Nacimiento del otro : dos psicoanálisis: Nadia (13 meses) y Marie-Françoise (30 meses)
 9788475091747, 8475091741

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Rosine Lefort en c o la b o r a c ió n con

Robert Lefort

Paidós

Campo Freudiano 6

Nacimiento del

Dos psicoanálisis: Nadia (1 3 m es es ) y M a r ie - F r a n g o i s e (3 0 m es es )

TítuJo ongmal-. Naissance de l’Autre. Deux psychanalyses: Nadia (13 tnois), Marie-Franfoise (30 mois) Publicado en francés por Éditions du Seuil, París

Traducción de Marta Vasallo Revisión técnica de Femando de Vicente Cubierta de Mario Eskenazi Colección dirigida por Jacques-Alain j Judith Miller

1.* edición, 1983 1.* reimpresión, 1995

© 1980 by Éditions du Seuil, París © de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidós Ibérica, S A , Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidós, SA1CF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-7509-174-1 Depósito legal: B-33.399/1995 Impreso en Hurope, SX. Recaredo, 2 - 08005 Barcelona Impreso en España - Printed in Spain

ÍNDICE

Prefacio

9 . I. — NADIA O EL ESPEJO

1. El pequeño otro (£-15 de octubre)

13

2. El gran Utro

23

(16 de octubre-7 de noviembre) 3.

La pulsión escópic» (9 ,1 0 y 12 de aañúdate)

^3

4.

La primera identificación (13 de noviembre-8 d, diciembre)

41

El fantasma runaamentai

57

5.

(10 de diciembre) 6. Lo pre-especular

67

(11 de dióembre-3 de enero) 7. El pequeño otro: la muñeca (4-16 de enero)

93

8. E l espejo I: nuestra imagen

109

(17-31 de mero) 9. El espejo II: el retorno ( 1-8 de febrero) 10. El espejo IQ : el tercer término (9 de febrero-l.® de marzo)

151 167

11. El cuerpo perforado, tonco

189

(4 de maizo-23 de abril)

12. El intercambio (25 de abril-8 de mayo)

215

La vida (mayo-septiembre)

225

13.

I I . - ■MARIE-FRANGOISE 0 EL AUTISMO

1.

L« locara:

ni «a», ni «A» (30 de septiembre-4 de octubre)

2. El Otro: una ausenda re (7 y 8 de octubre)

245 255

3.

Lo Real 7 e igujero del cuerpo (9 y 10 de octubre)

265

4.

Rellenar verdaderamente el agujero de su cuerpo (13 7 ' 14 de octubre)

273

5.

Lo Real 7 el dignificante separados (15, 1 7 'y 18 de octubre)

283

6 . Lo Real, la demanda y el significante (21, 22 7 23 de octubre)

297

7 . El doble y lo Real

311

(25, 27 y

de octubre)

8. La tentación del Otro portador del objeto

323

(31 de octubre. 3 y 5 de noviembre) 335

9. El espejo en lo Real (10-19 de noviembre)

10. La emergencia de una llamada al Otro

353

(22 y 24 de noviembre) m . — CONCLUSIONES

1. Clínica 7 topología

3iuto dentro, al que entonces recupera con la mano. Quiere ir á la cama; arroja el potecito, poñt sus brazos alre­ dedor de mi cuello, muy apretados, para que la sdqiie de la cama. ' y se queda en mis brazos.’' La llevo a su habitación: está en mis brazos y quiere que me detenga ante él espejo. Apoya su mejilla contra mi boca'y sigue intensamente en el espejo los besos que le doy. Entonces vuelve la cabeia, coloca su boca sobre mi mejilla, lentamente y por largo rato, tal como vio eti1él espejo que bada yo td. tiempo que ella sentía el beso. Esciena sorprendente, sobre todo por la emoción profunda .que se manifiesta en su expresión. La separación después se hace muy difícil, tanto más cuanto que Nadia ha visto a un niño llorando en las rodillas de una en­ fermera y ha apartado vivamente la c¿h ■za de ese espectáculo, estrechando con fuerza mi cuello con un brazo y mostrándome la puerta con el otro. La tranquilino un poco, pero sigue llorando cuando me voy.

□ □ Ella no tira los zapatos y me tiende los píes balbuciendo inten­ samente.. En la sesión arroja fuera del arca el trapo para sacar el pote­ dto; con él se dirige al plato con crema, lo lame y mordisquea, mirando la crema; balbucea. Se lleva su otra mano a la boca y veo que ha traído de su habitación Un mendrugo de pan, que se come. Hunde la mano en el orinal y balbucea imperiosamente al constatar que está vado. Le digo que está vado, sí, pero que hay leche, crema, bizcochos y chocolate. Lame también el pote­ d to , paseando su mirada de mi al plato. Le digo que tal vez quiera tener crema en su pote: entonces me lo tiende, lo lleno un poco y se lo devuelvo. Se apodera de él con un rápido balbuceo imperioso, mira d intefior y lo vada sobre el suelo: expresa una gran satisfacaón. Viene a mis rodillas, se alarga, muy abandonada, con leves doqueos. Juega un poco con sus pies y vudve a bajar. Tira fuera del arca d platito y la taza, toma una bola transpa­ rente llena de agua y tres patos. Vudve a mis rodillas con la bola, la sacude, la mira, trata por una vez de atrapar un pato y me hace participar de lleno en él juego. Por último juega con la bola, casi extendida en mis brazos. La arroja al suelo, baja, la empuja delante de ella como si fuera una pdota, mientras explora la pared, d cristal, y vuelve a menudo a estirarse por un minuto sobre mis rodillas. Al llevarla a la habitadón, debo ponerla de pie ante el espejo. Reanuda el juego del beso de la víspera, con la misma intensi­ dad; golpea el espejo, con excitación, pero sin agresividad. Ve en el espejo a una enfermera a quien conoce; mira muy interesa­ da la imagen, y sin la menor vacilación ni tanteo vuelve la cabeza para ver la realidad de la enfermera. Se ríe ante el descubrimien­ to, me rtdea el cuello con los brazos para poner su mejilla contra la mía. Esta vez no sentí que se refugiara en mí, sino que me hacia compartir la alegría de ese descubrimiento, de ese progreso haría la vida. Estaba muy felÍ2, y fue d gran acontecimiento de la sesión. El 12 de febrero Nadia está de nuevo en su antigua habita­ dón. La encuentro balanceándose con fúerza, golpeándose 1» e»-

□ □ palda contra el borde.de la cama. No tiene buena cara, tiene oje­ ras, como cuando está a punto de hacer una otitis. En la sesión saca el trapo del arca, balbuciendo «pa-pa-pa». Es la primera vez que oigo ese balbuceo, que sin embargo es por lo general el primero en los niños. Nadia dice también otras pa­ labras, todas tienen la misma estructura, empiezan con «a» «a-ga, a-pum, a-da, a-ca», además de «ma-ma-ma» y «mamá*. Se pone en la boca un trozo de trapo, después lo arroja para apoderarse del pútedto, que viene a lamer a mis rodillas. Baja para ir a volcar todo lo que hay, en la mesita: el plato de papilla, el chocolate, lps bizcochos; vuelca una parte de la papilla sobre la mesa, y el resto en el suelo. Conserva la. cuchara, extiende con la mano el charco de papilla sobre la mesa,' apenas una vez se lame la mano. Camina un poco alrededor de la cama, vuelve a colocar el trapo en el arca, de la que saca el muñeco y la bola con los patos. Se dispone a jugar con ella sobre mis rodillas cuando la bola se le escapa; balbucea furiosa. Baja para recogerla, la vuelve a poner en el arca, variando el arca de todo lo demás y añadiendo junto a la bola la cuchara. Quiere ir a la cama, pero en la cama se siente incómoda como en cualquier otra parte en el día de hoy.. Pone sus brazos, alrede­ dor de mi cuello, su mejilla contra la mía; la saco así de la cama, y conserva esta posición durante unos minutos. Después va al arca a buscar la cuchara pero vuelve a guardarla en seguida: acaba de ver sobre- el radiador un cuadro de hojas de temperatu­ ra, y quiere que se lo dé. La pongo en el suelo, y ella inspecciona el cuadro ,en todos los sentidos, se divierte abriendo y dejando caer el batiente, apoyando su pie dentro. Termina sentándose porque se resbala sobre sus zapatillas; trata de quitárselas pero se las tengo que quitar yo; ella misma se saca los calcetines con un balbuceo intenso. Toma un calcetín en cada mano, los sacude en to^os los sentidos balbuciendo, después golpea las zapatillas contra el suelo. Quiere ponerlas en d arca con la bola de los patos: Después levanta d arca y la estrecha contra sí, encantada. La deposita suavemente para golpear con los calcetines el charco de crema, mientras balbucea exdtada y descontenta. La llevo a su habitadón y se la entrego a una enfermera. Vudvo a tomarla por una vez porque llora, y me marcho. Pero como la oigo llorar con una desolarión monótona vudvo para

