Necropolitica Violencia Y Excepcion En America Latina

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NECROPOLÍTICA, VIOLENCIA Y EXCEPCIÓN EN AMÉRICA LATINA

Antonio Fuentes Díaz (Editor)

ENRIQUE A ü fT R A 1BÁÑEZ Rector JO SÉ A LFO N SO ESPARZA ORT1Z Secretario General AG U STÍN G R A JA L E S PO RRAS Director del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “ Alfonso Vélez Pliego’1

N oé Blancas Blancas Corrección y formación

Julio Broca Portada

Primera edición, 20)2 D.R. © Antonio Fuenies Díaz D.R. © Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Av. Juan de Palafox v Mendoza 208. Centro Histórico C.P. 72000. Puebla, Puc. Tel. 229 55 00, ext. 3131 ISBN: 978-607-487-523-2 Impreso y hecho en México

Prinled and made in México

ÍNDICE I n t r o d u c c i ó n .............................. .............. ................................... —

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N e c r o p o l ít ic a : L o s a p o r t e s d e M b e m b e PARA ENTENDER LA VIOLENCIA CONTEM PORÁNEA

Andrea Ivanna G igen a........................................................... 11 N e c r o p o l ít ic a y E x c e p c ió n . A p u n t e s so b r e v io l e n c ia , g o b ie r n o Y SUBJETIVIDAD EN M ÉXICO Y CENTRO AM ÉRICA

Antonio Fuentes D í a z ...............................................................3 3 M, F o u c a u l t : B i o p o l í t i c a , T a n a t o p o l í t i c a y R a c ism o d e s d e e l c o n c e p t o d e g o b i e r n o

Myrna Edith Bilder..................................... .............................. 51 La

p o l it iz a c ió n d e l a v io l e n c ia

Natatxa Carreras Sen d ra............ ............................................. 71 El

r e c o n o c im ie n t o c r u e l c o m o t é c n ic a d e s u b je t iv id a d

Mónica Zuleta P ard o ................................................................ 8 7 B io p o lít ic a y v id a . L e c t u r a en c la v e d e C o lo n ia lid a d /D e s- c o lo n ia lid a d

Pablo Farneda........................................................................105 B i b l i o g r a f í a ..................................................................................... 131 Au t o

r e s ................................................................................................ 1 4 3

INTRODUCCIÓN

El presente libro surgió de una triple coincidencia de los autores en el I Coloquio Internacional de Biopolítica organizado por la u n i p e en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, en septiembre de 2011. La primera coincidencia fue encontrarnos identificados en una crítica a la categoría de biopolítica y al intento de hacerla dialogar con otras perspectivas, sobre todo, procedentes de la teoría poscolonial y de la filosofía política contemporánea, para tratar de entender lo que acontecía en Latinoamérica desde la particularidad de nues­ tros propios intereses académicos. La segunda coincidencia fue la preocupación por entender los fenómenos de violencia en la región a partir de una serie de plan­ teamientos que inicialmente superaban o proponían una lectura alternativa a los estudios sobre el disciplinamiento y el control poblacional, que la tradición foucaulteana había elaborado para explicar la formación de subjetividades y la instrumentalización del estado moderno, y desde luego, superar la explicación en los términos co­ munes de la criminología y las teorías liberal-funcionalistas sobre la desviación. Una tercera coincidencia fue el haber dialogado, para la ela­ boración de nuestra caja de herramientas conceptuales, con dos planteamientos fundamentales para el entendimiento de la guber­ namentalidad actual. Por un lado, con aquellas discusiones que han enfatizado procesos de larga duración en la conformación del go­ bierno de las poblaciones y su vinculación con el régimen de acu­ mulación; y por otro, con las perspectivas críticas al canon de la soberanía, que han indagado sobre el establecimiento de estados de excepción en las democracias representativas contemporáneas, como forma normalizada de gestión.

Es así que en el presente libro las propuestas de abordaje sobre la violencia y el gobierno en la región se enfocan en las prácticas y contenciones que se sustentan más en la administración de la muer­ te que en la maximización de la vida al interior del topos político actual En este sentido, los presentes trabajos establecen un diálo­ go principalmente con los aportes de Achille Mbembe y Giorgio Agamben, referidos a la producción política de la muerte. Los artículos reunidos en este libro plantean, desde diferentes perspectivas, la relación entre el gobierno, la violencia y la muer­ te para los casos de México, Guatemala, El Salvador, Argentina y Colombia. Las aproximaciones ponderan diferentes fenómenos internos de cada una de estas sociedades. Cabe mencionar que los enfoques resultan en algunos casos complementarios, y en otros, contrastantes, en cuanto al debate de los alcances, límites y perti­ nencia de categorías como biopolítica, necropolítica y tanatopolítica, así como respecto a las teorías que estructuran los análisis presen­ tados por los autores. Sin embargo, los distintos abordajes sugie­ ren líneas para continuar en el entendimiento de la relación actual entre gobierno, violencia y muerte, así como para continuar con el diálogo abierto sobre la caracterización de estos acontecimientos en América Latina. En “Necropolítica: los aporte de Mbembe para entender la vio­ lencia contemporánea”, Andrea Gigena plantea utilizar la analítica foucaulteana bajo otros horizontes de teorización aportados por el pensamiento poscolonialy descolonial. La autora se cuestiona cómo entender el ejercicio ininterrumpido del derecho a matar bajo el ar­ bitrio del biopoder en los mecanismos del Estado moderno, más allá de la paradoja introducida por una genealogía del racismo. El cuestionamiento le lleva a indagar en otras direcciones; siguiendo a Mbembe, la autora sostiene que la constitución misma de los esta­ dos, sobre todo en las poscolonias, ha sido a través de la instrumentalización de la existencia humana y la destrucción material de cuerpos como elementos inherentes y constitutivos del espacio político so­ berano, experiencia que antecede a la paradoja del racismo y que no se constituye en términos biopolíticos. En ese sentido, llama la

atención sobre la soberanía en térm inos de un ejercicio sistem ático de violencia y terror sobre determ inadas poblaciones, cuyo labo ra­ torio fue constituido por la experiencia colonial, una auténtica p r o ­ ducción de espacios de excepción y vida silvestre. La noción de necropolítica (M bem be, 2003) es un aporte im ­ portante para entender una tecnología del poder cuyo objetivo es la regulación de poblaciones a través de la producción de su jetos disponibles y desechables. En ese sentido, A ntonio Fuentes D ía z , en su análisis “Necropolítica y Excepción. Apuntes sobre violencia, gobierno y subjetividad en M éxico y Centroamérica”, ubica tan to a la llamada “Guerra contra el narcotráfico”, como a la violencia c o le c ­ tiva de linchamientos y asesinatos de las maras, com o m anifestacio­ nes de una necropolítica funcional de la gubernam entalidad con tem ­ poránea en la región. La necropolítica, sostiene, supone relaciones sociales fincadas en el ejercicio de la fuerza y en el giro autoritario de las prácticas, constituyéndose com o una estructura del sentir que se irradia a todos los segmentos sociales. N o implica subjetivaciones para el retorno a un supuesto cuerpo social, pieza clave en el m o d e ­ lo de capital productivo que form aba trabajadores p ara el m ercado, sino estrategias y prácticas que se entrelazan en la denegación/ex­ pulsión de la población excedente. En esta etapa se com prende el papel que tiene la ideología de la Seguridad como principal form a de construcción del co n sen so ; desde la gestión militarizada de la seguridad pública, las guerras p re­ ventivas, la vigilancia electrónica, hasta la construcción de n u evas figuras del enemigo. El autor señala que, en este proceso, la d estru c­ ción del cuerpo, su retención en el dolor o su mutilación nos h ab lan de producción de vidas precarias, superfluas al régimen de flexibili­ dad, y de la desvalorización de la fuerza de trabajo. El artículo de Myrna Bilder, “ M . Foucault: Biopolítica, T a n a ­ topolítica y Racismo desde el concepto de gobierno”, plantea q u e es necesaria una reformulación de la lectura del racism o en c u a n to tecnología del poder, y no solo com o una deriva dcscontrolada de la biopolítica, en la medida que a partir de la experiencia de lo s c am ­ pos de concentración en la A lem ania nazi y en Argentina, la m u erte

probó ser un fin para transformar una sociedad a través de los efectos que la ausencia de un grupo inducía al resto. La autora sostiene que esta experiencia quebró los postulados de igualdad, soberanía y autonomía que formaban el núcleo ideo­ lógico de la modernidad, articulando la muerte como una estra­ tegia de gobierno, con lo que la biopolítica devino tanatopolítica -entendida como la administración y regulación de la vida que requiere de la muerte. La autora utiliza las reflexiones de Agamben (2002) sobre la figura del musulmán para cuestionar si acaso la producción de subjetividades nulas, las políticas de exterminio y las experiencias concentracionarias deberían ser entendidas como mecanismos de gestión de los colectivos hoy día. Resalta la productividad de dicho mecanismo - a l que denomina tanatopolítica, basándose en el con­ cepto acuñado por Agamben (1 9 9 8 )- en cuanto a la conducción y reorganización de las relaciones sociales, en las que se censuran aquellas subjetividades que se encuentren en tensión con el poder dominante. Las investigaciones de Natatxa Carreras han abundado sobre los fenómenos que aquí nos interesa estudiar; consideramos que su aporte daría luces a las reflexiones en torno a la producción de nuda vida y deshechabilidad, razón por la que decidimos convocarla para el presente libro. En “La politización de la violencia”, en diálogo con la teoría psicoanalítíca, sostiene que la violencia tiene que entender­ se desde múltiples ámbitos, dada su relación con la actual cosificación de los cuerpos por condiciones de clase, vacíos legales, mercado y circulación; y que la violencia atraviesa la constitución psíquica de los sujetos en lo cotidiano. Para Carreras, los procesos globales de la acumulación capitalis­ ta tienen su correlato en las transformaciones psíquicas, y ubica en lo contemporáneo la declinación del complejo de Edipo y las desga-< rraduras en la trama simbólica. Estas desgarraduras se acompañan com o condición y consecuencia de la emergencia de figuras totalita­ rias y de la desechabilidad de grandes sectores sociales.

Es interesante que la perspectiva desarrollada en este artículo permite mostrar que las formas de gobierno y las relaciones sociales fincadas en la excepcionalidad -que acompañan al neoliberalismo-, generan procesos psíquicos de declinación simbólica que reestruc­ turan subjetividades especulares y narcisitas, Mónica Zuleta aborda la noción de “reconocimiento cruel”, al que entiende como una técnica de subjetividad que conformó la idea de una sociedad civil liberal en Colombia. En su artículo “El re­ conocimiento cruel como técnica de subjetividad”, sostiene que fue a través de acontecimientos de guerra y del mercadeo de la muerte que se dio en el país el giro de la “coacción” a la “libertad”, giro que conformó una sociedad civil liberal vinculada a la guerra y a la muer­ te, a través de decisiones individuales, y en base a cálculos de costobeneficio. Funda su análisis en dos acontecimientos, el Bogotazo y la Violencia, que se remontan a 1948. Un punto central es la demostración de que el “reconocimiento cruel”, como técnica de gobierno, genera, a través de la muerte, el advenimiento del individuo libre y la esfera civil. En "Biopolítica y vida: lecturas en clave de Colonialidad/Descolonialidad”, Pablo Farneda señala que el papel de la biopolítica como optimización de la productividad de la vida solo puede ser entendida en base a la modernidad colonial. El artículo argumenta que la biopolítica encuentra su fundamento en la conquista y co­ lonización de América, donde, además, fue ensayada, a través del genocidio, ia regulación por muerte de los genocidios biopolíticos contemporáneos. Asimismo, invita a formular nuevas preguntas so­ bre la biopolítica desde perspectivas latinoamericanas, que despla­ cen y reconfiguren nuevos modos de pensar estas problemáticas. El presente libro pretende estimular la discusión sobre las con­ diciones actuales de violencia, gobernabiüdad y subjetivación en que se vive el presente en la región, desde un enfoque crítico que centre su interés en perspectivas de largo plazo, más allá de las ex­ plicaciones coyunturales sobre la inseguridad, la democracia y el Estado de derecho

Agradezco el apoyo del doctor Agustín Grajales Porras, direc­ tor del Instituto de Ciencias Sociales-y Humanidades “Alfonso Velez Pliego”, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, por su disposición para la utilización de los recursos que este Insti' tuto brinda, y por el apoyo para la publicación del presente libro.

Antonio Fuentes Díaz Puebla, Puebla 25 de septiembre de 2012

NECROPOLÍTICA: LOS APORTES DE MBEMBE PARA ENTENDER LA VIOLENCIA CONTEMPORÁNEA A n d rea I vanna G ig e n a

In g r esa n d o

Este trabajo parte de dos circunstancias teóricas fundamentales. L a primera tiene que ver con el convencimiento de que la analítica foucaultiana tiene una notable potencialidad para dar cuenta de m ú l­ tiples procesos políticos contemporáneos, a través del estudio de las prácticas que los constituyen (su historicidad, su singularidad y aquello que producen). La segunda se relaciona con la necesidad de inscribir esta analítica en “una nueva tem poralidad discursiva” (Bhabha, 2002), en el horizonte de teorización abierto por las “e p iste­ mologías del sur”, en la medida que le dan una nueva im pronta y un mayor potencial para su uso com o caja de herramientas conceptual en contextos donde perviven estructuras de dominación colon ial, como nuestra América Latina. Cuando refiero a las “epistem ologías del sur” remito tan to al pensamiento poscolonial com o al descolonial. El primero es u n es­ cenario de teorización que surge en la m itad del siglo x x en el m arco de las experiencias de luchas anticoloniales en Asia y Africa.1El p e n ­

1 Siguiendo a Mbembe (2008a), tres grandes momentos distinguen la constitución de esta corriente. Primero, la reflexión que precedió y acom pañ ó las luchas anticoloniales en Africa, centradas en textos novelísticos, p o é tic o s y militantes producidos por la diáspora africana y negra de habla francesa (Fanón, Senghor, Césaire, Glissant). El segundo, en la decada de los 80,

samiento descolonial, por otra parte, emerge en los años 90 como una corriente intelectual crítica que pretende constituir un “para­ digma otro” respecto de la modernidad y el orden de dominación global establecido con la colonización de América, y que se extiende hasta la actualidad.2 Asimismo, este trabajo parte de la necesidad de reflexionar sobre un conjunto de acontecimientos que vienen sucediendo en nuestra región y que denominaré, genérica y provisoriamente, de “violen­ cia masiva y muertes”, cuyas referencias más paradigmáticas son: los genocidios producidos por diversos gobiernos dictatoriales, los feminicidios, las masacres, mutilaciones y desplazamientos forzosos de poblaciones producidos por las dinámicas de conflictos que, por lo general, se atribuyen al narcotráfico o a grupos armados que fun­ cionan con autonomía de los Estados-nación, entre otros. Claro que

de “alta teorización” cuando el pensamiento poscolonial se moldea jumo a la historiografía y la crítica literaria (Said, Bhabha, Spivak, entre otros). Finalmente, el tercero está marcado por la radicalización de la globalización y su presión sobre los recursos naturales y la vida humana (Mbembe, 2008). Pese a ser un campo de reflexión muy heterogéneo, el común denominador es que consideran a las experiencias de las luchas anticoloniales como instancias performativas tanto del sujeto colonizado como del colonizador. 1 Esta corriente está integrada por una importante diversidad de autores que proceden de heterogéneas disciplinas y que reivindican como fuentes de su pensamiento a ciertas corrientes emergidas en América y Estados Unidos en los últimos 60 años: la teología, la filosofía y la sociología de la liberación, la teoría de la dependencia, los debates latinoamericanos sobre modernidad/ postmodernidad, la teoría feminista chicana, el grupo de estudios subalternos de EE.UU., entre otros. Todos distinguen entre el colonialismo -sistema de dominación políticoadministrativo correspondiente a determinados periodos históricos y lugares concretos donde se ejerció dominio imperial- y la colonialidad -estructura de dominio subyacente ai control ejercido durante la colonización española y lusitana en América, que permanece y se extiende, en múltiples dimensiones y regiones, una vez acabada esta. Y se diferencian de la anterior perspectiva porque teorizan a partir de! marco de problematización abierto por esta última. Todos sus referentes cuestionan la “eurocentricidad”, esto es, las históricas conexiones entre poder, conocimiento y distribución territorial que establecieron a Europa como centro (Gigena, 2011).

mi intención no es problematizar acerca de la conceptualización de estos acontecimientos, ni en su tipificación. Más bien me interesa problematizar sobre el modo de abordarlos analíticamente, a partir de la noción de necropolítica desarrollada por Achille Mbembe. Este autor camerunés radicado en Sudáfrica inscribe la analítica foucaultíana en una singular clave de interpretación, la poscolonial, para indicar que la muerte’ es una tecnología específica, de origen colonial, de gestión de determinadas poblaciones en el mundo. Lo que trataré de desandar, entonces, son los argumentos conceptuales y metodológicos que sostienen esta perspectiva, para lo cual me baso privilegiada, pero no exclusivamente, en el texto denominado, justa­ mente, Necropolítica.’

