Orígenes y contactos del español de América
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Micaela Carrera de la Red Marta Luján (eds.) Orígenes y contactos del español de América

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Lengua y Sociedad en el Mundo Hispánico Language and Society in the Hispanic World Editado por / Edited by: Julio Calvo Pérez (Universidad de Valencia) Anna María Escobar (University of Illinois at Urbana-Champaign) Luis Fernando Lara (El Colegio de México) Francisco Moreno Fernández (Universidad de Alcalá de Henares / Instituto Cervantes at Harvard University) Juan Pedro Sánchez Méndez (Université de Neuchâtel) Armin Schwegler (University of California, Irvine) José del Valle (The Graduate Center-CUNY) Klaus Zimmermann (Universität Bremen)

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Micaela Carrera de la Red Marta Luján (eds.)

Orígenes y contactos del español de América

IBEROAMERICANA - VERVUERT - 2021

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47) Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2021 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2021 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-249-0 (Iberoamericana) ISBN 978-3-96869-235-7 (Vervuert) ISBN 978-3-96869-236-4 (e-Book) Depósito Legal: M-26603-2021 Diseño de la cubierta: Carlos Zamora Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro

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“La interpretación de textos originales es una de las varias maneras, quizás la más segura, de estudiar diacrónicamente una lengua, si se combina con otros métodos de análisis histórico de las lenguas” (Claudia Parodi, Orígenes del español americano. Vol. 1: Reconstrucción de la pronunciación, UNAM, 1995, p. 23).

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Índice

Micaela Carrera de la Red/Marta Luján Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 I. Orígenes y contactos del español y las lenguas amerindias a fines del siglo xv y durante los siglos xvi y xvii

Marta Luján Alteridad y bilingüismo en los primeros diálogos del contacto amerindio-español . 19 Beatriz Arias Álvarez Voces indígenas… ecos castellanos. Textos castellanos… huellas indígenas . . . . . 47 Mauro Alberto Mendoza Posadas Contacto lingüístico en el Xochimilco colonial. Un análisis desde la lingüística de las variedades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 II. Orígenes de lo hispánico desde las tradiciones discursivas durante el siglo xvi

Josafat Jonathan Rodríguez Cortez Influencia de cartillas y gramáticas en la unión de palabras en los documentos novohispanos del siglo xvi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Idanely Mora Peralta Cartas de relación del discurso religioso novohispano: su estructura y elementos cohesivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113 Rosario Navarro Gala La polifonía como recurso lingüístico persuasivo en las cartas de petición de Luis de Lara y Alonso de Medina (Perú, 1549) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 Eva Stoll El discurso directo en las crónicas de Diego de Trujillo y Pedro Pizarro . . . . . . . . . 163

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III. El español y lo hispánico durante los siglos coloniales hasta la etapa Desde la sociopragmática histórica y el análisis del discurso

de la independencia.

María Eugenia Flores Treviño/Micaela Carrera de la Red Las emociones en un juicio de los orígenes de la colonia de Nuevo SantanderTamaulipas (1753). Estudio desde la pragmática discursiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187 Ana Ester Virkel El español escrito en Patagonia en el siglo xix. Formas de tratamiento en un corpus de documentos administrativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219 Francisco José Zamora Salamanca Un texto de 1835 sobre las independencias americanas. Estudio históricodiscursivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253 IV. Descripción lingüística del español en distintas áreas americanas a través del género historiográfico

Susana Catalán Morcillo La diferenciación de género en la fraseología de El Carnero (1636-1638) . . . . . . 277 Covadonga Lamar Prieto Los usos del subjuntivo en el español de California de los siglos xviii y xix . . . . . 297 Daniel M. Sáez Rivera Replanteando el estudio lingüístico de la Historia de la conquista de la isla española de Santo Domingo (1762-1763) de Luis José Peguero: los manuscritos encontrados de Notas, apuntes y versos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319 Los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 363

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La investigación lingüística y filológica encaminada a alcanzar un mejor conocimiento de la historia y evolución de la lengua española en su expansión por América, así como la difusión de los resultados obtenidos, constituyen dos objetivos del Proyecto para la Historia del Español de América, enmarcado en la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL). Esto explica, en buena parte, que el germen de este libro se encuentre en uno de los encuentros promovidos por los colaboradores de este proyecto. En concreto, este volumen surge a raíz de la celebración de las III Jornadas Internacionales sobre la Historia del Español de América, que, con el título “Orígenes y contactos en la historia del español de América: propuestas teóricas y aplicaciones”, tuvieron lugar entre los días 3 y 6 del mes de septiembre del año 2019 en el Centro de Capacitación, Investigación y Difusión Humanística de Yucatán (CECIDHY), situado en la ciudad de Izamal, estado de Yucatán (México). Ningún sitio más propicio para la convocatoria de un evento de estas características que esta ciudad yucateca, reconocida como Pueblo Mágico Dorado de Yucatán y con la conciencia de ser una ciudad de tres culturas: precolombina, colonial y contemporánea. En este volumen se recogen las comunicaciones presentadas en aquella ocasión, revisadas y evaluadas mediante el sistema de revisión ciego por pares. No obstante, algunos de los capítulos son trabajos que se recibieron al margen de ese evento. La organización de los cuatro apartados que configuran el índice del libro obedece a dos factores relevantes para conseguir una explicación acertada de la historia y evolución de la lengua española en América: el primero de esos factores es la cronología, esto es, el momento de comienzo de la presencia de lo hispánico en cada una de esas regiones; y el segundo es el contacto con las lenguas originarias de cada una de las áreas americanas. En cuanto al primero de esos factores, los diferentes capítulos suponen un recorrido por los siglos de la etapa colonial, así como por el primer siglo de vida como naciones independientes de la metrópoli. Cuando se habla de los orígenes de lo hispánico en América, el avance de la colonización va mucho más allá de los albores del siglo xvi, ya que se va realizando de forma progresiva durante todos los siglos de la colonia e incluso avanza por regiones periféricas y de frontera casi hasta la actualidad. En

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el caso del segundo factor, resulta indudable que el avance de lo europeo en el continente americano se ha producido, desde un principio, unido al contacto con pueblos y culturas originarias presentes en las distintas áreas geográficas objeto de colonización e imposición, en el caso de las áreas hispánicas, de la lengua española por parte de los españoles y después de los criollos hispanohablantes en cada región y país. El primer apartado, titulado “Orígenes y contactos del español y las lenguas amerindias en los siglos xvi y xvii”, lo integran tres trabajos. En “Alteridad y bilingüismo en los primeros diálogos del contacto amerindio-español”, Marta Luján profundiza en la compleja realidad del contacto y en el proceso comunicativo subsiguiente al choque entre dos culturas radicalmente distintas. Desde una concepción dialógica de la lengua, mediante el análisis de testimonios del encuentro entre españoles y pueblos originarios de fecha tan temprana como la última década del siglo xv, la autora defiende la tesis de que la comunicación en esas interacciones iniciales tuvo que realizarse mediante el lenguaje hablado y no solo mediante el lenguaje gestual, como se había afirmado con anterioridad. Asimismo, sostiene que los primeros actos comunicativos entre europeos y amerindios, compuestos por acciones y palabras, se corresponderían con la primera fase de bilingüismo y biculturalismo fruto del encuentro y de la confrontación entre pueblos con lenguas y culturas diferentes. En el segundo de los trabajos de este bloque, “Voces indígenas… ecos castellanos. Textos castellanos… huellas indígenas”, Beatriz Arias Álvarez se centra en una serie de manuscritos derivados del avance de la colonización hispánica a partir de la segunda mitad del siglo xvi en la península de Yucatán (códices, censos y deslindes de tierras). Beatriz Arias Álvarez analiza los procedimientos de los que se servían los responsables de la escritura en castellano a la hora de trasladar, en su propia lengua, los nuevos conceptos y las nuevas realidades que iban observando y que tenían que transmitir a sus contemporáneos y afirma, entre otras cosas: “La hibridación de la lengua de los textos es una maravillosa e inevitable consecuencia del contacto españoles-pueblos originarios de la zona maya yucateca”. El tercer trabajo, cuyo título es “Contacto lingüístico en el Xochimilco colonial. Un análisis desde la lingüística de las variedades”, obra de Mauro Alberto Mendoza Posadas, se sitúa también en la línea del contacto entre pueblos originarios y españoles; en esta ocasión, la mirada se dirige a la escritura de documentación bilingüe náhuatl-castellano, a mediados del siglo xvii, en una población muy próxima a la actual Ciudad de México. En el marco teórico de este trabajo se hace hincapié, a la vez, en aquellos conceptos vinculados a la teoría de la inmediatez y la distancia para explicar la manera en la que trasladaron los españoles un escrito de compraventa, con la acción jurídico-administrativa que comportaba, en un contexto de lengua originaria náhuatl.

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Un segundo apartado del libro se estructura bajo el epígrafe “Orígenes de lo hispánico desde las tradiciones discursivas durante el siglo xvi” con un total de cuatro trabajos. Es bien sabido que, a lo largo de todo el siglo xvi, lo que se traslada al otro lado del océano Atlántico desde Castilla es una administración basada esencialmente en el poder de lo escrito. Como resultado de ello, asistimos a la incorporación de todas aquellas variedades discursivas con soporte de lengua escrita útiles para instalar la estructura social y cultural de lo hispánico. Entre los modos de traslado de la cultura propia de los europeos, destacan aquellos instrumentos destinados al aprendizaje de los usos y normas de escriturar el castellano. Los españoles actuaban con la conciencia de que la mayor eficacia de la colonización llevaba aparejada la tarea de instalar en aquellas tierras los modos tradicionales de usar y conocer la lengua castellana en el continente europeo. Como instrumento destacado, sobresalían dos tipos de textos: las cartillas y las gramáticas, que son, en esta ocasión, objeto de estudio de Josafat Jonathan Rodríguez Cortez en el trabajo titulado “Influencia de cartillas y gramáticas en la unión de palabras en los documentos novohispanos del siglo xvi”. Rodríguez Cortez se centra en la unión de palabras, un rasgo preexistente a la llegada de la escritura de la lengua española a Nueva España, y argumenta sobre su posible significación en estos dos tipos de textos escolares. Un tipo de texto indispensable en la comunicación entre la metrópoli y la colonia, dada la distancia comunicativa en la que esta se desenvolvía, es la correspondencia, es decir, el intercambio epistolar. El discurso epistolar hispánico se trasladó a América, si bien, en ese traslado, adquiere determinados rasgos diferenciales fruto de la adaptación al nuevo contexto geográfico, sociológico y etnográfico. Dentro de las funciones que desempeñaban en la sociedad colonial las cartas, sobresalen aquellas relacionadas con el relato de los hechos por parte de las autoridades delegadas civiles o eclesiásticas. Idanely Mora Peralta, en “Cartas de relación del discurso religioso novohispano: su estructura y elementos cohesivos”, realiza un análisis pragmalingüístico de un corpus de cartas escritas, en distintos momentos del siglo xvi, por varios religiosos de Nueva España. El foco se sitúa en las estrategias de cohesión textual propias de estas cartas y se señalan tanto los parecidos como las diferencias que presentan frente al mismo tipo de texto en la península. Otras cartas no menos relevantes en el discurso indiano son aquellas que tenían como función el acto de habla de elevar peticiones a autoridades de rango superior; este es el tipo de cartas que analiza Rosario Navarro Gala en un trabajo titulado “La polifonía como recurso lingüístico persuasivo en las cartas de petición de Luis de Lara y Alonso de Medina (Perú, 1549)”. En este caso, el foco de interés se dirige a los recursos retóricos del discurso argumentativo que conducen a

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la persuasión del destinario, pero en fragmentos discursivos iniciados por otros distintos al propio remitente, esto es, en lo que se conoce como discurso referido. Si en el capítulo de Navarro Gala el interés se sitúa en el discurso referido, el trabajo de Eva Stoll, bajo el título “El discurso directo en las crónicas de Diego de Trujillo y Pedro Pizarro”, ofrece un análisis de los rasgos estilísticos en los fragmentos de estilo directo característicos de la narración de dos cronistas. Eva Stoll es una de las lingüistas pioneras en la aplicación de las categorías teóricas de la distancia y la proximidad comunicativas propias de la llamada “escuela de Freiburg” a textos historiográficos americanos, uno de los géneros en los que se recogen mayor número de fenómenos de la lengua hablada. Un tercer bloque del libro lleva el título de “El español y lo hispánico durante los siglos coloniales hasta la etapa de la independencia. Desde la sociopragmática histórica y el análisis del discurso” y está integrado por aquellos trabajos en los que se advierte la aplicación de metodologías provenientes de la pragmática histórica o del análisis histórico del discurso. Desde esa óptica, María Eugenia Flores Treviño y Micaela Carrera de la Red aplican el análisis histórico del discurso en su estudio sobre “Las emociones en un juicio de los orígenes de la colonia de Nuevo Santander-Tamaulipas (1753). Estudio desde la pragmática discursiva”. Las autoras emplean los principios de la “argumentación emocional” como motor del discurso de las declaraciones de los acusados y los escritos de defensa pertenecientes a un juicio criminal que tuvo lugar a mediados del siglo xviii en la región fronteriza del noreste mexicano. Es un texto muy destacado, ya que corresponde a los principios de uno de los intentos de poblamiento definitivo de los españoles del noreste de México, mediante la configuración de la llamada Colonia del Nuevo Santander, actual estado de Tamaulipas. Este texto destaca también por ser la encausada principal una mujer, a quien se considera responsable principal de dar muerte a su segundo marido, si bien el argumento principal de la defensa era que había sufrido continuos malos tratos. El juicio se celebra en un área “de frontera”, con una sociedad caracterizada por el enfrentamiento militar activo entre españoles y las naciones originarias del noreste mexicano. Se trataba, además, de una sociedad construida como “sociedad de castas” y en la que, en cuanto a la categoría de género, se veía normal la práctica de la “violencia simbólica” contra las mujeres. Este trabajo hace ver el reflejo de todo ese conglomerado de circunstancias socioculturales e históricas en el lenguaje y en el discurso, de acuerdo con los principios que explican un comportamiento social regido por el pathos más que por el ethos. Los tratamientos presentes en documentos oficiales de la época de orígenes de la Patagonia es el objeto de análisis de Ana Ester Virkel en “El español escrito en Patagonia en el siglo xix. Formas de tratamiento en un corpus de documentos ad-

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ministrativos”. En este estudio histórico de interacción institucional se detallan las variantes pronominales y los honoríficos que aparecen en un corpus de índole administrativa de interés para el estudio de los orígenes de la implantación del español en esa área de periferia de la actual Argentina. En los años próximos a la independencia de Venezuela se ubica el texto que analiza Francisco José Zamora en el trabajo titulado “Un texto de 1835 sobre las independencias americanas. Estudio histórico-discursivo”. El análisis crítico de discurso da cuenta de la complejidad de posturas dialécticas mantenidas en los años cruciales de orígenes de las nuevas repúblicas surgidas a principios del siglo xix, a raíz de la independencia de gran parte de la América hispana. Francisco Zamora lo ha ejemplificado con la postura mantenida por Pedro de Urquinaona respecto a la independencia de Venezuela y Nueva Granada: la esencia de su discurso argumental es que se podía haber hecho todo de otra manera por parte de los españoles, pero que, una vez producida la independencia de las colonias, propone una política de concordia con los países americanos, eso sí, siempre con la referencia del prestigio de la Corona española. El apartado final de este volumen contiene estudios cuyo punto común es el de trabajar con textos pertenecientes al género historiográfico. La metodología desde la que se realiza el análisis de aspectos internos de la lengua española en distintos contextos, épocas y lugares geográficos es de índole filológica y lingüística. Susana Catalán Morcillo, en “La diferenciación de género en la fraseología de El Carnero (1636-1638)”, hace una revisión de distintas unidades fraseológicas en una obra historiográfica, si bien de una naturaleza especial, escrita en la primera mitad del siglo xvii por el neogranadino Rodríguez Freile. El análisis muestra un elenco de unidades fraseológicas, presentes en esta obra señera de la historiografía neogranadina, que tienen la marca común de un referente femenino y la característica principal de estar cargadas de negatividad. Se puede mostrar una ideología de misoginia, muy extendida en el siglo xvii por todas partes, incluido el Nuevo Reino de Granada, que desencadena la aparición de proverbios, refranes y frases hechas que tienen a las mujeres como destinatarias con un significado negativo. “Los usos del subjuntivo en el español de California de los siglos xviii y xix” es la propuesta de Covadonga Lamar Prieto con la que se contribuye al mejor conocimiento de la variedad del español de una zona fronteriza en la expansión y el sostenimiento de lo hispánico, la California de los siglos xviii y xix. En esta ocasión, Lamar Prieto acude a la secuencia temporal que dista en la transmisión de manuscritos en un texto historiográfico, para realizar el análisis de las frecuencias de aparición de las diferentes formas verbales del modo subjuntivo.

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El último trabajo, “Replanteando el estudio lingüístico de la Historia de la conquista de la Isla Española de Santo Domingo (1762-1763) de Luis José Peguero: los manuscritos encontrados de Notas, apuntes y versos”, tiene como autor a Daniel M. Sáez Rivera, es, por un lado, una presentación crítica de los estudios precedentes de la variedad lingüística dominicana en esta obra historiográfica sin par, a la vez que ofrece la edición de otro manuscrito, obra del mismo autor dominicano, que hasta ahora permanecía inédito, y cuyo estudio lingüístico ulterior podrá contribuir a un mejor conocimiento de una variedad tan importante para el estudio histórico del español en América como la del naciente Santo Domingo español, actual República Dominicana, en pleno siglo xviii. Si se pudiera reseñar algún mérito de este volumen, sería la toma en cuenta de testimonios textuales y discursivos procedentes de ciertas áreas consideradas casi siempre periféricas desde el punto de vista geopolítico. Estas regiones de la periferia poseen un interés indudable para el conocimiento del español instalado en diferentes momentos de la historia colonial y poscolonial, así como para observar fenómenos de variación, incluso de cambio, derivados del contacto con lenguas originarias de América, o con otras lenguas europeas (como el inglés en California). Otro mérito indudable es la capacidad de adopción de perspectivas de análisis, como la pragmática histórica o el análisis del discurso, los cuales, si no son totalmente nuevos, ofrecen una fuerte dosis de innovación a los estudios de la vertiente histórica de la lengua española en general y del español de América, en particular. En los diferentes capítulos destaca la diversidad de textos elegidos. Encuentran su lugar en distintos capítulos de este libro textos muy próximos a la literariedad, como el diario de Colón o las obras de los cronistas. En esa misma línea, es digna de mención la publicación en este volumen de la primera edición de un poema perteneciente al español dominicano del siglo xviii. Junto a los textos de índole literaria, un buen número de investigaciones se asientan en textos pertenecientes al ámbito administrativo, como las cartas de relación, los censos o determinados escritos de compraventa. El registro legal, en su vertiente judicial, es otro de los géneros textuales significativos presentes en este libro. A su vez, el análisis crítico del discurso encuentra un buen ejemplo de ensayo político en un texto de la primera mitad del siglo xix. Las editoras de este volumen nos mostramos especialmente contentas de poder dar luz pública una nueva serie de trabajos que contribuyen a un mejor conocimiento del devenir histórico del español trasplantado a América. Si bien pareciera que esta tarea se encuentra a estas alturas en un estadio muy avanzado ya, la realidad muestra que aún queda mucho camino por recorrer y que todavía resta mucho por analizar y precisar con rigor en la historia del español americano.

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Este libro facilita numerosas pistas interesantes para saber por dónde transitaba lo lingüístico y lo social en regiones de las cuatro esquinas del amplísimo continente que es América. Micaela Carrera de la Red/Marta Luján Valladolid/Austin, junio 2021

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ALTERIDAD Y BILINGÜISMO EN LOS PRIMEROS DIÁLOGOS DEL CONTACTO AMERINDIO-ESPAÑOL Marta Luján University of Texas at Austin

Obras son amores y no buenas razones. Actions speak louder than words. Resumen Los primeros actos comunicativos entre indios y españoles se describen como genuinos actos de habla bajo el Principio Dialógico de Bakhtin, que atribuye función semántica a los componentes extralingüísticos del acto de habla. Por otro lado, los actos reportados en el Diario del primer viaje de Colón indican que (a) no fueron en silencio, sino hablados, y (b) que la comunicación fue posible, incluso, eficaz. Según la intertextualidad dialógica, esos actos de habla deben interpretarse en la secuencia de la narrativa total del texto, pues solo así se elucida el aporte semántico de los elementos extralingüísticos inmediatos (hablantes, cronotopo, tema) y mediatos (acciones y reacciones de los hablantes) como factores esenciales de la comunicación. Ese dialogismo inicial entre gente de diferente lengua y cultura impactó la alteridad de los hablantes y dio comienzo al bilingüismo que enriqueció a una emergente cultura mestiza en el suelo americano. Palabras clave: dialogismo, intertextualidad, elementos extralingüísticos mediatos e inmediatos, alteridad, bilingüismo.

Abstract The first communicative acts between Indians and Spaniards are described as true utterances under Bakhtin’s Dialogic Principle, which attributes semantic function to the extralinguistic or nonverbal components of the utterance. On the other hand, the acts reported in Colombus’ Diary of his first journey show that (a) they were not in silence but spoken, and (b) that communication was possible and effective. According to the dialogic intertextuality, those utterances must be interpreted in the sequence of the total narrative, since this is the only way to elucidate the semantic input of the extralinguistic immediate constituents (interlocutors, chronotope and theme), and the nonverbal medi-

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ate elements (speakers’ actions and reactions) as essential factors in the communication. That first dialogism between people of different culture and language impacted their alterity and initiated the bilingualism that enriched an emergent mixed culture in the Americas. Keywords: dialogism, intertextuality, mediate/immediate extralinguistic elements, alterity, bilingualism.

1. Introducción ¿Cómo fueron los primeros intentos de comunicación entre españoles e indios? ¿Cuál fue la naturaleza de esos actos comunicativos entre gente sin conocimiento de la lengua y cultura del Otro? Según el marco dialógico de Bakhtin y los datos textuales de la primera exploración del Caribe por los españoles, tal comunicación consistió en verdaderos actos de habla que envolvieron no solo señas, gestos e intercambio de objetos, sino que fueron también hablados y significativos. El bilingüismo comienza con esos diálogos ‘a media lengua’, pues gracias a los elementos extralingüísticos que los integran, los hablantes logran aislar y aprender las primeras palabras de la lengua del Otro. En primer lugar, importa disipar dos nociones establecidas en la literatura actual acerca de los primeros actos comunicativos del contacto amerindio-español, a saber: (a) que la comunicación fue muy elemental, por señas, gestos e intercambios de objetos, mayormente en silencio, i.e. sin participación del habla (Martinell Gifre 1988, 1992); (b) que la comunicación fue imposible o equívoca (Rivarola 1990, Baudot 1996). De (a) y (b) se desprende que los primeros actos comunicativos entre españoles e indios no pueden verse como actos de habla o diálogos. Sin embargo, si ambas nociones se prueban falsas, también se invalida su consecuencia, o sea, los primeros encuentros comunicativos pueden, y deben, considerarse genuinos actos de habla, o diálogos. Un examen minucioso de los datos textuales demuestra que, aunque la comunicación inicial con los indígenas cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo fue necesariamente mediada por señas, gestos e intercambio de objetos, estos se acompañaron de habla articulada por ambas partes. Asimismo, una lectura cuidadosa de los textos relevantes atestigua que la comunicación no solamente fue posible, sino también fue lo suficientemente eficaz en que, entre otros aspectos significativos, los participantes pudieron entender y

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transmitir sus motivos e intereses recíprocamente, como también cerciorarse de sus mutuas intenciones1. Extraídos del Diario del primer viaje de Colón y refrendados por los que se reportan en las Décadas de Pedro Mártir de Anglería y la Historia general de Gonzalo Fernández de Oviedo, los datos a exponer encuentran una explicación coherente como genuinos actos de habla, si se examinan a la luz de la teoría dialógica de Mikhail Bakhtin2. En esta perspectiva los elementos extralingüísticos del acto de habla, como ingredientes constitutivos del mismo, inciden en su significado. Es decir, los componentes extralingüísticos inmediatos (los interlocutores, el cronotopo y el tema) y los mediatos (p. ej. las acciones y reacciones de los interlocutores) asignan significado a los actos de habla tanto como sus elementos lingüísticos. En la comunicación hablada entre gente de diferente lengua los elementos no verbales o extralingüísticos cobran prominencia, siendo más cruciales para transmitir y desentrañar el significado de los actos de habla que las palabras y frases que se articulan, pues estas son en principio desconocidas para los que dialogan cruzando barreras culturales y lingüísticas. Es justamente debido a la contribución semántica de los componentes extralingüísticos del habla que se hace posible aislar y aprender palabras de la lengua del Otro, dándose así inicio al bilingüismo en varios grados, incluyendo el aprendizaje por parte de aquellos hablantes que, por razones de habilidad y/o de necesidad, logran adquirir un dominio suficiente de la lengua del Otro como para actuar como intérpretes o lenguas entre sus congéneres y los españoles.

2. Presencia de habla articulada En los textos que reportan contactos iniciales entre españoles e indígenas se destaca el uso de señas y gestos como también el intercambio de objetos y “rescates” (Martinell Gifre 1988, 1992). Obviamente, ante el desconocimiento mutuo de las lenguas y culturas de los que participan en esos actos comunicativos la gestualidad, ofrendas y objetos intercambiados no solo son necesarios, sino además se tornan preponderantes. Sin embargo, ello no excluye que tales contactos iniciales se acompañaran de expresión oral o hablada por parte de los participantes. Si se examinan esos textos sin ideas preconcebidas, se puede determinar la presencia de habla articulada desde el principio del contacto amerindio-español.

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Cf. Luján (2017, 2019). Sobre dialogismo, cf. Bakhtin (1982), Todorov (1984) y Holquist (2002).

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Para Martinell Gifre (1992: 128), “la primera etapa fue el mutuo reconocimiento y más que conocer la lengua del Otro, importaba algo mucho más elemental: su acercamiento físico y la ausencia de agresividad”. Asimismo, destaca que en el desembarco en Guanahaní, solo pudieron entenderse por signos o señas, afirmando que estaban “mudos” de voz, pero no mudos de manos, brazos y piernas, “no mudos de expresión”. Con ello sugiere que los contactos fueron silenciosos, a semejanza del “comercio en silencio”, que, según informa, era una actividad muy general en las sociedades precapitalistas. Alude a las relaciones comerciales de los portugueses a mediados del siglo xv con sedes africanas sin conocimiento mutuo de las lenguas, “tal como lo hacían tribus tan distantes que tampoco conocían las lenguas de las otras tribus” (Martinell Gifre 1992: 126). Sobre esta base, afirma que este modo de comunicación fue utilizado por los españoles “para medir sus fuerzas con los indios”. No obstante, los primeros contactos no se limitan a gestos y trueques o rescates, sino también se acompañaron de habla articulada. Las entradas más tempranas del Diario del primer viaje de Colón mencionan los nombres indígenas de las islas y de objetos culturales y naturales de Indias, naturalmente dichos por los propios indios. Por tanto, no estaban “mudos o en silencio”, como tampoco lo estarían los españoles3: Amañaron todas las velas, […] temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamava en lengua de indios Guanahaní (11 de octubre). […] aquellos hombres que yo tenía tomado me dezían por señas que eran tantas (las islas) que no avía número, y anombraron por su nombre más de ciento (14 de octubre). […] venían todos a la playa llamándonos y dando gracias a Dios (14 de octubre). […] otros, […], se echavan a la mar nadando y venían, y entendíamos que nos preguntaban si éramos venidos del çielo (14 de octubre).

Los naturales no solo dicen en su lengua los nombres de las islas, sino también los nombres de reyes o “caciques”, de ríos y puertos naturales y los nombres de objetos indianos, que eran desconocidos para los españoles. En el Diario se mencionan palabras en lengua indígena, como canoa, nucay, hamaca, etcétera, que obviamente debieron oírlas de los propios indígenas4: 3 4

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Cito los textos con las partes relevantes en cursiva. Las citas del Diario se dan con sus fechas y con la ortografía en Colón (1997), edición de Varela y Jill. Para una versión con ortografía adaptada al uso actual, cf. Colón (2010). Además de los nombres comunes y propios en lengua indígena, el Diario registra una quincena de nombres comunes que se incorporaron como préstamos o indigenismos al español,

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[…] y vinieron luego a los navíos más de diez y seis almadías o canoas con algodón hilado y otras cosillas suyas, de las cuales mandó el Almirante que no se tomasse nada, porque supiesen que no buscava […] salvo oro, a que ellos llaman nucay (1 de noviembre). […] vinieron […] muchas almadías o canoas a resgatar cosas de algodón filado y redes en que dormían, que son hamacas (3 de noviembre). Tienen sembrado en ellas [tierras] ajes, que son unos ramillos que plantan y al pie d’ellos nacen unas raíçes como çanahorias (16 de diciembre). Vieron a uno que tuvo el Almirante por governador de aquella provincia, que llamavan caçique (17 de diciembre). También hay mucho ají, que es su pimienta, della que vale más que pimienta, y toda la gente no come sin ella (15 de enero, 1493).

En la Historia general de Gonzalo Fernández de Oviedo aparecen los nombres indígenas de las islas, que solo pueden haber sido dados por los mismos nativos, quienes, además de hacer señas y gestos, también decían cosas en su lengua: E otras muchas que allí hay, que se llaman islas de los Lucayos […], no obstante que cada una tiene su propio nombre y son muchas: así como Guanahaní, Caicos, Jumeto, Yabaque, Mayaguana, Samaná, Guanima, Yuma, Curateo, Ciguateo, Bahama […], el Yucayo y Necua, Habacoa e otras muchas (cap. VI, 1959: 27).

Seguidamente, Fernández de Oviedo narra un interesante episodio que indica la presencia de habla entre españoles e indios además de señas y gestos: […] saltó en tierra con algunos cristianos [el Almirante], y preguntaba a los indios por Cipango, y ellos, por señas, le respondían y señalaban que era esta isla de Haití, que agora llamamos Española. E creyendo los indios que el Almirante no acertaba el nombre, decían ellos: “¡Cibao! ¡Cibao!, pensando que por decir Cibao decían Cipango” (cap. VI, 1959: 27).

Otro registro fidedigno del primer contacto entre españoles e indios son las Décadas de Pedro Mártir de Anglería, donde se mencionan y describen las canoas, los caníbales o caribes, los ages (raíces similares a los nabos), el maíz y el pan que de él hacen, todos nombres indígenas (década, libro 1: 120-121), como también los nombres de islas, ríos, y caciques, según lo que Colón le narrara sobre su primer viaje:

la mayoría de los cuales continúan en el uso actual, como canoa, maíz, huracán, hamaca, tiburón, ají, cacique, etcétera.

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De esos montes corren cuatro grandes ríos que dividen toda la isla en cuatro partes casi iguales […]. Uno, que los indios llaman Iunna, corre derecho hacia oriente; otro que llaman Attibunico, opuesto al primero, corre hacia occidente; el tercero que llaman Iache hacia el norte; y el último, llamado Naiba, al sur (década, libro 3: 142). […] se divulgó la noticia de que también había un rey de aquellas montañas de las que esos ríos descienden; y que a este cacique le llaman Caunaboa, es decir el señor de la casa del oro. De hecho llaman a la casa boa, al oro cauni (década, libro 2: 136).

Es indudable que Colón y sus tripulantes oían y prestaban atención a la lengua de los taínos-arahuacos, que habitaban las islas del Caribe. Pedro Mártir reporta una observación notable que se determinó inicialmente sobre la lengua de esos naturales5: Así, […] Colón, con la intención de volver a España, manda que se desplieguen las velas, llevándose diez de aquellos hombres, gracias a los cuales se aclaró que la lengua hablada en todas esas islas se podía escribir sin dificultad alguna con nuestro alfabeto latino. De hecho llaman al cielo turei, a la casa boa, al oro cauni, al hombre honesto tayno, a la nada mayani. Pronuncian también todas las otras palabras con no menos claridad que nosotros pronunciamos nuestro latín (década, libro 1: 123).

Así como los indios decían cosas en su lengua gesticulando y haciendo señas, cabe pensar que los españoles tampoco se quedaban mudos mientras recurrían a gestos y señas. En realidad, no puede ignorarse que durante toda la primera expedición en el Caribe y según se registra a lo largo de su Diario, una y otra vez el Almirante sigue tomando grupos de indios para que “deprendan fablar” por contacto con sus tripulantes. Esto claramente indica que Colón no solo estaba atento al habla de los nativos, sino que además le interesaba la comunicación hablada, como bien lo demuestra, por ejemplo, cuando lleva mujeres a bordo para facilitar sus negociaciones con los indígenas, y porque “también estas mugeres mucho enseñarán a los nuestros su lengua” (12 de noviembre). En la siguiente sección se considera cuál fue el nivel de esa primera comunicación y el grado de comprensión mutua.

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Por la eficaz manera en que parecían entenderse unos con otros los de las diferentes islas, Colón pensó que tenían una misma lengua: “la cual (lengua) es toda una en todas estas islas de Indias, y todos se entienden…” (12 de noviembre). Más tarde, sin embargo, se supo que había diversas lenguas o dialectos en esa área.

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3. Eficacia de la comunicación Cabe preguntarse sobre la eficacia comunicativa de los primeros actos de habla mediados por señas y gestos. Gracias a la efectividad de los componentes extralingüísticos, se puede apreciar, dada la corta duración del contacto inicial, que la comunicación no fue precaria o primitiva. Tampoco se compara con el citado “comercio en silencio” de los portugueses en el África. Los diálogos acompañados de gestos y señas no se limitaban a simples direcciones de lugar, rescates o el abasto de agua y alimentos. Hubo transmisión de significados más complejos. Martinell Gifre (1992: 125-126) misma señala que este medio también fue usado para que los indios soltaran a españoles que habían apresado, para encargarles el cuidado de los enfermos con los que no podían avanzar, para ser llevados en canoa por ríos no vadeables a pie ni a caballo, entre otros fines. Asimismo, hubo actos comunicativos que no envolvían rescates y que no pueden considerarse de simple significado, como los que se registran en estas entradas del Diario: Yo vide algunos que tenían señales de feridas en sus cuerpos, y les hize señas qué era aquello, y ellos me amostraron cómo allí venía gente de otras islas […] y les querían tomar y se defendían (11 de octubre). Y yo estava atento y trabajava de saber si avía oro […]. Y por señas pude entender que, yendo al Sur o bolviendo la isla por el Sur, que estava allí un Rey que tenía grandes vasos d’ello y tenía muy mucho (13 de octubre). […] vide una casa hermosa […]. Yo pensé que era templo, y los llamé y dixe por señas si hazían en ella oraçión; dixeron que no (3 de diciembre).

Dada la gran diferencia cultural y lingüística de los hablantes parece común suponer que la comunicación debió ser imposible. Según José Luis Rivarola (1990: 95) al principio “las señas debieron suplir a las palabras” y, como supone que no hubo inteligibilidad mutua por la diferencia de lenguas, concluye que la comunicación entre españoles e indios fue “imposible”. Asimismo, Georges Baudot (1996: 31) asume la incomprensión total debido a “las categorías rígidas de cada discurso propio”. Sin embargo, el problema no fue la falta de comunicación. Por el contrario, hubo una comunicación lo suficientemente eficaz que marcó el comienzo y el curso siguiente del contacto amerindio-español tanto en las islas como después en el territorio continental. Los que dialogaron a media lengua y con señas no tardaron en percatarse de sus intenciones mutuas reconociéndose como adversarios. Los indios captaron la intención de los intrusos de ocupar sus tierras y esclavizarlos, por lo que pronto comenzaron a ponerse fuera de su alcance, o bien, a responder con franca hostilidad.

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Al principio Colón mostró una actitud amistosa, aceptando regalos de los nativos y dándoles a su vez no solo objetos de poco valor, sino también prendas de vestir, zapatos, jubones, bonetes, etcétera, que llamaban la atención de los indígenas. Además, impuso un límite a los trueques que sus tripulantes intentaban hacer aprovechándose de la ignorancia de los naturales, que cambiaban adornos de oro por trozos de vidrio o cerámica. Sin embargo, desde un principio Colón empezó a retener a los indios que subían a sus carabelas para que le sirvieran de guía en sus exploraciones y para llevar un grupo de ellos en su regreso a España. Algunos indios subían de conformidad, pero no todos así lo hacían: Yo, […], llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que deprendan fablar (11 de octubre). […] le avía parecido que fuera bien tomar algunas personas […] para llevar a los Reyes porque aprendieran nuestra lengua, para saber lo que ay en la tierra y porque bolviendo sean lenguas de los cristianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de la fe (12 de noviembre). […] ayer vino a bordo de la nao una almadía (canoa) con seis mançebos, y los cinco entraron a la nao; estos mandé detener e los traigo. Y después enbié a una casa […], y truxeron siete çabezas de mujeres entre chicas y grandes y tres niños (12 de noviembre). […] de seis mançebos que tomó, […], se huyeron los dos más viejos (17 de noviembre).

La acción de Colón de llevar a los nativos en sus naves no fue bien recibida por ellos. Apunta Bartolomé de Las Casas en su Historia (cap. XLI: 209) que tal proceder era contra la voluntad de los indígenas, como bien lo demostraban sus reacciones de fuga: Destos que con tanta confianza en las barcas, […], se entraron, detuvo el Almirante siete, y con ellos se vino a la nao. Por lo que después pareció, que cuando podían huir se huían, parece bien que los detuvo contra su voluntad, y si éstos eran casados y tenían mujeres y hijos para mantener, y otras necesidades, ¿cómo esta violencia se podía excusar? Parece que, contra su voluntad, en ninguna manera, por bien alguno que dello se hobiere de sacar, no se debiera hacer (cap. XLI: 209).

He aquí una muestra del impacto que el proceder de Colón tendría en su relación con los indígenas. Así como las ofrendas iniciales de amistad tienen un efecto positivo en la disposición de estos, la acción de llevarlos por la fuerza en sus naves tiene el efecto opuesto y, junto con otros actos agresivos, desencadenará la desconfianza y desavenencia mutuas. Por tanto, la comunicación inicial no fue “nula o equívoca”, como afirma Baudot (1996), si los que la sostuvieron se reconocieron como “contrincantes”. Tal eva-

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luación fue correcta y marcaría el curso futuro de la comunicación y las acciones de ambas partes, pues desde su arribo los españoles manifestaron su propósito de ocupar las tierras descubiertas y esclavizar a sus moradores, por lo que estos se veían forzados a huir o a defenderse de tales agravios. Como bien señala Rivarola (1990), la comunicación fue “imposible”, pero no por razón de ignorar mutuamente la lengua del Otro, sino, al contrario, porque los que dialogaron entendieron perfectamente sus opuestas intenciones y reacciones. Como es de esperar, sus diálogos posteriores estarían plagados de obstáculos, mutua desconfianza, veladas intenciones y deliberados engaños6. Más adelante, en el apartado 7, analizo el efecto que las acciones y reacciones de los hablantes en los actos de habla de ambas partes tienen en la secuencia dialógica de los primeros contactos comunicativos de 1492. Mientras tanto, en lo que sigue presento argumentos de que los gestos son parte integral de la expresión oral, siendo, por ende, inseparables del habla.

4. Los gestos y el habla articulada En la comunicación entre gente que no comparte lengua ni cultura, es natural que las señas y/o gestos cobren prominencia. Tales elementos facilitan la comunicación y se destacan en las entradas del Diario de Colón. Los nativos “daban voces” y por señas le indicaban lugares y procedencia de personas y objetos7. De igual modo se hacía entender el Almirante cuando pedía información sobre las islas, los puertos naturales y la procedencia del oro que los indios llevaban de adorno8. Las señas y ademanes fueron necesarios en estos actos comunicativos. Sin embargo, no cabe deducir que estos hayan constado solo de señas, gestos y rescates. Por el contrario, es sumamente dudoso que esa primera comunicación se realizara en silencio. Conviene, entonces, reflexionar sobre los gestos y su función en el habla, cuestionando, en efecto, si es válido separarlos de los actos de habla.

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Cf. Luján (2019: 152-154) donde se discute la alteridad dialógica en el dialogismo extragrupal. 7 “Y vino en el batel dentro, y otros a bozes grandes llamavan todos”; “y después a bozes nos llamavan que fuesemos a tierra” (14 de octubre); “y vido venir infinita gente a la ribera de la mar dando grandes bozes, todos desnudos, con sus azagayas en la mano” (27 de noviembre). 8 “Y por señas pude entender que, yendo al Sur o bolviendo la isla por el Sur, que estava allí un Rey que tenía grandes vasos d’ello (oro) y tenía muy mucho” (13 de octubre); “vide algunos que tenían señales de feridas en sus cuerpos, y les hize señas qué era aquello” (11 de octubre); “vide una casa hermosa […]. Yo pensé que era templo, y los llamé y dixe por señas si hazían en ella oraçion” (3 de diciembre).

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Los gestos no existen aislados; son componentes integrales del habla. La gente gesticula cuando habla, no importa cuál sea su lengua o cultura9. Utiliza no solo los órganos de fonación, como la boca, labios, lengua, laringe, etcétera, sino también hace uso de su expresión facial, la dirección de su mirada y el movimiento de manos, brazos y otros ademanes, todos los cuales subrayan o clarifican el significado de lo que intenta comunicar. Los actos de habla envuelven tanto lo físico como lo mental, siendo una actividad completa del cuerpo humano. Así como en la actividad de hablar no hay gestos mudos o en total silencio, tampoco existen actos de habla desprovistos de ellos. Estos ayudan a transmitir los significados y también expresan las emociones ligadas a los actos de palabra. El aspecto emotivo es así una parte expresiva y significativa del habla humana. De que los gestos integran el habla se comprueba en el uso de los términos deícticos, como los demostrativos, este, ese, aquel, aquí, allá, etcétera, los verbos de moción ir y venir, subir y bajar, etcétera, que codifican el gesto de “señalar” o indicar explícitamente “cercanía o lejanía relativa a un punto de referencia, p. ej. “cerca del hablante”, “en dirección al hablante”, etcétera. Sin embargo, aunque estos semas son parte esencial del sentido de los deícticos, cuando se los utiliza en el habla por lo general se acompañan de gestos indicativos, los cuales, aunque parezcan redundantes, son aparentemente necesarios. Así, cuando uno declara “Este libro no me gusta”, expresando su opinión sobre un libro cercano, uno hace un señalamiento de dicho libro con un ademán de la mano o moviendo ligeramente de cabeza para dirigir la mirada hacia el objeto señalado. De igual modo, si uno ordena a otro diciendo “Ven aquí”, es común hacer un leve movimiento con la cabeza y/o señalar con la mano el lugar donde el destinatario del pedido debe ir, que es cercano al que habla. Ahora bien, ¿por qué ocurren estos señalamientos gestuales con los términos deícticos, si estos ya contienen el significado relativo a locación o dirección, hacia o desde un punto de referencia? ¿No será porque los señalamientos, aunque parezcan redundantes, dan expresión emotiva a los actos de habla que contienen tales expresiones? En efecto, no parece irrazonable atribuir la faceta emocional a lo que puede verse como una dramatización de la comunicación hablada. Después de todo, acompañar con gestos indicativos el uso de las expresiones deícticas es una manera de “actuar” lo que se enuncia, impartiendo énfasis a la expresión hablada. Estas acciones tienen sentido ya que los interlocutores de los actos de palabra no son/somos entes robóticos, sino seres vivientes con atributos no solo mentales sino también emocionales.

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Se gesticula incluso cuando se habla por teléfono, aun cuando no se vea ni se esté a la vista del oyente.

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Estas nociones sobre los gestos del habla proveen un argumento sólido en contra de separarlos de los actos de palabra. Asimismo, tampoco se les puede dar exclusiva importancia o prioridad, como si no hubiera otros aspectos que incidieron en la comunicación inicial entre indios y españoles, pues por ello se desatienden o ignoran otros factores de la situación comunicativa que son significativos en los primeros diálogos, a saber, las acciones y reacciones de los interlocutores, que claramente afectaron el primer dialogismo extragrupal10. Este aspecto es totalmente ignorado en la literatura sobre los primeros contactos. Sin embargo, si se examinan a la luz de una teoría que considera la situación comunicativa en todos sus aspectos relevantes, como el Principio Dialógico de Bakhtin, se pone ipso facto de relieve la importancia de los elementos extralingüísticos, mediatos e inmediatos, que a lo largo del Diario colombino inciden en el significado de los sucesivos actos de habla.

5. Dialogismo de Bakhtin El Principio Dialógico de Bakhtin parte de una teoría del utterance, acto de habla o articulación verbal, que incluye las palabras y su estructura de frase más los elementos extralingüísticos que designo como “inmediatos”, i.e. los interlocutores (hablante/oyente), el cronotopo (unidad témporo-espacial del acto) y el tema del que se habla11. Otros elementos no verbales considero “mediatos”, como las acciones y reacciones de los hablantes que afectan el significado de los actos de habla, los cuales son actos responsivos. El hablante se dirige a un oyente con la intención de suscitar su reacción o respuesta, razón por lo cual los actos de habla no existen aislados, sino en relación con otros actos (anteriores o posteriores) mediante un tema que los integra en una unidad o secuencia discursiva. Esta condición dialógica se conoce como intertextualidad12. La teoría del utterance o acto de palabra se complementa, además, con una teoría dialógica de la alteridad (u otredad) que es pertinente a los interlocutores y su formación de identidad o autoconciencia, la cual se considera parte integral de la comunicación hablada o escrita13.

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En Parodi/Luján (2014) distinguimos entre dialogismo intragrupal y extragrupal según los hablantes compartan o no lengua y cultura. Así, el dialogismo entre los españoles se contrasta con el dialogismo entre españoles e indios; véase además Parodi (2016) y Luján (2017). En Luján (2016) y Parodi (2016) utilizamos este marco dialógico para reconstruir la identidad y el habla de los españoles trasplantados en América. Todorov (1984) dedica un capítulo a la intertextualidad dialógica. Sobre la alteridad dialógica, cf. Luján (2019).

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Los elementos extralingüísticos, inmediatos y mediatos, que en otros marcos teóricos son considerados contextuales, en el dialogismo son, en cambio, ingredientes constitutivos del acto de habla, por lo que participan en su significado tanto como los significados léxicos y la estructura de frase que lo conforman. Más aún, Bakhtin considera que las palabras cobran significado solo en el contexto de un acto específico de habla, razón por la cual en el dialogismo bakhtiniano las categorías léxicas funcionan como variables con valores por defecto, que son verdaderos atajos léxicos (lexical shortcuts) que se seleccionan conforme sean los componentes extralingüísticos del acto de habla14. Las variables léxicas, entonces, adquieren su significado según quién las articula, en cuál cronotopo y en relación con qué tema. Así se explican las extensiones semánticas que los españoles trasplantados en Indias (o cronotopo indiano) hacían de vocablos comunes para nombrar los objetos de la biota y culturas indianas, que para ellos eran desconocidos. Por ejemplo, llamaban pera al avocado, gallina al pavo, vino al pulque, culebra a la iguana, tigre al jaguar, pimienta al ají o chile, manzana a la guayaba, etcétera.15 Estas numerosas innovaciones léxicas eran típicas en Indias y se entendían fácilmente en los diálogos intragrupales de los españoles indianos, no así con los españoles del cronotopo peninsular, que desconocían la experiencia indiana, por lo que tales extensiones semánticas, consideradas “signos biculturales” por Claudia Parodi (2009), debían restringirse al habla del cronotopo indiano16. Los españoles se mezclaron biológica y culturalmente con los indígenas desde su arribo al Caribe mestizándose y contribuyendo a la creación de una cultura mestiza, a la vez que cambiaban su habla española, la cual no solo nivelaba las diferencias dialectales originarias de la península, sino también se indianizaba o mestizaba por su contacto directo con las culturas nativas con las que los españoles mantuvieron un dialogismo extragrupal desde el comienzo de su intrusión

14 Los atajos léxicos o valores por defecto son los significados listados en el diccionario de una lengua que el uso comunitario establece. Se define así la esencial capacidad de polisemia de las categorías léxicas, pues la lista de significados de las mismas es en principio ilimitada e históricamente modificable según el uso comunitario; cf. Parodi/Luján (2014) y Luján (2017). 15 Las extensiones semánticas no son usos exclusivos del contexto indiano, sino son propiedad del léxico y constituyen el mecanismo universal del lenguaje para introducir nuevos referentes. Obsérvese que los nuevos desarrollos tecnológicos no se nombran con palabras nuevas, sino con extensiones semánticas, p. ej. web/red, stream/corriente, link/enlace, skyscraper/ rascacielos, computer/computadora u ordenador, power point, laptop, etcétera. La introducción de un término nuevo para nombrar un nuevo referente impone la tarea adicional de aprender un nuevo concepto, el que a su vez no ofrece ninguna pista para entender el nuevo referente, cosa que sí ocurre con la extensión semántica. 16 Los usos figurativos de las palabras son también extensiones semánticas.

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en América. Esto dio como resultado la incorporación de copiosos nombres de origen indígena, los préstamos o indigenismos, que coexistieron por largo tiempo con las extensiones semánticas (o signos biculturales) hasta desplazarlos en su mayoría17.

6. Alteridad en el primer dialogismo extragrupal Dada la función semántica de los componentes extralingüísticos, la comunicación inicial de los españoles e indios se analizan como actos de habla, o primer dialogismo extragrupal en las islas que aquellos descubren al cruzar el mar océano. Teniendo en cuenta que los interlocutores no comparten lengua ni cultura y que los españoles son foráneos en el cronotopo indiano, los gestos y señas que acompañan a sus palabras destacan la alteridad de los que dialogan y ayudan a comunicar no solo significados e intenciones, sino también emociones. La figura de los interlocutores se vuelve central y su atención se concentra en los gestos recíprocos, expresión facial, movimientos de la cabeza, dirección de la mirada, ademanes con manos, brazos y otros movimientos corporales. Estas y otras acciones son cruciales para captar, si bien grosso modo, lo que se dicen en lengua desconocida, como también para discernir las intenciones y actitudes mutuas. Gracias a la gestualidad de los interlocutores, y por los límites que impone la situación comunicativa, no solo logran una interpretación aproximada mutua, sino también pueden aislar y entender palabras sueltas, nombres de cosas, lugares y gentes, dando así comienzo al aprendizaje de la lengua del Otro, o bilingüismo. Los primeros diálogos entre gente que no comparte lengua ni cultura, entonces, no requieren el bilingüismo en los hablantes. Por el contrario, son estos diálogos rudimentarios iniciales los que dan comienzo al bilingüismo. Así se forman los primeros hablantes bilingües, y los que más tarde actúan como intérpretes o lenguas, pues aprenden la lengua del Otro por el puro contacto, coexistencia y/o convivencia. Y tal es la razón por la cual Colón quiere llevar grupos de indios a España, y antes los detiene a bordo de sus naves para que tengan contacto dialógico con sus tripulantes. Teniendo en cuenta el cronotopo indiano y la alteridad de los hablantes, el tema de sus diálogos determina a su vez un área limitada de referencia, como es el obtener información sobre los lugares, la gente, y a la vez averiguar y cerciorarse de las intenciones mutuas. Así, desde el primer momento sabe el Almirante que la isla a la que han llegado es Guanahaní, como le dicen los naturales (11 de oc-

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Tal proceso indica la progresiva asimilación del europeo a la cultura indiana.

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tubre), que también le indican distancias, y dan en su lengua numerosos nombres de lugares, islas, ríos, y de reyes o caciques: “los indios que ivan en la caravela Pinta dixeron que detrás de aquel cabo avía un río y del río a Cuba avía cuatro jornadas […]” (30 de octubre). Y una vez que Colón nota los adornos de oro de los naturales y pregunta sobre su procedencia, este metal se vuelve un tema prevalente de su interés, lo mismo después con respecto a las perlas. Los gestos y señas extienden la alteridad de los que se comunican, pues además de mediar en la transmisión de significados, los interlocutores pueden darse a conocer y a su vez hacerse una idea de la identidad del Otro. La enorme diferencia cultural de los que se enfrentan, según Baudot (1996: 49) les lleva a concebir la alteridad con dimensiones “monstruosas”, o sea, fuera de la escala normal humana: los indios ven a los españoles como seres divinos, sobrenaturales o superhombres, mientras que estos ven a los indios como seres infrahumanos, bárbaros y salvajes18. Esa mirada del Otro tiene también su efecto en la incipiente construcción de una nueva identidad mediada por el dialogismo extragrupal. En Luján (2019: 143-144) examino la alteridad (u otredad) en el marco dialógico y la construcción de identidad de los hablantes, entendiendo que la autoconciencia no existe sin la otredad. Pues Bakhtin concibe la alteridad como elemento extralingüístico sine qua non de la actividad dialógica, que tiene al menos el doble cariz de (a) cómo mi yo percibe al Otro, y (b) cómo el Otro percibe a mi yo. Sobre esta segunda faceta se funda la creación del sentido de identidad o autoconciencia, que a su vez permite la percepción o conocimiento de la propia exterioridad de uno19. El proceso de modificación o reconstrucción de identidad debe ser recíproco y comenzar con esos primeros actos de habla sin conocimiento mutuo de las lenguas de los que dialogan. Es en los términos de la alteridad dialógica que pueden definirse los procesos que subyacen al mestizaje: (i) la indianización de los españoles por el contacto dialógico y cultural con los naturales; y (ii) la hispanización de los indígenas por su interacción y contacto con los españoles. Según el presente análisis dialógico de los primeros actos comunicativos entre españoles e indígenas, esas transformaciones y/o reconstrucción de identidad o

18 Baudot (1996: 33-62) desarrolla su concepto de monstruificación del Otro en el enfrentamiento amerindio-español de América. En Luján (2019: 154-155) aplico su concepto sobre la percepción indígena de los españoles para dar cuenta de la autoconciencia de superioridad de los primeros conquistadores. 19 Esta noción esencial del marco bakhtiano explica la conciencia social de los hablantes, según la cual uno no existe como una entidad autocontenida, sino como miembro de una comunidad de habla y cultura.

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autoconciencia deben iniciarse a partir de los primeros diálogos rudimentarios de 1492. Aquí son útiles los conceptos de monstruificación de Baudot (1996). En Luján (2019: 154-156) atribuyo las acciones en escala de superhombre de los primeros conquistadores y exploradores a su autoconciencia de superioridad, que debieron formar mayormente a partir de la percepción como seres superiores que recibían de la multitud de indígenas. Obsérvese que, además del cruce del mar océano, estos hombres realizaron extraordinarias expediciones cubriendo extensos y difíciles territorios, acciones azarosas que no tenían precedente en su propia tierra y que, pasada esa primera época, no volvieron a repetirse20. Es entonces a través del diálogo, en el que se destaca la significación de la alteridad como componente extralingüístico esencial del habla, que los interlocutores pueden formarse una idea del Otro y mediante la cual, además del propio ámbito indiano ya modificado por la presencia europea, se propiciará el proceso de transformación del español peninsular al español indiano y la mestización de su lengua junto con la cultura que se desarrollará en ese medioambiente multiétnico a partir de los primeros contactos dialógicos iniciados en 1492.

7. Componentes extralingüísticos “mediatos” e intertextualidad El examen total de los sucesos descritos en el Diario de Colón indica una clara secuencia donde puede delinearse cómo fue la cadena dialógica entre indios y españoles. En ella tiene gran relevancia la serie de acciones que provocan y/o afectan la secuencia discursiva empezando con la acción de Colón de retener en sus naves a grupos de indios contra su voluntad21. La confianza inicialmente ganada con los rescates y ofrendas de amistad se cambia a desconfianza y temor en los indios. A su vez, el Almirante expresa recelo al desconfiar de lo que estos le dicen acerca de los lugares donde hay oro, pues sospecha que le indican lugares falsos con el fin de llegar a cualquier puerto natural donde sea posible desembarcar y darse a la fuga. Así lo expresa ya el 15 de octubre: “Yo bien creí que todo lo que decían [acerca del oro] era burla para se fugir”.

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Falta explorar qué efecto tuvo en la autoconciencia indígena la percepción como inferiores y primitivos manifestada por los españoles. Aunque en el Diario no dice explícitamente que los “forzara”, en su carta de febrero de 1493 a Luis de Santángel, Colón escribe: “en la primera isla que hallé tomé per forza algunos d’ellos” (Colón 1992: 222). Además, según narra Andrés Bernáldez, amigo de Colón, este le cuenta que en la primera Isla “tomó algunos Indios por fuerza para haver noticias de las cosas de ella” (1856: 279).

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De acuerdo con la intertextualidad de los actos de habla, los diálogos entre indios y españoles en el Diario deben examinarse en su orden cronológico a lo largo de toda la narrativa y en relación con las acciones y reacciones de los que dialogan, ya que estos son elementos extralingüísticos “mediatos” que indudablemente afectan la dirección y el significado de los sucesivos actos de habla. Así, por ejemplo, a su llegada los españoles dieron muestras de amistad intercambiando ofrendas e intentando identificar a sus interlocutores y el lugar al que habían llegado, Guanahaní, como le dice la gente de esa isla. La reacción inmediata de los naturales es consecuente y amistosa; puede entenderse por qué se muestran hospitalarios recibiendo a los recién llegados de ultramar sin temor ni desconfianza, sino más bien maravillados ante su presencia, sus atuendos, sus objetos de metal y sus grandes naves. Sin embargo, tal actitud pronto toma un giro radical, por lo que es esencial desentrañar la razón de tal cambio para entender el rumbo que toma el dialogismo amerindio-español.

7.1. Entendimiento inicial Al principio Colón tiene opiniones sumamente favorables de los nativos, desde su aspecto físico hasta su temperamento o carácter: […] muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras; […] son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos (11 de octubre). […] gente muy fermosa: los cabellos no crespos, salvo corredíos y gruesos, como sedas de cavallo, y todos de la frente y cabeça muy ancha […], y los ojos muy fermosos y no pequeños, y ellos ninguno prieto. […] Las piernas muy derechas, todos a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha (13 de octubre). […] esta gente farto mansa […] todo lo que tienen lo dan por cualquier cosa que les den; que fasta los pedazos de las escudillas y de las tazas de vidrio rotas rescataban (13 de octubre). Ellos deven ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dizen todo lo que les dezía, y creo que ligeramente se harían cristianos; que me pareçió que ninguna secta tenían (11 de octubre).

Asimismo, Colón tempranamente afirma entender lo que le dicen y cree que ellos también le entienden a él: […] y vide que algunos d’ellos traían un pedaçuelo [de oro] colgado de la nariz. Y por señas pude entender que, yendo al Sur […] estava un rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho (13 de octubre).

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[…] y entendíamos que nos preguntavan si éramos venidos del çielo (14 de octubre). Esta isla […] tengo determinado de la rodear, porque según puedo entender en ella o açerca d’ ella ay mina de oro (16 de octubre). […] creo que muy presto se tornarían cristianos, porque ellos son de muy buen entender (16 de octubre).

El intenso interés por el oro despertado en Colón se manifiesta desde el primer momento en que ve a esta gente desnuda y tan pobre pero con adornos de oro en las narices y orejas, por lo que decide tomar a varios de ellos para que le sirvan de guía y le indiquen dónde puede encontrar oro. Además, manifiesta su intención de tomar a los nativos como cautivos, llevarlos a Castilla, o retenerlos en su misma isla porque “con cincuenta hombres, los ternan todos sojuzgados y los harán hacer todo lo que quisieren” (14 de octubre)22. Sin embargo, es ahí, en el punto inicial de la relación dialógica que se establecía entre españoles e indios, cuando el Almirante comete un serio error, que es el de retenerlos a bordo de su navío. Cabe pensar que por la familiaridad con que los naturales se subían a las naves y su curiosidad de verlo todo de cerca, al igual que a los “hombres venidos del cielo”, que Colón pensara que estaban dispuestos a acompañarlo en sus exploraciones. Sin embargo, no solo retiene a los que suben a las naves, sino además cada vez que llegan a una nueva costa o población manda hombres armados a buscar nuevos nativos para llevar en las naves: […] porque estos [indios] que yo había hecho tomar en la isla de San Salvador me decían que ahí traían manillas de oro a las piernas y a los brazos (15 de octubre). […] y se echaron algunos marineros a la mar, porque él [un indio] no quería entrar en la carabela, y le tomaron (15 de octubre). […] ayer vino a bordo de la nao una almadía [canoa] con seis mançebos, y los cinco entraron a la nao; estos mandé detener e los traigo (12 de noviembre). Y después enbié a una casa […], y truxeron siete çabezas de mujeres entre chicas e grandes y tres niños (12 de noviembre).

Obviamente, la acción de Colón de llevarlos con él era contraria a los deseos de los indios, que rápidamente se daban a la fuga. Así también lo interpreta en su

22 Las Casas objeta que se tomara posesión de las tierras descubiertas y de sus moradores y destaca la disposición que aquellas gentes tenían para recibir la fe cristiana, “si por amor y caridad y mansedumbre fueran tratadas”. Cuestiona además que “tan ligeramente se determinó decir que los reyes podían llevar todos los indios, que eran vecinos y moradores naturales de aquellas islas a Castilla, o tenerlos en la misma tierra captivos” (1951: cap. XLI, 209).

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Historia Bartolomé de Las Casas, quien, según vimos antes en el apartado 3, no vacila en calificar este proceder de Colón con los indios como un claro acto de violencia.

7.2. Temor y fuga de los indígenas La relación inicial de amistad y confianza de los indios hacia los españoles pronto se cambia a una de desconfianza y miedo. El Diario registra cómo se dan a la fuga cuando los españoles se acercan explorando: […] envió el Almirante las barcas a tierra a las casas que allí estavan y hallaron que era toda la gente huida (1 de noviembre). Este día de seis mançebos que tomó […], se huyeron los dos más viejos (17 de noviembre).

A medida que avanza el tiempo de su estadía en las islas, las huidas de los indios son más generales y frecuentes. Parece obvio que los indios han corrido la voz sobre su aprensión acerca de la presencia española y las acciones del Almirante, pues las fugas se dan en lugares aún no explorados y sin previo contacto con los españoles: En fin, dieron todos a huir, que ni grande ni chico quedó. Fueron los tres cristianos a las casas […], y no hallaron a nadie ni cosa en alguna d’ellas (27 de noviembre). Hallaron grandes poblaciones y las casas vazías, porque se avían huido todos (28 de noviembre). Llegaron algunos de los cristianos a otra poblaçión çerca del Norueste, y no hallaron en las casas a nadie ni nada (29 de noviembre). Llegaron a muchas casas y no hallaron a nadie ni nada, que todos se avían huido. Vieron cuatro mançebos que estavan cavando en sus heredades; así como vieron los cristianos dieron a huir (30 de noviembre).

A menos de un mes del arribo de los españoles, los indios han perdido la confianza en su presencia e intenciones, y esto influirá en su futura conducta. A pesar de las frecuentes fugas en el mes de noviembre, que se continúan y multiplican en el mes de diciembre, Colón siguió llevando indios en sus exploraciones para que le sirvieran de guía y para que aprendieran a “fablar” con los hombres de su tripulación. Es posible que por verlos tan primitivos no considerara que fuese necesario contar con su consentimiento. Además, puesto que había tomado posesión de las

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islas que descubría en nombre de la corona española, probablemente pensara que sus moradores también pasaban a ser posesión de los reyes, por lo que debían actuar bajo su mando. No necesitamos suponer o elaborar más sobre las razones de Colón, lo que queda claro es que por esa acción de retener a los indios y forzar su servicio tanto para navegar por el Caribe como para la búsqueda de oro o perlas, se inicia el desentendimiento mutuo y la comunicación con los indios toma un giro de enemistad y abierta hostilidad.

7.3. Desentendimiento y hostilidad Así como los indios desconfían de las intenciones del Almirante, también este expresa sospecha de lo que aquellos le dicen, en particular, sobre los lugares donde encontrar oro. La desconfianza mutua engendra el desentendimiento y la frustración expresada por Colón, pues parece que los indios le indicaban lugares falsos donde ellos podían desembarcar y escapar. Es cierto, […] que donde ay tales tierras, que deve aver infinitas cosas de provecho; mas yo no me detengo en ningund puerto porque querría ver todas las más tierras […] para hazer relación d’ellas a Vuestras Altezas, y también no sé la lengua, y las gentes d’estas tierras no me entienden, ni yo ni otro que yo tenga; y estos indios que yo traigo muchas vezes les entiendo una cosa por otra, al contrario, ni fío mucho de ellos, porque muchas vezes an provado a fugir (27 de noviembre)23.

Si las acciones de Colón provocan el recelo indígena, él también es consciente del descontento de los indios que lleva a bordo de su nave: Los que consigo de las isletas traía tenían tanta gana de ir a su tierra, que pensaba (dize el Almirante) que, después que se partiese de allí, los tenía de llevar a sus casas, y que ya lo tenían por sospechoso, porque no lleva[ba] el camino de su casa, por lo cual dize que ni les creía lo que le dezían, ni los entendía bien, ni ellos a él […] (6 de diciembre).

Es obvio que el entendimiento y amistad inicial han desaparecido, y si bien el Almirante intenta recuperar la buena voluntad de los indios, estos están muy

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Rivarola (1990: 95) cita parte de esta entrada para indicar que no había entendimiento. Interpreta las palabras de Colón literalmente sin tener en cuenta el contexto ni la fecha tardía de la entrada (27 de noviembre), cuando ya se ha perdido la confianza y amistad inicial, por lo que tales palabras expresan la frustración y contrariedad de Colón más que su mal entendimiento, pues ya no confía en lo que los indios le dicen, además de no encontrar el deseado metal o las perlas que tan ansiosamente busca.

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poco dispuestos a reanudar el contacto. En varias ocasiones durante el mes de diciembre trata con indios de las diversas islas que explora a quienes les regala cosas por ellos apreciadas y ofrece vestirlos para luego devolverlos a sus familias con el fin de restituir la confianza perdida, pero todo es en vano. El 12 de diciembre, por ejemplo, tomaron una mujer bajo orden del Almirante de que eligiesen algunos para “honrallos y hacelles perder el miedo”. Hizo vestir a la mujer y le dio cuentas de vidrio, cascabeles y sortijas de latón, e hizo devolverla a tierra, a los suyos. Al día siguiente, después de varios intentos de atraer a esos indios, los españoles lograron que finalmente se aproximaran y se mostraran amistosos trayendo todo tipo de dádivas. Sin embargo, la primera reacción de los naturales en tierras aún no exploradas era la de huir dejando sus casas vacías tan pronto veían que los españoles se acercaban. Además de las fugas, otra acción-reacción que surge en los indígenas es la de abierto antagonismo hacia los intrusos, a pesar de que se encuentran en inferioridad de condiciones. El Diario de Colón registra cómo los indios se mostraban hostiles a fines de noviembre y en los primeros días de diciembre: Viniendo así por la costa […] halló una grande poblaçión, […] y vido venir infinita gente a la ribera de la mar dando grandes bozes, todos desnudos con sus azagayas en la mano. Deseó de hablar con ellos y amainó las velas y surgió, y enbió las barcas de la nao y de la carabela, por manera ordenados que no hiziesen daño alguno a los indios ni lo reçibiesen, mandando que les diesen algunas cosillas […]. Los indios hizieron ademanes de no los dexar saltar en tierra y resistillos. Y viendo que las barcas se allegaban más a tierra y que no les avían miedo, se apartaron de la mar (27 de noviembre). […] ayuntáronse muchos indios y vinieron a las barcas donde ya se avía el Almirante recogido con su gente toda. Uno d’ellos se adelantó en el río junto con la popa de la barca y hizo una gran plática que el Almirante no entendía, salvo que los otros indios de cuando en cuando alçavan las manos al çielo y davan una grande boz. Pensava el Almirante que lo aseguravan y que les plazía de su venida; pero vido al indio que consigo traía demudarse la cara y amarillo como çera, y temblaba mucho, diziendo por señas que el Almirante se fuese fuera del río, que los querían matar […] (3 de diciembre).

Pedro Mártir describe en sus Décadas la reacción violenta de los indios contra la treintena de españoles, todos ellos muertos, que Colón dejara en su primer viaje: Los jefes indios […] mal toleraban que los nuestros se estuvieran estableciendo sobre su suelo nativo. Lo que más querían era sacarlos de ahí o destruirlos del todo, borrando hasta su recuerdo. De hecho, la tripulación que había seguido al Almirante en ese viaje, del todo desenfrenada, sin ley […], no podía dejar de cometer injusti-

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cias. Llevándose a las mujeres de las islas delante de los ojos de los padres, de los hermanos, de los maridos, entregados a estupros y robos, habían turbado la mente de todos los indios. Por ello, en muchos lugares donde los indios los encontraban desprevenidos, con rabia y de igual modo en que ofrecían un sacrificio para los dioses, los masacraban (década, libro 4).

En conclusión, las secuencias de (i) entendimiento inicial vs. desentendimiento subsecuente, (ii) confianza que se cambia a recelo y desconfianza, y (iii) acciones de amistad vs. posterior hostilidad y/o fuga de los indios son componentes extralingüísticos mediatos que inciden y elucidan la secuencia dialógica. Si se toman solo los gestos, señas y rescates como únicos portadores de significado (Martinell Gifre 1988, 1992, Martinell Gifre/Vallés 1997), se pierde totalmente de vista la importancia semántica de las acciones y reacciones de los que dialogan, según se trasunta en el Diario de Colón. Asimismo, si solo se consideran entradas aisladas del mismo, enfocando las protestas del Almirante e ignorando el contexto (Rivarola 1990: 25-26), o sea, las acciones o eventos que preceden o siguen a esos actos comunicativos, se deja fuera de consideración esos factores extralingüísticos que están claramente en relación de “causa-efecto” y que inciden semánticamente en la cadena discursiva tornándose, por ende, en elementos constitutivos no verbales de los subsiguientes actos de habla o diálogos. La serie de acciones y reacciones de ambas partes forman una historia a lo largo de la secuencia discursiva que es relevante para los interlocutores en cada etapa de la secuencia. Los primeros diálogos entre españoles e indios son actos de habla que tienen una coherencia discursiva y son consistentes con la condición de intertextualidad, es decir, cada acto de habla se encadena o relaciona con otros actos de habla, anteriores y posteriores, merced a un tema que los enlaza más una historia que se desarrolla sobre la base de los componentes extralingüísticos mediatos (acciones y reacciones de los agentes dialógicos) e inmediatos (interlocutores, alteridad, cronotopos, tema) que conforman tales utterances. La historia discursiva que se desarrolla gracias al aporte semántico de estos componentes no verbales del habla es claramente tenida en cuenta en cada etapa sucesiva por los que dialogan, e incide por igual en sus subsiguientes acciones y actos de habla. En consecuencia, el presente análisis dialógico es consistente con la noción de que los actos de habla pertenecen en un contexto discursivo determinado, por lo que sus significados cambian de valencia si se los considera fuera de su contexto original.

8. Bilingüismo histórico inicial Así como desde su arribo en la isla Guanahaní Colón apuntaba este y otros nombres indígenas, los indios también aprendían palabras del español, dada su

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curiosidad por los objetos de los españoles cuyos nombres desconocían24. De este modo comienza el aprendizaje de la lengua del Otro. Colón llevaba grupos de indios en sus naves para que aprendieran a hablar con sus tripulantes y después de varias semanas algunos de sus hombres habían logrado aprender algo de la lengua indígena: Y creyendo que saliendo dos o tres hombres de las barcas [los indios] no temieran, salieron tres cristianos diziendo que no oviesen miedo en su lengua, porque sabían algo d’ella por la conversaçión de los [indios] que traen consigo (27 de noviembre).

Es realmente notable que esos españoles pudieran comunicarse con los indios en su lengua en tan corto tiempo25. Con todo, es obvio que las lenguas se aprendían hablando durante el contacto por la mera coexistencia o convivencia. Tanto españoles como indios aprendían la lengua del Otro por la necesidad de adaptarse a las nuevas condiciones y sobrevivir. Los españoles necesitaban la ayuda de los nativos y dependían de ellos en un medioambiente que les era adverso. A su vez, los indios debían adaptarse para subsistir a la destrucción de su mundo natural y cultural por la presencia española. Sin embargo, la comunicación entre ambas etnias era mayormente en lengua indígena debido a que los mestizos y criollos españoles lograban aprender una de ellas favorecidos por su desproporción demográfica con la enorme mayoría de indios en los dos primeros siglos. Según Baudot (1995: 93-94) a fines del siglo xvi la población indígena era del 96% frente a 3% de negros y mestizos y apenas 1% de blancos. Aún a mediados del siglo xviii el número de indios doblaba el de mestizos, criollos y blancos26. Así, las minorías de españoles criollos y mestizos estuvieron por lo general inmersas y en contacto con una exorbitante mayoría de indígenas a quienes se les imponía el cristianismo sin la exigencia de que aprendieran la lengua del conquistador (Luján 2019)27.

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Parodi (2007) cita numerosos ejemplos de extensiones semánticas que hacían los indios en su lengua, como también préstamos del español que adoptaban para nombrar los objetos y animales de los españoles. Recuérdese que Andrés Bernáldez, amigo de Colón, menciona que este le había contado que en la primera isla “tomó algunos Indios por fuerza para haver noticias de las cosas de ella, e fué así que ora por señas, ora por hablas, muy pronto se entendieron los de los navíos con ellos” (1856: 279). Cf. Zimmermann (2006: 219) para datos demográficos detallados del México colonial. La vasta desproporción demográfica imposibilitaba que los indios aprendieran español por puro contacto. Además, aparte de que la evangelización tuvo prioridad en los primeros 50 años y de que los que podían enseñar español eran los frailes, tal tarea implicaba la instrucción en latín.

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Desde el comienzo de la intrusión española en América emerge el bilingüismo por el mero contacto étnico. Los españoles se amancebaban con las indias y pronto produjeron hijos mestizos que se criaban en un ambiente donde podían hablar la lengua vernácula materna y la lengua paterna española28. Son los primeros bilingües y los intermediarios naturales entre sus etnias. También adquirían fácilmente una lengua nativa los niños españoles de familias que emigraban al Nuevo Mundo29. Por otro lado, los niños hijos de caciques o pertenecientes a familias principales aprendían el español porque eran educados y entrenados durante varios años por los frailes en los centros misioneros para que ellos avanzaran la evangelización al ser devueltos a sus familias (Ricard 2017). Cuando los españoles pudieron traer a sus mujeres al inicio del siglo xvi30, sus descendientes, los españoles criollos nacidos en América, estuvieron bajo el cuidado de nanas indígenas, quienes naturalmente les hablaban en su lengua31. Por ello, era común que estos criollos pudieran hablar la lengua española de sus padres y una lengua vernácula aprendida en su ámbito doméstico. Asimismo, estos criollos podían servir como intermediarios entre los grupos étnicos. Otros tempranos bilingües fueron los frailes misioneros, quienes al principio se sirvieron de gestos, “actuaciones” y lenguas para catequizar, pero pronto después entendieron que para convertir a los indios había que hablarles en su lengua. El cuadro general que se vislumbra por el mestizaje apunta a un bilingüismo temprano en los hispanohablantes que debió superar al bilingüismo en los indígenas y que rara vez se considera en los estudios sobre la situación lingüística en la colonia urbana, como tampoco se trasunta de los datos textuales en los que los expertos se enfocan. El tema parece sufrir del mismo grado de prejuicio que el expresado en las apreciaciones de los autores de la época sobre el habla de los españoles indianos. Son conocidos los comentarios del padre José de Acosta sobre lo equívoco de las extensiones semánticas típicas del español indiano, o de fray Jerónimo de Mendieta acerca de cómo los indios desmejoraban su lengua por influencia del habla de los españoles, y las disculpas esgrimidas por Fernández de Oviedo por verse obligado a usar nombres indígenas en su Historia.

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Tal es el caso del mestizo Inca Garcilaso de la Vega y el primer hijo de Cortés, el mestizo Martín Cortés. 29 Dos ejemplos prominentes son fray Diego Durán, autor de la Historia de las Indias de la Nueva España, y fray Alonso de Molina, autor de Arte de la lengua mexicana y castellana y del primer diccionario náhuatl. 30 En 1502 en la expedición de Nicolás de Ovando de más de treinta barcos iban el gobernador y oficiales reales con sus familias y criados. Sin embargo, hay registro textual de la presencia de mujeres a partir del segundo viaje de Colón, 1493-1496, cf. Carrera de la Red (2000: 55-56). 31 Cf. Alberro (2011), Luján (2019: 160) y referencias ahí citadas.

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Además, como las crónicas destacan el rol de los indios lenguas, los estudiosos tienden a enfocarse en esos intérpretes, desatendiendo el bilingüismo que debió existir en los grupos de hispanohablantes urbanos. Según la experta y categórica opinión del perspicaz lexicógrafo Marcos Morínigo (1964: 222-223), el bilingüismo en mestizos y criollos “debió ser lo normal”. No obstante, el extremado énfasis o atención sobre los indios intérpretes o lenguas en los estudios actuales del contacto amerindio-español inicial tiende a proyectar un cuadro de bilingüismo en los indígenas que no responde a la realidad demográfica de los siglos xvi y xvii, ni a la documentación colonial que, según Rivarola (1986: 155) “durante casi tres siglos abunda en testimonios sobre la falta de competencia castellana de los indígenas”32. Desde el comienzo de la administración española la enseñanza formal del español era precaria y limitada a los curacas y principales, que tenían a su cargo la población indígena; esto debido no solo a la enorme desproporción demográfica entre indios y españoles, sino también a que la evangelización de los naturales, la cual se hacía en una lengua indígena general, tomaba precedencia. Además, la castellanización presentaba enormes dificultades, especialmente la alfabetización de gente cuya cultura desconocía la escritura alfabética (Rivarola 2000: 141)33. En cuanto al dominio de lengua vernácula por hispanohablantes, Parodi (2007: 218) cita la crónica del criollo Suárez de Peralta, quien afirma: […] a los que nacemos allá [Nueva México, los indios] nos tienen por hijos de la tierra y naturales, nos comunican muchas cosas y más, como savemos la lengua, es gran conformidad para ellos y amistad. […] [los cristianos se] comunican con los indios muy familiarmente, [en] especial los nacidos en México a quien los indios tienen por hijos, y sus mujeres han criado los más a sus pechos.

No fue diferente la situación en el Perú colonial. Rivarola (1990: 108-109) cita una carta de 1781, donde el obispo de Cuzco se queja del arraigo de las lenguas indígenas, reclamando que los españoles las usaban más que su propia lengua. Rivarola (1990: 158) también señala que la Relación de 1795 sobre la ciudad de Cuzco informa que, debido al comercio con la numerosa población indígena, la lengua de los indios era “casi la universal de la ciudad. Todos los nacidos en el

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Zimmermann (2006: 220), en cambio, atribuye el bilingüismo a la población mestiza e indígena. Rivarola (2000: 141) menciona casos frecuentes de curacas que seguían registrando en sus quipus la información para las probanzas, y que en 1550 dos curacas de zonas limeñas que habían recibido un fuerte impacto hispanizante apenas podían hablar el español.

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país hablan esta lengua […] aún las señoras de primera calidad hablan con los españoles en español y con los domésticos, criados y gente del pueblo precisamente en la lengua índica”. El bilingüismo es un fenómeno histórico que se inicia con los primeros diálogos de 1492. Por ser fenómeno del habla, el bilingüismo histórico es un tema complejo y sin respaldo documental, que debe investigarse no solo según registros textuales y/o evidencia indirecta, sino además recurriendo a modelos y razonamientos que permitan reconstruir con cierta aproximación la situación social y lingüística urbana junto con la competencia bilingüe que pudo ser común en los criollos y mestizos españoles de los siglos xvi y xvii y que más tarde sucumbiera bajo fuertes presiones sociales, entre ellas, la enérgica política borbónica de castellanización de la segunda parte del siglo xviii.

9. Conclusiones Este capítulo presenta una visión alternativa de los primeros actos comunicativos entre españoles e indios en el primer viaje y exploración del descubrimiento de América. En esta interpretación se rebaten nociones establecidas de que tales actos fueron en silencio, mediados por gestos e intercambio de objetos, y que la comunicación fue imposible, equívoca o nula, nociones que descalifican los primeros encuentros comunicativos como diálogos. En contraste, el método dialógico de Bakhtin, como teoría social del lenguaje que destaca la actuación de los hablantes en los actos vivientes de palabra, entre otros componentes extralingüísticos del habla, permite reconstruir la situación dialógica que tomó lugar en América a partir de la primera intrusión española. Bajo ese lente examinamos los primeros contactos reportados en el Diario de Colón, demostrando que atestiguan la presencia de habla por ambas partes y que la comunicación fue esencialmente efectiva. Analizados, según la intertextualidad dialógica, en el contexto de la narrativa completa del texto, o sea, en la secuencia de eventos allí narrados, se establece que en esos actos de habla tanto los indígenas como los españoles no solo se entendieron en cuanto a las necesidades cotidianas o básicas, sino además identificaron sus intereses y mutuas intenciones. Es decir, se reconocieron correctamente como rivales, ya que los españoles se apoderaban de las tierras descubiertas e intentaban esclavizar a sus moradores, mientras estos respondían dándose a la fuga o resistiendo con manifiesta hostilidad. Y puesto que el contexto discursivo es crucial para desentrañar el significado de los actos de habla, estos no pueden interpretarse correctamente si se citan aislados y sin referencia a su contexto, como se ha hecho hasta el presente. Es, por tanto, consecuencia de la intertex-

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tualidad dialógica que los actos de habla no pueden extraerse de su contexto discursivo sin que se pierda o distorsione su significado. Se corrobora así la validez del conocido lema de “no sacar las cosas o citar fuera de contexto”. Según el Principio Dialógico, el significado de los actos de habla se basa tanto en sus elementos extralingüísticos, mediatos e inmediatos, como en las palabras y su estructura de frase. Por ello, los interlocutores, el cronotopo y el tema, además de las acciones y reacciones de los hablantes, cobran mayor relevancia y explícita significación en los contactos dialógicos entre hablantes que no comparten lengua ni cultura, como ocurrió con los moradores de las islas del Caribe cuando los españoles llegaron en 1492. Este análisis, por ende, refrenda el dictum de que “las acciones hablan más que las palabras”, que también es válido en los diálogos intragrupales. No sorprende, entonces, que una serie discursiva similar a la del Diario de Colón se repetiría en los primeros diálogos extragrupales de todos aquellos españoles y europeos que arribaban a regiones inexploradas del nuevo continente con propósitos de conquista del territorio y sometimiento de sus primitivos moradores. El análisis de los primeros contactos como verdaderos diálogos destaca no solo la importancia de la alteridad de los interlocutores en relación con el cronotopo, el tema y la incipiente construcción de una nueva identidad, sino además pone de manifiesto el momento inicial del aprendizaje de la lengua del Otro y el comienzo del bilingüismo por el mero contacto dialógico y cultural. El Principio Dialógico proyecta un cuadro lingüístico de la temprana colonia que implica la existencia de un bilingüismo entre los primeros mestizos y criollos españoles que hasta ahora no ha sido tema de investigación. Falta entonces estudiar las circunstancias históricas del primer bilingüismo en las varias poblaciones de la temprana colonia española tanto en su extensión y duración como en su efecto sobre los hablantes y su cultura.

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VOCES INDÍGENAS… ECOS CASTELLANOS. TEXTOS CASTELLANOS… HUELLAS INDÍGENAS Beatriz Arias Álvarez Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen Este trabajo se adentra en el estudio de algunos de los primeros manuscritos considerados como híbridos en la Nueva España: códices, censos y deslindes de tierras. Se inicia con un panorama general del contacto de lenguas desde la época prehispánica y novohispana, se advierten los procesos de ‘aculturación’ y ‘castellanización’ durante el período colonial y se evidencian algunas características de los primeros textos ‘mestizos’. El principal objetivo es analizar el texto de Yaxkukul, Yucatán, en el que se pueden advertir diversos fenómenos de contacto español-maya: cuestiones gráfica-fonológicas, morfosintácticas y de léxico. También es importante destacar los datos culturales que pueden registrarse en el documento y que nos acercan a la comprensión del contacto indígena-español durante el siglo xvi. Este estudio analiza algunos de los primeros manuscritos considerados como híbridos en la Nueva España: códices, censos y deslindes de tierras. Palabras clave: contacto de lenguas en la Colonia, escritura novohispana, diglosia y bilingüismo colonial, escritura alfabética en maya, castellanización de los indígenas.

Abstract This work delves into the study of some of the first manuscripts thought to be hybrids in New Spain: codices, censuses, and land boundaries. It commences with a general panorama of the contact of languages since pre-Hispanic and New Spanish times, the processes of ‘acculturation’ and ’Castilianization’ during the colonial period, showing some of the characteristics of the first ‘mestizo’ texts. Its main objective is to analyze the text from Yaxkukul, Yucatán, in which various phenomena of Spanish-Mayan contact can be observed: graphic-phonological, morphosyntactic and lexical issues. It is also important to highlight the cultural data that can be recorded in the document and that brings us closer to the understanding of indigenous-Spanish contact during the 16th century. Keywords: contact of languages during the Colony, writing in the New Spain, diglossia and colonial bilingualism, alphabetic writing in Mayan, Castilianization of indigenous peoples.

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1. Introducción1 El contacto de los europeos con el Nuevo Mundo trajo como consecuencia diferentes grados de integración, hibridación o transposición cultural y… también de lenguas. Debemos advertir que América no era un todo homogéneo ni antes ni después de la conquista y la colonización. El mismo territorio mexicano era un mosaico de conglomeraciones étnicas y lingüísticas, algunas de ellas en contacto, otras más alejadas entre sí. A lo anterior hay que agregar que los europeos no poseían ni la misma cultura ni el mismo dialecto a su llegada al Nuevo Mundo (aunque se suponga la presencia de una koiné). El objetivo de este trabajo es adentrarnos en algunos de los escenarios comunicativos indígenas-españoles que se dieron en el siglo xvi en la Nueva España y cómo en estos se puede observar una hibridación, de diferentes grados y de diversos tipos, en la que se registran datos que nos acercan o bien al conocimiento del español del quinientos o bien al de las lenguas originarias o bien a ambos. Hemos escogido documentos del siglo xvi, ya que en ellos se puede documentar fácilmente el contacto de lenguas y de culturas, con el paso de los siglos la castellanización y ‘aculturación’ del indígena imperó, sobre todo en las grandes ciudades y dificultó la observación y el registro de fenómenos de contacto. Para lograr el objetivo es necesario dividir el trabajo de la siguiente manera: a) diversidad lingüística del territorio ‘mexicano’; b) diferentes asentamientos que se dieron durante la colonización con anotaciones sobre diglosia, bilingüismo y monolingüismo; c) políticas lingüísticas de la corona y características de la educación indígena; d) escritura como proceso ‘cultural’ y como medio para conocer el contacto entre lenguas; e) deslindes de tierras como documentos importantes para conocer el español y las lenguas originarias; y f) conclusiones.

2. Áreas culturales y lenguas en el México antiguo En el México antiguo existieron tres superáreas culturales, las cuales fueron propuestas por Kirchhoff (1943): Aridoamérica al noreste y en la península de Baja California, Oasisamérica al noroeste y Mesoamérica en la mitad meridional de México. Estas tres áreas rebasaban el actual territorio mexicano. En cuanto a Aridoamérica, estaba conformada por grupos étnicos seminómadas, que tenían períodos de sedentarismo y no compartían una cultura homogénea. En ella 1

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Agradezco a mi amigo y colega Fidencio Briceño Chel que me proporcionara el documento de Yaxkukul y que me asesorara en muchas de mis dudas.

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se hablaban diferentes lenguas pertenecientes a diversos troncos lingüísticos: rarámuri (yutonahua), pame (otomangue), kikapú (álgida), etcétera. En lo que respecta a Oasisamérica practicaban la agricultura y el sedentarismo, aunque podían hacer excursiones para cazar y pescar, es la última de las áreas en formación. Tampoco eran culturas homogéneas. Las lenguas que se hablaron en esta zona pertenecían a diferentes grupos como el pima (yutonahua) o el seri (seri). En cuanto a Mesoamérica, se debe partir de elementos como los siguientes para su consideración: patrón de subsistencia basado principalmente en el cultivo del maíz y una tradición compartida, es decir, ideas y pautas de conducta con la que los miembros de una sociedad hacen frente a distintas situaciones que se les presenta en la vida. No obstante, lo anterior no indica una homogeneidad cultural entre los diferentes pueblos que conformaron esta área. De ahí que se suela dividir en seis subáreas: Occidente, Norte, Centro de México (Altiplano Central), Oaxaca, Golfo, Sureste (Maya) (López Austin/López Luján 2019), aunque existen otras divisiones, por ejemplo: Occidente, Norte, Golfo, Centro, Guerrero, Oaxaca, Maya, Costa Sur y Centroamérica. Las lenguas que se hablaron en esta área son: zapoteco, otomí, mazahua, amuzgo, triqui (otomangues), huasteco, maya, lacandón, tzeltal (mayas), totonaco (totonacotepehua), mixe, zoque, popoluca (mixezoque), purépecha (purépecha), etcétera. Ahora bien, ¿qué pasa con los contactos entre las lenguas de ambos mundos, teniendo en cuenta la diversidad etnolingüística que presentaba México, la diversidad sociocultural y dialectal de los conquistadores y colonizadores, y las diferencias étnico-sociales presentes en las comunidades novohispanas?

3. Tipos de asentamientos en la Nueva España Para conocer el tipo de contacto del español con las lenguas indígenas del territorio mexicano hay que tener en cuenta los siguientes hechos importantes.

