Otras modernidades : historias, culturas, identidades 9786074623000, 6074623007

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Otras modernidades : historias, culturas, identidades
 9786074623000, 6074623007

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Otras modernidades Historias, culturas, identidades

OTRAS MODERNIDADES HISTORIAS, CULTURAS, IDENTIDADES

Saurabh Dube Ishita Banerjee (coordinadores)

S EL COLEGIO E B ! DE MÉXICO

954.035 O t8 8 8 O tras modernidades : historias, culturas, identidades / Saurabh Dube, Ishita Banerjee, coordinadores. -- 1a. ed. -- M éxico, D.F. : El Colegio de M éxico, Centro de Estudios de Asia y África, 2011. 386 p. ; 21 cm. Incluye referencias bibliográficas IS B N 978-607-462-300-0 1. India -- Civilización -- Siglo X X . 2. Asia -- Civilización -- Siglo X X . 3. Civilización m oderna -- Siglo XX . I. D ube, Saurabh, coord. II. Banerjee-Dube, Ishita, coord.

Primera edición, 2011 D .R . © El Colegio de M éxico, A .C . C am ino al A jusco 20 Pedregal de Santa Teresa 10740 M éxico, D.F. www.colmex.mx IS B N : 978-607-462-300-0 Im preso en México

ÍN D IC E 1. O tras m odernidades: introducción 11

S au rab h D u b e

P rim era Parte IMPLICACIONES IMPERIALES 2. La extraña m uerte de un ideal imperial: el caso de civis B rita n n ic u s 49

M r in a lin i S in h a

3. ¿Puede comenzar la poscolonia?: la desprovincialización de Assam 69

B o d h isa ttv a K a r

4. Los m ales de la m odernidad: el brote de la fiebre de Burdwan 91

R o h an D e b Roy

5. El m o fu ssil y lo m oderno: los indiscretos encantos de Kangal H arinath 113

A t ig Ghosh

S e g u n d a Parte EXPLORACIÓN DE LAS POLÍTICAS 6. M inoría y m odernidad: B .R . Am bedkar y la política d a lit 135 7. La religión de Gandhi A ja y S k a r ia

159 [7]

8

ÍNDICE

8. Efectos apocalípticos: cuestiones sobre la globalización y el islam 179

F a i s a l D e v ji

9. U n m odelo para la m odernidad nacional: la política en Pakistán 203

I a n B e d fo r d

T ercera Parte CULTURAS CRÍTICAS 10. M aduración con la Tierra: m adurez y m odernidad en el sur de India 225

A n a n d P a n d ia n

11. Los sentidos m odernos: de los seres, los ciudadanos, los nacionales y los sujetos 243

V éron ique B é n é i

12. El cuerpo oculto del intelectual: las emociones y el estado anímico en la planificación familiar 261

K a lp a n a R a m

13. L a antropo-lógica: paradigm as de la identidad m oderna Tow nsend M id d le to n

285

C uarta Parte ARTES INQUIETANTES 14. L a publicidad en India: genealogías del individuo consum idor A r v in d R a ja g o p a l

307

15. Im provisaciones arquitectónicas: el diseño y la m odernidad en la India poscolonial Ja id e e p C h atterjee

325

ÍNDICE

9

16. C óm o hacer m oderno el arte: reconsideración del m odernism o artístico en India S a n ju k ta Su n d e rasan

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17. M elodías m odernas: m úsica, voz, m odernidad Ish ita B an erjee

Colaboradores

371 385

1. OTRAS MODERNIDADES Introducción Saurabh Dube1 ¿Cuál es la relación entre India y la m odernidad? ¿La m odernidad es nueva para India, y com prende la transform ación — apenas ocurrida en décadas recientes— de una sociedad tradicional y aparentemente intem ­ poral, por m edio de las redes m undiales de la banca y la industria, la m igración y la inform ación, el comercio y la tecnología? ¿O distintos grupos del subcontinente indio participaron en diversas m odalidades en los procesos de m odernidad en un periodo m ucho m ás prolongado? En resumen, ¿cómo debe entenderse la m odernidad m ism a y qué formas han tom ado sus expresiones en India?

APROXIMACIÓN A LA MODERNIDAD Plantear preguntas de este m odo significa reconocer que tanto en el pen­ sam iento cotidiano com o en el académ ico, ser m oderno y representar a la m odernidad aparecen una y otra vez com o la superación de la tradi­ ción, com o una ruptura con lo anterior. D e hecho, incluso la literatura académica, literaria y política que argum enta en favor de la coexistencia de lo tradicional y lo m oderno, lo hace considerando am bos terrenos com o dom inios discretos, que son considerados, entonces, en sus diver­ sas interacciones. Todo ello se basa en poderosas im ágenes controverti­ das y viscerales de la tradición y la m odernidad. Por poner algunos ejem­ plos, tenemos, entre las form as arquitectónicas, chozas de adobe versus edificios de gran altura; en las artes escénicas, ritm os folclóricos ver­ 1 Con la colaboración de Atig Ghosh. [ 11]

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sus extravagancias electrónicas; en los espacios culturales, India versus Europa, y, en general, costumbres inm utables versus tecnología transfor­ m adora. Sem ejantes im ágenes e ideas tienen densos atributos m undanos u ontológicos. En realidad, hay m ás que agregar, puesto que tanto en los lugares com unes com o en las concepciones académ icas, la m odernidad suele proyectarse en form a incisiva tanto com o la condición de se r m oderno que se originó en “ O cciden te” y se trasladó después al “resto”, com o su proceso de h acerse m odernos. Si el saber sobre los orígenes de la m o ­ dernidad insiste en una ruptura radical con todo lo que es premoderno, sem ejante ruptura se inaugura, en prim er lugar, en un Occidente im aginario aunque tangible. Sólo después de esta ruptura prim ordial, la m odernidad se enm arca com o un paulatino despliegue en el tiem po y el espacio; despliegue que se propaga en m u ndos que entonces se transform an en su im agen (europea) y su estela (occidental). Sin poder asegurarlo, este escrito parece haberse logrado en m anos de pocas per­ sonas (aunque influyentes), con el advenim iento del posm odernism o y la posm odernidad. Sobra decirlo, la sim plicidad de estas líneas es seductora. N o obs­ tante, la sim plicidad, la historia y la seducción tam bién revelan la form a en que los sujetos sociales del m undo entero viven hoy en día. Lo que lleva a la pregunta: ¿Cuáles son las condiciones, las lim itaciones y las posibilidades de la m odernidad — y lo m oderno— en los contextos contem poráneos? O tras m o d e rn id ad e s plantea y aborda dichas pregun­ tas. Sobre todo, analiza a fondo la com prensión previa y heredada de la m odernidad, que se basa en proyecciones m odulares prefiguradas de lo tradicional y lo m oderno, de lo que no es O ccidente y de O ccidente. D e hecho, el volum en aborda form aciones particulares, aunque ya m undiales, de la m odernidad, siempre sobre la base de toda una gam a de experiencias en el sur de Asia.

DESPLIEGUE DE LA MODERNIDAD En la actualidad, los intelectuales podrían conceder con facilidad que lo m oderno y la m odernidad son categorías de gran im precisión, elabora­ das de diversas maneras, y discutidas am arga y prolongadam ente. N o obstante, la m odernidad y lo m oderno — así com o lo posm oderno y la

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posm odem idad— siguen considerándose en los ám bitos intelectuales en gran parte com o conceptos cuya validez o invalidez se deriva de pos­ turas políticas u opiniones intelectuales particulares. Este proyecto tiene com o premisa, por el contrario, el reconocim iento de que la m oderni­ dad es a la vez un concepto y una entidad de dim ensiones m undiales. Registra, además, que si bien todos los conceptos-entidad con una carre­ ra social tangible deben tener m últiples avatares que varían de contexto en contexto y en el transcurso del tiem po, esto resulta cierto, en particu­ lar, en relación con la m odernidad y lo moderno. Lo anterior significa que O tras m o d ern id ad es se caracteriza por im ­ perativos gemelos y contrastantes. Por un lado, la obra registra las graves lim itaciones de los intentos de definir, delinear y delimitar la m oder­ nidad, que se postulan a sí m ism os com o los portadores de la últim a palabra sobre el tema. Por el otro, su visión de la m odernidad no es ego­ céntrica ni está desprovista de m arco contextual, com o una partida pro­ visoria que los académ icos y los actores podrían entonces revestir, de m odo estratégico, de sentido y propósito para sus propios fines. En con­ junto, el volum en aborda y entiende la m odernidad com o un conceptoentidad contradictorio y controvertido — que, a pesar de haber sido tan sólo celebrado por m uchos y descartado por otros, sigue teniendo una curiosa fuerza com bativa en las autoapreciaciones populares y en las dis­ tintas agendas políticas. El libro busca, así, evidenciar críticamente una serie de ardides, aunque al m ism o tiem po se com prom ete — con cuidado y prudencia— con dichas tretas. N uestro propósito se sustenta en el reconocim iento de que no hay una condición m onolítica del ser m oderno. Para em pe­ zar, ni siquiera en Europa/O ccidente. A unque el discurso de la m oder­ nidad se ha expresado siempre en térm inos de coherencia interna y unidad inherente, sus procesos han com prendido, en efecto, historias diversas y contradictorias. Reconocer este hecho ayuda a realizar dos tareas sim ultáneas: tom ar en serio las im periosas dem andas centrales de los discursos de la m odernidad, y hacer hincapié en las confusiones y los m árgenes que apuntalan el m undo m oderno. D e este m odo, el volu­ m en pretende sostener un espejo, por así decirlo, ante la m áscara de la m odernidad com o una saga potente y penetrante de progreso, sin per­ der de vista la verdad de que entre los sujetos sociales hay exigencias para el progreso en form a de tejidos de creencia, estructuras de senti­ m iento y texturas de experiencia.

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O tra s m o d e rn id ad e s explora, de esta m anera, las accidentadas rutas que han caracterizado a los procesos en curso del constituirse de la m o ­ dernidad y las articulaciones de lo m oderno en el sur de Asia, su pasado y su presente. Para empezar, las aspiraciones de volverse m oderno y las exigencias de ser m oderno han sido cruciales para los universos coti­ dianos en el subcontinente hace ya algún tiem po. Por una parte, tal resiliencia está vinculada a am plias proyecciones de la m odernización social y política. Por la otra, los deseos de volverse/ser m oderno — en­ tendido com o identidad y concepto— están fusionados con diversos índices de autoapreciación cotidiana, algunos de los cuales pueden de­ tectarse con facilidad, m ientras que otros son m ás im perceptibles. D e ahí sólo se infiere que los propios procesos de la m odernidad están sustentados en su interconexión con dicha m iríada de otros tropos de autocreación. El presente volum en rastrea las redes y los procesos m ediante los cuales las instituciones y los seres m odernos — las unas insinuadas en los otros— se han habilitado y expresado en el subcontinente, im plican­ do siempre los significados y las prácticas de los individuos de la m oder­ nidad. A quí han de encontrarse percepciones y acciones que son indivi­ duales y colectivas. Éstas emergen entrelazadas con ám bitos de la vida cotidiana com o, por ejemplo, la m edicina y la religión, el sexo y el p o ­ der, la educación y el consum o, la estética y la publicidad. Y revelan, adem ás, las versátiles expresiones de lo m oderno — una fuerza resistente im plicada en las conceptualizaciones cotidianas de la colonia y la cultu­ ra, la ideología y la identidad, el tiem po y el espacio, el Estado y la na­ ción— . En síntesis, todas las contribuciones exploran las articulaciones cotidianas de la m odernidad en el sur de A sia y más allá, puesto que es­ tán densamente entretejidas en la vida íntim a de lo popular y lo político en el subcontinente. Todo esto depende de al menos tres tareas fundam entales que en O tras m o d ern id ad es se realizan en diferentes registros. En prim er lugar, está la urgencia de pensar a partir de la dicotom ía de lo tradicional y lo m oderno, así com o sus im plicaciones críticas. Al m ism o tiem po, realizar esta tarea no consiste sólo en rechazar la posición contraria com o error analítico; por el contrario, es entender las razones de la opinión y la persistencia de la antinom ia. En segundo lugar, dar este paso sienta las bases para que el volum en explore la m odernidad, reconociendo que ésta abarca procesos del pasado y el presente conform ados no sólo por el

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m oderno individuo occidental, sino por los diversos individuos de la m odernidad — incluyendo, en particular, los términos de autorrealización de las diferentes clases y com unidades en India— . En tercero y últim o lugar, este trabajo busca desentrañar las diversas texturas y los m uchos matices de las experiencias de la m odernidad en el subcontinente, al m ism o tiem po que plantea preguntas críticas relativas a las m a­ nifestaciones plurales y las controversias clave de lo m oderno en el sur de Asia. Se com entó antes que las form aciones de la m odernidad han sido siempre m undiales, aun siendo, de suyo, particulares. D e ahí que O tras m o d ern id ad es no deslinde las consideraciones de India de las de Europa, las de la colonia de las de la m etrópoli, o las de no-Occidente de las de Occidente. L a obra desiste, asim ism o, de separar sim plem ente el presen­ te del pasado, el poder de la cultura, la em oción de la razón, la política de la religión. En cam bio, esta introducción y los capítulos subsiguientes reúnen estos diferentes dom inios com o partes de esferas de m utua ex­ ploración y explicación. Es en estos (diversos) sentidos, entonces, que este volum en se sirve — y va más allá— , tanto explícita com o im plícitam ente, de las distintas divergencias en los recientes debates en torno a la m odernidad. Tengo presentes estudios que exploran de diversas maneras temas relativos a la m odernidad/las m odernidades “coloniales”, “m últiples”, “alternativas” y “tem pranas”.2 Tengo en mente asim ism o obras que enfocan diferentes articulaciones de la m odernidad, ya enraizadas históricamente, ya expre­ sadas culturalm ente.3 La cuestión es que O tras m o d ern id ad es retom a y extiende a su m anera dichas preocupaciones. Para empezar, el volum en 2 Los escritos sobre la modernidad/las modernidades “coloniales”, “múltiples”, “tempranas” y “alternativas” incluyen, por ejemplo, Antoinette Burton (ed.), Gender, Sexuality, and Colonial Modernities, Londres, Routledge, 1999; Saurabh Dube e Ishita Banerjee-Dube (eds.), Unbecoming Modern: Colonialism, Modernity, Colonial Modernities, Nueva Delhi/Nueva York, Social Science Press/Berghahn Books, 2005; Daedalus, número especial: Early Modernities, núm. 127 (3), 1998; Daedalus, número especial: MultipleModernities, núm. 129 (1), 2000, y Dilip P. Gaonkar (ed.), AlternativeModerni­ ties, Durham, Duke University Press, 2001. 3Véase, por ejemplo, Laura Bear, Lines o f the Nation: Indian Railway Workers, Bureaucracy, and the Intimate Historical Self, Nueva York, Columbia University Press, 2007; Amanda J. Weidman, Singing the Classical, Voicing the Modern: The Postcolonial Politics o f Music in South India, Durham, Duke University Press, 2006; Sibylle Fischer, Modernity Disavowed: Haiti and the Cultures o f Slavery in the Age o f Revolution, Durham, Duke

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aborda las múltiples articulaciones de la m odernidad registrando la con­ tingencia, la contradicción, la controversia y la polémica, tal com o pue­ blan el enrevesado núcleo de los m undos m odernos. C ad a uno de los térm inos, las texturas y las transform aciones de la m odernidad — y lo m oderno— aparece en este trabajo m arcado tanto por el poder como por la diferencia; tanto por la autoridad com o por la alteridad; tanto por

University Press, 2004; James Ferguson, Expectations o f Modernity: Myths and Meanings o f Urban Life on the Zambian Copperbelt, Berkeley, University of California Press, 1999; Charles Piot, Remotely Global: Village Modernity in WestAfrica, Chicago, Chicago Univer­ sity Press, 1999; Lisa Rofel, Other Modernities: Gendered Yearnings in China after Socialism, Berkeley, University of California Press, 1998; Harry Harootunian, Overcome by Modernity: History, Culture, and Community in Interwar Japan, Princeton, Princeton University Press, 2000; Donald Donham, Marxist Modern: An Ethnographic History o f the Ethiopian Revolution, Berkeley, University of California Press, 1999; John Comaroff y Jean Comaroff, O f Revelation and Revolution: The Dialectics o f Modernity on the South African Frontier, vol. 2, Chicago, Chicago University Press, 1997; Paul Gilroy, Black Atlantic: Modernity and Double-Consciousness, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1995; Saurabh Dube (ed.), Enchantments o f Modernity: Empire, Nation, Globalization, Londres, Routledge, 2010; Saurabh Dube, Stitches on Time: Colonial Textures and Postcolonial Tangles, Durham, Duke University Press, 2004; Sanjay Seth, Subject Lessons: The Western Education o f Colonial India, Durham, Duke University Press, 2007, y Timothy Mitchell (ed.), Questions o f Modernity, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2000. Véase también Anand Pandian, Crooked Stalks: Cultivating Virtue in South India, Durham, Duke University Press, 2009; Anupama Rao, The Caste Question: Dalits and the Politics o f Modern India, Berkeley, University of California Press, 2009; Ajantha Subramanian, Shorelines: Spaces and Rights in South Asia, Stanford, Stanford University Press, 2009; Véronique Bénéi, Schooling Passions: Nation, History, and Language in Contemporary Western India , Stanford, Stanford University Press, 2008; Simon During, Modern Enchantments: The Cultural Power o f Secular Magic, Cambridge, Mass., Harvard Univer­ sity Press, 2004; Birgit Meyer y Peter Pels (eds.), Magic and Modernity: Interfaces o f Rev­ elation and Concealment, Stanford, Stanford University Press, 2003; Alex Owen, The Place ofEnchantment: British Occultism and the Culture o f the Modern, Chicago, Univer­ sity of Chicago Press, 2004; Michael Saler, “Modernity and enchantment: A historiographic review”, American Historical Review, núm. 111 (3), 2006, pp. 692-716; Dipesh Chakrabarty, ProvincializingEurope: Postcolonial Thought and Historical Difference, Princeton, Princeton University Press, 2000; Ritu Birla, Stages o f Capital: Law, Culture, and Market Governance in Late Colonial India , Durham, Duke University Press, 2009; Dipesh Chakrabarty, Habitations o f Modernity: Essays in the Wake o f Subaltern Studies, Chi­ cago, Chicago University Press, 2002; Arjun Appadurai, Modernity at Large: Cultural Dimensions o f Globalization, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1996, y Vasant Kaiwar y Sucheta Majumdar (eds.), Antinomies o f Modernity: Essays on Race, Orient, N a­ tion, Durham, Duke University Press, 2003.

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lo dom inante com o por lo subalterno. Este procedim iento académ ico se apega, finalmente, a las articulaciones específicas de la m odernidad, aun­ que sin dejar de lado en ningún m om ento sus im plicaciones cruciales; sin cosificar ni lo uno ni lo otro, sino considerando críticamente sus expresiones diarias y sus configuraciones cotidianas, tal com o se presen­ tan en la realidad. H uelga decir que dichas disposiciones respecto de la m odernidad van a aclararse en las siguientes páginas.

DESCIFRAMIENTO DE LA MODERNIDAD N o hace m ucho tiem po, dos antropólogo historiadores escribieron: “ Q uizás la m ayor virtud de la reciente preocupación académ ica occi­ dental por la posm odernidad sea lo que ha revelado acerca de la propia ‘m odernidad’” .4 N o obstante, aun cuando Jean y Joh n C o m aro ff hicie­ ron esta evaluación, es posible que estuvieran adelantándose a su tiem ­ po, puesto que en las dos décadas que siguieron a su diagnóstico ha habido consideraciones críticas incluso m ás extensas, m ás bien distin­ tas, de la m odernidad. N o es sólo que una diversidad de académ icos haya tenido acceso a los efectos y la influencia del giro lingüístico y las preocupaciones posm odernas en las ciencias sociales, e incluso los haya excedido. Está tam bién el que variados temas en torno a la m odernidad han sido estudiados y descifrados com o parte de un cuidadoso cuestionam iento de las categorías y las entidades presupuestas en las distintas, aunque típicas, maneras de actuar y de entender en los m undos con­ tem poráneos. En su conjunto, com o Akeel Bilgram i lo plantea, “el am ­ plio debate de las últim as décadas en m últiples disciplinas vinculadas entre sí”, retom ando ideas e ideologías heredadas, form a parte de “nues­ tras pretensiones intelectuales de entendernos a nosotros m ism os, en particular de nuestros afanes por alcanzar una percepción m ás o menos precisa del sentido en que pertenecem os a una época correctamente descriptible com o nuestra ‘m odernidad’”.5 4Jean y John Comaroff, “Introduction”, en Jean Comaroff y John Comaroff (eds.), Modernity and its Malcontents: Ritual and Power in Postcolonial Africa, Chicago, Univer­

sity of Chicago Press, 1993, p. xi. 5Akeel Bilgrami, “Occidentalism, the very idea: An essay on the enlightenment and Enchantment”, http://3quarksdaily.blogs.com/3quarksdaily/2008/09/occidentalism-t.html, consultado el 19 de noviembre de 2010.

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Esto significa que las preguntas por la m odernidad han rebasado crecientemente los lím ites de la deducción (puram ente) discursiva, el form alism o académ ico y la abstracción a priori.6 Se ha subrayado, en cam bio, el hecho de que si la m odernidad conlleva de m anera incisiva una idea, un ideal y una ideología, im plica asim ism o la articulación de distintos procesos históricos a lo largo de los últim os siglos. H a habido, de hecho, un acucioso reconocim iento de las expresiones divergentes de la m odernidad y de los indicios contendientes de lo m oderno — acu­ ñado por pasados particulares, definido por proyectos de poder y m ol­ deado por la salvedad del progreso— . C om o resultado, las form aciones de la m odernidad han revelado ser procesos contradictorios y contin­ gentes de cultura y control; historias accidentadas y controvertidas de significación y m aestría — en su constitución, su sedim entación y su elaboración— . Por una parte, es dentro de esta contradicción y contin­ gencia donde las jerarquías constitutivas de la m odernidad y las oposi­ ciones form ativas se enm arcan y elaboran. Por otra parte, estos procesos no son procedim ientos desprovistos de sujeto y emergen, en cam bio, com o expresión de los sujetos y de la m odernidad — y no sólo de los sujetos m odernos— , que son no occidentales y occidentales. Volveré sobre estos temas. Por lo pronto, vale la pena detenerse un poco m ás en las am bigüe­ dades que rodean el concepto-entidad de la m odernidad. En no escasa m edida, la nebulosidad se deriva de la m anera en que la m odernidad suele elidirse con la m odernización (y, otras veces, plegarse en el m oder­ nism o). C om o es bien sabido, la noción de m odernización, tal com o la expresan sus diferentes teóricos/teorías, se refiere a proyecciones m od u ­ lares de transform ación(es) material(es), organizativa(s) y tecnológica(s) — así com o económ ica(s), política(s) y cultural(es)— , visualizadas sobre todo en el espejo del desarrollo occidental. Sociedades distintas, ordena­ das con frecuencia jerárquicam ente, son vistas com o exitosas (o fallidas) en su evolución a partir de su estado tradicional (o prem oderno), a lo largo de etapas de sucesión lineales, para volverse arenas m odernizadas (o capitalistas).7 A hora bien, los esquemas sim plistas paso a paso y los 6 Para consultar un amplio debate de las ideas comentadas en este párrafo, véase Saurabh Dube, “Critical crossovers: Cultural identities, postcolonial perspectives, and subaltern studies”, en Margaret Wetherell y Chandra Talpade Mohanty (eds.), The Sage Handbook o f Identities, Londres, Sage, 2010, pp. 136-137. 7 Las declaraciones especialmente influyentes al respecto incluyen a W.W. Rostow,

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m odelos reduccionistas totalizadores de las teorías de la m odernización han sido siempre dem asiado tendenciosos.8 Y han sido tam bién, así, cuestionados con determ inación y rechazados con firmeza por intelec­ tuales críticos desde hace ya algún tiempo. N o obstante, los motivos de la m odernización han tenido también, en esencia, una gran resonancia, se han elidido fácilmente con los mapeos de la m odernidad, de m odo tal que uno apuntala a otro. ¿Por qué habría de ser éste el caso? Para empezar, com o ya se señaló, una característica decisiva en los discursos dom inantes de la m odernidad occidental se vincula con que conciben el fenóm eno m arcado por una ruptura con el pasado, una ruptura con la tradición, un trascender lo medieval. Al respecto ha habido en juego, por supuesto, densas historias y afirmaciones contradictorias que conllevan tendencias antagónicas de las tradiciones de la Ilustración, la contra-Ilustración y la post-Ilustración, temas todos ellos que he descubierto en otra parte.9 Ocurre, al m ism o tiem po, que para la segunda m itad del siglo XIX (mediante las proyecciones y las estratagemas del progreso histórico-teológico, las eta­ pas de la civilización y los esquemas evolucionistas sociales) un exclusivo Occidente se volvió gradualm ente espejo para las figuraciones de la his­ toria universal. En cuanto conocim iento m undano, orientado no sólo a ordenar sino, a la vez, a rehacer el m undo, estas nítidas propuestas y sus supuestos form ativos se adentraron en la vida de los sujetos históricos — esparcidos form idablem ente com o m edios de abordar y m odos de aprehender los m undos sociales— y han aparecido instituidos por igual com o tejidos afectivos y texturas de experiencia en la arena cotidiana. En este escenario, los proyectos de m odernización destilaban, en reali­ The Stages o f Economic Growth: A Non-Communist Manifesto, Cambridge, Cambridge University Press, 1960; David E. Apter, The Politics o f Modernization, Chicago, Univer­ sity of Chicago Press, 1965. 8 Reconozco que las reevaluaciones de la modernización han hecho hincapié en el lugar de la “tradición” en las elaboraciones del “desarrollo”, por ejemplo. Pero semejantes comprensiones continúan basándose en las perdurables oposiciones —y patrones teoló­ gicos— de los discursos de la modernidad. 9 Saurabh Dube, “Anthropology, history, historical anthropology”, en Saurabh Dube (ed.), Historical Anthropology, Nueva Delhi, Oxford University Press, 2007, en particular las pp. 6-7. He comentado los pasados complejos (en la historia intelectual europea) del término “moderno” y su fácil rendición a la categoría “modernidad” (en relación con contextos tercermundistas) en Saurabh Dube, After Conversion: Cultural Histories o f Modern India, Nueva Delhi, Yoda Press, 2010, pp. 15-17.

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dad, los diseños de la m odernidad; el agresivo supuesto de que esta últi­ m a m antenía en su lugar el esquem ático pronóstico de la prim era. T om ados en su conjunto, los discursos de la m odernidad y las teorías de la m odernización, entrelazados inextricablemente, han articulado un O ccidente/Europa imaginario — aunque tangible— , distendido y agran­ dado com o historia, m odernidad y destino para cada sociedad, cada cul­ tura y cada persona. Pero no term ina aquí el asunto. M ás allá de las representaciones de rutina, en las arenas estética, artística e intelectual, consideradas cada una en sentido am plio, la m odernidad ha aparecido m uchas de las veces íntim am ente asociada con su consanguíneo (o prim o conceptual), el m odernism o. Ahora bien, el m odernism o es tam bién un término m uy contencioso que se deriva necesariamente del carácter controvertido y contradictorio de las tendencias que describe. Al respecto se encuen­ tran m ovim ientos culturales, estilos y representaciones — que se rem on­ tan a m ediados del siglo XIX y alcanzan nuestros días— , que se han ex­ presado y representado de m uy diversas maneras en diferentes partes del m undo. D e acuerdo con T heodor Adorno, el m odernism o es una cate­ goría sobre todo “cualitativa”, y no meramente “cronológica” :10 pero ocurre asim ism o que el afán interno de los m odernistas por trascender el pasado, articular el presente y vislum brar el futuro han sido de suyo heterogéneos. D e diversas maneras, se han involucrado y han cuestiona­ do, han tenido acceso y han rebasado el pensam iento ilustrado y la tra­ dición rom ántica, la razón abstracta y la verdad religiosa, la coherencia de la superficie y la profundidad tonal, las representaciones occidentales y la narrativa precolonial, la certidumbre de la ciencia y la presencia de D ios, la autoridad gubernam ental y la política popular.11 Por una parte, desde la afirmación de Charles Baudelaire de lo “efíme­ ro” y lo “fugaz” hasta el repudio m odernista del realismo y la réplica en favor de la discontinuidad y la perturbación, así como desde la invitación de Ezra Pound al arte a “hacer lo nuevo” hasta las múltiples manifestacio­ nes de los m odernism os que fluyen desde m ediados del siglo XX (e incluso 10Theodor Adorno, Minima Moralia, Londres, Verso, 2005, p. 218. 11 Un paralelo aquí es la manera en que tendencias opuestas del conocimiento mo­ derno —definidas como del racionalismo y el historicismo, lo analítico y lo hermenéutico, y lo progresista y lo romántico— pueden combinarse a menudo en la práctica intelec­ tual, llevando a contradicciones, disputas, ambivalencias y excesos. Dube, “Anthropology, history, historical anthropology”, pp. 10-15; véase también Dube, After Conversion.

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antes), una característica clave de estas tendencias culturales ha sido la de subrayar la diferencia entre el presente contemporáneo y las épocas pasa­ das. Por otra parte, como lo comenta Peter Childs, el modernismo ha implicado siempre “tendencias paradójicas, si no es que opuestas, respecto de las posiciones revolucionarias y reaccionarias, temor a lo nuevo y alegría ante la desaparición de lo viejo, nihilismo y entusiasmo fanático, creativi­ dad y desesperación”.12 Ahora bien, reunir los discursos de la modernidad y las articulaciones del modernism o no consiste sólo en rastrear los m odos distintos — aunque traslapados— en que cada uno ofrece un cese y una superación del pasado. Es también reconocer que las contradicciones y las controversias constitutivas del(de los) m odernismo(s) pueden sostener en alto un espejo ante las características y las contingencias conectadas de ese intenso universal de los universales dominantes: la m odernidad. Abordar de este m odo los embrollos entre la m odernidad, el m oder­ nismo y la modernización, en donde ninguno está simplemente plegado en el otro — si bien sus m utuas vinculaciones son bien sabidas— , podría tener consecuencias críticas. Sobre la base de mis propias propuestas an­ teriores, la m odernidad se considera ahora no sólo com o una idea y una ideología poderosas, sino tam bién com o portadora de historias heterogé­ neas y procesos plurales.13 Estos procedim ientos y figuraciones se rem on­ tan a los cinco últimos siglos y se entrelazan de m anera crítica, en form a tal que tanto los m odelos de la modernización com o los m ovimientos del m odernism o aparecen como com ponentes esenciales — si bien partes re­ ducidas— en la vasta articulación de la m odernidad. El fenómeno tiene al menos dos caras, cada una insinuada en la otra. Por un lado, son constitutivos de la m odernidad — com o parte de un retrato familiar— , procesos de la razón y de la ciencia, de la industria y de la tecnología, del comercio y del consum o, del Estado-nación y del sujeto-ciudadano, de las esferas públicas y de los ám bitos privados, de la(s) religión(es) secularizada(s) y del(de los) conocim iento(s) desencantado(s). Cabe subrayar que es necesaria la vigilancia respecto al inter­ m inable despliegue de estos desarrollos com o historias heroicas. En vez de cuentos teológicos sobre la m archa de la m odernización/m odernidad, dichas historias deben ser, en efecto, desentrañadas com o narrativas más 12 Peter Childs, Modernism: The New Cultural Idiom, Nueva York, Routledge, 2000, p. 17. 13Véase, por ejemplo, Dube, Stitches on Time'; Dube, After Conversion, y Dube (ed.), Enchantments o f Modernity.

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accidentadas, del m ism o m odo que los m odelos de m odernización se consideran parte de los protocolos de la m odernidad. Por otro lado, aunque esto suele pasarse por alto, en el núcleo de la m odernidad tam ­ bién hay procesos de im perios y colonias, raza y genocidio, fe, que resur­ gen y tradiciones enquistadas, regímenes disciplinarios y sujetos subal­ ternos, seducciones del Estado y encantamiento de lo m oderno. Las lecciones aprendidas por la — de la— naturaleza divida, de dos caras, del m odernism o adquieren relevancia al respecto. Esto significa que así com o la m odernidad ha sido representada sin cesar dibujando una tra­ yectoria singular perfecta, sus principales procedim ientos han sido con­ tradictorios, contingentes y controvertidos: protocolos articulados de m anera persistente, aunque tam bién ellos m ism os dislocados.14 Son precisam ente estos procedim ientos los que emergen expresados por los sujetos de la m odernidad. M e refiero a actores históricos que han participado activamente en los procesos de la m odernidad: actores socia­ les que han sido sujetos d e estos procesos, así com o los sujetos q u e m o ld e a­ ron dichos procesos. En los últim os siglos, los sujetos de la m odernidad han incluido, en el sur de Asia, por tom ar sólo algunos ejemplos, a los artesanos, los cam pesinos y los trabajadores que han articulado de diver­ sas m aneras los procesos de la colonia y la época posterior a ella; en las Américas, com unidades indígenas bajo los regímenes colonial y nacio­ nal; pueblos de ascendencia africana, no sólo en aquel continente sino tam bién en diferentes diásporas en el m undo entero y, de hecho, h om ­ bres y m ujeres subalternos, m arginales y de la élite en escenarios no oc­ cidentales y occidentales. N o es de sorprender que estos sujetos hayan registrado, entre sus m edidas y sus significados, las contradicciones, las controversias y las contingencias form ativas de la m odernidad.15 Todo esto a fin de subrayar también la im portancia de los afectos y la subjetividad — por tanto tiempo privilegiados en el(los) m odernism o(s)— , en las exploraciones de la modernidad. Así ha de hacerse, y ha de evitarse considerar el(los) afecto(s) como lo Otro reprimido de lo moderno, o en­ tender al(a los) sujeto(s) como los seres soberanos.16 H uelga decir que se­ 14Dube, Stitches on Time, en particular la p. 11. 15Saurabh Dube, “Modernity and its enchantments: An introduction”, en Saurabh Dube (ed.), Enchantments o f Modernity: Empire, Nation, Globalization, Londres, Routledge, 2010, pp. 1-43. 16 Sobre el tema de los sentimientos, me pareció esclarecedor William Mazarella, “Affect: What is it good for?”, en Dube (ed.), Enchantments o f Modernity, pp. 291-309.

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mejantes m edidas son relevantes para desentrañar los procedimientos de la modernidad. En primer lugar, es bien sabido que las concepciones de la m odernidad suelen proceder visualizando el fenómeno en la imagen de los sujetos modernos (por lo general, implícitamente, hombres) euro­ peos y euroamericanos.17 Estoy indicando, por el contrario, lo inadecuado de integrar al sujeto m oderno con el sujeto d e la m odern id ad. ¿Sucede acaso que m i articulación de los sujetos de la m odernidad extiende provechosa­ mente el rango de abordajes de la m odernidad y sus participantes? M ás aún, la m ía no es la afirmación cronológica de que todos los que viven en la era m oderna cuentan como sujetos modernos. Puesto que los sujetos de la modernidad han revelado, una y otra vez, que hay distintas maneras de ser moderno, ya logrando acceso a las estipulaciones del sujeto moderno occidental, ya rebasándolas. C on demasiada frecuencia, al configurarse ellos m ism os, los sujetos de la m odernidad apenas si se han preocupado, no obstante, por el preciso sujeto moderno occidental al articular los tér­ m inos perdurables de la m odernidad. ¿Cuáles son las implicaciones de semejante reconocimiento, para la trama en distintas texturas y transfor­ maciones, de los sentimientos y las subjetividades — incluyendo de suyo experiencias, articulaciones y elaboraciones plurales del tiempo y el espacio y su engranaje— , en las consideraciones de la modernidad? Se subraya, finalmente, que hay otros sujetos modernos, además de los occidenta­ les, que encarnan una form idable heterogeneidad. ¿No sugiere esto la necesidad de repensar, en los debates sobre la modernidad, las imágenes exclusivas del sujeto moderno, tanto en las arenas no occidentales como en las occidentales?18 Sea com o fuere, espero que esté claro que las disposiciones ante la m odernidad que estoy esbozando no pretenden definir exhaustivamente esta categoría, entidad y proceso. M i propuesta es, m ás bien, abrir espa­ cios y sugerir fuentes para comentar los procedim ientos de la m oderni­ dad y sus diversas convicciones. Esto prepara el escenario para las siguien­ tes secciones, que ponen en prim er plano los cam bios contemporáneos en las hum anidades y las ciencias sociales en la consideración de lo m o­ derno, el m odernism o y la m odernidad. 17 Estoy desarrollando ideas que ya fueron planteadas en Dube, Stitches on Time. 18 Estos diversos sujetos modernos en Occidente y no-Occidente son también suje­ tos de la modernidad. Pero, una vez más, no todos los sujetos de la modernidad son su­ jetos modernos, por supuesto.

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IMPLICACIONES IMPERIALES Las ideas-entidad de la m odernidad y el colonialism o, así com o las de la Ilustración y el im perio, pueden aparecer, con excesiva frecuencia, como elementos opuestos. Así, si el dom inio colonial en territorios rem otos es visto com o frecuente representante de la interminable om isión del p o ­ tencial hum anitario de la m odernidad m etropolitana, entonces así se ve tam bién la im agen exacta del im perio que suele aparecer com o anatem a intim atorio innato a una idea inm aculada de la Ilustración. Al m ism o tiem po, en años recientes una am plia gam a de debates ha abierto temas im aginativos que han revelado una intrigante interacción de la Ilustra­ ción y el im perio, así com o una dinám ica de largo alcance entre la m o­ dernidad y el colonialism o.19 Los capítulos de la Primera Parte de este libro desarrollan estas preocupaciones de m anera específica, a su m odo. Por una parte, proyectan nuevas luces sobre los vínculos entre el imperio y la nación, la m etrópolis y las márgenes, la colonia y la poscolonia. Por otra parte, desentrañan con perspicacia im plicaciones poco estudiadas de una m odernidad im perial y las críticas controversias de un m oderno colonial. Para abrir nuestras deliberaciones, M rinalini Sinha pone en la m ira la poderosa noción de civis B r ita n n ic u s — o condición de súbdito britá­ nico— , a fin de analizar las consabidas proyecciones de la trayectoria lineal del Estado-nación. H e aquí una historia que, al parecer, se extien­ de de m odo ininterrum pido desde el Tratado de W estfalia en 1648 hasta la sanción de las N aciones U nidas de un Estado in te r n a c io n a l tras la Segunda G uerra M undial. Sinha describe cóm o, en sus form as m ás p o ­ litizadas, civis B r ita n n ic u s significaba ciudadanía imperial, y plantea que en el escenario anterior a la Segunda Guerra M undial hubo una serie de organizaciones políticas m ultinacionales y supranacionales que rivaliza­ ban con el Estado-nación. En ese entonces, la gente solía expresar sus dem andas en términos de identidad im perial — incluyendo la libre m o­ vilidad por todos los territorios “donde ondeara la U nion Jack”— y transgredía, por tanto, identificaciones exclusivamente nacionales. En este contexto, dada la vasta extensión del im perio británico, civis B r ita n n ic u s era la sola y única base convincente para aventurar peticio19 La bibliografía del tema es amplia. Para consultar dos discusiones sobre estas cuestiones, véase Dube, “Critical crossovers”, y Dube y Banerjee-Dube (eds.), Unbecoming Modern.

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nes políticas que no tuvieran carácter nacional. D ichos procesos tenían dos dim ensiones: por un lado, había que encontrar aspiraciones políticas expansivas hacia la condición supranacional de súbdito británico, y, por el otro, estaba la dificultad innata y la subsecuente negativa del gobierno británico para satisfacer dichas aspiraciones de sus súbditos. N o es de sorprender que las dem andas de civis B r ita n n ic u s com o un ideal de la ciudadanía británica que abarcaba todo el im perio naufragaran en los encalladeros de la realpolitik imperial. Resulta significativo que, en m anos de Sinha, el nacionalism o anti­ colonial no aparezca com o un m ovim iento de suyo coherente, inexora­ ble y paulatino hacia la exigencia y el logro de la independencia nacio­ nal. Se lo desentraña, en cam bio, caracterizado por un pasado más bien accidentado y lleno de historias contradictorias. D e hecho, las demandas a la condición de súbdito imperial solían hacerse en aparente infracción de la trayectoria nacionalista — a la vez política y jurídica— , interpreta­ da en form a conservadora, del m ovim iento anticolonial. C om o tal, la “independencia nacional en el m undo colonizado puede tener tanto que ver con las demandas de las propias luchas anticoloniales, com o con una desviación im perial de dichas dem andas hacia los confines m ás seguros del espacio nacional-territorial” . Bodhisattva Kar lleva aún m ás lejos — y de distintas maneras— es­ tas preocupaciones por la com pleja interacción del im perio y la nación, sobre todo al extenderlas a la proyección de las castas coloniales en lo poscolonial. Su capítulo com ienza con la historia olvidada del racismo bengalí, que tuvo m om entos cruciales durante la división (imperial) de Bengala en 1905 y el M ovim iento Swadeshi (nacionalista) que lo siguió. En pocas palabras, las b h a d ra lo k (las castas de clase m edia y alta) bengalíes se horrorizaron al haber sido agrupadas con la “prim itiva” población asamés en la división oriental de India. Se expresaron, entonces, súplicas paranoicas al Estado colonial en términos de la escarpada im posibilidad de lograr un ajuste entre la m oderna cultura civilizada del “yo” bengalí y el barbarism o incivilizado prem oderno del “otro” asamés. Lo anterior prepara el escenario en que Kar enfoca la provincia de Assam y sus dem andas de una identidad nacional. En la región, las ex­ hortaciones de Jawaharlal N ehru para dejar de lado los problem as pro­ vinciales particulares y pensar con miras a la independencia nacional fueron desafiadas con dureza por varios publicistas y políticos. Por ejem­ plo, Jnananath Bora sostuvo que los problem as considerados provincia­

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les que N ehru evocaba eran en realidad, para la población asamés, temas nacionales. En efecto, Assam no form aba parte de India antes del colo­ nialism o. H asta el dom inio imperial, la población consideraba su(s) tierra(s) desh (país/nación) m ás que p ra d e sh (provincia). En el contexto de esta discusión, Kar plantea la pregunta clave: ¿Puede comenzar la poscolonia? C om o respuesta, construye una narrativa en torno al tiem ­ po inevitablemente jerárquico de la nacionalidad india, aduciendo lo siguiente: El primero en ingresar en el orden imperial es lógicamente más moderno que el que lo hizo más tardíamente. Sólo aceptando su época autobiográfi­ ca de capital — que le permite describirse a sí misma como un proyecto coherente, autosuficiente y universal— , la nación puede insertarse en el ámbito moderno, y en la medida en que siga comprometida con los esque­ mas de mejoramiento de la capital, los espacios anacrónicos seguirán sien­ do su condición vital de posibilidad. Es decir, la m oderna construcción de la nación está im plicada sin remedio en la identificación de “espacios anacrónicos”, en particular de lo provincial. Lo provincial se expresa a sí m ism o, a su vez, en términos de una sensibilidad nacional y, por consiguiente, identifica sus provin­ ciales particulares, sus propios espacios anacrónicos. Todo intento de “desprovincializar” en apariencia las entidades y las identidades políticas se expresa, en efecto, en términos de convertirse en una nación. C om o era de esperarse, al otro extremo del espectro, la nación se aproxim a a su “otro m ítico”, a saber, el im perio anterior. El orden territorial colonial se aloja con firmeza en el núcleo de la form ación espacial nacional. Si bien esto sirve para diferir de m anera congénita el comienzo de lo poscolonial, subraya asim ism o la centralidad de las identificaciones anacrónicas con la m odernidad nacional(ista). A continuación, Rohan D eb Roy retrocede al orden imperial, na­ rrando los pasados de una sim biosis patológica de m edicam ento y enfer­ m edad, a fin de explorar con gran im aginación la com pleja im bricación de la m edicina, el “paludism o” y la m odernidad. U na etiología discursi­ va desde el sentido com ún sostendría que el paludism o en la Bengala del siglo XIX era una m etacategoría diagnóstica que encontró su terapia en el m egam edicam ento llam ado quinina. D eb Roy invierte, sin embargo, este presupuesto exponiendo, en cam bio, que la prom oción de la quini­

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na com o una panacea contra el paludism o engendró nada menos que la propia enfermedad. Esto se produjo m ediante dos procesos sim ultáneos y entrelazados. En prim er lugar, los discursos gubernamentales reunie­ ron un rango de síntom as am plio hasta el absurdo — desde “diarias m o­ lestias corporales” hasta paros cardiovasculares— , esparcidos en una vasta geografía, bajo el singular signo del paludism o. En segundo térmi­ no, estos em peños dieron lugar a inversiones masivas en el acopio de inform ación y la prosopografía patológica. En el núcleo de la narrativa escalonada de D eb Roy están esos procesos gemelos que revelan cómo los ejercicios gubernamentales imperiales no sólo se organizaron y se ejecutaron, sino que fueron obstruidos y subvertidos por una plétora de datos indom ables y las obstinadas actitudes “nativas” . Pero el capítulo de D eb Roy tam bién va más allá al enfocar distintos detractores de esta epidem iología dom inante, lo que vincula im plícita­ mente sus argum entos con consideraciones más amplias de las “tensio­ nes del im perio” que fueron constitutivas del colonialism o, la m oderni­ dad y las m odernidades coloniales. Por una parte, dentro y fuera de los espacios de disciplina “científica” y de las instituciones de m edicina co­ lonial, hubo una serie de protagonistas que em pleaban prácticas m édi­ cas, discursos e intercam bios “alternativos”, e hicieron caso om iso del alarm ism o epidem iológico dom inante. Por la otra, podían encontrarse den tro del establecimiento m édico oficial participantes internos que des­ cartaban la m anía-del-paludism o com o una exageración m édica y un obstáculo para el progreso del conocim iento científico. D e este m odo, el propio conocim iento m édico m oderno se desenvolvió a tropezones — con frecuencia en m últiples trayectorias contrarias a la intuición— , presentando paralelismos con el progreso de la tem ida enfermedad, el paludism o. Aunque con propósitos diferentes, tam bién A tig G hosh enfoca el este de India: rastrea la vida y la carrera de una figura de “K angal” poco conocida, H arinath M ajum dar. En la prim era etapa de su vida, Harinath fue editor del G ra m b a rta p ro k a sh ik a , un popular periódico del mof u s s i l bengalí de m ediados del siglo XIX. U na vez que el periódico hubo cerrado a causa de la oposición de z a m in d a r y de dificultades financieras, H arinath adoptó la vida de un cantor m ístico e itinerante, un b aul, com o a veces se llam aba él m ism o. Al hacer confluir de m anera novedo­ sa las dos vidas de “ Kangal” H arinath en un m ism o cam po de análisis, G hosh desarrolla trayectorias gemelas de argum entación.

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Para empezar, el capítulo considera la constitución de la categoría de b aul, en particular mediante las energías y las intervenciones de Harinath.

Antes de la aparición de este curioso personaje, la noción del b a u l era con­ ceptualmente difusa. Sus actividades hicieron sustantiva e incluso robusta esta categoría. M ás tarde, el legendario Rabindranath Tagore y el famoso Ksitimohan Sen convirtieron el b a u l en la categoría romántica que a la fe­ cha sigue siendo popular en Bengala (y en el m undo entero). Al mismo tiempo, al trabajar en este material, Ghosh cuestiona la noción de una modernidad colonial. A contrapelo de las tipologías de lo “moderno colo­ nial bengalí” — propuestas en form a notable por Dipesh Chakrabarty— , el capítulo plantea distintas formas de abordar y superar la noción, un con­ cepto que puede ser valioso en diversos aspectos. D e acuerdo con Ghosh, en vez de partir de una idea preconcebida de lo moderno colonial, resulta más productivo pensar en la vida de Kangal Harinath sin dicha “garantía”. D ar este paso consiste en articular los protocolos de una “historia sin garan­ tías”, que desentraña las sutiles texturas de la situación histórica de Harinath y sus diversos términos de autoexpresión, sin incorporarlos al signo de una narrativa a priori y totalizadora de lo moderno colonial (bengalí).

EXPLORACIÓN DE LAS POLÍTICAS Las figuraciones y las articulaciones de la m odernidad han sido irreduc­ tiblemente políticas. D urante los últim os quinientos años, estas políticas han dado lugar de diversas maneras a temas de (el carácter de) lo hum a­ no y lo individual, el ser y los otros, el orden y la verdad, la razón y el progreso, lo público y lo privado, la libertad y la igualdad, lo seglar y lo religioso, los derechos y el gobierno, y la econom ía y lo universal. Yendo m ucho más allá del consenso disponible, son, en realidad, la controver­ sia, la crítica y la contradicción las que desde un principio han caracteri­ zado a cada uno de estos atributos de la política en la m odernidad. C o n ­ siderando las controversias características en estos terrenos, obras recientes interconectan los im aginarios m odernos sociales y cuestionan sus supuestos constitutivos, si bien afirman posibilidades intelectuales y políticas com o resultado de dicho cuestionam iento.20 Los capítulos de la 20 Una vez más, la bibliografía sobre estas cuestiones es muy vasta. Para consultar unos cuantos estudios representativos desde distintos espectros, véase, por ejemplo, Wen-

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Segunda Parte se elaboran de m anera diversa sobre dichos im pulsos ten­ dientes al cuestionam iento y la afirmación. Reflexionan en torno a los térm inos de lo individual y la com unidad, la equivalencia y la excepción, la fe y la razón, la política religiosa y los principios seglares, la política liberal y el islam m undial, la fragm entación del poder y la democratiza­ ción de la autoridad, la herejía y la ortodoxia, y las prácticas populares y las identidades institucionales. En el prim er capítulo de esta parte dedicada a la exploración de las políticas, A nupam a Rao destaca la figura del d a lit com o el sujeto que inaugura la m odernidad política de India. Para ello, recorre las texturas y los vericuetos del pensam iento político y el activismo social de Bhim rao Ram ji Ambedkar. C om o se sabe, los afanes políticos de Am bedkar anteriores a 1947 se centraron en constituir a los d a lits en una com uni­ dad m inoritaria que estuviera a la par con la de los m usulm anes; una respuesta a la consideración colonial de las com unidades com o cuerpos de electores. U na vez convertidos en com unidad minoritaria, los d a lits podrían declarar ser un grupo de electores para exigir representación. Estos procedim ientos gemelos, constituir a los d a lits com o com unidad m inoritaria prim ero, y luego otorgarles representación política, dieron lugar a una doble dificultad para Ambedkar. Por un lado, elevar a los d a lits a la condición de com unidad m ino­ ritaria — a la par con los m usulm anes— expuso a Am bedkar a la acusa­ ción de fom entar el separatism o por ahondar la división ya existente entre hindúes y m usulm anes. Él se hallaba preocupado por esta situa­ ción, puesto que el separatism o no era una opción política viable para los d a lits , cuyos m iem bros estaban dispersos por todo el sur de Asia, a diferencia de los m usulm anes, que estaban concentrados en regiones particulares. Por otro lado, un segundo cargo m ás grave dirigido contra Ambedkar, en particular por parte de M .K . Gandhi, se tradujo en las dy Brown, Politics Out o f History, Princeton, Princeton University Press, 2001; John Gray, Two Faces o f Liberalism, Nueva York, The New Press, 2000; Stephen K. White, Sustaining Affirmation: The Strengths o f Weak Ontology in Political Theory, Princeton, Princeton University Press, 2000, y David Scott, Conscripts o f Modernity: The Tragedy o f Colonial Enlightenment, Durham, Duke University Press, 2005. Véanse también Ian Baucom, Specters o f the Atlantic: Finance Capital, Slavery, and the Philosophy o f History, Durham, Duke University Press, 2005; David Scott, Refashioning Futures: Criticism after Postcoloniality, Princeton, Princeton University Press, 1999, y Charles Taylor, A Secular Age, Cambridge, Mass., The Belknap Press de Harvard University Press, 2007.

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siguientes preguntas: Si los d a lits eran gente degradada y desfavorecida, ¿cuál era la razón política para constituirlos en una com unidad m inori­ taria y otorgarles representación separada, sobre todo cuando semejante acto no podría sino objetivar su abyecta realidad? ¿No debería dirigirse, entonces, una estrategia ética bien pensada a mejorar, superar y trascen­ der su debilidad y sus penurias sociales? Ahora bien, Ambedkar teorizó su “comunidad minoritaria” como una sección de la sociedad y la política en India degradada, maltratada y desfa­ vorecida en exceso a lo largo de la historia. N o sólo presentó el orden de castas como una form a de involución de la división clasista, sino que des­ cribió la intocabilidad como el principio cohesivo central de la sociedad de castas, y propuso que el odio compartido de los intocables era la única base de la unidad de unas castas que de otro m odo serían antagónicas. Si bien esta formulación otorgaba concreción a los intocables como comunidad, los concebía como un principio negativo del orden de castas. Pero ¿podía semejante com unidad de sufrimiento, interpretada de m odo tan negativo, tener valor político? ¿No fue precisamente su carencia lo que hizo a los d a lits invisibles, incluso como seres humanos, ante los poderes regentes? D e acuerdo con Ambedkar, la situación sólo podía rectificarse reclamando un derecho universal a la política. Sus estridentes demandas de representa­ ción política para los d alits requerían, no obstante, que ésta fuera equ itativa y separada. Fue así como Ambedkar entretejió la lógica liberal convencional de equivalen cia con una lógica compensatoria de excepción, con base en la degradación histórica de los d a lits . Tramando su camino con destreza por medio de la negociación de Ambedkar de los cargos y los desafíos que en­ frentó, Rao hace una presentación convincente de las implicaciones más generales de la lucha de los líderes dalits para conferirle valor político a su comunidad. En pocas palabras, recurriendo a la vez a la lógica de equiva­ lencia y a la de excepción, Ambedkar expuso la “ficción animada” del libe­ ralismo político euroamericano, de la universalidad del sujeto individual con derechos como la unidad elemental de la política. D espués del capítulo de B.R. Am bedkar sobre la política, O tras m o ­ d e rn id a d e s prosigue con una exploración de la religión de M .K . Gandhi. A quí, un rompecabezas putativo proporciona la llave de entrada al capí­ tulo de A jay Skaria. A lo largo de su carrera política, G andhi insistió en que no podía haber “política sin religión” . H acia finales de la década de 1940 llegó, no obstante, a defender la separación del Estado y la reli­ gión. Es fácil trazar la ruta de este cam bio, orientada por la evolución

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política del subcontinente, y explicar la posición posterior de G andhi en relación con la violencia religiosa y los disturbios com unitarios que pre­ cedieron, acom pañaron y siguieron a la Partición. Al m ism o tiempo, Skaria plantea que dicha insistencia sim ultánea en la política religiosa y en los principios seglares no era contradictoria. Insiste en que, para en­ tender este entrelazamiento, debem os com prom eternos con lo que po­ dría denom inarse la religión de Gandhi. Para G andhi, el “concepto seglar de lo hum ano” se basa en un atri­ buto fundam ental de la civilización m oderna, a saber, producir — y vivir con— verdades racionales e iterables. D entro de este m arco de definicio­ nes, la civilización m oderna permite m oralm ente que se ejerza violencia extrema contra determ inadas especies y contra otros seres hum anos, una vez que se descubre que éstos contravienen la libertad y la igualdad de la hum anidad y son, por consiguiente, irracionales. Así, “incluso cuando las tradiciones seglares le extienden al otro una igualdad abstracta, ésta se ve socavada por la insistencia en que la igualdad plena precisa del ejercicio de la razón” . G andhi se opuso a esas huecas dem andas de igual­ dad subyacentes en el núcleo de las m odernas civilizaciones seglares, con otra concepción. La suya era una noción de igualdad distinta e insepara­ ble de la religión. Para G andhi, en efecto, la igualdad sólo puede conce­ birse de m anera religiosa. Skaria llam a a este intento de novedosa reela­ boración del concepto de igualdad, el “laicismo religioso” de Gandhi; “lo que G andhi aventura en H i n d S w a r a j y en otros textos es, en sí, nada menos que otro concepto de religión donde ésta nom bra la práctica de la finitud. Esta finitud da lugar a una igualdad m uy diferente, que bien podría llamarse igualdad inconm ensurable” . D e acuerdo con el análisis incisivo, im aginativo y fascinante de Skaria, la “finitud” o límite (h ad h ) de que habla G andhi tiene una estrecha relación con la fe absoluta: la fe com o “reconocim iento de la form a en que la intervención hum ana es lim itada y siempre puede ser superada por ‘los actos de D io s’” . Al m ism o tiem po esta fe, aunque absoluta, está m arcada por una profunda hum ildad. Está constituida por — y consti­ tuye, a su vez— una relación singular con D ios, una relación que se niega a hacer declaraciones epistem ológicas u ontológicas. Esto se debe a que sem ejante base epistem ológica y ontológica de la fe produciría “verdades” beligerantes que llevarían inexorablemente a conflictos con otras “verdades” de origen similar. Así, en el esquem a de Gandhi, la finitud de la fe posibilita una singularidad a la que se sostiene en el límite,

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del m ism o m odo que tal singularidad engendra igualdad. G andhi no echa por la borda la “razón” . Por el contrario, la sostiene con perseveran­ cia, pero para replantear en form a crucial la relación entre fe y razón. Para Gandhi, “la fe com ienza donde la razón falla. Esto es, la fe está m ás allá de la razón”. L a razón debe ser santificada por la fe. Tal es la tarea de una política religiosa ética insertada en nuestro horizonte contem porá­ neo para repensar la naturaleza de la m odernidad. Faisal Devji explora en diferentes registros temas relacionados. C uestiona la asociación a priori de los em peños islám icos y la política fundam entalista, destacando las tensiones y los límites de la política li­ beral. D evji sostiene que los principios en que se fundan el Estado-na­ ción y el liberalismo político tienen que ver con un proyecto de sustitu­ ción de la religión. Sin em bargo, esta clase de nacionalism o liberal — o liberalismo nacionalista— aparece m arcado por una curiosa com pren­ sión de principios tales com o la tolerancia, que son inherentes a la polí­ tica liberal. Sólo habrían de ser tolerados los individuos que fueran ellos m ism os tolerantes. Esto significa que el Estado-nación va a tolerar sólo a las m inorías que ya sean siempre tolerantes con la m ayoría nacional y sus directivas sociojurídicas m ayoritarias. El Estado liberal espera, por consiguiente, que un pueblo m inoritario sea perfectamente tolerante, incluso frente a provocaciones e insultos a su fe. Aquí, D evji enfoca dos acontecim ientos contem poráneos y un texto fundam ental. Los aconte­ cim ientos son las protestas m undiales de los pueblos m usulm anes contra L o s versos satán ic o s de Salm an Rushdie, en 1989, y protestas similares contra la publicación de caricaturas del profeta M ah om a en el periódico danés Jy llan d s-P osten , en 2005. El texto en cuestión es W asiyyat N a m a h del ayatolá Jom eini (Khom eini). A lo largo de la exposición, D evji reve­ la la relegación de supuestos liberales conocidos. Para empezar, en las controversias en cuestión, las protestas em plearon un vocabulario, no del fundam entalism o religioso, sino del liberalismo político, y adquirie­ ron tam bién dim ensiones m undiales. Tanto en L o s versos satán ico s como en el Jy llan d s-P o sten , el Estado-nación se vio rebasado: m ás allá de la orquestación m undial del disentim iento m usulm án, fracasó en su inten­ to de intim idar a la m inoría nacional. C onfrontado por una ciudadanía m usulm ana san s fro n tieres, fue, en efecto, el Estado-nación el que se vio, paradójicam ente, forzado a tom ar el papel de una minoría. Sem ejante surgim iento de una ciudadanía m undial de m usulm anes tiene un estrecho vínculo con los procesos m undiales de globalización;

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D evji establece una sugerente identificación de este m om ento m undial con acontecim ientos históricos sintom áticos com o el alunizaje de Neil A rm strong y el incremento de armas nucleares en el arsenal m undial. Ante el peligro del abandono potencial del planeta y de un holocausto nuclear, la hum anidad se unió de una m anera sin precedentes en el m ie­ do com partido a la aniquilación total. Este pesim ism o asociado al fin del m undo determ inó el debilitam iento de las fronteras nacionales, pues los estados-nación com o entidades políticas estrechamente circunscritas ya no podían ser garantía ante un apocalipsis m undial. N o es de sorprender que el sentir apocalíptico prevaleciente fortaleciera las religiones del m undo, tales com o el islam. La globalización del islam fue posible “por­ que no está anclado ni a una autoridad religiosa institucionalizada como una Iglesia, ni a una autoridad política institucionalizada com o un Esta­ do. Es, en efecto, la continua fragm entación — y, por consiguiente, la democratización— de la autoridad en el m undo del islam, lo que podría dar cuenta de la m ilitancia de su globalización”. Resulta incluso más significativo que las m anifestaciones que Devji com enta no hayan con­ sistido tanto en un lanzamiento de la sonora llam ada de “islam en peli­ gro”, com o en la trem enda expresión de dolor, de una sensación de vio­ lación de los valores liberales. En realidad, am bos acontecim ientos buscaban representar a M ahom a no tanto com o el Profeta del islam, sino com o un ciudadano del m undo y un hom bre de fam ilia cuya pro­ piedad civil había sido ultrajada. Las manifestaciones fueron de carácter democrático y jurídico, y en ellas se empleó una retórica extraída de penetrantes expresiones de liberalismo político. Al m ism o tiem po, al si­ tuar estas categorías liberales de dem ocracia y sociedad civil en un con­ texto m undial — más que nacional— , las protestas tam bién las am plia­ ron y se invistieron de una universalidad a la que el propio liberalismo había aspirado, pero aún no lograba alcanzar. El custodio convencional del liberalismo político, el Estado-nación, se vio así desafiado por su propio lenguaje liberal, expresado ahora con una fuerza m ucho m ayor. En otras palabras, en las m anifestaciones m undiales en favor del islam m undial se cuestionaron y confrontaron la política liberal y el Estadonación no por su pasado sino por su futuro. En el siguiente capítulo, Ian Bedford propone una interpretación distinta de las cuestiones de la m odernidad nacional, sirviéndose de m a­ terial de la política y la sociedad del Pakistán m oderno. Plantea, así, que tras el desm em bram iento del Im perio otom ano después de la Primera

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Guerra M undial, y luego del surgim iento de Turquía com o un moderno Estado-nación seglar, los logros de M ustafa Kem al “A taturk” se convir­ tieron en una especie de “m odelo” que debía ser em ulado por los estados islám icos en todo el m undo. Bedford sostiene, al m ism o tiem po, que la seglarización de la identidad islám ica nacional bajo el gobierno de Ataturk estuvo acom pañada por un énfasis alternativo en la identidad étni­ ca, de tal suerte que el islam fue reemplazado con un nuevo orgullo por la “turquía-eidad” com o parte de un vigoroso proyecto de construcción de la nación. En este contexto, el capítulo aborda las ironías y las am bi­ valencias de la política en Pakistán. Aquí, tanto el gobierno del general Ayub Khan com o el de su sucesor elegido democráticam ente, Zulfikar A li Bhutto, parecen acercarse al m odelo de Ataturk, pues am bos gober­ nantes prom ovieron, aunque tibiamente, versiones de laicismo. En cam ­ bio, el régimen del general Zia-ul-H aq parece ir contra dicho m odelo, en especial a partir de que el islam suní ortodoxo recibió un gran estím u­ lo durante su gobierno. Pero Bedford propone que tales suposiciones deben repensarse aproxim ándose al m odelo de Ataturk, considerando que está constituido tanto por atributos de la dinám ica seglar com o por aspectos de la reconstitución étnica. Es bien sabido que el general Z ia se apoderó del Estado mediante un golpe m ilitar en 1977. U n año después, el sha de Irán fue depuesto en una “revolución” encabezada por el ayatolá Khom eini. El general Z ia previó la necesidad de apaciguar a los U la m a de línea dura y crear una base de apoyo para él entre la facción ortodoxa m inoritaria en Pakistán, proporcionándole a esta últim a una m uy anhelada oportunidad. Ahora bien, en cuanto a las creencias religiosas, Pakistán estaba representado sobre todo por m odos de práctica “sincréticos” de estilo sufí, así como por un núm ero considerable de seguidores del credo chiita — una matriz de prácticas islám icas que Bedford llam a “el islam popular”— . En este escenario, la iniciativa del general Z ia permitió a los conservadores sunitas desafiar al islam popular tachándolo de herético e hindú, y reem pla­ zarlo con una nueva identidad de Estado ortodoxa. El general Z ia no puso al día, a propósito, la sociología religiosa de su país, pero eso fue lo que sucedió cuando desató fuerzas que luego fue incapaz de controlar. Así, en Pakistán, un islam reemplazó a otro islam: una fe de línea dura ortodoxa sustituyó form as am orfas de práctica m usulm ana popular. En vez de un orgullo étnico recién descubierto por ser pakistaní, una ver­ sión más rígida y conservadora de la base existente de identidad popular

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inauguró el Estado m oderno en Pakistán. Ésta es la ironía que subyace en el Estado pakistaní contem poráneo que conocem os.

CULTURAS CRÍTICAS Adem ás de las im plicaciones de la política, las estipulaciones de la cultu­ ra han sido decisivas en los esbozos de la m odernidad. Para empezar, los m apeos espaciales y las m edidas tem porales de Occidente y no-O cciden­ te han descansado sobre una trayectoria tem poral y un eje cultural entre­ lazados uno con el otro; una m atriz que dice ser normativamente neutral pero que es, de hecho, profundam ente jerárquica. N o es sólo que la noción de m odernidad com o ruptura con el pasado escinda los m undos histórico y social en lo tradicional y lo m oderno, objetivando aún más otras oposiciones tales com o aquellas entre el ritual y la racionalidad, el m ito y la historia, o la m agia y la m odernidad. Es tam bién que los pro­ cesos exactos m ediante los cuales estas oposiciones se hacen ontológicas o m undanas producen jerarquías de la alteridad: desde variedades de salvajes, bárbaros y prim itivos hasta fases de la civilización que aún care­ cían de los fundam entos clave de la razón, y de ahí en adelante, al estado m aduro y la fase racional de la m odernidad europea, lo que representa la cúspide de la cultura, las metas del tiem po y los finales de la historia.21 N o es de sorprender, pues, que las disciplinas académ icas — y sus divisiones precisas— hayan tenido un im portante papel en dichos pro­ cedim ientos: por ejemplo, en las im plicaciones de las ciencias sociales en las racionalidades gubernamentales, el acoplam iento de la escritura de la historia con la nación m oderna y el lugar central de la “fisura salvaje” y el “nicho nativo” en las elaboraciones de la antropología.22 Al m ism o tiem po, la historia de estas disciplinas no sólo ha sido contradictoria, 21 Dube, “Modernity and its enchantments”, en particular las pp. 2-8. 22 Por ejemplo, Immanuel Wallerstein, Unthinking Social Science: The Limits o f Nineteenth Century Paradigms, Londres, Polity Press, 1991; Michel-Rolph Trouillot, “Anthropology and the savage slot: The poetics and politics of otherness”, en Richard J. Fox (ed.), RecapturingAnthropology: Workingin the Present, Santa Fe, NM, School of American Research Press, 1991, pp. 17-44; Dube, “History, anthropology, historical anthropology”. Véase también Immanuel Wallerstein, Open the Social Sciences: Report o f the Gulbenkian Commission on the Restructuring o f the Social Sciences, Stanford, Stanford University Press, 1996.

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sino tam bién controvertida, m oldeada por la tram a de lo analítico y lo herm enéutico, lo progresista y lo rom ántico, y lo racionalista y lo afecti­ vo. Llevando m ás allá dichas controversias, los capítulos de la Tercera Parte, “ Culturas críticas”, escritos todos por etnógrafos, trasladan el foco de la antropología del terreno de la tradición a los sujetos de la m oder­ nidad. Por consiguiente, piensan detenidamente, de diversas maneras, los im perativos de la madurez, la m aduración y el “m adurar”; de las se­ ducciones gubernamentales, las identidades nacionales y las “identifica­ ciones” íntimas; de la planeación del Estado, sus atributos afectivos y una “m odernidad activista”, y del conocim iento antropológico, las iden­ tidades cotidianas y las culturas contem poráneas. Desde la Ilustración europea de los siglos XVII y XVIII, la m oderni­ dad ha sido a m enudo asociada a un proceso lineal inexorable de m adu­ rar y m aduración. Siguiendo a Kant, el estado de ser “in” o “no m oder­ n o” — y, por consiguiente, de ser “inm aduro”— está m arcado por “la incapacidad de usar el propio entendimiento sin la guía de otro”. Por otra parte, de acuerdo con la línea de interdicciones hegelianas, la m adu­ ración hacia la m odernidad debe disociarse de las transform aciones en la naturaleza: aquélla im plica la intervención hum ana y, a diferencia de los ciclos naturales, sigue una trayectoria de cam bio lineal y progresivo. A quí han de encontrarse condiciones de progreso — dictadas por el telos de la historia— que llevan a los individuos, a las culturas y las civiliza­ ciones a su cenit potencial, la etapa sobresaliente de un m oderno m adu­ ro. A nand Pandian pone en duda estas distintas proyecciones de la m a­ duración hacia la m odernidad sirviéndose de m aterial histórico y etnográfico del valle de C um bum , en el sur de India. Para empezar, la situación colonial produce, de suyo enigm as críti­ cos: después de todo, siguiendo la lógica imperial, el colonizado puede aspirar a m a d u r a r hacia la m odernidad sólo con la g u ía de los regímenes coloniales. Si bien esto desacredita inherentemente el criterio kantiano de m odernidad y m adurez para las colonias, Pandian lleva aún m ás allá la exploración del tem a de la m aduración, yuxtaponiéndolo al p a k k a v a m tamil, o “m aduración”, en los contextos agrario y am biental particulares de su trabajo de cam po. C om o término y concepto, la m aduración se refiere tanto a la calidad de la tierra y su potencial para producir cose­ chas, com o a la m aduración m oral de los actores hum anos; un intercam ­ bio incesante que se dem uestra con claridad en los proverbios populares. Al llevar “a un m arco com ún el desarrollo potencial del individuo y la

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naturaleza”, el capítulo evidencia tam bién la debilidad de la distinción hegeliana entre los ciclos naturales y la historia hum ana. Lejos de ex­ cluirse entre sí, en el texto de Pandian las transform aciones naturales y el desarrollo hum ano se m anifiestan com o co-constitutivos, m arcados por una contingencia ineludible, “situaciones de encuentro, accidente y azar”. Por últim o, en el contexto del valle de C um b u m no hay necesaria­ mente un juicio de valor vinculado al proceso de m aduración. “L a evi­ dencia de m adurez — o de su ausencia— no exige ni reconocim iento del logro ni condena del fracaso.” ¿No indica esto, acaso, consideraciones clave sobre la ineludible pluralidad de los individuos m odernos en el m undo poscolonial? La configuración de los individuos m odernos en los términos de una m odernidad política y una gobernabilidad poscolonial constituye el corazón del siguiente capítulo, la digresión de Véronique Bénéi hacia la experiencia de los ciudadanos y los individuos, la educación y la nación, la escuela y el Estado en India occidental. El punto de partida es el papel central de las “m isiones pedagógicas” en los proyectos de m odernidad, papel tal que las escuelas han sido “un lugar privilegiado para probar, e incluso im plantar proyectos — no im porta cuán utópicos— de ciudada­ nía” . Por un lado, Béné'i propone una dinám ica crítica entre la produc­ tividad de poder del Estado-nación y las prácticas representativas de los súbditos-ciudadanos en la interpretación activa de la identidad nacional. Por el otro, propone una extensa interacción de la naturaleza fluida y contingente de las identidades y los procesos de “identificación” que producen — tanto en el corto com o en el largo plazo— nociones esencialistas “casi cristalizadas” de pertenencia colectiva. Son estos procesos de identificación con la nación lo que el sistem a escolar estatal fom enta y promueve, incluso m ediante conocidos proce­ dim ientos de adoctrinam iento ideológico y un asiduo inculcar por m e­ dio de las facultades sensoriales de la vista y la visión. Al m ism o tiempo, la reproducción de un m undo auditivo com partido tiene un papel cru­ cial en estos terrenos para producir al ciudadano de la nación m oderna. Así, las canciones que glorifican el m ovim iento nacionalista y la nación poscolonial buscan inculcar de m odo sistemático una identidad nacio­ nal en los jóvenes en edad escolar. D e acuerdo con Béné'i, estos protoco­ los desestabilizan el m oderno binario convencional de lo “público” y lo “privado”, pues la im placable (re)configuración del universo sensorial del niño — com o del adulto— a m enudo permite que una agenda de

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gran alcance en favor de la nacionalización se instale sobre los polos putativos de la dicotom ía. D e lo anterior se deriva tam bién que el capí­ tulo apunta a “los peligros ideológicos inherentes a todo proyecto m o­ derno institucional — y educativo en particular— del Estado-nación, especialmente cuando los poderosos recursos sensoriales de los que se vale permanecen inadvertidos”.23 L a planificación prudente por parte del Estado es el cam ino racio­ nal a la m odernidad de una nación m ediante su m odernización. La planificación fam iliar — o la persistente organización racional por parte del Estado-nación de la fam ilia nuclear ideal— tiene aquí un papel fundam ental. N o es de sorprender que en 1951, durante el gobierno de Jawaharlal N ehru, la nación india independiente adoptara la planifica­ ción fam iliar com o política estatal oficial, lo que fue m otivo de júbilo entre los planificadores y sus partidarios por la pronta llegada de la m odernidad a India. Al m ism o tiem po, com o lo sostiene K alpan a Ram , la aparente im pasibilidad del discurso racionalista científico de planifi­ cación se ve interrum pido — fracturado, de hecho— por la “explosión de sentim ientos” entre los planificadores y los dem ógrafos individuales. Lo que R am busca es recuperar el cuerpo oculto de estos “intelectuales” — burócratas, planificadores, dem ógrafos— en el proceso de la planifi­ cación familiar. La autora dem uestra con destreza que, lejos de ser un proceso desapasionado, la planificación fam iliar está atravesada por la 23 Atig Ghosh ha llamado mi atención sobre dos temas relativos a los argumentos de Bénéi. Por una parte, el capítulo tiene cierta autocrítica incorporada. El caso de Bénéi indica que al perseguir asiduamente su meta de producir una ciudadanía nacional, la educación marathi suele engendrar, al mismo tiempo, un poderoso sentimiento de iden­ tidad regional, en particular porque el sensorium del ciudadano-en-formación está estre­ chamente vinculado a una estridente historia regional y su sistema simbólico concomi­ tante. Por otra parte, a Atig le parece que el capítulo de Bénéi, en particular hacia el final, tiene implicaciones escalofriantes. Éstas se deben al hecho de que en el análisis clásico, los procesos de “identificación” se dan supuestamente en tres distintos niveles: primero, la familia; segundo, “las instituciones profesionales, confesionales y de otro tipo, entre las que podemos citar a las escuelas”, y, en tercero, la comunidad/nación hegemónica. Aquí, el fascismo implica la contracción del primer y el tercer niveles de identificación para fusionarse en el segundo. De acuerdo con el análisis de Bénéi, la educación escolar como segundo nivel de identificación se une a lo familiar (o privado) y a lo comunal/nacional (o público), para colapsarlos en ella misma, en particular mediante su movilización del mundo sensorial. Si bien la propia Bénéi se muestra renuente a seguir las implicaciones de su argumento, Atig se pregunta si su material apunta, de hecho, hacia un proyecto clásico de formación fascista.

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respuesta de los actores individuales a la población que tienen a su al­ cance. Por “ ánim o” se entiende aquí la energía asociada a proyectos de la m ás pública índole, com o el m om ento necesario de cualquier prácti­ ca institucional que aspire a la eficacia nacional y, por consiguiente, distinto de las em ociones propias de la conciencia individual. El tono y la textura del ánim o dependen, por su parte, del “estado de ánim o” que im pregna el proceso de planificación, lo que apuntala de origen sus m odalidades. En vísperas de la independencia india, este estado de ánimo se expre­ só com o un enorme entusiasmo por un futuro aún distante pero realiza­ ble. El Estado se sostenía, en efecto, en la esperanza de que sus “intelec­ tuales” y su “gente” trabajaran juntos por la m utua realización de una m odernidad distintiva. N o obstante, conforme la euforia de la era de N ehru se desvaneció, los planificadores se encontraron a m enudo con que sus propósitos contravenían los de los individuos en general. Su esta­ do de ánimo se trastocó en desconfianza. Tuvieron la creciente sensación de que el pueblo de India, sus innumerables millones, no sabían lo que les convenía. U na susceptibilidad cada vez más negativa determinó el ánimo prevaleciente respecto de la planificación familiar, y su carga em o­ cional se expresó como m iedo y frustración. Al m ism o tiempo, este áni­ m o cambiante en el proceso de la planificación estuvo lejos de ser incisi­ vo. Ahora, la población objetivo de la planificación familiar reelaboró y adaptó con rapidez elementos ideológicos de m odernos program as esta­ tales para adecuarse y servir a sus propios intereses, reconfigurando así el significado del m atrim onio, la m aternidad y las relaciones sexuales, con base en “la contagiosa explosión de la m odernidad activista” . N o sólo la planificación estatal, sino tam bién el conocim iento an­ tropológico, se han convertido en elementos integrales de la identidad cotidiana de los ciudadanos, los súbditos y el público en general, tema que Townsend M iddleton explora con gran im aginación en O tras m o ­ d ern id ad es. C on el foco puesto en las dem andas — exitosas y no exito­ sas— de una población particular para obtener el estatus de tribu prote­ gida, su capítulo considera tanto el estado etnográfico de procedencia imperial, com o las im plicaciones relevantes de dichas form aciones para un im aginario poscolonial. Así, los procesos de la m odernidad se revelan com o una objetivación de las categorías de tradición, religión y com uni­ dad m ediante la “antropo-lógica” : la asidua absorción y la articulación inestable del conocim iento antropológico en concepciones e identifica­

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ciones cotidianas. Lo que no es de sorprender, puesto que las form acio­ nes de la m odernidad no pueden sostenerse sin la presencia im aginaria — aunque tangible— de identidades “tradicionales” a la m anera de un incesante contrapunto que consiste en el contraste y la contraposición. Si el siglo XIX fue, en efecto, una época en que la “historia” tom ó con­ ciencia de los m undos sociales — com o Sudipta Kaviraj, entre otros, nos lo ha recordado— , ¿no se puede decir lo m ism o — se pregunta M iddleton— de la “antropología” de nuestra tiempo? Si hoy la cultura, la tradi­ ción y la identidad están al parecer en boca de todos, ¿no está entonces la antropología en todas las mentes?

ARTES INQUIETANTES L a m odernidad y el m odernism o, com o ya se había señalado, no debe­ rían colapsarse juntos a la ligera: la prim era sugiere procesos más vastos, históricos e ideológicos, que incorporan las tendencias del segundo com o uno de entre sus distintos com ponentes convincentes. Al m ism o tiem po, agrupar la m odernidad y el m odernism o com o partes de un cam po com ún de exploración y de entendim iento puede tener graves consecuencias. Por un lado, el reconocim iento de que am bos se carac­ terizan por la contradicción, la controversia y la contingencia, si bien de órdenes distintos aunque traslapados, sugiere la necesidad de lecturas m ás fracturadas y m enos im pecables de estos fenóm enos. Por otro lado, observar que la m odernidad y el m odernism o com parten tam bién tra­ yectorias sustanciales — que propician, por ejem plo, incentivos del m ercado y la nación, afirmaciones del diseño abstracto-racional y su otro constitutivo-m enoscabado, y form aciones de subjetividad y am bi­ valencia— destaca la im portancia de plantear preguntas novedosas y perseguir pistas im previstas en el análisis contem poráneo. En su con­ jun to, este cúm ulo de consideraciones revela que la m odernidad y el m odernism o están constituidos, cada uno, por la intrigante interacción de la estética y la política, la identidad y la econom ía. Por otra parte, am bos siguen insinuándose en diseños para el desarrollo que se desba­ ratan, aunque los sostienen interrupciones im provisadas. Lo que está en juego es, por últim o, las reconsideraciones críticas de la subjetividad, el afecto, la form a y la cotidianeidad, que cuestionan la com prensión del m odernism o y la m odernidad, tanto en Europa com o en el sur de Asia,

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O ccidente y no-O ccidente. A lgunas de estas preocupaciones cobran vida en los siguientes capítulos sobre la publicidad, el diseño y el arte en India. En el prim er capítulo de la C uarta Parte, Arvind Rajagopal asienta en su contexto el desarrollo de la publicidad en la India del siglo XIX, poniendo en prim er plano su lógica política y económ ica. En la econo­ m ía protegida de la era de N ehru, las agencias publicitarias m ultinacio­ nales atendían exclusivamente la capacidad de consum o de las clases urbanas. N o tenían la necesidad de detectar las aspiraciones ni las nece­ sidades del m ercado indígena. D e m odo que el abism o que existió du­ rante la era colonial entre la publicidad dirigida a la élite urbana y su equivalente en lengua vernácula se m antuvo hasta la década de 1980. Pero esto cam bió de m odo drástico por dos hechos ocurridos en esos años: primero, la propagación de la televisión, y segundo, la liberalización del m ercado. La intensificación de la com petencia en un mercado que ya no estaba protegido, aunada a un crecimiento geom étrico del público destinatario de la publicidad en televisión, condujeron a la bús­ queda de nuevas estrategias de m ercadotecnia. Ésta fue tam bién una época m arcada por el ascenso de la derecha hindú, que desafió la hege­ m onía política del Partido del Congreso forjando un nuevo lenguaje de política popular que se sirvió de la religión y el ritual hindúes. C on side­ rando su abrum adora dependencia de las tendencias políticas, la indus­ tria publicitaria apeló a esa incipiente versión de la retórica popular para forjar su propio repertorio de imágenes hindúes com o parte de un régi­ m en visual am pliado y unificado. Rajagopal sostiene que en el contexto de la liberalización económ i­ ca, la conversión de los súbditos en ciudadanos no sólo preocupa a la nación sino tam bién al m ercado, en particular en los m edios publicita­ rios. Al m ism o tiempo, el alcance de dicho proyecto debe delimitarse, pues la publicidad es, a fin de cuentas, un parásito de la política nacio­ nal. D e ello se deriva que, aunque los anuncios son instrum entos para prom over form as m odernas de identidad y conciencia, al final es en el ám bito político donde, en últim a instancia, “la lógica que desencadenan puede hallar solución” . Rastreando las com plicadas im bricaciones de la industria publicita­ ria y la econom ía política, Jaideep Chaterjee dirige su atención al “dise­ ño”, que se proyecta popularm ente com o un m edio transparente y neu­ tral. C on dem asiada frecuencia el diseño aparece, en efecto, com o el

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dom inio del científico-racional experto, que lo concibe en térm inos abs­ tractos y lo realiza en concreto, a fin de cuentas, a través de un entorno m ejorado, construido materialmente. El escrutinio de Chaterjee del di­ seño com o concepto revela, sin em bargo, su form idable acepción m o­ dernista, cargada de ideología y m uy im plicada en el proyecto de lo m oderno nacional. C on una potente “m entalidad desarrollista” que ani­ m aba a todos los estados-nación m odernos, incluyendo el hindú, el di­ seño conform a el núcleo de tales visiones evolucionistas. Así, lejos de ser inocentes y neutrales, los im perativos m odernizadores del diseño lo aso­ cian de cerca con otros “universales” m odernos en que las sospechas se hacen m ás evidentes, com o el desarrollo, el progreso, la racionalidad y el nacionalism o. Así, dadas sus declaraciones de progreso lineal y raciona­ lidad científica, el diseño se contrapone sin cesar a im perativos ad hoc, a la extem poraneidad y a la im provisación, por considerarlos irracionales, arbitrarios e inútiles para el desarrollo de la nación. Estos térm inos de lo ad hoc, lo extemporáneo y lo im provisado — así denigrados por el dis­ curso del diseño— se capturan con m ayor eficiencia en la palabra hindi j u g a r y sus m últiples acepciones. Aquí, el discurso del diseño busca de­ fender su inclinación connaturalm ente neutral, científica y racional, p o ­ niendo en duda hasta m inim izar por com pleto o incluso purgar el j u g a r en los procesos y las prácticas de la planificación. A contrapelo del discurso legislativo del diseño, Jaideep Chaterjee encuentra otros propósitos y procedencia del j u g a r y sus diversas expre­ siones. Chatterjee fue m iem bro de un equipo de “desarrolladores” al que se confió la tarea de (re)diseñar “ Khirki”, una aldea urbana en Delhi. El proyecto se basó en el siguiente supuesto: si D elhi había de entrar en la liga de las ciudades globales de N ueva York, Londres y Tokio, entonces vergüenzas bucólicas tales com o “ Khirki” tendrían que diseñarse y desa­ rrollarse de nuevo. A hora bien, en cuanto participante en este proyecto de desarrollo de diseño patrocinado por el Estado, Chatterjee descubrió que las pretensiones de neutralidad y racionalidad científicas se veían m uy com prom etidas en cada paso y cada nivel de la burocracia planifi­ cadora. En pocas palabras, una parte integral del m antenim iento de un entorno de trabajo era una serie de m edidas para la adaptación y la ne­ gociación de los intereses creados de agentes de poder en “Khirki”, de presiones políticas diversas, y de la inm ensa soberbia de prestigiados ar­ quitectos. D e m odo que el edificio del diseño se vio vulnerado en su esencia por la im provisación y la necesidad de pensar sobre la marcha.

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Así, en el corazón del proceso de la planificación y los im perativos del diseño del proyecto de “ Khirki” yacían la poderosa fuerza y la densa gravedad de los protocolos del j u g a r . Resulta significativo que Chatterjee no deseche el diseño com o un j u g a r cam uflado; en cam bio, registra íntegramente la fuerza ideológica del diseño com o concepto y com o práctica. El capítulo hace un alegato distinto: “reconocer que a pesar de sus aspiraciones a la universalidad, la cientificidad, el rigor y la form alidad”, lo que asiste e inform a “el diseño (ya com o idea, com o una form a de conocim iento, o com o diseño en papel o diseño en construcción), es el j u g a r ” . Es decir, el j u g a r es el “otro” del diseño. Al final, Chatterjee lleva aún m ás lejos las im plicacio­ nes de sus argum entos al proponer que no sólo el diseño, sino todo lo que reconocemos com o posiblem ente “m oderno” — lineal, racional, progresista, científico y nacional— , está acribillado por una inoportuna im provisación. O bien, los procedim ientos del ju g a r son en esencia constitutivos de los procesos de la m odernidad. Sanjukta Sunderasan aborda en su capítulo cuestiones del m oder­ nism o en el arte hindú. Defiende la im portancia de reconocer la interac­ ción im plícita del arte y la política de la localidad y com prometerse con ella. Los dos postulados que definen el m odernism o internacional — la subjetividad artística y la form a pura— se han m antenido em bebidos en la experiencia vivida e histórica de los artistas hindúes. D e donde se in­ fiere que la dialéctica de la identidad, la m em oria y la experiencia han m arcado el m odernism o del arte hindú, confiriéndole cierta am bivalen­ cia. L a autora postula que “para abordar esta am bivalencia del m odernis­ m o hindú” se requieren al m enos dos m edidas: “soltar la rigidez de “la form a pura” y la “subjetividad profunda”, y reconocer “la persistencia de lo político, si bien en m utaciones am orfas, para representar lo moderno en el arte hindú” . Sobre la base de estas consideraciones, Sunderasan interpreta una narrativa im aginativa de lo m oderno y el m odernism o en el arte hindú. Enfocando la obra de artistas tales com o Som enath H ore y Tyeb M ehta, desentraña la productiva superposición de lo público y lo privado, y lo form al y lo social. Su recuento entreteje con destreza la exploración de estos artistas individuales con un cercano com prom iso con colectivida­ des artísticas com o el Calcutta G roup o f Artists y el Progressive A rtists’ G roup o f Bombay. La autora vincula la génesis y el funcionam iento de estos grupos — y de allí, de los propios artistas— a contextos políticos

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e históricos definidos por la Gran H am bruna de 1943, la Partición de India, la Guerra de Liberación de Bangladesh, el M ovim iento Naxalbari y el Estado de Em ergencia, revelando así las marcas y las cicatrices del cuerpo político del m odernism o hindú. En efecto, sólo tom ando las desviaciones necesarias a través de lo social, lo histórico y lo político, el m odernism o y lo m oderno del arte hindú se revelan, no sólo profunda­ m ente quebrantados, sino form ados y transform ados por las subjetivida­ des encarnadas de los propios artistas. En el últim o capítulo del volum en, Ishita Banerjee juega con la noción de lo m oderno en el contexto de la m úsica clásica india. H ace un recorrido de la historia de la m úsica india tal com o se ha inscrito en los últim os siglos; em pieza con un pasado hindú y pasa por innovaciones islámicas que dan com o resultado una rica fusión que genera una divi­ sión entre la m úsica indostanés, del norte, y la m úsica k a rn a tic , del sur. D e acuerdo con investigaciones recientes, la m úsica india deviene nacio­ nal y clásica en los siglos XIX y XX merced a los em peños de los m usicó­ logos nacionalistas. Banerjee propone que en esta historia donde se conjugan elementos prácticos y teóricos, hay una tensión permanente entre la innovación de los cantantes y los intentos de reglamentarla. D e aquí que plantee la pre­ gunta sobre cóm o entender lo moderno en la m úsica, puesto que la inno­ vación y la ruptura que ésta im plica han sido siempre parte de su historia. Por otro lado, la autora m uestra cóm o y por qué la voz es elemento clave en la expresión de la m úsica clásica, lo que tiene m ucho que ver con la im portancia en la cultura india, desde los tiempos védicos, de la declam a­ ción, del escuchar y reproducir correctamente. Banerjee sostiene que la india era una cultura oral pero de literalidad extrema, lo que concedía una gran im portancia a la voz. A finales del siglo XIX y principios del XX el peso que se le adjudica a la voz conlleva una transformación en su connotación. La autora propone, finalmente, hacer una nueva lectura de la historia de la m úsica india para reflexionar críticamente sobre nuestras percepciones de lo moderno y lo secular.

PARA TERMINAR C om o lo m uestra la exposición anterior, este volum en m apea las rutas previas y traza nuevos senderos para el debate en torno a la m odernidad

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en el sur de Asia. La obra tam bién une las diferentes regiones del sub­ continente. Y presta atención, al m ism o tiem po, a las profundidades y las superficies constitutivas de la m odernidad y sus representaciones, im ­ plicando reconstrucciones estructurales y renovaciones históricas, trans­ form aciones cosm éticas y apariencias transform adas, así com o el entra­ m ado exacto de estos atributos, cada uno igualm ente crucial para las afirmaciones y los procedim ientos de la m odernidad, el m apeo y la con­ form ación de los m undos m odernos. Todos los capítulos que figuran en el libro elaboran reconocim ientos distintos y heterogéneos, e interpreta­ ciones inesperadas de los hechos. H an de encontrarse, así, observaciones poco com unes y hechos perturbadores, que se expresan en el eco obsesi­ vo de la duda persistente, desmintiendo las certezas absolutas del regis­ tro histórico.

Pr i m

era

Pa r t e

IMPLICACIONES IMPERIALES

2. LA EXTRAÑA MUERTE D E UN IDEAL IMPERIAL El caso de civis Britannicus Mrinalini Sinha El 24 de agosto de 1924, Raka Singh Gherwal, rajput del Punjab, quien llevaba trece años viviendo en Linton, Oregon, en calidad de ciudadano estadounidense naturalizado y veterano del ejército de ese país en la Pri­ m era Guerra M undial, escribió una carta singular al coronel Josiah Wedgewood. Éste era m iem bro liberal del Parlamento en Londres y tenía cierto prestigio com o “am igo” británico de India y de su pueblo. La carta de Gherwal, escrita con errores gramaticales, contestaba a lo que él consideró la respuesta casi frívola de W edgewood a su solicitud de ayuda ante los recientes trámites del procurador general de Estados Unidos para despojarlo, a él y a otras personas com o él, de la ciudadanía estado­ unidense instaurando procesos de desnaturalización en su contra. Gherwal escribe a W edgewood: Ha indicado en su carta, señor, que la pérdida de ciudadanía no me afecta­ rá mucho; usted no puede entender, señor, lo que ciudadanía en Estados Unidos significa para mí. Como ciudadano de Estados Unidos puedo ir adonde sea si quiero, pero cuando pierda mi ciudadanía de Estados Uni­ dos, después nadie me deja ir adonde ondea la Union Jack. Me refiero a Canadá o a Australia también, donde seré súbdito de su majestad. Estoy pensando que la ciudadanía de Estados Unidos significa para mí, más que nada, razón de que me dio derecho como hombre. Y si habrá justicia, en­ tonces tengo derecho a la ciudadanía: he servido con el ejército americano y estado en este país más de trece años.1 1 Para ahondar en el caso véase Government of India, Foreign and Political De­ partment, Proceedings G, 346-G-G/24, 1924 (citado en adelante como GIFP, G), y GIFP, G, 886 de 1923, National Archives of India (n a i ). [49]

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¿C óm o debem os tom ar esta petición, un tanto peculiar? ¿Qué posi­ ción podría tener Gherwal en cuanto ciudadano indoam ericano, y por extensión an tig u o súbdito de la C orona británica, para pedir ayuda al Parlamento británico'? ¿Por qué cree Gherwal que la ciudadanía estado­ unidense, adquirida al renunciar a su condición de súbdito británico, le perm itirá — paradójicam ente— un m ayor disfrute de su estatus en cuanto súbdito de su m ajestad, con el derecho a viajar con libertad a “donde ondea la U nion Jack?” Este capítulo es una extensa m editación sobre estas interrogantes. M i objetivo es trazar un esbozo de la trayecto­ ria histórica del concepto de civis B r ita n n ic u s (la condición de súbdito británico) que alguna vez anim ó a generaciones de indios com o Gherwal, tanto dentro com o fuera de India. Es bien sabido que el anticolonialism o predom inante en India con­ vivió m ucho tiem po con una fe inquebrantable en el Im perio británico, es decir, que el anticolonialism o no había im plicado, hasta hacía poco tiem po, la dem anda sim ultánea de separación del Im perio. Pero tomar esta anécdota en serio, es decir, en sus propios términos, conlleva conse­ cuencias para nuestro convencional recuento desarrollista del anticolo­ nialism o. Porque, en prim er lugar, sugiere que nos negam os a entramar la consecuente dem anda de total independencia en 1929 en una narra­ tiva teleológica en la que aquélla aparece sim plem ente com o el desarro­ llo lógico y natural del anticolonialism o, resultado de un punto culm i­ nante en que el nacionalism o indio anticolonial alcanza su plena madurez. M i objetivo — en un proyecto m ás am plio, del que el presente capí­ tulo form a parte— es poner de cabeza esta narrativa evolucionista, es decir, plantear que la dem anda de total independencia no fue natural sino, de hecho, un desarrollo contingente, y me atrevo a decir que no necesariamente benigno, en la historia del anticolonialism o indio, que debe ser explicado. Por un lado, m i explicación consiste en el análisis de la dinám ica estructural m undial del periodo de entreguerras, al que Erez M anela llamó hace poco, de m odo sugerente, “el m om ento w ilsoniano”; y, por el otro, consiste en rastrear la trayectoria política y jurídica del concepto de civis B r ita n n ic u s , en el que Gherwal funda su solicitud de ayuda a W edgewood y al Parlamento británico.2 Así, la pregunta más 2 Manela Erez, The Wilsonian Moment: Self-Determination and the International Origins o f Anticolonial Nationalism, Nueva York, Oxford University Press, 2007.

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am plia que m otiva m i reconstrucción de la historia de Gherwal es ésta: ¿Por qué una concepción de civis B r ita n n ic u s que alguna vez fue expan­ siva (y con frecuencia equiparada — en particular en su expresión más politizada— con la ciudadanía imperial), acabó por dar lugar a un con­ cepto de ciudadanía acotado en térm inos territoriales, y vinculado a una entidad política m ás lim itada e incluso limitante: el Estado-nación? Volvamos al relato de Gherwal. El contexto inm ediato de sus males es, por supuesto, la historia de las restricciones contra la inm igración india a Estados Unidos. En 1924, cuando Gherwal escribió su carta, ya había una experiencia de al m enos dos décadas de constante inmigración india en Estados Unidos (aunque la presencia docum entada de indios orientales — término com ún para referirse a los oriundos de India— se rem onta por lo m enos al siglo xv ill).3 Los indios en Estados U nidos — en su m ayoría originarios del Punjab, estado natal del propio Gherwal— llegaron a la C osta Oeste por la C olum b ia Británica en C a­ nadá. M uchos de estos prim eros inmigrantes indios, a los que se alude genéricamente com o “hindúes” — a pesar de que la m ayoría de ellos eran sijs y un buen núm ero eran m usulm anes del Punjab— , llegaron desde otros puntos del im perio británico. Por ejemplo, m uchos eran veteranos del Ejército Indio Británico y de la Policía India Británica desplega­ dos en el extranjero, en lugares com o China, en particular durante la rebelión de los bóxers, o en H on g K ong y en los asentamientos de los Estrechos.4 A principios de la década de 1900 — en respuesta tanto a los sentimientos antiasiáticos en general, com o a la anim osidad “antihindú” en los estados del oeste, en particular— , los com isionados de Inm igra­ ción de Estados Unidos adoptaron m edidas adm inistrativas, de las que el em bajador británico en W ashington, D .C ., confesó que eran a todas luces “injustas”, para enviar de regreso a los recién llegados de India: al menos dos buques llenos de indios debieron dar m archa atrás con el ar­ gum ento de que los pasajeros tenían deficiencias de salud; m ás de doce casos fueron rechazados con el argum ento de que habían nacido en el seno de religiones — el hinduism o y el Islam — que toleraban la poliga­ 3 Véanse H. Brett Melendy, “Asians in America”, Boston, 1971, en Joan Jensen, Passage from India: Asian Indian Immigrants in North America, New Haven, Conn, 1988, y Ronald Takaki, Strangers from a Different Shore, Boston, 1989.

4Véase Melendy, “Asians in America”. Véase también Sharon M. Lee, “Racial classification in the U.S. Census 1890-1910”, Ethnic and Racial Studies, vol. 16, núm. 1, enero de 1993, pp. 74-94.

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m ia, y m ás o m enos el m ism o núm ero, por m iedo a que se convirtieran en una carga para el Estado.5 En 1914 estas m edidas tuvieron tanto éxito que el núm ero de recién llegados de India se redujo hasta casi des­ aparecer, habida cuenta de que la inm igración en C anadá tam bién se había cerrado prácticamente a los indios.6 Sin em bargo, las legislaciones de Inm igración de Estados Unidos, prom ulgadas en 1917 y de nuevo en 1924, por prim era vez incluyeron a los indios com o asiáticos para su exclusión, haciendo así ilegal toda la inm igración reciente a la Unión A m ericana procedente de India. Sin em bargo, la situación de los indios que residían en Estados U ni­ dos fue una cuestión m ás com plicada. En 1910 H .B . Balsara — parsi con una residencia prolongada— se convirtió en el prim er indio en ser naturalizado com o ciudadano de Estados U nidos.7 En 1924 m ás de cien indios recibieron papeles de naturalización com o ciudadanos estadouni­ denses, conform e a la SECCIÓN S 21669 del Estatuto Revisado de la Ley de Naturalización de Estados U nidos prom ulgada en 1870, según la cual “las personas blancas libres” y aquellas de ascendencia “africana” eran elegibles para otorgarles la ciudadanía. El poder ejecutivo del go­ bierno estadounidense y los funcionarios de naturalización apelaron en repetidas ocasiones contra estos casos, pero los diversos tribunales ju d i­ ciales fallaron todos en favor de los indios con base en que la frase “per­ sonas blancas libres” debía interpretarse com o m iem bros de la raza cau­ cásica, y que los hindúes de altas castas y otros indios de élite, com o los arios, eran caucásicos, al igual que las razas sem íticas de A sia occidental. N o obstante, la am bigüedad que rodeaba la “raza” de los indios y, por tanto, su elegibilidad para la naturalización com o ciudadanos estadouni­ denses, nunca se resolvió por com pleto y fue continuam ente tem a de debate en los casos de naturalización india en los tribunales de todo el país.8 En el prim er caso que fue objeto de apelación ante la Suprem a Corte de Estados Unidos, el 19 de febrero de 1923 este órgano decidió 5Se GIFP, XA, diciembre de 1913, 3-6; véase: GIFP, GA, varios archivos de 1906 a 1909, y United States, Immigration and Naturalization Services, 50239/110 [en adel­ ante USIN], National Archives, Washington, D.C. 6 Por ejemplo, según informes, en 1911 unos dos mil indios habían entrado en Estados Unidos; al año siguiente esa cifra había descendido a 256 y en 1913 a sólo 64. Véase USIN 50239/110B. 7GIFP, XA, enero de 1911, 7-9. 8GIFP, GA, julio de 1915, 12-13.

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revertir la naturalización del año anterior, de Bhagat Singh T hind, quien tam bién era veterano del ejército de Estados Unidos. Ante la pregunta “ ¿Un hindú de casta alta, de sangre india, nacido en Amritsar, Punjab, es una persona blanca conforme al significado de los Estatutos Revisados S 2 1 6 9 ?”, la Corte decidió que no lo era. Esta decisión se basó en las razo­ nes extralegales de que, aunque T hind era caucásico, no era una “perso­ na blanca” en el sentido ordinario o com ún del término com o lo entien­ de el hom bre com ún.9 Tras el caso de T hind el gobierno inició, por consiguiente, procesos de desnaturalización en contra de unas treinta o cincuenta personas procedentes de India quienes, com o Gherwal, ha­ bían sido naturalizadas con anterioridad. La solicitud de Gherwal a W edgewood fue m otivada precisam ente por la iniciativa del poder eje­ cutivo del gobierno estadounidense — tras la decisión respecto a T h ind— , de despojarlo — a él y a otros com o él— de la ciudadanía es­ tadounidense. ¿Q ué tiene que ver esta lucha por los derechos de los indios en cuan­ to ciudadanos estadounidenses con el ideal imperial de civis B r ita n n ic u s , las reclamaciones de los súbditos británicos? Los Estados U nidos eran, después de todo, cuando m ucho un ex m iem bro del Im perio británico. C om o de costumbre, por supuesto, la historia de la inm igración india a Estados U nidos se ha estudiado en el marco de la historia asiático-am e­ ricana o de los estudios de m igración. Al situar esta historia en el marco del im perio británico, deseo apuntar en dirección a m i argum ento más am plio sobre el papel fundam ental de Estados U nidos — y de los asen­ tam ientos de colonos británicos— , en el periodo posterior a la Primera G uerra M undial, en la prom oción de la form a de Estado-nación como el tipo ideal de organización política m oderna contra los estados-im pe­ rio tanto continentales com o de ultramar. D e igual m odo, la lucha de los indios en Estados U nidos se convirtió, por m uy diversas razones, en la gota que derramó el vaso del ideal im perial de civis B rita n n n ic u s, en otro tiem po apreciado. Volvamos a los problem as reales de pertenencia política planteados en la carta de Gherwal. Su petición al Parlamento británico se basó en los ideales de la “ciudadanía im perial” a la que alguna vez tuvo legítimo derecho com o súbdito británico de nacim iento, condición de la que disfrutaban todos los nacidos en la India británica. Por supuesto que no 9GIFP, XA, septiembre de 1923, 9-11, y GIFP, XA, enero de 1924, 18.

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había, técnicamente, nada semejante a la ciudadanía imperial o, para el caso, a la ciudadanía b ritá n ica . D e hecho, com o nos lo han recordado diversos intelectuales, para un país tan antiguo com o el Reino U nido, la categoría jurídica del ciudadano llegó m uy tarde.10 Ésta no ingresó al discurso jurídico británico sino hasta 1948, y lo hizo sólo en el contexto de la ciudadanía im perial y no nacional: la Ley de 1948, por ejemplo, convirtió por prim era vez a británicos, keniatas, jam aiquinos, etc., en ciudadanos del Reino U nido y las colonias. N o fue sino hasta la emisión de la Ley de 1 9 8 1 cuando Gran Bretaña adquirió una ciudadanía nacio­ nal exclusiva para Inglaterra, Escocia y Gales. Aun así, tanto los discur­ sos políticos com o los populares en Gran Bretaña y el Im perio estaban plagados de referencias a los derechos y las obligaciones del ciudadano.11 Técnicam ente no había, sin embargo, tal cosa com o la ciudadanía, ya británica o imperial; todas las personas nacidas en los dom inios de su m ajestad, ya fuera en las Islas Británicas o en la India Británica, eran súbditos británicos, obligados por su lealtad com ún al m onarca británi­ co. Sin embargo, a pesar de esta laguna técnica, el léxico de la ciudadanía im perial tuvo gran resonancia en todo el espectro político al menos has­ ta el periodo de entreguerras.12 Y este vocabulario, deliberadamente vago — com o siempre lo había sido— , comenzó a adquirir parám etros for­ males y cierto poder político y jurídico en el curso de los primeros años 10 Para ahondar en el contexto general, véanse Mervyn Jones, British Nationality Law and Practice, Londres, 1947; Ann Dummett y Andrew Nicol, Subjects, Citizens, Aliens and Others: Nationality and Immigration Law, Londres, 1990, y Rieko Karatani, Defining British Citizenship: Empire, Commonwealth and Modern Britain, Londres, 2002. Sobre la ambigüedad del significado de los derechos de los súbditos británicos hasta la emisión de la ley de ciudadanía de 1948, véase India Office, Public and Judicial Depart­ ment, L/P & J/8/4, British Library. 11Véase Keith McClelland y Sonya Rose, “Citizenship and Empire, 1867-1928”, en Catherine Hall y Sonya Rose (eds.), At Home with the Empire: Metropolitan Culture and the Imperial World, Cambridge, 2006, pp. 275-297. 12Véase Daniel Gorman, “Wider and wider still? Racial politics, intra-imperial im­ migration and the absence of an imperial citizenship in the British empire”, Journal o f Colonialism and Colonial History, vol. 3, núm. 3, invierno de 2002; Lionel Curtis, “Impe­ rial citizenship, and the quest for unity”, The Historian , vol. 66, núm. 1, marzo de 2004, pp. 67-96; e Imperial Citizenship: Empire and the Question o f Belonging, Manchester, 2007. En el otro extremo se encontraba la Asociación de Ciudadanía India Imperial en Bombay, que publicó India Abroad Bulletins, núms. 1-7, Bombay, 1923. Véase también Sukanaya Banerjea, “Political economy, Gothic, and the question of imperial citizen­ ship”, en Victorian Studies, vol. 47, núm. 2, invierno de 2005, pp. 260-271.

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del siglo XX, a partir de las luchas políticas de los indios en todo el im pe­ rio para reivindicar sus derechos com o ciudadanos imperiales. Todos los nacidos o naturalizados en los dom inios de su majestad británica en cualquier parte del m undo eran súbditos británicos con de­ recho, en teoría, a la m ism a protección del Estado. Considérese al respec­ to la fam osa invocación de lord Palmerston del “ Civis Britannicus Sum ” — evocando al apóstol Pablo— en 1850, ante el Parlamento británico, para defender su acción militar contra el gobierno griego en la supuesta defensa de D on Pacifico, un judío portugués nacido en el Gibraltar bri­ tánico.13 H abía, por supuesto, diferentes clases de súbditos británico; pero a pesar de su asom brosa variedad, éstas no se determinaban e n fá tic a­ m ente — al menos en teoría— por su raza o su credo.14 La Proclamación de la Reina del 1o. de noviembre de 1858, hecha a raíz de la Revuelta de 1857 — a la que los contem poráneos se referían como la C arta M agna de India— , reiteró este principio ostensible de no discriminación entre británicos e indios, en cuanto súbditos británicos por igual.15 Éste era el ideal político de “ Civis Britannicus” — elaborado, sin duda, por autori­ dades imperiales para responder a las necesidades particulares del gobier­ no colonial, pero que después adquirió peso y sustancia por décadas de luchas políticas de los propios indios— en que Gherwal y organizaciones indoestadounidenses como la N orth American Indian Association (Aso­ ciación India Norteam ericana) y la Khalsa Dewan Society (Sociedad 13Citado en Gorman, “Wider and wider still?” 14En la práctica, por supuesto, las leyes de inmigración —primero en las colonias de los Dominios y luego en Gran Bretaña— comprometieron la igualdad para diferentes clases de súbditos británicos. Sobre los Dominios, véase: Robert A. Huttenback, Racism and Empire: White Settlers and Colored Immigrants in the British Self-Governing Colonies,

Ithaca, NY, Cornell University Press, 1976. Sobre Gran Bretaña véase Randall Hansen, “The politics of citizenship in 1940s Britain: The British Nationally Act”, Twentieth Century British History, vol. 10, núm. 1, 1999, pp. 70-73; Kathleen Paul, “‘British subjects’ and ‘British stock’: Labour’s postwar imperialism”, Journal o f British Studies, núm. 34, abril de 1995, y Whitewashing Britain: Race and Citizenship in the Postwar Era, Ithaca, NY, Cornell University Press 1997. 15Citado en A. Berriedale Keith (ed.), Speeches and Documents on Indian Policy, 1750-1921, vol. I, Londres, 1922, pp. 382-386. Fue por la fuerza de tal promesa por lo que los indios, aunque carecían de derechos políticos a la ciudadanía en India, pudieron votar y ser elegidos para el Parlamento británico. Dadabhai Naoroji fue el indio más fa­ moso en ser elegido miembro del Parlamento; sobre su elección, véase Antoinette Burton, “Tongues untied: Lord Salisbury’s ‘Black Man’ and the boundaries of imperial democracy”, Comparative Studies in Society and History, vol. 43, núm. 2, 2000, pp. 632-659.

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Khalsa Dewan) de Stockton, California, am pararon su solicitud ante el Parlamento británico. ¿Gherwal había abjurado ya, no obstante, de su calidad de súbdito británico, y por lo tanto de su derecho a apelar ante el gobierno británi­ co, al naturalizarse com o ciudadano estadounidense? Las im plicaciones legales de esta pérdida fueron al principio poco claras. Ser británico se definía, en térm inos jurídicos, com o deberle lealtad a la C orona; ser un súbdito b ritá n ico era, entonces, estar vinculado de m odo personal al m o­ narca británico y no necesariamente al Estado, distinción que sugería que, en térm inos jurídicos, la lealtad, y por extensión la nacionalidad británica, se derivaba de la persona del m onarca y era, por consiguiente, indeleble.16 H asta la Ley de Naturalización de 1870, en efecto, la nor­ m ativa de derecho consuetudinario que había regido las leyes de la na­ cionalidad británica desde 1608 no había previsto la pérdida de — o la renuncia a— la calidad de súbdito británico.17 D e aquí que, curiosa­ mente, m ucho después de la Revolución de Estados Unidos, incluso los ciudadanos estadounidenses de origen británico siguieran siendo súbdi­ tos británicos. La disposición para la pérdida de la nacionalidad británi­ ca no se codificó sino hasta 1870, tras el juicio de los Feninans en 1866, quienes — aunque eran ciudadanos estadounidenses naturalizados— fueron declarados culpables en un tribunal canadiense, com o súbditos británicos, de traición al m onarca británico.18 D e acuerdo con los térmi­ nos de la Ley de 1870, al ser naturalizado com o ciudadano estadouni­ dense, Gherwal renunció a su condición de súbdito británico y a su dere­ cho a la protección de la Corona. O tro giro legal term inó por poner en el lim bo el estatus de Gherwal y de otros indoam ericanos en Estados U nidos. Al plantear el caso legal para desnaturalizar a los ciudadanos indoestadounidenses, el gobier­ no estadounidense partió de la base de que la decisión de T h in d ha­ bía invalidado a b in itio todos los casos anteriores de naturalización de indios, con lo que revirtió su estatus al de súbditos británicos com o si 16Me debo, en este punto, a M. Page Baldwin, “Subject to empire: Married women and the British nationality and status of Aliens Act”, Journal o f British Studies, vol. 40, núm. 4, octubre de 2001, pp. 522-556. 17Véase Jones, British Nationality, y Dummett y Nicol, Subjects, Citizens, Aliens and Others.

18Citado en Baldwin, “Subject to empire”. Sobre el caso, véase también Dummett y Nicol, Subjects, Citizens, Aliens and Others, p. 87.

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nunca hubieran sido naturalizados.19 En este sentido, a pesar de haber sido naturalizados com o ciudadanos estadounidenses, Gherwal y los dem ás indios en Estados U nidos seguían siendo responsabilidad del gobierno británico y, com o tales, tenían derecho a los privilegios de la ciudadanía im perial, que les eran conferidos en cuanto súbditos britá­ nicos de nacim iento. En estas circunstancias, el gobierno británico m e­ tropolitano se vio seriamente confrontado con la espinosa cuestión de qué tan lejos estaba dispuesto a llegar para defender los derechos de sus súbditos británicos no europeos en com paración con los británico-eu­ ropeos. La curiosa explicación que da Gherwal de su deseo de conservar la ciudadanía estadounidense es en sí un recordatorio de hasta qué punto el concepto de civ is B rita n n ic u s había sido socavado en la mente de los indios británicos en las prim eras décadas del siglo XX. Recordem os en este contexto la explicación contradictoria de Gherwal sobre su intenso deseo de conservar dicha ciudadanía. Ésta le permitiría, según él, disfru­ tar de la condición de súbdito de su m ajestad británica en Canadá, A us­ tralia o cualquiera de las colonias autónom as del Im perio británico. En efecto, la situación de los indios en el Im perio, y en particular en las colonias de los dom inios, ya había extendido hasta el límite los ideales de la ciudadanía imperial. Si bien la historia de las restricciones contra otros súbditos británi­ cos de India, en particular de las colonias de los dom inios, es bien cono­ cida, lo que quizás se sepa m enos es que el gobierno de India — y en m enor m edida la O ficina de India y la O ficina Colonial en Londres— se encontraba con frecuencia entre los m ás tenaces defensores de la causa de los indios en el Imperio. El gobierno de India, en particular, apenas podía enfrentar el oprobio político de convertirse en p rin c ip e s c rim n a lis en las políticas “sólo para blancos” de los dom inios. D e hecho, fue al apoyar las luchas de los indios contra las restricciones m igratorias im ­ puestas por las colonias de los dom inios, com o los gobiernos colonial e im perial se volvieron por vez prim era cóm plices, ratificando así oficial­ mente una de las elaboraciones m ás populares del concepto de civ is B r i­ ta n n ic u s: el derecho de los súbditos británicos a la libre m ovilidad, sin 19 No obstante, durante un lapso considerable tras la decisión de Thind, las autori­ dades británicas no estuvieron seguras de si los indios desnaturalizados serían revertidos a su condición anterior de súbditos británicos, GIFP, 5 (46)-X, 1926.

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restricciones, dentro del Im perio.20 Los reiterados pronunciam ientos y las m edidas adoptadas a lo largo del siglo xix, tanto por el gobierno de India com o por el gobierno británico, le dieron reconocim iento oficial a este derecho particular de los súbditos británicos. En 1911, sin embargo, el gobierno de India se vio forzado a dar m archa atrás en su política oficial: reconoció el derecho de los dom inios autónom os a determinar la com posición de su propia población, un giro crucial que más adelante sería ratificado por la Resolución de Reciproci­ dad de la Conferencia Imperial de 1918,21 aunque incluso este giro en la política se hizo con el declarado propósito de asegurar, a cam bio, el com ­ prom iso del gobierno de los dom inios de dar un trato equitativo a los súbditos indios británicos que ya residían en dichos territorios. D e ahí en adelante, sin embargo, la política imperial comenzó a distinguir entre las diversas formas de pertenencia política dentro del Im perio británico: por una parte, una nacionalidad británica panim perial que — a partir de la prom ulgación de la Ley de N acionalidad Británica y el Estatus de los Extranjeros de 1914— fue uniform e en todo el im perio y, por la otra, form as de pertenencia política nacional locales, que habrían de ser regu­ ladas por los dom inios de gobierno autónom o y, desde 1918 — al menos en principio— , tam bién por India.22 C om o tal, el giro en la com pren­ sión oficial del significado de civ is B rita n n ic u s siguió generando un con­ siderable apoyo político en India. Sin duda, el abandono del principio de m ovilidad irrestricta de los súbditos británicos dentro del imperio fue una pérdida significativa para el concepto de civ is B rita n n ic u s, tal com o se había llegado a entender en las luchas políticas de los indios y en las políticas oficiales del gobierno de India. Pero el sacrificio de este principio se vio com pensado, al menos en parte, por el com prom iso oficial de dar un trato igualitario a los súb­ ditos británicos residentes en las regiones constituyentes del Imperio, tem a que se convirtió en la base de una nueva com prensión popular de la noción de civ is B rita n n ic u s en India. Para cuando Gherwal le pidió ayuda a Wedgewood para conservar su ciudadanía estadounidense, uno de los pilares fundamentales de civis B ri20Sobre este hecho histórico, véase Mrinalini Sinha, “Hindus, Aryans, and Caucasians: How Indians became Black”, manuscrito inédito. 21Idem . 22 La distinción es de Baldwin, “Subject to empire”. Véase también Mss Eur. D 545/2, British Library.

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tan n icu s — la movilidad irrestricta dentro del imperio— , ya se había aban­ donado; pero el concepto mantuvo su atractivo en la nueva comprensión del trato igualitario para todos los súbditos británicos. D e ahí la intrincada lógica de la carta de Gherwal: en Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica — pero no en Estados Unidos— aún podía invocar la nacionalidad británica, su condición de súbdito británico, para plantear un caso contra la insidiosa discriminación racial. El gobierno de India estaba todavía muy a la vanguardia en la defensa de los derechos de los indios como súbditos británicos ya radicados en los dom inios. Por ejemplo, la complacencia del virrey lord Hardinge ante la lucha de Gandhi contra el gobierno de la Unión de Sudáfrica en 1914 fue tan enfática que quienes en Londres esta­ ban en favor de este último, hablaban de retirar al virrey.23 Pero la única vía abierta para que Gherwal entrara en cualquiera de las colonias de los dom inios del Imperio británico — donde aún podía contar con que el gobierno de India tom ara su caso en relación con el trato igualitario— era, paradójicamente, la renuncia a la nacionalidad británica y a su lealtad, para entonces obtener la ciudadanía estadounidense. En breve, en cuanto ciudadano de Estados Unidos, Gherwal tenía pocas expectativas de recibir un trato igualitario en ese país, pero la condición de súbdito británico — que le prom etía dicho trato— no era suficiente para garantizar su ingreso en determinadas regiones del Imperio británico, a las que sólo podría en­ trar siendo ciudadano de Estados Unidos. O tro factor que com plicaba los infortunios de Gherwal — y que él m ism o ignoraba— era que en el m om ento en que las autoridades de Estados Unidos estaban instituyendo procedim ientos de desnaturaliza­ ción contra los indoestadounidenses, W hitehall estuvo a punto de aco­ tar aún m ás el estatus del súbdito británico, lo que habría puesto en duda la razón m ism a que dio para conservar su ciudadanía estadouni­ dense: la capacidad de ir adonde ondeara la U nion Jack y se le pudiera asegurar, al m enos en teoría, la igualdad com o súbdito británico, Poco antes de la carta de Gherwal a W edgewood, empero, el con­ cepto de civ is B rita n n ic u s recibió un segundo golpe, casi m ortal: la últi­ m a retirada, tras la prolongada lucha por la cuestión del estatus de los indios británicos en Kenia, colonia de la C oron a adm inistrada por W hitehall, y no por los gobiernos autónom os de los dom inios.24 En el

23Idem. 24Para mayor información, véase Mrinalini Sinha, “Why did Churchill blink? In­ dia, Africa and the Third British Empire”, manuscrito inédito.

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transcurso de esta lucha, el virrey lord Chelm sford se vio obligado a dar, ante la A sam blea Legislativa de India, una explicación oficial más clara del significado de la condición de súbdito británico para los indios: de­ claró sin rodeos que los indios, en cuanto súbditos británicos, tenían el innegable derecho a “un trato ni m ejor ni peor que sus conciudadanos blancos” en cualquier parte del Im perio.25 Si bien ni el gobierno de India ni W hitehall podían garantizar el cum plim iento de este principio por parte de los gobiernos autónom os de los dom inios, am bos gobiernos se com prom etieron con este principio dondequiera que su m andato tuvie­ ra efecto. Esta perspectiva fue confirm ada poco después en la Conferen­ cia Im perial de 1921, donde la resolución de V.S. Sastri, en nom bre del gobierno de India, obtuvo la aceptación de la m ayoría de los asistentes, pues sólo el general Sm uts, de Sudáfrica, disintió.26 C on esta resolución, las autoridades imperiales se vieron forzadas a dar un contenido real a la declaración de la reina V ictoria y a confrontar oficialmente por prim era vez sus im plicaciones para el estatus del súbdito británico en todo el Imperio. En 1922 el repudio de este principio form al en todo el im perio por parte de W inston Churchill, entonces secretario colonial y signatario de la Resolución de la Conferencia Imperial de 1921, fue sin lugar a dudas uno de los mayores reveses que recibiera el ideal imperial de civ is B r ita n n icu s . El cam bio en la actitud de Churchill, ya evidente en la Conferen­ cia Im perial de 1921, donde su sim patía ante la postura del general Sm uts fue inequívoca, tuvo que ver con el precedente sentado por la declaración de igualdad de derechos para los súbditos británicos indios, para la situación de los africanos en los territorios del Im perio en Áfri­ ca.27 Los prim eros indicios de este efecto ya em pezaban a sentirse en la colonia de Kenia, donde los nativos africanos habían com enzado a m o­ vilizarse en torno a la cuestión india.28 Los inform es de Kenia sobre el apoyo de los indios a los africanos, en especial la alianza entre indios del este de África y H arry T huku, de la Asociación Young Kikuyu, fueron alarmantes. El gobierno sudafricano fue el primero en advertir sobre este 25Citado en ibid. 26Sobre las maniobras tras bambalinas relativas a la resolución, véase Mss. Eur F 112/307; 308; 309, y Mss. Eur E 267/1. 27Sinha, “Why did Churchill blink?” 28Idem. Véase también Robert G. Gregory, India and East Africa: A History o f Race Relations within the British Empire, 1890-1939, Oxford, Clarendon Press, 1971.

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peligro. Este gobierno había sostenido siempre que si bien la “cuestión india” en Sudáfrica no era en sí un problem a relevante, adquiriría grave­ dad en la m edida en que era inseparable de la “cuestión de los nativos”; “no se puede dar a los indios derechos políticos — argum entaba Sm uts— que se nieguen al resto de los ciudadanos de color en Sudáfrica”.29 C om o tal, el gobierno sudafricano se solidarizó con los colonos blancos de Kenia para im presionar a la O ficina Colonial y al prim er m inistro de Gran Bretaña sobre el peligroso precedente que había sentado la Resolución de 1921 para los cim ientos del Estado sudafricano, con im plicaciones para su anhelo de seguir perteneciendo al im perio británico.30 Claro está que la ignom inia de la retirada de Churchill en Kenia fue redactada por su sucesor en la O ficina Colonial en términos m ás nobles. La Declara­ ción de Devonshire, así denom inada en honor del sucesor de Churchill, lord Devonshire, anunció que a partir de entonces la política imperial en África se guiaría por el desarrollo de los africanos. La declaración apenas disfrazaba el hecho de que no iba a haber igualdad para las dos clases diferentes de pobladores en África: los indios y los europeos. Si bien in­ auguraba una fase significativa en la política de Gran Bretaña para África, no podía disim ular sus orígenes en el intento de desviar la atención de la im portante capitulación im perial sobre la cuestión de la igualdad de de­ rechos de los súbditos británicos.31 Se dijo a los africanos, no m enos que a los indios, que a partir de entonces podrían esperar un trato hum ani­ tario, pero no igualdad en cuanto súbditos británicos. D e hecho, para 1923 el principio de igualdad de derechos para los súbditos británicos había expirado. La Conferencia Im perial de 1923 confirmó esta últim a contracción en la elaboración del concepto de civ is B rita n n ic u s . Sm uts envió a la conferencia un im portante m em orando que m alinterpreta deliberadamente la Resolución de 1921, diciendo que im plicaba una ciudadanía imperial com ún para todo el im perio, a fin de propiciar su reversión.32 Vale la pena citar un extenso fragm ento de su argum ento:

29Citado en Mss. Eur F 112/311. 30Idem. Véase IOL/PO/1/6 (i). 31Véase Gregory, India andEastA frica, y Sinha, “Why did Churchill blink?”. 32Obtuve esta idea de Marilyn Lake y Henry Reynolds, Drawing the Global Color Line: White Mens Countries and the Iinternational Challenge o f Racial Equality, Cam­ bridge, Cambridge University Press, 2008.

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La reivindicación india de derechos de ciudadanía iguales en el imperio fuera de India surge, en mi opinión, de una concepción errónea de la na­ turaleza de la ciudadanía británica. Este error no se limita a India sino que es bastante general, y la Conferencia haría un gran servicio, no sólo a India sino a todo el Imperio, al eliminarlo. El malentendido surge, no de la rea­ lidad sino de la suposición de que todos los súbditos del Rey son iguales; de que en un Imperio donde hay un Rey en común, debería haber una ciudadanía común e igual y de que todas las diferencias y distinciones en los derechos de los ciudadanos son, en principio, equivocaciones. [...] No hay una ciudadanía británica común e igual en el Imperio, y está mal que un súbdito británico demande una igualdad de derechos en cualquier parte del Imperio adonde haya emigrado o donde resida. No hay humilla­ ción o afrenta alguna en la negación de dicha igualdad. [...] La más recien­ te concepción del Imperio Británico como una Liga de Naciones más pe­ queña, como una asociación de naciones libres e iguales en virtud de un soberano hereditario común, implica un distanciamiento aún mayor de la simple concepción de ciudadanía unitaria. La ciudadanía británica ha sido variable en el pasado y está destinada a serlo aún más en el futuro. Cada parte constituyente del Imperio habrá de establecer por sí misma la natu­ raleza y las circunstancias de su ciudadanía. La composición y el carácter de los derechos de su pueblo serán asunto de cada uno de los Estados libres e iguales del Imperio. Éstos no sólo van a regular la inmigración desde otras partes del Imperio y el resto del mundo, sino que van a establecer también los derechos de sus ciudadanos como un asunto de interés nacional. La rea­ leza común es el vínculo entre las partes del Imperio, no una fuente de la que los ciudadanos particulares deriven sus derechos. Éstos habrán de de­ rivarlos única y exclusivamente de la autoridad del Estado en el que viven. [...] Desde esta perspectiva, la resolución india que se aprobó en la última Conferencia fue un gran error. No sólo es inviable, sino que se opone a la nueva concepción del Imperio, no como un Estado unitario, sino como una asociación de Estados iguales. Nos condujo, tanto en teoría como en la práctica, a una posición falsa, y cuanto antes salgamos de ella mejor será para las futuras buenas relaciones de los diferentes Estados del Imperio.33 En una astuta m aniobra, Sm uts consiguió convertir el tem a de la igualdad para los súbditos británicos en la cuestión de igualdad para los estados constituyentes del Im perio, un giro con im portantes consecuen­ cias para el estatus del súbdito británico y para el futuro del sistem a de gobierno supranacional m odificado que tanto los partidarios com o los críticos del Im perio aún creían factible. 33Mss Eur F 112/311.

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Pero cuando Gherwal le plantea su caso a W edgewood, no tenía m anera de saber que la base de su argum ento había cam biado: después de la últim a m edia vuelta imperial sobre la situación del súbdito británi­ co, no habría diferencia entre la expectativa de igualdad y trato justo en cuanto ciudadano estadounidense residente en Estados Unidos, o en cuanto súbdito británico en Sudáfrica, Canadá, Australia, e inclu­ so en cualquiera de las colonias de la C orona del im perio británico. El estatus del súbdito británico, com o había dejado claro la Conferencia Imperial, no confería a una persona derechos iguales a los de otros súb­ ditos británicos; sólo le otorgaba protección del gobierno de su m ajestad contra las acciones de un gobierno extranjero. Incluso esta nueva versión acotada del significado de la condición de súbdito británico — el dere­ cho a igual protección en el extranjero— , pronto caería a la orilla del cam ino en cuanto la Gran Bretaña de la posguerra enfrentara su propia posición acotada, ante algunos gobiernos extranjeros, en particular el de Estados Unidos. Antes de la guerra, el M inisterio Británico de A suntos Exteriores había logrado obtener, a instancias del gobierno de India y de la O ficina de India, concesiones lim itadas para los indios en Estados U nidos por m edio de sus representantes consulares. Por ejem plo, en 1913, y de nuevo en 1914, el em bajador británico en W ashington, D .C ., logró m aniobrar tras bam balinas con la oficina del secretario de Estado de Estados U nidos para conseguir que dos iniciativas de ley “de exclusión de hindúes”, que señalarían a los indios por su nom bre, se abandonaran en el C ongreso.34 La siguiente Ley de Inm igración, de 1917, incluyó a India sólo en una lista m ás general de países de la “Z on a Prohibida del Pacífico” desde los que se prohibiría la inm igración. Los funcionarios consulares británicos tam bién fueron proactivos en Estados U nidos an­ tes de la guerra, cuando respondieron a los disturbios antihindúes en los estados del oeste.35 En el m om ento de la decisión de T hind, en 1923, y de la Legislación de Inm igración de Estados U nidos de 1924, sin em bargo, la influencia británica sobre los funcionarios de Estados U ni­ dos había dism inuido considerablem ente. D urante la crisis de desnatu­ ralización, por ejemplo, el em bajador británico, sir Esm e H ow ard, se quejó de que su carta al D epartam ento de Estado — fechada el 22 de 34Sinha, “Hindus, Aryans, and Caucasians”. 35Idem .

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septiem bre de 1923— no hubiera recibido respuesta de esa oficina sino hasta un año después, el 2 de abril de 1924.36 El secretario de Estado de Estados U nidos hizo caso om iso de la solicitud del em bajador británico de ser consultado de m anera inform al sobre el proyecto que m ás ade­ lante se convertiría en la Ley de Inm igración de Estados U nidos de 1924, con restricciones aún mayores para los indios británicos que, conform e al caso T hind, se consideraban inelegibles para otorgarles la ciudadanía.37 Sin duda, el M inisterio Británico de A suntos Exteriores, por m edio de sus representantes consulares en Estados Unidos, continuó cabildean­ do ante el D epartam ento de Estado en favor de los indios. D e especial preocupación para las autoridades imperiales fue la dificultad real de los indios residentes, derivada de las consecuencias que tuvo la desnaturali­ zación de los indoam ericanos en su capacidad para poseer tierras en C a ­ lifornia y en otros estados que habían aprobado leyes antiextranjeros de propiedad de suelo. Les preocupaba, asim ism o, el hecho de que los em ­ presarios y comerciantes indios residentes en Estados U nidos no pudie­ ran viajar por m otivos de trabajo sin correr el riesgo de que se les prohi­ biera reingresar al país.38 Éstas fueron algunas concesiones m enores que el M inisterio de Asuntos Exteriores pudo obtener para los terratenientes y empresarios indios residentes en Estados Unidos, pero las autoridades de dicho país permanecieron en gran m edida indiferentes ante las pro­ puestas británicas en favor de los indios súbditos de la C orona. Y el go­ bierno m etropolitano británico, ansioso por no dejar que la “cuestión asiática” enturbiara las relaciones con su aliado m ás poderoso, se negó a agotar las opciones disponibles en favor de los súbditos británicos indios en Estados U nidos.39 En cam bio, el gobierno de India, presionado por la opinión pública india, estaba ansioso de que el gobierno central hiciera pública su corres­ pondencia en favor de los indios en Estados Unidos. Los funcionarios de India no querían dar la im presión de que el Im perio hubiera podido ser indiferente ante la difícil situación de los indoestadounidenses, sobre todo después de la traición im perial a Kenia, cuando casi se despidió al 36 GIFP, GA, diciembre de 1924, pp. 12-14. 37 Sinha, “Hindus, Aryans, and Caucasians”. 38GIFP,E, 40-X, 1928; GIFP, G, 346-G/24; GIFP, 5(46)-X, 1926; GIFP, E, 278-X, 1935, y IOL/E/7/1332, archivo 676. 39Sinha, “Hindus, Aryans and Caucasians”.

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virrey lord Reading por ponerse del lado de la decepción india.40 Sin em bargo, W hitehall objetó de inm ediato. El em bajador japonés en Es­ tados Unidos, el barón H anihara, expresó una form al protesta ante el D epartam ento de Estado en nom bre de los súbditos japoneses, pero su iniciativa tuvo el efecto contrario al deseado: el D epartam ento de Estado filtró la solicitud de Japón justo antes del debate en el Congreso, lo que enfureció a los legisladores estadounidenses, quienes rechazaron la inje­ rencia externa y som etieron a los japoneses a un trato aún m ás severo que el estipulado en el proyecto de ley original. Sem ejante evidencia de la debilidad de Gran Bretaña en relación con Estados U nidos parecía un precio dem asiado alto por sosegar las sospechas de los indios,41 de aquí que las negociaciones imperiales con el gobierno de Estados Unidos nunca se hicieran públicas. En India, el silencio del gobierno se percibió cada vez m ás como apatía. En algunos círculos, la enérgica defensa del caso de India — en el clímax de la crisis de Kenia— logró atenuar, al menos en cierta m edida, los sentim ientos antiimperialistas. N o sólo casi se retira de su cargo a lord Reading por su postura pro india, sino que hubo rum ores de que incluso el secretario de Estado de India, E.S. M ontague, había amenaza­ do con dim itir ante la decisión del gabinete sobre Kenia. M ontague renunció pocos meses después por un asunto diferente, pero la debacle de Kenia seguía siendo una herida abierta.42 El silencio oficial — y en ocasiones una parálisis total en el trato con Estados Unidos, socio polí­ tico y económ ico vital de Gran Bretaña— , permitió que se generara la creciente sospecha de los m otivos imperiales en India, y, aún más, a m ediados de la década de 1920 puso en prim er plano la deficiencia del concepto de súbdito británico. La reticencia imperial, aunada a su im po­ tencia para hacer frente a la situación de los indios británicos en Estados Unidos, im plicó que incluso el concepto anodino prevaleciente de súb­ dito británico, el derecho a buscar protección del Estado británico con­ tra un gobierno extranjero, se desechara. C óm o había caído el poderoso; en efecto, para 1925 civis B ritan n ic u s sum era sólo una frase hueca. El caso de Gherwal no tuvo m ejor suerte que el de sus com patriotas. W edgewood transmitió la carta de Gherwal al M inisterio Británico de 40Véase Gregory, India and East Africa. 41GIFP, XA, octubre de 1924, pp. 22-26. 42Gregory, India and East Africa.

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A suntos Exteriores, el cual, al investigar el caso, concluyó que éste no era el que más convenía al gobierno de su m ajestad tratar individualm ente con las autoridades de Estados Unidos. La decisión se basó, en parte, en el inform e del funcionario consular británico en Portland, O regon, a quien se suponía que el abogado de Gherwal le había confiado que su cliente había sido despedido del Ejército estadounidense por haber con­ traído una enferm edad de transm isión sexual; acusación que el propio abogado negó y que tam bién contradijo la notificación oficial de despi­ do del Ejército.43 La acusación fabricada de haber contraído una enfer­ m edad venérea era un elemento com ún entre las organizaciones antiin­ m igrantes en Estados Unidos, com o la Liga de Exclusión Asiática y las diversas ligas antihindúes que habían surgido a lo largo de la costa del Pacífico. El espectro de la seducción a las inocentes mujeres blancas se­ guía siendo poderoso. D e hecho, los temas sexuales estuvieron honda­ m ente im plicados en las luchas indias por la ciudadanía imperial y en sus resultados en las prim eras décadas del siglo XX. Quisiera concluir apuntando a las preocupaciones que motivaron mi interés en la historia de la ciudadanía imperial. Veo este trabajo en diálo­ go con un creciente núm ero de intelectuales de diversas disciplinas que están repensando la tiranía de la form a del Estado-nación que dom ina la investigación histórica de la época m oderna. Lo que estos intelectuales nos obligan a reconsiderar es precisamente la historia lineal e ininterrum ­ pida de la form a del Estado-nación a partir del Tratado de W estphalia en 1648, y hasta que la Organización de las N aciones Unidas — posterior a la Segunda Guerra M undial— sanciona el orden m undial de los estadosnación. Durante gran parte de este periodo florecieron, en efecto, diver­ sas organizaciones políticas multinacionales y supranacionales como riva­ les de los estados-nación; estas otras formas de organizaciones políticas tam bién rivalizaron con el Estado-nación com o objeto de las aspiraciones políticas de la gente. La obra de John Kelly y M artha Kaplan sobre Fiji y la descolonización m undial ha hecho quizás la mayor parte de la labor de recordarnos la novedad radical (después de la Segunda Guerra M undial, en su opinión) de la propagación de la idea del Estado-nación com o la form a óptim a y única de pertenencia política en el m undo m oderno.44 43GIFP, G, 346-G-G/24; GIFP, G, 886 de 1923. 44John Kelly y Martha Kaplan, Represented Communities: F iji and World Decolonization, Chicago, University of Chicago Press, 2001.

