Milagros de nuestra señora
 9788420510415, 8420510416

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MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA

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COMITS ASESOR:

NICASIO SALVADOR MIGUEL SANTOS SANZ VILLANUEVA

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Gonzalo de ~rceo

_ Milagros de Nuestra Señora Edición modernizada, estudio y notas

de VICENTE BELTRÁN PEPIÓ

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Primera edición. 1985

C EDITORIAL ALHAMBRA, S. A. R. E. 182 28001 Madrid. Claudia Coello, 76

Delegaciones: 08008 48014 18009 15005 28002 33006 38004 41012 46003 50005

Barcelona. Enrique Granados, 61 Bilbao. lruña, 12 Granada. Pza. de las Descalzas, 2 La Coruña. Pasadizo de Pernas,13 Madrid. Saturnino Calleja, 1 Oviedo. Avda. del Cristo, 9 Santa Cruz de Tenerife. General Porlier, 14 Sevma. Reina Mercedes, 35 Valencia. Cabillers, 5 Zaragoza.Concepción Arenal, 25

México Editorial Alhambra Mexicana, S. A. Avda. División del Norte, 2412 03340 México, D.F.

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13080030

ISBN 84-205-1041-6 Depósitolegal: M. 33.157.-1984

C Edición modernizada, estudio y notas de Vicente Beltrén Pepió Reservados todos los derechos. Ni la totalidad, ni parte de este libro pueden reproducirse o transmitirse, utilizando medios electrónicos o mecánicos, por fotocopia, grabación, información, anulado, u otro sistema, sin permiso por escrito del editor.

Cubierta: Estudio Enlace Fotocomposición: Monocomp, S. A. Impresión: A. G. Benzal, S. A. Papel: Radiata (Echezarreta) Encuadernación: Gómez Pinto, S. A.

Impreso en Espafta - Printed in Spain Artes Gráficas Benzal, S. A. - Virtudes, 7 - 2801 O Madrid

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INDICE

Págs.

ESTUDIO PRELIMINAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l. El autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11. La obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111. Los Milagros de Nuestra Señora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bibliografia fundamental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Nuestra edición ....... ,. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

l 3 7 11 17 19 23

lntrodución, 25. l. La casulla de San Ildefonso, 30. ll. El sacristán impúdico, 33. 111.El clérigo y la flor, 36. IV. El galardón de la Virgen, 38. V. El pobre caritativo, 40. VI. El ladrón devoto, 41. VII. El monje y San Pedro, 43. VIII. El romero de Santiago, 46. IX. El clérigo ignorante, 50. X. Los dos hermanos, 52. XI. El labrador avaro, 56. XII. El prior y el sacristán, 57. XIII. El nuevo obispo de Pavía, 60. XIV. La imagen respetada por el fuego, 62. XV. La boda y la Virgen, 63. XVI. El niño judío, 66. XVII. La iglesia profanada, 69. XVIII. Los judíos de Toledo, 73. XIX. El parto maravilloso, 75. XX. El clérigo embriagado, 78. XXI. La abadesa encinta, 83. XXII. El náufrago salvado por la Virgen, 92. XXIII. La deuda pagada, 97. XXIV. La iglesia robada, 106. XXV. El milagro de Teófilo, 111.

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Su verso es dulce y grave; monótonas hileras de chopos invernales en donde nada brilla; renglones como surcos en pardas sementeras, y lejos. las montañas azules de Castilla. ANTONIO

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MACHADO

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ESTUDIO. PRELIMINAR

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l. l. l.

EL AUTOR El hombre

Para una cabal comprensión de la personalidad literaria de Gonzalo de Berceo, resulta imprescindible partir de su condición social de clérigo. La nobleza medieval descendía, en principio, de aquellos germanos que en el siglo VI habían destruido el Imperio Romano y que conservaron durante muchas generaciones su lengua de origen; sabemos, por ejemplo, que la aristocracia franca no adoptó el romance hasta el advenimiento de la dinastía capeta (987). Este factor hizo que las clases dominantes, en lo que podríamos llamar el poder civil, se desentendieran en general de la cultura y la escritura, ligadas al uso del latín; todo ello, sumado a la decadencia económica y la desintegración política de Europa en la Alta Edad Media, hizo que el saber quedara confinado a los ambientes eclesiásticos y, especialmente, a los monasterios. En la Baja Edad Media, la difusión de la literatura trovadoresca y caballeresca aseguró el desarrollo de las letras seculares en lengua vulgar y la difusión de la lectura y la escritura entre la aristocracia, pero lo que solemos conocer como «cultura», ligada a la escuela y a la erudición, siguió siendo hasta el Renacimiento patrimonio de la Iglesia. De ahí que en siglo XIII, y durante mucho tiempo, «clérigo» sea sinónimo de lo que hoy denominaríamos «letrado». La contraposición de las armas y las letras, inherente a la vida medieval, tuvo una abultada expresión literaria que arranca en castellano con la Disputa de Elena y Maria, del siglo XIII, y llega hasta el Quijote (I, 38). En la primera mitad del siglo XIII aparece la prosa castellana y se adopta esta lengua en la cancillería de Castilla y León, sustituyendo al latín. Desde fines del siglo XII, se afirma asimismo en este reino el uso del gallego como lengua de la lírica cortés y paralelamente surge una escuela literaria, el mester de clerecía, que intenta verter al castellano los contenidos y recursos propios de la rica tradición · latina en la Edad· Media. 3

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Como consecuencia de su aprendizaje escolar -y quizá, asimismo, de su indudable conocimiento de los trovadores- Berceo, a diferencia de los juglares de gesta, habla a menudo de sí mismo en el cuerpo de su obra. La última estrofa de los Milagros de Nuestra Señora contiene una explícita reclamación de autoría: Madre, de tu Gonzalo no olvides la labor, que de los tus milagros fue versificador. Por estas referencias a su persona sabemos que fue natural de Berceo.. cerca de Nájera ( Rioja), y que se crió en el monasterio de San Millán de Suso. La tradición asegura que este cenobio fue creado por su santo titular, muerto el año 574, aunque su más antigua mención documental es del 924: en el siglo x.. se creó un nuevo monasterio, gemelo del anterior, en el fondo del valle. De ahí que sean conocidos como de Suso («arriba» en castellano antiguo) y de Yuso («abajo»), respectivamente. Muy cerca queda el monasterio de _Santo Domingo de Silos; este santo había nacido hacia el año 1000 en Cañas, también cerca de Berceo, y fue monje y prior de San Millán de Suso. En 1401, fue elegido abad de Silos, donde murió el 1073; por otra parte, el año 1090 fue firmado un convenio entre los monasterios de San Millán y Santo Domingo, renovado en 1236, en plena actividad de Berceo. Como veremos, su obra literaria parece hecha a medida de estas tres comunidades monásticas. En cuanto a su cronología absoluta sólo podemos decir que el Milagro XIV fue escrito antes de 1246, pero el Milagro XXIV de esta edición ha de suponerse posterior a 1252, fecha de la muerte del rey Femando 111; lo más probable hoy parece ser que este milagro constituye un añadido posterior a la terminación del libro, pero en cualquier caso, y no habiéndose cuestionado su autenticidad, hemos de suponer vivo a Berceo entre ambas fechas. Tenemos otra fuente de datos en un grupo de· documentos referentes a San Millán que se extienden entre 1221 y 1246; en todos ellos aparece como abad Juan Sánchez y como testigo Gonzalo de Berceo, y no es ni mucho menos descabellada la hipótesis de que éste hubiera sido su secretario, aunque figura siempre en calidad de testigo y de clérigo secular. Por otra parte, en el primero de dichos documentos era ya diácono, dignidad que no se podía alcanzar hasta los veinticinco años, por lo que debió nacer al menos en 1196. Resumiendo todos los datos, Berceo nacería como fecha más tardía en 1196 y moriría no antes de 1252; cultivó un género literario de orientación erudita y gozó de la confianza del abad ·de San Millán, aunque no formaba parte de la comunidad. 4

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l. 2.

