perspectivas de género, probablemente no estarían en la Historia del Arte sin un variado conjunto de propuestas que han convertido el territorio estético en campo de reflexiones sobre las cuestiones de género. Si la aparición de las mujeres en el campo de la historia parece ir unida a la explosión que se desencadena en el seno de la denominada historia total, en el ámbito de la historia del arte parece determinante la producción artística de género (si la historia es siempre un compromiso con el presente, la del arte lo es con el presente artístico, independientemente del tiempo, o del espacio, que uno estudie), una razón más para la reflexión de quienes, todavía, entienden la historia del arte como un apéndice de la historia, aplicando un rasero diferente al que emplean para la historia de la literatura, o de la lengua. No es un punto de vista nuevo el del género, pero tampoco se ha generalizado, ni muchísimo menos, su presencia en la Historia del Arte; ni parece que vaya a ocurrir en un futuro próximo. Tampoco es que pueda hablarse de una Historia del Arte unidireccional, sino de modelos muy distintos en vigor, especialmente después de los años ochenta, que trajeron consigo la atomización de los discursos generales, el fin de los grandes relatos, el fin, incluso, de la teoría2; una coyuntura que, por cierto, ha favorecido la presencia de las perspectivas de género en la historia del arte. En todo caso, preguntarse por el papel de las perspectivas de género en las ciencias sociales, y en particular en la historia del arte parece muy conveniente en tiempos en que parecen aumentar (o al menos no disminuir) las manifestaciones de misoginia, homofobia y machismo; en que un analista como Robert Kagan desafía la inteligencia al repartir los papeles de Marte (Estados Unidos) y Venus (Europa) en un mundo unilateral, todo un monumento a la finura intelectual y, en parecidos niveles, determinados políticos se presentan como modelos de virilidad3, algo que parecía olvidado, que asombra que no lo esté. Los malos tiempos lo son, en realidad, para todos. Comprometida con el presente, escrita desde la observación minuciosa de la producción artística contemporánea, la mejor historia del arte parece haber seguido las sugerencias del discurso artístico que, como decía Nelson Goodman, hace mundos4; cuando Adrian Pipper se interroga sobre su triple condición (ser mujer, ser negra, ser artista5) da pistas a los historiadores del arte del mismo modo que el cubismo nos enseñó la utilidad de multiplicar el punto de vista, que parece ser, además, uno de los argumentos principales del arte de los últimos cien años6; si lo primero nos emplaza, de nuevo, a incorporar al discurso histórico artístico los parámetros de sexo, raza y clase, lo segundo aboca a una visión múltiple de las obras de arte. Parece difícil construir la historia del arte al margen de la producción artística y de sus enseñanzas, al margen de la realidad.

