Origen De La Dialectica Negativa

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Wáducción de N O R A ■R A B O T N IK O F M A S K IV K E R

ORIGEN DE LA DIALÉCTICA NEGATIVA T H E O D O R W . A D O R N O , W A L T E R B E N J A M IN Y E L IN S T IT U T O D E F R A N K F U R T

por

SUSAN BUCIÍ-MORSS

M

________________________________

siglo veintiuno editores, sa

CERRO DEt AOUA 24fl, MEXICO », D.F

siglo veintiuno de españa editores, sa

C / P U u A 9. MADRID 33. ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores, sa siglo veintiuno de Colombia, ltda

A V . 3o. 17.73 PRIMER PISO. BO GO TA. D.E. COLOM BIA

p ortad a de a n h elo h ern án d ez prim era ed ició n en español, 1981 © siglo xxi editores, s. a. IS B N 9 6 0 -2 3 -1 0 8 7 -3 prim era ed ició n en in glés, 1977 cop yrigh t © 1977 by susan buck-m orss títu lo origin al: th e origin of n eg a tiv e d ia lectics, th eo d o r w . adorno, w alter b en jam in , and th e frankfurt in stitu te derechos reservados con form e a la ley im preso y h ech o en m é x ic o /p r in te d and m ad e in m ex ico

INDICE

1.

LOS C O M IE N Z O S IN T E L E C T U A L E S :

UN

E N S A Y O BIOGRÁFICO

21

F rankfurt am M ain , 2 1 ; V ien a , 3 9 ; Freud y M arx, 5 4 ; Berlín y W alter B en jam in , 60 2 . M A R X S IN

PROLETARIADO:

LA TEORÍA COMO PRAXIS

70

El m aterialism o d ia léctico d e A d orn o, 7 0 ; R ecep ció n d e Lukács, 72; R ech azo d el proletariado, 7 7 ; E l a rtista com o trabajador, 8 4 ; El ejem p lo de la m ú sica revolu cion aria, 92 3.

DIALÉCTICA

S IN

ID E N T ID A D :

LA IDEA DE

HISTORIA

NATURAL

102

H istoria y form a estética , 1 0 2 ; L a to talid ad p erd id a: la historia en fragm en tos, 106; R ela tiv id a d h istórica y no id en tid ad , 1 12; H is­ toria natural y naturaleza h istórica, 1 19; El carácter doble de los con cep tos, 129 4.

UNA

LÓGICA DE LA D E SIN T E G R A C IÓ N :

EL

OBJETO

139

Los orígenes d e la d ia léctica n eg a tiv a , 1 39; Lo p articular concreto y el d ilem a de la filosofía burguesa, 1 5 4 ; L a verd ad in in te n c io ­ nal, 168 ' 5.

UNA

LÓGICA DE LA D E SIN T E G R A C IÓ N :

EL PA P E L DEL S U J E T O

177

E l in d iv id u o com o su jeto d e la ex p eriencia, 1 77; F antasía e x a c­ ta: transform ación m im ética, 1 83; E í nom bre, 189; C o n stela ­ cion es, 193. 6. EL MÉTODO E N A C C IÓ N : LA C O N ST R U C C IÓ N DE C O N ST E L A C IO N E S

203

P rincipios de la constru cción , 2 0 3 ; Im ágen es históricas, 213 7.

EL MÉTODO E N A C C IÓ N :

L IQ U ID A C IÓ N D EL IDEA LISM O

L a prueba m aterial, 2 3 0 ; D esco d ifica n d o a K ierk egaard : la im a­ gen d el int éri eur burgués, 235

230

8.

TEORÍA Y A R TE : E N B U SQ U E D A DE U N

MODELO

249

L a experiencia estética, 2 4 9 ; E l surrealism o com o m o d elo : la experiencia d el haschisch, 2 5 2 ; C rítica del surrealism o: la a to ­ n alid ad com o m od elo, 2 5 8 ; E l m od elo estético y sus lím ites, 268 9 . EL DEBATE A D O R N O -B E N J A M IN :

L A S C U E S T IO N E S

274

E m igración, 2 7 4 ; O rígenes d el deb ate, 2 7 9 ; El rostro d e Jano, 2 8 4 ; P olítica y reprod u cción tecn ológica d el arte, 293 10.

EL DEBATE A D O R N O -B E N J A M IN :

D IFEREN C IAS POLÍTICAS

302

A dorno se une al In stitu to, 30 2 ; El prim er ensayo sobre B au d e­ laire: la extin ción del su jeto cogn itivo, 30 8 ; El segundo ensayo sobre B audelaire: la ex tin ció n d el sujeto histórico, 316 1 1 . EL DEBATE A D O R N O -B E N JA M IN *.

R É Q U IE M

323

El aislam iento del inm igrante, 3 2 3 ; La tesis de B enjam in sobre la historia, 3 3 0 ; L a fisiognóm ica social, 3 4 3 ; L a p ersonalidad autoritaria, 346 1 2 .. EPÍLOGO:

EL MÉTODO DE LA DIALÉCTICA NEGATIVA

BIBLIOGRAFÍA

T h eo d o r W . A dorno, 3 6 8 ; W alter B enjam ín, 3 7 7 ; M ax H o rk h ei­ m er, 3 7 8 ; M em orias y recuerdos, 3 7 9 ; O tras obras prim arias, 3 7 9 ; Obras secundarias, 381

358

A M IS PADRES

P R E F A C IO

En la década de los sesenta, T heodor W. Adornó se convirtió en el teórico m ás controvertido de la N ueva Izquierda alem ana. Después de la g uerra restableció en Frankfurt, junto con M ax H orkheim er, el otrora exilado In stitu í für Sozialforschung (Insti­ tuto de Investigación Social) y, desde el retiro de Horkheim er en 1959, A dorno fue su director. Al Instituto, que perm aneciera en los Estados U nidos d u ran te la época del nazismo, se le identificaba con la T eo ría C rítica, original m étodo de análisis freudo-m arxista desarrollado allí cuando H orkheim er fue nom brado director en 1931 y H e rb e rt M arcuse era uno de sus miembros más ilustres. L a T eo ría C rítica no consideraba al m arxism o como una eos* m ología sino como un m étodo y al pensam iento dialéctico como la m édula de ese m étodo, así como a la dialéctica como u n a he­ rram ien ta p a ra el análisis crítico de la sociedad y no p a ra la cons­ trucción de sistemas metafísicos. En lugar de tra ta r de encuadrar dogm áticam ente las condiciones históricas actuales dentro de la teoría m arxista, aplicaba el m étodo de M arx al presente, y su crí­ tica de los fenóm enos psicológicos m ás contem poráneos de la sociedad burguesa del m om ento — la “industria cu ltu ral”, los m e­ dios de com unicación, el conform ism o— constituían p a ra los estu­ diantes de los cincuenta y los sesenta u n llam ado m ás perentorio que el análisis clásico del trab ajo asalariado. Su crítica de las pautas de dom inación a u to rita ria den tro de la sociedad burguesa se aplicaba tam bién a las pretendidas sociedades “revolucionarias” de la R usia soviética y de la E uropa oriental. L a influencia intelectual de A dorno y H orkheim er fue aún m ayor que lá de M arcuse, quien decidió perm anecer en los Estados U nidos, ya que tuvo u n a influencia decisiva, no sólo sobre una, sino sobre sucesivas generaciones de estudiantes de la posguerra. Algunos de los m ejores se sintieron atraídos por ellos al Instituto, el prim er lugar en la A lem ania de la posguerra dónde podía estudiarse sociología m arxista y psicología freu d ian a con el fin de com prender analíticam ente al fascismo que los había puesto fuera de la ley. L a prem inencia del Instituto tuvo su origen en la p arad o ja de su situación histórica: sus m iem bros estaban total­ m ente inmersos en la tradición intelectual alem ana que critica-

nn

m arxism o por p arte del Instituto, fue p a ra A dorno u n a aproxi­ m ación a M arx, así como tam bién un reconocim iento m ayor de los límites de la praxis intelectual — de allí el creciente pesimismo en eí tono de su crítica cultural. L a verdadera influencia form ativa sobre A dorno tuvo lugar antes de 1931, y provino de W alter Benjam in. L a conferencia inau­ gural docum enta de m anera clara este hecho, que no hace m ás que au m en tar el m isterio que rodea el origen de su filosofía. L a conferencia procura ciertos lincamientos p ara u n a teoría “d ia­ léctica”, “m aterialista” , que es intencionalm ente m arxista; sin em ­ bargo, lo hace a través de u n lenguaje y categorías conceptuales tom adas de la tem prana filosofía de Benjam in, no m arxista y no m aterialista. Éste incorporaba elementos estructurales de fuentes aparentem ente tan rem otas como el misticismo judío, el kantis­ mo, el platonism o y el rom anticism o alem án. L a cuestión suscitada por la conferencia inaugural de A dorno es el enigm a al que este estudio tra ta de responder: ¿cóm o la tem prana filosofía no m arxista de Benjam in proporciona la clave p a ra el m étodo dialéctico, m aterialista, de Adorno? L a respuesta supone seguir a A dorno en un doble proceder: traduciendo las concepciones originales de B enjam in a un m arco teórico m arxista, y sustentando filosóficam ente la teoría m arxista con la ayuda de estas concepciones, con el objeto de probar de m anera inm anente que el m aterialism o dialéctico era la única estructura válida de la experiencia cognitiva. Esta tarea diferenciaba el trabajo de A dorno de la Ide'ologiekritik, crítica de la función ideológica y social de las ideas, característica de los ensayos escritos por otros m iembros del In stituto de F rankfurt. Adorno no sólo pretendía dem ostrar la falsedad del pensam iento burgués, quería dem ostrar que precisam ente cuando el proyecto burgués — el proyecto idea­ lista de establecer la identidad entre el pensam iento y la realidad m aterial— fracasaba, era cuando dem ostraba, sin intención, la ver­ dad social, probando entonces la prem inencia de la realidad sobre el pensam iento y la necesidad de u n a actitud crítica y dialéctica de no-idenfidad hacia ella — probando en otras palabras la validez del conocim iento m aterialista, dialéctico. El proyecto de A dorno no se ajustaba claram ente a la tra d i­ ción filosófica hegeliano-m arxista. Ai rechazar el concepto de historia como progreso e insistir en la no identidad de razón y realidad, rom pió decisivam ente con H egel; al separar su filosofía de toda referencia al proletariado, rom pió radicalm ente con M arx. Adorno estaba tan influido por la fenom enología de Husserl como por la de^Hegel. E n realidad, podría decirse que si el existencia-

lismo de K ierkegaard y el m aterialism o de M a rx representaron las dos ram as de la protesta co n tra H egel, h ab ría u n paralelo entre las respuestas de H eidegger y de A dorno a Husserl. Pero si A dorno estaba del lado de M arx en su rechazo del existen­ cialismo, su com prensión de la dialéctica se m odelaba m ás sobre la experiencia estética que, como en M arx, sobre la experiencia de la producción económica. Este últim o p u n to es p articu larm en te significativo. A dorno se pensaba a sí mismo como artista, y el tiem po que pasó en V iena en la década de 1920 estudiando el m étodo de composición de Schonberg con A lban Berg, aunque breve, dejó u n a huella in d e­ leble. B enjam in y él consideraban al arte como u n a form a de co­ nocim iento científico. Q uizá su contribución m ás im p o rtan te fue la de redim ir a la estética como u n a disciplina cognitiva central, una form a de revelación secular, y en insistir en la convergencia estructural de las experiencias científica y estética. D esafiaban así un dualism o fundam ental del pensam iento burgués, la oposición binaría entre la “v erdad” científica y el arte com o “ilusión” , que había caracterizado al pensam iento burgués desde el siglo xvn. Sus carreras intelectuales dem uestran la prom esa y tam bién los peligros de tra ta r de reconciliar estas dos culturas. A pesar o quizá a causa de la cercanía de las posiciones in te ­ lectuales de A dorno y de Benjam in, se vieron com prom etidos en un extenso debate, docum entado en su correspondencia, en la cual Adorno se encontró a sí mismo en la anóm ala posición de defender la filosofía de B enjam in co n tra el propio revisionismo de este últim o. Pero después del suicidio de B enjam in en 1940, su in ­ fluencia sobre el' pensam iento de A dorno perm aneció y su m ente brillante y excéntrica ronda incluso en los escritos sociocientíficos más em píricos del A dorno de los últim os años. L a historia dé su am istad intelectual constituye el tem a central de este estudio. L a prim era parte, cuya introducción es un capítulo biográfico que describe el tem prano desarrollo intelectual de A dor­ no, analiza sus concepciones filosóficas tal como fueran a rtic u ­ ladas por prim era vez a comienzos de la década de los treinta y dem uestra su deuda p a ra con B enjam in. Esta sección surgió de u n a ponencia com pletada en 1974, L a segunda p arte regresa a la estructura cronológica del capítulo introductorio, delineando el debate teórico entre A dorno y B enjam in, y concluye con el sui­ cidio de B enjam in y la reacción de A dorno al hecho, en p articular su sublación de las técnicas m ás audaces de Benjam in en la m eto­ dología de investigación em pírica de T h e authoritarian personality (1950), el estudio social-psicológico iniciador a través del cual

m ejo r se le conoce en este país. El recuento term in a en 1953 cuando, a la edad de cin cu en ta años, A dorno ab an d o n a los Estados U nidos p a ra regresar a F ra n k fu rt y se une a H orkheim er en el recién restablecido In stitu t fü r Sozialforschung. Este libro h a b rá cum plido su objetivo si logra in tro d u cir la “dialéctica negativa” a un auditorio de h ab la inglesa, si dem uestra la originalidad del proyecto filosófico de A dorno en com paración con otros exponentes del m arxism o occidental, y si m u estra la conexión histórica del proyecto con la teoría de W alter B enjam in, p la n te a la discusión sobre la contribución de A dorno dentro de u n a correcta com prensión de lo que pretendió realizar.

E sto y p r o fu n d a m e n te en d e u d a c o n R o lf T ie d e m a n n , pin cu y a g en ero si­ d a d y p recia d a a m ista d n o p o d ría h a b erse escrito este lib ro. Q u iero a g rad ecer al D e u ts c h e A c a d e m is c h e A u sta u sc h d ie n st por el e stip e n d io c o n el q u e a p o y ó m i in v e stig a c ió n en 1 9 7 1 -1 9 7 2 . D e b o a g ra d ecer ta m ­ b ié n a M a rtin Jay, H irsh a m S h a ra b i, D a v id G o ld fra n k , N o r m a n L ev in e y M arcu s R a sk in p o r sus p en etra n tes co m e n ta r io s y críticas; a m i fa m i­ lia d e F rankfurt, W o lfg a n g B o ck , G ise la E n g el, F ritz H er m a n in , C la u d ia H o n e g g e r , K la u s S ch ró ter y G u n ter W e g e le b e n , por su a y u d a y h o sp ita ­ lid a d ; a Istv á n C sicsery -R o n á y , R e g in a S c h m id t, N e a l W a d ler e lr v in g W o h lfa h r t por su en tu sia sm o en n u estras largas d iscu sio n es, y a M a ría T o k ié p o r su a y u d a e n la p rep a r a c ió n d el m anuscrito.; E sto y a g ra d e cid a a E llio tt por su p a c ie n te y jo v ia l a p o y o , F in a lm e n te q u isiera a g ra d ecer a cu atro m u jeres cu y a s en señ an zas fu e ­ ron in sp irad oras: D o r o th y M . B ro w n , E v a ly n A , C lark , G la d y s M . K in g sley y T h e r c sa L . W ilso n .

nm

1. L O S C O M IE N Z O S IN T E L E C T U A L E S : U N EN SA Y O B IO G R A F IC O

F R A N K F U R T AM M AIN

N ació T heo d o r W iesengrund A dorno1 en F ra n k fu rt am M ain el 11 de septiem bre de 1903. Su padre, un próspero com erciante de vinos, le proporcionó toda la seguridad económ ica y em ocional de un hogar burgués, pero no parece haberse m etido con la educa­ ción de éste, su único hijo. El niño se crió con las dos m ujeres de la casa: su m adre, M a ría Calvelli-A dorno (que ten ía 37 años cuando nació T h eo d o r)2 y su h erm an a soltera A gathe.8 E ra n ca­ tólicas, corsas, hijas de u n a can tan te alem ana y de u n oficial del ejército francés de antepasados genoveses,4 pero sobre todo hay que destacar que am bas p racticab an m úsica: M a ría can ta b a profesio­ nalm ente y A gathe tocaba el piano como acom pañante de la fam osa cantante A delina P a tti.5 Am bas poblaron de m úsica el m undo infantil de A dorno. A un antes de que A dorno p u d iera leer las 1 Jay refiere q u e F riedrich P ollock le p id ió a A dorno q u e suprim iera el W iesengrun d d e su ,n o m b re cu an d o éste llegó a unirse al e x ila d o In stitu t für S o zia lfo rsch u n g .. en N u e v a Y ork en 1 938, “ porque h a b ía dem asiados nom bres con resonancias ju d ía s en la lista d el In stitu to ” (M a rtín Jay, T h e dialectical i magi nat t on: a history of the Frankfurt Sc h o o l a n d t he Institut e of Soci al R e s e a r c h , 1 9 2 3 - 1 9 5 0 , B oston, L ittle , B row n, 1973, p. 34.) Sin em bargo, ya en 1920 h ab ía d ecid id o firm ar sus artícu los p u b licad os com o W iescn gru nd-A dorn o, n o por co n v en ien cia sin o quizá por razones estéticas (com en zó a u tilizar el gu ión cu an d o estu d iab a com p osición con Berg en V ien a) o personales (se id en tifica b a m ás con el la d o m atern o de la fam ilia). 1 T e n ía 73 en 1939, según u n a carta de A dorno a B en jam in d el 1? de febrero de 1939 (F rankfurt am M ain , legad o de A dorno.) 3 H ork heim er escribió que A g a th e “d esem p eñ ó un p ap el d ecisiv o en su crianza. A d orn o hablaba cá lid a m en te d e A g a th e co m o d e su segu n d a m adre” (M a x H orkheim er, “ü b e r T h eo d o r W . A d orn o: E in G esprach am 8. A u gu st 1969, au fg ezeich n et v o n B ernhard L a n d a u ”, en H erm án » Schw eppenhüuser, ed., T h e o d o r W. A d o r n o z u m Ged d c ht ni s : E i n e S a m m lung, Frankfurt am M ain : Suhrkam p V erla g , 1 971, p. 20). L a m uerte de A g a th e en el verano de 1935 fu e un rudo go lp e para A dorno (ca rta de A dorno a B enjam in, ju lio de 1935, F rankfurt am M ain , legad o de A dorno). * E n su v ia je a Italia , A dorno descubrió (n o sin algú n placer) que sus antepasados italian os h ab ían ten id o títu lo nobiliario. 8 Jay, T h e dial ecti cal i ma g i n a t i o n , p. 22.

notas, era capaz de seguir las p artitu ras reconstruyendo el sonido de m em oria.0 G uando creció, A gathe le enseñó piano, y juntos to cab an las transcripciones p a ra cuatro m anos de los clásicos de la historia m usical. A dorno reco rd aría: “T o c a r a cuatro m anos tra jo como regalo de la niñez a los genios del siglo xix burgués a comienzos del x x .” 7 A dorno se sentía como en casa en esta tra ­ dición c u ltu ral burguesa, tan alem ana. Los enorm es volúm enes de lom o verde in tro d u c ía n la m úsica sinfónica y de cám ara en “ la vida del h o g ar” ; form aba p a rte del m oblaje fam iliar, tocada en el p ian o “ sin m iedo de interrupciones y de notas falsas” ; “p e r­ tenencia a la fam ilia” .8 Pero si la dom éstica fam iliaridad le sustraía a la m úsica cierto tipo de a u ra , si p a ra A dorno la m úsica “seria” no sería jam ás intocable y su “grandeza” no despertaría n in g u n a reverencia a u to ­ rita ria, m an ten ía en cam bio u n a aureola de otra clase, aquella que, según B enjam in, estaba am enazada de m u erte en la era m o­ d e rn a de la reproducibilidad m ecánica del arte.9 A diferencia de las grabaciones de radio y fonógrafo, cad a reproducción recreaba esta m úsica, la tra ía a la vida, la producía activam ente y no la consum ía en form a pasiva: “T o c a r a cuatro m anos era m ejor que la Isla de los muertos [reproducción del cuadro de A rnold Bocklin] que estaba sobre el a p a ra d o r; en v erd ad h ab ía que conquistar de nuevo la sinfonía cada vez con el fin de poseerla.” 10 L a m adre y la tía conectaron a A dorno con u n a herencia cul­ tural, dándole u n a orientación intelectual que dem ostró ser. m ás decisiva que cualquier o tra identificación social o religiosa. D e origen francés, la fam ilia m atern a no tenía raíces sociales en Ale­ m ania, com o tam poco las tenía su padre, judío asim ilado. A dorno fue bautizado católico, confirm ado protestante — sin d u d a por una cuestión de conveniencia— y (excepto por un breve período de interés en el catolicism o d u ran te la década de los veinte)11 fue 0 T h eo d o r W . A d orn o, “V ierh a n d ig , n och e in m a l” (1 9 3 3 ), I m p r o m p t u s : Z w e i t e Folge neu g e d r u c k t e r musikal ischer A u f s a t ze , F rankfurt am M ain : Suhrkam p, 1969, p. 142. 7 Ibi d.

“ Ibid'

“ W alter B en jam in , “ T h e work o f art in th e age of m ech a n ica l reprod u ctío n ” (1 9 3 6 ), Il l umi nat i ons, ed. e introd. d e H a n n a h A ren d t, trad. de H arry Z oh n , N u e v a Y ork, S ch ock en Books, 1969, pp. 2 1 7 -2 5 1 . 10 A dorno, “ V ierh a n d ig , n och e in m a l” (1 9 3 3 ), I m p r o m p t u s , p. 143. u M ientras estu d iab a en V ie n a co n Berg (q u e sí era ca tó lico ), A dorno acarició la id ea de convertirse al catolicism o (co sa que Schónberg, ju d ío por n a cim ien to , ya h a b ía h ech o ), pero cam bió d e id ea a causa d e la m etafísica religiosa q ue habría ten id o q ue aceptar. T o d o esto está d o ­ cu m en tad o en la corresp on d en cia a Ernst K renek d e 1 9 3 4 : “ Si no m e

durante toda su vida ateo.12 Com o su p ad re no hizoj,ningún intento por im ponerle su pro p ia religión ni su profesión, Adorno, a dife­ rencia de m uchos de su generación,13 no se sentía im pulsado a re­ belarse contra el m undo de su padre. Sin em bargo, como sus raíces sociales eran superficiales, esta ausencia de rebelión no im plicaba un conservadurism o intelectual. F ran k fu rt am M ain era una ciudad secular, socialm ente móvil, que m antenía jen el siglo x x algunas saludables características del liberalismo burgués, y cierta ap ertu ra y ausencia de dogm atism o caracterizaban a su am plia población ju d ía .14 Por supuesto, no dejaba de haber antisemitismo du ran te los años anteriores a H itler, pero, como recordaría A dor­ no, su expresión abierta era “bastante poco com ún en la ciudad de com erciantes que era F ra n k fu rt” .15 E ra provinciana com parada con Berlín; sin em bargo, tenía u n a activa vida cultural, u n a prensa liberal, y una nueva universidad, relativam ente liberal, que a traía a algunos de los m ás originales y críticos pensadores de la Ale­ m ania de W eim ar como profesorado. Existía en F ra n k fu rt ese curioso fenóm eno social por el cual una clase alim enta entusiastam ente a los intelectuales y artistas que la atacan. Sin em bargo, a pesar de la relación, ambos m undos perm anecen diferenciados. D e ahí que fuera posible p a ra el dotado y precoz A dorno, destinado desde su niñez al m undo de los in­ telectuales y artistas, crecer en u n a relativa ignorancia del reino equívoco, usted h a ad op tad o recien tem en te fuertes con viccion es católicas. Éstas m e resultan m u y, m u y fam iliares. Y o tam bién pen sé algu n a vez que sería posible reconstruir nuestro m u n d o escin d id o a través d el ordo c a tó ­ lico, y en aq u ella ép oca, h ace d iez años, estu ve a p u n to de convertirm e, conversión que sentía m uy cercan a com o h ijo d e una m adre m uy católica. N o fu i capaz d e hacerlo. L a in teg ra ció n d e la phi l osophi a perenni s m e parecía irrem isib lem ente rom án tica y con trad ictoria con ca d a rasgo de nuestra existen cia, y no fui cap az d e descubrir n in gu n a pista en Schonberg” (carta de A d orn o a K ren ek , 7 d e o ctu b re d e 1934, T h e o d o r W, A d o r n o und Ernst K r e n e k : Bri ef wechs el , com p . p or W o lfgan g R o g g e, Frankfurt am M ain: Suhrkam p V erlag, 1974, p. 4 6.) 12 E n la d éca d a d e los sesenta el discurso d e H orkheim er tom ó un tono religioso; éste no fu e el caso d e A dorno. “ V éase el ca p ítu lo sobre “T h e revolt o f th e son” , en P eter G ay, We i ma r culture: the out s i der as instder, N u e v a Y ork: H arp er T orch b ook s, 1968, pp. 102-100. 14 El núm ero d e ju d ío s en F rankfurt a scen d ía a cerca de '2 9 0 0 0 en 1925, y era la segu n d a com u n id a d ju d ía d e A lem an ia. L a prim era era Berlín con un núm ero seis veces m ayor (1 7 3 000). V éa se O tto 'F r ie d r ic h , Before t h e del uge: a port rai t of Berlín in the 1 9 2 9 ‘s, N u ev a Y ork, H arper and R ow , 1972, p. 110. 18 T h eo d o r W . A dorn o, “ D er w u n d erlich e R ea list: Ü b er S iegfried K ra­ cauer” (1 9 6 4 ), N o t e n z u r L it e r a t u r , vo l. 3, F rankfurt am M a in : Suhrkam p V erlag, 1965, p. 85.

de los negocios y de la política práctica. En 1914 era dem asiado joven p a ra ir a la guerra, y por lo tanto se vio protegido de esta experiencia brutal que afectó de m anera traum ática a tantos inte­ lectuales ligeram ente mayores que él, aunque de su generación. E n , 1918-1919, m ientras A lem ania se recuperaba de la d errota m i­ litar y del levantam iento político, a los quince años, A dorno es­ tudiaba música y pasaba sus horas libres leyendo a K an t. Su ins­ tructor en K a n t era Siegfried K racauer, catorce años m ayor y amigo de la fam ilia: “Por más de un año, regularm ente, los sába­ dos por la tarde, leía conmigo la Crítica de la razón p u r a ”16 Pero no debe presum irse con dem asiada ligereza que éste era el en tre­ nam iento de un “m an d a rín ” germ ano.17 A dorno no sentía u n a reve­ rencia ciega por la cu ltu ra pasada y no intentó nunca despreciar el presente apoyándose en su au to rid ad : se acercó a la cu ltu ra con u n a pasión tan auténtica como íntim am ente personal. Com o en su prim er contacto con la música, lo que excitaba a A dorno de esta introducción a la filosofía era que exigía de él un com prom iso activo. K racauer no le enseñaba K a n t como un sistema cerrado y reificado de pensam iento por asim ilar, sino que, por su aleja­ m iento histórico, era vitalm ente relevante p a ra el presente: Excepcionalmente dotado desde el punto de vista pedagógico [Kracauer] hizo hablar a Kant para mí. Desde el inicio, bajo su guía experimenté el trabajo no como una mera teoría del conocimiento, como un análisis de las condiciones de los juicios científicamente válidos, sino como la clase de texto cifrado a partir del cual las condiciones históricas del es­ píritu [Geist] podían leerse, con la vaga expectativa de que algo de la verdad misma iba a conquistarse.18 En 1921 A dorno aprueba el exam en A bitur y deja el K aiser W ilhelm Gym nasium p ara ingresar a la nueva universidad de F ran k fu rt.19 T en ía 18 años y era au to r de dos artículos ya publi-

18 Ibid., p. 83. 17 V éa se Fritz K . R in ger, T h e decline of t he G e r m á n ma n d a r i n s : the. G e r m á n ac ade mi c c o mm u n i t y , 1 8 9 0 - 1 9 3 3 , C am bridge, M ass., H arvard U n iversity Press, 1969. lB Adorrio, “D er w u n d erlich e R ea list” (1 9 6 4 ), N o t e n zur Lit erat ur , vol. 3, pp. 83-B4. Sobre la am istad entre A dorno y K racauer, véase M artin Jay, “T h e extraterritorial lifc of S iegfried K racauer”, S a l m a g u n d i 3 1 /3 2 (o to ñ o de 197 5 -invierno de 1976): 4 9 -1 0 6 . 19 “ L a U n iversid ad de Frankfurt era por aquel en ton ces la m ás jo v en d e A lem ania. Al m ism o tiem p o, form aba p arte de las m ás antiguas, al m enos de m anera in d irecta. En su form a actu al, había sido fu n d a d a a partir de la m udanza forzada a Frankfurt de la sección alem an a de la U n iv e r ­ sidad de Estrasburgo, h a cia fines d e la prim era guerra m u n d ia l.” (E rnst E rich N o th , “ In der v erm ein tlich en H och b u rg des L iberalism us: W ie

■cados: un breve ensayo sobre el expresionism o20 y un com entario sobre u n a nueva ópera de su m aestro de m úsica, B em hard Sekles.21 Sin em bargo, a pesar de sus logros, to davía conservaba la excitada intensidad, la “bestial seriedad” 22 del protegido. E ra im presio­ nable, buscaba la com pañía intelectual de hom bres m ucho mayores que él. Pasó rápidam ente a través de los cursos, estudiando filo­ sofía, sociología, psicología y m úsica, y recibió su doctorado en filosofía tres años m ás tarde, en 1924. F u e u n a época de acum ular conocim ientos m ás que de autén tica originalidad intelectual. Fue b u iniciación en las controversias filosóficas que, legado en gran parte de los pensadores de la preguerra, hab ían llegado a dom inar los círculos académ icos. L a cu ltu ra burguesa europea, en au toproclam ada crisis desde antes de la guerra, se arrebolaba con los síntom as de lo que parecía una fiebre m ortal — al igual que la estru ctu ra política y econó­ m ica sobre la que se sustentaba. D e m an era significativa, los dos fenómenos culturales m ás am enazados eran precisam ente las dos pasiones de A dorno: el arte y la filosofía. M ientras que el arte se veía am enazado desde fuera p o r u n a tecnología que m ecanizaba su producción y alterab a la experiencia estética,28 el m ovim iento expresionista de la preguerra h ab ía liquidado las form as burguesas de la m úsica, la p in tu ra y la literatu ra desde adentro. Com o es­ cribió A dorno en su 1prim er artículo publicado, la m ism a posibilidad del arte estaba en d u d a : ‘El arte de la época se enfrenta a la cuestión de la continuación de su existencia.”24 E n el caso de la ~l||

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m an im F rankfurt der dreissiger Jahre stu d ierte” , en Frankf ur t er R u n d s ­ chau, núm . 2 6 9 , .sábado 20 d e n oviem b re d e 1971, separata, p. v.) 80 F irm ado T . W iesen gru n d , "E xpressionism us un d k ü n stlerisch e -W ahrh a ftigk eít: Z ur K ritik n eu er D ic h tu n g ” , D i e N e u e S c h a u b i i hn e [D resden], 2, 9 (1 9 2 0 ): 2 3 3 r23G. 21 T h eo d o r W iesen gru n d , “ D ie H o c h z e it des F a u n : G ru n d sátzlich e B cm erkungcn zu B em h ard Sekles’ neuer O p er” , N e u e Blatter für K u n s t u n d L i t er a t u r [Frankfurt am M ain ] 4 (1 9 2 1 -1 9 2 2 ): 6 1 -6 2 , y 5 (1 9 2 1 1922): 6 8-70. 22 Así se describía A dorno a sí m ism o (tierisch ernst) tal co m o era a m ediados d e la d écad a de los vein te. (T h e o d o r W . A dorno, Berg: D e r Mei ster des kleinsten Übergangs [19 6 8 ], G e s a m m e l t e Schri ft en, vol. 13: Die musikal ischen Mo no g r a p h i e n ¡ ed. G retel A d orn o y R o lf T ied em a n n , Frankfurt am M a in : Suhrkam p V erla g , 1971, p. 3 6 1 . En las notas sig u ien ­ tes, G e s a mm e l t e Schri ft en se abreviará GS.) 23 E sta evolu ción , que A dorno y B en jam ín habrían d e con sid erar tan im portante, h a b ía sido observada antes de la guerra por W erncr Som bart y a rticulada en su in fluyen te ensayo “T cch n ik und K u ltu r” , Archi u für Sozialwissenschaft u n d Sozi alpol it ik [T u b in ga], 33 (1 9 1 1 ): 3 0 5 -3 4 7 . 44 W iesengrund, “E xpressionism us u nd künstlerische W a h rh aítin k eit” (19 20), p. 23 5 .

filosofía, ya no se p re te n d ía q u e p roporcionara u n sistem a om nicom prensivo de todo el conocim iento, y estaba en peligro de re ­ tro c e d er a los problem as de la lógica form al, m ientras que suspreocupaciones tradicionales se transform aban en dom inio de las nuevas ciencias sociales. El relativism o, tan to histórico como cien­ tífico, erosionó los cim ientos de la filosofía burguesa cuando Einstein dio vuelta a la física new toniana y D ilthey cuestionó incluso la atem p o ralid ad de las form as cognítivas, desafiando la universalidad de la subjetividad racional. Si la W eltanschauung burguesa se desintegraba, las palabras no' tenían p o d er p a ra reconstruirla. En la era de la fotografía y de las prim eras películas m udas, la lógica lineal ‘de la p alab ra escrita perd ía su m onopolio. M ás aún, poetas y filósofos — T ra k l, H of­ m annsthal, el joven W ittgenstein— h abían com enzado a preg u n ­ tarse si el lenguaje era capaz de comunicar,' la verdad. E n síntesis, h a b ía consenso universal acerca de la ru in a de la. c u ltu ra burguesa. El d eb ate consistía en saber si a p la u d ir o lam en­ ta r la situación. Ser joven (con el estóm ago lleno) en esta época d e crisis e ra ten er la o p o rtu n id a d d o rada de lograr u n a contribución original. E n la d écad a de los veinte, todavía p arecía que “todo> estaba perm itido” .25 D ados sus antecedentes judíos y extranjeros A dorno carecía de influencia social o política que perder, así com o de interés alguno por p e rp e tu a r el antiguo orden. Podía antici­ parse que se un iría a la avant-garde intelectual. El año en que en tró a la universidad, A dorno leyó Geist der UtopíeJ¿a de E rn st Bloch, y se sintió p ro fundam ente im presio­ nado. Bloch, escribiría más tard e A dorno en el exilio, era “el filósofo del expresionism o, en el que conocim iento y expresión son 25 E n 1962 A d orn o alertab a con tra u n a ten d en cia recien te a id ealizar la era d e los v e in te , pero a d m itía : “ A pesar d e esto, la im agen de los años v ein te com o un m u n d o en el que, co m o se d ice en M a h a g o n n y de B recht, to d o está p erm itid o , c o m o u n a u to p ía , tien e a lgo d e v erd a d .” (T h e o d o r W . A d orn o, “ J en e zw an ziger J a h re” [1962], Eingri ffe: N e u n krítische M o d e l l e , F rankfurt am M a in , Suhrkam p, 1963). E xpresó el m ism o p en sa m ien to , n o sin algo d e n o sta lg ia , en una con versación radial con L o tte L enya a fines de la d écad a d e los cin c u e n ta (grab ación , F rankfurt am M a in , legad o de A dorno). 30 Ernst B loch , Geist d e r U t o p i e , M u n ich ,, D u n ck er & H u m b lo t, 1910; 2* ed. revisada, B erlín, P au l C assirer, 1923. P oco an tes, en ese m ism o año, había leíd o D i e T h e o r i e des R o m a n s , d e G eorg L ukács, q ue tam b ién tuvo un a perdurable in flu e n c ia sobre él (lo cu al se trata en el cap. 3, m ás a d e­ lan te). B loch y L ukács, en a q u ella ép oca am igos ín tim os, im presionaron a A dorno co m o p en sad ores p aralelos (T h eo d o r W . A d orn o, “ H en k el, K rug und frühe E rfa h ru n g ” , Ernst Bloch zu Eh r e n : Beitriige zu sei nem We r k, com p . por S iegfried U n se ld , Frankfurt am M a in , Suhrkam p V er la g , 1965, p. 10).

una y la m ism a cosa. Eso ya no era bien visto [eij Alemania]” ,2T Corno Schónberg en m úsica, como K andinsky en pintura, Bloch desarrolló las posibilidades creativas liberadas po r la desintegra­ ción de las form as. E n nom bre de u n futuro utópico, rom pió radicalm ente tanto con la form a como con el contenido de la filo­ sofía académ ica tradicional. C om prom etido políticam ente, se ga­ naba la vida como escritor fuera del ám bito académ ico. A dorno todavía no lo conocía personalm ente (se hicieron amigos después, de 1928), pero el nom bre de Bloch conjuraba una atm ósfera dis­ tintiva : O scu ro co m o un p a sa d izo , r u g ien te, so rd o c o m o un so p lo d e trom p eta,, d esp ertó la esperanza d e lo ex tra o rd in a rio , q u e m u y p ron to in e h izo sos­ pechar q u e la filo so fía co n la q u e m is e stu d io s m e h ab ían r e la c io n a d o p arecía ran cia y fa lta d e co n fo r m id a d c o n sus p ro p io s c o n c e p to s.28

Geist der Utopie sacaba las controversias y conceptos filosóficos, del desván del escolasticismo académ ico, haciéndolas cotidianas, expresando a través del ritm o mismo de su lenguaje la alterada form a de la experiencia filosófica contem poránea. Bloch • . . to m ó la d ia lé c tic a [h eg e lia n a ], q u e d e c ía su p era d a la a lie n a c ió n d e su ­ jeto y o b jeto , tan en serio q u e d esp recia b a el to n o so seg a d o e im p a rcia l de los a c a d é m ic o s q u e p erp etu a b a n u n a fría fa lta d e ila c ió n co n el o b jeto .29

A nim ado p or un concepto místico, casi ocultista, del arte y por un mesianismo religioso,80 aunque com prom etido con una visión secu­ lar y m arxista de la utopía sociopolítica, Bloch r e t a b a a “los filósofos a que abah d o ñ áran ía seguridad de la lógica form al, con sus cuestio­ nes fácilm ente resolubles, y se e n fren taran , como se 'en fren ta n a la religión y el arte, a la “preg u n ta inform ulable” (unkonstruierbare Frage) de la realización utópica. Pero si Bloch trajo de vuelta la filosofía a la arena política, si la puso al servicio de los objetivos m arxistas, el elem ento trascen­ dente, religioso, de su pensam iento se oponía duram ente al determinismo económico y a la visión m ecanicista y positivista de la historia que h ab ía llegado a caracterizar el m arxism o ortodoxo. En su estudio sobre el radical protestante T hom as M iinzér (1921)" K T . W . A d orn o, “ F ür E rnst B lo ch ” , A u f b a u - R e c o n s t r u k t i on [N ueva. York], 8, 4 0, 27 de n oviem b re d e 1942, p. 15. 9 A dorno, “ H en k el, K ru g u n d frü h e E rfahrung” , Ernst Bloch z u Ehren„ p. 10. 29 A dorno, “ Für E rnst B lo ch ” (1 9 4 2 ), p . 15. 80 B loch era ju d ío , pero su religiosid ad era pansectaria.

había afirm ado que tanto las fuerzas subjetivas como las objetivas ■eran los motores del desarrollo histórico, que las revoluciones eran im pulsadas por el pensam iento religioso; que la utopía no podía definirse en térm inos puram ente socioeconómicos.31 Esta tem eraria com binación de elementos tomados de la reli­ gión, la estética, el idealismo y la utopía política no dejaba de tener sus problem as. U n a de las fallas trágicas de la cultura de W eim ar, •en general (que volvería a repetirse en el m ovim iento de la N ueva Izquierda de los sesenta), fue que llevar a la filosofía a tra ta r cues­ tiones de justicia social era corregir un defecto académico, m ientras dejaba á la realidad social intocada. Eí hecho de que los intelec­ tuales ad o p taran u n a posición vindicativa no garantizaba de nin­ guna m anera que tuvieran el efecto social deseado (o u n efecto cualquiera). En 1918, los expresionistas de izquierda y otros inte­ lectuales intentaron integrar protesta cultural y praxis política; su fracaso fue característico de la historia subsiguiente de ía cultura

no p o r pertenecer a u n cierto reino noum énico, sino porque ap a re ­ cían cad a vez en u n a nueva configuración. E n la noción de expe­ riencia de C ornelius, no h ab ía ser independiente de la conciencia ni conciencia independiente del ser. Esto suponía la revocación de u n p rim er principio filosófico (prima philosophia) y fue uno de los prim eros y m ás constantes credos tam bién de H orkheim er y Adorno. H a b ía algo refrescante en el individualism o bohem io de Gornelius y en el em pirism o tan poco alem án que defendía. Su idea de la filosofía “com petía p o r la claridad últim a” , y era “violentam ente hostil a cualquier tipo de dogm atism o” .00 Estim uló en A dorno y H orkheim er el respeto por la individualidad de los fenóm enos con­ cretos, proporcionando u n contrapeso terreno al kantism o m ucho m ás esotérico de W alter Benjam in. Sin em bargo, al igual que Ben­ jam in , y a causa de su sensibilidad artística, respetaba las experien­ cias estéticas y religiosas tan to como aquella de la razón “científica” . C rítico de la sociedad (au n q u e no políticam ente activo), escribió "en 1923: Los hombres han perdido ia capacidad de reconocer lo Divino en sí mis­ mos y en las cosas; naturaleza y arte, familia y estado sólo tienen interés para ellos en tanto sensaciones. Por eso sus vidas fluyen sin sentido, y su 88 ^ o r n c h u s yfenía d e u n a co n ocid a fa n ú lia de pintores y com positor m uniqtieses. 'A m ante d e la cultu ra ita lia n a , tuvo la v id a de un artista, d esa fió las co n v en cio n es y se casó con u n a m u jer m uchos años mayor. E staba ig u a lm en te d o ta d o para la p in tu ra y para la m úsica. E nseñó pintura en M u n ich d u ran te la guerra y le dio clases particulares d e teoría de la com p osició n a H ork h eim er. (H e lm u t G um nior y R u d o lf R in g g u th , M a x H o r k h e i m e r in Selbstzeugni ssen u n d B i l d d o k u m e n t e n , R ow oh lts M onograp h ien , núm . 2 08, ed. K u rt K u sen b erg, H am b u rgo, R o w o h lt T asch en b u ch V e r la g , 1 9 7 3 , p. 22.) BB H an s C orn eliu s, Gr u n d l a g e n d e r Erke nnt ni st heori e : Tra n s c e n d e n t al e S y s t e m a t i k (1 9 1 6 ), 2* ed ., M u n ich , V erla g von Ernst R ein h a rd , 1926, p. 2 6 1 . w C itad o en u n a carta de F riedrich Pollock a M artin Jay, 24 d e marzo d e 1970, cita d a en el m anuscrito del libro d e Jay, T h e dial ecti cal imaginat i on (p. 8), pero o m itid a en la versión p u b licad a.

cultu ra co m p a rtid a está in te r n a m e n te v a c ía y se derrum bará porq u e m erece derrum barse. P ero la n u ev a r e lig ió n q ue la h u m a n id a d n ecesita em ergerá p rim ero d e la s ruinas d e esa cu ltu r a .61

La filosofía de Cornelius era lo bastante conocida como p a ra haber sido escogida p o r el ataque de L enin en su crítica a la filosofía contem poránea, Materialismo y empiriocriticismo (j 1909).62 Según Lenin seguía siendo subjetivista e idealista a pesar de su oposición al idealismo kantiano, y citaba como evidencia el hecho de que Cornelius dejase abierto el cam ino p a ra la posibilidad de vida después de la m uerte y su afirm ación de que “ante todo” la edu­ cación es necesaria “p a ra el respeto, no hacia los valores transitorios de una tradición fortuita, sino hacia los valores im perecederos del deber y de la belleza, h acia el principio divino en nosotros y fuera de nosotros” .03 E n cuanto a Cornelius, acusaba al m aterialism o en general del m ism o “dogm atism o” que criticaba en. el idealismo y afirm aba que hace del hom bre un “a u tó m ata” .64 Instaba a sus estu­ diantes a no conform arse con ningún “ismo” y a pensar por sí m is­ mos: “N i K a n t ni M arx, L utero o Fichte, ni ningún otro deberán ser vuestros amos, sino vuestra propia r a z ó n .. .” 65 M ax H orkheim er había sido alum no de Cornelius desde 1918, y Pollock h a escrito que su “influencia sobre H orkheim er difícil“ H ans C orn elius, “L eb cn u nd L eh re” (1 9 2 3 ), cita d o en Jay, T h e dialectical i magi nat i on, p. 4 5. , ** El libro d e L en in fu e trad u cid o y p u b lica d o en A lem an ia en 1922. H anns E isler recordaba: “Y a estábam os esperando el libro. L en in aún vivía. F u e realm ente un a sen sación .” (H a n s B unge, Fragen Sie me h r über Brecht: H a n n s Eisler i m Gesprdch, e p ílo g o por S tep h en H erm lin , M u n ich , R ogner und B ernhard, 1970, p, 156.) ® C ornelius, E i nl ei t ung in áte Phil osophie (1 9 0 3 ), cita d o en V . I. L e­ nin, Obr as c ompl et as , vol. x iv : M a t e r i a l i s mo y e mpi ri ocrit ici smo, M adrid, Akal E ditor, 1977, p. 209. M Ibi d. ® R ecord ad o por T h eo d o r W . A d orn o, Phi l osophische T e r m i n o l o g i e : Zur Einleitung, 2 vols,, ed . d e R u d o lf zur L ip p e, F rankfurt am M ain, Suhrkamp V erla g , 1973, v o l. 1, p p . 1 2 1 -1 2 2 . A pesar d e lo que d ecía, existían ciertos lím ites en esta in v o ca ció n al p en sam ien to in d ivid u al entre bus estudiantes. L eyen d o al jo v e n A d orn o, se tien e la im presión d e que se podía criticar cu alq u ier filoso fía , ex cep to la d e C ornelius. A dorno se vio en grandes d ificu ltad es para id en tifica r su p ropio m éto d o con el de C or­ nelius en su tesis d octoral. E sto ocurrió tam b ién e n su Habi li tat ionsschrifl, la cual, sin em bargo, C orn eliu s rechazó (v éa se infra). H orkheim er testim o­ nia de los lím ites d e la tolera n cia d e C orn eliu s al escribir en lí>21: “A yer conversé c o n un jo v en filósofo acerca d e las tareas d e la filosofía. S e m os­ traba m uy entusiasta. D esgra cia d a m en te, recién h o y descubrí q ue C orne­ lius había estado en la h ab ita ció n co n tig u a , y d eb e haber escu ch ad o m i exposición, q ue estuvo totalm en te d irigid a en con tra suya.” (C ita d o en Gumnior v R inereuth. M a x H o r k h e i m e r . d. 23.}

m ente podría ser sobrestim ada” .60 N acido cerca de S tu ttg art en 1895, hijo de un judío conservador, próspero fabricante textil, í-íprkheim er se había adiestrado du ran te siete años en los aspectos comerciales de los negocios de su padre (form ando un cierto p a tri­ m onio financiero que más tarde m antendría a flote al In stituto de Frankfurt) y había viajado a Bruselas, París y Londres hasta que el estallido de la prim era guerra m undial forzó su retorno a Stuttgart. L a guerra se trad u jo en u n a intensa crisis personal p a ra H orkheim er. Sus prim eros diarios docum entan su apasionada condena de la gue­ rra (en la que se vio obligado a servir desde 1917) así como su odio hacia la ocupación m ercantil a la que estaba a ta d o .07 A los 21 años soñaba con u n a existencia diferente: P or m i a n h elo ele v erd a d h e d e vivir, y b u scaré lo q u e d eseo saber; a y u ­ daré a los a flig id o s, satisfaré m i o d io con tra la in ju sticia , y v e n ceré a los fariseos, p ero, sobre to d o , buscaré e l am or, a m o r y co m p ren sió n , , ,68

E n aquella época escribió un p a r de novelas cortas: todas expre­ sando la inhum anidad de la guerra y la angustia de estar atrapado contra su voluntad, encadenado, como escribió, por u n a tiranía que no por su invisibilidad era menos opresiva.69 Seguram ente se tratab a de una rebelión adolescente, que volcaba contra su fam ilia el fervor moral del que se había n u trido.70 Sin em bargo, no era sólo el deber filial lo que le im pedía seguir sus propios deseos. H orkheim er tenía la profunda y persistente sensa­ ción de que la aspiración a la justicia social era u n a locura, de que todas las personas, aun las de m ayor rectitud, eran culpables, aun­ que indirectam ente, de p e rp e tra r las m aldades del m undo.71 Quizá ésta fuese la esencia del ser hum ano, esta “voluntad de poder, de dom inación, de conquista” : “Allí donde existan seres hum anos, exis­ tirá la guerra.”72 H orkheim er se había fam iliarizado con los escritos de Schopenhauer en 1913,78 y el pesimismo schopenhaueriano que comenzó a jjerm ear sus escritos en los años cuarenta (nuevam ente 90 Friedrich Pollock, cita d o en Jay, T h e dialectical i magi nat i on, p. 44. eT M ax H orkheim er, Aus d e r Pub e rt a t : No v el l e n u nd T a g e b u c h b l ñ t t e r, ed. de A lfred Schm idt, M u n ich , K osel-V erlag, 1974, pp. 149-159. Ibi d. , pp, 150-151. M I b i d p. 151. 70 V case A lfred S ch m id t, “ F ríihe D o k u m en te der K ritisch en T h e o r ie”, ep ílogo del editor, p. 362. Se enam oró d e la secretaria privad a d e su padre, R ose C hristine R iekher (a qu ien llam ab a M aid on ), och o años m ayor q u e él y cristiana. M an tu vo la relación y se casaron en 1926. 11 Ibi d. , pp. 158-159. 72 I b i d , } p. 153. n Sch m id t, en ibid., p. 362.

con el estallido de la gu erra m undial) fue un resurgir de ésta, su prim era orientación, y no u n a ru p tu ra radical en su desarrollo intelectual, como se h a presum ido.74 Desde el comienzo, el pensa­ miento de H orkheim er se instaló en la tensión entre el compromiso de fom entar la justicia social (m ás aún, “la felicidad de cada in ­ dividuo”)70 y su sospecha acerca de la inutilidad del esfuerzo. El camino hacia la paz, escribió en 1915, estaba hecho de “ perdón, sufrimiento, espíritu, am or. L a historia del m undo bram a etern a­ mente más allá de estas cosas; un ciego, desesperanzado, irredim i­ ble, insaciable y p o r siem pre incansable poder” .70 Eximido del servicio a causa de u n a enferm edad, H orkheim er abandona el m undo de los negocios y e n tra a la universidad, es­ tudiando prim ero e n M unich y viajando luego a F ra n k fu rt en 191.8 con su amigo F riedrich Pollock. M ás tarde, con u n a carta de p re­ sentación de Cornelius, perm aneció un semestre en F riburgo p a ra asistir a las clases de E dm und Husserl, quien lo im presionó vivarájente.77 E n t9 2 1 volvió a F rankfurt, estudiando psicología con el gestáltico A dhem ar Gelb (com o A dorno) y recibiendo su doctorado en filosofía en 1922.78 D u ra n te los siguientes tres años fue asistente de Cornelius. A dorno recordaba la p rim era vez que lo v io : ...e r a s o c h o a ñ o s m a y o r q u e y o , n o m e p a recía q u e tu v iera s a sp e c to de e stu d ia n te, m ás b ien un jo v e n c a b a ller o d e un h o g a r p rósp ero, q u e c o n ced ía a la a c a d e m ia u n cier to in terés d ista n te. E sta b a s in c o n ta m in a d o por esa d efo rm a ció n p ro fesio n a l d el a c a d é m ic o q u e fá c ilm e n te c o n fu n d e las cosas a p ren d id as co n la rea lid a d . P ero lo q u e d e c ía s era tan in te lig e n te , tan n ítid o y, sobre to d o , tan a u tó n o m o q u e p ro n to sen tí q u e eras sup erior a esa esfera d e la c u a l, im p e r c e p tib le m e n te , te m a n te n ía s apartado.™

En el sem inario dé Cornelius, H orkheim er leyó u n a ponencia sobre 74 C f., por ejem p lo, Jay, T h e dial ecti cal imciginatian, p. 250. Los escritos sobre la pubertad dé H orkh eim er, q ue d ocu m en ta n esta tem p ran a in flu en cia de Schop enhauer, perm anecieron in éd ito s hasta 1974. 78 T h eod or W . A dorno, “ O ffen er B ríef an M a x H ork h eim er” , D i e Z e i t , 12 de febrero d e '1965, p. 32. 74 H orkheim er, A u s der Púb e r tat, p. 154. 77 G um nior y R in g g u th , M a x Ho r k h e i m e r , p. 22. H ork h eim er tam b ién c o ­ noció a M artin H eid egger, en to n ces asistente d e H usserl, y le escribió a M aidon en 1921: “H oy tengo co n cien cia d e q u e H eid e g g e r fue una d e las personalidades m ás im portantes que con ocí. ¿ S i estoy de acuerdo con él? Cómo podría decirlo, si sólo una cosa sé con certeza de él: para él el m otivo del filosofar no em erge de la am bición in te le c tu a l ni de una teoría p refa­ bricada, sino d ía a día, d e sus propias ex p erien cia s.” (C ita d o en i bi d. , p. 24.) 79 La tesis d e H orkheim er, por la que recibiera su grado s u m m a c u m laude, fue sobre la tercera critica de K a n t: “ Z ur A n tin o m ie der teleologischcn U rteilsk raft” (in éd ita , 1922). 78 A dorno, “ O ffen er B rief an M ax H ork h eim er’5 (1 9 6 5 ), p. 32.

H usserl que A dorno consideró “verdaderam ente brillante” : “Es­ p o n táneam ente m e acerqué a ti y m e presenté. D esde entonces es­ tuvim os ju n to s.” 80 El In stitu í fü r Sozialjorschung de F ran k fu rt, del cual llegarían a ser codirectores, fue fundado por Félix Weil en 1923. Pero A dorno no estuvo ligado a su fundación, y H orkheim er sólo m arginal m ente, a través de su am istad con F riedri^h Pollock, un economista que tuvo u n im p o rtan te papel y cuya intervención fue decisiva p ara que H orkheim er asum iera el cargo de director en 1931. Bajo la dirección de C ari G rü n b erg (1924-1927), el In stitu to era recono­ cidam ente “m arxista” en un sentido ortodoxo (aunque independien­ te de cualquier afiliación p artidaria), y se interesaba básicam ente en la investigación histórica y em pírica sobre el m ovim iento obrero y las condiciones económ icas.81 A dorno y H orkheim er estaban m ucho m ás interesados en cuestiones de teoría ¡filosófica y estética, y no habían asum ido u n a posición abiertam ente m arxista en estas áreas, cualesquiera que hayan sido sus convicciones políticas personales.62 D u ra n te los prim eros años de su am istad, los tem as de sus discu­ siones giraron m ás en torno a K a n t y Husserl que a M arx y Hegel. Fue gracias a H orkheim er que A dorno adquirió su respeto profun do por H usserl, que persistió d esp u ésd e su adhesión a T /tarx (y du ran te m as tiem po que el propio entusiasm o de H orkheim er). A dorno siguió convencido de que H usserl, m ás que cualquier otro de sus contem ­ poráneos, h ab ía articulado correctam ente los problem as y dilemas a los que la filosofía se enfrentaba, que con su fenom enología el idealism o burgués h ab ía llegado tan lejos como podía, y que p re ­ cisam ente el fracaso de Husserl p a ra resolver estos dilemas era una p ru eb a de su integridad filosófica. E n tres ocasiones a lo largo de su vida estuvo A dorno p rofundam ente m etido en la filosofía de Husserl. Su tesis doctoral, com pletada en 1924, era una crítica de la teoría del objeto de Husserl. A nalizaba el dilem a hüsserliano de plantear uin retornó á los objetos, “a las cosas m ism as” como fuente del co­ nocim iento, tem iendo ál mismo tiem po que los objetos em píricos y tem porales fu eran u n a base m uy poco segura p a ra la verdad. A dorno afirm aba, en la m ism a línea que Cornelius, que las cosas 80 Ibid. 81 Para u n a h istoria d e los prim eros tiem pos d el In stitu to , véase Jay, The dtal ecíi cal i ma g i n a t i o n , ca p . 1, pp. 3-40. aa Si bien sus prim eros escritos acad ém icos eran co m p leta m en te apolíticos, esto no obstaba para un tem prano interés por la p o lítica radical. A l menos, H ork heim er parece haber ten id o desd e la pubertad la co n cien cia d e un socialista, y el p en sa m ien to socialista flo ta b a por cierto en el am b ien te. Pero en el caso d e A dorno no p u ed e d ocum entarse n in gu n a co n ex ió n con la política radical, el socialism o o el m arxism o hasta fin es de la d éca d a de los veinte.

empíricas debían ser la base del conocim iento, de^lo contrario se caía en la m etafísica.83 En 1934-1937, viviendo en O xford, u n a vez más A dorno se aferró a Husserl, intentando, a través de la ne­ gación de su fenom enología, nad a m enos que trascender al mismo tiempo el idealismo burgués.84 M ás tard e revisaría este estudio, publicándolo con u n a nueva introducción con el título de M etakritik der Erkenntnistheorie, en 1956.85 • H acia la década de los años treinta el análisis de A dorno sobre Husserl fue concebido den tro del m arco de la tradición dialéctica hegeliano-m arxista. Pero todavía eran visibles elementos del empirismo de C ornelius: no sólo su insistencia en que el cono­ cimiento seguía siendo inm anente, es decir dentro de los límites de lá experiencia, y en qué los objetos dé la experiencia eran fenómenos contingentes, concretos, particulares, sino tam bién su convicción de que el arte proporcionaba un modelo m ejor p ara la filosofía que la u topía cognitiva d é .Husserl ele la m atem ática pura: Desde"' luego, A dornó siem pre consideró al arte y a la filosofía como ocupaciones com plem entarias y sus estudios filosó­ ficos ra ra vez podían d ejar de lado su interés por la m úsica. En 1924 se le brindó la oportunidad de estudiar composición m usical'con Berg en V iena, Y no la dejó pasar.