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Si bien m i argum ento anterior parece objetar el de Kelly y K aplan en un punto de la cronología, considero m uy sugerente su vincula­ ción de la universalidad de la form a del Estado-nación con el m om en ­ to de la descolonización. R eparem os aquí en las im plicaciones de la h istoria de la ciudadanía im perial: fue la renuencia y la dificultad para satisfacer las aspiraciones crecientes a los derechos de ciudadanía de los pueblos colonizados lo que provocó un m ovim iento im perial para contener los derechos de ciu dadan ía con estados-nación claram ente dem arcados; un preludio, quizás, de una estrategia que ahora asocia­ m os con los bantustanes. T énganse en cuenta tam bién las historias alternativas de la descolonización que tal historia sugiere: la in depen­ dencia nacional en el m un do colonizado puede tener tanto que ver con las dem andas de las p rop ias luchas anticoloniales, com o con una desviación im perial de dichas dem andas hacia los confines m ás segu­ ros del espacio nacional-territorial. El nuevo libro de Paul Kram er sobre Estados U nidos y las Filipinas ya apunta en esta dirección: el apoyo a la independencia de Filipinas en Estados U nidos se dio a cam ­ bio de restringir la entrada de los filipinos y su acceso a los derechos com o ciudadanos estadounidenses (aunque no del todo com o ciuda­ danos de ese p aís).45 En este texto planteo estas ideas m ás com o provo­ caciones que com o argum entos enteramente elaborados, esperando que susciten el diálogo sobre un proyecto que sigue siendo, m e tem o, en gran m edida un trabajo en proceso.

45 Para ahondar en el caso véase Government of India, Foreign and Political Depart­ ment, Proceedings G, 346-G-G/24, 1924 (citado en adelante como GIFP, G), y GIFP, G, 886 de 1923, National Archives of India (NAI).

3. ¿PUEDE COMENZAR LA POSCOLONIA? La desprovincialización de Assam Bodhisattva Kar

Ba n c a l , b á ngál. Cabrones, me confunden. ¿Por qué me siguen llamando bá ngal [pueblerino de los distritos orientales de Bengala]? He roto con todos los tabúes sobre la comida, ¿y todavía no soy como los habitantes de Calcuta? ¿Qué es lo que no he hecho para volverme como cualquier persona de Calcuta? He visitado prostíbulos, he hecho que mi mujer vista ropa fina, me he tragado el pan de los hombres blancos, me he hartado de alcohol, y después de todo esto, ¡aún no puedo convertirme en uno más de Calcuta! ¿Qué caso tiene entonces conservar este cuerpo disoluto? Permítaseme lanzarme al agua, que los tiburones y los cocodrilos devoren mi cuerpo...1

Así habló Ram m anikya, con un claro acento de D acca, y cayó incons­ ciente ante las risas del público de Calcuta. D em asiado ebrio para ser deshonesto, R am resum ía las frustraciones de la prim era generación de inmigrantes provincianos de clase m edia a Calcuta, un sentim iento bien conocido por D inabandhu M itra, autor de la farsa bengalí S a d h a b a r E k a d a sl. En su fam oso epílogo a E l p e n sam ie n to n a c io n a lista y e l m un do c o lo n ia l (N a tio n a list T h ou gh t a n d th e C o lo n ia l W orld), Partha Chatterjee nos recom ienda leer este fascinante relato de la decadencia urbana del siglo XIX com o “la historia de la Ilustración en las colonias”, donde N im 1 Dinabandhu Mitra, Sadhabar Ekadasi, 1866, Calcuta, Bangiya Sahitya Parishat, 1970, p. 30. [69]

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chand, un borrachín letrado de Calcuta, declama: “Yo te saludo, luz sa­ grada” al ver la luz de la lám para de un sargento de la policía. Para Chatterjee, este relato se vuelve profundam ente sintom ático de la trágica disolución de la prom esa liberatoria de la Ilustración en la cruel certi­ dum bre del gobierno colonial.2 Para nosotros, sin em bargo, la tragedia se ahonda con Ram m anikya, el fallido im itador m o fu ssil de N im chand. ¿Q ué puede hacer falta, decidim os preguntar junto con — y por medio de— este personaje m ofu ssil, para “volverse com o cualquier persona de Calcuta” ? ¿Para disolver lo provinciano en el teatro m etropolitano de lo m oderno colonial?

LO QUE BENGALA PIENSA HOY “... lo que Bengala piense mañana, India lo estará pensando la próxima semana”3 Poca gente recuerda hoy que la fam osa frase concisa y directa del líder del Congreso M arathi G opal Krishna Gokhale — “ Lo que Bengala pien­ sa hoy, India lo pensará m añana”— era en realidad una versión m ejorada de la citada declaración de Aurobindo Ghosh, el revolucionario bengalívuelto-yogui. Al parecer no es necesario recordarlo. Para el alm a b h ad ralok herida, se ha m antenido com o un eslogan reconfortante, un axiom a de felicitación que agita suavemente los gratos recuerdos de los primeros tiem pos del nacionalismo. El eslogan — popularizado entre la clase m e­ dia bengalí durante la llam ada revuelta antipartición de 1905— sigue teniendo el poder de un proverbio y el potencial de un program a. N o im porta quién lo haya acuñado; ya es parte integral del sentido com ún nacionalista, un elemento constitutivo de los círculos educados b h ad ralok . Pero ¿qué significa? Q uizás sea necesario ver m ás de cerca el m ovim iento en que este eslogan adquirió valor. D escrita en términos generales com o el primer 2 Partha Chatterjee, N ationalist Thought and the Colonial World A Derivative Discourse?, Delhi, Oxford University Press, 1986, pp. 167-168. 3Aurobindo Ghosh, Bankim Chadra Chatterji, 1894, Pondicherry, Sri Aurobindo Ashram, 1964, p. 38. En 1909 Ghosh afirmó de nuevo que “... lo que Bengala haga hoy, el resto de India lo hará mañana”. Aurobindo Ghosh, Speeches, 1909, Pondicherry, Sri Aurobindo Ashram, 1974, p. 104.

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intento organizado de la clase m edia india de llevar la cam paña naciona­ lista de los salones a las calles y los recintos públicos de C alcuta y otras ciudades de Bengala, la llam ada revuelta antipartición ha llegado a cele­ brarse com o “nada m enos que una revolución de la estructura política de la sociedad bengalí” que, a su vez, repercutió profundam ente en el na­ ciente nacionalism o indio, en todas sus m odalidades constitucionales y extraconstitucionales.4 “Su m eta no fue ya la m era abolición de la parti­ ción — afirma un libro de texto com ún— , sino la independencia com ­ pleta o sw a ra j y, en este sentido, el m ovim iento no podía considerarse en m odo alguno com o la expresión de un reducido subnacionalism o ben­ galí.”5 La narrativa porm enorizada de la revuelta de los b h ad ralo k en contra del Esquem a de Redistribución Territorial de C urzon rebasaría el alcance de este artículo. El m agistral inform e de Sum it Sarkar provee una descripción casi día por día.6 N o obstante, al llamar la atención hacia un determ inado patrón retórico del discurso nacionalista produci­ do dentro de este m ovim iento, que continúa siendo rutinariam ente sub­ estim ado en la historiografía estándar del sur de Asia, la prim era sección de este artículo busca localizar una dinám ica estructural de lo provincial en la problem ática nacional. Los agitadores bengalíes b h ad ralo k de principios del siglo x x descri­ bieron la reorganización del espacio administrativo del Estado en la re­ gión oriental del Imperio británico indio como “una partición de Benga­ la”. Cuando las historias convencionales optan por conservar esta denom inación, se alinean conforme al eslogan de Gokhale. Si bien todos los libros de historia mencionan, de hecho, que el esquema suponía un reacomodo espacial de las unidades administrativas de M adrás, las Pro­ vincias Centrales y Assam ,7 ninguno se ocupa de describir sus actuales 4 Rajat K. Ray, Social Conflict and Political Unrest in Bengal, 1875-1927, Delhi, Oxford University Press, 1984, 150 p. 5Sekhar Bandyopadhyay, From Plassey to Partition: A History o f Modern India , Hyderabad, Orient Longman, 2004, p. 256. 6Sumit Sarkar, The Swadeshi Movement in Bengal: 1903-1908, Nueva Delhi, Peoples Publishing House, 1973. 7Los pormenores están disponibles en Sarkar, Swadeshi Movement in Bengal. Por su parte, Bandyopadhyay, From Plassey to Partition, p. 252, ofrece un resumen útil: “Curzon elaboró un esquema en su Minuta sobre la Redistribución Territorial en India (19 de mayo/1o. de junio de 1903), en que [...] propuso la transferencia de la División de Chittagong y los distritos de Dacca y Mymensingh, a Assam, y Chota Nagpur a las Pro­ vincias Centrales; Bengala recibiría a cambio Sambalpur y los estados feudales de las

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trayectorias interconectadas, dispersas y complejas. Yo planteo que este descuido dista de ser fortuito o inocente, puesto que al forzar narrativas irreconciliables de la reorganización espacial a desvanecerse en una expli­ cación lineal de la “Partición de Bengala”, las historias convencionales confirman la reclamación del nacionalismo m etropolitano como el au­ téntico otro del colonialismo. Para dar cuenta de los acontecimientos fundamentales, el 19 de julio de 1905 se anunció formalmente, entre intensas protestas, una nueva pro­ vincia de Bengala oriental y Assam, que consistía en la Com isaría Central de Assam, las divisiones de Chittagong, D haka y Rajshahi, y los distritos de Hill Tripura y Malda. Según los cálculos de los b h ad ralok en ese tiempo, “ los hindúes bengalíes” debían de ser una minoría religiosa en la nueva provincia (a la que los “musulmanes” superaban por más de seis millones) y una minoría lingüística en la antigua (como resultado de la incorporación de una numerosa población de “hablantes de hindi y de oriya”). Cuando decidieron hablar en nombre de la indivisible nación bengalí, los agitadores b h ad ralok tuvieron una fuerte reacción ante lo que reconocieron como una conspiración colonial. En la fam osa reunión del ayuntamiento (el 18 de marzo de 1904) en Calcuta se preguntó directamente: “¿Por qué Dacca, Mymensingh y la División Chittagong tendrían que ponerse de acuerdo para enriquecer — a costa suya y de sus familiares y amigos— a Assam?”8 Es importante subrayar al respecto — a contrapelo de las historias autoriza­ das— que el resentimiento de la prensa nacionalista bengalí solía ser más rencoroso hacia sus salvajes vecinos asameses que respecto de los civilizados señores británicos. En la edición del D h a k a P rak ash del 27 de diciembre de 1903 se escribió, como era costumbre: “ Lo pone a uno a temblar y a estre­ mecerse el solo pensar que se vaya a arrojar a la m uy educada gente de cinco distritos del este de Bengala a una mezcla social con los bárbaros desharrapados de Assam, y a someterla a la autoridad de déspotas funcio­ Provincias Centrales y el distrito de Ganjam, así como los sectores de Vizagapatnam de Madrás. En los meses subsiguientes el esquema se expandió gradualmente, aunque en secreto, mediante adiciones a la lista de distritos transferidos. El esquema final se plasmó en el despacho de Cruzon del 2 de febrero de 1905 al secretario de Estado Broderick, quien lo aceptó de mala gana, sin siquiera un debate parlamentario adecuado”. 8 “The Humble Memorial of the Residents of Calcutta, its Suburbs and the Various District of Bengal to His Excellency the Governor General in Council”, en Papers Relat-ing to the Reconstitution o f the Provinces o f Bengal and Assam, Simla, Government Central Printing Office, 1906, 264 p.

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narios asameses. ¡Qué degradación! ¡Qué tragedia!9 Desde Mymensingh, C h aru M ih ir se quejaba sarcásticamente, con total aversión: “Los subeducados asameses van a seguir siendo amos y señores de la administración del país y nosotros vamos a ser juzgados y sojuzgados por ellos. ¡Qué desafortunado!”10 C on una lógica m ás incisiva, T rip u ra H ita ish i advirtió en 1904 que “los funcionarios de A ssam tienen que adm inistrar justicia entre los culíes, los garos, los nagas, los akas y otros salvajes, de m odo que sus facul­ tades m ás elevadas se van a deteriorar y se van a volver entonces incapa­ ces de tratar con gente superior y m ás civilizada” .11 El influyente S a n jiv a n i rezó con toda seriedad, “ ¡O h lord Curzon! ¡O h sir Andrew Fraser! [...] N o nos lleven de la lum inosa y resplandeciente tierra de Bengala a la oscura y horrenda cueva de Assam ” .12 C om o explicaron en su petición las Cám aras N acionales Bengalíes de Com ercio, pilar de este nacionalism o antiimperial: [...] la perspectiva de ser transferidos de una provincia culta y progresista, como la de Bengala, a una provincia atrasada y primitiva, como la de As­ sam; de desligarse de antiguas asociaciones; del forzoso rompimiento de vínculos inmemoriales; de ser apartado de sus familiares y amigos y, final­ mente, la perspectiva de descender en la estima de sus hermanos y compa­ ñeros en otras partes de India por haberse fusionado con gente situada en un plano de la civilización mucho más bajo, con el que no tenían nada en común, no puede sino producir un gran dolor, aflicción y descontento entre varios millones de súbditos de Su Majestad que viven en Bengala Oriental [...]13 La m era posibilidad de ser ubicados en un sitio fuera de lugar en la época nacional de la m odernidad y de la historia reveló un perfil inten9Dhaka Prakash, 27 de diciembre de 1903 (traducción de Report on Native Newspapers del año relevante). 10 Charu M ihir, 22 de diciembre de 1903 (traducción de Report on Native Newspapers del año relevante). 11 Tripura Hitaishi, 26 de enero de 1904 (traducción de Report on Native Newspapers del año relevante). 12Sanjivani, 28 de enero de 1904 (traducción de Report on Native Newspapers del año relevante). 13Sita Nath Roy, Honorary Secretary, Bengal National Chambers of Commerce, to the Chief Secretary to the Government of Bengal, dated Calcutta, the 3rd February 1904, en Papers Relating to the Reconstitution, 85 p.

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sam ente excluyente del nacionalism o m etropolitano, incluso cuando estuvo en una de sus cúspides “anticoloniales”. El “H um ilde m em orial de los habitantes del distrito de D acca” (“T he H um ble M em orial o f the Inhabitants o f the District o f D acca”) insistió, de m anera semejante, en que “la tierra que se extiende m ás allá del río M eghna ha sido siempre m enospreciada com o la tierra de los aborígenes”. La inclusión de D acca en la administración de Assam y su permanente asociación administrativa con territorios que han sido siempre menospreciados desde un punto de vista social, va a ser considerada, a los ojos de la sociedad hindú, como degradante, y con el tiempo van a perder todo contacto con sus familiares y amigos en otros distritos de Bengala. La región en donde una persona reside tiene siempre, a ojos de la sociedad hindú, un efecto determinante en cuanto a su estatus social.14 C asi todos los nacionalistas aseguraron que el espacio anacrónico de A ssam — “la cueva oscura y horrenda”— era com pletam ente incom pati­ ble con “la lum inosa y resplandeciente tierra de Bengala”, la prim era posesión británica en Asia. C om o expresaron los terratenientes de Sylhet en su petición: Investir a la máxima autoridad ejecutiva de la Provincia [es decir, al jefe comisionado] de un poder discrecional respecto de asuntos que hasta aho­ ra habían sido materia de ley escrita sería situarlos más allá de los linderos de toda ley. E stas condiciones serían q u izás muy adecuadas p a ra un a provin cia h ab itad a p o r salvajes rebeldes. Según sus cronistas, Sylhet siempre fue con­ siderado uno de los distritos avanzados de Bengala. La gente — al menos en su mayoría— es tan culta, lúcida y refinada como la de cualquier otro dis­ trito de Bengala. Privarlos de leyes es colocarlos en la categoría de salvajes a semiinstruidos.15

14 “T h e H um ble M em orial o f the Inhabitants o f the District o f D acca to Sir Andrew Fraser, Lieutenant-Governor o f Bengal, 4 March 1904”, en Reconstruction o f the Province

o f Bengal and Constitution o f a New Province To Be Called the North Eastern Provinces, H om e Departm ent, Public-A, February 1905, Proceeding No. 157, Enclosures to Letter from Governm ent o f Bengal, No. 2556-J, dated 6 April, 1904, to the Address o f the Governm ent o f India, H om e D epartm ent [o io c]. 15 “T h e H um ble Memorial o f the Zemindars, Talukdars, and Other Proprietors o f Land in the District o f Sylhet to H is Excellency the Viceroy and Governor General o f India in Council” , en Papers Relating to the Reconstitution, 112 p. Las cursivas son mías.

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Com o habrá dejado claro esta pequeña muestra de la extensa literatura nacionalista que se produjo durante el movimiento, la defensa de la integri­ dad de una unidad administrativa se codificaba como la defensa de lo so­ cial, y la integridad temporal de lo social podía asegurarse sólo mediante la producción incesante de espacios anacrónicos. Surgieron argumento tras argumento en el archivo nacionalista para señalar el carácter primitivo y atrasado de Assam: era un pueblo incivilizado de lenguas bárbaras y un laxo régimen de castas; no tenía una historia respetable; era una región palúdica de “clima malsano y deprimente”;16 tierra de m agia negra y embrujos per­ versos; zona libre para salvajes cazadores de cabezas e inmorales consumi­ dores de opio. C om o expresó un líder en una asamblea pública: “Les digo que no es asunto desdeñable el que once millones de personas sean llevados a una tierra extrañ a, de clima cálido, a la tierra de la k a la -jo a r o fiebre negra, y sean obligados a establecer una alianza con un p u e b lo extrañ o con e l q u e no tenem os n a d a en c o m ú n '.17 El término “desnacionalización” se popularizó durante el movimiento. Cabe citar de nuevo a C h aru M ih ir: En cultura y educación, el pueblo Mymensingh no es inferior a ningún otro en Bengala, así como tampoco en asuntos sociales, nacionales y polí­ ticos; por siglos han mantenido vínculos indisolubles con los habitantes de los demás distritos de la provincia. Pero el Sr. Risley (secretario del Interior y principal promotor del Esquema) los va a romper. De dos hermanos, uno va a ser bengalí y el otro asamés, el infortunio de uno va a ser diferente de los intereses del otro, y uno va a crecer bajo el gobierno superior de Benga­ la, y el otro va a decaer bajo la administración inferior de Assam. La sola idea de que después de 20 o 25 años la gente de Mymensingh va a ser dife­ rente de los bengalíes es agobiante. En cuanto a nuestros orígenes, raza y lengua, somos diferentes de los asameses. Nuestra lengua nacional va a su­ frir un gran deterioro al entrar en contacto con la asamesa. Nos estremece­ mos sólo de pensarlo.18 No puedo entenderlo, y nadie ha logrado explicármelo — respondió el vi­ rrey en su discurso público en Mymensingh— por qué un bengalí dejaría de hablar su lengua por el hecho de que un comisionado jefe o un teniente gobernador venga a residir a Dacca (la capital propuesta para Bengala 16Amrita Bazar Patrika, 20 de enero de 1904. 17Sitanath Raybahadur, citado en Sarkar, Swadeshi Movement in Bengal, 41 p. Las cursivas son mías. 18 Charu M ihir, 22 de diciembre de 1903 (traducción de Report on Native Newspapers del año relevante).

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oriental y Assam), o por qué, como dije en Dacca, catorce millones y me­ dio de bengalíes deban abandonar su lengua por entrar en asociación con un millón y medio de asameses. En un intento de conciliar a los nacionalistas bengalíes, Curzon dijo: “ [...]la probabilidad parecería apuntar en dirección opuesta y sugerir que el asamés, ya com o dialecto del bengalí o como otra lengua — respecto a lo cual los expertos parecen diferir— , va a ser el que desaparezca”.19 En su m inuta de 1903, Curzon adm itió que la nueva provincia “adquiriría un carácter com puesto, pero éste no sería m ás com plejo que el de m uchas otras administraciones indias” . C on la fantasía de tener una “conexión ferroviaria continua entre los pozos petroleros de D igboi y Margherita, las m inas de carbón de M akum y las plantaciones de té del Alto Brahmaputra, y la bahía de Bengala”, Curzon estaba decidido a rom per con “el provincialismo de A ssam ”.20 El binom io Estado-sociedad m ediante el cual la historiografía con­ vencional sobre la “ Partición de Bengala” nos invita a abordar el diseño del Im perio sirve con frecuencia para alejarnos de una cuestión m ás am ­ plia: la geografía m óvil del capitalism o.21 Al despreocuparse de las recla­ 19 “Addresses at Mymensingh, 20 February, 1904”, en documentos privados de George Nathaniel Curzon, IOR/ Mss Eur F111/247a [o i o c ]. Un autor anónimo de un tracto nacionalista bengalí rebatió esta declaración diciendo que “el asamés puede desapa­ recer como lengua independiente, pero no antes de mezclar algo de su dialecto con la lengua de Bengala oriental [contribuyendo a su deterioro]”, “One of the people”, en The Partition o f Bengal: An Open Letter to Lord Curzon, Dacca, B. Chakravarty, 1904, 16 p. 20“Lo que podría describirse como la actitud pueblerina de Assam se debe a su área reducida, a sus restringidas oportunidades, a su falta de establecimientos comerciales, a sus servicios del exterior y al insano predominio en la vida y la administración de un in­ terés industrial único que depende en su mayor parte de mano de obra importada, que se debe a lo que puede describirse como la estrechez de miras de Assam”. “Minute by His Excellency the Viceroy on territorial Redistribution in India, Part II (June 1, 1903)”, en documentos privados de George Nathaniel Curzon, IOR/ Mss Eur F111/247a [o io c ]. 21Al planear erigir “Assam en una administración vigorosa y autocontenida, capaz de desempeñar en la frontera noreste de India el mismo papel que han tenido las Provin­ cias Centrales en el centro, y que tuvo antes el Punjab en el noroeste”, Curzon propuso, en efecto, llamar a la nueva provincia Provincias del Noreste. Se le dijo de inmediato que “los importantes intereses comerciales representados por la industria del té se quejarían si el nombre de Assam, ahora tan ampliamente conocido en los mercados del mundo como la principal fuente de té indio, desapareciera de la lista de provincias de India”. Brodrick to the Governor General in Council , Public, No. 75, India Office London, dated 9 June 1905, en ibid.

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m aciones de lo social, estas historias no logran, por desgracia, abordar determ inadas com plejidades fundam entales del discurso nacionalista. Mientras viajaba ayer en el tren — le dijo Curzon a su público en Dacca el 18 de febrero de 1904— , vi grupos de escolares bien organizados con pan­ cartas que decían: “No nos hagan asameses”. Seguramente no necesito indicarle a un público inteligente que nin­ guna reorganización administrativa puede de ninguna manera convertir a un pueblo en otro, o hacer que cuatro millones y medio de personas ha­ blen una lengua que no es la suya, y las preocupaciones que estoy descri­ biendo parecen realmente demasiado infantiles para merecer la atención, de no ser porque me pareció que se plantearon con seriedad y fueron bien pensadas.22 El principal secretario de Gobierno de Bengala resumió la justifica­ ción oficial en un renglón: “La m era división adm inistrativa no produce división social en m ayor m edida que la unidad adm inistrativa genera unión social” .23 Al destacar la brecha entre la profundidad de lo social y la superficialidad de lo adm inistrativo (una “ m era división adm inistrati­ va”), el gobierno imperial estaba tratando, en efecto, de devolverles la pelota a los agitadores nacionalistas. D espués de todo, com o Chatterjee lo dem uestra exitosamente, la priorización estratégica de un “dom inio interno” al m argen de los estragos de la “occidentalización” y el colonia­ lism o era condición necesaria de este m ism o nacionalism o.24 ¿Quién podía com prender la precariedad de lo social m ejor que quienes hicieron la m ayor inversión afectiva en el espacio del Estado británico indio? C om o lo señaló el b ab u s de C hittagong, el suyo fue “de hecho, el prim er distrito británico en la provincia” . D e “am algam arse con el atra­ sado distrito de Assam , el distrito de C hittagong — adelantado y progre­ sista— y los demás distritos van a gravitar naturalmente hacia el nivel inferior com o resultado inevitable de una com binación tan desigual” .25 22“Addresses at Dacca, 18 February, 1904”, en ibid. 23From the Officiating Chief Secretary to the Government of Bengal to the Secretary to the Government of India, Home Department, Calcutta, 6 April 1904 [Confidential], párrafo 42, en ibid. 24Partha Chatterjee, Nation and Its Fragments: Colonial and Postcolonial Histories, Princeton, Princeton University Press, 1993. 25 “The Humble Memorial of the Residents of Chittagong assembled at a public meeting held on the 17th day of January 1904” [to G.N. Curzon, George Nathaniel

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N o cabe aquí relatar la prolongada historia de constante desaprobación, condena y sátira con que la cultura b h ad ralo k , dom inante en Calcuta, se dirigió a las diversas culturas m o fu ssil de C hittagong, Sylhet, D acca y otros distritos “ b a n g ü l" a lo largo del siglo XIX, cuyas huellas aún conti­ núan anim ando la cultura urbana en la Bengala occidental poscolonial; pero en el repentino com prom iso de fin -d e -sie c le de unidad y herm an­ dad, hecho durante el m ovim iento “antipartición”, los signos de esta ansiosa econom ía eran inequívocos. C om o lo señalaron los b h ad ralo k s de M ym ensingh, “ante cualquier división de Bengala com o tal, la por­ ción que se desprenda de la m etrópolis debe perder el beneficio de la energía, la cultura y el progresism o de sus residentes.” Esta práctica suspensión de las relaciones entre Bengala oriental y Bengala occidental lleva necesariamente a un deterioro de la lengua de la primera, una lengua que está m ejorando y se está asimilando gradual­ m ente a la de Bengala occidental. Al respecto, Su Excelencia parece estar trabajando con una im presión equivocada. Lo que preocupa a sus m e­ m orialistas no es que su lengua deje de existir sino que su m ejora gradual se retrase y termine por adoptar la form a de un dialecto inferior. Es esta inferioridad del dialecto lo que ocasionó antes que el pueblo de Bengala occidental viera con desprecio a Bengala oriental. Sus m em orialistas te­ m en naturalmente que la separación de este distrito de la M etrópolis o, m ejor dicho, del gobierno de Bengala con sede en la m etrópolis, elimine uno de los factores m ás im portantes del progreso de ese pueblo.26 Curzon, Viceroy o f India, in “Reconstruction o f the Province o f Bengal and constitution o f a new Province to be called the N orth Eastern Provinces”, H om e Department, Public­ A, February 1905, Proceeding No. 157 (Enclosures to Letter from Government o f Ben­ gal, N o. 2556-J, D ated 6 April, 1904, to the Address o f the Government o f India, H om e Departm ent) [oioc]. 26 “T h e H um ble M emorial o f the Inhabitants o f the District o f Mym ensing” [a Andrew H .L . Fraser, Lieutenant-Governor de Bengala, sin fecha], en Papers Relating to the Reconstitution, 117 p. D e manera similar, “O ne o f the people” , P artition o f Bengal, p. 10, com enta que la cultura de los distritos desprendidos “decaería debido a una com u­ nicación m enos frecuente con la metrópolis de India, centro de la educación y la cultura.” D e nuevo, en la página 16, el autor resiente “el distanciam iento de la perspectiva literaria de Bengala oriental de los hombres sabios y los líderes de la m etrópolis”. C om o lo señalan las Cám aras Nacionales de Com ercio de Bengala, “A partir de una lengua común, una metrópolis com ún, una administración com ún, una Universidad común, vínculos socia­ les comunes, y un comercio y una religión y otras m uchas cosas en com ún entre Bengala oriental y Bengala occidental, los habitantes de am bas partes, hombres cultos, hombres sabios y líderes, se mezclan libremente en una plataforma com ún en la metrópolis, absor­

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N o es m era casualidad que hayamos com enzado este ensayo con Ram m anikya. “ La gran C alcuta — señaló el gobierno de India en 1905— está entre las doce ciudades m ás grandes del m undo, m ientras que la población de C alcuta es, en sí, m ás num erosa que la de cualquier otra ciudad del Im perio británico, excepto Londres.”27 Pero la cuestión, repitám oslo, no está tanto en C alcuta y M ym ensingh o Bengala y Assam, com o en el infinito encanto de la m etrópolis. La reproducibilidad del m odelo de progreso es, insistim os, potencialm ente infinita. El punto se aclara con la respuesta de los sriju ts asameses a sus detractores bengalíes.28 “ ¿A qué se refieren nuestros am igos bengalíes cuando dicen que Assam es una provincia atrasada, que su gente no es instruida y que, por consiguiente, no les gusta que los mezclen con salvajes?”, preguntó doli­ do M anik C handra Barua. Es imposible, en efecto, concebir un argumento más egoísta, más intole­ rante, más deshonroso o más deshonesto. [...] ¿No recuerdan que hace unos 30 años Assam era parte integrante de Bengala y tenía el mismo Te­ niente Gobernador? ¿Tampoco recuerdan que cuando aquel magnánimo gobernante, sir George Campbell, introdujo en Assam el “asamés” — la lengua del pueblo de Assam— , los bengalíes armaron gran alboroto dicien­ do que el “asamés” no era una lengua sino una vil jerga del bengalí, y ahora, acto seguido, dicen que el “asamés” es una lengua aparte? ¿No es esto decir, prácticam ente — preguntó Barua— “que porque los asameses están atrasados, hay que dejar que así se queden, y dejar que sean pisoteados por sus vecinos m ás avanzados?”29 Su am igo, Jaganben e imparten pensamientos y recopilan ideas e informaciones [sic]. En consecuencia, sería nada menos que una calamidad desmembrar Bengala, interrumpir por la fuerza lazos inmortales y dividir a la raza hablante de bengalí en dos secciones, absorbiendo y fusionando una sección en un Assam habitado por una raza atrasada”. Sita Nath Roy, Honorary Secretary, Bengal National Chambers of Commerce, to the Chief Secretary to the Government of Bengal, dated Calcutta, the 3rd February 1904, en Papers Relating to the Reconstitution, 80. 27Letter from the Government of India, to the Right Hon’ble St. John Brodrick, His Majesty’s Secretary of State for India, dated 2 February 1905, en Papers Relating to the Reconstitution, 3 p. 28Podría mencionarse aquí que, en protesta contra la retórica racista de los activistas bengalíes “antiparticionistas”, Tarun Ram Phukan renunció a su trabajo en el Tribunal Superior de Calcuta y regresó a Assam. Chaudhuri, Desbhakta tarunram phukan, 4 p. 29“Note by Srijut Manik Chandra Barua, Dated Gauhati, February 27, 1904” [to

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nath Barua, presidente de Jorhat Sarbajanik Sabha, com entó, de m ane­ ra similar: Cuando estuvo en consideración el reconocimiento de la lengua asamesa, y cuando los bengalíes reclaman [¿reclamaron?] los nombramientos en los servicios de Assam, se insistió todo el tiempo en que las dos lenguas eran una sola y los dos pueblos eran uno solo; pero ahora que surge la cuestión de unir una porción de Bengala con Assam, se declara que la lengua asamesa es completamente diferente y el pueblo asamés está relegado al nivel de los lushais y otras tribus del monte.30 El dolor de los b h ad ralo k s al ser clasificados junto con los salvajes asameses, y el dolor de los sriju ts al ser “relegados al nivel de los lushais y otras tribus del m onte”, no son tan diferentes. La aceptación de la cate­ goría de “atraso” para autodescribirse era la aceptación del tiem po lineal de la capital, la m odernidad y la nación. Incluso el m ás entusiasta defen­ sor de la gloria de K am arüpa, K anak Lal Baruah, reconoció la fuerza de este esquem a temporal. Los asameses, quienes se incorporaron al régimen británico hace ochenta años, están naturalmente menos avanzados que sus hermanos más afortuna­ dos, los bengalíes, quienes han disfrutado las bendiciones del régimen britá­ nico en una localidad central durante cerca de siglo y medio. Ellos [es decir, los asameses] están, por consiguiente, alarmados ante la posibilidad de tener que correr la carrera de la vida atados a una comunidad más avanzada.31 La frase concisa y directa de Gokhale señala este m om ento de lo nacional inevitablemente jerarquizado. El primero en ingresar en el or­ den im perial es lógicam ente m ás m oderno que el que lo hizo m ás tardía­ mente. Es sólo aceptando su época autobiográfica de capital — que le permite describirse a sí m ism a com o un proyecto coherente, autosuficiente y universal— com o la nación puede insertarse en el ám bito m o­ C h ie f Com m issioner], Annexure to “Proposed redistribution o f territory between Bengal and Assam ”, From F.J. Monahan, the Secretary to the C h ief Com m issioner o f Assam to the Secretary to the Government o f India, H om e Department, 6 April, 1904 (H om e Departm ent, Public — A, February 1905, Proceeding N o. 156) [o io c]. 30 “ Letter D ated Jorhat, February 10, 1904 from Rai Jagannath Barua, Bahadur, President, Jorhat Sarbajanik Sabha” [to C h ief Com m issioner], en ibid. 31 “N ote by Sriju t K anak Lal Barua, Extra Assistant Commissioner, D ated February 12, 1904 [to C h ief Com m issioner]” , en ibid.

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derno, y en la m edida en que siga com prom etida con los esquemas de m ejoram iento de la capital, los espacios anacrónicos seguirán siendo su condición vital de posibilidad. Sin la tragedia de Ram m anikya, hay p o ­ cos m otivos de farsa en la m etrópolis.

LOS DÍAS DESPUÉS DE LOS DÍAS DE AYER “Las fuerzas siempre vienen de afuera, de un afuera más lejano que cualquier otra forma de exterioridad”32 “ En cierto sentido Assam es afortunada — declaró Jawaharlal N ehru en 1937— por el hecho m ism o de haber sido un tanto descuidada y haber tenido un desarrollo lento, despliega perspectivas prom etedoras de un rápido desarrollo sobre bases planificadas, una m ayor generación de ri­ queza y una elevación del nivel de vida de su gente.” El presidente del C ongreso N acional Indio visitó Assam en una breve gira propagandísti­ ca de ocho días, y en su discurso público hizo hincapié, com o de cos­ tumbre, en la im portancia prim ordial de los dos principales “problem as nacionales” que India enfrentaba: conseguir la independencia y erradicar la pobreza. Sostuvo que todo verdadero nacionalista en A ssam debía dar m ayor prioridad a estos dos asuntos que a los “problem as provincianos” particulares com o “el opio, el futuro de Sylhet, la inm igración y el siste­ m a de líneas, las plantaciones de té y, m ás precisamente, la m ano de obra que ahí se em plea y las áreas excluidas y parcialm ente excluidas de las diversas poblaciones tribales que las habitan” . Estas cuestiones eran “problem as particulares que afectaban a Assam y ejercitaban la m ente de la gente de la provincia y, no obstante, eran todos derivados del proble­ m a fundam ental de India” . Idealmente — dijo N ehru— , los problem as de pobreza y libertad nacional debían “opacar todos los problem as loca­ les”: “debem os recordar esto siempre si queremos mantener una perspec­ tiva adecuada y trabajar con eficiencia” .33 32Gilles Deleuze, Foucault, traducción y edición de Seán Hand, Londres, Continuum, 2007, 100 p. 33Jawaharlal Nehru, “In the Valley of the Brahmaputra”, en The Unity o f India: Collected Writings, 1937-1940, Londres, Lindsay Drummond, 1941, 190 p.

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Jnananath Bora, activista y com entarista político de Assam , publicó en el periódico popular A v ah an una apasionada respuesta al discurso de N ehru. Esta respuesta era, en cierto m odo, continuación de una obra anterior y m ás extensa publicada en el m ism o periódico, “ K ám arüpa e India” . En dicha obra, Bora había entrado en una porm enorizada discu­ sión sobre la relación entre un des (país/nación) y una p ra d e s (región/ provincia). Fue sólo después de la llegada de los británicos — dijo Bora— cuando “nuestro país, que siempre había sido libre, se convirtió en una provincia” . Desde entonces, Kámarüpa o Assam ya no es des, sino tan sólo prades. Al principio nuestra gente no podía entenderlo. Durante mucho tiempo nuestra gente siguió considerando a Assam como un des diferente de India [Bháratvarsha], y no participó en ninguno de sus programas. Esto era na­ tural. Durante dos mil años nuestra gente consideró su des como un des independiente en el mundo. [...] Durante los últimos treinta años más o menos ha habido signos de cambio. Algunos han comenzado a pensar en nuestro des como un prades de India; aunque éste no es un sentimiento generalizado. Nuestra gente todavía no puede considerar a la gente de Punjab o de Madrás como nuestros propios ciudadanos. Son tan distantes como la gente de China o de Afganistán. Poniendo de cabeza la prolongada historia de distanciam iento del siglo xix, Bora com entó que lo que se había condenado en las declara­ ciones oficiales com o aislamiento y alejamiento de la provincia eran en realidad indicios de la negativa de Assam a aceptar el estatus de provin­ cia. Según él, la provincialización de Assam tuvo los efectos m ás perju­ diciales en su gente. Ha pasado sólo un siglo de régimen británico en Assam. Desde que Assam ha sido administrada como parte de India a lo largo de este siglo, nuestra clase educada ha llegado a ver su propio des como una prades de India. No cabe duda de que este cambio ha limitado las ideas de nuestra gente. Nues­ tros antepasados, aun habiendo estado establecidos en Kámarüpa, podían ver el mundo entero y adoptar diferentes modelos de otros deses para me­ jorar las condiciones de sus deses. Pero ahora nuestro hundimiento es tan total que sólo podemos ver dentro de los confines de India, y ni siquiera los deses adyacentes. Hoy las pradeses de India son nuestros únicos modelos. Nuestra gente está siguiendo en todos aspectos a las demás pradeses de In­ dia. Olvidando nuestra individualidad, nuestra particularidad, nuestra ori-

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ginalidad, está imitando ciegamente a las pradeses de Bengala o de Punjab. Ésta es la condición actual del des de Kámarüpa siempre libre.34 Los propios m odelos de Bora vinieron, por lo tanto, de Europa. En un m apa geográfico porm enorizado, com paró las cifras de la población y las m edidas territoriales respectivas de Albania, Austria, Bélgica, Bul­ garia, Checoslovaquia, D inam arca, Grecia, el Estado Libre Irlandés y Suiza con las de su propuesta “ K ám arü pa” (la provincia británica de A ssam en 1936 sin el distrito de Sylhet pero con la división de Jalpaiguri) y concluyó que A ssam cum plía con casi todos los criterios de un m oderno Estado-nación, un de/.35 En su respuesta a N ehru unos meses después, Bora lo acom etió por no haber reconocido la verdadera natu­ raleza o intensidad de los problem as de Assam . Si los problem as de A ssam eran secundarios en im portancia por ser “problem as de provin­ cia” y no nacionales, entonces — según Bora— , la m ejor m anera de ponerlos al principio de la lista de prioridades era haciendo de Assam una nación independiente, un des — m ás que u n a p ra d e s: “Si no pode­ m os lograr nuestro objetivo de perm anecer com o p r a d e / en India, en­ tonces no deberíam os dudar de separarnos de India y form ar un des independiente” .36 N o es nuestro propósito ocuparnos aquí de los porm enores de los “objetivos” de Bora o de su com pleja y poderosa retórica antiinm igra­ ción; queremos m ás bien llamar la atención del lector a su lógica de los d e / y las p ra d e /, que sigue siendo hoy en día del interés de m uchos acti­ vistas políticos en el noreste de India.37 C om o Bora lo entiende, el des era la cancelación de la p ra d e s: la dignidad de lo nacional era el mejor antídoto contra la deshonra de lo provinciano. En un artículo titulado “ Por qué el des de Assam se va a quedar en India” (“W hy W ill the A ssam D es Stay within India”), Bora vincula m ás explícitamente la noción de espacio vivido com o un espacio de la provincia, a la realidad de la ocu­ pación colonial. El Congreso N acional Indio — nos dice— prolongó y 34Jnananath Bora, “Kám rüp áru bháratvarsha”, Avahan, vol. 8, núm. 3, 1936, p. 255. 35 Ibid., pp. 260-261. 36 Bora, Kamrüp aru bharatvarsha, 120 p. 37 En su controvertido Swadhinatar Prastab [“Proposición de Independencia”], el activista independentista Parag Kum ar D as reclamó categóricamente el legado de Jnan a­ nath Bora, mientras defendía la secesión de Assam de India. V éase D as, Swadhinatar prastab, pp. 36-40.

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fortaleció, en efecto, la política imperial de la provincialización cuando entró en A ssam en la década de 1920. Se inculcó en el público asamés que Assam no era un des diferente sino una prades de India. [...] [Se enseñó que] somos indios primero y asameses después. Todos los asuntos de Assam, cada uno de sus problemas es de provincia [pradesik], y, por lo tanto, de ninguna manera se le puede dar atención prioritaria. [...] Como resultado de estas lecciones, los problemas de Assam se expulsaron del panorama. No importa qué tan profundos sean nuestros problemas, se consideran de provincia y, por consiguiente, poco dignos de atención. Ahora la situación se ha vuelto tal que nuestra gente se siente consternada y avergonzada si se mencionan los intereses de la nación asamesa. Las personas educadas están siempre temerosas de que se les pue­ da llamar insulares y de criterio estrecho.38 Para Bora, sólo el nacionalism o, com o política de pura sangre de legitim ación y autentificación, podía ofrecer la prom esa de una presen­ cia plena, una respuesta a la autodenigración y la ignom inia de lo pro­ vinciano. El Estado-nación independiente de A ssam no tendría que con­ cebirse a sí m ism o com o una m ala copia de otras provincias de India; en cuanto des, conservaría “nuestra individualidad, nuestra particularidad, nuestra originalidad” . H uelga decir que Bora no deseaba ver en Assam la continua reproducción de lo provinciano: la dom inación y la denigra­ ción de los m ontes, la deslegitim ación y la reprim enda de B h a ti, la des­ autenticación y la denigración de los “colonos” . Tam poco estaba abierto a la posibilidad de que el deseo m ism o de individualidad, particularidad y originalidad fuera el gemelo desaparecido de lo que él criticaba como vergüenza, deshonra y falta de confianza en sí m ism os entre la clase m e­ dia de la provincia.39 Pero hay tam bién un punto m enos evidente. Este punto se refiere a la autonom ía putativa y la autopresencia de un des. La provincialización es, a los ojos de Bora, el efecto de una fuerza exógena, una invasión, un asalto que proviene de un exterior siempre pre­ sente. Esta fuerza confisca un des y lo convierte en p rad e s. D e aquí que el proyecto de convertir una p ra d e s de nuevo en des consista necesariamente en un gesto de retorno: al lugar original, a un comienzo etimológico, a 38 Jnananath Bora, “Asam des bharatvarshar bhitarat thakiba kiya (asamiyá játi áru congress)”, Avahan, vol. 10, núm . 3, 1938, pp. 261-274. 39 Cf. Julia Kristeva, Nations without Nationalism, traducción de Leon S. Roudiez, N ueva York, C olum bia University Press, 1993, pp. 3-4. Por supuesto, estamos en total desacuerdo con la valoración que hace Kristeva de “la idea nacional francesa” .

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Kámarüpa. Las repetidas invocaciones de Bora de la historia de “dos mil años” de un “ des de Kám arüpa siempre libre” no son fortuitas. El naciona­ lismo debe vincular “indisociablemente — como lo señala Derrida— , el valor ontológico del ser-presente a su situación, a la determinación estable y presentable de una localidad (el topos del territorio, del suelo, de la ciu­ dad, del cuerpo en general)”. Derrida lo llama la axiomática de la ontopología.40 En el corazón de la ontopología del nacionalismo político de Bora está activa, no obstante, la heterotopía de la pedagogía historicista. El lu­ gar original está siempre en otra parte, otro espacio, “fuera del tiempo e inaccesible a sus estragos”.41 El espacio-nación (des) se vuelve concebible sólo como un espacio fuera de lugar; la nación (ja ti), como un pueblo fuera de lugar. U n sentido de pérdida y la lógica de propiedad se refuerzan m utuamente en la form a de una circularidad inclemente. Sin esta centralidad espectral de la o tra p a rte , no hay un “aquí y ahora” de la nación. Cuando regresaba de la sanguinaria expedición contra los abors en 1911, un joven soldado británico lamentó en su diario que “el m iembro de una tribu de la frontera... siempre nos ve cuando estamos más débiles” . M enciona las “enormes dificultades para abrir caminos, el transporte y el abasto”, que debían superarse necesariamente “antes de que podam os arrojar el más m ínim o sensor en su territorio, y nuestra subsecuente vic­ toria no es siempre, por lo tanto, de lo m ás destacada”. Mientras que algo de lo que podría llamarse “andanzas punitivas de trota­ mundos” — impuestas como uno de los términos de paz— , podría tener un gran efecto sobre nuestras relaciones futuras. Imaginemos que nos en­ tregara un grupo de rehenes al suspender un par de años las hostilidades, y la oportunidad que esto supondría de ampliar su perspectiva política. Una docena de A bor gam s serían, de hecho, excelentes sujetos para esas “puniti­ vas andanzas de trotamundos”. Empezaríamos con un poco de educación general de tipo elemental. Una vez que los hubiéramos vuelto, así, recepti­ vos de nociones más amplias, procederíamos a llevarlos a “trotar” por todo el Imperio británico, les expondríamos los grandes hechos físicos en los que se basa nuestro imperio, y los mandaríamos entonces de regreso a su rincón en las montañas para que le hicieran un provechoso relato de lo aprendido a su tribu.42 40Derrida, Specters o f M arx, 82 p. 41Foucault, O f Other Spaces, p. 26. Véase el capítulo 4. 42Powell Millington, On the Track o f the Abor, Londres, Smith, Elder & Co, 1912, pp. 67-68.

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Las fantasías de M illington son notables por m uy diversas razones. Pero lo que m ás nos im porta aquí es su alusión al enorme poder de a lg u ­ n a o tra p a rte . Incluso la conquista m ás acotada de un lugar queda incon­ clusa hasta que el conquistado sea expuesto a otros lugares y obligado a trotar por el m undo pisándole los talones al conquistador.43 Es a partir de su propio lugar — en una secuencia— com o uno debe conocer el significado de su propio lugar, y no hay secuencia sin otros lugares. El orgullo obsceno del im perio ante la extensión y la diversidad de su secuencia territorial contrasta form almente con los m odestos “deseos y diseños” de la nación para conseguir su hom ogeneidad espacial.44 Pero, com o Benedict Anderson lo señala, sólo en la “nueva doble-conciencia infatigable” de la com paración yace “el origen del nacionalism o” .45¿Qué sería de la “ K ám arüpa” de Bora en un m undo sin los m odelos europeos correspondientes? En una brillante glosa sobre Anderson, Pheng Cheah escribe que “la com paración es un espectro precisam ente porque es una form a de autom atism o inhum ano evocado por el eterno desasosiego del capitalism o” .46 En otras palabras, el m om ento com parativo sólo puede ocurrir en la serie del tiem po autobiográfico del capital. En cuanto condición de la com paración, la o tra p a r te es intrínseca al discurso de la nación. La postergación de lo auténtico es la única m a­ nera en que el poder de la autenticación puede seguir predom inando. Lo que im porta de este laberinto no es que la nación nunca alcance lo auténtico, sino que dicha noción de lo auténtico no puede dejar de go­ bernar el im aginario nacional.47 Esta condición de lo provinciano — de 43Véase Reid, History o f the Frontier Areas, 230, para una breve descripción de la quema de cosechas y la quema de aldeas, “fuego rápido” y el desplazamiento forzoso de la población objetivo durante la expedición de 1911. 44Roger Chartier, Cultural History: Between Practices and Representations, traducción de Lydia G. Cochrane, Cambridge, Polity Press, 1988, 195 p. 45Benedict Anderson, The Specter o f Comparisons: Nationalism, Southeast Asia and the World, Londres y Nueva York, Verso, 1998, 229 p. 46 Pheng Cheah, “Grounds of Comparison”, Diacritics, vol. 29, núm. 4, 1999, p. 12. En dicha descripción hay, sin embargo, una sombra inconfundible de la propia defensa neovitalista de Pheng Cheah, de la forma de la nación como “el último portador efectivo de la idea de la libertad trascendental para la mayor parte de las masas del mun­ do”, que nos parece difícil de aceptar. Cf. Pheng Cheah, Spectral Nationality: Passages o f Freedom from K ant to Postcolonial Literatures o f Liberation, Nueva York, Columbia Uni­ versity Press, 2003, 197 p. 47Cf. Timothy Mitchell, “The World as Exhibition”, Comparative Studies in Society and History, vol. 31, núm. 2, 1989, 236 p.

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no poderse erradicar— no hace, sin em bargo, utópica la tarea de desprovincializar. La libra, en cam bio, de verse reducida a un mero exorcismo. La tarea de desprovincializar, nos explican M bem be y N uttall, im plica leer el lugar m ás m ínim o de la provincia “en los m ism os térm inos en que leemos cualquier otra parte”.48 Esto activa, a nuestro parecer, un despla­ zamiento brillante: la alegre prom esa de familiarizarse — “en los m ism os térm inos que... en cualquier otra parte”— se desarrolla hasta volverse un temible proyecto de desfamiliarizarse. La nación em pieza a parecerse al im perio y la provincia confirma, a su vez, la capacidad de infinita repro­ ducción de la form a de la nación, con posibilidades avasalladoras de una ulterior provincialización. La tesis de desarrollo “en serie” de Anderson da un giro perverso.49 La novela de la com paración se convierte en his­ torias infinitas de co-constitución. Es en este punto de la discusión donde la especificidad de lo colonial vuelve a aparecer com o pregunta. A m alendu G uha nos dice que en la década de 1930 no hubo m uchos partidarios de las ideas “secesionistas” de Jnananath Bora, y que ni siquiera el m odelo de ciudadanía dual de Am bikagiri Raychaudhury tuvo “una aceptación general entre la gente asamés” .50 M edio siglo después, el pensam iento de Bora se volvió para m uchos, no obstante, cuestión de sentido com ún. “La lucha por la libe­ ración nacional de Assam no es nunca un m ovimiento separatista o sece­ sionista”, declara el sitio web del Frente de Liberación de A som (United Liberation Front o f Asom , ULFA), la particular organización insurgente en torno a la cual se ha consolidado el discurso contemporáneo del “Assam independiente” desde su concepción en 1979. Según el ULFA, la cuestión de la “secesión” no surge porque Assam nunca haya sido “histó­ ricamente” parte de la nación india, y su ubicación en el m apa político de India debe explicarse simplemente como un hecho de la “ocupación colonial”.51 48Mbembe y Nuttall, Writing the World, 351 p. 49Cf. Anderson, Imagined Communities, pp. 184-185. 50Guha, Planter-Raj to Swaraj, 316 p. 51 http://www.geocities.com/CapitolHill/Congress/7434/ulfa.htm [consultado el 15 de junio de 2004]. Véase también la declaración del presidente del ULFA, Arvind Rajkhowa, de que “la historia no sostiene el argumento de que Asom y la identidad de Asom son parte de India y de la identidad india... Asom nunca fue parte de India. La historia india no brinda ejemplo alguno de un gobernante indio que haya dominado Asom”. Citado en Frontline, 12 de mayo de 1990.

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M ientras el Estado indio está dem asiado ansioso por asegurar a sus ciudadanos m etropolitanos que el llam ado del ULFA a la independencia (“secesión”) es la voz de unos cuantos jóvenes aislados en la provincia, apoyados por los vecinos m alos, la m ayoría de los com entaristas percep­ tivos señalan la sim plista ingenuidad de tales descripciones. Sanjib Baruah considera que “las ideas que inspiran al ULFA se ubican en la ten­ dencia prevaleciente en la vida social, política y cultural de Assam ”, y ofrece descripciones inform adas de com plicidades críticas entre institu­ ciones “representativas de la m ayoría” y m ecanism os “m arginales” .52 La descripción del ULFA del Estado-nación indio com o un im perio colo­ nial no es, por supuesto, ni original ni poco usual. N um erosas evalua­ ciones de otras organizaciones guerrilleras en la frontera noreste (y en otras partes) continúan desafiando las credenciales poscoloniales del Estado indio, m ientras que las declaraciones del gobierno se refieren de m anera rutinaria a las dificultades de las “desigualdades re g io n a­ le s" del noreste com o un im pedim ento para “construir la nación” . N o es nuestro objetivo juzgar la veracidad de estas elaboradas interpretacio­ nes en conflicto. Pero lo que la continua carrera de las expresiones des y p ra d e s indica es una paradoja m ás grande: consignado a la im placable reproducción de lo provinciano bajo el signo de la m odernización, el nacionalism o territorial no puede abolir su orden m ítico — el colonia­ lism o— , que siempre am enaza con alojarse en las reivindicaciones m is­ m as del nacionalism o.53 Preguntar si lo poscolonial puede comenzar es, por consiguiente, empezar a cuestionar la propia idea del comienzo, por lo m enos el privi­ legio epistém ico-ontológico que se le confiere de m anera convencional. En la delirante recurrencia de la m odernidad capitalista, en las interm i­ nables repeticiones de la diferencia que ciframos com o colonial, el tropo de un comienzo de época tiene tan poco sentido com o la plenitud de lo 52Baruah, Durable Disorder, p. 168. Véase también Misra, Periphery Strikes Back, 143 p. 53No hay mucho que ganar saneando esta paradoja como “colonialismo interno”, porque el habla del interior y el habla del exterior son cómplices en el proyecto y no pueden usarse para entenderlo. Cf. Michael Hechter, Inter-nal Colonialism: The Celtio Fringe in British N ational Development, 1536-1966, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1975. Véase también Tilottama Misra, “Assam: A colonial hinterland”, Economic and Political Weekly, 9 de agosto de 1980, pp. 1357-1365, y Apurba Kumar Baruah, Social Tensions in Assam: M iddle Class Politics, Guwahati, Purbanchal Prakash, 1991.

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futuro.54 “ Eternam ente prom etido en una inm inencia siempre más próxim a y, no obstante, nunca cum plida”, advierte Foucault, el com ien­ zo retrocede necesariamente en el futuro. Es esta esquivez de lo poscolonial, garantizado por la dinám ica estructural de lo provinciano en los regímenes de la m odernización, lo que hace posible su gesto inaugural. El reto puede ser un poco diferente: si la capacidad que llam am os lo poscolonial es un nuevo dom inio de su negación, ¿podem os seguir aferrándonos a “nuestro m om ento histórico [como] el de la preparación para el otro com ienzo?”55 Uno de los retos distintivos de la m odernidad es, después de todo, la producción de lo nuevo en un orden consolidado que tiene, él m ism o, com o condición la inexorable dem anda y fabrica­ ción de novedades.

54 Michel Foucault, The Order o f Things: An Archaeology o f the Human Sciences, Nueva York, Pantheon Books, 1971, p. 332. 55Cf. Martin Heidegger, Basic Questions o f Philosophy: Selected “Problems” o f “Logic”, traducción de Richard Rojcewics y André Schuwer, Bloomington, Indiana University Press, 1994, p. 172.

4. LOS MALES DE LA MODERNIDAD El brote de la fiebre de Burdwan Rohan Deb Roy Es curioso advertir cómo la humanidad se deja llevar por consignas. Ya se trate de la religión, la política o la ciencia popular, el oficial en turno da la contraseña y la secta, el partido o la sociedad la pone al día, y ésta se repite, resuena y sigue resonando hasta que el sonido se desvanece, o la voz es amortiguada por el tono más alto de un nuevo lema. Es una extraña fase de la vida humana, este sistema de consignas... “Draining Bengal”, editorial de la In dian M edical Gazette, septiembre de 1872, p. 209

En ciertos sentidos, la fiebre de Assam , la fiebre de M alta, la fiebre de N agpur, la fiebre de H on g Kong, la fiebre de Amritsar, la fiebre romana, la fiebre de Peshawar, la fiebre del Níger, la fiebre de M auricio, la fiebre de Bulam y la fiebre de Burdwan constituyeron diferentes episodios de una historia m édica epistolar. En diferentes m om entos del siglo xix, los m édicos burócratas las distinguieron com o epidem ias atribuibles sobre todo al “paludism o” . Éstas dieron lugar a un patrón particular de infor­ me oficial en que se denom inó a determ inadas enfermedades, asociando el topónim o con el término “fiebre” . Esta red epistolar hizo circular im ­ presiones perdurables de la tierra, el paisaje y la gente. Este ensayo revisa la historia de la fiebre de Burdwan. Tanto en fuentes contem poráneas de la década de 1870 com o en historias poste­ riores, la fiebre de Burdwan y la “epidem ia de paludism o de Bengala” figuraron indistintam ente com o categorías casi idénticas. Yo sostengo [91]

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que la fiebre de Burdwan y la “epidem ia de paludism o” aludían a etique­ tas producidas históricamente: expresiones taquigráficas que ofrecían puntos de referencia convenientes a un grupo disperso de funcionarios. En los m últiples actos de presentación de inform es m édicos en la segun­ da m itad del siglo XIX en Bengala, “una epidem ia de paludism o” se pre­ sentaba, de suyo, com o una m etáfora m édica flexible. Los profesionales de la m edicina se servían con frecuencia del término “p aludism o” para explicar una incontable variedad de malestares físicos en un cuerpo. Este artículo pretende analizar cóm o se entendieron las “epidem ias de palu­ dism o” conform e viajaron en el tiem po y el espacio. Algunos estudios han tendido a concebir la “epidem ia de paludis­ m o” com o un acontecim iento que consistió en la réplica sim ultánea en un m illón de cuerpos, de un único padecim iento hom ogéneo y m onolí­ tico. U na noción anacrónica del paludism o inspira sem ejantes historias. C om prom etidos con la tarea de escribir “historias sociales fidedignas de una epidem ia de paludism o”, ciertos autores redujeron en el pasado el propio paludism o a una categoría dada, casi definitiva e inflexible.1 Este ensayo se abstiene de examinar a fondo p o r q u é hubo una epidem ia de paludism o en Bengala en el siglo XIX. N o se trata tam poco de un estudio de las inadecuadas respuestas del gobierno colonial o de las reacciones de los terratenientes locales. Pregunta, en cam bio, cóm o una serie de flaque­ zas dispersas y disímiles pudo representarse com o una sola epidem ia continua de paludism o en Bengala — y m ás allá de Bengala— durante gran parte del siglo XIX.2

LOS SUJETOS PALÚDICOS3 Las fuentes contem poráneas solían representar la epidem ia com o un quebranto espectacular de las form as de vida im perantes, quebranto que 1Véase por ejemplo Arabinda Samanta, Paludismofever in Colonial Bengal, 1820-1939: Social History o f an Epidemic, Calcuta, 2002.

2Para consultar un estudio de los diferentes significados que se asociaron al “palu­ dismo” en la India británica y en otras partes en el siglo XIX, véase Rohan Deb Roy, “Malareas of health: Dispersed histories of a diagnostic category”, Economic and Political Weekly, vol. XLII, núm. 2, 13 de enero de 2007. 3Esta expresión se encuentra en sir Joseph Fayrer, “First Croonian Lecture on Climate and the Fevers of India”, Lancet, 25 de marzo de 1882, pp. 423-426.

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brindaba la oportunidad de expresar un lamento sobrecogedor por un m undo que se había perdido: “Sus estragos aún no se han reparado; los pueblos en ruinas aún no se han reconstruido; la jungla sigue floreciendo donde alguna vez hubo comuni­ dades sobrepobladas, y muchos de los que huyeron antes de la fiebre no han regresado...”4 “La escuela del Reverendo Neale, que contaba con 130 niños, ahora está desierta...”5 “... ricos y pobres de todas edades y castas han sufrido por igual; por lo tanto, pueden verse viviendas de todos los tipos en igual proporción, en diferentes etapas de decadencia y ruina... muchas grandes ‘batees [casas] que antes alojaron a treinta o cuarenta residentes, se han quedado quizás con un solitario ocupante; m ohullahs y calles enteras han quedado desiertas, y grandes poblados que contaban a sus habitantes por miles, ahora casi pueden enumerarlos por cientos...”6 El lenguaje empleado para inform ar acerca de los diferentes aspectos de la epidem ia reveló también, irónicamente, un vocabulario que preten­ día describir las molestias corporales de todos los días. Estos informes solían formularse en un lenguaje avalado por la ciencia institucional; de ahí que parecieran convincentes, respetables y legítimos. En ellos, dichas expresiones de malestar físico aparecían como condiciones, síntomas, se­ cuelas o simulaciones necesarias en una enfermedad que se padecía de m anera colectiva. El doctor Yadunath M ukhapadhyaya, por ejemplo, na­ rró en detalle algunos casos de pacientes a quienes se diagnosticó paludis­ m o, en documentos médicos bengalíes consecutivos publicados en la dé­ cada de 1870.7 M ukhapadhyaya plantea que el paludismo no se expresaba necesariamente como fiebres fluctuantes legibles en la escala termométrica, ni era de un carácter contagioso tal que causara muertes incontables. En cambio, a su parecer, el efecto del paludismo en el cuerpo podía hacer 4Leonard Rogers, “The lower Bengal (Burdwan) epidemic fever reviewed and com­ pared with the present Assam epidemic malarial fever (Kala-Azar)”, Indian M edical Gazette, núm. 32, noviembre de 1897, p. 401. 5West Bengal State Archives (WBSA de aquí en adelante), Origin or Cause o f the Fe­ ver, General Department; Medical Branch, archivo 6; Prog-34-36, julio de 1873. 6National Archives of India (NAI de aquí en adelante), Home Department, Public Branch, 7 de mayo de 1870, archivos 65-71A. 7Yadunath Mukhopadhyay era médico practicante del Servicio Médico Subordina­ do. Entre 1872 y 1880 publicó al menos unos ocho manuales médicos en Bengala. El doctor Mukhopadhyay y su obra están en espera de ser revisados más intensa y minucio­ samente por los historiadores.

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que uno se sintiera “no enfermo, sino indispuesto”. El paludism o no causaba necesariamente enferm edad sino sólo “una ligera desviación de la salud”.8 El paludism o figuraba, por ende, com o un agente oneroso al que se podía atribuir la explicación de una am plia gam a de malestares. Éstos podían ser episodios frecuentes de diarrea, náuseas, dolor de cabeza o infección ocular; casos de absceso en las m am as de la m ujer o en el oído, secreción de pus o un malestar general sin un m otivo identificable9. El paludism o figuraba tam bién com o una causa subyacente en casos de paro cardiovascular, del que se creía que ponía en riesgo la vida. La serie de casos que aparecen en la narrativa de M ukhopadhyaya incluye su experiencia atendiendo mujeres em barazadas y niñas de hasta un año de edad. Incluye tam bién su propia vivencia con un padecim iento que él tom ó por “paludism o” . M ukhopadhyaya identificó experiencias de m a­ lestar tales com o una fatiga general, bostezos reiterados, deseo de estirar­ se, dolor en el tobillo, form ación de gases, pereza permanente, intensa irritación y dolor alrededor del oído, com o condiciones inevitables en un cuerpo que debía esperar otro ataque de fiebre palúdica.10 D e este m odo, la epidem ia ofrecía una oportunidad m ás para que los m édicos practicantes pudieran clasificar estas sensaciones com o objeto de cono­ cim iento m édico. En cuanto tal, éstas eran presentadas com o categorías predecibles, tratables y curables, lo que puede com probarse en la multicitada descripción de la “epidem ia” hecha por el doctor G opal Chander Roy. Éste relacionó síntom as tales com o: frecuente deshidratación de la lengua, acum ulación de m anchas cafés en los dientes y en los labios, cara abotagada, edem a en las extremidades, úlceras bucales, inflam ación de la 8Yadunath Mukhopadhyay, SaralJvara chitiksa, prothom bhag (Curingfevers, Part I), Calcuta, 1878. Sería engañoso plantear que dichas tendencias fueran exclusivas de Ben­ gala o de la fiebre de Burdwan. Las nociones de Mukhopadhyay se compartían y expresa­ ban en diversos contextos. Véase la carta del doctor Arthur Christie sobre la enfermedad malarial latente dirigida al editor de M edical Times and Gazette London, con fecha 11 de mayo de 1872, p. 550; Papers by Dr. Ewart in Medical Charge Mewar Bheel Corps on the prophylactic powers of Quinine, Home department, Medical Board, 21st; véanse las definiciones de las categorías enmascarada y malaria perniciosa y “caquexia malarial” en sir Joseph Fayrer, “Second Croonian lecture on Climate and the fevers of India”, Lancet, 25 de marzo de 1882, pp. 426 y 467-470. 9Dr. Yadunath Mukhopadhyay, Saral Jvara chitiksa, prothom bhag (Curing fevers, Part I), Calcuta, 1878; Yadunath Mukhopadhyaya, Quinin, Calcuta, 1893. 10Ibid., pp. 39, 49, 50 y 67.

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m ucosa de la estructura dental, dientes flojos, encías inflam adas y san­ grantes, com o probables expresiones de “paludism o” en el cuerpo.11 ¿A quiénes se p od ía determ inar entonces com o “sujetos p alú d i­ cos” en Bengala, en la década de 1870? G .C . R oy sostiene que los ataques ordinarios contra el paludism o rara vez im pedían que sus víc­ tim as com ieran, bebieran y se bañaran com o de costu m bre.12 Los efectos desagradables del “p alu d ism o” se convirtieron en un “fenóm e­ no natural, en parte inherente de los com ponentes necesarios de su cuerpo” . En su m ayoría se m antenían sin fiebre durante m eses o años y, sin em bargo, la causa m ás leve p od ía alterar el equilibrio de la sa­ lud. Así, el sujeto palúdico, el in dividuo al que se había descrito com o su bsum ido en “el vórtice del desastre”, p od ía ser alguien que padecía pigm entación de la piel, sangrado nasal o rectal, discapacidad m ental, reum atism o, ceguera n octurn a o im potencia, o p o d ía ser una m ujer em barazada debilitada por una em bolia cardíaca, o una m ujer aqueja­ da por el flujo m en stru al.13

LA ENFERMEDAD DE CINCHONA El m ayor y cirujano Albert M . Vercherie dejó una bitácora en la que narra sus visitas para revisar casos que habían sido reportados com o de paludism o en diferentes partes del distrito de Burdwan, en septiembre de 1873. Ahí hace referencia al caso de la hija de un d h o b i a quien había confrontado en la región del bazar. Ella resultó ser paciente de un tal D in a Bondhu D utt, un m édico local. Estaba inscrita en los registros oficiales com o un caso de “paludism o” . En los 14 días en que Vercherie llevó control de su caso, se supo que le habían diagnosticado una a una, sucesivamente, las siguientes enfermedades: tifo, fiebre tifoidea, cólera y 11Gopaul Chandra Roy, The Causes, Symptoms and Treatment o f Burdwan Fever: Or the Epidemic Fever o f Lower Bengal, Calcuta, 1876, pp. 84 y 98-100. La obra de G.C. Roy fue ampliamente difundida y reseñada. Para tener una breve visión general de la forma en que fue recibida, véanse Lancet, M edical Times and Gazette, M edical Press and Circular y The Doctor; véase también Application from Dr. Roy, Civil Surgeon o f Beerbhoom', para consultar sobre el patrocinio de la Secretaría de Estado a su trabajo sobre la fiebre de Burd­ wan, publicado en 1876, véase el archivo 1-5A Home Department, Medical Branch, NAI. 12Gopaul Chandra Roy, The Causes, Symptoms and Treatment o f Burdwan Fever, p. 75. 13Ibid., pp. 84 y 94-105.

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fiebre recurrente. “ O í del doctor French que el caso se com plicó unos trece o catorce días por una pleuroneum onía.” 14. Así, las historias clíni­ cas porm enorizadas de casos individuales revelan que quienes habían sido etiquetados com o pacientes de paludism o podían tener diagnósti­ cos de distintas enfermedades en diferentes fases, en un m ism o curso continuo de enfermedad. El ejemplo anterior tam bién precisa algunos de los demás términos, aparte del de “p aludism o”, que podrían em plear­ se para explicar un conjunto de síntom as similares. ¿C óm o podía resolverse semejante confusión debida a una sobrea­ bundancia de tropos diagnósticos m uy semejantes? Yadunath M ukho­ padhyay narró una experiencia similar al atender a una niña de entre ocho y diez años de edad. Primero se le diagnosticó cólera en “fase de colapso” . Cuando las principales mezclas para controlar la fiebre y los estimulantes fallaron y el m édico estuvo a punto de abandonar el “caso”, decidió jugársela con quinina. Poco después la niña se recuperó gradual­ mente. M ukhopadhyay narra esta experiencia para plantear cóm o la identidad palúdica de una form a particular de malestar físico podía de­ terminarse por la reacción del cuerpo a la quinina.15 U n estudio cuida­ doso de las historias clínicas individuales registradas durante la “epide­ m ia” revela que ejemplos com o éste podían multiplicarse. La figura de la quinina se invocaba con frecuencia com o herramienta de diagnóstico. Los casos etiquetados com o “paludism o” — ya bien entrado el tercer cuarto del siglo XIX— no debían su identidad a pruebas de laboratorio sino a la experiencia y la pericia de cada m édico. C uando am bas falla­ ban, soluciones farm acológicas rápidas com o ésta determ inaban el des­ tino del paciente. D e m uchas otras maneras, la “epidem ia de paludism o” se debió a la quinina. D écadas antes de que expresiones dispersas de pequeñas flaque­ zas en varias partes de Bengala comenzaran a describirse com o articula­ ciones diversas de una m ism a epidem ia continua de paludism o, la qui­ nina ya se había anunciado de m odo convincente com o el remedio por excelencia de cualquier form a de la enfermedad palúdica. Estos anun­ cios se reiteraron enfáticamente en los registros oficiales en diversos m o­ 14Albert M. Vercherie, Extractos de un diario que mantuvo durante una visita a Burdwan en septiembre de 1873, Indian M edical Gazette November 1, 1873, pp. 287-289. 15Dr. Yadunath Mukhopadhyay, Saral Jvara chitiksa, prothom bhag (Curing fevers, Part I), Calcuta, 1878, pp. 103-106.

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m entos de la década de 1 850.16 L a quinina fue reconocida no sólo como un febrífugo confiable, sino tam bién com o profiláctico. Esto aparece bien asentado en los archivos militares del gobierno. En ciertos regi­ m ientos, en la India británica, consum ir determ inadas dosis de quinina form aba parte del desayuno obligatorio.17 Incluso oficiales viajeros, com o el teniente G .S. H ills, que dudaban de que la epidem ia fuera pa­ lúdica, tom aban, no obstante, dosis preventivas diarias de quinina. Cuanto más veía en el distrito, menos competente me sentía para determi­ nar cualquier causa en particular de este terrible azote [...] En las aldeas recién atacadas noté que una atmósfera caliente y vaporosa parecía invadir el lugar, y sus efectos nauseabundos y deprimentes eran casi intolerables. También tuve la sensación de que un frío penetrante se apoderaba de mí a pesar de la atmósfera caliente y sofocante de la aldea [...] En mi caso, esta sensación nunca alcanzó los efectos perniciosos que pueden atribuirse a la ingestión diaria de quinina...18 En una fecha tan tardía com o 1874, una serie considerable de ofi­ ciales coloniales parecían estar inseguros respecto del carácter palúdico de la enfermedad. El doctor Albert Vercherie, m iem bro del Servicio M é­ dico H indú, por ejemplo, estaba convencido de que se trataba de tifo.19 A diez años de los escritos del teniente G .S. H ills, el teniente gobernador 16Por ejemplo, A. Bryson, “Navy medical report number xv on the prophylactic influence of Quinine”, M edical Times and Gazette, Londres, 1854, VIII; “The practice of giving Quinine or Quinine wine on distant expeditions on the west coast of Africa”, Statistical Report, Health Navy 1857, Londres. 1859, pp. 82-85; D. Blair, “On the employment of quinine on West India fevers”, Lancet, Londres, 1848, II, p. 344; S. Rogers, “The protective or prophylactic preventive, and some points in the curative uses of Quinine, applicable to miasmatic localities and in miasmatic diseases”, en Transaction o f the M edical Society, Nueva York, Albany, 1862, pp. 181-202. 17Artículos del doctor Ewart, médico de cargo en Mewar Bheel Corps, sobre el poder profiláctico de la quinina, Home Department, Medical Board, 21 de octubre, p. 14; 28 de octubre, p. 52; 2 de diciembre, p. 58, 1858, NAI. 18Del teniente G.S. Hills, ingeniero ejecutivo de la Divisón Shillong en misión especial, a H.L. Dampier, comisionado Esq, de la División Nuddea, fechada el 31 de diciembre de 1864. Home Department, Public branch, 7 de marzo de 1868, archivo núm. 140-143A, NAI. 19Albert M. Vercherie, “Extracts from a diary kept during a visit to Burdwan in September 1873”, Indian M edical Gazette November 1, 1873, 1o. de enero de 1874, pp. 8-12.

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sir Richard Temple parece igualm ente dudar al atribuir una serie de do­ lencias en la Bengala contem poránea a “una causa en particular” .20 N o obstante, parecía haber consenso acerca de que la quinina podía ser su remedio incuestionable. Años antes de que las dudas sobre el carác­ ter “palúdico” de la epidemia pudieran resolverse de manera concluyente, la quinina ya se había abierto paso en el interior de Bengala.21 Su uso in­ discrim inado se había incluso condenado en cierta correspondencia gubernamental.22 Los archivos del gobierno en Bengala revelan acciones organizadas para obtener quinina adicional de las presidencias de Madrás y de Bom bay — a lo largo de gran parte de la década de 1860 y los prim e­ ros años de la década de 1870— para combatir la “epidemia”.23 Revelan también intentos obsesivos de sangrar quinina de Inglaterra24 — para lo que se rastreaban los pormenores de su recorrido desde allá— ;25 de hacer inventarios frecuentes de las tiendas médicas en que se agotaba rápidamente;26 de solicitar al departamento militar que reservara algo de quinina para los departamentos civiles.27 Es m uy difícil no darse cuenta del enor­ me volumen de correspondencia entre oficiales situados en diferentes ni­ veles — la subdivisión, los distritos y las divisiones— , para supervisar y ordenar la distribución de quinina en la población mediante la agencia de los p an ch ay ats, y en los círculos por m edio de los dispensarios. Semejante correspondencia muestra cómo las unidades de extracción de ingresos co­ menzaron a proyectarse como unidades de suministro de alivio.

20Richard Temple, The Causes of, and Remediesfo r the Burdwan Fever, M inute by the Lieutenant Governor o f Bengal, D ated 25th August 1875, Home Department, Medical Branch, noviembre de 1875, archivo núm. 53-55A, NAI. 21Result o f the Experimentfor the Sale o f European Medicines in the Mufussil, Home Department, Public Branch, abril de 1872, archivo núm. 508A, NAI. 22 Free Use o f Quinine in the Burdwan District, General Department, Medical Branch, mayo de 1872, archivo núm. 92-93B, NAI. 23Supply o f Quininefor the Reliefo f the Fever Stricken Localities in the Burdwan District, Home Department, Public Branch, septiembre de 1872, archivo núm. 441-444A, NAI. 24 Supply o f Quinine from England fo r Burdwan Fever, Home Department, Public Branch, diciembre de 1872, archivo núm. 344-353A, NAI. 25 Home Department, Public Branch, septiembre de 1872, archivo núm. 441444A, NAI. 26Immediate Demand for Quinine fo r Burdwan Fever, Home Department, Public Branch, agosto de 1872, archivo núm. 574-577A, NAI. 27 Home Department, Public Branch, diciembre de 1872, archivo núm. 344353A, NAI.

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D esde la década de 1850, se escribió en repetidas ocasiones sobre el trayecto de las enferm edades palúdicas y la quinina com o partes in­ separables de una m ism a historia com partida. Publicaciones en revistas m édicas de gran difusión,28 historias que narraban las glorias pasadas de la corteza de los jesuitas,29 inform es de aventuras en las entrañas de los bosques peruanos,30 las declaraciones program áticas fundacionales de los prim eros adm inistradores de plantaciones de cinchona en India,31 inform aron de las nociones oficiales. Esto dio lugar a la im presión de que la quinina y las enferm edades palúdicas estaban invariablem ente asociadas. L a presencia de una parecía im plicar la presencia de la otra. En una época en que la caracterización oficial de las flaquezas y las m uertes dispersas en Bengala era im precisa, la prontitud del gobierno para distribuir quinina contribuyó a reforzar la identidad palúdica de la epidem ia. La noción de que la introducción del fárm aco en Bengala fue inm e­ diatamente anterior al brote de la epidem ia se reflejó en ciertas publica­ ciones de finales del siglo XIX. En un artículo de la revista hom eopática titulada T he C a lc u tta Jo u r n a l o f M ed icin e, la epidem ia figura com o con­ secuencia de la introducción de la quinina en Bengala. El artículo carac­ teriza la epidem ia com o una en fe rm e d ad cin ch o n a debida a los efectos secundarios del consum o de dosis frecuentes de quinina para evitar la fiebre intermitente. Sostiene que si bien la quinina alivia el cuerpo de form as m ás leves y tem porales de fiebre intermitente, lo infesta con una 28A. Bryson, “Navy medical report number xv on the prophylactic influence of Quinine”, M edical Times and Gazette, Londres, 1854, VIII; “The practice of giving Quinine or Quinine wine on distant expeditions on the west coast of Africa”, Statistical Re­ port, Health Navy 1857, Londres, 1859, pp. 82-85; D. Blair, “On the employment of Quinine on West India fevers”, Lancet, Londres, 1848, II, p. 344; S. Rogers, “The protective or prophylactic preventive, and some points in the curative uses of Quinine, applicable to miasmatic localities and in miasmatic diseases”, en Transaction o f the M edical Society, NuevaYork, Albany, 1862, pp. 181-202. 29Véase, por ejemplo, C.R. Markham, A Memoir o f the Lady Ana de Osorio, Countess o f Cinchon and Vice Queen o f Peru (a.d. 1629-1639), with a Plea fo r the Correct Spelling o f the Cinchona Genus, Londres, 1874. 30Clements R. Markham, Travels in Peru and India while Superintending the Collection o f Chinchona Plants and Seeds in South America and their introduction to India , Lon­

dres, 1862. 31Por ejemplo, el amplio rango de correspondencia oficial (Departamento del Inte­ rior, delegación médica), que comprendió la presentación de las plantaciones de cinchona en India desde principios de la década de 1860, conservado en los NAI.

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enferm edad m ás grave y duradera: la e n fe rm e d ad cin ch o n a.32 D ichas im ­ presiones sobrevivieron hasta bien entrada la últim a década del siglo XIX. A zuzada por llamas revitalizadoras, la revista m édica bengalí C h ik itsa S a m m ila n i acribilló la política gubernamental, acusándola de haber cau­ sado enfermedad y fiebre generalizadas en la Bengala rural por haber distribuido quinina a precios bajos en las oficinas postales desde 1893.33

OPORTUNIDADES DE LA EPIDEMIA Las trayectorias de la epidem ia de paludism o y la quinina en la Bengala del siglo XIX se vieron atrapadas en una relación sim biótica. Ya se ha in­ dicado cóm o se invocó la figura de la quinina para precisar la identidad palúdica de la epidemia. L a epidem ia demostró ser una oportuni­ dad para poner una vez m ás a prueba la utilidad de la quinina. En ese m om ento, los registros contem poráneos en el redil de la m edicina estatal — y m ás allá de éste— habían com enzado a poner en duda su capacidad ya com o antipirético o com o profiláctico.34 L a distribución de quinina, según se dijo, cayó en m anos de “curan­ deros incom petentes” y “bribones charlatanes” que solían trastocar su pureza para producir versiones adulteradas. La quinina les dio acceso a dinero fácil y rápido a pesar de sus escasas funciones curativas. En una carta escrita en junio de 1869, el propio com isionado sanitario de Ben­ gala expresa su preocupación por “el rápido m enoscabo de la confianza en la quinina en un contexto en que diferentes versiones adulteradas circulan en el m ercado con el m ism o nom bre”.35 32 Calcutta Journal o f Medicine, vol. V/VI, junio de 1873, p. 198. 33 Quinine i m alaria (Quinina es malaria), Chikitsa Sammilani, año 9, vol. 9, núm. 1, 1893. Dichas tendencias a atribuir la fiebre palúdica para fomentar la ingestión de Quinina han sido atestiguadas en otros contextos. Véase, por ejemplo, W.B. Cohen, “Malaria and French imperialism”,Journal o f African History, núm. 25, 1983, p. 29; Aran S. Mackinnon, O f Oxford Bags and Twirling Canes: The State, Popular Responses, y “Zulu antimalaria assistants in the Early-Twentieth Century Zululand Malaria Campaigns”, Radical History Review, núm. 80, 2001, pp. 76-100. 34Véase, por ejemplo, J. Elliot, “Report on epidemic remittent and intermittent fever occurring in parts of Burdwan and Nuddea divisions”, Calcuta, 1863. Se desarro­ llaron posteriormente impresiones similares en textos médicos bengalíes; véase, por ejem­ plo, el artículo titulado Bhati, Anubikkhan, Calcuta, 1873. 35 De D.B. Smith, M.D., Comisionado de la Salud de Bengala, a A. Mackenzie,

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¿C óm o podía garantizarse la distribución de “quinina pura” ? Se planteó que el gobierno podría depender de “agentes de confianza” en las aldeas com o, por ejemplo, los m aestros de escuela y los gurúes “p a th s a la ”.36 ¿Q ué era esta “quinina” que el Estado en India quería com ercia­ lizar com o “pura” ? H asta entonces, las fábricas del gobierno en India habían fracasado una y otra vez en la producción de “quinina pura” . Pero lograron producir varios sustitutos: q u in o v iu m , quinidina, cinchonidina, cinchonina, etc. El gobierno quería respaldar estos “sucedáneos” com o variantes aceptables de la “quinina pura” . Estos sustitutos solían verse com o “quinina adulterada”, cosa que el Estado objetaba. L a quini­ na siguió anunciándose com o un fárm aco de origen rem oto, m uy difícil de producir y que no podía conseguirse fácilmente, pero cuya virtud podía sentirse en las cualidades curativas de sus sustitutos. [...]Se me ha dicho con frecuencia que el sulfato de quinina que venden los farmacéuticos nativos en Calcuta y m ofussil se adulteraba en gran medida con harina, magnesia, arrurruz y otros productos. Me llevé, por consi­ guiente, una grata sorpresa al descubrir, en los análisis, que [...] no estaban adulteradas por ninguna sustancia extraña, sino que eran cinchonidina pura o contenían cinchonina, que son alcaloides que se encuentran en la corteza de la cinchona y que no pueden distinguirse a simple vista de la quinina, ni por ningún otro método además del análisis...37 La epidem ia aseguró el sum inistro de cuerpos afectados por el palu­ dism o. La epidem ia representó una “oportunidad” de com probar la “p u ­ reza” de los diferentes fárm acos que circulaban com o quinina en el mer­ Esq, secretario oficial junior del gobierno de Bengala, fechada en Darjeeling el 5 de junio de 1869. Home Department, Public Branch, enero de 1870, archivo núm. 15-29A, NAI. 36Asignación de un panchayat para supervisar la distribución de quinina en el dis­ trito de Midnapore. General Department, Medical Branch, 192, del 1o. al 4 de julio de 1873, w bsa . 37Núm. 1238, fechada en Calcuta el 16 de octubre de 1872, de S. Wauchope, Esq, CB, comisionado en funciones de la policía en Calcutta, al secretario en funciones para el gobierno de Bengala, Judicial Department, “Venta de quinina adulterada en el bazar por farmacéuticos nativos”, General Department, Medical Branch, procedimientos 6-8, octubre de 1872, WBSA. Hubo una cantidad considerable de publicaciones en las revistas médicas sobre las versiones adulteradas de quinina y otros abusos de este fármaco. Vé­ anse, por ejemplo, “Adulterated sulphate of Quinine”, Indian M edical Gazette, Calcuta, 1872, VII, p. 187; T Skinner, “Toxic action of Quinine”, British M edical Journal, Lon­ dres, 1870, I, p. 103.

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cado m édico. Estas pruebas tam bién buscaban investigar si la corteza de cinchona cruda y sin procesar, o los “sustitutos”, podían curar a los pa­ cientes palúdicos. D e confirmarse esto, el gobierno podría desistir de sus intentos de producir “quinina pura” en India. En una carta fechada en julio de 1872, el teniente gobernador le da al inspector general de H os­ pitales Civiles instrucciones de aprovechar la “o p o rtu n id a d d e la ep id e­ m ia ” para probar las cualidades de la corteza de cinchona: El Teniente Gobernador desea que se aproveche la oportunidad de la fiebre epidémica en Burdwan para probar ahí el uso de la corteza de cinchona, cuyo envío ya se ordenó, a fin de determinar las cualidades de la corteza al ser utilizada en una infusión simple con agua hirviendo. Su Señoría quisie­ ra averiguar si una infusión simple de la corteza es un febrífugo realmente confiable...”38

ASUNTOS LOCALES En cierta epidem ia en Bengala en el siglo XIX, la configuración y el orden de cientos de miles de sensaciones de malestar físico se vieron condicio­ nados por la presencia previa de la burocracia m édica colonial y la in­ trincada red epistolar que ésta mantenía. Esta red convergió en diferen­ tes m om entos con juegos de inculpaciones avivados por la prensa nacionalista, publicaciones al respecto en revistas médicas, deliberacio­ nes solicitadas a los agentes sobre el conocim iento local/subdivisional detectado, obras literarias retrospectivas e historias poscoloniales, que le dieron un contorno creíble a la historia proyectada de la epidem ia palú­ dica tal com o se había relatado. L a correspondencia burocrática reveló un com prom iso íntim o y m eticuloso con la geografía de las localidades del interior. C asi en coin­ cidencia con el primer inform e del censo presentado en 1871, la solici­ tud de una etiología coherente de la epidem ia convergió con un anhelo intensificado de conocim iento en la localidad. Las causas de la epidem ia 38 Fechada en Calcuta el 6 de julio de 1872, de J. Ware Edgage, Esq, secretario junior en funciones para el gobierno de Bengala al inspector general de hospitales, Provin­ cias Bajas. Inspector general de hospitales civiles para aprovechar la oportunidad de la epidemia para probar los beneficios de la corteza de cinchona. General Department, Industry and Science Branch, el 5 de julio de 1872, WBSA.

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eran — se dijo— inherentes “al núm ero y las clases de habitantes, a las propiedades y las rentas, a los índices salariales y el precio de los alim en­ tos” . U na serie de 12 preguntas se puso en circulación desde la Oficina del G obernador General en Concejo y se solicitó especialmente a “los oficiales locales” que “expresen en sus inform es periódicos todo lo que sepan...” .39 El conocim iento de la localidad pronto rebasó las condicio­ nes de vida de la “gente”, y se extendió al paisaje y su vegetación. U na carta oficial escrita desde C antalpara — que Baboo Sunjeeb Chunder Chatterjee dirige al honorable A. Eden, secretario de G obierno de Ben­ gala— señala las dificultades detectadas para hacer una auténtica recopi­ lación de conocim iento en las localidades. Se esperaba que el m agistrado hiciera personalm ente una “inspección m inuciosa y cuidadosa de cada una de las poblaciones infectadas” . Puesto que ello era im posible, se vio con frecuencia dividiendo la carga entre los policías d aro g ah s a su m an­ do. Pero éstos tenían, a su vez, tal sobrecarga de com isiones, que termi­ naban por delegar a sus subordinados — es decir, a los fa re e d a rs y a los b ark u n d a u ze s — la ejecución de las órdenes de los m agistrados. Por un lado, las masas desconocen la influencia palúdica de la selva y, por el otro, consideran que la selva es especialmente útil para ocultar sus zenanas de la mirada pública y, sobre todo, para abastecer sus cocinas de fruta, verdura y combustible. De modo que no perderían la oportunidad de in­ ducir a los Fareedars para que pasen por alto los tramos de la selva que están detrás de sus casas, y puedan tener así pocas probabilidades de ser descu­ biertos desde la calle principal del poblado, si acaso el magistrado llegara a pasar por ahí.40 Para prevenir estos inconvenientes, Chatterjee recom endó nom brar a tres oficiales especiales — con autoridad penal suficiente— , cuya “pre­ sencia local” podría mantener “bajo control” a los fa re e d a rs y a la pobla­ ción. N o queda claro en los registros si tales recom endaciones se pusie­ ron en práctica. Puede verse, sin em bargo, que desde m ediados de la década de 1860 se delegó a ingenieros especiales a los “distritos afecta­ dos” . Se les confió la tarea de “examinar y recopilar inform ación” sobre 39Richard Temple, The Causes of, and Remediesfo r the Burdwan Fever, M inute by the Lieutenant Governor o f Bengal, con fecha del 25 de agosto de 1875. Home Department, Medical Branch, noviembre de 1875, archivo núm. 53-55A, NAI. 40De Baboo Sunjeeb Chandra Chatterjee, Cantalpara, al honorable A. Eden, secre­ tario del gobierno de Bengala, fechada el 1o. de mayo de 1863. Home Department, Public Branch, 7 de mayo de 1870, archivo núm. 65-71A, NAI.

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cualesquiera “trabajos locales” específicos que pudieran considerarse para la “m ejora sanitaria” de determ inados poblados.41 El señor C . Ducas fue uno de estos ingenieros especiales a quienes se confió, en sep­ tiembre de 1864, la tarea de localizar las causas y los rem edios de la “epidem ia” en la división de Burdwan. D espués de haber visitado los poblados de Balagore, Kanchrapara, Goopteepara, Jerat, Tribeni y Magrah, inform ó lo siguiente: El kutchoo y el ole, ambas plantas bulbosas, cubren densamente el suelo de la población, de tal manera que los caminos se han desdibujado y las zanjas están rebasadas. Las pendientes de los tanques están igualmente cubiertas de kutchoo. Los bulbos de estas plantas son muy usados por los nativos en su alimentación diaria. El kutchoo se emplea en vez de papas, y el ole es la base de una buena salsa (chutney) que se prepara con aceite de mostaza, de la misma manera en que se prepara la salsa de mango de las Provincias Unidas [...] No hay un solo camino trazado en el pueblo, excepto por las huellas de los pies;42 [...] no se puede hacer nada para ayudar [...] a estas localidades, puesto que la superficie del lugar es escasamente visible bajo la cubierta de la maleza, y porque los caminos de la población han desaparecido bajo la misma espesura en casi todas partes.. .43 ¿C óm o podía garantizarse una “m ejora” ? La solución de D ucas era sencilla: construir cam inos y denudar las tierras de la exuberante vegeta­ ción y cultivarlas. Sanjeeb Chunder Chatterjee proporcionó una lista de 33 arbustos, enredaderas y plantas, de las que 27 debían quemarse y destruirse por com pleto com o m edida preventiva contra el paludism o; 6 de ellas debían extirparse. Entre estas especies, plantas com o: kuchoo, m an k uch oo, laoo, sh im , koom ra, podrían salvarse si se cultivaran m etódi­ camente en los cam pos, mientras que la m on sh a debía conservarse para el culto.44 Así, un m eticuloso com prom iso con determ inados aspectos 41 De H.L. Dampier, Esq, comisionado de la División Nuddea, al teniente G.S. Hills en misión especial, núm. 127, fechada el 1o. de septiembre de 1864. Home De­ partment, Public Branch, 7 de marzo de 1868, archivo núm. 140-143A, NAI. 42Diario de las tareas y deberes del señor C. Ducas, ingeniero especial para el distri­ to con fiebre, en la división Burdwan, para el mes de septiembre de 1864. Home Depart­ ment, Public Branch, 7 de marzo de 1868, archivo núm. 140-143A, NAI. 43Idem . 44De Baboo Sunjeeb Chandra Chatterjee, Cantalpara, a Hon’ble A. Eden, secreta­ rio del gobierno de Bengala, fechada el 1o. de mayo de 1863. Home Department, Public Branch, 7 de mayo de 1870, archivo núm. 65-71A, NAI.

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de la vegetación local adquirió una relevancia fundam ental en la narra­ ción de D ucas sobre las causas subyacentes de la epidem ia. Tales porm e­ nores, por lo demás cotidianos y m undanos, afloraron com o aportacio­ nes fidedignas que inform aban el análisis del ingeniero de la “localidad” . D e m anera similar, relatos locales dispersos de cam bios percibidos en aspectos sutiles de un elaborado paisaje — la sequía de m uchos ríos, la excesiva sedim entación de lim o en algunos de ellos, los niveles cam ­ biantes del subsuelo adyacente, la inconsistencia pluvial, iniciativas contraproducentes en el nivel subdivisional,45 rum ores que circulaban en las reuniones rurales— convergieron en los inform es gubernam enta­ les com o causas fidedignas subyacentes en otro brote de paludism o.46 Estas diversas explicaciones podían relacionarse entre sí con un vocabu­ lario com partido, ya que los autores de estos inform es reacom odaban las historias invocando alguna ram a de la ciencia. Estos relatos locales se reescribieron com o cam bios físicos en el paisaje,47 debacles de ingeniería,48 inconsistencias clim áticas,49 debates sobre el contagio,50 etc. La “verdad” de la epidem ia se puso de relieve de esta m anera fidedigna y confiable.51 ¿Convergieron entonces, inevitablemente, estas narraciones en otra declaración colonial condescendiente contra los bajos niveles de sanidad 45 Leonard Rogers, “The lower Bengal (Burdwan) epidemic fever reviewed and compared with the present Assam epidemic malarial fever (Kala-Azar)”, Indian M edical Gazette, núm. 32, noviembre de 1897, pp. 401-408. 46 De Baboo Romeshchunder Mookherjee, magistrado delegado de Kishaghur, a E. Grey, Esq, magistrado de Nuddea, fechada el 20 de noviembre de 1863, Home Department, Public Branch, 7 de mayo, archivo núm. 1870, 65-71A, XIVI, NAI. 47 Leonard Rogers, “The lower Bengal (Burdwan) epidemic fever reviewed and compared with the present Assam epidemic malarial fever (Kala-Azar)”, Indian M edical Gazette, núm. 32, noviembre de 1897, p. 407. 48Diario de las tareas y deberes del señor C. Ducas, ingeniero especial para el distri­ to con fiebre, en la división Burdwan, para el mes de septiembre de 1864. Home De­ partment, Public Branch, 7 de marzo de 1868, archivo núm. 140-143A, NAI. 49 De Baboo Romeshchunder Mookherjee, magistrado delegado de Kishaghur, a E. Grey, Esq, magistrado de Nuddea, fechada el 20 de noviembre de 1863, Home Department, Public Branch, 7 de mayo, archivo núm. 1870, 65-71A, XlVI, NAI. 50Idem. 51Las ya mencionadas tendencias en informes médicos se observan profusamente en el Mauricio contemporáneo. Véase al respecto Charles Meldrum, Weather, Health, and Forests: A Report on the Inequalities o f the Mortality from the M alarial Fever and Other Diseases in M auritius, preparado para la Commisión Sanitaria de Mauritius, 1881.

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“nativa” ? G eorge C am pbell concluye su M in u te on the H oogh ly F e v e r — escrita en agosto de 1873— citando al coronel H aig. Éste describió la baja Bengala com o un “cuenco donde el agua se estanca y ahí se pudre una m asa de vegetación en descom posición; donde exhalan vapores n o­ civos en un clim a caliente, m ientras la hum edad del clim a frío lo hace todavía m ás insalubre” .52 En las fuentes contem poráneas, el paludism o era im aginado com o un agente m óvil y andariego. D e ahí que no pueda sorprender que ni el coronel H aig ni George C am pbell atribuyeran las fiebres palúdicas sólo a las localidades insalubres. Sigam os un m om ento m ás con Cam pbell: “a pesar de toda la ciencia sanitaria... el coronel H aig observa verdaderamente que hasta este m om ento ha habido m ucha m e­ nos fiebre en estos hediondos pantanos que en las partes altas de Burdwan y Hooghly, donde hay un considerable drenaje natural...”.53

LA EPIDEMIA VIAJERA Algunas de las historias prevalecientes han tendido a im plicar diferentes explicaciones en conflicto — adelantadas en fuentes contem poráneas so­ bre la epidem ia— , en un debate entre dos posiciones binarias opuestas. Se ha planteado que la prensa nacionalista emergente, encantada de oponerse a las políticas de “m ejoría” concebidas por el Estado colonial, solía explicar la epidem ia en relación con los nuevos canales de com uni­ cación, la construcción de vías de ferrocarril y represas, y la renovación de cam inos. En contraste, se dem uestra que los oficiales coloniales atri­ buyeron la epidem ia a las prácticas sanitarias “indígenas” .54 La naturale­ za fragm entada de la explicación oficial de la epidem ia se revela, no obs­ tante, en declaraciones com o las siguientes, extraídas del interior de los archivos de la burocracia m édica colonial: La historia de la propia epidemia es igual de extraña. Está demostrado que ha sido inexplicablemente caprichosa e inconsistente en su incidencia, pues se ha apoderado en forma indiscriminada de pueblos cuyas condiciones 52 G. Campbell, Minute on the Hooghly Fever and Condition o f the Ryots, Home Department, Medical Branch, archivo núm. 53-55A, noviembre de 1875, NAI. 53Idem . 54Arabinda Samanta, M alarial Fever in Colonial Bengal, 1820-1939, Social History o f an Epidemic, Calcuta, 2002.

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sanitarias eran las mejores, y de otros en los que la sanidad estaba bastante descuidada, y evadió por completo trechos en los que había todos los mo­ tivos para suponer que estaban más expuestos a sus ataques.55 ...avanza de manera constante aunque lenta; ha seguido — como una ola arrolladora— los principales caminos o vías de comunicación, y no hay evidencias de que las condiciones sanitarias hubieran cambiado de manera alguna en el transcurso de la epidemia o poco antes de la epidemia.56 En estos inform es oficiales la palabra “com unicación” adquirió una serie de significados diferentes de los que tenía en los textos nacionalis­ tas. En la im aginación m édica burocrática, el paludism o podía viajar incluso cuando los agentes de “m ejoría” detectados — es decir, las vías férreas o los cam inos renovados— no lo estuvieran “com unicando” . Lo que com unicaba el “paludism o” estaba en discusión, pero parecía haber el acuerdo entre las diferentes secciones de la burocracia m édica de que el “paludism o” estaba viajando efectivamente y llevando consigo la epidem ia. Estos oficiales m édicos se estaban basando de m anera im plíci­ ta en extensas fantasías del paludism o com o una categoría móvil, fanta­ sías que se reflejaban en las revistas m édicas publicadas y puestas en cir­ culación m ás allá de los contextos locales. En la correspondencia, el propio “paludism o” era im aginado com o una entidad onerosa sustan­ cialmente m óvil que podía trasladarse com o olas invisibles por distritos y provincias; que podía permanecer latente en el cuerpo y viajar en él a lo largo y ancho de los continentes;57 que “podía andar a la deriva por los desfiladeros”;58 o “se mueve com o brum a y sube por las laderas de las 55De E.C. Bayley, Esq, secretario del gobierno de India, a H.L. Dampier, Esq, se­ cretario en funciones del gobierno de Bengala, núm. 867, fechada el 21 de febrero de 1868. Home Department, Public Branch, 7 de marzo de 1868, archivo núm. 140-143A, ANI; Observaciones del teniente general de que la fiebre no está en el suelo ni en el agua, sino que se traslada de una manera desconocida de un lugar a otro, sin excluir aquellas localidades menos susceptibles de recibir objeciones sanitarias. General Department, Miscellaneous Branch, procedimientos 1-2, agosto de 1872, WBSA. 56 Leonard Rogers, “The lower Bengal (Burdwan) epidemic fever reviewed and compared with the present Assam epidemic malarial fever (Kala-Azar)”, Indian M edical Gazette, núm. 32, noviembre de 1897, p. 404. 57Carta escrita por el Dr. Arthur Christie sobre la enfermedad palúdica latente al editor de M edical Times and Gazette, Londres, 11 de mayo de 1872, p. 550. 58Reseña anónima de What is M alaria? And Why is it Most Intense in Hot Climates? de C.F. Oldham, publicada en Indian M edical Gazette el 1o. de mayo de 1871, p. 102.

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colinas, y puede viajar millas con el viento...” .59 El doctor Massy, m iem ­ bro del D epartam ento M édico M ilitar de Jaffna, creía que el tránsito de las partículas del paludism o era obstruido por ciertos árboles cuyas hojas term inaban m anchadas de óxido negro.60 A la luz de estas figuraciones debe leerse la caracterización de la “epidem ia de fiebre palúdica” como una “epidem ia viajera” . De que la fiebre viajaba no hay duda. Como las olas de una marea fluctuante, tocaba un lugar un año y retrocedía; lo alcanzaba de nuevo al año si­ guiente, con mayor fuerza, y otra vez retrocedía. Repitió este proceso hasta que el país quedó enteramente sumergido, y la marea siguió avanzando...61 ...Su principal característica es, como lo acabamos de demostrar, que viaja: lentamente, es cierto, pero viaja, como algunos ya lo han comentado.62 Sem ejantes historias sobre el viaje, con tan vasta circulación, nutrie­ ron la idea del paludism o com o principio rector. Estas figuraciones cir­ cunscribieron diversos síntom as de malestar físico dispersos en el tiempo y el espacio, en el radar de una única epidem ia palúdica coherente y continua. Lo que explica que — tan tardíamente com o en 1899— Leonard Rogers haya podido proponer una biografía de la “fiebre de Burdwan”, cuyo lapso de vida abarcó m edio siglo. Rogers alargó la duración de la fiebre de Burdwan de atrás para adelante y entretejió “brotes” en Jessore, en 1824; en N uddea, en 1862; en M auricio, en 1869; en Burd­ wan, alrededor de la década de 1870, y en Assam y Rangpur, a finales de la década de 1890, com o diferentes expresiones de la m ism a epidem ia interm inable.63 59Sir Joseph Fayrer, First Croonian Lecture on Climate and the Fevers o f India, Lancet, 25 de marzo de 1882, pp. 423-426. 60E.A. Parkes, “Report on Hygiene for 1867”, Army M edical Department Reportfor the Year 1866, apéndice XXXVI, vol. VIII, impreso por Harrison and Sons para la Ofici­ na de Correspondencia de su majestad, 1868. pp. 316-317. 61Leonard Rogers, “The lower Bengal (Burdwan) epidemic fever (Kala-Azar)”, In­ dian M edical Gazette, núm. 32, noviembre de 1897, p. 402. 62Albert M. Vercherie, “Extracts from a diary kept during a visit to Burdwan in September 1873”, Indian M edical Gazette, 1o. de noviembre de 1873, p. 287. 63 Leonard Rogers, “The lower Bengal (Burdwan) epidemic fever reviewed and compared with the present Assam epidemic malarial fever (Kala-Azar)”, Indian M edical Gazette, núm. 32, noviembre de 1897, pp. 401-408.

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U na lectura atenta de la correspondencia burocrática contem porá­ nea revela cóm o las distancias cubiertas por la epidem ia se representaron en térm inos cuantificables. “H em os descubierto que en nuestra época viajó, en trece años, de N u d d ea a H ughly.”64 “ Desde Jessore se dispersó lentamente (de cinco a diez millas al año) de un distrito a otro durante un periodo de m ás de veinte años.”65 Leonard Rogers m enciona que el com isionado de Salud de Burdwan planteó que la epidem ia había segui­ do este patrón repetitivo hasta dejar una localidad por otra: “D urante el cuarto, el quinto y el sexto años — habiendo sido en todas partes de seis años en prom edio la duración de la fiebre— , hubo una lenta recupera­ ción general; cada año sucesivo la fiebre atacó a m enos personas, fue de un tipo m enos mortífero y duró un periodo m ás breve, para desaparecer por com pleto, finalmente, el séptim o año” .66

CONCLUSIÓN Es difícil im putar la creación de la epidem ia de fiebre de Burdwan a in­ tenciones convenientemente ubicables, o a una serie de causas sim ples y llanas. La historia del despliegue de la epidem ia hace alusión a “un juego de relaciones”: entre la m edicina y la gestión pública; entre la ciencia m édica y las ciencias naturales; de las técnicas de inform ación burocrá­ tica, de diagnóstico y de negocios farm acéuticos entre sí; de los predica­ m entos sobre la “m ejoría” que abrigaba el gobierno británico en India y las reacciones de los “propietarios locales”, así com o entre las tensiones de los diferentes estratos de propietarios locales.67 U na paciente recopilación de anuncios y manuales m édicos contem ­ poráneos en bengalí nos permite localizar, de m odo bastante convenien­ 64Gopaul Chandra Roy, The Causes, Symptoms and Treatment o f Burdwan Fever: Or the Epidemic Fever o f Lower Bengal, Calcuta, 1876, pp. 57-58. 65 Leonard Rogers, “The lower Bengal (Burdwan) epidemic fever reviewed and compared with the present Assam epidemic malarial fever (Kala-Azar)”, Indian M edical Gazette, núm. 32, noviembre de 1897, p. 404. 66Ibid., p. 402. 67Para tener un panorama pormenorizado de las cláusulas de la Ley de Avenamien­ to de Hooghly y Burdwan, así como de las reacciones de diversos estratos de terratenien­ tes, véase Reports on the Results o f the Investigations M ade by Mr. Adley in Certain Fever Stricken Districts in the Lower Provinces, Home Department, Public Branch, 12 de marzo de 1870, archivo núm. 167-170A, ANI.

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te, a los “demás” que operaban en la plaza de mercado médico, aparte de quienes fueron configurando diversas expresiones de malestar físico en una epidemia continua. Este “otro” archivo alternativo revela cómo pudie­ ron emplearse principios ordenadores disímiles para enmarcar flaquezas cotidianas leves que de otro m odo se explicaban y expresaban como m ani­ festaciones de paludismo. Karal Chandra Chattopadhyaya, por ejemplo, atribuyó sus aptitudes curativas a la benevolencia divina, y su colección de recetas médicas a sus extensos viajes a lo largo de un espacio geográfico que él identificaba como Bharatvarssha. En un cuadernillo titulado V ividh a M ah au sh ad h 68 no reconoce su deuda con ninguna otra tradición m édica o individual. Apenas si veía en persona a sus pacientes; más bien se com uni­ caba con ellos por correo y rara vez encontró el ámbito de cobertura nece­ sario para diagnosticarlos. Sus pacientes le escribían precisando sus dolen­ cias: dolor, malestar — que podía ir desde un sangrado rectal a impotencia, trastornos físicos, gonorrea, úlceras, incontables manifestaciones de fiebre, alteraciones mercuriales, etc— . Dichos “padecimientos” eran retomados, de otro m odo — como ya se comentó— , dentro del “torbellino” de la epidemia: como condiciones, secuelas o simulaciones de una sola enfer­ m edad palúdica. Chattopadhyaya les respondía a sus pacientes por escrito, enviándoles las medicinas necesarias en un sobre, sin olvidar mencionar la dosis exacta y, por supuesto, los gastos de envío, que variaban con cada enfermedad. Por m edio de la agencia que lo anunciaba en los periódicos de Calcuta y Bombay, sus pacientes llegaron a saber de él y escribieron testimonios de sus aptitudes en periódicos locales de lugares tan remotos como Dinajpur, Benaras y Lahore. Un meticuloso estudio de los anun­ cios publicados en periódicos bengalíes hacia fines de la década de 1870 revela que en el mercado médico Chattopadhyay no estaba solo en su si­ lencio respecto de la “epidemia palúdica”, ni era tam poco el único curan­ dero autoproclamado de Bengala que recetara medicamentos genéricos distintos de la quinina o que explotara las redes incipientes de com unica­ ción postal para la proliferación de su comercio.69 U no puede permitirse, no obstante, ser cuidadoso antes de leer estas fuentes aparentemente “exóticas” com o un “contradiscurso” del de la 68K.C. Chattopadhyaya, Vividho Mohaushodh (Specifics Discovered and Experimented by K.C. Chatterjee), Calcuta, 1876. 69Véase por ejemplo la publicidad del tónico Morrison, Sam bad Purnochandrodoy, 30 de agosto de 1862, pp. 1-2, o “New Apothecaries’ Hall”, Somprakasha, 15 de abril de 1867.

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epidem ia. Al estudiar la epidem ia com o una construcción epistem ológi­ ca, es predecible — si no obvio— encontrar “otros” m odos de enmarcar las enfermedades, cosm ologías alternativas y patrones de curación dirigi­ dos a m ercados traslapados. Es igualm ente obvio, por consiguiente, que estas configuraciones alternativas iban a estar encerradas en una relación de m utua desaprobación y condescendencia. Sem ejante indiferencia ante — y desinterés por— el lenguaje de la epidem ia palúdica: su etiología y su m anejo, fueron igualadas por críti­ cas contem poráneas bien sustentadas de la idea de la epidem ia desde dentro de la propia “ciencia m édica” . La In d ia n M e d ic a l G azette publicó una serie de artículos por entregas en varios volúm enes en el transcurso de 1873, con un tem a com ún, “falacias sobresalientes en la epidem iolo­ gía”, que desafiaron la idea de una epidem ia “generalizada” . Estos artícu­ los describían la epidem ia com o una falacia en la concepción médica. Otro uso de los epidemiólogos que conduce a la más infundada de las concepciones y promueve una especulación descabellada e infructuosa consiste en la combinación del término “generalizado” como se aplica a la epidemia [...] La mente humana aspira en forma incesante a encontrar causas, y el error de pronunciar la insinuación de que alguna enfermedad epidémica sea un fenómeno general lleva, naturalmente, a que es una con­ clusión fácil pero absurda [...] Un término abstracto como “clima” o “in­ fluencia epidémica” es inventado o utilizado, y forzado a hacer las veces de una “teoría” sustantiva de una descripción más oculta o cuasiaprendida [...] Tenemos todo el derecho a pensar que cada ejemplo se debe a una causa o un grupo de causas idénticas, pero no tenemos derecho a concluir que se debe a la misma causa o al mismo conjunto de circunstancias. El proceso íntegro es una triste muestra de falsa generalización.70 Este cuestionam iento de la proyección de la epidem ia com o un fe­ nóm eno general, hom ogéneo y am pliam ente disem inado convergió con un escepticismo considerable articulado en algunos textos m édicos con­ tem poráneos sobre la existencia m ism a del “p aludism o”. ...Es quizás la incertidumbre y la dificultad para aceptar hechos aparente­ mente opuestos lo que ha provocado que una minoría de eminentes obser­ 70 p. 217.

“Editorial: prominent fallacies in Epidemiology”, Indian M edical Gazette, 1873,

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vadores médicos — tanto en este país como en otras partes del mundo— duden o nieguen del todo la existencia de agente alguno tan venenoso como el paludismo. En Francia y en Argelia, el doctor Burdel supone que el veneno de la ciénaga es “un mito”; Armam lo rechaza por completo como una ficción del cerebro. Entre los oficiales anglo-hindúes, Renine escribe de China: “Dejen en paz el fango y el paludismo, a nadie le va a dar fiebre palúdica” [...] Hutchinson cree que el paludismo va a ser “tan sólo un viejo amigo: ácido carbónico” ; el doctor Knapp, presidente de la Universi­ dad de Iowa, considera que el paludismo es una “causa hipotética” nunca comprobada empíricamente, que algunos médicos utilizaron como “camu­ flajes para la ignorancia” que con el tiempo “entorpecerían el progreso de la ciencia médica” .71

71 “Dr. M oo res proposed inquiry on malaria” , H om e Departm ent, Medical Branch, enero de 1877, archivo núm. 47-48, NAI. En otro artículo, el doctot M oore am plió sus puntos de vista en los que abrigaba dudas sobre la existencia del paludism o. W.J. M oore, “An enquiry into the truth o f the opinions generally entertained regarding m alaria”, In dian A nnals o f M edical Science, núm. X X , Calcuta, 1866, pp. 375-404.

5. EL M OFUSSIL Y LO M ODERNO Los indiscretos encantos de Kangal Harinath Atig Ghosh En la Bengala del siglo xix, H arinath M ajum dar (1833-1896) fue un hom bre m ultifacético que se convirtió en una figura legendaria. En el vasto escenario de la historia encarna, com o pronto lo vam os a ver, una doble tragedia. Por esta razón, precisamente, el personaje y su fam a póstum a ponen de relieve la im portancia de analizar con detenimiento los diferentes aspectos de los problem as de la m etrópolis y sus márgenes, así com o diversos temas relativos a los m offusils y la m odernidad. Éstas son las tareas que me propongo emprender en este capítulo, comenzando, por supuesto, con la doble tragedia que H arinath personifica. Por una parte, H arinath es la forja de una figura literaria m ás bien oscura en el form idable panteón de los gigantes del “ Renacim iento” de la Bengala del siglo xix. Esto tiene m ucho que ver con su estilo de vida no urbano. N o es sólo que H arinath fuera una figura del m ofussil, con frecuencia m uy consciente de ello. Está tam bién que junto a este no-serm etropolitano, no-ser-renacentista, estaba su crítica m ordaz de las m uy veneradas lum inarias de su época establecidas en Calcuta, incluyendo a (M aharshi) D ebendranath Tagore. Estos hechos explican, sin duda, su opacidad en los anales de la historia y en las crónicas de la cultura. Por otra parte, los últim os años han presenciado un resurgimiento del interés en este personaje m arginal, en especial por parte de Abul Ahsan Chowdhury. U na serie de libros sobre H arinath — adem ás de diversas com pilaciones de sus escritos— han aparecido repentinamente en la prensa.1 Ahora bien, desde m i perspectiva, la m ayoría de estos em ­ 1 Una muestra de dichas publicaciones incluiría: Ashok Chattopadhyay, Unish Shataker Shamajik Andolon o Kangal Harinath, Kolkata, Ubudash, 1995; Abul Ahsan Chowdhury,

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peños (aunque no todos) conllevan una intención de rescate. N o es que m e oponga a dicha orientación: confieso, en realidad, cierto anhelo de reivindicación. Pero estos textos laudatorios instituyen, al m ism o tiem ­ po, la segunda tragedia a la que he hecho alusión. En m anos amorosas, la figura de H arinath casi se escinde, por así decirlo, en dos personas: Harinath, el osado periodista, y H arinath, el místico. Para Sudhir Chakrabarti, por poner un ejemplo de gran proyección, el H arinath cantor “b a u l ” era “el extremo opuesto” del H arinath periodista.2 Voy a dem ostrar que semejante escisión genera dificultades analíticas para dar­ le sentido a la vida y a la carrera de H arinath. Permítaseme también precipitarme y plantear que, una vez rehabilitada, la bifurcación provee una m anera diferente — si no nueva— de considerar la m uy asediada idea de la “m odernidad colonial” . Esta bifurcación no es algo que los intelectuales hayan concebido. L a vida (y la carrera) de H arinath evolucionó de tal m anera que permite, en efecto, sem ejante división. La prim era parte de su vida se dedicó al periodism o y a la publicación de su G ram b arta p ro k ash ik a . Luego vino la v olta — por emplear un término literario significativo— , y H arinath de­ dicó su vida al m isticism o ‘b a u l ’ y a la com posición de canciones. Estas dos fases se inform aron una a la otra. Pero ésta va a ser, claro está, la respuesta académ ica refleja. El punto por establecer aquí es que tan pronto com o su com plicidad se revela, se arrojan m utuam ente una luz diferente, por así decirlo, y abren nuevos rum bos para la com prensión y el análisis que, en su significación, reemplazan las m ezquinas considera­ ciones de la figura de H arinath y se vinculan a otras de criterio (¿teóri­ co?) m ás am plio. Para empezar, y en aras de la claridad, voy a seguir la línea convencional y a com entar estas dos fases una después de la otra. H ay un m otivo más, oculto, tras dicha sucesión ordenada, que aclararé en su m om ento.

Kangal Harinath Majumdar, 1833-1896, Dacca, Bangla Academy, 1996; Abul Ahsan Chowdhury (ed.), Kangal Harinath Majumdar: Nirbachito Rachona, Dacca, Bangla Academy, 1998; Abul Ahsan Chowdhury (ed.), Kangal Harinath Majumdar: Smarok Grantho, Dacca, Bangla Academy, 1998; Parijat Majumdar (ed.), Kangal Harinath Smarok Grantho, Calcuta, Jagari, 1999; Dhananjay Ghoshal (ed.), “Kangal Harinath Majumdar Sankhya” , Balaka, núm. 25, enero de 2007. 2 Sudhir Chakrabarti, Bratyo Lokayato Lalon, Calcuta, Pustak Bipani, 1992. p. 20.

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H arinath M ajum dar nació y creció en el mofussil. La pobreza lo acosó desde la infancia. La suya fue la típica vida del autodidacta que lucha por abrirse camino, que se encierra en su pueblo natal — Kumarkhali, en N adia, un distrito de Bengala— , y termina por conseguir un empleo como reportero para el S a n g b a d P ro b h a k a r de Ishwar Gupta. Satish C han­ dra M ajum dar escribe sobre la motivación de H arinath: “ [Harinath] co­ menzó a escribir artículos en el S a n g b a d P ro b h a k a r para hacer consciente a los lectores del sufrimiento y la pobreza de la gente de su pueblo” .3 H arinath pronto sintió la necesidad de emprender su propio cam i­ no, y en 1863 comenzó a editar su periódico, el G ra m b a rta p ro k a sh ik a (El difusor de la verdad del pueblo). Q uizás haya detectado la necesidad de tener un periódico com pletam ente dedicado a prom over la causa de los pobres del pueblo, necesidad que sólo podría ser atendida con un periódico que se publicara desde el pueblo m ism o. El G r a m b a r ta debió im prim irse, sin em bargo, toda una década en una prensa ubicada en C alcuta hasta que, en 1873, H arinath pudo fundar su propia casa edito­ ra — la M a th u r a n a th J a n tr o — en Kumarkhali. H arinath ha sido descrito en múltiples ocasiones como un osado periodista, amigo de los pobres y santo; su principal intención era, no obstante, denunciar las atrocidades de los z a m in d a r s (los terratenientes) en el m ofussil. Si bien su periódico se llam aba E l d ifu so r de la v e rd a d d el p u e b lo , los largos textos expositivos que H arinath redactó y publicó se titulaban con frecuencia m u fa ssa le y p ra ja d ig e r d u rd a sh a (es decir, la mise­ ria de la gente del m ofussil), etc. H arinath tenía una confianza total en la bondad innata del gobierno y la adm inistración coloniales; sus enemigos eran, a todas luces, los z a m in d a r locales que estaban ausentes, entre los que se contaba la casa de los Tagore: los Corleone de la cultura de C alcu­ ta.4 Cuando H arinath fundó, finalmente, su propia im prenta en Ku­ markhali, siguió escribiendo en contra de los z a m in d a r . Maharshi Debendranath Tagore, fundador del M ovimiento Brahmo y padre de 3 Satishchandra Majumdar, “Kangal Harinather Jibani”, en Harinath Gronthaboli, pri­ mera parte, Calcuta, 1901 (1308 del calendario bengalí; de aquí en adelante Ben.), p. 5. 4 Harinath “escribió una serie de artículos contra Babu Debendranath Tagore, quien es propietario de una gran zemindary [extensión de tierra] en Pubna y los distritos vecinos”; cita­ do en Alok Roy en Nineteenth Century Studies-7, The National Magazine, abril de 1896, Cal­ cuta, Biographical Research Center, 1974, p. 311.

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Rabindranath Tagore, intentó en primer lugar sobornarlo para que se callara. Al ver que eso no funcionó, envió fornidos p u n ja b is (g u n d a) para que le dieran una lección, Fue sólo gracias a la intervención de Lalon Fakir com o pudo salvar su vida. Bueno, no hubo ninguna intervención espiritual del santo; Lalon tenía, al parecer, hombres aún más fuertes para com batir el ejército de los Tagore.5 En opinión de Biswanath Majumdar, éste no fue un incidente fortuito; los discípulos de Lalon estaban en rea­ lidad siempre al acecho para proteger la vida de H arinath.6 Im prim ir un periódico era una em presa que conllevaba ciertos gas­ tos. En Calcuta, las im prentas m archaban sobre ruedas porque tenían el sólido apoyo económ ico de la clase terrateniente, lo que está bien docum entado.7 H arinath no podía, claro está, esperar sem ejante apoyo. L a publicidad tenía que llegar a ser una fuente de fondos suficiente para los periódicos vernáculos en general, y con m ayor razón para los del m o fu ssil .8 Adem ás, H arinath estaba aún m ás desvalido por el hecho de que la m ayoría de sus suscriptores no pagaban a tiem po, o no lo hacían en absoluto. D ejó constancia de su desaliento ante la actitud de “sólo tom a, nunca des” (nebo debo n a ) de sus suscriptores.9 L a determ inación de seguir con la publicación era, a pesar de todo, sólida. Trató un tiem ­ po de m antener su periódico poniendo una librería, pero esta empresa fracasó m iserablem ente. Puesto que las am enazas de m uerte aum enta­ ban, H arinath tuvo que abandonar finalmente la publicación, y se de­ dicó a escribir canciones y al canto am bulante. Em pezó a llamarse a sí m ism o K angal-H arinath o Baul-Phikirchand.

5Hemanga Biswas, Loksangeet samikkha: Bangla o Assam, Calcuta, A. Mukherjee & Co. (1385 Ben.), pp. 67-68. Véase también Jaladhar Sen, “Kangal Harinath”, Bharatbarsho, 1931 (1338 Ben.), p. 783. 6Biswanath Majumdar, “Kangal Harinath”, en KangalHarinather 7 4 tamo Barshik Smriti-Utsab Smarokpatro, Calcuta, 1969 (6 de Baishakh, 1376 Ben.), p. 1. 7Véase, por ejemplo, Muntashir Mamun, “Unish-shatokey Sangbad-Shamoyikpotrer Kathamo, Sthayitto, Prochar o Bipanon”, en Swapan Basu y Muntashir Mamun (eds.), Dui Shatoker Bangla Sangbad-Shamoyikpatro, Calcuta, Pustak Bipani, 2005, pp. 13-25. 8Ibid., p. 17. 9Grambartaprokashika, 1873.

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La religiosidad no fue algo que naciera en H arinath de la noche a la m añana. Su intim idad con Lalon Shah ya se ha com entado. Adem ás, H arinath tam bién fue durante m uchos años un estrecho colaborador del Brahm o Sam aj en Kum arkhali. H acia el final de su vida, empero, H arinath se volteó contra el brahm oísm o (quizás debido a su desencan­ to con los Tagore), publicó panfletos titulados “m a r k a t b ra h m o ” (literal­ m ente, el “chango brahm o”) y optó por seguir la vida ejem plar de Lalon Shah. Al llamarse él m ism o “b a u l ”, H arinath hacía algo m ás que tan sólo alejarse del brahm oísm o, que era percibido popularm ente com o una orientación religiosa urbana.10 Estaba m arginándose sim ultánea­ m ente — y con m ayor fuerza— de aquella percepción urbana “h indú ” que consideraba a los b au ls de clase baja y deliberadam ente sucios, in­ tegrantes de las “sectas chaitanyite de m ala reputación de Bengala”, de “condición m oral deplorable” y desenfrenadas licencias sexuales. Para J.N . Bhattacharya, b h a d ra lo k y presidente del Brahm in Sabha de Ben­ gala, éstas eran razones suficientes para justificar que el brahm anism o excluyera a los b au ls del seno de la hum anidad. ¡La sensibilidad b h a d r a ­ lok de Bhattacharya estaba asqueada ante el hecho de que los b a u ls se dieran a la bebida de soluciones hechas a base de excreciones y exuda­ ciones corporales com o parte de un ejercicio religioso (la práctica de las “ C uatro Lunas” o C h a r i- c h a n d r a b h e d ).11 Llega incluso a objetar la va­ lidez de otorgar a los b a u ls el estatus de secta vaishnavita (lo que ya su­ ponía, en su opinión, ser una desgracia), por ser una “secta im pía” .12 Y debem os tener en cuenta que el de Bhattacharya es sólo un ejemplo 10 En 1872 se había intentado encontrar una semejanza entre Brahmos y Lalon en el Grambarta de Harinath sobre la base del argumento de que ambos se dedican a la veneración de un dios anicónico y amorfo (nirakar), “acusación” que el propio Lalon refutó consistente­ mente. La comparación es, de hecho, un tanto fantasiosa por diversas razones, pero tal discu­ sión queda fuera del alcance de este artículo. 11 Para consultar una explicación más amplia de la práctica de las “Cuatro Lunas” , véase Sakti Nath Jha, “ Cüri-candra bhed: Use of the Four Moons”, en Rajat Kanta Ray (ed.), Mind, Body and Society: Life andMentality in Colonial Bengal, Delhi, Oxford University Press, 1995, pp. 65-108. 12Jogendra Nath Bhattacharya, Hindu Castes and Sects, Calcuta, 1896, pp. 482-483. 13Para consultar una versión similar, véase Akshay Kumar Datta, Bharatbarshiya Upashok Shamproday, Calcuta, Benoy Ghosh ed., 1969 [1870 (parte 1) y 1883 (parte 2)], especialmen­ te pp. 110-150.

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de ello.13 Las opiniones de J.N . Bhattacharya — y de otros— pueden verse, en cierta form a, com o confirm ación de la im presión que Risley tenía de los “baolas” . Risley había sostenido que los “baolas” estaban “separados del cuerpo principal de los vaishnavas” . D ecía que “nunca se rasuran ni se cortan el cabello y la inm undicia personal tiene entre ellos el rango de una virtud”. “ Reclutan a sus seguidores en las castas inferio­ res” y pertenecen a la categoría de las “ órdenes m endicantes de m ala reputación” . Inm orales hasta lo grotesco, son “tenidos en m uy baja es­ tim a por los hindúes respetables” .14 A partir del relato de Jaladhar Sen, parecería que el grupo “b a u l” de Phikirchand se hubiera form ado un buen día repentina y m ás bien im ­ pulsivam ente. Lalon Fakir, el m ístico que tenía su a k h ra en el vecino pueblo de C h h euriya, llegó una m añana de visita a la casa de H arinath y le cantó una canción. H arinath y todos los presentes quedaron perple­ jos. La im presión fue tan fuerte que esa m ism a tarde, a Akshay Kum ar M aitreya se le ocurrió la idea de form ar un grupo de b auls. “¿Acaso no podem os form ar una banda de b a u ls ?”, preguntó. Y todos estuvieron de acuerdo. Pandit Prashonno Kumar dijo: “Debemos componer canciones de una manera novedosa. Pero no hay tarea que Srim an Akshay no pueda realizar.” Akshay Kumar replicó: “No hay nada de qué preocuparse. Jo ld a (Jaladhar Sen), toma una hoja de papel, escribamos canciones b au l ”.15 Y el grupo cobró vida en 1880. Sin im portar qué tan venturosa pueda parecer la form ación del gru­ po de Phikirchand, no fue de ninguna m anera un acontecim iento nove­ doso. En esa época, las canciones de por lo m enos tres cantantes de m úsica folk: Lalon Fakir (1778-1890), Pagla Kanai (1809-1889) y Kubir G osain (1787-1879) eran, según la opinión general, sum am ente p o ­ pulares en la región.16 La idea de reunirse en un grupo de cantores b a u l 14H .H . Risley, Tribes and Castes o f Bengal, vol. II, Calcuta, Bengal Secretariat Press, 1891, p. 347. 15Jaladhar Sen, Kangal Harinath, primera parte, Calcuta, 1913 (15o. de Ashwin, 1320 Ben.), pp. 23-24. 16 Sobre Pagla Kanai véase Majharul Islam, Kabi Pagla Kanai, Dacca, 1366 Ben.; sobre Kubir Gosain véase Sudhir Chakrabarti, Shahebdhani Sampraday: Tader Gan, Calcuta, Pustak Bipani, 1985, y su Banglar Gounodharma: Shahebdhani o Balahari, Calcuta, Pustak Bipani, 2003. Las publicaciones sobre Lalon son prácticamente incontables; además del mencionado

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no era, en sí, absurda. En las canciones de Phikirchand se perciben a m enudo matices de la influencia de Lalon. Jaladhar Sen escribe, en efec­ to, sobre una superposición con otro cantante m ístico de la época. M en­ ciona la ocasión en que H arinath debía cantar en Faridpur después de la presentación pública de Pagla Kanai ante treinta m il o cuarenta m il per­ sonas que habían sido cautivadas con sus canciones, según nos cuenta.17 Si el grupo de Phikirchand debía presentarse después de Pagla Kanai, es evidente, entonces, que tam bién había logrado aceptación entre el p ú ­ blico de la región. El grupo de Phikirchand com puso canciones que presentó en toda la región. Esa divulgación itinerante de las canciones puede explicar la rápida popularidad del grupo. A quí tam bién estaban siguiendo, no obs­ tante, un patrón establecido. La com posición de canciones y el ir de un lado a otro pueden considerarse los dos únicos atributos que coinciden en la idea de los “ b au ls de Bengala”, que era, por lo demás, diversa y conceptualmente difusa. El grupo estaba organizado, asim ism o, en tor­ no a la figura de H arinath, quien hacía las veces de su gurú o m u rsh id (preceptor), una figura im portante para cualquier grupo de b a u ls . D ada la indeterm inación conceptual del término “b a u l”, quienes han querido mantener la convicción de que hubo una esencia o entidad continua en los b a u l (es decir, quienes han querido mantener la categoría de “b a u l ” para remitirse a una secta o tradición con coherencia interna, sam p rod ay ), lo han hecho en torno a la figura del gurú o m u rsh id y la doctrina de su prim acía, g u r u - b a d ; es así com o han elaborado la idea de lo que es, en esencia, el “b a u l”. El de Phikirchand era, sin em bargo, un grupo de “ b a u ls constituido m ás por afición o inspiración” (sh akh er b a u l), que conforme a los prin­ cipios de la filosofía y la práctica baul.18 Aunque Jaladhar Sen m enciona texto de Sudhir Chakrabarti, pueden consultarse, sin embargo, los siguientes textos: Basanta Kumar Pal, Mahatma Lalon Fakir, Shantipur, 1954 (1362 Ben.); S.M. Lutphar Rahman, L alonshah: Jiban o Gan, Bangladesh Shilpakala Academy, 1983; Abul Ahsan Chowdhury, Lalon Shah, 1774-1890, Dacca, Bangla Academy, 1990, y Sakti Nath Jha, Fakir Lalan Sain, Desh, K al ebong Shilpo, Sanbad Prakashak, 57/2d, Calcuta, College Street, 1995. 17Idem. 18Estoy consciente de que el criterio para la clasificación como baul es una pista falsa. Es decir, el término baul — y la filosofía y la práctica religiosas implícitos en él— ha sido un tema académico muy discutido. Ya hablamos de la naturaleza conceptualmente indeterminada del término “baul” y de que no se presta a una definición doctrinal singular ni a una uniformidad de la práctica. Jeanne Openshaw aborda extensamente el tema en Seeking Bauls o f Bengal,

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la presentación en que el grupo de Kangal tocó junto al de Pagla Kanai, está en duda que los b a u l de la época consideraran el grupo de H arinath com o uno de los suyos. H arinath le cantó alguna vez varias de sus can­ ciones a Lalon Fakir — la figura cuyas canciones inspiraron la concep­ ción m ism a del grupo de H arinath— , y le pidió al faquir su opinión. La respuesta de Lalon no puede considerarse entusiasta. Le dijo: “ La salsa que cocinaste está bastante buena, sólo que le falta un poco de sal” .19 Esto no afectó, sin em bargo, la inm ensa popularidad de H arinath y sus canciones. En 1887, a sólo siete años de la form ación del grupo, M ir M osharaph H osen, un estrecho colaborador de H arinath, advierte sar­ cásticamente en una canción que la popularidad de estos “nuevos” b au ls — com o Phikirchand (es decir, H arinath M ajum dar), A jobchand, Rasikchand, etc.— había eclipsado prácticamente a exponentes m ás tradi­ cionales y auténticos, com o Lalon y Pagla Kanai.20 En un plano, ésta es una elogiosa actitud autocrítica. En otro plano señala, no obstante, un proceso histórico m ás com plejo que se desarrolló hacia la segunda m itad del siglo x ix en relación con la idea del “ b a u l verdadero” . En la últim a parte de este ensayo vam os a tener la oportunidad de com entar breve­ m ente — y con alguna premura, me tem o — este proceso.

LA S D O S V ID A S D E H A R IN A T H M A JU M D A R

L a biografía condensada sirve al propósito evidente de presentar la vida poco conocida de H arinath. Al presentarlo, deben exponerse también, no obstante, ciertos términos de discusión cuya peculiaridad conceptual puede no ser tan obvia; térm inos tales com o el m ofussil. Están también los subtítulos en latín para denom inar las dos fases de la vida de Hari-

Cambridge, Cambridge University Press, 2002. Si la doctrina de la primacía del preceptor va­ rón ha de considerarse la esencia continua y unificadora de ser un baul, entonces Openshaw ha descubierto tendencias contrarias incluso en guru-vad: “incluyendo la multiplicidad de gurúes, su internalización y el hecho de que la práctica esotérica implica por fuerza un par masculinofemenino”. Esto está en el capítulo 6: “Evading the Two Shores: The guru”, pp. 140-165. En este contexto mi propósito se reduce a demostrar un punto histórico en relación con la autopercepción del grupo de Harinath. 19Basanta Kumar Pal, Mahatma Lalon Fakir, p. 104. 20 La canción de Mir Mosharaph Hosen (tomada de su Sangeet Lahari) está citada en Sudhir Chakrabarti, Bratyo Lokayato Lalon, p. 154.

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nath, que algunos podrían tom ar — con razón— com o una postura in­ necesaria. Quiero retomar estos temas uno por uno, aunque no necesa­ riamente en ese orden. C on el empleo de las frases v ita a c tiv a y v ita con tem p lativa, no estaba yo valiéndome de un tonto ardid para camuflar m i vergüenza al tener que hacer un inventario sincero de la vida de Harinath. Trataba, por el con­ trario, de indicar que en gran parte de lo que se ha escrito sobre Harinath se opta por hacer esta distinción (aunque, hay que decirlo, los autores no siempre tom an partido por una fase para criticar a la otra). Estaba tam ­ bién preparando el terreno para llevar m i argumento a un siguiente nivel. Yo creo, con Charles Baudelaire, que la oposición entre v ita a c tiv a y v ita con tem p lativ a debe cuestionarse: ninguno de los polos tom a en conside­ ración los placeres y las luchas de la vida diaria. Harinath, la persona, se ha ofuscado totalmente con interpretaciones hagiográficas de la osadía y el contundente com prom iso social de Harinath, el periodista, o de la es­ piritualidad y la popularidad de H arinath, el místico. Permítaseme suge­ rir provisionalmente, siguiendo a Baudelaire, que el heroísmo y la belleza de la vida m oderna — en los sujetos privados— yacen en otra parte.21 La vida de H arinath se guió — y anim ó— por elecciones personales to­ m adas sin presiones prácticas privadas. Com encem os por desmitificar a la figura y sus hazañas. El G ram b artap ro k a sh ik a no fue el único periódico que se publicó exclusivamente desde una ubicación m ofussil, tam poco fue el primero. El R a n g a p u r B a rtab ah o (1847, Rangpur), el U tta r p a r a P a k k h ik P a tr ik a (1856, Uttarpara) y el R a n g a p u r D ik p ra k a sh (1860, Rangpur) — por lo m enos estos tres— precedieron al G r a m b a rta , que comenzó a editarse en 1863. Pronto si­ guieron m uchos más: el P a llib ig y a n (1864, Bikrampur, Dacca), el A m rit a b a ja r P a tr ik a (1868, Jessore), el P a llig ra m B a rta b a h o (1868, Baidyabati, H ugli); la lista es prácticamente inagotable. El G r a m b a r ta tam poco era la voz sin m ediación de la gente pobre y oprimida; pretendía representar la difícil situación de los pobres. A quí hay una sutil diferencia. Fue H ari­ nath quien hizo suya la tarea de lograr que el gobierno británico conocie­ ra la difícil situación de esta gente. A su m ió por su propia voluntad el pa­ pel del auténtico representante de la gente del pueblo duramente golpeada. En su periódico, H arinath escribió lo siguiente: 21 Charles Baudelaire, “O f the heroism of modern life”, en Selected Writings on Art and Literature, traducción de PE. Charvet, Nueva York, Penguin Books, 1972, pp. 104-107.

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Yo ya había trabajado con los dueños de las plantaciones de añil y con los prestamistas; ya había visto las oficinas distritales de los zam indars, y había explorado las condiciones del país/de Bengala (desh). La opresión amplia­ mente generalizada por doquier había dejado una huella profunda en mi corazón. Cuando el señor Robinson, el traductor de la prensa vernácula, abrió su oficina, yo también empecé a publicar el G ram barta .22 M ás adelante declaró: Oí que el gobierno había decidido traducir periódicos bengalíes para ente­ rarse de lo que se escribía en ellos, y que se había puesto una oficina para tal fin. Sentí que si podía empezar un periódico para enterar al gobierno de cómo estaba siendo oprimida la gente de los pueblos, entonces el gobierno aliviaría seguramente sus difíciles condiciones y adoptaría medidas para mejorarlas.23 Entiéndase que la buena intención de H arinath no está puesta en duda. Pero, aparte de eso, H arinath estaba lim itado por su identidad m ofussil . El alcance de este artículo no m e permite ahondar en el tema del m ofussil . Baste decir que, a m i entender, el m o fu ssil no es un espacio geográfico real. Se trata, por otro lado, de una autoconcepción psicosocial que se desarrolló en el siglo x ix y se definió en contraposición con la ciudad de Calcuta. Fue cosa de la im aginación culta (y, por consiguien­ te, en su m ayoría, de la casta alta hindú bengalí) que no podía conciliarse con Calcuta. La ciudad, con sus indicadores sociales y culturales “no tradicionales” era vista com o indeseable y m oralm ente insolvente. El pueblo era percibido, en cam bio, com o el repositorio de la tradición y la vida recta. El m o fu ssil perseveró, por consiguiente, para probarse que era el auténtico representante de la pureza rural, en contraste con la in­ m oralidad urbana. Frente a la ciudad, el m o fu ssil podía hacer valer, en consecuencia, una autenticidad rural. Sem ejante deseo de ser el portavoz del pueblo tam bién subyace en la retórica de H arinath. N o sólo preten­ de ser el represente de la gente del pueblo, sino que a veces tam bién se apropia de lo rural y lo integra en el m ofussil. H arinath escribe:

22Jaladhar Sen, “Harinath Majumdar”, Dashi, junio de 1896, p. 310. John Robinson es el traductor de lengua bengalí del gobierno que trabajó en los “Native Papers”. 23 Brajendranath Bandyopadhyay, “Kangal Harinath”, Sahitya-Sadhak-Charitmala, vol. 3, Calcuta, Bangiya Sahitya Parishad, 1961 (1368 Ben.), p. 13.