IV Jornadas sobre Arte y Arquitectura en Argentina

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Si en el siglo XIX se impuso la necesidad del catálogo y la supresión de las emociones (importante argumento, por cierto, en el arte de los 60 del siglo pasado), la centuria pasada exploró las condiciones de las obras de arte en tanto que formas, hechos culturales, acontecimientos sociales, signos y, en los últimos años, productos de sociedades multiculturales (un término, por cierto, que se ha deslizado, a velocidad de vértigo, desde la corrección política al territorio contrario y cuyo significado es, hoy, por decirlo de modo suave, poco claro). Es evidente que las obras de arte son todo eso y así hemos de abordarlas. Otro punto de vista será (es) la utilización institucional de esta producción artística, que manifiesta la necesidad de profundizar, desde parámetros nuevos, en el estudio de las relaciones entre el arte y el poder (el sistema de las artes, en cualquier época, asume unas relaciones con el poder); sirva de ejemplo evidente algunas exosiciones megalómanas como Magiciens de la Terre (París, 1989) y su posible epígono Cocido y crudo (Madrid, 1995), que desvelaban el «discurso del colonizador»7 en la medida en que manifestaban, a juicio de una parte importante de la crítica, una mirada etnocéntrica que resultó menos visible en otras exposiciones de argumento similar como Cartografías (Castelló, 1995) o en alguna más reciente, como El poder de narrar: Cartografiando historias (Castelló, 2000). Son asuntos que se han reflejado, no por casualidad, en argumentos metodológicos como el del centro y la periferia, eje de un congreso nacional de Historia del Arte en los años noventa en España y también de alguna exposición de sentido histórico en la que estos términos se utilizaban en un sentido polisémico, entre lo metodológico y lo geográfico8 y, podría decirse, jugaban a relacionar, de modo inconsciente, los términos nación y etnia. Es decir, las obras de arte del siglo XX han colocado inevitablemente a los historiadores del arte, quieran estos o no, frente a cuestiones de raza, sexo, poder o nación; del mismo modo que la reacción de Luis Felipe frente a las Bañistas (1853) de Courbet (las azotó, como es sabido, con su fusta) nos indica una relación entre arte y poder, y el género tiene un papel ahí. Es probable que las obras de arte comporten unas estrategias interpretativas a las que no podemos sustraernos. Una nueva narrativa historiográfica se abría camino con la pregunta, sólo aparentemente ingenua, que hacía Linda Nochlin en 1971 (¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?9), una cuestión que no era ociosa ni gratuita y que ha tenido interesantes respuestas en el ámbito de la historiografía, también en la española10, que poco después de hacerse públicos estos planteamientos salía, como el resto de la cultura del país, de una larga etapa de autarquía alimentada por la dictadura y se preparaba, para iniciar un viaje, menos largo de lo que se supuso, hacia la ciudadanía internacional (que está menos lejos de lo que parece de las perspectivas de género). El trabajo de Nochlin revelaba directamente las causas de la invisibilidad de las mujeres artistas (y emplazaba de paso a los historiadores del arte a convertirla –la invisibilidad- en objeto de su estudio) y la situaba como escollo principal para acceder a la grandeza, «lo milagroso –decía Linda Nochlin- es que, a pesar de que las mujeres o los negros tienen un número tan abrumador de posibilidades en contra, haya habido tantos y tantas que han conseguido un grado de excelencia tan elevado –y hasta una grandeza reconocida- en cotos reservados a los varones blancos como la ciencia, la política o las artes». Lo malo es que el término «grandeza» es un constructo de la propia historia del arte que, además, parece reservarlo a los hombres en exclusiva, en un discurso en el que ser (mujer)artista es excepcional, en el discurso construido que es la historia del arte hay verdaderamente