A l l í, d o n d e F o u c a u lt n o pudo

Si bien con frecuencia suele atribuirse a Foucault, sin más, la noción de “biopolítica”, el concepto es anterior a él. Edgardo Castro (2011) indica que el origen del término puede encontrarse en 1905, en los escritos deí sueco Rudolf Kyellen, y que a partir de allí deben distin­ guirse dos orientaciones: una que prima desde principios del siglo XX hasta la década de los 70, y que considera al Estado y la sociedad

3 En general, y siguiendo a Foucault (2000), entiendo a la muerte en un sentido amplio. Matar es el homicidio pero también es exponer a la muerte (llevar a los ciudadanos a una guerra por ejemplo), multiplicar los riesgos de muerte, invisibilizar, expulsar, excluir (la muerte política). En Mbembe hay una preeminencia analítica por el homicidio y otras prácticas de violencia sobre los cuerpos. 1 El texto en el que el autor presenta la temática fue publicado por primera vez en 2003 en inglés (“Necropolitics”, Revista Public Culture) y luego, en 2006, fiie traducido por esa misma producción al español (en España). Quisiera destacar un gesto en la escritura de Mbembe que sortea algunos atisbos de violencia epistémica: al menos en buena parte de sus últimas obras publicadas en inglés, c) autor escribe emin lenguaje no sexista. Sin embargo, estoscpierdc en las traducciones (castellano o portugués) de esos mismos textos.

como un organismo, "una realidad biológica”.3La otra, que conside­ ra el modo en que la política coma a la vida biológica de los hombres como objeto de su poder (el biopoder). Esta última orientación es la que corresponde a Ja discursividad foucaultiana, y tiene la particula­ ridad de abrir el debate sobre la politización de la vida. Recordemos, muy brevemente, que para Foucault eí biopoder toma a su cargo la vida, desde lo orgánico a lo biológico, del cuerpo a la población; así lo define: ...el conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que, en la especie humana, constituyen rasgos biológicos fundamen­ tales podrá ser parte de una política, una estrategia política, una estrategia general de poder; en otras palabras, cómo, a partir del siglo xviii , la sociedad, las sociedades occidentales modernas, to­ maron en cuenta el hecho biológico fundamental de que el hom­ bre constituye una especie humana (Foucault, 2004: 15). Pueden distinguirse dos condiciones de posibilidad de la emergen­ cia del biopoder. Por un lado, la mutación, en la teoría clásica de la soberanía y el consecuente desplazamiento en su modo de ejercicio del poder, desde el hacer morir o dejar vivir hacia el hacer vivir o dejar morir. Esto dista de ser una simple inversión de términos,* ya que el poder se ejerce desequilibradamente en cada binomio. Para el primero, se ejer ce asimétricamente por la muerte: “...el soberano ejerce su derecho sobre la vida desde el momento en que puede ma­

5 Para esta primera orientación, Castro distingue (siguiendo a Esposito y Cutro) tres etapas: a) la organicista (hasta ¡a década de los 30, fundamentalmente en lengua alemana), “...dominadapor el esfuerzo de pensar el estado como un organismo viviente”; b) la humanista (de ios años 60, predominantemente en lengua francesa), que "busca explicar la historia de la humanidad partiendo de la vida, sin reducir por ello la historia a la naturaleza”; y c) la naturalista (mediados de los 60, predominantemente en lengua inglesa), en la cual “se entiende por biopolítica la utilización de los conceptos y los métodos de la biología en el campo de la ciencia política” (Castro, 2 0 i 1: 35-36). La sutileza en ei uso de los verbos da cuenta de esto, no se trata de hacer morir y hacerVw'ix (o viceversa) sino de hacer y dejar, lo que denota el carácter activo del primero y el carácter pasivo-ausente del segundo.

tar” (Foucault, 2000: 218); mientras que para el segundo se ejerce desequilibradamente a favor de la vida. Por otro lado, el biopoder emerge por la constitución de un n u e­ vo campo de intervención: la.población, entendida como un conjun­ to ác procesos que deben regularse en sus aspectos naturales y a p artir de ellos. Para ello se entrelazan dos tecnologías: las disciplinarias (a partir el siglo xv ii), la anatomopolítica del cuerpo humano, centra­ das en el cuerpo de los individuos; y las regulatorias (desde el siglo x v m ), la biopolítica de la población, centradas en el cuerpo-especie (Foucault, 2002: 2004)/ Así, el biopoder opera en un doble ju eg o de producción-regulación. Es productivo por su vocación de interve­ nir para “hacer vivir”. Es regulador por su vocación para determ inar cómo vivir: una vida más segura, más productiva y menos azarosa. Frente a un poder organizado en torno de la vida, con énfasis en la vida: ¿cómo entender entonces el ejercicio interrumpido (y escan ­ daloso) del derecho a matar ejercido bajo el arbitrio del biopoder? El palabras del propio Foucault: “¿cómo es posible que un p o d e r político mate, reivindique la muerte, exija la muerte, haga matar, dé orden de matar, exponga a la muerte no sólo a sus enemigos sin o a sus ciudadanos?” (2000: 230). En sus respuestas a este interrogante aparecen las tensiones conceptuales que originaron, luego, extendi­ das correctivas a su pensamiento. Pero veamos cómo es que Foucault responde a la pregunta por la muerte. Según el autor, el racismo de Estado explica la “aparente” p a ra ­ doja de un poder que se ejerce sobre la vida promoviendo, al m ism o tiempo, aquello que la anula: una multiplicidad de muertes. A p e ­ lando a la raza se han podido sostener prácticas de borramiento y

7 Si bien son dos tecnologías distintas, no deben considerarse antitéticas o excluyenres. Más bien actúan en diferentes niveles pero entrelazadas. La tecnología disciplinaria descompone,-clasifica, establece secuencias o coordinaciones óptimas, fija los procedimientos del adiestramiento en base a esas secuencias y controla el grado de ajuste en relación a un modelo óptim o. La tecnología de regulación no impide ni proyecta una acción (estableciendo un modelo óptimo), sino que controla su manifestación en un marco de límites aceptables (Foucault, 2004).

exterminio de algunos sujetos con el fin de asegurar la homeostasis poblacional: Sin duda, fue el surgimiento del biopoder lo que inscribió el ra­ cismo en los mecanismos del Estado. En ese momento, el racismo se inscribió como mecanismo fundamental del poder, tal como se ejerce en los Estados modernos y en la medida en que hace que prácticamente no haya funcionamiento del Estado que, en cierto momento, en cierto límite y en ciertas condiciones, no pase por él (Foucault, 2000: 230) D e ahí que Foucault (2002) sostenga que el racismo moderno es es­ tatal y biologizante. A partir del mismo se ejercen dos funciones. La primera es fragmentar a la especie humana, introduciendo diferen­ cias jerárquicas en un “continuum biológico”. La segunda es estable­ cer una relación positiva con respecto a la muerte para los grupos que integran las posiciones inferiores de la jerarquía, para quienes, incluso, la muerte podrá ser “solicitada por necesidad”: ...puede comprenderse por qué el racismo se desarrolla en las so­ ciedades modernas que funcionan en la modalidad del biopoder; se comprende también por qué el racismo va a estallar en una serie de puntos privilegiados, que son precisamente los puntos en que se requiere de manera indispensable el derecho a la muerte (Fou­ cault, 2000: 232). La identidad entre el racismo y el Estado moderno tiene, entonces, como principal función, asegurar la normalización,8la regularidad, la homogeneidad y la homeostasis poblacional. Y lo que se produce es una política racial de alteridad, la constitución de sujetos “dispensables”, “desechables” a quienes se puede dejar morir o hacer morir para “defender” y resguardar la propia población. Esta respuesta, este lugar y función dado a la muerte por Fou­ cault, ha resultado insuficiente para muchos autores como Giorgo s Se parte del comportamiento de hechos concretos manifiestos en curvas de normalidades estadísticas frente a las cuales: [se hará] interactual- esas diferentes distribuciones de normalidad y procurar que las más desfavorables se asimilen a la más favorables” (Foucault, 2004: 83).

Agamben y Achille Mbembe, quienes, desde genealogías de pen­ samientos diferentes pero continuando el paradigma biopolítico, han propuesto nuevas claves de interpretación para la muerte y la violencia. Agamben, a través de la noción de nuda vida y el estado de excepción;9 Mbembe, mediante la necropolítica (Mbembe, 2006 [2003]). Voy a destacar aquí sólo el segundo, atendiendo a que otros autores ya han establecido las limitaciones del primer autor italiano en la medida que: “...ocluye las dimensiones coloniales de lo que ge­ néricamente se diagnostica como la crisis política de occidente” (De Oto y Quintana, 2010: 52).10

9 La propuesta de Agamben busca corregir o completar el pensamiento de Foucault en dos sentidos relacionados. Por un lado, extender el análisis biopolítico hacia los espacios que el autor considera de dominio, por excelencia, de la biopolítica: los campos de concentración y exterminio, sobre los cuales Foucault no profundizó. Por el otro, recuperar los elementos de los que Foucault prescindió para explicar el ejercicio del poder moderno: lo jurídico-institucional, la soberanía. Esto significa extender el análisis al punto en el que se intersectan lo “jurídico” y lo “político”. Así, la diferenciación que sostuviera Foucault entre gobierno soberano y gobierno biopolítico se deshace para que se puede explicar, en su entrecruzan! iento, el estado de excepción y el homo sacer (Castro, 2011; Karmy Bolton, 2011). Para Agamben, la política en la modernidad se caracteriza por la incorporación de la vida desnuda al cálculo político occidental (paradigma biopolítico) y la constitución del estado de excepción (paradigma soberano) como regla. En la arqueología de la vida desnuda aparece el homo sacer, una figura del derecho romano arcaico bajo cuyo arbitrio una vida puede ser suprimida “sin necesidad de ofrecer sacrificios y sin cometer hom icidio” (Castro, 2011). Esta particular intersección, del orden jurídico y del orden político, da como resultado una zona de “irreductible indiferenciación” (entre inclusión/exclusión, bíos/zoé, publico/privado). Esta reconfiguración del paradigma biopolítico es considerada la “matriz originaria sobre la cual se funda Occidente" (Karmy Bolton, 2011: 6). 10 Para una crítica relativa al carácter eurocentrismo del pensamiento de Giorgo Agamben, puede consultarse a Waiter Mignolo (2007), “Ei pensamiento decolonial: desprendimiento y apertura. Un Manifiesto”, en Castro-Gómez, Santiago y Ramón Grosfoguel (comps.) (2007), E l giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica. más allá del capitalismo global, Bogotá: Siglo del Hombre Editores; y De Oto y Quintana (2010), “Biopolítica y colonialialidad. Una lectura crítica de Homo Sacer”, Revista Tabula Rafa, 12, Bogotá.

G e n e a l o g í a d e l s e c r o p o d f .r : RACISMO Y EXPERIENCIA COLONIAL

Tributario del pensamiento foucaulteano y en interlocución con Agamben, Mbembe (2006) afirma que las experiencias políticas contemporáneas deben abordarse desde categorías diferentes de de nociones “menos abstractas” como vida y/o muerte. Así, y frente al privilegio dado por las teorías normativas al concepto de “razón” el autor enuncia: M i interés se centra en esas figuras de la soberanía cuyo proyecto central no es la lucha por la autonom ía, sino la instrum entalización generalizada de la existencia hum ana y la destrucción m ate­ ria l de cuerpos y poblaciones humanos. Esas figuras de soberanía no tienen nada que ver con un episodio de locura exacerbada o con la expresión de una ruptura entre los im pulsos y los intereses del cuerpo y los de la mente. Por el contrario, son, com o los cam pos de exterminio, lo que constituye el nomos del espacio político en el que aún vivimos (M bem be, 2006: 34; énfasis agregado).

Está interesado, entonces, en analizar las prácticas que producen muertes a través de un ejercicio sistemático de la violencia y el te­ rror sobre determinadas poblaciones. Esto es el nccropoder. Y este énfasis analítico lo distingue tanto de Foucault y Agamben como de

Sintéticamente, apunto que Mignolo, por un lado, indica que las elaboraciones de Agamben son: ‘'...importantes, pero tardías, regionales y limitadas” en la medida que ignoran la constitución del mundo moderno/colonial como el tiempo inaugural de las prácticas de la “desechabilidad” humana. Prácticas que, además, desbordan aquello que la noción de “nuda vida” contiene (2007: 41-42). De Oto y Quintana, por otra parte, extienden todavía más la crítica de Mignolo: “Sin embargo, el núcleo de nuestra crítica a Agamben, si bien está asociada al problema concreto que se pone en juego cuando se ignora el carácter instituyeme del colonialismo para la modernidad y para la teoría política, se refiere a que su visión comprime la heterogeneidad del mundo moderno colonial, y las distintas formas de disposición de la vida que se inauguran en ese marco, a la huella dejada por una marca ontológica de la tradición dei derecho romano. En ese sentido, la lectura de Agamben no llega tarde. Llega desde una marca epistemológica que no incorpora capilarmente los cuerpos coloniales.cn su trama conceptual” (2010: 66).

muchos/as autores/as inscriptos/as en las corrien tes poscolon iales y descoloniales que con mucho m enor frecu en cia han d esan d ad o abordajes relativos al ejercicio de la v iolen cia y las prácticas d e la muerte, de tan significativas emergencias y p articu lares visibilidades en nuestras sociedades.11 Pero veamos ia trama del pensam iento d e A chille M bem be. E n primer lugar, es necesario destacar que el necropoder t stá siem pre e indisolublemente ligado al racismo-. “Al fin y al cabo, m ucho m ás q u e el pensamiento de clase (la ideología que d efin e la historia com o u n a lucha económica entre las clases), la raza h a sid o la som bra o m n i­ presente en el pensamiento y la práctica p o lític a de occidente, so b re todo cuando se trata de imaginar la in h um an id ad de los extranjeros” (Mbembe, 2006: 36). Eí racismo es conceptual izado, entonces, com o una “eco n o m ía psíquica”, una “práctica de la im aginación” p o rq u e se sustenta so b re una idea que la ciencia ya ha podido rebatir y que, sin embargo, p e r ­ dura: que la raza existe. Se articula, adem ás, sobre un “accidente” : el color de la piel. Este racismo, com o explicaré lu eg o con p ro fu n ­ didad, encuentra su origen en las experiencias coloniales y, a c tu a l­ mente -en la “Modernidad G lobal”- se rep ro d u ce com o efecto de una multiplicidad de micro prácticas relativas a la circulación d e las cosas, las migraciones y las guerras (M b em b e, 2 0 0 5 ).11 Si bien es cierto que en el marco del p en sam ie n to biopolítico la asociación de la muerte con el racismo no es n ov ed o sa (tanto F o u ­ cault como Agamben realizan estas operacion es), lo significativo de Mbembe es inscribir la genealogía del ra c ism o en una tem poralidad alternativa a aquella que sostiene que eí b io p o d e r tiene su origen en las formaciones socio-políticas de E uropa o ccid en tal. En este se n ti­ do, se acerca a Homi Bhabha, quien p lan tea: “ L a eurocentricidad 11 Una excepción son las producciones de R ita L a u ra Segato recientemente, de Karína Bidaseca (2011), quien es analizan de la violencia y sus raíces coloniales específicam en te en feniinícidios en Latinoamérica, 12 Me detendré en estos aspectos más adelante, al referir la estabilidad en la conceptualización de Ja necrcpolítica.

(2006) y, m ás las escrucruras relación a los cuestión de la

de la teoría foucaultiana de la diferencia cultural se revela en su in­ sistente espacialización del tiempo de ía modernidad” (2002: 293), temporalidad que deja fuera los espacios coloniales de los siglos X I X y X X . C om o corolario, la “raza” aparece como una “ensoñación ar­ caica”, como un acontecimiento “premoderno” que se hace presente en el holocausto judío (shoá) de modo extratemporal. Esto nos lleva a destacar un segundo elemento en el pensamien­ to de Mbembe: que las experiencias coloniales se constituyen, in­ defectiblemente, en la grilla de inteligibilidad para la violencia y el terror contemporáneo que se resumen en la necropolítica. En relación a esto, el autor distingue dos hiatos, uno relacionado con la empresa colonial en América, a partir del siglo x v il, y el otro producido con la colonización en Asia y África desde el siglo x ix . Es oportuno y correcto advertir aquí, sin embargo, que el co­ lonialismo no ha sido un tema totalmente ausente en la obra de Foucault:13 El racismo va a desarrollarse, en primer lugar, con la colonización, es decir, con el genocidio colonizador; cuando haya que matar gente, matar poblaciones, matar civilizaciones Destruir no solamente al adversario político, sino a la población rival, esa es­ pecie de peligro biológico que representan para la raza que somos, quienes están frente a nosotros En líneas generales, creo que el racismo atiende a la función de muerte en la economía del biopoder, de acuerdo con el principio de que la muerte de los otros significa el fortalecimiento biológico de uno mismo en tanco miembro de una raza o población (Foucault, 2000: 232-233). Sin embargo, como ya han advertido muchos/as intelectuales poscoloniales y descoloniales, esto no puede hacernos sugerir que Fou­ cault considerara que el racismo tenía sus antecedentes en la expe­ riencia colonial, ni que hubiera un solo tipo de racismo, ni que el racismo funcionara solo fuera de Europa. De hecho, Foucault pri­ vilegió la consideración de que en el corazón mismo de Europa se

13 El tema aparece referido en Historia de U Sexualidad ([1975] 2002) y Defenderla Sociedad ([1976] 2000).

racializaron Jas relaciones con “Ja aristocracia en el siglo x v il’j con “la burguesía del x v iii ” con “los pobres en el siglo x i x ” y, finalmen­ te, con “los judíos en el siglo x x ” (Castro-Gómez, 2007). Entonces: Lo que parece querer decir Foucault es que las colonias fueron uno de los laboratorios en los que se probó el racismo en tanto que dispositivo biopolítico de guerra. No está diciendo que el ra­ cismo nace con el colonialismo, ni que el colonialismo es la condi­ ción de posibilidad del racismo; lo que dice es que la experiencia colonial europea coadyuva a desarrollar el discurso del racismo (Castro-Gómez, 2007: 158; énfasis original). Volviendo entonces a Mbembe, y como ya indiqué, las experien­ cias coloniales sí son un antecedente de una misma lógica racista que reconoce dos hitos. En relación al primero, sentencia Mbem­ be: “Cualquier relato histórico del surgimiento del terror moderno necesita tratar la esclavitud, que podría ser considerada como uno de los primeros casos de experimentación biopolítica" (Mbembe, 2006: 39). En las antípodas de Agamben, que considera el exter­ minio producido por el nazismo como el punto paradigmático de experimentación biopolítica, para nuestro autor el régimen escla­ vista de las plantaciones asumen ese carácter y los/as esclavos/as se configuran como las: “figuras emblemáticas y paradójicas del estado de excepción” (Mbembe: 2006:39). En la plantación la paradoja de la subjetividad del/la esclavo/a se plantea en que, por un lado su humanidad queda reducida a una u | » som bra :

La condición de esclavo resulta de una pérdida triple: la pérdida de un “hogar”, la pérdida de los derechos sobre el propio cuerpo y la pérdida del estatus político. Esto es idéntico a la dominación absoluta, la alienación memal y la muerte social (la expulsión to­ tal de la humanidad) (Mbembe, 2006: 39). Pese a esto, como el/la esclavo/a es necesario/a en tanto fuerza de trabajo, se lo/la deja vivir en un “estado de lesión” Esto implica la disposición de sus cuerpos para ejercitar la violencia (azotes, ejecu­ ciones, violaciones) y, a su vez, para constituirlos como escenario y

protagonistas de nn espectáculo de violencia “destinado a provocar el terror” en otros/as. Por otro lado, sin embargo, en la plantación los/as esclavos/as desarrollan los ínfimos elementos de una subjetivación de resisten­ cia, que afirma su humanidad. Así: ...el esclavo sigue siendo capaz de incorporar cualquier objeto, instrum ento, lenguaje o gesto a una representación y estilizarlo. Por m edio de la ruptura con su desarraigo y el puro m undo de las cosas del que es solo un fragmento, el esclavo es capaz de m ostrar las capacidades proteicas de los lazos hum anos m ediante la m úsi­ ca y el propio cuerpo, que es supuestamente la posesión de otro (M bem be, 2006; 39-40).

Muerte, crueldad y profanación son las prácticas que Mbembe re­ conoce para este primer hito. Luego, más tarde, el terror encuentra un nuevo antecedente en el sistema colonial establecido en Asia y Africa desde fines del siglo x ix y hasta mediados del siglo X X . Allí la racionalidad occidental “encarna” en la síntesis entre la masacre y la burocracia imperial aplicada en las colonias, proceso legitimado por el racismo eugenésico, higiénico, degenerativo en boga (Mbem­ be, 2006). Entonces, en síntesis, en su genealogía del racismo, Mbembe no niega ios vínculos entre modernidad y terror ya establecidos por otros autores: las prácticas (y sus mutaciones) de castigo del anden régime que estudió Foucault; las prácticas del terror ejercidos durante la revolución francesa; la “industrialización de la muerte” producto de la integración de la racionalidad instrumental y la racionalidad productivo-administrativa de los Estados modernos (fábrica, ejérci­ tos, prisión) en el nazismo, y hasta violencia que supone el relato de la emancipación marxista que: “...tenía como objetivo la erradicación de la básica condición humana de pluralidad” (2006: 38). Lo que hace, más bien, es trastocar los límites que los autores inscriptos en epistemologías eurocéntricas reconocen a la Moder­ nidad. Él inscribe en la concepción de que la misma es anterior a la

Ilustración* * y su origen debe rastrearse en los “lab o rato rio s” —los sistemas de “plantaciones” y la trata de esclav o s- in stau rad o s en A m é ­ rica, mucho antes de la colonización im perial en A sia y A frica: La crítica postcolonial demuestra que nuestra m odernidad g lo ­ bal necesita ser analizada en contexto mucho antes del siglo x i x , comenzando por el período en el cual la mercantilización de la propiedad privada ocurrió de la mano de la m ercantilización de las personas durante la trata de esclavos (M bem be, 2 0 0 8 a :s/d ) [La traducción es mía].