La personalidad literaria

La personalidad literaria de Berceo se muestra fuertemente contradictoria. De cuanto venim.os diciendo se deduce que sabía latín, y él mismo insiste a cada pasd en que cuanto relata está en el escrito o dictado, o sea en una fuente latina; el apego al texto escrito en una época en que la escritura era excepcional, incluso para la creación y transmisión literaria, esencialmente oral, contribuye poderosamente a imaginarlo como un letrado. Por otra parte, revela un excelente conocimiento de la terminología jurídica y musical, está muy preocupado por los problemas jurisdiccionales, tanto entre eclesiásticos (coplas 740 y 741) como de sus relaciones con el poder temporal, visible en su aversión por los merinos. En lo que respecta a la literatura, en su obra afloran técnicas de origen juglaresco, especialmente épicas, y un vocabulario galicista que evoca la terminología de los trovadores; se le ha considerado, asimismo, el escritor más latinizant~ del Medioevo. Sin embargo, nada hay más alejado de estos rasgos que la imagen de sí mismo en la obra de Gonzalo de Berceo. Los autores del mester de clerecía eran clérigos cosmopolitas, orgullosos de su arte y de su técnica como el autor del Libro de Alexandre: Traigo mester .hermoso, no es de juglaría, mester es sin pecado, pues es de clerecía; hablar curso rimado, por la cuaderna vía, a sílabas contadas, pues es gran maestría. Berceo, muy al contrario, hace alarde de ignorancia: Quiero hacer una prosa en roman paladino en cual el pueblo suele hablar con su vecino, pues no soy tan letrado para hacer otro latino. Cabe pensar que nos encontramos ante una pose consciente, movido quizá por el deseo de congraciarse a un público probablemente iletrado; nada más lejos de la verdad. En el Milagro IX, un obispo quita la licencia para decir misa a un clérigo tan ignorante . que sólo sabía la de Santa María; la decisión parece encomiable en un momento en que la Iglesia, desde el IV concilio de Letrán (1215), · luchaba por mejorar el nivel intelectual del clero. Sin embargo, la Virgen y Berceo no parecen participar en estas inquietudes: Se apareció al obispo enseguida en visión; díjole fuertes dichos, un bravillo sermón (228). 5

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Luego lo censuró por haberle quitado un capellán y lo amenazó que moriría antes de treinta días si no suspendía su decisión. La intervención de la Virgen termina con una amenaza: ¡Así verás qué vale la saña de María! (231). Después de esta escena el clérigo es devuelto a su estado inicial por el amedrentado obispo. ¿Cabe postura más contradictoria en un intelectual? Los procedimientos literarios de Berceo están en consonancia con esta actitud. Su conocimiento de la terminología jurídica y del vocabulario trovadoresco ha sido puesto de relieve por investigaciones muy recientes; los recursos juglarescos, mucho más visibles, contribuyen a la ficción de una obra sin aspiraciones eruditas por su adscripción a un tipo de literatura que, a los ojos de un letrado, no debía ser más que un género subliterario. En cuanto a la abundancia de latinismos, se atribuía hasta no hace mucho tiempo al influjo de sus fuentes. De todo ello surgía la imagen de clérigo de escasa instrucción, tan hábil como ingenuo, que tomaba la pluma animado sólo por su piedad. Falta asimismo toda referencia explícita a la literatura del período, latina o romance, contra lo que es habitual en el mester de clerecía, pero sí encontramos frecuentes citas de tipo litúrgico. Todo ello invitaba a mantener una opinión casi unánime que sólo el análisis minucioso del ·vocabulario por B. Dutton y M. Alvar han permitido desmontar. La manifestación de su propia ignorancia fue habitual entre los hagiógrafos y narradores de milagros desde el mismo creador del género, Gregorio Magno; era, sin duda, uno de los hombres más cultos de su tiempo, pero evitaba en sus escritos toda ostentación erudita a la vez que se disculpaba por la tosquedad de su lengua. Gautier de Coinci y Alfonso X, cuya obra mariana es un mosaico de virtuosismo técnico, hacen reiteradas protestas de incapacidad para llevar a término su labor, pero ninguno ha logrado convencer como Berceo, fiel seguidor de San Gregorio. La contradicción entre sus saberes y sus manifestaciones de ignorancia sólo se explica por una profunda humildad, propia de un temperamento piadoso como el de Berceo, que puso su saber y su arte al servicio de su comunidad, pero evitó la mínima complacencia en su cultura y en su extraordinaria preparación literaria.

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11. LA OBRA Esta misma actitud se desprende del inventario de sus obras. Aparte de los Milagros, conservamos cuatro vidas de santos. La Vida de San Millán de la Cogolla y la Vida de Santo Domingo de Silos se ocupan, como sabemos, de los fundadores de aquellos monasterios a los que ligó su vida. La Vida de Santa Oria o Áurea trata de esta santa que vivió y murió en San Millán de Suso, donde aún existe su tumba, y el Martirio de San Lorenzo, incompleto, es probable que tenga asimismo una motivación local. Su inclinación localista contrasta fuertemente con el cosmopolitismo del mester de clerecía, que se ocupaba de asuntos como la vida de Alejandro Magno o del Rey Apolonio de Tiro. Conservamos asimismo dos obras exegéticas (el Sacrificio de la Misa y los Signos que aparecerán el día del juicio, tema caro al mundo románico), tres himnos litúrgicos en castellano, uno en latín y dos obras marianas de tipo lírico; los Loores de Nuestra Se,iora y el Duelo que hizo la Virgen el día de la pasión de su Hijo; menos extensas y ambiciosas que los Milagros de Nuestra Señora .. contienen .. sin embargo .. mayor densidad ideológica, por lo que ayudan a la reconstrucción de su entramado doctrinal. Todo ello parece también muy subordinado a las necesidades del culto de San Millán de Yuso, creado en pleno fervor mariano y dedicado a la Virgen. En cuanto a su cronología relativa, estamos ya bastante inf ormados. Los Milagros, compuestos en tomo a 1246 -con la adición del vigésimo cuarto después de 1252-, son ya obra de madurez. En la Vida de Santa Oria, y siguiendo la costumbre de hablar de sí mismo, confiesa ser ya viejo, por lo que· debe situarse también a mediados del siglo, quizá después de los Milagros. Anteriores son entonces las vidas de San Millán y Santo Domingo, compuestas en este mismo orden como han demostrado F. Webber y B. Dutton. Es mucha más información de la que tenemos para la mayoría de nuestros escritores medievales. Otro problema que se va perfilando es la difusión pública de la obra de Berceo. En un principio se la creyó destinada a la lectura en las universidades y monasterios; no se puede negar esta posibilidad, pero ha de considerarse que tanto los móviles del poeta como la mayoría de sus temas y la escasa difusión de los manuscritos hacen pensar que se limitó al ámbito de la Rioja. Menéndez Pidal creyó que la asimilación de fórmulas juglarescas se debe a un deseo consciente de que fueran recitadas por los juglares; no obstante, por las razones expuestas y por las referencias del autor a su público, parece que, aun no excluyendo ninguna de estas posibilidades, la 7