□ □ volver a levantarla. Llora un poco estrechando con fuerza mi cuello. En ese momento viene la practicante y Nadia le tiende los brazos; pero si la practicante hace ademán de tomarla, Nadia se aprieta inmediatamente contra mi. Después quiere ir ante el es­ pejo: En el espejo nos mira a las tres, a ella, a mí y ala practicante. Se vuelve como si se apartara de algo desagradable, me besa en la mejilla y me muerde la barbilla. Termina por aceptar que la ponga en brazos de la practicante. El 13 de febrero Nadia sigue bajo los efectos de una otitis leve, y está muy nerviosa. En la sesión no toca ni el plato de papilla ni el chocolate. Sólo los recipientes para la comida vacíos excitan transitoriamente su violencia. Está incómoda, como ayer. Empieza por inspeccionar un conejo de trapo. Saca el muñeco del arca, me lo pone en la mano, lo mira y vuelve a ponerlo en el arca. Saca la bola con los patos y la lame; la deja para sacar el trapo. Bajo el trapo descubre un juego de comida rosa, lo toma y lo tira al suelo; se ensaña con él pisoteándolo y golpeándolo con un cubo. Viene a abandonarse en mis rodillas. Camina un poco alrede­ dor de la cama y viene a sentarse a mis pies, para volver a poner en el arca el muñeco y algunos animales de madera. Lo hace va­ rias veces seguidas, únicamente por el placer de sacar y poner, de poner fuera y dentro. Balbucea mucho. Sigue enervada y sólo entre mis brazos se tranquiliza un poco. Quiere jugar con el cuadro de hojas de temperatura, después sien­ to que busca algo que no está allí. La llevo a su habitación y lo que buscaba era el espejo. Quie­ re que la ponga de pie ante él. Nos mira, se ríe, se hace besar, sacude el espejo, se bace besar de nuevo, mirando bien en el es­ pejo, y se vuelve para besarme. No trata de besar la imagen en el espejo. Entonces ve a la practicante en el espejo, sonAe a su imagen, reconociéndola, después se vuelve a ella. La practicante le tiende los brazos, pero Nadia se agarra de mi cuello. Le hablo con dul­ zura y se la doy a la practicante; pero cuando llego a la puerta cambia de opinión y me tiende los brazos.

□ □

Me ausento sin embargo por unos minutos; cuando vuelvo encuentro a Nadia radiante, caminando, de la mano de la practi­ cante. Va y viene dos veces ante mi, mirándome y balbuciendo. Se cuelga de mí, me estrecha el cuello, melame, me besa, esconde la cabeza en mi cuello. La paseo durante un minuto, después le digo que seguirá con la practicante. Me mira mientras le hablo, se indina hada la practicante que le tiende los brazos; pero su rostro está triste. Me marcho. Una enfermera me dice que Nadia está llena de vida y es afectuosa. Me cuenta que sacudiendo su cama llegó hasta el cajón de una mesa, lo .abrió y sacó todo su contenido para ponerlo en la cama; inspecdonó con interés una lámina de vidrio. . Al día siguiente, 14 de febrero, Nadia tiene mucha fiebre y sufre una paracentesis, de un solo lado. Me quedo un rato con ella pero no puedo llevarla a la sesión. El 15 de febrero está mucho mejor, pero ha perdido aproxi­ madamente un kilo y tiene diarrea. En la sesión comienza por ir a apoderarse del trapo en el arca; me lo hace admirar, lo palpa mucho, lo pone en mis rodillas sin soltarlo y vuelve a ponerlo en d arca. Al hacerlo, descubre allí una cajita rusa y la toma. La arroja, después la pone derecha en d sudo, parece encantada ante d equilibrio de la caja. Ca­ mina un poco con ella, balbucea mucho, es un balbuceo de varias sílabas, sobre todo «a-pum-ca-da», -articuladas como si formaran una palabra. Viene a sentarse en mis rodillas: manipula la cajita, hunde en ella el dedo. Índice diciendo «ca-ca-ca»; también hunde la lengua. Después pone esa caja en mi boca, pero sin soltarla. Trata de poner también mis gafas, pero como ve que no se puede las arroja violentamente. Saca casi todo Jo que hay en d arca, espedalmente el juego de v¡ lia, pero no se interesa por él; después el muñeco; pone mis gafas en d arca, y también d muñeco. Vudve a mis rodillas donde se abandona por entero; apoyada contra mí, manipula su cajita durante un largo rato, después baja y va al área de donde saca la bola de los patos y la vudve a poner. En ese momento pierde un zapato y lo manda lejos. Después lanza por d aire, muy alto contra la pared, la cajita, y. va a~buscarla caminando.

□ □

A tora quiere ir a la cama con la caja y el trapo que al pasar ha sacado del arca. Balbucea mucho agitando el trapo en todas direcciones, sin violencia, como si fuera un pañuelo, y me mira sonriendo. Una vez lo tira y me lo hace recoger, después lo agita de nuevo. Por último se levanta, viene a mis brazos, pone los suyos alrededor de mi cuello. La llevo a la habitación, se da vuelta ante la puerta y me golpea un hombro con balbuceo de descontento cuando abro la puerta. Pero cuando ve en la habitación a la practicante le dirige una sonrisa espléndida y le tiende los brazos; cuando la practican­ te se acerca de veras se echa atrás riendo a carcajadas y agita el trapo. Como la practicante insiste, Nadia aprieta coi cuello, escon­ de en él la cabeza, y me besa con un esbozo de succión. Le gusta mucho este juego: simular que va a los breaos de la practicante y en seguida esconderse contra mí: la hace reír a carcajadas. Después se vuelve a.1 espejo y se pone delante de pie. Ade­ más de nuestras dos imágenes ve la de la practicante; se ríe ante la nueva imagen y se vuelve rápidamente para reírse ante la rea­ lidad de la persona. La practicante le tiende los brazos pero Na­ dia vuelve a estrecharse contra mí riéndose. Nos mira largamente a las dos, a la practicante y a mí, en el espejo, y vuelve a mis brazos para besarme sin succión. Vuelve a ponerse de pie sobre la mesa para tomar una cu­ chara, después otra, una vez que ha vuelto a mis brazos. La preparo para mi partida. Lá practicante le tiende los brazos. Nadia va con ella sin llorar, pero sigue vuelta hada mí; todo su cuerpo rechaza a la practicante. A la hora de la cena oigo a un niño que llora desolado. Me parece que es Nadiá, y una enfermera me lo confirma. Como no puede sino haberme escuchado, voy a ver. La enfermera ha em­ pezado a dar la cena de manera que Nadia será la última. Llora con una mano muy hundida en la boca. En cuanto me ve se levan­ ta y me tiende los brazos, en un gesto implorante. Se acurruca vivamente’contra mi cuello y su llanto se detiene de inmediato. En pocos minutos reencuentra su sonrisa y su interés por cosas ajenas a la comida. Mira con interés el jardín bajo la nieve, balbudendo. Quisiera salir de la habitadón, pero le toca que le den de comer. Como no puedo ni dejarla ni darle de comer, la tengo en mi»