L a sin g u la rid a d d e l n e c r o p o d e r A través del análisis del conflicto palestino-israelí, la G vierra del G o l ­ fo y régimen del apartbeiden Sudáfrica, M bem be ( 2 0 0 6 ) afirm a q u e en la modernidad reciente se articulan lo disciplinar, lo b io p o lític o y lo necropolítico, y que esta articulación logra alcan zar un d o m in io “absoluto” sobre determinadas poblacion es. L a o c u p a c ió n c o lo n ia l del territorio palestino en la m odernidad reciente es, p a ra el au tor, el caso emblemático de esta articulación. C on esto se deja sentado que el ejercicio de la v io len cia y el te ­ rror -la necropolítica-, no es la con traparte de la b io p o lític a - e l c o constitutivo del biopoder para asegurar la bom eostasis p o b la c io n a l, que se ejerce a través del racismo de E s ta d o - , com o su g ería F o u c a u lt

14 Esta interpretación ha sido desarrollada particularm ente en el m arco d el pensamiento descolonial a través y a p artir de Enrique D u sse l, qu ien c o n sid e ra que la modernidad empieza con el descubrim iento de A m érica y d istin g u e , para la misma, dos etapas. La primera, la colonial, inicia en el siglo x v c o n el imperio de España y Portugal, junto al desarrollo del m ercan tilism o m u n d ia l y la consolidación de un ethas cristiano, h um anista y renacentista. L a se g u n d a modernidad, la ilustrada, está asociada a los im perios de H o la n d a , F ra n cia e Inglaterra (desde el siglo x v n ) y luego a E stados U n id o s (sig lo xx). C a d a etapa generó un tnodo particular de subjetividad. E n la p rim era se fo r m ó el “ego conquiro” (“yo conquistador”), antecedente d el “e g o c o g ito ” d e la segunda etapa, que aparece unido al surgim iento de la b u rgu esía e u ro p e a y a la consolidación del modo de producción capitalista (D u sse l, 2 0 0 0 ).

y quienes profundizaron en la tanotopolítica (Agamben). El necropoder es, más bien, una tecnología política diferenciada que tiene por fin la masacre poblacional, y, además, es una tecnología que desborda los límites de la estatalidad, Consideraré estas dos cuestiones con mayor detalle en lo sucesivo. Proponer al necropoder como una tecnología específica, diferen­ ciada de aquellas que identificara Foucault'5-y no su necesaria contraparte-, es una apuesta metodológica que trasciende el contenido eurocéntrico de la analítica foucaulteana, sin soslayar su potencial como caja de herramienta analítica-metodológica. Quien realiza esto, en el marco del pensamiento descolonial, aún sin referir al tema específico de la violencia y la muerte, es el intelectual colombiano Santiago Castro-Góm ez. Él ha conceptualizado e investigado sobre las tecnologías (y los dispositivos) propias de la experiencia colonial en Latinoamérica, articulándolas con aquellas que investigó Fou­ cault para la Europa pos Ilustración. Para sostener esto, Castro-Gómez se basa en la premisa de que la discursividad foucaulteana es eurocéntrica en su contenido pero no en su forma, Y es eurocéntrica porque Foucault no pudo ver la di­ ferencia colonial, arguyendo que las diferentes tecnologías de poder se originaron en Europa para extenderse luego al resto del mundo. Además, porque se concibe al colonialismo: ...como un fenómeno derivado de la formación de los estados nacionales al interior de Europa. Esto significa, paradójicamen­ te, que el colonialismo es un fenómeno intraeuropeo. [...] y como consecuencia de lo anterior, para Foucault solo puede hablarse de colonialismo, en sentido estricto, desde finales del siglo X V in y durante todo el siglo X IX , es decir, cuando se consolida plena­

15 I*as tecnologías deben entenderse como la dimensión estratégica de los prácticas, articuladas en un dispositivo; los medios en virtud de los cuales se cumplirán determinados fines (Castro-Gómez, 2010). A través de las mismas se producen los procesos de subjetivación. Foucault distingue entre las tecnologías gubernamentales, las del yo, las del poder (dominación), las de la producción y las de los signos (Foucault, 1996b). Las tecnologías pastorales y soberanas también se articulan con las citadas.

mente la hegemonía de algunos estados nacionales en Europa (Castro-Gómez, 2007:1.64), Pero haciendo una abstracción del contenido, la metodología foucauiteana puede articularse con los enfoques de 1a colonialidad y el pensamiento poscolonial, en una unión de mutuas correctivas. Al igual que Castro-Gómez, esta es la apuesta de Mbembe, al considerar a la necropolítica como un “tipo específico de poder” como una tecno­ logía en sentido foucaulteano, al igual que el poder soberano, pastoral, biopolítico o el de la gubernamentalidad. Cada uno puede abordarse de manera autónoma o atendiendo, cuando es posible, a sus articula­ ciones y sus singulares manifestaciones en contextos locales.16 Ahora bien, ¿cuál es la especificidad que Mbembe le reconoce a la tecnología del necropoderí: la gestión de las multitudes, particular­ mente diaspóricas, y ia extracción de los recursos naturales a través del ejercicio de masacres pobiadonales que no discriminan entre enemigos internos y externos. Para dejar claramente sentado esto, el autor indica: ...las nuevas tecnologías de la destrucción están menos interesa­ das en inscribir a los cuerpos en los nuevos aparatos disciplina­ res que en inscribirlos, cuando llega el momento, en ei orden de la economía radical que ahora se representa con la ‘masacre’ figuras humanas que están vivas, sin duda, pero cuya integridad corporal ha sido reemplazada por piezas, fragmentos, arrugas e incluso heridas inmensas que son difíciles de cerrar. Su función es mantener ante los ojos de la víctima, y de las personas que lo ro­ dean, el mórbido espectáculo de la mutilación (Mbembe, 2006: 48; énfasis agregado). Aquí es significativo que al introducir el necropoder como una cecnologia específica, Mbembe produce un viraje conceptual hacia Frantz

16 Así, por ejemplo, para Castro-Gómez, la colonialidad del poder es una tecnología que opera sobre Jo étnico-racial; la colonialidad del saber, sobre lo epistémico; y !a colonialidad del ser, sobre lo ontológico. Pueden articularse (o no) y pueden hacerlo (o no) en términos de una descoloniaíídad. Es decir, una lucha descolonia] érnico-radal no produce necesaria y auromáricamente una deseolonialidad del saber o del ser (Gigena, 2 0 1 1),

Fanón, de quien retoma la “lectura espacial de la ocupación colo­ nial” Fanón se vuelve indispensable porque, si bien la discursividad foucaulteana tiene operatividad para su abordaje, “no resuelve, por ensalmo, el problema del significado de los fenómenos de violencia en el África contemporánea” (2007: 361). A partir de allí, Mbembe indica que los territorios coloniales han sido construidos por el imaginario europeo como zonas de frontera, de guerra y desorden, legitimando la política de terror apli­ cada durante su dominio imperial. Esto se sustentó en: “la negación racial de cualquier lazo de unión entre el conquistador y el nativo" (Mbembe, 2006: 41), la asimilación de la vida nativa, del coloniza­ do, a la vida animal. En las lecturas de los procesos de subjetivación en perspectiva descolonial, De Oto y Quintana (2011) realizan una operatoria si­ milar. Recurren a Fanón para abordar la coloniaíidad del tiempo y la producción de subjetividades basándose en la premisa de que antes que el reconocimiento del otro y de la diferencia, lo que se produce mediante las tácticas de la animalización17son sujetos absolutamen­ te “disponibles” y “desechables” : En este sentido, el colonizador no puede sino expresarse en lengua­ je zoológico cuando habla del colonizado. Y en tal instancia, tal como lo veremos más adelante, las palabras exceden la dimensión retórica y adquieren un carácter perfcrmativo; en consecuencia, animalizar es una actividad que produce eventos, que describe una práctica y que organiza la humanidad a partir de irnos límites men­ tados políticamente (De Oto y Quintana, 2011: 122). Como corolario, asistimos a una economía general de la violencia. Se trata de un problema de gobierno en general que modula esa violen­ cia, permitiendo emerger espacios de resistencia, de modo tal que la gestión délos mismos genere mayor productividad (Mbembe, 2007).

17 Los autores consideran que la táctica de k animalización configura la biopolítica cuando se la inscribe en la historicidad colonial. Distante de esto, Mbembe remite la “animalización” a la necropolítica, en tanto tecnología específica y diferencia de la biopolítica.

Esta política del terror: “Lejos de constituir una d isfun ción re sp e c to r.. la lógica general de formación del E stado, sería ai m ism o tiem po un recurso y un m odo de acción política” (M bem be, 2 0 0 7 : 3 5 8 ). P ero la necropolítica desborda, también, ios lím ites de la estatalidad. C om o indican De Oto y Q u in in a (2 0 1 1 ), a p a r tir de las le c t u ­ ras poscoloniaies y descoloniales p od em os trascender las v ersio n es restringidas de buena parte de la analítica foucaulteana —e m p e z a n ­ do por el propio Foucault” que ubican la cuestión de la re g u lació n de los cuerpos y las poblaciones dentro de la historicidad del E sta d o nación moderno y europeo: ... al restringir la política exclusivamente a la dialéctica súbditossoberano en el marco del estado-nación, el proceso colonizador ini­ ciado en 1492 queda ocluido en las dimensiones (necro) políticas que supone y que serán cruciales para los capítulos fundacionales de “Europa” -tanto en sus aspecto históricos, como políticos y filo­ sóficos (De Oto y Quintana, 2011: 111). Lo mismo plantea Chatterjee, un intelectual p o sco lo n ial in d io , al referir a las distintas implicancias que la obra de Foucault tiene c u a n ­ do trasciende su lugar de origen, el con texto europeo e ilu strad o: Lo interesante es que muchas de estas técnicas de la biopolítica han aparecido en situaciones coloniales y no necesariamente en Europa. Surgieron en una coyuntura colonial porque precisa­ mente allí no había una noción de ciudadanía, nadie en las c o ­ lonias era ciudadano, pues era un problema lidiar con individuos que tuvieran una carga ética. Por eso, era más fácil concebir a las poblaciones como masas (Chatterjee, 2006: 21). Pero Mbembe, adunas de inscribir ei necropoder en el h o rizo n te d e inteligibilidad del colonialismo y la colon ialidad que an teced en la conformación del sistema estatal m oderno europeo, lo inscribe f u e ­ ra de las estatalidades hoy vigentes (el E stado-n ación ). A sí, el n ecro ­ poder aparece asociado a la producción de un m odo de so b e ran ía n o estatal (Mbembe, 2008b) y a un m odo de gestión de la s m u ltitu d e s que sustituye el “mando colonial” que las poten cias im periales e u r o ­ peas ejercieron sobre Africa desde m ediados del siglo X IX .

Esto nos lleva a considerar, nuevamente, las articulaciones con­ temporáneas del poder necrótico y el racismo. Como indiqué ante­ riormente, las prácticas del racismo contemporáneo se manifiestan en: la movilidad de las cosas (circulación financiera y circulación de personas), las migraciones y las guerras. En cualquiera de los tres ámbitos las cosas (capital, mercadería, recursos naturales) siempre adquieren mayor valor que las personas: ...Este es uno de los motivos por los que las formas resultantes de violencia tienen como principal objetivo la destrucción física de personas (masacres de civiles, genocidios, distintas formas de asesinato) y la explotación primaria de cosas. Estas formas de vio­ lencia (de las que la guerra no es sino una faceta) contribuyen al establecimiento de la soberanía fuera del Estado y están basadas en una confusión entre poder y hechos, entre asuntos públicos y gobierno privado (Mbembe, 2008b: 168-169; énfasis agregado). En esos tres ámbitos privilegiados de las prácticas raciales, la soberanía estatal se observan en una serie de aspectos que son administrados en el marco y por influjo de la globalización, tales como: la desregulación de los flujos financieros y la estricta regulación de la circulación de personas (control de migraciones, por ejemplo). No casualmente Mbembe sentencia respecto de la política de los visados: Gracias a los objetivos de algunos países y a diversas formas de categorización, se ha diseñado un mapa legal de movimientos que coincide, en su mayor parte, con el mapa racial del mundo (2005: 363-264). Pero aparecen muchas otras prácticas soberanas desancladas o que trascienden los Estados-nación, particularmente (pero no de modo exclusivo) relacionadas con el ejercicio de la guerra, que, junto con la pobreza, son consideradas las formas de violencia extrema en nues­ tros tiempos. Así, queda sentado que el racismo necrótico explica no solo el poder homicida del Estado sino también el poder homicida de otras “maquinarias de poder” capaces de ejercer soberanía. La “máquina de guerra” es un concepto que Mbembe toma de Deleuze y Guattari para referir a la modalidad que asumen ciertos

“actores” en las guerras contemporáneas (Palestina, Kosovo y Áfri­ ca), Se trata de segmentos contingentes de gentes armadas, con una gran capacidad de movilidad y metamorfosis (en relación a su con­ formación y sus objetivos): Posee los rasgos de una organización política o de una compañía mercantil. Funciona por medio de la captura y la depredación, y puede incluso acuñar su propio dinero. Para avivar la extracción y la exportación de los recursos naturales situados en el territorio que ellas controlan, las máquinas de guerra establecen vínculos directos con las redes transnacionales (Mbembe, 2006: 46). Tanto para ios Estados -que pueden convertirse incluso en una má­ quina de guerra- como para las máquinas de guerra noestatale s, laanexión, ocupación, liberación y/o autonomía territorial han dejado de tener importancia o preeminencia. Es el cuerpo, racializado desde las experiencias coloniales, donde se instituye el nuevo campo/esce­ nario de las batallas para la extracción de los recursos naturales de un territorio y para ejercer, sin más, la violencia. Y así: La ecuación que rige las guerras actuales es la de la relación entre ios recursos y la vida. Se trata de guerras de prelación donde se oponen dos tipos de materialismos: el materialismo de las riquezas “ especialmente minerales- y el materialismo de los cuerpos. Salvo las guerras que aspiran a la aniquilación física del enemigo (geno­ cidios), la mayoría de las guerras tienen como objetivo el cuerpo del otro, y se esfuerzan en mutilarlo (Mbembe, 2005: 364-365). Esto es posible porque: “el cuerpo del otro -y especialmente su co­ lor- es lo que hay más inmediato, lo más visual, lo más material” (Mbembe, 2005: 365). Y la finalidad se resume, si es que esta palabra resulta apropiada, en; “mantener ante los ojos de la víctima, de las personas que la rodean, el mórbido espectáculo de la mutilación” (Mbembe, 2006: 48). Aquello mismo que Segato (2006) ha deno­ minado “la dimensión expresiva de la violencia”, la cual prima sobre su dimensión instrumental.

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N K n i o íh. M .fricA , v i o l e n c i a y e x c e p c i ó n e n a m é i u c a l a t i n a

S a l ie n d o , a m o d o d e c o n c l u sió n

El necropoder es, finalmente, “el sometimknto de ia vida al poder de ia muerte”. La a¡;acsr. dé Achillc Mbembe de postular los espacios' co­ loniales como grilla de inteligibilidad del terror contemporáneo, como principio explicativo y horizonte genealógico, devela un he­ cho fundamental que hasta ahora no he destacado: la violencia ha sido el punto de fuga del orden legal y subjetivo europeo -desde su temprana constitución, con el descubrimiento de América, hasta su consolidación pos ilustración-. Para marginar la emergencia de las hostilidades y las guerras en su interior, las hizo emerger en su versión más descarnizada en las colonias (Mbembe, 2006). Es por esto que los territorios bajo dominio imperial han sido por excelencia el estado de excepción -Mbembe apela a la noción es­ tado de excepción y estado de sitio siguiendo los conceptos de Cari Smith antes que la elaboración de Agamben. Allí, las confrontacio­ nes han sido siempre absolutas y las prácticas de subjetivación han implicado, como coralario, la reducción del colonizado a la condi­ ción del “enemigo absoluto”, bestializado v considerado desprovisto de cualquier atisbo de subjetividad capaz de acercarlo al colonizador. Racismo mediante, esas prácticas se actualizan en las experiencia vi­ tales contemporáneas, privilegiadamente en las territorialidades y subjetividades de herencia colonial a donde los cuerpos son ahora los nuevos escenarios para la violencia y el terror. A la luz de esta producción intelectual, podemos pensar muchos -si no todos- de los fenómenos de violencia en nuestra América. Fe­ nómenos que expropian a los sujetos el control de su cuerpo y los ins­ criben en una economía general del terror que se hace visible, que se vuelve espectáculo y, con ello, adquiere todo su potencial productivo. Su fundamento es la negación de la humanidad y la diferencia del otro; su estrategia, el “encono” contra esa pretendida in-humanidad. Con todo esto, Mbembe llama la atención sobre la erradicación de la pluralidad que implica el ejercicio del necropoder.

El significativo aporte analítico de este autor africano, p artic u ­ larmente en su obra relativa a la necropolítica, es señalar que, frente al contexto de ex colonias y en el marco de la colonialidad, p od em os tomar las herramientas foucaulteanas para abordar diferentes fe n ó ­ menos, pero a condición de asumir que, si bien la m etodología e* propicia, el contenido de sus investigaciones (tecnologías y d isp o si­ tivos) no son suficientes para aprehender nuestras realidades. Esto nos invita a investigar y problematizar sobre las tecnologías específicas que operan en nuestros contextos, develar sus singulares y contingentes racionalidades, inscribiéndolas siempre en una perspec­ tiva de larga duración (en una genealogía de lo colonial). También, n o s planeta un gran desafío (tanto en las academias, como en los O N Gs, en los Estados y organismos internacionales y entre la poblaciones m is­ mas): producir categorías sociológicas y jurídicas que vuelvan social y “jurídicamente inteligibles” (Segato, 2006; Bidaseca, 2011) los fe n ó ­ menos de la violencia contemporánea que nos atraviesan. Para todo esto, es necesario trascender las epistem ológicas eurocéntricas. Es necesario superar las versiones estrechas y extratemporáneas que atribuyen al E stado la condición de ser la u n id ad de inteligibilidad por excelencia de la historia moderna; historia re­ ducida, por otra parte, a la modernidad europea ilustrada. Es n e c e ­ sario, en última y primera instancia, volver sobre nuestras h isto rias y legados coloniales.

NECROPOLÍTICA Y EXCEPCIÓN. APUNTES SOBRE GOBIERNO, VIOLENCIA Y SUBJETIVIDAD EN MÉXICO Y CENTROAMÉRICA A n t o n io F u e n t e s D íaz

I n t r o d u c c ió n

El presente artículo hace una lectura sobre la proliferación de la vio­ lencia en México, Guatemala y El Salvador. Se enfocará en tres ca­ sos específicos de la violencia, presentes en la región, para sustentar transformaciones en la subjetividad y en la regulación poblacional, bajo el contexto del neoliberalismo y ía acumulación flexible. La dis­ cusión tomará como eje la noción de necropolitica y la pertinencia de su uso para analizar el ejercicio del poder, la violencia y la gobernabilidad de los sistemas políticos aludidos. Se sostiene que la violen­ cia muestra la mutación de las formas de la gobernabilidad fincada en un modelo de subjetivación disciplinario del trabajo (fordismo), hacia la gerencia de riesgos propio de las sociedades de control (neoliberalismo). Señala que la atrocidad sobre el cuerpo puede leerse como un vaciamiento político de la vida.