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obra de Berceo estaba destinada a la lectura pública, en voz alta, para un grupo de oyentes, quizá para los mismos monjes y para los peregrinos que acudían al monasterio. Ha de tenerse asimismo en cuenta que en la Edad Media, por la escasa difusión de la lectura y la escritura y por la abundancia de nobles y poderosos iletrados que se servían de clérigos para estos menesteres, la lectura pública fue una forma habitual de transmisión de obras que hoy destinaríamos a la lectura personal. El mester de clerecía, aparte de su lengua y su preferencia por temas del mundo erudito, se caracteriza ante todo por el uso de una estrofa propia, el tetrámetro monorrimo o cuaderna vía. Consiste en cuatro versos de rima consonante y común, de catorce sílabas cada uno, divididos en dos hemistiquios de siete. Cada hemistiquio gozaba de autonomía sintáctica, lo mismo que cada verso, por la extraordinaria rareza del encabalgamiento, por lo que el ritmo estrófico se basa en la perfecta organización de periodos y pausas. De ahí la notable uniformidad y continuidad -y a veces monotonía- de esta estrofa, muy adecuada para la narración. El ·primer verso suele introducir el motivo central de cada una y el cuarto, de tipo conclusivo, suele ofrecer una construcción más elaborada, generalmente con hemistiquios paralelísticos o antitéticos, selecciona con mayor cuidado el término en rima y construye, con mucha frecuencia, una fórmula doctrinal o aforística que resume o interpreta su sentido: Se dolieron los ángeles por esta alma mezquina; por cuanto la llevaban los diablos en rapina; quisieron socorrerla, ganarla por vecina, mas para hacer tal pasta faltábales harina (274). La rima, por su parte, es casi siempre grave, contra la preferencia de los trovadores por los versos agudos y a pesar también del elevado número de latinismos, frecuentemente esdrújulos. Es muy curioso que este tipo de palabras tienda a situarse en el primer hemistiquio, junto a la cesura. La repetición de la misma rima en estrofas sucesivas ~ue los poetas líricos del· siglo xv tendían a evitar- y la inclusión en el primer verso de cada estrofa del último verso de la anterior o de un hemistiquio suyo le servían, a menudo, para marcar formalmente la continuidad del· relato. Berceo, como los demás componentes del mester de clerecía, tendía a reforzar los aspectos rítmicos de la estrofa mediante el uso de las figuras de dicción. A menudo, la unidad de un hemistiquio o verso viene subrayada por el hipérbaton; nótese la separación del verbo auxiliar (fue) y el participio ( arrancada) y la interposición de dos sustantivos, con la consiguiente ilación formal, en este verso: 8

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fue con los azadones la cerraja arrancada (713) Nótese también las dos orientaciones del paralelismo sintáctico en los hemistiquios de estos versos por la distinta posición de sustantivos y adjetivos, así como su sentido antitético: en verano bien frías~ en invierno calientes (3) en invierno calientes y fríos eri verano (162) . Paralelismos, anáforas, enumeraciones y acumulaciones de sinónimos y antónimos, polisíndeton y asíndeton son frecuentísimos en la organización simétrica de versos y estrofas: Aunque aquel fuego fue tan fuerte y tan quemante, ni se llegó a la dueña ni se llegó al infante, ni se llegó al flabello que colgaba delante, ni le hizo de daño un dinero pesante (324). La estructura del verso en Berceo favorece este tipo de reiteraciones que producen en el lector la impresión del verso dulce y grave de que liabla Machado. Las monótonas hileras de renglones como surcos se deben, en gran medida, a la sucesión ininterrumpida, durante centenares de coplas, de parejas de hemistiquios asociados en tetrámetros de rima común, muy a menudo reforzados por estos recursos que, en la estratificación retórica del medioevo, correspondían al llamado estilo humilde. Las figuras de la expresión habían venido siendo usadas en la narrativa miracolística desde el mismo Gregorio Magno. En su origen respondían a la necesidad de dar coherencia y eficacia a unos relatos muy breves, de unas pocas líneas, que debían imponerse· en el ánimo del lector por la acumulación de reiteraciones léxicas, sintácticas y -de contenido. Con el tiempo el prurito de brevedad fue desapareciendo, pero todavía Gautier de Coinci y Alfonso el Sabio la reclaman, aun cuando no la respetan. El acierto de Berceo consiste precisamente en haber aplicado estos recursos al marco del alejandrino y la cuaderna vía, convirtiendo en procedimientos para la articulación estrófica lo que había sido un refuerzo de la narración. También era frecuente en la hagiografía, desde sus orígenes, la mezcla de lo cómico con lo serio y la ironía, especialmente cuando se quería ridiculizar a los malvados. En la Vida de Santo Domingo encontramos unos ladrones que, durante la noche, pretendían robar los puerros de la huerta del convento. Cavaron ininterrumpidamente hasta el amanecer, pero en lugar erróneo, y no logran sino barbechar un erial. Con la primera luz del día, el santo llamó a los monjes 9

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para que pagaran aquel trabajo y luego se dirigió a los ladrones, los felicitó por su labor, les dio las gracias y los invitó a comer. Su parlamento termina así: de este vu~stro lacerio beneficio obtendréis, mas tales trasnochadas mucho no las uséis Berceo se sirve, a menudo, de este humor sutil, que pretende apenas arrancar una sonrisa. Un tono cómico_ tan persistente y discreto ha llamado la atención de la crítica, que lo atribuye a la recomendación eclesiástica de moderarse en la risa -recuérdense las largas diatribas del monje Jorge en El nombre de la rosa, de Umberto Eco- que fue recogida en la regla de San Benito. Por último, y en lo que respecta al uso de la metáfora, hay un amplio abanico, para nosotros de escaso interés, que procede de la tradición eclesiástica y de la Biblia; pero en su mayor parte, metáfora, imagen y símil proceden del entorno natural o humano, pero siempre cotidiano y vivo, en que se desarrolló la vida de Berceo. Una de las facetas más peculiares de su creación poética es precisamente su facilidad para expresar los conceptos más sutiles y abstractos mediante la más cotidiana de las expresiones sensibles; obsérvese cómo contrapone la suerte de los cristianos fieles y los pecadores: Señor, los tus-amigos en el mar hallan vados, a los otros en seco los hallan ahogados (456). El poeta y crítico Jorge Guillén elevó a clave de su expresión el verso en que llama a María madre del pan de trigo (659); por nuestra parte, subrayaremos la fórmula usada en la Vida de Santo Domingo para pedirle paz y prosperidad: Ruega, señor y padre, a Dios que nos dé paz, caridad verdadera, la que a Ti mucho plaz, salud y tiempos buenos, pan e vino asaz (... ). Naturalmente, estas fórmulas sólo pueden darse en un poeta dotado, a la vez, de un gran dominio del lenguaje y una capacidad de observación sin par; de ahí, el acierto de sus descripciones, siempre atinadas en la selección de los datos esenciales para pintarnos vivamente un personaje, un ambiente o una escena. Véase, por ejemplo, la delicadeza y finura con que describe los síntomas de la abadesa embarazada en el Milagro XXI (copla 508). El realismo de Berceo tiene muchas líneas de interpretación. Señalaba ya Jorge Guillén que la convivencia de lo sublime y lo 10