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Los periódicos que se han publicado hasta ahora están llenos de noticias de las principales ciudades y del extranjero. Las condiciones del pueblo, es de­ cir, del mofussil no han recibido atención alguna. Por eso es que nada bueno le sucede a la gente del pueblo. [...] El propósito principal del periódico [G ram barta] es dar a conocer la situación de los habitantes del pueblo [...] la civilización, la historia de los pueblos, la ley de los funcionarios del go­ bierno en el mofussil, y acontecimientos divertidos diversos... 24 A la gente del pueblo, sin em bargo, no podía interesarle menos. Me refiero a que el sufrimiento y la explotación eran reales y, permítaseme repetirlo, la buena intención de H arinath no está puesta en duda. Pero la gente del pueblo del m ás bajo estrato no veía un m esías en H arinath, el periodista. N o podía verlo. L a gente para quienes — en cuya defen­ sa— H arinath escribía, los cam pesinos, los cultivadores de añil, los pes­ cadores, etc., tenían, en su mayoría, una escasa educación y poco o nin­ gún acceso a su periódico. La clase contra la que él arremetía, los ausentes z a m in d a r s, los pres­ tam istas y los dueños de las plantaciones de añil, ellos sí podían leer el G r a m b a r ta o por lo m enos hacer que se los leyeran. N o le tenían pacien­ cia, y m ucho m enos sim patía. Ya vim os el enfrentamiento que tuvo H a­ rinath con los Tagore. C on m ucha frecuencia, estos z a m in d a r s tenían en C alcuta una posición social que cuidar y no tenían hum or para tolerar semejante difam ación, fuera cierta o no. C uando los tornillos de los z a ­ m in d a rs apretaron, H arinath recurrió a los que afectuosamente tom aba por sus sim patizantes: la gente del pueblo. Pero de la gente del pueblo recibió una desagradable sorpresa. H arinath escribió: Cuando los zam in dar me oprimen y presentan casos falsos contra mí en la corte, yo llamo a toda la gente del pueblo y le hago saber cuál es mi situa­ ción. Si en el pueblo se tiraniza, como quiera que sea, a un perro callejero, la gente hace algo por él. Pero tal es mi desgracia que nadie me ofreció su confianza ni mostró la más mínima voluntad de hacer algo por mí. ¡Ésa es la actitud de aquellos por quienes grité; aquellos de cuyos problemas me hice cargo como si fueran míos!25

24 Grambartaprokashika, 1863 (el mes de Boishakh, 1270 Ben.). 25 Brajendranath Bandyopadhyay, “Kangal Harinath”, p. 21.

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Estoy especulando que H arinath se dio cuenta dolorosam ente de los límites de su alcance entre la gente del pueblo y esto provocó en él un cam bio de actitud. Q uería llegar a la gente, y esta vez de verdad. L a súbita form ación, casi accidental, del grupo “b a u l ” en torno suyo en 1880 le dio los m edios. H arinath M ajum dar se convirtió en Baul Phi­ kirchand o Kangal H arinath. El cam bio de actitud coincidió con una etapa de dificultades financieras del G r a m b a r ta P ro k a sh ik a . N o estoy planteando que el desencanto con el periodism o com o m edio para ser la auténtica voz de la población rural precipitara la suspensión definiti­ va del G r a m b a r ta . En efecto, éste se había vuelto económ icam ente in­ sostenible, por lo que en 1885 tuvo que sucum bir. Pero el nuevo a v a t a r de Kangal ya había surgido, y coexistió cinco años con el del periodista. U na vez que el G r a m b a r ta desapareció, H arinath pudo luchar por con­ vertirse en la voz del pueblo por ese otro m edio. Los ju icios absolutos son inadm isibles. C abe decir, sin em bargo, que Kangal H arinath reci­ bió, en su m om ento, m ayor adm iración y devoción de la gente que el periodista H arinath, quien debió esperar una época posterior — casi un siglo— para recibir un bien merecido reconocim iento de los intelectua­ les. H arinath sí logró, después de todo, lo que tan asiduam ente persi­ guió toda su vida.

L A M O D E R N ID A D C O L O N IA L Y H A R IN A T H M A JU M D A R

M ás allá de a quién eligió representar y a quién oponerse, hay un aspec­ to de la empresa periodística de H arinath que sigue siendo indiscutible. Él había elegido a su público: el gobierno británico. Aunque su radio de acción era lim itado, se las ingenió para alcanzar a su público objetivo. Por dar un solo ejemplo: un inform e de G r a m b a r ta P ro k ash ik a, fechado el 6 noviembre de 1875, se tradujo y se dio a conocer al gobierno. Un corresponsal del mismo periódico [es decir, el G ram barta ] advierte con pesar que a bordo de las embarcaciones de emigración, los culíes que se dirigen a los distritos productores de té sufren grandes molestias por la ca­ rencia de alojamiento adecuado, medicinas cuando enferman y supervi­ sión. En las plantaciones de té viven separados unos de otros y se ven obli­ gados a cumplir con una cantidad de trabajo excesiva. La impresión general

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es, al parecer, que no hay quien cuide de ellos. Sería mejor que el gobierno investigara el asunto.26 Es evidente que H arinath tenía una gran confianza en el imperio colonial y su benevolencia. Para él, las difíciles condiciones de los pobres de los pueblos se debían con toda claridad al descuido adm inistrativo. Si este sufrimiento lograba ponerse a la vista de las autoridades, las solucio­ nes se harían sentir de inm ediato. Adem ás de suplicar al gobierno britá­ nico para que tom ara nota, H arinath no dejó pasar oportunidad alguna de alabar la ley británica. Cuando V ictoria asum ió el título de “ Bharateshwari” (literalmente “ D iosa de India”), un escritor anónim o narró la celebración que tuvo lugar en Kum arkhali. Al asum ir semejante título, la reina expresó aparentemente su “gran afecto por India” . U n orador exhortó a la m ultitud ahí reunida a desearle larga vida a la reina, y tam ­ bién cantó una canción en su honor, que la describió com o la Protectora de India (B h a r a te r R o k k h ak o rtri). Por el lenguaje del discurso y la can­ ción, puede inferirse con seguridad que el orador era nada m enos que H arinath.27 Por si esto no fuera suficiente, hago m ención del otro poem a exten­ so (con una introducción) que se publicó en el G r a m b a r ta en honor de la visita del duque de W ellington a India. Pero este poem a no sólo hace las veces de un sim ple elogio, sino que está salpicado de quejas. El duque no había visitado los pueblos; de haberlo hecho, entonces habría visto con sus propios ojos la deplorable situación de sus súbditos rurales, lo que habría derivado en grandes beneficios y m ejorías para esa población. Tal es la esperanza que H arinath expresa. Pero no se debe inculpar al du­ que. N o es culpa suya. Es al funesto destino de la gente del pueblo al que debe culparse.28 H arinath M ajum dar no era el único que confiaba en la bondadosa naturaleza del gobierno colonial. Entre otros contem poráneos, Dinabandhu M itra, quien en su obra N e e l-D a r p a n vocifera contra las atroci­ dades que com etían los dueños de las plantaciones de añil, tenía — al m ism o tiem po— esa m ism a confianza en la naturaleza bondadosa y bienhechora del dom inio británico. Ranajit G uha condena con vehe­ 26 Report on Native Papers, John Robinson, Government Bengali Translator, 13 de noviembre de 1875, número confidencial 46 de 1875. 27 Grambartaprokashika, 20 de enero de 1877. 28Ibid., enero de 1870.

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m encia sem ejantes actitudes. Se refiere a D inabandhu M itra, pero su declaratoria se aplica perfectamente, estoy seguro, al caso de H arinath. Nuestro nacionalismo tiene un elemento ideológico de contenido antiim­ perialista más bien bajo. Este elemento representa la contribución de un sector de nuestra burguesía que está interesada en oponerse al imperialis­ mo, pero no puede hacerlo con firmeza y coherencia debido a las condicio­ nes históricas de su desarrollo.29 Podem os optar por una perspectiva m enos m ordaz. Q uizás en la lógica de la gobernabilidad colonial se producen cuerpos dóciles que, aun en el ánim o de protestar, son incapaces de articular un vocabulario anticolonial. “ En el m undo colonial — escribe D avid Scott— el proble­ m a del poder m oderno activó el proyecto ético-político de producir súb­ ditos y regir su conducta.” L a “form ación de la m odernidad colonial” representó una “discontinuidad en la organización del dom inio colonial caracterizada por la emergencia de una racionalidad política distintiva — una gobernabilidad colonial— , en que el poder se dirige a la destruc­ ción y la reconstrucción del espacio colonial, a fin de producir no tanto efectos de extracción en los cuerpos coloniales, com o efectos de gobier­ no sobre la conducta colonial”.30 El tono funesto y fatalista de sem ejante declaración puede suavizar­ se si consideram os el argum ento de D ipesh Chakrabarty. A lo largo de los años, Chakrabarty ha hecho hincapié en la profundidad del com pro­ m iso crítico de los intelectuales bengalíes con los m odernizadores britá­ nicos, y ha previsto una determ inada posición bengalí-moderna. En sus alegatos, Chakrabarty ha sacado a la luz a una serie de intelectuales bengalíes de fines del siglo x ix que participaron y negociaron creativamente tanto en relación con la pretensión del gobierno británico de ser el repre­ sentante único del progreso, com o respecto de la condena británica de determ inados aspectos de la cultura hindú. Estos intelectuales se em pe­ ñaron en proyectar un m odelo de hinduism o progresista que hiciera buen uso de aspectos de la tecnología, el derecho y las prácticas sociales británicas. Al m ism o tiem po, esta selectiva apropiación no era equiva­ lente a una acusación al por m ayor de la “civilización” hindú com o algo 29 Ranajit Guha, “Neel-Darpan: The image of a peasant revolt in a liberal mirror”, en David Hardiman (ed.), Peasant Resistance in India, 1858-1914, Delhi, Oxford University Press, 1993, p. 78.

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estático que debería sustituirse. En su opinión, había elementos del hinduism o que podían conservarse para construir una India m ás próspera — por no decir progresista— , que continuara siendo fiel a sus amarras culturales.31 En el plano de la argum entación, semejante dilucidación de la posición bengalí m oderna hace referencia a una filosofía de la “dife­ rencia” y la “ ‘inconm ensurabilidad”, según la cual existen m undos que nos im ponen el reconocim iento de los lím ites del análisis racional. D ichos m undos no adm iten la fría clasificación o enum eración; están desbordados de prácticas culturales que son irreductibles tanto a la irra­ cionalidad com o al cálculo racional. El análisis de Chakrabarty explota el carácter zigom orfo de u n a m odernidad de ilustración y secularismo y u n a tradición de irracionalidad y superstición.32 La explicación de Chaktabarty se ajusta a célebres personalidades tales com o Ishwarchandra Vidyasagar, así com o a m i m enos celebrado personaje, H arinath M ajum dar, el periodista. Considérense los dos pa­ sajes de H arinath publicados en el G r a m b a r ta : M a d y a k i B h oy an ok R ip u (1866; ¡Q ué vicio mortífero es el alcohol!) y B a b u (1874). El gobierno colonial había creado esta clase de b ab u s am antes de los placeres, inútiles y afem inados; es, no obstante, la decisión de sir George C am pbell de hacer obligatoria la educación física en los servicios civiles lo que le da a H arinath la esperanza de que los bengalíes tengan ahora la oportunidad de elevarse ellos m ism os para apegarse a cierta m asculinidad.33 El alco­ holism o, insinúa H arinath, es una im portación colonial. Recom ienda a los bengalíes — y tam bién a los europeos— que desistan de este “vicio m ortífero”.34 Resulta evidente aquí un com prom iso crítico con las pre­ tensiones británicas de representar el progreso. L a aceptación de H ari­ nath de determ inados elementos del gobierno colonial (la justicia, por ejemplo, com o se com entó antes, y la educación), aunque sin dejar de ser fiel a los valores culturales hindúes, es tam bién evidente. D e acuerdo 30 David Scott, Refashioning Futures: Criticism after Postcoloniality, Princeton, Princeton University Press, 1999, pp. 52, 40. 31 Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe: Postcolonial Thought and Historical Difference, Princeton, Princeton University Press, 2000, y Habitations o f Modernity: Essays in the Wake o f Subaltern Studies, Chicago, University of Chicago Press, 2002. 32 Dipesh Chakrabarty, “Radical histories and question of enlightenment rationalism”, Economic andPolitical Weekly, 8 de abril de 1995, pp. 751-759. 33 “Babu”, Grambartaprokashika, junio-julio de 1874. 34 “Madya ki Bhoyanok Ripu”, Grambartaprokashika, agosto de 1866.

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con D ipesh Chakrabarty, esto ofrece argum entos sólidos en favor de Harinath, el periodista, en cuanto ente m oderno colonial. Pero si lleva­ m os el m odelo de Chakrabarty un poco m ás lejos, ¿qué concluim os so­ bre H arinath, el b a u l ? La desilusión y las dificultades financieras, además del deseo de estar entre la gente del pueblo, de ser uno de ellos — y no tan sólo representar­ los— , llevó a H arinath a cambiar de hábitos, por así decirlo. D io un paso al exterior de su ser colonial moderno, y al interior de la “tradición”. Ésta es una historia por la que ya habíam os pasado. La tradición es lo que se produce cuando algunos llegan a imaginarse a sí m ism os como m oder­ nos. Tradición y m odernidad son co-constitutivas. D e eso no hay duda. Y por eso no se trata de una sim ple historia de retorno a la tradición, una “tradicionalización” . Lo que estoy tratando de decir se aproxima mucho, quizás, a lo que Jam es C . Scott llam a m etis: conocimiento práctico con raíces locales; la mezcla de ideales de cam bio con la aceptación del desor­ den de la vida; un sentido más personal de las relaciones hum anas.35 Se trata, en m i opinión, de una reafirmación de la fe en el m etis (que ahora se percibe com o una m anera “tradicional” de estar en el m undo — y en conexión con él— ; una retradicionalización) que H arinath logra hacer para él m ism o en una etapa posterior de su vida. H ablam os de una m a­ niobra dirigida por exigencias privadas — morales y materiales— ; una estrategia de autoconservación ante el desencanto y la quiebra. Si “el problem a del poder m odern o activó el proyecto político-ético de producir súbditos y regir su conducta”, entonces el proyecto del p o ­ der m oderno colonial sufrió con seguridad un contratiem po en el Kangal. Si la retención de determ inados valores tradicionales — en com bina­ ción con una selectiva apropiación y reconfiguración de aspectos del dom inio colonial— es la característica definitoria de lo bengalí m oder­ no, entonces todavía se puede defender la m odernidad colonial para el Kangal. C om o escribe Jeanne Openshaw, “cuando aquellos alienados por los procesos y los efectos de la dom inación im perial buscaron sus raíces, encontraron — entre otros personajes icónicos— a los ‘Bauls’”.36 O penshaw no está, sin em bargo, defendiendo explícitamente aquí lo bengalí m oderno, aunque en el centro de sus preocupaciones yace el 35James C. Scott, Seeing Like the State: How Certain Schemes to Improve the Human Condition Have Failed, New Haven, Yale University Press, 1998. 36Jeanne Openshaw, Seeking Bauls o f Bengal, p. 21.

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tem a del autorreconocim iento de los colonizados. D e m odo que escribe, “las cuestiones de identidad eran cruciales para la elite colonizada, y [...] los Bauls fueron cooptados de diversas maneras para esta causa com o el O tro del Ser, com o un Ser perdido, o com o un Ser verdadero”.37 Uno se pregunta, sin em bargo, qué tanto estam os dispuestos a am ­ pliar la idea de “m odernidad colonial” com o para poder alojar en ella una estrategia de retradicionalización, o un conjunto im ponente — tal que obnubila la mente— de com plejas configuraciones del otro y del ser, en un análisis en particular.38 ¿No perdería entonces el término “m oder­ nidad” su capacidad analítica? ¿No se volvería tal que cada quien podría em paquetarlo a su antojo?39 El de Kangal es un caso extraño, es cierto; algo con lo que no nos topam os todos los días. Puesto que H arinath no sim plem ente “encontró” — discursivamente— un ser perdido o un ser verdadero en los “b a u ls ”, sino que se convirtió realmente en “b a u l ”. La elucidación de D ipesh Chakrabarty de lo bengalí m oderno qui­ zás sea aplicable a una vasta m ayoría de las figuras del siglo x ix . Pero al m enos en el solitario y particular caso de Kangal, su aplicación es dudo­ sa. N o estoy planteando, ni por un instante, que H arinath haya elegido conscientemente arruinar su ser “m oderno colonial” . Tenía recursos (¿opciones?) de donde elegir y — arrastrado por ansiedades persona­ les— , optó por uno. N i siquiera estoy definiendo, de hecho, el plantea­ miento de una transición bien demarcada, un corte. El prefijo en “retradicionalización” no sólo em puja las fronteras conceptuales de cualquier tradicionalización — o de todas— , sino que presupone la percepción de un retorno, y los retornos — lo sabem os— son siempre desordenados. Residuos de la vida pasada se adhieren y a m enudo resurgen. U n lector conservador podría incluso decir que el grupo Phikirchand era una ban­ da de b au ls sucedán eos que usaban barba falsa y peluca durante sus pre­ sentaciones, y que en su m ayoría prosiguieron con sus vidas para conver­

37Ibid., p. 22. 38Estoy al tanto de que la idea de la retradicionalización se ha utilizado en estudios como el de Alice Conklin, A Mission to Civilize: The Republican Idea o f Empire in France and West Africa, 1895-1930, Stanford, Stanford University Press, 1997. Estoy tan sólo tomando presta­ do el término y no la idea como tal para mis propios propósitos. 39Para consultar un planteamiento sobre el “vacío” de la modernidad, véase Benjamin M. Zachariah, “Modernity and its emptiness: Some Indian discussions”, presentado en el coloquio internacional, An Indian Modern: Politics, Culture, Political Cultures [Lo moderno indio: política, cultura, culturas políticas], México, El Colegio de México, 19 de abril de 2007.

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ATIG GHOSH

tirse en clásicos ejemplares del bengalí m oderno de Chakrabarty: Akshay Kum ar M aitreya o Jaladhar Sen. M as para el propio Kangal, semejantes supervivencias m od ern as eran, paradójicam ente, residuos del p a s a d o . En una breve digresión, permítaseme tratar dudas y disiparlas: no estoy postulando la categoría de los b a u ls “ sucedán eos ” — o, para usar la expresión m ás popular, b au ls “am ateurs”— , para aludir a la existencia previa de algunos “auténticos” b au ls “reales” . C om o lo han sostenido por separado Jeanne O penshaw y H ugh B. Urban, la categoría ‘b a u ls’ fue establecida probablem ente hacia la segunda m itad del siglo xix.40 Esto se debió en gran parte a la búsqueda “rom ántica” de los b h a d ra lo k urbanos — en particular Rabindranath Tagore y K sitim ohan Sen— de un ser auténtico, que no estuviera colonizado ni contam inado. La figura del ‘b a u l ’ com o un hom bre ensim ism ado, solitario y renunciante de lo m as­ culino (u d a sin ), que deam bula en busca del m a n e r m an u sh (el “H o m ­ bre” de mente y corazón), se im puso retrospectivamente, una vez forja­ da, en un (apenas similar pero) am plio espectro de prácticas y convicciones. “El B a u l ' había nacido. Resulta tentador extender el argu­ m ento de Openshaw para plantear que los llam ados “ b au ls am ateurs” eran, de hecho, los únicos “ b au ls reales” que, con el paso del tiempo, contribuyeron a articular el rom ántico “B a u l ” tagoreano — categoría que desde su concepción ha dado lugar a grandes riesgos analíticos para los investigadores.41 Antes de eso, ‘b a u l ’ era sim plem ente una palabra, quizás un adjetivo — análogo a b atu l, k h y ap a o “loco”— , aplicable a un am plio rango de practicantes rurales marginales y, por consiguiente, so­ cialmente radicales.42 40 El proceso histórico es infinitamente más complicado y más matizado que la descrip­ ción reduccionista que aquí se va a destacar. Para ahondar en el tema véase Hugh B. Urban, “The politics of madness: The construction and manipulation of the ‘Baul’ image in modern Bengal” , South Asia, vol. 22, núm. 1, pp. 13-46; y Jeanne Openshaw, especialmente pp. 19-72. 41 “Fueron los bhadralok educados en Occidente — ayudados e inducidos por intelectua­ les y oficiales imperiales— quienes concedieron sustancia a los bauls como una identidad fija y exclusiva para determinados tipos de practicantes rurales, e incluso como sampraday. Decir que los Bauls bhadralok ‘amateur’ u otros precipitaron a los Bauls ‘reales’, y no al revés, consti­ tuye sólo una ligera distorsión.” Openshaw, p. 112. 42 “Está claro que el uso de la palabra baul — o de palabras relacionadas, tales como batul— para aludir a determinadas cualidades y, en términos generales, por extensión, a perso­ nas que las poseían, tiene una larga historia en las zonas rurales y urbanas de Bengala., Mi ar­ gumento sería, no obstante, que su transformación en un nombre propio probablemente no es anterior a mediados del siglo xix, y que su uso para referirse a grupos o comunidades específicas surgió aun después.” Openshaw, p. 111.

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Para volver al argum ento principal y recapitular, la de H arinath fue una elección tom ada — aunque obligada en cierta m edida— , sin tener en m ente un proyecto de repudio del ser m oderno. Es este aspecto com pletam ente involuntario de la elección lo que nutre m i reflexión y m e brinda sustento para la discusión. La m odernidad estaba en el cora­ zón del colonialism o (y de la capital), no im porta qué tan com pleja y contraintuitiva haya sido su articulación en Europa. U n zape académ i­ co despachado por la vía del caso de H arinath no podría m andar a la m odernidad a freír espárragos de una vez y para siempre. La m oderni­ dad está, para todo fin práctico, en nuestra trastienda: es tangible no sólo en la m edida en que un gran núm ero de personas les han dado y les siguen dando “pasivam ente” sentido a sus vidas en térm inos de la m odernidad, sino tam bién porque nos hem os encontrado — repetida­ m ente— con la m odernidad com o un poderoso dispositivo “activo” para hacer reclamaciones. Por lo anterior, estoy sim plem ente especulan­ do aquí acerca de lo útil que es incorporar todas las estrategias de autoarticulación bajo el signo de la m odernidad, esa m etacategoría de análisis que todo lo abarca. ¿No debem os pensar a veces en otros términos, sin la garantía de la m odernidad? “Participar sin garantía en una historia — escribe Saurabh D ube— es una m anera posible de poner en tela de juicio las garantías del progreso en los regímenes de la m odernidad y el pensar a través de las proyecciones, las presuposiciones, los esquemas y los escándalos que ésta produce y sustenta.”43 Lo llevo todavía m ás lejos: ¿Y si tuviéramos que pensar sin la garantía de la m odernidad en absoluto, sin el paquete com pleto de proyecciones y presuposiciones, esquemas y escándalos? N o estoy tratando de mantener bajo estricta vigilancia un afuera de lo m oderno (y, por extensión, de lo colonial y la capital) sin contaminar. Ése es un espacio utópico con el que algunos todavía fantasean. Estoy defendiendo la causa de apartar la garantía de la m odernidad, lo que perm itiría que otros argum entos y otras posiciones emergieran y ejercie­ ran su peculiar responsabilidad. El caso de H arinath M ajum dar, perio­ dista-m ístico, es dim inuto pero no intrascendente. Tiene el potencial suficiente para detener la sinfonía m onotonal de la m odernidad y abrir posibilidades para una historia radical sin garantía. 43 Saurabh Dube, Stitches on Time: Colonial Textures and Postcolonial Tangles, Durham/ Londres, Duke University Press, 2004, p. 20.

Se g u n d a Pa r t e EXPLORACIÓN DE LAS POLÍTICAS

6. MINORÍA Y MODERNIDAD B.R. Ambedkar y la política dalit Anupama Rao Bhim rao R am ji A m bedkar (1891-1956) o “ Babasaheb” A m bedkar es un nom bre ubicuo en la India contem poránea. Por m ucho tiem po, los actos políticos conm em orativos han asociado a A m bedkar con la trans­ form ación de una com unidad estigm atizada y la reedificación de la in­ dividualidad d a lit. A bundan las estatuas de A m bedkar no sólo en Maharashtra sino en todo el país, lo que da testim onio de la mayor visibilidad de la política d a l it y la creciente centralidad de A m bedkar en las crónicas de la política india. Tan sólo en 1997 se instalaron 15 000 estatuas de A m bedkar en U ttar Pradesh, estado que ha presenciado en las últim as décadas un extraordinario ascenso de la política d a l it y de la clase atrasada. Esto provocó un conflicto generalizado con hindúes de casta, que lo vieron (legítim am ente) com o un desafío al poder de las castas superiores y a la econom ía representativa del hinduism o de cas­ tas. El fam oso periodista P. Sainath advierte, en efecto, que “hay actual­ m ente en los pueblos indios m ás estatuas de A m bedkar que de cual­ quier otro líder. Éstas no han sido instaladas por el gobierno — a diferencia de las demás. Son los pobres quienes las erigen con sus pro­ pios m edios” .1 C onform e ha increm entado la producción (y la circula­ ción) de signos visibles de m ilitancia d a lit , ha aum entado tam bién el poder del nom bre de Ambedkar, nom bre que ha acum ulado valor de fetiche gracias a su repetición y a su asociación con ser d a lit , con la co­ m unidad y con el futuro de los d alits. Este ensayo no analiza la política d a lit contem poránea. Tam poco aborda la figura de Am bedkar com o líder de un m ovim iento y como 1 de 2001.

P. Sainath, “T h e fear o f democracy o f the privileged” , The H indu, 15 de diciembre

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sím bolo de identidad, con lo que correría el riesgo de reducir sus im por­ tantes contribuciones al pensam iento social y político. M i propósito es, m ás bien, situar la política d a lit en una perspectiva de m ás largo plazo, y analizar cóm o evolucionó la respuesta de A m bedkar ante el estigm a his­ tórico por m edio de com prom isos creativos con el liberalismo político e im portantes enm iendas a éste, con su estimulante ficción del sujeto re­ ceptáculo-de-derechos com o unidad elemental de la política, pues a di­ ferencia de las tradiciones de reflexión política euroamericanas, que pri­ vilegian la universalidad del sujeto político — aun cuando la idea de universalidad contradice la experiencia histórica del particularism o per­ sonificado y la falta de libertad política— , Am bedkar concebía a los d a l it com o una m inoría cuya identidad se derivaba de form as histórica­ m ente específicas de sufrimiento y exclusión que debían enmendarse políticam ente. Así, la determ inación de A m bedkar de articular una subjetividad política específica para los d a lit se funda en su identidad com o sujetos constituidos en antagonism o con el hinduism o: la historia — desde la perspectiva del subalterno d a lit — estaba definida por la lucha para convertir en contenido político positivo la negatividad estructural que tenían los d a lit en el orden de castas, y para situar la hum illación y el sufrim iento históricos — la experiencia de ser “oprim idos” y “destrui­ dos”— en el centro de la identidad d a l it com o m inoría no hindú y en cuanto sujeto político inaugural. Las ideas de Am bedkar sobre la m ino­ ría d a lit coincidieron con un m om ento clave de transform ación del Es­ tado colonial en el periodo de entreguerras, y cobraron form a en el con­ texto de una serie de acontecim ientos cruciales: la transform ación de A m bedkar al dirigir una lucha regional por la reivindicación de los dere­ chos civiles y el reconocim iento social; su emergencia com o figura na­ cional gracias a un conflicto espectacular con M .K . G andhi en 1932 con m otivo de la dem anda de una representación por separado para las clases deprim idas, y su papel fundam ental en la elaboración de una “solución” constitucional — m ediante la ley de los derechos civiles— a la discrim i­ nación histórica y la desigualdad de castas. M e voy a servir de estos m o­ m entos transform adores sólo en la m edida en que nos ayuden a respon­ der a una serie m ás am plia de preguntas: ¿Q uién era el d a lit? ¿C óm o y hasta qué punto el sufrimiento de los d a lits se volvió trascendental para llevar adelante las dem andas de reconocim iento político?

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LA C O M U N ID A D C O M O E L E C T O R A D O P O T E N C IA L

Ernesto Laclau propone que “decir que dos cosas son iguales — esto es, equivalentes en algunos aspectos— presupone que son diferentes en otros aspectos (pues de otro m odo no habría igualdad sino identidad). E n e l á m b ito p o lític o la ig u a ld a d es un tipo de discurso q u e b u sca lid ia r con d ife r e n c ia s...".2 Los postulados de Laclau sobre la dem ocracia (y la igual­

dad) com o un proceso de correspondencias es el ideal contra el cual el terreno de la política colonial adquiere una m ayor relevancia: la política colonial regulaba “lo político” conservando zonas de excepción, en vez de habilitar procesos de correspondencias entre sujetos políticos supues­ tamente distintos. C om o lo han planteado diversos intelectuales, en el Estado colonial posm otín la com unidad era un terreno generador de identidad política.3 La categoría de com unidad alum bró, en realidad, el alcance (y los lím i­ tes) de la m odernidad colonial, al igual que definió la peculiar culturalización del Estado colonial y se convirtió en un conducto crucial para el ejercicio del poder colonial. Conform e las com plejas asociaciones del antiguo régimen entre el estatus social, el poder político y las expresiones rituales se quebrantaron y fueron reemplazadas con un Estado extraíble y burocrático, cuyas fuentes de autoridad eran externas a la sociedad india, la com unidad — definida com o sustituto de m odernas form as de asociación— tuvo un creciente papel m ediador entre el Estado colonial y sus súbditos. La intervención colonial, vista ahora com o un tutelaje necesario y conveniente, se opuso a las form as sociales precoloniales, aun cuando algunas form as de vida colectiva — casta, religión— se invistie­ ron de valor político. Así, los dom inios político y religioso, aunque en teoría separados, en la práctica estaban entrecruzados. Esta contradic­ ción determ inó de m anera decisiva la form a del Estado colonial: la reli­ gión se secularizó y se definió com o com unidad, m ientras que la com u­ 2 Judith Butler y Ernesto Laclau, “T h e uses o f equality”, D iacritics, primavera de 1997, p. 5. 3Véanse por ejemplo Michel Foucault, “Governmentality”, en Graham Burchell, C olin G ordon y Peter Miller (eds.), The Foucault Effect: Studies in Governm entality, C hicago, University o f Chicago Press, 1991; D avid Scott, “C olonial governmentality”, Social Text 4 3 , 1995; Partha Chatterjee, “T he nation and its fragments: Colonial and post-colonial histories”, Princeton, Princeton University Press, 1993.

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nidad adquirió notoriedad política com o electorado potencial. Ésta fue la vía por la que se politizó la religión. Sobrevino una paradoja de corres­ pondencia política: las com unidades religiosas se vieron com o c u a n tita ­ tiv am e n te in co m p arab les pero c u a lita tiv a m e n te equivalen tes. Por su parte, la intervención del Estado colonial resolvió la paradoja, m ediando entre las com unidades com o árbitro neutral (externo). Podem os extender, así, la fam osa deconstrucción de Philip Abrams del realismo político de la teoría del Estado para analizar lo que podría llamarse el efecto d e l E stad o colon ial.4 Abram s planteó que “el Estado” era una ficción que perm itía enmascarar prácticas descentralizadas de poder, y que la supuesta m aterialidad del Estado com o una cosa o un lugar era, de hecho, el “efecto” de las prácticas de poder producidas por el Estado com o un todo autónom o. El reconocim iento erróneo tiene un papel fundam ental en la explicación de Abram s del efecto del Estado, com o lo tiene en nuestra descripción del Estado colonial. El efecto de este último se deriva, sin em bargo, de una serie de m ovim ientos opuestos a los que figuran en la explicación de Abram s, ya que el poder colonial fue repeti­ dam ente negado, disim ulado y transferido a las form as sociales y políti­ cas nativas. La bifurcación y la ra c ia lizació n del Estado colonial bajo la diarquía es un perfecto ejemplo de la peculiar culturalización del Estado: con las reformas de M ontford de 1919, una élite nativa se hizo cargo de la política provincial y las reformas infraestructurales, mientras que el Estado colonial renunció a la intervención directa pero conservó el con­ trol de los principales aparatos represivos de Estado com o, por ejemplo, el ejército y las finanzas. La consiguiente política de com unidad, o com unalism o, fue el resultado de la alineación ideológica de la com unidad (religiosa) con el cuerpo electoral, y los intentos de equilibrar entre sí a las com unidades (más que a los individuos) para producir algo sem ejan­ te a un “gobierno representativo” . Éste es el contexto contra el que sur­ gieron las dem andas de representación política de las minorías — los m usulm anes, los d a lit y las mujeres— . Los m usulm anes eran mayorías regionales, m ientras que el núm ero de mujeres era igual (si no es que mayor) al de los hombres. La identidad de los d a lits — o clases deprim i­ 4 Philip Abrams, “N otes on the difficulty o f studying the State”, Jo u rn al o f H istorical Sociology, vol. 1, núm. 1, 1988, pp. 58-89. V éase tam bién Tim othy Mitchell, “Econom y and the State effect” , en State/Culture, George Steinmetz, Ithaca, Cornell University Press, 1999, pp. 76-97.

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das, según la clasificación gubernam ental— se aclaró en el transcurso de su lucha por un reconocim iento por separado. El liberalism o colonial propone una narrativa de la form ación de súbditos alternativa a la genealogía del secularism o liberal, cuyos lím i­ tes constitutivos C arlos M arx explora en su ensayo “Sobre la cuestión ju d ía”, escrito entre 1843 y 1844. El texto estudia los efectos norm ati­ vos (y reguladores) del liberalism o político m ediante el análisis de un caso de lím ites, el problem a de las m inorías. L a que M arx analiza es, no obstante, una form a m uy particular de m inori-edad. Al abordar los efectos públicos — la exclusión, la desigualdad— que se derivan del derecho privado a la religión, M arx insiste en que la resolución de la cuestión ju d ía depende de la em ancipación política del ju dío (de su religión). Es decir, la universalización de la ciudadanía necesita tam bién una resolución política del problem a de las diferencias religiosas. M arx sostiene que aunque la expresión “m inoría judía” podría parecer un oxímoron, es el producto de la peculiar división entre los derechos pri­ vados (creencia) y los derechos políticos, que define el imaginario liberal: el liberalismo produce la categoría de ‘minoría’. En el caso del judío, esto se vive como una universalidad incompleta o una individualidad escindida, atrapada entre el particularismo religioso y la promesa de una ciudadanía universal. El término ‘minoría’ es un m ediador entre el dominio del Estado y el dominio de la sociedad civil, que convierte la distinción religiosa en una form a de carencia política. Así, el problema de la m inoría judía se m a­ nifiesta cuando la identidad religiosa del judío se convierte en m otivo de la negación de derechos universales y de la concesión de privilegios. D e acuer­ do con Marx, aceptar privilegios, m ás que derechos, es apoyar la práctica del prejuicio. Mientras siga pendiente la posibilidad de una c iu d a d a n ía j u ­ d ía , no puede haber, en efecto, una ciudadanía universal. El m om ento fundador en esta paradoja es, según M arx, la falsa se­ paración de la religión y el Estado, y del Estado y la sociedad civil, en donde la religión se relega al dom inio de esta última. Esta separación es falsa, sostiene M arx, porque la separación de lo religioso y lo político es, en sí, el efecto de una previa secularización de la religión. Al afirmar que la m inoría es “la m anera política de emanciparse uno m ism o de la reli­ gión”, M arx lo describe com o una etapa necesaria en el tránsito de lo particular a lo universal, del privilegio (y el prejuicio) a la plena em anci­ pación política, siempre y cuando la religión pueda extraerse de la vida pública y la vida privada.

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M arx propone que el problem a de la m inoría colinda con la histo­ ria del liberalism o porque se trata del problem a de cóm o éste ha de in­ corporar, adaptar y reconocer la alteridad.5 La respuesta típica de los estados liberales en O ccidente ha sido establecer un conjunto de reglas y procedim ientos para llevar las form as sobresalientes de diferencia al cam po de la com paración, m ientras que las luchas políticas han desafia­ do generalm ente el hecho de que determ inadas form as de particularis­ m o — la religión, el sexo, la raza, la casta— se consideren inelegibles para el reconocim iento de la m inoría. Al exam inar la lucha de los d a lits , tam bién podem os entender, sin em bargo, un m odelo alternativo de form ación de súbditos políticos que funciona por m edio del particula­ rism o, m ás que de la universalidad, com o la lógica rectora del recono­ cim iento dem ocrático. El doble afán de Am bedkar de representar a los d a lits com o una com unidad ética alternativa y com o un electorado político reconoció la transform ación colonial de la com unidad en un electorado potencial, pero intentó aprovechar su lógica con un propósito político diferente. Sus reiterados intentos de teorizar la com plejidad del desposeim iento/ despojo de las castas pueden examinarse cronológicam ente conforme evolucionaron y se refinaron, pero fueron tam bién respuestas estratégi­ cas a las coyunturas políticas en que él m ism o se encontró. H e dividido este ensayo conforme a los tres temas predom inantes en el pensam iento de Am bedkar: elp o lític o , reflejado en su afán de trabajar dentro del m ar­ co del pensam iento liberal democrático para generar los principios bási­ cos de una nueva concepción de la m inoría; e l so cioju ríd ico, puesto en evidencia por la teorización de la casta com o una doble estructura de desposeim iento sim bólico y material, que se sirve del planteam iento de M arx sobre la forma-mercancía, y, por últim o, e l h istórico-cultu ral, m anifiesto en la genealogía de A m bedkar de los hom bres rotos o los d a lits budistas. Al reivindicar al d a lit budista com o sujeto ético no hin­ dú, Am bedkar — al igual que su im portante predecesor, Jotirao Phule— transpuso la dim ensión de antagonism o político del ordenamiento de las castas del espacio social, al plano del tiempo histórico. Esto no su pu ­ 5 El texto clásico es Am y G utm ann y Charles Taylor, M ulticulturalism , Exam ining the Politics o f Recognition , Princeton, Princeton University Press, 1994). Para consultar una im portante crítica de los límites de los m odelos liberales de reconocimiento, véase Elizabeth A. Povinelli, The Cunning o f Recognition: Indigenous A lterities an d the M akin g o f A ustralian M ulticulturalism , Durham , D uke University Press, 2002.

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so reescribir la historia, tarea difícil en cualquier caso, dada la base inte­ lectual sum am ente especulativa, y en realidad cuestionable, de la genea­ logía de Ambedkar. Fue m ás bien una reivindicación del acto de (auto) representación en la im aginación de una com unidad política y ética al­ ternativa. Tom adas en su conjunto, todas estas respuestas al problem a de m últiples ramificaciones de la intocabilidad se caracterizaron por un fra­ caso inm ediato y su realización retardada (y parcial) en el periodo poscolonial. Y reflejan la paradoja del reconocim iento de súbditos políticos excepcionales com o los d a lits , quienes debían pensar fuera de los marcos coloniales y nacionalistas.

E L D E R E C H O A LA R E P R E SE N T A C IÓ N C O M O D E R E C H O A LA P O L ÍT IC A

En 1920, Am bedkar había empezado a plantear que las clases deprimidas permanecerían desprovistas de poder a menos que decidieran utilizar su potencial político para amenazar la hegem onía hindú.6 En cuanto com u­ nidad excepcional, los intocables debían aprovechar su poder político latente para lograr que los hindúes se dieran cuenta de que tenían una relevancia m ucho mayor que la m anifiesta en su sola fuerza numérica. “Nuestros hermanos intocables van a reconocer su propia fuerza una vez que se den cuenta de que los m usulm anes no pueden ganar sin nosotros, así com o tam poco los hindúes pueden ganar sin nosotros. Sólo ellos [los intocables] tienen el poder para dar lugar a un cam bio decisivo en un sentido o en el otro.”7 La posición de los intocables com o una tercera com unidad, un electorado (político) particular pero demorado, fue pre­ cisamente lo que Gandhi, el rival m ás aleccionador de Ambedkar, refutó. En la conferencia de la Segunda M esa Redonda, G andhi expuso una poderosa razón por la que los intocables no constituían una com u­ nidad con derecho a una representación política especial. “ Los sikh s pue­ den permanecer com o tales a perpetuidad — señaló— , al igual que los m usulm anes, al igual que los europeos. ¿Los ‘intocables’ permanecerían intocables a perpetuidad?”8 G andhi planteó que era tanto peligroso 6 M uknayak, ediciones de febrero y marzo. 7 Bahishkrit Bharat, 20 de mayo de 1927, editorial. 8 Pyarelal, The Epic Fast, Ahm edabad, Mohanlal M aganlal Bhat, 1932, p. 7.

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com o contraproducente que los intocables hicieran hincapié en sus ex­ periencias de vejación y servidumbre para exigir una representación p o ­ lítica por separado, cuando lo que se necesitaba era trascender la historia del som etim iento de las castas. G andhi creía firmemente, sin embargo, que era el hindú de casta quien debía ejecutar este acto de redención, reconociendo al intocable com o un h a r ija n [literalmente, hijo de D ios], y objeto de devoción cuyo sufrimiento histórico precisaba el pago de una deuda en form a de un servicio incesante. El hindú de casta podía rehacerse a sí m ism o com o instrum ento de servicio en una econom ía de sacrificio. 9 L a descripción que hace G andhi de la relación de los hindúes de casta con los intocables está im pregnada de térm inos asociados al en­ deudam iento, la deuda, la reparación y el arrepentim iento; una deuda que exigía, a su vez, la ejecución de un servicio, de una incesante labor sin retribución, com o la m odalidad de indem nización apropiada. Este m odelo penitencial de ciudadanía se fusionaba, en efecto, en torno a la figura del harijan. Para G andhi, el harijan se m antuvo al m argen de la historia; era una figura de instrucción p edagógica para el h in­ dú de casta, p o r m edio d e la c u a l la hum anidad se recuperaba. Las for­ m as (afem inadas) de b h a k ti, o devoción, son quizás, aquí, com paracio­ nes acertadas. Bhakti era la form a de sum isión por excelencia: la devota se hum illaba al som eterse al objeto de amor, a D ios, y en el proceso obtenía su d a r s h a n (visión divina), m ientras se hallaba en esta­ 9 Para consultar una lectura importante de la crítica de Gandhi a la política liberal, véase Ajay Skaria, “Gandhi’s politics: Liberalism and the question of the Ashram”, en Saurabh Dube (ed.), Enduring Enchantm ents, edición especial, SAQ, vol. 101, núm. 4, otoño de 2002, pp. 955-986. Mi atención se centra en la ética de Gandhi como una forma sofisticada de ética del indio de casta, que no veía al harijan sino como la figurapor medio de la cu al el indio de casta podía redimirse. La categoría del harijan era, en realidad, anómala, y estaba por ser sustituida con la categoría del shudra como la figura general que manifiesta una filosofía de servicio y sacrificio. Véase, por ejemplo, Varnadharm a, CWMG, 19 de marzo de 1933, traducido del gujarati H arijanbandhu. El servicio y el sacrificio encontraron voz en la disertación de Gandhi sobre la hegemonía india como una forma de endeudamiento que colocaba la relación del indio de casta con el harijan tanto dentro como fuera de la lógica de intercambio, interrumpiendo, por consiguiente, la posibilidad de reciprocidad entre el indio de castas y el harijan. Para consultar una lectura crítica del programa de intocabilidad de Gandhi, véase Dilip Menon, Caste, N ationalism an d Communism in South In d ia , Cambridge, Cambridge University Press, 1994; Vijay Prashad, Untouchable Freedom : A Social H istory o f D alit Community, Nueva Delhi, Oxford University Press, 2000.

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do de éxtasis.10 Igual que convertirse en m ujer o identificarse con una política afem inada de paciente superación — deseos que G andhi tam ­ bién expresó— , convertirse en harijan in dicaba el deseo de sum isión, y la experiencia de entregarse al otro en un estado de com pleto aban­ dono. N o s encontram os, así, a G andhi expresando el deseo de conver­ tirse en intocable, o afirm ando que ya lo era. Solía declarar ser hindú de nacim iento e intocable “p or elección” . O bien prop on ía que el arre­ pentim iento llegaba sólo a partir de la plena identificación con el intocable.11 Es precisam ente la ética gandhiana lo que A m bedkar elige re­ futar al desarrollar una política ética p ro p ia,12 y sin em bargo, nadie sabía m ejor que A m bedkar que las dem andas de reconocim iento por separado ahondaban un dilem a político: ¿C óm o fundar luchas políti­ cas en una identidad que se quería trascender? Entre 1918 y 1928, en una serie de protestas form ales ante las co­ m isiones de Southborough y Sim on — instituidas para exam inar los asuntos de la concesión del derecho de voto y el funcionam iento de la diarquía— , Am bedkar m anifestó que las clases deprim idas constituían una tercera com unidad que, junto a los hindúes y los m usulm anes, ne­ cesitaban una representación adecuada.13 D os consideraciones sustanti­ vas caracterizan la posición de A m bedkar — entre 1919 y 1928— en relación con la representación de las clases deprim idas: 1 ) toda dem anda 10 Dipesh Chakrabarty, “N ation and imagination”, en P rovincializing Europe: Post­ colonial Thought an d H istorical Difference, Princeton, Princeton University Press, 2000, pp. 149-179. 11 Por ejemplo, Letter to Rajbhoj, 20 de septiembre de 1932, en M .P M angudkar y G .B . Nirantar (eds.), G andhi-Rajbhoj Correspondence, 193 2-1 94 6 , Poona, Bharat Dalit Sevak Sangh Prakashan, 1956. 12 U n a lectura sum am ente perceptiva del encuentro entre G andhi y Ambedkar se encuentra en D .R . Nagaraj, “Self purification and self respect”, en The Flam ing Feet: A Study o f the D alit Movement, Bangalore, South Forum Press, 1993, pp. 1-30. Véase tam bién N icholas Dirks, “T h e reform o f caste: Periyar, Ambedkar, and G andhi”, en Castes o fM in d , Princeton, Princeton University Press, 2001, y Eleanor Zelliot, “Congress and untouchables: 1917-1950” , en Richard Sisson y Stanley W olpert (eds.), Congress an d Indian N ationalism : The Pre-Independence Phase. 13 Por primera vez, en 1911 el censo tenía tres subcategorías bajo la denominación “indio” : indios; anim istas y tribales, y las clases deprim idas o intocables. En la Primera Conferencia de la M esa Redonda, en 1931, Am bedkar y Raobahadur Srinivasan comen­ taron que las expresiones “indios no de casta” o “no conformistas” eran m ás adecuadas que la insultante “clases deprim idas”. N o obstante, la expresión se utilizó hasta la entrada en vigor de la actual term inología de castas clasificadas, en 1935.

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de representación por separado debía ser una opción alternativa en au­ sencia del derecho de voto de los adultos + una representación reservada, y 2 ) la representación para las clases deprim idas era distinta de los elec­ torados com unales para los m usulm anes, puesto que toda la com unidad de las clases deprim idas adolecía de incapacidades cívicas y económicas. A m bedkar se sirvió de una teoría genérica de gobierno representativo con base en el derecho de los adultos al voto, con el propósito de plan­ tear dem andas en nom bre de una com unidad política emergente: las clases deprim idas. L a segunda era una posición pragm ática que se opo­ nía a las definiciones im perantes de m inoría, al dirigir la atención a la explotación m aterial y la exclusión cívica de las clases deprim idas. Estas dos posiciones, tom adas en su conjunto, redefinían el terreno de la “m i­ noría” . C om o veremos, una com unidad sin valor político podría exigir poder político reivindicando un derecho universal a la política.14 Este derecho a la política podía utilizarse, a su vez, para redefinir el significa­ do de “com unidad m inoritaria” . Ante la C om isión Southborough, Am bedkar sostuvo que la repre­ sentación de la clase deprim ida estaba sujeta a la extensión del derecho de los adultos al voto. Ésta fue una crítica im portante de los m odelos colo­ niales de representación lim itada que se expresaban en la hegem onía de la casta superior y se reproducían en ella. La concesión del derecho de voto podía utilizarse, en cam bio, para descubrir electores potenciales o grupos com o las clases deprimidas. Sólo entonces — m anifestó Ambedkar— una subsecuente reducción de los criterios de elegibilidad, es decir, la califica­ ción (y la carga tributaria) de la propiedad para las clases deprimidas, podría producir resultados sustantivos. Am bedkar sostenía que si bien los escaños reservados o comunales podrían m ejorar la representación de la clase deprim ida en el Consejo Legislativo, los electorados comunales te­ nían una m ayor oportunidad de garantizar la selección de candidatos que representaran verdaderamente los intereses de la com unidad.15 Para los intocables, la “representación com unal y la autodeterminación no son sino dos frases diferentes que expresan una m ism a noción” .16 14 Étienne Balibar, ‘“Rights o f M an’ y ‘Rights o f the Citizen’: T h e m odern dialectic o f equality and freedom” , en M asses, Classes, Ideas, traducción de Jam es Swenson, Nueva York, Routledge, 1994. 15 Declaración escrita complem entaria de B.R . Ambedkar, Dr. Babasaheb Am bedkar W ritings an d Speeches (en adelante BAW S ) , vol. 1. 16 Evidence before Southborough Com m ittee, BAW S , vol. 1, p. 270.

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Diez años después, la presentación de Am bedkar ante la C om isión Sim on m ostró haber refinado estos argum entos en una prolongada crí­ tica del electorado m usulm án separado.17 Tras distinguir entre las clases deprim idas y los m usulm anes, A m bedkar describió a las prim eras como “de educación retrasada; es decir, de una econom ía m uy pobre y social­ mente esclavizadas”.18 En cuanto a los m usulm anes, Am bedkar había m anifestado ante la C om isión Southborough que los hindúes podían representar “el interés m a te r ia l de los m ahom etanos, y viceversa” . En cam bio, la privación m aterial y la estratificación social era lo que unía a las clases deprim idas. Éstas definían, en realidad, un interés de clase particular. D ado su bajo estatus social y económico, necesitaban protección, y las reducidas cifras de su población precisaban alguna clase de com pensación. U na y otra podrían brindarse m ediante electorados reservados con ponderación. El principio de ponderación se estructuró primero en relación con el electorado m usulm án; Am bedkar puso por delante la m arginación socioeconóm ica de las clases deprim idas para exigir m edidas similares para ellas. A m bedkar expresó — en nom bre de la Asociación para el Bienestar de las Clases D eprim idas (B a h ish k rit H it a k a r in i S a b h a ) — que la representación ponderada “le llovió literalmente a una com unidad com o la de los m ahom etanos, que m antiene una posición m ejor y m ás fuerte en la provincia de lo que podría esperarse de las clases deprim idas. La Asociación protesta contra esta clasificación de los ciudadanos de un país sobre la base de su im portancia política” .19 Al estimarse en su con­ junto, con la fuerza considerable de los m usulm anes com o m ayoría de­ m ográfica en Sind, Bengala, Punjab y las Provincias Fronterizas del N o ­ 17Am bedkar fue etiquetado com o “títere de los británicos” por haber aceptado ser miem bro del C om ité de Bom bay de la C om isión Sim on, que fue boicoteado por el C o n ­ greso y la Liga M usulm ana. Presentó, finalmente, una extensa réplica criticando las reco­ m endaciones de la C om isión Sim on. V éase Indian Statutory Commission, vol. III, apén­ dice D , pp. 87-156. 18Evidence o f Dr. Am bedkar before the Indian Statutory C om m ission on 23 O ctober 1928, BAW S , vol. 2, p. 465. 19 Statem ent concerning safeguards for the protection o f interests o f the depressed Classes as a minority in the Bom bay Presidency and the changes in the composition of and the guarantees from the Bom bay Legislative C ouncil necessary to ensure the sam e under Provincial Autonomy, subm itted by B.R . Am bedkar on behalf o f the Bahishkrit H itakarini Sabha (Depressed Classes Institute) to the Indian Statutory Com m ission, 29 de mayo de 1928, B A W s , vol, 2, pp. 438-439.

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roeste — señaló Am bedkar— , éstos representaban el principio de la nacionalidad, y no de una m inoría política. Frente a la nacionalidad, el núm ero resultaba insignificante y la filiación nacional era, en realidad, un vínculo afectivo y un sentim iento de pertenencia. L a m ayoría y la m inoría eran, por su parte, entidades enum eradas dentro de la nación. Las provincias con m ayoría de m usulm anes eran un “ingenioso artilugio [que] suponía mantener la justicia y la paz m ediante represalias”.20 Las m inorías hindúes y m usulm anas serían regidas por el m iedo y la ansie­ dad, ya que podrían ser tom adas com o rehenes por el com portam iento de sus correligionarios en otras partes del país. “Pues si la m ayoría hindú tiranizara a la m inoría m usulm ana en las provincias hindúes, el esquem a provee un recurso por el cual las mayorías m ahom etanas consiguen un ám bito para tiranizar a las m inorías hindúes en las cinco provincias m a­ hom etanas. Es un sistem a de protección que contraataca ante el disparo, de terror contra el terror, y tarde o tem prano, de tiranía contra la tira­ nía” .21 Estas palabras fueron políticam ente proféticas y se reprodujeron en el P a k ista n o r the P a rtitio n o f In d ia , publicado en 1940. Lo que distin­ gue la lucha de A m bedkar aquí, en esta tem prana coyuntura, es el em pe­ ño por definir a una com unidad emergente, y todavía no reconocida, m ediante una com paración tan negativa. Si bien la “im portancia histórica y política” de los m usulm anes ha­ bía llevado a garantizar la protección de sus intereses y aspiraciones p o ­ líticas, el final de la década de 1930 vería el discurso de la m inoría trans­ form ado en la exigencia de reconocim iento de los m usulm anes como una nacionalidad ubicada dentro de un territorio distintivo. Por otro lado, la representación de las clases deprim idas era necesaria a fin de corregir su invisibilidad social y política. A m bedkar describe la relación entre los hindúes de casta y los intocables com o un “antagonism o fun­ dam ental y m ortífero”, y comenta: Lo primero que manifiesto es que [los intocables, las clases deprimidas] declaramos que debemos ser tratados como una minoría bien definida, separada de la comunidad hindú: una minoría bien definida e indepen­ diente. En segundo lugar, quisiera manifestar que la minoría de las clases 20 A sented to 21 A sented to

Report on the Constitution o f the Government o f Bom bay Presidency, prethe Indian Statutory Com m ission, BAW S , vol. 2, p. 320. Report on the Constitution o f the Government o f Bom bay Presidency, prethe Indian Statutory Com m ission, BAW S , vol. 2, p. 319.

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deprimidas necesita una protección política mucho mayor que la de ningu­ na otra minoría en la India Británica por la sencilla razón de que su educa­ ción tiene un gran retraso, su economía es muy pobre, está socialmente esclavizada y padece ciertas incapacidades políticas graves de las que no adolece ninguna otra comunidad. Manifestaría, además, que, como de­ manda de nuestra protección política, exigimos una representación sobre las mismas bases que las de la minoría mahometana. Exigimos escaños re­ servados si están acompañados del derecho de los adultos al voto.22 Extrapolem os la enorme relevancia de estos afanes. Si las clases de­ prim idas, los hindúes y los m usulm anes pudieran considerarse com o tres distintas com unidades de interés, donde las clases deprim idas confor­ m an entre 18 y 20% de la población, entonces esta tercera com unidad alteraría la idea de que en el espacio político sólo había “com unidades fijas perm anentes” . Definidas a partir de un principio diferente, el del estatus socioeconóm ico y la privación material — y no por las prim or­ diales diferencias de religión— , tanto la historia com o la política gene­ raron las clases deprim idas com o una m inoría. En cuanto tercera com u­ nidad, producto de la práctica del poder y la desigualdad, su sola existencia desafiaba la obsesión colonial con las com unidades hindú y m usulm ana com o actores políticos prim ordiales. Adem ás, la condición de ser m ayoritaria de la com unidad hindú se veía com prom etida. Las clases deprim idas se definieron cada vez más com o una com unidad que el hinduism o había producido al m argen o aparte de él. Al subvertir el discurso colonial de la com unidad com o cuerpo electoral, Am bedkar había señalado, en efecto, una contradicción fu n d a m e n t a l entre los hin­ dúes y los intocables. Yo diría que para Am bedkar la idea del pleno derecho al voto era im portante porque representaba un derecho a la política. Étienne Balibar plantea, por ejemplo, que el legado perdurable de la Revolución Francesa radica en la ecuación que se estableció entre “hom bre” y “ciudadano”, ecuación que define todas las luchas políticas posteriores como intentos de alinear los derechos del hombre con los del ciudadano.23 La form ula­ 22 Evidence o f Dr. Am bedkar before the Indian Statutory C om m ission on 23 O ctober 1928, BAW S , vol. 2, p. 465. Am bedkar también envió su propio informe a la Com isión Legislativa India (Simon) (vol. III, apéndice D , pp. 87-156). 23 Étienne Balibar, ‘“Rights o f M an’ y ‘Rights o f the Citizen’: T h e m odern dialectic o f equality and freedom”, en M asses, Classes, Ideas, traducción de Jam es Swenson, Nueva York, Routledge, 1994.

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ción de Balibar sobre la prim acía de lo político tam bién nos permite, creo yo, pensar en la política como condición para el reconocimiento de “lo hum ano” . Éste es también, de hecho, el argumento de M arx en “Sobre la cuestión judía”. Podríamos servirnos de estas reflexiones para analizar el papel estratégico que tuvo la dem anda de Am bedkar de sufragio univer­ sal, ya que lo que dicha dem anda logró fue atraer la atención hacia un electorado político que hasta entonces no había sido reconocido, que no tenía cualidades distintivas excepto por el sim ple hecho de su hum ani­ dad. La exigencia del sufragio universal fue una m aniobra estratégica para desviar la atención hacia una com unidad estigmatizada y despojada a la que había que dotar de valor político. C on esto en mente, pasem os ahora a la teorización de Am bedkar de la sociedad de castas, una preocupación que fue sim ultánea a la dem an­ da de representación para las clases deprim idas y que terminó por con­ vencerlo de la necesidad de encontrar una respuesta política a la hege­ m onía hindú m ediante la dem anda de un electorado separado.

L A C R ÍT IC A A L H IN D U IS M O P O L ÍT IC O

Am bedkar había subrayado desde el principio las incom parables posi­ ciones de las clases deprim idas y los m usulm anes. Si las prim eras estaban unidas en su experiencia de segregación ritual y privación material, a los segundos los definía su diferencia religiosa. Los intocables eran una co­ m unidad sin valor político: aún debían obtener reconocim iento como sujetos políticos. Al estar situados fuera del electorado general (hindú), los m usulm anes habían logrado hacer de su distinción religiosa una p o ­ sición de fortaleza política. Se hizo m ás y m ás evidente, no obstante, que las dos com unidades eran equivalentes — respecto a su form ación hegem ónica— al hinduism o político. En un artículo presentado en el Sem inario de A ntropología de la U niversidad de C olu m b ia en 1916, y publicado en I n d ia n A n tiq u a ry en 1917 con el título “ Castes in India: T heir genesis, m echanism , and developm ent” (Las castas en la India: génesis, m ecanism o y desarrollo), A m bedkar retrata a la sociedad de castas com o una form ación de clases involucionada; adm ite la continuidad tem ática entre este tem prano en­ sayo y sus escritos m ás tardíos sobre la casta, y parece haber considerado este artículo com o un intento de estructurar una teoría de la reproduc­

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ción social.24 Los principales com ponentes de dicha teoría pueden des­ cribirse com o sigue. La sociedad de castas era una form ación de clases involucionada, gobernada por la im itación que hacían del brahm ín las castas bajas en la práctica, y era la justificación textual de la hegem onía brahm ánica por parte de los m a n u sm ritis , quienes personificaban “la ley ilegal” del hinduism o. La regulación sexual conform aba el interior de la sociedad de castas, pues era la prohibición de m atrim onios entre castas y los m ecanism os para elim inar el exceso o excedente de m ujeres lo que caracterizaba a esta econom ía de castas. A m bedkar sostenía que la so­ ciedad de castas no sólo justificaba la privación m aterial, sino tam bién la segregación ritual, psíquica e incluso física. O rganizada sobre “una escala ascendente de reverencia y una escala descendente de desprecio”, la sociedad de castas era el perverso ordenam iento de las personas en una jerarquía de dignidades.25 La intocabilidad era “un aspecto de la psicología social: [era] una especie de náusea social de un grupo contra el otro” .26 En contraste con las caracterizaciones etnohistóricas dom inantes del orden de castas, que privilegiaban al brahm ín com o el fulcro del sistema, Am bedkar postuló que la intocabilidad era central en el orden de castas hindú. D esde su posición com o vocero de una com unidad ex­ cepcional, degradada y, no obstante, poseedora de un poder político latente, A m bedkar señaló que los intocables constituían el elemento aglutinante del orden hindú, si bien eran despreciados y m arginados. El principio de intocabilidad brindaba el único punto de unificación de las tocables, aunque por lo dem ás fragm entadas, castas hindúes. Desde donde se viera, las diferencias en las creencias y la práctica fracturaban el hinduism o irremediablemente. U bicar la intocabilidad, todo aquello que era externo o suplem entario al hinduism o de castas com o su secreto, fue quizás el intento m ás poderoso realizado hasta entonces de ofrecer una teoría sistém ica de las castas. Conform e los prim eros intentos de analizar el sistem a de castas fue­ ron dando lugar a m ás tentativas de cam biar las relaciones de castas, se 24Am bedkar lamentó no haber podido incorporar Castes in In d ia en la tercera edi­ ción de A nnihilation o f Caste. El importante texto aún sin publicar: Revolutions an d Counter-Revolution , cita textualmente de Castes in In dia, pp. 296-302. 25 B.R . Ambedkar, Who Were the Shudras?, Bombay, Thackers, 1946; reimpre­ sión, 1970. 26Ibid ., p. 370.

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configuró el bah ish kar, o boicot de castas, com o la form a genérica del antagonism o de castas. El b ah ish k a r funcionaba en todos los planos: el físico, el económ ico y el psico-religioso; era una herramienta disciplina­ ria que los hindúes de casta utilizaban para separar o extraer tem poral­ m ente del cuerpo político a un m iem bro errante.27 En la década de 1920, en la cúspide de la movilización popular y las dem andas de acceso cívico de los d a lits , Am bedkar comenzó a centrar su atención en el bah ish k a r com o principio de la violencia tanto estructural com o negociada. C om o violencia negociada, el b ah ish k a r podía utilizarse com o m ecanis­ m o penal contra los m iem bros descarriados de una casta o contra una com unidad entera. L a exclusión de los intocables era una violencia estructural; no obstante, se trataba de un principio de segregación. El b a h ish k a r se tradujo en gran m edida al lenguaje judicial de la “exclu­ sión cívica” y las “incapacidades cívicas” . B a h is h k a r sólo puede definirse com o una form a de violencia recurriendo, en efecto, al discurso de la legalidad m oderna. El C om ité Starte, que dirigió una de las investigacio­ nes m ás exhaustivas sobre el estatus de las clases deprim idas en Bombay, declaró: No sabemos de ningún arma más efectiva que este boicot social [...] El mé­ todo de la violencia abierta palidece ante él, pues tiene efectos de más largo alcance y más entorpecedores. Es el más peligroso porque p a sa p o r un méto­ do legal conforme a la teoría de la libertad contractual2

Am bedkar utiliza la frase “las leyes ilegales de los hindúes” para des­ cribir no sólo el b ah ish k ar , sino la justificación de la sociedad de castas in toto, pues, para Ambedkar, la posibilidad de una confrontación directa entre los hindúes de casta y los intocables se soterraba en la estructura del c h a tu rv a rn a , un sistem a expansivo de desigualdad graduada que distri­ buía el conflicto a lo largo del orden de castas. Se eludía el conflicto vio­ lento y, no obstante, la violencia acechaba la estructura de castas como una amenaza a la individualidad entera. El b ah ish k ar , una sanción penal tradicional, tuvo un papel especialmente im portante para acallar las con­ 27 Ranajit G uha ha escrito textos elocuentes sobre la violencia del boicot y su transfor­ mación en una herramienta de disciplina gandhiana. “Discipline and mobilize: Hegemony and elite control in nationalist campaigns”, en Dom inance w ithout Hegemony: History an d Power in Colonial In dia , Cambridge, Harvard University Press, 1997, pp. 100-151. 28 W hat Congress and G andhi Have D on e to the Untouchables, BAW S , vol. 10.

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tradicciones de la sociedad de castas. Para los intocables, el b ah ish k ar operaba como un principio permanente de segregación. La amenaza del b ah ish k a r se interiorizaba como una form a de vulnerabilidad física. Am bedkar recurrió reiteradamente a la m etáfora del intercam bio fallido para caracterizar el orden de castas com o una doble estructura gobernada tanto por el despojo m aterial com o por la negación — o la retención— de la socialización. Al adoptar una visión de ojo de pájaro, por así decirlo, Am bedkar comenzó a insistir en que la retención de la socialización era la fuerza coercitiva que m antenía la cohesión del siste­ m a de castas. En cierto sentido, esto era lo contrario de una perspectiva dum ontiana a v a n t la lettre. N o era el principio de jerarquía ni era tam ­ poco la aspiración a la pureza contra la contam inación lo que organizaba a las castas com o sistema. U na visión posterior supone un sentido posi­ tivo de socialización en que la violencia se utiliza, sobre todo, contra lo que amenace la conservación de la jerarquía, m ientras que la jerarquía — en su form a pura— puede entenderse com o una form a social m era­ mente consensual. En oposición a lo anterior, Am bedkar proponía que la violencia estructural form aba parte integral de la estructura m olecular de las castas. La violencia rara vez se aprehendía com o m era fuerza; estructuraba, m ás bien, las relaciones sociales entre los intocables y los hindúes de cas­ ta y justificaba su degradación, así com o su separación de las demás castas. A diferencia de las relaciones de producción capitalistas, en las que el trabajo es fundam ental, la sociedad de castas estaba organizada no con el m odelo de acum ulación burguesa, sino por la acción ritual como una form a de gasto sim bólico para la que el trabajo (y el ser) de los into­ cables se hacían externos por ser im puros. La intocabilidad era central para el orden de castas com o principio negativo.29 ¿C óm o podía volver­ se manifiesto este principio negativo, cuando era precisamente la falta de su reconocim iento lo que reproducía el orden de las castas? ¿C óm o po­ dían hacerse visibles a las clases deprim idas com o un “elemento aparte” cuyos intereses eran ortogonales para la com unidad hindú?

29 Agradezco a Lee Schlesinger por haberme anim ado a aclarar la analogía entre la forma-mercancía y el orden de castas. Com unicación personal, 27 de abril de 2005.

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¿SON LOS D A L IT S UNA MINORÍA?

El Premio C om unal del prim er m inistro Ram sey M acdonald, del 16 de agosto de 1932, posibilitó un doble voto para las clases deprim idas: p o ­ dían votar por candidatos de la clase deprim ida com o un electorado se­ parado en zonas donde predom inaran los electores de dichas clases, y podían tam bién depositar un voto en el electorado general (hindú). L a presea m arcó, así, el estatus anóm alo de las clases deprim idas como una m inoría hindú degradada, tanto dentro com o fuera de la com uni­ dad hindú. Am bedkar había exigido un electorado separado para las clases deprim idas, aun cuando otros de los líderes de estas clases se ha­ bían retraído respecto de la dem anda anterior de una representación por separado. Para entender la dependencia de Am bedkar de este m ecanis­ m o político es necesario, por lo tanto, aclarar el m ecanism o del electora­ do separado. Apunté que, para Ambedkar, la ideología hindú justificaba una com pleja form a de desigualdad caracterizada por form as de exclusión seculares y religioso-rituales. Así, si G andhi (y los nacionalistas del C o n ­ greso) definieron la intocabilidad com o un problem a de inclusión reli­ giosa, Am bedkar politizó la supuesta división entre estos dos dom inios y cuestionó, al m ism o tiem po, los térm inos de la inclusión religiosa y p o ­ lítica para plantear que el horizonte de la em ancipación no podía estar contenido en las relaciones sociales existentes. Pero ¿cómo debía operar­ se esta sofisticada teorización de la sociedad de castas? El electorado se­ parado parecía ser un m ecanism o de procedim iento capaz de dar lugar a resultados “gruesos” . C on esto quiero señalar que, puesto que no había un m ecanism o de procedim iento — o form a política— único que pudie­ ra responder a la com plejidad de la desigualdad de castas, el electorado separado fue, desde el principio, una opción política excesivamente de­ term inada. Al dirigir la atención hacia las clases deprim idas com o una com unidad no hindú políticam ente vulnerable, el electorado separado tam bién las situaría com o políticam ente críticas, pues tanto los hindúes com o los m usulm anes reconocerían que éstas, las clases deprim idas, “te­ nían el poder de dar lugar a un cam bio decisivo hacia un lado o hacia el otro”.30 El electorado separado se proponía de suyo com o m ecanism o de com pensación (histórica) porque dotaba de valor político a las clases 30 Bahishkrit Bharat, 20 de mayo de 1927, editorial.

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deprim idas al situarlas com o una com unidad excepcional a la altura tan­ to de los hindúes com o de los m usulm anes; pero esto sólo podría tener éxito en la m edida en que las clases deprim idas ¡pudieran definirse como una m inoría religiosa no hindú! C om o lo dijo Am bedkar en repetidas ocasiones, las clases deprim idas se distinguían, no obstante, por la priva­ ción material, por su vulnerabilidad física y por su estatus estigmatizado dentro del orden de castas. R ep resen tab an un p r in c ip io com pletam en te diferen te d e l d e u n a m in o ría . Éste era, en realidad, el enigm a político de la identidad de las clases deprim idas. C om o G andhi bien lo señaló, la suya era una identidad que debía ser trascendida, no cosificada. Y la huel­ ga de hambre de G andhi y el subsiguiente Pacto de Poona, al reafirmar la identidad de las clases deprim idas com o hindúes degradados, tam bién convirtieron la intocabilidad en un problem a interno de la com unidad hindú. M ovilizando su poder com o individuo ejemplar, G andhi le retiró su consentim iento al teatro entero de la política y, por consiguiente, acu­ m uló capital m oral y anotó una victoria política en el proceso. Ambedkar, por su parte, describió su capitulación com o un acto de hum anidad: “ R espondí al llam ado de la hum anidad y salvé la vida del señor G andhi al acordar m odificar el Premio C om unal de m anera satisfactoria para él. Este prem io se conoce com o el Pacto de Poona”.31 C onform e el Estado colonial dio m archa atrás a su interferencia en lo que ahora se definía com o un problem a interno de la com unidad hindú, se hizo evidente que la m ayoría de los hindúes de casta no tolerarían ninguna form a de regu­ lación interna. El electorado separado había ofrecido la posibilidad de trascender la com unidad, pero sólo en la m edida en que ésta fuera reem­ plazada por lo que parecía ser otra entidad religiosa. N o había, sin em ­ bargo, un m ecanism o para democratizar a la com unidad desde adentro, porque los perpetradores, es decir, la m ayoría de los hindúes de casta, eran a quienes se estaba pidiendo que decidieran sobre su com porta­ m iento. El reform ism o gandhiano, cuya m ira estaba puesta en cambiar el corazón y la mente incluso del hindú m ás ortodoxo, sustituyó la peni­ tencia con el procedim iento. 32 31 What Congress an d Gandhi Ha-ve Done to the Untouchables, p. 88. 32 N o voy a comentar acerca del Partido Laborista Indio (iLP, por sus siglas en in­ glés), constituido en 1936, por restricción de espacio. C abe destacar, sin embargo, que junto con la decisión de dejar el hinduism o en octubre de 1935, la otra importante acti­ vidad de Am bedkar a m ediados de la década de 1930 fue establecer un partido forjado en

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LA T R A N S IC IÓ N P O S C O L O N IA L

Los intentos de Am bedkar de resolver el estatus político de los d a lits apelando a la lógica de la e q u iv a le n cia y la excepción desafiaron la eficacia rectora de la lógica democrática, pero tam bién term inaron por fracasar. Para una com unidad estigm atizada y dispersa territorialmente, la autorrepresentación no era posible ni por dentro ni por fuera del ám bito de la política tal y com o estaba constituida por la m ayoría com unal hindú. En un ataque colm ado de vituperios al texto de Am bedkar W h at C ongress a n d G a n d h i H a v e D o n e to the U n touch ables (Lo que el Congreso y G andhi les han hecho a los intocables), C . Rajagopalachari manifestó que las castas clasificadas no tenían ningún derecho a una dem ocracia por separado. Señaló que las castas clasificadas están uniformemente distribuidas en toda India y conforman alrededor de 10% de la población [...] Así distribuidas, deben formar parte de la población general y no pueden aislarse en una democra­ cia por separado. Nada se desprende, por lo tanto, del argumento, aun si se probara de manera concluyente que las castas clasificadas no están detrás del Congreso ni apoyan su demanda de libertad política.33 L a s w a r a j era definitivamente mayoritaria, y la crítica de A m bedkar del carácter no representativo del Congreso era un punto discutible, puesto que “con frecuencia puede ser im posible lograr que las m inorías estén de acuerdo con las dem andas para el autogobierno, que es gobierno de la m ayoría, aun cuando las m inorías estén com pletam ente protegidas en sus derechos civiles y políticos” .34 C on respecto a este punto, las dem an­ das de representación para las castas clasificadas se veían, efectivamente, com o un atajo al poder político para sus líderes, quienes se beneficiaban con las salvaguardias de las que gozaba su com unidad.35 torno a una doble crítica de la casta y el capitalismo, Brahm anshahi y bhandw alshahi, que exploró una posible alianza entre los campesinos sin tierra y las clases trabajadoras, entre los d alit y los indios de casta. C om o efecto de la receptividad de Am bedkar a una crítica m arxista del despojo, la plataform a política del ILP exigió apoyo para la gestión y la pro­ piedad estatal de la industria; apoyo para sociedades de crédito y cooperativas; una refor­ m a fiscal para reducir la carga sobre la m ano de obra agrícola e industrial, y educación obligatoria y gratuita. 33 C . Rajagopalachari, Am bedkar Refuted, pp. 5-6. 34 Ib id ., pp. 8-9. 35 Ib id ., pp. 33-34.

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O tro texto, A m b e d k a r ’s A ttac k (El ataque de Am bedkar) fue aún m ás lejos y presentó a Am bedkar com o un títere de los británicos, ya que el gobierno colonial quería “m agnificar las diferencias en la estructura social india para justificar la dom inación británica” .36 Para Santhanam , com o para Rajagoplachari, el estatus de las castas clasificadas com o una m in o ría d isp ersa territo rialm en te era significativo. “ Q ue haya ya cincuen­ ta, ya sesenta millones, no tiene la m enor im portancia. Puedo señalar que están distribuidos casi uniform em ente en todas las poblaciones de India. En cada población constituyen una m inoría.”37 C om o com uni­ dad dispersa y fragm entada, las castas clasificadas no representaban ame­ naza política alguna para la hegem onía del Congreso. Fue Am bedkar quien se aferró a la intocabilidad com o si se tratara de una “valiosa pose­ sión”, y se resistió a los intentos de asimilación e integración. H abía la creciente im presión de que debía elaborarse un nuevo principio para la individualidad d a lit . El último y más poderoso desafío simbólico a la inclusión hindú vino dos décadas después del com promiso del Pacto de Poona, el 14 de octu­ bre de 1956, con la “conversión” de Ambedkar al budism o, poco antes de su muerte. Aunque él lo describió como el retorno de los d a lits a su pasado budista, las acciones de Ambedkar se percibían como la salida simbólica de los d a lits de la com unidad hindú; una última negativa a tolerar la de­ gradación histórica de los intocables en el hinduismo. Para Ambedkar, el budism o era significativo en la m edida en que su desaparición se personi­ ficó en la figura del d a lit budista. Es a esto a lo que Ambedkar retornó en sus últimos escritos. Al reescribir la historia del som etim iento de las castas com o un pro­ ceso de (de)form ación del súbdito, Am bedkar introdujo el budism o com o un agente (olvidado) de la historia, situando así el antagonism o religioso y político en el corazón m ism o de la form ación de esta com u­ nidad subalterna. Los intocables eran descritos com o budistas y hom ­ bres rotos y, de ahí, d a lit, que significa “hecho polvo” o hecho pedazos. [Éste era un término que Am bedkar había em pleado antes, a finales de la década de 1920, en su periódico B a h ish k rit B h a r a t .] U na com unidad de sufrimiento, despojada y dispersa territorialmente, los intocables, 36 K. Santhanam , A m bedkar’s A ttack: A C riticalExam ination o f Dr. A m bedkar’s Book W hat Congress an d Gandhi H ave Done to the Untouchables, N ueva Delhi, T h e H industan Tim es Press, 1946, p. 25. 37Ib id ., p. 20.

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eran el detrito de la historia. Porque los hom bres rotos habían resistido el m ovim iento de la historia, sim bolizaban obstinadas form as y prácticas sociales que no podían ser absorbidas por la corriente dom inante. La so­ ciedad de castas contem poránea se caracterizaba, así, por la insuficiente incorporación de los otros, étnicos o políticos, quienes se veían entonces reducidos a sus m ás vulnerables (y violados) elementos. La genealogía de Am bedkar del d a lit budista es, en realidad, una historia m uy especulativa, pero su im portancia radica en su transposición d e la d im en sió n d e l an tag o n ism o p o lític o d e l orden am iento d e l espacio so­ c ia l d e las castas a lp la n o d e l tiem po histórico. La apropiación reflexiva de la historicidad se convirtió, así, en un m odo potencial de redención políti­ ca. Am bedkar evadió por com pleto la necesidad de reivindicar un estatus de casta alta para los intocables, que lo habían perdido a consecuencia de sus acciones — tales com o haber adoptado prácticas degradantes: hurgar en la basura, comer carne de res o carroña, etc— . A m bedkar propuso, más bien, que los intocables eran un grupo de budistas distinto: los hom ­ bres rotos, que pertenecían a un grupo de hombres tribales errantes, de­ rrotados en la(s) batalla(s) conforme la sociedad nóm ada fue dando lugar a la sociedad sedentaria, y la filiación sanguínea a la filiación territorial; es decir, cuando el principio del clan y la tribu fue abriéndole paso al prin­ cipio de la nacionalidad. H abitantes de las márgenes de los pueblos y guardianes de la población y su riqueza — mueble e inmueble— , los hombres rotos, “no tenían la m ism a sangre de las tribus asentadas” . Los hombres rotos se habían vuelto dependientes de comer ganado m uerto como sustento y se habían negado a aceptar el brahmanismo. A diferencia de los shudras, de pasado militante ksh atriya, los intocables habían sido siempre hombres rotos — degradados, sin techo y condena­ dos a vivir en las márgenes— . Eran vestigios del pasado, recordatorios vivientes de una sociedad que existió alguna vez. La genealogía de Ambedkar de los intocables entretejió, así, dos m odelos de causalidad histórica: la evolución de la sociedad sedentaria a partir de las com unidades nóm a­ das y el conflicto político-religioso entre el brahm anism o y el budism o. A m bedkar había definido a los d a lits com o una com unidad excep­ cional, quizás autóctona, apresada en una relación de antagonism o con el brahm anism o. En cuanto víctimas, eran los perdedores de la historia; sin em bargo, ilustraban un espacio crucial de alteridad. Los intentos de A m bedkar de m antener en tensión la injuriosa historia del budista d a lit junto con la utopía política del budism o significaba, no obstante, que la

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subjetividad parcial del d a l it debía ser abordada a través de la discrimi­ nación positiva del Estado.

C O N C L U S IÓ N

C uando Am bedkar expuso nuevas reivindicaciones de derechos políti­ cos, tam bién tuvo que definir para quiénes eran los derechos que exigía. U n grupo — definido en térm inos negativos— se estaba constituyendo en el proceso com o una com unidad, o bien, ser una “com unidad” era parte de un tránsito de form as necesario para los intocables en su bús­ queda de em ancipación, pero sólo ejercitándose a sí m ism os com o cuer­ po de electores. Si, a m anera de resumen, esbozam os el m odelo m ás histriónico del crecimiento de la política d a lit , advertimos por lo m enos tres. Antes que nada, podem os distinguir el intento de Am bedkar por definir a los intocables en cuanto m inorías políticas — de la m anera en que los m usulm anes lo habían podido hacer— , com o una com unidad distinta cuyos derechos iban a ser con toda seguridad reducidos por la com unidad hindú mayoritaria. Pero puesto que la lógica de la condición m inoritaria m usulm ana había llevado, en opinión de Ambedkar, al sepa­ ratism o, él tenía que redefinir a la m inoría intocable, buscando un fun­ dam ento desde el interior del m arco de la política nacional para hacer visibles a los dalits. Am bedkar rechazó la idea de la separación, pero si había la opción de permanecer incluido dentro del m arco dado de la política liberal, era una opción difícil, por decir lo m enos. Las condicio­ nes por las que un ám bito determ inado llegaba a constituirse por sí solo com o político debían llevarse a discusión, lo que im plicaba que los lin­ deros del liberalismo eran continuam ente atravesados por los sucesos de un cam po político m ás am plio. Si una prim era etapa había buscado in­ corporar a los d a lits com o actores políticos liberales m ediante un proce­ so lógico de com paración, en una segunda etapa, Am bedkar debía desa­ fiar al liberalismo alegando que, en virtud de su pasado, los intocables eran incom parables. Cuando A m bedkar señaló la hostilidad del brah­ m án hacia los intocables com o la estructura profunda de la sociedad hindú, la historia se convirtió en el m edio para llevar a la esfera política un antagonism o hasta entonces excluido. Para superar este legado de la historia era necesaria la acción positiva m ás que de procedim iento. La culm inación de este m ovim iento puede identificarse en una tercera eta­

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pa, en que, en cierto sentido, el antiguo intocable se convierte en el nuevo legislador y enuncia un esquem a de jurisprudencia inédito. B .R . A m bedkar planteó el problem a de la em ancipación d a lit no com o un experimento intelectual abstracto, sino desde el espacio corpó­ reo de la individualidad estigmatizada. En el proceso, dos cosas se hicie­ ron evidentes: 1 ) al cuestionar los términos de la inclusión religiosa y p o ­ lítica, A m bedkar reveló que el horizonte de la em ancipación no podía contenerse dentro de las relaciones sociales existentes, y al hacerlo 2 ) planteó que la experiencia de las castas de ser subalternas no podría nunca ser enteramente abarcada por la lógica enumerativa de la m ayo­ ría y la m inoría políticas, ni tam poco por la lógica m eliorativa de un hinduism o reformado. Si la casta, y en especial la intocabilidad, es la estructura profunda de configuraciones seculares y religiosas de la com u­ nidad y la nación, ¿podem os abordar la m odernidad política de India sin considerar al sujeto que inaugura esa m odernidad, el d a lit ?

7. LA RELIGIÓN DE GANDHI Ajay Skaria 1

En sus escritos y sus discursos, G andhi recurrió continuam ente a la opo­ sición entre a a d h u n ik s u d h a a r a o “civilización m oderna” y d h a r m a o “religión” . Su libro H i n d S w a r a j, por ejemplo, está estructurado como un “diálogo” entre dos personajes — el Editor y el Lector— , quienes com parten un com prom iso con el s w a r a j — la independencia o “autono­ m ía política”— , pero difieren radicalm ente en lo que s w a r a j significa para uno y otro o respecto de cóm o ésta podría alcanzarse. El personaje del Lector expone los argum entos nacionalistas convencionales sobre por qué y cóm o debe expulsarse a los británicos de India. Para el Lector, s w a r a j supone que India obtenga un poder igual al de Inglaterra o Japón — com o lo dice en la traducción de G andhi al inglés del capítulo 4, titu­ lado “ ¿Q ué es s w a r a j ?”— : “ D ebem os tener nuestra propia m arina de guerra, nuestro ejército, y tam bién nuestro propio esplendor; entonces la voz de India va a resonar en el m undo entero” . Y para alcanzar esta meta, el Lector está dispuesto a emplear cualquier m étodo disponible. C om o lo dice la traducción de G andhi al inglés, capítulo 15: “ ¿Por qué no habríam os de lograr nuestra meta, que es buena, por el m étodo que sea, incluso recurriendo a la violencia?” Pero el Editor, repitiendo a la m anera de un ventrílocuo las posturas explícitas de Gandhi, com enta que la violencia no daría lugar al s w a r a j o “autonom ía política”, a la independencia. Para el Editor, el s w a r a j que el Lector persigue no significa otra cosa que el “dom inio inglés sin los in­ gleses”. E insiste en que el s w a r a j así entendido no sólo es inadecuado para India, sino que ya redujo a Inglaterra a una situación “lam entable”. D e esta situación “lam entable”, el Editor culpa no a los propios ingleses, sino a la “civilización m oderna”. [159]

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Esa frase se utiliza por prim era vez hacia el final del capítulo 5 (“ La circunstancia de Inglaterra”) y es la traducción de G andhi de la frase en gujarati “a a jk a a l n a s u d h a a r a ”. D ejo para otra ocasión el tem a de si esta traducción es apropiada; lo que por el m om ento deseo destacar es que m ientras el Editor ataca a la “civilización m oderna” en diversos registros, su irreligiosidad representa una preocupación agobiante. El énfasis en esta irreligiosidad está puesto sobre todo en el capítulo 6. En ella no cabe pensar en niti [ética, “moralidad”] ni en dharm a [“reli­ gión”]. Los creyentes en la sudhaara [“civilización moderna”] dejan bastan­ te claro que a ellos no les toca enseñarle dharm a a la gente. De modo que muchos creen que la religión es sólo una falsa simulación [dhong, “desarro­ llo supersticioso”]. Además, muchos visten el manto de dharm a; incluso hablan de niti; sin embargo, yo te digo — tras veinte años de experiencia— que se enseña an iti por niti... Este sudhaaro es ad harm a [“irreligión”], y se ha esparcido hasta tal grado en Europa, que la gente allá [“la gente que está en ella”] parece medio loca. El Editor vuelve a dedicar gran parte del capítulo 8 (el primero de cinco capítulos titulados “ La circunstancia de India”) a d h a r m a . D h arm a es muy apreciada para mí, de modo que mi primera aflicción se debe a que el Indostán se está volviendo más corrupto en dharm a [dharmabhrasht; “irreligioso”]. Por dharm a no me refiero aquí a la religión hindú o

a la musulmana o a la zoroastriana; la religión que todas éstas albergaban se ha ido. [Aquí no estoy pensando en la religión hinduista, en la mahometa­ na o en la zoroastriana, sino en la religión que subyace en todas las religio­ nes]. Le estamos dando la espalda a Ishw ar [Dios]. En el planteam iento de G andhi, entonces, la “civilización m oderna” estaba haciendo “irreligiosa” a India tanto com o hizo antes “irreligiosa” a Inglaterra. L a religión ocupó el centro de la política de G andhi tam bién en m uchos otros aspectos. En su obra sobre política, por ejemplo, los votos, las prom esas y los com prom isos (o lo que el propio G andhi describe en sus textos en gujarati com o y a m a s y vrats) revisten particular im portan­ cia. D h a r m a o la religión supone el cum plim iento de votos o promesas, o la conversión del ser hum ano en un anim al que hace prom esas; en una figura que se distingue por la repetición y el retorno. Esta dim ensión de

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d h a r m a es algo en lo que G andhi insistió repetidamente. D estacó, así, la

im portancia de y a m a n iy a m a s, frase que los editores de la versión inglesa de las O b ras com pletas glosan de m odo sugerente: “ Y am a es un deber o una práctica im puesta por la religión. N iy a m a es la aceptación volunta­ ria de dicha disciplina” .1 Durante la m ayoría de sus cam pañas de desobe­ diencia civil, instó a los indios a hacer votos, el voto de sw adeshi, el de a h im sa , el de saty agrah a, y así sucesivamente. La desobediencia civil, la no cooperación; todas estas estrategias políticas eran para él estrategias religiosas. Esta inseparabilidad de la política y la religión es — en su opinión— un tem a al que G andhi aludió en m últiples ocasiones. En noviembre de 1924, por ejemplo, escribió una nota en Young I n d ia anunciando que “ ... tras m ucha oración, tras m ucho examen de conciencia y no sin te­ m or y estrem ecim iento” había decidido aceptar la invitación para presi­ dir la siguiente sesión del Congreso N acional Indio. Pero — agregó— : No debo defraudar al país. Para mí no hay la política sin religión [dharm athi bhinn raajn iti] — no la religión de los supersticiosos [vahem ] y los ciegos [andhshraddha], una religión que odia y riñe, sino la religión de la toleran­ cia [sahisnuta] universal [vishwavyaapi]. La política sin moralidad [n iti] es algo que debe evitarse.2 Tras examinar los considerables retos que enfrentaría com o presi­ dente, concluyó su nota con las palabras: “Q ue D ios nos ayude a todos” . N o obstante, por lo m enos en la década de 1940 (y quizás también antes), Gandhi confirmó una y otra vez una visión laica del Estado. En una conversación con un misionero cristiano en 1946, Gandhi manifestó: 1C W M G , vol. 12, p. 377, C arta a M anilal Gandhi, anterior al 18 de enero de 1913; original en gujarati. 2“M ay G o d help”, Young In d ia , 24 de noviembre de 1924, C W M G , vol. 29, p. 373f; Akshardeha, vol. 25, p. 340. Este artículo es el resultado de conversaciones sostenidas con varios de m is colegas y am igos de la Universidad de Minnesota, pero sobre todos de las que sostuve con Vinay Gidwani, Q adri Ismail y Sim ona Sawhney. Tuve la fortuna, asi­ m ism o, de comentar los planteam ientos expuestos con Saurabh D ube, Ishita BannerjeeD ube, D avid H ardim an y Vinay Lal. Estoy en deuda también con los alum nos del curso que im partí sobre Gandhi en la primavera de 2008, en especial con Abir Bazaz y Aniruddha D atta, por sus numerosas preguntas de investigación. Escribir este ensayo ha sido una tarea especialmente reflexiva y provocadora para alguien que, com o yo, fue educado com o ateo y no ha tenido el deseo consciente de renunciar a su ateísmo.

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Si yo fuera un dictador, la religión y el Estado estarían separados. Tengo total confianza en mi religión. Moriría por ella. Pero eso es mi problema personal, con el que el Estado no tiene nada que ver. El Estado se ocuparía de su bienestar seglar, su salud, las comunicaciones, las relaciones exterio­ res, la moneda, y así sucesivamente, pero no de su religión o de la mía. ¡Eso es una cuestión personal de cada quien!3 Y en una línea similar, después de la independencia, comentó: Hemos constituido, al fin y al cabo, un gobierno para todos. Es un gobierno “laico” , no un gobierno teocrático; no pertenece a una religión en particular. De ahí que no pueda gastar dinero sobre la base de las comunidades. Pues para este gobierno, lo único que importa es que todas son indias, individuos que pueden seguir sus propias religiones. Yo tengo una religión que seguir y ustedes tienen la suya.4 Resulta tentador pensar que sus declaraciones respecto de lo seglar y la religión corresponden a diferentes etapas de su vida, y que si bien insistió hasta los años treinta o hasta principios de los cuarenta en que no podía haber “política sin religión”, pasó a afirmar lo seglar cuando la violencia indo-m usulm ana ascendió vertiginosam ente en la década de los cuarenta. H ay algo de cierto, sin duda, en esta consideración, pues no fue sino hacia finales de los cuarenta cuando — hasta donde puedo inferir de su volum inosa obra— insiste explícitamente en separar la reli­ gión y el Estado. Sin em bargo, no es que haya un cam bio significativo en sus declara­ ciones sobre este tema. En sus prim eros escritos previene tam bién, oca­ 3 H arijan , 22 de septiembre de 1946, C W M G , vol. 92, p. 190. En estas notas al pie de página m e refiero primero a la lengua en que G andhi escribió originalmente, y donde se ha dem ostrado que es posible proporcionar una referencia para la traducción. Ahí donde G andhi habló o escribió en gujarati, traté de apegarme tanto como me fue posible a la traducción oficial. Sin embargo, m odifiqué en algunas ocasiones la traducción oficial. En esos casos escribí la traducción oficial — en donde fue necesario— entre paréntesis. C uando él escribió o habló originalmente en hindi, me atuve a la traducción inglesa. En las citas de fragm entos de H in d Sw araj, di el número de las ediciones disponibles, y traté de facilitarle las cosas al lector indicando el capítulo del que se extrajo la cita. Puesto que dichos capítulos son bastante cortos, es m uy probable que no haya dificultad alguna para encontrarlas. 4 Discurso pronunciado en una reunión de oración, el 28 de noviembre de 1947, cw m g , vol. 97, p. 414.

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sionalmente, contra el gobierno teocrático, y al parecer nunca propuso que la religión y el Estado se fusionaran. En la década de 1940 mantuvo su insistencia en la práctica de una política religiosa: basta recordar los ayunos épicos a los que se som etió com o indio. Así, si bien a finales de los años cuarenta pudo haber habido un m ayor énfasis en la separación de la religión y el Estado, esto no representó tanto un cam bio de pers­ pectiva com o una elaboración m ás explícita de lo que hasta entonces había sido un planteam iento implícito.

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Esta confirmación de la política religiosa suscita de inmediato preguntas enigmáticas; preguntas que se vuelven aún m ás enigmáticas ante la con­ firmación sim ultánea de lo seglar. Nuestras tradiciones dom inantes — y éstas no son de ninguna m anera sólo m odernas, occidentales y seglares— conceptualizan la religión a partir de la distinción entre la esfera de lo trascendente y la de lo inmanente. A quí la religión privilegia el plano de lo trascendente, o de la devoción y lo divino. Se da por supuesto que este plano trascendente fundam enta ontológica y epistemológicamente al m undo, para constituir la verdad del m undo y conformar las form as en que el m undo puede ser conocido. Esta insistencia en la fundam entación puede tom ar diversas formas: la convicción de que los dioses intervienen en el m undo inmanente, de que el verdadero propósito de la vida inm a­ nente o m undana es servir a lo trascendente, y así sucesivamente. U na m anera poderosa de examinar el proyecto seglar europeo es a partir de que invierte y sistematiza radicalm ente la distinción entre lo inmanente y lo trascendente. Al insistir en que el m undo inmanente tiene su propia lógica, el laicismo fundam enta la ética de la vida cotidia­ na en el m undo inmanente. C om o lo expresa una reciente reiteración magisterial del hum anism o seglar de Charles Taylor: Hemos dejado un mundo en que el lugar de la plenitud se concebía — de una manera no problemática— como afuera o “más allá” de la vida huma­ na, para pasar a una era en conflicto en que esta interpretación se ve desa­ fiada por otras que sitúan la plenitud (de muy diversas maneras) “dentro” del ámbito de la vida humana. La gran invención de Occidente fue la de un orden inmanente en la naturaleza, cuyo funcionamiento podía enten­

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derse y explicarse sistemáticamente en sus propios términos; invención que dejó abierta la pregunta de si este orden integral tenía un significado más profundo y de si, en caso de que lo tuviera, debíamos inferir la existencia de un Creador trascendente detrás de él. Esta noción de lo “inmanente” suponía negar — o al menos aislar y analizar— cualquier forma de interpe­ netración de las cosas de la naturaleza, por un lado, y “lo sobrenatural” por el otro, entendido esto último en términos de un Dios trascendente, o de dioses o de espíritus o de fuerzas mágicas o de lo que sea.5 L a atención está puesta ahora en lo que Taylor llam a “florecimiento hum ano”: “una era seglar es aquella en que el eclipse de todas las metas que van m ás allá del florecimiento hum ano se vuelve concebible; o m e­ jo r aún, cae en el rango de una vida im aginable para las m ultitudes”.6 L a confirmación de lo hum ano com o figura excepcionalmente libre es fundam ental en esta ética inmanente del florecimiento hum ano. El pen­ sam iento seglar y liberal en su m áxim a expresión (y por lo m enos aquí tiene poco sentido tratar con ninguna otra cosa) busca explícitamente, aunque en sus propios términos, confirmar — de m anera evidente— y sustentar la libertad única del ser hum ano com o ser racional. Por ser hum ano se entiende aquí una figura m arcada por un poder re-afirmati­ vo; por la capacidad de producir — y regir su vida con— verdades racio­ nales iterables, y de gobernar el m undo con estas verdades. Y la libertad es concebida com o el sustento de aquellas condiciones que posibilitan el ejercicio del poder reafirmativo. U na semejante concepción de una libertad exclusiva para los seres hum anos en virtud de su racionalidad conduce inevitablemente a una afirmación rotunda de la igualdad de los seres racionales entre sí. Esta igualdad se concreta o adquiere realidad a partir del criterio del poder reafirmativo — al insistir en que todos los seres hum anos son iguales en térm inos de alguna m edida abstracta— . D e este m odo, la igualdad ad­ quiere la form a de derechos iguales m ensurables que la ley consagra, ya sean éstos positivos o negativos. Este doble énfasis en la libertad y la igualdad tam bién provee el criterio para la delim itación seglar del dom inio de la religión. Si bien es cierto que en el pensam iento seglar las enseñanzas específicas de algunas religiones (el cristianismo, por lo general) pueden fom entar y prom over 5Taylor, A Secular Age, Boston, H arvard University Press, 2007, p. 15f 6Ib id ., p. 19f.

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la libertad y la igualdad — aun cuando éstas podrían ser dones de D ios— , su práctica debe, no obstante, lim itar la religión a determ inadas esferas. Antes que nada, la religión debe ser excluida de la política. Desde una perspectiva seglar, las verdades ontológicas y epistem ológicas de la reli­ gión son totalitarias y no permiten la alteridad. D esde una perspectiva seglar, entonces, una política religiosa no puede permitirles la igualdad a otras religiones, y podría incluso establecer jerarquías en el seno de su propia religión. Así pues, para el pensam iento seglar, el gobierno religio­ so daría lugar a una teocracia y una desigualdad, antes que al pluralismo y la igualdad. D ado lo anterior, la religión puede afirmarse legítim am ente en la tradición seglar sólo después de haberse reconstituido com o religión dentro de los límites de la razón. Se convierte entonces en una reli­ gión seglar que entiende la distinción entre lo inmanente y lo trascen­ dente, reconoce la subordinación de este últim o al primero en la esfera pública, y afirma la prim acía de lo trascendente únicamente en el ám bi­ to privado. Para la tradición seglar, una religión que no reconoce estos límites es peligrosa, puesto que interviene en el m undo inmanente sin reconocer que no es capaz de distinguir la diferencia. Puede ser bastante apropiado llamarla “fundam entalista”, pues semejante religión regresa a la insistencia en su fundam ento, la lógica de la trascendencia.7 H a sido en parte para referirse a esta delimitación seglar de la reli­ gión, por lo que Ashis N an d y ha señalado en varias ocasiones cóm o el laicismo reivindica un m onopolio sobre la tolerancia religiosa y étnica, y la racionalidad política. Y éste insiste en que puede practicar sólo un pluralism o que defienda a la religión de sí m ism a, garantizando el dere­ cho a diversas prácticas religiosas. D esde la perspectiva que afirma esta delim itación seglar de la religión, la insistencia sim ultánea de G andhi en una política religiosa y en el laicismo puede leerse de diversas maneras. Puede leerse, en prim er lugar, con agresiva im paciencia, com o un fundam entalism o blando. En una lectura semejante — de sentido com ún para el Partido C om unista (al que pertenecí en m i adolescencia y principios de m i segunda década), y en m uchos aspectos correcta para la sociolo­ gía— , el com prom iso personal de G andhi de gobernar una nación in­ 7 H ay una discusión aquí sobre la relación entre la religión hum anista y el concepto hum anista de la religión. Lo que el concepto hum anista de la religión hace es aceptar la autopercepción de la religión humanista, pero la lleva en otra dirección.

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cluyente le permitió afirmar el laicismo. Al introducir la religión en la política, las intervenciones de G andhi precipitaron, no obstante, la p o ­ lítica india por la senda que exacerbó el conflicto indo-m usulm án. Puede leerse, en segundo lugar, con una im paciencia m ás benevolen­ te, de la clase que N ehru solía m ostrar ante la profesión religiosa de G andhi. D e acuerdo con esta lectura, lo que G andhi ataca com o irreligio­ sidad es sólo la preocupación m oderna por buscar riqueza y poder a costa de todos los demás valores. Ante un ataque semejante, los indios nacio­ nalistas de principios del siglo xx, como Nehru, no habrían tenido gran problem a. H abrían podido estar de acuerdo con sus líneas generales, aun­ que quizás no con lo que parecería una vehemencia excéntrica. Si bien deseaban y buscaban un bienestar económico para India, también busca­ ban preservar los valores espirituales y culturales. Al respecto, lo que en dicha lectura G andhi llam a religión es sólo ética en el m ás amplio e inclu­ sivo sentido de la palabra. Así, cuando G andhi habla de política religiosa, no es tanto que introduzca la religión en la política, sino que insiste en la dim ensión ética de la política, en una política regida por valores. A sí entendida, la insistencia de G andhi en que “no hay política sin religión” no era solam ente aceptable, sino una poderosa form a de apro­ piación de valores éticos para fundam entar la política. N o cabe duda de que G andhi rara vez distinguió explícitamente su posición de esta se­ gunda lectura de su planteam iento. D e ahí, por ejemplo, las puntualizaciones ya citadas: “no la religión de los supersticiosos [v a h e m ] y los cie­ gos [a n d h sh ra d d h a ] , la religión que odia y riñe, sino la religión universal [v ish w a v y a a p i] de la tolerancia [sa h isn u ta ]. La política sin m oralidad [n it i] es algo que debe evitarse” . Aquí, tanto la afirmación de G andhi de la religión com o la afirma­ ción de N ehru del laicismo parecen converger en torno a lo que podría llamarse un laicismo religioso. Este laicismo religioso puede encontrarse en form a m uy elaborada en un libro que él m ism o tradujo al gujarati en 1908, E th ic a lR e lig ió n de W illiam Salter. Éste sostenía que la ética seglar debía convertirse en religiosa. Para Salter, la religión “definida desde su ángulo objetivo [...] es la relación del hom bre con cuanto es prim ordial y suprem o en el m undo. La auténtica religión sería aquella en que el interés suprem o se concentrara en torno a lo que es realmente supremo y prim ordial en el m u n do”.8 8 Salter, E th ical Religión, p. 15.

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Buscando extraer de la religión una m oralidad apropiada para la épo­ ca m oderna, el interés supremo, la m oralidad o “ideal social” que Salter afirma es el de la igualdad — y la libertad propia de la igualdad— . Recu­ rre quizás a Kant (con quien debió de estar familiarizado, pues escribió tam bién un libro sobre Nietzsche), para precisar que la igualdad que él quería “no consistía, en realidad, en una semejanza del lugar y la función de todos y cada uno, o en que todos hicieran el m ism o trabajo u obtuvieran la m ism a remuneración por su trabajo, sino sencillamente en que todos fueran, de uno en uno, tanto fin com o m edio; de tal m odo que nadie se atreviera a hacer de otro un m ero instrumento para su propia satisfac­ ción, sino que lo considerara dueño de un valor independiente y una dignidad propia”. Salter prosigue: “M e parece que si no honro al otro, no me honro a m í m ism o, pues soy fundam entalm ente todos los demás: es la naturaleza com ún que todos com partim os”.9 Salter subraya que se tra­ ta de una peculiar noción seglar y m oderna de la igualdad: “N o es nece­ sario señalar que este principio no se reconoció, por lo general, en el pa­ sado. [...] La noción de los derechos universales del hombre es moderna. N o está ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo. D udo que pueda estar en las Escrituras de cualquiera de las religiones del m undo”.10 Las form ulaciones de Salter son sintom áticas de lo inadecuado que es dar por supuesto que en nuestras sociedades seglares “uno puede in­ volucrarse por com pleto en la política sin encontrar jam ás a D ios” .11 C om o ya lo han sostenido, en efecto, diversos intelectuales, aun cuando el laicismo (y las m odernas form as de soberanía de las que es insepara­ ble) se considere a sí m ism o irreligioso, no deja de fundarse en una ontología y una teología política. La figura de D ios no está nunca m uy lejos de la figura del m oderno soberano. Lo que se presenta, entonces, como un gobierno político seglar es siempre un gobierno que le atribuyó a su esfera inmanente el poder que antes vio residir en la esfera de lo trascen­ dente. M ás que ser antitético de la política religiosa, el laicismo siempre es, así, una política que trata de apropiarse de la religiosidad. Cuando G andhi dice: “no hay política sin religión”, para los intérpretes benevo­ lentes com o N ehru, lo que G andhi afirma es un laicismo religioso.

9Ibid., p. 66f. 10Ibid., p. 60. 11 Estas palabras fueron tom adas del trabajo magisterial de Charles Taylor de A Secu­ lar Age, que es quizás la mejor reiteración reciente del sentido común seglar.

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Las cosas no son, lamentablemente, tan sencillas, aun cuando los adm ira­ dores laicos de G andhi — y a veces incluso el propio G andhi— habrían preferido que lo fueran. En m i libro G a n d h i’s F a it h fu l R en d in g : Religión, Se c u larism a n d Im m e a su ra b le E q u a lity (La fiel entrega de G andhi: reli­ gión, laicismo e igualdad inconm ensurable) analizo cóm o sucedió que cuando G andhi tradujo a Salter, el planteam iento resultante fuera (en gran m edida inadavertidam ente, supongo) distinto del que Salter aven­ turó, y cóm o esta diferencia se pronunció para cuando salió H i n d S w a r a j. C om o lo propuse entonces, G andhi estaba siendo, para em pe­ zar, apasionadam ente crítico del tipo de igualdad que era fundam ental para la “civilización m oderna” y su ética seglar. A fin de encarar esta crítica, podem os quizás abordar un pasaje particularm ente acusado del capítulo 12 de H i n d S w a r a j, en donde G andhi esboza un contraste entre la religión o d h a r m a y la “civilización m oderna” : Los doctores europeos son los peores. En aras de un cuidado equivocado del cuerpo humano, matan anualmente a miles de animales. Practican la vivisección. Ninguna religión aprueba esta práctica. Todas dicen que no es necesario tomar tantas vidas en beneficio de nuestro cuerpo. Para el Editor, la “civilización m oderna” está m arcada por el dom i­ nio sobre los animales, por una permanente justificación de la m atanza de animales. Incluso cuando afirma la igualdad y la libertad de los seres hum anos, esta igualdad tiene de suyo com o prem isa la desigualdad de los seres hum anos y los animales. Esta desigualdad respecto de los animales no es fortuita. Está inscrita en la concepción m ism a de la libertad y la igualdad en términos de poder reafirmativo: el animal es una figura cuyo poder reafirmativo es necesaria­ mente deficiente; lo tanto, no es capaz de ejercer la libertad ni tam poco de igualar al ser humano. Esta desigualdad entre la figura que tiene razón y la ejerce (el ser hum ano) y la que no la tiene (el animal) es constitutiva del com plejo conceptual y político que G andhi identifica com o “civiliza­ ción m oderna”, incluso — y quizás sobre todo— cuando hebras de ese com plejo pueden requerir un tratamiento “hum ano” o compasivo del animal.

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La línea divisoria entre el ser hum ano y el anim al no puede, por otra parte, estabilizarse de m odo que corresponda a alguna distinción bioló­ gica; debe pasar siempre por el ser hum ano. Puesto que en este m arco de pensam iento hay siempre seres hum anos que carecen de poder reafirmativo o de la capacidad de producir verdades racionales iterables y de vivir conform e a ellas. A estos seres hum anos (entre cuyos nom bres históricos se debe incluir a las mujeres, a los colonizados, a las castas bajas, las “tri­ bus” y los terroristas) no se les puede conceder igualdad en el m ism o sentido; deben ser necesariamente dom inados para que la libertad y la igualdad de la “civilización m oderna” se sostenga por sí sola. Así, estos seres hum anos están siempre, ante todo, entre aquellos que la “civiliza­ ción m oderna” deshum aniza com o prescindibles. La afirmación de Salter de la igualdad seglar incluye, por ejemplo, el ataque al trato estadounidense a los nativos americanos: Y aunque concedo que la civilización tiene perfecto derecho de desposeer a la barbarie de una ocupación exclusiva e improductiva de la tierra, es, no obstante, un crimen, un crimen atroz, hacer lo que ha hecho nuestro país: tratar a los bárbaros desposeídos como si no tuvieran reivindicación alguna ante nosotros. Los indios son seres humanos, tienen los derechos de todo ser humano, y si no pueden defenderlos, es una vergüenza mayor para el gobierno que los pisotea sin justificación alguna. El com prom iso de Salter con la igualdad seglar se hace evidente cuando insiste en que “los indios son seres hum anos, tienen los m ism os derechos que todo ser hum ano” . Pero ese radicalismo ocurre, no obstan­ te, dentro de una jerarquía distintiva en que para Salter es aceptable, en principio, (com o lo fue antes para Kant) desposeer a los indios de sus tierras por un bien m ás racional; tal com o para el actual gobierno indio sería aceptable, en principio, desplazar a los grupos tribales a fin de cons­ truir una nueva presa. La form ulación de Salter es, en otras palabras, ejemplar del funcio­ nam iento del concepto seglar de lo hum ano. Incluso cuando las tradi­ ciones seglares le extienden al otro una igualdad abstracta, ésta se ve so­ cavada por la insistencia en que la igualdad plena precisa del ejercicio de la razón. Así, la “civilización m oderna” puede siempre — sin contrade­ cirse en lo m ás m ínim o— justificar el colonialism o, la expropiación de la tierra de los nativos americanos, la clasificación de algunas religiones o ciertos pueblos com o inferiores, o alguna “guerra justa”.

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C on esta distinción entre la esfera pública y la privada, la tolerancia seglar vuelve a ser ejemplar de la dom inación y la desigualdad que avalan su igualdad. La igualdad que el laicismo privilegia es la igualdad de la esfera pública. Pero sólo puede ser parte de la esfera pública aquello que declara estar ontológica y epistem ológicam ente fundado en la razón re­ afirmativa. Todo lo que no puede fundarse en dicha razón debe ya sea erradicarse (com o con el fundam entalism o), ya confinarse a la esfera privada. Y aunque la igualdad de derecho a la esfera privada es quizás constitutiva del laicismo desde sus orígenes, la esfera privada está subor­ dinada a la esfera pública. Es a lo sum o tolerada, y está constantem ente cercada, al ser reelaborada en la im agen de la razón pública.

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Si G andhi ataca una y otra vez el laicismo y la “civilización m oderna” es, pues, por el dom inio y la desigualdad que organizan su práctica de la igualdad. Busca, en cam bio, pensar en otra igualdad, y para hacerlo re­ curre precisam ente a la categoría de la religión. Su planteam iento no era que ciertas prácticas asociadas a algunas religiones instituyeran la igual­ dad social. Es cierto, señaló dichas prácticas. En esta m ism a tónica, se refirió con frecuencia al islam com o una religión radicalm ente igualita­ ria; una religión que prosperó en India por su doctrina igualitaria, que “posibilita la igualdad” m ás que el hinduism o o el cristianismo. Pero esto estaba acom pañado del conocim iento del m odo en que otras prácticas asociadas con algunas religiones, tales com o la intocabilidad, por ejem ­ plo, instituían la desigualdad. A ún m ás im portante es el hecho de que para G andhi el concepto m ism o de la religión fuera inseparable de la igualdad. Así, m anifestó que “ la religión hindú nos enseña a ver las cosas con un espíritu de igual­ d ad ”; que “se nos ha enseñado en el G ita a tratar a todos los hombres com o iguales”. En una entrevista con el dirigente d a lit M .C . R ajah en 1936, G andhi expresó: En la forma más pura del hinduismo, un brahmán, una hormiga, un ele­ fante y un comeperros (shvapaka) tienen el mismo estatus. Y puesto que nuestra filosofía es tan elevada y no hemos logrado vivir a su altura, esa misma filosofía hoy apesta en nuestras narices. El hinduismo insiste en la

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hermandad, no sólo de la humanidad sino de todo cuanto vive. Se trata de una concepción que da vértigo, pero tenemos que prepararnos para ella. En el momento en que hayamos restaurado una verdadera igualdad viva entre hombre y hombre, vamos a ser capaces de fundar la igualdad entre el hombre y toda la creación. Cuando llegue ese día, tendremos paz en la tierra y buena voluntad para los hombres.12 Todavía más: si bien G andhi com entó esta igualdad las m ás de las veces en relación con el hinduism o, no se trataba para él, de ninguna manera, de una enseñanza específica del hinduism o. M ás bien, en sus diversos planteam ientos subyace la suposición de que la igualdad es constitutiva del concepto m ism o de religión o, yendo aún m ás lejos, que la igualdad sólo puede conceptualizarse adecuadam ente de m anera reli­ giosa. Resulta significativo que cuando G andhi conceptualiza su famoso voto de s a r v a d h a r m a sam b h aa v , en oposición casi directa al concepto seglar de tolerancia, vuelve a ser una igualdad religiosa — una igualdad de las religiones entre sí, tanto com o una igualdad interna del concep­ to de religión— lo que busca expresar. Éste [sarva dharm a sam bhaav] es el nuevo nombre que le hemos dado a la práctica ashram que conocemos como sahisnuta [“tolerancia”]. “Sahishnuta ” es una traducción de la palabra inglesa tolerance [tolerancia]. Esa pala­ bra no me gustó, pero no se me ocurrió ninguna otra [“una que fuera me­ jor”]. Tampoco le gustó a Kakasaheb [Kalelkar]; él propuso “respeto para todas las religiones” [sarva dharm a a a d a r] , que tampoco me gustó. Al tole­ rar otras religiones, se las considera deficientes [unap]. En el respeto siem­ pre interviene un sentido [b h av] de mecenazgo [m aherbaani ; la tolerancia puede implicar el supuesto gratuito de la inferioridad de las demás fes ante la propia, y el respeto conlleva un sentido de condescendencia...] Ahimsa nos enseña sam bhaav por otras religiones [abrigar el mismo respeto por la fe religiosa de los demás que el que nos merece la propia]. La tolerancia y el respeto no son suficientes desde la perspectiva de ahim sa . En el principio fundamental [m oolm a] de mostrar sam bhaav respecto de otras religiones, subyace también la aceptación [svikaar] de la incompletud [apoorn ata] de la que uno profesa.13

12 Entrevista con M .C . Rajah, 22 de marzo de 1936, vol. 68, p. 320. 13 C arta a Narandas Gandhi, 21-23 de septiembre de 1930, Akshardeha, vol. 44, p. 165; c w m g , vol. 50, p. 78.

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Sem ejante enunciado carece sim plem ente de sentido si entendem os la religión en términos de la distinción entre lo inmanente y lo trascenden­ te. En sus términos, para concebir la igualdad del otro es necesaria una delim itación seglar de la religión, y el laicismo sigue siendo la única m anera en que puede concebirse la igualdad, incluso cuando se conside­ re que ésta es un don de D ios. ¿C óm o concebim os, entonces, la igualdad religiosa de Gandhi? ¿Q ué la hace m ás radicalm ente igual que la igualdad seglar? ¿Por qué está en una relación antagónica con la igualdad seglar? Estas preguntas no pueden tratarse aquí adecuadam ente, pero a fin de prepararnos para hacerlo, quisiera com entar que lo que G andhi aventura en H i n d S w a r a j y en otros textos es, en sí, nada m enos que otro concepto de religión donde ésta nom bra la práctica de la finitud. Esta finitud da lugar a una igualdad m uy diferente, que bien podría llamarse igualdad inconm en­ surable. ¿Pero qué se entiende por finitud? Para responder a esta pregunta, podríam os comenzar por abordar la obsesiva insistencia de G andhi en la observancia de los límites. Para él, semejante observancia de los límites no era un rasgo dado de la civilización india que debía aprovecharse para crear una m odernidad india peculiar. Era m ás bien, de suyo, una políti­ ca, y una de m uy particulares vinculaciones. (Fue en este sentido, de hecho, en el que nunca form ó realmente parte de la problem ática nacio­ nalista, a pesar de haber sido el dirigente m ás destacado del m ovimiento nacionalista indio.) La centralidad de los límites surge en sus com enta­ rios sobre sw adesh i, que para él era necesario, si es que el s w a r a j o auto­ gobierno no iba a reproducir el dom inio inglés sin los ingleses: Tras mucho reflexionar, he llegado a la definición [lakshan] de swadeshi que quizás mejor ilustra lo que quiero decir. Swadeshi es ese espíritu [bh avana] nuestro que nos limita al uso y el servicio de nuestro entorno inmediato [paaseyni paristh ith i], para dejar fuera [tyaag, sacrificar o claudicar] el más remoto. Así, en cuanto a la religión, para satisfacer los requisitos de la defi­ nición, debo limitarme a [vadgi rahevu, mantenerme fiel a] mi religión ancestral. Ése es el uso de mi entorno religioso inmediato. Si me parece defectuoso, debo servirlo purgándolo de sus defectos. En el ámbito de la política, debo servirme de las instituciones autóctonas y servirlas, a mi vez, sanándolas de sus efectos probados. En el económico, debo usar sólo cosas

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que hayan producido mis vecinos inmediatos [m aari paasey vasnaraoey] y servir a esas industrias haciéndolas eficientes y completas donde pudiera resultar necesario.14 Los límites m arcaban, en realidad, el propio d h a r m a . Considérese el contraste de G andhi — en el capítulo 8 de H i n d S w a r a j — entre d h a r m a o religión y la “civilización m oderna” . El hinduismo, el islam, el zoroastrismo, el cristianismo y todas las demás religiones enseñan que debemos permanecer pasivos [m an d ] ante las cosas mundanas [dunyavi vastu] y activos ante las cosas religiosas [dharm ik vastu]; que debemos poner un límite [h adh] a nuestra ambición mundana y que nuestra ambición religiosa debe ser abierta [mokda; “ilimitable”]. Nuestra actividad debe reservarse sólo para ese [“último canal”]. Es m uy fácil leer “lím ite” o h ad h en los términos de la com prensión convencional inmanente-trascendente de la religión. Si así lo hiciéra­ m os, lo entenderíamos de m anera privativa y supondríam os que el lla­ m ado es a limitar nuestra “am bición m undana” a fin de trascender lo m aterial y alcanzar una am bición religiosa ilimitable. Sem ejante com ­ prensión privativa supone que el límite com prende la ascesis, donde ésta se entiende com o práctica de la austeridad que lleva a trascender lo físico en pos de algo espiritual mayor, infinito. Aquí, el límite no es en sí el concepto de religión; es tan sólo el requisito de una absorción en la infi­ nitud trascendente que es D ios. Sem ejante interpretación del plantea­ m iento de G andhi parece tanto m ás convincente puesto que el propio G andhi parece recurrir una y otra vez explícitamente a él.

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Pero sem ejante interpretación del planteam iento de G andhi en términos privativos pasa por alto sus im plicaciones de m ás largo alcance. C on si­ derada con m ayor rigor, la finitud de G andhi no se refiere necesariamen­ te a los límites privativos, sino a la singularidad sustentada en el límite y a la igualdad que dicha singularidad hace posible. Para indicar lo que 14 Discurso sobre Swadeshi en la M issionary Conference, M adrás, 14 de febrero de 1916, C W M G , vol. 15, p. 159; Akshardeha, vol. 13, p. 202f.

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esto significa, podría ser útil recurrir a una notoria y provocativa ocasión en que describió el terremoto de 1934 en Bihar com o un “castigo divino [s a ja ] que D ios m andó por nuestros pecados”, en particular el pecado de la intocabilidad.15 Desde una perspectiva seglar, dicho com entario revela los peligros de una perspectiva que privilegia lo trascendente. Para ella, semejante antropocentrism o no sólo trastorna órdenes de causalidad, sino que im ­ plica una ética que desplaza la responsabilidad de los seres hum anos a lo divino. Uno podría, por ejemplo, preguntar en el indignado tono seglar (que por m i parte ciertamente no puedo com partir) que m arcó m uchas de las cartas que G andhi recibió: si los terremotos son un castigo divino por los pecados, ¿por qué D ios castiga a los inocentes? Por otro lado, quizás valga la pena demorarse en la form ulación de G andhi: Yo comparto con el mundo entero — civilizado e incivilizado— la creencia de que las calamidades tales como la de Bihar caen sobre la humanidad como castigo por sus pecados. Cuando esa convicción proviene del cora­ zón, la gente reza, se arrepiente [p ash taap] y se purifica. Considero que la intocabilidad [asprishyata] es un pecado tan grave que merece el castigo divino. No me afectan las difíciles preguntas tales como “¿por qué un cas­ tigo a un pecado ancestral?”, o “¿por qué un castigo para Bihar y no para el Sur?”, o “¿por qué un terremoto y no alguna otra forma de castigo?” Mi respuesta es: no soy Dios. No tengo, por consiguiente, sino un conoci­ miento limitado de Su propósito. Semejantes calamidades no son un mero capricho de Dios o de la naturaleza. Obedecen leyes fijas igual que los planetas se mueven conforme a las leyes que rigen su movimiento. Sólo que nosotros no conocemos las leyes que rigen estos eventos y, en consecuencia, los llamamos calamidades o disturbios. Sea lo que sea que pueda decirse sobre ellos debe verse, por lo tanto, como conjetura. Pero la conjetura [an u m aan ] tiene un lugar bien definido en la vida del hombre. Es algo ennoblecedor para mí suponer que el disturbio de Bihar se debe al pecado de la intocabilidad. Me hace humilde [n am ra], me incita a hacer un mayor esfuerzo por eliminarlo, me alienta a purificarme, me acerca a mi Creador. El que mi conjetura pueda estar equivocada no afecta los resultados que he mencionado, pues lo que para el crítico o el escéptico es conjetura, para mí es una creencia vital [jeevtijaagti shraddha], y en ella fundo mis acciones

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CW MG,

vol. 57, p. 45.

vol. 63, H arijan, 24 de enero de 1934, Discurso en Tinivelly, Akshardeha,

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futuras. Estas conjeturas se convierten en supersticiones [vahem ]; cuando no conducen a la purificación pueden incluso dar lugar a enemistades. Pero dicho uso incorrecto de los acontecimientos divinos no puede disuadir a los hombres de fe de interpretarlos como un llamado a arrepentirse de sus pecados.16 En otro lugar he provisto una lectura extensa de los diversos giros — algunos desconcertantes, otros incluso incóm odos— im plicados en este pasaje. A quí quisiera solamente subrayar la conjetura que tiene un lugar definitivo en la vida del hombre, pero que es religiosa si conduce a la purificación o es, en cam bio, supersticiosa si lleva a la enemistad. La conjetura propiamente observada “me hace hum ilde” y da lugar a la fe, a la creencia. Puede haber desacuerdo y conflicto en donde hay hum il­ dad, pero no enemistad. 7

Pero, ¿cuál es la naturaleza de esta conjetura, a n u m a a n ? La conjetura de Gandhi no pertenece al m undo razonable de lo que es probable pero no comprobable; no tiene nada de razonable. Es sólo eso, conjetura. En cuan­ to conjetura, no tiene que responder preguntas tales como: ¿por qué aquí?, ¿por qué ahora?, ¿cómo?, ni lo pretende. C on la conjetura se está en el m undo de la fe. La conjetura consiste básicamente, por consiguiente, en una convicción y una creencia que no pueden justificarse con los criterios de la razón causal; que no van a someterse a la razón pero van a intervenir, no obstante, en el dom inio de la ciencia, el de la ética, y el de la vida coti­ diana, dom inios que las tradiciones de la Ilustración considerarían propios de la razón. Esto m uestra por qué la hum ildad o n a m r a ta debería ser adecuada para la conjetura. G andhi presenta a veces el tem a en térm inos m ás o m enos convencionales, com o en el pasaje previamente citado, en donde dice que él no puede conocer los designios de Dios. En dicho enuncia­ do, la hum ildad y la finitud de la conjetura de la fe se presentan de una m anera m etafísica — privativamente— , com o reconocim iento de la for­ m a en que la intervención hum ana es lim itada y siempre puede ser su­ perada por “los actos de D io s” (sin duda no es casual que la com prensión 16

“Bihar and Untouchability”,

Akshardeha, vol. 57, p. 90.

CW M G,

vol. 63, en H arijan, 2 de febrero de 1934;

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gestora de lo divino, consagrada en esta frase, sea fundam ental en la ley actual de seguros), que la finitud de la m irada hum ana no puede perca­ tarse de la infinitud de D ios. Y la infinitud de D ios tam bién se concibe aquí m etafísicamente, com o aquella que es extraordinaria y demasiado grande para ser com prendida por el finito ser hum ano. Pero la conjetura de la fe tam bién es aquí hum ilde de una m anera no tan metafísica; incluso cuando es absoluta (com o debe serlo cuando se convierte en una “creencia de vida” o fe) esta conjetura debe reconocer su límite singular: que está constituida por D ios y constituye sólo su propia relación singular con D ios; que debe ser absoluta pero, al m ism o tiem po, no debe hacer declaraciones ontológicas o epistem ológicas. Ésta es la otra finitud — y límite constitutivo— de la conjetura de la fe. Para ser fiel, debe practicar esta singularidad. En esta observancia de la finitud, la “creencia viva” está siempre abierta al otro: si bien no se puede probar que la fe de G andhi estuviera equivocada, permanece sólo como su creencia viva.17 C om o tales, la razón o la sinrazón de las conjeturas — ya sea de G andhi o de otros— carece por com pleto de im portancia (“el que mis conjeturas puedan estar equivocadas no afecta los resultados que m enciono”). L a finitud en que G andhi se aventura a pensar podría, entonces, describirse quizás com o tal que hay en ella una declaración de fe absolu­ ta, y tal que esta fe no puede, sin em bargo, hacerse de un fundam ento ontológico o epistem ológico. Desde su perspectiva, toda conjetura que declare tener un fundam ento ontológico o epistem ológico (y de tal de­ claración, quizás el laicismo y sus verdades reafirmativas sean ejem pla­ res) es superstición. U n “debate” tiene por premisa la convicción en la razón de la propia conjetura; la conversión, en otras palabras, de una conjetura en una cuestión de conocim iento ontológico y epistem ológi­ co. U na vez que una verdad es ontológica y epistem ológica, todo cuanto no concuerde con ella es falso. La única m anera de que dicha verdad pueda ser tolerante es siendo débil. Aunque no puede, obviamente, ser dem asiado débil, puesto que entonces ya no será una verdad. D ebe se­ guir siendo definida y centrada, aunque subrepticia e inconscientem en­ te, por su verdad (es esta persistencia subrepticia del centro lo que mu17 En otra ocasión voy a explorar un tem a relacionado con esto — el de cóm o esta creencia viva conceptualiza también la igualdad propia con uno m ism o— . Puesto que dicho planteamiento nos alejaría demasiado de las preocupaciones de este ensayo, no lo voy a tocar por ahora.

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chas críticas radicales del m ulticulturalism o han señalado). En otras palabras, una verdad ontológica y epistem ológica sólo puede confrontar­ se con otros enunciados de la verdad. La sola igualdad que se puede conceder a un semejante es lo que G andhi describe a veces com o la igualdad establecida por la espada, cuando se opone a una verdad del m ism o poder ontológico y epistem ológico. Es decir, la jerarquía y la desigualdad son centrales para la verdad ontológica y epistem ológica, ya sea que ésta adopte la form a de una religión trascendental o, de preferen­ cia, de hechos inmanentes y seglares. Por el contrario, puesto que la conjetura de la fe no pretende tener semejante fundam ento, está m arcada por una apertura radical frente al otro. Esta apertura frente al otro es la igualdad original que la “creencia viva” debe dar siempre al otro. En esta apertura recibim os indicios de una igualdad que no se organiza con los criterios epistem ológicos abs­ tractos del conocim iento.18 Esta igualdad, que está siempre im plicada en la creencia viva, ¿es de lo que G andhi expresa en la cita anterior, de la que dice que lo hace humilde? Si para G andhi suponer que el terremoto se debió a la intocabilidad es algo que ennoblece, ¿esto se debe a que la práctica de la intocabilidad niega la igualdad que la conjetura de fe con­ cede tanto a sí m ism a com o al otro?

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Es esta otra igualdad la que G andhi trata de expresar en sus plantea­ m ientos respecto de s a r v a d h a r m a sa m b h a a v . Esta otra igualdad im plica cuestionar verdades que aducen tener un fundam ento ontológico o epis­ tem ológico. Aunque ese cuestionam iento puede, en sí, proceder única­ mente con el espíritu de esta otra igualdad, circunscribiéndose él m ism o, así com o lo que enfrenta. Y circunscribir no es nunca rechazar. El acto de circunscribir opera aquí en dos registros. En prim er lugar, se afirma la razón. Tanto aquí com o en los años próxim os, anteriores y posteriores a las cartas de M a n g a lp ra b h a t, se insiste — incluso con m ayor énfasis— en que “entre las cuestiones que pueden analizarse lógicam ente, lo que 18 A pesar de las diferencias evidentes, el planteamiento que hago aquí le debe m u­ cho, a todas luces, al artículo de Akeel Bilgrami, “G andhi’s integrity: T h e philosophy behind the politics”, Postcolonial Studies, vol. 5, núm . 1, 2002, pp 79-93.

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entre en conflicto con la razón tam bién debe ser rechazado” .19 Aquello que se “presta a la investigación racional” debe someterse a investigación.20 G andhi subrayaba la centralidad de la razón incluso en diálogos entre religiones. Así, cuando se le preguntó — en una conversación con un m isionero, el doctor Crane— , qué haría ante “un hom bre que dijera que D ios le ordena cometer actos de violencia”, G andhi insistió: “ahí no pondrías otro D ios ante él. N o debes perturbar su religión, pero sí vas a perturbar su razón. [...] N o vas a oponer una palabra de D ios contra otra palabra de D ios. Pero vas a tener que derrotar sus razones.21 En segundo lugar, la relación entre la fe y la razón está reconfigurada. Q ue la fe no se opone a la razón ya está dicho, para Gandhi, en las palabras en gujarati que emplea para referirse a la fe y la superstición: sh rad d a y an d hshraddha. S h rad d h a no es, por su propia naturaleza, ni ciega ni irrazonable; cuando se vuelve an dh sh rad dh a o “fe ciega”, ya no es fe sino superstición. Gandhi suele traducir esta palabra como superstición, pero como su propio término para la superstición. Para él, “la fe comienza donde la razón falla. Esto es, la fe está más allá de la razón”.22 Pero no está más allá de la razón en el sentido de que la trascienda (aunque en la entrevista en inglés con el doc­ tor Crane dice precisamente que sí lo hace). La relación es más bien origina­ ria, pero originaria en el único sentido en que la finitud radical puede serlo: como un paso complementario, la fe es “lo que está en nosotros que santifi­ ca la razón”. La palabra “santificar” es sugerente, como lo es su traducción a la poderosa palabra p a a v a n . Santificar es hacer sagrado. En otras palabras, la propia razón está marcada por una santidad, pero esa santidad proviene de la fe, y del trabajo de la fe como d ay a y prem . Sustentar una razón conforme a esta santidad es una de las tareas que se propone una política religiosa. M e gustaría proponer que esta otra m anera de sustentar la razón es lo que lleva a G andhi a una afirmación del laicismo. C uando afirma el laicism o, no lo hace ya desde la perspectiva de un laicista. Es m ás bien sintom ático de una relación externa con el laicismo. Lo que esta relación externa im plica y cóm o debió sustentarse son preguntas a las que tendre­ m os que regresar en otra ocasión. 19Entrevista al doctor Crane, 25 de febrero de 1937, CW M G , vol. 71, p. 2; vol. 64, p. 426. 20Reason vs. Faith, Hindi Navajivan, 19 de septiembre de 1929, C W M G , vol. 47, p. 108; Akshardeha, vol. 41, p. 427. 21Entrevista al doctor Crane, C W M G , vol. 71, p. 2; Akshardeha, vol. 64, p. 426. 22Reason vs. Faith, Hindi Navajivan, 19 de septiembre de 1929, C W M G , vol. 47, p. 108; Akshardeha, vol. 41, p. 427.

8. EFECTOS APOCALÍPTICOS Cuestiones sobre la globalización y el islam Faisal Devji A pesar de su fam a actual, la globalización sigue estando indefinida en cuanto categoría analítica o histórica. Por un lado, parece aludir a la prim acía de un m ovim iento — ya sea de personas, de bienes, de ideas o de dinero— , que ha alcanzado, al parecer, una m agnitud sin precedentes tanto por su rapidez com o por su extensión. Por el otro, la globalización denom ina una teoría del capitalismo que com prendería todas las posibi­ lidades sociales y las im plicaciones vivenciales de dicho m ovim iento en una m ism a historia de relevancia económ ica. En cualquier caso, se supo­ ne que este m ovim iento se hizo posible en gran parte gracias a la nueva tecnología que lo media, así com o una suerte de presente siempre reno­ vado, teniendo a la globalización por lo m ás nuevo de lo nuevo. Pero el problem a de concebir la globalización com o un m ovim ien­ to m ediado por la tecnología para devenir en un presente siempre reno­ vado es que deja de tener un pasado propiam ente dicho. Y esto se debe a que la diferencia entre su form a de circulación y la de cualquier otro m ovim iento es de grado, m ás que de clase. Por ejem plo, ¿cómo la inter­ net es m ás ilustrativa de la globalización que el telégrafo? ¿O cóm o la econom ía virtual de hoy es m ás global que el capitalism o financiero de ayer? M ás allá de qué tan radicales puedan ser sus repercusiones, ¿la nueva tecnología m arca un nuevo com ienzo o es una sim ple consecuen­ cia de la m ás antigua? El problem a de una regresión histórica y analítica existe sólo porque las relaciones de la globalización tienden a dejarse seducir tanto por el narcisism o del presente com o por la glam orosa novedad de los objetos y las experiencias, y en el proceso hacen, mal que bien, caso om iso de la genealogía intelectual del térm ino. Este nar­ cisism o del presente y este dotar de glam our a la experiencia bien pue­ [179]

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den dar testim onio de la globalización, aunque hacen poco por inter­ pretarla. Tom em os las ideas con seriedad y preguntém onos cuándo el globo terráqueo (y por consiguiente la posibilidad de la globalización) dejó de ser un m odelo en el salón de clases o una abstracción geográfica y se vol­ vió real. Esto im plica preguntar en qué punto la Tierra se separó de la noción del m undo — vinculada, de suyo, a una historia religiosa particu­ lar en términos tales com o lo terrenal— , para convertirse en un nuevo comienzo. Lenguas como el francés siguen derivando, por supuesto, la globalización (m o n d ia lisa tio n ) de la antigua noción de m undo (m onde), vinculándola, así, de nuevo con otro tipo de historia. Hay, sin embargo, un punto en que podem os decir que la Tierra se convierte, por decirlo así, en global; un punto al que, para nuestros propósitos, podem os situar durante la Guerra Fría. Esto se ilustra con los dos grandes acontecimien­ tos tecnológicos del m om ento: la bom ba atóm ica y el alunizaje, los cuales nos permitieron literalmente no sólo entender y ver a la Tierra como tal, sino tam bién — y al m ism o tiem po— destruirla y abandonarla. La Tie­ rra, entonces, en cuanto artículo de consum o de otros tiempos, se conoce sólo en el m om ento de su consum o com o algo destruido o abandonado. Y esta m anera apocalíptica de conocer el globo terráqueo permite al pen­ samiento en general — y al pensamiento religioso en particular— emer­ ger de un m undo dividido en público y privado, seglar y sagrado; consi­ derar real algo a lo que durante dos siglos se negó legitimidad: el fin del m undo. Es en el éxtasis del apocalipsis cuando el m undo se destruye y nace el globo terráqueo, aun si es sólo com o el fantasm a de este m undo. El nacim iento del globo terráqueo durante la Guerra Fría no pasó inadvertido; entre otros autores, H annah Arendt registró sus im plicacio­ nes. En un ensayo sobre Karl Jaspers, quien por su parte había expuesto la fenom enología de un apocalipsis nuclear, Arendt se refirió a la irónica unidad del m undo, que la bom ba atóm ica había hecho posible: Es cierto, por primera vez en la historia, todos los pueblos de la tierra tie­ nen un presente común: ningún acontecimiento — de la importancia que sea— en la historia de un país puede permanecer como un accidente mar­ ginal en la historia de otro cualquiera. Todo país se ha vuelto vecino casi inmediato de todos los demás países, y todo hombre siente la conmoción de los acontecimientos que tienen lugar del otro lado del mundo. Pero este presente fáctico no se funda en un pasado común ni tampoco garantiza en

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lo más mínimo un futuro común. La tecnología — que proveyó la unidad del mundo— puede destruirlo con la misma facilidad, y los medios de comunicación mundial se diseñaron a la par con los medios para una posi­ ble destrucción global.1 La pregunta que H annah Arendt acomete en su ensayo no es la pregunta práctica de cóm o prevenir un apocalipsis, sino m ás bien la que indaga la nueva experiencia a la que semejante apocalipsis da vida. Aquí, el apocalipsis no es, en sí, el hecho en bruto de la destrucción nuclear (o los holocaustos biológico y ecológico, que son sus herederos), sino, en general, el pensam iento y la experiencia del m undo que esta destrucción hace posible. Por ejemplo, de acuerdo con Arendt, la unidad del m undo que la tecnología produce es sólo negativa porque no se funda ni en un pasado ni en un futuro com unes, sino que depende de un presente eva­ cuado com o una especie de efecto apocalíptico. U no de los temas que quiero explorar en este ensayo es cóm o semejante efecto le perm ite a la religión situarse en el corazón de lo m undial sobre la base de lo que siempre ha sido su propia especialidad: la aniquilación. El m undo se hace real al m ism o tiem po que la hum anidad, que hace las veces tanto de agente com o de víctim a de su posible destruc­ ción, puesto que la hum anidad ya no es un ideal o una abstracción, sino una realidad tam bién en la m edida en que es susceptible de ser destruida.2 La propia tecnología de la destrucción y el abandono, en su puro ser-instrumental, cancela, en efecto, la particularidad de los orígenes y la pertenencia, de m odo que en cierto sentido es la hum anidad — y no Estados U nidos— la que se convierte en el verdadero agente de aconte­ cim ientos m undiales tales com o la bom ba atóm ica o el alunizaje. Fue, por consiguiente, perfectamente apropiado que N eil A rm strong hablara, cuando pisó por prim era vez la superficie lunar, de un pequeño paso para el hom bre y un salto gigantesco para la hum anidad. D espués de todo, en la faz de la destrucción o del abandono m undial, la pertenencia particular de ese acto tam bién es destruida, dejando atrás sólo a la hum a­ nidad en su com binación de agente y víctima. Al com entar sobre la nueva realidad de la hum anidad, H annah Arendt nos dice:

1 H annah Arendt, “Karl Jaspers: Citizen o f the world?, en Men in Dark Times, San D iego, N ueva York/Londres, H arcourt Brace Jovanovich, 1995, p. 83. 2Ibid., p. 82.