N u e v a s v io l e n c ia s

' En México y Centroamérica, a las anteriores formas de violencia ta­ les como la desaparición forzada, la guerrilla y el paramilitarismo, se aúnan nuevas, como la violencia colectiva, el sicariato. la violencia de las maras y del narcotráfico; todas ellas, utilizando la vejación cor­

poral y la atrocidad en dimensiones muy naturalizadas. Estas nuevas violencias presentan un carácter difuso y ubicuo. De las atrocidades producidas por los métodos de concrainsurgencia en los periodos de güera civil -E l Salvador y Guatemala- hoy se tienen violaciones a los derechos humanos y vejaciones corporales más difusas y en es­ cenarios aparentemente menos politizados. La violencia asi banalizada induce a pensar en transformaciones en la subjetividad y en las formas en que se ejercía la mediación de ias relaciones sociales en etapas previas. Para desarrollar esta perspectiva voy a mencionar tres fenómenos presentes en la región: el tráfico de sustancias ilegales, la violencia colectiva y la violencia ejercida por las organizaciones juveniles denominadas “maras”. Es de resaltar que una de las características comunes a este tipo de violencia es su atrocidad espectacular.

G u e r r a c o n t r a e l N a r c o t r á f ic o

En México, a partir de 2006, con el arribo de Felipe Calderón al gobierno de la República, se implemento la llamada “Guerra contra el narcotráfico” en la cual han perdido la vida cerca de 47 mil 515 personas durante el sexenio ( p g r , 2012). La producción de tales muertes estaba prefigurada desde el inicio de esta política. En diciembre de 2006, en la toma de posesión del Poder Ejecu­ tivo, Felipe Calderón sostuvo: “restablecerla seguridad no será fácil, ni rápido, [...] tomará mucho tiempo, [...] costará mucho dinero, e incluso y por desgracia, vidas humanas” {Presidencia de la Repúbli­ ca, 2006). . Uno de los indicadores del nivel de violencia en el país es la tasa de homicidios. De acuerdo con las cifras reportadas por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática ( i n e g i ), así como por el Sistema Nacional de S'eguridad Pública ( s n s p ) para los últi­ m os doce años, se muestra una contratendencia al comportamien­ to presentado en este rubro a partir de 2008 (Gráfica I). Los datos constatan un incremento del doble de homicidios registrados para

años previos a partir de esta fecha. D e acuerdo con algunas investígacioncs (Escalante. 2011), el incremento notable en el núm ero de homicidios tiene una correlación directa con los operativos m ilitares implementados durante u llamada “Guerra contra el narcotráfico”.

Gráfica 1. Tasa de hom icidios en México, 1998-2009

1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009

Fuenu-: Elaborado en base a datos del iNr.Gl y de la SNSP

E:i este escenario de confrontación armada contra algunos g r u p o s vinculados a organizaciones criminales, se generó un in crem en to de violencia que se puede interpretar com o síntoma de una re d istri­ bución del poder entre grupos de crimen organizado y agentes d el Estado en la regulación del ilegalismo, así como del establecim iento de nuevos equilibrios comerciales para la colocación de p ro d u c to s ilegales en el mercado transnacional. Algunas de las respuestas provenientes de los grupos v in cu lad os al tráfico de sustancias ilegales, tanto por el embate de las fu erzas gubernamentales como por su competencia interna por m ercad os, estuvieron signadas por la atrocidad: cuerpos mutilados en p lazas y avenidas, cadáveres colgados de puentes peatonales, cabezas c e rc e ­ nadas colocadas en los exteriores de edificios públicos que p e rte n e ­ cían a las instituciones de seguridad, entre otros.

N o obstante, sostengo que la emergencia de estas prácticas atro­ ces y su espectacularidad, rebasan el contexto del combate al tráfi­ co de sustancias ilegales, y que se encuentran difuminadas en otros ámbitos y con otros actores. Se puede afirmar que estas prácticas preexisten al fenómeno desatado por la “Guerra contra el Narco­ tráfico” y que, más bien, esta se anidó en una sensibilidad de alta tolerancia a la violencia previamente establecida y difuminada en espacios íntimos. Esto no debe obviar el fenómeno de profesionalización en el ejercicio de la violencia, como sería el caso de los grupos de exmilitares guatemaltecos y mexicanos1que se han incorporado a las organizaciones criminales, aportando el adiestramientro mi­ litar para ia eficacia en dichas actividades, sino más bien permitir entender que se trata de un fenómeno que va más allá de una mani­ festación de coyuntura, que constituye una “estructura del sentir”1 (Williams, 1980) que implica una alta tolerancia ala violencia y una desvalorización corporal. Para explayar más esta tesis, me voy a referir a dos fenómenos presentes en la región centroamericana y México, el caso de la vio­ lencia colectiva conocida como linchamiento y la violencia ejercida por las maras.

1 El grupo conocido como Los Zetas se formó de la incorporación de exmiiitares guatemaltecos pertenecientes a los grupos especiales adiestrados en contrainsurgencia conocidos como Kaibiles. Varias de las técnicas en la ejecución de víctimas rivales de Los Zetas tienen el seilo de la “daga Kaibil”. También en años posteriores se incorporaron exmilitares mexicanos pertenecientes a los Grupos Aerotransportados de Fuerzas Especiales, g a f e s , élite entrenada p a r a combate antiguerrillero. 2 Para Raymond Williams, la estructura del sentir hace referencia al tono, ia pulsión o el latido de una época. No solo tiene que ver con su conciencia ofi­ cial, sus ideas, sus leyes, sus doctrinas, sino también con las consecuencias que tiene esa conciencia en la vida mientras se la está viviendo. Un sistema vivido de significados y valores. Algo así como el estado de ánimo de toda una socie­ dad en un período histórico.

V io l e n c ia c o l e c t iv a

En México, desde la década de los 80 del siglo X X hasta el año 2011, han ocurrido cerca de 785 linchamientos (Gráfica II); en Guatema­ la, de acuerdo con las cifras reportadas por la M I N U G U A (2004) y la Procuraduría de los Derechos Humanos de Guatemala (2011), entre 1996 y 2011 ocurrieron 1,117 linchamientos. En ambos paí* ses los linchamientos se han convertido en un procedimiento natu­ ralizado y recurrente para sancionar acciones consideradas delitos o violaciones graves a valores comunitarios. Sancionan principal­ mente ofensas en contra de bienes y propiedades; en segundo lugar, ofensas en contra de la integridad física de las personas; y por últi­ mo, valores comunitarios (Fuentes Díaz, 2008). En sus despliegues, pueden ser eventos multitudinarios y altamente ritualizados, o es­ pontáneos y con escasos participantes. En ambos casos, la víctima es numéricamente inferior a los sancionadores. La consumación de los linchamientos presenta innumerables vejaciones corporales: gol­ pizas, ahorcamientos, laceraciones, lapidaciones e incineraciones, entre las más comunes. De acuerdo con la literatura referida a este fenómeno, aparecen en sectores con una alta vulnerabilidad social y en contextos signados por una elevada desconfianza en los sistemas de justicia, por la incertidumbre y el miedo (Fuentes Díaz, 2001, 2006,2008; Vilas, 2001).

G r á fic a II. L IN C H A M IE N T O S EN M É X IC O ,

1984-2011

Fuente: Elaboración propia a partir de base de datos construida

Para el caso de México, es de notar la correlación entre el aumento en el número de linchamientos (Gráfica II), con el aumento en el número de la tasa de homicidios (Gráfica i) a partir de 2008. Tal despegue en los datos nos hace suponer un aumento generalizado en las condiciones de violencia social en eí país, exacerbada por la política de “Guerra contra el narcotráfico”. La explosividad en las relaciones sociales previamente existente tuvo lugar por la intensificación en las condiciones de vulnerabilidad de amplios segmentos a partir de las modificaciones macroestructurales, ocasionadas por el modelo de acumulación flexible (apertura neoliberal desde 1982), lo que arrojó a condiciones de incertidumbre a millones de personas. Sobre dicha circunstancia se erigió la p o ­ lítica de la "Guerra contra el narcotráfico”, obviando el terreno frágil y poroso de la fragmentación social existente.

L a s “ m a r a s”

De la misma manera, la violencia ejercida por las bandas juveniles conocidas como “maras” ha asolado a El Salvador, Guatemala y el sur de México. Las dos principales niaras son la Mara Salvatrucha y la Mara 18 st., formadas originalmente por jóvenes centroameri­ canos que vivían en Los Angeles, Estados Unidos. Estos grupos son constituidos principalmente por hombres jóvenes de sectores popu­ lares, agrupados en unidades barriales llamadas “clikas” desde donde controlan una parte de su territorio. Conocidos por su alto nivel de violencia -por ejemplo, el in­ greso a la mara o “brinco” exige de un asesinato-, las maras han es­ tablecido controles paralelos en importantes zonas de El Salvador y Guatemala; este control se usa en parte para atentar contr.i propie­ dades (robos) o bien en contra de personas (asesinatos y violaciones). Abundantes son los casos de extorsión a comercios y hogares que estos grupos ejercen bajo sentencia de muerte en caso de no “cooperar” con ellos.

Es difícil medir el número de in te g r a n te s de las maras p ero a l­ gunos estudios realizados los c a lcu la n en v ario s miles de jó v en es (Cruz, 2001). Las matas se han to r n a d o u n a expresión que ha im ­ pactado la opinión pública, e n fo c á n d o la s en ú ltim os años com o un problema de seguridad interna en C e n tr o a m é r ic a y M éxico (Z ú ñ iga, 2008). En 2004, el entonces p r e s id e n te de G uatem ala, O sc a r Berger, planeó una reunión con la M a r a Salvatru ch a y la 18 p a r a un diálogo conjunto, con la fin a lid a d d e estab lecer un alto a io s asesinatos intestinos entre am bas b a n d a s a sí co m o a los daños c o ­ laterales al resto de la población. E n d ic h a o ca sió n , Berger d e c la ra ­ ba la incapacidad de las fuerzas o fic ia le s d e con ten er las relaciones conflictivas y los controles territoriales q u e e sto s gru p os ejercían en Guatemala hacia aquellos años (R o d r íg u e z , 2 0 0 4 ). Recientem ente, se han vinculado con el tráfico de su s t a n c ia s ilícitas y con el tráfico ilegal de personas hacia los E stad o s U n id o s , lo que ha p o ten ciad o su reactividad (Pérez, 2006). Para Zúñiga (2008), la violen cia ju v e n il en E l Salvador es un problema estructural que se revela g e n e ra c io n a lm e n te ; los datos s o ­ bre la cantidad de homicidios en el p a ís m u e stra n un ascenso im p o r ­ tante para los grupos de edad entre 1 5 a 2 4 a ñ o s durante eí p e rio d o de 2 0 0 1 a 2006 (Gráfica III). M ie n tra s q u e p a r a 2001 la cantidad de personas asesinadas entre 20 y 2 4 a ñ o s fu e d e 585, para 2 0 0 6 fue de 924 (incremento de un tercio). P o r o tr o p a rte , el número de p e r ­ sonas asesinadas entre los 15 y 19 a ñ o s p a s ó d e 3 0 9 en 2001 a 5 9 8 en 2006 (incremento duplicado).

Gráfica III. Número de homicidios en El Salvador por año, según grupos de edad de las víctimas (2001-2006)

Fuente: Elaborado en ba.se a los informes oficiales del Instituto de Medicina Legal de El Sal­ vador para los años 1999, 2001,2 0 0 2 ,2 0 0 3 , 2004,2 005 y 2006. Tomado de Záñiga, 2008

En un estudio sobre las tasas de homicidio realizado por Santacruz (2005), se determinó que para poblaciones jóvenes, sobre todo en el rango de los 20 a 24 años, la tasa alcanzaba 114 homicidios por cada 100,000 habitantes, diez veces más que ia tasa mundial. De acuerdo con la investigación de Zúñiga (2008:97), las maras refieren a una identidad formada en entornos comunitarios donde privan la desconfianza, el miedo y la frustración, elementos caracte­ rísticos de comunidades que viven en la exclusión. Para estos sectores de jóvenes, la violencia es una parte normalizada de las relaciones sociales, que atraviesa desde la propia corporalidad (el mareaje por tatuajes) hasta la eliminación del contrincante como única mediación con el Otro. En San Salvador, en junio de 2010, miembros de una mara incendiaron un ómnibus con pasajeros a bordo, fallecien­ do calcinados 11 de sus ocupantes (Iraheta, 2010).

Sostengo que estos hechos -las ejecuciones de los grupos del tráfico de sustancias ilegales, la política de “Guerra contra las dro­ gas” del gobierno mexicano, la violencia colectiva, y la violencia de las maras- revelan un nuevo tipo de subjetividad, que es producto de una mediación diferente de las relaciones sociales, subjetividad que no solo se expresa como crisis, sino que tiende a hacerse perma­ nente y que presenta dificultades para ser explicada en términos de una regulación política de ía vida.

C a s t i g o , e s p e c t a c u l a r i d a d y m e d ia c ió n

Un aspecto que resalta en este nuevo tipo de violencia -linchamien­ tos, ejecuciones de los grupos de tráfico de sustancias ilegales, las eje­ cuciones de las maras-, es la reaparición de las vejaciones corporales como espectáculo. ¿Qué revela la necesidad de castigar públicamen­ te, o de exhibir restos humanos en calles y plazas públicas ? De acuer­ do con Foucault (1993), el cambio del castigo desde el suplicio a la benignidad disciplinaria, fue parte importante de la extensión del Estado y de la construcción de la hegemonía en la Europa moderna. La desaparición del sufrimiento como espectáculo y la asepsia de violencia en el espacio público fueron procesos vinculados con esta conformación estatal, lo que significó ia construcción de una mediación en términos de disciplínamiento. En esta constitución se hallaron figuras como la individualidad y la ciudadanía, sobre las cuales se articuló la mediación del estado burgués. Durante este pro­ ceso eí castigo tendió a ocultarse dentro del proceso judicial penal, lo que llevó a retirarlo de la exhibición pública y a volverlo parte de una conciencia abstracta fincada en la interiorización del código legal. Dicho proceso se correspondió con el surgimiento y estableci­ miento de formas de sensibilidad distintas, vinculadas a ese proceso de construcción estatal (Spieremburg, 1984), lo que permitió, c¡i términos de organización administrativa y control, legitimar el mo­ nopolio de la violencia (Weber, 1979).

Ahora bien, el mantenimiento y emergencia de las vejaciones cor­ porales en los ajusticiamientos públicos, en los asesinatos selectivos de las maras y en las ejecuciones vinculadas a los grupos del ríarcotráfico en México y Centroamérica, quizá digan algo acerca de los matices del poder del Estado, la manera en cómo se constituyó y la forma en que opera funcionalmente. Desde la perspectiva que se argumenta en este trabajo, y ha­ ciendo una lectura desde los fenómenos expuestos, en los Estados estudiados se estableció un sistema de relaciones sociales que no se constituyeron subjetivamente dentro de los cánones disciplinarios liberal burgueses, generándose sociedades sin la totalización panóp­ tica de las relaciones sociales. No es casual que la fuerza y el control autoritario hayan prevalecido como un fuerte componente de sus sistemas políticos y que se hayan constituido en una forma -cultural también-: lo popular autoritario (Fuentes Díaz, 2008). El control de poblaciones en tales Estados se ejerció a través de la fuerza, y en algunos casos, del terror -com o en Guatemala-, más que a través de la subjetividad disciplinaria. Se podría hablar de la emergencia de Estados bifurcados (Mahmood, 1998). La economía en el ejercicio del poder tendió a la centralidad de la fuerza como forma fundamental de las relaciones sociales. Por ello sostengo que el modelo de análisis biopolítico no da cuenta de Ja complejidad de las relaciones sociales en formas estatales y socie­ dades poscoloniales. Desarrollaré con mayor detalle lo antes dicho. La estructura productiva en México y Centroamérica durante el periodo colonial (economía de hacienda o plantación), hacía de la compulsión física de la fuerza de trabajo el eje de la valorización. Esto irradió al res­ to de las sociedades una cultura política autoritaria y una subjetivación no disciplinaria en el ejercicio del poder, que permitía una estructura de sentimiento de alta tolerancia al dolor y a la violencia. Por ello, puede sugerirse que, a diferencia del modelo foucaultiano, en los Estados estudiados -México, Guatemala y El Salvador-, la

construcción de la mediación no se v e rte b ró en los parám etros de abstracción burguesa (individualidad, c iu d a d a n ía ), sino en form as particulares en las que el eje autoritario, n ecesario com o forma p r o ­ ductiva, hizo de la corporalidad blanco d e l ordenam iento y control social. El cuerpo subalterno siem pre fue el o b je to de la intervención violenta, porque dicho cuerpo con ten ía en p oten cia su valor latente como fuerza de trabajo.

V i o l e n c i a y m e d ia c ió n

Se tiene entonces, un primer eje p ara e x p lic a r la emergencia de la violencia espectacular y atroz, u bicad o en la s prácticas articuladas en un proceso de larga duración d e o rig e n colonial, en donde n o se constituyó la mediación bu rgu esa a tr a v é s de la figura del c iu d a ­ dano, sino a través de otra form a q u e re su lta b a funcional tanto a la organización productiva y com o a la in terp elació n diferenciada de segmentos de población dentro de esos m a r c o s estatales. Esta fo rm a de mediación incorporaba el recu rso de la fuerza, tornándola in d is­ pensable en la organización productiva d e la s econom ías coloniales, lo que derivó en la conformación de su b jetiv id ad es socializadas en el ejercicio del poder no disciplinario, de m a n e r a especial en aquellos segmentos subalternos que no tuvieron u n a cobertura histórica b ajo eí techo estatal -población nativa y afro d escen d ien te. Estas prácticas no biopolíticas, h istó ricam en te conform adas, son reforzadas en el contexto actu al p o r la s abruptas transform a­ ciones provocadas por los cam bios en e l régim en de acum ulación, y por la implementación de p o líticas e sta ta le s para adecuarlo. A q u í radicamos el segundo eje para explicar la em ergencia de las nuevas violencias en la región. Este segundo eje enfoca la em erg en cia d e la violencia con tem ­ poránea como resultado de las tran sfo rm acio n es macrosociales q u e afectaron la reproducción social d e a m p lio s segmentos poblacionales, con la implementación del m o d e lo d e acumulación flexible

(Harvey, 1998). Desde esta perspectiva, la nueva violencia responde a la ruptura de las formas en que la acumulación capitalista y el mo­ delo de Estado social habían intentado mediar la fuerza de trabajo, con las particularidades de cada caso, en México y los países Cen­ troamericanos. El planteamiento que discuto aquí se acerca al propuesto por M urillo (2001, 2004), para quien se han generado grandes periodos de “estabilización” social en la modernidad, cada periodo ha sido sig­ nado por una forma de mediación específica. El primero sería el pacto de sujeción del siglo x v il, que asumió el “estado de guerra” como un proceso permanente que debía ser limitado a través de la fuerza; este sería el momento teorizado por Hobbes. Un segundo momento fue el largo proceso de la abstracción soberana depositaría de derechos, el argum ento roussseauniano del “pacto de unión”, del consenso, de la “voluntad general”. Este momento generalas grandes claves de la me­ diación contemporánea: ciudadanía, soberanía, derecho, igualdad, libertad, democracia, estado, progreso, representación. Dentro de esta forma de la mediación podemos ubicar, en las prim era décadas del siglo X X , el surgimiento del Estado benefactor.3 El Estado benefactor fue la gran mediación bajo la cual se estabili­ zó la confiictividad social -contradicción capital-trabajo-, a través de jornadas laborales reguladas, salario mínimo, derecho a huelga, organización sindical y demás prestaciones sociales que buscaron canalizar-disciplinar el trabajo a partir de la trama estatal. Ahora bien, estamos ante el agotamiento de la mediación fin­ cada en esa forma de construcción del lazo social. Los cambios en

3 Para Negri la instauración del Estado de bienestar representó un proceso de adaptación del capital hacia el poder que el movimiento laboral había alcan­ zado hacia fines del siglo xix e inicios del siglo xx, por ello retoma como sím­ bolo de este fenómeno el mes de octubre de 1917. Comenta: “El formidable salto adelante que la ciencia del capital opera con Keynes consiste en el reco­ nocimiento de la clase obrera como momento autónomo dentro del capital... En efecto -parece reconocer Keynes- el sistema funciona no porque la clase obrera esté siempre dentro del capital, sino porque puede estar también fuera; porque siempre amenaza de nuevo con estar fuera” (Negri, 1986:31).

la acumulación de capital, desde el fordismo hasta la acumulación flexible (Harvey, 1998), han implicado cambios en Jas relaciones so­ ciales que mediaban el antagonismo entre capital y trabajo. En ese sentido es que se puede argumentar que la proliferación de violencia banal es un síntoma de la mutación de ia mediación, producida por el desplazamiento de un régimen de acumulación a otro. De mayor resonancia y explosividad en formas sociales que no tuvieron una cobertura estatal amplia en la protección política de la vida. Planteo así dos ejes para entender la vulnerabilidad de ia vida en sociedades poscoloniales y en contextos de flexibilidad. En di­ cha situación, ante la fractura de la mediación por consenso, ante el vaciamiento provocado por la desestructuración de un régimen de acumulación que se orientaba limitadamente a la regulación poblacional a través de mediar la vida bajo esquemas de capital productivo, hoy día, la nueva forma de acumulación articula otras regulaciones pobiacionales que no pasan necesariamente por el fomento a la vida en tanto fuerza de trabajo. En dichos escenarios inciertos, el cuerpo regresa como único resquicio de inflexión: de ahí que su destrucción o su mareaje sea espectacular.