□ D rodillas y me siento en el borde de su cama mientras la enfermera le da rápidamente de comer, Durante todo ese tiempo Nadia con• serva la cabeza apoyada contra mí, mueve las piernas y los pies y me mira a menudo. Una vez que ha terminado su cena, quiere estar sentada di nuevo en mis brazos, y después ir al espejo. Ante el espejo se hace besar, me besa a sU vez, me sonríe con placidez mirando mi imagen. Se inclina para tomar una cuchara que me pone en la boca. Antes.de apoderarse de otra cuchara recoge con la mano lo . . que queda en el plato y lo come. Vuelve a mis brazos coa dos cucharas. Como he verbalizado, Nadia repite por primera vez la palabra «cuchara*, y me mira, muy orgullosa. En ese momento llora un niño y Nadia sé acurruca contra mí, inquieta como cada vez que oye llorai La tranquilizo y se la doy a una enfermera. £ 1 1 6 de febrero cuando llego Nadia a fuerza **o. Una vez que está arriba, _n la habitación ie las sesiones, toma y arroja el orinal por tres veces, balbuciendo enérgicamente. Se detíen- asombrada ante la caja de arena: no balbucea, no se mueve, se va sin haber hecho nada con ella. Entonces parte para explorar afuera de la habitadón. Cuando vuelve, come crema una .vez, me. hace comer a mí, me da la cu­ chara, abre b boca y espera. Quiere que fe haga comer toda la . crema. Una vez que ha terminado toma la caldera, hunde la mano y no parece contenta de saber que está vacía. Toma el biberón, se lo pone en la boca, lo deja sobre la mes* para subir a mis rodillas y lo recupera para dármelo. Palpa largo rato la tetina balbuciendo «ga-ga-ga» y se la pone en la boca, pero no para beber. Vuelve a tomar el biberón por la tetina, baja y lo deposita t a índolo siem­ pre del mismo modo. Cuando Nadia quiere atrapar la bola de los patos el biberón se cae; entonces ella lo manda a paseo. Juega ui. poco con la bola como si fuera una pelota; Después va al pa sillo, con una caldera en la mano. Vuelve a la habitación para

D D cambiar la caldera por dos bizcochos, y vuelve a irt“ con un , bizcocho et cada mano. Le digo que la sesión ha terminado; descontenta, arroja un bizcocho pero conserva el otro, y empieza a comerlo al bajar la escalera. Una vez en su habitación, quiere volver a salir e ir de nuevo a la habitadón de las sesiones. Así que me quedo con ella diez minutos para prepararla para la separación, que hoy es difí­ cil, y que se ve agravada por el llanto de un niño a quien le están curando los oídos. La enfermera se acerca a Nadia, que sigue en mis brazos, para examinarle los oídos; Nadia se aferra a mí y se pone a llorar. Pero no necesita que le curen los oídos; la tran­ quilizo, la pongo en brazos de esta enfermera que la lleva a su cama, para que Nadia esté segura de que no le harán esa cura que teme tanto, El 5 de marzo no hay enfermera, así que tengo que vestir y calzar yo misma a Nadia. Está muy contenta, y me tiende los pies para que la calce. Dejo abierta la puerta de la habitación de las sesiones,, ya que a Nadia le gusta pasearse, ir y venir, curiosear por todas partes. Empieza arrojando bombones, después se coiné un bizcocho casi entero, caminando muy contenta desde el rellano a la habitación. Me pide que la Heve en brazos para seguir fisgándolo todp, bal­ buciendo intensamente, sobre todo ante cada objeto nuevo que descubre. Vuelve riéndose a la habitación para apoderarse de la ■cuchara y darme de comer dos veces conipota. Se ríe cuando ha terminado, ve la arena, la toca un poco y vuelca d pote con cierta agresividad: lo arroja varias veces seguidas golpeando con los pies y emitiendo balbuceos enérgicos. Viene a instalarse en mis rodillas y me pide que le dé de co­ mer toda la compota, muy distendida, agitando los pies de ale­ gría, apoyando la cabeza contra mí o mirándome. Al final quiere también que raspe el plato. . . . . Después vuelve a bajar de mis rodillas para apoderarse de la cuchara, y encantada camina hada afuera enarbolándola. Vuelve para hundirla en la arena, volcar un poco fuera de la caja; pero recuerda su primera .experienda y no se lleva la cuchara a 1? boca.

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Digo que la sesión ha terminado y la llevo en brazos una vez que Nadia ha cambiado la cuehaia por el bizcocho que queda; pero quisiera volver a subir; en cuanto llegamos a la habitación quiere volver a salir y me lleva hasta la escalera,

El 7 rie marzo es demasiado tarde como para que la lleve a la sesión, porque la cena ya ha comenzado. Nadia ya ha comido su sopa pero le falta el puré. Cuando llego está pasando de su cama a la del vecino. No me haría ver por ella si no fuera porque después de que la enfermera le ordena que vuélva a su cama la oigo llorar. Entro; ella me tiende los brazos, deja de llorar y se ríe. Quiere que la pasee, y se olvida de su cena durante un cuarto de hora. Vuelvo con ella al fingí de la cena Nadia come el puré que le da la enfermera mirándome y bal. buciendo entre una cucharada y otra. También sonríe a la enfer­ mera, con la que ahora ha estableado una reladón, lo que hará menos dramática la ruptura de los finales de las sesiones. Sin embargo en el curso de esta escena advierto que si yo me acerco a otro niño ella se pone furiosa y arroja la cuchara que tiene en la mano. Quiere pasear una vez más cuando ha terminado, pero vuelve sin dificultad a los brazos de la enfermera que le da un plátano. El 9 de marzo, cuando vengo a buscar a Nadia, ella me hace sentir que desde d 5 de marzo no tiene una sesión propiamente dicha. Me hace una escena en cuanto me ve: balbuceo furioso, miradas furibundas y golpes en d suelo. Le digo riendo que está disconforme conmigo porque hace días que no me ve y cree que la abandono. Le hablo riendo porque ella está agresiva pero sin angustia. Entonces se ríe y me tiende los brazos; acurrucada en mi cuello, doquea de placer, balbucea y se ríe durante todo el trayecto hasta la habitadón de las sesiones, en d segundo piso d d otro edifido. Camina hasta la puerta de la habitadón, pero viene a mis brazos para abrirla. Arroja los bombones me hace lamer la cuchara toma un biz­ cocho que come caminando; vudve a tomar otro, que deja al ver el orinal. Se apodera de él con alegría didendo: «caca». Los deja

[ ] D cecca de la caja de arena que contempla antes de salir a explotar el rellano, balbuciendo y riéndose. Vuelve a la habitación, arroja los juguetes que están encima de una repisa y vuelve a alejarse con una muñeca de caucbo a la que chupa. Mientras chupa a la muñeca como si fuera comida, mirando el plato, le digo que no quiere comer porque cree que yo la he abandonado, y que por lo tanto no quiero que coma; añado que la comida está en la hábitadÓn para que ella haga lo que quiere. Por toda respuesta Nadia se viielve riendo hacia mi silla, de la.que se apodera como si fuera una mesa, extendiendo súbre ella las dos'manos;' quiere que yo ponga el plato sobre la silla y me pide que la haga comer con la cuchara; una vez me la quita para darme ella de comer a mi. Por último me mira y me devuelve la cuchara, riéndose con dulzura y balbuciendo; el con­ junto significa: «¿No es cierto que es bueno?». Entonces le digo que a ella le ha gustado lo que me pidió que le diera de comer, y que también a mí me ha gustado lo que me dio de comer ella. Quiere beber en la cuchara 1? leche del biberón que me hizo vol­ car en el plato. ■ Recoge la muñeca, la deja en la caja de arena, después vuelve a tomarla para arrojarla. Hunde su mano en una caja donde hay arena; tengo epe limpiarla para llevarla a la habitación; ella está radiante. Ahora la veo un promedio de cuatro veces por semana, y ya no a diario. Por alguna razón que no conozco, el 11 de marzo Nadia tiene el rostro £jo y está incómoda. Se conforma con el biberón, que bebe integro en mis brazos. Entonces cobra un aspecto confiado; se. relaja y en seguida reen­ cuentra su dinamismo y su actividad. El 12 de marzo camina un poco sin ayuda, lo que la pone muy contenta. En la primera parte de la sesión come tapioca y bebe el biberón. En la segunda parte tiene juegos agresivos y dinámicos con el orinal, y quiere comer tapioca a y u d á n d o s e con m is g a f is

Manifiesta interés por la arena y el agua, y camina mucho, con o sin mi ayuda.