3.1. Factores político-administrativos Producto de la dicotomía español/indígena se instituye en las colonias la república de españoles o de gente de razón y la república de indios con estatus jurídicos diferenciados, aunque ambos sometidos a la Iglesia y a la Corona. Hay que advertir las diferencias entre las repúblicas de indios que se establecían en las zonas urbanas y las que se daban en las áreas rurales. En las primeras los indios tenían contacto con el gobierno español, incluso los límites no eran tajantes y

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había naturales que permanecían dentro de la república de los españoles (indios extravagantes); en las zonas rurales alejadas podían pasar meses y hasta años sin que los funcionarios españoles visitaran esas regiones, y el contacto se establecía a través de un representante de la comunidad y generalmente por escrito.

3.2. Diferentes tipos de asentamiento y contacto español-indígena Hay que considerar que, además de la división entre república de indios y de españoles, los asentamientos entre las etnias indígenas y los colonizadores fueron diferentes; en un repaso panorámico pueden establecerse los siguientes tipos de comunidades: ciudades españolas (creadas por los españoles como Monterrey, Puebla, Morelia); ciudades mestizas (creadas sobre centros urbanos indígenas: Oaxaca, Ciudad de México, Tlaxcala) –en las zonas urbanas había contacto con diversas etnias indígenas y con los españoles–; pueblos indígenas amparados por la corona española y cercanos a las vías de comunicación (caminos reales), a los centros urbanos y a las minas; y comunidades rurales con poco o nulo contacto con los españoles (generalmente eran comunidades agrícolas) y en las que se hablaban solo las lenguas originarias.

3.3. Factores geográficos A lo anterior hay que sumar las grandes zonas de la Nueva España, por ejemplo, en la zona norte no hubo un gran mestizaje debido al tipo de asentamientos (misiones, presidios y reales de minas), la presencia criolla fue más importante; en la zona central que se caracterizó por la existencia de grandes centros urbanos, con un gran número de españoles, además de numerosos grupos de indios, mestizos y de criollos (incluso presencia africana), se favoreció el mestizaje biológico y cultural. En la zona peninsular que abarca Yucatán, Campeche y Quintana Roo, con un reducido número de españoles y un gran número de indígenas mayas, se advierte un mestizaje menor, con una marcada diferencia entre españoles e indígenas.

4. Contactos lingüísticos Desde la época precolombina hay situaciones de bilingüismo y diglosia entre las lenguas indígenas de Mesoamérica. Es el caso de Toluca donde había gente mazahua, otomí, nahua, etcétera, o de Iztepexi y Oaxaca, donde los gobernadores eran mixtecos y nahuas, y la gente del pueblo podía ser zapoteca (Valiñas 2010).

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A lo anterior hay que sumar que, con la llegada de los españoles en el siglo xvi, se agrega una lengua más al complejo mosaico de relaciones de las lenguas originarias. En principio, como es de esperar, más que bilingüismo entre el castellano y el náhuatl, el maya o el zapoteco, hay que hablar de diglosia; es decir, de la utilización del español para ciertos ámbitos y de las lenguas vernáculas para otros (Zimmermann 2006). Con el paso del tiempo, Lipski (1994: 99) advierte que “aunque siempre hubo nahua-hablantes que hablaban poco español, la hispanización de la comunidad nahua creó pronto una sociedad dominante en la que el español fue la primera lengua”. Además, el centro de la educación indígena, tanto por parte de la corona como de la Iglesia, estuvo enfocado a la nobleza, principalmente a la del Valle de México. Durante la época colonial, y aun después, se puede hablar de un nahua-centrismo, ya que se considera a los nahuas poseedores de una gran cultura y modelo para otros pueblos indígenas. Ahora bien, es necesario hacer algunas consideraciones sobre el contacto y el uso de lenguas en la Nueva España: • En los centros urbanos, el bilingüismo se encuentra entre algunos mestizos y algunos indígenas. Españoles y criollos son monolingües (con excepciones). La diversidad de comunidades indígenas en las ciudades (purépechas, zapotecos, nahuas) y la constante movilidad favorecen el uso del español. Debido a la migración de pueblos de filiación nahua a lo largo de toda la Nueva España, se quiso imponer el náhuatl como lengua general, aunque nunca se llevó a cabo. En 1550, Rodrigo de la Cruz señala: A mí me parece que V.M. debe mandar que todos deprendan la lengua mexicana, porque ya no hay pueblo que no haya indios que no la sepan, y la deprendan sin ningún trabajo, sino de uso y muchos se confiesan en ella (apud Cifuentes 1998: 81).

• La existencia de la escritura fue un factor a tomar en cuenta. Aunque había pueblos indígenas con escritura: mayas, zapotecos, mixtecos, mexicas, esta era parcialmente alfabética. Desde el siglo xvi, se utilizan las lenguas indígenas para redactar testamentos, ventas, contratos de tierras, etcétera. En cuanto a las lenguas nativas, hay por lo menos dos variantes: la alta para lo escrito y la baja para lo hablado (Zimmermann 2006, Parodi 2010, Valiñas 2010, Dakin 2010). Algunos estudiosos, como Flores Farfán (2010: 193-194), advierten una diglosia en la misma lengua náhuatl: a) la lengua de la elite, la lengua representativa de los dioses, la lengua de los discursos públicos, la lengua palaciega; b) la lengua de los plebeyos, la lengua del hombre común, del campesino. Como una organización diglósica prototípica, el náhuatl clásico apunta a una variedad sobreimpuesta con propósitos de legitimación sociopolítica y cultural, con base sobre todo en una retórica clásica.

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Con respecto a la política lingüística de la corona española, esta fue siempre vacilante en cuanto a la imposición del castellano hasta casi finales del siglo xviii: • En las encomiendas se pide que se evangelice y castellanice al indígena, al igual que en las minas; sin embargo, los españoles tienen muy poco contacto con los indígenas y, si bien, hay órdenes regulares que están a favor de la castellanización, solo se castellaniza a la nobleza indígena. • Además, los religiosos aprenden las lenguas indígenas para garantizar más fieles y la transmisión más rápida de la religión. • Las lenguas indígenas y el español no interactúan, no se desarrolla una interlengua, sus relaciones son de dominio.

5. La educación de los indios y su castellanización En la instrucción de 1503, los Reyes Católicos señalan la obligación de los gobernadores de ultramar de construir iglesias y en ellas una casa “para que los niños indígenas se junten y se les enseñe a leer y a escribir y a santiguar y signar y la confesión y el Paternóster […]”. Este mismo interés se traslada a la Nueva España. Así desde los inicios de la conquista y de la colonización de lo que sería el territorio novohispano no hubo duda de que se debía evangelizar a los naturales y para ello había que ‘educarlos’, ya que los buenos cristianos serían vasallos sumisos (Golzalbo Aizpuru 2010: 38). Reconocida la capacidad de aprendizaje de algunos indígenas, se les empezó a dar una educación más esmerada: canto, nociones de latín y a leer y escribir en castellano. Dada la extensión de lo que sería la Nueva España, durante la Colonia la educación indígena, territorialmente, se dividió en dos tipos: las misiones y poblados indígenas y las ciudades del virreinato.

5.1. La educación en conventos y centros misioneros rurales Para Luque (1970: 228), en “los núcleos misioneros se puede a la vez distinguir dos grupos distintos: el convento, centro misional, y las diversas misiones, que dependían del primero”. Dentro de los conventos había distinciones: los niños de la ‘gente baja’, que iba por las mañanas, y después de la misa se les daba el catecismo y los fundamentos de la vida civil; y los hijos de los principales que vivían en las escuelas anexas a los conventos. A estos se les enseñaba el catecismo, en primer término, y luego “a leer y escribir y de estos se escogían algunos

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cantores de la iglesia, y otros aprendían las ceremonias de ayudar a misa para servir a los sacristanes” (Ricard 1986: 184-185). En cuanto a las misiones, los pequeños aprendían principalmente los fundamentos de la vida civil y cristiana, y en algunos casos, muy pocos, las primeras letras. Así, los indígenas en las zonas rurales, aquellos que no estaban cercanos a los centros urbanos, durante la primera mitad del siglo xvi y para todos los demás durante toda la colonia, tuvieron como única enseñanza la catequesis impartida en los atrios de los conventos y en su propia lengua.

5.2. La educación en los centros urbanos Ya por necesidades religiosas ya por cuestiones políticas, los misioneros comenzaron a edificar escuelas para los indígenas en los núcleos urbanos. En 1527 se fundó la escuela de San José de los Naturales en la Ciudad de México, de esta escuela salían los domingos algunos alumnos a predicar en los alrededores de México. Con el apoyo de fray Juan de Zumárraga y del virrey Antonio de Mendoza se creó el colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, institución de estudios superiores, única en América, a la que asistían los hijos de indios principales. La base de la educación fue la gramática latina, pero también se enseñaba castellano y náhuatl. Se impartió lógica, retórica, filosofía, medicina, música y algo de teología. Su actividad intelectual fue sorprendente: “En Tlatelolco los indios leyeron profusamente a Cicerón, conocieron bien a Aristóteles, San Agustín y otros autores clásicos y padres de la Iglesia” (Escalante Gonzalbo 2011: 35). A finales del siglo xvi, en concreto a partir del Tercer Concilio Provincial en 1585, la situación con respecto a la enseñanza de los indígenas cambió radicalmente. “Para los niños de los pueblos de indios se recomendó su asistencia a escuelas, a las que acudirían como externos, sin diferencia de categoría entre ellos e instruidos por un maestro ‘de buenas costumbres’, bajo la supervisión del párroco” (Gonzalbo Aizpuru 2013: 40). Además, no solo no hubo distinción entre la educación de indígenas, tampoco entre estos y los mestizos, mulatos y negros: todos fueron englobados dentro de la ‘doctrina que se ha de enseñar a los rudos’. Sumado a lo anterior, debido a la nueva organización administrativa de los pueblos de indios y al auge minero, que favoreció otro tipo de desarrollo económico, dejó de ser eficaz la función de los principales, que solo en algunas comunidades siguió conservando su categoría como cargo honorífico (incluso los puestos principales fueron desarrollados por mestizos y mulatos). En consecuencia, la educación esmerada que en un principio se dio a los grupos de élite indígena se vio como un desperdicio de recursos que las autoridades no quisieron asumir.

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6. Del pictograma indígena a la escritura alfabética Los antecedentes de la escritura en Mesoamérica se encuentran en los jeroglíficos Epiolmecas. Los ‘primeros textos’ datan de alrededor del 700 a. C. y se encuentran en el sur de México, desde el valle de Oaxaca, el Istmo de Tehuantepec, el sur de Veracruz y el estado de Tabasco. Se trata de glifos que tienen valor logográfico y silabográfico. Para Urcid (1994, 1997), los jeroglíficos zapotecos constituyen la evidencia más temprana de ‘escritura’ en Mesoamérica (600 a. C.). Parece que la escritura zapoteca era parecida a la sumeria, era una escritura mixta, en gran parte logográfica, excepto en la morfología verbal. Cada glifo representa una palabra en el zapoteco antiguo, pero además había glifos con valor fonético, los cuales evolucionaron de representar sílabas a representar fonemas. A lo que hay que sumar la presencia de glifos que permiten desambiguar (determinativos) (Urcid/ Winter (2003). La escritura maya, 300 a. C., es a través de glifos. El sistema maya es complejo ya que se entrecruzan elementos fonográficos y logográficos, como sucedía con el sistema jeroglífico egipcio, pero, a diferencia de este, los glifos se encuentran ‘soldados’, lo cual dificulta su lectura. El primero en proporcionar pistas sobre la interpretación de los glifos mayas fue el franciscano Diego de Landa en el siglo xvi, su ‘abecedario’ sirvió como base para los estudios del ruso Yuri Valentínovich Knórozov. Aunque, al principio, los nahuas emplearon pictogramas en sus códices, poco a poco empezaron a utilizar indicadores fonéticos que eran de dos clases: los supletivos y los constitutivos. Los supletivos se agregaban para indicar la clase de palabra y evitar ambigüedades. Los constitutivos eran utilizados para diferenciar significados, sobre todo de topónimos. Se crearon glifos silábicos que fueron empleados paulatinamente con marcadores fonéticos y glifos que podían representar un sonido. Hay que advertir que los inicios del fonetismo solo fueron usados para antropónimos y topónimos (Coulmas 2006).

7. Los primeros textos en América y el contacto con las lenguas indígenas En el primer contacto con la realidad americana los españoles utilizaron vocablos de su propia lengua: emplearon la palabra lagarto para designar al caimán, tigre para el puma y pera para el aguacate; de igual modo los nahuas utilizaron itzcuintli para nombrar a los perros de los conquistadores, calli para la habitación europea, acalli para las embarcaciones o tlacatl para referirse a los

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españoles” (Cifuentes 1998: 84). Después se emplearon los indigenismos con explicaciones: “y la cura que tienen es uno que llaman temazcal donde sudan, que es como baño” (AGI, Indiferente General). Posteriormente se fueron usando indigenismos en escritos españoles sin tener que explicarlos: “y que hallaron allí muchos palos, papeles, púas de maguey y copal y navajas y vestiduras de ídolos y plumas y yerva, que se llama yautle, y sahumerios y encensarios, todos puesto en un cu, de dentro y de fuera y cántaros de pulcre y comida y cacao y otros” (AGN, Inquisición). En juicios de la inquisición tenemos ya, desde la primera mitad del siglo adaptadas al español las formas indígenas:

xvi,

Que pelasen la dicha gallina y que pelada la cozían y cozida hazían sus manjares en unos caxetes (Kaxitl), bezes en tres caxetes, y vezes en cuatro y sus tamales (tamali) y hechos los dichos manjares el dicho Cristóval con sus propias manos tendía un petlatl (petlatl) ESTERA (es interesante notar que al lado de la palabra nahua petlatl aparezca el equivalente castellano estera) en el suelo, en cierta parte secreta y que ponía una petaquilla encima del dicho petlatl y encima della ponía cuatro mantas y cuatro masteles (maxtlatl)[…] y que delante de la dicha petaca (petlakali) ponía la comida y cacao y suchiles y cañas de olor como lo acostumbraban en su infedelidad (AGN, Inquisición, 1539)

8. Los textos indígenas en la época colonial: siglo xvi Durante el primer siglo de Colonia, la escritura prehispánica se adapta a las nuevas circunstancias y entró en contacto con la escritura latina, manteniendo una presencia importante en la vida cotidiana […] la producción indígena continuó utilizando signos que eran de uso común en el mundo mesoamericano como por ejemplo los calendáricos y toponímicos (Herrera Meza et al. 2005: 30-31).

La escritura de cualquier tipo estuvo estrechamente ligada a la conservación del poder en manos de las familias nobles y a ella se incorporan elementos europeos como iglesias, molinos, plantas, etcétera. Los textos indígenas coloniales son mezcla de pictogramas (logogramas-silabogramas), de escritura alfabética solo en lenguas indígenas o solo en castellano, e incluso se puede mezclar la lengua indígena y el español. Hay que considerar que al establecerse en el Nuevo Mundo los españoles traían consigo una forma de regular la convivencia, tanto administrativa como jurídica, la cual fue adoptada/adaptada por los indígenas los cuales tenían su propia administración. Los temas en este tipo de documentos son varios: históricos en donde se pueden in-

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cluir genealogías, solicitudes, matrículas de tributo, testamentos, ratificaciones, deslinde de tierras, títulos primordiales, mercedes, etcétera. Un buen ejemplo del tipo de documentación ‘híbrida’ del xvi son los códices del Marquesado del Valle, escritos hacia 1550, los cuales contienen los censos de los principales, información en español y mapas de los lugares en litigio. Estos documentos fueron redactados en castellano y en náhuatl, y contienen ‘mapas’ de las tierras que pertenecían a diferentes pueblos. Se escribieron sobre papel de maguey y los escribanos fueron españoles e indígenas. En uno de los censos realizados por tlacuilos, encontramos el pictograma correspondiente al señor al que pertenecía la tierra y los nombres de los censados en castellano y en náhuatl. En algunos casos también aparece el logograma del topónimo. En cuanto a la escritura de los antropónimos españoles, tenemos la adaptación al náhuatl, lengua que no presenta los fonemas oclusivos sonoros: Anprosio (Ambrosio) o Margos (Marcos). Imagen 1 Códice del Marquesado del Valle, AGN, México, Hospital de Jesús

En cuanto a los manuscritos en español podemos encontrar la adaptación de palabras nahuas; por ejemplo: xícamas/šikamatl, aguacates/awakatli, xitomates/

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šītomatl2. En estos ejemplos se ve la adaptación o pérdida del sonido africado lateral nahua al castellano: tl > ø, tl > te. Imagen 2 Códice del Marquesado del Valle, AGN, México, Hospital de Jesús

En cuanto a los mapas que contienen estos códices, se puede observar la prolongación de la escritura prehispánica náhuatl combinada con la alfabética castellana (Imagen 3). Otro ejemplo es la conocida como Matrícula de Huexotzinco, censo de 1560, en la que la escritura de los nombres españoles (acompañados del nombre indígena) nos pueden dar indicios del sistema fonológico del náhuatl, el cual carece de oclusivas sonoras (/b,d, g/), la [u] es alófono de la /o/, además de la ausencia de /r/: Tholibio, Doribio (Toribio), Margos, Margus (Marcos), Galisto (Calixto), Paltasal (Baltasar), Diegu (Diego), Petro (Pedro), Benido (Benito), Matalena (Magdalena) (Imagen 4).

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En estos códices podemos encontrar las palabras axi (ají) y anona (ananá), que no son de origen náhuatl y que, sin embargo, indican su uso en la Nueva España a mediados del siglo xvi.

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Imagen 3 Códice del Marquesado del Valle, AGN, México, Hospital de Jesús

Imagen 4 Matrícula de Huexotzinco (México, 1560), Biblioteca Nacional de Francia, París

9. Documentos sobre deslinde de tierras Ahora bien, los documentos sobre tierras son importantes para la historia de la organización administrativa durante la Colonia. Muchos papeles, mapas o ‘pinturas’ fueron entregados a las autoridades españolas como documentos probatorios de la tenencia de las parcelas de los indígenas. Las comunidades originarias guardaron esos documentos durante años y los entregaron al juzgado de indios para defender sus causas. Estos textos también tienen mucha importancia desde el punto de vista filológico: en ellos se pueden advertir fenómenos de lengua y de visión de mundo plasmados en la narración.

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9.1. Deslinde de Yaxkukul (Yucatán) Para poder observar los datos que nos pueden ofrecer los documentos del siglo xvi hemos escogido un manuscrito sobre el deslinde de tierras en Yaxkukul, en Yucatán, aunque fechado 1544, las personas nombradas pertenecen a 1554. Lo interesante de este texto radica en los datos de lengua y culturales que proporciona. Debo señalar que, si bien me baso en el análisis que presenta Barrera Vásquez (1984), considero otros aspectos que no fueron tratados por él. El documento trata sobre la ejecución de las Ordenanzas de Tomás Pérez (oidor de Yucatán), referentes a la demarcación de los lindes de las tierras de cada parcialidad, para evitar conflictos y trabajar cada comunidad en su propio sustento. El facsímil del documento se encuentra en el Departamento de Filología y Lingüística del Centro Regional del Sureste del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Mérida, Yucatán. Es un legajo de seis folios, el papel es europeo y contiene filigranas, en cuanto a la letra se encuentran pocas ligaduras y abreviaturas. No cabe duda, por los fenómenos registrados, que el escribiente del manuscrito es indígena y que es escaso el manejo que tiene de la escritura maya y de la española. 9.2. Aspectos gráficos Los escribanos en lenguas indígenas trabajaban con dos alfabetos: latino/tradicional y español. Con respecto al abecedario latino utilizan la ‘c’ siempre con valor de /k/ y tenemos el uso de ‘k’ para el sonido velar glotal. En cuanto al español puede registrarse ‘u’ y ‘v’ tanto para vocal como para consonante, igual sucede con ‘i, j, y’. Además, los escribientes de lenguas indígenas utilizan repeticiones de grafías, abreviaturas y, en pocas excepciones, innovaciones para representar los sonidos de la nueva lengua. Con respecto al vocalismo maya en el documento solo se registra la vocal simple y la larga, pero su representación es inconsistente: luumob (luumb), chen (ch’e’n), utzte (utzte’), chic (chiic). Debe recordarse que el maya tiene veinticinco tipos vocálicos: breves, largas, con tono, rearticuladas y glotalizadas; los tres últimos tipos no se representan. En cuanto a las consonantes, el maya tiene cuatro oclusivas: ‘p, b, t, c’; dos africadas: ‘tz’ y ‘ch’; dos fricativas: ‘ç, z’ y ‘x’; seis glotalizadas: ‘p, tħ, cħ, ɔ3, k, h o ħ’; además de ‘m, n, l’; y las semiconsonantes ‘u, y’. En el manuscrito se registran las siguientes grafías con su valor fonológico: ‘c’ con valor /k/, ‘tz’ /ŝ/,

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Este signo puede ser la abreviatura de ‘con’ o la kaf hebrea.

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‘ch’ /č/, ‘ç’ /s/, ‘x’ /š/, ‘h’ ‘ħ’ /h/, ‘p’ /p’/, ‘k’ /k’/, ‘cħ’ /č’/, ‘tħ’ /t’/, ‘ɔ’ /ŝ’/. Sin olvidar ‘m, n, l’ ni ‘y, u’ para las semiconsonantes palatal y velar. La representación consonántica en el documento es vacilante; por ejemplo: nupic debe ser nupic; kucħuc debe ser kuchuc; se duplica ‘l’ como en yulellob; se confunde ‘c’ por ‘k’ (glotalizada): kuchteelob (cuchteelob); también la ‘ħ’ se emplea en lugar de ‘h’: ħool. En el aspecto gráfico se utiliza la grafía de la ‘h’ herida en palabras castellanas: tħomas, derecħo y la ‘p’ glotalizada: maᵽ a. Se escribe autto con dos “tes”, como es normal en el castellano y en documentos administrativos y jurídicos, lo mismo sucede con Thomas y con Joseph, con ‘th’ y ‘ph’, que continúan una tradición castellana. Se registra la fecha en la parte maya con las grafías utilizadas en castellano: quinientos quarenta y quatro: lo esperado sería cinientos cuarenta y cuatro. También en el texto en maya se emplean abreviaturas comunes en castellano: can = capitán; gor = gobernador; ess.no = escribano; Xptobal = Cristóbal; franco = Francisco.

9.3. Aspectos gráfico-fonológicos •  Vocales: Monexterio (monasterio) era habitual en la Edad Media y en el siglo xvi que en documentos españoles se registre con /e/. Lo que resulta menos explicable, tanto desde el castellano como desde el maya, es el registro de encomidero, encomindero (encomendero). Puede documentarse ‘y’ en comienzo de palabra, como en el castellano de la época: ynformassion, yglesia. •  Consonantes: Encontramos vacilaciones entre /p/ y /f/ debido a que no existe el sonido labiodental en maya: inpormasion (información), froseso (proceso). También se usa ‘qu’ en lugar de ‘g’ debido a que el maya no tiene la oclusiva velar sonora /g/: Miquel (Miguel). Se produce una escisión de la nasal palatal en n+i debido a que el maya no tiene este sonido: Magania (Magaña) y espaniolesob (españoles). Hay confusión en la representación de líquidas y de sus grupos: Grabier (Gabriel), Rorigues (Rodriguez), Henades (Hernández), esto puede explicarse por el hecho de que el maya no tiene /r/.

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•  Otros fenómenos: Hallamos la secuencia ‘xt’ en español cuya explicación puede ser porque en el maya la /s/ no se registra en posición implosiva, no así la /š/: concixtadores/ monexterio. Aunque en documentos castellanos del siglo xv y xvi pueden registrarse casos de moxcas o caxcos. En el primer ejemplo, concixtadores (conquistadores), también se advierte el uso de ‘c’ para la velar sorda /k/. En el documento se utiliza generalmente ‘b’: probision, probincial; solo se registra evangelio con ‘v’. Siempre se emplea ‘s’ o doble ‘ss’: juess, crus, ynformassion, bendision, lopes, gonsalo. Hay un caso muy interesante que es huramento (juramento) escrito con ‘h’, lo cual puede indicar la presencia ya en el español de la fricativa velar sorda /x/.

9.4. Aspectos morfosintácticos En lo que respecta a la morfología, se registra la forma -ob como sufijo de la palabra castellana para indicar el plural: solarob (solares), mapaob (mapas); en algunas ocasiones, incluso con la marca del plural español: hidalgosob, testigosob. Hay un caso de falta de concordancia: Señor espaniolesob, mientras españoles tiene doble marca de plural (es/ob), señor se registra en singular. La marca del genitivo maya -il o -i se utiliza en palabras españolas: crusi, mapail, mayoil, firmail, justisiail. A veces, no se presenta la preposición española: forma derecho; en otras ocasiones se emplea el genitivo maya: ynformasionil derecho.

9.5. Aspectos léxicos En lo que respecta al léxico, tenemos los préstamos sicina del español esquina y barae (vara) que era la insigne de mando de la autoridad en cuestión. El vocabulario en castellano, como es de suponer, corresponde al ámbito jurídicoadministrativo: adelantado, encomindero, alcalde, regidor, escribano, firma, probision, juess, autto, derecho, etcétera; al religioso: padre, clerigo, yglesia, evangelio, Dios, Santa Crus de Mayo; y al de los antropónimos: Juan, Gregorio, Pablo, Lucas, Daniel, etcétera.

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9.6. Aspectos culturales Se utiliza la palabra maya kin*il, en lugar de día en la fecha: kinil (día) de abril. Se emplea batab en vez de cacique o principal. Se recurre a los ancianos. Se emplea el don solo en las personas con nombre cristiano: Señor don Diego, pero Señor Ixkil Itsam Pech. Con Dios Padre se emplea dios con la palabra maya yumb+il: Dios yumbil. Lo mismo sucede para dios hijo: Dios mehenb+il. Se registra Santa iglesia con el sustantivo maya kuna que significa casa de dios: Sta. Iglesia kuna. Se utiliza el sistema vigesimal maya: ti mapa tu lahu cakal u kinil de abril de 1544 as: “los escribí en el mapa en los 10 para 2 veinte días de abril de 1544 as”. Se emplea la palabra maya Ahau para indicar ‘principal, rey’. Se menciona al hijo menor; ɔ in (íitzs’in)4. Se emplea yum y señor con el mismo significado: yum señor encomidero.

9.7. Narración También a través de estos documentos se puede conocer los tipos de narrativa empleados. Por ejemplo, el fragmento “están en el mapa para que se amen, y porque bien se amen, se alimenten, para que vivan los pueblos con salud y aprendan el Santo Evangelio […]” parece más perteneciente a un sermón, a una retórica empleada para los textos sacros. Además, llama la atención que se coloca la palabra maya Xul para indicar el final del documento, después de las firmas, algo que no sucede en los manuscritos de deslindes de tierras. También se advierten las formas tradicionales traídas del viejo continente: Esta es la verdad de la información que hizo el escribano público que terminó hoy, a los treinta días de abril de mil quinientos y cuarenta y cuatro años. Don Alonso Pech, gobernador, Gabriel Tun, Alcalde, Pedro Canul, Regidor, Pedro Mum, Escribano Público, Juan Matú, Escribano. Testigos, hijos míos […].

En pocas palabras estos tipos de documentos mezclan tradiciones hispánicas; algunas se adaptan mejor a la variante alta del maya, otras simplemente se implantan.

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Dentro de la cultura maya el hijo menor tiene mucha importancia ya que es el encargado de cuidar a los padres, de ahí que se le designe con un nombre especial.

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10. Conclusiones En un país multicultural y multilingüístico, en donde habitan alrededor de 11 millones de hablantes indígenas, los estudios de contacto son reducidos y son mucho menos los que se han realizado para la época colonial. Las investigaciones sobre este campo han sido marginadas tanto por hispanistas como por indigenistas. Siendo los primeros más culpables que los segundos. Este trabajo trató de ser una introducción a la investigación del contacto de lenguas en manuscritos coloniales tan necesaria en nuestro país. Como he intentado demostrar el estudio de la documentación novohispana del siglo xvi es de mucha importancia para conocer varios aspectos de la vida y de las lenguas en el período colonial. Las migraciones constantes de indígenas, los tipos de asentamientos (urbanos, cercanos a los caminos o agrícolas) determinaron el tipo de contacto del español con las lenguas indígenas. A lo que hay que sumar que en el siglo xvi la educación de los naturales estuvo centrada en los nobles. A partir de la documentación que se registra en el siglo xvi y principios del xvii podemos advertir: 1. Las condiciones socioeconómicas de los pueblos indígenas y su diferente condición con respecto a la corona española y a la Iglesia. 2. Los diferentes procesos de ‘aculturación’ que sufrieron dichos pueblos. 3. Fenómenos de lengua, como adaptaciones fonético-fonológicas, gramaticales, préstamos léxicos y tipos narrativos. Con respecto al documento de deslinde de tierras de Yaxkukul hemos podido observar la influencia tanto del maya en el español como del español en el maya. Por ejemplo: tenemos ‘th’ en Thomas y ‘ph’ en Joseph que viene de una tradición castellana, o el registro de ciertas abreviaturas, gor (gobernador). Además, hay elementos del maya que se adjuntan a palabras españolas como el plural (mapaob/mapas) o el genitivo (mayoil/ de mayo). Sin olvidar la presencia de vocablos que indican el contacto de culturas como kin en lugar de día, Santa iglesia Kuna, o las formas castellanas autto, derecho, probisión real. La presencia de este tipo de manuscritos hacia mediados del siglo xvi da cuenta, no solo de la necesidad de reglamentar la posesión de las tierras por parte de los naturales, sino también de la presencia de indígenas mayas que manejaban ya, aunque con problemas, la escritura alfabética de su lengua y del español.

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Fuentes primarias Barrera Vásquez, Alfredo (1984): Documento n.º 1 del deslinde de tierras en Yaxkukul, Yuc. Ciudad de México: Instituto Nacional de Antropología e Historia. Códice del Marquesado del Valle, AGN, México, Hospital de Jesús, vol. 487, leg. 276, s. xvi. Biblioteca Digital Mundial: Matrícula de Huexotzinco, Biblioteca Nacional de Francia, París (México, 1560). Biblioteca Digital Mundial: < https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b8470185f>.

Referencias bibliográficas Cifuentes, Bárbara (1998): Historia de los pueblos indígenas de México. Ciudad de México: CIESAS. Coulmas, Florian (2006): Writing Systems. Oxford: Blackwell Publishing. Dakin, Karen (2010): “Lenguas francas y lenguas locales en la época prehispánica”, en: Barriga, Rebeca/Martín, Pedro (dirs.): Historia sociolingüística de México (vol. 2). Ciudad de México: El Colegio de México, 161-183. Escalante Gonzalbo, Pablo (2011): “La etapa indígena”, en: Escalante Gonzalbo, Pablo et al. (eds.): La Educación en México. Ciudad de México: El Colegio de México, 13-32. Flores Farfán, José Antonio (2010): “Hacia una historia sociolingüística mesoamericana: explorando el náhuatl clásico”, en: Barriga, Rebeca/Martín, Pedro (dirs.): Historia sociolingüística de México (vol. 2). Ciudad de México: El Colegio de México, 185-205. Gonzalbo Aizpuru, Pilar (2010): Historia de la educación en la época colonial. El mundo indígena. Ciudad de México: El Colegio de México. — (2013): Educación, familia y vida cotidiana en México virreinal. Ciudad de México: El Colegio de México. Herrera Meza, María del Carmen/Valle Pérez, Perla/Olmedo Vera, Bertina/Jalpa Flores, Tomás (coords.) (2005): Memoria textual indígena: elementos de su escritura, Suplemento de Diario de Campo 35. Ciudad de México: Instituto Nacional de Antropología e Historia. Kirchhoff, Paul (1943): “Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y características culturales”, en: Acta Americana, I, 1, 92-107. Knorozov, Yuri/Ershova, Galina (1994): “Diego de Landa como fundador del estudio de la cultura maya”, en: Anales del Museo de América, 2, 21-32. Landa, Diego de [siglo xvi] (1994): Relación de las cosas de Yucatán. Prólogo de M. León-Portilla. Ciudad de México: CONACULTA.

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Lipski, John M. (1994): El español de América. Madrid: Cátedra. López Austin, Alfredo/López Luján, Leonardo (2019): El pasado Indígena. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica. Luque, Elisa (1970): La educación en la Nueva España en el siglo xviii. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Parodi, Claudia (2010): “Tensión lingüística en la Colonia: diglosia y bilingüismo”, en: Martín Butragueño, Pedro/Barriga Villanueva, Rebeca (dirs.): Historia sociolingüística de México. Vol. 1. Ciudad de México: El Colegio de México, 287-345. Ricard, Robert (1986): La conquista espiritual de México. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica. Urcid, Javier (1994): Zapotec Hieroglyphic Writing. Ph. D. Yale University. — (1997): “Escritura zapoteca prehispánica: un milenio de registros históricos”, en: Arqueología Mexicana, V, 6, 642-53. Urcid, Javier/Winter, Marcus (2003): “Nuevas variantes glíficas zapotecas”, en: Mexicon, XXV, 5, 123-128. Valiñas, Leopoldo (2010): “Historia Lingüística: migraciones y asentamientos. Relaciones entre pueblos y lenguas”, en: Barriga, Rebeca/Martín, Pedro (dirs.): Historia sociolingüística de México (vol. 2). Ciudad de México: El Colegio de México, 97-160. Zimmermann, Klaus (2006): “La relación diglósica entre las lenguas indígenas y el español en el México Colonial”, en: Falk, Johan/Gille, Johan/Waditmeister, Fernando (eds.): Discurso, interacción e identidad. Homenaje a Lars Fant. Stockholm: Stockholm Universitet, 211-228.

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CONTACTO LINGÜÍSTICO EN EL XOCHIMILCO COLONIAL. UN ANÁLISIS DESDE LA LINGÜÍSTICA DE LAS VARIEDADES Mauro Alberto Mendoza Posadas Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen En esta contribución revisamos las características de un documento proveniente del corregimiento de Xochimilco y, con base en la descripción de algunos elementos, proponemos que algunas de ellas pueden entenderse a través de la relación existente entre el náhuatl y el español dentro de la comunidad lingüística. Particularmente, recurriremos a la idea del continuo variacional de la distancia y la inmediatez comunicativas para explicar cómo se integran a la cadena variacional del español desde la variante distante del náhuatl colonial. Palabras clave: español novohispano, contacto lingüístico, náhuatl colonial, distancia e inmediatez comunicativas, escrituralidad concepcional.

Abstract In this paper we analyze a document from colonial Xochimilco. Based on its characteristics, we argue that some of them are better explained taking into consideration the relationship between Colonial Nahuatl and Colonial Spanish inside the linguistic community. Specifically, it will employ both distance and immediacy communication categories, in order to explain how the distant Nahua variety affects the local Spanish documentation. Keywords: New Spain Spanish, linguistic contact, colonial Nahuatl, distance and immediacy Communication

1. Introducción En esta contribución se pretende iniciar un análisis sistemático sobre una variedad de español colonial poco documentada1: el español hablado por comunida-

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A pesar de que han salido de la prensa diferentes colecciones documentales interesadas en el español novohispano (Company Company 1994; Melis et al. 2008; Arias Álvarez et al.

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des bilingües náhuatl-español durante el período novohispano, particularmente durante la segunda mitad del siglo xvii y la primera del siglo xviii. A pesar de que en los últimos años hemos pretendido mostrar algunas características morfosintácticas de esta variedad lingüística (Mendoza Posadas 2016), todavía es necesario dar cabal cuenta de las razones de la producción de los documentos, en los que se puede registrar esta variedad, así como de su lugar en la arquitectura de la lengua española. Creemos que estas herramientas han sido ya teorizadas y aplicadas por la escuela que López Serena llama ‘Lingüística de las variedades’ caracterizada por herramientas que se inspiran en el reconocimiento de cuatro dimensiones fundamentales de la variación, diacrónica, diatópica, diastrática y diafásica, que permiten postular la existencia, en el seno de una determinada lengua histórica (la materia de estudio), de diferentes lenguas funcionales concebidas como objetos de estudio homogéneos (López Serena 2013: 91).

Para ello, hemos decidido centrarnos en una comunidad específica: el corregimiento de Xochimilco, que es actualmente una entidad política ubicada al sur de la Ciudad de México, en la cual se encuentra administrativamente integrada2. La tarea aquí planteada presenta algunas complicaciones que intentaremos resolver. La primera de ellas es que es necesario conocer los sistemas lingüísticos que entran en contacto con el fin de saber el tipo de influencias mutuas que ejercen entre sí, pues si bien particularmente en español parecen coincidir varios fenómenos cuando la lengua ha entrado en contacto con sistemas lingüísticos diversos (Palacios 2011: 19-22), las motivaciones para estos resultados no son las mismas. Esto significa que no existe una sola variedad de contacto entre el español y las lenguas americanas (la cual ha pretendido ser llamada ‘español indígena’)3 sino que en cada comunidad existirá una variante con sus particula-

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2014), en ellas son pocos los documentos producidos por hablantes bilingües. Así, por ejemplo, en Company Company (1994) los documentos signados como indígenas son testimonios de indígenas ante tribunales, en donde la figura del notario media entre el discurso de quien presenta el testimonio y su escritura (cf. Garatea 2014: 34); esto no ocurre con los documentos presentados con los números 35, 68, 72 y 294 de esa obra. En Arias Álvarez et al. (2014) se han procurado reunir diez textos, todos posteriores a la segunda mitad del siglo xvi, elaborados por presuntos hablantes de alguna variedad de náhuatl y de zapoteco. En la época colonial el corregimiento de Xochimilco abarcaba un espacio mucho más grande que el de la actual Alcaldía de Xochimilco; parte del territorio de la actual Alcaldía de Milpa Alta y del actual estado de Morelos se encontraban sujetos a la cabecera de Xochimilco (Gibson 1967: 88). Por ejemplo, en Flores Farfán (2000) se habla de un programa de estudio del ‘español indígena’ mexicano. En este artículo, por el contrario, hacemos eco de la propuesta de Guerrero Galván y San Giacomo (2014) para caracterizar y nombrar cada variante según la lengua con

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ridades lingüísticas y sociolingüísticas. Por ello, a lo largo de este documento, y con el fin de evitar generalizaciones inapropiadas, hablaremos del español nahua de Xochimilco, en donde Xochimilco debe entenderse en sus límites coloniales. Una segunda dificultad a la que nos enfrentamos es que esta variante desapareció de nuestros registros, hasta donde tenemos noticia, desde finales del siglo xviii y actualmente, dada la cercanía de la zona con la Ciudad de México, la variante hablada allí no es diferente de la hablada en la Ciudad, aunque es aún necesario un estudio dialectal a profundidad en la zona. Por ello, los datos con los que podríamos contar se reducirán a un período aproximado de 150 años, desde la segunda mitad del siglo xvii, cuando nuestros propios registros comienzan a mostrar la escritura en castellano en estas comunidades, hasta finales del xviii4. Estas fechas deberán restablecerse conforme la investigación continúe. Finalmente, la tercera dificultad que observamos en este proceso se debe a que cualquier estudio de contacto lingüístico debe contar con un fuerte componente social para entender las dinámicas de los usos de cada sistema al interior de una comunidad lingüística específica. Por desgracia, en nuestro caso contamos con pocos estudios etnohistóricos sobre la región y, como es el caso general, sobre la escritura en comunidades indígenas, conocemos muy poco sobre la manera en que se preparó a los notarios bilingües, aunque su existencia se comprueba en el propio ejercicio notarial tanto en náhuatl como en traducciones de documentos al español. Por lo tanto, tendremos que dejar de lado por ahora este componente en espera de que se profundice en estos procesos históricos, aunque en donde sea necesario haremos comentarios generales desde esta perspectiva. Consideramos que, al atender a estas dificultades, se contribuye avanzando sobre la necesidad metodológica expuesta por Parodi y Luján: Los documentos escritos y demás registros históricos deben interpretarse con métodos que escudriñen su valor significativo en toda su vital dimensión, o sea, poniendo al descubierto cómo los hablantes participan en las diferentes etapas de su evolución moldeando y transformando su lengua y su cultura (2014: 11-12).

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la que entra contacto y con la variedad geográfica de la misma, que muchas veces recibe el nombre de la comunidad en la que se habla. Para Tanck de Estrada (1989), el período más importante para la castellanización de las comunidades indígenas comienza en la segunda mitad del siglo xviii. Sin embargo, esta política, que siempre fue conflictiva en los territorios ultramarinos (Zavala 2010), parece haber cobrado fuerza desde finales del siglo xvii: “La real cédula del 16 de febrero de 1688 por primera vez ordenó explícitamente que, además de explicarles la doctrina cristiana, se enseñara a leer y escribir a los indios. En este mandato se reiteró con más claridad el deseo de que, por medio del idioma, los indios se acercaran a la cultura y sociedad españolas” (Tanck de Estrada 1989: 703).

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Este artículo está dividido de la siguiente manera. Primero, presentaremos el documento que nos ocupa para la investigación y haremos también un análisis de algunas particularidades lingüísticas del mismo y lo compararemos con estudios previos. Así, defenderemos la hipótesis de que los usos en el mismo son influencia de formas discursivas originales del náhuatl que se pueden documentar en textos en esta lengua. En segunda instancia, buscaremos integrar esta variedad dentro del espacio variacional del español, en tanto lengua histórica, con el fin de entender cuál es su posición dentro de la arquitectura de la lengua española. Posteriormente, elaboraremos algunas conclusiones con carácter programático para futuras investigaciones. En el apéndice, el lector podrá revisar una presentación crítica del documento al que haremos referencia a lo largo de este artículo.

2. Un proceso por venta de tierras El documento Instituciones Coloniales, Vínculos y Mayorazgos, vol. 279, exp. 2, que se encuentra resguardado en el Archivo General de la Nación (AGN, México), es una carta de compraventa de tres diferentes porciones de tierra en un pueblo llamado Santa Cruz, aunque desconocemos si se trata de Santa Cruz Acalpixca o Santa Cruz Xochitepec, ambos pertenecientes al corregimiento de Xochimilco desde del período colonial. Aunque ninguna referencia en los documentos nos ha permitido precisar a cuál de estos dos pueblos se hace referencia, sabemos que ambos pertenecían a la parcialidad de Olac, antiguo señorío xochimilca, que mantuvo hasta cierto grado y, como el resto de las parcialidades de la zona, su independencia al interior del corregimiento de Xochimilco (Farías Galindo 1984)5. En cuanto al volumen en el que se encuentra este documento, sabemos que Lockhart (1999: 64) menciona en su investigación el expediente 1 del mismo; sin embargo, este es un texto escrito en la segunda mitad del siglo xvi. Respecto de este expediente, desconocemos algún otro estudio que lo considere. Las cartas que aquí analizamos se presentaron como pruebas ante un juicio por tierras en contra de don Antonio de los Olivos, gobernador de Xochimilco, quien se las había arrebatado a José Salvador, principal de este pueblo6; a su vez, José Salvador había comprado las tierras a Francisco Hernández (f2), Pascual de la 5 6

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“Chalco y Xochimilco […] por ser de tamaño adecuado para construir jurisdicciones políticas, se convirtieron en áreas de corregimiento por derecho propio, con fronteras directamente derivadas de la época anterior a la conquista” (Gibson 1967: 30). Cabe destacar que los conflictos por tierra en la Nueva España fueron uno de los principales tipos de querella que interpusieron los indígenas bien contra otra comunidad, contra otros indígenas o contra el acaparamiento español que terminaría por conformar la forma de tenencia Hacienda (Chevalier 1999).

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Cruz (f3) y Juan Hernández (f4). Aunque no se hace referencia a la adscripción étnica de cada uno de los participantes, José Salvador, el principal de Santa Cruz, se adscribe como “natural”. A ello hay que añadir que la región fue predominantemente indígena durante el período colonial; un censo elaborado en 1801, por ejemplo, da cuenta de la presencia de 4.281 indios tributarios, mientras que 10 años antes se registraban únicamente 1.329 españoles, 578 mestizos y 204 mulatos (Alatriste Guzmán 2005; Gibson 1967: 145). Cabe mencionar que el legajo muestra tres diferentes fechas: 15 de octubre de 1709 (f2), 8 de octubre de 1703 (f3) y octubre de 1701 (f4). La f1 es un instrumento en el que el comprador se querella porque fue despojado de sus tierras, mientras que las ff. 2, 3 y 4 son las cartas de compraventa de cada uno de estos terrenos. Respecto a estas tres cartas es necesario decir que hemos considerado la posibilidad de que este documento sea una traducción de tres documentos en náhuatl, dado que las tres muestran la misma letra a pesar de la diferencia de fechas; por desgracia, no hemos logrado encontrar los originales en el archivo y en estos documentos no se hace ninguna referencia a que sean trasunto de algún otro. Por lo tanto, consideraremos que fueron escritos directamente en español, aunque estudios posteriores podrían confirmar que se trata de una traducción. Las conclusiones de este capítulo, sin embargo, valdrán tanto para uno como para otro caso. Ahora bien, las características lingüísticas de este documento son similares a las que en otros estudios hemos apuntado en los casos de contacto entre el náhuatl y el español: (1) ausencia de preposición a como marca objeto directo animando; (2) reduplicación del clítico lo y falta de concordancia entre este y el género de la frase nominal (fn), a la que hace referencia; (3) además del uso de la preposición en como locación genérica. Como es bien sabido, muchos de estos fenómenos son comunes en variedades de español que recibieron una fuerte influencia por parte de lenguas americanas (Palacios 2011: 22 y ss.). A estas características debemos agregar (4) la ausencia del verbo copulativo ser en predicados no-verbales, que no habíamos documentado en otros textos (Mendoza Posadas 2016). (1) Ausencia de la preposición a: a. “Aora lo bendo un tierra; se lo bendo ø Josef Salvador” (f3) b. Sen/2 lo bendo llamadose ø Josef Salvado y su esposa” (f4) (2) Reduplicación de clítico lo y falta de concordancia: a. “aora lo bendo un pendasito de tierra” (f2) b. “Él me vino aser fuersa para/16 que se lo compara so tierra” (f4) (3) Preposición en como locativo genérico: “ya lo acodí mucho tiempo en[meta] el bario/7 Sa〈n〉ta Cruz (f1)

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(4) Ausencia de verbo copulativo: “Yo, ø Josef Salbador, mi esposa, ø Pascuala Isabel, nuestro bario, ø Atecpac” (f2)

Además de este tipo de interferencia morfosintáctica, sobre las que no abundaremos aquí, nos interesan otras estructuras que nos permitirán posteriormente caracterizar estos documentos desde las categorías de distancia e inmediatez comunicativas, de los cuales hablaremos en el siguiente apartado. Para que la importancia de estas características sea entendida en su amplitud, tendremos que describir estos fenómenos desde las características del náhuatl escrito. El primero de estos fenómenos es el uso del adverbio ahora como un marcador discursivo; estos usos imitan el empleo de la palabra āxcān, ‘ahora’. A lo largo de la documentación nahua de Xochimilco, podemos observar que ítems con contenido deíctico como āxcān ‘ahora’ y nicān ‘aquí’ son usuales al inicio de una disposición jurídica. Esto ha sido notado con anterioridad por Lockhart (1999: 517 y ss.), para quien son una demostración indiscutible del contenido oral de la documentación colonial en náhuatl; nosotros, sin embargo, creemos que este tipo de marcadores se especializaron, por lo menos, en la lengua escrita en documentos de origen europeo y no necesariamente responden a una forma oralizante, como creemos haber demostrado con anterioridad respecto a los testamentos nahuas (Mendoza Posadas 2018). Usos de este āxcān pueden observarse en (5); en todos los casos la traducción es nuestra. (5) Usos de āxcān en documentación testamentaria nahua: a. Auh in axcan niquitotiuh yehuatl quimocohuiz in Agustina Pedronilla (AGN, Tierras, vol. 70, exp. 4, fol. 208r) ‘y ahora voy a decir que Agustina Petronila venderá…’ b. In axcan nicnoteneuilia in notlazomauiztatzin Sanctissima Trinidad (AGN, Tierras, vol. 35, exp. 6, fol. 240r) ‘ahora invoco a nuestro santo padre la santísima trinidad’

En los casos que documentamos este uso de āxcān, el ítem suele ordenar las disposiciones en una secuencia; estos usos son recurrentes en las cuatro fojas analizadas aquí, como puede verse en el ejemplo de (6), que es donde mejor se puede observar este uso de seriación en las disposiciones y la ausencia del anclaje de ahora al momento de la enunciación gracias al uso de pretérito en el segundo período iniciado por este adverbio7. 7

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En términos concepcionales, este fenómeno es importante porque mientras que para Koch y Oesterreicher (2007) la inmediatez comunicativa se encuentra relacionada con el aquí y ahora de la enunciación, la comunicación distante pierde referencia a estos contextos del origo, por lo que si son necesarios tienen que elaborarse a partir de elementos no deícticos (v.g.

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(6) Aora lo bendo un pendasito de tierra a los qu’es-/3tá, e la dexa jo〈n〉tu so tierra Nicolás Ernandis. Lo ben-/4do por un pesu, me diero〈n〉 el peso, sen lo bendin a Josef/5 Salbador. Ahora puso mi pusesio〈n〉 co〈n〉 mi voluntad (f2)

Nuestro argumento no pretende obviar que el adverbio ahora tenga funciones discursivas en el español, pero, a diferencia del uso que se observa en estos casos, se suele asumir que su uso actual es, además, adversativo (Lamíquiz 1993), cosa que no se encuentra presente en estos documentos. Silva-Corvalán y Enrique-Arias (2017: 244), al analizar el uso de ahora en el español chileno, observan que [e]l análisis indica que ahora cumple una función central de enlace oracional en contextos en los que el hablante (a) introduce o reintroduce un subtópico relacionado con el tema o tópico global de la conversación; (b) introduce una restricción o reserva a lo dicho en el discurso precedente; (c) plantea una condición; (d) emite una pregunta retórica o un enunciado aclaratorio relacionado con una pregunta retórica (retórica en el sentido de que el hablante se hace la pregunta a sí mismo y la responde él mismo o no espera que sea contestada); y (e) en algunos pocos casos, simplemente coordina enunciados.

Justamente es el último caso, el menos registrado en el corpus de los autores, el que observamos en nuestra documentación. Cabe añadir que el empleo notarial español de la función que aquí desempeña ahora estaba cubierto por otros conectores, como ítem. Otro caso en que creemos que los documentos muestran usos en español de formas del náhuatl escrito es el empleo de no más en el cierre del documento. En los documentos nahuas, tal y como se muestra en (7), se solía emplear la fórmula ca zan ixquich, ‘esto es todo’, para introducir la disposición de cierre de un documento. En el documento aquí analizado podemos observar un uso parecido para la construcción no más, ajena al español notarial de la época (8). (7) Ca zan ixquich ic nictzacua in nomemoria (AGN, Vínculos y Mayorazgos, vol. 279, exp. 1, fol. 29r) ‘es todo con lo que cierro mi memoria’ (8) a. “Nomás ponemos tratos dela〈n〉te de mí pune el posesió〈n〉” (f2) b. “Nomás nuestro trato” (f3).

“hoy, 2 de marzo de 2020”). En buena medida, esta diferencia es la que se encuentra en la idea de emplear las etiquetas ‘distante’ e ‘inmediata’ para los polos del continuo concepcional que plantean los autores (cf. Koch/Oesterreicher 2007: 31 y ss.).

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Finalmente, nos interesa llamar la atención sobre la manera en que se estructura el evento de transferencia (es decir, la venta de las tierras) en la documentación. En otro lugar (Mendoza Posadas 2020) hemos llamado la atención sobre las características de este evento en la documentación testamentaria nahua. Además de una serie de modificaciones sintácticas que los verbos nahuas māca ‘dar’, cāhua ‘dejar’ y cui ‘tomar’ sufren con el fin de presentar el evento, según la perspectiva del a[gente], r[eceptor] o t[ema] del evento de transferencia, los eventos suelen explicitar cada una de sus partes, incluso si esto implica un cambio en el modo de organización sintáctica de los participantes, así como del cambio de ítem verbal que cifra este evento. Esto puede verse en el ejemplo (9), en el que colocamos en “terrazas” cada una de las oraciones con el fin de que esta estrategia sea mejor percibida.8 Nótese en este ejemplo el empleo de āxcān como introductor de la disposición. (9) Auh in axcan niquitohua: monamacaz, auh in icuac omonamacac macuilpohualli pesos ic nitlaxtlahuaz, ic nictlaxtlahuiliz itoca Ambrosio (AGN, Tierras, vol. 70, exp. 4, fol. 208r) ‘Y ahora digo: Se venderá [una casa] y cuando se haya vendido en cien pesos entonces se pagarán entonces se le pagarán a quien se llama Ambrosio’

Este tipo de estructuración aparece en la gran mayoría de eventos de transferencia registrados en el documento que aquí analizamos; asimismo, es contrastable con los usos españoles que suelen colocar un solo ítem léxico a través del cual se infieren el resto de las relaciones del evento de transferencia (quién da, quién compra, quién paga, etcétera.). En el ejemplo en (10) aparece uno de estos eventos de transferencia. Además de los diversos verbos que aparecen en el ejemplo, nótese el uso de ahora al principio de la disposición. Al igual que el ejemplo nahua en (9), colocamos el de (10) en terrazas para que sea más fácil observar la similitud entre ambos. (10) Aora lo bendo un tierra; se lo bendo Josef Salvador esta, e la dexa la tierra. Lo bendo por 2 Reales (f3)

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El análisis en terrazas fue retomado de Montes de Oca (2014).

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A pesar de que estas características son solo un breve ejemplo de algunas particularidades del español nahua de Xochimilco, sirven como síntomas de la influencia que pudo haber ejercido el náhuatl sobre este documento y, quizás, sobre la forma del español de Xochimilco o, por lo menos, en Santa Cruz; es decir, son manifestaciones de esta variante de contacto del español9. Sin embargo, el análisis debe trascender estas características estructurales con el fin de comprender a cabalidad las relaciones ejercidas entre ambos sistemas. Para este fin, recurriremos a continuación al concepto de “distancia e inmediatez comunicativas” y al de “cadena variacional”; particularmente, propondremos la idea de la existencia de una “cadena variacional bilingüe” que permite considerar esta variedad dentro de la arquitectura de la lengua española.

3. Un análisis desde la lingüística de las variedades A pesar de que el breve análisis realizado en el apartado anterior no agota las posibilidades descriptivas del documento, queremos ahora retomar los últimos tres fenómenos porque, como hemos mencionado, son síntoma de su condición concepcional. La idea que subyace a estas etiquetas es que se puede distinguir entre la concepción que el hablante establece entre lo oral y lo escrito más allá del medio que se emplee para su expresión; es decir, que mientras que hay una distinción dicotómica entre la mediación fónica o gráfica de una lengua, se establece un continuo entre los polos de las concepciones de la lengua distante y la lengua inmediata que pueden pasar sin problema de un medio a otro, por lo que son independientes de este, no obstante que las combinaciones más comunes entre medio y concepción “son, desde una perspectiva cultural e histórico-lingüística, altamente significativos” (Koch/Oesterreicher 2007: 22). Hay que añadir que “en el espacio multidimensional que delimitan ambas formas extremas de la comunicación lingüística, se pueden ubicar todas las posibilidades concepcionales entre la oralidad y la escrituralidad” (Koch/Oesterreicher 2007: 30), esto significa que “la manifestación histórico-idiomática del continuo entre inmediatez y distancia comunicativas (lengua inmediata/lengua distante) se revela como constituyente central del diasistema variacional” (Koch/Oesterreicher 2007: 37).

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Influencias parecidas las observa Coseriu respecto a la interferencia del griego sobre el romance: “se titubea cuando se trata de admitir un modelo griego sólo para el contenido lingüístico, por ejemplo, en el caso de una formación como comprehendere, según el modelo de syllambánoo, pues aquí el material es latino y una prueba material del modelo griego, que no coincida con el hecho mismo, prácticamente no puede aducirse” (Coseriu 1977: 273-274).

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Por lo tanto, es posible caracterizar las diferencias entre una lengua en la variante que se emplea en la documentación escrita, que como ya hemos mencionado es prototípicamente la lengua de la distancia, y una lengua empleada en la comunicación oral, que es la lengua de la inmediatez comunicativa. Esta forma de clasificar las variedades lingüísticas es altamente rentable en la medida en que ayuda a entender la relación que se establece dentro de una lengua histórica (Coseriu 1996), como el español o el náhuatl, entre las distintas parcelas de su arquitectura lingüística, pues, como ya se ha mencionado, es este criterio el que da orden a la variación de la lengua. Además, la diferencia que establecen Koch y Oesterreicher permite observar el proceso histórico de selección de una variante para desempeñar la función distante en el plano de la escritura, llamado “escrituralización”10, así como su adaptación a las necesidades que una tradición discursiva impone a una lengua en la medida que son modelos de elaboración del discurso que son ajenos a la gramática de una lengua particular. En tanto que la selección de una variedad de la distancia está relacionada con la historia de las comunidades que la seleccionan, es necesario que repasemos someramente la historia de la lengua nahua tras la conquista para entender cómo es que estos conceptos aplican a la misma. Desde comienzos del período colonial, un amplio proceso de escrituralización del náhuatl tuvo lugar debido a las necesidades de control administrativo y misionero en las comunidades sometidas (Klor de Alva 1989; Smith Stark 2010). El náhuatl era, antes de la conquista, la lengua mayoritaria en la Ēxcān tlahtōlōyan (conocida en español como la “Triple Alianza”), dominada por Mēxihco-Tenōchtitlan. Aunque desconocemos si esta lengua era una lengua franca en ese momento11, lo cierto es que tras la derrota de los mexicanos fue empleada para comunicarse dentro de un territorio lingüísticamente diverso en el que esta lengua era conocida al menos por los administradores prehispánicos del gobierno, los calpixqueh, y los comerciantes que recorrían Mesoamérica, también llamados pōchtēcah. Este proceso de escrituralización implicó la selección de una variedad lingüística dentro de la propia arquitectura de la lengua12. Primero, diatópicamente, se seleccionó la variedad empleada en la zona lacustre del lago de Tetzcoco, que era la que, en términos

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La escrituralización “comprende todos los procesos lingüísticos –y sus resultados– que operan sobre la concepción lingüística y la orientan en el sentido de las exigencias de la distancia comunicativa o escrituralidad concepcional” (Oesterreicher 2001: 202-203). Dakin (2010) elabora una serie de características lingüísticas que podrían haber sido propias de esta variante franca previa a la Conquista. “la escrituralización requiere, en el nivel histórico-idiomático, una normalización prescriptiva, esto es, la institucionalización de un estándar para la lengua de la distancia. Desde una perspectiva lingüística externa, se trata de la SELECCIÓN de una determinada variedad (o también, únicamente, de determinadas características idiomáticas), que adquiere de esa forma

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generales, se empleaba en las tres cabezas políticas de la Ēxcān Tlahtōlōyan y que ya desde época prehispánica debió tener un perfil concepcional distante (Flores Farfán 2010); particularmente cobró importancia la variante del āltepētl de Tetzcoco. Cabe mencionar que el náhuatl había sufrido ya en la época la principal división dialectal que conocemos hoy y que distingue entre variedades orientales y centrales-occidentales; de hecho, el náhuatl oriental parecía tener una amplia dispersión desde la zona de la Huasteca en el norte oriental de Mesoamérica hasta El Salvador, en donde todavía se habla la lengua pipil, que es una variedad oriental de náhuatl (Campbell 1985). Por su parte, y como ya ha apuntado Canger (2011), el náhuatl central, al que pertenecen las variantes lacustres del Valle de México, estaba consolidando sus características en la zona urbana de Tenochtitlan y Tlatelolco. La influencia del náhuatl central en otras variedades puede comprobarse en documentos coloniales. Diastráticamente, la lengua seleccionada fue el llamado pillahtōlli, es decir, la variedad hablada por los principales de las comunidades (Flores Farfán 2010). Brígida von Mentz (2008) ha propuesto que específicamente el pillahtōlli se empleó en la elaboración de los documentos religiosos como catecismos, por lo que ella llama a esta variedad “náhuatl de doctrina”, el cual se encontraría en oposición al mācēhuallahtōlli o lengua de los comunes, que habría servido como base para la elaboración de documentos judiciales, por lo que la autora lo denomina “náhuatl de escribanía”. Independientemente de que el náhuatl de escribanía tuviera su origen en el habla de los macehuales, los procesos de selección lingüística para la escrituralización de la lengua debieron cambiar su perfil concepcional al interior de las comunidades nahuaparlantes, pues, como menciona Oesterreicher (2001), mediante este proceso una lengua desarrolla las normas necesarias para la elaboración documental al mismo tiempo que establece distinciones entre el tipo de variante empleada en una lengua según corresponda a las necesidades concepcionales. Estas características se convirtieron en marcas ineludibles de la variante distante del náhuatl13. Tanto es así que, como se ve a

el estatus de diatópicamente neutral, diastrática y diafásicamente elevada y ‘escrita’ (lengua escrita)” (Koch/Oesterreicher 2007: 188). 13 Como menciona López Serena (2013: 103), “la dimensión variacional concepcional constituida por el continuo ‘hablado/escrito’ se puede aplicar, asimismo, al estudio diacrónico de las lenguas, de manera que podamos entender el proceso de conformación de una norma estándar –en el sentido en que acabamos de definirla– como el resultado de la apropiación paulatina del espacio de la distancia comunicativa por parte de una variedad que, en algún momento, concretamente a partir del momento en que se acepta una determinada modalidad como ejemplar, genera un nuevo espacio comunicativo definido por el hecho de que todas sus variedades quedan subordinadas –funcionalmente, se entiende– a esa misma norma ejemplar”. Este estudio, para el náhuatl, aún no ha sido emprendido, aunque creemos que puede

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continuación, en documentos geográficamente distantes, como en Audiencia de México, Correspondencia del arzobispado 337 del Archivo General de Indias, en Sevilla14, proveniente de Tabasco y escrito a principios del siglo xvii, podemos reconocer, por ejemplo, el uso de āxcān como marcador discursivo a pesar de que el documento evidencia otras características dialectales del náhuatl oriental (v.g. el uso de ayāc ‘nadie’ en la variante central, como negación, o la presencia de /-t/, ‘t’ como morfema absolutivo en vez de /-t͡ɬ/, ‘tl’; cf. Lutz/Dakin, 1996) en las que ahora no profundizaremos: (11) Axcan ma xicmati innenemiliz espan-/3yoles. Ca uel neli melauac occepa odi/4quitoqueh mixpantzinco ipanpa uel/5 tehtuliniah espanyolesme. Axcan on-/6pa yaui ciuat, mixpantzinco mones-/7tia ipanpa oquitolini, mococoua/8 catca uquitilana ipan tlapehti pe-/9tlatoc peua quitzotzona, ayac onca ma/10 nel itlaquemil uel motulinia iuan/11 ayac onca inamic unpa nictitlani/12 çauatlan. Ahora, por favor, escucha la andadura de los españoles. Es muy cierto que otra vez declaramos frente a ti porque los españoles nos hacen sufrir mucho. Ahora allá va una mujer a declarar frente a ti porque la hicieron sufrir, estuvo enferma, la estiran en la cama, está echada en el petate, empiezan a golpearla, no tiene ropa allá, sufre mucho. Y su esposo no está ahí, lo mandé allá a Zahuatlán.

Estas características nos permiten suponer la manera en que se organiza el continuo variacional del náhuatl de la época, en donde se cumple la hipótesis de Koch y Oesterreicher (2007), que López Serena plantea de la siguiente manera: “los rasgos dialectales o elementos diatópicos pueden funcionar como diastráticos (es decir, pueden ser considerados como marcas socioculturales) y, a la vez, los elementos diastráticos, como diafásicos” (2013: 97). En otras palabras, las características diatópicas del náhuatl central en su variante pillāhtolli se convirtieron en las características del náhuatl distante, de tal manera que en las comunidades nahuaparlantes tendrían que haber reconocido estas características idiomáticas como marcas de la escrituralidad concepcional a la manera en que se muestra en el esquema 1:

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ser bastante esclarecedor para entender la convivencia de diferentes características dialectales en documentación novohispana. Este documento fue recopilado por Julien Machault, a quien agradecemos su interés por la documentación colonial en lenguas indígenas y por hacer de nuestro conocimiento los documentos en náhuatl que ha encontrado en el desarrollo de su propia investigación.

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Esquema 1 Estructura variacional del náhuatl durante el período colonial15

Este proceso es crucial para entender los casos sobre el uso de ahora y no más como marcadores discursivos16. También lo es para entender los procesos de transferencia en los documentos analizados aquí. Sin embargo, aún es necesario traer a colación otra categoría que creemos necesaria en el aparato conceptual coseriano que entrañan las categorías de Koch y Oesterreicher (2007): el saber discursivo. En otro lugar (Mendoza Posadas 2018) hemos ya planteado la necesidad de esta categoría, con el fin de entender la influencia que ejerció el español sobre el náhuatl escrito en la Colonia; ahora nos será útil para entender el proceso inverso. Para ello debemos tomar en cuenta que, así como Koch (2008) planteó que las tradiciones discursivas son un producto histórico que no se empata con el de “lengua histórica”, el saber que estructura las características de estas tradiciones discursivas debe ser independiente del saber idiomático que regula la gramática de una lengua histórica. Así, de la misma manera en que las tradiciones discursivas son independientes de una lengua específica, el saber que las regula también es supraidiomático. A continuación, esquematizamos el modelo del lenguaje planteado por Coseriu (1996) y reelaborado por Koch (2008) con la presencia de nuestra categoría “saber discursivo”17.

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En este esquema no consideramos el nivel universal de la variación concepcional. Así, entonces, no se trata de que “el escribiente indígena t[enga] un flujo constante de oralidad en su escritura” (Arias Álvarez/Mendoza Posadas, 2020: 357), sino que, si partimos del estatus concepcional de los textos y sus fórmulas (tradiciones discursivas como las entiende Garatea 2014), estamos ante usos de características distantes pertenecientes a otro sistema o, si se prefiere, a un saber distinto que modela las características de un texto distante independientemente de cuál sea la lengua histórica empleada. Este saber discursivo está, en cierta medida, inspirado en el saber expresivo coseriano; conviene pensar este saber como el saber relacionado con la estructuración del discurso en términos universales e históricos y no como el saber propio del nivel individual, en el cual hay únicamente actividad, como Koch (2008) ha apuntado ya con anterioridad. Es importante hacer

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Esquema 2 Las tradiciones discursivas como producto del saber discursivo

Ahora bien, si los hablantes bilingües son capaces de establecer saberes diferentes con respecto a la lengua histórica que están empleando y a las necesidades comunicativas específicas del momento en que hablan o escriben, es también probable que las particularidades de estos dos saberes produzcan uno nuevo que, en tanto que es independiente de los sistemas que los hablantes dominan, comience a regir la producción del discurso en ambos; en este caso, en náhuatl y español. Esto pone de relieve dos situaciones que creemos necesario enunciar; primero, y contrario a lo que menciona López Serena respecto a que la consideración de la diversidad lingüística “es propia de una perspectiva externa al espacio variacional, interesada únicamente por la confrontación o el contraste de las formas, al margen de la dinámica de su funcionamiento en la comunicación” (2013: 88)18, consideramos que esta variación puede evaluarse en conjunto (fuera de las necesidades tipológicas de la investigación), si tomamos en cuenta que la comunidad lingüística se vuelve el sujeto de estudio del nivel histórico de la lengua y que es esta comunidad la que emplea ambos sistemas19. Esta decisión

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esta precisión en la medida en que el saber expresivo debería de “comprender, dentro de sí, los saberes tanto elocutivo como idiomático, así como el saber histórico que no es puramente idiomático, sino que se corresponde con el dominio de los modelos textuales o tradiciones discursivas sociohistóricamente determinados” (López Serena 2012: 269). Es a la manifestación histórica de este tipo de saber expresivo a la que denominamos “saber discursivo” para distinguirlo del saber idiomático. Una argumentación más completa sobre este punto puede encontrarse en Mendoza Posadas (2018). Y en este sentido, la diversidad lingüística de una comunidad puede equipararse a la otra perspectiva que considera López Serena (2013: 88): “la historicidad-variación lingüística aborda las diferencias lingüísticas definidas, dentro de un marco de situaciones comunicativas, por factores pragmáticos y funcionales (tal como procura representar el modelo de la cadena variacional […])”. Esta idea está adelantada también por Parodi y Luján, quienes desde un marco hermenéutico bajtiniano observan que la alteridad, construida dialógicamente, “pone de relieve la esencia social del lenguaje, pues de esta noción se sigue que no existe el individuo como una entidad o mente autocontenida, sino solo como un ente en relación con un grupo” (Parodi/Luján

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repercute en el estudio de los saberes históricos (idiomático y discursivo) y de sus productos (lengua histórica y tradiciones discursivas)20. Para nosotros, la comunidad lingüística estará determinada por las relaciones potenciales entre hablantes de uno o más sistemas con otros hablantes, con quienes comparten además características externas a la lengua, como su adscripción étnica, la manera en que se encuentran posicionados dentro de la producción y consumo de mercancías, los límites geográficos de entidades como “nación” o “estado” y la cercanía histórica y geográfica entre ellos21. Por lo tanto, para nosotros la comunidad de estudio en este momento, como ya hemos mencionado, es la del corregimiento de Xochimilco22. Por lo tanto, si este saber pertenece a la comunidad lingüística específica que maneja ambos sistemas y que ha reconocido características idiomáticas específicas como marcas de la distancia concepcional, entonces podemos reconocer que más allá de ser ejemplos particulares los que mostramos con anterioridad, deben considerarse como propios del conjunto social, de tal suerte que lejos de ser innovaciones individuales sobre la base de la creatividad de algún hablante, están condicionadas por la comunidad, ya que estas innovaciones “deben respetar ciertas normas del sistema mismo y, para difundirse y convertirse a su vez en elementos del sistema, deben ser aceptados por la correspondiente comunidad” (Coseriu 1983: 52). Ahora bien, creemos que este tipo de fenómeno tiene un parangón con la traducción. La existencia para Kranich (2014) de dos formas de traducción, una cerrada y una abierta, hace referencia en buena medida al conocimiento de diferentes saberes discursivos en hablantes bilingües. Así, por ejemplo, si una traducción abierta, en la que the translator concentrates on formal, structural equivalence (even if it means sacrificing naturalness and adherence to TL [Target Language] textual conventions) (Kranich 2014: 99), es indicio del desconocimiento por parte de quien traduce del saber discursivo que regula la tradición discursiva que se

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2014: 21). Aunque sin duda coincidentes en principio, nuestro acercamiento a la comunidad de habla parte, sobre todo, de la etnolingüística (cf. Hymes, 1972). En esto coincidimos con Hymes, quien menciona que “[t]he natural unit for sociolinguistic taxonomy […] is not the language but the speech community” (1972: 43). A pesar de lo poco que puede mencionar específicamente Coseriu sobre el bilingüismo, este ya había establecido la importancia de la comunidad lingüística como parte fundamental de este y de los fenómenos de transferencia: “en rigor, tampoco para los préstamos gramaticales son necesarias condiciones excepcionales: basta con que una comunidad lingüística, o una parte de ella, sea en alguna medida bilingüe” (Coseriu 1977: 269). Somos conscientes de lo problemático que puede ser una definición de comunidad lingüística (o de habla) dentro de la sociolingüística a pesar de que suele darse por hecho su existencia. Para un análisis de las diversas definiciones de comunidad lingüística, cf. Patrick 2004.

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traduce, podemos asumir que también la existencia de un solo saber discursivo para el manejo de tradiciones discursivas en dos lenguas históricas distintas puede producir la aparente existencia de equivalencias estructurales (por ejemplo, que ahora se emplee como marcador discursivo) que en realidad son manifestación de un único saber que regula la producción de tradiciones discursivas en la comunidad, esto con independencia de la lengua que se emplee. Kabatek (1998) ya ha apuntado la interferencia que se da entre dos lenguas en el momento de la traducción; particularmente apunta la influencia del castellano en el gallego medieval como consecuencia del conocimiento que los escribanos en lengua gallega tenían de la segunda; es decir, se trata de características idiomáticas que se volvieron parte del saber discursivo de los escribanos y que les permitieron solucionar algunos problemas de traducción23. Por lo tanto, este hecho nos conduce a pensar que las características contenidas en ese saber discursivo de hablantes bilingües, que se manifiesta en la concepción variacional de la lengua, se integra dentro de la variación del español a través del uso de características idiomáticas que eran consideradas distantes en otros sistemas lingüísticos que estos hablantes dominan. Es decir, las características idiomáticas distantes propias de un sistema lingüístico como el náhuatl se integran al espacio variacional de la otra lengua, pero en la medida en que idiomáticamente no son las características de la distancia comunicativa de este otro sistema (regulado en ese momento por el español metropolitano), el resultado es un documento con interferencias lingüísticas, lo que implica una desviación de la norma distante del segundo sistema. Esta desviación de la norma, por otra parte, puede suponer el inicio de una nueva norma que no logró abrirse paso dentro de la variación de la lengua para establecerse como ejemplar fuera de los dominios del español nahua de Xochimilco. Todo ello nos lleva a decir que las características concepcionales de un documento como el que aquí analizamos son relativas al punto de vista que se tome. Si se hace desde las características del saber discursivo de inspiración nahua, el documento muestra elementos que son propios de la distancia comunicativa; si, por el contrario, la valoración se hace desde el español, el documento se vuelve un texto inmediato, con una fuerte marcación diatópica, en este caso el de la comunidad lingüística de Xochimilco, y con una fuerte marcación diastrática, es decir, el español nahua.

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“[A] lingua escrita nunca chegou a liberarse [de las interferencias] dado o alto grao de coñecemento doutras linguas escritas por parte dos escribas e escritores, superior, na maioría dos casos, ó coñecemento da lingua galega escrita” (Kabatek 1998: 843). En este caso, el conocimiento de la lengua escrita probablemente sea del náhuatl, que guía la producción en español.

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En el esquema 3 mostramos cómo es que se integra la cadena variacional nahua en la española; a esta cadena podemos llamarla cadena variacional bilingüe. En ella, las características idiomáticas de una lengua se integran a la arquitectura de otra y, por lo tanto, se abren espacio dentro de la segunda lengua histórica. Esquema 3 Integración de las características del náhuatl distante dentro de la arquitectura del español Variedad del español atlántico

Diatópico

español madrileño

Características idiomáticas del náhuatl distante

4. Conclusiones En este artículo mostramos las relaciones existentes entre el náhuatl y el español en el período colonial en Xochimilco, una comunidad étnicamente indígena. Estas relaciones tienen consecuencias en la arquitectura de la lengua española, en la cual se integra esta variante que, dentro de esta arquitectura, muestra características inmediatas. Esta relación que aparenta ser desigual, pues se valoran desde la norma del español que diglósicamente se encontraba en una posición privilegiada dentro de la estructura sociolingüística novohispana, puede ser mediada si recurrimos a la comunidad como punto central del análisis, pues es ella la que posee un único saber discursivo en el que se integran ambas lenguas. Así, dado el conocimiento por parte de los hablantes de una serie de características idiomáticas que pueden ser etiquetadas como “distantes” en el náhuatl, no dudan en emplearlas independientemente del sistema lingüístico utilizado, de tal suerte que es este saber discursivo el que se impone en la producción lingüística de un texto escrito que, por definición, debe ser distante. Se evidencia así que de la misma manera en que las tradiciones discursivas son independientes de la lengua en la que se elaboran, lo es también el saber que las produce, aunque, en términos históricos, son inseparables de sus manifestaciones idiomáticas. Este hecho nos permite asumir que, para realizar un estudio completo del contacto de lenguas en el período colonial, es necesario conocer y documentar los usos de las lenguas que suponemos se encuentran conviviendo dentro de una comunidad específica. Además, demuestra que el estudio puede enriquecer-

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se si en vez de tratar cada sistema de forma independiente, se integran ambos dentro de la comunidad con el fin de explicar las características observadas en documentos elaborados por hablantes bilingües; esta perspectiva, sin embargo, apenas comienza a ser esbozada en los estudios sobre la historia de las lenguas mesoamericanas y el español dentro de los territorios novohispanos. A pesar del limitado espacio, esperamos que con este artículo se muestre la rentabilidad de este tipo de análisis a la vez que espera servir como base de ulteriores discusiones y trabajos en el área.

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APÉNDICE24 Archivo: Archivo General de la Nación (México) Referencia: Instituciones Coloniales, Vínculos y Mayorazgos Vol. 279, exp. 2 Ubicación: Centro de México-Xochimilco Fecha: 1701-1709 Recopilación, paleografía y edición: Mauro Alberto Mendoza Posadas Presentación crítica ⎨1⎬ Yo, Josef Salvaldor, gobernador trivutario de su magestad/1 mi juririsió〈n〉 de Jochimilco: Lu co〈m〉pre u〈n〉 pedaso de tie-/2ra tres persona; lo co〈m〉pren co〈n〉 12 pesos 2 tomines. Aura 〈e〉l nues-/3tro gobernador de Jochimilco, el Don Natonio de/4 los Ulibus, ya me 〈a〉n quitado, que yo sou pubre, te〈n〉go/5 mis familias, bubres todos. Aura estamus si〈n〉 tiera./6 Que soy muy presipal, ya lo acodí mucho tiempo en el bario/7 Sa〈n〉ta Cruz, nel dicho joririsio de Jochimilco. Aura ya so〈n〉/8 3 años, me tiene el Zabala mi tiera/8 llamádose Gen-/9gorio y el Pendro epi lo? los, si no men pagará el redi〈to?〉/10 de mi tienra el gobernador Don Natoñio de los/11 Ulibus, purque gana cada año 5 pesos. Aura me pa-/12gará 15 pesos el 3 años, que suy 〈y〉a muy pubre natora〈l〉./13 Yo pido mi eselensia y fabur y justicia y la gra〈n〉 de-/14sa a Vuesta eselensia, que por la virge〈n〉 de lus dolores, que ya me 〈a〉 qui/15tado to〈do?〉: mi simiterios y mi pubresa; y te〈n〉go mi espo-/16sa y bierones? trivutarius de so Magestad. Ya/17lo dimus Sa〈n〉ta Iglesia. Yo pido mucho de por amur/18 de dios. Aura ra pidimus un ofisial rial aude〈n〉sia,/19 el prior resevor? Don Natoñio de los Rius, para nuestro/20 de co〈m〉poner 〈e〉l nustro bario Sa〈n〉ta cruz, el sogeto/21 de Juchimilco, para sastifaser el goberna-/22dor Don Nantoñio de los Ulibus que no se mete más/23 utra bes co〈n〉 mi tiera. Pido jostisia. Jusef Salvador, gobernador.///24 ⎨2⎬ Jesus, María, Josef. In dei nomine.//1 Yo me llamo Francisco Ernandis, mi baria Coyocalco./2 Aora lo bendo un pendasito de tierra a los qu’es-/3tá, e la dexa jo〈n〉tu so tierra Nicolás Ernandis. Lo ben/4do por un pesu, me diero〈n〉 el peso, sen lo bendin a Josef/5 Salbador. Ahora

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Para la elaboración de esta edición, seguimos en general los criterios propuestos por Arias Álvarez et al. (2014). Cualquier intervención del editor se muestra en corchetes angulares ‘áñ’. Generalmente, se restituyeron nasales que no aparecen escritas con el fin de hacer el documento más legible. Las abreviaturas se desataron en cursivas. Se ha respetado, en la medida de lo posible, los usos gráficos del original.

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puso mi pusesio〈n〉 co〈n〉 mi voluntad;/6 nigono no me iso fuerza, si algón día me arepe-/7tiré, pagaré pena: 2 pesos y dos desenas de asustes./8 Nomás ponemos tratos dela〈n〉te de mí pune el posesió〈n〉./9 Yo, destingo, Pascual Gregorio, puso joramento.//10 Yo, Josef Salbador, mi esposa Pascuala Isabel,/11 nuestro bario Atecpac, ahora se lo co〈m〉pro un pendaso/12 de tierra que está, e la dexa ju〈n〉to de so tierra Nico/13lás Ernadis; le di nun peso. Aora mi posesión./14 Yo compro la tierra, nomás punemos nuestro es-/15critora. Yo, destigon, Juan de la Cruz, pugo/16 joramento. Oy, 15 del presenten del mes de oc-/17tobre, año de 1709. Don Juan de los reyes 〈rubrica〉.//18 El dicho pusesio con jurameto/19 y con justicia. En el pueblo de Jochimilcon./20 Don Juan de lo Reyes 〈rubrica〉, destigo.///21 ⎨3⎬ Jesus, María, Josef./1 In dei nomine.//2 Aquí somos de Santa Cruz, del bario Tecba Coyocalco. Yo me llamo/3 Pascual de la Cruz y mi espusa, Pascuala María. Aora lo bendo/4 un tierra; se lo bendo Josef Salvador esta, e la dexa la tierra./5 Lo bendo por 2 Reales jo〈n〉tu de so tierra Nicolás Ernandis, de Jochi-/6milco, de Cacaluapa, está la, y la dexa por oriente. Me lo dio mi so-/7egra. Aora ise una misa. Aora lo bendo la tierra y ago pusesió〈n〉 con/8 min vulotad niguno men isso fuerza. Si 〈a〉lgon día me arenpetiré,/9 pagaré pena: 10 pesus y o〈n〉 mes la carsel, y lo tomará señor core-/10xindor. Nuestro joridisio〈n〉 de Jochimilco. Testingo, Sebastiá/11 de Santa María, puso joramento.//12 Yo compro una tierra esta, e la dexa, yo llamo Josef Salvador, mi/13 espusa, Pascuala Isabel. Etre y mi muger compramos la tierra,/14 dimos 18 Reales con nuestro volutad; nigono no nos isso fuersa./15 Aora punemos nuestro posesió〈n〉. Si algón día me arrepetire,/16 lo mismo aser: pagaré pena 5 pesus y un mes e〈n〉 la carsel. Nomás/17 nuestro trato. Yo, delaten de mí, el pusesió〈n〉 lo punen Nicolás Agos-/18tín. Escrinvano, Don Jua〈n〉 Antonio 〈rubrica〉./19 Oy 8 del curriente del mes de octubre-/20bren de 1703 años. El disho pusessio co〈n〉 jorameto y con/21 justisia ennel pueblo de Juchimilco.//22 Don Nicolás Angustí 〈rubrica〉//.23 ⎨4⎬ Yo me llamo Juan Ernadis, mi esposa, María de la Consepsió〈n〉. Lon/1 bendo una tierra, está e〈n〉 Santa Cruz, e la dexa soto de una cueva. Sen/2 lo bendo llamadose Josef Salvado y su esposa, Pascuala Isabel, por 8 pesos./3 Estavámos efermos y jastamos de corar el dinero au〈n〉que lon vendi-/4mos la tierra, estovimos e〈n〉 un travajo. Se lo vendimos Josef Salva-/5dor. Es mío. Nigono dirá que 〈e〉s 〈s〉oyo, me lo dejó min padre, llamádose Nico-/6las Ernadis. Bien lo save Loresso, que 〈e〉stovimos mosho tiempo efer-/7mos e〈n〉 la cama, y mi esoposa, por eso bendimos la tierra 8 pesos y un pesus,/8 que tomó seña Jues. Y por todo

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so noeve pesus. Aora punemos jorameto;/9 si algón día dirá algono que es soyo, le deremos jostisia y lo justifi-/10cará e〈n〉 nuestro joridisió〈n〉 Jochimilco, y delate señor conrexindor/11vulberá los 18 pesos, y de mochissima verdad punemos nuestro testi-/12gos: Pedro Nicolás, sachvista mayor, y Bernaldino de Satiago, rexin-/13dor pasado. Juan Pascual, pile de Santa iglesia.//14 Yo compro la tierra, no le ise fuersa nigono el dueño de la tierra,/15 llamádose Juan, y so esposa María. Él me vino aser fuersa para/16 que se lo compara so tierra. Si algón día algono dirá que es soyo, lo/17 vulibera los 18 pesus y pagará pena 10 pesus. Le doy parte al señor/18 conrrexindor. Yo, Josef Salbandor, y de mochíssima verdad/19 pu〈n〉go también mis testigos Antoinio de Santingo, fiscal santa/20 iglesia, y Josef Nicolás, topil en santa iglesia. Oy, lo-/21nes del corriente del mes de octobren, 1701 años.//22 Escrinvano Don Juan Francisco 〈rubrica〉. El dicho posesió〈n〉 co〈n〉 jurameto/23 y con justicia, en el pueblo de Juchimilco.//

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INFLUENCIA DE CARTILLAS Y GRAMÁTICAS EN LA UNIÓN DE PALABRAS EN LOS DOCUMENTOS NOVOHISPANOS DEL SIGLO XVI Josafat Jonathan Rodríguez Cortez Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen1 Desde sus orígenes, el español escrito mostró irregularidades en cuanto a la unión y separación de palabras, principalmente en relaciones como preposición-término y artículonombre, entre otras. Los primeros proyectos de cartillas para la enseñanza de la escritura, así como la imprenta, trajeron innovaciones en la forma de unir y separar las palabras, pero no aportaron decisivamente a estandarizar su uso discreto (como en este capítulo se demuestra), sino que promovieron sin intención la forma irregular que se venía usando desde la época medieval. Palabras clave: escritura, unión, palabra, cartilla, enseñanza.

Abstract Since its origins, written Spanish showed irregularities regarding the union and separation of words, mainly in relations of words like preposition-object and article-noun, among others. The initial projects of cartillas for the teaching of writing as well as the printing press, brought innovations in the way of using words’ union and separation, but they did not categorically contribute to standardize them (as this chapter demonstrates); rather they were unintended promoters of the irregular way of uniting and separating words that had been used since Medieval times. Keywords: writing, union, word, primer, teaching.

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Agradezco enormemente los comentarios y lecturas que Beatriz Arias Álvarez y de José Ramón Morala dieron a mi manuscrito. Los logros son compartidos, los errores son todos míos.

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1. Planteamiento principal, contexto y corpus El presente capítulo tiene por objetivo demostrar que las cartillas de primeras letras fueron para la lengua española un conjunto de normas aparentemente lógicas en su teoría pero que en la práctica, lejos de establecer una segmentación discreta, fomentaron o al menos sostuvieron, la segmentación de las palabras en la escritura. Los métodos de enseñanza que se empleaban en la instrucción de dichas cartillas no tenían como meta única el aprendizaje de la lectoescritura, bastante dividida en lectura y escritura para la época novohispana, pues primero se dominaba la lectura y posteriormente la escritura, sin que todos los aprendices de lectura llegaran a ser usuarios de la escritura. Además de enseñar a leer y a escribir, las cartillas eran también un instrumento para formar buenos cristianos (en territorio peninsular) y para cristianizar indios de tierras ultramarinas. Los documentos revisados para ejemplificar cómo las cartillas influyeron en una constante variación del uso del espacio en blanco entre determinadas categorías gramaticales han sido tomados de Documentos públicos y privados del siglo xvi. Textos para la historia del español colonial mexicano I (2014), así como de documentos compilados por el grupo GEECOM, a cargo de Beatriz Arias Álvarez, autora también del libro mencionado. En dichos documentos se encuentra la evidencia de las marcas que las cartillas dejaron en los usuarios de la escritura en la época novohispana, principalmente en el siglo xvi.

2. ¿Marcas orales en la escritura? Son de todos conocidas las diferencias existentes entre la lengua oral y la escrita, así como los campos de estudio desde los que se aborda su análisis tanto en lingüística como en filología. No obstante, la relación entre la lengua oral y la escrita no es un área frecuente en el estudio y hay más conjeturas a priori que evidencias de investigación y datos comprobados. Coincidimos con Saenger (1997: 276) en que, si bien la lengua hablada no determina su escritura de manera absoluta, sí buscará coincidir con ella en las segmentaciones que se determinen dependiendo de la tipología de la lengua: “los romanos, los griegos y los hebreos, a finales de la Antigüedad, eran conscientes de las diferencias entre sus respectivas tradiciones gráficas, incluyendo la separación entre palabras” (Wingo 1972: 15). Con lo anterior afirmamos que la segmentación de vocablos en textos escritos se apoya, de entrada, en los lineamientos que demandan las tradiciones tipológicas

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de cada idioma, por lo que el espacio en blanco tomará un sentido diverso según sea la lengua que se use. En el caso de este breve estudio, se expone la presencia o ausencia de dicho espacio en el español novohispano. Conviene para el fin perseguido en este capítulo analizar la sílaba en español puesto que la unión de palabras en el continuo oral depende en gran medida de la naturaleza que esta tiene en tanto que afecta considerablemente la estructuración y formación de vocablos, así como de suprasegmentos2 tales como el acento y la entonación. De acuerdo con Quilis (1999: 368), “el español muestra una clara tendencia a la sílaba abierta”, es decir, la mayoría de las terminaciones de las sílabas del idioma son vocálicas, lo que permite junturas entre grupos silábicos con una facilidad notable, evento que se potencia cuando aparece un fonema vocálico en posición de coda enseguida de vocablo terminado en sílaba abierta, situación que en español ocurre no pocas veces. Lo anterior a menudo genera un conflicto en lo referente a la segmentación de palabras, al menos en el aspecto gráfico, debido a que la separación de estas no coincide en la oralidad y en la escritura. Es preciso mencionar que Quilis hace estas observaciones en el siglo xx y el período que nosotros analizamos es muy anterior a esta época, pero es pertinente otorgar la oportunidad de realizar este paso investigativo, ya que las características del español que nos ocupan se han mantenido desde el siglo xvi hasta el presente y por medio de este acercamiento podemos ofrecer nuevas propuestas de análisis que no se han hecho hasta la fecha. Dicho sea de paso, esta última condición es la que explica, además, por qué carecemos de fuentes de investigación contemporáneas, pues el tema ha sido dejado de lado y quienes se han determinado a estudiarlo lo han hecho un buen tiempo atrás. Retomando nuestro punto medular, a partir de Quilis encontramos que la sílaba puede ser tónica o átona y hay sílabas que constituyen, gramaticalmente, palabras por sí mismas, por ejemplo: la, mi, de, le. Asimismo, existen palabras gramaticales, también escritas como las anteriores, que en la oralidad son incapaces de ser palabra desde la perspectiva fonológica, puesto que al ser monosilábicas carecen de acento y, en ausencia de este, inevitablemente han de buscar un segmento al cual añadirse (la + casa, mi + ropa, de + México, le + dijo) o 2

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Los términos suprasegmento y fonema suprasegmental tienen la ventaja de considerar a los dos tipos de unidades como pertenecientes a la misma clase: los fonemas (fonemas segmentales y fonemas suprasegmentales), pero también tienen sus inconvenientes: por un lado, la denominación de suprasegmento que ha sido utilizada por algunos lingüistas en un sentido más amplio, ya que han incluido también los fenómenos que se conocen con el nombre de componentes largos (long components), como la armonía vocálica, la faringalización, etcétera. (Quilis 1999: 384).