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ridículo con lo cotidiano es un rasgo de la expresión bíblica. Domingo Ynduráin observa que la regla benedictina, al ordenar el trabajo manual y en la cocina, ponía a los monjes en contacto con los aspectos más humildes de la existencia; aunque Berceo no parece haber vivido sujeto a dicha regla, no cabe duda de que debió resultar influido por los hábitos del monasterio. Por último, señala Valeria Bertolucci que algunos rasgos de este tipo, especialmente el humor y los ambientes humildes, vienen, como tantas otras cosas, de la obra de Gregorio Magno. Descripciones bellísimas de la vida cotidiana, de gran penetración psicológica, las encontramos en todos los narradores de milagros; sin embargo, parece peculiar de Berceo la capacidad de revestir con tanta precisión y eficacia ló abstracto en lo concreto, así como su felicísima e inagotable observación de los pequeños y a menudo imperceptibles detalles de la experiencia sensible.

111. LOS MILAGROS

DE NUESTRA

SEÑORA

Las colecciones de milagros nacieron en el Oriente cristiano, aunque en Occidente se remontan al mismo San Agustín. En el siglo v1, se inicia su dignificación literaria con el papa Gregorio Magno, de cuya obra nos hemos hecho eco repetidamente, y a su coetáneo Gregorio de Tours le cabe la gloria de haber compilado una de las mayores colecciones conocidas. A medida que los siglos pasan, se difunden nuevas compilaciones, tanto para la lectura como para uso de predicadores, que se generalizan desde el siglo XI. En este momento se distingue ya una especialización de colecciones de carácter general, que viajan por toda Europa -a las que debe vincularse la de Berceo- y de colecciones de carácter local, con los milagros atribuidos a determinado santuario. El más importante·de los recopiladores de este periodo es, sin duda, Guillermo de Malmesbury, muerto en 1147. Desde este momento se multiplican los manuscritos. El desarrollo del culto a María, característico de la religiosidad medieval desde San Bernardo (1091-1153), coincide con 'd auge de la predicación .. notorio desde el papado de Inocencio 111(1198-1216), creándose la necesidad de colecciones de anécdotas piadosas con que los clérigos pudieran ejemplificar sus sermones. Con todo ello se multiplicaron las narraciones de milagros y muy especialmente los marianos. Por fin, la difusión de la lectura .Y la escritura entre la nobleza, de la que nos ocupábamos al comienzo de estas páginas, produce la 11

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aparición de colecciones romances en verso, de gran desarrollo formal. Entre ellas destacan los Miracles de Nótre Dame de Gautier de Coinci (1177-1235), los Milagros de Berceo y las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio. Como todo género literario, el milagro ofrece una estructura peculiar. Como regla general, pero sobre todo en Berceo, comienza con una introducción que sitúa los hechos en un lugar determinado; la época, sin embargo, queda totalmente imprecisa, al modo de la narración folklórica. Es en este marco donde se sitúa inmediatamente el protagonista, descrito con rápidas pinceladas: En Colonia la rica, cabeza de reinado, había un monasterio de San Pedro llamado; había en él un monje harto desordenado, de obedecer su regla vivía descuidado ( 161>). Se trata habitualmente de un personaje en crisis, que, por sus vicios o tentaciones, cae en poder del diablo. Sin embargo, la existencia de un fondo de bondad o de predisposición a la gracia -muchas veces un mero signo externo de piedad mariana- da pie a una intervención de la Virgen que devuelve las cosas al punto de partida. El pecador, escarmentado por lo sucedido, enmienda su vida y el relato termina con la alabanza del protector. El sentimiento religioso del hombre ~oderno siente serios reparos ante muchos de estos milagros. Si nos fijamos en el número VI de esta colección, veremos cómo un ladrón es salvado de la horca, donde había sido llevado en estricto cumplimiento de la ley, por la conservación de un resto de devoción que se manifiesta en el hábito de hacer una inclinación ante la imagen de la Virgen. Es cierto que, tras esta salvación milagrosa, enmienda su vida, pero faltan al menos dos cosas para que este final obtenga nuestro asentimiento: la proporción entre causa y efecto -el saludo y el levantamiento de la condena- y un mínimo de religiosidad interior. Por último, hay algo que nos sorprende mucho más: la naturaleza de la mayoría de estos milagros. En el número XIV se produce un incendio en una abadía que destruye toda la iglesia, pero respeta la imagen de la Virgen y cuanto la rodea sin chamuscarla siquiera. Algo semejante sucede con el Milagro XIX: una embarazada queda aislada por la marea alta en una islita donde por fuerza había de morir ahogada; sin embargo, al poco rato se retiran las aguas, aparece esta mujer con un niño en brazos y explica que se ha salvado gracias a la Virgen, que le ha facilitado a su vez un parto rápido e indoloro. En ambos relatos concurren circunstancias extrañas y efectos ajenos a los esperados (la imagen no se quema, la embarazada se salva y logra un parto muy especial); en el segundo

