Muéstrame tu Rostro [15.ª edición]
 8428507562

Table of contents :
ÍNDICE

CONTEXTO

CAPÍTULO PRIMERO: REFLEXIONES SOBRE CIERTAS «CONSTANTES» DE LA ORACIÓN…11

CAPÍTULO SEGUNDO: COMO SI VIERA AL INVISIBLE…35

CAPÍTULO TERCERO: ITINERARIO HACIA EL ENCUENTRO…105

CAPÍTULO CUARTO: ADORAR Y CONTEMPLAR…231

CAPïTULO QUINTO: ORACIÓN Y VIDA…309

CAPÍTULO SEXTO: JESÚS EN LA ORACIÓN…357

CONCLUSIÖN…429

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Ignacio Larrañaga

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MUÉSTRAME TU ROSTRO hacia la intimidad con Dios

IGNACIO LARRANAGA

MUÉSTRAME TU ROSTRO Hacia la intimidad con Dios 15.a edición

EDICIONES PAULINAS

OBRAS DE IGNACIO LARRAÑAGA EN EDICIONES PAULINAS

EL SILENCIO DE MARÍA 248 págs. 16.a edición MUÉSTRAME TU ROSTRO 440 págs. 15.a edición SUBE CONMIGO 264 págs. 15.a edición EL HERMANO DE ASÍS 432 págs. 9.a edición DEL SUFRIMIENTO A LA PAZ 248 págs. 4.a edición ENCUENTRO 144 págs. 3.a edición © Ediciones Paulinas 1979 (Protasio Gómez, 13-15. 28027 Madrid) © CEFEPAL - Santiago de Chile 1979 ISBN: 84-285-0756-2 Depósito legal: M. 42.640-1985 Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. Humanes (Madrid) Impreso en España. Printed in Spain

Gran parte de estas obras han sido editadas también en Brasil, Estados Unidos, Italia, Portugal, Yugoslavia, Venezuela, Argentina, México, Colombia y Chile.

Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio y lo guardaré conmigo. Y esperaré quieto, como la noche en su desvelo estrellado, hundida pacientemente mi cabeza. Vendrá sin duda la mañana y se desvanecerá la sombra. Y tu voz se derramará por todo el cielo en arroyos de oro. Y tus palabras volarán cantando de cada uno de mis nidos. Y tus melodías estallarán en flores por mis profusas enramadas. R.

TAGORE

LA EDICIÓN REELABORADA • Muchas cosas enseña la experiencia de la vida a lo largo de cinco años. Por eso decidí reescribir Muéstrame tu rostro, escrito hace cinco años. Las finalidades que motivaron esta reelaboración fueron las siguientes: profundizar muchas materias; introducir nuevos enfoques; reordenar y simplificar el tema general; completar y reescribir partes que estaban incompletas. Y, sobre todo, presentar de tal manera la materia que pueda servir íntegramente a todos los cristianos y no sólo a los religiosos. Por eso, retiré los capítulos que hacen exclusiva referencia a la vida religiosa. ¿En qué ha consistido la reforma del libro? De los cuatro capítulos originales retiré el tercero y el cuarto, además de los apéndices, quedándome con los dos primeros capítulos. Con el material remanente he armado, en la nueva redacción, seis capítulos. Los capítulos decisivos (tercero, cuartp y sexto) han sido completamente reformados, salvo pequeños fragmentos originales, como si el libro fuera escrito por primera vez. El capítulo segundo (la fe) ha quedado igual en su primera parte, salvo la titulación; en su segunda parte ha sido completamente reformado. El capítulo quinto ha sido reordenado y ampliado. El primer capítulo y el contexto quedan intactos. En resumen, el original ha sido reformado aproximadamente en sus cuatro quintas partes. E L AUTOR Santiago de Chile, mayo de 1979