D

LA BIOPOLÍTICA A LA NECROPOLÍTICA. L a g e r e n c ia d e l o d e s e c h a b le e

La transformación estructural, traída por ios procesos de flexibilización económica en la morfología estatal de los estados latinoame­ ricanos, modificó la mediación social y la forma de administrar el conflicto. Para las sociedades estudiadas, la tendencia actual no ra­ dica en la biopolítica (Foucault, 1995), entendida como ei conjunto de saberes y estrategias sobre las características vitales de los seres humanos, ia que quizá no existió como forma de control guberna­ mental generalizada en Latinoamérica y en otras sociedades posco­ loniales (Mbembe, 2001}; sino en un manejo técnico administrativo de gerencia de riesgos, que erige el control a través de dispositivos

tecnológicos de vigilancia, y que contiene por la fuerza, no ya por medio de la subjetivación disciplinaría de los sistemas panópticos. La mutación en la nueva mediación recorre desde la política sustentada en la subjetivación disciplinaria hacia el gcrenciamiento de lo desechable,4 generando la emergencia de vidas desnudas y la proliferación de estados de excepción (Agaraben, 2003), como torma normalizada en el ejercicio de gobierno. La noción de nuda vida apela a la condición de la vida carente de los marcos legales, en un estado de indeterminación entre vida social y silvestre, Para esa indeterminación el derecho romano acuñó la noción de sacer, que apela a una vida sin derecho a ser vivida, a la que se puede poner fin desde el ámbito del poder soberano. Esta noción es útil hoy para entender una tendencia contemporánea de la gubernamentalidad, que recurre en mayor medida a la forma de la excepción, interregno en donde se produce nuda vida: vida a la que se puede eliminar sin cometer homicidio. Siguiendo dicho razo­ namiento, podemos sostener que el recurso constante a la vejación corporal y a la banalización de las manifestaciones violentas en la región, se encuentra en dicho proceso. La incertidumbre global por las condiciones objetivas de repro­ ducción social, la orientación a la rentabilidad no productiva, las crisis fiscales, los recortes al gasto social, la morfología estatal que no da cuenta de la contención poblacional, etcétera, han llevado a la generación de políticas de administración dentro de parámetros de exclusión, a la proliferación de la fuerza como modo de reorga­

4 La desechabilidad alude a la noción marxista de ejército industrial de reser­ va, refiriendo a determinantes económicas que minan los derechos políticos ciudadanos (una mediación fundamental en el desarrollo del capitalismo). Los desechables son aquellos segmentos poblacionales que fluctúan entre el empleo y desempleo dentro de los ciclos económicos de demanda de trabajo asalariado. Son desechables porque a diferencia de ios desempleados de! ejer­ cito industrial de reserva cuya superpoblación relativa tenía como destino el ser reclutado de nueva cuenta para el servicio activo, ahora el desempleo no refiere a una condición pasajera, sino a una permanencia ordinaria, a una con­ dición de “superfluidad”.

nización administrativa p o b la c io n a l; no es casual que algunos a n a ­ listas hablen de la em ergencia d e sociedades de control y de e stad o s policiales (Garland, 2005; W acquan t, 2000). Es en ese sentido q u e en los sistemas políticos con tem p orán eos la excepcionalidad vuelve a indiferenciarse del o rd en am ien to jurídico normal; no es fo rtu ito que se violenten garantías y d erech os de población desprotegida en nombre del Estado de D erech o , y que se criminalice la protesta d e los grupos que actúan en c o n tra d e la desposesión, caracterizándoles como peligrosos para la d e m o c ra c ia y la gobernabilidad actual. D e esta manera, la violencia se erige acentuadamente sobre el derech o, como forma necesaria del m antenim iento de este nuevo orden ju r í­ dico neoliberal, constituyéndose en la forma necesaria de la gu b ernamentalidad liberal-global, a través de la prevalencia de la fu erza. Así, la violencia ocupa un lu gar preeminente en la mediación so cial, cuando la excepción se convierte en regla (Benjamín, 2007).

NECROPOLÍTICA Y E ST A D O D E EXCEPCIÓN

La indistinción excepcional d e l espacio político, a diferencia de las orientaciones biopoííticas, g en era un énfasis mayor en la ad m in is­ tración de la muerte. Esto lo constatan, entre otras cosas, las m o ­ dificaciones en materia pen al realizadas en la región en las ú ltim as décadas: disminución de la e d a d de los imputados de delitos ( M é ­ xico, Argentina), m odificación de delitos de fuero común a federal, tipificación de nuevos delitos, criminalización de la protesta, fig u ­ ras legales diseñadas para d ecretar Estados de emergencia (Salvador, México, Honduras, Ecuador), m ilitarización de la seguridad p ú blica, combate a la delincuencia o rgan izad a con Fuerzas Armadas, c o n s­ trucción de cárceles de m áxim a seguridad, control electrónico d e los espacios públicos (teléfonos m óviles, cámaras de vigilancia), etc. Difícilmente podem os h allar, en el contexto estudiado, algo p a ­ recido a la gran tecnología de p o d e r que retenía la vida en el m argen soberano a través de la ad m in istració n de cuerpos y la gestión c al­

c u la d a d e la p o b lació n . Más bien, como sugiere Mbembe (2003), la fo r m a d e o p e ra r de la política hoy día se basa en el cálculo instru­ m e n tal so b re a q u é población se puede dejar morir, constituye una necropolítica, la adm inistración de la muerte al interior del topos p o lític o . L o s p ro c e so s de quiebre que se han mencionado -reestructura­ c ió n e c o n ó m ic a en ía región, las coyunturas de guerra civil-, soca­ v aro n a n ivel d e p olítica social la orientación a la mediación salarial y re d istrib u tiv a del Estado. Este hecho fue central porque implicó v u ln e ra r a p o b lacio n es que históricamente habían sido débilmen­ te m e d ia d a s , a la vez que englobó a nuevos sectores. Esto sugiere que lo q u e se c o n fo rm ó como nueva gubernamentalidad dentro de los p r o c e so s d e acum ulación por desposesión (Harvey, 2004), no p u e d e g a ra n tiz a r pisos estables para asegurar la vida de segmentos p o b la c io n a le s, sin o que los torna desechables; la necropolítica del E sta d o n e o lib e ra l y su régimen de acumulación deja al desecho en los m á rg e n e s residuales; la figura no es el regreso al mercado laboral qu e m e d ie la v id a , su figura es la expulsión, y su lugar, el vertedero (B a u m a n , 2 0 0 5 ) . E n este m an e jo se puede entender la actual regulación de las po­ b lac io n e s en el ejercicio de gobierno, como una forma racionalizada de la m u e rte ,5 y la reproducción naturalizada de esta trama desde d iv erso s se g m e n to s poblacionales en el espacio social, a partir de una re activ ac ió n au to ritaria desde lo popular (Fuentes Díaz, 2008). E s d ecir, la necropolítica supone relaciones sociales fincadas en el e je rc ic io de la fuerza y en el giro autoritario de las prácticas, no d eb e en te n d e rse com o un ejercicio exclusivo de los órganos guber­ n am e n tales, sin o m ás allá. Se constituye como una “estructura del se n tir” q u e se irrad ia a todos los segmentos sociales; es un sentido co m ú n q u e m o ld e a conductas e induce gozos, y es más eficiente en té rm in o s d e reacción , en sistemas legales ambiguos y laxos. Su pre-

5 La d eclaració n del Presidente de México en el arranque de la política de "Gue­ rra c o n tr a el N arcotráfico” de que se perderían vidas humanas, es un claro eje m p lo d e dicha gestión de riesgos (véase Presidencia de la República, 2006).

senda entrelaza los ethos coloniales de larga duración con las condi­ ciones de superfluidad y nuda vida contemporánea. Es aquí donde ubico la política gubernamental de la “Guerra contra el narcotráfico” y la violencia social difúminada en los lin­ chamientos y en los asesinatos de las maras. No hablamos de subjetivaciones para el retorno a un supuesto cuerpo social, pieza clave en el modelo de capital productivo, que formaba trabajadores para el mercado, sino de políticas, prácticas y formas de subjetividad que se entrelazan en la denegación/expulsión de la población excedente, superflua. La espectacularidad de la violencia, su atrocidad, se encuentran en relación con esta forma de denegación del necropoder, que hace énfasis en la desvalorización de la fuerza de trabajo vivo. Hoy día el objetivo del castigo no es ya la rectificación de conciencias, que suponía la conducción disciplinar del trabajador dentro de la lógica de incremento del capital variable, sino la contención en un afuera, o su eliminación. En esta nueva etapa se comprende la ideología de la Seguridad, con todas sus características, desde la gestión milita­ rizada de la seguridad pública, las guerras preventivas, la vigilancia electrónica, hasta la construcción de nuevas figuras del enemigo. La destrucción del cuerpo, su retención en el dolor o su mutilación, nos hablan de procesos de desechabilidad y producción de nuda vida propios del régimen de flexibilidad.

C o n c l u s io n e s

Retomando las nociones de necropolítica, desechabilidad y vida nuda, se puede proponer una lectura de las condiciones sociales de fragmen­ tación social que generan grandes segmentos de población bajo la fi­ gura del desecho, cuya desvalorización en tanto fuerza de trabajo en los circuitos de valorización del capital, los subsume en la disminución de su estatus en tanto sujetos de derecho. La anterior relación perfila las bases para su exposición a la vida desnuda, a decir de Lewkowicz:

La relación social ya no se establece entre ciudadanos que com ­ parten una historia sino entre consum idores que intercambian productos [...] los no consum idores pierden la condición hum ana (2004: 35).

Es aquí en donde radicamos la tendencia al retorno corporal y al sufrimiento, que estaría en correlación con una sensibilidad de alta tolerancia al dolor en las relaciones sociales históricamente confor­ madas en la subalternidad y potenciadas actualmente, bajo el mode­ lo de acumulación capitalista por despojo (Harvey, 2004). Se puede decir que el retorno corporal se hace inminente en contextos en que la vida ha tenido frágiles mediaciones políticas6y en donde el tra­ bajo vivo se desvaloriza a partir de las condiciones de flexibilidad. La necropolítica, como tecnología de poder, se vincula con la excepcionalidad de la gubernamentalidad contemporánea. Los sistemas políticos en México, El Salvador y Guatemala, no generaron techos estatales que revistieran políticamente la vida de vastos sectores de su población, y esta vulnerabilidad permanente se agrava ante la acu­ mulación flexible, que obligó a reducir y refuncionalizar al estado social en América Latina desde la década de los ochenta. En este escenario, la desechabilidad genera vidas desnudas; la banalidad de la vida expuesta genera, como acción social, la respuesta atroz y la forma inmediata del sentido y de la sensibilidad. La necropolítica de lo desecbable y la nuda vida se producen en el horror banal del go­ bierno contemporáneo.

6 Un ejemplo, en otro piano, de este retro-corporal se puede hallar en la utiliza­ ción y en el debate sobre la legalización de la tortura en los Estados Unidos en 20Ü5, como método utilizado contra prisioneros bajo la estrategia de la lucha contra el ‘'terrorismo".

M. FOUCAULT; BIO PO LÍTICA , TANATOPOLÍTICA Y RACISMO D ESD E EL CO N CEPTO DE GOBIERNO M yrna E djth B ildhr

In t r o d u c c i ó n

En la obra d e M . F o u c a u lt la n oción de bio po lítica se m o d ifica y complejiza a la lu z d e la con cep ció n del poder y su ejercicio b a jo la m odalidad d e l g o b ie rn o , p ero no así, creem os, el análisis d el ra ­ cismo y la ta n a to p o iític a , a los que Foucault no deja de con siderar simplemente c o m o la fo rm a paroxística de la biopolítica; es decir, la deriva loca o fu e ra d e co n tro l d e la biopolítica - y n o com o una te c ­ nología de p o d e r en s í m ism a . P or otro lado, M . Fou cau lt en n in g ú n momento a b o rd a el c a m p o de concentración c o m o objeto de e s tu ­ dio, tan solo h ace a lg u n o s com entarios más bien breves respecto d e las experiencias to ta lita ria s nazi y soviética en el curso “D efen der la sociedad” y en “L a v o lu n ta d de saber”. En el presente trabajo, d is e r ­ taremos sobre la n e c e sid a d de reform ular la lectura del racism o y la tanatopoiítica a p a rtir d e la introducción del con cepto de gobiern o, y también, en q u é m e d id a es p osible la lectura o con ceptualizaeión del campo de c o n c e n tra ció n a p artir de dicha reform ulación.

I. L a

c o n s t r u c c ió n y r e c o n s t r u c c ió n

DE LA NOCIÓN D E BIO PO LÍTICA EN

M.

FOUCAULT

En “La voluntad de s a b e r ” M . Foucault (2 0 0 2 ) señala que a p artir d e los siglos XV II y X V III lo s fen óm en os biológicos p ro p io s de la e s p e ­

cié hum ana ingresaron en los ámbitos del saber y del poder, confor­ m an d o todo un arsenal de técnicas para modificarlos y controlarlos. F u e así com o nació la idea de la población como un asunto de carác­ ter político que debía ser administrado y controlado por el Estado. S i el cuerpo biológico de los individuos en su conjunto, es decir, la p o b lació n , adquirió status de asunto de Estado, fue en función de un o b jetiv o : maximizar y expropiar las fuerzas humanas, optimizando su utilidad. Los Estados de la era industrial implementaron formas d e intervención en las condiciones de vida para adaptarlas a un de­ term in ado proyecto nacional. La ejecución de la biopolítica a través d e las instituciones estatales fue viable gracias a la acumulación de procedim ientos científicos basados en el examen y la observación, y el procesam iento centralizado de toda esa información mediante sab eres enteramente nuevos, como la estadística y la demografía. A p a rtir de la información obtenida respecto de las características de la p ob lació n , los profesionales de las nacientes ciencias humanas calcu­ lab an previsiones, índices, promedios, estimaciones y probabilida­ d es. A sí fue posible para los Estados de la era industrial intervenir en el sustrato biológico de los colectivos a través de medidas sanitarias, planificaciones reproductivas, campañas de aprendizaje en salud pú­ blica, propagación de hábitos de higiene, y toda una serie de inter­ venciones respecto de la sexualidad. El objetivo era dominar el azar y la contingencia que afecta a todo conjunto de seres vivos, es decir, establecer mecanismos capaces de estimular la natalidad o bien dis­ m inuirla, prevenir epidemias, regularizar la extensión y duración de las enfermedades. En este contexto, nuestro autor define población de la siguiente m an era: “ [...] masa global afectada por procesos de conjunto que son p ro p io s de la vida, como la reproducción, el nacimiento, la muerte” (Foucault, 2000: 220). Pero en “Seguridad, territorio, población” y en “Nacim iento de la biopolítica” 1descubre que la biopolítica se

1 L a Voluntad de saber se. publicó por primera vez en francés en 1976. En cuanto a Defender la sociedad (2000), Seguridad, territorio, población (2006) y Naci­ miento de la biopolitka (2007a), se trata en ios tres casos de cursos dictados

dirige a muy diversos aspectos de la vida -no solo a los biológicos- y que, en última instancia, de lo que se trataba era de manejar mul­ titudes urbanas. En un primer momento, a través de la figura de la Policía, que se ocupaba de muy diversas cuestiones, como la religión, las costumbres, la salud y las subsistencias, las ciencias y las artes li­ berales, el comercio, las manufacturas y las artes mecánicas, los do ­ mésticos y los obreros manuales, el teatro y los juegos, el cuidado de los pobres. La policía tendrá que regir -y ese era su objeto fundamental- to­ das las formas, digamos, de coexistencia de los hombres entre sí. El hecho de que vivan juntos, se reproduzcan, necesiten cada uno a su turno, determinada cantidad de alimentos, aire para respirar, vivir, subsistir; el hecho de que trabajen, de que trabajen unos al lado de otros en oficinas diferentes o similares; y también el he­ cho de que se encuentren en un espacio de circulación, toda esa suerte de socialidad (para utilizar una palabra que es anacrónica respecto de las especulaciones de la época), será lo que la policía deberá tomar a su cargo (Foucault, 2006:375). La policía, como modalidad de intervención sobre la población, será reemplazada por otro modo de intervención proveniente de la economía o de los economistas.2Ya no se tratará de imponer a los hechos de población y a los procesos económicos sistemas reglamenpor M. Foucault en el College de France en 1997, 1978 y 1979, respectiva­ mente, y publicados por primera vez en francés en los años 1997 el primero y en el 2004 los otros dos. 2 La entrada de la vida en la historia es analizada por Foucault a través del desarrollo de la economía política en Seguridad, territorio, población (2006), donde demuestra que las técnicas de poder cambian en el momento preciso en el que el gobierno de la familia (la economía) y el gobierno de la polis (la política) se integran la una en la otra. Los nuevos dispositivos biopolíticos nacen al plantearse la cuestión de gobernar eficientemente a los individuos, los bienes y fas riquezas, tal como puede hacerse dentro de una familia, tal como puede hacerlo un buen padre de familia que sabe dirigir a su mujer, a sus hijos, a sus domésticos, de modo tal de hacerlos prosperar. Para la naciente economía política, el interrogante fundamental puede enunciarse de la siguiente manera: “¿Cómo introducir e] tipo de relación propia del padre con su familia dentro de la gestión de un Estado?”.

carios de mandatos v prohibiciones -tal como hacia la Policía-, sino que se buscará influir en las conductas y los modos de vivir, pero de un modo mucho más sutil. Aquí nace la idea del poder como gobier­ no, al que Michel Foucault define en los siguientes términos: El ejercicio del poder com o un conjunto de acciones sobre ac­ ciones posibles. Trabaja sobre un cam po de posibilidad en el que viene a inscribirse el com portam iento de los sujetos que actúan: incita, desvía, induce, facilita o dificulta, extiende o lim ita, lleva­ do al límite, obliga o impide absolutamente. Pero es siempre una manera de actuar sobre uno o varios sujetos actuantes, y ello en tanto que actúan o son susceptibles de actuar. U na acción sobre acciones. Se traca, en definitiva, de una conducta que tiene por objeto la conducta de otro individuo o de un grupo. Gobernar consiste en conducir conductas (Foucault, 1994: 237).