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el hecho de que estas colecciones de milagros «no son obras de ascética» [... ] ni siquiera de piedad, sino de devoción, por lo que están ancladas a su época y a los gustos y prejuicios que fomentaron .. tan peculiar literatura». Hay que tener, asimismo, en cQJnta otro tipo de factores, y muy especialmente que Berceo, como todos los autores del mester de clerecía, nunca pretendió la originalidad. En efecto, todos los milagros, excepto el de la iglesia robada, pertenecen al grupo más conocido y más literario de la tradición europea. La comparación con varias de las colecciones más difundidas muestra paralelismos muy estrechos con, al menos, cuatro de ellas, y muy especialmente con el llamado manuscrito Thott de Copenhague, estudiado por Richard Becker en 1910. La obra de Berceo debe derivar de algún texto hoy ignorado, pero muy cercano a éste. Desde muy antiguo, se viene señalando que los milagros de las colecciones europeas se dividen en un grupo que aparece en casi todas y otro cuyos componentes no encontramos sino en pocas ocasiones; entre los de Berceo, sólo la iglesia robada (XXIV) pertenece a este segundo grupo. Berceo repite a cada paso que él no hace sino contar en lengua vulgar el contenido de un texto ( escrito o dictado) en cuya autoridad se refugia. Este recurso es muy antiguo y ya muy extendido en su tiempo; sin embargo, la crítica moderna, comparando el texto de Berceo con el del manuscrito Thott, ha demostrado que, como sucede a menudo, el tópico es fiel reflejo de la realidad. En primer lugar, hemos de observar que las intervenciones de Berceo sobre su fuente distan de ser constantes, al menos hasta donde podemos llegar con los textos actuales, pero permiten, no obstante, unas conclusiones de aceptable validez. En general, podemos decir que se mantiene fiel al esquema doctrinal y narrativo, pero actúa con inucha libertad en los detalles: sustituye pasajes doctrinales por elementos líricos, aprovecha y desarrolla los esbozos de técnica descriptiva y narrativa y la suple cuando es demasiado escueta, inventando elementos secundarios en la trama, motivaciones y matices psicológicos. Su trabajo es, ante todo, de intensificación, actualización y enriquecimiento de los recursos del modelo. Comparándolo con otros narradores romances, destaca por su escasa afición a la exposición y justificación doctrinal y por una marcada tendencia a mejorar la coherencia de la trama y de los personajes. De ahí, la superioridad de los Milagros sobre su modelo, sin contar aún con el efecto enriquecedor del estilo. Eri principio, debe quedar constancia de que Berceo no hizo sino seguir los criterios y opiniones de su tiempo y, en muchos aspectos, el texto mismo que versificaba. De cuanto queda dicho se desprende que era muy dificil dar a 14

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caso, concurre el testimonio de la protagonista, pero no creo que la Iglesia calificara oficialmente de milagros ninguno de estos lechos. No hemos de pensar que Berceo sea, por ello, una excepción en el ámbito de los narradores medievales. En las Cantigas de Santa María de Alfonso X se encuentran numerosas anécdotas irrelevantes que hoy despertarían sonrisas de conmiseración. En la número 361 se nos refiere cómo las monjas del monasterio de las Huelgas de Burgos acostaban y agasajaban a una imagen de la Virgen -como si de un niño se tratara; en cierto momento, la estatua hizo señas de complacencia, con el consiguiente alborozo de la comunidad. Estos hechos serían considerados hoy meras fantasías y, sin embargo, merecieron la atención de un autor que se viene considerando figura cimera de la cultura europea en el siglo XIII. En algunos casos, Berceo parece salir al paso de objeciones de este tipo; en el Milagro X se refiere la historia de dos hermanos, Pedro y Lorenzo, ambos con tachas de consideración en su conducta. El primero fue a parar al purgatorio y el segundo, ya a las puertas del infierno, es resucitado para que enmiende su vida y logre la remisión de las penas de su hermano. Con el fin de ser creído, y como si su propia resurrección no diera el necesario testimonio de veracidad, esgrime dos pruebas: el cardenal que le dejó en el brazo un apretón de San Lorenzo y el anuncio de que morirá a los treinta días, que hace exclamar a los presentes: [... ] «Esto es signo conocido, si dice o no verdad, será bien ente-ndido» (266). Lo mismo puede decirse del Milagro XXI; una abadesa embarazada, denunciada al obispo, se salva por un nuevo parto maravilloso. Una vez librada de esta acusación y a salvo el honor del monaste- rio, confiesa al obispo su pecado; en este caso, es un ermitaño, a quien un ángel había confiado la educación del recién nacido, el que confirma la veracidad de los hechos. En cualquier caso, incluso desde el punto de vista estrictamente doctrinal, los Milagros de Berceo parecen muchas veces al borde la ortodoxia, especialmente por la sobrevaloración de la Virgen en el mecanismo de la salvación. Este fenómeno es común a toda la mariología del siglo XIII, y se debe, en parte, a la adopción, en numerosos puntos, de aspectos de la religiosidad popular y de los recursos de la predicación. Piénsese, por ejemplo, en la excesiva humanización de la Virgen, que se comporta como una mujer demasiado irascible (coplas 229-231) y hasta como una amante · desdeñada (coplas 340-341). Sin embargo, y como muy bien ha observado Margherita Morreale, la clave de estas anomalías está en

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estas misceláneas de relatos un mínimo de coherencia y de unidad, pero este problema hemos de entenderlo de forma muy distinta de la que surge de la actual concepción de la obra literaria. Los escritores medievales no entendían la unidad de la composición en el sentido tan estricto de los modernos. Obras de transmisión oral como los cantares .de gesta se enriquecían o empobrecían de episodios con el paso de uno a otro juglar, y sus fallos de memoria hacían que en algunas canciones trovadorescas cambie el orden de las estrofas de uno a otro manuscrito. En cualquier caso echamos siempre en falta el sentido de una verdadera tectónica narrativa en el conjunto de estos relatos. Por otra parte, Berceo permanece ligado a una estética literaria de tipo románico en la que una obra no era considerada como una organización significativa cuyas partes carecen de valor autónomo, sino una yuxtaposición de unidades aislables del conjunto .. al modo de un retablo. Es en este sentido como ~hemos de plantearnos el problema de la unidad en la obra de _ Berceo. Tanto en la tradición grecolatina, especialmente desde los pitagóricos, como en la Biblia hay unos números típicos o simbólicos que se repiten en atención a su naturaleza y a su significado, y estas concepciones fueron altamente desarrolladas en la Edad Media. Dentro de esta tradición, los Milagros aparecen estructurados en tomo al cinco, el número mariano por excelencia. Veinticinco, el número de los milagros relatados, es el cuadrado de cinco, y los múltiplos y los cuadrados conservan el valor de los números de base. El diez y el tres tienen valor sagrado, remiten a la divinidad; pues bien, la Divina Comedia se compone de cien cantos (el cuadra~o de diez) organizados en uno de introducción y tres partes de treinta y tres cantos cada una, la edad de Cristo. Asimismo, la primitiva colección de las Cantigas de Santa María constaba de cien composiciones y la definitiva de cuatrocientas. No cabe duda de que nos encontramos, por tanto, con una cifra convencional y significativa. En lo que respecta a la introducción, Berceo se sitúa en un prado que describe en las primeras quince coplas: la eterna verdura, el olor de las flores, las cuatro fuentes, los árboles y sus sombras donde el autor, peregrino, descansa, mientras escucha el armonioso canto de los pájaros. Estamos ante un tópico de origen latino, el locus amoenus, que cuajó definitivamente desde el siglo xn y se prolonga a lo largo de la literatura europea de todos los tiempos. Por otra parte, este modelo de paisaje ideal se usó muy pronto en las descripciones del paraíso terrenal y se convirtió en trasunto del cielo, de ahí que, según Berceo, Parecía este prado igual que el Paraíso, de gracia y bendiciones Dios lo había vestido (14). 15