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pocas grandes artistas. Lo bueno es que Linda Nochlin aportó un importante bloque de problemas para el estudio –y el compromiso- de quienes escriben la historia del arte. Años después (pero no demasiados), las artistas activistas de Guerrilla Girls formularían la pregunta –y la respuesta- de modo más retórico, más irónico y si se quiere más estético, en uno de sus celebrados carteles; era el año 1989 (el de la caida del muro de Berlín, casualmente, el de Magiciens de la Terre): «¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Metropolitan?», es muy de agradecer que dieran una respuesta igualmente lúcida: «Menos del 5 por 100 de los artistas de la sección de arte moderno son mujeres, pero el 85 por ciento de los desnudos son femeninos». Pregunta y respuesta, por cierto, formuladas sólo tres años antes de la aparición de uno de los mejores (que sepamos) libros sobre el tema, el que Lynda Nead escribió sobre el desnudo femenino11, que sirve para que llevemos a cabo un replanteamiento no sólo del género, dominante en la historia del arte occidental, del desnudo femenino, sino también de iniciativas artísticas tan emblemáticas como la génesis de las Antropometrías de Yves Klein, lo que no significa tanto una condena de las mismas como la posibilidad de utilizar, alternativamente al del artista, otros puntos de visión, por ejemplo el de las mujeres-pincel que utilizó (en el sentido más literal del término) el propio Klein. Con todo, no está claro que pudiéramos encontrar grandes mujeres artistas en el sentido que la historia del arte tradicional concede al término «gran» artista (habrá que cambiar el sentido); atravesado por el concepto de genio y, por eso mismo, inequívocamente masculino, y unido al de obra maestra, aquí la crítica feminista podría llevar a la reconsideración de «los términos mismos en los que se formulan los problemas centrales de la disciplina en su conjunto»12, que deberían estar, por otro lado, en continua reconsideración, lo están, en la sociedad red, cuando un historiador los reconsidera. El artículo de Linda Nochlin coincidió (o fue la salida para) el inicio del redescubrimiento de mujeres artistas, que daría lugar a un catálogo siempre inacabado, pero que, además, reafirmaría las tradicionales funciones de la historia del arte de redescubrir, canonizar artistas (vivos o muertos, hombres o mujeres, de diferentes razas, nacionalidades o condiciones) y que ha dejado muy claro que no ha habido pocas mujeres artistas y que el problema es, sobre todo, de visibilidad y fortuna crítica, o historiográfica, que tenía que ver, naturalmente, con la condición de mujer. Pero también con la invención de un tipo de artista fabulado, más o menos, en el siglo XVI que crea su obra llevado por un impulso sobrehumano, entre la furia y la locura, que pervive en tópicos modernos como el de un Picasso «proteico» o un Pollock fuera de control; artistas que parecen tener que adecuarse al modelo descrito por los Wittkower: «egocéntricos, caprichosos, neuróticos, rebeldes, informales, licenciosos, estrafalarios, obsesionados por su trabajo y de difícil convivencia»13; la biografía más conocida de Jackson Pollock14 empieza, muy adecuadamente, con la imagen literaria del pintor y su amigo Tony Smith caminando descalzos sobre cristales (restos de las jeringuillas utilizadas para el dripping) y extendiendo con los pies la pintura del cuadro que sería después Postes azules; cuya creación resulta ser, literalmente, una terapia contra el suicidio (de Pollock) y que, además, se pinta con sangre (Digamos, de pasada, que Wölfflin utliza la expresión «pintar con sangre» como sinónimo de estilo personal); hay un sentido de masculinidad evidente en toda esta historia. El expresionismo abstracto se mueve todavía en los parámetros del Romanticismo (fue durante mucho tiempo un lugar común decir que era la última de las estéticas románti-