□ □

El 14 y el 15 de marzo tengo que verla en su habitación por­ que tiene mucha fiebre; pero no está abatida y no comprende que yo no pueda llevarla a la sesión. No lo acepta, me pega, pero sin angustia; inmediatamente después es capa2 de tener conductas muy tiernas. El 17 de marzo la encuentro en una habitadón del fondo, jola con un niño ciego. Han puesto allí su cama porque Nadia pasa a las camas de los demás, sobre todo a la de un varondto. Está de pie cerca de su cama y patalea; tiene mala cara, el oído le supura. Comienza la sesión sentada sobre mis rodillas. Chupa la cu­ chara que ha empapado en tapioca y me la hace chupar; la arroja para tomar un bizcocho. Entonces sale a explorar, balbuciendo. Vuelve a tomar una pequeña locomotora que chupa mientras mira el plato. Le interpreto su deseo de comer y su inhibición; le digo que cree que soy yo quien le saca la comida porque las dos últimas veces no Jia traje a la sesión. Añado que a ella le do­ lían los oídos y que yo no quiero que esté enferma. Entonces deja la locomotora, me da Ja cuchara y abre la boca. Le doy tres cucharadas, después toma la cinchara y la arroja para comer con su mano. Ha comido con satisfacción, balbudendo, las cucharadas que le di; y en esa medida puede ser agresiva sin an­ gustia. Ahora se muestra sumamente dinámica. Baja de mis rodillas y durante un cuarto de hora va y viene entre el rellano y la habitadón de las sesiones didendo: «caca... po... po... mamá... mamá». Al prinapio ignora al pote, que está en un rincón de.la habitadón, como siempre. Después se detiene ante él, lanza unos pedos sonoros y vuelve a alejarse. Por último, se acuclilla a cierta distanda del orinal pero no sobre él. Le digo que quiere hacerme un regalo, pero que no está con­ forme conmigo hoy. Añado que uno no puede dar sino lo que está seguro de poseer como propio, y que el juego con el pote le ga­ rantiza que yo admito su propiedad y su independencia. Al de­ círselo pienso que siempre la han puesto en el orinal dos veces por día. Cuando la llevo a la habitadón está mucho mejor que al prindpio.

0 D

El 19 de marzo tiene buena cara. Toda la sesión está domi­ nada por su alegría de caminar sin ayuda ni apoyo, juego que recomienza indefinidamente y entre un ensayo y otro viene a acu­ rrucarse en mi cuello. Come, me hace comer e ignora el orinal. Pero parece advertir por primera vez a un bebé de juguete en la cuna; lo mira inmóvil, vuelve a alejarse muy dinámica. Mira la arena, pero se limita 9. mirarla. Cuando la llevo a ia habitación quiere volver a salir porque la enfermera no se ocupa en seguida de ella: me mira con bastante agresividad, pero yo no abro .la puert? El 21 de marzo me ayuda por primera vez a vestirla. Comienza la sesión en mis rodillas, come' un trozo de cada bizcocho antes de arrojarlo. El nuevo ritmo de las sesiones desen­ cadena su agresividad. Toma la cuchara, me la hace lamer, la llena una vez para ella, come y la tira. Baja de mis rodillas, se lleva la caldera a la boca, hace ademán de beber como si hubiera algo que beber. La tiende hacia el biberón y espera. Vuelco un poco la leche; mira esa leche y la vacía a conciencia en el suelo con fascinación. De nuevo en mis rodillas, se pone a comer y me da ¿e comer, tomando la tapioca con la mano. Parece experimentar un profun­ do placer en hacerme comer asi, y en hacerme lamer sus dedos, que lame inmediatamente después. A continuación me hace hun' ¿ir mi dedo en la tapioca para chuparlo ella voluptuosamente, y lé digo que es otra manera de succionar el pecho. ' Muy dinámica, se va a fisgonear el rincón de las enfermeras, deteniéndose para mirar a la gente que pasa'. Vuelve, toma le caldera que sirve de pala en la arena. Vacía una caja q je contiene arena y la palpa. Entonces recupera un bizcocho, que quiere arrojar en la cama a la que trata de subirse. La llevo a la habitadón para acostarla, Se prende de mí, des­ pués le tiende los brazos a la enfermera que empieza a des­ vestirla.

□ □ lanza, rodeada de pañales sudos de caca. Me tiende los brazos y mt. estrecha el cuello. Empieza la sesión sobre mis rodillas, me pone la cuchara en la boca para darme tres cucharadas, después arroja la cuchara. Hunde su dedo en la papilla, me lo hace chupar y espera que yo hunda mi dedo para chuparlo ella. Le digo que no está contenta con la cuchara porque es el seno que ella quisiera, lo que la sana­ ría. Nadia balbucea y yo añado que no soy su mamá y que esto es sólo mi dedo, que ella lo sabe y es por eso que a veces quiere tirarlo todo. . Entonces se baja de mis rodillas y se pone muy violenta con­ tra el bebé, el colchón, la almohada. Después sale de la habitadón para cambar. . Una vez que ha vuelto a acurrucarse tiernamente en mis bra­ zos chupándose el pulgar, toma el biberón, lo bebe entero y va a jugar con el orinal y a usar la caldera a modo de pala en la arena. La llevo a su habitadón. El 23 de marzo cuando vengo a buscarla nos mira a la en­ fermera y a mí con deíto bienestar. En lá sesión, sentada en mis rodillas, me hace chupar la cu­ chara que está en la compota, la chupa ella misma, pero prefiere comer y hacerme comer con la mano pequeños trozos de plá­ tano. Toma un animal de madera al que se le separa la cabeza. Nadia recoge la pequeña pieza de madera que unía la cabeza ai cueipo, la hunde en el plato de compota y la chupa; pero no está satisfecha. Entonces hunde y chupa su dedo, después le toca al mío. me lo hunde y lo chupa. Lo hago una vez didéndole que no es eso lo que quiere, que chupar el dedo no reemplaza al pecho materno. Nadia arroja lejos de sí el juguete. . La tonalidad emodonal de la sesión cambia: Nadia se pone dinámica, balbucea su agresividad y parece aceptar muy activa­ mente la frustradón que acaba de padecer. Se pone de pie sola, para ir a tirar fuera de la cuna el bebé, el colchón y la almohada. Vuelve a mi lado a comer un trozo de bizcocho, después va a tomar el orinal, lo sacude y lo tira varias veces en la arena; yo soy quien debe recogerlo y devolvérselo cada vez.

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E xduda, va a caminar por el rellano y viene a predpitarse a mil rodillas coa un balbuceo de ternura. La llevo a su habitadón, donde me entero de que esa mañana Nadia atravesó caminando sin ayuda toda la longitud de la ha­ bitadón. £1 25 de marzo está cenando cuando llego. Por un momento la tomo en b m o s y la dejo para ir a preparar la habitadón. Cuando vudvo, un poco más tarde, está encantada, y es la pri­ mera vez que a pesar de que me vio y de que diferí d comienzo de la sesión no manifiesta angustia ni agresividad. Está muv bien y balbucea abundantemente. ■ Se pasa toda la sesión de pie ante la mesita. Come toda h crema, en varias etapas y de diferentes maneras: me hace comer con la cuchara y yo tengo que. hacer lo mismo con ella; después arroja la cuchara, come con su njano y me hace hundir d dedo para chuparlo en los intervalos. Cam ina hasta la cama'y de allí hasta la silla, tira juguetes que recoge, se sienta para manipular d muñeco y va a buscar a la repisa la caldera que arroja; la cal­ dera cae en la palangana, cosa que desconderta.a Nadia. Entonces va a buscar una silla y quiere que la ponga encima de pie para aCdonar ,d interruptor déctrico: consigue encender y apagar la luz. A propósito de la :omida ha orinado dos veces en su pañal. Cuando la llevo a la habitadón está muy bien; por primera vez desde la sesión del 2í. ie enero, en que dije que Nadia renada, puedo volver a ponerla en su cama.El 29 de marzo es tarde — hace cuatro días que Nadia no tie­ ne sesión— , está sentada, sonriente, en su cama; se levanta y patalea' mirándome;,y su rostro se ilumina cuando le tiendo los brazos. Se frota contra mi cuello, arrulla, me palmea los hombros y la mejilla, no sin hacerme sentir d reproche de. haber dejado pasar tanto tiempo sin verla. Le pongo, un «mono». Nadia está muy intrigada. Al volver, me pide — por primera vez desde hace tiempo— que la lleve ante el espejo: acaricia su imagen, se hace besar y se vuelve para besarme.

