Mito y lenguaje

  • Commentary
  • ocr: Adobe Acrobat DC
Citation preview

Colección Fichas Dirigida por Guillermo Rabinovich

. Ernst Cassirer

Mito y lenguaje

Ediciones Nueva Visión

Título del original en alemáh: "Sprache und Mythos" Traducción de Carmen Balzer

© por Ediciones Nueva Visión SAIC, Tucumán 3748, Buenos Aires, Rep. Argentina Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en la Argentina / Printed in Argentina Prohibida la reproducción parcial o total

I El lenguaje y el mito; su posición dentro de la cultura humana

El comienzo del Fedro platónico describe cómo Sócrates, al encontrarse con Fedro, es llevado por éste lejos de las puertas de la ciudad, hasta las orillas del río Iliso. Platón reprodujo hasta en sus menores detalles el paisaje donde ubica esta escena; además, sobre esta presentación flota un brillo y un perfume como muy pocas veces se encuen­ tran en la Antigüedad en las descripciones de la oatura­ l_eza. Sócrates y Fedro se sientan a la sombra de un alto plátano, junto a un manantial refrescante; el aire estival se agita benigno y dulce y está lleno del chirrido de las cigarras. Compenetrado con este paisaje campestre, se pregunta Fedro si acaso no sería éste el lugar donde -según el mito- Bóreas raptó a la bella Oritia; pues �uf el agua es pura y cristalina, como hecha para que las jovencitas se bañen y jueguen en ella. Cuando Sócrates fue· presionado a responder si realmente creía en ese cuento, en ese "mythologema", replicó que aunque n.o lo tomase como cierto, no por eso tendría dudas acerca de su significado. "Pues -dijo- entonces proGedería como los 'sabios', y diría (valiéndome de una hábil 'interpretación': aCJvXtaµEvo,) que, cuando Oritia jugaba con su compañera Farmacia, había sido empujada por Bóreas, el viento norte, contra aquellas rocas; y a éausa del peculiar carácter de su muerte, se habría lle­ gado a decir más tarde que efectivamente fue raptada p0r el dios Bóreas. Pero yo, ¡oh Fedro! -prosigue S.ócrates-, encuentro e�o demasiado frívolo, y creo que tales interpretaciones son un quehacer bastante abu­ rrido y artificioso, por lo que no envidio a quien se �edique a ellas. Pues en semejantes casos también debería rendir cuenta de figuras como los Centauros 7

y la Quimera, y pronto se sentiría abrumado por toda una caterva de análogas criaturas, como Gorgones, Pegasos y muchos otros seres extraños y monstruosos; y quien, desconfiando de todos estos seres maravillosos, se acerque a ellos con la intención de reducirlos a algo verosímil, tendrá que consagrar mucho tiempo a este tipo de sabiduría inútil. "Mas yo no tengo tiempo para dedicarme a tales , ocios, y la razón, amigo mío, es que aún no he llegado a conocerme a mí mismo, tal como lo exige el precepto délfico. Me parece absurdo que, mientras sigo ignorán­ dome a mí mismo, pueda ocuparme de cosas extrañas. Por eso, dejo que tales cosas sean lo que sean y no pienso en ellas, sino en mí mismo, al meditar si es que soy una criatura de constitución más complicada y monstruosa que la de Tifón, o si, quizá, soy un ser de naturaleza mucho más suave y sencilla, provista de alguna esencia noble y aun divina" (Fedro, 229 D y ss.). Esta clase de interpretación mitológica que los sofistas y retóricos de antaño consideraban como la más alta sabiduría y la flor del verdadero espíritu urbano, le parecía a Platón lo más opuesto a dicho espíritu; pero aunque la haya denunciado como tal, denominándola mera '·sabiduría campesina" (a:ypoLXa