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Contexto

«El cristiano del mañana será un místico, uno que ha experimentado algo, o ya no será nada» (Karl Rahner). «Hoy el mundo necesita más que nunca de una vuelta a la contemplación... El verdadero profeta de la Iglesia del futuro será aquel que venga del "desierto" como Moisés, Elias, el Bautista, Pablo y sobre todo Jesús, cargados de mística y con ese brillo especial que sólo tienen los hombres acostumbrados a hablar con Dios cara a cara» (A. Hortelano). Muchos hermanos temen que el proceso de secularización acabará por minar las bases de la je, y que, en consecuencia, la vida con Dios irá inhibiéndose en una progresiva decantación hasta extinguirse por completo. Mi impresión personal es exactamente a la inversa. La secularización podría equipararse a la noche oscura de los sentidos. Es la purificación más radical de la imagen de Dios. Como consecuencia, el creyente de la era secularizada podrá vivir —¡por fin!— la fe pura y desnuda, sin falsos apoyos. La imagen de Dios había estado revestida frecuentemente de múltiples ropajes: nuestros miedos e inseguridades, nuestros intereses y sistemas, nuestras ambiciones, impotencias, ignorancias y limitaciones; para muchos, Dios era la solución mágica para todos los imposibles, la explicación de todo cuanto ignorábamos, el refugio para los derrotados e impotentes. 11

Sobre estas muletas se apoyaban la fe y la «religiosidad» de muchos cristianos.

que es una mezcla de fascinación, espanto, anonadamiento y asombro.

La desmitificación va demoliendo esta imaginería, quitando esos ropajes, y comienza a aparecer —¡gracias a la secularización!— el verdadero Rostro de Dios de la Biblia: un Dios que interpela, incomoda y desafía. No responde, sino que pregunta. No soluciona, sino que ocasiona conflictos. N-o facilita, sino que dificulta. No explica, sino que complica. No engendra niños, sino adultos. El Dios de la Biblia es un Dios Liberador, Aquel que nos arranca de nuestras inseguridades, ignorancias e injusticias, no eludiéndolas sino afrontándolas, superándolas. Dios no es el «seno materno» que libra (aliena) a los hombres de los riesgos y dificultades de la vida, sino que, una vez creados en el paraíso, Dios corta rápidamente el cordón umbilical, los deja solitarios en la lucha abierta de la libertad y de la independencia, y viene a decirles: ahora sed adultos, empujad el universo hacia adelante y sed señores de la tierra {Gen 1,26). El verdadero Dios no es, pues, alienador, sino libertador, que hace grandes, maduros y libres a los hombres y a los pueblos.

Deberá correr el riesgo de sumergirse en ese océano sin fondo donde se ocultan peligrosos desafíos, que el contemplador no los podrá sortear sin mirarlos de frente y aceptarlos en sus abrasadoras exigencias.

Este proceso secularizante, insistimos, es, pues, una verdadera noche oscura de los sentidos. En adelante, la fe y la vida con Dios serán una aventura llena de riesgos. Esta aventura de la fe consistirá en quemar las naves, dejar de lado todas las reglas del sentido común y todas los cálculos de probabilidad como Abraham, hacer caso omiso de los raciocinios, explicaciones y demostraciones, descolgarse de todos los asideros razonables y, atados de pies y manos, dar el gran salto en el vacío en la noche oscura, abandonándose en el absolutamente Otro. Sólo Dios, en la fe pura y oscura. El contemplativo del futuro deberá internarse en las insondables regiones del misterio de Dios sin guías, sin apoyos, sin luz. Experimentará que Dios es la Otra Orilla, medirá al mismo tiempo su distancia y proximidad; y como efecto de ello, el hombre llegará a sentir el vértigo de Dios, 12

Los hombres que regresen de esta aventura serán figuras cinceladas por la pureza, la fuerza y el fuego. Kan sido purificados en la proximidad arrebatadora de Dios, y sobre ellos aparecerá patente y deslumbradora la imagen de su Hijo. Serán testigos y transparencia de Dios. *

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Hay en nuestros días ciertos hechos que son verdaderos signos de interrogación. ¿Qué significa, por ejemplo, el consumo alarmante de narcóticos, de LSD...? En tan complejo fenómeno hay ciertamente evasión, alienación, hedonismo. Pero, según eminentes psicólogos, hay también una fuerte aunque oscura aspiración hacia algo trascendente, una búsqueda instintiva de sensaciones intensas que sólo se logran en los altos estados contemplativos. Harvey Cox considera a los hippies «neomísticos». Según el análisis socio-psicológico de dicho teólogo bautista, estos grupos desean dar cauce a una profunda y ancestral aspiración del hombre por experimentar en forma inmediata lo sagrado y lo trascendente. Otro grupo que vive con vehemente fuerza la experiencia religiosa es el movimiento llamado «Jesus-People» (Pueblo de Jesús). Sus miembros son numerosos y están muy extendidos. Es un grupo desgajado de los hippies. Son jóvenes que no encontraron en los narcóticos lo que buscaban, y desde su frustración surgió —por una de esas misteriosas reacciones— la llama de una ardiente adhesión a Jesucristo. Su oración es un encuentro personal con Jesús, su vida es 13