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El 5 de abril la cena se atrasa; encuentro a Nadia acostada de lado, chupándose el pulgar, como si durmiera. La llevo pero me equivoco: esperaba la cena y no está conforme. Me lo demuestra en la habitación de las sesiones, tirando todo al suelo. La llevo a su habitación bastante rápido y me quedo junto a ella hasta que la enfermera comienza a darle de comer. El 6 de abril vacilo en llevarla a la habitación porque tiene de nuevo otitis, pero es ella quien me lleva hasta la puerta. Muy interesada, m ira cómo pongo orden en la habitación, que está muy suda después de la sesión con otro niño, Robert, « d niño del lobo». La sesión es breve. Nadia se manifiesta en ella muy dinámica, habladora y traviesa. Vudca el biberón y juega a pedirme la compota para decinpe «no-no» con la cabeza, con un balbuceo gutural cómico. Descubre una caja dt bizcochos, la vuelca y palpa su fondo con el mismo interés. Coloca en ella un pájaro de caucho, des­ pués saca el papel alabeado que tapiza la caja y juega con él: lo dobla, lo sacude, pone un objeto dentro d d papd y lo saca. No está nada conforme cuando la Ile o . El 8 de abril me dicen que Nadia llora mucho hoy. La en­ cuentro llorando extendida en d suelo. Debajo de la nariz tiene azul de metileno, y acaban de hacerle una cura en los oídos; le supuran siempre. En cuanto la levanto en brazos me sonríe y tiende el cuerpo hada la puerta. Esta sesión será excdente. Demuestra que Nadia ha conquis­ tado realmente la habitadón; se siente en ella tan a sus anchas como en la habitadón que hace sólo tres semanas servía de habi­ tadón de sesiones, Sabe adónde va durante el trayecto. Balbucea de alegría y mueve las piernas. Empieza lamiendo la cuchara, me la ha^e lamer, me pide que le dé un poco de compota. Arroja d pájaro y el conejo balbucien­ do y riéndose. En ese momento ve en la cama el biberón que me olvidé de quitar después de la sesión con otro niño. Ante» de to­ marlo, Nadia juega con la tetina, tirándola y hundiéndola alttr

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O O nativamente; después se sienta en el suelo con el biberón, lo sacude para hacer saltar un poco de leche, lo abandona. . Después de pedirme dos cucharadas de papilla y de advertir que puse sus bizcochos y bombones en la caja de la sesión ante­ rior deposita sobre la cama una cestita de alambre. Muerde un trozo de bÍ2cocho, da vuelta a la caja, vuelve a tomar la cesta y se sienta con ella cerca de la caja. Allí trata de sacar del cesto dos animalitos de madera; lo consigue, vuelve a ponerlos, los saca, después los pone definitivamente, tras haberlos puesto por un momento en la caja. Con un balbuceo de placer chupa un bombón y me hace chu­ par otro sosteniéndolo. Sigue chupando los dos en mis rodillas. Vuelve a bajar para pedirme un poco de papilla, vuelca el recipiente con leche y después de poner todos los juguetes en el suelo se sienta en medio de ellos. Juega durante largo rato a cam­ biar el contenido de las cajas embutidas, a darlas vueltas en to- • dos los sentidos. Encuentra unos cubos que golpea unos contra otros, gozosamente, inspecciona un camión aplaudiendo y mirán­ dome. Entonces vuelve andando a la mesa para pedirme el fin de la compota. Después va a la arena y defeca, riéndose: dos minutos antes había dicho «caca». Siento que está incómoda; la llevo a su habi­ tación, donde la cambio de pañal por primera vez; ella parece muy feliz. La pongo en el suelo y durante diez minutos camina de una habitación a otra; no hago otra cosa que seguirla. Pone dos juguetes en la cama de otro niño, pero no es un regalo, porque en cuanto el otro se apodera de ellos Nadia tira de los juguetes y ganan alternativamente él o ella, según quien ponga más fuerza. Este juego está dirigido por mi, y Nadia está muy cómoda. . El 9 de abril encuentro a Nadia andando en cuatro patas, y noto que gatea cada vez mejor desde que sabe caminar de pie. En cuanto llega ante la puerta de la habitadón de las sesiones hace una explosión de balbuceos y pataleo. Empieza lamiendo y hadándome lamer la cuchara, después me la da para que la haga comer. Ve los bizcochos en la caja que está en el suelo; los saca, vuelve a ponerlos, y se pone de pie con expresión turbada. Compruebo que tiene sudo el pañal. Dada

□ □ su alegría ayer cuando la cambié, le digo que voy a buscar un pañal y vuelvo. Dejo abierta la puerta; no parece inquietarse, lo que demuestra que ha comprendido. Cuando regreso balbucea ale­ gremente cuando me ve con un pañal en la mano. La cambio en la cama. Se ríe y agita las piernas mientras tanto, y cuando vuel­ vo a ponerla en el suelo está profundamente feliz; me mira con una expresión a la vez de alegría, agradecimiento y ternura. Se apoya en mis rodillas para dedrmelo y reanuda sus actividades en la habitación con un balbuceo gozoso. Después de mirar el biberón toma d muñeco y lo chupa vol­ viendo la espalda d biberón. En cuanto le digo que lo chupa en lugar del biberón, tira los juguetes que están sobre la repisa y se acuclilla para disponer los cubos en dos cajas. Pone un bombón en una. caja de lata y trata en vano de qui­ tarle el papel a otro bombón. Lo hago yo y se lo doy. Va a sen­ tarse con sus tesoros al pie de la repisa, chupa y me hace chupar el bombón antes de ponerlo en La caja, que agita para hacer ruido, encantada. Vuelve a sacar de la caja el bombón no descortezado y me lo tiende para que le quite el papel; pone el papel y el bom­ bón en la caja. Se divierte durante largo rato sacándolos y ponién­ dolos en la caja, y me pide ayuda cuando se le pegan en la mano.. De vez en cuando dice «caca» con expresión radiante, y termina poniendo un bombón en el orinal. Lo saca, lo chupa y envía el orind a paseo. Entonces muerde el otro bombón. Camina por la habitación, y a menudo va a apoyarse de es­ paldas en la cama, mirándome, con la expresión dichosa que tenía hace un rato, cuando la cambié. Siempre con la caja en la mano se acerca a la caja de arena, donde ve una vieja caldera que sirve de balde; su mirada va de esa caldera a mí, después se decide a tomar la caldera para tirarla al suelo y poner la caja en su lugai. No se ocupa más de ella. Se lleva a la boca una piedredta que le impido que se coma. Juega con el interruptor eléctrico. Vuelve cerca de la mesa para volcar gozosamente la caldera de leche, bebe la gota que queda y viene a mis rodillas para que yo le haga comer tres cucharadas de compota. Baja para recoger un bizcocho con el que la llevo a su habitación.

□ □ constatará que ninguno de sus oídos supura. Nadia llora y se debate; m e quedo junto a ella, le hablo para tranquilizarla. Me quedo para que después Nadia pueda expresar respecto de mí la agresividad que ha desencadenado el dolor. Una agresividad que se expresará a partir del momento en que se sienta segura en mis brazos-, fuera de la habitación, hasta el momento en que le cam­ bio el pañal. En cuanto se termina le tiendo los brazos; ella se acurruca en ellos como en un refugio hasta que salimos de la habitación. A partir de ese momento Nadia desvía ostensiblemente la cabeza, pero se estrecha contra mí en cuanto nos cruzamos con alguien; si quiero besarla, aparta la cabeza pero no su cuerpo. Le hablo de todo eso. En la sesión empieza por lamer la cuchara y hacérmela lamer, después pide que le dé unas cucharadas.'Pero siempre disconfor­ me ante mi no intervención en la cura de sus oídos, arroja el pájaro y la caja, encaja y desencaja las cajas embutidas y se pone en la boca un bombón sin haberlo descortezado, lo cual la disgus­ ta. Entonces quito el papel del bombón; Nadia ínuerdé el bombón y lo chupa, y parece encontrarlo muy bueno. La he llevado a la sesión con ún pañal sudo, y parece verda­ deramente incómoda; La pongo en la cama para cambiarla, lo que le produce la misma alegría que las veces anteriores; pero hoy además eso la hace olvidarse de su resentimiento.contra la cura de oídos, y yo misma me asombro de la felicidad que le proporciona; es otra niña: libre, feliz, juguetona, sin el menor rastro de angustia. De nuevo en el suelo, pide unas cucharadas y viene a mis ro­ dillas para que la acune; se abandona por completo y acompaña mi canturreo. Después de un momento baja para inspeccionar los cubos y golpearlos unos contra otros, balbuciendo enérgicamente. Toma el bebé que está en la cuna, lo suelta, se sienta en el suelo y quiere acostarlo en el camión. Está furiosa porque no lo con­ sigue, y envía a paseo a los dos. Entonces toma ,el muñeco al que chupa mirándome y agitando los pies. Vuelve a los cubos; construyo una torre con tres de ellos,' lo que la enfurece; la des­ truye y arroja lejos los cubos, balbuciendo enérgicamente sin angustia. Se divierte tirando y recogiendo para chuparlos la taza y