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Nuestros conceptos políticos — de acuerdo con los cuales debemos asumir la responsabilidad de todos los actos públicos a nuestro alcance, más allá de la “culpa” personal, puesto que somos responsables, en cuanto ciudadanos, de todo lo que nuestro gobierno haga en nombre del país— pueden llevar­ nos a una situación intolerable de responsabilidad mundial.3 U na vez más, la form a que tom a la globalización en esta interpreta­ ción permite a la religión retomar su antiguo tem a de la responsabilidad m oral, planteando la pregunta por lo que significa actuar en semejante situación, y sobre si acaso la acción es siquiera posible. H e aquí otro tem a que quisiera explorar en este ensayo. A m bos temas — el del efecto apocalíptico y el de la responsabilidad hum ana— sitúan a la religión en el corazón de lo m undial porque dejaron de ser de súbito especulaciones arcanas de la conciencia privada para convertirse en asuntos de atención y bienestar públicos. Y esto tuvo lugar sólo una vez que el viejo orden — que se fundaba en la adm inistración de una econom ía de necesidades e intereses vivos, que se bifurcaban en públicos y privados, seglares y sagrados— se vio eclipsado por totalidades com o el apocalipsis y la hu­ m anidad, que destruyeron las particularidades tanto de la vida com o de la economía. H e com entado hasta aquí que la Guerra Fría brindó los orígenes de la globalización, en el sentido que se le da hoy en día a este término. Y lo hizo sustituyendo el m undo por el globo y al hom bre por la hum anidad, todo dentro del horizonte dem arcado por una tecnología apocalíptica cuyo poder subordinó todos los vínculos con el pasado a la falsa unidad de un presente global. La propia globalización vino a sustituir el interna­ cionalism o, que había sido la ideología tanto de los im perios europeos com o del bloque com unista. Estos órdenes eran internacionales porque se fundaban en la expansión de una sustancia (civilización, justicia, p o ­ der, instituciones democráticas y otras similares) en territorios vincula­ dos ya por la contigüidad, ya por una intención histórica y política. L a globalización no depende, por otra parte, ni de la expansión de una sustancia ni de vínculos de intención, sino precisamente de los efectos y las consecuencias no planeadas que configuran su presente universal. A l referirse a la falsa unidad de este presente global, H annah Arendt lo expresa com o sigue: 3Ibid., p. 83.

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Es difícil negar que en este momento el símbolo más potente de la unidad de la humanidad es la remota posibilidad de que las armas atómicas usadas por un país conforme a la sabiduría política de unos cuantos, pudiera llegar a ser, a la postre, el fin de toda vida humana sobre la faz de la tierra.4 H oy en día, el tono apocalíptico del pensam iento de la G uerra Fría podría haberse disipado, pero es m ejor recordar que la globalización tuvo lugar sólo con la “rem ota posibilidad” de un holocausto nuclear (y biológico y ecológico, en consecuencia), que sigue nutriendo, así, las nociones contem poráneas de lo global. Los m edios de com unicación, por ejemplo, im itan sin cesar el efecto apocalíptico que Arendt escribe en la cita anterior, porque reúnen electorados m uy dispersos en la con­ tem plación de un acontecim iento con el que no tienen ninguna co­ nexión real, y que tam poco es una sustancia que se esparza por conexio­ nes de contigüidad o de intención. L a ruptura con el internacionalismo es aquí absoluta porque el efecto m undial de los m edios de com unica­ ción no se debe a consecuencias que vayan m ás allá de determinadas intenciones (com o en todas las teorías anteriores de gestión estructural). Se debe, m ás bien, a la falsa unidad de un presente hecho posible por acontecim ientos que sólo pueden funcionar al azar, una vez separados de los contextos locales. Tras haber descrito el surgim iento, durante la G uerra Fría, de lo que hoy se llam a globalización, H annah Arendt plantea el problem a de lo que podría significar pertenecer a dicho universo. Apoya, al parecer, la teoría del pluralism o y la com unicación universal propuesta por Karl Jaspers, aunque escribe al respecto de una m anera casi elegiaca, com o si reconociera en ella una buena idea cuyo m om ento ya pasó. D e m odo que el subtítulo de su ensayo sobre Jaspers term ina con una interroga­ ción: ¿ciudadano del m undo? La teoría de Jaspers sigue siendo, después de todo, internacionalista, m ientras que por lo que Arendt se preocupa es, en realidad, el fin del internacionalismo en la naturaleza eternamente presente y desm em oriada de la globalización tecnológica, que pone en duda al hom bre y todos sus actos, en particular los políticos. Quiero señalar que hoy en día la religión es capaz de encarar de una m anera interesante esta puesta en duda del hom bre y de sus actos. Y esto es así porque la globalización ha subordinado al m undo y sus distincio­ 4 Idem.

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nes de lo público y lo privado, lo secular y lo sagrado, a la terrible reali­ dad del apocalipsis, ya sea éste atóm ico, biológico o ecológico. C on el surgim iento del globo y de la hum anidad, en otras palabras, esas distin­ ciones terrenales se han visto dism inuidas, y se ha perm itido a la religión abordar con nuevos bríos sus preocupaciones tradicionales. ¿C óm o se puede ser un ciudadano o un actor político en la falsa unidad de una globalización que no tiene un pasado ni un futuro en com ún? ¿En dón­ de ha sustituido la hum anidad al hom bre com o el agente y la víctim a de la historia? Quiero revisar la m anera en que el pensam iento m usulm án reconoce lo global com o una condición, y reflexiona en torno a lo que significa pertenecer políticam ente a sem ejante universo; una reflexión en que el profeta M ahom a sirve de clave del hom bre com o tal.

E L M O T IV O D E L P R O FET A

Podría decirse que las protestas masivas a que dio lugar, en 1989, la p u ­ blicación de la novela de Salm an Rushdie, L o s versos satán icos, aportaron al m undo no m usulm án la prim era m anifestación de la globalización del islam . Lo que difiere de un islam internacional en que — m ás que nin­ gún otro incidente semejante en el pasado— las protestas por la novela de Rushdie no se referían ni a un interés particular que estuviera siendo am enazado, ni a una causa específica por la que se estuviera peleando. Su preocupación al parecer idealista por la descripción del profeta Mahom a significó, m ás bien, que estas protestas se habían definido en tér­ m inos de la m ism a relevancia para los m usulm anes en todas partes. M ás que la peregrinación, la guerra santa o el tipo de panislam ism o que habría movilizado de m anera internacional a los m usulm anes en apoyo de los bosnios, los cachemires o los chechenos, el asu n to Rushdie era global, en otras palabras, porque concentraba la atención de los m usul­ m anes en un tem a por com pleto independiente de las personas y los lugares. Por supuesto que las protestas contra L o s versos satán ico s tuvieron, en efecto, un significado particular en todos y cada uno de los puntos de su trayectoria, de Bradford a Srinagar, de Islam abad a Teherán y más allá. Pero lo que hizo globales a estos acontecim ientos fue que no tuvie­ ran una ubicación fija — geográfica y política— , fenóm eno que hizo posible, en gran parte, la exhibición m ediática sin precedentes en que

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dichos acontecim ientos tuvieron lugar al estar disponibles de m anera instantánea y reiterada en el espacio virtual de la televisión. D ad a la m uy divulgada negativa de los m usulm anes a leer L o s versos satán ico s o a en­ carar problem as com o la libertad de expresión e interpretación de su autor, puede decirse incluso que la descripción de M ahom a se convirtió en el m otivo de un debate m undial en que el propio Rushdie era inci­ dental. Las prim eras protestas contra la novela, por ejemplo, la utilizaron casi por casualidad com o una especie de arm a que tenían a la m ano. Un arm a que permitió a los m usulm anes de Bradford encontrar una voz que se oyera fuera de los claustros de los program as de relaciones interraciales financiados por el Estado, con lo que se cum plió, irónicamente, el inten­ to de la novela de darles voz propia a los asiáticos británicos, o que per­ m itió a los m usulm anes indios hacer cam pañas en contra del fanatismo de los nacionalistas hindúes, al pedir la censura del libro. En esta etapa preglobal del asunto de Rushdie, cuando L o s versos satán ico s representa­ ban a los fanáticos británicos o indios de una m anera casi fortuita, el resto del m undo m usulm án permaneció im perturbable. Incluso el ayatolá Jom eini desestimó la novela com o otra insignificante m olestia en el ojo del islam. N o obstante, el intenso bom bardeo m ediático en Gran Bretaña y los disturbios en el subcontinente indio hicieron del asunto Rushdie, de nuevo por casualidad, un acontecim iento global. M i punto aquí es doble: que el autor y su novela fueron incidentales en el asunto Rushdie, y que el azar, o incluso el m isterio, fue esencial para su globalización. Así, los intentos de ciertos grupos m usulm anes de m ontar una repetición de este acontecim iento, en concierto con secciones de los m e­ dios de Europa y América, no han tenido éxito. Por ejemplo, los inten­ tos de convertir a la autora bangladeshí Taslim a Nasreen en otra Rushdie los creyeron, al parecer, sólo ella y el propio Rushdie. Para m uchos m usulm anes el verdadero tem a del asunto Rushdie no fue, entonces, Salm an Rushdie, sino el profeta M ahom a. Fue la interpre­ tación de su vida y de su obra lo que nutrió su debate, que fue tan apa­ sionado porque — a m i parecer— radicalizó la representación de M ahom a de una m anera m ás exhaustiva que la del propio libro L o s versos satán ic o s . El título de la novela de Rushdie se refiere a un oscuro aconte­ cimiento de la vida del Profeta, un caso de interpolación satánica en la revelación que le fue concedida, que pone ostensiblemente en duda tan­ to la integridad de M ahom a com o la de su revelación. La reacción de los

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m usulm anes ante la novela — incluyendo la f a t w a del ayatolá Jom eini contra ella— no tocó, sin em bargo, ninguna de las cuestiones teológicas planteadas en el libro. Consistió, en cam bio, en objeciones a la represen­ tación poco halagadora que Rushdie hace del Profeta en cuanto líder, am igo y hom bre de familia, dejando así de lado en el proceso toda una tradición polém ica que llevaría a demostrar la veracidad de M ah om a por la vía de la interpretación textual y el razonamiento teológico. La reacción de los m usulm anes ante la novela no se interesaba en las dem ostracio­ nes de su veracidad, sino sólo en aquellas de ofensa e injuria.5 Esto es cierto en particular para la ram a chiita del islam, a la que pertenecía Jom eini, puesto que se niega a reconocer el suceso y, por consiguiente, el estatus teológico del incidente de los versos satánicos. El Profeta no pasó, en este debate, por un personaje propiamente religioso, sino m ás bien por un m odelo de virtud cívica, en consonancia con los prolongados intentos — parte de un fenóm eno conocido como el islam político— de concebir un orden global a partir de repensar la idea de la ciudadanía con el m odelo de la M edina de M ahom a. La posi­ ción del Profeta en lo que respecta a la religión fue incluso socavada en este debate, en que ya no se relacionaba con sus seguidores por m edio de m ilagros, personajes piadosos, textos sagrados o incluso el razonamiento teológico, sino tan sólo por representar un ideal cívico. Y M ah om a — en cuanto ciudadano m odelo de un Estado virtual— se convierte en signo de un orden global, en parte porque es despojado de toda particularidad real, al ser transform ado en tan sólo el ideal de este orden. A quí ha de encontrarse un orden virtual que está a la vez en todas partes y en nin­ guna, com o un reflejo del Estado histórico. Estoy exagerando, claro está, la distinción entre el viejo Profeta y el nuevo, pero sólo con el propósito de señalar las im plicaciones de liberar a M ahom a de las cadenas del ra­ zonam iento teológico y la em anación m ística que alguna vez lo com pro­ m etieron con los creyentes. La principal de dichas im plicaciones es que el Profeta viene a representar cierta clase de ideal cívico que exige de sus seguidores un tipo de lealtad m uy diferente.

5 H ubo algunas excepciones a esta regla, y una de las m ás interesantes es un análisis de Los versos satánicos del ministro de Cultura iraní. V éase Sayyid Ataullah Mohajerani, Naqd-e Tuteyeh-e Ayat-e Shaytani, Teherán, Entesharat-e Ettela’at, 1378.

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EL MISTERIO DE LA CIUDADANÍA

¿Q ué clase de relación pueden tener los m usulm anes con el Profeta en cuanto ciudadano m odelo? U na relación de identificación que es, presu­ m iblemente, de lo que se trata la adoración del ejemplo del Profeta por parte del islam político. ¿Pero qué significa, con exactitud, identificarse con M ahom a? Esta pregunta está en el eje de las pasiones suscitadas por el asunto Rushdie. Lo que siguió siendo m ás enigmático al respecto fue, después de todo, la propia naturaleza de esta identificación, a la que la incoherencia del discurso m usulm án hizo todavía m ás oscura. Es este misterio — que encierra en su eje la identificación m usulm ana— lo que quisiera examinar, porque creo que ello im plica una reflexión sobre la globalización del islam representada por el ideal del Profeta en cuanto ciudadano. Para ello, debo abandonar, por desgracia, m i interpretación libre y espontánea del asunto Rushdie, y pasar a una interpretación un poco m ás rigurosa del texto. Jom eini es el único autor que ha entendido el misterio de las iden­ tificaciones m usulm anas con M ahom a de un m odo sofisticado en teoría. La participación del ayatolá en el asunto Rushdie fue sólo un episodio de la genealogía de esta em presa teórica, que se rem onta por lo m enos a su im portante obra prerevolucionaria, V ilay at-e F a q ih , o Gobierno del Jurista Islámico. El asunto Rushdie es im portante en esta trayectoria sólo porque le permitió a Jom eini hablar por prim era vez — y no por mero accidente— com o un líder m usulm án m undial, ya que al rebasar los lí­ mites reconocidos de la jurisdicción y el juicio, su f a t w a rom pió las re­ glas de su m odelo para convertirse en un veredicto sin fronteras. Este ensayo se concentra, en su m ayor parte, en el testamento político y espi­ ritual de Jom eini, el W a siy y atN am a h , que se dio a conocer después de su muerte, en 1989. Fue aquí donde el ayatolá escribió m ás sucintamente sobre la ciudadanía de M ahom a, a la que ubicó en un m undo im aginado en térm inos de un intercam bio global de bienes e ideas. El Islam existe — en el W asiyyat N a m a h — , en un m undo de inter­ cam bios desiguales, a veces descritos en los conocidos térm inos del so­ cialismo del Tercer M undo, com o en el siguiente fragm ento sobre el capitalismo del Primer M undo: Y, lo que es más triste, han mantenido del todo atrasados a los pueblos oprimidos por dictaduras, y los han convertido por la fuerza en países con-

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sumidores, y con su progreso y sus poderes satánicos nos han hecho tan miedosos que no tenemos el valor de emprender ninguna iniciativa y lo hemos sometido todo a ellos...6 L a fam iliaridad de esta oda sobre la producción se disipa, no obs­ tante, una vez que el lector se percata de que Jom eini m odela el propio islam en este m undo de intercam bios, puesto que es el principal bien de consum o que quiere vender al porm enor: ... el rostro iluminado del islam debe revelarse a los pueblos del mundo, pues si a este rostro de hermosa apariencia — al que el Corán y la Tradición en todos sus aspectos [nos] han invitado— se le permite revelarse desde atrás del velo (que le han arrojado encima) los enemigos del islam y sus amigos mal informados, el islam va a conquistar el mundo y su orgullosa bandera va a ondear en todas partes. Qué doloroso y triste es que los mu­ sulmanes, quienes poseen un bien — que desde donde empieza el mundo hasta donde termina, no tiene paralelo— , no hayan sido capaces de ofrecer (a los otros) esta valiosa gema de la que la libre naturaleza de todo ser hu­ mano está en busca, y de la que ellos mismos, negligentes e ignorantes (de su valor), a veces (incluso) rehúyen.7 Puede parecer escandaloso que este pasaje represente al islam como una m ujer a la que se debe quitar el velo y vender al m undo. Pero aquí las imágenes de Jom eini se extrajeron de la poesía clásica, género en que tam bién escribió. D icha poesía suele elogiar objetos escandalosos como el vino, las mujeres y el canto, no por ellos m ism os, sino con el propósi­ to de reflexionar de m anera crítica sobre el orden m oral que los proscri­ biría, y esto de m anera tal que ella m ism a no pudiera adm itir relación alguna con objetos tan controvertidos. Jom eini criticó abiertamente el orden m oral del islam tal com o solía entenderse, y buscó conferirles vida interior a sus estériles reglamentaciones, descritas en los m ism os térmi­ nos escandalosos que em plea m ás arriba.8 El párrafo citado bien podría ser, así, parte de un intento de conferirle vida interna propia al m undo com ún de los intercam bios, puesto que es este m undo de intercambios 6Ruhallah al-Musavi Khomeini, Akhirin Payam, Teherán, Sazman-e Hajj-o Awqafo Umur-e Khayriyyat, 1361, p. 27. 7Ibid., pp. 42-43. 8Véase por ejemplo el tratado místico de Khomeini, Rah-e Ishq, Teherán, Sazman-e Chap-o Intisharat-e Vizarat-e Farhang-o Irshad-e Islami, 1368.

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el que norm a el orden m oral en lo comercial, lo político, lo sexual y otros aspectos. Los escandalosos térm inos aquí em pleados apuntan, cuando menos, a una reflexión crítica sobre el orden de los intercam bios que tanto hacen por avivar. La diferencia entre dos m undos de intercam bios, uno m oral y otro inmoral, es lo bastante am bigua para que el ayatolá haya convertido el islam en un bien de consum o m ientras criticaba los bienes del capitalis­ m o. Y esta am bigüedad sigue haciéndose sentir en su descripción de un orden islám ico, cuyo carácter reglam entado de cabo a rabo puede con­ vertirse con facilidad en una im agen idéntica a la del orden capitalista sin reglamentar, al que se supone que debe oponerse; aunque, por ello m ism o, puede tam bién volverse una reflexión autocrítica de dicho or­ den. Así, para Jom eini el m undo de los intercam bios capitalistas debe reglamentarse porque destruye toda acción hum ana productiva. Pero la totalidad de esta reglam entación vuelve a poner en duda la gestión hu­ m ana, en particular la gestión de los ciudadanos, que es lo que al ayatolá m ás le preocupa. El W asiyyat N a m a h se im agina, entonces, un m undo ideal de intercam bios com o un sistem a casi enteramente regulado por una causalidad estructural, m ás que por una causalidad individual, de m odo que los m usulm anes serían privados de la iniciativa m oral que Jom eini rescataría del capitalismo: ...y es una escuela que, a diferencia de las escuelas no monoteístas, participa en todos los aspectos individuales, sociales, materiales, espirituales, cultura­ les, políticos y económicos (de la vida), y los ordena, sin pasar por alto nada — por insignificante que sea— que pudiera tener un papel en el desarrollo del hombre y la sociedad o en el progreso material y espiritual; y ha adverti­ do en contra de las barreras y las dificultades del camino hacia la perfección de la sociedad y el individuo, y ha señalado cómo podrían superarse.9 La totalidad de este orden es tal que invalida al tiempo m ism o, de m odo que los acontecim ientos históricos se vuelven equivalentes e inter­ cam biables entre sí, por representar sólo determ inadas funciones de un sistema. U n sistem a es, aquí, un orden en que los actos históricos son reducidos a funciones que pueden desempeñar diferentes personas en distintos lugares. L a siguiente cita com para luchas m uy disparejas contra la opresión con el martirio del nieto del Profeta en estos términos: 9 Khom eini, Akhirin Payam, p. 13.

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Y deben saber que los mandatos de los imanes — la paz sea con ellos— , relativos a la conmemoración de este acontecimiento trascendental en la historia del islam, y la maldición y el odio de quienes oprimieron el hogar del Profeta, [concuerdan] todos [con] los lamentos con que las comunida­ des protestan [en todas partes] contra los opresores a lo largo de la historia hasta la eternidad. Y ustedes saben que la maldición y el odio y el lamento contra la injusta dinastía Umayyad — la maldición de Dios caiga sobre ellos— , aunque fueron destruidos y enviados al infierno, son gritos contra [todos] los opresores del mundo, y mantienen vivos estos gritos que rom­ pen la opresión. Es necesario que en los cantos fúnebres y en las elegías y los panegíricos para los Imanes de la Verdad — que la paz de Dios sea con ellos— , el sufrimiento y la opresión causados por los opresores en todo tiempo y lugar sea destacado. En esta época, que es la época de la tiranización del mundo del islam en manos de Estados Unidos, los soviéticos y los clientes vinculados con ellos, incluyendo la Casa de Saud, esos traidores del Gran Santuario de lo Divino, sobre quienes han de caer las maldiciones de Dios, sus ángeles y los profetas, sus crímenes deben ser relatados, maldeci­ dos y odiados enérgicamente.10 Si los acontecim ientos históricos cumplen tan sólo funciones en un sistema, entonces pueden sustituirse, por supuesto, con otros sucesos que sirven — estos últim os— sólo com o ideales. La relación entre dos acontecim ientos de este tipo sigue siendo, no obstante, problem ática porque el identificarse con algo y el tom ar su lugar no son actos equiva­ lentes. H ay algo innom brable que sobra del acontecim iento original; algo que no puede ni subordinarse a una función ni ser sustituido por otro suceso. Este sobrante es la causalidad individual, la cual existe aquí com o un fantasm a que aparece en la m aquinaria de la causalidad estruc­ tural que opera el sistem a de Jom eini. El fantasma, podríam os decir, de una ciudadanía cuya soberanía se ha vuelto problem ática en un m undo de intercam bios globales com pletam ente regulados por una gestión es­ tructural. El ayatolá realizó su prim era declaración im portante sobre el siste­ m a y la función en V ilay at-e F a q ih .11 A hí justificó la ley del jurista islá­ m ico, al permitirle tom ar el lugar de los imanes, quienes son para los chiitas sucesores de la autoridad de M ahom a. En vez de representar a la 10Ibid., p. 9. 11 Imam Khom eini, Vilayat-e Faqih, Teherán, Muasiseh-e Tanzim-o Nasr-e Asar-e Im am Khom eini, 1378.

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autoridad del últim o im án — quien entró en ocultación en el siglo IX— , el jurista de Jom eini adopta, de hecho, esta autoridad. Y puede hacerlo porque el papel del im án se convirtió en una función que el jurista pue­ de asumir. El jurista no se convierte, por supuesto, en el im án, quien sobrevive com o el fantasm a de la causalidad individual en el sistem a de funciones de Jom eini, pero sí radicaliza su relación con el im án de una m anera que no tiene precedentes. N o es la reducción del im án a una función lo que es radical, sino su fantasm a, que aparece en esta función deseando una soberanía que ha desaparecido del m undo de intercam ­ bios de Jom eini. Em pezam os a ver ya los lineam ientos de la teoría de la identifica­ ción de Jom eini, así com o los del m undo de intercam bios que la hacen posible. Podem os evaluar el carácter de esta identificación com parándo­ la con la identificación m ística con D ios que la precedió. Esta últim a había sido enunciada en térm inos de la destrucción de la individualidad hum ana en el ser divino; una destrucción que en otro m ovim iento per­ m itió a lo m ístico afirmar su individualidad divina en una irónica inver­ sión. M ansur al-Hallaj, místico del siglo X, es el aspirante a dicha divini­ dad m ás celebrado; su declaración — “Yo soy la Verdad”— y su subsecuente ejecución por las autoridades religiosas han servido como clichés literarios durante m il años. El propio ayatolá se sirvió de este tropo en su poesía: Farigh az khud shudam-o kows-e anal haqq zadam H am chu m ansur kharidar-e sar-e d a r shudam 1

Liberado de mí mismo, lancé el grito “Yo soy la Verdad” Como Mansur, acepté (mi posición en) la cabeza de la horca. H ay un juego con la palabra cabeza o s a r , que alude tanto a la cabe­ za que M ansur perdió com o al m ando que ganó. L a frase sar-e d a r, que significa literalmente cabeza de la horca, se refiere a la individualidad que M ansur perdió y ganó. Esta frase tam bién puede leerse, claro está, com o una com binación de sar, cabeza, y d a r, horca, que unidas también form an la palabra s a r d a r o encabezar. Esta falsa genealogía (puesto que la palabra encabezar no guarda relación con la palabra horca) le da una distorsión aún m ás lúgubre a la vanidad de Jom eini. 12 Ruhollah al-Musavi Khom eini, Sabu-ye Ishq, Teherán, Intisharat-e Sada-o Simai-e Jam huri-e Islami-e Iran, 1368, p. 15.

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Para cuando el W asiyyat N a m a h llegó a escribirse, Jom eini había trasladado su atención de las identificaciones especializadas del jurista y el m ístico, a las prácticas identificadoras de los m usulm anes en general. Innovación que la Revolución Islámica hizo necesaria, pues necesitaba una elaboración de la teoría de gobierno del ayatolá en los térm inos de una ciudadanía popular. Y la Revolución es, en efecto, central para el W asiyyat N a m a h , com o en esta extraordinaria descripción de las masas que la realizaron: Con valor declaro que el pueblo iraní y sus masas de millones es hoy mejor que el pueblo de Hijaz en tiempos del Profeta — que la paz sea con él y con sus descendientes— , y que los pueblos de Kufah y de Irak en tiem­ pos del Príncipe de los Creyentes y de Hassan bin Ali — que la paz de Dios sea con ellos.13 L a osadía de la retórica de Jom eini, que contraviene todas las des­ cripciones acostum bradas del islam político, la convertirían en una mera adulación de los orígenes. Para Jom eini los orígenes son im portantes porque ya no existen; han sido transform ados en ideales, que él supone m ucho m ás poderosos. D e ahí su explicación de la superioridad del pue­ blo iraní en com paración con los m usulm anes que vivieron en la época de la fundación del islam: ...y éstos resultan de su amor, su apego y su gran fe en el exaltado Señor y [en] el islam y la vida eterna, a pesar de que no están ni en la auspiciosa presencia del Profeta misericordioso — que la paz sea con él y con sus des­ cendientes— ni en presencia de los infalibles imanes — la paz sea con ellos— . Y su motivación es la fe y la confianza en lo invisible.14 C on la destrucción de esas form as genealógicas y neoplatónicas que alguna vez vincularon a los creyentes con personajes y acontecim ientos sagrados, el Profeta se convirtió en un ideal que con su sola ausencia podía tener un efecto en los m usulm anes. U n personaje no tanto mesiánico com o cívico, pues lo que efectúa es una movilización revoluciona­ ria. Las especulaciones de Jom eini sobre el efecto político de la ausencia y la ignorancia form an una sola pieza, en realidad, con las especulaciones 13 Khom eini, Akhirin Payam, p. 21. 14Ibid., p. 22.

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de alguien com o Georges Sorel sobre el m ito de la huelga general. En cualquier caso, la acción política se explica no por lo que es — inte­ reses o quejas u opresión— , sino por lo que no lo es. Los teóricos de la conciencia política y las condiciones objetivas no pueden explicar la contingencia de los acontecim ientos — por qué un levantamiento popular hoy m ás que ayer o m añana, por ejem plo— , así que dism inuyen su im portancia consignándolos a la esfera de lo acciden­ tal. Pero Jom eini está interesado precisamente en esta contingencia, este misterio en que él ve la naturaleza religiosa de la acción política. Y la verdadera m ovilización revolucionaria sólo puede ser fiel porque depen­ de de lo que está ausente. Es por ello que ilustra el misterio de la identi­ ficación m usulm ana en su m áxim a expresión. Sabem os que para Jom eini la causalidad individual existe sólo como una función en el m undo de los intercam bios concebido com o un siste­ ma. Pero el individuo puede convertirse en ciudadano al identificarse con M ahom a, el fantasm a cuya causalidad soberana se aparece en este sistem a de funciones. Lo que tenem os aquí es una teoría de la ciudada­ nía sin el ciudadano. U na ciudadanía fundada en la ausencia y la fe. Lejos de verse com o una falta, esta ausencia es elogiada en los escritos de Jom eini, por lo general en términos de un tropo m ístico y literario que gozaría la separación del ser am ado com o una especie de placer.15 Pero Jom eini sí vislum bra un futuro en que el m usulm án se une al Profeta para convertirse en un sujeto soberano: El Profeta de Dios —la paz sea con él y con sus descendientes— dijo: “Dejo dos cosas con ustedes, el Libro de Dios y mi linaje; no habrán de separarse hasta que vuelvan a mí en el lago celestial...” . Tal vez la frase “no habrán de separarse hasta que vuelvan a mí en el lago celestial” podría ser indicio del hecho de que después de la existencia sagrada del Profeta de Dios — la paz sea con él y con sus descendientes— , lo que sufra cualquiera de los dos lo va a sufrir también el otro, y el abandono de uno es también el abandono del otro, hasta que estas dos entidades olvidadas vuelvan al Profeta de Dios en el lago celestial. Y ya sea este lago el lugar que incorpora a la multiplicidad en la unidad y las gotitas en el mar, o cualquier otra cosa, ¿puede llegar a ser comprendido por la mente y el alma de un hombre? Y debe quedar dicho que la crueldad de los tiranos con estos dos legados del Profeta misericordio­ so —la paz sea con él y con sus descendientes— también se ha infligido a la 15 Sobre esto véase especialmente Rah-e Ishq.

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comunidad musulmana, y, en realidad, a la humanidad entera, tanto [en tal medida] que la pluma no puede expresarlo.16 D os cosas merecen ser destacadas en este pasaje. En prim er lugar, la com unidad m usulm ana entera se introduce de contrabando en la rela­ ción entre el C orán y los im anes en la tradición que cita Jom eini. En el m ejor estilo revolucionario, la com unidad m usulm ana ha tom ado, de hecho, el lugar de los imanes, al igual que el del Profeta en el texto de Jo ­ m eini. En segundo lugar, el ayatolá hace un llamado a la destrucción m ística de la individualidad para describir la conciliación final del h om ­ bre y el ciudadano el D ía del Juicio, en adem án de aludir al carácter m ístico de la soberanía representada por M ahom a, pues una ciudadanía de este tipo sólo puede ser m ítica en un m undo concebido com o una totalidad o un sistema. Tal vez por eso Jom eini deja en el misterio la unidad apocalíptica del hom bre y el ciudadano. El misterio brinda, des­ pués de todo, la clave de su teoría de la ciudadanía, la cual le confiere al m undo de los intercam bios una vida interior que obra com o la raíz de toda acción política.

D E V U E LT A A L F U T U R O

Dieciséis años después del asunto Rushdie, de la f a t w a de Jom eini y del testamento político del ayatolá, M ahom a dio m otivo, una vez más, a una gran m anifestación de la globalización del islam. En septiembre de 2 005, el periódico danés Jy llan d s-P o ste n publicó una serie de caricaturas con el tem a del islam, los m usulm anes y el profeta M ahom a. El periódi­ co las había encargado com o parte de una com petencia en que se pidió a los caricaturistas que ilustraran el supuesto m iedo de los daneses y otros europeos de representar el islam de m anera crítica. En respuesta a dicha publicación, los m usulm anes de D inam arca protestaron contra algunas de las caricaturas, tales com o la que representaba a M ahom a com o un terrorista, con un grupo en protesta que trataba activamente de ganarse el apoyo de los líderes m usulm anes en M edio Oriente. La serie de representaciones diplom áticas y de otro tipo que hicieron los m usul­ m anes al gobierno danés en este periodo dieron lugar, todas ellas, a que 16 Khom eini, Akhirin Payam, pp. 1-2.

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este últim o invocara el principio liberal de la libertad de expresión en defensa del derecho del Jy llan d s-P o ste n a im prim ir dicho material. H acia el final del año, este oscuro acontecim iento había crecido com o bola de nieve para convertirse en una controversia global, con m usulm anes que protestaban — a m enudo con violencia— en el m undo entero contra los intereses daneses y otros intereses occidentales, en paí­ ses desde Indonesia hasta Líbano. En su faceta no violenta, estas m ani­ festaciones incluyeron un boicot generalizado a los productos daneses, sin precedentes en su extensión. Estos acontecim ientos m antuvieron la controversia de las caricaturas en el centro de la atención m undial du­ rante varias sem anas, e incluso sacaron de las prim eras planas las noticias sobre la guerra en Irak. Pero a pesar de las extraordinarias pasiones que se desataron tanto entre quienes protestaban com o entre sus oponentes, para marzo de 2006 las m anifestaciones de los m usulm anes se habían disipado por com pleto, dejando tras de sí un estado de confusión uni­ versal respecto de lo que en realidad se había tratado la crisis. A m bas controversias, la de 1989 y la de 2005, giraron en torno a la representación del Profeta del islam, y am bas se plantearon en O cciden­ te com o amenazas a la libertad de expresión. El debate sobre la libertad de expresión se rem onta a los orígenes del liberalismo — o, m ás bien, a los orígenes del Estado-nación, que es su instancia política. Los términos de esta controversia se rem ontan tam bién — lo que no deja de ser tris­ te— a los com ienzos del liberalismo, y son incapaces de abarcar la nove­ dad radical del desafío que lo confronta. A diferencia del peso de la tra­ dición que se im pone sobre este debate, el carácter iliberal de la protesta m usulm ana asom bra por la m odernidad de su form a. La libertad de expresión sólo tiene sentido, después de todo, en estados nacionales ar­ caicos porque protege el discurso de un grupo de ciudadanos contra otro, e incluso contra el propio Estado. Las protestas m usulm anas tienen sentido, por otra parte, en un contexto m undial nuevo de todo a todo. Las protestas contra las caricaturas estuvieron geográficam ente m uy dispersas y se m ostraron en su m ayoría indiferentes ante los derechos de los estados o las responsabilidades de la ciudadanía. Si esta indiferencia se hubiese debido sólo a su ignorancia o su irracionalidad, estos m usul­ m anes en protesta habrían podido educarse tarde o tem prano y conver­ tirse en buenos ciudadanos de una dem ocracia liberal. Por desgracia, éste no fue el caso. Las protestas de los m usulm anes, que llegaron tan lejos — m ás allá de los límites del Estado y la ciudadanía— fueron nutridas

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por la nueva racionalidad de una arena m undial. D entro de esta arena, la esfera m ás restringida de la libertad de expresión se había vuelto irre­ levante, puesto que en el plano m undial no hay ni una ciudadanía co­ m ún ni un gobierno que hagan significativa a la libertad de expresión, ni siquiera com o una expresión. El liberalismo estaba siendo desafiado ya no por su pasado, sino por su futuro. Los m usulm anes que protestaron no representaban una tradición religiosa que necesitara ser enseñada en las lecciones de ciudadanía m o­ derna. Sus protestas dieron vida, m ás bien, a una com unidad m undial hiperm oderna cuyas conexiones tienen lugar sólo por la vía de los m e­ dios m asivos. D esde las Filipinas hasta Níger, estos hom bres y m ujeres se com unicaron entre ellos sólo de m anera indirecta, y no a partir de un plan o por una organización, sino a través de los propios m edios. Y tal com o ocurrió durante el asunto Rushdie en 1989, en 2006 la mayoría de los m usulm anes se sintieron lastim ados no por el elemento ofensivo — un libro leído o una im agen vista— , sino por su circulación m undial com o inform e m ediático. Fue, no obstante, esta m ism a circulación del elemento ofensivo com o noticia lo que tam bién permitió a los m usul­ m anes representarse ellos m ism os com o una com unidad global en, a través de y com o noticia. M ás aún, pudieron hacerlo así sólo por la vía del inglés com o lengua global. N o es casualidad que la controversia de las caricaturas haya tom ado por sorpresa al m undo m usulm án sólo des­ pués de haberse reportado en la BBC y en CNN. El inglés, no el árabe, es la lengua fuente del islam global. En esta com unidad hiperm oderna, las tradicionales distinciones de creencia y de práctica han dejado de ser relevantes, com o lo ha sido, de hecho, la propia religión en un sentido anacrónico. Puesto que el m usulm án genérico que se exhibió protestando en las pantallas de la televisión del m undo entero no podía estar m arcado por ninguna pre­ ocupación teológica en particular, en el asunto Rushdie, el tem a explíci­ tam ente religioso de los “versos satánicos” nunca se consideró m otivo de ofensa, incluso en la f a t w a del ayatolá Jom eini; tam poco los m usulm a­ nes que protestaron casi veinte años después hicieron nada respecto de la supuesta proscripción del islam de la im agen del Profeta. En cualquier caso, hay una larga — si bien controvertida— historia de m usulm anes que representan a su profeta. Dichas im ágenes siguen proliferando entre los chiitas, por ejemplo, lo que en m odo alguno desalienta la protesta por las caricaturas en Bagdad o en Teherán.

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Estas preocupaciones teológicas son, en realidad, interesantes sólo para los defensores de la dem ocracia liberal, quienes piensan en las ame­ nazas a sus libertades en unos términos que están varios siglos desfasa­ dos. Q ue debía ser un grupo religioso el que dem ostrara aquí su globalización era, en todo caso, congruente con el pasado del liberalismo. El Estado-nación se fundó, después de todo, para contener a la religión, que se veía com o la sola entidad capaz de ofrecer un fundam ento alter­ nativo para la vida política. D e m odo que es del todo natural si hoy el islam parece confrontar al Estado liberal con su propio m ito fundador, que se ha convertido en el m onstruo de Frankenstein de su historia. La dem ocracia liberal parece estar condenada a repetir su propio pasado por la m anera en que prefigura a sus enemigos, concebidos siempre com o oferentes de fundam entos alternativos para la política, tales como el de la religión. Si no la religión, entonces el anarquismo, el fascismo o algún otro rival histórico del Estado liberal viene a tom ar este papel en la prolongada com edia de su fundación. Pero esto no es verdad respecto del islam global, que debe definirse en térm inos del futuro del liberalis­ m o, no de su pasado. Igual que en el asunto Rushdie, el Profeta insultado en estas caricatu­ ras danesas no es un personaje religioso de ninguna manera tradicional. En 1989 fue M ahom a, el esposo y el hombre de familia, quien se puso en tela de juicio a los ojos de los que protestaron. M uchos de los que protes­ taron en el nuevo siglo siguieron expresando su dolor com parando al Pro­ feta con los miembros de sus “familias”, un papel religioso que es difícil que él hubiera desempeñado, y de dudosa ortodoxia, en todo caso. Éste es un lenguaje más propio de la tradición cristiana que de la musulmana. M ahom a, en cuanto padre, esposo y hombre de familia se ha convertido, en realidad, en un modelo de esos papeles de la clase más m oderna, tal que representa el ideal m usulm án no como el ciudadano ni tam poco como el líder de un Estado — como lo fue para los fundamentalistas de ayer, inclu­ yendo al propio ayatolá— , sino, en su lugar, como una figura propiam en­ te global. Y el Profeta, en cuanto figura global, se manifiesta él m ism o en formas nacionales más que políticas. Es su particularidad m ism a en cuan­ to padre, esposo y hombre de familia la que se ha universalizado, más allá del lenguaje del Estado y la ciudadanía, para otorgarle a M ahom a un sem ­ blante global como parte de una fam ilia mítica. Las protestas m usulm anas por las caricaturas de M ahom a publica­ das en el periódico danés Jy llan d s-P o ste n no representaron ninguna ame­

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naza para la libertad de expresión en las democracias liberales. Le plan­ tearon, m ás bien, un reto a la propia dem ocracia liberal com o una form a política que se estaba haciendo obtusa dentro de una nueva arena global. Y si bien este reto de ninguna m anera augura la muerte de los estadosnación, sí los fuerza a adoptar nuevas form as que pongan en tela de juicio las premisas y los fundam entos del liberalismo. ¿Q ué podría ser m ás sintom ático al respecto que la erosión de libertades civiles en dichos estados com o parte de la guerra m undial contra el terrorismo? Las de­ m ocracias liberales están siendo hoy en día crecientemente atravesadas por nuevos vectores globales, que abarcan toda la gam a, desde los inm i­ grantes hasta las corporaciones m ultinacionales. El islam representa sólo uno — aunque quizás es el m ás interesante— de estos vectores. Si bien el islam no es, de hecho, el único m ovim iento global a la redonda, ni el único que le plantea desafíos a la dem ocracia liberal, su situación geopolítica ha hecho de esta populosa religión el fenómeno m ás volátil de nuestros tiem pos. La globalización del islam ha sido posi­ ble porque no está anclado ni a una autoridad religiosa institucionaliza­ da com o una iglesia, ni a una autoridad política institucionalizada como un Estado. Es, en efecto, la continua fragm entación — y, por consi­ guiente, la democratización— de la autoridad en el m undo del islam, lo que podría dar cuenta de la m ilitancia de su globalización. ¿Q ué fue lo que demostraron las protestas globales por unas cuantas caricaturas danesas, si no la escisión de la autoridad islámica, puesto que estas expre­ siones de indignación m usulm ana estuvieron rara vez organizadas por algún seminario o partido político? Ante la ausencia de una autoridad religiosa o política significativa en el actual m undo m usulm án, son pre­ cisamente personajes no vistos, com o Al Q aeda o las caricaturas danesas, lo que tiene la capacidad de movilizar a los m usulm anes en el plano global, aunque, claro está, de maneras distintas e incluso opuestas. Las protestas por las caricaturas, por ejemplo, evitaron en general la retórica de la guerra santa, aunque sí se sirvieron de los m ism os temas de dolor y respeto que Al Qaeda. El islam ya no sirve sólo para m anifestar reacciones contra el neocolonialism o o la democracia, el capitalismo o la m odernidad, sino que establece cada día m ás las condiciones de la política en el m undo. Así, la inesperada intensificación de la controversia de las caricaturas la llevaron m ás allá de cualquier m anifestación respecto de Irak, Afganistán o la Bahía de G uantánam o. Claro está que estos temas, y otros m ás locales,

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alim entaron la ira m usulm ana. Pero lo hicieron ofreciéndole al islam global una oportunidad de manifestarse de una m anera m ás arcana y, por consiguiente, autónom a: m ediante una serie de caricaturas. Al aven­ turar a las caricaturas danesas com o causa — de una m anera al parecer arbitraria— , los m usulm anes que protestaron sólo estaban probando que el islam global estaba relativamente exento de las tradiciones políti­ cas propias del liberalismo. Al igual que otros m ovim ientos globales, desde el ecologism o hasta la antiglobalización, el m ovim iento m usul­ m án que tenem os en la m ira es libre de trazar su propia trayectoria y no va a seguir los dictados de la idea de otro sobre la racionalidad política. Se dejó a los dem ócratas liberales rum iar el significado de este m ovim iento e idear su explicación: el im perialism o estadounidense, la explotación económ ica o la dictadura del Tercer M un do. M ientras tanto, los m ism os que protestaron, que deben de haber estado m ás que fam iliarizados con sem ejantes doctrinas obsoletas, se contentaron con ignorarlos por com pleto. Las caricaturas danesas no sólo disfrazaron de religiosas las causas políticas o económ icas del enojo de los m usul­ m anes, puesto que hem os visto que éste tuvo poco o ningún fu nda­ m ento religioso. M ás bien, perm itieron que los m usulm anes determ i­ naran las condiciones de la política global y optaran precisam ente por una cuestión que los estados nacionales son incapaces de abordar. Esta m ism a cuestión — de dolor, insulto y ofensa personal— ilustra, sin em bargo, la naturaleza global de las protestas, porque situó a los m u ­ sulm anes fuera de las fronteras geográficas y las categorías jurídicas de cualquier Estado. En cuanto sujetos globales, estos m usulm anes y su Profeta fueron lastim ados con gran facilidad porque habían sido des­ pojados de la protección que ofrecen los estados y la ciudadanía. Su dolor se sentía y se expresaba de m anera descarnada, y palpitaba fue­ ra del m im ado debate sobre la libertad de expresión. Porque el islam global nos llega desde el futuro, puede exponer con tanta claridad los límites de la dem ocracia liberal; límites que son evi­ dentes en la definición circular que ha m arcado al liberalismo desde los tiem pos de su fundación: serán tolerados sólo quienes sean ellos m ism os tolerantes. Al hacerla por com pleto dependiente del com portam iento de otros, esta definición priva a la tolerancia de todo contenido moral. La tolerancia se convierte, así, en un proceso de exclusión en donde el juzgado es siempre el otro. Incluso en su versión m ás convenida la defi­ nición es, no obstante, dem asiado lim itada porque su circularidad opera

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sólo dentro de los confines de un Estado nacional. Es incapaz de encarar en absoluto diferencias reales, y de ninguna m anera diferencias en un plano m undial. Aun dada su indudable im portancia, debem os recordar que nunca se pretendió que la tolerancia liberal reemplazara cualquier otra ética de la sociedad civil; es, en cam bio, una form a procedim ental y legalista específica del funcionam iento del Estado-nación. H ay m uchos otros tipos de tolerancia posibles, incluyendo la cris­ tiana, llam ada caridad, que convertiría a otros — o fom entaría buenas relaciones con ellos— m ediante la transigencia y el ejemplo. Pero las definiciones éticas — m ás que jurídicas— de la tolerancia, com o la cris­ tiana, no se invocaron, por lo general, en esta controversia en que los com entaristas abandonaron por com pleto las dem andas de la sociedad civil para convertirse en portavoces del Estado. Es sin duda, no obstante, en la sociedad civil donde reside el problem a, y donde los estadistas — de G andhi a M andela— han m ovilizado en el pasado reciente semejantes conceptos no legales de la tolerancia para efectuar grandes transform a­ ciones sociales. N o se tiene que legislar esta clase de respeto, sino sólo inculcarlo com o un principio ético. Y esto sólo es posible sum ergiéndo­ se por debajo de la universalidad negativa de la tolerancia liberal — liga­ da, com o lo está, a la neutralidad y la indiferencia del Estado— , para com prender la tolerancia positiva, si bien particular, de los hindúes, los cristianos o incluso los ateos. La paradoja de esta particularidad es que resulta m ucho m ás expansiva que la universalidad de la tolerancia libe­ ral, porque no puede confinarse a los límites de un Estado-nación. Es esta particularidad del respeto, e incluso de la tolerancia positiva de la caridad cristiana, lo que m uchos de los m usulm anes que protesta­ ron habían estado pidiendo, sin im portar qué tan temible fuera el m odo. Sus excesivas expresiones de dolor no se debieron, de ninguna manera, directamente a las caricaturas, después de todo, puesto que éstas nunca fueron vistas por la mayoría, sino a la falta de respeto por el sentir m u ­ sulm án. A diferencia de las fotografías de soldados estadounidenses m al­ tratando prisioneros iraquíes en A bu Ghraib, estas imágenes no se hicie­ ron circular por el m undo entero para azuzar la ira m usulm ana. Al igual que ocurrió antes con la novela de Rushdie, no se esperaba, de hecho, que las caricaturas fueran vistas en absoluto, lo que explica las acciones populares contra los periódicos en el m undo m usulm án, que sí trataron de incitar protestas al im prim irlas. El que unas caricaturas invisibles de­ bieran ser m ás ofensivas en el plano m undial que m últiples fotografías

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que m uestran la tortura de la m anera m ás real posible es un hecho im ­ portante, un hecho que tiene poco que ver con el ultraje a cualquier sentir específicamente religioso. D ad a la invisibilidad de las caricaturas en el m undo m usulm án, no hubo ahí un ultraje real al sentir religioso, sino sólo el inform e de la falta de respeto de los europeos. En otras pala­ bras, la m aterialidad de las im ágenes en sí no tuvo nada que ver con las protestas que suscitaron, sino sólo el aparente agravio al sentir m usul­ m án a partir del inform e de su circulación. M ás que por una ofensa vi­ vida o por una realidad reconocida, los m usulm anes estaban protestan­ do por la violación de un principio ético. Éste fue el porqué manifiesto de un principio no jurídico de respeto en una sociedad civil m undial hecha posible gracias a los m edios de com unicación, los m ercados y la migración. La dem anda inicial de los m usulm anes daneses de protección para sus propios prejuicios no amenazó de ninguna manera, sin embargo, la libertad de expresión. Tam poco los m usulm anes de D inam arca ni de nin­ gún otro lugar de Europa y Norteam érica plantearon sus exigencias con violencia criminal. D ichas demandas se hacen todo el tiempo, de hecho, en las democracias liberales, donde los límites de la libre expresión están, por consiguiente, en cam bio permanente. D e los secretos de Estado a la discriminación racial, del libelo y el derecho de autor al acoso sexual, las proscripciones a la expresión están siendo aplicadas por los propios de­ fensores de su libertad. La actual guerra contra el terrorismo ha llevado, de hecho, a la m ás decidida reducción de dicha libertad en décadas. M ientras tanto, los m usulm anes están inventando nuevas form as de práctica ética y política para la arena m undial. Tales fueron los notables boicots a los productos daneses en m uchas partes del m undo islámico. Por m uy desleales o injustos que hayan podido ser, estos boicots pacífi­ cos e individualizados de una am plitud sin precedentes fueron, al igual que las controvertidas caricaturas, perfectamente legales e incluso dem o­ cráticos. Se derivaron, en efecto, de una tradición de boicots no estatales o de la sociedad civil, que incluyen el m ovim iento para liberar a Sudáfrica de la era del ap a rth e id . Estos dos boicots operaron a través del capita­ lism o transnacional para crear una ética y una política m undiales al m ar­ gen del conocim iento de los estados. Estam os ya un paso adelante de la prohibición y la polém ica suscitadas por el asunto Rushdie. M ás im portante aún es, sin em bargo, el hecho de que esta m oviliza­ ción m undial de m usulm anes no se haya representado a sí m ism a ni en

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el viejo lenguaje del im perialism o y la opresión, ni en el de la resistencia y la y ih a d . En su lugar, tom ó su retórica del arsenal del propio liberalis­ m o, extendiendo tan sólo categorías tales com o la dem ocracia y la socie­ dad civil a una arena m undial. Pero esta extensión tam bién transform a dichas categorías, que parecen haber alcanzado por fin la universalidad que el liberalismo les confirió, si bien sólo fuera del Estado-nación y sus form as jurídicas. Lo que ha resultado de estas protestas y boicots no es sim plem ente, entonces, un perjuicio para la econom ía danesa, sino más bien un cam bio total de la escena prim ordial de la libertad liberal, tal com o fue postulada por Jyllands-Posten. El escenario visualizado por Jyllands-Posten es el de una m inoría inm igrante pobre cuya tolerancia es “puesta a prueba” por una m ayoría afianzada y acaudalada. (¿Pero no la doctrina clásica de la tolerancia li­ beral tiene por objeto proteger a las m inorías de las mayorías, y no al revés?). U na vez cum plida la predicción del periódico al fracasar en su prueba, esta desdichada m inoría puede ser entonces acusada de am ena­ zar la constitución liberal de la mayoría. N o voy a emprender la desagra­ dable tarea de especular sobre los m otivos del periódico para crear sus propias noticias robándose de esta m anera a sí m ism o las prim icias, ni voy a preguntar sobre la posterior subida de sus ventas. El desenlace fue una repentina im plosión del público nacional del periódico para dar lugar a un público m usulm án m undial, entre el que la desafortunada m ayoría danesa se convirtió inesperadamente en minoría. ¿Estos boicots señalan, entonces, el lento m ovim iento de las prácticas democráticas de una arena nacional a una global, un m ovim iento en que no existen has­ ta ahora instituciones que lo anclen?

9. UN M ODELO PARA LA M ODERNIDAD NACIONAL La política en Pakistán Ian Bedford 1

Es m ás fácil perseguir la m odernidad que definirla. Los criterios diagnós­ ticos considerados como directrices — en el ánimo en que generaciones enteras, desde Weber, han distinguido entre las form as “m odernas” y las “tradicionales” de legítim a autoridad— pueden propiciar una com pren­ sión demasiado petrificada, sobre todo por dar a entender que la m oder­ nidad es una condición que “espera” a las sociedades y las culturas. Es cierto que la m odernidad (como quiera que la definamos) es algo que sorprende a las personas. Pero también es adoptada por ellas. En todas partes, sus manifestaciones se acom pañan de expresiones vehementes — y a veces explosivas— de afecto: ya de adhesión, ya de repudio. En un país com o Pakistán, fundado explícitamente para ser patria de los m usulm anes de India, las nociones de la m odernidad y lo moderno son tan comunes com o en cualquier otra parte. Se pueden distinguir dos áreas de aplicación. En el plano estatal, la burocracia civil y, en especial, el Ejército se han propuesto a sí m ism os como instituciones particular­ mente adecuadas para supervisar un marco de administración para un pueblo digno de ello. Pero además de éstos, los portavoces y los guardia­ nes del islam han tenido m ucho que ver con lo moderno. En algunos aspectos sus preocupaciones se han lim itado a hacer eco a las de grupos semejantes de m usulm anes en todo el m undo, com o en Indonesia, por ejemplo, donde se aprecia una m odernidad “bíblica”,1 y lo tradicional se 1John Bowen, Muslims through Discourse, Princeton, Princeton University Press, 1993.

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viene identificando m ás y m ás con lo infundado y lo irracional. Al mismo tiempo, las circunstancias de Pakistán se salen de la norm a en cuanto a que en todas partes — desde la inserción de la “Resolución de O bjetivos” (1949) hasta el Preámbulo de la Constitución, m ucho antes de que ésta se proclamara— , la cuestión del islam ha sido una preocupación central del Estado. En la explicación que expongo enseguida, las iniciativas del Ejército y de algunos guardianes del islam , protegidas y prom ovidas durante el gobierno militar, van a considerarse com o m edidas tom adas en la im p o­ sición desde arriba de un determ inado tipo de m odernidad nacional. Para aclarar este enfoque, se va a tom ar com o antecedente el caso ejem ­ plar del m odernizador turco M ustafá Kem al — m ás adelante A taturk— , pues m arcó un precedente que ningún m odernizador subsiguiente del Ejército pudo pasar por alto. Ataturk fue un gobernante seglar desafian­ te; su legado a la República Turca — no carente de mezcla— es una for­ m a de laicism o com bativo que perm ea la vida cívica, aunque lo suyo es el Ejército. El presidente de Pakistán y adm inistrador en jefe de la Ley M arcial, el general Z ia ul-H aq, tom ó el poder (en julio de 1977) y ordenó la ejecución de su predecesor, el prim er ministro electo Zulfiqar Ali Bhutto. A raíz de la am plia movilización nacional desde las bases — que derrocó al sha en Irán (1978-febrero de 1979) — , el general Z ia buscó conciliar a los ‘ ulem as y los m usulm anes laicos que, de lo contrario, podrían cau­ sar problem as. Estos peligrosos elementos estaban, com o lo vam os a ver, m otivados y facultados, pero no estaban de ninguna m anera conciliados. El regalo del general Z ia a Pakistán — del que el Talibán puede considerarse un ingrediente— es una versión de la m odernidad nacional en que el Estado — adm inistrado o vigilado de cerca por el Ejército— sirve de vehículo a un islam reform ado, pronunciadam ente no “indio”, que expresa el genio de la nación. Esta visión m odernizadora fue recibi­ da con tal entusiasm o por sus beneficiarios arm ados, que el traum a del daño ha dem ostrado ser im posible de barrer. El financiamiento del exte­ rior, principalm ente de Arabia Saudita, ha contribuido no sólo a la su­ pervivencia de la visión, sino a una brutal cultura de violencia. En los pueblos del sur de Panjab y en otras partes, los tehriks o “m ovim ientos” sunitas aterrorizaban a los chiitas, entre otros grupos, m ucho antes de que Estados Unidos derrocara a Saddam H ussein en Irak. Pakistán se ha convertido en la últim a década no tanto en un refugio sino en una reser­

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va sin fondo de terroristas em ocionalm ente exacerbados por un enorme ressentim ent, que es un aspecto de cierto tipo de m odernidad.

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N ad a podría estar m ás lejos del laicismo que este particular tipo de m o­ dernidad en Pakistán. Sin em bargo, voy a postular a continuación que fue por el general Z ia — y no por su predecesor en la Ley Marcial, el general Ayub Khan, que era laico y conocía a su A taturk— , por quien al m enos un aspecto del enfoque de A taturk de la construcción de la na­ ción tuvo una aproxim ación m ás poderosa. En otras palabras, había del m odelo de A taturk algo m ás que su laicismo. Los logros de A taturk se van a considerar aquí no sólo com o un precedente empírico, sino com o el término de una poderosa, si bien idiosincrásica, tesis de la m odernidad que ya Louis D u m ont adelantó. D u m on t escribe en L a id eología a le m a n a sobre una “aculturación” para la m odernidad, y traslada su planteam iento a Lenin. D u m ont tom a por “característica de la m odernidad [...] una determ inada configuración de ideas-y-valores [...], una configuración relativamente consistente, m ar­ cada por la prim acía del individuo” .2 Puesto que en el Occidente m oder­ no, “el individuo” ha pasado a darse por supuesto, D u m on t ve esa aceptación com o un obstáculo para la com prensión de la sociedad. Una vez que la configuración individualista está plenamente desarrollada, como se decía en el siglo XVIII, agudiza su demanda contra la sociedad contemporánea y surge la creencia — en algunos países y en determinadas esferas sociales— de que es posible lograr una sociedad que se ajuste por completo al individualismo [...] Socialmente hablando, el individualismo era entonces una especie de teoría utópica resguardada de todo contacto con la vida social real. C uando llegó a instaurarse, com o en Francia con la Revolución, esa ins­ tauración fue selectiva, y pudo ser sólo selectiva, ya que una sociedad fundada por com pleto en el individualism o no habría sobrevivido. C on la propagación del liberalismo económ ico, esa expresión directa de la 2 Louis Dum ont, German Ideology: From France to Germany and Back, Chicago, Uni­ versity o f Chicago Press, 1994, p. 7 (en francés, París, Gallimard, 1991).

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ideología individualista que condena “toda intervención del Estado, cuyo único papel es brindar las condiciones necesarias para el libre juego de la racionalidad económ ica en la em presa y el mercado [...], tan pron­ to com o el sistem a está del todo en vigor, se traduce, paradójicam ente, en una renovada intervención del Estado en casi todos los países en cuestión [...]. N adie, así sea el señor Reagan, se atrevería hoy en día a regresar al liberalismo de H oover” .3 C o m o podem os ver, D u m o n t llega aí a la m odernidad por la vía del individualism o, un concepto (que él m ism o explora a fondo en varias de sus obras) cuyas declaraciones pueden ser nada m enos que absolutas, com o en el liberalism o de Reagan o en el de Hoover, pero que en la práctica está siem pre adulterado por algo m ás, por algún ingrediente del holism o, por usar un térm ino de la tradición durkheim iana. D u m o n t utiliza el ejem plo de A lem ania — la A lem ania de Herder m ás que la de K ant— para m antener vigente que cuando la “m o ­ dernidad” se presenta a una nación o a un pueblo desde afuera, com o un com plejo de novedades que no se van a desvanecer así n ad a más, esa nación — si está en posición de hacerlo— va a determ inar lo que se com prom eta a recibir y le va a agregar algún ingrediente propio, de entre sus recursos “holísticos” . Es así com o habla de una “aculturación para la m od ern id ad ” . En Alem ania, en contraste con Francia — escribe D u m on t— , Herder m ontó una “contraofensiva” a la noción cosm opolita de m odernidad en nom bre de la com unidad alemana, de la que se tem ía que fuera deja­ da de lado. Esta com binación idiosincrásica de una veneración por el G em ein sch aft alemán con una devoción por el desarrollo personal “inte­ rior” del individuo era una form a de adaptación (aquí lo digo sin m ati­ ces) de la que D um ont afirma que se hizo sólo en Alem ania. El m odelo que D um on t le atribuye a Lenin tuvo, no obstante, m e­ nos (aunque todavía m ucho) que ver con particularidades culturales, y se internacionalizó con facilidad. La iniciativa de Lenin tenía que ver con un “pueblo desgarrado entre la identidad cultural rusa y lo que aquí llam am os la configuración individualista de O ccidente” .4 Se ajustó, en­ tonces, al patrón general de “aculturación” esbozado por D um ont; su contenido — a diferencia del contenido del m odelo alemán— podía, sin 3Dum ont, Germán Ideology, p. 8. 4Ibid., p. 12.

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em bargo, desprenderse del m arco original y adoptarse en otra parte, para empezar, por “los partidos com unistas en todo el m undo” . La “osa­ da” iniciativa de Lenin está descrita en un docum ento ostensiblemente m arxista, la “ Tesis de abril”, de 1917. Al rebasar un escenario histórico en el esquem a m arxista — precisamente el escenario que “produjo las condiciones para intervenir”— , Lenin abrazó “el sueño populista de una transición directa del derrocamiento de la autocracia zarista a la cons­ trucción del socialism o” (D um ont cita aquí a Andrej Walicki). El atractivo de este m odelo — no sólo para los constructores de las naciones sino para los aspirantes a la m odernidad en sus diversas versio­ nes— puede ilustrarse hasta el día de hoy. En Afganistán, en la década de 1970, el estudiante de ingeniería G ulbuddin Hekm atyar leyó a Lenin,5 y pudo haber tom ado de lo que aprendió la estructura organizativa del Hezb-i Islami. Adem ás de la noción del partido — una tipificación vanguardista, m ás que una personificación del pueblo— , el ingrediente esencial del m odelo leninista era su voluntarism o extremo. N a d a pudo haber estado m ás lejos de la mente de Lenin que el islam ism o; pero en este caso, y en otros, puede demostrarse cóm o ciertos ingredientes del m odelo sobrevivieron al trasplante y continuaron ejerciendo un efecto persuasivo alrededor del m undo. A causa de su indiferencia m ism a ante las particularidades culturales, la iniciativa propiam ente leninista no brinda de suyo una ilustración integral del carácter cultural, íntim o, del doble m ovim iento — tanto de apropiación com o de adaptación— esbo­ zado por D um ont. 3

¿H ay un ejemplo de la “aculturación para la m odernidad” que a pesar de su carácter particular haya ejercido una influencia com parable a la de Lenin fuera de su contexto inm ediato? Un ejem plo sem ejante tendría que procurarse su propia vía en la herencia cultural de un pueblo, o de un pueblo-por-ser, m agnificando algunos elementos, reduciendo otros, para conform ar un ideal público que se adoptaría en nom bre de la m o­ dernidad. A spectos del m odelo leninista tales com o la estructura del partido bolchevique y, m ás aún, de un voluntarism o com o el de la “ Tesis 5 Olivier Roy, Islam and Resistance in Afghanistan, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, p. 78.

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de A bril”— que podría propiciarse con éxito sólo en el plano político— , son dem asiado generales, dem asiado fáciles de desprender, com o para hacerles justicia a las reflexiones de D um ont. Yo creo que sí hay un modelo semejante: el logro de M ustafá Kemal — Kemal Ataturk— al haber constituido una nación seglar a partir de una población m usulm ana en Turquía ha sido ampliamente admirado — y em ulado— en otros países musulmanes, en particular por líderes milita­ res. Lo que no quiere decir que todas las aplicaciones del modelo hayan sido exitosas. N i quiere decir tam poco que el m odelo en sí haya sido bien comprendido, sino m ás bien que se ha propuesto él m ism o, irresistible­ mente, en circunstancias en que ha aparecido un líder militar para ocupar una posición similar a la de M ustafá Kemal en 1924. El ejemplo más ex­ plícito es el modelado de sus propias acciones emulando las de Ataturk que hizo el fundador de la dinastía Pahlevi de Irán, Reza Sha, una vez que hubo tom ado el poder, en 1925. M ustafá Kem al, lo que era entonces, fue un exitoso general al servi­ cio del Im perio otom ano en la Primera G uerra M undial. A principios de la década de 1920, antes de que se eligiera la Gran A sam blea N acional en Turquía, y hasta un poco después, se le tuvo equivocadamente, al m enos en Occidente, por panislam ista,6 pero cam bió de opinión m uy rápidam ente. C om o bien lo saben los estudiantes del M ovim iento para la Libertad en India, la colaboración de los hindúes y los m usulm anes contra los británicos se estableció a principios de la década de1920 sobre la base de la aceptación de G andhi del M ovim iento Khilafat com o ex­ presión de la causa nacionalista. Los hindúes anticolonialistas, así como los m usulm anes, protestaron entonces contra la supuesta intención de Gran Bretaña — tras la derrota de los otom anos en la guerra— de abolir el califato en Estam bul. Fue, no obstante, el propio A taturk quien, a partir de 1924, en cuanto presidente de la República de Turquía, abolió el califato, laicizó los tribunales islám icos, suprim ió los tocados islámicos e introdujo una serie de m edidas que tuvieron la fuerza de una abrupta declaración de guerra sim bólica (y real) contra el islam. El obstáculo no era tanto dogm ático com o cultural; el islam era visto, m ás que com o una religión, com o la cultura com partida por una com unidad que se resistía a la modernización. 6 p. 178.

Jacob M . Landau, The Politics o f Pan-Islam, Oxford, Oxford Clarendon Press, 1990,

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Este atropellado asalto no habría sido posible, claro está, sin el con­ trol de los recursos del Estado por un partido único, por un solo h om ­ bre y su gobierno. Pero en una perspectiva de largo plazo, tam poco habría sido posible sin la sustitución o, en un cierto sentido, el descu­ brim iento de una identidad cultural que pudiera definirse de tal m odo que com pitiera con la identidad m usulm ana de la vasta m ayoría de los súbditos turcos, e idealm ente la suplantara. Por esta razón, el trunca­ m iento del dom inio im perial, la pérdida de las provincias árabes y la concentración de un ideal de autonom ía en la provincia rem anente de A natolia — ahora el corazón del territorio— pueden considerarse ya no com o una calam idad sino com o una solución, la solución a un proble­ m a enteramente nuevo. N o s parece, el día de hoy, cualquier cosa m enos axiom ático el que una identidad “turca” se hubiera conocido — y se hubiera vivido— pri­ mero en Turquía. Pero la identidad turca se form uló — com o identidad cultural y com o program a político— entre diversas poblaciones m inori­ tarias, no sólo una, en el im perio ruso de finales del siglo XIX,7 e incluso com o una veta del bolchevism o,8 antes de que M ustafá Kem al le diera semejante uso definitivo. Los turcos del im perio otom ano no eran una m inoría. Apenas si habían sido, hasta entonces, “turcos” . Sin esta posibilidad de sustituir y, en realidad, de reemplazar la identidad en un plano nacional y en nom ­ bre de la “m odernidad”, M ustafá Kem al habría sido tan sólo un com an­ dante m ilitar m ás al frente del Estado. Unos diez años después, nadie habría recordado su m odelo; así hubiera tenido — o no— la audacia de desmantelar el islam, no habría dispuesto de nada con qué reemplazarlo. Sin esta sustitución de identidades, su afam ado laicism o — un ingre­ diente tan fundam ental com o la etnicidad para la m ística del kemalism o— no habría logrado ninguna perm anencia prolongada. Siendo “A taturk” o no, no habría obrado m agia alguna ni habría sentado nin­ gún precedente en el m undo. El desafío que armó habría sido apenas diferente del proclam ado alrededor del m undo por los dictadores m ili­

7 Tadeusz Swietochowski, Russian Azerbaijan 1905-1920, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp. 31-32; Adeeb Khalid, The Politics o f Cultural Reform:Jadidism in Central Asia, Berkeley, University o f California Press, 1998. 8Alexandre Bennigsen, Les mouvements nationaux chez les Musulmans de Russie: le *sultan-galievisme’ au Tatarstan, París, Mouton, 1960.

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tares del siglo XX. Su convicción se habría parecido sim plem ente a la de aquéllos: que el Ejército tenía por sí solo la visión y la determinación capaces de llevar a un pueblo esclavizado por la tradición hasta un m un­ do moderno. 4

En agosto de 1948, un año después de la proclam ación de la nueva na­ ción de Pakistán, M uham m ad Asad, director del Departam ento de Es­ tudios del Pensamiento Islámico, reenvió un m em orándum al gobierno de Pakistán. Este docum ento se retom ó luego de m ás de cuarenta años, cuando el país enfrentó su legado de “islam ización” después de Z ia ulH aq (F ro n tie r Post, Lahore, 10 de abril de 1992). [...] La descripción del islam trazada por la mayoría de nuestros ‘u lam a “profesionales” no corresponde a las necesidades de nuestra sociedad ac­ tual, por ser de una total rigidez y estar encadenada a ideas sobre la ley que sostuvieron grandes sabios de los primeros siglos del islam. Se sigue, por tanto, que esta descripción no puede de ninguna manera reflejar las verda­ deras intenciones del Legislador [...] pues estas conclusiones jurídicas no eran, con toda seguridad, “definitivas” en el sentido de tener validez abso­ luta para todos los tiempos [...] Hay dos vías abiertas para la sociedad musulmana de nuestros días: ya sea volver al Mensaje original del islam y comenzar a pensar de nuevo en sus implicaciones — con la perspectiva de hacer del islam, una vez más, la base práctica de nuestra vida social y cultu­ ral— , o bien desterrar por completo el islam de la vida política, como lo hizo Kemal Ataturk en su país.... Fue a la prim era de las alternativas de A sad — ¡y no a la segunda!— a la que el “laicism o” declarado del régim en de Ayub Khan (1 9 5 8 ­ 1969) correspondió apenas. El general Ayub Khan, incluso antes de ser presidente, por no hablar del m ariscal de cam po, sum ió al país bajo la Ley M arcial (octubre de 1958). N o estaba dispuesto a integrar a los ‘u la m a , ni realmente a nadie más, en la adm inistración de Pakistán, pero no tenía m alas intenciones respecto del islam com o tal. El islam que él favorecía tenía un ingrediente de “reform a”, y estableció institu­ ciones para dilucidar su naturaleza. Su elección para el cargo de director del Instituto de Investigaciones Islámicas fue el doctor Fazlur Rahm an,

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erudito que ya era autor de un libro notable,9 en que propone una crí­ tica de la ortodoxia y les presta considerable atención a los puntos de vista de los f a l a s a f a medievales, herejes en opinión de algunos m usul­ m anes. Fazlur Rahm an fue el prim ero y el últim o de su clase en ocupar tan alta posición. D ebió dejar Pakistán10 para asistir a la U niversidad de C hicago en 1968. El régim en de Ayub se derrum bó poco después. Su carácter seglar era insuficiente, pero en cierto sentido era m ás sustancial que el de su sucesor electo Zulfiqar Ali Bhutto, quien com enzó (1971) com o socialista pero después, apoyado por los fundam entalistas, tuvo a bien form ular una legislación en contra de la pequeña com unidad de A hm adiyya (1974). El general Ayub no era ningún Ataturk, ni siquiera respecto de su laicismo. En un Estado fundado por y para los m usulm anes, Ayub no intentó lim itar el cam po del islam; dejó la religión popular tal com o la encontró. H izo sin duda lo m ejor que pudo para m antener a algunos prom inentes m usulm anes — y sus organizaciones— al m argen de la vida pública,11 pero habría desafiado al islam a costa de ellos. N o había una identidad a la que pudiera apelar a m anera de contrapeso, com o apeló Kem al a la identidad turca. El objetivo pertinaz de la política de Ayub era im pedir que los bengalíes (paquistaníes orientales) recibieran la in­ fluencia a la que su población tenía derecho. C on este fin constituyó Pakistán occidental com o “una U nidad”, un grupo de cuatro provincias a las que concedió paridad adm inistrativa respecto del ala este. Esto com plació al Panjab pero m olestó a las provincias de m enor im portan­ cia. El gobierno m ilitar (la versión de Ayub de gobierno militar) se fue a pique, finalmente, con la roca de Bengala. La religión tuvo m uy poco que ver con este resultado. El m odelo de Ataturk fue, sin embargo, pertinente en su caso. Lo fue en un aspecto, y para definir este aspecto, podem os visualizar el prece­ dente de A taturk com o constituido por dos piezas desmontables. Este doble aspecto del m odelo es esencial para m i planteamiento, sobre todo en lo que se refiere al general Z ia ul-H aq, para quien el m odelo es perti­ 9 Fazlur Rahman, Prophecy and Islam: Philosophy and Orthodoxy, Chicago, University o f Chicago Press, 1950. 10Jam al Malik, Colonialization o f Islam: Dissolution ofTraditional Structures in Pakistan, Lahore, Vanguard Books, 1996, p. 44. 11 S.V R . Nasr., The Vanguard o f the Islamic Revolution: TheJam a’a t-i Islam in Pakistan, Londres, I. B. Tauris, 1994, cap. 7.

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nente en un aspecto m uy distinto. Ayub Khan encontró en Ataturk el m ism o precedente que tuvo Reza Shah en Irán. Esta herencia está dispo­ nible dondequiera que el Ejército se presente a sí m ism o como el autén­ tico defensor de los valores nacionales, y moralmente facultado para in­ tervenir en el proceso político cuando estos valores se deshonran o se incum plen. Es cierto que Ayub, explícito en su desprecio por los políticos “antinacionales”, no proclam ó su deuda con Ataturk. D e haberlo hecho, habría dirigido la atención a su program a laicista (por lim itado que estu­ viera). Bhutto, su ministro de Asuntos Exteriores — quien cuando ascen­ dió al poder era m ás abierto de lo que Ayub podía permitirse serlo en su profesión de valores seglares— erigió un m onum ento en m em oria de Kem al A taturk en Larkana, su ciudad natal.12 Durante los años de la Ley Marcial, cuando yo estudiaba en Lahore, el precedente de “Ataturk” para la exaltación del Ejército que hizo Ayub se reconoció en m uchas partes, en particular entre políticos y estudiantes de Derecho, sus incansables oponentes. La más reciente obra autorizada sobre la “econom ía m ilitar” de Pakistán, la de Ayesha Siddiqa, sitúa el Pakistán de Ayub firmemente anclado en el linaje de la “Turquía kemalista, [donde el] Ejército se con­ sideraba a sí m ism o responsable de la construcción de la nación y la inte­ gridad del Estado” .13 Para Ayub, a pesar de su renuencia para proclam ar­ los, los valores militares-seglares de Ataturk eran al m enos llevaderos; para el general Zia, unos veinte años después, eran aborrecibles. A quí no pue­ de haberse conseguido ninguna adaptación consciente de Ataturk, sino todo lo contrario. El laicismo fue derrotado. N o obstante, el m odelo de A taturk no se había agotado. Este m odelo — lo voy a demostrar— tiene una lógica estructural que funciona — com o en el caso del general Zia— incluso cuando los valores culturales se trastocan. Durante el gobierno de Ataturk, la ruptura con el pasado se repre­ sentó m ediante una guerra declarada, tanto institucional com o sim bóli­ ca, contra el islam . Para lograr este propósito, el principio del laicismo no era suficiente. M ás que un principio, el gobierno se propuso brindar un pueblo con una disposición total, un m odo de vida y una nueva identidad: la identidad del turco, que era m enos fam iliar en la Turquía otom ana que en las provincias hablantes de lenguas túrquicas del impe12 Stanley Wolpert, Zulfi Bhutto o f Pakistan: His Life and Times, Oxford, Oxford University Press, 1993, p. 226. 13 Ayesha Siddiqa, M ilitary Inc.: Inside Pakistans Military Economy, Oxford, Oxford University Press, 1993, pp. 49, 132-133.

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rio ruso, y que — por ser desconocida— pod ía interpretarse como una identidad m oderna, de arraigo profundo pero sin las trabas de un pasa­ do. Este m odelo puede ayudar a entender el logro de Zia, aunque con él no pod ía ser una sim ple cuestión de reemplazar el laicism o por el is­ lam : se habría tenido entonces el “islam ” en am bos lados de la ecuación. Z ia no pretendía seguir a Ataturk. N o obstante, así lo hizo — com o lo voy a m ostrar— y el m odelo obtenido resultó fatídico en al m enos un aspecto, aunque su lógica se le escapó. Esto suscita la cuestión del desem­ peño de Zia. Para abordar esta cuestión, voy a disponer de dos formas del plantea­ miento. La primera, aunque válida en lo demás, retrata a Z ia como un actor político bastante m ás perspicaz de lo que en realidad fue. La segun­ da form a im plica una rigurosa calificación de la primera. Esta aproxima­ ción, aunque oblicua, va a ayudar a hacer justicia a los factores que real­ mente actuaron en la distorsión del m odelo de A taturk en “Pakistán”.

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La prim era form a del planteam iento es la siguiente. El general Z ia ulH aq, odiado por los partidarios del gobierno civil y alarm ado por las noticias de Irán, donde un autócrata sim ilar que había sido derrocado por un levantamiento popular — con un apoyo internacional mucho m ayor— , pugnó por legitimar su poder. Su sola convicción ideológica real era su noción del Ejército com o fuerza m odernizadora, com o fuerza para el bien. Pero, equipado con este lugar com ún, fue llevado por las circunstancias a una nueva idea, a la visión de un nuevo tipo de m oder­ nidad alcanzable para Pakistán, e identificó partidarios potenciales con los cuales realizar esta visión y, al m ism o tiem po, apuntalar su gobierno personal. En esto Z ia se parecía a A taturk y se diferenciaba de Ayub: identificó partidarios potenciales vitales fuera del Ejército. Su Pakistán sería un Pakistán islám ico. N o había nada nuevo en ello; lo nuevo fue la explotación que hizo el general Z ia de una fisura que se había abierto en el islam en todo el m undo, pero m ás ostensiblem ente en Pakistán que en otras partes. En Pakistán, una población m usulm ana había sido expuesta por el gobierno a una desconcertante transición de un marco conceptual a otro: de la esfera de “ India” al de la soberana nación de Pakistán.

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En Pakistán, com o en India, no todos los m usulm anes estaban fa­ m iliarizados con los fundam entos del islam. H asta la década de 1940, los distritos de lo que se convirtió en Pakistán se habían inclinado sólo débilm ente por el m ovim iento pakistaní, que fue la invención, en su m ayor parte, de un cuadro educado, el de los m usulm anes ortodoxos conscientes de las Provincias Unidas. Estos m usulm anes, sobre todo gente urbana, tuvieron que emigrar a Pakistán y fueron alojados en las provincias, donde la historia de su recepción se llevaría, ella sola, todo un volum en. El Pakistán que encontraron no era, en m uchos aspectos, diferente — em píricam ente hablando— de la India que dejaron atrás. En am bos países, el islam tenía m uchos registros. Uno de ellos era el sufismo. U n islam de santuario coexistió con un islam de m ezquita en las ciudades y en el cam po. N o todos los m usulm anes apreciaron esta diversidad. A lo largo y ancho del subcontinente, desde los días de A hm ad Sirhindi en el D elhi de Akbar,14 la opinión ortodoxa se había distanciado en ocasiones de las prácticas populares y había condenado la tolerancia de los gobernantes m usulm anes al respecto. Se atribuyeron al hinduism o prácticas no gratas, aunque a m enudo las percepciones se equivocaban.15 C on m ayor frecuencia, m usulm anes a s h r a f (de mayor estatus) se m antuvieron sim plem ente al m argen de la corriente popular. C on la llegada de Pakistán, la ortodoxia detectó una nueva oportunidad. El laicismo y el liberalismo relativos de los fundadores reales, en la m e­ dida en que eran demócratas constitucionales com o M uham m ad Ali Jinnah, probaron ser, para las perspectivas de un resurgimiento orto­ doxo, un obstáculo m enor de lo que eran las prácticas reales de los m u ­ sulm anes de Pakistán, tanto rurales com o urbanas. H ubo, pues, una fractura en el islam — que en Pakistán se magnificó por un nacionalismo ofendido— , la necesidad de una diferenciación ra­ dical entre el nuevo país y una India que el islam había trascendido. Esto era, en sí, una cuestión ventajosa para el general Zia, cuya necesidad apre­ miante era conservar el poder. Fuerzas en el islam — molestas para Bhutto, como lo habían sido para Ayub antes de él (am bos laicistas)— no habían recibido nunca el estímulo al que aspiraban en Pakistán. Lo que 14Muzaffar Alam, The Languages o f Political Islam in India 1200-1800, Delhi, Permanent Black, 2004, pp. 77-78. 15 Marc Gaboriau, “A Nineteenth-century Indian ‘Wahhabi’ tract against the cult o f Muslims Saints: al-Balag al-Mubin” , en Christian W Troll (ed.), Muslims Shrines in India, Delhi, Oxford University Press, 1989.

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le abrió los ojos a Z ia fue el avance en Pakistán, desde afuera del país, de una nueva — y apreciada en el m undo entero— fuente de estímulo para estas fuerzas nativas. Ayudó a salvarlo un factor totalmente contingente, la guerra en Afganistán. Esta historia tiene m últiples aspectos. El que nos ocupa no es la dependencia de Estados U nidos de un aliado estable que sirviera de sar­ gento reclutador y de intendente en la lucha contra el ejército soviético, aunque eso ayudó a salvarle a Z ia el pellejo, en particular en su enfren­ tam iento con el M ovim iento para la Restauración de la D em ocracia, de cultivo dom éstico, en 1982-1983. Lo que aquí nos interesa es un subproducto de esta alianza. El dinero saudí y los consejeros saudíes: ese lubricante esencial para el empeño internacional venía con su propio sello del islam. El sello saudí del islam encontró adeptos entusiastas den­ tro del país, en particular en el Ejército y en los Servicios de Inteligencia. C om o lo señala C o ll16 respecto del proceso por el que, “poco después de la invasión soviética a A fganistán”, se establecieron vínculos entre las agencias de inteligencia saudí y pakistaní en una reunión a la que asistió el presidente Zia, en Rawalpindi, “un saudí se acostum bró rápidam ente a ser tratado com o cajero de banco”. Fueron “cinco generales de la IIS (Inteligencia Inter Servicios) — en el relato de Coll— quienes contaron el dinero. Pero los proyectos de Z ia ya estaban m aduros. El dinero se contó en una etapa avanzada de su instrum entación. En 1978, por órde­ nes del presidente, se habían constituido tribunales en los cuatro Altos Tribunales provinciales y en la Suprem a Corte, para pronunciarse sobre la conform idad de las leyes prom ulgadas con los m andatos del islam .17 Los Derechos Fundam entales garantizados en la Constitución de 1973 — incluyendo el de la libertad de credo— se dejaron de lado.18 El im pulso que Z ia le dio a la islam ización estuvo siempre subordi­ nado a su necesidad de reforzar los poderes que le habían sido conferidos m ediante una enm ienda constitucional y un referéndum. Sus partida­ rios u la m a lo vieron con claridad. A pesar de todos los em peños en su nombre, Z ia no se ganó nunca su confianza.19 Pero en aquellos primeros años, el ritm o de la reforma, dirigida desde arriba, fue im placable. En 16Steve Coll, Ghost War: The Secret History o f the CIA. Afghanistan and Bin Laden from the Soviet Invasion to September 10, 2011, Londres, Penguin Books, 2004, p. 72. 17Patel, Islamisation o f Laws in Pakistan?, Karachi, Faiza Publishers, 1986, p. 87. 18Ibid., p. 18. 19Malik, Colonialization o f Islam, pp. 139, 151.

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1979 el presidente Z ia prom ulgó las Ordenanzas “ H u d o o d ” . “ Por pri­ m era vez en Pakistán, las m ujeres pudieron ser castigadas por adulterio y fornicación, acciones que se habían vuelto crímenes.20 En 1982, el Tribunal Federal descubrió que apedrear a muerte a una m ujer por adul­ terio (ra jm ) — com o lo prescriben las Ordenanzas “ H u d o o d ”— no se fundaba en el su n n a h y era “repugnante” para el islam .21 Por consiguien­ te, se reemplazó a cuatro jueces de la Corte y el rajm se declaró islámico por los nuevos nom bram ientos. Los aparentes valores de Z ia no podían haber sido m ás diferentes de los de Ataturk, cuya clara intención era construir una m oderna na­ ción seglar en su país. Para hacerlo, A taturk se sirvió de todos sus recur­ sos — incluida la fuerza principal— para sustituir una clase de conoci­ m iento de uno m ism o por otra. Im plantó el turquism o a costa del islam . Ésa fue la estructura de esta tarea, una estructura adversa que erradicó una serie de valores, a la que corresponde la em presa de Zia ul-H aq. Volvamos, en este punto, a la noción de D um ont de una aculturación para la m odernidad. Algo nuevo es concebido, algo que va a perdu­ rar com o una m odificación de la cultura cuando el m om ento de la inno­ vación haya pasado. Orientado por su tesis del “individualism o”, D u m on t ve, por su parte, a la m odernidad excoriarse ella m ism a contra la tradición de tal m anera que “propone sus [propios] valores con inde­ pendencia de la sociedad tal com o la encuentra” . Ahora, la enorme afec­ tación a que la m odernidad da lugar — unos se adhieren a ella, otros la deploran, a otros los consum e— proviene de esta circunstancia. N ingún program a del siglo XX para la acción está m enos dispuesto a aceptar a la sociedad “tal com o la encuentra” que la nueva especie de fundam entalism o político. L a reconstitución del islam en tiem pos recientes — funda­ m entada sobre todo en la idea, ausente en la tradición, de que una socie­ dad islám ica fundada en la ley s h a r i’a y regida enteramente por las norm as de la s h a r i’a puede y debe desarrollarse por los m usulm anes en el aquí y ahora— es una expresión profunda del ethos de la m odernidad. Esa expresión no podía encontrarse en ningún lado durante la última gran movilización de los m usulm anes indios antes de la Partición, el m ovim iento K h ila fa t. C uando Pakistán fue concebido, el program a exis­ 20Patel, Islamisation, p. 41. 21Ibid., pp. 118-119.

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tía y ya había sido proclam ado en el m undo, pero sus partidarios en el subcontinente, com o M aulana M aw dudi, se m antuvieron prudente­ mente al m argen. La tecnología m ilitar de punta, las obras arquitectónicas cumbres, los difíciles proyectos intelectuales (com o la banca islámica) que se deba­ tían en conferencias internacionales en lustrosos salones de la próspera nueva capital de Islamabad, con su m ezquita de financiación saudí, su universidad islámica, sus relucientes periódicos y folletos y el constante ir y venir de diplom áticos y petroleros estadounidenses afablemente dis­ puestos: éstos conform aron la contraparte material de la m odernidad islámica, tan rápidam ente convertida en program a adm inistrativo por el presidente Z ia ul-H aq. Incluso cuando puede mostrarse que una m oder­ nidad “islám ica” en Pakistán corresponde a la m odernidad “seglar” pro­ clam ada en Turquía, estam os todavía lejos del dinam ism o del m odelo de Ataturk. En Turquía el laicismo se había ganado — ¡un logro precario!— a costa del islam. Pero, ¿qué debía ser la sustitución en Pakistán? ¡El is­ lam era la sustancia m ism a de la ideología de Zia! En la nación de Pakis­ tán, que se form ó para el islam y estaba com puesta, casi en su totalidad, por m usulm anes, ¿qué debía sustituirse? Estoy proponiendo, así, que el program a de sustitución de Z ia se logró en Pakistán a costa del islam popular. ¿Pero fue ésta, acaso, alguna vez la intención de Zia?

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La evidencia al respecto sugiere otra cosa. Es cierto que a lo largo de los once años del dom inio de Zia, las fuerzas del islam popular (por descri­ birse a continuación) fueron progresivamente m arginadas. Las nuevas instituciones hicieron caso om iso de ellas. En los círculos m ás influyen­ tes, fueron desacreditadas. A lo largo y ancho del país, una ortodoxia militante de espíritu “W ahhabi”, apenas ajustada para cum plir los requi­ sitos f iq h del islam hanafi (que había prevalecido largam ente en el subcontinente), im puso su ethos y su lengua, e invadió la esfera de la políti­ ca y los asuntos de Estado. ¿Pero era este resultado lo que Z ia “pretendía” ? En cierto sentido era m uy consistente en todo lo que “pretendía”, pero voy a defender enseguida que esto no fue lo que se planeó, sino m ás bien una consecuencia no intencional, o apenas intencional, de fuerzas que el presidente desató pero no pudo dominar.

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Lo anterior reclama la segunda form a del planteam iento. Por “islam popular” me refiero sobre todo al islam del sufismo, o a aquellas varieda­ des del islam que tom aron en cuenta al sufismo. El sufismo en Pakistán no era — en su m ayor parte— una práctica esotérica; era, m ás bien, el sufismo de los líderes espirituales (sh aik h o p ir ) y los santuarios (d a r g a h : pero hay m uchas clases de santuarios y m uchos térm inos en uso).22 Para algunos en Pakistán éste es el islam “indio”, pero ha estado en casa — en el Panjab y en S in d h — desde m ucho antes de la Partición. Si bien hay santuarios urbanos notables, su dom inio es el cam po. En opinión de los ortodoxos — los “escrituralistas” m oderados, así com o los neofundam entalistas— , el islam popular está m uy infiltrado con m úsica (k a fia n y q a w a lli), con celebración pública y con prácticas supersticiosas tales com o z iy a r a t (visitas en reverencia), llanto en los santuarios y solicitudes a los p i r s de los santuarios para que intercedan por los m uertos. En las polém icas del partido, se confunde incluso con el “feudalism o”. Es im probable que Z ia ul-H aq form ulara una política deliberada para contener al islam popular. Al igual que sus predecesores, buscó atraer donaciones privadas ( w a q f) que financiaron m uchos santuarios controla­ dos por el gobierno. Aunque quiso controlar la m ayor parte de las cosas, incluyendo los planes de estudio de las escuelas (m a d ra sa ) m anejadas por ‘u la m a ortodoxos,23 ni siquiera su entusiasmo por un program a político islámico fue suficiente para granjearse el apoyo incondicional de los u la m a . Z ia estaba preparado, en realidad, para establecer com prom isos que ni sus partidarios islamistas sunitas ni sus benefactores saudíes creían ne­ cesarios. Uno de dichos com prom isos debilitó su legislación del z a k a t (que autorizaba al Estado a recaudar y distribuir fondos para la caridad, una m edida supuestam ente islámica). Cuando esta ordenanza ofendió a los chiitas, Z ia los eximió de la obligación, mientras que otros m usulm a­ nes se vieron obligados a pagar un im puesto z a k a t sobre sus cuentas bancarias.24 Z ia hizo poco por proteger a los chiitas de la terrible depredación que les estaba reservada, como supuestos herejes (a los ojos de los fundamentalistas d e o b an d i locales) y como una quinta colum na para Irán (a los 22 Pnina Werbner, Pilgrims o f Love: The Anthropology o f a Global Sufi Cult, Londres, H urst and Company, 2003, caps. 1 y 2; Katherine Pratt Ewing, Arguing Sainthood: Modernity Psychoanalysis, Islam, Durham/Londres, Duke University Press, 1997, pp. 41-46. 23 Malik, Colonialization o f Islam, cap. 5. 24M oham m ad Waseem, Politics and the State in Pakistan, Islamabad, National Institute o f Historical and Cultural Research, 1994, pp. 353-354.

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ojos de los saudíes, que los odiaban de cualquier manera), pero no quería que tuvieran ningún problema, como tam poco quería ningún problem a en el campo o en los santuarios. Las intervenciones legislativas de Z ia dejaron poco al azar. Los in­ tentos — a partir de su m uerte— de reactivar la actividad parlam entaria en Pakistán se han visto paralizados por el peso enorme que se asignó al poder ejecutivo, por sus enm iendas constitucionales y por la práctica que éstas autorizaron. Este daño autorizado en el plano político es, no obstante, la punta del iceberg. M ás ruinoso (e igualm ente duradero) ha sido el daño hecho en nom bre del islam a la coexistencia entre los m u­ sulmanes y al tejido de la com unidad en la nueva nación. N o es tanto lo que Z ia autorizó com o lo que Z ia perm itió. Uno de los prim eros ejem­ plos de lo que se perm itió fue el tiroteo sin tregua en la Universidad Agrícola de Faisalabad en septiembre de 1981, tras el discurso que diri­ gió a los estudiantes G ulbuddin Hekm atyar — líder m uyahidín afgano y notable receptor de fondos saudíes— , quien estaba ahí como invitado de Jam a‘at — i Islami (T h e F r id a y Tim es, 26 de octubre de 1995). Una cadena de m a d ra z a s de financiam iento saudí desplegadas a lo largo de la frontera iraní incubaron al talibán por-ser. En el sur y el centro del Panjab, tehriks (m ovim ientos activistas) aterrorizaron a las poblaciones chiitas, que respondieron del m ism o m odo. El pueblo de Jh an g — lugar de reposo del poeta épico Waris Shah, cuya tum ba es un sitio apreciado por los am antes— ha dado nom bre a una de las m ás criminales de estas bandas de terroristas, la Lashkar-i Jhangvi. En todo Pakistán, la dedicación al ideal de un islam s h a r i’a protegido por el Estado no dejó lugar para la tolerancia del error popular. La ten­ dencia b arelw i del islam sunita, enraizada en los santuarios, se puso a la defensiva conforme los tehriks, de la tendencia rival, los d e o b an d i — que pretendían trasladarse al territorio b arelw i — , brotaron en los pueblos de Panjab. U n renovado espíritu de ortodoxia floreció en las ciudades uni­ versitarias. En la Universidad de Karachi, a principios de la década de los noventa, un profesor me dijo: “N ingún estudiante del islam hoy en día estaría interesado en estudiar el sufismo” . Los estudiantes de las ciudades reiteraron su desprecio por los p ir s . Esto fue, en parte, incomprensión: tal com o, en una próspera econom ía de bienestar que se desmantela en aras del libre mercado, com o en Australia, nadie “entiende” el sindicalismo. Los peligros para el islam popular de este nuevo espíritu de incom ­ prensión se percibieron m uy pronto. Un destacado ejemplo es el que

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ofrece M alik.25 En 1980 “se estableció una nueva institución en [...] el Departam ento A u qaf [...] para realizar estudios sobre los sufíes y el m is­ ticism o”. El doctor Y usuf Guraya, nom brado presidente en 1982, era un autor con obra publicada y cuyas opiniones eran conocidas. Para Guraya, “el culto del santuario representaba el carácter feudal del país y la corres­ pondiente explotación de la gente y su alienación respecto del verdadero islam ”. En respuesta a su nom bram iento, los b arelw i se adhirieron al san­ tuario de D ata Saheb en Lahore, entraron en conflicto con los D e o b a n d i y exigieron — con éxito— la destitución del presidente. El propio M alik m uestra sim patía por el presidente destituido. Es cierto que su opinión respecto de lo que constituye “el verdadero islam ” estaba ampliamente extendida en Pakistán m ucho antes de 1982 y que no hay nada nuevo, o incluso escandaloso, en la opinión como tal. La única peculiaridad nove­ dosa— y es esta peculiaridad la que constituyó el acontecimiento— es la intensificada perceptibilidad de los fieles en los santuarios (aquí, los m a­ nifestantes barelw íes) ante la institucionalización de esa opinión en cir­ cunstancias de cam bios acelerados. Al describir a los barelw íes com o agre­ sores, M alik pasa por alto el cambio que estaban presenciando en el país en general: la dotación de nuevas instituciones para la definición del is­ lam y la voluntad (y los m edios financieros) para utilizarlas. Llam a la atención que el gobierno com o tal no tuviera ningún papel en este acon­ tecimiento. La m area avanzaba en cierta dirección. Z ia ul-H aq y sus con­ sejeros no vieron ninguna razón para oponerse a los santuarios, pero para entonces la corriente era incontenible y el genio estaba afuera. Las conse­ cuencias ya no estaban en sus manos. 7

L a expresión “aculturación para la m odernidad”, tom ada de D um ont, se aplica bien a la experiencia de transform ación que Ataturk legó al pue­ blo de Turquía. N uestro m odelo es aquí el de la proclam ación hecha por un líder militar, de una m oderna identidad nacional para un pueblo del que se espera que renazca con ella, abdicando de otra que había sido la suya desde un principio. L a palabra “m odernidad” alude no a un conte­ nido determ inado o a una m eta específica (pues éstos pueden variar), sino a la adopción de nuevos valores que son distintivos, ante todo, para 25 Malik, Colonialization o f Islam , pp. 68-69.

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la retórica de su justificación y para el efecto que generan. Los obstruc­ tores de la m odernidad — ya apasionados, ya desconcertados— están siempre equivocados. H e expresado que el general Z ia ul-H aq, en Pakistán, im puso a su país una clase de islam que él, en cuanto adm inistrador en jefe de la Ley M arcial, no podía llevar a efecto sin contradicciones, pero otros busca­ ron hacerlo en su lugar. La caída del sha de Irán, la invasión soviética a Afganistán, y la buena voluntad y la m otivada ceguera de consejeros saudíes y estadounidenses, respectivamente, inspiraron al general Zia una form a de proceder cuyos efectos le sobreviven y han hecho de Pakis­ tán un país en que la cultura tradicional islám ica de la m ayoría se ha m antenido en Estado de sitio. Z ia no tenía nada que se pareciera a la audacia de Ataturk. Su intención no era repudiar el islam popular. Pero la lógica de la m odernidad que anhelaba — que se sirvió de elementos que tenían sólo unos cuantos seguidores en todo el país, pero que habían estado listos desde el m om ento en que Pakistán se proclam ó nación de m usulm anes— ha llevado a una ofensiva civil de lenta propagación, de sujetos apasionadam ente m otivados dondequiera que la tradición, la he­ rejía o la anom alía oponen su resistencia; una ofensiva perseguida con violencia, de ser necesario, con el Estado o sin él. ¿Fue Zia, entonces, una especie de Ataturk ofuscado?, ¿un Ataturk por default? N i siquiera era un laicista. Su logro se aproxima más de cerca, no obstante, al m odelo de Ataturk de lo que lo hacen los logros más cautelosos de las élites seglares de otras naciones que aspiran a tomar “sólo las cosas buenas” de la modernidad, dejando intacta la cultura de las masas. Esta aspiración puede no realizarse nunca. Es sencillamente imposible agregar m odernidad a lo que ya estaba. La originalidad de Ataturk está en su m ás o menos perspicaz determinación de pagar el costo íntegro de una sustitu­ ción. El general Zia no tuvo semejante visión. M edio atropellado por las circunstancias, presa de pánico por el ejemplo de Irán, buscó imponer des­ de arriba — ¡y D ios le dio poderosos aliados!— una identidad musulmana radical para Pakistán. La trágica ironía de este ejemplo es que su proyecto tuvo éxito. Pakistán fue transformado. U n islam sustituto se impuso a un país ya m usulm án que nunca rezó por ello, y todo esto por la causa de una m odernidad que es por completo diferente de la de W W . Rostow y David M cLelland (ideólogos de la década de 1960). He aquí, pues, una m oderni­ dad distintiva que no presagia una P a x A m erican a. Mucho más que en Turquía, el propio islam ha sido herido con esta sustitución.

Te r c e r a Pa r t e CULTURAS CRÍTICAS

10. MADURACIÓN CON LA TIERRA Madurez y modernidad en el sur de India Anand Pandian A p a r t i r d e l a I l u s t r a c i ó n e u r o p e a , l a m o d e r n i d a d se h a a s o c i a d o a m ­ p l i a m e n t e c o n l a c o n s e c u c i ó n d e l a m a d u r e z . K a n t h iz o e n 1 7 8 4 , p o r e je m p l o , u n a f a m o s a d e s c r i p c i ó n d e l a I l u s t r a c i ó n c o m o u n s u r g i m i e n ­ t o d e s d e l a c o n d i c i ó n d e u n a “ i n m a d u r e z a u t o i m p u e s t a ” , e s d e c ir , d e una

“ in c a p a c id a d

de

u t i liz a r

el p r o p i o

e n te n d im ie n to

sin

la g u ía

d e o t r o ” . 1 H a q u e d a d o c la r o , h o y e n d ía , q u e e s t a i m a g e n d e u n a p o s i ­ b l e m a d u r e z d e b e s e r m u y b i e n r e v i s a d a p a r a e x p l i c a r la s c o n d i c i o n e s e s p e c ífic a s d e la m o d e r n id a d c o lo n ia l y p o s c o lo n ia l. L o s s ú b d it o s c o lo ­ n ia le s e n el su r d e A s ia — y e n o tr a s p a r te s— e n c o n tr a r o n la p e r sp e c tiv a d e s e m e ja n t e l i b e r t a d a l a s o m b r a d e l a a u t o r i d a d d e s p ó t i c a . C o n s i d e r a ­ d o s , e n g e n e r a l, i n f a n t i l e s e n s u n a t u r a l e z a e s e n c ia l, l o s s ú b d i t o s c o l o ­ n i a l e s f o r c e je a r o n c o n i n s i s t e n t e s r e la c io n e s d e g u í a , q u e se t o m a r o n p o r i m p r e s c i n d i b l e s p a r a l a p o s i b i l i d a d m i s m a d e s u d e s a r r o llo . S u c a ­ p a c i d a d p a r a e s te d e s a r r o llo e n d ic h a s c o n d i c i o n e s se j u z g ó e x p líc it a e i m p l í c i t a m e n t e f r e n t e a l a a u t o r i d a d d e e s t á n d a r e s u n iv e r s a le s d e m a d u ­ r e z , e n r e l a c i ó n c o n lo s c u a le s l a p a r t i c u l a r i n m a d u r e z d e s u c a r á c t e r y s u s c o s t u m b r e s p o d r í a e v a lu a r s e y q u i z á s u p e r a r s e . L a i m a g e n d e d e ­ s a r r o l lo e n q u e el c o l o n i a l i s m o o c c i d e n t a l p a r t i c i p ó h a d e p e n d i d o , p o r c o n s i g u i e n t e , d e l a c o m p r e n s i ó n d e l a p r o p i a h i s t o r i a c o m o e l t r a y e c to 1

Im m anuel Kant, “A n Answer to the Question: W hat is Enlightenment?”, en Per­

petual Peace and Other Essays, Indianapolis, H ackett Publishing, 1983, p. 41. David Owen traza el linaje de la reflexión filosófica poskantiana sobre la m adurez a través de la obra de Nietzsche, Weber y Foucault en su M aturity and Modernity: Nietzsche, Weber, Foucault and the Ambivalence o f Reason, Londres, Routledge, 1994. La cuestión de la m adurez para estos pensadores — escribe— concierne a “la relación entre la posibilidad de autonom ía en la cultura m oderna y la realización de esta posibilidad” (p. 216).

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ANAND PANDIAN

g e n e r a l d e l p r o g r e s o h a c i a l a p e r f e c c i ó n .2 D o n d e q u i e r a q u e se h a y a e s ­ t a b l e c i d o , l a a s o c i a c i ó n d e l a m o d e r n i d a d c o n l a m a d u r e z se h a a p o y a d o e n l a i m a g e n d e l a h i s t o r i a c o m o u n a t r a y e c t o r ia u n iv e r s a l d e t r a s c e n ­ d e n c ia g r a d u a l. E n u n a s e r ie d e c o n f e r e n c ia s q u e i m p a r t i ó e n 2 0 0 0 , R a n a ji t G u h a e x p lo r ó l o s l í m i t e s d e e s ta i m a g e n d e l a h i s t o r i a u n iv e r s a l c o m o u n a “ H i s t o r i a u n i v e r s a l” e n el s e n t id o i d e a d o p o r H e g e l, e s d e c ir , d e l a h i s t o ­ r i a c o m o l a m a t e r i a li z a c i ó n d e u n a r a z ó n o u n “ e s p í r i t u ” u n iv e r s a l.3 G u h a a t r a e l a a t e n c i ó n h a c i a l a c a li d a d p r o v i d e n c ia l d e e s t a H i s t o r i a u n iv e r s a l: s u l i b e r t a d r e s p e c t o d e la a r b i t r a r ie d a d , el a z a r o l a c o n t i n g e n ­ c ia . S i b i e n l a r e a liz a c ió n d e l e s p ír i t u p u e d e p a r e c e r , a sí, a n á l o g a a la r e a liz a c ió n d e l p o te n c ia l q u e e n tr a ñ a u n a se m illa o u n g e r m e n , G u h a su b r a y a q u e p a r a H e g e l la h isto r ia r e p re se n ta u n o r d e n o p r in c ip io de d e s a r r o l l o d i s t i n t o d e l d e l a n a t u r a le z a . E n s u s L e c c io n e s so b re l a f ilo s o fía d e l a h is to r ia u n iv e r sa l, H e g e l d is t i n g u e el c a r á c t e r c íc lic o d e l c a m b i o n a t u r a l — “ e n l a n a t u r a le z a n o h a y n a d a n u e v o b a j o el s o l ” , e s c r ib i ó — , d e l a p r o d u c c i ó n l i n e a l y p r o g r e s iv a c a r a c t e r í s t i c a d e la s f o r m a s m á s n o v e d o s a s y e le v a d a s d e l m u n d o d e l e s p ír it u ; el d e s a r r o llo p r o p i a m e n t e h i s t ó r i c o d e e s ta s f o r m a s , m e d i a d o p o r l a l u c h a p o r l a a u t o c o n c i e n c i a . H e g e l i n v is t e e s t a d i s t i n c i ó n e s t r u c t u r a l d e u n a r e a li d a d m á s c o n c r e t a — se ñ a la G u h a —

m e d i a n t e la e l a b o r a c i ó n d e e s t a d i o s h i s t ó r i c o s . L o s

e s t a d i o s d e l a “ H i s t o r i a u n i v e r s a l” p u e d e n d i s t in g u i r s e d e l a “ P r e h is t o ­ r ia ” p o r s u e v id e n t e f a l t a d e “ i n m e r s i ó n e n l a n a t u r a le z a ” y el g r a d o e n q u e a f ir m a n l a l i b e r t a d , c o n d i c i o n e s d e la s q u e l a a p a r i c i ó n e m p í r i c a d e lo s e s ta d io s d a te s tim o n io . D e s d e e sta p o s ic ió n

d e s u p e r i o r i d a d , el

O r ie n te p a re c e p a r tic u la r m e n te a tr a p a d o en u n e sta d io d e “ in fa n c ia e s­ p i r i t u a l ” , y C h i n a e I n d ia , e x c lu id a s d e la H i s t o r i a u n iv e r s a l p o r q u e “n o h a n m a d u r a d o p le n a m e n t e s u c o n d i c i ó n d e E s t a d o ” .4 U n a a p a r e n t e a u ­ s e n c i a d e m a d u r e z e n la f o r m a d e l a li b e r t a d a u t o c o n s c i e n t e se tr a n s fie r e 2 El “progreso” m ism o se convirtió en un término singular y colectivo en el si­ glo XVIII; com o Reinhart Koselleck lo comenta, un nombre para el horizonte universal de posibilidades hacia el que toda la hum anidad puede desarrollarse en las condiciones ade­ cuadas. V éase “‘Progress’ and ‘decline’: An appendix to the history o f two concepts”, en The Practice o f Conceptual History: Timing History, Spacing Concepts, Stanford, Stanford University Press, 2002, pp. 218-235. 3V éase en especial su ensayo “T he prose o f history, or T he invention o f world-history”, en History at the Lim it o f World-History, Nueva York, C olum bia University Press, 2 002, pp. 24-47. 4 Guha, History a t the Lim it, pp. 36, 39.

MADURACIÓN CON LA TIERRA

f in a lm e n t e — s e g ú n G u h a —

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a l te r r e n o f ilo s ó f i c o p a r a el “ d e r e c h o a la

c o n q u i s t a ” .5 G u h a e x p lo r a el lí m i t e d e d i c h a h i s t o r i a b u s c a n d o a b o r d a r l a y p e n ­ s a r l a d e s d e a m b o s la d o s : t a n t o d e s d e d e n t r o c o m o d e s d e f u e r a d e lo s c o n t o r n o s d e s u u n i v e r s a li d a d . A p e l a n d o a la h i s t o r i o g r a f í a p a r a q u e se lib e r e d e s u s “ a n t e o je r a s p r o e s t a t i s m o ” , G u h a d ir ig e l a a t e n c i ó n “ al p a ­ s a d o c o m o u n a h i s t o r i a d e l s e r h u m a n o e n el m u n d o c o t i d i a n o ” .6 G u h a i d e n t if i c a e s t a v i d a c o t i d i a n a d e l p a s a d o e n l a “ h i s t o r i c i d a d ” d e l p r e s e n t e y e n c u e n t r a e v i d e n c ia s d e s u p r e s e n c ia e n d iv e r s a s t r a d ic i o n e s v e r n á c u ­ la s . P r o p o n e , e n p a r t ic u la r , q u e p o d e m o s e n c o n t r a r d i c h a c a li d a d en a c t u a c i ó n e n la s r e fle x io n e s d e T a g o r e r e s p e c t o d e l a h i s t o r i a d e la i n f a n ­ c i a d e s u p r o p i o i m p u l s o p o é t i c o , q u e se d e t ie n e i n s i s t e n t e m e n t e e n i n ­ c i d e n t e s i m p r e v i s t o s t a le s c o m o el a t i s b o d e l r o c í o e n u n c a m p o d e c o ­ c o t e r o s al a m a n e c e r , l a v i s t a d e u n c ú m u l o d e n u b e s a z u l o s c u r o o la i m a g e n d e u n a v a c a la m i e n d o el c u e r p o d e u n b u r r o . V i n c u l a r d ic h o s e n c u e n t r o s c o n el m u n d o d e l a n a t u r a le z a h a b i t a d a — i n s i n ú a G u h a — n o s p u e d e lle v a r “ a v o lv e r a v e r l a v i d a a f in d e r e c u p e r a r la h is t o r i c i d a d d e lo q u e es h u m il d e y h a b i t u a l ” .7 L o h a c e n d a n d o t e s t i m o n i o “ d e l e s ta ­ d o i n c ip ie n t e d e l a p u r a p o s i b i l i d a d ” , d e “ u n a t e n d e n c i a q u e n o s a b e a d ó n d e v a ” .8 A G u h a le p r e o c u p a a q u í l a r e la c i ó n e n t r e d i c h o s a c o n t e c im ie n t o s o r d i n a r i o s e n el m u n d o d e la e x p e r ie n c ia y l a m a d u r a c ió n h i s t ó r i c a d e l se r d e T a g o r e e n c u a n t o p o e t a . Y o s o s t e n d r ía , s in e m b a r g o , q u e p o d e m o s t r a t a r e s t a d i s t i n c i ó n e n t r e la h i s t o r i a u n iv e r s a l y u n a h i s t o r i c i d a d m á s t a n g i b l e y v í v i d a c o m o u n a m a n e r a d e p la n t e a r p r e g u n t a s m á s a m p li a s s o b r e la m a d u r e z y l a m o d e r n i d a d c o m o ta l. ¿ C ó m o p e n s a r e n l a p e r s ­ p e c t i v a d e l a m a d u r e z e n la s m o d e r n a s c o n d i c i o n e s d e l a v i d a s in r e fe rir d e r e g r e s o e s t a p e r s p e c t i v a e x c lu s iv a m e n t e y a s e a a l a i n e v it a b i l i d a d d e la r e c u r r e n c ia n a t u r a l , y a a l a n e c e s i d a d d e u n a o r i e n t a c i ó n d e lib e r a d a ? ¿ C ó m o p o d e m o s r e s t it u ir le a l a m a d u r a c i ó n e l a c c i d e n t e d e l e n c u e n t r o y m a n t e n e r , a l m i s m o t i e m p o , el c o m p r o m i s o d e p r o c e s a r q u e l a m a d u ­ r a c ió n im p lic a ? ¿ D e b e m o s o p o n e r la p o s ib ilid a d d e u n a a u t o n o m ía m a ­ d u r a a l a s d e t e r m i n a c i o n e s d e c a r á c t e r n a t u r a l, o h a y a l g u n a m a n e r a d e e n c o n t r a r f u n d a m e n t o p a r a u n a c la s e d e li b e r t a d d if e r e n t e e n e l p u r o 5Ibid., 6Ibid., 7 Ibid., 8Ibid.,

p. 42. p. 6. 94. pp. 78-79.

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ANAND PANDIAN

e s t a d o i n c ip ie n t e d e l a v i d a n a t u r a l? ¿ C ó m o r e c o n c ili a r lo s h o r iz o n t e s c o le c t iv o s d e l a in t e r v e n c i ó n d e l i b e r a d a y l a a c c i ó n i n t e n c i o n a l q u e a c t ú a e n la s p r á c t i c a s m o d e r n a s d e d e s a r r o llo , c o n l a f u e r z a y la t e n d e n c i a d e lo s p r o c e s o s in m a n e n te s d e c a m b io en c u rso ? ¿Y p o d e m o s e n c o n tra r a tr a v é s d e d i c h o s d e s a r r o llo s l a m a n e r a d e c o n c e b i r u n a m a d u r e z p o s c o l o n i a l n o c o m o l a c o n s e c u c i ó n d e u n a f o r m a y a p e r f e c c io n a d a e n o t r a p a r t e n i c o m o e l f r a c a s o d e d i c h a r e a liz a c ió n ? 9 U n le n g u a je o r g á n ic o d e c r e c i m ie n t o y m a d u r a c i ó n i m p r e g n a el d i s c u r s o d e l d e s a r r o llo . D a v i d L u d d e n c o m e n t a : “ E l é x it o d e la s p o lí t ic a s q u e p r o m u e v e n e l d e s a r r o llo p u e d e e v a lu a s e y p u e d e n p r e s c r i b i r s e lo s p a s o s p a r a p r o m o v e r el c r e c i m ie n t o e c o n ó m i c o , c o m o u n b i ó l o g o o u n m é d i c o p o d r í a n p r e s c r ib ir u n r é g im e n p a r a i n c r e m e n t a r l a s a l u d y la m a d u r a c i ó n d e la s c é lu la s o la s p e r s o n a s ” . 10 E s t e e n s a y o b u s c a in v e s t ir d i c h o l e n g u a je d e d e s a r r o llo n a t u r a l y o r g á n ic o — q u e es, h a y q u e a d m i ­ t ir lo , t a n t o p e n e t r a n t e c o m o p r o b l e m á t i c o —

d e u n m a r g e n c r ít ic o . Y o

s o s t e n g o q u e l a i m a g e n d e la m a d u r a c ió n e n p a r t i c u l a r p u e d e o t o r g a r n o s u n a m a n e r a d e c o n c e b i r e f e c t iv a m e n t e l a a lt e r i d a d d e l a m a d u r a c i ó n e n l a s c o n d i c i o n e s p o s c o l o n i a l e s , e n l a m e d i d a e n q u e i n t e r p r e t e m o s e s ta i m a g e n a c o n t r a p e lo d e u n a n a t u r a li z a c i ó n c o n v e n c i o n a l .11 L a “ m a d u r a ­ c i ó n ” lle v a el d e s a r r o llo t a n t o d e l s u je t o c o m o d e la n a t u r a le z a — o t a n t o d e l s e r c o m o d e l p a i s a je — a u n m a r c o c o m ú n . P o d e m o s s e r v ir n o s d e la m a d u r a c i ó n p a r a in v e s tir a m b o s d o m i n i o s d e u n e le m e n t o e s e n c ia l d e a z a r y c o n t i n g e n c ia , e n l a m e d i d a e n q u e e s te p r o c e s o p u e d a e n t e n d e r s e c o m o c o n s e c u e n c ia d e l c u lt iv o d e e m p e ñ o s d e d iv e r s o s t ip o s . E s t e l e n ­ g u a je t a m b i é n d e s t a c a l a c o n v e r g e n c i a d e m ú l t i p l e s h i s t o r i a s y p r á c t ic a s d e m a d u r e z e n el p r e s e n t e p o s c o l o n i a l , y la s f o r m a s s i n g u la r e s d e v i d a q u e p u e d e n p e r se g u irs e en e sto s in te rstic io s. A c o n t i n u a c ió n d o y c u e r p o a e s to s p la n t e a m i e n t o s b o s q u e ja n d o tres p r o y e c t o s d e m a d u r a c i ó n t r a s la p a d o s — s u s tr a y e c to r ia s , s u s lí m it e s y s u s 9Este último problem a fue planteado con gran agudeza por Dipesh Chakrabarty en “ Postcoloniality and the artifice o f history: W ho speaks for ‘indian’ pasts?”, Representations, núm. 37, 1992, pp. 1-26. 10 D avid Ludden, “Indias development regime”, en N icholas Dirks (ed.), Colonialism and Culture, Ann Arbor, University o f M ichigan Press, 1992, 247 p. 11 Sobre las implicaciones políticas y conceptuales de concebir a la “naturaleza” como algo diferente del fundamento para una “naturalización” o esencialización de las condicio­ nes dadas, véase D onald Moore, Anand Pandian y Jake Kosek, “T h e cultural politics o f race and nature: Terrains o f power and practice” , en Moore, Kosek y Pandian (eds.), Race, Nature, and the Politics o f Difference, Durham , D uke University Press, 2003, pp. 1-70.

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d e s p l a z a m i e n t o s — , e n el s u r d e l a I n d ia r u r a l. C a d a u n o d e e llo s e n c u e n ­ t r a e x p r e s ió n e n u n te r r e n o ú n ic o d e t r a n s f o r m a c i ó n n a t u r a l y c u lt u r a l: el m e d i o a g r a r io d e l v a lle d e C u m b u m e n el s u r d e T a m i l N a d u . 12 M e e n ­ c o n t r é , e n el c u r s o d e u n e x te n s o t r a b a jo d e c a m p o a llí, c o n q u e é ste era, d e h e c h o , u n p a i s a je d e f r a n c o e s ta d o in c ip ie n t e ta l q u e — c o m o lo p r o ­ p u s i e r o n m i s i n t e r l o c u t o r e s — “ in c lu s o la s to r r e s d e lo s t e m p l o s se c o n ­ v ie r t e n e n u n m o n t ó n d e b a s u r a ” p o r l a s o la f u e r z a d e l a c o n t i n g e n c i a n a t u r a l. ¿ Q u é t ip o d e m a d u r e z p o d r í a s u s t e n t a r u n a tie r r a s e m e ja n te ? U n a p e q u e ñ a e d i f i c a c i ó n e n el c a m p u s ir r e g u la r d e l g o b ie r n o d e l d is t r it o d e M a d u r a i , e n el s u r d e T a m i l N a d u , a lb e r g a l a o f i c in a d e l r e p r e s e n t a n ­ te d e l C o l e c t o r E s p e c ia l d e D i s t r i t o ( R e h a b i l i t a c i ó n d e lo s k a lla r ) : q u iz á s el ú n i c o a lto f u n c i o n a r i o d e l a I n d i a i n d e p e n d i e n t e e n c a r g a d o e x p líc it a ­ m e n t e d e l b i e n e s t a r y el p r o g r e s o d e u n a s o l a c a s t a h in d ú . L a o f ic i n a es u n l e g a d o d e l a L e y d e T r ib u s C r i m i n a l e s d e 1 9 1 1 , y s u a li s t a m i e n t o en l a v i g i l a n c i a c o lo n i a l d e l a g e n t e d e l a c a s t a p i r a m a l a i k a l l a r e n c ie n t o s d e p o b l a c i o n e s e n la á r i d a c a m p i ñ a d e l o e s te d e M a d u r a i . A c u s a d o s d e c o n s t a n t e r o b o d e g a n a d o , e x t o r s i o n e s y a s a lt o s e n c a r r e te r a s , p o r lo s f u n c i o n a r i o s b r i t á n i c o s a lo la r g o d e l s i g lo

XIX, l a c a s t a e n t e r a f u e d e c la ­

r a d a “ t r i b u c r i m i n a l ” e n 1 9 1 8 . D u r a n t e c a s i t r e in t a a ñ o s se m a n t u v o el r e g is t r o d e la s h u e lla s d a c t il a r e s d e t o d o s l o s h o m b r e s p i r a m a l a i k a lla r , a q u i e n e s se p r o h i b i ó q u e s a lie r a n d e s u s p o b l a c i o n e s p o r n i n g ú n m o t iv o s in u n p e r m i s o p o r e s c r it o : m e d i d a s r a d i c a le s q u e se c o m p l e m e n t a r o n c o n u n a g r a n c a n t i d a d d e m e d i d a s e x p e r i m e n t a le s e n l a “ R e h a b i li t a c i ó n d e l o s k a l l a r ” — e s c o la r i d a d o b l i g a t o r i a , c o n c e s i o n e s d e tie r r a , c o o p e r a ­ tiv a s y c e n t r o s d e c a p a c i t a c i ó n r u r a le s , p r é s t a m o s la b o r a le s y o t r a s f o r ­ m a s d e c r é d it o r u r a l— . E s t o s d iv e r s o s i n s t r u m e n t o s se a p li c a r o n l a r e a ­ l i z a c i ó n d e u n p r o y e c t o o f ic ia l d e m a d u r e z e x p r e s a d o r e p e t i d a m e n t e en l o s a n a le s d e l E s t a d o a p a r t i r d e lo s ú l t i m o s a ñ o s d e l s i g lo

XIX: “ d e se n g a n ­

c h a r a la s t r i b u s c r i m i n a le s d e lo s d i s t r it o s s u r e ñ o s [d e l a p r e s i d e n c i a d e M a d r á s ] d e s u s h á b i t o s d e p r e d a d o r e s ” . 13 “ L a m e jo r — y q u iz á s l a ú n i c a — m a n e r a d e r e h a b ilit a r a lo s k a l l a r e s c o n c e d i é n d o l e s p r o p i e d a d e s ” , i n s i s t i ó u n a lto f u n c i o n a r i o d e la p r e s i ­ 12 M uchos de los planteamientos que siguen se desarrollan más extensamente en mi libro Crooked Stalks: Cultivating Virtue in South India, Durham , D uke University Press, 2009. 13Board o f Land Revenue, Board’s Proceedings (Misc), núm. 33 (6), enero de 1896, Tam il N adu State Archives (TNSA). Las cursivas son mías.

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d e n c i a d e M a d r á s e n 1 9 1 0 .14 E n lo s a ñ o s s ig u ie n te s , m u c h o s o b s e r v a d o r e s o fic ia le s d e s c r ib ie r o n la d ifíc il s i t u a c ió n d e lo s k a lla r c o m o u n p r o b le m a a g r a r io , t o m a r o n l a a r id e z d e s u p a i s a je n a tiv o c o m o la “ c a u s a p r i m o r d i a l ” d e la c r i m i n a l i d a d y p r o p u s i e r o n n u m e r o s a s e s tr a t e g ia s a g r a r ia s d e p e d a ­ g o g í a m o r a l p a r a r e s p o n d e r a e s ta c a r a c t e r ís tic a n a t u r a l. E n 1 9 1 5 , u n te ­ r r e n o d e l g o b i e r n o d e u n a s 5 0 0 h e c tá r e a s s i t u a d o e n la c a b e c e r a d e l v alle d e C u m b u m — q u e r o d e a el p u e b le c it o d e K u l l a p p a G o u n d e n P a tti— se c o n s id e r ó a p r o p i a d o c o m o a s e n t a m ie n t o a g r íc o la r e f o r m a t o r io p a r a f a m i ­ lia s k a l la r , q u e h a b r ía d e a d m in is t r a r u n m ie m b r o d e la M i s ió n A m e r i c a n a d e M a d u r a . E .P . H o l t o n , h o m b r e m u y a p r e c ia d o q u e s u p e r v is ó e s ta e m ­ p r e s a e n tr e 1 9 1 7 y 1 9 1 8 , se d e s c r ib ía a s í m i s m o c o m o u n “ h e r m a n o m a y o r ” q u e t r a b a ja b a p a r a lib r a r a s u s p r o t e g i d o s d e “ l a m e z q u i n d a d , la h o lg a z a n e r ía y el c o n s t a n t e p e lig r o d e p r e c ip it a r s e e n l a m e n d i c i d a d ” . 15 V i o e n la a g r ic u lt u r a l a p o s i b i li d a d d e “u n m e jo r n iv e l d e v i d a p a r a a q u e ­ llo s q u e e s té n d i s p u e s t o s a tr a b a ja r p o r e llo , es d e c ir, e n el d e s a r r o llo d e l c a r á c t e r ” .16 E l D e p a r t a m e n t o d e A g r i c u lt u r a lo a n im ó a c u ltiv a r s u p r o p i a p a r c e la c o m o o b je t o d id á c t ic o p a r a lo s c o lo n o s k a lla r y c o m o “m o d e lo q u e l o s d e m á s p u e d a n c o p i a r ” e n la s tie r r a s q u e se le s c o n c e d i e r o n .17 L a s h u e ll a s f ís ic a s d e l A s e n t a m i e n t o V o lu n t a r i o k a l l a r e n el p a i s a je d e C u m b u m s o n h o y y a m u y e sc a sa s. U n a v ir u le n ta e p id e m ia d e p a lu ­ d i s m o o b l i g ó al c ie r r e a n t i c i p a d o d e l p r o y e c t o e n 1 9 1 9 ; lo s a g e n t e s p o l i ­ c i a c o s f u e r o n r e t i r a d o s d e s u c a m p a m e n t o lo c a l, d e ja n d o a t r á s a lo s 1 9 c o n v i c t o s k a l l a r y a s u s f a m i li a r e s , a q u i e n e s se h a b í a lle v a d o p a r a q u e s e e s t a b le c ie r a n

e n el lu g a r . N a r r a c i o n e s r e t r o s p e c t i v a s e n K u l l a p p a

G o u n d e n P a tti s u g ie r e n q u e c a s i n i n g u n a d e la s tie r r a s q u e se a s i g n a r o n e n t o n c e s a e s t o s c o l o n o s s i g u e e n m a n o s d e s u s d e s c e n d i e n t e s . “ N o te ­ n í a n la m a d u r e z p a r a d e s p e ja r la t ie r r a q u e se le s h a b í a d a d o ” , m e d ijo u n a n o c h e el n i e t o d e u n c o lo n o — él m i s m o je f e d e la p o l i c í a e n l a e s t a ­ c i ó n l o c a l — . “ B e b e r , se r p e n d e n c i e r o s ... S e m b r a b a n s ó lo u n p o c o d e m a í z y t o m a b a n lo q u e s a l í a .”

14 N ote by Cardew, 7 de agosto de 1910, G .O . núm. 2683 Revenue, 15 de agosto de 1910, TNSA. 15 E.P. H olton to Friends, 21 de octubre de 1918, y E.P. H olton to W.E. Strong, 6 de julio de 1918, ABC 16.1.9, vol. 22, American Board o f Com m issioners for Foreign M issions Records (hereafter ABC), H oughton Library, H arvard University (HLH). 16 E.P. and G .S. H olton to Friends, 29 de mayo de 1905, ABC 16.1.9, vol. 17, HLH. 17 Short note on the Kallar Settlement, G .O . núm. 2092 H om e (Judicial), 12 de septiem bre de 1918, TNsA.

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E n u n o s c u a n t o s a ñ o s , la s a u t o r id a d e s lo c a le s r e p a r tie r o n la s tie rra s q u e a n te s se h a b ía n r e se r v a d o p a r a e s to s c o lo n o s k a lla r e n tre c ie n to s d e o tr a s fa m ilia s k a lla r y d alits q u e h a b it a b a n la r e g ió n . S e f u n d a r o n e s c u e la s d e re­ h a b ilit a c ió n d e lo s k a lla r e n K u lla p p a G o u n d e n P a tti y e n c ie n to s d e o tr a s p o b la c io n e s , d e a c u e r d o c o n u n a r e n o v a d a e s tr a t e g ia e s ta ta l p a r a la m a d u ­ r a c ió n m o r a l, q u e se a d o p t ó a r a íz d e l c o la p s o d e l a s e n ta m ie n to a g r íc o la . L o s c o n v ic to s k a lla r h a b í a n lla m a d o e n b r o m a “ e s c u e la s” a la s p r is io n e s d e d is tr ito a p r in c ip io s d e l sig lo x x , c o m o in f o r m ó E .P H o l t o n e n u n a d e su s c a r ta s so b r e l a “ c a s ta d e la d r o n e s ” d ir ig id a a s u s a m ig o s e s t a d o u n id e n s e s . 18 H o y , s in e m b a r g o , la s e s c u e la s o b lig a t o r ia s d e la e r a c o lo n ia l s o n la s q u e r e c u e r d a n c o m o “c á r c e le s” lo s d e s c e n d ie n te s d e s u s p r o t e g i d o s k a llar , a lg u ­ n o s d e lo s c u a le s d e s c r ib e n q u e d e n i ñ o s le s tir a b a n p ie d r a s a s u s m a e s t r o s d e o tr o s t i e m p o s y c o r r ía n a e s c o n d e r s e e n tre lo s c a m p o s d e c a c a h u a te . L a d e r o g a c i ó n d e l a L e y d e T r ib u s C r i m i n a l e s e n 1 9 4 7 c o n d u jo a la c o n s i g u i e n t e s u s p e n s i ó n d e t o d a s la s m e d i d a s d e r e f o r m a k a lla r , a e x c e p ­ c ió n d e la s 2 6 5 e s c u e la s d e g o b i e r n o q u e s e g u ía n a d m i n i s t r á n d o s e c o n el p a t r o c i n io d e l a R e h a b i lit a c i ó n d e lo s k a llar. E s t a s e s c u e la s p u e d e n e n ­ c o n tr a r s e h o y e n d í a d o n d e q u i e r a q u e p r e d o m i n e l a c a s t a p ir a m a la i k allar, a u n q u e d e s d e e n t o n c e s se h a n a b ie r t o a e s t u d i a n t e s d e t o d a s la s c a s ta s . “ E s t a m o s c u lt iv a n d o a lo s n i ñ o s ” , m e s u g ir ió u n a ta r d e el d ir e c t o r R a m a r a j, e n u n in g lé s c o n t u n d e n t e , e n lo s p u l c r o s t e r r e n o s d e l c a m p u s d e la e s c u e la p r i m a r i a K u l l a p p a G o u n d e n P a tti k a lla r . D e s c r i b i ó c ó m o l a e s­ c u e la se p r o p u s o h a c e r d e c a d a e s t u d i a n t e u n “ h o m b r e d e p a la b r a ” e n s e ­ ñ á n d o l e s v i r t u d e s ta le s c o m o la h o n e s t i d a d , l a p r o p i e d a d , el d e b e r y el s a c r if ic io . C u a n d o n o s c o n o c i m o s , R a m a r a j m e a s e g u r ó q u e e n r e a lid a d la e d u c a c ió n h a b í a t r a n s f o r m a d o a lo s k a lla r d e “ b e s t ia s s a lv a je s ” q u e r o b a ­ b a n , e n m a e s t r o s e in g e n ie r o s . “ H a n m a d u r a d o ” , d ijo . P e ro m á s a d e la n t e se r e c lin ó s o b r e s u e s c r it o r io d e a c e r o v e r d e p a r a a c e r c a r s e a m í y h a c e r u n a e v a lu a c ió n m á s d is c r e t a y sa r c á s t ic a : “ N o se v a n r e fo r m a r n u n c a ” . “ V a m o s a h a c e r d e l a ju v e n t u d k a lla r u n a f in a r a z a d e c i u d a d a n o s r e s u e lt o s , ú t ile s y d e b u e n a c o n d u c t a q u e v iv a n p a r a — y n o d e —

lo s

d e m á s ” , a s e n t ó o r g u llo s a m e n t e u n a a u t o r i d a d lo c a l e n 1 9 2 6 , m i e n t r a s el g o b e r n a d o r d e M a d r á s c o l o c a b a lo s c i m i e n t o s d e u n o d e lo s i n t e r n a d o s p a r a n iñ o s

kallar . 19 E n p a r t e p o r la e d u c a c i ó n i m p a r t i d a e n e s t a s e s c u e ­

la s , e n l a s ú l t i m a s d é c a d a s , l a c a s t a p i r a m a la i k a lla r se h a g a n a d o u n

18 E.P. H olton to Friends, 21 de octubre de 1918, ABC 16.1.9, vol. 22, HLH. 19 G .O . núm. 966 L, Public Works and Labor, 6 de agosto de 1926, TNSA.

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am plio reconocim iento por su prosperidad y su respetabilidad. Al m is­ m o tiempo tam bién se afirma am pliam ente, sin embargo, que su recién descubierta riqueza y prom inencia dependen de su singular disposición para seguir “cam inos torcidos” tales com o el contrabando, la extorsión y otros negocios ilícitos. En K ullappa G ounden Patti, dichas sendas han cruzado a m enudo de lado a lado las laderas de las reservas forestales del estado que rodean la población, para conseguir m aderas finas, bloques de m adera de sándalo, animales producto de la caza ilegal e incluso m a­ rihuana que se cultiva en los claros del bosque. A m ediados del trabajo de cam po realizado en esta población, des­ cubrí que los guardabosques acostum braban acam par en el poblado para m ontar redadas e interceptar dichos bienes que se contrabandeaban en las llanuras. Un guardabosques de m ediana edad com paró la violencia de sem ejantes actividades policiacas con los golpes que los padres y los m aestros les propinarían necesariamente a los niños: “ U n niño criado sin golpes y una cañafístula que se cultiva sin podas no le son útiles a la sociedad”, insistió recurriendo a una im agen proverbial del crecimiento vigilado m uy de cerca. Podríam os encontrar aquí un eco contem porá­ neo del proyecto colonial, pero tam bién debem os recordar que el hurto forestal, al igual que todos los cam inos ilícitos, depende enteramente de la connivencia del Estado. La corrupción, en otras palabras, debe enten­ derse com o la m aduración de una disposición cultivada. U n extraño panoram a se presenta con una regularidad poco com ún a lo largo de los áridos altiplanos y los alrededores de las colinas de Tamil N adu : fila tras fila de jóvenes tecas, larguiruchas y desecadas, se extien­ den hacia el horizonte; cada uno de los troncos deform es da sustento apenas a un puñado de hojas todavía verdes. U na de estas marchitas al­ fom bras de tecas se extiende sobre m ás de 52 hectáreas de tierras alguna vez reservadas para el Asentam iento Voluntario k a lla r a principios del siglo XX, sobre un área ondulante que se extiende entre Kullappa G o u n ­ den Patti y los bosques de la Reserva de las altas m ontañas onduladas. U n letrero descolorido y maltrecho colocado contra una cerca de alam ­ bre de púas anuncia en inglés a los dueños de esta propiedad: “v G P EVER GREEN PLANTATION ( l t d ) ” . La empresa se extinguió; unos cuantos vigi­ lantes que habían sido contratados en el pasado en la aldea se habían adueñado del terreno. Los intercepté en un recorrido de inspección por el área, ya entrada la tarde, un día del año 2002.

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A l p a s a r e n t r e la s e s p i n o s a s c o l u m n a s d e la s te c a s , el g u a r d i a R a je n d r a n i b a g o l p e a n d o al a z a r u n t r o n c o a q u í, o t r o a llá , p a r a b o t a r lo s d e s ­ m o r o n a d i z o s r e s i d u o s r o jo s d e la s t e r m i t a s . E i b a s e ñ a la n d o lo s á r b o le s jó v e n e s q u e e llo s m i s m o s h a b í a n p o d a d o , y a l g u n o s b o q u e t e s e n la s c e r ­ c a s d e a la m b r e d e p ú a s q u e h a b í a n b l o q u e a d o c o n r a m a s d e e s p in o . “ H a y q u e d e ja r q u e c r e z c a n lo s á r b o le s ” , d i jo . E r a s u t e r c e r a v i s i t a a la p l a n t a c i ó n e se d ía . “ L a t ie r r a e s p a r a n o s o t r o s , lo s d u e ñ o s n o v a n a v e n ir. P e r t e n e c e s ó lo a q u i e n e s la c u i d a n ” , d ijo C h i n n a T h e v a r a n t e s d e s ilb a r e n s e ñ a l d e a d v e r t e n c ia a u n a p a n d i l l a d e jó v e n e s q u e d iv is ó e n la d i s t a n ­ c ia . C o n c l u y e n d o q u e lo s m u c h a c h o s s ó lo q u e r ía n r o b a r s e m a n g o s d e u n a h u e r t a c e r c a n a , v o lv ie r o n s u a t e n c ió n a m í y a m i s p r e g u n t a s s o b r e el d e s t i n o d e u n a a u d a z y t r á g i c a e m p r e s a q u e t r a n s f o r m ó e l p a i s a je d e é s t a y d e c i e n t o s d e p o b l a c i o n e s i n d i a s m á s a f in a le s d e l s i g lo

XX.

L u s t r o s a s i n v i t a c io n e s p a r a i n v e r t ir e n p r o y e c t o s c o r p o r a t i v o s d e p l a n t a c i o n e s d e m a d e r a y d e f r u t a i n u n d a r o n l a p r e n s a v e r n á c u la y la in g le sa a m e d ia d o s d e la d é c a d a d e 1 9 9 0 . E n u n o s c u a n to s a ñ o s b r o ta r o n m i l e s d e e m p r e s a s p a r a a tr a e r a lr e d e d o r d e d o s m i l m illo n e s d e d ó la r e s e n c a p i t a l d e in v e r s i ó n d e lo s a h o r r o s d e c i e n t o s d e m i le s d e f a m i li a s , d i s p e r s a s a lo la r g o y a n c h o d e l a I n d ia u r b a n a y m á s a llá .20 L a s e m p r e s a s e m p l e a r o n e s t o s f o n d o s p a r a a d q u i r i r e n o r m e s s u p e r f ic ie s d e t ie r r a r u r a l, p o r lo g e n e r a l te r r e n o s e n lo s a l t i p la n o s p r ó x i m o s a la s f a ld a s d e la s c o li ­ n a s y la s o r illa s d e l o s b o s q u e s : s e c a s , e n b a r b e c h o y b a r a t a s e n el m e r c a ­ d o . L a p u b l i c i d a d i m p r e s a c o n t e n í a t a b la s y t e s t i m o n i o s p o r m e n o r i z a ­ d o s q u e p r o m e t í a n a lo s i n v e r s i o n i s t a s p o t e n c i a le s t a n t o ta s a s d e r e t o r n o e s p e c t a c u la r e s c o m o l a c e r te z a d e l a s c e n s o f a m i l i a r m e d i a n t e e l m a n e jo c i e n t ífic o d e l o s d o n e s n a t u r a le s . A s í, u n t e s t i m o n i o d e G o l d e n F o r e s ts ( I n d i a ) L i m i t e d p r o p o n í a , p o r e je m p lo , “ INVIERTA CON UNA ORGANIZA­ CIÓN QUE GARANTIZA ‘ MADUREZ’ ” . P a r a 1 9 9 9 e s ta s p r o m e s a s d e m a d u ­ r a c ió n

n a t u r a l,

f is c a l

y

fa m ilia r

se

h a b ía n

e sfu m a d o .