V IE N A

Alban Bexg llegó a F ra n k fu rt en la prim avera de 1924 p a ra asis­ tir a la prim era audición de fragm entos de su ópera Wozzeck, di­ rigida por Iíe rm a n n Scherchen,80 A dorno estaba entre el auditorio: T ran sp ortad o p or la m ú sica , le su p liq u é a S ch erch en ,, co n q u ien ten ía co n ta cto, q u e m e presen tara a B erg. E n p o co s m in u to s se h a b ía ya a co r­ dado q u e iría a V ie n a c o m o e stu d ia n te s u y o .. .87 83 T h eo d o r W . A dorn o, “D ie T ran szen d en z des D in g lich e n und Nociríatischcn in H usserl’s P h an om en olo g ie” (1 9 2 4 ), GS 1, pp. 7-77. 81 T h eo d o r W . A dorno, H usserl m s., “Z ur P h ilosop h ie H usserls” , 19341937. Frankfurt am M a in ; leg a d o de A dorno. ® Esta versión era básicam en te la m ism a d el m anuscrito d e 1930. La nueva in trod u cción reflejab a el an álisis d e l fascism o h ech o por el In stitu to de Frankfurt, que sostenía que la d o m in a ció n , m ás que las categorías marxianas de reificación e intercam b io, era el p rin cip io estructural clave de la sociedad. (V éa se Jay, “T h e In stitu t’s A n alysis of N aziism ” , T h e dialectical imaginatian} pp. 143-172.) 86 S cherchen (n a cid o en B erlín en 1891) h ab ía colaborado con S ch on ­ berg en la prim era puesta d e Pierrot lunaire en 1911. S u ced ió a F urtw angler como director en F rankfurt am M ain en 1923. 87 T h eod or W . A dorn o, “E rin n eru n gen " , escritas n u evam en te en 1968 a

El estímulo de estudiar con Berg era la prom esa de iniciación en el m étodo composicional de Schónberg, que había revolucionado la m úsica al echar abajo la tonalidad clásica. El m aestro de A dorno en F rankfurt, B ernhard Sekles (quien tam bién le enseñara a Paul H indem ith),88 era m oderado y provinciano en com paración con A rnold Schónberg y sus discípulos Berg y A ntón W ebern, los ú lti­ mos de una larga línea de genios musicales vieneses: . . . los fra g m en to s d e W o z z e c k , sobre to d o la in tro d u c ció n a la “ m a r c h a ” y Juego la p rop ia “ m a rc h a ”, m e p arecieron c o m o d e l p ro p io S ch ó n b erg , y ta m b ién d e M a h ler , to d o s al u n íso n o , y a llí estab a m i im a g e n d e la n u eva m ú sica , la v er d a d e ra .89

A d o rn o 'tu v o que esperar la finalización de su doctorado en julio de 1924, y su traslado a V iena se postergó hasta el siguiente mes de enero. Su estadía fue breve, menos de dos años, pero la ex­ periencia dejó en él u n a huella decisiva. El im perio austro-húngaro se había derrum bado en 1918, y V iena en la década de los años veinte continuaba m ostrando las anom alías del im perio fenecido. Barrocas reliquias del pasado feudal coexistían con fragm entos de m odernidad. L a burguesía, que in ­ cluía a m uchos judíos, no había desplazado a la aristocracia. A un­ que la estructura económ ica de A ustria era capitalista, la predis­ posición feudal por la tierra m ás que por la inversión subsistía, y el prestigio social de los títulos nobiliarios aún era considerable. E n V iena, el disfraz del fausto encubría u n a realidad m ás som­ bría. L á frivolidad de las operetas, de la música de vals y de los alegres cafés burbujeaba al lado de un proletariado sin techo in ­ merso en la ola de la depresión agrícola. Gomo se dice que dijo K arI K raus: “E n Berlín las cosas son serias pero no carecen de esperanza; en V iena carecen de esperanza, pero no son serias.”00 E ra u n a ciudad de paradojas. L a aristocracia era antisem ita, identificaba a los judíos con los empresarios y a los empresarios partir del ensayo "E rinnerungen an den L eb ed en ” , p u b lica d o en 1936 en ln revísta m usical 2 3 bajo el seu d ón im o de H ektor R o ttw eiler (en Adorno, Berg, GS 13, p. 340). m En 1922 A dorno h a b ía escrito un artículo favorable sobre H in d em ith (red itad o com o A dorno, “ Paul H in d em íth ” , I m p r o m p t u s , pp. 53-57). D espu és de su experiencia en V ien a escribió críticam en te sobre la form a de com poner de H in d em ith , a causa d el anacronism o' de sus m ed ios m usicales neoclasicistas. (A dorno, “K am m erm usik von Paul H in d em ith ” [19 2 6 ], ibid., pp. 50-62.) 80 Adclrno, “ E rinnerungen” (-1936), GS 13, p. 340. 90 C itad o en H enry Schnitzler, “ G ay V ien n a : m yth and reality” , Journal, of the Hi st or y of Id e a s 15, 1 (en ero d e 1954): 100.

con los advenedizos, aunque los judíos contribuyeran con la parte del león a la élite cultural y se identificaran con la herencia inte­ lectual alem ana. El clim a filosófico era neokantiano,01 lo que sig­ nificaba que la m etafísica estaba desacreditada y que los problem as de la verdad se identificaban con los problem as lógicos y del lenguaje, pero esto im pulsaba a m uchos, como W ittgenstein, a dudar de que las cosas realm ente im portantes pu d ieran expresarse de m anera alguna. No podía m encionarse al sexo y, p o r lo tanto, era terriblem ente im portante. Sigm und F reu d fue atacado debido a que su terapia pretendía superar la p ropia m oral de la represión. C ulturalm ente A ustria e ra conservadora, pero todavía era el hogar de los expresionistas, incluyendo a G eorg T ra k l y O skar K okoschka, así como a Schonberg. V iena “ofrecía espléndidas oportunidades para los logros m ás elevados, así como la resistencia m ás em pe­ cinada a su entendim iento” .02 Com o recordaría A dorno, todo lo nuevo encontraba resistencia, sólo p a ra ser defendido m ás tard e como la nueva tradición.03 L a rebelión cultural y artística individual tomó el lugar dé la revuelta social o política organizada: “L a vida del arte se trans­ formó en un sustituto de la vida de acción.”94 Pero h a b ía con­ ciencia de la ineficacia de las palabras p a ra proporcionar, a través de la cultura, u n a u n id ad y cohesión nuevas de la sociedad. Ilo fm annsthal escribió: “T odo se cae a pedazos, los pedazos a su vez se pulverizan, y n a d a perm ite ya ser aprehendido por concepto alguno.” 85 P a ra m uchos intelectuales rebeldes la única alternativa era im pulsar la desintegración cultural, con la esperanza de tras­ cender la realidad presente a través de la dem olición, no de la realidad (ya que se oponían a la gu erra y no eran revolucionarios), Ernst M ach y Franz B rcntano en señ ab an a llí antes de la prim era guerra m undial. M ach in fluyó en el círculo de V ien a , in clu y en d o a L u d w ig W ittg en s­ tein; B rentano fu e el m aestro d e H usserl (y tam b ién d e F reud). E l clim a filosófico n eok an tian o no se circun scrib ía a la u n iversid ad : “ En la V ie n a de W ittgenstein, cad a m iem bro d el m u n d o ed u ca d o d iscu tía filo so fía y co n si­ deraba que las cu estion es centrales d el p en sa m ien to p osk an tian o in cid ían directam ente en sus intereses propios, ya fueran éstos artísticos o cien tíficos, legales o p olíticos” (A lian Janik y S tep h en T o u lm in , Wi t t ge n s t e i n’s Vi enna, N ueva Y ork, S im ón and Schuster, 1973, p. 26). M Ernst K renek, ensayo biográfico, en Bruno W alter, G u s t a v Ma h l er , N ueva Y ork, T h e G reystone Press, 1941, p. 197. M T h eo d o r W . A dorno, conversación con L o tte v o n T o b ísch , cin ta m a g ­ netofónica, Frankfurt ara M ain , L eg a d o A dorno. 94 C ari E. Schorske, “ P olitics and the p sych e in fin-de-siecle, V ien n a : S chnitzler y H o fm a n n sth a l” , A me r i c a n Hi st orical R e v i e w 66, 4 (ju lio de 1961): 935. M C itad o en ibid.3 944.

sino del tipo de conciencia que dem ostraba ta n ta com patibilidad con la g u e rra y el orden social existente, y au n llegaba al entusias­ m o por ellos. Las .anom alías de V ien a se personificaban en (Karl K raiis, cuya revista s a tíric a M i e . Fackel., (1899-1936) registraba la historia- de J a sociedad vienesa que tan agudam ente criticaba. Su sátira era im ­ placable h acia la prensa: Hacía periodism o contra el periodism o. Su objetivo no era “h a c er” (bringen) noticias sino “deshacerlas” (um bringen).m E ra pacifista, prosocialista y sin em bargo opositor de los partidos socialistas. Judíoi de,,nacimi.ento,,era archienem igp del m ovim iento sionista de H erzl, h ab ía en trad o en la Iglesia católica, p a ra luego ab a n d o n arla doce años después. D efendía a prostitutas y hom osexuales, aduciendo que las .leyes que legislaban la ética no em n éticas T el'escándalo comienza, decía (anticipándose a la N u e­ va Izquierda de la década de 1960), cuando' interviene la policía.07 Su defensa de la libertad en el ám bito privado descartaba la ad h e ­ sión a un socialismo revolucionario que p retendía más, y no menos, control de las acciones del ciudadano. T íp ica de su am biente, su rebelión siguió siendo individual (después de 1911 escribía Die Fackel él solo), y su ataq u e era básicam ente contra la cultura y la conciencia, m ás que contra la política y la estructura socioeco­ nóm ica. K ray s v e í a J o s m ales de la sociedad reflejados en los abusos contra la lengua alem ana,98 y era esta lengua la que quería p u ri­ ficar. En sus prim eros años, Die Fackel apoyaba el expresionismo publicando artículos de Kqltoschka, Lasker-Schüler, Schónberg, Wedekincí y \V erfel,e0 defendía a T ra k l, e incluso en ocasiones a M H arry Z oh n , K a r l K r a u s , T w a y n e ’s W orld A u th or Series, niim . 116, N u eva Y ork, T w a y n e P ublishers, 1971, p. 26. 07 I bi d. , p. 42. É ste era el tem a de su libro S il t l i c h k e h u n d K r i mi n a l i t at , q u e A dorno (y ta m b ién B en jam in ) adm iraba m u ch o, (T h e o d o r . W . A dorno, “ S ittlich k eit u nd K rim in alitS t” [1964], N o t e n z u r L i t e r a t u r , vol. 3 [Frankfurt am M ain , Surhkam p V erla g , 1969], pp. 5 7 -8 2 .) A dorno, com o Ki'aus, d efe n d ía la esfera privad a in d iv id u a l, sosten ien d o q ue ésta deb ía estar libre d e las in cu rsion es d e la socied ad . (T h e o d o r W . A dorno, “ O pcrnproblcine: G lossiert n a ch Frankfurter A u ffü h ru n g en ” , MusikbUiti er des A n b ru c h 8, 5 [19 2 6 ], 2 0 5 -0 . E sta p osición fue cen tral en la teoría crítica de Ja “ industria cu ltu ra l” d esarrollada por el In stitu to lu eg o d e que A dorno se uniera o ficia lm en te a él en 1930. 08 Su ob jetiv o era un análisis d e l len g u a je “q u e, d em ostran d o los h orro­ res de sintaxis, co n d u ciría a alcanzar las p oten cia lid a d es, y por tan to los m isterios, d el más p rofu n d o len g u a je, cuyo uso obsceno ha co n d u cid o a loá horrores de la san gre” . (K rau s, cita d o en Z oh n , K a r l K r a u s > p. 23). L a in d iferen cia d e K rau s respecto de la p o lítica term inó en lo q ue B en jam ín describió com o “la ca p itu la c ió n ante el fascism o au stríaco” de D i e Fackel e n 1934. (B en ja m in , Brief e, vol. 1, p. 623.) 09 I b i d . , p. 27.

Bertolt Brecht. Sin em bargo, el lenguaje, propio dp K raus no in­ corporaba ninguno de los inventos estilísticos del expresionismo. Era conservador, casi rem ilgado en su estricta adhesión a las leyes del significado y la gram ática. El ingenio, la sátira de sus escritos se lograban a través de u n a crítica inm anente del lenguaje que jugaba con el doble sentido y las am bivalencias sintácticas, vol­ viendo en contra de ella las expresiones de la sociedad vienesa. Para K raus, la crítica del lenguaje se transform ó . en un acto de protesta social.lüU "Á la inversa, el uso correcto del lenguaje era sinónim o de re­ presentación de la verdad. D e allí la im portancia de la “presenta­ ción” (Darstellung) : la verdad no era sólo lo que se decía sino el cómo; la form a era inseparable del contenido. Esta idea del lenguaje que proporciona u n a “ im agen” ( Bild) de la realidad y la identificación de esta im agen con la verdad no eran exclusivas de"lo£,escritos de K raus. L o vinculaban .a varios intelectuales con­ tem poráneos incluyendo a Á rnold Schonberg.101 Al presentar a K raus un ejem plar de Harmonielehre, su libro' sobre composición m usical, Schonberg escribió la siguiente inscrip­ ción.: “H e aprendido m ás de usted, de lo que quizás debería ap ren ­ der un hom bre, si quiere seguir siendo independiente.” 102 U na rasg 0 principal d e los incom p arab les trabajos d e K raus es sim p le­ m ente ún cierto conservadoristno: percibe la arm onía entre la m en te y la n a ­ turaleza com o un don d ivin o que se descubre en el len gu a je, prim er hogar del hombre, y que ve localiza d o históricam en te en las épocas literarias antiguas cristalizando alreded or d e la p od erosa figura de este o aquel gen io poético — y está ansioso por proteger esta arm on ía d e la em bestida de la d ecad en cia y ruina, disfrazada de progreso té c n ico .” (E rn st K renek, ‘‘K arl K raus and Arnold S ch on berg” (11)34), E xp l o r i ng Mu s i c , N u ev a York, O ctob er House,, 1966, p. 83 101 “ L ejos d e estar origin ad a en el T r a c t a t us d e W ittg e n stc in .. . la idea de considerar al len gu aje, al sim b olism o y a los m ed ios de expresión de todo tipo com o prop orcion an d o ‘rep resen tacion es1 ( Da r s t e l l ung e n) o ‘im ágen es’ (Bilder) era para 1910 un lu g a f coínun'en" todos los cam pos del d eb ate c u l­ tural vienés: E ntre los cien tífico s, está n o ció n h ab ía estado eri circu lación áí m enos desde los tiem pos d e H ertz, q ue había caracterizado a las teorías físicas com o p roporcionan d o ju sta m en te una tal Bil d o Da rst e l l ung de los. fenóm enos naturales. E n el otro extrem o, tam bién era fam iliar entre Iosartistas y m úsicos. A rnO jd'Schonberg, p o f'e je m p lo , escribió un ensayo sobre e r p en sa m ien to m usical, titu la d o D e r musikalische G e d a n k e und die Logik, Techni k, un d K un s t seiner D a r s t e l l u n g ” (J a n ik y T o u lm in , Witt genstei n's Viélliiaj,.P- 31.) L a n oció n ap arece tam b ién en los .escritos íie~ A dorno y según parece fue asim ilad a a partir d el clim a in telectu a l vienés. La im ­ portancia d e la Darst el l ung y la id en tifica ció n en tre Bild y verdad eran* temas d e los escritos d e B enjam in en 1926 (v éa se cap. 6) au n q u e siem ­ pre estuvieron ausentes d e los escritos de H orkheim er y otros miembrosdel Instituto. lü2 C itad o en ibid., p. 1Ü2.

década m ás tarde Berg, discípulo de Schonberg, seguía igualm ente im presionado. A dorno escribió: L a a ctitu d d e B erg h a c ia K rau s era d e u n resp eto ilim ita d o , ca d a vez q u e yo iba a V ie n a a sistía m o s a cu a n ta co n feren cia d e K rau s era p o sib le asistir. . . L a rela c ió n con K rau s era d e a u to rid a d .103

L a teoría de la miisica de la escuela de Schonberg era d irecta­ m ente paralela a la teoría del lenguaje de K raus: Schonberg con­ sideraba la composición musical como “representación” de la ver­ dad caracterizada por u n a claridad de expresión que se lograba a través de u n a adhesión estricta a las leyes del “lenguaje” musical, a p a rtir de la lógica interna de la composición desarrollada.10^ L a de Schonberg fue u n a posición radical en relación al enfoque estético del siglo xix, donde los ejes habían sido definidos por el debate entre wagnerianos y antiw agnerianos. Los prim eros soste­ nían que la m úsica era expresión subjetiva de u n a verdad que tenía su origen en el dom inio eterno, natu ral e irracional del espí­ ritu (enfoque com patible con la filosofía de Schopenhauer)105 que debía ser juzgada por su efecto emocional y dram ático ( Wirkungsaesthetik). C ontra esta rom ántica visión, el conservador crítico vienés E duard H anslick sostenía la posición clásica, afirm ando que la m úsica era autosuficiente, no necesitaba “expresar” n ad a m ás que el propio m aterial tem ático, que desarrollaba de acuerdo a la lógica interna de la composición.108 L a originalidad de Schonberg consistió en com binar elem entos de ambos extremos, del rom an­ ticismo w agneriano y del clasicismo anterior, en u n a nueva con­ figuración, alterando por lo tanto todo el contexto de la discusión. Al igual que W agner, creía que la m úsica expresaba la verdad, pero afirm aba que esta verdad era objetiva, más que subjetiva, y •que reclam aba más u n a articulación racional que la inm ediatez 103 A dorno, Berg (1 9 6 8 ), GS 13, p. 357. 10< Sobre las sim ilitu d es entre K raus y Schonberg, véase K ren ek , “ K arl K raus and A rnold S ch on b erg11 (193-.). Explori ng Music, pp. 03-üfí; tam bién Janik y T ou lm in , Wi tt g ens t e i n3s Vi e nna, p. 102 y passim. l0G Sin em bargo, las opiniones de S ch op en h au er acerca de la m úsica co n ­ ten ían algurlas tesis m uy poco w a g n eria n a s: la m úsica era “no co n ce p tu a l” , “ form a m ovién d ose en sonidos” ; el proyecto de la m úsica era por lo tan to inferior, y la nu'isica con stitu ía un “m u n d o cerrado” fu n cio n a n d o según sus propias leyes. Q u e esta visión con stitu ía de h ech o una a n ticip a ció n de la posición antiw agneriana de E duard H anslick ha sido una observación reciente de A lan W alker en su com entario “ S ch op en h au er and M u sic”, T i m e s Literary S u p p l e m e n t , 3 de enero de 1975, p. 11. 108 El fangoso tratado de H anslick D e lo bello en la música (1 8 5 4 ) fu e ed itad o n u ev e veces. (V éa se Janik y T o u lm in , Wi t t ge n s t e i n1s V i e n n a , pp. .103-107.)

emocional,107 y que el efecto de la composición sobre la audiencia era un elem ento extraño a su validez estética. Pero si la música, era u n a experiencia del intelecto, si se desplegaba siguiendo su objetivo propio, su lógica interna, esta lógica ya no e ra el arm onioso clasicismo adm irado por H a n slic k : la lógica m usical no estaba, gobernada por leyes form ales y eternas, se desarrollaba histórica­ m ente, y de allí que su dinám ica in te rn a necesitaba ir más allá de las form as del pasado, y no resucitarlas. De este m odo, Schonberg utilizaba la estética conservadora de H anslick p a ra justificar los medios musicales más radicales, y era la m úsica de W agner la que resultaba com parativam ente conservadora. Harmonielehre (19 l l ) , 108 el m anual de composición de Schon­ berg, justificaba su demolición revolucionaria de la tonalidad que había dom inado la m úsica d u ran te Ja e ra burguesa. “L a tonalidad —declaraba— no es ninguna ley n a tu ra l de la m úsica” .100 Los. teóricos tradicionales, tan im pactados por su m úsica, se preocupaban . . .sólo d e las cosas etern a s, y por lo ta n to lle g a n siem p re d em a sia d o ' tarde en la vid a. . . ¡A l d ia b lo co n to d a s esas teo ría s, si sirv en s o la m e n te para erigirse en barrera al d esa rro llo d e l a r te !110

El arte se desarrollaba a través de obras de arte individuales, c a d a una de las cuales se gobernaba por su pro p ia lógica in tern a.111 E a tanto que la ley natu ral exigía que el caso p articu lar fuera un ejemplo de u n a regla general y por lo tanto “ no reconoce excep­ ciones, las teorías del arte existen sobre todo a p a rtir de excep­ ciones” .112 L a tarea del com positor era por lo tan to trascender más que someterse a la tradición. 107 A dorno notaba que la sig u ien te afirm ación d e Schonberg sobre la. novena S in fo n ía de M ahter p o d ía ser un criterio a p licab le al p ropio trabajo de S chon berg: “ E n ella el au to r d ifícilm e n te h ab la ya com o sujeto. . _ Esta obra ya no p u ed e ser co n ten id a en el recip ien te d el ego. T ra e, por así. decirloj sustanciaciones ob jetivas, casi desprovistas d e pasión, d e u n a belleza, que se h ace percep tible sólo a aq u ellos q ue p u ed en renunciar al calor a n i­ mal. . (T h eo d o r W . A dorno, "Sakrales F ragm en t: Ü ber • S ch o n b erg ’s. M oses und A ron ” (1 9 6 3 ), Qu a s i una Fantasí a: Aíusikalische Schri ft en l l [Frankfurt am Mjain, Suhrkam p V erla g , 1963], p. 314.) 108 L a ed ición d e 1922 (A rn old S ch on b erg, Ha r mo n i e l e hr e , 3^ edición, revisada, V ie n a ; U n iversa l-E d itio n , 1922) fu e la q u e aquí se u tilizó: era la ú n ica que A dorno m anejaba. L a trad u cción in glesa d e R obert D . W.. Adams (N u e v a Y ork, P h ilosop h ical Library, 1940,1 suprim e “ m u ch o m a­ terial filosófico y p o lém ico ” (p refacio d e l traductor, p. xi), precisam ente aquellas partes que son del m ayor interés para este estudio. 109 Schonberg, Har mon i el e h r e , p. 4. 110 Ibi d. , p. 3.

m Ibid . 112 I bi d. , p. 6, en

1899 Schonberg escribió un p oem a sin fón ico,

Ver -

El rechazo a a c e p ta r com o absolutas las norm as culturales b u r­ guesas fue u n a característica unificadora del expresionismo, aquella de otro m odo m u ltifacética revuelta artística de la década de 1910, con el q u e el m ism o Schonberg se identificaba. Pero en tanto los expresionistas contem poráneos, como K lee en el a rte o T rakl en la poesía, se replegaban a u n ám bito subjetivo, psicológico, Schon­ berg se co n cen trab a en el propio m aterial. E nfocaba la enseñanza de la m úsica a la m an e ra de u n a artesanía, en donde el cono­ cim iento de las leyes que regían las composiciones anteriores p ro p orcionaban el dom inio técnico que necesariam ente precede a la creatividad original. N o enseñaba a sus alum nos teoría sino práctica de la com posición,113 y los instaba a' confiar en su propia experiencia estética: Y u n a teo r ía fa lsa lo g r a d a a tra v és d e un b ú sq u e d a h o n e sta siem p re es su p erior a la seg u r id a d c o n te m p la tiv a d e a q u e l q u e se le o p o n e p o rq u e «cree sab er — ¡ sab er sin h a b er b u sca d o p or sí m ism o !114

Berg continuó este m étodo pedagógico. A dorno recordaba un ejer­ cicio que Berg le h iciera h acer: "in stru m en tar pasajes de la G dtterdám m erim g y com pararlos después con las soluciones de W agner, u n a em presa excepcionalm ente instructiva” .115 Según Schonberg, la creatividad, el genio del com positor, con­ sistía en su habilidad p a ra desarrollar las potencialidades obje­ tivas del m aterial. Estas potencialidades no eran ilim itadas: de­ bían adherirse a la lógica del lenguaje m usical, así como, p ara K raus, las expresiones verbales se adherían a la lógica gram atical. Pero com o esta lógica se desarrollaba históricam ente, lo que se d enom inaba “ato n a lid a d ” (a Schonberg no le gustaba el térm ino) no era tan to la ru p tu ra con la tonalidad com o su culm inación: allí el principio w agneriano de la crom aticidad era llevado a su

klarte N a c h t , d o n d e u tilizab a el n o v en o acord e (fa v o rito d e los rom án­ ticos cu a n d o se u tilizab a en su p o sició n d e raíz) en form a in v ertid a co n la n o v en a com o nota base d el acorde. M ás tarde relataría cóin o u n a sociedad de con ciertos se n eg ó a in terp retar la obra p orq u e: “ Es ev id en te por sí m ism o q u e no existe a lg o asi co m o la in versión d el n o v en o acorde, y por lo tanto no ex iste algo así co m o su ejec u c ió n ; p orque no se p u ed e ejecutar algo q ne no existe. Por lo tanto, tu v e q ue esperar varios an os.” (C ita d o en R en é L eib o w itz, S c h o n b e r g a n d his S c h o o l : T h e c o n t e mp o r a r y state of .the language of music, trad. D ik a N ew lin . [N u eva Y ork, P h ilosop h ical Library, 1949], p. 48.) 118 “Y estaría orgulloso s i . . . p u d iese d ecir: *he privado a mis alum no d e com p osición de una m ala estética , pero les he d a d o a cam b io una buena teoría de su o fic io V 1 (S ch on b erg, Ha r mo n i el e h r e , p. 7.) 114 Ibi d. , p. 2. 113 A dorn o, Berg (1 9 6 8 ), GS 13, p, 359.

extrem o, de tal m anera que la tonalidad se destruía a sí misma: C u a n d o S ch ó n b erg afirm a q u e su m ú sica es to n a l, q u iere d ecir q u e cada aco rd e tie n e , su p rop io fu n d a m e n to , in d e p e n d ie n te d el c o n tex to . C a d a a co rd e está en una d e te r m in a d a cla v e . P ero según S ch ó n b erg , cu atro acor­ d es su cesiv o s, p or e je m p io , estarán en cu a tro c la v e s d iferen tes. L a rapidez co n q u e se p asa d e una c la v e a otra y la c o m p le jid a d d e lo s acordes no dan tiem p o a q u e el o íd o n o te la s d iferen tes clavjes y sus relacion es. C o m o n o e x iste c o n tin u id a d d e u n a c la v e d eterm in a d a , el resu lta d o es una ap aren te a to n a lid a d .118

A dorno se convenció m uy pro n to de que la superación de la tona­ lidad y de las form as tradicionales era u n a necesidad m usical.117 C om enzando en 1925 escribió u n a serie de artículos p a ra revistas de m úsica radicales, en defensa de las composiciones de Schónberg y sus estudianes A ntón W ebern, A lban Berg y H anns Eisler.118 Pero A dorno no era sim plem ente un apologista de la nueva m ú ­ sica. Sus artículos constituían reflexiones críticás que contenían las semillas de su propia teoría estética, la que, significativam ente, se basaba en concepciones filosóficas de la dialéctica, no articu­ ladas por el propio Schónberg.110 119 P aul C ollaer, A history of M o d e r n M u s i c , trad. Sally A beles, N u ev a York, T h e W orld P ub lish in g C om p an y, 1969, pp. 68-69. ,n “N o es q u e Schón b erg, el reb eld e, sacrificara las form as, para o to r ­ garse m ayor lib ertad : rebelión y libertad fueron su ob lig a ció n , porque las form as estaban en d eca d en cia .” (T h eo d o r W iesen gru n d -A d orn o, “ D ie Serenade: Z ur A u ffü h ru n g v o n Schónbergs Serenade in V e n e d ig ” , Pult 1ind. T a k t s t o c k , 2, 7 [septiem bre de 1 925]: 115-118.) 118 H an n s E isler (1 8 9 8 -1 9 6 2 ) h a b ía estu d ia d o con Schónberg d u ran te 19171918. A u n q u e residía en B erlín d u ran te 1 9 2 5 -1 9 2 6, los círculos m usicales de B erlín y de V ie n a estaban m uy con ectad os, y A dorno lo con o ció en 1925 (véase p osfacio d e A dorno a: T h e o d o r W . A d orn o y H an n s E id er, K o m p o s i t i o n f ü r den Fil m [1944], M u n ich , R oger & B ernhard, 1969, p. 213). En 1926 A dorno reseñó favorab lem en te una d e las com p osicion es de Eisler (T h eo d o r W iesen gru n d -A d orn o, “H an n s E isler, D ú o für V io lin e und V io lo n cell, op. 7, N r. 1” , Mu s i k b l d t t e r des A n b r u c h 7, S on derheft Italicn (1 9 2 5 ): 4 2 2 -4 2 3 ). A fines d e la d écad a d e 1920 E isler com enzó a escribir m úsica para los p oem as y dram as proletarios d e B ertolt B recht, y siguió siendo du rante tod a su v id a gran am igo de B recht. Eisler abandonó la aproxim ación cerebral d e S ch ón b erg a la com p osición por un estilo más popular apropiado a los m en sajes y efectos p o lítico s de B recht. Sin em bar­ go siem pre conservó un inm enso respeto por Schónberg, q u ien le h ab ía e n ­ señado gratis en la ép o ca en q u e E isler n o p o d ía p agarle (véase B unge, Frogen Sie m e h r über B r e c h t , pp. 167-1 7 8 ). *** E n e&ta ép oca su co n cep ció n d e la d ia lé ctic a era prob ab lem en te cer­ cana a la d e G eorg L ukács en D i e T h e o r i e des R o m a n s , q ue im presionara m ucho a A dorno al leerla en 1921 (v éa se A d orn o, “ H en k el, K ru g und frühe Erfahrung” , Ernst Bl och zu E h r e n , p. 10). E ste estu d io prem arxista, in ­ fluido por D ilth ey , y su im p ortan cia para A dorno, se d iscu ten en detalle en el cap ítu lo 3.

La música de W ebern y de Berg,120 aún más que la de Schon­ berg, había llegado a ser identificada con el expresionismo. Adorno concebía: "L a m úsica de W ebern corresponde, como quizá ninguna otra, a las pretensiones del expresionismo” , por su individualismo, su “representación p u ra de la intención subjetiva” , y su “lirismo aparentem ente ahistórico, absoluto” .121 Sin embargo afirm aba que la verdad de la música, y de allí su validez estética, debían ser entendidas dialécticam ente: precisam ente su “ahistoricismo” estaba conectado a la historia. “Su extrem ado individualism o es la cul­ m inación del rom ántico [individualismo], exaltado hasta el p u n ­ to de su inversión histórica ( Umschíag).”122 H abía historia en el interior de la m úsica de W ebern, a pesar de la aparente ausencia de desarrollo: “Su origen es auténticam ente dialéctico, y posee en su interior suficientes antítesis como p a ra transform arse dentro del estrecho espacio que le es concedido.”123 Si estos artículos anticipaban la teoría estética posterior de Adorno, todavía no m anifestaban una orientación m arxista identi­ fic a re . Sin embargo, docum entan acerca de la influencia que sus estudios sobre la lógica de la música ejercían sobre su comprensión de la lógica dialéctica, y este hecho da cuenta de gran parte de lo original de su teoría. Hegel apreciaba poco la m úsica, y Schon­ berg difícilmente podía ser considerado un hegeliano. Sin em­ bargo, A dorno más tarde proclam aría a Schonberg “el com po­ sitor dialéctico” .124 Parece claro que la revolución musical de Schonberg fue fuente de inspiración p ara los propios esfuerzos de Adorno en, el ám bito de la filosofía, y el modelo p ara su im por­ tante obra sobre Husserl en la década de 1930. Porque así como Schonberg había realizado la tarea de demolición de la tonali­ dad, la form a decadente de la m úsica burguesa, así el estudio sobre Husserl intentó dem oler al idealismo, la form a decadente de la filosofía burguesa.125 Escribió: 120 Woz zeck de Berg fvie considerado el ep ítom e de la ópera expresionista. A dorno afirm aba que su sign ificación era objetiva e histórica, ya que rea­ lizaba, com o lo habían h ech o las obras de Schonberg, la inversión d ia ­ léctica de la tradición (T h eo d o r W íesengrund-A dorno, “A lban Berg: Zur U raufführu ng des ‘Wozzeck* ”, Mus i kbl át t e r des A n b r u c h 7, 10 [diciem bre de 1925]: 53 1 -5 3 7 .) m T h eodor W iescngrund-A dorno, “ A ntón W ebern: Zur A ufführung der fü n f O rchesterstücke in Z ürich” , Musi kbl át t er des A n b r u c h 8, 6 (ju n io -ju ­ lio de 1926): 280. Ibid. 113 Ibi d. t p. 281. 1!í T h eod o r W. A dorno, “D er dialektische K om p on ist” (1 9 3 4 ), I m p r o m p ­ tus, pp. 39-44, discutido en el cap ítu lo 8. A dorno, ms. H usserl (1 9 3 4 -1 9 3 7 ), revisados y publicados en 1956 con el tí,tulo dá< Z u r Me t ak r i t i k der Erkenntnistheorie.

C u an d o lle g u é a V ie n a llev a b a una im a g e n d el c ír c u lo d e S ch o n b erg c o m o la d e una red b astan te cerrad a, sim ila r al c írcu lo fo r m a d o a lred ed o r de [el poeta S te ía n ] G eorge. U n a v ez a llí, esta im a g e n ya 110 resu ltó ap ro ­ p ia d a .120

Schonberg había vuelto a casarse y vivía en las afueras de V iena, en M ódling, aislado de sus antiguos amigos. A dorno recordaba haber sido presentado por Berg: más tarde tuvo lugar un encuentro más íntim o a través de R udolph K olisch,127 cuya h erm ana era la nueva esposa de Schonberg. Pero A dorno y Schonberg nunca fueron íntimos, y éste últim o n u n ca estuvo del todo conform e con la interpretación de A dorno sobre su m úsica.128 Berg, por el contrario, era m ás accesible. M ientras Schonberg suscitaba entre sus alum nos u n a deferencia no exenta de ansieA dorno, Berg (1 9 6 8 ), G S 13, p. 360. 127 í b i d . , p. 362. K olisch (n a cid o en 1896) era un vio lin ista que h ab ía estudiado con Schonberg y q ue form ara su p ropio cu arteto d e cuerdas e n 1922. El C uarteto K olisch, q ue estrenó obras d e Schfinberg, Berg y W ebern, existió hasta 1939. El en cu en tro entre A dorno y K o lisch co n d u jo a la idea de colaborar en una teoría sobre !a reproducción m usical (e l prim er artículo de A dorno sobre este tem a se p u b licó en 1925) que habría de c e n ­ trarse en el problem a de cóm o deb ían ejecutarse en el presente obras m u si­ cales del pasado. A través de toda su vid a, A dorno llev ó apuntes sobre el tem a ( Re p r o d uk t i ons t he o r i e , 3 vols., in éd ito , Frankfurt am M ain , L egado Adorno, s. £.), y siguieron sien d o am igos, pero el proyectado estu d io conjunto nun ca se m aterializó. 158 La ú nica carta dirigid a a A dorno en la corresp on d en cia pu b licad a de Schonberg (6 de diciem bre d e 1930), inq u iere en térm inos bastante form ales acerca de si A dorno estaría interesado en trabajar en una en ­ ciclopedia sobre la" nueva m úsica. (A rn old Sch on b erg, Lett ers, ed. E rw in Stein, trad. E ithne \V ilkins y Ernst K aiser [N ueva Y ork, St. M artin ’s Press, 1965] pp. 145-146.) A u n q u e más tarde A dorno efectiv a m en te colaboraría con la Enc y c l o p e d i a of the Arts (1 9 4 6 ), en la cual trabajaba su am igo Ernst K renek (su contrib u ción fue un artículo sobre jazz), ev id en tem en te Adorno vislum braba su trabajo en térm inos m ás am biciosos y originales. Schonberg parece haber dem ostrado poca p a cien cia frente al interés de Adorno por fu n d a m en ta r . la n ueva m úsica en u n a teoría estética. A dorno citaba una carta d e Schonberg a K olisch , d el 27 de ju lio de 1932, d onde alertaba contra el inten to de enfatizar “ aq u ello con tra lo que yo siem pre he lu c h a d o : el con ocim ien to acerca de cóm o [la m úsica] se c o m p o n e : |y o siem pre he buscado el co n ocim ien to de lo q ue es 1 Y a he tratado re­ petidam ente de hacérselo com prender a W iesengrund, y tam bién a Berg y a W ebern. Pero no creen en lo q ue d ig o ” . (T h eo d o r W . A dorno, in tro­ ducción a M o m e n t s Mu s i c a u x : N e u g e d ru c k t e Auf s a t z e , 1 928 bis 1962 [Frankfurt am M ain, Suhrkam p, 196'1J, p. 10.) A dorno escribió una m o ­ nografía sobre Schonberg en C alifornia en la d écad a d e 1940 (p u b licad a más tarde en Phil osophie der netien M u s i k ) q ue inspiró a T h om as M ann en su con cep ción de la n ovela D o k t o r Faustus. Schonberg se en ojó con Mann por la utilización indirecta e inconfesada de su persona y su obra como m od elo d el personaje central, el com p ositor A drián Leverkühn.

d a d ,129 Berg era un m aestro antiautoritario, el opuesto de una fi­ gura p a te rn a ,180 que, utilizando el interior del piano como ceni­ cero, in fundía entusiasm o au n cuando estuviera criticando demoleduram ente intentos de composición de su estudiante.181 A dorno tom aba lecciones dos veces a la sem ana, las cuales consistían en revisar sus propias composiciones: T o d a s sus co rrec cio n e s te n ía n u n ca rá cter in c o n fu n d ib le m e n te “B erg ” . . . P ero si la s d e c isio n e s eran suyas, sin em b a rg o se co n firm a b a n c o m o si se im p u siera n o b je tiv a m e n te , y n u n ca p a recía n in je rta d a s en [la c o m p o ­ sic ió n ].1Ji2

U n a característica de Berg e ra su ojo p a ra los detalles, u n a articu­ lación de m atices, que A dorno tam bién encontraría en W alter B enjam in,1BS y que se transform ó en un canon de su propio pen129 Berg le relató u n a vez a A dorno q ue “ incluso m u ch o después de transform arse en a d u ltos, él y W ebern conversaban [con Schónberg] sólo a través d e p regu n tas” (A d o rn o , Berg, 1968, GS 13, pp. 34 6 -3 4 7 .) 130 "Si los in telectu a les no d eben ser padres, en tonces Berg era lo m e­ nos p atern al que uno p odría esperar; su autoridad era la d e una au sen cia p erfecta de naturaleza autoritaria. T riu n fó al no crecer, sin seguir siendo in fa n til” (ibid.., p. 367). 181 “U n a lección con Berg se desarrollaba g en eralm en te d e la sigu ien te m anera: tom aba los ejercicios y los in ten tos de com p osición d e su alum no d e la m anera más am istosa y los dejaba sobre el p iano. L uego los reco­ rrería con la m irada desd e el com ienzo em itien d o un m ontón de e x c la ­ m acion es de acuerdo y entusiasm o d e tipo general tales com o: ‘no está m al’, ‘una b u en a id ea', ‘no está n ad a m a l1, ‘b ien , b ien ’. L u ego invitaría al alum no — qu ien estaba natu ralm en te m uy com p la cid o — a sentarse al p ian o a su lado y revisaría la obra com pás por com pás, nota por nota, con el resultado sig u ien te: después de com p letar su corrección, las p á g in a 1; parecían g en eralm en te devastados cam pos de b atalla, aparecía una com ­ posición to talm en te d iferen te, que ten ía m uy poco q ue ver con lo que el alum no había traído. Pero n unca escribiría una sola n ota en el m a ­ nuscrito a m enos q ue el alum no estuviera g en u in am en te con ven cid o y lo aprobara co m p letam en te, no por m era sum isión a la autoridad del brillante m aestro. L a crítica m ás agu d a que algu n a vez se le escu ch ó em itir fu e: ‘¡U ste d todavía no ha escuchado e so !’ ” (W illi R eich , A l b a n Berg, trad. C ornelius C ardew [N u eva Y ork, H arcourt, Brace & W orld, 19631, p. 72.) A dorno colaboró con la ed ició n origin al alem an a del libro de R eich sobre Berg (V ie n a : V e r la g H erbert R eich n er, 1937), pero sus ensayos, análisis de com posicion es esp ecíficas de Berg, no aparecen en la versión inglesa. E stán p ub licad os en A dorno, Berg (1 9 6 8 ), GS 13. 332 A dorno, Berg (1 9 6 8 ), GS 13, p. 365. 133 I bi d. , p. 355. U n a vez le com entó a Berg que le hubiese gustado encontrar una form a de elim inar de una vez la barba m asculina para ahorrar el tiem po de rasurarse d iariam ente, pero Berg le con testó: "que la suave piel rasurada q ue agrada a las dam as no p u ed e separarse del h ech o de q ue ellas sien ten la barba d espuntando bajo la superficie” .

sarmentó dialéctico. Sim ilar a Benjam in era tam bién cierto clima estático, a pesar del principio composicional dinám ico de la va­ riación tem ática.184 Berg utilizaba los medios musicales del si­ glo xix peró transform aba su función.185 Gomo en el caso de W agner, había nihilismo en su música, pero W agner glorificaba el nihilismo, m ientras que la representación de Berg era un lam en­ to.136 Y uxtaponía opuestos: Para B erg, form ar siem p re sig n ific ó co m b in a r, ta m b ién superponer, sintetizar lo in c o m p a tib le , lo dispar, d eja rlo crecer ju n to : tr ansformar. En su m ú sica la palabra co n creta encuentra su lu g a r.187

Evitaba la sim plicidad. Adorno com entó al ver la p a rtitu ra de la m archa de las T res Piezas p a ra O rquesta (op. 6) que debía sonar como las Piezas p a ra O rquesta de Schonberg ejecutadas en­ cima de la N ovena Sinfonía de M ahler, y Berg estuvo encantado.188 Berg presentó a A dorno a su círculo de amigqs, el dram aturgo Franz W erfel y su m ujer A lm a M ahler (anteriorm ente casada con G ustav M a h le r); E rh ard Buschbeck, quien habla estado cerca de Georg T ra k l;189 los músicos R udolph Kolisch y E duard Steuerm ann.140 A dorno asistió ju n to con Berg al estreno en Berlín de Wozzeck (diciem bre de 1925),141 donde conoció a H anns Eis­ ler.142 Probablem ente fue Berg quien le presentó a Ernst K renek148 A través d e este tipo de m atices descubrió la d ialéctica para sí mismo. (Ibid.) Ibi d. , p. 342. B enjam in estaba “ absolutam ente fascinado” por el Woz zeck de Berg. (Ibid.) 130 “L a rem iniscencia de Berg es letal. S ólo porque trae el pasado com o irrecuperable le perm ite entrar al p resen te.” ( Ibid. , p. 3D0.) wo I bi d. , pp. 3 2 9 -3 3 0 , 346. 187 Ibi d. , p. 353. *“ I bi d. , p. 352. 130 Ibi d. , pp. 359 -340. 140 Eduard Steuerm an n (n a cid o en 1892 en P olonia) era un pianista que h ab ía d efen d id o la m úsica d e Schonberg desde 1912. (C f. T h eod or W. A dorno, “N achruf auf ein en P ianisten: Z um T o d e von Eduard Steuerm ann” [1964], I m p r o m p t u s , pp. 150-156. 141 “D espués del estreno en B erlín y de la cena d on d e se lo celebraba en T op fer y d ond e él, atribulado com o un m u ch ach ito, apenas si podía responder, m e q uedé con él hasta entrada la n och e, para consolarlo lite­ ralm ente de su triunfo.” (A d orn o, Berg [1968], GS 13, p. 336.) E isler era tam bién am igo d e Steuerm ann y K olisch . (B u n ge, Fragen Sie me h r über Brecht, p. 167.) 543 Ernst K renek (n a cid o en 1900 en V ien a ) siguió a su m aestro Fran¿ Schreker a B erlín (1 9 2 0 -1 9 2 3 ), fu e in flu id o por el neoclasicism o en París (1924) y fu e asistente de Paul Bekker, director general en Cassel, y luego en W iesbad en , d e 1a ópera estatal (1 9 2 5 -1 9 2 7 ), d on d e escribió la exitosa

y lo puso en contacto con las dos revistas musicales radicales, Anbruch y Pulí und Taktstock, que publicaron muchos de los artículos de A dorno.144 Berg era un católico de origen aristocrá­ tico, cuya personalidad tenía la combinación única vienesa de un pesimismo metafísico y un hedonismo desenfadado.145 O diaba la com ida alem ana y tenía una pasión parisiense por el vino. En esto, tam bién, Adorno fue un atento estudiante.140 Adorno tenía aspiraciones serias de transform arse en compositor. Sin em bargo no era prolífico,147 y no lograba que su música fuese ejecutada.148 Regresó a F rankfurt después de algo más de un año p a ra reanudar sus estudios de filosofía, con la esperanza de ob­ tener un puesto de profesor en la universidad. Las razones de su p artid a d e'V ien a no están claras. Es cierto que Berg no apreciaba demasiado el “lastre filosófico” de Adorno, al que consideraba “pe­ sado”.140 A dorno era quizá demasiado reflexivo, dem asiado autoópera Jonny spiclt auf, sobre un m úsico negro de jazz. E n 1928 volv ió a V ien a y estudió la técn ica dod ecatón ica de Schónberg. L a am istad con A dorno com enzó a fines de la década de 1920, y continuó, a pesar d e sus diferencias en cuestiones de teoría m usical, a través de toda su vid a. Su correspondencia h a sido pu b licad a: T h e o d o r W. A d o r n o u n d Ernst K r e ­ nek: BriefivechseL 14* A dorno fu e m iem bro d el com ité editorial d e A n b r u c h de 1929 a 1931. 145 A dorno, Berg (1 9 6 8 ), GS 13. p. 344. 1 v ol. 2 , p. 489 y passim). “ * A sja L acis (1 8 9 1 ) estudió actu ación , d irección y film ación en M oscú durante la guerra. A com ienzos de la d écad a d e 1920 llegó a A lem ania y fue asistente de dirección d e B recht y tam bién d e Piscator. C om unista,

juntos en Capri y Positano.210 Benjamin estaba estudiando hebreo y considerando la posibilidad de reunirse con Scholem en Palestina, pero L^cis en cambio argüía que el camino de un hom bre de pro­ greso conducía a M oscú.211 Benjam in comenzó a implicarse con M arx *(y con la interpretación hegeliana de Lukács),212 pero no tomó el camino directo a Moscú. En aquella época estaba trab a­ jando en un estudio literario sobre el dram a barroco, Urspruhg cíes deutscherí Trauerspíels ("O rigen del dram a alem án”). Lacis creía que éste era un tem a m u erto ; Benjamin afirm aba qué el dram a Barroco era análogo al expresionismo, y que por lo tanto legitim aba filosóficamente tam bién, de m odo indirecto, al dram a contem ­ poráneo.2tB Pero había algo m ás respecto de este estudio. El capítulo in­ troductorio del libro diseñaba una teoría cognitiva de base kan­ tiana, aunque influenciada por la cabala, que daba cuenta de la ‘^xpérTenciáTtanto filosófica como religiosa, objetivo que había sido suyo desde 1918.214 Este capítulo teórico estaba unido al resto del estudio por una actitud hacia la crítica estética similar a la de Novalis y Schlegel, acerca de quienes Benjam in había escrito en estaba conectad a con la em b ajad a soviética en Berlín. H a p u b licad o sus m em orias (n o totalm en te confiables): A sja L acis, Rev o l ut i o na r i m Beruf:. Berichte über proletarisch.es T h e a t e r , über Me y e r ho l d , Brecht, B e n ­ j a m i n u nd Piscat or, cd. H ild egaard Brenner (M u n ich : R ogner & Bernhard, 1971.) 230 B loch los visitó allí. (B loch , “ E rinnerungen” , A dorno et al., Üb e r Wal te r B e n j a m i n , p. 16.) B enjam in escribió a Scholem q ue aunque el v iaje a Capj'i lesionaba su trabajo, resultaba "del m ayor b en eficio para u n a liberación existen cial y u n a percepción intensa d e la realidad d e un com unism o radical. C onocí a una. revolucionaria rusa de R ig a [Lacis], una de las m ujeres más espléndidas q ue jam ás he con ocid o” . (C ita d o por los editores en W alter B enjam in, G e s a mme l t e Schriften, 6 vols., éd. R o lf T ie dem an y H erm ann Schw eppenhauser, vo l. 1 :3 : A b h a n d l u n g e n [Frank­ furt am M ain , Suhrkam p V erlag, 1974], p. 878.) a i Lacis proclam ó: “ Puedo decir con seguridad que a m í se debió el hecho de que B enjam in no fuera a P alestin a.” (L acis, R ev o l u t i o n a r im Beruf, p. 45.) Seguram ente ella ju gó un p ap el im portante en el repetida­ m ente pospuesto viaje de B enjam in a P alestina (ver su carta a Scholem , 18 de septipm bre d e 1929, en B enjam in, Briefe, vol. 2, p. 5 0 ); sin em bargo, hasta su m uerte en 1940, él nunca descartó totalm en te la p o si­ bilidad de restablecerse allí. 211 B enjam in, Ge samme l t e Schriften 1 :3 : A b h a n d l u n g e n , pp. 8 7 8 -8 7 9 . 013 Lacis, Revol ut i onar i m Beruf, pp. 43 -4 5 . B enjam in h ab ía com enzado ya a preocuparse por el problem a de u n a estética m aterialista, y al respecto estaba leyendo Geschichte u n d Klassenbeuuusstsein. Pero, aunque m enciona a Lukács en el libro sobre Trauerspiel, éste “no exhibe la más ligera señal [de su im plicancia con el m arxism o” (com entario del ed itor; B enjam in, G e s a mme l t e Schriften 1 :3 : A b h a n d l u n g e n , p. 879). 214 V éase antes, p. 33.

1919,215 es decir afirm ando que la tarea del crítico de arte era ver y articular conceptualm ente la verdad que la obra de arte expre­ saba sólo sensorialm ente. Com o intérprete de la verdad, la actividad del crítico y la del filósofo coincidían. Benjam in presentó su estudio sobre el Trauerspiel a Cornelius paira su Habilitdtionsschrift en 1925, y, como sucedió más tarde con el éstudío sobre K a n t y Freud de A dorno, no fue aceptado.216 De todos modos, B enjam in lo publicó en 1928. M ientras tanto, se iba identificando crecientem ente con la izquierda m arxista.217 El dilem a intelectual'de B enjam ín era el mismo que el dé A dorno: ¿cóm o re­ conciliar su comprom iso m arxista con su esfuerzo filosófico k a n tia ­ no, en especial cuando adem ás consideraba como u n a sola la expe­ riencia filosófica y la místico-religiosa? Lo notable de Benjam in, y aquello que hizo posible su continuada am istad intelectual con el disímil triunvirato form ado por Scholem, Adorno y Brecht (cada uno de los cuales sospechaba de los otros), era que en su avance hacia M arx, en lugar de renegar de la filosofía (kantiana) o del misticismo (cabalístico), retenía lo que consideraba su estructura cognitiva com ún, aunque “rem odelándola” en el sen­ tido de B recht,218 transform ando la cognitividad idealista en m ate­ rialista, y la ilum inación religiosa en ilum inación profana! Esta casi imposible realización necesitaba dem ostrarse p a ra poder ser Creída. Y esto es precisam ente lo 'q ü é ocurrió* en el otoño de 1929. E n sep­ tiembre y octubre, A dorno estaba con B enjam in en Kónigstein, un pequeño pueblo en las afueras de F rankfurt, en los m ontes T aunus. Adorno se referiría u n a década más tard e a sus “ inolvidables conver­ saciones” allí,210'y Benjam in m encionaría en 1935 la significación histórica de aquellas charlas.220 Fue entonces cuando B enjam ín'leyó 215 W alter B enjam ín, D e r Begriff der K u n s t k r i t i k in der deut s chen R o mant ik ( l a . ed ., Berna, Francke V erlag, 1920), en B enjam ín, G e s a mm e l t e Schriften 1:1: Ab h an d l u n ge n , pp. 7-122. *w C ornelius dijo que no pudo en ten d er ní una sola palabra. L a historia de la p elea de B enjam in por conseguir su h ab ilita ció n y poder entrar en la carrera académ ica está d ocu m en tad a en B en jam in , Ge s a mme l t e Schriften 1 :3 : A b h a n d l un g e n, pp. 8 6 9 -8 8 4 . 217 V isitó M oscú con A sja Lacis en el invierno de 1 9 26-1927 y luego vivió y escribió en Berlín, d on d e L acis le presentó a Brecht. Su am istad con B recht data de m ayo de 1929 (véase S ch olem , Wal t e r B e n j a m i n : Die Geschicht e einer Freundschaft, p. 198). *18 V éase antes p. 60, 219 C arta de A dorno a B enjam in, 10 de noviem bre d e 1938, A dorno, Ü b e r Wal ter B e n j a m i n , p. 136. C arta de B enjam in a A dorno, 31 d e m ayo de 1935, B enjam ín, Briefe, vol. 2, p. 663.

a A dorno p o r p rim e ra vez extractos de su Passagenarbeit,221 que se transform aría en su trab ajo m ás im portante, un estudio de las arcadas de París del siglo xix que ponía en práctica una versión m arxista, m aterialista, del m étodo filosófico que había delineado en su libro sobre el Trauerspiel. Com o escribió, el libro sobre el Trauers­ piel aunque ciertamente no era materialista, era ya dialéctico. Pero lo que aún no sabía en la época de su formulación, y que pronto se hizo cada vez más claro, era que desde la misma posición única de mi filosofía del lenguaje existe una relación mediada —aunque todavía problemática y plena de tensión— con el método de observación del materialismo dialéctico.222 Esto ocurría no a pesar de las afin id ad e s1entre el m étodo del Trauerspiel y la cábala, sino por causa de ellas.228 E n realidad, las experiencias cognitivas de la filosofía y el misticismo convergían precisam ente en la estructura del m aterialism o dialéctico, resol­ viendo el problem a que B enjam in p lan teara por prim era vez en 1 9 1 8 224

El procedim iento de Benjam in tenía afinidad con el de Lukács ** A dorno, " E rinnerungen” (1 9 6 6 ), Üb er Wa l t e r B enj a mí n, p. 69. C u áles fueron los extractos precisos que B en jam in leyó a A dorno, no p u ed e determ inarse, ya que el Passagenarbeit, que n u n ca fu e con clu id o, está com p u esto d e una co lecció n d e ensayos, notas y borradores, la m a­ yoría sin fech ar, escritos d u ran te los trece años transcurridos entre 1917 hasta la m uerte d e B enjam in. 623 C arta, B enjam in a M ax R ych n er, 7 d e m arzo de 1931, B enjam in, Briefe, vol. 2, p. 523. 223 L a afirm ación d e B enjam in acerca de la n ecesidad del con ocim ien to d e la cábala para en ten d er su estu d io sobre el T rauers pi el desconcertó a S ch olem , q u e no lo consideraba en n in gú n sentido un texto cabalístico (S ch o lem , Wa l t e r B e n j a mi n : D i e Geschicht e einer Freundschaf t, p. 150). Pero la sim ilitud se refería no al con ten id o sino a la estructura cogn itiva. E l m étod o de exégesis cab alística era d escifrar tanto los textos com o los feñom eriós h a m iste s com o jeroglíficos en los cuales aun"los~~Hefgfíes~~~m5~s ín tim os servían para revelar una verdad ño Buscada a través de~~!ás palabras d e 1o$ ^ gXtOS o el sigm ficád o coffifiano *"3el'^ienoiTieñai'^Bi^m'étotio férminaba""coñ una lógica de correspondencias a través de las fronteras d el esquem a con cep tu al; el ob jetiv o era la revelación de la verdad que asum ía sign ificad o dentro del p resente, y esto sign ificab a a m en u d o un v u elco com p leto en las interpretaciones rabínicas tradicionales ( i de m M a j o r trends in jewish mysti cism, S ehocken Books, N u ev a York, 1967). T o d a s éstas eran características del m étod o “ m aterialista” , “ d ia léctico ” , d e B enjam in y A dorno, tal com o se dem ostrará. 281 B enjam in, “ Über das Pronram der U om m enden P h ilosop h ie” (1 9 1 8 ), Z u r K r i t i k der Gewal t u n d a ndere Aufstitze; véase antes, p. 33.

de la prim era época,225 pero tam bién un grado m ayor de originali­ dad,220 que le debe haber im presionado a Adorno como más fiel al impulso teórico de M arx que m uchos de sus discípulos más orto­ doxos. H orkheim er tam bién participó, al menos en parte, en las charlas de K onigstein (B enjam in se refiere a una im portante dis­ cusión final, con H orkheim er, A dorno, Asja Lacis y G retel K arplus, alrededor de la m esa),227 pero aunque estabá en un todo de acuerdo con m uchas de las prem isas filosóficas del program a de Konigstein, sus escritos no reflejan de ningún m odo la fuerza del im pacto de Benjam in sobre Adorno. Este últim o resulto''extraordi­ nariam ente im presionado. El léngúáje de sus escritos ya había co­ m enzado a m ostrar la influencia del estudio sobre el Trauerspiel,228 Pero pareciera que recién en aquel m om ento apreció la im portan­ cia de los conflictos intelectuales a los que lo confrontaba su propio avance hacia M arx. El efecto sobre su trabajo fue inm ediato. U n a crítica sobre W ozzeck de Berg, de noviem bbre de 1929, dem ostraba el entusiasm o de su conversión,220 y la form a aú n tosca, aún sin digerir, de incorporación de las nuevas ideas. Fue uno de los prim eros artículos sobre m úsica que m ostraban su claro com prom iso m arxista.280 Publicado justo después del colapso 220 Y a en 1924, cu an d o trabajaba en su estudio sobre el Trauerspiel aún no m arxista, B enjam in se sorprendió an te el hech o d e que “ Lukács, a partir de reflexiones p olíticas, arriba al m enos p arcialm en te y quizá no de m anera tan cabal com o m e p areció en un prim er m om ento, a afir­ m aciones cogn itivas que m e son m uy fam iliares o m uy fieles [a mi propio p ensam iento].” (B en jam in , G e s a mm e l t e Schri ften 1 :3 : A b h a n d l u n g e n , pp. 078-079.) 120 B enjam in escribió a A dorno q ue era necesario “ no ‘aplicar’ el m ar­ xism o al pie d e la letra sin o trabajar con él, y eso significa, para todos nosotros, luchar con él” .' (C arta d é 'B e n ja m in a ^Adorno, 17 de ju lio de 1931, Frankfurt am M ain , L egad o A dorno.) 227 C arta d e B enjam in a A dorno, 31 d e m ayo d e 1935, B enjam ín, Driefe, vol. 2, p . 6 6 3 . C om o se observó antes (n. 206), el artícu lo de Adorno^ de _1928, “ Schubert” utilizab a el vocab u lario .d e ., B en ja m ín / P e r ó n o h a b í a ningún rasgó "m arxista en él, in clu so hablaba p ositivam en te de la “ o n tología” , a la que su program a de K o n ig stein se oponía' exp lícitam en te/' A dorno suprim ió, d e m anera sign ificativa, todas las referencias a la on to lo g ía al volver a pub licar su ensayo sobre S ch u b ert érí M o m e n t s Mu s i c a u x en 1964. E n el p refacio a esta ed ició n ad vertía que h ab ía1"hecho m o d ifica ­ ciones sólo en aquellos casos en q ue se h ab ía sen tid o “m uy turbado” por el original. >" 1:0 T e n ía claram en te las características d e u n a conversión, aun cuando Adorno hubiese in flu id o d e igu al m anera a B enjam in d u ran te el en cu en ­ tro. L a tarea teórica in icia d a por B enjam in fue d e a llí en ad elan te tarea com partida. ÍB0 S in em bargo, e l artícu lo de A dorno “N a ch tm u sik ” (1 9 2 9 ), redi-

de la bolsa de valores en Nueva York, nunca su mensaje político vol­ vería a ser tan directo.231 Y sin em bargo ya entonces, en su inter­ pretación de -la m úsica de Berg, lo distintivo de la estética m ateria­ lista de A dorno era el argum ento de que la validez, la verdad de la música no residía en la intención política consciente del compositor (Berg no era m arxista y Wozzeck era una ópera expresionista). Así como Benjam in descubría afinidades entre el misticismo y el materialismo7~así A dorno encontró u n a convergencia estructural entre esta lógica musical interna y una comprensión crítica m arxista de la realidad de la sociedad contem poránea.2112 Pero Adorno no se detuvo allí. Buscaba tam bién en este artículo hallar un punto de convergencia entre la música y el procedim iento cognitivo del psicoanálisis.21*8 T odo esto fue realizado con la ayuda de conceptos que provenían del capítulo introductorio del libro sobre el Trauerspiel de B enjam in.234 En el mismo año, Adorno comenzó a tra b a ja r en u n a segunda Habilitationsschrift con un tem a totalm ente nuevo: u n a im plem entación del m étodo cognitivo señalado en el capítulo introductorio al libro de Benjam in, con el propósito de sustentar u n a crítica m ar­ xista de la filosofía de Soren K ierkegaard.235 tado en M o m e n t s Mus i c a ux , que apareció en los prim eros meses d e ese año y que se refería a . la fu n ción id eo ló g ica d e la alegría en la m úsica contem poránea y su relación con la estructura de clases de la sociedad, no utilizaba el len gu aje d e B enjam in. El ensayo sobre Schubert de 1928 tenía el len gu aje de.\ Trauers pi el pero nó la "‘crítica "Wiárxista; "NaclVt-' m usik” con ten ía la crítica m arxista "pero ño el lenguaje. Pero a partir del otoño de 1929, ambos se com binaron. 331 “. . . el sufrim iento de cada in d ivid u o ha penetrado la lu ch a de clases y se ha vu elto contra la continuación d el orden burgués.” (T h eo d o r W iesengrund-A dorno, “D ie O per W ozzeck” [1929], D e r Schei nwerf er: Blat ter de r Sladt ischen Bühne n Essen 3, 4 [1929-1930], p. 5.) 232 El carácter aproxim ativo de este artículo radicaba en el h ech o de que esta convergencia era sim plem ente postulada, afirm ada en base a analogías más que dem ostrada a n alíticam en te, com o haría en artículos p os­ teriores. Por ejem p lo, la afirm ación: “A sí com o el sufrim iento de los pueblos oprim idos no ha sido tod avía elim in ad o por la lucha de clases [¿u n a crítica a la U R S S ? ], así tam poco ha desaparecido el arte que tiene este sufrim iento com o su objeto. A partir d e estas con trad iccion es em erge la m úsica de W o z z e c k ( I b i d . , p. 5.) ^ Ibi d. , pp- 7-8. 1,4 Éstos incluían los conceptos de dram a, im ágenes m íticas (BiUler), desintegración, y “las más pequeñas p artículas” . El radicalism o más atem perado d el estudio sobre K ierkegaard (y de otros artículos de A dorno en la décad a de 1930), en com paración con el artículo sobre Wozzeck de 1929, p uede explicarse por los acon ­ tecim ientos .históricos (la depresión m u n d ial llevó al poder a los nazis

E l estudio (que nunca m encionó directam ente a M arx)230 fue aceptado por el teólogo protestante Paul T illich, un profesor a n tia u ­ toritario, de inclinaciones prosocialistas, que era entonces profesor en la U niversidad de F ran k fu rt,237 y en 1931, el mismo año en que H orkheim er es director del Instituto de F rankfurt, A dorno entra a form ar parte de la facultad de filosofía de F rankfurt. T en ía 28 años. S u'conferencia inaugural diseña el program a p a ra u n a filo­ sofía “dialéctica” , “m aterialista”, en un lenguaje benjam iniano y basándose en el program a de Kónigstein, que gobernaría sus es­ fuerzos teóricos por el resto de su vida.

y no a los revolucionarios d e izquierda), asi com o por el h ech o de que la teoría marxist^ no era popular en los círculos académ icos. 359 E l e s tu d io sobre K ierkegaard d e A dorno, escrito en 1 9 2 9 -1 9 3 1 , re­ visado y p u b licad o por prim era vez en 1933, se discu te con algú n d etalle en el cap. 7. 357 La posición in telectu al de T illic h era b astan te d iferen te, y no pu ed e decirse que haya in flu id o sobre A dorno. Su relación era personal (T illic h tam bién era amigjo de H orkheim er), La viu d a de T illic h escribió recien te­ m ente que ‘‘el inm ensam ente talen toso T e d d y A dorno” se in clu ía en su grupo de am igos de Frankfurt: “N u esto am igo T e d d y tocaba las m elodías de [la ó p e r a de] T res cent avos, en atardeceres extáticos, después de una buena cen a y m uchos buenos vinos en la buena ciu d ad de Frankfurt. ‘F alling in love again ”, M arlene D ietrich , y las can cion es de L o tte Lenya de la ó p e r a de tres cent avos eran las can cion es de m oda. C u an d o T ed d y se sentaba al enorm e piano y se dejaba llevar, todos escuchábam os.” (H an n ah T illich , Frorn t i me to t i me [N ueva Y ork, S tein and D ay, 1973], pp. 142143.)