El ejercicio del poder como gobierno aparece entonces ligado a es­ trategias que apelan a los temores y a los intereses de los individuos y de los colectivos, para introducir modificaciones en sus conductas. En el ámbito del poder ejercido bajo la modalidad del gobierno en­ contramos sujetos libres en lo formal, sujetos insertos en el campo del derecho, pero a la vez sujetos sujetados a las prácticas y estra­ tegias de la gubernamentalidad liberaU Estas prácticas se dirigen al sujeto del interés o al homo economicus, este es un individuo que responde, o se espera que responda, de determinada manera ante de­ terminadas modificaciones en el medio; un elemento manejable que va a comportarse de forma sistemática ante las modificaciones que se introduzcan en forma artificial en eí medio; el sujeto del inte­ rés es el sujeto gobernable. A partir de la articulación biopolítica/gobierno, se abre para Foucault un campo de análisis que lo lleva a abandonar aquella de-

3 En el curso “Nacimiento de la biopolítica”, Foucault (2007a) señala que, si se quiere en verdad comprender cómo nace y se desarrolla la biopolítica, es necesario analizar la política de la vida a la luz de la racionalidad política en la que se ha originado: el liberalismo, o más exactamente, la gubernamentalidad liberal. Es decir, no el liberalismo como teoría o como ideología, sino como práctica o estrategia de gobierno.

finición de población de carácter e stric ta m e n te b io ío g icista que sostiene en “La voluntad de sa b e r”; y e n el c u r s o “ S eg u rid a d , territorio, población” -don d e el eje de sus a n á lisis es e l vín cu lo entre b iopoiítica y gobierno-, define p ob lació n c o m o : [...] un conjunto de elementos que p o r un lado se inscriben en el régimen general de los seres vi-vos, y p o r otro ofrecen una super­ ficie de agarre a transformaciones m editadas y calculadas (F o u ­ cault, 2006: 101). La población, dirá aquí, es, p o r un la d o , la especie h um an a; y p o r otro, lo que llamamos “p ú b lico ” : [...] El público es la población co n sid erad a desde el punto de vis­ ta de sus opiniones, sus m aneras de hacer, sus com portamientos, sus temores, sus prejuicios, sus exigen cias: el conjunto susceptible de sufrir la influencia de la ed u cación y sus cam pañas (Foucault, 2006: 102). ' El arte de gobernar se ejerce re sp e c to d e u n tip o de su jeto que n o es homoiogable al sujeto de d e re c h o q u e p r o p o n e la ló g ica de la s o ­ beranía. Hay una incom patibilidad en tre la teo ría del contrato y la teoría del interés. En la con cep ció n ju r íd ic a del co n trato , Ja o b lig a ­ ción del deber constituye u na fo r m a d e tra sc e n d e n c ia ; ei su jeto d e derecho está sometido a él. E n la c o n c e p c ió n an tro p o ló g ica liberal, el sujeto del interés no o b ed ece al c o n tr a to p o r obligación , sin o simplemente por interés. D e ailí q u e e l p ro b le m a p o lític o m o d ern o puede formularse, según Fou cau lt, e n e s to s térm in o s: ¿cóm o ejercer el poder en un espacio o cu p ad o p o r s u je t o s d e interés ? R espon d er a este interrogante exige p ara F o u c a u lt a n a liz a r el p o d e r en relación a su funcionamiento, dejan do de la d o lo s c o n c e p to s tradicionales d e ley o soberanía, así com o tam bién la n o c i ó n d e represión , que o frece una representación solo negativa de s u s m e can ism o s. El poder y la política son c o m p r e n d id o s en térm inos de las formas no jurídicas y no n ece sa ria m e n te estatale s em pleadas p a r a operar sobre la conducta de los in d iv id u o s y de los colectivos. L a biopolítica remite al m odo en q u e la v id a b io ló g ic a del con ju n to de los individuos se vuelve asu n to de E s t a d o y p o r lo tan to o b jeto de

administración. A hora, el perfeccionam iento de la vida es un objeti­ vo y ala vez un m edio para el E stado moderno; un objetivo, en cuan­ to a que para el capitalism o naciente y para los modernos Estados industriales la población es un elemento esencial en lo que se refiere a la riqueza y el poderío de un Estado; y un medio o mecanismo de gobierno, en cuanto a que en la biopolítica no se procede a través de la ley, sino a través de procedim ien tos de normalización, es decir, estrategias de gobierno. L o s procedimientos de normalización que provienen del biopoder (d iscip lin a y biopolítica) son necesarios sí se pretende manejar m u ltitu d es, canalizar sus fuerzas, sus deseos, sus temores, y finalmente, sus acciones y conductas en determinada di­ rección. La norma no reprim e una individualidad o una naturaleza ya dada, sino que positivam en te la constituye; es más, habrán de ser las prácticas de gobernabilidad - e n las que la medicina desempeñará un papel central- las que h abrán de dar forma a la subjetividad occi­ dental. Vemos así articularse e interrelacionarse cuatro nociones en la obra de M. Foucault: vida/gobierno/norm a/m edicina.

I I . B io p o l ít ic a y t a n a t o p o l í t i c a : ALGUNAS PROBLEMATIZACIONES

M ás allá de algunas referencias dispersas en sus artículos e interven­ ciones, en la obra d e M. F o u cau lt la problemática del racismo emer­ ge en “La voluntad de sa b er” y en el curso “Defender la sociedad”, y no vuelve a aparecer en trab ajo s posteriores. Respecto al racism o y la tanatopolítica, Foucault sostiene en “ Defender la sociedad” - y en “La voluntad de saber”- que estos se arraigan en una tecn o lo gía de poder (la biopolítica), pero no los llega a considerar en sí m ism os como una tecnología de p o ­ der, sino que los entiende com o la forma paroxística de la bio­ política, es decir, la deriva lo ca o descontrolada de la biopolítica, en que la protección de la vida requiere de la muerte. Desde esta perspectiva, com prende al nazism o como un proyecto de redise­ ño y perfeccionam iento racial por intermedio de la muerte de la

población judía europea. Aquí, la muerte constituye un fin en sí mismo, y la biopolítica es la fuerza rectora que empuja el proce­ so.4 La perspectiva dicotómica respecto de la noción de biopo­ lítica, que sostiene en “Defender la sociedad” (Foucault, 2007), no se ve modificada a partir de la elaboración del concepto del poder y su ejercicio bajo la modalidad del gobierno - o por lo menos Foucault no vuelve a ocuparse del tem a-; la complejización del funcionamiento del poder no le conduce a abandonar una perspectiva binaría: la biopolítica o bien es positiva o bien -en su forma paroxística- resulta absolutamente negativa: produ­ ce muerte, esto es, el racismo biológico con su consecuente política de eliminación, cuyo ejemplo paradigmático lo encontramos en el nazismo. La biopolítica niega a la vida o incrementa su desarrollo; la violenta y la excluye o la protege y la reproduce. Si consideramos la noción de biopolítica a la luz del concep­ to de gobierno, si tenemos en cuenta que el poder ejercido como gobierno se propone conducir conductas, y que se dirige o tiene como interlocutor al sujeto del interés, ¿no es posible acaso un análisis en términos no binarios de la biopolítica y la tanatopolitica? ¿No podría quizás llegar a reconocerse en el fenómeno del racismo un rasgo productivo? Es decir, considerar que la tanatopolítica no sólo está arraigada en una tecnología de poder, sino que constituye en sí misma una tecnología de poder. Desde esta perspectiva se abre un interrogante: si el racismo y la tanatopolítica constituyen una tecnología de poder, es decir, una estrategia de gobierno, ¿puede, en verdad, la muerte en el nazismo constituir un fin en sí mismo?

4 Sin embargo, en el mismo curso y en la misma lección del 17 de marzo de 1976, Michel Foucault se refiere al racismo como una extrapolación biológica del tema del enemigo político, como un discurso de legitimación para que el poder pueda desprenderse de quienes le resultan amenazantes.

III. La

POLÍTICA DE CONCENTRACIÓN Y EXTERMINIO DEL NAZISMO DESDE EL CONCEPTO DE GOBIERNO

En este apartado, recurriremos a la perspectiva de análisis del nazis­ mo que propone D. Feierstein' para abordar los problemas y dificul­ tades que se desprenden de los conceptos foucalteanos. Feierstein parte de la concepción foucalteana del ejercicio del poder como go­ bierno. La idea de que el ejercicio del poder como gobierno con­ siste en “conducir conductas” le lleva a preguntarse si acaso en el nazismo, la muerte, en lugar de constituir un fin en sí mismo, no reviste un fin afirmativo o productivo. Esto le conduce a considerar las contradicciones de la Modernidad, implícitas en sus postulados de igualdad, soberanía y autonomía.

A. El postulado moderno de igualdad de los seres humanos El Estado-nación moderno, en su concepción liberal, requirió otor­ garle al concepto de especie humana un carácter jurídica y simbóli­ camente igualitario, lo cual expresaba la necesidad de la burguesía de aquel momento de disputar el poder con la nobleza, en el marco de un modelo de legitimación que pretendía confrontar con la lógica estamental de origen religioso cristiano. En este contexto, la figura del ciudadano instaló la imagen del otro como igual en el plano del derecho, y trajo como corolario que a los Estados no les estaba per­ mitido llevar a cabo políticas diferenciales o discriminatorias. Este tipo de políticas no resultaban viables o aceptables a menos que pu­ diera introducirse una fisura en el concepto de igualdad, lo cual se hará desde el racismo biologicista: limites débiles, como en el caso de “el buen uso de la razón de Kant”, y límites fuertes, como el racis-

' Nos referimos a^'El genocidio como práctica social” (2007b), trabajo en el que D. Feierstein articula la política de muerte ejecutada por el nazismo enere 1933 y 1945, y la ocurrida en Argentina, entre 1974 y 1983. La articulación de ambos hechos históricos le posibilita un abordaje y análisis no explicitado con anterioridad respecto de las políticas de exterminio de la segunda mitad del siglo xx.

m o in glés evolucionista, con base en los tra b a jo s d e H e rb e rt Sp en cer V su p ecu liar interpretación de C h arles D a rw in . E l racism o bio logicista habrá de horadar la noción de ig u a ld a d d e sd e el in terior m ism o de la m odernidad, permitiendo in tro d u cir u n a fisu ra o una escisión en la figura del ciudadano. E n ¡a teoría clásica de la soberan ía, el p o d e r se d efin e com o d e ­ rech o de vida y de muerte. Afirm ar q u e el so b e ra n o d isp o n e d e tal atrib u ció n equivale a considerar qu e está e n sus m a n o s hacer vivir y hacer morir. Ahora, tal derecho, en re alid ad , s ó lo se ejerce en lo que se refiere a la muerte: el soberan o p u e d e o rd e n a r la m uerte, y en lo que se refiere a la vida, solo c o n te m p la la v id a , d e m anera a si­ m étrica, com o abstención del derech o d e m atar. P o r esta razón, M . F o u cau lt caracteriza a la soberanía c o n la fó rm u la hacer morir y dejar vivir. C u an d o , a partir del siglo x v i i , el c u id a d o d e la vida de los colectivos com enzó a ocupar un lu gar en lo s m e ca n ism o s y los c á l­ cu lo s de los Estados, el ejercicio del p o d e r se tra n sfo rm ó en lo q u e M . F o u cau lt denomina un biopoder. E ste y a n o tie n e co m o fun ción p rin cip al la sustracción de fuerzas h a sta su m u erte, sin o la p ro d u c ­ ción , increm ento y optimización de las m ism a s. Y a n o se trata de un p o d e r negativo, sino del ejercicio de u n p o d e r p o sitiv o sobre la vida. E s así que el antiguo derecho de hacer morir y dejar vivir c ed e su lu g a r a una figura inversa, que define la p o lític a m o d ern a y se ex­ p re sa en la fórmula hacer vivir y dejar morir. A este p o d e r que to m a a su cargo la vida, le va a quedar a b so lu ta m en te v e d a d o el derecho de m atar. Si para legitimar un sistem a d e p o d e r n o estam ental y n o teísta, fun d ad o en la razón, es necesario a p e la r al v a lo r sagrado d e la vida com o eje y fundamento de las te c n o lo g ía s d e p o d e r nacientes, ¿c ó m o justificar la necesidad de p ro v o car la m u erte e n una te c n o ­ lo g ía de poder cuya base es la p ro tecció n d e la v id a ? L a s categorías de san o/en ferm o van a permitir in sertar la m u erte den tro de u n a m o d alid ad de ejercicio del poder que tien e co m o m isió n asegurar la vida. L a vida -o , más bien, la vida de c ie rto s in d iv id u o s y g r u p o s p ierd e su carácter intocable y puede ser sa c rific a d a en función d e la p ro tecció n de la vida, pero de la de o tro s in d iv id u o s y gru p os; y e sto va d e la m ano de un modelo m od ern o y c ien tífic o d e legitim ación :

el racismo biológico. E l racism o perm itió el ejercicio de la política de muerte sobre la base de que la muerte de los miembros del grupo negativizado perm ite el reforzam iento biológico del grupo al que se pertenece. Una vez qu ebrad o el concepto de igualdad de los seres humanos, el concepto de degeneración construido por la biología a posteriori del de in feriorid ad , posibilitará y dará legitimación al ejercicio de ¡ap o lítica de m uerte p o r parte del Estado: la biopolítica se transmutará en tan ato p o lítica.

B. El postulado moderno de autonomía de los individuos Si bien el racismo biologiGÍsta posibilitó la resolución de las dos primeras contradicciones del sistem a político moderno, no resultó suficiente para resolver una tercera contradicción: la autonomía in­ dividual y colectiva. L a n oción de sujeto autónomo, si bien resul­ tó necesaria para p ro d u cir determ inados efectos en el momento de transición a la m odernidad, p ro d u jo también efectos inesperados para el nuevo orden p o lítico : el sujeto autónomo bien podría de­ rribar el orden que lo creó, es decir, este sujeto, al asumirse como autónomo, podría p reten der hacer de un orden igualitario y liber­ tario en lo formal, un régim en en el que los individuos sean libres e iguales en lo real. Y, m ás aún, la noción de igualdad, al conjugarse con-la noción de au ton om ía, deriva en la reciprocidad entre pares, o la autonomía colectiva. E sta n o se entiende como la autonomía en términos individuales, en el sentido del sujeto individual liberal, sino como la posibilidad de prácticas autónomas por parte de un colectivo en tanto g ru p o social. Nos encontram os entonces con una situación paradójica: al mismo tiempo que se afirm a la autonom ía del sujeto, las prácticas de normación y de n orm alización tendrán como propósito limitar la autonomía del ciudadan o. N o a través de sistemas reglamenta­ rios de mandatos y p ro h ib icio n es, sino a través de mecanismos más sutiles que dirijan la con d u cta de los individuos y de los colectivos en la dirección considerada m ás conveniente. Para esto, la guberna­ mentalidad liberal h abrá de apelar a los intereses y, sobre todo, a los

temores; habrá de crear una constante sensación de temor o insegu­ ridad respecto de las más diversas cuestiones. Habrá de configurar situaciones o escenarios en los que los individuos experimenten los más variados aspectos de su vida como portadores de alguna forma presente o futura de peligros, que no son del tipo de las grandes ame­ nazas apocalípticas de siglos anteriores. Nos encontramos ahora con un trabajo de estimulación y pues­ ta en circulación de pequeños peligros cotidianos que dan lugar a las pequeñas campañas sobre el ahorro, la aparición de la literatura policial y el interés periodístico sobre el crimen, las campañas sobre la enfermedad y ia higiene, y las campañas respecto de la relación entre la sexualidad y la degeneración del individuo, de la familia y de la especie humana. El temor a las más diversas formas de peligro­ sidad y la sensación por parte de los individuos y de los colectivos de estar permanente expuestos a estos, a menos que tomen ios re­ caudos correspondientes, son la condición necesaria para imprimir a sus conductas determinada direccionalidad. Tenemos entonces procedimientos disciplinarios y dispositivos de seguridad que van a constituir el contrapeso de las libertades. En este punto, M. Foucault establece una estrecha correlación entre el Estado gubernamentalizado y la medicina. La medicina, sos­ tiene, funcionó como una estrategia política de intervención social. Sí los juristas del XViil inventaron un sistema que debía estar diri­ gido por un sistema de leyes codificadas, los médicos del siglo XX inventaron una sociedad de la norma. No son los códigos los que rigen la sociedad, sino la distinción permanente entre lo sano y lo enfermo. Mientras que la ley prohíbe, la función de la norma es de regulación y de corrección. En la medicina en general, y en el campo de la psiquiatría en particular, nos encontramos con la norma enten­ dida al mismo tiempo como regia de conducta y como regularidad funcional orgánica. La norma entendida como regla de conducta se opone al desvío en el orden de los comportamientos. En cambio, la norma como regularidad funcional, se opone a lo patológico en el orden del organismo. Todo esto deriva finalmente en el concepto de degeneración, que habrá de funcionar como el punto de articulación

entre el orden de lo individual y el orden de la especie. La psiquiatría sostendrá que en toda degeneración hay algo inadecuado en el indi­ viduo, que se transmite a su descendencia, y que en última instancia, afecta al hombre como especie. La noción de degeneración permite aislar, recortar una zona de peligro social en relación a la conducta y, al mismo tiempo, darle un estatuto de enfermedad. El supuesto peligro de la degeneración de la raza en el nazismo funciona como un mecanismo que permite legitimar el exterminio de aquellos cuya conducta no se ajusta a lo esperable.c Provee de un argumento cien­ tífico al ejercicio estatal de la política de muerte.