D iv e rsa s

d e c la r a c i o n e s e n l o s p e r i ó d i c o s a c u s a b a n a la s c o m p a ñ í a s d e la s p l a n t a ­ c io n e s d e c o r r u p c i ó n g e n e r a li z a d a e i n s o l v e n c ia f in a n c ie r a . L a C o m i s i ó n d e V a lo r e s e I n t e r c a m b io d e I n d i a ( CVII) in t e r v i n o y c o n g e ló lo s a c t i­ v o s d e m u c h a s c o m p a ñ í a s y le s p r o h i b i ó s o li c i t a r n u e v o s d e p ó s it o s s in 20 V éase George Mathew, “ Lost in the forest o f deception”, Indian Express, 16 de febrero de 1998. Estas compañías capitalizaron el auge de los mercados de fruta naciona­ les y de exportación, los incentivos del gobierno para la horticultura y el desarrollo de yermos y un discurso público permanente sobre la deforestación que prestó a los árboles la sólida garantía de un valor a la alza.

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u n a l e g í t i m a c a l i f i c a c ió n c r e d it ic ia . L a p u b l i c i d a d d e s a p a r e c i ó , y u n s i n ­ n ú m e r o d e o f i c i n a s c e r r a r o n s u s p u e r t a s a lo s d e s a f o r t u n a d o s in v e r s io ­ n i s t a s . L a “ b u r b u j a d e la s p l a n t a c i o n e s ” h a b í a e s t a l l a d o .21 La

VGP E v e r g r e e n P l a n t a t i o n s f u e s ó lo u n a d e e s ta s c o m p a ñ í a s . I n ­

a u g u r a d a e n 1 9 9 4 c o n el p a t r o c i n io d e l m a g n a t e m i n o r i s t a d e C h e n n a i , V . G . P a n n e e r d a s , la c o m p a ñ í a c o n v e n c ió a 8 0 0 0 c i t a d i n o s d e c o m p r a r p e q u e ñ a s p a r c e la s e n u n a d e s u s c u a t r o p l a n t a c i o n e s d e te c a s r e c ié n e s t a ­ b l e c i d a s e n v a r i o s t e r r e n o s e n e l á r e a r u r a l d e T a m i l N a d u , in c lu y e n d o e s t a p l a n t a c i ó n e n la s a f u e r a s d e K u l l a p p a G o u n d e n P a tti. L a p u b l i c i d a d d e la

VGP r e p r e s e n t a b a e l c r e c i m ie n t o a r b ó r e o c o m o u n a f u e n t e d e v a lo r

s e g u r a y a l a a lz a , v i n c u la n d o t r o n c o s , d in e r o y n i ñ o s e n u n e n t r a m a d o c o m ú n d e m a d u r a c i ó n o r g á n ic a . U n a n o t i c i a t a m i l d e 1 9 9 5 p u b l i c a d a e n I n d i a T oday, p o r e je m p lo , m u e s t r a a u n jo v e n c o n g a f a s y u n a c a m i ­ s e t a p o l o a r a y a s s o n r ié n d o le a la p e q u e ñ a — a r m a d a d e u n e s t e t o s c o ­ p i o — a l a q u e tie n e e n b r a z o s . “ P a r a h a c e r d e s u q u e r i d a h i ja u n a g r a n m é d i c a e n el f u t u r o , p i e n s e y a c t ú e h o y m i s m o ” , r e c o m i e n d a e l e n c a b e ­ z a d o . A b a jo d e l a i m a g e n h a b í a u n a t a b l a q u e p r o m e t í a l a c o n v e r s ió n d e 1 5 5 0 0 r u p i a s e n 6 0 0 0 0 0 e n u n la p s o d e v e in t e a ñ o s .22 L a in v e r s ió n e s t a b a p r e v i s t a p a r a a lc a n z a r s u v e n c i m i e n t o e n l a c o y u n t u r a p r e c i s a e n q u e el f u t u r o d e u n n iñ o t e n d r í a q u e a s e g u r a r s e c o n e l m a y o r g a s t o e d u ­ c a t iv o o c o n y u g a l. E s b o z a d a m á s a b a jo , l a t a b l a d e s c r ip t iv a m o s t r a b a el c r e c i m ie n t o g e o m é t r ic o q u e g a r a n t i z a r í a e s t o s d e s a r r o llo s : e l c o n t o r n o d e tr e s te c a s c u y a s c im a s p r e s t a b a n p u n t o s a u n a lí n e a r e c t a i m a g i n a r i a q u e se d i r i g í a h a c i a a r r i b a y h a c i a a f u e r a a 3 0 g r a d o s ( e n t r a f ig u r a 1 0 .1 ) . “ S ó l o si c r e e u s t e d e n e l f u t u r o p u e d e d e s p e r t a r a l a v i d a ” , p r o p u s o u n a m a ñ a n a e l g e r e n t e d e l a P l a n t a c i ó n E v e r g r e e n , P a d m a n a b h a n , e n la s e d e d e l a e m p r e s a e n C h e n n a i , p a r a d e s c r ib ir c ó m o el m i s m o p r o p i e ­ t a r io “ s u r g i ó d e u n e s tr a t o o p r i m i d o ” . P a d m a n a b h a n i n s i s t ió e n la “ c o n f ia b i l i d a d t é c n i c a ” d e l p r o y e c t o d e l a p l a n t a c i ó n , e i d e n t if i c ó l a t e c a c o m o u n “ á r b o l c o n v a l o r c o m e r c i a l ” q u e se h a b í a c u lt iv a d o a q u í c o n “ t e c n o l o g í a a g r í c o l a d e p u n t a ” . E l d e c a n o e m é r it o d e l a U n i v e r s i d a d A g r íc o la d e N a d u d e l T a m il a q u ie n la

vGP h a b í a c o n t r a t a d o p a r a d ir ig ir

d i c h o u s o e r a m u c h o m e n o s o p t i m i s t a r e s p e c t o d e la s p o s i b i l i d a d e s d e q u e s u s p l a n t a c i o n e s m a d u r a r a n a t i e m p o . S i b i e n p o d í a p r e d e c ir , e n c u a n t o c i e n t í f i c o e x p e r i m e n t a l, e l “ p o t e n c i a l g e n é t i c o e x p r e s a d o e n la

21 “Plantation bubble” , Indian Express, 29 de enero de 1999. 22India Today, edición en tamil, 21 de julio al 5 de agosto de 1995.

MADURACIÓN CON LA TIERRA

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naturaleza”, el crecimiento real de los árboles de la plantación dependía de los caprichos de las condiciones del cam po, de las vicisitudes de la adm inistración local de los cultivos y de la estrategia global de m erca­ dotecnia de la empresa. “N osotros sólo estam os plantando; plantando y adm inistrando los árboles — me dijo el decano A rum ugam — ; no sa­ bem os cóm o se están vendiendo a los clientes.” Para 1999, la CVII le prohibió, de hecho, a la VGP captar m ás inversiones y la em presa se vio obligada a suspender el desarrollo de las plantaciones y a arreglárselas para com pensar a sus cientos de inversionistas. A pesar de las transfor­ m aciones prom etidas, “la tierra es lo que era, la población es lo que era”, com entó A rum ugam . En la población de Kullappa G ounden Patti, un proverbio tamil expresado a veces por los hom bres y las m ujeres mayores presenta un interesante contrapunto frente a las imágenes publicitarias de la VGP de un desarrollo tanto natural com o personal. M a r a m m u r r in a l v a ira m , m a n ita n m u r r i n a lp u t t i [b u d d h i]; el refrán dice: “Si un árbol m adura, corazón del árbol; si un hom bre m adura, juicio”. Este proverbio com pa­ ra la estabilidad de un árbol m aduro y endurecido ante vientos y tor­ m entas con la estabilidad de la vida de deseo de un ser hum ano maduro. La m adurez se identifica aquí con virtudes tales com o la m oderación y la deliberación, como se ejercen respecto al cuerpo y sus deseos sensuales. D esde esta perspectiva, el fracaso de la plantación de la VGP en la pobla­ ción del altiplano es visto com o una cuestión de fracaso personal más que com o un ejemplo del engaño de una com pañía. “M uchacho ratero”, dijeron los vigilantes locales de la VGP y otras personas aquí del joven gerente de la com pañía que se había hecho cargo del terreno. Describie­ ron cóm o había sucum bido a los placeres del brandy, a los cigarros caros y a la prostitución, revendiendo partes y piezas de la infraestructura de la plantación — postes de piedra, carretes de alambre de púas, válvulas, tubos de riego por goteo e incluso títulos de propiedad de la tierra— para satisfacer sus necesidades cuando el pago de su salario se demoró. El cuerpo del gerente Suresh Kum ar fue hallado en la choza del guardia de la plantación una m añana de 2002, horas después de que, al parecer, se quitara la vida. En m edio de las jóvenes tecas resecas, por lo m enos un árbol próxim o a la choza parecía haber dado un fruto extraño: una pe­ queña bolsa de bolitas de m asa dulces fritas, que estuvo varios días col­ gada de una de las escasas ramas hasta que un grupo de m ujeres asusta­ das obligaron a un vigilante a arrojarla fuera de ahí.

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ANAND PANDIAN

P a r a l o s a g r i c u l t o r e s d e l v a lle d e C u m b u m n o h a y g r a n d i f e r e n c ia e n tr e l a m a d u r a c i ó n d e lo s c u lt iv o s y l a c r ia n z a d e lo s n i ñ o s . U n a m a ñ a n a e n e l á r i d o a l t i p la n o , j u s t o a l s u r d e l a p l a n t a c i ó n d e l a

VGP, m e t o p é p o r

c a s u a l i d a d c o n e l a g r i c u lt o r S e k h a r , q u i e n e s p a r c ía s e m i lla s d e f r i jo l s o ­ b r e l a s la r g a s fila s r o ja s d e lo s c a m p o s r e c ié n a r a d o s . M e e x p lic ó c ó m o e s t a s p l a n t a s i b a n a n e c e s i t a r a g u a d e llu v i a p a r a so b r e v iv ir , d e l a m i s m a m a n e r a q u e l o s n i ñ o s n e c e s i t a b a n le c h e . Y la s e t a p a s p r e v is t a s d e s u c r e ­ c im ie n to — c o m e n tó —

e r a n s e m e ja n t e s a la s d e la v i d a d e u n a m u je r :

d e l a n i ñ e z a l a j u v e n t u d — la p u b e r t a d m i s m a e n t r e la s n i ñ a s se c o n o c e e n el t a m i l c o l o q u i a l c o m o “ f l o r e c i m i e n t o ” — y e n s e g u i d a a l a e t a p a d e f r u c t i f i c a c i ó n y c o s e c h a . I g u a l q u e la m a y o r í a d e l a g e n t e d e l a r e g ió n , d e s c r i b í a e se c r e c i m ie n t o h a c i a la m a d u r e z c o m o u n p r o c e s o d e l le g a d a a l p a k k u v a m : u n t é r m i n o t a m i l d e r iv a d o d e l s á n s c r i t o p a k v a — c o c i n a ­ d o , m a d u r o , r e f in a d o o p e r f e c c i o n a d o — .23 E n el c a s o d e lo s c u lt iv o s , c o m o e n e l d e l o s n i ñ o s , la m a d u r e z e r a c u e s t i ó n n o s ó lo d e u n e s t a d o p o r a lc a n z a r , s i n o t a m b i é n d e l a i d o n e i d a d o a p t i t u d d e la s c o n d i c io n e s e n q u e d i c h a m a d u r e z h a b r í a d e lo g r a r s e . L a m a d u r a c i ó n d e lo s n i ñ o s d e p e n d ía d e la m a d u r e z d e su s p a d r e s, c o n d ic ió n q u e d e n in g ú n m o d o p o d í a d a r s e p o r s e n t a d a e n u n e n t o r n o d e in c e r t i d u m b r e m o r a l . Y la m a d u r a c i ó n d e lo s c u lt iv o s , d e n u e v o p o r a n a lo g í a , d e p e n d í a d e la s c o n ­ d i c i o n e s d e l s u e lo e n q u e se h u b ie r a n s e m b r a d o . U n a f r í a m a ñ a n a , e n o t r a e x p e d i c i ó n a e s t o s á r id o s c a m p o s d e l a lt i­ p l a n o u n o s m e s e s d e s p u é s , e l a g r ic u lt o r V a i r a m P a n d ia n m e s a lu d ó c o n l a s s i g u ie n t e s p a l a b r a s : “ U n b u e n p a k k u v a m '. N o e s t a b a h a b l a n d o d e u n a c o s e c h a — d e h e c h o , e s a m a ñ a n a e s t a b a s u p e r v i s a n d o el m o v i m i e n ­ to d e u n t r a c t o r s o b r e p o c o m á s d e u n a h e c t á r e a d e t ie r r a t o d a v í a s in c u ltiv a r , e n b a r b e c h o — , s in o d e l s u e lo s o b r e el q u e e s t a m á q u i n a e s t a b a t r a b a ja n d o . P a n d i a n e s t a b a c o m p l a c i d o : u n a s e m a n a d e s p u é s d e q u e c a ­ y e r a n f u e r t e s ll u v ia s e r a u n b u e n m o m e n t o p a r a a r a r l a tie r r a . L a b r a r m u y p r o n t o d e s p u é s d e la s llu v ia s i m p l i c a b a li d i a r c o n g r u e s o s b l o q u e s d e m a t e r i a a r c illo s a , p e r o e s p e r a r d e m a s i a d o e r a a r r ie s g a r s e a u n i n c o n ­ 23 Los Vedas emplean el térm ino pak en sentido figurado para evocar la maduración, el crecimiento o el perfeccionamiento de la sustancia. En las tradiciones rituales del brahm anism o védico, el deber del brahmán es “cocinar” el m undo mediante el sacrificio, dice Charles M alam oud en Cooking the World: R itual and Thought in Ancient India, Delhi, O xford University Press, 1996. El planteam iento tam bién se aplica a la individualidad del sacrificador — propone: a los rituales de consagración, es decir, someter al ser del sacrificador a un proceso de cocción a través de la alquim ia del calor.

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v e n ie n t e e n d u r e c i m i e n t o . S e p u s o e n c u c lilla s p a r a t o m a r u n p u ñ a d o d e t ie r r a y m o s t r a r m e c ó m o se d e s m o r o n a b a s u a v e m e n t e e n t r e s u s d e d o s ; m e e x p lic ó q u e e s t a s u a v i d a d e n l a c o n s i s t e n c i a se l o g r a b a s ó l o s i l a tie r r a se l a b r a b a e n el m o m e n t o c o r r e c t o . E l t ip o d e c r e c im ie n t o o m a d u r e z q u e e s t a b a e n ju e g o a q u í e ra , p o r c o n s i g u i e n t e , c u e s t ió n t a n t o d e u n c o m p o r t a m i e n t o a d e c u a d o c o m o d e u n a c o in c i d e n c i a f o r t u i t a : t e n ía q u e v e r c o n la “ p r e s t e z a ” p a r a a c t u a r a p r o p i a d a m e n t e , a s í c o m o c o n lo s “ f a v o r e s d e la n a t u r a le z a ” q u e h a r ía n d i c h o s a c t o s o p o r t u n o s y e f e c t iv o s . E s t a v e z , l a c u ñ a d a d e P a n d i a n le h a b í a p r e s t a d o l a v í s p e r a p a r t e d e s u s a la r io p a r a q u e se p u d i e r a r e n t a r el t r a c t o r e n e l m o m e n t o j u s t o — “ l á ­ b r a l a d e a c u e r d o c o n s u p a k k u v a m ” , le h a b í a d ic h o e lla . P e ro o t r a s v e c e s — m e e x p li c ó — l a m a d u r e z e r a m á s c la r a m e n t e u n a c u e s t i ó n d e p r o p e n ­ s i ó n m a d u r a d a . ¿ T e n ía u n a jo v e n el p a k k u v a m p a r a ju z g a r c u á n d o a r r a n ­ c a r lo s f r ijo le s q u e m a d u r a b a n e n u n ta llo ? ¿ O t e n ía u n jo v e n l a d i s c i p l i ­ n a p a r a g a n a r el s u s t e n t o y m a n t e n e r a s u p r o p i a fa m ilia ? S e g ú n o c u r r í a , lo s jó v e n e s e r a n r i d i c u l iz a d o s c o le c t i v a m e n t e p o r lo s m a y o r e s e n l a a l d e a c o m o “ c o m p a ñ e r o s h u e c o s ” i n c a p a c e s d e d i s t i n g u ir e n t r e e l p la c e r d e l o c io y l a v o c a c i ó n f r u c t í f e r a . C u a n d o e l C l u b d e la J u v e n t u d d e K u l l a p p a G o u n d e n P a tti d e c id i ó p r e s e n t a r c a n d i d a t o s p a r a la s e le c c io n e s p a n c h a y a t d e 2 0 0 1 d e l a p o b l a c i ó n , l a p a k k u v a m o m a d u ­ r e z f u e , p o r c o n s i g u ie n t e , u n t e m a n e c e s a r io d e i n t e n s a d i s c u s i ó n e n tre e s t o s jó v e n e s . E n u n a r e u n ió n c o n v o c a d a p a r a s o n d e a r c a n d id a t o s p a r a l a s i g u ie n t e e li m i n a c i ó n , u n o d e lo s jó v e n e s líd e r e s d e l a o r g a n iz a c i ó n e v o c ó u n a i m a g e n p r o v e r b ia l d e i n m a d u r e z p a r a e n f r e n t a r e s te p r o b l e ­ m a . “ S e d ic e q u e ‘u n c u lt iv o s e m b r a d o p o r n i ñ o s p e q u e ñ o s n o lle g a a la c a s a ’ ” , le s r e c o r d ó M u t h u k u m a r a lo s p r e s e n t e s , h a c i e n d o h i n c a p ié e n l a n e c e s i d a d d e c u i d a d o s f ir m e s , m á s q u e d e u n a p r e m i o p o c o c o n fia b le . E s t a s p a l a b r a s p r o v e r b ia le s , a la s q u e e s a m i s m a n o c h e h iz o e c o o t r o j o ­ v e n l la m a d o J e g a d i s a n , h a b r á n t e n i d o a lg ú n s e n t i d o t a n g i b le p a r a l a m a ­ y o r í a d e l o s jó v e n e s q u e a s i s t i e r o n a l a r e u n i ó n : m u c h o s t r a b a ja b a n c o m o jo r n a l e r o s e n l o s v i ñ e d o s d e l v a lle m i e n t r a s s u s s o l i c i t u d e s d e e m p le o a s a l a r i a d o s e g u ía n p e n d i e n t e s . Y la s u g e r e n c ia p a r e c e h a b e r f u n c i o n a d o , p u e s e l C l u b d e l a J u v e n t u d lo g r ó g a n a r d o s c a r g o s p ú b l i c o s e n la s e le c ­ c io n e s d e e se a ñ o , y n e g o c i a r i n c lu s o el p u e s t o d e v ic e p r e s id e n t e d e la p o b la c ió n . M u t h u k u m a r y J e g a d i s a n , c o m o l a m a y o r í a d e lo s jó v e n e s q u e a s is ­ t i e r o n e s a n o c h e a l a r e u n ió n d e l C l u b d e l a J u v e n t u d , y lo s a g r ic u lt o r e s d e e d a d m e d i a y a m e n c i o n a d o s , V a i r a m P a n d ia n y S e k h a r , p e r t e n e c í a n a

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ANAND PANDIAN

l a c a s t a p i r a m a l a i k a l l a r , y u n o p o d í a id e n t if i c a r e n s u p r e o c u p a c i ó n c o m ú n p o r l a m a d u r e z u n e c o d e la s e s t r a t e g ia s c o lo n ia le s q u e le s f u e r o n i m p u e s t a s a s u s p r e d e c e s o r e s . S i n e m b a r g o , n o p o d e m o s d a r a q u í ta n f á ­ c ilm e n te u n s a lt o p a r a c o n c lu ir q u e n o s e n f r e n t a m o s n i m á s n i m e n o s q u e a u n a i m p r e v i s t a r e v e r b e r a c ió n d e l a p e d a g o g í a m o r a l c o lo n ia l, p o r m u y p o d e r o s a q u e é s t a h a y a p o d i d o ser. S u le n g u a je d e p a k k u v a m d e l a t a t a m ­ b i é n u n a d e u d a c o n la s t r a d i c i o n e s r e lig i o s a s d e l s u r d e I n d ia , y l a m a d u ­ r e z d e l a d e v o c i ó n q u e p o r s i g lo s se h a p r o m o v i d o e n a l u m n o s y d e v o t o s . L o s r e la t o s p o p u l a r e s s o b r e p a k k u v a m e n e l v a lle d e C u m b u m s u e le n i n s i s t i r e n l a p o s i b i l i d a d d e lo g r a r u n e s t a d o in t e r i o r d e i n t e g r i d a d : u n a c o n c e n t r a c i ó n f ir m e e i n q u e b r a n t a b l e d e l a m e n t e o el c o r a z ó n e n u n s o l o o b je t o d e a t e n c ió n : u n r e c u e r d o , e l a m o r o la lu c h a . J ó v e n e s k a lla r d e s c r i b ía n , p o r e je m p l o , s u e n t u s ia s m o p o r u n a m o r r o m á n t i c o q u e f u e ­ r a m a d u r o y “s i n c e r o ” e n s u c o n c e n t r a c i ó n d e l p e n s a m i e n t o , l a m e m o ­ r ia , el d e s e o y l a e x p e r ie n c ia s e n s u a l e n u n lo c u s d e a t e n c ió n — l a p r o p i a a m a n t e — , m á s q u e p o r el a b a n d o n o s e n s o r i a l d e u n a i n d u l g e n c i a r o ­ m á n t i c a m á s “ d e s h o n e s t a ” y t o r t u o s a . P o d e m o s in c lu s o d is c e r n ir u n a p r e o c u p a c i ó n s i m i l a r r e s p e c t o d e l t r a b a jo e n el p r o v e r b io q u e M u t h u k u m a r e x p r e s ó a q u e l l a n o c h e e n l a r e u n i ó n d e l C l u b d e l a J u v e n t u d : la p o s i b i l i d a d d e u n a c o s e c h a q u e n o l o g r a r a m a d u r a r e n u n tr a y e c t o e s t a ­ b l e , p u e s t a e n r ie s g o p o r la s i n c o n s t a n t e s a t e n c i o n e s d e s u a g r ic u lt o r . A u n q u e l a l i t e r a t u r a r e li g i o s a t a m i l s u e le s e r v ir s e d e l a i m a g e n d e la s e m i l l a y e l f r u t o p a r a tr a z a r l a t r a y e c t o r ia d e u n a l m a q u e m a d u r a , e s to s t e x t o s p o n e n el a c e n t o t a m b i é n e n e l p a p e l n e c e s a r io d e l d o n d i v in o p a r a d e v o lv e r a l o s i n d i v i d u o s e l f r u t o d e s u s o b r a s . D e u n a m a n e r a m u y s e ­ m e ja n t e , lo s a g r i c u lt o r e s y o t r o s c i u d a d a n o s r u r a le s d e l v a lle d e C u m ­ b u m s u b r a y a n la c o n t i n g e n c i a e s e n c ia l d e l a m a d u r a c i ó n d e l a tie r r a : la s o l a d e v o c i ó n a l a s f a e n a s a g r a r ia s n o b a s t a p a r a a s e g u r a r l a c o n s e c u c i ó n d e s u s f in e s . A q u í , lo s c a m p e s i n o s s u e le n d e s c r i b ir l a a g r i c u lt u r a c o m o u n ju e g o d e a z a r: se h a lla s u je t a a f u e r z a s q u e e s t á n m á s a llá d e lo s a fa n e s d e lo s a g r i c u l t o r e s e n lo i n d i v i d u a l, y e s t a n i m p r e d e c i b l e c o m o u n b ill e ­ te d e lo t e r ía , u n ju e g o d e d a d o s o u n a p a r t i d a d e c a r t a s ; a n a lo g í a s q u e p u e d e n e x t e n d e r s e m u c h o m á s . E n el c u lt iv o d e la s c o s e c h a s h a s t a s u m a d u r e z , c o m o e n el c u i d a d o d e lo s n i ñ o s , e n l a p r á c t i c a d e l a d e v o c i ó n o in c l u s o e n la b ú s q u e d a d e u n a e le c c ió n — lo q u e es t a m b i é n u n a e s p e ­ c ie d e “ a g r i c u l t u r a ” , s e g ú n se m e d i jo — , lo s f r u t o s d e la l a b o r d e l c u ltiv o d e p e n d e n d e l a c c i d e n t e y l a c o n t i n g e n c i a i n e lu d i b le s . A p e s a r d e la s f ir ­ m e s c o n v i c c io n e s d e l a p e d a g o g í a a g r a r i a c o lo n i a l, lo s a g r i c u lt o r e s d e l

MADURACIÓN CON LA TIERRA

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v a lle d e C u m b u m n o e n c u e n t r a n h o y e n d í a n i n g u n a g a r a n t í a d e q u e s u t r a b a jo p a r a m a d u r a r la s p la n t a s a s e g u r e s u p r o p i a m a d u r a c ió n m o r a l c o m o p e r s o n a s . L a s v i c i s it u d e s d e l d e s a r r o llo o r g á n ic o a lt e r a n t o d a fe s e m e ja n t e e n el p r o g r e s o e s ta b le . L a g e n t e t a m b i é n p u e d e m a d u r a r a d e s t i e m p o , c o m o l o s t a llo s v e g e t a le s e n lo s q u e e n c u e n t r a n s u s d o b le s : u n o s , d e m a s i a d o p r o n t o p a r a d a r n i n g ú n b ie n , y o t r o s , d e m a s i a d o t a r d e p a r a r e d i m i r s e .24 E s t e e n s a y o s o b r e el s u r d e l a I n d i a m o d e r n a h a e s b o z a d o tr e s e s c e n a s — q u iz á s in c l u s o p a r á b o la s — , r e la tiv a s a la m a d u r e z : s u s p o s i b i l i d a d e s y s u s lí m it e s , s u s h i s t o r ia s y s u d e v e n ir m á s a llá d e l a m u e r t e , s u im p r e v is ib i l i d a d y s u a p e r t u r a c u a n d o se c o n c ib e n y se e je r c e n c o m o u n c u r s o d e t r a n s f o r m a c i ó n o r g á n ic a . E s t a s e s c e n a s h a n p r e s e n t a d o , c a d a u n a , fa c e ta s y p r e o c u p a c i o n e s d is t in t iv a s , p e r o t a m b i é n se h a n t r a s la p a d o r e s p e c t o d e s u s t e m a s y s u s t r a y e c to r ia s , a s í c o m o e n r e la c ió n c o n s u te r r e n o m a t e r ia l d e c u ltiv o , m a d u r a c i ó n y d e s a r r o llo . T o m a d a s e n s u c o n ju n t o , h a n d e c o n s id e r a r s e m e d i o s p a r a p r o d u c ir y s o s t e n e r u n a i m a g e n d e la m a d u r e z c o m o u n d e t e r m i n a d o c r e c im ie n t o . E s t a i m a g e n es ta l q u e — c o m o lo h e p l a n t e a d o — lle v a el d e s a r r o llo p o t e n c i a l t a n t o d e l s u je t o c o m o d e l a n a ­ tu r a le z a a u n m a r c o c o m ú n , e n v e z d e c o n s id e r a r q u e la m a d u r a c i ó n d e u n o c o n lle v a u n a n e c e s a r ia t r a s c e n d e n c i a e n el o tr o . T a m b i é n h e m o s e n ­ c o n t r a d o u n r e c o r d a t o r io — e n e s t o s d iv e r s o s e je m p lo s d e m a d u r e z , si b i e n p r e v is t a , t a m b i é n c o n d e n a d a —

d e l a in e lu d ib le c o n t i n g e n c i a d e la

m a d u r a c i ó n c o m o p r o c e s o d e d e s a r r o llo , y s u c o m p l ic a c i ó n c o n s i t u a c io ­ n e s d e c o in c id e n c ia , a c c id e n t e y az ar. L a e v id e n c ia d e m a d u r e z — o d e s u a u s e n c ia — n o e x ig e n i r e c o n o c i m i e n t o d e l lo g r o n i c o n d e n a d e l f r a c a s o . E n c a m b i o , e s to s e s b o z o s d e lo s d iv e r s o s — y m u c h a s v e c e s i n e s p e r a d o s — r e s u lt a d o s tie n e n p o r o b je t o c o m u n i c a r l a p lu r a l id a d e s e n c ia l d e l s u je t o m o d e r n o e n la s c o n d ic i o n e s p o s c o lo n i a le s : s u c o n s t i t u c i ó n a b i e r t a a n te l o s in t e r s t ic io s d e h o r iz o n t e s e n c o m p e t e n c ia , d e p o t e n c i a l m e jo r ía , d e s a ­ r r o llo o t r a n s f o r m a c i ó n . C o n c a d a u n o d e e s t o s e je m p lo s h e c o n f r o n t a d o , a d e m á s , u n p r o c e ­ s o t e l e o l ó g i c o d e c u lt iv o — u n a c a m p a ñ a d e e d i f ic a c i ó n m o r a l p e r s o ­ n a l, u n p r o y e c t o d e r é d it o f in a n c ie r o y u n e m p e ñ o e n la b r a r e l s u e l o — c o n u n p r o v e r b i o t a m i l r e la tiv o a l a m a d u r a c i ó n y la s c o n d i c i o n e s d e s u

24 Estos planteamientos se desarrollan m ás extensamente en los capítulos tercero y cuarto de mi libro Crooked Stalks.

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ANAND PANDIAN

r e a liz a c ió n . E s t a s i m á g e n e s p r o v e r b ia le s d e lo s á r b o le s p o d a d o s y lo s n i ­ ñ o s g o l p e a d o s , d e la m a d u r a c ió n d e l c o r a z ó n d e l á r b o l y l a m a d u r e z d e j u i c i o , d e a g r i c u lt o r e s i n m a d u r o s y c o s e c h a s q u e n o lle g a n a l a c a s a , p u e d e n v e r se , t o d a s y c a d a u n a , c o m o a f ir m a c i o n e s d e u n a v e r d a d n a t u ­ r a l: v o lv e r a l a p e r m a n e n c i a d e l a n a t u r a le z a a f in d e in s i s t ir e n l a f ir m e z a d e d e t e r m i n a d o s t i p o s d e d e c la r a c io n e s c u lt u r a le s . Q u i e r o p r o p o n e r , s in e m b a r g o , q u e d e c a d a u n o d e e s t o s p r o v e r b i o s p u e d e c o n s id e r a r s e q u e tie n e s u p r o p i a h i s t o r i c i d a d , s u p r o p i a a p e r t u r a p a r a m e d i a r u n a p o s ib le m a d u r e z . “ U n p r o v e r b io — e s c r ib ió W a lte r B e n ja m i n —

es u n a r u i n a

q u e se e r ig e e n el lu g a r d e u n a v i e ja h i s t o r i a y e n l a q u e u n a m o r a l e ja se a d h ie r e a u n g e s t o c o m o l a h i e d r a a u n a p a r e d .” 25 L a i m a g e n d e l a n a t u ­ r a le z a q u e e n c u b r e e s te a r g u m e n t o tie n e p o r o b je t o r e c o r d a r n o s q u e s e ­ m e ja n t e s p a l a b r a s s u r g e n d e la t r a d i c i ó n d e c o n t a r h i s t o r ia s f u n d a d a s e n l a a u t o r i d a d v iv a d e l c o n s e jo .26 E l c o n s e jo — p r o p o n e B e n ja m i n —

“ es

m e n o s l a r e s p u e s t a a u n a p r e g u n t a q u e u n a p r o p u e s t a r e la t iv a a la c o n t i ­ n u a c i ó n d e la h i s t o r i a e n p r o c e s o d e d e s p l e g a r s e ” .27 P a r a B e n ja m i n , e s ta s h i s t o r i a s n o s o n s ó lo c u e n t o s p o p u l a r e s o d e h a d a s , s i n o q u e t r a t a n d e la e x p e r i e n c i a c o m o ta l, t o m a d a c o m o u n p r o c e s o d e d e s p l ie g u e . E n e ste s e n t i d o , l o s p r o v e r b io s d e l o s q u e m e h e s e r v i d o p u e d e n e m p le a r s e p a r a a f ir m a r l a h i s t o r i c i d a d d e l s u je t o d e l a m a d u r e z . H a c e n p o s i b le s , a sí, lo s a r g u m e n t o s s o b r e el c a r á c t e r in c ip ie n t e . L a a p e r t u r a d e la s f o r m a s i n c ip ie n t e s d e m a d u r a c ió n q u e h e d e s c r it o a q u í p o d r í a d a r l a i m p r e s i ó n d e a r r e b a t a r n o s c u a lq u i e r f u n d a m e n t o p a r a l a fe e n s u p r o b a b l e r e a liz a c ió n . P e ro d e b e m o s r e c o r d a r q u e p a r a lo s c i u d a d a n o s r u r a le s d e l v a lle d e C u m b u m , l a t ie r r a — c o m o s u e lo — e s tá e lla m i s m a s i e m p r e m a d u r a n d o . L a m a d u r a c i ó n n o o c u r r e s im p le m e n t e p a r a t r a n s p i r a r s o b r e s u fa z , s i n o q u e e s el p r i n c i p i o m i s m o q u e p r o d u c e s u s p r o f u n d i d a d e s y s u s s u p e r f ic ie s . L o s d i a m a n t e s m a d u r a n e n l a tie r r a . L a p r o p i a p i e d r a m a d u r a . Y el s u e lo n o l o g r a f lo r e c e r d e m a n e r a a b r u m a ­ d o r a s ó l o p o r q u e lo s a g r ic u lt o r e s c o r t e n s u s a k t i, s u f o r t a le z a o s u v ig o r p o r m e d i o d e l o s c u lt i v o s q u e c o s e c h a n d e e lla . H a y s e n d e r o s p o r h a lla r 25 Walter Benjamin, “T he storyteller: O bservations on the works o f Nikolai Leskov” , en H ow ard Eiland y M ichael W. Jennings (eds.), Walter Benjamin: Selected Writings Volume 3, 1935-1938, C am bridge, H arvard University Press, 2002, 162 p. 26 Sobre el lugar de los proverbios y otros elementos del consejo en las tradiciones morales del sur de India, véase mi artículo “Tradition in fragments: Inherited forms and fractures in the ethics o f South India” , American Ethnologist, núm. 35, 2008, pp. 466-480. 27 Benjam in, “T h e storyteller”, pp. 145-146.

MADURACIÓN CON LA TIERRA

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e n t r e la s f o r m a s d e m a d u r a c ió n q u e la t ie r r a p e r m i t e . A l g u n o s n o lo g r a n f lo r e c e r y d e s a p a r e c e n — s u s p a r e s d i c e n q u e s u s li n a je s se h a n i d o a ta risu o “ b a r b e c h o ”— . M u c h o s o t r o s d e ja n e s te m e d i o p a r a b u s c a r s u s p o s i b i l i d a d e s e n o t r o la d o , y d e s c u b r e n q u e se r a g r i c u lt o r e n e s te m o ­ m e n t o n o e s s i n o se r u n p a t t i k a a t t a n , u n p u e b le r i n o r u d i m e n t a r i o o s a lv a je . P e ro h a y t o d a v í a o t r o s q u e se q u e d a n y se c o n v i e r t e n e n a g r i c u l­ to r e s , a p o s t á n d o l e a l a t ie r r a p o r u n p o s i b le f r u t o . E s t e e n s a y o se e la b o r ó c o n la c o n v i c c ió n d e q u e s u e x p e r ie n c ia — a u n q u e s a c u d i d a p o r la s d u r a s p r u e b a s d e l p r e s e n t e — c o n lle v a le c c i o n e s p a r a l a m o d e r n i d a d q u e c o m ­ p a r t i m o s . P o d e m o s i n c lu s o e n c o n t r a r c i e r t a r e s o n a n c i a d e e s t a s le c c io ­ n e s e n te r r e n o s m á s f a m i li a r e s . C o m o e s c r ib ió H e n r i B e r g s o n a p r i n c i ­ p io s d e l sig lo

XX, “ e x is tir es c a m b i a r ; c a m b i a r e s m a d u r a r , y m a d u r a r es

s e g u i r c r e á n d o s e u n o m i s m o s in f in ” .28

28 Henri Bergson, Creative Evolution, N ueva York, C osim o Classics, 2005, 10 p. Bergson procura aquí extender el potencial del cam bio abierto más allá del dom inio de los seres conscientes.

11. LOS SENTIDOS M ODERNOS De los seres, los ciudadanos, los nacionales y los sujetos Véronique Béné'i ¿ Q u é es l a m o d e r n i d a d ? ¿ C u á n d o y d ó n d e e m p ie z a ? ¿ Q u é c la s e d e “p r o ­ m e s a p a r a el f u t u r o ” n o s d e p a r a ? ¿ Q u i é n es m o d e r n o y q u ié n n o lo es? ¿ H e m o s s i d o e n r e a lid a d m o d e r n o s a lg u n a v e z ? E s t a s y m u c h a s o t r a s p r e ­ g u n t a s s o b r e e s t a e s q u iv a n o c i ó n h a n n u t r i d o d e b a t e s i n t e r m in a b le s en l o s ú l t i m o s a ñ o s . L a lit e r a t u r a p u b l i c a d a al r e s p e c t o , la s c o n fe r e n c ia s d ic ­ t a d a s , l o s c u r s o s i m p a r t i d o s y la s t e s is q u e a b o r d a n el t e m a a lo la r g o y anch o

d e l o s c o n t in e n t e s h a n

a lc a n z a d o p r o p o r c i o n e s a s t r o n ó m ic a s .

N u e s t r a rela ció n c o n e s ta n o c i ó n h a v e n i d o , m á s q u e n a d a , a d e f in ir p e r ­ s is t e n t e m e n t e n u e s t r a é p o c a . C o n s i d e r a d a y a p o s m o d e r n a o in c lu s o “ p o s t - p o s m o d e r n a ” , la m á s r e c ie n te tie n e l a m a r c a in d e le b le d e u n d i s c u r ­ s o s o b r e e ste “r a p p o r t a u t e m p s q u i e s t c e lu i d ’u n e p r o m e s s e d e f u t u r ” .1 C o m o si t a m b i é n l a m o d e r n i d a d f u e r a el e x t r a n je r o ... e n d o n d e n o s ó l o l a s c o s a s se h a c e n d e u n a m a n e r a d ife r e n t e , s i n o q u e e s t á p a r a s i e m p r e f u e r a d e n u e s t r o a lc a n c e .

A N T R O P O L O G ÍA Y M O D E R N ID A D 2 L o s h is t o r ia d o r e s n o h a n t e n id o el m e n o r r e p a r o a n te el h e c h o d e q u e la m o d e r n i d a d es u n c o n c e p t o m u y im p r e c is o , d ifíc il d e s it u a r e n s u s d i m e n ­ s io n e s t e m p o r a le s , e s p a c ia le s y t e ó r ic a s . I n c lu s o lo s in te le c t u a le s q u e p o ­ 1Jean-Fran^ois Lyotard, Signé M alraux (Conversation with Alain Gérard, http:// www.grep-m p.org/conferences/Parcours-15-16/M alraux.htm ,1997). 2Tom é prestados algunos elementos de este capítulo de la Introducción y la C o n ­ clusión de mi libro, Véronique Bénéi, SchoolingPassions: Nation, History, and Language in Contemporary Western India, Stanford, Stanford University Press, 2008.

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VÉRONIQUE BÉNÉI

n e n u n m a y o r é n fa s is e n el p a p e l d e l a f o r m a c ió n d e l E s t a d o e n el a d v e n i­ m i e n t o d e l lla m a d o “p e r i o d o m o d e r n o ” s ig u e n e s t a n d o m u y e n d e s a c u e r d o e n c u a n t o a s u d a t a c ió n : c u á n d o — y n o se d i g a d ó n d e — c o m ie n z a el e s­ t a d io s ig u e s ie n d o u n p u n t o d is c u t ib le . L a s it u a c ió n p a r e c e r ía u n p o c o m á s fá c il p a r a lo s in te le c t u a le s q u e p r iv ile g ia n o tr o s f a c to r e s d e la m o d e r ­ n i d a d , c o m o l a d e c a d e n c ia d e l a r e lig ió n y el s u r g im i e n t o d e l la ic is m o . A p e s a r d e e ste p r e d i c a m e n t o r e s p e c to d e l a d a t a c ió n y la d e f in ic ió n , a h o r a es, n o o b s t a n t e , u n h e c h o a c e p t a d o q u e el c o n c e p t o d e “m o d e r n i d a d ” n o es p r e r r o g a t iv a e x c lu s iv a d e “ O c c i d e n t e ” . E n m u c h a s o t r a s s o c ie d a d e s y c u ltu r a s , y e n o tr o s p u n t o s e n el t i e m p o d i s t in t o s d e lo s e u r o p e o s , a r b i­ tr a r ia m e n t e u n iv e r s a liz a d o s , h a h a b id o g r a n d e s m o m e n t o s d e r u p t u r a q u e h a n d a d o l u g a r a n u e v o s m o d o s — s o c ia le s , a r tís tic o s , lite r a r io s o p o lí t i ­ c o s — d e p r o d u c ir , e n te n d e r , c la s ific a r y u s a r el c o n o c i m i e n t o .3 T o d o s e s t o s n u e v o s m o d o s p o d r í a n d e n o m i n a r s e “m o d e r n o s ” , a d i ­ f e r e n c i a d e lo q u e lo s p r e c e d ió e n l a lo n g u e d u r é e lo c a l. L a d i f i c u l t a d r a ­ d i c a s ie m p r e , p o r s u p u e s t o , e n a s e g u r a r q u e l a p e r s p e c t iv a h is t ó r i c a a d o p t a d a p a r a p r e v e r l a lo n g u e d u r é e se a , p o r a s í d e c ir lo , d e m u y la r g o a lc a n c e . E l e n c u e n t r o c o lo n i a l y el a d v e n i m i e n t o d e l a m o d e r n i d a d c o ­ l o n i a l e n e l s u r d e A s i a es u n c a s o c o n c r e t o . P o r u n la d o , p u e d e v e r s e e n e s te e n c u e n t r o u n a r u p t u r a r a d i c a l c o n la s e s t r u c t u r a s e x is t e n t e s d e g o ­ b i e r n o s o c i a l y p o lí t i c o . L a c la s e d e e f e c t o s d e l E s t a d o d e s c r i t o s p o r F o u c a u l t e n r e l a c i ó n c o n E u r o p a t a m b i é n e s t u v ie r o n e n ju e g o e n I n d ia d e s d e el s i g l o

XIX, s i b ie n d e u n a m a n e r a m e n o s t o t a l it a r i a p o r r a z o n e s

h i s t ó r i c a s r e la tiv a s a la l i m i t a d a e x t e n s i ó n d e l R a j b r it á n i c o , h e c h o q u e a m e n u d o se p a s a p o r a lto e n lo s d e b a t e s s o b r e a s u n t o s c o lo n ia le s e n In d i a . 4 P o r o t r o l a d o , a l g u n o s e s q u e m a s — e n p a r t ic u la r li n g ü í s t ic o s y c u l­ t u r a le s — p a r e c e n h a b e r s e t r a n s f e r i d o a l a I n d i a p o s c o l o n i a l , lo q u e h a c o n t r i b u i d o a l a c o n f o r m a c i ó n d e la s f o r m a s p o l í t i c a s c o n t e m p o r á n e a s d e l a m o d e r n i d a d . 5 V o y a v o lv e r s o b r e e s te p u n t o . P o r lo p r o n t o , q u ie r o c e n t r a r m i a t e n c i ó n e n el t a r d ío i n t e r é s d e lo s a n t r o p ó l o g o s e n l a n o c i ó n d e m o d e r n id a d . 3 Shm uel N . Eisenstadt, Daedalus, edición especial, Multiple Modernities, núm. 129 (1), 2000, pp. 1-29. 4 Ian C opland, The Burden o f Empire: Perspectives on Imperialism and Colonialism , O xford, O xford University Press, 1990. 5 Sheldon Pollock, The Language o f the Gods in the World o f Men: Sanskrit, Culture, and Power in Premodern India, Berkeley, University o f California Press; Delhi, Permanent Black, 2006 (2007).

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T o d a r e fle x ió n a n t r o p o l ó g i c a s o b r e l a “m o d e r n i d a d ” d e b e p o n d e r a r , e v i d e n t e m e n t e , l a r e le v a n c ia d e l c o n c e p t o p a r a lo s p r o f e s io n a le s d e e s ta d i s c i p l in a . A p r i m e r a v i s t a , c o m o se h a s e ñ a l a d o ,6 l a n o c i ó n i n d i c a u n a b s o l u t i s m o m á s b i e n f u e r a d e lu g a r e i n s o s t e n i b le e n s u a p r e h e n s ió n d e l c a m b i o s o c i a l e n c u a lq u i e r s o c i e d a d d a d a : e l t é r m i n o p r o m u e v e i m p l í c i ­ t a m e n t e u n a d i c o t o m í a e n t r e lo “ t r a d i c i o n a l ” o “ a n t i g u o ” y lo “m o d e r ­ n o ” , u n a d i c o t o m í a a t r a v e s a d a d e c a b o a r a b o p o r lo s t r a b a jo s a q u e d io l u g a r el p r e c u r s o r v o l u m e n d e T e r e n c e R a n g e r y E r i c H o b s b a w m 7 s o b r e l a “ in v e n c i ó n d e l a t r a d i c i ó n ” h a c e y a a lg u n a s d é c a d a s . L a t r a d i c i ó n n o p e r t e n e c i ó a l p a s a d o ; f u e m á s b i e n u n t e jid o d e l p r e s e n t e q u e c o b i jó m u c h o s p r o y e c t o s n a c i o n a l i s t a s d e m o d e r n i d a d . L o s a n t r o p ó l o g o s y lo s h i s t o r i a d o r e s r e s u l t a r o n se r, p o r c o n s i g u i e n t e , lo s m e jo r e q u i p a d o s p a r a e x p lo r a r y c u e s t i o n a r el v a lo r r e la tiv o y e s t r a t é g ic o d e e s te c o n c e p t o . L a m a y o r í a d e la s v e c e s , n o o b s t a n t e , p a r e c e n h a b e r s e c o n f o r m a d o c o n r e c h a z a r la n o c i ó n — al p r i n c i p i o — , o c o n a d o p t a r l a s i n r e s e r v a s — m á s r e c i e n t e m e n t e — . E l q u e e s t a r e fle x ió n s o b r e el s e r m o d e r n o se h a y a li g a ­ d o e s t r e c h a m e n t e e n m u c h o s c a s o s c o n lo s p r o c e s o s c o lo n i a le s p u e d e e x p lic a r l a c e g u e r a in i c ia l d e e s t a d i s c ip l in a , y lo in v e r s o , l a u lt e r io r a u ­ s e n c i a d e d i s t a n c i a c r ít ic a r e s p e c t o d e l c o n c e p t o . P e r m í t a s e m e e x p lic a r lo . L o s a v a ta r e s d e l a m o d e r n i d a d ( p o lít ic a ) e n l a f o r m a d e E s t a d o - n a c i ó n p o s c o l o n i a l n o se c o n s i d e r a r o n “ a u t é n t i c o s ” o b je t o s d e e s t u d i o s i n o h a s ­ t a h a c e p o c o . 8 C o m o es b ie n s a b i d o , lo s a n t r o p ó l o g o s n o b r i lla r o n p o r s u a p r e c i a c i ó n c r ít ic a d e l a s i t u a c i ó n c o lo n i a l e n p a r t i c u l a r s i n o h a s t a q u e é s t a se h u b o c o n v e r t id o p r e c i s a m e n t e e n c o s a d e l p a s a d o o , m e jo r d ic h o , e n “ p o s t ” , m i e n t r a s q u e lo s h i s t o r i a d o r e s — d e l s u r d e A s i a , s o b r e t o d o — y a e s t a b a n i n m e r s o s e n e llo . S o n m u c h o s lo s f a c t o r e s q u e tie n e n q u e v e r c o n el d e s d é n in i c i a l d e lo s a n t r o p ó l o g o s h a c i a la m o d e r n i d a d , y n o es p r o p ó s i t o d e e s te e n s a y o r e t o m a r l a h i s t o r i a in t e le c t u a l d e c ó m o e s ta n o c i ó n a d q u i r i ó r e le v a n c ia e n t r e e llo s . L a o b r a M o d e r n it y a t L a r g e 9 d e A r ju n A p p a d u r a i m a r c ó s i n d u d a u n h it o e n l a d i s c i p l in a y s ir v ió p a r a

6Jonathan Spencer, “M odernism , modernity and modernization” , en Alan Barnard y Jonathan Spencer (eds.), Encyclopedia o f Social and Cultural Anthropology, Londres, Routledge, 1996, pp. 376-379. 7 Eric Hobsbaw m y Terence Ranger (eds.), The Invention o f Tradition, Cambridge, Cam bridge University Press, 1983. 8 Bénéi*, Schooling Passions. 9Arjun Appadurai, Modernity at Large: Cultural Dimensions o f Globalization, Minneapolis, University o f M innesota Press, 1996.

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l e g i t i m a r — y a c o m o p u n t o d e r e fe r e n c ia , y a c o m o p u n t o d e p a r t i d a — e l d e b a t e s o b r e u n c o n c e p t o q u e a n t e s se h a b í a r e le g a d o a la s d e m á s c ie n c ia s s o c ia le s . H o y d i s f r u t a d e u n a a c t u a l i d a d q u e i n c lu s o h a c e d ie z a ñ o s e r a i m p e n s a b l e . L o s a n t r o p ó l o g o s se m u e s t r a n a h o r a a n s i o s o s d e r e g is t r a r y d o c u m e n t a r la s d e c la r a c io n e s d e s u s i n f o r m a n t e s d e “ se r m o ­ d e r n o s ” , c o m o si e s t u v ie r a n q u i z á c o m p r o m e t id o s e n u n a f á n c o le c t iv o e i n c o n s c ie n t e , r e d e n t o r d e la c e g u e r a d e la s g e n e r a c io n e s a n t e r io r e s a n te l a r e a l i d a d d e l c o l o n i a l i s m o . A p e s a r d e t o d a ju s t i f i c a c i ó n é tic a , e s to h a c o n v e r tid o a m u c h o s a n tr o p ó lo g o s en p o r ta v o c e s in v o lu n ta r io s d e u n d i s c u r s o q u e v i s u a li z a l a m o d e r n i d a d c o m o u n a r e a lid a d i n c u e s t i o n a b le , t a n g i b l e y p a l p a b l e q u e e s t á “ a h í a f u e r a ” , e n v e z d e c o m o u n r e la tiv o c o n s t r u c t o i d e o l ó g i c o , h is t ó r i c o y s o c ia l. A s í, el p o t e n c i a l h e u r ís t i c o i m ­ p l í c i t o e n l a a p r e c ia c ió n a n t r o p o l ó g i c a d e l a n o c i ó n d e m o d e r n i d a d se h a p e r d id o en la m a y o ría d e n o so tro s. T a n t o e n l a a n t r o p o l o g í a c o m o e n la s d e m á s c ie n c ia s s o c ia le s , s ig u e h a b i e n d o m u c h o s s u p u e s t o s y v in c u la c i o n e s p r o b l e m á t i c a s r e la tiv a s a la n o c i ó n d e m o d e r n i d a d c o m o se l a c o n s i d e r a h o y e n d ía . A p e s a r d e l a m a y o r v i s i b i l i d a d d e l a c r ít i c a d e l a I l u s t r a c i ó n y d e l é n f a s i s p u e s t o e n l a p l u r a l i d a d m i s m a d e la s “m o d e r n i d a d e s ” , l a n a r r a t i v a c e n t r a d a e n E u r o p a y A m é r i c a s i g u e s i e n d o e n g r a n m e d i d a h e g e m ó n i c a . C o m o es b i e n s a b i d o , d e a c u e r d o c o n e s t a n a r r a t i v a se s u p o n e q u e l a m o d e r n i d a d s e o r i g i n ó e n E u r o p a y E s t a d o s U n i d o s , 10 y se i n t r o d u jo p o c o a p o c o e n o t r a s p a r t e s d e l m u n d o . S u s a v a ta r e s s o n c o n o c i d o s p o r h a b e r in c lu i d o e l n a c i o n a l i s m o 11 y l a d e m o c r a c i a , a s í c o m o , m á s r e c i e n t e m e n t e , l a g l o ­ b a l i z a c i ó n . 12 E n t é r m i n o s p o l í t i c o s , l a m o d e r n i d a d a lu d e c o n f r e c u e n c ia a u n g r u p o d e c o n c e p t o s r e la c i o n a d o s c o n la s n u e v a s f o r m a s d e g o b ie r n o ( p o r e je m p lo , l a n o c i ó n d e F o u c a u l t d e g u b e r n a m e n t a b i li d a d ) , e n q u e la f o r m a c i ó n d e l E s t a d o s i g u e t e n ie n d o , n o o b s t a n t e , u n p a p e l p r e d o m i ­ n a n t e . E s t o s e a c o m p a ñ a d e l s u r g i m i e n t o d e u n a s o c i e d a d c iv il c o m ­ p u e s t a d e a c t o r e s s o c i a le s y p o l í t i c o s li b e r a d o s p r o g r e s iv a m e n t e d e lo s g r ille t e s d e l a l l a m a d a t r a d i c i ó n — lé a s e a t a d u r a s é t n ic a s y r e lig io s a s , y o t r a s c la s e s d e n u d o s c o n d e n a b le s p a r t i c u l a r i s t a s o c o m u n i t a r i o s — , y d e 10A pesar de que la m odernidad japonesa, como se ha docum entado m uy bien, es tan antigua com o su contraparte europea. 11 Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread o f Nationalism , Londres, Verso, 1991 (1983). 12 Roland Robertson, Globalization: Social Theory and Global Culture, Londres, Sage, 1992.

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q u i e n e s se e s p e r a q u e a c t ú e n d e a h í e n a d e la n t e c o m o i n d i v i d u o s r a c i o ­ n a le s . V i n c u l a d o s a e s te d e s a r r o llo s o c ia l y p o l í t i c o , se g e n e r a r o n n u e v o s m o d e l o s d e r e la c io n e s d e p r o d u c c i ó n p o r u n a e c o n o m í a c a p i t a l i s t a a p o ­ y a d a e n p r o c e s o s d e i n d u s t r i a l i z a c i ó n c u y o o r i g e n se r e m o n t a a p r i n c i ­ p io s d e l sig lo

XVIII. E s t o s p r o c e s o s p r o p o r c i o n a r o n u n m o d e l o e x p li c a t i­

v o p a r a lo s m á s e m p í r i c o s y d e t e r m in is t a s d e e n tr e n o s o t r o s , c o n l a i d e a d e q u e e l d e s a r r o llo t e c n o ló g i c o m a t e r i a l y t a n g i b le d e b í a te n e r r e p e r c u ­ s i o n e s p a r t i c u la r e s e n la s r e la c io n e s s o c ia le s . E l p l a n t e a m i e n t o m a r x i s t a h o y r e v e r b e r a e n el q u e s u e le e x p r e s a r s e e n t o r n o a l a g lo b a l i z a c ió n . L a “ g l o b a l i z a c ió n t e c n o l ó g i c a ” e n p a r t i c u l a r e s, e n c ie r to m o d o , l a e x t e n s ió n l ó g i c a d e l o s p r o c e s o s i n d u s t r ia le s q u e a r r a n c a r o n

d o s s i g lo s a tr á s.

A s í, g r a c i a s a l a s r e d i s t r i b u c i o n e s t e c n o ló g i c a s p o s t e r i o r e s , l a m o d e r n i ­ d a d — lé a s e “m o d e r n i d a d e u r o p e o - e s t a d o u n i d e n s e ”— se h a v u e lt o a c c e ­ s ib le t a n t o p a r a e l c a m p e s i n o u y g u r c o m o p a r a e l p e s c a d o r e s q u im a l, el p a s t o r !k u n g , e l n ó m a d a a n d i n o , e l e m p r e s a r i o i t a li a n o o e l h o m b r e d e n e g o c i o s ja p o n é s , ta l c o m o lo e x p r e s ó h a c e a l g u n o s a ñ o s u n f a m o s o a n u n c i o d e u n p r o v e e d o r d e s e r v ic io s d e in t e r n e t e n E u r o p a . E l q u e s e ­ m e ja n t e t r o p o se h a y a p o p u l a r i z a d o h a s t a el p u n t o d e c o n v e r t ir s e e n s e n t i d o c o m ú n es e n s í in t e r e s a n t e y s i n d u d a in v i t a a u n a m a y o r a t e n ­ c i ó n d e l a c o m u n i d a d a n t r o p o l ó g i c a . P o r el m o m e n t o m e g u s t a r í a c o ­ m e n t a r , s in e m b a r g o , a lg u n a s v i n c u la c i o n e s t e ó r ic a s y d i s c i p l in a r ia s d e la n o c i ó n d e “m o d e r n i d a d ” , y a s e a q u e se t o m e e n s i n g u l a r o e n p lu r a l. L o q u e m e i n t e r e s a m á s p a r t i c u l a r m e n t e tie n e tr e s f a c e t a s . E n p r i ­ m e r lu g a r , l a n o c i ó n i m p l í c i t a a s o c i a d a a l a m o d e r n i d a d — s o b r e t o d o d e s d e la é p o c a d e la I lu s t r a c i ó n — , d e u n s e r u n i f ic a d o q u e h a s i d o o b je ­ to d e f u e r t e s a t a q u e s e n lo s t i e m p o s p o s m o d e r n o s . E n s e g u n d o lu g a r , el r e d e s c u b r i m i e n t o a n t r o p o l ó g i c o d e c ie r t o s t e m a s p o l í t i c o s — m u y e n p a r t i c u l a r l o s r e la c i o n a d o s c o n el E s t a d o — h a s u s c i t a d o u n n u e v o in t e ­ r é s e n la p r o d u c c i ó n d e la c i u d a d a n í a y e n l a c o m p r e n s i ó n d e q u e la s c u e s t i o n e s e d u c a t iv a s y a n o p u e d e n e v a lu a r s e s ó l o e n lo s a c o n t e c i m i e n ­ t o s d e l c ic lo d e v i d a y lo s r it o s d e p a s o , s i n o t a m b i é n e n i n s t i t u c i o n e s e s t a t a le s c o m o l a s d e d i c a d a s a l a e s c o la r iz a c i ó n . E s t o h a a b ie r t o e s p a c i o s p a r a l a r e fle x ió n a n t r o p o l ó g i c a e n el p r o p i o t e r r e n o d e l a e s c u e la . E n te r ­ c e r lu g a r , e n d i c h a r e fle x ió n , a s í c o m o e n o t r o s d e b a t e s s o b r e lo s a v a ta r e s d e l a m o d e r n i d a d p o l í t i c a , l a d i m e n s i ó n s e n s o r i a l a s o c i a d a a la n o c i ó n a n te d ic h a h a sid o c o n fr e c u e n c ia m á s b ie n im p líc ita , a p e sa r d e q u e e je r c e u n a i m p o r t a n t e i n f lu e n c i a e n l a e p i s t e m o l o g í a d e l c o n o c i m i e n t o d e h o y . E s t o r e q u ie r e u n a e x p lic a c i ó n e n el c o n t e x t o a c t u a l.

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SE R E S F R A G M E N T A D O S, ID E N T ID A D E S IM P O S IB L E S Y N A C IO N A L ISM O G r a n p a r t e d e la p r o d u c c i ó n a n t r o p o l ó g i c a d e la s ú lt i m a s d é c a d a s h a o c u r r i d o , q u ié r a s e o n o , b a jo el s o l d e l a “ d e c o n s t r u c c ió n ” . L o s p r i n c i p a ­ le s c o n c e p t o s e m p le a d o s e n e s t a d is c i p l in a se h a n s o m e t i d o , a sí, a la c o ­ r r e s p o n d i e n t e d e s c o m p o s ic ió n , d is e c c ió n , c r ít ic a , e tc . A r a íz d e l g ir o d e c o n s t r u c t iv is t a , la c r ít ic a d e u n s u je t o r a c io n a l ilu s t r a d o q u e c a r a c t e r iz a s u p u e s t a m e n t e t o d o s lo s p r o y e c t o s d e l a m o d e r n i d a d p o l í t i c a e u r o - e s t a ­ d o u n i d e n s e — y, p o r i m p li c a c i ó n , d i f u s o r a (v é a se el c o m e n t a r i o a n t e r io r ) , d e c u a l q u i e r a o t r a — , l a m o d e r n i d a d p o l í t i c a o c u p a el c e n tr o d e l e s c e n a ­ r io . E n c o n s e c u e n c ia , se h a p u e s t o é n f a s is t a n t o e n l a i m p o r t a n c i a d e l se r e n el c o r a z ó n d e t o d o p r o y e c t o c o le c tiv o , c o m o e n l a ir r e f u t a b le a t o m i z a ­ c i ó n d e l o s i n d i v i d u o s . ¿ Q u i é n n e g a r ía , o m á s b ie n , q u i é n se a tr e v e r ía a c u e s t i o n a r h o y el c a r á c t e r f r a g m e n t a r io d e t o d o s l o s p r o y e c t o s d e s o c i a li ­ z a c ió n , y a s e a n n a c i o n a le s o d e a lg ú n o tr o la d o ? D e ig u a l m a n e r a , ¿ q u ié n p o n d r í a e n d u d a la n a t u r a le z a f r a g m e n t a r ia d e l p r o p i o se r? E l s u je t o p o s ­ m o d e r n o y p o s c o l o n i a l se h a c o n v e r t id o e n u n c a le i d o s c o p io s ie m p r e r e ­ f r a c t a n t e e n u n a m i r í a d a d e e f ím e r a s p o s t u r a s d e i d e n t i d a d q u e a d o p t a a lt e r n a t iv a m e n t e e n el m u n d o . S e m e ja n t e v is i ó n p s i c o d é l i c a s ir v ió s e g u ­ r a m e n t e a u n p r o p ó s i t o d e b i e n v e n id a e n la s ú lt i m a s d é c a d a s . S i g u e s i e n ­ d o t a m b i é n u n a i m p o r t a n t e s a lv a g u a r d ia p a r a t o d o e s t u d i o d e l a s o c i a li ­ z a c i ó n e n el c o n t e x t o d e lo s p r o c e s o s d e E s t a d o , c o n t r a in t e n t o s q u e t o d a v í a q u e r r í a n v e r e n “ E l E s t a d o ” el m o n o l í t i c o p r i n c i p io y el f in d e to d o s e sto s p ro y e c to s. E s a c o n s t a n t e a d v e r t e n c i a c o n t r a lo s r i e s g o s t e ó r i c o s d e l a h o m o g e ­ n e i d a d y la s i d e n t id a d e s h e c h a s y d e r e c h a s h a d a d o lu g a r , s i n e m b a r g o , a li m i t a c i o n e s a l a f r o n t a r p r e c i s a m e n t e la s m a t e r i a li z a c i o n e s e m p í r i ­ c a s m á s r e c ie n t e s , a u n q u e e f ím e r a s . E l lib r o S o c ie ty A g a i n s t th e S t a t e 13 d e P ie r r e C l a s t r e s p u e d e h a b e r c o n t r i b u i d o m u c h o a e s te e s c e p t i c i s m o c r ít ic o p o r h a b e r l l a m a d o la a t e n c i ó n h a c i a lo s r ie s g o s d e lo s in t e n t o s d e l E s t a d o d e p r o d u c i r u n a i n t e g r i d a d y u n a u n i d a d . H o y e n d í a e s c o m o si l a s le c c io n e s a p r e n d i d a s d e l a o b r a d e C l a s t r e s s e h u b i e r a n t r a d u c i d o e n u n a a v e r s ió n t e ó r i c a h a c i a la i n t e g r i d a d e m p í r i c a . P o r s u p u e s t o , n o e s to y a b o g a n d o en fa v o r d e u n re to rn o a a n tic u a d a s n o c io n e s d e la p e r so n a o

13 Pierre Clastres, Society Against the State: Essays in Political Anthropology, Nueva York, Zone Books, 1987.

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d e l a c u l t u r a c o m o t o t a l id a d e s d e f i n i d a s e i n m u t a b l e s , si e s q u e é s ta s j a ­ m á s e x is t i e r o n . 14 S o s t e n g o q u e d e b e r í a m o s r e c o n o c e r c o m o es d e b i d o q u e — a p e s a r d e q u e la s i d e n t id a d e s s o n s ie m p r e i m p o s i b l e s y e s t á n e n c o n sta n te f lu jo —

h a y p r o y e c t o s c o le c t iv o s a lr e d e d o r d e lo s c u a le s la s

i d e n t if i c a c i o n e s p u e d e n g i r a r e i n c lu s o c r is t a liz a r s e , a v e c e s p o d e r o s a ­ m e n t e . E s u n h e c h o q u e l a g e n t e n o s ie m p r e se u n e b a j o u n m i s m o e s­ t a n d a r t e c o n i d é n t i c a c o m p r e n s i ó n d e a q u e llo p o r lo c u a l s e u n e , o , d a d o e l c a s o , e n c o n t r a d e lo q u e se u n e . T i e n e q u e h a b e r , n o o b s t a n t e , c ie r to s u s t e n t o c o m ú n p a r a q u e l a s o l a p o s i b i l i d a d d e u n ir s e se c o n c i b a . E s t o e s p a r t i c u l a r m e n t e o b v io e n el c a s o d e lo s p r o y e c t o s n a c io n a l( i s t a s ) d e f o r m a c i ó n d e l ser. L o s a c t o r e s s o c i a le s p u e d e n a t r i b u i r s i g n i f i c a d o s d ife r e n t e s a s u s s e n ­ t i d o s d e p e r t e n e n c ia a u n a n a c i ó n , p u e d e n e n t e n d e r s u p a p e l e n c u a n t o c i u d a d a n o s d e d if e r e n t e s m a n e r a s y te n e r a s p i r a c i o n e s d iv e r g e n t e s , c o m o lo d e m o s t r é e n l a r e la c ió n c o n el o c c i d e n t e d e I n d i a e n lo s a lb o r e s d e l sig lo

XXI. 15 E l é n f a s is t e ó r i c o p u e s t o e n l a f lu i d e z d e la s c a t e g o r í a s d e lo s

a c t o r e s s o c i a le s y s u s m ú l t i p l e s p o s t u r a s n o p u e d e a g o t a r n i la e x p lo r a ­ c i ó n c o n c e p t u a l d e lo s p r o c e s o s d e l s e r y l a f o r m a c ió n i n s t i t u c i o n a l , n i t a m p o c o s u c a p a c i d a d d e v iv ir e x p e r i e n c i a s e n l a p r á c t i c a , y m e n o s a ú n e n r e l a c i ó n c o n el E s t a d o - n a c i ó n y s u s c i u d a d a n o s . P u e s y a s e a q u e lo s a n t r o p ó l o g o s lo r e c o n o z c a n a b ie r t a m e n t e o n o , lo q u e s u e le s u r g i r d e m a n e r a i m p o r t a n t e d e s u n a r r a t i v a e t n o g r á f ic a es u n s e n t i d o d e s u e lo c o m ú n q u e u n e a lo s a c t o r e s s o c ia le s , y a s e a c o m o u n a v e n e r a c ió n al p a r e c e r p e r m a n e n t e — o e f ím e r a — d e l a h e r e n c i a c u lt u r a l o h i s t ó r i c a d e l “ g l o r i o s o p a s a d o n a c i o n a l ” d e e s t o s ú l t i m o s , y a c o m o s u r e c h a z o to t a l. Q u e e s to p u e d a l o g r a r s e e n g e n e r a l c o m o u n a c r is t a liz a c ió n p a r c ia l d e la s i d e n t i d a d e s r e q u ie r e t a n t o d e u n r e c o n o c i m i e n t o c o m o d e u n a e x p lo r a ­ c i ó n p o r d e r e c h o p r o p i o . T a m b i é n i n v i t a a r e a liz a r u n e s t u d i o c o m p a r a ­ tiv o m á s p r o f u n d o e n t r e la s i n s t i t u c i o n e s f o r m a le s d e lo s e s t a d o s - n a c i ó n , m u y e n p a r t i c u l a r la s d e d i c a d a s a la e s c o la r iz a c i ó n , y a s e a e n el s u r d e A s i a , e n “ O c c i d e n t e ” o e n a l g u n a o t r a p a r t e . U n a d e la s i n s t i t u c i o n e s d e l 14Para consultar un panoram a amplio de la literatura antropológica sobre los “temas del ‘individuo’ y los conceptos de la ‘persona’” en el sur de Asia, véase Saurabh Dube, Stitcheson Time: Colonial Textures and Postcolonial Tangles, Durham , D uke University Press, 2004, pp. 121-123. 15 Véronique Bénéi, Schooling Passions, op. cit.; Sam uel Kaplan, The Pedagogical State: Education and the Politics o f N ational Culture in Post-1980 Turkey, Stanford, Stanford University Press, 2006).

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VÉRONIQUE BÉNÉI

E s t a d o m á s e f ic a c e s q u e p e n e t r a n l a v i d a c o t i d i a n a y o p e r a n a l a v e z c o m o r e q u i s i t o d e s u e s t a b i li d a d y c o m o p o d e r o s o m e d i o d e i n t e g r a c i ó n n a c i o n a l es, d e h e c h o , l a d e l a e d u c a c i ó n f o r m a l.

L O S S U JE T O S E D U C A D O S Y L O S A N T R O P Ó L O G O S : R E D E S C U B R IM IE N T O D E “L O M O D E R N O ” D u r a n t e m u c h o t ie m p o , la a n t r o p o lo g í a p o lí t i c a d e s a t e n d ió la e d u c a c ió n f o r m a l c o m o p r o c e s o d e c o n t r o l s o c ia l y r e p r o d u c c ió n . M i e n t r a s t a n t o , el t e m a e r a d e in te r é s p a r a lo s p o li t ó l o g o s , lo s s o c i ó lo g o s , lo s e c o n o m is t a s y l o s p r o y e c tis t a s p a r a el d e s a r r o llo . É s t o s p u s ie r o n é n fa s is e n la m a t e r ia liz a ­ c ió n m o d e r n a d e la e d u c a c ió n f o r m a l, y a s e a a n a liz a n d o el c o n ju n t o d e s is t e m a s i n s t it u c io n a liz a d o s p a r a l a p r o d u c c i ó n y la t r a n s m is ió n d e l c o n o ­ c im ie n t o , y a e n f o c a n d o lo s p o r m e n o r e s d e lo s p r o g r a m a s y lo s p r o c e s o s d e l a e s c o la r iz a c ió n q u e a p o y a n a d ic h o s s is t e m a s . L o s s o c ió lo g o s q u e t r a b a ­ j a b a n e n l a e s c o la r iz a c ió n c o n t r ib u y e r o n a la c o m p r e n s ió n d e l a r e p r o d u c ­ c ió n s o c ia l d e d e t e r m i n a d o s g r u p o s ( a sa b e r , la é lite y la c la se tr a b a ja d o r a ) y d e lo s p r o c e s o s d e d is c r i m i n a c ió n (so c ia l, r a c ia l, é tn ic a , e tc .) . L a a n t r o ­ p o lo g ía , e n c a m b i o , t e n d ió a r e le g a r el c a m p o d e la e d u c a c i ó n a s u s m á r ­ g e n e s , c o n f i n á n d o lo a s u s d e p a r t a m e n t o s y s u s c o le g io s . E l c u e r p o lite r a r io a s í c o n s t i t u i d o a f e c tó p o c o , p o r c o n s ig u ie n t e , la la r g a t r a d ic ió n d e la a n ­ t r o p o l o g í a e n la s ( a n t ig u a s ) c o lo n ia s . G e n e r a c io n e s d e a n t r o p ó lo g o s in t e ­ r e s a d o s s o b r e t o d o e n la s s o c ie d a d e s n o in d u s t r ia le s , n o e n c o n t r a r o n s is t e ­ m a s d e e d u c a c ió n m a s iv a . E in c lu s o c u a n d o e m p e z a r o n a e n c o n tr a r lo s , s u a t r a c c ió n h a c i a la s á r e a s “ tr a d ic io n a le s ” d e la s c u ltu r a s — n o i m p o r t a q u é t a n c o n s t r u id a s e s tu v ie r a n — , s i g u ió s ie n d o m á s fu e r te . E s t o se r e fle jó en q u e se p r iv ile g ia r a el e s t u d io d e la s e s tr u c t u r a s in f o r m a le s d e t r a n s m is ió n d e c o n o c i m i e n t o y d e lo s p r o c e s o s d e s o c ia liz a c ió n . L o s r it o s d e p a s o y d e l c ic lo d e l a v i d a se c u e n t a n e n tr e lo s m á s f a m o s o s e je m p la r e s , q u e ilu s t r a r o n y a s e g u r a r o n lo s s u p u e s t o s im p líc i t o s d e la d i s c i p l in a s o b r e la s c u lt u r a s y la s s o c ie d a d e s p r ís t in a s . I n c lu s o c u a n d o la s s o c ie d a d e s p o s c o lo n ia le s , p o c o d e s p u é s d e h a b e r o b t e n i d o la in d e p e n d e n c ia , c o m e n z a r o n a c o n s t r u ir s is ­ t e m a s n a c io n a le s d e e d u c a c ió n , el r é g im e n d e a u t e n t i c i d a d d o m in a n t e i m p i d i ó v is u a liz a r lo s p r o y e c t o s e d u c a t iv o s p o s c o lo n ia le s c o m o v e r d a d e r a ­ m e n t e a u té n t ic o s . N o f u e s i n o h a s t a q u e lo s a v a ta r e s p o s c o l o n i a l e s d e l a m o d e r n i d a d — el E s ta d o - n a c ió n e n p a r tic u la r —

se v o lv ie r o n t e m a s f u n d a m e n t a le s

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d e la i n v e s t i g a c i ó n e n el o r d e n m u n d i a l c a d a v e z m á s a m p l i o d e la s n a ­ c io n e s , c u a n d o l o s a n t r o p ó l o g o s d e l a “ c o r r ie n t e p r i n c i p a l ” c o m e n z a r o n a v o lv e r l a m i r a d a h a c i a e llo s . V i n c u l a d o a u n r e n o v a d o i n t e r é s e n lo s t e m a s d e la a n t r o p o l o g í a p o l í t i c a e n l a d é c a d a d e 1 9 9 0 , el e s t u d i o d e la s n o c i o n e s y l a s p r á c t ic a s d e l a n a c i o n a l i d a d y l a c i u d a d a n í a g e n e r ó , a s u v e z , u n c a m p o d i n á m i c o d e e s t u d i o s a n t r o p o l ó g i c o s d e l a e d u c a c ió n f o r m a l . E s t o s e s t u d i o s p o n e n d e r e lie v e el h e c h o d e q u e la s o c i a liz a c i ó n d e lo s n i ñ o s e s t á h o y e n d í a e n c la v a d a e n u n c ú m u l o d e n o r m a s y r e g la s d e f i n i d a s c u l t u r a lm e n t e d e s d e t e m p r a n a e d a d , e t a p a e n q u e la e s c o la r iz a c i ó n h a v e n i d o a d e s e m p e ñ a r u n p a p e l f u n d a m e n t a l . L a e s c o la r iz a c ió n h a s id o ta m b ié n , d e sd e su s c o m ie n z o s, u n p r o c e s o in s titu c io n a l m u y c o n t r o v e r t i d o q u e c o n f r e c u e n c i a r e fle ja p r o y e c t o s p o l í t i c o s p a r t ic u la r e s , y q u e a m e n u d o h a s i d o t a m b i é n o b je t o d e in t e r p r e t a c i o n e s y a p r o p i a ­ c io n e s q u e r iv a liz a n e n u n d e t e r m i n a d o E s t a d o - n a c i ó n . L a e s c u e l a h a s i d o , e n r e a li d a d , u n l u g a r p r i v i le g ia d o p a r a p r o b a r , e in c lu s o im p la n ta r , p r o y e c to s d e c iu d a d a n ía , n o im p o r t a c u á n u tó p ic o s s e a n . L a s m i s i o n e s p e d a g ó g i c a s e s t á n e n el c o r a z ó n m i s m o d e lo s p r o y e c ­ t o s d e m o d e r n i d a d e n s i t u a c io n e s t a n t o e n “ O c c i d e n t e ” c o m o “ f u e r a d e O c c i d e n t e ” . L o s p r o y e c t o s e d u c a t iv o s h a n s i d o , d e s d e lo s s i g lo s XVIII y XIX, a r e n a s p a r a l a e x p r e s i ó n d e v i s i o n e s d e l a m o d e r n i d a d e n c o m p e t e n ­ c ia y e n c o n flic to . É s to s fu e r o n p r o m o v id o s y a p o r a d m in istr a d o r e s y m i s i o n e r o s c o l o n i a l e s , o b ie n p o r p e d a g o g o s i n d í g e n a s y líd e r e s p o lí t i c o s y s o c i a le s e n e l p l a n o d e f o r o s p ú b l i c o s , y e n lo s p e r i ó d i c o s u o t r o s m e ­ d i o s p a r t i c i p a n t e s e n l a c o n s t r u c c i ó n d e u n a e s fe r a p ú b l i c a . L o s g o b i e r ­ n o s t a m b i é n c o n c i b ie r o n la s m i s i o n e s p e d a g ó g i c a s e n p a r t i c u la r c o m o h e r r a m i e n t a s f u n d a m e n t a l e s p a r a s a lv a g u a r d a r l a v i a b i l i d a d d e l E s t a d o m e d i a n t e l a p r o d u c c i ó n d e “ c i u d a d a n o s r e s p o n s a b l e s ” . D e a h í q u e lo s p r o y e c t o s e d u c a t iv o s f o r m a le s q u e f r a g u a r o n e n el s i g lo

XIX lo s d ir e c t iv o s

y lo s a d m i n i s t r a d o r e s d e l E s t a d o , y a e n A u s t r a l i a — c o n el e s t a b le c i m i e n ­ to d e s i s t e m a s e s c o la r e s p a r a “ l a p r e p a r a c i ó n d e lo s jó v e n e s p a r a s u s f u ­ t u r a s r e s p o n s a b i l i d a d e s e n c u a n t o c i u d a d a n o s ” — , 16 y a e n I n d i a — c o n la c r e a c i ó n d e e s c u e la s p o r s e p a r a d o p a r a la s d i s t i n t a s c o m u n i d a d e s a f in d e a s e g u r a r l a le a lt a d d e e s t a s ú lt i m a s a l E s t a d o c o lo n ia l— . 17 H o y e n d ía , la 16 Stuart Macintyre, “Citizenship and education”, en S. Rufus Davis (ed.), Citizen­ ship in Australia: Democracy, Law and Society, Australia, Constitutional Centenary Found,1996, pp. 225-240; p. 229. 17 Laura Bear, “ School stories and internal frontiers: Tracing the dom estic life o f Anglo-Indian citizens”, en V éronique Bénéi (ed.), M anufacturing Citizenship: Education

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VÉRONIQUE BÉNÉI

e d u c a c i ó n c o n n o t a c o n f r e c u e n c i a la n a t u r a li z a c i ó n d e u n a i d e n t if i c a ­ c i ó n c iv il v a l o r a d a c o m o i m p r o n t a d e u n a “m o d e r n i d a d ” i r r e f u t a b le . L o s t é r m i n o s d e d i c h a “m o d e r n i d a d ” h a n p a s a d o t a m b i é n p o r u n a t e n t o e s c r u t i n i o q u e h a f a v o r e c i d o a s í l a r e v is ió n d e v ie jo s s u p u e s t o s . T a l e s el c a s o d e l m a r c o g e l l n e r i a n o ,18 q u e tie n e p o r p r e m i s a u n m o d e lo d e m o d e r n i z a c i ó n s o c i o l ó g ic o u n iv e r s a lis t a , q u e t o d a v í a se e n c u e n t r a a m e n u d o e n d i s t i n t o s p l a n o s d e lo s a p a r a t o s d e E s t a d o y lo s o r g a n is m o s i n t e r n a c i o n a l e s d e a y u d a . C o m o b ie n se s a b e , e s te m a r c o a s o c i a l a m o ­ d e r n i z a c i ó n c o n l a i n d u s t r i a l i z a c i ó n y el n a c i o n a l i s m o s e g la r : l a d iv is ió n i n d u s t r i a l d e l t r a b a jo es n e c e s a r ia , a s í c o m o u n a c u lt u r a d e n a c i o n a l i s m o c o m p a r t i d a q u e m a n t e n d r í a u n i d a a u n a s o c i e d a d a t o m i z a d a p o r lo s p r o p i o s p r o c e s o s a s o c i a d o s a l a i n d u s t r i a li z a c i ó n . E s t a c u lt u r a h o m o g é ­ n e a h a d e p r o d u c i r s e e n la e s c o la r iz a c ió n , s o b r e t o d o e n el n iv e l d e la p r i m a r i a . A l s e g u ir a d e la n t e c o n s e m e ja n t e p r e m i s a t e ó r ic a , t o d o s lo s e s t a d o s - n a c i ó n — y a s e a n “m á s v i e jo s ” o “m á s n u e v o s ”— h a n e la b o r a d o e i m p l a n t a d o p o l í t i c a s y p r o g r a m a s d e “ u n i v e r s a li z a c ió n d e l a e d u c a c i ó n p r i m a r i a ” e n d iv e r s o g r a d o . 19 E s t e m a r c o n o s ó l o es p r o b l e m á t i c o e n v i s t a d e q u e s u e t n o c e n t r is m o e x c lu y e c u a l q u i e r m o d e l o a lt e r n a t iv o d e m o d e r n i d a d ; f r a c a s a t a m b i é n e n la o r g a n iz a c ió n s o c ia l c o m ú n y c o r r i e n ­ te . A n a l i z a r la c i u d a d a n í a y l a e d u c a c i ó n ( la e s c o la r iz a c i ó n e n p a r - t ic u la r ) c o m o e s t r a t e g ia s d e c o n t r o l s o c i a l c o n c e n t r a d a s e n el E s t a d o y c o m o p r o y e c t o s i m p u l s a d o s p o r el E s t a d o al s e r v ic io d e la s e s t r u c t u r a s je r á r ­ q u i c a s d e l a r e p r o d u c c i ó n s o c i a l 20 y d e l a d e s i g u a l d a d c a p i t a l i s t a n o le h a c e j u s t i c i a al p a p e l f u n d a m e n t a l d e l c i u d a d a n o c o m ú n . S i la c i u d a d a ­ n í a c o m p r e n d e e l r a n g o d e in t e n t o s d e l E s t a d o - n a c i ó n m o d e r n o d e d e ­ f in i r y p r o d u c i r “ c i u d a d a n o s i d e a le s , le a le s y c o n s c i e n t e s d e s u s d e b e r e s ” , n o c o m p r e n d e e n m e n o r m e d i d a , e n e f e c t o , la s r e s p u e s t a s n e g o c i a d a s d e l o s a c t o r e s s o c i a l e s al r e s p e c t o .21 L a o p i n i ó n d e q u e lo s e s t a d o s f a b r i c a n

and nationalism in Europe, South Asia, and China, Londres/N ueva York, Routledge, 2 005, pp. 236-261. 18 Ernest Gellner, Nations and Nationalism, Ithaca, N ueva York, Cornell University Press, 1983. 19 Le Thanh Khoi, Education et civilisations: genese du monde contemporain, París, Bruno Leprince, UNESCO (Horizons du M onde), 2001. 20 Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, Reproduction in Education, Society and Culture, Londres, Sage Publications, 1977 [orig. 1970]. 21 Para consultar una ilustración comparativa en el sur de Asia, Europa y China, véase Bénéi (ed.), M anufacturing Citizenship.

LOS SENTIDOS MODERNOS

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i d e n t i d a d e s y u n a c i u d a d a n í a a v o l u n t a d 22 e s p o r m u c h o d e m a s i a d o m o n o l í t i c a : o f u s c a l a i n t e r v e n c i ó n d e l o s a c t o r e s s o c i a le s e n l a e s fe r a p ú b l i c a e n l o s d i s t i n t o s n iv e le s d e m e d i a c i ó n , y a s e a n i n s t i t u c i o n e s e s ­ t a t a le s , o r g a n iz a c i o n e s d e v o l u n t a r i o s o , i n c l u s o , u n i d a d e s d e l a c o m u ­ n i d a d . ¿ C ó m o p o d e m o s e n t o n c e s p r o v e e r c r í t i c a m e n t e m a r c o s a lt e r n a ­ tiv o s p a r a v isu a liz a r la p r o d u c c ió n d e la c iu d a d a n ía n o só lo c o m o u n p r o y e c to d e l E s ta d o s itu a d o p a r tic u la r m e n te e n in stitu c io n e s y o r g a n i­ z a c i o n e s c la v e p a r a p r o m o v e r lo s d e r e c h o s y la s r e s p o n s a b i l i d a d e s d e la c i u d a d a n í a , 23 s i n o t a m b i é n c o m o u n l u g a r e n q u e l o s c i u d a d a n o s p a r t i ­ c i p a n ? A l e x p lo r a r y r e g is t r a r la s m o d a l i d a d e s s e n s o r i a le s a s o c i a d a s a l a m o d e r n i d a d y a l a p r o d u c c i ó n d e l a c i u d a d a n í a y l a n a c i o n a l i d a d o el n a c io n a lism o .

LA M O D E R N ID A D , E L N A C IO N A L ISM O Y L O S S E N T ID O S A l u d í p o c o a n te s a l a e x is te n c ia d e m o m e n t o s f u n d a m e n t a le s d e r u p t u r a e p i s t e m o ló g i c a e n d iv e r s a s c u lt u r a s y s o c ie d a d e s . E s t o s n u e v o s m o d o s h a n e s t a d o m u c h a s v e c e s v i n c u la d o s a t r a n s f o r m a c io n e s q u e o c u r r e n e n s is t e ­ m a s , d i s p o s i c i o n e s y e n t o r n o s s e n s o r ia le s . S i b ie n e s to s a p a r a t o s se n so r ia le s s u e le n a d o p t a r s e d e m a n e r a i m p líc it a , m á s q u e c o m e n t a r s e d e m a n e r a e x p líc it a , h a n t e n id o s in e m b a r g o u n a c o n s id e r a b le a t r a c c ió n e n la s a c t u a ­ le s e p is t e m o l o g ía s — e n la s a n t r o p o ló g i c a s e n p a r t ic u la r — , c o n im p li c a ­ c io n e s p a r a la v a lid e z y l a d e f in ic ió n d e u n a n o c i ó n d e “m o d e r n i d a d in ­ d ia ” . L o s s e n t id o s y s u r e g is tr o se d e f in e n d e m a n e r a v a r ia b le d e a c u e r d o c o n el t i e m p o , el e s p a c io y l a c u ltu r a . Q u e u n ( o s ) s e n t id o ( s ) se v u e lv a (n ) p r e d o m i n a n t e ( s ) y p r iv ile g ia d o ( s ) s o b r e o t r o ( s ) es c u e s t ió n d e c ir c u n s t a n ­ c ia s c u ltu r a le s so c ia le s , h is t ó r ic a s y, p o r s u p u e s t o , p o lít ic a s . R e s p e c t o d e lo s c o n t e x t o s e u r o - e s t a d o u n id e n s e s y d e l s u r d e A s ia , l a n o c ió n d e la v is t a p a r e c e te n e r p a r t ic u la r r e le v a n c ia , c o m o se c o m e n t ó e n o t r a p a r t e .24 Q u e l a v i s t a se c o n v i r t ió e n el m o d o p r i n c i p a l d e a d q u i r i r y p r o d u ­ c ir c o n o c i m i e n t o e n l a é p o c a c o lo n i a l se h a c e e v id e n t e e n la s f o r m a s e n 22 Pierre Bourdieu, “Rethinking the state: Genesis and structure o f the bureaucratic field”, en G eorge Steinmetz (ed.), State/Culture: The State-Formation after the Cultural Turn, Durham , D uke University Press, 1999), pp. 53-75. 23 T.H . Marshall, Citizenship and Social Class, C am bridge, Cam bridge University Press, 1950. 24V éronique Béné'i, Schooling Passions.

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VÉRONIQUE BÉNÉI

q u e ta n to lo s c o lo n o s c o m o la p o b la c ió n in d íg e n a p r o m o v ie r o n — a v e ­ ces c o m p itie n d o y a v e c e s c o lu d ié n d o se —

“ e x h ib ic i o n e s d e a c t u a c i ó n ” ,

a s í c o m o “v i s i o n e s ” , “ i m á g e n e s ” y “p r á c t i c a s v i s u a le s ” q u e ( r e ) m o d e la r o n p r o g r e s iv a m e n t e u n a e s p ít e m e g e n e r a l. I n c lu s o lo s p e r i ó d i c o s tie n e n u n a r e la c i ó n d i r e c t a c o n e s te p r o c e s o : n o s ó lo e n v i r t u d d e l m u y c o m e n t a d o a r g u m e n t o d e B e n e d i c t A n d e r s o n 25 s o b r e e l c a p i t a l i s m o i m p r e s o ( p o r m e d i o d e l c u a l u n a c o m u n i d a d d e le c t o r e s se v e r ía a s í m i s m a c o m o u n a c o m u n i d a d d e n a c i o n a le s ) , s i n o t a m b i é n p o r q u e p u b l i c a r e r a p a r t e d e l p r o c e s o d e h a c e r la s c o s a s v isib le s p a r a h a c e r la s c o m p r e n s ib le s . E n o tr o p l a n o , e l m a p e o y l a c a r t o g r a f í a d e t o d o t i p o , c o m o A n d e r s o n y o t r o s 26 lo h a n s e ñ a l a d o , f o r m a b a t a m b i é n u n c o n ju n t o c o n o p e r a c i o n e s c o g n itiv a s d e l “ h a c e r v is i b le ” . A s í, l a v i s t a a d q u i r i ó p r e d o m i n i o e n m u c h a s e v a lu a c io n e s d e l a m o ­ d e r n i d a d , h a s t a el p u n t o d e e c lip s a r t o d o lo d e m á s e n d e b a t e , a l m e n o s e n E u r o p a . 27 E n el c o n t e x t o c o lo n i a l, el c o m p r o m i s o c o n la s m o d a l i d a ­ d e s s e n s o r ia le s q u e c o n lle v a e l c o n c e p t o se h a m a n t e n i d o e n g r a n p a r t e e n l a p e r if e r ia , s a lv o p o c a s e x c e p c io n e s . W a lte r O n g 28 a lu d i ó a la s m u y d iv e r s a s f o r m a s e n q u e se p r i v i l e g ia b a a la s p e r c e p c i o n e s s e n s o r ia le s d e u n a c u l t u r a a o t r a . P a u l S t o l l e r 29 h a b í a e la b o r a d o a n t e r io r m e n t e u n a c r í­ t i c a d e la e p i s t e m o l o g í a o c c i d e n t a l a t a c a n d o s u p r e m i s a m á s im p o r t a n t e , q u e p r i v i l e g ia l a c o g n i c i ó n v is u a l y e s p a c i a l s o b r e c u a lq u i e r a o t r a , e n p a r t i c u l a r l a a u d i t i v a . D e m a n e r a s im ila r , I a n R i t c h i e , e n s u o b r a s o b r e e l s e n s o r i o c o m ú n a f r i c a n o ,30 s o s t ie n e d e m a n e r a s u g e r e n t e q u e e n el 25Anderson, Imagined Communities. 26 Bernard S. C ohn, “T h e census and objectification in South Asia”, en An Anthropologist among the Historians and Other Essays, Delhi, O xford University Press, 1987 [pu­ blicación original, 1967], pp. 224-254. 27 Bruno Latour, “Visualization and cognition: Thinking with eyes and hands”, en Knowledge and Society: Studies in the Sociology o f Culture, Past and Present, núm. 6, 1986, pp. 1-40. 28 Walter J. O ng, “Shifting Sensorium” , en D avid Howes (ed.), The Varieties o f Sensory Experience: A Sourcebook in the Anthropology o f the Senses, núms. 25-30, Toronto, University o f Toronto Press, 1991. 29 Paul Stoller, The Taste o f Ethnographic Things: The Senses in Anthropology, Filadelfia, University o f Pennsylvania Press, 1989; Sensuous Scholarship, Filadelfia, University o f Pennsylvania Press, 1997. 30 Ian Ritchie, “African theology and social change” , tesis doctoral, M cGill University, Faculty o f Religious Studies, “Chapter 5, T h e Shifting Sensorium and African Orality” , 2000 [1993], version corregida disponible en http://www3.sympatico.ca/ian.ritchie/ATSC.Chapter5.htm .

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sig lo

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XIX l a s c u l t u r a s e u r o p e a s lle g a r o n a p r i v ile g ia r g r a d u a l m e n t e l a v i s ­

t a s o b r e lo s d e m á s s e n t id o s , t a n t o “ e n c a s a ” c o m o “ e n e l e x t r a n je r o ” . E s t a r e d is t r ib u c ió n s e n s o r ia l c o lo n ia l tu v o in f lu e n c ia e n r e la c ió n c o n la p o l í t i c a d e r e p r e s e n t a c ió n b r i t á n ic a p a r a lo s “n a t iv o s ” , d o n d e la s d e m o s ­ t r a c io n e s d e l a g r a n d e z a im p e r i a l im p li c a r o n s o b r e t o d o el s e n t id o d e la v is ta , y a fu e s e e n Á f r i c a o e n I n d ia . A n d r e w A p t e r 31 d o c u m e n t ó , a sí, lo s e n s a m b la je s im p e r ia le s c o m o g a f a s d e l E s t a d o c o lo n ia l q u e p r o d u c e n n u e ­ v a s e p is t e m o lo g ía s d e l c o n o c i m i e n t o (o , al m e n o s , n u e v a s r e d is t r ib u c io n e s e n la s p r á c t ic a s v is u a le s ) e n Á f r ic a , m ie n t r a s q u e M a r y A n n S t e g g le s 32 d e s ­ c r ib e la s m o d a li d a d e s e n q u e se v is u a liz a el im p e r ia l i s m o b r it á n ic o e n la p r e s id e n c ia d e B o m b a y e n el s ig lo

XIX. 33 E v id e n t e m e n t e , la c u e s t ió n a d ­

q u ie r e c o m p l e ji d a d , e n el c a s o d e I n d ia , d a d a la i m p o r t a n c i a d e la n o c i ó n d e la v i s t a q u e p r e v a le c e e n l a s o c ie d a d a c t u a l. D e r iv a d o d e l a r a íz s á n s c r it a d rsh , “v e r ” , el t é r m in o d a r s h a n su e le t r a d u c ir s e c o m o “v is ta ” (e n el s e n t id o d e l s u c e s o d e v e r a lg o o a a lg u ie n ) , o c o m o el “a c t o d e v e r ” . E l té r m in o t a m b i é n p u e d e r e fe rir se a u n a “v is ió n ” , u n a “ a p a r ic ió n ” o in c lu s o u n “a tis ­ b o ” . P o d r í a m o s p r e g u n t a r n o s si el é n f a s is q u e se p o n e e n el t é r m in o e n la a c t u a l c u lt u r a i n d i a / h i n d ú — t a n t o p o r el s e n t id o c o m ú n p o p u la r c o m o p o r l o s a c a d é m i c o s — p o d r í a se r u n a c o n s e c u e n c ia n e g o c i a d a d e l e n c u e n ­ tr o c o lo n ia l q u e r e p r e s e n ta el e q u iv a le n te m á s c e r c a n o al a s p e c t o s e n so r ia l, c e n tr a l e n la c o n c e p c i ó n e u r o p e a d e la m o d e r n i d a d . 34 L a v i n d i c a c i ó n d e d i c h a h ip ó t e s is e s l a r e la tiv a f a lt a d e c o m p r e n s i ó n y t o le r a n c ia m o s t r a d a p o r l o s b r it á n ic o s e n s u lu c h a c o n t r a lo q u e c o n s id e r a r o n u n a sa lt o a lo s d e m á s s e n t id o s , e s p e c ia lm e n te el a u d it iv o ( c o m o lo p r o p o n e M i c h a e l R o b e r t s 35 e n s u e s t u d io s o b r e el r u i d o c o m o u n a lu c h a c u ltu r a l e n S r i L a n k a

31 Andrew Apter, “O n imperial spectacle: T h e dialectics o f seeing in colonial N ige­ ria”, Comparative Studies in Society and History, núm. 4 4 (3), 2002, pp. 564-596. 32 M ary Ann Steggles, “Art and politics: T he visualization o f British Imperialism in the Bom bay Presidency, 1800-1927” , en Pauline Rohatgi, Pheroza Godrej y Rahul Mehrotra (eds.), Bombay to M um bai: Changing Perspectives, M um bai, M arg Publications, 1997, pp. 192-207. 33V éase tam bién Chris Pinney, “T h e image in Indian culture” , en Veena D as (ed.), The Oxford Companion Encyclopedia o f Sociology and Social Anthropology, N ueva Delhi, O xford University Press, 2003, pp. 625-653. 34 Pinney, “T h e im age in Indian culture” . 35 Michael Roberts, “ N oise as cultural struggle: Tom-Tom beating, the British, and com m unal disturbances in Sri Lanka, 1880’s to 1930’s”, en Veena D as (ed.), Mirrors o f Violence Communities, Riots and Survivors in South Asia, N ueva Delhi, O xford University Press, 1990, pp. 240-285.

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e n la s d é c a d a s d e 1 8 8 0 - 1 9 3 0 ) . I n c lu s o el h e c h o d e q u e u n a d e la s a c e p c io ­ n e s m á s c o m u n e s h o y e n d í a d e d a r s h a n s e a r e lig io s a p u e d e e n c a ja r c o n e sa h ip ó t e s is . E l t é r m in o se r e fie re c o n f r e c u e n c ia a “v is io n e s d e lo d i v in o ” , d e u n d io s , d e u n a p e r s o n a s a g r a d a o in c lu s o d e u n a r t e f a c t o .36 S e p u e d e te n e r d a r s h a n d e u n a d e i d a d e n u n t e m p l o , o v iv ir u n a e x p e r ie n c ia d e p e r c e p ­ c ió n in te rio r . Y a s e a e n la I n d ia p o p u l a r p o s i n d e p e n d i e n t e o e n el s e n tid o c o m ú n a n t r o p o l ó g i c o in d ia n is t a , l a c o n n o t a c ió n r e lig io s a d e l t é r m in o es s o b r e s a lie n t e . S i n e m b a r g o , h a b i d a c u e n t a d e la s v ic is it u d e s , lo s m a le n t e n ­ d i d o s y la s r e a p r o p ia c io n e s e n g a ñ o s a s d e lo s o r ie n ta lis ta s q u e h a n te n id o e n I n d ia o t r o s c o n c e p t o s (ta le s c o m o el d e la c a s t a ) 37 y o t r o s t e m a s , u n o p o d r í a p r e g u n t a r s e a c e r t a d a m e n t e si el é n f a s is r e lig io so c o n te m p o r á n e o n o se rá u n fe n ó m e n o m á s o m e n o s re c ie n te e s t im u la d o p o r el e n c u e n tr o c o lo n ia l. E n o tr a s p a la b r a s , a la v e z q u e se e r ig ía la d a r s h a n c o m o la p e r ­ c e p c i ó n s e n s o r ia l p r e d o m i n a n t e e n la m o d e r n a r e c o n f i g u r a c i ó n i n d i a d e l o s s e n t i d o s — s i m ila r a l a d is p o s i c i ó n “ e u r o - e s t a d o u n id e n s e ” — , p u e d e h a b e r s e p r o n u n c i a d o u n a d i m e n s i ó n e s p ir it u a l y r e li g io s a e n c o n f o r m i ­ d a d c o n u n m o d o o r i e n t a li s t a d e e n t e n d e r , e n r e s u m id a s c u e n ta s , “ el O r i e n t e ” p r o p o r c i o n a n d o u n a ilu s t r a c i ó n s e n s o r ia l d e l “a u n q u e n o d e l t o d o ” d e la m í m i c a b h a b h a i a n a . P o r o t r a p a r t e , d ic h o é n f a s is e n l a v i s t a t u v o r e p e r c u s i o n e s e n las e p i s t e m e s c o l o n i a le s t a n t o c o m o e n la s a n t r o p o l ó g i c a s . C o n j u n t o s b i n a ­ r i o s d e c a t e g o r í a s — a u n q u e o b je t o d e d i s c u s i ó n y c o n t r o v e r s ia — n u t r i e ­ r o n e n g r a n m e d i d a lo s m o d o s d e e n t e n d e r l a “ o t r e d a d ” , d e s d e lo q u e se p a r e c í a m á s d e c e r c a a la s s o c i e d a d e s e u r o - e s t a d o u n i d e n s e s h a s t a lo q u e m á s se a p a r t a b a d e e lla s. E l p u n t o se h a p l a n t e a d o e n r e p e t id a s o c a s i o ­ n e s : lo q u e se e s t a b a c o n s t r u y e n d o p o r m e d i o d e d i c h a s t i p o l o g í a s d ic o t ó m i c a s e r a u n a c la s i f i c a c ió n d e “ o t r a s ” s o c i e d a d e s d e a c u e r d o c o n s u g r a d o d e s e m e ja n z a a la s s o c i e d a d e s e u r o p e a s . D e p a r t ic u la r i n t e r é s al r e s p e c t o es l a a s o c i a c ió n d e la n o c i ó n d e “ s o c i e d a d e s s in e s c r it u r a ” c o n u n a n o c i ó n w e b e r ia n a d e u n m o d o p o l í t i c o d e g o b i e r n o s in E s t a d o , m á s p a r t i c u l a r i s t a , i r r a c io n a l y e m o c i o n a l . S u a m p l i a c i ó n l ó g i c a es q u e la s s o c ie d a d e s q u e tie n d e n h a c ia u n m o d o m á s “o r a l/a u r ic u la r ” y “a u d itiv o ” s e h a n e s t i m a d o i m p l í c i t a m e n t e c o m o m á s i r r a c io n a le s y e m o c i o n a le s y, p o r t a n t o , m á s i n e s t a b le s e n lo p o lí t i c o . I n c lu s o h o y e n d ía , el a n á lis is 36 D iana Eck, Darshan: Seeing the Divine Image in India, N ueva York, C olum bia University Press, 1998. 37 Nicholas B. Dirks, Castes o f M ind: Colonialism and the M aking o f Modern India , Princeton, Princeton University Press, 2001.

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d e l “ c o n f lic t o é t n i c o ” y l a v i o le n c i a p o l í t i c a ( s o b r e t o d o e n la s s o c i e d a d e s a f r ic a n a s ) s u e le e s t a r t e ñ i d o c o n d i c h o s u p u e s t o .38 C o m o si el s e n t i d o d e l o í d o f u e r a t a m b i é n el r e m a n e n t e a r c a ic o d e u n p r i m o r d i a l - i s m o q u e e s tá f u e r a d e l u g a r — a u n q u e s ie m p r e r e s u r g i e n d o — , al q u e l a m o d e r n i d a d d e b e a s e g u r a r s e d e e r r a d ic a r , o p o r lo m e n o s m a n t e n e r a r a y a . E s t o o f u s ­ c a , s in e m b a r g o , e l h e c h o d e q u e el s e n t i d o d e l o í d o s e a t a m b i é n p a r t e in t e g r a l e n l a c o n s t i t u c i ó n y l a e x p e r ie n c ia v i v i d a d e u n “m o d e r n o ” s e n ­ s o r i o c o m ú n . D e a c u e r d o c o n la s i n v it a c i o n e s d e S t o le r ,39 u n a p e r s p e c t i ­ v a a n t r o p o l ó g i c a d e b e r e c o n o c e r l a i m p o r t a n c i a y el s ig n i f i c a d o d e o t r o s s e n t i d o s e n u n “ m o d e r n o ” c o n t e x t o s o c ia l, c u lt u r a l y p o l í t i c o d a d o . C a b e d e s t a c a r a l r e s p e c t o q u e la p r o d u c c i ó n d e u n s e n s o r io c o m ú n o c u r r e c o n ju n t a m e n t e y n o es e s p e c ífic a d e d e t e r m i n a d a s e s t r u c t u r a s c o g n itiv a s . N i u n a d i s t i n c ió n d e lo e s c r it o / o r a l n i u n a d e lo p r e - lite r a l/lit e r a l c a p t u r a c o n é x it o la p e n e t r a b i lid a d y l a u n iv e r s a lid a d d e lo s p r o c e s o s q u e tie n e n lu g a r p r e c i s a m e n t e d e s d e l a i n f a n c ia . C o m o lo d e m o s t r é e n o tr a p a r t e ,40 el p a p e l d e l E s t a d o es, a d e m á s — s o b r e t o d o e n l a e s c o la r iz a ­ c ió n — , f u n d a m e n t a l e n la p r o d u c c i ó n y l a r e m o d e la c ió n d e l s e n s o r io c o m ú n . L o s p r o y e c t o s n a c i o n a le s d e f o r m a c ió n d e l se r d e p e n d e n d e h e ­ c h o , e n g r a n p a r t e , d e la c o n s t it u c i ó n d e u n “ s e n s o r io c o m ú n p r im a r io n a c i o n a l ” , a s í c o m o — e n e s t a d o s r e g io n a le s ta le s c o m o M a h a r a s h t r a — d e l a d e u n o r e g io n a l. L o q u e c a r a c t e r iz a h o y e n d í a el e s t a d o d e M a h a r a s h t r a es s u p e r s p e c t iv a p r i o r i t a r i a d e l m u n d o s e n s o r ia l d e l a p o b la c i ó n , u n a p e r s p e c t i v a q u e p o n e a s u s e r v ic io e l s e n s o r io c o m ú n d e s a r r o lla d o a p a r t i r d e u n a t r a d i c i ó n m u s i c a l r e c o m p u e s t a q u e f u s i o n a lo s a b h a n g a d ev o c io n a le s , lo s r e z o s, el y o g a y la s p r á c t i c a s d e e d u c a c ió n f ís ic a , a s í c o m o r i t m o s m a r c ia le s . U n a s e m e ja n t e t r a d i c i ó n r e c o m p u e s t a , p r o c l a m a d a s o ­ b r e e s t r u c t u r a s s e n s o r ia le s e x is te n t e s d e u n s e n t ir a la in v e r s a , e m b le m a t iz a a l a v e z q u e a p u n t a la el e s t a d o r e g io n a l. S e a r t ic u la t a m b i é n c o n la s t r a n s f o r m a c i o n e s s e n s o r ia le s a q u e h a n d a d o lu g a r l a n u e v a t e c n o lo g ía y l a in d u s t r i a l i z a c i ó n e n m u y d iv e r s a s f o r m a s — d e s d e lo s s o n i d o s y la s e m i s i o n e s d e lo s a u t o m ó v i le s , lo s c a m i o n e s y lo s t r a c to r e s , h a s t a l a m ú s i ­ c a q u e a r r o ja n l o s a lta v o c e s a f u e r a d e lo s t e m p l o s , la s c a s a s , lo s te a t r o s y l o s c e n tr o s e le c to r a le s — , y c o n la s n u e v a s d i s p o s i c i o n e s v is u a le s d e l p a 38 Cf. Christopher C . Taylor, “T h e cultural face o f terror in the Rwandan genocide o f 1994”, en Alexander L. H inton (ed.), Annihilating Difference: The Anthropology o f Genocide, Berkeley, University o f California Press, 2002, pp. 137-178. 39 Stoler, The Taste o f Ethnographic Things; Sensuous Scholarship. 40V éronique Bénéi, Schooling Passions.

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t r i o t i s m o y el n a c i o n a lis m o lo c a le s ( s e ñ a la d a s c u a n d o la g u e r r a c o n t r a P a k is t á n e n K a r g i l) . E s la r e c o m p o s i c i ó n d e e ste s e n s o r io c o m ú n lo q u e el E s t a d o t r a t a d e c a p t a r y lo q u e h a c e q u e s e a ta n “ m o d e r n o ” .41 D e b e a c la ­ r a r se t a m b i é n , s in e m b a r g o , q u e lo s in t e n t o s d e l E s t a d o s o n s ó lo u n a c a r a d e l a m o n e d a d e l a p r o d u c c i ó n d e l a c i u d a d a n í a y la n a c i o n a l i d a d / e l n a ­ c i o n a li s m o . L o s c i u d a d a n o s — in c lu y e n d o a lo s m a e s t r o s e n el te r r e n o m i s m o d e la e s c u e la — h a c e n v er, o ír y s e n t ir s u s r e s p u e s t a s n e g o c i a d a s a d i c h o s i n t e n t o s e n l a p r o d u c c i ó n d e lo s s e n t i d o s d e p e r t e n e n c ia r e g io n a l y n a c io n a l. S o n a c t o r e s s o c ia le s e n t o d a l a e x t e n s ió n d e l a p a la b r a , q u e p a r t i c i p a n e n e s t o s p r o y e c t o s c o n c a n c io n e s q u e g lo r i f i c a n a lo s m a r a th a s o l a lu c h a d e i n d e p e n d e n c i a d e G r a n B r e t a ñ a , a s í c o m o o t r a s c a n c io n e s n a c i o n a l i s t a s y p o s c o lo n i a le s . M e d ia n t e e s ta s c a n c io n e s , la n o c i ó n y la e x p e r ie n c ia v i v i d a d e l a m o r p o r l a m a d r e p a t r i a y s u g e n t e se ( r e ) p r o d u c e e n l a e s c u e la , n o s ó lo e n o c a s i ó n d e lo s e n c u e n t r o s a n u a le s y la s c o m p e ­ te n c ia s e s c o la r e s q u e e f e c t ú a n u n a f u s i ó n y u n a c o m p a c t a c ió n p a r o x is m a le s d e d ife r e n t e s m o m e n t o s h i s t ó r i c o s ( r e d e fin id a s e n el p r o c e s o c o m o f u n d a m e n t a l e s ) , s i n o t a m b i é n e n l a d ia r i a a m a l g a m a d e la s d ife r e n te s v e t a s d e e s t ím u l o s s e n s o r ia le s e n la p r o d u c c i ó n d e la le a lt a d r e g io n a l, n a ­ c i o n a l y f a m i li a r e n la v i d a e s c o la r o r d in a r ia . N o h a c e f a lt a d e c ir , p o r s u ­ p u e s t o , q u e e s a n o c i ó n y e s a e x p e r ie n c ia v i v i d a s o n u n á m b i t o m u y c o n ­ tr o v e r t id o e n tr e d ife r e n t e s c o m u n i d a d e s . L a n o c i ó n d e l s e n s o r i o c o m ú n a s í e l a b o r a d a tie n e u n m a y o r p o t e n ­ c ia l h e u r ís t i c o p a r a e n t e n d e r la s im p l i c a c i o n e s p o l í t i c a s y é tic a s d e r iv a d a s d e la s e s t r u c t u r a s e m o c i o n a le s y l i n g ü ís t ic a s d e l s e n t ir ( r e ) p r o d u c i d a s d ía a d í a e n l a v i d a c o t i d ia n a , y p o r l a n a t u r a li z a c i ó n d e lo s s e n t i d o s d e p e r ­ t e n e n c i a l l e v a d o s a c a b o e n e ste p r o c e s o . T r a b a ja r c o n e s t a n o c i ó n a y u d a , e n r e a l i d a d , a t r a e r a l a lu z el c a r á c t e r ilu s o r i o d e l a d i c o t o m í a d e lo “p ú ­ b lic o /p r iv a d o ” y la in c o n s is te n c ia d e la d istin c ió n e n tre la c o n s tr u c c ió n d e p e r s o n a s s o c i a le s y l a d e se r e s i n t e r io r iz a d o s .42 L a m o d e r n i d a d p o l í t i ­

41 Scott J. Thom pson, “From 'Rausch to rebellion: Walter Benjamin’s On Hashish & the aesthetic dim ensions o f prohibitionist realism”, The Journal o f Cognitive Liberties, vol. 2, núm . 1, 2000, pp. 21-42. (También disponible en línea en www.wbenjamin.org/ rausch.html.) 42 Jon as Frykman, “O n the move: T h e struggle for the body in Sweden in the 1930s” , en N adia Seremetakis (ed.), The Senses Still, Boulder, Westview Press, 1994, pp. 63-85. Jon as Frykman hace una observación similar en su sugerente descripción de la gim nasia com o una producción vivida y una experiencia sensorial cotidiana de la m odernidad en Suecia en la década de 1930.

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c a se c a r a c t e r iz a c o n f r e c u e n c i a p o r u n a g u d o c o n t r a s t e e n t r e u n e s p a c io p ú b l i c o , d e m o c r á t i c o , y el p r i v a d o , el v e r d a d e r o r e in o d e l s e r a u t é n t i c o . P o r el c o n t r a r i o , l a n o c i ó n d e l s e n s o r io c o m ú n n o s a y u d a a p e n s a r c o n d e t e n i m i e n t o p r e c i s a m e n t e l a n a t u r a le z a o m n i p r e s e n t e d e t o d o s lo s p r o ­ c e s o s p o l í t i c o s y d e s o c i a li z a c i ó n . E s t o tie n e , a s u v e z , i m p l i c a c i o n e s p a r a l a f o r m a c i ó n d e la s i d e n t i d a d e s a la lu z d e la n a t u r a le z a d e u n a d e m o c r a ­ c i a h o y c o l m a d a d e e le m e n t o s s e n s o r i a le s .43 E l a n á lis i s c lá s ic o c o n s i d e r a q u e l a i d e n t if i c a c i ó n tie n e l u g a r e n tr e s d i s t i n t o s n iv e le s , a sa b e r , l a f a m i ­ lia ; la s i n s t i t u c i o n e s p r o f e s i o n a le s , c o n f e s i o n a le s y d e o t r o t i p o — e n tre la s q u e p o d e m o s i n c lu ir a la s e s c u e la s — , y l a c o m u n i d a d “ h e g e m ó n i c a ” o n a c i ó n . E n el c a s o d e l f a s c i s m o , el p r i m e r o y e l te r c e r n iv e le s se a p la ­ n a n p o r lo g e n e r a l. Y o p la n t e o q u e e s to n o s u c e d e s ó lo e n e l f a s c i s m o ; lo s tr e s n iv e le s t i e n d e n a f u n d i r s e e n l a m a y o r í a d e lo s p r o y e c t o s d e l a m o ­ d e r n id a d p o lític a , se a n é sto s fra n c a m e n te fa sc ista s o n o . D e m a n e r a q u e el r ie s g o d e l f a s c i s m o q u e h o y e n d í a a m e n a z a a l a m a y o r í a d e l a c i u d a ­ d a n í a s , c o n t r a e l q u e É t i e n n e B a li b a r a d v i r t i ó e n s u s e s c r it o s s o b r e la s v i c i s i t u d e s d e l a i d e n t id a d c o m o m i r a d a ( “id e n t it é c o m m e r e g a r d ”) — m i ­ r a d a a t r a v é s d e l a c u a l e l o t r o se c o n v ie r t e e n u n i m p o s i b l e c o - h a b i t a n t e s a t a n i z a d o — 44, e s “s ó l o ” c u e s t i ó n d e d i m e n s i ó n , m á s q u e d e c la s e . E n M a h a r a s h t r a , h o y e n d ía , l a e s c u e la , q u e p e r t e n e c e al s e g u n d o n iv e l d e la o r g a n iz a c i ó n s o c ia l, se h a c o n v e r t i d o e n u n lo c u s m u y e s p e c ia l q u e m e ­ d ia , a l a v e z q u e c o m b i n a , lo s e s p a c io s d e l a f a m i l i a y l a n a c i ó n (e l p r im e r y e l te r c e r n iv e l, r e s p e c t iv a m e n t e ) . M á s q u e d e m o s t r a r q u e el e s t a d o d e M a h a r a s h t r a e s t á a l b o r d e d e l f a s c i s m o , e s to p o n e d e m a n i f ie s t o lo s p e li ­ g r o s i d e o l ó g i c o s in h e r e n t e s a t o d o p r o y e c t o m o d e r n o i n s t i t u c i o n a l — y e d u c a t iv o e n p a r t i c u l a r — d e l E s t a d o - n a c i ó n , e s p e c ia lm e n t e c u a n d o lo s p o d e r o s o s r e c u r s o s s e n s o r ia le s d e lo s q u e se v a le p e r m a n e c e n i n a d v e r t i ­ d o s . É s t a p u e d e se r, e n c ie r t o s e n t i d o , l a m a r c a ú l t i m a d e “n u e s t r a t a r d ía m o d e r n i d a d ” , q u e h a l le g a d o a c a r a c t e r iz a r s e p o r p r o y e c t o s a g r e s iv o s y b e l i c o s o s d e f o r m a c ió n n a c i o n a l y d e l ser.

43 Esto no quiere decir, claro está, que los sentidos sólo han llegado a adquirir seme­ jante im portancia en “nuestra tardía m odernidad”. Para consultar un ejemplo notable y sugerente de la im portancia de los sentidos en la Francia posrevolucionaria, véase Sophie Wahnich, L a longue patience du peuple, 1792 naissance de la République, París, Albin Michel, 2008. 44 Étienne Balibar, D roit de cité, La Tour d Aigues, l’Aube, 1998, pp. 114-120.

12. EL CUERPO OCULTO DEL INTELECTUAL Las emociones y el estado anímico en la planificación familiar Kalpana Ram E s t e c a p ít u lo c o m i e n z a c o n u n e x tr a c to d e u n a e n t r e v is ta q u e le h ic e a u n m é d i c o e n u n g r a n h o s p i t a l p ú b lic o d e la c iu d a d d e C h e n g a lp a t t u , c e rc a d e la C h e n n a i m e t r o p o li t a n a . L a d i s t a n c i a d e c la s e y s e x o le p e r m it e al m é d i c o h a b la r c o n p e r s p ic a z c o n f ia n z a s o b r e l a f e c u n d id a d p la n if ic a d a . N o es, s in e m b a r g o , d e s u p r o p i a f e c u n d id a d p la n if i c a d a d e l a q u e h a b la , n i t a m p o c o d e la d e l c u e r p o m a s c u lin o e n g e n e r a l. E l c u e r p o d e la f e c u n ­ d i d a d se p r o y e c t a e x c lu s iv a m e n t e e n la s m u je r e s , y e n la s m u je r e s r u r a le s ig n o r a n t e s e n p a r tic u la r . E s t a p r o y e c c ió n n o se h a c e m e d i a n t e n i n g u n a r e fe r e n c ia a b ie r t a — e s tá m á s b ie n i m p líc it a e n la s m o d a li d a d e s d e la s té c ­ n ic a s e n ju e g o y e n lo s s u p u e s t o s s o b r e q u é ta n s e r ia m e n t e d e b e c o n s i d e ­ r a rse a l a “m u je r e n el c u e r p o ” 1 c u a n d o d ic h a s té c n ic a s s o n “ in s e r t a d a s ” . E l m é d i c o d e l h o s p i t a l p ú b l i c o d e C h e n g a l p e t , T a m i l N a d u [e n e n ­ t r e v is t a c o n l a a u t o r a , 1 9 9 6 ] d e c ía lo s ig u ie n t e :

E l médico: Después del segundo hijo, insertamos obligatoriamente una T

de cobre o esterilizamos. Contamos también con motivación por parte de las enfermeras. Pregunta: ¿Por qué nunca se usa ni se sugiere usar el diafragma? E l médico: El diafragma es obsoleto. Pregunta: Pero también hay problemas con la T de cobre. E l médico: En teoría, no hay problemas con la T de cobre. No se ha demostrado que problemas tales como el dolor de espalda, etc., tengan que ver con su inserción. 1 Em ily M artin, The Woman in the Body: A Cultural Analysis o f Reproduction, Bos­ ton, Beacon Press, 1987.

[261]

262

KALPANA RAM

Pregunta: ¿Qué capacidad tiene usted para retirar la T de cobre si la mujer tiene problemas? E l médico: Si la mujer insiste, se la retiramos, pero la vamos a asesorar sobre qué debe utilizar en su lugar, de acuerdo con su historia clínica y su situación familiar. La T de cobre es lo mejor. Si quiere píldoras orales, se le pueden dar, pero a muchas se les olvida tomárselas. La espiral de Lippes Loop tiene problemas de rechazo o de alergia, que no se dan con la T de cobre. Estos problemas no se presentan con la T de cobre. Ahora el gobier­ no ha hecho obligatoria la inserción de la T de cobre después del segundo hijo. Está la cuestión de los derechos humanos, pero para la población en India esto es necesario. M á s a llá d e l o s p o r m e n o r e s m á s p u n t u a l e s d e la s r e s p u e s t a s d e l m é ­ d i c o a m i s p r e g u n t a s , lo q u e d e s t a c a es s u a b s o l u t a i d e n t if i c a c i ó n en c u a n t o p r o f e s i o n a l m é d i c o c o n la s v a s t a s i n s t r u c c i o n e s d e l a p o l í t i c a e s ­ t a t a l, q u e e s t á e n p e r m a n e n t e a c t u a li z a c i ó n . E s t a id e n t if i c a c i ó n o c u r r e a c o s t a d e la s o l a e x p e r i e n c i a c o r p o r a l. C u a n d o l a p e r s o n a q u e tie n e el d i s p o s i t i v o i n t r a u t e r i n o ( Diu ) i n s e r t a d o o a la q u e se h iz o u n a e s t e r iliz a ­ c i ó n e s u n a m u je r p o b r e d e lo s p u e b l o s c ir c u n v e c in o s , tie n e p o c a s e s p e ­ r a n z a s d e q u e s u d o l o r o s u m a le s t a r s e a r a z ó n s u f ic ie n t e p a r a q u e é ste le s e a r e t ir a d o . L a e s t e r iliz a c ió n , l a o p c i ó n p r e f e r id a , es a ú n m á s d e f in itiv a . U n a v e z q u e l a m u je r h a s i d o “m o t i v a d a ” p a r a s o m e t e r s e a l a e s t e r iliz a ­ c i ó n a l n a c e r s u s e g u n d o h i jo , l a o p e r a c i ó n e s ir r e v e r s ib le . C o n e l m é d i ­ c o , e s t a p e r s p e c t i v a n o o p e r a e n el p l a n o d e u n d is c u r s o e x p líc it o o s i s t e ­ m a t i z a d o . S u i n c a p a c i d a d p a r a o ír la v o z d e la m u je r p o b r e n o se d e b e a n i n g u n a p r e f e r e n c ia e x p líc it a d e s u p a r t e . L o q u e el m é d i c o d ic e e n r e a ­ l i d a d es: •

E s t á la c u e s t i ó n d e lo s d e r e c h o s h u m a n o s , p e r o p a r a l a p o b l a c i ó n d e I n d i a l a in s e r c ió n o b l i g a t o r i a d e u n

Diu e s n e c e s a r i a d e s p u é s

d e l s e g u n d o h ijo . •

H a y “m o t i v a c i ó n ” p o r p a r t e d e l a e n f e r m e r a [ p a r a l a e s t e r iliz a ­



S i la m u je r in s is t e , p o d e m o s r e tir a r e l d i s p o s i t i v o , p e r o s e h a d e ­

c i ó n ] , p e r o i n s e r t a m o s o b l i g a t o r i a m e n t e el m o stra d o

Diu.

c i e n t í f ic a m e n t e q u e lo s p r o b l e m a s q u e la s m u je r e s

p u e d a n te n e r n o se r e la c i o n a n c o n el d i s p o s i t i v o ( “ E n t e o r ía , n o h a y p r o b l e m a s c o n l a T d e c o b r e ” ). •

S i l a m u je r q u ie r e e m p le a r o t r o s m é t o d o s , lo s h ay , p e r o el d i a ­ f r a g m a e s o b s o le t o , la e s p ir a l d e L i p p e s L o o p c a u s a b a m u c h o s

EL CUERPO OCULTO DEL INTELECTUAL

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p r o b l e m a s , y la p í l d o r a es d e m a s i a d o s u s c e p t i b le a la s fa lla s d e la m e m o r ia . C a d a u n a d e e s t a s p r o p o s i c i o n e s , c o m o la s h e e n u n c ia d o , o s c i la e n ­ tr e d o s t i p o s d e c o n s i d e r a c i o n e s . P o r u n a p a r t e , e s t á n la s c o n s i d e r a c io n e s h u m a n a s , la s e x p e r ie n c ia s , la s p r e f e r e n c ia s y la s e le c c io n e s d e l a m u je r , y, p o r l a o t r a , la s c o n s id e r a c i o n e s d e l b ie n m a y o r ( d e l a n a c i ó n ) , a la s q u e p u e d e h a c e r s e f r e n t e s ó lo c o n l a r a c i o n a l i d a d d e l a p l a n i f i c a c ió n , l a te c ­ n o l o g í a y l a c ie n c ia . E n c a d a c a s o , el s e g u n d o c o n ju n t o d e c o n s i d e r a c i o ­ n e s d e s b o r d a p o r m u c h o e l p r i m e r o . L a s d i s t a n c ia s d e c la s e y s e x o , a sí c o m o l o s p r i v i l e g io s q u e s e p a r a n a l a g e n t e d e l a m e t r ó p o l i d e l a p o b l a ­ c i ó n r u r a l, se erig e n s o b r e u n a b i s m o i g u a lm e n t e f u n d a m e n t a l , q u e es q u i z á s m e n o s e v id e n t e q u e e l q u e e x is te e n t r e l a s u b j e t i v i d a d y e l c u e r p o . E l c u e r p o h a s i d o p r iv a d o d e s u c o m p e t e n c i a — tie n e p r e s e n c i a s ó lo c o m o r e c e p t á c u l o d e d i s p o s i t i v o s in t r a u t e r i n o s o e s t e r iliz a c io n e s ; o s t e n ­ t a s u c o m p e t e n c i a , a lo s u m o , p o r u n a r e a c c ió n t a m b i é n m e c á n i c a d e “ r e c h a z o ” o d e “ a le r g ia ” . U n a v e z q u e el c u e r p o y l a c o n c i e n c i a s e h a n s e p a r a d o d e e s ta m a n e r a , n o e s t a n d if í c il lle v a r a c a b o u n a s e g u n d a o p e ­ r a c i ó n y r e u b i c a r la c o n c i e n c ia q u e “ c u e n t a ” í n t e g r a m e n t e e n o t r o c u e r ­ p o . N o es l a e x p e r i e n c i a d e l a m u je r — d e p a d e c e r a le r g ia s o d o l o r d e e s p a l d a o d e p r e s e n t a r r e c h a z o — lo q u e b a s t a p a r a q u e el m é d i c o r e tir e el d i s p o s i t i v o . E n s u lu g a r , la c o n c i e n c i a q u e “ c u e n t a ” es la d e l m é d i c o — p o r t a d o r d e l a c ie n c ia — , q u i e n , a n t e t o d o , n o r e p r e s e n t a el p e lig r o d e e s t a r m a l a l i n e a d o r e s p e c t o d e la a c t u a l p o l í t i c a d e l E s t a d o . N o d e b e m o s o lv i d a r q u e e s t a s f o r m u l a c i o n e s se p r o d u je r o n e n el c o n t e x t o d e u n a e n t r e v is ta p a r a r e s p o n d e r a la s p r e g u n t a s d e u n a in v e s ­ t i g a d o r a u n iv e r s it a r ia . N o t r a n s m i t e n la m o d a l i d a d c o t i d ia n a d e la c o n ­ c e p c i ó n o v i s i ó n d e v i d a d e l m é d i c o , q u e e s t á i m p l í c i t a e n l a a c c ió n m á s q u e e n la s d e c l a r a c i o n e s . C u a n d o r e a lic é el t r a b a jo d e c a m p o e n lo s p u e ­ b l o s d e T a m i l N a d u , p r ó x i m o s a la c i u d a d d e C h e n n a i , e n a g o s t o d e 1 9 9 6 , m i e n t r a s e n t r e v i s t a b a a m u je r e s d a lit s s o b r e s u e x p e r i e n c i a e n la p u b e r t a d y e n la m a t e r n i d a d , m e e n c o n t r é c o n u n a m u je r a q u i e n le h a b í a n i n s e r t a d o u n a T d e c o b r e , s in s u c o n o c i m i e n t o , e n u n c o n o c i d o h o s p i t a l p ú b l i c o d e M a d r á s . D u r a n t e la m e n s t r u a c i ó n s e n t í a u n a p r o t u ­ b e r a n c i a e i n t e n t a b a j a l a r el o b s t á c u l o , lo q u e le p r o v o c a b a u n d o l o r a n g u s t i o s o . A c u d i ó c o n o t r o m é d i c o , q u i e n le r e tir ó la s p a r t e s r e s t a n t e s del

DIU p e r o o m i t i ó i n f o r m a r le q u e e s to s i g n i f i c a b a q u e p o d í a q u e d a r

e m b a r a z a d a , lo q u e p r o n t o s u c e d ió . T u v o u n e m b a r a z o y u n a l u m b r a ­

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KALPANA RAM

m i e n t o s u m a m e n t e d if í c ile s y d o lo r o s o s , p u e s t o q u e e l ú t e r o a p e n a s e s ­ t a b a s a n a n d o d e la s la c e r a c io n e s . L o s m é d i c o s y la s e n f e r m e r a s e n c a r g a d o s d e a d m i n i s t r a r y a p li c a r la s t é c n i c a s d e “p la n i f i c a c ió n f a m i l i a r ” n o a c o s t u m b r a n d a r e x p lic a c io n e s , ju s t i f i c a c i o n e s y t e o r i z a c io n e s s i s t e m a t i z a d a s . A c t ú a n t í p i c a m e n t e c o n ­ fo rm e a d e te rm in a d o s su p u e sto s, c o n fia d o s en c u a n to p o se e d o r e s d e u n a a u t o r i d a d d e c la s e y u n a c a p a c i t a c i ó n s o b r e s u d erech o a t o m a r d is t a n c i a d e la s v o c e s y la s e x p e r ie n c ia s d e la s m u je r e s e n c u y a v i d a in t e r v ie n e n . P e r o s u c o n f i a n z a se d e r iv a t a m b i é n d e u n a c e r te z a i m p l í c i t a e n la la b o r d i s c u r s i v a r e a l i z a d a p o r o t r o t i p o d e in t e le c t u a le s . Y h ay , d e h e c h o , t o d a u n a c la s e d e in t e le c t u a le s d e l E s t a d o : d e m ó g r a f o s , p la n i f ic a d o r e s e c o n ó ­ m i c o s , e x p e r t o s e n p la n i f i c a c ió n f a m i l i a r e i n c lu s o e n c ie n c ia s p o lí t i c a s — q u e se d e d i c a n d e t i e m p o c o m p l e t o a p r o d u c i r y e la b o r a r d i s c u r s o s q u e p r e t e n d e n a d ju d i c a r s e l a R a z ó n e n n o m b r e d e l a p o l í t i c a e s ta ta l. E l P r im e r P la n Q u i n q u e n a l h a b l a e n u n t o n o d e p l á c i d a c e r t id u m b r e , c o m o si l a R a z ó n y a h u b i e r a s i d o u s u r p a d a p o r q u i e n e s t r a z a n el c u r so d e u n a n u e v a I n d i a in d e p e n d i e n t e . T o m a n d o s u lu g a r e n lo s d is c u r s o s d e m á s la r g o a lc a n c e d e la e c o n o m í a y l a b i o m e d ic i n a , l a p l a n i f i c a c ió n f a ­ m i l i a r a ñ a d e u n a m a y o r e l a b o r a c i ó n a l p r o c e s o d e a p li c a c i ó n d e lo s p r i n ­ c i p i o s d e r a c i o n a l i d a d al p r o p i o c u e r p o ; al p r o c e s o q u e lle v a a v e r el c u e r p o c o m o si f u e r a i g u a l a c u a lq u ie r o t r o o b je t o e n el m u n d o . E l P r i­ m e r P la n Q u i n q u e n a l p l a n t e a s u s m e t a s c o m o s ig u e :

a ) la reducción de la tasa de natalidad en la medida necesaria para es­ tabilizar a la población en un nivel congruente con las necesidades de la economía nacional. b) las limitaciones familiares o el espaciamiento de los hijos son nece­ sarios y deseables a fin de asegurar una mejor salud para la madre y mejores cuidados y crianza para los niños. [Primer Plan Quinquenal, citado en Raina.]2 U n e x t r a o r d i n a r i o c o n ju n t o d e s u p u e s t o s e s tá a q u í, p u e s t o e n m a r ­ c h a . L a t e m p o r a l i d a d d e la p la n i f i c a c ió n n e c e s i t a q u e l a g e n t e c o m ú n t r a t e l a t e m p o r a l i d a d d e l a f a m i l i a ta l c o m o e l P la n Q u i n q u e n a l c o n c e p t u a l i z a e l t i e m p o d e l a n a c i ó n : c o m o t i e m p o v a c ío y h o m o g é n e o , i m p a ­ s i b l e a n t e l a p a r t i c u l a r i d a d d e c u a lq u ie r c o n t e x t o , y m e d i b l e e n l a f o r m a d e r e s u lt a d o s ( n a c i m i e n t o s ) e i n s u m o s ( c o s t o d e m a n t e n i m i e n t o ) a d e ­ 2 Bishen Lai Raina, Population Policy, Delhi, B.R . Publishing, 1988, cap. 10.

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c u a d a m e n t e “ e s p a c i a d o s ” . E l d i s c u r s o d e l a p la n i f i c a c ió n f a m i l i a r d a p o r h e c h o q u e es p o s i b l e e x t e n d e r u n a s u b j e t i v i d a d p u r a m e n t e e c o n ó m i c a c o n el p r o p ó s i t o d e c o n t e m p l a r el c u e r p o , y a d e s p o ja d o d e t o d o c u a n t o n o s e a p o d e r e s b i o l ó g i c o s , e n t é r m in o s a b s t r a c t o s y a l s e r v ic io d e l a r a ­ z ó n . P a r a q u e l a p l a n i f i c a c ió n f a m i li a r f u n c i o n e , n o b a s t a q u e la m e n t e h a g a l a e v a lu a c ió n , el o r d e n a m i e n t o y l a e le c c ió n . D e b e t a m b i é n e x a m i ­ n a r e l c u e r p o . E l c u e r p o , d e l q u e se e li m i n ó p o r c o m p l e t o el p a p e l c o n s ­ t i t u t i v o e n l a c o n f i g u r a c ió n d e l a s u b j e t i v i d a d h u m a n a , se c o n v ie r t e e n p a r t e d e l m u n d o o b je t i v o . L a c a t e g o r í a d e “ f e c u n d i d a d ” s u p o n e q u e la c a p a c i d a d d e te n e r h i jo s se e n t ie n d e p r i m o r d i a l m e n t e e n t é r m i n o s d e t e n d e n c i a s b i o l ó g i c a s d is c r e t a s q u e p u e d e n lo c a liz a r s e e n ó r g a n o s e s p e c í­ f ic o s . L a s le y e s n a t u r a le s q u e r ig e n e s t o s ó r g a n o s p u e d e n s e r a p r e n d id a s p o r l a m e n t e y c o n t r o la r s e d e l a m i s m a m a n e r a q u e la s d e c u a lq u ie r o tr o o b je t o e n el m u n d o . E s t e r a c i o n a l i s m o q u e se a t r i b u y e a la m e n t e n ecesi­ t a q u e el c u e r p o d e l a b i o l o g í a lo c o m p l e t e . E l r a c i o n a l i s m o f u n c i o n a c a r a c t e r í s t i c a m e n t e c o m o u n d o b l e t e . L a c r ít ic a m á s c o m ú n — q u e a c u ­ s a a l b i o l o g i s m o d e r e d u c ir e l c u e r p o a u n a e n t i d a d c o n o c ib le b i o l ó g i c a ­ m e n t e c o m o c u a l q u i e r a o t r a e n t i d a d e n e l m u n d o — , es d e s u y o i n c o m ­ p le t a , p u e s t o q u e t a m b i é n el b i o l o g i s m o c o n t ie n e i m p l i c a c i o n e s p a r a la m e n t e . V o y a a l u d i r a l a p e r s p e c t i v a d e l a m e n t e y el c o n o c i m i e n t o s u s ­ t e n t a d o s p o r e l b i o l o g i s m o c o m o u n a c o m p r e n s i ó n “m e n t a lis t a ”.