una apasionada aclamación y proclamación de Jesús, su hedonismo se ha trocado en ascesis liberadora. En nuestras ciudades occidentales se ha desplegado un sorprendente movimiento de inspiración orientalista. Son grupos de personas de toda condición que, por medio de métodos psico-somáticos, intentan llegar a fuertes experiencias religiosas. En cualquier lugar improvisan un club, organizan sesiones formales o informales, periódicas o esporádicas en las que se ejercitan en la concentración de las facultades interiores para una meditación de total recogimiento. De pronto nos enteramos de que en la casa vecina funciona uno de estos grupos. En mi opinión, para el occidente cristiano se trata de un fenómeno de sustitución: como entre los cristianos no se promueve la preocupación ni el cultivo de la oración contemplativa, se nos están llenando nuestras ciudades de «gurús» importados de la India o del Pakistán, en torno a los cuales se concentran millares de jóvenes para, mediante gimnasia y mecanismos mentales, llegar al «contacto» con el Dios trascendente. Incluso han logrado elaborar una doctrina sincretista con métodos orientales y con la teología cristiana. La «sociedad internacional de meditación» del hindú Maharishi Mahesh cuenta ya con 250.000 entusiastas adeptos que se ejercitan incesantemente en la meditación trascendental en torno a algún «gurú». Miles de universitarios, muchachos y muchachas, se dirigen a los «ashams» hindúes, o se encierran en los monasterios de los budistas-zen para iniciarse y progresar en las fuertes experiencias extrasensoriales y en el trato inmediato con Dios. Estos hechos están demostrando dad de consumo y el materialismo de sofocar las fuentes profundas del na esa eterna e inextinguible sed de *

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que la técnica, la sociegeneral no son capaces hombre, de donde emaDios.

¿Qué está ocurriendo en la misma Iglesia? No hay obis* po, curia general o alto responsable de instituto eclesiástico que, cuando se dirige a sus miembros, no clame por la restauración del espíritu de oración y de la oración misma. Por otra parte, no es ningún secreto para nadie que, entre los hermanos y hermanas, la vida de fe y oración había descendido a sus niveles más bajos en estos últimos años. Sin embargo, desde las profundidades de esa depresión ha comenzado a surgir el movimiento para la vitalización de la vida con Dios, con una fuerza pocas veces igualada en la historia de la Iglesia. Para los responsables de los Institutos, la recuperación del sentido de Dios es la primera inquietud y la primera esperanza. Por todas partes se perciben signos alentadores. El movimiento de «oración carismática» se ha extendido desde California hasta la Patagonia con el ímpetu huracanado de una mañana de Pentecostés. Los que aparecen como profetas conductores del movimiento liberacionista en América Latina, son hombres que bajan de la «montaña» de la alta contemplación: Helder Cámara, Arturo Paoli, Ernesto Cardenal, Leónidas Proaño y otros menos conocidos pero no menos notables. Se ensayan mil formas, estilos y métodos para avanzar en la experiencia de Dios: las «Maisons de priére», los «desiertos», los «eremitorios»... En Argelia, sobre el brillante y ardiente desierto, se levanta el oasis de Beni Abbés por donde pasan millares de solitarios contemplativos, llegados de todas partes del mundo, atraídos por el recuerdo de Charles de Foucauld. Las «tebaidas» comienzan de nuevo a poblarse, no por los fugados del mundo sino por los luchadores del mundo y por el mundo, que vienen a templarse resistiendo sin pestañear la mirada de Dios. ¿Qué significa el hecho de que millares de jóvenes de todo el mundo se congreguen en Taizé para orar? Entre ellos los hay desde bohemios hasta dirigentes de sindicatos, desde especialistas en alta tecnología hasta mineros. Todos buscan la experimentación del misterio de Dios. Los arrastra el «peso» de Dios. 15