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incluso fundirse (de + esta = [désta], la + angustia = [langústia]) (cf. Quilis 1999: 384). Hay cuatro posibilidades a considerar en la concurrencia de dos vocales homólogas y es conveniente mostrar dichos casos, puesto que en los textos abordados esto ocurre asiduamente y de aquí podemos obtener posibles explicaciones a la presencia de unión de palabras escritas en los documentos novohispanos. La explicación siguiente también es tomada de Quilis (1999): 1. Cuando las dos vocales que se hallan en contacto son tónicas, la solución es una vocal tónica larga o normal; esta última es la solución preferida en el habla espontánea; la primera, en la lectura o en la dicción más cuidada, a veces, enfática: [papá:ņda] o [papáņda] Papá anda. 2. Cuando las vocales que se encuentran en contacto son átonas o inacentuadas, el resultado es una vocal normal átona: [la frútaxéna] La fruta ajena; [anĩŋgúnatjéņde] A ninguna atiende. Lo mismo ocurre, lógicamente, cuando una de las dos vocales pertenece a una palabra inacentuada (artículo determinante, preposición, conjunción, etcétera): [pón el póstren la mésa] Pon el postre en la mesa; [parampáro] Para Amparo. 3. Cuando una de las dos vocales que se encuentran en contacto es átona o inacentuada, y la segunda tónica o acentuada, la solución referente en la dicción cuidada es una vocal larga acentuada; en el lenguaje conversacional, una vocal normal: [en su tjéȓa sú:so] En su tierra su uso; [está en ló:ņdo], [está en lóņdo] Está en lo hondo; [doņdé:ntra el sol] [doņdéņtra elsól] Donde entra el sol, no hay telaraña escondida, etcétera. 4. Cuando concurren dos vocales homólogas, la primera acentuada y la segunda inacentuada la solución preferente es una vocal normal tónica: [bjén sél pán ke kjéres] Bien sé el pan que quieres; [xwán estáténto] Juan está atento (Quilis 1999: 375). Consideramos oportuno fijar nuestra observación en estos tipos de uniones. En efecto, si bien pertenecen a la oralidad, algunos de ellos parecen tener presencia en la escritura novohispana, principalmente los casos del segundo tipo de concurrencia con las palabras inacentuadas. En los documentos analizados los corpus delimitados previamente existen fenómenos como los siguientes: a) della – ‘de ella’: y alcabo della hago saber a.v. mgt. muy por e∫tenso loq’ hapa∫ado (siglo xvi, documento formal) b) desta – ‘de esta’: ∫iẽpre haga su sãta / volũtad amẽ dela çiudad demexico desta nueva España (siglo xvi, documento formal) c) dellas – ‘de ellas’: y no e bisto niguna rrepueσta dellas (siglo xvi, documento informal)

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d) desta – ‘de esta’: vm me laen biecon el por / tador desta (siglo xvi, documento informal) En los ejemplos anteriores la supresión gráfica de e es evidente y la reiteración de estos casos se presenta en los diversos documentos tanto formales (aquellos que han sido escritos por alguna autoridad o escribano por motivos gubernamentales o sociales que demandan solemnidad en la escritura) como informales (textos de familiaridad o camaradería entre hermanos, cónyuges, familiares o amigos, no preparados para ámbitos formales de una lectura pública, sino privada), por lo que no es factible atribuir su presencia o ausencia a estratos sociales, al tipo de escribiente y tampoco a la época, ya que los tres siglos de la Colonia mantienen presente este uso. Ahora bien, la supresión mencionada solo ocurre con e de manera reiterada, esto es: se registran otras supresiones vocálicas pero no recurrentes (con a, por ejemplo) y parecen ser mucho más un descuido escriturario que una intención generalizada de los escribientes como sí se manifiesta en los casos anteriores, por lo que puede hablarse de una tendencia a la supresión en contactos como los mostrados. Otro señalamiento que hay que acentuar es que la supresión tampoco ocurre de manera fortuita o en cualquier contexto, sino puntualmente en el marco que ofrecen los ejemplos anteriores. Tenemos así casos de concurrencia de grafías vocálicas homólogas donde no ocurre la supresión, como se muestra en los siguientes ejemplos: a) mee∫cribieron delabilla demedellin b) seentregaron aLope desamanjego c) y vn padre q’ ∫abee∫ta lengua ypredica yaẽ ella d) ãtes enbio aavi∫ar a∫u ∫uegro e) noe∫po / ∫ible ∫idios noobra mjlagro cõellos Por razones evidentes, la contigüidad de u seguida de otra u o de i seguida de otra i es sumamente baja, por lo que no tiene representatividad ninguna de estas dos uniones. Por su parte, el encuentro de a + a y o + o se halla en algunas ocasiones como las ejemplificadas, mas en la concurrencia nunca se elimina ninguna de ellas: ni la de la sílaba previa, ni la de la subsecuente, salvo en las excepciones ya mencionadas, producto, seguramente, del descuido del escribiente y no de una sistematización de la escritura de la época. Por su parte, la e es la vocal de frecuencia más alta en concurrencias; sin embargo, no siempre ocurre su elisión, incluso se encuentran casos como los expuestos que no hacen la supresión, como ocurre en por muerte o otra cau∫a de e∫ta tierra falta∫∫e, por lo que no podemos afirmar que sea una regla invariable, pero sí una amplia tendencia.

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Esta doble posibilidad de unir o separar, sumada a la de eliminar o no la vocal, revela la indeterminación del español escrito para hacer frente a su correlativo en la oralidad, puesto que la escritura no puede realizar cambios repentinos como la lengua hablada lo hace (elisiones, aspiraciones, junturas, por ejemplo), en tanto que tiene otros recursos de apoyo de que echar mano, como la puntuación, que no logran una coincidencia total con los de la oralidad. Producto de la indeterminación ya expuesta, encontramos también ejemplos de estructuras oracionales en las que la unión de palabras no se da a pesar de la contigüidad de dos vocales idénticas. Ejemplificamos con las siguientes oraciones tomadas tanto de documentos formales como informales: a) … por manera queymportauan eStas Cantidades cada año… b) cantaTodas Las missas deSuobligazion y ba aTodos los entierros c) … me ofresvia qual quera dinero o qual / quera cosa en q’ me pudiera agudar d) … y desde el / Camino me enbio una carta… e) … y∫ivujeraJu∫tiçia ya avia de e∫tar hecho poluos Concluimos, entonces, hasta este momento, que la oralidad sí deja una marca en la escritura, específicamente en la unión y separación de palabras, pero no una marca constante ni determinante en todo tiempo. De este modo, es imposible afirmar que las uniones en la escritura sean causadas por el intento de “escribir como se habla”, ya que los contraejemplos abundan y es pertinente encontrar causas que permitan explicar de mejor manera este fenómeno. Hasta aquí solo hemos hablado de la unión de vocales en contacto, pero haría falta un espacio mayor para examinar la unión de preposiciones con terminación vocálica a otras palabras de inicio consonántico.

3. Herencia histórica de la escritura del español La historia de la lengua española y de su escritura, evidentemente más tardía, comienza mucho antes de que puedan definirse sus primeros patrones. Siglos antes de la aparición de la gramática nebrisense se tienen ya vestigios de un romance cuyas fronteras geográficas deben redefinirse constantemente por varios siglos y cuya distinción frente a ‘otros romances’ no será tan fácil de esclarecer siempre (cf. Menéndez Pidal 2005). Es por estas dos razones que datar los orígenes del castellano ha sido una empresa nada fácil de conseguir, aunque no ha sido poco asediada. Menéndez Pidal dice al respecto que sería no sólo arbitrario sino muy impropio querer fijar una fecha al nacimiento del romance, pues su evolución distintiva del latín clásico comienza en la época romana y continúa ininterrumpidamente en los siglos siguientes. Pero sí podemos decir que en

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el siglo X nace la nueva lengua escrita. Los escritores de los siglos anteriores quieren siempre escribir latín, aunque lo escriben muy arromanzado; sólo ahora en el siglo x tenemos, por primera vez, un claro sentimiento de que se manejan dos idiomas distintos (Menéndez Pidal 2005: 319).

Desde este momento en adelante, el castellano tomará un nuevo camino rumbo a su consolidación y expansión; camino que no estará exento de avatares y de transformaciones no solo lingüísticas sino extralingüísticas, ya por los gobiernos, ya por la cultura, ya por la escritura en sí misma y por los tipos de letra. En la primera obra cumbre del español, el Cantar del Mío Cid, vemos ya la irregularidad entre unir o no ciertas preposiciones como de, a y en. Algunos ejemplos son los siguientes: • Unión de de con los en la penúltima línea. Figura 1 Versión facsímil del Cantar del Mío Cid

• Dos uniones más de la misma preposición de: delo, deſondiar. Figura 2 Versión facsímil del Cantar del Mío Cid

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• Unión de la preposición a con el artículo las. Figura 3 Versión facsímil del Cantar del Mío Cid

Asimismo, en El libro de buen amor encontramos casos similares: • Uniones de las preposiciones a y en. Figura 4 Versión facsímil de El libro de buen amor

• Unión de en así como la aparición de della en la segunda línea. Figura 5 Versión facsímil de El libro de buen amor

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Finalmente, vemos esta misma tendencia a la irregularidad entre unir y separar en Los milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo. En la imagen aparece unión de a en adios y de de en delos fieles, mientras que otras apariciones de las mismas preposiciones aparecen desligadas en otros segmentos del texto. Figura 6 Versión facsímil de Los milagros de Nuestra Señora

Considerando que las tres obras citadas se escriben después de 1207 y antes de 1400 d. C., sabemos que las irregularidades registradas en ellas en cuanto a la unión y separación de palabras que hemos comentado aquí son habituales para el siglo xv, a tal grado que cuando la imprenta llega entre el xv y xvi, impactan en ella y continúa expandiéndose la escritura del español portando estas dobles o triples posibilidades, lo cual es visible en las cartillas para la enseñanza de la lectura y la escritura.

4. Enseñanza de la lectura y la escritura: cartillas Sabemos bien que la llegada de las obras nebrisenses, la Gramática y la Ortografía, tampoco trajeron consigo una estandarización, pues los méritos de Nebrija como romancista iban a ser puestos en entredicho muy pronto. Su Gramática castellana, poco conocida durante el Siglo de Oro, mereció poco después de su muerte más censuras que elogios. Y habrían de ser precisamente los de su mismo oficio, como asegura Texeda, los encargados de menospreciarle y desautorizar sus enseñanzas: Villalón y Juan de Valdés, su inmediato continuador (Lope Blanch 1990: 56).

En este contexto de oposiciones entre diversas voces de gramáticos que buscan postular sus ideas como autoridad (limitado cada uno a un entorno cultural y geográfico específico) y mucho antes de que se pudiera lograr una estandarización

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en el uso de la escritura, los siglos xv y xvi trajeron consigo una proliferación de gramáticas y de cartillas, estas últimas, pequeñas propuestas de enseñanza de lectura y escritura (vistas ambas enseñanzas en aquella época como dos fenómenos culturales ampliamente distintos entre sí). Sabemos hoy que unas y otras permearon diversas zonas del dominio español, pero no la generalidad, además de que tanto unas como otras exponían siempre una visión de la lengua marcada fuertemente por la perspectiva de su autor y no una propuesta descriptiva: […] los gramáticos españoles del xvi […] intentaron describir un tipo de lengua (homogénea, pero la variación aparecía, consciente o inconscientemente) configurada según normas diversas (geográficas, sociales, etcétera.), que era la que ellos querían consagrar, para españoles y, sobre todo, para extranjeros, por lo que a través de sus descripciones podemos aproximarnos a lo que ciertos sectores de la sociedad española entendían por “buen idioma” (los gramáticos no sirvieron entonces para construir la norma del idioma, pero sí para, mejor o peor, reflejarla) (Cano Aguilar 2008: 89).

Podemos afirmar, entonces, que si no había una visión común sobre cómo debía escribirse el español, sino más bien una serie de pretensiones personales limitadas al radio geográfico de cada gramático, la cantidad de variantes sobre la percepción de la lengua y la escritura se potenciaban hasta alcanzar el número de voces que pudieran ofrecer cierta autoridad para instruir al respecto. De este modo, los gramáticos y también los hombres dedicados a escribir cartillas para la enseñanza de las letras colaboraron inconscientemente con la diversidad de versiones de cómo se debía hablar y escribir la lengua española, de ahí que afirmemos que si bien la indeterminación respecto de la segmentación de la escritura en el español estuvo presente desde sus orígenes, la llegada de gramáticas y cartillas de enseñanza no ofreció un cambio significativo para dirigir al español escrito a una propuesta única; antes bien, promovieron en la práctica múltiples formas de escritura, muchas de las que eran opuestas a las que sugerían teóricamente; como el mismo Nebrija, quien escribía orthographia, no ortografía, en su Gramática contradiciendo su principio de escribir como se habla (cf. Cano Aguilar 2008: 90). El siglo xvi fue una época en la que la imprenta, la fusión de la letra y de la imagen, se asoció con la técnica docente para dar a luz las cartillas que hemos mencionado. A principios de nuestro siglo se tenían ubicadas y diferenciadas entre sí treinta y cuatro cartillas distintas que contenían básicamente las mismas partes de composición, a saber: un abecedario, un silabario, un apartado de formación de palabras seguido de uno de formación de frases (también llamadas oraciones o razones) y enseguida una serie de rezos para enseñar doctrina (cf. Infantes/Martínez, 1999).

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El enfoque principal de toda cartilla era la didáctica en tres posibles direcciones: lectura, escritura y formación del buen cristiano. Con respecto a la escritura, específicamente, se incluían imágenes consideradas oportunas para el objetivo a alcanzar. Ejemplo de esto son ilustraciones en las que se daba al aprendiz información práctica de la escritura como acción en sí misma, es decir, el efecto de tomar la pluma y trazar líneas. Alguna figura representaba, por ejemplo, el correcto modo de tomar el instrumento de escritura, bien sujetado a media altura entre el pulgar y el índice; otra figura ilustraba cómo sujetar el papel y la pluma simultáneamente para producir un trabajo más limpio y apropiado. Otro tipo de imágenes que se incluían mostraban cómo realizar trazos finos y proporcionados en tamaño de grafías como la T, la V, la X y la Z, solo por mencionar algunos ejemplos. Cabe mencionar que a fin de apreciar estas imágenes conviene revisar el trabajo de Infantes y Martínez (1999), entre otros. Basta por ahora señalar que el enfoque práctico del trazo de grafías y el teórico de la formación de vocablos y oraciones se encontraba presente por igual en cada uno de estos cuadernillos y casi al mismo nivel de importancia, lo cual dirigía la atención del aprendiz a aprender a exponer su pensamiento en estructuras sintácticas hispánicas, pero para ello era fundamental atender la forma gráfica de la escritura como tal: líneas y trazos. Siendo estos dos objetivos más importantes que otros, no había oportunidad para reflexionar o enseñar los límites entre las unidades de significado en la escritura, pues quienes enseñaban tampoco reparaban en ellos. Aunado a lo anterior, cuando las cartillas llegaron a la Nueva España, el apartado de doctrina fue indispensable y muchas veces más extenso que la enseñanza de la escritura como tal (cf. Infantes/Martínez 1999), tanto en cartillas en lenguas indígenas como en las escritas en castellano, pues para la corona el objetivo no era precisamente ofrecer a los indios una amplia preparación, sino una cristianización que asegurara sumisión, vasallaje y una moral externa suficiente para poder desarrollar la colonización sin complicaciones, además de una comunicación oral solvente que también se abarcaba en las cartillas; Morala (2018) en su análisis de Omníbona da cuenta de que las cartillas también se enfocaban en la pronunciación y en el orden de vocales con consonantes. “En 1523 llegaron los primeros frailes a la Nueva España: tres franciscanos flamencos cuyos nombres eran Juan de Tecto (Johann Dekkers), Juan de Ahora o Ayora (Johann van der Auwera) y el lego Pedro de Gante (Peter van der Moere)” (Arias Álvarez 2019: 26). Estos tres franciscanos se dedicaron a aprender náhuatl con el fin de evangelizar, no a enseñar la lengua y escritura castellanas y fueron seguidos tres años más tarde por los dominicos y once años después por

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los agustinos. Por ese entonces también los clérigos seculares se establecieron en la Nueva España (Arias Álvarez 2019: 26). De este modo vemos que la enseñanza de la lectura y escritura no fue prioritaria y no siempre estuvo en manos de gramáticos de oficio como tal, sino de religiosos cuya formación podría ser desde la más alta hasta la básica (según la orden de procedencia, su preparación y el tiempo en el que fueron enviados). Algunos no estaban capacitados para ir más allá de repetir las lecciones predeterminadas de las cartillas y vigilar la buena conducta de los niños. La docencia, entonces, tampoco fue una herramienta que fortaleciera una mayor reflexión en el uso de la escritura. Las figuras 7, 8 y 9 nos permiten distinguir las tres partes principales de una cartilla. Figura 7 Alfabeto: grafías en dos formatos de escritura (bastarda y redonda) y nombre (cf. Simón Abril 1590)

Dejando de lado la evidente disparidad ortográfica mostrada en estos breves escritos, encontramos también dubitación en cuanto a la segmentación de palabras, tal como lo hemos hablado hasta ahora. Al inicio de la redacción, sin olvidar que se trata de un trabajo hecho en imprenta, encontramos la estructura: Del juntarselas consonantes conlasvocales o cõ las diſ/tongos… utilizando casi de manera contigua dos formas distintas de emplear la preposición con, una unida al artículo las, omitiendo el espacio y enseguida manteniéndolo antes del mismo artículo y haciendo uso de una abreviatura bastante frecuente para la época (el circunflejo de nasalización sobre vocal). Poco después, en la tercera línea del tercer párrafo de la misma sección comentada, encontramos un tipo de unión aun más interesante y que ya hemos comentado,

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Figura 8 Continuación del silabario y formación de palabras (cf. Simón Abril, 1590)

Figura 9 Formación de oraciones y la introducción a la enseñanza religiosa (cf. Simón Abril, 1590)

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deſta: que es la primera compoſiçion deſta manera… En este caso, ya no hablamos solo de la unión de dos vocablos escritos debido a su contigüidad, sino a la aparente creación de un nuevo vocablo escrito. Ferreiro y Pontecorvo (1996) han descrito palabra como un conjunto de letras que se encuentran entre dos espacios en blanco, evidentemente considerando únicamente la escritura en su definición. Si coincidimos con Ferreiro y Pontecorvo en cómo expresa su definición conceptual, podemos decir que dentro de la mente del escribiente del siglo xvi (y épocas previas) hay una idea de que esta amalgama (deſta) es una palabra y no la unión de dos implicando una elisión de por medio. Tenemos entonces que los tipos de uniones dentro de los documentos y cartillas tanto medievales como de la época áurea son de diversas índoles y es necesario aproximarse a cada uno de ellos para distinguir sus motivaciones y posibles explicaciones, lo cual hacemos en la investigación Unión y separación de palabras en escritos novohispanos: su estudio desde la sociofilología (en preparación). Lapesa en su Historia de la lengua española (1997) mencionaba que durante los Siglos de Oro (equivalentes a los de la expansión colonial) la fijación del idioma había progresado mucho y que “la postura de los gramáticos y ortógrafos de los siglos xvi y xvii fue, ordinariamente, más de preceptistas que de científicos; pero el dinamismo creador de sus contemporáneos era más poderoso que el sentido de disciplina en el uso del idioma” (Lapesa 1997: 416). No obstante, al ver los escritos y cartillas de dicha época podemos darnos cuenta de que, si bien la lengua en general había dado importantes pasos en su fijación, a la delimitación de la palabra en la escritura aún le haría falta recorrer un tramo de al menos una centuria y media para conseguir una estandarización en el sistema. Llegamos a esta conclusión toda vez que hemos trabajado documentos públicos y privados de todo el período colonial de la Nueva España, cuyos resultados daremos a conocer en próximas publicaciones. Afirmamos que quienes aseguran que la imprenta trajo consigo la estabilización e incluso hasta una norma, parten de generalidades sobre los siglos xvi, xvii y xviii y que no han considerado áreas como la ortografía o la unión y separación de palabras. Es muy probable que esas observaciones se hayan hecho sin considerar que las cartillas circularon en la España áurea por millones y en la Nueva España por miles cuando menos (cf. Infantes/Martínez 1999). Precisamente por esta razón es que exponemos este trabajo en aras de retomar un tema en el que mucho queda por esclarecer. Existe amplia evidencia de que numerosas imprentas se dedicaban a imprimir básicamente cartillas y oraciones (cf. Marsá 2001). Las grandes y cuidadas obras de la época que han trascendido las generaciones no eran la norma en la escritura, sino más bien la excepción a la regla si consideramos el número de im-

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presiones de libros en oposición al número de impresiones de cartillas. Esto sin comentar que las obras literarias no veían la luz sin pasar filtros previos dentro del mismo proceso de imprenta. Las cartillas, por su parte, también tenían regulaciones específicas. En la Cartilla de Valladolid de 1585 se lee lo siguiente: “ninguna persona puede impri/mir eſta cartilla ni ninguna otra, ſo pena de perder las que imprimiere, y los moldes y aparejos dellas” (Arias Álvarez 2019: 42). Por ello sabemos que ninguna de las cartillas impresas se hizo sin la supervisión correspondiente y ninguna se hizo circular sin autorización. Por lo tanto, las cartillas que hoy han llegado a nosotros son documentos fidedignos que demuestran la manera que se concebía como fiable en cuanto al uso del castellano en la época, ya que eran el estándar que esperaban que fuera alcanzado por niños y extranjeros. Estos pequeños ejemplares eran tenidos como ejemplos de virtud y ejemplos del uso de la lengua y la escritura, por lo que nos atrevemos a decir que al transformarse en el modelo a seguir, influyeron en las diversas generaciones a las que se enseñó con su sistema. A continuación, exponemos ejemplos de unión de palabras como las que hemos visto en las obras del Medioevo, pero ahora en cartillas y que posteriormente se encuentran expandidos en un alto porcentaje de documentos revisados, que por motivo de espacio no podemos exponer aquí, pero que podrán comprobarse con detenimiento en mi tesis doctoral, Unión y separación de palabras en documentos novohispanos: su estudio desde la sociofilología (en preparación). a) Unión de preposición de más artículo definido

Esta unión la registramos en nuestros documentos en ejemplos como estos: 1. … q’ mj sobrinamelchora delo∫ rrejeσ eσ casada… 2. … y platicar co’mjgo algunaσ / co∫aσ delas de∫tas part’s… 3. … vi∫orey ygov’nador el / qual tiene tanta experiẽtia y yntelligẽtia delas co∫as… b) Preposición a más artículo definido

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Registramos este caso en ejemplos como: 1. … por∫er co∫as q’ demas de tocar alos basallos dev. mgt./tocaban amj per∫ona 2. … pedro dela borda Esu muger alos quales doy poder conplido Enforma Estas dos uniones de palabras son quizá las más recurrentes en los documentos novohispanos del siglo xvi y puede dÇatarse su presencia hasta muy entrado el siglo xviii, así como en siglos previos al xvi, ya sea en documentos formales o informales e incluso en las gramáticas como la de Nebrija, cuya dedicatoria comienza así: Ala mui lata & Assi esclarrecida princesa doña Isabel latercera deste nombre Reina i señora natural de españa & las islas de nuestro mar. Comiença la gramatica que nueva mente hizo el maestro Antonio de Lebrixa sobre la lengua castellana (1492). c) Unión de clíticos a verbos

Hemos dejado al final este último caso (clíticos más verbo) porque es, quizá, el que más rápidamente logró escribirse de forma discreta (separada como la conocemos hoy) en comparación al resto de casos que hemos comentado aquí. No obstante, como es visible a veces se unen los vocablos, a veces se les separa y esto se mantuvo dentro de las cartillas de enseñanza, siendo un ejemplo expandido en numerosos documentos de la época novohispana como puede constatarse hoy. En nuestros textos encontramos ejemplos como los siguientes: 1. … seleyzobesita por / los bisita dores devuestra señoria… 2. … semehan ofrecido Enel d’scubri mjto Conquista y paçificaçión de∫tas part’s… 3. … para q’sebie∫e y cono∫çie∫e mjlimpieza… Para concluir, sirva esta última parte citada de la cartilla para comentar dos casos de los que hemos hablado al principio: la diversidad de unión de la preposición de. En el ejemplo citado encontramos las estructuras deste y dellas, además de delos en el encabezado. Es más que evidente en estas breves líneas que la imprenta y la enseñanza por medio de cartillas no trajeron consigo una regularización de la escritura discreta. En la cartilla de la que tomamos los ejemplos encontramos otras formas de utilizar la preposición mencionada, por ejemplo, completamente separada como en este caso:

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O unida como en delas:

O fundida con el siguiente vocablo debido a una elisión como en el párrafo comentado. No resulta fácil explicar a qué se debía el emplear una u otra forma, no obstante, debido a la presencia de los tres tipos de representaciones en un mismo texto de un solo autor y haciendo hincapié en que se trata de un documento impreso, podemos concluir que la unión y separación de palabras en el español escrito no vino a darse de manera absoluta sino hasta una época muy tardía. Todos los ejemplos citados aquí resultan altamente representativos en cualquier muestra de documentos novohispanos e incluso peninsulares del siglo xvi. Esto es constatable en los diferentes corpus que existen siempre y cuando se trabajen de manera directa sobre originales o sobre facsímiles, puesto que en las diferentes transcripciones se pierde la oportunidad de continuar con estas observaciones por la necesidad que hay de establecer una segmentación contemporánea para facilitar los estudios de otras áreas.

5. Conclusiones La escritura de la lengua española tuvo desde sus inicios cierta dependencia de la oralidad. Los primeros gramáticos hacían referencia a la escritura como una imitación del habla y no fueron pocos los que propusieron que los vocablos escritos debían manifestar de la manera más fiel posible lo que la oralidad produce. La propuesta latina de “escribir como se habla” fue bastante abrazada en el seno de las gramáticas y ortografías hispanas por mucho tiempo, sin embargo, solo de manera teórica, con sus respectivas limitantes y excepciones. Una de las áreas que menos se adaptó a esta propuesta y menos logró una pronta regularización fue la segmentación de las palabras en la escritura. Hemos identificado que la enseñanza de la lectura y la escritura por medio de cartillas, lejos de ayudar a fijar una ejecución discreta de la lengua, resultó ser una promoción de las dubitaciones e indeterminaciones de cómo y cuándo segmentar vocablos.

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Concluimos, asimismo, que la imprenta sí aportó para llegar a la segmentación que conocemos hoy, mas no de forma definitiva y menos instantánea como diversos estudiosos opinan. Dado que la imprenta en la Península Ibérica y en la Nueva España estaba regulada por distintos filtros tanto religiosos como civiles, sabemos que lo que se imprimía contaba con la aprobación de que aquellos folios no contenían nada dañino para la sociedad y también que estaban apegados al buen uso de la lengua y de la escritura, pues se esperaba que el aprendizaje se diera por imitación. Es por esto por lo que sabemos que esos modelos dan testimonio hoy de lo que se consideraba la escritura correcta en la época.

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CARTAS DE RELACIÓN DEL DISCURSO RELIGIOSO NOVOHISPANO: SU ESTRUCTURA Y ELEMENTOS COHESIVOS1 Idanely Mora Peralta Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen El medio de comunicación que tuvo gran relevancia para la época colonial fue la carta. A través de este género textual la actividad comunicativa siguió su cauce a uno y a otro lado del océano. Para los religiosos fue el medio principal de información, debido a que tenían que notificar a la corona acerca del estado en el que se encontraba la misión evangelizadora. Así, mediante las cartas de relación del discurso religioso novohispano reconstruimos no solo una parte de la historia colonial, sino también la historia misma de la lengua. En este trabajo se analizan tres cartas de relación en su estructura, como también en sus recursos lingüísticos que, además de prestar cohesión interna a la estructura de las cartas, sirven para referenciar la información: la deixis y la anáfora. Parto del siguiente supuesto: es necesaria la diversidad de uso para poder unificar el discurso e identificar a los actantes en el escenario de comunicación. Palabras clave: carta de Relación, anáfora, deixis, demostrativos, pronombres personales.

Abstract The means of communication that had great relevance for the colonial era was the letter. Through this textual genre, the communicative activity followed its course from one to the other side of the ocean. For the clergy it was the main medium of information, as it was their duty to notify the crown about the state of the evangelizing mission. Thus, the letters of Relation of the religious discourse make it possible to reconstruct not only part of New Spain colonial history, but also the history of the language itself. In this work, three letters of Relation are analyzed in their structure as well as in those linguistic re-

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Agradezco infinitamente las observaciones y pláticas de trabajo que tuve con Marta Luján sobre el contenido de este capítulo; sin duda soy responsable de cualquier error que presente esta investigación.

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sources which not only lend internal cohesion to the structure of the letters, but also serve to reference the information: deixis and anaphora. I start from the following assumption: diversity of use is necessary to be able to unify the discourse and identify the actants in the communication scenario. Keywords: letter of Relation, anaphora, deixis, demonstratives, personal pronouns.

1. Introducción El género epistolar lo conforma un tipo de género discursivo específico, la carta, en la cual se involucran dos personajes centrales –el emisor y el destinatario– y cuyo objetivo principal consiste en establecer la comunicación entre ambos actantes, que de manera física no se encuentran presentes y que tampoco comparten ni el tiempo ni el espacio. Este tipo de texto imperó entre los habitantes de la Nueva España. Para los hombres de hábito fue uno recurso sustancial de comunicación con la monarquía, pues tenían la obligación de dar cuenta del estado en el que se encontraban las misiones. A través de sus cartas de relación los frailes nos hacen partícipes de un doble discurso: por un lado, están los argumentos que intentan mostrar el buen gobierno ante un escenario diverso y de tierras inhóspitas en las que deben sembrar la nueva fe y, por el otro, aflora la exaltación de sus virtudes en la relación fraile-indígena. Ante este escenario me propuse como objetivo analizar en tres cartas de relación la estructura, así como los diferentes elementos lingüísticos que empleó cada fraile para modular su discurso, pues resulta interesante analizar cómo el sujeto de la enunciación, yo, se involucra con la presencia de otro, tú, y bajo qué condiciones se da ese intercambio dialógico, en el que se entretejen factores de competencia léxica y cultural. El corpus lo conforman los siguientes documentos que se encuentran publicados en el libro Documentos públicos y privados del siglo xvi. Textos para la historia del español colonial mexicano I, edición de Beatriz Arias Álvarez. La primera carta corresponde a fray Pedro de Gante (1532), quien describe asuntos relacionados con la evangelización en la Nueva España, así como la construcción de una enfermería en el monasterio; dos fojas configuran el documento. La segunda carta de Relación escrita por el clérigo de San Pedro y Chantre de la Catedral de Oaxaca, Alonso de Figuerola, en 1541, consta de cuatro fojas, en las que su autor da cuenta al rey de las piedras preciosas y minerales encontrados en la Mixteca, así como en los alrededores de Acatenango (Guatemala). También advierte de su situación personal y el trato a los indios de esta zona. Finalmente, en cuatro fojas, fray Lorenzo de Bienvenida (1548) notifica a su Majestad del estado en el que se encuentran las tres villas y la ciudad en Yucatán.

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Para cumplir con el objetivo he dividido el contenido en dos partes: en la primera, grosso modo, realizo una descripción de la estructura de este género textual que ayuda a situar los componentes de la carta; en cuanto a la segunda, presento ciertos postulados en torno al tema de la deixis para después identificar los recursos deícticos y anafóricos que se utilizaron en las cartas de relación, describir su función referencial y destacar su aportación a la unidad estructural de las mismas.

2. Sobre el género epistolar Castillo García (1974) documenta los principales registros del vocablo carta en la Ilíada: la de Proetos al rey de Licia y en la Biblia la de Urías en el segundo libro de Samuel. La misma autora sostiene, con base en datos de Kytzler, que los primeros informes que hablan sobre una correspondencia se deben a Tucídides. Destaca también que para el siglo V este género será empleado por los filósofos griegos para exponer sus doctrinas y más tarde se utilizará para temas relevantes como matemáticas y medicina2. Martín Baños (2002) sostiene que en la Edad Media hay una transformación en la retórica epistolar, pues los nuevos tiempos se centran tanto en los tratados antiguos como en las llamadas “artes” medievales que forjarán las nuevas reglas retóricas. El ars dictaminis será la base de formación para el hombre educado en el período medieval, ya que tiene como finalidad enseñar a redactar cartas y documentos. De ahí que la epístola atravesará cambios trascendentales: “se pierde por completo […] el carácter espontáneo, flexible y subjetivo de la carta clásica. La epístola habrá de ser, en la Edad Media, un documento solemne, altamente codificado, sujeto a unas reglas heredadas del sistema retórico que se interpretan” (Martín Baños 2002: 149). La carta que se utiliza en esta época presenta la misma división de la época clásica: salutatio, exordium, narratio, petitio y conclusio; no obstante, para Martín Baños la salutatio es la parte que da cuenta del proceso que atraviesa este género textual, debido a que en la época clásica la caracteriza la sencillez. El saludo medieval, advierte el autor, es un encabezamiento perfectamente regulado, estudiado para provocar en el destinatario la respuesta deseada. Si la carta se dirige a un hombre de rango superior, este

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La misma autora arguye que dentro del universo romano destacan las cartas de Catón dirigidas a su hijo. La primera colección de epístolas que se conserva pertenece a Cicerón: un total de 931 cartas. Castillo García (1974: 432) afirma que fue Frontón el autor latino que calificó las cartas de Cicerón como el gran modelo literario: “sus epístolas […] tienen un tono familiar laboriosamente conseguido, y ensalza las cartas ciceronianas como cumbre de la perfección en el género”.

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esperará ver su nombre en primer lugar, acompañado de los adjetivos o attributta más convenientes y halagadores; si por el contrario se trata de un hombre de dignidad inferior sabrá que su nombre debe ir en segundo lugar, después del nombre del remitente, pero querrá verse ensalzado, igualmente, en los adjetivos escogidos para referirse a él (2002: 149).

Con este escueto panorama podemos establecer que este género discursivo posee una tradición milenaria y nace por la simple razón de ser un vehículo de comunicación. Es un tipo de discurso cuya finalidad radica en documentar de manera formal o informal un sinnúmero de acontecimientos personales o colectivos. Este discurso goza de ciertos privilegios, según Foucault (2010: 258): “a diferencia quizá de la lengua, es esencialmente histórico, que no estaba constituido por elementos disponibles, sino por acontecimientos reales y sucesivos, que no se puede analizar fuera del tiempo en que se manifestó”. Es decir, el contenido de las cartas no surge de la nada, sino obedece a un contexto, que puede ser de tipo social y cultural. De esta manera la carta se vuelve una herramienta indispensable de estudio para distintas áreas, no solo porque en ella se documenta la memoria individual o la cosmovisión de una colectividad, sino porque a través de esa recolección de datos se convierte en una prueba fehaciente para la reconstrucción de la historia y de la lengua misma. De ahí que, como bien decían Calsamiglia y Tusón ([1999] 2007: 16), a la hora de “abordar un tema como el discurso significa adentrarse en el entramado de las relaciones sociales, de las identidades y de los conflictos, intentar entender cómo se expresan los diferentes grupos culturales en un momento histórico, con características socioculturales determinadas”. En este sentido, las cartas de relación dan cuenta de la manera en cómo configuró cada fraile su estilo verbal a partir de la construcción de un entramado de argumentos interiorizados desde un contexto privado en el que llegan a aflorar emociones, experiencias y en ocasiones un diálogo personal, textos que, al final de cuentas, responden a la construcción discursiva de una realidad vivida en el siglo xvi. Al mismo tiempo, las cartas sirven como instrumento que nos permiten seguir las huellas de la tradición escrituraria estipulada por Cicerón y continuada por el ars dictaminis, cuya doctrina consiste, según Robles Mohs (1994: 33), en “la aplicación de la teoría retórica clásica a la composición de unidades simbólicas, o sea, con unidades de restricción respecto de los universales simbolizados (el heroísmo, el coraje, la nobleza, la virtud, el miedo, la traición, etcétera)”3. 3

Sobre el ars dictaminis, cf. el artículo de Arcos Pereira (2008), quien afirma que dentro de la práctica epistolar clásica no se documenta cuáles son las partes que podrían constituir la carta. No obstante, advierte que tanto el comienzo (inscriptio) como el final (suscriptio) son las dos partes más empleadas por la epistolografía latina y serán distintas dependiendo del tipo de carta.

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2.1. Salutación El saludo de las cartas entre Alonso de Figuerola y Pedro de Gante es sencillo, es el mismo contenido, salvo un cambio del orden, mientras que en la carta de Bienvenida el saludo es más elaborado y con una frase en latín. Por medio de esta fórmula de tratamiento se desvela el nombre del interlocutor o destinatario de la carta: a. Sacra Católica Cesárea Majestad (Pedro de Gante, 1532). b. Sacra Cesárea Católica Majestad (Figuerola, 1541). c. Muy cristianissimo y poderoso señor: Gratia et pax a Deo Patre et domino nostro Ihu Christu (Bienvenida, 1548).

2.2. Exordio En esta fase de sus cartas dos de los tres frailes entran de lleno en la materia y se centran en el tema que abordarán. Por un lado, las noticias no son nada alentadoras, ya que enfrentan un paisaje en el que aún la evangelización no cubre su objetivo. Por el otro, el panorama es favorable, puesto que han trabajado para el beneficio colectivo: a. Ya por otras dos cartas e informado a vuestra alteza mas cómo en estas partes por nuestros pecados ay poca fidelidad y menos cristiandad en los españoles y menos verdad, no pienso que an aportado ninguna dellas allá y también la mar es incierta y peligrosa, por esso no dexaré siempre de informar la verdad (Bienvenida, 1548). b. En la obligación que todos los vasallos que acá están tienen a vuestra magestad, en esta misma bivo yo y como uno dellos me atrevo a escribir lo que en esta tierra he visto, que me parece que son cosas provechosas ansí al servicio de vuestra magestad como a provecho de los abitadores y naturales della (Figuerola, 1541).

En cambio, Pedro de Gante explicita desde el inicio que se trata de una petición. No obstante, para llegar a externizarla intenta captar la benevolencia de su receptor al pedirle que no haga caso de la letra, sino de la sustancia: Mucho quisiera que Vuestra Majestad fuera informado de lo que aquí diré por letra de mi prelado y no atreverme yo a dezillo y suplicar a vuestra majestad condescienda a nuestra petición que, aunque piadosa, no soy digno pedilla. Empero, sepa vuestra majestad que de su luz y mandado soy compelido e aún reprehendido, porque antes no lo he dicho y le he avisado para que vuestra magestad fuese antes sabidor, pues es

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cosa tan cumplidera al juicio de Dios y de vuestra magestad; parecióle a mi prelado que a mí me convenía escrevir ésta como a persona que más he usado del oficio de vuestra con este propósito, y por eso me atrevo a dezillo a vuestra magestad, considerando también que vuestra magestad, ageno de aceptación de personas no mirará la letra ni la >su< insuficiencia del que la embía, sino la sustancia de lo que en ella a vuestra magestad se suplica y con humildad en limosna se le pide. Sabía vuestra magestad que yo soy un fraile… (Gante, 1532).

2.3. Narración Siguiendo el trabajo de Bonmatí Sánchez (2006: 171) la clasificación está estipulada en la Retórica a Herennio y de acuerdo con Quintiliano las bases de la narración se sitúan en la escuela de Isócrates. Estas reglas son la brevedad, la verosimilitud y la claridad. Entonces, dadas estas condiciones, ¿de qué manera se llevan a cabo estas reglas en las cartas de los frailes? En cuanto a los aspectos morfosintácticos, conviene mostrar cómo se establecen los hechos en el tiempo. La construcción de la narración se vertebra, en principio, con base en el uso del pretérito indefinido y el pretérito pluscuamperfecto de indicativo, entre otras formas del pretérito; no obstante, hay usos del imperfecto de subjuntivo con valor de cortesía, la terminación -ra con el verbo querer, con lo cual el fraile atenúa su mensaje y de esta manera pretende que su interlocutor lo perciba como algo desiderativo: a. Mucho quisiera que vuestra majestad fuera informado de lo que aquí diré por letra de mi prelado (Gante, 1532).

Además, el resto de los tiempos se presenta en una visión prospectiva o retrospectiva. Entre los tiempos verbales, el uso del pasado es el que abunda por razones de la propia dinámica narrativa: a. Ya por otras dos cartas e informado a vuestra alteza mas como en estas partes por nuestros pecados ay poca fidelidad y menos cristiandad en los españoles y menos verdad… (Bienvenida, 1548). b. En la obligación que todos los vasallos que acá están tienen a vuestra magestad, en esta misma bivo yo y como uno dellos me atrevo a escribir lo que en esta tierra he visto, que me parece que son cosas provechosas (Figuerola, 1541).

En otro orden, el uso del pretérito indefinido o pretérito simple permeará el proceso de las descripciones en el modo indicativo (a) o en el subjuntivo (b). Cada fraile se sitúa en un suceso pasado y describe lo que ocurrió.

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a. En término de la Misteca hallé rastro de rubíes y procuré el nascimiento dellos, y hallé cerca de un río cantidad de zafiros y rubíes quemados del grande sol y aguaceros que a donde ellos están hazen, y destos saqué algunas pieças, entrellas uno dos que fueron un rubí y un zafiro, y labrelos por mis manos y hallelos tan nobles en dureza que en este caso no tuve que dudar (Figuerola, 1541). b. y díxoles que fuessen a la guerra con los españoles y que todos los que tomassen fuessen sus esclavos, y sin dezilles exceto niños y mugeres, si no cárzel cerrada (Bienvenida, 1548).

El segundo recurso que ayuda en el orden de las ideas y en la estructura de un texto son los marcadores textuales, gracias a los cuales puede verse cómo se organiza la información y cómo se construye la conexión argumentativa. Para Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4057), los marcadores son unidades invariables que “no ejercen una función lingüística en el marco de la predicación oracional –son, pues, elementos marginales– que poseen un contenido coincidente en el discurso: el de guiar, de acuerdo con sus distintas propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la comunicación”. A continuación, la tabla 1 muestra cuáles son los marcadores textuales y cuál es el porcentaje de uso que presentan en el género discursivo de las cartas examinadas: Tabla 1 Marcadores textuales Fray Pedro de Gante 1532

Fray Alonso de Figuerola 1541

Fray Lorenzo de Bienvenida 1548

Empero

1

Agora

1

Ahora

2 / Ansi

En todo esto

1

Ansi

1

Luego

7

Por eso

1

Ansimismo 2

Por esso

1

Porque 4

Aunque

1

Pues 4

Tiempo después

También

4

Y luego

5

1

1

Y 67

Y 146

Y

362 / Ya que 2

Total

Total

Total

384

75

155

Los marcadores que más uso presentan son los causales: porque, pues; aditivos: también, y; temporales: luego y la construcción y luego. Sin duda alguna, el conector de mayor uso para anclar el discurso es el aditivo y:

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La otra villa llaman Valladolid, en ésta ay cuarenta vezinos conquistadores; en esta villa se levantaron este año de cuarenta y siete los indios, y mataron quinze o veinte españoles, que los tomaron en los pueblos, cada uno por sí, y si no les socorrieran de presto de la ciudad, no quedara ningún español, y mataron de navoríos más de quinientos, entre hombres y mugeres; y este levantamiento por maltratamiento que hazen a los indios los españoles tomándole las mugeres y hijos, y dándole de palos y quebrándole piernas y braços, y matándolos, y demasiados tributos y desaforados servicios personales. Y si Vuestra Alteza no provee de remedio con brevedad, no es possible permanecer esta tierra (Bienvenida, 1548).

Los datos muestran que para la época, al menos en este tipo textual, los marcadores que ordenan el discurso no son los convencionales de la actualidad, en primer lugar, en segundo lugar, por un lado, por una parte, entre otros. Sin embargo, para cumplir con el principio de coherencia sintáctico-semántica fray Alonso de Figuerola se vale del verbo haber como forma de enumeración para ordenar: Ay en el mismo término de la Misteca las más hermosas elitropias que jamás se an visto, y están en término de Tonalá, y son pedaços tan grandes como la cabeça de un hombre; de las turquesas y amatistas ya Vuestra Magestad tiene relación; más turquesas otras no se an visto como las de la tierra […]. Ay minas de caparrosa en mucha cantidad, es cosa muy necesaria para tintas, especial para paños y seda negra, es la mejor que yo he visto, puédese hazer a muy poca costa (Figuerola, 1541).

Mientras que fray Lorenzo de Bienvenida emplea el futuro de indicativo para comenzar cada parte de su explicación: Sabrá vuestra alteza que a siete años o ocho que esta tierra de Yucatán se conquistó, y ella fue la primera tierra firme que se descubrió en Indias, después de la Española […] sabrá vuestra alteza que esta tierra la conquistó don Francisco Montejo, hijo del governador Montejo, y la repartió, como an hecho las otras partes de indios […]. Sabrá vuestra alteza que ay un pueblo que se llama Acalan, que agora treinta años fue una provincia muy rezia, y por no aver Justicia entre ellos se an consumido (Bienvenida, 1548).

Por su parte, Pedro de Gante, además de los usos ejemplificados en la tabla 1, emplea la construcción verbal, pretérito perfecto + presente, la forma impersonal se + pretérito perfecto, o bien, una locución, como junto a: He tenido y tengo cargo de enseñar los niños y mochachos a leer y escrevir y predicar y cantar. […] Hase hecho dentro del sitio o corrales de vuestra casa una escuela y capilla do continuamente, cada día, se enseñan quinientos y seiscientos mochachos. […] Junto a nuestro monesterio se ha hecho una enfermería para los enfermos naturales, donde allende de los que en casa se enseñan, vienen estos a ser curados que es mucho refrigerio para los pobres y nescesitados y ayuda para la conversión (Gante, 1532).

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En cuanto al tipo de progresión temática, de acuerdo con la propuesta de Combettes (1988), son cuatro: (i) lineal, (ii) progresión de temas constantes, (iii) progresión de temas derivados y (iv) tema o rema extendido o ramificado. En la narración puede involucrarse más de uno a la vez. En el caso de Pedro de Gante su narración se ciñe al modelo (ii), progresión de temas constantes, porque a un mismo tema se le asignan remas diferentes; es decir, el tema central gira en torno a la evangelización y los procesos de doctrina. A este escenario se suman tres remas, después de su breve presentación, continúa su discurso con la creación de una escuela, de una enfermería, así como la petición de una limosna por su labor: Mi oficio ha sido y es enseñarle la doctrina christiana generalmente, y dárgela a entender en su lengua, esto a los principios en Tezcuco y Tlaxcala, de seis años a esta parte en México y los pueblos comarcanos y otros pueblos más lexos, visitando y trabajando de destruir los ídolos y idolatrías […]. Hase hecho dentro del sitio o corrales de vuestra casa una escuela y capilla do continuamente, cada día, se enseñan quinientos y seiscientos mochachos. Junto a nuestro monesterio se ha hecho una enfermería para los enfermos naturales […]. Vuestra Magestad manda sean dos o tres mil hanegas de maíz cada año, las mil para la escuela y las otras para la enfermería y enfermos (Gante, 1532).

Progresión lineal es el tipo de narración (i) que se identifica en el discurso de Alonso de Figuerola. Igual que Gante, Figuerola también hace una breve presentación de su persona, para luego centrarse en el tema principal: contar cómo fueron sus hallazgos de minerales y piedras preciosas en la Mixteca y Guatemala, y asimismo advertir lo que supo en la isla de Guanaja sobre el cristal. Posteriormente, proporcionará información nueva que se convertirá en otros temas: el maltrato y la matanza que sufrieron los indios en Puerto Viejo, la muerte de españoles en el golfo de Osa, la merced que le fue quitada y luego dada al canónigo de Oaxaca, de su hermano Castillo, el libro que hizo para que los indígenas pudieran criar la seda, resaltando muy brevemente su desempeño en la música y, por último, su relación con el visorrey (virrey): Agora el visorrey me a remediado e me da lo necesario, y gasta conmigo y con todos lo poco que tiene, que su casa está hecha tienda de mercadurías para vestir y cubrir las necesidades de los pobres y de los que procuran el servicio de Vuestra Magestad; y ansí cuanto yo he trabajado y hago es por su mandado y le sirvo de capellán (Figuerola, 1541).

El discurso de fray Lorenzo de Bienvenida se puede clasificar en el tipo (iii) progresión de temas derivados, el cual consiste en que a partir de un tema general van surgiendo distintos temas o subtemas cada uno con sus respectivos remas.

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En efecto, este fraile, a diferencia de los otros, no se presenta porque su carta será la tercera que envía al rey; estamos frente a un emisor conocido. El discurso se centra en dar cuenta a su Majestad acerca del estado en el que se encuentran las misiones en tres villas ubicadas en Yucatán, a la par de estos pormenores se desprenden otros temas tales como la muerte de españoles a manos de los indígenas, y los problemas de poder no solo de parte de los frailes, como se lee en el siguiente fragmento: Aquí entró un clérigo en esta tierra, este año de quinientos y cuarenta y siete que llaman Villagómez; y anme informado que a sido fraile dominico y en entrando que entró procuró que le diessen firmas de cabildo, y el adelantado y todos, salvo uno, le dieron una carta para vuestra Alteza firmada de todos, en que le suplican que se lo dé por obispo, y él no sabe leer. Y en la otra villa de Valladolid, lo mesmo, que no le faltó sino uno lo demandan por obispo sin conocello, salvo porque dizen que es linajudo de los godos; ansí conbiene a esta nueva Iglesia un clérigo codicioso, y idiota, y ambiciosso y que él procure al obispado sin ser llamado, y luego se parte a España y deja la villa sin clérigo (Bienvenida, 1548).

También nos presenta el panorama sobre las luchas de poder y distribución territorial entre el adelantado, los oidores y los tenientes. Dos problemas más son los que advierte el fraile, por una parte, que no había un buen control en la entrega de tributos, por la otra, el tema del repartimiento de los indios.

2.4. Petición4 Siguiendo a Martín Baños (2005: 141-142), en el Rationes Dictandi de Bernardo de Bolonia son nueve tipos de petición, a saber: Deprecativa (súplica), Preceptiva (didáctica o de enseñanza), Comminativa (de admonición o advertencia), Exhortativa (exhortativa), Hortoria (de consejo), Ammonitoria (de admonición o advertencia), Consultoria (de petición de consejo o deliberación), Absoluta (absoluta). Considero que en el discurso de Gante la petición es deprecativa, ya que desde el inicio de su carta expresa lo siguiente: Vuestra Magestad se suplica y con humildad en limosna se le pide” y para concluir dice “nos puede hazer limosna con que a nosotros nos quite de trabajo, y se satisfaga a todas las nescesidades de sus nuevos súbditos y vasallos y sea su gesto grande para

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Según Bene de Florencia, citado por (Martín Baños 2005: 142), la petición no siempre envuelve un pedido: a veces la petición contiene un ruego, un mandato, un encargo; a veces una amenaza, una exhortación, un consejo, secretos; a veces una promesa, incluso una imprecación.

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nuestra santa fe y Dios nuestro señor, dello muy servido y a vuestras dé gloria para Vuestra Magestad; y si Vuestra Magestad manda sean dos o tres mil hanegas de maíz cada año, las mil para la escuela y las otras para la enfermería y enfermos (Gante, 1532).

En el discurso epistolar de Figuerola se trata de una petición del tipo consultoria, puesto que le pide “algún cargo para allá de que Vuestra Magestad me hiziese merced, y sin él, mandándomelo Vuestra Magestad, yo iré, porque creo que Dios se sirve dello; y ansí haré en la tierra nueva”. De hecho, Figuerola ya tenía un cargo asignado, pero se lo quitaron, él mismo lo expone así: y fueme necesario venir a México a donde hallé una provisión de Vuestra Magestad en que hazía merced a Sanabria de la Calongia de Martín Carrasco, canónigo de la iglesia de Guaxaca, al cual Vuestra Magestad avía hecho merced de la chantría que yo tenía, y por vacación mía yo recibí merced, pues Vuestra Magestad es servido de desposeerme en vida, creo yo que no faltarían relaciones para que Vuestra Magestad con justicia me quitase la merced que antes me avía hecho, ni a mi causa para que Vuestra Magestad supiese que an sido falsas las que de mí se an dicho (Figuerola, 1541).

Finalmente, en el sentido estricto la carta de Bienvenida no contiene una sección de petición. No obstante, a lo largo de su narración presenta argumentos del estado de levantamiento de los indios en las villas y, por ende, advierte lo que puede pasar si la corona no da solución a la violencia desatada por los abusos de los españoles contra los indios. Estos argumentos permiten determinar que su texto contiene una petición implícita que corresponde al tipo exhortativo, por ejemplo: los indios, y mataron quinze o veinte españoles, que los tomaron en los pueblos, cada uno por sí, y si no les socorrieran de presto de la ciudad, no quedara ningún español, y mataron de navoríos más de quinientos, entre hombres y mugeres; y este levantamiento por maltratamiento que hazen a los indios los españoles tomándole las mugeres y hijos, y dándole de palos y quebrándole piernas y braços, y matándolos, y demasiados tributos y desaforados servicios personales. Y si Vuestra Alteza no provee de remedio con brevedad, no es possible permanecer [en] esta tierra (Bienvenida, 1548).

2.5. Conclusión En esta última parte de la carta, los datos centrales que se incluyen en la conclusión corresponden a la fecha y el lugar, datos del emisor y una fórmula. Cada religioso imprime su propio estilo.

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a. De la ciudad de México, desta Nueva España, vigilia de Todos Sanctos, año del Señor de 1532 años. Capellán y vasallo menor de Vuestra Majestad, fray Pedro de Gante. En la enfermería que digo siempre ay muchos enfermos, a tiempos ay trecientos y cuatrocientos. b. En México, 29 de julio, 1541 años. Sacra, Cesárea, Católica Magestad. Humilde criado de Vuestra Magestad que sus reales pies y manos besa. Fray Alonso de Figuerola, chantre. c. De Yucatán a diez días de hebrero deste presente año de cuarenta y ocho a; […] Menor capellán de Vuestra Alteza. Fray Lorenzo de Vienvenida.

Es evidente que la secuencia de las partes en el formato clásico epistolar provee un orden lógico al texto de las cartas de relación de los religiosos novohispanos. Aunque con variada flexibilidad, cada autor modifica esta secuencia formal a su modo con el fin de destacar y dar efectividad al contenido de su mayor interés, sea este una apremiante petición de limosna, la descripción de sucesos dramáticos entre españoles e indígenas, o los problemas de control en la entrega de tributos, entre otros. En lo que sigue examinamos los elementos lingüísticos necesarios para relacionar las diferentes partes de las cartas y así afianzar su unidad estructural.

3. En torno a la deixis A fin de que la información dentro de una situación comunicativa no pierda la coherencia es importante que el emisor recurra a ciertos elementos lingüísticos denominados deícticos al codificar su discurso. Los pronombres personales (yo, tú, él/ella, etcétera), los demostrativos (este, esa, aquellos, etcétera) y los adverbios de lugar y de tiempo (aquí, allá, ahora, etcétera) son términos deícticos, entre otros. Tienen un significado fijo, pero inespecífico, por lo que adquieren su referencia en un contexto de habla o de discurso y en relación con la persona que habla. En el género epistolar estas expresiones sirven para identificar no solo el contexto de la enunciación, sino también el espacio en el que se ubica el emisor en relación con el destinatario, y el eje temporal en el cual se desarrollarán los acontecimientos5. A continuación, expongo algunos puntos de vista sobre el tema en cuestión como marco para analizar las cartas de relación. 5

Eguren (1999: 929) define la deixis como “un tipo de vínculo entre ciertas unidades o expresiones lingüísticas y aquello que representan en el mundo o en el universo del discurso por medio del cual se identifican ‘individuos’ en relación con las variables básicas de todo acto comunicativo: el hablante, el interlocutor (o los interlocutores) y el momento y el lugar en que se emite un enunciado”.

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Muchos son los estudiosos6 que han abordado este tema dentro de la lingüística del siglo xx. No obstante, fue un punto de interés desde los gramáticos griegos quienes, a decir de Vicente Mateu (1994: 20), nos han legado importantes nociones, como la diferencia entre “palabras que nombran” y “palabras que señalan”. En la actualidad, el pionero es Bühler (1979), quien formula sus bases en un capítulo de su libro Teoría del Lenguaje. Según este autor, la persona que indica y la acción verbal se encuentran en el campo mostrativo, ya que en ese punto podemos entender que “lo que está ‘aquí’ y ‘allí’ varía con la posición del hablante, exactamente igual que el ‘yo’ y el ‘tú’ salta de un interlocutor a otro en el cambio de los papeles del emisor y del receptor” (1979: 99). Bühler distingue, así, tres tipos de deixis: (i) deixis mostrativa o ad oculos (del contexto de habla), (ii) deixis contextual o fórica (anafórica, catafórica) (del contexto oral o escrito), (iii) deixis ad phantasma o evocadora (de la memoria o fantasía, común en la lírica o lenguaje literario). Carbonero Cano (1979) en su libro sobre la deixis espacial y temporal comienza por descifrar el término deixis tomando las definiciones de tres diccionarios. Estas propuestas van a puntualizar dos rasgos que le permiten caracterizar el fenómeno en cuestión: 1) señalización y 2) actualización. Según afirma, “cuando hablamos de deixis nos referimos, en un sentido amplio, a una manera de ‘señalar’ con [expresiones de] la lengua, y conlleva que pueda encontrarse valor deíctico en los elementos cuyo sentido sea semánticamente ocasional, relacionado con la situación. Por eso puede utilizarse el término situacional con valor similar al de deíctico” (1979: 13). Asimismo, explica que la deixis dependerá del tipo de entorno al que señala el elemento deíctico: (i) la situación referida a la relación entre emisor y receptor, (ii) el contexto espacial o temporal, y (iii) la interlocución, o sea, la relación dialógica entre los interlocutores (1979: 22). Considerando los fines de este trabajo y teniendo en cuenta la estructura de las cartas de relación objeto de nuestro estudio, la distinción que mejor conviene a los elementos lingüísticos utilizados en este género epistolar del discurso religioso novohispano es la distinción clásica heredada de los gramáticos griegos, esto es, la distinción entre las palabras que nombran y las que señalan. Los términos deícticos son palabras que señalan, a diferencia de las categorías léxicas, como los sustantivos o nombres, por ejemplo, que designan entidades concretas o abstractas, o los verbos, que nombran acciones, eventos, procesos, etcétera, por nombrar solo dos de las categorías léxicas. Además, asumiré la perspectiva

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Pueden consultarse los estudios de Carbonero Cano (1979), Cifuentes Honrubia (1989), Lyons (1989), Vicente Mateu (1994), Fillmore (1997), Eguren (1999), García Salido (2011), por citar algunos.

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de Bühler de considerar como deícticos todas las palabras que señalan, ya sea en el contexto de habla o de escritura. Como se expone e ilustra en la sección siguiente, debido a la estructura clásica de las cartas bajo consideración y también a que la referencia del emisor y del destinatario se mantiene o es la misma a lo largo de las cartas, todos los pronombres personales funcionan como los elementos deícticos, ya que señalan remitiendo a personas mencionadas en la salutación, el exordio, la narración o la petición. Funcionan así estableciendo enlaces o relaciones de referencia entre las partes de la estructura epistolar, actuando además como elementos cohesivos de las diferentes partes y reforzando, por ende, su unidad estructural. Lo mismo puede afirmarse acerca de los deícticos de espacio o tiempo y otros, como se verá en lo que sigue.

4. Mecanismos de construcción cohesiva del discurso religioso Los elementos deícticos y/o anafóricos cumplen una función referencial a la vez que establecen enlaces o ligazones entre las cinco partes del formato clásico epistolar utilizado por los frailes. Estas categorías dan mayor cohesión a la estructura de las cartas, pues, además de hacer referencia señalando a los actuantes, lugar y tiempo de enunciación, etcétera, fortalecen la unidad estructural de las cartas en sus partes integrantes. Así, por ejemplo, la referencia de los pronombres de 1a /2a personas en la Narración establecen una relación de “señalamiento” con las formas de las formas correspondientes de 1ª y 2ª personas introducidas inicialmente en la salutación y el exordio, respectivamente, corroborando la identidad del emisor y destinatario de la carta, que se mantiene sin cambio a lo largo de las epístolas. Tales relaciones de señalamiento referencial actúan como ligaduras o enlaces entre las cinco partes de la carta7, acentuando o reafirmando su unidad estructural. Los términos deícticos son palabras o expresiones ‘señaladoras’ a diferencia de las palabras que nombran, como los sustantivos (o nombres), los verbos, los adjetivos y adverbios, o sea, las categorías léxicas. Los nombres nombran objetos o individuos concretos o abstractos, los verbos designan acciones, eventos, procesos, etcétera, mientras que los adjetivos y los adverbios nombran cualidades o propiedades de los nombres y verbos, respectivamente. En cambio, los pronombres personales (1ª, 2ª y 3ª personas), los demostrativos, los adverbios de

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En este sencillo enfoque no se distingue entre lo que los gramáticos separan como “anáfora” vs. “deixis”.

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tiempo y/o lugar (aquí, allá, ayer, ahora, en este lugar, etcétera), entre otras expresiones deícticas, no nombran a ninguna entidad específica, sino que señalan o apuntan asociándose con la referencia de alguna entidad ya nombrada (o por nombrarse) por una de las categorías léxicas. Estas categorías ‘señaladoras’ son funcionales o relacionales, a diferencia de las categorías léxicas, que nombran individuos, acciones, eventos, o cualidades y/o propiedades de los nombres y verbos, respectivamente.

4.1. Deixis personal La deixis personal es el punto clave en el que se presenta el emisor para organizar el discurso, y sin su presencia no habría narración. La forma más recurrente en las tres cartas es el pronombre personal yo, ejemplificado en (1a), como parte del exordio, donde el emisor de la carta se presenta. Sus formas homólogas átona y tónica, me, mí, se dan también en la narración y otras partes, como se ilustra en (1b) y (1c), en ambos ejemplos remitiendo al emisor de la carta previamente indicado en el exordio: (1) a. Yo soy un capellán que fui del almirante de Castilla, don Fadrique, que en gloria sea, y al tiempo que más encaminado estava para recebir galardón (Figuerola, 1541; exordio).

b. Sabrá más Vuestra Alteza que en esta tierra ay venta de pueblos como en España de negros, y lo más de la tierra está con compradores, y ansí los tratan como compradores; y aún me an certificado que secretamente llevan dineros por dar los indios (Bienvenida, 1548; narración).



c. Y a otro sacerdote y a mí nos enbió a estas partes, nueve años ha, e como Vuestra Magestad ya tendrá noticia (Gante, 1532; narración).

La presencia del yo emisor de la carta también se ve camuflada por medio de las desinencias verbales de la primera persona del singular y del plural, como se muestra en: (2) a. He tenido y tengo cargo de enseñar los niños y mochachos a leer y escrevir y predicar y cantar (Gante, 1532; narración).

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b. y por ser pocos los frailes que estamos en esta tierra no podemos acudir a todas partes, ya enbiamos un fraile a Vuestra Alteza para que le informasse de la verdad de lo que en esta tierra passamos, como la mar es incierta y peligrosa no sabemos si llegó en salvo; éste se llama fray Nicolás de Alvalate, de la provincia de Toledo, y para que Vuestra Alteza nos provea de coadjutores para labrar esta viña llena de idolatría de demonios (Bienvenida, 1548; narración).

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Asimismo, la figura del sujeto discursivo se construye bajo la 1ª persona del plural a modo de un nosotros genérico, como en (3). En este ejemplo, al igual que en los anteriores, las formas de 1ª persona señalan al emisor de la carta inicialmente introducido en el exordio: (3) y sería justo que pues somos christianos que viessen en nosotros que les guardamos lo que les prometemos (Bienvenida, 1548; narración).

En cuanto al tú destinatario de la carta, este puede inscribirse en el discurso a través de las expresiones de tratamiento formal y en estas cartas, por ser el rey, con cargos honoríficos8. En este caso, las formas morfosintácticas de uso deben ser de la 3ª persona, como corresponde al tratamiento formal9. En (4) esas formas que refieren al receptor de la carta en el exordio remiten a la misma persona que en la salutación: (4) Mucho quisiera que Vuestra Majestad fuera informado de lo que aquí diré por letra de mi prelado y no atreverme yo a dezillo y suplicar a Vuestra Majestad condescienda a nuestra petición que, aunque piadosa, no soy digno pedilla. Empero, sepa Vuestra Majestad que de su luz y mandado soy compelido e aún reprehendido, porque antes no lo he dicho y le he avisado para que Vuestra Magestad fuese antes sabidor, pues es cosa tan cumplidera al juicio de Dios y de Vuestra Magestad (Gante, 1532; exordio).

4.2. Deixis espacio-temporal El modo de conceptualizar el espacio implica una serie de procesos que no siempre tienen que ver con la vista, sino que involucran aspectos tales como la interacción de los objetos con el sujeto de la enunciación10. En las cartas de relación este espacio presenta su propia particularidad con el binomio acá, allá, como veremos. En (5a) esta localización espacial se da por medio del adverbio acá señalando una dirección estática y sin puntualizar el lugar, en el sentido de Eguren (1999: 959) de que “los adverbios demostrativos locativos de la serie acá no conceptualizan un lugar como un punto o región delimitada, sino como

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En los estudios de las formas de cortesía estos casos se clasifican bajo el rubro de “deixis social”, cf. Fillmore (1997). Similar al tratamiento formal de Ud., que va con las desinencias de 3ª, no de 2ª persona, como correspondería por su significado de “receptor” o 2ª persona. Según Cifuentes Honrubia (1989: 33) esa interacción de objetos con el sujeto emisor se define “por las nociones de materialidad, tridimensionalidad, verticalidad, horizontalidad, estructura, tiempo y egocentrismo”.

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una extensión imprecisa o un continuo”. En cambio, en (5b) y (5c) se identifica la localización con base en el pronombre demostrativo de proximidad estas que implica cercanía con el sujeto de la enunciación: (5) a. En la obligación que todos los vasallos que acá están tienen a Vuestra Magestad, en esta misma bivo yo y como uno dellos me atrevo a escribir lo que en esta tierra he visto, que me parece que son cosas provechosas ansí al servicio de Vuestra Magestad como a provecho de los abitadores y naturales della. […] (Figuerola, 1541; exordio).

b. Sabía Vuestra Magestad que yo soy un fraile lego, compañero de fray Jesús de Tecto, guardián que era de Gante cuando Vuestra Magestad a él y a otro sacerdote y a mí nos enbió a estas partes, nueve años ha (Gante, 1532; exordio).



c. Ya por otras dos cartas e informado a Vuestra Alteza mas como en estas partes por nuestros pecados ay poca fidelidad y menos cristiandad en los españoles (Bienvenida, 1548; narración).

Con el adverbio allá el enunciatario en los ejemplos de (6a) y (6b) expresa lejanía con respecto al lugar en el que el emisor mismo se ubica: (6) a. Allá tengo un hermano que se llama Castillo, racionero y maestro de capilla de la iglesia mayor de Ávila (Figuerola, 1541; narración).

b. éste es de Gonçalo López, el procurador de México, que está agora allá en España (Bienvenida, 1548; narración).

También se registran usos con el adverbio aquí estableciendo un grado de cercanía con respecto al emisor, así como una localización estática. Sirvan los ejemplos de fray Lorenzo de Bienvenida (1548), dados en: (7) a. Aviso a Vuestra Alteza cuán poco zelo es el de los españoles que están puestos en los cabildos y el gobernador, el primero. Aquí entró un clérigo en esta tierra, este año de quinientos y cuarenta y siete que llaman Villagómez (narración).

b. Y savrá Vuestra Alteza que Alonso López, su cuñado del adelantado, en llegando qçue llegó de España aquí a Yucatán lo hizo regidor desta ciudad el adelantado, sabiendo que no lo podía ser, que venía desterrado desta governación por tres años, y que residiesse en Honduras; aquí estuvo tres o cuatro meses, de aquí se fue a Honduras (narración).

En cuanto a la dimensión de tiempo, los religiosos se valen de una temporalidad enunciada por el adverbio ahora, que en estos contextos nos remite al presente, a modo de los ejemplos en (8). Carbonero Cano (1979: 110) afirma que la refe-

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rencia de ahora parte del sentido de actualidad debido a que este demostrativo posee un valor ‘actual’, puesto que admite una referencia de presente con respecto al momento enuciatario. (8) a. El volcán de Guatemala es todo alumbre, y está ocho leguas dista para puerto de la Mar del Sur, y si tuviera buen envarcadero harto mejores alumbres eran que los que agora tiene Çárate en Izúcar (Figuerola, 1541).

b. El mayor empedimento que emos tenido para la dotrina an sido los españoles, que ya agora lo hazen mejor aunque a regañadientes; son tan señores en los pueblos, que a boca llena dizen ‘mis indios’ como si no fuessen vassallos de Vuestra Alteza (Bienvenida, 1548).

Ahora bien, cabe destacar dos tipos adicionales de deixis, una llamada deixis textual y la otra, deixis verbal. En palabras de Cifuentes Honrubia (1989: 106), la deixis textual es un modo de referirse al discurso mismo mediante términos temporales y locales. Así, bajo esta perspectiva, mediante el adverbio aquí en el ejemplo dado en (9), el enunciatario focaliza un límite textual y centra la orientación y la atención de su interlocutor. (9) un hombre me dixo que estava en la provincia de la Misteca, y que avía una montaña deste azero en migajón, en muy gran cantidad, y en esto no se hizo más de lo que aquí digo (Figuerola, 1541).

La deixis verbal comprende los verbos de movimiento cuyo significado incluye direccionalidad en relación con el emisor. Cifuentes Honrubia (1989: 133), siguiendo a Fillmore (1997)11, advierte que los verbos de movimiento, como ir/ venir, subir/bajar, traer/llevar12, debido a su estatus direccional nos permiten localizar a los participantes en la conversación. En (10a), por ejemplo, son los naturales enfermos los que se desplazan a la enfermería del monasterio; es decir, al punto donde se encuentra el emisor, Pedro de Gante. En (10b), Figuerola con el verbo llevar se refiere a los objetos inanimados: las muestras, se predica que serán manipuladas por el emisor en cuanto él se dirija en persona a Vuestra Majestad, esta acción se realizará por medio del verbo de movimiento ir; no obstante, el religioso se encuentra en un punto estático. Para el caso de (10c), el movimiento con dirección de llevarían recae en los indios de Champotón, que también se ve referido anafóricamente por este pueblo, con el demostrativo este, que indica cercanía con el emisor:

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En Fillmore (1997) se recogen sus artículos de los años sesenta en adelante. Compárese con los verbos de movimiento que no incluyen direccionalidad: andar, caminar, correr, etcétera.

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(10) a. Junto a nuestro monesterio se ha hecho una enfermería para los enfermos naturales, donde allende de los que en casa se enseñan, vienen estos a ser curados que es mucho refrigerio para los pobres y nescesitados y ayuda para la conversión (Gante, 1532; narración).

b. De todas estas cosas y avisos tuve muestras para llevar a Vuestra Magestad, y con pensamiento de ir yo en persona a dar esta relación no la e hecho antes, y siendo avisado de cómo los capitanes de Vuestra Magestad que están en Puerto Viejo maltratavan y matavan indios (Figuerola, 1541; narración).



c. Y estos indios de Champotón de justa justicia no avían de tributar a lo menos por algún tiempo, hasta que fuessen todos christianos porque esta tierra no se podría conquistar si no fuera por este pueblo y sustentaron allí cuatro años o tres a los españoles, y les prometieron que serían de Su Magestad y que no les llevarían tributo ninguno y fueron a la guerra con ellos y solos ellos (Bienvenida 1548; narración).

4.3. Deixis anafórica A través del uso de la tercera persona de número singular o plural, él, ella, ello, etcétera, se establece la relación de correferencia y la información gira en torno a un referente, que puede ser persona o cosa13, como se ilustra con los ejemplos de (11). En (11a) se habla del clérigo Villagómez, por lo que el uso de él tiene que ver con el mencionado fraile en tanto que remite a una entidad humana. En (11b), el pronombre ella, en cambio, hace referencia a un objeto, la carta, como también en (11c) ellos y ellas se correlacionan con las piedras preciosas: (11) a. Aquí entró un clérigo en esta tierra, este año de quinientos y cuarenta y siete que llaman Villagómez; y anme informado que a sido fraile dominico […] y él no sabe leer. Y en la otra villa de Valladolid, […] dizen que es linajudo de los godos; ansí conbiene a esta nueva Iglesia un clérigo codicioso, y idiota, y ambiciosso, y que él procure al obispado sin ser llamado, y luego se parte a España y deja la villa sin clérigo, y dize que a no estar proveído que sin duda se lo darán porque él tiene tales braços en corte que se lo darán (Bienvenida, 1548; narración).

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b. Parecióle a mi prelado que a mí me convenía escrevir ésta como a persona que más he usado del oficio de vuestra con este propósito, y por eso me

Esto se debe a que la “tercera persona” no es “el que habla” ni “el que escucha”, o sea, los participantes en el acto de habla. El pronombre de 3ª persona puede entonces referirse tanto a persona como a cosa y sus formas distinguen tres géneros, fem./masc./neutro, y dos números, singular/plural aplicables a fem./masc.

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atrevo a dezillo a Vuestra Magestad, considerando también que Vuestra Magestad, ageno de aceptación de personas no mirará la letra ni la >su< insuficiencia del que la embía, sino la sustancia de lo que en ella (Gante, 1532; narración).

c. En término de la Misteca hallé rastro de rubíes y procuré el nascimiento de ellos, y hallé cerca de un río cantidad de zafiros y rubíes quemados del grande sol y aguaceros que a donde ellos están hazen, y destos saqué algunas pieças, entre ellas unos dos que fueron un rubí y un zafiro, y labrelos por mis manos (Figuerola, 1541; narración).

Cabe señalar, además, que el enunciatario hace referencia a una acción anterior por medio del uso del pronombre personal neutro ello, como puede verse en (12a) y (12b). Asimismo, se utiliza como término de preposición. (12) a. yo las labré y así en dureza como en color no son mejores las de Alexandría, y avisé al Visorrey dello; y ansimismo en término de Ninxapa ay ágatas tan grandes que no abraçarán el gordor dellas tres hombres (Figuerola, 1541; narración).

b. También hallé el azero que a Vuestra Magestad hizo relación el visorrey, y fue que en esta tierra andavan haziendo espiriencias los conquistadores en un pedaço dello, y aviánlo puesto encendradas, pensando sacar plata dello (Figuerola, 1541; narración).

Finalmente, las expresiones de lugar, como el adverbio allí en los ejemplos dados en (13), pueden desempeñar una función anafórica, como se puede corroborar con los ejemplos de la carta de fray Lorenzo de Bienvenida, puesto que allí es correferente con los datos locativos enunciados con anterioridad: Ciudad de Mérida en (13a) y Champotón en (13b). Asimismo, en su uso se percibe una localización estática. Cabe destacar que en (13b) la frase con el demostrativo, este pueblo, toma su referencia de estos indios de Champotón, ambas expresiones indicando personas y espacios cercanos al emisor: (13) a. la ciudad está la tierra adentro treinta y tres leguas, llámasse la ciudad de Mérida, pusiéronle assí por los edificios supervos que ay en ella […]. Y en todo lo descubierto, en estos edificios tomamos sitio los frailes para casa de san Francisco, lo que avía sido cultura de demonios justo es que sea templo donde se sirva Dios, y el primero Sacramento que sea puesto en la tierra es allí que por nuestros pecados no lo ay en otra parte (Bienvenida, 1548; narración).

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b. Y estos indios de Champotón de justa justicia no avían de tributar a lo menos por algún tiempo, hasta que fuessen todos christianos porque esta tierra no se podría conquistar si no fuera por este pueblo y sustentaron allí cuatro

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años o tres a los españoles, y les prometieron que serían de Su Magestad y que no les llevarían tributo ninguno (Bienvenida, 1548; narración).

Como muestran los ejemplos citados en esta sección los enlaces de referencia por medio de expresiones deícticas se manifiestan sin mayor distinción en cuanto al fenómeno de anaforicidad. Esto se debe a que en el formato epistolar la referencia del emisor y el receptor no cambia a lo largo de las cartas. Por ello, la deixis permite hacer referencias de identidad que funcionan como ligaduras entre las diferentes partes de la estructura epistolar, como también ligaduras internas a cada parte, en ambos casos, acrecentando la unidad de la estructura total.

5. Conclusiones Las cartas de relación del discurso religioso novohispano analizadas aquí confirman, por un lado, la presencia de un doble discurso, que incluye tanto una descripción de las vicisitudes de la misión evangelizadora como una exposición de las virtudes que la caracterizan. Por otro lado, se comprueba que la estructura de estas cartas de relación continúa el modelo epistolar tradicional clásico en sus componentes ordenados de salutación, exordio, narración, petición y conclusión. Asimismo, se corrobora que en el saludo prevalecen los particulares introducidos en la Edad Media, es decir, los adjetivos y fórmulas convenientes para dirigirse a un personaje del más alto rango, como el rey. El factor principal que da soporte a esta continuidad escrituraria puede atribuirse al nivel de instrucción que tienen los autores de las cartas por ser individuos que han vivido dentro del sistema educativo propio de una orden religiosa. Sin embargo, cada fraile imprime su propio estilo en el saludo y conclusión, como también cada uno maneja a su modo los elementos lingüísticos en las fórmulas epistolares. En la narración, como vimos, el uso de los tiempos recae en las formas simples y compuestas del pretérito en los modos indicativo y subjuntivo. Asimismo, resultó interesante revisar cuáles son los marcadores textuales que se usaron en este tipo de texto del discurso religioso. Sin ser un estudio comparativo, en el sentido estricto, se pudo verificar que los conectores aditivos son las formas que más se emplean para dar unidad al texto. Advertimos que, pese a que no figuran los marcadores convencionales del orden textual, cada fraile emplea sus propios recursos para lograr el ordenamiento necesario que da cohesión al contenido de su carta. En cuanto al tipo de narración usada por los frailes, se clasificó entre estas clases: narración con progresión de tema constante, narración con tema lineal, y narración con progresión de temas derivados. Por otra parte, se pudo documentar que la petición contenida en las tres cartas varía entre estos tres tipos: petición deprecativa, petición consultoria y petición exhortativa. El análisis

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llevado a cabo permite también afirmar que las tres cartas de relación cumplen con los principios de brevedad, claridad y verosimilitud. En cuanto a la variedad de expresiones deícticas que emplearon los frailes para construir el discurso fue cardinal, pues tales elementos permiten identificar a los actores, el tiempo y espacio de la comunicación, así como el contexto de enunciación. A su vez, resulta útil destacar los elementos deícticos como categorías que señalan, a diferencia de las que nombran, ya que con sus señalamientos los deícticos establecen correlaciones de referencia entre personas, objetos, lugares y espacios temporales, complementando y reforzando el formato clásico epistolar, otorgándole así mayor cohesión y ajuste a la unidad estructural.

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LA POLIFONÍA COMO RECURSO LINGÜÍSTICO PERSUASIVO EN LAS CARTAS DE PETICIÓN DE LUIS DE LARA Y ALONSO DE MEDINA (PERÚ, 1549)1 Rosario Navarro Gala Universidad de Zaragoza, España

Resumen Analizamos el uso de la polifonía como dimensión del discurso argumentativo-persuasivo en una misma tipología textual: la carta de petición. Se estudian cartas escritas por dos autores de un mismo origen geográfico y social, que tratan idéntico tema en un mismo cronotopo. Se examina el uso que realizan de la polifonía como herramienta de persuasión, especialmente, en lo que se refiere a las categorías del discurso referido. Se comprueba que el empleo de estas categorías presenta diferencias significativas según la autoría de las cartas, pese a tratarse de documentos de una misma tipología textual, y se intenta dar una explicación que tiene en cuenta que la organización polifónica del discurso puede verse interferida por otras dimensiones discursivas. Palabras clave: argumentación, discurso referido, polifonía, siglo xvi.

Abstract We analyze the use of polyphony as a dimension of argumentative-persuasive discourse in the same textual typology: the letter of petition. Letters written by two authors of the same geographical and social origin are studied, dealing with the same subject in the same chronotope. The use they make of polyphony as a persuasion tool is examined, especially with regard to the various categories of Reported Speech. It is shown that the use of these categories presents significant differences according to the authorship of the letters, despite being documents of the same textual typology, and an explanation is at-

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El presente trabajo se publica dentro del Proyecto de Investigación I+D del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia del Ministerio de Economía y Competitividad: “En los bordes del archivo: escrituras periféricas en los virreinatos de Indias”, FFI2015-63878-C2-1-P. Agradezco a los evaluadores de este trabajo las recomendaciones realizadas. Confío en haber sabido aprovecharlas para mejorarlo.

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tempted which takes into account, among other things, that the polyphonic organization of the discourse can be interfered with by other discourse dimensions. Keywords: argumentation, reported speech, polyphony, 16th century.

1. Introducción Se viene considerando, desde Benveniste (1966) y más tarde con las teorías de Anscombre/Ducrot (1994), que la argumentación es una característica inherente a la capacidad de comunicación verbal y, por tanto, todo discurso tiene la intención de convencer, de persuadir al receptor y conseguir que este acepte su mensaje y colabore. Desde este punto de vista, todo texto es argumentativo, si bien es posible establecer un grado cero de argumentatividad (Fuentes Rodríguez/Alcaide Lara 2002). No se concibe, pues, la argumentación como manipulación del interlocutor, sino como un intento de hacer compartir la visión del emisor (Grize 1990: 40). Desde la teoría retórica argumentativa, el interés se centra en la intención ilocutiva de persuadir, esto es, de comunicar, explicar, legitimar y hacer compartir el punto de vista del emisor expresado en un debate abierto y contradictorio. La retórica, como ciencia destinada al ejercicio público de la palabra, contaba para su puesta en práctica con un público necesitado de información y opinión, así como de un oponente a las ideas formuladas por el emisor. El discurso que componía el orador se articulaba en varias partes: exordio, narratio, argumentatio y peroratio, siendo la argumentación el núcleo. La existencia de la narración no significaba que existiera una oposición entre esta y la argumentación, pues esta seguía una orientación argumentativa vinculada a los intereses y valores reivindicados en el discurso (Charaudeau/Maingueneauu 2005). Para diferentes modelos de análisis del discurso la argumentación se manifiesta a partir de marcas lingüísticas y discursivas concretas, entre las que se encuentran las estrategias lingüísticas utilizadas para construir distintas formas de actuación del emisor sobre su propio discurso, mostrando todos los puntos de vista, junto al propio, que le sirvan para alcanzar su objetivo comunicativo; son los llamados procesos de modalización y polifonía. Para este trabajo analizamos el empleo de la polifonía como dimensión del discurso argumentativo-persuasivo2 en una misma tipología textual, la carta

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Una de las características fundamentales de la argumentación, según Moeschler (1985), es el carácter dialógico de la misma, esto es, la relación dialéctica que se establece entre un emisor y un receptor, de tal modo que una argumentación no tiene valor en sí misma, sino que está supeditada al valor que le conceda el receptor. De aquí se deduce la importancia del receptor que, para el caso de los textos escritos, como los que aquí se analizan, debe servirse de deter-

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La polifonía como recurso lingüístico persuasivo

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de petición. En concreto, nos acercaremos al análisis del discurso referido (DR)3.

2. Las cartas de petición de Luis de Lara y Alonso de Medina: situación comunicativa y recontextualización sociohistórica Los documentos que vamos a analizar (cartas destinadas a Pedro La Gasca y al Rey, escritas en 1549) caben en los anchos márgenes, estipulados en la época, que definían las cartas de petición/memoriales4. En concreto, analizamos nueve cartas originales de petición, escritas por Alonso de Medina y fechadas entre el 20 de abril y 5 de mayo de 1549. Asimismo, se estudia una carta larga, también original, escrita por Luis de Lara5, datada el 3 de agosto de 1549. Se trata de documentos que poseen una clara intención suasoria, que viene dada desde la elección de la tipología textual empleada. Ya Micaela Carrera de la Red (2006a), en su excelente estudio sobre el tema, señaló que “las solicitudes de gracia y merced, incluyendo la petición de cargos, pertenecen al género argumentativo suasorio, y los actos de habla que contienen pueden considerarse pragmáticamente perlocutivos, porque en el discurso de petición se aspira a una reacción preferentemente positiva del interlocutor”. Son muchas las semejanzas contextuales que rodearon los escritos de ambos conquistadores, pero quizá la diferencia más significativa radique en el destinatario, pues mientras que el receptor principal de las cartas de Medina es Pedro La Gasca, la carta de Luis de Lara tiene como destinatario al rey de España, a la sazón, Carlos I. Si nos fijamos en el contenido de los documentos escritos por Alonso de Medina y por Luis de Lara desde el punto de vista de los actos de habla, estos son documentos de carácter petitorio, pragmáticamente perlocutivos, tal y como señala Carrera de la Red (2006a) para las cartas de petición que analiza en su trabajo. Cabría suponer que, puesto que en este tipo textual se realizan peticiones, estaría ausente de ellas la descortesía y se emplearían verbos de

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minados mecanismos para hacerlo presente, pues no se produce una intervención cara a cara, si bien las cartas son un tipo textual especialmente conectado con la oralidad. Se ha realizado una selección representativa del empleo del discurso referido en el corpus seleccionado, debido a la limitación de espacio. La ciencia diplomática considera que memoriales y peticiones forman parte de los documentos indianos lato sensu, aunque no estén destinados a conferir autoridad y fe pública al contenido de los mismos, ni cumplan con el requisito de ser un negocio jurídico. Véase Real Díaz 1991: 57-62. El corpus empleado para este trabajo forma parte de la edición de los documentos de Alonso de Medina que se encuentra en Navarro Gala (2020).

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petición. Y esto es, en alguna medida así, en el caso de la carta de Luis de Lara, sin embargo, el comportamiento verbal de Alonso de Medina parece un tanto inusual6, pues solo en lo que parece ser su última carta (al menos conservada) a La Gasca encontramos los verbos pedir y suplicar: Metiéndole miedo, anlo desterrado de los reinos, sin razón. Él no pide en lo que fue sentenciado, sino que mirando vuestra señoría su provansa ser grande, y serviçios a su rey y señor, suplico a vuestra señoría le deje canbiar y tratar, pues que es buen vasallo de Su Majestad (ya lo a sido). Y lo demás contará a vuestra señoría largo (Carta 9: fol. 30v)7.

En el resto de las misivas el tono llega, en ocasiones, al sarcasmo. El contexto sociohistórico explica que, aunque el corpus analizado está compuesto por cartas de petición, predomine en ellas la expresión de la queja que, pronunciada por diferentes colectivos, es usada como argumento para justificar las respectivas peticiones de sus autores. Buena parte de estas críticas son compartidas por Alonso de Medina y Luis de Lara, si bien los mecanismos lingüísticos elegidos presentan diferencias atribuibles no solo al estilo personal de estos conquistadores y colonizadores, sino a algunos aspectos de la situación comunicativa de ambos locutores en el momento en que redactaron sus escritos8. Estas cartas se escriben un año después de la batalla de Jaquijahuana. En ella Gonzalo Pizarro, gobernador del Perú, fue derrotado por el ejército de Pedro de La Gasca, quién había sido enviado por el rey de España para poner orden en los disturbios ocasionados por su intento de implantar las Leyes Nuevas. Unas leyes que alteraban gravemente, en opinión de la mayor parte de los conquistadores, las condiciones de colonización. La política pacificadora que llevó a cabo La Gasca, tras su victoria sobre Gonzalo Pizarro, alteró las bases de una sociedad en ciernes, subvirtiendo el orden establecido, pues los conquistadores leales al rey no recibieron recompensa alguna tras la batalla, viendo, atónicos, cómo los hombres contra los que habían peleado sí recibían galardón de manos del propio La Gasca9.