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cas), de ahí la existencia de esta historia, se une a conceptos como inspiración, genio, virilidad, potencia, precocidad. La idea de que Pollock realizara en una noche el mural para Peggy Gugenheim, después de meses de sequía creadora, responde, en realidad, a estos conceptos; pero hay tantas leyendas similares en todas las épocas que podemos citar una de las más antiguas: «Furibundo contra su propio arte porque era demasiado perceptible, [Protógenes] tiró una esponja a la parte del cuadro que le disgustaba. Y aquella esponja repuso los colores que el pintor había eliminado de la manera en que él había deseado con tanto empeño, logrando así el azar en aquél cuadro el efecto de la naturaleza»15, la vehemencia, el furor (heroico, que diría Giordano Bruno) puede, debe, aprovecharse y, por supuesto, no está al alcance de cualquiera, que estas ideas estén vigentes en el siglo XX es algo verdaderamente interesante16. Más allá del catálogo de artistas (donde el término gran artista tiene, por supuesto, un sentido económico) hay un contexto teórico que la historia del arte construye, o sanciona, o ambas cosas. Un planteamiento de género en la historia del arte obliga a ver el concepto de genio, cuyo estudio resulta ineludible, como un elemento inequívocamente masculino, pero también la crítica a ese concepto desde la producción artística; que puede hacerse directamente o reivindicando otros territorios, como hacen Mary Kelly o Zoé Leonard, constatando, de este modo, la existencia de muchos territorios. La actividad de mirar tiene que ver con el modo en que se nos ha enseñado a vivir como hombres y mujeres17; en última instancia, la formulación de este principio tiene que ver con el protagonismo que, desde la semiótica y la sociología, se atribuyó al espectador, pero tiene también que ver con el hecho de que lo femenino y lo masculino son roles que se han adjudicado en un discurso previamente formulado que acatamos respetuosamente. Lo explicó Michel Foucault en su lección memorable del Colegio de Francia18. Son modos cercanos a los sociológicos en la medida en que plantean que, en determinadas obras, las imágenes reproducen, en el terreno ideológico, las relaciones de poder que se establecen entre hombres y mujeres19; un cuadro como El Nacimiento de Venus de Alexandre Cabanel, objeto de estudio de Roszika Parker y Griselda Pollock, hablaría, de modo predominante, del papel que la sociedad ha otorgado a lo masculino: de la mirada del hombre-pintor sobre la mujer objeto (de la pintura); el argumento es, en definitiva, la indagación sobre la manera en que los modos tradicionales de mirar y ser mirado se relacionan con la identidad sexual. Pero no es sólo un argumento sociológico; Tamar Garb en su análisis de El Palco (1874, Courtlaud Institute Galleries, Londres), de Renoir, invoca los argumentos del psicoanálisis: el hombre que mira es, en realidad, objeto de la mirada del espectador y señala así su vulnerabilidad, «está volviendo a invocar el temor a la castración»20. La misma autora ha señalado algunas premisas a tener en cuenta en el contexto de una interpretación que se sitúe en perspectivas de género: las imágenes ponen de manifiesto algunas de las relaciones entre ambos géneros; son objetos producidos en el seno de una cultura dividida, institucionalmente, entre hombres y mujeres; los espectadores son sujetos de ambos géneros cuya relación con su propia sexualidad es inestable y está llena de fisuras, o sea, que la cuestión se va complicando a medida que profundizamos en ella. La protagonista de Mujer vestida de negro en la ópera (1879, Museum of Fine Arts), de Mary Cassat mira a través de unos prismáticos, es mirada por un espectador de la ópera desde otro palco y por el fruidor desde fuera del cuadro, pero ella participa activamente de esta interesante circularidad, algo que resulta relacionable con el hecho de que el cuadro

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haya sido pintado por una mujer que vive en París en el último tercio del siglo XIX, es artista y participa de unas reivindicaciones femeninas tan firmes como minoritarias que su personaje, desafiante y moderno, comparte. En un texto ya clásico, del que nos hemos servido para titular estas páginas, se pregunta Griselda Pollock por la posibilidad de que la historia del arte sobreviva al feminismo21, no termina de contestar a la pregunta, pero su formulación, que adopta la forma de denuncia, de la historia del arte como historia de la afirmación de la masculinidad del arte y de los artistas invita a pensar en una respuesta negativa. La historia del arte es ciertamente eso, y muchas más cosas; lo que demuestra la formulación de las perspectivas de género es la capacidad de evolución de la disciplina (no de toda ella, por supuesto, no de modo uniforme) y también la influencia que la producción artística tiene en el desarrollo de la historia del arte; es un hecho que la presencia creciente de las cuestiones de género en las artes ha hecho que los historiadores del arte indaguen el tema hasta convertirlo en un argumento más de la escritura histórico-artística. Parece, hasta aquí, que la historia del arte ha sobrevivido al feminismo, algunos autores lo han asumido y, ciertamente, la perspectiva de género ha supuesto una relativa y felíz subversión teórica22, en ningún caso letal. Para un grupo importante de historiadores (no sólo de historiadoras) y, en consecuencia, para la disciplina, se han ampliado los horizontes teóricos. El propio término perspectiva de género (no utilizaría el que me parece más confuso de «feminismo», no hay, por más que aparezca en algunos proyectos docentes universitarios, una «historia del arte feminista») es equívoco en la medida en que ahora sabemos que no hay una sino muchas perspectivas de género23; Linda Nochlin parecía manejar sólo una; explicar por qué no ha habido grandes mujeres artistas no es en modo alguno la única (siendo muy importante) función de una historia del arte «de género», del mismo modo que la historia del arte tiene otros objetivos aparte del de descubrir (hacer visibles) a los/las artistas desconocidos/as; no olvidaremos que la pregunta de Linda Nochlin fue compartida, glosada, y formulada en lenguaje plástico por Judy Chicago en su instalación Dinner Party (1974-1979), denostada desde posiciones ideológicas muy diversas, lo que resulta significativo, pero que glosaba de modo impecable la idea de la necesidad de una tradición femenina, planteada por Virginia Wolf en 1929 (Una habitación propia), por poner un ejemplo, pero también la necesidad de un replanteamiento de la historia, se trataría, explicaba Judy Chicago, de «reinterpretar la Última Cena desde el punto de vista de las personas que han preparado siempre la comida». También se ampliaba el interrogante de Linda Nochlin: cuando Judy Chicago señala la existencia de una tradición femenina nos obliga a estudiarla; por más que, como quienes criticaron precozmente la obra de Judy Chicago afirmaron con razón, Dinner party hablase de una tradición femenina blanca y occidental, que está lejos de ser exclusiva; pero otras tradiciones no occidentales han tardado lo suyo en encontrar acomodo en la historia del arte, mucho más que en la producción artística; «Todos hemos visto con nuestros propios ojos cómo se trasladaban los fetiches y los utensilios africanos desde los museos etnológicos a las exposiciones artísticas», escribía Erwin Panofsky, con notable retraso, en 194024. Más allá de todo esto, se trata de desvelar los órdenes del discurso en los ámbitos de la creación como de la fruición artísticas, de abrir la disciplina más que de sustituirla25. Si Ernst Gombrich empezaba su vieja Historia del Arte con la afirmación rotunda y sorprendente (para los años 50) de que «no existe el arte, tan sólo existen los artistas»,