LA B R E C H A E N T R E L O S D IS C U R S O S D E LA F E C U N D ID A D P LA N IF IC A D A Y E L C U E R P O V IV ID O ¿ C u á n t o s d e n o s o t r o s p o d e m o s sa lv a r , d e h e c h o , e s t a b r e c h a e n t r e el c u e r p o y l a m e n t e ? S e n o s r e c u e r d a a q u í, e n r e a li d a d , l a p o d e r o s a t r a d i ­ c i ó n d e l a f e n o m e n o l o g í a a s o c i a d a a la o b r a d e H u s s e r l y, e n p a r tic u la r , a l a o b r a d e H e i d e g g e r y d e M e r le a u - P o n t y . L a t r a d i c i ó n s o s t i e n e q u e n o a p r e h e n d e m o s e n p r i m e r a i n s t a n c i a el m u n d o q u e h a b i t a m o s c o m o si fu e r a u n e sp a c io a b s tr a c to y m o n ó t o n o . S a b e m o s “ in stin tiv a m e n te ” (e s d e c ir , s o b r e l a b a s e d e la p r á c t i c a a n t e r io r ) si u n o b je t o d e t e r m i n a d o e s a s e q u i b l e o n o , s in te n e r q u e m e d i r p r im e r o la d i s t a n c i a q u e n o s s e p a ­ r a d e él. E s t e c o n o c i m i e n t o n o e s t a m p o c o a lg o d e lo q u e p u e d a d e c ir s e q u e r e s id e e x c lu s i v a m e n t e e n l a m e n t e . N o p o r t a m o s m a p a s p u r a m e n t e m e n t a l e s d e si c ie r to o b je t o es a s e q u i b le o n o : s o n n u e s t r o s b r a z o s y n u e s t r a s m a n o s lo s q u e c o n t i e n e n e n s í la m e d i d a p r á c t i c a d e l a “ a s e q u i-

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KALPANA RAM

b i l i d a d ” d e u n o b je t o , y p o r t a n e s te c o n o c i m i e n t o s i n te n e r q u e d e s d o ­ b l a r s e y p r o b a r l o . L e jo s d e l c u e r p o p a s iv o c o n e l q u e n o s a c a b a m o s d e e n c o n t r a r e n el d i s c u r s o d e l m é d i c o , el c u e r p o e s t á r a d i c a lm e n t e i m p l i ­ c a d o e n e s ta f o r m u l a c i ó n d e lo q u e es “ c o n o c e r ” a lg o . L o q u e e s m á s , s ó l o s o b r e la b a s e d e s e m e ja n t e c o n ju n t o d e o r i e n t a c i o n e s p r á c t i c a s s o ­ m o s , a n u e s t r a v e z , c a p a c e s d e “ e n t e n d e r ” el s ig n i f i c a d o d e f o r m u l a c i o ­ n e s m á s a b s t r a c t a s d e l e s p a c io ta le s c o m o la s q u e n o s o t r o s m i s m o s h e ­ m o s c r e a d o e n d i s c i p l in a s c o m o l a g e o m e t r ía . U n c o n c e p t o c o m o el d e “ f e c u n d i d a d ” , p o r n o h a b la r d e l d e la “f e ­ c u n d i d a d p l a n i f i c a d a ” , se f u n d a u n a v e z m á s , e n u n n iv e l d e a b s t r a c c i ó n m u y e le v a d o . C o m o ta l, n o p u e d e d a r s e p o r u n iv e r s a l — p r o v ie n e d e u n m u y p a r t i c u l a r c o n ju n t o d i s c u r s i v o d e t r a d i c i o n e s y g e n e a lo g í a s h i s ­ t ó r i c a s — , n i p o d e m o s s u p o n e r t a m p o c o q u e p u e d e lle g a r a s u p la n t a r e n te r a m e n te , p a r a c u a lq u ie r a d e n o s o tr o s , o tr a s fo r m a s m á s p r im a r ia s d e v iv ir n u e s t r a r e la c i ó n c o n n u e s t r a c a p a c i d a d d e c o n c e b ir u n h i jo , a l u m b r a r l o y a l i m e n t a r lo . E s t a p o t e n c i a l i d a d n o se v iv e c o m o u n d is c r e ­ t o o b je t o d e n u e s t r a c o n c ie n c ia , s i n o m á s b i e n c o m o a lg o q u e e s t á e n el h o r i z o n t e d e l a s p o t e n c ia lid a d e s . H a c e n f a lt a c ir c u n s t a n c i a s s o c ia le s m u y p a r t i c u l a r e s p a r a q u e se c o n c r e t e m á s e n c u a n t o p o s i b i l i d a d . H a c e n f a lt a c i r c u n s t a n c i a s t o d a v í a m á s p a r t i c u la r e s — ta le s c o m o l a a t r i b u c i ó n d e u n a i n c a p a c i d a d p a r a te n e r u n h ijo , o u n a c o n m o c i ó n e n e l m u n d o c ir ­ c u n d a n te —

p a r a c o n v e r t ir e l d e s e o d e u n h ijo e n o b je t o d e n u e s t r o s

p e n s a m i e n t o s y d e s e o s c o n s c ie n t e s , y e n e se c o n t e x t o p u e d e v o lv e r s e , p o r s u p u e s t o , u n p r o y e c t o m u y p e r s i s t e n t e y p r e o c u p a n t e . P e ro a u n a q u í , n o p o d e m o s d a r p o r h e c h o q u e s a b e m o s c ó m o v a a v iv ir se e s t a s i ­ t u a c i ó n . E n la T a m i l N a d u r u r a l, la i n c a p a c i d a d d e te n e r h i jo s y d e a li­ m e n t a r lo s , p a s a d o s lo s p r e c a r i o s a ñ o s d e la p r i m e r a i n f a n c i a ( lo q u e t a m ­ b i é n se in c lu y e e n el d i a g n ó s t i c o d e “ i n f e c u n d i d a d ” , d e l a q u e s i e m p r e se d a p o r s e n t a d o q u e es u n a i n c a p a c i d a d f e m e n i n a ) , n o se v iv e n i c o m o u n p r o c e s o p u r a m e n te m e n ta l n i ta m p o c o c o m o u n a c u e s tió n m e r a m e n te f i s i o l ó g i c a . D i c h a v o la t i l i d a d , si e s r e c u r r e n t e , s ó l o p u e d e se r v i v id a c o m o la p r o b a b l e i n t r u s i ó n e in t e r f e r e n c i a d e e s p ír i t u s m a l i g n o s o d io s a s i n s a t i s f e c h a s . L o s e s p ír i t u s y lo s f a n t a s m a s o f r e c e n , es c ie r t o , u n a m o d a ­ l i d a d p e r f e c t a m e n t e a p t a p a r a d r a m a t i z a r y t r a s c e n d e r lo s e le m e n t o s d e a z a r y m i s t e r i o q u e v a n a p e r s is t ir s i e m p r e c o m o p a r t e d e l a e x p e r ie n c ia h u m a n a d e c o n c e b i r y a l u m b r a r a u n n iñ o . E n t e n d i d a d e e s ta m a n e r a , la e x p e r i e n c i a d e la p o b l a c i ó n r u r a l n o se l i m i t a a l s o f o c a n t e m u n d o d e la “s u p e r s t i c i ó n ” a l q u e lo s m o d e r n i z a d o r e s la h a n d e s t i n a d o .

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LO S C U ERPO S D E LO S D EM Ó GRAFO S E n el r e la to q u e o f r e c í, la s a b s t r a c c io n e s d e l a p la n i f i c a c ió n f a m i li a r n o c o in c i d e n c o n n i n g u n a r e la c i ó n h u m a n a v iv i d a c o m ú n c o n l a c a p a c id a d d e te n e r h i jo s , m i e n t r a s q u e la s r e b e ld e s i n t r u s i o n e s d e e s p ír it u s y f a n t a s ­ m a s p o r lo m e n o s c a p t u r a n u n e le m e n t o n e c e s a r io d e e s a e x p e r ie n c ia . A u n q u e , d e a c u e r d o c o n el d i s c u r s o d e l a d e m o g r a f ía , s o n la s “ c r e e n c ia s s u p e r s t i c i o s a s ” , u b i c a d a s s o c i o l ó g ic a m e n t e e n t r e la s p e r s o n a s s in e d u c a ­ c ió n — la p o b l a c i ó n r u r a l y m a r g in a l, e n u n a s o c ie d a d c o m o l a d e I n d ia — , lo q u e i m p i d e a l a n a c i ó n lo g r a r s u s m e t a s d e c o n t r o l d e l a p o b l a c i ó n . P e r m í t a s e m e c it a r a u n g r u p o d e d e m ó g r a f o s , p l a n i f ic a d o r e s y p o li t ó l o g o s , q u e r e a liz a r o n e n 1 9 7 8 u n ta lle r s o b r e p o l í t i c a s p o b l a c i o n a l e s . E l ta lle r se r e a liz ó d e s p u é s d e u n a e s t r e p i t o s a d e r r o t a e le c t o r a l d e l a s e ñ o r a G a n d h i . S u a u t o r i t a r i a s u s p e n s i ó n d e la s lib e r t a d e s c iv ile s (e n tr e 1 9 7 5 y 1 9 7 7 ) f u e r e p u d i a d a . L a p e r s p e c t i v a d e q u e el c o m ú n d e lo s i n d i o s r e a c ­ t iv a r a e l t i p o d e c o m p e t e n c i a c o n f e r i d a p o r la s lib e r t a d e s c iv ile s y se c o m p r o m e t i e r a c o n u n a v e r s ió n “v o l u n t a r i a ” d e l a p l a n if i c a c ió n f a m i li a r n o s u je t a a c o e r c ió n , g o l p e ó a lo s e d it o r e s d e lo s a r t íc u lo s d e e ste ta lle r c o m o u n d ile m a :

La pregunta más importante hoy es si en un país donde más de 70% de la gente es analfabeta, donde más de 80% de la gente vive en poblaciones en las que las instalaciones sanitarias e higiénicas, de atención médica o provi­ sión de agua potable son muy inadecuadas; donde la superstición y las antiguas creencias, así como líderes fanáticos y dogmáticos y políticos con intereses personales gobiernan sin restricciones, podemos esperar que se alcance una completa “aceptación voluntaria de la planificación familiar” .3 ¿ P e ro s o n el “ f a n a t i s m o ” , l a p a r c i a l i d a d y l a e m o c i ó n ir r a c io n a l d e l d o m i n i o e x c lu s iv o d e lo s “ a n a l f a b e t o s ” y s u s líd e r e s ? I m á g e n e s e x p lo s iv a s i n s ó l it a m e n t e e m o c io n a le s s a lt a n d e l d is c u r s o d e l o s d e m ó g r a f o s d e u n a m a n e r a ta l q u e n a d a e n s u a u t o i m a g e n p r o y e c t a d a p e r m i t i r í a a n tic ip a r . N a r a y a n a y K a n t n e r 4 d e s c r i b e n l a p o l í t i c a d e la c a s t a y l a r e li g i ó n c o m o “ u n c o s t a l d e c o b r a s r e t o r c i é n d o s e ... a m e n a z a n [ d o ] c o n a b r ir s e p a s o a

3 M .M . G andotra y Narayan D as, Population Policy in India, Bombay, Blackie and Son Publishers, 1984, p. IX. 4 G . N arayana y John F. Kantner, Doing the Needful: The Dilemmas o f In dia' Population Policy, Boulder, Westview Press, 1992, p. XX.

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KALPANA RAM

tr a v é s d e u n t e jid o s o c i a l p e l i g r o s a m e n t e r a í d o ” . L a p o l í t i c a e le c t o r a l se d e s c r ib e c o m o e l f u e g o q u e “m a n t i e n e b u r b u je a n t e e l c a ld e r o d e l a n t a ­ g o n i s m o c u l t u r a l ” . E n el s ig u ie n t e r e la t o , u n jo v e n i n v e s t i g a d o r c o n t r a ­ t a d o p o r e l C e n t r o d e P o b la c i ó n d e B a n g a lo r e p a r a lle v a r a c a b o u n e s ­ tu d io

c u a li t a t iv o

d el p o b la d o

tra ta

la s

c a u t e lo s a s

resp u esta s

de

la

p o b l a c i ó n c o m o a lg o n o p o c o e n g a ñ o s o :

Cuando se hizo la encuesta sobre la fecundidad, una mujer — que ya tenía un hijo y una hija— estaba en su primer trimestre de embarazo. Pero no declaró el hecho de estar embarazada porque temió que yo pudiera pedirle que aceptara ligarse las trompas. Temía en realidad las llamadas complica­ ciones que suelen presentarse luego de la ligadura de trompas. Pero cuando su tercer bebé resultó ser una niña, aceptó en voz baja hacerse la operación. Ante nuestra pregunta, dijo que había aceptado ligarse las trompas para evitar tener más hijas, que necesitan grandes sumas como dote. Todas estas declaraciones fueron reveladoras para mí, pues cuando recogí las histo­ rias de fecundidad, creí que las personas encuestadas estaban siendo since­ ras. En las encuestas rápidas de gran escala, muchos de estos hechos tienen una gran probabilidad de perderse.5 U t i l i z o el r a s t r o d e la s e m o c i o n e s y lo s s e n t i m i e n t o s n o s ó lo p a r a a s e n t a r q u e t a m b i é n lo s in t e le c t u a le s tie n e n e m o c io n e s y s o n e llo s m i s ­ m o s , p o r c o n s i g u ie n t e , c r i a t u r a s e n c a r n a d a s ; lo q u e n o e s, e n sí, u n a g r a n r e v e la c ió n . S i n e m b a r g o , lo q u e le d a a e s t a r e v e la c ió n m a y o r u r g e n c ia es l a p r e t e n s i ó n g r e m ia l d e p r o y e c t a r e m o c i o n e s d e s a f ia n t e s , e n g a ñ o y e x ­ c e s o s c o r p o r a l e s r e s p e c t o d e l a f e c u n d i d a d e n lo s o t r o s , y a s e a n m u je r e s d e l p u e b l o o m i n o r í a s m u s u l m a n a s . P e ro p o d e m o s a p r e n d e r a ú n m á s s o b r e la p a r t i c u l a r c o n s t i t u c i ó n d e la i m a g e n c o r p o r a l e n tr e lo s i n t e le c ­ t u a le s p r e s t a n d o a t e n c i ó n a l lu g a r p e c u l ia r q u e tie n e el E s t a d o e n e s ta i m a g e n c o r p o r a l . O t r o s , c o m o P a n d e y , p o r e je m p l o , a l e s c r ib ir a c e r c a d e l o s h i s t o r i a d o r e s m o d e r n o s h a n a t r a íd o n u e s t r a a t e n c i ó n h a c i a la i d e n t i ­ f ic a c i ó n e n t r e l o s in t e le c t u a le s y e l E s t a d o . 6 E l t é r m i n o “ id e n t if i c a c i ó n ” s u g ie r e e q u i v o c a d a m e n t e q u e e s t a m o s t r a t a n d o c o n d o s e n t i d a d e s a p a r ­ t a d a s e n t r e s í. P e ro e s t a m o s t r a t a n d o , m á s b ie n , c o n u n a c a t e g o r í a d e i n t e l e c t u a le s q u e se i d e n t if i c a n c o n e l E s t a d o e n el s e n t i d o e n q u e n o s o ­ 5 P.N. Sushm a, Qualitative Village Study o f Fertility, Bangalore, Population Centre, s.f., p. 9. 6 Gyanendra Pandey, “In defence o f the fragment: Writing about H indu-M uslim R iots in India today” , Representations, núm . 37, invierno de 1992, pp. 27-55.

EL CUERPO OCULTO DEL INTELECTUAL

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t r o s n o s i d e n t if i c a m o s c o n la s d if e r e n t e s p a r t e s d e n u e s t r o c u e r p o , en e s p e c ia l p a r t e s d e l c u e r p o ta le s c o m o la s e x t r e m id a d e s , q u e e s t á n d ir e c ­ ta m e n te im p lic a d a s en n u e stra m o tilid a d y e n n u e stra c a p a c id a d de d a r le f o r m a al m u n d o y a f e c ta r lo . P o d r í a d e c ir s e , c o n m a y o r p r e c is ió n , q u e el E s t a d o c a e e n e s a c a t e g o r í a e s p e c ia l d e h e r r a m ie n t a s q u e , e n v ir ­ t u d d e h a c e r l a s v e c e s d e e x t e n s io n e s p r o t é t i c a s d i r e c t a s d e n u e s t r a a p t i ­ t u d c o r p o r a l , se i n c o r p o r a n p o r c o m p l e t o e n l a i m a g e n c o r p o r a l d e q u i e n la s u s a . D e d o n d e se d e r iv a u n a c o n s e c u e n c i a m á s : c o m o p a r t e in t e g r a l d e s u p r o p i a c o n f i g u r a c ió n , la i d e n t if ic a c ió n n o e s ta l q u e le s s e a e v id e n t e a l o s in t e le c t u a le s i m p l i c a d o s . A l a m u je r q u e h a c e l a e t n o g r a f ía d e l p u e b l o n o se le o c u r re n u n c a in v e s t i g a r lo q u e se m a n i f ie s t a e n el te ­ m o r — c la r a m e n t e a t e s t i g u a d o — d e la s m u je r e s d e l p u e b lo d e se r p r e s i o ­ n a d a s p o r l a i n v e s t i g a d o r a p a r a q u e a c e p t e n l a e s t e r iliz a c ió n , n i t a m p o c o se le o c u r re i n d a g a r a c e r c a d e s u s i n f o r m e s s o b r e lo s t r a s t o r n o s d e s a lu d q u e le s c a u s a la e s t e r iliz a c ió n . N i el E s t a d o n i s u p r o p i a p a r t i c i p a c i ó n c o n el E s t a d o s e a b r e n al c u e s t i o n a m i e n t o d e l a i n v e s t i g a d o r a p o r q u e a m b o s f o r m a n p a r t e d e lo s f u n d a m e n t o s q u e e lla d a p o r h e c h o , t a n t o c o m o p o d r í a m o s d a r p o r h e c h o el s u e lo q u e p i s a m o s . C o m e n z a m o s a a c e r c a r n o s a lo q u e e s t á e n ju e g o p a r a e ste g r u p o d e in t e l e c t u a l e s e n el é x it o d e l a p la n i f i c a c ió n f a m ilia r . E l a n á lis is d e l d is c u r ­ s o e s i n a d e c u a d o p a r a e n t e n d e r lo q u e e s t á e n ju e g o p o r l a s i m p l e r a z ó n d e q u e l a p r o p i a p l a n i f i c a c ió n f a m i l i a r n o es s ó lo u n “ d i s c u r s o ” p a r a e s to s in t e le c t u a le s ; e s u n p ro y ecto . L a p o d e r o s a c r ít ic a d e l a m o d e r n i d a d , t a n t o e n O c c i d e n t e c o m o e n I n d ia , s u e le s e ñ a la r l a d iv e r g e n c i a e n t r e “m o d e r ­ n i d a d ” y “m o d e r n i z a c i ó n ” , p e r o n o h a h e c h o u n b a l a n c e a d e c u a d o d e lo q u e se ju e g a e n e s t a d ife r e n c ia . E l p r o p i o m o d o d e o p e r a c i ó n es d i f e r e n ­ te . É s t a es u n a c o n sig n a m á s q u e u n a p a la b r a . L a d if e r e n c i a e n t r e u n a y o t r a y a c o m u n i c a l a d i f e r e n c i a e n t r e u n e s t a d o d e h e c h o y u n p ro y e cto : u n p r o y e c t o d e b e p r o m o v e r s e a c t iv a m e n t e . E l le n g u a je d e l a p la n i f i c a ­ c i ó n r a c i o n a l n o es u n a d e s c r i p c ió n s i n o u n a m e t a o u n a e m p r e s a . E l f a ­ m o s o p r o n ó s t i c o d e N e h r u s o b r e l a “ c i t a [d e I n d ia ] c o n e l d e s t i n o ” la m e d i a n o c h e d e l 1 5 d e a g o s t o d e 1 9 4 7 h a c e u n l l a m a d o a se r s i m u l t á n e a ­ m e n t e u n p u e b l o y u n p r o y e c t o : u n p u e b lo q u e e s p o r t a d o r d e u n d e s t i­ no — a lg o “ d a d o ” — , y es t a m b i é n g u a r d i á n d e u n a “ c it a ” q u e lo s i n d i o s d e b e n g u a r d a r ; a lg o h a s t a lo q u e se d e b e lle g a r a v iv ir . C o m p á r e s e e s to c o n el e s t a d o a n í m i c o y el s e n t i m i e n t o d e c a l m a i m p e r t u r b a b l e c o n q u e lo s in te le c t u a le s o c c id e n ta le s c o m e n t a n la m o d e r n i d a d c o m o a lg o q u e e v o l u c i o n a e n u n a c o n t i n u i d a d i n i n t e r r u m p i d a a p a r t i r d e l p a s a d o c u l­

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KALPANA RAM

tu r a l. P o d e m o s t o m a r c o m o e je m p lo l a le n t a e v o l u c i ó n d e l a “p e r s o n a m o d e r n a ” d e s c r i t a p o r M a r c e l M a u s s , q u i e n c o n c lu y e s u ú lt im o e n s a y o c o n e s t a f l o r i t u r a : “ D e u n a s i m p l e m a s c a r a d a a l a n t if a z , d e u n ‘p a p e l ’ ( p e r s o n a je ) a u n a p e r s o n a , a u n n o m b r e , a u n i n d i v i d u o ; d e e s te ú lt i m o a u n se r p o r t a d o r d e v a lo r m e t a f ís i c o y m o r a l; d e u n a c o n c i e n c i a m o r a l a u n s e r s a g r a d o ; d e e ste ú l t i m o a u n a f o r m a f u n d a m e n t a l d e p e n s a m i e n t o y a c c i ó n : el c u r s o s e c o m p l e t a ” .7 S e m e ja n t e c o n f i a n z a s o s e g a d a e n l a i m p e r t u r b a b i l i d a d d e l p a s a d o , e l p r e s e n t e y e l f u t u r o e s m á s b i e n a je n a a l n a c i o n a l i s m o i n d i o , c u a l d e b e s e r lo p a r a c u a l q u i e r n a c i o n a l i s m o f o r ja d o c o m o d is c u r s o “ d e r i v a ­ t i v o ” p e r o “ c o n t e s t a t a r i o ” .8 E l n a c i o n a l i s m o i n d i o h a c o n s i s t i d o , s in d u d a , e n m u c h a s v e t a s y — e n u n a v e r s i ó n g e n e r a liz a d a —

tra ta de

a n e x a r a l p r e s e n t e m o d e r n o , c o m o u n a s o l a p i e z a , la s g l o r i a s d e u n p a ­ s a d o c o n tin u o ; e n c u e n tr a a n te c e d e n te s p a r a la in n o v a c ió n c ie n tífic a en l a s e p o p e y a s h i n d ú e s ,9 y u b i c a , p o r lo m e n o s e n la s a r t e s “ c lá s i c a s ” , u n c a u d a l d e e s p i r i t u a l i d a d p u r o y c o n t i n u o . 10 P e ro e s t a s p r e t e n s i o n e s e s ­ t á n le jo s d e p a r e c e r s e a l a s e r e n a y e s p l é n d i d a m a j e s t u o s i d a d c o n q u e el p a s a d o s e d e s li z a c u e s t a a b a j o h a s t a el p r e s e n t e d e lo s f il ó s o f o s y l o s i n ­ t e l e c t u a l e s o c c i d e n t a le s . E s e s t a c a p a c i d a d d e t r a s p la n t a r l a p o d e r o s a p r e s e n c i a d e l p a s a d o e n e l p r e s e n t e lo q u e n o s ó l o e s e x t r a ñ o s i n o e n v i­ d i a b l e p a r a e l s u je t o d e l a c la s e m e d i a p o s c o l o n i a l in d i a . L o s d i s c u r s o s n a c io n a lis ta s q u e p r e te n d e n e n c o n tr a r u n a “c ie n c ia h in d ú ” a u g u r a d a en e l R a m a y a n a d e la t a n , e n c a m b i o , e n s u a n s i o s a b e l i c o s i d a d , u n a r o n c a i n s i s t e n c i a , p r o d u c t o d e m á s d e u n s i g lo d e c o n t r a d i s c u r s o s , u n a p r o ­ lo n g a d a “r é p lic a ” a O c c id e n te . E n s u t r a b a jo a c o n tr a c o r r ie n te s o b r e el n a c io n a lis m o i n d io y el p a p e l p a r t ic u la r q u e tu v o l a p la n if ic a c ió n e sta ta l, C h a t t e r je e d is tin g u e e n tre la lin e a l id a d t e m p o r a l y e s p a c ia l d e la p la n if ic a c ió n d e l d e sa r r o llo y la t e m p o r a ­ 7 Marcel M auss, “A category o f the hum an mind: T h e notion o f person; the notion o f se lf” [1938], en M . Carrithers, S. Collins y S. Lukes (eds.), The Category o f the Person, Cam bridge, C am bridge University Press, 1985, p. 3. 8 Partha Chatterjee, N ationalist Thought and the Colonial World: A Derivative Discourse?, Delhi/Londres, O xford University Press/Zed Books, 1986. 9 Gyan Prakash, Another Reason: Science and the Imagination o f Modern India, Princeton, Princeton University Press, 1999. 10 Kalpana Ram , “D ancing the past into life: T h e rasa, nritta and raga o f im m igrant existence”, The Australian Journal o f Anthropology, vol. 11, núm. 3, Special Issue on the Politics o f Dance, 2000, pp. 261-274; J. O ’Shea, A t Home in the World. Bharata Natyam on the Global Stage, Connecticut, Wesleyan University Press, 2007.

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lid a d d e la p o lític a : “ E l ‘d e s a r r o llis m o ’ i m p lic a b a u n c a m in o lin e a l d ir ig id o h a c ia u n a m e t a o u n a se rie d e m e t a s s e p a r a d a s e n e ta p a s . I m p li c a la d e te r ­ m in a c i ó n d e p r io r id a d e s e n tre la s m e t a s d e la r g o p la z o y la s d e c o r to p la z o , y u n a e le c c ió n c o n s c ie n te e n tre lo s d ife r e n te s c a m in o s a lte r n a tiv o s” .11 L a p o l í t i c a i m p l i c a n e c e s a r ia m e n t e , p o r el c o n t r a r io , el t i e m p o v o ­ lá t il d e e s t r a t e g i a s c a m b i a n t e s . E l E s t a d o in d i o t u v o q u e m a n i o b r a r , d e s ­ p u é s d e l a i n d e p e n d e n c i a , e n t r e l a p r o m o c i ó n d e la in d u s t r i a l i z a c i ó n y la s r e s p u e s t a s a l a a m e n a z a d e u n a m o v i li z a c i ó n a g r a r ia y al c o n flic t o e n t r e l o s d iv e r s o s g r u p o s s o c i a l e s .12 E l p r o p i o “ d e s a r r o llo ” p o n e e n m a r ­ c h a u n a s e r ie d e s o l u c io n e s p o l í t i c a s p a r a r e s p o n d e r a n u e v a s m a n i o b r a s p o l í t i c a s y d e m a n d a s a l E s t a d o . L a p la n i f i c a c ió n n o p u e d e , s i n e m b a r g o , m o s t r a r s e c o n s c i e n t e d e n a d a d e e s to : “ ... l a f o r m a m i s m a d e u n a i n s t i ­ t u c i ó n d e p l a n i f i c a c ió n r a c i o n a l s i t u a d a f u e r a d e l p r o c e s o p o l í t i c o es c r u ­ c ia l p a r a l a a u t o d e f i n i c i ó n d e u n e s t a d o d e d e s a r r o llo q u e e n c a r n e la c o n c i e n c i a ú n i c a u n iv e r s a l d e l t o d o s o c i a l ” . 13 L a d i s t i n c i ó n s u b v ie r t e u n a s p e c t o d e l a p la n i f i c a c ió n p a r a el d e s a ­ r r o llo , p e r o lo h a c e a f in d e d e ja r i n t a c t a l a c a r a c t e r iz a c ió n d e l a p la n i f i ­ c a c i ó n c o m o u n a r a c i o n a l i d a d lin e a l, y d e l a p o l í t i c a c o m o u n a s u n t o e n t e r a m e n t e i n s t r u m e n t a l . L a s e m o c i o n e s d e lo s p l a n i f i c a d o r e s d e ja n c la r o , e n c a m b i o , q u e l a p r o p i a p la n i f i c a c ió n e s tá , y s i e m p r e h a e s t a d o , i m p r e g n a d a d e in v e r s i o n e s e m o t iv a s y e x a lt a c i ó n a n t e l a m o d e r n i z a c i ó n i n d i a c o m o u n p r o y e c t o p a r a lo g r a r a u t o n o m í a y r e tir a r p a r t e d e l a c o m ­ p e t e n c i a d e q u i e n e s p o d r í a n r e te n e r la . H e e x p lo r a d o e s te t e m a c o n m a ­ y o r p r o f u n d i d a d e n o t r a p a r t e ; 14 m e b a s t a a q u í c o n u n e je m p lo . C u a n d o e n v í s p e r a s d e l a i n d e p e n d e n c i a , D w a r k a n a t h G h o s h e s c r ib ió s u lib r o P re ssu re o f P o p u la t io n a n d E c o n o m i c E ffic ie n c y in I n d i a , 15 r e d u jo s i n d u d a a l a g e n t e a c o s t o s e i n s u m o s e c o n ó m i c o s . P e ro h a y e n s u p o l é m i c a m á s q u e eso . A d ife re n c ia d e u n p u r o r a c io n a lism o b u r o c r á tic o , ta m b ié n v is­ l u m b r a d e a h í e n a d e la n t e u n a v a s t a e x p a n s i ó n d e la c o m p e t e n c i a e n la

11Partha Chatterjee, The Nation and Its Fragments: Colonial and Postcolonial Histo­ ries, Delhi, O xford University Press, 1994, p. 208. 12Chatterjee, The Nation and Its Fragments, pp. 210, 205. 13Ibid., p. 219. 14K alpana Ram , “Rationalizing fecund bodies: Family planning policy and the modern indian nation-state” , en M . Jolly y K. Ram (eds.), Borders o f Being: Citizenship, Fertility and Sexuality in Asia and the Pacific, M ichigan, Michigan University Press, 2001, pp. 82-117. 15Dwarkanath Ghosh, Pressure o f Population and Economic Efficiency in India, Delhi, Indian C ouncil o f W orld Affairs, 1946.

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n u e v a n a c i ó n i n d e p e n d i e n t e : “ G r a n d e s a c o n t e c i m i e n t o s h a n s u c e d id o e n e s te p a í s . H e m o s e n t r a d o e n l a p e n ú l t im a e t a p a d e n u e s t r o d e s a r r o llo p o lític o y h e m o s a d q u irid o a m p lio s p o d e re s p a r a m o ld e a r n u e stro fu t u ­ r o . E n la c o n s t r u c c i ó n d e e s te f u t u r o , e l t a m a ñ o y el c r e c i m ie n t o d e n u e s t r a p o b l a c i ó n v a n a te n e r u n g r a n p a p e l ” . 16 G h o s h i m a g i n a a q u í a la n a c i ó n c o m p u e s t a p o r u n a m u l t i t u d d e “ l a ic o s i n t e lig e n t e s ” c u y a r a z ó n , a u n q u e e n s o m b r e c i d a p o r la s e m o c i o n e s , v a a r e s p o n d e r a lo s h e c h o s y el a n á lis is , lo q u e le s v a a p e r m i t ir p a r t i c ip a r v o l u n t a r i a m e n t e e n el g r a n p r o y e c t o d e p la n if ic a r la n a c i ó n al p la n if ic a r s u s p r o p i a s f a m i l i a s . N o e s tá s o lo e n e ste s u p u e s t o . E l P r im e r P la n Q u i n ­ q u e n a l p a r t e d e l m i s m o s u p u e s t o g e n e r a liz a d o d e u n a p e r s p e c t iv a r a c i o ­ n a l c o m p a r t i d a q u e u n e a lo s p la n i f i c a d o r e s y a la g e n t e , u n o s y o tr o s c o m p r o m e t i d o s e n a s e g u r a r q u e lo s n a c im i e n t o s se “ e s p a c ie n a d e c u a d a ­ m e n t e e n el t i e m p o y se lim i t e n e n el n ú m e r o ” , p a r a s a lv a g u a r d a r s i m u l ­ t á n e a m e n t e la s a l u d d e l a n a c i ó n y la s a lu d d e la s m a d r e s y d e lo s h i jo s .17 L a c a r a c t e r ís t ic a m á s n o t a b le d e g r a n p a r t e d e e ste p e r i o d o es e l d e s v a n e ­ c i m i e n t o d e t o d a d ife r e n c ia e n tr e la o r ie n t a c i ó n d e l E s t a d o , la d e lo s i n ­ t e l e c tu a le s y la d e l p u e b lo . N o es la R a z ó n c o m o ta l lo q u e d is u e lv e t o d a t e n s i ó n p o t e n c i a l e n tr e lo s i n t e le c t u a le s y “ el p u e b l o ” e n la t r a n s f o r m a ­ c i ó n d e l a n a c i ó n . E s , m á s b ie n , u n c a m p o e n e r g é tic o q u e b r in c a c o n t a ­ g i o s a m e n t e d e c u e r p o e n c u e r p o , d is o lv i e n d o la s d ife r e n c ia s c o n f o r m e m o v i l i z a a lo s a f e c t a d o s . S i s e g u i m o s l a b a t u t a d e D e le u z e y G u a t t a r i ,18 el t é r m i n o em o c ió n p o d r í a u tiliz a r s e p a r a s e ñ a la r p r e c i s a m e n t e e s ta d i m e n ­ s i ó n e n c a r n a d a d e lo s f lu jo s m ó v ile s d e e n e r g ía e i n t e n s i d a d e s , n o só lo e n tr e l o s s u je t o s h u m a n o s , s in o e n tr e é s to s y t o d o lo q u e c o n t ie n e el m u n d o , i n c l u y e n d o a lo s a n im a le s y lo s o b je t o s . L a e m o c i ó n se d e s c r ib e y a c o m o u n in c r e m e n t o , y a c o m o u n a d i s m i n u c i ó n d e la a p t i t u d d e l c u e r p o p a r a a c tu a r , lo q u e r e p r e s e n t a u n a m e jo r a r e s p e c t o d e la s a s o c i a ­ c io n e s t r a d ic io n a le s c o n el t é r m i n o “ e m o c i ó n ” e n q u e t e n d e m o s a s it u a r l a s e m o c i o n e s e n el in t e r io r d e n u e s t r a c o n c ie n c ia . L o q u e se e s tá d e s t a ­ c a n d o a q u í es, n o o b s t a n t e , l a a s o c i a c i ó n d e e n e r g ía s c o n p ro y e cto s d e la í n d o l e m á s p ú b l i c a . M a z a r e lla (e n p r e n s a ) p l a n t e a a lg o s i m i la r c u a n d o c o m e n t a q u e la e m o c i ó n p u e d e r e c o n o c e r s e c o m o “u n m o m e n t o n e c e s a ­ r io d e t o d a p r á c t ic a i n s t it u c i o n a l q u e a s p ir e a la e f ic a c ia p ú b li c a ” . 16 Ghosh, 1946, Pressure o f Population, p. IX. 17 Raina, 1988. 18 Gilles Deleuze y Felix Guattari, A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia, M inneapolis, University o f M innesota, 1987, p. 178.

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U n a v e z q u e s e c o n s i d e r a l a e m o c i ó n , l a d i s t i n c i ó n d e C h a t t e r je e e n t r e p o l í t i c a y p l a n i f ic a c ió n e s m á s d if í c il d e s o s te n e r , p u e s l a c o n s i d e ­ r a c i ó n d e l a e m o c i ó n r e v e la q u e lo q u e p u e d e te n e r l a a p a r i e n c i a d e se r r a c i o n a l i s m o c i e n t ífic o p u r o y a f á n a d m i n i s t r a t i v o b u r o c r á t i c o s e i m ­ p r e g n a , e n u n p r i n c i p i o , d e l a e x a lt a d a a n t i c i p a c i ó n p o l í t i c a d e u n f u t u ­ r o u t ó p i c o . L a c o m p e t e n c i a a s o c i a d a c o n s e m e ja n t e p r o y e c t o n o s e p a r e ­ ce n i a la ló g ic a in s t r u m e n t a l d e la m a n io b r a e s tra té g ic a p a r a h a c e rse d e p o d e r , n i a l a d e s c r i p c i ó n d e la p la n i f i c a c ió n q u e se h a lla i m p r e g n a d a d e u n a t e m p o r a l i d a d lin e a l. A u n c u a n d o a n t i c i p a n “ e t a p a s ” d e c in c o a ñ o s , l o s p r o p io s p l a n i f i c a d o r e s e s tá n v iv ie n d o o t r a t e m p o r a l i d a d q u e es t o d o m en o s lin e a l, p u e s e n u n p a í s c o m o I n d i a el f u t u r o q u e d e s e a n n o v a a e m e r g e r d e m a n e r a lin e a l d e l p a s a d o . D e b e se rle a r r e b a t a d o , m á s b ie n , a l p a s a d o , q u e in s is t e e n r e e n c a r n a r s e e n s u je t o s r e c a lc itr a n te s q u e a m e ­ n a z a n c o n a r r a s t r a r a la m o d e r n i d a d d e v u e lt a a la s r e s t r ic c io n e s d e las i d e n t id a d e s c o le c tiv a s ta le s c o m o la c a s ta , l a r e g ió n , la r e lig ió n y e l se x o .

LA C O N T A G IO SA E X P LO SIÓ N D E L A M O D E R N ID A D A C T IV IST A H e c o m e n t a d o d e t e n i d a m e n t e e n o b r a r e c i e n t e 19 q u e m u c h a s d e la s c r í­ t ic a s m á s a g u d a s d e l a m o d e r n i d a d s o n d e m a s i a d o r e d u c c io n is t a s . S i ­ g u i e n d o l a r u t a d e g r a n a lc a n c e p r o p u e s t a p o r F o u c a u l t , l a t e o r í a p o s c o l o n i a l (e n tr e o t r a s f o r m a s d e c r ít ic a ) se h a d a d o e n g r a n p a r t e p o r s a t i s f e c h a c o n c a r a c t e r iz a r t a n t o e l E s t a d o c o lo n i a l c o m o e l p o s c o l o n i a l e n t é r m i n o s d e r a c i o n a l i s m o g u b e r n a m e n t a l. D i c h a c a r a c t e r i z a c i ó n se h a p r e s t a d o , a s u v e z , a u n a c r ít ic a d e la m o d e r n i d a d c o m o c o n ju n t o s d e d i c o t o m í a s b i n a r i a s q u e ex clu y e ro n “ a g r a n d e s m a s a s d e l a p o b l a c i ó n [d e] l a n u e v a v i d a d e l a n a c i ó n ” .20 L a s d o s p o s i c i o n e s e s t á n ín t i m a m e n t e v i n c u la d a s . S i c a r a c t e r i z a m o s a l a m o d e r n i d a d m á s q u e n a d a c o m o u n m o d o d e c a te g o r iz a c ió n , e n t o n c e s d e b e m o s e n t e n d e r n e c e s a r i a m e n t e q u e 19 Kalpana Ram , “A new consciousness m ust come: Affectivity and movem ent in Tamil Dalit wom ens activist engagement with cosm opolitan modernity”, en Pnina Werbner (ed.), Anthropology and the New Cosmopolitanism: Rooted, Feminist and Vernacular Perspectives, O xford, Berg, 2008, pp. 135-155. 20 Partha Chatterjee, “T h e N ationalist Resolution o f the W om ens Q uestion” , en K. Sangari y S. Vaid (eds.), Recasting Women: Essays in Colonial History, D elhi, Kali for W om en, 1989.

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é s te e s ta l q u e in c lu y e a l g u n o s y e x c lu y e o t r o s , p u e s e so e s lo q u e h a c e n l a s c a t e g o r í a s , e n p a r t i c u l a r c u a n d o e s t á n r e s p a l d a d a s p o r la a u t o r i d a d d e u n E s t a d o . E s t a t r a d i c i ó n c r ít i c a n o s h a c e i n c a p a c e s d e e n t e n d e r c ó m o u n c o n ju n t o d e d i s c u r s o s t a n e x c lu y e n te s p u d o te n e r é x it o e n c o n v e n c e r a la s m u je r e s d a lits p o b r e s . H e c o m e n t a d o q u e lo q u e f a lt a s i s t e m á t i c a ­ m e n t e e n d i c h a s c a r a c t e r i z a c io n e s e s u n a f e n o m e n o l o g í a a d e c u a d a d e la m o d a l i d a d e m a n c ip a d o ra d e l activism o. D e e s te m o d o , e n q u e a p a r e c e s o b r e t o d o c o m o u n a f o r m a d e m ovilizació n , l a m o d e r n i d a d b r i n c a d e m a n e r a c o n t a g i o s a d e p u n t o e n p u n t o , d e s a f i a n d o t o d o i n t e n t o d e s u je ­ t a r l a s o c i o l ó g ic a m e n t e , d e v e r la c o m o u n m o d o d e p r i v ile g io q u e r e s id e s ó l o e n d e t e r m i n a d o s p u n t o s s o c ia le s . L o s in t e n t o s d e c r i t ic a r l a m o d e r ­ n i d a d c o m o e x c lu s iv a m e n t e “m a s c u l i n a ” , “ o c c i d e n t a l ” o “ d e la s c a s ta s a lt a s ” , c o m o lo h a n p l a n t e a d o c r ít ic a s s u c e s iv a s d e s d e l a d é c a d a d e 1 9 7 0 , h a n p r o v i s t o i m p o r t a n t e s f u e n t e s d e c o m p r e n s i ó n d e lo s p r o b l e m a s c o n l a s d e c la r a c i o n e s u n iv e r s a lis t a s , p e r o e s t á n t a m b i é n s e n t e n c ia d a s a se r r e f u t a d a s e m p í r i c a m e n t e u n a y o t r a v e z c o n f o r m e la s m u je r e s , lo s g r u p o s n o o c c i d e n t a le s y la s c a s t a s n o e lit is t a s y d a lits se a p r o p i e n d e la m o d e r ­ n i d a d c o m o d e m a n d a n t e s a c t iv o s m á s q u e c o m o e le m e n t o s e x c lu i d o s o i n t i m i d a d o s . L a s m u je r e s d a lits r u r a le s d e T a m i l N a d u , d e c a s t a s p e s c a ­ d o r a s y a g r í c o l a s , se s ir v e n d e l a e f e r v e s c e n c ia c o le c t iv a d e l a a c c i ó n o r ­ g a n i z a d a , a m e n u d o a l a m p a r o d e o r g a n iz a c i o n e s n o g u b e r n a m e n t a le s . E s t a s o r g a n iz a c i o n e s p u e d e n n o e s t a r o r i e n t a d a s p o r s í s o la s m á s q u e a p r o p a g a r p r á c t i c a s h i g i é n ic a s y la s a l u d m a t e r n a , p e r o s u m a n e r a d e a c ­ t u a r v u e lv e a c o n ju g a r s e p o r h i s t o r ia s p o l í t i c a s p r e v ia s y p o r la p r o p i a e x p e r i e n c i a d e l a m o v ili z a c i ó n . P a r a lo s d a lits r u r a le s d e T a m i l N a d u , el p a s a d o e n e l p r e s e n t e in c lu y e d e m a n e r a s ig n if i c a t iv a e l M o v i m i e n t o d e

A utorrespeto e n T a m i l N a d u y s u m o v ili z a c i ó n c o n t r a l o s p r iv ile g io s d e c a s t a y, m á s c o n c r e t a m e n t e , c o n t r a la s f o r m a s d e r e li g ió n d o m i n a d a s p o r s a c e r d o t e s b r a h m á n i c o s . E s a c r ít ic a d i o c o m o r e s u lt a d o n o t a n t o la v a l o r i z a c i ó n d e l o s e s t ilo s d e c u lt o d a lits y lo s a je n o s a la é lite , c o m o l a a p r o p i a c i ó n d e u n h u m a n i s m o r a c i o n a l, q u i n t a e s e n c i a “ t a m i l ” t a n t o c o m o “m o d e r n a ” .21 E l p a s a d o a p a r e c e e n el p r e s e n t e e n e s t ilo s d e r a z o ­ n a m i e n t o y d e c r ít ic a e m p l e a d o s p o r la s m u je r e s jó v e n e s , c o m o a q u e lla 21 Puede hacerse aquí una analogía con la insistencia de Am bedkar en utilizar el universalismo y el racionalismo de la ciencia como criterio con el cual juzgar y evaluar las religiones del m undo, y su énfasis en la micropolítica de los dalits en la adopción de ves­ tim enta e higiene modernas; véase G . Pandey, “T h e time o f D alit conversion”, Economic and Political Weekly (6 de mayo de 2006), pp. 1779-1788.

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m ujer de un pueblo costeño de pescadores en el distrito de Kanyakum ari (Tam il N adu ), quien rechaza decididam ente las “creencias” de los tiem pos de su abuela en térm inos que recuerdan vívidam ente las prim e­ ras críticas racionalistas y hum anistas del partido político D ravida Munnettra Kazhagam (dm k). Reinterpreta aquí los peligros de atraer la indeseada atención de los espíritus durante la m enstruación, com o tantos temores im aginados y nutridos por la mente h u m a n a : “ Bueno, esto es lo que dicen las abuelas: ‘no tires el trapo ensangrentado a la basura, va a atraer a lo s p e y . Pero yo pienso: ‘bueno, yo soy el p e y [espíritu], yo soy el p ish a sh u [demonio], entonces, ¿por qué habrían de venir a m í?’ M i m en­ te: ‘esa es la verdadera razón de esos peys’” .22 O tómese com o ejemplo un extracto de una entrevista que se le hizo a V ictoria, una joven que trabajaba para una ONG en el distrito de Chengalpattu (Tam il N adu ). Su discurso capta vividamente el sentido inten­ sificado de la aptitud con que ella aprehende la m odernidad: Mi familia es católica romana y teníamos un poco de tierra. En mi pueblo la casta dominante es la reddiar. Antes de que yo naciera, mi familia debió haber trabajado su tierra. Debimos haber tenido que cederles el paso, debi­ mos haber evitado calzar zapatillas frente a ellos o caminar por el mismo sendero que ellos. En los últimos treinta años, más o menos, todo eso ha cambiado. Quizás cinco de cada cien sigan manteniendo los mismos hábi­ tos y prácticas [palakkam ]. En Porur, tenemos nuestro propio abasto de agua, instalaciones de bombeo, bomba manual y un pozo nuevo, de modo que ya no tenemos que depender de las castas superiores. También sabemos ahora que somos numéricamente dominantes, y eso los asusta un poco. A lentada por esta fortaleza, V ictoria pudo tolerar las burlas que hubo de enfrentar cuando empezó a moverse por todo el distrito a causa de su trabajo en la oNG: Así que empecé a moverme en mi bicicleta, haciendo a veces doble viaje. Recibí insultos de los otros. Si llevaba yo paraguas la gente decía: “¡Oh!, mírenla cómo va con esa kutai [sombrilla], como si fuera la gran maestra”. Yo hacía caso omiso de ellos o les respondía: “¿Y a ti qué?, ¿pagaste tú mi paraguas!” [Cuando hablamos del matrimonio, ella describe su propio matri­ monio] Tengo a un hombre tal como lo pedí en mis oraciones. No es 22Para ahondar en el tema véase Kalpana Ram, 1998, op. cit., pp. 294 y ss.

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ofensivo, no bebe ni me golpea, como les sucede a muchas de las mujeres a las que asesoro. Utilizamos el ritmo como método anticonceptivo, que proponen las hermanas, de modo que vigilo mi flujo y sé cuando estoy en mi periodo fértil. Tenía miedo de los hombres, al principio, cuando me casé. Le dije a mi esposo desde un principio que no quería ser asediada [para tener relaciones sexuales] cuando mi cuerpo no se sintiera bien, como durante mi periodo menstrual. Mi esposo estuvo de acuerdo. Aho­ ra, a veces él dice que está cansado y sin ganas [de sexo], a veces soy yo quien lo dice. E l “ g ir o a f e c t iv o ” e n l a t e o r í a s o c ia l p a r e c e a c e r c a r a lg u n a s f o r m u l a ­ c i o n e s a n t e r io r e s d e l a e r u d i c i ó n p o s c o l o n i a l a lo q u e e s t o y p r o p o n i e n ­ d o . C h a t t e r je e , q u i e n t i e m p o a tr á s d e s c r ib e l a p la n i f i c a c ió n e s t a t a l e n té r m in o s e n te r a m e n te “g u b e r n a m e n t a le s ” c o m o “ la e n c a rn a c ió n c o n c r e ­ t a d e l a c o n c i e n c i a r a c i o n a l d e u n E s t a d o [q u e ] p u e d e p r o m o v e r l a m e t a u n iv e r s a l d e l d e s a r r o llo a p a r e ja n d o a lo s d i s c r e t o s s u je t o s d e p o d e r e n u n a s o c i e d a d d e n t r o d e u n ú n i c o t o d o i n t e r c o n e c t a d o ” ,23 a h o r a d e s c r ib e l a g o b e r n a b i l i d a d c o m o u n c o n c e p t o “ d e s p o l i t i z a d o ” , y d a p a r t ic u la r a t e n c i ó n a la s “ a p a s i o n a d a s y a m e n u d o v i o le n t a s a g i t a c io n e s p a r a p r o ­ t e s t a r c o n t r a l a d i s c r i m i n a c i ó n y o b t e n e r r e i v in d i c a c io n e s ” . P e r m í t a s e m e c it a r lo d e m a n e r a m á s c o m p l e t a :

El hecho de que los objetivos de dichas agitaciones estén enmarcados por las condiciones de la gobernabilidad no es razón para pensar que no pue­ dan despertar pasión y energía afectiva. Las acciones colectivas en la socie­ dad política no pueden despolitizarse enmarcándolas en la cuadrícula de la gobernabilidad porque las actividades de la gobernabilidad afectan las pro­ pias condiciones de los medios de subsistencia y de la existencia social de los grupos a los que se dirigen. Por lo menos esa parte de la democracia india que cae en el dominio de la sociedad política no es definitivamente ni anémica ni exánime.24 P e r o s u f o r m u l a c i ó n c o n s e r v a c ie r t o e n f o q u e c o m p a r t i m e n t a d o d e l a m o d e r n i d a d . L a v o l a t i l i d a d e m o c i o n a l d e la p o l í t i c a s u b a l t e r n a c o n ­ t r a s t a c o n u n a “ s o c i e d a d c iv il” i n t e g r a d a p o r la s c la s e s m e d i a s u r b a n a s i n d i a s , q u e s o n v i r t u a lm e n t e “ i n d i s t i n g u i b l e s d e o t r a s d e m o c r a c ia s o c c i ­ 23 Chatterjee, The Nation and Its Fragments, p. 207. 24 Partha Chatterjee, “Dem ocracy and Econom ic Transform ation in India”, Economic and Political Weekly, 19 de abril de 2008, pp. 53-62, p. 61.

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d e n t a l e s ” . E n l a o b r a a n te r io r , c o m o e l le c t o r p o d r á r e c o r d a r , la p o l í t i c a se c o n t r a s t ó c o n l a p la n i f ic a c ió n . E n a m b a s f o r m u l a c i o n e s p a r e c e h a b e r al m e n o s u n a p a rte d e la m o d e r n id a d se n te n c ia d a a p e rm a n e c e r “a n é m i­ c a y e x á n i m e ” , m i e n t r a s q u e la o t r a r e ú n e p a r a s í t o d a l a v o l a t i l i d a d y la e x a lt a c i ó n d e l a e m o c ió n . M i p u n t o es p r e c is a m e n t e , s in e m b a r g o , q u e l a e m o c i ó n n o p u e d e c o n t e n e r s e y c o m p a r t i m e n t a r s e s o c i o l ó g ic a m e n t e d e e s te m o d o . N i la e x a lt a c i ó n e m a n c i p a d o r a d e l a m o d e r n i d a d se c o n ­ f in a t a m p o c o e n u n a p o l í t i c a g r u p a l. P a r a V i c t o r i a , se h a c e p r e s e n t e en su fo r m a d e h a b la r d e su m a tr im o n io , e n la r e c o n fig u r a c ió n d e lo s sig ­ n i f i c a d o s d e l m a t r i m o n i o , la m a t e r n i d a d y la s r e la c io n e s s e x u a le s . S u d e s c r i p c i ó n d e la p l a n i f i c a c ió n f a m i li a r es m u y d ife r e n t e d e l a d e l m é d i ­ c o c o n q u e a b r i m o s e s te c a p í t u lo . E l m é t o d o e s e l q u e p r o p o n e n la s m o n ja s c a t ó li c a s q u e le d i e r o n a V i c t o r i a a c c e s o a u n m u n d o m á s a m ­ p l i o : a sa b e r , el m é t o d o d e l r it m o . E l m é t o d o d e l r it m o p o r lo m e n o s d e p e n d e d e q u e se d o t e a l a m u je r d e u n c o n o c i m i e n t o d e t e r m i n a d o d e s u p r o p i o c u e r p o , a d i f e r e n c i a d e la d e p e n d e n c i a r e s p e c t o d e u n p e r s o n a l d e s a l u d q u e h a r e c i b i d o f o r m a s d e “ m o t i v a c i ó n ” e x te r n a s , y t o m a a q u í s u l u g a r e n u n c o n ju n t o m u y d if e r e n t e d e e le m e n t o s d i s c u r s i v o s q u e n o s r e c u e r d a n o t r a s g e n e a lo g í a s d e l c o n t r o l n a t a l c o m o u n a s p e c t o d e l a lu ­ c h a d e l a m u je r p o r lo g r a r u n a m a y o r a u t o n o m í a y c o m p e t e n c i a . S e t r a t a d e u n a g e n e a lo g í a q u e d e m u e s t r a , u n a v e z m á s , lo c o n t a g i o s a q u e e s l a m o d e r n i d a d e m a n c i p a d o r a , y a q u e b r i n c a d e la u b i c a c i ó n e n la c la s e m e d i a d e l o s d i s c u r s o s d e l m o v i m i e n t o d e la s m u je r e s e n l a d é c a d a d e 1 9 3 0 a la v o z d e m u je r e s d a lit s c o m o V ic t o r i a :

... dirigiéndose a la Conferencia Económica India de 1934, Alarmelmangathayar Ammal, miembro del Consejo Legislativo de Madrás y de la Confe­ rencia de Todas las Mujeres de India [All India Women’s Conference (AIWC)] dijo: “el problema de la población, con el concomitante del control natal, no puede resolverse mediante las deliberaciones de una asamblea de hombres; la voz de las mujeres, en cuanto madres, debe tener un mayor margen en toda futura medida legislativa sobre la cuestión” . Algunas mu­ jeres activistas de la AIWC rebatieron, en términos similares, la campaña de los hombres nacionalistas contra el control de la natalidad, con fundamen­ to en que ellos no tenían experiencia en el alumbramiento, y en que el control de la natalidad era el derecho de la mujer de controlar su cuerpo. Por ejemplo, Kamaladevi Chattopadhyaya, la primera secretaria organiza­ dora de la AIWC, y miembro activo del Congreso Nacional Indio, le dijo a Satyamurthi respecto del control de la natalidad que era “derecho sagrado

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e inalienable de toda mujer disponer de los medios para controlar su cuer­ po, y ni Dios ni el hombre pueden tratar de privarla de ese derecho sin cometer un ultraje a la mujer.25

D E LA E M O C IÓ N A L T A L A N T E D E LA P O L ÍT IC A D E LA P L A N IF IC A C IÓ N FA M ILIA R U n c ie r to d r a m a — d e e x ig ir a c c i ó n p o lí t ic a , d e a p r o p i a r s e d e u n a m o d e r ­ n i d a d i n i c i a lm e n t e i m p u e s t a d e s d e f u e r a —

no aban dona nunca por

c o m p l e t o el d i s c u r s o d e la p la n if i c a c ió n f a m ilia r . E l h e c h o h is t ó r ic o d e q u e el E s t a d o i n d i o h a y a s id o u n o d e lo s p r im e r o s e s t a d o s - n a c ió n e n a d o p t a r la p la n i f ic a c ió n f a m i li a r c o m o p o lí t ic a o f ic ia l d e E s t a d o , e n 1 9 5 1 , se s ig u e c i t a n d o c o m o i n d i c a d o r d e l a “t e m p r a n a ” lle g a d a d e I n d ia , c o m o e x c o lo n ia , a la e t a p a d e la m o d e r n i d a d . S e g ú n el v i c e p r e s id e n t e d e l a A s o c i a c i ó n p a r a l a P la n if ic a c ió n F a m ili a r d e I n d ia , é s ta f u e u n a s e ñ a l d e q u e el E s t a d o i n d io “ e s t a b a s in d u d a a d e la n t a d o p a r a s u t i e m p o ” .26 P ero la e m o c i ó n d e la a n t i c i p a c i ó n u t ó p i c a q u e e n c o n t r a m o s e n el d i s c u r s o d e G h o s h a n te s d e la in d e p e n d e n c i a , e s a e m o c i ó n c o n t a g i o s a q u e d isu e lv e t o d a d if e r e n c ia e n tr e lo s in t e le c t u a le s y “ el p u e b l o ” , n o es la e m o c i ó n c o n q u e n o s e n c o n t r a m o s e n el d is c u r s o d e lo s d e m ó g r a f o s y lo s p l a n i f i c a d o ­ r e s c o n t e m p o r á n e o s . E n s u lu g a r , e n c o n t r a m o s e m o c i o n e s e x p lo s iv a s d e m i e d o ( a n te e l d e s g a s t e d e l r a íd o c o s t a l- d e - la - n a c ió n ) , y f r u s t r a c i ó n c o n v a r ia s “ s e c c io n e s a t r a s a d a s ” (la s c o b r a s r e t o r c ié n d o s e q u e a m e n a z a n c o n e s c a p a r s e d e l r a íd o c o s t a l- d e - la - n a c ió n ) . E l h o r iz o n t e d e l a u n i d a d i m a g i ­ n a r i a d e la n a c i ó n , la a s p ir a c ió n u t ó p i c a d e u n p u e b l o q u e t r a b a ja e n a r ­ m o n í a p o r a lc a n z a r la s m i s m a s m e t a s n o s im p le m e n t e d e s a p a r e c ie r o n , p u e s t o q u e lo q u e in q u i e t a a lo s d e m ó g r a f o s es p r e c i s a m e n t e l a b rec h a e n tr e el p r e s e n t e e n t o d o s u d e s o r d e n y la e s p e r a n z a u t ó p i c a d e u n i d a d . Y a p la n t e é q u e el E s t a d o s u e le d e s a p a r e c e r d e la s in v e s t ig a c io n e s d e lo s d e m ó g r a f o s p o r q u e f u n c i o n a c o m o u n a h e r r a m ie n t a , c o m o u n a e x te n 25 S. Anandhi, “Reproductive bodies and regulated sexuality: Birth control debates in the early 2 0 th century Tam ilnadu” , en M ary E. John y Janaki N air (eds.), A Question o f Silence? The Sexual Economies o f Modern India, Delhi, Kali for Women, 1998, pp. 139-166; pp. 149-150. 26 R. Soonawalla, “Planning the Indian experience”, en P. Senanayake y R.L. Kleinm an (eds.), Family Planning: Meeting Challenges — Promoting Choices, Lancaster/Nueva York, T h e Parthenon Publishing Group, T h e Proceedings o f the IPPF Family Planning Congress, 1992, p. 77.

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s i ó n d e la p r o p i a a p t i t u d c o r p o r a l. P e ro e s to es a s í s ó lo c u a n d o lo s a s u n t o s se s u c e d e n s in p r o b l e m a s p a r a lo s i n t e le c t u a le s d e l e s t a d o . C u a n d o el c ú m u lo d e m a t e r i a l n e c e s a r io p a r a c o n s t r u ir y p la n if ic a r la c a s a - n a c i ó n n o e s tá a l a m a n o , e n t o n c e s e l p r o p i o E s t a d o se v u e lv e u n a v e z m á s u n o b je ­ to e x p líc it o , n o s ó lo d e a t e n c ió n s in o d e d e s v e lo y p r e o c u p a c i ó n . L a s e m o c i o n e s q u e e s t á n p o r d e t e c t a r s e e n lo s d i s c u r s o s s o b r e c o n t r o l p o b la c i o n a l p u e d e n e n t e n d e r s e , p o r c o n s ig u ie n t e , c o m o o c a s io n a le s a r r e b a to s d e c ó le r a y, e n g e n e r a l, c o m o la irritació n y la aflicción d e aq uellos cuyo

trab a jo no p u e d e p ro se g u ir p o r q u e algo está f u e r a d e lugar. E l m a t e r i a l q u e n e c e s i t a n p a r a c o n s t r u ir l a c a s a - n a c i ó n n o e s tá f u n ­ c i o n a n d o . U n a f u n c i ó n d e l a q u e se e n o r g u lle c í a n c o m o v a lo r s i m b ó l i c o d e l a r e i v i n d i c a c i ó n d e l a I n d ia d e l a m o d e r n i d a d — l a d e m o c r a c i a e le c ­ t o r a l— se h a c o n v e r t i d o e n u n a h e r r a m ie n t a q u e e s t á li t e r a lm e n t e “ e n la s m a n o s e q u i v o c a d a s ” . U n a o c a s i ó n s e m e ja n t e s u r g ió , d e m a n e r a b a s ­ t a n t e e s p e c t a c u la r , a n t e s d e l a “ E m e r g e n c i a ” d e 1 9 7 5 . E n f r e n t a d a a u n a c o n flu e n c ia d e m o v im ie n t o s u r b a n o s q u e se o p o n ía n a la s u b id a d e p r e ­ c io s , a l m o v i m i e n t o “ B h o o d a n ” — b a j o e l li d e r a z g o g a n d h i a n o d e J.P . N a r a y a n , d i r i g i d o a la r e d i s t r i b u c i ó n d e l a tie r r a — , y a u n a h u e l g a n a ­ c i o n a l d e f e r r o c a r r ile r o s , la p r i m e r a m i n i s t r a G a n d h i d e c la r ó l a s u s p e n ­ s i ó n d e la s lib e r t a d e s c iv ile s, s u s p e n s i ó n q u e d u r ó d e j u n i o d e 1 9 7 5 a e n e r o d e 1 9 7 7 . L o s e f e c t o s d e la E m e r g e n c i a se r e g is t r a r o n e n d iv e r s a s e s fe r a s d e la v i d a c iv il, p e r o — c o m o e s b i e n s a b i d o — u n a d e la s p r i n c i ­ p a l e s i n i c i a t i v a s d e l g o b i e r n o a q u e d io lu g a r la a b r o g a c i ó n d e la s lib e r ­ t a d e s c iv ile s f u e u n a v e r s i ó n d e la “p la n i f i c a c ió n f a m i l i a r ” p a r t i c u l a r m e n ­ te a u t o r i t a r i a . H e p la n te a d o

e n o t r a p a r t e ,27al i g u a l q u e o t r o s a u t o r e s , q u e la

E m e r g e n c i a n o d e b e tr a ta r s e c o m o u n a m e d i d a d e e x c e p c i ó n , a l m a r g e n d e l a n o r m a , s i n o c o m o u n m e d i o d e h a c e r v is ib le , e n v i r t u d d e s u s e x a ­ g e r a c i o n e s , lo q u e es n o r m a l m e n t e in v is ib le p o r q u e f u n c i o n a d e u n a m a n e r a m á s d is c r e t a . E n e s te e n s a y o h e u t i li z a d o la s e m o c i o n e s p a r a g u i a r n o s h a c i a e l c u e r p o o c u lt o d e lo s in t e le c t u a le s , s u b y a c e n t e e n el d is c u r s o d e l a R a z ó n . E s e d is c u r s o e s t á a tr a v e s a d o — a s í lo h e m o s d e s c u ­ b i e r t o — p o r u n a e x p lo s i ó n d e e m o c i o n e s d e r a b i a y f r u s t r a c ió n . P e r o el t r a b a jo d e i d e n t if i c a c i ó n e n t r e lo s in t e le c t u a le s y el E s t a d o n o se l o g r a d e n i n g u n a m a n e r a e n el p l a n o d e l d i s c u r s o e x p líc it o . O c u r r e m á s b ie n en el p l a n o d e l a p r á c tic a . S i n o n o s h e m o s d e d e ja r d e s l u m b r a r c o n lo s 27 Ram , “Rationalizing Fecund Bodies...”

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KALPANA RAM

“ e x c e s o s ” d e l a E m e r g e n c i a y q u e r e m o s v e r l a c o n t i n u i d a d e n la s a c t i t u ­ d e s , es n e c e s a r io q u e d e s v i e m o s n u e s t r a a t e n c i ó n d e l p l a n o d e l d i s c u r s o h a c i a el p l a n o d e l a p r á c t i c a d o n d e lo s p a t r o n e s se d e ja n v er. N e c e s i t a ­ m o s , a l m i s m o t i e m p o , h e r r a m i e n t a s d i s t in t a s d e l c o n c e p t o d e l a “ e m o ­ c i ó n ” p a r a c a p t a r l a e m o c i ó n e x is t e n c ia l d e d i c h a s p r á c t ic a s . E l m é d ic o d e l h o sp ita l p ú b lic o n o sim p le m e n te to m a su re c o m e n ­ d a c i ó n d e l o s d i s c u r s o s d e lo s d e m ó g r a f o s ; l a t o m a d e l a p r á c t i c a , las o r i e n t a c i o n e s y la t e c n o l o g í a q u e f u e r o n p r e s e le c c io n a d a s p o r la s p o l í t i ­ c a s d e p l a n i f i c a c ió n f a m i l i a r p a r a q u e él la s u t iliz a r a . H e d e s c r it o m á s e x t e n s a m e n t e e s t a s p o l í t i c a s e n o t r a p a r t e ,28 p e r o r e s u m ir í a a q u í s u te n o r d i c i e n d o q u e h a n f o m e n t a d o t í p i c a m e n t e s ó l o u n m é t o d o a la v e z , p o r lo g e n e r a l e n e t a p a s c o r t a s e i n t e n s iv a s . A ú n m á s r e v e la d o r es q u e l a s e ­ c u e n c i a d e t é c n ic a s a n t i c o n c e p t i v a s f a v o r e c i d a s p o r el E s t a d o p u e d e c o n ­ s id e r a r s e p a r a i l u s t r a r u n a p r o g r e s iv a d i s m i n u c i ó n d e l a e le c c ió n d e la s u s u a r i a s . E n d o n d e l a c o n f i a n z a d e l E s t a d o h a s i d o a b r u m a d o r a es e n la e s t e r il iz a c ió n , el m é t o d o c o n m e n o s p o s i b i l i d a d e s d e r e v e r tir s e . L a e s t e ­ r i l iz a c i ó n d a c u e n t a d e 7 0 - 8 0 % d e l a p r o t e c c i ó n a n t i c o n c e p t i v a .29 H a s t a e l p e r i o d o d e l a E m e r g e n c ia , l a e s t e r il iz a c ió n m a s c u l i n a e r a c u a t r o o c i n c o v e c e s m á s c o m ú n q u e l a f e m e n i n a . L a r e a c c ió n h a c i a l a e s t e r iliz a ­ c i ó n m a s c u l i n a d u r a n t e la E m e r g e n c i a , a u n a d a a la i n t r o d u c c i ó n d e n u e ­ v a s f o r m a s d e e s t e r il iz a c ió n f e m e n i n a — m i n i l a p a r o t o m í a y la p a r o s c o p í a — , h a d a d o lu g a r , d e s d e p r i n c i p i o s d e l o s a ñ o s o c h e n t a , a c e n t r a r l a s p o l í t i c a s c a s i e x c lu s iv a m e n t e e n l a m u je r .30 L a s t é c n i c a s a n t i c o n c e p t i ­ v a s r e v e r s ib le s , a s í c o m o o t r a s o p c i o n e s p a r a p r e v e n ir el e m b a r a z o , se h a n s u b e s t i m a d o y h a n c a r e c id o d e a p o y o i n f r a e s t r u c t u r a l. E s t o s p a t r o n e s d e l a p r á c t i c a s o n t a m b i é n , a l m i s m o t ie m p o , c o n t i ­ n u i d a d e s e n e l p l a n o d e l a e m o c ió n . M á s q u e l a i n t e n s i d a d e m o c i o n a l q u e se e v i d e n c i a e n lo s d i s c u r s o s y e n la s p r á c t i c a s a c t iv is t a s , y o u t iliz a r í a e l c o n c e p t o — m á s d u r a d e r o y d i s c r e t o — d e e sta d o a n ím ic o , p a r a d e s c r i­ b i r e l t o n o d e l a s p r á c t i c a s d e l E s t a d o . A l i g u a l q u e la s e m o c i o n e s , lo s e s t a d o s a n í m i c o s n o n e c e s i t a n c o n s i d e r a r s e u n a t r i b u t o d e l s u je t o i n d i ­ v i d u a l . “ U n e s t a d o a n í m ic o n o s t o m a p o r a s a lt o . N o v ie n e n i d e ‘f u e r a ’ n i d e ‘d e n t r o ’ ” , d ic e H e i d e g g e r .31I m p r e g n a , e n c a m b i o , n u e s t r a m a n e r a 28 Idem . 29 N arayana y Kantner, D oing the Needful, 1992, p. 106. 30 R. Soonawalla, “Planning the Indian experience”, p. 83; N arayana y Kantner, D oing the Needful, op.cit., p. 108. 31 M artin Heidegger, Being an d Time, O xford, Blackwell Publishers, 1992, p. 176.

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p a r t i c u l a r d e e s t a r o r i e n t a d o s h a c i a e l m u n d o . E l “ e s t a d o a n í m i c o ” d e la s p r á c t i c a s d e p l a n i f i c a c ió n f a m i l i a r r e v e la a lg o d e l e s tilo e x is t e n c ia l y d e la f o r m a d e se r e n el m u n d o d e lo s in t e le c t u a le s d e l E s t a d o . R e v e la , d e u n a m a n e r a a ú n m á s p e n e t r a n t e q u e la s d e c la r a c i o n e s d e lo s d e m ó g r a f o s y l o s e x p e r t o s e n c i e n c ia p o l í t i c a , u n e s t a d o a n í m i c o d e p r o f u n d a d e s c o n ­ f ia n z a — p o r p a r t e d e q u ie n e s e la b o r a n la s p o l í t i c a s — e n el m u n d o s o ­ c ia l q u e h a n h e r e d a d o . M i e n t r a s e l d i s c u r s o o f ic ia l se r e f o r m a a s í m i s ­ m o , c o n la d e s a p a r i c i ó n d e l E s t a d o n e h r u v i a n o , p a r a d ir ig ir s e a u n m u n ­ d o d e u s u a r i o s y c o n s u m i d o r e s i n d i v i d u a le s , l a p r á c t i c a c o n t i n ú a d i f e ­ r e n c i a n d o s i le n c i o s a m e n t e el m u n d o a lo la r g o d e lín e a s m á s a n t ig u a s . L a c o n f i a n z a y la d e s c o n f i a n z a s e s u s c i t a n y se d i s t r ib u y e n d e m a n e r a d i f e r e n c i a d a d e a c u e r d o c o n l a c la s e , e n f u n c i ó n d e l se x o y s e g ú n si u n g r u p o s o c i a l e s p e r c i b i d o c o m o m o d e r n o o c o m o t r a d ic i o n a l. L a s i n t e n ­ s i d a d e s e m o t i v a s e n lo s d i s c u r s o s , el d a r p o r s e n t a d o la s e g u r i d a d c o n la q u e el m é d i c o i n s e r t a u n D Iu e n el c u e r p o d e u n a m u je r d e s p u é s d e l a l u m b r a m i e n t o , a s í c o m o la s m e d i d a s q u e d i s t i n g u i m o s c o m o c o r r e s ­ p o n d i e n t e s a l p e r i o d o d e la E m e r g e n c i a , t o d a s d i s c r e t a m e n t e d i b u ja d a s e n e s te p e n e t r a n t e e s t a d o a n í m i c o d e d e s c o n f ia n z a .

L O S E ST A D O S A N ÍM IC O S D E LA S P R Á C T IC A S SIL E N C IO S A S H e u s a d o e n e s te e n s a y o lo s a f e c t o s y lo s e s t a d o s a n í m i c o s c o m o “ p i s t a s ” . U n a p i s t a es v i s ib le ( a u n q u e u n o tie n e q u e s a b e r m á s o m e n o s q u é b u s ­ c a r p a r a e n t o n c e s p o d e r v e r la ) . L a p i s t a lle v a a u n v ia je d e d e s c u b r i m i e n ­ to . A y u d a a r e v e la r a lg o q u e d e o t r o m o d o h a b r í a q u e d a d o c u b ie r t o o e s c o n d i d o . E n e s te c a s o , la p i s t a h a s id o u s a d a p a r a r e v e la r y r e s t a u r a r la d i m e n s i ó n q u e a m e n u d o e s t á a u s e n t e e n la s d i s c u s i o n e s d e la m o d e r n i ­ d a d , q u e d e s d e h a c e a lg ú n t i e m p o h a n t o m a d o l a f o r m a d e c r ít ic a . E l r e s u lt a d o h a s i d o u n a d i s m i n u c i ó n e n la g a m a d e f e n ó m e n o s p r e ­ s e n te s y e n el t ip o d e c o n c e p t o s g e n e r a d o s . ¿ A d ó n d e d ir ig ir n o s ? P o r e je m p l o , ¿ d e b e r í a m o s d e s e a r t r a s la d a r n o s d e u n a c r ít ic a d e la m o d e r n i d a d o c c id e n t a l d e b i d o a s u s f a ls o s u n iv e r s a lis m o s , a u n d a r c u e n t a d e p o r q u é u n a jo v e n m u je r d a l i t h a b l a la l e n g u a d e u n a m o d e r n i d a d e m a n c ip a d o r a ? ¿ C ó m o c a m b i a r n o s d e la s te o r ía s c r ít ic a s d e la m o d e r n i d a d q u e r e c o r t a n d e t a m a ñ o la m o d e r n i d a d — r e d u c i é n d o l a a u n a s u n t o d e d is c r e t a s y p a r ­ t ic u la r e s “ lo c a c i o n e s d e s u je t o s ” d a d a s p o r la r a z a , la e t n ic i d a d , e l g é n e r o y l a l o c a c i ó n g e o p o l í t i c a — a te o r ía s q u e p u e d e n d a r c u e n t a d e l a c a p a c i ­

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KALPANA RAM

d a d d e l a m o d e r n i d a d p a r a m o v iliz a r a la s p e r s o n a s ? E n p a r t ic u la r , el d o ­ m i n i o d e u n m o d e l o d e m o d e r n i d a d c o m o la g o b e r n a b i lid a d , q u e n o s h a d e ja d o c o n p o c a h a b i l i d a d p a r a a p r e c ia r , o i n c lu s o p a r a r e g is tr a r , lo s i m p u l s o s c a r g a d o s a f e c t iv a m e n t e d e la m o d e r n i d a d , a u n c u a n d o é s ­ t o s s e a n e n s u m a y o r í a e v id e n te s , c o m o e n lo s p r o y e c t o s a c t iv is t a s y e n lo s m o v i m i e n t o s s o c ia le s . E s t o n o r e s u lt a s o r p r e n d e n t e u n a v e z q u e te n e ­ m o s p r e s e n te lo q u e F o u c a u lt d ic e s o b r e la g o b e r n a b ili d a d , es d e c ir , q u e y a n o h a y c u e r p o q u e p u e d a se r p la n t e a d o e n el f u n c i o n a m i e n t o d e l p o ­ d e r, s in o q u e s ó lo h a y p r o c e d i m i e n t o s q u e c la s ific a n , d is t r ib u y e n , a n a li ­ z a n y f ij a n e s p a c i a lm e n t e el o b je t o d e g o b ie r n o . J u n t o c o n el a n á lis is d e F o u c a u lt , h e m o s h e r e d a d o t a m b i é n s u e s tilo d e e s c r it u r a , d e l q u e D e C e r t e a u d ic e q u e , es a m e n u d o “m a r a v i llo s a m e n t e p a n ó p t i c o ” 32 p o r la m a n e r a e n q u e p l a n t e a r e g la s d e n o m b r a m i e n t o y c la s ific a c ió n , c o n d i c i o ­ n e s d e f u n c i o n a b i l i d a d , t é c n ic a s y p r o c e d i m i e n t o s d e g o b e r n a b i lid a d . E s t o p e r m i t e q u e la g o b e r n a b i l i d a d r e t e n g a y r e p r o d u z c a a lg u n a s d e s u s o r i e n t a c i o n e s q u e r e s id e n e n el “ e s tilo ” c o n q u e se o c u p a d e l m u n d o . E s te e s tilo , d o b l e m e n t e r e fo r z a d o , h a v e n i d o a im p r e g n a r s e e n n u e s t r o s p r o ­ p io s h á b ito s d e l p e n sa r so b re la m o d e r n id a d . T r a t a n d o d e q u e s u r ja u n a m e jo r d e s c r ip c ió n d e l a c t i v i s m o ,33 h e s i d o l l e v a d a a p o n e r m a y o r a t e n c i ó n al p a p e l q u e el a f e c t o p u e d e d e s e m ­ p e ñ a r e n l a d i s l o c a c i ó n d e e s o s h á b i t o s d e p e n s a m i e n t o . P o r lo g e n e r a l, l o s a f e c t o s , s o b r e s a le n e n l a e x is t e n c i a d i a r i a y h a b i t u a l “ a tr a v é s d e la f u e r z a d e s e n s a c i o n e s a lt e r a d a s , y u x t a p u e s t a s o d e s o r d e n a d a s ” .34 T a m ­ b i é n s o n v is ib le s . E n l a v i d a o r d i n a r i a , n u e s t r o s a f e c t o s se h a c e n v is ib le s a lo s d e m á s c o m o r e a c c i o n e s q u e u n o n o p u e d e o c u lt a r , a u n c u a n d o lo d e s e a r a . S o n v i s i b le s c o m o lá g r i m a s d e d e s c o n s u e lo y a n g u s t i a , el la b io 32 Michel de Certeau, The Practice o f Everyday Life , Berkeley, University o f California Press, 1984, p. 46. 33 Kalpana Ram , “Temporality and Sorge in the ethical fashioning o f the feminist se lf” , en E. M cM ahon y B. O lubas (eds.), Fem inist Temporalities, Perth, University of Western Australia Press, 2006), pp. 191-220; “A new consciousness m ust come: Affectivity and movement in Tamil D alit w om ens activist engagem ent with cosm opolitan m o­ dernity”, en Pnina Werbner (ed.), Anthropology an d Cosm opolitanism : Rooted, Fem inist an d Vernacular Perspectives, O xford, Berg, 2008, pp. 135-155; “ M odernity as a ‘Rain o f W ords’: Tracing the Flow o f ‘Rain’ between D alit W omen and Intellectuals in Tamil N adu ”, A sian Studies Review, vol. 33, núm. 4, Special Issue on D alit Cultural Politics, 2 009, pp. 501-516. 34 M ark Paterson, “Feel the presence: Technologies o f touch and distance”, Environm ent an d P lanning D : Society an d Space, núm. 24, 2006, p. 5.

EL CUERPO OCULTO DEL INTELECTUAL

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s u p e r i o r le v a n t a d o m o s t r a n d o d e s p r e c io , lo s o jo s c a í d o s y l a c a b e z a b a j a m o s t r a n d o v e r g ü e n z a , t o d o lo c u a l, y m á s , T o m k i n s d e s c r ib e e n W h a t a r e A ffe cts?35 E s t a s d o s c u a li d a d e s d e lo s a f e c t o s — s u p e r t u r b a b i l i d a d y su v isib ilid a d —

d e s e m p e ñ a n u n a f u n c i ó n a l d e t e n e r e l f l u jo o r d in a r i o

d e h á b i t o s in t e l e c t u a le s y h a c e r n o s s e n s i b le s a lo i n u s u a l y n o v e d o s o .36 E n e s te t e x to h e s u g e r i d o q u e n o n o s q u e d e m o s s i m p l e m e n t e c o n e s to s a f e c t o s , s i n o q u e l o s u t i l i c e m o s p a r a q u e n o s t r a s la d e n a d i m e n s io n e s m e n o s v is ib le s . P u e d e n lle v a r n o s a u n c u e r p o . N o s p u e d e n e n s e ñ a r q u e , en e fe c to , h a y en sí u n a d im e n s ió n c o r p o r a l h a c ia la g o b e r n a b ilid a d . E n l a i r a y e n l a f r u s t r a c i ó n d e l o s e s t a d o s i n t e le c t u a le s p o d e m o s d i s t in g u i r u n a e s p e c ie d e d i s t a n c i a e n t r e lo s c u e r p o s q u e b u s c a n n o r m a liz a r , a sí c o m o l a p r o x i m i d a d y a t e n c ió n d e l E s t a d o , q u e s u g ie r e u n a i n t i m i d a d q u e v a m á s a llá d e l a r e la c i ó n e n tr e s u je t o y o b je t o . I n c lu s o c u a n d o n o s m o v e m o s f u e r a d e l o s d i s c u r s o s e x p líc it o s d e lo s d e m ó g r a f o s y lo s p l a n e s f a m i li a r e s , p a r a c o n s i d e r a r lo q u e y o h e d e s c r it o com o

p r á c tic a s

s i l e n c io s a s

del

E sta d o

— un

a n á lis is

in ic i a d o

por

F o u c a u l t — , a u n a s í e n c o n t r a m o s u n n iv e l d e a c t iv i d a d q u e e s m e jo r d e s c r it o c o m o “ e s t a d o a n í m i c o ” . E l c o n c e p t o d e e s t a d o a n í m ic o s e r e la ­ c i o n a c o n lo p o c o p e r c i b i d o d e la s p r á c t ic a s e n s í m i s m a s . Y o s u g e r ir é q u e l o s “ e s t a d o s a n í m i c o s ” s o n m á s a p r o p i a d o s p a r a el e s t u d i o q u e a q u e ­ lla s d i m e n s i o n e s c o n s i d e r a b le s d e l a m o d e r n i d a d q u e o p e r a n c o m o p r á c ­ t ic a s s i l e n c i o s a s , m i e n t r a s q u e p o d e m o s r e s e r v a r lo s “ a f e c t o s ” p a r a c o m ­ p r e n d e r e l a c r e c e n t a d o d r a m a y l a m o v i l i d a d d e p r o y e c t o s ta le s c o m o lo s e m p r e n d i m i e n t o s a c t iv is t a s y lo s m o v i m i e n t o s s o c ia le s . E l c o n c e p t o d e “ e s t a d o s a n í m i c o s ” — i n c lu s o m á s q u e e l d e a f e c t o — m e r e c e s e r d e s c r it o c o m o “ i m p e r s o n a l ” y “ p r e s u b je t i v o ” .37 S i n e m b a r g o , e s t a d e s c r i p c i ó n es e n s í m i s m a i n c o m p l e t a , p u e s si el “ e s t a d o a n í m i c o ” n o e s s u b je t i v o , t a m p o c o es “ o b je t i v o ” . N o es a lg o c o m p l e t a m e n t e e x te r n o y “ d a d o ” , a la m a n e r a e n q u e l a n a t u r a le z a se r e p r e s e n t a e n la s c ie n c ia s f ís ic a s . E l e s t a d o a n í m i c o e s t a n “p r e o b je t i v o ” c o m o “p r e s u b je t i v o ” e n e l s e n t id o d e q u e i n s i n ú a u n m o d o d e o r i e n t a c ió n e n t r e lo s s u je t o s y e l m u n d o q u e h a b i ­ 35 Eve Kosofsky Sedgwick y Adam Frank, Sham e an d Its Sisters: A Silvan Tomkins Reader, Durham , D uke University Press, 1995, p. 74. 36 Kathleen C. Stewart, “Atmospheric Attunem ents”, Annual Lecture, Sydney, C en ­ tre for Transform ing Cultures, University o f Technology Sydney, 2009. (http://www. transform ing.cultures.uts.edu.au/pdfs/AtmosphericAttunementstalk-1.pdf) 37 William Mazzarella, “Affect: W hat is it good for?”, en Saurabh D ube (ed.), Enchantments o f M odernity: Empire, N ation, Globalization, Londres Routledge, 2008, p. 291.

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KALPANA RAM

t a n , y q u e c o m o ta l n o p e r t e n e c e e x c lu s iv a m e n t e n i al u n o n i a l o tr o . H e i d e g g e r e n c u e n t r a s u s p r e c e d e n t e s , p o r e je m p lo , e n la m a n e r a e n q u e A r i s t ó t e l e s a b o r d a lo r e t ó r ic o e n lu g a r d e r e c u r r ir a la e s t r u c t u r a d e la “ p s i c o l o g í a ” y l a s “ e m o c i o n e s ” . L o s O r a d o r e s d e b e n a d iv i n a r c o r r e c t a ­ m e n t e u n e s t a d o a n í m i c o q u e p r e - e x is t a a s u p u n t o d e lle g a d a . E s e e s t a ­ d o a n í m i c o p e r t e n e c e a u n a g e n e r a li d a d , a u n a f o r m a d e se r el u n o - c o n e l- o t r o

que

H e id e g g e r

d e s c r ib e

com o

“ p u b l i c i d a d ” .38 P o r lo

ta n to ,

H e i d e g g e r b u s c a r e s c a t a r n o s d e lo s p r o b l e m a s q u e s u r g e n e n el m o m e n ­ to e n q u e l a s e m o c i o n e s y lo s s e n t i m i e n t o s se c o lo c a n e n la e s t r u c t u r a d e la s u b j e t i v i d a d i n d i v i d u a l y la p s i c o l o g í a . C o l o c a r l o s e n e s ta e s t r u c t u r a es d e ja r n o s , u n a v e z m á s , c o n el p r o b l e m a q u e o b s e s i o n a b a a D e s c a r t e s : ¿ C ó m o e s te “ a d e n t r o ” d e l s u je t o p u e d e v e r ific a r s e d e s d e el “ a f u e r a ” ? E n e l c a s o d e la s e m o c i o n e s , ¿ c ó m o p u e d e u n a p e r s o n a s a b e r lo q u e o t r a s ie n t e , y c o m p a r t i r e se s e n t i m i e n t o ? ¿ C ó m o p u e d e e se s e n t i m i e n t o “ s a ­ l i r ” d e u n i n d i v i d u o y p a s a r a o tr o ? R e c u r r i m o s a c u a li d a d e s e x t r a o r d i ­ n a r i a s c o m o la “ e m p a t í a ” p a r a e x p lic a r e s te p r o b l e m a . R e c u r r i e n d o a e s ta c u a l i d a d e x t r a o r d in a r ia , q u e n o e s t á d i s p o n i b l e p a r a m u c h o s , d e ja m o s el p r o b l e m a i n t a c t o . L a e x p e r i e n c i a o r d i n a r i a d e la c o m u n i c a b i l i d a d y d e l c a r á c t e r c o n t a g i o s o d e la s e m o c i o n e s p e r m a n e c e e n e s ta e x p li c a c i ó n c o m o u n m i s t e r i o , y n o p u e d e d a r c u e n t a d e lo q u e s o n , p r e e m i n e n t e ­ m e n t e , la s f o r m a s c o m p a r t i d a s d e c o m p r o m i s o e n lo s p r o y e c t o s y la s p r á c t i c a s d e la m o d e r n i d a d .

38 Heidegger, Being an d Time, p. 178.

13. LA ANTROPO-LÓGICA Paradigmas de la identidad moderna Townsend Middleton T e m p ra n o p o r l a m a ñ a n a , j u l i o d e 2 0 0 6 . E n la s e s tr e c h a s o f ic in a s d e la A s o c i a c i ó n É t n i c a L e k h , el líd e r d e u n a e t n ia g a r a b a t e a f r e n é t ic a m e n t e su s r e v is io n e s f in a le s . S u s c o le g a s m e d a n l a b ie n v e n id a s u s u r r a n d o el s a lu d o , c o n lo q u e m e h a c e n s a b e r q u e n o d e b e se r m o le s t a d o . R e g a d a s o b r e su e s c r it o r io h a y t o d a u n a c o le c c ió n d e lib r o s e s p e c ia liz a d o s y u n s o lo d o c u ­ m e n t o , u n m e m o r a n d o d ir i g i d o al g o b ie r n o q u e i n d ic a la s c a lif ic a c io n e s d e s u c o m u n i d a d p a r a se r i n c l u i d a e n la lis t a d e la s T r i b u s P r o t e g i d a s d e I n d ia . S u s o jo s v a n d e u n lib r o a o t r o , i n d i c a r e fe r e n c ia s c r u z a d a s d e las f u e n t e s y r e g r e s a a l m e m o r á n d u m . H a c e u n lig e r o c a m b i o . A lg u i e n r e v isa el r e lo j. T i e n e p e r la s d e s u d o r e n l a n a r iz . E s p e r a a q u e el c o r r e c t o r s e q u e y e s c r ib e e n s e g u i d a o t r a c it a a lá p iz . M i n u t o s d e s p u é s , tr e s h o m b r e s v e s t id o s d e tr a je s a le n d e la o f ic in a c o n el m e m o r a n d o t e r m i n a d o . S a b e n q u e s o y a n t r o p ó l o g o , p o r lo q u e m e i n v i t a r o n a a c o m p a ñ a r l o s t o d o el d ía , a s í q u e p r o c u r o lle v a r le s el p a s o c o n f o r m e se a b r e n c a m i n o e n el c o n c u r r i d o b a z a r h a c i a u n a m ic r o v á n q u e c i r c u l a d e s p a c i o n o le jo s d e a h í. N o s v a a lle v a r a u n r i n c ó n d i s t a n t e d e l d i s t r i t o , d o n d e se e n c u e n t r a s u “ c o m u n i d a d m o d e l o ” . A s u lle g a d a , e s t o s líd e r e s v a n a r e u n ir s e c o n c o le g a s q u e t r a b a ja r o n t o d a la n o c h e c a p a c i t a n d o a l a g e n t e d e l lu g a r y e n o t r o s p r e p a r a t i v o s d e ú lt i m a h o r a . D u r a n t e l a j o r n a d a d e b e h a b e r u n a p e r f e c t a s e m e ja n z a e n t r e lo q u e d ic e el m e m o r a n d o y lo q u e h a c e la g e n t e , p o r lo q u e t o d o d e b e e s t a r e n o r d e n . D e s p u é s d e t o d o , lo s v a n a e x a m in a r . E n a l g ú n p u n t o s o b r e e l m i s m o c a m i n o e s t á u n je e p a l q u i l a d o p o r el g o b i e r n o q u e se d ir ig e a la m i s m a c o m u n i d a d m o d e l o . T r a n s p o r t a a u n e q u i p o d e a n t r o p ó l o g o s d e l g o b ie r n o a r m a d o s d e p o r t a p a p e l e s , e s­ t á n d a r e s y c u e s t i o n a r i o s . F u e r o n e n v i a d o s d e s d e s u s o f ic in a s e n e l I n s t i ­

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TOWNSEND MIDDLETON

tuto de Investigación Cultural-Kolkata por el gobierno de Bengala occi­ dental para realizar un estudio etnográfico sobre los lekh s. El informe que escriban sobre los acontecim ientos del día va a ser, a la postre, un factor esencial para determinar si los lekh s se convierten o no en una Tribu Protegida (tp), con lo que se harían acreedores de las reservas y los beneficios de acción afirmativa que podrían, al parecer, elevarlos por encim a de su condición “atrasada”. Conform e la m icrován de los líderes étnicos da bandazos sobre el cam ino sorteando baches, la conversación divaga desde teorías de la his­ toria étnica prim ordial, la “tradición” y la “cultura”, hasta preocupacio­ nes relativas al “atraso” y a la “elevación” étnica, todos temas característi­ cos del m oderno discurso sobre la identidad. D espués de tres largas horas, llegam os por fin a un pequeño caserío que se extiende a ambos lados del cam ino, que aquí se angosta. Allí se congregó una com unidad ataviada con sus atuendos m ás tradicionales — los hom bres de un lado, las m ujeres del otro— , en espera de actuar; en espera de convencer a quienquiera que sea de que ellos son los auténticos sujetos “tribales” de la antropología india. C uando la m icrován atraviesa el gentío, rostros recelosos le clavan la m irada. En ese m om ento, uno de los hom bres de traje de la cam ioneta se asom a y expresa con satisfacción: “ ¡Ah!, ¿lo ven?, ¡hay una com unidad t r ib a l !” M inutos después llegan los antropólogos del gobierno y la com u­ nidad pone m anos a la obra para transform ar este pueblo de las laderas en una auténtica gem a antropológica. Canciones folclóricas brotan de artefactos “prim itivos” cuidadosam ente dispuestos. Las m ujeres bailan y sirven com ida “indígena” . Los tam bores resuenan m ientras los cha­ m anes se agitan y giran erráticamente en su vasta variedad de parafernalia ritual. H ay exorcismo y sacrificio, incluso ingestión de sangre, por no m encionar los arcos, las flechas y las tropas de adolescentes aullando salvajem ente al denso cielo de m onzón. En todo m om ento, los h o m ­ bres de traje deam bulan por el perím etro orquestando el encuentro. Estos líderes étnicos se cercioran de que los antropólogos dirijan la m i­ rada en la dirección correcta en el m om ento preciso y hagan un registro adecuado de lo que ven. C uando es necesario, intervienen para hablar en nom bre de los entrevistados, degradando su com petencia por “el bien del grupo” . H abiendo tanto en juego, es im perativo que ofrezcan la representación perfecta del sujeto “tribal” .

LA ANTROPO-LÓGICA

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LA A N T R O P O L O G ÍA E N G R A N D E P a r a l o s lekh s, e l d í a a u g u r a g r a n d e s c o s a s . U n p a s o d e c is iv o h a c i a la e x a l t a c i ó n é t n ic a . E l r e c o n o c i m ie n t o “ t r i b a l ” r e p r e s e n t a b a u n a c c e s o al m u n d o d e l o s d e r e c h o s c o n b a s e e n l a c i u d a d a n í a , l a i g u a l d a d y el p r o ­ g r e s o ; v a lo r e s c o n s a g r a d o s e n l a C o n s t i t u c i ó n d e I n d ia y e n la s d e m o c r a ­ c ia s li b e r a le s d e l m u n d o e n t e r o . L a i n v e s t ig a c i ó n e t n o g r á f ic a e r a s u o p o r ­ t u n i d a d d e d i s t i n g u i r s e d e la s m u l t i t u d e s d e I n d ia y d e q u e se les a d m i n i s t r a r a l a d o s i s n e c e s a r i a d e d i s c r i m i n a c i ó n p o s i t i v a q u e lo s e m p a ­ t a r a c o n la c o r r ie n t e n a c i o n a l p r e v a le c ie n t e , d e r á p i d o p r o g r e s o . P a ra e llo s , e s te d í a e r a s o b r e t o d o e l m o m e n to d e v o lv e rse m o d ern o s. E r a t a m b i é n , s in e m b a r g o , u n m o m e n to m o d e rn o en s í y p o r s í m ism o , u n a c o n t e c i m i e n t o e s t r u c t u r a d o p o r lo s p a r a d ig m a s d i s t i n t i v o s d e la m o ­ d e r n i d a d . S i a n a l i z a m o s u n p o c o m á s e s te m o m e n t o c la s ific a t o r io , v e m o s q u e e ste d í a d e r e c o n o c i m i e n t o e s t a b a i m b u i d o d e p a r a d i g m a s d e c id i d a ­ m e n t e a n t r o p o l ó g i c o s , q u e s o n a l a v e z p a r t e in t e g r a l d e l c ó m o h a c e r m o d e r n a s a la s c o m u n i d a d e s , y c o n s t it u t iv a s d e l a p r o p i a m o d e r n i d a d . L a b ú s q u e d a e m p r e n d i d a p o r lo s lekh s d e la c o n d i c i ó n d e TP e s t a b a c a r ­ g a d a , p o r c o n s i g u i e n t e , n o s ó lo d e o p o r t u n i d a d e s y p r o m e s a s , s i n o t a m ­ b i é n d e p a r a d o ja s y a n t i n o m i a , t i p i f i c a n d o a s í l a s e d u c t o r a p a r a f e r n a li a d e l a f o r m a c ió n d e l a i d e n t id a d m o d e r n a . C o m o m e lo c o m e n t ó c o n c ie r ta f r u s t r a c i ó n u n líd e r é t n ic o m i e n t r a s s u c o m u n i d a d r e p r e s e n t a b a l a a c t u a ­ c ió n e n tu r n o e se d ía : “ ¡S a t is fa c e r lo s c r ite r io s tr ib a le s , e s to es a lg o r i d í c u ­ lo ! ¿ C o n o c e u s t e d a H e g e l? H e g e l d ijo q u e el h o m b r e h a a lc a n z a d o las c u m b r e s d e l a c iv iliz a c ió n , ¡p e r o a h o r a v é a n o s ! ¡E s t a m o s r e g r e s a n d o a las c a v e r n a s !” D i c h o lo c u a l, s i g u ió p r o m o v i e n d o l a b ú s q u e d a d e l a c o n d i ­ c ió n d e TP. E n I n d ia , la s p a r a d o ja s d e l n a c i o n a l i s m o s e g la r h a n e s t a d o y a a lg ú n t i e m p o b a j o el e s c r u t i n i o t a n t o d e l a d e r e c h a c o m o d e l a i z q u i e r d a .1 E n l a é p o c a p o s t e r i o r a la C o m i s i ó n M a n d a l e n I n d ia , s o b r e t o d o , el s i s t e m a d e r e s e r v a s — y la s p o l í t i c a s d e a c c i ó n a f ir m a t i v a a s o c i a d a s — r e v e ló s e r e s p e c i a l m e n t e p o l é m i c o . Q u e d i c h a s p o l í t i c a s e x ija n “ a t r a s o ” e n n o m b r e d e l p r o g r e s o a l a v e z q u e p r o m u e v a n l a d if e r e n c i a y l a d e s ­ i g u a l d a d a f in d e e l i m in a r p r o v i s i o n a l m e n t e lo s p r e ju i c i o s d e l a v i d a p ú ­ b l ic a d e l a t a c o n t r a d i c c i o n e s f u n d a m e n t a l e s e n el c o r a z ó n d e l g o b i e r n o

1 Puede consultarse una excelente visión general de estos debates en Aditya Nigam , Im urrection o f the Little Selves, O xford, O xford University Press, 2006.

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lib e r a l. E s t a s p o l í t i c a s c r e a n lo s i n c e n t i v o s p a r a d a r le a la i d e n t id a d u n a f u n c i ó n p o l í t i c a p e r o , a l m i s m o t i e m p o , e s t a b le c e n la s c o n d i c i o n e s y lo s t é r m i n o s m e d i a n t e lo s c u a le s la s c o m u n i d a d e s p u e d e n s e r r e c o n o c i ­ d a s c o m o e n t i d a d e s d e n t r o d e l o r d e n n a c io n a l i s t a se g la r . A l p r o m u l g a r l o s c r it e r io s d e l r e c o n o c i m i e n t o le g a l, e s ta s p o l í t i c a s i m p l i c a n , a s í, s u s p r o p i a s a s t u c i a s p a r a e l r e c o n o c i m i e n t o .2 E n la s p á g i n a s q u e s i g u e n v a ­ m o s a v e r q u é t a n p r o f u n d a m e n t e a f e c t a n e s ta s p r o m u l g a c i o n e s a la s c o m u n i d a d e s m o d e r n a s . E n la s e x a g e r a d a s e x h i b i c io n e s c u lt u r a le s d e lo s lek h s v e m o s y a c ó m o d e t e r m i n a d o s a t r i b u t o s a n t r o p o l ó g i c o s p u e d e n se r c o n d u c t o d e d e r e c h o s p o l í t i c o s y s o c i o e c o n ó m i c o s . V e r e m o s lu e g o q u e , a n t e u n a n á l i s i s m á s p r o f u n d o , el i m p u l s o s e g la r e n I n d i a r e v e la te n e r c o n v i c c io n e s a n t r o p o l ó g i c a s p a r t i c u la r e s . P a r a in v e s t i g a r e s t a s c o n v ic c io n e s , d e b e m o s a v e n t u r a r u n a c o m ­ p r e n s i ó n d e l a “ a n t r o p o l o g í a ” q u e v a y a m á s a llá d e lo s l í m i t e s d e l a a n ­ t r o p o l o g í a a c a d é m i c a .3 A l e n g a r z a r la s a n t r o p o l o g í a s q u e se “ e n c u e n ­ tr a n ” e n e l m u n d o , n o p o d e m o s ig n o r a r la s i m p l i c a c i o n e s h i s t ó r i c a s d e e s a d i s c i p l in a a c a d é m ic a e n la m o d e r n i d a d a n u e s t r o a lc a n c e . P la n t e a d a d e la m a n e r a m á s g e n e r a l, la a n t r o p o l o g í a p u e d e d e f in ir s e , a sí, c o m o la f o r m a d e l c o n o c i m i e n t o e n la q u e el p r o p i o H o m b r e se c o n v ie r t e e n el o b je t o d e c o n o c i m i e n t o . E n e s te s e n t i d o , t o d o s p r a c t i c a m o s e l c o n o c i ­ m ie n to a n tr o p o ló g ic o c a d a v ez q u e d a m o s m e n ta lm e n te u n p a so al m a r ­ g e n d e la c o r r ie n t e d e la v i d a s o c i a l p a r a r e f le x io n a r s o b r e e lla , s o b r e n o s o t r o s m i s m o s y s o b r e q u i e n e s n o s r o d e a n . P e ro u n a d e f i n i c i ó n ta n g e n é r i c a n o s d ic e m u y p o c o d e la s c a r a c t e r í s t ic a s a n t r o p o l ó g i c a s e s p e c í­ f ic a s d e la p r o p i a m o d e r n i d a d . E l h e c h o d e q u e u n a e r a d e g lo b a l i z a c ió n d e c la r a d a , d e c o n e c t i v i d a d y f o r m a s h íb r id a s , p u d i e r a s e r lo t a m b i é n d e u n a a g u d a c o n c ie n c ia a n tr o p o ló g ic a , p u e d e s o r p r e n d e r n o s al p r in c ip io c o m o u n a d e la s c u r io s a s a n t i n o m i a s d e la m o d e r n i d a d . E n u n s e g u n d o a c e r c a m i e n t o , s a l t a a l a v i s t a q u e l a m o d e r n i d a d in c lu y e la d if e r e n c ia h u m a n a c o m o e l f u n d a m e n t o m i s m o d e s u s a t r i b u t o s e x c lu s iv a m e n t e a n tr o p o ló g ic o s. 2V éase Elizabeth Povinelli, The Cunning o f Recognition, D urham , D uke University Press, 2002. 3 Para mayor claridad, a partir de aquí la antropología académica se denominará explícitamente “antropología académica”. Utilizo “antropología” y “conocimiento antro­ pológico” de acuerdo con la definición más general aquí esbozada. C om o quedará claro, sin embargo, las líneas entre la antropología académica y la orgánica se difum inan en la historia de la India moderna.

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C a t e g o r í a s t a x o n ó m i c a s ta le s c o m o “ r a z a ” , “ c a s ta ” , “ t r ib u ” , y m á s a d e la n t e “ e t n i c i d a d ” , f u e r o n v ía s p a r a a p r e h e n d e r e s ta m u l t i p l i c i d a d d e d ife r e n c ia s y d a r le s s e n t id o . A h o r a s a b e m o s q u e m u c h a s d e e s ta s c a t e g o ­ r ía s f u e r o n m a t e r ia liz a d a s o r e t r a b a ja d a s p o r lo s r e g ím e n e s c o lo n ia le s e n el s u r d e A s i a y e n o t r a s p a r t e s ; p e r o a p e s a r d e s u s in t e n s a s h is t o r ia s , h o y e s to s t é r m i n o s se h a n i n t e g r a d o n a t u r a lm e n t e al p a i s a je d e la i d e n t id a d m o d e r n a . M á s a llá d e la s s i m p le s c a t e g o r ía s , la m o d e r n i d a d i m p li c ó la i n s t i t u c i o n a l i z a c i ó n d e l a l ó g i c a p a r t i c u la r d e lo q u e s i g n if ic a se r u n a c o ­ m u n i d a d y d e c ó m o o p e r a u n a c o m u n i d a d . D e n o m i n a c i o n e s ta le s c o m o “ c a s t a ” y “ t r i b u ” se e n g a n c h a r o n a c o n c e p t o s ta le s c o m o “ c u lt u r a ” , “r e li­ g i ó n ” y “t r a d i c i ó n ” , y é s t o s se a p o y a r o n , a s u v e z , e n ju s t i f i c a c io n e s r a z o ­ n a d a s m á s o c u l t a s y e n p e r c e p c io n e s d is c r i m i n a t o r i a s , m u c h a s d e la s c u a ­ le s e r a n in h e r e n t e s a lo s r o b u s t o s p a r e s c o n q u e la m o d e r n i d a d tr a z ó s u m a p a d e l o s s u je t o s h u m a n o s . L a “t r a d ic i ó n ” , c o m o lo o p u e s t o a lo “m o ­ d e r n o ” , se v o lv ió , a sí, lo i n m u t a b le y a h is t ó r ic o , m ie n t r a s q u e el “ a t r a s o ” se v o lv ió a q u e llo q u e e s t á p o r “p r o g r e s a r ” h a c i a la s a r e n a s d e l r a c i o n a li s ­ m o , l a e d u c a c i ó n , el d e s a r r o llo , e tc . S i b i e n se f o r m u l a r o n c o m o ju i c io s h isto r ic ista s, e sto s p a r e s e n tra ro n d e c o n tr a b a n d o ta m b ié n en u n g ra n c o n ju n t o d e s u p u e s t o s a n t r o p o ló g ic o s . C o n e l t i e m p o , e s t o s e s q u e m a s a n t r o p o l ó g i c o s se c o n v i r t ie r o n en p a r a d i g m a s o p e r a t i v o s n o s o la m e n t e e n la s p o l í t i c a s d e g o b i e r n o lib e r a l — e n p a r t i c u l a r la s r e la tiv a s a l d e s a r r o llo y el m u l t i c u l t u r a l i s m o — , s i n o t a m b i é n , m á s g e n e r a lm e n t e , e n la s r e p r e s e n t a c i o n e s p o p u l a r e s d e “ co m u n i d a d ” .4 E s t a s a p r e c i a c io n e s in s t i t u c i o n a l e s e in f o r m a l e s d e l a i d e n t i ­ d a d h ic ie r o n , p o r c o n sig u ie n te , n o r m a tiv a — d e m u tu o a c u e r d o — , u n a p a r t i c u l a r a n tr o p o - ló g ic a d e c ó m o l a g e n t e h a b i t a e l m u n d o . E l c a s o d e l o s lek h s d e m u e s t r a c u á n f o r m a t iv o s , si b i e n p r e c e p t i v o s , p u e d e n se r e s­ t o s p a r a d i g m a s . V a m o s a v er, s i r v i é n d o n o s d e o t r o s c a s o s , q u e l a m o d e r ­ n a a n t r o p o - l ó g i c a n o es t o t a l iz a d o r a n i e s tá c e r r a d a a l a n e g o c i a c i ó n c o n r u b r o s d e p e r t e n e n c ia a lte r n a t iv o s . E s t o s m i s m o s c a s o s d e ja n c la r a s t a m ­ b ié n , n o o b s t a n t e , l a s i m p l i c a c i o n e s s o c i o p o l í t i c a s d e e s t o s e s q u e m a s , a s í c o m o s u s e d u c t o r a tr a c tiv o . A l e c h a r u n v is t a z o a l f u n c i o n a m i e n t o i n t e r n o d e e s t o s s i s t e m a s c o n c e p t u a le s , p o d e m o s v e r c ó m o se lle g ó a e s to . C o n s i d é r e n s e , p o r e je m p lo , l o s c o n c e p t o s , a p a r e n t e m e n t e u b i c u o s , d e “ c u lt u r a ” , “ r e li g i ó n ”

4 Sobre las comunidades imaginadas y el nacionalism o, véase Benedict Anderson, Im agined Communities, Londres, Verso Books, 1983.

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y “ t r a d i c i ó n ” . E n el m u n d o a c t u a l s e r ía d if í c il i m a g i n a r l a i d e n t id a d é t­ n i c a s in e llo s . A m e d i d a q u e e s t o s c o n c e p t o s se i n s t i t u c i o n a l i z a r o n f o r ­ m a l m e n t e y se p o p u l a r i z a r o n i n f o r m a l m e n t e , d ie r o n l u g a r a la s c o r r e s ­ p o n d i e n t e s ju s t i f i c a c i o n e s

de

s u t i l,

si b i e n

p r o fu n d a ,

s i g n i f ic a c i ó n .

L a “ c u lt u r a ” , l a “ r e lig ió n ” y la “ t r a d i c i ó n ” n o s ó lo p a s a r o n a d e n o t a r lo q u e l a g e n t e h a c ía e n s u v i d a c o t i d ia n a , s i n o q u e se c o n v ir t ie r o n e n a lg o q u e se te n ía — c o m o si se tr a ta r a , e n c ie r to m o d o , d e o b je t o s q u e d e b ía n e m ­ p le a r s e d e a h í e n a d e la n t e c o m o m a r c a d o r e s d e d ife r e n c ia s h u m a n a s — . E l i m p e r a t i v o d e a p r e h e n d e r la s d ife r e n c ia s p r o p i c i ó la t e n d e n c i a a c o n ­ g e la r lo s p r o c e s o s e n o b je t o s , es d e c ir , a t o m a r i n s t a n t á n e a s c o n c e p t u a le s d e lo q u e e r a , e n r e a lid a d , u n f e n ó m e n o s o c ia l d i n á m ic o . S e m a r c ó a lo s s u je t o s d e la m o d e r n i d a d c o n la s e t iq u e t a s c o r r e s p o n d ie n t e s . L a g r a n i r o ­ n í a e s q u e la m o d e r n i d a d , u n c la r o f e n ó m e n o d e t r a n s f o r m a c ió n h i s t ó r i ­ c a , se p r o c l a m ó , d e h e c h o , c o n b a s e e n p a r t ic u la r e s s u p u e s t o s d e i n m u t a ­ b i l i d a d h is t ó r ic a . L a m o d e r n i d a d e x ig ía , p u e s , s u p r o p i o a n a c r o n is m o . I n c l u s o u n a s o m e r a m i r a d a a la e x c e p c i o n a l p r o li f e r a c ió n d e p o l í t i ­ c a s d e i d e n t i d a d e n I n d ia e n el t r a n s c u r s o d e l ú l t i m o s i g lo r e v e la c a m b i o s m a y o r e s e n l o s p i la r e s d e l a p o s i b i l i d a d c o m u n a l . C o m o h a o c u r r id o e n o t r a s p a r t e s d e l m u n d o , e s ta p r o li f e r a c ió n se h a p r o n u n c i a d o e n I n d i a a p a r t i r d e l a I n d e p e n d e n c i a d e l r é g im e n c o lo n i a l. D i v e r s a s t e o r ía s h a n e x p li c a d o p a r c i a l m e n t e l a e x p l o s i ó n m u n d i a l d e m o v i m i e n t o s é t n i c o s e n e s te l a p s o s e ñ a l a n d o , e n tr e o t r a s c o n d i c i o n e s i n s t i g a d o r a s , la a b ie r t a c o m p e t e n c i a p o r e l p o d e r p o l í t i c o , n u e v a s v ía s a l a s o b e r a n ía , l a d i s t r i b u ­ c i ó n d e l E s t a d o d e b ie n e s t a r , r e d e s é t n ic a s o “ e t n o p a i s a je s ” c a d a d í a m á s t r a n s n a c i o n a l e s , e t c .5 C o n e s t o s e le m e n t o s c o n t e x t u a l e s a la v is t a , e ste e n s a y o b u s c a u n d e r r o t e r o d ife r e n t e . S i d i r i g i m o s l a a t e n c i ó n c r ít ic a a la s p r á c t i c a s d e c o n o c i m i e n t o c o n q u e se c o n c i b e y se l e g i t i m a l a i d e n t id a d e n su s m o d e r n o s b a s tid o re s, p o d e m o s e m p e z a r a e n te n d e r c ó m o la m o ­ d e r n i d a d h a c o n l le v a d o u n a r e c t i f i c a c i ó n f u n d a m e n t a l d e l a m a n e r a e n q u e n o s c o n o c e m o s a n o so tro s m ism o s y c o n o c e m o s a n u e stra c o m u n i­ d a d y a a q u e l l o s c o n q u i e n e s c o m p a r t i m o s e l m u n d o . E s t o n o q u ie r e 5 Entre los estudios sobresalientes están C. Geertz, “T he integrative revolution: Prim ordialism and civil politics in the new states”, en C . Geertz, The Interpretation o f Cul­ tures, N ueva York, Basic Books, 1973; H .R . Isaacs, Idols o f the Tribe, N ueva York, Harper and Row, 1973 [1975]; R. Fox y C . Aull, “Ethnic nationalism and the welfare state” , en C.F. Keyes (ed.), Ethnic Change, Seattle, University o f W ashington Press, 1981; sobre los “etnopaisajes” véase Arjun Appadurai, M odernity a t Large , M inneapolis, University o f M innesota Press, 1996.

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d e c ir q u e la s p r á c t i c a s q u e h o y p o d r í a m o s c o n s i d e r a r “ c u lt u r a le s ” , “r e li­ g i o s a s ” o “ t r a d i c i o n a le s ” n o p r e c e d a n y t r a s c i e n d a n el n a c i m i e n t o d e la m o d e r n i d a d . S e t r a t a m á s b i e n d e lla m a r la a t e n c i ó n a la m a n e r a e n q u e l o s d i s c u r s o s y la s i n s t i t u c i o n e s d e la m o d e r n i d a d f ija r o n c o n c e p t u a l ­ m e n t e la s i d e a s d e “ c u lt u r a ” , “ r e lig i ó n ” y “ t r a d i c i ó n ” , y la s c o n v i r t ie r o n e n r e q u i s i t o s c a r d in a le s d e la i d e n t i d a d m o d e r n a . E s t o s e le m e n t o s p a r e ­ c e n a h o r a t a n n a t u r a le s q u e t ie n d e n a d a r s e p o r h e c h o . C a s o s c o m o el d e l o s lek h s s i t ú a n , n o o b s t a n t e , e s t o s p a r a d i g m a s a p a r e n t e m e n t e “n a t u r a ­ le s ” e n u n r e lie v e c r ít ic o . C u e s t i o n a r e s t o s m a r c o s n o e s s u p l a n t a r lo s s u p u e s t o s q u e p r i v i l e g ia n la i d e n t i d a d c o n t e o r ía s c o n s t r u c t iv i s t a s d e etn o g é n e s i s , n i es t a m p o c o n e g a r lo s in c e n t i v o s m a t e r i a le s y s o c i o p o l í t i c o s r e a le s d e la m o v i li z a c i ó n c o m u n a l . E s m á s b i e n p r e g u n t a r c ó m o h a r e v i­ s a d o la m o d e r n i d a d la c u e s t i ó n m i s m a y la s p o s i b i l i d a d e s d e la p r o p i a i d e n t id a d . P a r a a v a n z a r e n e s ta lín e a d e c u e s t i o n a m i e n t o , e ste e n s a y o tr a z a la s i g u ie n t e t r a y e c t o r i a c r ít ic a . L a p r i m e r a p a r t e , “ L a a n t r o p o l o g í a i n s t i t u i ­ d a ” , i n t e r r o g a l a h i s t o r i a c o l u d i d a d e la a n t r o p o l o g í a a c a d é m i c a y la g o b e r n a n z a c o l o n i a l p a r a e x p o n e r la p r o n t a i n s t i t u c i o n a l i z a c i ó n d e d e t e r ­ m i n a d o s r u b r o s a n t r o p o l ó g i c o s e n I n d ia . L a s e g u n d a p a r t e , “ L a id e n t i d a d h o y ” , a t r a e l a a t e n c ió n h a c i a el p a p e l i n s t r u m e n t a l d e l c o n o c im ie n t o a n t r o p o l ó g i c o e n la p o l í t i c a d e la i d e n t i d a d c o n t e m p o r á n e a e n I n d ia . L a te r c e r a p a r t e p r o l o n g a e s ta lí n e a d e i n v e s t i g a c i ó n h a c i a lo s m u n d o s í n t i m o s d e l a a n tr o p o lo g ía c o t id ia n a , d o n d e n o s e n c o n t r a m o s c o n a lg u ­ n o s d e l o s a lc a n c e s m á s p r o f u n d o s e i m p o r t a n t e s d e la a n t r o p o - l ó g i c a m o d e r n a . E l e n s a y o c o n c lu y e c o n u n a i n v i t a c i ó n a r e e x a m i n a r l a in te g r a lid a d d e l c o n o c im ie n to a n tr o p o ló g ic o e n el m u n d o m o d e r n o .

LA A N T R O P O L O G ÍA IN S T IT U ID A C o n fo r m e la m o d e r n id a d y la p r o p a g a c ió n d e l c a p ita lism o p u sie r o n a l o s d i s t i n t o s p u e b l o s d e l m u n d o e n in t e r r e la c io n e s d e u n a d e s i g u a l d a d s in p r e c e d e n t e s , la s e c o n o m í a s p o l í t i c a s c o n c o m i t a n t e s a e s t o s d e s a r r o ­ llo s d i e r o n u n g r a n v a lo r al c o n o c i m i e n t o y a la u t i li z a c ió n d e la d i f e r e n ­ c ia h u m a n a . E n la I n d ia c o lo n ia l, la e n o r m e d iv e r s i d a d y la s p r e r r o g a t i ­ v a s d e l i m p e r i a l i s m o e le v a r o n h a s t a ta l g r a d o la a p u e s t a d e la a p r e c i a c ió n a n t r o p o l ó g i c a , q u e l a a n t r o p o l o g í a s e v o lv ió r á p i d a m e n t e e s e n c ia l p a r a el r é g im e n c o lo n i a l . C o n e l t i e m p o , e s t ilo s p a r t i c u la r e s d e c o n o c i m i e n t o

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TOWNSEND MIDDLETON

a n t r o p o l ó g i c o v e n d r í a n a r e c o n f i g u r a r g r a n p a r t e d e l p a i s a je h u m a n o d e l su b c o n tin e n te . A m e d i a d o s d e l s ig lo

XIX, la s e s t a d í s t ic a s d e m o g r á f i c a s d e l a m i g r a ­

c i ó n l a b o r a l e n I n d i a y h a c i a e l e x t r a n je r o m o s t r a b a n y a e v i d e n t e s p r e ­ f e r e n c i a s e t n o l ó g i c a s . C i e r t o tip o d e p u e b l o s s e v e í a n c o m o id e a le s p a r a d e t e r m i n a d o tip o d e t r a b a jo . A s í, lo s c u e r p o s “ o s c u r o s ” y “ t r i b a l e s ” se d i s p u s i e r o n p a r a t r a b a jo s j u n g l i s y c u lis, m i e n t r a s q u e la s “ r a z a s m a r c i a ­ l e s ” c o m o l o s sik h s y lo s g u r k h a s f u e r o n r e c l u t a d o s p o r e l s e r v ic io m i l i ­ ta r. S e b u s c ó q u e d e t e r m i n a d a s “ c a s t a s ” c u b r i e r a n n i c h o s a d m i n i s t r a t i ­ v o s e n l a g e s t i ó n c o lo n ia l, m i e n t r a s q u e la s “ t r i b u s c r i m i n a l e s ” e r a n a q u e ll a s c o m u n i d a d e s d e la s q u e s e c r e ía q u e e s t a b a n d e m a n e r a i n n a t a d e l l a d o e q u i v o c a d o d e l a ley. M u c h a s d e e s t a s c a t e g o r í a s , y l a l ó g i c a p e r ju d i c i a l q u e l a s a p u n t a l ó , n o s u r g i e r o n d e l a ir e f in o , o e u r o p e o . L o s f u n c i o n a r i o s c o l o n i a l e s t r a b a ja r o n a m e n u d o c o n la s c la s i f i c a c i o n e s , la s p e r c e p c i o n e s y la s j e r a r q u í a s e x is t e n t e s a f in d e o r d e n a r y o b t e n e r p r o ­ v e c h o c o n m a y o r e f i c a c ia d e l a d i v e r s i d a d d e I n d ia . A l r e s p e c t o , el r é g i ­ m e n c o l o n i a l s i n t e t i z ó c o n f r e c u e n c i a la s r e la c i o n e s v e n t a jo s a s p r e e x is ­ t e n t e s e n t r e s u s s ú b d i t o s , a l m i s m o t i e m p o q u e a b r ió v í a s a lt e r n a s p a r a l a m o v i l i d a d s o c i a l. P a r a l o s b r i t á n i c o s , el M o t í n d e S e p o y d e 1 8 5 7 p u s o d e r e lie v e la n e c e s i d a d d e e n t e n d e r m e jo r a la s m u l t i t u d e s d e I n d ia . C o n e ste p r o p ó ­ s i t o e n la m i r a , el E s t a d o c o lo n i a l t u v o u n a c o n f ia n z a c r e c ie n t e e n lo s r e c u r s o s a n t r o p o l ó g i c o s p a r a c o n o c e r y g o b e r n a r a s u s s ú b d i t o s c o n e fi­ c a c ia . L o s a n t r o p ó l o g o s e h i s t o r i a d o r e s B e r n a r d C o h n y N i c h o l a s D i r k s s o s t i e n e n d e m a n e r a c o n v i n c e n t e q u e l a a n t r o p o l o g í a se c o n v ir t ió en u n a m o d a l i d a d d e l r é g im e n c o lo n ia l e n u n E s t a d o q u e se t r a n s f o r m a b a c a d a v e z m á s e n “ e t n o g r á f ic o ” .6 C o m o lo d e m u e s t r a n lo s e s p o r á d ic o s i n f o r m e s e t n o l ó g i c o s q u e c o n s e r v a el a r c h iv o c o lo n i a l, l a i n c l i n a c i ó n e t­ n o g r á fic a e stu v o a h í m u c h o an te s d el M o t ín . E n la s e g u n d a m ita d d el sig lo

XIX, e s ta s c u r i o s i d a d e s a n t r o p o l ó g i c a s p r o lif e r a r o n , n o o b s t a n t e ,

e n p r o y e c t o s m á s a m b i c i o s o s e in s t r u m e n t a l e s c o m o E l C en so d e I n d ia (d e

1 8 7 2 e n a d e la n t e ) , e l S t a t i s t i c a l A c c o u n t o f B e n g a l ( e n

1 8 7 6 ) de

W .W . H u n t e r , T h e I m p e r i a l G a z e tte e r s o f I n d i a ( d e 1 8 8 1 e n a d e la n t e ) , a sí c o m o l o s e x t e n s o s e s t u d i o s e t n o g r á f ic o s d e H . H . R is le y c o m o p a r t e d e l C en so d e 1 9 0 1 y s u lib r o p o s t e r i o r P e o p le o f I n d i a ( 1 9 1 5 ) . 6 Bernard Cohn, Colonialism an d Its Form s o f Knowledge, Princeton, Princeton U ni­ versity Press, 1996; Nicholas Dirks, Castes o f M ind, Princeton, Princeton University Press, 2001.

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D e b e m o s r e c o r d a r q u e é s ta f u e l a é p o c a e n q u e l a a n t r o p o l o g í a a c a ­ d é m i c a e n E u r o p a e s t a b a s e p a r á n d o s e d e l a f il o s o f í a p a r a c o n v e r t ir s e p o r s í s o l a e n u n a d i s c i p l i n a .7 U n a s i g n i f i c a t i v a c o r r e s p o n d e n c i a e n t r e lo s b u r ó c r a t a s c o lo n i a l e s — ta le s c o m o R is le y , H u n t e r y B r i a n H o d g s o n — , y l o s p r e c u r s o r e s d e l a a n t r o p o l o g í a e u r o p e a ( y c a m p o s r e la c i o n a d o s ) — ta le s c o m o E . B . T y lo r , s ir H e n r y M a i n e y P a u l T o p i n a r d —

r e v e la

c u á n e n t r e l a z a d a e s t a b a e s t a d i s c i p l i n a e m e r g e n t e c o n e l r é g im e n c o l o ­ n i a l e n I n d i a . 8 S i n l u g a r a d u d a s , lo s e s t u d i o s e n u m e r a t i v o s — c o m o el c e n so — im p r im ie r o n c a te g o ría s, p a r a d ig m a s y p e r c e p c io n e s d e l p e n s a ­ m i e n t o e u r o p e o d e l s ig lo XIX e n l a m e n t e d e lo s s ú b d i t o s c o lo n ia le s . D e b e m o s r e c o r d a r t a m b i é n , s in e m b a r g o , q u e e s t o s p r o y e c t o s l o s lle v a ­ r o n a c a b o i n d i o s d e c u y o ju i c i o a n t r o p o l ó g i c o n a t i v o d e p e n d í a l a c la s i­ f ic a c i ó n a d e c u a d a d e la s m a s a s d e I n d ia . E s t o s e s t u d i o s f u e r o n , a sí, el l u g a r d e n e g o c i a c i ó n e n tr e l a a n t r o p o - l ó g i c a p r o p i a d e I n d i a y l a d e lo s b r i t á n i c o s ( a s í f u e r a e n u n te r r e n o d i s p a r e jo ) y, e n c u a n t o ta le s, f u e r o n — en su p r o p ia fo rm a liz a c ió n —

e m b le m á tic o s d e lo s e n c u e n tro s c o lo ­

n ia le s d e d if e r e n c ia s a g r a n e s c a la . U n a v i s i ó n h i s t ó r i c a d e l C en so d e I n d i a m u e s t r a c la r a m e n t e q u e la d i v e r s id a d d e I n d ia o p u s o d i f i c u lt a d e s a lo s c e n s is t a s . C a t e g o r í a s ta le s c o m o “ c a s t a ” , “ t r i b u ” , “ a b o r ig e n ” y “ r a z a ” c o n f r e c u e n c i a se c o n f u n d í a n y se i n t e g r a b a n c o n c o n c e p t o s ta le s c o m o “r e lig ió n ” , “ o c u p a c i ó n ” , “p a í s ” , e tc ., p a r a r e v e la r l a s i n u o s a l ó g i c a q u e a p u n t a l a b a e s t o s e s t u d i o s d e m o g r á ­ f ic o s . A p e s a r d e t r a b a jo s d e c e n a le s p a r a r e fin a r lo s r u b r o s d e e n u m e r a ­ c ió n , f u e in e v it a b le q u e el c e n s o in s c r ib ie r a c ie r ta s c a t e g o r í a s y d e t e r m i ­ n a d o s f u n d a m e n t o s y n o o t r o s . C o n f o r m e se c o n c r e t a r o n e n la s p o lí t i c a s d e l R a j b r i t á n i c o , m u c h a s d e e s ta s d is t in c io n e s r i g i d i z a r o n f r o n t e r a s so c i o c u lt u r a le s q u e e r a n e n r e a lid a d m á s f l u i d a s .9 P r o c la m a d a s s o b r e l a b a s e d e u n a c o m p r e n s i ó n d e t e r m i n a d a e n e x c e so d e l a p r á c t ic a s o c ia l, e sta s d i s t i n c i o n e s c o n g e l a r o n t e m p o r a lm e n t e el c o n t e n id o d i n á m i c o q u e se s u p o n í a q u e l le n a b a f o r m a s c o m u n i t a r i a s ta le s c o m o la s “ c a s t a s ” , la s “tr i­

7V éase Joh n Zam m ito, K ant, Herder, an d the Birth o f Anthropology, Chicago, University o f Chicago Press, 2002. 8A esta colusión también se llegó por otras arenas institucionales como la Sociedad Asiática en Calcuta, el Royal Anthropological Institute de Gran Bretaña y otras institu­ ciones académicas de toda Europa. H ay ejemplos de correspondencia en Gov. o f Bengal, F in M isc. H eadM isc. C oll 1 F ile 1 Proceedings, pp. 1-55, marzo de 1887. 9 Sudipta Kaviraj, “T h e imaginary institution o f India” , en P. Chatterjee y G . Pandey (eds.), Subaltern Studies VII, O xford, O xford University Press, 1992.

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b u s ” , e tc . E n la m e d i d a e n q u e e s to s r u b r o s o f ic ia le s se c o n v ir t ie r o n e n d ir e c tr ic e s d e la s p o lí t ic a s e s ta ta le s c o n b a s e e n la c o m u n i d a d , se v o lv ie ­ r o n , a la v e z , v e h íc u lo d e a d s c r i p c ió n d e la s c o m u n i d a d e s q u e b u s c a b a n s o b e r a n ía , r e p r e s e n t a c ió n p o lí t i c a , v e n t a ja e c o n ó m i c a y o t r o s i m p l e m e n ­ t o s d e la m o d e r n i d a d q u e el g o b i e r n o r e p a r t ía c o n p r o g r e s iv a f r e c u e n c ia . D e e s te m o d o , la s c a t e g o r ía s , lo s c o n c e p t o s y lo s f u n d a m e n t o s e n u m e r a ­ tiv o s e m p l e a d o s p a r a d e s g lo s a r a la p o b l a c i ó n d e I n d ia se c o n v ir t ie r o n n o s ó l o e n m o d elo s d e d iv e r s a s id e n t id a d e s , s i n o t a m b ié n e n m o d elo s p a r a u n a n u e v a i d e n t i d a d . 10 D e m a n e r a s u t il y n o t a n s u t il, e s ta s a n t r o p o - ló g i c a s se c o n v e r t ir ía n e n l o s p a r a d i g m a s c o n s t it u c i o n a le s d e l E s t a d o d u r a n t e el d e ­ s a r r o llo p o s i n d e p e n d i e n t e d e N e h r u . 11

L A ID E N T ID A D HOY: LA P R O G R A M A C IÓ N D E LA S T R IB U S E l I n s t i t u t o d e I n v e s t ig a c i ó n C u l t u r a l d e C a l c u t a e s u n v a c u o e d ific io g u b e r n a m e n t a l d o n d e lo s m e m o r a n d o s , la s s o li c i t u d e s p a r a se r

TP y lo s

i n f o r m e s e t n o g r á f ic o s d e la s c o m u n i d a d e s a le t e a n b a j o lo s p i s a p a p e le s q u e l o s s u je t a n a l a m e s a b u r o c r á t i c a . E n e l c u b o d e c o n c r e t o d e l a e s c a ­ le r a d e e s te m o h o s o m o n o l i t o c u e lg a u n s o lit a r io r e t r a t o d e l d o c t o r B . R . A m b e d k a r . D e m a s i a d o p e q u e ñ o e n p r o p o r c i ó n , el r e t r a t o se ve m u y m o d e s t o p a r a p r e s id ir lo s s u c e s o s d e l d e p a r t a m e n t o , p e r o a p e s a r d e t o d o s i g u e a h í c o l g a d o , d is c r e t o y l i g e r a m e n t e l a d e a d o . E s p a r t i c u l a r m e n t e o p o r t u n o q u e la i m a g e n d e A m b e d k a r d e c o r e e s t a s l ú g u b r e s p a r e d e s . P o r u n la d o , e n c u a n t o p r e s i d e n t e d e l C o m i t é d e R e d a c c ió n

d e la C o n s t i t u c i ó n , A m b e d k a r s u p e r v is ó la f o r m u l a c i ó n

d e la s p o lí t i c a s q u e le c o n c e d e n e x c e p c io n a le s p o d e r e s d e r e c o n o c im i e n t o a l g o b i e r n o i n d i o . L a s e s t i p u l a c io n e s c o n s t i t u c i o n a l e s p a r a la s c a s t a s y la s t r i b u s p r o g r a m a d a s , a s í c o m o la a u t o n o m í a g a r a n t i z a d a — c o n b a s e e n la e t n i c i d a d — p a r a q u ie n e s e s t u v ie r a n a l i s t a d o s e n lo s p r o g r a m a s 5 ° y 6 ° , le d i e r o n u n c r é d it o c o n s i d e r a b le a l p a p e l e m e r g e n t e d e l E s t a d o in d io c o m o á r b it r o a r q u i m e d i a n o d e la i d e n t id a d m o d e r n a . E s t a s e s t i p u l a c i o ­ n e s c r e a r o n , a d e m á s , i n c e n t iv o s lu c r a t i v o s p a r a q u e la s c o m u n i d a d e s 10 Sobre “m odelos de” y “m odelos para” véase Clifford Geertz, “Religion as cultural system” , en The Interpretation o f Cultures, N ueva York, Basic Books, 1973. Sobre el censo véase Anderson, Im agined Communities. 11Véase el capítulo de Jaideep Chatterjee en este volumen.

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m o v i l i z a r a n la i d e n t id a d c o n p r o p ó s i t o s p o l í t i c o s . P o r o t r o la d o , el a c t i ­ v i s m o d e A m b e d k a r e n f a v o r d e la s c la s e s d e p r i m i d a s ( lo s d a lit s ) e s t a b le ­ c ió p a r a d i g m a s c la v e p a r a l a p o l í t i c a d e la s m i n o r í a s e n el s u r d e A s ia . S u s i n s i s t e n t e s c r ít ic a s a l a d e s i g u a l d a d s o c i a l, p o l í t i c a y e c o n ó m i c a , s u s s u b ­ s e c u e n t e s l l a m a d o s a l a d i s c r i m i n a c i ó n p o s i t iv a y s u s t á c t ic a s d e m o v i li ­ z a c i ó n c o m u n i t a r i a , t o d a s se v o lv i e r o n m e d i d a s e je m p la r e s p a r a u n a s o ­ c i e d a d p o l í t i c a c a d a v e z m á s d in á m i c a , c a d a v e z m á s p a r t i c i p a t i v a e n la I n d ia d e l sig lo

XX. S i le e m o s a A m b e d k a r c o m o b u r ó c r a t a y c o m o a c t i­

v ista p o d e m o s a p re n d e r m u c h o so b re la h isto r ia d e la p o lític a d e la id e n ­ t i d a d e n I n d ia . S i l e e m o s a A m b e d k a r c o m o a n t r o p ó l o g o o r g á n ic o p o ­ d e m o s a p re n d e r aú n m ás. A m b e d k a r fu e u n a lu m b r e r a d e a g u d a p e r c e p c ió n a n tr o p o ló g ic a , a u n q u e p r o b l e m á t i c a . S u s a t a q u e s a l b r a h m a n i s m o se a v e n t u r a r o n c o n ­ t i n u a m e n t e e n el te r r e n o s o c i o c u l t u r a l p a r a c r it ic a r la l ó g i c a c o n q u e lo s h i n d ú e s j u s t i f i c a b a n la s p a liz a s a lo s d a l i t s . E l e x c e le n te t r a b a jo d e A n u p a m a R a o a n a li z a c ó m o A m b e d k a r e v o c a u n a a lt e r id a d a n t a g ó n i c a e n tr e l o s h i n d ú e s d e c a s t a a lt a y lo s d a l i t s .12 O t r a c la s e d e a lt e r i d a d a c e c h a , sin e m b a r g o , e n l a c o s m o v i s i ó n d e A m b e d k a r . C o m o él m i s m o lo a d m it i ó , s u p o l í t i c a d e s a u t o r i z a v i r t u a lm e n t e a lo s p u e b l o s d e I n d i a ll a m a d o s “ a b o r í g e n e s ” o “ t r i b a le s ” , lo q u e ju s t i f i c ó a l p r o c l a m a r q u e “ la s t r i b u s a b o r í g e n e s a ú n no h a n d e s a r r o lla d o n i n g ú n s e n t id o p o l í t i c o p a r a h a c e r el m e jo r u s o d e la s o p o r t u n i d a d e s p o l í t i c a s y p u e d e n v o lv e r s e f á c ilm e n t e m e r o s in s t r u m e n t o s en m a n o s ta n to d e a lg u n a m a y o r ía c o m o d e u n a m i n o r í a , y a lte r a r a s í el e q u i li b r i o s in h a c e r s e n i n g ú n b ie n ” . 13 E n o t r a s p a l a b r a s , “ a ú n n o ” e s t a b a n li s t o s c o m o p a r t i c i p a n t e s r e s p o n s a b le s e n el m u n d o d e l o s d e r e c h o s d e m o c r á t i c o s lib e r a le s . E n e s t a m o d e r n a a n tr o p o - l ó g i c a p o r e x c e le n c ia , la s t r ib u s e r a n e l o t r o i n n o m b r a b l e n o s ó l o d e l h i n d u i s m o , s i n o t a m b i é n d e l a m o d e r n i d a d . A u n q u e A m b e d k a r , el b u ­ r ó c r a t a , t e r m i n ó p o r o r i e n t a r e s t i p u l a c i o n e s c o n s t i t u c i o n a l e s e s p e c ia le s p a r a el d e s a r r o llo “ t r i b a l ” , s u s p e r c e p c i o n e s a n t r o p o l ó g i c a s c o n t i n u a r o n s i e n d o , d e u n a m a n e r a m á s g e n e r a l, e m b l e m á t i c a s d e la a n t r o p o - l ó g i c a m o d e r n a e n I n d ia . D e h e c h o , e n lo s m e c a n i s m o s f o r m a le s e in f o r m a le s d e r e c o n o c i m i e n t o d e la s t r i b u s e n I n d i a t o d a v í a p u e d e n e n c o n t r a r s e ju s t i f i c a c i o n e s s i m i l a r e s d e a lt e r i d a d r a d ic a l. 12Anupam a Rao, “Ambedkar and the politics o f minority” , en Dipesh Chakrabarty et al. (eds.), From the C olonial to the Postcolonial, O xford, O xford University Press, 2007. 13 “C om m unal deadlock and a way to solve it”, en BAW S , Bombay, Gov. o f Maharashtra, 1945.