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Se trata solo de una apariencia, pues la libertad con la que se hablaba en la época al mismo rey está bien atestiguada. Me baso en mi propia transcripción de estos documentos y cito según la misma (Navarro Gala 2020). Como señala Carrera de la Red (2006c: 630 y 638), tanto durante la Edad Media como en el Renacimiento los tratadistas del género epistolar afirman que la carta es una conversación. Asimismo, señala que durante el siglo xvi existe una libertad casi absoluta para escribir cartas. El “estilo personal” se da incluso cuando el destinatario es el Rey. El reparto no fue equitativo ya que no se respetó la más elemental de las jerarquías, pues quedaron mejor situados soldados “infieles” a la corona que otros muchos de los que habían

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Las peticiones que realizan en sus escritos Lara y Medina podemos resumirlas, grosso modo, en el siguiente cuadro: PETICIONES Alonso de Medina a La Gasca

Luis de Lara al rey, Carlos I

1. Cambio de política hacia los hombres leales a la corona y hacia los naturales.

1. La marcha de La Gasca, a la mayor brevedad, y su sustitución por un virrey.

2. El perdón de su injusta condena por haber dicho “las verdades”.

2. La sustitución del arzobispo Jerónimo Loaiza por el obispo de Quito.

Pero, ¿quiénes fueron estos personajes? Alonso de Medina y Luis de Lara participaron en la conquista y colonización del Perú. Ambos, muy posiblemente, son de origen sevillano e hidalgos, concretamente Luis de Lara dice ser “caballero hidalgo”. Coinciden, asimismo, las fechas de redacción de sus cartas, 1549, y el tema de sus escritos: las injusticias cometidas en el Perú por Pedro La Gasca tras vencer a Gonzalo Pizarro. Son muchas las semejanzas que encontramos en la situación comunicativa de ambos escribientes en el momento de redacción de sus escritos, no obstante, determinados parámetros comunicativos10 en los que no se da dicha coincidencia ayudarán a explicar los diferentes mecanismos lingüísticos elegidos a la hora de presentar otras voces, además de la propia, como argumentos en la redacción de sus cartas11. Entre los emisores y receptores de estas cartas existe una relación asimétrica, pues Alonso de Medina escribe a La Gasca, sacerdote que ostenta los poderes reales en el Perú, y Luis de Lara escribe al rey de España, Carlos I. Junto a las

permanecido siempre al lado de las filas reales; y, lo que es peor, estos hombres leales al rey fueron gobernados por otros contra los que habían peleado, durante años, en las guerras civiles, ya desde los primeros enfrentamientos entre Almagro y Pizarro, con los consiguientes problemas de rencillas y venganzas. De estos problemas Alonso de Medina, en sus escritos, nos ofrece un fresco cargado de la tensión y de la emoción con la que se debieron de vivir los acontecimientos de una época tan convulsa (Navarro Gala 2020). 10 Grado de publicidad, grado de familiaridad entre los interlocutores, grado de implicación emocional, grado de anclaje de los actos comunicativos en la situación o en la acción, campo referencial, inmediatez física de los interlocutores, grado de cooperación, grado de dialogicidad, grado de espontaneidad, grado de fijación temática (Koch/Oesterreicher 2007: 26-27). 11 Sabido es que el lenguaje de la argumentación está “habitado por los interlocutores y marcado por sus puntos de vista” (Plantin 1990: 232).

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diferencias obvias entre ambos receptores existe en la situación comunicativa otro factor diferenciador relacionado con la proximidad/familiaridad entre ambos receptores y los locutores, ya que Alonso de Medina mantuvo algún grado de cercanía con La Gasca, aunque no podamos determinarlo con exactitud, al formar parte del grueso de sus filas y ejercer labores de intérprete (o sayapay), durante la contienda emprendida contra Gonzalo Pizarro. En cambio, Luis de Lara no ha entablado ninguna relación de proximidad con el rey, más allá de su condición de caballero y la intercessio de un personaje de singular relevancia. Solo dos factores extralingüísticos varían, fuera de la diversa personalidad y formación que pudieran tener los locutores de las cartas: el conocimiento personal entre Pedro La Gasca y Alonso de Medina, pese a la asimetría existente entre ellos, y el grado de afectación personal en el tema tratado. Luis de Lara no incluye en su carta hechos concretos que se refieran a su persona. En cambio, Alonso de Medina narra la historia de su infortunio, pues ha sido condenado injustamente: primero a la horca, luego al destierro y a la pérdida de toda su hacienda, sin que, en su opinión, exista causa alguna para dicha condena. Con un contexto como el señalado, las cartas de petición de Alonso de Medina y de Luis de Lara, lógicamente, no pretendieron recopilar información para que sirviera a las generaciones futuras, sino mover, convencer a sus respectivos receptores de la necesidad de realizar determinados cambios, esenciales para la sociedad toda. Pero torcer la voluntad de un superior no es tarea fácil, así que, para conseguir sus fines suasorios, habrán de aplicar su saber discursivo a la tarea de convencer a sus respectivos destinatarios. Para ello se servirán de su bagaje cultural, de la retórica que los ha preparado en mayor o menor grado para construir discursos. Sabemos que los discursos persuasivos, desde la retórica clásica se configuraban a través de la unión de la argumentatio y narratio consiguiendo así “engendrar en el destinatario el convencimiento de la veracidad de la narración mediante la verosimilitud” (Lausberg 1975, apud Carrera de la Red 2006a: 2686). Para ello, desde los saberes retóricos se facilitaba una serie de recursos, piénsese, por ejemplo, en la retórica del infortunio (Navarro Gala 2019)12. Es necesario atender, de nuevo, a factores extralingüísticos que superan la consideración de la situación comunicativa e incluyen la recontextualización del esce-

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Especialmente, en los textos de Alonso de Medina, que acude para ello tanto a la retórica del miedo como al empleo de la ironía y la burla. Recordemos que son ambas, formas muy eficaces de captar la atención del destinatario. En concreto, esta última se hace especialmente explícita para poner de manifiesto la hipocresía de dos hombres: uno de estado y de Iglesia, Pedro La Gasca, y el otro de Iglesia, el arzobispo de Lima, a la sazón, fray Jerónimo de Loayza.

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nario social donde se incardinan estas cartas para realizar convenientemente su análisis. En los textos que manejamos, la argumentación que dota de eficacia las peticiones de Medina y Lara tiene un carácter dialéctico y polémico, basado en la naturaleza social de la voz de los locutores y de los enunciadores, hecho este de naturaleza pragmática. Tanto Alonso de Medina (y sus voces) como Luis de Lara en sus respectivas cartas plantean una visión de su realidad, de su mundo, compartida por un sector de la sociedad en la que viven y a la que representan: hombres leales a la Corona, respetuosos con los valores defendidos por esta y por la religión católica, que enfrentan sus discursos a una verdad oficial: la de La Gasca y la de aquellos que creen en él o sacan partido de su actuación, incluido el propio Rey, que se verá beneficiado al recibir la abundante riqueza que le llevará La Gasca para sus guerras en Europa. De aquí se deduce el carácter polémico de estos escritos, que en algunos momentos llega a ser agresivo; dicha agresividad polémica se proyecta, no sobre las ideas sino sobre los comportamientos, claro es, que los comportamientos hablan, mejor que la lengua, de las ideas que subyacen13. En los documentos escritos por Alonso de Medina la argumentación gira en torno a dos polos contrarios buenos/malos, el bien/el mal que se explicitan no solo con los componentes semántico-pragmático y sintáctico, sino incluso a través del medio ortográfico, con la elección constante y motivada ideológicamente del empleo de la y griega para la vocal palatal, signo este que representaba la bifurcación del bien y del mal: Yo, Justyçya de la tyerra, te demando que me ayudes de parte de dyos nuestro señor, a tantas synjustyçyas como hase el lysençyado Pedro Gasca, en endyendo la letra del byen y del mal, sabyendo que los que se mueren, sy no hasen lo devydo, que es la justyçya al chyco como al grande, se lo demandará la justyçya de dyos nuestro señor en este mundo y en el otro (/.) (fol. 43v).

Y no me parece muy aventurado decir que esta alusión permanente a dicha bifurcación no sea signo, también, de los nuevos tiempos14, de la libertad del hombre para elegir un camino u otro. Eso sí, con consecuencias, pues el camino del mal merece un castigo, aunque parece que no llega, si quienes lo eligen detentan el

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Señala Bustos Tovar (2009) que el grado de polemicidad de un texto se mide por la agresividad del enfrentamiento en el marco de la enunciación y observa que el mecanismo preferido durante la Edad Media es el que consiste en pasar del vos a tú, como tratamiento despectivo. Para un estudio del Saqueo de Roma de Juan de Valdés y una evolución sobre la argumentación desde la Edad Media, véase Bustos Tovar (2009 y 2016). Bustos Tovar (2009), tras su excelente análisis de obras escritas en la Edad Media y Siglos de Oro, deduce que a partir de 1530 el castellano entra en un nuevo período de la historia de la construcción del discurso. Este cambio discursivo lo liga a un cambio ideológico: “el descubrimiento de la capacidad crítica del hombre”.

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poder, y de ahí el mundo al revés del que hablaba Erasmo y al que remite Medina, en varias ocasiones: “¡El mundo anda al revés, lo malo levantado y lo bueno arrastrado!” (Carta 1: fol. 10r). ¿Es posible que anden al revés el mundo y la tierra? (Diálogo 6: fol. 1v).

3. El uso de la polifonía como recurso lingüístico suasorio en las cartas de Luis de Lara y Alonso de Medina Dadas las limitaciones de extensión, voy a centrar mi análisis en algunos de los recursos lingüísticos vinculados al carácter dialógico de la argumentación, y más en concreto en el empleo que realizan estos conquistadores en sus cartas de las distintas formas lingüísticas que dan cabida a otras voces que colaboran o se contraponen en la argumentación. La polifonía15 es un mecanismo definitorio de la argumentación (Ducrot 1984), generalmente, puesto al servicio de la polémica16 y una de las construcciones sintácticas, discursivamente polifónicas, del tipo dize que (discurso indirecto), introductoras de discursos ajenos a los del autor del texto, constituye uno de los rasgos de modalidad más relevantes para argumentar en la documentación de tipo diplomático17. Partiendo ya de dicho conocimiento, vamos a analizar las cartas de petición, en primer lugar, atendiendo a la destreza que muestra el emisor/locutor para legitimarse como tal en su discurso, pues para que un argumento sea efectivo, o sea, que tenga capacidad suasoria, es fundamental que el emisor se justifique ante sus receptores. Dicha legitimación le confiere mayor o menor poder perlocutivo, y esto debe tener consecuencias lingüísticas18. Las estrategias para validarse empleadas por Alonso de Medina podrían resumirse del siguiente modo: su lealtad a la corona en múltiples ocasiones y el desempeño humilde de su labor como intérprete y mensajero en la

15 Con Ducrot (1986) entendemos la polifonía como la pluralidad de sujetos en el discurso (sujeto empírico, locutor y enunciador o enunciadores, puntos de vista que introduce el locutor y con los que mantiene una relación variada. Estos tres emisores se corresponden con tres sujetos: el lector u oyente, el alocutario (el tú del discurso) y los enunciatarios o puntos de vista. No obstante, para simplificar la exposición recurro, por lo general, a los términos emisor/receptor. 16 Se correspondería este análisis, siguiendo el planteamiento de (Bustos Tovar 2015:12441246) con el primer marco de referencia “condiciones generales de producción del discurso” que se manifiesta, entre otras cosas, en las distintas voces que se pueden dar en la producción del discurso, y, a su vez, puede relacionarse con determinadas categorías lingüísticas. 17 Véanse los planteamientos teóricos y el análisis realizado sobre documentación diplomática americana por Carrera de la Red (2006b: 2691). 18 Plantin (1990: 232) decía así: “La argumentación es dialéctica; su lenguaje no es un lenguaje de objetos sino un lenguaje habitado por los interlocutores y marcado por sus puntos de vista”.

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campaña emprendida por La Gasca contra Gonzalo Pizarro, acompañando al primero en sus contiendas. Asimismo, lo justifica su arraigo a la tierra que ha defendido como soldado, sus seis hijos, que dependen de su trabajo (por tanto, de corta edad y, tal vez, mestizos). Pero sobre todo ello, lo legitima la verdad, ha dicho la verdad. La decía, claro es, en su labor de intérprete durante la contienda y la dice, ahora, que ve los errores cometidos por La Gasca. Luis de Lara encuentra su legitimación en su condición de caballero hidalgo, conquistador asentado en Lima, pero, sobre todo, en sus redes sociales, pues le indica al Rey que puede dar noticia de su persona, de su calidad, el licenciado Francisco Tello de Sandoval19. Luis de Lara no señala a una persona más o menos cercana al Rey, sino al que había sido el mismísimo inquisidor del virreinato de Nueva España, especialmente conocido por el gran respeto y fidelidad que guardó siempre a la corona y por haber impuesto sin resistencia las Leyes Nuevas en México. Es posible que la legitimación del emisor contribuya a marcar la elección de las formas del discurso referido y la expresión de otros recursos de polifonía.

3.1. Algunos mecanismos polifónicos Las interrogaciones y exclamaciones, especialmente las retóricas, son uno de los mecanismos modalizadores que mejor permiten textualizar la figura del receptor, a la vez que ponen de manifiesto la postura adoptada por el emisor ante lo que formula20, y es este, precisamente, uno de los recursos retóricos que distancia más a los dos autores analizados, pues es muy empleado en las cartas de 19

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Puede que ambos nacieran en Sevilla, que se conocieran durante sus estudios en Salamanca o en el barco camino a Las Indias. Tello de Sandoval había nacido en Sevilla hacia 1508, realizó sus estudios en el Colegio Mayor de San Bartolomé en Salamanca. En 1543 fue nombrado por Carlos I visitador y audiencia de nueva España y poco después también como inquisidor para dicho virreinato. Tello de Sandoval ese mismo año llegó a América en el barco en el que también viajaba el nuevo virrey del Perú, Blasco Núñez Vela. Una vez llegado a Nueva España, allí consiguió que, pese al enorme rechazo que causaron las Leyes Nuevas, también en México, no se siguiera el camino del virreinato peruano. Pese a la buena relación que mantuvo con el virrey Mendoza, en 1546 presentó cuarenta y cuatro casos en contra de la conducta del Virrey, pero la familia de Mendoza en España intervino y, en 1548, fueron recusadas sus quejas por “odio y mala fe”. Ya de vuelta en España volvió a sus tareas como Consejero de Indias. Fue especialmente conocido por el gran respeto y fidelidad que guardó siempre a la Corona, cfr. Williams, . Ducrot (1983: 137) señala su valor argumentativo, vinculado con la polifonía. En el registro oral, las exclamativas e interrogativas suelen tener función expresiva y enfática, respecto de las opiniones del emisor, y función apelativa hacia el receptor. En el registro escrito, no pueden recibir respuesta y, en este sentido, varían su función: permiten, de un lado, textualizar

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Medina y, sin embargo, está ausente en la de Luis de Lara. Solo mostraré algún registro a modo de ejemplo. Polifonía potencial vemos en una pregunta retórica dirigida al ya fallecido virrey Blasco Núñez, que es empleada como argumento de fuerza para poner de relieve las injusticias que se comenten contra Medina: ¿Cómo queríades, grand virrey Blasco Nuñes Vela, castigar esta jente? ¡Si yo, por escrevir vnas cartas al mismo Rey, que es el grande presidente Pedro Gasca con sus reales poderes, me querían sacar de la igleçia y ahorcarme! ¡Y estos no quieren enmendar sus vidas! (Carta 2: fol. 25r).

Me gustaría destacar, asimismo, la frecuencia con la que Alonso de Medina recurre al dialogismo puro, registros en los que conversa consigo mismo, unas veces empleando la primera persona y otras la tercera: ¡O, desdichado de ti, Medina, prove, y retraído, por el señor presidente! […] ¡Prove de ti, Medina, por servir al Rey, perdido y retraído en el monesterio! ¿Qué se te dá a ti, Medina, que se hunda o que la lleve el diablo, pues que el Presidente y Siancas enbiaron mandamiento por ti, que te llevasen preso y a recav[…], y te an destruido y asolado (/.)? […] ¡O, prove de ti, Medina! ¡¿Qué se te da a ti que se hunda la tierra, que se mueran los indios?! […] ¡Que los lleve el diablo si así, por desir las verdades, estás retraído y con sinco hijos, y robada tu hasienda, y no hoírte de justiçia, y perdido! (Carta 1) Pues, ¡prove de ti, Medina!, ¡hese hes ell amor que as tenido y tienes al serviçio de Su Majestad, que por avisalle las cosas que pasan en su reino (que vuestra illustre señoría no las vehe) me dan tal pago! […] ¡Qué neseçidad tenía yo, sino buscar mi vida para {6r.} me mantener y no morir de anbre! (Carta 7: fols. 5v y 6r).

Recurso retórico, asociado al ethos aristotélico, que emplea Medina para construir una imagen de sí mismo como hombre virtuoso, perseguido injustamente por enfrentarse a la mentira que, de alguna manera perversa, es “la verdad” oficial. Se emplean, asimismo, en los escritos de ambos autores otros recursos polifónicos, tales como la ironía, el sarcasmo, los enunciados parentéticos, etcétera, que hemos de dejar para otra ocasión.

3.2. Las voces ajenas a través del discurso referido (DR) Son diversas las maneras de reproducir puntos de vista atribuidos a voces distintas de las del emisor o locutor en el discurso, entre ellas, el discurso referido (DR). Desde el análisis del discurso se considera que el estudio del DR no debe la figura del receptor, hacerlo presente en el discurso, y, por el otro, vehiculan la opinión del emisor y su posición respecto de lo que dice.

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limitarse a los distintos procedimientos empleados para referir discursos, sino que debe ir más allá, pues los modos de representación de otros discursos no son una elección del emisor no condicionada, sino que su uso se vincula a diferentes géneros o tipología textual. En este trabajo analizamos a continuación las diferentes manifestaciones del DR, esto es, voces verbalmente explícitas con diferentes niveles de incrustación21, cuyas variantes –discurso directo (DD), discurso indirecto (DI), discurso indirecto libre (DIL), discurso mixto (DM), discurso narrado (DN), etcétera– han sido consideradas por Girón Alconchel (2011, 2017) como un continuo con dos polos representados por el DD y el DI, respectivamente, que nos permite hablar de categorías lingüísticas del DR22, el cual Girón Alconchel (2017) entiende como “una unidad textual cuyo significado es la creación de una imagen socio-discursiva completa”. En nuestro análisis se estudiarán estas categorías23 para ver si presentan diferencias significativas según los dos autores sometidos a estudio, y se intentará, en la medida de lo posible, una explicación que tenga en cuenta, procediendo a la recontextualización de la realidad que dio vida a los textos, qué dimensiones del discurso intervienen en la elección realizada de las formas del DR por dos autores de la misma época, semejante posición social, en un mismo tipo textual, que es empleado, además, para tratar sobre idéntico tema. En principio, podríamos pensar, si entendemos que la tipología textual direcciona el uso de estos procedimientos gramaticales, que ambos autores harían elecciones semejantes a la hora de introducir en sus discursos otras voces, pero comprobaremos que no es así.

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Como demostró ya Vološinov (1986 [1973]) respecto de las nociones polifónicas de Bakhtin, no siempre es posible delimitar con precisión las fronteras entre segmentos que pertenecen a diferentes voces, por lo que debemos admitir la posibilidad de diferentes segmentaciones, correspondientes a diferentes interpretaciones, para el mismo discurso o, incluso, de una superposición completa de las dos voces. Girón Alconchel coincide con Rosier (1998), la autora ofrece una teoría centrada en la discursividad, construida en cuatro puntos: conexión del discurso, creación de un espacio enunciativo particular, atribución de lo dicho, puesta en distancia de lo dicho. Esto la lleva considerar que el DR debe ser tratado como un continuo. Asimismo, disocia las relaciones entre los dos planos de expresión (discurso que cita / discurso citado) que se observan a partir del cambio de carácter y la relación entre una semántica (verbal o nominal) que involucra la idea del habla y el discurso mismo. En el nivel de mayor abstracción se encuentra una relación entre el discurso indirecto y la subordinación sustantiva, el discurso directo y la yuxtaposición, el discurso indirecto libre y discurso mixto indirecto y la combinación o mezcla de subordinación y yuxtaposición. El esquema sintáctico básico: subordinación, yuxtaposición o mezcla, permite la organización del centro deíctico o punto de referencia de los pronombres personales, el verbo, los adverbios indicadores del ámbito espaciotemporal del acto de enunciación. Cf. Girón Alconchel (2017).

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Ya he mencionado que los tipos textuales que estamos analizando son cartas de petición. Pertenecen estas a tradiciones discursivas relacionadas con la ficción conversacional que se caracterizan por abrir un diálogo con personas ausentes e intentar conseguir una respuesta del destinatario. En ellas, el emisor expresa su individualidad creando un ambiente de intimidad que favorece la expresión de sentimientos y la introspección (Carrera de la Red 2006c). Recordemos que el tema de estas cartas (tanto las de Medina como la de Lara) es la frustración por la nefasta actuación de La Gasca tras su victoria sobre Gonzalo Pizarro, y que la relación entre emisor y destinatario es asimétrica: soldado Medina/presidente La Gasca, caballero Luis de Lara/rey Carlos I. En la ficción dialogal que suponen sus respectivas cartas, ambos tienen como objetivo principal persuadir a su interlocutor para que cambie la realidad que los rodea.

3.2.1. DD en las cartas de Alonso de Medina y Luis de Lara El DD se caracteriza, como sabemos, por la aparición de un verbo de lengua, generalmente decir, empleado como marco y un enunciado que reproduce, se supone que literalmente, aunque es obvio que no es así, la voz de un enunciador. Sintácticamente, se caracteriza por una coordinación asindética. El efecto que se consigue es impactar al receptor sin que el emisor se identifique como responsable de lo dicho por otro, aunque lo cierto es que, al menos en estas cartas, el discurso citado suele corresponderse con los argumentos del emisor. Para la retórica es la forma típica de la mimesis, de la imitación de gestos, movimientos, etcétera y se vincula a la figura de la sermocinatio.

3.2.1.1. DD en las cartas de Alonso de Medina El punto de partida, entendemos, ha de establecer en qué se fundamenta la legitimidad del discurso que cita, esto es, el de responsabilidad de Medina, y hemos visto que dicha legitimidad se fundamenta en ser portavoz de la verdad o, más concretamente, de “las verdades”, el plural confiere al término una connotación clara de verdad callada por miedo o cobardía, de verdad reprimida; y es la verdad y la valentía que conlleva decirla las que actúan, como garantes de su argumentación, naturalmente junto al hecho comprobado de haber sido intérprete y mensajero en el bando real. En su discurso, la verdad se impone como conocimiento compartido y admitido que emana de dos fuentes: la religión católica y las leyes dictadas por el rey. A lo largo de sus escritos son numerosas las voces, ajenas y propias, que argumentan, por lo general, en una misma dirección que el locutor.

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Las voces que incorpora Medina a sus discursos se caracterizan por no representar individualidades, salvo en algún caso aislado, sino colectivos sociales, vinculados a la sociedad de conquista y población de esos momentos históricos. Estas voces son empleadas en sus cartas como refuerzo de su propia argumentación. En concreto incorpora a su discurso: • la voz de otros grupos étnicos (negros y naturales). A veces, en forma de diafonía potencial (en el caso de los naturales); • la voz de los conquistadores (correligionarios de Gonzalo Pizarro y pobladores en general); • la voz del receptor (diafonía): la voz de La Gasca, en intercambio escrito; • la voz del receptor (diafonía potencial): la voz de La Gasca. • exenplum en forma dialogada. Veamos a continuación algunos de estas voces: a. Población africana. En este caso, vemos que el marco que cita se emplea para legitimar el enunciado reproducido, a través de la incorporación del nombre de una persona próxima a La Gasca y al enunciador del discurso reproducido, el licenciado Caravajal. Y es que Medina trae a su discurso información procedente de un hombre de origen africano (por tanto, es muy posible que en algún momento haya sido esclavo). Sin duda, es significativo que emplee en su argumentación la voz de un individuo que pertenece a un colectivo marginal, pues muestra el talante de Medina y, en cierta medida, el de su receptor. La condición miserable del mismo lleva a Medina a no utilizar su nombre propio para identificarlo: “vn negro que está con Escobedo, sobrino de Caravajal”. En este sentido, es en el discurso que cita donde se incorpora la información necesaria para hacer que el discurso reproducido adquiera relevancia. Aquí el pasado indica que el emisor se sitúa en el mundo narrado, ciertamente, como mecanismo de distanciamiento. El discurso citado le sirve a Medina para apoyar uno de los argumentos más importantes que emplea en su carta: los naturales están siendo más maltratados ahora de lo que lo habían sido durante las etapas anteriores de conquista y colonización. Grave acusación, pues las leyes reales tenían como una de sus divisas más importantes el respeto a los naturales24: “Que me dijo vn negro que está con 24 Medina advierte a La Gasca que el rey puede castigarlo a su vuelta: “Bien sabe, vuestra señoría, que la primera demanda que el fiscal de la justiçia real puso en España a Vaca de Castro, y que más le apretava, fue esta: que hechó a minas los naturales, en que fue cavsa que se murieron diez mill ánimas. ¿Cómo consiente vuestra señoría, agora, hechallos a minas de plata, si[e]n leguas? ¡Qué van cargados con sus ijos y mujeres, y dejan sus casas y descanso!” (Carta 1: fol. 9v). Cf. Navarro Gala (2020).

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Escobedo, sobrino del lisençiado Caravajal: ‘Nunca tan maltratados an sido los naturales en la vida, como el día de hoy’” (Carta 1: fol. 9v). b. Otro colectivo marginal, desde un punto de vista actual, pero de gran importancia ideológica en el momento que se escriben estas cartas, son los naturales, quienes en estas cartas se dirigen a la divinidad (a pesar de ser considerados infieles) y denuncian la situación que están viviendo. De nuevo se repite el mismo argumento que en el caso anterior, reforzado, ahora, por ser enunciado por los propios afectados: viven tan mal como habían vivido con Gonzalo Pizarro. El discurso citado está dotado de gran expresividad y efecto dramático; oraciones exclamativas, uso de vocativos, etcétera, todos ellos recursos de gran fuerza argumentativa y efecto perlocutivo. Este monólogo coral, ficticio, no escapa a la influencia de la retórica, como se ve por las construcciones paralelas y simétricas25. Excelente uso de la figura retórica sermocinatio, pues la voz que oímos es la del autor. En efecto, nada cambia en los usos lingüísticos que haga pensar, ni remotamente, en palabras emitidas realmente por los naturales. En el discurso que cita observamos el empleo del presente, tiempo de comentario que le permite acercarse emocionalmente al discurso citado e introducir información sobre las paupérrimas condiciones en las que se encuentra este colectivo, así como dar cuenta del exaltado estado de ánimo en el que viven antes de dar paso a sus voces. Todo ello produce un intenso efecto dramático al que hay que añadir el dialogismo que en el propio discurso citado se produce: [Los naturales] que andan a sacar raíses de totora para su mantenimiento, diziendo a grandes bozes: “¡O, justo juez, trabajos y robos con los traidores, trabajos y robos con la justiçia real, sacándonos nuestras comidas para enbiar a Potosí, sacándonos nuestras comidas para vender en las zibdades, a dose pesos el maís, y el trigo a desiséis, y nuestros hijos y mugeres muriendo de hanbre! ¡O, justo juez jesucristo, rey de los reys, por vuestra infinita bondad y misericordia, nos tengáys de vuestra mano y nos encamynéys en vuestro santo servyçyo!” (Carta 3: folio 15v).

c. La voz de los conquistadores: grupo social preponderante c.1. La voz de los correligionarios de Gonzalo Pizarro. Utilizada por Medida, como prueba de doblez, de la hipocresía que encierran las acciones de los conquistadores desleales a la Corona. El marco nos proporciona información sobre la repetición en el tiempo de la consigna que reproduce y que manifiesta Medina haber oído repetidamente. En este discurso que cita se incluye la valoración ne-

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Los naturales piden a Dios ayuda; la apelación a Dios se manifiesta en forma de vocativos y exclamaciones, mientras que los gerundios yuxtapuestos sirven para manifestar las acciones que se repiten sin descanso en contra de ellos.

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gativa de las voces que va a reproducir: “[yo] hoía desir a los sacases de Gonsalo Pisarro: ‘¡Bolvé! ¡Por el Rey, que al fin hos dará su pago!’” (Carta 7: fol. 5v). c.2. La voz de los vecinos, de los pobladores. Este grupo social se queja del injusto reparto de la riqueza. También aquí predominan las construcciones paralelísticas, que se inician con una condicional de la enunciación. Se trata de voces corales que ponen de manifiesto el desconcierto y desolación que provocan las injustas medidas de la Gasca y del arzobispo. El discurso que cita hace uso del presente, tiempo del comentario, para introducir información sobre el estado anímico de los responsables del discurso citado: “espántanse las jentes y disen: ‘Si aquel vino comigo d[e] España, y a dos años que entró en la tierra, ¿por qué a meresido más que yo? Ell otro porque dio dineros, tiene indios; yo que no los tuve, no los tengo. Ell otro que tuvo mula, y bien gorda, quedó, con indios. Ell otro que tuvo esmeraldas, tiene indios; yo, que no las tuve, no los tengo, y estoyme {29v.} perdido’” (Carta 9: fol. 29r). Los registros anteriores dan cuenta del uso del DD como argumento coorientado, de reafirmación, sobre uno de los dos focos temáticos: el maltrato que sufren los indígenas (a. y b.). Otro foco argumentativo o temático: la injusta decisión de beneficiar a los españoles desleales a la corona (b., c.1 y c.2.). d. En este juego de voces, no duda el locutor en reproducir la voz del receptor en un intento de poner ante sus ojos –los de La Gasca– las faltas e incumplimientos cometidos. Es lo que se conoce como diafonía (Miche 1995; Perrin 1995). d.1. La reproducción de la voz del propio receptor, La Gasca, es mecanismo empleado para poner de relieve la falta de compromiso de este con la palabra dada al monarca español y al mismo Dios, aumentando así la carga dramática de la acusación. Aquí el discurso que cita emplea el tiempo de narración, y se reduce al verbo y el complemento indirecto en forma pronominal, que reproduce a los receptores del discurso de La Gasca: Le dejistes: “Yo llevo a cargo la consençia de Vuestra Majestad y la mía. Yo haré, como soy obligado. Yo descargaré la consençia de Su Majestrad y la mía”. Respondistes, grand Presidente, al Consejo Real y le dejistes: “Yo juro a dios y a las palabras de los santos avanjelios y a la señal de la crus que hago, y como cristiano y como honbre que nasí para morir, de mirar el reino, y no tener codiçia ninguna, sino, al pie de la letra, haser justiçia al chico y al grande, y dar a cada vno lo que hes suyo, y, al malo, castigo con misericordia, y, al bueno, premio, por que conoscan las jentes que es bueno servir a Su Majestad y guardar y temer su justiçia real” (Carta 9: fol. 29v).

Consigue, así, poner ante los ojos del Pacificador y de todos los que lean la carta un catálogo de deslealtades manifiestas, que solo pueden desembocar en la pérdida del reino; pues juró no tener codicia, y la tiene; hacer justicia al pie de la

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letra y no a su conveniencia, y es injusto; hacer justicia a todos, y la hace a quien le place; beneficiar a los conquistadores, según sus méritos, y castiga y beneficia sin criterio; castigar al malo, y lo premia; beneficiar al bueno, y lo castiga. d.2. Diafonía, empleada también, para enfatizar en su propia inocencia y defender su imagen ante La Gasca. En este caso reproduce las palabras de La Gasca, que llegan en un mandamiento, a través de la voz del alcalde mayor de Arequipa. En el discurso que cita Medina se involucra incorporando información sobre el desconcierto que le provocan las palabras que reproduce. Es este un caso de DD subordinado: “Yo no alcanso a saber lo del mandamiento, mas de que me disen por boca dell alcalde mayor: ‘Que me metan en vn navío, y atado y a buen recavdo’” (Carta 7: fol. 5r.). e. DD empleado para reproducir palabras pensadas o imaginadas, diafonía y polifonía potencial (Roulet 1987). Es este un recurso de notable efecto dramático y muy conectado con los discursos orales cara a cara. e.1. Medina atribuye a La Gasca palabras pensadas o emitidas, que suponen un ataque a su imagen y, con ello, el posible deterioro de sus argumentos. En el discurso que cita, que es a su vez polifónico, de polifonía implícita y función fática, Medina consigue revertir el posible efecto negativo de las palabras reproducidas, transformándolas en un argumento más a su favor. De este modo, Medina defiende su imagen de hombre honrado y sincero, carente de codicia: No dirá vuestra señoría: “Medina lo a hecho por robar o por dádivas” (Carta 2: fol. 26r). e.2. Pone en boca del receptor un arrepentimiento y enmienda que solo existe en el deseo del emisor. Se trata de un discurso polifónico potencial cargado de expresividad que sirve para enfatizar en la culpabilidad de La Gasca. El discurso que cita es una interpelación directa al receptor, en la que el locutor se impone desde el respeto: “Despierte vuestra señoría y diga: ‘¡O, ánima, que as de dar qüenta a dios, nuestro señor, y a su real justiçia, y as de aver pena por el mal, y bien por el bien!’” (Carta 3: fol. 15r). e.3. Asimismo, recurre a la polifonía potencial (Roulet 2011) para dar cuenta del sufrimiento al que están sometidos los naturales a causa del receptor, La Gasca, pues no son adoctrinados en la religión, pese a que es una obligación establecida por el rey. Los vecinos de Arequipa no cumplen con la obligación de pagar a los clérigos para que adoctrinen a los indígenas (obligación real trasladada a los encomenderos, que La Gasca debe controlar). Los naturales no solo son vendidos como esclavos, sino que además sufren el oprobio de ver como antes de venderlos son robados sus bienes materiales e incluso su mujer e hijos (aspectos estos muy castigados por las leyes reales). Son estas gravísimas acusaciones que, puestas amenazadoramente en la boca de los naturales, dirige Medina hacia su receptor y funcionan como argumentos de gran fuerza perlocutiva, que sirven

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para advertir a La Gasca de grandes males, ya que despertará las conciencias de los naturales, si no puede despertar la suya. De nuevo aquí el marco reproductor es una interpelación directa, en este caso a los naturales, a modo de arenga, de gran fuerza perlocutiva. El discurso citado, a su vez, incluye un diálogo potencial entre los naturales y Dios26: ¡Despertá naturales y clamá ante dios y desí!: “¡Señor jesucristo, no mos dotrinan en tu santa fe, ni vesinos d[e] Arequipa tienen clérigos que mos anseñen. Hoímos, señor jesucrito, pues que moristes por nosotros, que el lisençiado Pedro Gasca, presidente, mos venden en pública almoneda a qui[e]n da más por nosotros; el que mos vende, mos deja robados y desipados, y el que mos conpró, con desquitar lo que dio, no deja hijos ni mugeres ni mos dejan manta ni clavo!” (Carta 9: fol. 30r).

f. El DD es también elegido por Medina para incorporar argumentos de autoridad. En concreto emplea una parábola. Con ella pone de relieve su religiosidad, el cumplimiento de los preceptos de Dios, pero también de las leyes que prohibían ya en América la ociosidad. Estas voces servirán para enfatizar en la legitimidad del locutor y dotar de mayor fuerza dramática las injusticias de La Gasca, que han pasado por todos los estratos de la sociedad hasta llegar a Medina. Se remonta, para ello, a la Biblia. Se distancia aquí del discurso que cita con el empleo del tiempo de la narración, si bien este discurso es dependiente de un enunciado en el que el locutor muestra su sentimiento ante la injusta pérdida del fruto de su trabajo: Ase perdido mill pesos de lo que avía trabajado por mi sudor y trabajo, como Adán desque pecó, que le dijo dios nuestro señor: “¿Adote Adán, adónde te as escondido?”. ¡Qué bien sabía Cristo adónde estaba! Y dijo Adán: “Señor, la mujer que me diste me hiso pecar”. Dijo Cristo: “De tu sudor de tus manos comerás” (Carta 7: fol. 5r).

3.2.1.2. DD en la carta de Luis de Lara frente a las de Alonso de Medina La carta de Luis de Lara se caracteriza por el empleo del DR, como DI e impersonal, de modo que el DD, más comprometido para el locutor, está casi ausente en su carta. Solo se da una excepción, la reproducción de un documento escrito, con marco catafórico. El discurso que cita, en este caso es puramente narrativo: “Llegado el arsobjspo al Cuzco, publicó el repartjmyento en esta manera: al

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No obstante, el lenguaje empleado por Medina para reproducir una potencial voz de los naturales no reproduce lingüísticamente marca alguna que diferencia este, de su uso lingüístico habitual.

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lisensjado Carvajal, el mexor repartjmyento de todos los del Cuzco, adonde era vezino; a un marjne […], portugués, ochenta” (fol. 2r). Destaca el hecho de que las cartas de Alonso Medina exhiben de manera preponderante el uso de DD, mientras que la de Luis de Lara solo hace uso de él en un caso aislado, que cuenta, además, con la peculiaridad, como en líneas anteriores hemos visto, de presentar un marco constituido por la referencia a un texto escrito que recoge la decisión del arzobispo. Sin duda, este recurso le permite alejarse del discurso que reproduce, lo que no impide a su autor la reproducción libre de su contenido, pues es obvio que el arzobispo Loayza no incluyó en su escrito la valoración del reparto entregado a uno de los conquistadores “el mexor repartjmyento de todos los del Cuzco”. Se trata aquí de un discurso reproducido en el que, claramente, Luis de Lara incrusta su propia voz y opinión o, a lo menos, la del colectivo al que representa. Es, por tanto, usada, pese a la apariencia de neutralidad para reforzar sus argumentos. Medina emplea el DD, igualmente, para defender sus argumentos, pero también para preservar su propia imagen, que se ha visto atacada al ser condenado por La Gasca, como dicho anteriormente. Hemos visto que en el discurso o marco que cita es frecuente que el emisor emplee los tiempos verbales del comentario, que indican un cierto grado de compromiso del emisor. Asimismo, es habitual que, en el discurso citado, independientemente de la voz que reproduzca, se hagan explícitos los sentimientos y el estado en el que se encuentra la voz que va a reproducir (véase c.2.). En aquellos casos en los que la polifonía es, teóricamente, efectiva y cuando la voz reproducida pertenece a los naturales, Medina pone en sus bocas emotivas exclamaciones dirigidas a Dios que repiten los argumentos esgrimidos por Medina: los naturales sufren más abusos, ahora, que durante la etapa anterior (véase b.). No obstante, cuando el DD da forma a la diafonía potencial, el marco, que incluye una voz polifónica, hace uso del imperativo como apelación hacia su receptor (véase e.1.). Asimismo, en el marco o discurso que cita está presente la polifonía “dicen por boca de” cuando el autor reproduce el momento en el que tuvo noticia de que había sido condenado. El discurso citado retransmite aquí la voz del receptor, mediada por el alcalde mayor de Arequipa (véase d.2). Los tiempos verbales del mundo narrado, reducidos a los verbos decir o responder y, en ocasiones, a los pronombres personales objeto y fórmulas de tratamiento cortés, se emplean en el discurso que cita en las siguientes ocasiones: cuando reproduce el discurso del africano que está con Escobedo (véase a.), para introducir el diálogo entre Adán y Dios (véase f.), y para transcribir la voz de su receptor (diafonía efectiva), la Gasca (véase d.1.). En estos casos Medina decide distanciarse de las voces reproducidas.

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Cuando se hace uso de la diafonía y polifonía potencial el discurso que cita se sirve del imperativo para llamar la atención de su receptor al que exige que atienda sus palabras y actúe en una determinada dirección. Este uso dota al marco y discurso citado de un importante efecto dramático, tanto más cuando el discurso citado incluye abundantes exclamaciones dirigidas a Dios (véanse e.2. y e.3.).

3.2.2. DI en las cartas de Alonso de Medina y Luis de Lara El DI junto al narrativo es la forma más apropiada para el resumen del texto que se cita y, por tanto, es más verosímil, aunque también son los menos dramáticos y vivenciales. Por ello, estaría en el polo opuesto al DD en el continuo (Girón Alconchel 2002 y 2017).

3.2.2.1. El DI en las cartas de Alonso de Medina Es muy poco empleado el DI en las cartas de Alonso de Medina. Lo hallamos en contadas ocasiones, y sirve para enfatizar el argumento principal: Medina solo dice la verdad, se está robando a los pobres y a los naturales. Su preferencia por el DD es clara, de modo que los casos de DI se deben a la varietas, que le permiten cambiar de recurso lingüístico en busca de causar el mayor efecto perlocutivo en su interlocutor. También aquí, como cuando emplea el DD, recurre a la diafonía potencial con DI, con un marco reproductor o discurso que cita que emplea los tiempos propios del mundo narrado: “Bien sé yo que, si vuestra señoría illustrísima me diera comisión, vuestra señoría {41v.} se maravillara dello, y dijera que hera más que lo que Medina hablaba […]. También con discurso directo libre (DIL)27: Y al fin Medina será mentiroso y el indio se quedará sin manta, y el prove sin capa, y la prove sin manto” (Carta 8: gol. 41r.) Asimismo, encontramos algún otro caso aislado de DI cuyo marco introductor elige el tiempo verbal del mundo comentado, con significado de repetición y de mayor implicación del autor, un locutor que se muestra sorprendido: “Que en el Collao, en los pueblos de Horduña, me disen que ahorcaron vn casique” (Carta 7: fol. 64).

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Sin duda aquí cumple su función de presentar la escena como un contenido de conciencia del narrador.

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3.2.2.2. El DI en la carta de Luis de Lara Hemos señalado que Luis de Lara apenas emplea en su carta el DD para construir argumentos basados en las voces de otros, pues prefiere servirse de las formas del DI, DIL, DM y DN formando, con frecuencia, enunciados pluriformes, que dan cuenta de un alto grado de intertextualidad. Mucho tiene que ver en su elección que estas formas del DR sean más pertinentes para resumir otro discurso de una manera creíble, aunque imprecisa. Para la retórica esta es la forma típica de la diégesis, esto es, del mundo de la narración, de la rememoración: Y desían que más querjan que se puziese en cabesa de Su Magestad, que no que la tuvyesen los que tanto le avýan deservydo (DI), fol. 2r. […] diziéndoles que coman de su lealtad y de sus servjçios en esta tjerra (DI) […] dizen que a sydo grangerja aser lo contraryo (DI), sj no, que lo vean por el pago que se a dado a los leales (DIL), fol. 2v […] Según se dize, avýa en esta determynaçión myl onbres, y estuvyeron altercando a qujén arjan su capitán para efetuar su propósjto, fol. 2v. Dize él que los cargos de justiçia y alcaldjas mayores que no se an de dar sjno a los vezinos ricos, a qujen él djo la tjerra (DI), porque sjendo ricos no qujeren partjdo (DN) […]Y dezíanle en su cara muchos denuestos y sobornos que avýa tomado, llamándole don Corpas (/) (DN) […] ynportunando al Presjdente que los remedje de verse aquexado (DIL), a respondjdo que ellos eran los alborotadores (DI)y que sj no le sigujeran quel se saljera de la tjerra vjéndose solo (DIL), fol. 3r […] y dízese dél [del Arzobispo Loayza] que aconsejava cómo se devja resestjr su entrada en esta çivdad y que no fuese admjtjdo, y le costase a él el ábjto que tray vestjdo y no le dexasen entrar en esta çivdad (DI +DIL), […] avjsó al tjnjente Aldana que se guardase y los prendjese (DI), y ansj, quando estavan más seguros, fueron presos (DIL) fol. 3v, etc. Y con verdad se puede dezir quél dezizo a Piçaro, y no el Presjdente (DI), porque sj Senteno no se alsara con el Cusco, y con todo lo de arriba (DIL) (fol. 4v.).

Obsérvese, en el marco, el uso prácticamente exclusivo del verbo de lengua decir en su forma impersonal, tanto acudiendo a la tercera persona plural como a la pasiva refleja sola o acompañada de según, doble marca de citación, que remite a cierta autoridad ajena. Sin duda, esta prevención se explica por la necesidad de no imponerse. Se trataría de un acto de cortesía, ante un receptor, el rey, figura de autoridad por antonomasia. En cuanto al tiempo verbal que emplea en el discurso citado hemos visto que este fluctúa; en ocasiones emplea el presente de indicativo, con su valor de repetición, pero también con el mismo valor hace uso del imperfecto de indicativo, e incluso del indefinido. Igualmente, se sirve del presente de indicativo, sin valor repetitivo, como tiempo del mundo comentado. Entre estos usos descuella, por el compromiso del emisor en el enunciado: “Y con verdad se puede decir”.

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Destaca la ausencia de nombres propios, apenas aparece más nombre que el de La Gasca y el arzobispo Loayza en toda su carta. Probablemente para no perjudicar a sus vecinos, pues Luis de Lara muestra ser conocedor de que su receptor, el rey, no es nada receptivo a las críticas vertidas sobre la labor de La Gasca en el Perú. El comienzo de su carta, que responde también a una forma de polifonía retórica, en función de captatio benevolentiae, da buena cuenta de ello: Muy hilustre señor: Avnque vuesa señorýa no me conosca nj tenga notjsia de my persona no dexaré de servyr a vuestra señorýa en avjsar de las cosas que en esta tierra pasan después quel ljsençyado de La Gasca entró en el Cuzco y enpesó a governan en qujeta paz. Y tengo creýdo que vuesa señorýa estará dudoso en las creer porque pareserán muy nuevas y contraryas a la reputasjón en que debe destar en todos esos reynos su persona.

No obstante, no es esta la única causa que lleva a Lara a emplear las formas impersonales; asimismo es necesario señalar la importante carga argumentativa que aporta la ambigüedad de la fuente, que dota de validez y aceptación lo reproducido por ser aceptado por la generalidad de la comunidad, en concreto, de la comunidad de conquistadores leales a la corona de condición hidalga. Asimismo, se ha de tener en cuenta otro aspecto importante, y es el miedo que Lara podía sentir ante la reacción de La Gasca y del mismo rey. En consecuencia, evitar los nombres concretos, así como evitar hacerse responsable del contenido de su carta, era también una forma de salvaguardarse y protegerse a sí mismo y, en definitiva, a aquellos a quienes representaba y que, como él, no aceptaban el discurso oficial. Por eso Lara no duda en emplear en al menos dos ocasiones técnicas de distanciamiento que, según Haverkate (1994), reducen o minimizan el papel del autor: “Se puede/podría decir que”, si bien, en un equilibrio difícil, no deja, a través de otros elementos gramaticales, de poner de relieve que la información que incluye su carta es veraz. La prevención está justificada; téngase en cuenta, además, que muchas de las opiniones llegan al insulto: La Gasca no era un hombre sino “Madalena de la Cruz”28, y el arzobispo Loaiza es calificado de descandaloso y cudjsjoso sobre toda manera.

28 En la época fue ejemplo de falsa santidad una monja cordobesa llamada Magdalena de la Cruz. Se decía que era una santa y fue elegida abadesa los años 1533, 1536 y 1539. Sin embargo, para 1542 había empezado a ser considerada una mujer endemoniada; cfr. Mackay/ Wood (1991).

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4. Algunas conclusiones Es sabido que la teoría retórica argumentativa tiene como centro de interés la intención ilocutiva de persuadir, esto es, de comunicar, explicar, legitimar y hacer compartir el punto de vista del emisor, expresado en un debate abierto y contradictorio (Charandeau/Maingueneau 2005: 52). Las cartas que hemos analizado dan buena cuenta de un momento histórico, de los meses que siguieron tras la victoria de La Gasca sobre Gonzalo Pizarro, que no estuvieron exentos de polémica. Alonso de Medina y Luis de Lara se sitúan, ante unos mismos hechos, hoy históricos, contra lo que podríamos denominar “la verdad oficial”. En idéntico tiempo y espacio geográfico, escriben sendas cartas de petición a personajes del más elevado rango, pero, pese a que emplean un mismo tipo textual, las categorías lingüísticas del DR elegidas son notablemente distintas, tanto es así que se sitúan en los dos extremos del continuo. Medina selecciona las formas del DR vinculadas al drama o mímesis (DD), mientras que Luis de Lara selecciona las propias de la narración o diégesis (DI, DN y en ocasiones DIL). Así pues, no parece que en este caso se pueda vincular tipología textual y categorías lingüísticas del DR, tampoco se puede asociar el empleo del DR con la narración, al menos en este tipo de cartas, pese a la selección realizada por Lara de formas del DR propias de este tipo de secuencias, sino que narración y argumentación aparecen entreveradas en su carta, predominando la polifonía tanto externa como interna29 y su función argumentativa. En efecto, los datos obtenidos indican que los mecanismos lingüísticos asociados a la argumentación forman parte sustancial de este tipo textual. De manera especial la polifonía. De hecho, hemos partido en nuestro análisis de los argumentos que emplean ambos autores para conseguir la legitimidad necesaria que les permita hacer efectivos sus discursos. Ahí observamos una diferencia entre ambos, que puede haber contribuido a las distintas elecciones gramaticales, mientras Luis de Lara legitima su discurso en su calidad personal, en su linaje, y en sus redes sociales, Alonso de Medina lo hace, sobre todo, a través de la legitimidad que le confiere haber sido sayapay, esto es, intérprete. Del desempeño de sus labores de soldado y poblador y, quizás por otras razones que desconocemos, pero compartidas, según parece creer el soldado arequipeño, con el receptor, emanaría la obligatoriedad de aceptar la verdad de sus palabras. En este trabajo nos hemos centrado en el DR, pero hemos podido comprobar que estas cartas emplean numerosos mecanismos polifónicos implícitos y explí29

Nølke (1994) distingue entre la polifonía propia del DR o externa y la que se encuentra en los enunciados o interna.

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citos, aunque hemos de dejar su análisis para otra ocasión. Pero, además de la diferente legitimación de sus discursos (social o moral), ¿qué provoca que las formas de DR seleccionadas sean diametralmente opuestas en una misma tipología textual? Roulet (2011) considera que la organización polifónica del discurso interfiere con muchas otras dimensiones de este, como las dimensiones sociales, de interacción, tópicas, jerárquicas y relacionales. Veamos qué dimensiones del discurso pueden explicar dicha disimilitud. En la dimensión sociológica30 del discurso, son muchos los componentes en que ambos autores coinciden: contexto cultural y social, una misma ideología, costumbres, época, una formación semejante, un origen geográfico común, un mismo tema, un destinatario asimétrico, etcétera, pero en este último aspecto se observa una diferencia importante, mientras Luis de Lara no parece haber tenido contacto directo con el rey de España, Alonso de Medina formó parte del ejército de La Gasca en las guerras contra Gonzalo Pizarro, por tanto, tuvo conocimiento directo y trato, asimétrico, pero de alguna proximidad, con su receptor; un receptor que, además, aunque actúe en el lugar del rey, con plenos poderes, no es el rey. No obstante, por sí solo este aspecto no podría explicar las sustanciales diferencias en la elección de las categorías lingüísticas de DR, si aceptamos la vinculación de estas a diferentes tipologías textuales31. Y, efectivamente, podemos señalar otra diferencia importante, las diversas motivaciones que impulsan los escritos de ambos conquistadores; en concreto, la urgente necesidad que tiene Medina de persuadir a La Gasca y, por tanto, su alto grado de implicación emocional. En efecto, a Alonso de Medina le iba la vida en ello. De ahí que recurra al DD, forma típica de la mímesis, como uno de los mecanismos que le va a permitir poner en funcionamiento el engranaje retórico de la argumentación más impactante: el pathos. Sin duda lo emplea con el objetivo de estimular la emoción en su receptor. De modo que Medina sigue las reglas de construcción del pathos: conseguir la identificación empática, hacer visible la emoción mostrando sujetos emocionados y amplificar estas emociones. Y, claro, el DD es una excelente herramienta retórica para validar sus argumentos con la fuerza de otras voces, generalmente colectivas: los vecinos honrados y leales a la corona y los naturales del Perú. También es mecanismo valioso para reforzar su imagen dañada.

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Dimensión que involucra todas las demás dimensiones. Alonso de Medina escribe las cartas analizadas aquí, pero también diálogos dirigidos a La Gasca. Se observa que en los diálogos sigue prefiriendo el DD, si bien menudea igualmente el DI. El DD presenta una peculiaridad respecto de las cartas en cuanto a su configuración, pues suelen ser estos enunciados pluriformes frente a lo que ocurre en las cartas, que son uniformes. Presenta, por tanto, mayor complejidad sintáctica.

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Mediante el DD consigue en los casos pertinentes adoptar una posición más distante, sin perder por ello la valiosa adición del argumento que esgrime en la cita, mientras que cuando elige los tiempos del comentario y los imperativos la fuerza dramática y argumentativa, sobre todo, perlocutiva, aumenta considerablemente y lo aproxima a tipologías textuales en los márgenes de la literatura. De hecho, la producción de Alonso de Medina cuenta con diálogos/memoriales de características, en principio, propias de documentación de tipología forense, que han traspasado sus límites hasta codearse con tipos discursivos literarios, en concreto, con el género dialógico, de gran desarrollo en el Renacimiento, del mismo modo que las cartas-informe, en la misma época, pivotaron desde el discurso forense hacia las relaciones y crónicas32. La elección que realiza Luis de Lara del DI y sus variantes para argumentar sus peticiones al rey tiene mucho que ver, posiblemente (aunque sería necesario ampliar el número de estudios), con el uso generalmente asignado a este tipo de cartas, cuando el motivo, no el tema, no presenta la urgencia y gravedad que hemos visto en las cartas de Alonso de Medina. Existe, asimismo, otra causa que justifica la mencionada diferencia entre ambos discursos, el tipo de legitimidad que ampara a los emisores. Hemos visto que Alonso de Medina, entre otros mecanismos para validarse, emplea el de la verdad, dice “las verdades”. Y no las dice cualquiera, recordemos que es intérprete de quechua y que en la época dicha actividad gozaba de una importante consideración social. Esto justifica su aparente descortesía y le permite mostrar sus emociones.

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Cf. Bustos Tovar (2000) y Carrera de la Red (2006a, b, c).

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— (2015): “Semántica y discurso: a propósito del discurso anticlerical en el siglo xvi”, en: García Martín, José M.ª (dir.), en: Actas del IX Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Vol. 2. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 1231-1248. — (2016): “Aspectos del discurso argumentativo-polémico en algunos testimonios medievales”, en: López Serena, Araceli/Narbona Jiménez, Antonio/Rey Quesada, Santiado del (coords.): El español a través del tiempo: estudios ofrecidos a Rafael Cano Aguilar. Vol. 2. Sevilla: Universidad de Sevilla, vol. II, 755-773. Carrera de la Red, Micaela (2006a): “La persuasión en el ‘discurso diplomático’ indiano”, en: Girón Alconchel, José Luis/ Bustos Tovar, José Jesús de (coords.): Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Vol. 3. Madrid: Arco/ Libros, 2681-2696. — (2006b): “Escribir para gobernar: análisis pragmalingüístico del ‘discurso diplomático’ en la etapa colonial española”, en: Casado Velarde, Manuel/González Ruiz, Ramón/María Victoria Romero Gualda (coords.): Análisis del discurso: lengua, cultura, valores: Actas del I Congreso Internacional. Madrid: Arco/Libros, 1711-1732. — (2006c): “Análisis de situaciones comunicativas en el documento indiano por excelencia: la carta”, en: Sedano, Mercedes/Bolívar, Adriana/Shiro, Martha (coords.): Haciendo lingüística: homenaje a Paola Bentivoglio. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 627-644. Charaudeau, Patrick/Maingueneau, Dominique (2005): Diccionario de análisis del discurso. Traducción de Irene Agoff y supervisión de Elvira Arnoux. Buenos Aires/ Madrid: Amorrortu. Ducrot, Oswald (1983): “Opérateurs argumentatifs et visée argumentative”, en: Cahiers de linguistique française 5, 7-36. — (1984): El decir y lo dicho. Buenos Aires: Hachette. — (1986): El decir y lo dicho. Polifonía de la enunciación. Barcelona: Paidós. Fuentes Rodríguez, Catalina/Alcaide Lara, Esperanza (2002): Mecanismos lingüísticos de persuasión. Madrid: Arco/Libros. Girón Alconchel, José Luis (2002): “Discurso indirecto libre y autobiografía en la Vida del Capitán Contreras”, en: Saralegui, Carmen/Casado, Manuel (eds.): Pulchre, bene, recte. Estudios en homenaje al Prof. Fernando González Ollé. Pamplona: EUNSA, 625-638. — (2011): “Ilativas, interordinación y consecutivas de enunciación”, en: Bustos Tovar, José Jesús de/Cano Aguilar, Rafael/Méndez García de Paredes, Elena/López Serena, Arceli (coords.): Sintaxis y análisis del discurso hablado en español. Homenaje a Antonio Narbona. Vol. 1. Sevilla: Universidad de Sevilla, 551-566. — (2017): “Discurso referido, gramaticalización y construcción lingüística del texto”, en: Recherches 18, 23-34.

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EL DISCURSO DIRECTO EN LAS CRÓNICAS DE DIEGO DE TRUJILLO Y PEDRO PIZARRO Eva Stoll Ludwig-Maximilians-Universität

Resumen Tanto en la relación de Pedro Pizarro como en la de Diego de Trujillo, ambas escritas en 1571 en el Perú, se encuentran numerosos pasajes en estilo directo que sirven a finalidades diversas y que se caracterizan por procedimientos lingüísticos diferentes. Mientras que Diego de Trujillo tiende a dramatizar la narración de los sucesos, Pedro Pizarro procura prestar autenticidad a su relato. Como ambos autores no tienen experiencia con la redacción de textos historiográficos y por lo tanto se caracterizan por una competencia escrita de impronta oral, los pasajes en discurso directo dejan ver una mezcla curiosa de elementos estilizados de una oralidad fingida y de reflejos directos de la lengua hablada. En esta contribución, se analizan los fenómenos de inmediatez comunicativa, en especial los elementos diafásicos y diastráticos del español del siglo xvi como las expresiones del lenguaje castrense. Los fenómenos serán discutidos partiendo de unas consideraciones teóricas más amplias que serán expuestas en la primera parte de la contribución. Palabras clave: discurso directo, lengua hablada, español del siglo indiana, semiculto.

xvi,

historiografía

Abstract In Pedro Pizarro’s and Diego de Trujillo’s historiographic reports, both of them written in Peru in 1571, there are long passages in direct discourse that serve various purposes and present interesting linguistic phenomena. While Diego de Trujillo tends to dramatize the narration of the events, Pedro Pizarro aims to confer authenticity to his chronicle. As the conquerors are not familiar with the redaction of historiographic texts, their texts are marked by a writing competence that is conceptionally oral. For that reason, the passages written in direct discourse show an interesting mixture of stylized elements of fabricated orality and of direct reflections of the spoken language. In this contribution, the phenomena of communicative immediacy will be analyzed, especially the diaphasic and diastratic elements of 16th century Spanish, as, for example, expressions of the soldiers’ language. The interpretation of the linguistic phenomena will be grounded in theoretical considerations that are set out at the beginning of this contribution.

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Keywords: direct discourse, colonial historiography, Spanish of the sixteenth century, orality, semi-illiterate.

1. Objetivo del trabajo El discurso directo forma un elemento constitutivo en numerosas crónicas soldadescas de la época colonial. Como los conquistadores se caracterizan por una competencia escrita de impronta oral1, cabe preguntarse cuál es la índole del discurso directo en sus textos y hasta qué punto muestra reflejos de la lengua hablada del siglo xvi. ¿Es posible que los testigos procuran reproducir intervenciones concretas de personajes reales? ¿O imitan, más bien, enunciados según los modelos conocidos por ellos? ¿Puede tratarse de una mezcla de ambos? ¿Cuáles son los propósitos vinculados a la integración del discurso directo? ¿Y cómo se pueden interpretar las peculiaridades lingüísticas de los pasajes en estilo directo? Para acercarnos a estas cuestiones, vamos a analizar dos crónicas soldadescas del siglo xvi que tienen mucho en común. Se trata de los textos de Pedro Pizarro y Diego de Trujillo, que fueron ambos protagonistas y testigos de la conquista del Perú. Diego de Trujillo escribió en el año 1571, respondiendo a la solicitud del virrey Toledo, un corto relato historiográfico con el título: “Relación del Descubrimiento del Reyno del Perú”2. El escrito de Pedro Pizarro data del mismo año 1571, pero es más extenso; su título reza: “Relacion del descubrimiento y conquista de los reinos del Piru y del gouierno y horden que los naturales tenían y tesoros que en ellos de hallaron y de las demas cosas que en el an çubçedido hasta el dia desta fecha. Fecha por Pedro Piçarro conquistador y poblador destos dichos rreynos y vezino de la ciudad de Arequipa. Año de mill e quinientos e setenta y un años”3. Para empezar, hay que aclarar brevemente el trasfondo de este tipo de autores y las características de su forma de escribir. En este contexto, es necesario esbozar el concepto de competencia escrita de impronta oral que suponemos en los soldados cronistas que se distinguen considerablemente de los historiadores

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En cuanto a este término, véase el apartado 2. Nos basamos en la edición de Porras Barrenechea: Trujillo (21970). No se conoce, sin embargo, con certeza el título original del manuscrito; cf. Stoll (1997: 150 y ss.). Así reza el título del manuscrito guardado en la biblioteca Henry E. Huntington Library and Art Gallery of San Marino de California. Es la base de la edición de Guillermo Lohmann Villena del año 1978 (21986), de la cual vamos a citar en lo que sigue. En el siglo xix existía todavía otro manuscrito, hoy desaparecido, que fue editado por Martín Fernández de Navarrete en 1844. Obviamente, los dos manuscritos divergen en muchos aspectos.

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profesionales en su forma de redactar textos4. Para poder analizar los fenómenos lingüísticos de una manera adecuada, tenemos que considerar las peculiaridades del discurso directo en general y también las formas tradicionales de su empleo en la historiografía tradicional. Tendremos que discutir una posible orientación de los soldados cronistas hacia modelos vigentes de la época, tanto como una influencia de la retórica cotidiana. Además, hay que aclarar las finalidades textuales del discurso directo en el texto concreto ya que es la base para poder interpretar correctamente las peculiaridades lingüísticas en cuestión. Con todos estos aspectos en mente, se van a interpretar, en la parte central de esta contribución, los elementos lingüísticos más interesantes que aparecen en los textos. Terminaremos con una comparación de los resultados y unas conclusiones pertinentes.

2. Margen teórico 2.1. Competencia escrita de impronta oral Los textos de soldados cronistas como Diego de Trujillo y Pedro Pizarro se caracterizan por una escritura de impronta oral5. En el marco del proyecto que llevamos a cabo con Wulf Oesterreicher6 hemos denominado tales autores como “semicultos”7. Lo específico de sus escritos yace en el hecho de que se trata de personas que bajo otras condiciones históricas no hubieran redactado textos historiográficos. Como “testigos de vista”8 quieren documentar sus memorias y resaltar su aportación al éxito de la conquista española. En principio, procuran producir textos historiográficos buenos y adecuados, pero su experiencia con la producción de textos de la distancia comunicativa9 es reducida. No saben aprovechar las posibilidades de planificar y de revisar un texto complejo. Tienen problemas para organizar el texto de una manera consistente y para emplear un

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A lo largo de este trabajo, vamos a comparar, pero solo puntualmente, con las obras de historiadores profesionales como Francisco de Jerez (1988) y Bernabé Cobo (1956). Cf. Oesterreicher (1994: 155-190) y Stoll (1997: 14-18). Se trata del proyecto El español en textos escritos por semicultos. Competencia escrita de impronta oral en la historiografía indiana (siglo xvi) que se realizó entre 1991 y 1996 en la Universidad de Friburgo como parte del Área de Investigación Especializada (SFB 321). Cf. Oesterreicher (2011: 15-19) y Stoll (1997: 3-13). Este término jurídico se utiliza frecuentemente en la historiografía indiana, cf. Stoll (2005). Remito a los numerosos trabajos de Peter Koch y Wulf Oesterreicher, que – por lo menos en Alemania – se han convertido ya en conocimiento básico. En cuanto a la “oralidad y escrituralidad” parten de la distinción fundamental entre el medio (fónico vs. gráfico), por un lado, y la concepción (lengua hablada = lengua de “inmediatez” y lengua escrita = lengua de “distancia”), por el otro. Cf., sobre todo, Koch/Oesterreicher (1985, 2001 y 2007).

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vocabulario apropiado. En cuanto a la sintaxis, tienden a anacolutos, contaminaciones, elipsis y segmentaciones, y con respecto a la semántica, a repeticiones, a deficiencias en las referencializaciones y a explicaciones confusas10. En vista de su implicación personal, los autores son propensos a emplear recursos expresivos como interjecciones, diminutivos, metáforas y comparaciones drásticas. Todos estos son rasgos universales de la lengua hablada que son típicos del ámbito de la inmediatez comunicativa11. Por otro lado, emplean expresiones marcadas en el diasistema que no pertenecen a la norma escrita. Estos fenómenos histórico-idiomáticos son de sumo interés ya que reflejan el habla de los pobladores españoles en Perú en la segunda mitad del siglo xvi. En este contexto, cabe preguntarse si las características de los pasajes escritos en estilo directo son los mismos que hemos esbozado arriba. ¿O puede ser que el discurso directo refleje todavía más los fenómenos de la lengua hablada? En lo que sigue analizamos el carácter y la función del discurso directo en las crónicas mencionadas. En cuanto al lenguaje de inmediatez nos interesan, en especial, los fenómenos diafásicos y diastráticos como, por ejemplo, las expresiones del lenguaje de los soldados y fraseologismos de la época. Pero veamos primero el carácter del discurso directo en general.

2.2. El discurso directo Una característica esencial del discurso directo consiste en la perspectiva del enunciador. En el discurso directo el narrador reconstruye la situación enunciativa y evoca las palabras exactas de los hablantes o, por o menos, parece hacerlo12. Maldonado González afirma en este contexto: “No importa que en la cita se reproduzcan palabras no emitidas realmente. Todo discurso citado, sea real o imaginario, supone necesariamente la reconstrucción de su situación de enunciación

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Cf. para una presentación más detallada de estos fenómenos Koch/Oesterreicher (2007). Existen diferentes grados de inmediatez y de distancia comunicativa que se conciben como un continuo limitado por dos polos extremos, cf. Koch/Oesterreicher (2007: 29-30). Por supuesto, no ubicamos los textos de nuestros conquistadores en la máxima inmediatez comunicativa. Más bien hay que localizar el género historiográfico con sus enormes exigencias en la máxima distancia comunicativa. Las desviaciones estilísticas de los soldados cronistas van dislocando el perfil textual en dirección del polo de inmediatez comunicativa: pero solo un tanto, no de manera absoluta. “The [oratio recta] evokes the original speech situation and conveys, or claims to convey, the exact words of the original speaker in direct discourse” (Coulmas 1986: 2); cf. también Reyes (1984).

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correspondiente. De hecho, ni siquiera una cita directa es siempre una cita real; ‘literalidad’ no significa ‘autenticidad’” (1999: 3555). Esto significa que ni siquiera en los textos que procuran confirmar la veracidad de lo relatado a través de la reproducción de un discurso real13 podemos contar con citas auténticas, sino como mucho, con citas aproximativas. El discurso directo se debe siempre a una construcción deliberada, a una forma de estilización llevada a cabo por el autor. En la gramática tradicional se suele distinguir entre discurso directo e indirecto y Coulmas (1986: 2) da un ejemplo ilustrativo para destacar las diferencias que surgen con la transformación de un discurso directo a un discurso indirecto. DD: “‘Have you pray’d to-night, Desdemona?’ asked Othello, and Desdemona answered: ‘Aye, my lord’”. DI: “Othello asked his wife whether she said her nightly prayers, which she affirmed”.

Como se puede ver, divergen las formas de tratamiento, los vocativos e imperativos y las exclamaciones e interjecciones, elementos que serán de interés en el análisis de las crónicas soldadescas. Hay que precisar que, de hecho, existen múltiples formas intermedias entre discurso directo e indirecto14. Girón Alconchel (1989) parte de un continuo entre oratio recta, oratio mixta y oratio oblicua, y entiende la oratio mixta como “zona de solapamiento” (1989: 178). Es una distinción muy útil, sobre todo porque Girón Alconchel considera la tradición discursiva como factor decisivo para la variación del discurso. En el próximo apartado, tomamos en consideración la influencia de posibles modelos discursivos en la escritura de los soldados cronistas. Es necesario para poder juzgar si el discurso directo de las crónicas lleva rasgos de una oralidad real, si se trata de una oralidad fingida o de una estilización literaria.

2.3. El discurso directo en la historiografía tradicional Desde la Antigüedad, los discursos pronunciados por figuras centrales han desempeñado un papel primordial dentro de la historiografía. Ya en la historiografía de la Antigüedad clásica, en las obras de Tácito, Livio y Salustio, se insertan lar-

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Cf. Maldonado González (1999: 3555). Se puede pensar en discursos como la conversación cotidiana, en protocolos o testimonios. Cf. los subtipos presentados en Maldonado González (1999: 3549-3595).

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gos monólogos cuidadosamente elaborados y enriquecidos con recursos retóricos que tienen la función de caracterizar a los personajes centrales y de fomentar su heroización15. Muchas veces se trata de un discurso ante el senado o ante los soldados, que contiene argumentos políticos y reflexiones morales. Constituyen elementos textuales clave que se exponen en lugar destacado para facilitar una mirada retrospectiva y prospectiva. Significan para el cronista la posibilidad de explicar las interrelaciones secretas de los acontecimientos y de ofrecer un análisis indirecto. El discurso alternante entre dos personas, sin embargo, se da solo en una historiografía biográfica-anecdótica y tiene la función de destacar aspectos morales16. El hecho de que el tipo de discurso-monólogo tiene todavía relevancia en la historiografía profesional del siglo xvi, se puede ver, por ejemplo, en el texto de Francisco de Jerez. Como secretario de Francisco Pizarro escribió una versión oficial de la conquista del Perú. En su relación encontramos el siguiente discurso pronunciado por Francisco Pizarro: El Gobernador dijo con mucha alegría: “Doy muchas gracias a Dios nuestro Señor, y todos, señores, las debemos dar, por tan gran milagro como en este día por nosotros ha hecho. Y verdaderamente podemos creer que sin especial socorro suyo no fuéramos parte para entrar en esta tierra, cuanto más para vencer una tan gran hueste. Plega a Dios por su misericordia, que, pues tiene por bien de nos hacer tantas mercedes, nos dé gracia por hacer tales obras, y que alcancemos su santo reino. Y, porque señores, vernéis fatigados, váyase cada uno a reposar a su posada, y porque Dios nos ha dado victoria no nos descuidemos; que, aunque van desbaratados, son mañosos y diestros en la guerra, y este señor (como sabemos) es temido y obedecido, y ellos intentarán toda ruindad y cautela para sacarlo de nuestro poder. Esta noche y todas las demás haya buena garda de velas y ronda, de manera que nos hallen apercebidos” (Jerez 1988: 114).

Este discurso tiene, como en la historiografía tradicional, la función de caracterizar la figura principal de Francisco Pizarro y de resaltar sus cualidades de liderazgo. No obstante, hay que dudar que los soldados cronistas hayan sido influidos por obras historiográficas de la tradición clásica o española17. Como semicultos,

15 Cf. Scardino (2007: 55). 16 En la historiografía medieval española se encuentran diferentes tipos de discurso referido, pero prevalece el estilo mixto, cf. Girón Alconchel (2008: 192-194). 17 Cf. Stoll (1997: 23-110). Walter Mignolo (1982: 78) dice al respecto: “La escritura de la historia no puede dejarse en manos de cualquiera, sino de los letrados. (Esto no siempre ocurre en América)”.

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tienen, en principio, un conocimiento limitado de tradiciones discursivas de la distancia comunicativa. Por esta razón, tampoco parece probable que hayan adoptado elementos del género diálogo, que está muy difundido en la época del Renacimiento18. ¿Cuáles entonces pueden haber sido sus posibles modelos?

2.4. Tradiciones discursivas como modelos para la crónica soldadesca 2.4.1. El libro de caballerías Como hemos demostrado en otro lugar, los cronistas semicultos se orientan más bien hacia los modelos de distancia comunicativa que mejor conocen; estos son, en especial, el estilo jurídico y la novela de caballerías19. Mientras que la influencia del estilo cancilleresco se puede ver en la tendencia de los autores en nombrar testigos y en referirse a sus manifestaciones verbales, la influencia de la novela de caballerías se refleja, por lo menos en algunas crónicas, en la forma de contar los acontecimientos y, sobre todo, en los diálogos. En la relación de Andrés de Tapia, el náufrago Jerónimo de Aguilar, que vivió largos años entre los indígenas, se dirige cortésmente a los compatriotas que le encuentran diciendo: “señores soys christianos e cuyos vasallos?” (Tapia 2003: 131). Es, en este contexto, un enunciado curioso que no tiene nada que ver con una verosimilitud histórica, sino que se explica por la construcción idealizada según los valores caballerescos. La estilización literaria se puede estimar todavía más, si se compara este párrafo con el relato de Bernal Díaz del Castillo, quien escribe sobre el náufrago: “en español, mal mascado y peor pronunciado, dijo: ‘Dios y Santa María y Sevilla’; e luego le fue a abrazar el Tapia” (1988: I, 335)20. Una comparación de la cita de Andrés de Tapia con el discurso directo en el Amadís puede confirmar nuestra interpretación. Típico del estilo directo en el Amadís es la combinación de una fórmula de tratamiento con una exhortación o demanda, muchas veces en figura de bimembración, como en los siguientes ejemplos: Compañeros, veis aquí… (Rodríguez de Montalvo 1987: I, 429). Id tras él y mataldo… (Rodríguez de Montalvo 1987: I, 280). 18 19 20

Parece que el género diálogo como tal no ha estado al alcance de los semiletrados. Sin embargo, sus reflejos, sí pueden haberlos influido, por ejemplo, a través de la novela de caballerías, cf. 2.4.1. Cf. Stoll (2005) y Stoll (2010). Véase más detallado Stoll (2013).

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Señor cavallero. No passeís más adelante (Rodríguez de Montalvo 1987: I, 422)21.

Aunque estos elementos pueden ser reconocidos claramente en el diseño del discurso directo en la relación de Andrés de Tapia, tampoco podemos generalizarlos. Aparecen solo en algunas crónicas soldadescas22.

2.4.2. La retórica cotidiana Por último, hay que tomar en consideración la importancia que tiene el uso del discurso directo en la retórica de la lengua cotidiana. Ehlich (1980), Stempel (1987), Tannen (1989) y Oesterreicher (1997), entre otros, postulan la presencia de recursos estilísticos dentro del lenguaje cotidiano que se fundan en la voluntad expresiva de los hablantes. En la conversación cotidiana están presentes formas de narrar como anécdotas, chistes, ejemplos paradigmáticos, etcétera, que incluyen frecuentemente pasajes en estilo directo. Tienen la función de vivificar el relato, de puntualizar aspectos determinados y de emocionar a los interlocutores. La narración se convierte – en estos pasajes – en una escena de teatro23. Prestando voz a sus personajes, el narrador evoca la ilusión de retirarse de la escena. Refuerza el efecto modulando y variando el tono y timbre de la voz conforme al contenido de su relato. Asimismo, los gestos y la mímica ayudan a diferenciar los personajes. Por esta razón, el narrador puede fácilmente renunciar a elementos introductorios24. Por supuesto, también en el nivel de la retórica cotidiana estamos ante una construcción deliberada del discurso que, en este caso, tiene la finalidad de mover emocionalmente al oyente. Por lo visto, tenemos que contar con el hecho de que la construcción lingüística del discurso directo pueda depender de múltiples factores y de patrones bien distintos. En lo que sigue, veremos de qué manera Diego de Trujillo y Pedro Pizarro se sirven del discurso directo y qué rasgos lingüísticos dejan entrever.

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Cf. Stoll (2013). También Romero (1988: 342) sostiene la influencia del libro de caballerías en la historiografía colonial y da el siguiente ejemplo de la crónica de Bernal Díaz del Castillo, un discurso pronunciado por Montezuma: “y el Montezuma respondió: ‘Señor Malinche, muy bien entendido tengo vuestras pláticas y razonamientos […]’”; cf. también Barbón Rodríguez (1978). Girón Alconchel (2008: 179) habla, en cuanto al extremo izquierdo del continuo del discurso referido, de “drama”. Cf. Tannen (1986: 323): “I suggest that these various ways of introducing dialogue fall along a continuum. At one pole is no introducer at all, used in informal conversational narrative because of the great expressive power of the human voice. At the other pole is the use of graphic verbs as introducers – a form typical of literary narrative”.

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3. Análisis de las crónicas 3.1. Diego de Trujillo El primero de los textos que vamos a analizar es la relación de Diego de Trujillo, escrita en 157125. El autor, hijo de hidalgos pobres de Extremadura, se encontró a partir de 1530 en América, y tomó parte en los acontecimientos centrales de la conquista del Perú, sobre los cuales redactó un texto26. Obviamente, tenía cierta práctica en el escribir, como podemos deducir de su letra bastante fluida27. Podemos suponer, sin embargo, que su contacto con la comunicación escrita fue limitado a textos cortos de la vida cotidiana como lo son los testamentos, los contratos o las probanzas de mérito.

3.1.1. Funciones del discurso directo Un inventario inicial constata que en la relación de Diego de Trujillo se encuentran diez enunciados en discurso directo y cinco diálogos en los que hablan más los indígenas que los españoles. No se pronuncian discursos largos como en las obras historiográficas elaboradas, sino más bien enunciados cortos y concisos, estrechamente vinculados al relato de sucesos. Y como eran tantas fiestas que hacían, dijo el Gobernador a Sebastián de Benalcázar: “– No me parece bien tantas fiestas” (Trujillo 1970: 51).

Esta reacción corta del gobernador contrasta fuertemente con el tipo de discurso elaborado de la historiografía tradicional y asimismo con la forma de hablar de Francisco Pizarro en la relación de Francisco de Jerez28. Trujillo emplea el discurso directo para fomentar la tensión de su narración. En estilo directo se expresan las reacciones de los indígenas durante el avance de los conquistadores españoles en el reino incaico:

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Para un cuadro sinóptico de los manuscritos y de las ediciones existentes, cf. Stoll (1997: 150152). La edición de Porras Barrenechea que utilizamos (Trujillo 1970) es la más fidedigna que existe. Aunque contenga algunos errores, estos no dificultan el análisis aquí realizado. No se sabe mucho sobre Diego de Trujillo. Véanse, sobre todo, Romero (1899: 73-74), Porras Barrenechea (1986: 146-152; 557-574), Esteve Barba (1992: 466-467) y Stoll (1997: 148149). Cf. las cartas de Diego de Trujillo conservadas en la Huntington Library, una del 25/02/1547 dirigida a Gonzalo Pizarro (PL 870) y la otra del 27/03/1547, a Pedro Guillén (PL 871). Cf. la cita completa de Francisco de Jerez en el apartado 2.3.

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nosotros no os queremos matar de noche, si no de día, y holgarnos con nosotros (Trujillo 1970: 62). dice Atabalipa que de esta manera os ha de poner los cueros a todos vosotros, si no le volveis cuanto aveis tomado en la tierra (Trujillo 1970: 55).

Estos supuestos comentarios indígenas subrayan la peligrosidad de la situación para los españoles29. La función dramatizadora es evidente también en la presentación del enfrentamiento de Cajamarca. Trujillo elabora el diálogo entre Vicente de Valverde y Atahualpa de la manera siguiente: y hablando [fr. Vicente de Valverde] con él palabras del Sto. Evangelio, le dixo Atabalipa, quien dice eso, y él respondió Dios lo dice, y Atabalipa dixo como lo dice Dios, y fr. Vicente le dijo veslas aquí escritas y entonces le mostró un Breviario abierto y Atabalipa se lo demandó, y le arrojó despues que lo vió como un tiro de herrón de allí diciendo, ea, ea, no escape ninguno y los Indios dieron un grande alarido diciendo ho, Inga, que quiere decir hágase así, y el alarido puso gran temor; y entonces se volvió fr. Vicente y subió a donde estava el Governador, que hace vmd. que Atabalipa está hecho un Lucifer; y entonces el Governador se desnudó (Trujillo 1970: 58-59).

Como Oesterreicher (1997) ha demostrado, cabe suponer como punto de partida de este diálogo la lectura del requerimiento que los conquistadores tuvieron que hacer para ser legitimados antes de iniciar sus acciones militares30. Por lo visto, el autor ha transformado sustancialmente el carácter y las palabras del encuentro original. Del acto oficial y burocrático no se transluce nada, sino Atahualpa y Valverde parecen hablar directamente el uno con el otro –sin que hubiera sido necesaria una lengua y sin malentendido. En la escenificación de Diego de Trujillo, los protagonistas se enfrentan directamente e intercambian enunciados cortos. Reaccionan de manera inmediata y acertada, con las palabras más sencillas: “quien dice eso” – “Dios lo dice”; “como lo dice Dios” – “veslas aqui escritas”. A través de la construcción narrativa, el autor logra dos efectos: primero, una fuerte emocionalización del oyente, y segundo, una interpretación ideológica de los sucesos. El proceder de los conquistadores se presenta, en su relato, como reacción necesaria ante la blasfemia de Atahualpa que parece “hecho un Lucifer” y queda por tanto aprobado.

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Cf. también el siguiente pasaje que sirve para dramatizar los sucesos: “[Atabalipa] preguntó al Inga que avía venido con nosotros […] ‘que es de estos de las barvas’ y respondió ‘estarán escondidos’” (Trujillo 1970: 58). Cf. asimismo Oesterreicher (2001).

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Diego de Trujillo cuenta bien, de manera viva y entretenida, pero simplifica considerablemente las cosas. En la construcción de este diálogo no podemos detectar ningún indicio de la influencia de un modelo literario31. Su presentación parece como una escena modelada a grandes rasgos. Podemos suponer que se trata de una versión consolidada, que es el resultado de haber contado este mismo episodio en innumerables ocasiones durante los pasados decenios. La repetición del acto narrativo ha llevado a una transformación narrativa, a una estilización significativa que está basada en la retórica cotidiana.

3.1.2. Fenómenos lingüísticos del discurso directo en Diego de Trujillo A la hora de analizar el nivel lingüístico de los pasajes en estilo directo en la relación de Diego de Trujillo, hallamos algunas características de la lengua hablada como, por ejemplo, faltas de concordancia: no me parece bien tantas fiestas (Trujillo 1970: 51).

Otro fenómeno típico del lenguaje de inmediatez son interjecciones. Con la fórmula “ea, ea, no escape ninguno” (Trujillo 1970: 58) y con la expresión “ho, Inga” (Trujillo 1970: 58) el autor procura imitar el hablar de los indígenas para hacer su relato más vivo. Pero son las interjecciones españolas32, integradas en enunciados españoles. Más interesantes, todavía, son los fallos de construcción, como en el ejemplo siguiente: y él respondió aquí me tienen diciendo ya sale Atavalipa que estava metido en su aposento, y no sale (Trujillo 1970: 56).

Es obvio que la información de trasfondo “que estava metido en su aposento” no encaja en la organización discursiva e interrumpe la coherencia de la perspectiva narrativa. Este pasaje, sin embargo, parece menos irritante cuando se lo imagina en voz alta, diferenciando con la voz y/o con pausas los diferentes niveles de

31 Tampoco en los otros enunciados de la relación. 32 Cf. Diccionario de Autoridades, tomo 3 (1732), bajo ea: “Género de aspiración con que se suele avivar la oración y el discurso, para alentar y mover al auditório, conciliando la atención en los oyentes. […]”; Diccionario de Autoridades, tomo 5 (1737), bajo o: “La O se usa muchas veces para expressar el deseo: como, O llegue el día, O quiera Dios. Tómase tambien por artículo, que lleva y explica el vocativo: como, O gran Rey, o gran Señor! Yo pido tu atención […]”.

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‘discurso/escenificación’ y ‘explicación de trasfondo’33. En cuanto a los fenómenos histórico-idiomáticos, se pueden encontrar algunas expresiones peculiares como, por ejemplo: decidle al perro que salga luego (Trujillo 1970: 56; énfasis nuestro). dice Atabalipa que de esta manera os va de poner los cueros (Trujillo 1970: 55; énfasis nuestro).

Tanto la denominación difamatoria perro como la formulación expresiva poner los cueros a alguien llevan una marca diafásica-diastrática y se pueden entender como elementos marcados en el diasistema del español del siglo xvi. Son fenómenos que, de hecho, son reveladores como rasgos de una oralidad real. Sin embargo, no son numerosos. Resumiendo, podemos decir que en los pasajes en discurso directo se encuentran fenómenos de inmediatez comunicativa, pero, al fin y al cabo, no se distinguen notablemente del grado de oralidad concepcional del texto restante. Dicho de otra manera: la construcción del discurso directo en la relación de Diego de Trujillo es sumamente interesante, pero no por su mayor grado de oralidad, sino por reflejar las estrategias narrativas de una retórica cotidiana.

3.2. Pedro Pizarro El segundo de los textos que analizamos es la relación de Pedro Pizarro, también escrita en 157134. Pedro Pizarro, hidalgo y primo de Francisco Pizarro, llegó con solo quince años a América y como Diego de Trujillo vivió los momentos cruciales de la conquista del Perú35. Existen varios documentos como cartas,

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Cf. también el pasaje siguiente, en el cual se cambia del estilo directo a una explicación de fondo: “No envíes; vengan, que yo te los daré atados a todos, porque a mí solo me han miedo, y también porque no [sic] has de matar a tres de ellos, que eran: el herrador; el barbero, que hacía mozos a los jóvenes, a Hernando Sánchez Morrillo, que eran gran volteador. Y como el Inga nos conocía a todos, díjole esto” (Trujillo 1970: 55). Para un cuadro sinóptico de los manuscritos y de las ediciones existentes, cf. Stoll (1997: 183186). El editor Lohmann Villena en cuya edición nos basamos (21986) procura conservar la “autenticidad” del “texto legítimo y prístino” (Lohmann Villena 1986: I). Cf. el comentario crítico sobre esta edición en Huber y Guérin (1978: 77-91), así como el estudio crítico-textual sobre las diferentes versiones de la relación de Pedro Pizarro realizado por Rivarola (1983: 159-185). Para la biografía de Pedro Pizarro véanse, sobre todo, Esteve Barba (1992: 464-466), Porras Barrenechea (1986: 134-139) y el prólogo de Lohmann Villena en su edición (1986: XXVIXXX).

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peticiones, contratos, escrituras de donación y testamentos36 que indican que Pedro Pizarro no solo sabía escribir, sino que estaba bastante bien familiarizado con la comunicación escrita de la vida cotidiana y burocrática. Redactó por propia iniciativa un tratado sobe los indios de Tacna, así como la crónica que nos interesa aquí.

3.2.1. Funciones del discurso directo en la relación de Pedro Pizarro Pasajes en estilo directo aparecen con bastante frecuencia en la relación de Pedro Pizarro37, pero todavía más aquellos en discurso indirecto38. Las funciones del discurso directo son varias: por un lado, ayuda a caracterizar a diferentes personajes a través de anécdotas, como en el siguiente ejemplo a la figura de Francisco de Carvajal: Caruajal […] dixo: “¿Así señor que no quiere el maestre lleuarme? Pues yo juro a tal que os haga a Gonçalo un buen Gonçalo, y tal que los nasçidos se espanten, y los por nasçer tengan qué contar. Señor Pedro Piçarro ¡matalotaje! ¡matalotaje! porque me quiero yr al Cuzco porque el virrey pregunta por mí. ¿Gonçalo Piçarro me embía a buscar? Quiérome yr donde él está” (Pizarro 1986: 235).

Por otro lado, el autor procura fomentar la fiabilidad y autenticidad de la crónica a través del empleo del discurso directo. Como protagonista de los acontecimientos, tiende a subrayar el propio papel, su importancia durante las actuaciones españolas. Redacta pequeños diálogos en los cuales aparece como interlocutor, aunque la relevancia de estas escenas dentro de su obra historiográfica con pretensión objetiva39 es cuestionable: Carvajal tornó a preguntar a Pedro Piçarro: “Señor, dezidme: ¿qué os dijo el maestre?”. Pedro Piçarro le respondió: “Ya os he dicho, señor, que no quiere” (Pizarro 1986: 235).

Es interesante, sobre todo, que Pedro Pizarro se presente como entrevistador con interés etnográfico que interroga a Atahualpa sobre elementos culturales de los incas. En estos pequeños diálogos, el autor parece hablar directamente con el rey incaico, el papel del intérprete no se suele reflejar:

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Cf. la lista de documentos en Lohmann Villena (1986: XVIII-XXVI). Un cálculo preciso es difícil, ya que los pasajes son de diferente tamaño y complejidad. Los pasajes en discurso indirecto merecerían un análisis más detallado. Con respecto a estas contradicciones, cf. Stoll (1996).

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Allegándome yo pues a él le tenté la manta, que hera más blanda que seda, y díxele: “Ynga, ¿de qué es este bestido tan blando?” El me dixo: “Es de unos páxaros que andan de noche en Puerto Viexo y en Túmbez, que muerden a los yndios” […] (Pizarro 1986: 67).

En comparación con la forma de narrar de Diego de Trujillo, resulta significativo que Pedro Pizarro integra unos elementos sueltos del quechua para evocar la impresión de autenticidad. No solo utiliza la forma de tratamiento Ynga40, que se encuentra también en Diego de Trujillo, en otros diálogos aparecen también apo (Pizarro 1986: 57) o apo macho (Pizarro 1986: 205). Todavía más destacable es el siguiente ejemplo, en el que se utiliza la palabra quechua allí que se integra en un enunciado castellano de Atahualpa. El Ataualpa, con rrostro sereno, le dixo: “Seas bienvenido allí Challicuchima”, queriendo dezir: “Seas bienvenido buen Challicuchima” (Pizarro 1986: 66).