EL MATERIALISMO DIALECTICO DE ADORNO

L a conferencia inaugural de A dorno, “Die A ktualitat der Philosophie” , presentada en 1931 a la facultad de filosofía de F rankfurt y que significaba el ingreso oficial en sus filas, delineaba un p ro ­ gram a p a ra la filosofía que pretendía ser a la vez “dialéctico” y “m aterialista” .1 Pero, revestido con el lenguaje del capítulo de Ben­ jam ín sobre el Trauerspiel, no era m aterialism o dialéctico en ningún sentido ortodoxo. Y au n q u e era tributario de M arx, e incluso podía llegar a denom inarse “m arxista”, no era m arxism o. No im porta cuán arduam ente se tra te de defender a A dorno cómo verdadero here­ dero del legado teórico de M arx — como resultado de la contro­ versia que despertó a fines de la década de 1960, A dorno tuvo su cuota de apologistas “m arxistas”— , a lo largo de toda su vida se diferenció fundam entalm ente de M arx porque su filosofía jam ás incluyó u n a teoría de la acción política. A unque continuó insis­ tiendo en la necesidad del cambio social revolucionario, esta afir­ m ación siguió siendo abstracta en tan to la teoría de A dorno no incluía concepto alguno de un sujeto revolucionario colectivo que pudiera llevar a cabo tal cambio. M uchas veces se ha señalado que A dorno adhería al Bilderverbot ju dío,2 en su rechazo a deli­ near la n aturaleza de la sociedad posrevolucionaria. Pero su silen­ cio acerca de este pu n to — que M arx com partía en buena p arte— nunca fue tan profundo como su rechazo total a tra ta r el p ro ­ blem a de la praxis revolucionaria. En 1966 A dorno escribió: “L a filosofía, que an tañ o pareció su­ perada, sigue viva porque se dejó pasar el m om ento de su reali­ zación” . Sin em bargo, es un error deducir a p a rtir de esta in ­ 1 E ste discurso d e 1931, que co n ten ía en form a em brionaria la posi« ción teórica d e su testam en to filosófico de 196G, N e g a t i v e Dial ekt i k, no fue p u b licad o en v id a d e A d orn o. A p areció por prim era vez en 1973 en T h eo d o r W . A dorno, Ge s a mme l t e Schri ften, vo l. 1: Frühe phil osophi sche Schri ften, ed. R olf T ied em a n n (Frankfurt am M a in : Suhrkam p V erlag, 1973), pp. 3 2 5 -3 4 4 . a C f., p. ej., M artín Jay, T h e dialectical i magi nat i on: A history of t h e Frankfurt School a n d the Ins t i t ut e of Social Rese arc h, 192 3 - 1 9 5 0 (B oston : L ittle, Brown, 1973), pp. 56 y 262.

troducción a Dialéctica negativa,8 tantas veces citada, que en loa años anteriores a H itler, cuando la realización dd‘ la filosofía aún tenía u n a oportunidad, la posición de Adorno en cuanto a la legitim idad de hacer filosofía era en algún sentido diferente. Si bien Jay escribió que el Instituto de F rankfurt en general y H ork­ heim er en particu lar sólo abandonaron a regañadientes su creen­ cia en el poder revolucionario del proletariado después de la con­ solidación de H itler en el poder, e incluso no com pletam ente hasta el estallido de la segunda guerra m undial,4 es imposible docu­ m entar u n a desilusión progresiva sem ejante en el caso de Adorno. Esto no necesariam ente prueba que A dorno jam ás fincara sus esperanzas en el proletariado.0 Lo que sí indica es que se, negaba a incorporar a esta clase dentro de la fundam entación de su teo­ ría, a p erm itir qué la validez de la teoría fuese de algún rrjod,p dependiente de ia existencia de un sujeto revolucionario colectivo o de la posibilidad de su aplicación directa a la praxis política. A dorno m antuvo esta posición en la década de '1960,6 p ara gran frustración de los nuevos estudiantes izquierdistas: ¿cóm o podría p retender ser un teórico m arxista sín b rin d ar apoyo teórico al proletariado, o a cualquier otra clase revolucionaria? A pesar de esta aparente contradicción, la posición de Adorno tenía su lógica interna basada en sus experiencias intelectuales, que p a ra 1931 lo habían persuadido de tres cosas: que cualquier filosofía, y el 8 T h eod or W . A dorno, D i a l é ct i c a n e g a t i va , trad. J. M . R ip a ld a (M a ­ drid: T aurus, 1975), p. 11. 4 Jay, T h e dialectical tmagi nat i on, pp. 4 3 -4 4 . S in em bargo, se d eb e notar que H orkheim er tam p oco d elin eó jam ás en sus escritos un program a para la praxis revolucionaria. Y aunque bajo su d irección el In stitu to com piló un im portante proyecto de in vestigación sobre la co n cien cia proletaria (véase S tu d i e n über A u t o r i t a t u n d Familie, ed. M ax H orkheim er [París, Félix A lean , 1936]), este trabajo n u n ca se com binó con un com prom iso político directo, 6 A dorno sí m en cion a esp ecífica m en te al proletariado en varios de sus prim eros artículos sobre m úsica, y al m enos en una ocasión hizo una re­ ferencia positiva (au n q u e indirecta) a la vio len cia revolucionaria de n a ­ turaleza anarquista. H ab lan d o de la galería, el lu gar más barato del teatro (bancos plegadizos con los cuales construir barricadas), ten ía la visión de la liberación sim ultánea del arte y de sus ocu p an tes: “ G uando el disparo desencadenado desd e la galería atraviese el corazón del actor que inter­ preta al villan o princip al, cu m p lien d o así su trayectoria, la galería se redi­ mirá a sí m ism a y al escenario al m ism o tiem p o.” (T h eo d o r W . A dorno, “G alcrie” [1931], Qu as i una fantasía: Mustkali sche Schri ften I I [Frank­ furt am M ain , Suhrkam p V erlag], 1963, p. 99.) 8 C f. T h eo d o r W . A dorno: “ M argin alien zu T h eo rie und Praxis” (s. f.), St i chwor t e : Kri t i s c he Mo d e l l e n . (Frankfurt am M ain , ed. Suhr­ kamp, 1969), pp. 169-191.

marxismo por cierto no era u n a excepción, perdía su legitim idad cuando saltaba las barreras de la experiencia m aterial y pretendía alcanzar el conocimiento m etañsico (tal había sido la le c c ió n del neokántismo de Cornelius); que el criterio de v e r d a d e r a más racional que pragm ático, y que por lo tanto la teoría no podía ser sübórdiíiíídá á objetivos políticos o revolucionarios; y que el arte de avajii-garde, aun en el caso de la música de Schónberg, que no tenía intención política consciente, podía ser más progre­ sista que simple decadencia burguesa; que no era m era ideología sino, al menos potencialm ente, tam bién era una form a de escla­ recimiento. Com o se señaló, la aproxim ación de A dorno a M arx (así corno la de H orkheim er, Benjam in y el círculo de Berlín) fue influida decisivam ente p o r Historia y conciencia de clase de Lukács. P ara entender su form a de acercam iento a M arx, debe aclararse la exacta naturaleza de. la influencia de Lukács. Porque si bien fue intensa, fue tam bién lim itada. Adorno jam ás aceptó en su to ta ­ lidad las prim eras interpretaciones de Lukács sobre M arx.

RECEPCIÓN DE LUKACS

Lukács se oponía al marxismo m ecanicista, determ inista,^‘V ulgar” que K atía dom inado la Segunda Internacional, y al afirm ar que el marxismo era en esencia un “m étodo” dialéctico, retornaba a las raíces hegeiianas de M arx. L a interpretación de Lukács deí m a­ terialismo diáléctíco tenía dos componentes. El prim ero era ne­ gativo. Lo consideraba como un m étodo p a ra analizar crítica­ m ente la relación dialéctica entre conciencia burguesa y condicio­ nes sociales m ateriales. En tanto que Ideologiekritik, era una metacrítica de.los esfuerzos intelectuales burgueses, una dem ostración de los límites necesarios de todas las teorías burguesas en su es­ fuerzo por conocer la realidad. Eí segundo nivel era positivo. Lukács avanzaba desde u n a crítica social de la conciencia bur­ guesa a la afirm ación de la conciencia revolucionaria de la clase proletaria. El lazo m ediatizador era un concepto de la totalicíad Histórica que, a través de u n a interpretación m aterialista de la teoría de la alienación de Hegel, revelaba al proletariado como sujeto-objeto de la historia y de allí como la única clase capaz de conciencia “verdadera” . De un m odo m uy hegeliano, “el proceso dialéctico y el desarrollo histórico se entienden como idénticos” .7 t 7 G eorg Lukács, Historia y consciencia de clase (M éxico, G rijalbo, 19(59),

p. ína.

De allí que, p a ra Lukács, el m arxism o era un m étodo cognitivo que conducía a an programa de acción. Pero A dorno jam ás dio este segundo paso. Desde el comienzo, la identificación de Lukács entre verdad y conciencia de clase del proletariado y el concepto cfe““Kisíófiá'que'*'esto im plicaba, no dejaron “ huella alguna en su pensam iento. Su deuda.respecto ja Lukács se lim itaba^claram ente al nivel negativo de la Ideoíogiekritik, él análisis crítico de la con­ ciencia de clase burguesa. L a Ideoíogiekritik de Lukács operaba analizando la relación dialéctica entre la parte y el todo: “Por e so .. . los problem as ‘ideo­ lógicos’ y 'económicos’ pierden su recíproca extrañeza y fluyen los unos en los otros.” 8 En lugar de reducir el pensam iento b u r­ gués a sus condiciones económicas de producción, Lukács argu­ m entaba que la naturaleza de esas condiciones debía hallarse al interior de los mismos fenómenos. E n realidad cada único aspecto de la sociedad contenía “ la posibilidad de desarrollar a p a rtir de él toda la plenitud de contenido de la to talidad” .® Pero esta po­ sibilidad podía ser realizada sólo cuando la estructura de la tota­ lidad social era identificada. Y aquí radica la contribución más original de Lukács.10 Sostenía que la estructura de la m ercancía, cuyos misterios M arx había disipado en él prim er capítulo del Capital, perm eaba todos los aspectos de la sociedad burguesa, in­ cluyendo los propios esquemas del pensam iento burgués. El pro­ blema de la m ercancía, afirm aba, era el “problem a estructural central de la sociedad capitalista en todas sus m anifestaciones vi­ tales”, era “el prototipo de todas las formas de objetividad y de todas las correspondientes form as de subjetividad” .11 E n su famoso capítulo “L a cosificación y la conciencia del proletariado”, Lukács analizaba la tradición de la filosofía ^ b u r­ guesa, dem ostrando que las antinom ias que continuam ente ap a­ recían en su interior tenían la m ism a estructura que las contradic­ ciones de la producción económ ica burguesa. Sostenía que el pro­ 6 I bi d. , p . 38. I b i d . , p. 189.

30 D eb e señalarse la d eu d a de Lukács no sólo h a cia su anterior m aestro M ax W cber, sino con el n eoh egelian o W ilhelm D ilth ey , por la idea de una estructura com ún q u e se m an ifiesta en todos los aspectos soctetales de una era histórica dada. E l m ism o Lukács recon oció su d eu d a para con D ilth ey (ibid., p. 170). Pero existía una d iferen cia sign ificativa. El co n cep to de estructura de D ilth ey era puram ente descriptivo, m ientras q ue la estructura de la m ercancía en L ukács era una herram ienta an a lítica que supu es la ­ m ente revelaba la real naturaleza d e la sociedad y de su desarrollo histórico. « Ibi d. , p . 2 3 3 .

blem a fundam ental del idealism o, la separación dualista del sujeto £^el objeto, tenía su prototipo en el problem a de la m ercancía, en d o n d e lo s productos aparecen divorciados de los obreros que.Jos. lian PíPfiucicío. El conceptÓ 'de reificación proporcionaba la clave de am ­ bos. Así como las m ercancías asum ían u n a form a reificada en el do­ m inio de producción, se transform aban en “fetiches” que aparecían escindidos del proceso social de su producción, asíala reificacla concepción clel “objeto” como lo “dado” inm utable jde la teoría b urguesa oscureció el p r oceso oc ioh istó rico a través del cual se había.. confc)í:^n2KjÍ9r ,'Y así com o las m ercancías reificádas a d q u i­ rían un abstracto valor de cambio, divorciado de su valor de uso social, así la reificación de la lógica burguesa se m anifestaba en la abstracta separación entre form a y contenido. D e allí que el límite del pensam iento burgués fuese “objetivo” : “ es la situación de clase m ism a” .12 L a significación del análisis de Lukács consiste en que, en lugar de ver en la teoría burguesa un m ero epifenómeno, un delgado velo sobre los desnudos intereses de clase, sostenía o in­ ten ta b a dem ostrar que, incluso los m ejores pensadores burgueses, en sus intentos intelectuales m ás honestos, no eran capaces de resolver las contradicciones de sus teorías, porque éstas se basaban en una realidad que era en sí mism a contradictoria. T o d a vez que estos pensadores aceptaban la realidad social dad a como la realidad, se enfrentaban con u n a b arre ra de irracionalidad que p o d ría ser superada (y que había llevado a K a n t a afirm ar la cosa en sí), porque dicha b arre ra no podía elim inarse de la teoría sin ser elim inada en la sociedad. A la inversa, si los teóricos pudiesen ver a través de las apariencias reificadas, reconocerían que las antinom ias de lá filosofía se debían no á "las inadecuaciones de la razón sino a las a e la realidad, donde la rázón tra tab a de encon­ trarse a sí misma. Y esto, afirm aba Liikács, " significaría considerar los fenóm enos sociales ya no desde el punto de vista de la hurguejm 'V 8 es decir, desde el de la clase revolucionaria, el proletariado. N o existe d u d a alguna de que, p ara A dorno, la percepción de Lukács de las m anifestaciones de la estructura de la m ercancía al interior de la conciencia burguesa fue “de u n a im portancia difí­ cilm ente sobrestim able”,14 y que la época de este, im pacto tuvo lugar inm ediatam ente después de su aproxim ación inicial al m ar­ xismo. M ientras su estudio sobre K a n t y Freud de 1927 no mues13 i b i d . , p. 58. 13 Ibi d. u A lfred S ch m id t, “D ie Zeit schri ft für Sozi alforschung: G esch ich te und gegen w ártig e B ed eu tu n g ”, introd. a Zeitschrift f ü r Sozialforschung, 2? ed. (M u n ich , K ó sel-V erla g , 1 9 7 0 ), v ol. 1, p. 34.

tra influencia alguna de la filosóficam ente sofisticada Ideologiekritik de Lukács (y ésta fue precisam ente su debilidad), el análisis prítico de K ierkegaard, en el que trabajó desde 1929 a 1933, táebía m uchísim o a los conceptos de “reificación”, ‘'estructura de la m ercancía”, y “fetichism o” dé Lukács. A dorno Jno sólo continuó' el m étodo de Lukács dé analizar Tá filosofía burguesa, sino que extendió su aplicación a la esfera d e " ía música"16' "Después de ía segunda guerra" m u h d ia ir y ' de los horrores de Ausclnvitz e H iroshim a, A dorno identificó como el m al fundam ental a la estructura de dom inación: “L a cosificación es un epifenómeno en com paración con la posibilidad de u n a catástrofe t o ta l.. .’no Pero d u ran te los años treinta, A dorno parece haber aceptado como correcta la afirm ación de Lukács en el sentido de que no existía solución a los problem as de la filosofía burguesa, que “no haya de buscarse en ía del enigm a de la estructura de la m ercancía” .*7 En realidad, en su conferencia inaugural de 1931, la única ilustra­ ción que dio de su program a filosófico fue u n ' ejem plo tom ado de Lukács: el uso de la estructura de la m ercancía p ara develar el problem a kantiano de la cosa en sí. Sin embargo Adorno no identificaba del todo su program a con el de Lukács. Escribió así que la solución al problem a de la cosa en sí no se encontraba rev ela n d o d e algú n m o d o , c o m o p en só L u k ács, las c o n d icio n es so cia les bajo las cu ales lle g ó a p la n tea rse e l p ro b lem a d e la cosa en sí; ya que el c o n ten id o d e verd ad d e un p ro b lem a es en p rin cip io d ife r e n te d e las. co n d icio n es h istóricas y p sico ló g ic a s a partir de las cu a les surge. P ero podría ser p o sib le q u e, a partir d e una co n stru cció n a d ecu a d a d e la. estructura d e la m erca n cía , el p ro b lem a d e la cosa é ñ Sí d esa p a reciera a b so lu ta m en te, q u e la fig u ra h istó rica d e la m erca n cía y d el va lo r de cam b ió lib era ra , co m o u n rayo d e luz, la form a d e un a rea lid a d cu y o o cu lto sig n ifica d o , la in v estig a ció n sob re el p ro b lem a d e la cosa en sí, se p rob lem atizara en van o; p orq u e n o tien e n in gú n sig n ifica d o o c u lto q u e sea red im ib le d e su p rim era y ú n ica a p a rien cia h istó ric a .18 18 V éase el prim er artícu lo de A dorno para la Zeitschrift für Sozi al ­ forschung, revista d el In stitu to de Frankfurt en la ép oca de H orkheim er: “Zur gesellsch aftlich cn L age der M usik” (1 9 3 2 ), que se discu te más. adelante. 18 T h eo d o r W . A dorno, D i a l é c t i c a n e gat i v a (M ad rid , T au ru s, 1975), p. 192. 1T L ukács, Hi st oria y consciencia de clase, p. 23 3 . A dorno criticaba su propia posición anterior cu an d o escribió en 1966: “El pensam iento se im agina tan fácil com o con solad oram en te que posee la piedra filosofal para disolver la cosifica ció n , la calid ad d e m ercan cía.” (A d orn o, Dialéc­ tica negat i va, p. 191.) 18 A dorno, “D ie A ktu alitát der P h ilosop h ie” (1 9 3 1 ), GS 1, p. 337.

Adorno no estaba en desacuerdo con el procedim iento analítico de Lukács. L a distinción que efectuaba se refería más bien a la significación de tal procedimiento. E ra la validez filosófica del enfoque lo que le im pactaba. Debemos recordar que H ans C orne­ lius había rechazado la doctrina kantiana de la cosa en sí, por consideraría un residuo m etafísica10 Lukács no rechaza simpíeméñte" ésta doctrina, sino que explicaba su aparición histórica. Ya para Adorno la verdadera significación de esta explicación — que la realidad objetiva (la form a m ercancía de la sociedad burguesa) •estaba presente dentro de la conciencia subjetiva (el idealismo kantiano)— , equivalía a dem ostrar la falsedad de la prem isa kan­ tiana de la dualídad~de sujeto y objeto que había sido en prniier lügái; el origen deí problem a "de la cosa en sí. Adorno estaba con­ vencido de la verdad de este análisis, independientem ente de si reflejaba o no “el punto de vista del proletariado” . L a verdad •objetiva podía auténticam ente converger con este punto de vista subjetivo de clase, pero dicha correspondencia entre teoría e in­ tereses del proletariado no constituía el criterio de verdad, Al m enos en los comienzos, Adorno y Benjam in parecen haber estado de acuerdo en este punto, y esto diferenciaba su form a de e n ten ­ d e r a M arx, de la de sus colegas intelectuales más cercanos.20 Benjam in escribió a un amigo, durante ese mismo año (1931), explicándole que era m aterialista porque esta posición se acercaba jnás a la “verdad” y lo prevenía contra la posibilidad . . . d e v erm e co m o un a b o g a d o d el m a teria lism o d ia lé c tic o en tan to d o g m a , sino ;en ca m b io c o m o un in vestigad or d e la rea lid a d para q u ien la a c t i t u d (H a l t u n g ) d el m a terialism o resu lta m ás c ie n tífic a y h u m a n a en to d a s ls cosas q u e se nos p resen tan , q u e la 1 d el id ea lista .21 / -

30 V éase cap 1. 20 Para una discusión sobre el énfasis en la “verdad” cogn itiva en com ­ p aración con la orientación, d e H orkheim er h acia la praxis ética, véase el cap. 4. En 1923 ©¿jtjamin*'1!rechazó expresam ente la evalu ación del arte en función d e . sus éfécFos:'“ '‘‘N m g fy i, p oem a tiene por d estinatario al lector, ningún cuadro se dirige a quien lo '“contem pla, nin gu n a sinfonía ¿i quien la e¡scucha.” (W alter B enjam in, “T h e Task of the T r a n sla to r ’ (TH^3)7''ni umi na t i o ns, ed. e jntrod. Ila n n a h Á réndt., trad.'* Híírry Z olin .[Nueva York, Schocken Books, 1969], p. 69.) 21 C arta de B enjam in a M ax Rychricr, 7 de m arzo de 1931, en W alter .Benjamin, Briefe, 2 vols., ed. Gersüom Sc'.mlcm y T h eod or W, A dorno (Frankfurt am M ain , Suhrkamp V erlag, 1966,. vol. 2, p. 524). M ás a d e­ la n te, en la décad a de 1930, cuando B enjam ín, bajo la influencia de Brecht, escribió ensayos afirm ando la co n cien cia del proletariado en su estado actu al, A dorno le reprochó haber abandonado su posición anterior (véase can. 9).

A dorno creía posible, por lo tanto, aceptar el m aterialism o dialéc­ tico de Lukács como m étodo cognitivo, sin abrazar su teoría ontológica del proceso histórico o su concepto del proletariado' como sujeto-objeto de ese proceso. No era la intención de Lukács que estos dos niveles pudieran afirm arse por separado. Insistía, en la identidad entre “conocim iento objetivo de la esencia de la sociedad” y “autoconocim iento del proletariado” .22 M arcado por su experiencia como comisario diputado p ara la educación d u ran te la efím era R epública Soviética H úngara, la intención de Lukács. era convencer a los intelectuales de convertirse en revolucionarios. El propósito de su crítica a la conciencia burguesa era probar que aquello que los pensadores de su época habían llam ado “crisis cultural” no podía ser superada en el nivel de la teoría, sino sólo uniéndose a la causa del proletariado-28 Pero su intención tenía el peligro de generar la reacción inversa. L a propia sofisticación de su crítica, que tornaba al m aterialism o' dialéctico intelectualm ente respetable,24 proporcionó a A dorno una. herram ienta por dem ás efectiva p a ra continuar filosofando.

RECHAZO DEL PROLETARIADO

¿ P o r ^ u é A dorno se lim itó a a cep tar el m aterialism o dialéctico ern su nivel de conocim iento crítico? Si siguió casi literalm ente la crí­ tica de Lukács de la conciencia burguesa, ¿ p o r qué sejresistió tantoa afirm ar la alternativa, la conciencia revolucionaria del prole­ tariado? É n prim er lugar, en su rehegelianización de M arx, el concepto de Lukács de proletariado como sujeto-objeto de la historia re­ sultaba ser un^L construcción altam ente problem ática.23 N o era. 28 L ukács, Hi s t o r i a y consci encia de clase, p. 166. 23 K ettler ha afirm ado q ue la desesperanza fren te a la crisis cultural fue la razón por la cu al el p ropio Lukács abrazó el m arxism o y que id e n ­ tificaba a la revolu ción con una renovación cu ltu ral (Kultiircrne\ con sid erarse el “ p a sa d o ” [ Ge w e s e n e ] c o m o el p u n to fijo , y se m i­ raba el p resen te c o m o in ten ta n d o co n d u c ir a tien ta s al c o n o c im ie n to h a cia esta tierra firm e. A h o ra la rela c ió n se in v ierte, y el p a sa d o se tran sform a en el á n g u lo d ia lé c tic o , en la a lb o rad a d e la c o n c ie n c ia d esp ierta.

A l hacer del presente el punto de referencia p a ra su análisis crí­

tico, tan to la aplicación del concepto de historia como la utiliza­ ción de los contenidos históricos empíricos asum ían en el caso de A dorno un carácter polémico. A dorno no hubiese retrocedido ante la acusación de retórico. Si la actividad intelectual era en realidad una praxis social, entonces el “partidarism o” , p a ra utili03 “ El co n cep to d e v id a sólo recibe lo q ue m erece si a tod o lo que tien e una h istoria propia — y no es m eram en te escenario para la h isto ­ ria— se le recon oce v id a .” (B en jam in , “T h e task of the transí a tor” [1923], I l luminat ions, ed. e introd. H a n n a h A ren d t, trad. H arry Z o h n [N ueva Y ork, Schocken Books, 1969,] p. 71.) 63 A dorno, “R ea k tio n u nd F ortschritt” (1 9 3 0 ), M o m e n t musicaux, p. 159. M A dorno, “D ie A k tu a litá t der P h ilosop h ie” (1 9 3 1 ), G S 1, p. 334. 03 B en jam in , ms. de Passagenarbeit, citad o en R olf T ied em a n n , S t ud i e n zur Phil osophie Wa l t e r Be n j a mi n s, introd. T h eo d o r W . A dorno (vol. 16 del In stitu í für Sozialforschung, Frankfurter B eitrage zur S oziologie, ed. T h eo d o r W. A dorno y W alter Dirks) (F rankfurt am M ain , Europáísche V erlagsan stalt, 1965), p. 125.

zar un térm ino de H orkheim er,60 no sólo se justificaba, sino que era inevitable. Existía una única opción: o se perpetuaban los mitos del presente aceptando como la verdad el m undo inm edia­ tam ente “dado”, o se em pleaba la negación crítica y dialéctica p ara articular su verdad como falsedad, poniendo la conciencia a contrapelo de la historia p a ra desm itificar y quebrar su hechizo.67

HISTORIA NATURAL Y NATURALEZA HISTORICA

A dorno form uló muy tem pranam ente su concepción acerca de la historia, en u n a conferencia dictada en julio de 1932 en la K antgesellschaft de Frankfurt, Com o en el caso de su program a para la filosofía de 1931, A dorno nu n ca publicó esta conferencia,68 pero la significación de ésta p a ra su teoría se p rueba por el hecho de que A dorno incorporó la argum entación (e incluso citas direc­ tas) en su estudio N egative D ialektik de 1966.60 A unque el lenguaje de este docum ento es uno de los m ás oscuros de Adorno, no p re­ senta ningún obstáculo insalvable teniendo en cuenta los puntos que ya han sido clarificados. E n realidad sirve p ara ilustrar aquellos puntos a través de docum entación concreta. L a conferencia de la Kantgesellschaft fue la contribución de Adorno a la “discusión de F ran k fu rt” , parte del debate sobre historicismo que tenía lugar en Ia T u n iv e rsid a d '^ sd íf ‘la é p o c a "en qüe !Max S c h e le r y .K arl . M annheim enseñaron allí trabajando por establecer u n a ¿sociología del conocim iento^ En_^quej]a jépoca_ A dorno "y W alter Benjam in tom aron p arte en un sem inario que analizaba el recientem ente p u blicado~libfo'~He^XrñsT~'Troeltsch sobre el historicismo.70 T roeltsch tra ta b a de justificar la existencia w V éase M ax H orkheim er, “ Z u m Problem der W ah rh eit” (1 9 3 5 ), Krit ische T h e o r i e : Ei ne D o k u m e n t a t i o n , 2 vols., ed. A lfred Sch m id t (Frankfurt am M ain , S. F ischer V erlag, 1968, vol. i). L a id ea de Parteilichkeit (partidarism o, “ partisanism o” ) en el trabajo teórico originariam ente era de L en in ; en la R u sia so v iética se refería al trabajo subor­ dinado a las necesidades del P artido y no com o lo u tilizaba H orkheim er, para la teoría crítica. C7 Éata era la argum en tación esen cial de H orkheim er en su crítica a I deol ogi e und U t o p i e d e M a n n h eim , “ E in nevter Id eologieb egriff (1930). 08 F u e pub licada postu m am en te en A dorno, GS 1, pp. 3 4 5 -365. 60 V éase el cap ítu lo “E spíritu universal e historia d e la naturaleza” en T heodor W. A dorno, Di al é c t i ca negat i va, trad. J. M . R ip ald a A guirre (M a ­ drid, T aurus, 1975), pp . 2 9 7 -3 5 9 . 70 T h eo d o r W . A dorno, “E rin n eru n gen ” (1 9 6 4 ), Ü b e r Wal t e r Benjamin

de un ám bito trascendente de la ética y la verdad, a pesar de la relatividad histórica de las ideas, y ésta era tam bién la prem isa esencial de la “ontología m aterialista” de Scheler.71 En contraste, M annheim sostenía u n a posición “inm anente”, rechazando com ­ pletam ente el concepto de u n ám bito de absolutos eterno que trascendieran a la historia, y por Jo tanto rechazando la posibilidad de una ontología del ser.72 L a cuestión fue ardorosam ente deba­ tida entre los m entores intelectuales de Adorno. Scholem recordaba que Benjam in lo llevó a ver a K racauer al hospital, en donde ambos sostuvieron un intenso debate acerca de la cuestión ontológica, y que Adorno, de apenas veinte años, estaba presente.73 E du­ cado dentro de la tradición kantiana, donde los interrogantes acerca del “significado” se referían más a los obietos de la expe­ riencia em pírica (seiende) que a la categoría ontológica de ser (Sein),74 A dorno estaba más predispuesto por su experiencia anterior hacia la posición “inm anente” de M annheim , con el que estuvo “en contacto constante du ran te años” .75 Sin embargo, por disposición, era im perm eable a los peligros del relativismo radical a los que conducía esta posición. En 1947 (?)70 escribió en una crítica a M annheim : (Frankfurt am M ain , Suhrkam p V erlag, 1970), p. 67. El sem inario fue dirigido por el sociólogo G ottfricd Salom on-D elatour, El libro de T roeltsch era D e r Historismus u n d seine Probleme. n Siegfried K racauer, History: the last things before t he last (N u ev a Y ork, O xford U n iversity Press, 1969), p. 196. 72 V éase K arl M annheim , “H istorizism us” , Ar c h i v für Sozialwissenschaft t m d Sozialpoíitik, 52, 1 (1 9 2 4 ): 1-60. 73 Gershom S ch olem , Wal ter B e n j a m i n : Die Geschichte einer F r c u n d schaft (F rankfurt am M ain, Suhrkam p V erlag, 1973), p. 150. 71 D e allí que, por ejem p lo, aceptara la afirm ación de F reud: ''todas las experiencias hum anas tienen un sign ificad o” , pero esto no contestaba el interrogante on to ló g ico sobre el sign ificad o de la existen cia hum ana (véase s upra, pp. 54 ss) ” A dorno, artículo in éd ito sobre M annheim , 1947 (?), p. 4. A dorno tam bién lo trató en Londres, donde M an n h eim había em igrado después d e 1933. R ecordaba: "'reñíam os en com ún la con vicción de que la verdad residía únicam en te en la con secu en cia audaz y d espojada de ilusiones del con ocim iento] La cuestión radicaba exclusivam ente cr» lo que debía en ­ tenderse concretam ente com o esta co n secu en cia.” (Ibid.) 70 El artículo in éd ito sobre M an n h eim está fechado a lápiz “ 1937” , pero se refiere a la m uerte de M annheim , ocurrida en 1947. Este artícu lo, a excepción de las prim eras páginas de com entarios personales que están aq uí citadas, tiene un con ten id o esencialm ente sim ilar a la versión ap a­ recida en 1953 en Prismen, con la significativa salvedad de que ciertos térm inos m afxistas ("teoría m arxista de la id eo lo g ía ” , “m aterialism o d ia ­ lé c tic o ”) están suprim idos. A dorno se refiere a una crítica anterior a M an n h eim en u n a carta de 1934 a B enjam in: “H e escrito una crítica

Desde la pubertad, época en que es habitual excitarse por cuestiones de este tipo, no había vuelto a entender realmente el llamado problema del relativismo. Mi experiencia era que cualquiera que se entregase honestamente a una disciplina particular aprendía a distinguir muy precisamente lo verdadero de lo falso, y que en contraste con esta expe­ riencia, el planteo de una inseguridad general respecto de lo que se sabe, tenía algo de abstracto y poco convincente. Dejando de lado el hecho de que, confrontado con el ideál de lo absoluto, todo lo humano permanece bajo la sombra de lo condicional y temporario, lo que ocurre cuando se llega al límite en el cual el pensamiento debe reconocer que no es igual al ser no sólo da lugar a las percepciones inás convincentes, sino que las provoca.77

Q uizá no sea entonces sorprendente que cuando en 1928 sus es­ critos rom pieron con el idealismo kantiano,‘"^florno"^"coqüeléára b re v e m e n te 'c o n c o n c e p to s tales como “ ontología” y “ser” , utilizándoTosTcíe' una m anera que m ás tarde encon tra ría em barazosa.^ Sin “émbai^go^diTíárlté'"las' chaTla^de^K onigsteln en 1.92979 A dorno acordó con Benjam in en que u n a teoría “dialéctica” , “ m ateria­ lista” requería encarar seriam ente un relativism o radical que desechara la ontología y todo prim er principio filosófico en favor más extensa al sociologism o burgués de M an n h eim , el trabajo m ás sóli­ d am ente m arxista em prendido por m í hasta ahora; pero m e p id ió qu*i pospusiera la finalización de este ensayo hasta después de la aparición de su libro, y por lealtad no pude negarm e.” (C arta de A dorno a B enjam in, 6 de noviem bre de 1934, Frankfurt am M ain, L egad o A dorno.) E n el ensayo de 1947 (p . 1) A dorno escribió: “ Para evitar una acalorada c o n ­ troversia en el seno de la in telectu a lid a d alem an a em igrada en los años in m ediatam ente anteriores a la guerra, suspendí la p ub licación de un tra­ bajo quo había escrito sobre la sociología d el co n o cim ien to d e M annheim . Sin em bargo, él con ocía este trabajo, y se sen tía o fen d id o a causa de la crudeza de la form ulación .” L os borradores de la crítica escrita en la década d e 1930 parecen haberse extraviado. 77 A dorno, artículo in éd ito sobre M an n h eim , 194-7 (? ), p. 2. N u e v a ­ m ente la con vicción de A dorno parece basarse en la exp erien cia estética. En sus notas acerca de la reproducción de la m úsica escribió q ue la d ife ­ rencia entre lo verdadero y lo falso p o d ía ser co n o cid a en la exp erien cia m u sica l: “ Formal y lógicam en te p odría ser de otro m odo, pero en la e x ­ periencia no p u e d e , ya que cada paso en p rofundidad es al m ism o tiem po un paso hacia la necesidad en relación a su presen tación .” (A d orn o, notas sobre Repr odukt i ons t heor i e , vol. 2, p. 31.) 78 V éase particularm ente el artículo de 1928, “ Schubert” , reditado en 1964 en M o m e n t s musicaux, d on d e aclara en el prefacio: “ El autor ha hecho m odificaciones sólo en aquellos lugares en los que se sen tía muy avergonzado de sus deficiencias anteriores.” En el ensayo sobre Schubert, el cam bio más significativo fue la supresión de la palabra “ o n to ló g ico ” que aparecía recurrentem ente en el original, p u b licad o en D i e M u s i k , 21, 1 (1 9 2 8 ): 1-12. 70 V éase cap. 1. p. 65.

de un m étodo “inm anente” que enfocara el presente como m edia­ ción de toda afirm ación sobre “la verdad” y el “significado” .80 C onsecuentem ente no podían aceptar el intento de M artin H eideg­ ger en Sein u n d Z eit (1927) de resolver la disputa entre la posi­ ción histórica y la ontológica afirm ando la propia historicidad como esencia ontológica de la existencia. L a “solución” de H eideg­ ger fue la más aclam ada en la “discusión d e .F ra n k fu rt” de 1932, y la conferencia de A dorno en la K antgesellschaft constituyó u n a crítica consciente de A dorno a esta posición, donde sugería que todo el intento de “solución” debía ser abandonado.81 El título de la conferencia, “D ie Idee der N aturgeschichte” ( “La idea de historia n a tu ra l”), señalaba el carácter dialéctico del en­ foque de A dorno. Com o ya hemos visto, para_A dorno los concep­ to s de naturaleza e historia n o eran excluyentes sino m utuam ente detenninantesT~Üa(ía uno era Ia~cTave p a ra la os conceptosTla potencialidacrpáraT el análisis dialéc­ tico residía en sus significados m ultidim ensionales. En realidad, ambos eran dialécticos en sí mismos, cada uno tenía un “carácter doble” . L a naturaleza tenía un polo positivo, m aterialista: se 80 La posición de A dorno en este p u n to ju g ó un p a p el en su alejam ien to in telectu al de S iegfried K racau er en la décad a d e 1930. L a p osición de K racauer en esa ép oca d eb e haber an ticip a d o su m uy posterior afirm a­ ción : “ L a desbocada d ia léctica d e A dorno elim in a tam b ién la o n to lo g ía . Su rechazo d e tod a estip u lación o n tológica en favor de u n a d ialéctica in ­ fin ita que pen etra tod as las cosas y en tid ad es concretas parece inseparable de un a cierta arbitrariedad, d e una ausencia d e con ten id o y dirección. . . Ei co n cep to d e U to p ía es en ton ces u tilizad o por él d e un m od o puram ente form al, com o un co n cep to lím ite, q ue a la postre em erge invariablem ente com o un deus ex machi na. P ero el p en sam ien to u tóp ico sólo tien e sentido si asum e la form a d e u n a visión e in tu ició n con algú n tipo de con ten id o d efin id o .” (K racau er, Hi st ory, p. 201.) 81 A dorno argum entaba que el problem a de la brecha entre ex isten cia y significado era de carácter objetivo y real, y no estaba dentro de los poderes de la filosofía el resolverlo. (V éa se A dorno, “D ie Id ee der N atu rg esch ich te” [ 19323» GS 1, p. p. 347.) M arcuse sostenía en un artículo p u b li­ cado ese m ism o año (a cerca de los AIanuscritos de 1844 de M arx) que el m arxism o era com p atib le con una o n to lo g ía m aterialista. (H erbert M arcuse, “T h e fo u n d ation o f h istorical m aterialísm ” [1932], S t udi e s in critical phi l os o p h y , trad. Joris de Bress [Boston, B eacon Press, 1973].) H ab ía sosten id o antes la m ism a posición in flu id a por H eid eg g er en “ C ontribution to a ph en om en o lo g y of historical inaterialism ” (1 9 2 8 ), Telos, 4 (o to ñ o d e 1969): 3 -3 2 . L a revisión m ixta de A dorno al libro d e M arcuse He ge l s O n t o l o g t c j de 1932, reflejaba sus diferencias, que continuaron siendo es­ p ecia lm en te agudas durante la décad a d e 1930, antes que A dorno se u n ie­ ra al In stitu t für Sozialforschung. (V éa se R ussell Jacoby, “T cw ard s a cri­ tiq u e of au to m a tic M arxism : the p olitics o f p h ilosop h y from L ukács to the F rankfurt S ch o o l” , T e l o s , 10 [invierno d e 1971]: 137-140.)

refería a entes existentes concretos e individuales, mortales y transitorios — p a ra Adorno, productos m ateriales del trabajo h u ­ m ano así como sus propios cuerpos. Lo natural "corporiza la historia, en ello aparece lo sustancial de [la"'lfísT6H'a5^a'~Al“Tfíismbtiempo, la naturaleza tenía un significado negativo. Refería al m undo aún ü o ’Tñcorporádo a la~Eistoria, aú n no penetrado por la razoi"i7y^p"ói; lo_ tantó fúérá^deí control humano^ En este sentido, la naturaleza era “lo mítico. . . aquello que siempre está allí. .. como la fatal construcción del ser pre-dado” .83 Éste era el cos­ tado estático de la naturaleza, que se perpetuaba a través del ritual inmodifica^Io de las personas que se sometían a su dom inación. L a historia tam bién tenía un significado positivo y uno negativo. A dornó definía al prim ero com o”Ia praxis social dialéctica: . . .ese m od o d e co m p o r ta m ie n to h u m a n o , ese co m p o r ta m ie n to social' trasm itid o q u e se caracteriza sobre to d o p orq u e en él ap a rece lo c u a li­ ta tiv a m en te n u e v o ... un m o v im ien to q u e no transcúrTe en la pura~I(l'entid a d , en la pura rep ro d u cció n d e lo q u e ya está a h í, sino en el que em erg e a lg o n u evo. . .84

El doble carácter del concepto de historia, su J>olo negativo, estaba determ inado por el hecho que la historia real de Ía praxis hum ana real no era histórica en tan to reproducía estáticam ente las condi­ ciones y relaciones de clase antes que establecer un orden cualita­ tivam ente nuevo.85 C ada vez que la teoría sostenía a la “naturaleza” o a la “histo­ ria” como prim er principio ontológico, se perdía este doble carác­ ter de los conceptos, y con él la potencialidad de negatividad crítica: o ,sejafi.rm aban como ^ n a tu ra le s” las condiciones sociales perdiendo de vista su devenir históríco7~o~se~ afirm aba como esen­ cial eT proceso Histórico real, y la sufriente m aterialidad que com ­ ponía la liistoria era despreciada como p u ra contingencia (Hegel) o se la ontologizaba como esencial en sí mism a (H eidegger).8888 A dorno, “D ie Id ee der N a tu rg esch ich te” (1 9 3 2 ), GS 1, p. 346. 63 I b i d . M Ibi d. 83 Este aspecto no se d efin ía d irectam en te en la con feren cia de 1932* Sin em bargo, estaba im p lícito com o lo estaba en su afirm ación de 1930: “[N o es cierto que] las relaciones sociales se hayan vu elto ‘m ejores’, aun cuando la profecía [de M arx] d e la m iseria crecien te no se haya co n ­ firmado.'* (A d orn o, “R eak tíon un d F ortschritt” , p. 153.) El 'íad o estático de la hítsoria com o lo “siem pre id én tico ” ( I m me r g l ei c h e) fue fu n d am en tal­ m ente enfatizado después de 1940 (véase cap. 11). ía A dorno criticaba a H eid eg g er por su co n cep to abstracto y antropoló­ gico de “h istoricid ad ” en tanto “estructura om niabarcadora del ser” que

En ambos casos el resultado era la justificación ideológica del -orden social dado. A dorno insistía sobre la '‘unidad concreta” •dej i a t u r aleza e historia" en” ¿F análisis” de ía realidad. Sólo dentro aé una específica relación cllaléc tica entre ambas podía sostenerse una perspectiva crítica. E ra necesario “aprehender el ser histórico en su determ inación histórica más extrema, allí donde es más histórico como ser natural en sí mismo. . . áprehender la natura­ leza allí donde parece endurecer más dentro de sí misma, como ser histórico”.91 P ara exponer la dimensión histórica de aquello que aparecía como natural, Adorno encontró una herram ienta útil en el con­ cepto de “segunda naturaleza” . “Prim era naturaleza’1Tiací a refe, rencia aF m undo sensible, incluyendo al c u p ’p o ’hüm ano, cuyo bien­ estar físico justam ente concernía al m aterialista. "Esta era la_ n a­ turaleza concreta, particular, a la que el curso de la historia vio­ lentaba. “ Segunda naturaleza” era un .concepto crítico^ negativo que hacía referencía^a'la^apáriencia m ítica y falsa de la realidad d ad a como absoluta_ y "aTiistórícaT"Adorno" citaba Dte "Theorie des R o m a n s~5cP L ukács, donde utilizaba “segunda naturaleza” p ara describir el_mundo alienado, vacío de significado, “creado por el hom bre y sin em bargo compuesto por cosas perdidas p a ra é l . .. el m undo d e las conyeRCiones” .88 Lukács veía que “la historia osificaba es naturaleza, o la vida natural osificada es lo que Ha llegado a serTiistóricam ente” .80 Estas huecas convenciones ejercían un mítico poder sobre la rem iniscencia hum ana de sociedades prim itivas te n las que la “prim era naturaleza” dom inaba como una fuerza inexplicable. Com o los fetiches primitivos, sus orígenes his­ tóricos han sido olvidados; así, los hombres se someten como si fuera su destino: “U n a ansiedad arcaica desciende allí donde el .m undo aparente [Scheinwelt] de las convenciones nos confronta.”90 Pero, en lugar de reaccionar frente a esta ansiedad retrayéndose, en lugar dé rechazar esta “prim era naturaleza” encerrándose en un “falso esplritualismo”91 como habían hecho los existencialistas desde K ierkegaard a Heidegger, Adorno quería despojar a las convenciones de su m ítico poder, penetrando aHffáves 3e su aipa•era “sinónim o. . . d e su propia on to lo g ía ” . S egú n A dorno, esta posición se reflejaba en el reciente acercam iento de H eid egger a H egel. (A dorno, "“ D ie Id ee der N atu rgesch ich te” , GS 1, pp. 3 5 0 -3 5 1 , 354.) B7 Ibi d., pp. 3 5 4 -3 5 5 (subrayado de A dorno). 58 Ibi d. , p- 355. M Ibi d. , 357. M Ibi d., p. 3 6 4 . 01 Ibi d. , p. 354.

riencia externa sin la cual la realidad “no puede ser descrita” .82 Las convenciones de la segunda naturaleza se presentaban a sí mismas como “claves” de la verdad, pero debían ser interpretadas.. Adorno escribió: “Lukács ya vio este problem a en todo su enigm á­ tico y extraño carácter.”93 E n realidad, no fue Lukács quien originó el^concepto de “se­ gunda naturaleza” . Hegel fíaKia usacio originariam ente e P térm ín q " p a ra exponer“la~'eíeFñMad''^dé_lás"TÓrmás"como p u ra apariencia.01 Además, Lukács''BesfTüeiT’modiíico™- él contenido del concepto en. Historia y conciencia de clase, donde utilizaba “segunda n aturaleza” como sinónimo del concepto m arxiano de “fetichism o”, en. su análisis de las convenciones burguesas en térm inos de la es­ tru c tu ra m ercancía. Es claro que A dorno se refería al térm ino en este últim o sentido.0!} Pero debía ser consciente de que su audien­ cia estaba más dispuesta a considerar los m éritos de un concepto proveniente del período prem arxista de Lukács que el propio Marx.. Em pleado por Adorno, “segunda naturaleza” form aba parte en. sus escritos de u n a constelació n de conceptos críticos al lado, de “fetiche” , “reificación”, “encantam iento”, “destino”, “m ito” y ‘1fautasñTagoría’’>90 utilizados p a ra develar la apariencia “n a tu ra l” de los objetos en su form a “d a d a ” y llegar a la dim ensión histórica, de su producción.BT El propósito de tal análisis era destruir el aura m ítica de su legitim idad, Pero A dorno creía que Lukács h ab ía visto sólo parte del. problem a, ía relación del fenóm eno reificado con la historia exte­ rior, con el proceso histórico general. H abía, continuaba Adorno, “otro lado del fenóm eno”.98 L a historia exterior no e ra u n a estructu­ 01 Ibi d. , p. 365. 03 Ibi d., P. 356. M H orkheim er descubrió lu ego que los orígenes d el térm ino se rem on ta­ ban a D em ócrito. (V éa se M ax H orkheim er, “ Bem erkungcn zur philosophisclien A nth ropologie" , Kri t i s c he The ori e, i, p. 220.) 69 En realidad A dorno se refería a la descripción d e L ukács d el mundo' alienado com o el “m u n d o de las m ercancías” , aunque L ukács no discu tió el concepto do “ segui¡ida n atu raleza” en el co n tex to de la m ercancía hasta H i s ­ toria y conciencia de clase. (V éa se A dorno, “D ie Id e e der N a tu rg esch ich te”, GS 1, p. 355.) M Éste era un térm ino descubierto por B en jam ín en B audelaire. 01 Cf. “Los hom bres están dom inados por la n aturaleza: por ese cu estio­ nable y hueco con cep to de n a tu r a le z a .. . La in m ed iatez [de la m úsica], hoy perdida, es interpretada erróneam ente com o naturaleza, y actu alm en te no es. más que un potpourri de pasadas co n v en cio n es.” (T h eo d o r W. A dorno, “M usikpadagogische M usik: Brief an Ernst K ren ek” [1936], A d o r n o und Krenek; Briel wechsel, p. 219.) w A dorno, “ D ie Id ee der N a tu rg esch ich te” (1 9 3 2 ), GS 1, p. 350.

ra ideológica abstracta, y era incorrecto desm itificar la “segunda naturaleza” sólo p a ra rem plazaría ~p(^"otro~Tñi'fópél dé "lina- totaIiHad'TiístÓ?iCa~plena de s e n tf d o rP a m ’ evTtor “‘féI encantam iento de la ^ li'i^ m 1 a ^ r T^o~TíísTonco'^3'ebía im érpretárse en térm inos de Já p r i m e r a natu raleza” concreta, que m oría en su interior. En este pu n to A dorno citab a el estudio prem arxista de Benjamin, IJrsprung des deutschen Trciuérs^iel^ '^ O n g é r T d e l dram a alem áñ^J.^Isíientras X ukács tenía u n a visión escatológíca de la his­ toria que prean u n ciab a la vuelta a la vida del m undo reificado a través de la resurrección de la totalidad perdida, ^enjam in'1bus­ caba la historia al in terio r de los fenóm enos individuales, “volv Íen3olo¥ a^Jía" vi d a’5 en él sentido de que ¿u proceso cognitivo liberara su significado níJviviente concreto. E n el libro sobre el IJA1 Trauerspiel, /B enjam ín colocaba naturaleza e historia “de la distancia infm ita_a láT proxim idad infinita” y[ las transform aba en *‘e f objeto de ía interpretación filosófica”,100: aplicado en su caso a los dram as alegóricos del siglo xvn. L a “verdad” que Benjam in había descubierto en su form a literaria, ^verdad perdida en la his­ toria de su interpretación, era q u e | íaT alegoría Yno era u n a repre­ sentación a rb itra ria de la idea que retratab a. E n cambio, era ’e ^ re s ío n poncreta^9el~~fuñdam ento m aterial_de_ej„¿icíea. Espe­ cíficam ente, Benjam ín” Kabía dem ostrado que “ el tem a de lo ale­ górico decisivam ente _es la historia” ,101 expresaba en form a de rúmas7 concretam ente, como la decadencia y el sufrim iento de la “prim era náTuralézá” . Los alegoristas "del siglo xvin ténían “una noción de"7"á~ naturaleza como el eterno pasaje en el que sólo la m elancólica m irada de esa generación reconocía a la historia” .102 L a alegoría era la “exposición m undana de la historia como his­ toria del sufrim iento del m undo [Leidensgeschichte der W elt}.” 108 El arte clásico retratab a una arm oniosa totalidad (origen de la .atracción ejercida sobre Lukács), utilizando sim bólicamente la n a­ turaleza p a ra la representación ahistórica de lo ideal. Su schóner Schein (herm osa apariencia) encubría los antagonismos y contra­ dicciones de la realidad. Pero el m odo contem plativo de los alego­ ristas era dialécticam ente ^puesto~aPcÍaslclsm bT 'Pára citar a Ben-J jarniñT ~“Ia falsa j ip a r iencía cié totaÍi3ácT'se m archita” .104 E n su f . . ■■

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00 I bi d. , p. 361. 100 Ibi d. , p. 35 7 . 101 I bi d. , p. 358. lua B enjam in, citad o en ibid., p. 357. 103 B enjam ín, citado en ibid., p. 359. 104 W alter Benjam in, Ur s p r ung des deutschcn íim M ain , Suhrkam p V erlag, 1972), p. 195.