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A continuación, explica que el prado no es sino una alegoría destinada a descubrir verdades eternas: los romeros son los creyentes cuya meta es el paraíso; el prado que les da descanso es la Virgen, y las fuentes, los cuatro evangelistas. Las sombras son los ruegos de María, que siempre intercede por los pecadores, los árboles son sus milagros, y las aves, los varones que hablaron de ella, desde San Agustín y San Gregorio hasta los clérigos más humildes. Después d~sarolla ampliamente el tema de las flores de aquel prado, que no son sino los nombres de María, y, por fin, resume cuanto se ha dicho e introduce el Milagro l. Esta introducción plantea numerosos problemas, especialmente el de su originalidad. No tenemos noticias de que haya existido en ningún texto latino, de donde hubiera podido tomarla, como acostumbraba, pero tampoco hay consenso en· tomo a si la concibió ex profeso. Por otra parte, las canciones trovadorescas comenzaban también con la descripción de una paisaje primaveral. No se necesitaba, por tanto, una gran dosis de imaginación para concebirla a partir del locus amoenus, pero gran parte de la crítica, basándose en la constancia con que Berceo se aferra a una fuente o se escuda tras ella, piensa que acabaremos encontrándola. Alejandro Uli Ballaz, en un trabajo reciente, cree, por el contrario, que Berceo lo construyó combinando el locus amoenus con elementos de las Homilías sobre las excelencias de la Virgen Madre de San Bernardo. La hipótesis es doblemente seductora. Lo creemos perfectamente capacitado para una labor de este tipo, pero, sobre todo, nos parece que la introducción alegórica es precisamente la clave doctrinal que da su unidad a los Milagros. En éstos, Berceo expone, mediante ejemplos narrados, el papel de la Virgen en la economía de la salvación; en la introducción, lo hace mediante recursos líricos, resumiendo la concepción mariológica que había desarrollado más por extenso en los Loores y el Duelo. Esta parte sería, pues, el encuadre doctrinal de las veinticinco narraciones, su interpretación y la exposición de lo que tienen en común: el papel de María.

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BIBLIOGRAFÍA FUNDAMENTAL ARTILFS,J.: Los recursos literarios de Berceo, Madrid, Gredos, 1968 2 • Estudia los aspectos formales más relevantes y resulta un trabajo imprescindible por su rigor y objetividad. BERT0LUCCI, V.: «Contributo allo studio della letteratura miracolistica», en M iscellanea di Studi I spanici, VI, 1963, pp. 5-72. Es un estudio imprescindible para conocer la tradición formal de las narraciones de milagros en la Edad Media y sus condicioné.ntes, que no siempre habían sido tenidas en cuenta en los estudios sobre Berceo. GARcfA TURZA, C.: La tradición manuscrita de Berceo. Con un estudio filológico particular del manuscrito 1533 de la Biblioteca Nacional de Madrid, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1979. Recoge los estudios sobre los manuscritos de Berceo y estudia la lengua del que se cita en el título. GARIANO, C.: Análisis estilístico de los Milagros de Nuestra Seíiora de Berceo, Madrid, Gredos, 19712 • Este estudio coincide en los aspectos estudiados con el de Artiles, pero los somete a una interpretación estilística. Resulta imprescindible la reseña de M. M0RREALE,«La lengua poética de Berceo: reparos y adiciones al libro de Carmelo Gariano», Hispanic Review, XXXVI, 1968, pp. 142~151. GIMÉNEZ~ANO, G.: El mester poético de Gonzalo de Berceo, Logroño, Instituto de Est~dios Riojanos, 1976. Es del mayor interés su análisis de diversos aspectos de la técnica narrativa. GUILLÉN, J.: Lenguaje y poesía, Madrid, Alianza Editorial, 1969. Contiene un interesantísimo ensayo estilístico sobre la personalidad creadora del autor. ÜRDUNA, G.: «La introducción a los Milagros de Nuestra Se1iora», en Actas del JI Congreso Internacional de Hispanistas, Nimega, 1967, pp. 446-456. Es el mejor estudio sobre la estructura y . contenidos de la introducción. 17

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SALVADORMIGUEL, N.: «El .mester de clerecía», en la colectiva Historia de la Literatura Espaíiola, I, La Edad Media, Madrid, Taurus, 19802 , pp. 389-460. Es la más actualizada visión de conjunto sobre el mester de clerecía y sobre Berceo en particular. Debe complementarse con otro trabajo. del mismo autor, que ofrece perspectivas novedosas: «"Mester de clerecía", marbete caracterizador de un género literario», RLit, XLII-82, 1979, pp. 5-30. J.: «Observaciones sobre la economía de la salvación en SAUGNIEUX, los Milagros de Nuestra· Seíiora de Gonzalo de Berceo», en Literatura y espiritualidad espaíi.olas, Madrid, Prensa Española, 1974, pp. Sf-142. Es el estudio más reciente sobre los aspectos doctrinales en los Milagros. En todos estos trabajos se encontrarán más amplias.

indicaciones bibliográficas

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NUESTRA EDICIÓN (con observaciones sobre el texto) A tenor de las normas de esta colección, he respetado al máximo las características morfo lógicas, sintácticas y léxicas del original. Por exigencias estrictamente lingüísticas, no he modificado sino unas pocas construcciones hoy ininteligibles o que implicaban una andadura inadmisible, incluso en el verso. En cuanto al vocabulario, he modernizado, como regla general, los términos no incluidos en el Diccionario de la Lengua Espa,iola de la Real Academia; sin embargo, me he mantenido dentro de lo posible en los límites marcados por el Diccionario ideológico de la lengua espa,iola, de Julio Casares, menos generoso en la admisión de arcaísmos. Quizá convenga precisar que, en principio, he respetado las construcciones de artículo más adjetivo posesivo, pero he sustituido por el verbo tener los casos de haber con este sentido. Estas orientaciones generales han debido ser adaptadas a la variadísima casuística de un texto tan rico y complejo como el de Berceo para resolver problemas lingüísticos y métricos. En la rima he decidido dejar algunos términos que, aun faltando en los diccionario citados, son de fácil interpretación por procedimientos de creación léxica vivos en la lengua; asimismo he sido más flexible en la rima que en el interior del verso, y he respetado allí vocablos como toller, folía, ál o Reína que han sido modificados en otras posiciones. Otros términos~ como catar, han sido respetados o sustituidos en atención a razones eufónicas o a la dificultad añadida que implicaba la presencia de otros arcaísmos en su contexto. A este grupo de dificultades hay que añadir los numerosos participios de formas verbales compuestas que conciertan con sujetos femeninos o en plural; dejarlos resultaba inadmisible para el lector no preparado y cambiar su género o número no era siempre posible. Generalmente, he optado por un cambio en la construcción, que ha consistido, a menudo, en la sustitución del verbo auxiliar para convertirlos en predicativos. /()