Esta cantidad impresionante de modalidades, intentos, proyectos, ensayos para promover la experiencia de Dios en la Iglesia, está indicando que el Espíritu está suscitando, quizá hoy más que nunca, una aspiración incontenible hacia elevados estados de contemplación, y que está abriendo la gran marcha de los creyentes hacia las regiones más profundas de intercomunicación con el Señor Dios. Todo nos hace presentir que vivimos en vísperas de una gran era contemplativa. En este contexto y para este contexto, y vislumbrando ese futuro, se ha escrito este libro. Desea ofrecer una colaboración a los que quieren iniciarse o recuperar el trato con Dios, y a aquellos otros que anhelan avanzar, mar adentro, en el misterio insondable del Dios vivo. E L AUTOR

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Capítulo primero

REFLEXIONES SOBRE CIERTAS «CONSTANTES» DE LA ORACIÓN

Cuando hablamos aquí de orar, lo entendemos en el sentido en que lo vamos a hacer a lo largo de este libro: un trato afectuoso a solas con el Dios que sabemos nos ama; un avanzar, en la intersubjetividad íntima y profunda, en y con el Señor que se nos ofrece como compañero de vida. Cuanto más se ora, más se quiere orar Toda potencia viva es expansiva. El hombre, a nivel simplemente humano, es una tensión interior que le hace aspirar hacia lejanías inalcanzables; cualquier meta lograda lo deja como un arco tenso, siempre insatisfecho. ¿Qué es la nostalgia? Una búsqueda interminable de una plenitud que nunca llegará. En medio de la creación, el hombre aparece como un ser extraño, algo así como un «caso de emergencia»; posee facultades que fueron estructuradas para tal o cual función; cumplida la función, conseguido el objetivo, siente que algo le falta. Pensemos, por ejemplo, en el apetito sexual o en la sed de riqueza: cumplidas las apetencias, el hombre como tal sigue «hambriento» y desde cada satisfacción lograda se lanza en busca de nuevas riquezas o nuevas sensaciones. A nivel espiritual el hombre es, según el pensamiento de san Agustín, como una saeta disparada hacia un Universo (Dios) que, como un centro de gravedad, ejerce una atracción irresistible sobre él, y cuanto más se aproxima a ese Universo, mayor velocidad adquiere. Cuanto más se ama a Dios, más se le quiere amar. Cuanto más se trata con El, 19

más ganas entran de tratarlo. La velocidad hacia El está en proporción a la proximidad de El. Sin darnos cuenta, debajo de todas nuestras insatisfacciones corre una corriente que se dirige hacia el Uno, el único Uno capaz de concentrar las fuerzas del hombre y de aquietar sus quimeras. «Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma tiene sed de ti, mi carne tiene ansia de ti como tierra reseca, agotada, sin agua» (Sal 62). *

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Existe la ley del entrenamiento, ley válida para los deportes atléticos y válida también para los deportes del espíritu: cuanto más entrenamiento se hace, más o mejores marcas se pueden batir. Si a mí me dicen de pronto que haga a pie una caminata de 30 kilómetros, hoy no los podría hacer. Pero si diariamente me entrenara haciendo largas caminatas, después de varios meses no tendría dificultad alguna para recorrer los 30 kilómetros. ¿Cómo se explica esto? Había en mí capacidades atléticas que estaban dormidas, quizá atrofiadas, por falta de activación. Al ser puestas en acción, despertaron y se desplegaron. Asimismo, llevamos en el alma capacidades espirituales que eventualmente pueden estar dormidas por falta de entre* namiento. Dios ha depositado en el fondo de nuestra vida un germen que es un don-potencia, capaz de una floración admirable. Es una aspiración profunda y filial que nos hace suspirar y aspirar hacia el Padre Dios. Sí esa aspiración la ponemos en movimiento, en la medida en que «conoce» su Objeto y se aproxima a su Centro, más densa será la aspiración, mayor peso hacia su Objeto y, por consiguiente, mayor velocidad. Esto lo prueba la experiencia diaria. Cualquiera que haya tratado entrañablemente con el Señor a solas durante unos cuantos días, una vez regresado a la vida ordinaria un nuevo peso lo arrastrará al encuentro con Dios con nueva frecuencia; los rezos y los sacramentos serán un festín por20

que ahora los siente «llenos» de Dios. De esta manera s