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R e c u é r d e s e a lo s lek h s, q u i e n e s — t a n t o e n s u s o l i c i t u d e s c r it a c o m o d u r a n t e l a i n v e s t i g a c i ó n e t n o g r á f ic a — o p t a r o n p o r s u p r i m i r t o d o s ig n o d e i n f l u e n c i a h i n d ú , a p e s a r d e q u e a n t e s h a b í a n a f ir m a d o c o n o r g u llo s u e s t a t u s b r a h m á n i c o o k s h a t r iy a e n el o r d e n d e l o s v a r n a s . L o s a c t u a le s c r it e r io s r e la t iv o s a la s t r ib u s p r o g r a m a d a s n o h a c e n m e n c i ó n f o r m a l d e l a s “ t r i b u s ” v is h vis c o n el h i n d u i s m o , lo q u e r e v e la p a r t i c u l a r m e n t e el h e c h o d e q u e l o s lek h s n o e s t a b a n a l t a n t o d e e s t o s c r it e r io s e n el m o ­ m e n t o e n q u e h i c i e r o n s u s o l i c i t u d . ¿ P o r q u é e n t o n c e s l a m e d i a v u e lta ? L a r e s p u e s t a e s t á e n el i m a g i n a r i o p ú b l i c o , d o n d e la o p o s ic i ó n r a d i c a l e n t r e t r i b u s y c a s t a s s ig u e e s t r u c t u r a n d o la m a n e r a e n q u e la s c o m u n i d a ­ d e s c o n c i b e n , r e c o n o c e n y e n o c a s i o n e s i n c lu s o r e p r e s e n t a n la c a t e g o r í a . M á s a l lá d e la a r e n a d e l a o t r e d a d i n f o r m a l, l a p a r e ja c a s t a / t r i b u e n t r a s u b r e p t i c i a m e n t e e n lo s c o r r e d o r e s o f ic ia le s d e r e c o n o c i m i e n t o m e d i a n t e d i s c u r s o s b ie n i n t e n c i o n a d o s d e a s i m i l a c i ó n e n u n a c o r r ie n t e q u e se p r e s u m e h i n d ú , a s í c o m o m e d i a n t e o t r a s a d ju d i c a c i o n e s p e r j u d i ­ c ia le s . D o c u m e n t o s q u e p r o v ie n e n d e u n a f u e n t e d e a lto r a n g o e n D e lh i r e c h a z a n la s o l i c i t u d d e e s t a t u s d e

TP d e u n a c o m u n i d a d p o r lo s s i g u i e n ­

te s t é r m i n o s :

Si bien [la comunidad X] tuvo un origen tribal, con el paso del tiempo y debido a su contacto con pueblos exógenos y su contacto con la tradición hindú, se han ido asimilando gradualmente en la Gran Tradición. Sería entonces dar un paso atrás si se incluyeran en la lista de Tribus Protegidas. C u a n d o la a n t r o p o - l ó g i c a d e la i m a g i n a c i ó n p o p u la r , m á s a m b i e n ­ ta l, se e m p a r e ja c o n d e c la r a c i o n e s f o r m a l e s c o m o é s ta , se ju s t i f i c a l a d e ­ c i s i ó n d e l o s lek h s d e a c e n t u a r s u s t e n d e n c i a s a n i m i s t a s m ie n t r a s e n tie r r a n t o d o r a s t r o d e h i n d u i s m o . S i b i e n es t e n t a d o r b o r r a r d e u n p lu m a z o tá c t i c a s t a n t e n d e n c i o s a s c o m o la c o m p l a c e n c i a o p o r t u n i s t a , u n a i n t e r ­ p r e t a c ió n m á s r e c e p t iv a p o d r í a e n t e n d e r q u e e s ta a r t i f i c io s a in t e r a c c ió n d e l g o b ie r n o y su s c iu d a d a n o s es sin to m á tic a d e la m a n e r a en q u e fo r ­ m a s p a r t i c u la r e s d e c o n o c i m i e n t o a n t r o p o l ó g i c o h a n e c h a d o r a íc e s e n la In d ia m o d e r n a . E n I n d ia , l a s m o d e r n a s c a t e g o r í a s d e r e c o n o c i m i e n t o c o n lle v a n s u s p r o p i a s c o n d i c i o n e s n e c e s a r ia s d e s i n g u l a r i d a d y p u r e z a . E n u n a ló g ic a s e m e ja n t e , u n a c o m u n i d a d d e b e te n e r u n a c u lt u r a , u n a r e li g ió n y u n a t r a d i c i ó n q u e s e a n s ó lo s u y a s . T a n t o el g o b i e r n o c o m o la s c o m u n i d a d e s t i e n d e n a i n d e x a r la “ c u lt u r a ” c o m o si f u e r a u n a e n t i d a d h e r m é t i c a m e n ­

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te s e lla d a , u n d i s c r e t o o b je t o m e t o n í m i c o p a r a u n p u e b l o i g u a lm e n t e d is c r e t o . E n u n a é p o c a d e h i b r i d i s m o y f lu jo i n t e r c u lt u r a l c r e c ie n te s , el q u e l a s c o n s t r i c c io n e s d e l r e c o n o c i m i e n t o i m p l i c a r a n ta l p u r e z a c o n c e p ­ t u a l — y, n o o b s t a n t e , c o n t i n u a r a n i n s i s t i e n d o e n l a s i n g u l a r i d a d d i s t i n ­ tiv a e n l o s t é r m i n o s m á s r í g i d o s —

es u n a a n t i n o m i a r e v e la d o r a . L o s

c r it e r io s p a r a la s t r i b u s p r o g r a m a d a s o f r e c e n u n c o n v i n c e n t e c a s o c o n ­ c r e to . L o s c r it e r io s a c t u a le s , s e n t a d o s p o r l a C o m i s i ó n L o k u r e n 1 9 6 5 , s o n lo s s i g u ie n t e s : a ) i n d i c a c i ó n d e r a s g o s p r i m it i v o s , b ) c u lt u r a d i s t i n t i ­ v a , c) a i s la m i e n t o g e o g r á f ic o , d ) t i m i d e z e n el c o n t a c t o c o n l a c o m u n i ­ d a d g e n e r a l, y e) a t r a s o . L o s r e q u i s i t o s b y c — “ c u lt u r a d is t i n t i v a ” y “ a is la m i e n t o g e o g r á f i­ c o ”— i n s c r i b e n la l ó g i c a d e s i n g u l a r i d a d y p u r e z a c o n c e p t u a l a n t e s m e n ­ c i o n a d a . L a s “ t r i b u s ” h a n d e te n e r a t r i b u t o s c u lt u r a le s d i s t i n t o s y v iv ir a i s l a d a s d e l r e s t o d e l a s o c i e d a d c o m o si s u s f o r m a s d e s e r e s t u v ie r a n — t a n t o e n lo c u lt u r a l c o m o e n lo s o c i a l— h e r m é t i c a m e n t e a i s la d a s d e l a l o b r e g u e z d e la c o r r ie n t e m o d e r n a . L o s r e q u i s i t o s a y b e v o c a n u n a l ó g i c a a s o c i a d a : la s “ t r i b u s ” h a n d e te n e r “ r a s g o s p r i m it i v o s ” , es d e c ir , c a r a c t e r í s t ic a s q u e n o s e a n d e e s t a é p o c a . M á s a ú n , h a n d e t r a n s p ir a r “ a t r a s o ” — e n o t r a s p a la b r a s , a t r i b u t o s c o n t r a p u e s t o s a la s a lin e a c io n e s e s t á n d a r d e l a é p o c a m o d e r n a — . E n l a g r a m á t i c a d e A m b e d k a r , el “ a t r a ­ s o ” m a r c a a l s u je t o “ t r i b a l ” c o m o e l/ la q u e a l a f e c h a n o h a p r o g r e s a d o h a s t a l a a r e n a n o r m a t i v a d e l r a c i o n a l i s m o , l a e d u c a c ió n , la p a r t i c i p a c i ó n d e m o c r á t i c a , e tc . L a a c c i ó n a f ir m a t i v a se c o n v ie r t e , a sí, e n l a t ó n i c a d e l c a r á c t e r i n c ip ie n t e d e s u h i s t o r i a . E s t o r e m i t e a l a e lo c u e n t e c r ít ic a d e D i p e s h C h a k r a b a r t y d e l “ t o d a v í a n o ” , la l ó g i c a h i s t o r i c i s t a m e d i a n t e la c u a l d e t e r m i n a d o s p u e b l o s h a n s i d o r e le g a d o s a lo q u e é l l l a m a l a “ sa la d e e s p e r a d e l a h i s t o r i a ” . 14 S ó l o a q u í v e m o s c ó m o l a l ó g i c a h i s t o r i c i s t a y l a a n t r o p o - l ó g i c a h a n t r a b a ja d o m a n o a m a n o , d e h e c h o , e n e l o r d e n a ­ m i e n t o d e lo s s u j e t o s d e la m o d e r n i d a d . M á s a llá d e l a s d e s i g n a c i o n e s t a x o n ó m i c a s , e s t a c u e s t i ó n d e l a t e m ­ p o r a l i d a d se e x t ie n d e t a m b i é n a c o n c e p t o s a u x ilia r e s . L o s c r it e r io s d e la C o m i s i ó n L o k u r p a r a p r o g r a m a r a la s t r ib u s s u p o n e n u n a c a li d a d d e l a “ c u lt u r a ” e s t á t i c a y o b je t i v a . L a “ c u lt u r a t r i b a l ” e s t á a h í a f u e r a e s p e r a n ­ 14 D . Chakrabarty, Provincializing Europe, Princeton, Princeton University Press, 2000. Johannes Fabian ha planteado un argumento similar. Fabian se centra, sin embar­ go, sobre todo en el hecho de que la antropología académica niega la contemporaneidad con sus com unidades objeto. Véase Time an d the Other, N ueva York, C olum bia Univer­ sity Press, 1983.

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d o se r d e s c u b i e r t a — u n r e c o r d a t o r i o c e r t if ic a b le d e l p a s a d o d e l a m o ­ d e r n i d a d . E n s e m e ja n t e c á lc u lo d e l a p r o g r e s ió n h i s t ó r i c a , l a “ c u lt u r a ” h a c e la s v e c e s d e v a r ia b le f ij a y, p o r c o n s ig u ie n t e , n o v a r ía n a d a , n o a lo l a r g o d e l t i e m p o y s in d u d a n o d e n t r o d e u n a c o m u n i d a d d a d a , u n d í a c u a lq u ie r a . L a a c t u a l d i s c i p l in a d e l a a n t r o p o l o g í a a c a d é m i c a s u e le e n t e n d e r la “ c u lt u r a ” c o m o u n p r o c e s o d i n á m i c o y c o n t r o v e r t i d o , m á s q u e c o m o u n o b je t o e s t á t ic o y u n if o r m e . N o p u e d e d e c ir s e , p o r d e s g r a c ia , q u e e s ta p e r s p e c t i v a e sté en b o g a e n l a p o l í t i c a d e l a i d e n t i d a d m o d e r n a , d o n d e se s u p o n e q u e l o s d i n á m i c o s p r o c e s o s d e h i b r i d i s m o s o c a v a n a q u e llo q u e d i s t i n g u e a u n a c o m u n i d a d . L a “ c u lt u r a ” lle g a a s í a f u n d ir s e c o n l a “ t r a ­ d i c i ó n ” c o m o a q u e llo q u e es p u r o e i n m u t a b l e . É s t a es p r e c i s a m e n t e la ju s t i f i c a c i ó n c o n q u e c o m u n i d a d e s c o m o l a d e lo s lek h s o p t a n p o r d e s e s ­ t i m a r — si n o e s q u e n e g a r p o r c o m p l e t o —

el r a s t r o d e l a in e v it a b le

p o l i n i z a c i ó n c r u z a d a d e la s c u lt u r a s . P a r a i d e n t if i c a r a u n a c o m u n i d a d , u n a n o c i ó n d e “ c u lt u r a ” f lu i d a , p r o c e s a l, n o tie n e u n c o r t e t a n f ilo s o c o m o u n a e s t á t ic a , fija . L a a n t r o p o - l ó g i c a d e l a s i n g u l a r i d a d y l a p u r e z a c u lt u r a l d o t a n s in d u d a a l o s g r u p o s é t n ic o s a s p i r a n t e s d e p o d e r o s a s h e r r a m i e n t a s p a r a m o l d e a r y m o v i l i z a r l a i d e n t id a d d e s d e e l p r o v e r b ia l c r is o l d e l a e r a m o ­ d e r n a . E n el m e jo r d e lo s c a s o s , la p u r e z a c o n c e p t u a l d e l a n o c i ó n d e “ c u lt u r a ” p u e d e se r u n a f u e n t e d e u n i d a d , u n a p l a t a f o r m a p a r a lo s d e r e ­ c h o s y u n a i n v i t a c i ó n p a r a l a p r e s e r v a c ió n d e l a d i v e r s i d a d h u m a n a e n t o d o el m u n d o . E n e l p e o r d e lo s c a s o s , la s r í g i d a s d e t e r m i n a c i o n e s d e la s n o c i o n e s d e “ c u l t u r a ” , “r e li g ió n ” y “ t r a d i c i ó n ” p r o p i c i a n p r e c i s a m e n t e l o s t i p o s d e f u n d a m e n t a l i s m o y a b s o l u t i s m o é t ic o q u e h a n d a d o lu g a r a t a n t a v i o l e n c i a e n la s ú lt i m a s d é c a d a s .15 L a s a r t i c u la c i o n e s d e u n o r d e n t a n v i o l e n t o d e b e r í a n d a r n o s u n a p a u t a p a r a e x a m in a r c o n p r e c i s ió n c ó m o se e s t á v o l v ie n d o o p e r a t iv o el c o n o c i m i e n t o a n t r o p o l ó g i c o e n el m u n d o a c t u a l. C o n e se p r o p ó s i t o , v o lt e e m o s a h o r a h a c i a lo s e s p a c io s í n t i m o s d e la v i d a c o t i d i a n a d o n d e la i d e n t i d a d t o c a f o n d o . U n a b r e v e m i r a d a a las e x p e r i e n c i a s d e l o s s u je t o s é t n ic o s d e l a a c t u a l i d a d r e v e la c a m b i o s f u n d a ­ m e n t a l e s e n l a m a n e r a e n q u e l a g e n t e se i d e n t if i c a c o n — y p e r t e n e c e a — la s c o m u n i d a d e s m o d e r n a s .

15 Véase Paul Gilroy, “Nationalism , history, and ethnic absolutism ”, The History Workshop Jou rn al, núm . 30, 1990, pp. 114-220.

LA ANTROPO-LÓGICA

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L A A N T R O P O L O G ÍA C O T ID IA N A E s d o m i n g o e n la p l a n t a c i ó n d e té d o n d e q u i n c e c a m p e s i n o s e s t á n r e u n i d o s e n l a e s c u e l a l o c a l p a r a c e le b r a r l a j u n t a m e n s u a l d e l a a s o c i a ­ c i ó n é t n i c a . E n l a p e q u e ñ a c o n s t r u c c i ó n d e a l u m i n i o c o r r u g a d o se s i e n t a n e n t o s c o s p u p i t r e s d e m a d e r a , d e m a s i a d o p e q u e ñ o s p a r a lo s a d u lto s . A l fre n te d e l s a ló n , d á n d o le s la c a ra , se s ie n ta u n h o m b r e m a ­ y o r q u e v i s t e t r a je a r a y a s , c a m i s a d e a l g o d ó n b i e n p l a n c h a d a y l u s t r a ­ d a s b o t a s d e p i e l . E s d e la é lit e d e la a s o c i a c i ó n é t n i c a y é s te n o e s a t o d a s l u c e s s u t e r r i t o r i o . E n c u a n t o m i e m b r o d e l C o m i t é C e n t r a l d e la A s o c i a c i ó n B u d i s t a T a m a n g t o d a I n d i a ( ABTTl), f o r m a p a r t e d e u n v a s ­ t o a p a r a t o d e m o v i l i z a c i ó n é t n i c a q u e se e x t i e n d e e n t o d a I n d i a y m á s a llá d e su s fro n te ra s . A u n q u e v isib le m e n te in c ó m o d o , c o m ie n z a la re­ u n ió n a la m a n e r a d e u n a ju n t a d e n e g o c io s . N o d e b e r e tr a sa rse : su c o c h e y s u c h o fe r lo e s tá n e s p e r a n d o . E l p r o t o c o l o p r o n t o se f r u s t r a , n o o b s t a n t e , c u a n d o lo s m i e m b r o s l o c a le s c o m i e n z a n a q u e ja r s e d e lo s e n r e d o s p o l í t i c o s d e la a s o c i a c i ó n , s u s c o n t r o v e r t i d a s p o l í t i c a s c u lt u r a le s y e l s u r g i m i e n t o d e u n a f a c c i ó n r iv a l c o n p o l í t i c a s m á s i n d u lg e n t e s . C o n u n m o t í n m e n o r e n p u e r t a , c o m i e n z a a h a c e r p r o s e l i t i s m o s o b r e l a i m p o r t a n c i a q u e tie n e p a r a t o d o s u n fr e n te p o l í t i c o y c u lt u r a l u n i f i c a d o . É l y la

ABTTI h a b l a n p o r e x p e ­ TP p a r a l a c o m u n i ­

r ie n c ia . L e s t o m ó d o s d é c a d a s a s e g u r a r el e s t a t u s d e

d a d ta m a n g . E s a b ú s q u e d a in c lu y ó b a n d h s, h u e lg a s d e h a m b r e y 7 7 v is i­ ta s d e la d e l e g a c ió n s o l a m e n t e a D e l h i . M á s c e r c a d e l o b je t i v o , la a s o c i a c i ó n i n i c i ó a m p l i o s p r o g r a m a s d e i n g e n ie r í a c u lt u r a l p a r a r e v ita liz a r lo “p u r o ” , lo “ o r i g i n a l ” d e la c u lt u r a t a m a n g . É s t o s se e n f o c a r o n p r i n ­ c i p a l m e n t e e n a ) e li m i n a r lo s e le m e n t o s h i n d ú e s d e s u r e p e r t o r i o y b ) a c e n t u a r lo s a t r i b u t o s e x c lu s iv o s d e l b u d i s m o t a m a n g . C o n f o r m e p o n t i f ic a s o b r e la i n s e p a r a b ili d a d d e la s o li d a r i d a d p o l í t i ­ c a y la s i n g u la r i d a d c u ltu r a l, e l m i e m b r o d e l C o m i t é C e n t r a l a r g u m e n t a d e m a n e r a c o n v in c e n t e : p a r a te n e r u n i d a d , lo s t a m a n g d e b e n te n e r u n a c u lt u r a . P o r e llo , p r e c is a m e n t e , la a s o c i a c i ó n h a i m p l a n t a d o r e g la s ta n e s tr ic ta s e n c u a n t o a lo q u e es u n a a u t é n t ic a — y, p o r c o n s ig u ie n t e , a p r o ­ p i a d a — p r á c t i c a c u lt u r a l. E n el p a s a d o , q u ie n e s v io la r o n e s ta s r e g la s f u e ­ r o n c o n d e n a d o s a l o s t r a c is m o s o c i a l e in c lu s o m u l t a d o s . Q u ie n e s t o d a v ía t e n g a n d u d a s s o b r e el a t u e n d o “ t r a d i c i o n a l” y la s p r á c t i c a s “ r e lig io s a s ” a p r o p i a d a s p u e d e n c o n s u lt a r la g r a n c a n t i d a d d e

DVD, lib r o s , r e v is ta s y

a v is o s e m i t i d o s p o r la a s o c ia c ió n , q u e d o c u m e n t a n lo q u e s ig n if ic a se r u n

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TOWNSEND MIDDLETON

v e r d a d e r o ta m a n g . L a c u lt u r a d e b e se r f u e n t e d e o r g u llo , n o d e te n s ió n , le s r e c u e r d a . D e m o d o q u e p u e d e n d e ja r a tr á s s u s d ife r e n c ia s . Q u e e s t o s jo r n a l e r o s d e l té se t o m a r a n el d í a lib r e p a r a d e lib e r a r s o b r e lo s m a t i c e s d e l a “ c u lt u r a ” d e m u e s t r a la a c t u a l i d a d d e l c o n o c i ­ m i e n t o a n t r o p o l ó g i c o e n s u v id a . E l a lc a n c e d e la p r á c t i c a a n t r o p o l ó g i c a d o m é s t i c a tr a s c ie n d e , s in e m b a r g o , s u ju n t a m e n s u a l . D e s p u é s , c u a n d o l a é lite r e g r e s e a la c i u d a d e n a u t o , e llo s v a n a d e s c e n d e r a p ie , d e v u e lt a a la s h e n d i d u r a s d e l a p l a n t a c i ó n , h a c i e n d o a lt o s e n el c a m i n o p a r a c o m ­ p a r t i r c o n l o s a m i g o s y l o s v e c i n o s lo s p r i n c i p a le s p u n t o s d e la r e u n i ó n . E s t a s c o n v e r s a c i o n e s f o r t u i t a s s o n p a r t e d e l a v i d a c o t i d ia n a ; s i n e m b a r ­ g o , g r a c i a s a e s ta s in t e r a c c io n e s i n f o r m a l e s la s s u t i le z a s d e l a v e r s i ó n d e “ c u lt u r a ” t a m a n g d e la

ABTTI se a r r a ig a n e n l a c o m u n i d a d lo c a l. ABTTI d e l a “ c u l­

C a b e d e s t a c a r q u e la s r íg i d a s i n t e r p r e t a c io n e s d e l a

t u r a ” , l a “ r e l i g i ó n ” y la “ t r a d i c i ó n ” s e h a n e n c o n t r a d o c o n r e s p u e s t a s m i x ­ t a s . A l g u n o s ta m a n g s a c e p t a n lo s e m p e ñ o s d e la r e v it a liz a c ió n c u lt u r a l; c o m o u n r e t o r n o a lo p u r o y lo a u t é n t i c o . C u a n d o se le s p r e g u n t a , e s to s d e f e n s o r e s s u e le n e n m a r c a r s u l e a lt a d e n r e la t o s s o b r e l a m o d e r n i z a c i ó n y la p é r d i d a c u lt u r a l; r e c u p e r a r l a “ t r a d i c i ó n ” y la “ c u lt u r a ” se v u e lv e , a sí, u n m e d i o d e l o g r a r e s t a b i l i d a d e n t i e m p o s d e c a m b i o in c e s a n t e . L o s o p o n e n t e s , p o r s u p a r t e , v e n la s r e g la s d e l a

ABTTI c o m o u n a t r o p e llo a

s u s t r a d i c i o n e s p a r t i c u la r e s . E n s u p r á c t i c a f a m ili a r se h a n in t e g r a d o p o r g e n e r a c i o n e s e n u n a s o l a p ie z a , e le m e n t o s b u d i s t a s e h in d ú e s , d e m o d o q u e e s t a s p r á c t i c a s d o m é s t i c a s r e p r e s e n t a n s u “ t r a d i c i ó n ” , s u e s t a b i li d a d . E n t r e e s t o s e x t r e m o s , h a y t o d a v í a m u c h o s o t r o s p a r a q u ie n e s e s ta s n u e ­ v a s i n t e r p r e t a c i o n e s d e la “ c u lt u r a ” s o n f u e n t e d e c o n f u s i ó n , c a d a v e z m á s c a r g a d a s d e c o n s e c u e n c i a s s o c ia le s . D e s d e 2 0 0 2 , la d e s i g n a c i ó n d e lo s ta m a n g s c o m o

TP lo s h a a p a r t a d o

c a d a v e z m á s d e s u s v e c i n o s , d e ta l m a n e r a q u e a h o r a s u s r e la c io n e s i n ­ te r é t n ic a s s u e le n e s t a r m a r c a d a s p o r l a c o m p e t e n c i a , el r e s e n t i m i e n t o y l a e n v id ia . L a s d e f i n i c i o n e s i n f le x ib le s d e l a “ c u lt u r a ” , la “r e li g i ó n ” y la “ t r a d i c i ó n ” t a m a n g s ó lo h a n a g u d i z a d o d ic h a s d i f e r e n c ia s . M i e n t r a s t a n ­ to , l o s i m p e r a t i v o s d e s i n g u l a r i d a d y p u r e z a c u lt u r a l h a n c r e a d o d e s a v e ­ n e n c i a s e n l a p r o p i a c o m u n i d a d , d o n d e lo s r e n a c id o s t a c h a n a q u ie n e s c o n t i n ú a n c o n s u s p r á c t i c a s r e li g i o s a s s i n c r é t i c a s d e i g n o r a n t e s y c a r e n ­ te s d e e d u c a c i ó n . L o s v e c in o s q u e a n t e s c e le b r a b a n j u n t o s f e s t iv i d a d e s p o p u l a r e s c o m o el D u s s e r r a , a h o r a se n i e g a n a r e u n ir s e . E n el D i w a l i (o f e s t i v a l d e la s lu ces), la s c a s a s q u e a n t e s r e s p la n d e c ía n t o d a la n o c h e a h o r a s e m a n t i e n e n e n la o s c u r i d a d . I n c lu s o la s f a m i l i a s h a n s i d o q u e b r a n t a d a s

LA ANTROPO-LÓGICA

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p o r c o n v i c c io n e s a n t r o p o l ó g i c a s d iv e r g e n t e s . E n l a v i d a p ú b l i c a , e s ta s s u t ile s d i n á m i c a s s u e le n e c lip s a r s e p o r c e le b r a c io n e s m á s c o l o r i d a s d e l p r o g r e s o é tn ic o ; n o o b sta n te , s o n p a r te in h e r e n te d e la m is m a m o d a li­ d a d d e a u to c r e a c ió n d e l se r m o d e r n o . V e m o s a q u í c ó m o lo s m o d e r n o s c o n c e p t o s , c a t e g o r í a s y l ó g i c a d e la id e n t id a d p u e d e n a fe c ta r p r o fu n d a m e n te la m a n e r a e n q u e c o n o c e ­ m o s a n u e s t r a c o m u n i d a d y n o s r e l a c i o n a m o s c o n e lla y c o n lo s d e m á s . E n c u e s t i ó n d e a ñ o s , la s m o d e r n a s a n t r o p o - l ó g i c a s se h a n c o n v e r t i d o e n p a r a d i g m a s a l a m a n o p a r a e l “ r e c o n o c i m i e n t o d e lo o t r o ” y l a d i a r i a i d e n t if i c a c i ó n , y a lo la r g o d e e s t a s p r á c t i c a s d e a n t r o p o l o g í a c o t i d i a n a h a n r e c o n f i g u r a d o l a s o c i a b i l i d a d m i s m a d e lo s t a m a n g s , c o n f r e c u e n c i a d e m a n e r a d is g r e g a d o r a y sin in te n c ió n . E s to s c o n to r n o s c a m b ia n te s d e l a i n c l u s i ó n y l a e x c lu s i ó n r e p r e s e n t a n , p u e s , el t e r r e n o v í v i d o d e la d i s t i n c i ó n a n t r o p o l ó g i c a d o n d e la s c a t e g o r í a s , l o s c o n c e p t o s y l a l ó g i c a se c o n v i e r t e n e n p e r s o n a s . E s t a d i n á m i c a n o s r e c u e r d a q u e l a a n t r o p o ­ lo g ía c o tid ia n a e n tr a ñ a m u c h o m á s q u e d is c u r s o s m a n ifie s to s d e “ c u ltu ­ r a ” , y a s e a e n l a c a f e t e r í a o e n l a e s c u e la d e l p u e b l o u n d o m i n g o a l m e s . L a a n t r o p o l o g í a c o t i d i a n a t a m b i é n o c u r r e c u a n d o t r a z a m o s la s lín e a s e n t r e N o s o t r o s y E l l o s e n n u e s t r a v i d a d ia r ia . Y a s e a m a t e r i a l i z a d a m e ­ d ia n te u n a c u id a d o s a d e lib e r a c ió n o p o r r a p id ís im o s ju ic io s y e s te r e o ti­ p o s , é s t a s s o n la s p r á c t i c a s c o n q u e d e s g l o s a m o s n u e s t r o s m u n d o s s o c i a ­ le s , c o n q u e r e c o n o c e m o s y t r a s l a d a m o s la s d if e r e n c i a s a la s e s fe r a s m á s ín tim a s. T a m b i é n e n e l p l a n o d e l i n d i v i d u o lo s e f e c t o s p u e d e n se r p r o f u n ­ d o s . L o s ta m a n g s r e n a c i d o s h a b l a n c o m o si a lg o s e h u b i e r a r e v ita liz a d o e n e llo s ; a h o r a e n f r e n t a n e l m u n d o c o n u n s e n t i d o r e c ié n d e s c u b i e r t o d e l o r g u ll o , el p r o p ó s i t o y l a p e r t e n e n c ia . P a r a l o s o p o n e n t e s , e s t o s n u e ­ v o s p a r a d i g m a s d e lo “ v ie jo ” s o n u n a a f r e n t a a s u s e r m i s m o , u n a f u e n t e d e d isg u s to y u n a id e o lo g ía q u e p o d r á h a b e r d iv id id o a su c o m u n id a d , p e r o n o v a a p e n e t r a r n u n c a s u n ú c le o i n d i v id u a l. E n a m b o s c a s o s , é s to s s o n s e n t i m i e n t o s a f e c t iv o s p e r s o n i f i c a d o s — e x p r e s a d o s d e s d e a d e n t r o , y a s e a d e l c o r a z ó n o d e la s e n t r a ñ a s — . D i s t r i b u i d a s e n l a d e v o c i ó n , el d e s a f ío y l o s g r a d o s r e g u la r e s d e i n d i f e r e n c i a , e s ta s r e c e p c i o n e s d e a m ­ p l i o r a n g o s e ñ a l a n l a d i a lé c t i c a m e r c u r ia l d e l a a n t r o p o - l ó g i c a y l a p e r t e ­ n e n c i a m o d e r n a s . P o r u n la d o , e x p o n e n u n a i m p o r t a n t e i n c o n g r u e n c ia e n t r e l a s c o n c e p t u a liz a c io n e s d e l a “ c u lt u r a ” , l a “r e li g ió n ” , e tc ., y la s e x ­ p e r i e n c i a s d e i d e n t i d a d r e a le s , m i e n t r a s q u e , p o r el o t r o , n o s a n i m a n a c o n s i d e r a r si l a a n t r o p o l o g í a p u e d e se r m á s q u e u n a m o d a l i d a d e p is té -

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TOWNSEND MIDDLETON

m i c a p a r t i c u l a r — e s d e c ir , m á s q u e u n a m a n e r a d e c o n o c e r al H o m b r e e n el m u n d o — . N o s p i d e n q u e c o n s i d e r e m o s c ó m o l a a n t r o p o l o g í a p u e d e a fe c ta r al p r o p io se r d e l h o m b r e en el m u n d o .

C O N C L U S IÓ N E n p a l a b r a s d e l e s p e c i a li s t a e n c i e n c i a p o lí t i c a , S u d i p t a K a v i r a j, e n el sig lo

XIX “ la h i s t o r i a i r r u m p e e n t o d a s p a r t e s ” . “ L a h i s t o r i a se c o n v ie r te

e n el g r a n te r r e n o d e l a p o l í t i c a p o r q u e l a h i s t o r i a e s u n a m a n e r a d e h a ­ b l a r d e l se r c o le c t iv o y d a r le e x is t e n c i a .” 16 C o n l a p e r s p e c t iv a d e K a v ir a j e n m e n t e , v a le la p e n a c o n s i d e r a r si h e m o s e n t r a d o e n u n a é p o c a s e m e ­ ja n t e p a r a l a a n t r o p o l o g í a . M á s a llá d e lo s c o n f i n e s d e l a t o r r e d e m a r fil, l a a n t r o p o l o g í a h a i r r u m p i d o a p a r e n t e m e n t e e n t o d a s p a r t e s : e n la s o f i ­ c i n a s d e l a s a s o c i a c io n e s é t n i c a s y e n lo s c o r r e d o r e s d e l E s t a d o ; e n el e s ­ c e n a r io d o n d e l a “ c u lt u r a ” a u t é n t i c a se s i g u e b a i l a n d o , y e n lo s m u s e o s d o n d e lo “ p r i m i t i v o ” se y e r g u e r e v e s t id o d e a c r ílic o ; e n la s b i b l i o t e c a s e i n c l u s o e n lo s p a s i l l o s d e a r t íc u lo s d e b e lle z a d e t u s u p e r m e r c a d o lo c a l, d o n d e c a d a g r u p o é t n ic o e n c u e n t r a s u l u g a r e n lo s a n a q u e le s , o e n i n t e r ­ n e t , s u c a s a v ir t u a l; e n la s s a g r a d a s a lt u r a s d e l a

ONU; e n la s c a lle s , d o n d e

l a g e n t e m a r c h a y s a n g r a t o d o s lo s d ía s e n n o m b r e d e l a d if e r e n c i a é t n i­ c a . Y a s e a e n e l c a fé o e n el e d if ic io c a p it a l, ta l p a r e c e q u e l a “ c u lt u r a ” es, d e h e c h o , la p a l a b r a q u e e s t á e n b o c a d e t o d o s , 17 y la a n t r o p o l o g í a , la fo r m a d e c o n o c im ie n to q u e e stá en la m e n te d e to d o s . D e n t r o d e e s te c a m p o d e l a p r á c t i c a a n t r o p o l ó g i c a c a d a v e z m á s l i ­ b r e d e a t a d u r a s , lo s c a s o s d e lo s lek h s y lo s ta m a n g s e s t á n n o t a b le m e n t e i m b u i d o s d e e s t a f o r m a d e c o n o c i m i e n t o , y c o m o ta le s s o n p a r t i c u l a r ­ m e n t e a p t o s p a r a e x p lo r a r l a i d e n t i d a d m e d i a n t e l a p e r s p e c t i v a d e la m o d e r n a a n t r o p o - l ó g i c a . D e b e m o s r e c o r d a r , n o o b s t a n t e , q u e la s p o l í t i ­ c a s d e la s r e s e r v a s , e n p a r t i c u l a r la s q u e i m p l i c a n a la s T r i b u s P r o t e g i d a s , s o n e je m p la r e s a l r e s p e c t o . P e n s a n d o m á s e n g e n e r a l, e s i m p o r t a n t e te ­ n e r e n c u e n t a q u e l a a n t r o p o - l ó g i c a n o p u e d e s e r el s in e q u a n o n d e la i d e n t i d a d m o d e r n a . E n u n a n a c i ó n o b s e s i o n a d a p o r l a P a r t ic ió n , l a h is ­ t o r i a n o p u e d e s i m p l e m e n t e o lv id a r s e . A l a p a r c o n la a n t r o p o l o g í a , a h o 16 Sudipta Kaviraj, The Unhappy Consciousness, N ueva Delhi, O xford University Press, 1995, p. 108. 17 Marshall Sahlins, “G oodbye to tristes tropes: ethnography in the context o f m odern world history”, M odern H istory, núm. 65, marzo de 1993, p. 3.

LA ANTROPO-LÓGICA

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r a la h i s t o r i a c o m p a r t e el e s c e n a r io c o n o t r a s m o d a l i d a d e s d e i d e n t if i c a ­ c ió n , ta le s c o m o la p o l í t i c a d e l d e s a r r o llo , la e c o n o m í a , el a m b i e n t a l i s m o e i n c l u s o u n a f o r t a l e c e d o r a p r o p e n s i ó n a la m i t o l o g í a , e n e l c a s o d e H in d u t v a . M á s a llá d e e s t a s m o d a l i d a d e s , n o s f a l t a t o d a v í a p o n d e r a r a q u e ­ llo s a s p e c t o s d e la i d e n t id a d q u e e s c a p a n d e l á m b i t o d e l c o n o c i m i e n t o — es d e c ir , la i n t e n s i d a d y el f e r v o r c o n q u e la i d e n t i d a d se v iv e y se e x ­ p r e s a e n el m u n d o m o d e r n o — . A l a b o r d a r e l e n ig m a d e la i d e n t id a d , h a r í a m o s b ie n , p u e s , e n b u s c a r lo s m o d o s e n q u e la a n t r o p o l o g í a y o t r a s m o d a l i d a d e s d e i d e n t if i c a c i ó n t r a b a ja n e n t r e e lla s — e s to e s, a u m e n t a n , c o rr o b o r a n y a c e n tú a n — en su p r o c e s o p a r a p r o d u c ir e m o c io n e s d e u n o r d e n m á s p e r s o n i f i c a d o . S i n e x c lu ir la s c o n d i c i o n e s g e n e r a t i v a s a s o c i a ­ d a s , l o s c a s o s e l e g i d o s p a r a p r e s e n t a r s e a q u í d a n t e s t i m o n i o d e la i n t e g r i ­ d a d d e l c o n o c i m i e n t o a n t r o p o l ó g i c o p a r a la s m o d e r n a s f o r m a c i o n e s d e la i d e n t i d a d . N o s r e c u e r d a n , p o r c o n s i g u i e n t e , q u e si b ie n la a n t r o p o l o ­ g ía n o se h a c o n v e r t i d o e n e l g r a n te r r e n o d e la p o lí t ic a , s in d u d a se h a v u e l t o u n a c a r a c t e r í s t ic a i n d e le b le d e la c i é n a g a p o lí t i c a . L a m o d e r n i d a d n o h a d e ja d o d e i n s is t i r n o s e n la n e c e s i d a d d e q u e n o s sa lg a m o s d e n o s o tr o s m is m o s y n o s d e fin a m o s c o n — y en c o m p a r a ­ c ió n c o n —

l o s d e m á s . E n la s p o l í t i c a s d e l E s t a d o y e n o t r o s á m b i t o s ,

e n c o n t r a m o s i n c e n t i v o s p a l p a b l e s p a r a d i c h a r e fle x ió n y o b je t iv a c ió n . L o s e n c u e n t r o s c o t i d ia n o s c o n la t r a n s f o r m a c i ó n y la d i f e r e n c i a t a m b i é n p r e c i p i t a n c la s e s d e c o n s i d e r a c io n e s s im ila r e s , a u n q u e m e n o s f o r m a le s . E s t a s c o n d i c i o n e s c o n t r ib u y e n a e x p lic a r p o r q u é el t e m a d e la i d e n t id a d se h a a c e n t u a d o t a n t o e n lo s ú l t i m o s t i e m p o s . P e ro la m o d e r n i d a d t a m ­ b i é n h a c o n ll e v a d o u n r e p la n t e a m ie n t o f u n d a m e n t a l r e s p e c t o d e cóm o n o s s a l i m o s d e n o s o t r o s m i s m o s , có m o r e f le x i o n a m o s s o b r e el m u n d o s o c i a l y có m o l l e g a m o s a c o n o c e r y a r e c o n o c e r al y o y a lo s d e m á s . Y e n d o m á s a d e la n t e , el t e m a c la v e n o e s a h o r a , e n t o n c e s , el q u e l a m o d e r n i d a d h a y a t r a íd o y p r i v i le g ia d o l a c o n c ie n c i a a n t r o p o l ó g i c a . L a s p r e g u n t a s c r u c ia le s s o n m á s b ie n : ¿ Q u é clases d e c o n c i e n c i a a n t r o p o l ó g i c a s e h a n a r r a i g a d o e n el p a i s a je h u m a n o a c t u a l? ¿ C o n q u é c a t e g o r í a s ? ¿ S o s t e n id a s p o r q u é c o n c e p t o s ? Y, ¿ d e a c u e r d o c o n q u é l ó g i c a h a r e m o d e l a d o la m o ­ d e r n i d a d la s p o s i b i l i d a d e s d e la i d e n t id a d ? M e d ia n t e d ic h o c u e s t io n a m i e n t o p o d e m o s a c e r c a r n o s a e n t e n d e r c ó m o la s c u a lid a d e s p a r t i c u la r e s a b s t r a c t a s d e l c o n o c i m i e n t o p u e d e n te n e r c o n s e c u e n c i a s t a n te r r e n a le s y co rp ó re as. D e s d e n u e s t r a a v e n t a ja d a p o s i c i ó n , p o d e m o s n o lle g a r a s a b e r n u n ­ c a lo q u e s i g n i f i c ó n i lo q u e se s i n t i ó a l p e r t e n e c e r a u n a c o m u n i d a d

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TOWNSEND MIDDLETON

p r e m o d e r n a . Y a u n a sí, c o m o v u e lv e n a ilu s t r a r lo s c a s o s d e lo s lek h s y l o s ta m a n g s , l o s m o d e r n o s s i s t e m a s d e r e c o n o c i m i e n t o y l a n o r m a t iv a a n tr o p o - ló g ic a q u e c o m p r e n d e n n o s s u p lic a n c o n fre c u e n c ia q u e h a g a ­ m o s j u s t o e s o : d e f i n i r n o s a n o s o t r o s m i s m o s y a lo s d e m á s c o n la s r íg id a s v e r d a d e s p r i m o r d i a l e s d e l a “ c u lt u r a ” , l a “ r e lig i ó n ” , l a “ t r a d i c i ó n ” , e tc . C u a n d o lo h a c e m o s , a d o p t a m o s t a n t o lo s p a r a d ig m a s q u e lo p e r m i t e n , c o m o la s i n q u i e t a n t e s a n t i n o m i a s d e l a i d e n t i d a d m o d e r n a , lo q u e n o s c o n v ie r t e e n s u je t o s m o d e r n o s a l a v e z q u e e n s u je t o s d e u n a m o d e r n i ­ d a d p e c u l ia r m e n t e a n t r o p o l ó g i c a .18 S i se a n a li z a n lo s t u r b u l e n t o s c o n ­ t o r n o s d e l a i d e n t i d a d a c t u a l e n el s u r d e A s ia , p a r e c e q u e d i c h a p e r s p e c ­ ti v a p u e d e se r t a n p e l i g r o s a c o m o p r o m e t e d o r a .

18A quí trabajo con la distinción de Saurabh D ube entre los “sujetos m odernos” y los “sujetos de la m odernidad”. Véase su “Introducción” en Saurabh D ube (ed.), The Enchantm ents o f M odernity, N ueva Delhi, Routledge, 2009.

Cu

a rta

Pa r t e

ARTES INQUIETANTES

14. LA PUBLICIDAD EN INDIA Genealogías del individuo consumidor1

La construcción de la vida en este momento descansa mucho más en el poder de los hechos que en las convicciones... para el aparato gigantesco de la vida social [dichas convicciones] son lo que el aceite a las máquinas: no nos situamos ante una turbina y la rociamos con lubricante. Inyectamos un poco en los remaches y en las uniones ocultas que sin duda conocemos. Walter Benjamin2 El contenido básico de una época y sus impulsos inadvertidos se alumbran mutuamente. Siegfried Kracauer3 L o s in t e le c t u a le s d e l a é p o c a d e W e i m a r e n A l e m a n i a s o s t e n í a n q u e si lo s d o m i n i o s d e l a e c o n o m í a y la p o l í t i c a se a d m i n i s t r a r a n y se c o n t r o la r a n c a d a v e z m á s , e l r e in o d e l a c u lt u r a c o n c e d e r í a u n g r a d o d e li b e r t a d . E n c ie r t o s e n t i d o , e l c a p i t a l i s m o e s t a b a d e m o s t r a n d o se r m á s d e m o c r á ­ t ic o q u e l a s i n s t i t u c i o n e s p o l í t i c a s d e la d e m o c r a c i a . E n el e s p a c i o d e 1 Parte de este ensayo se deriva de un artículo m ío anterior, titulado “Advertising, politics and the sentimental education o f the Indian consumer”, V isual Anthropology Re­ view, vol. 14, núm. 2, otoño-invierno de 1998, pp. 14-31. 2 Walter Benjam in, “ G as station” , en One Way Street an d Other W ritings, Londres, Verso, 1994. 3 Siegfried Kracauer, “T he m ass ornam ent” , en T hom as Y. Levin (trad. y ed.), The M ass O rnam ent: Weimar Essays, Cam bridge, H arvard University Press, 1995, p. 75.

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ARVIND RAJAGOPAL

e x p r e s i ó n q u e o f r e c e el c o n s u m o d e m e r c a n c ía s , f u e p o s i b le lle g a r a u n a c r ít i c a d i a g n ó s t i c a d e l a m o d e r n i d a d c a p i t a li s t a . P o d e m o s e x t e n d e r t e ó ­ r i c a m e n t e s u a n á lis is , a s í c o m o c a lif ic a r lo h is t ó r i c a m e n t e , c o m o lo h a g o e n e s te e n s a y o , p a r a p r o p o n e r q u e lo s a n u n c i o s d e lo s p r o d u c t o s d e c o n ­ s u m o c u m p l e n la l a b o r d e a r t i c u la r l a c u lt u r a y l a e c o n o m ía , lo q u e n o s p e r m i t e r a s t r e a r f o r m a s d e l i n d i v i d u o h i s t ó r i c a m e n t e e s p e c ífic a s y la s m e n t a l i d a d e s a q u e é s t a s d a n o r ig e n .

P R IM E R A S C O N S ID E R A C IO N E S C u a n d o l o s m e r c a d o s c a p i t a li s t a s se e s t a b le c i e r o n e n I n d ia , n o m a n t u ­ v i e r o n l a m i s m a r e la c ió n c o n la p o l í t i c a y l a c u lt u r a q u e e n E u r o p a o c c i ­ d e n t a l. L o s m e r c a d o s y a e x is t ía n , c la r o e s tá , c u a n d o lle g a r o n lo s e u r o ­ p e o s , y la s c u l t u r a s c o m e r c ia le s r e g io n a le s se e x t e n d í a n a lo la r g o d e l o c é a n o Í n d i c o . 4 E n e s te c o n t e x t o , el d e s a r r o llo d e u n a e c o n o m í a c o lo n ia l s e a r t i c u l ó , c o m o lo s a b e m o s , p a r a e x p o r t a r m a t e r i a p r i m a e i m p o r t a r p r o d u c t o s m a n u f a c t u r a d o s . S e m e ja n t e e c o n o m í a se m a n t u v o m e d ia n t e u n a n o r m a d e d i f e r e n c i a c ió n e n tr e lo s b r i t á n i c o s y lo s n a t iv o s , y se le g i­ t i m ó c o m o u n r e z a g o e n tr e a m b a s c i v iliz a c io n e s , r e z a g o q u e e l r é g im e n c o l o n i a l r e p r o d u jo , a u n c u a n d o se s u p o n í a q u e d e b í a n e g a r l o .5 E l m e r ­ c a d o e s t a b a , p o r c o n s ig u ie n t e , s e g r e g a d o r a c ia l y c u lt u r a lm e n t e e n su s f o r m a s d e c i r c u la c ió n y c o n s u m o . E l m e r c a d o n a t i v o se t e n ía p o r in e f ic ie n t e e in s a lu b r e , a la v e z q u e c o n f i r m a b a n o c i v a s p r e f e r e n c ia s e s t é t ic a s y m o r a l e s . L o s p r o d u c t o s se e x p o n í a n a l o s c u a t r o e le m e n t o s y se v e n d í a n c o n u n e m b a la je a lo s u m o d e f ic ie n t e ; e r a c o m ú n l a s o s p e c h a d e a d u lt e r a c i ó n y d e o t r a s f o r m a s d e e n g a ñ o . P o r el c o n t r a r i o , el m e r c a d o c o lo n i a l q u e p r o v e í a a lo s b r it á n i c o s e n I n d ia , a s í c o m o a lo s i n d i o s a c a u d a l a d o s , se v e í a a s í m i s m o c o m o

4 Ashin D as G u p ta y U m a D as G upta, The World o f the In dian Ocean M erchant 1 5 0 0 -1 8 0 0 : Collected Essays o f Ashin D as G upta, N ueva Delhi, O xford University Press, 2 0 0 1 ; K .N . Chaudhuri, The Trading World o f A sia an d the English E ast In d ia Compan y:1660 17 60 , Cam bridge, 1978; Sugata Bose, A H undred H orizons: The In dian Ocean in the Age o f G lobal Em pire , C am bridge, H arvard University Press, 2 006; Dwijendranath Tripathi, The O xford H istory o f In dian Business, N ueva York, O xford University Press, 2004. 5V éase Partha Chatterjee, The N ation an d Its Fragm ents, Princeton, Princeton U ni­ versity Press, 1993.

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s u p e r i o r e n s u s n o r m a s y s u s g u s t o s , c o n lo q u e e s t a b le c ía el p a t r ó n al q u e l o s n a t i v o s d e b ía n a s p i r a r p e r o q u e d i f í c ilm e n t e p o d r í a n c o ste a r . L a f u n c i ó n d e i m p u l s o c iv iliz a d o r , c o m o lo e r a , p u s o al E s t a d o c o lo n i a l e n la m i r a , m e d i a n t e u n a le g i s la c i ó n y o b r a s p ú b l i c a s d e m e jo r a .6 E n e ste s e n t i d o , e l m e r c a d o c o lo n i a l e r a , ta l c o m o se d e f in e a q u í, u n m e r c a d o d e e n c la v e , d e l i b e r a d a m e n t e a is la d o d e l a s o c i e d a d e n g e n e r a l y c o n p o c a r e p e r c u s i ó n e n e lla . M i e n t r a s t a n t o , la s n u e v a s p r á c t i c a s i n d í g e n a s d e c o n s u m o se h a c ía n e v id e n t e s e n l a p u b l i c i d a d p a r a p r o d u c t o s d iv e r s o s , ta le s c o m o r o p a y a c ­ c e s o r i o s d e m o d a p a r a d a m a , o p í l d o r a s y p ó c i m a s p a r a m e jo r a r l a v i d a s e x u a l t a n t o d e h o m b r e s c o m o d e m u je r e s . T a m b i é n se a n u n c i a b a n a m ­ p lia m e n te m e d ic in a s d e p a te n te q u e p r o m e tía n c u r a s m ila g r o sa s p a r a m ú l t i p l e s a f e c c io n e s . C r i t i c a d o s p o r l a p r e n s a n a t i v a c o m o l i c e n c io s o s e i n m o r a l e s ,7 e s t o s a n u n c i o s p u e d e n h a b e r c o n f i r m a d o lo s t e m o r e s d e l m e r c a d o v e r n á c u l o d e q u e d e b í a se r v i g i la d o , m á s q u e i m p u l s a d o . L a s n u e v a s f o r m a s d e c a s ta , c la s e y s u b j e t i v i d a d s e x u a l a l u d i d a s e n d i c h o s m e n s a je s e s t a b a n s u b s u m i d a s , n o o b s t a n t e , e n u n c r e c ie n t e m o v i m i e n t o n a c i o n a l i s t a : u n a c r ít ic a a n t i c o l o n i a l i s t a q u e d o m i n a b a l a e s fe r a p ú b l i c a y m a l a r r e g l a b a o t r o s in c ip ie n t e s c o n f li c t o s s o c ia le s in t e r n o s . E n t r e la s p r i m e r a s in ic ia t iv a s d e l m o v i m i e n t o n a c i o n a l i s t a e s tá , p o r s u p u e s t o , el b o i c o t a la s i m p o r t a c i o n e s y la p r o m o c i ó n d e p r o d u c t o s d e f a b r i c a c i ó n n a c i o n a l , c o m o la c o n f e c c i ó n y e l u s o d e l k h a d i .& E l k h a d i se c o n c i b ió p a r a s i m b o l i z a r l a m a n e r a e n q u e el n a c i o n a l i s m o r e v a lo r a b a el c o n s u m o , lo q u e i n d i c a l a i n t e n c i ó n d e c r e a r u n a e c o n o m í a n a c i o n a l

6V éase sir Arthur C otton, Public Works in In d ia: Their Importance. With Suggestions fo r Their Extension an d Improvement, Londres, Wm. H . H elm , 1854; D avid Ludden, “Indias development regime” , en N icholas Dirks (ed.), Colonialism an d Culture, Ann Arbor, University o f Michigan Press, 1992, pp. 247-287. Agradezco a D avid Ludden que m e haya dirigido hacia los escritos de Cotton. 7 Charu G upta, Sexuality, Obscenity, Community: Women, M uslim s an d the H indu Public in C olonial In d ia , Londres, Palgrave M acmillan, 2002. 8 U n a carta que Gandhi escribió en 1930 ilustra este punto: “N o es suficiente vestir el khadi, quien lo porta debe tam bién estar consciente de que el khadi sim boliza el espí­ ritu de patriotism o y modestia. Portar el khadi no le da a uno el derecho de disfrutar de todo tipo de libertades, sino que es el primer paso en dirección al autocontrol y una señal de nuestro deseo de restringir otras libertades innecesarias. [Por ejemplo] el [t]é no es nunca una necesidad en la vida...” “Two letters” , N avjivan , 2 de marzo de 1930, en The Collected Works o f M ahatm a Gandhi, vol. X L III, marzo-junio de 1930, Publications Division, Governm ent o f India, 1971, p. 2.

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v i r t u o s a a f in d e s u s t i t u i r el d e s t r u c t iv o m a t e r i a l i s m o i m p u e s t o p o r el r é g im e n c o l o n i a l .9 S e c o n c ib ió c o m o el p r i m e r p a s o d e u n p r o g r a m a p a r a f o r ja r a l o s c i u d a d a n o s d e l a f u t u r a n a c i ó n , e n v e z d e m i m a r a c r i a ­ tu r a s q u e b u s c a b a n s u p r o p i a c o m o d i d a d . E l c r e c i m ie n t o d e l n a c i o n a l i s m o e n l a s o c i e d a d c iv il y e n c o n t r a d e l E s t a d o c o lo n i a l i l u s t r a b a el c a r á c t e r e s c i n d id o d e l a e s fe r a p ú b l i c a . E s t a f r a c t u r a c a r a c t e r iz ó t a m b i é n a l a p u b l i c i d a d in d i a , e n t r e u n d o m i n i o v e r n á c u lo c u y o e s t a t u s m o r a l v a r i a b a , s e g ú n se a ju s t a r a c o n l o s v a lo r e s p a t r i ó t i c o s n a c i o n a lis t a s , y u n r e in o d e h a b l a in g l e s a q u e p r o v e í a e x t e n ­ s a m e n t e a l a é lite c o lo n ia l y a lo s h a b i t a n t e s r e la t iv a m e n t e a c a u d a la d o s d e la s c iu d a d e s. L o s p r im e r o s d e b e n d e h a b e r te n id o u n p ú b lic o m ay o r, p e r o s u p r o d u c c i ó n e r a m á s e m p r e s a r i a l y d is p e r s a , y el a r c h iv o p u b l i c i ­ t a r io r e s u lt a n t e e s m á s lig e r o . L a d i s p a r i d a d e n t r e lo s d o m i n i o s p ú b l i c o s v e r n á c u lo y c o lo n i a l e r a lo b a s t a n t e g r a n d e p a r a p la n t e a r l a c u e s t ió n d e s u d e f in i c i ó n : ¿ C u á n d o d e b í a l a p u b l i c i d a d e n t e n d e r s e c o m o ta l? L o s c a le n d a r io s d e p a r e d c o n im á g e n e s d e d io se s , q u e p r o m o v ía n a u n c o m e rc ia n te o u n a tie n d a en p a r t ic u la r , y la s c r o m o l i t o g r a f í a s q u e c o n m e m o r a b a n el u s o d e l k h a d i y a c i e r t o s líd e r e s d e l C o n g r e s o , s e r v ía n a l p r o p ó s i t o d e a n u n c i a r ta n t o c o m o l o s m e n s a je s e n lo s p e r i ó d i c o s q u e p r o m o v í a n a r t íc u lo s d e c o n s u ­ m o . 10 L a s d if e r e n c ia s e n t r e la s i m á g e n e s r e li g i o s a s , l a p r o p a g a n d a p o l í t i ­ c a y lo s m e n s a je s d e p r o m o c i ó n d e l c o n s u m o d e m e r c a n c ía s e r a n f lu id a s y q u iz á s n o s e c o n s i d e r a b a n r e le v a n t e s . E s t o p u e d e e n t e n d e r s e c o m o e q u iv a le n t e a u n a s p e c t o i m p o r t a n t e d e l a e s c r it u r a h i n d i a n t e r i o r a la in d e p e n d e n c ia y q u iz á s ta m b ié n d e u n o s a ñ o s d e sp u é s: el p e r io d ism o , l o s p a n f l e t o s p o l í t i c o s y l a lit e r a t u r a n o e s t a b a n , e n l a p r á c t ic a , n e c e s a r i a ­ m e n t e a i s l a d o s e n t r e sí, n i se c o n s i d e r a b a n d ife r e n t e s ; c o n f r e c u e n c i a lo s h a c í a n la s m i s m a s p e r s o n a s .11 A d i f e r e n c i a d e l a p u b l i c i d a d e n le n g u a in g le s a , l a p u b l i c i d a d v e r n á c u la e r a p r o d u c i d a p r o b a b l e m e n t e p o r e m ­ p r e s a r i o s p a r a q u ie n e s n o e r a n e c e s a r io v e r la c o m o u n g é n e r o d i s t i n t o d e o t r a s f o r m a s d e e s c r it u r a . 9 Em m a Tarlo ha demostrado, sin embargo, que el éxito del khadi fue en cuanto me­ dio de movilización disponible para expresar una serie de significados y posiciones de clase social, m ás que como un conjunto de valores estrechamente definidos. Véase Em m a Tarlo, ClothingM atters: Dress an d Identity in In dia , Chicago, University o f Chicago Press, 1996. 10Véase Christopher Pinney, Photos o f the Gods, Londres, Reaktion Books, 2003. 11 Véase Francesca Orsini, The H in di Public Sphere 1 9 20-1 94 0: Language an d Literature in the Age o f N ationalism , N ueva York, O xford University Press, 2002.

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L o s p u b l i c i s t a s d e h a b la in g le s a , a d ife r e n c ia d e s u s c o n t r a p a r t e s v e r ­ n á c u l a s , n o s ó l o t r a f ic a b a n e n el m e r c a d o ; p r e s io n a b a n , a d e m á s , a l E s t a d o y c o n s e g u ía n c o n t r a t o s p a r a h a c e r la p r o p a g a n d a g u b e r n a m e n t a l y p a r t i ­ c ip a r e n la p u b l i c i d a d d e l d e s a r r o llo , t a n t o a n te s c o m o d e s p u é s d e la in d e p e n d e n c ia .12 E n e s t a t r a n s a c c i ó n d e l E s t a d o y lo s p u b lic i s t a s , la la b o r d e la a g e n c ia p u b l i c it a r i a f u e f u n d a m e n t a l. E s q u iz á s e s te h e c h o , m á s q u e n i n g u n o o t r o , lo q u e d i s t i n g u e a lo s d o s d o m i n i o s d e la p u b lic id a d .

LA M O D E R N ID A D D E LA P U B L IC ID A D L a s a g e n c ia s p u b l i c i t a r i a s filia le s d e a g e n c ia s b r i t á n i c a s o e s t a d o u n i d e n ­ s e s , y c r e c ie n t e m e n t e , m á s a d e la n t e , la s e m p r e s a s in d i a s , lle g a r o n a d e f i­ n i r el t r a b a jo p u b l i c i t a r i o r e p r o d u c i e n d o la r e t ó r ic a m o d e r n i z a d o r a d e s u s c o n t r a p a r t e s o c c i d e n t a le s . E n e s te e n t e n d i d o , e l a n u n c i o p u b li c i t a r i o e r a u n m e d i o d e p r o m o v e r l a e f ic ie n c ia d e l m e r c a d o y a s e g u r a r la s a t i s ­ f a c c i ó n d e l o s in t e r e s e s t a n t o d e lo s f a b r i c a n t e s c o m o d e lo s c o n s u m i d o ­ r e s. S e e n t e n d í a q u e , al i g u a l q u e lo s p r o d u c t o s q u e p r o m o v í a n , lo s a n u n c i o s t a m b i é n t r a s c e n d ía n s u s c o n d i c i o n e s d e p r o d u c c i ó n y c r e a b a n , d e h e c h o , s u p r o p i o c o n t e x t o , p o r lo q u e p o d í a n le e r s e y h a c e r s e c ir c u la r s in n e c e s i d a d d e m a y o r m e d i a c i ó n a d i c i o n a l . F u e e l a u g e d e l a a g e n c ia lo q u e p e r m i t i ó q u e e sta f o r m a d is t i n t a d e c o m u n ic a c ió n g e n e r a r a s u p r o p i a a u t o r i d a d refe ren cial, y lo q u e f u e , en cie rto m o d o , s e m e ja n te a l E s t a d o en su s efectos. V i s t o b a j o e s t a lu z , e s m e n o s s o r p r e n d e n t e q u e l a p u b l i c i d a d v e r n á c u la n o p u d i e r a e le v a r s e f á c i lm e n t e p o r e n c i m a d e s u c o n t e x t o c o m o lo h iz o la p u b l i c i d a d e n i n g lé s . L a s a g e n c ia s p u b l i c i t a r i a s e n I n d i a t u v ie r o n lu g a r , a sí, g r a c ia s a q u e se d i r i g ía n p r i n c i p a l m e n t e a u n m e r c a d o d e e n c la v e o c u p a d o p o r la g e n ­ te a c a u d a l a d a d e l a s c iu d a d e s , q u ie n e s ( s e g ú n e llo s ) r e p r e s e n t a b a n al c o n s u m i d o r m o d e l o c a p a z d e h a c e r r e a lid a d s u s a s p i r a c i o n e s m e d i a n t e s u s c o m p r a s . 13 P o r o t r o la d o , l a m a y o r í a d e lo s i n d i o s p a r e c í a n e s ta r 12 Los relatos propagandísticos de la Segunda Guerra M undial fueron activamente solicitados y obtenido por las agencias publicitarias. Y una m irada a las publicaciones internas de agencias tales como J. Walter T hom pson and C o. y Lintas confirm a la im por­ tancia de los contratos de desarrollo y servicios públicos con el gobierno indio. 13 Para consultar una excelente reflexión de la publicidad en la época contem porá­ nea, véase W illiam Mazzarella, Shoveling Smoke: Advertising in Contemporary In dia, D u r­ ham, D uke University Press, 2003.

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c o n d e n a d o s , e n el f u t u r o p r e d e c i b le , a u n a e x is t e n c i a p r e c a r ia , d e m o d o q u e l o s p u b l i c i s t a s v e í a n p o c o m a r g e n p a r a i n t e r v e n ir e n s u s h á b i t o s d e c o n s u m o e in f lu i r e n e llo s . L o q u e v in o a d e f in ir el q u e h a c e r p u b li c it a r io f u e c ie r to c a r á c t e r d e in v e rn a d e ro , d e p r o fe sió n p r o te g id a en u n a e c o n o m ía p r o te g id a , a u n q u e t a l q u e p r o c l a m a b a se r a la v e z c o s m o p o l i t a y n a c i o n a l. P a r a p r o b a r lo p r i m e r o n o h a b í a q u e ir m u y le jo s : lo s a n u n c i o s i n d i o s n o se a p a r t a b a n m u c h o d e l p a t r ó n d e la s a g e n c ia s o c c id e n t a le s y d a b a n p o r h e c h o q u e la c u lt u r a i n d i a n o e r a m u c h o m á s q u e u n b a r n iz e n c i m a d e l h o m o ec o n o m ic u s q u e y a le s e r a f a m ilia r . Y el n a c i o n a li s m o se r e d u c ía , p a r a e s to s p u b l i ­ c is ta s , a u n a s e le c c ió n d e t ít u lo s d e i m á g e n e s s a n e a d a s q u e c o n n o t a b a n u n a d i s t i n c i ó n “ s w a d e s h i” o n a c i o n a l, d i s t i n c i ó n q u e p o d í a in s e r t a r s e e n el r e p e r t o r io s i m b ó l i c o d e l c o n s u m i d o r u r b a n o s in c o m p r o m e t e r s e n e c e ­ s a r i a m e n t e n i c o n el p r o g r a m a g a n d h i a n o d e r e ju v e n e c im ie n t o m o r a l n i, p a r a el c a s o , c o n la s i m p lic a c io n e s d e l d e s a r r o lli s m o n e h r u v ia n o . C u a n d o l a m o d e r n i d a d c o lo n i a l e m p e z ó a a d a p t a r s e y a d o m e s t i c a r ­ s e c o m o , p o r e je m p lo , c u a n d o lo s i n t e le c t u a le s — d e R a m m o h u n R o y a G a n d h i — b u s c a r o n s u p e r a r l a f ig u r a c i ó n d e u n a i n f e r io r i d a d c u lt u r a l, r e s p o n d i ó a s e n t i m i e n t o s d e v e r g ü e n z a y h u m i l l a c i ó n q u e s o l í a n se r e s ­ t r i c t a m e n t e p e r s o n a l e s , p e r o q u e t a m b i é n se p e r c i b ía n c o m o u n a c ir ­ c u n s t a n c i a c o le c t iv a . L a u r g e n c ia d e s u s f ig u r a c i o n e s d e l a p o s i b i l i d a d d e c a m b i o le s d i o u n a c u a l i d a d d is t i n t iv a : l a s u y a e r a u n a m o d e r n i d a d p o ­ l é m i c a y a s e d i a d a , q u e l u c h a b a p o r a f ir m a r s u l e g i t i m i d a d s in e s t a r s e g u ­ r a d e e s ta r lo g r á n d o l o . E l c o n t r a s t e c o n la s a c t i t u d e s y la s s u p o s i c i o n e s e v id e n t e s e n lo q u e e s t o y l l a m a n d o el a r c h iv o d e la p u b l i c i d a d in d ia , h a s t a l a d é c a d a d e 1 9 8 0 , e s d r á s t i c o . N o es d e e x tr a ñ a r , p o r c o n s i g u i e n t e , q u e u n a r e c ie n t e r e la c ió n h i s t ó r ic a s e ñ a le q u e el p a s o a l a i n d e p e n d e n c i a e n 1 9 4 7 d e jó p o c a s o n i n g u n a h u e lla v i s ib le e n lo s a n u n c i o s .14 E l a r c h iv o d e l a p u b l i c i d a d , e s d e c ir , el q u e la s a g e n c ia s p u b l i c i t a r i a s h ic i e r o n p o s i ­ b l e , es u n a r c h iv o c o lo n i a l; u n a r c h iv o q u e m o s t r ó p o c o i n t e r é s e n c o m ­ p r o m e t e r s e c o n l o s m o t i v o s y lo s s e n t i m i e n t o s d e l m e r c a d o i n d í g e n a .15

14Vikram Doctor y Anvar Ali Khan, “Kyon na aazmaye?: A brief history of Indian advertising. Part 1”, The India Magazine o f Her People and Culture, diciembre de 1996, pp. 46-55. 15En algunos aspectos, el mercado nativo estaba en realidad en competencia; por ejemplo, con productos de imitación y falsificados que las grandes empresas trataron de atacar por diversos medios. Vislumbres de dichas acciones pueden encontrarse a veces en anuncios que informaban sobre la marca registrada que los clientes debían buscar, con la advertencia de las copias fraudulentas.

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S i h a y a lg o q u e p u e d a c o n s i d e r a r s e c o m o m o d e r n i d a d , la s a g e n c ia s p u b l i c i t a r i a s i d e n t if i c a b a n s i n d u d a c o n e llo s u t r a b a jo .16 A t e s t i g u a m o s , s in e m b a r g o , e n la s i m á g e n e s , u n m o d o d e e x p r e s ió n r e la t iv a m e n t e s e r e ­ n o y e c u á n i m e — c o m o , p o r e je m p l o , e n lo s a n u n c i o s d e p r o d u c t o s ta le s c o m o el té B r o o k e B o n d , el j a b ó n L ife b u o y , l a c e r a p a r a el c a lz a d o T a ta S w a s tik , l a s g a lle t a s P a r le o la s n a v a ja s 7 o ’clock— . Y a s e a q u e la s i m á g e ­ n e s c o n t e n g a n i c o n o g r a f í a r e li g i o s a — c o m o p u d i e r o n t e n e r la c u a n d o el m a t e r i a l p r o m o c i o n a l c i r c u la b a e n l o s d i s t r i t o s a s o l i c i t u d d e lo s c o m e r ­ c ia n t e s m a y o r i s t a s r e g io n a le s y lo s d i s t r i b u i d o r e s lo c a le s —

o p erso n as

y o b je t o s f ig u r a d o s , id e n t if ic a b le s c o m o “m o d e r n o s ” p o r s u a p a r i e n c i a — h a y r a r a v e z l a p e r c e p c i ó n d e u n i n t e r l o c u t o r e s c é p t ic o o d e u n r iv a l q u e p l a n t e a r a u n a c o m p a r a c ió n d e s f a v o r a b le — . S i e n o t r a s p a r t e s l a m o ­ d e r n i d a d t r a n s m i t i ó u n a s e n s a c ió n d e u r g e n c ia , d e r e s p o n d e r a u n a c r is is e x is t e n c ia l y c u lt u r a l, l a m o d e r n i d a d d e l c o n s u m i d o r i n d io e s t a b a s e d a ­ d a . D e s d e l a s i m á g e n e s d e l T a j M a h a l e m p l e a d a s p a r a v e n d e r b o ls a s d e té h a s t a e l b i g o t u d o m a r a já q u e p r o m o v í a l o s v u e lo s d e A i r I n d ia , h a b í a p o c o e n e lla s q u e c o m u n i c a r a el t u m u l t o d e u n m e r c a d o e m e r g e n t e , y m u c h o m e n o s d e u n a n a c i ó n e n d e s a r r o llo . U n e je c u t iv o d e l m e d i o p u ­ b l ic i t a r i o e n M u m b a i c o m e n t ó : “A n a li c e l a h i s t o r i a d e l a p u b l i c i d a d en I n d i a y se d a r á c u e n t a d e q u e f u e , h a s t a h a c e p o c o ... l a ú l t i m a e s t a c ió n d e t r á n s i t o d e l c o l o n i a l i s m o in g lé s [...] [y] [...] h a s t a el a d v e n i m i e n t o d e l a t e l e v is ió n [...] el r e tr e te d e l a m u l t i t u d d e h a b l a in g l e s a [ . . . ] ” 17

LA D O M E S T IC A C IÓ N D E LA C U L T U R A P U BLIC ITA R IA L a i n d u s t r i a p u b l i c i t a r i a i n d i a c r e c ió le n t a m e n t e d e s d e s u s i n i c i o s e n la é p o c a b r i t á n i c a . L o s m i e m b r o s m á s a n t i g u o s d e l a i n d u s t r i a l a d e s c r i b ía n c o m o u n a e s p e c ie d e f r a t e r n i d a d d e i n i c ia d o s , q u e n o se a t a r e a b a e n u n g r a n t r a b a jo c r e a tiv o s i n o q u e a d a p t a b a , e n s u m a y o r p a r t e , a n u n c i o s e s ta d o u n id e n se s

a

e s c e n a r io s

i n d i o s . 18 S e

h a c ía

poca

i n v e s t i g a c ió n

d e m e r c a d o y, d a d a s la s li m i t a c i o n e s d e l p r o p i o m e r c a d o y l a a u s e n c i a d e 16 En este contexto, véase M .G . Parameswaran, FC B -U lka B randB uildingA dvertising: Concepts an d cases, Nueva Delhi, Tata M cGraw-Hill, 2001. 17Kiran Khalap, “C hasing the rainbow: A two-colour, one decade catechism on the hunt for advertising excellence in a pseduomature market” , Advertising & M arketing, 30 de junio de 1995, p. 27. 18 N otas de cam po, M um bai, junio-agosto 2000.

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c o m p e t e n c i a , ta l v e z n o se c o n s i d e r a b a n e c e s a r ia . L a p u b l i c i d a d se v e í a a m e n u d o c o m o u n a o c u p a c i ó n d e p o e t a s , a r t is t a s y o t r o s d e v e n a c r e a tiv a . N u m e r o s o s a v i s o s p u b l i c i t a r i o s e je c u t iv o s d i e r o n t e s t i m o n i o d e lo s s e s ­ g o s e n l e n g u a in g le s a , s u m a m e n t e u r b a n o s , d e la p u b l i c i d a d i n d i a . L a m a y o r í a d e l o s t e x t o s o r i g in a le s d e lo s a n u n c i o s se e s c r ib ía n e n in g lé s , y la s e m p r e s a s n o c a m b i a r o n a “r e d a c t o r e s e n o t r a s l e n g u a s ” s i n o v a r io s a ñ o s d e s p u é s d e l a i n t r o d u c c ió n d e l a t e l e v is ió n n a c io n a l. L a r u p t u r a m á s i m p o r t a n t e d e la p u b l i c i d a d i n d i a p o s t e r i o r a la i n ­ d e p e n d e n c ia se p r o d u jo , no con l a in d e p e n d e n c ia n a c io n a l , s i n o d é c a d a s m á s a d e la n t e , c o n el i n ic i o d e la t r a n s m i s i ó n t e le v is iv a n a c i o n a l y la lib e r a l i z a c i ó n d e l o s m e r c a d o s . L a r e la ja c i ó n d e la s n o r m a s d e la s lic e n c ia s y l o s p e r m i s o s , a s í c o m o el e s t a b le c im ie n t o d e u n a p l a t a f o r m a d e c o m u ­ n i c a c i o n e s q u e p e r m i t í a lle g a r a lo s c o n s u m i d o r e s c o n u n i n c r e m e n t o m í n i m o d e l c o s t o f u e f u n d a m e n t a l p a r a lo s n u e v o s d e s a r r o llo s . C u a n d o s e h iz o p o s i b l e d ir ig ir s e a b a jo c o s t o a u n m e r c a d o m a s iv o , f u e c u a n ­ d o l o s r e c ié n l l e g a d o s p u d i e r o n f o r ja r e c u a c i o n e s d e p r e c i o - v a l o r q u e d e s a f i a r o n el m o d e l o d e m e r c a d o e n c la v e r e p r o d u c i d o p o r la s a g e n c ia s e x is t e n t e s . L a s a g e n c ia s c o n s i d e r a r o n , p o r e je m p l o , q u e el d e t e r g e n t e p a r a la r o p a y l o s t e l é f o n o s c e lu la r e s , p o r m e n c i o n a r d o s p r o d u c t o s , e s ­ t a b a n a l a lc a n c e s ó lo d e l m e r c a d o d e p r i m e r a c a t e g o r í a , y e n a m b o s c a s o s s e d e m o s t r ó q u e e s t a b a n m u y e q u i v o c a d o s . E l c r e c i m ie n t o d e l a in f r a e s ­ t r u c t u r a y l o s c a m b i o s p o l í t i c o s e s t a b a n lle v a n d o a s o c a v a r e l s t a t u q u o e n q u e la s a g e n c ia s p u b l i c i t a r i a s se h a b í a n i n s t a la d o . L a m a n e r a e n q u e e s te c a m b i o lle g ó a e n t e n d e r s e y a n e g o c i a r s e fu e m e d i a n t e u n a t r a n s f o r m a c i ó n e n lo s t é r m i n o s d e l d i s c u r s o n a c io n a lis t a . E l n a c i o n a l i s m o d e l C o n g r e s o h a b í a s i d o a m b i v a le n t e r e s p e c t o d e l c o n ­ s u m o c o m o u n m e d i o d e a u t o r r e a l iz a c ió n . S e m e ja n t e a c t i t u d p u d o s o s ­ te n e r s e e n u n m e r c a d o d e e n c la v e p r o t e g i d o q u e a t e n d ía l a r e s t r in g i d a c a p a c i d a d d e c o n s u m o d e la s c la s e s u r b a n a s , d o n d e h a b í a p o c o q u e g a ­ n a r a l i m p u g n a r el c o n s e n s o n e h r u v i a n o i m p e r a n t e . P o r e je m p lo , e n u n m e r c a d o in te r n o lim ita d o , c o n e s c a sa s im p o r ta c io n e s , h a b ía p o c o s m o ­ t iv o s p a r a q u e l a s a g e n c ia s p u b l i c i t a r i a s u t iliz a r a n t e m a s d e la c u lt u r a n a c i o n a l p a r a m a r c a r la d if e r e n c ia d e u n p r o d u c t o ; la s m u l t i n a c i o n a l e s , q u e i n v e r t í a n la m a y o r p a r t e e n p r o d u c t o s p u b l i c i t a r i o s , n o e s t a b a n a n ­ s i o s a s d e d i r i g i r la a t e n c i ó n a s u s o r íg e n e s . L a p r o p i a i n d u s t r i a p u b l i c i t a ­ r i a c a s i n o o p e r a b a e x p o n i é n d o s e a t o d o s lo s r ig o r e s d e u n m e r c a d o y se p r o f e s i o n a l i z ó m a l. E l p r o p i o m e r c a d o i n t e r n o se p e r c i b í a c o m o p e q u e ­ ñ o y h o m o g é n e o , lo q u e s i m p l i f i c a b a a ú n m á s e l t r a b a jo d e l a i n d u s t r i a

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p u b l i c i t a r i a . E l m e r c a d o m a s i v o e s t a b a t á c i t a m e n t e e x c lu id o d e e s t a d e ­ f in i c i ó n , p u e s se c r e ía q u e p a r a g a r a n t i z a r la v e n t a d e p r o d u c t o s se n e c e ­ s i t a b a u n a l o g í s t i c a d e d i s t r i b u c i ó n m á s q u e u n a c o m u n i c a c i ó n c r e a tiv a . E n b r e v e , l a s a g e n c ia s p u b l i c i t a r i a s c r e a r o n u n a i m a g e n d e l m e r c a d o , c o m o se h u b i e r a e s p e r a d o d e e lla s , q u e r e p r o d u c í a d e t e r m i n a d o s s u p u e s ­ t o s a c e r c a d e l m e r c a d o ; s u p u e s t o s q u e e n s a m b l a b a n c o n el c o n s e n s o p o ­ l ít ic o i m p e r a n t e . C o n l a g lo b a li z a c ió n , c a d a u n o e llo s q u e d ó e x p u e s t o y s u s l i m i t a c i o n e s e v id e n c ia d a s . L a tr a n sfo r m a c ió n y la e x p a n sió n d el m e r c a d o in te rn o es u n p r o c e ­ s o t a n t o p o l í t i c o c o m o e c o n ó m i c o q u e r e s i g n i f i c a la s r e la c io n e s d e p r o ­ d u c c i ó n y d e c o n s u m o e n u n c o n t e x t o h i s t ó r i c o d e t e r m i n a d o . S i se i n ­ c u lc a n n u e v o s h á b i t o s d e c o n s u m o e n l a g e n t e , se le d e b e e n s e ñ a r , al m i s m o t i e m p o , a c o n c e b i r r e la c io n e s a f e c t iv a s m á s a m p l i a s d e n t r o d e la s c u a le s se lle v e n a c a b o e s a s p r á c t i c a s . D a d a l a a u s t e r i d a d — y el l i m i t a d o a lc a n c e —

d e l a c u l t u r a p ú b l i c a i m p e r a n t e h a s t a e n t o n c e s , f u e a l a r e li­

g i ó n a lo q u e l a p u b l i c i d a d r e c u r r ió , o b e d i e n t e d e l e je m p l o d e la e s fe r a e le c t o r a l. E sto se d e b e a q u e d e t e r m i n a d a c o n fig u ra c ió n d e l m e r c a d o ex p resa u n p a r t i c u l a r e q u ilib r io p o lít ic o d e la s f u e r z a s a l a v e z q u e a y u d a a rep ro ­ d u c ir lo . Y f u e a s í c o m o p u d o r e g is t r a r s e la i m p o r t a n c i a d e l a t r a n s i c i ó n d e u n a c u l t u r a s e g la r d e é lite a u n a c u lt u r a n a c i o n a l m á s h i n d u i z a d a , p u e s lo s p r o p i o s a n u n c i o s c o n f ig u r a r o n e x p r e s io n e s p a r t i c u la r e s d e la c u lt u r a i n d í g e n a p a r a la n z a r i n c e n t i v o s m á s e s p e c í f i c o s y m e jo r d i r i g i d o s a lo s c o n su m id o r e s . L o s v e n d e d o r e s e n I n d ia s o lí a n r e fe r ir s e a l c a r á c t e r h o m o g é n e o d e l m e r c a d o a n t e r i o r a la lib e r a li z a c i ó n , e n c o n t r a s t e c o n el a s p e c t o m á s e s­ t r a t i f i c a d o q u e tu v o d e s d e e n t o n c e s . E s t o p u e d e se r e n g a ñ o s o , a m e n o s q u e n o s p e r c a t e m o s d e q u e s e r e fe r ía n a u n m e r c a d o d e c la s e m e d i a — n o d e la c la s e m e d i a p e r se s i n o d e l a c la s e m e d i a d e l a i m a g i n a c i ó n d e lo s v e n d e d o r e s , q u e e ra , d e h e c h o , h o m o g é n e a — . E l p r o p i o m e r c a d o e s t a b a m u y s e g m e n t a d o , p e r o lo q u e p e r m i t i ó l a i l u s i ó n d e h o m o g e n e i d a d f u e l a s e g m e n t a c i ó n d e lo s p r e c i o s , y el p r e c io f u e el p r i n c i p a l m e d i o c o n q u e s e s e g m e n t ó e l m e r c a d o i n d i o . E n m u c h a s c a t e g o r í a s , l a d ife r e n c ia e n t r e la s m a r c a s m á s e c o n ó m i c a s y la s d e p r i m e r a c a li d a d p o d í a lle g a r a se r tr e s v e c e s m a y o r q u e e n O c c i d e n t e , p o r e je m p lo . L o q u e s u c e d ió c u a n d o se i n s t i t u y e r o n l a te le v is ió n y lo s p a t r o c i n i o s c o m e r c ia le s , s o b r e t o d o d e s p u é s d e l a i n t r o d u c c i ó n d e l a a n t e n a s a t e lit a l a m e d i a d o s d e 1 9 9 4 , f u e , p o r s u p u e s t o , q u e l a e c o n o m í a d e l a t r a n s m i s i ó n d e m e n s a je s se m o d i f i c ó p o r c o m p l e t o , p u e s u n a p l a t a f o r m a ú n i c a se h iz o a c c e s ib le a

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ARVIND RAJAGOPAL

t o d o s l o s s e g m e n t o s d e p r e c io . P o r s u p a r t e , l a r e la c ió n q u e se h a b í a e s ­ t a b l e c i d o e n t r e el in g r e s o y el p o d e r a d q u i s i t iv o se d e s a ju s t ó c u a n d o lo s c o n s u m i d o r e s d e lo s s e c t o r e s d e b a j o s in g r e s o s a lc a n z a r o n p r o d u c t o s a n u n c i a d o s p a r a g r u p o s d e u n in g r e s o m á s e le v a d o . L o s p u b l i c i s t a s n o h a n i n t e n t a d o , t r a d i c i o n a lm e n t e , t r a s c e n d e r la m a n e r a e n e x t r e m o c o n d e s c e n d i e n t e d e d ir ig ir s e al p ú b l i c o c u a n d o se t r a t a d e v e n d e r p r o d u c t o s a lo s s e c t o r e s s o c i a le s d e m e n o r in g r e s o . A s í o c u r r i ó , p o r e je m p lo , e n a n u n c i o s ta le s c o m o lo s d e l d e t e r g e n t e W h eel ( la r e s p u e s t a d e b a jo c o s t o d e H i n d u s t a n L e v e r s a s u c o m p e t e n ­ c ia ) , u n p r o d u c t o r e g io n a l d e n u e v o in g r e s o e n el m e r c a d o , d o n d e N i r m a tr , u n h o m b r e , le s “ e n s e ñ a ” a la s m u je r e s , d á n d o l e s c á t e d r a , q u e lo s j a b o n e s q u e u t i l i z a b a n a n t e s e r a n in e f ic ie n t e s y q u e e l n u e v o j a b ó n e s la s o l u c i ó n a s u i n c e s a n t e l u c h a p o r la b l a n c u r a . L o s a n u n c i o s a d o p t a r o n u n a e s t r a t e g i a p e d a g ó g i c a e x p líc it a , y si a c a s o h a b í a a l g ú n v a lo r e s té tic o e n s u p r o d u c c i ó n , e r a e n l a p i s t a m u s ic a l, p o r lo g e n e r a l a lg o p a r e c i d o a u n ji n g l e p o p o a l t e m a d e u n a p e lí c u la e n h i n d i . S i p u d i é r a m o s a r r ie s g a r u n a e x a g e r a d a g e n e r a liz a c ió n , d i r í a m o s q u e l a u t i l i d a d se p r e s e n t ó c o m o e l a s p e c t o m á s d e s t a c a d o d e lo s m e n s a je s p u b l i c i t a r i o s d i r i g i d o s a las c la s e s m e d i a b a j a y t r a b a ja d o r a , m i e n t r a s q u e la e s t é t i c a s i g u i ó s i e n d o t e r r e n o e x c lu s iv o d e la s s u p e r io r e s : la s c la s e s m e d i a y a lta . E r a p a r a ella s p a r a q u i e n e s la s m á s f in a s p a r t i c u l a r i d a d e s d e l a a p a r ie n c ia , la s a t i s f a c ­ c i ó n i n d i v i d u a l y l a a u t o r r e a l iz a c ió n e r a n i m p o r t a n t e s . N o es q u e e s to s a s p e c t o s se o m i t i e r a n p o r c o m p l e t o e n l o s a n u n c i o s p a r a lo s s e c t o r e s d e b a j o i n g r e s o , p e r o si a n a liz a m o s la s s u m a s in v e r t i d a s e n l a c r e a c ió n d e e s ­ t o s a n u n c i o s , s u r g e u n a c la r a e s t r a t if i c a c ió n . L o q u e o c u r r i ó c o n l a e x ­ p a n s i ó n d e l m e r c a d o f u e q u e p o r f in se e m p e z ó a p r e s t a r a t e n c i ó n al p o t e n c i a l d e m e r c a d o d e l a “ b a s e d e la p i r á m i d e ” , n o t o r i o p o r s u c a p a c i ­ d a d d e r e c o m p e n s a r el e s fu e r z o d e la s e m p r e s a s . C u a n d o l o s c o n s u m i d o r e s d e p r o d u c t o s e c o n ó m i c o s se d e s p r e n d i e ­ r o n d e l o s a r t íc u lo s s i n m a r c a o d e m a r c a s r e g io n a le s , i n g r e s a r o n e n u n n u e v o r é g im e n d e c o n s u m o c u y o s c o n t o r n o s n o e r a n d e l t o d o e v id e n te s n i e s t a b a n f á c i l m e n t e d i s p o n i b l e s . H u b o , m á s b ie n , q u e c o n s t r u ir lo a f u e r z a d e t r a b a jo p u b l i c i t a r i o y m e r c a d o t e c n i a , m e d i a n t e n u e v o s m o d o s d e s i g n i f i c a c i ó n y e s t i lo s d e l e c t u r a q u e lo s c o n s u m i d o r e s d e b i e r o n a p r e n d e r a m a n e ja r c o n e f ic ie n c ia . U n a s e le c c i ó n d e a n u n c i o s r e v e la , a sí, n o s ó l o u n a g a m a d e t e x t o s e s t r a t if i c a d o s p o r c la s e p a r a e m p a t a r c o n u n a s e r ie d e p r o d u c t o s e s t r a t if ic a d o s p o r p r e c io . E n c o n t r a m o s t a m b i é n m e n ­ s a je s q u e p u e d e n d is t i n g u ir s e s e g ú n s u d ife r e n t e s e m á n t i c a a u d i o v i s u a l,

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d e a c u e r d o c o n el c a r á c t e r d e l p ú b l i c o al q u e b u s c a b a n d ir ig ir s e o c o n s ­ t r u ir ( d a d o e l s u p u e s t o d e q u e d e t e r m i n a d a c la s e d e m e n s a je s t ie n d e a f o r m a r , c o n el t i e m p o , s u p r o p i o o b je t o ) . S i lo s p u b l i c i s t a s p r e v é n e l e s­ t a b le c i m i e n t o , ta r d e q u e t e m p r a n o , d e u n u n iv e r s o p o b l a d o e n s u t o t a ­ l i d a d d e m a r c a s in t e r n a c i o n a le s , el s e n d e r o f o r ja d o c o n ese p r o p ó s i t o d e b e t o d a v í a n e g o c ia r i n f le x ib le s h i s t o r i a s n a c io n a le s . L o s a n u n c i o s en u n m e r c a d o in t e r n o p r o t e g i d o e v i d e n c i a b a n u n a c la r a e s t r a t if i c a c i ó n e n ­ tr e u n a e s t é t ic a v i s u a l p a r a la s c la s e s a lt a s y lo s m e n s a je s u t i lit a r io s p a r a l o s c o n s u m i d o r e s d e p r o d u c t o s e c o n ó m i c o s . L o q u e d i s t i n g u i ó a e s to s ú l t i m o s f u e la a p a r i c i ó n d e a n u n c i o s e c o n ó m i c o s m á s b ie n e n a u d i o , m e d i a n t e e l ji n g l e , q u e h a b r ía d e b a s a r s e e n p e lí c u la s e n h i n d i o e n m e ­ l o d í a s p o p . A m e d i d a q u e el r é g im e n d e c o n s u m o se r e - s ig n i f ic a p a r a m a n e ja r u n e s p e c t r o d e c la s e s e n e x p a n s i ó n , la r e la c ió n e n t r e lo s m e n s a ­ je s e s t r a t if i c a d o s p o r c la s e d e b e r e e la b o r a r s e y c o n la te le v is ió n a d q u ie r e , d e h e c h o , u n c a r á c t e r d ife r e n t e .

LA P U B L IC ID A D Y LA C U L T U R A D E LA M E R C A N C ÍA A h o r a , l a c o n v e r s i ó n d e la s t r a d i c i o n a l e s r e la c io n e s d e p a t r o c i n i o y c l i e n t e l i s m o , y d e t r a n s a y t r u e q u e , e n r e la c i o n e s d e i n t e r c a m b i o d e m e r c a n c í a s y t r a n s a c c i o n e s e n e f e c t iv o t r a z a u n a d e la s d i n á m i c a s m á s su sta n c ia le s d e la m o d e r n a tr a n sfo rm a c ió n

s o c ia l. S i n

e m b a r g o , la

tr a n sfo rm a c ió n n u n c a es c o m p le ta , y p o r ra z o n e s im p o r ta n te s. L a s re­ l a c i o n e s d e la s m e r c a n c í a s se p r e s e n t a n o s e e x t i e n d e n r a r a v e z e n t é r m i ­ n o s d e u n p u r o i n t e r é s p r o p i o . T i e n d e n , m á s b ie n , a d e s c r i b i r s e c o m o c a s o s p a r t i c u l a r e s d e r e d e s m á s g r a n d e s d e d e p e n d e n c ia y o b l i g a c i ó n m u t u a s . P u e s t o q u e la n a t u r a l e z a d e e s t a m u t u a d e p e n d e n c i a s u fr e , n o o b s t a n t e , c a m b i o s a l m i s m o t i e m p o , l o s t é r m i n o s e n q u e la s p e r s o n a s p a r t i c i p a n e n e lla s e s t á n e n c o n s t a n t e r e v i s i ó n . L o s a n u n c i o s p r o v e e n u n v a l i o s o r e g is t r o d e la m a n e r a e n q u e la s e m p r e s a s b u s c a n n e g o c i a r la s c o n t r a d i c c i o n e s s o c i a le s , a la v e z q u e e x p a n d e n l o s m e r c a d o s , c o n lo q u e a l u m b r a n el p r o c e s o d e t r a n s f o r m a c i ó n e n m a r c h a . A l h a c e r lo , l o s p u b l i c i s t a s e n f r e n t a n , s in e m b a r g o , u n p r o b l e m a . B u s c a n m o s t r a r p e r s o n a s in situ , p o r a sí d e c ir lo , e s q u e m a t i z a d a s c o n la s r e la c io n e s i m p e r a n t e s d e c a s ta , c o m u n i d a d y s e x o , p a r a c r e a r u n e fe c t o d e r e a l i d a d y d a r l u g a r a q u e lo s e s p e c t a d o r e s se r e c o n o z c a n e n la n a r r a ­

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ARVIND RAJAGOPAL

ti v a p u b l i c i t a r i a . P e ro d e b e n t r a s c e n d e r n e c e s a r i a m e n t e , al m i s m o t i e m ­ p o , l a r e a l i d a d e x is t e n t e si h a n d e i n t r o d u c i r n u e v a s p r á c t ic a s d e c o n s u ­ m o . ¿ C ó m o h a n d e h a c e r lo s in p e r d e r a s u p ú b li c o ? E l t r a b a jo q u e r e a liz a n l a s e m p r e s a s p a r a i n s t r u ir a lo s c o n s u m i d o r e s e n lo s e s t ilo s a d e ­ c u a d o s d e g a s t o , y p a r a h a c e r u b i c u o s lo s i n d ic a d o r e s q u e e q u ip a r a n el c o n s u m o c o n la b u e n a v i d a d e ja c la r o q u e lo s r e s u l t a d o s se c o n s i d e r a n c u a l q u i e r c o s a m e n o s in e v it a b le s . L a a n s ie d a d p r e se n te e n e s ta la b o r p e d a g ó g ic a su g ie r e q u e n o h a y a q u í u n a p u r a t r a n s a c c i ó n d e lib r e m e r c a d o e n t r e ig u a l e s . L a t r a n s f o r ­ m a c ió n y la e x p a n s ió n d e l m e r c a d o in te r n o es u n p r o c e s o ta n to p o lí t i­ c o c o m o e c o n ó m i c o q u e r e s i g n i f i c a la s r e l a c i o n e s d e p r o d u c c i ó n y c o n ­ s u m o e n u n a c o y u n t u r a h i s t ó r i c a d a d a . S i se i n s t r u y e a la s p e r s o n a s s o b r e n u e v o s h á b i t o s d e c o n s u m o , se le s d e b e e n s e ñ a r , al m i s m o t i e m ­ p o , a c o n c e b i r l a s v a s t a s r e l a c i o n e s a f e c t iv a s e n q u e e s t a s p r á c t i c a s se lle v a n a c a b o . S i e l d e s e o d e l c o n s u m i d o r h a d e s e r e v o c a d o , d e b e i n ­ c u l c a r s e , c o m o t o d o d e s e o , e n u n l e n g u a je p a r t i c u l a r . D a d a l a a u s t e r i ­ d a d — y el l i m i t a d o a l c a n c e —

d e la c u ltu r a p ú b lic a im p e r a n te h a s ta

e n t o n c e s , l a p u b l i c i d a d e c h ó m a n o d e l a r e li g i ó n , o b e d i e n t e d e l e je m ­ p l o d e l a e s f e r a e le c t o r a l. U n a c o n f i g u r a c i ó n d e t e r m i n a d a d e l m e r c a d o e x p re s a u n e q u ilib rio p a r tic u la r d e la s fu e rz a s p o lític a s , a la v e z q u e a y u d a a l o g r a r l o . E s a q u í d o n d e p u e d e r e g is t r a r s e l a i m p o r t a n c i a d e la t r a n s i c i ó n d e u n a c u l t u r a s e g l a r d e é lit e a u n a c u l t u r a n a c i o n a l m á s h in d u iz a d a , p u e s lo s p r o p io s a n u n c io s c o n fig u ra n e x p re s io n e s e s p e c ífi­ c a s d e la c u ltu r a in d íg e n a p a r a la n z a r in c e n tiv o s m á s e s p e c ífic o s y m e ­ j o r d ir ig id o s a lo s c o n s u m id o r e s .

C O N C L U S IÓ N E n l a y a f a m o s a c o r r e s p o n d e n c i a e n tr e T h e o d o r A d o r n o y W a lte r B e n ­ j a m i n e n t o r n o a l t r a b a jo d e e s te ú l t i m o , A d o r n o e s c r ib ió s o b r e la f e c u n ­ d a t e n s i ó n e n t r e s u t e o r í a d e l c o n s u m o d e l v a lo r d e c a m b i o y l a t e o r í a d e B e n ja m i n s o b r e l a e m p a t í a c o n el a l m a d e l a m e r c a n c ía . P u e s t o q u e A d o r n o e n t i e n d e q u e el c o n s u m o d e m e r c a n c ía s n o es t a n t o d e la s c o s a s e n sí, c o m o d e l a i d e a q u e r e p r e s e n t a n , s u r e s p u e s t a b u s c a b a d e s e n m a s ­ c a r a r la s f o r m a s d e d e s p l a z a m i e n t o , s u s t i t u c i ó n y e q u i v a le n c i a m e d ia n t e l a s c u a le s l a s m e r c a n c ía s a d q u ie r e n s u d e s e a b i lid a d . E n r e s p u e s t a a A d o r ­ n o , B e n j a m i n s o s t ie n e q u e l a e m p a t í a c o n l a m e r c a n c í a n o e s o t r a c o s a

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q u e la e m p a t í a c o n e l v a lo r d e c a m b i o e n s í . 19 C o n e s to se re fie re a q u e a l c o n s u m i r v a l o r d e c a m b i o , la s i d e a s d e e q u iv a le n c i a y d i s p o n i b i l i d a d a b i e r t a s o n a p e n a s e v id e n t e s c o m o b e n e f i c i o s c o n s c i e n t e s o t a n g ib le s d e l c o n s u m o . M á s b i e n , la s p e r s o n a s p u e d e n id e n t if i c a r s e c o n l a m e r c a n c ía y el s e n tid o d e p o s ib ilid a d p r o m is c u a q u e c o n n o ta , d e u n c o m p r o m is o m u l t i f a c é t i c o y g r a t u i t o c o n u n m u n d o i n f i n i t a m e n t e d iv e r s o . C o n s i d e r o q u e l a r e fle x ió n r e s u lt a n t e d e e s te d e b a t e e s c r u c ia l p a r a e n t e n d e r l a t a r e a d e lo s a n u n c io s , q u e f u n c i o n a n p r o p o n i e n d o u n a i d e n ­ t i f i c a c i ó n c o n c a m b i a n t e s o b je t o s d e l d e s e o . D e h e c h o , s i b i e n la m e r ­ c a n c í a se a b r e a u n a s e r ie i n t e r m i n a b le d e e q u iv a le n c i a s , é s t a n o p u e d e s ig n if ic a r s e s in l a m i s t i f i c a c i ó n a tr a v é s d e i m á g e n e s p a r t i c u la r e s d e l d e ­ se o . D e a h í e s te i n t e n t o d e d a r le s u n a p e r s p e c t i v a h i s t ó r i c a t a n t o a lo s a n u n c io s c o m o a lo s c o n te x to s en q u e é sto s su r g ie r o n . E n té r m in o s m á s g e n e r a le s , e s u n r e c o r d a t o r i o d e q u e a u n q u e l a m e r c a n t ili z a c i ó n es u n i ­ v e r s a li s t a e n s u c o n c e p c i ó n , n o p u e d e se r s i n o u n a f a s e d e “ l a v i d a s o c ia l d e la s c o s a s ” , q u e d e a h í e n a d e la n t e se c o n v ie r t e n e n r e g a lo s e n in t e r ­ c a m b i o u o b je t o s d e u s o o d e s u s o , y e n p a r t e d e r e d e s a f e c t iv a s d e in t e r ­ d e p e n d e n c ia y d o m i n a c i ó n . L o s p u b l i c i s t a s m a n t i e n e n , n o o b s t a n t e , la f ic c i ó n d e q u e el d e l a m e r c a n c í a e s u n e s p a c i o d e l i b e r t a d , y d e q u e a t r a e r a l o s c o n s u m i d o r e s al r e in o d e lo s p r o d u c t o s d e m a r c a es e c h a r a a n d a r u n p r o c e s o d e m e jo r a . C u a n t o m á s se a t r a e a lo s c o n s u m i d o r e s a la s a lt u r a s d e lo s p r i v i le g io s y l a s o f i s t i c a c i ó n d e l m e r c a d o d e l u jo , m á s r e a l i z a d o s e s t á n , d e s d e e s t a p e r s p e c t iv a , y a q u e a p r e n d e n c ó m o p e r c i b i r s u s p r o p i a s n e c e s i d a d e s . P e ro i n c l u s o si lo s p u b l i c i s t a s b u s c a n m e jo r a r e n s u c o n ju n t o a l o s c o n s u m i d o r e s d e l m e r c a d o m a s i v o , rep ro d u c en , a l m is­ m o tiem p o , l a d i n á m i c a c u lt u r a l q u e m a n tie n e la s d ife r e n c ia s d e c la se y a c ­ t ú a n , p o r co n sig u ie n te , co m o u n f r e n o en to d o p r o c e so p e d a g ó g ic o . T i e n d e n , a sí, a r e fle ja r u n a c o n f i g u r a c ió n d e t e r m i n a d a d e lo s p a t r o n e s d e c o n s u ­ m o , s in r e c o n o c e r s u c o m p l i c i d a d e n el e q u i li b r i o p o l í t i c o d e f u e r z a s q u e c u a lq u i e r c o n f i g u r a c ió n s e m e ja n t e d e b e r e p r e s e n ta r . E n s u l ib r o a m p l i a m e n t e c i t a d o s o b r e l a i n d u s t r i a p u b l i c i t a r i a e n E s t a d o s U n i d o s , A d v e r tis in g : T h e U n e asy P e r s u a s io n , M i c h a e l S h u d s o n 19 Walter Benjam in, “Reply. 9 Decem ber 1938” en Theodor Adorno, Walter Benja­ m in, Ernst Bloch, Bertolt Brecht, Georg Lukacs, Aesthetics an d Politics (Ronald Taylor, trad. y ed.), Londres, Verso, 1977, p. 109. Para consultar el interesante debate entre el defensor de la necesidad general de la teoría (Adorno) y el partidario de un enfoque in­ fluido por el surrealismo (Benjam in), en donde se vislumbra la verdad mediante una confrontación con los objetos m ism os, véase op. cit., pp. 110-141.

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ARVIND RAJAGOPAL

p l a n t e a l a p r e g u n t a d e si l a f u n c i ó n r e a l d e l a p u b l i c i d a d e s p r o m o v e r el c o n s u m o i n d i v i d u a l. M á s b ie n , s o s t i e n e p r o v o c a t iv a m e n t e e l p r o p i o S h u d s o n , la p u b l i c i d a d p u e d e e n t e n d e r s e c o m o u n r e a li s m o c a p i t a lis t a y c o m o c o n t r a p a r t e d e la p r o p a g a n d a s o v ié t ic a , q u e p o d r í a d e n o m i n a r s e r e a li s m o s o c i a l i s t a . E l r e a lis m o n o e s, e n e s te u s o , r e a lis t a . E s m á s b ie n u n a a c e n t u a c i ó n u n i la t e r a l d e a q u e llo s a s p e c t o s d e la r e a li d a d q u e c o n c u e r d a n c o n el s i s t e m a s o c i o p o l í t i c o i m p e r a n t e . E l r e a lis m o c a p i t a lis t a , e n la d e f i n i c i ó n d e S c h u d s o n , a s í e n f o c a d a e n el lo g r o i n d i v i d u a l y la s a t i s f a c c i ó n m a t e r i a l, a u g u r ó m e jo r í a y p r o g r e s o m e d i a n t e l a l u c h a p o r a u m e n t a r el c o n s u m o d e m e r c a n c í a s .20 S c h u d s o n a d v ie r t e , a sí, d e l a s p e c ­ to f o r m a l y g e n é r ic o d e la r e p r e s e n t a c ió n d e la c u lt u r a d e la m e r c a n c ía c o m o i m p r e s c i n d i b l e p a r a la s f o r m a s p a r t ic u la r e s d e e m p a t í a q u e B e n ja m i n id e n t if i c ó d e m a n e r a m á s g e n e r a l. D u r a n t e la G u e r r a F r ía , la s s e ñ a s o m n i p r e s e n t e s d e l a c u lt u r a d e la m e r c a n c í a s i m b o l i z a r o n p o r d é c a d a s l a r iq u e z a d e l “m u n d o li b r e ” fr e n te a la s e c o n o m í a s c o n t r o l a d a s d e l b l o q u e d e l E s t e . P a r a el m u n d o e n d e s a ­ r r o llo , el c o n t r a s t e e n t r e “s u ” p u b l i c i d a d y “n u e s t r a ” p u b l i c i d a d e r a t a n t o u n a a f ir m a c i ó n d e l a s o b e r a n í a n a c i o n a l c o m o u n r e c o r d a t o r io d e l s u b d e s a r r o llo . L a p u b l i c i d a d e n I n d ia , p o r e je m p lo , t e n ía ji n g l e s p o p p a r a las b o m b a s d e p r e s i ó n K ir lo s k a r , el p o lv o d e n t a l V icco V a jr a d a n t i y el d e te r ­ g e n t e T in o p a l. P o r a ñ o s l a p u b li c i d a d d e m a y o r c ir c u la c ió n e n I n d i a fu e a c ú stic a — r a d io d ifu s ió n

d e ji n g l e s o v o c e r o s a m b u l a n t e s —

y e sta b a

a r r a i g a d a e n u n a e s p e c i f ic i d a d é t n ic a , m i e n t r a s q u e m u c h a d e la p u b l i c i ­ d a d t o d a v í a s i g u e s ie n d o r e g io n a l y lo c a l, y n o in g r e s a e n lo s a r c h iv o s , n i s i q u i e r a d e la s a g e n c ia s p u b l i c i t a r i a s n a c i o n a l e s . L a d i v i s ió n n o es s ó lo g e o g r á f i c a ; el a b i s m o e n t r e l a p u b l i c i d a d r u r a l y l a u r b a n a e n s a n c h a s i m ­ p l e m e n t e la d i s t a n c i a e n t r e la c u lt u r a v e r n á c u la y la d e h a b la i n g le s a , d o n d e e s ta ú l t i m a se h a a lia d o o a s o c i a d o c o n s í m b o l o s d e e s t a t u s , y a s e a d e a u t o m ó v i l e s , d e c ig a r r illo s o d e b e b i d a s d e c o la . C o m o m o d e r n iz a d o r e s a u t o n o m b r a d o s , lo s q u e lle v a n el t i m ó n d e l a p r o f e s i ó n p u b l i c i t a r i a t i e n d e n a c o n s i d e r a r lo q u e o c u r r e e n la s á r e a s r e m o t a s y e n lo s le n g u a je s r e g io n a l e s y n o m e t r o p o l i t a n o s c o m o in s ig n i f i c a n t e e n r e la c i ó n c o n a q u e l l o e n lo q u e e llo s m i s m o s e s t á n i m p l i c a d o s . S i g u i e n d o la p i s t a d e S c h u d s o n , p r o p o n g o q u e la s f o r m a s d e r e a lis ­ m o c a p i t a l i s t a q u e r e fle ja la p u b l i c i d a d e n I n d ia se d iv i d i e r o n p r i m e r o

20 1984.

M ichael Schudson, A dvertising: The Uneasy Persuasion, N ueva York, Basic Books,

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a n s i o s a m e n t e e n tr e s u s v a r ie d a d e s c o lo n ia le s e i n d í g e n a s , y la s s i g u ió l u e g o el d e s a r r o llo d i r i g id o p o r el E s t a d o y l a e c o n o m í a m i x t a q u e é ste g e n e r ó . E n t r e el c a p it a l a g r a r io , i n d u s t r i a l y m e r c a n t i l, el s e c t o r p ú b l i c o y la s p e q u e ñ a s e m p r e s a s , l a e c o n o m í a i n d i a n o e r a d e l t o d o c a p i t a li s t a , y d i f í c i l m e n t e d e l a m i s m a c la s e . P a r a la c la s e m e d i a u r b a n a r e la t iv a m e n t e p e q u e ñ a q u e e x is tió h a s t a la d é c a d a d e 1 9 8 0 , c o n el c r e c i m ie n t o d e la t e l e v is ió n , l a p u b l i c i d a d i n d i a p o d r í a tr a e r le s r e c u e r d o s d e “ l a la r g a ta r d e d e l s u b d e s a r r o l l o ” c o n f o r m e m i r a n h a c i a a tr á s d e s d e u n p u n t o a v e n t a ja ­ d o m á s p r ó s p e r o . 21 P e ro p a r a el g r u e s o d e l a p o b l a c i ó n , la p u b l i c i d a d i n d i a r e p r e s e n t ó , h a s t a h a c e p o c o , u n a e s p e c ie d e t r a n s m i s i ó n a é r e a , u n i n t e r c a m b i o d e p r o d u c t o s y d e s í m b o l o s q u e e s t a b a m á s a llá d e s u a lc a n ­ c e . E n s e m e ja n t e s i t u a c ió n , l a p u b l i c i d a d t e n ía q u i z á m á s p o s i b i l i d a d e s d e é x it o c o m o f a n t a s í a q u e c o m o r e a lis m o . L a c u l t u r a p u b l i c i t a r i a e n l a I n d i a d e l a d é c a d a d e 1 9 8 0 y a lg u n o s a ñ o s a n t e s e s t u v o m a r c a d a p o r l a a u s e n c ia , e n g e n e r a l, d e u n a e s t é t ic a p o p u l a r p a r a la m a y o r í a d e l a p o b l a c i ó n c o n s u m i d o r a . E s to f u e s in t o m á ­ tico d e u n a p o l í t i c a e litis ta q u e e l n a c io n a lis m o h in d ú — - p r in c ip a l o p o sito r p o lít ic o d e l d e sa r r o llism o d e l C o n g reso — a p r o v e c h ó y su p e r ó e c h a n d o m a n o d e l a relig ió n y e l r i t u a l p a r a in d i g e n i z a r los le n g u a je s d e l a p o lí t i c a , en u n in te n to d e f o r j a r u n a n u e v a id e o lo g ía h e g e m ó n ic a . E n I n d ia , lo s p u b li c i s t a s — q u i e n e s d u r a n t e m u c h o t i e m p o f u e r o n i d e n t if i c a d o s c o n u n a c u lt u r a c o l o n i a l b o x w a lla h — h a n c o m e n z a d o a s e g u i r e s t a p is t a . H o y l a i m a g i ­ n e r í a é t n i c o - c u l t u r a l o f r e c e v a li o s o s r e c u r s o s p a r a d o t a r a la s m a r c a s d e l a u r a q u e le s f a l t a c o m o n u e v o s a s p ir a n t e s al m e r c a d o m u n d i a l . P u e d e o b se rv a rse to d o u n e sp e c tro d e u so s d el sim b o lism o , q u e v a d e sd e im á ­ g e n e s fe tic h ista s p a r a p r o d u c to s e c o n ó m ic o s e in v o c a c io n e s d e m ó tic a s d e lo v e r n á c u l o i n f l u i d o p o r

MTV, h a s t a e v o c a c io n e s c l á s i c a s / s á n s c r it a s

p a r a p r o d u c t o s d e p r i m e r a c a lid a d . L o s p u b l i c i s t a s m a n t i e n e n , a sí, s u h i p ó t e s i s d e l o s d ife r e n t e s m o d o s d e l e c t u r a p a r a la s d i s t i n t a s c la s e s , a la v e z q u e a d a p t a n s u a r c a ic o e n f o q u e a la s r e s t r ic c io n e s d e u n r é g im e n v is u a l ú n i c o . A n t e s , lo s a n u n c i o s d e lo s p r o d u c t o s d e p r i m e r a c a li d a d e r a n m á s e x p l íc it o s e n el r e c o n o c i m i e n t o d e lo s p la c e r e s d e l t e x t o , y d e la s b r e c h a s y la s c a í d a s q u e h a b í a q u e n e g o c i a r p a r a a lc a n z a r s u s i g n i f i c a ­ d o . L o s s í m b o l o s i n d í g e n a s t e n d ía n a a p a r e c e r c o m o m a r c a d o r e s d e c la ­ se , p u l i e n d o el a u r a d e l a m a r c a m á s q u e c r e á n d o l a , y a d o r n a n d o l a n a ­

21 V éase Kai Friese, “Slow speed: T h e long afternoon o f underdevelopment”, Bidoun, núm . 11, verano de 2007, http://w w w .bidoun.com /issues/issue_11/04_all.htm l.

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ARVIND RAJAGOPAL

r r a t i v a m á s q u e a p u n t a l á n d o l a . E s t o c o n t r a s t a b a c o n lo s a n u n c i o s d e l m e r c a d o m e d i o y b a j o , d o n d e e s t o s s í m b o l o s se e m p l e a b a n c o m o m a r ­ c a d o r e s m a s i v o s ( p o r a c u ñ a r u n t é r m in o ) , y p a r a f o r m a r u n a e s p e c ie d e r e f e r e n c ia o d e f u n d a m e n t o q u e a b s o r b i e r a y r e c o n c i li a r a la s tr a y e c t o r ia s d e l o s d if e r e n t e s s e g m e n t o s d e l te x to . E n a n u n c i o s p o s t e r i o r e s , e n t o n c e s , l a i m a g i n e r í a i n d í g e n a se le ía d e u n a m a n e r a r e la t iv a m e n t e lite r a l, q u e c o r r e s p o n d í a a l c a r á c t e r lit e r a l d e la s c r e e n c ia s a t r i b u i d a s a l s u p u e s t o l e c t o r d e e s o s a n u n c i o s . D e e s te m o d o , l o s p u b l i c i s t a s s i g u ie r o n i m a g i ­ n á n d o s e u n p ú b l i c o c u y a s d iv i s i o n e s i n t e r n a s e r a n a r m o n i o s a s e n t r e sí. L a p r o d u c c i ó n o b je t i v a d e u n c a m p o v i s u a l u n i f ic a d o a lo la r g o d e u n te r r e n o s o c i a l a n t a g ó n i c o ( q u e c o m p r e n d e n o s ó lo c o n t r a d i c t o r i a s f o r ­ m a c i o n e s d e c la s e , c a s t a y s e x o , s i n o t a m b i é n m u s u l m a n e s y o t r a s m i n o ­ r ía s ) c o m p l i c a s e m e ja n t e s s u p u e s t o s . E l p r o y e c t o p e d a g ó g i c o d e h a c e r c i u d a d a n o s d e l o s i n d i v i d u o s es a s u m i d o n o s ó l o p o r e l E s t a d o , c r e o y o , s i n o t a m b i é n — y c r e c ie n t e m e n ­ t e — p o r el m e r c a d o , e n u n a é p o c a d e li b e r a l i z a c i ó n e c o n ó m i c a . E l E s ­ t a d o b u s c a s e r v ir s e d e l d i s p o s i t i v o r e t ó r i c o d e l n a c i o n a l i s m o , c o n e l q u e se r e c o n o c e la tr a d ic ió n lo c a l a la v e z q u e o r ie n ta a lo s in d iv id u o s h a c ia u n a m o d e r n i d a d i n d í g e n a . P e r o l a i n c a p a c i d a d d e l E s t a d o d e lle v a r a c a b o l a s p o s i b i l i d a d e s r e t ó r ic a s d e l n a c i o n a l i s m o — y l a r e s u lt a n t e o s i f i ­ c a c i ó n d e l n a c i o n a l i s m o o f ic i a l— f o r t a l e c i ó la s i n i c i a t i v a s d e l m e r c a d o a l r e s p e c t o . E l p r o g r e s o d e l o s p u b l i c i s t a s c o m o p e d a g o g o s a lc a n z ó r á p i ­ d a m e n t e , n o o b s t a n t e , s u s lí m i t e s , d a d o s u p a r a s i t i s m o d e l a d i s p e n s a ­ c i ó n p o l í t i c a i m p e r a n t e , p o r u n l a d o , y s u e r r ó n e a in t e r p r e t a c i ó n d e l m e r c a d o c o m o u n e s p a c i o a u t ó n o m o d e li b e r t a d , p o r el o t r o . L a i m a g i ­ n e r í a r e l i g i o s a se r e f o r m u l a p a r a p r o p o r c i o n a r u n s i s t e m a d e s i g n o s e s ­ t r a t i f i c a d o p o r c la s e s , y a q u e l o s p u b l i c i s t a s b u s c a n d a r c a b i d a a d iv e r s o s e s t i l o s d e l e c t u r a e n u n a m i s m a a r e n a v i s u a l. E n e s te p r o c e s o , l o s lí m it e s s im b ó lic o s d e u n p ú b lic o b a s a d o en im a g in e r ía h in d ú se re fu e rz a n , en v e z d e a b r ir s e , c o n f o r m e lo s p u b l i c i s t a s d o t a n a e s t a s i m á g e n e s d e u n e s t a t u s i c ó n i c o p a r a a lc a n z a r a n u e v o s c o n s u m i d o r e s . C o m o r e s u l t a d o , i n c l u s o c u a n d o e l p r o y e c t o d e h i n d u i z a r a l a n a c i ó n p a r e c e h a b e r ll e g a ­ d o a u n im p a s s e y lo s n a c i o n a l i s t a s h i n d ú e s f r a c a s a n e n a s e g u r a r e l p o d e r p o l í t i c o q u e se t e m í a q u e l o g r a r a n , p o d e m o s te n e r i m á g e n e s d e “ s u a v e H i n d u t v a ” c i r c u l a n d o e n l a v i d a p ú b l i c a , r e p r e s e n t a n d o la s i r r e c o n c i l i a ­ b le s c o n tr a d ic c io n e s d e la o r to d o x ia in d ia c o n la r e fo r m a so c ia l m o d e r ­ n a . S i n u e v o s p ú b lic o s c o b r a n fo r m a , e n to n c e s, b a jo la d isp e n sa c ió n de i m á g e n e s m á s a n t i g u a s d e a u t o r i d a d i n d i a d e c a s t a s , e s p r o b a b l e q u e la s

LA PUBLICIDAD EN INDIA

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c o n t r a d i c c i o n e s i n t e r n a s q u e se d e s a r r o lla n e n el p r o c e s o a u m e n t e n c o n e l t i e m p o . M i e n t r a s la n a r r a t i v a p u b l i c i t a r i a d e l d e s e o y la s a t i s f a c c i ó n t e n g a el p o d e r d e c u lt i v a r f o r m a s m o d e r n a s d e c o n s c i e n c i a , es s ó l o e n el r e i n o p o l í t i c o d o n d e la l ó g i c a q u e d e s e n c a d e n a n p u e d e h a lla r s o l u c ió n .

15. IMPROVISACIONES ARQUITECTÓNICAS El diseño y la modernidad en la India poscolonial Jaideep Chatterjee C um plien do “m edidas represivas”, la policía de D elhi abrió fuego en septiem bre de 2 0 0 6 y m ató a cuatro personas que protestaban contra la destrucción de su lugar de trabajo por parte de la C orporación M u ­ nicipal de D elhi (cm d ). N o es la prim era vez que Seelam pur, donde el incidente tuvo lugar, sufre m edidas tan draconianas. T am poco lo es, al respecto, para la ciudad de D elhi. A fin de (re)producir una identidad “m oderna y planificada” para la ciudad capital, el estado de D elhi ha usado con frecuencia su “ Plan M aestro” para “reubicar y rehabilitar” sectores de su población (léase los pobres) en las m árgenes de la ciu­ dad. Lo que f u e novedoso en este escenario es, no obstante, la dim en­ sión de la acción destructiva del Estado y la crisis subsiguiente. Brota­ ron de inm ediato huelgas y protestas por toda la ciudad. La Suprem a C orte, el gobierno de D elhi, las autoridades de obras públicas y los ciudadanos pronto se vieron envueltos en una intensa batalla que re­ suena hasta la fecha. Esta “dem oledora ofensiva”, com o llamaron m ás adelante los m e­ dios a las acciones del Estado, se convirtió tam bién en punto focal de toda clase de deliberaciones. D e la ram pante corrupción en el m unicipio de Delhi a la autoridad responsable de la decisión de la Suprem a C or­ te de demoler todo edificio violatorio, los debates casi no dejaron pregun­ ta sin plantear. Lo notable es, sin embargo, que a pesar de toda la aten­ ción puesta en el Plan M aestro, ni por un instante surgió la noción de que quizás lo que subyacía en esta crisis no eran tanto las acciones inm e­ diatas de la Corte, el gobierno o el pueblo, sino m ás bien una particular percepción del pan com o una form a de virtuosism o y conocimiento. U na com prensión en la que el diseño trasciende el diseñar “particular” [325]

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de cualquier plan maestro o construcción, y se eleva hasta una generali­ dad, hasta un concepto supuestam ente “universal” semejante a otros principios “universales” — y entrelazado con ellos— , tales com o el pro­ greso, el desarrollo y la m odernidad. C om o se va a dem ostrar m ás ade­ lante en este texto, esta percepción tiene no sólo gran significación en la India contem poránea, sino tam bién estrechos vínculos con el tejido m is­ m o de la identidad nacional de India, con las aspiraciones de la nación a la m odernidad y sus valores concom itantes, y quizás incluso con la iden­ tidad individual de sus ciudadanos. H acia el final, este capítulo presenta viñetas del proceso real de “ (re)diseñar” una población urbana a partir de un proyecto en m archa patrocinado por el Estado. M ediante este ejem plo etnográfico de “diseño com o práctica(do)”, se cuestionan aquí creencias discretas, si bien generalizadas, sobre el diseño, la m odernidad y el conocim iento, y su indiscutible estatus a los ojos de los legisladores de la nación.

¡ARDE DELHI! ¿A QUIÉN CULPAR? U n prolongado debate en torno a esa dem oledora ofensiva fue el acalo­ rado intercam bio entre la Adm inistración de D elhi y la Suprem a Corte de India sobre la cuestión de quién o qué precipitó la crisis. N o es de extrañar que para la Suprem a Corte, el responsable de la asonada fuera el gobierno de Delhi. Su lógica era m uy sencilla. El Plan M aestro de Delhi, preparado por expertos y la Autoridad del Desarrollo de Delhi (a d d ), es un docum ento estatutario. U na vez instituido, el gobierno y los ciudadanos tienen que seguir su(s) designio(s) e im plantarlos ínte­ gram ente. La Corte sólo entra en escena cuando hay violaciones a este proceso de im plantación. En dichos casos, la Corte, dadas sus atribucio­ nes, interpreta las leyes del Plan M aestro para dictar sentencia. Así, el papel del poder judicial es sim plem ente el de asegurar — com o lo decla­ ró el presidente del Tribunal de India, Y.K. Sabharwal— que el “Estado de derecho debe ratificarse [...] quienes gobiernan saben cuán im portan­ te es el Estado de derecho. Si no hay Estado de derecho, entonces no quedará nada en este país”.1 Por consiguiente, las cortes sostuvieron que 1 “Supreme Court rebuts Center, Delhi Government”, The Times o f India, 7 de noviembre de 2006.

IMPROVISACIONES ARQUITECTÓNICAS

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l a “ c r is is ” n o e r a o b r a s u y a . S e d e b ía , e n c a m b i o , e n p r im e r lu g a r , a la s p r á c tic a s c o r r u p ta s d e lo s c iu d a d a n o s y d e la m u n ic ip a lid a d , q u e h a b ía n p e r m i t i d o q u e l a c o n s t r u c c i ó n y el u s o d e s u e lo “ ile g a le s ” o c u r r i e r a n d e u n a m a n e r a t a n d e s e n f r e n a d a . E n s e g u n d o lu g a r , y a ú n m á s i m p o r t a n t e , se d e b í a a q u e l a m u n i c i p a l i d a d y la s a u t o r i d a d e s e je c u t iv a s h a b í a n i n ­ c u m p l i d o s u d e b e r d e i m p l a n t a r e l P la n M a e s t r o d e l a c i u d a d . E n r e s p u e s t a , l a p o s i c i ó n d e l g o b ie r n o d e D e l h i , p r e s i d i d o p o r el C o n g r e s o , se h iz o u n p o c o m á s c o m p l ic a d a . P a r t ie n d o d e u n a a c t it u d d e f e n s iv a , y a q u e e n f r e n t a b a n l a ir a d ir e c t a d e l p u e b l o , s u r e a c c ió n in ic ia l f u e d e c la r a r q u e n o p o d í a n m a n t e n e r s e a l m a r g e n y d e ja r q u e m illo n e s d e v i d a s se v ie r a n a f e c t a d a s . J a i p a l R e d d y , el m in i s t r o d e D e s a r r o llo U r b a n o , c o n v e n c ió a l p a r la m e n t o d e a p r o b a r la s L e y e s d e D e lh i ( d is p o s i c i o n e s e s p e c ia le s ) d e l A c t a d e 2 0 0 6 , q u e o t o r g a r í a u n t é r m in o d e “ g r a c ia ” d e u n a ñ o p a r a t o d a s la s p r o p i e d a d e s ile g a le s . L a ju s t i f ic a c i ó n d e R e d d y d e e s ta le y e s p e c ia l f u e q u e la s le y e s d e la

ADD y d e l CMD e r a n o b s o le t a s . A d u jo ,

a d e m á s , q u e u n a c i u d a d ta n c o m p l e ja c o m o l a d e D e l h i n e c e s i t a b a q u e “ el g o b i e r n o a d o p t a r a u n a v i s ió n e q u ili b r a d a y b ie n p e n s a d a d e l a p o lí t i c a r e s p e c t o d e l d e s a r r o llo n o a u t o r i z a d o p a r a q u e e l d e s a r r o llo d e D e l h i t u ­ v ie r a l u g a r d e u n a m a n e r a s u s t e n t a b le y p la n i f ic a d a ” .2 N o o b s t a n t e , le jo s d e m e jo r a r l a s i t u a c ió n , e s ta a c c ió n p u s o a l g o ­ b i e r n o d e D e l h i e n u n te r r e n o a ú n m á s in c ie r t o . A l g u n o s r e s id e n t e s d e D e l h i q u e a p o y a b a n la d e m o l i c ió n d i je r o n q u e el g o b i e r n o e s t a b a en c o n t u b e r n i o c o n g r a n d e s e m p r e s a s y c o n l a m a f i a d e la s tie r r a s . A s e g u r a ­ b a n q u e el g o b i e r n o h a b í a a p r o b a d o e s t a le y p a r a p r o t e g e r a lo s “p e c e s g o r d o s ” . A m e n a z a n d o c o n v e n g a r s e e n la s e le c c io n e s , a le g a b a n q u e “n o n a d a m á s l o s c o m e r c i a n t e s lo s e lig ie r o n , s i n o t a m b i é n e l p ú b l i c o e n g e ­ n e r a l. N o p u e d e n t o m a r p a r t i d o s ó lo p o r u n a d e la s m i t a d e s ” .3 M i e n t r a s t a n t o , l o s p a r t i d o s d e o p o s i c i ó n , s o b r e t o d o B h a r a t i y a J a n t a ( BJP, p o r s u s s ig la s e n i n g l é s ) , a c u s a r o n a l C o n g r e s o d e h a c e r d e m a s i a d o p o c o y d e m a ­ s i a d o ta r d e . C o m o lo a d v i r t i ó u n m i e m b r o d e l

BJP: “ ¿ D ó n d e e s t a b a n

e llo s [el g o b i e r n o d e D e l h i , p r e s i d i d o p o r el C o n g r e s o ] c u a n d o e s te p r o ­ b l e m a se e s t a b a f e r m e n t a n d o ? ” 4 E s t a a c c ió n t a m b i é n p u s o , f in a lm e n t e , a l g o b i e r n o e n u n d i l e m a le g a l e n c u a n t o a l P la n M a e s t r o se r e fe r ía . 2 “T h e Delhi Laws (Special Provisions) Bill, 2006, statement o f objects and reasons”, Parlamento de India, 2006. 3 “W hat i f residents start protesting?” , The Times o f In dia, 7 de noviembre de 2006. 4 “B.J.P. blames Congress-Led Delhi Government” , The Times o f In dia, 11 de octu­ bre de 2006.

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JAIDEEP CHATTERJEE

C o m o se m e n c i o n ó a n te s , u n a v e z q u e el P a r la m e n t o d e D e l h i lo r a t i f i ­ c a , e l P l a n M a e s t r o e s u n d o c u m e n t o le g a l. A l a p r o b a r u n a “ L e y E s p e ­ c i a l ” q u e t e n d r í a v i g o r e n e l m i s m o p la z o q u e d e l P la n M a e s t r o e x is te n t e , e l g o b i e r n o d e D e l h i , e s t a b a a l p a r e c e r , m a n i p u l a n d o l a le y p a r a a d e c u a r ­ s e a in t e r e s e s “ e s p e c i a le s ” . M á s a ú n , s u a d h o c - is m o p a r e c í a s o c a v a r la i d e a ( lé a se e l d i s e ñ o ) d e g o b e r n a b i l i d a d y d e s e s t a b i li z a r a l a c a p i t a l. E s t o e s p r e c i s a m e n t e , e n r e a lid a d , lo q u e el p r e s i d e n t e d e l T r i b u n a l d e I n d ia s e ñ a ló c u a n d o s u s p e n d i ó a lg u n a s d i s p o s i c i o n e s d e l A c t a d e 2 0 0 6 d e la L e y d e D e l h i . “ ¿ E s e s to g o b i e r n o ? — p r e g u n t ó — , es s u m a n e r a d e m a n e ­ j a r el a s u n t o lo q u e e s t á c a u s a n d o u n a c o s o t o t a l m e n t e i n e lu d i b le a lo s r e s i d e n t e s d e D e l h i . ” I n c r e p a n d o a ú n m á s a l g o b i e r n o , d i jo : “ C a d a v e z q u e e m it e n [el g o b i e r n o d e D e lh i ] u n a n o t if i c a c i ó n u n d í a a n t e s , p o n e n e n c e r o s [ s ic ] la o r d e n d e e s t a C o r t e ” .5 A n t e e s t a a c u s a c i ó n d e im p r o v is a r , lo s g o b i e r n o s c e n t r a l y d e D e lh i n o t u v i e r o n m á s r e s p u e s t a q u e r e ite r a r q u e l a S u p r e m a C o r t e se h a b í a e x c e d i d o e n s u m a n d a t o c o n s t i t u c i o n a l c u a n d o e m p e z ó a e je c u t a r s u s p r o p i a s ó r d e n e s . C o n el g o b i e r n o d e D e l h i e n e s t a p o s t u r a , lo s a s u n t o s l le g a r o n a u n p u n t o m u e r t o . L a c i u d a d s i g u ió s ie n d o c o m p l e t a m e n t e d e v a s t a d a y l o s c i u d a d a n o s s a li e r o n a m e n u d o a la s c a lle s e i n c lu s o r e c u ­ r r i e r o n a l a a g r e s ió n , e n u n a l u c h a p o r o p o n e r s e a la s m e d i d a s “ e x c e s iv a s ” q u e se le s e s t a b a n i m p o n i e n d o . S e la n z a r o n a c u s a c i o n e s d e u n la d o a o t r o , y la c r is is p a r e c í a c r e c e r a ú n m á s . L o q u e so r p r e n d e , sin e m b a r g o , es q u e e n m e d io d e t o d a e s ta v io ­ l e n c i a y e s te j u e g o d e i n c u l p a c i o n e s , n i l a S u p r e m a C o r t e n i el g o b i e r n o d e D e lh i p a r e c ie ra n p r e g u n ta rs e p o r q u é c in c o d é c a d a s d e in te n to s de l a s a u t o r i d a d e s d e l d e s a r r o llo p o r “ d i s e ñ a r ” D e l h i se e n c o n t r a r a n c o n t a n t a r e s i s t e n c i a y f r a c a s o .6 T a m b i é n l l a m a l a a t e n c i ó n q u e n o c u e s t i o ­ n a r a n l a c e n t r a l i d a d q u e le h a b í a n c o n c e d i d o a l P la n M a e s t r o ( d e s p u é s d e t o d o l a c r is is o c u r r i ó p o r q u e el P la n M a e s t r o se i n c u m p l i ó y l a s e n ­ t e n c i a d e l a C o r t e se b a s ó e n s u s e s t i p u l a c i o n e s ) . P a s ó t a m b i é n i n a d v e r ­ t i d o , p o r ú l t i m o , q u e a m b o s p a r e c e n c o n f e r i r le i m p l í c i t a m e n t e c ie r t a 5 “Suprem e C ourt slams Center, Delhi Government”, The H indu, 14 de septiembre de 2006. 6A finales de 2 005, el inform e de la CMD había aumentado a unas 80 000 propie­ dades que violaban la norm a, incluyendo escuelas preparatorias, institutos, edificios de gobierno y centros comerciales. E s asom broso que 1 600 de las 2 300 colonias residencia­ les de Delhi no estuvieran “autorizadas” y hubiera unos 200 caminos en la capital cuyos bordes se utilizaban ilegalmente.

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n e u t r a l i d a d y v e r d a d a l d i s e ñ o c o m o t a l. Y q u e e n s u s ju i c i o s y s u s a c ­ c i o n e s e s t á s u b s u m i d a u n a c o m p r e n s i ó n p a r t i c u l a r d e l d is e ñ o y d e lo s v a lo r e s q u e lo a c o m p a ñ a n . ¿ P o r q u é n o lo v i e r o n a d e c u a d o p a r a a b o r d a r s u ( s ) s u p u e s t o ( s ) s o b r e e l d is e ñ o ? ¿ P o r q u é n i s i q u i e r a c u e s t i o n a r s u fe e n l a p e r i c i a p a r a e l d is e ñ o q u e p r o d u j o e l P la n M a e s t r o ? ¿ P o r q u é e s ta in g e n u a c r e e n c ia p e r siste n te en el d ise ñ o , e n s u a u to n o m ía , s u g e n e r o ­ s id a d y s u a u to r id a d ? Q u i s i e r a c o m e n t a r q u e d e s e m b a la r e s ta s c u e s t io n e s s ig n i f ic a , a n te s q u e n a d a , c r it ic a r t o d o e l p r o c e s o d e d i s e ñ o d e l a c i u d a d y d e s u s p u e ­ b l o s . S i g n i f i c a a c e p t a r l a n a t u r a le z a i m p r e c i s a d e e se p r o c e s o , s u i n d e f i ­ n i c ió n , s u p o l í t i c a . S i g n i f i c a r e p e n s a r el P la n M a e s t r o q u e la a u t o r i d a d d e l E s t a d o a p u n t a l a p a r a c o n tr o la r D e l h i . I m p lic a , m á s p u n t u a l m e n t e , s in e m b a r g o , c u e s t i o n a r n o c i o n e s a r r a i g a d a s ta le s c o m o q u e el d i s e ñ o es l a a n t í t e s i s d e l a d h o c - is m o y l a i m p r o v i s a c i ó n y, a sí, u n a p r e v e n c ió n c o n t r a l a c r is is . E n o t r a s p a la b r a s , d e s e m b a l a r e s t o s t e m a s i m p l i c a c u e s ­ t i o n a r l a c a p a c i d a d d e l d is e ñ o y e x ig ir t r a n s f o r m a r la s “ h i s t o r i a s ” ( p a s a ­ d a s ) e n l a “ H i s t o r i a ” ( f u t u r a ) d e l d e s a r r o llo d e D e l h i . I m p l i c a a s i m i s m o r e v is a r l a i d e a d e q u e l a tr a d u c c ió n d e l “ d i s e ñ o - c o m o - s e - c o n c i b e ” (e l P la n M a e str o ) al “d ise ñ o -c o m o -se -c o n str u y e ” (D e lh i) es u n p r o c e so n a d a p r o b l e m á t i c o , p e r f e c t o , t r a n s p a r e n t e y u n i d i r e c c i o n a l. E n u n p l a n o m á s a m p l i o , d ic h o c u e s t i o n a m i e n t o i m p l i c a ( r e ) e v a lu a r u n a c o m p l e ja m e z c la d e i d e a s s o b r e el d i s e ñ o , el p r o g r e s o , el d e s a r r o llo , l a i d e n t i d a d y la m o ­ d e r n i d a d , q u e p r e v a le c e e x t e n s a m e n t e e n s e c t o r e s i n f lu y e n t e s y “ e d u c a ­ d o s ” d e l a p o b l a c i ó n c o n t e m p o r á n e a d e I n d ia . U n n e x o i d e o l ó g i c o e n q u e t o d o — y a se tr a te d e u n a p e r s o n a , u n a c o s a , u n a c i u d a d , u n a a c c ió n o i n c l u s o u n p a í s — tie n e u n “ d i s e ñ o ” , y c u y a i d e n t i d a d n o e s s in o “ s u ” d i s e ñ o d e p r o g r e s o l in e a l d e s d e l a f a s e e n q u e se i d e ó y e s p o t e n c i a l h a s t a u n a f a s e e n q u e e s p a lp a b le , r e a l. Y c u y o v a lo r — c o m o lo q u e es e n v e r ­ d a d m o d e r n o — s e d e r iv a d e l a p r o x i m i d a d c o n q u e l a p e r s o n a , l a c o sa , e tc ., se a d h i e r a a d i c h a p r o g r e s ió n “ l i n e a l ” .

E L D IS E Ñ O : U N A G E N E A L O G ÍA FR A G M E N T A D A P a r a s e r j u s t o s c o n el g o b i e r n o d e D e l h i y c o n la s C o r t e s , d e b e a ñ a d ir s e q u e e s te c o m p l e jo e d if ic io d e i d e a ( s ) e n t o r n o el d i s e ñ o n o e s n i o b r a s u y a , n i ta l q u e s u d i s c u s i ó n e s té e n p r i m e r l u g a r e n s u m a n d a t o . E n r e a l i d a d , m u c h a s d e e s ta s id e a s e x c e d e n p o r m u c h o s u e x is t e n c ia p a r t i ­

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JAIDEEP CHATTERJEE

c u la r . T i e n e n u n a g e n e a lo g í a p r o l o n g a d a , c o m p l i c a d a y f r a g m e n t a d a q u e se e n t r e t e je h a c i a a d e n t r o y h a c i a a f u e r a c o n o t r a s “ c a t e g o r í a s u n i ­ v e r s a le s ” q u e se h a n v u e lt o s i n ó n i m o s d e l se r “ m o d e r n o ” . E x p r e s i o n e s p r o m i n e n t e s , si b i e n i m p l í c i t a s , d e l “ d i s e ñ o ” y s u s i g n i ­ f ic a c i ó n p a r a l a “ e x is t e n c ia ” y l a “v e r d a d ” s o n p a t e n t e s e n la s e l a b o r a c i o ­

XVIII y p r i n c i p i o s XIX. T é r m i n o s ta le s c o m o B i l d u n g e n la s o b r a s d e H e g e l y F ic h t e , p o r

n e s f ilo s ó f i c a s d e l i d e a l i s m o a le m á n d e f in a le s d e l s i g lo del

e je m p l o , l le g a r o n a s i g n i f i c a r u n p r o c e s o e n q u e u n a i d e a s u fr e u n a p r o ­ g r e s i ó n y u n a t r a n s f o r m a c i ó n h i s t ó r i c a s p a r a m a t e r ia liz a r s e c o m p l e t a y p l e n a m e n t e .7 P u e d e p r o p o n e r s e t a m b i é n q u e e l s u r g i m i e n t o s i m u l t á ­ n e o d e e s t o s c o n c e p t o s es r a s t r e a b le e n la l a b o r c a r t o g r á f i c a d e l E s t a d o c o l o n i a l b r i t á n i c o , e n la g e n e r a c ió n d e e la b o r a d a s t a x o n o m í a s d e su s s ú b d i t o s y e n la l a b o r d e l D e p a r t a m e n t o C o l o n i a l d e O b r a s P ú b lic a s p a r a “ ( r e ) d i s e ñ a r ” l a e x is t e n c i a d e s u t e r r it o r io c o l o n i a l .8 U n a a r t i c u l a c ió n — s i b i e n p o s t e r io r , n o m e n o s i m p o r t a n t e — r e s ­ p e c t o d e l e d if ic io d e l d i s e ñ o , l a v e r d a d y l a e x is t e n c ia s u r g e h a c i a f in a le s d e l s ig lo

XIX y la p r i m e r a m i t a d d e l XX. E n la o b r a d e t e ó r ic o s ta le s c o m o

G o t t f r i e d S e m p e r y J o h n R u s k in la ( s ) i d e a ( s ) s o b r e el d is e ñ o c o b r a ( n ) u n t r o p o s i n g u l a r m e n t e a r q u i t e c t ó n i c o .9 E s d e c ir , e n e s t a o b r a la a r q u i t e c ­ t u r a d e v ie n e t a n t o m e d i o c o m o p r o d u c t o d e l d i s e ñ o . P o c o d e s p u é s , e n p a r t i c u l a r e n l a C o n f e r e n c i a d e L a S a r r a z , e n l a d é c a d a d e 1 9 3 0 , y e n el M o v i m i e n t o M o d e r n o d e A r q u i t e c t u r a , c u e s t i o n e s r e la tiv a s a l a i d e n t i ­ d a d d e l o s a r q u i t e c t o s e n c u a n t o e x p e r t o s t a m b i é n se e m b r o lla r o n e n el d i s c u r s o . 10 D u r a n t e L a S a r r a z , l a “ u n i v e r s a l i d a d ” d e l d i s e ñ o a r q u i t e c t ó ­ n i c o e m e r g e , d e h e c h o , c o m o e l p u n t o d e e n c u e n t r o d e lo s a r q u i t e c t o s d e t o d a E u r o p a . G r o p i u s , u n o d e lo s p r in c ip a le s i d e ó l o g o s d e l m o d e r n i s ­ m o e n la a r q u i t e c t u r a , e n m a r c a e s t a n o c i ó n c o n s u m a c la r i d a d c u a n d o s e ñ a la q u e “ t o d o s e r h u m a n o s a l u d a b l e es c a p a z d e c o n c e b i r l a f o r m a ” . 7 Para consultar una discusión pormenorizada de la filosofía idealista alem ana véase G eorg Wilhelm Friedrich Hegel, “ Introduction to the Philosophy o f H istory” , Jacob Loewenberg (ed.), N ueva York, C. Scribner’s Sons, 1929. 8Véase, entre otros, Veena Talwar O ldenburg, The M akin g o f C olonial Lucknow, 1856-1 87 7 , Princeton, Princeton University Press, 1984. 9 V éase tam bién Gottfried Semper, The Four Elements o f Architecture an d Other W ritings, Res M onographs in Anthropology an d Aesthetics, Cam bridge, Inglaterra/Nueva York, C am bridge University Press, 1989. 10 Para consultar un análisis pormenorizado del discurso que se generó durante la Conferencia de L a Sarraz, véase Eric Paul M um ford, The Ciam Discourse on Urbanism, 1928-1 96 0 , Cam bridge, T he MIT Press, 2000.