□ D e l platito; después ve un rollo vado de esparadrapo, lo toma para chuparlo mientras mira d biberón; se lo digo, sube a mis rodillas y continúa. Entonces le digo que tal vez quiera que yo le dé el biberón, pero que ella tiene que dármdo para que yo esté segura de que verdaderamente quiere beber; si no le hará más mal que bien. De pronto se va a séntar al suelo, dis­ gustada, volviéndome la espalda, exdtándose solá con un cubo, en la verdadera actitud de un niño enfurruñado. Le hablo con dulzura y riendo, porque és un poco cómico y ¿n absoluto desagradable. Entonces me tiende los brazos, y ex­ tendida en los míos tiende la mano hacia el biberón. Se lo doy; bebe poca cantidad, pero con verdadero placer. Esta verdade­ ramente radiante y agita suavemente los pies. A continuadón instaura un juego: quiere que le dé d bibe­ rón; aparta, riéndose, la cabeza. Este juego la regodja mucho. Es como si me dijera: «soy feliz, era bueno gradas a ti, pero hoy no quiero más porque te esperé mucho tiempo; puedo jugar y hacerte bromas con el biberón porque sé que volveré a encon­ trarlo y será bueno». Después hace d mismo juego con la compota. Cuando la llevo a su habitadón está muy bien, y tiende los brazos a la enfermera mirándome con expresión malidosa. £1 15 de abril cuando llego los niños juegan en d sudo y Nadia huye de mí como siempre que hace días que no la veo. Después se vudve, sonríe y me tiende los brazos. En cuanto salimos de la habitación su rostro se ilumina; y entra encan­ tada en la habitadón de las sesiones. La característica de esta sesión será la actitud de abanuono de Nadia respecto de mí. La mayoría d d tiempo permanecerá tendida en mis brazos en estado de rdajación total, jugando también con los cubos y con las piezas de la vajilla de juguete, No la cambio de pañal. Comerá todo d plato de compota con los dedos, dándome a mí de tiempo en tiempo, y yo dándo­ le de la misma manera, con la mano. Mirará a menudo la are­ na, pero no la tocará.

O D tiende los brazos muy sonriente, y se hace besar muchas veces durante todo el trayecto. Comienza la sesión sentada en mis rodillas y mira sonrien­ do el plato de compota. Sin embargo parece esperar algo antes de poder acercarse al plato. La he traído con el pañal mojado y le pregunto si quiere que la cambie. Tiende la mano hacia el pañal y la cambio en la cama. Mientras lo hago balbucea con­ tinuamente, agita las piernas, y juega con un conejo que recogió en la mesa. En cuanto está en el suelo come una cucharada, me tiende la cuchara, arroja la caja y el pájaro y sube a mis rodillas; allí quiere que le dé de comer, tendida o sentada, sonriente. Sólo come la mitad del plato esta primera vez; el resto lo comerá después. Va a buscar los bombones a la caja, no está conforme de que estén sin descortezar y sólo después de diez minutos dedi­ cados a expresar su descontento me pedirá que lo haga: arre' i ios juguetes, se sube a mis rodillas, pide compota para recha­ zarla, balbucea como si me insultara, golpea los cubos unos contra otros. Por fin se decide a darme un bombón para que le quite el papel, y una vez que tiene los dos bombones descorte­ zados, uno en cada mano, radiante, los chupa alternativamente. Vuelve a mis rodillas para que yo los chupe inmediatamente después. Como yo no puedo darle el pecho, chupar lo que yo he chupado es lo único que le proporciona la impresión de ab­ sorberme como si yo fuera alimento. Cuando la llevo a la habitación está muy bien pero echa de menos la sesión. Sus oídos están curados, no tiene diarrea. El 18 de abril cuando vengo a buscarla, camina primero alejándose de mí, después,, una vez que llega a la pared, se vuel­ ve a mí y viene a mi encuentro tendiéndome los brazos. Su pa­ ñal está muy sudo, pero la llevo así y la cambiaré en la sesión. Así que empiezo por cambiarla en la cama, lo que siempre le proporciona la misma alegría. Después viene a mis rodillas para que le dé papilla. Come poco y baja a buscar los bombo­ nes; los chupa uno después de otro, después los chupa de nue­ vo tras haberlos mojado en la papilla. Parece apredar mucho esta manera de comer; me hace comer a mí también, embadur-

□ D ttáttdome toda. Por último viene a instalarse en mis rodülas para hacerse acunar: su cuerpo está completamente abandona­ do, su rostro tiene una expresión de felicidad tranquila; de vez en cuando chupa su bombón y me lo hace chupar inmediata­ mente después. Vudve al plato; no es el plato lo que mira sino la caldera. Antes de decidirse a hacer nada con ella lanza un pedo sonoro que parece intrigarla, porque me mira desconcertada. Después su mirada va de mí a la caldera con un estremecimiento de im­ paciencia: le parece que no interpreto su deseo con suficiente rapidez. Entonces tomo la caldera con la mano; inmediatamente se inclina hada ella con la boca abierta: asi bebe la mitad de la leche. Tengo que dejar la caldera porque Nadia quiere subirse a mis rodillas, donde se abandona por unos minutos antes de bajar a temar con las dos manos la caldera y beber casi todo lo que queda de leche; me la tiende para que la baga beber los últimos tragos. Conduye la sesión manipulando las cajas y los cubos, siem­ pre apoyada contra mis rodillas; incluso viene a mis brazos para continuar el juego. El 19 de abril encuentro a Nadia sentada en d borde de su cama sonriente, Es la primera vez que la encuentro en su habi­ tadón con una expresión viva y alegre antes de que yo llegue. Advierte d abriguito blanco que le pongo, nuevo para ella; lo mira con interés y parece gustarle. La sesión es breve debido a lo tardío de la hora, pero tam­ bién a que Nadia se abandona y se conduce de manera muy de­ pendiente respecto de mí. Come toda la papilla y d resto d d tiempo se hace acunar en mis brazos, alimentándose ostensiblemente no sólo de papi­ lla sino de ternura y confianza, con su'cuerpo abandonado en mis brazos. Al fin puede recibir plenamente; pero creo que no hay que prolongar la experienáa para evitar una reacción de angustia, que haría más penosa para ella la posibilidad de redbir en las sesiones próximas; pero tiene una gran necesidad de redbir. Aunque está limpia, quiere que la cambie por d placer de que yo la manipule; el resto del tiempo, tendida en mis bra-

□ D zos, juego con sus manos y me acaricia la cara con un balbuceo tierno. El 22 de abril me pidieron que no fuera a buscar a Nadia basta las siete menos cuarto, para que la cena ya esté termi­ nada. Pero no ha empezado todavía cuando llego. Nadia se chupa el pulgar y cuando me ve me riende los brazos. La visto y la llevo, pero la sesión será breve siempre a causa de esa co­ mida. Pasa el tiempo extendida en mis brazos; se hacé- alimentar con placidez. No trata de caminar, y la llevo precisamente en el momento en que la cena comienza. ■ Es interesante comprobar que Nadia no parece experimen­ tar cómo una frustración — como antes— el hecho de que la lleve cuando la cena ha empezado. La pongo en la cama son­ riente y la desvisto yo misma para' no hacerla esperar más. Nada de todo eso parece significarle un problema, pero- sólo ,1a sesión del día siguiente lo aclarará. El 23 de abril los niños no se han levantado y la atmósfe­ ra de la habitación es mortecina. El rostro de Nadia se ilumina cuando me ve. Me ayuda mucho cuando la visto: me tiende los pies, uno tras otro, para que le ponga los calcetines y zapatos, siempre riéndose. Toca mis gafas pero no me las quita. Sentada en mis rodillas, empieza por pedirme dos cuchara­ das de flan, después toma el pañal limpio —-que ahora forma parte del material desdé que me pidió que la cambiara en la sesión— y espera. La cambio en la cama; no vuelvo a ponerle el «mono» porque no lo quiere., A continuación se queda un momento tendida en mi- bra­ zos, feliz, me pide de nuevo un poco de flan y dejo la cuchara cuando me dic„ «no». Entonces se lleva el ptdgar a la boca, pero baja la mano antes de haber llegado a ella, como si se die­ ra cuenta de que estando yo allí y habiendo todos los tipos de comida que ella puede querer no es necesario. Se lo digo. Se ríe, me toca la mejilla y va a buscar los bombones para chupar­ los en mis rodillas y hacérmelos chupar alternativamente. Está muy contenta mientras dura ese juego;-como si .ahora hubiera aceptado un sustituto de la mamada; como va a confirmarlo el

□ □ juego sustituto en torno de la caca que seguirá de inmediato. Sobré la repisa descubre un caldero que contiene perlas, Du­ rante un cuarto de hora juega con ellas diciendo «ca-ca-ca» rién­ dose. En el curso del juego se apodera de uh libro de imágenes, lo pone sobre mis rodillas y se ríe muy interesada, mirando y acariciando la imagen del gato. Parece reconocerlo: es el único animal que tuvo la oportunidad de ver en la institución. No reacciona de ningún modo ante la imagen del perro, que está frente a la del gato. Reanuda su juego con las perlas, que consiste en sacarlas de la caldera, volverlas a poner, esparcirlas por el suelo pata que yo las recoja, fascinada cuando las pongo en la caldera de nuevo. Por último, toma una perla entre los dedos, me hace ten­ der la mano y simula dármela, después la coloca riéndose den­ tro de la caldera. Todo este juego es alegre, excitado, y acom­ pasado de «caca» enérgicos. Cuando la llevo a la habitación está muy bien.