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Trauerspíels

(Frankfurt

lugar aparece una representación crítica de la .historia concreta como “la no libertad, la im perfección y la desigualdad de lo sen­ sual” .108 El m odo alegórico de retra ta r la verdad tenía sentido sólo en tiempos de clecadencia histórica;100 de ahí que tuviera m ayor relevancia^para el presente^que^el perth3o~~clásTcTsmo c[ue Luk'ács Tarñentaba. L a iimÍJXtu,3 entre _Ia alegoría barroca y el ex­ p resionismo ño^pasaba desapercibida p ara fiéflja'ffiiñ'i"'ya"qúe como apuntaba, am bas eran expresiones del colapso de u n a era his­ tórica.107 El alcance desm itificador del concepto alegórico de historia, uti­ lizado como concepto cognitivo critico, era el mismo que el de “segunda naturaleza” . L a verdad de ambos era su revelación de la transitoriedad de la realidad m aterial. Este m om ento de transi­ toriedad, escfiBi5“ Á Jo rn o , e ra ^el punto más profundo en donde convergen historia y naturaleza” .108 C uando la realidad m aterial asum ía la apariencia de una perm anencia mítifca, el reconoci­ m iento de su devenir histórico y p o r lo tanto de su transitoriedad traspasaba el m ito. C uando la historia aparecía en la form a m ítica de u n a “totalidad estructural1’,109 su traducción nuevam ente a la “prim era naturaleza” concreta y particular revelaba que la jfiistoria no era una unidad sistemática, sino un “discontinuo total, no sólo en tan to contiene diferentes Hbeclios ~y evidencias, "sino tam bién porque contiene u n a diferencia de naturaleza estructu­ ral” .110 En las brechas y rupturas de la historia, que articulaba 105 Ibi d. 100 A dorno, " D ie Id e e der N a tu rg esch ich te” (1 9 3 2 ), GS 1, p. 35 9 . ^ 107 B enjam ín, Urs pr u ng des d e ut s c he n Trauerspiels, p. 42. En D i e T h e ­ orie des R o ma n s , Lukács argum entaba q ue la d ecad en cia d el sen tid o de totalidad h abía llegado tan lejos que in clu so se h abía vu elto problem ático el in ten to d e crear una tota lid a d s ubj e t i v a por m ed io d e la form a literaria de la novela, que para que el arte se siguiera desarrollando era necesario que la realidad se transform ara, y q u e "el arte jam ás podría ser el agen te de tal transform ación” (p . 152). M ás tarde encontraría el agen te necesario en el proletariado, com enzaría a d efen d er la p olitización del arte y a abogar por el realism o socialista contra la “d eca d en cia ” artística cap italista (represen­ tada por el expresionism o). A dorno y B enjam in sugerían que la valid ez del arte expresionista radicaba en q u e, a d iferencia d el in ten to id eo ló g ico de Ja novela id ealista d e crear un a falsa totalid ad su b jetiva, expresaba (com o antes la alegoría) la v e r d a d acerca de la realidad, su desintegración, sus contradicciones, y su sufrim iento h u m an o. Éste era y con tin u ó siendo el criterio de validez de A dorno tanto para la filosofía actual com o para el arte. 1 en el” que tra b a jé efurante~ía"década de 1930. School and the Instit ute of Social Research, 192 3 - 1 9 5 0 (B oston : L ittlc, Brown, 1973), p. 256. 125 V éase infrat cap. 11. H orkh¿im er y A dorno, Dialect ic of En l i g ht e nme nt , p. 43. 1117 El In stitu to recibió una cop ia en 1941 y la publicó bajo el título ü b e r den Begriff der Geschicht e en una ed ición especial del Instituto, Wal ter Be nj a mi n z u m Ged&chtnis, en 1942. V éase nota del editor (W alter B enjam in, G e s a mme l t e Schri ften, vol. 1:3: Abh a n d l u n g e n , ed. Rolf T ied em an n y H erm an n Schw eppcnháuser [Frankfurt am M ain , Suhrkam p V erlag, 1974], p. 1223.) 1S9 h a im portancia d e las tesis, así com o su esoterism o, lia suscitado un libro de ensayos interpretativos: Mat eri al i en zu Benjamins T h e s e n “ ü b er der Begriff der Geschicht e: Beilrüge u n d Int erpre t at i onen, ed- P eter Bult* kaup (Frankfurt am M ain , Suhrkam p V erlag, 1975).

Significativam ente, m ientras Trauerspiel no pretendía ser m ateria­ lista dialéctico, el Passagenarb 'éÍt~Y‘ Jay apun ta ,que en el artículo de M arcuse d e 1932 sobre los Ma~ suscritos de 1844, el autor habla d el deseo de M arx de un id ad entre hom bre y naturaleza, pero afirm a que “ éste era el ob jetivo que A dorno y H orkheim er enfatizarían en op osición a M arx” . (Jay, The dialectic imagination , p. 144.) A quí la cu estión d e in terp retación es si el joven M arx tenía com o objetivo la total identidad d e Geist y Natur (q u e A dorno y Horkh|eim er no aceptaban) o sim p lem en te su m u tu a m ed ia ­ ción ( “recon ciliación ” ). (C arta de M artin Jay a la autora, 21 d e sep ­ tiem bre de 1973.) 183 E n 1966 A dorno escribió que a pesar d e la inversión m aterialista de la d ialéctica hegelian a de la historia, tanto M arx com o E ngels ten ­ dían a d eificar la historia, y su fe en las fuerzas económ icas los im p u l­ saban a apoyar el proyecto burgués d e d om in ación de la naturaleza (A d o r­ no, Negative Dialektik, GS 6, pp. 24 2 , 315.) Pero incluso cu an d o M arx en la introd ucción al Capital hablaba de la evolu ción de la sociedad capitalista com o un "proceso de historia n a tu ra l” que se dirigía “con

ción de A dorno de la historia, la suya no era de ningún m odo la interpretación de M arx. Sin em bargo, en u n nivel más profundo que el del simple voca­ bulario com ún, Dialektik der Aufklarung tenía una afinidad con el m arxism o que, como p o d ría afirm arse en el caso de A dorno, m arcab a un viraje hacia M arx y no un alejam iento. Porque sí el libro era algo m ás que la negación crítica de las filosofías burguesas de la historia, entonces su m ensaje positivo expresaba que cuando la transform ación dialéctica tiene lugar sólo a nivel superestructural y la estru ctu ra de ciases perm anece intocada, entonces recae sobre sí m ism a y se repite como el ciclo de la naturaleza. El libro rechaza entonces la revolución al inferior de la “razón”, cuando lo que se requiere es u n a revolución al interior de la socie­ d a d .354 Pero tam bién im plicaba lo mismo en relación con la dialécti­ ca exclusivam ente a nivel de la infraestructura.150 Y A dorno no estaba dispuesto a ab an d o n ar la filosofía.

necesidad de hierro h acia resultados in evitab les”, A dorno sosten ía (en contra de E ngels) que esto d eb ía ser in terpretado en el espíritu crítico que hab ía h ech o suyo, es decir, q ue la u tilización por parte de M arx del térm in o “ n atu raleza” quería criticar el desarrollo cap italista com o no au tén ticam en te h istórico, com o “ pre-histórico” ( vor-Geschichte ) ta l com o M arx d efin ía toda historia previa. (Ibid.,, pp. 3 4 7 -3 4 9 .) Para la crítica d e la in terp retación de una teleología de la historia en M arx, véase A lfred S ch m id t, Der Begriff der Natur in der Lehre von Marx (F rankfurt am M a in , E uropaische V erlagsan stalt, 1971), pp , 2 9 -3 0 , S ch in id t afirm a que "la d ia léctica m aterialista es n o toleológica. . . El que ap reh en d iera la historia hu m an a hasta el presente, de nin gú n m od o ca p tó a partir de ahí la d irección d el m u n d o ” (ibid., p. 29). 1B* Por supuesto, A dorno siem pre h ab ía sostenido esta posición (véase cap. 2), pero sin d uda a com ienzos d e la d éca d a d e 1930 creía que la revolu ción en el arte y la d esin tegración de las form as cognitivas bur­ guesas an ticip ab an de algú n m od o un a revolu ción social progresista, y no estaba por lo tan to co m p leta m en te liberado del m ito burgués del progreso. Si Dialektik der Aufklarung es u n a estim ación m ás sobria del poder revolucionario de la razón, su critica d e Schonberg, escrita en el m ism o periodo, se basaba en un argum ento p aralelo: la ruptura d ia léc­ tica de Schonberg respecto d e la ton alid ad burguesa, que liberaba a la m úsica d e las leyes tonales, había recaído en una n u ev a form a de d om in ación , el sistem a cerrado y las leyes establecidas de la co m p o si­ ción dodecatón ica. (V é a se T h eo d o r W. A dorno, Philosophy of modern music, trad. A nne G. M itch cll y W esley V . fílom stsr [N ueva York, T h e Seabury Press, 1973].) 165 H orkheim er y A dorno sostenían que el triunfo d e la clase burguesa y tam bién de la dictad u ra soviética del proletariado hab ían transfor­ m ad o ia base econ óm ica d eja n d o in tacta ia estructura de dom inación.

4. U N A L Ó G IC A D E LA D E S IN T E G R A C IO N : EL O B JE T O •i

LOS ORÍGENES DE LA DIALECTICA NEGATIVA

En el capítulo anterior, la aproxim ación de Adorno al problem a de' la historia nos suministró u n a ilustración concreta de su proceder dialéctico. Al yuxtaponer conceptos antitéticos (naturaleza-historia) y exponer la irreconciliabilidad de los conceptos con la reali­ dad supuestam ente descrita (la idea de historia o de naturaleza. versus su realidad), A dorno em prendía la doble tarea de ver a través de las puras apariencias de la realidad burguesa y de la pretendida adecuación de los conceptos burgueses utilizados p ara definirla. Com o en Hegel, la contradicción, con la negación comosu principio lógico, dotó a su pensam iento de estructura dinám ica y proporcionó la fuerza m otora para la reflexión crítica. Pero m íen? . tras Hegel veía en la negatividad el m ovim iento del concepto hacía síi “ otro” , sólo un m om ento dentrp rT''jp'rOC'eso;rnayór' )mriá‘ ia~ cqñíum ación sistemáti£á,...'Adorno no veía posibilidad..aUguna de que una argum entación se deTuvréra^en la síntesis_,inequTvocár Hizó“‘3é la negatividad el signó' distintivo ele su pensa­ m iento precisam ente porque creía que Hegel se había equivocadu: razón y realidad no coincidían. Com o eiTlCarit/Tás antinom ias de A dorno perm anecían antinóm icas, pero a causa de los límites de la realidad, más que de los de la razón. El pensam iento no reconciliatorio era im pulsado por condiciones okjeñva?:~porque las con­ tradicciones de la sociedad no podían desterrarse por medio del. pensam iento, la contradicción tam poco podía desterrarse dentro del pensam iento. A dorno no afirm aba ni el concepto ni la realidad en sí mismos.. En cam bio planteaba cada uno en crítica referencia al otro. Dicho de otro m odo, cada uno era afirm ado sólo en su no identidad res­ pecto del otro. E n realidad, el J ^ r i n a p i o de jip_.icJe.Dtídad”,-jque Adorno desarrollaría con riqueza creciente, llegó a ser el fundaní^nto Qé su filósófíá, es decir, de la “ dialéctica negativa” . A dorno no habló de un “principio” de no identidad hasta des­ pués de haberse unido al TnstíFuto1 y “dialéctica negativa” fue in1 gido

L a 'in vocación d e un p rin cip io d e n o id en tid ad podría haber sur­ com o respuesta crítica al en foq u e h eid eggerian o de la identidad'

cluso una form ulación posterior,2 aunque lo sustancial de ambos ya era evidente en la teoría de Adorno a comienzos de la déca­ da de 1930. E n aquella época, denom inaba a su,m étodo filosófico una “lógica cícT’lá desintegración”,3 frase que no sólo indicaba el carácter no totalizador del enfoque sino que suponía tam bién la razón de su necesidad. Porque tal como hemos visto,4 Adorno_creía que la pérdida del sentido de totalidad de su época era síntom a de la decadencia de la era burguesa. L a historia' actual era" la crónica de su desintegración. L a bancarrota enfrentaba no sólo al sistema económico burgués sino tam bién a sus esfuerzos en el plano de la hegem onía ideológica. L a crisis económica y la m uy reconocida “crisis en la cultura” que la había anticipado, eran en ­ tonces dos caras de la mism a m oneda falsa. Como escribió W alter B enjam in: “Antes de que se desmoronen empezamos a reconocer como'Tíiinas los m onum entos de la burguesía en las conmociones com o tem a central no sólo del idealism o burgués, sino de tod a la filosofía o ccid en tal a partir de Parm énides. Por supuesto, el rechazo de la id e n ­ tidad h egelian a de sujeto y objeto (creen cia en lo real com o racional y en lo racional com o real) era una n oción anterior, que se rem ontaba a 1?. prim era acep tación de A dorno del m arxism o. En realidad fue Horkheirncr qu ien articuló por prim era vez el ataque a esta prem isa idealista (véase M ax. H orkheim er, Anfange der bürgerlichen Geschichtsphilosophie [otuttgart, K ohlham m er, 1930], pp. 185-197; ídem., "H egel und das Problem der M etaphysik” , Festschrift für Cari Grünberg: Z um 70. Geburtstag [L eipzig, V erlag von C. L. H irschfeld, 1932], pp. 185-197.) Las im plicancias de este rechazo de la identidad para la teoría d e la historia de A dorno fueron discutidas en el ca p ítu lo 3. S in em bargo, el rechazo d e la identidad sujeto-objeto hegelian a com prendía sóíu un aspecto del “ principio de no id en tid ad ” de A dorno. O tros niveles d eb ían m ás a B enjam in que a H eg el o a H orkheim er, com o dem ostrarem os. 3 U tilizó por prim era vez este térm ino en sus sem inarios sobre H eg el en la década de 1950, pero su filosofía no fue .oficialm ente bautizada “ d ialéctica n eg a tiv a ” hasta 196$7~con la aparición Üei lib ró le!el m ism o nombre. Inciuso en TDB3“ en ^ ü ^ p refaci'ó a sus tres ensayos sobre H eg el, se refería sólo de una m anera general a sus esfuerzos, com o form u ­ laciones de “ un concepto m od ificad o de la d ia léctica.” (T h e o d o r W . A dorno, Tres estudios sobre Hegel [M adrid, T aurus, 1974], p. 10.) n En una nota a la ed ición alem ana de Negative Dialektik, A dorno •escribió: “L a idea de una lógica de la desintegración es la más antigua de sus concepciones filosóficas [del autor], y se rem onta a sus años de ■estudiante.” (T h eo d o r W . A dorno, Negative Dialektik, Gesammelte Schrif­ ten , vol. 6, ed. R olf T ied em an n [Frankfurt. am M ain, .Suhrkamp V erlag, 1973], p. 409.) Q u e su in ten ción era com patible con la teoría posterior de A dorno es evidente a partir de la sigu ien te afirm ación: "Su m ovim ien to [de la d ialéctica negativa] no tiende a la identidad en la d iferen cia de c a d a .o b je to con su con cep to, m ás bien desconfía de lo id én tico. Su lógica es la del desm oronam iento. . .” (T h eo d o r W. A dorno, Dialéctica negativa ¡[Madrid, T aurus, 1975], p. 14G.) * V éase cap. 3.

de la econom ía m ercantil.” 5 L a fragm entación de las disciplinas, intelectuales, el hecho de perder la filosofía su anterior posición burguesa como sintetizadora y sistem atizadora de todo conocimiento, era una m anifestación de dicha desintegración A ceptando la di­ visión del trabajo intelectual como u n a condición inevitable de la producción actual, pero convencido de que los problem as técnicos de1 la praxis gcistige m anifestaban los antagonism os de la estructura social,8 Adorno consideraba que su tarea como filósofo era la de socavar el ya vacilante m arco del idealismo burgués al exponer las contradicciones que afectaban a sus categorías, y siguiendo su lógica inherente, em pujarlas al punto de su autodestrucción. Éste era su objetivo, consum ar la liquidación del idealismo desde dentro, y esto era lo que tenía en m ente al form ular l í necesidad, p a r a l a filosofía,, de una “lógica de la desintegración” . Lo que jseparaba la m eta de Acíorno de un puro nihilismo, era su_creéncia en la posíBilídád cíe extraer de las propias contradiccio­ nes del idealismo u n a nueva lóglcauPáraT em plear una frase que A dorno tom ara de Brecht, creía «que las categorías declinantes po­ dían ser “refuncionalizadas ( um funktioniert) 7 y transform adas en herram ientas cognoscitivas del m aterialism o dialéctico. L a supera­ ción del idealismo podría inducirse a generar desde sus propias rui­ nas una filosofía ‘‘dialéctica”, cuya necesidad histórica y lógica es­ taba así dem ostrada. A la buena m anera hegeliana,8 A dorno no hacía, distinción entre teoría y m éto d o : el proceso de llegada a tal filosofía, era en sí la nueva filosofía en acción. Éste era el program a filosófico que A dorno delineara en su con­ ferencia inaugural “Die A ktualitát der Philosophie” . Debe adm itirse que su procedeí revestía u n cierto carácter ex post jacto. A dorno ya tenía idea de qué aire tendrían las categorías del nuevo m ateria-

8 Walter Benjamin, “París, capital del siglo x ix ” ( 1 9 3 5 ) , en Ilumina­ ciones, 2, Poesía y capitalismo, trad. J. Aguirrc (Madrid, Taurus, 1900),, p. 190. 9 V éase cap. 2. 7 La palabra alem ana es más d ialéctica q ue su trad u cción : el prefijottm im plica la reversión, no la m era reform ulación de las categorías. Sin em bargo, la traducción en el p asaje sigu ien te parece sob rcin telectu alizad a y abstracta: “ En orden a la m od ificación d e form as e instrum entos de pro­ ducción en el sentido de una in telig en cia progresista — y por ello in tere­ sada en liberar los m edios productivos, y por ello al servicio de la lucha, de clases— ha acuñado B recht el co n cep to d e transform ación funcional [ Umfunktionierung ].” (W alter B en jam in , “ El autor com o productor” , T en ­ tativas sobre Brecht [Iluminaciones III], trad. J. A guirre [M adrid, T aurusr 1 9 7 5 ], p. 125.)

8 Para H eg el (y para A dorno) el m éto d o filosófico no era un conjuntoform al de reglas a aprender, sino una a ctivid ad a experim entar y articular..

lismo. La m ayoría de ellas hab ían sido articuladas por W alter Ben­ jam ín d u ran te la década de 1920. Pero m ientras B enjam in tan sólo p lanteaba las categorías, A dorno, m ucho más versado en los p ro ­ blemas de la filosofía contem poránea, intentó extraerlas sistem áti­ cam ente de las form as tardías del idealismo, a través de su crítica .al existencialismo de K ierkegaard (escrita en 1928-1933) y a la fenom enología de Husserl (escrita en 1934-1937). Sin embargo, la casi in tuitiva convicción de A dorno acerca de la validez del enfoque de B enjam in precedió a sus esfuerzos por p ro b ar su necesidad his­ tórica y lógica. Los orígenes de la “ dialéctica negativa” se encuentran entonces en los p n n íe ro s 'li^ b ^ ó s _de B enjam ín y en el diálogo intelectual entre . am bosj^cóm ériz^b~ en T 529' á l’ form ular un program a com ún en K onigstem , qué m ad u ra rá en los escritos de A dorno a comienzos de TíTdécada de 1930. U n análisis de estos orígenes !da u n a clave p a ra la filosofía de A dorno, aun en su últim a y m adura form ulación. Los siguientes dos capítulos presentarán las prim eras form ulaciones de sus categorías filosóficas, dem ostrarán su deuda respecto del tem ­ p rano trab ajo de Benjam ín y las analizarán como u n a respuesta a los problem as técnicos que enfrentaba la filosofía de su época, p ro ­ blem as que los m étodos burgueses tradicionales parecían incapaces de resolver. Sin em bargo, antes de continuar, es necesario clarificar u n punto. D u ran te la década de 1960 el m étodo de la “dialéctica negativa” lle g o a id e n fific a rsé con ía “ teoría critica” del Instituto ’dé Fráñkfürt, ■dél cuál A dorno h ab ía llegado a ser el m iem bro m ás ilustre. Syi.f em bargo, al delinear los orígenes del m étodo de Adorno, he,.tratado p rem editadam ente de evitar igualarlo con la “teoría crítica”, tér­ m ino que carece de precisión sustantiva. L a teoría crítica nunca cons­ titu y ó u n a filosofía' articulada de m anera com pleta, que, los m iem ­ bros del In stituto aplicaran de idéntico m odo. Se trató m ucho m ás de u n conjunto de supuestos com partidos que distinguían su enfoque de la teoría burguesa o “tradicional” .8 D entro de este m arco común, la m etodología de los individuos m iem bros podía variar y de hecho así sucedió. Además, el térm ino carece de precisión histórica, ya que se refiere en general a la orientación teórica del Instituto du ran te los treinta y tantos años que estuvo bajo la dirección de M ax H ork9 C om o ap u n tó A dorno, la expresión “teoría crítica” fu e “form ulación d e H ork heim er” (A d orn o, D ia lé c tic a n egativa, p. 190); fu e H orkheim er •qu ien señaló por prim era vez sus características distintivas en su artícu lo d e 1937 de la Zeitschrift für Sozialforschung, “T ra d itio n elle u nd kritische T h eo rie” . (V éa se M ax H orkheim er, “T eoría tradicional y teoría crítica ”, T e o r ía crítica, trad. E. A lbizu y C. L uis [Buenos A ires, A m orrortu, 1974], ¿>p. 2 2 3 -2 7 1 .)

heim er y, aunque luego A dorno estuvo, evidentem ente de acuerdo con el térm ino, había señalado las características distintivas de su propio m étodo en la conferencia inaugural, escrita siete arios antes de convertirse en m iem bro del Instituto. En aquel m om ento (mayo de 1931) H orkheim er era director del Instituto desde hacía sólo al­ gunos meses y la nueva orientación por él introducida en lo referente a la m etodología crítica recién com enzaba a cobiiar form a. Por su­ puesto, aun en aquel m om ento, las ideas de H orkheim er tenían m u ­ cho en com ún con las de Adorno, dada su estrecha am istad personal e intelectual. El tránsito hacia el m arxism o a finales de la década de 1920 había sido una experiencia com partida, y H orkheim er había presenciado las charlas en Kónigstein. Pero e^Jm pacto del m ate ­ rialismo dialéctico en sus respectivos pensam ientos no fue idéntico y los condujo en diferentes .dirfecciónés. H orkheim er volvióse hacia las ciencias sociales, m ientras que Adorno, en lugar de unirse a su amigo en el Instituto, optó por aceptar un puesto académico. El joven A dorno se veía a sí mismo conio filósofo y como artista,10 y no como científico social, y es claro que lo_ entusiasm aba ...más¡la crítica literaria de W alter Benjam in que los proyectos de investiga­ ción social em pírica del Instituto, E n cuanto a la evaluación del Instituto acerca de Adorno, es útil recordar que dos artículos pre--> sentados a la revista del Instituto en la década de 1930 fueron re­ chazados, en form a reiterada, por el comité editorial.11 Y aunque los artículos de A dorno que fueron aceptados — “Z ur gesellschaftlichen L age der M usik” (1932) y ‘‘Ü ber Jazz” (1936)— fueron de perdurable im portancia p a ra su desarrollo intelectual,12 los tra10 C om o recordará m ás tarde com parándose con H orkheim er: “Y o, sin em bargo, por an teced en tes y por m i desarrollo anterior, era un artista, un m úsico, aun q u e anim ado por un im pulso de dar cu en ta d el arte y de su posibilidad en el presente, d on d e tam bién algo ob jetivo deseaba expresión, una sospecha d e la in su ficien cia del proceder estático in gen u o en vista de las tend en cias de la socied a d .” (T h e o d o r W. A dorno, “O ffen er B rief an M ax H orkheim er” , D ie 7.eit, 12 d e febrero de 1965, p. 32.) 11 U n estudió sobre M an n h eim tuvo dos revisiones (1 9 3 4 y 1937) y sin em bargo n u n ca apareció en la revista — una tercera remisión fue finalm ente publicada en otra parte (T h e o d o r W . A dorno, “ Ü ber M annheim s Wissenssozioiogie” [1953], reditado en Prism en [Frankfurt am M a in , Suhrkam p V erlag, 1955]). U n artícu lo d e 1937 sobre H usserl, revisado en 1938, nunca fue publicado. Las copias d e am bos borradores están eiv el L egado Adorno. En el artículo de 1932 (q u e fue discu tid o en d etalle en el cap. 2) y en las cuarenta n otas sobre m úsica que publicara en una variedad án periódicos y revistas duran te la décad a de 1930, A dorno sentó las bases para una filosofía estética en cu ya form ulación se ocu p ó hasta el m om ento de su m uerte (un largo e in con clu so m anuscrito, A esth etische T h eo rie, se publicó p ostu m am ente en 1970 co m o el vol. 7 de las G esam m elte Schrif-

bajos más im portantes de estos años fueron los estudios estricta­ mente filosóficos acerca de Husserl y K ierkegaard. Los temas del jazz y de la condición social de la música reflejaban la preocupación básica del Instituto respecto del contenido ideológico de los fenó­ menos' culturales, la cuestión de cómo los productos geistige fun­ cionaban p a ra sostener o desafiar el status quo societal. Esto era por supuesto, algo bastante distinto de la autoim puesta tarea de Adorno de fom entar la liquidación de la filosofía idealista. H orkheim er creía, tan firm em ente como Adorno que la filosofía burguesa yacía en un estado~-dé 'decadencia,1;Í pero parecía con­ c l u i r qüe si la m etafísica ya no era posible, el filósofo debía buscar auxilio en las ciencias sociales p ara hallar la verdad. A unque estas ciencias, a su vez, necesitaran de una conciencia crítica, especulativá, la filosofía como disciplina separada era elim inada, liquidada d esd e‘afuera, por así decirlo.14 P ara H orkheim er, el problem a del “objetó!’ tendía, a disolverse en la sociología (m arxiana), el proble­ m a del “sujeto” en la psicología (freudiana),10 y la T eoría C rítica intentaba explicar su interreláción. En su conferencia inaugural como director del Instituto, se refirió a la interacción dialéctica entre teoría e investigación em pírica.16 Adorno en cambio dis­ tinguía un proceso dialéctico dentro de la filosofía misma. ten). N o estoy sugiriendo que los prim eros ensayos sobre m úsica p u b licad os en la Zeitschrift für Sozialforschung, que con ten ían elem entos para un a teoría estética así com o una teoría crítica de la cultura de m asa, fueran insignificantes en com paración con sus estudios filosóficos publicados com o libros; sim plem ente sostengo que, m ientras el Instituto estaba m ás in tere­ sado en una sociología (filosófica) del arte, la preocupación básica de A dorno estaba en una filosofía (sociológica) tanto de la estética com o de la cogn ición epistem ológica. ,a G om o afirm ó en 1932, la prem isa idealista, la id en tid ad d e su jeto y objeto, “h a h ech o colapso desde hace m ucho tiem po y, con ella, el e d i­ ficio de la filosofía h e g e lia n a .. . la filosofía ‘absoluta’. . . es cosa d el p a ­ sado” . ( “H eg el und das Problem der M etaphysik”, p. 192.) 14 La fe de H orkheim er en que las ciencias sociales p u dieran responder los interrogantes tradicionales de la filosofía a través de la in vestigación em pírica, no era com partida por A dorno. C ontra esta ten d en cia A dorno, cóm o recordaría m ás tarde, trataba de "fortalecer la in clin ación antipositivista, especu lativa” de H orkheim er. (A dorno, “O ftener Brief an M ax H ork­ heim er” , p. 32.) 10 Estas dos teorías, sentía, proporcionaban “ una form ulación de las viejas cuestiones [filosóficas] más ad ecu ad a al estado de nuestro c o n o c i­ m ien to presente. . (Ma:t H orkheim er, “D ie gegenw ürtigc L age der Sozialph ilosop h ie und die A ufgabcn eines In stitu ís für Sozialforschung” (1 9 3 1 ), Sozialphilosophische Studien: Aufsatze, Reden und

Vortrüge,

1930-1972,

ed. W erner Brede [Frankfurt am M ain , A th en au m F ischer T asch en b u ch V erlag, 19721, p. 43.) 18 In vocab a “ una penetración y desarrollo d ialéctico con tin u os entre

E n realidad, A dorno poseía u n a fe casi hegeliana en la lógica in­ m anente de la filosofía, en su desarrollo histórico como despliegue de la verdad aunque, ciertam ente de m odo nada hegeliano, creía que la verdad desafiaba críticam ente el curso de la historia en lugar de fundirse con él. C onvencido de que las contradicciones sociales aparecían dentro del m aterial de la filosofía en form a m ediada.y de que el filósofo, como el artista, debía ser “absolutam ente m odernp” , es decir debía aprehender estas contradicciones en sus m anifesta­ ciones más corrientes y (en una época de desintegración) más a n ta ­ gónicas, A dorno tomó las polémicas heredadas de la anterior ge­ neración de filósofos, se sumó a sus filas, y desde su posición de q uinta colum na impulsó las antinom ias de sus teorías hasta el p unto en el cual la negación dialéctica del idealismo podía ser consu­ m ad a.17 Esta argum entación desde dentro, sobre las bases de la lógica inherente a la propia filosofía, históricam ente desarrollada, y dirigida a salir del idealismo burgués hacia el m aterialism o re-: volucionario, era la significación otorgada por A dorno a la “crítica inm anente”, y constituía la sustancia de su idea de u n a “ lógica de la desintegración” . Este program a ligaba a A dorno con Benjam in m ás que con H o rk ­ heim er.18 A unque H orkheim er tam bién afirm aba que, si la teoría burguesa iba a ser efectivam ente desafiada, debía serlo “desde dentro” , esto significaba sim plem ente p a ra él que tal teoría no p o ­ día ser descartada desde el exterior a través de ad o p tar cierto punto de vista antiburgués, m etafísicam ente trascendental. E n cambio, debía exponerle la brecha entre el pensam iento burgués y su propia realidad. E n sus ensayos, H orkheim er confrontó conceptos burgue­ ses (justicia, razón, individualism o) con la realidad de la sociedad burguesa (su injusticia, irracionalidad, capitalism o m onopólico), o tendió a señalar la discrepancia entre la abundancia potencial de las fuerzas productivas actuales y la escasez existente, o demostró la teoría filosófica y la práctica d e las d iscip lin as cien tíficas in d iv id ú a ­ le.';. . .” {I b id ., p. 40.) 17 C om o escribió en su discurso in au gu ral: “ S ólo una filosofía esen cial­ m ente no d ialéctica, que a p u n ta a una verdad ahistórica, p u d o sostener que los viejos problem as podían elim inarse sim p lem en te o lvid án d olos y e m ­ pezando nuevam en te desde el co m ien zo .” (T h e o d o r W . A dorno, "D ie A ktualitiít der P hilosop h ie” [1931], G e sa m m e lte Sch riften , vol. 1: Frühe philosophische Schriften, ed. R o lf T ied em a n n [Frankfurt am M ain , Sulirkam p V erlag, 1973], p. 339.) 13 E n una carta a B enjam in del 18 de m arzo d e 1936, A dorno escribió: “T a l vez adheriría en prim er lugar a nuestro v iejo m étodo de la crítica in m an en te.” (T h eo d o r W . A dorno, Ü b e r W a lte r B en ja m ín [Frankfurt am M ain, Suhrkam p V erlag, 1970], p. 127.)

que, por ejem plo, la Lebensphilosophie traicionaba su propio in­ tento de protesta, ya que, al funcionar como soporte del status quo societal, term inaba convergiendo con el positivismo que precisa­ m ente atacab a,10 Pero, a diferencia de Adorno, H orkheim er no se im plicó pro fu n d am en te en las controversias técnicas de la filosofía contem poránea.20 D e allí que, aunque la m ayoría de sus artículos publicados en la revista del Instituto, Zeitschrift fü r Sozialforschung, d u ran te la década de 1930, constituían críticas a la filosofía b u r­ guesa, no eran en sí artículos “filosóficos” en el sentido estricto del térm ino. M anteniendo un pie fuera de la disciplina, esbozó tem as y conceptos descriptivam ente a través de la historia de la era bur­ guesa (su conocim iento fáctico de la historia era m uy superior al de A dorno) con el objeto de poner a la luz su función social.21 H ork­ heim er se m ovía entre la teoría y la sociedad, señalando las estruc­ turas correspondientes en la conciencia y eñ la realidad, de un m odo m uy parecido al joven Lukács (y de ahí a su m aestro YVilhelm D ilthey, cuyo trab ajo H orkheim er apreciaba de m anera con19 Para u n a síntesis d e los escritos d e H orkheim er a com ienzos de la d écad a de 1930 véase M artin Jay, T he dialecttcal imagination: a history

of the Frankfurt School and the Jnstitute of Social Research, 1923-1950 (B oston, L ittle, B row n, 1973), pp. 4 4 -6 5 . 20 L a p reocu p ación básica d e H orkheim er era la Jdeologiekritik, es decir, cóm o era p osib le que ‘'opiniones [burguesas] en sí correctas, valores teó ri­ cos y estéticos in d iscu tib lem en te elevados, p u ed en tener, en determ inados con textos, un efecto id eo ló g ico . . ( Horkhei mer, “ O bservaciones sobre cien cia y crisis” , Teoría crítica , p. 19). A dorno, co n v en cid o com o estaba de que la in valid ez social d el p en sam ien to burgués se m an ifestab a inmanen­ temente, n o hab ría sostenido que tal p en sam ien to pudiera ser “correcto en sí” ; al m ism o tiem p o creía que la id eología, correctam ente interp re­ tada, era la fu en te de la verdad. 21 L a d istin ción p u ed e ilustrarse com parando los análisis críticos de A d orn o del co n cep to de h istoria con dos ensayos anteriores d e H orkheim er. El abordaje de A d orn o, d elin ea d o en su discurso de 1932 an te la K an t ge ­ sellschaft en Frankfurt, con sistía en yu xtaponer los a n titéticos con cep tos de naturaleza e historia d e tal m o d o que n in gu n o d e ellos fu era plan tead o corno el fu n d am en to de u n a filo so fía afirm ativa d e la historia. Su argu m en ­ tación era más p olém ica y d ia léctica que descriptiva. En contraste, en un ensayo de 1930, Anjánge der bürgerlichen Geschichtsphilosophie, el abor­ d aje de H orkheim er con sistía en diseñar el desarrollo histórico d el c o n ­ cep to burgués de historia desde M aq u iavelo y V ic o hasta H e g e l, id en ti­ fican d o en él los elem en tos progresivos y regresivos, en vísta de su función id eo ló g ica . Su program a para un a teoría a ctu al d e la historia, esbozado en un discurso pron u n ciad o en la m ism a Kantgesellschaft antes m en cio ­ nada, sugería q ue el problem a, antes preocupación del m etafísico, p od ía ser m ejor tratado ahora a partir d e la teoría “ cien tífica ” (d e M arx) y d e la p s ic o lo g ía (freudiana) (véase “H istoria y p sicología” [1932], en M ax H ork­ heim er, Teoría crítica [Buenos A ires, A m orrortu, 1974]1 pp. 22-42].

siderable),22 E n contraste, A dorno utilizaba la “prítica inm anente” , no sim plem ente cómo u n m étodo de Ideoíogiekritik, sino como .un m edio para descubrir la verdad. Intentó tornar visible J a estructura de la sociedad burguesa desde las palabras mismas de los textos burgueses. U tipo de exégesis S Jp r a c h k r i t i k más que .... .. y.. - . . . ,n’W'I-/,¡i.,; VJW r í i r . dialéctica' . ideoíogiekritik, mas interpretación critica que teoría. L a diferencia de m étodo entre A dorno y HorHheimer suponía un terreno diferente p a ra fu n d ar la validez de los juicios.Los argum en­ tos de H orkheim er descansaban en principios de rectitud m oral ,a4 principios desarrollados por la m ism a sociedad burguesa que él a ta ­ caba. T a l corno lo explicaba: L as id ea s co n q u e la b u rgu esía e x p lic a su p rop io sistem a : e l in terca m ­ bio e q u ita tiv o , la lib re c o m p e te n c ia , la arm on ía d e lo s intereses, etc., revelan su co n tra d icció n in tern a y, con e llo , su antítesis re s p e c to d e ese s i s te m a , a p en as se las co n sid era seria m en te y se las p ien sa , h a sta sus ú ltim a s co n secu en cia s, c o m o p r in c ip io d e la so c ie d a d .2®

El com ponente trascendente del idealismo, que perm itía hacer una distinción m oral entre lo que es y lo que debería ser, siguió siendo esencial p a ra H orkheim er, a pesar de su vocación por la investiga­ ción em pírica. A dorno recordaría m ás tard e: “E n usted la cuestión básica fue la indignación frente a la injusticia” , apuntando cómo H orkheim er era tributario de la ética judaica de su fam ilia así como de los principios del Ilum inism o burgués.20 T am bién observó que sus prim eras experiencias “no se desarrollaron en form a paralela. fia Su ob jetivo era “m ostrar los rasgos estructurales com unes d e co n o ci­ dos procesos de la historia m od ern a” . (M a x Iiork heiin e?, “ íigoísm o y m o­ v im ien to liberador”, T e o r ía crítica, p. 163.) Para u n a discusión de la e v a ­ lu ación de H ork heim er acerca de D ilth ey , sus críticas y sus puntos de acu er­ do, véase .Jay, T h e dialectical im a gin ation , pp. 48-53. , 73 L a d escripción d e R icpeur de^ los m étodos interpretativos de M arx, F reud y N ietszch e com o “ ejercicios de la sospecha” , una “ herm enéutica d e la d esm istificación ”, tam bién s e sa p lica a A dorno (P a u l R icoeur, F reud: una in te rp reta ción d e l a ^ í l l T ú r á , (M éx ico , Siglo X X I , 1970), p. 32. 24 Por ejem plo, cuan d o H orkheim er criticaba la acep tación de aquello que h ab ía evolu cion ad o h istóricam ente com o “segu n d a n atu raleza” , su p reocup ación se refería no sólo a que, en tanto “categoría suprahistórica eterna” era de h echo incorrecta, sino a q ue en relación a la v olu n tad m o ­ ral, era un “ signo d e u n a lam en tab le im p oten cia” . (H orkheim er, “ T eoría tradicional y teoría crítica” [1937], T e o r ía crítica, pp. 2 4 2 -2 4 3 .) “ I b id ., pp. 2 4 6 -2 4 7 . “El abism o entre los cánones m orales que los euro­ peos h an reconocido desde el a d ven im ien to d e la cristiandad, y los que estos europeos en realidad practican, es inconm ensurable.” (M a x H ork­ heim er [seud. H ein rich R egiu s], D d m m e r u n g : N o tiz e n in D eu tsch la n d [Zurieh, V erlag O p rech t und H elb lin g , 1934], p. 193.) 28 A dorno, “ O ífen er 13rief an M ax H ork h eim er”, p. 32.

Es más, convergieron” .27 Si el impulso de H orkheim er hacia la crítica social tuvo su o rigen"''en un hum anism o ético, casi religioso, Aclorno .en.cam bio estaba com prom etido de m anera prim ordial con el problem a de la verdad. Para él, los juicios acerca de la verdad o falsedad, más que las cuestiones del bien y del mal, constituían la base necesaria p a ra la validación de la teoría. En j m a ^ o c a ^ ^ ^ q u e la m etafísica había perdido toda legitim idad, Adorno,.,continuaba pía h te avíelo la pregunta m etafísica; del mismo modo, en una época que había proclam ado ía m uerte de Dios, H orkheim er se negaba a abandonar el problem a m oral del bien y del m al.28 Adorno, el metafísíco sin fe en la m etafísica; H orkheim er, el m o­ ralista que no creía en la divina providencia: describirlos así puede ilustrar aquello que m antuvo sus senderos intelectuales separados durante la década de 1930 y, de hecho, a lo largo de sus vidas.2!> Esta diferencia da cuenta de la enorm e preocupación de H orkhei­ m er por la brecha entre conciencia proletaria “im p u tad a” y em°pm ca,IM) ya que consideraba que en la era jrioderna la p raxis m oral e r a p o r necesidad praxis política. El fracaso del proletariado para a rrib ar a la conciencia revolucionaría se transform ó en el focó de interés cíe ía investigación del Instituto du ran te la prim era décácTa de su''desempeño corno d ire c to r/1 m ientras que el interés de A dorno ” Ibid. 58 A dorno todavía b atallaba con la cuestión de la posibilidad d e ía m etafísica en el ca p ítu lo final de Negative Dialektik. Cf. la afirm ación de H orkheim er en 1934: “N o sé hasta qué punto los m etafísicos tienen una posición , correcta,'q u izá, existe en alguna parte un sistem a o frag­ m ento n ietafísico especialm ente aprem iante. Pero sé que los m etafísicos suelen estar sólo m ínim am ente im presionados por aquello que atorm enta y aflige a los seres h um anos.” (M a x H orkheim er, Dammerung , p. 86.) L a preocupación m oral de H orkheim er por el sufrim iento físico (ta n to de anim ales com o d e seres hum anos), op u esta en cierto m odo a la orien ­ tación m ás cerebral de A dorno, pu ed e ilustrarse por el siguiente recuerdo de A dorno: “ U n a vez tú [H orkheim er] m e dijiste que yo percibía a los anim ales com o hum anos m ientras tú veías a los hum anos com o anim ales. H ay algo de eso.” (A dorno, “O ffen er lírief an M ax H orkheim er” , p. 32.) “ C om o escribió A dorno: “A pesar de todo, la tensión entre los polos de d ond e proveníam os no desapareció, y creció, fru ctifican d o para n o s ­ otros.” (Ibid}) *" A quí, com o en otras situaciones, H orkheim er estaba más cerca del Lukács de Historia y conciencia de clase. V eía en el papel d el in telectual al articulador de la co n cien cia de clase im putada, aunque, com o A dorno, rechaza el control d el Partido sobre el trabajo teórico del intelectual. (V éa se H orkheim er, “T eo ría tradicional y teoría crítica” [1937], Teoría crítica, pp. 223-271.) 31 En su discurso inaugural com o director escribió: “ La discusión re­ ferente a la sociedad cristaliza gradualm ente y con crecien te claridad alrededor de una cuestión, básicam ente la cuestión de la con ex ió n entre

en cuestiones tales como la verdad de la teoría, o la validez del arte como interrogante totalm ente separados del problem a de la conciencia del proletariado, determ inó que la^misma noción de un sujeto revolucionario colectivo quedara excluida de su teoría!82 Pero la polarización entre el m etañsico y el m oralista no debería acentuarse dem asiado enérgicam ente, ya que nunca fue categórica/13 Su trabajo fue en esencia com plem entario, y ello fue m ucho más evidente a p artir de 1938. A unque la opción original de A dorno fue ]á de enseñar en él m arco de la disciplina filosófica tradicional, en lugar de unirse al Instituto de H orkheim er, reconoció sin em bargo desde el prim er m om ento la dependencia que este tipo de filosofar tiene respecto de las contribuciones de la investigación en ciencias sociales;84 del mismo m odo que H orkheim er consideraba la teoría especulativa indispensable p a ra el proceso de investigación. El pri­ m ero estaba haciendo filosofía sociológica; el otro sociología filoso-' fica. Adem ás A dorno incorporó tem pranam ente la preocupación de H orkheim er por las injusticias del sufrim iento hum ano, como vimos en su crítica del concepto de historia.110 Y H orkheim er com ­ p a rtía el interés de A dorno, si no su preocupación, por la tarea de establecer un terreno nuevo p a ra la teoría m aterialista y dialéctica.8*1 la vid a económ ica d e la socied ad , el desarrollo p síq u ico de los in d ivid u os, y las transform aciones en el ám bito cu ltu ral. . (H ork h eim er, “D ie gegen w artigc L age der Sozialp h ü osop h ie und d ie A u fgab en eines In stitu ts für Sozialforschung” , S ozialphilosophische S tu d ie n , p. 43.) E l problem a c o n ­ dujo a H orkheim er, com o ocurriera con W ilh elm R eich (v éa se su M assen psychologíe des Faschtsmus [C op en h agu e, V erla g für S ex u alp olitik , 1933]), a m ezclar la teoría social m arxista con la p sico lo g ía freu d ian a: “ H abría que investigar cóm o llegan a crearse m ecanism os psíquicos por cuyo inter­ m edio pueden perm anecer laten tes aq u ellas tensiones entre las clases s o ­ ciales que, sobre la base de la situ ación econ óm ica, tien d en a generar co n ­ flictos.” (H orkheim er, “ H istoria y p sico lo g ía ” [1932], T e o r ía crítica, p. 33.) 83 V éase cap. 2. A u n q ue n in gu n o d e los dos v eía a la teoría com o subor­ d in ad a de la praxis p olítica, para A dorno la relación entre am bas era altam ente m ediada, y los desarrollos teóricos segu ían siendo m ás autónom os. 33 En L a im aginación dialéctica, M artin Jay ha a cen tu a d o las sim ili­ tudes entre A dorno y H orkheim er. L a d iferen cia con nuestra in terp reta­ ción p u ed e ser rpás d e en foq u e q ue d e sustancia. C om o Jay lo expresara: “D esd e su perspfcctiva más p u n tillosa, las diferencias entre A dorno y sus colegas aparecen m ás claras q ue desde la inía. . .” (C arta de M artín Jay a la autora, 21 de septiem bre de 1973.) 34 En su discurso de 1931 A dorno ap u n tab a que la filosofía tendría “q ue tom ar su m aterial esp ecíficam en te disciplinario d e la sociología. . (A dorno, “D ie A ktualitát der P h ilosop h ie” [1931], GS 1, p. 340.) 53 V éase supra, cap. 3. 30 En un ensayo de 1932 H orkheim er, al referirse a las tareas q ue la filosofía debía realizar todavía, reflejaba el m ism o espíritu de filosofía que A dorno hab ía articulado en su discurso inaugural el año anterior:

En realidad; la correspondencia de A dorno evidencia colaborar con H orkheim er en esta tarea fue u n a de las que A dorno decide finalm ente unirse en 1938 al Estados U nidos. T a l como escribió a Benjam in en año:

que el deseo de las razones por Instituto en los junio de aquel

Además, los planes literarios de Max y míos están ahora tomando una forma muy concreta. Está establecido que primero escribiremos juntos un largo ensayo acerca de la nueva forma abierta-cerrada de la dialéctica. Estamos ambos abocados al p lan .. ,87 Sin em bargo, con el estallido de la guerra, este ensayo, p arte de una “gran lógica m aterialista propuesta” ,38 fue dejado de lado por Dialektik der A ujklarung, cuyo tem a expresaba de m odo m ás ade­ cuado el im pacto sufrido por la barbarie de Auschwitz e H iroshim a. C uando A dorno escribió por fin su ensayo sobre la nueva form a de la dialéctica en 1966 (Negative Dialektik), lo hizo como único autor.80 Es interesante n o tar que la descripción de la T eoría C rítica ap a ­ recida en la revista del Instituto en 1941 (en su prim era edición en inglés) reflejaba la m ás rigurosa concepción de A dorno sobre la crítica inm anente,40 así como un tipo de inducción m uy benjam inian a como m étodo p a ra llegar a la verdad,41 Ello estaría indi“ Es tam bién ab solu tam en te p osib le presentar lo s resultados d e la in v esti­ gación em pírica d e tal m od o que la v id a de los objetos logre expresarse en todas sus facetas.” (H ork h eim er, “H eg e l und das Problem der M ctaphysik” , p. 195.) 87 C arta d e A d orn o a B en jam in , 8 d e ju n io d e 1938 (Frankfurt am M ain , L egad o A dorno.) a“ Ibid. V éa se cap. 11. B0 Dialektik der Aufklarung era en cierto sentido un estudio prelim inar para Negative Dialektik, co m o u n análisis com prehensivo de la historia del ílu m in ism o : debía saberse lo q ue no h a b ía fu n cion ad o con la razón para poder redim irla. 40 “ . . .deb id o a que el co n cep to d eb e form arse bajo el aspecto d e la totalid ad social a la q ue p erten ece, la sociología d eb e ser capaz d e desarro­ llar estas cam b ian tes pautas [sociales] a partir d el co n ten id o m ism o del con cep to, en lu gar de agregarle con ten id os esp ecíficos desde afu era.” (M a x H orkheim er, “N o tes o n In stitu te A ctiv itie s” , Studies in Social Science } 9, 1 [1 941]: 123.) 45 El m éto d o era descrito com o “in d u ctiv o ” , no en el sentido trad icio­ nal d e recolectar exp eriencias in d ivid u ales h asta que éstas alcanzaran el peso de leyes u niversales” , sino en el sentido de buscar “lo universal dentro del p articu lar, no por en cim a o m ás a llá de él” porque “la sociedad es un ‘sistem a1 en el sen tid o m aterial de q ue cad a cam po social particular o relación co n tien e y refleja de diversas m aneras el todo en sí.” (Ibid.) A dorno sosten ía q u e el m étod o d e B enjam ín h ab ía “ redim ido a la in d u c ­ ció n ” (véase infra, p. 200).

cando que el cambio en la teoría del Instituto Ise debía tanto al resultado de un cambio en el poder subsecuente a la llegada de Adorno, como a u n a respuesta a los acontecim ientos mundiales, m ientras que la propia posición de A dorno perm anecía notoriam ente consistente a través del tiem po.42 Esto no quiere sugerir que A dorno no tuviera ideas nuevas des­ pués de los 30 años. El tem a de la dom inación, que llegó a ser central en sus escritos posteriores a 1940, era fuertem ente tribu­ tario de los trabajos teóricos y empíricos del Instituto sobre el problem a de la autoridad du ran te la década de 1930,48 trabajos que A dorno desarrolló posteriorm ente en su contribución a La personalidad autoritaria44 T am p o co aquellas ideas que per­ m anecieron constantes en su teoría em ergieron m aduras cómo M inerva de su cerebro juvenil; se tiene la impresión, a p a rtir de la lectura de sus escritos tem pranos, de que su form ulación de conceptos es anterior a la propia com prensión plena de sus potencialidades. Sólo después de años de tra b a ja r con los con­ ceptos estuvo en condiciones de desarrollar, a p artir de sus po­ sibilidades abstractas, un significado claro, concreto. A dorno retornaba siem pre al objetivo de trascender el idealis­ mo conduciendo sus conceptos, via su propia lógica inm anente, hasta el punto de su autoliquidación. Com o escribió en el prefacio a Negaíive Dialektik: Desde que el autor se atrevió a confiar en sus propios impulsos mentales, 42 D eb e observarse q u e el A dorno d e la m adurez no d ejab a de ser crítico respecto de sus esfuerzos anteriores. En una n ota a la redición de 1966 de su estudio sobre K ierkegaard d ecía que en tonces encontraba el libro d e ­ m asiado afirm ativo, dem asiado esperanzado; al reditar sus prim eros ensayos sobre m úsica, algunas veces alteró seccion es que p arecían “ in excusablem ente idealistas” , Pero es n otab le que A dorno pudiese publicar tanto d e sus ensayos previos al m ism o tiem p o q ue sus trabajos m aduros, con poca o ninguna revisión. [In stitut für Sozialforschung], S tu d ie n ü ber A u toríttit u n d Familie, ed. M ax H orkheim er (P arís, F élix A lean, 1936.) Sin em bargo, notam os q ue la crítica de la d om in ación d e la naturaleza era ya exp lícita en el estudio sobre K ierkegaard (escrito en 1 9 2 8-1933) y q ue ju gó un papel en su crítica a W a g ­ ner, tam bién escrita antes que A dorno se uniera al In stitu to ; m ientras q ue, el año que A dorno p u b licab a su libro sobre K ierkegaard, H orkheim er todavía podía escribir: “ Pues la verdadera libertad hu m an a no se p u ed e com parar con lo absoluto in con d icio n a d o ni con el m ero cap rich o, sino que es id én tica con el d om in io sobre la naturaleza, en nosotros y fuera de nosotros, m erced a la decisión racion al.” (M a x H orkheim er, “A cerca d el problem a del pro­ nóstico en las cien cias sociales” [1933], T eo ría crítica, p. 49.) 44 V éase infra, cap. 11.

sintió c o m a prop ia la tarea de quebrar co n la fuerza del su jeto el en gañ o de una su b jetiv id a d c o n s titu tiv a ..

Éste era el espíritu de su im portante estudio sobre Husserl, Zur M etakritik der Erhenntnistheorie,49 y fue la prim era tarea para la filosofía propuesta en su conferencia inaugural. En realidad, resulta tentador sugerir que Adorno podría haber tenido frente a sí este ultim o docum ento cuando escribía la introducción a Negative Dialektik> tan asombrosa resultaba la afinidad entre ambos intentos filosóficos.47 “Die A ktualitat der Philosophie” es por lo tanto un docum ento clave p a ra introducir los conceptos de “lógica de la desintegración” y de “dialéctica negativa”, hacia la cual evolucionó posteriorm ente. En la siguiente discusión de aquellos conceptos en su form u­ lación original, deberá prestarse atención al modo como cada uno encarna una configuración específica de la idea de no iden­ tidad.48 En el intento de dem ostrar la extensión del legado de Benjam in en Adorno (distinto del de H orkheim er y el Instituto)4l) docum entaré la consistencia de la teoría de Adorno a través del tiem po, com entando pasajes paralelos de Negative Dialektik.50 48 A dorno, D ialéctica n egativa, (M adrid, T aurus, 1975, p. 8.) 40 Escrito en 1934-1937 y revisado y publicado en 1936. 47 En una nota del editor a la prim era (y postum a) pu b licación de la co n ­ ferencia, T ied em an n com entaba que éste y algunos otros ensayos tem pranos, “ inusualm ente program áticos para el pensam iento de A dorno” , introducían m otivos e ideas que “ anticipaban algo así com o una parte com p lem en taria de N e g a tiv e D ia lektik ” (R o lf T ied em an n , “ E ditorische N achbem erltung” , en A dorno, G S 1, p. 303). 43 Ya he ap u n tad o (véase n. 1 de este capítulo) que la no id en tid ad c o ­ braba diferentes niveles de significación en la teoría d e' A dornó, s$To uno d e los cuales era el rech a zo .d e. Ja; sin tesis sujeto-objeto h egelian a, y que su utilización de la’ expresión p odría haber estado m otivada en una respuesta crítica a la fascinación de H eid egger con el problem a. En un ensayo d e 1957, “ Id en titat und D ifferen z” , H eid egger revisaba la historia de la id en tid ad en la "fílósofía’ o ccid eñ íal,’1notan d o qué en su evolución ésta había asum ido distintas formas. Éstas inclu ían , en el nivel, cogn itivo, que cosa y concepto son lo m ism o (o que la cosa es un caso del concepto): la form a on tológica, que uria" cosa perpianece id én tica a sí m ism a (e l problem a de esencia y aparien­ cia); la form a lógica A == A (la id en tid ad del concepto consigo m ism o, la contradicción vista com o error); y el nivel m etafísico (D io s es id én tico al m un do, la ra7Ón es una con la realidad). A dorno invertía todos estos supues­ tos, y com o verem os, estas inversiones ya estaban im plícitas en su program a para la filosofía de 1931. 4 El discurso iba a ser dedicado a B enjam ín en su pub licación , pero ésta nunca ocurrió. (V éa se T ied em an n , “ E ditorische N achbcm erkung” , en A dor­ no, GS 1, pí 303.) nn En la m ayoría de los casos se h a u tilizad o la traducción española, P ia léctica n egativa, de 1975.