La traducción es, en cierto modo, simulada, ya que ambos enunciados se dan en español, con la sola diferencia de buen en vez de la palabra quechua allí. Este elemento sirve, más que nada, como señal para mostrar al lector la familiaridad del autor con la cultura ajena. Podemos concluir que Pedro Pizarro no utiliza el discurso directo para fomentar la tensión, como lo hace Diego de Trujillo. Por cierto, el encuentro entre Valverde y Atahualpa no está presentado por Pizarro en discurso directo, sino que lo emplea para caracterizar a los personajes y, todavía más, para atestiguar la autenticidad de lo representado.

3.2.2. Fenómenos lingüísticos del discurso directo en Pedro Pizarro En cuanto a los fenómenos de inmediatez comunicativa, podemos encontrar en la relación de Pedro Pizarro numerosos elementos típicos, a saber, repeticiones, elipsis, sintaxis expresiva, fenómenos de segmentación, falta de concordancia y comparaciones drásticas. Obsérvense los siguientes ejemplos: Ese clérigo, obispado quiere. Ya os e dicho, Picado, que su caueça guardará la mía (Pizarro 1986: 205). Morir tengo (Pizarro 1986: 48). Señor Pedro Piçarro ¡matalotaje! ¡matalotaje! […] (Pizarro 1986: 235).

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Cf. también Pizarro (1986: 48; 156).

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¿Que no quiere, señor? (Pizarro 1986: 235). No a los amigos (Pizarro 1986: 209). Señor: sendas nos tenemos ¡Por vida de tal! […] (Pizarro 1986: 236).

Se puede observar que, en los pasajes en estilo directo, muchas veces falta una referencialización unívoca. Como estos pasajes están fuertemente integrados en la narración, los elementos deícticos solo adquieren un significado referencial completo cuando son interpretados con base en el contexto situacional41. Este contexto, sin embargo, no siempre se desarrolla con la suficiente precisión. Compárense los enunciados siguientes: Pues estando estos dos hermanos suyos con el Marqués, uno llamado Guamantito, y otro Mayta Yupangue, pidieron liçençia estos dos al Marqués don Françisco Piçarro para ir al Cuzco.[…] Pues dándoles el Marqués liçençia, el Ataualpa lo supo, y le dixo: “Señor: no des liçençia a estos mis hermanos, porque están mal quistos por allá arriua, y si los matan, dirás que yo lo mandé” (Pizarro 1986: 44). Mátalo, que yo ese tesoro te lo mostraré (Pizarro 1986:102).

En cuanto a este último ejemplo llama la atención que Bernabé Cobo (1956), quien ha aprovechado el relato de Pizarro para su propia crónica, adopte el pasaje casi literalmente, pero explicita el pronombre lo y elimina el demostrativo ese de tesoro: Mata a ese mi hermano, que el tesoro yo te lo mostraré (Cobo 1956: 204)42.

También se puede constatar un buen número de fenómenos histórico-idiomáticos en los pasajes escritos en estilo directo. Estos son, sobre todo, exclamaciones, formulaciones agudas, fraseologismos y expresiones diafásica o diastráticamente marcadas, como en los ejemplos que siguen: Aquellos perros de Puerto Viexo y en Túmbez […] (Pizarro 1986: 217). Anda, ¡que mientes! (Pizarro 1986: 206). Doyos al diablo (Pizarro 1986: 237).

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Cf., por ejemplo: “Allegándome yo pues a él le tenté la manta, que hera más blanda que seda, y dixele: ‘Ynga, ¿de qué es este bestido tan blando?’ El me dixo: ‘Es de unos páxaros que andan de noche en Puerto Viexo […]’” (Pizarro 1986: 67). 42 De hecho, Pizarro no solo tiene problemas con una referencialización clara en el discurso directo, sino en su texto, en general, se pueden ver, deficiencias en el planteamiento deíctico. Cf. Stoll (1997: 206-214).

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¡Por vida de tal! (Pizarro 1986: 236). Pues yo juro a tal […] (Pizarro 1986: 235).

Probablemente, este tipo de exclamaciones es propio del lenguaje castrense del cual el soldado cronista se sirve para crear los diálogos de su texto. Por cierto, el editor de la relación, Lohmann Villena, habla del “parvo lenguaje castrense” (1986: XIII) del cronista y dice que “estamos ante un vulgar miles gloriosus, fachendoso y rústico” (1986: V). Una evidencia de que la calificación es pertinente, la podemos deducir del comentario del Inca Garcilaso sobre expresiones tal como juro a tal y voto a tal: Felipe […] aprendió la lengua española sin que nadie se la enseñase, sino de oír hablar a los españoles, y que las palabras que más de ordinario oía eran las que usan los soldados visoños: ‘voto a tal’, ‘juro a tal’ y otras semejantes y peores (Garcilaso de la Vega 1960: 66).

Interesante, en este contexto, es también el siguiente pasaje, en el cual se usa la palabra baquiano: Hernando Piçarro trató mal de palabra a don Diego de Almagro, llamándole de uaquiano, y dámele vaquiano y dártelo e bellaco, y otras palabras afrentosas (Pizarro 1986: 11; énfasis añadido).

Normalmente, se conoce baquiano –que está documentado también en las obras de Fernández de Oviedo, Gutiérrez de Santa Clara y Garcilaso de la Vega– con el significado de “cursado, experto”. Compárese, por ejemplo, la definición de Corominas (2000: 84) del lexema baquía y del derivado baquiano: Baquía ‘conocimiento práctico del terreno de un país’ (h. 1555, voz americana de origen incierto); probablemente del ár. baqîya ‘el resto, lo restante’; hombres de baquía parece haber indicado primitivamente los que quedaron en América de expediciones anteriores, y por lo tanto conocían ya el país; este arabismo se empleó con sentido general en la edad Media castellana; albaquía ‘lo restante’, 1495, ‘resto de una deuda’, ss. xv-xvii. Deriv. Baquiano ‘práctico, conocedor del país’, 1544 […].

Es obvio, sin embargo, que en el texto de Pizarro baquiano se emplea como insulto. Como María Elvira Sagarzazu (2007) sostiene, baquiano fue empleado en América también en el sentido de “morisco”43, una opinión que compagina 43

Sagarzazu (2007: 125) se focaliza, sobre todo, en la situación de Argentina: “Y esas mismas condiciones reiteradas a lo largo de siglos acabarían construyendo la mentalidad propia de un grupo particular, compuesto por peones, gauchos y trabajadores rurales, gente de escasos

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con el comentario de James Lockhart (2013: 159): “On more than one occasion Hernando referred to Almagro as a circumcised Moor”44. Por otro lado, se encuentra en la cita anterior baquiano combinado con la expresión “dámele […] y dartelo e” que es atestiguado como fraseologismo (“dame y darete”) en el Diccionario de Autoridades (tomo 3, 1732): DAME Y DARETE. Phrase con que se explica el arrojo de alguna persona, que por herir a otra se expone al riesgo de que le hieran. Latín. Aut tu me confice, aut ego te te […]45.

Es interesante observar que en la versión del fraseologismo que Pedro Pizarro integra en el discurso directo se hallan un leísmo (“dámele”) y además la antigua forma del futuro analítico más mesoclisis de los pronombres (“dartelo e”). Esta cita es un hallazgo valioso; no obstante, hay que constatar que, por lo general, no existen tantos fraseologismos en el discurso directo de la relación. Más frecuente es el empleo de juegos de palabras, como “Quedaos, que sin Mari Aldana haremos la guerra” (Pizarro 1986: 172), que es una alusión negativa a Lorenzo Aldana. Otros ejemplos tenemos con el comentario sobre Juan de Acosta y el chiste con el apellido del caudillo realista Diego Centeno: Señor: nuestro Juan de Acosta a hecho acostada (Pizarro 1986: 231). Dizen que le dixo el Caruajal: “Era este fraile muy buen correo, que traya cartas del canpo del capellán / al de çenteno verde, y es bien que descanse aora un poco” (Pizarro 1986: 237).

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recursos y excluidos casi siempre de las posibilidades de ascenso social. Dentro de este grupo se encuentra el baquiano. El baquiano desempeña tareas aprendidas de manera práctica; un refrán local dice ‘para hacerse baquiano hay que perderse alguna vez’. A medida que fueron ingresando las camadas de nuevos colonizadores, encontraron a otros que les habían precedido, bien afincados, pero sin más capital que el conocimiento de la tierra, conocimiento que el baquiano no podía utilizar en beneficio propio, pues nunca fue –ni es– terrateniente. Son los terratenientes los que comenzarán a emplear a los baquianos como peones. Cabe preguntarse por qué el baquiano no es dueño de la tierra que conoce mejor que su patrón. […] El perfil económico y social del baquiano era el de un desheredado, circunstancia que comparte con el morisco peninsular”. Cf. también MacQuarrie (2007: 272): “For years, Hernando had referred to the illegitimate Almagro as that ‘circumcised Moor’ – one of the worst insults, apparently, that a Spaniard in the sixteenth century could use against a fellow Spaniard”. El tipo dámelo - y yo te daré se conoce como base estructural de numerosos proverbios españoles como, por ejemplo: “Dámelo aficionado al juego y yo te lo daré borracho y mujeriego”.

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Juegos de palabras son un recurso irónico que está al orden del día en la conversación coloquial, un recurso expresivo para distanciarse de personas o acontecimientos46. Podemos resumir que el estilo directo sirve a otras finalidades que en la relación de Diego de Trujillo. Pedro Pizarro no lo usa para dramatizar su relato, sino para caracterizar a los personajes y por el deseo de autentificación. Es la razón por la cual los pasajes en discurso directo contienen más fenómenos peculiares de la inmediatez comunicativa. Interesantes son, sobre todo, los fenómenos históricoidiomáticos, y en especial elementos del lenguaje castrense. Aunque, evidentemente, el autor también construye los diálogos y no reproduce enunciados reales, refleja de manera más inmediata expresiones típicas de la época y rasgos de marca diafásica y diastrática.

4. A modo de conclusión Partiendo de la pregunta sobre si se pueden encontrar reflejos de la lengua hablada en el discurso directo de la crónica soldadesca, hemos elegido dos relaciones del año 1571 para analizarlas bajo esta perspectiva. Antes de entrar en el análisis concreto fue necesario aclarar el margen teórico y el acondicionamiento de este tipo de escritura sellado por una competencia escrita de impronta oral. Procuramos esbozar algunas peculiaridades del discurso directo y comentar sobre su importancia para la historiografía tradicional. Es un problema metodológico que el discurso directo, en el siglo xvi, es muy difundido en numerosas tradiciones discursivas de la distancia comunicativa. Además, aparece en formas cotidianas de narrar. En principio, tenemos que contar con diferentes tipos de oralidad que abarcan tanto diálogos estilizados como formas de oralidad fingida y elementos auténticos, marcados en el diasistema. Por esta razón, tuvimos que aclarar cuáles fueron los modelos que influyeron en los soldados cronistas, personas semicultas que solo tenían un acceso limitado a textos de la distancia comunicativa. Hemos visto que la novela de caballerías sirve, en algunas crónicas soldadescas, de patrón para la elaboración del discurso directo. Pero no pudimos verificar esta influencia para los textos de Diego de Trujillo y Pedro Pizarro. El análisis ha demostrado que, en cuanto a la organización del discurso directo, existe una diferencia considerable entre las relaciones de Diego de Trujillo y 46

Solo sea dicho de paso que es también frecuente en los pasajes de estilo directo de la crónica de Alonso Borregán. Cf., por ejemplo, “enbarrancada es la baca” (Borregán 2011: 184).

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Pedro Pizarro. Mientras que el primero se sirve del discurso directo para dramatizar su relato, el segundo lo emplea para conferir autenticidad a su testimonio. Por esta razón, tenemos que partir de un diferente estatus de los fenómenos de lengua hablada según los textos. En la relación de Trujillo, los pasajes en discurso directo están construidos en base a una retórica cotidiana. El diálogo estilizado de Cajamarca es resultado de una larga práctica de narrar. El autor no reproduce literalmente lo que se ha dicho en Cajamarca, sino procura reflejar la tensión del enfrentamiento y legitimar el proceder de los españoles. En los pasajes en estilo directo encontramos fenómenos de la lengua hablada, pero no se distinguen principalmente del nivel lingüístico del texto restante. Pizarro, en cambio, no pretende narrar los acontecimientos de manera intrigante, sino procura, a través del discurso directo, testimoniar la veracidad de su relato. Por esto, tiende a un tipo de oralidad fingida que da reflejos bastante inmediatos de la lengua hablada del siglo xvi. En los pasajes en estilo directo vemos numerosos fenómenos de inmediatez comunicativa, de los cuales tienen especial interés las expresiones del lenguaje castrense, exclamaciones, fraseologismos y juegos de palabras. En este sentido, el discurso directo de la relación de Pedro Pizarro nos abre una ventana al diasistema del español del siglo xvi: son pistas sumamente interesantes ya que no disponemos de tantos datos diasistemáticos de aquella época. Por esta razón, sería valioso analizar más textos de la historiografía indiana, aunque hay que destacar –y esta es una conclusión metodológica importante– que no podemos hacer constataciones generales sobre el empleo del discurso directo en la crónica soldadesca. Por lo visto, ni siquiera estas dos relaciones, escritas en el mismo año por personas de un trasfondo muy similar, muestran el mismo perfil estilístico. Por lo tanto, tenemos que considerar cada texto como documento único que solo se puede analizar adecuadamente si tomamos en consideración al autor y su trasfondo, sus pretensiones y sus posibles modelos. Solo de esta manera se pueden interpretar correctamente los fenómenos lingüísticos que aparecen en los pasajes de estilo directo. Haciéndolo así, podemos entrar en la profundidad del texto y descubrir unas verdaderas joyas.

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LAS EMOCIONES EN UN JUICIO DE LOS ORÍGENES DE LA COLONIA DE NUEVO SANTANDER-TAMAULIPAS (1753). ESTUDIO DESDE LA PRAGMÁTICA DISCURSIVA María Eugenia Flores Treviño Universidad Autónoma de Nuevo León, México Micaela Carrera de la Red Universidad de Valladolid, España

Resumen Este trabajo analiza el significado de los afectos y las emociones sociales en actos relacionales presentes en un proceso judicial fechado en el noreste de México a mediados del siglo xviii. En este juicio, una mujer mestiza y un soldado español fueron declarados culpables por un delito cometido en un poblado del Nuevo Santander, actual Tamaulipas. Desde la pragmática discursiva histórica se observa que el discurso argumentativo (ethos) conforma el uso lingüístico con la concesión de un gran peso al aspecto emocional (pathos). Los hechos suceden en un contexto social, en el que no se tomaba en consideración ni el derecho a la defensa propia ni la conmiseración hacia una mujer sometida a continuos abusos físicos y psicológicos. El análisis de las deposiciones de los abogados y de las declaraciones tomadas a los acusados y los testigos nos permite señalar rasgos discursivos (verbales y no verbales) de la argumentación emocional, y nos hace ver que las emociones negativas, tales como los celos o la ira, que conducen a una violencia simbólica, física y psicológica, son las más destacadas en toda la sumaria del juicio. Palabras clave: argumentación emocional, pragmática discursiva histórica, jurisprudencia novohispana, contacto étnico, violencia simbólica.

Abstract This work analyzes the meaning of social affections and emotions in relationship actions contained in a prosecution dated in the mid-eighteenth-century Northeastern Mexico. In this trial, a mestizo woman and a Spanish soldier were found guilty of a crime committed in a town of Nuevo Santander, now Tamaulipas.

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From historical discursive pragmatics it is observed that argumentative discourse (ethos) shapes linguistic use with the concession of great weight to the emotional aspect (pathos). The events take place in a social context, in which neither the right to self-defense nor compassion for a woman subjected to continuous physical and psychological abuse were taken into consideration. The analysis of the lawyers’ depositions and the defendants and witnesses’ statements show (verbal and non-verbal) discursive features of emotional argumentation revealing that negative emotions, such as jealousy or anger, which lead to physical and psychological symbolic violence, are the most prominent ones in the trial. Keywords: emotional argumentation, historical discursive pragmatics, New Spanish jurisprudence, ethnic contact, symbolic violence.

1. Objetivo del trabajo: análisis de lo emocional en un texto judicial del dieciocho El ámbito de estudio es un dosier de 24 folios manuscritos de una sumaria o instrucción de unos hechos criminales acaecidos en el año 1753 en San Lorenzo de Jaumave, una pequeña población perteneciente a la denominada Colonia de Nuevo Santander, hoy día el estado mexicano de Tamaulipas (Andrews/Hernández Jaimes 2012). Las declaraciones de encausados y testigos y las deposiciones de los abogados en este juicio han resultado con anterioridad un testimonio excepcional del discurso jurídico en el México del siglo xviii (García Hernández 2014). Al mismo tiempo, al ser una mujer la principal encausada del juicio criminal, este texto dieciochesco ha sido útil a la hora de tratar cuestiones del discurso en torno al género en la sociedad colonial novohispana y nordestina, con una concepción concreta de índole patriarcal y con trato de inferioridad hacia las mujeres (García Hernández/Flores Treviño 2014: 55-71; Flores Treviño/Estrada 2020: 629-648). En el último trabajo citado, las autoras planteaban otras líneas de estudio desde las cuales este juicio podría dar buenos resultados; una de las propuestas era lo deseable de llevar a cabo “un análisis más profundo sobre las estrategias de la argumentación emocional y su irradiación en los efectos del sentido de textos que tratan de la toma de declaración de reos y testigos ante un juicio criminal” (Flores Treviño/Estrada 2020: 629). Esa sugerencia se encuentra en el origen del presente trabajo, cuyo objetivo es prestar atención al modo en el que se construye el pathos o vertiente emotiva del lenguaje, mediante el estudio de algunas de las estrategias de la argumentación emocional extraídas de las declaraciones y demás escritos de alegación de este texto mexicano de mediados del siglo xviii. Se trata de un texto inserto en el macro-registro legal que, tal como se ha visto en trabajos anteriores en los que se ha estudiado como parte de la documentación

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originaria de la historia del español de América (Carrera de la Red 2013: 6376), posee una naturaleza discursiva híbrida. El registro legal es esencialmente formulaico en las deposiciones de las partes institucionales, con un discurso primordialmente argumental, y, a la vez, cuenta con auténticas y verdaderas narrativas, cargadas de interacción pragmática, en las declaraciones de testigos y encausados. Estos últimos participantes reaccionan con un alto grado de espontaneidad debido a su situación de vulnerabilidad frente a la administración de justicia. La doble naturaleza, formulaica y de proximidad a lo oral, del discurso legal y judicial es una constante en los estudios recogidos por la pragmatista Doty (2010: 621-650), la mayor parte centrados en juicios de distintas latitudes y momentos históricos de la historia del inglés. La perspectiva de esos estudios se sitúa entre la pragmática histórica, la sociolingüística histórica y la sociopragmática histórica. Desde esta última perspectiva, cabe mencionar en el ámbito hispanoamericano, entre otras, algunas aportaciones hechas sobre el discurso de juicios contenidos en diferentes etapas históricas de regiones hoy día comprendidas en la actual Colombia (Carrera de la Red/Zamora Salamanca 2015: 265288; Carrera de la Red 2016: 65-87). En ellas se parte de la confirmación de su naturaleza híbrida, mezcla de argumentación, narración y descripción. En la presente ocasión se va a exponer el papel relevante de lo emocional en los actos de habla de acusación y de defensa, tanto en la parte argumentativa como en la narrativa del discurso judicial, a través de las estructuras de presentación de los discursos de un juicio de la Colonia del Nuevo Santander. Como anticipo de las principales conclusiones extraídas del análisis, puede señalarse el predominio de las emociones de tipo social, así como la presencia destacada de emociones negativas, que se modulan en su intensidad más o menos marcada según los rituales de interacción de la época y del lugar de los hechos (Kádár 2013: 107-109; Kádár/Haugh 2013).

2. Fundamentos para el análisis de la argumentación emocional desde el discurso y la pragmática La argumentación emocional puede insertarse dentro de la sociopragmática histórica tal como la concibe, entre otros, Culpeper (2011: 4), esto es, como un modo de análisis que “toma en cuenta la interrelación entre aspectos específicos del contexto social y el uso lingüístico histórico particular que conduce a los significados pragmáticos”. Esta expresión de argumentación emocional, que tomamos con cierta naturalidad los estudiosos de la retórica y del discurso, en el campo de la lógica y de la retórica clásicas suena como una especie de oxímoron, puesto que, tal como señala Plantin (2011: 1), servirse de la argumentación

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para el estudio las emociones parece encerrar una contradicción dado que, tal como señala este autor: la argumentación se considera la práctica racional por excelencia: es preciso quitarle pasión al debate, juzgar y argumentar fríamente, sin moverse; el que se enoja se equivoca; el sensato lleva la razón (traducción nuestra del original en francés).

Así como se ha hablado con anterioridad de la naturaleza híbrida del discurso legal, desde la concepción moderna de la argumentación, instalada en los estudios de índole pragmática y discursiva, de la mano, entre otros, de Perelman y Ol­brechtsTyteca (1989 [1958]), se asume una naturaleza doble de la argumentación, ya que contiene una parte prototípica de la actividad demostrativa o probatoria, dentro de la retórica del ethos clásico, y otra parte cargada de emociones representada por los valores, dentro de la retórica del pathos. No obstante, desde un enfoque basado en el análisis del discurso francés, discursivistas como Plantin (2011) se muestran, por un lado, contrarios a la común visión de que la emoción va contra la razón y, por otro, en cambio, no ven necesario señalar esa dualidad, sino que defienden una concepción integradora de los dos componentes discursivos: Queremos sugerir que, en el discurso ordinario, razón y emoción son inseparables; por el mismo movimiento, con las mismas reglas que le permiten afirmar una posición argumentativa, o simplemente un discurso coherente, el locutor (locutario) une de manera indisoluble lo racional y lo emocional (Plantin 2011: 2; traducción nuestra del original francés).

Según este autor: Representación racional y emoción se sirven de las mismas palabras, las mismas construcciones, los mismos argumentos; responden a las mismas intenciones de discurso (Plantin 2011: 2; traducción nuestra del original francés).

De cualquier forma, lo que prevalece en la actualidad es que, en el análisis del discurso argumental, se impone la idea de que, para alcanzar una comprensión plena de la interacción, son necesarias nociones relativas al punto de vista tanto emotivo o intencional como emocional o carente de intención (Plantin 2011: 10-16). El análisis de ese aspecto de la comunicación se realiza mediante la búsqueda de la indexicalidad de los usos lingüísticos, es decir, mediante la marca de aquellos indicios contextualizadores (lexicón, sintaxis, estructuras discursivas, etcétera) que expliquen determinados significados implícitos en la comunicación, tal como lo exponen Calsamiglia y Tusón (2007 [1999]: 177-199). También desde la llamada pragmática discursiva (Zienkowski 2011: 1-13) se habla de comunicación emotiva, un concepto desarrollado, entre otros, por Janney y Arndt (1992) en el marco de la teoría de la negociación, como soporte general

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en la realización de los diferentes actos de habla, y que se refiere a hacer posible el apoyo interpersonal que ocurre en la comunicación deliberadamente, de forma estratégica. De hecho, uno de los objetivos principales de la pragmática consiste en evaluar el empleo de la emotividad entendida como el modo de hacer que el otro se conmueva. Por ello, desde numerosos enfoques de la pragmática se ha impulsado el estudio del pathos, esto es, de las actitudes emocionales y de la expresividad, que no puede marginarse frente al análisis del conocimiento común (en inglés, background knowledge), esto es, del logos (Maynard 2000: 1209-1239). Uno de los enfoques más fructíferos en el estudio de lo emocional del lenguaje deriva de la concepción cognitiva de la pragmática. Desde la óptica de lo cognitivo, con el centro de atención en la emoción per se, ha elaborado sus estudios Wierzbicka (1995, 1999, 2003), quien precisa que muchos antropólogos prefieren hablar de emoción mejor que de sentimiento, porque el concepto de ‘sentimiento’ es universal, en cambio, el concepto de ‘emoción’ está vinculado a la cultura. Esta diferenciación es importante en el momento de tomar en cuenta, dentro del análisis de las emociones, elementos como la voz, la entonación con gritos o lamentaciones, así como manifestaciones corporales tales como las lágrimas u otro tipo de gestos expresivos. Según Wierzbicka (2003: 4), todas estas manifestaciones que, de entrada, pueden corresponder más al ámbito de los sentimientos que al de las emociones, portan también un significado emocional, ya que poseen una gran carga cultural que permite diferenciar el comportamiento de las personas en su respuesta a diferentes tipos de afectos, según contextos concretos (Lutz 1988; White 1993). De igual modo, un enfoque desde la pragmática cognitiva vinculado a la Teoría de la Relevancia (Sperber/Wilson 1995) puede convertirse en un soporte sólido de la sociopragmática histórica a la hora de dilucidar la complejidad de las interacciones entre lengua y contextos (Fitzmaurice 2011: 37-60). Otros enfoques de interés para estudiar la pragmática de las emociones provienen del contexto de análisis de las prácticas de cortesía en contextos socioculturales diversos. Una de las cuestiones que se dilucidan es el carácter natural o no marcado de la mayoría de las convenciones o rituales en la interacción en conexión con la emoción y la afección que provocan en los interactuantes (Terkourafi 2005: 237-262). Sin embargo, otros estudiosos de las prácticas rituales en actos relacionales dentro de un grupo concreto opinan que la consideración de conducta no marcada frente a las emociones debe ser objeto de matización (Kádár 2013: 107-109; Kádár/Haugh 2013). Según este enfoque, las prácticas rituales en actos relacionales dentro de un grupo evocan emociones positivas o negativas e incrementan o disminuyen la afección, de acuerdo con el contexto sociocultural en el que se produce la interacción. Las convenciones relacionales socialmente ‘codificadas’ en actos rituales pueden variar mucho tanto en su frecuencia de uso como en los objetivos de su uso pragmático.

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3. La argumentación emocional y la narrativa desde la pragmática histórica Para comprender el comportamiento emocional de los intervinientes en una situación comunicativa tan especial como el juicio por un crimen es imprescindible poner atención a las identidades de individuos y grupos de intervinientes en el contexto sociohistórico preciso en el que tuvo lugar el hecho criminal. Una de las cuestiones que se debe dilucidar es la reconstrucción del hilo argumental y narrativo de los hechos, ya que no existe coincidencia entre la temporalización del orden procesal real de actuación de los jueces ordinarios y la disposición cronológica de los hechos dentro del manuscrito. Este análisis permitirá comprender la dinámica de las situaciones particulares y la complejidad de las relaciones entre los participantes, y permitirá entrever las estrategias de las que se sirve cada uno de ellos ante las acusaciones de cara a salvar la imagen y lograr el objetivo de ser absueltos. Como se observa en la Tabla 1 del Anexo I de este trabajo, los catorce primeros folios (del 1r al 14v) comienzan en el momento en el que don José Escandón, autoridad suprema de la Colonia del Nuevo Santander que debía dictar sentencia, ordena la apertura de nuevas diligencias en la causa de la muerte violenta del marido de Petra Regalada Elías, una mujer mestiza principal encausada en el crimen. Esta nueva toma de declaraciones, iniciada el 19 de octubre de 1753, se lleva a efecto a raíz de un escrito dirigido al juez por el hermano de la mujer acusada, quien se encontraba en prisión como supuesto partícipe en el crimen. El objeto del escrito era que su hermana Petra Regalada confirmara su no participación en los hechos y que dijera que fue el alférez Juan Bernardo Guillén quien la ayudó a perpetrar el crimen. La Tabla 2 del mismo Anexo I, que comprende desde el folio 15r hasta el 24r, contiene dos partes distintas de la sumaria. La primera parte, folios 15r a 21r, transcribe la toma de declaraciones, los escritos de acusación y los de los abogados defensores, que tuvo lugar a partir del 22 de septiembre de 1753, el mismo día en el que sucedió la muerte de un vecino en la mencionada villa de San Lorenzo de Jaumave. Fruto de aquellas primeras actuaciones, resultó acusada, como autora principal de la muerte violenta de su marido, Petra Regalada Elías. También fueron enviados a prisión dos hermanos del marido difunto y un hermano de Petra Regalada Elías. La segunda parte, folios 21v a 24r, recoge la ratificación de la culpabilidad de la mujer, al no tomarse en cuenta como eximente la alegación de defensa propia. La carga argumental tanto de su declaración como del escrito de su abogado defensor se fundamentaba en la eximente de culpa a causa del maltrato permanente recibido de parte de su marido. En esos folios

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finales también se declara culpable al alférez y, a la vez, se decreta la liberación de los demás inicialmente encausados. La distribución conceptual de las piezas de la instrucción permite ver que, pese a sus desgarradoras declaraciones de maltrato psicológico y de violencia física durante el corto período tiempo de matrimonio, la mujer, además de confesa de la muerte de su esposo, se convierte en responsable de haber involucrado a su hermano y a dos hermanos de su marido. Los tres, de hecho, fueron declarados inocentes de todo cargo. A la vez, en consonancia con la mentalidad social general de aquellos momentos, la mujer, prácticamente por su propia condición de tal, termina siendo presentada como la responsable de haber implicado en un asunto tan desgraciado y en una actuación tan errática al alférez, descrito como un soldado de cierto rango y español, al que los testigos, pese a los claros indicios existentes, se resisten a implicar en el crimen. La argumentación en la defensa del propio alférez, así como la de su abogado, se construye esencialmente en la lógica del pathos con la puesta en funcionamiento de todo lo emotivo y emocional que acompañaba a la condición de mujer de Petra Regalada, de forma que la nefasta consecuencia de tratar de ayudarla fue quedar involucrado en el crimen. El alférez, bajo el esquema imperante social y culturalmente en aquella sociedad militar, con dominación masculina, declara que actuó tan solo por compasión y lástima; en definitiva, como él mismo dice, hizo lo que hizo “por ser mujer”. La defensa de la mujer se sitúa igualmente en el mundo de las emociones: las declaraciones de la mujer y los escritos de su abogado defensor se convierten en puros “melodramas”, en los que priman pasión, emociones, pathos, que sirven como vector de las emociones del destinatario, en este caso el juez. Según su relato, se dejó llevar por la confusión, la desesperación y el miedo derivados del maltrato constante al que la sometía su marido durante el corto período de vida matrimonial (tan solo alrededor de dos meses); este último, a su vez, actuaría violentamente llevado por el enfado y el odio derivados de los celos de la supuesta y, según la encausada, imaginaria “amistad” de la celada con otro hombre. El resto de las “confesiones”, como se nombran en la sumaria las declaraciones de testigos, se desenvuelven en un plano de falta de compromiso total, ya que insisten en que apenas vieron nada ni saben nada, y se distribuyen, sobre todo, entre dos de los testigos de la mujer.. Esta reacción es especialmente llamativa en el caso del primer testigo, puesto que se trata del propio Nicolás Ríos, ni más ni menos que el soldado español “supuesto amigo” de la mujer y provocador de los celos exacerbados del marido, que hace una declaración muy breve. Solo alu-

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de a un episodio en el que se cruzó por un puente con la pareja, él delante y ella detrás, con “las naguas enbrocadas debajo de la cavesa”. Por el contrario, llama poderosamente la atención la argumentación más sólida del mismo Nicolás Ríos cuando fue reclamado también como testigo del alférez Guillén; en efecto, en esa declaración, relata con detalle lo que hicieron ambos el día de autos. (fol. 10v) … dixo que el día veinte y uno de septiembre, estando en un fandango en compañía del alféres Don Bernardo Guillén como a las tres de la tarde, poco más o menos, estando en la cassa de Fernando Zamora en donde estaba el fandango, estando retirados de la cassa, allí en el mismo patio, dise, vió llegar a Joachín Rojo, y disiéndole dicho Joachín Rojo a dicho alféres que oyera una palabra, lo que dise dicho declarante, executó disiéndole lo aguardara allí y retirándose un poco ambos dos, dise, no apersivió nada de lo que hablaron, y apartados que fueron, dise, se vino dicho alféres para donde havía quedado dicho declarante y se fueron para el fandango y estando su cavallo de dicho alféres parado en la puerta dise le replicó que a dónde yva, que podían estarse en el fandango, y dise le respondió dicho alféres que en instante volvía, y dise dicho declarante que, así que se fue dicho alféres, se yba ya para su cassa y, en el mismo patio del fandango, dise, topó a un sastre de dicha villa llamado Juan Anttonio Molina, y sacando un sigarro, dise, empesaron a chupar, y antes que acavaran dichos sigarros, llegó dicho alféres y le fue disiendo a dicho declarante: “No desía uste que no avía de venir breve” y dise se fue apeando y se fue metiendo para el fandango, y dicho declarante de allí se fue para su cassa y que vido ya tarde desde su cassa andar con el Sargento Francisco de la Fuente [subrayado nuestro].

Se observa cómo intenta justificar la actuación del alférez comparando lo que tardó en regresar del sitio al que fue cuando Joaquín Rojo, el hermano de la mujer, fue a dar aviso al alférez para que acudiera a ayudarla, en el plazo que se emplea en fumar un cigarro. En tan corto espacio de tiempo resulta imposible que hiciera nada de lo que se le imputa: ir a la casa de Petra Regalada, ayudarle a llevar el cadáver fuera de la casa, darle una cuchillada para hacer creer que murió en el sitio donde lo encontraron y regresar a la fiesta del fandango de nuevo.

4. Contexto sociológico e histórico Las circunstancias de tiempo y lugar nos sitúan en un escenario histórico y geográfico de mediados del siglo xviii difícil, ya que por aquel entonces se estaba tratando de conseguir, mediante el envío de militares, religiosos y civiles, el asentamiento español de manera definitiva en el área nordestina del actual México, poblada entonces por numerosas naciones de indios muy belicosas y celosas de su hábitat y de su independencia. Solamente desde esa posición se va a com-

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prender cómo influye en el comportamiento de los individuos y de los diferentes grupos sociales la situación de “región de frontera” del área en el que sucede el crimen, con todo lo que comportaba la naturaleza militarizada de aquella zona, o también la importancia de la función que desempeñaban en aquella sociedad dieciochesca de noreste mexicano factores como la raza o el género. Don José de Escandón, autoridad judicial última en este juicio, es precisamente quien asienta la Colonia del Nuevo Santander mediante la realización de numerosas fundaciones en la costa del Seno Mexicano entre 1752 y 1755 (Osante y Carrera 2013). En el medio de ese recorrido se encontraba el valle de Jaumave, abandonado por los españoles en fechas anteriores por la belicosidad de los indios pobladores (Canales Ruiz 1985: 155). En este valle se refunda, entre otras numerosas poblaciones, la villa de San Lorenzo de Jaumave, tal como recogió en 1757 el padre ministro fray Juan Llanos, franciscano a cargo de la iglesia y misión de San Lorenzo de Jaumave, a mandato del visitador del Seno Mexicano y la Sierra Gorda, José Tienda del Cuervo (Osante y Carrera 2013: 1015): […] en esta referida población del Jaumave, que fue fomentada en el dicho año de 1743 con solo siete familias, aunque antes, muchos años de antelación, había estado poblada y se había extinguido con el motivo de los perjuicios y daños que les causaron los indios en aquel primer establecimiento. Y en este segundo vinieron el declarante y los otros seis voluntariamente con sus mujeres e hijos sin haber tenido fomento para ello ni más estímulo que el de la esterilidad que experimentaban en la jurisdicción de Río Blanco, del Nuevo Reino de León, de donde eran naturales, y que en este mismo sitio cuando vinieron a él lo hallaron habitado de indios pisones que estaban con sus jacales y milpas asistiendo y viviendo en él, de los cuales fueron bien recibidos y serían como en el número de 70 los que estaban de pie aquí sin incluir otros que había en los contornos (Tienda del Cuervo 1757: § 313, N. 21).

Hacia 1753 esta villa constaba de 18 familias y servía como fortaleza, presidio y misión, en este caso de los padres franciscanos que venían desde la ciudad de Tula (Canales Ruiz 1985: 222). Precisamente en el presidio de la villa de San Lorenzo de Jaumave prestaban servicio, entre otros, el difunto marido de la mujer acusada, el soldado con el que el marido pensaba le estaba engañando la mujer y el alférez que actuó de cómplice en el asesinato.

4.1. Una sociedad marcada por la no solución de continuidad de lo civil y lo militar Lo militar es tan decisivo en aquella área nordestina que los historiadores señalan la geografía de la zona con las divisiones por tropas que se ocuparían de cada

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una de las circunscripciones militares (Canales Ruiz 1985: 130). En el caso del documento que nos ocupa, uno de los jueces ordinarios encargados de las diligencias, Nicolás Antonio de Santiago y del Castillo, era capitán del Real de San Miguel de los Infantes (en la actualidad, la ciudad de Bustamante). Este militar fue, de hecho, uno de los fundadores de esa villa, en la cual se le concedieron tierras para criar ganado y a la que poco después se dotó de una misión para atender a la población indígena de nación pisona que se incorporó a la fe cristiana (Osante y Carrera/Alcaraz Cienfuegos 2014: 135-138). En el asentamiento militar, primero, y villa, luego del Real de San Miguel de los Infantes, tienen lugar las sesiones del juicio con las declaraciones de los acusados y de los testigos, y también es allí donde se reciben los escritos de los abogados defensores (fol. 2r). A su vez, la declaración del soldado alférez se lleva a cabo ante otro militar, esta vez capitán del cuerpo de guardia de la villa de los Cinco Señores, actual Ciudad Jiménez. En la Nueva España del siglo xviii existían dos tipos de soldados: los veteranos, soldados profesionales, muy escasos, y los milicianos. Estos últimos eran los más numerosos; se trataba de hombres útiles entre los 18 y los 50 años de edad que debían servir por diez años al rey en ocasión de guerra (Velázquez 20132017: 654). El propio don José Escandón se define en el comienzo de la sumaria como “cavallero profeso de la Orden de Santiago, Coronel del Reximiento Milisiano de la Ciudad de Querétaro, Theniente de Capitán General de la Sierra Gorda, sus misiones, presidios y fronteras” (énfasis nuestro), a la vez que ejercía como “Lugartheniente del Excelentísimo Señor Virrey desta Nueva España en esta costa del Seno Mexicano y las sullas por el Rey Nuestro Señor, etcétera” (fol. 2r). Prácticamente todos los que aparecen en este juicio pertenecen al grupo de los milicianos. El difunto asesinado era militar, pero de él se declara que vivía de ciertas tierras de cultivo: (fol. 4r) […] Petra Regalada Elías, ser mestisa y besina y pobladora de San Lorenzo del Jaumave, viuda y casada que fue de segundas nunsias llamado (fol. 4v) Nicolás Marsial de Alamilla ya difunto y el segundo Josephe Joaquín Ernández que su pasar era de un solar y una milpa que tenía de riego en una caballería de tierra en dicha poblasión (énfasis nuestro).

Si bien la sentencia no se hace explícita en esta documentación, a la espera de ser dictada por parte del administrador general y jefe militar José de Escandón, se infiere del auto del juez decretando el embargo de los bienes de los reos condenados, que pasan a ser enumerados con todo detalle. Así, por ejemplo, la propia Petra Regalada poseía tierras, como se detalla en el embargo de los bienes habidos con su segundo marido:

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(fol. 22r) […] y pasando a su casa de dicha rea, constó por mi vista no hallar ajuar ninguno de casa que embargar, y inquiriendo de una milpa de ocho almudes que tenía sembrada de riego en dicha villa, pasé a ella, y rodeándola, la tasé en que se pudieran alsar treinta fanegas de maís, poco más o menos […].

Y, en cuanto al alférez, se vuelve a afirmar que era dueño de tierras y ganado: (fol. 22v) […] dos manadas de lleguas, de dos garañones ballos, un ataxito de un alasán, otro atajo de un cuatralvo que componen los cuatro atajos quarenta lleguas con algunas crías y un buro maeso, beinte caballos de rienda y falsa rienda, sinco mulas aparejadas, una milpa de dos anegas (¿?) de sembradera en los birtientes del Sigui y pasando a berla con mis acompañados, la rodié y la ví en flor toda, allándola yncapás de poderle asignar cosecha por estar los llelos tan pronptos, la que queda en execusión de dicho embargo con más de dos novillos que se escaparon de la bollada que se llevaron los yndios bárbaros siguillones y no allando (fol. 23r) otra cosa en qué poder executar dicho embargo, más de lo que está manifestado, con más el ajuar de andar a cavallo como es silla, freno y espuelas, y dos travucos de arsión que me entregó el theniente de dicha villa […].

Ya en los primeros folios de la sumaria, a la hora de recibir su declaración, el alférez encausado es presentado como un hombre de campo (lavrador): (fol. 3r) […] dixo llamarse Juan Bernardo Guillén, ser español, vezino de la poblasión de San Lorenzo del Jaumave, casado con María Anna Maldonado, que su ofisio nasido es de lavrador en una lavor que tiene y con el empleo de alféres de la compañía reglada para el servisio de Sierragorda (énfasis nuestro).

Este fragmento tiene un interés especial, ya que contiene un dato que puede servir para arrojar luz sobre el posible destino último de ambos reos. El dato es el nombre de la mujer del alférez Juan Bernardo Guillén, citada en el texto de la sumaria como María Anna Maldonado. En la revisión del censo de vecinos del visitador Tienda del Cuervo en el año 1757, es decir, cuatro años después de los hechos objeto del juicio, nos encontramos con una tal Mariana Maldonado, mencionada como “viuda”. Como dato digno de mención, se observa también que en el censo no figuran ni el propio Juan Bernardo Guillén ni tampoco Petra Regalada Elías.

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FIGURA 1 San Lorenzo de Jaumave por Tienda del Cuervo (1757)1



4.2. Un juicio militar a una mujer mestiza en una sociedad de castas Otra de las características definidoras de la composición sociológica de aquella comunidad es la diversidad étnica. La composición social basada en el mestizaje racial y en la conformación de castas constituye la esencia de la Nueva España desde el propio siglo xvI, según afirmación, entre otros muchos historiadores y sociólogos, de Velázquez Gutiérrez (2018: 437). Dentro del sistema de castas que conformaba la sociedad colonial en general y la de la Nueva España en particular existía un nutrido conjunto de grupos minoritarios (Vinson III 2005: 159-178), muchos de los cuales recibían poca o ninguna consideración. Entre otros, la historiadora Velázquez (2013-2017: 654) afirma que “existía una enorme desproporción entre los que disfrutaban de la riqueza y el poder y las clases bajas, compuestas por indios y mestizos”, a la vez que señala que “en las milicias encontraron cabida muchos mestizos y castas que no tenían ocupación honrada”. En toda la América hispánica y en especial en este marco concreto del noreste mexicano dieciochesco, la casta de los mestizos tiene un papel muy distinto a los indios, pues lograban en numerosas ocasiones puestos de cierta importancia y alcanzaban una gran proximidad social y cultural a los españoles. Como consecuencia, el poder simbólico de Bourdieu (2003 [1998]) se repartiría entre mestizos, criollos y españoles, los tres grupos que se hicieron dueños de las tierras. En la sumaria, como un rasgo propio de la administración de la colonia novohispana, destaca el hecho de que se marque el grupo étnico de pertenencia de cada uno de los participantes. Esto se debe a que lo étnico era factor determinante a la hora de fijar el estatus social de los pobladores en una sociedad estructurada en castas (Vinson III 2005, 2011), en la cual “los aspectos físicos, fisiológicos, materiales de dicho fenómeno no están desligados de sus aristas sociológicas y culturales” (López Beltrán 2008: 291). 1

Cf. Osante y Carrera (2013: 1035).

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En lo que se refiere a los habitantes del Nuevo Santander, los más representativos numéricamente no fueron precisamente los españoles peninsulares, sino “las familias de mestizos y castizos con algún mulato” (Canales Ruiz 1985: 96). Algunos testigos son calificados como castizos, es decir, ‘cuarterón’, ‘hijo de mestizo(a) y español(a)’. Además, en este juicio declaran también personas calificadas como moriscos, que eran “esencialmente mulatos de piel clara, que provenían fundamentalmente de la mezcla de españoles (blancos) y mulatos” (Vinson III 2005: 160). Es un término que, a comienzos del siglo xvii, pasó de ser una designación étnico-religiosa a hacer referencia a una casta fenotípica. Ahora bien, numéricamente los mestizos conformaban la tercera parte de los pobladores (Canales Ruiz 1985: 148), de ahí que ocuparan el tercer lugar en la escala social, después de los españoles peninsulares y los criollos. Por su parte, de entre los indios algunos se integraron en la nueva sociedad, pero la mayoría de ellos huyó a la sierra. Lo llamativo de este juicio es que, al final de todo el proceso, los dos reos condenados son uno español y una mestiza, con lo cual pareciera que lo étnico deja de ser relevante. Sin embargo, es posible que el énfasis en la condición de mestiza de la mujer proceda del hecho de que a esa situación étnica se asociaba un “problema de la ilegitimidad [que] ha sido señalado por varios autores como la fuente real de perturbación y tensión social durante los primeros tiempos de la Colonia” (López Beltrán 2008: 306). De acuerdo con López Beltrán (2008: 307), lo relevante, más que su condición de mestiza en el sentido racial, era su condición de desprotegida legalmente, pues dicha circunstancia incide de forma notable en lo emotivo y en lo emocional del proceso. Y, a su vez, en el caso del alférez español copartícipe del crimen, para entender su actuación acudiendo en ayuda de una mujer mestiza, hay que acercarse a las relaciones entre los diferentes grupos étnicos y tomar en cuenta también la diversidad dentro de lo étnico, el carácter situacional y, por lo tanto, variable de las identidades de un grupo étnico. De hecho, lo identitario y la etnicidad no siempre coinciden, dado que el “yo” influye en la concepción identitaria de cada individuo dentro de la sociedad y hay que ver si la identidad de clase se cohonesta con la identidad étnica. Sería interesante ver si en una sociedad como la de la villa de Jaumave más que la etnicidad como tal lo que funcionaba era la distinción que hacen los etnógrafos y antropólogos de zonas de contactos interétnicos entre “gente de costumbre” y “gente de razón”, muy presente en México, de acuerdo, entre otros, con Bartolomé (2004 [1997]), quien afirma en una ocasión: […] en México, la pertenencia racial no es un indicador relevante ni suficiente para denotar una adscripción étnica específica. El proceso de mestizaje no ha sido solo biológico sino sobre todo social y cultural; por ello personas racialmente indígenas pueden asumirse y definirse culturalmente como mestizas (Bartolomé 2004 [1997]: 23).

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En este juicio, el alférez español puede señalarse que actúa, al final, como “gente de razón”.

5. La violencia simbólica en la base argumental de la defensa Pese a que la referencia al género solo entra en diálogo con categorías como clase social o etnia como parte esencial en la explicación de la evolución de la psicología y de la sociología en fechas recientes (Lamas 1996: 327-366; Scott 1996: 265-302), todas ellas ya se indicaban como variables relevantes en la sociolingüística interaccional, tal como se planteó, entre otros, en el estudio ya clásico de Hymes (1972). De todos los factores sociológicos, en un escenario histórico como el que acabamos de describir el factor género se convierte en clave para entender la expresión de lo emocional, especialmente en caso de conflicto. Es precisamente también en esas situaciones de conflicto de género, tanto actuales como en épocas pasadas, cuando cobra relevancia el concepto de violencia simbólica desarrollado por Bourdieu (2003 [1998]), entendido como aquella violencia que “se instituye a través de la adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador cuando no dispone de otro instrumento de conocimiento que aquel que comparte con el dominador” (Araiza Díaz/González Escalona 2016: 134). En el siglo xviii, la ideología social era bastante precisa cuando se trataba de las relaciones entre un hombre y una mujer: la relación en situación conyugal rozaba muchas veces en una situación de dominador/dominada. La ira o furia, como se nombra en el texto de la instrucción, hacia la mujer, en una sociedad como la colonial dieciochesca, marcada por la dominación masculina, justificaba plenamente la violencia simbólica, ya fuera en forma de violencia física o en forma de violencia psicológica. Como afirman García Hernández y Flores Treviño (2014: 60-63), la actuación violenta del hombre hacia la mujer está ritualizada y es válida, con la consiguiente sumisión femenina. Por las declaraciones de la mujer se ve que el maltrato que sufría por parte del marido difunto encerraba tanto violencia psicológica como violencia física. En cuanto a la violencia psicológica, son varias las maneras de ejercerla que podemos localizar en la declaración de la mujer encausada. Una de esas maneras es el engaño al que la conducía. (fol. 4v) […] dise que en la primera ocasión la sacó de su casa como a las siete de la noche con el pretesto de llevarla en casa de su madre y así que la vio fuera, se la hechó por delante para el monte arriba de la milpa de Joaquín Puga […].

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(fol. 5r) Por tersera vez, dise la dicha confesante, la volvió a sacar por engaños el día beinte setiemvre, poco después de las ocho […].

Otra forma de violencia psicológica es el insulto que profería contra ella. (fol. 5r) […] y no hallando nada, dise se vino para ella disiéndole: “Puta ¿a dónde tienes a tu amigo Nicolás Rios que aora fue a la cársel, y así que me vido de posta, se vino para acá contigo?”.

Y por último, las amenazas para que diga lo que quiere oír, aunque no sea verdad. (fol. 5r) […] acabándola de asotar arrancó el cuchillo y le dio un sintaraso asia el omvro disiéndole: “Aora te mato o me as de desir la verdad”, y poniéndole el cuchillo en los pechos, dise que le dixo: “Si me niegas que es tu amigo Nicolás Ríos, te mato ahora y te dexo aquí colgada y si no me lo niegas te prometo el no matarte”.

Sin embargo, lo que más sorprende es el nivel de violencia física a la que estaba expuesta de forma constante. (fol. 4v) y en la distansia destos dos meses, como declara la confesante, tres ocasiones se halló asotada dexándola en una de ellas ynservible y en la cama […]. (fol. 4v) en un güisachi que se alla en dicho paraje y amarrándola de las manos la colgó en dicho árvol y desnudándola de su ropa, enpesándola asotar, dise descargó la furia de sus fuersas en su cuerpo asta que se rindió […].

Sin embargo, tal como suele suceder en este tipo de relaciones tóxicas, el relato de violencia se complementa con la aparición de episodios de pasión amorosa. Tal es el caso de alguno de los relatos que llevan a cabo los testigos. Sobresale la escena del tercer testigo de la defensa de la mujer, un tal Ignacio Ordóñez, mestizo y vecino de la villa, quien juega con la situación del matrimonio entre el enfado del marido, fruto de la duda y desconfianza, y la situación de entendimiento pleno cuando dice lo siguiente: (fol. 9v) […] y saliéndose para afuera dicho difunto, le preguntó que qué tenía, que por qué estava así y le respondió que estava enojado con su mujer por la pregunta que le havía hecho antes de los selos que tenía de Nicolás Ríos, y como lo vio enojado dicho declarante, dise, se fue para su casa siempre con aquel cuidado, y bolviendo a la noche en casa de dicho difunto a saver en lo que avían parado, como serca de las ocho, y llegando a dicha casa, salido como es costumvre, y le respondieron disiéndole que entrara, lo que executó, y dise los halló acostados a dicho difunto bestido en su cama y a la dicha Petra, su mujer, desnuda en su cama, amvos dos juntos, y dise que así que vio esto, se fue sin cuidado para su casa […].

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Y acto seguido narra la escena que vio el propio día del infausto suceso, con el énfasis puesto en los claros signos de violencia física por malos tratos del marido: (fol. 9v) […] dise dicho declarante que llegó en casa de dicha Petra hallándose sola cargada sobre unos palos de su serca que rodea su casa, y preguntándole que cómo le avía ydo anoche y al mismo tiempo atendió a la manera de las naguas debisándole sangre fresca, disiéndole: “A usteg le fue mal anoche, le daría su marido”, porque qué sangre había de ser esa y dise que su respuesta fue empesar a llorar disiéndole que a Dios le dejaba semejante testimonio […].

Desde la sociología, numerosos modelos explicativos del maltrato y violencia de género, presentes aún en la actualidad, hablan de un factor de socialización de rol de género con actitudes misóginas hacia las mujeres, acompañado de patrones masculinos de rol de género conflictivos (control, poder, restricción emocional) y las emociones no manifestadas son expresadas como angustia, cólera y violencia de género (O’Neil/Harway 1997). Desde la psicología, se plantea la posibilidad de que, al haber sido socializados de forma diferente (las mujeres en la facilidad para la expresión de las emociones y los hombres en la dificultad para ello), los miembros de la pareja pueden ser incapaces de comunicarse, generando un clima de tensiones y malentendidos propicio a la violencia y desconfianza y en el que la fuerza física es la solución de conflictos. Echeburúa Odriozola y Fernández-Montalvo (1998, apud Bosch/Ferrer 2013: 191-192) proponen un modelo para explicar el desarrollo de la violencia en la pareja, que creemos es muy completo y se ajusta a lo que se deduce de la narración argumental de la situación en aquellos momentos. En el escrito final de la defensa de Petra Regalada, el principal argumento que se esgrime para su exculpación es la violencia de pareja que sufría: (fol. 15r) […] por sus declarasiones de dicha mi parte, como por los testigos que tengo presentados a mi favor en prueva de la mala vida que mi parte pasaba con su difunto marido como le constara a VMg por la fe que dio de sus asotes y heridas que le manifestó en su desdichado cuerpo, pues lla no tenía vigor ni parte en que resestir y, no siendo lo más eso, a mallor abundamiento la muerte que de boca de su difunto marido le amenasava por otras, pues aún aviéndose lebantado un testimonio tan grave contra Dios y contra sí, no deviéndole tal a Dios ni a su marido, pensando le agradaría y parara el castigo tan que a todas horas tenía el cuchillo en los pechos de su esposa que no tenía marido sino enemigo perpetuo y llegando al día último de su vida, volviéndola a maltratar con tanta furia, reconosiendo mi parte que avía llegado el último día [tachado] de su vida, según la furia con que la castigara, en defensa de su persona, tomó un palo en la mano que Dios le deparó, y defendiéndose, le asertó a dar en tan vuena parte que hubo de caer de muerte […].

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Esquema 1 Modelo explicativo desde la psicología del proceso conducente a la violencia en la pareja2

Pero esta argumentación se dio de frente con una sociedad entre cuyas creencias básicas estaba el hecho de que los hombres tenían sociologizado el convencimiento de que las mujeres debían estar bajo el dominio de los hombres, sobre todo si estaban casadas.

6. Las emociones negativas En el fondo de la conducta violenta subyacen las llamadas emociones negativas. En el caso de los hechos narrados en este juicio son tres las emociones negativas que entran en acción: celos, enojo y furia. Estos tres vocablos describen las diferentes fases por las que pasa el acto violento: la carga emocional negativa de los celos desencadena enfado o enojo y esto lleva a una conducta de ira, cólera o furia. Todas estas emociones provocan problemas interpersonales y sociales tremendos, ya que comparten el deseo de dañar a otros, o también a uno mismo, y pueden conducir a todo tipo de problemas individuales, comunitarios y sociales: amenazan las relaciones con otros, dado que suelen provocar reacciones que pudieran derivar en violencia. Queda claro, a lo largo de todo el proceso judicial, que la causa principal del maltrato son los celos de otro soldado, tal como relata la propia Petra en su declaración. 2

Modelo de Echeburúa Odriozola/Fernández-Montalvo (1998), apud Bosch/Ferrer (2013: 191-192).

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(fol. 4v) […] y amarrándola de las manos la colgó en dicho árvol y desnudándola de su ropa, enpesándola asotar, dise descargó la furia de sus fuersas en su cuerpo hasta que se rindió, siendo la causa un testimonio que le lebantó selándola de Nicolás de los Ríos, soldado del escuadrón de dicha villa lla cabado de asotarla, quería que le confesara lo que no era verdad amenasándole con la muerte, no deviéndole semejante ofensa […].

Los celos son emociones sociales, llamadas así porque van ligadas a situaciones interpersonales. Frente a las emociones no sociales o primarias, como la alegría, el miedo o el asco, que son más elementales (son sentimientos más que emociones, según otros autores), las emociones sociales cumplen distintas funciones, entre ellas regular las relaciones entre las personas, a menudo en beneficio aparente del grupo, de forma que limitan los deseos o aspiraciones del individuo (Elster 2002 [1999]). Los psicólogos hablan de los celos como una mezcla de emociones y sentimientos difusos que dominan en mayor o menor medida las emociones, sobre todo, la envidia, emoción esta última que se considera extremadamente cercana a los celos. Así se explica que Wierzbicka (1999: 98-99) trate ambas de forma conjunta. El celoso, según Parrott (1991: 17, apud. Wierzbicka 1999: 98-99), se siente y se presenta como una víctima, posiblemente ficticia, de una amenaza cuando en realidad lo que pretende es convertir a su pareja en la víctima real de sus miedos y pensamientos irracionales. Los celos nacen no del amor, sino del miedo, la desconfianza y el sentimiento de propiedad y exclusividad respecto al afecto de la pareja. El celoso es desconfiado, de ahí las preguntas del difunto al declarante Ignacio Ordóñez sobre la supuesta y no probada relación de su mujer con otro hombre. (fol. 9r) […] y convidando dicho difunto a dicho declarante que fueran a mercar nueses, dise, salieron ambos dos juntos y llegaron en casa de Enriques, herrero de dicha villa, y de allí se fueron en casa de Juan Joseph de Salas a mercar dichas nueses, y en el camino, antes de llegar a dicha casa, le dixo dicho difunto, preguntándole le dixera si no savía sierto si estava en mal amistag su mujer con Nicolás Ríos, que se allaba con esas malisisas y tenía selos de su mujer con dicho Ríos, que si lo savía o avía bisto alguna demostración (fol. 9v) se lo dixera, a que respondió el declarante que no savía ni avía visto ni oído aquella ocasión, ni nunca nada de lo que le preguntava […].

Y tal como la propia Petra Elías declaró: “[…] quería que le confesara lo que no era verdad amenasándole con la muerte, no deviéndole semejante ofensa […]” (fol. 4v). Y más adelante, añade otro detalle de desconfianza desmedida: (fol. 5r) […] estando dicha confesante acostada en su cama dormitando, abrió resio la puerta y llegando a ella, dise le preguntó q[uié]n avía salido de su casa y le respondió que nadie y no satisfasiéndose de d[ic]ha berdad, empesó a vuscar por todos los rincones con el espadín en la mano […] comenzándole a dar y a maltratar tanto que

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lla no tenía cuerpo para aguantar, amenazándola con ansia que la avía de matar si no le confesava que era su amigo dicho Ríos y así que se cansó de darle dise se fue a su exersisio […].

Martínez Selva (2013) plantea las claves para comprender los celos que, según él, pueden definirse como la compleja reacción negativa de un individuo ante la relación emocional, ya sea real, imaginada o anticipada, de su pareja afectiva con otra persona. Su esencia es el miedo a la infidelidad o a ser abandonado por el ser querido. Frecuentemente, su intensidad y consecuencias apagan el cariño y acaban con la relación si no se pone remedio. Al saber sobre las emociones se les puede controlar, pero al parecer en el caso del marido difunto no supo o no quiso controlarse: se dejaba llevar por la furia, que es el término que se emplea a lo largo de todo este texto para describir la reacción emocional del violento.

7. Emociones en respuesta a la violencia Uno de los efectos de los malos tratos es un fuerte desequilibrio, hasta el extremo de que la víctima llegar a confesar lo que el maltratador quiere oír. Esto dice Petra Regalada que hizo en alguna ocasión. (fol. 5r) […] y bístose en semejante conflicto, queriendo, dice, se levantara tan semejante testimonio contra sí, no deviéndole tal a Dios ni a su marido, biéndose en (fol. 5v) tan grande conflicto por escapar con la vida como se le estava prometiendo el matarla, dise uvo de levantarse el testimonio sin dever tal culpa disiéndole que la descuelgue y se lo dirá, consediendo a ello dicho su marido disiéndole dicha confesanta: “Es verdad que fue mi amigo d[ic]ho Nicolás Ríos pero lla no es”, y apurándole d[ic] ho su marido el que le havía de desir la verdad que todavía era auctual, que si no se lo desía la avía de matar y callendo el testimonio que se levantó, no estando satisfecho de tanto martirio que en su cuerpo avía executado, dise la volvió a colgar de nuevo comenzándola asotar asta que se desmalló […].

La mujer siente temor incluso de perder la vida (fol. 17v temerosa de la muerte). Es la reacción fruto de un estado emocional de opresión vinculado a una agitación nerviosa que se identifica con el temor, mientras que en la transcripción de su declaración aparecen dos términos asociados con la emoción de temor: la palabra temorata (timorata) que, en castellano, significa ‘insegura’, un derivado de temor, al lado de atemorisada (atemorizada), cuyo significado es ‘sentir temor’, es decir, ‘inseguridad ante potenciales peligros, ante cosas muy malas que pueden suceder’, pero el término temporal de que la cosa mala suceda es inmediatamente antes o bien que está sucediendo ahora.

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(fol. 6r) y temorata de las amenasas pasadas y que no se levantara y la matara, lo acabó de aogar con el mismo paño […] y suplicándole a dicho alféres le diera un piquete con su cuchillo en el pescueso, lo que executó y le volvió a suplicar la fuera a dejar a su casa por lo atemorisada que estaba […].

La inestabilidad emocional conduce al agobio o ansiedad. Esta emoción aparece en el texto expresada mediante un término semánticamente muy significativo que, según los diccionarios consultados, es un mexicanismo: el adjetivo participial acosijada, formación deverbal del verbo acosijar (DLE, Méx. agobiar, atosigar). (fol. 4v) Preguntada qué fue lo que le movió o motivo que tuvo para cometer el exseso que tiene confesado, dixo que no tuvo otro que allarse sumamente acosijada, golpeada y asotada de dicho difunto, su marido, Josephe Joaquín Ernándes, que en el tiempo de dos meses que fue casada no tuvo alivio ni descanso sino que todos los días se allava maltratada y golpeada […].

El temor y la ansiedad conducen, a su vez, a la desesperación. En la sumaria, Petra Regalada utiliza una formación verbal por composición mediante prefijación, sovreesesperada (sobredesesperada), que contiene una fuerte dosis de expresividad. (fol. 5r) […] ya sovreesesperada de aguantar tanto martirio sin defensa de su persona, en acto primo, dise dicha confesante, lo agarró del paño del pescueso y al mismo tiempo con un palo que coxió a mano, dise le tiró un palo y dándole en el sentido, lo vio caer casi muerto […].

Todos los testimonios hacen hincapié en una de las manifestaciones corporales audibles y visibles que suelen acompañar a los sentimientos: el llanto, señal de que “algo malo está pasando a esa persona”. Este tipo de manifestaciones, según Wierzbicka (2003: 22), está vinculado a una universalidad de los sentimientos y no formaría parte de las emociones propiamente dichas como manifestación cultural que son. No obstante, en el texto del juicio el llanto o las lágrimas suelen aparecer en un sintagma ilativo con otro término léxico que sí se corresponde con una emoción: la aflicción que es ‘sentir sufrimiento físico o pesadumbre moral’. Así se construye la lógica del sintagma llanto y aflisión, como “la pena psicológica que se manifiesta por el indicio físico del llanto”. (fol. 3r) y entonses aumentando su llanto y aflisión le instó para que la sacase de tal cuidado y movido a compasión huvo de condesender diziéndole bolvería a la noche, que con efecto lo executó […].

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(fol. 5v) […] y dise le fue preguntado d[ic]ho alféres desde a cavallo sin apearse q[ue] q[ué] le q[ue]ría, respondiéndole, dise, con mucho llanto y aflisión: “Señor, mal me va, maté a mi marido” […].

Otro signo audible vinculado a la naturaleza femenina en numerosas culturas es el lamento. (fol. 6r) […] y queriéndose ir dicho alféres, ollendo esto, dise lo contuvo con muchas lástimas [manchado: y] lágrimas y lamentos, disiéndole que por amor de Dios se doliera de ella y le alludara a sacarlo de su casa en donde dise que condolido de sus lágrimas y lamentasiones le ubo de desir que bolvería a la noche […].

Podríamos hablar de algo parecido al “género del lamento” (gendering of lament) de la que habla Wilce (2009: 127-128), “presente en muchas sociedades –especialmente sociedades estratificadas– en las cuales el lamento ha padecido su asociación con las mujeres, cuya sexualidad y emoción se miran como algo generalmente peligroso”. En la declaración del alférez acude a la emoción de la compasión como justificación de su actuación ante el llamado de Petra Regalada Elías. (fol. 3r) Preguntado qué le movió o motivo que tuvo para cometer el exceso que tiene confesado. Dixo que no tuvo otro que el de haberle embiado a llamar Petra Elías, mujer de Joseph Joachín Hernándes, con Joachín Rojo, su hermano, la tarde de el día veintiuno de septiembre, serían las cuatro de ella, a cullo llamado fue luego, y resiviéndole la suso dicha con muchas lágrimas y aflixión, [manchado]:le expresó la mala vida que su marido le dava, […] pidiéndome (fol. 3v) con muchos ruegos y lágrimas se doliese de su travajo alludandoselo a sacar de su casa, donde lo tenía, a retirarlo de allí y haviéndole causado admirasión el hecho al confesante, sin contestarle le dixo: “Ya me voi”, y entonses aumentando su llanto y aflisión le istó para que la sacase de tal cuidado y movido a compasión huvo de condesender diziéndole bolvería a la noche, que con efecto lo executó, que serían las ocho horas de ella, y haviendo llegado a la casa a pie, porque dejó retirado su cavallo, entró adentro y sacó el cuerpo difunto al patiesillo de la casa, de donde el confesante y dicha Petra lo llevaron hasta la capilla, de donde prosiguió con él solo el confesante hasta haverlo dejado en el paraje, donde se halló, hasta donde lo acompañó dicha Petra, quien le rogó que con el mismo cuchillo del difunto le diese un piquete porque dixeran que allí lo havían matado, que con efecto se lo dio en el pescueso y haviendo vensido el cuchillo con el pie, lo dejó allí tirado, y por no querer bolver sola a su casa, la referida Petra, la acompañó hasta la puerta de ella, en donde le preguntó cómo lo avía aogado y que luego sin hablar más razón se despidió el confesante y se fue a su casa en donde estuvo asiendo reflexa al yerro que havía cometido, que para él no tuvo más motivo que la compasión y lástima que le causó la aflixión de dicha Petra por ser muxer y berla en el travajo en que se hallava y responde.

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La síntesis interpretativa de la interacción entre el alférez y la mujer con la compasión y lástima como motores del cambio de actitud del primero ante los hechos criminales que presenció es la siguiente: Petra – [le havía quitado la vida] expresó la mala vida que su marido le dava […]. – Pidiéndole con muchos ruegos y lágrimas se doliese de su trabajo ayudándole a sacarlo de su casa […]. Guillén – haviéndole causado admiración el hecho […]. Petra – aumentando su llanto y aflisión que la sacase de tal cuidado […]. Guillén – movido a compasión huvo de condescender […] por ser muxer y berla en el trabajo en que se hallava […].

La visión de desvalimiento de una mujer se ve aumentada por el llanto y es tal el poder que se le concede a la parte emocional de la mujer que se pone como justificación de la actuación del alférez por parte de su abogado defensor, quien afirma en su escrito de alegaciones: (fol. 13v) la cresida lástima y lágrimas de dicha agresora huvo de comover a mi parte a cometer este exceso, pues puede benir VM en conosimiento que una muger llena de tanta confución y lástima en semejante cuidado ysiera cometer a el más justo mayor herror […].

La condición de la mujer como necesitada de protección y apoyo se ve en el escrito de la defensa de Petra Regalada. Inmediatamente después del argumento del maltrato al que la sometía el marido, viene el argumento de ser mujer y el de ser madre. (fol. 15v) […] bolviendo a suplicar a VMg se digne de serseorarse bien de la causa por lo que espero se verá mi parte con comoderasión común, dévil y flaca y bestida de la carne humana, asiendo patente a VMg la cresida familia que mi parte tiene, siendo quatro criaturas todas ynábiles de poderse fomentar sin la sombra que les covija, considerando como podrán allarse en la ausiensia de su apresiavle madre en el corto tiempo de su prisión, que se consideran huérfanas y desbalidas, temoradas de los trabajos que las amenasan estando por ahora auxiliadas en el rincón de su difunto padre.

No deja de ser llamativo que ese mismo argumento, el de ser madre y, en su caso, viuda del primer marido, no surte el mismo efecto en el juicio a la hora de tomarlo como eximente exculpatorio que la condición de viuda y “pobre de solemnidad” de la madre de los hermanos del difunto, declarados en un principio encausados pero liberados al poco por los ruegos de la madre de ambos.

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(fol. 23v) […] y poniéndome dicha Felipa Neria de Jesús, viuda, patentes su soledad, nesesidades y trabajos que abía padesido en el tiempo que estuvieron presos en esta villa sus dos hijos, pidiéndome justisia y clamando a mí, me pide a sus hijos livres sin pensión ni prisión alguna en esta causa y visto por mí, dicho juez, en virtug desta relasión que me ase yn bos de dicha viuda, conosiendo pedía justisia, se la otorgué y administré, dando la entrega de sus dos hijos libres sin pensión alguna de prisión en esta causa por ser una pobre biuda de solegnidad, y para que así conste ser berdad, lo asenté por dilixensia, lo que firmé con los de mi asistensia de que doi fee.

8. A modo de conclusión Desde la realidad social novohispana, en el siglo xviii bajo los efectos de la doctrina patrística y escolástica, circulaba el discurso de la excelencia moral en la cual las mujeres solo tenían la cualidad de los cuidados y del hogar como virtud exclusiva de su género. En este estudio de la sumaria, a la vez discurso y performance, se observa cómo los locutores sustentan sus prácticas discursivas en imaginarios co-construidos de subalternidad femenina en el nivel social, intelectual y sexual, que circulan en la sociedad de la época. En las acciones lingüístico-discursivas se rastrea violencia simbólica: física y psicológica, así como abusos basados en la ideología del contexto. Indudablemente influyen en el desarrollo del proceso las estructuras sociales de ese tiempo en las cuales la llamada “pigmentocracia” (Humboldt 1966 [1807-1811]) generaba marcos de referencia dentro de los cuales se percibían las identidades de los agentes involucrados, y se actuaba en consecuencia. El ejercicio del poder se ve proyectado en los testimonios, en los cuales se construye la representación sociodiscursiva del varón como víctima, y la mujer como transgresora de su rol social. La sujeción asignada a lo femenil se basa también en la estratificación basada en la etnia y en el capital social y económico que la víctima –en comparación con la detenida– sustenta. La violencia ejercida sobre la mujer está motivada en los celos, la supuesta infidelidad y su condición femenina. Las pruebas que arguyen la autodefensa y el auxilio, son descartadas. Y se intenta liberar, exonerar al cómplice de rango similar al sujeto asesinado. Existen acciones de legitimación, deslegitimación y autodeslegitimación de la imagen social de la mujer que se verifican en el discurso.

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Anexo I Tabla 1 Distribución de los contenidos de la sumaria (folios 1r-14v) FECHA

SUCESO/ACTUACIÓN

Número de folio en el manuscrito

19 de octubre

– Petición de nuevas diligencias por parte de Don José de Escandón.

fol. 2r

19 de octubre

– Declaración tomada al alférez en prisión. Juez: Don José Sánchez Dovalina. Lugar: Villa de los cinco Señores del Nuevo Santander.

fols. 3r-3v

3 de noviembre

– Comienzo de las nuevas diligencias. Juez: Don Nicolás Antonio del Castillo. Lugar: Real Población de San Miguel de los Infantes. – Declaración de Petra Regalada Elías.

fols. 4r-6r

5 a 7 de noviembre

– Nombramiento de Juan Antonio Rojo como abogado defensor de Petra Regalada Elías y escrito de este.

fols. 6r-8v

7 de noviembre

– Declaración de los testigos de la defensa: Nicolás Ríos, soldado objeto de celos del difunto, Juan Bernardino Bermúdez e Ignacio Ordóñez.

fols. 8v-9v

8 de noviembre

– Nombramiento de Don Cayetano Estrada como abogado defensor de Juan Bernardo Guillén, alférez acusado de complicidad. – Escrito del abogado defensor del alférez nombrando tres testigos: Nicolás Ríos, Antonio Lucio y Gregorio de Porras. – El juez manda poner preso a José Joaquín Rojo, hermano de Petra Regalada, por haber llevado de parte de esta el aviso al alférez de que fuera a ayudarla en el asunto del difunto.

fols. 10r-10v

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FECHA

SUCESO/ACTUACIÓN

Número de folio en el manuscrito

9 de noviembre

– Declaración de los testigos de la defensa del alférez: – Declaración de Nicolás Rios. – Declaración de Antonio Lucio, padre de José Patricio Lucio, padrino de la novia de la boda, que era hija del teniente de la villa, Don Juan Antonio Rojo, a su vez abogado defensor de Petra Regalada Elías. – Declaración de Gregorio de Porras.

fols. 10v-11r

10 de noviembre

– Escrito de José Joaquin Rojo, en su defensa contra la acusación del alférez de que tenía parte en el asesinato del marido de su hermana, porque le había mandado a llamar. – Declaración de José Joaquin Rojo, preso a petición de Cayetano Estrada, abogado defensor del alférez. – Declaración de Petra Regalada Elías, a petición de su hermano, José Joaquin Rojo.

fols. 11v-13r

12 de noviembre

– Escrito de Cayetano de Estrada, abogado defensor del alférez, suplicando le sea quitado el cargo de cómplice del asesi­ nato.

fols. 13v-14v

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Tabla 2 Distribución de los contenidos de la sumaria en los folios 15r-24r Número de folio en el manuscrito

FECHA

SUCESO/ACTUACIÓN

22 de septiembre

En la villa de San Lorenzo de Jaumave tiene lugar el asesinato de un hombre a manos de su mujer, en coincidencia con el día de una boda celebrada en casa del teniente de la villa y la fiesta de fandango, en la que se encontraban prácticamente todos los vecinos

fols. 15r-16r

16 de noviembre

– Apéndice “Causas criminales de San Lorenzo de Jaumave de dieciseis de noviembre de mil setecientos sincuenta y tres años” [Adjunto a las actuaciones del día 9 de octubre]

fol. 16v

– Petición de Don Nicolás Antonio Santiago y Castillo, capitán del Real de San Miguel de los Infantes, en nombre de José de Escandón, de los autos de causas criminales al teniente de la villa, Don Juan Antonio Rojo. – Toma de juramento a tres reos presos: Petra Regalada Elías, Cayetano Julián Hernández y Nicolás Tolentino Beronies.

fol. 17r

– Toma de declaración a Petra Regalada Elías, “presa en la casa del sarxento desta Villa de San Lorenzo de Jaumave, en nueve dias del mes de octubre…”, por parte de Don Nicolás Antonio Santiago y Castillo, capitán de caballos corazas.

fols. 17v-19v

– Toma de declaración a Joaquin Rojo, hermano de Petra Regalada Elías, por complicidad en el asesinato.

fols. 19v-20v

– Declaración de Nicolás Tolentino Beronies, hermano del difunto y cuñado de Petra Regalada Elías.

fol. 20v

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FECHA 9 de octubre

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SUCESO/ACTUACIÓN

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Número de folio en el manuscrito

– Declaración de Cayetano Julián Hernández.

fol. 21r

– Ratificación de la culpabilidad de Petra Regalada Elías. – Relación de bienes de Petra Regalada Elías para el embargo. – Relación de bienes de Juan Bernardo Guillén para el embargo. – Comparencia ante el capitán y juez del caso de Felipa Neria de Jesús, madre del difunto y de los dos declarantes Nicolás Tolentino y Cayetano Julián Hernández. – Liberación de los dos declarantes. – Remisión de los autos por parte del juez Don Nicolás Antonio del Castillo, con las declaraciones de Petra Regalada Elías y los testimonios de visu de las señales de los malos tratos a Don José Escandón.

fols. 21v-24r

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EL ESPAÑOL ESCRITO EN PATAGONIA EN EL SIGLO XIX. FORMAS DE TRATAMIENTO EN UN CORPUS DE DOCUMENTOS ADMINISTRATIVOS Ana Ester Virkel Universidad Nacional de la Patagonia Academia Argentina de Letras

Resumen Este trabajo aporta una revisión de las formas de tratamiento social, que constituyen un aspecto muy relevante de la variación sintáctica en la historia de la lengua española. Se realiza un estudio detallado de la situación en la que se encuentra este aspecto gramatical y pragmático en los usos lingüísticos del español de la naciente región de la Patagonia. El análisis se lleva a cabo mediante la descripción de un corpus documental de carácter administrativo fechado en el siglo xix, perteneciente al registro culto de la actual provincia de Chubut. Palabras clave: formas de tratamiento, español de la Patagonia, siglo xix, documentos administrativos.

Abstract This work provides a review of forms of social treatment, which constitute a very relevant aspect of syntactic variation in the history of the Spanish language. A detailed study is carried out of the situation in which this grammatical and pragmatic aspect is found in the linguistic uses of Spanish in the nascent region of Patagonia. The analysis is made by describing an administrative 19th-century documentary corpus belonging to the cultured stratum of society in the current province of Chubut. Keywords: pronouns of address, Patagonia Spanish, 19th century, administrative documents

1. Introducción Las formas de tratamiento constituyen uno de los aspectos del subsistema morfosintáctico más permeables a la variación y al cambio lingüístico. Esto se debe

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tanto a causas intrínsecas al propio sistema como a la evolución de las estructuras sociales, que determina cambios en las normas sociolingüísticas que regulan la interacción y en las formas utilizadas por los participantes de un intercambio comunicativo para dirigirse a sus interlocutores. El estudio de los tratamientos suele proporcionar, por lo tanto, valiosa información acerca de la relación entre las formas lingüísticas y el contexto social en el que se inscribe su empleo. En el caso de que se aborde desde una perspectiva sociohistórica, se ponen de relieve, entre otros aspectos, estructuras jerárquicas, roles desempeñados por individuos y grupos, diferentes tipos de relaciones interpersonales, lo que contribuye a obtener una visión de la dinámica social de una comunidad de habla en un período de su historia. Precisamente esa es la perspectiva que hemos adoptado en la investigación cuyos resultados se exponen aquí. En principio, se ha delimitado un área geográfica –la actual provincia argentina de Chubut– y un segmento temporal que se extiende entre 1865 y 1899. La periodización efectuada se fundamenta en factores de orden histórico y sociolingüístico, ya que, como veremos más adelante, dicho segmento se corresponde con la etapa inicial del proceso de incorporación al Estado nacional y la consiguiente consolidación de la lengua oficial en la Patagonia sur (Virkel 2006)1. El objetivo planteado es reconstruir el sistema de tratamiento en un ámbito específico de interacción comunicativa: el de la administración oficial; para ello se ha utilizado como fuente principal un corpus de documentos administrativos fechados durante el período antes mencionado. Tomando como referencia el modelo formulado por Granda (1994: 296-297), distinguimos los siguientes ámbitos o dominios de interacción comunicativa: Administración oficial, Educación, Trabajo, Religión, Actividades culturales, Relaciones sociales y Familia. El presente trabajo se focaliza en dos constituyentes del sistema: las formas de tratamiento y las fórmulas de cortesía. Es importante señalar que en el registro formal que caracteriza a la lengua de la administración ambos componentes están estrechamente relacionados, dado que las fórmulas de cortesía se constituyen en un rasgo inherente a los patrones de interacción comunicativa, lo que les otorga gran relevancia desde el punto de vista pragmático. El ámbito seleccionado presenta ciertas características que deben ser tenidas en cuenta a la hora del análisis. En primer lugar, los documentos producidos en contextos institucionales –ya sea el Estado, como en este caso, u otras instituciones sociales– están regidos por normas sociolingüísticas y discursivas relativamente rígidas que se reflejan tanto en la estructura de los diversos tipos de texto como en el uso de determinadas formas de tratamiento (van Dijk 1996: 167). A esto debe agregarse un rasgo 1

Sobre la historia del poblamiento de Chubut, pueden verse, entre otros, los trabajos de Zampini (1975a y 1975b), Dumrauf (1991) y Virkel (2004: 115-126).

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caracterizador del estilo discursivo: si nos representamos la variación estilística como un continuo cuyos extremos son + formal / – formal, la lengua de los documentos administrativos se ubicaría en el polo de mayor formalidad. Para una clasificación de los estilos discursivos, nos remitimos a Labov (1983: 115-123). En lo que respecta al contexto sociodemográfico en el que se inscribe el corpus documental con el que se trabajó, es importante recordar que hasta la segunda mitad del siglo xix la Patagonia sur estaba habitada únicamente por etnias indígenas cuyo modo de vida era seminómada, por lo cual ejercían una ocupación discontinua del espacio. La inexistencia de asentamientos humanos de carácter estable tenía como correlato lingüístico la ausencia de comunidades hispanohablantes, ya que la población indígena se comunicaba mediante sus respectivas lenguas indoamericanas (Censabella 1999: 86-99).

2. El contexto histórico Dado el carácter indisociable de la relación texto-contexto, los textos deben ser interpretados teniendo en cuenta los múltiples factores contextuales que condicionan su producción. De manera que, desde la perspectiva de la sociolingüística histórica, uno de los requisitos fundamentales para la reconstrucción de los usos lingüísticos de un período pasado es el relevamiento previo de la información sociohistórica pertinente. Vamos a retrotraernos hasta la segunda mitad del siglo xix para tratar de explicar cuál era la realidad geopolítica de la Patagonia en el marco de una Argentina ya jurídicamente organizada y consolidada como nación. Recordemos que entonces el asentamiento más austral del país era Carmen de Patagones, situado en el sur de la provincia de Buenos Aires. En 1779 desembarcó en las actuales costas chubutenses una expedición española cuyo jefe fue Juan de la Piedra. Resultado de esa expedición es la fundación del Fuerte San José, incendiado por grupos indígenas en 1810, y de Carmen de Patagones, asentamiento que logró perdurar, convirtiéndose en la base del poblamiento definitivo de la Patagonia norte. El proceso de fundación de poblaciones comenzó el 28 de julio de 1865 con un grupo de colonos procedentes de Gales que se estableció en la Patagonia sur, de aquí la enorme relevancia geopolítica de este proyecto fundacional desarrollado con el apoyo del gobierno argentino. Con el arribo al valle inferior del río Chubut de la corriente migratoria proveniente de Gales, que se estableció allí inicialmente y luego se fue expandiendo hacia otras áreas del territorio chubutense, se inició una corriente migratoria que fundó las primeras poblaciones estables cuando esa vasta región no estaba aún integrada al Estado nacional. El núcleo primario de la colonización galesa –el valle inferior del río Chubut– estaba habitado desde

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tiempos prehistóricos por los tehuelches septentrionales o gününa-kune, uno de los subgrupos en que se dividía esa etnia aborigen de cultura paleolítica superior (Casamiquela 1965, 1977; Bernal/Sánchez Proaño 1988). La fundación de la colonia galesa del Chubut precedió en más de una década a la denominada Campaña del Desierto, que consistió en un plan sistemático de ataque militar contra las etnias indígenas patagónicas ejecutado por Julio A. Roca, ministro de Guerra durante la presidencia de Nicolás Avellaneda; este realizó dos campañas (1878 y 1879) con las que logró incorporar 15 000 leguas al territorio argentino, lo que implicó la devastación de la población aborigen. Es decir, la inmigración galesa, al mismo tiempo que sentó las bases de la efectiva incorporación de Patagonia a la nación argentina, abrió el camino para la difusión de la lengua española en la región, donde se consolidó como código comunicativo casi tres siglos después de la conformación de la variedad diatópica adyacente, el español bonaerense. El proyecto colonizador desarrollado por inmigrantes galeses en el marco de un acuerdo con el gobierno argentino precedió en algo más de diez años a la creación de la gobernación de la Patagonia (1878); mediante este acto jurídico se formalizó la integración territorial de la vasta extensión geográfica que abarcaba desde el río Colorado hasta los canales fueguinos. Esta acentuada variación diacrónica determina una diferencia sustancial respecto no solo del resto del país, sino también de la mayor parte del territorio americano, ya que se trata de un área de formación dialectológica tardía, lo que debe ser tenido en cuenta a la hora de indagar en cualquier aspecto de su realidad sociolingüística, ya sea desde una perspectiva histórica o sincrónica. Como otras migraciones extracontinentales que tuvieron como destino distintas regiones del país, la inmigración galesa es una resultante de la política de fomento a la radicación de población extranjera instrumentada desde la década de 1820, durante el gobierno de Bernardino Rivadavia, e intensificada a partir de la sanción de la Constitución Nacional (1853). Así, durante la presidencia de Bartolomé Mitre, una Asociación Emigratoria constituida en Gales firmó un acuerdo con el ministro del Interior, Guillermo Rawson, por el cual este se comprometió a otorgar tierras públicas a las familias galesas que allí se establecieran, con la condición de que fueran efectivamente pobladas. Pero el aislamiento geográfico, la inexistencia de núcleos cercanos de población hispanohablante y la escasa intervención de las autoridades nacionales durante los primeros años no solo tuvieron consecuencias de orden político, sino que también produjeron un impacto sustancial en la realidad sociolingüística. En efecto, los factores mencionados llevaron a que la propia comunidad de inmigrantes debiera asumir la responsabilidad de la organización institucional de la colonia, lo cual incluyó, entre otros aspectos, la administración de justicia, la provisión del servicio educativo, e incluso la acuñación de moneda (Virkel 2004: 267-269, 2008b: 36-39).

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Esto implicó la conformación de estructuras administrativas que en una primera etapa funcionaron de forma autónoma, con lo que la colonia galesa del Chubut adquirió un estatus sustancialmente diferente de otras colonias de migrantes que se establecieron en territorios de jurisdicción argentina. Una consecuencia directa de esta situación atípica fue la necesidad de regular los distintos aspectos de la vida social, para lo cual la comunidad galesa produjo abundante documentación de distintos tipos, empleando en una primera etapa su lengua materna (Virkel 2010). El hecho de que el documento más antiguo escrito en español que hemos hallado en los numerosos repositorios consultados date de 1877, un acta de reunión que forma parte de un Libro de Actas de la Comisión de Tierras conservado en el Museo Regional de Gaiman, corrobora que durante más de una década el galés fue el código lingüístico de uso absolutamente prevalente en los documentos oficiales; un testimonio paradigmático lo constituyen los billetes de papel moneda de distintas denominaciones escritos en galés que ya desde agosto de 1865, apenas arribados los primeros inmigrantes, comenzaron a circular en circunscripción de la colonia (Virkel 2010: 69-70). A través del análisis del corpus se ponen de relieve, por lo tanto, dos fenómenos sociolingüísticamente relevantes: en primer lugar, la producción de documentos administrativos se inicia a partir de la fundación de la colonia galesa, fundación que representa el primer hito en el proceso de incorporación de Chubut al contexto nacional (Virkel 2008a, 2008b, 2010; Virkel/Iun 2012). Por otra parte, la mencionada prevalencia del galés como código lingüístico desde 1865 hasta fines de la década de 1870 da cuenta de la tardía consolidación del español aun en el ámbito de la administración pública, el más asociado histórica y legalmente a su empleo. Desde el punto de vista teórico, esto configura una interferencia funcional, puesto que, como plantea Stewart (1974: 231), la lengua “considerada legalmente apropiada para todos los fines representativos políticos y culturales” es la oficial. En el caso que nos ocupa, la atribución a una lengua de inmigración de una función habitualmente privativa de la lengua oficial se explica por las peculiares circunstancias contextuales que acabamos de describir, las que determinaron que durante los primeros años de la colonia, esta se constituyera en un enclave galés en la Patagonia argentina. Resulta pertinente incluir aquí una breve cronología de acontecimientos geopolíticos estrechamente vinculados con la realidad sociolingüística que acabamos de describir. En 1876 se crea un comisariato que enmarca legalmente a la colonia galesa en jurisdicción argentina, dando continuidad al proceso de integración territorial. Este proceso se continúa en 1878 con la creación de la gobernación de la Patagonia, que se extendía desde el río Colorado hasta los canales fueguinos, y culmina en 1884 con la promulgación de la Ley Nacional n.º 1532, que subdividió dicha unidad jurídica en los Territorios Nacionales de Neuquén,

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Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. El 30 de mayo de 1885 se instaló en Rawson la gobernación del Territorio Nacional; Chubut se constituyó entonces como una unidad política diferenciada y demarcada con sus actuales límites. Desde el punto de vista sociodemográfico, la corriente migratoria galesa fue, junto a la población indígena preexistente, la base de la conformación de una comunidad multiétnica y multicultural, a la que en la década de 1880 comenzaron a incorporarse pobladores de otros orígenes (Virkel 2004: 117-121). Las características fundantes del período delimitado en este trabajo se plasman claramente en los documentos administrativos de la época, los que dan cuenta, por ejemplo, de cuestiones relacionadas con la división y adjudicación de las tierras, el registro de la propiedad del ganado, el régimen de impuestos, el dictado de normas legales, entre otros aspectos inherentes al estadio inicial de la constitución de una sociedad de derecho.