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Whitney Chadwick comienza la suya constatando la ausencia de Angélica Kaufmann y Mary Moser del retrato celebrativo de Johann Zoffany, Los académicos de la Royal Academy (1771-72, Colecciones Reales de Gran Bretaña), las dos académicas que formaban parte de la nómina de fundadores/as de la Royal Academy, no aparecen en el cuadro, aunque sí estén, colgados de la pared, sus retratos de busto. Las dos artistas quedan así reducidas a la categoría de representación, pasivas espectadoras de los debates de los académicos, sometidas a una mirada de la que no pueden defenderse («Tu mirada golpea mi mejilla», dice Barbara Kruger en uno de sus más memorables carteles), pero, es un dato importante para completar el panorama, la ausencia de las pintoras se debe al imperativo de la verosimilitud: las mujeres no podían practicar el dibujo del natural con modelos desnudos; hay todo un mundo por descubrir en el entorno de las artistas, en cualquier época y lugar. Más allá de la intención primera del artista, el cuadro de Zoffany narra con eficacia insuperable la situación de las mujeres artistas (y nos invita a analizarlo); situadas en un lugar secundario, imposibilitadas para acceder a determinados espacios, representadas como mujeres, no como artistas, y sometidas a la mirada masculina. Resulta tentador yuxtaponer este cuadro al Taller de una joven artista (1800, Moscú, Museo Puskin), de Louis Léopold Boilly, donde la pintora aparece, junto al caballete con un niño al lado y un anciano que parece a su cargo, toda una transformación en el género de la autorrepresentación del artista, adornada en esta ocasión con un toque de bohemia. El pintor es un pintor, la pintora es, además, madre y/o hija. En algún lugar del libro de Chadwick aparecerá el famoso Estudio en Batignoles (1870, París, Museo d’Orsay), de Henri Fantin-Latour, retrato de grupo de críticos y artistas impresionistas en que, casualmente, no está la citada Mary Cassat, ni Berthe Morrisot, retratada por algún colega en su condición de señora, pero nunca pintando, como suelen representarse los artistas. Aquí tiene sentido recordar una sugerente (aunque resulte utópica) definición de la historia del arte que hizo Albert Boime: «Mi sueño sería culminar un libro sobre el arte del siglo XX con un análisis acerca de mi antiguo vecino de Binghmton, Nueva York, un electricista jubilado que solía pintar en el garage. Su vida y su obra nos dirían más sobre nosotros mismos que toda una biblioteca llena de crítica de arte tradicional»26, básicamente porque la presencia, en la historia del arte, de los artistas de garage y fin de semana, ampliarían poderosamente el catálogo (de problemas) de la historia del arte. Se trata de una de las más radicales llamadas a la sustitución urgente de la tradicional historia del arte como historia de los (grandes) artistas. Un relato exclusivo que no permite entender que, como dice Boime (de nuevo) «una obra de arte es el resultado de miles de decisiones tomadas por el artista bajo la presión de la comunidad de la que forma parte, y esto implica toda una red intermedia de patronos, críticos, comerciantes e historiadores del arte», y esta afirmación debería incluir también las obras que el vecino de Boime pintaba en su garaje, lo cual no es una llamada al peligroso localismo, me parece, como una invitación a establecer una verdadera sociología del arte, del gusto y del consumo artístico, que están en la obra como en el territorio en que la obra se inventa, produce y consume (las tres cosas). Whitney Chadwick revisa dos décadas de investigaciones de género en historia del arte (las que van de 1970 a 1990), el repaso, ágil, rápido, cómodo, deja la sensación de que, si en el amplio arco que va del psicoanálisis al posestructuralismo (en cualquiera de sus