LO PARTICULAR CONCRETO Y EL DILEMA DE LA FILOSOFIA BURGUESA

L a situ ación h istórica h a ce q u e la filo so fía ten g a su verd a d ero interés a llí p recisam en te d o n d e H e g e l, d e a cu erd o con la trad ició n , p roclam ó su in d iferen cia en lo caren te d e c o n c e p to , en lo p a rticu la r y esp ecia l, eso que d esd e P la tó n fue d esp a c h a d o c o m o p ereced ero y sin im p o rta n cia , para serle c o lg a d a al fin por H e g e l la etiq u eta d e e x isten cia co rro m p id a .51

Si bien en su discurso inaugural A dorno no in tentaba aú n extraer una lógica m aterialista desde las ruinas del idealismo, sin em bargo clejó sentado que el problem a de “Die A ktualitat der Philosophie” no podía separase de la historia de la filosofía. Comenzó por sin­ tetizar brevem ente los problem as enfrentados por las últim as es­ cuelas filosóficas y concluyó: SÍ h e d iscu tid o la h isto ria r ecien te d e la filo so fía , n o lo h e h ec h o para o rien tarm e en la h istoria in tele ctu a l g en eral ( g e is te s w i s s e n s c h a f tl ic h e ) sino porq u e só lo a partir d e la tram a h istórica de p reguntas y respuestas e m e r ­ ge d e m an era precisa la c u estió n d e ía a ctu a lid a d d e la filo so fía .52

Adorno sostenía que su program a p ara “la disolución de aquello que du ran te m ucho tiem po se llamó filosofía”58 (el idealismo burgués) no era u n a opción arbitraria de la fantasía subjetiva, sino que em ergía de las “dem andas del m aterial filosófico en su etapa actual de desarrollo” . “A ctualidad” hacía referencia a: . . . sea q u e, d esp u és d el fracaso d e lo s ú ltim o s g ran d es esfuerzos, existe una a d ecu a ció n entre las p regu n tas filo só fica s y la p o sib ilid a d d e ser p le ­ n a m en te contentadas, sea q ue los resu lta d o s reales d e la historia m ás re­ cie n te d e estos prob lem a s sea ca d a ve?, m ás la in co n te sta b ilid a d esen cia l de los in terrogan tes filo só fic o s card in ales. L a p regu n ta no es de m o d o a lg u n o retórica y d eb e ser to m a d a lite r a lm e n te . T o d a filo so fía que h oy n o d e ­ p en d a d e la segu rid ad d e las co n d ic io n e s in te le c tu a le s y so cia le s a ctu a les, sin o d e la verd ad , se v e en fren ta d a al p ro b lem a d e u n a liq u id a c ió n d e la filo so fía .54

Adorno utilizó en su discurso el térm ino decadencia natural p a ra 01 Adorno, Dialéctica negativa, p. 16. El mismo sentim iento era expre­ sado en términos casi idénticos en el ms, sobre Husserl (1934-1937), p. 423. La palabra alemana faul (traducida por “corrompida”) significa no sólo eso ;;iao también inútil, perezosa. R2 Adorno, “D ie Aktualitat der Philosophie” (1939), GS 1, p. 331. 63 Ibid., p. 339. G4 Ibi.d., p. 331. “A la filosofía le correspondería preguntarse ya simple­ mente si y cómo es aún posible después de la caída de la de H egel”. (Ador­ no, Dialéctica negativa, p. 12.)

describir los conceptos y principios idealistas de filosofía, tra tá n ­ dolos como objetos m ateriales con vida y m uerte propias y, por lo tanto, aceptando su carácter histórico, es decir, su transitoriedad.fi5 A rgum entaba, en crítica referencia a la por entonces popular ontología del ser de H e id e g g er:59 “L a idea del ser se ha debilitado 58 C f. ca p ítu lo 3. E n Negative Dialektik A dorno expresó la m ism a noción de la ob solescen cia h istórica d e los fenóm enos filosóficos, pero su m etáfora estaba m ed iatizad a por un n u evo presente social: "El introvertido arq u itecto m ental está en la lu n a, q ue ya han con q u istad o los técn icos extrovertidos. Los recipien tes co n cep tu a les, que según costum bre d e la filosofía d eb ían poder acoger la to ta lid a d , sem ejan restos de la p rim itiva econ om ía prem onetaria en m ed io del n eocap italism o industrial, así lo m uestra ya su com p aración tanto con esta socied ad en ilim ita d a expansión com o con los progresos em p í­ ricos de las cien cias n atu rales.” (A d o rn o , Dialéctica negativa , pp. 11-12.) M El discurso in au gu ral de A dorno p u ed e ser in terpretado com o un contraprogram a d el de H eid eg g er, cu yo Sein tind Zeit, pu b licad o en 1927, era m u y in flu y en te entre los círculos de las facu ltad es de la U n i­ versidad d e Frankfurt. En una carta a B enjam in d el 17 de diciem bre d e 1934 (A d orn o , Über Walter Benjamín, p. 106) A dorno se refirió a parar a H eid egger “ sobre sus p íes” . En realid ad , todo el corpus de^ los e s c r it o s d e A dorno p u e d e . . l e í d o com o u n a respuesta crítica a H e ldeggerj tanto m ás efectiv a cu a n to m ás silenciosa su in ten ción e indirecto su ataque. (E l libro d e A dorno exp resam ente d e d i c a d l a atacar a H eid egger, Jargon der^i ^entiichkeit : [1964], es uno uno de ios m enos satisfactorios, en com paración , por ejem p lo, co n su estudio sobre K ierkegaard [1933], q u e desafiaba, in d irectam en te a H'indegger, al desafiar su h eren cia ex isten cia lista.) U n a com p aración d eta lla d a de A dorno y H eid eg g er m erecería una investigación "com petente. A q u í sólo p odem os sugerir algu n os p u n tos en Un que su p en sam ien to con verge (a u n q u e no en idénticas configuraciones). AI igu al que A d orn o, H e id eg g er estaba co n v en cid o d e que los filósofos actuales, d eb ían repensar rad icalm en te los fundam entos d e su disciplina. Pero para H eíde'gger esto sign ificab a establecer una n u ev a o n tología de la existen cia d el hom bre, m ientras q ue A d orn o, criticando la id eológica afirm ación del status quo in h eren te a tod a on to lo g ía , consideraba la filosofía “radical” en térm inos de la n eg a ció n crítica d el id ealism o existen te. E n contra de las categorías on tológicas “ ser” , “arrojado” , e “h istoricid ad ” , A dorno insistía en la esp ecificid a d h istórica de la con d ición de los hom bres (n o “ del hom bre” ). A m bos estaban fu ertem en te influidos por H u sserlf am bos estaban de acuerdo ''"erf~que o b jeto y su jeto” estaban n ecesariam en te relacion ad os (H usserl hab ía sostenido q ue el p en sam ien to era siem pre p ensam iento de algo, y A dorno con cord ab a, m ien tras que H eid egg er hablaba en térm inos del ser-ahí [Dasein ] com o sien d o siem pre en el m u n d o); pero H eid eg g er sim plem ente p lan teab a esta relación com o d ad a in m ed iatam en te en la exp eriencia, m ientras A dorno revelaba su relación m ed iatizad a a través de la experiencia de la argu m en tación d ialéctica. A m bos querían establecer un análisis co n creto, “m a terialista” de los fenóm enos, una herm en éu tica fen om éñolÓ gica d e f müñHo p r o fa n ó ,- pero' para H eid eg g er esto sign ificab a d e ­ velar u n a 'v er d a d ' general, “ esen cial” , a partir dé la existencia., v ivid a,.d el. hom bre, m ientras q ue A dtíftio quería exp on er dentro de lo particular la es­ tructura general d e u n a sociedad históricam ente desarrollada. Para H e i­ degger, “m a terialista” sign ificab a referir los particulares a las categorías

en la filosofía: no es más que un principio der form a vacía cuyo arcaico valor ayuda a ad o rn ar no im porta qué contenido.”67 Y u ti­ lizó un lenguaje de decadencia p a ra describir aquello que veía como el dilem a de las dificultades presentes de la filosofía, la disolución de la prem isa de identidad entre sujeto y objeto, consi­ derada por el idealismo burgués como prerrequisito p a ra el cono­ cim iento de la verdad que, según se pretendía!, era tan absoluto' como total: “L a adecuación de pensam iento y ser como totali­ dad. .. se ha descom puesto.. .” GS La a u to n o m e ra tio — tal la tesis de todo sistema idealista— se suponía, capaz de desarrollar el concepto de realidad y de toda la realidad desde sí mismo. Esta tesis se ha desintegrado.50 H orkheim er, en el lenguaje m ás pedestre, menos m etafórico, de la Ideoíogiekritik, describía la m uerte del principio de identidad,, sobre el cual se había fundado la m etafísica burguesa, en térm i­ nos de una transform ación en las relaciones sociales de producción: La idea de completa armonía entre realidad y razón pertenece a la fase liberal. Corresponde a una economía social determinada por una plura­ lidad de empresarios individuales.60 T al correspondencia tenía validez histórica. L a construcción de los grandes sistemas metafísicos coincidió de hecho con el período, del liberalismo burgués anterior a 1848, antes que los aconteci­ mientos de aquel año colocaran a la burguesía en posición defen­ siva. Ya no defensores de la revolución, se transform aron de ahí! oncológicas del ser, para A dorno significaba referirlos a las categorías riiárxistás d e la socied ad , H eid eg g er internalizaba la, dialéctica hegelian a del ser y el no ser, co n cib ién d o la en térm inos del ser-para-la-m uerte del hom bre, m ientras que A dorno la con ceb ía en térm inos de j a relación su ieto-objeto. [ A n í E a s j £ r ítlcolLdeTá^cuItü ra m asificada y dg.Ja, .ío.ciQdad t^c-^ nblñgíca?|Pero para H eid eg g er la A n g s f q ú e su fr ía n lo s hom bres com o una con d ición existencial, on to ló g ica , requería que el hom bre se transformara a sí m ism o; A dorno insistía en la transform ación de la sociedad. G om o escribiera a B enjam in : “ El ob jetiv o de la revolución es la elim in ación de la. angustia [.A n gst\ * (carta d e A dorno a B enjam in, 18 de m arzo de 1936, en A dorno, Ü b er W a lter B en ja m in , p. 132). En realidad, el h ech o de que H eid egger pu diese adherir al tratam iento de^la alien ación del joven M arx en su “C arta sobre el'"hum anism o” (1 9 4 7 ) era razón su fitié n te 'p a r a qüc"* A dorno 'sospecharía d e r h um anism o m arxista. 87 A dorno, “D ie A k tu alitat der P h ilosop h ie” (1 9 3 1 ), G S 1, p. 325. “ Ibid. BB I b i d ., p. 326. 40 H orkheim er, “ M aterialism and M etaphysics” (1 9 3 3 ), Critical Theory p. 12.

:árbol, la verdad de su posibilidad de transform ación, residía jus­ tam ente en aquella heterogeneidad que Husserl había tratado de •eliminar. Es im portante tom ar conciencia de que el debate de este pro­ blema filosófico era algo más que un torneo escolástico. Estaba en discusión la posibilidad m ism a de la comprensión racional. Si la realidad no podía llegar a identificarse con los conceptos ra ­ ciónales, universales, comtf 'h a b ía n pretendido los idealistas desde K ant, entonces corría el peligro de despedazarse en una profusión de parUculares que se enfrentarán ál sujeto de m anera opaca e inexplicable. Estas “cosas” inm anejables, impensables, que Hegel desde la perspectiva macroscópica de una totalidad racional había sido capaz de despreciar como “existencia corrom pida”, perdían de pronto sii conocida fam iliaridad y despuntaban sobre el hori zonte hum ano como elementos amenazantes y alienantes, originando •una ansiedad abrum adora. El testimonio de la especificidad his­ tórica de esta experiencia de ansiedad apareció en form a recu­ rrente en la literatura de las décadas de 1920 y 1930.70 Q uizá en ningún lugar fue expresada de m odo más vivido corno en L a náu­ sea, dé Jeari' Paul Sartre (1938). Su descripción dél castaño en 'él" parque (podría haber sido tam bién en el jardín de Husserl), experim entado como un objeto totalm ente ‘‘no intencional” , sin nada de su contingencia m aterial puesta entre paréntesis, m erece ser c ita d a : Las raíces del castaño estaban hundidas en la tierra justo hasta la parte de abajo de! mi banco. Ya no podía recordar que era una raíz. Las pa­ labras se habían desvanecido y con ellas la significación de las cosas, la forma de utilizarlas, y los débiles puntos de referencia que los hombres han trazado en su superficie. Yo estaba sentado, inclinado hacia adelante, la cabeza agobiada, solo frente a esa masa negra, intrincada, entera­ mente bestial, que me espantaba... Y luego, de repente, allí estaba, clara como el día: la existencia se había autodevelado súbitamente. Ha­ bía perdido el inocente aspecto de una categoría abstracta: era la pasta misma de las cosas, esta raíz se había sobado en la existencia... Iodos esos objetos, . .71 ¿Cómo podría explicarlo? Me incomodaban; hubiera preferido qiJe existieran de modo menos violento, más fríamente, en for­ ma más abstracta, con más reserva. El castaño presionaba contra mis ojos. . . En el camino: Fue la única relación que pude establecer entre estos 70 .Q uizá sea significativo q ue, a com ienzos de la' era burguesa, aquello que K an t había llam ado el “escán d alo” instigado por el ataque de H um e a la razón rib provocara la m ism a A n g st que causó la am enaza a la razón .a com ienzos del siglo x x , ép o ca de la d eclin ación cultural burguesa. 71 E lipsis ,d c Sartre.

árboles, estos puentes, estas piedras. Traté en vano de contar los casta­ ños, de ubicarlos por su relación con Velleda, de comparar su altura con la de los sicomoros: cada uno de ellos escapó de la relación en la que yo trató de encerrarlos, se aisló a sí mismo, y desbordó.72 A dorno, cuya alta estima por (¡Sartre,) el artista, no se extendía al S artre filósofo,73 podría haber reconocido la validez de esta descripción pero no las conclusiones filosóficas extraídas por Sar­ tre. Este últim o sostenía cjue la im posibnítfo |; ** Schief tam bién significa distorsionado, falso, oblicuo.

la m em oria de los p alcos privados: lo s h a b ita n tes d e la p la tea avanzan hacia la clase d om in an te d el m u n d o .81

Los palcos privados eran reservados a la nobleza, clase dom inante en 3a era feudal, hoy obsoleta y periférica a la producción eco­ nómica y a la estructura de clases resultante. Sin embargo (como los Junkers prusianos alrededor de H indenburg — era el año 1932), todavía ejercía su poder detrás del escenario: Los palcos están hab itad os por fan tasm as. H a n v iv id o a llí d esd e 1880, o desde que se incendiara el R in g th e a te r, N o han ad q u irid o sus b o leto s, sino q ue poseen abonos pre-históricos, d orad os títu lo s de n ob leza, c o n ­ ced id os D ios sabe por q u ién . C o m o verd ad eros fan tasm as están c o n fi­ nados en su lugar. N o p u ed en sentarse en nin gu n a otra b u taca: o per­ m anecen a llí, o desap arecen . E stán separados d e to d o lo v iv ien te en el teatro. P ero una puerta ocu lta co m u n ica este lugar con las cavernas llen a s de m aquinaria, tras la escen a. E n algu n as ocasion es, tod avía le ofrecen a la gran p r i m a d on n a un a cena con ch a m p a ñ a en el en treacto, y n a d ie lo ve. L os p alcos au tén tico s so n oscuros,02

¿Pretendía la imagen del teatro de Adorno transform ar la alegoría platónica de la caverna en una imagen histórica socialmente espe­ cífica? El auditorio contem poráneo contem plaba la ilusión de la realidad en el escenario, al igual que los m oradores de la caverna contem plaban sus propias sombras sobre la pared. Pero en la últim a fila de la galería, en el lugar más lejano del escenario y por lo tanto menos afectado por sus ilusiones,se sentaba no solo “el filó­ sofo” de Platón, los intelectuales que com prendían la obra, sino la clase baja. Éstos eran los sitios m ás baratos de la casa, cercanos al techo, dónele sus ocupantes . . .saben m ejor q ue m ejor q u e el tech o q u e está en c im a d e e llo s no está tan só lid a m en te con stru ido, y esperan q u e algú n d ía lo hagan estallar y efectúen la unión entre escen ario y realid ad . . . H o y , esta n d o el escenario lim itad o por el texto y el au d itorio por la m o ra lid a d burguesa, la galería es el ú n ico lugar del teatro para la im p rovisación v erd ad era: se ha atrin­ cherado en lo s , lím ites ú ltim o s del esp acio barricadas con la rnadera d e las b u tacas.68

teatral,

con stru yen d o

sus

01 A dorno, “ N aturgeschichte des T h eaters” (1 9 3 1 -1 9 3 3 ), Quasi una fantasía, pp. 99-100. (E n la traducción se han utilizado los términos franceses para connotar los lem as revolucionarios burgueses, com o preten­ día Adorno.) 91 Ibid., p. 102. 45 Ibid.., p. 97. La p olítica de este tem prano ensayo seacercaba al su­ rrealismo (véase cap. 8).

EJ teatro entonces, era la sociedad en su form a histórica presente. El auditorio era instado a abandonar las ilusiones representa­ das en el escenario, y a ver al propio teatro como un escenario p ara la representación de la realidad social. Del mismo modo, bajo la m irada interpretativa de Adorno, el ejecutante de jazz se transform aba en la “escena” p ara la d ra­ m ática docum entación de la relación del individuo con la socie­ dad. U n análisis de la figura histórica del usujeto del jazz” culmi­ naba el artículo sobre el jazz p ara la Zeitschrift für Sozialforschung (escrito en 1936, publicado en 1937). C uando el artículo fue reditado en 1964,04 esta sección fue puesta en un aparte al final del ensayo (que utiliza principios dialécticos de argum entación m ás clásicos p ara desnudar el contenido ideológico del jazz), poniendo de relieve su carácter único entre los teóricos críticos del Instituto de F rankfurt.05 C uando el ejecutante de jazz, el “ sujeto” , hacía “rupturas” tem porales desde la repetición coral de la música, re­ tratab a la realidad de los sufrimientos que la sociedad le imponía* Por lo tanto el sujeto del jazz . . .se p on e fuera d e lo c o le c tiv o así c o m o la sín co p a rom p e con los res­ p etab les y m ed id o s g o lp e s rítm icos; por p rotesta o por in c o m p eten cia n o qu iere transform arse en un m iem b ro d e la m ayoría q u e ex iste c o n an teriorid ad a, e in d e p e n d ie n tem e n te d e, él m ism o, h asta q u e, al f i­ n a l, es recib id o por gracia e sp ecia l d el co lec tiv o , o, m ejo r d ich o , es a d a p ta d o a él; en rea lid a d , hasta q u e la m ú sica, co n clu y en d o con frase cerrada, ev id en cia q u e estab a a llí d esd e el p rin cip io, q ue él m ism o es un p ed a zo d e esta so cied a d y q u e en rea lid a d n o p u ed e escapar a e lla d e m o d o algu n o; d e h e c h o que su ap arente ch ap u cería es en realid ad el virtu osism o d e ad ap tarse, q u e su fa lta d e h a b ilid a d en to d o sen tid o , en lo sexu al só lo para com en zar, sig n ifica p recisam en te el ser cap az d e, sign ifica q ue ta m b ién p u ed e adaptarse, q u e p u ed e h a cerlo m ejo r.00

A dorno afirm aba que el “excéntrico” era el origen, el arqueM L a v e rsió n r e d ita d a c o n tie n e a lg u n a s revision es m e n o r es d e le n g u a je q u e n o son sig n ific a tiv a s p a ra esta d iscu sión . 05 E l e n sayo d e ja b a cla ro q u e co n sid era b a cru cia l p r e cisa m e n te este a sp e c to d e su a n á lisis, q u e m a rca b a su n o id e n tid a d c o n el m é to d o d el I n s titu to : “SÍ la te o ría d e se a p e n e t r a r ... en el n ú c le o de la fu n c ió n social d el jazz, o c o n sid e r a rla p s ic o ló g íc a m e n e , e n su c o n te n id o o n ír ic o la te n te , p r in c ip a lm e n te la c o n c r e ta e h istó r ica m e n te d e te rm in a d a c o n ste la c ió n d e id e n tific a c ió n so c ia l y e n e r g ía in stin tiv a se x u a l, cu y a e sc en a [S c k a u p l a t z ] e lla es, e n to n c e s d eb e p la n te a r el p ro b lem a de la c o n tin g e n c ia e n r ela ció n a la h o l m u sic [las ‘ru p tu ra s’ d e im p r o v isa ció n del su jeto d e l j a z z ] . . . ; a p artir d e la cu a l, si a ca so , d e b e ser co n stru id a la id e a del ja z z.” (A d o rn o , “ Ü b er J a z z ” [1 9 3 6 ], M o m e n t s m u s i c a u x } p. 109.) 00 I b i d . , pp. 1 1 0 - 1 1 1 .

tipo histórico del sujeto del jazz.67 El payaso (una figura estre­ chamente relacionada) rechazaba, por la inmediatez d¿ sus gestos,, el conformarse a la “vida reificada burguesa”, tornándose risible,, pero haciendo parecer risible tam bién a ésta. . , .el excén trico, por su puesto, se ub ica fuera de la regularidad orientada hacia objetivos — el “ritm o ”— d e la v id a b u r g u e sa .. . P ero este estar fuera al m ism o tiem p o lo revela: n o en tan to im p o ten cia , ^‘no en tan to superioridad. . . El ritm o de su arbitrariedad en caja su avem en te en uno mayor, m ás le g ít im o .. . : ser ob ed ien te a la le y y sin em bargo d iferen te.6*

Adorno interpretaba esta constelación de elementos contradicto­ rios: obediencia y superioridad, protesta y conformismo, dentro del propio m aterial (con la ayuda feliz de una categoría clave freudiana). L a síncopa, la categoría rítm ica del “excéntrico” , , . .no es co m o la d e B eeth o v en , su op u esto, q ue se erige contra la ley establecida hasta producir, a partir d e ella , una nueva. N oi tiene p ro p ó ­ sito; no con d u ce a ninguna parte, y es arbitrariam ente derogada a través, de una conversión d ia léctica y m a tem á tica d e lo s com p ases que no d eja residuo. E s p u ram ente un lleg a r-d em a sia d o -p ro n to , c o m o la an sied ad ’ que con d u ce a la ey a cu la ció n prem atura, c o m o la im p o ten cia se ex p resa en el orgasm o prem aturo e in c o m p le to .09

La aparente superioridad de la improvisación del sujeto del jazzr era entonces sólo una prueba de su impotencia. El jazz no era sólo ideología: la “tendencia decisivamente radical del jazz” era su 117 H e apuntado anteriorm ente (n ota 34 de este capítulo) que A dorno, siguiendo a Benjam in, utilizaba el térm ino “ origen” para denotar la fuente histórica, pero no en el sentido en que utilizan la palabra los historiadores. Su interpretación del jazz es una buena ilustración; reco­ noce el hecho (q ue sería de m ayor interés para los historiadores tradi­ cionales) de que el jazz se desarrolló a partir de la cultura' negra am eri­ cana y que en últim a instancia derivaba de la m úsica africana; p ero lo consideraba irrelevante para la función social actual d el jazz y sus elem entos m usicales (d esafian d o entonces la tesis de que su “ prim itivism o” podía rejuvenecer la d eclinante cultura occidental) (ibid., p. 95). D escu ­ brió en cam bio el origen históricam ente relevante d entro del fenóm eno: sim ilitudes estructurales y funcionales señalaban a la figura del excéntrico del siglo x ix com o prototipo d el sujeto del jazz. Adorno recurría entonces a la investigación histórica para dem ostrar una conexión externa que correspondiera a esta interna: “ la cuestión histórica del grado en que las primeras step-dcinces [conectadas con el excéntrico] surgieron del "Variety [precursor de la cultura de masas del jazzj sería pues fácticam entc de m áxim a im portancia para una teoría d el jazz cabalm ente desarrollada” i ' (I b id .> p. 111.) tó Ibid., p. 111. BD Ibid., p. 112.

propia lógica interna expresada como contradicción social re a l: .. .que este dcbil sujeto, precisamente a causa de su debilidad, en rea­ lidad,como si fuese en compensación por ella, satisfaga exactamente a ese colectivo que lo hace tan débil, y cuyas normas su debilidad no puede satisfacer.70 La relación entre la “ru p tu ra” del solo y el estribillo era la rela­ ción entre el individuo y la totalidad social. Esta verdad social era precisamente aquello que la forma y el contenido del jazz m urm uraban en el oído de un intérprete cuya exacta fantasía se realizaría al traerla al discurso.71 Adorno concluía con una des­ cripción que diseñaba la lógica de la sumisión fascista: Psicológicamente, el jazz realiza la cuadratura del círculo. El arbitrario individuo, como miembro de la clase burguesa, ha perdido sus derechos frente a la ciega ley social. Hasta tal punto que aprende ahora a temer •el juicio social, experimentándolo como una amenaza de castración ■—en su forma inmediata, la ansiedad sobre la impotencia—, se identifica a sí mismo con el juicio al que debe temer y por ló tanto pertenece a 61 y se le permite bailar al unísono. El llamado sexual del jazz es una orden [militar]; obedece las órdenes y entonces uno mismo podrá darlas; y el pensamiento onírico, tan lleno de contradicciones como la realidad donde es soñado, llega a ser: cuando yo mismo permito que me despojen de mi virilidad, sólo entonces soy potente.72 La inspiración original p ara interpretar las “figuras” históricas, tales como el ejecutante de jazz o el excéntrico, como una “esce­ n a ” sobre la que aparecen las imágenes de la realidad social, parece haber provenido de Benjamín. Con seguridad, Adorno condujo toda la noción de “ imagen” a sus últimos límites. Su prim era con­ cepción del Passagenarbeit involucraba extraer de la figura del tram poso “ imágenes que podían perm itir descifrar la fantasm agoría del siglo xix como figura del infierno”.73 En Éinbahnstrasse (1928), una colección de “pensamientos-imagen”,74 los fragmentarios pen­ 70 Ibid. 71 La habilidad para realizar una tal interpretación era lo que A dorno consideraba [corno la real significación del ensayo sobre jazz de 193G: “unifica las reflexiones artístico-tecnológicas y las sociales” (ibid., p. 9). 72 Ibid., pp. 112-113. El que el partido de H itler hubiera condenado •el jazz era, según A dorno, irrelevante en relación a su esencial totalitarism o {ibid,, p . 105). 73 A dorno, “ Caracterización de W alter Benjam in” (19 5 0 ), Critica cull u t a l y sociedad, p. 126. Adorno explicaba que esta frase, acuñada en H olanda y utilizada por el poeta^Stefan George, intentaba remplazar el gastado térm ino “ideas”

samientos, recuerdos, incluso los sueños del propio autor, se trans­ formaban en una escena para las imágenes de la impersonal realidad objetiva.75 Y si aquí las experiencias subjetivas eran dialéctica­ mente interpretadas según su contenido objetivo, en las rem em ­ branzas casi proustianas de Berliner Kindheit (1930) Benjam in tam ­ bién revertía el proceso: los objetos (el teléfono, la sinuosa calle,, el atril) eran disueltos para que su “historia interna” , la experiencia subjetiva congelada dentro de ellos, fuese libertada. En 1930 Ben­ jamin escribió que aquello que distinguía al pensador iluminista del m aterialista 'dialéctico era que este últim o no sólo señalaba las contradicciones (como había hecho K ant) sino que era capaz de m ostrar el punto en el que tesis y antítesis convergían. Las “im á­ genes dialécticas” pretendían ilum inar este punto.78 Las imágenes de Benjamin funcionaban como interruptores, deteniendo al hui­ dizo fenómeno y poniendo en movimiento al pensamiento, o, alternativam ente, provocando la pausá del pensam iento y poniendoen movimiento a los reificados objetos, haciéndoles perder su fam i­ liaridad de segunda naturaleza. Cada vez más, comenzó a descansar sobre ellas en sus escritos. En. la década de 1930, exilado en París, Benjamin revisó su plan para, el Passagenarbeit. Debía ser un “panoram a de imágenes dialécti­ cas”77 extraídas de las figuras del coleccionista, la prostituta, el flaneur, el conspirador, así como el tramposo, y del fenómeno histórico de la m oda, la fotografía, la construcción en acero, la. arquitectura de vidrio, el intérieur burgués.78 Como un calidoscopio de constelaciones,79 intentaban ilum inar el m undo del pasado: París,, la ciudad capital- del siglo xix, y por supuesto, se podría agregar, la ciudad del capital. A p artir de los fragmentos de su historia. de la filosofía. Im plicaba una crítica de la noción neokantiana de las ideas, como categorías subjetivas y era un retorno a la con cep ción platónica, “segiín la cual ía idea no es una m era concepción im aginada, sino una cosa que existe en sí, que entonces, aunque sólo m entalm ente, se perm ite ser vista” . (A dorno, ‘'Benjam ins Einbahnstrasse” [1955], Ü ber W alter B en ­ ja m in, p. 52.) 75 "B enjam in tenía en com ún con los [pensam ientos-im agen] de [Stefan]; George sólo esto: que exactam ente aquellas experiencias que a la inspec­ ción superficial aparecen com o puram ente subjetivas y accidentales se* afirman objetivam ente, en realidad, que lo subjetivo se concibe solam ente como una m anifestación de algo objetivo. . (I bid.) 70 Benjam in, “Ein Jakobiner von h eu te” (1 9 3 0 ), G esam m elte Schriften. I I I , p. 2 6 5 .

77 A dorno, “E inleitung zu Benjam ins Sch riften ” (19 5 5 ), Ü ber W a l t e r Benjamin, p. 43. 78 T iedem an n, S tudicn zur Philosophie W a lter B enjam ins, p. 130. ™ V éase caps. 8 y 9.

(que Benjamin desenterrara como inveterado visitante de la Bibliothéqae Nationale), “pensaba construir la idea de la época como prehistoria de la m odernidad” .80 El térm ino “prehistoria” ( Urgeschichte)81 aparece como inter­ cam biable con “historia natu ral” (Nat-urgeschichte) en el estudio sobre el Trauerspiel. P ara la época del Passagenarbeit utilizaba el prim er térm ino casi exclusivamente.82 Y ,sin embargo su signi­ ficado es paralelo a la interpretación de Adorno, de 1932, de la historia como naturaleza (i.e. como repetición, y por lo tanto nó como “historia” en ningún sentido).88 Pero m ientras el carác­ ter estático de la sociedad burguesa se expresaba adecuadam ente por la noción de (segunda) naturaleza, la referencia a lo m oderno como “arcaico” sugería algo m ás: que la “civilización” actual se acercaba peligrosam ente a ser ella mism a barbarie. L a «r-hístoria del si­ glo xix de Benjam in N o ... trataba84 empero de descubrir rudimentos arcaicos en el más re80 A dorno, “C aracterización de W alter B enjam in” (1 9 5 0 ), Crítica cultural y socied ad , p. 125. 81 E l prelijo “ ur” sign ifica “arcaico” , “original” . 88 T ied em an n sugiere: “L a m od ificación term inológica parece indicar que la concepción del libro sobre el Barroco [Trauerspiel], en el sentido que sólo m om entos fragm entarios d e lo arcaico se extien d en a épocas posteriores, es abandonada.” (T ied em an n , S tu d ien sur Philosophie W alter .Benjamins, p. 123.) En su lugar se ubicaba la noción m ás radicalm ente critica de lo m oderno com o prim itivo en sí mismo. . 83 Adorno,. “D ie Id ee der N atu rgesch ich te” (1 9 3 2 ), G S 1, pp. 3 4 5 -365, 'discutido en d etalle supra, cap. 3. 8* C om o h abía in ten tad o B enjam ín, según T ied em an n (cf. n ota 82) en el estudio sobre el Trauerspiel. Pero aun aquí la com prensión de B en ­ ja m ín no era la del historiador tradicional. En los térm inos benjam inianos U rsprung, Ur geschichte y U rbild , la n oción de origen no hacía referencia .a un único acon tecim ien to histórico com o fuente, sino a una constelación arquetípica, cu ya construcción estaba m ediatizada por el presente histórico, p u n to de referencia de todo conocim iento (cap. 3). Ésta es una de las nociones más difíciles de B enjam in, y su posición no está desprovista de •equívocos internos. H e aquí una traducción de la definición de B enjam in del origen ( U rsprung) en el T ra u ers p iel; la interpretación de su signifi­ cado d ebe ser d ejad a a criterio del lector: “C on la palabra ‘origen' se quiere significar el no llegar a ser de lo que ha surgido; m ucho más, -aquello q ue surge a partir de llegar a ser y desaparecer. El origen perm a­ nece en la corriente d el llegar a ser com o uri rem olino, y en su ritmo arrebata el origen m ateria!. Lo originador no se presenta al conocim iento ■en su existencia fáctica, abierta, desnuda, y su ritm o se entreabre sola­ m ente a una doble percepción. Por una parte, quiere ser conocido en tanto restauración, en tanto recolocación, y por lo tanto, por otra parte, com o lo in com p leto, inconcluso. En cad a fenóm eno-origen está determ i­ nada la figura dentro d e la cu al una idea se opone continuam ente al m un-do histórico, hasta que yace com pleta en la totalidad d e su historia. Por

cíente p asad o, sino d e d eterm in ar c o m o figura de lo m á s antiguo lo más n u evo en cad a ca so .85

Frente a la realidad de la consolidación del poder de Hitler, el tema de lo m oderno como arcaico no era m eram ente polémico, cada vez más se transform aba en una descripción del curso em pí­ rico de los acontecim ientos.80 Pero si la cultura burguesa, como las mercancías burguesas, revelaba todos los atributas del m ito y la mistificación, y si el propio m ito hitleriano del Führer utilizaba la im potencia psicológica resultante, entonces éstos debían ser en­ tendidos como fenómenos históricos, y no como expresiones de una constante naturaleza hum ana. Del mismo modo, las imágenes dialécticas intentaban ser construcciones históricamente específicas, y no arquetipos junguianos. Como escribiera Adorno en relación al Passagenarbeit de Benjam ín: . . . l a im agen d ia léctica in ten tab a ser ob jetiv a , y n o p sjco ló g ica : la re­ presentación d e lo m od ern o co m o lo n u evo, lo ya pasado, y lo. siem p re id én tico [Immergleiché] en u n o , lleg a ría a ser el tem a filo só fic o central y la im agen d ia léctica cen tra l.87

El fragm entario Passagenarbeit anticipaba entonces claram ente la Dialektik der Aufklarung de Adorno y Horkheim er. Su crítica de la historia del iluminismo, el argum ento de que la razón se había revertido transform ándose en una nueva forma de mito, lo tanto el origen se gesta, no a partir d e las condiciones reales, sino que en cam bio se refiere a su historia previa y futura. Los principios guías

d e la observación filosófica se extraen d e la dialéctica inherente al origen. A partir de allí, la unicidad tem poral y la repetición, com o m utuam ente determ inantes, se m uestran con todas sus características. L a categoría del origen es, por lo tanto, no com o quería [el neokantiano] C ohén, pura­ m ente lógica; es histórica.” (B enjam in, U rsprung des deutschen Trauerspiels, pp. 29-30.) 85 A dorno, “C aracterización de W alter B enjam in’' (19 5 0 ), Critica cul­ tural y sociedad, p. 125. 80 Adorno relataba que en la época del segundo plan para el Passagenar­ beit (1935), Benjam in “tropezó con un escrito perdido de A uguste Blanqui, redactado en prisión — L ’éternité par les astres— , escrito en el cual, con un acento de absoluta desesperación, Blanqui anticipa la doctrina nietzscheana del eterno retorno". ( I b i d ., p. 126). " A dorno, “E in leitung zu Benjam ins Schriften!1 (19 5 3 ), Über Walter Benjamín, p. 43. A dorno afirm aba que, a diferencia de los arquetipos de Jung, la idea d e redención de B enjam in se aplicaba sólo a los fenóm enos transitorios, no a las im ágenes dialécticas. “Lo eterno en ellos’ es sólo Jo transitorio.” (I b id ., pp. 42-43.) Sin em bargo, h abla algún equívoco en la posición de Benjam in, que A dorno no reconocía aquí, pero que surgió como parte de su desacuerdo con B enjam in en la década de 1930.

estaban basados precisamente en una interpretación de lo moderno como arcaico. El enfoque era nuevo p ara Horkheimer, pero Adorno había estado experim entando con su aplicación desde los comienzos de la década de 1930; “lo ‘m omentáneamente nuevo’ ” , escribió en 1932, “aquello que es dialécticam ente producido en la historia, se presenta en [la constelación de] la verdad como arcaico” ,88 y sus ensayos interpretativos ilustraban esta convicción. Específi­ camente, Adorno intentaba demostrar que la estructura de m er­ cancía de los fenómenos presentes tenía las características distin­ tivas del m ito; bajo la superficie de la m odernidad estaba la estructura de una era prim itiva.89 En una serie de cortos trabajos (escritos entre 1931 y 1933)00 Adorno utilizaba imágenes de lo arcaico para hacer visible la fetichización de la cultura. La reificación de los eventos culturales, su relación con los auditorios como “una m ercancía que puede comprarse”, reducía la cultura a una “función ceremonial” : El aplauso es la ultima forma de comunicación objetiva entre la música y quien la escucha. . la activación del escucha es ahora una ilusión;01 sólo en la ciega ejecución del aplauso pueden ellos (música y escucha) encontrarse. El procedimiento podría relacionarse con el antiguo y hace tiempo olvidado ritual del sacrificio. Tal vez, podríamos suponer, hom­ bres y mujeres golpeaban así sus manos cuando los sacerdotes inmola­ ban a los animales para el sacrificio. Al virtuoso se le acuerda el aplauso sobre todo porque es el que más claramente conserva las características del sacerdote del sacrificio... A menudo' ya no sabemos qué es lo que está siendo allí sacrificado: la música, el virtuoso, o en última instancia, nosotros mismos. Como acto ritual, el aplauso traza un círculo mágico alrededor del ejecutante y aquellos que aplauden, que ninguno es capaz de penetrar. Sólo desde afuera se deja aprehender. 88 A dorno, “D ie Id ee der N aturgeschichte” (19 3 2 ), GS 1, p. 364. 80 Su contem poráneo francés Lévi-Strauss estaba inten tan d o algo sim i­ lar, sin em bargo con conclusiones antitéticas. El propósito d e A dorno era el criticar la estructura actual (reifícada) de la con cien cia; L éviStrauss quería afirmar la estructura presente com o un prim er principio ontológico í universal. w Estos trabajos fueron publicados por primera vez juntos en 1958 y se reditaron bajo el título “N aturgeschichte des T heaters” en Adorno, Quasi una fantasía, pp. 94-112. 01 Este tem a de la pasividad del individuo y su irrjpotencia consecuente, q ue siguió siendo crucial en la crítica de Adorno a la cultura de masas, se expresa en otro fragm ento de su serie en términos del m ito de O diseo (que aparece otra vez, ya sin hum or sino m ortalm ente serio, en Dialektik der A ujkliirung). Es en su interpretación de las butacas de la platea com o

Aquí,92 una cosa era leer los elementos de una obra teatral corno expresión inintencional del fetichismo de la m ercancía; y otra cosa era descubrir estos cambios dentro del propio m aterial m u­ sical. El artículo de Adorno sobre el jazz extraía imágenes de lo arcaico (del mito, de la m agia, de la tiranía de lo colectivo) a p artir de un análisis de los elementos técnicos de la música, para demostrar, no el hecho de que la música de jazz fuese auténti­ camente prim itiva,03 ya que era “una m ercancía en sentido es­ tricto”,11)4 sino que precisam ente en tanto m ercancía, precisam ente en aquellos elementos que la determ inaban como fenómeno m o­ derno de la cultura de masas, poseía cualidades que llevaban la im pronta de lo prim itivo: “Lo arcaico m oderno del jazz no es otra cosa que su carácter de m ercancía.”95 Adorno sostenía que las ley es que gobernaban la composición de la música de ja 2z, esas escenario de la realidad burguesa (véase supra): "En la m uy ordenada y racionalm ente dispuesta platea, que adjudica a cada quien su lugar expxto, la aventura ya no existe. Sólo al ojo todavía se le perm ite tener una [puede cerrarse] . . .O puede, hacer su odisea sobre el m ar d e cabezas humanas y, anónim o com o ellas, em prender su arriesgada travesía h acia el escenario. En prim er lugar, Be libera d el cautiverio de C alipso, una m ujer gorda cuyo peinado obstruye el cam ino de la gruta. Serpentea entre EsciJa y Caribdis, que se juntan y se separan, quebrando en pedazos todo lo que está entre ellas. T oca la isla de las Sirenas, el esbelto cu ello de una d o n ­ cella, en el sol d el m ediodía de su rubio cabello. El feacio de calva cabeza en la prim era fila ya no es peligro para él. D ich oso, O diseo el O jo desem ­ barca en las rodillas de la soubrette coloratura com o si fueran las costas de su Itaca.” (A dorno, “ Parkett’', en “Zur N aturgeschichte des T h eaters” , Quasi una fantasía, pp. 100-101.) B" A dorno, “A pplaus” (19 3 1 ), D ie M u s ik , reditado en “Zur N aturgeschichtc des T heaters” , Q uasi una fantasía, pp. 94-9G. M ás tarde en su c o n ­ junto de críticas, ,Adorno ve la p la tea del teatro com o una arena en una im agen que presagia las persecuciones religiosas de H itler: “ Sueños m alvados que introducen nuevam ente deportes de anim ales en nuestros teatros perm iten que a través de estos pasadizos, tigres reales de Bengala se precipiten triunfalm entc desde las jaulas d e los vestidores.” (Ib id ., p. 102.) M Para resolver e í “enigm a” del jazz, para interpretar su función técnica como “cifra de su función social” (A dorno, “ Ü ber Jazz” [1936], M o m e n ts musicaux, p. 86), A dorno lleva a cabo una crítica a d ob le nivel, similar a su enfoque en la interpretación de la “historia natural” (cap. 3): contra e l argum ento afirm ativo según el cu al el prim itivism o del jazz regenerará a la actual “d ecadencia” m usical europea, A dorno sostiene que su pretendido prim itivism o es m oderno, resultado de la estructura m ercancía de la sociedad burguesa (ibid., pp. 94-95), p ero contra el ar­ gumento según el cual los elem entos m odernos del jazz son progresistas, Adorno afirm a que éstos son precisam ente los elem entos arcaicos (ibid., p. 184). 01 I b id ., p. 08. “ Ibid., p. 95.

mismas leyes que garantizaban su comercialización en tanto m er­ cancía cultural, le otorgaban una identidad estructural respecto de los mitos prim itivos: . . .la rígida y casi a tem p o ra l in m o v ilid a d en el m o v im ien to (d e la m ú ­ s ic a ), la m áscara e stereo tip a d a de la fu sió n entre una ag ita ció n salvaje q u e p arece ser d in á m ica y u n a in flex ib ilid a d d el p roceso q ue d o m in a por en cim a d e tal a g ita ció n . S in em bargo, sob re tod o, la ley , q ue p er­ ten ece tan to al m e rca d o c o m o al m ito : d eb e ser siem p re la m ism a, y sim u ltá n ea m en te fin g e ser siem p re n u eva.86

L a tendencia del jazz a "desm itificar” la danza, al transform ar sus movimientos ceremoniales en “pasos” secularizados, revertía dialécticam ente en una “nueva m agia” : el rítmico hechizo de la m archa m ilitar.97 E n las rupturas improvisadas de la música de jazz, donde la música pretendía ser individualista, y por lo tanto progresista, Adorno veía la imagen del ritual arcaico. L a altera­ ción de copla y estribillo, las rupturas del solista seguidas de la repetición tem ática, eran paralelas a la visión del bailarín p ri­ m itivo danzando p a ra el colectivo,98 y ésta a su vez era u n a imagen de la relación entre el individuo m oderno y la sociedad, en la que el prim ero, im potente, hacia “un sacrificio al colectivo”,09 110 era, como el hom bre arcaico, individual en ningún sentido: “sacrifica una individualidaid que no posee.. L a crítica del jazz de Adorno fue escrita en Inglaterra en 1936, antes de haber decidido unirse al exiliado Instituto de H orkheim er en los Estados Unidos, la meca de la cultura de masas. Al leer la música y su ejecución como una “cifra sociohistórica”, cuya traducción exponía el carácter arcaico de su m oderna form a de mercancía, al aplicar conceptos tanto de Freud. como de M arx a la interpretación del propio m aterial musical, al hacer visible la realidad social al interior de los rasgos superficiales del fenó­ meno, su análisis del jazz proporcionaba ya el modelo p a ra todas las críticas posteriores de Adorno a la cultura de masas — de la música popular, la radio, la televisión y los horóscopos, p a ra nom ­ brar sólo unos pocos. Fue a p artir de los fundam entos de este101 w I b i d pp. 95-96. 01 Ib id ., p. 106. U n a vez m ás, esta inversión dialéctica desde la desm itificación, a través d e la secularización hacia una nueva form a de m ito, anticipa D ia lektik der Aufklcirung. 03 Ib id ., p. 108.

08 /felá., p. 110. 100 Ibid., p. 113. 101 C onju n tam en te con “U ber d en Fetischcharackter in der M usik und

artículo que Adorno, colaborando con Horkheim er en los Esta­ dos Unidos, desarrolló la teoría de la “industria de Ía cultura” en la década de 194O.102 Edw ard Shils el más notorio crítico norteamericano de esta teoría, sostenía en 1957 (desde un punto de vista más libe­ ral que marxista) no sólo que . esta crítica “izquierdista” de la cultura de masas era insostenible, sino que Adorno, Horkheim er y otros inmigrantes no alcanzaban, a causa del intelectual espíritu elitista europeo, a apreciar la esencia dem ocrática de la cultura de masas am ericana.108 Independientem ente de los méritos de la cultura de masas, la argum entación de Shils se equivocaba en lo referente a Adorno. Com o dem uestra claram ente su artículo sobre el jazz, lejos de m enospreciar la cultura de masas, Adorno la tomaba con extrem ada seriedad, aplicando a sus fenómenos el mismo método analítico sofisticado, la m ism a tristeza intelectual, que utilizaba al interpretar a Husserl, K ierkegaard y Stravinsky. T am ­ poco sugería que la distinción entre conciencia crítica y concien­ cia de masas se relacionara con diferencias de educación o de clase.104 die R egressíoti des H orcns” (19 3 8 ), que sostenía, de m anera similar, que la m úsica se h abía transform ado en una m ercancía, y que la reificada relación to n el público culm inaba en una regresión psicológica. 102 M ientras que la crítica del jazz d e A dorno era una “ id ea” o “ cons­ telación”, la “ industria- de la cultura” era en verdad una teoría. Corno la presentación d e una “id ea”, su ensayo sobre el jazz utilizaba un m étodo d ialéctico de crítica inm anente para interpretar la verdad sociohistórica del fenóm eno, que A dorno más tarde llam aría “fisiognóm ica social” . En co n ­ traste, la teoría de la industria de la cultura p lanteaba un marco estructural para tales ideas. .La distinción se discute en el cap. 11. lul Edward Shils, “ D aydrcam s and N ightm ares: R eflections on th e C riticism of M ass C u ltu re” , S ew an ee R e v ie w , 65, 4 (otoño de 1957), pp. 587-608. E l artículo de Shils era un com entario del libro de Bernard R osenberg y D avid M anning W hite, eds., M a ss C ulture (N u eva York, F ice Press, 1957), en el cual apareció el artículo de A dorno “ On Popular M usic” . El com entario tam bién h acía referencia a artículos de la revista del In stituto, y a Eros y civilización de M arcuse. 1W “. . .el efecto del jazz está tan poco confinado a la clase dom inante como que su concien cia se separa profundam ente d e la de los dom inados: los m ecanism os de m utilación psíquica, cuya continuidad se debe a las condiciones presentes, tien en tam bién poder sobre los propios mutiladores, y si en su estructura instin tiva son suficientem ente parecidos a aquellos a quienes sacrifican, en tonces los sacrificados son a su vez com pensados, en tanto se les perm ite la porción de bienes d e los dom inadores a la que as­ pira una estructura instin tiva m u tilad a.” (A dorno, “Ü ber Jazz” [1936], M om ents musicaux, pp. 89-90.)

Adorno pudo haber sido en realidad un snob intelectual, pero un argum ento ad hominem no funciona como crítica de su teoría. Es­ taba fundam entalm ente comprometido con la relación entre sujeto y objeto, y al otorgar dignidad filosófica a la existencia m oderna antes que retroceder a las aristocráticas “grandes cuestiones” de la filosofía o deificar la dominación del sujeto sobre la m ateria, la concepción de Adorno sobre la relación sujeto-objeto era “dem o­ crática” en un sentido muy real. Adorno, entonces, no menospreciaba al jazz, ni sostenía que era insignificante en tanto “ideología” o cultura de “frentes estrechas” . Por el contrario, insistía en que la apariencia «—fenoménica, Schein ideológico— era precisamente el lugar de la verdad ;105 y aquí precisamente afianza su m irada filosófica, bajo la cual la ap a­ riencia era dialécticam ente “redim ida”, transform ada de ideología en verdad social. El jazz se revelaba como un escenario de la realidad social. Gomo verdad inintencional, se descubría a sí mismo. Su realización era entonces “el estático ritual de la revelación de su carácter social” .100 Pero sólo una actitud crítica ante el jazz (o ante cualquier otro fenómeno), el rechazo a identificarse con él, podía descubrir la verdad. La crítica afirmación del jazz era “seudodem ocrática” .107 El jazz era “estático” en los dos sentidos de la palabra inglesa: era m íticamente repetitivo, y también un mensaje m utilado: “inter­ ferencia”108 que debía ser descifrada. Este descifrar no dejaba intacto al objeto (ni al sujeto): era praxis, intervención, conoci­ miento que alteraba de tal modo a los fenómenos que, como 105 N ingún objeto, fuera éste el jazz, una obra de arte o una filosofía, era en sí mismo “verdad” ; en cam bio, la verdad aparecía, em ergiendo desde dentro de los fenóm enos bajo el escrutinio de la interpretación crítica. Los únicos fenóm enos totalm ente ideológicos (y de allí totalm ente “irredimibles”, en el sentido de Adorno) eran aquellos en los que se negaban todos los antagonism os, todas las contradicciones, y que, por lo tanto, eran totalm ente conciliatorios con el status quo. Pero el jazz, com o configuración de opuestos, del individualism o de la m úsica de salón por una parte y| del colectivism o de la m archa m ilitar por la otra, aprehendía una contradicción social real, a partir de la cual podía interpretarse la verdad. Si ambos ■polos del jazz se separaran, escribió A dorno, transfor­ mándose en dos géneros de jazz diferenciados, cada uno de ellos sin c o n ­ tradiciones internas, entonces “el jazz ya no podría ser redim ido” . (Ibid., p. 115.) 100 Ibid., p. 113. ,nT I b i d . , , p . 90. 109 I b id ., p . 8 6 .

I'exierbilder, jam ás podían volver a ser mirados de la misma manera m istificadora: Si e! jazz pudiera en realid ad ser só lo escu ch ad o, p erdería su poder. Entonces las personas ya no se id en tifica ría n c o n é l, sin o con sigo m is­ m as. 100

10í A dorno, “O xforder N achtragc” (1 9 3 7 ), ap éndice a ibid., p. 120.

7. EL M É T O D O EN A C C IÓ N : L IQ U ID A C IÓ N D EL ID E A L IS M O

LA PRUEBA MATERIAL

El m étodo de Adorno era notablem ente versátil. Podía ser apli­ cado a cualquier tipo de fenómeno social burgués.1 Ya se tratara del jazz, de la atonalidad, de una obra dé Bkckett, de la audien­ cia de radio, de un concepto sociológico, de un principio estético o de un texto filosófico, su procedimiento., interpretativo seguía aquellos principios que he intentado describir e ilustrar. En todos los casos, cualquiera fuera la disciplina a la: que estos fenómenos tradicionales hubieran pertenecido, su objetivo era el desarrollo de la conciencia crítica y del conocimiento de la verdad social p ara que el m undo de los objetos, no idéntico al de la razón, fuese accesible a la comprensión racional. Pero cuando el objeto era la filosofía burguesa, el proceso producía un resultado único: probaba su falsedad negando las premisas idealistas sobre las que descansaba. Aquí radicaba el potencial revolucionario real del m étodo, y como estas premisas, a su vez, proporcionaban los fu n ­ damentos de toda la investigación intelectual burguesa, Adorno hizo de ellas el centro de su análisis. T enía la esperanza no sólo de elevar la conciencia crítica acerca de la función ideológica y social de la filosofía, sino de hacer u n a contribución positiva: a r­ ticular la lógica inherente al propio m aterial de la filosofía, que conducía por su propia dinám ica a la desintegración de la form a de m ercancía burguesa, idealista. Esta negación, al mismo tiempo, redimía a la filosofía, transform ando la ontología, la epistemología, la metafísica, la ética y la estética,2 de sistemas idealistas cerrados 1 L a relatividad histórica de la p ropia posición del intérprete lim itaba la valid ez de su ap licación a lo.s fenóm enos de la era burguesa — lo arcaico, ja m agia y el m ito p od ían ser interpretados sólo a través de su m ediatización por el presente sólo en cuyo con texto adquirían significación. 2 A unq ue la teoría de A dorno no se adhería a ninguna distinción rígida entre estas ram as de la filosofía, sus escritos sí tienden a enfocar proble­ mas específicos que cad a u n a de ellas suscitan. A cerca de la ontología, véase especialm ente su estudio sobre K ierkeg aa rd (1 9 3 3 ), sobre H eidegger, ] argón der E igen llich k eit (1 9 6 4 ); y la parte i de N eg ative D iale ktik (196G). A cerca de la epistem ología, véase Z u r M eta k ritik der Erkenntnisth eorie (1 9 5 6 ); acerca d e la m etafísica, D re i S tu d ie n zu H e g e l (1 9 6 3 ) y

en actividades de pensam iento que autoconscientemente participa­ ran en el proceso de cambio social. La distinción cualitativa de resultados del método de Adorno, aplicada al fenómeno de la filosofía burguesa constituye un punto importante, y perm ítasem e ser específica al respecto. En el capítudo 2 cité la única ilustración concreta que proporcionara Adorno en su program a p a ra la filosofía de 1931, una constelación orga­ nizada según el concepto “llave” de estructura-m ercancía, que era capaz de interpretar y negar sim ultáneam ente el problem a kantiano de la cosa en sí. Q uiero ap u n tar aquí que aquello que resultaba excitante p ara Adorno en esta interpretación (original de Lukács) no era simplemente el hecho de m ostrar la relatividad histórica del pensam iento de K ant, sino que proporcionaba una crítica inm anente a la absoluta incorrección8 de la prem isa kan­ tiana sobre la dualidad de pensam iento y realidad: sujeto y objeto estaban inextricablem ente relacionados, reflejándose uno en el otro, y los elementos problem áticos de la producción burguesa de mercancías eran precisam ente los elementos problemáticos del idea­ lismo kantiano: la relación “indiferente” entre el sujeto y el objeto de K a n t era la reificada relación entre trabajador y producto; la “M cditation en zur M etaphysik” , en N e g a tiv e D ialetik (1966). Sobre la estética, véase Philosophie der neuen M u sik (19 4 9 ), “D er Essay ais Form ” , en N o ten zur L ite ra tu r, vol, 1 (195 8 ), y Aesthetische T heorie ( G esam m elte Schriften, vol. 7, 1970). L a crítica de la ética burguesa era en realidad el terreno de Hovkheim er, aunque la crítica a la razón práctica de K ant, “Exkurse I I ” en D ia lek tik der AufkUirung, escrita por H orkheim er, refle­ jaba tam bién eí pensam iento de A dorno. L a colección de aforismos de Adorno M i n im a moralia (1 9 5 1 ) es un libro ucerca de la ética, pero el m étodo se desarrolla a través d e la crítica de los fenóm enos de la vida contem poránea más que a través de la crítica directa de las filosofías éticas del idealism o, Pero véase su crítica posterior a la razón práctica de K an t, ‘T r eih eit”, en N e g a tive D ia le k tik (19 6 6 ). A dorno planeaba un libro acerca de la ética cuando m urió (el que conjuntam ente con N eg ative D ialektik y A esthetische T heo rie correspondería a la divisi6n de la filo ­ sofía de K an t en tres críticas, m etafísica, ética y estética. 8 Cf. Horkheimer, quien con su orientación moralista, estaba más preo­ cupado por probar que la sociedad era absolutam ente incorrecta: “A l m is­ mo tiem po, et aceptar sim plem ente ese significado [de las categorías eco ­ nómicas] im plica la más torpe de las falsedades: el reconocim iento crítico de las categorías que dom inan la v id a de la sociedad con tien e tam bién la condena de aquéllas. Este carácter dialéctico de la autointerpretación del hombre actual determ ina tam bién, en ú ltim a instancia, la oscuridad de la crítica kantiana d e la razón. L a razón no p uede hacerse com prensible a sí misma m ientras los hombres actúen com o m iem bros de u n organism o irra­ cional.” (M a x H orkheim er, “ T eoría tradicional y teoría crítica” [1937], Teoría critica, trad. E. A lbizu y C. L uis [Buenos A ires: Amorrortu, 1974], p. 241.)

abstracción del formalismo kantiano era la abstracción del valor de cambio; la irracionalidad de la cosa en sí era la opacidad resul­ tante de las mercancías; la aceptación del m undo de la experiencia “dado” era la aceptación de las relaciones de clase como segunda naturaleza. Las características distintivas del sujeto kantiano, de la autonome ratio sobre la que se basaba todo idealismo, eran su in­ dependencia con respecto al objeto, su universalidad histórica y for­ mal, y su regulación4 del m undo empírico. Ahora podía demostrarse que esos elementos eran reflejos de la realidad social; sí, como esos pisapapeles de vidrio que al ser dados vuelta nievan sobre un m undo interior,5 estos elementos, puestos de cabeza y vueltos transparentes, revelaban una imagen de la realidad social en “abreviación monadológica”, entonces las pretensiones de la autonome ratio — su ahistoricidad, su separación del objeto, su universalidad—- probaban su falsedad, eran negadas, liquidadas. Como resultado, el enigma del problem a de la cosa en sí (que se había transform ado en pro­ blem a por la presunción, en prim er lugar, de un sujeto autónom o) se resolvía, no por haber encontrado una respuesta, sino porque la pregunta misma ya no tenía sentido, porque “desaparecía abso­ lutam ente” .0 El program a de la filosofía como liquidación del idealismo se definía entonces como un proceso de “solución de enigmas” ; Y así como se constituye la resolución de enigmas, conformando en varios grupos a los elementos singulares y dispersos de la pregunta hasta que estos se unen en una figura de la cual surge la solución, en tanto desaparece s la pregunta —así la filosofía tiene que disponer sus ele­ mentos, que recibe de las ciencias (Wissenschaften), en cambiantes constelaciones... hasta que conformen una figura que pueda ser leída como respuesta, mientras que, al mismo tiempo, la pregunta desaparece." * Esta regulación sistem ática de I03 objetos externos, dom inados por el sujeto, era Ja característica que Adorno y Horkheimei* interpretaban en la dé­ cada de 1940 com o la llave de la estructura del totalitarism o ( “ Exkurse I I ” de D ialektik der A u fkla m n g). L a crítica de Adorno a la estructura de dom inación se centraba, com o podía suponerse, en sus m anifestaciones ai interior de la lógica burguesa y la experiencia cognitiva. Éste era el tem a de su introducción de 1.9 5 G a la crítica de Husserl escrita en la década d e 1930 (pero publicada por primera vez en 1956), Zur M eta k ritik der Erkenntnistheorie. “ T heod ore W . A dorno, "Caracterización de W alter B enjam ín (1950), C rítica cultural y sociedad, p. 119. 6 T heodor W . Adorno, “D ie A ktualitát der P hilosophie” (19 3 1 ), Gesam m etle Schriften, vol. 1: Frühe philosophische Schriften, ed. R olf T ie ­ dem ann (Fpuikfurt am M ain : Suhrkamp V erlag, 1973), p. 337. 7 Ibid., p. 335.