3. Principales referentes en el estudio de los tratamientos en la Argentina En la lingüística hispanoamericana, los estudios sobre tratamientos poseen una tradición que se remonta a las primeras décadas del siglo xx. Entre los trabajos que pueden considerarse fundacionales destacamos el artículo de Amado Alonso, “Las abreviaciones de señor, señora en fórmulas de tratamiento” (1930), y el de Frida Weber de Kurlat, “Las fórmulas de tratamiento en la lengua de Buenos Aires” (1941). Estos autores realizan sustanciales aportaciones a la constitución del campo, en un contexto científico todavía distante del desarrollo de disciplinas que marcan la impronta de los estudios lingüísticos en la segunda mitad del siglo xx, como la sociolingüística, la pragmática, el análisis del discurso y la etnografía de la comunicación. Precisamente a partir de la articulación de principios teóricos e instrumentos metodológicos provenientes de dichas disciplinas, la temática de los tratamientos comienza a ocupar un lugar de relevancia en la lingüística hispánica. La publicación del hoy clásico artículo “The Pronouns of Power and Solidarity” de los psicólogos sociales norteamericanos Brown y Gilman (1960), ejerce una influencia decisiva en este campo, sustentada fundamentalmente en la introducción del concepto de relación en el sistema pronominal. La formulación de un modelo basado en la distinción binaria poder/solidaridad para explicar las elecciones lingüísticas de los hablantes proporciona categorías especialmente adecuadas para el análisis sociolingüístico de las formas de tratamiento, en la medida en que permite dar cuenta de dos tipos básicos de relaciones: simétricas y asimétricas. Es esa distinción binaria la que nos interesa particularmente, ya que en el caso de los documentos administrativos que componen nuestro corpus, el uso de las formas de tratamiento está altamente condicionado

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por la predominancia de las relaciones de poder que subyacen en la interacción enmarcada en ámbitos institucionales. En consonancia con los avances teóricos que permiten enriquecer el abordaje de los tratamientos desde modernas perspectivas, surge en la década de 1970 una corriente de estudios empíricos enfocados en el sistema de tratamiento del español bonaerense, en la que se inscribe una serie de trabajos elaborados por Fontanella de Weinberg (1970, 1971, 1979, 1982, 1984, 1987, 1989, 1993 y 2000, entre otros) y por Rigatuso (1986, 1992, 1993, 1994, 1998, 2004 y 2008, entre otros). Ponemos el acento en esta línea de investigación no solo por su intrínseca relevancia, sino por su vinculación específica con el tema aquí tratado; en efecto, el español bonaerense, además de ser la variedad lingüística de adstrato, es la que históricamente fue considerada modelo para la conformación de la variedad estándar en la región patagónica (Virkel 2004: 164-172), por lo cual la abundante bibliografía producida por las autoras nombradas es de referencia ineludible para este trabajo. Una mención especial merece la temática de la cortesía, que en las últimas décadas del siglo xx se configuró per se como un campo de estudio, a cuya constitución y desarrollo contribuyeron de modo decisivo Brown y Levinson (1987), Haverkate (1994), Escandell Vidal (1993) y Bravo (2003, 2005), entre otros destacados especialistas. A los autores que acabamos de mencionar debemos sumar la obra de Rígano (2006) sobre el estilo cortés en el español peninsular de los siglos xii a xvii, la cual ha proporcionado, asimismo, muy útiles aportaciones al análisis de las fórmulas de cortesía, más allá de la variación diacrónica y diatópica respecto del material documental objeto de nuestra investigación. Si bien desde una perspectiva pragmática las fórmulas de cortesía empleadas en los documentos patagónicos del siglo xix aparecen como un rasgo discursivo estrechamente asociado a las formas de tratamiento, esta corriente de estudios nos permite contar con formulaciones conceptuales y categorías de análisis específicas para su aplicación al corpus recolectado. En la búsqueda de antecedentes sobre el tema, nos ha proporcionado una valiosísima guía el amplio repertorio bibliográfico sobre pronombres y fórmulas de tratamiento en español elaborado por Fernández Rodríguez (2006). Los resultados del relevamiento bibliográfico que hemos realizado permiten concluir que, al menos hasta el momento de la finalización del presente artículo, no existen trabajos publicados que aborden las formas de tratamiento en el español de la Patagonia, ya sea desde una perspectiva histórica o descriptiva.

4. Marco teórico y metodológico Señalábamos al comienzo que la investigación cuyos resultados se exponen en este trabajo se enmarca en la sociolingüística histórica, disciplina que suministró

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las herramientas teóricas y metodológicas adecuadas para la reconstrucción de los usos lingüísticos vigentes en Chubut en el siglo xix (Romaine 1987; Conde Silvestre 2007). Al abordar específicamente el sistema de tratamiento dentro de ese encuadre general, hemos articulado conceptualizaciones provenientes de distintas orientaciones disciplinarias, especialmente de la pragmática, la sociolingüística interaccional y la etnografía de la comunicación. El basamento del análisis desarrollado lo constituye la teoría de las relaciones binarias poder/ solidaridad formulada e introducida en la sociolingüística por Roger Brown y sus colaboradores, a la que ya nos referimos en el apartado precedente (Brown/ Gilman 1960; Brown/Ford 1974; Brown 1981). Más allá de la especificidad del tema que aquí se aborda, nos parece importante plantear algunos problemas metodológicos vinculados al enfoque adoptado, en tanto este supone per se el trabajo con material documental producido en un período histórico del que solo subsisten testimonios escritos. Al igual que en sociolingüística descriptiva se emplean herramientas metodológicas que permitan dar cuenta del modo más preciso posible de la realidad sociolingüística directamente observable, en sociolingüística histórica se trata de reconstruir, con las limitaciones inherentes a la distancia cronológica, el funcionamiento del lenguaje en el seno de una sociedad no contemporánea. Un problema central en los desarrollos de la disciplina es, sin duda, la fragmentariedad del material lingüístico histórico; así lo reconoce Conde Silvestre (2007: 36), quien, al abordar específicamente esta cuestión, subraya que “los textos del pasado son meros restos de corpus textuales muchísimo más amplios, que han sobrevivido por azar, de ahí, su carácter fragmentario”. A este problema que parece ser intrínseco a la sociolingüística histórica, se sumaron en nuestro caso otras dificultades, vinculadas principalmente con la escasa bibliografía sobre la historia del español de la Patagonia, la que se manifiesta no solo en la ya mencionada carencia de antecedentes específicos del tema seleccionado, sino también en la inexistencia de otros corpus de documentos patagónicos del siglo xix. De modo que, a la hora de iniciar esta línea de investigación histórica, realizamos estudios exploratorios orientados principalmente a la búsqueda de material en archivos de organismos públicos situados en la jurisdicción de la provincia de Chubut. Pudimos constatar la existencia de una gran cantidad de documentos cuya heterogeneidad era difícil de abarcar sin una delimitación basada en criterios previamente establecidos. Teniendo en cuenta este factor, se decidió, como se dijo en la introducción, circunscribir la investigación a un dominio de uso lingüístico (Fishman 1972: 82) específico, el de la administración oficial, centrando la búsqueda en aquellos textos que “por su emisor, y/o su destinatario, y/o su tema, se inscriben en ese ámbito de producción” (Postigo de de Bedia 1997: 13-16). En función de esta opción metodológica, el proceso de recolección de material se centró específica-

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mente en documentos administrativos producidos en Chubut entre 1865 y 1899. Este recorte del universo discursivo nos permitió compensar en cierta medida la inevitable fragmentariedad del material histórico que antes señalamos, ya que el corpus documental con el que se trabajó presenta una relativa homogeneidad estilística derivada de su adscripción a un único contexto de interacción. Consideramos que los textos reunidos resultan cualitativa y cuantitativamente lo suficientemente representativos como para dar cuenta de las formas de tratamiento de uso habitual en el dominio de la administración, siempre teniendo en cuenta los condicionamientos discursivos y contextuales inherentes al mismo. El corpus de la investigación está integrado por facsímiles (fotocopias, copias digitales, fotografías) de 250 documentos originales conservados en repositorios de diversos tipos –bibliotecas, museos históricos, archivos de organismos provinciales y municipales–. Una vez recolectado el corpus de la investigación, se publicó una muestra digitalizada del mismo (Virkel 2010). Un dato interesante es que, como ya se dijo, el texto más antiguo escrito en español que se encontró en los archivos está fechado en 1877; sin embargo, la producción de documentos públicos se inicia en 1865, año en que se estableció el primer grupo de inmigrantes. El hecho de que hayamos constatado la existencia de numerosos documentos administrativos escritos en galés da cuenta, como se dijo anteriormente, de la interferencia funcional resultante de las atípicas circunstancias que condicionaron la organización sociopolítica de la colonia en su etapa fundacional.

5. El sistema de tratamiento Como ya hemos dicho, el hecho de que el presente trabajo se circunscriba al contexto administrativo supone, per se, un condicionamiento basado en dos presupuestos: el alto grado de formalidad del estilo, y el escaso margen de los participantes de la interacción para apartarse de las convenciones discursivas propias de cada uno de los tipos textuales inscriptos en ese ámbito. La tipologización de los documentos administrativos que conforman el corpus de la investigación se realizó en el marco del modelo formulado por Postigo de de Bedia (1997); se distinguieron los siguientes tipos textuales: 1) actas; 2) notas; 3) solicitudes; 4) inventarios; 5) boletos de marca de hacienda; 6) certificados; 7) recibos; 8) informes; documentos de carácter regulativo (resoluciones, decretos y reglamentos) (Virkel 2010). En estrecha relación con los factores señalados, más allá de la significativa variación diacrónica, pueden advertirse en los documentos recopilados numerosas analogías en cuanto a los tópicos y los tipos de textos, lo que se explica en gran medida por las peculiares circunstancias sociohistóricas en las que se inscribe

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su producción. Es decir que, en lo que concierne específicamente al ámbito de la administración oficial, la discursividad aparece claramente vinculada con las tradiciones textuales del período colonial. La riqueza temática y tipológica de los textos que conforman el corpus de la investigación, sumada a las características contextuales descriptas, suple en cierta medida la limitación del análisis a un único ámbito de interacción, al mismo tiempo que ofrece un marco discursivo en el cual los tratamientos se cargan de significación. Ya en lo que respecta específicamente a los tratamientos, es importante subrayar la estrecha vinculación existente entre las formas pronominales y nominales, en tanto ambas son constituyentes de patrones discursivos compatibles con los escritos de la administración pública; de manera que su estudio no puede disociarse, sino que requiere de un enfoque global que permita dar cuenta de su interrelación en el marco del dominio de interacción de que se trata. Fontanella de Weinberg (2000: 1418) se refiere puntualmente a esta cuestión: Si consideramos los ejes de poder y solidaridad establecidos por Brown y Gilman (1960), estos se reflejan no solo en las formas pronominales, sino también en las nominales, tal como lo señaló oportunamente Jakobson en un comentario que realiza en el mismo volumen en que se expone la teoría: “El uso de diferentes pronombres que designan al destinatario no es sino una parte de un código más complejo de actitudes verbales hacia el destinatario y debe ser analizado en conexión con este código total, en particular con la cuestión de si nombramos o no al destinatario y qué título le damos” (Jakobson, apud Brown/Gilman 1960: 278). Sobre la base de estas formulaciones teóricas, se desarrollarán a continuación los resultados concernientes al análisis de las formas pronominales.

5.1. Uso de formas pronominales Como ya se ha señalado, la administración es uno de los dominios de interacción comunicativa que en mayor grado se asocia a la formalidad en el uso del lenguaje. En la medida en que se trata de un ámbito configurado por estructuras jerárquicas, la interacción presupone el empleo de formas de tratamiento compatibles con dichas estructuras, en las que predominan las relaciones de poder entre los interlocutores. Veamos la definición de este tipo de relaciones formulada por Brown (1981: 305): El poder es una relación entre dos personas, al menos, y es no recíproco en el sentido de que ambos no pueden tener poder en la misma área de comportamiento.

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Y más adelante expresa (Brown 1981: 319): Las diferencias de poder existen en una democracia al igual que en todas las sociedades ¿Cuál es la diferencia entre expresar la asimetría de poder con los pronombres o expresarla por la elección del título o el nombre propio? Esta parece ser primariamente una cuestión del grado de compulsión lingüística. En el tratamiento cara a cara usualmente podemos evitar el empleo de cualquier nombre o título, pero no fácilmente podemos evitar el uso de un pronombre.

En el caso que nos ocupa, la comunicación interpersonal se halla mediatizada por la escritura y regida por convenciones discursivas acordes al ámbito público-institucional, por lo cual en la expresión de la asimetría los pronombres no solo son constituyentes obligatorios, sino que se articulan habitualmente con los títulos u otras formas nominales. Ambas categorías confluyen en una estrategia discursiva funcional a un esquema de poder basado generalmente en las diferencias de estatus ocupacional (Brown/Ford 1974: 319), ya sea porque los interlocutores poseen diferentes rangos ocupacionales dentro de la esfera de la administración, o porque el intercambio comunicativo involucra a un participante externo a dicho ámbito. Un ejemplo de este último tipo de relación de poder, con la siguiente asimetría en el trato, lo constituyen las notas y solicitudes cuyos emisores son vecinos de la comunidad que se dirigen a funcionarios gubernamentales para informar sobre algún hecho, plantear problemas o formular peticiones, entre otros motivos. Desde el punto de vista teórico, la diferencia de estatus ocupacional genera, en efecto, un tipo de trato no recíproco, tal como lo señalan los mencionados autores al desarrollar el modelo de relaciones binarias poder/solidaridad: Si la dimensión de intimidad que regula el trato recíproco es la dimensión horizontal de relación social, la dimensión de status que subyace en el tipo de trato no recíproco podría llamarse la dimensión vertical de relación social (Brown/Ford 1974: 319).

A esta breve caracterización debe sumarse la formalidad del estilo, que es consustancial al dominio de que se trata. Si se considera, además, que los documentos administrativos objeto de este estudio remiten a la etapa fundacional de una sociedad, con la consiguiente necesidad de adecuarse a las convenciones discursivas de la época, podría afirmarse, en el marco de la teoría de la variación estilística formulada por Labov (1983: 115-123), que en ellos se emplea un registro muy cercano al polo de la máxima formalidad. Del relevamiento de los pronombres de tratamiento empleados en los textos del corpus, surge el uso generalizado del pronombre de segunda persona singular usted para la función sujeto, el que, según Fontanella de Weinberg (1992: 91), ya en el siglo xviii se

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había consolidado como “el tratamiento formal por excelencia” en el español americano. La grafía de este pronombre presenta distintas variantes: en algunos casos aparece escrito en forma completa, pero son las abreviaturas las que registran mayor frecuencia; la alternancia se da entre Ud., Vd., V. y U., esta última en menor proporción que las tres primeras. Para ejemplificar el uso del pronombre usted, se transcriben dos fragmentos discursivos extraídos de nuestro corpus. El primero corresponde a una nota de fecha 8 de octubre de 1889 firmada por el gobernador del Territorio Nacional del Chubut Alejandro Conesa, la que tiene como destinatario a Gregorio Mayo, presidente de la Municipalidad de Rawson; el segundo pertenece a una nota dirigida por el jefe de la Policía Arturo Woodley al presidente de la Municipalidad de Rawson Tomás Austin, con fecha 24 de octubre de 1890. (1) […] Se ha recibido su nota Nº 87 acompañando copia del Balance detallado correspondiente á la recaudacion del tercer trimestre de esa Municipalidad, el que ha sido hallado conforme, demostrando en él, la minuciosidad con que V. procede en el desempeño de sus funciones […]. (2) Tengo el agrado de dirijirme á Vd para llamarle la atención sobre el estado lamentable en que se encuentra el camino del lado norte de este Departamento, sobre todo la entrada y salida de Trelew.

En lo que respecta al posesivo, se ha constatado una clara prevalencia de su, en correspondencia con el pronombre personal usted. Sin embargo, no podemos dejar de señalar que en los tratamientos honoríficos se registra una alternancia entre los posesivos su y vuestra (por ejemplo, su/vuestra Señoría). Si bien la ocurrencia de vuestra parece restringirse a estos casos, no puede desestimarse porque da cuenta de la supervivencia del posesivo en el marco de un proceso de cambio lingüístico que ya había derivado en la supresión del pronombre personal vosotros en el paradigma pronominal del español americano (Lapesa 1984: 582). Más adelante, cuando abordemos el análisis de las formas honoríficas de tratamiento, volveremos sobre este tema.

5.2. Uso de formas nominales Como en el caso anterior, el análisis de las formas nominales de tratamiento se nutre de formulaciones teóricas provenientes de distintas fuentes, que se articulan en un marco conceptual con la suficiente capacidad explicativa para dar cuenta de los constituyentes del sistema y del valor que se asigna a los mismos en la comunicación administrativa. Como punto de partida, tomaremos la distinción establecida por Rojas Mayer (2008: 28) entre formas nominales directas y referenciales:

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Las fórmulas directas suelen dirigirse a una persona o ser animado, del cual se presupone algún tipo de respuesta en una situación de interacción. Las referenciales pueden dirigirse a cualquier tipo de elementos, se produzca un tratamiento con ellos o no.

En esta primera etapa, se decidió circunscribir la investigación al uso de formas de tratamiento directas, denominadas también vocativos de tratamiento (Alonso-Cortés 2000: 4039-4040). Tal decisión se fundamenta en la necesidad de focalizarnos en las situaciones de intercambio comunicativo y en los interlocutores que participan en ella, en función del propósito de describir los patrones de tratamiento en el contexto de la administración pública. No podemos dejar de mencionar, sin embargo, que el amplio corpus reunido ofrece abundante material para el estudio de las formas referenciales, que podrán ser objeto de futuros trabajos. Una vez delimitado el objeto, se abordó el análisis tomando como referencia la clasificación propuesta por Rigatuso (1992) en su estudio sobre la evolución de las fórmulas de tratamiento en el español bonaerense, la que fue adaptada al ámbito de que se trata y al esquema de relaciones de su poder. En primer lugar, es importante destacar que, si bien se trata de formas tipificadas como sociales, es decir, aquellas que suponen la existencia de un vínculo de carácter social entre los interlocutores (Rigatuso 1992: 19), el dominio de interacción que aquí nos interesa determina un trato asimétrico, con la consiguiente exclusión de las relaciones de amistad que se dan en otros contextos comunicativos. Teniendo en cuenta esta salvedad, se distinguieron tres tipos de formas nominales: a) generales; b) ocupacionales; c) honoríficas. A continuación, se expondrán los resultados referidos a la primera de las categorías enumeradas. Partamos de la definición que proporciona Rigatuso (1993: 51-96) en su estudio sobre las formas de tratamiento en el Buenos Aires de mediados del siglo xix: Denominamos tratamientos generales a aquellas fórmulas de tratamiento de uso extendido en la época para el trato social, y cuya significación no comprendía referencias a la ocupación desempeñada por el virtual adjudicatario (1993: 53-54).

Dentro de esta categoría se ubican las formas señor y don, que en los documentos de nuestro corpus ocurren con elevada frecuencia. En lo que respecta a la realización gráfica, en el caso de señor se destacan dos rasgos: el uso prácticamente excluyente de la mayúscula inicial, cualquiera sea la posición del término en la secuencia discursiva; y la absoluta predominancia de la forma completa por sobre la abreviatura. En cambio, el término don en interior de enunciado se escribe habitualmente con minúscula inicial; presenta, asimismo, dos variantes abreviadas: D. y Dn, si bien esta última registra un bajo índice de ocurrencia, su uso puede observarse en el ejemplo 10 señalado más adelante.

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Es importante señalar que, en el contexto de las instituciones políticas y administrativas, ambos tratamientos se inscriben en una tradición que en el español americano se remonta al período colonial; en efecto, como explica Maldonado (2008: 41) se empleaban comúnmente para dirigirse a aquellas personas que ejercían un cargo público, cumpliendo la función de marcadores de respeto asociados al uso del estilo formal. Ya en plena etapa poscolonial, los resultados de nuestro estudio muestran que, al menos en el español de la Patagonia, los términos señor y don conservan su valor como tratamiento de respeto generalizado en el dominio de que se trata. En el patrón de trato asimétrico que es consustancial a las relaciones interpersonales de poder, las formas mencionadas operan como codificadores del estatus social de los interlocutores. En los documentos que conforman el corpus, el tratamiento más habitual es señor, que registra una clara predominancia dentro del sistema; el término don presenta un índice de ocurrencia mucho menor, pero también significativo. En lo que concierne a esta última forma, es importante aclarar que aparece con un significado marcadamente diferente del original, como resultado de una progresiva desemantización respecto del español medieval. Recordemos, en efecto, que en la Edad Media se aplicaba solo a los reyes, a los nobles de mayor jerarquía y a los más altos cargos eclesiásticos. Ya en el siglo xvii, se convirtió en un tratamiento asociado a un título de hidalguía, al que se accedía mediante el pago de un tributo monetario. Muy distinto es su valor en el español americano, donde aparece despojado de su asociación con la nobleza. En relación con el proceso descripto, señala Rigatuso (2008b: 67): En el devenir histórico de la sociedad el tratamiento don adquiriría en el Nuevo Mundo nuevo valor social, con su desplazamiento desde título de privilegio a tratamiento respetuoso de carácter bastante general en el español regional.

Los resultados de nuestra investigación condicen con este análisis, ya que su uso habitual en documentos oficiales en la segunda mitad del siglo xix da cuenta de que continuaba siendo un término de respeto adecuado para el trato formal hacia un destinatario inscripto en una estructura jerárquica. Veamos algunos ejemplos del uso de las formas señor y don en documentos que integran nuestro corpus: (3) Rawson Julio 13 de 1889 Al Señor Presidente de la Municipalidad de Rawson Tengo el agrado de adjuntar á Vd la suma de (4.30) cuatro pesos con treinta centavos moneda nacional importe de dos multas con impuesto aplicadas en la fecha a los individuos David C. Thomas y Angel Rau por infraccion al artículo 3º de la ordenanza del 19 de Junio del corriente de esa corporacion. Dios guie á Vd Arturo Woodley

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(4) Rawson Febrero 29 de 1896 A S.S. el Señor Gobernador del Territorio del Chubut, Don Eugenio Tello El infrascripto ante S.S. respetuosamente me presento y espongo: – Que deseando obtener la marca que designo al margen con que quemaré mi hacienda vacuna y yeguariza, como igualmente la siguiente señal martillo en la oreja derecha y muesca en la izquierda, vengo en pedir á S.S. se digne ordenar el boleto respectivo por ante quien corresponda. Es Justicia etc. Pio Eliggi (5) Chubut Abril 14 de 1.883 Al Señor Miembro de la Comision de tierras Don Juan M. Thomas Comunico á Vd que el superior Gobierno se ha dignado acordar los ochenta y tres titulos de propriedad que la Comision de tierras se sirvió pedirle […]

Como puede observarse en los ejemplos (4) y (5), es frecuente la coocurrencia de las formas señor y don en estructuras del tipo señor + título ocupacional + don + nombre y apellido. Los resultados del análisis realizado permiten inferir que esta estrategia discursiva era considerada adecuada no solo para la expresión de la formalidad y la cortesía, sino también para destacar el rol institucional que desempeñaba el destinatario del mensaje en el contexto de la administración oficial. Por otra parte, si bien no es nuestro propósito analizar en este artículo las formas referenciales de tratamiento, no podemos obviar el contraste entre el uso de términos nominales de respeto con carácter de vocativo o con valor autorreferencial, en ocasiones yuxtapuestos, para dirigirse a funcionarios gubernamentales, y el término individuos con que se designa en el ejemplo (3) a personas no pertenecientes al grupo social que conforma la clase dirigente. Esta asimetría tan marcada en el trato no parece ser, sin embargo, el patrón de interacción entre funcionarios y vecinos, ya que hemos constatado el uso relativamente frecuente de la forma don con valor referencial en documentos administrativos de distintos tipos, por lo general precediendo al nombre de colonos galeses, como puede observarse en el boleto de marca de hacienda transcripto más adelante, en el ejemplo (6): “Don Abraham Matthews, vecino de esta Colonia”. Esta cuestión se encuentra, sin duda, entre los aspectos que merecen ser profundizados a la hora de dar continuidad al estudio del sistema de tratamiento. Otro dato interesante que surge del relevamiento de términos generales es la ausencia absoluta en los documentos del corpus de las formas de género femenino señora y doña. Este fenómeno muestra de manera contundente la exclusión de la mujer del ámbito de la administración pública, donde la interacción aparece como privativa de

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los varones, ya fueran estos funcionarios inscriptos en una estructura jerárquica propia de ese ámbito, o miembros de la comunidad externos a la misma. En función de la clasificación que hemos efectuado, se abordará ahora el análisis de las formas de tratamiento ocupacionales. Dentro de esta categoría se ubican los tratamientos que refieren a cargos ejercidos por funcionarios gubernamentales de distintas jerarquías, como también los términos que designan profesiones y rangos militares. Al primer grupo pertenecen, por ejemplo, los términos, gobernador (véase el ejemplo 4), presidente municipal (ejemplo 3), juez de paz, secretario; al segundo, doctor, agrimensor, ingeniero, teniente coronel, sargento, comisario (ejemplo 6). Como se vio anteriormente, en los documentos del corpus estos títulos ocupacionales aparecen usualmente en coocurrencia con el título general señor (ejemplo 3), mientras que en algunos casos forman parte de construcciones sintácticamente más complejas que incluyen también la forma don (ejemplos 4 y 5). Es interesante señalar que los tratamientos inscriptos en esta categoría van dando cuenta de la evolución del proceso de integración de Chubut al Estado nacional, a través de la referencia a los cargos ejercidos por los funcionarios gubernamentales desde la etapa de organización institucional de la colonia galesa hasta la creación del Territorio Nacional del Chubut, con sus sucesivos gobernadores. Los términos empleados denotan la jerarquía de los individuos en el marco de los respectivos organigramas político-administrativos, al tiempo que funcionan como marcadores del estatus social de los participantes del intercambio comunicativo, ya sean miembros de la estructura gubernamental o interlocutores externos a ella. Veamos otros ejemplos de formas de tratamiento ocupacionales extraídos del corpus de la investigación: (6) Nº 77 Colonia Nacional Chubut Noviembre 2 de 1883 BOLETO DE MARCA Don Abraham Matthews vecino de esta Colonia, ha registrado la marca de su propiedad que va dibujada al márgen en el Libro de Registro de Marcas y Señales que lleva esta Comisaria, folio diez y seis con que señala su hacienda vacuna y caballos cumpliendo así una Orden Superior. Cuando se ordene la renovacion de este boleto, se cobrarán los derechos que la autoridad á quien corresponda juzgue necesario establecer. Juan Finoquetto Comisario Nacional

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Los comisarios nacionales tenían el estatus de máxima autoridad política y judicial. El comisariato se extendió entre 1876 y 1884, y constituyó el primer estadio del proceso de intervención político-administrativa del gobierno argentino en la Colonia Galesa del Chubut. (7) Chubut 15 de Mayo 1888 Á S.E. el Gobernador del Chubut Teniente coronel Fontana El abajo firmado por si y por parte de D. Miguel D. Jones, desean someter a S.E. sus servicios como fundadores de la Colonia Chubut – núcleo importante de poblacion del Territorio á mando de S.E. – en la esperanza que dichos servicios merezcan la atención de S.E. […] (8) Agosto 14. 1885 Esta es la primera session del Consejo. Presentes – Todos los consejales. 1 Se nombra Presidente a don E. J. Williams con unanimidad. 2 Se nombra también secretario pro tem. á don John S. Williams. 3 Aprobado enviar una cuenta de esta session al señor El Gobernador agradeciendole para sus expresiones de buena voluntad para con el Consejo de la Municipalidad. John S. Williams Secretario Pro Tem.

E. J. Williams Presidente

En la tercera categoría de formas nominales que hemos distinguido se ubican los denominados tratamientos honoríficos (Lapesa 1984: 392-393), que en el patrón de trato asimétrico inherente a los contextos institucionales cumplen la función de marcadores de distancia social entre los participantes del intercambio comunicativo, actuando al mismo tiempo como intensificadores del rol jerárquico que el destinatario del mensaje desempeña en la estructura de la administración oficial En su estudio diacrónico sobre los usos y valores de estas formas de tratamiento en el español bonaerense, Rigatuso (2004: 187) sostiene: Los tratamientos honoríficos se ubican en la escala semántica/pragmática de la formalidad en el polo máximo de cortesía, deferencia y ceremoniosidad. Frecuentes en los sistemas de tratamiento de diferentes lenguas del mundo, estos elementos, vinculados muchas veces a ideologías culturales relacionadas con poder, representan dentro de la perspectiva interaccional, uno de los más claros recursos de focalización honorífica de destinatario o referente (Haverkate 1994), de particular relevancia en

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el significado y construcción de las relaciones sociales y dentro de contextos institucionales definidos.

Según la mencionada especialista (Rigatuso 2004: 188), los tratamientos honoríficos “constituían un subsistema muy importante en las pautas sociolingüísticas de trato imperantes en el español bonaerense de la etapa colonial y en toda la primera mitad del siglo xix”, mientras que en la segunda mitad de ese siglo se registra una pérdida gradual condicionada en gran medida por la tendencia a una mayor igualdad social. A una conclusión semejante llega Donni de Mirande (2004: 345) en su estudio sobre las formas de tratamiento en el español de Santa Fe: Para el tratamiento asimétrico formal y recíproco o simétrico alejado (formal-formal) registré distintas construcciones nominales de índole honorífica o cortés, usadas con valor vocativo o referencial e integradas por vuestra o su + sustantivo abstracto femenino que concuerdan con verbo de tercera persona. Entre estas construcciones están Vuestra Excelencia, Su Excelencia, Vuestra Señoría, Su Señoría, Vuestra Merced, Su Merced, etc. También se usan otras fórmulas como Excelentísimo Señor (Don), Usía (> Usiría > Vuestra Señoría), Señor + cargo u ocupación, Señor + Don + nombre y apellido, Señor + rango militar, Doctor + Don + nombre y apellido, etc. Las formas que expresan mayor distancia o formalidad, y que alternan muchas veces entre sí en un mismo documento, son frecuentes sobre todo en la primera mitad del siglo [xix], pero van disminuyendo gradualmente en las décadas finales del mismo reemplazadas por usted, incluso en lenguaje jurídico y en estilo formal […].

Los resultados del análisis del corpus de nuestra investigación muestran una variación cronológica respecto de las variedades diatópicas del español de la Argentina a las que acabamos de referirnos, es decir, el español bonaerense y el español del litoral. En efecto, hemos constatado que los tratamientos honoríficos siguieron empleándose de modo habitual en los textos escritos en el ámbito de la administración pública hasta fines del siglo xix. Consideramos que este fenómeno de conservación de formas de trato que acentúan la asimetría intrínseca a las relaciones de poder no solo se explica por el condicionamiento estilístico propio del contexto institucional de que se trata; es probable que se asocie, además, a factores sociopolíticos vinculados con el proceso de integración territorial, la que conlleva la instauración de nuevas estructuras jerárquicas y de nuevos roles desempeñados por autoridades designadas por el gobierno nacional, con el consiguiente desplazamiento de los colonos galeses de las estructuras políticoadministrativas. La instauración de un nuevo orden jurídico se traduce, por lo tanto, en el uso de estas formas honoríficas como manifestación de máximo respeto y formalidad en la comunicación escrita. Así, en los documentos recolectados aparecen con frecuencia expresiones honoríficas que tienen como núcleo

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un sustantivo abstracto de género femenino (señoría, excelencia, honorabilidad) precedido por los posesivos su o vuestra. Dentro de esta categoría, otro tipo de construcción es la compuesta por un adjetivo con valor honorífico unido a la forma nominal señor (Excelentísimo señor, Honorable señor). En todos los tratamientos mencionados el uso de las formas completas alterna con el de sus respectivas abreviaturas; en el caso de los sustantivos abstractos, estas están conformadas por el grafema inicial de cada uno de los constituyentes del sintagma –por ejemplo, S.S. (“Su Señoría”) S.E. (“Su Excelencia”)– mientras que en los sintagmas constituidos por adjetivo + sustantivo, las abreviaturas se aplican al adjetivo (Exmo. por “Excelentísimo”, H. por “Honorable”). Desde la perspectiva sociohistórica, los tratamientos honoríficos son considerados como un vestigio del denominado estilo discursivo cortés que regía la interacción entre señores y vasallos en la sociedad medieval (Haverkate 1994: 216-218; McIntosh 1986: 72; Rigatuso 1998: 48-54; Rígano 2006: 11-12). Para explicar la supervivencia de términos del léxico cortés en el español americano, donde su empleo atraviesa el período colonial y se extiende hasta el siglo xix, plantea Rígano: El estilo cortés, que se conforma en el marco de este entramado sociocultural, se caracteriza discursivamente por transferir en el uso lingüístico y de manera metafórica el lenguaje propio de un vínculo, el vasallático, a otros ámbitos y relaciones, a fin de manifestar cortesía, deferencia y respeto (2006: 11).

Antes de consignar algunos ejemplos, retomaremos un tema al que nos referimos al desarrollar el análisis de las formas de trato pronominales (véase 5.2.): la conservación del posesivo vuestra, que alterna frecuentemente con su en las formas honoríficas de tratamiento antes mencionadas: vuestra/su Señoría; vuestra/su Excelencia; vuestra/su Honorabilidad. Resultados semejantes aparecen documentados en estudios sobre el español bonaerense, donde los posesivos vuestro/a continúan empleándose hasta las primeras décadas del siglo xx, pese a la exclusión del pronombre personal vosotros del paradigma pronominal del español de la Argentina. Así lo señala Fontanella de Weinberg (1987: 158) en su análisis de los usos pronominales del período 1880-1980: Del paradigma de vosotros sobrevive sólo el posesivo vuestro… Es posible que el motivo de esta persistencia esté en la gran ambigüedad del posesivo su/suyo, que corresponde a seis formas sujeto: usted, él, ella, ustedes, ellos y ellas.

Para ejemplificar el uso de los tratamientos honoríficos, se transcriben a continuación tres de los documentos que integran el corpus de la investigación: (9) Chubut Julio 13/89

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Señor Presidente de la Municipalidad | del distrito de Rawson Honorable Señor: El que suscribe habiendo sido nombrado por los vecinos de “Glyndu” “Trelew” y “Drofa Gabbage” como su representante para hacer la siguiente solicitud – Se presenta respetuosamente ante V.H. a solicitar que se digne mandar formar una mesa escrutadora en uno de los parajes nombrados, y que se nombren los miembros componentes para recibir los sufragios, esto se lo solicitan en vista de la distancia que media entre Rawson y esos parajes, y que los sufragantes están atados por el trabajo, tanto que los deja muy poco tiempo a su disposición – por tanto esperan que V.H. cederá lo que solicitan – Siendo favorable su fallo, V.H. se dignara designar los limites, dentro de los cuales se podran votar. Es justicia – Llwyd ap Iwan (10) A S. E. el Gobernador del Chubut Exmo. Señor Luis Jones, vecino del Chubut, pide a V.E. el permiso correspondiente para ocupar esclusivamente (hasta que sean fijados los terminos de compra y poblar) tres leguas de campos de pastoreo, situado sobre la costa de Bahía Nueva, desde el limite este, cedido á la compania del ferrocarril, en el mismo direccion de este, una legua de fondo y tres leguas de estension con la costa – comprometiendome á conforme con todos arreglos y decretos del autoridades. Luis Jones Chubut, Rawson 18 de Junio 1886 (11) Rawson Octubre 6 de 1885 A S.S. el Señor Gobernador del Territorio Teniente Coronel Dn Luis J. Fontana El que suscribe vecino de esta Colonia desde el año 1865 y propietario de 400 ovejas y 40 vacunos necesitando una estension de campo en donde cuidar estos animales solicita de S.S. el correspondiente permiso para ocupar una legua de campo Nacional que dá frente a las chacras números 206E, 207B, 222B y 223A por dos leguas de fondo al Sud. Acompaño para mejor conocimiento de S.S. un croquis del campo que solicito. Esperando se sirva tomar en consideracion esta peticion tengo el honor de saludar a S.S. con mi mayor respeto y consideracion. Abraham Matthews

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Es interesante subrayar que los tres documentos transcriptos pertenecen a un mismo tipo textual: la solicitud. No es casual, por cierto, que el más elevado índice de ocurrencia de tratamientos honoríficos se dé en este tipo de textos, en tanto los mismos tienen el propósito específico de pedir/solicitar (véase Postigo de de Bedia 1997: 141), lo que presupone per se una relación interpersonal en la que el destinatario del mensaje tiene el poder de satisfacer el pedido del emisor, lo que acentúa la asimetría entre ambos participantes del intercambio comunicativo. En efecto, la mayoría de las solicitudes que componen el corpus fueron escritas por pobladores que se dirigen a funcionarios gubernamentales para efectuar peticiones de diversa índole (por ejemplo, para ocupar tierras o para que se les adjudique un boleto de marca de hacienda), por lo cual el uso de formas honoríficas puede interpretarse como una estrategia orientada a destacar el rol jerárquico del destinatario en un marco de máxima formalidad. Otro rasgo que merece destacarse es la acumulación sintagmática de distintas formas de tratamiento nominales que suele darse en los encabezamientos de notas y solicitudes, donde términos generales como señor y don y títulos ocupacionales que refieren a cargos gubernamentales o rangos militares, se combinan con expresiones honoríficas; un caso paradigmático de sintagma acumulativo es el encabezamiento de la solicitud transcripta en el ejemplo 11: “A S.S. el Señor Gobernador del Territorio Teniente Coronel Dn Luis J. Fontana”. Como se explicó al comienzo de la sección, mediante este análisis focalizado en las formas nominales directas hemos tratado de dar cuenta de los patrones de tratamiento interpersonal y de los constituyentes del sistema en el contexto institucional de la administración oficial. En el siguiente cuadro se sintetizan los resultados del relevamiento realizado.

FORMAS NOMINALES DE TRATAMIENTO Generales

Ocupacionales

Tratamientos honoríficos

señor don

Gobernador Presidente Municipal Juez de Paz Secretario Teniente coronel Comisario Sargento Doctor Agrimensor Ingeniero

Su/Vuestra Excelencia Su/Vuestra Señoría Su/Vuestra Honorabilidad Excelentísimo Señor Honorable Señor

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5.3. Las fórmulas de cortesía Como se explicó en el apartado 3, en la década de 1980 se acrecentó notablemente el interés de especialistas en diversas disciplinas por la temática de la cortesía en las relaciones interpersonales. Tal interés derivó en la constitución de un campo de estudio en el que confluyen la sociolingüística interaccional, la pragmática, el análisis del discurso y la etnografía de la comunicación. Desde entonces, se ha producido en este campo un avance exponencial, lo que permite contar con desarrollos teóricos adecuados para el análisis de las expresiones de cortesía que forman parte de la producción discursiva objeto de nuestra investigación. A partir de la articulación de formulaciones conceptuales provenientes de las corrientes disciplinarias anteriormente mencionadas, intentaremos describir, por lo tanto, las estructuras lingüísticas mediante las cuales se plasma la cortesía en el lenguaje administrativo del siglo xix. Es importante aclarar que dada la complejidad y riqueza del tema, como también la importancia cuantitativa del corpus con el que se trabajó, por ahora solo pretendemos una aproximación al análisis de las fórmulas de cortesía en cuanto constituyentes fundamentales del sistema de tratamiento, en estrecha vinculación con las formas de trato pronominales y nominales. Moreno Fernández (1998: 148-149) se refiere específicamente a esta interrelación: Formas de tratamiento y cortesía son nociones que se exigen mutuamente y que, por lo tanto, no pueden explicarse de forma independiente. A su vez, el sentido, la función y el empleo de unas y otras necesita el auxilio de principios y conceptos ajenos a la lingüística y a la sociolingüística, aunque sean complementarios de ellas. Los conceptos a los que nos referimos fundamentalmente son dos: el poder y la solidaridad. Ambos tienen que ver con las relaciones que se establecen entre los interlocutores, y fueron introducidos en la sociolingüística por el psicólogo social Roger Brown.

Los resultados de nuestra investigación muestran, en efecto, que ambos subsistemas se articulan en un modelo de protocolos y estructuras discursivas prototípicas que da cuenta de los patrones de interacción vigentes en la segunda mitad del siglo xix en el dominio de la administración oficial. Desde un enfoque sociopragmático, Calsamiglia Blancafort y Tusón Valls (2002: 161-162) ponen el acento en el hecho de que tanto las formas de tratamiento como las fórmulas de cortesía son producto de una elección de los participantes del intercambio comunicativo; por otra parte, establecen una distinción entre la cortesía como conjunto de convenciones que rigen el comportamiento social, y la cortesía como estrategia discursiva.

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La cortesía es una norma de comportamiento social que también afecta a la elección de formas lingüísticas como las de tratamiento (tú, usted) y los honoríficos […]. La cortesía lingüística se centra en el comportamiento verbal y la elección de determinados indicadores lingüísticos de cortesía […]. Se concibe no como un conjunto de normas sino como un conjunto de estrategias que determinan la elección de unas determinadas formas lingüísticas para elaborar los enunciados de los que protagonizan una interacción.

Este planteo nos permite, en principio, precisar el concepto mismo de cortesía y el modo en que lo hemos aplicado en la presente investigación. Nuestra atención se focalizará en la cortesía lingüística y en sus manifestaciones en los textos escritos que integran el corpus. Como se explicó anteriormente, el propósito es dar cuenta de las fórmulas elegidas por el emisor de un mensaje para dirigirse a un destinatario ubicado en un nivel social superior, con la consiguiente asimetría en el trato, sumada al condicionamiento estilístico de máxima formalidad impuesto por el contexto. En la misma línea teórica es fundamental, además, la ya mencionada caracterización de la cortesía como estrategia discursiva a través de la cual emerge el modelo de relaciones interpersonales que rige la vida de una sociedad en un determinado momento de su historia. Así lo explica Escandell Vidal (1993: 137-138): Uno de los aspectos en que resulta más patente la interrelación entre cortesía y formas lingüísticas es el que se refiere a las formas de tratamiento o deícticos sociales. Las sociedades organizan a sus miembros en estamentos más o menos cerrados de acuerdo con cada cultura… Cada cual debe tratar al otro de acuerdo con las posiciones relativas que ambos ocupen dentro de la escala social.

En el corpus con el que se trabajó, los tipos textuales que en mayor grado se asocian al uso de fórmulas de cortesía son las notas y las solicitudes. Más allá de que las interacciones se encuadren en el esquema funcionario/funcionario (predominante en las notas) o vecino/funcionario (habitual en las solicitudes), es importante subrayar que en todos los casos la circulación de los textos se inscribe en el ámbito de la administración pública. A diferencia de los modelos actuales de formulación prototípicos de notas y solicitudes, que incluyen expresiones de cortesía en la apertura y en el cierre (Ciapuscio 1994: 115-120), en la lengua escrita de la segunda mitad del siglo xix las fórmulas de cortesía no parecen ser constituyentes obligatorios de la estructura discursiva. En efecto, hemos constatado de forma recurrente su ausencia en la apertura, donde después de la datación y el nombre del destinatario suele desarrollarse directamente el núcleo textual (véanse los ejemplos 5 y 10). Distinto es el caso de los cierres, en los cuales es más habitual el empleo de fórmulas de saludo precediendo a la firma del emisor del mensaje.

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Estas últimas presentan una amplia variedad en los documentos que componen el corpus. La que registra un mayor índice de frecuencia es Dios guarde a usted, seguida por la variante Dios guíe a usted. Al igual que los tratamientos honoríficos, estas expresiones estereotípicas tienen su origen en el estilo cortés de la España medieval, donde eran rasgos constitutivos de la interacción vasallo/señor. En la descripción de dicho estilo discursivo desarrollada por Rígano (2006: 428) aparecen tipificadas como fórmulas de encomendación a Dios, y consideradas como “una de las formas de cierre de textos epistolares más convencionalizadas”. Otra fórmula de saludo utilizada con frecuencia en notas y solicitudes es su seguro servidor, que alterna con su servidor. Es oportuno destacar que el término servidor formaba parte del léxico cortés, lo que demuestra que, como en los casos anteriormente descriptos, estos sintagmas estereotípicos tienen sus raíces en la relación feudal de vasallaje. Entre las fórmulas de cierre aparece, asimismo, es justicia (véanse ejemplos 4 y 9), cuya génesis parece remitir también a la época medieval. En efecto, se trata de una expresión de cortesía con una extensa tradición en los escritos jurídicos de petición, donde funcionaba como constituyente del patrón de tratamiento que se le dispensaba a un magistrado, o incluso al rey en su carácter de actor fundamental en la administración de justicia. Tomando como referencia el trabajo de Postigo de de Bedia y Díaz de Martínez (2002: 91-97) sobre el discurso notarial, podríamos considerarlo un patrón frástico de cortesía procesal cuyo uso se mantiene durante la época colonial. Resulta interesante, por lo tanto, la extensión al ámbito administrativo de esta fórmula originalmente circunscripta al poder judicial, como también el hecho de que continúe empleándose a fines del siglo xix, como puede constatarse en los textos que integran el corpus. Las fórmulas de cortesía que acabamos de enumerar dan cuenta de la continuidad de una tradición discursiva indisolublemente asociada a las relaciones de poder. Para ilustrar su uso, agregamos a los textos anteriormente transcriptos (ejemplos 4 y 9), los siguientes: (12) Rawson Diciembre 10/ 889

Señor Presidente de la Municipalidad de Rawson Don Gregorio Mayo

Para su conocimiento y efectos comunico á Vd que de cierto tiempo á esta parte, se nota un gran numero de animales sueltos y abandonados en las calles del pueblo, lo que al par de ser incomodos y peligroso para el trancito de niños, ha sido motivo de infinidad de quejas por parte de los vecinos que mantienen sus caballos sueltos viéndose obligados á vigilarlos constantemente para evitar que

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les sea devorada su alimentación, por esos desesperados y hambrientos seres que presentarán un espectaculo desagradable á la población dado el estado de flaqueza en que se encontraran dentro de pocos dias. Dios Guarde á Vd Pedro I. Martinez (13) Gaiman Noviembre 15 1895 A Su Ex. el Señor Gobernador Interino del Territorio del Chubut Don Alejandro Conesa Tengo el honor de comunicar a S.E. una copia del artículo 15 del “Ordenanza sobre Caminos y Zanjas” sancionado por el Consejo de gaiman Marzo 7 1887 la cual es de acuerdo con el artículo Nº 30 del Codigo Rural. Deseo hacer mas claro el objeto que tenemos en vista en pedir el “Servicio de la Policia”. […] Al propio tiempo deseo acusar recibido su nota d ela fecha Noviembre 2 Nº 318 en la fecha 12 del corriente mes y aprovechando de la oportunidad para saludar a V.S. Dios guarde a S.S. John S. Williams Presidente (14) Rawson, Noviembre 17 de 1896 Tengo el honor de dirigirme a V.E. elevando a sus efectos el adjunto expediente, al cual acompaño el certificado espedido por el Administrador de la Zanja de Rawson, y los comprobantes de los pagos hechos al contratista de acuerdo con lo estipulado. La obra ha sido terminada a satisfaccion y en las condiciones estipuladas, el agua corre bien desde hace mas de un mes, plazo que se fijó como prueba, antes de abonar los trabajos. Dios guíe a V.E. J. Penna (15) Chubut Enero 4 de 1888 Sr. Gobernador Don Luis J. Fontana Presente El abajo firmado en los intereses de la Congregacion que asisten a la Capilla, situado cerca del edificio de la Capitania, y que fue edificado hacen unos cuantos

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años, por la presente se presenta respetuosamente a V.E. a solicitar el solar sobre el cual queda el edificio El Señor Secretario cuando s ele hablo anteriormente de este asunto decidio dejarlo pendiente hasta que V.E. volviera, por la razón que creía que el solar estaba en la rivera – Saluda al Sr Gobernador Su Servidor David Lloyd Jones

En el material documental que acabamos de transcribir se manifiesta claramente la relación entre fórmulas de cortesía y tratamientos honoríficos a la que nos referimos al comienzo de esta sección. Es importante aclarar, sin embargo, que el repertorio de fórmulas de cortesía que hemos relevado consta de otro grupo de expresiones que se aproximan mucho más a las de uso corriente en la actualidad en contextos institucionales, especialmente en el ámbito gubernamental, donde la lengua escrita es más conservadora del modelo protocolar que rige las relaciones de poder. Por ejemplo, entre las fórmulas de apertura de notas y solicitudes aparece con relativa frecuencia tengo el agrado de dirigirme a usted, mientras que entre las de cierre hemos registrado tengo el honor de saludar a S.S. con mi mayor respeto y consideración (ejemplo 11), me es grato saludarlo con las atenciones de mi más distinguida consideración y aprecio, tengo el honor de ofrecerle mi mayor consideración y estima, entre otras. En síntesis, podemos afirmar que, aun a fines del siglo xix, en el lenguaje administrativo la cortesía se manifiesta predominantemente mediante la continuidad de tradiciones discursivas enraizadas en la relación medieval señor/vasallo, cuyo rasgo distintivo es la subordinación de uno de los interlocutores hacia otro de mayor estatus social y poder relativo. Sin embargo, el uso de fórmulas más cercanas a los modelos prototípicos de encabezamiento y cierre vigentes en la sociedad contemporánea podría ser indicador de un proceso de cambio en la expresión de la cortesía, como correlato lingüístico de los cambios en las estructuras sociales que derivan hacia formas de trato más simétricas, aun manteniendo el alto grado de formalidad y deferencia propio del ámbito de que se trata.

6. Conclusiones Más que formular conclusiones de carácter taxativo, nos proponemos en este breve espacio reexaminar una serie de cuestiones que consideramos relevantes para interpretar los resultados expuestos a la luz de una visión integradora. En primer lugar, es necesario aclarar que la investigación que hemos desarrollado abarcó distintos aspectos de la lengua escrita en Chubut en su período

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fundacional, entre los cuales se encuentra el sistema de tratamiento. De manera que este análisis forma parte de un abordaje más amplio que pone en foco las prácticas discursivas de la administración pública, y en ese marco sitúa a los tratamientos, teniendo siempre en cuenta el contexto histórico en el que se inscribe su empleo. En el interjuego dinámico de factores lingüísticos y extralingüísticos, las formas de tratamiento y las fórmulas de cortesía adquieren su sentido, poniendo de relieve el entramado de relaciones de poder que subyace en el ámbito administrativo. Vale la pena destacar que el trabajo con fuentes primarias supuso una ardua tarea de rescate, recopilación y sistematización de documentos originales, casi en su totalidad manuscritos, que se hallaban dispersos en archivos de instituciones y organismos gubernamentales de la provincia de Chubut. La amplitud y riqueza del corpus recolectado permitió conformar una muestra lo suficientemente representativa como para identificar las formas lingüísticas de uso habitual y reconstruir los patrones de tratamiento en el ámbito en el que se centró la investigación. A través del análisis desarrollado se pone en evidencia que los tratamientos son parte esencial del conjunto de convenciones discursivas que regulan la interacción, las cuales reproducen en el plano lingüístico el modelo de relaciones jerárquicas que caracteriza a las estructuras gubernamentales. En el caso estudiado, dichas estructuras reflejan, además, el dinamismo inherente al proceso de integración territorial, poniendo de relieve no solo las transformaciones de orden político y jurídico que el mismo conllevó, sino también los cambios en los roles desempeñados por individuos y grupos sociales. Creemos, por lo tanto, que aun habiendo acotado la reconstrucción del sistema de tratamiento a un dominio específico de interacción comunicativa, este trabajo contribuye en alguna medida a proyectar luz sobre aspectos sustanciales de la sociedad chubutense en proceso de conformación. Otra cuestión clave para la interpretación de los resultados expuestos concierne al modo en que formas de tratamiento pronominales y nominales y fórmulas de cortesía se articulan en un sistema que es el correlato lingüístico de las asimetrías intrínsecas a la sociedad en su conjunto, y en particular al ámbito de la administración. A través de los textos transcriptos puede verse claramente la predominancia de las relaciones de poder en la comunicación administrativa, tanto si ambos interlocutores pertenecen a distintos estamentos jerárquicos dentro de un determinado contexto institucional, como si uno de ellos le es ajeno. En los intercambios comunicativos se advierte, asimismo, el condicionamiento de máxima formalidad en el estilo, que se traduce en la conservación de formas lingüísticas enraizadas en antiguas tradiciones discursivas; hemos señalado, en

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efecto, la vinculación de algunas de ellas con los patrones de tratamiento de la sociedad feudal, mientras que otras nos remiten a usos propios del período colonial. Excede los propósitos de este trabajo realizar un análisis contrastivo tomando como parámetro otras variedades del español de la Argentina. Sin embargo, hemos proporcionado algunos datos comparativos referidos especialmente a la variedad lingüística de adstrato, es decir, el español bonaerense, durante el mismo período. Dichos datos muestran la existencia de una acentuada analogía en el repertorio de formas de tratamiento y fórmulas de cortesía de uso corriente; tal vez la diferencia más notoria sea, como se ha visto, la conservación de ciertas expresiones que en la segunda mitad del siglo xix ya habían caído en desuso en la región bonaerense. De todas maneras, los resultados de nuestra investigación permiten corroborar en términos generales la ya reconocida influencia de la mencionada variedad lingüística sobre el español de la Patagonia. Finalmente, consideramos que, dada la carencia de antecedentes específicos del tema, el presente trabajo podría constituirse en un insumo útil para la continuidad de esta línea de investigación, ya que a partir del mismo se abren múltiples opciones para la ampliación y/o profundización del estudio de los tratamientos en Chubut en el siglo xix.

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UN TEXTO DE 1835 SOBRE LAS INDEPENDENCIAS AMERICANAS. ESTUDIO HISTÓRICO-DISCURSIVO Francisco José Zamora Salamanca Universidad de Valladolid, España

Resumen Se aborda el análisis discursivo de Resumen de las causas principales que prepararon y dieron impulso a la emancipación de la América española (1835) de Pedro de Urquinaona, español americano leal a la corona, que fue enviado al Nuevo Reino de Granada en 1813 para conseguir un entendimiento con los rebeldes de Santafé. La guerra, sin embargo, lo retuvo en Caracas, donde se enfrentó con el capitán general Domingo de Monteverde, a quien acusó de no cumplir lo pactado en la Capitulación de San Mateo (1812). De regreso en España, recopiló abundante documentación para justificar su actuación en 1813. Siguiendo la retórica clásica, utiliza su experiencia en Caracas como narratio aperta para afirmar que hombres despóticos como Monteverde contribuyeron a las revoluciones emancipadoras de la América española. Su argumento principal es que la corona, que siempre había sido benefactora para los españoles americanos, jugaría un papel importante en el nuevo orden político internacional establecido tras las independencias. Palabras clave: análisis del discurso, pragmática histórica, retórica, semántica histórica, sociolingüística histórica.

Abstract We present a discourse analysis of A summary of the main causes that prepared and promoted the Emancipation of the Spanish America (1835) by Pedro de Urquinaona, a Spanish American loyal to the Crown, who was sent to the New Reign of Granada in 1813 in order to achieve an understanding with the rebels of Santafé. However, the war kept him in Caracas, where he faced Captain General Domingo de Monteverde, whom he accused of not complying with the pacts in the Capitulation of San Mateo (1812). Back in Spain, Urquinaona compiled abundant documentation to justify his performance in 1813. Following classical rhetorics, he uses his experience in Caracas as a narratio aperta to assert that despotic men like Monteverde contributed to the emancipating revolutions of Spanish Americas. His main argument is that the Crown, who had always been beneficiary to

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Spanish Americans, would play an important role in the new international political order established after the independences. Keywords: discourse analysis, historical pragmatics, rhetoric, historical semantics, historical sociolinguistics.

1. Preliminar1 En palabras de Peira Soberón, estudioso del léxico de la regencia en España de María Cristina, “[l]os acontecimientos sociopolíticos que en el siglo xix representaron […] un intento de transformación del orden establecido, tuvieron como consecuencia directa toda una serie de modificaciones en el vocabulario político y social de la época […]. El lapso de tiempo que va de 1833 a 1840 y que coincide en la regencia de María Cristina constituye […] un período privilegiado para el estudio de estos cambios” (Peira Soberón 1987: 383). Es también en este período cuando se produce en España el reconocimiento de las nuevas repúblicas surgidas en la América española. En el presente trabajo llevo a cabo el análisis de un impreso publicado en Madrid, en 1835, en el que se estudian las causas de las independencias americanas. El método seguido es de carácter semánticodiscursivo. A este respecto, he tenido en cuenta que, como señala Bustos Tovar (2015: 1233), “[s]i el discurso es un proceso en el que interactúan los componentes ideológicos (es decir, de contenido) y los mecanismos lingüísticos que los expresan, parece que habría que partir siempre del componente semántico para el análisis discursivo”.

2. El contexto En su reciente biografía del rey Fernando VII, el historiador español Emilio La Parra refiere que, a pesar de la derrota de Ayacucho en diciembre de 1824 y la posterior rendición en 1826 del puerto del Callao y la fortaleza de San Juan de Ulúa, “Fernando VII y su Gobierno siguieron convencidos de que aún era posi-

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El presente trabajo forma parte de un proyecto de investigación sobre Análisis Histórico del Discurso en el español de Colombia en tres diferentes períodos: (i) en el Nuevo Reino de Granada durante la época colonial, (ii) en la República de Colombia (antigua entidad política formada por Venezuela, Nueva Granada, Ecuador y Panamá hasta 1830) y (iii) en las sucesivas entidades políticas que, a lo largo del siglo xix, corresponden a la actual Colombia. Este proyecto se realiza en el marco del Grupo para el Estudio de la Historia Lingüística de Iberoamérica (GEHLIB), coordinado por Micaela Carrera de la Red en la Universidad de Valladolid.

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ble revertir la situación” (2018: 371)2. En julio de 1829 tuvo lugar el desembarco cerca del puerto de Tampico de una fuerza expedicionaria española comandada por el brigadier Isidro Barradas, quien, mes y medio después, acabó por rendirse ante el general Santa Anna. Según lo describe La Parra, “la reacción de Fernando VII ante los reveses militares en América siempre fue la misma: todo se debía al engaño y la traición de hombres en quienes había confiado” (2018: 373). Señala además La Parra que el embajador español en Londres, Francisco Cea Bermúdez, “informó desde la embajada […] que los exiliados españoles […], estrechamente relacionados con el representante mexicano en el Reino Unido […] habían colaborado en la derrota de Barradas y pretendían, además, sublevar Cuba” (2018: 373). Tras la muerte de Fernando VII en septiembre de 1833, con la regencia de su viuda María Cristina comenzó a cambiar la situación. En febrero de 1834 se produjo ya un primer intento de negociación en Londres por parte del primer ministro español Francisco Martínez de la Rosa. Sin embargo, hubo que esperar a que se creara en enero de 1836 una comisión especial para iniciar el reconocimiento por parte de España de las nuevas naciones americanas. El 4 de diciembre del mismo año, el gobierno español consiguió que las Cortes generales del Reino aprobaran un decreto “para que [se] pueda concluir Tratados de Paz y Amistad con los nuevos Estados de la América Española sobre la base del reconocimiento de la independencia y renuncia de todo derecho territorial o de soberanía por parte de la antigua Metrópoli, siempre que en lo demás juzgue el Gobierno que no se comprometen ni el honor ni los intereses nacionales” (Pereira Castañares 1992: 98). La aprobación de este decreto permitió que el 28 de diciembre se firmara en Madrid el Tratado de Paz y Amistad entre México y España por parte de Miguel Santa María, ministro plenipotenciario de México, y José María Calatrava, presidente del Consejo de Ministros (Pereira Castañares 1992: 98; Sánchez Andrés/ Pérez Herrero 2015: 51-54). En su libro Historia de las relaciones culturales entre España y la América Latina. Siglo xix, el historiador uruguayo Carlos M. Rama (1982: 161-162) menciona un folleto publicado en Madrid, en febrero de 1834, por el militar de origen irlandés Jorge (George) D. (Dawson) Flinter con el sugerente título de Consideraciones sobre la España y sus colonias, y ventajas que resultarían de su mutua

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A este respecto, La Parra menciona un informe secreto de 1826 escrito por el caraqueño Tomás Quintero, agente secreto en Madrid de la República de Colombia, en el que este decía que era el hermano del rey, el infante don Carlos, “quien en varias ocasiones en que su hermano Fernando le ha hablado con un poco de cordura, ha contestado como un frenético que siendo él el legítimo sucesor, se opondrá constantemente a que se desmiembre [sic], antes de llegar a él, una parte tan vasta e interesante de la monarquía” (La Parra 2018: 371-372).

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reconciliación. Según nos informa Rama, en 1835 se publicó en Madrid una segunda edición de un escrito publicado el año anterior en Buenos Aires con el título de El voto de América, o sea breve examen de esta cuestión: ¿convendrá o no a las nuevas repúblicas de América apresurar el reconocimiento de su independencia, enviando embajadores a la corte de Madrid? El autor era José Rivera Indarte (1814-1845), un joven poeta romántico argentino. Como señala Rama, este escrito se había publicado el año anterior en Buenos Aires, “y estaba dedicado ‘A la patria de mis padres’ y a Martínez de la Rosa, sosteniendo el punto de vista mexicano, favorable a un inmediato reconocimiento de la independencia americana” (1982: 162). En 1836 se publicó en Cádiz la tercera edición de un libro titulado Apuntes sobre los principales sucesos que han influido en el estado actual de la América del Sur, que en 1829 se había publicado anónimamente en Londres (y la segunda edición al año siguiente, en París). Su autor era el jurista y político liberal José Manuel de Vadillo (1773-1858). En su estudio introductorio a esta obra, el historiador español Alberto Gil Novales (2006: 17) afirma que “Vadillo cree filosóficamente en la necesidad de la independencia de América; pero no en el momento en que se ha producido, ni de la forma en que lo ha hecho”; y añade: “Como no hay posibilidad humana de volver a una situación anterior, respecto de lo que ya ha ocurrido, lo acepta aunque a regañadientes, y sólo exige medidas para salvaguardar lo que resta, y proteger los intereses españoles, en una y otra esfera”. Vadillo era hijo de un comerciante vizcaíno (de Orduña) afincado en Cádiz que había sido recaudador de tributos y alcalde mayor en el virreinato de Nueva España, y él mismo obtuvo en 1812 el nombramiento de fiscal de la Audiencia de Santafé de Bogotá, cargo del que no llegó a tomar posesión (cf. Caro Cancela 2010: 577).

3. Sobre el autor En mayo de 1835, en el período final de la presidencia de Martínez de la Rosa, se publicó en Madrid un opúsculo de 68 páginas titulado Resumen de las causas principales que prepararon y dieron impulso a la emancipación de la América española, cuyo análisis constituye el propósito del presente trabajo. Su autor, Pedro de Urquinaona y Pardo, había nacido en 1778 en Santafé de Bogotá y era hijo de un funcionario de la corona española de origen vasco (guipuzcoano) (cf. Hidalgo Lerdo de Tejada 2018). Según narra la historiadora Birgit Sonneson (2008: 73-75), Urquinaona residía en el puerto de La Guaira y se dedicaba a actividades comerciales. En 1808 creó una sociedad para la exportación de cacao y café de Venezuela a España a través de Puerto Rico. Esta sociedad disponía de

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una flota de varios buques, entre ellos un bergantín, el Saavedra, en el que el propio Urquinaona viajó a Cádiz en dos ocasiones (en 1809 y en 1811). A raíz de los acontecimientos revolucionarios de Caracas del 19 de abril de 1810, la sociedad mercantil presidida por Urquinaona trasladó su sede de La Guaira a San Juan en Puerto Rico. En mayo de 1811, el Saavedra salió de La Guaira rumbo a San Juan con un cargamento de cacao para seguir después hacia Cádiz. Sin embargo, tal como lo cuenta Sonneson, este bergantín, en el que viajaba Urquinaona por segunda vez, naufragó en Sanlúcar de Barrameda, poco antes de llegar a su destino, con la pérdida total de su cargamento. En junio de 1807 se había publicado en el número correspondiente del Redactor Americano del Nuevo Reyno de Granada (con continuación a lo largo de los tres números siguientes) una carta escrita por Urquinaona con una serie de propuestas para mejorar el transporte de mercancías por el río Magdalena. El director de la publicación, Manuel del Socorro Rodríguez, consignaba en una nota el nombre del autor: “Su autor el D[octor]. D. Pedro de Vrquinaona y Pardo natural de esta Ciudad [Santafé], y sugeto que practicamente ha adquirido por si mismo los datos y conocimientos que expone en el asunto”3. Este mismo escrito fue publicado en Cádiz, sin hacer constar el año, con el título de Discurso sobre la navegación del río de la Magdalena. También en Cádiz apareció en 1812 un folleto de Urquinaona titulado Manifiesto de un español americano a sus compatriotas de la América del Sur, apoyado en hechos y observaciones propias (escrito en Caracas, año de 1811). En él se refiere a la jornada revolucionaria del 19 de abril de 1810 en Caracas y a la situación que precedió a la instauración de la Primera República de Venezuela el 5 de julio del año siguiente (cf. Urquinaona 1812). Como recompensa a los servicios prestados a la Regencia, Urquinaona obtuvo en agosto de 1812 un puesto de alto funcionario en la Gobernación de Ultramar. En diciembre de ese mismo año partió para Santafé en una misión de entendimiento con los representantes del Estado de Cundinamarca allí constituido. Sin embargo, al llegar a Caracas en marzo del año siguiente se encontró con la actuación despótica del comandante en jefe Domingo de Monteverde, que no respetaba la Capitulación de San Mateo del 25 de julio de 1812, con la que concluyó la Primera República de Venezuela (cf. Quintero/Almarza 2008; Hébrard 2016). Se produjo entonces un enfrentamiento entre Monteverde y Urquinaona, enfrentamiento que no terminó cuando Monteverde, derrotado por las tropas expedicionarias de Bolívar, fue relevado del mando en diciembre de 1813, sino 3 Sobre El Redactor Americano del Nuevo Reyno de Granada, véase Carrera de la Red (2012). La cita procede de la edición en línea de esta publicación periódica, realizada por el Banco de la República: número 14 (19 de junio de 1807) (06/06/2020).

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que, como señaló la historiadora española Rosario González Sabariegos (1959), se prolongó, ya en España, durante los veinte años siguientes. Con toda la documentación que poseía, Urquinaona publicó en Madrid, en 1820, un extenso volumen titulado Relación documentada del origen y progresos del trastorno de las provincias de Venezuela hasta la exoneración del capitán general Don Domingo Monteverde, hecha en el mes de diciembre de 1813 por la guarnición de la plaza de Puerto Cabello (Urquinaona 1820). Este libro volvió a editarse en 1917 con el título abreviado de Memorias de Urquinaona (comisionado de la Regencia española para la pacificación del Nuevo Reino de Granada). Se publicó en Madrid en una editorial dirigida por un escritor venezolano entonces residente en España, Rufino Blanco Fombona (Urquinaona 1917).

4. El texto Después del período de ostracismo que supuso para él la denominada década ominosa del reinado de Fernando VII, Urquinaona publicó nuevos escritos al comienzo de la regencia de María Cristina, y entre ellos el que aquí nos interesa, el ya mencionado Resumen de las causas principales que prepararon y dieron impulso a la emancipación de la América española (Urquinaona 1835). Este opúsculo está dividido en dos secciones. La primera, que lleva el título de “Emancipación de la América española”, tiene como epígrafe una cita de Précis de l’histoire de la Révolution française (1792), en que su autor, Jean-Paul Rabaut, refiriéndose a la Revolución francesa, afirmaba: “Elle avoit été preparée par le cours des choses humaines”. La segunda sección, titulada “Causas que precipitaron la emancipación de la América”, comienza con la narración de las consecuencias en la América española de los acontecimientos de España posteriores a mayo de 1808. En el exordio, Urquinaona presenta su tesis de que, a diferencia de la monarquía británica con Estados Unidos y de la Primera República Francesa con Haití, la monarquía hispánica, a la que él denomina gobierno supremo, no fue la responsable de la independencia de las nuevas naciones. En el análisis de las estructuras argumentativas de los fragmentos analizados he tenido en cuenta a Lo Cascio (1998), así como los artículos sobre “argumentación” y temas relacionados, redactados por Christian Plantin en Charaudeau y Maingueneau (2005). Este es el argumento fundamental que plantea a partir del siguiente razonamiento: (1) [1.1] No es tan fácil sostener errores deducidos de principios ciertos, como los que emanan de suposiciones admitidas cual verdades inconcusas. [1.2] Aquellos estan sujetos á la jurisdicción de la lógica, y estos suelen eludirla con el salvo conducto y á fuer del respeto de la tradicion.

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[1.3] El espíritu de partido adoptándolos á medida de sus intereses, presentó en diversos paises y bajo diferentes aspectos las causas de la emancipacion de la América. [1.4] Unos creyeron hallarlas todavía en las violencias de la conquista. [1.5] Otros en la opresion de los conquistados y en el olvido y vilipendio de los hijos de los conquistadores y pobladores. [1.6] Unos en la modificacion de la ley que prohibia todo trato y comercio estrangero. [1.7] Otros en haber vedado los frutos de la tierra fomentando al mismo tiempo la ilustracion de aquel vasto continente; [1.8.1] sin advertir que esas violencias decantadas, sobre haber sido siempre el fruto amargo de las conquistas, no recayeron en los progenitores del cura Hidalgo, de Iturbide, Bolivar, ni San Martin; [1.8.2] y que el mal trato de los conquistados, las trabas del comercio, las restricciones de la agricultura, nacieron por lo comun de los escesos de los mandatarios y del atraso de la ciencia económica; [1.8.3] mas no de la solicitud del gobierno supremo, que á pesar de los vicios y preocupaciones del siglo, estuvo lejos de merecer las censuras lanzadas contra los que provocaron y desoyeron las quejas y alarmas de los Bostoneses, y contra los que despues soñaron domar con las bayonetas la barbárie de los negros del Guaríco (Urquinaona 1835: 3-4).

En opinión de Urquinaona, las posibles causas aducidas para explicar que se hubiera producido la “emancipación de América” son “suposiciones admitidas cual verdades inconcusas” y no son, por tanto, fáciles de enmendar, a diferencia de “los errores deducidos de principios ciertos”. Las causas que él denomina “violencias decantadas” y que considera “fruto amargo de las conquistas” no se debían a “los progenitores del cura Hidalgo, de Iturbide, Bolivar, ni San Martin”, sino a “los escesos de los mandatarios” y al “atraso de la ciencia económica”, que había permitido en el dominio hispánico de América “las trabas de comercio” y “las restricciones de la agricultura”. Las denominadas Leyes de Indias, tal como fueron recogidas en la recopilación que se hizo a finales del siglo xvii en el reinado de Carlos II, son la clave de la acción de los reyes en la América española. A este respecto, Urquinaona menciona al historiador escocés William Robertson, quien en su obra The History of America (traducida al español en 1827 como Historia de la América) reconoce este hecho: (2) [2.1] Tal es la índole de la legislación indiana, [2.2.1] y no es mucho que el imparcial Robertson en el lib. 8.º de su historia de América, vindicándonos de las invectivas de otros, dijese que los reyes de España adoptaron un sistema que no tiene ejemplo en la historia,

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[2.2.2] ocupados incesantemente en la conservacion de sus nuevos súbditos, [2.2.3] empleando toda su autoridad en librarlos de la opresion de aventureros audaces [2.2.4] y en dictar leyes llenas de humanidad y dulzura (Urquinaona 1835: 8).

Parafraseando a Rabaut, afirma Urquinaona: “Otras fueron las causas del trastorno y desmembracion de la América. Afectas á su adquisición, se manifestaron poco despues de la conquista: se estendieron y nunca dejaron el curso de los sucesos humanos” (1835: 9). En las páginas siguientes, este autor se centra en dos de estas causas, relacionadas entre sí: la pérdida de la marina y la consiguiente pérdida del comercio. En el fragmento 3, Urquinaona enumera, siguiendo una estructura paralelística, las carencias de la metrópoli que propiciaron la independencia de las nuevas naciones americanas: (3) [3.1] Sin fábricas para responder á los pedidos de América que se aumentaban á medida de su poblacion y riqueza: [3.2] sin transportes para conducir los frutos y efectos de la península y esportar el tabaco, azúcar y café de la Habana y Puerto-Rico: [3.3.1] sin naos para sacar las producciones de Filipinas, [3.3.2] las carnes y cueros de Buenos-Aires, [3.3.3] los vinos y aceites de Chile, [3.3.4] las quinas de Loja, [3.3.5] los cacaos y maderas de Guayaquil, [3.3.6] los algodones de Sabanilla, [3.3.7] el brasilete de Rio Hacha, [3.3.8] el cacao [de] Maracaibo y de Caracas, [3.3.9] los añiles de Guatemala y Venezuela, [3.3.10] la grana, la plata de Méjico y Potosi, [3.3.11] el oro del Chocó [3.3.12] y otros muchos renglones de contínua esportacion, [3.4] y sin fuerzas navales para protegerlos y guardar las costas, [3.5.1] no podia sostenerse el comercio esclusivo de España, [3.5.2] ni subsistir la dependencia de aquellos remotos paises, [3.6] testigos oculares de la desmembracion de los Estados-Unidos cuyo ejemplo debia realizar tarde ó temprano los temores que manifestó el conde de Aran-

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da en la esposicion á Carlos III que va por apéndice de esta memoria (Urquinaona 1835: 15).

Tras la enumeración de las carencias por las que “no podia sostenerse el comercio esclusivo de España, ni subsistir la dependencia de aquellos remotos paises […]” [3.5], Urquinaona señala, de manera aparentemente incidental, una causa próxima para la emancipación de la América española: “aquellos remotos paises, testigos oculares de la desmembracion de los Estados-Unidos cuyo ejemplo debia realizar tarde ó temprano los temores que manifestó el conde de Aranda en la esposicion á Carlos III que va por apéndice de esta memoria” [3.6]4. En la segunda sección de la obra, Urquinaona vincula las causas de la independencia de las naciones americanas con un principio universal, el de la reacción de los pueblos a los abusos del poder: (4) [4.1] Atizado por la imprevision y escesos de los mandatarios y por el talisman de una independencia necesaria, aunque prematura, [4.2] siguió el continente la huella de todas las naciones en que no aparece pueblo que haya tomado el rumbo de la libertad sin ser compelido por los abusos del poder. [4.3.1] Ellos lanzaron a Pisístrato de Atenas, y á Tarquino de Roma. [4.3.2] Armaron el brazo de Guillermo Tell contra el orgullo austriaco. [4.3.3] Nos hicieron perder la Holanda y Portugal. [4.3.4] Desplegaron el espíritu de union y los recursos concentrados en el alma del inmortal Washington. [4.3.5] Derribaron el trono de Cárlos X, [4.3.6] trajeron del Janeiro al héroe lusitano que llora el mundo civilizado: [4.3.7] y arrojaron del suelo de la península el oprobio de la humanidad (Urquinaona 1835: 19).

Los ejemplos de la enumeración abarcan desde la Antigüedad grecolatina hasta la época contemporánea a la composición del escrito: la Revolución de Julio en Francia (en 1830) [4.3.5] y el fallecimiento en 1834 de Pedro I, emperador de Brasil, que había abdicado del trono para hacerse cargo en Portugal de la defensa de los derechos dinásticos de su hija María II [4.3.6]. Empleando la figura retórica de la personificación, Urquinaona convierte los “abusos del poder” en

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Se refiere aquí Urquinaona al “Dictamen reservado que el conde de Aranda dio al Rey sobre la independencia de las colonias inglesas, despues de haber hecho el tratado de paz ajustado en Paris el año de 1783”, un documento de siete páginas inserto al final del impreso.

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el agente de las acciones expresadas en la serie de siete oraciones concatenadas del fragmento (4). Las tres últimas muestran una especial conexión entre sí: “Derribaron el trono de Cárlos X, trajeron del Janeiro al héroe lusitano que llora el mundo civilizado: y arrojaron del suelo de la península el oprobio de la humanidad”. La caída del absolutismo en Francia tras la revolución de 1830 sería un hito histórico al que seguiría la victoria en Portugal de los liberales sobre los absolutistas en 1834 [4.3.6]. Hay que tener en cuenta el contexto histórico de la primera guerra civil en España entre liberales y carlistas (1833-1839) para entender que, para Urquinaona, la derrota de los absolutistas portugueses (los denominados miguelistas, seguidores de Miguel I) constituía un presagio de la derrota, en el resto de la Península, de los defensores del absolutismo. Sin solución de continuidad con respecto a la exposición precedente, Urquinaona pasa a narrar el caso particular de Venezuela, donde la capitulación de San Mateo (el 25 de julio de 1812) había puesto fin al proceso iniciado en Caracas con la revolución del 19 de abril de 1810. Sin embargo, la actuación posterior de Domingo Monteverde y sus soldados motivó que los venezolanos volvieran a sublevarse. En palabras de Urquinaona: (5) [5.1.1] La infraccion de los pactos, [5.1.2] la violacion de las promesas, [5.1.3] la acepcion de las personas, [5.1.4] las prisiones generales hechas por listas de proscripcion que se entregaban abiertas y sin firma á los bárbaros ejecutores del atentado, [5.1.5] la confiscacion de los bienes entregados á su insaciable codicia, [5.1.6] el desprecio con que se miraban las severas censuras del fiscal, [5.1.7] los justos clamores de la audiencia, [5.1.8] el desvío de las leyes, [5.1.9] los desafueros, mutilaciones, incendios, asesinatos [5.1.10] y la poca esperanza del remedio habian hecho variar el aspecto de la sedicion. [5.2.1] El aumento de los males, [sic] generalizó el descontento, [5.2.2] y el odio y la exasperacion convirtió los pueblos en bandos de opresores y oprimidos […]; [5.3.1] y como la elevacion y fortuna de pocos no podia subsistir sobre el abatimiento y ruina de tantos, [5.3.2] era preciso que el choque de estos elementos produjese la sublevacion general que desplegó su fuerza en los campos de Maturin, Tinaquillo y Naguanagua,

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[5.3.3] y arrolló los ejércitos que se le opusieron en Boyacá, Carabobo y Ayacucho, [5.3.4] dejándonos sin tropas, medios, ni esperanza de reponerlas (Urquinaona 1835: 21-22).

Se trata de una extensa enumeración de diez argumentos que, en opinión del autor, proporcionan una causa justa para lo que él había considerado previamente una sedición: “El aumento de los males, [sic] generalizó el descontento, y el odio y la exasperacion convirtió los pueblos en bandos de opresores y oprimidos […]”. Sirviéndose de la figura retórica de la personificación, Urquinaona escribe que “la sublevación general […] desplegó su fuerza en los campos de Maturin, Tinaquillo y Naguanagua, y arrolló los ejércitos que se le opusieron en Boyacá, Carabobo y Ayacucho, dejándonos sin tropas, medios, ni esperanza de reponerlas”. Utiliza también como recurso expresivo una doble enumeración de lugares de batallas que evocan las victorias respectivas de militares venezolanos y neogranadinos. En la primera serie son las tempranas victorias de Maturín (Piar), Tinaquillo (Bolívar) y Naguanagua (Girardot y Urdaneta); en la segunda serie, las grandes victorias libertadoras de Boyacá (Bolívar y Santander), Carabobo (Bolívar y Páez) y Ayacucho (Sucre). La frase se cierra con una nueva enumeración trimembre: la sublevación general, que había desplegado su fuerza en las tres primeras batallas mencionadas, “arrolló los ejércitos que se le opusieron” en las otras tres batallas famosas, y nos dejó “sin tropas, medios, ni esperanza de reponerlas”. En el siguiente párrafo, Urquinaona menciona de nuevo el precedente de la Revolución francesa5: (6) [6.1] Mr. Dulaure en la introducción al bosquejo histórico de la revolucion francesa, traducido por el señor Angulo, observó, que [6.1.1] cuando se manifiesta el descontento en la gran mayoría de una nacion, [6.1.2] cuando esta ha llegado á conocer las causas que le [sic] producen, [6.2.1] la destruccion de un gobierno solo pende de una ocasion favorable, [6.2.2] de la osadía de un ambicioso, y [6.3] hé aquí lo que precipitó la emancipación de la América (Urquinaona 1835: 22).

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El libro citado por Urquinaona se titula: Bosquejo histórico de los principales acontecimientos de la Revolución francesa, desde la convocacion [sic] de los Estados-Generales hasta el restablecimiento de la Casa de Borbón (“por M. Dulaure […], traducido al idioma castellano por D. Domingo Fernández de Angulo”). Este libro, publicado en seis tomos en París en 1826, se puede consultar íntegramente en Google Books (cf. Dulaure 1826).

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A lo largo de más de treinta páginas (19-54), Urquinaona, quien se refiere a sí mismo en tercera persona, elabora una narratio aperta (Lausberg 1975 [1960]: §§ 315-321)6 a partir de su propia experiencia en Venezuela como comisionado de la Regencia española: (7) [7.1] Urquinaona salió de Cádiz el día 30 de enero de 1813: hizo escala en Canarias y en Puerto-Rico; [7.2] y habiendo llegado á Caracas á mediados de marzo, no pudo tener ni noticia de [la] ocupacion del territorio [en Nueva Granada] verificada por Bolivar en diciembre de 1812, y por Mariño en enero siguiente [en el oriente de Venezuela]. [7.3] Tal es el estado en que halló la provincia, [7.4] y los sucesos posteriores á su arribo […] fueron consecuencias precisas, resultados inevitables de aquella situación, debida exclusivamente al odio nacido de la arbitrariedad y de los horrores del despotismo. […] [7.5.1] Aquel espíritu público que en el año de 1812 triunfó de la seduccion [¿sedición?] y del poder revolucionario: [7.5.2] aquel presentimiento de prosperidad, [7.5.3] aquel entusiasmo que exaltó los pueblos, que llevó en triunfo á Monteverde desde Coro hasta Caracas, y que puso bajo su obediencia las provincias mas distantes, se disipó con los vicios y escesos de su administracion. [7.6] Solo ella pudo cambiar la direccion de los ánimos y armar el brazo aristócrata de Bolivar [Nota al pie, p. 49, en cursiva en el original: Por sus principios, por su educación, por su rango y por sus intereses, [Bolívar] era tan republicano como Wellington y Metternick.]. […] [7.7] Lo extraordinario en la série de estos desastres es la calma y sosiego que reinó en la capital; pues desde que Urquinaona llegó a ella hasta que la abandonaron las autoridades constituidas que huyeron con el capitan general […], no se observó síntoma alguna de convulsion, [7.7.1] á pesar de los inmediatos y no interrumpidos triunfos de Bolivar, [7.7.2] de los rápidos progresos de Mariño, [7.7.3] de la ausencia y consecutivas derrotas de Monteverde y [7.7.4] de la sublevacion de toda la comarca […] (Urquinaona 1835: 48-49).

6 “La narrationis perspicuitas (Quintiliano), narratio aperta (Cicerón) […] pertenece en parte a la inventio […], en parte a la elocutio […] y en parte a la pronuntiatio […]. La claridad conceptual (narratio aperta) se logra mediante el orden (ordo), la brevedad (narratio brevis) y eficacia de las ideas (narratio probabilis et ornata) […]” (Lausberg 1975 [1960]: §§ 315-316).

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En ese fragmento, Urquinaona contrapone su propia actitud dialogante durante los pocos meses que estuvo en Caracas con el comportamiento despótico de Monteverde y sus hombres, al tiempo que justifica la imposibilidad de cumplir la misión en el Nuevo Reino de Granada que la Regencia le había encomendado. Los vicios y excesos en la administración de Monteverde fueron, en opinión de Urquinaona, el motivo que permitió “armar el brazo aristócrata de Bolívar”. Mediante la figura retórica de la hipálage (o epíteto transferido: “el brazo del aristócrata Bolívar”), comentada mediante una ironía en la nota explicativa, el autor, a modo de paradoja, equipara a Bolívar con los defensores en Europa del absolutismo monárquico (Wellington y Metternich). En las últimas páginas del opúsculo, Urquinaona retoma la exposición sobre las causas de la emancipación de la América española. En su opinión, España debería imitar la actitud de Inglaterra tras la independencia de Estados Unidos y propone la actuación de William Pitt, el primer ministro británico, como exemplum histórico7: (8) [8.1.1] Necesitaban nuestros rutineros diplomáticos un alma tan privilegiada como la del gran Pitt para someter su orgullo á la dura ley de la necesidad; [8.1.2.] unas luces y una prevision como la de este ministro para ver entre el abatimiento y la ruina de sus ejércitos, las ventajas que producia á su patria el acta de la independencia de la América septentrional. [8.2] Creyóse en Lóndres sofocar con las bayonetas el clamor de los Bostoneses y aterrar la coalicion formada en Pensilvania, Virginia y demas estados vecinos con el objeto de sostener la libertad comun. [8.3] Millones de libras se consumieron en la guerra. [8.4.1] Vióse vacilar la suerte de los americanos; á pesar de las luces de Francklin y del crédito, valor, refinada política y constancia de Washington; [8.4.2] pero al fin vencieron protegidos por los gabinetes de Francia y España. [8.5] Y cuando la Inglaterra creyó ver en Saratoga la destruccion de sus fábricas, el aniquilamiento de su industria, halló pocos años despues del 17 de octubre de 1776 [sic por 1777] triplicado su comercio por la libertad y relaciones de sus perdídas colonias.

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Según Lausberg (1975 [1960]: § 411), en la retórica clásica, los exempla forman parte de la argumentatio, pero se diferencian de los argumenta porque “el exemplum, a diferencia y en contraste con el argumentum […] tiene una fuente fuera de la causa. […] El exemplum de por sí es totalmente independiente del hecho de que se trata en la causa”. El uso de exempla en un célebre discurso de Bolívar (el discurso de Angostura, de 1819) ha sido estudiado por Rojas y Guerrero (2005).

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[8.6.1] Igual suerte debe esperar la España relevada de pesadísimas obligaciones, de enormes gastos en la administracion y conservacion de aquellos paises, cuya riqueza refluirá en nuestro suelo, [8.6.2] sin el menoscabo de la poblacion deteriorada con el tropel de militares y empleados que partían con sus familias á aumentar la de aquellos continentes (Urquinaona 1835: 58).

Urquinaona señala la necesidad de que España establezca cuanto antes relaciones diplomáticas con las nuevas naciones, algo que considera que será enormemente ventajoso para ambas partes: (9) [9.1] Tiempo es ya de ver lo que tanto nos importa, [9.2] y de hablar con franqueza y sinceridad al corazon y á la conveniencia de los americanos. [9.3.1] Sus intereses no pueden estar en pugna con los nuestros, [9.3.2] y su amor á la libertad es el mismo que heredamos de nuestros mayores. [9.4.1] Renovemos pues los afectos que nacen de la cuna de nuestros padres, [9.4.2] de la sangre comun, [9.4.3] del idioma, [9.4.4] de nuestro culto, [9.4.5] de nuestras costumbres [9.4.6] y de una larga fraternidad. [9.5.1] Estas consideraciones del orden moral, empleadas con la facultad que reside en los miembros de una familia, obligada á separarse [9.5.2] y con el decoro y dignidad de una nacion pundonorosa, producirán sin duda ventajas mútuas y positivas, goces y satisfacciones desconocidas en los tres siglos de dominacion (Urquinaona 1835: 60).

Seguidamente menciona también este autor un temprano intento, que no prosperó, por parte de representantes de la recién creada República de Colombia para que los gobernantes españoles del período conocido como Trienio Liberal reconocieran a la nueva nación a cambio de condiciones muy ventajosas para la antigua metrópoli8. 8

El historiador estadounidense David Bushnell relata de la siguiente manera aquellos infructuosos intentos de un primer acuerdo diplomático entre España y la Gran Colombia: “En 1820 […], gracias a la revolución de Riego, que restauró la Constitución liberal de 1812, surgió –al parecer– la oportunidad de lograr una paz negociada con reconocimiento de la independencia. En América, el general Pablo Morillo firmó un armisticio con Bolívar […]. El gobierno co-

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(10) [10.1] Los americanos […] despues de las victorias de Boyacá y Carabobo, que resolvieron el problema de su independencia, tomaron la iniciativa que en otros tiempos adoptó la España con la Holanda. [10.2] Enviaron desde el centro de sus triunfos a Zea, Revenga y Echeverría, autorizados para restablecer las relaciones de autoridad y comercio sobre la base de una independencia absoluta; [10.3] pero sus gestiones fueron desatendidas en esta Corte; [10.4.1] y no es presumible que el ministerio, abundando en los principios vertidos en el dictámen que dió la comision de las Córtes á 22 de enero de 1822, […] propendiese á prolongar la guerra fratricida y derramar mas sangre en Ayacucho; [10.4.2] ó á desechar las proposiciones de los emisarios en [sic] odio ó desprecio de la libertad de los pueblos. [10.5] Las desechó, [10.6.1] pero fue porque aun faltaba el interregno de la arbitrariedad, del terror y del fanatismo: [10.6.2] el decreto de 1.º de octubre de 1823 que todo lo anulára: [10.6.3] en una palabra: porque no era llegado el dia de su emancipacion, [10.6.4] ni había rayado en el horizonte la aurora de la felicidad. [10.7.1] La Providencia que con el feliz descubrimiento del nuevo mundo distinguió el reinado de Isabel I, [10.7.2] parece que tenia reservado [a España] el reconocimiento de su rango y existencia política entre las demas naciones

lombiano, esperanzado, despachó a Madrid en 1821 una delegación de alto nivel con la esperanza de lograr la paz definitiva, para lo cual estaba facultada hasta para ofrecerle a España la posesión de Panamá y Quito. La misión fue recibida –y al tiempo expulsada del país acusada de fomentar el desorden–, pero siguieron otros intentos de parte de Colombia y demás países hispanoamericanos. […] Colombia no dejaba tampoco de importunar a otros países, sobre todo a Estados Unidos y Gran Bretaña, solicitando sus buenos oficios para un arreglo con España […]. Sin embargo, y aun cuando entre el grueso público de España era impresionante el desinterés en la suerte de las colonias americanas, hasta los líderes liberales mostraban poca voluntad de aceptar llanamente su independencia, y a partir de la vuelta al absolutismo (con la ayuda de Francia) en 1823 se había esfumado toda posibilidad” (Bushnell 2010: 117). También trata sobre este episodio el historiador colombiano Roger Pita Pico, quien menciona una carta escrita en Burdeos por uno de los delegados colombianos (Echeverría), dirigida al vicepresidente Santander, en la que, según este historiador, “entre los más acérrimos opositores [al acuerdo de paz] citaba a los miembros del ministerio de ultramar, especialmente a Pedro Urquinaona y al ministro Ramón López Pelegrín” (Pita Pico 2019: 190).