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M e p a r e c e q u e el p r o b l e m a n o es d e n i n g u n a m a n e r a d e q u e h a y a o n o a p t i t u d c r e a tiv a , s i n o m á s b ie n d e e n c o n t r a r l a lla v e p a r a l i b e r a r l a .11 A f in a le s d e l a d é c a d a d e 1 9 3 0 y d u r a n t e l a d é c a d a d e 1 9 4 0 , e l “ d i ­ s e ñ o - c o m o - h a b i l i d a d - u n iv e r s a l ” p a r a f o r m a r se c o n v ie r t e , e n el m u n d o e n t e r o , e n la f u e r z a i m p u l s o r a s u b y a c e n t e e n u n c o n c e p t o a s o c i a d o y s i m i l a r a l “ d e s a r r o l lo ” . C o m o es b ie n s a b i d o , l o s e f e c t o s d e l d e s a r r o llo n o se h a n q u e d a d o c o r t o s e n r e c r e a r l a g e o g r a f í a d e l m u n d o e n t e r o . L o s in t e l e c t u a l e s h a n s e ñ a la d o , a sí, q u e se h a r e le g a d o a m á s d e d o s t e r c io s d e l a p o b l a c i ó n m u n d i a l a u n a c o n d i c i ó n y a s e a e n d e s a r r o llo , y a d e s u b d e s a r r o llo . L a i d e a d e l d e s a r r o llo h a s u r g i d o t a m b ié n , a d e m á s , c o m o u n a le n t e c o n q u e lo s p u e b l o s se v e n a s í m i s m o s y v e n a lo s “ o t r o s ” . E n p a ­ la b ra s d e l a n tr o p ó lo g o A k h il G u p ta :

Los términos “desarrollado” y “subdesarrollado” no son tales que indiquen la posición de los estados-nación en una matriz objetiva definida por indi­ cadores cuantitativos tal como el aparato de desarrollo — ejemplificado por los cuadros del Banco Mundial— quisiera que lo creyéramos. Son también [...] formas de identidad en el mundo poscolonial.12 V e m o s a q u í q u e u n a i d e a q u e e s t u v o q u i z á s c ir c u n s c r it a a la s a s p i r a ­ c io n e s d e u n a i d e n t i d a d e x p e r t a , a m p l í a s u n ú c le o y e m e r g e e n el á m b i ­ to d e l a c o n s t r u c c i ó n d e la i d e n t i d a d e n g e n e r a l, d e l a p r o d u c c i ó n y el c o n t r o l d e l a e x is t e n c i a y e l se r e n lo s á m b i t o s i n d i v i d u a l, c o le c t iv o y fi­ l o s ó f i c o . ¿ P u e s d e q u é o t r a m a n e r a p o d í a c o m e n z a r s e el p r o c e s o d e d e s a ­ r r o lla r o d e l o g r a r u n a i d e n t id a d n a c i o n a l, u r b a n a o i n c lu s o p e r s o n a l e s p e c ífic a , si n o e s: a ) t e n i e n d o u n “ d i s e ñ o / p l a n / a n t e p r o y e c t o ” a l p r i n c i ­ p i o , b ) d e s a r r o l la n d o ( t r a d u c i e n d o y c o n c r e t a n d o ) e se d i s e ñ o y, p o r ú lt i­ m o , c) u t i l i z a n d o e se “ d i s e ñ o ” c o m o p u n t o d e r e fe r e n c ia p a r a m e d i r el p ro greso ? E s t a ( s ) n o c i ó n ( e s ) y a e r a ( n ) d e g r a n a c t u a l i d a d e n I n d ia . F u e , c o m o se m e n c i o n ó a n t e s , u n a e s t r a t e g i a q u e e s t u v o a t o d a s lu c e s p r e s e n t e p o r d é c a d a s e n la s t á c t i c a s d e g o b i e r n o d e l E s t a d o c o lo n i a l b r i t á n i c o . C o n s i ­ d é r e s e , p o r e je m p lo , la r e e s t r u c t u r a c i ó n d e L u c k n o w tr a s l a r e v u e lt a d e 1 8 5 7 ; l a i n s t i t u c i ó n d e l D e p a r t a m e n t o d e O b r a s P ú b li c a s p a r a m a n e ja r la s c o n d i c i o n e s “ in s a lu b r e s y d e p r i m e n t e s ” d e la s c i u d a d e s d e lo s i n d i o s 11Walter Gropius, Scope o f TotalArchitecture, 1a. ed., N ueva York, Harper, 1955. 12Akhil G upta, Postcolonial Developments: Agriculture in the M aking o f M odern In ­ d ia , D urham , D uke University Press, 1998.

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n a t i v o s . 13 E n c a d a u n o d e e s t o s c a s o s , l a i n t e n c i ó n c o lo n i a l e r a n o s ó lo e n t e n d e r I n d i a m e d i a n t e el ( lo s ) d i s e ñ o ( s ) — es d e c ir , m e d i a n t e e x te n s o s “ m o d e l o s ” s o c i o c u lt u r a le s “ o b je t i v a m e n t e ” i d e n t if i c a d o s — , s i n o t a m ­ b i é n u t iliz a r e s t o s “ m o d e l o s ” p a r a o b je t i v a r I n d i a y d e t e r m i n a r u n c u r s o p a r a s u d e s a r r o llo . L o i r ó n ic o es, c o m o m u c h o s in t e le c t u a le s lo h a n s e ­ ñ a l a d o , q u e e s t a s id e a s t a m b i é n s e i n t e g r a r a n e n e x p r e s i o n e s d e n a c i o n a ­ l i s m o a n t i c o l o n i a l. D u r a n t e el g o b ie r n o p o s c o l o n i a l , l a C o m i s i ó n d e P l a n i f i c a c i ó n d e I n d i a se v u e lv e , p o r c o n s i g u ie n t e , e l lu g a r d o n d e lo s e x p e r t o s “ d i s e ñ a n ” y d e c id e n a c t i v a m e n t e el f u t u r o d e l a n a c i ó n . C o m o P a r t h a C h a t t e r je e lo p l a n t e a c o n e lo c u e n c i a e n s u lib r o D e v e lo p m e n t a n d S t a t e P l a n n i n g in I n d i a , l a p la n i f i c a c ió n e c o n ó m i c a e n l a I n d i a p o s c o lo n i a l se m a n i f ie s t a e n la s f o r m a s c o n c r e t a s e n q u e se e je r c e el p o d e r d e l E s t a d o , y e s a p l a n i f i c a c ió n e c o n ó m i c a e s, a s u v e z , l a f o r m a e n q u e se d e t e r m i n a la p o l í t i c a e s t a t a l .14 E s t e é n f a s is n o e s t a b a p u e s t o , s i n e m b a r g o , s ó lo e n l a p l a n if i c a c ió n e c o n ó m i c a . N e h r u , a q u ie n s e a lu d e , c u r i o s a m e n t e , c o m o e l “ a r q u i t e c t o ” d e la I n d i a m o d e r n a , e s t a b a s e g u r o d e q u e “ d i s e ñ a r ” el e n t o r n o c o n s t r u i ­ d o t e n ía u n p a p e l d ir e c t o e n l a ( r e ) m o d e l a c i ó n d e l a i d e n t id a d d e I n d ia . C r e í a q u e e s to p e r m i t i r í a q u e I n d i a f u e r a v i s t a c o m o u n a n a c i ó n q u e c u m p l í a s u “ c i t a c o n e l d e s t i n o ” p a r a se r m o d e r n a . E l e je m p lo m á s c o n ­ v i n c e n t e d e s e m e ja n t e u n i ó n d e l d i s e ñ o a r q u i t e c t ó n ic o y la id e n t i d a d n a c i o n a l p r o b a b l e m e n t e s e a C h a n d i g a r h , d i s e ñ a d a p o r el “m a e s t r o ” d e la a r q u ite c tu r a m o d e r n a , L e C o r b u s ie r . T a n to

p ara N e h ru

co m o p ara

L e C o r b u s i e r , C h a n d i g a r h h a b r í a d e e x h ib ir a n t e e l m u n d o l a c a p a c i d a d d e l d i s e ñ o p a r a t r a n s f o r m a r I n d i a y c a t a p u l t a r l a a l e s c e n a r io m u n d i a l . S u r e la c i ó n d e r e s p e t o m u t u o y s u c o r r e s p o n d e n c i a p e r s o n a l d a n c o n s t a n c ia d e e llo . T ó m e s e c o m o e je m p lo u n a c a r t a q u e L e C o r b u s i e r le d ir ig e a N e h r u e n 1 9 5 9 , d o n d e e s c r ib e :

Tengo el honor y el placer de ofrecerle sencillamente este álbum sobre Chandigarh, que adquiere la forma de la “Red de Urbanismo del CIAM”. 13V éase por ejem plo Veena Talwar Oldenburg. The M akin g o f Colonial Lucknow, 1856-1 87 7 , Princeton, Princeton University Press, 1984. V éase también Peter Scriver, “ Em pire-building and thinking in the public works D epartm ent o f British India”, en Peter Scriver y Vikram aditya Prakash (eds.), C olonial M odernities: Building, D w elling and Architecture in British In d ia an d Ceylon, Londres/N ueva York, Routledge, 2007. 14 Partha Chatterjee, “Developm ent planning and Indian state” , en T J . Byres (ed.), The State an d Development P lanning in In d ia , Delhi, O xford University Press, 1994.

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Este álbum contiene sólo una parte del enorme trabajo que he hecho para Chandigarh [...] Espero que este álbum le siga permitiendo sentir que se ha emprendido una valiosa labor que quizás maraville a las naciones más ricas y poderosas.15 N e h r u n o e r a p o r s u p a r t e , m e n o s e lo g i o s o r e s p e c t o d e L e C o r b u s i e r y e s t u v o c o m p l e t a m e n t e d e a c u e r d o c o n s u o p i n i ó n d e C h a n d i g a r h y el l u g a r d e e s t a c i u d a d e n l a h i s t o r i a d e l a h u m a n i d a d . E n s u in t e r v e n c ió n e n el S e m in a r i o y E x h i b i c i ó n d e A r q u i t e c t u r a d e m a r z o d e 1 9 5 9 , N e h r u c o m e n ta :

La arquitectura es en gran medida producto de su época. Las condiciones estáticas en lo que se refiere a la arquitectura de los últimos 200 años en India [...] son en realidad un reflejo de las condiciones estáticas de la mente india o de las condiciones indias [...] Una sociedad que deja de ir hacia adelante se debilita necesariamente [...] No debemos temer a la innovación. He acogido con gran beneplácito un experimento en India, Chandigarh [...]16 P o r o t r a p a r t e , L e C o r b u s i e r n o f u e el ú n ic o m i e m b r o d e l C o n g r e s o I n t e r n a c i o n a l d e A r q u i t e c t u r a M o d e r n a (CIAM ) q u e v is i t ó I n d ia . E l e q u i ­ p o d e f in it iv o q u e d i s e ñ ó C h a n d i g a r h in c l u í a a c u a t r o m i e m b r o s q u e t a m b i é n lo h i c i e r o n .17 C a d a u n o tu v o el p r o p ó s i t o d e c a p a c i t a r e in f lu ir e n g e n e r a c i o n e s d e a r q u i t e c t o s y d e d i s e ñ a d o r e s y p l a n if i c a d o r e s u r b a ­ n i s t a s i n d i o s e n la s c o m p l e ji d a d e s y la r a c i o n a l i d a d d e l d is e ñ o . A d e m á s d e e s to , d o c e n a s d e a r q u i t e c t o s y p l a n i f i c a d o r e s u r b a n o s d e I n d i a f u e r o n e n v i a d o s a l e x t r a n je r o , e s p e c ia lm e n t e a E s t a d o s U n i d o s , p a r a c a p a c it a r s e e n l o s m o d e r n o s m é t o d o s d e d i s e ñ o d e la s c i u d a d e s . M u c h o s r e g r e s a r o n c o n f ir m e s c o n v i c c io n e s r e s p e c t o d e lo s p o d e r e s ( r e ) g e n e r a t iv o s y p r o fé t ic o s d e l d i s e ñ o y lo c o n v i r t ie r o n e n s u p r o g r a m a p a r a a p li c a r s u s c o n o ­ c i m i e n t o s e n I n d i a . 18 E n l a r e u n i ó n g e n e r a l d e l I n s t it u t o I n d io d e A r q u i ­ 15 Le Corbusier, “ Letter to Nehru, November 11, 1952”, citada en Ravi Kalia, Chandigarh: In Search o f an Identity , Carbondale, Southern Illinois University Press, 1987. 16 Governm ent o f India, “Jawaharlal N ehru’s Speeches: Septem ber 1957-April 1963”, N ueva Delhi, M inistry o f Inform ation and Broadcasting, 1964. 17 Kalia, Chandigarh: In Search o f an Identity . 18Jeffrey W. Cody, Exporting Am erican Architecture, 1870-2 00 0 , Planning: History an d the Environm ent Series, Londres/N ueva York, Routledge, 2003. Véanse también los breves ensayos autobiográficos de arquitectos prominentes de India en Jeffrey W. Cody, op. cit.

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te c tu ra d e

1 9 5 4 , e l p r e s i d e n t e d e l I n s t i t u t o , el s e ñ o r M . K Ja d h a v ,

e x p r e s a p r e c i s a m e n t e e se s e n t im i e n t o .

La introducción del urbanismo, tanto en áreas urbanas como rurales, en su forma legítima, es una idea muy saludable y no puede ser rechazada [...] La tremenda labor del planificador y arquitecto, quienes han de conformar una entidad colectiva y no individual, es lograr que todos los elementos del programa funcionen para alcanzar los resultados predeterm inados [...].19 Y e n el m i s m o d i s c u r s o a g r e g a :

Nuestro trabajo en este gran país va a medirse por lo que hayamos hecho todos juntos, y la profesión va a tener que estar a la vanguardia. El arqui­ tecto y los hombres de la profesión que hayan probado su vigor van a construir de tal modo que pueda decirse que han construido bien. En pa­ labras de Ruskin: “Así, mientras construimos, déjesenos pensar que cons­ truimos para siempre. No se permita que sea solamente por el gusto actual o por el uso actual. Permítase, más bien, que el trabajo sea tal que nuestros descendientes nos lo agradezcan. Y permítasenos pensar, mientras coloca­ mos piedra sobre piedra, que llegará el día en que estas piedras se conside­ ren sagradas porque nuestras manos las tocaron; el día en que los hombres digan, cuando vean la sustancia forjada en ellas: ¡Miren! Esto es lo que nuestros padres hicieron por nosotros” .20 L o s f r a g m e n t o s a n t e r io r e s d e l d is c u r s o d e M . K . J a d h a v s o n d e s u m a i m p o r t a n c i a . A d e m á s d e s u o b v io p a t e r n a l i s m o y s u s p u n t a le s s e x u a le s , e n c ie r r a n m u c h a s d e la s n o c i o n e s q u e h e m o s e s t a d o e s b o z a n d o h a s t a a q u í : 1 ) e l d i s e ñ o y l a u r b a n i z a c i ó n “ l e g í t i m o s ” s o n e s e n c ia le s y v ita le s p a r a e l d e s a r r o llo d e u n a n a c i ó n ; 2 ) s o n , m á s p u n t u a l m e n t e , u n a m a n e ­ r a “ o b je t i v a ” y “ a s e g u r a d a ” d e d a r l u g a r n o s ó l o a lo s r e s u l t a d o s d e s e a d o s , s i n o — lo q u e es m á s i m p o r t a n t e — a lo s q u e e s t á n p r e d e s t in a d o s ; 3 ) d e ­ b i d o a s u c a r á c t e r c o n c r e t o , t a n g i b le y p e r m a n e n t e , l a a r q u i t e c t u r a ( lé a se e l “ d i s e ñ o - c o m o - c o n s t r u c c i ó n ” ) se p r o p o n e c o m o lo s t e x t o s a tr a v é s d e l o s c u a le s se p o d r í a e f e c t iv a m e n t e le e r y c r e a r l a h i s t o r i a d e u n a n a c i ó n , y 4 ) q u e l a p r o p i a t a r e a d e l a c o n s t r u c c i ó n ( y a s e a d e l a n a c ió n , d e s u c a r á c t e r , d e s u i d e n t id a d o d e s u e n t o r n o c o n s t r u id o ) d e b e r í a d e ja r s e a

19M .K . Jadhav, “Presidential Address”, Bombay, T h e Indian Institute o f Architects, 1954. Las cursivas son mías. 20Ibid.

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q u i e n e s e s t á n m e j o r e q u i p a d o s e n l a c i e n c ia y el a r te d e l d is e ñ o , es d e c ir , a l o s a r q u i t e c t o s . C o m o h e p l a n t e a d o e n o t r a p a r t e , es d e h e c h o e n t o r n o d e e s t a s n o c i o n e s c o m o e n la s d é c a d a s d e 1 9 6 0 y 1 9 7 0 v e m o s a lo s a r ­ q u i t e c t o s y a l o s u r b a n is t a s i n t e n t a r c o n s e g u i r d e l E s t a d o in d i o s u p r o p i a l e g i t i m i d a d , a s í c o m o e x ig ir q u e se le s d i e r a el m i s m o t r a t o q u e a lo s h o m b r e s d e E s t a d o , es d e c ir , q u e a a q u e llo s a q u i e n e s r e c o n f ig u r a r ía n I n d i a . 21 H a y a lg o m á s . E l d is e ñ o ( y s u s i n ó n i m o , l a p la n i f i c a c ió n ) , e n lo s c o m e n t a r i o s d e Ja d h a v , t a m b i é n p u e d e d a r l a i m p r e s i ó n d e e m e r g e r a r r a i g a d o e n lo q u e G r a m s c i l l a m a el “ s e n t i d o c o m ú n ” d e u n a s o c i e ­ d a d . 22 E s t o e s, e n d i c h o s c o m e n t a r i o s d e s c u b r i m o s q u e e l p r i n c i p i o d e l d i s e ñ o s e c o n v i r t ió d e i n m e d i a t o e n p a r t e in d e le b le d e la “ c o s m o v i s i ó n ” p a r a d e t e r m i n a d o s s e c t o r e s d e l a s o c i e d a d d e I n d i a y e n in h e r e n t e a la c o n s t i t u c i ó n e x t e r n a e i n t e r n a d e l a n a c i ó n y d e l s u je t o i n d i o s m o d e r n o s . S o m e t e r l o a la c r ít ic a i m p li c a r ía , a sí, d e s e m p a c a r m u c h o m á s q u e s ó lo la s p a r t i c u l a r i d a d e s d e la d i s c i p l i n a d e l a u r b a n i z a c i ó n o l a a r q u it e c t u r a : i m p l i c a r í a t a m b i é n d i r i g ir n u e s t r a s p r o p i a s o r ie n t a c i o n e s h a c i a l a e x p e ­ r i e n c i a d e l d i s e ñ o , h a c i a e l c o n o c i m i e n t o y l a in d i v i d u a l i d a d . D i c h a i n v e s t i g a c i ó n c r ít i c a es n e c e s a r ia , e n r e a li d a d , d e s d e h a c e m u ­ c h o t i e m p o . E l r e s t o d e e s te c a p í t u lo s e d e d i c a a e s t a ta r e a . V o y a e n f o c a r d o s s u p u e s t o s e n p a r t ic u la r , q u e a l p a r e c e r e s t r u c t u r a n el e d if ic io d e l d i s e ñ o : a ) s u d e c l a r a c i ó n d e n e u t r a l i d a d y, p o r c o n s i g u i e n t e , s u p o s i c i ó n p o r e n c i m a d e l a s t r a m p a s d e l p o d e r y la p o lí t i c a , y b ) s u d e c la r a c i ó n d e r a c i o n a l i d a d y, p o r c o n s i g u i e n t e , s u i d e n t i d a d c o m o la a n t í t e s is d e l a d h o c - is m o y l a i n g e n i o s id a d i n m e d i a t a s . R e v is o e s t a s d e c la r a c io n e s m e ­ d i a n t e el a n á l i s i s d e u n p r o y e c t o r e a liz a d o p o r a r q u i t e c t o s y d is e ñ a d o r e s 21 Jaideep Chatterjee, “T h e gift o f design: Producing architecture culture in postcolonial India”, Cornell (en prensa). 22 Antonio Gram sci, Q uintin H oare y Geoffrey Nowell-Smith, Selections from the Prison Notebooks o f Antonio Gram sci, N ueva York, International Publishers, 1999. G ram s­ ci utiliza la expresión “sentido com ún” para referirse a la form a sin crítica y en gran m e­ dida inconsciente de percibir y entender el m undo que se ha vuelto “común” en cu­ alquier época dada. Esta form a de entender el “sentido común” corresponde muy adecuadam ente a lo que este texto propone que es el estatus del diseño en determinados sectores de la población india. Para éstos, sobre todo los sectores urbanos, acaudalados y educados en escuelas privadas, el diseño se asocia tanto a la racionalidad com o al buen gusto. L a planificación (un sinónim o del diseño), gracias al estilo de desarrollo de los “planes quinquenales” de India, se utiliza mucho más com únm ente y ha cubierto m ucho m ás terreno.

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urbanistas con el auspicio de la C om isión de Artes Urbanas de Delhi ( c a u d ) y la oficina del teniente gobernador de Delhi para regenerar y rediseñar un “pueblo urbano” en la capital de N ueva Delhi.

K H IR K I: SO B R E U N /E L P U E B L O M O D E L O

Flanqueada por el anillo periférico exterior de Delhi, al norte, y por Saket, un exclusivo conjunto residencial, al sur, el “pueblo” de Khirki hoy se encuentra en el corazón del elegante sur de Delhi. Establecido en un principio, en 1327, adyacente a la M ezquita de los Khirki, el pueblo creció alrededor de la m ezquita y form ó parte — con la presa Satpula— de la Delhi de Firoze Shah Tuglaq. Tradicionalmente, sus habitantes se ganaban la vida a duras penas labrando la tierra no lejos del pueblo. Poco después de 1947, el pueblo enfrentó una insurrección masiva. Fue aban­ donado por la m ayoría de sus residentes m usulm anes, quienes a raíz de los disturbios que siguieron a la Partición de India se fueron a Pakistán. C om o m uchos otros lugares en Delhi, Khirki se usó entonces como colonia de rehabilitación para refugiados hindúes que llegaban de Pakis­ tán. M ás tarde, Khirki se incorporó a la Región C apital N acional ( r c n ) de Delhi, que fue creada, de hecho, en el m arco del Primer Plan M aes­ tro de Delhi, de 1962. D esde entonces, Khirki se etiqueta com o “pueblo urbano” E sta denom inación ha probado ser para Khirki un arm a de doble filo. Por un lado, ha asegurado que se m antenga exenta de m uchos expe­ rim entos urbanos de m ano dura del Estado, en los dom inios de la Delhi en desarrollo y m odernización. Khirki se escapó tam bién de los diversos sistemas de tenencia de la tierra, norm as de desarrollo y regulaciones de construcción enm arcados dentro del Plan M aestro de Delhi. Por consi­ guiente, al m enos hasta ahora, la atm ósfera de Khirki conserva sus aires idílicos y sus residentes declaran que gozan de una m ayor seguridad y cohesión que las que prevalecen en otras partes de Delhi. Por otro lado, sin em bargo, el llamarlo “pueblo” tam bién ha conllevado su desatención por parte de las autoridades de obras públicas. Por ejemplo, Khirki ha sido m arginado por el CMD en el abastecim iento de agua, el alcantarilla­ do y otros servicios que se proveen con regularidad a otras zonas bien trazadas y “puram ente” urbanas dentro de la RCN. La retórica oficial y estatal sobre Khirki, por su parte, ha sido de m anera consistente por

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m edio del rótulo de la carencia; carencia de planificación, carencia de control, carencia de infraestructura, y así sucesivamente. Es este “carácter negativo” de Khirki lo que ahora parece ser un pro­ blem a para Delhi, una ciudad m uy ocupada en recrear para sí una nueva retórica de ciudad internacional alineada con la nueva identidad de India en cuanto jugador de las ligas mayores en la econom ía y la política m un­ diales. Conform e a esta nueva manifestación del desarrollo, expresada de diversas maneras por los políticos y los m edios, Delhi ha tenido, en la últim a década, un crecimiento sin precedentes y, al igual que India, le ha llegado la hora de tom ar su lugar en el escenario m undial de las m etrópo­ lis. Así, se dice que si Estados Unidos tiene a N ueva York, el Reino Unido tiene a Londres y Japón tiene a Tokio, India va a tener a Delhi, una ciu­ dad de categoría m undial rebosante de infraestructura y m odernas insta­ laciones. H uelga decir que, en este escenario, lugares que — como Khirki— se desarrollaron aparentemente exentos de regulaciones y códigos urbanos, (re)presentan un anacronismo (y una vergüenza) en una imagen de Delhi com o ciudad m oderna, herm osa y m undial. Para eludir este “problem a” y poner a Khirki en sincronía con la m oderna im agen de Delhi, el Estado creó un equipo de trabajo confor­ m ado por diversos cuerpos m unicipales, la C om isión de Artes Urbanas de Delhi, residentes de Khirki y arquitectos de la TVB, un colegio de ar­ quitectura y organizaciones activistas no gubernamentales. El propósito de este equipo de trabajo, del que yo m ism o form é parte, era estudiar Khirki y crear un “m odelo/visión” que no sólo dictara el desarrollo futu­ ro de Khirki, sino que aportara un anteproyecto para emprender accio­ nes similares en los (alrededor de) 136 “pueblos urbanos” que form an parte de la RCN de Delhi. Después de tres meses de trabajar intensam ente con los residentes del pueblo y las autoridades im plicadas, el equipo de trabajo presentó sus hallazgos y sus propuestas al teniente gobernador de D elhi y al m i­ nistro de Estado para el Desarrollo Urbano en un evento m uy publicitado. Las sugerencias y los m étodos del equipo de trabajo obtuvieron m u­ chos elogios. El teniente gobernador de Delhi lo anunció com o una nueva etapa en la planificación urbana y el desarrollo del país, una etapa en que los expertos y el pueblo trabajaban en estrecha colaboración. Todos estuvieron de acuerdo en que era el trabajo com binado de los re­ sidentes y los expertos lo que había logrado transform ar un espacio “ne­ gativo” dentro de la ciudad en un m odelo y una visión para el desarrollo

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que podrían reproducirse no sólo en Delhi, sino quizás en situaciones similares en todo el país. A prim era vista, el experimento de Khirki parece justificar todas las declaraciones sobre la capacidad universal del diseño, su verdad y su defensa de la racionalidad. Se presenta, de hecho, com o un ejemplo de libro de texto de un proceso que está por encim a de la esfera de la polí­ tica, el antagonism o y el a d hoc-ismo. Primero se identifica un área “pro­ blem a” . El Estado tom a la iniciativa y la atiende. Se constituye un equi­ po de trabajo que com prenda a todas las autoridades y expertos asociados, y una autoridad superior — en este caso la C om isión de Artes Urbanas de Delhi (CAUD)— se hace cargo de supervisar el desempeño de los di­ versos agentes participantes. A diferencia de los procesos de planifica­ ción “de arriba abajo” anteriores, los habitantes de la localidad tam bién son “incluidos” en el proceso de la tom a de decisiones. El equipo de di­ seño visita el “sitio”, trabaja con la Asociación para el Bienestar de los Residentes (en adelante ABR) y produce un diseño que va a funcionar, al parecer, com o una plantilla para el futuro desarrollo de la localidad. Este “plan” se som ete a la consideración de la CAUD, que lo ratifica y lo m an­ da de regreso al equipo de diseño, y éste lo termina. El diseño “term ina­ do” se les m uestra entonces a los residentes y a las autoridades estatales, quienes lo incorporan en su “ Plan M aestro” para im plantarlo a su debi­ do tiempo. C ad a uno de los pasos del proceso de diseño parece ensam­ blar pulcram ente en el anterior. N o hay, frente a él, lugar para la m era opinión, la rivalidad o la improvisación. L a práctica en el terreno cuenta, sin em bargo, una historia bastante diferente. Tóm ese, por ejemplo, la política que rige los intercambios entre los m iem bros de la ABR y el equipo de diseño. La noción de que los residentes de Khirki debían incluirse en el diseño fue, al principio, un paso bien recibido por todos. En la realidad esto se m antuvo lim itado, no obstante, a unos cuantos m iem bros autoelegidos de la Asociación para el Bienestar de los Residentes, que eran todos hom bres de la(s) casta(s) alta(s) y grandes terratenientes en el pueblo. Así, desde que se estableció, el proyecto se volvió tal que surgieron intereses creados y entraron en conflicto entre ellos. Ya en la prim era reunión de los m iem ­ bros de la ABR y el equipo del plan, el secretario de la asociación nos dijo categóricamente: “Ustedes por favor hagan su trabajo. Les pido que no vayan por ahí preguntándole a m ucha gente lo que quieren. La mayoría de la gente aquí es ignorante y pueblerina [...] Si van por ahí preguntan­

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do, entonces cientos de personas van a tener cientos de opiniones y no se va a hacer ningún trabajo [...] ustedes interactúen con nosotros. Eso es todo”. Esta directriz de la ABR puso al equipo de diseño en una situa­ ción m uy desconcertante. Por un lado, esquivar a la ABR e interactuar con otros residentes de la localidad habría sido socavar a la principal organización de la localidad, así com o m enoscabar a aquellos cuya coo­ peración el equipo de diseño necesitaba realmente. Por otro lado, consi­ deram os que lim itar nuestra com prensión y el intercam bio con el pue­ blo a lo que nos decían los “m ayores” entorpecería nuestra capacidad de proponer un plan viable para la localidad. Así, de estrategia en estrategia pudim os descubrir inform ación sin ofender a ninguna de las partes im ­ plicadas. Al final, el diseño que se produjo no fue objetivo, trabajado racionalmente, tal que pudiera aplicarse — com o pretendía el Estado— en toda Delhi o en el país entero. Fue, en cam bio, un docum ento cuida­ dosam ente (re)elabo rad o y, aún m ás im portante, (re)n egociado varias ve­ ces para reflejar intereses diferentes y en extremo “locales” y particulares. Generó asim ism o m ás preguntas que una “visión” para el desarrollo fu­ turo. C uando volví al cam po seis meses después y le pregunté al líder del equipo de diseño sobre el estatus del proyecto, me respondió con fran­ queza: “ [...] nada en absoluto, m ira, eso fue tan sólo un ejercicio [...] hay una brecha enorme entre lo que creemos que va a pasar y lo que pasa [...] N o es tan sencillo [...] hay dem asiadas cosas sucediendo al m ism o tiem­ po [...] dem asiados intereses y partes im plicadas incluso cuando se trata de una acción en una pequeña parte de la ciudad”. Puede señalarse ahora que, aun cuando la “política” está presente, no necesariamente form a parte del diseño real producido por los exper­ tos. Esto es, aun cuando se vio envuelto en m aniobras políticas, el dise­ ño, el acto en sí de producir el diseño, fue todavía racional, neutral y un proceso universal. Se podría dar incluso un paso m ás allá y plantear que el “diseño com o proceso” no sólo brindó un refugio seguro ante la polí­ tica de la ciudad, sino que tam bién tom ó ese conjunto de condiciones desiguales y las som etió a un conocim iento racional y form al (léase uni­ versal) para sintetizar una solución (diseño) que permitiera llegar a resul­ tados previstos y deseados. Q ue tam poco éste fue precisamente el caso puede inferirse del si­ guiente ejemplo de la interacción de dos grupos de expertos: los arqui­ tectos del grupo de diseño y el comité de arquitectos y planificadores de la C om isión de Artes Urbanas de Delhi, a quienes los prim eros entrega­

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ban m etódicam ente sus informes. En la prim era de sus reuniones, la presentación que hicieron los trabajadores de cam po terminó en su tota­ lidad en el bote de basura. El presidente de la CAUD, un arquitecto de renombre internacional, nos dijo que nuestro enfoque del problem a es­ taba equivocado. Reprendiéndonos a todos, nos dijo que en vez de reco­ pilar m ás datos, debíam os haber dedicado m ás tiem po a tratar de iden­ tificar proyectos viables de diseño de tipo urbano dentro del pueblo. N os pidió entonces que regresáramos a la m esa de trabajo y presentáramos algo “concreto” dos sem anas después. Para cuando llegó la fecha de la segunda reunión, el grupo no había podido, desafortunadam ente, dar un paso m ás en su trabajo. En medio de una gran tensión, decidim os la víspera hacerle dos cam bios a la pre­ sentación. El primero sería reordenar las transparencias por presentar. Es decir, presentaríam os primero el “producto” de nuestro trabajo, y no el “proceso” com o lo habíam os hecho antes. El segundo sería que en vez de un m iem bro del equipo, fuera el líder del grupo — que era un arqui­ tecto destacado y el jefe del equipo de trabajo— quien hiciera la presen­ tación. Para nuestra sorpresa, esta vez el resultado fue el opuesto. Tuvi­ m os una plática m uy “productiva” y los dignatarios presentes se m ostraron m uy contentos con el trabajo realizado. El presidente de la CAUD alabó nuestro progreso diciendo que habíam os atinado realmente al punto crucial del problem a del desarrollo en situaciones tales com o la del pueblo de Khirki. A l salir de la sala de conferencias, todo el equipo estaba encantado. N o s sentíam os satisfechos por partida doble, puesto que no sólo había­ m os eludido el fiasco de la últim a reunión, sino que tam bién habíam os logrado engañar al com ité de la CAUD. Poco después, el líder del equipo se dirigió a m í para decirme: “M ira, hoy [...] no salim os regañados. ¿Por qué crees que fue así? ¿Cuál es tu análisis?” Le confesé m i desconcierto ante el desarrollo de aquella reunión y le devolví la(s) pregunta(s), a lo que contestó: Bueno, había dos ideas sobre la mesa. Una nuestra, en la que queríamos dejar que los residentes tuvieran voz y voto en la dirección del desarrollo de su pueblo. Fíjate que el negocio de la administración y el proceso de plani­ ficación es la protección de la vida cívica. Pero ahora esta gente, el presiden­ te y la administración tienen un enfoque diferente del desarrollo. Quieren que la tasa de crecimiento aumente; así habría más incentivos para hacer

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dinero. Con esto en mente quieren invertir en las áreas que creen que van a crecer y a producir más [...] Yo no estoy de acuerdo con esto. Nuestras ideas no pertenecen a esa escuela de pensamiento. Nosotros queremos abordarlo de otra manera. Pero lo conozco [al presidente] desde hace mu­ cho tiempo. Sé lo que espera de una presentación. Sé cómo expresarme con él. Todos ustedes me habían dicho también lo que ocurrió en la reunión pasada. ¡Lo que hice fue invertir las cosas! No teníamos soluciones o ideas reales. Pero tampoco él las tenía. El resum en que hizo el líder del equipo de lo que ocurrió en la re­ unión nos lleva al corazón del debate del diseño frente al a d hoc -ismo. C om o se m encionó antes, en este debate el a d hoc-ismo, la im provisa­ ción y similares se plantean com o diam etralm ente opuestos al diseño, com o lo O tro del diseño. El diseño es visto, por consiguiente, com o un aparato, una form a de conocim iento que está ordenado y articulado, es singular y está exento de tensión y de conflicto. Se concibe, además, com o un recurso para resolver la arbitrariedad de una actitud de “hazlo sobre la marcha” . Pero tal com o las observaciones del arquitecto líder del equipo lo exponen, esto está lejos de lo que sucedió en una reunión de expertos. Sus com entarios testifican que, lejos de ser un cuerpo de conocim iento perfectam ente integrado, el diseño está, de hecho, en el proceso de de­ finirse y definir el objeto que busca problem atizar y conceptualizar. Sus acotaciones revelan, adem ás, la existencia de diferentes clases de com ­ petencias-com o-conocim iento que pueden estar presentes en un cuer­ po de expertos profesionales. D e acuerdo con el líder del equipo, la com petencia-com o-conocim iento del presidente se suscribía a la expre­ sión del m odelo de progreso económ ico por goteo. El papel que desem ­ peña su form a de com petencia-com o-conocim iento en su com peten­ cia-com o-práctica fue la de encontrar proyectos de diseño en el plano urbano, redituables en Khirki. En otras palabras, encontrar el tipo de oportunidades que pudieran generar en Khirki lo que para él eran “cre­ cim iento” y “progreso” . La “com petencia-com o-práctica” del líder del equipo se adhería, por su parte, a un m odelo diferente de “com peten­ cia-com o-conocim iento” que adopta una posición independiente y un tanto crítica frente a la experiencia del presidente. Esto, por sí solo, nos obliga a cuestionar cualquier m odelo sim plista de la com petencia en el diseño.

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Pero aquí hay algo más. Al final de la segunda presentación hubo, al parecer, una resolución y un triunfo de los principios del diseño. Lo in­ teresante es, sin em bargo, que: a ) esta “resolución” no fue tal que en ella las diferentes ideas se fusionaran perfectam ente en la form a de un diseño final (está claro que el grupo salió sabiendo que seguíam os difiriendo de la perspectiva del presidente respecto de cóm o abordar Khirki), y b ) esta “resolución” tam poco fue una síntesis de dos form as de com petencia en el diseño. La resolución ni siquiera resultó, en realidad, de haber recurri­ do a alguna competencia. Ocurrió por haber recurrido a la prestidigitación, a la im provisación y al a d h oc-ism o, todo lo cual se considera como un anatem a para el diseño. Fue, com o lo dijo el líder del equipo, porque él sabía — puesto que conocía al presidente— lo que éste esperaba de una presentación. D e m odo que lo invirtió todo ingeniosam ente para que no sólo diera la apariencia de que el grupo había trabajado ardua­ m ente en el periodo de gracia concedido, sino tam bién de que había llegado en efecto a una solución racional del “problem a” de cóm o rege­ nerar Khirki, lo que no era así. C uanto m ás trabajaba yo con arquitectos, m ás m e adaptaba con que hicieran este a d hoc -ismo en toda clase de situaciones; una especie de pensam iento en pie. A lo largo de m i trabajo de cam po, esto brotaría en toda clase de contextos. Si la im perm eabilización de un techo no servía, no derribaban el techo y em pezaban de nuevo. Em pleaban, en cambio, hojas de plástico com o una capa nueva de im permeabilización. Si los estudiantes se quedaban sin pegam ento m ientras construían una m a­ queta la víspera de su entrega, utilizaban pasta de dientes en su lugar. Q uizás e l ejemplo central de la im provisación fuera la hoja de conceptos que todo estudiante, y después todo profesional, presenta durante una evaluación de diseño. Esta hoja se considera, idealmente, el punto de partida en el trabajo. D e hecho, la prim era pregunta que se hace duran­ te el proceso de crítica suele ser “¿A partir de qué concepto desarrollaste este edificio?” L a noción aquí es que una idea (léase “diseño en m ente”) precede y guía a el surgim iento de un “diseño en el papel”, y éste guía, a su vez, la producción del edificio real. Pero en la práctica lo cierto era justam ente lo contrario. Todos, incluido yo m ism o, esperan hasta el úl­ tim o m om ento para hacer esta hoja. E incluso entonces, ésta no se hace retom ando sus pasos de principio a fin. A pesar de una educación que insistía en hacer este proceso transparente, transmisible y traducible, las m ás de las veces este recuento ni siquiera era posible, puesto que el pro­

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ceso se m antenía nebuloso por com pleto para los propios arquitectos. La hoja term inaba haciéndose, así, con la siguiente pregunta en mente: “ ¿C óm o puedo crear un concepto que explique lo que hice?” Esto es, la justificación debe surgir p o s t m ortem y com o im p ro v isació n ; no a p r i o r i en la ejecución del trabajo, com o lo esperaban los “expertos”, para quienes el “diseño” es un proceso racional lógico. H ay incluso una palabra que los arquitectos usan para aludir a este a d h oc-ism o: ju g a r . Y tam bién aquí m e di cuenta de que el j u g a r no per­ tenece sólo al ám bito de los arquitectos. H ay m uchos sinónim os por el estilo: tarkeeb, u p ay (estrategia, estratégico), th or (literalmente romper). Estas palabras (y, por tanto, una m anera de hacer las cosas) son de gran actualidad en Delhi y en la región norte de India. El ju g a r y sus sinóni­ m os figuran con regularidad com o m uestras de ingenio. Aparecen en brom as, anécdotas y dichos en que el j u g a r hace las veces de una m etá­ fora y una m etonim ia de la acción individual — o de algo que hace un individuo y algo m ás— que estructura a India com o nación y, de hecho, al “m undo” .23 Pero lo m ás im portante, al m enos para nuestra discusión, es que el j u g a r siempre im plica algunas cosas esenciales: 1 ) aparece en form a de práctica, la acom paña, la atiende y, en cierto m odo, la estruc­ tura; 2 ) en él, la mente y el cuerpo, el conocim iento y la práctica son vistos com o un com puesto y no com o partes desarticuladas; 3 ) está es­ trechamente vinculado a la experiencia, y, por últim o, 4 ) es visto de m anera significativa com o un sím bolo de esperanza, com o una vía para resolver un enigma, lo que sería im posible utilizando m étodos “conven­ cionales” (léase form alizados y estandarizados).

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La intención de este texto al presentar el j u g a r (a d hoc-ismo, im provisa­ ción) com o algo que acom paña de m anera constante al diseño y le es inherente, no es reñir a los arquitectos o “exponer” su falta de sinceridad o de profesionalism o, o la carencia de un conocim iento adecuado. Todo 23 U n ejem plo fascinante de un dicho que incluye ju gar es: ju gar pe duniya kayam hai (literalmente, ju gar mueve al m undo). Lo que es de particular interés sobre este dicho es que se trata de una versión de un dicho más culto según el cual es umeed (esperanza) lo que mueve al m undo. El que ju gar transponga y aparezca com o sinónim o de la espe­ ranza es m uy revelador.

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lo contrario, m uchos de los arquitectos con quienes trabajé tenían un gran conocim iento y eran sinceros en extremo en su lucha por cambiar lo que veían com o condiciones lamentables de algunos residentes de Delhi. N o sólo eso; m uchos habían dedicado encarecidamente su carre­ ra a m ediar y remediar la torpe m entalidad de desarrollo enquistada en las prácticas de las autoridades estatales. M ás aún, el objeto tam poco es eliminar la noción de diseño; quizás eliminarla no sería posible. Si acaso, este capítulo dem uestra que el diseño y los valores concom itantes están profundam ente arraigados y se han vuelto inherentes a la aspiración de la nación a la m odernidad, a la constitución del ser nacional y a la iden­ tidad experta. La supuesta universalidad del diseño no ha sido, además, totalm ente negativa; al igual que otros “universales”, tam bién les ha per­ m itido a m uchas naciones, individuos y cosas forjarse una identidad propia. D e m odo que descartarla por com pleto, ni siquiera sería desea­ ble. Por últim o, tam poco se postula aquí que el j u g a r sea una form a de conocim iento autóctona, con su propia lógica, que deba contraponerse al diseño o que esté incluso separada del diseño y no se exponga a su influencia. El propósito del presente capítulo es m ucho m ás m odesto. Es, por lo menos, reconocer que, tal com o un arquitecto y am igo lo com entó, el brillo de los arquitectos es que son los mejores ju g a ro o s (quienes hacen el j u g a r ) . Y así, proscribir o negar la presencia del ju g a r es limitar el p o ­ tencial de los propios arquitectos. Es tam bién, m ás concretamente, un llam ado a reconocer que, a pesar de sus aspiraciones a la universalidad, la cientificidad, el rigor y la form alidad, el diseño siempre es asistido (ya com o idea, com o una form a de conocim iento, o com o diseño en papel o diseño en construcción), por el ju g a r , la im provisación, el a d hoc-ismo; en otras palabras, lo “ O tro” del diseño. N o reconocer esto es, fundam en­ talmente, malentender el diseño m ism o. En un plano m ás “abstracto”, tam bién se cuestiona aquí un “univer­ sal” asociado: la m odernidad. C om o se ha dem ostrado en estas páginas, la m odernidad y el diseño tienen historias prolongadas, com plejas y en­ trelazadas. Gran parte de esta narrativa dialéctica está apuntalada por la(s) declaración(es) esencial(es) del diseño (y quizás incluso de la m o­ dernidad) de que: a ) éste es el ser racional universal; b) todo — ya se trate de una persona, una cosa, una ciudad, una acción o incluso una nación— tiene un “diseño”; c) la identidad de esta “cosa (cualquiera)” es tan sólo el diseño que se constituye a sí m ism o a partir de su fase ideoló­

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gica, potencial, para pasar a una fase tangible, real y concreta, y, final­ mente, d ) su valor (ya sea positivo o negativo) se deriva de qué tan estre­ chamente se adhiera a esa progresión “lineal” . Al reconocer el j u g a r y la im provisación com o algo que acom paña siempre al diseño (y, por consi­ guiente, por extensión, a la m odernidad) el capítulo busca destacar la pluralidad inherente a lo que (podem os) etiquetar de “m oderno” . Por últim o, pero sin duda no m enos im portante, este texto es una invitación pragm ática al Estado y a su m entalidad de desarrollo a repen­ sar su fe y sus supuestos inquebrantables en “el diseño”, ya sea de un vecindario, una ciudad o la propia nación. N o hacerlo sería exponerse a ver a Delhi, y quizás a la nación, entrar en erupción una y otra vez.

16. CÓMO HACER M ODERNO EL ARTE Reconsideración del modernismo artístico en India Sanjukta Sunderasan En septiembre de 2005, Tyeb M ehta (1925-2009), artista veterano y uno de los principales m odernistas de India, estableció un nuevo récord con la venta de su cuadro M a h isa sh u r a (1997) en la fabulosa cantidad de 1 584 millones de dólares en la subasta de arte m oderno y contem porá­ neo indio de Christie’s en N ueva York. Ésta fue la prim era vez que un artista indio contem poráneo cruzó la barrera del m illón de dólares.1 Evoco este acontecim iento no sólo para subrayar el reciente punto críti­ co del arte m oderno y contem poráneo indio en el m ercado m undial, sino — lo que es m ás im portante— para referirme al aparato esencial­ mente m odernista de Tyeb M ehta com o um bral de lo que podría verse com o un espacio de am bivalencia en el m odernism o artístico de India. El M a h isa sh u r a es una com posición típica de M ehta; el artista emplea una estricta econom ía form alista al yuxtaponer superficies contrastantes de dos dim ensiones, de colores planos, para evocar el conflicto entre la D iosa M adre y el m ítico dem onio búfalo.2 La dram ática fragm entación de la figura central capta el conflicto mítico en la rígida sim plicidad de la form a, el tratamiento m inim alista del espacio pictórico que capta la esencia de la catarsis social. En una entrevista concedida al corresponsal de The N e w York T im es después de la subasta, el artista octogenario esta­ bleció una serie de conexiones entre su arte, la m em oria y la violencia. Reflexionando sobre la m em oria del genocidio com unitario y la Parti­ ción de India en 1947, M ehta señala que fue la violencia de la Partición lo que determ inó la em oción que quiso pintar: “ Esa violencia se m e fijó 1 Shoum ini Sengupta, “Indian artist enjoys his world audience” , The New York Times, 24 de enero de 2006, http//:w w w .nytim es.com /2006/01/24/arts/design/24tyeb. html.

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en la m ente... Yo no trabajo sobre los acontecim ientos; prefiero crear una im agen que se convierta en m etáfora”. 3 Esta breve incursión en el arte de Tyeb M ehta revela una serie de temas en la creación de la form a — la m em oria, la m etáfora y el conflic­ to— , que nos llevan m ás allá, hacia un conjunto de espacios traslapados: lo mítico y lo m oderno, lo personal y lo público, lo form al y lo social. Lo que aquí m e propongo es rastrear estas form as en el arte indio del siglo xx, concretamente durante las décadas que van de 1940 a 1970. M ás que trazar una vez m ás una narrativa estable del “arte m oderno” indio, me voy a enfocar en una am bivalencia que yace en esta noción de lo m oderno. Propongo que la form a m oderna en el arte indio está ins­ crita críticamente por dialécticas de la identidad, la resistencia y la m e­ m oria. La subjetividad artística y el form alism o puro, dos características distintivas del m odernism o internacional, en India han permanecido con frecuencia grabadas en la experiencia histórica y vivida, y la propia m etáfora se ha convertido en un doble texto de lo personal y lo público, lo form al y lo social. Para abordar esta ambivalencia del m odernism o indio se necesita no sólo soltar la rigidez de “la form a pura” y la “subje­ tividad profunda”, sino — lo que es m ás im portante— reconocer la per­ sistencia de lo político, si bien en m utaciones am orfas, para representar lo m oderno en el arte. A lgunas de las preguntas que van a aflorar aquí se refieren a si hacer “m oderno” el arte puede divorciarse por com pleto de la determ inación sociopolítica: ¿pueden las narrativas de la a v an t-g ard e m odernista en la India de la post-Independencia excluir el realismo crí­ tico y el expresionismo figurativo? ¿Pueden la “form a pura” y la “subjeti­ vidad pura” en el arte construirse al m argen de las especificidades de la experiencia histórica? Y de no ser así, ¿cómo entra lo social y lo político en la creación de la forma?, ¿cómo m uta lo “colectivo” en “subjetivo” en dichas obras de arte? En India, la búsqueda m odernista de la autoexpresión irrestricta se ha reinscrito por la experiencia vivida o la m em oria heredada de la lu­ cha anticolonial y — com o bien nos lo recuerda G eeta K apur— el m o­ dernism o está aquí “ ...profundam en te politizado y conlleva el poten­ 2 L a Mahisashura Series fue realizada por Tyeb M ehta durante la década de 1990. La pintura que aquí se m enciona se hizo en 1997; acrílico sobre tela (firmada, titulada y fe­ chada al reverso: 150 x 120 cm. 3 Tyeb M ehta en conversación con Shoum ini Sengupta, “Indian artist enjoys his world audience”, The New York Times, 24 de enero de 2006.

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cial de la resistencia” .4 En una anotación teórico-crítica al respecto, K apur descarta la viabilidad del internacionalism o puro en el arte in­ dio, y habla de un curioso hibridism o de los m odernism os del Tercer M undo, determ inado por la política cultural del poscolonialism o. El artista, sostiene Kapur, en cuanto individuo proclive al proyecto de m o­ dernización y que enfrenta — consciente o inconscientem ente— la di­ fícil situación poscolonial, permanece inm erso en las experiencias del colectivo: “ Incluso las tareas de la subjetividad, m ientras sigan sin resol­ verse, requieren actos de exégesis alegórica, con frecuencia por la vía de la nación” .5 La experiencia histórica es, pues, central aquí, y com o va­ riante de las trayectorias (y los supuestos) esencialmente form alistas del m odernism o occidental, abre de inm ediato espacios para am bivalen­ cias, con lo que obtenem os una herram ienta conceptual para trazar tra­ yectorias sociopolíticas dentro de los cánones form alistas del arte m o­ derno en India. Se puede decir que la década de 1940 dio lugar a la prim era ruptura en el consenso nacionalista que dom inó la producción de arte (mi refe­ rencia es principalm ente el arte pictórico y la escultura) en las décadas anteriores. Las pinturas individualistas de Rabindranath Tagore de la década de 1920 a la de 1940 fueron, de hecho, excepciones revoluciona­ rias. A partir de fines del siglo XIX las cuestiones de la subjetividad artís­ tica y la innovación estilística en el arte indio se entremezclaron, sin em bargo, con las proyecciones culturales de la “nación”, ya fuera dentro de la dialéctica de la política de la identidad anticolonial, ya en la retóri­ ca de la contram odernidad anticapitalista y antiurbana.6 M ás que con 4Kapur, 2000, p. 301. 5Ibid., p. 297. 6V éase en el estudio precusor de Tapati Guha-Thakurta, The M aking o f a New “In dian ’A rt: Artists, Aesthetics and Nationalism in Bengal, 1850-1920, Cam bridge, C am ­ bridge University Press, 1992, un tratamiento histórico de las cuestiones de la cambiante instrucción artística, el patrocinio, la identidad y la ideología artísticas contra el telón de fondo del movimiento artístico dirigido por Abanindranath Tagore y sus alumnos, bau­ tizados com o la Escuela de Pintura de Bengala. G uha-Thakurta estudia los primeros com prom isos m odernistas con lo nacional en “Visualizing the Nation: T he iconography o f a ‘national art’ in modern India”, Journal ofArts and Ideas, edición especial sobre el arte m oderno hindú, núm. 2 7 /28, marzo de 1995, a partir de la obra de R aja Ravi Varma, Abanindranath Tagore y N andalal Bose. Considerando un marco temporal similar, Partha M itter ve — en A rt and Nationalism in India, 1850-1922, Occidental Orientations, N ueva York, C am bridge University Press, 1994— las instituciones de arte colonial con

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una ideología de a n tip assatism o o una ruptura total con el pasado, el m odernism o en India se vinculó con la historia y la tradición de una m anera tanto derivativa com o innovadora, fusionando así las nociones de tradición, subjetividad artística y política nacionalista. Si bien la m i­ tología y la antigüedad precolonial eran evocadas por el historicismo rom ántico de la Escuela bengalí de pintura, una lírica quietud cargada de bucólica nostalgia dom inaba las im ágenes de la idílica India provin­ ciana en el “prim itivism o am biental” de la escuela de arte de Tagore en Shantiniketan desde la década de 1930. La década de 1940 — cuando el término del régimen británico en India conlleva una catarsis sociopolítica intensificada— acabó con esta quietud en los m arcos visuales. C u an ­ do la política penetró con m ayor violencia los m arcos visuales, lo m oder­ no en el arte se desestabilizó en cierto grado en su intento de dar cabida a la angustia existencial del artista en cuanto individuo, y a su arte en cuanto rebelión contra el trágico telón de fondo de la descolonización. Si revisamos a vuelo de pájaro el siglo, notam os tensiones semejantes en torno a lo m oderno a finales de la década de 1960 y en la década de 1970, esta vez a causa de la reorientación radical de las nociones de lo social y lo político en el arte para dar cabida a la política de múltiples capas del poscolonialism o. Voy a reflexionar aquí en torno a la subjetividad artística y el estilo en la obra de una selección de artistas que trabajaron entre las décadas de 1940 y 1970. M i elección de este marco tem poral responde a la im por­ tancia que com parten estas décadas en la reorientación del discurso del m odernism o artístico en India. Este capítulo no se propone presentar por sí solo ni un análisis iconográfico profundo de un artista o un grupo en particular, ni tam poco una narrativa porm enorizada de cada una de las iniciativas m odernistas en el arte indio; busca, en cam bio, presentar un com plejo conceptual en torno a la creación de la form a “m oderna” en el arte indio. Podem os partir de la prem isa de que la obra de arte es, al fin y al cabo, un “ ...punto nodal en diversas líneas causales diferentes... psicológicas, sociológicas, estilísticas”;7 de que la creación o selección

las ideologías de los movimientos nacionalistas e intelectuales próxim os al cam bio de si­ glo. En su último libro, The Triumph o f Modernism: In dia' Artists and the Avant Garde, 1922-1947, Londres, Reaktion Books, 2007, Mitter sigue la expresión m odernista a tra­ vés de los puntos estilísticos importantes del primitivismo y el naturalismo. 7 Hauser, 1959, p. 13.

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de estilos de un artista no puede desentenderse ni de la causalidad so­ ciológica ni de la psicológica, cuyo diálogo podría llevarnos de nuevo hacia la tensión entre la subjetividad pura y la determ inación social del arte. Los artistas que com entam os aquí pueden situarse dentro de la com pleja m atriz de lo social, lo form al y lo político en la creación del arte. A pesar de sus acercamientos individuales a la práctica del arte, nos proponen com prensiones alternativas de la form a y la subjetividad en la elaboración de lo “m oderno”, inaugurando así diálogos aún m ás fractu­ rados entre el arte y la política.

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Entre 1971 y 1979, Som enath H ore (1921-2006), renom brado escultor y uno de los grabadores m ás destacados de India, hizo una serie de gra­ bados en pulpa de papel, blanco sobre blanco, vueltos trágicos con rup­ turas e incisiones repentinas, a m enudo con escurrimiento de pintura roja sobre superficies agujeradas o rasgadas. Primero se hacían los m ol­ des en hojas de barro o de cera; de ahí se trasladaban a matrices de ce­ m ento en las que se vertía la pulpa de papel para crear una superficie m uy texturizada con ondulaciones, pecas, poros y fisuras. L a superfi­ cie se cortaba o se agujeraba entonces con un cuchillo, o se m arcaba con una varilla candente, quem ando o derritiendo la cera. Esta serie lleva el título genérico de H e r id a s. En una entrevista, H ore explica la idea que subyace en su serie H e rid a s: Estoy todo el tiempo atrapado en una sola preocupación: lo que llamo las Heridas. Heridas sociales, podría decirse. Ya se trate de la hambruna o de los refugiados, de los disturbios o de cualquier otra cosa. En este concepto no tengo que pensar, está ahí, dentro de mí. No tengo que pensar en tér­ minos del material... Recuerdo haber visto la placa de metal en ácido nítri­ co y las burbujas de ira hiriendo el metal. Pensé que éste era un medio muy apropiado para expresar mis propias ideas, el proceso de grabado.8

8 Som nath H ore, en una conversación con Neville Tuli, reproducida en Tuli (ed.), 1997, p. 308.

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L a serie de H ore en pulpa de papel fue una prolongación de sus grabados en relieve a partir de lám inas realizadas en placas de m etal la­ ceradas con ácido. Éstos eran grabados figurativos con gestos m ínim os, de contornos geom étricos incisivos y esqueléticos, con signos de ham ­ bre. La herida com o expresión y m otivo se repite una y otra vez en sus litografías, aguafuertes, im presiones en relieve y series en pulpa de papel y, por últim o, en sus esculturas (a las que H ore prefería llam ar Bronces). D esde un principio, H ore se ha em peñado persistentemente en crear una form a que refleje la corporeidad de la violencia. En sus Bronces (so­ bre todo los de finales de la década de 1970) creó figuras cóncavas, hue­ cas — form as animales y hum anas esqueléticas y cojas— , suspendiendo y envolviendo, una sobre la otra, lám inas enceradas aplanadas, curvas o rasgadas con cuchillo. En las im presiones en pulpa de papel en bajorre­ lieve de la serie H e r id a s (sobre todo las de la década de 1970 y principios de la de 1980), las incisiones y los cortes afilados en la superficie son sím bolo de las cicatrices infligidas con un cuchillo o una bala, que pene­ tran el cuerpo orgánico del grabado. Lo que vemos es la total plasticidad de la form a que transm uta la realidad representativa de la violencia. Al evitar pasar por el realismo pictórico en el sentido convencional, alcanza una abstracción expresionista del “traum a” en una corporeidad insinua­ da. C ad a elemento — la superficie orgánica porosa, las profundas inci­ siones o el escurrimiento de pintura roja— , así com o la extrema vacui­ dad del espacio pictórico con su iconicidad m inim alista, todo conform a una totalidad que capta el dram ático m om ento de violencia. Lo im portante aquí es la creación de una abstracción: una sim plifi­ cación radical de la form a en que se ve al artista tom ar distancia de la m aterialidad factual de la experiencia vivida. La m em oria se objetiva m ediante la supresión de los rasgos circunstanciales; la form a material captura la esencia del malestar y de la angustia. En la “form a significati­ va” de la im agen final de H e r id a , la experiencia en el m undo fenoménico es, así, recordada, capturada y congelada en una sobrecogedora com po­ sición abstracta donde la form a se convierte en significante de la violen­ cia, su talante y su m em oria: “ Parecen abstractas, pero son, en realidad, verdaderas heridas infligidas en lám inas de arcilla o cera... N o era sino una prolongación de las heridas que pudo hacer un buril o el ácido en superficies de m adera o en lám inas de m etal”.9 Este acto de hacer abs­ 9Ibid., pp. 15-16.

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tracción im plica no sólo eliminar el acontecim iento, sino tam bién inte­ riorizarlo. La interpretación m inim alista en la “form a pura” es también, por consiguiente, la esencia destilada de la experiencia de la violencia: la m etáfora de las superficies rasgadas vincula lo form al a lo social y lo político, y la objetivación artística crea una form a que es, de hecho, “la form a del contenido”, y el contenido es “ ‘la form a en que ocurrió” .10 El resultado es, sin duda, una obra m aestra del género expresionista abs­ tracto, pero sólo reorientado contra la política contextual de la descolo­ nización. H abiendo llegado, así, a la naturaleza de la abstracción, la silen­ ciosa presencia de H e r id a s en la com prensión del m odernism o en el arte indio requiere un escrutinio histórico crítico del arte m ucho m a­ yor del que se ha hecho hasta ahora. Las H e r id a s resuenan con una presencia m etafórica de la m em oria y la violencia, m uy sim ilar a lo que oím os de Tyeb M ehta al com ienzo de este ensayo. Siguiendo la m em o­ ria y la m etáfora en el arte de M ehta, entram os en una disposición com pletam ente diferente del espacio pictórico; en este caso, grandes óleos de superficie plana dispuestos en controlada suspensión. Las fi­ guras ocupan una grandiosidad trágica en los lienzos enormes de M ehta. C ual proyectiles de superficie plana y angular, las figuras chocan entre sí, se dividen y se traslapan, trastocadas — com o en su S e rie D ia g o ­ n a l — 11 por una fisura que atraviesa el espectro, rom piendo y conte­ niendo a la vez las figuras en choque en una gran sim etría. Sus figuras son precisas en su desm em bram iento claram ente delineado, los m iem ­ bros dislocados conform e las figuras caen de cabeza en una prolongada agonía. Ya sea en su serie F ig u r a cayendo, o en obras com o E l Gesto [T h e G e stu re ] 12 o la serie M a h is a sh u r a , con la que com enzam os, la per­

10Sugerido por el crítico de arte Pranabranjan Ray respecto a la obra abstracta de Som nath Hore, en Somnath Hore, N ueva Delhi, Lalit K ala Series o f Contem porary In­ dian Art, 1983, p. 8. 11Tyeb M ehta, D iagonal Series, 1973, Ó leo sobre tela. 68.9 x 68.9. (175 x 175 cm). 12Falling Figure with a Bird, Ó leo sobre tela, 1988. M ehta comenzó a crear Falling Figures desde 1965. D espués de su visita a N ueva York, sus lienzos sufrieron un cambio significativo en la com posición y la aplicación del color. Volvió a Falling Figure en los años ochenta, usando proyectiles suspendidos de coloridas superficies. La Serie Diagonal, por ejemplo, Diagonal, 1973, óleo sobre tela, 175 x 175 cm ., y pinturas como Gesture III , 1977, 120 x 150 cm, óleo sobre tela, así com o la serie Mahishasura, caen en el periodo posterior a los años sesenta, con un punto alto a partir de m ediados de los años setenta.

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sistencia de la dislocación y la colisión es una característica distintiva del arte de M ehta: representa cóm o reflexiona el artista una “tragedia cósm ica” .13 La “diagonal” aparece en el lienzo de M ehta com o un “artilugio pictórico” para enfocar las cualidades expresivas del color — m ás que las líneas— en cuanto elem ento.14 Utiliza la diagonal para fragm entar la im agen, propiciando con ello su propio m ovim iento, y definir el espacio pictórico para aplicar el color. Las características planas de las figuras dislocadas de M ehta, sobrecogedoras en su sólida m asa plana de color, hacen su obra esencialmente m inim alista. Al construir una superficie escindida, tanto en las propias figuras com o en el espacio pictórico en general, M ehta continúa, no obstante, luchando con una m em oria frac­ turada de la Partición; las superficies y las figuras divididas resuenan con el recuerdo del conflicto y la búsqueda del artista de una m etáfora m o­ num ental de la violencia.15 La im agen resultante suscita una serie de sugerencias, la “form a significativa” se vuelve, una vez más, sim bólico um bral del reino de la m em oria y el trauma. Esta sujeción de la angustia personal a la rigidez de la form a es el punto crítico de las com posiciones abstractas m inim alistas de Som nath H ore y de Tyeb M ehta. Vemos en su trabajo una m arcada centralidad de la form a, una supresión radical de los detalles con estricto apego al dic­ tado de los elementos visuales. La form a pura se alcanza, no obstante, m ediante un com prom iso consciente con la experiencia vivida. Mientras la historia y la m em oria m utan en la “form a significativa” m ediante el uso de la m etáfora, los artistas se adhieren a la expresión m odernista distintiva de la pureza formal. Para Som nath Hore, es el material y la textura lo que se m oldea, se talla, se divide o se hilvana una y otra vez para crear las cicatrices de las heridas. Para Tyeb M ehta, es el uso pura­ m ente form al del color, “sin que lo obstruyan la textura o las m arcas del pincel” .16 La diagonal que dividía sus lienzos era un artilugio form alista en esencia, aunque puede verse com o alusivo a la fractura. C om o el propio artista lo señala: “M e di cuenta de que la diagonal me daba dos áreas separadas en las que trabajar. Podía presentar la im agen com o me 13 El artista, citando a Kandinsky, en Kapur, 1978, Introducción. 14 M ehta en una conversación con otros artistas, reproducida en Bickelmann et al., 1987, p. 93. 15 Shoumini Sengupta, New York Times, 24 de enero de 2006. 16 Bickelmann et al., 1987, p. 94.

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gustara, no sólo en térm inos de diseño puro, sino tam bién con propósi­ tos em otivos” .17 M ehta afirma, pues, a pesar de la persistencia de lo so­ cial en su arte, que sus pinturas deberían considerarse “ ... sólo en térmi­ nos form ales” .18 Es precisamente esta politización im plícita del estricto form alism o en la obra de estos dos artistas lo que los vuelve indicadores cruciales de la entrada del arte indio de la post-Independencia en el m odernism o. La presencia sim bólica de la m em oria y la angustia en la obra de Som nath H ore y de Tyeb M ehta en la década de 1970 nos rem onta a la década crítica de 1940, en que ésta tiene una presencia m etafórica recu­ rrente en la obra de am bos artistas. Tanto Som nath com o M ehta fueron producto directo de las fuerzas desatadas en los años cuarenta; sus pri­ meros años com o artistas nos conducen a dos nodos críticos en la prác­ tica del arte indio de las décadas de 1940-1950, a saber, el progresismo y el internacionalism o m odernista. H ore era un joven artista y reportero del Partido C om unista de India (PCI) durante el apogeo de la efervescen­ cia cultural del ala izquierda en la década de 1940. Instruido por Chittaprosad, cam arada y artista, para hacer bocetos de la rebelión cam pesina y de la resistencia popular, H ore se convierte en un trabajador íntegro, aunque silencioso, de la cultura progresiva de los años cuarenta auspicia­ da por el PCI. Tyeb M ehta es producto de la Escuela de Arte J.J. de Bombay. A fines de la década de 1940 es integrante del m odernism o internacionalista definido en los circuitos artísticos de Bom bay que en­ cabeza el G rupo de Artistas Progresivos. Los Artistas Progresivos se cons­ tituyen com o grupo en 1947, producto tanto del m ovim iento cultural progresivo de los años cuarenta com o del acérrimo brío individualista de la a v a n t g a r d e internacional. El progresism o y el internacionalismo pueden percibirse com o dos sendas aparentemente divergentes en la búsqueda de m odernism o en el arte indio. El prim ero — dado su legado del activism o cultural de la Izquierda de los años cuarenta— se preocupó m ás por la significación social y la accesibilidad popular del arte, con lo que subrayó expresiones sociales realistas para el artista. El internacionalismo, otro caro ideal de los años cuarenta, abogó con rebeldía por la libertad del artista frente al contexto político en una acendrada exploración del form alism o puro, 17Ibid., p. 94. 18Tyeb M ehta, en conversación con Neville Tuli, reproducida en Tuli, 1997, p. 332.

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s a n s p o lit iq u e (sin política), ya fuera ésta nacionalista o socialista. C o m ­

parten, no obstante, una raíz com ún en la agravada crisis sociopolítica de la últim a década del régimen británico en India. Es en este legado contextual com ún donde am bos declaran ser m om entos “m odernistas” del arte indio. Si bien la preocupación social del progresism o, por un lado, y el form alism o internacionalista en el arte, por el otro, podrían parecer dos prácticas m utuam ente excluyentes, voy a sostener aquí que tienen intersecciones precisas: lo que antes m encioné com o espacios am ­ bivalentes de lo individual y lo colectivo, de lo form al y lo social. Tyeb M ehta y Som nath H ore nos conducen, cada uno a su manera, hacia esta am bivalencia de lo m oderno indio.

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C on tra el telón de fondo de la Segunda Guerra M undial y la India británica atada al intento bélico im perial, la década de 1940 comenzó con una ham bruna catastrófica en Bengala, que m ató a m ás de un m i­ llón y m edio de personas y desplazó a m uchas m ás. M ientras que vastas extensiones de la Bengala rural sucum bieron ante el ham bre y las epi­ dem ias, que arrojaron a m illones a las calles de C alcuta y a la población subdivisional en busca de com ida, el paisaje urbano se alteró por com ­ pleto con escenas nunca antes vistas de indigencia y m uerte. C onform e la política de m asas generaba huelgas y la violencia política crecía, la experiencia m ás corrosiva de la década fue la de los disturbios com una­ les y el genocidio, que culm inaron en la sangrienta Partición que siguió a la Independencia. La H am b run a de Bengala de 1943 y la Partición — puede aducirse— habían establecido el tono de la figuración artística de las décadas por venir. D e aquí en adelante, la im agen de la ham bru­ na y los desplazados aparecería una y otra vez en la obra de los artistas de Bengala, trastocando los contornos líricos de las décadas anteriores, favorecidos en gran m edida por la Escuela de Bengala. Lo que se intro­ dujo en los años cuarenta, ya sea en los círculos artísticos progresivos o en la obra de los internacionalistas, fue el vocabulario visual del desaso­ siego, los conflictos y la resistencia. En la obra de estos últim os, este desasosiego aparecería com o una angustia individual del artista aliena­ do, m ientras que el arte progresivo buscaba reflejar las am arras sociopolíticas del m om ento.

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Al vincular el arte con la política de una m anera m ás directa y vio­ lenta, y no tanto en térm inos im plícitos, los años cuarenta crearon el contexto en que el m odernism o — en cuanto práctica dialéctica de pro­ ducción artística— pudo aflorar. Se insertó en los lenguajes del “realis­ m o”, el “progreso”, lo “popular” y lo “revolucionario” . En el arte, la idea del progresismo se hizo sentir en los debates en torno a la naturaleza de la literatura o de la representación en las artes visuales. El realismo, el m odernism o, el hum anism o y las ideas de la “popularización” del arte fueron algunos de los signos de las prácticas culturales de ese periodo. El concepto de lo progresivo se constituyó por una com prensión y una lectura socialistas de la producción cultural, si no es que por la afiliación política directa de sus m iem bros en el Partido C om u nista de India. En su Primer Boletín, titulado E l p r o ta g o n ista d e l teatro d e l p u e b lo es el p u e b lo , la Asociación de Teatro Popular de India (ATPl), constituida en 1943 con el auspicio directo del PCI, declaró la emergencia en el arte de “nuevos m étodos de producción, nuevas relaciones y patrones sociales, nuevos conflictos y problem as sociales” .19 Antes, al concluir la década de 1930, un tem a sim ilar había sido expuesto en el manifiesto de la A socia­ ción de Escritores Progresivos, uno de los prim eros espacios de lo que de ahí en adelante se desarrollaría com o el M ovim iento Cultural Marxista. El m anifiesto buscó introducir en el arte indio “ ... algo m ás real, algo m ás en arm onía con los hechos de nuestra actual existencia, algo que va a hacer intenso y viril nuestro arte” .20 C on la constitución de la ATPI se le dio una activa resonancia móvil: la Brigada Cultural de la ATPI viajó a las poblaciones, a las fábricas y a pequeñas ciudades. El m ovim iento del Teatro Popular tam bién buscó reinventar el arte com o “una poderosa fuerza para la creación del futuro”, una invitación a abordar el “divorcio entre las artes com o la danza y la pintura y los m o t i f y las actitudes re­ volucionarios de las m asas” .21 El m ovim iento cultural de la Izquierda buscó crear en el arte un espacio para lo “p opular”; un arte “nacional en la form a y socialista en su contenido”, y a su paso reunió a artistas, escri­ tores e intérpretes en una plataform a com ún para dar form a a la expre­ sión del arte progresivo.

19 First Souvenir o f the IPTA, p. 2. 20 Sajjad Zaheer, Prefacio a “Towards progressive literature” , en Pradhan (ed.), 1979, p. 36. 21 First Souvenir o f the IPTA, p. 2.

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En la década de 1940, el arte progresivo debía ser sobre todo figu­ rativo; un significativo desarrollo iconográfico de esos años fue la fiso­ nom ía del ham bre y el agotam iento, brillantem ente explorada en la obra de artistas de Bengala com o Zainul A bedin, C hittaprosad, Gobardhan Ash, y D eviprasad Roychoudhuri et a l. Los años cuarenta tam ­ bién provocaron una alteración crítica en la búsqueda del artista de sus m odelos. D e aquí en adelante, el espacio y el paisaje urbanos vendrían a constituir uno de los im aginarios dom inantes del arte, que supliría el pasado enfoque en el idílico pueblo indio com o la “ubicación” de lo “nacional”; el paisaje escindido de la ciudad y los individuos ahí atrapa­ dos se convertirían en el icono dom inante en el arte. En la retórica del arte progresivo tam bién se dio reconocim iento a la creación artística en cuanto práctica cultural crítica, que precisaba que los artistas enfocaran el contexto sociopolítico en que operaban. La búsqueda de un nuevo vocabulario en el arte que pudiera reflejar la tesitura del m om ento pro­ m ovió la form ación de grupos de artistas en todo el país: en 1941 se form ó Jóvenes Turcos en Bom bay; en 1943, el G rupo de Artistas de C alcuta en Kolkata, y en 1947, el Delhi Shipli C hakra en D elhi y el G rupo de A rtistas Progresivos en M um bai. A unque para m ediados de los años cincuenta estos grupos se habían disuelto en su m ayoría, fue­ ron ám bitos de un ferviente internacionalism o en el arte indio. Los ar­ tistas que surgieron en estos grupos no sólo buscaron experim entar con nuevas expresiones form ales del m odernism o internacional en sus res­ pectivos m odos; lidiaron, al m ism o tiem po, con temas de la subjetivi­ dad artística y la autonom ía de la form a, buscando incluso, en algunos casos, un divorcio total de lo social. En la India posindependiente, estos grupos habrían de erigirse en baluartes del m odernism o en el arte in­ dio, en su búsqueda de un nuevo lenguaje y una nueva identidad artís­ tica en el nuevo Estado-nación. Tanto el G rupo de C alcuta com o el G rupo de Artistas Progresivos en Bom bay tuvieron una relación tirante con el m ovim iento de arte progresivo, en particular con el m ovim iento de cultura de la Izquierda de los años cuarenta. A utoconstituidos com o artistas profesionales urba­ nos, los m iem bros de am bos grupos com enzaron sus m anifiestos abor­ dando temas de identidad y la crisis de la época, y trazando un claro despegue tanto del naturalism o académ ico com o del m isticism o lírico de las prim eras décadas del siglo XX. A lgunos de los m iem bros fundado­ res del G rupo de Calcuta, com o N irode M azum dar y Rathin M aitra,

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fueron asociados con gran exaltación a la Asociación de Escritores y Ar­ tistas Antifascistas (fundada en 1941) y mostraron entusiasmo por vincu­ lar su arte a la retórica de la cultura progresiva. Francis N ew ton Souza (G rupo de Artistas Progresivos) era tam bién m iem bro del Partido C o ­ m unista a m ediados de los cuarenta, y arrancó una tendencia izquierdista.22 En su búsqueda artística perseguían, sin embargo, no sólo una rup­ tura radical con el pasado sino, de hecho, una autonom ía de la propia obra de arte: “ ...libertad absoluta de contenido y de técnica, casi anár­ quica”.23 D adas la crisis de la década de 1940 y la sim ultánea voluntad “progresiva” de retratar al hom bre com ún, la m ayoría de los artistas de estos grupos comenzó su carrera en esa década con im ágenes de los po­ bres, los m arginados y los oprim idos. Sin embargo, su insistencia en la experim entación form al y el m odernism o internacional no siempre es­ tuvo de acuerdo con los fundam entos sociales realistas de las artes visua­ les del m ovim iento progresivo de la Izquierda. Para un m ovim iento que prom ovía el acceso popular a la cultura, llevar el arte “al pueblo”, el elitismo form al no era la respuesta, en particular en la causa de un m ovi­ miento popular proyectado. M iem bros de am bos grupos denunciaron m ás adelante toda inspiración o contenido políticos en su arte, y, lo que es m ás im portante, toda influencia izquierdista, que se volvió equivalen­ te a m era propaganda.24 Aunque, com o com enta G eeta Kapur, dados sus intentos de acabar con el elitismo en la práctica del arte y definir un lu­ gar para el pueblo fuera de lo “clásico”, el Movimiento de Cultura Marxista de 1940 es una de las prim eras m utaciones de la vanguardia occiden­ tal en India. Pero el m ovim iento tam bién definió los espacios de tensión en la práctica del arte m odernista — entre lo colectivo y lo individual, lo realista y lo form al, lo progresivo y lo moderno. En la India de la post-Independencia, esta tensión se inclinó en gran m edida hacia el internacionalismo m odernista, atrapado en la euforia del nuevo Estado-nación, un sta tu qu o que estaba a punto de trastocarse por la im petuosa turbulencia política de las décadas de 1960-1970, so­ bre todo en Bengala. A partir de m ediados de los años sesenta, el medio 22 “Interview o f Souza”, en D alm ia, 2002. 23 M anifesto o f the Progressive Artists’ Group, 1948. 24 Artistas com o Prodosh D asgupta y Newton Souza, m iem bros fundadores del G rupo de C alcuta y el G rupo de Artistas Progresivos, negaron respectivamente, años después, toda m otivación política directa en su obra en los años cuarenta, haciendo hin­ capié en la prim acía de la experimentación formal. V éase D asgupta, 1981.

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político en Kolkata y en la región entera se vio atrapado en el furor de la política de agitación y la lucha radical del pueblo, que culm inó en el levantamiento de Naxalbari. La revuelta agraria, conexa a una agitación estudiantil generalizada y a la violencia cotidiana en Calcuta, suscitó una notoria represión oficial.25 Conform e la econom ía siguió declinando, la guerra con Pakistán y la Guerra de Liberación de Bangladesh (1971) trajeron un nuevo flujo de refugiados a la ciudad y en poco tiem po la desilusión de una emergencia nacional rom pió una vez m ás, en 1974, el tejido político. En el arte, en estas décadas resucitaron las tendencias lanzadas en los años cuarenta. El m ovim iento de arte progresivo había situado con éxito el arte en un papel funcional crítico en la esfera públi­ ca, abriendo espacios para el artista com o activista, y para su arte como diálogo sociopolítico. En los años sesenta y setenta, esto afloró com o el resurgimiento de iconografías de la violencia y las heridas, particular­ m ente entre los artistas que trabajaban en Bengala, para quienes la bús­ queda de la form a m oderna no podía descartar la percepción artística de lo social, que se dem oró con m ayor persistencia contra el telón de fondo del continuo declive económico y el caos urbano en la Kolkata posindependiente. Lo que se repitió una y otra vez en la obra de los artistas en los años sesenta y setenta fue el com prom iso con la época; la búsqueda de la form a se entrelazó con la crisis de lo cotidiano. La criticidad polí­ tica y la percepción social en diversas m utaciones marcarían a los artistas que trabajaban en Kolkata a partir de finales de los años sesenta, al crear para ellos un com prom iso diferente con la m odernidad en el arte y una sensibilidad en torno a ella. La escalofriante inquietud del movimiento de N axalbari introdujo tótems distintos de lo grotesco y lo extraordina­ rio; el expresionismo y el realismo grotesco se im pusieron com o expre­ siones estilísticas dom inantes, y el surrealismo brindó el recurso expresi­ vo ideal para involucrarse en la oscura confusión política de esas décadas. Tras un breve interludio en la década de 1950, el arte figurativo es­ taba por emerger con m ayor prom inencia que nunca en esas décadas, con un fuerte giro hacia lo social y lo político. En Kolkata, la iconografía social realista de los años cuarenta dio paso a nuevas experimentaciones 25 El movimiento naxalita en Bengala y en Bihar marcaron una etapa catártica en la política radical de Izquierda. Com enzando con el asunto de la redistribución de la tierra en el norte de Bengala, conllevó violentas políticas estudiantiles y una catarsis política en la C alcuta de los años sesenta.

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con lo grotesco, lo surrealista y lo existencial. Si bien la sátira se evocó m ediante caricaturizaciones excesivas y exageraciones fantásticas de la form a hum ana en la obra de artistas tales com o Paritosh Sen (1 9 1 8 ­ 2008) o Jogen C houdhury (n. 1939) para captar tanto lo ridículo como lo siniestro, en Som nath H ore la propia form a abstracta se convirtió en el texto de la corporalidad herida de la violencia. En la obra de artistas tales com o Bijon Chow dhuri (n. 1931), N ikhil Biswas (1930-1966) o R obin M ondol (n. 1929), la figura hum ana — laberíntica, trunca y dis­ torsionada— se halla atrapada en la lúgubre desesperación de un paisaje urbano en expansión. Gruesos em pastes expresionistas de color en tonos oscuros acentúan el caos y la desesperanza urbanos. Figuras dislocadas en grotescos excesos o fracturas cubistas dom inan la obra de estos artis­ tas en un m otivo recurrente de lucha y conflicto, que crea, una vez más, fisionom ías de dolor y alienación. Son particularm ente representativas, aquí, la serie C o m b a te y las series P ay aso y C irco26 de N ikhil Biswas y la serie B u r d e l de Robin M ondol. La conciencia trágica en la obra de estos artistas abarcó desde la degeneración expresionista hasta la evocación de lo ridículo, lo siniestro y lo fantástico. O tro artista que hizo de la condi­ ción hum ana su preocupación central en grandes superficies pictóricas fue A. Ram achandran. Entre las décadas de 1960 y 1970, el artista plás­ tico exploró una expresión crítico-realista en lienzos enormes, que des­ cribió, citando a Dostoievski, com o una “prolongación hacia lo fantásti­ co”.27 Sus figuras en lienzos enormes son hom bres y mujeres sin cabeza, am ontonados contra un espacio m uerto, com prim idos en distorsión, enferm edad y pestilencia, que ofrecen una “lúgubre ontología de la exis­ tencia hum ana”. 28 D e las m onum entales com posiciones de intensa acción y desorden de Ram achandran podríam os pasar a la gélida exactitud de los óleos de Bikash Bhattacharjee (1940-2006). En un tratamiento radicalmente di­ ferente del híper-tenso estilo del realismo, Bikash Bhattacharjee presenta 26 Combat Series, acuarela y tinta sobre papel (69.0 x 50.5 cm ); Clown and Circus Series, óleo sobre papel para fumar, 1965. 2 7 Las composiciones clásicas de este periodo incluyen obras monumentales como

The Cells, óleo sobre tela, 12’ x 5’, 1964; Indian Resurrection, óleo sobre tela, 12’6 ” x 5 1 0 ” , 1965; Encounter, óleo sobre tela, 2 4 ’ x 6 ’, 1967, Vision of'War, óleo sobre tabla, 12’ x 6 ’, 1977. Siva Kumar, 2003, p. 72, ofrece un estudio pormenorizado del arte de Ramachandran. 28 Ibid., p. 79.

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em briagadoras com posiciones foto-realistas sirviéndose con gran tino de la expresión estilística del surrealismo, en la década de 1970. El artista es un maestro de los óleos realistas; construye la exactitud de una calle, un interior o personas con una verosim ilitud naturalista clásica, e introdu­ ce, en un gesto dram ático de intervención artística, un súbito elemento de yuxtaposición que subvierte la tranquila fam iliaridad de la im agen realista. Lo naturalista se yuxtapone con lo extraordinario; lo realista transm uta lo surrealista. Al hacer extraño lo familiar, el artista expone, desnuda, la violencia oculta en la estabilidad aparente. Por ejemplo, la serie M u ñ e ca s — que el artista hizo en la década de 1970— pone ante el espectador destellos de los días oscuros del m ovim iento naxalita en Kolkata, hecho trizas por la contienda estudiantil y las atrocidades policia­ cas. La m uñeca cuelga suspendida de un cajón a m edio abrir o se halla abandonada en una calle desolada. El espectador capta de inm ediato una sensación de presencia y ausencia que palpita en la perm anencia escalo­ friante de la violencia reciente.29 La subversión artística de la “norm ali­ dad ” percibida en la sociedad es transportada, en el lienzo de Bikash, en una yuxtaposición esencialmente m odernista de la form a, la ilusión y la percepción. A lgunos de estos artistas se reunieron en 1960 para form ar la S o ­ ciedad de A rtistas C on tem poráneos de C alcuta, y en 1964 los Pintores de C alcuta, esta últim a derivada de la prim era. Sus m iem bros, aunque sin ser cuadros activos en los partidos políticos, estaban, no obstante, atentos a la política, pues se hallaban inm ersos en un contexto político particularm ente denso en la C alcuta de finales de los años sesenta y durante los setenta. L a p rop ia ciudad proveía expresiones de catarsis a la obra de la m ayoría de los artistas que trabajaban en estos grupos; la form a orgánica que exploraban se volvió expresión del caos en que vi­ vían. En su com paración de la “expresividad de los jóvenes pintores de C alcuta” y el “expresionism o” del G rupo de A rtistas Progresivos de Bom bay, R atan Parim oo delinea una interesante distinción. Los Pro­ gresivos de Bombay, sostiene, utilizaban distorsiones de la figura, grue­ sos em pastes o la fractura del espacio pictórico, conservando un trata­ m iento controlado de la estilística form al y el m ensaje em ocional. Sus expresiones form ales, inspiradas en gran parte en el expresionism o ale­ m án, m antuvieron la preponderancia de la plasticidad de la form a y el 29 D oll Series, óleo sobre tela, 122 cm x 122 cm, 1972.

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estilo sobre el crítico contenido social. Parim oo ve en la obra de los artistas de C alcuta, en cam bio, que “ ...la im agen y el entorno en que se sitúan evocan efectos extraordinarios” .30 Así, el surrealism o resulta m a n u a b le com o recurso pictórico en m ayor m edida que el expresionis­ m o abstracto. La persistencia del “entorno” y de lo “extraordinario” en su obra pone de relieve la polém ica de la criticidad política en que es­ tos artistas trabajaron. Si bien en la década de 1960, la inquietante política y el extrem is­ m o de la Izquierda pusieron de nuevo lo social y lo político en la obra de los artistas de Bengala en el plano nacional, en la década de 1970 lo político en el arte se hizo m ás intenso y, de hecho, m ás fracturado. En la década de 1970, el vertiginoso efecto de la guerra sino-india, la Guerra de Liberación de Bangladesh y la em ergencia nacional de 1974 pusie­ ron al descubierto las fisuras del Estado poscolonial, golpeando así la raíz del sueño m odernista de la nación. Incitaron tam bién a los artistas de todo el país a responder a una nueva crisis política. A rtistas com o Gieve Patel (n. 1940), Vivan Sundaram (n. 1943) y Sudhir Patwardhan (n. 1949) respondieron a la crisis con sus propias figuraciones satíricas, grotescas o surrealistas. D esde finales de la década de 1960, Sundaram y Patwardhan fueron parte de un nuevo giro político en el arte indio, basado sobre todo en Baroda. Junto con artistas tales com o Bhupen Khakkar (1934-2003), lanzaron un ataque frontal contra el arte no fi­ gurativo de la post-Independencia com o parte de un form alism o inter­ nacional conform ista en la política cultural de la G uerra Fría. El perió­ dico Vrischik, publicado desde Baroda, se convirtió en portavoz de ideas radicales sobre la producción de arte, encabezado por los polém icos artículos de la crítica de arte G eeta Kapur. Es tam bién significativo que hacia finales de la década de 1960 y durante la de 1970, m ujeres artistas com o N alini M alini (n. 1946) y N ilim a Sheikh (n. 1945) introdujeran la dialéctica sexual en la producción de arte. Se trataba de artistas que desarrollaron su experiencia y su produc­ ción de arte a finales de la década de 1960 y durante la de 1970, años de intensa carga política. En sus com posiciones, el panoram a del m odernis­ m o en el arte indio se ve aún m ás fracturado con la autonom ía de la form a y con el artista m ediado no sólo por la política nacional y local sino, de m odo m ás im portante, por la política de lo cotidiano, el sexo y 30 Parimoo, 1975, p. 98.

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las clases. El paisaje urbano afloró una vez m ás com o expresión dom i­ nante, y estos artistas se com prom etieron directamente con lo social com o m eta de su producción de arte. En el intento de democratizar el arte, buscaron recuperar el espacio de lo narrativo y lo figurativo en el arte, haciendo la expresión receptiva y perceptiva ante las diversas ve­ tas de la política cultural de la nación poscolonial. Alrededor de los años setenta, la política del poscolonialism o afloraría m ás vistosamente, en particular contra la interrupción de la emergencia nacional. C on artistas tales com o Bhupen Khakkar, Sudhir Patwardhan y N alini M alini, revi­ vió la expresión figurativo-narrativa típica del arte indio. Termino aquí con la m ención de la exhibición que vio culminar estos breves giros figu­ rativos en el arte indio: la exhibición P la c e f o r the People en 1980-1981, en Delhi y Bombay, fue integrada por Jogen Chowdhury, Bhupen Khakhar, N alini M alini, Sudhir Patwardhan, G ulam oham m ed Sheikh y Vivan Sundaram , entre otros artistas, casi todos de Baroda pero vincula­ dos al m undo del arte de Bombay, Delhi y Shantiniketan. U na exhibi­ ción de im portancia crucial, P la c e f o r the People (1981, Galería de Arte Jehangir, M um bai), trajo de vuelta ideologías de la narración y lo figura­ tivo, que redefinen lo moderno en el arte indio. La euforia del m odernis­ m o no figurativo internacionalista de la post-Independencia fue revocada en la polém ica y en la práctica, y los artistas emplearon conscientemente la expresión narrativa para contener la política existencial múltiple de la subjetividad poscolonial.

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Los acontecim ientos de las décadas de 1960 y 1970 plantean interrogan­ tes sobre las posibles narrativas de la m odernidad en el arte indio. ¿Pode­ m os disociar la figuración realista social o las expresiones políticamente responsivas de las narrativas sobre la m odernidad artística? ¿O debem os buscar rutas alternativas hacia lo “m oderno” indio; refigurar, por así de­ cirlo, la com prensión de la form a, la subjetividad artística y la cuestión de la influencia contextual en la form a “m oderna” ? Considero que de im pulsar por delante las tensiones del binario form a/contenido, el tema del estilo debe ser considerado con sum o cuidado. El examen de las ex­ presiones estilísticas em pleadas por los artistas aquí m encionados nos ofrece algunas ideas.

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Para los jóvenes artistas que trabajaron en la década de 1940, el cubism o y el expresionismo sirvieron com o im portantes recursos estilís­ ticos para retratar la angustia subjetiva y la rebelión contra los cánones establecidos, en este caso, los m arcos m itológico-líricos de la ya decaden­ te Escuela de Arte de Bengala. Sostengo aquí que semejantes experimen­ tos con el estilo no sólo eran propicios para dar cabida al traum a indivi­ dual y la típica dislocación de los años de gran tensión política de la década de 1940 en India; en la obra de determ inados artistas, esta bús­ queda aparentemente “form al” puede verse vinculando lo social y lo for­ mal, las dem andas de una política progresiva en el arte y sus determ ina­ ciones puram ente estéticas. C om o una fase interm edia entre el artista y su tema, la cuestión del estilo permanece oprim ida entre lo “individual” y lo “colectivo”, lo “personal” y lo “social”, puesto que el propio artista permanece arraigado, consciente o inconscientemente, en las experien­ cias históricas de su época, a lo que Lukács se refirió com o “potenciali­ dad concreta” : la inevitable ubicación del individuo en su contexto so­ cial.31 El estilo, dice Lukács, no es una categoría form alista autónom a; está conectada fundam entalm ente a la cosmovisión, el W eltan schauun g subyacente en la obra de arte: “es el intento del escritor de reproducir esta visión del m undo lo que constituye su ‘intención’ y es el principio form ativo que subyace en el estilo de una obra escrita determ inada. Vis­ to de esta manera, el estilo deja de ser una categoría form alista; se arrai­ ga, m ás bien, en el contenido; es la form a específica de un contenido específico” .32 En la India de la post-Independencia, las expresiones estilísticas profundam ente m odernistas del cubism o, el expresionism o o el surrea­ lism o dem ostraron ser particularm ente productivas para contener la alienación subjetiva del artista y su com prom iso crítico con su contexto sociopolítico concreto. Figuraciones fantásticas, grotescas o surrealistas, o fracturas cubistas, fueron recursos críticos para captar la ruptura sociopolítica en la obra de m uchos artistas en los años sesenta y setenta. Puede decirse que, en cierto m odo, la tensión entre la figuración social realista y el individualism o form alista que afloró en la década de 1940 se resolvió, en cierta m edida, en la obra de los artistas en las décadas de 31 Lukács, 1963, p. 19. 32 Ibid., p. 19. Lukács escribía fundamentalmente sobre literatura; sin embargo, sus observaciones tam bién son pertinentes para considerar las tensiones entre el realismo y el m odernism o en las artes visuales.

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1960 y 1970. La tensión entre lo “social” y la “form a pura”, fom entada en gran parte por la iniciativa cultural del ala izquierda en la década de 1940, se reorienta en las décadas subsiguientes para contener una con­ ciencia crítica im plícita o una profunda conciencia política. Artistas tales com o Som nath H ore o Tyeb M ehta, o incluso la nueva generación de artistas de K olkata o de Baroda, com enzaron luchando cuerpo a cuerpo con elementos puram ente form ales en su arte, con un com pro­ m iso sostenido con subtextos sociopolíticos, fusionando el hiato entre la form a pura y el contenido social. C on ellos, los debates en torno a la m odernidad artística llegaron a im plicar no sólo la form a, el contenido o el estilo, sino incluso la cuestión de la subjetividad reactiva del artista. L a elección o la creación del artista de una expresión estilística en par­ ticular señala una conciencia crítica que m arca la obra de los artistas m encionados hasta aquí. Esta conciencia requiere la reconsideración de cuestiones de la subjetividad artística, un espacio donde tam bién pode­ m os ver la tensión inherente entre el realismo y el m odernism o en el arte indio del siglo XX. En este punto es crucial entender la vanguardia en India. L a van­ guardia artística en este país se desarrolló a lo largo de la densa historia de la descolonización y, en particular, dentro de las polém icas del m ovi­ m iento cultural “progresivo” del ala izquierda en la década de 1940. Al dirigir la retórica contra la renovación y el m isticism o en el arte, el m o­ vim iento cultural privilegió el realismo crítico sobre el individualismo puro en la producción de arte. Al m anifestarse en contra del clasicismo, el m ovim iento cultural buscaba representar al “pueblo” en el arte para suscitar una reflexión activa de la realidad social por m edio de la inter­ vención crítica del artista-productor. Al invitar a un diálogo m ás estre­ cho entre la política y la producción cultural, el m ovim iento encabezado por la Izquierda recorrió un largo cam ino — m ediante sus vínculos con artistas, escritores y críticos— para cimentar las artes visuales en los pro­ cesos sociopolíticos concretos de la época, específicamente dentro de la difícil situación de la descolonización y los m ovim ientos populares. Si bien el propio m ovim iento se diluyó de m anera considerable en las dé­ cadas inm ediatam ente posteriores a la Independencia de 1947 y a la prom esa del nuevo Estado-nación, logró introducir en la práctica del arte indio — en una década de intensa lucha política— com plejas cues­ tiones y posibilidades en torno al realismo crítico y el m odernism o. Es, de hecho, la persistencia en la m em oria de la descolonización — en espe­

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cial de la crisis de la década de 1940— , en la iconología de las décadas posteriores, lo que exige reorientar la com prensión del m odernism o en el arte indio. En sus escritos de 1978, Geeta K apur sostiene que es la persistencia de la m em oria de la descolonización lo que habría de provocar nuevas experimentaciones en la sensibilidad artística y experimentaciones for­ males, y habría de crear la posibilidad de una vanguardia radical en In­ dia, m ás allá del refinamiento puram ente técnico.33 Pero esta m em oria de la angustia — nos dice— debe transmutarse con la influencia de lo contem poráneo, “ ...la m em oria de experiencias tanto permeadas como vividas... Es el presente y el valor que le otorgam os, o digam os, la con­ ciencia que le concedemos, lo que form a el contenido tanto de la m em o­ ria com o de la im aginación” .34 Aun cuando la conciencia es una cualidad m ás ética que estética, K apur proyecta la autenticidad com o el criterio fundam ental de la práctica artística. La autenticidad personal, nos dice, necesita tener en cuenta tanto la conciencia com o el reconocim iento de la experiencia, donde necesidad es lo que ella llam a con justicia una función “intuitivo-emotiva” en el artista. K apur se basa en gran m edida en lo que K .G . Subram anyan, uno de los m ás profundos m aestros de arte y pintores m odernistas de la India poscolonial, llam a el “nexo hom ­ bre-medio am biente”, donde el hom bre es el “hom bre que siente” y el m edio ambiente, “el am biente con vida” .35 Lo que conecta al artista con su m edio am biente es la sensibilidad artística y una profunda percepción del m edio am biente en que opera. El purism o artístico es básico para el internacionalism o, y esto — sostiene— no puede transportarse al con­ texto indio: “ ... puede haber semejanzas en el producto final; no puede haberlas en la raíz sin el sacrificio de la personalidad”.36 La autenticidad personal es, así, algo m ás que subjetividad pura, y requiere lo que Subram anyan llam a “resonancia am biental” . Escribiendo retrospectivam ente en 1917, Rabindranath Tagore se­ ñaló esta precisa tensión entre la subjetividad artística y la resonancia am biental. Para Tagore — el principal de los prim eros individualistas del arte indio— , el arte era “la expresión de la personalidad”, siendo la personalidad el conocim iento del m undo com o un “hecho personal” : 33 Kapur, 1978, p. x. 34 Ibid., p. xi. 35 Subramanyan, 1987, p. 87. 36 Ibid., p. 48.

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“Si este m undo nos fuera arrebatado — escribió— , nuestra personali­ dad perdería todo su contenido.”37 El internacionalism o no significaba para Tagore la supresión de lo local y lo particular. En su escuela de arte en Shantiniketan se practicó esta confluencia del arte y el m edio am ­ biente en térm inos de un com prom iso tanto con el paisaje rural com o con las com unidades que lo habitan, tal com o lo refleja el arte de la prim era generación de m aestros en Shantinikettan: N andalal Bose, Benode Behari M ukherjee y Ram kinkar Baij. En la obra de cada uno de estos artistas, aunque con diferentes expresiones estilísticas, lo “local” penetró lo “form al” m ediado por la com prensión subjetiva del nexo hom bre-m edio am biente. Partha M itter ve este “prim itivism o m edio­ am biental” com o la retórica de una contram odernidad anticapitalista antiurbana; un “retorno” a la India pueblerina, así com o contra los principios deshum anizadores de la m odernidad colonial.38 Este “retor­ n o” a lo local com o el lugar de lo “nacional” fue un punto determ inan­ te en el desarrollo de la expresión m oderna en el arte indio. En sus in i­ cios — desde principios de la década de 1930, vis h vis las exigencias de dem ocratización política y el populism o gandhiano— permanece como un proyecto intrínsecam ente político, no en una resistencia y una ru p ­ tura revitalizadoras sino, m ás bien, en el afán creativo de contener y proyectar las form as, los colores y los m otivos inspirados en las expre­ siones populares de India. C ad a uno a su m anera, a lo largo del siglo XX, artistas tales com o N andalal Bose, Ram kinkar Baij, Benode Behari M ukhopadhyay, Jam ini Roy, M aqb ool Fida H usain o K .G . Subram anyan, han intentado contener y transm utar lo “local” en el arte m edian­ te com prom isos intrínsecam ente subjetivos con su m aterial. Su percep­ ción de la condición hum ana, así com o de las posibilidades dialogísticas intrínsecas al espacio pictórico, los hace fundam entales, sobre todo en la m anera en que estos artistas siguen siendo concebidos com o el ci­ m iento del m odernism o en India. M i preocupación en este capítulo ha sido destacar los espacios don­ de la form a “m oderna” ha surgido m ediante com prom isos artísticos con 37 Rabindranath Tagore, “W hat is art?“, 1917, en N eogy (ed.), 1961, p. 18. 38 U n estudio pormenorizado del m odernism o en el arte indio de las décadas críticas entre 1922 y 1947 ha sido realizado por Partha Mitter, The Triumph o f Modernism: India s Artists and the Avant Garde, 1922-1947, Londres, Reaktion Books, 2007. Mitter aborda la m odernidad com o una conciencia crítica en el arte indio a través de los puntos nodales del prim itivism o y el naturalismo.

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el conflicto y la violencia y, de hecho, con la m em oria; me he expresado en favor de abordar la m odernidad artística en India por m edio de sub­ jetividades socialmente enraizadas y aspectos políticos im plícitos en los recursos estilísticos. M i m ateria de estudio — estoy consciente de ello— ha sido principalm ente pintura y arte gráfico, con la presencia m ás bien terciaria de la escultura en el esquema. Abarcar un tratamiento m ás ex­ haustivo de la escultura, los m edios m ixtos o las instalaciones habría sido dem asiado am bicioso en el marco de este ensayo m ás bien introducto­ rio. C om o colofón, voy a m encionar ahora las nuevas experimentaciones con el dadaísm o y el Pop-A rt, y las instalaciones que artistas com o Bhupen Khakkar y Vivan Sundaram n realizaron a fines de la década de 1970. La lectura histórica de estas im aginerías está por hacerse y, lo que es aún m ás im portante, los térm inos y las declaraciones del m odernism o deben abordarse en la investigación antes de que saltem os a lo posm o­ derno del arte indio.

17. MELODÍAS MODERNAS Música, voz, modernidad Ishita Banerjee “ La m úsica es la form a m ás pura del arte” y el cantante es el verdadero poeta, escribió Rabindranath Tagore hace ya m ás de un siglo. Si bien éstas son las palabras de un extraordinario poeta y pensador, la relevancia del cantante y de su creación, conferida m ediante la “voz”, sigue siendo fundam ental en las percepciones y las proyecciones de la m úsica clásica india a la fecha.1 C om o lo com enta A m anda W eidm an, “el carácter vo­ cal de la m úsica india y sus vínculos con la tradición” sobresalieron por su diferencia esencial respecto de la m úsica clásica occidental, a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se delinearon los contornos de la m úsica clásica india.2 La música clásica india, con sus dos tendencias claramente diferencia­ das, la indostanesa y la k arn atic, les plantea un reto a los intelectuales, pues desafía la definición fácil. Se presenta de manera recurrente como una “tra­ dición” de larga genealogía que se remonta a los vedas; es también amplia­ mente considerada de un ingenio excepcional por la evidente originalidad en su interpretación. La reunión de ideas contradictorias de la tradición asociada a la “inercia”, y el dinamismo relativo a su expresión, dificulta su categorización y conlleva una vasta divergencia de opiniones entre músicos e intelectuales sobre los “conceptos básicos de la m úsica india”.3 1 Este ensayo no habría sido posible sin la colaboración de mi prima Kuhu Ganguli Mukherjee, cantante profesional y con gran experiencia en la música clásica indostanés. Ella brindó los datos básicos para este trabajo. Agradezco también el apoyo de mi madre, histo­ riadora, para completar y enriquecer las referencias y el material reunido por mi prima. 2 Am anda J. Weidman, Singing the Classical, Voicing the Modern: The Politics o f PostcolonialM usic in South India, Durham/Londres, D uke University Press, 2006, p. 5. 3 W im van der Meer, Hindustani Music in the Twentieth Century, L a H aya, Martinu sN ijh off Publishers, 1980, p. ix.

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¿C óm o caracterizar entonces lo “m oderno” en la m úsica indostanesa? ¿Se constituye por los intentos — realizados a finales del siglo XIX y principios del XX— de hacerla “clásica” y “nacional”,4 asentando la m ú ­ sica sobre una base científica con una historia clara y norm as y reglas formales? ¿C óm o se entienden estos em peños ante la insistencia de los cantantes vocales en la im portancia de la im aginación? ¿Acaso los inten­ tos de hacer m úsica “m oderna” y “clásica” term inaron por hacerla m enos innovadora y m ás formal? ¿C óm o repercute esta larga genealogía en la idea de lo m oderno? Este breve ensayo busca, de m anera preliminar y tentativa, releer la historia de la m úsica india a fin de abordar algunas de estas preguntas. Yuxtapone los aspectos teóricos y “científicos” de la m úsica con su pre­ sentación práctica, así com o su historia supuestam ente prolongada, sus vínculos con la tradición, y los constantes cam bios e innovaciones que acom pañan su trayectoria. N o se pretende aquí aportar respuestas defi­ nitivas; se busca, m ás bien, suscitar m ás preguntas a fin de sondear nues­ tra com prensión de lo m oderno y ver cóm o se aplica ésta en un arte práctico. La narración es sum am ente descriptiva, ya que im plica echar un vistazo a la “larga genealogía” de la m úsica india.

U N PA SA D O “H IN D Ú ”

El im portante m usicólogo M .R . G autam inform a a sus lectores, en el prefacio de un libro, lo siguiente: “L a m úsica está destinada a ser escu­ chada y disfrutada. Pero hay otro aspecto del arte, configurado por su historia, sus norm as, sus form as, sus reglas formales y sus estilos y, con éste, sus im plicaciones étnicas y sociales. El estudio de las interrelaciones y el desarrollo de estos elementos m ejoraría sin duda la propia com pren­ sión y apreciación del arte” .5 Por consiguiente, la historia de las norm as, las form as y el estilo de la m úsica se considera un com ponente crucial que contribuye a una m ejor apreciación del arte de la m úsica. Las historias convencionales de

4 Janaki Bakhle, Two Men and Music: Nationalism in the M aking o f an Indian Classical Tradition, N ueva York, O xford University Press, 2005. 5 M .R . Gautam , The M usical Heritage o f India, N ueva Delhi, M unshiramM anoharlal Publishers, 2001, Prefacio, p. xi.

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la m úsica clásica india la rastrean desde tiem pos m uy anteriores al adve­ nim iento del islam en India. Bharata, el san g eeta sh a stri (erudito de la m úsica) que floreció al parecer en 200 d .C . — aunque entre los m usicó­ logos no hay consenso al respecto— , determ inó que el com plejo de geeta (canción), vad y a (instrum ento) y n rity a (danza) era san geeta. Los orí­ genes de la m úsica india se rem ontan aparentemente a la edad védica; se atribuye al S a m a Veda, en particular, el haber determ inado la estructura básica y las norm as de la m úsica india. A lgunos especialistas buscan ofre­ cer, no obstante, una genealogía aún m ás remota. Convencidos por la presencia de la flauta, instrum entos de cuerda, instrum entos de percu­ sión, y el arpa o lira entre las ruinas de la civilización H arappa, dichos especialistas sostienen que la m úsica india com ienza en esta civilización prevédica de gran antigüedad. Puesto que se sabe m uy poco sobre la cultura H arappa, el S a m a Veda, el tercero de los cuatro vedas, se tom a com o la fuente de la m ú ­ sica in dia tal com o la conocem os hoy en día. La palabra s a m a significa m elodía; al parecer la com binación de rik c h a n d a (ritm o) y s a m a dio origen a sa m a g a a n . M .R . G au tam enum era los cinco elem entos prin­ cipales con que el S a m a Veda contribuyó a la m úsica india: una escala m usical, las sem illas del sistem a de escala o m u rc h a n a , rudim entos de estética, rudim entos de ritm o o ta la y un sistem a de notación.6 El s a m a g a a n era predom inantem ente el canto del V e d a-m a n tra (conju­ ro del Veda) alrededor del fuego durante el y a j ñ a (sacrificio), aunque el canto del m a n tr a tam bién se daba fuera de la arena sacrificial. En los prim eros años de la edad védica estuvieron en uso tres sv a r a s (tono/ m elodía) prim arios, y se extendieron a cinco o seis a finales de dicha era. Es im portante tener en m ente que el canto de los m antras sólo siguió el orden del descenso (a b a r o h a n ), a diferencia del actual esque­ m a de la m úsica, que em pieza con el ascenso (a ro h a n ) y pasa luego al descenso (a b a ro h a n ). El S a m a Veda tam bién hace, al parecer, un uso frecuente de la pala­ bra g a a t h a a para denotar g a a n a (canción). Estos g a a th a s se dividieron, una vez más, en gram age y a, aran y ageya, uh ya y u h a. El g a r d h a r v a san gee­ ta (m úsica de los seres celestiales y la que los com placía)7 y el m a rg a san geeta (música espiritual) posvédicos se originaron al parecer a partir del 6M.R. Gautam, The Musical Heritage, p. 2. 7 The Oxford Dictionary o f Music, Nueva York, Oxford University Press, 1995.

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g ram g e y a g a ath a , que dio origen, a su vez, al desarrollo de la m úsica india

clásica o “culta” (a b h ija ta deshi san geeta ).8 Este entremezclarse de g a n d h a r v a y m a rg a san g ee ta es interesante: Bharata los ha delim itado clara­

mente, según se dice, en su N a t y a S h a stra . Las dos tendencias se unieron en los siglos posteriores a la edad védica, siglos de los que no tenemos una historia clara. A l m ism o tiem po, se asegura que la invasión de A lejandro M agno en 326 a.C . tuvo repercusiones indirectas en el florecim iento de la m ú ­ sica india en el noroeste de India: com enzaron a construirse n a tm a n d ir o salones de baile junto a todos los palacios, y esa m úsica conservó su im portancia durante el gobierno M aurya. Al parecer, en la época de los G u p ta la m úsica m a r g a y la g a n d h a r v a se habían com binado, con lo que abrieron brecha hacia la m úsica “culta” . El surgim iento de esta m úsica “culta” im plicó de nuevo la m ezcla de la m úsica m a r g a y la g a n d h a r v a san g ee ta con la m úsica desh i (indígena), prevaleciente entre los d r á v id a s y otros varios grupos indígenas; m úsica que no se consideraba “elevada” porque im plicaba el uso de m enos de siete sv aras. La obra A b h ijñ a n a S h a k u n ta la m , del gran poeta Kalidasa, indica que se cantaban diferen­ tes ragas flexibles conform e a la hora del día y a las estaciones que se les asignaban. Esto significa que, para entonces, la m úsica se había ajusta­ do tam bién a ciertas norm as (p r a b a n d h a ), un tem a que pronto com en­ tarem os en relación con la t a la (ritm o). En el sur, la prevalencia de la m úsica se reflejó en el género popular de la n a ty a a b h in a y a (interpreta­ ción m usical). Para el siglo XIII, en la época de Sarangadeva — un im portante eru­ dito e innovador de la m úsica, autor de S a n g e e ta R a tn a k a r a — , la m úsica había sufrido otra transform ación. L a m úsica “seglar” de g r a m a raga s se había identificado con la m úsica m a rg a san geeta. H ubo por consiguien­ te, por un lado, una gradual sustitución de la m úsica espiritual por m ú ­ sica seglar y, por el otro, una clara separación entre la m úsica “elevada” y la m úsica popular. ¿Esto sucede realmente en el siglo XIII o es así como se inscribe en la historia de la m úsica india? El ra g a — el m elódico m icrocosm os— y la t a la — el aspecto rít­ m ico — constituyen los elem entos esenciales de la com posición de la m úsica india. El r a g a , en su sentido m ás am plio, se define com o un m od o m elódico de form a rígida, aparentem ente circunscrita aunque 8 SwamiPrajñananda, Sangeet o sanskriti, Calcuta, 1959.

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perm ite la “ im provisación infinita” . Los ra g a s son form as estéticas, y cuando los sv a r a s de un ra g a en particular se interpretan con absoluta precisión, se crea un vínculo m aravilloso e inexplicable entre el m ú si­ co sensible y la estructura tonal del r a g a .9 D e acuerdo con el m ism o autor, la t a l a en la m úsica in dia se concibe com o un ciclo que está en conform idad con el concepto hindú de la creación, que com ienza con la irradiación de la energía divina y prosigue a través de la preserva­ ción, para term inar en un repliegue en lo divino. El sistem a de la ta la tuvo aparentemente un “tremendo desarrollo” entre los siglos II y XIII: de cinco ta la s m a rg a que había en tiem pos de Bharata, se aum entó a veinte para la época de Sarangadeva. Estas talas eran, sin em bargo, deshi, y estaban vinculadas al surgim iento de diversos p r a b a n d h a s o acotam iento m usical (a b a d d h a ) a reglas precisas, cuyos nom bres adoptaron m uchas veces las ta la s . Las ta la s de hoy en día se parecen m ucho a estas ta la s deshi en la estructura, a pesar del hecho de que la m úsica indostanesa se “desvió” un poco del patrón original tras la introducción de la t a b la , un instrum ento de percusión que le abrió al cantante un vasto universo de im provisación.10 N o s encontram os, una vez m ás, frente a un doble m ovim iento: la am algam a de ragas arias e indígenas y talas, lo que ocasionó la aparición de la m úsica “culta” (¿clá­ sica?) y una expansión de la estructura de la ta la ; surgieron, a la par, in­ tentos de contener tanto la expansión com o la fusión m ediante reglas específicas. Este empeño fue contrarrestado, una vez más, por la innova­ ción de la ta b la , que al abrirle a la iniciativa del intérprete un gran uni­ verso, hizo posible la v ila m b it (lenta) elaboración real de la raga. Sarangadeva trató, según parece, de contener un desenfrenado papel de la creatividad m ediante la form ulación de norm as m eticulosas que evalua­ ban la calidad de la interpretación. La m úsica k a rn a tic , por su parte, se apegó a la estructura de la antigua ta la , un im portante elemento que la distingue de la actual m úsica indostanesa. H oy en día nos encontram os ante una im portante coyuntura: el m om ento del advenimiento de tendencias islámicas en la m úsica hindú — una mezcla derivada de la configuración de la m úsica clásica indosta9 Gautam , The M usical Heritage, p. 21. 10M .R . Gautam , “T h e story o f Indian music: Its growth and synthesis”, en R. Gosvami (ed.), M an and Music in India, Shim la/Delhi, Indian Institute o f Advanced Study, M unshiram M anoharlal Publishers, 1992, p. 51.

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nesa— . Ello explica tam bién la am plia presencia de ustad s m usulm anes com o intérpretes de una m úsica al parecer de origen enteramente hindú. Es im portante m encionar aquí que el tem a de la m úsica en el islam es m uy controvertido. Se nos dice que el C orán no contiene ninguna pala­ bra que se traduzca literalmente com o m úsica; analistas del C orán han “dilatado”, sin embargo, determ inadas palabras para abarcar la m úsica.11 Hay, por consiguiente, un “am plio m argen para la im aginación y para com entar sobre el tem a de la m úsica”, así com o m arcadas divisiones so­ bre si la m úsica está perm itida o prohibida en el islam .12 En am bos casos enfrentamos, entonces, ironías y paradojas: una m úsica “hindú ” desa­ rrollada y popularizada por intérpretes que profesan una fe que es am bi­ gua respecto a la m úsica. El reinado de A lauddin Khalji (1236-1316) marcó el principio de una nueva era en la m úsica india. Se presenció la fusión de la m úsica india del norte y la m úsica persa; fusión que produjo una fisura en la m úsica india entre la del norte o indostanesa y la del sur o m úsica k arn atic. La prim era m ención de los distintos estilos del norte y el sur apa­ rece en S a n g e e ta S u d h a k a r a , escrita por H aripal, rey chalukya (1 3 0 9 ­ 1312). La im ponente presencia de A m ir Khusroe en la corte de Allaudin Khalji indica que hubo una incorporación creativa del estilo persa Q awaali en la m úsica india. Khusroe incorporó, además, cinco svaras v ik r it (corruptos) a los siete sh u d d h (puros) preponderantes, con lo que aum entó a doce el núm ero total de svaras. Se le atribuyen tam bién los orígenes de los diferentes th aats obtenidos a partir de variadas com bina­ ciones de svaras, sh u d d h y v ikrit, y de diversos ragas. A Khusroe se le atribuyen, adem ás, la introducción de la cítara, un instrum ento de cuer­ da que es “una m odificación del veen a ” (instrum ento de cuerda),13 y los cam bios de estilo al tocar la tab la. H abiendo sido a la vez poeta, filósofo, político, historiador, lírico, m úsico, santo sufi y guerrero, Khusroe dejó la huella indeleble de su versátil genio en la m úsica y la literatura indias. Adem ás de introducir cam bios significativos en el estilo y la estructura de la m úsica india, ayudó tam bién a popularizar la lengua urdu m edian­ te sus num erosas com posiciones. Es posible que la creatividad y el sufis11 M .L . Roychowdhury, “M usic in Islam”, Journal o f the Asiatic Society, Letters, vol. X X III, núm . 3, 1957, p. 46. 12 M .L . Roychowdhury, “M usic in Islam” , p. 46. 13 H.A. Popley, Music o f India, C alcuta/Londres/N ueva York, O xford University Press, 1921.

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m o de Khusroe se hayan com plem entado y nutrido entre sí; la indepen­ diente “disposición hacia D ios y las cosas de D ios” de los sufís im plicó que la m ayoría de las órdenes sufís gozaran el “privilegio de la m úsica”: la consideraban algo “legal” .14 Si estam os de acuerdo con el T a rik h -i-F e ro z S h a h i de Barauni, la corte de A lauddi K halji fue tam bién agraciada con la presencia de m aestros tales com o G o p al N ayak y B aiju Bawra, quienes cantaron d h r u p a d y p r a b a n d h a . D e hecho, Baiju es am pliam ente reconocido com o el padre del d h r u p a d , un estilo del que se supone que evolucionó a partir del p r a b a n d h a en el siglo X IV . N o deja de ser interesante que las canciones de Baiju hayan sido com puestas en brajabhasha, m ientras que las canciones “hindúes”, m ás antiguas, estaban todas en sánscrito. L a innovación en la m úsica estaba claram ente vinculada a procesos ocasionados por el surgim iento de las lenguas vernáculas y su ruptura con el sánscrito, una historia fascinante en la que no podem os aden­ trarnos aquí. Las tendencias puestas en m archa por Khusroe y otros cantantes de la corte de A lauddin dieron fruto y florecieron con Tansen, el legendario cantante de la corte de Akbar, el em perador m ughal. Es entonces, con Akbar y Tansen, cuando la m úsica d a r b a r i (m úsica de la corte) surge com o un estilo distinto; la influencia de la m úsica persa indujo m últiples cam bios en el estilo indio del canto. Tansen introdujo ragas tales como d a r b a r i k a n a d a , el d a r b a r i kaly an , el s a h a n a y el m iy an k i todi; el d h ru p a d , popularizado a finales del siglo XV por el mecenazgo de M ansingh Tomar, de Gwallior, “renació” con Tansen. Su delicado cuidado del tono o m elodía al cantar, que com plem entó y reemplazó el cuidado anterior en las palabras y el ritmo, abrió nuevas dim ensiones a la m úsica india y le dio al cantante entera libertad para expresar su ingenio afectivo. L a im aginación y la em oción vuelven a ser los elem entos clave de la m uy extendida k h a y a l , palabra que se traduce com o pensam iento en persa/indostanés, aunque tam bién se asocia a la palabra sánscrita keh la p a d , una versión m ás ligera del d h ru p a d , m ás austero.15 Es probable que el estilo k h a y a l haya evolucionado a partir del q a w a a li, introduci­ do por Khusroe; q a w a a li perfeccionado en el siglo XV p or los m úsicos de la corte de H ussein Shah Sharki, de Jaunpur. Por otra parte, el nue­ 14 M .L. Roychowdhury, “M usic in Islam”, pp. 102, 89. 15J. Bakhle, Two Men and Music, p. 5.

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vo estilo del d h ru p a d , al que Khusroe dio form a, adquirió un carácter m ás picante tras su m uerte, lo que tam bién propició el surgim iento del k h ayal.

El k h ayal, tal com o lo conocem os hoy en día, cobró form a en el si­ glo XVIII con las m elosas m odificaciones de Sadarang, el m úsico de la corte de M uham m ad Shah, de Delhi. Sus hijos, A darang y Maharang, tam bién se distinguieron com o cantantes de k h ayal, junto con Maranang, cuyos orígenes se desconocen. El siglo XvIII vio tam bién el surgi­ m iento del th u m ri, una versión ligeramente m ás sim ple del estilo de m úsica “clásico” . Las palabras y la m elodía, vueltos dúctiles mediante una interpretación expresiva en el th u m ri, acercó la m úsica indostanesa al corazón de la “gente com ún” . W ajd Ali Shah, el poeta n a w a b y último gobernante independiente de Awadh, es aparentemente el creador del th u m ri. En el siglo XVIII, Shori M iaan, de Panjab, adaptó y transformó las canciones de los conductores de camellos para contribuir a la m úsica india con el estilo tap p a, que tuvo una gran influencia en Bengala y otras regiones.

T R A Y E C T O R IA S C R U Z A D A S

Permítaseme hacer aquí una pausa para examinar desarrollos paralelos: la historia de la m úsica india no es sim plem ente la de la m úsica hindú que fue absorbida por intérpretes m usulm anes patrocinados por gober­ nantes m usulm anes. En la Bengala del siglo XVI, por ejemplo, las crea­ ciones de Tansen fueron igualadas por los “incom parables estilos y for­ m as de la m úsica k ir ta n a ” , perfeccionados por los m aestros del k irta n a , quienes se sirvieron de los “patrones del raga diseñados por hindúesm ahom etanos tradicionalistas del estilo clásico”, pero se abstuvieron de usar su plan estructural.16 El k ir ta n a se vinculó a la ola del b h a k ti — de­ voción— que se difundió entonces por toda Bengala, donde cobró la form a de una plena devoción al Señor Krishna, popularizado por Sri Chaitanya, de N abadw ip. El m ovim iento bhakti fue un fenóm eno que se extendió, estamos conscientes, en casi toda India en los siglos XV y XVI: los S a n ts o f the 16

Am iya N ath Sanyal, “M usic and Song”, en Atul C handra G u pta (ed.), Studies in

the Bengal Renaissance, Calcuta, N ational C ouncil o f Education, 1958, p. 32.

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N o r th — N anak, Kabir, D ad u — que preconizaban la devoción a un A bsoluto que estaba m ás allá de todo atributo, siguen siendo recorda­ dos por la introducción del b h a ja n (invocación de lo divino) en la m ú­ sica india. M irabai, la controvertida reina de R ajput, quien desafió las norm as del m atrim onio debido a su total rendición ante el Señor Krishna, popularizó los b h a ja n s; su apasionam iento en las palabras y el tono llevaron la m úsica em otiva a otro plano. H oy en día los cantantes si­ guen inspirándose en la voz de M ira cuando interpretan sus sentidos b h a ja n s diciendo “ M i r a K a h e P r a b h u ..." (M ira dice oh Señor). C om o era de esperarse, el b h a ja n adornó la estilización de la m úsica de las cortes (d a r b a r i) y difum inó las fronteras entre la m úsica “culta” y la “popular” . En el sur, la m úsica k a rn a tic adoptó una form a m uy peculiar en los siglos xvi y xvil. S w a ra m e la K a la n id h i, de Ramamalya, escrita en 1550 d.C ., y R a g a V irodh (1601), de Pandit Som natha, delinearon los contornos de esta m úsica; la introducción del sistem a 72 m e la k a r ta de Venkatmalki, en el siglo xvii, m arcó la ruptura definitiva del estilo k a rn a tic con el del norte de India. A m bos estilos com parten los m ism os sv aras, pero la articulación de los g a m a k a s los hace com pletam ente diferentes al oído. Las oscilaciones de las notas son m ucho m ás rápidas en la m úsica k a rn a tic , y la estructura de la t a la es distinta. La m úsica indostanesa permite quizás un m ayor juego de la em oción, y su tala concede im portancia al c h h a n d a (metro). La m úsica k a rn a tic , por su parte, pronuncia la inter­ pretación correcta y rápida del raga en estricta conform idad con la tala. En una época en que los estilos indostanés y k a rn a tic estaban tra­ zando sus trayectorias por separado, Ahobal, el autor de S a n g e e ta P a r ija ta, revolucionó la m úsica india al asignar los sv aras a un sth a n a (lugar) en particular: esto fue hecho a fuerza de fijar la longitud de las cuerdas de la Veena y sus oscilaciones. R a a g a T a ran gin i de Lochana, otro texto atribui­ do al periodo “m edieval”, dispuso norm as y reglas que tienen relevancia en la actual m úsica clásica. La crónica de la m úsica que he relatado hasta aquí cuenta una his­ toria de innovación y cam bio puntuada por los intentos de controlarla y clasificarla. Si los estudiosos de la m úsica se afanaron en poner orden, intérpretes ingeniosos em brollaron las reglas trazando diferentes rutas. Al m ism o tiem po, la m úsica indostanesa, que evolucionó gradualmente entre los siglos xiv y xviii, se m antuvo confinada entre determ inadas fam ilias de ustads. Los g h a r a n a s (término que se deriva de la palabra g h a r

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o casa), con sus peculiares estilos de interpretación del k h ay al , fueron diligentes en resguardar los secretos de su canto. Los m aestros sólo trans­ m itieron su conocim iento y su destreza a sus hijos y a un m uy lim itado núm ero de discípulos. Las destrezas se adquirían todas en la propia in­ terpretación; la peculiaridad de los g h a r a n a s dependía de las variaciones en el t a n a , el m in d a , el b a n i (palabra), el lay a (ritmo) y el b o l en el recital del k h a y a l . Los m aestros no querían, por consiguiente, que sus discípu­ los se desviaran de su estilo en el curso del canto, ni tam poco asentaron las reglas. El arte interpretativo se m antuvo vivo a fuerza de oírse y eje­ cutarse; la expresión oral tuvo una clara prioridad sobre el conocimiento de la m úsica adquirido por m edio de la lectura. Es hora de volver a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando los em peños nacionalistas y m odernistas dieron form a, al parecer, a la m úsica “nacional” y “clásica” . Los intentos de hacer a la m úsica nacional y clásica fueron sin duda inspirados por el crecimiento de la conciencia nacionalista, aunque — com o lo señala Bakhle— los profesionales de la m úsica tuvieron que “pelear por su derecho a determinar la naturaleza de la m odernidad de la m úsica con los nacionalistas”, quienes querían dejarlos fuera de la conversación.17 L a característica distintiva de esta m úsica nacional-clásica, según se ha declarado, radica en la insistencia en su “naturaleza oral”, esto es, la prim acía de la “voz” sobre los instrum entos,18 que conlleva un énfasis en la originalidad, aun cuando la creación de una m úsica clásica indígena requiere la “disciplina y la lim pieza” de la m úsica.19 Esto responde a que la idea de lo clásico se tom ó de Occidente, y tanto la m úsica indostanesa com o la k a rn a tic tuvieron que hacer concordar dicha noción con sus notaciones, sus com positores, sus com posiciones, sus conservatorios y sus conciertos. L a persona a quien se acredita el haber ordenado y lim piado la m úsica in dostanesa es PanditV ishu N arayan Bhatkhande. Él determ i­ nó claram ente los diferentes g h a r a n a s , tuvo un gran em peño en reco­ pilar m uchas com posiciones (b a n d ish ) casi obsoletas a las que asentó — facilitando el s v a r a lip i o notación de los sv aras — , y lim pió los ragas y rag in is m ezclados al aparejarlos con determ inados th a ats. Fue, por 17J. Bakhle, Two Men and Music, p. 4. 18J. W eidman, Singing the Classical, p. 5. 19J. Bakhle, Two Men and Music, p. 4.

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cierto, precursor en instituir diversas escuelas de m úsica que siguieron un m ism o plan de estudios, y dio clases de m úsica siguiendo rigurosas reglas form ales. El k h a y a l , que se había reservado exclusivam ente a los m aestros y sus g h a r a n a s, se volvió ahora del dom inio de m uchos; in­ cluso respetables am as de casa de clase m edia podían ahora volverse cantantes k h a y a l . Aunque no tenemos en el sur una contraparte de Bhatkhande, las transform aciones en la m úsica del norte de India y k a rn a tic se indujeron en el siglo XIX m ediante procesos similares: un m ovim iento de cantantes y m úsicos de las cortes — patrocinados por tem plos y gobernantes loca­ les— a las ciudades coloniales a causa de la reducción de las fortunas de los aficionados locales y la aparición de nuevos aficionados entre las cla­ ses profesionales urbanas, que fundaron salas de conciertos y academias. El vínculo de estos procesos con el crecimiento tanto de una esfera pú­ blica com o de la conciencia nacionalista está bien docum entado; lo que quisiera hacer aquí es explorar la form a en que se ha docum entado la construcción de una m úsica “nacional-clásica” . La historia de la m úsica que he relatado en las páginas anteriores es discutiblem ente el resultado de los afanes de los siglos XIX y XX. ¿Pero narra esta historia el relato de un pasado m usical llano y sin fisuras, o habla de rupturas y fusiones, de innovaciones y controles? ¿D ebem os aceptar sólo a Bhatkhande, quien secularizó la m úsica india, com o su auténtico “m odernizador”, y a V ishnu D igam bar Paluskar com o el acla­ m ado intérprete “hindú” de canciones piadosas, que tornó la m úsica de “estridente y vulgar en piadosa” y se opuso hasta cierto punto a Bhatkhande? 20¿Q ué lugar tienen, entonces, un Sarangadev o un Ahobal en este recuento? ¿C óm o deberíamos leer las distinciones de la m úsica g a n d h a r v a , m a rg a y d esh i y sus diferentes permutaciones? ¿Acaso no el surgim iento de nuevos estilos y com posiciones en lenguas vernáculas (tales com o B a i ju B a w r a o el estilo k ir ta n a ) indican rupturas? ¿Q ué hi­ cieron el th u m ri y el ta p p a a la m úsica india? ¿La hicieron m ás seglar o m ás piadosa? ¿Q uedaron estas form as confinadas a las cortes u obtuvie­ ron una m ayor aceptación? D e igual m odo, ¿debem os aceptar sin crítica alguna la afirm ación de que la prioridad d ada a la “voz” — com o indicador distintivo de la 20 J. Bakhle, “M usic as the sound o f the secular” , Comparative Studies in Society and History, vol. 50, 2008, pp. 256-284; J. Bakhle, Two Men and Music.

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m úsica in dia y de sus vínculos con la espiritualidad— se derivó tan sólo de la com prensión nacionalista, en sintonía con la orientalista, que buscaban separar claram ente la m úsica india de su contraparte “occidental” ?21 ¿N o deberíam os investigar los factores que les facilita­ ron a los m úsicos y a los m usicólogos “n acionalistas” priorizar la voz; es decir, la extrem a capacidad de leer y escribir de una cultura oral que, desde la época de los vedas, puso siem pre gran énfasis en el correcto “escuchar” y el apropiado declamar? A dem ás de considerar el hecho de que esta capacidad de leer y escribir de una cultura oral se desplegó en las esferas “populares” m ediante la narración “colectiva” de textos por los “cuentacuentos” y el canto colectivo de versos por gente prealfabetizada, es im portante preguntar por qué los u sta d s tam bién sostuvieron el antiguo énfasis en el “escuchar” y en la correcta interpretación com o la m anera adecuada de dom inar un arte interpretativo. ¿Q ué fue lo que hizo que la m úsica pasara tan fácilm ente, de lo constreñido a la vasta esfera pública en el siglo xix? ¿N o eran “públicos” los tem plos de los pueblos y las cortes reales? En otras palabras, estoy haciendo un llam ado para que nos aparte­ m os de nuestras propias preocupaciones abrum adoras sobre lo nacional, lo clásico y lo seglar en la com prensión de la historia de la m úsica india, preocupaciones que nos llevan a creer que las construcciones de la m ú ­ sica india com o nacional y clásica en la m odernidad colonial term inaron por hacerla “nacional” y “clásica”, que los intérpretes del arte perdieron su im aginación y se vieron sujetos a las reglas de lo “clásico” . Si las aca­ demias de m úsica y las gram áticas de la m úsica clásica, así com o la A ll I n d ia R a d io y las películas, hicieron posible que las “am as de casa de clase m edia” se volvieran intérpretes, ¿cuánto de la originalidad se perdió y qué se ganó com o resultado de esta trem enda expansión del dom inio de la interpretación de la m úsica india? Es hora de que prestem os aten­ ción a las valiosas declaraciones de los académ icos estudiosos de la cul­ tura de que el arte y la cultura se producen en “condiciones im puras y con un efecto derrochador”, que los m ensajes culturales se alteran en la transm isión y que las form as interpretativas pierden y encuentran las m etas que persiguen.22 U na exploración de estos m ensajes alterados y de 21 A.J. W eidman, “Gender and the politics o f voice: Colonial modernity in South India”, CulturalAnthropology, vol. 18, núm. 2, mayo de 2003, pp. 194-232; A.J.W eidman,

Singing the Classical. 22 Barry J. Faulk, Music H all and Modernity: The Late Victorian Discovery o f Popular

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la “pérdida” y el “encuentro” de las m etas podría quizás ofrecer una m e­ jor com prensión de lo “m oderno” y hacernos conscientes de nuestras propias construcciones m onolíticas al respecto.

Culture, Athens, O hio University Press, 2004, pp. 2-3. Véanse tam bién Raym ond W il­ liams, The Long Revolution, N ueva York, C olum bia University Press, 1961; Stuart Hall, “N otes on deconstructing the popular”, en Raphael Sam uel (ed.), Peoples History and Socialist Theory, Londres, Routledge and Keagan Paul, 1981, pp. 227-240.

ACERCA DE LOS AUTORES

Ish ita Banerjee es profesora-investigadora en el Centro de Estudios de A sia y África, El Colegio de M éxico, México. Ian Bedford es Senior Research Fellow en el D epartam ento de A ntro­ pología, M acquarie University, Australia.

Véronique Bénéi es Senior Research Fellow en el D epartam ento de A n­ tropología, T he London School o f Econom ics and Political Science, Reino Unido.

Jaideep Chatterjee es V isiting A ssistant Professor en la Escuela de Ar­ quitectura, Indraprastha University, N ueva Delhi, India.

R ohan D eb R oy es Research Fellow en el D epartam ento de H istoria y Filosofía de la Ciencia, Universidad de Cam bridge, Reino Unido.

Faisal D evji es University Reader in M odern South Asian H istory en el St A nthony’s College, Universidad de O xford, Reino Unido.

Saurabh D u b e , es profesor-investigador en el Centro de Estudios de A sia y África, El Colegio de M éxico, México. A tig Ghosh es investigador en el M ahanirban C alcutta Research Group, Calcuta, India.

B odhisattva K ar es Fellow en H istoria en el Centro de Estudios de Ciencias Sociales, Calcuta, India

Townsend M iddleton es Fellow en el D epartam ento de A ntropología, D uke University, Estados Unidos. [385]

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ACERCA DE LOS AUTORES

A nand Pandian es A ssistant Professor en el D epartam ento de A ntropo­ logía, T he Johns H opkins University, Estados Unidos.

A rvind R ajagopal es Professor o f M edia Studies en el D epartm ento de Sociología, N ew York University, Estados Unidos.

K alp an a R am es Senior Lecturer en el D epartam ento de Antropología, M acquarie University, Australia.

A nupam a Rao es Associate Professor en el D epartam ento de Historia, Barnard College, N ueva York, Estados Unidos.

M rinalini Sinh a es Alice Freeman Palmer Professor o f H istory en la Universidad de M ichigan, Ann Arbor, Estados Unidos.

A jay Skaria es Associate Professor en el D epartam ento de H istoria, U ni­ versidad de M innesota, Estados Unidos.

San jukta Sundersan es candidata al doctorado en el D epartam ento de H istoria del Arte, University College London, Reino Unido.

Otras modernidades: historias, culturas, identidades

se terminó de imprimir en noviembre de 2011 en los talleres de Master Copy, S.A. de C.V., Av. Coyoacán 1450, col. Del Valle, 03220 México, D.F. Portada: Pablo Reyna. Composición tipográfica y formación: Sans Serif Editores, S.A. de C.V Cuidó la edición la Dirección de Publicaciones de El Colegio de México.