Cuando se construían constelaciones para resolver los enigmas de la filosofía idealista, los “objetos” eran textos filosóficos, y sus “elementos” eran los detalles aislados, fragm entarios, aparente­ mente insignificantes: partículas de pensam iento, giros idiomáticos, palabras e imágenes específicas. Los “enigmas” se ubicaban en las antinomias, las rupturas lógicas de los textos, pues aquí, donde vacilaba la intención subjetiva del filósofo, donde, al enfrentarse con la contradicción, él mismo sentía que había fracasado, allí, inintencionalmente triunfaba, al hacer visible la verdad social. L a yux­ taposición de elementos aparentem ente remotos, en la particular disposición única en un m omento cuya estructura correspondía a las categorías “llaves” de M arx y Freud, creaban “ imágenes his­ tóricas” de estas categorías. Los textos filosóficos así interpretados se tornaban transparentes, escenarios de la realidad social objetiva, justo en el m om ento én que, en tanto textos idealistas, pretendían estar hablando de un reino subjetivo, autónom o, absoluto. El idea­ lismo, a través de su crítica inm anente, era forzado a contradecir sus propias premisas, y las constelaciones de Adorno promovían entonces la autolíquidación del idealismo: No temo al reproche de una negatividad infructuosa. .. Si la interpre­ tación filosófica puede de hecho sólo prosperar dialécticamente, enton­ ces el primer punto de ataque dialéctico está dado por una filosofía que cultiva precisamente aquellos problemas cuya eliminación parece ser más urgentemente necesaria que la agregación de una nueva respuesta a las muchas anteriores.8 Esto fue escrito tín 1931. En 1966 Adorno podía sostener todavía que “la filosofía i*. .se encuentra obligada a criticarse sin conside­ raciones” ,0 que “sin duda hay que negar la problem ática filosófica tradicional; pero tam bién estamos encadenados a sus preguntas” .10 8 Ibid.) p. 339. En V ien a los positivistas lógicos alrededor de C arnap (y en Cam bridge el círculo de Bertrand Russeíl) estaban “ liqu id an d o” tam bién las cuestiones tradicionales de la filosofía, pero no dialécticam ente. Ign ora­ ban la tradición, sim plem ente dejando de lado, por carecer d e sentido, lo i problemas de m etafísica y m oral. A dorno dem ostraba el sinsentido de los problemas filosóficos tom ándolos en serio, y en su n egación d el idealism o, la tradición del idealism o perm anecía superada ( aufgehoben). C om o escri­ bió Adorno en 1966¡ una cuestión no debía perderse para la filosofía, y es “cómo un pensam iento que tiene que desprenderse de la tradición puede conservarla transform ándola; la experiencia del espíritu no es otra cosa1’. (T heodor W. A dorno, Dialéctica negativa, trad. J. M . R ip ald a [M adrid: Taurus, 1975], p 60.) 9 Ibid ., p. 11. 10 Ibid., p. 25.

Existía entonces u n a notable persistencia en la concepción de Adorno acerca de la tarea de la filosofía. Y sin em bargo su des­ cripción del proceso de resolución de los enigmas cambió realmente de u n a m anera tal que reflejaba un viraje en el equilibrio de fac­ tores que incluía la construcción de constelaciones. En el program a de 1931, reflejando la influencia de Adorno, se enfatizaba el papel crucial de las “imágenes históricas” . L a ilum inación de estas imá­ genes” conform aba el m om ento de 1 clímax: ilum inaban el pro­ blem a “como una alborada” : La interpretación filosófica auténtica no se topa con un significado fijado que ya existe por detrás de la cuestión, sino que lo ilumina súbita y momentáneamente, y lo consume al mismo tiempo.11 Esta im aginería de la luz evocaba sim ultáneam ente varias tradicio­ nes históricas: conjuraba al plato n ism o /2 pe¿o tam bién al iluminismo del siglo xv jii ; como ilum inación se asociaba con la expe­ riencia reveladora del misticismo18 y de la intuición poética,14 pero tam bién con la tecnología más m oderna: u n shock eléctrico,15 una explosión atóm ica,16 o un flash fotográfico capturando una tom a de lo real.17 En su discurso inaugural, Adorno, al hablar de las imá” A dorno, “D ie A ktualitiit der P hilosophie” (19 3 1 ), GS 1, p. 335. 12 La asociación entre el p latonism o y la teoría d e B enjam in de las ideas, y de allí de los elem entos de un platonism o invertido en los propios escritos de A dorno, ha sido discutida en el cap. 4. 10 Ésta era Ja in flu en cia indirecta de la Gábala, v ía Scholem y a través de B enjam in, en Adorno. 14 L a im aginería de la luz fu e u tilizada por los poetas rom ánticos alem anes (N ovalis, S ch legel, G oethe), q ue influyeron al joven Benjam ín. (V éase W alter B enjam in, D e r 'Begriff der K u iu tk ritih in der deulschen R ú m an tik [1920], ed. H erm ann S c h w e p p e n h a u s e r [Frankfurt am M ain, Suhrkam p V erlag, 1973].) En su discurso d e 1931 A dorno se refirió a G oethe d efen ­ diendo la validez de su propio m étodo sobre la base de su carácter “fruc­ tífero” (A dorno, GS 1, p . 342). Cf. la descripción de G oethe acerca del “sentim iento de la verdad’1 intuitiva, que “con d u ce con una velocidad sim ilar a la de la luz al conocim iento fructífero (citad o en R olf T ie d e ­ m ann, S tudien zur Philosophie W alter Benjam ins, introd. T h eod or W. A dorno [vol. 16 del In stitu í für Sozialforschung, Frankfurter Beitrüge zur Soziologie, ed. T h eod or W . A dorno y W alter Dirks] [Frankfurt am M ain, Europüischc V erlagsanstalt, 19G5], p. 43). 18 El elem ento de shock estaba unido (v ía Benjam in) a B recht y al su­ rrealismo, 10 Los trabajos de A dorno de la década de 1930 hablaban frecuentem ente de hacer “explotar” ( sprengen) el “h ech izo” (Bann) del idealism o. V éase tam bién la afirm ación final de su conferencia inaugural: “Seria posible p e ­ netrar el d etalle, hacer explotar en m iniatura la masa de la realidad m era­ m ente existen te” . (A dorno, “D ie A ktualitSt der P hilosophie” [1931], G S 1, p. 344.) “ A dorno utilizó más tarde la im agen del flash fotográfico interpretando

genes históricas, afirmó que su validez se garantizaba por el hecho de que “la realidad cuaja en ellas con asombrosa evidencia [in schlagender Evidenz]”.18 Sin embargo, pronto Adorno desarrolló sus re­ servas respecto de este m om ento ilum inador. Quizá tenía demasiadas reminiscencias de] concepto de Ansckauung de Husserl, de la “m ira­ da intuitiva” p ara la cual la esencia del objeto se tornaba fenome-? nológicamente “evidente” , y que Adorno atacara en su crítica a Husserl, escrita en 1934-1937. En 1938 Adorno comenzó a reco­ nocer la misma invocación (Beschworung) por la verdad en los escritos de Benjamín, donde la realidad era más intuitivam ente revelada que teóricam ente interpretada. Guando Benjamin co­ menzó a basarse en un “m ontaje” de datos objetivos para construir “imágenes” de la verdad, sin ninguna mediación interpretativa por parte del sujeto, Adorno le escribió: La “m ed ia ció n ” que no en cu en tro, y q ue se esco n d e tras la in vocación [Beschtodrung] h istoriográfico-m ateriaü sta no es otra co sa ;en realidad que la teoría q ue su trabajo pasa por a lto .10

Las imágenes históricas nunca desaparecieron de los escritos de Adorno. Pero se transform aron claram ente en un polo de sus cons­ telaciones, o “modelos de pensam iento”,20 más que en su culm ina­ ción, puestas en suspenso por la argum entación teórica dialéctica,21

DESCÜDIFICANDO A KIERKKGAAUD ' LA IMAGEN DEL “ in t é r ie u k ”

burgués

L a Habilitationsschriftj con la que satisfizo los requerimientos para críticam ente Ja intuición categorial de H usserl (cf. Adorno, rns. H usserl, 1934-1937, Frankfurt am M ain, legad o de A dorno, p. 64). / 18 A dorno, “D ie A ktualitat der P hilosop h íe” (19 3 1 ), GS 1, p. 341. M C arta de A dorno a Benjam ín, 10 de noviem bre de 1930, en T h eod or W. A dorno, Ü ber W a lter B enjam in (Frankfurt am M ain, Suhrkamp V er­ lag, 1970), pp. 138-139. A dorno se refería al artículo de 1938 “D as París de:; Second Em pire bei B audelaire” , que B enjam in ten ía la esperanza de publicar en la Z eitschrift für Sozialforschung del Instituto (véase cap. 10). “ “Pensar filosóficam ente significa pensar en m odelos; la dialéctica nega­ tiva es un conjunto de análisis d e m od elos.” (A dorno, Dialéctica negativa, p. 36.) Los térm inos “m odelo” y “constelación” fueron, utilizados com o sinónimos en el discurso inaugural de 1931 y N e g a tive D ia lektik ,(1966), así como en el U rsprung des deutschen Trauerspiels (1927) de Benjam in. 21 En N eg a tive D ialektik A dorno hablaba do m odelos de pensam iento en térm inos no tanto d e hacer explotar problem as sino de circunscribir a un objeto en perpetuo m ovim iento, m ientras que la fu en te d e luz era la innom brada utopía: “quien le sirve [a la utopía] es el pensam iento” , “ el prisma que capta su color” . (A dorno, D ialéctica n egativa, p. 62.)

obtener un puesto en la facultad de filosofía de Frankfurt,22 era una crítica de Kierkegaard. En este estudio, escrito en 1929-1930 y publicado en 1 9 3 3 , Adorno aplicaba el método filosófico di­ señado en su conferencia inaugural. El libro, Kierkegaard: Konstruktion des Aesthetischen, que Adorno volvió a publicar sin re­ visión en 1962,24 ilustra cómo una imágen histórica funcionaba en M Su prim era Habilitalionsschrift, el estudio sobre K a n t y Freud, había sido rechazada por C ornclius en 1927 (véase cap. 1). En la época del se­ gundo intento d e A dorno, Cornelíus había dejado Frankfurt y em igrado a Finlandia (por propia elección más que por necesidad política). El primer lector del estudio sobre K ierkegaard fue Paul T illich , que lo aceptó más por su relación personal, tanto con Adorno como con Horkheim er, que por las afinidades con su propia posición (n o puede decirse que A dorno bu"biera estado influido por T illich ). T illich escribió un breve pero favorable com entario áccrca del libro mientras estaba en el Sem inario T eológico, y que apareció en el Journal of Philosophy (P au l T illich , "T heodor "Wirscngrund-A dorno, K ierkegaard: K on stru ktion des Aesthetischen’1, Journal of Philosophy, 31 [8 de noviem bre de 1934]: 640.) El libro fue tam bién co­ m entado por Benjam in (véase infra) y por K arl L ow eth en D eutsche L i t e ratur-Zeitung, 5, 3 f , 5 (1934). 23 Adorno escribió a Ernst Krenek en septiem bre que estaba bajo gran presión para cum plir el térm ino fijado por los editores, el !■ de noviem bre; que aunque había intentado editar sólo la versión original, la estaba revi­ sando “radicalm ente” : “para estar seguro, he conservado todos los ladri­ llos, pero ninguno continúa encim a del que estaba; cada frase ha sido reform ulada; sólo ah o ra .to d o está realm ente construido com pletam ente (la primera versión presenta sólo una concepción en com paración con la actual), y m ucho, en realidad pasajes centrales, han sido totalm ente repensados” . (C arta de Adorno a Krenek, 30 de septiem bre de 1932, Frankfurt am M ain, L egado de Adorno.) L a autora no ha podido ver una copia de la versión anterior, pero una com paración docum entaría el desarrollo d el pensam iento de Adorno Üurante un período form ativo crucial, y respondería por la etapa de su desarrollo reflejada en la conferencia inaugural. Sin embargo podem os suponer que la versión posterior estaba aún más intensam ente influida por Benjam in: Adorno había dado mientras tanto un sem inario acerca de la teoría del Trauerspifil; com pletó la revisión del estudio sobre Kierkegaard en Berlín, donde tam bién estaba Benjam ín. C uando Benjam ín leyó la versión revisada, respondió entusiastam ente: “D espués de todo, e n ­ tonces, existe algo así com o la colaboración y frase.' que posibilitan que una persona pueda apoyar a otra.” (C arta de Benjam ín a A dorno, l 9 de diciem ­ bre de 1932, citada en las notas editoriales, W alter Benjam ín, G esamm elte S chriften, 6 vols., ed. R olf T iedem ann y H erm ann Schw eppenhauscr, vol. n i : K ritiken lund R ezensionens ed. H elia Ticdcm ann-Bartels [Frankfurt a-.n M ain, Suhrkamp V erlag, 1972], p. 661.) 31 En una nota a la tercera edición (19 6 6 ), Adorno afirmaba que había "mucho que después de treinta años ya no agrada al autor” , que ahora com ­ prendía m ejor tanto a Kierkegaard com o a H ege], y que “ ya n o dem ostraría tan afirm ativam ente las intenciones m etafísicas, y el tono le choca frecuen­ tem ente por ser más cerem onial, más idealista que lo justificado” . (A d or­ no, “N otiz’y K ierkegaard: K on struktion des Aesthetischen [1933]: Aiit ztuei Beilagen, 3^ ed., am pliada [Frankfurt am M ain: Suhrkamp V erlag,

los escritos tem pranos de Adorno y cómo su filosofía interpretativa, resolvía los "enigmas” del idealismo im pulsando su autoliquidación.. Al atacar a Kierkegaard, por entonces muy adm irado en los círculos filosóficos,25 Adorno desafiaba toda la tradición del existencialismo, incluyendo a su último representante, M artin Hei~ degger, cuyo influyente Sein und Zeit había aparecido en 1927.20 La. crítica de Kierkegaard a Hegel era la alternativa burguesa a la de M arx. Aunque ambos rechazaban la teoría de la identidad de Hegeí. porque perdía de vista la realidad viviente3 K ierkegaard se basaba, en la realidad de la existencia individual, m ientras que p ara M arx la existencia era una categoría social. Para K ierkegaard el enig­ ma de Ja filosofía era de carácter ontológico; la ausencia de significado de la existencia hum ana. El problem a de la existencia, formulado menos críticam ente,27 preocupaba tam bién a los existencialistas del siglo xx. C uando Adorno utilizó sus procedi­ mientos de resolución de enigmas p a ra ilum inar y hacer explotar la cuestión ontológica, su propósito tenía dos caras: sustraerle su validez al existencialismo corriente, y justificar sim ultáneam ente una alternativa m arxista (modificada). Pero esto no era todo¿ Como su subtítulo, “Construcción de la estética” , lo indicaba,. Adorno tenía otro propósito: argum entar en contra de la perspec­ tiva, de Kierkegaard y de otros pensadores contemporáneos, segúnla cual la estética era el dominio del irracionalismo y de la inm e­ diatez subjetiva, y validar en su lugar la concepción hegeliana de 196G], p. 321.) A l m ism o tiem po aclaraba que la obsolescencia del estudio, era objetiva y no el resultado d e su propio desarrollo, que el contenido de. verdad de K ierkegaard no era absoluto sino que cam biaba con el cam bio de condiciones. ir 23 L a resurrección d e Kierkegaard en la década de 1920 fue un m ovim icnto desde los círculos teológicos (cf. K arl Barth) a la filosofía, cuando K arí Jaspers y M artin H eidegger “ em anciparon" su existencialism o de su c o n ­ texto religioso y “Id transformaron en una o n tología antropológica” . (T h e o ­ dor W. A dorno, “Kierkegaard einm al” [1963], en ibid., p. 299.) 20 E l programa de H eid egger para la filosofía tam bién suponía establecer una m etafísica “m aterialista” , y al igu al q ue A dorno sentía que la direc­ ción más prom isoria radicaba en la fusión de la fen om en ología de Husserl con la tradición hegeliana, pero tal com o h ab ía sido realizada por K ierk e­ gaard, y no siguiendo a M arx. ” Com o Kierkegaard no intentaba una on tología positiva, A dorno co n ­ sideraba la posición de Kierkegaard superior a la de H eid egger: “ La pre­ gunta por el ‘significado’ de la existencia [D a sein] es para él [Kierkegaard]) no lo que la existencia auténticam ente [eigentlich] es, sino m ás b ien: q u 6 podría otorgar significado a la existencia, de por sí carente de sign ificad o.”" (Adorno, K ierke ga ard , p. 128.) K ierkegaard sostenía una ontología n eg a ­ tiva en tanto la incertidum bre d el significado era en sí el significado m ism o (ibid., p. 129).

la estética como un m edio p a ra conocer la verdad objetiva (un medio superior p ara acceder a la verdad, de lo que Kierkegaard o Hegel habían supuesto).28 Im plicar todo esto en un corto estudio suponía que la claridad de propósitos no fuera su punto más fuerte.20 El camino completo del pensam iento de A dorno no puede ser seguido aquí. El libro nos interesa específicam ente como una tem prana demostración de su m étodo filosófico. 1 Debemos recordar que p a ra K ierkegaard la esfera estética m ar­ caba el peldaño más bajo en la dialéctica del desarrollo espiritual. Gomo punto de partida p a ra el proceso de la trascendencia, su construcción cristalizaba en la form a del problem a existencial. Los personajes que en los escritos de Kierkegaard encarnan la actitud ■estética eran representados como hedonistas cuyas acciones eran dictadas por la inmediatez sensual de su “situación” , más que por u n a elección m oral. K ierkegaard desaprobaba.esta esfera á causa de su “inm ediatez c.reatural” , com parada con lds dominios superiores de la ética y la religión. Pero Adorno sostenía que en este punto, el más concreto de su teoría, K ierkegaard se acercaba a la verdad.30 A puntaba que al describir K ierkegaard la alienación de la situa­ ción existencial del hom bre, dem ostraba una aguda conciencia de las realidades de la sociedad capitalista: . . . e n rea lid a d se d io c u e n t a .. . d e la relación entre r eiíica ció n y estructu ra-m ercan cía en un sím il que só lo n ecesita ser to m a d o litera lm en te para corresponderse con la teoría m arxista.81 28 Kierkegaard ubicaba la estética en el peld añ o más bajo de los m odos •de experiencia, por debajo de la ética y la religión; H eg el tam bién, por debajo de la religión y la filosofía. Adorno invertía este principio jerárquico, valorando n egativam ente la espiritualidad en com paración con el arte, p o r­ que estaba más lejan a de la realidad spciohistórica y por lo tanto más lejana de la verdad. 20 El com entario de Paul T illich calificaba de “pesado y peculiar” al lengu aje de A dorno (T illic h , “ T heodor W iesengrund-A dorno’s K ie r k e ­ g a a r d p. 6 4 0 ); Jay se refiere al "no ap ologético estilo abstruso que d e­ m an da un análisis com plejo. . .” (M artin Jay, T h e D ialectic al Jm a g in a tio n : A H isto ry of the Frankfurt School and the In slilu te of Social Research¡ 1 9 2 3 -1 95 0 [Boston: L ittle, Brown, 1973], p. 66.) A dorno p arecía estar si­ guiend o el consejo de su m aestro A lban Berg, cuya m áxim a era: “para m e­ jorar la pieza, hacerla m ás com p leja’*. 30 “A lí donde su filosofía. . . se topa con las determ inaciones ‘estéticas’; se acerca a la verdad: a la de su propia situación de interioridad sin objeto así com o la del objeto extraño que se enfrenta a ella. En ningún lugar la realidad social es vista con contornos tan agudos com o en el D iasalm o ‘estético. . .5 ” (A dorno, K ierkeg aa rd, pp. 122-123.) 31 I b i d p. 73.

Pero en su rechazo de Hegel, K ierkegaard reaccionaba y trataba de evitar al misino tiem po el problem a de la historia*'objetiva: “No analiza ni la necesidad o justicia de la reificación ni la posibilidad de su corrección.”82 En lugar de intentar suprim ir la reificación del m undo, Kierkegaard trató de suprim ir el m undo, sosteniendo que si la realidad m aterial era reificada ( verdinglicht), entonces la verdad no estaba en la m ateria (dingltch).83 Kierkegaard se vol­ vió hacia el m undo interior de la experiencia religiosa indivi­ dual: “Con la categoría de ‘persona1 y su historia interna [Kierke­ gaard] quisiera reprim ir la historia externa en su círculo de pen­ samiento.”31 K ierkegaard reducía la dimensión histórica de la existencia a la historicidad (un concepto antropológico abstracto), y sustraía de su contenido específico a la realidad social refiriéndose a e lla en general como "situación’5 existencial. En lugar de ver en la alienación un producto de su propia era burguesa, K ierke­ gaard le dio sanción filosófica al elevarla al nivel de principio onl o ló g ic o ,8!3 m ientras que la relación entre sujeto y objeto era carac­ terizada no por su m utua transform ación, sino por la “indiferen­ cia” .30 L a realidad concreta . . .se evad e. P roporciona al su jeto una m era “o ca sió n ” para la acción , una m era op osición al acto de fe. E n sí [el m u n d o de las cosas] sigue siendo arbitrario y c o m p leta m e n te in d eterm in a d o . N o se le otorga n in ­ guna particip ación en el “sig n ific a d o ” . H a y en K ierkegaard tan poca [relación] su jeto -o b jeto en el sen tid o h eg elia n o c o m o ob jetos ricos en co n ten id o: sólo la su b jetivid ad aisla d a , encerrada dentro d e sí m ism a, apartada d e la oscura o tred a d .87

A través de la “fuerza superior de la otredad”,88 el sujeto de K ierke­ gaard era arrojado de vuelta sobre sí mismo. Su dialéctica era enton­ ces subjetivo-interior, u n a “dialéctica sin objeto” que “podía ser pen­ sada, en el sentido de la filosofía de K ierkegaard, como el movi-

3Í Ibid. ** Ibid ., p. 74. a) Ibid ., p. 60. 38 Éste era el punto en el que, a pesar de su rechazo de la teoría de la identidad de H egel, el propio Kierkegaard afirmaba un principio de id en ­ tidad, al que consideraba más allá de H eg el porque la realidad presente tenía, en él, estatus de verdad absoluta. 80 “Para Kierkegaard la situación no es, com o para H egel, historia ob­ jetiva que puede ser aprehendida a través de su construcción en el concepto, sino [que es aprehendida] sólo a través de la decisión espontánea del ser humano autónom o. E n su [situación] Kierkegaard descubre, hablando idea­ listam ente, la indiferencia entre sujeto y objeto.” ( I b id ., p. 70.) fl7 I b i d . , p. 55.

83 Ibid.

miento en las contradicciones de la conciencia de la persona in ­ dividual’5.30 El resultado era que Kierkegaard, quien había acusado a Hegel de abstracción por haber ignorado la existencia vivida del individuo, sacrificaba el propio contenido concreto que in­ tentaba rescatar: “L a teoría de la existencia de Kierkegaard po­ dría llam aíse un Realismo sin R ealid ad /’40 Pero era tam bién subjetivismo sin sujeto. Porque una vez que la realidad objetiva era apartada y dejada atrás, p ara otorgar significado a la vida, el individuo de Kierkegaard term inaba sacri­ ficándose a sí mismo, a su propio cuerpo (prim era naturaleza), así como a su conciencia crítica, a través de un ciego salto al reino do la espiritualidad mística y la sumisión a Dios. Los momentos contradictorios de Ja teoría de Kierkegaard, del sujeto, del objeto, y del enigma del significado, “perm anecen” entre­ lazados unos dentro de los otros. Su figura se denomina “interiori­ d ad ”.41 Adorno no se contentaba con dem ostrar las dificultades lógicas de esta configuración ni sus implicancias ideológicas, la razón de por qué promovía ia conciencia burguesa o “falsa” . Q uería más, probar la incorrección de las premisas idealistas de Kierkegaard, dem ostrando que precisamente allí donde Kierke­ gaard pensaba que había escapado al m undo objetivo, allí perm a­ necía prisionero en él: “La historia real se abre paso en su filo­ sofía. Incluso el sujeto sin objeto con su historia interna está atado a la objetividad histórica.”42 En realidad, los errores de Kierkegaard eran expresiones de la verdad histórica “inintencional” : el dominio interno, al que conducía la lógica de su teoría era en sí mismo úna manifestación histórica, que m arcaba el pasaje de la era burguesa; el dominio del espíritu estaba habitado por los fan­ tasmas del idealismo burgués anterior. Como apuntó Benjamín en un comentario del libro de Adorno p ara la Vossische Zeitung en 1933: La cuestión de W iesengrund [A dorno] está en ton ces, si se q u iere, h is tó ­ ricam en te p la n te a d a .. . C o n d u ce a una crítica d el id ea lism o alem án , cuya resolu ción com ien za en la vejez. Porque K ierkegaard es un arribo t a r d ío .. . F u n d a m en ta lm en te en el id ea lism o estético d el rom an ticism o, los elem en to s m ítico s del id e a lism o ab solu to lleg a n rea lm en te a ilu m i­ narse.48 09 Ibid., p. 59. 40 lbxd.} p. 156. “ Ibid., p. 55. t . Ibid., p. 63.’. 48 Benjam in, “ Kierkegaard: D as Ende des philosophischen Idealism us” (2 de abril d e 1933), Gesammelte Schriften m , p. 381.

La “resolución” filosófica de Kierkegaard no suponía d ar una res­ puesta al aparente sinsentido de la vida, sino dem ostrar el sinsentido de la pregunta existencial, que no era absoluta, sino lim itada a su “única y prim era aparición histórica”.44 Si Adorno podía probar que la cuestión existencial era históricam ente específica, podía destruir las pretensiones ahistóricas y ontológicas de la cues­ tión, que habían conducido incorrectam ente a K ierkegaard a buscar una solución en la p u ra espiritualidad y no en la realidad social: la “respuesta” no estaba en la negación de sí mismo sino en la negación de las condiciones sociales que daban lugar al problem a. Al atacar a K ierkegaard desde dentro, utilizando sus propias pala­ bras en contra de su intención, Adorno necesitaba dem ostrar que la “configuración de la interioridad” que aparecía en todos los puntos contradictorios de la filosofía de K ierkegaard, estaba deter­ m inada por el m undo externo. L a interioridad existencial debía ser traducida de la abstracción conceptual a la concreción sociohistórica. P ara realizar esto, Adorno construía u n a “imagen his­ tórica” utilizando los elementos de u n a m etáfora del propio K ier­ kegaard: el interior de un apartam ento burgués de mediados del siglo xix. Adorno sostenía que la imagen del “intérieur burgués” ,45 tom ada literalmente^ revelaba la verdad histórica de la filosofía de Kierkegaard y contenía al mismo tiem po su propia crítica “inm a­ nente” : El nom bre ad ecu a d o para la " situ ación ” , eu ta n to im p o te n te in d iferen cia in m ed iata entre su jeto y o b jeto , n o es el c a stillo d el ca b a llero con el q u e, rom án ticam en te, K ierk egaard com p ara la in teriorid ad . Y n o n ecesita ser esta b lecid o so cio ló g ica m e n te en m era “ a so cia c ió n ” \Z u o r d n u n g \ con K ierkegaard, sino que está p ra g m á tica m en te presen te en su p rop ia obra. E sp ecíficam en te, en su m etá fo ra d el a p a rta m en to in te r io r .. . Es e l intérieu r burgués d el sig lo x ix , ante cuya d isp o sició n tod a ch ach ara acerca de su jeto, ob jeto, in d iferen cia, situación , e m p a lid e c e h a sta transform arse en una m etáfora abstracta aun cu an d o, para K ierk egaard , la im a g e n d el in t e ñ eu r es en sí una m era m etáfora para la co n e x ió n entre sus con cep tos ** A dorno, “D ie A ktualitat der P hilosophie” (1 9 3 1 ), GS 1, p. 337. 40 U n a vez más, tfue B enjam ín quien por prim era vez se centró en el intérieur burgués com o expresión de la d ecad en cia burguesa. E n Einbahn* strasse (19 2 8 ) escribió: “El intérieur burgués d e la d écad a d e 1860 a la dé­ cada de 1090, con sus gigantescos aparadores atiborrados de tallas de m a ­ dera, los rincones umbrosos donde se ubican las palm as, los rellanos forti­ ficados de barandas, y los largos corredores ilum inados por las lám paras de gas, es adecuado sólo para albergar un cadáver. E n este sofá la tía sólo puede ser asesinada.” (B enjam in, Einbahnstrasse, Schriften, 2 vols., ed. T heodor W. Adorno y G retel A dorno [Frankfurt am M a in : Suhrkamp V erlag, 1955].

. vol. 1, p. 519.)

básicos. L a rela ció n se rev ierte tan pronto c o m o la in terp retación aban­ d on a la co m p u lsió n a la id é n t id a d ,. ,4fl

El intérieur burgués era un detalle aparentem ente insignificante en los escritos de K ierkegaard, menospreciado por “autores filosófica­ m ente form ados”,47 que K ierkegaard proponía como u n a repre­ sentación simbólica de sus conceptos filosóficos. Bajo la m irada interpretativa de Adorno, esta imagen histórica representa la verdad social inintencional y dem uestra que estos conceptos son falsos (m ientras que los conceptos marxistas dem uestran ser verdaderos). L a imagen aparece frecuentem ente en las obras de K ierkegaard. Adorno cita un ejem plo tem prano: padre e hijo, en el hogar, ca­ m inan cruzando la habitación, sim ulando e&tar recorriendo luga­ res excitantes del m undo exterior. Adorno com enta: “Así el fláneur sale a d a r un paseo en la habitación; la realidad se le aparece simplemente como un reflejo exterior de lá' m era interioridad.”48 A diferencia del fláneur de París, que al menos observaba la su­ perficie urbana, em pírica, de la realidad social,49 el hom bre refle­ xivo de K ierkegaard reflexiona en su casa. Es el rentier, viviendo de las rentas del edificio del que es propietario (como K ierkegaard), excluido del proceso de producción, el cual ni siquiera entra en el cam po de su visión.60 L a im aginería de la reflexión es una parte del intérieur. K ier­ kegaard piensa al espejo como un símbolo del seductor: “ Pero con él, se plantea u n a imagen en la que se condensa, contra el deseo de K ierkegaard, el contenido histórico y social.” 61 Los espejos, conocidos como “espías” (una palabra que K ierkegaard utilizaba para describirse a sí mismo),52 eran parte del m oblaje tradicional en los apartam entos burgueses del siglo xix. Estaban ubicados A dorno, K ierke gaa rd, p. 76. 17 I b i d , “ Ib id ., p. 77. " El fláneur, e l hom bre del ocio ‘‘que va a hacer botánica al asfalto” , recorriendo las calles d e la ciudad para observar la superficie panorám ica de la m u ltitu d y del m ercado, era una figura clave d el Passagenarbeit de B enjam ín, y funcionaba com o una pantalla para tornar visible la realidad histórica de París a com ienzos d el siglo x ix . E l fláneur estaba com o en casa en el pasaje com ercial, que era “ una cosa interm edia entre la calle y el interior”, h acía d el m undo exterior su propio interior: “ El bulevar es la vivienda de ‘fláneur’, que está com o en su casa entre fachadas, igual q ue el burgués en sus cuatro paredes.” (W alter Benjam in, “ El París del Segundo Im perio en B audelaire” [1938], Poesía y capitalism o [Iluminaciones 2] pról. y trad. J. Aguirre [M adrid: T aurus, 1972], p. 51.) “ A dorno, K ierk ega ard , p. 70. E1 I b id ., p . 77. B# . .e s p ía .. . al servicio de la id ea” (citad o en ibid., p. 70).

. .para reflejar las interm inables cuadras de estos apartam entos de renta en eí clausurado espacio vital burgués” .58'fel m undo ex­ terno se subyugaba entonces al intérieur al mismo tiempo que definía sus límites, asi como en la filosofía de Kierkegaard la “si­ tuación” se "subyugaba a la subjetividad, pero al mismo tiempo la confinaba” .64 “El espacio no se incluye en el intérieur. Es sólp su límite.”56 El espejo testim onia la ausencia del objeto en la1 dialéctica de Kierkegaard. T rae sólo la apariencia de las cosas al m undo pri­ vado del individuo. Pero incluso los objetos dentro del intérieur, los muebles, se reducen a la pu ra apariencia, sin contenido con­ creto- El seductor de K ierkegaard describe la sala de Cordélia —colm ada de objetos im portados por u n a economía imperialista— como una disposición ornam ental, decorativa. Los objetos del moblaje reciben su significado. . . .110 a partir de la sustan cia con la cu al están fabricados, sino a partir del intérieu r, que u n ifica la ilu sió n d e la s cosas en tanto aún-vivientes. A quí los ob jetos perdidos son con ju rad os en una im agen . El yo es a lca n ­ zado en su p rop io d o m in io por las m ercan cías y su esen cia h istórica.50

Sin embargo, enclaustrado en su espacio privado, el sujeto bur­ gués no puede aprehender la realidad de los objetos en tanto m er­ cancías de la producción capitalista: Su carácter-apariencia [S ch ein ch a r a k ter] es p rod u cid o histórica y e co n ó ­ m icam en te a través d e la a lien a ció n d e su valor d e uso. P ero en el in té ­ rieur las cosas n o p ersisten c o m o extrañ as.57

En cambio, los objetos mudos hablan como “símbolos” : 58 inter­ pretándolos como plenos del significado subjetivo, Kierkegaard os­ curecía su especificidad histórica y los aceptaba como segunda n a ­ turaleza: “de este modo, objetos que aparecen históricam ente son dispuestos como p ara aparecer en tanto naturaleza intransformable” .59 El i n t é r i e u r burgués no tiene lugar donde desplegarse. Existe, de una vez y p ara siempre, en la vida conservada del moblaje, y a p artir de allí da la imagen concreta de la “indiferencia” entre 53 “ " “ 67 “ 89

Ibid. Ibid. Ibid., p. 80. Ibid., p. 81. Ibid . Ibid. Ibid.

sujeto y objeto. Pero el intérieur es también la “imagen viviente” de la indiferencia de Kierkegaard respecto del cambio histórico, la fusión (y confusión) entre la existencia tem poralm ente específica y la naturaleza eterna. En lugar de presentarlas como dialéctica­ m ente interrelacionadas, como mediaciones mutuas y no idénticas, “en el departam ento eternidad e historia se confunden” .60 L a filosofía de K ierkegaard se refiere a un “punto” existencial, que no se extiende en el espacio ni se desenvuelve en el tiempo, sino que es “una com pleta sim ultaneidad de todos los momentos” .61 E n el punto, sin em bargo, la realid ad n o pu ed e exten d erse, sino sólo aparecer co m o ilu sión óp tica, co m o a través d e una m irilla. E n las a p a ­ riencias [Schein], sin em bargo, la realid ad h istórica se presenta co m o n a ­ turaleza.02

El símbolo del reflejo en el espejo perpetúa esta confusión, misti­ ficando la desesperación existencialista. Kierkegaard habla del padre y del hijo como espejos m utuos: el hijo, como el padre, pasará sus días en la duda. L a razón de su melancolía (Schwerm ut)> el “cautiverio del puro espíritu por sí mismo”,03 siendo en realidad una constelación h i s t ó r i c a toma la apariencia ontológica de “naturaleza persistente y arcaica” .65 C uando los fenómenos del m undo exterior logran penetrar er la configuración de la interioridad, Kierkegaard los transform a en símbolos religiosos. Tecnologías especificamente históricas se transform an en representaciones de una espiritualidad abstracta y atem poral: el pasajero del tren se transform a en un símbolo del pecador, la imaginería mecánica conjura lo demoniaco y mágico, un globo aerostático, “la más extraña imagen de la tecnología actual”, se transform a en el símbolo inverso del hundim iento en Ja duda.00 Todos estos símbolos de Kierkegaard “circundan la mo­ rada burguesa como a su lugar de realización social y su cifra poderosa”.07 En su interior, el sujeto vive el crepúsculo como el Día del m Ibid., p. 83.

41 I b i d . , p. 82.

cí Ibid. 03 Ib id., p. 79. 04 Lo que el propio K ierkegaard llam a "la enferm edad de la ép oca;’ es interpretado com o condición interna (cf. ibid., pp. 109-114). “ Ibid., p. 79. c0 Ib id., pp. 84-85. n Ib id ., p. 84.

juicio y busca resguardarse en la iluminación de la lám para de gas, pero “el consuelo de esta luz es tam bién apariencia \SckeinY : 68 A partir del crep ú scu lo d e ta l m ela n c o lía em erg en los contornos d e la “d o m esticid a d ” [Háuslichkeit] q u e para K ierk egaard co n stitu y e el lugar de la existen cia. P ero es, tam b ién , el lu g a r d el ex isten cia lism o . L a in te­ rioridad y la m ela n co lía , [m era] ap a rien cia d e la naturaleza y realid ad d el Ju icio [divino], su id e a l d e la v id a h u m a n a in d iv id u a l con creta y su sueño del infierno, que el d esesp erad o in d iv id u o h ab ita d u ran te su v id a co m o si fueran su m orada — los m o d elo s d e to d o s estos con cep to s, se fu n d an en la engañosa lu z de la h a b ita ció n al atardecer, q ue la transform a en un cuadro m u d o , d el cu al es m ejor sustraerlos si se q u iere ver qué es verd ad y qué es ilusión en ello s.00

Pero esto es precisam ente aquello que K ierkegaard no hace. En cambio se lanza en la dirección opuesta, abandonando el intérieur burgués (que al menos era vecino del m undo externo) y retra­ yéndose a la “segunda interioridad” , es decir al propio sujeto existencial, que se transform a ahora en un puro “escenario” de la dialéctica religiosa de la autoabnegación. Y asi como K ierkegaard vuela a través de la esfera ética hacia el dom inio de la espirituali­ dad pura, así lo persigue Adorno, arm ado con los instrumentos de la crítica dialéctica p ara disparar en contra del existencialismo, exponiendo sim ultáneam ente las contradicciones lógicas de su con­ tenido y el contenido social de su lógica: la abstracta lógica “sin objeto” de K ierkegaard es “ falsa y decepcionada m oralidad de clase” ,70 El intento de K ierkegaard por trascender aquello que denomina el “m ito” de la apariencia inm ediata, m otivado por una hostilidad hacia la naturaleza (Naturfeindschaft),71 lo conduce al sacrificio del propio cuerpo del sujeto (su prim era naturaleza) y lo atrapa en un doíninio interior del espíritu más mítico que el pri­ mero.72 Su dialéctica internalizada form a un sistema cerrado,78 un círculo mítico controlado por el destino, donde el sujeto renuncia tanto al cuerpo como a la razón crítica por un Dios desconocido e 63 Ibid., p. 86. 69 Ibid. 70 Ib id., pp. 93-94. 71 Ib id ., pp. 95-96. 72 Ibid., pp. 105} 142-155. Este tem a, el in te n to .d e trascender la n atu ­ raleza m ítica que paradójicam ente deriva en el m ito, se transformó en el argumento central de D ialektik der Aufklarung d e A dorno y H orkheim er (1947). V éase tam bién un artículo posterior sobre K ierkegaard publicado en inglés en la revista del In stitu to: “ Se lanza a expulsar la naturaleza con un tridente, sólo para transformarse él m ism o en la presa de la N aturaleza.í: (T heodor W . A dorno, “O n Kierkegaard D octrin e of L ove” , Studies in P h i­ losophy and Social Science} 8 [1939-1940]: 417.) 73 A dorno, Kierkeg aa rd, pp. 156-163.

incognoscible.74 Gomo los reflejos en el espejo del apartam ento burgués, este dom inio se caracteriza por la duplicación repetitiva.78 L a dialéctica existencialista en realidad es estática: la dialéctica “perm anece en su lugar”, transform ándose en lo que ya es, y co­ rresponde por lo tanto “precisam ente a la imagen del intérieur, en la que en realidad la dialéctica se detiene” .78 A dorno no se basa exclusivamente en el poder del intérieur b u r­ gués p ara “resolver” la filosofía de K ierkegaard. Incluso en su estudio anterior, donde su papel es central, la imagen histórica nunca ocupa el lugar de la argum entación lógica y filosófica. El intérieur burgués ilum ina los elementos del enigma, proporcionando un m arco donde las contradicciones fundam entales pueden ser vistas en un chispazo: .. .en él los momentos de su teoría [de Kierkegaard] de la arcaica na­ turaleza fija se presentan a sí mismos sin mediación, como aquellos momentos de la constelación que los preside.77Con ello el filósofo critico se encam ina por la senda adecuada, pero subsiste su misión de dem ostrar específicamente que la fusión de Kierkegaard entre lo arcaico y lo histórico, entre naturaleza y es­ píritu, m ito y realidad es un caso de identidad equivocada, que estos conceptos dialécticam ente relacionados deben ser descifrados y se­ parados como m utuam ente determ inantes, m utuam ente críticos; que de otro m odo la teoría sucumbía por sus propias contradicciones internas en la autoliquidación. Adorno concluye que el intento de K ierkegaard de evitar la teoría de Hegel de la abstracción y la identidad es un fracaso: Hegel es “vuelto hacia adentro” por K ier­ kegaard,78 pero no es superado: ambos [Hegel y Kierkegaard] siguen siendo idealistas: Hegel con la definitiva determinación del Ser [D&retn] por el pensamiento consi­ derado como pleno de significado, '‘racional”; Kierkegaard con su negación, que desgarra la existencia de su “significado” con la misma intensidad con que Hegel los unifica. En Kierkegaard los elementos idealistas y los ontológicos se recubren mutuamente, y esta mezcolanza es lo que hace su filosofía tan impenetrable.70 En la imagen del intérieur, K ierkegaard es dado vuelta: Adorno sos7Í n 70 " 78 79

Ibid., I b id I b i d ., Ibid., I b id ., I b id .,

pp. 107 p. 1 48.

p. p. p. p.

101. 79. 135. 168.

ss.

tiene que K ierkegaard se acerca a la verdad allí donde creía estar más lejos de ella en la esfera estética donde a p a re c í más persisten­ temente la m etáfora del i n t é r i e u r , y donde el sujeto al menos tiene existencia sensual fuera de la subjetividad, a pesar de la “indife­ rencia” no dialéctica de la relación sujeto-objeto. En esta crítica estaba implícita, por supuesto, u n a defensa de la perspectiva m ar­ xista. Pero Adorno atacaba tam bién a M artin Heidegger, como cualquier persona fam iliarizada con S e i n u n d Z e i O {1927) —y los pares intelectuales de Adorno, con seguridad— no podía dejar de darse cuenta. Porque al intentar definir el Ser, H eidegger había empleado u n a ilustración asombrosamente similar *—el objeto en el interior de su estudio que, como aquellos del i n t é r i e u r de K ier­ kegaard, sólo podía ser percibido en su inmediatez. Los objetos p ara Heidegger eran “útiles” ( Z e u g e ) apropiados y m anipulados por el sujeto (domesticado, burgués): su valor de uso era más personal que social. Su ser-en-el-mundo era solamente a-la-m ano; su “significado” no tenía nada que ver con su producción socio­ económica, sino que estaba determ inado, cómo la vida de los m ue­ bles de Kierkegaard, por su disposición física en el interior: El útil es esencialmente “algo-para”. .. [etwas u m - x u . ..]. Una tota­ lidad de útiles constituida de varias formas del “para”, tales como su servicialidad, inanipulabilidad, su practicidad. En el “ser-para” en tanto estructura subyace una asignación o referencia de algo hacia algo... Los útiles —según su utilidad— son siempre en tér m in o s d e \aus\ su pertenencia a otro conjunto de útiles: tinteros, pluma, tinta, papel, mesa, lámpara, muebles, ventanas, puerta, habitación. Estas “Cosas” nunca se revelan en su proximidad real.., Lo que encontramos más cerca nuestro,,. es la habitación, y la en­ contramos no como algo “entre cuatro paredes” en un sentido espacial geométrico, sino como un útil para resídir-en. A partir de esto emerge la “disposición”, y es dentro de ésta que cualquier elemento “indivi­ duar1 del conjunto de útiles se muestra.80 La “habitación” de Heidegger ni siquiera perm ite que brille en ella el reflejo de lo externo. Extendiendo las líneas del argum ento de Adorno (y por lo tanto entre las líneas de su estudio sobré Kierkegaard), la fenomenología supuestam ente “m aterialista” de Heidegger, tal como está delineada en S e i n u n d Z e i t , no parece ser la más progresista de las filosofías contem poráneas (al menos, Husserl m ira afuera, hacia el m anzano; Sartre llega hasta el banco del parque).81 E n realidad Heidegger, según los criterios ¡de Adorno, 80 M artin H eidegger, Being a n d T im e , trad. Joh n M acquarríe y Edward Robinson (L ondres: s c m Press, 1962), pp. 97-98. 81 V éase cap. 4.

vuelve “más atrás” que Kierkegaard, ya que la percepción crítica de la realidad social de este último lo conducía, al menos, a plan­ tear negativam ente la cuestión ontológica. Como escribiera Adorno en el'artículo posterior: T o d o s lo s m o tiv o s som bríos d e K ierkegaard tien en buen sen tid o crítico en tan to son in terp retad os en térm inos d e crítica social. M u ch as d e sus afirm aciones p ositivas ganan la sign ificación concreta, que de otro m od o les fa lta , tan pronto co m o se las traduce a co n cep to s acerca de una socied a d correcta.82

De aquí que la liquidación del idealismo de Kierkegaard (legitimada por su propia dinám ica lógica) redim a al mismo tiempo sus es­ critos, como una expresión involuntaria de la verdad social. Si la teoría de las ideas original de Benjamin era una inversión de la teoría platónica, el intérieur burgués (ya fuese el teatro o la habitación) puede en verdad ser visto como relacionado de igual modo con el m ito platónico de la caverna, sobre cuyas paredes sólo aparecía el reflejo de la realidad, transform ando en ilusión la conciencia de sus moradores. Lo que constituía la inversión de esta relación era la especificidad histórica de la imagen de Adorno. Abandonar el intérieur significaba entrar en la realidad social con­ creta, m ientras que el abandono de la caverna platónica signifi­ caba penetrar en el reino ahistórico de la verdad ideal. Los mitos platónicos, como las metáforas de Kierkegaard, eran símbolos, que establecían relaciones de identidad entre la cosa y el concepto, el sig­ nificado y la intención. L a imagen histórica de Adorno apuntaba hacia la c/esmitificación transform ando las relaciones simbólicas establecidas por las palabras de Kierkegaard en relaciones dialéc­ ticas. Al poner los conceptos filosóficos de Kierkegaard en yuxta­ posición crítica con los símbolos de la realidad histórica que h a ­ bían sido su origen, Adorno transform aba las imágenes eternam ente fijadas de K ierkegaard (que gobernaban al individuo con el fata­ lismo de un signo astrológico) en constelaciones históricas, din á­ micas: ponía en movimiento sus elementos p ara negar los mismos conceptos que pretendían simbolizar.

t 82 A dorno, “O n . K ícrkcgaard’s D octrine of L ove” (19 3 9), 423.

LA EXPERIENCIA ESTETICA

Densidad de textura, com plejidad en la composición, inversión y variación del motivo tém ático: eran éstas cualidades que los escri­ tos de Adorno tenían en com ún con una obra musical, Kierkegaard: Konstruktion des Aesthetischen era en sí una construcción estética. Adorno no estaba a favor de transform ar a la filosofía de investi­ gación científica en una form a artística.1 R echazaba en cambio la dicotomía entre ciencia y arte, a la que no consideraba como nece­ saria sino como el producto de una época histórica particular. Desde el siglo x v i i , con el despertar de la revolución newtoniana en la ciencia, los campos del arte y del conocimiento, de la “m era” ficción y de la “verdad” fáctica, habían sido escindidos en campos opuestos. En el contexto de este dualismo, la razón ilúm inista había tomado partido por la ciencia. Los philosophes eran hostiles al arte, el cual, secularizado y por lo tanto desprovisto de su aura como símbolo teológico} ya no era considerado como una form a de verdad en sí sino como herram ienta pedagógica, como un m e­ dio de persuasión m oral.2 En las revoluciones burguesas el arte se transformó en plataform a p a ra la propaganda política. Podría afir­ marse que las estéticas marxistas de Lukács y de Brecht estaban todavía dentro d,e esta tradición jacobina en tanto se com pro­ metían con el airte como un medio de instrucción política (au n ­ que diferían radicalm ente en sus definiciones del tipo de arte que satisfacía esta exigencia).3 Como protesta contra el Iluminismo, el romanticism o del si­ glo xix exaltó al arte como fuente de verdad por derecho propio, 1 Éste era un punto explícita y repetidam ente rechazado (véase p. 269). 3 V éase Jam es A. L eith, T h e I d e a of A r t as P ropagan da in France, 1750-1799: A S tu d y in the H istory of Ideas (T o ro n to : U niversity of T oronto Press, 1965). Para los usos propagandísticos de la m úsica en particular, véase A lexander L. R inger, “J. J. Barthelem y and M usical U topia in R evolutionary France”, Journal cf the H istory of Ideas, 30, 3 (julio-septiem bre de 1961): 355-368. 3 Para una discusión en torno de sus diferentes concepciones del “rea­ lismo socialista” , véase W crner M ittcnzw ei, “ M arxismus und Realism us: Die Brecht-Lukács D cb a tte”, D as A rg u m en t, 10, 46 (m arzo de 1960): 12-43.

pero perm aneció den tro del paradigm a existente aceptando sin cuestionam iento la noción de una dicotom ía entre razón y arte. A p a rtir de allí, por ejem plo, la música fue glorificada p o r Schop enhauer y W agner como la expresión de u n a voluntad subjetiva, irracional. A dorno, sin alinearse con los rom ánticos ni los raciona­ listas, desafiaba el supuesto dualista básico. En 1939 escribió en re ­ lación a la critica estética: Es m i co n v ic c ió n q u e . . . u n a r a c io n a lid a d [q u e p u e d a ju zgar la v erd a d o fa lse d a d d e las obras d e arte] n o es h o y u n a c u e stió n d e la “ c ie n c ia ” referid a al arte, sin o d e l p r o p io arte. E s d ecir, q u e to d o arte q u e m e rece c o n sid e r a c ió n seria se a cerca al o b je tiv o d e la ra cio n a lid a d por su p ro p ia estru ctu ra, y tie n d e ca d a vez m ás h á c ia el “ c o n o c im ie n to ’'.4

Por supuesto, en el sistema hegeliano se íe . concedía al arte u n a función cognitiva racional, pero se lo relegaba a u n a esfera inferior en com paración con la filosofía, así como K ierkegaard había con­ denado el m odo estético de experiencia vivida a u n nivel m enor en com paración con la espiritualidad. O poniéndose al idealismo ra ­ cionalista y al existencialista, A dorno sostenía que la experiencia estética era en realidad la form a más adecuada de conocim iento, porque en élla sujeto y objeto, idea y naturaleza, razón y experien­ cia sensual estaban iritérrélacioriádás" sin que ninguno de los_polDS predom inara ■ — en síntesis, proporcionando un modelo estructural p a ra el conocim iento “dialéctico”, “m aterialista” . T a l posición h ab ía sido anticipada, hasta cierto punto, por K an t, quien reconocía la posición m ediadora del arte entre el pensa­ m iento y la práctica, y este tem a, desarrollado en la tercera crítica de K an t, era el eje de la Habüitationsschrift de H orkheim er p ara H ans C om elius en 1925.5 Pero la apreciación de A dorno sobre el valor congnoscitivo de la experienciá~ estética provino, en prim er 'lugar, de la composición y ejecución musicales. Su m entor Schonberg era en cierto m odo un rom ántico, pero no en cuanto a su concepción del proceso creativo. Schónberg rechazaba la noción del artista-genio y la rem plazaba con la del artista como a rte ­ sano; veía en la m úsica, no la expresión de la subjetividad, sino una búsqueda de conocim iento que se erigía fuera del artista, como un potencial del objeto, el m aterial musical. P a ra él, com poner era * T h eo d o r W . A d orn o, “T h e Problem of E xp erim en tation in M u sic P sychology” , 7 d e m arzo de 1939 (F rankfurt am M ain , leg a d o de A d o r­ no), p. 2. 6 V éa se M artin Jay, T h e D ia lectica l Im a g in a tio n : A H isto ry of the Frankfurt S ch ool a n d th e I n s titu ie of Social R esea rch , 1 9 2 3 -1 9 5 0 (B oston : L ittle, B row n, 1973), pp. 4 4 -4 6 .

descubrimiento e invención a través de la práctica del quehacer musical.6 Su objetivo era el conocim iento de la verdad, y si Schon­ berg creía que los elementos miméticos del proceso tenían afinidad con la m agiá, esto no era negar el m om ento racional, “lógico” , de la música, sino enfatizar su lado m aterial, objetivo, no idéntico (y por lo tanto no reductible) al sujeto. Al sostener que la producción estética no era expresión (ni ra ­ cional ni irracional) de la subjetividad, el procedim iento de Schon­ berg en realidad se asem ejaba a la ciencia. Al mismo tiempo, los científicos contem poráneos de Schonberg, teóricos de la nueva revolución científica, reconocían que su propia actividad tenía muy pocas afinidades con el racionalism o actual del positivismo científico y del form alism o lógico, y que en cambio, como “cons­ trucción55 objetiva y verdadera de la realidad, convergía con el arte.7 El positivismo científico se había transform ado en el sello dis­ tintivo del m arxism o oficial. Pero hacia 1931 A dorno había tenido acceso a los recientem ente descubiertos Mamuscritps. económico-fi­ losóficos* de M arx, y debió haberse im presionado por la similitud existente entre la concepción de la dialéctica del trabajo como ex­ periencia cognoscitiva en el joven M arx, y la concepción de la experiencia estética de la composición en Schonberg. E n ambos, los procesos de creatividad y de conocimiéntb, de producción y reflexión, eran uno y el mismo proceso. Por lo tanto, cuando Ador­ no basaba su filosofía m arxista en la experiencia estética, su obje­ tivo no era “estetizar” a la filosofía o a la política, sino reconstituir la relación dialéctica entre sujeto y objeto que creía la base estruc­ tural correcta de todas las actividades hum anas: conocimiento, praxis política y arte. E n este sentido, tan to la filosofía como el arte tenían u n a función m oral-pedagógica, al servicio de la politice y no como propaganda m anipuladora, pero enseñando con el ejemplo. En com paración, la noción positivista “científica” de la ingeniería social, qúe sostenía que u n a élite adquiría en prim er lugai 0 Introducción a A rnold Schdnberg, H a rm o n ieleh re (1 9 1 1 ), 3» ed. rev. (V ie n a : U n iversal-E d itio n , 1922), pp. 3 ss, 1 W erner H eisen berg, P h ilosop hie P ro b le m s of N u clear Scie n ce, trad F. C. H ayes (N u ev a Y ork, P an th eon , 1952), p. 119. Q u izá no sea casua que ciertas form ulaciones utilizad as por H eisen b erg a com ienzos d e h década d e 1930 para describir los n uevos paradigm as cien tífico s fueser idénticas a las nociones filosóficas d e A dorno y B en jam in , ’p. ej. la ides de trascender la antigua física “desd e den tro” y d e “resolver en igm as1 liquidando interrogantes q ue dem uestran “carecer de sign ificad o1* (ibid. pp. 14, 17 y passitn). 8 V er supra, cap. 2.

el conocimeinto y luego intentaba, a través de la m anipulación de los otros, recrear el m undo de acuerdo con ese conocimiento, era m ucho más culpable de “esteticismo” en el sentido negativo rela­ cionado con el totalitarism o político, que la propia posición de A dorno.9

EL SURREALISMO COMO MODELO: LA EXPERIENCIA DEL H A SC H ISC H

W alter Benjam in tam bién estaba convencido de que la experiencia estética era fundam ental p a ra la comprensión filosófica correcta, pero su desarrollo intelectual y el lugar a donde éste lo condujo no eran idénticos al caso de Adorno. Im presionado en sus prim eros años por la tradición de la experiencia m ística y religiosa, a la que había sido expuesto por su am istad con Gershom Scholem, se sintió atraído en prim er lugar por la estética d s Friedrich Schlegel, Novalis y otros románticos alemanes, quienes eran los herederos autoconscientes de estas tradiciones. Su disertación, Der Begriff der K unstkritik in der deutschen R om antik (1920)/° había interpretado el concepto de crítica estética, particularm ente tal como éste era desarrollado en los fragm entos de los escritos de Friedrich Schlegel. Benjam in sostenía que las dos operaciones de la filosofía crítica, pensam iento (conciencia) y pensam iento acerca del pensam iento (reflexión crítica o autoconciencia), tenían su paralelo en la estética de Schlegel a través de la creación de la obra d e ! arte, por un lado, y de su interpretación crítica por el otro. Se seguía de aquí que el acto de interpretación era el nece­ sario p a ra com pletar la obra de arte,11 porque sólo en esta segunda operación se hacía m anifiesta la verdad de la obra de arte, su “ idea”.12 L a crítica literaria, o Sprachkritik, era entonces en sí misma revelación cognoscitiva. P ara los prim eros románticos, a p u n ­ taba Benjamin, la crítica era “un concepto totalm ente esotérico”, 9 Sim m el id en tificab a a este tipo de esteticism o con el socialism o: b a ­ sado en idéas de uniform idad, sim etría e in tegración arm oniosa de las partes, el objetivo socialista era transformar a la sociedad en una obra d e arte, un tod o estético, por m edio d e su reorganización racional. (G eorg Sim m el, “ Soziologische A esthetik” , Brücke u nd T u r [Stuttgart: K. F. K ochler V erlag, 1957], p. 203.) 10 Ahora en W alter B enjam ín, G e sa m m elte Schriften, 6 vols., cd. R olf T ied em an n y H erm ann Schw eppenhauser, vol. i : l : A bh a n d lu n g en (Frankfurt am M ain : Suhrkamp V erlag, 1974), pp . 7-122. u I b id ., p. 69. 12 I b i d ., p. 91.

algo “que descansaba sobre prem isas místicas en relación al conoci­ miento. . .” 13 Novalis consideraba a los textos poéticos — en realidad, a los textos de toda naturaleza— como “jeroglíficos” y “códigos” , cuya interpretación dependía de un lenguaje sagrado, que sólo unos pocos podían leer.14 L a concepción era m uy diferente de la de G oethe y de los philosophes franceses, p a ra quienes la crítica era esotérica e inesencial, reservándole u n a función instructiva lim i­ tada. Pero p a ra los rom ánticos tem pranos, el arte, que alcanzaba su com pletitud con la crítica, convergía con la filosofía (Schlegel) y con la religión (Novalis) en tanto revelación de la verdad. Esta concepción influyó claram ente en la teoría filosófica de Benjam in delineada por prim era vez en Ursprung des deutschen Trauerspíels, la que a su vez impresionó poderosam ente a Adorno. Debemos recordar que, hacia 1926, en m edio de su trab ajo sobre el Trauerspiel, B enjam in se h ab ía encontrado a sí m ism o en la paradójica posición de exponer u n a filosofía influida por el m is­ ticismo en el mismo m om ento en que se com prom etía políticam ente con el marxismo. E n esta encrucijada intelectual leyó el texto surrealista de Louis A ragón Le paysan de Paris. M ás tarde recor­ daría su extrem a excitación: “en las tardes, acostado, n u n ca podía leer más de dos o tres páginas antes de que mi pulso se acelerara tanto que tenía que abandonar el libro” .15 El libro utilizaba un lenguaje sagrado p a ra re tra ta r el am or sensual, y glorificaba lo profano como origen de la verdad revelada, com binando elementos de los extremos del misticismo y del m aterialism o, que form aban ahora los polos del pensam iento de Benjam in. En tanto modelo estético, el surrealismo aparecía como m ucho m ás com patible con sus propósitos ’que el rom anticism o del período burgués anterior, y el libro de A ragón se transform ó en la inspiración de su estudio sobre el París del siglo xrx, el Passagenarbeit, sobre el cual Benjam in trabajó por e l're sto de su vida. E n 1927, comenzó a pasar cierto tiempo en París, el centro del m ovim iento surrealista.10 Dos 13 B enjam ín, G esa m m e lte S ch riften i: 3 , p. 80 1 . 14 Steven G. ^chabcr, “N ov a lis’ T h cory of the W ork of A rt as H ieroglyph”, T h e G erm an ic Revietu, 4 8 , 1 (en ero d e 1973): 43. 15 C arta de B enjam ín a A dorno, 31 d e m ayo d e 1935, W alter B enja­ mín, Briefe, 2 vols., ed. Gershom S ch olem y T h eo d o r W . A dorno (Frankfm*t am M ain: Suhrkam p V erlag, 1966), vo l. 2, pp. 6 6 2 -6 6 3 . 30 E l surrealism o no era un m o v im ien to fu erte en A lem ania. Bloch escribió en 1937: “ El surrealism o (e n el que con flu yó m u ch o de la esencia del expresionism o en F ran cia y en C hecoslovaquia) tuvo poca respuesta en A lem ania. El m undo q ue nos rodeaba se desgarró en p e­ dazos y la fosforescencia d e sus bordes, toda, esta pavorosa realidad no encontró expresión oficial. O la expresión, cu an d o aparecía a inedias,

años m ás tarde, en el m ism o año en que le leyera a A dorno en K ónígstein los prim eros fragm entos del Passagenarbeit, Benjam in escribió que el surrealism o dem ostraba “la verdadera superación creadora de la ilum inación religiosa” , su transform ación en “una iluminación profana de inspiración m aterialista, a n tro p o ló g ica.. ,” 17 N o es casual entonces que m uchos de los elem entos de su pro­ g ram a de K ónigstein concordaran con el discurso del surrealismo. A ndré B retón, quien fu n d ara el surrealism o en 1924, estaba, él mismo influido por la C ábala, y suscribía entusiastam ente la teoría frcudiana, al mismo tiem po que abrazaba el m arxism o. En 1926 Bretón proclam ó la solidaridad del surrealismo con el P artido C om unista,18 aunque, al igual que A dorno y sus amigos, siguió siendo independiente de u n a afiliación real. A narquista inconform e y táctico cuyo objetivo era hacer explotar el arte p a ra cam biar el m undo antiguo por el nuevo, Bretón identificaba al progreso con la “ilim itada capacidad h u m an a de rechazo” .19 E n este sentido, veía en el arte un conocim iento crítico que im plicaba u n pedido de acción: u ‘T ran sfo rm ar el m undo’, dijo M arx, ‘transform ar la vida’, dijo R im baud. Am bas consignas son u n a sola p a ra nos­ otros.” 20 Insatisfecho de perm anecer en la esfera aislada de Vart pour Vart, la m eta de B retón era la reconciliación -del sueño y la realidad “en un tipo de realidad absoluta, u n a surrealidad”,21 y su política volitiva abogaba por u n a transform ación de la socie­ d a d de acuerdo con los deseos hum anos. Puede decirse que los surrealistas tom aban literalm ente la frase de M arx : “Entonces se com o por ejem p lo en ‘L a ópera de tres cen ta v o s’, era cóm od am en te m alinterpretad a, [o] en ciertos casos rid icu lizad a.” (E rnst B loch , *'Der E xpressionism us” , noviem bre d e 1937, V om H a s a rd zu r K a t a s t r o p h e : Politische A u fsatze aus den Jahren 1 93 4-19 39 , ep ílo g o d e O skar N e g t [Frank­ furt am M a in : Suhrkam p V erla g , 1972], pp. 2 7 3 -2 7 4 .) 1T W alter B en jam in , “ El surrealism o. L a ú ltim a in stan tán ea d e la in te ­ ligen cia eu rop ea” (1 9 2 9 ), Im a gin a ción y so cie da d (Ilu m in a cio n es 1), pról. y trad. de J. A guirre (M a d rid : T aurus, 1980), p. 46. 18 El surrealism o era por supuesto in co m p a tib le con el realism o so cia ­ lista que se transform ó en lín ea del P artid o, y el apoyo no era recíproco. A lgun os surrealistas siguieron a L ouis A ragón, qu ien rom pió con B retón y se unió al Partido C om u n ista en 1932. B retón fu e rid icu lizad o en un congreso de cultura en M o scú en 1935. S e au tod eclaró trotskista y en 1936 purgó su m ovim ien to d e elem entos com unistas stalinistas. 1B Bretón (1 9 3 5 ) cita d o en J. H . M atth ew s, A n I n t r o d u c ti o n to Surrealism (U n iv ersity Park: T h e P ennsylvania S tate U n iv ersity Press, 1965), p. 45. “ A ndré Bretón, “ S p eech to the C ongress o f W riters” (P arís, 1935), M a n ife stoes of Surrealism, trad. R ichard S eaver y H e le n R . L añ e (A n n A rbor, T h e U n iversity of M ich ig a n Press, 1969), p. 24 1 . 21 I b i d . , p. 14.

verá que el m undo posee desde hace m ucho tiem po el sueño de una cosa, de la que le basta con tener conciencia p ara poseerla real­ m ente.”22 E ra la técnica artística del surrealismo ..lo que fascinaba a Ben­ jam ín. El arte surrealista retratab a a los objetos cotidianos en su form a m aterial, existente (en este sentido literal, la fantasía surrea­ lista era “exacta”), y sin em bargo estos objetos eran al m ism o tiem ­ po ¿ra/uform ados por el hecho mismo de su presentación como arte, donde aparecían en un c o lla g e de extremos remotos y antité­ ticos.23 Prototipos de las “imágenes dialécticas” , de Benjam in, las obras de arte surrealista ilum inaban la verdad inintencional a través de la yuxtaposición de “dos realidades distantes” de la cual surgía “u n a luz p a rtic u la r.. . la luz de la im agen”, como escribió Bretón en el prim er M anifiesto surrealista.24 E n Les vases communicants (1933), Bretón sostenía: C o m p a ra r dos o b jeto s tan rem o to s c o m o sea p o sib le u n o d e otro, o, por cu a lq u ier otro m é to d o , u b ica rlo s ju n to s d e m an era abrupta y p asm osa, ésa sigu e sien d o la tarea m ás e le v a d a a la q u e p u ed e aspirar la p o e sía ,25

Éste era el m étodo del m ontaje, técnica desarrollada en los nuevos medios de filmación,, utilizando marcos únicos m ás' qué escenas como unidad básica de construcción.20 El m ontaje fílmico perm itía la ráp id a sucesión de imágenes aparentem ente desconectadas, y su lógica interna era radicalm ente diferente de la lógica conceptual, lineal, de los medios impresos tradicionales. P ara B enjam in el p rin ­ cipio del m ontaje aparecía como adecuado precisam ente p a ra su estudio del París del siglo xix. L a experiencia u rb an a se componía de shocks, de fragm entos de collage que bom bardeaban los sen­ tidos: “ningún rostro es surrealista en el grado en que lo es el “ K arl M arx (1 0 4 3 ), citad o en G eorg Lukács, H istoria y consciencia de clase, p. 3. ** E l rechazo d e la id en tid ad , fu n d a m en ta l para A dorno, era tam bién el p royecto surrealista. Gf. B retón: “Q u ién sabe si, entonces, no nos es­ tamos preparando para escapar algú n d ía d el prin cip io de id en tid a d .” (C itad o en M atth ew s, A n In tr o d u c tio n to Surrealism, p p . 105-106.) 24 Bretón, “M anifestó o f Surrealism " (1 9 2 4 ) , M an ifesto es of Surrealism, p. 37.