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versiones, en los dos casos), se han abierto grandes perspectivas sobre las cuestiones de género y su asunción por la historia del arte así como, es de suponer, por otras ciencias sociales; el problema dista de estar resuelto aunque (o puede que por eso mismo) la cuestión de la diferencia se haya convertido en un género (en el sentido literario del término) que tiene sus modelos (como los tiene la historia social, o la formal), sus desarrollos independientes, su lugar en un hipotético parlamento de historiadores del arte27 y que, en algunas historias del arte, parece actuar como garantía de totalidad y/o de modernidad, como en otros tiempos el contexto socioeconómico, o el enfoque semiótico, como un apéndice; pero no está claro que la cuestión femenina se haya convertido en el paradigma que delineaba, deseaba, Linda Nochlin en 1971. ¿Puede serlo? No parece la imagen más acertada la de una historia del arte como acumulación de paradigmas o ideologías (en realidad parece que siempre hay uno dominante); parece más verosímil imaginar la disciplina como un relato cambiante, parcial, extraordinariamente permeable al contexto en que se genera28; aunque, cada vez más, después de los grandes debates metodológicos del siglo XX, independientemente de que la obra de arte admita muy distintos puntos de vista y el analista (historiador o no) tenga toda la legitimidad para priorizar uno de ellos (o más), parece que queda, y con fuerza, la necesidad de contemplar las obras de arte como hechos antropológicos, como proponía, hace más de un siglo, Aby Warburg, él formuló esta idea tras su conocimiento de los indios de Norteamérica; no es descartable, más bien al contrario, que nuestra lectura venga condicionada por la irrupción del argumento étnico en la producción artística como por la apropiación de la antropología estructural que algunos artistas (los afines al land-art especialmente) han llevado a cabo desde los años sesenta del pasado siglo. La perspectiva de género debería incluir el estudio de la masculinidad29; en principio, parece un resultado de los estudios sobre las relaciones entre arte y poder, que a partir del final de la guerra fría han cambiado de orientación (se han hecho multilaterales en cierto modo) y aparecen preocupados por la disección de las manifestaciones, diversas, del poder, que se manifiesta con muchas caras y se nos aparece como mucho más difuso de lo que podría parecer a primera vista (podríamos decir que gracias a los estudios de Michel Foucault); estos estudios se proponen como poderosos modelos para otras cosas; pero algo tendrá que ver, en el estudio de lo masculino, la extensión, y legitimación, de los puntos de vista queer30, nuevos en la escritura de arte, pero muy antiguos ya en la producción artística. Un repaso a la fortuna de los términos «arte de mujeres», «crítica feminista», a las polémicas desde la producción artística en los últimos treinta años no sólo deben formar parte, por derecho propio, del discurso histórico-artístico, sino que, además, se colocan entre nosotros como posibles propuestas metodológicas: las presencias de la mujer (blanca) señaladas por Judy Chicago. Las carencias de Dinner Party se han señalado claramente en los manifiestos artísticos de Faith Ringgold a propósito de las posiciones precarias de las mujeres negras en el seno de determinados movimientos del Black Power, no muy diferentes, desde luego, a las enseñanzas de Alexandra Kollontay o a las peripecias de Inessa Armand en el movimiento comunista, o los debates a que los programas de educación artística feminista llevaron a Judy Chicago y Miriam Schapiro. Todo esto se presenta en forma de bloques de problemas que harán más rica y atractiva la historia del arte. La perspectiva de género abre la disciplina y ofrece opciones metodológicas que, necesariamente, han de aprovecharse. Parece claro que podemos ir más lejos.