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En lo que respecta a las rimas, como queda dicho, he sido muy respetuoso con el texto de Berceo pero en ciertos casos, como pueden ser las rimas en -iso, me he visto obligado a cambiarlas por la dificultad de encontrar términos válidos. En estos casos he optado por rimas banales -infinitivos o imperfectos de indicativo, frecuentísimas en este autor- que permitieran reducir al mínimo la manipulación del verso. Cuando he tenido que cambiar un vocablo, lo he tomado prioritariamente del propio rimario de Berceo, levantado por Carmelo Gariano y Gaudioso Giménez Resano. Ni que decir tiene que he preferido siempre la solución que exigiera menor intervención en el texto. El problema de más dificil solución ha sido el métrico. Berceo y sus coetáneos trabajaban con una lengua no fijada -no había llegado todavía el periodo alfonsí- y estaban más habituados al uso del latín como lengua de cultura. De ahí, que escogieran libremente entre dialectismos, vulgarismos, cultismos o semicultismos como formas intercambiables de una palabra, con un nivel de vacilación hoy inaceptable. Por otra parte, y ante un diptongo procedente de un hiato latino, podían contabilizarlo como dos sílabas, al uso del latín, o como una sola, según la fonética romance. Todo ello daba a su lengua una plasticidad para la construcción del verso que está en el polo opuesto de su actual rigidez. Ha de tenerse también en cuenta que Berceo desconocía la sinalefa: los encuentros entre vocales pertenecientes a palabras distintas se resolvían mediante la elisión o el hiato. Consideremos asimismo la apócope, habitual en las formas pronominales átonas y frecuente en muchas palabras, y la distinta forma de la tercera persona del singular del pretérito imperfecto de indicativo, el tiempo de la narración ( tenié por tenía, habié por había, etc.) y llegaremos a una conclusión desoladora: en muchos casos, los versos que en su original resultaban aceptables en castellano moderno no lo son desde el punto de vista métrico; otras veces, es la intervención sobre formas excesivamente arcaicas o anómalas (tenía por tenié, obispo por hispo, por ejemplo) la que inutiliza un verso. Ante esta situación, no se puede optar por una refundición absoluta del texto, que daría lugar a una obra distinta de la de Berceo, pero tampoco es posible una excesiva libertad respecto a las exigencias de la métrica actual, en cuyo caso sería perjudicado el sentido de la forma. En palabras de Ángel Crespo, experto traductor de poesía, «el cambio de la estructura formal de un escrito equivale a una transformación de sus sentidos, tanto del literal como de todos los que de él dependen». A la búsqueda del deseado equilibrio entre el texto de Berceo, la lengua moderna y las exigencias del actual alejandrino, he limitado al máximo el uso de la diéresis, he excluido la sinéresis y he eliminado por completo los 20

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casos de síncopa, contracción, apócope y aféresis, prácticamente ajenos al uso del verso castellano desde el siglo xv1. La opción entre hiato y sinalefa merece especial atención. Un hemistiquio como ivierno e verano (306) tiene siete sílabas según el cómputo de Berceo pero sólo seis para el oído moderno. En casos como éste basta la adición de una partícula ( en invierno y verano) para obtener un hemistiquio correctamente medido. Otras veces he optado por la inversión: si oírme quisiéredes (501) se ha convertido en si quisierais oírme con el fin de resolver el encuentro vocálico. En general, no he tolerado otros casos de hiato que el más aceptado en la actual métrica castellana: entre una primera vocal átona y una segunda vocal tónica. En cualquier caso he optado siempre, como queda dicho, por la solución más respetuosa con la expresión de Berceo. Creo que si algo aporta esta edición de los Milagros respecto a las modernizadas que la preceden, y especialmente respecto a la modélica en tantos aspectos de Daniel Devoto, es, precisamente, el mayor respeto a las exigencias de la métrica moderna. Con esto no pretendo haber hallado ninguna solución milagrosa. Una versión de este tipo intenta establecer un equilibrio, necesariamente inestable, entre dos estados de lengua y dos concepciones métricas notablemente diferenciadas. El filólogo, acostumbrado a la lectura del original, difícilmente aceptará más que un ligero remozamiento y el lector avezado al rigor de la métrica actual encontrará excesivas las licencias conservadas. Esta edición no se dirige a ninguno de ellos, sino a aquel grupo de curiosos que no desean renunciar ni a la lectura de Berceo ni al ritmo poético acostumbrado, pero a quienes deben evitarse los escollos del original. Ante la dificultad de complacer exigencias tan encontradas, no queda sino encomendarse a la benevolencia de todos ellos. Para esta versión me he servido de mi edición de los Milagros, recién aparecida en Clásicos Universales Planeta, una vez deducidas las numerosísimas erratas que la afean. Allí justifiqué la anteposición del milagro de Teófilo al de la iglesia robada, habitual desde la versión de Devoto, y otros cambios de menor entidad en el orden de algunas estrofas, introducidas ya en la edición de B. Dutton. Allí remito también al lector que quiera conocer con más detalle los _aspectos estudjados en el prólogo, así como sus fuentes. Ojalá que la lectúra de estos Milagros le anime a enfrentarse con un ·original que bien vale el esfuerzo. Santiago de Compostela, mayo de 1984

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MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA

MILAGROS. 2

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INTRODUCCIÓN 1 Amigos y vasallos de Dios omnipotente, " si atenderme quisierais ahora amablemente, os querría contar una historia excelente: al cabo la tendréis por buena realmente. - .,.f·lqv'\~ 2 Yo, el maestr~onzalo áe Berceo llamado, yendo de romería acaecí en un prado verde, jamás pisado, de flores bien poblado; lugar muy deseable para el hombre cansado. 3

Daban intenso aroma las flores bien olientes, refrescaban al hombre las caras y las mentes; manaban cada extremo fuentes claras, corrientes, en verano bien frías, en invierno calientes.

4

Gran abundancia había de buenas arboledas, higueras y granados, perales, manzanedas; había muchas frutas de diversas monedas, pero ninguna había ni podrida ni aceda.

5

El verdor de aquel prado, el olor de las flores, las sombras de los árboles de templados sabores, refrescáronme todo y perdí los sudores: vivir uno podría con aquellos olores.

6 Nunca encontré en la tierra lugar tan deleitoso ni sombra tan templada ni un olor tan sabroso; me quité la ropilla por yacer más vicioso, a la sombra me puse de un árbol muy hermoso. 25

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7

A su sombra yaciendo olvidé mis cuidados, escuché cantos de aves dulces y modulados; nunca oyó ningún hombre órganos más templados, ni que formar pudiesen sones más acordados.

8

Unas daban la quinta y las otras doblaban, otras daban el punto, errar no las dejaban; al posar, al mover, todas se acompasaban, aves torpes ni roncas allí no se acostaban.

9

Organista no habría ni tampoco violero, ni giga ni salterio ni mano de rotero, ni instrumento ni lengua ni tan claro vocero cuyo canto valiese junto a éste un dinero.

1O Aunque os hemos contado todas estas bondades, no dijimos el diezmo,. esto bien lo crearles, había de noblezas tantas diversidades que no las contarían ni priores ni abades. 11 El prado que yo digo tenía otra bondad: por calor ni por frío perdía su beldad, estaba siempre verde de toda integridad, no perdía verdor por una tempestad. 12 Y tan pronto yo estuve en la tierra acostado, de todo sufrimiento me sentí liberado; olvidé toda cuita, el tormento pasado, podría allí morando ser bienaventurado. 13 Los hombres y las aves cuantas acaecían llevaban de las flores cuantas llevar querían, pero mengua en el prado nunca ninguna hacían: . por una que llevaban, tres o cuatro nacían. 14 Parecía este prado igual que el Paraíso, de gracia y bendiciones Dios lo había vestido: el que crio tal cosa maestro fue entendido, nadie que allí morase sti vista habrá perdido. 15 Dulce el fruto del árbol era y apetecido; si don Adán hubiese de tal fruto comido, de tan mala manera no se habría perdido ni tendrían tal daño Eva ni su marido. 16

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Amigos y señores: lo que dicho tenemos es oscura palabra, exponerla queremos; quitemos la corteza, en el meollo entremos, tomemos lo de dentro, lo de fuera dejem~s.