A ndré B retón, L e s vases c o m m u n ica n ts (P arís: G allim ard, 1955), p. 129. w Los prim eros film es surrealistas fueron de L uis B uñuel y Salvador D alí: U n chien andalou (1 9 2 9 ) y L ’dge d*or (1 9 3 0 ). Los surrealistas tras­ ponían con scien tem en te las técn icas d el film e a la pintura y los m edios literarios.

verdadero rostro de una ciudad”.27 El modo en que los objetos m ateriales transitorios, los más pequeños y aparentem ente insigni­ ficantes fragm entos de la existencia hum ana, aparecían en su Passagenarbeit — las chimeneas, la m oda en las vestimentas, los tortugas llevadas a pasear por las arcadas comerciales— , se asim ilaba “al súbito flash de elementos obsoletos del siglo xix en el surrea­ lismo” .28 Benjam in no sólo utilizó a los sueños, el m aterial surrealista par excellence, en sus escritos.20 Al igual que el precursor del surrealis­ m o / Charles Baudelaire {cuyas obras tradujo), Benjam in experi­ m entó con las drogas transform adoras de la conciencia, básicam ente eFliaschisch, pero, tam bién opio y mescallna. Benjam in, después de leer el Steppenwolf, la novela de H erm ann Hesse de 1927,30 fue impulsado a registrar sus experiencias, tanto durante la influencia de la droga, como posteriorm ente.31 Estos registros de las sesiones, que d atan de 1927 a 1934, fueron encontrados en su testam ento y publicados recientem ente. Ellos revelan que aunque reconocía en la droga un acto liberador, consideraba problem ática su relación con la liberación política: 18 A dorno, “C harakteristik W alter B enjam ins” (1 9 5 0 ), Über W alter B enjam in (Frankfurt am M ain : Suhrkam p V erlag, 1970), p. 23. 29 V éase particularm ente W alter B enjam ín, Einbahnstrasse (1 9 2 8 ), G e ­ sa m m e lte Schriften, 6 vols-, ed. R olf T ied em a n n y H erm ann S ch w ep p en hSuser, vol. i v : l : K le i n e Prosa, ed. T illm a n R exroth (F rankfurt am M ain : Suhrkam p V erlag, 1972), pp. 8 3 -1 4 8 . C f. R o lf T ied em a n n , StucUen zur Philosophie W alter B enjam ins, introd. T h eo d o r W. A dorno (vol. 16 del In stitu t für Sozialforschung, Frankfurt Beitrage zur Soziologie, ed. T h eod or W . A dorno y W alter Dirks) (Frankfurt am M ain , Europaische V erlagsanstalt, 1965), pp. 4 8 -4 9 . Puede apuntarse que aunque A dorno e x ­ presó su acep tación acerca de este aspecto d el m od elo surrealista ( Ü ber W a lter B en jam in , pp. 112-113), prestaba atención a sus propios sueños y dejó en su legado una carpeta de T ra u m p r o to k o lle (registros de sue­ ños). Publicó varios de éstos durante los años d e ex ilio : T h eo d o r W. A dorno, “Tríium e in A m erika: D rei F rotokolle” , A u fba u -R eko nstru h iion [N ueva York], 8, 40 [2 de octubre de 1942]: 17.) 30 W alter [Benjam ín, Haschisch, trad. J. A guirre (M ad rid : T aurus, 1974), p. 74. B enjam in se escribía con H esse y en 1934 le en vió el m anuscrito de Berliner K i n d h e i t u m N eu n zeh n h u n d erl, una colección d e fragm entos de recuerdos infantiles que había escrito dos años antes y q ue trataba repetida pero infructuosam ente de publicar. L a respuesta de H esse fu e favorable, y B enjam in esperaba que éste lo ayudaría a encontrar un editor, pero ello no ocurrió. (C artas de B enjam in a A dorno, 18 d e marzo d e 1934- y 9 de abril de 19¡}4, Frankfurt am M ain, legad o de A dorno.) 31 Ernst B loch participó en varias de estas sesiones, y tam bién una m ujer a la que B enjam in se refiere com o “o ” , que no era G rctcl K arplus A dorno

U n co n c e p to rad ical d e lib erta d n o lo h a h a b id o en E u ro p a d esd e B akunin. L os surrealistas lo t i e n e n . . . P ero ¿ co n sig u en so ld a r esta ex p erien cia d e lib ertad con la otra ex p e r ie n c ia rev o lu cio n a ria, la q u e ten em o s q u e recon ocer, p u esto q u e la te n ía m o s y a : la de. lo c o n s­ tru ctivo, d icta to ria l d e la rev o lu ció n ? ¿ C o n sig u en unir la revu elta a la revolu ción ? G an ar la s fuerzas d e la eb ried a d para la r e v o lu c ió n . E n to m o a e llo gira el su rrealism o en to d o s sus libros y em p resas. D e esta tarea p u ed e decirse q u e es la m ás su ya.512

Las drogas no proporcionaban p o r sí mismas la “ilum inación p ro ­ fana” que B enjam in buscaba: “L a verdadera trascendencia crea­ tiva de la ilum inación religiosa,, . no radica en los narcóticos” : 8B ,. .el m ás a p a sio n a d o e x a m en d el a c to d e fu m a r h a sc h isc h seg u ra m en te no nos enseñ ará ta n to acerca d e l p en sa m ien to (q u e es e m in e n te m e n te nar­ c ó tic o ) c o m o la p rofan a ilu m in a c ió n d el p e n sa m ie n to nos en señ ara acerca d el h asch isch . E l lecto r , la p erson a p e n sa n te, la p erson a q u e agu ard a, el flá n e u r , son otros tan to s e jem p la r e s d e il lu m in a t i c o m o e l fu m a d o r d e o p io, el soñ ad or, el in to x ic a d o , y son p ro fa n a d o res.84 A pesar de todo, “el haschisch, el opio y todo lo dem ás” podían proporcionar “el curso introductorio” a la ilum inación profana,33 y los registros de estas sesiones dejan en claro que las percepcio­ nes inducidas por las drogas no eran insignificantes p a ra el trabajo teórico de Benjam in: Su noción de la relación sujeto-objeto que se ubicaba en el núcleo de su teoría del conocim iento llevaba la m arca de estas sesiones y caracterizaba la particu lar naturaleza, de su empirismo, en el cual la concentración en la apariencia del objeto no resultaba en u n m ero reflejo de lo dado. Bajo la m irada del fum ador de haschisch el objeto se transform aba de m odo que los mismos detalles de su superficie aparecían en configuraciones cam biantes:30 (“la prim era em briaguez aflojaba las cosas y las sino, según Scholem , “ una novia que m ás tarde se su icid aría” . (G ershom Scholem , W a lter B en ja m in : D ie G eschichte einer F re u n dsch a jt [Frankfurt am M ain : Suhrkam p V erlag, 1975], p. 221.) T am b ién estaban presentes dos m édicos am igos de B enjam ín, Ernst J oel y Fritz Fríínkeí, cuyos re* portes de las sesiones están in clu id os en el v o lu m en p u b licad o, Haschisch, N o hay evid en cia acerca d e la p articip ación de A dorno en esta o en cu a l­ quier otra experiencia con drogas. 82 B enjam in, “El surrealism o” (1 9 2 9 ), Im a g in a ció n y s o c ie d a d ( Ilu m in a ­ ciones /) , pp. 57-58. 08 B enjam in, Ü b er Haschisch: Novellistischex, B erich te, M a te rta lie n , ed. T illm an R exroth , introd. H erm ann S ch w eppenháuser (Frankfurt am M ain: Suhrkamp V erlag, 1972), p. 20 2 . [N o figura en la ed ición española.] 84 Ib id ., p. 213. 88 Ib i d ., p. 202. ífl En sus notas B enjam ín se refería a éstas com o Versuchsanordnungen

sacaba, seduciéndolas, de su m undo hab itu al; la segunda las instala muy pronto en uno nuevo.”87 L a experiencia de la droga era especialm ente significativa p a ra la secularizada teoría del “a u ra ” de los objetos de B enjam ín.98 E m anada de la superficie de los fenómenos y revelando su esencia interna, esta a u ra se to rn ab a visible den tro de la “zona de im á­ genes” de las drogas,80 y podía ser reproducida en la tela del artista. “Q uizá n a d a proporcione un concepto tan exacto del au ra auténtica como los cuadros tardíos de V a n G ogh en los que en todas las cosas — así p o d rían describirse dichos cuadros— está tam bién p in ta d a el a u ra .”40 El objetivo de los escritos de Benjam in, en tan to serie de imágenes dialécticas, era c a p tu rar el a u ra tam bién en el m undo escrito.

CRÍTICA DEL SU R R EA LISM O :

LA ATONALIDAD COMO MODELO

Existían dificultades en esta elección de B enjam in del surrealis­ m o como m odelo de la filosofía. L a n aturaleza esencialm ente_estática de sus “imágenes dialécticas” (B enjam ín las designaba como “dialécticas en reposo”41 y hablaba de u n a “m irada de M edusa”)42 ( “com b in acion es d e pru eb a” ) (i bid. , p. 73 y passim), el m ism o térm ino que utilizara A d orn o para describir sus propias con stelacion es filosóficas en su discurso in au gu ral de 1931. E l térm ino era parte d e la teoría del teatro ép ico de Brecht. 1,7 B enjam ín, Haschisch, p. 55. 88 V éa se cap. 4, supra, p. 126. D u ra n te u n a sesión de haschisch en marzo d e 1930, B enjam in desarrolló su teoría c o n unos am igos, d istin gu ién d ola de las por en ton ces populares perspectivas teosóficas (b u d ism o, p an teísm o, b rah m an ism o): “E n prim er lugar, el aura a u tén tica aparece en todas las cosas. N o sólo en algunas, com o las gen tes [los teósofos] im agin an . En segund o lugar, el aura se m o d ifica por entero y a fon d o co n ca d a m o v i­ m ien to que h aga la cosa cuya es el aura. E n tercer lugar, no pu ed e, en m od o algu n o, concebirse el aura a u tén tica com o un sortilegio esp iritu a­ lista relam ido y resp lan d ecien te, que así es com o la reproducen y describen los libros m ísticos vulgares. L o q u e d istin gu e al aura a u tén tica es m ás b ien : el ornam ento, el círculo ornam ental en el q ue está la cosa (o la entid ad ) firm em en te sum ergida tal en u n a fu n d a .” (B en jam in , Haschisch, p. 05.) 80 Ibi d. , p. 86. I b id ., p. 85. 11 W alter B enjam in, “ París, ca p ita l d el siglo x ix ” (1 9 3 5 ), Poesía y ca­ p i t al i s mo (Il umi naciones 2), p. 1 85: “La am b igü ed ad es la m anifestación alegórica de la d ialéctica, la ley de la d ialéctica parada. E sta d eten ció n es utopía. . .” “ A d orn o, “ E in leitu n g zu B enjam ins S ch riften ” (1 9 5 5 ), ü b e r Wa l t e r B e n j a mi n , p . 45.

se transform ó en el foco de la crítica de Adorno jen la década de 1930, que expresaba p a ra él la incorrección en últim a instancia del modelo surrealista.48 Sin em bargo, en los inicios, «n los tem pra­ nos días de Berlín, A dorno no escatim aba su entusiasmo. En un com entario de 1930 a M ahagonny de Brecht, Adorno elogiaba esta “prim era ópera surrealista”44 por su utilización del shock, el es­ cándalo y el m ontaje p a ra construir las wur-imágenes del capita­ lismo”,40 no dentro de la acción dram ática sino tam bién por la m úsica de K u rt W eill,40 A dorno consideraba legitim ada la form a por la representación critica de la fragm entación y decadencia de la realidad burguesa, y sostenía que ésta prom ovía “el desencan­ tam iento del orden c a p ita lista ,. .”47 En 1932, Benjam in podía con­ tar con la reacción positiva de A dorno cuando expresara acerca de su estudio sobre K ierkegaard: "desde los últim os versos de Bre­ tón (la unión libre) nada m e h a aportado tanto a mis particulares dominios como su m ap a m ostrando el cam ino a través de la tierra de la interioridad. . .”4® C om pletando el “derrum be de las formas artísticas burguesas que había com enzado con el expresionismo a comienzos de siglo, los surrealistas estaban com prom etidos en un proyecto que claram ente contaba con las sim patías de Adorno. Pero dentro de las técnicas surrealistas existían ciertos impulsos del m ovim iento y de su adopción de M arx y F reud que eran d i­ rectam ente incom patibles con la concepción de A dorno acerca de su program a de Konigstein. Específicamente, violando su com ­ promiso previo con la desmitificación, el, surrealismo ^afirmaba lo irracional: intencionalm ente en trab a en com plicidad con el en­ cantam iento, y esto se m anifestaba técnicam ente en la inmediatez de la representación en sus obras de arte. Los m ontajes surrea­ listas eran conjuntos azarosos de objetos existentes en su form a inm ediatam ente dada, es decir reificada. Si su yuxtaposición for­ 43 Sus desacuerdos son discutidos en d eta lle lu ego, caps. 9 y 10. 44 T h eod or W . A d orn o, “M ah agon n y” (1 9 3 0 ), M o m e n t s m usicaux: N eugedru ckte A u f s a t z e , 1 9 2 8 bis 1 9 6 2 (Frankfurt am M a in : ed. Suhrkam p, 1964), p. 137. 45 I b i d . , p. 136. 48 I b i d . Gf. “F ortschritt und R eak tion ” (1 9 3 0 ), en ib id . , pp. 157-158. 47 A dorno, “ M ah agon n y ” (1 9 3 0 ), i b i d . , p. 132. V éa se su evaluación del estilo “ casi de m o n ta je” de Berg com o reflejo de la verdadera natura­ leza de la realidad, “ un m u n d o que tolera la co n tin u id a d y la tonalidad sólo com o farsa. ■.” (T h e o d o r W . A dorno, “B erg: Erinnejrung” [1937], G e s a m m e l t e S c h r i f t e n , v o l. 13: D i e m u s i k a l is c h e n M o n o g r a p h i e n , ed. Gretel A dorno y R o lf T ied em a n n [Frankfurt am M a in : Suhrkam p V erlag, 1971], p. 349.) *a Carta de B enjam in a A dorno, 1* de d iciem bre d e 1932 (Frankfurt am Main, legad o de A dorno).

tuita era in terpretada de alguna m anera, ciertam ente no lo era en términos marxistas, es decir, como manifestaciones de la realidad sociohistórica, sino en términos del significado proyectado por el sujeto. Sin embargo, estos mismos significados eran inm ediatam ente reproducidos en el arte surrealista como “u n a fotografía del pen­ sam iento” .40 Siguiendo el principio freudiano de la libre asocia­ ción, el proyecto surrealista era “escribir rápido, sin ningún tem a preconcebido [m ateria]; tan rápido como p a ra no recordar aque­ llo que se está escribiendo ni tentarse a releer aquello que ya se ha escrito” .50 Pero el propio Freud veía en esto tan sólo la m itad del proceso de ilum inación de la verdad. No sólo la imagen del sueño y su asociación, sino la interpretación de esta configuración ele elementos, conectada con las experiencias conscientes del sujeto, eran necesarias p a ra revelar una lógica latente al interior de lo absurdo manifiesto. Gomo escribiera Adorno en un ensayo de 1956, criticando al surrealismo: C u a lq u ier a n a lista c o n o ce c u á n to d o lo r y cu á n ta lu c h a , c u á n ta v o lu n ­ tad req u iere lleg a r a d o m in a r el m aterial [de lo s sueños] in in ten cio n a lm en te exp resa d o q ue ya tom a form a en la situ a ció n a n a lítica en virtud d e esta lu ch a , pero que es m u ch o m ás d ifu so en la [situ ación ] estética d e los surrealistas. E n los escom b ros d e l m u n d o d e l su rrealism o lo en-sí del in co n scien te n o se rev ela .51

El surrealismo “reagrupaba” los elementos del sueño sin liqui­ darlos, y -por lo tanto, sostenía Adorno, sus imágenes eran “feti­ ches — fetiches m ercancías— en los que al mismo tiem po se fijaba la libido”, y p ara los que el verdadero modelo era pornografía.52 En tanto se efectuaban esfuerzos de interpretación, se tratab a sólo de im poner categorías ya hechas, como el complejo de Edipo, m ecánicam ente, desde afuera.63 En un sentido decisivo, entonces, el surrealismo era no dialéc­ tico! (Bretón era un gran adm irador pero un pobre intérprete de Hegel, a quien se refería como el. “inventor” de “la m áquina d ia­ léctica” .)^ El surrealismo fusionaba al sujeto y al objeto en la 40 C ita d o en M a tth e w s, A n I n t r o d u c t i o n to S u r r e a l i s m , p . 8 2 . 80 B retó n , “ M a n ife s tó o f S u rr e a lism ” ( 1 9 2 4 ), M a n i f estoes o f S u r r e a l i s m , p p . 2 9 -3 0 . 51 T h e o d o r W . A d o rn o , “ D e r S u rr e a ltsm u s” (1 9 5 6 ), N o t e n z u r L i t e r a t u r , v o l. 1 (F r a n k fu r t a m M a in , S u h r k a m p V e r la g , 1 9 5 8 ), p. 157. “ I b i d . , p. 161. 10 I b i d J p. 157. M D reton , “ S u rr e a list S itu a tio n o f th e O b jc c t” (1 9 3 5 ), M a n i f estoes of Surrealism ^ p . 2 5 9 .

imagen artística y no ponía de m anifiesto, como intentaba Adorno, los antagonismos que caracterizaban su m ediación m utua. L a fa­ mosa imagen del hom bre cortado en dos por u n a ventana, de Bretón,55 podría en realidad haberse prestado a una interpretación al interior de la constelación del intérieur burgués, pero esta -in­ terpretación era obstaculizada por la inm ediatez de la represen­ tación estética, objetivo explícito de los surrealistas. E n j a concep­ ción de Bretón, el papel del artista como sujeto se reducía a la recepción pasiva "de"imágenes: “ nosotros, que no hicimos esfuerzo algüno por filtrar, que en nuestras obras nos transform am os en simples receptáculos de todos los ecos, modestos instrum entos regis­ tradores. . .”50 El peligro consistía en que su arte no lograría la objetividad m aterialista deseada, sino que proporcionaría el reflejo mágico del m undo de las apariencias. Com o n o tara críticam ente Brecht, los objetos del surrealismo “no vuelven de su extrañam ien­ to” ;57 y al utilizar técnicas surrealistas en su propio teatro épico, insistía en su “refuncionalización” . P ara B recht esto significaba transform arlas en herram ientas dialécticas como m edio p a ra la educación política. P ara Adorno, por supuesto, el criterio externo del efecto sobre la audiencia no redim ía las técnicas, cuya validez debía existir internam ente — “inm anentem ente”— o no existir.158 Para él el problem a era en qué m edida e ra posible la redención si la estructura de los procedim ientos surrealistas estaba tan con­ tam inada por el irracionalismo. Al menos ya en 1934, A dorno era escéptico. E n u n a c a rta a Benjamín, llam a la atención acerca del texto recientem ente p u ­ blicado de Bretón, Les vases com m unicants, que . . .se d ir ig e c o n tr a la in te r p r e t a c ió n p s ic o ló g ic a d e l s u e ñ o

y

la r e m p la z a

p o r u n a c o m p u e s ta p o r im á g e n e s o b je tiv a s , a la q u e p a r e c e a tr ib u ir le e l c a r á c te r d e c la v e h istó r ic a . T o d a la c u e s t ió n e s tá d e m a s ia d o c e r c a d e tu t e m a c o m o p a r a h a c e r n e c e s a r ia q u iz á u n a in v e r s ió n r a d ic a l p r e ­ c is a m e n te e n e l p u n to m á s c e n t r a l.59

El mismo año, Adorno publicaba un ensayo sobre Schónberg00 como ra Bretón, “M an ifiesto of Surrealísm ” (1 9 2 4 ), ibid., p. 21. BB Ibi d., pp. 2 7-28. flí B ertolt Brecht, “N eu e T ech n ik der S ch au sp iel K u n st” (1 9 3 5 -1 9 4 1 ), Gesammel t e We r ke , vol. 15: Schri ften z u m T h e a t e r 1 (F rankfurt am M ain: Suhrkam p V erlag , 1967), p. 364, V éase supra, cap. 2. BB C arta de A dorno a B enjam ín, 6 d e noviem bre de 1934 (Frankfurt am M ain, legado de Adorno). 90 “D er dialektÍ3che K o m p o n ist” , p u b licad o por prim era vez en A r n o l d Schónberg z u m 60. Geburtstag (V ie n a , 13 de septiem bre de 1934), redi-

“compositor dialéctico”, donde describía el m étodo de Schonberg con los mismos térm inos que h ab ía utilizado p a ra definir su propio proyecto filosófico de 1931. E laboraba y hacía explícita la signi­ ficación filosófica que A dorno presentía desde hacía m ucho en el procedim iento composicional de Schonberg. El artículo puede ser leído como la co n tra p artid a de los esfuerzos de B enjam in p ara tra b a ja r con el surrealism o como m odelo p a ra la filosofía m ate­ rialista, dialéctica. Si el artista surrealista intentaba fusionar sujeto y objeto, transform ándose en un m edio pasivo, a través del cual el m aterial del inconsciente se expresaba en la realidad em pírica, si como resultado las imágenes surrealistas eran reificadas y “no dialécticas” , entonces, sostenía Adorno, Schonberg como compo­ sitor no era solam ente el m edio, sino el m ediador activo en un proceso dialéctico entre el artista y su m aterial.01 A dorno escribió que la contribución “ absolutam ente nueva*’/r de Schonberg era que esta relación dialéctica entre artista y m aterial realizaba su “autoconciencia” en un sentido hegeliano.62 Se réfería a la lógica de la construcción técnica de la m úsica. L a técnica m usical funcionaba “como el riguroso lugar de las decisiones en relación a los conte­ nidos musicales” .03 Schonberg, escribió, trabajaba no como un “ciego artesano” ni tam poco con “la arbitrariedad y la elección opcional de un artista subjetivam ente irrestricto” .04 L a composi­ ción emergía, en cam bio, a p a rtir de la contradicción irresuelta en­ tre la libertad subjetiva del com positor y las dem andas objetivas del m aterial, “p a ra expresarlo en el vocabulario filosófico, entre sujeto y objeto — la intención composicional y el m aterial composicio­ nal” .05 U tilizando la term inología benjam iniana de su conferencia inaugural de 1931, describía este procedim iento como “fantasía exacta” .00 E n el surrealism o u n a fantasía anárquica, arbitraria,

tado en T h eo d o r W . A dorno, I m p r o m p t u s : Z w e i t e Folge n eug e d ruck t e r musikalischer Aufsot ze (F rankfurt am M a in : Suhrkam p V erla g , 1969), pp. 39-44. 91 Ibi d. , p, 41. E l rol necesariam en te a ctivo d el com positor y tam bién del m úsico, p recisam en te cu an d o enfrentaban las dem andas d el m aterial, era la cu estión crucial para A dorno. C om o escribió: “E l h u n d im ien to de la su bjetivid ad co n tem p la tiv a en la o e uvr e , y la p articip ación del sujeto en la con stitu ción d e su ob jetiv id a d son una y la m ism a cosa.” (T h eo d o r W . A dorn o, notas sobre Rep r o d u k t i o n s t h e o r i e , 3 vols., in éd ito, Frankfurt am M ain , legad o d e A d orn o, s. f., vol. 1, p. 76.) 62 A dorno, “D er d ialek tisch e K om p on ist” , I m p r o m p t u s , p. 43. 03 E sta afirm ación es de su artículo d e 1935, T h eo d o r W iesengrundA dorno, “E ine G esch ich te der M usikásthetik” , D e r A u f t a k l , 15, 1-2: 18. A dorn o3 “D er d ialek tisch e K om p on ist” , I m p r o m p t u s , p. 41. 03 Ibi d. , p. 42. 8e I bi d. , p. 45.

convergía con la tendencia aparentem ente opuesta de la duplica­ ción de lo dado, intensificando la mistificación más que desencan­ tándola. Pero Schonberg, debemos recordar,67 desarrollaba el m a­ terial hasta el punto de su inversión dialéctica: la tonalidad lle­ vada a sus extremos resultaba en la atonalidad, que dem itificaba la m úsica dem ostrando que las “leyes” tonales no eran naturales ni eternas. En su artículo de 1934, Adorno argum entaba que esta reversión perm itía la reapropiación autoconsciehte de los medios de “producción” musical, precisam ente el objetivo del proyecto m arxista.08 L a positiva evaluación de A dorno respecto de la m úsica de Schonberg jugó un papel determ inante en el alejam iento intelec­ tual de B recht.09 Esto explica por qué no envió u n a copia del a r­ tículo sobre Schonberg a Benjam ín, p a ra sus com entarios,70 pues el artículo apareció en V iena el 13 de septiem bre de 1934 y Benjam ín estuvo con Brecht en D inam arca, desde julio a octubre de ese año. Sin em bargo no hay d u d a alguna acérca de la seriedad con la que consideraba la aplicación potencial de los procedi­ m ientos de Schonberg a su propio proyecto, cuya concepción origi­ nal tan to debía a Benjam ín. El mismo año comenzó un estudio crítico sobre Husserl, su obra principal de la década de 1930. A p a rtir del libro sobre K ierkegaard, A dorno tenía la esperanza de trascender la filosofía burguesa definitivam ente, a través de una crítica dialéctica inm anente del idealismo en ésta, su form a histórica m ás avanzada. Las páginas iniciales del m anuscrito so­ bre Husserl se referían al “carácter de modelo de la lógica musi­ cal”, particularm ente la de Schonberg, por su esfuerzo.71 D e m a87 V éa se cap. 1. 68 “. . .la extrem a rigurosidad, fu n d am en talm en te la consistencia d e la técn ica, en sus últim as instancias se revela com o la extrem a libertad, com o p on ien d o a disposición del hom bre su m úsica q u e com ien za e n el m ito y se atem pera en la reconciliación , co m o la estructura d e aq u ello que se erigía en oposición a él y que al final le p erten ece por el poder d e un m étodo que tom a posesión de esa estructura en tanto le p erten ece por co m p leto ” . (A dorno, “D er dialektisch e K om p on ist" , I m p r o m p t u s , p. 44.) CD V éase cap. 2. 70 E n su carta a B enjam ín del 18 de m arzo d e 1936, se refiere a su artículo com o “ uno que usted no c o n o ce” (A dorno, Üb e r Wa l t e r Be nj a m in , p. 127). 71 El estudio sobre H usserl fu e p u b licad o por prim era vez "en su versión revisada en 1956 com o Z u r M e t a k r i t i k d e r E r k e n n t m s t h e o r i e (ahora en A dorno, GS¡ vol. 5). L a autora consultó el borrador original m ecan o­ grafiado, escrito en 1934-1937 en O xford. El p asaje com p leto es; “ ( nb) se p u ed e com parar el co n cep to d e [Husserl] d el objeto com o realm ente similar a la fu n cion alid a d crom ática de R eger, en com paración con la [funcionalidad] d ia léctica gradual de Schonberg. Q u izá sea perm itido en

ñera significativa, su crítica de la relación sujeto-objeto en Husserl era paralela a su crítica del surrealismo: la inm ediatez de los objetos en tanto “dados”, la pasividad, la arbitrariedad del suje­ to, y la relación esencialmente estática, no dialéctica entre sujeto y objeto.72 E n contraste, A dorno describía como "idea” de su investigación .. .la tarea, al interior de la materia, y por lo tanto sin ningún presu­ puesto acerca del proceso anticipado de su producción, que sería pu­ ramente exterior, de desplegar. . . el momento de producción, es decir, la dialéctica congelada dentro [de la materia]. Este procedimiento es sinó­ nimo de) proceso de descifrar las imágenes dialécticas.73 E n este procedim iento, la relación estructural entre sujeto y objeto era paralela a la de la composición de Schónberg. Adorno ya había defendido el carácter inherentem ente revolucionario de este m é­ todo,74 sosteniendo que la demolición de la tonalidad burguesa de Schónberg, u n a transform ación al interior de la m úsica, im pli­ caba tam bién una reversión de la función externa, social de la música, transform ándola de u n a función ideológica en u n a crí­ tica. Expresó el carácter ejem plar de esta música p a ra la teoría en u n a carta de 1934 a E rnst K renek: E s... la tarea de una verdadera teoría no el esconder y “mediatizar’1 las rupturas de la realidad por medio de formas de pensamiento armo­ niosas, sino precisamente el exponerlas y a través del conocimiento de ellas contribuir a superarlas. Y creo realmente que Schónberg se distin­ gue de otros músicos en que a través de la concepción y resolución de sus antinomias, llega hasta la estructura de la sociedad actual como si fuese la teoría social más progresista.75 Schónberg no sólo había transform ado la función social de la m ú­ sica, de la ideología a la crítica. L a propia estructura de sus comeste punto aludir al carácter m odelo d e la lógica m usical, en la q ue la validez de la m ateria se revela com o in m an en te dentro d el m aterial, y el sujeto com o sim ple órgano ejecu ta n te.” (T h eo d o r W . A dorno, ms. sobre H usscrl, 19 3 4-1937, Frankfurt am M ain , legad o de A dorno, p. 58, cf. p. 122.) 73 En realidad, A dorno efectu ab a la com paración exp lícita con Jugendstil, el contem poráneo estético d e la fen om en ología husserliana (i bid. , pp. 294 jj.). m I bi d. , p. 58. 74 V éase cap. 2. 73 C arta de A dorno a K renek, 7 de octubre de 1934, T h e o d o r W . A d o r n o und^ E r n s t K r e n e k : B r i e f w e c h s e l , ed. W olfgang R o g g e (Frankfurt am M a in : Suhrkam p V erlag, 1974), p. 46.

posiciones proporcionaba la “im agen de una música liberada” ,76 y Adorno llegó a ver en esta im agen la visión utópica de la so­ ciedad. C ontinuaba en su carta a K renek: “¿N o tiene esta música [de Schonberg] algo (quisiera expresarm e cuidadosam ente) de lo que en M arx se llam a ‘asociación de hom bres libres’?”77 A dorno se refería por supuesto a la liberación de los doce tonos de la dom inación del tono dom inante, que lo conducía, no a la a n a r­ quía, sino a la construcción de la hilera dodecatónica, en la que cada nota tenía un papel igualm ente significativo, aunque único, en la totalidad musical,78 análogo a los ciudadanos iguales a u n ­ que no idénticos en la ansiada sociedad sin clases. L a m úsica de Schonberg era no representacional, y por lo tanto la im agen utópica proporcionada era m ás estructural que pictórica o des­ criptiva.70 Sin em bargo,, en este p u n to Adorno estaba a un paso de rom per con el Bilderverbot en relación a delinear la naturaleza de la sociedad posrevolucionaria. Sostener que la correcta estruc­ tu ra de la praxis geistige proporcionaría el m odelo de u n a nueva estructura social era ir m ucho m ás allá de las intenciones de la Ideologiekritik y separaba claram ente el proyecto sobre H usserl de A dorno del trabajo del Instituto de H orkheim er d u ran te la década de 1930. A ún no desilusionado acerca del potencial de las técnicas dodecatónicas de Schonberg,80 A dorno fue radical­ 78 A dorno, “ R eak tion und F ortsch ritt” (1.930), M o m e n t s musicaux, ibtd.¡ p. 100. 77 C arta de A dorno a K ren ek , 7 de octubre d e 1934, A d o r n o u n d K r e nek: Briefwechsel, p. 46. 78 C on la d em olición d e la ton alid ad , "el m aterial se h a v u elto m ás claro y m ás libre, rescatado d e los m íticos confines del núm ero q u e d o m i­ naba las escalas arm ónicas y la arm on ía ton al” . (A d orn o, “ R eak tion und F ortschritt” [1930], M o m e n t s mus i c aux, p. 180.) 711 En 1935 A dorno sugería a B enjam in u n retorno al térm ino anterior de este último^ “ m o d elo ” , com o “ la estructura in m an en te d e la im agen d ia léctica ” , antes que un esfuerzo por interpretar los rasgos no estructura­ les de la su perficie com o siendo en sí una "im agen d ia lé ctic a ” . (C arta de A dorno a B enjam in,- 2 de agosto de 1935, Übe r Wa l t e r B en j a mi n , p. 114.) 80 En la décad a d e 1940, A dorno com enzó a afirm ar q u e la com posición dod ecatón ica se hab ía transform ado en un “ sistem a” form alizado cerrado, retornando a lá id eo lo g ía : “C on seguridad, entre las reglas de las técnicas dodecatónicas no existe una sola que no proced a n ecesariam en te d e la e x p e­ riencia com p osicional, d e la ilu m in ación progresiva d el m aterial natural de la m úsica. Pero esta exp eriencia ha asum ido un carácter defensivo. . . A quello que algu n a vez caracterizara a un oído altam en te p ercep tivo se ha distorsionado en un sistem a fragu ad o en e l q u e la corrección m usical puede ser sup uestam ente m ed id a en abstracto.” (T h eo d o r W . A dorno, Phil osophy of M o d e r n Mu s i c , trad. A n n e M itch ell y W esley V . Blom ster [N ueva York: T h e Seabury Press, 1973], pp . 6 8 -6 9 .)

m ente más allá al trasponer el m étodo de Schonberg al terreno filosófico. Existía un paralelo entre su propio abandono de los prim eros principios filosóficos y el abandono de Schonberg de la dom inación tonal, y tam bién entre su aversión hacia las totali­ dades arm oniosas y la utilización por p arte de Schonberg de la disonancia y la irregularidad rítm ica. Adem ás, el desarrollo de las ideas musicales en Schonberg, que A dorno describía com o “un m ovim iento entré extrem os” 81 com pa­ rable a la “resolución de enigm as” 82 o el “descifrar”,63 era estruc­ tu ralm ente análogo al desarrollo de las ideas filosóficas en A dor­ no. El prototípico ensayo de 1932, “Die Idee der N aturgeschichte” (discutido en detalle en el capítulo 3), desarrolla su análisis desde la p arad ó jica constelación cuyos extrem os eran “historia” y “n a ­ turaleza” . N o forzaríam os dem asiado la analogía si argum entá­ ram os que la estructura de este ensayo guardaba una clara corres­ pondencia con las reglas de la composición dodecatónica, p o r ej., /] la afirm ación de la hilera tonal: “toda historia es natu ral” (y por tan to transitoria); 2] retrógrado, o reversión de la hilera: “to d a naturaleza es histórica” (y por tanto socialm ente produci­ da); 3] inversión de la h ile ra; “la historia real no es histórica” (sino p u ra reproducción de la segunda naturaleza); y 4] inversión retró­ grada: “la segunda n aturaleza es no n a tu ra l” (porque reniega de la transitoriedad histórica de la naturaleza). Siguiendo un proce­ dim iento sim ilar en su estudio sobre Husserl, A dorno desenm a­ ra ñ a la “constelación p aradójica” de racionalism o y empirismo en la fenom enología,84 dem ostrando cómo cada uno de estos ex­ trem os tiende a negarse a sí mismo (inversión) al mismo tiem po que converge con el otro (reversión). Y si A dorno desarrollaba sus ideas filosóficas del mismo m odo en que Schonberg desarrollaba sus ideas musicales, y si cad a uno de sus ensayos se construía a p a rtir de todas las perm utaciones posibles de los polos opuestos,85 m ostrando la identidad de las contradicciones (la historia es na* 81 A dorno, “D er d ialek tisch e K o m p o n ist” ( 1 9 3 4 ) , I m p r o m p t u s } p. 39. 83 I bi d. , p. 42. 83 C arta de A dorno a K renek, 30 de septiem bre de 1932, A do r n o u nd K r e n e k : Brief wechsel, p. 38. 84 A dorno, ms. sobre H usserl, 1 9 3 4 -1 9 3 7 , p . 7. 85 Gf. Sch onberg: “E n el C on trap u n to, no es cuestión d e la com b in a­ ción en sí (es decir, n o es un fin en sí m ism o) sino d e la m u ltifa cética presentación d e la id ea. El tem a está construido d e tal m od o que ya co n ­ tiene en sí m ism o estas varias figuras, a través de los cu ales la m u ltifa cética presentación [Darstellung] d e la idea, se h ace p osib le.” (A rn old S ch on ­ berg, citad o en A lian Janik y S tep h en T o u lm in , Wi t t g e n s t e i n’s Vienna. [N u eva Y ork: Sim ón and Schuster, 1973], p. 108.)

tural) y la contradicción de las identidades (la historia es no histórica), entonces tam bién era cierto que en su decisión de no perm itir que ninguno de los aspectos de la p aradoja dom inara, la estructura de sus ensayos puede ser leída como u n a mimesis de una estructura social libre de dom inación. ¿Es quizá éste ei m om ento positivo oculto en la “dialéctica ne­ gativa” de Adorno? E n cad a ensayo, precisam ente a causa de su incesante negatividad, ¿es éste quizá el emblem)a utópico, la secreta afirm ación? Al menos es indiscutible la significación p ara Adorno de un procedim iento cognoscitivo correcto entendido como una estructura o “m odelo” que puede ser traducido a modos diferentes y dom inios diferentes del discurso intelectual. D e allí, por ejem ­ plo, que pudiese ver paralelism os entre la estructura de la com­ posición de Schónberg y el procedim iento analítico freudiano.86 O que pudiera discernir ecos de Schónberg en la estructura de los escritos de B enjam in: A s í c o m o la n u e v a m ú s ic a , e n su in f le x ib le r e p r e s e n ta c ió n n o to le r a “ e j e ­ c u c ió n ” a lg u n a , n in g u n a d is tin c ió n e n tr e e l te m a y su d e sa r r o llo , s in o q u e c a d a p e n s a m ie n to m u s ic a l, e n r e a lid a d c a d a to n o , e stá ig u a lm e n t e c e r c a d e l c e n tr o , a sí la f i lo s o f ía d e B e n ja m in e s ig u a lm e n t e " a te m á t ic a ’\ «

T h eo d o r W iesen gru n d -A d orn o, “Z ur g esellsch aftlich en L a g e der M u ­ sik”, parte i, Zeit schri ft für Sozialforschung, 1, 1 /2 (1 9 3 2 ): 1U9-110. L a relación estructural entre el psicoanálisis d e Freud y el jocioan álisis de A dorno resultaba clara, au n q u e este ú ltim o, al considerar la realidad e x ­ terna m ás que el d om in io in tern o d e los fenóm enos psíquicos, se ubicaba en la dirección opuesta. A m bos se centraban en los pequeños y aparentem en­ te in significantes d etalles, q ue A dorno, siguiendo la fórm ula de Freud, d en o­ m inaba “ el rechazo al m u n d o de las apariencias1’ (A b h u b der Erschein.' ungswelt . A m bos buscaban las rupturas, las brechas lógicas en las apa­ riencias, com o el lugar d on d e la verdad aparecía en form a de configura­ ciones inintencionales. A m bos resolvían los enigm as de estas configura­ ciones reconstruyendo la ló g ica interna que gobernaba su paradójica apa­ riencia. R eifica cíó n e id eo lo g ía distorsionaban el m u n d o exterior, así com o la represión y la racion alización distorsionaban el m u n d o interno. En am ­ bos casos, el co n ocim ien to en tan to proceso de descubrim iento es en sí m ism o u n acto d e lib eración , y en am bos casos el m od elo d e este proceso era un a exp eriencia d ia léctica , y no un ord en am ien to lógico o un mero reflejo d e lo “d ad o'1. 87 A dorno, “E in leitu n g’ zu B enjam ins ‘Schriften’ ’1 (1 9 5 5 ), Über Wal ter Benj ami n, p. 46. S in em bargo, au n q u e esta lim ita d a com paración tenía validez, en realidad e l m o d o de pensar de B enjam in ten ía m uy poco en com ú n con el de la m úsica, cuyos principios estructurales apenas com ­ prendía. E n caso d e apreciar algo schdnbergiano, seria (previsiblem ente) el Wo z z e c k de A lban Berg, cu ya m ú sica ten ía u n a cu alid ad estática, y que había sido an u n ciad a com o la prim era ópera “surrealista” . (T h eod or W . A dorno, “Berg: E rin n eru n gen ” [1937], G S 13, p. 342 .)

La noción de equivalencia entre diferentes modos de experiencia — entre, filosofía e imagen en Benjamín, filosofía y música p ara A dorno— no era nueva. En la historia literaria tenía un claro precedente en la teoría de las correspondencias de Baudelaire, en sí la secularización de una vieja concepción mística (Gematria en la tradición ca b alístic a /8 con la cual Benjamín, al menos, estaba en contacto a través de las discusiones con su amigo Gershom Scholem). Sin embargo, lo nuevo en ello era el descubrimiento de tales equivalencias entre ía experiencia estética y el m ateria­ lismo dialéctico, que al menos en su form a m arxista ortodoxa (no hegeliana) adhería estrictam ente al paradigm a de la ciencia b u r­ guesa que se auto-oponía irreconciliablem ente al arte, y al que A dorno y H orkheim er atacarían tan devastadoram ente más tarde en Dialektik der A ufklarung .80 M ientras que en el paradigm a cien­ tífico la dialéctica era vista como una ley objetiva de la historia y la naturaleza, que podía ser conocida y descrita por el sujeto sepa­ rado de un m odo totalm ente no dialéctico, el paradigm a estético se basaba en u n a relación sujeto-objeto en sí m ism a dialéctica. Al mismo tiempo, evitaba la representación m etafísica y especulativa en la que Hegel había expresado su filosofía, y dism inuía la poten­ cialidad de sintetizar antagonismos tanto entre realidad y pensa­ m iento como al interior de cada uno de ellos: el arte surrealista y la m úsica de Schonberg expresaban negativam ente las contradiccio­ nes, sin resolverlas en totalidades armoniosas. Basar la ..filosofía en la experiencia estética, así entendida^ era recuperar aquello, que se había perdido con la preem inencia ideo­ lógica del. sujeto en la filosofía burguesa, tan to en la form a racio­ nal de la Ilustración como en su form a irracional-rom ántica. En esta nueva form a de “dialéctica negativa”, el sujeto m antenía contacto con el objeto sin apropiárselo. El pensador reflexionaba acerca de una realidad sensorial y no idéntica, no p a ra dom inarla, no para destrozarla y llenar el lecho de Procusto de las categorías mentales, ni p a ra liquidar su particularidad haciéndola desapare­ 89 Ge mat r i a |era un m étod o gn óstico que estab lecía eq u ivalen cias entre sistemáis no id eacion ales: las letras p od ían ser transform adas en núm eros y, conversam ente, los núm eros en palabras. A diferencia de la ló g ica aris­ totélica tradicional, este p roced im ien to p erm itía dem ostrar iden tid ad es entre los fenóm enos sin elim inar su particularidad y diferencia, (V éa se G ershom Scholem , M a j o r Treti ds in Jewish Mys t i ci s m [N ueva York: Schockcn Books} 1967], p. 223.) SD M ax H orkheim er y T h eo d o r W . A dorno, Dialekt ik d e r Aufklarung (A m stcrdam : Q u erid o V erlag, 1947).

cer bajo conceptos abstractos. El pensador, en cambio, al igual que el artista, procedían m im éticam ente, y en el proceso de im itar la m ateria la transform aban, de tal m odo que pudiera ser leída como expresión m onadológica de la verdad social. En esta filosofía, así como en las obras de arte, la form a no era indiferente al contenido — de allí la significación central""de la re p re se n ta c ió n (Darstéllung), la m an era de la expresión filosófica. L a propia creación estética no era invención subjetiva, era el descubrim iento objetivo de lo nuevo dentro de lo dado, inm anentem ente, a través de un reagrupam iento de sus elementos.90 E n este m odelo congnoscitivo estaba im plícita u n a transform a­ ción de la idea de conocim iento. Y a no era u n a búsqueda de leyes causales que hicieran posible la m anipulación y predicción del futuro. Conocim iento ah o ra quería decir “ver” , u n a suerte de revelación secular (la influencia de Husserl y de la teología era clara en este punto) por m edio de la interpretación crítica. En la línea de la distinción k an tian a de la tercera crítica, este tipo de conocim iento no era inform ación em pírica que se poseía, sino juicio que proporcionaba capacidad de acción. D urante toda su vida A dorno insistió en el paralelism o entre experiencia filosófica y experiencia estética. Su principal trabajo sobre estética, publicado postum am ente,01 hacía continuas referen­ cias a las similitudes entre el arte y la teoría. Negative D ialcktik, su obra filosófica m adura, ap u n tab a explícitam ente las analogías entre pensam iento crítico y composición musical®2 Existe en su legado el m anuscrito de un estudio donde com para el desarrollo del “concepto” en la lógica hegeliana con el desarrollo composicional de Ja.'írmsica de Beethoven (aunque en tanto contem porá­ neos, Hegel y Beethoven nunca percibieran por sí mismos la co­ nexión).03 Sin embarjgo, sería erróneo concluir que en la filosofía de A dor­ no teoría "y arte eran la m ism a cosa. Desde el comienzo y reite00 “El sentido m u sical es lo nuevo — algo que n o pu ed e ser retrotraído ni subsum ido sino que surge d e la con figu ración d e lo con ocid o, si el que escucha vien e ten su auxilio. E sto n u evo n o es a lgo m aterial — no es cosa— sino la interrelación fu n cion al de los elem en tos m u sicales d ad os.” (T h eo d o r W. A dorno, “ L isten in g H ab its: A n A nalysís o f L ikes and D islik es in L ig h t Popular M u sic”, en “C urrent o f M u sic: E lem en ls o f a R ad io T h co ry ” , m anuscrito in éd ito, 1939, Frankfurt am M ain , legad o d e A dorno, p. 52.) 81 T h e o d o r W . A dorno, T e o r í a estéticat trad. F. R iaza (M a d rid : T a u rus, 1971). , 93 T h eod or W . A dorno, N e g a t i v e Di al e kt i k, G e s a m m e l t e Schri ften, vol. 6, ed. R o lf T ied em a n n (F rankfurt am M a in : Suhrkam p Verlag¿ 1973) [Dialéctica negat i va, trad. J. M . R ip a ld a (M a d rid , T aurus, 1975).] 03 E l estudio será publicado com o vo l. 21 d e las Ge s a mmel t e Schriften.

radaniente insistió en que a pesar de converger en su “contenido de verdad” , eran sin em bargo no idénticos. E n su conferencia inau­ gural de 1931 insistía: i . .sería m ejo r liq u id a r d ir e cta m e n te a la filo so fía d e m an era c o n c lu ­ y en te y d iso lv erla en la s d isc ip lin a s p a rticu lares, q u e ir en su a u x ilio con u n id e a l p o é tic o q u e n o sig n ific a n a d a m ás que u n a pob re cobertura o rn a m en ta l para u n p en sa m ie n to fa lso .04

Su estudio sobre K ierkegaard. (1933) afirm aba: “Incluso con una perspectiva de convergencia final entre arte y filosofía, toda estetización del procedim iento filosófico debe ser evitada.” 1*5 Y en N egative D ialektik (1966) escribió: “U n a filosofía que imitase al arte, que aspirara a definirse como obra de arte, se elim inaría a sí m ism a.”08 Q uizá la expresión m ás clara de su posición se p lanteaba en u n a carta de 1935 a su amigo E rnst K renek. A quí A dorno criticaba lo que llam aba el intento “ idealista” de K renek por descubrir el carácter cognoscitivo del arte a través de “la relativización de la diferencia entre arte y ciencia (W issenschaft)” ,0T L a división entre ambos, p roducida históricam ente, era u n a “necesidad histórica”98 que no podía ser suprim ida. L a ciencia no debía ser “estetizada” ni el arte debía ser hecho científico. En cambio, sostenía dialéctica­ m ente A dorno, era precisam ente en tanto actividades separadas, am bas verdaderas en sus propias particularidades, que am bas convergían.00 E n tanto “experiencias” subjetivas del objeto, arte, ciencia y filosofía tenían u n a estructura dialéctica sim ilar. Sin em bargo, en tan to procesos cognitivos, cada uno era distinto. Gom o escribió en o tra p a rte : “ . . . es lo m ás irreconciliable aquello que parece sem ejante”.100 El valor cognoscitivo del arte, que por M T h eo d o r W . A dorno, “D ie A k tu alitát der P h ilosop h ie” (1 9 3 1 ), G¿s a mm e l t e Schri ften, vol. 1: Frühe phil osophi sche Schri ften, ed. R o lf T ie ­ d em an n (F ran k fu rt am M a in : Suhrkam p V erla g , 1973), p. 332. BB T h eo d o r W . A dorno, K i e rk e g a a r d : K o n s t r uk t i on des Aesthet ischen: M i t z w e i Beil agen, 3 ’ ed. am p lia d a (F rankfurt am M a in : Suhrkam p V crlag, 1966), pp. 2 7 -2 8 . M A d orn o, D i a l é c t i c a ne g a t i v a , p, 23. 97 C arta d e A dorno a K ren ek , 26 d e m ayo d e 1935, A d o r n o u n d K r e ­ nek: Bri ef wechs el , pp. 8 5 -8 6 . 88 Ibi d. , p . 85. ” I b i d . : “ L a E stética T ra scen d en ta l de la Crit ica de la razón p ura d e K a n t es m ás arte q u e las cosas estéticas presentadas su b jetivam en te por S ch open h au er, K ierk egaard o N ietzsch e, que por redim ir el m om ento su b jetivo recaen en un filosofar reifica d o .” 100 T h eo d o r W . A d orn o, “ C aracterización de W alter B en jam in ” (1 9 5 0 ), Crí t i ca cult ural y s o c i ed a d , p. 116.

definición era lo otro de la realidad dada, dependía de la adecua­ ción de la form a estética al contenido o idea que expresaba; el valor de la ciencia que enfocaba directam ente a la realidad de­ pendía de la adecuación de los conceptos teóricos utilizados para describir sus objetos.101 L a filosofía era “u n a tercera cosa” .102 Su tarea era decir la verdad, y lo hacía a través de la interpretación crítica del arte y de la ciencia, m ostrando cóijno su adecuación dem ostraba la inadecuación de la realidad.108 A dorno creía que B enjam ín fom entaba el colapso entre los. modos-cognoscitivos. Esta cuésdóh éTtábá en el"ñuclB0' de'Sü disputa intelectual du ran te la década de 1930, que es discutida en los próximos capítulos y que en este pu n to nos a p arta de nuestra his­ toria. Podemos sim plem ente a p u n ta r aquí que parte del problem a está im plícita, en J a . elección d ^ como mo5elp_,filosó­ fico por parte de Benjam ín. El surrealismo fusionaba ciencia y arte^ elim inando’aquello que los h acía diferentes (teoría y concepto en ciencia, lógica de la form a en el arte), -y Benjam ín tra tab a de fu ­ sionar arte y filosofía casi del mismo modo. AdornoTescribió: L a in t e n c ió n d e B e n ja m ín e ra r e n u n c ia r a to d a in te r p r e ta c ió n m a n ifie s ta y h a c e r q u e la s s ig n ific a c io n e s se im p u s ie r a n s im p le m e n t e p o r e l m o n t a g e c o n tr a s ta d o d e l m a te r ia l. L a f ilo s o f ía te n ía q u e r e c o g e r e l s u p e r r e a ­ lis m o h a s ta h a c e r s e s u p e r r e a lis ta .104

El resultado era que la obra de .Benjam ín perdía la negatividad crítica "que, según Adorno, otorgaba valor de verdad a su inter, prefación "filosófica” y ''retrocedía Tíacia "uria téología positiva, que su opción por el surrealism o como m odelo h ab ía precisam ente intentado superar. En el sentido criticado p o r Adorno, la estética surrealista era en realidad aún menos adecuada que el rom anticism o de Schlegel y Novalis, quienes insistían en que el contenido de verdad del arte no em ergía hasta que era críticam ente interpretado. L a música como m odelo no planteaba los mismos problem as. Su m odalidad era distinta de la de la im agen artística.105 Esta últim a conden­ 101 C arta de A dorno a K renek, 26 d e m ayo d e 1935, A d o r n o u n d K r e ­ nek: Briefwechsel, p. 06. 102 A dorno, “T h esen über d ie Sprache des P h ilosop h en ” , GS 1, p. 369. ,ca Ibi d., pp. 3 6 6 -367 . 104 A dorno, “ C aracterización d e W alter B en jam ín ” (1 9 5 0 ), Crítica cul­ tural y soci edad, p. 127. 108 En la d écad a d e 1960 A dorno dio u n a co n feren cia acerca de la relación entre m úsica y pin tu ra que argum entaba, de m odo previsible, que precisa y ú n icam en te por su d istin ción y d iferencia podían convergir estos dos m odos estéticos. (T h eo d o r W . A dorno, “ Ü ber ein ige R elationen

saba el m aterial, m ientras que la música lo desenm arañaba. En la música, los elementos contradictorios convergían, sobreimpuestos en1 un plano, pero la m úsica los articulaba extrapolándolos y extendiéndolos en el tiem po.106 Además, m ientras la imagen a r­ tística existía ya hecha, la música debía ser reproducida, tra d u ­ cida del texto escrito al sonido, y esto significaba que debía ser pensada, interpretada p a ra poder existir.107 El hecho de que la existencia mism a de la música necesitara su interpretación crítica, de que en la ejecución o reproducción (no mecánica) de la m úsica los dos m omentos de la creación y la inter­ pretación se unían, m ientras que la apariencia inm ediata de la imagen artística y su interpretación eran actividades separadas y autosuficierítes, transform aba a la música en un m odo m ás análogo a la concepción de la filosofía en Adorno. E ncontraba que su propia experiencia de producir música era prototípica de la experiencia cognoscitiva en general.108 L a lim itación de la m úsica como m o­ delo sin em bargo estaba en otra parte. El m edio de la filosofía era el lenguaje, y su práctica “la crítica del lenguaje” .10® Al igual que el lenguaje, 'lá música se com ponía de “la sucesión tem poral de sonidos articulados que son algo más que meros sonidos” y “la sucesión de sonido está referida a la lógica: puede ser correcta o incorrecta” .110 P e ro c o m o el “lenguaje” m usical carece de con­ ceptos, su procedim iento interpretativo.era diferente: “In te rp re ­ ta r el lenguaje significa entender el lenguaje, interpretar a la m ú ­ sica significa hacer m úsica.”111 En el prim er caso, el análisis con­ ceptual era; crucial, en el segundo, la imitación, o la representación iniinética.112 zw ischen Musik. und M aleret” , A n m e r k u n g e n z u r Z e i t , vol. 12: D i e K u n s t u n d d i e K ü n s t e [Berlín: A kadem ie der K íinste, 1967], pp. 5-23.) 1M Por supuesto, las arm onías verticales proporcionaban un m om ento . d e sim ultaneidad en la m úsica, pero sus significados eran d ialécticam en te depend ientes d el desarrollo horizontal d el m aterial tem ático. 107 “ Los textos m usicales no pued en ser adecu ad am en te leídos sin in ­ terpretación.” (T h eo d o r W . A dorno, n otas sobre R e p r o d u k t i o n s t h e o r i e } vol. 1, p. 2.) 1(18 T rabajó durante toda su vida en una teoría sobre la reproducción m usical porque consideraba q ue los problem as de la interpretación y e je ­ cución de la m úsica eran tam bién de im portancia central para la filosofía. (V ía s e ib id .) 300 A dorno, “T h esen über d ie Sprache des P h ilosop h en ” (s. f.), G S 1, p. 369. T heodor W. A dorno, "Fragm ent über M usik und Sprach e” (1 9 5 6 -

111 I b i d . ,

p. 12.