□ Este período que sigue al último espejo es bastante prolongado: cubre aproximadamente dos meses, desde el 4 de marzo hasta el 29 de abril. Sobre todo en la segunda parte de este período ya no tengo sesión con Nadia todos los días como antes, sino tres veces por semana. La dominante sigue siendo oral, pero la oralidad que Nadia des­ cubre ahora ya no tiene nada que ver con el objetivo anterior. A lo largo de las sesiones, la oralidad se manifiesta solamente en la espe­ ra de algo más en relación conmigo: lo cual culminará en la sesión del 23 de abril. Lo que está a la espera es lo anal, que se transparenta sin embargo a cada momento en los intereses de Nadia. Lo que ella espera es mi demanda, el paso de su demanda hacia mí a mi demanda hacia ella, esto es, la conexión de lo anal con el Otro. Esta conexión se puede establecer sólo con la condición de que: 1. El pequeño sujeto aprehende su cuerpo como algo que com­ porta un exterior y un interior, e inscribe el orificio inferior del agu­ jero del cuerpo en el campo del Otro; sobreentendiendo que el agujero del cuerpo va de la boca hasta el ano.

2. Viva su cuerpo como autónomo desde el punto de vista mo­ tor. A lo largo del período que sigue al espejo, la oralidad tiene que ver con el cuerpo de tres dimensiones, con un interior y un exterior. La comida ha dejado de ser un problema, se trate de la absorción o del don que Nadia puede hacerme de ella, ya en una perspectiva de intercambio. En el espejo mi cuerpo, lo mismo que el suyo, com­ porta un interior. El 5 de marzo, por ejemplo, se divierte’haciéndome probar la papilla con la cuchara, después me da la cuchara para que yo le haga comer todo el plato de compota, e incluso al final insiste para que yo rebañe el plato. En esta escena la atmósfera es muy diferente de lo que ocurría antes: por una parte la cuchara es despojada de su fundón meramente significante o representativa, y esto después de que Nadia la nombró el 15 de febrero, en ocasión del décimoquinto espejo; ahora la cuchara está reducida a su valor de uso. Debido a eso advierto que Nadia «se divierte»; lo que concierne a la alimen­ tación, está lo bastante desdramatizado como para comportar una di­ mensión de juego, es dedr, Nadia se muestra muy alegre y se ríe mucho. Esto en el mejor de los casos, es dedr, en caso de que la comida tenga valor de objeto metonímico entre ella y yo. Pero no siempre es así, y durante un mes, a partir del 9 de mar­ zo, Nadi». oscilará entre este valor metonímico de la comida y la tentadón de encontrar en ella un objeto metafórico del cuerpo. Aquí se sitúa- mi trabajo de interpretadón, con los límites que tengo que imponerle. . . El 9 de marzo, por ejemplo, Nadia chupa una muñeca de caucho mirando el plato. Como hace días que no tiene sesión, le digo que cree que la he abandonado, o sea que no quiero que ella coma. Nadia entiende muy bien, porque entonces puede pedirme que le dé de co­ mer con la cuchara, y una vez hasta me da de comer ella con la cu­ chara. i En las sesiones que siguen, sin embargo, este intercambio, de co­ mida entre ella y yo cambia de sentido; se reduce a la demanda de comida que Nadia me dirige, verdadera regresión puesto que varias veces me pide que le dé el biberón. Cierto que ya_no tiene el carác­ ter que tenía en d mes de didembre, debido a que la rdadón entre Nadia y yo ha pasado por d espejo; es lo que permite que el 11 de marzo Nadia se encuentre distendida y dinámica después, de beber d biberón en mis brazos. No por ello es menos sintomático de una

demanda que Nadia precisará, una demanda que se dirige a mi cuer­ po y que sigue siendo metafórica del objeto de su carencia. Entre el 21 y el 29 de marzo, insiste en su demanda del biberón pero dice claramente que ese biberón ya no tiene el valor de objeto corporal, porque hay otros objetos que vienen a relevarlo: sus dedos y uno de los míos, cuyo efecto de significación metafórica es muy claro. Es como si el biberón le hubiera vüelto a dar solamente el pla­ cer de chupar, pero desde el punto de vista del cuerpo malograra su efecto metafórico. ¿No se ha transformado acaso en un recipiente de leche, puro alimento del que Nadia dice que no es de eso de lo que se trata cuando vacía en el suelo la poca leche que me pidió que vol­ cara en la caldera? En cambio inmediatamente después hunde su mano en la tapioca, la lame y me la hace lamer, lame sus dedos des­ pués que los he lamido yo, y sobre todo me hace mojar el dedo en la tapioca para chuparlo voluptuosamente: otra manera de mamar, le digo. Al día siguiente, 22 de marzo, Nadia reinida el mismc juego, a propósito del cual interpreto, didéndole que no soy su mamá, que eso es sólo mi dedo, que ella lo sabe y que por eso a veces quiere tirarlo todo. Entonces se desahoga contra el representante del otro, el bebé en la cuna: ese bebé y esa cuna son objetos nuevos en la nueva habitadón de sesiones, adonde ella comprueba que otros niños vienen conmigo. Nadia no acepta este límite que le impongo, como lo demuestra el hecho de que al día siguiente vuelve a chupar y me hace chupar sus dedos, después uno de los míos tras habérmdo mojado en la papilla. El 25 de marzo, durante el juego de chuparse los dedos, se orina dos veces, lo cual confirma que insiste én la metáfora y rechaza mi interpretadón. La orina adara de qué se trata en cuanto al objeto de su búsqueda en mi cuerpo: le he dicho que mi dedo no era el seno materno; ella me contesta que su búsqueda d d seno es también la búsqueda del falo imaginario; d objeto-dedo que quiere encontrar si­ métricamente en ella y en mí equivale a una negativa de la carenda. Le he impedido jue creyera que podía poseer metafóricamente d ob­ jeto de su deseo oral bajo’la forma sustitutiva de un trozo de mi cuer­ po; y más aún, en d campo de la metáfora, dejarle creer en d mon­ taje simétrico que ella opera: que bastaría con hacerme chupar sus dedos para satisfacerse chupando d mío, nuevo transitivismo que

pasa por la inscripción metafórica que aspira á anular la pérdida que ella ha descubierto en el espejo. Todo lo que precede puede considerarse como el esbozo de Is vertiente perversa en tanto negación de la castración; esbozo al cual puso fin mi interpretación de mis límites y de mi carencia, mediante mi negativa a ese retorno a la metáfora. Nadia concluye cuando el 29 de marzo vuelve por única vez al espejo. El hecho de que acaricie sú imagen, de que se haga ,besar y s vuelva para besarme, aun cuando se trate de un consuelo hardsista después de cuatro días sin sesión, es también un retomo a la ima­ gen especular, a su implicación metonífnica que va acompañada de la renuncia al objeto metafórico anterior. Esta renuncia no est¿ exen­ ta de tensiones, dado, que en los días subsiguientes Nadia hace una otitis, y necesita quince días para encontrar un objeto-metonímico bajo la forma de los bombones que chupa y me hace chupar, y que no conciernen a la relación de cuerpo desde el punto de vista oral. A comienzos de abril, después del fracaso de su intento de col­ mar su carencia mediante un objeto de cuerpo oral y metafórico, Na­ dia se ve empujada a abordar más francamente otro campo, el del polo anal de su cuerpo. Hay dos razones para ello: por ..una parte, la estructura t r i d im ensional qué ha adquirido de su cuerpo y su posi­ bilidad de interrogar al objeto que expulsa de él; por otra parte, su creciente autonomía motora. Como siempre, Nadia había introducido por anticipación el 1 ° de marzo'la interrogación de este nuevo polo de su cuerpo, bajo la forma del orinal en el espejo, lo que había despegado al objeto de la superficie de su piel; pero todavía no-había puesto en relación con el Otro que.soy yo el orificio inferior del agujero dé su cuerpo. Durante todas las sesiones del mes de marzo Nadia se queda en una interrogación dubitativa e inhibida de los objetos metafóricos vinculados de modo clásico-al polo anal: el orinal, la arena, las cajas. En lo que hace a la reladón con su cuerpo propiamente dicho, en este momento no hay más que una importanda cada vez mayor d d ejer­ cido de la motricidad y de los progresos que ella realiza en ese sen­ tido. Esto le permite experimentar no solamente su cuerpo como in­ dependiente y autónomo, y en tanto tal fuente de placer, sino también la habitadón de las sesiones como un interior respecto de un ' ■'terlor No deja de salir de ella, de caminar por d pasillo o de una