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Notas 1

CORTÉS, José Miguel G., «Acerca de los géneros: el hombre travestido», Impasse. Arte, poder y sociedad en el Estado español, Ajuntament de Lleida, 1997.

2

EAGLETON, Terry, Después de la teoría, Debate, Barcelona, 2005 (2003)

3

SUBIRATS, Joan, «Los valores del machismo», El País, 11-11-04, el planteamiento del autor, que analiza como los valores de George Bush y los halcones norteamericanos se presentan como trasuntos de masculinidad pueden relacionarse con un José María Aznar que, en su época de Presiente del Gobierno de España, hacía pública referencia, en el más puro estilo mussoliniano, a sus «atributos».

4

GOODMAN, Nelson, Maneras de hacer mundos, Visor, Madrid, 1990 (1978)

5

Adrian Piper. Desde 1965, Barcelona, MACBA, 2004.

6

RAMÍREZ, Juan Antonio, «Que cien años no es nada. La modernidad como ciclo largo y el punto de vista múltiple», Confines. Miradas, discursos, figuras en los extremos del siglo XX, Comunidad de Madrid, 2000.

7

PINTO DE ALMEIDA, Bernardo, «Cartografías. De Cameron al Decamerón», Lápiz, 111, 1995.

8

Nos referimos a AA. VV., Centro y periferia en la modernización de la pintura española, Madrid, Ministerio de Cultura, 1993.

9

NOCHLIN, Linda, «Why Have There Been No Great Women Artists?» (1971), Women, Art, and Power and other Essays, Icon Editions, Boulder, Colorado, 1988.

10

DIEGO, Estrella de, La mujer y la pintura del siglo XIX español (Cuatrocientas olvidadas y algunas más), Madrid, Cátedra, 1987; de la misma autora, véase El andrógino sexuado. Eternos ideales, nuevas estrategias de género, Madrid, Visor, 1992. Más reciente, y utlísmo, MAYAYO, Patricia, Historias de mujeres, historias del arte, Cátedra, Madrid, 2003.

11

Nos referimos a NEAD, Lynda, El desnudo femenino, Madrid, Tecnos, 1998 (1992), que se enfrenta claramente al clásico CLARK, Kenneth, El desnudo. Un estudio de la forma ideal, Madrid, Alianza, 1993.

12

NOCHLIN, Linda, op. cit.

13

WITTKOWER, Rudolf y Margot, Nacidos bajo el signo de Saturno. Genio y temperamento desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa, Madrid, Cátedra, 1985 (1963), p. 9.

14

NAIFEH, Steven, y Gregory W. SMITH, Jackson Pollock, Barcelona, Circe, 1991 (1989).

15

PLINIO, Textos de Historia del Arte, Madrid, Visor, 1987, ed. de Esperanza Tórrego, p. 106.

16

Nos ocupamos de estas cuestiones en DÍAZ SÁNCHEZ, Julián, «Pintar con dos pelotas. El género (masculino)de la