C. ¿ Por qué los judíos ? Daniel Feierstein se atreve a formular una pregunta que la historio­ grafía europea ha tenido dificultades para formular, acerca de por qué fueron los judíos -y no otro grupo- el blanco fundamental de persecución por parte del nazismo. En busca de respuestas, Feierstein recurre al análisis de Zygmunt Bauman (2007,2010) acerca del rol que los judíos jugaron en el proceso de constitución identitaria de la Europa moderna. Según Bauman, el resentimiento hacia los judíos proviene del recelo y la irritación que provoca el hecho de que se les percibe como un colectivo que no entra fácilmente en ninguna de las categorías establecidas por la estructura del mundo moderno. La cristiandad, señala Bauman, construyó una representación del judaismo como sinónimo de ambigüedad o ambivalencia; una vez ubicados en esa categoría, los judíos pudieron servir de vertedero

6 Respecto del nazismo, si bien nos encontramos con un Estado -o un Par­ tido- fuerte y una economía planificada e intervencionista, las prácticas de gobierno -n o el contenido ideológico- están ligadas a la gubernamentalidad liberal. Considera M. Foucault que no hay algo así como una gubernamen­ talidad socialista autónoma, el socialismo ha tomado siempre prestadas las prácticas de gobierno del liberalismo, ñajo una aparente gubernamentalidad de Estado de policía, ti socialismo ha funcionado con la lógica interna de un Estado administrativo, es decir, que aun desde una ideología antiliberal, se ha gobernado con técnicas liberales.

donde arrojar todas las nuevas formas de ambivalencia que surgirían posteriormente. Para la modernidad, la sociedad es un objeto a dise­ ñar según determinados parámetros. Cada cosa debe tener un lugar, un sentido, un estatuto o identidad. El mundo se divide y subdivide en categorías claramente delimitadas y definibles. El sistema polí­ tico que la Europa moderna se dio a sí misma no es otro que eí del Estado-nación, lo que implicaba que los poderes políticos lanzaran cruzadas culturales contra minorías étnicas, costumbres regionales y dialectos locales, con el fin de que el mito de la identidad nacional pudiera convertirse en la fórmula legitimadora de los poderes polí­ ticos. En esa Europa de Estados-naciones, los judíos no constituían una mayoría étnica en ninguno de los Estados-naciones, sino que estaban dispersos por todas partes. Y tampoco eran los miembros de una nación vecina que residía en otra. Eran el símbolo de la ambiva­ lencia: una nación sin Estado. En la era de los Estados-nación nos encontramos con una na­ ción sin Estado, pero que, a diferencia de algunas otras, clama por ser miembro de los diversos Estados-nación sin abandonar su propia pertenencia nacional. Según Feierstein (2005, 2007, 2009), el uni­ versalismo, la multiplicidad identitaria, la errancia diaspórica de ju­ díos y gitanos, incomoda y molesta no solo ai nazismo, sino también a la burguesía europea en general. Pero judíos y gitanos no fueron el único grupo objeto de persecución, y aquí nuevamente debemos considerar un punto poco explorado por la historiografía, como la existencia no sólo de campos de exterminio, sino también de cam­ pos de concentración, tempranamente abiertos y habitados no sólo por judíos y gitanos, sino también por muchos otros grupos. Ha­ bitaron los campos de concentración los gitanos que se negaban a asumir el alemán como lengua materna y a diluir su cultura centena­ ria; los habitaron también todos aquellos que mostraban diferencias para su normalización sexual o productiva: los enfermos mentales, los discapacitados, los homosexuales, los vagos sin trabajo, ios men­ digos, los disidentes políticos, las prostitutas; y finalmente se ubica allí a los judíos. ¿Por qué los judíos? Quizá porque se han opues­ to sistemáticamente durante siglos a negar su identidad e intentan

preservar su cultura, n o acep tan d o renunciar a ella en nombre de la normalización estatal. Señala Feierstein q u e la au to n o m ía y la autodeterminación para su pensamiento y su accio n ar es el rasgo común entre todos^estos grupos, haciéndose así evidente q u e todos ellos fueron objeto de persecución debid o a su p o ten cial subvertor o su inasimilabilidad para el orden p o lític o im p eran te. T o d o esto, más allá de que fuera así o no, y más allá de q u e ese h acer fuera más o menos autoconsciente, o más o m e n o s v olu n tario , d a d o que el eje de las definiciones identitarias de un p r o c e so gen o cid a no pasa por la autodefinición, sino por el m odo e n q u e el p erp etrad or define dicha identidad. La política de elim inación p erseg u ía anular determinadas praxis carac­ terizadas como críticas, au tó n o m as y colectivas, para transformar­ las en heterónom as e in d iv id u alistas, lo cual deja ver que el nazismo pretendió despojar a los in dividuos y los colectivos de su capacidad de apropiarse d e su p r o p ia experiencia y práctica. Ahora, sí bien se p e rse g u ía y eliminaba a ciertos individuos y grupos en particular, se b u scab a intervenir sobre toda la sociedad. La confinación y el an iq u ilam ien to d e ciertos grupos se proponían - a través del terror— a n u lar to d a autonom ía de pensamiento y de acción en el con ju n to d e la sociedad. L a muerte de aquellos colecti­ vos que escapan a lo establecid o representa un mensaje para el resto de la sociedad, se ñ alá n d o le las consecuencias de pretender quedarse por fuera del p ro c e so d e norm alización. Aquí debemos tener pre­ sentes la diferenciación entre las nociones de población y Pueblo que plantea A g am b en ,7 y la diferenciación entre población y pú­ blico de Foucault. M ie n tra s que la población es una noción sociobiológica, el Pueblo es el su jeto colectivo de derechos, y el público este mismo sujeto c o le ctiv o pero adem ás atravesado por el interés y el temor. El nazism o h ace d e una p a rte del Pueblo una población -al exceptuarle del c a m p o d el d e re c h o -, transformándole en un cuerpo biológico, pero p a ra ejercer sobre el Pueblo/público una operación

Respecto a la d iferen ciació n enere los conceptos de Pueblo y pueblo o población, véase A gam b en , 1998: 2 2 4 -2 2 9 .

de normalización. Es decir, la muerte en el nazismo no como un fin en sí mismo, sino como un medio, un mecanismo destinado a pro­ ducir una reorganización o refundación de la sociedad. Su objetivo no consiste en la mera aniquilación de una población, sino en las consecuencias que produce en el conjunto de la sociedad. D. Feierstein considera que si solo se observa el aniquilamiento en función de la destrucción de las comunidades judías o gitanas, se aliena la condición alemana, polaca u otra de los judíos y gita­ nos, y se les comprende tal como los comprendían los perpetradores, es decir, como ajenos al grupo nacional alemán, polaco, etc. Si, en cambio, consideramos la eliminación de los judíos europeos como la destrucción parcial del grupo nacional alemán, estamos en con­ diciones de realizar otro tipo de análisis. El objetivo del nazismo re­ sulta ser entonces no simplemente el exterminio de determinados colectivos, sino la transformación de la propia sociedad alemana, a través de los efectos que la ausencia de dichos colectivos generaría en conjunto de la sociedad alemana. El análisis de la figura del musulmán resulta ilustrativo de lo que venimos señalando, esto es, que lo propio de los campos se halla en una operación de normalización y no en el exterminio en sí mismo. Los sobrevivientes de los campos del nazismo hacen referencia a la figura del musulmán como un elemento central de la experiencia concentracionaria. Este remite a la anulación de toda autodetermi­ nación en el sujeto y su conversión en un “muerto viviente”, en el sentido de una persona que ha perdido absolutamente la capacidad de incidir en su propia vida, y cuya existencia ha quedado reducida a ciertas funciones biológicas como alimentarse, beber o ir de cuerpo. Giorgio Agamben se atreve a afirmar que “lo propio de Auschwitz no es el exterminio sino la producción del musulmán” (Agamben, 2002: 53-54} Es decir, que lo específico y novedoso del nazismo no se hallaría en el campo de exterminio, sino en el campo de concentra­ ción. De hecho, Agamben considera a la producción de la nuda vida corporizada en la figura del musulmán como una operación política, del mismo modo que el exterminio constituye una operación políti­ ca. Pero entiende que si bien se trata en ambos casos de operaciones

políticas, el ejercicio del poder no se establece en los mismos térmi­ nos. En la operación de exterminio, el poder pone fin a la relación social porque se suprime a sí mismo en el acto de matar, no así en la producción del musulmán. E! musulmán da cuenta del compleco triunfo del poder sobre el hombre, porque aunque su corazón siga latiendo, y se mantenga todavía con vida, el musulmán se ha perdido a sí mismo en cuanto a su identidad y su individualidad. Aunque se mantenga todavía con vida, el musulmán es un mero ser viviente, organismo sin sujeto. El umbral extremo entre la vida y la muerte en que habitaba el musulmán posee, como antes mencionamos, un sen­ tido político, este consiste en que el musulmán encarna el significado antropológico del poder absoluto (Agamben, 2002: 48). En términos de H. Arendt, el musulmán vendría a ser aquel su­ jeto que ha perdido su identidad como consecuencia [...] de la muerte de su persona jurídica, su persona moral y su individualidad. Dada muerte de la persona jurídica y la persona moral, lo único que impide a los hombres convertirse en cadá­ veres vivos es la diferenciación de su individualidad.” (Arendt, 1987:549). Destruir la individualidad significa destruir el poder del hombre para comenzar algo a partir de sus propios recursos y no tan sólo reaccionar ante estímulos, es decir, destruir la espontaneidad. Cuan­ do esto sucede, los hombres devienen meros reflejos condicionados, marionetas, como el perro de Pavlov, que solo sabe reaccionar ante estímulos, y exactamente tal como aquel que produce la estimula­ ción espera que reaccionen.

E L DISPOSITIVO CONCENTRACIONARIO Y DE EXTERMINIO COMO TECNOLOGÍA DE PODER

¿Qué lectura podemos hacer de los campos de concentración y de exterminio del nazismo desde el Foucault de los cursos del 77/78 y del 78/79? ¿Cómo pensar la especificidad del campo de concen-

tración d esd e el concepto de g o b iern o o, d ich o en otros térm inos, có m o p e n sa r el campo de concentración d e sd e la linca de articulación vida/gobiern o/n orm a/m ed icin a? M .F o u c a u lt no toma a.l cam po de con cen tració n como objeto de estu d io ; a lo sam o, en el curso “ D e ­ fender la so cied ad ” hace mención al n a z ism o y al stalinismo com o ejem p lo s paradigm áticos del R acism o biológico de Estado, y com o experien cias históricas en las q u e la biopolítica se transform a en tan ato p o lític a, es decir, en que la ad m in istració n y regulación de la vida requiere de la muerte. En este cu rso , Foucault busca d ejar de lad o la n o c ió n de soberanía, y servirse, en cam bio, de la idea de g u e ­ rra o lu ch a p ara analizar el poder. E n la ú ltim a lección, articula la n o ­ ción d e b io po lítica con la de lucha, y el re su lta d o de esta articulación es la Gu-erra de razas o el racismo biológico d e Estado. En este contexto, la p o lític a d e exterminio del pueblo ju d ío e s puesta por fuera de u na d im en sión religiosa e inserta en una d im e n sió n o eje de análisis biologicísta. E l exterm inio representa la form a ex trem a o paróxística en que la p ro te c c ió n d e la vida biológica de la p o b la c ió n p or parte del E stad o requiere d e la muerte. E n “Seguridad, territorio, p o b la c ió n " y "N acim ien to de la b i o ­ p o lític a ”, F o u cau lt establece una n u ev a articu lació n : bio po lítica/ g o b iern o . A partir de aquí, se p ro d u ce u n a serie de cambios o re fo r­ m u lac io n e s conceptuales fundam entales. L a n oción de población se d e sd o b la en público y población, y la b io p o lític a deja de estar a b o ­ cada a la v id a estrictamente biológica, p a r a p asa r a ocuparse de m u y d iv erso s a sp e c to s de la vida de los c o le ctiv o s. L a política de la v id a ya n o c o n siste solo en el cuidado de lo s a sp e c to s biológicos de ios seres v ivo s en su conjunto, sino en una se rie de prácticas que a p u n ­ tan en ú ltim a instancia a manejar m u ltitu d e s, imprimiendo cierta d ire cc ió n a sus conductas, y dán dole al m ism o tiempo, cierta fo rm a a su su b je tiv id ad . E n el m a rc o de este nuevo co n te x to co n cep tu al, creemos n e c e ­ sario c o n sid e ra r si acaso lapoiítica de p ro d u c c ió n del musulmán y el d isp o sitiv o concentracionario, ju n to co n l a p olítica de exterminio, n o d e b e ría n ser comprendidos en té rm in o s positivos o productivos, c o m o p rá c tic a s o estrategias de go b iern o , e s decir, com o m ecanism os

de gestión de los colectivos. Los trabajos de D. Feierstein respecto al nazismo nos revelan en los hechos, en el análisis histórico, que el racismo biológico de Estado y la tanatopolítica no deberían ser considerados como la form a paroxística de la biopolítica, es decir, la deriva loca o descontrolada de una tecnología de poder, sino como una estrategia de gobierno en sí mismos. Se ilumina así el aspecto positivo y productivo de la tanatopolítica. Auschwitz no - o no es­ trictamente- como el ám bito en el que el Estado burocrático-administrativo y biopolítico se sale de control, enloquece y se transforma en el Estado asesino, sino com o un espacio en el que se desarrolla una estrategia de gobierno. Aunque parezca paradójico, desde esta perspectiva, el campo de concentración e incluso el campo de exter­ minio forman parte o provienen de un proyecto de normalización, y por lo tanto, se originan en la política de hacer vivir. La política concentracionaria y la política de exterminio como un recurso extremo que se propone lo que cualquier práctica de gobierno: promover de­ terminadas prácticas de sí -evitando otras- y conducir conductas.

Los campos argentinos La interpretación del dispositivo concentracionario del nazismo pa­ reciera ir en la misma línea que el análisis de Pilar Calveiro (2006, 2007) respecto de los campos de concentración argentinos. Calvei­ ro, entiende a los campos argentinos como un dispositivo para des­ pojar a quienes allí habitaban de todo resto de voluntad propia para pensar y para actuar, aun si su destino final era la muerte-, el disposi­ tivo concentracionario tenía como uno de sus objetivos principales llevar adelante un proceso de transformación en la subjetividad de los que allí estaban secuestrados. Es por ello que Calveiro sitúa al dispositivo concentracionario en el mismo nivel que el dispositivo psiquiátrico y el dispositivo carcelario, en tanto se trata de institucio­ nes que tienen como objetivo la transformación de la subjetividad. En el caso del campo, se pregunta Calveiro: ¿por qué molestarse en corregir o reencauzar a quienes se sabe que se va a matar ? Porque el dispositivo concentracionario despliega sus efectos hacía su interior,

pero también hacia el exterior. Busca reencauzar, corregir, hacer en­ trar dentro de cierta normatividad al conjunto de la sociedad, y estos efectos siguen presentes aun después de que el dispositivo concentracionario se cierra. El campo de concentración, desde la perspectiva de Calveiro, no es sino un medio o un mecanismo conducente a un objetivo a largo plazo: la modificación y reorganización de las relaciones so­ ciales en el interior de una sociedad. La política de producción del “musulmán” y la política de eliminación persiguen el propósito de clausurar aquellas prácticas y aquellas formas de subjetividad que se encuentran en tensión con el poder dominante. Si entre los judíos y el resto de los grupos objeto de persecución por parte del nazismo el nexo era la autonomía, este es también el punto de contacto entre la experiencia del nazismo y la dictadura argentina. Es posible establecer una articulación entre la experiencia argentina de la última dictadura militar y la experiencia del nazis­ mo en torno al concepto de autonomía. Las víctimas del nazismo se caracterizan por ejercer su autonomía en diversos ámbitos tales como el ámbito político, cultural, sexual, nacional. Pero el discurso del nazismo no hace referencia directa a ello, sino que fundamenta la persecución en términos de su diferenciación racial o su constitu­ ción biológica, que era explicitada como peligrosa. En la dictadura argentina del 76, lo que fundamenta la persecución y el exterminio es la autonomía de las víctimas para pensar y actuar. El discurso de los victimarios lo deja bien en claro, sin mediaciones, sin emplear metáforas provenientes de otros campos disciplinarios. La consti­ tución de la figura de ese otro no normalizable ya no responde a sus características biológicas sino que remite directamente a su partici­ pación y prácticas en el contexto político-social, pero comprendidas en un sentido amplio: toda conducta y práctica que tienda hacia la autonomía. Por ello, poblaron ios campos de concentración no solo miembros de organizaciones de lucha armada, sino también delega­ dos de fábrica, maestras alfabetizadoras, participantes de un centro de estudiantes de colegio secundario.

C o n c lu sió n

Nos propusimos explorar la relación entre la biopolítica y la tanato­ política en el pensamiento y la obra de M. Foucault. Nos pregunta­ mos si a partir de la elaboración del concepto de gobierno es sóstenible la concepción del racismo y la tanatopolítica como simplemente la forma negativa paroxística de la biopolítica, es decir, su deriva fuera de control. ¿Hasta qué punto, a partir de la introducción de la idea del poder como gobierno, sigue siendo aceptable la concepción dicotómica respecto de la biopolítica y la tanatopolítica que sostiene M. Foucault en “Defender la sociedad”?. A partir de los trabajos de D. Feierstein respecto de la experiencia del nazismo, llegamos a la conclusión de que la tanatopolítica no debe ser considerada la mera forma paroxística de la-biopolítica, es decir, la deriva fuera de con­ trol de lo que es una tecnología de poder, sino como una estrategia de gobierno en sí misma. La política de muerte por parte del Estado, entonces, no como un fin en sí mismo, sino como un medio, un mecanismo destinado a producir una reorganización, redefinición o refundación de la sociedad. Se ilumina así el aspecto productivo de la tanatopolítica. El campo de exterminio no como el ámbito en el que el Estado burocrático-administrativo y biopolítico se transfor­ ma en el “Estado asesino”, sino más bien como el espacio en el que es llevada adelante una tecnología de gobierno: un modo, quizás, de articularse gobierno y soberanía en el Estado moderno. En segundo lugar, nos propusimos abordar el análisis del campo de concentración a partir de la articulación biopolítica/gobierno. En realidad, la relectura del nazismo y de los conceptos foucalteanos resulta posible en la medida en que se pone el foco en la política concentracionaria. Lapolítica de exterminio del nazismo cobra otro sentido o, en todo caso, su análisis se complejiza y enriquece a la luz del análisis del dispositivo concentracionario, que, como vimos, cumple una función que va mucho mas allá de la de ser un espacio de acumulación de individuos previo a su exterminio, sino que funcio­ na, en verdad, como un artefacto político cuya función es producir efectos en su exterior.

LA POLITIZACIÓN DE LA VIOLENCIA N atatxa C a r rera s S e n d r a

S u m a r io

Este artículo tiene diferentes acercam ientos a l análisis de la v io le n ­ cia, en su relación con las formas actuales d e la cosificación de los cuerpos por condiciones de clase, vacíos legales, m ercado y c irc u ­ lación. Entendiendo cómo los ám bitos m á s personales de c o n sti­ tución psíquica, de la trama intersubjetiva, d e lo cotidiano, se ven impactados por procesos de desubjetivación.

I n t r o d u c c jó n

Cualquier tipo de violencia que se in ten te analizar tiene que c o m ­ prenderse dentro de contextos m ás am p lio s d e poder, más allá del acto de dominación del uno(s) sobre o tro (s); es im portante d e se n ­ trañar su relación con la clase, con el m ercad o , con la circulación de la mercancía y la política, así com o la re sp u e sta que se tiene an te su ejercicio. L a cultura de la violencia no so lo se expresa en la au sen cia de la autoridad estatal, de la política gu bern am en tal y d e la ju sticia, en que los gobernantes gobiernan p o r m e d io del terror, exterm inio, desaparición, exclusión política y labo ral, sin o tam bién en las fo rm as en que la población se vive cosificada en su cotidianeidad.