habitación a otra, de curiosear por todas partes, de ir y venir entre la habitadón y d rellano, de querer pasearse teniéndome en la mano, todo esto balbudendo, riéndose, regodjándose ante sus progresos mo­ tores: sea que camine cada vez más sin apoyo o que inaugure la ver­ dadera marcha en cuatro patas. Este despliegue de actividad en cadp sesión constituye d medio y d fondo de sú debate, que prosigue pa­ sando continuamente de la comida al orinal y a la arena. En cuanto a la arena, Nadia se muestra la mayóría de las veces muy inhibida ante ella. Su primera experiencia habia sido desdichada d 18 de febrero, cuando la descubrió en la nueva habitadón de se­ siones — sin saber lo que era, porque nunca en su vida había bajado a un jardín— : había hundido en ella su mano pegajosa y la había chu­ pado, cosa que la hizo llorar. De modo que ante la arena se inmovi­ liza, no la toca o la toca apenas. A comienzos de marzo, en cuanto hunde su mano en la arena, me la hace secar. En cuanto al orinal, _Nadia comienza a agredirlo en la sesión a partir de comienzos d* marzo. El 17 plantea el problema en estos términos: yendo y viniendo entre la habitadón y-el rellano balbucea «caca . po-po... mamá, mamá», pasando siempre ante d orinal e ignorándolo. No se detiene ante él más que para lanzar unos pedos, y después se aleja y se pone de cuclillas en d sudo, no sobre d ori­ nal. El 19 come y me hace comer, pero ignora d orinal. El 23 toma d orinal y lo arroja en la arena tres veces para que yo lo recoja. El 29 establece un vínculo muy daro entre el biberón que vuelca, des­ pués de comer un poco de papilla, y d orinal contra el que se mues­ tre muy agresiva inmediatamente después. Ni d biberón ni el pote. Esta osdladón entre la comida y el pote demuestra hasta qué punto ante este último Nadia encuentra los mismos problemas que ante la comida, y espedalmente d biberón. Todo lo que ha podido debatir, desplazar y hasta resolver en el curso del análisis referido al biberón, aparece ahora como reactivado por d debate que concierne al orinal. Hay dos razones para esto. Por una parte el problema oral no se resudve en una rdadón que se haría buena debido a que el bibe­ rón se vudve bueno. Por d contrario, a lo largo del trayecto Nadia ha probado que de lo que se trata en cuanto al objeto no es del ob­ jeto mismo sino de su carencia, carencia central, única condldón de la mutadón de lo Real en significante, donde ha de constituirte el sujeto. Así, cada vez que Nadia descubre un objeto tan Importante

objeto, puesto que hay objetos no especularizables cuya pérdida no puede inscribirse entre lo Real y la imagen, dado que no tienen ima­ gen: tienen que quedar velados. En suma, entre él 4 de marzo y el 23 de abril Nadia establece es­ tructuralmente el agujero de su cuerpo; tra superficie— se plantean dos nociones esenda’es: la de hundimiento de superfide y la de inmersión de superfide. En d hundimiento, una membrana elástica puede deformarse has­ ta d infinito sin ser desgarrada ni doblad* ni entrar nunca en con­ tacto consigo misma., ' En cambio las deformaciones de inmersión permiten que los pun­ tos de la superfide se encuentren, y que unas superfides atraviesen a otras, y que unas se ¡deslicen libremente respecto de otras. Todas estas transformadones tienen d carácter de una sucesión, lo que también es un sello del significante. Esta sucesión de las trans­ formadones er> d espado forma una secuenda, introdudendo la no­ ción de tiempo. La secuenda de las transformadones puede ser reco­ rrida en un sentido o en otro', lo cual introduce en d espado la nodón de vudta, y en -d tiempo la inversión de sentido, del tiempo, nodón que merece toda nuestra atendón en cuanto a su importancia en el proceso analítico. Nos vemos remitidos a la adhesión que Nadia realiza entre ella y yo, y en segundo término al juego a que juega ajte d espejo, con la 3. Ibid.

ELEMENTOS DE TOPOLOGIA reciprocidad de los besos que viene a ilustrar la permutación de las hojas. Remontando entonces en el orden inverso las deformaciones que padece el toro en una de sus vueltas, ella accede a una estructu­ ra tórica, sin que quepa decir a este respecto que ella haya recorrido por sí misma la secuencia de las transformaciones del toro hada la botella de Klein (de dos hojas), puesto que por d contrario, inaugura una estructura tórica a partir de esta superfide unilateral qué ha com­ puesto con dos hojas, la suya y la d d Otro. A propósito de la estructura del Otro queda una cuestión abierta. Vimos que es seguro que para Nadia el Otro está agujereado; pero es dudoso que sea tórico desde d comienzo, a menos que reconozca­ mos una vez más derta antidpadón, antiripadón que dqa lugar a un retomo más cómodo hada una estructura de superfide, dado que, como lo ha mostrado Nadia, d impacto rdacional se desplaza d d objeto significante buscado en d cuerpo d d Otro a la imagen identificatoria, la cual dom ina indiscutiblemente todo d proceso de entra­ da en d espejo: ella me convierte en «superfide* a su imagen, antes de ir a confrontarnos al espejo.

Tercera etppa: los cuerpos táñeos A partir de ahora entran en juego dos etapas estructurales: por. una parte la elisión, como hemos visto, es decir, lo que hay de pérdi­ da cuando Nadia pasa de lo Real de nuestros cuerpos a la significa­ ción de la imagen, y por otra parte una nueva estructura tórica de los cuerpos: la esdsión d d espado en dos zonas se aúna con una espede de esdsión del tiempo, que combina el pasado de la superfi­ d e y las adherendas con d presente de la distanda y la separadón, abierto a un porvenir. Sella este porvenir d proceso de dar vudta al toro, necesario para que se realice la estructura tórica; con d agujero d d cuerpo de la boca al ano. En d esquema que sigue, que hemos sacado d d ar­ tículo antes mendonado (figura 5), la topología nos da cuenta de ello... no sin que d dedo, que sirve a la demostradón, nos remita al

dedo con que Nadia exploraba el agujero de mi boca, salvo que-qui­ siera despojarme de un dedo, como para asegurarse activamente del

La? dos hojas en forma de botella de Klein.

Si no están adheridas forman un toro (a: círculo meridiano del toro; b: círculo de garganta del toro).

La inversión del toro se desprende sencillamente de la inversión de la esfera. Partimos del toro,'al que transformamos en una esfera provista de una peque­ ña asa. Invertimos la esfera (que se pone blanca) y ahora la pequeña asa está en el interior: basta con extraer esa asa hundiendo en ella el dedo para lograr un toro invertido. El círculo meridiano se encuentra alrededor del dedo y se convierte en el drculo de garganta del toro invertido, es decir, que es el agujero del cuerpo del sujeto.

Figura 5

agujero dé mi cuerpo, que garantizaba que el cuerpo de ella no estu­ viera agujereado.6 Habiendo sido guiados por ese h^bé que era Nadia a una nece­ saria aproximación topológica — insuficiente todavía, peto que con otros casos llevaremos más lejos— no podemos evitar el pensamiento de que no hemos hecho otra cosa que seguir la clínica; ni la impre­ sión de ser permanentemente superados, superados como puede es­ tarlo un arqueólogo frente a una escritura desconocida, que mientras él la interroga constantemente no deja de escribirse para él, como un espejo que le devolviera una imagen a descifrar, porque esa imagen no sería un simple reflejo sino un significante grabado sobre lo Rea] de un granito.

6. Marie-Franfoise, enteramente centrada en los ojos, no se dirige al agu­ jero de mi boca, sino que trata de hacer un agujero con la cuchara sobre la superficie de mi ojo.