1957), Q u a s i u n a f a n ta s ía : M u s i k a l is c h e S c h r i f t e n I I (Frankfurt am M a in : Suhrkam p V erlag, 1963), p. 9. U3 I b i d . £.n otra parte, A dorno escribió que incluso si la m ú sica carecía

Los modelos estéticos, m úsica o im agen artística, no podían cargar con todo el peso de la práctica filosófica. Criticando la sobrestimación de B enjam in respecto del poder ilum trfádór de las “imágenes dialécticas”, escribió A dorno eri 1966: Y en verdad ninguna filosofía, ni siquiera un empirismo extremado, puede traer de los pelos a los facta bruta, presentándolos como casos de anatomía o experimentos físicos; ninguna puede hacer collages, en los textos, por más fascinadoramente que se lo simule cierta pintura.118 L a estética proporcionaba un correctivo p a ra el racionalism o positi­ vista y seudocientífico que violentaba al objeto consumiéndolo dentro de un esquem a conceptual reificado. Pero la interpretación filosófica no podía ir m ás allá de la apariencia inm ediata de la realidad sin la teoría y los conceptos desarrollados p o r las cien­ cias, específicam ente por la sociología m arxista y la psicología freudiana. C iencia y arte, concepto e imagen, análisis y expre­ sión, form aban los dos polos de la actividad filosófica. L a filosofía no superaba sus diferencias en u n a falsa síntesis. E n cambio, existía al interior de la tensión entre ambos y to rn ab a fructífera esta tensión p a ra poder decir la verdad sobre el m undo.

de conceptos, su interpretación n ecesitab a d el análisis tanto com o de la m im esis, lo cual significaba que su afin id ad con la filosofía era aún mayor. (A dorno, notas sobre R e p r o d u k t i o n s t h e o r i e , vo l. 2, pp. 49 íí.)

118 A d o r n o ,

D i a l é c t i c a n e g a t i v a , p . 19.

PARTE 1 : LAS C U E ST IO N E S

EMIGRACIÓN

Al com enzar el libro de A dorno sobre K ierkegaard, W alter Ben­ jam in escribió: ...hay

m u c h o c o n t e n id o e n p o c o e s p a c io . M u y p o s ib le m e n te lo s lib r o s

p o s te r io r e s d e l a u to r su r g ir á n d e é ste . E n cualqu ier^ c a so , p e r t e n e c e a a q u e ­ l la c la s e d e o b r a s p r im e r a s s in g u la r e s e n la s q u e , a p a r tir d e l c a p u llo d e l a c r itic a , e m e r g e u n p e n s a m ie n t o a la d o .1

B enjam in estaba en lo justo al presentir el carácter seminal del es­ tudio. Pero su sugestión acerca de un desarrollo literario orgánico y sin rupturas resultaba indefendiblem ente optim ista. Y a h ab ía com enzado la fru stran te experiencia de la em igración intelectual. El libro sobre K ierkegaard fue publicado el 30 de enero de 1933, fecha en que H itler tom ó el poder. El com entario de Benjam in apareció en la Vossische Z eitung el 2 de abril, u n día después de que se anu n ciara el boicot contra los judíos. El propio Ben­ jam in ya estaba en suelo extranjero, pues h ab ía em igrado a París a m ediados de m arzo. El Instituto de F ran k fu rt p a ra la Inves­ tigación Social, que h ab ía sido explícitam ente m arxista desde su fundación, h ab ía sido forzado a cerrar sus puertas inm ediatam ente después que H orkheim er y el equipo del Instituto huyeran hacia G inebra p o r razones de seguridad.2 El puesto de profesor de A dor­ no no fue renovado p a ra el semestre de verano. Perdió oficialm en­ te su venia legendi (perm iso p a ra enseñar) el 11 de septiem bre, fecha en que cum plía sus 30 años, y no por su teoría m aterialista dialéctica,8 sino a causa de su apellido. E n la prim avera 1 W alter B en jam ín , G e s a m m e l t e Schri ften, G vols,, ed . R o lf T ied em a n n y H erm ann S ch w ep p en h áu ser, vol. iii: K r i t i k e n u n d Rezensi onen, ed . H elia T ied em an n -B artels (F ran k fu rt am M a in : Suhrkam p V erlag, 1972), p. 38 3 . “ M artin Jay, T h e Di a l e c t i c a l I m a g i n a t i o n : A Hi st ory of the Frankfurt School a n d the I n s t i t u t e of Soci al Res e a r ch, 1 9 2 3 - 1 9 5 0 (B o sto n : L ittle , B row n, 1973), p. 2 9 . 8 En su n ota a la ed ició n d e 1 966 d el estu d io sobre K ierkegaard, A dorno escribió q u e a pesar d e la in ten ció n crítica d e l libro, éste n o fu e censurado por los nazis y co n tin u ó v en d ién d o se después q u e su autor hu b iera em igrad o:

de 1934 emigró a In g laterra con su apellido judío.4 Adorno des­ cribió el período en u n a reveladora carta a K reríek: Los acontecimientos de Alemania, que seguí en su . mayor parte desde Berlín, U n t e r d e n L i n d e n , al principio me dejaron mudo y me hicieron retornar totalmente a mis propios asuntas... Luego en Berlín me puse en contacto con la Vossi sche Z e i t u n g a través de Gubler,5 sobre cuyo extraño destino seguramente tu habrás oído más que yo, que njo lo veo desde enero. Escribí mucho para el diario, la mayor parte de. lo cual no fue publicado, incluyendo algunas cosas, en mi opinión, realmente importantes; tenía la esperanza de conseguir el puesto de crítico [musical], pero la muerte del diario se llevó consigo esta esperanza,8 cosa que creo afortunada, aunque yo me aferraba desesperadamente a esta posibilidad, porque intentaba que­ darme en Alemania a t o d a cost a [subrayado de la autora]. Pero luego, cuando fue completamente imposible, y cuando se me cerraba una posi­ bilidad tras otra, incluyendo las más modestas —ni siquiera se me permitió impartir lecciones de música a personas “no arias”—, decidí partir a pesar de todo, y me las arreglé para llegar a Londres en la primavera.7 Sin em bargo la em igración de A dorno difícilm ente puede ser con­ siderada como u n a huida. H asta 1930 todavía era libre p ara viajar y visitar frecuentem ente a su fam ilia en F ran k fu rt y a su fu tu ra es­ posa G retel K arplus en Berlín. E n la misma carta com entaba: .. .(incidentalmente, podría haber sido perfectamente capaz de sostenerme financieramente en Alemania, y t a m p o c o hubiera t e n i do ob j e c i on e s pol í t i “ E llo habla, quizá, d e la estupidez d e los censores. En particular, la crítica de la on tología existen cial que con ten ía, p o d ía ya h ab er alcanzado a la o p o ­ sición in telectual de A lem an ia.” (T h e o d o r W . A dorno, K i e r k e g a a r d: K o n s t rukti on des Aest het i schen [1 9 3 3 ]: M i t z w e i Beilagen, 3* ed ., am pliada, [Frankfurt am M ain : Suhrkam p V erla g , 1966], p. 321.) Pero el libro no era un tratado revolucionario. E sp ecíficam ente, A dorno no in ten tab a criticar el enfoque d e K ierkegaard basado en el in d ivid u o, ni favorecía en contraste un con cep to d e sujeto colectivo y revolucionario. En realidad, A dorno m an te­ nía el énfasis d e K ierkegaard en el in d iv id u o , aunque criticaba tajantem ente a este últim o por no reconocer la relación d ialéctica entre in d ivid u o y so­ cied ad. 4 Es decir, su ap ellid o p atern o, W iesengrund, que utilizó (W iesengrundA dorno) hasta llegar a los E stados U n id o s en 1938. . B F riedrich T . G ubler, anterior editor del feuilleton d el Frankfurter Z e i­ tung, transferido al Vossische Z e i t u n g en 1933. 6 El Vossische Z e it un g era el diario m ás an tigu o y prestigioso de Berlín A unque era p ropiedad de la conservadora em presa U llstein , “ la tía V osse” , com o se lo con ocía, m an tu vo su orien tación liberal hasta q ue fue obligado a cerrar en 1934. T C arta de A dorno a K ren ek , ? d e octubre d e 1934. T h e o d o r W, A d o r no u n d Ernst K r e n e k : Briefwechsel, ed. W o lgan g R ogge (Frankfurt am M ain: Suhrkam p V erlag, 1974), p. 43.

cas [subrayado d e la autora], só lo q ue to d a p o sib ilid a d d e e fe c tiv id a d m e h ubiese sid o ex clu id a , in clu so la d e que [m i m úsica] fu ese eje c u ta d a , y por eso m e fui; paso m is v a ca cio n es en casa o en el sur [Italia]).®

L a despreocupación de Adorno, su confusión respecto del peligro potencial, y su deseo de perm anecer en A lem ania bajo el régim en de H itler, parecen notables mirados retrospectivam ente. C ierta­ m ente, su círculo de amigos era menos ciego en relación a la rea­ lidad de la situación. H orkheim er había planeado con anticipa­ ción la salida de Alem ania del equipo y los fondos del Instituto.0 C laram ente, tam bién le aconsejó partir a Adorno, y le prom etió apoyo financiero de la revista del Instituto.10 N o sólo Benjam ín, sino tam bién K racauer, Bloch, y Brecht abandonaron Berlín antes de abril dé 1933.11 Benjam in escribió a Scholem en m arzo que se había vuelto “casi imposible respirar” en Berlín.12 No sólo era imposible trabajar, sino que la am enaza a la vida era ya m uy real. Benjam in escribió a Scholem el 20 de marzo de 1933: Sin d u d a hay n u m erosos casos en q u e la g en te ha sid o sacad a d e la cam a y g o lp e a d a o asesin ad a. Q u izá a ú n m á s im p o rta n te, p ero m ás d ifíc il d e e x ­ p on er, es la suerte d e los prisioneros. C ircu lan los m ás h orrib les ru m ores.18

¿P or qué A dorno no había tenido miedo de perm anecer, es más, por qué quería hacerlo “a toda costa?” Q uizá gran parte de la respuesta radique en su juventud y su autoestim a. No habiéndose nunca identificado con la herencia judaica de su padre o con ninguna organización política m arxista, estaba preocupado sólo por su propia carrera intelectual, acerca de cuyo brillante poten­ cial no tenía dudas. Adorno se veía a sí mismo como un artista y un filósofo, y todavía soñaba con el éxito como compositor m usical.14 No es sorprendente que, una vez aceptada la necesi9 Ibi d., p. .44. 0 Jay. T h e Dialect ical I ma gi nat i on, pp. 29-30. 10 B enjam in le escribió a G retel K arplus a Berlín, el 15 de abril de 1933, que h abía oído que H orkheim er en G inebra quería con ocer el desarrollo de los proyectos de A dorno y que le aseguraba que la revista del Instituto continuaría publicándose. B enjam in con tin u ab a: “D ebes decirle que M ax pregunta por él con cierta preocnpación en la carta m en cio n a d a .” (W alter B enjam in, Briefe, 2 vols., ed. Gershom Scholem y T h eod or W . A dorno [Frankfurt am M ain: Suhrkam p V erlag, 1966], vol. 2, p. 569.) n B enjam ín, carta a G ershom Scholem , 20 de marzo de 1933, en ibid., p. 567. Ibid., p. 562. 13 i bi d. , p. 566. 11 En aquel m om ento estaba trabajando en una ópera basada en T o m Satvyer de M ark T w ain . Escribió a K renek el 7 de octubre de 1934: •‘E m ­ p leé todo el verano y el otoñ o d el 33 en com pletar el texto de T o m Sawyer,

dad de em igrar, su prim era opción fuera volver a Viena. En su carta a K renek explicaba: T a m b ié n q u e r ía d e c ir te q u e n a tu r a lm e n t e m e e s fo r c é p o r tr a n sfe rir m i Habilitation a V ie n a ; p e r o n o tu v e é x it o , p o r q u e e l se ñ o r G o m p e r z ,155 q u e m a n e ja b a el a s u n to , e n r e a lid a d e n c o n tr a b a q u e e n m i lib r o so b r e K ie r k e ­ g aard s ó lo la s c ita s e r a n in te r e s a n te s , l o q u e n o p u e d e c o n sid e r a r s e u n c u m p lid o e x c e s iv o — y p o r lo ta n to V ie n a e sta b a c e r r a d a p a r a m í .10

H aciendo justicia a A dorno debemos notar que, al igual que m u ­ chos de los izquierdistas que en esta época se habían opuesto a la república de W eim ar, se equivocaba acerca de la significación del fenómeno nazi. Su tolerancia se basaba claram ente en la creencia de que el régim en de H itler sería efímero. El 21 de abril de 1934 escribió a B enjam in (que había subarrendado su departam ento en Berlín con la esperanza de reto rn ar deSpués de transcurrido un año) que la situación “p a ra los autores no arios (incluyéndom e a m í)” en relación a publicar requería sim plem ente “la confirm a­ ción de la declaración regular” de lealtad nacional, y que ésta podía ser “recibida sin dificultad, aunque la confirm ación final podía ser pospuesta indefinidam ente” .17 Sin embargo, los editores aceptarían la confirm ación tem poraria, y A dorno sugería que Ben­ jam ín dijera que había abandonado A lem ania por razones más económicas que políticas. C ontinuaba: L a d e c la r a c ió n d e le a lt a d e s c o m p le t a m e n t e in o b je ta b le — d e s d e n u e s tr o p u n to d e v is ta , n o c o n tie n e m á s q u e la o b lig a c ió n d e l se r v id o r c iv il h a c ia

que está term inado (tam b ién están hechas varias de las com posiciones), y en el trabajo sistem ático sobre la técn ica com p osicion al, porque m i con trap u n ­ to no m e satisfacía; estricta co m p osición a cuatro voces y fu ga sobre to d o .” ( A dor no u nd K re ne k: Briej wechsel, p. 4-3.) E n vió el texto a B en jam in , es­ cribiendo: “C om o verá, el m otivo cen tral es el d el perjurio: por m ed io del perjurio y rom piendo la esfera m í tico-m oralista del juram ento. . . T o m se hace “ libre” , de m odo que en cierto sen tid o tod a la cosa es la ejecu ción de una desm ittficacíón d ialéctica. Pero en la versión actu al, esta m ism a liberación tiene m u cho el carácter d e un a cto m oralista en nom bre de la em patia. O rigin alm en te quería basarm e exclu sivam en te en la curiosidad, que ocurre en el caso del perjurio, y q ue co n d u ce precisam ente a lo m ora­ lista, en un scrjtido realm ente hum ano, q ue em erge a partir d e la inm ora­ lidad p sicológica.” (C arta, A dorno a B enjam in, 5 de d iciem bre de 1934, F rankfurt am M ain , legad o d e A dorno.) B enjam in ten ía una p o sició n crí­ tica respecto del proyecto, y A d orn o suspendió su trabajo. D o s partes del libreto subsisten en el legad o d e A dorno. 18 H ein rich Gom perz, 1 8 7 3 -1942, profesor d e filosofía en V ien a , 19241934; em igró a Los Á ngeles en 1935. 111 C arta de A dorno a K renek, 7 d e octubre d e 1934, A d o r n o u n d K r e ­ nek: Bri ej wechsel , p. 44. 17 C arta de A dorno a B en jam in , 21 de abril d e 1934 (Frankfurt am M ain, legad o d e A dorno).

su república. N o le o cu lta ré q u e, sin em b argo, estoy co m en za n d o a c u e s­ tion arm e si el esta d o n azi durará to d o ese t ie m p o . . . P orq u e au n q u e no soy o p tim ista , y esp ero para el fu tu ro algú n tip o d e an a rq u ía d e d erech a y de rea liza ció n d e lo s su eñ o s b ron n en istas, cu a n d o n o u n a sim p le d ictad u ra m ilita r 6 a lg u n a c la se d e r ég im en c o m o el d e D o llfu s, d e to d o s m o d o s lo s sín to m a s d e d e sin teg ra ció n [ Ve r f a l l ] están co m en z a n d o a acu m u la rse, d e m o d o q u e u n o ya n o n e c e sita ign o ra rlos p or m ie d o a q u e el d e se o sea el p ad re d e l p e n sa m ie n to .18

N o está claro por qué y cómo A dorno fue a O xford. H orkheim er tenía contactos en la L ondon School of Economics. Envió allí a F riedrich Pollock en febrero de 1934 p ara investigar cómo esta­ blecer el In stitu to en In g la terra (antes de (decidirse por N ueva York después de su visita en m ayo),10 y sus contactos pueden haber sido de utilidad p a ra Adorno. E ra difícil p ara los em igran­ tes alem anes el obtener puestos en las universidades inglesas y A dor­ no, que no dom inaba la lengua20 y que te*iía poco aprecio por la tradición intelectual británica tuvo que volver al éstatus de estudiante. Su p lan original era tra b a ja r dos años p ara un docto­ rado inglés en filosofía. Pero su intento de estudio doctoral, la crí­ tica dialéctica de Husserl, en )a que A dorno pretendía negar y tras­ cender el idealismo burgués de u n a vez y p a ra siempre, era u n a em presa tan ambiciosa que todavía estaba trab ajan d o en ella cuatro años m ás tarde, cuando p artió a reunirse con H orkheim er y el In stituto en los Estados U nidos.21 L a refinada atm ósfera aca­ dém ica de O xford satisfacía los caprichos culturales de A dorno; sin em bargo parece haber perm anecido largo tiem po aislado de la com unidad universitaria y tenía dificultades p a ra com unicar sus ideas a sus colegas. Escribió a K renek con cierto orgullo: M erto n C o lle g e , el m ás a n tig u o y m ás ex c lu siv o d e O x fo r d , m e h a a c e p ­ tad o c o m o m iem b ro y “ e stu d ia n te a v a n za d o ” , y v iv o a q u í en m e d io d e u n a in d escrip tib le paz y b a jo c o n d ic io n e s d e trab ajo ex tern a s m u y p lacen teras; en rela c ió n al m a teria l, p or su p u esto e x iste n d ific u lta d e s, en ta n to oí h acer co m p ren sib le para lo s in g le se s m is p en sa m ien to s filo só fic o s es casi una

18 Ibid. 1B J a y , T h e Di a l ec t i c a l hnagination , p p . 3 7 -3 9 . 20 “ P er d í m u c h o tie m p o a p r e n d ie n d o in g lé s. L a a d q u isic ió n d e u n a n u e ­ v a le n g u a p o r u n a d u lto es u n a d e las e x p e r ie n c ia s m á s p e c u lia r e s.” (C a r ta d e A d o r n o a B e n ja m in , 4 d e m a r zo d e 1 9 3 4 , F ra n k fu r t am M a in , le g a d o d e A d o r n o .) M á s ta r d e r e c o r d a r ía q u e , c o n e l o b je to d e a p r e n d e r in g lé s lo a n te s p o sib le , le y ó " in n u m e r a b le s n o v e la s p o lic ia c a s ” sin u tiliz a r d ic c io ­ n a r io . (T h e o d o r W . A d o r n o , T e r m i n o l o g í a filo s ó fic a , 2 v o ls., trad. R . S á n c h e z [M a d r id : T a u r u s , 1 9 7 6 ], v o l. i, p . 27 .) 21 E l m a n u sc r ito , e sc r ito e n tr e 1 9 3 4 y 1 9 3 8 , fu e p u b lic a d o p o r p rim era v e z (a u m e n ta d o y a lg o r e v isa d o ) c o m o Z u r Áíet akri t i k d e r Erk e nnt ni st he o rie (F r a n k fu r t am M a in , S u h r k a m p V e r la g , 1 9 5 6 ).

im p o sib ilid a d ; en cier to sen tid o te n g o q u e h a cer retroced er m i trabajo a un n iv e l in fa n til para ser in te lig ib le — lo q u e su p o íié u n a fisura en tod o m i trab ajo entre lo a c a d é m ic o y las cosas reales, situ a ció n para la que realm en te m e con sid ero d e m a sia d o v ie jo — , p ero ten g o sim p le m e n te que to m a rlo y estar sa tisfech o d e p o d er trab ajar sin ser m o l e s t a d o . . . 23

A unque Sidney W ebb dio su nom bre en apoyo del In stituto de F ran k fu rt cuando éste fue obligado a em igrar,28! A dorno no parece haber tenido contacto con él ni con ninguna otra persona de la Sociedad Fabiana. N u n ca se unió a los movim ientos pacifistas, por entonces m uy fuertes en las universidades inglesas, y se puede buscar en vano en sus escritos siquiera u n a m ención de la guerra civil española. Sus relaciones intelectuales m ás im portantes si­ guieron siendo las m ism as; y u n a vez más, su am istad con Benjam in fue central. Su diálogo no dejaba de tener fuertes desacuerdos. A dorno se encontró en la paradójica posición de tener que defender la orto­ doxia benjam iniana en contra del propio Benjam in. L a separación geográfica provocada por la em igración aum entó las posibilidades de que se desarrollaran las diferencias entre ambos. Sin embargo, el haber estado obligados a com unicarse por carta, h a perm itido que el debate fuese preservado, y su correspondencia es uno de los docum entos más significativos en la historia de la literatura neom arxista.

ORÍGENES DEL DEBATE

A fines de la década de 1960, cuando A dorno era el teórico dirigente de la N ueva Izquierda A lem ana, su debate con Benja­ m in fue considerado a través del hum o de las batallas políticas entonces vigentes. Los m arxistas m ás ortodoxos intentaron des­ acreditar a A dorno acusándolo de haber querido presionar al reacio B enjam in p a ra ad o p tar la posición “revisionista” del Ins­ tituto de F ran k fu rt y, como editor de las obras de B enjam in después de la m uerte de este últim o, de haber suprim ido la publicación de su texto m ás abiertam ente m arxista.24 A unque la docum entación 88 C arta d e A dorno a K ren ek , 7 de octu b re d e 1934, A d o r n o und K r e n e k : Briefwechsel, p. 44. 83 Jay, T h e Dt alect ical I ma g i n a t i o n , p. 30. “ H ild egard Brenner, “T h eo d o r W . A dorno ais S achw altér des Benjam inschen W erkes” , D i e neue Li n k e nach A d o r n o , ed. W ilfried F. Schocller (M u n ich : K in d ler, 1969), pp. 158-175, p u b licad o por prim era vez en A l ternative, 5 9 /6 0 (ab ril-ju n io d e 1960). Para una refu tación m eticulosa de las acusaciones de Brenner véase R o lf T ied em a n n , “ Zur ‘B escblagnahm e’

del debate aún no se ha com pletado,25 los m ateriales publicados más recientem ente evidencian la unilateralidad de esta interpre­ tación.20 En ’ los capítulos anteriores hemos enfocado analíticam ente la teoría, de Adorno, dem ostrando su consistencia a través del tiem po a partir del trazado de sus orígenes, y considerando la dimensión de la influencia de Benjam in en la conform ación de esos orígenes. Pero, anticipando las protestas contra nuestra tesis central acerca del carácter decisivo de sus puntos de identidad, las no identida­ des, las divergencias teóricas que reiteradam ente aparecían en el curso de su am istad durante la década de 1930, requerirán u n a atención más sistemática. U n a discusión acerca del debate A dor­ no-Benjam ín no necesitará abandonar las tesis principales, sino sólo dem ostrar la dialéctica de su am istad. Enfocar este tem a sig­ nifica pasar de un m arco sincrónico a uno diacrónico, que nos p er­ m ita continuar con la crónica biográfica de Adorno iniciada en el capítulo 1. Debemos recordar que en el m omento del encuentro de B enja­ m in y A dorno en Konigstein en 1929, Benjam in luchaba por re­ conciliar su pensam iento teológico anterior con su m ás reciente­ m ente adquirida orientación política m arxísta.27 Ambos pojps de su pensam iento eran reflejos intelectuales de relaciones p er­ sonales : por una parte, su am istad' de to d a la vida con Gershom Scholem, y por la otra, su am istad con Bertolt Brecht, que recién W alter B enjam ins oder w ie m an m it der P h ilologíe S ch litten fahrt” , Da s Ar g u m e n t , 46 (m arzo de 1968): 74-93. 28 La correspondencia A dorno-B enjam in todavía no ha sido publicada com pleta, aunque una selección de las cartas más significativas, que no ap a­ recieron en la ed ición en 2 volúm enes de 1966 de Briefe (ed ita d a por A dorno y G ershom Scholem ), apareció en una colección d e escritos de A dorno sobre B enjam in pu b licad a postum am ente (T h eo d o r W . A dorno, Über Wal te r B e n j a m i n , ed. R olf T ied em a n n [Frankfurt am M a in : Suhr­ kam p V erlag, 1.970], pp. 103-161.) La m ayoría de éstas han sido traducidas al inglés por Harry Z ohn para N e w Left R e v i e w } 81 (octubre de 1973): 5 5-80. U n a parte im portante del legado de B enjam in perm anece en el ddr Zent ral archi v en P otsdam , cerrado ahora para los investigadores o c cid en ­ tales. s 20 A dem ás d e la correspondencia m en cion ad a, es particularm ente rele­ vante la recien te pu b licación d el libro de m em orias de Gershom Scholem , Wal te r B e n j a mi n : D i e Geschicht e einer Freundschaft (Frankfurt am M ain:' Suhrkam p V erla g , 1975); y u n a varied ad de m aterial p roporcionada por los editores d e las obras com pletas de B enjam in, R o lf T ied em a n n y H er­ m ann Schw eppenháuser en un su plem ento de 450 páginas al prim er v o lu ­ m en de B enjam in , Ge samme l l e Schri ften, vol. i: 3: A b h a nd lu n g e n (F rank­ furt am M ain : Suhrkam p V erlag, 1974). 37 V éase cap. 1, p. 102.

comenzaba en la época de las charlas en Konigstein. N inguna de estas dos personas apreciaba las m anifestaciones de su polo opues­ to en los escritos de Benjam in. Scholem recordaba que “el elem en­ to teológico en Benjam in m olestaba visiblem ente a Brecht”,28 quien escribió críticam ente en su diario acerca del misticismo y persistente judaism o de B enjam ín.29 El m ism o Scholem, un socia­ lista no m arxista, no defendía el m aterialism o dialéctico. Se re­ sistía al alejam iento de la teología de Benjam in, dudando acerca de la posibilidad de u n a síntesis real. C om entando el ensayo de su amigo acerca de K arl K raus (1931),30 sostenía que B enjam ín se engañaba a sí mismo al pensar que con la introducción de algunos términos m arxistas transform aba sus observaciones en m aterialism o dialéctico. A dvirtió a B enjam ín p a ra que no se transform ara, si no en el últim o, “quizá en el m ás inexplicable sacrificio a la con­ fusión entre religión y política” .31 El único entre sus amigos que apoyó sus esfuerzos por incor­ porar ambos polos32 fue Adorno, al menos hasta 1929, cuando Benjamin había encontrado en el surrealismo un modelo estético p a ra su impulso teológico, entonces entendido como “ilum inación profana” .33 A dorno se refería a esta ilum inación profana como teo­ logía “negativa” o “invertida” , asim ilándola a la experiencia estética.84 29 S cholem , Wal te r Be n j a mi n : D i e Geschicht e einer Fr e und s c ha f t , p. 256. 59 I bi d. , p. 198. ao W alter B enjam in, “K arl K raus” , Schri ft en, 2 vols., ed. T h eo d o r W. A dorno y G retel A dorno (F rankfurt am M ain : Suhrkam p V erlag, 1955), vol. 2, pp. 159M 95. at C arta de ‘jScholem a B enjam in, 30 de m arzo de 1931, en S ch olem Wal te r Benj ami n: D i e Geschicht e einer Freundschaf t, pp. 2 8 3 -2 0 7 . ™ A u nque los escritos d e H orkheim er desarrollaron un tono religioso p o ­ sitivo después d e la segunda guerra m u n d ial, S ch olem atestigu ab a que, en la d écada 'del 30, él y ios d em ás m iem bros d el In stitu to, fuera d.T A dorno “ no sabían por d on d e em pezar con los elem en tos teológicos de B en jam in ” (ibid., p. 257). 33 V éase cap. 8. 84 E n una carta d on d e elogiab a el ensayo sobre K raus (q u e, iró n ica ­ m ente, para Scholem era dem asiado m arxista), A dorno alen tab a a B en ­ jam in a ignorar “ las. ob jecion es de ese ateísm o b rech tian o, q ue nos sirven quizá, com o teología in vertid a, para redim ir, pero en n in g ú n caso para aceptar. . . D ebem os lograr la p rofundidad categorial p len a, sin teo lo ­ gías lim ita d a s,. pero creo en ton ces q ue som os más ú tiles en este nivel decisivo de la teoría m arxista cu an to m enos sum isam ente nos ap rop ia­ mos [de esta teoría] de form a extern a a nosotros, que en este punto ‘lo estético’ p u ed e intervenir en la realidad con una p rofu n d id ad in com ­ parablem ente m ás revolucionaria q ue la teoría d e las clases transform ada en un deus ex machi na/* (C arta de A dorno a B enjam in, 6 de n o v iem ­ bre de 1934, Frankfurt am M ain , leg a d o de A dorno.)

Es difícil sobrestim ar el compromiso de A dorno con el pensa­ m iento de B enjam in en la época de sus charlas en Konigstein. Benjam in, once años m ayor, estaba satisfecho de haber hallado un discípulo en Adorno. Es más, Benjam in -estaba dispuesto a le­ garle la misión de desarrollar el program a por sí solo. U n a de las revelaciones m ás sorprendentes de las m em orias de Scholem, re­ cientem ente publicadas, es que el suicidio de B enjam in en 1940 h ab ía sido precedido de varios intentos anteriores de quitarse la vida. Q uizá el prim ero de ellos ocurrió en el verano de 1931 cuando, con el colapso de su m atrim onio con D ora Pollak, que había d u rad o trece años, y tam bién de su relación con Asja Lacis, que había sido la causa del divorcio (un prolongado y doloroso proceso), Benjam in inició un diario “del 17. de agosto de 1931 hasta el día de la m uerte”, con las palabras: “Este diario prom ete no ser dem asiado largo.”36 A dorno a c ab a b a 11de presentar su con­ ferencia inaugural conteniendo su program a; filosófico com ún, un acontecim iento que no dejó de proporcionar u n a satisfacción a B enjam in, haciéndole sentir que su trabajo había hallado un su­ cesor.80 Al año siguiente, al cum plir 40 años, B enjam in llegó n u e­ vam ente al borde de la autodestrucción,87 Estaba desalentado con su propio trabajo, con su “victoria en las pequeñas cosas” pero su “derrota en las grandes” ,38 en particu lar con el largam ente p la­ neado P a s s a g e n a r b e i t . A dorno, quien n u n ca estuvo personalm ente tan cerca como intelectualm ente,80 no fue consciente de estos intentos. Su corres­ pondencia “no estaba libre de tensiones” ,40 y al m enos A dorno estaba p reparado p a ra un debate continuado con su m entor. M uy pronto, “todo ‘el com plejo en disputa’ ” se conectó “con la figura de B recht” ,41 quien ejercía una creciente fascinación sobre B enjam ín,42 quizá precisam ente p o r sus diferencias. Porque Brecht 86 C ita d o en S ch o lem , Wa l t e r B e n j a m í n : D i e Geschicht e einer F r e u n d s ­ chaf t , p. 223. 88 I bi d. , p. 22 4 . V éa se tam b ién la carta d e B en jam in a A dorno d el 17 d e ju lio d e 1931, (F ran k fu rt am M a in , legad o d e A dorno.) 87 E scribió u n testam en to y ú ltim a volu n tad , que hoy está en el A rch i­ vo de P otsdam , en A lem a n ia O rien tal. (S ch olem , Wa l t e r Benj ami n. . p. 233.) M C itad o en ibid. 30 B enjam ín se d irig ía a S ch olem y, a partir d e 1933, a la fu tu ra esposa de A dorno, G retel K arp lu s, en form a fam iliar. M a n tu v o el Sie form al tan to con A d orn o com o con Brecht. Sch olem , Wa l t e r B e n j a m i n . . . , p. 224. 41 C arta d e A dorno a B en jam ín , 6 de noviem bre d e 1934 (F rankfurt am M ain , legad o d e A dorno). 40 K racau er escribió a S ch olem alrededor d e 1930 q u e h ab ía ten id o

tenía en_ sus. ...escritos tanto sentido común confio esoterismo tenía Benjamín. Éste pasó más tiem po con Brecht que con Adorno o con Scholem du ran te la década de 1930.48 Sin embargo, sería comple­ tam ente erróneo in te rp re ta r su acercam iento a Brecht como un rechazo de sus antiguos lazos (el error de los m arxistas anti-A dor­ no de fines de 1960),44 Scholem es m uy preciso en su insistencia acei’ca de la continuidad de la orientación teológica de Benjamin a lo largo de toda su vida. A pesar del “viraje” m arxista de 1929, Benjam in m antuvo un genuino interés teórico en la investigación de Scholem, particularm ente en la literatura m ística de la C ábala.45 L a dificultad consistía en que, en lugar de integrar ambos polos, teología y m arxism o, los escritos de B enjam in tendían a presentarlos uno al lado del otro — algunas veces no en el mismo ensayo, pero en ensayos en los que trab ajab a sim ultáneam ente, cada uno de los cuales, como obra autónom a, se erigía claram ente en uno u otro cam po. B enjam in era consciente de esta dualidad, y frecuentem ente se refería a l '“rostro de Jan o ” de su teoría.40 Su esquizofrenia intelectual exasperaba a Adorno, cuya noción de ilum inación p ro fan a suponía la extrapolación a p artir de los ex­ tremos de la teología y el m arxism o hasta el pu n to en que pudieran convergir,47 no presentándose sim plem ente como dos polos en, yuxtaposición inm ediata. D urante la década de 1930 A dorno fue ubicándose cada vez más en el centro de esta lucha entre ambas caras de la personalidad intelectual de Benjam in. P o r u n a parte, consideraba que su “mi“un a in ten sa p elea con B enjam ín en relación a su con d u cta esclava y m asoquista respecto d e B r e c h t.. (C ita d o en S ch olem , Wal t e r fíen ja* m i n . . . , p. 205.) 43 B enjam ín estuvo co n B rech t en casa d e éste en Svendborg, D in a ­ m arca, desd e ju lio a octu b re d e 1934, y n u evaih en te en los veranos de 1936 y 1938. E n julio d e 1935 se vieron en París. Los encuentros de B enjam ín con A dorno se lim itaron a una v isita a París en octubre de 1936 y un últim o en cuentro en San R em o en enero de 1938. Scholem , quien h ab ía partido para P alestin a en 1933, vio a B enjam in sólo una vez en E uropa en 1930. ** V éase Brenner, “T h eo d o r W . A dorno ais S ach w alter des Benjam inschen W erkes” , D i e neue Li n k e nach Ad o rno . U n a red ición esp ecial d el ensayo d e S ch olem acerca de la C ábala escrito para la E n c y c l o p a e d i a J u d a i ca estaba en m an os d e B enjam in hacia 1932. { Ibi d. , p. 226.) ía I b i d. , p. 246. 41 Por ejem p lo: “ Su c o in cid en cia con la teo lo g ía se rfealiza allí d onde el m aterialism o es m ás m aterialista. Su an h elo sería la resurrección de la carne, algo extraño por co m p leto al Id ealism o co m o R ein o del Espíritu absoluto.” (T h eo d o r W . A d orn o, Di al éc t i c a negat i va, trad. J. M . R ipalda [M adrid, T aurus, 1975], p. 207.)

sión” era m antener “el brazo de Benjam in firm e hasta que el sol brechtiano se hundiera nuevam ente en aguas exóticas. . . ”48 Por otra, r.esistía cualquier m anifestación de teología positiva en los escritos de Benjam in, considerando que el m otivo teológico era válido exclusivamente en su form a invertida, secularizada.49 E n el transcurso de sus desavenencias, el persistente objetivo de Adorno era rescatar a Benjam in de lo que consideraba la Escila del m a­ terialismo brechtiano y el Caribdis de la teología judaica. EL ROSTRO DE JANO

En 1934 Benjam in completó un ensayo sobre K afka, al que con­ sideraba extrem adam ente im portante desde el punto de vista m e­ todológico. El problem a del ensayo, le escribió a Scholem, se “repre­ sentaba en la imagen de un arco: aquí me m anejo sim ultáneam ente con [ambos] fines, el político y el místico” .50 El ensayo desafiaba las interpretaciones habituales de K afka: “H ay dos modos de equi­ vocarse respecto de las obras de Kafka. U no es el interpretarlas naturalm ente, el otro es la interpretación sobrenatural.” 61 O p o ­ niéndose tanto a la interpretación “naturalista” (em pírica) como a la “sobrenatural” (teológica), la argum entación de Benjam in se 49 C arta de A dorno a B enjam in, 18 de m arzo de 1 9 3 6 ; A dorno, Über Wal te r Benj ami n, p. 134. ,D Para Scholem era evid en te q ue la valorización de A dorno con res­ p ecto a la teo lo g ía se lim itaba a un “ nivel totalm en te secular” y por lo tanto le , p a recían ' ridiculas las acusaciones posteriores en el sen tid o de que las posiciones d e A dorno eran teológicas, mientras que B enjam in había abandonado la teo lo g ía por el m arxism o. (S ch olem , Wa l t e r B e n ­ j a m í n : D i e Geschichte einer Freundschaft, pp. 257, 269.) T a l era su ju icio a pesar d e su “ no escasa sorpresa” al encontrarse fin alm en te con A dorno y hablar con él en N u ev a York en 1930: “ Yo esperaba a un m arxista, que insistiría en la liq u id ación de, en m i opinión, la m&s valiosa con tin u id ad del bagaje in telectu al de B enjam in. En cam bio, conocí allí una m en te que, aun cu an d o los consideraba desde su propia perspectiva d ialéctica, se refería a estos rasgos p len a y abiertam ente, en realidad, casi p ositivam en te.” (Ibid. , p. 260.) L a im presión de A dorno en relación a ese encuentro se h alla registrada en un a carta a B en ­ jam in: “N o es fácil trasm itir m i im presión acerca de S c h o le m ... M i sim patía se h a ce más fuerte allí d on d e se transform a en el defensor del m otivo teológico de su filosofía, y tal vez yo pudiera decir tam bién de la m ía, y no le habrá pasado inadvertido q ue algunos argum entos referentes a la m isión d el m otivo teológico, sobre todo, que no se ha elim inad o de su m étodo ni del m ío, convergen con mis discusiones üe San R e m o .. (C arta d e A dorno a B enjam in, 4 de m ayo de 1938, Frankfurt ata M ain, legad o de A dorno.) 00 B enjam in, Briefe, vol. 2, p. 624. 51 W alter Benjam in, “Franz K afk a: O n the T e n th A nniversary of

movía dialécticam ente entre ambas. Su m étodo consistía en la construcción de una serie de imágenes dialécticas dirigidas a “ilu­ m inar” aquello que llam aba los pasajes "nubosos” de los textos de Kafka, em pleando elementos sobrenaturales — místicos, míticos, teológicos— p a ra in terp retar el nivel em pírico de los textos de K afka, y em pleando elem entos “naturales” — sociales y m ateria­ les— p ara in terp retar los niveles sobrenaturales. Este procedim iento tomó la form a de la yuxtaposición de los elementos arcaicos con los más m odernos; Benjam ín identificaba ai funcionario burocrá­ tico legal burgués de K afka con la figura histórica de Potem kin en la R usia zarista, con los juicios de Ulises, con gandharvas de la mitología hindú, y con leyendas del T alm ud. Al m ism o tiem po in­ sistía en que los pasajes míticos de K afka, en sus alegorías e historias de animales, por ejem plo, la "doctrina” in terp retad a era “en todos los casos.. , u n a cuestión de cómo la vida y el trabajo se organizan en la sociedad hu m an a” .52 L a joroba, "prototipo de la distorsión” , era u n a im agen de los efectos distorsionantes de la organización social,58 los anim ales de K afka eran "receptáculos de lo olvidado” , una imagen de la alienación del hom bre respecto de la naturaleza: “la tierra extraña m ás olvidada es el propio cuerpo. . .”54 Final­ m ente, en lugar de in terp retar E l proceso como u n a rendición m oderna del Juicio Final bíblico, Benjam in veía en el Juicio Final una m etáfora p a ra la revolución de clases,55 Benjam in se com unicaba por carta con Scholem m ientras tra ­ bajaba en su obra sobre K afka, y la discutió con Brecht d u ran te una visita de tres meses a D inam arca (julio-octubre de 1943). Sus dos amigos eran adm iradores de K afka, pero por razones antité­ ticas. Scholerrf sostenía que los escritos de K afka eran "paráfrasis lingüísticas de un juicio divino” ,1*8 Brecht llam aba a K afka “el único autor verdaderam ente bolchevique” .07 N o era sorprendente que ambos fueran profundam ente críticos del ensayo de B enjam in: Scholem no lo consideraba suficientem ente teológico/’8 y lo era his D ea th ” (1 9 3 4 ), ll l umi nat i ons, ed. e introd, H a n n a h A ren d t, trad. H arry Zohn (N u ev a Y ork: Schocken Books, 1969), p. 127. 62 Ibi d. , P . 122. r>3 Ibi d. , p. 133. “ Ibi d. , p. 132. 55 Ibi d., pp. 128-129. Bd Scholem , Wal te r B e n j a m i n : D i e Geschicht e einer Freundschaf t, p. 213. S ch olem contin uab a: “D e u n a v ez el m u n d o se traduce en el discurso, donde la redención no p u ed e ser an ticip ad a. ¡ V a y a uno a explicarle esto a los G o y im !” 51 C itad o en ibid., p. 218M B enjam in, Briefe, vo l. 2, pp. 6 1 3 -6 2 8 .

demasiado p a ra el gusto de B recht.80 A dorno, sin em bargo, era más entusiasta. El 17 de diciem bre le escribió a Benjam in, com ­ parando el estudio sobre K afka con su propio libro sobre K ierke­ g aard : “Por favor, no m e tom e por presuntuoso si comienzo por decir que nunca estuve m ás cabalm ente consciente de nuestro acuerdo filosófico que ah o ra.”60 L a com plejidad de la in terp reta­ ción de Benjam in, toda la concepción de afirm ar a K afka, como Schonberg un individualista apolítico, dentro de un m arco inter­ pretativo m aterialista y dialéctico y el lenguaje esotérico de la presentación, que esquivaba la jerga m arxista, estaban en relación arm ónica con el propio trab ajo de Adorno. Los motivos teológicos del ensayo sobre K afka funcionaban de u n a 'm anera secular, como teología “invertida” — p o r ejem plo, la definición de la plegaria como “atentividad a los objetos” , a la que se refería Adorno, excla­ m ando: “No conozco nad a m ás im portanté de su p arte — nada que pueda d a r u n a elucidación m ás precisa de sus motivos m ás internos.” 61 Sin em bargo, ya com enzaba a tener reservas en relación al estilo surrealista en el que B enjam in yuxtaponía lo arcaico con lo m ás m oderno en la construcción de sus imágenes dialécticas: “L a relación entre la í7r-historia y la m odernidad no se h a elevado todavía a u n nivel c o n c e p tu a l.. .” 62 A dorno no­ taba la ausencia de m ediación entre estos dos polos, y m en cio n ab a, a Hegel como u n m odelo m ás adecuado que la teología judía.wa A dorno estaba en lo correcto al n o tar que la interpretación de B enjam in acerca de K afk a no se desplegaba, al menos no en el sentido hegeliano. U n a idea típica de B enjam ín en el ensayo era la observación: L a p alab ra ‘'d e s p lie g u e ” tie n e un d o b le sen tid o . L a se m illa se d esp lie g a w L a crítica d e B rech t fu e algo brutal, com o lo registra B enjam in en su d iario d u ran te su v isita a D in am arca. A l p rin cip io, y du ran te sem a­ nas, B rech t no d ijo n a d a ; lu ego, según el relato de B enjam in d el 31 de agosto: "L a n o ch e p asad a h ubo u n largo y acalorad o d eb ate acerca d e mi K afk a. Su fu n d a m en to : la acusación d e q u e p rom ueve el fa scis­ mo judío. A u m en ta y esparce la oscuridad q u e rod ea a K afka m ás que disiparla*” (W a lter B en jam in , U n d e r s t an d i n g Brecht, introd. S tan ley M itch ell, trad. A n n a B ostock [L ondres: nlb , 1973], p . 110.) 60 C arta d e A dorno a B en jam ín , 17 d e diciem bre d e 1 9 3 4 ; A dorno, ü b e r Wa l t e r B e n j a m í n , p. 103. " I b i d p p . 1 0 9 -1 1 0 . “ I bi d. , p. 107. A d orn o a d m itía u n a ca ren cia sim ilar: “S é m u y bien q u e la m ism a regresión, la m ism a articu lación in a d ecu a d a d el co n cep to de m ito es tam b ién atrib u ib le a m í en el estudio sobre K ie r k e g a a r d .. .** (I b i d , , p. 106.) " I b i d . , p. 105.

en el capullo, pero el barquito que se les enseña a hacer a los niños, ple­ gando un papel, se despliega en una simple hoja dé papel.04 Las imágenes de Benjam in se “desplegaban” en este segundo sen­ tido, en el que “es placer del lector el alisarlas p a ra tener el sig­ nificado en la palm a de la m ano” .65 Pero, a pesar de lo vivido de las imágenes producidas, su yuxtaposición de extremos opuestos podía con igual facilidad d ejar en sus lectores la sensación de dar manotazos en el aire. Adorno sugería, en lugar del intento de B enjam in de “ilum inar” las secciones “nubosas” de los textos de K afka, que éstas fueran más “cabalm ente articuladas” (durchartikulieren) y “cabalm ente dialectizadas” (durchdialekiisieren),08 lenguaje que evocaba su propio m odelo estético, el proceso de composición musical. Adorno acababa de term inar su artículo acerca de Schonberg,.. “ compositor dialéctico” (que Benjam in no había visto), en el que, como recor­ damos, sostenía que el m étodo de Schonberg era dialéctico no sólo porqué~i 1üm iriába las contradicciones en el m aterial, sino porque lás"'desarrollaba hasta el p u n to de su reversión dialéctica.®7’’T e ro B enjam in;'alineado con el surrealismo, definía la imagen dialéc­ tica como un “chispazo de luz” ,88 que se correspondía con la reve­ lación m ística por u n a parte, y con el “gesto” distanciante del teatro épico de Brecht, por la o tra.69 El resultado era que en lugar de evitar los extrem os de la teología positiva o del m aterialism o vulgar, las imágenes dialécticas de Benjam in tendían a concentrar los rasgos de ambos. E sta dificultad todavía no era evidente en el estudio sobre Kafka, en p arte “nublado” por la esotérica presentación de Benjamin. Ese mismo año B enjam in dio u n a conferencia acerca del autor como productor (“D er A utor ais P roduzent”) en el In stitu í pour Tétude du fascisme de París. Éste era un frente organizativo com u­ nista,70 y las elogiosas reflexiones de B enjam in acerca de los auto­ res soviéticos estaban determ inadas por la audiencia. Sin embargo, hay m ucho de la propia individualidad de Benjam in en el discurso M B enjam in, “Franz K afk a” -' (1 9 3 4 ), lUumi nat i ons, p. 122. 05 Ibi d. 08 C arta de A dorno a B en jam in , 17 de diciem bre d e 1934 j A dorno, ü b e r Wal t er B e n j a m i n , pp. 105-107. 07 V é a se c a p . 8, p . 2 6 3 .

“ B enjam ín, “Z entralpark” , Schri ften, vol. 1, p. 489. 88 A dorno encontrab a que “el in troducir categorías del teatro ép ico ” era ajeno al m aterial d el ensayo. (C arta d e A dorno a B enjam in, 17 de diciem ­ bre d e 1934; A dorno, Üb er Wa l t e r B e nj a mi n, p. 108.) 70 Scholem , Wal te r B e n j a mi n : D i e Geschicht e einer Freundschaft, p. 250,

como para considerarlo simplemente como una pieza de oportu­ nismo político. Benjam ín sostenía que la validez estética era .en sí el criterio p a ra la validez política,71 que éstas necesariam ente con­ vergían, y ello era coherente con su propia evaluación acerca de Kafka. Pero el discurso iba más allá, diciendo, en un lenguaje que era tan simple como oscuro era el ensayo sobre K afka, que inclu­ sive si el ím petu original p a ra la producción de literatura revolu­ cionaria subyacía en la relación entre el au to r y su m aterial inás que en su intención política consciente (posición de Adorno), tarde o tem prano, “aquel autor que im porta” seria conducido a “confirm ar sobriam ente su solidaridad con el proletariado” .72 L a explicación de Benjam in acerca de cómo podía el au to r dem ostrar m ejor su solidaridad se m odelaba sobre la base del teatro épico de Brecht: el escritor necesitaba “refuncionalizar” las técnicas de la producción literaria, transform ando los valores del m ercado burgués “en valores de uso revolucionario” .78 $ n ,el proceso, él autor se distinguía cada vez menos del experto técnico. ■Podía ser “ un ingeniero que considera su tarea el ad ap tar el ap arato [de producción literaria] p a ra los fines de la revolución proletaria” .74 ^ Benjam in tuvo el tino -de no enviar la copia de esta conferen­ cia, que m ostraba sólo una de las caras de su rostro de Jano, ni a Scholem,75 ni a Adorno. Sólo Brecht recibió u n a copia, al visi­ tarlo Benjam in en el verano. Al año siguiente se le encargó a.B en­ jam ín escribir un m em orándum (exposS) acerca del Passagenarbeit p a ra el Instituto, el que estaba considerando la posibilidad de financiarlo. Ello le dio la oportunidad de repensar la concepción del Passagenarbeit, el cual, según refiriera a Adorno, arribó a una nueva cristalización.70 Benjam in tem ía que el estudio se relacio­ n ara sólo tangencialm ente con los intereses principales del Ins71 Este argum ento fue discu tid o en el cap. 2. 79 W alter B enjam in, “T h e A uthor as Producer” (1 9 3 3 ), U n d e r s t an d i n g Brecht, p. 101 (subrayado de B enjam in). B enjam in elo g ia b a la m úsica proletaria d e H an n s Eisler, la que, tal com o era con scien te, h a b ía sido agu dam en te criticada en 1932 por A dorno (véase cap. 2, p. 126). El d is­ curso finalizaba con la afirm ación: “la lu ch a revolucionaria no se lleva a cabo e n t p el capitalism o y la m ente. Se lleva a cabo entre el cap italism o y el p roletariado.” ( I b i d . } p. 103,) 73 Ibi d. , p. 95. T* I b i d ., p. 102. 75 S cholem escribió: “Jam ás recibí u n a co p ia del texto, e l cu al fu e m e n ­ cionado en sus cartas y discusiones. C uando lo presioné en París, en 1938, d ijo: ‘C reo que será m ejor no dártelo a leer.’ -A hora q ue con ozco e l e n ­ sayo, pued o entenderlo.” (S ch olem , Wa l t e r Benj amí n: D i e Geschicht e einer Freúñdscha\ t, p. 250.) ,e C arta de B enjam in a A dorno, 31 de m ayo de 1935; B en jam in , Briej e, vol. 2, p., 662.

titulo, y expresó su esperanza a A dorno, en el sentido de que éste pudiera convencer a H orkheim er a aceptar el Passagenarbeit a pesar de su enfoque m ás literario que socioeconómico.77 E n rea­ lidad, H orkheim er tuvo u n a ‘‘indescriptible reacción positiva” "ve'iTt relación ál expósé,78 Adorno fue el perturbado. Desde tíornberg, en la Selva N egrá, donde estaba de vacaciones con G retel K.árplus, escribía 'criticando' severam ente a B enjam ín.79 U n a vez más sos­ tenía que la simple yuxtaposición de elementos contradictorios hacía que la im agen dialéctica solam ente reflejara las contradic­ ciones en lugar de desarrollarlas a través de la argum entación crí­ tica.80 In tu ía la influencia de Brecht en la ausencia de u n a “ teolo­ gía negativa” dentro de la nueva propuesta, sosteniendo que a u n ­ que él mismo aceptaba el sacrificio de este impulso en tanto se dem ostraba incapaz de c a p tu rar “el m ovim iento social de la con­ tradicción” , en este caso su ausencia hacía que la presentación fuese m enos dialéctica y menos m aterialista.81 Paradójicam ente, A dorno argum entaba que la restitución del im pulso teológico reforzaría el m arxism o de la concepción: U n a restau ración d e la te o lo g ía ,.o m ejo r, una ra d ica liza ció n d e la d ia lé c ­ tica en el lu m in o so n ú c le o d e la te o lo g ía , ten d ría q u e sig n ifica r al m ism o tiem p o u n a in te n sifica ció n d e lo s m o tiv o s d ia lé c tic o -so c ia le s, en rea lid a d e c o n ó m ic o s.82

L a ca rta contenía una larga y detallada lista de reservas, y Ben­ jam ín se sintió evidentem ente contrariado. Respondió, a través de G retel como mediador^ insistiendo en su no alejam iento de 77 C arta de B enjam ín a A dorno, 10 de ju n io de 1935 (Frankfurt am M ain, legad o ¿ e A dorno). 78 F u e sobre la base de este m em orándum q ue B enjam ín se convirtió en m iem bro d el In stitu to, recibien d o un estip en d io p or el trabajo en el libro sobre el ■Passagenarbeit, y por p u b licacion es en la Zeitschrift fiir Sozialforschung. (C om en tario ed itorial en B en jam in , G e s a m m e l t e Schri f' ten, i:3 , p . 1066.) 79 El borrador que recibiera A dorno no era ex a cta m en te el m ism o, pero m uy parecido al q ue fuera pu b licad o b ajo el títu lo d e “ Paris: D ie H au p tstadt des x ix . Jahrhunderts” en la ed ició n en dos v o lú m en es d e las Schrif­ ten d e B enjam in ed itad a por T h eo d o r y G retel A dorno en 1955 (vol. 1, pp. 4 0 6 -4 2 2 ), y traducido com o “ París: ca p ital del siglo x ix ” en W alter B enjam ín , Poesía y c apit ali smo { Il umi naci ones 2 ) / tra