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[10.7.3] para elevar el nombre y eternizar la memoria de Isabel II (Urquinaona 1835: 60-61).

En este fragmento final de su opúsculo, Urquinaona lamenta que en 1822 no se llegara a un acuerdo de paz entre colombianos y españoles como el que se consiguió en tiempos de Felipe III entre la Monarquía Hispánica y las Provincias Unidas de los Países Bajos (la denominada Tregua de los Doce Años, 1609-1621). Según afirma, no fue por prolongar la guerra inútilmente [10.4.1] o por “odio o desprecio a la libertad de los pueblos” [10.4.2]. No encuentra ninguna razón para explicar el fracaso de aquellas negociaciones de paz. Recuerda además que todo se volvió a complicar con el retorno al poder en 1823 de los partidarios del absolutismo (“el interregno de la arbitrariedad, del terror y del fanatismo”) [10.6.1]. En definitiva, según concluye Urquinaona, en 1822 no había llegado el momento para la paz. Ese momento llegaría en el siguiente decenio tras la muerte de Fernando VII. A modo de alegoría y de acuerdo con el gusto de la época, Urquinaona representa al nuevo reinado de Isabel II como “la aurora de la felicidad rayando en el horizonte” [10.6.4]9, y, cayendo ya en el ditirambo áulico, Urquinaona no se resiste a expresar su creencia en una especie de destino manifiesto para el nuevo reinado [10.7.3]: según él mismo indica, la nueva monarca estaría llamada a un destino semejante al de su antecesora del mismo nombre, Isabel I, en cuyo reinado se realizó “el feliz descubrimiento del nuevo mundo” [10.7.1]. Al mismo tiempo, este autor se sirve de la ambigüedad o anfibología, al afirmar que “la Providencia […] parece que tenia reservado el reconocimiento de su [¿?] rango y existencia política entre las demas naciones [10.7.2] para elevar el nombre y eternizar la memoria de Isabel II [10.7.3]”. En esta frase final del texto debe sobrentenderse un elemento que el autor omite: podría ser el reconocimiento por parte de la Providencia del rango de Isabel II como reina entre los monarcas de las demás naciones, pero en “el reconocimiento de [la] existencia

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En un trabajo sobre el léxico político en los años de Larra y Espronceda, Lapesa escribe lo siguiente a propósito del uso del término felicidad en esa época: “La devaluación de las palabras por el abuso de que se las hacía objeto no era obstáculo para que perdurase la adhesión entusiasta a los ideales que encarnaban; por eso, a pesar de todo, conservaban vigencia como signos positivos. Felicidad, entendida como ‘bienestar, prosperidad, riqueza’ según una de sus acepciones latinas, había sido palabra-clave en el léxico de la Ilustración; desde entonces los distintos regímenes y gobiernos que se habían sucedido en España hasta 1834 habían hecho creer al pueblo que iban a darle la felicidad” (Lapesa 1996 [1985]: 116-117). Sobre el uso del término felicidad en la misma época, véase también Peira Soberón (1977). Patricia Vallejos de Llobet (1990: 80-81) señala el cambio de significado de este término en Buenos Aires tras la Revolución de Mayo. Curiosamente, felicidad no aparece recogida en el léxico de Bolívar estudiado por Hildebrandt (1961).

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política entre las demás naciones”, el posesivo su, obviamente, no puede referirse a la reina, sino a la nación gobernada por ella. Según este razonamiento, es la Providencia la que ha reconocido a la nación española su rango y existencia política entre las demás naciones “para elevar el nombre y eternizar la memoria de Isabel II”. Ya hemos visto en el fragmento [3.6] que Urquinaona señalaba como una causa próxima para la emancipación de la América española el haber sido “aquellos remotos paises, testigos oculares de la desmembracion de los Estados-Unidos cuyo ejemplo debia realizar tarde ó temprano los temores que manifestó el conde de Aranda en la esposicion á Carlos III que va por apéndice de esta memoria” (Urquinaona 1835: 15). Según defiende el historiador español José Antonio Escudero (2014) en una importante monografía, este texto atribuido al conde de Aranda es un documento apócrifo redactado por un autor anónimo perteneciente al círculo de los exiliados españoles en Francia a mediados de la década de 1820. En palabras de Escudero (2014: 27), “[e]l Memorial de 1783 consta de un breve exordio, dos cuestiones centrales (el futuro amenazador de los Estados Unidos como problema, y la instauración de monarquías en América, como solución), y un epílogo”. En 1827 se publicó (a cargo del exiliado español Andrés Muriel) una versión en francés de este texto (Escudero 2014: 34-38). Al incorporar este documento como anexo de su opúsculo, Urquinaona transmite un mensaje de clara intencionalidad política: la antigua metrópoli, aliada con Francia, debe seguir ejerciendo influencia sobre los nuevos países independientes y no debe descartar para ello la posibilidad (sobre todo en México) de fomentar instauraciones monárquicas vinculadas con casas reales europeas como medio más eficaz de frenar la creciente influencia de Estados Unidos en el continente americano.

5. Final Dejando a un lado la discusión sobre la intencionalidad política del opúsculo, el Resumen de Urquinaona es un texto de interés para el análisis histórico-discursivo, en el terreno interdisciplinar entre historiadores, filólogos y estudiosos del discurso desde las distintas perspectivas de la pragmática discursiva (cf. Zienkowski/Östman/Verschueren 2011). Urquinaona, quien, como español americano, en su manifiesto de 1812 se había mostrado radicalmente contrario a la revolución venezolana, equiparándola a la Revolución francesa, expone en este texto los argumentos que justifican su cambio de actitud, argumentos fundamentalmente motivados por su breve experiencia en Caracas una veintena de años antes de escribir el Resumen. Siguiendo las pautas de la retórica clásica, utiliza esta experiencia para la narratio aperta que sirve de base a la argumentación de

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su discurso. Refiriéndose a sí mismo en tercera persona, Urquinaona se presenta como un alto funcionario al servicio de la corona española que ve imposibilitada su tarea conciliatoria en Caracas por la arbitraria actuación del comandante militar Domingo de Monteverde. Para su relato, Urquinaona crea dos personajes arquetípicos: uno (representado por él mismo) es el funcionario benevolente, enviado a América para ejercer la justicia en nombre del rey, y el otro (representado por Monteverde) es el militar (o funcionario) que ejerce allí una acción despótica en beneficio de sus propios intereses y que es responsable por ello de la reacción emancipadora de los americanos. Por otra parte, Urquinaona, como defensor en su momento del régimen constitucional de 1812, considera que, durante el reinado de Fernando VII, el retorno al absolutismo monárquico en los dos momentos en que este se llevó a cabo (en 1814 y en 1823) fue otro factor favorecedor de la emancipación de América. Por último, hay que destacar aquí la propia trayectoria vital de Urquinaona: en 1809, con poco más de treinta años, llega por primera vez a España y desde su regreso de Caracas en 1813 permanece ya el resto de su vida en suelo europeo. En su opúsculo de 1835, Urquinaona recuerda vívidamente los sucesos de veintidós años atrás y los utiliza para su narración, al tiempo que argumenta, con voz autorizada por su propia experiencia, sobre las causas de la emancipación americana y defiende la necesidad de un entendimiento diplomático entre España y las nuevas naciones. Junto con la obra de José Manuel de Vadillo (1836) mencionada en la primera sección de este trabajo, el Resumen de Urquinaona es un texto muy importante para conocer el posicionamiento de los liberales españoles con respecto a las independencias americanas en la década de 1830. El presente trabajo constituye una primera aportación para su estudio desde un punto de vista histórico-discursivo.

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LA DIFERENCIACIÓN DE GÉNERO EN LA FRASEOLOGÍA DE EL CARNERO (1636-1638)1 Susana Catalán Morcillo Universidad de Valladolid, España

Resumen Como refería Juan Rodríguez Freile en su obra El Carnero (1636-1638), tras la llegada de los españoles al Nuevo Mundo se configuraron sociedades basadas en el “mestizaje”, en las cuales se produjo un importante cambio ideológico llamado criollismo, derivado de las desavenencias, cada vez más ostensibles, entre clases sociales. Asimismo, dentro del entramado social de la Colonia, las mujeres, sobre todo las criollas, jugaron un papel inspirador para una nueva identidad, si bien durante los primeros años de la sociedad neogranadina la tendencia era mantener la línea de pensamiento europeo acerca de la mujer como símbolo del “maligno”. Esta conceptualización de lo femenino en la obra de Freile tiene reflejo especial en la fraseología referida al género. Palabras clave: fraseología, honra, misoginia, mujer, roles de género, sociedad neogranadina.

Abstract As Juan Rodríguez Freile described in his work El Carnero (1636-1638), after the arrival of the Spaniards to the New World, “miscegenation” gave rise to societies in which an important ideological change, called criollismo, was produced as a result of the increasingly ostensible disagreements among social classes. Likewise, within the social fabric of the colony, women, especially Creole ones, played an inspiring role for a new identity, even if during the early years of Neo-Granadian society the trend was to maintain the line of European thought about women as a symbol of the “devil”. This conceptualization of the feminine in Freile’s work has a special reflection in the phraseology referring to gender. Keywords: phraseology, honour, misogyny, woman, gender role, Neo-Granadian society.

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Retomo en este trabajo uno de los aspectos más interesantes de esta obra neogranadina que estudié en profundidad en mi tesis doctoral, “El Carnero” (1636-1638) y el español neogranadino del siglo xvii: análisis interdisciplinar, Universidad de Valladolid, 2015 .

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1. Conciencia criolla en El Carnero de Juan Rodríguez Freile (16361638) Como una de las obras más significativas de la literatura colombiana de todos los tiempos, El Carnero (1636-1638) es el resultado de un ambicioso proyecto personal de Juan Rodríguez Freile (1546-1642), basado en la perspectiva que un criollo, hijo de la primera generación de españoles asentados en el Nuevo Reino de Granada, tuvo de la historia en su país. Tras varias experiencias traumáticas en sus propias carnes (mundología), la propia lectura de El Carnero nos permite conjeturar que en la mente del autor se produjo una auténtica disociación entre el apego hacia lo español y el amor hacia la tierra que lo vio nacer. Dicha situación fue, según algunos autores, el origen del criollismo o identidad criolla, uno de los factores que más adelante desencadenarían los diferentes movimientos tendentes a la independencia de las diferentes colonias. En este sentido, Mignolo (2007) definía este sentimiento tan exaltado a veces en Rodríguez Freile con el término otredad, mientras que Straka (2004) hablaba de conciencia de criollo, formulado con otro término por Caamaño Tomás (2015), quien habla de protoindependentismo. El Carnero se presenta como un texto de género complejo y versátil que se debate entre dualidades como la historia y el mito, el purismo y la innovación o el encomio y la invectiva hacia el sistema sociopolítico neogranadino, lo que hace de ella una obra ecléctica, novedosa y adelantada a su época. A lo largo de esta novela historiográfica de tintes costumbristas y marcado carácter etnográfico, se puede disfrutar de una relación de sucesos de naturaleza histórica, acreditados por autores que precedieron a Rodríguez Freile, entre los que se entretejen histórielas que versan sobre los temas más variados. Desde su ancianidad, el autor habla de la historia de la conquista y poblamiento del Nuevo Reino de Granada, pero también se explaya con hechos inextricables para la reservada mentalidad de las gentes del siglo xvii: hablamos de casos de adulterio, felonías, chantajes, además de algún relato mágico con mucho realismo (García Dussán 2008). De las múltiples posibilidades de estudio que ofrece el texto de Rodríguez Freile, en esta ocasión voy a centrarme en la figura de la mujer en el Nuevo Reino de Granada y en algunas prácticas discursivas que son atribuibles a la especial animadversión de Rodríguez Freile hacia el género femenino, algo que resulta interesante para quienes hemos analizado el texto con cierta atención, ya que, dado el carácter innovador y díscolo de la obra en ciertos aspectos, resulta curioso que Rodríguez Freile mantenga la misma línea de pensamiento sobre el papel de la mujer en la sociedad de la época.

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2. El rol social de las mujeres en el Nuevo Reino de Granada Al igual que ocurrió entre los hombres, el choque cultural entre las mujeres de diferentes culturas fue ciclópeo, si bien las consecuencias fueron incomparables. Por una parte, los hombres lucharon por conservar sus respectivas culturas, pese a que finalmente prevaleció el sistema europeo, lo cual tuvo consecuencias negativas desde el punto de vista etnográfico, como ya sabemos, pero también positivas desde el punto de vista cultural. El mestizaje dio origen a sociedades aculturadas que se desarrollaron de forma desligada, las cuales culminaron, a mi entender, en la idiosincrasia de la Hispanoamérica actual. Por otra parte, las mujeres que demostraron una gran valentía al embarcarse rumbo a territorios desconocidos en busca de una vida mejor o, quizás, de una libertad que no podían disfrutar en España, llegaron al Nuevo Mundo manteniendo su posición destacada como españolas, pero sin enfrentamiento directo con las mujeres nativas, en tanto que ambas compartían el entorno doméstico y el cuidado de los hijos dentro de las encomiendas. En el trazado social neogranadino, debemos recordar que las mujeres hispano-criollas realizaron una labor fundamental como transmisoras de la cultura familiar procedente de España y de todo lo hispánico, sobre todo, de las creencias religiosas y la lengua, como afirma Zambrano Cardona (2011: 18). Como parte de la educación social y familiar recibida en Europa, es comprensible que muchas mujeres hispano-criollas tuviesen como aspiración principal de vida casarse con un hombre perteneciente a otra familia de igual o superior linaje al suyo, mientras que las nativas se relacionaban de forma más espontánea, por lo que no encajaban en la filosofía europea. Por lo general, la mujer chibcha no rechazó nunca al español y se convirtió rápidamente en su concubina y en madre de la primera generación de mestizos, si bien muchas fueron forzadas y violentadas por algunos conquistadores. Konetzke (1987: 80) habla de la frecuencia con la que se producían matrimonios mixtos en la Colonia pese a que socialmente se consideraban deshonrosos, ya que, aunque la legislación permitía el casamiento mixto o interracial y, en cierto modo, lo promovía, la mayor parte de los españoles consideró vergonzoso casarse con una india, normalmente destinadas al servicio del hogar. Por otro lado, Pigna (2012: 25) cree que el envío de mujeres españolas a América fue una estrategia más de la corona para certificar el valor de “lo español” en las ciudades coloniales, y las mujeres peninsulares aseguraban así la pureza de linaje, formando familias “decentes” con los nuevos pobladores. De este modo, la institución matrimonial estaba pensada, en la mayor parte de los casos, como una estrategia de ascenso social, pues la mayoría de los enlaces se realizaban por

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“conveniencia”. Para ello era necesario el beneplácito paterno frente al consentimiento (facilidad) de los amantes. Recibiéronse muy bien marido y mujer, y por algunos días anduvieron muy contentos y conformes, hasta que ella comenzó a pedir una gala, [fol. 34r.] y otra gala, y a vueltas de ellas se entremetían unos pellizcos de celos, de manera que el marido andaba enfadado y tenían malas comidas y peores cenas, porque la mujer de cuando en cuando le picaba con los amores que había tenido en la Isla Española. Con lo cual el marido andaba sospechoso de que algún amigo suyo, de los que con él habían estado en la dicha isla, le hubiese dicho algo a su mujer. Al fin fue quebrantado de su condición, y regalando a la mujer, por ver si le podía sacar quién le hacía el daño (cap. IX: fols. 34r-34v).

En cuanto a la predilección de las mujeres hispano-criollas, esta se basaba principalmente en criterios de posición social y educación, lo que favoreció la práctica de matrimonios endogámicos: Dentro de este tiempo murió doña Violante de Borja su legítima mujer, le quedaron muchos hijos, hoy vive don Juan de Borja, está proveído por gobernador de Popayán. Don Francisco de Borja, tesorero de esta santa iglesia, al presente se ha ido a España. Doña Juana de Borja, viuda del oidor Quiñónez, su primer marido, casó segunda vez con don Francisco Munga, gobernador de Cartagena del cual volvió a enviudar. Se entiende está en Castilla en compañía del tesorero don Francisco de Borja, su hermano el gobernador dicen la dejó por su heredera con que llevará buena hacienda (cap. XVIII: fol. 122r).

3. “Ser mujer” en el Nuevo Reino de Granada, según Rodríguez Freile Como es sabido, Rodríguez Freile realiza guiños constantes a la tendencia humanista reinante durante el Siglo de Oro español, gracias a la cual la sociedad europea consideró el Nuevo Mundo como la translación de la Utopía de Tomás Moro (1516), si bien la realidad fue muy distinta a las teorías imaginadas por el humanista inglés. Tanto es así que el encuentro sociocultural trajo consigo un afán permanente de amoldar el Nuevo Mundo a los usos y costumbres de Europa. De ahí que sean tan habituales los sermones y amonestaciones a los lectores en El Carnero, algo que da un estilo claramente dogmático a la obra. Con los llamados excursus (Mora Valcárcel 1995-1996), el autor señala los errores cometidos en las Indias sin dejar a un lado su opinión, siempre de forma transversal. Ello le permite manifestar su disconformidad con ciertas prácticas sin ser censurado y aportar, así, un carácter especial a su obra. Dentro de dichos

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excursus hay frases lacónicas que aportan ese tono categórico a las enseñanzas que quiere trasladarnos: cualquier infracción moral posee un valor ejemplar y el autor muestra a sus amigos lectores aquello que no hay que hacer, las consecuencias de llegar a hacerlo, intencionada o imprudentemente, y la lección aprendida tras alguna experiencia. Rodríguez Freile se apoya en las fuentes y preceptos de la moral cristiana y la patrística, así como en las sentencias desarrolladas por teólogos, a las que recurren los autores en obras literarias tan célebres como El Corbacho, La Celestina o El Quijote. Es habitual hallar la dicotomía bien-mal en conexión con figuras como Dios y Leviatán o Adán y Eva, la cual, en el contexto bíblico, alude permanente a la figura de la mujer como símbolo del Pecado Original y origen de todos los males de la humanidad, tal como declara Giraldo Jaramillo (1940: 585). Para hablar sobre el contexto neogranadino de los siglos xvi y xvii, hay que comprender primero la influencia ineludible de los usos y costumbres europeos en la organización sociocultural del ámbito colonial, cimentados en los valores morales y religiosos europeos. Son constantes las referencias generalmente de índole moralizante y/o filosófica que aparecen en El Carnero, a obras clásicas de Filosofía, Teología o Literatura. Uno de los ejemplos más claros de dicho influjo, dentro del galimatías, la iconografía y la simbología referente a las mujeres que aparecen en El Carnero, lo hallamos en el especial hincapié que realiza Rodríguez Freile en la hermosura femenina, empleada casi exclusivamente para enloquecer al hombre. Así, como ser físicamente frágil, necesita la protección masculina perpetua y, como ser psíquicamente voluble, es incompetente para desarrollarse en libertad y tomar decisiones, es decir: la mujer es incapaz de pensar o actuar por sí misma si no es dentro del matrimonio o en un convento. Todo aquello que rompa este canon impuesto de la mujer será motivo de demonización, sacrilegio y, por tanto, de rechazo categórico en todos los contextos, pero especialmente en el intelectual. En lo que se refiere a El Carnero, Caamaño Tomás (2015: 11) nos recuerda que es frecuente que Rodríguez Freile recurra a ciertos tópicos transmitidos en medio de sus innumerables lecturas, de marcada autoría masculina, en los que los hombres, salvo contadas excepciones, son dechados de virtudes, mientras que ellas son la viva imagen de la seducción perversa y son la causa de todos los males del mundo: Seguía el fiscal los amores de una dama hermosa que había en esta ciudad, mujer de prendas, casada y rica. Siempre me topo con una mujer hermosa que me dé en qué entender. Grandes males han causado en el mundo mujeres hermosas (cap. XIII, fol. 62v).

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Y es que no hay mujer buena para el escritor pues, pese a que no ha trascendido mucho sobre su vida privada, la crítica asocia su exacerbación contra las mujeres no solo a sus lecturas, sino también a algún que otro posible desengaño vital que colmaría su ya desnaturalizado pensamiento2.

4. La fraseología como estrategia de expresividad El interés que ha suscitado en muchos autores el análisis de una obra como El Carnero responde, ante todo, a su gran plasticidad y a su capacidad de adaptación a diferentes géneros literarios. En este caso, creemos que el sentido último que Rodríguez Freile quiso otorgarle a la obra se puede analizar no solo desde una perspectiva puramente discursiva, relacionando la “ejemplaridad” con el empleo de excursus, sino también lingüística, mediante el análisis de las diferentes unidades fraseológicas presentes en El Carnero, ya que estas poseen un gran valor desde el punto de vista pragmático, tanto por la transmisión de la oralidad como por su función altamente comunicativa en la lengua escrita. En griego φράσις significa ‘expresión’ y de ahí el término latino phrasis, que evolucionó en castellano al término frase, cuya naturaleza, desde el punto de vista lingüístico, se encuentra entre la palabra y la oración. Es reseñable que estas fórmulas mantienen su estructura sintáctica y su contenido semántico fijos a lo largo del tiempo, por lo que terminan adquiriendo un valor didáctico, sentencioso, proverbial y social, que es admitido por la comunidad lingüística durante generaciones. Se trata de unidades, por tanto, de gran valor expresivo, empleadas en los más variados contextos, aunque mantienen siempre su finalidad expresiva apoyada en el empleo de figuras retóricas tales como la metáfora o la comparación (Jiménez Fernández 2013). En términos generales, entendemos que este tipo de expresiones son de conocimiento y empleo común entre los hablantes y poseen un sentido gramatical unitario, es decir, funcionan como unidades inalterables e indisolubles. Según Mora Valcárcel (1995-1996: 764), si analizamos los excursus en relación con los casos o historielas indiscretas introducidas en toda la obra, comprobaremos que su objetivo es esencialmente pedagógico y va acorde con la línea de pensamiento del Siglo de Oro, sobre todo si tenemos en cuenta las alusiones de Rodríguez Freile a autores clásicos que utiliza como referencia. Habitualmente, 2

Para un repaso por la biografía del escritor, recomendamos la reseña de Carlos José Reyes en el siguiente enlace .

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las unidades fraseológicas en El Carnero van acompañadas de argumentaciones o digresiones moralizantes, a las que se anteponen o siguen: No puedo dejar de tener barajas con la hermana [hermosura], porque ella y sus cosas me obliga a que las tengamos, esto es lo uno. Lo otro, porque ofrecí escribir cosas no para que se aprovechen de la malicia de ellas y las tomen por doctrina y ejemplo, para no caer en sus semejantes y evitar lo malo (cap. XVII, fol. 109r).

Para el presente trabajo, hemos escogido únicamente aquellos refranes, expresiones o unidades fraseológicas en las que Rodríguez Freile hace referencia a un personaje femenino, ya sea real, histórico o ficticio, con el fin de determinar si su malquerencia hacia la mujer era real o simplemente recargada para no descollar como insurgente. De ahí su insistencia en mantener ciertos estereotipos femeninos a través de comentarios, excursus y frases, pues defender el valor de las mujeres en la sociedad neogranadina podría anular cualquier atisbo de éxito para su obra, algo que no sucedió, sin embargo, con su manifiesto aperturismo hacia otros aspectos de su obra como es el criollismo. En todo caso, aunque el contenido doctrinal que se extrae de los casos y excursus tiene un sentido completo per se, la importancia de las unidades fraseológicas radica, a mi entender, en su gran expresividad y en su elevado valor semántico a pesar de su laconismo, el cual sirve como clausura del excursus o como exhortación final. En el análisis de la fraseología, no solo es relevante la clasificación formal o el grado de idiomaticidad o de fijación, sino también la manera en la que estas locuciones asentidas por la comunidad de hablantes se traban en sus actos discursivos o en sus conversaciones, todo ello con la finalidad de abanderar una sistematización fraseológica de las diferentes lenguas a partir de los preceptos de la semántica cognitiva. En relación con dicha expresividad, Celdrán Gomáriz (2009: 12) considera que las unidades fraseológicas suelen conformar oraciones versificadas con rima asonante o consonante para una memorización más practicable lo que las hace mucho más dinámicas. Efectivamente, las unidades fraseológicas aportan frescura y eficacia comunicativa a la narración de Rodríguez Freile, lo que revela un afán instructivo que manifiesta a través de sus reflexiones u opiniones particulares. En una representación conceptual los casos comprenderían excursus y estos alcanzarían su máximo grado de expresión a través de las unidades fraseológicas. La fraseología presente en El Carnero, por lo tanto, constituye un elemento fundamental del discurso de Rodríguez Freile, en tanto que, unido a los excursus,

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Figura 1 Conceptualización de la narrativa de El Carnero

muestran la faz más decadente y a la vez más brillante del autor. El análisis de este tipo de estructuras resulta interesante como demostración de que efectivamente tuvo lugar un proceso de adaptación de numerosas unidades fraseológicas procedentes del español peninsular, asociado al proceso de aculturación y criollización, tal como lo considera para el espacio chileno Contreras Seitz (2002), y que se produjo en la colonia neogranadina a comienzos del siglo xvii.

5. Las unidades fraseológicas semánticamente vinculadas al género En El Carnero se utilizan unidades fraseológicas de temática abstracta, íntimamente ligada a los topoi clásicos sobre el tiempo, el amor o la fortuna, si bien hallamos otras relativas a asuntos mucho más delimitados en los que el ser humano, con sus virtudes y defectos, es el eje central. Es en estas últimas en las que puede diferenciarse claramente el papel que desempeñaba cada uno de los sexos (segregación por géneros) dentro de la sociedad española y, por extensión, de las colonias. Se han recogido veinticuatro unidades fraseológicas que son, a nuestro entender, suficientemente significativas para adscribir El Carnero a la tradición historiográfica y cultural indiana en lo que se refiere a la separación de roles de género tradicionales. Por un lado, en El Carnero existe un paradigma del valor deontológico, cuyo sentimiento predominante es el “aborrecimiento” o “repulsa” hacia las actitudes, comportamientos o valores morales ajenos, sin importarle el género de sus protagonistas, en alusión al tópico renacentista de la recusatio o comptemptu mundi, al que ha de sumarse su manifiesta antipatía al género femenino (Cruz 1990). De ahí que, teniendo en cuenta los patrones socioculturales de la época, para Rodríguez Freile, fue muy sencillo relacionar defectos humanos

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Figura 2 Temática de las unidades fraseológicas de El Carnero MUNDOLOGÍAS ABSTRACTAS

EL TIEMPO

EL AMOR

CONCRETAS

EL SER HUMANO

LA FORTUNA

Virtudes (+) Prudencia

Defectos (–) Integridad

Traición

Vanidad

Terrenalidad

como la traición (mentira, adulterio), la vanidad (fuerte carácter), la terrenalidad (desequilibrio) o la perversión (hermosura) con personajes femeninos, mientras que virtudes, como la prudencia, la valentía, el honor o la integridad, se los atribuía a los hombres que, si bien también cometían errores, resultaban excusables casi siempre. Dentro de esos comportamientos sociales, existe una clara diferenciación de los roles de género cuando se refiere a tópicos masculinos como la prudencia o la perseverancia frente a tópicos tradicionalmente asociados con las mujeres como la volubilidad, la capacidad de seducción a través de su belleza o la personificación de la perversión, siendo las culpables de la perdición del hombre a lo largo de su historia, desde el pecado original: Qué caro le costó a Adán la mujer, por haberle concedido que se fuese a pasear; y qué caro le costó a David el salirse a bañar Betsabé, pues le apartó de la amistad de Dios; y qué caro le costó a Salomón, su hijo, la hija del rey Faraón de Egipto, pues su hermosura le hizo idolatrar; y a Sansón la de Dalila, pues le costó la libertad, la vista y la vida; y a Troya le costó bien caro la de Helena, pues se abrasó en fuego por ella, y por Florinda perdió Rodrigo a España y la vida3 (cap. V, fol. 12v).

En tan breve fragmento, Rodríguez Freile nos traslada a ejemplos de mujeres infames del Antiguo Testamento: desde Eva (Génesis) hasta Dalila (Jueces), pasando por Betsabé (2 Samuel) y la hija del Faraón (Crónicas). Todas ellas llevaron al oscuro abismo del mal a los hombres que compartieron su vida con ellas.

3

Este fragmento no aparece en el OMY. Las siglas OMY se corresponden con el manuscrito hallado en la finca de Yerbabuena y que fue propiedad del padre Jaime Hincapié y del doctor José Félix Merizalde, fechado en el siglo xviii.

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Las expresiones de Rodríguez Freile nos revelan que, a mediados del siglo xvii, en el Nuevo Reino de Granada persistía aún la idea de la mujer como ser perverso o demoníaco, afianzada durante siglos de señorío eclesiástico en Europa y hegemonía paternalista: todas las mujeres a las que alude el autor protagonizaron historias que no fueron sino estigmas empleados por los historiadores para justificar los errores de los hombres que las amaban o, incluso, las veneraban, mitigando así las consecuencias históricas de su desatino. Como bien dice Caamaño Tomás (2019: 232), hay virtudes, como la castidad, con un gran trasfondo cultural, que solo ostentarían las mujeres, frente a otras como la bizarría, que se había considerado siempre más propia de los hombres, lo que afianza la inmutabilidad de la segregación por razones de género también en la sociedad neogranadina.

5.1. Fraseología en torno a virtudes y defectos de los seres humanos Uno de los aspectos más criticados por Rodríguez Freile es la degeneración de la sociedad del Nuevo Reino de Granada durante los años posteriores al poblamiento. En El Carnero deja muy claro desde el principio que tanto los hombres como las mujeres que llegaron al Nuevo Mundo fueron personas “de bien” mientras que, con el paso de los años y la falta de control de la corona española, tanto la justicia como la sociedad se acabaron viciando, lo que llevó al Reino a asumir varias crisis de conciencia, como la que encarna Rodríguez Freile. Por ejemplo, el autor hace referencia a las consignas del papa San Gregorio Magno a los cristianos para alcanzar el virtuosismo y lo expresa como sigue: Sin fruto trabaja en buenas obras, como dice San Gregorio, el que siempre no persevera; porque como el vestido y ropa cubre el cuerpo, así las buenas obras cubren, adornan y visten el alma. El hombre virtuoso del mundo hace monasterio […]. El hombre con la virtud se hace más que hombre, y con el vicio menos que hombre (cap. XX, fol. 132v).

Así, la virtud más ponderada en el hombre es la perseverancia. “El hombre virtuoso del mundo hace monasterio” y “Sin fruto trabaja en buenas obras el que siempre no persevera” son dos frases proverbiales con gran sentido dogmático que rememoran preceptos similares a los que aparecen en el De Libero Arbitrio de San Agustín, cuando este insistía en el camino del hombre hacia la virtud (fruto, recompensa) a través del esfuerzo y la constancia. El tópico de la constancia, el trabajo y la recompensa ya fue señalado por Aristóteles en su Æthica y por San Pablo y de acuerdo con los preceptos del Concilio de Trento para eludir el

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pecado y alcanzar la virtud, continuando, por tanto, con la voluntad “sumista” de Rodríguez Freile. Ambas unidades fraseológicas presentan una estructura sintáctica desordenada (hipérbaton), con una finalidad claramente expresiva y estética. En el texto, destaca la explicatio final del autor sobre las consecuencias de las obras buenas o malas en el hombre como ser en busca de la integridad moral por naturaleza: “El hombre con la virtud se hace más que hombre, y con el vicio menos que hombre”, manteniendo la dicotomía virtud-vicio como valor distintivo de la hombría o la honra. Ahora bien, tanto el compromiso como el tesón son dos características atribuidas de forma inmediata y permanente a la figura del hombre, mientras que las mujeres poseían casi siempre rasgos caracterológicos relacionados con la frivolidad y el histrionismo, a no ser que estuvieran felizmente casadas con hombres de bien: Entró en este Nuevo Reino, habiendo partido de Santa Marta por el año de 1540, […] trajo hombres casados y con hijos, y otras mujeres virtuosas, que por ser las primeras casaron honrosamente (cap. VII, fol. 25v).

Aunque en el Nuevo Reino de Granada había mujeres, españolas y criollas, que se habían tenido que hacer cargo de las encomiendas e incorporarse al mercado laboral neogranadino para sacar adelante a sus familias. Generalmente, cuando las mujeres quedaban viudas o se divorciaban, su honorabilidad quedaba en un segundo plano poniendo en duda su capacidad para asemejarse a los hombres. Hay excepciones muy notables, tal como recoge en sus estudios Zambrano Cardona (2011: 10-31; 2019). “Cría cuervos y te sacarán los ojos” es un refrán con el que Rodríguez Freile enfatiza en su discurso la descripción de una situación de ingratitud, egoísmo, interés, codicia o ambición, en este caso de un individuo hacia otro después de que este lo favoreciera o lo encumbrara como rey (cacique): El cacique de Bogotá, que murió en la conquista, fue fama que no era natural de este Reino, y que el Guatavita le entronizó haciéndole cacique de Bogotá y su teniente y capitán general para la guerra; y fue criar cuervo que le sacó los ojos, como dice el refrán (cap. VII, fol. 24r).

Es un refrán presente en los vocabularios de la época, como el de Correas (2000 [1627]: 131), quien indica “Cría el cuervo, y sacarte ha el ojo” y explica que se empleaba habitualmente corvo, para mantener la consonancia, es decir: “Cría el corvo y sacarte ha el ojo”, y el de Covarrubias (1998 [1611]: 383), el cual reseña el mismo dicho en la entrada cuervo: “Cría el cuervo, y sacarte ha el ojo”, a

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colación del proverbio erasmiano: ale luporum catulos ‘cría los cachorros de los lobos’ (Colón Domenech 2004: 12), ya que “[…] el mal nacido pocas vezes dexa de responder a sus progenitores”. Otra frase definitoria dentro de esta temática es “Ser el hombre enemigo del hombre”. Se trata nuevamente de una cita clásica, esta vez referida al comediógrafo latino Plauto (254 a.C.-184 a.C.) en su obra Asinaria, donde puede leerse lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit (‘el hombre es un lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”) –una actitud que resume muy bien Gracián (2007 [1651]: 289) en su obra El Criticón (II)–. Como queda dicho, Rodríguez Freile también se vio inmerso en una época aciaga desde el punto de vista socioeconómico, en la que él mismo fue testigo del prestigio del Nuevo Reino de Granada y la caída de este en el ocaso desde finales del siglo xvi, lo que constituyó una auténtica deshonra para él, y así nos lo evidencia con gran lucidez en los últimos capítulos de El Carnero: Todas las criaturas que Dios Nuestro Señor crió en este mundo están sujetas al hombre, todas le sirven y de todas se sirve, y ninguna de ellas le guerrean ni persiguen. Solo el hombre es enemigo del hombre; y es que se persigue por envidia, o por codicia, herencia de aquellos dos primeros hermanos Caín y Abel (cap. XXI, fol. 144r). Por último, asociada a la conceptualización de los vicios humanos, encontramos la traición, estrechamente relacionada con la anterior y presente en la unidad fraseológica: “A un traidor dos alevosos”. Se trata de un refrán de gran tradición popular en el Siglo de Oro. Como bien apuntan Alín y Barrio Alonso (1997: 115), este refrán ya aparece en autores de la talla del Marqués de Santillana, Juan de Valdés, Correas, de Rojas, Covarrubias o Lope de Vega: parafraseando los versos pertenecientes a la comedia de Lope de Vega, El hombre por su palabra II, los autores destacan la capacidad del dramaturgo para desarrollar el refrán en forma de versos: [Traydorçillo eres, amor, falso eres y mentiroso] a un traidor, otro alevoso, y si no, dos al traidor.

La misma variante del refrán aparece en La Celestina (acto III): CEL.: A ésse tal dos aleuosos; haréle auer á Areusa [sic]; será de los nuestros; darnos á lugar a tender las redes sin embaraço [sic] por aquellas doblas de Calisto.

Y Rodríguez Freile lo ratifica:

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Opiniones hubo sobre si esta fue traición o no, y salió en discordia; pero yo diré un punto en derecho, y es este: de menor a menor no hay privilegio; y correrá la misma razón de traidor a traidor. Por lo menos cabe aquí muy bien aquello que se suele decir: “A un traidor dos alevosos” (cap. XX, fol. 126r).

Otras unidades fraseológicas muy relacionadas con la anterior son “el traidor no tiene lugar seguro” y “nunca el traidor pudiese vivir sin miedo”. De estructura sintáctica simple y de gran expresividad, Rodríguez Freile alude con ellas a la conciencia intranquila del que comete una traición y al inmenso temor de este a ser traicionado. Con estas unidades fraseológicas, Rodríguez Freile exterioriza abiertamente su desprecio a esta forma de degradación del ser humano como contrapunto a la búsqueda de la integridad personal.

5.2. Fraseología sobre la belleza, la maldad y la honra femenina El conjunto de sentimientos encontrados hacia la mujer constituye uno de las tópicos más extendidos de la tradición oral universal, como expresión de las relaciones entre hombres y mujeres, así como de los roles adquiridos culturalmente y que los colocan, a veces, en posturas completamente dispares: por un lado, la elevación de la mujer sobre un pedestal cuasi divino, que originó la corriente literaria del amor cortés, la descriptio puellae o la donna angelicata y, por otro, la mujer como personificación de la concupiscencia, la desmoralización y la tentación reflejada en iconografías como la femme aux serpents (Martínez de Lagos 2010). En la misma línea, Solís Miranda (2009: 50-51) selecciona algunos proverbios relacionados con el tópico degradante hacia lo femenino, como los siguientes: “La mujer hermosa es peligrosa”, “Ira de mujer, ira de Lucifer”, “Mujer, viento y ventura, presto se muda”, “La mujer sea igual o menor si quieres ser señor”, “La mujer como la uva: la buena, pisada, la mala, colgada”, y “La mujer tiene derecho si se mantiene en su techo”. En lo que concierne a El Carnero, uno de los motivos por los que la crítica lo considera como una continuación de la tradición misógina de la época es la frecuente reflexión del autor contra las mujeres (Benso 1977; Ramírez Tobón 1993; Caamaño Tomás 2015), con máximas como: Peligrosa cosa es tener la mujer hermosa, y muy enfadosa tenerla fea pero bienaventuradas las feas, que no he leído que por ellas se hayan perdido Reinos ni ciudades, ni sucedido desgracias, ni a mí en ningún tiempo me quitaron el sueño, ni ahora me cansan en escribir sus cosas; y no porque falte para cada olla su cobertera (cap. XV, fol. 82r).

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Pero, quizás, una de las expresiones más explícitas de Rodríguez Freile con respecto a las mujeres es la que alude al aforismo cervantino (El Quijote, II, cap. V). Mientras que Cervantes se cuidó mucho de poner estas palabras en boca de una mujer, probablemente, para eludir posibles acusaciones de inoportuno o misógino, Rodríguez Freile es absolutamente cristalino cuando se trata de dar su opinión: La mujer y la hija, la pierna quebrada y en casa; y si les dieres licencia para que se vayan a pasear, o ellas se la tomaren y sucediere el mal recaudo, no le echéis a Dios la culpa [fol. 105v.], ni tampoco os abroqueléis con la disculpa de Adán: quejaos de vuestro descuido (cap. XVII, fols. 105v-106r).

A mi entender, Rodríguez Freile recurre a la impopular frase de Teresa Panza para continuar con el talante didáctico de toda la obra. Con este proverbio, el autor recuerda a los varones que no pueden descuidarse y dejar que las mujeres de su casa “vayan a pasear” libremente porque podría ser su ruina como hombres. Ellos podían, pues, tener los escarceos amorosos que deseasen, pero ellas no. Para mantener su honorabilidad, ellas deben adscribirse al ámbito doméstico y cualquier actitud o conducta ajena a este contexto es motivo de soflama pública. Como bien afirma Canet Vallés (1996: 81), este tipo de frases, muy frecuentes en el Medievo, nos invitan a recapacitar sobre la Antigüedad de esta corriente de pensamiento y sobre su raíz, que trata de inculcar la debilidad de la mujer por la incapacidad de dominarla. El propio Correas (2000 [1627]: 431-432) recoge la variante: “La mujer, en casa y la pierna quebrada”. En el grupo de refranes y proverbios relacionados con la mujer y el arquetipo de femme fatale, encontramos también en Correas (2000 [1627]: 538 y 540) otras como: “Mujer casada, nunca asegurada”, “Mujeres y malas noches mataron a los hombres” y, por último, “Mujer, vino y caballo, mercaduría de engaño”, relativas a la naturaleza infame de la mujer y los oprobios que ésta provoca en el hombre. A este tenor, resulta interesante la definición que hace Covarrubias (1998 [1611]: 818) del término muger, en la misma corriente de pensamiento que venimos analizando, una definición con tintes jocosos (hablando de la mujer como “disfraçado veneno y mal necesario”), que en ocasiones resulta como poco insolente, ya que no se halla en la descripción ni un solo calificativo bueno o positivo. Según Fernández Poncela (2012: 3), en refranes como el que nos ocupa y otros similares, como “Casada que mucho callejea con sus vecinas, da mala espina” o “La esposa en la calle, grave y honesta; en la iglesia, devota y compuesta; en casa, escoba discreta y hacendosa; en el estrado, señora; en el campo, corza; en la cama, graciosa y cariñosa, y será en esto hermosa esposa”, el papel de la mujer admitido durante siglos sigue paradigmas socialmente admitidos por la fuerza de

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la costumbre y por un inevitable proceso de normalización, algo que se pone de manifiesto también en el refranero. Asimismo, para Etxabe Díaz (2012: 241), la unidad fraseológica “La mujer en casa, y la pata quebrada” implica que la mujer debe recluirse en el ámbito doméstico por ser ese –o el convento– el lugar más “conveniente” para ella. El autor recoge otras variantes del dicho como: “La doncella honrada, la pierna quebrada, y en casa”, “La mujer honrada, en su casa y no en la fiesta”, “A la mujer en su casa nada le pasa” y “La mujer y la sardina, el rostro en la ceniza”. Existen abundantes unidades fraseológicas de contenido similar en el refranero español, como las que compila Panizo Rodríguez (1992: 200): “A la mujer y a la cabra, cuerda larga”, “A la mujer brava, dale la soga larga”, “Aquella es buena mujer, que barre la casa al amanecer”, y “A la mujer y al perro, el pan en una mano y el palo en la otra”. En estrecha relación con el mito de la ‘mujer hermosa y perversa’ encontramos el de la ‘honra’, concepto de gran importancia social en aquella época. En la sociedad neogranadina, al igual que en la europea, fue instaurándose la idea de que era el esposo quien debía velar por la honra de su matrimonio, cargando de responsabilidades morales a la esposa, mientras él mantenía conductas libertinas y adúlteras. Evidentemente, este tipo de comportamientos estaban muy normalizados en el ámbito privado, siempre y cuando se desarrollasen con discreción, como afirma Pérez Cantó (2005: 527). Si en algún momento llegaba a hacerse pública la deshonra, era la propia sociedad quien condenaba al causante, mediante diversas formas de agravio. En consecuencia, frente a la buena reputación que la mujer debía mantener obligatoriamente, la del esposo quedaba limitada a la aportación económica necesaria para mantener el estatus de la familia o, en caso contrario, le supondría su mayor deshonra. Tratándose de los hombres, su honorabilidad era siempre redimible en épocas de prosperidad. Por contra, no era así en el caso de la mujer, cuya “mancha” en la honra permanecería incólume de por vida. Evidentemente, para Rodríguez Freile, ser mujer joven, adinerada y bella implicaba no tener ataduras y hacer, literalmente, lo que le viniera en gana, algo que al autor le daba muchos quebraderos de cabeza, o al menos así lo reconoce en más de una ocasión. No queremos pensar en el concepto del autor hacia aquellas intrépidas mujeres neogranadinas que se resolvían a pedir el divorcio: “Las [mujeres] de ogaño no aguardan tanto a poner divorcio” (cap. VI BIS, fol. 21r). Quizás, el caso más memorable de mujeres de las colonias hispanas que traspasaron las barreras sociales sea el de Inés de Hinojosa, con un final trágico derivado de esa transgresión (Salamanca Uribe 2012). Algunas mujeres se tomaban la

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libertad de no morir esperando a que sus esposos se remienden y escarmentarlos con engaños, llegando en algún caso a conspirar un asesinato con sus amantes. La historia de doña Inés posee numerosas pinceladas, dependiendo de quién la cuente, pero Rodríguez Freile la relata de forma esmerada y meritoria, llegando a justificar levemente sus formas en algún momento de la historia, pese que el final para ella era previsible: En la gobernación de Venezuela, y en la ciudad de Carora, estaba casado un don Pedro de Ávila, natural de aquel lugar, con una doña Inés de Hinojosa, criolla de Barquisimeto, en la dicha gobernación. Mujer hermosa por extremo y rica, y el marido bien hacendado; pero tenía este hombre dos faltas muy conocidas: la una, que no se contentaba con sola su mujer, de lo cual ella vivía muy descontenta; la otra, era jugador; que con lo uno y con lo otro traía maltratada su hacienda, y a la mujer, con los celos y juego, peor tratada (cap. X, fol. 38v).

6. A modo de conclusión Cuando se trata de destacar las debilidades de la condición humana, Rodríguez Freile aprovecha su bagaje cultural entre libros históricos, teológicos, filosóficos, literarios y retóricos para despuntar con un discurso perfectamente delimitado en el que mantiene su tono crítico, unas veces sarcástico y, otras, meramente ilustrativo. Al mismo tiempo, Rodríguez Freile habla del hombre como un ser desconfiado, con tendencia a la traición, a la vanidad, a la codicia, a la temeridad, sin caer en la cuenta de que, a pesar de sus pretensiones, es un ser terrenal y, por lo tanto, efímero y volátil frente a factores como el tiempo, el amor y la fortuna inexcusables. Esto nos hace reflexionar sobre una tendencia inherente al ser humano como es el Pecado Original, las pugnas entre el bien y el mal, de forma que el ser humano, siendo bueno por naturaleza, puede transformar su carácter o su conducta afectado por el contexto y la comunidad en los que cohabita. En el siglo xvii, los roles de género estaban muy diferenciados y, junto con el sistema de clases, la sociedad neogranadina mantenía intactos ciertos valores culturales heredados del Viejo Continente. En esencia, hemos visto como Rodríguez Freile habla en El Carnero de su mundología y lo hace “sin tapujos”, empleando fórmulas adquiridas a través de sus innumerables lecturas, como son los excursus adoctrinantes, las historielas o casos y algunas unidades fraseológicas grandilocuentes, cargadas de expresividad. En todas ellas, el autor habla de la debilidad y fragilidad humanas ante los designios de Dios, así como de la destrucción de las virtudes humanas gracias a vicios como la codicia, la ambición

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o la lujuria, impulsos muy difíciles de sortear cuando la tentación se presenta, principalmente, transfigurada en una hermosa mujer. Como consecuencia de todo lo anterior, El Carnero demuestra que el rol adquirido históricamente por la mujer evoluciona siempre desde la misma posición: ser hijas o doncellas, a esposas y madres cuidadoras leales y amantes de su familia por su vocación de servicio a los demás, una virtud de la que el hombre carece per se. La cuestión solamente se dirime cuando la mujer elige entre dedicarse a su amado esposo o bien amar a Dios. Ello evidencia, de nuevo, que el rol femenino de las sociedades indianas fue transferido desde los sistemas sociales de Occidente, de tal manera que, si una mujer decidía no responder a dichos cánones, pasaba a ser despreciada y cercenada públicamente por tratarse de una deshonra para su respectiva comunidad. Así, no solo es su incipiente criollismo lo que hace de Rodríguez Freile un autor visionario: con su obra vislumbra ya la ruptura entre las mujeres criollas neogranadinas y las españolas a partir de mediados del siglo xvii. Nuestro cronista transmite la tradición filosófica y moralizante acerca del concepto sobre las mujeres, suficientemente documentada desde siglos antes, sino también remueve la conciencia sobre el peso de la mujer en la sociedad neogranadina mediante un elocuente intento de diferenciación con respecto al Viejo Mundo.

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LOS USOS DEL SUBJUNTIVO EN EL ESPAÑOL DE CALIFORNIA DE LOS SIGLOS XVIII Y XIX Covadonga Lamar Prieto University of California, Riverside

Resumen El manuscrito de los Recuerdos históricos… (1875) de Mariano Guadalupe Vallejo está compuesto por cinco cuadernos inéditos con un total de 375 mil palabras. A partir de la realización de la primera edición paleográfica, se observa que las inserciones en el primer manuscrito se pueden constituir en un corpus del siglo xviii susceptible de analizarse en contraposición al resto del texto del siglo xix. La anotación manual de las formas de subjuntivo en doce capítulos devela 367 ocurrencias entre ambos subcorpus. Se documenta un descenso entre el corpus del siglo xvii y el del siglo xviii, así como una progresiva adscripción a los modos del indicativo. Particularmente las formas en -ra señalan hacia la posibilidad de que haya un vínculo entre los usos en el español californio y en el español contemporáneo de California. Palabras clave: español de California, californio, Mariano Guadalupe Vallejo, subjuntivo.

Abstract Mariano Guadalupe Vallejo’s Recuerdos históricos… (1875) contains five different previously unpublished manuscripts with a total of 375,000 words. After completing the first paleographic edition, it is evident that the insertions in the first manuscript constitute a xviii century subcorpus that can be examined against the remaining of the text dated in the xix century. A manual annotation of the subjunctive forms in twelve chapters reveals 367 tokens, as well as a progressive preference towards the Indicative forms. In particular, the forms in -ra indicate a possible link between Californio Spanish and contemporary Spanish language in California. Keywords: Californio Spanish, Mariano Guadalupe Vallejo, subjunctive.

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1. Introducción El manuscrito de los Recuerdos históricos y personales tocante a la Alta California de Mariano Guadalupe Vallejo (1887)1 constituye un resumen de acontecimientos acerca de la historia de California desde las primeras expediciones españolas hasta la década posterior a la anexión de California a Estados Unidos. Está compuesto de cinco cuadernos manuscritos con un total de palabras que se acerca a las 400.000. En una primera fase de este proyecto, se han transcrito los cinco cuadernos. El texto tiene un cierto carácter enciclopédico, motivo por el cual se encuentran, insertados en el texto, cartas, documentos y legislaciones varias. Esas inserciones permiten la presencia de voces alternativas a la del autor. Para este trabajo, se examina el uso del modo subjuntivo en el manuscrito. Se ha escogido para ello el primero de los cinco volúmenes que se han editado. Este volumen hace referencia a la historia de California durante los primeros tiempos de gobierno primero metropolitano y más adelante mexicano. Se tiene por objetivo comparar los usos del modo verbal en este primer manuscrito, especialmente en lo que toca a las formas de la hipótesis y su expresión en subjuntivo. A pesar de que existen estudios sobre las formas en contacto (Moyna et al. 2005), sobre la pasividad (Gubitosi 2006) o sobre el uso del subjuntivo en tiempos contemporáneos (Silva Corvalán 1994), no se ha realizado ningún estudio sobre las formas del subjuntivo en el español histórico de California. A partir del etiquetado manual y el análisis de secciones del manuscrito, se aprecia una frecuencia que progresivamente se va haciendo más baja en el uso del subjuntivo. Un análisis pormenorizado del manuscrito de los Recuerdos históricos… y sus múltiples inserciones textuales demuestra que el uso del subjuntivo en el español de California ya era escaso, y estaba por debajo del uso frecuente, en otros textos de la época de otras áreas geográficas o dialectales. Sin ánimo de afirmar que se pueda establecer una relación directa, nos limitamos a apuntar la posibilidad de que pueda considerarse una tendencia del dialecto histórico que coincide con la misma tendencia en el dialecto contemporáneo de la misma zona geográfica. Además de eso, y en consonancia con Carrera de la Red y su concepto de autoafirmación regional (2019: 66), entendemos que los testimonios de una variedad concreta pueden constituirse en referente de la identidad de sus hablantes.

1

El título completo es Recuerdos históricos y personales tocante a la Alta California escrito por Mariano G. Vallejo Comandante General que fué de la Alta California desde el Año de 1836 hasta el de 1842; en adelante se citará tanto en el cuerpo del texto como en las notas al pie como Recuerdos históricos…

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La mucho más escasa frecuencia de las formas del subjuntivo en este texto, aunque no pueda considerarse determinante, puede ser entendida como una pista para establecer una relación de continuidad entre el español contemporáneo de California o LAVS (Los Angeles Vernacular Spanish, por sus siglas en inglés), tal y como lo describió Claudia Parodi (2004, 2009) y el español histórico de California (Lamar Prieto 2018). Esta línea temporal constituye un paso más para establecer la continuidad histórica del dialecto contemporáneo del español en California.

2. Estado de la cuestión El estudio del español histórico dentro del marco de Estados Unidos no ha recibido el interés de la crítica, o al menos no en la misma medida que lo han hecho otras variantes históricas del español. La idea de un español vernáculo, o un macroespañol vernáculo con diferentes procedencias dialectales, asentado en Estados Unidos de manera continua desde el siglo xviii, parece no contar con la aquiescencia de algunos investigadores. La realidad demográfica y poblacional, además de la estructura básica en la que las lenguas se asientan en los territorios conquistados, proporciona explicación suficiente para contradecir tales afirmaciones. En el caso, no obstante, de que no fuera satisfactoria, también se puede considerar el impresionante acervo documental que algunas de esas variedades dialectales poseen. Tal es el caso, por ejemplo, del español histórico de Cali­ fornia. La falta de reconocimiento de la historicidad de los dialectos del español en Estados Unidos genera, además, una innecesaria ruptura con los dialectos del español que se hablan en esos mismos territorios o áreas geográficas en la actualidad. A partir de la negación de la existencia, y permanencia, en el territorio de California de hablantes de español desde finales del siglo xviii, se concluye erróneamente que el LAVS carece de dimensión histórica. Se trata de mecanismos políticos que poco o nada tienen que ver con la realidad sociolingüística del territorio. Entre esos procesos se encuentra el de la negación de la existencia del dialecto, o la incapacidad de sus hablantes. A pesar de que se trata de uno de los argumentos más antiguos de entre los que se han esgrimido en contra de las capacidades lingüísticas de los hablantes de LAVS o sus versiones históricas, no deja de repetirse. Uno de los elementos que tradicionalmente se considera axial a la hora de defender la postura de que el español hablado en el sur de California, y por extensión el español de los hablantes de herencia, es un español “incompleto”, es la baja incidencia en el uso del subjuntivo.

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Se ha escogido como objeto de examen un fenómeno especialmente controvertido: el de los tiempos de subjuntivo, y más si se consideran dentro de una perspectiva histórica. Se ha partido de los trabajos de Fontanella de Weinberg (1997), Luquet (2004), Company Company (2004, 2007) y Vázquez Laslop (2007, 2012) para examinar el desarrollo desde los Siglos de Oro hasta el siglo xix. Asimismo, se ha considerado el estado de la cuestión en términos contemporáneos o semicontemporáneos, tal y como los han estudiado Lope Blanch (1993) y DeMello (1993) para la oposición -ra/-se. En el centro de la cuestión se ubica la idea de “algunos usos de indicativo por subjuntivo en oraciones subordinadas” de los que ya Bello dejaba constancia2 y Lope Blanch anotaba un siglo más tarde (1958), sobre los que va a volver Veiga Rodríguez (2006).

3. Metodología 3.1. Corpus del español californio Desconocemos qué porcentaje de los textos de los californios –escritos en el siglo xix, escritos en español– se ha conservado hasta la actualidad. Lo desconocemos por dos motivos: el primero de ellos es la inefabilidad de atestiguar cuántos, cómo y qué textos existieron. Eso es una paradoja obvia que pasaremos por alto. El segundo de los motivos, el más importante, es que no existe hasta fecha de hoy un listado, un registro de ningún tipo en el que se encuentren compendiados los documentos sobre, y de, los californios, así como su localización contemporánea. El corpus del español californio es un proyecto que se inició en 2008 con la intención de traer a la luz los documentos escritos en español en la California del siglo xix. Salvo excepciones, como se ha mencionado, el español histórico de California no ha recibido el interés de los expertos. Esta circunstancia se debe, entre otros motivos posibles, al hecho de que no existe ningún corpus centrado en la variedad. Por ese motivo, la edición paleográfica de los textos ha sido el primero de los objetivos necesarios para un estudio en profundidad del español californio y su relación con el español contemporáneo de California. En un intento de diversificar las fuentes y de hacerlas representativas tanto de las distin-

2

Dice Bello, en el epígrafe “Significado de los tiempos simples y compuestos del subjuntivo común”: “Los ejemplos anteriores manifiestan que el copretérito o el pospretérito del subjuntivo común, y por consiguiente, el antecopretérito o antepospretérito, tienen dos formas cuya elección parece arbitraria. Creo, sin embargo, que, en general, es de mucho más frecuente uso la primera, cantase, hubiese cantado)” (Bello 1895: 187-188).

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tas áreas poblacionales de la California de la época, como de diferentes variables sociolingüísticas –edad, género, procedencia o pertenencia social o educativa– o incluso tipologías textuales, se han desarrollado cinco áreas principales de incorporación de documentos al corpus: los grupos documentales sobre las familias californias que están disponibles en la biblioteca Bancroft de la Universidad de California Berkeley, el corpus de documentos legales californios de la Universidad de California Santa Cruz, el acervo de cartas personales entre californios de la Universidad de California Irvine, los documentos sobre la historia administrativa de la ciudad de Los Ángeles sitos en la Universidad de Loyola de la misma ciudad y, por último, los Recuerdos históricos… de Mariano Guadalupe Vallejo. Nos detendremos con más interés en este último. El manuscrito de los Recuerdos históricos… consta de cinco cuadernos diferentes, nombrados por el autor CD17, CD18, CD19, CD20 y CD21. Su lectura devela que parecen haberse escrito en momentos diferentes, pero que su contenido es correlativo. El autor afirma que se trata de un segundo manuscrito, ya que el primero se habría quemado en el incendio que devastó en 1867 su casa familiar, conocida como Casa Grande. Los manuscritos tienen una paginación y un orden interno complejo. Tabla 1 Distribución de capítulos y número de páginas manuscritas y de palabras en el texto completo de los Recuerdos históricos… Manuscrito

Capítulos

Páginas manuscritas

Palabras

CD17

1-20

419

104.536

CD18

21-38

395

97.152

CD19

39-52

414

102.200

CD20

53-62

354

114.060

CD21

63-70

241

1.917

Total

70

1.823

375.329

Dentro del proyecto del corpus del español californio, se ha concluido la transcripción completa de los cinco cuadernos de los Recuerdos históricos… Se trata de la primera transcripción completa del texto desde que se escribió en 1875. Se ha respetado la paleografía del texto original, así como la doble paginación resultado de labores ecdóticas posteriores. Por lo que respecta al contenido de

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la obra, Mariano Guadalupe Vallejo escribe, por encargo de Hugh Bancroft, una historia política y social de California, de la Alta California, entre 1769 y 1849. Recoge, desde el punto de vista del autor, la historia de los californios.

3.2. Calas en el corpus: CD17 de los Recuerdos históricos… Para la elaboración de este trabajo se ha seleccionado el primero de los cuadernos de los Recuerdos históricos…, el CD17. Se ha escogido este manuscrito en concreto porque resulta sintomático de cómo está construido el resto del texto, además de porque a partir de su análisis se pueden establecer dos corpus diferentes, relacionados con dos textos distintos. Al tratarse de una obra con pretensiones enciclopédicas, Mariano Guadalupe Vallejo inserta, en múltiples instancias, cartas, documentos o fragmentos de legislación que obran en su poder. En ellos, como veremos, se puede apreciar un uso diferente de las formas de subjuntivo. Algunos de ellos, tal vez los más interesantes por lo que se refiere a este trabajo, son documentos legales y administrativos heredados de la biblioteca de su padre. Pertenecen a un registro de lengua diferente al de la narración, pero, además, algunos de esos documentos ya tenían varias décadas en tiempos de su padre, Ignacio Vallejo. Este se contaba entre los primeros pobladores novohispanos de la Alta California, ya que había viajado al territorio en 1774. Después de eso, había adquirido riqueza e influencia, además de que había ostentado varios cargos honoríficos y oficiales de la administración militar y local. Siguiendo la senda de su padre, tanto Mariano Guadalupe Vallejo como sus primos y tíos ocuparán diversas posiciones en la administración, no solo durante el tiempo del virreinato sino también durante el de la república mexicana. El afán de Mariano Guadalupe Vallejo por solidificar los argumentos que presenta devela un interés, que no disimula, en mostrar los entresijos de las administraciones anteriores a la estadounidense. Cuando escribe su texto, a finales de la década de los ochenta, la situación de los californios hablantes de español se había tornado más compleja de lo que el Tratado de Guadalupe Hidalgo prometía. No obstante, la lectura de su texto nos permite también comprender cómo se había producido una variación entre la lengua de los documentos legales del siglo xviii y la lengua que va a emplear Vallejo en su narración. Se trata de géneros discursivos diferentes, así como de áreas dialectales diferentes, pero la pertinaz insistencia de Vallejo en reclamar su origen español nos permite ver el espacio de la variación con más claridad. Una vez que la transcripción y la edición del texto se hubo completado, se etiquetaron manualmente el prólogo y los capítulos I al XI del primer cuaderno,

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el CD17. Se trata del 45% del CD17, y el 12,6% del manuscrito completo de los Recuerdos históricos… Cada capítulo tiene un número de páginas variable que oscila entre las seis del prólogo y las 36 del capítulo X. La proporción de palabras por página oscila asimismo entre las 188 del prólogo y las más de 277 del capítulo X. El prólogo merece a este respecto consideración aparte, ya que la distribución interna de la página varía con respecto a las otras. Tabla 2 Distribución de palabras por página en los capítulos examinados Palabras

Páginas manuscritas

Palabras por página

Prólogo

1.014

I-V

169,15

Cap. I

3.230

16

201,89

Cap. II

2.642

14

188,71

Cap. III

1.786

8

223,25

Cap. IV

2.071

10

207,10

Cap. V

1.846

8

230,75

Cap. VI

2.082

9

231,33

Cap. VII

2.055

9

228,33

Cap. VIII

7.035

28

252,25

Cap. IX

7.993

31

257,83

Cap. X

9.702

35

277,20

Cap. XI

5.802

21

276,28

El análisis de la recurrencia de las formas de subjuntivo se ha efectuado de los capítulos I al XI, ambos inclusive, a los que se ha añadido el prólogo. Se han escogido estos en particular porque resultan sintomáticos de cómo está construido el resto del texto. Mariano Guadalupe Vallejo inserta numerosas cartas, documentos o fragmentos de legislación. En ellos se puede apreciar un uso diferente de las formas de subjuntivo.

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Covadonga Lamar Prieto

El uso en el texto de las formas verbales del subjuntivo refleja, solo parcialmente, las frecuencias que Troya Déniz (2007: 593) indica para el habla de la Ciudad de México en 2007, al menos en lo que toca al futuro compuesto de subjuntivo. El de Troya Déniz es un corpus oral, con lo que la presencia del futuro simple de subjuntivo, que en el corpus sobre el que trabajamos es testimonial, sigue lo descrito por Lope Blanch (1993: 145-146): También, como en el español de América y aún en el español general de la Península, han caído en el más completo olvido los dos futuros de subjuntivo, simple y compuesto. […] Inclusive en las frases hechas tradicionales del tipo “sea lo que fuere”, prefiere el español mexicano eliminar la forma de futuro: “sea lo que sea”, “venga quien venga”, “dígalo quien lo diga”, etcétera.

No obstante, y en franca oposición a los resultados conversacionales de las encuestas de Lope Blanch, los resultados del imperfecto en -se son llamativamente abundantes. Volveremos sobre ello más adelante. Se encuentran en estos capítulos 47.262 palabras. De ellas, 42.197 pertenecen directamente a la escritura de Vallejo, mientras que 5061 son inserciones de diferentes documentos. El hecho de poder dividir el material de trabajo en dos grupos claramente delimitados facilita un estudio diacrónico. Nos referiremos a ambos corpus a continuación.

3.3. Dos subcorpus Debido a la sintaxis barroca del texto, la extracción manual de las oraciones de subjuntivo ha devengado un listado de ejemplos de 13.050 palabras y 368 tokens u ocurrencias distribuidos de la manera que sigue entre los capítulos analizados. La dispersión de los valores refleja la presencia de contenidos diferentes dentro del texto. En la columna de tokens o ocurrencias se han incluido los valores totales de presencia de ejemplos, pero también se ha anotado la presencia de recurrencias en cada uno de los corpus. Es decir, en el capítulo II hay 54 recurrencias, de las que cinco pertenecen al texto general de Vallejo, y las 49 restantes a una de las inserciones. Las inserciones en el texto de los Recuerdos históricos… proceden de dos obras legales: el Reglamento e instrucción para los presidios que se han de formar en la línea de frontera de la Nueva España. Resuelto por el Rey N. S. en Cédula de 10 de septiembre de 17723, escrito por Carlos III, y la Real Cédula de 3 de no-

3

Madrid: Juan de San Martín, Impresor de la Secretaría del Despacho Universal de Indias, 1772.

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Los usos del subjuntivo en el español de California de los siglos xviii y xix

Tabla 3 Ocurrencias y frecuencias por mil palabras en los capítulos examinados Palabras

Ocurrencias

Frec/1000

Prólogo

1.014

4

 3,94

Cap. I

3.230

9

 2,77

Cap. II

2.642

54 (5/49)

20,44

Cap. III

1.786

8

 4,48

Cap. IV

2.071

6

 2,90

Cap. V

1.846

5

 2,71

Cap. VI

2.082

44 (4/40)

21,13

Cap. VII

2.055

25 (7/18)

12,16

Cap. VIII

7.035

69 (40/29)

33,57

Cap. IX

7.993

52 (41/11)

 6,51

Cap. X

9.702

39

 4,02

Cap. XI

5.802

53

 9,13

viembre de 17444, emitida por Felipe V. El primero de ellos se usa con profusión, mientras que las alusiones al segundo se concentran en copiar tres párrafos en el capítulo VIII en las que se hace alusión al gobierno de los jesuitas en la Alta California. El Reglamento para los presidios de la frontera… al que hace alusión Vallejo, y que inserta dentro del manuscrito CD17 en varios capítulos, es una copia fragmentada que posiblemente se encontraba entre los papeles del patriarca de los Vallejo. Vallejo no incluye en el texto de los Recuerdos históricos… todo el reglamento, sino tan solo aquellos fragmentos que sirven a su propósito. En el

4

CD17, 267-268.

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Covadonga Lamar Prieto

capítulo II de los Recuerdos históricos… se centra en las instrucciones para los asentamientos5, entre las que se incluye cómo proceder con los habitantes de la tierra6, mientras que en el capítulo VI se detiene en los avíos que necesitaban los soldados del presidio, además de la forma en que habían de hacérseles llegar sus pagas7. En el capítulo VII se insertan las instrucciones para el nombramiento y funciones tanto del capellán8 como del habilitado9 de la Alta California. En el capítulo VIII sigue exponiendo la estructura jerárquica de los presidios, en este caso con la descripción del puesto de capitán10, al que ya había hecho referencia anteriormente, al mencionar el real decreto de 1772 sobre los puestos honoríficos en los Presidios11. Al normalizar los resultados de las frecuencias por cada mil palabras por separado, como haremos a continuación, se muestra con claridad cómo algunas de las formas, particularmente aquellas que tienen menor incidencia general, van a estar aún más ausentes del corpus más contemporáneo.

4. Resultados La frecuencia relativa de formas del subjuntivo por mil de palabras en el texto general muestra la diferencia que hemos mencionado más arriba al respecto del contenido de los subcorpus. El análisis de cada uno de los dos corpus, en paralelo con las frecuencias del corpus considerado como uno solo, refleja unos resultados claramente diferentes (Tabla 4). Al disgregar ambos subcorpus, los resultados muestran una perspectiva diferente. Se ha denominado corpus n.º 1 al subcorpus más extenso, el compuesto directamente por Vallejo. Recibe el nombre de corpus n.º 2 el de los textos que Vallejo inserta, pero que no son directamente de su autoría. Es decir, el corpus n.º 1 es del siglo xix, mientras que el corpus n.º 2 pertenece al siglo xviii (Tablas V y VI).

5 6 7 8 9 10 11

Recuerdos históricos… CD17, 18/205-24/211. El primero de los números es la paginación que le dio en su día Vallejo, por ejemplo 18. La segunda cifra, que para este caso es 205, es el número de frame, dentro de Calisphere.. Recuerdos históricos… CD17, 25/212-28/215. Recuerdos históricos… CD17, 59/246-62/249. Recuerdos históricos… CD17, 69/256-71/258. Recuerdos históricos… CD17, 72/259-73/260. Recuerdos históricos… CD17, 84/271-86/273. Se alude a este particular en 62/249-64/251.

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2

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0

0

0

Presente

Imperf. -s

Imperf. -r

Futuro

Pret. perf. c.

Plusc. -s

Plusc. -r

Futuro c.

Prólogo

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0

0

2

0

0

3

4

Cap. I

 0

 0

 2

 1

 2

 5

 9

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Cap. II

0

1

1

0

0

0

6

0

Cap. III

0

0

2

0

0

0

3

0

Cap. IV

0

0

0

0

0

0

4

2

Cap. V

 0

 0

 2

 4

 3

 1

 3

31

Cap. VI

 0

 0

 6

 2

 0

 1

11

 5

Cap. VII

Tabla 4 Ocurrencias de los tiempos verbales de subjuntivo con respecto a los capítulos examinados

 0

 1

 4

 6

 0

 2

52

 4

Cap. VIII

 0

 0

 7

 0

 3

 2

28

12

Cap. IX

 0

 2

 4

 1

 0

 5

26

 1

Cap. X

 0

 3

 9

 2

 0

 5

30

 4

Cap. XI

Los usos del subjuntivo en el español de California de los siglos xviii y xix

307

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2

2

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0

0

0

0

Presente

Imperf. -s

Imperf. -r

Futuro

Pret. perf. c.

Plusc. -s

Plusc. -r

Futuro c.

Prólogo

0

0

0

2

0

0

3

4

Cap. I

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0

2

1

0

1

1

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Cap. II

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1

1

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0

6

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Cap. III

0

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2

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0

0

3

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Cap. IV

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0

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4

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Cap. V

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0

1

0

0

1

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2

Cap. VI

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0

4

1

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0

2

0

Cap. VII

Tabla 5 Ocurrencias en el corpus del xviii o corpus n.º 1

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 1

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 2

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 4

Cap. VIII

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 7

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 2

 2

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 5

Cap. IX

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 1

Cap. X

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 5

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 4

Cap. XI

308 Covadonga Lamar Prieto

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Presente

Imperf. -s

Imperf. -r

Futuro

Pret. perf. c.

Plusc. -s

Plusc. -r

Futuro c.

Prólogo

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0

0

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0

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Cap. I

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2

2

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Cap. II

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Cap. III

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Cap. IV

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Cap. V

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1

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3

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3

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Cap. VI

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2

1

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1

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5

Cap. VII

Tabla 6 Ocurrencias en el corpus del xviii o corpus n.º 2

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2

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27

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Cap. VIII

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0

1

0

3

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Cap. IX

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Cap. X

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Cap. XI

Los usos del subjuntivo en el español de California de los siglos xviii y xix

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Covadonga Lamar Prieto

Las frecuencias relativas por mil palabras, calculadas a partir de los números de palabra de cada uno de los subcorpus (42 197 y 5065 respectivamente), muestran una preferencia hacia las formas del presente y el imperfecto en -s en el segundo subcorpus, el más antiguo. En la columna “Diferencia” se muestran los porcentajes de aumento o disminución de recurrencias entre los dos corpus. Tabla 7 Ocurrencias, frecuencias por mil palabras y diferencia porcentual en el texto examinado, una vez que se divide en dos subcorpus, de acuerdo a su antigüedad Tiempo

Corpus n.º 1

F/1000

Corpus n.º 2

F/1000

Diferencia

Presente

 24

0,57

78

15,41

–96,30%

Pretérito Imperfecto -s

127

3,01

50

 9,88

–69,53%

Pretérito Imperfecto -r

 16

0,38

 3

 0,59

–34,49%

Futuro

  2

0,05

 6

 1,19

–95,80%

Pret. perf. compuesto

 13

0,31

 5

 0,88

–64,77%

P. Pluscuamperfecto en -s

 32

0,78

 5

 0,88

–11,36%

P. Pluscuamperfecto en –r

 7

0,17







Futuro compuesto











En todos los casos se aprecia un descenso desde el corpus n.º 1, compuesto recordemos de documentos legales y administrativos de finales del siglo xviii, con respecto al corpus n.º 2, compuesto muy probablemente en la década de los setenta del siglo xix. Mención aparte es necesaria para los usos del imperfecto y el pluscuamperfecto, tanto en -se como en -ra.

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Los usos del subjuntivo en el español de California de los siglos xviii y xix

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5. Discusión 5.1. El presente y el pretérito perfecto compuesto El presente de subjuntivo sufre el mayor de los retrocesos entre los dos corpus (96,30%). Mientras que en el corpus n.º 1 encontramos abundancia léxica en los presentes de subjuntivo, como se ve en los varios ejemplos de (i), en la pluma de Vallejo ese presente de subjuntivo parece haber quedado fosilizado en expresiones hechas, como se aprecia de (ii), (iii) y (iv): (i) y mientras no se remitan á las cercanías de Mexico para que mi virrey los destine como convenga; mando se les asista con racion de viveres diarios que se dá á los indios auxiliares, y las mujeres ó párvulos que se aprehendan serán igualmente tratados y asistidos, procurando su conversion y enseñanza. (ii) y asimismo le ordeno reemplazar con la brevedad posible, todos los empleos, elijiendo entre los oficiales de mi caballerìa y dragones, ò algunos de infantería, que por la práctica que hayan adquirido en la guerra que se ha hecho en aquellas fronteras, sean à propósito (iii) La perspectiva del monte de Monterey, vista desde la bahía es la mas pintoresca que pueda imaginar el lector (iv) este señor sea que fuese deseoso de dar impulso al comercio ruso, sea que un amor ardiente lo dominara ó bien animoso por motivos que me son desconocidos, propuso contraer enlace con Doña Concepción Arguello hija de Don José Dario Arguello y hermana de Don Luis Arguello

Caso particular, para el corpus n.º 2, es el correlato temporal con cuando, que elicita en una ocasión el presente de subjuntivo: (v) me es grato recordar que el indio Marcelo, desde que recobro su libertad, permaneció fiel á los i ntereses de los misioneros y cuando yo relate las campañas, que en 1829 por orden del gobernador Echandia emprendi contra las tribus Lachysmas y Toloumne, dedicaré algunas lineas al indio Marcelo á cuyas manos reconozco haber recibido servicios muy importantes.

Resta examinar el pretérito perfecto compuesto que, aunque no es muy abundante, sí que está representado en el corpus, como se aprecia en (ii). Su frecuencia es baja y se reduce sustancialmente entre el primer corpus y el segundo, tal vez demostrando que ya se había anquilosado en un cierto carácter formulaico. No parece que estos datos contradigan especialmente los procesos que han venido teniendo lugar en las últimas centurias, en las que el espacio del presente y del pretérito perfecto compuesto de subjuntivo han sido cooptados, progresivamente, por otras estructuras verbales.

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5.2. El imperfecto y el pluscuamperfecto Si bien el presente y su compuesto y el futuro y su compuesto, como veremos, parecen estar en consonancia con lo que se ha teorizado sobre estas formas, el caso de los imperfectos y los pluscuamperfectos diverge. No se puede establecer con certeza más allá que una tendencia, considerando que la muestra objeto de estudio en este trabajo es pequeña y pertenece a un solo autor. Lo que parece cierto, no obstante, es que los datos de la muestra parecen reflejar un estado de lengua que permite entrar en la conversación de la bibliografía sobre las formas en -ra12 y la constante conversación sobre las formas en -se. Las recurrencias más llamativas, en lo que a peso específico se refiere, son las del imperfecto en -se. Lope Blanch las da por desaparecidas en el español contemporáneo de México: “Muy esporádicas son en México las formas del -se del imperfecto y del pluscuamperfecto de subjuntivo, casi siempre sustituidas por las formas en -ra correspondientes”. Sin embargo, va más allá y afirma que este resultado tiene raíces históricas: “Parece ser una reducción antigua […], en Fernández de Lizardi, por ejemplo, predominan mayoritariamente las formas en -ra” (Lope Blanch 1993: 146). La tipología textual sería un factor para su uso, es decir, una novela, frente a un texto administrativo. Los datos de este estudio contradicen esa afirmación al respecto de la dimensión histórica. Se ha visto cómo en el corpus n.º 1 la frecuencia es de 9,88 por cada 1000 palabras, mientras que en el n.º 2 es de 3,01 por mil. El descenso es llamativo, pero, a pesar de ello, el imperfecto en -se es, con distancia, la forma de subjuntivo más empleada en el corpus del siglo xix. Coincidimos con Rojo y Vázquez (2014) que, a partir de un recuento del Corpus del español, hallan una clara preferencia por las formas en -ra frente a las formas en -se para el siglo xvii y una preferencia, aunque menos acusada, por aquellas sobre estas en el siglo xix13. La presencia de imperfectos en -ra es más limitada que la de imperfectos en -se, pero no obstante este hecho, su presencia es motivo de consideración. De las 19 ocurrencias, 16 se encuentran en el corpus n.º 2. De ellas, siete son variaciones del verbo poder. Este hecho se alumbra a partir de la teoría de Vázquez Laslop de que, en sus análisis, pudiera “se mostró con la probabilidad más alta de influir en el sentido epistémico, es decir, de creencia del hablante acerca de la posibilidad de que algo sea el caso” (2007: 1). Establece la autora dos sentidos modales 12 13

Para un resumen de la bibliografía al respecto, tanto en términos diacrónicos como sincrónicos, ver Vázquez Laslop (2007: 4-6, n. 18-21). En el Cuadro I (240) muestran que las formas para que + -se pasan del 96,28% al 66,34% en el cambio de siglo, mientras que las ocurrencias de para que + -ra en el mismo período se desplazan del 3,72% al 33,66%.

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Los usos del subjuntivo en el español de California de los siglos xviii y xix

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diferenciados: de re14 frente a de dicto15, donde la modalidad subjuntiva de pudiera alterna entre “ser posible” y “tener la posibilidad”. “Con poder ‘de dicto’, el hablante expresa su creencia acerca de la posibilidad de que algo sea el caso” (2007: 4). El ejemplo (i), extraído del corpus n.º 1, se ciñe a la estructura canónica de re. Lo mismo sucede con el (ii), que pertenece al segundo de los subcorpus. (i) y por este no se les alargará tampoco sino por el tiempo necesario, para con la aprobación de mi virrey formalizar las circunstancias y condicciones, exijiendo siempre durante las referidas treguas la total la total cesacion de hostilidades, y si se pudiera la restitucion de prisioneros españoles ó indios amigos (CD17, 207) (ii) se envió un piquete de caballería á averiguar cual era el animo de los neófitos de la mision de San Antonio y cerciorarse si el pequeño destacamento acantonado en ese paraje se hallaba proveido del armamento y minuciones de boca necesarias para hacer frente a cualesquiera eventualidad que pudiera sobrevenir (CD17, 363)

No existen ocurrencias de poder con sentido de re en el corpus del siglo xviii. Adicionalmente, los ejemplos (iii), (iv) y (v) que se obtienen del corpus del siglo xix muestran expresiones de poder con interpretación de dicto: (i) de resulta de este mal manejo, los Californios no podian hacer conocer con tiempo sus necesidades, y los importantes eventos que en esa época tenian conmovido al vireynato de Mexico y hacian bambolear el trono del monarca español, llegaban á nuestro conocimiento demasiado tarde para que pudiéramos tomar parte en ellos (CD17, 330) (ii) así se efectuó y habiendo en Monterrey sido sometido á juicio como asesino fue condenado á muerte, pero antes de que (CD17, 337) la sentencia pudiera llevarse á efecto se escapó escalando los muros de la cárcel (CD17, 336-337) (iii) ese asesinato no le valió la libertad pues antes de que Pomponío pudiera quitarse los grillos, llegó el soldado que iba en compañía a Varela, y este impuesto de lo que había acontecido lo volvio a subir en la mula y tomando con el mucho cuidado lo condujo á Monterrey en donde, se le sometió á juicio en un consejo de guerra del que yo fui secretario y el capitán Antonio Navarrete presidente (CD17, 337)

14

Dice Vázquez Laslop: “Lo que la distingue es que el hablante (i) establece una relación modal entre el sujeto de la oración con repecto a la predicación; (ii) no cancela la posibilidad de asignar un valor de verdad al contenido proposicional en su conjunto; y (iii) el tiempo modal puede ser anterior, simultáneo o posterior al momento de la enunciación” (2007: 4) 15 Continúa Vázquez Laslop: “Lo que la caracteriza es que por medio de ella, el hablante (i) modifica el contenido proposicional de la oración en su conjunto; (ii) cancela la posibilidad de asignar un valor de verdad a la proposición, y (iii) en términos temporales, el momento de la referencia modal es el presente deíctico” (2007: 3-4).

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(iv) L.G. tan pronto como se impuso del grave peligro á que se hallaba espuesta la frontera del este impartió de cada misión, y al mismo tiempo les envió municiones de guerra para que pudieran estar bien preparados para emprender la marcha tan luego como se presentase la persona que debia salir de Monterey á asumir la dirección de la campaña que debía emprenderse con el fin de suprimir el alzamiento de los indios (CD17, 360).

Las formas en pudiera parecen mostrar, en la línea que observa Vázquez Laslop para el español contemporáneo de México, una tendencia hacia que el verbo influya en el sentido epistémico. A pesar de que múltiples estudios han insistido en la relación entre el español de México y el español de California (Parodi 2004, 2009, 2011), persisten los trabajos en los que se emplea la variabilidad semántica y epistémica en el uso del subjuntivo por parte de los hablantes de español de California como argumento para devaluar la variedad (Silva Corvalán 1994). Al menos en lo que toca a la lengua escrita en el siglo xix, se aprecia que ya estaba presente el mismo fenómeno que se encuentra al día de hoy en el español contemporáneo de México: esto es, la complicada adscripción del imperfecto en -ra a las formas de subjuntivo. Sin un estudio más extenso que incluya más documentos y autores, no estamos en situación de afirmar categóricamente que en esta divergencia se pueda encontrar el subjuntivo con sentido –de re, siguiendo la terminología de Vázquez Laslop– una de las raíces del uso del subjuntivo.

5.3. El futuro Los futuros no parecen tener demasiada utilidad más allá de su uso ya por entonces arcaizante en documentos legales, reglamentos y normativas. La vitalidad en ciertos dialectos del español de América que se atribuye a esta forma antes del siglo xix no parece que haya sido tal para el caso de California16. A pesar de que encontramos ocurrencias del futuro de subjuntivo en los dos subcorpus, y que el descenso entre el corpus n.º 1 y el n.º 2 es notable (95,80%), la muestra es tan pequeña que no hay ejemplos representativos más allá de los legales. (i) si alguna vez hicieron, (como suelen) robo de caballada, ú otro exceso, que no conviene disimular, y requeridos no los restituyesen, se les obligará con la fuerza, haciéndoles el menos daño que sea posible, y los que prendiere los retendrá en el 16

Dice la Nueva gramática de la lengua española (2009): “El futuro simple de subjuntivo empezó a perder su vitalidad a partir del siglo xvi, pero fue a partir de la segunda mitad del siglo xvi cuando se redujo considerablemente su uso, hasta perder casi toda su vigencia en la época barroca. Sin embargo, siguió siendo común en la lengua escrita, sobre todo en algunas variedades regionales del español de América” (vol. 2, 24.3e, 1812).

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Presidio, hasta que disponga el Comandante si han de restituirse ó imponerles alguna pena (CD17, 22/209) (ii) Ordeno y mando que este situado se continúe, pagado al fin de cada año el la Real Caxa de Guadalajara, como se ha practicado ultimamente, y que mi Virrey sostenga y auxilie por todos los medios posibles los antiguos y nuevos establecimientos de dicha Provinciá, y me informe de todo lo que, regulare conducente y util para su fomento, pueble y extension de las nuevas reducciones de indios gentiles (CD17, 23/210) (iii) El cuidado de la paga de la tropa, de los acopios necesarìos para suministrarles las raciones, cavallos, vestuario y montura, y de los efectos que necesitaren los soldados y sus familias correra con inspeccion del Capitan, a cargo del habilitado, que ha de nombrarse entre los subalternos de la Compañía (CD17, 247)

Al ponderar el progresivo desuso de esta forma, coincidimos con Zamora Salamanca (1994: 365) en preguntarnos desde cuándo esto es así, teniendo en cuenta que, hasta fechas relativamente recientes, los únicos datos disponibles procedían de la lengua escrita.

6. Conclusiones Aunque se trate de una muestra breve, el corpus verbal de los Recuerdos históricos… muestra dos calas, de diferentes variantes y diferentes tiempos, insertas como parte de una única obra histórica. Por un lado, el hecho de que Mariano Guadalupe Vallejo se considere parte de una tradición sociocultural en la que el uso de documentos en español legal peninsular es lícito refleja la voluntad de adscribirse a una cierta corriente pro-hispánica de pensamiento. Este posicionamiento lingüístico, pero también político, adquiere especial importancia si consideramos que los Recuerdos históricos… se escriben cuando la ruptura social, cultural y política de la Alta California con el resto del mundo panhispánico era patente. Al quedar insertos en un marco sociolingüístico en que el inglés se transforma en la lengua de prestigio, la obstinada voluntad de escribir en español, de recoger documentos históricos en español, y de presentarlos dentro de un entramado sociocultural conjunto devela una voluntad de pertenencia que no deberíamos ignorar si el objetivo es comprender la historia de la lengua española en Estados Unidos.

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REPLANTEANDO EL ESTUDIO LINGÜÍSTICO DE LA HISTORIA DE LA CONQUISTA DE LA ISLA ESPAÑOLA DE SANTO DOMINGO (1762-1763) DE LUIS JOSÉ PEGUERO: LOS MANUSCRITOS ENCONTRADOS DE NOTAS, APUNTES Y VERSOS* Daniel M. Sáez Rivera Universidad Complutense de Madrid

Resumen La Historia de la conquista de la isla española de Santo Domingo (1762-1763) de Luis José Peguero es una de las fuentes principales para el estudio de la historia del español en República Dominicana. Desde hace tiempo se alzan voces (Carrera de la Red 1999; Gutiérrez Maté 2018) sobre la necesidad de revisar estudios preliminares (Granda 1991, 1994; Román Fernández 1994) y de volver al texto de Peguero con nueva mirada. El objetivo de este trabajo es establecer las bases para replantear el estudio lingüístico cabal de la Historia de Peguero acudiendo a dos procedimientos principales: (1) depuración filológica del texto, deslindando lo que es propiamente obra de Peguero de lo que copia o “trasunta” de sus fuentes; y (2) comparación de la lengua de la Historia con otros escritos de Peguero, hasta ahora inadvertidos, sus Notas, apuntes y versos, que se presentan, comentan y editan en el Apéndice. Palabras clave: historia de la lengua española en América, República Dominicana, siglo filología, edición.

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Este trabajo se inserta en la labor del grupo de investigación UCM Historia de la lengua e historiografía lingüística (n.º 930331), dirigido por Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga, como también se encuadra dentro del Proyecto de Investigación Santander-Universidad Complutense de Madrid, “Gramaticalización, lexicalización, pragmática y discurso en la historia del español” (ref. PR108/20-11), bajo la dirección del mismo investigador principal. Una primera versión se presentó como conferencia en la Universidad de Granada en 2020. Quiero agradecer a Livia García Aguiar, María Teresa García Godoy y Javier Rodríguez Molina la invitación, así como el enjundioso debate posterior. Agradezco también a Jesús Antonio Cid, Micaela Carrera de la Red, Mercedes Fernández Valladares, Miguel Gutiérrez Maté, Paloma Jiménez del Campo y Manuel Peralta Céspedes por la discusión de ideas in absentia y el intercambio de bibliografías, así como a la profesora Carrera de la Red por el honor de poder publicar en este volumen.

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Abstract The History of the conquest of the Spanish island of Santo Domingo (1762-1763) by Luis José Peguero is one of the main sources for the study of the history of the Spanish language in the Dominican Republic. Some voices (Carrera de la Red 1999; Gutiérrez Maté 2018) have arisen calling for the need to review preliminary studies (Granda 1991, 1994; Román 1994), and to revisit Peguero’s text with fresh eyes. The aim of this chapter is to establish the ground for a thorough linguistic examination of Peguero’s History by using two main procedures: (1) a philological purge of the text, separating what is originally Peguero’s from what he has copied or borrowed from his sources, and (2) a comparison of the language in his History with other hitherto unnoticed texts by Peguero, such as his Notes, sketches and verses, which are uncovered, commented and edited in the Appendix. Keywords: history of the Spanish language in America, Dominican Republic, 18th. century, philology, edition.