L o s p ro y e cto s p o lític o econ óm icos neoliberales exponen a g r u p o s p o b la cio n a le s a v iv ir condicion es políticas de “nuda vida”1 y de “d e sec h ab ilid ad la b o ra l” 2 p ro ceso s de desubjetivación. La au­ se n c ia o d etrim e n to lab o ral, la p érd id a de garantías individuales, la v io le n c ia verbal, física, las gu erras, el abuso sexual, el secuestro, las e x to rsio n e s y las form as de co n tro l paragubernamentales (escua­ d ro n e s de la m u erte, lim p ie z a s étnicas, persecución y asesinatos H o m o fó b ico s y p o r d istin c io n e s de género), son descargas pulsion a le s sin asid ero qu e in vaden el orden normativo ante la declina­ c ió n del c o m p le jo de E d ip o —m ecanism o por el cual el sujeto se in se rta en lo s o c ia l- de la d eclin ació n de la función paterna.3 Es­ to s acto s de v io le n c ia im p a c ta n el psiquismo, dejando agujeros en l a tram a sim b ó lic a .4 En el ejercicio de la violencia se desconoce al 1 *La nuda vida es la co n d ició n que algun os sujetos y grupos viven al perder sus garantías in dividuales ante las irregularidades de la ley. Cuando la ley funciona confundiendo co n textos de “h ech o” con contextos de “derecho” se producen espacios de abuso, explotación y violencia, poniendo a sectores poblacionales en condiciones de n u d a vida {Cfi'. A gam ben, 2003). 2 Es el concepto utilizado p o r M arx (1 9 7 6 ) en torno a la “superpoblación rela­ tiva” o “ejército industrial de reserva”, el que permite entender cómo sectores poblacionales que pueden estar irregularmente empleados, subempleados o desempleados conform an este ejército proletario que además de sus funciones de reserva debe entendérsele co m o desechable (ver Roseberry, 1997). El ejército industrial de reserva com o con dición de la vida moderna deja de ser relativo para convertirse en com pletam ente desechable. Si bien continúa siendo el eje fundam ental sobre el cual se establece la ley de la oferta y la demanda, así como el control de los salarios, hay grandes sectores poblacionales que están desapare­ ciendo sin afectar a las form as de organización capitalista. Muchos trabajadores acaban siendo atrapados p o r el m ercado informal o por las redes del crimen, otros tienen que desplazarse de las zonas rurales e integrarse a la creciente fuerza de trabajo urbano así com o m igrar a otros países (ver Macip, 2009). 3 Para el psicoanálisis, el padre es una función, no el padre real, sino el que in­ troduce la ley. E n la actualidad, hay un debate en torno a cómo esta función Ideal está d eclin an do, lo que conlleva cam bios en la subjetivación. Ahora hay referentes diversos, el O tro no está en la cúspide como función de ley, del nom bre del p ad re, ahora está el objeto (a), las mercancías, los mercados, la virtualidad cotid ian a. La Tram a sim bó lica es el resu ltado de la constitución psíquica, en donde se hace evidente la función estructurante de la represión. Cuando presenta des-

otro, poniendo enjuego la problemática del nardeismo y el desco­ nocimiento de la subjetividad. De igual fotma, la población se ve violentada en la medida en que el valor del mercado se establece como amo absoluto, atravesando con procesos de desubjetivación, en el que el de­ seo5 se ve devastado, en pro de un mundo de necesidades. En este sentido, la violencia atraviesa de manera silenciosa, desubjetivando, arrancándole a los sujetos la posibilidad de asumir su deseo, inscribiendo y organizando estilos de vida, cuerpos, obje­ tos, modas, que cubran necesidades, imaginarios con los cuales la población seve atrapada en el mercadoyel acelerado ritmo de la circulación de la mercancía. La crisis en la que se encuentra el complejo de Edipo está dada por la dialéctica que se establece con el capitalismo. Esto, en relación a las contradicciones entre “libertad” y una fetichización cada vez más abrupta, características de los modos de producción capitalistas y de la crisis de acumulación contemporánea. Se destruye el orden parental entrando la subjetividad en una etapa mucho más proble­ mática, suplantando el sujeto perverso6desde un discurso superyoico al discurso del amo simbólico.7

garraduras o agujeros, estamos hablando de fallas en la inscripción simbólica, fallas con la entrada de la función paterna. 5 El deseo es lo imposible de ser satisfecho, por lo tanto, lo que permite se­ guir deseando. La devastación de este, es entendida en dos vertientes, por un lado, la exclusión de la potencia creativa del hombre con la mercancianización (proceso expansivo de convertir cualquier cosa en mercancía dentro del capitalismo), por otro, los discursos materiales en torno a la mercancía y su circulación, imaginarios que taponean la posibilidad de hacer. La extinción dei deseo, por la fantasía de haber encontrado su objeto. 6 El sujeto perverso no transmite la ley, se cree portador de la ley. No transmite el deseo, cosifica al otro, lo fetichiza, al denegar su propio deseo, su falta. 7 La función de! Ideal bajo el régimen del Nombre del Padre causa de la pérdida de goce y de la represión.

El, PADRE PRIMIGENIO Y EL ORDEN SIMBÓLICO En la articulación del discurso del amo y el capitalismo es que se viene dando la crisis del Edipo. Los artículos en Freud sobre el sue­ ño, tótem y tabú y la religión monoteísta son el ejemplo más claro del discurso del amo (metáfora paterna), efecto del lenguaje y de la constitución subjetiva. En su texto Tótem y tabú'(\976), señala cómo la función psí­ quica del tabú muestra la constitución del sujeto, el principio regu­ lador y normativo para su advenimiento. El mito sobre el asesinato del padre primordial por los hijos, encarna en el animal tabú la ley, prohibición simbólica, desde la que Freud fundamenta el origen de la sociedad. El padre primigenio encarna lo sagrado y lo prohibido, senti­ mientos contradictorios que forman el contenido ambivalente de la neuro.sis. El padre muerto adquiere un poder mucho mayor que es­ tando vivo. El tótem encarna la figura ambivalente del padre muerto (odio, temor-remordimiento, culpa), fuente de la prohibición sim­ bólica, espacio de la cultura. En esta lógica es que Agamben señala que en la figura sacer se crea la dimensión política y la vida silvestre, siendo la figura base del derecho. La vida animal (zoe) queda paralizada en la escisión que genera su inserción dentro de la política (bios), de la ciudadanía bajo su propia exclusión (eí resto). El homo sacer* permite esclarecer una estructura política que se ubica en un espacio anterior a la distinción entre “lo sagrado y profano, entre religioso y jurídico” (Agamben, 2003). Es la indeterminación del homo sacer la que se encuentra apresada en el bando que tiene su origen dentro de la ambigüedad de lo sagrado. En la soberanía del bando están incluidos al mismo tiempo lo divino y su contraparte lo diabólico.

8 I.i hombre sagrado, lo excluido de la ley simbólica -ser social- es el resto. Es lo que la intervención simbólica expulsa de la realidad social para un sujeto. Definido como lo imposible, “no puede ser completamente simboiizable en la palabra o la escritura y, por consiguiente, no cesa de no escribirse” (Chemaina, 2002; 372). Lo Real está presente desde su exclusión.

En el seminario XVII, Lacan articula el discurso del amo his­ tórico, discurso de las relaciones sociales y políticas con la relación establecida por Hegel en torno al amo y el esclavo, señalando que el amo es el significante primero1*que da órdenes al significante en cadena,lüdialéctica marxista que señala las relaciones sociales de po­ der. La orden que emite el amo al esclavo tiene como corolario el significante que inscribe al sujeto en el orden de lo simbólico. El primer significante (SI, significante mítico) del discurso del amo está conectado con el goce,J1con el resto,12es en este sentido que el asesinato del padre es la condición para la existencia del goce. El texto Tótem y tabú muestra cómo el padre muerto tiene aparejado al goce (lo indecible), de la que proviene su prohibición. En Lacan, el padre muerto, en tanto goce, es lo real imposible (su heredero, en la cultura occidental, es, desde lo Real, la figura de Dios, y desde lo Simbólico, el ideal del yo, el nombre del padre). Lo Real no es lo que le hace límite a lo simbólico (a la ley), siendo así que el padre asesina­ do es el padre de lo real, de lo imtposible, que solo es como imposible a partir de lo simbólico.

9 L a identificación con el “ideal del y o ” relaciona en d ire cto con el O tro, sie n d o en el E . del esp ejo que toma un rasgo del O tro p o r iden tificación , identificación prim era (significante prim ero), alien an te, q u e d an d o de esa escritura un resto, el o b je to a. Es un a instancia m ítica; el significan te p rim ero (SI,sign ifican te del d e se o de la m adre). 10 A p artir de la d é cad a de 1950, Ja c q u e s Lacan u tiliz a cada vez m ás el té rm in o "caden a” En un prim er m om ento, n o habla d e la cadena significante sin o d e la cadena iim bálüa, indicando u n a "lín ea de d e sce n d e n cia”, en la que c a d a su je to está in scrito inclusive antes d e su n acim ien to (y despu és de su m u erte), y q u e es determ inante inconscientem ente en su h isto ria. T am bién hace re fe ­ ren cia a la “cad en a del discurso”, d e la m ism a fo rm a . n E l goce es el exceso de placer, placer m ortífero. E stá fuera del orden sig n ifi­ cante, del ord en sim bólico, es anterior a la p alab ra, existien do plenam ente en un p asad o del qu e no podem os ten er m em oria, p u e s en esa época se carece del lenguaje, que es la base del recuerdo. 12 D e sd e Lacan, el resto es el objeto p lu s de goce, la esen cia pulsional. El o b je to a perm anece irreductible en la op eración de la d iv isió n subjetiva, es lo R ea!.

C r is is e n l o s im b ó l ic o

L a autoridad simbólica (del Nom bre del Padre), en crisis a lo largo de la historia del capitalismo, nunca ha podido estar por completo a la altura del mandato que se le ha otorgado, pero siempre ha aparentado en su falla la idea de un orden que funcionaba sin demasiadas desgarraduras, L a desintegración de lo simbólico viene de la mano con figuras tota­ litarias y formas de desechabilidad en que se da una desubjetivación abrupta de grandes sectores sociales. Estas condiciones encarnan la suspensión del ideal del yo, en pro del ideal imaginario. Los vacíos sim bólicos no solo son ocupados por figuras perver­ sas portadoras de poder, sino por una serie de discursos sobre estilos d e vida ideales, evasores en lo posible de cualquier encuentro con la falta.13 D esde la estructuración psíquica se desatan una serie de síntom as -adicciones, cortes en el cuerpo, extirpación de las extre­ m idades corporales, reincidentes cirugías plásticas, etc.- que no son producciones psicóticas, pero que muestran cortes reales, castracio­ nes reales, ante el déficit de lo simbólico. El cuerpo se muestra de form as abyectas, cortado, agujereado, en su esqueleto. La población realiza una serie de actividades en la búsqueda del m andato ideal, sexo y sexualidad virtual, consumo de productos sin sustancia (café sin cafeína, crema sin grasa, etc.). Constantes inter­ venciones quirúrgicas que atraviesan los bordes corporales, manci­ llando el símbolo a favor de un ideal-real {prótesis, cirugías estéticas, injertos, cortes, tatuajes, piercing, etc.). Mismos espacios en donde las toxicomanías y los síntomas alrededor de la comida y la imagen corporal (anorexia, bulim ia, vigorexia, obesidades mórbidas) son el resto excesivo que rom pe cualquier lazo simbólico, derrumbándose lo imaginario en un goce sin mediación. La ley, prohibición al goce, carece de efectos sim bólicos, estableciéndose un goce contemporá­ n eo que prescinde del otro simbólico. La pulsión ya no recorre el ca­

13 La falta abre la dimensión del deseo, lo que es conscitutivo del sujeto, de la división subjetiva.

mino a través del otro simbólico para ir en busca del objeto perdido, va directamente a la sustancia, a lo real. El arribo del objeto a (plus de goce) a la cumbre de lo social, expone cómo la época actual está dirigida por el goce, por la satisfac­ ción inmediata, haciéndose un cuerpo al gusto del otro, un cuerpo velo, cuerpo imagen capaz de circular en el mundo de la mercancía. En esta lógica los aparatos de poder atraviesan con una serie de dis­ cursos dúplices, que van desde generar condiciones en las que se p o ­ tencian los vacíos legales, indefensiones civiles; y por otro, discursos incesantes de preocupación por la salud de la población. Paradójica­ mente, quieren proteger a la población de las mismas enfermedades que le producen (obesidad, diabetes, TDA, anorexia, bulimia, vigorexia, etc.), intentando, por un lado, controlar el goce corporal, y por otro, generando objetos de consumo incesantes. El mundo actual está gobernado por ideales imaginarios que están fuera del orden del deseo, de los ideales simbólicos, y a favor de la fuerza del goce. En la caída de los ideales simbólicos y el debi­ litamiento de lo simbólico, lo que aparece no es un cuerpo invadido por el goce, como en el caso de la psicosis, ni como en el caso de los psicosomáticos que invaden de goce los órganos, sino que se trata de un goce que está en el cuerpo y se representa a nivel de lo imaginario. Es a partir de aquí que vemos potenciarse toda la serie de síntomas ligados con el cuerpo y el registro de ¡o imaginario. La agresividad desde la teoría lacaniana se relaciona con el pro­ blema del narcisismo. El origen psíquico de la agresividad está en función de las imágenes propias del cuerpo fragmentado, en donde se expone la mascarada imaginaria del propio narcisismo. En la me­ dida en que el niño, en el estadio del espejo, no logra identificarse con su propia imagen -mirándose como una totalidad en donde se hace manifiesto el adelantamiento de la entrada de lo simbóli­ co - determinante para la condición del sujeto del inconsciente, el infante quedará detenido en la agresividad, anudamiento entre lo real y lo imaginario, sin mediación simbólica.

Los síntomas contemporáneos están en relación con una versagung11 que, antes que establecer la trasmisión de la falta, recha­ za la posibilidad del advenimiento del deseo. La función materna, antes que transmitir la falta, satisface la necesidad, cerrando la vía del deseo. Es una trasposición del discurso del amo por el discurso capitalista, en donde el capital en oposición al Otro -que en su don de amor nunca satisface en su totalidad- intenta satisfacer la nece­ sidad, procurando el objeto de goce. Siendo preponderante que en ia infancia el objeto (ideal) nunca dé una satisfacción total, dejando la posibilidad de seguir deseando. La relación con los objetos desde el inicio está marcada de pérdidas y reencuentros, límites fundantes necesarios en la constitución psíquica del sujeto. La ley, estructura social que día con día se ejecuta de manera menos eficiente, se presenta como ausente de efectos simbólicos para mediar el goce. Esto lleva a los sujetos contemporáneos a inten­ tar sustituir dichas carencias no solo a través del ejercicio de la vio­ lencia, sino por medio de representaciones imaginarias que rebasan la ley. Alrededor de esto, autores como Debord señalan: La vida entera de las sociedades en las que impera la condición de producción m oderna se anuncia com o una inmensa acumulación de espectáculo. Todo lo directamente experimentado se ha con­ vertido en una representación (2002: 40),

La fantasía termina por invadir nuestra realidad social. Como ya señaló en otro texto (Carreras, 2009), estas representa­ ciones imaginarias que se viven como una realidad enajenada reestruc­ turan subjetividades; en la actualidad, serán lo especular, lo virtual, el orden de lo imaginario, un recurso fundamental en dicha recomposi­ ción. La virtualidad propone un marco adecuado para los sujetos nar-

11 La Versagung a partir de! Seminario VIII es situada por Lacan como un mo­ mento de frustración constitutiva en el Estadio del Espejo, siendo el momen­ to en que el niño ocupa el lugar de objeto que cubre la falta del Otro materno, e instancia de constitución de! narcisismo. Esta frstradón muestra que el niño no ocupa satisfactoriamente el lugar de objeto fálico para la madre.

cisistas.15Se intenta suplir ia faita del O tro , del ideal del yo, por u n yo ideal (imaginario) de la mano con la d esap arició n del O tro (d eclin a­ ción de la ley como agencia que p ro h íb e ei a cceso ai goce), adviniendo ei sujeto perverso que se asume corno e l p o rta d o r d e ia ley: Nos encontramos en una época en q u e la neurosis en el sentido tradicional -síntomas generados por Ja represión—ha perdido su relación en cuanto a problema clín ico, en aras de la perversión y de todas aquellas conductas, actuacion es y entidades en las cuales el goce excesivo se expone en lo real (rvlilmaniene,1995: 13).

En la medida en que la ley, como contrato universal, declina y potencia dicha declinación -principalmente en los grupos vulnerables, por cla­ se, género y procesos de raciaiización—hace aparecer el mandato real absoluto. Es un mandato superyoico que puede llegar a ejercerse desde el poder soberano, siendo la figura de Hitler una imagen representati­ va del padre moderno, que goza con la población en el arrebatamiento de la subjetividad. Esta figura paterna ubicada en la cúspide de lo social también impacta las formas más íntimas de la vida de los sujetos. Cuan­ do los padres, la familia, ei contexto social (espacios educativos, medios masivos de comunicación, aparatos policiacos, etc.), no tienen las capaci­ dades para contener y traducir la violen cia social y las exigencias narcisizantes del mercado, sinoque, porel contrario, las reproducenypotencian, los infantes y adolescentes se ven incapacitados para metabolizar sus propias pulsiones de muerte frente a un mundo social que, antes que limitar, genera y potencia la violencia y las fantasías narcisizantes, vio­ lencia y narcisismo que no encuentran objeto que los colme o Ies ponga límite, manifestándose no solo como violencia y frustración contra los otros, sino también contra el cuerpo propio. 15 El niño, entre los 6 y 18 meses, con figura u n a im a g e n de sí m ism o o “Yo id e a l” en el deseo del otro, que es la madre, co n stru y e n d o su “Yo”, lo que lo in troduce al narcisismo primario. En Lacan, el n arcisism o se inicia con la form ación d el "Yo ideal”: “ Vale decir que el yo h u m an o se co n stitu y e sobre el fu ndam ento de la relación imaginaria. La función d e l y o - e sc r ib e Freud— debe tener ein e neue psychiche... gestalt. En el desarrollo d e l p siq u ism o aparece algo n uevo, cuya función es dar forma al narcisism o. < N o es acaso m arcar el oí ¡gen im a g i­ nario de la función del yo?M(Lacan, 1 9 8 1 : 178) -

P

o l ít ic a y n u d a v id a

L o s referentes legales son fundantes y fundamentales para el fun­ c io n am ie n to d e lo s sujetos dentro del orden social. El origen de las n o rm as tiene q u e ser entendido también desde la antropología, aná­ lisis qu e c o m p re n d e a la legalidad como una función que garantiza la re p ro d u cc ió n so c ia l de los seres humanos de acuerdo a las dife­ ren cias g en e aló g ic a s; su abolición tiene como correlato la anulación subjetiva, la an u la ció n de las diferencias. A l resp ecto , A g am b en (2002, 2003, 2004) y Legendre (1994, 1 9 9 6 ) m u estran q u e la figura del soberano y su ejercicio en la actua­ lid ad , en m u c h as ocasion es regula estableciendo “estado de excep­ c ió n ”. E ste e sp a c io q u e establece el poder soberano se liga con llevar a sectores p o b la c io n a le s a vivir condiciones de “nuda vida” que tiene c o m o c o n d ic ió n arrebatarle al individuo sus garantías individuales, excluirlo d el c o n tra to universal. L a incl u sió ii d e la nuda vida en el mundo de la política se estable­ ce de m anera indeterm inada, es en la propia constitución del marco ju ríd ico - e n la exclusión de hombre silvestre, sin ley- que se inscribe la n u d a vid a, e n el orden de la ley. La violencia de la soberanía hace reaparecer el e sta d o de naturaleza -bajo el ejercicio del padre Real-1