1. Introducción La Historia de la conquista de la isla española de Santo Domingo, manuscrito del hatero dominicano Luis José Peguero, que él mismo confeccionó en la órbita de la villa de Baní entre los años 1762 y 1763, en dos volúmenes, constituye una de las fuentes principales para el estudio de la historia del español en República Dominicana desde el estudio pionero de Román Fernández (1994) y otros precursores y paralelos de su maestro Granda (1991, 1994). Desde hace tiempo se llevan alzando voces sobre la necesidad de revisar tales estudios y de volver al mismo texto de Peguero con ojos nuevos, así Gutiérrez Maté (2018: 537), quien concreta y amplifica críticas de Carrera de la Red (1999). Esto es precisamente lo que buscamos en este trabajo: establecer las bases para replantear el estudio lingüístico de la Historia de Peguero. Para ello acudiremos a dos procedimientos, principalmente: apuntar cómo proceder en la depuración filológica y textual del texto, deslindando lo que es propiamente de la mente de Peguero (porque todo el texto es de su mano, al ser un texto autógrafo) de lo que copia o “trasunta” (como él mismo dice) de sus fuentes, a veces anteriores en dos siglos (como destacadamente Gonzalo Fernández de Oviedo); y comparar la lengua de la Historia de Peguero con otros manuscritos suyos, que hasta ahora habían pasado prácticamente desapercibidos, pese a custodiarse en el mismo lugar, la Biblioteca Nacional de España, los manuscritos “encontrados” de Notas, apuntes y versos de Peguero, que presentamos y comentamos en la apartado 4 del cuerpo del texto y editamos en el Apéndice. Tras esta introducción, vemos necesario, en primer lugar, trazar un estado sumario de la cuestión acerca de la historia del español de República Dominicana,

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para contextualizar debidamente la obra de Peguero. En un segundo lugar, concretaremos la necesidad de crítica filológica y depuración textual en Peguero (1762-1763), ejemplificando con el caso concreto de su manejo de la fuente de los Diálogos nuevos en español y francés (1708) de Francisco Sobrino, quien a su vez en la parte que “trasunta” Peguero copiaba y amplificaba los Nouveaux dialogues des morts (1683) de Fontenelle (Sáez Rivera 2020). Por último, presentaremos los manuscritos encontrados, soslayados e inéditos de Peguero y sus características lingüísticas: Notas, apuntes y versos (c. 1763), y tras las conclusiones y referencias bibliográficas ofreceremos en el Apéndice una transcripción paleográfica de tales manuscritos hasta ahora inéditos.

2. Estado sumario de la cuestión: la historia del español de la República Dominicana Como bien recuerda Gutiérrez Maté (2014), la historia del español de la República Dominicana posee tres grandes fuentes: 1) la selección correspondiente en los Documentos para la historia lingüística hispanoamericana (1993), cuya transcripción y edición coordinó Fontanella de Weinberg, con selección y transcripción de los documentos dominicanos por Carrera de la Red y Zamora Salamanca, cubriendo el período 1509-1699 y dos textos de 1773, seleccionados por Granda; 2) la Historia de Peguero (Baní, 1762-1763), editada por Pedro J. Santiago en 1975 y estudiada por Román Fernández (1994) y Granda (1991, 1994) a partir de tal edición (proceder que constituye uno de los lastres en el estudio de la obra de Peguero, como desgranaremos posteriormente en el apartado 3); 3) el corpus de documentos recopilados y transcritos por el mismo Gutiérrez Maté (2013) en su tesis. Tras haber constituido el punto de arranque de establecimiento y conquista de toda América, la isla Española o de Santo Domingo, en la que se encuentran hoy dos países la República Dominicana y Haití, sufrió un proceso de abandono, por el cual tras haber sido uno de los puntos de germinación de la koiné antillana1

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Dejo de lado la conocida polémica entre andalucismo y poligénesis, con la síntesis superadora que construye la teoría de la koineización aplicada a la historia del español de América. Ver a este respecto el artículo de Guitarte (1959) y trabajos posteriores, como Vaquero de Ramírez (1992a) o Sánchez Méndez (2003) y Ramírez Luengo (2007). Sobre la historia del español en República Dominicana en los siglos xvi y xvii consultar Carrera de la Red (1993) y para la época colonial, incluyendo el siglo xviii, Gutiérrez Maté (2015). En cuanto a cuestiones de

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en la primera mitad del siglo xvi y donde se produjo una de sus primeras nativizaciones (Granda 1994: 78), pasó a constituir junto con el resto de las Antillas y con Paraguay, una de las “áreas marginales” que delimitaba Granda en el proceso de regionalización del español americano que se debiera haber producido entre la segunda mitad del siglo xvi y principios del xvii. Se produciría así en las Antillas (y con ellas por tanto en Santo Domingo) una radicalización de la koiné, con igualación de -r/-l, velarización de la r-/-rr- en [R], pérdida masiva de la -s. Mientras que, según Granda (1994: 89-91), Cuba entraría en la segunda mitad del siglo xviii y del siglo xix al completo dentro de una ola de estandarización tardía (unida al desarrollo cultural, con factores como la urbanización, la escolarización –especialmente la creación de universidades– o la aparición de gramáticas y de imprentas), que contendría en cierto punto los rasgos más radicales de tal koiné, ni Puerto Rico, ni por supuesto la isla de Santo Domingo y por ende la República Dominicana, participarían de esa estandarización tardía. Este desplazamiento de interés de la corona española hacia otros puntos de América (que conlleva el desplazamiento y emplazamiento de las cortes virreinales) produce según Gutiérrez Maté (2014) un discurso del lamento, un tópico del abandono teñido de nostalgia por tiempos mejores, que también expresa Peguero, aunque con la diferencia de que la llegada de los Borbones devuelve el interés de la corona por la isla: “Corrieros [sic] los ciglos seiscientos, y setecientos dada la n[uest]ra isla Española al total olvido de nuestros Catholicos Reyes, en mandar sus proviciones; pues ni los tres filipos, ni el carlos segundo le hisieron apresio; hasta el año 1701. que entro en la governacion de las Españas el Sr. Rey nuestro Don Felipe quinto” (Peguero 1762-1763: II, 5/ed. 1975: 12). Otro componente muy importante en la historia del español de Santo Domingo es la fuerte impronta canaria debida a las inmigraciones y repoblaciones producidas en los siglos xvii y xviii de población procedente de las Islas Afortunadas, una de las muchas “oleadas de influencias canarias, de refuerzo meridional”, a

periodización de la historia del español aplicables al caso dominicano, Guitarte (1983) nos sirve de guía en su propuesta de división en época colonial y época independiente. Guitarte desdobla la época colonial en tres períodos: “1) uno de orígenes o formación del español americano, 2) otro de su vida como lengua de una sociedad colonial ya sólidamente establecida y 3) uno de paso a la época independiente, que abarcaría los decenios finales del siglo xviii y los primeros del xix” (1983: 168). En este último subperíodo se podría incluir la obra de Peguero. Por otra parte, Guitarte (1983: 168) subdivide la época independiente así: el siglo xix como “período de transición, en que conviven, muchas veces en conflicto, los ideales de la época colonial con los nuevos impulsos surgidos de la reciente independencia”, y el siglo xx, cuando “ya se asumen plenamente las consecuencias lingüísticas de la independencia y se concierta el equilibrio, fruto de conquistas y renuncias, en que más o menos vivimos en la actualidad”, pudiéndose ampliar esa actualidad al siglo xxi.

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bien decir de Vaquero de Ramírez (1992b: 279), llegadas que se producen en cantidad aún en el siglo xix (Pérez Guerra 1999: 95-97) y hasta el mismo siglo xx2. Esta población canaria llegó en los siglos xvii y xviii a la isla de la Española precisamente a requerimiento de las autoridades de Santo Domingo (como el Cabildo y la Audiencia) para compensar la pérdida demográfica producida por el paso de colonos a Tierra Firme, vista como de mayor oportunidad de enriquecimiento, y el descenso masivo de la población aborigen, así como ejercer un contrapeso demográfico a la expansión francesa en la isla (Deive 1991; Pérez Guerra 1999: 82-87; González Yanes 2004; Hernández González 2008). Pérez Guerra (1999: 96) añade que esta repoblación canaria suponía además una colonización deliberadamente “blanca” de piel, dado que los canarios solían establecer núcleos puros, cerrados al mestizaje durante más de un siglo, así el caso de Baní (precisamente en nuestro caso), San Carlos (hoy barrio de la ciudad de Santo Domingo) y Sabana de la Mar (Pérez Guerra 1999: 98), la comunidad que en concreto estudió la misma Pérez Guerra. El impacto canario en el español de Santo Domingo es especialmente llamativo y fácil de trazar en el léxico, así el caso del portuguesismo canario me(s)turado (Granda/Pérez Guerra 1989) y otros muchos más estudiados con detalle por Pérez Guerra (1999). El mismo Peguero (1762-1763: II, 13-14) habla de esas repoblaciones, y recuerda los casos concretos de la fundación y población con familias canarias de San Felipe de Puerto de Plata, Monte Cristi, Samaná o San Rafael de la Angostura. De hecho, la misma villa de Baní a la que estaba vinculado Peguero fue igualmente fundada y poblada con canarios (Pérez Guerra 1999: 149; González Yanes 2004: 212). Marca y residuo de ese gran aporte demográfico canario son los numerosos apellidos dominicanos de origen canario, incluidos el mismo apellido de Canario, segundo del editor moderno de Peguero, por nombre y apellidos completos Pedro Julio Santiago Canario. A los factores de marginalización y canarización, Gutiérrez Maté (2014, 2015) añade el de mulatización debido a que entre 1650 y 1780 no llegaron esclavos negros. Ello tuvo como consecuencia un aumento de mulatos libertos y su ulterior ascenso social para queja en vano de los criollos. El rico panorama de mezcla racional que se produce en la América española y en Santo Domingo en particular –y sus complejas denominaciones, tan matizadas como el grado de ingrediente genético y su manifestación dermatológica-pigmentaria– lo presenta Peguero en el “Tratado de las naciones que se prosedieron en esta isla” al final de volumen primero de su obra ante la que adopta la sorprendente postura crítica

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González Yanes (2004) relata el envío por Franco de trabajadores canarios a República Dominicana en 1955 en mitad de la dictadura amiga y hermana de Trujillo.

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de que “la mayor blancura e hidalguia es conoserse asi mismo, que se gana el renombre de discreto, y no da lugar a que el Bulgo lo Geneologie” (Peguero 1762-1763: I, 377-379/ed. 1975: 275), quizá porque él mismo no debía de ser blanco inmaculado. Asimismo, tampoco podemos olvidar dos posibles instancias de contacto lingüístico. Uno de ellos es el producido con el francés de la vecina colonia francesa de Saint-Domingue (Gutiérrez Maté 2014), aún más destacado si tenemos en cuenta el ascenso de la francesa dinastía borbónica al trono español y el establecimiento de los Pactos de Familia (por ejemplo Peguero se muestra claramente proborbónico, en especial cuando relata hechos de la Guerra de Sucesión en Santo Domingo). También procedente del otro lado de la “raya” es el contacto con el kréyol, que establece además varios poblamientos en la zona española de la isla durante el siglo xviii. Así, relata Gutiérrez Maté (2014, 2015) cómo la cadena montañosa del Bahoruco, al Sur, resultaba porosa y comunicaba la zona francesa de la isla con la española, permitiendo la huida de negros esclavos de Saint-Domingue, y establecimientos como el de los cimarrones del maniel de Neiba, población a la que aludirá Peguero en sus Notas, apuntes y versos. Posteriormente a los manuscritos de Peguero, se establecieron asimismo hablantes de criollo haitiano en la península de Samaná, como secuela de la revolución haitiana de 1791 (Barzen 2020: 77). Lo que sí llegó a destacar Peguero (1762-1763: II, 7-8/ed. 1975: 13-14) es que precisamente en Samaná se habían asentado familias canarias, como ya hemos señalado antes.

3. La necesidad de crítica y depuración textual: el caso de Peguero (1762-1763) < Sobrino (1708) < Fontenelle (1683) El autor de la Historia de la conquista de Santo Domingo… (1762-1763) fue Luis Joseph o José Peguero, un criollo dominicano del siglo xviii. Peguero era hatero (dueño de un “hato” o hacienda de ganado) en Baní, localidad en la provincia de Peravia, por aquel entonces parte del municipio englobador de Azua, en el sureste de la isla de Santo Domingo y el de la República Dominicana. Un ejemplo de esa vinculación es que dedica su obra a la Virgen de la Regla, la advocación mariana adorada en Baní. No sabemos cuándo nació, pero dado que se presenta en su obra magna en 1762 y en 1763 como autor ya anciano, es probable que naciera en el primer cuarto del siglo, y que muriera no mucho tiempo después, en todo caso antes de que se cerrara el siglo xviii, aunque en 1764 aún estaría vivo al participar como uno de los vecinos más destacados en la fundación del nuevo municipio de Baní, segregado del de Azua (Granda 1991: 118), y constituido básicamente por colonizadores canarios (Granda 1991: 126). Según

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el mismo Granda (1991: 125) es probable que Peguero naciera en Santo Domingo, pues ahí se educó con el jesuita P. Ambrosio de Amaya y donde frecuentaba la amistad de la élite social de la capital, como por ejemplo D. Francisco Javier de la Fuente, oidor de la Real Audiencia. Poseía un amplio número de lecturas, aunque desordenado, ya que lo mismo citaba sin distinción crítica o valoradora “a Quevedo, Torres Villaroel, Cristóbal Suárez de Figueroa, el Flos sanctorum, los Diálogos de Sobrino, la obra histórica del P. Gumilla o el tratado de albeiteria [sic] de Pedro Conde” (Granda 1991: 126), acertada enumeración caótica a la que podemos añadir sus principales fuentes americanas (González de Oviedo y Herrera, pero también Antonio de Solís a través de su Historia de la conquista de México) y médicos novatores como Martín Martínez, así como otros muchísimos nombres más. Su educación debió de ser, no obstante, un tanto irregular y no en grado sumo, además de con un fuerte componente autodidacta. Así pues, Peguero con frecuencia habla en el texto de su propia rustiquez o “rustiques” como algo más que un mero lugar común de captatio benevolentiae: evidentemente sabía leer y escribir (aunque con fuertes rasgos vernáculos). Nuestro autor mostraba aparte cierto dominio de las matemáticas, formado a este respecto por el propio P. Ambrosio de Amaya, conforme relata en su Historia (Peguero 17621763: II) y recuerda su editor (Santiago 1975: XXXVII), además de que, por las citas que aduce en su obra, probablemente debía de entender latín, posiblemente por vía de nuevo eclesiástica. Peguero es conocido por ser el autor de un manuscrito autógrafo en dos volúmenes, custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid con las signaturas MSS/1479 y MSS/14803, con el título completo de Historia de la conquista de la isla española de Santo Domingo. trasumptada el año de 1762. == Tomo primero:- traducida de la historia General de las indias escrita por Antonio de Herrera coronista mayor de su Magestad, y de lasindias, y de Castilla; y de otros Autores que han escrito sobre el particular. Por Luis Joseph Peguero. / HISTORIA DE LA Conquista, de la isla Española de Santo Domingo y vn compendio de toda la America: TOMO. II.- Trasumptada de la historia general que escrivio Antonio de Herrera coronista mayor de Castilla, y de las indias: y de la historia natural de esta isla, que escrivió Gonzalo Fernandes de Obiedo en la ciudad de Santo Domingo. En el castillo de la fuerza. de quien era castellano.

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El manuscrito es recogido con el número 739 en el Catálogo de manuscritos de América, existentes en la Biblioteca Nacional de Julián Paz Espeso (1933, apud Granda 1991: 117, n. 15), y con los números 1479-1480 en el Inventario general de manuscritos de la Biblioteca Nacional de España (1953). Se adquirió en compra el 1 de diciembre de 1876 según consta en el recto del fol. 1 del volumen 1, conforme se recuerda en el citado Inventario (BNE 1953: 355).

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Trasumptada y Compuesta Por Luis Joseph Peguero, en el valle de Baní, en su hato San Francisco y el Rosario. Año 1763. Los manuscritos incluyen numerosas ilustraciones y mapas (algunos de los cuales poseen ficha catalográfica propia en la BNE), la mayoría de su mano y pluma, aunque con frecuencia copiados o calcados de sus fuentes, y –en el caso de las ilustraciones– algunas veces directamente recortadas y pegadas en las páginas del manuscrito. Los mapas están perfectamente integrados en la narración, especialmente cuando son propios, caso en el cual añade leyenda personal, como este trazado de la isla de la Española (probablemente a partir de Herrera) que incluye una numeración de topónimos que remiten al texto (Peguero 1762-1763, II, 141/ed. 1975: 109). Figura 1 Mapa de la isla Española

Existe edición moderna del texto, llevada a cabo por Pedro J. Santiago, historiador dominicano formado en la Universidad Complutense de Madrid, a partir de una copia mecanografiada por otro historiador, y luego revisada por él (Santiago

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1975: XV). La edición ofrece una buena introducción y estudio preliminar, así como algunas y valiosas notas históricas al texto (hubiera sido deseable que hubieran sido más frecuentes), pero la transcripción paleográfica posee numerosísimos errores. Como bien señala Gutiérrez Maté (2018: 537, n. 4), “se encuentran errores desde la primera página”, con ocasionales elisiones de palabras, así como sustituciones de tipo léxico, morfológico y sintáctico. No es por tanto la transcripción de Santiago (que, como descargo, hubo de trabajar en muy malas condiciones, a partir de una copia mecanografiada ajena de la que debió de heredar numerosos errores), “una excelente y muy fiel transcripción del original” (Granda 1994: 157, n. 22) o “una cuidadosa transcripción paleográfica” (Granda 1991: 124), ni “ejemplar desde el punto de vista paleográfico” (Granda 1991: 117) o “absolutamente fiel y exacta” (Granda 1994: 160, n. 34), aseveraciones que Granda realizó confundido quizá porque los pasajes que cotejó con el manuscrito fueran precisamente de los pocos mejor transcritos en la edición de Santiago, como el que cita en Granda (1994: 160) de una sección que Peguero “trasunta” de Sobrino (como veremos después). Así pues, por el cotejo que hemos podido realizar4, la transcripción es ciertamente aceptable en ese pasaje, quitado que no se marque desarrollo de abreviaturas o reconstrucciones (como “mugeres” por “mug[e]res”), ni se señale tilde en la preposición “á”, aparte de que aparezcan algunos puntos adventicios (como el cierre de interrogación seguido de punto, o “el.incienso”, punto que quizá se deba a la transcripción mecanografiada que media en la edición de Santiago). Este marrado convencimiento de la bondad en cuanto fidelidad paleográfica de la edición de Santiago, a lo que se debía de unir la facilidad de su manejo, frente a la siempre más dificultosa consulta del manuscrito in situ o su más costosa reproducción, explica que esta edición constituyera la fuente que cita el mismo Granda (por ejemplo en Granda 1991: 127) y el corpus de análisis fundamental de la tesis y posterior publicación de Román Fernández (1994)5. Los estudios dedicados a Peguero hasta ahora adolecen por tanto de un fuerte problema de base textual, a lo que –según Gutiérrez Maté (2018: 537, n. 4), cuya opinión suscribimos– se puede añadir que no se hayan incluido bajo el punto de mira todos los fenómenos lingüísticos de interés, y los investigadores previos “han olvidado contextualizar los ya estudia-

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Hemos comparado la página 286 completa del segundo volumen del manuscrito original de Peguero con la página 184 de la edición de Santiago, que maneja y cita Granda (1994: 160), en concreto la oración siguiente según su traslado por don Germán: “pues sea lo primero, como usted cojio tanto oro que llevo a España, de la isla Española, y donde un en que parte lo hallo con mas facilidad?”. La misma Román Fernández dedicó posteriormente otros muchos estudios al mismo texto, algunos en colaboración, de los que destacamos como muestra Gallardo Paúls/Román Fernández (1994-1995) y Román Fernández/Martín Silva (2000).

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dos en el marco de la filiación discursivo-tradicional del texto”, como es el caso de las Décadas de Herrera, una de las principales y confesas fuentes que Peguero “trasunta”, conforme señala en el mismo título de su obra. Por tanto, el texto de Peguero y su estudio merecen una revisión, facilitada por el hecho de que la obra está accesible en línea a través de la Biblioteca Digital Hispánica (BDH6), por lo cual merece la pena entregarse a tal labor. Esta revisión que proponemos del texto de Peguero va a permitir la matización de algunas o muchas opiniones e interpretaciones lanzadas sobre el texto. Por ejemplo, resulta difícilmente sostenible que este sea un texto ilustrado (Román Fernández 1994: 64; Román Fernández/Martín Silva 2000: 290, 291), dada la formación irregular del autor y su ortodoxia: Granda habla incluso de “actitud integrista” (1991: 117) o de “su contenido ideológico reaccionario, xenófobo e hispánico a ultranza […] un interesantísimo exponente de la contracorriente conservadora del pensamiento dominicano del siglo xviii, radicalmente opuesta a la derivada de los enfoques ‘ilustrados’ de la misma época” (Granda 1991: 125). Sí entraría la obra de Peguero en la tendencia dieciochesca a la recopilación de informaciones y fuentes, que no podemos llamar enciclopédica por la falta de fuerte espíritu crítico de su autor, por mucho que este al menos se dedique a cotejar las fuentes y señalar sus inconsecuencias7, pero sin ser capaz de resolverlas empíricamente, por ejemplo acerca de la “reina” Anacaona, a colación de la cual Peguero (1762-1763: I, 115/ed. 1975: 92) habla de la “poca vniformidad de los historiadores en este capitulo”. De hecho, dado que una gran parte del texto de Peguero supone una copia incremental de fuentes anteriores8 produciéndose un diasistema diacrónico9, estudiable mediante las técnicas de la estratigrafía textual que intenta deslindar las capas diacrónicas de un texto10, resulta necesaria una crítica filológica y depuración textual de la Historia de Peguero, de modo que conviene no solo cotejar la edición de Santiago con el manuscrito original, sino además este con sus fuentes, de modo que nos podamos asegurar de que el pasaje examinado es propiamente de Peguero y no ajeno y con frecuencia bastante anterior, así como con frecuencia que aunque el pasaje sea anterior,

6 . 7 Típicas en las fuentes indianas, como por ejemplo señaló Oesterreicher (2000) respecto al suceso de los “evangelios en tierra” del encuentro en Cajamarca entre Atahualpa y Pizarro, en la conquista de Perú. 8 Conforme se pudo detectar en textos gramaticales y de enseñanza del español a principios del siglo xviii (Sáez Rivera 2009), en los cuales cuando se plagiaba o copiaba un texto se solían hacer pequeños ajustes en el texto original y se añadía texto nuevo. 9 Según la aplicación del concepto de diasistema a la crítica textual efectuada por Segre (1990). 10 Se puede leer un buen estado de la cuestión sobre la estratigrafía textual con ejemplos aplicados a la Edad Media española en Rodríguez Molina (2018).

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se superponga el sistema dominicano de Peguero que emerge en su proceso de escritura basada en el “trasunto”, por lo que hay que detectar y señalar las interpolaciones que introduce Peguero. Por ende, conviene adoptar la precaución de no datar como de 1762-1763 –cuando Peguero produjo el manuscrito–, lo que es anterior, de principios de siglo (como veremos que ocurre con la fuente de los Diálogos nuevos de Sobrino, por ejemplo con las formas de tratamiento), o incluso más antiguo, del siglo xvi (González de Oviedo) y el siglo xvii (Herrera). Ya Román alguna vez llega a deslindar formas de las fuentes, como segundas personas verbales en -des que no pueden ser sino de las “fuentes peninsulares” de Peguero (1994: 194-195), pero este reparo filológico es necesario expandirlo y aplicarlo sistemáticamente. Antes de continuar, conviene explicar tal proceso de “trasunto” que efectúa Peguero, aclarar cuál es la naturaleza de sus fuentes principales y exponer el caso concreto del “trasunto” de una parte de los Diálogos nuevos (1708) de Francisco Sobrino como ejemplo de depuración textual que habría que aplicar al resto de la obra. Por consiguiente, para lograr comprender el particular manejo de sus fuentes que realiza Peguero debemos acudir a la clave léxica que ya aparece en el mismo título de la obra, en la que se confiesa que la obra está “trasumptada” (según la caligrafía de Peguero) o “trasuntada” (según la ortografía actual y la académica en su época), participio femenino del verbo trasuntar, que se documenta lexicográficamente por primera vez en el DRAE (1780), según el NTLLE (RAE 2001, s.v. trasuntar): “Copiar ó trasladar algún escrito de su original” y “Compendiar o epilogar alguna cosa de su original”. Se trata de una clave que ya detectó el editor moderno de la obra: Esta palabra [“trasumptar”] me parece clave para el entendimiento de la obra. “Trasumptar” es copiar, trasladar, resumir. Peguero emplea los conceptos indistintamente. Unas veces copia al pie de la letra y otras (la mayor parte de las veces) resume; por último, traslada, interpola, omite, adiciona o recurre a su experiencia personal en la presentación y el tratamiento de los hechos y situaciones que relata (Santiago 1975: XXXII).

Aunque suscribimos grosso modo lo que detecta Santiago, si acudimos al texto de Peguero con detalle, se observa que el mismo autor diferencia entre “trasuntar” (por lo cual copia, resume, retoca, amplifica americanizando, dominicanizando incluso) y “trasuntar a la letra”, en el que la transcripción intenta ser fiel, práctica que quizá aplique Peguero cuando juzga importante la forma, así

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documentos oficiales, cartas y poesía11. “En la mayoría de los casos”, comenta Santiago (1975: XXXXII), Peguero “emplea una ortografía propia, diferente a la del texto que está copiando: ortografía pragmática, al servicio de una ambivalencia en la que la palabra escrita está identificada con una fonética popular, de habla diaria, en el ambiente rústico de los hateros banilejos”. Efectivamente, aunque al “trasuntar” pueda respetar (o no) morfología, sintaxis, léxico y pragmática del momento del texto trasuntado, la fonética plasmada gráficamente casi en un completo “escribo como hablo”, es (casi) siempre la propia de Peguero. Ello produce que sea precisamente en el nivel fónico-gráfico en el que el texto ofrezca mayor fiabilidad y menor necesidad de depuración. De todas maneras, la labor de depuración o crítica textual que vamos a proponer y ejemplificar se facilita por el hecho de que Peguero siempre da crédito bastante exacto de sus fuentes, de modo que, aunque no señale el año de edición de los libros que maneja, sí nos proporciona el número de folio o página del pasaje que “trasunta”, lo cual facilita enormemente la localización de la edición exacta que leyó y de la que se sirve. El ejemplo de análisis crítico-textual que vamos a proponer se centra en uno de los autores que Peguero trasunta o “trasumpta” (con su típica grafía hipercorrecta): el maestro de lenguas Francisco Sobrino, uno de esos “curiosos de nuestros tiempos” (Peguero 1762-1763: II, 10) que adopta como fuente para lo que Santiago (1975: XXXVIII) denomina “Miscelánea histórica”, más en concreto sus Diálogos nuevos, publicados por primera vez en Bruselas por François Foppens en 170812. El empleo de Peguero de tal fuente ya fue detectado por Santiago (1975: XLV) y lo sigue a este respecto Granda (1991: 126, n. 19; 1994: 159), pero ambos se equivocan en señalar como edición utilizada la quinta de 11

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Resulta desbordante la cantidad y variedad de fuentes que emplea Peguero. Aparte de documentos oficiales y de todo tipo, destacan las fuentes orales de testigos y poesías, tanto romances como décimas. A este último respecto, el prologuista de la edición moderna, fray Vicente Rubio, apunta que la obra de Peguero nos brinda “una muestra de lo que era la literatura popular en nuestros medios rurales del siglo xviii” (1975: XI). El gusto de Peguero por la décima ofrece otra conexión canario-dominicana que convendría explorar, ya que podría constituir el eslabón perdido entre la décima clásica y la popular actual, explorada entre otros destacadamente por Trapero (1996, 2015). Recordemos que la décima espinela del Siglo de Oro decae en España tras el siglo xvii (menos prácticamente en Canarias), pero alcanza una gran implantación en América, donde “se convirtió en la estrofa de preferencia, y en algunos países, como Cuba, se alzó con el título de ‘estrofa nacional’” (Trapero 2015: 100), quedando muchos aspectos de resolver, en particular “cómo pasó al ámbito popular y se folclorizó de manera particular en los cancioneros de cada país” (Trapero 2015: 101), para lo cual el testimonio de Peguero puede resultar iluminador. Antiguo militar de las guerras hispano-flamencas, Sobrino fue autor también de una gramática (Nouvelle grammaire espagnole, 1697, 1.ª ed.), diccionario (Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa, 1705, 1.ª ed.) y un manual epistolar (Secretario español, 1720).

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1737, cuando según los números de página proporcionados por Peguero (aunque este los denomina fol. o folio) coindicen con los de la también autodenominada quinta de 1747 o la sexta de 175413. Esta actitud de acreditación de Peguero, que siempre cita adecuadamente, contrasta con el proceder de Sobrino, que no lo hace, y comete, de hecho, con liberalidad (o piratería) y sin complejos, diversos y encadenados plagios, que le añaden aún más complejidad diacrónica al texto de Peguero. Así pues, aparte de citas explícitas desde el primer capítulo (de hecho, la primera fuente que cita), Peguero “trasunta” de Sobrino los diálogos 11-13 (“Dialogo Onzeno, Entre Herman Cortès, Motezuma, y sus Americános. Dialogue Onzieme, Entre Hernan Cortès, Motezuma, & ses Americains” [Sobrino 1747: 225-238]; “Dialogo Duodecimo. Entre Christóval Colon, y Francisco Drack, que cuentan sus aventuras en el otro Mundo. Dialogue Douzieme, Entre Christofle Colom, & François Drack, qui racontent leurs avantures dans l’autre monde” [Sobrino 1747: 239-266]; “Dialogo Decimo Tercio. Entre Mahoma, y Ario, que hazen relacion de sus aventuras en el otro Mundo. Dialogue Trezieme, Entre Mahomet, & Arius, qui font le recit de leurs avantures dans l’autre Monde” [Sobrino 1747: 267-282]) e introduce algunas interpolaciones del 14 (“Dialogo Decimo Quarto, Entre dos Filòsofos, que hablan de la Creacion del Mundo, y de sus partes; de Cielo, de las Estrellas, del Sol, de la Luna, y de otras cosas curiosas, el uno llamado Daniel, y el otro Gabriel” [Sobrino, 1747: 283-307])14, a su vez copiado del Indiculus universalis (1667) de Pomey, y ya presente en la primera edición del Diccionario nuevo de Sobrino (1705) (Sáez Rivera 2002; 2008: 1147). Estos diálogos 11 a 13 parecían los únicos originales de Sobrino, ya que el resto los había copiado de los Diálogos apazibles de César Oudin, cuya primera edición es justo un siglo anterior (1608), aunque en realidad Sobrino se surte de una edición tardía de 1675 (Sáez Rivera 2002; 2008: 412), pero recientemente hemos podido detectar que el diálogo entre Cortés y Moctezuma parte del homónimo en francés de Fontenelle (Nouveaux dialogues des morts, 1683),

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En Sáez Rivera (2002) editamos el texto de Sobrino con una detallada y completa introducción a la vida y obra del autor, así como a ese texto en concreto. En Sáez Rivera (2008: 455) presentamos un stemma al completo de toda la obra de Sobrino (adelantado para su Nouvelle grammaire espagnole en Sáez Rivera 2006a), donde se incluye la transmisión de los Diálogos nuevos, resumida a continuación: tras la editio princeps de 1708, la transmisión impresa se divide en dos ramos, una más corta para la edición de 1732 y la de 1738 que de esta última deriva, y otra más larga con la segunda y tercera edición (perdidas) y una cuarta de 1724 de la que derivan las demás (5.ª de 1737, 5.ª otra vez de1747, 6.ª de 1754, 1776, 1778 y 7.ª de 1787). Se pueden consultar en línea la mayoría de tales ediciones a través de la Biblioteca Virtual de la Filología Española, dirigida por el llorado profesor Alvar Ezquerra: . Consignamos números de página según la edición de 1747, ver ficha descriptiva del volumen en Sáez Rivera (2008: 1495-1497).

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que Sobrino adoptó, retocó (amplía y cambia el final) y tradujo al español, añadiendo alguna nota léxica (Sáez Rivera 2020). Por tanto, ejemplos como el tuteo mutuo entre Mahoma y Arrio no son de Peguero, sino de su fuente Sobrino, lo que desautoriza el análisis de Román Fernández (1994: 153) y Gallardo Paúls y Román Fernández (1994-1995: 323), donde además se analiza el tuteo como un caso de desprecio, cuando se trata claramente de un tuteo ficcional de corte clásico o humanístico, del tipo localizado por Lapesa (2000 [1970]: 316) en la Celestina. Puede resultar sorprendente que un hatero dominicano del siglo xviii decida emplear como fuente unos diálogos bilingües en español y francés publicados en Europa, pero es perfectamente explicable y comprensible. Ante todo, conviene reparar en que Peguero elige, adopta y adapta sus fuentes empáticamente, en este caso le atrae el tema americano de dos de los diálogos y la ortodoxia católica del diálogo entre Mahoma y Arrio que Sobrino no solo comparte, sino que potencia. Así pues, Peguero va a “americanizar” la fuente, añadiendo referencias a la realidad americana, al igual que su propia lengua lo está, no solo “americanizada”, sino “dominicanizada” (por ejemplo, confusiones de sibilantes que delatan seseo). El hecho de que un libro para enseñar español esté entre las manos de Peguero es comprensible por el hecho de la típica reversibilidad de las gramáticas y coloquios hispano-francés (ya señalada por Lépinette 1996) por la cual se podían emplear no solo para enseñar español, sino también para aprender el francés que se hablaba en la vecina parte gálica de la isla, lo cual debía de constituir el interés práctico por el cual Peguero se debió de hacer con una edición de los Diálogos nuevos, por otra parte –como toda la obra de Sobrino– difundidísimos en el siglo xviii, por lo que no extraña que llegaran copias a América con el comercio transatlántico. El mismo reparo crítico-textual que hemos tenido con el “trasunto” de Sobrino en Peguero convendría observar con todas las fuentes del dominicano, especialmente con las principales: González de Oviedo y Herrera15. Así, Peguero se sirve de la Historia general de las Indias de González de Oviedo, evidentemente de alguna de las versiones impresas en vida del autor (1535 y 1547), publicadas en el siglo xvi, pero de las que Peguero hubo de obtener un ejemplar para poder “trasuntarlo” con calma. Es con estas ediciones con las que hay que cotejar el texto de la Historia de la conquista de Santo Domingo, y no con la edición de Amador de los Ríos (1851-1855) ni con las modernas. Por el cotejo realizado,

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Para el recuento de ediciones seguimos a José Toribio Medina (1958) y al catálogo de la BNE, así como de la Biblioteca Digital Hispánica que recoge estas obras en reproducción digital facsimilar.

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por ejemplo de la precisa referencia “Obiedo folio 67., col. 2. del libro. 6:– dise, yo vi en poder del tesorero Miguel de Pasamonte dos granos de oro de la mina de los Algarrobillos” (Peguero 1762-1763: I, 326/ed. 1975: 230) cuadra precisamente este pasaje con la edición de 1547 a dos columnas, no con la de 1535. Igualmente habría que proceder con la Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales (1601-1615) o Décadas de Antonio Herrrera, siendo posible que Peguero se sirviera de alguna edición del siglo xviii, como la de Amberes, Juan Bautista Verdussen, 1728, o la de Madrid, Imprenta Real de Nicolas Rodiguez [sic] Franco, c. 1725-1730. La tarea de cotejo se presenta más difícil porque Peguero cita con menor precisión a Herrera que a González de Oviedo. En todo caso, tomando como piedra de toque la cita de Peguero (1762-1763: I, 129) en la que trasunta el nombramiento de Bobadilla como comendador por los Reyes Católicos basándose en González de Oviedo pero también en “Antonio de Herrera en su historia General fol. 65”, no he podido hallar coincidencia con las citadas ediciones. Ello quizá se deba a que es posible que Peguero se sirviera del epítome de las Décadas de Herrera que realizó Diego Núñez de Peralta, oficial real de isla Española en 1682 y que publicó con el título de Noticias generales de los descubrimientos y conquistas de las islas y tierra firme del mar Occeano y hechos de los castellanos en ellas sacadas de los quatro tomos de las decadas de Antonio de Herrera coronista mayor de S. M., e incluye una relación de las audiencias de la América y de sus límites (Cruz y Bahamonde 1812: 152), como hace el mismo Peguero en el segundo volumen de su Historia. Toribio Medina (1958: II, 7) recuerda que en el prólogo de la edición de 1726 (la de Nicolás Rodríguez) ya se reseñaba tal compendio o epítome de Herrera e indicaba 1642 como fecha composición –García de Arrieta (1805: 57) también reseña la obra y consigna el mismo año de composición–. No hemos podido localizar (y menos consultar) tal epítome herreriano, por lo que de momento aquí se detienen nuestras pesquisas.

4. Los manuscritos encontrados, soslayados e inéditos de Peguero y sus características lingüísticas: Notas, apuntes y versos (c. 1763) Aparte de la labor de criba filológica con la que conviene tamizar la Historia de la conquista de Santo Domingo (1762), el otro procedimiento que nos ha de llevar a replantear su estudio lingüístico es comparar la lengua de la Historia con la de los hasta ahora inéditos y soslayados manuscritos “encontrados” de las Notas, apuntes y versos-Borradores autógrafos de Luis Joseph Peguero, residente en el Valle de Bani, en su hato San Francisco y el Rosario de la isla española de Santo Domingo- Año 1763, que se custodian en Madrid, BNE, bajo la signatura

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MSS/12931/4. Extraña que casi nadie haya reparado antes en estos manuscritos, pero no resulta tan sorprendente si tenemos en cuenta que el estudio lingüístico de la Historia de Peguero se había realizado hasta ahora primando la edición de Santiago (1975). De este modo, si apenas se había reparado en el manuscrito original, no podía ser más –sino menos– en el caso de otros manuscritos del mismo autor, aunque se guardaran en la misma biblioteca. Hemos escrito antes “casi nadie”, porque sí los conocía Henríquez Ureña (2007 [1936]: 86, n. 133), quien da la noticia de que el licenciado Rodríguez Demorizi ha encontrado un “Cuaderno de notas, apuntes y versos” de Peguero, para lo cual remite al trabajo del mismo Rodríguez Demorizi (1935) que no hemos podido consultar. Estos manuscritos resultan, no obstante, de vital importancia para la comprensión cabal de la Historia porque, aparte de que anuncian, repiten o amplían los mismos temas, destacan para nosotros por mostrar la misma lengua y grafía que los otros manuscritos (ambos por tanto autógrafos). Así pues, defendemos la hipótesis de que la aparición de rasgos vernáculos dominicanos en la Historia de Peguero no sería manifestación consciente, frente a lo que defendía Granda –quien pensaba que existía por parte de Peguero una “representación, voluntariamente deseada por el autor, de un determinado registro del habla popular utilizada en el área suroccidental del Santo Domingo español16 en la segunda mitad del siglo xviii” (Granda 1991: 117) y por tanto una presencia de “rasgos populares del habla empleada en la región suroccidental de Santo Domingo que son utilizados, voluntariamente, por el autor para hacer accesible y familiar a sus oyentes o lectores, ‘hateros’ todos ellos, el contenido de las páginas del manuscrito redactado por L. J. Peguero” (Granda 1994: 126)–, sino pura y llanamente la lengua española en versión dominicana sur-occidental –y por escrito– del propio Peguero, que utiliza tanto al “trasuntar” y escribir su Historia como al realizar anotaciones personales en papeles sueltos, solo casualmente recogidos en esta carpeta de Notas, apuntes y versos, probablemente adquirida a la vez que los otros manuscritos mayores. Estos usos lingüísticos típicamente dominicanos en todo caso pudieran recibirse como refuerzo identitario en el público potencial de la obra y manifestación de un prestigio encubierto. En una carpetilla tamaño cuartilla se guardan, pues, una serie de notas en papeles de distinto tamaño, con frecuencia meras y breves tiras de papel aprovechado al

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Para una buena y rápida presentación y representación de la actual división dialectal de República Dominicana resulta aún válido Canfield (1988: 99). La división se confirma en los mapas más recientes de Alvar (2000), lo cual es comprensible dada la tendencia a que los límites dialectales se mantengan en el tiempo, conforme defiende Fernández-Ordóñez (2001). Mayores han sido los avances en República Dominicana en cuanto a los estudios sociolingüísticos del habla del país (Alba 2012).

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máximo y con numerosas mermas y daños que estragan con mucha frecuencia el texto. Podemos clasificar los tipos de texto anotados por Peguero de la siguiente manera: • Poesías de circunstancias dominicanas; • Poesías burlescas de asunto escatológico –o incluso sexual– a la manera de Quevedo; • Disquisiciones médicas, con simpatías a médicos novatores (“scépticos”) (recordemos que Peguero (1762-1763: II, 16) ya citaba al médico novator Martín Martínez en su obra); • Apuntes para la Historia; • Testimonio y justificación del establecimiento de Baní como pueblo propio. No es lugar este para un estudio completo y pormenorizado de la lengua de estos manuscritos, que habría que emprender a la vez que la del resto de la obra de Peguero, pero destacamos y ejemplificamos en el nivel fónico-gráfico los siguientes fenómenos: seseo > ceceo gráfico por ultracorrección, pérdida de -s, neutralización de líquidas, con ultracorrecciones que le llevan incluso a escribir tanto l como r, así el caso de “cavirldo”17, neutralización radical de oclusivas en coda dentro de los grupos cultos (unida a la reposición de estos grupos en el siglo xviii, Rosenblat 1986: 44): “presecto” por precepto, “acto” por apto, por ejemplo, ultracorrección de ex- por es-, que podemos relacionar (como en el caso anterior) con la decidida reposición de grupos cultos en el siglo xviii por obra de la RAE. Al igual que en la Historia supone gran interés la morfosintaxis (con la típica alomorfia del área caribeña y alrededores de -ico con bases dentales, así “gotica de aguardiente”)18, el léxico, la toponimia (se repiten topónimos dominicanos de la Historia, como Baní, Bía, Neiba o Pijirigua) y los tratamientos. Acerca de estos últimos hemos de adoptar (de nuevo) una gran cautela filológica, pues un ejemplo del desarrollo de vuestra merced en el itinerario fonético -rc- (García

17 Lo cual coincide con la consignación de una variante fonética entre l y r en los mapas de Alvar (2000: 307). 18 Sobre la variación dialectal del diminutivo en España, incluido -ico, ver Berrueta de Uritani/ Uritani (1985). El diminutivo en América, que adopta mayoritariamente la forma -ito, muestra alomorfia ante bases en -t (del tipo gato > gatico, punto > puntico, plata > platica, punta > puntica), frente a mesita, hermanito en las Antillas, Centroamérica (por su frecuencia en Costa Rica a los costarricenses suelen ser llamados “los ticos”, como recuerda Quesada Pacheco 1996: 109), Venezuela y Colombia (Saralegui 2004: 52-53; Vaquero de Ramírez 2003: 26-27).

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Godoy 2015: 677) con los ejemplos de “vuesarse” y “vuesarced” (el primero con seseo), que en el español europeo no parece superar el siglo xvii (Pla Cárceles 1923; De Jonge 2005; De Jonge/ Nieuwnhuijsen 2009) y parece circunscrito a fuentes teatrales (García Godoy 2015: 677)19, puede achacarse a imitación quevedesca, en la misma línea satírica de Quevedo en la que se inscribe Peguero en sus poesías, de lo que es prueba que vuesarced es fácilmente documentable en el mismo Quevedo (por ejemplo, en una rápida consulta a CORDE se localizan tres ejemplos en tal autor20). Otro argumento a favor de un uso literaturizado de este tipo de formas en -rc- lo aporta el hecho de que en CORDIAM los únicos ejemplos localizados aparezcan en el limeño Juan Valle y Caviedes, poeta satírico de vena e influencia precisamente quevediana21.

5. Conclusiones y discusión Queremos empezar estas conclusiones haciendo nuestras estas palabras de Gutiérrez Maté, de un artículo que constituye un punto de partida (y comparación)

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Sí resulta fácil documentar en el Caribe a finales del siglo xvii y en el siglo xviii evoluciones de vuesa merced según el itinerario fonético -st-, como usted, usté, uted, osté, especialmente en declaraciones de testigos (Gutiérrez Maté 2013: 60, 76, 247-249). Asimismo en áreas cercanas o conexas se encuentran ejemplos de formas en -st- como un peculiar veste (en coocurrencia con su mersed) en una carta de 1768 probablemente del Valle del Cauca, en la Colombia del Pacífico (Carrera de la Red 2020: 293), en lugar de vusted aún documentado en Colombia en el siglo xxi como vusté, como se puede comprobar en CORPESXXI, donde se documentan cinco ejemplos precisamente colombianos. Sobre la historia y pervivencia de vusted se puede consultar León (1998). Dos ejemplos proceden de Francisco de Quevedo y Villegas, Entremés de los enfadosos. Reprehensión cómica que llaman entremés (1624, apud CORDE), en los que añadimos resalte en cursiva: “‘¿Cómo está vuesarced?”, equivoquéme, / y le vine a decir: ‘¿Cómo está deme?’) “Mas, haciendo paréntesis la historia, / vuesarced me parece figurazo; /que cuando entré no me quitó el sombrero, / quitándosele yo, y he sospechado /que tiene doncellez su cortesía”. Y el otro también es un ejemplo teatral: “Diga vuesarced. /3.º: Es razón / que el cargo que solicito /se dé a hombres de mi concepto” (Francisco Quevedo y Villegas, Cómo ha de ser el privado. Comedia famosa, c. 1628, apud CORDE, resalte añadido de cursiva). Así: “Discretísimo Señor: / El procurador Altubes, / ante Vuesarced parezco / a pedir que se castigue / un médico mata-ciento”; “Leandro de Godoy, un / cirujano cura-tuerto, / parezco ante [Vuesarced] / como curo un ojo menos” (Juan del Valle y Caviedes, ca. 1689, Obra completa, edición, prólogo, notas y cronología de Daniel R. Reedy, Caracas: Ayacucho, 1984, apud CORDIAM). En la misma fuente del CORDIAM (y en el mismo autor) encontramos formas derivadas de v. merced del tipo -st-, tanto usted como osté: “Por don Lorenzo, médico indiano / Mera usted, Señor Molato, / al contra del mío, medras, / porque osté cora con pedras / y yo con las pedras mato” (Juan del Valle Caviedes, ca. 1689 Obra completa, edición, prólogo, notas y cronología de Daniel R. Reedy, Caracas: Ayacucho, 1984, apud CORDIAM). Hemos añadido cursiva de resalte en los ejemplos.

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insoslayable para este replanteamiento del estudio lingüístico de la obra de Peguero que estamos proponiendo, cuyo anhelo investigador suscribimos e intentamos seguir: Intentar acceder a formas relativamente profundas del vernáculo en la colonia debe pasar obligatoriamente por la búsqueda de textos y, más importante aún, por su análisis histórico-variacional (si bien no necesariamente con la metodología aplicada en este trabajo, al menos sí con algún modelo que intente dar cuenta del conflicto de variedades en la configuración de un texto escrito). Sería deseable que los colegas que, sin ampliar los exiguos corpus existentes o incluso sin atender a texto alguno, quieren explicar los procesos históricos de vernacularización y/o de cambio inducido por contacto en América observaran también esta necesidad (Gutiérrez Maté 2018: 537).

Tras esta propuesta programática de replanteamiento del estudio lingüístico de la obra Peguero, se nos presentan algunas tareas para el futuro, deseablemente lo más cercano posible. Así, en primer lugar, sería conveniente editar con mayor calma y extensión las Notas, apuntes y versos de Peguero (1763), incluyendo una versión paleográfica junto a la crítica (e idealmente el facsímil o reproducción digital del manuscrito original); sería necesaria, además, una adecuada anotación histórico-literaria y un estudio lingüístico con mayor detalle que el aquí presentado como primicia. En segundo lugar, siguiendo la estela de Carrera de la Red (1999) y Gutiérrez Maté (2018), hemos de reemprender el estudio lingüístico de la Historia de Peguero, separando el grano (lo añadido por Peguero) de la paja (lo prestado de las fuentes), lo cual redundaría en un mejor conocimiento de la historia de la lengua española en la República Dominicana y por tanto en el Caribe y en Hispanoamérica. En tercer y último lugar, que quizá debería ser el segundo, esa pretendida revisión de la Historia de Peguero solo resultaría posible tras haber confeccionado una edición crítica que aprovechara los avances en la estratigrafía textual, de modo que se marcara claramente qué parte del texto extrae Peguero de sus fuentes y qué parte añade de su coleto, aparte de que dada la complejidad, extensión y variedad de fuentes del texto, habría que aplicar al texto una profusa anotación léxica, histórica, literaria y de explicación de todas las fuentes. Queda, por ende, no poco por hacer.

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Daniel M. Sáez Rivera

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xvii

y

xviii.

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Daniel M. Sáez Rivera

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— (2006a): “Crítica textual, historiografía lingüística e historia de la lengua: propr(r) io-mismo a partir de la Nouvelle grammaire espagnole de Francisco Sobrino”, en: Pons Rodríguez, Lola (ed.): Historia de la lengua y crítica textual. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 267-302. — (2006b): “Vuestra merced > usted: nuevos datos y perspectivas”, en: Bustos Tovar, José Jesús de/Girón Alconchel, José Luis (eds.): Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Vol. 3. Madrid: Arco/Libros, 2899-2911. — (2008): La lengua de las gramáticas y métodos de español como lengua extranjera en Europa (1640-1726). Tesis doctoral, Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense [consulta: 01/06/2020]. — (2009): “La explosión pedagógica de la enseñanza del español en Europa a raíz de la Guerra de Sucesión española”, en: Dicenda 27, 131-156. — (2018): “Algunas posibilidades de investigación del proyecto Procesos de gramaticalización en la historia del español (Documentos PROGRAMES)”, en: Romero, María Dolores/Salamanca, Manuel (eds.): Entornos digitales: Humanidades y Ciencias sociales en la Universidad Complutense de Madrid. Ciudad de México: Red de Humanidades Digitales de México, 141-157. — (2020): “Efectos del contacto lingüístico en las versiones y traducciones al español de los Nouveaux dialogues des morts (1683) de Fontenelle en los siglos xviii y xix”, en: Boletín Hispánico Helvético 35-36, 123-165. Sánchez Méndez, Juan Pedro (2003): Historia de la lengua española en América. Valencia: Tirant lo Blanch. Sánchez-Prieto Borja, Pedro (2011): La edición de textos españoles medievales y clásicos: Criterios de presentación gráfica. San Millán de la Cogolla: Cilengua. Saralegui, Carmen (2004): El español americano: teoría y textos. 2.ª ed. Pamplona: EUNSA. Segre, Cesare (1990): “Crítica textual, teoría de los conjuntos y diasistema”, en: Semiótica filológica (texto y modelos culturales). Traducción de J. Muñoz Rivas. Murcia: Universidad de Murcia, 53-67. Toribio Medina, José (1958): Biblioteca hispanoamericana. Ed. facsimilar. Santiago de Chile: Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina. Trapero, Maximiano (1996): El libro de la décima: La poesía improvisada en el Mundo Hispánico. Prólogo de Samuel G. Armistead. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad de las Palmas de Gran Canaria/Cabildo Insular de Gran Canaria/Unelco. — (2015): Origen y triunfo de la décima: Revisión de un tópico de cuatro siglos y noticia de nuevas, primeras e inéditas décimas. Valencia: Universitat de València.

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Apéndice: transcripción paleográfica de las Notas, apuntes y versos22 [Portada cuadernillo que contiene hojas sueltas numeradas a lápiz posteriormente; tinta y mano distinta a las hojas sueltas, que parecen autógrafas] Peguero (Luis Joseph). – Notas, apuntes y versos – Borradores autógrafos / de Luis Joseph Peguero, residente en el Valle de Bani, / en su hato D.n Francisco y el Rosario de la isla española de S[an]to Domingo – Año 1763. Ms. En 9 hojas en 4.º – [1r] [Dedicatoria prácticamente ilegible por las manchas en el papel:] P[ar]a Sr V. Lopez Francisco y [excrucior] Ambrosio Ah de la vida: nadie me responde? Aqui de los antaños, que he vivido: la fortuna mis tiempos ha mordido, y las horas, mis grandesas las esconde. Q[uie]n sin saber como, ni adonde la salud, y la edad se hayan huido? Faltate [te sobrescrito sobre borrones] la vida, asiste lo bibido [tachado:] y la hora sin voz, te desengaña y no ay [fin de lo tachado] calamidad q[ue] no [tachado: me] ronde. [Filete horizontal] [Estrofas tachadas con una barra diagonal de izquierda a levemente la derecha:] Dichoso tu q[ue] alegre en tu cavana [= cabaña] moso y biejó aspiraste la aura pura, y te sirve de cuna y sepultura de paja el techo, el suelo de espadaña. en esa soledad, q[ue] libre baña

22 Seguimos básicamente los criterios de transcripción paleográfica planteados por SánchezPrieto Borja (2011), pero desarrollamos abreviaturas entre corchetes y empleamos también corchetes para marcar reconstrucciones y comentarios, que enmarcan en ambos casos texto en cursiva. No desarrollamos las abreviaturas de tratamientos por considerar que tales abreviaturas son una variante más del tratamiento, aparte de que no resulta fácil establecer su desarrollo en el juego oralidad-escritura que se produce en la época en su lectura: Sáez Rivera (2006b, 2018: 149-150). Dado en parte por el escaso espacio en el papel disponible para Peguero, resulta muy frecuente que algunas palabras aparezcan inusualmente juntas, de modo que las separamos mediante guion bajo para facilitar la lectura. Mantenemos subrayado del original.

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callado sol de lumbre mas segura la vida al dia mas espasio dura y la hora sin voz te desengaña. quinta p[ar]a peguero. [Filete horizontal] Ayer huy, y oi soy con movimiento que a_la muerte me lleva despeñado; Aradas son la era; y el mo[tachado:nu]mento q[ue] a jornal de mi pena y mi cuidado, cavan en mi vivir mi monumento [Filete horizontal] oi se esta yendo sin parar un punto el que de todos fue tan selebrado, ono[res]23, y riquesa dejo [sobrescrito sobre tachado todo] junto, e[n] mo[rta]ja y pañales he quedado presente s[u]ccessiones de difunto. [Filete horizontal] [Otra poesía escrita aprovechando papel al ponerlo apaisado] Mandan se[agujero en papel] de ganado por la vnion de las Coronas, con unas sedulas monas gestos diablos an_sacado. balando estan el pelado los hatos de la frontera; ya no ay machete y montera, ni cosa q[ue] de temor se hase gala de traidor, no feliciano Cabrera. [Filete horizontal] informó de lo Corriente al Capitan General y este lo mando arimar con reforma muy decente faltó sue [sic] espada valiente y Heredia el governador

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Manuscrito estragado en esta línea y las dos siguientes, reconstruimos palabras entre corchetes.

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y entró espinosa el mexor español afrancesado Antinacion, q[ue] e pensado, nos ha de dar escosor. [1v] [Tachada siguiente estrofa con línea vertical de derecha a levemente izquierda] Señor Campu, yo quisiera oy24 Con vuesarse caducar, pues25 en versos [tachado: te] quiero hablar aun sin Muza, y sin gotera: baya pues, verguenza fuera de un criado que [tachado: solo] en la ocacion darle quiere divercion en ese retiro santo con este mi frio canto sin ser gallo de Passion. [Filete horizontal] hecho Argos vigilante inquiero por su salud, su bien estar, su quietud qual criado firme y constante: mas me_disen que galante escollo firme y virtuoso aunque el mar proseloso cubrirle quiso de espumas todo fue invtil, y en suma grato le oira el Magestuoso. en tierra adentro los vinos ya se_usan como el agua, y una en_salada se fragua en fronteras, de Pepinos. los franceses son continuos asiendo sus estacadas [infraescrito a “mermeladas” tachado] mas de estas mermeladas los que vivieren beran q[ue] ellos son dan el san Juan y nos traéran a_patadas.

24 25

Añadido al margen fuera de la caja inicial de escritura. Añadido al margen fuera de la caja inicial de escritura.

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[Filete horizontal] el frances de sol, a_soles fabrica sus vaterias, poniendo las punterias a la vanda de españoles. los correos corredores van y bien sin parar mandan callar y mirar, con que esta la Confucion sin ser santa inquisision pongan presecto al hablar. [2r] No_hay por aca novedades solo corren noviviejas, q[ue] en falencia son parejas, y en fabulosas iguales: las q[ue] corren mas cavales son las del frances bufon que se a_mandado chiton pena de inovediencia: con q[ue] exercer [tachón] la paciencia del Anacoreta Anton. [Filete horizontal] los pueblos están cojiendo todo negro de frances, por un Clereso26 q[ue] es el q[ue] los va resiviendo. da pecunia a_lo que entiendo, llamando derechos reales; entendemos tuertos males para los pobres quitados, q[ue] ban a morir fuetiados pues la piedad no les vale. A la mas hermosa Ester de paso quiero dezir, q[ue] espero el tiempo de reir, que breve le pienzo ber. que en sus penas quise ser

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“Monciur Clereso” en Peguero (1762-1763; II/ed. 1975: 222).

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compañero sin segundo; de mi accidente el abundo aogo, y vejes continua, que al_sepulcro me en camina [sic] no me hase gosar del mundo. [2v] [Verso cortado] se lo dizen al oido. [Filete horizontal] [Al margen: 3] los del Cavildo, agraviado responden con grande riza, que en ellos no se diviza ningun alcalde apaleado. [Filete horizontal] o en pigirigua aflegía la jambre, a sus inferiores por no comer caracoles como comen los de Bia. [Filete horizontal] [Al margen: 5] Este responde agraciado con discreto disimulo que le besen en el culo los que coplas le an_zacado [3r] Tristes de nosotros, dichosos de aquellos; q[ue] esta isla al canzaron [sic] en su fundamiento. De la Edad del Oro gosaron sus Cuerpos, pasó la de plata passó la de hierro. Y para nosotros, vino la de Cuerno, Rica de ganados, y Diegos Morenos. Se acabaron tantos nobles cavalleros, pero ay mas donados que tiene un Convento.

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Estos no eredados de padres ni abuelos, siendo los mas chanza burla y embeleco. Yo q[ue] é_conocido deste ciglo el juego; para mi me vivo, me como, y me bevo. No_se_me da nada, a_ninguno temo, por q[ue] a_nadie agravio ni a_ninguno devo. No pretendo cosa que todo lo tengo, mientras con lo poco vivo muy contento. Ni desear mi muerte ni muertes deseo, pues no ay q[ue] heredarme, ni a ninguno heredo. No bendra a sobrarme la vida, si puedo; ni quando me muera sobraran dineros. [3v] Amigos me riñen de q[ue] no pretendo, lo q[ue] no_an de darme ni yo lo meresco. –Yo no quiero Ropa que vista embeleco justa por de fuera ancha por de_dentro. – Esos grandes cargos mandos, privilegios, a quien los merecen q[ue] se bayan ellos. – Que a mi este [tachado: solo] campo solo, donde alegre duermo, hallo q[ue] me sobra quanto yo desprecio.

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Pobre he_de morir sirvame el serlo, q[ue] si_menos tube que lo sienta menos. Yo vivo Picaño bien ancho y contento, ni pesa la honra ni frunze el respecto. Por ante la hambre, y por postre luego, un ahito honrado de vaca ó carnero. Dulze no le como por q[ue] no pretendo bolverme yo abeja, ni colmena el cue[p]o. Con esto lecto[r] por sin duda creo, q[ue] engordare a palmos, y cresere a dedos. Y sin pena alguna verguenza ni miedo si Dios no me mata morire muy biejo. fin. Peguero octubre de 63. [4r] [col. 1] los filosofos Scepticos confiesan / q[ue] saben, q[ue] véen, y entienden, / pero no de q[ue] modo entienden / veen, y saben, no saben. Celso enseña: q[ue] no se debe inqui- / rir como se respira; sino q[ue] cosas [línea de unión desde línea inferior: conq[ue]] / inpiden la respiracion. / los verdaderos scepticos no / niegan lo evidente: como q[ue] sentimos y respiramos, solo / se rien q[ue] se dispute en las es- / cuelas á que facultad pertenesca / la respiracion y el pulso. fol. 44 Todos los Medicos impi- / ricos, son filosofos exceptivos, pero / no todos los exceptivos son impiricos / porq[ue] no todos los filosofos son Medic[o]s / los Medicos impiricos no se meten en si la fiebre consiste en el calor / superabdito,

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o en el preexistente, / ni otras estolideces. solo insisten / en conoser la fiebre, y remediarla. [Filete horizontal] A[c]ciones q[ue] petenesen a_la_facultad / animal q[ue] no son voluntarias como / son los s[ue]ños, el movim[ien]to del Cor / azon, el de la respiracion el Peris- / taltico, los movim[ien]tos conbulsivos. La facultad natural reside insita / en cada miembro, / pero la facultad animal influ / ente del cerebro; y asi se infiere / q[ue] todo movim[ien]to en los viviente es / influido desde el cerebro. y por / eso faltando el influxo por los ner / bios feumonicos falta la respiracio[n]. / y por los cardiacos cessa el pulzo. [col. 2] Aristo[te]les, y los Dogmaticos / dan razon, porq[ue] el hombre / vive? por q[ue] se envejese? p[o]r q[ue] muere? = nos dan razon de los / cielos, q[ue] para eso estudian / en libro de cœlo, y de Methio- / ris: (vanitas vanitatum et om- / nia vanitas!) Notable es mi ignorancia pu- / es no se q[ue] es fisico, ni q[ue] es me- / tafisico! pero entiendo que / metafisico es qualquier con- / cepto vniversal, que el enten- / dimiento abstrae de los parti- / culares; aunq[ue] este concepto / sea abstraído de cosas ficicas. lo fisico no es viniversal, [sic] / que es cosa q[ue] existe aparte Rei + [al margen: + Res rei – la esperiencia.] se q[ue] el hombre en indivi- / duo es cosa fisica; este concep- / to todo hombre, es metafisico: / la Causa particular es cosa R[ea]l / y fisica: este concepto t[od] a27 / causa, es Metafi[si]co y men- / tal, q[ue] tanbien la Metafisica / trata del ente fisico, pero / debaxo de concepto formal / abstraido. (q[ue] bien benia aqui, si hubiera aprovechado el año de logica / este sylogismo.) todas las co- / sas particulares son cosas fi- / sicas. esta mayor es de todos. [4v] [col. 1] filosofia sceptica Conosen los scepticos q[ue] los sentidos / no se visten siempre de las verda- / deras figuras de las cosas, ni la ima / ginacion representa con fidelidad / los objetos de los sentidos, ni tan- / poco las cosas externas son siem- / pre como paresen. 27

Texto estragado, propuesta de reconstrucción.

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y afirman, q[ue] en todas las cosas / podemos errar facilm[en]te si no nos / valemos de la reflexion del enten- / dimiento, y de la racional conse- / quencia. por q[ue] el entendimiento / en nosotros siempre obra depen- / diente de los sentidos, y a quien vna / ves mintio, jamas se le crée. bueno esta el entendim[ien]to entre tantos mentirosos! Toda es jente / de bien, y la verdad no parese: / con q[ue] puede aroparse el entendi / miento con la racional con[tachón ilegible] / sequencia: ansuelo mas bueno / para cojer catarros, q[ue] verdades. [Filete horizontal] [Al margen: Fol. 278] Hipocrates no se entretubo en sa- / ber, q[ue] era frio, ni calor, solo ob- / servo s[us] vsos, y no s dixo, q[ue] lo frio / causaba rigores. estemos a ello. [Filete horizontal] qualquiera espiritu caliente y / sutil llaman alkalico. [col. 2] 1655. Tomo el ingles la isla de / Jamaica 1658. el i[n]gles corsario Morgan / cojio la villa de puerto del / principe, saqueo a puerto / belo y Maracaybo, y quemo / a panama, saco los despojos / por el rio de Chagres, bino a / Jamaica y se caso. [5r] [col. 1] hijo, Dios me_de su luz para_q[u]e_a_esta ocacion, diga la muerte y pacion. de tu padrino Jesus. fue la Anasarca su crus tan pesada y lastimosa tan aflita y congojosa de quatro meses cavales q[ue] del diran los anales de mag[estad] til [sic] titulo gosa. [Filete horizontal] despues de beinte purgantes y treinta y siete jeringas que dos galenos mandingas le pegaron mui costantes.

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tan malo que como antes+ [infra: de entrar en esta curada y su barca mui cargada] [verso tachado: de meterse en esta barca] q[ue] dê una y otra valanza rompió la Ancora esperanza y dió en_tierra una culada. [Filete horizontal] [Al margen: 3.] de_este sujeto q[ue] le ablo [verso tachado: q[ue] es nolverto ] q[ue] siempre le are la cruz es Nolverto de Jesus28 vn gran nolverto del diablo: su gran disimulo alabo, con q[ue] el rabo me ocultó q[ue] por ay sacara yo ju[n]to lo negro y las uñas [col. 2] [Al margen: +] Ya no se [estragado] cumplimiento ni ter [estragado] abante si no hab[estragado] consonante disien [estragado] do q[ue] sentimiento [estragado] eñor intento deber de [excrucior ] como el cantor de Bia banderilla me a_pegado quatro reales se a_yebado de 18. q[ue] [excrucior] hia [Filete horizontal] [verso tachado: dixo pues q[ue] pagaria] a_buelta de la ciudad dixo pues q[ue] pagaria, yo q[ue] no le conosia le dixe, pues bade_in_paz, pero su inten[s]ion falaz

28 Nombre que aparece también en la lista de vecinos de Azua transcrita por Gutiérrez Maté (2018: 581).

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cuerdas me ofresio traer ni cuerdas e_bisto, ni a_el con q[ue] me mandele un recado a ese su cantor malvado pues q[ue] no le pude beer. [Poesía escrita en dirección inversa de la hoja:] Salio Angulo mui contento los negros a_resollar, y yo digo a abarientos dinero de tierra dentro. de Azlor29 es el pensamiento y picaros de su lado; el despoblar de ganado y dinero la Española, quien les pegara en_la cola, cien fuetasos de contado. [5v] de la Bana30 [del c]abildo31 por carta de [estragado]anos q[ue] an pelado los [estragado] con valor mandes [estragado] pero el ingles atrevido a ellos se fue cauteloso con un monte de reboso y sin temer n[uest]ras balas les echo 40. escalas pasando el primero foso. [Filete horizontal] cinco mil cuerpos botaron de ingleses q[ue] murieron y de los muchos q[ue] ulleron como tresientos mataron. por reta guardia abansaron sin cuerpo de fucileros 29 30 31

Don Manuel Azlor y Urríes fue gobernador de La Española entre 1759 y 1770 (Pérez Guerra 1999: 119). El personaje aparece mentado por Peguero (1762-1763: II/ed. 1975: 14, 206) en el segundo volumen de su historia. Evidentemente, se refiere a La Habana. Texto estragado, hipótesis de reconstrucción entre corchetes.

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en manguardia granaderos con q[ue] tienen sitiados los puertos de mar tomados con 14 mil guerreros. [Filete horizontal] toda la bana es saraos festines y diverciones con q[ue] estan los corazones q[ue] jamas temor a_entrado. y asi con animo osado se entran en las fucniones y como sengrientos leones, les ban dando en la cabeza jamas se_a predido empresa en mas de quinse funciones. [Filete horizontal] por aca corre un Ron Ron, en metodos mui corrido, q[ue] abia brujas an hido tres viejas de quita y pon. y aunq[ue] es contra religion el creer esta patraña como a estas les acompaña su gotica de aguardiente [col. 2] es un pensar muy prudente q[ue] picaran como q[ue] araña [Poesía en sentido inverso de la hoja:] en bani el calvario beia ladrones y este Jesus jestas dixo aqui del bus y se puso en salvo en Bia: Dimas curarlo queria y puso a esto su esmero, dixo, el frances picaruelo q[ue] la lanzada le dio con opio q[ue] le embocó, resusitelo si puede [6r] [col. 1] P[or] q[ue] las coplas sacó

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a neyba, con_dicimulo, es un muy cagado culo pues q[ue] cagarlas penso. [Filete] no ojo de culo [tachón] bueno solo de verdugo ô moro, pues cagar quiso el decoro a todo un cavirldo pleno. [Filete] Ojo de culo endiablado es poeta q[ue] tal hiso, pues solo an borracho juicio, cagâr quisiera el prelado: [Filete] Adios pueblo de los dones a_dios de rapiña bia sentro de la puteria y gran corral de cabrones. [Filete] [Párrafo siguiente tachado con línea vertical en medio del texto:] dispuso su Yll.ma que el m[aest]ro Castilla / quedase en el curato de subtenien / te: sana determinacion si_se / conformaran los Genios, pero / discordan ó_se compadesian / mal la enteresa del vrdaneta / con la mancedumbre del Casti- / lla, inclinado el primero a_no / sufrir compañero, en sus reso- / luciones, o governaciones; / qua[n]do el otro como q[ue] abia sabido gov[erna]r una Prov[inci ]a con doctas / madureses, se avia de sujetar / a el. sufriendo esta diferencia / el pueblo q[ue] esperava se obraria / en el lo q[ue] la nave de dos timo- / nes q[ue] aun en tiempo de bonan- / za formarian de su proprio / movimiento la tempestad; Conocieronse muy presto los efec / tos de esta Constitucion pues los [continúa en la siguiente columna tras poesía] [col. 2] Apenas apunta el bo[esquina estragada] el azabache pulido; q[uan]do es vuesarced elegido por Capitan. valeroso: asierto fue primoroso del gran Presidente Azlor

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pues aun estando en la flor. [Filete] [Párrafo siguiente tachado con línea vertical en medio del texto, continuación de la anterior columna] los Carguaron [sic] de 50 p[eso]s mas en la / congrua de 100. q[ue] pagavan al / Vrdaneta para q[ue] hubiese manten / cion para los dos; destenplandose / enteram[en]te los humores mal corre / gidos del pueblo de que se dieron / por [tachado: sentidos] ofendidos con la car- / ga, y suplicaron, q[ue] supuesto q[ue] / el vrdaneta no era c[borrón] cura proprio, solo de los / ingenios, se fuese a ellos, pues / no se hallavan con fuerzas para / mantener un invalido, pero / su ilus.ma los dulcifico, con la espe / ranza q[ue] ya el viviria p[o]co32 por sus / mucho accidentes. per[o]33 mal pien / za el q[ue] imagina q[ue] los accidentes / abituales como abituales a / brevian los dias de la vida, / antes bien ayudan a_la pro / longacion de la vida: Vr[6v] [col. 1] [Nuest]ro34 Pimentel oyolo con / [pru]dencia35, y se retiró a_su / casa para desapasionar el / discurso, para q[ue] se diese con / livertad a_las diligencias del / remedio: los interesados le / respondiero[n] con desaogo disi- / endo, q[ue] respeto de ser suios / los caudales con q[ue] se fabricava / davan por bien perdida la / texa, y agradesian a_Pimen / tel [tachado: la dilig[enci]a] + [llamada a interlínea posterior: + la incesable dilig[enci]a q[ue] le costo] [tachado: dilig[enci]a] y estavan satis / fechos de su buen proseder / con q[ue] se desvarato la maquina / de sus proyetos: vase con / la imaginacion á lo q[ue] se desea /[interlínea correspondiente a la llamada previa +] y no se persuadio entonces / a q[ue] pudieran darle esta / re[s]puesta; q[ue] a_las sin razones / ocu[rr]en tarde las buenas / concideraciones: vistiendo / los discursos del color de_las / intenciones. [col. 2] [En blanco] [7r] lista de los q[ue] son en Bani / actos para los oficios conse- / jiles, leidos y escrividos.

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Palabra estragada pero fácilmente reconstruible. Palabra estragada pero fácilmente reconstruible. Palabra estragada, propuesta de reconstrucción entre corchetes. Palabra estragada, propuesta de reconstrucción entre corchetes.

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[Filete horizontal] Cap[ita]n Domingo Guerrero. Then[iente] Antonio Guer[rer]o. Alfer[e]s Gabriel Alvares. Cap[it]an Ret[ira]do Joseph de Soto Cap[ita]n Joseph Pimentel Then[ien]te Joseph Dias Alfer[e]s Marcos Baes. Alfe[re]s Ret[ira]do Antonio Lizardo. Christoval de Soto. Francisco de Lora. Agustin Peres. Pedro Montesdioca. Joseph Gomes. Fran[cis]co de la Encarnacion Juan de Lara (este es ierro / de Peguero y Sapate- / ro) Juan Estevan dias Francisco Baes. Felipe de Brea. Juan de Brea. Marcos de Jesus y Lara Francisco Medina 21. Estevan de Soto Joseph Feliz. Juan de Melo. [7v] Utrech. ci[udad]36 ermosa, y Señorio de / las Pro[vincia]s unidas, [tachado: de] Olanda, y / mui selebrada por los tratados / de paz, en el año de 1713. q[ue] en ella / se hizieron. Aquisgran, Ciudad del Circulo de Vestphalia / imperial; y mui celebrada por / la paz q[ue] se hizo en ella el año 1648 / llamada la paz de vestphalia esta / paz se hiso en la ciud[ad] de Munster. / pero Aquisgran es ciud[ad] en donde / esta el sepulcro del emper[ad]o[r] Carlo / Magno. y en ella se concluyo la / paz entre Francia y España en / el año 1668. y entre Francia y los aliados en el de 1748. Giron fol. 146 / tomo. 2.

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Palabra estragada de fácil reconstrucción.

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Tiene la Alemania 30. Principes Ecclesiasticos / y 30. seculares. 70. Provincias. 73 grandes / ciudades. 4. insignes Academias. quien quisi / ere saber lo q[ue] incluye este hermoso imperio / lea á Tasito, de moribus Germanorum. q[ue] escrivio con propriedad y conosim[ien]to. de esta nacio[n] / esta dividida en 9. Circulos, o Prov[inci]as grandes 1. q[ue] son Austria donde esta la corte q[ue] es Viena 2 Babiera. cuya Capital es Munich. 3 Franconia, su Capital Neremberg. 4 el Alto Rin, su Cap[ita]l Espira. 5 el Baxo Rin, su Cap[ita]l Heidelburg. 6. Vesphalia, su Cap[ita]l Osnaburg. 7. Baja Saxonia– su Cap[ita]l Hildeshein. 8. Alta Saxonia su Cap[ita]l Vitemberg. 9. Bohemia, su Cap[ita]l Parga. [8r] [Margen izquierdo, escritura apaisada, otra mano y tinta: Justo da S[eñ]or el Zelo de la onrra de / D[io]s q[ue] tiene Peguero [rúbrica]] Me pregunto vn amigo, que / q[ue] interes se_me seguia de con / temporizar con los vezinos de / Bani, sobre q[ue] se fundase el pue- / blo q[ue] pretendian, con toda forma- / lidad: y respondo ingenuam[en]te [Filete] Hago testigo al S[eño]r Dios Omnipotente a Cuya divina, y perpi / cas vista son presentes los mas reconditos pensamien- / tos del hombre, que sobre el particular me mueven dos in- / tereses (para mi muy grandes) el primero es, el de la hon- / ra, y gloria de Dios, y el segundo, el del bien espiritual, y / temporal del proximo; abiendo concebido [b sobrescrita a una p] mi simplesa / e_i-/ gnorancia q[ue] de la contraria providencia se seguiran malas / consequencias al primer, y segundo; y como de la bondad / de los segundos, a_de resultar la mayor alabanza de Dios, / q[ue] es de mi mayor interes: discurriremos por el perjuicio es / piritual de los segundos, lo q[ue] se escasean las alabanzas del / primero. Corre todo el trancito de la n[uest]ra Parroquia de Bani / 8. leg[ua]s desde las margenes del Rio Nisao, hasta las del Rio / Ocoa, en cuyo espasio estan dispersos los vezinos parro- / quianos en diferentes hatos la mayor, ó_toda parte del año / caresiendo de la S[an]ta Missa, platicas doctrinales, rosarios / y otros muchos exercicios q[ue] la piedad cristiana frequenta / vnos por lo distante; otros por pobreza y falta de cavalle- / rias y otros porq[ue] no tienen casa propria en q[ue] asistir; y tienen cresida familia, para apostentarse con otra familia / cresi-

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da: (a si nos consta) lo q[ue] se evitaria teniendo su / [8v] pueblo proprio: con la formalidad correspondiente. Demos Caso, que Dios por castigo de n[uest]ras culpas mande / una epidemia pestilencial a este valle, y que sea presiso / a cudir [sic] al refugio de los S[an]tos Sacram[en]tos Confec[io]n Ecuar[isti]a y ex- / trema vncion, estando el vezindario disperso, como podrá / el S[eño]r Parroco a cudir [sic] prontam[en]te al socorro de los unos, y los / otros? que aflegido no_se berá su corazon biendo morir sin / los socorros espirituales los unos, por acudir a_los otros? pues / aunq[ue] este sea en fortaleza marmol, aunq[ue] sea en ligereza plu- / ma es inposible socorrerlos, por lo distantes; y mas quando / les boseá al corazon la dispocicion sinodal del titulo sexto. / Cap[itul]o 2. fol. 17. cuyas palabras son, mandamos q[ue] ningun cura / se ausente de su iglesia por mas tiempo q[ue] de 24 horas, sin / expresa licencia n[uest]ra in scriptis, sin dejar saserdote con bastante y lexitima aprovacion. Pues aqui de la prudente / consideracion, por q[ue] han de querer los de Bani, beer su / Parroco en semejante afliccion, quando por tantos titulos / este es amable; ni beerse ellos en el mayor peligro de / perderse por toda una eternidad; por causa de su desca- /rreo, y disgregacion. Muy puesto en razon nos parese q[ue] / tengan su pueblo proprio, para alibio de su cura, y bien / de sus almas. para apasentar los ganados inrasionales / los hatos son buenos, pero para el pasto de la obejas de / Christo lo son los pueblos bien ordenados; / y no los aso- / larados, esto es sin calles; porq[ue] segun nos_a enseñado la / esperiencia de los solares resultan disoluciones, estru- / pos, / [9r] Adulterios, embriagueses, robos muertes, murmu- / raciones, y escandalos. y estos se evitan, no mandan- / do los superiores q[ue] cada cual haga su casa donde le / paresca, sin orden. Abobinable cosa parese a_n[uest]ra rustisidad un pueblo / sin la ordinaria justicia, ó_nos parese un cuerpo sin alma, / donde es_presiso todas las obras buenas esten muertas, y / viva la malicia, la livertad, la osadia, y disolucion; donde / corra sin rienda la husura y el latrocinio en medida y / peso; la alteracion de presios, sin carne para los pobres / y enfermos, y por fin, sin temor de Dios. Pues siendo / vn pueblo un instrumento de varias voses, q[ue] sino es / por un rarrisimo a caso [sic], jamas se pondra por si mismo/ en el devido tono, hasta q[ue] alguna sabia mano no lo / temple, como creeremos el cresido numero de jente / de bani podra vivir por si_mismos en pas, sin el freno de / oro de la Justicia. alabamos, y alavaremos, a todos los / q[ue] la pretenden, y los tendremos por hombres q[ue] procuran / vivir christiana y honradam[en]te y tendremos por fatuos / e_insensatos de vida livertina a los q[ue] despresian la Justicia / como no necesaria. fue sueño de Epicuro pensar, que / infinitos Atomos, vagueando [sic] por el Aire librem[en]te al impetu / del acaso, sin el govierno de alguna m[ent] e pudiesen formar / este admirable systema del orbe. Sueño es de estupesida [= estúpida] / razon pensar q[ue] puede aber cosa buena donde falta la Jus- / ticia,

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pues esta sabe dar a honrrar y respectar los S[eño]res curas / [9v] el q[ue] se honren y respecten los ancianos, y las viudas, / y por fin pudiera a creditar [sic] este discurso con muchas / sentencias de insignes teologos y juristas, acompaña- / das de razones eficases q[ue] lo compravaran. pero en la / historia de Bani, q[ue] intentamos, diremos con mayor fun / dam[ent]to que seguimos y acompañamos a_los de bani, en todo / aquello que mire a_la honrra de Dios, y bien del proxi- / mo, y sin que nos enpeñen respectos humanos a seguir / lo contrario. y nos apartamos de todo lo q[ue] mire a honras, / ponpas, intereses, congratulaciones, empleos, cargos, mandos / que estos renunciamos en los q[ue] los apetesen, q[ue] n[uest]ra cresi- / da edad, y sercana muerte me enseña a_despresiar lo / terreno, y a amar con ancia lo eterno. donde pido a Dios / todos nos beamos. Su valete, Peguero [rúbrica derivada en el trazo] oi me an dicho estan cogiendo los negro / frances, y digo.. Clereso frances malvado Alguacil de simarrones, los ai quiere por soplones q[ue] en los pueblos a pagado. lo carnisero a dejado q[ue] en laxabon exercia, por esta alguacileria de negros, q[ue] es cosa indigna, y ser muy rico imagina, con esta infame agonia. [Filete horizontal]

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Beatriz Arias Álvarez. Es investigadora titular ‘C’ del IIFL, UNAM. Ha llevado a cabo investigaciones sobre fonética, fonología, grafemática, morfosintaxis y léxico, la mayoría de ellas desde la perspectiva diacrónica y con énfasis en el español colonial mexicano. Ha publicado el COREECOM (Corpus Electrónico del Español Colonial Mexicano). Ha impartido cursos en México en la Universidad Nacional Autónoma de México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, Universidad Autónoma de Zacatecas y Universidad Autónoma de San Luis de Potosí. En Estados Unidos, en la University of California (Santa Bárbara) y en Canadá, en la Université de Montréal. Es presidenta de la Asociación Mexicana de Lingüística Aplicada (AMLA) desde 2019 y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SIN) desde 1993. Obtuvo el Premio de la Real Academia Española en Filología en 2015 y del Consejo de Grado, Asturias, en 2016. Micaela Carrera de la Red. Catedrática de Filología Románica en la Universidad de Valladolid (España), coordina, desde 2005, el Grupo para el Estudio de la Historia Lingüística Iberoamericana (GEHLIB). Ha obtenido financiación de la Junta de Castilla y León y del Ministerio Español de Ciencia y Tecnología para proyectos sobre el estudio histórico del español en Santo Domingo y Colombia, así como para el estudio multidimensional de la historia del español de Colombia y el desarrollo de un nuevo corpus de textos históricos del español de Colombia (CORDECOL). Sus áreas de trabajo e investigación en los últimos años se han centrado preferentemente en el estudio del contacto del español en América con el portugués y con las lenguas originarias, así como en el análisis histórico del discurso y en la pragmática histórica de Hispanoamérica (zonas del Caribe y Colombia). Susana Catalán Morcillo. Es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Valladolid, en la especialidad de Lengua Española, desde el año 2015. Sus trabajos académicos versan, entre otros aspectos, sobre la variación lexicográfica del español neogranadino en el Siglo de Oro, apoyados principalmente en el análisis del discurso de escritores como Juan Rodríguez Freile, autor de El Carnero (1636-1638). En la actualidad se encuentra investigando nuevas formas de perfilación discursiva sobre una base documental de textos contemporáneos de naturaleza criminalística.

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María Eugenia Flores Treviño. Es profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León (México). Sus líneas de investigación abordan el discurso (discurso político/género), los estudios literarios, la pragmática y sociopragmática, la didáctica de lengua española y los estudios de corpus. Es coordinadora del Capítulo México por el Programa Estudios del Discurso (Stockholms universitet). Es delegada por México en la Asociación Latinoamericana de Estudios del Discurso (Universidad de Buenos Aires). Ha sido conferencista/ coordinadora invitada por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, la Universidad de Granada, la Universität Heidelberg, la Universidade de Mato Grosso y la Stockholms universitet. Covadonga Lamar Prieto. Es profesora asociada en la University of California, Riverside. Es doctora en Filología, en Lingüística Hispánica y en Estudios Socioculturales, y especialista en Humanidades Digitales. Su investigación analiza las manifestaciones culturales escritas de la primera generación nacida tras un conflicto social o político, los procesos históricos que causaron el cambio lingüístico y las consecuencias contemporáneas del contacto de lenguas. Desde el Spanish of California Lab, dirige proyectos que exploran la historia y el uso contemporáneo del español en California, así como el impacto de las redes sociales en el español en los hablantes de herencia. Marta Luján. Es profesora emérita de la University of Texas at Austin, antigua becaria Fulbright de Argentina en la Indiana University, académica del Institute of Latin American Studies, becaria de ILAS-Mellon Foundation en la University of Texas, e investigadora visitante en el MIT. Ha dictado cursos en las universidades de Boston, Los Angeles, São Paulo, Buenos Aires, Córdoba y el Comahue (Argentina). Ha publicado sobre sintaxis, semántica, bilingüismo e historia del español de América en revistas internacionales. En la actualidad utiliza la teoría dialógica de Bakhtin para elucidar la compleja situación lingüística que dio origen al español de América marcando su carácter mestizo debido al contacto amerindio-español iniciado en 1492. Mauro Alberto Mendoza Posadas. Es profesor de asignatura de la FFyL y de la FCPyS de la UNAM; en la primera imparte las materias de Filología Hispánica y Contacto Lingüístico, y en la segunda, la cátedra de Náhuatl. Participó como colaborador de la obra ganadora del premio RAE 2015 Documentos públicos y privados del siglo xvi, dirigida por Beatriz Arias Álvarez. Sus intereses se centran en la historia del español y del náhuatl, en el estudio de la sintaxis y semántica del náhuatl, en el contacto lingüístico en el período colonial y en la escritura de las lenguas mesoamericanas.

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Idanely Mora Peralta. Es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, maestra y doctora en Lingüística por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, los dos últimos grados con mención honorífica. Es investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas del Centro de Lingüística J. M. Lope Blanch y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras, así como de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Sus líneas de investigación son la gramática histórica, el español novohispano, las tradiciones discursivas y las lenguas en contacto: español-maya, y español-gallego. Rosario Navarro Gala. Es personal docente e investigadora de la Universidad de Zaragoza e investigadora del Instituto de Investigación de Patrimonio y Humanidades. Es autora, entre otras obras, de Lengua y cultura en la Nueva Corónica y Buen gobierno (2003), La Relación de Antigüedades deste Reyno del Pirí. Gramática y discurso ideológico indígenas (2007), El libro de protocolo del primer notario indígena (Cuzco, siglo xvi). Cuestiones filológicas, discursivas y de contacto de lenguas (2015) y La voz armada del soldado español Alonso de Medina (1549) Diálogos y cartas (2020), así como publicaciones en revista y capítulos de libros. Josafat Jonathan Rodríguez Cortez. Es candidato a doctor en Lingüística por la Universidad Nacional Autónoma de México. Por diez años ha sido ponente en diversos congresos nacionales e internacionales con temas de escritura e historia del español, área en la que trabaja en la actualidad. Previamente ha trabajado temas relacionados con la enseñanza de la lengua (español e inglés) y con la sociolingüística. Asimismo, se ha desempeñado como docente en diversas universidades públicas y privadas del centro-norte de México en áreas afines a las de su investigación. Daniel M. Sáez Rivera. Es profesor titular de universidad en el Departamento de Lengua Española y Teoría de la Literatura de la Universidad Complutense de Madrid, universidad por la que es licenciado en Filología Hispánica y en Filología Románica, y doctor en Lengua Española. Sus intereses investigadores son amplios: historia de la lengua (especialmente morfosintaxis y pragmática históricas, tanto del español europeo como del americano, con particular querencia investigadora por el siglo xviii), historiografía lingüística, sociolingüística (sincrónica e histórica), así como lingüística aplicada a la traducción y a la enseñanza del español como lengua extranjera. Eva Stoll. Se ha doctorado en Lingüística de Lenguas Románicas con una tesis sobre “Conquistadores como historiógrafos”. Actualmente es docente de Lingüística Española y Francesa en la Ludwig-Maximilians-Universität, Alemania.

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Sus focos de interés son la historiografía colonial, la lingüística variacional, la pragmática y la lingüística textual. Ana Ester Virkel. Es doctora en Lingüística Española por la Universidad de Valladolid. Miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras y profesora honoraria de la Universidad Nacional de la Patagonia, donde fue directora fundadora de la Maestría en Letras y del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Literarias. Su campo de investigación es la sociolingüística, con especial interés en el contacto del español con lenguas indígenas y de inmigración. Es autora o coautora de 10 libros, y ha publicado más de 50 artículos en obras colectivas, revistas científicas y actas de congresos en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, España, Países Bajos y Reino Unido. Fue visitante académica en la Cardiff University y conferencista invitada en instituciones académicas y organismos gubernamentales, entre ellos el Senado de la Nación Argentina. Francisco José Zamora Salamanca. Es profesor titular de Lengua Española en la Universidad de Valladolid y pertenece al Grupo para el Estudio de la Historia Lingüística de Iberoamérica (GEHLIB). Sus publicaciones más recientes se centran en el estudio de la norma lingüística en relación con la traducción literaria en lengua española, así como en el estudio de textos de las independencias americanas desde un punto de vista interdisciplinar. Ha sido Secretario de Redacción del Anuario de Lingüística Hispánica y corresponsal para España de Sociolinguistica. Internationales Jahrbuch für europäische Soziolinguistik (De Gruyter).

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