17 Todos cuantos vivimos, que en nuestros pies andamos, aunque en prisión estemos o en un lecho yazgamos,. todos somos romeros, nuestro camino andamos; esto San Pedro dice, por él os lo probamos. 18 Aquí cuando vivimos en ajeno moramos,

la mansión duradera arriba la esperamos; y nuestra romería entonces la cabamos, cuando ya al Paraíso nuestras almas enviamos.

a,v, "),

SY'-

19

En esta romena tenemos un buen prado donde encuentra descanso el romero cansado: e~a V~rg~nglc?riosáJ1~ m-ªÜredicl buen Criado de cua o ro ninguno igual no fue encontrado. ~~J,(j_,\}

20

Este prado fue siempre verde en honestidad, que no hubo nunca mácula en su virginidad; post partum et in partu fue vir_g_~~~ __yer_qªd, ilesa e incorrupta toda en infegndad.

21

Las cuatro fuentes claras que del prado manaban: nuestros cuatro evangelios~ eso significaban, que los evangelistas cuatro que los dictaban, cuando los escribían, con ella consultaban.

22

Cuanto ellos escribían ella se lo enmendaba: aquello era bien firme lo que ella alababa; parece que aquel riego todo de ella manaba, cuando sin su opinión nada se remataba.

23

La sombra de los árboles, buena, dulce y sanía, donde encuentra descanso toda la romería, es igual que oraciones que hace Santa María, que por los pecadores implora noche y día.

24

Cuantos son en el mundo, justos y pecadores, coronados y legos, reyes y ·emperadores, allí corremos todos, vasallos y señores, todos bajo su sombra vamos a coger flores. 27

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Los árboles que hacen sombra dulce y gonosa son los santos milagros que hace la Gloriosa, pues son mucho más dulces que la azúcar sabrosa, la que dan al enfermo en la cuita rabiosa.

26

Y las aves que organan entre esos frutales, q~ienen __,,dulces voces, dicen cantos leales, ésto~Agustín, Gregorio y otros tales, aquellos que escribieron de sus hechos reales.

27

Habían puesto en ella su amor y su apetencia, en alabar sus hechos pusieron vehemencia, todos hablaban de ella, cada uno su sentencia, pero en todo tenían todos una creencia.

28

El ruiseñor que canta por fina maestría y también la calandria que hace gran melodía; mucho cantó mejor el varón Isaía y los otros profetas, honrada compañía.

29

Cantaron los apóstoles modo muy natural, confesores y mártires hacían otro tal; las vírgenes siguieron la gran Madre caudal, cantan delante de ella canto bien festival.

30 . Por todas las iglesias así es cada día: cantan laudes ante ella toda la clerecía; todos ellos cortejan a la Virgen María, estos son ruiseñores de gran placentería. 31

Volvamos a las flores que componen el prado, que lo hacen hermoso, apuesto y muy templado; las flores son los nombres que le da mi ~ictado a la Virgen María, madre del buen Criado.

32

Nuestra bendita Virgen es estrella llamada, estrella de los mares, guía muy deseada, es de los marineros en la cuita invocada porque en cuanto la ven es la nave guiada.

33

Es llamada, y lo es, de los cielos reína, templo de Jesucristo, estrella matutina, señora natural, muy piadosa vecina, de cuerpos y de almas, salud y medicina.

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También es vellocino que fue de Gedeón en que vino la lluvia, fue notable visión; ella es honda llamada de David el varón con la que confundió al gigante felón.

35

Ella es llamada fuente de que todas bebemos) ella nos dio el sustento de que todos comemos; ella es llamada 12uertodonde todos corremos y 12].lecta por la cual nuestra entrada atendemos.

36

Ella es llamada puerta en sí bien encerrada, pero nos es abierta para damos entrada; es ella la paloma de hiel purificada en quien ira no cae, está siempre pagada.

37

Ella con gran derecho es llamada Sión pues es nuestra atalaya y nuestra protección; ella es llamada trono del gran rey Salomón, un Rey de gran justicia, digno de admiración.

38

No hay nombre ninguno que bondades contenga que de alguna manera con ella no se avenga; no lo hay tal que raíz en ella no la tenga, ni Sancho ni Domingo, ni Sancha ni Domenga.

39

Es llamada vid, uva, es almendra y granada, que de granos de gracia está toda apretada, oliva, cedro, bálsamo, palma de hoja alargada, pértiga donde estuvo la serpiente elevada.

40

La vara que Moisés en la mano llevaba que confundió los sabios que Faraón preciaba, aquél que abrió los mares y después los cerraba, si no es la Gloriosa, nada significaba.

41

Si paráramos mientes en el otro bastón que zanjó la contienda en favor de Aarón, nada significaba, afirma la· lección, si no es la Gloriosa, esto bien con razón.

42

Amigos y señores, en vano contendemos, entramos en gran pozo, fondo no encontraremos; serían más los nombres que de ella leemos que las flores del campo, del mayor que sabemos. 29

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43

Arriba lo dijimos, que eran los frutales en que hacían las aves los cantos generales, los sus santos milagros, grandes y principales, los cuales organamos en las fiestas caudales.

44

Quiero dejar ahora los pájaros cantores, las sombras y las aguas, las antedichas flores; quiero de estos frutales tan llenos de dulzores hacer algunos versos, amigos y señores.

45

Y quiero a estos árboles un ratito subir, y de los sus milagros algunos escribir; la Gloriosa me guíe que lo pueda cumplir que solo no podría mi proyecto cumplir.

46

Lo tendré por milagro hecho por la Gloriosa si guiarme quisiere ahora en esta cosa; Madre llena de gracia .. Reina muy poderosa .. guíame en este empeño tú que eres tan piadosa.

47

En España deseo enseguida empezar, en Toledo la magna, un famoso lugar, y no sé por qué punto empezar a contar porque son más que arenas en la orilla del mar. MILAGRO I La casulla de San Ildefonso

48

En Toledo la buena, esa villa real que yace sobre el Tajo, esa agua caudal, había un arzobispo, coronado leal, que fue de la Gloriosa amigo natural.

49

Llamábase Ildefonsq, dícelo la escritura, l,ln p~stor que a su grey daba buena pastura, _hombre de santa vida que trajo gran cordura; no porque yo lo diga pues su hecho lo asegura.

50

Siempre por la Gloriosa tuvo gran apetencia, nunca varón en dama puso mayor querencia: ponía en su servicio la mayor vehemencia .. hacía en ello seso y buena providencia.

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Otra gracia le hizo como nunca fue oída: le entregó una casulla sin aguja cosida; obra angélica era, no por hombres tejida. Dijo pocas palabras, razón buena, cumplida.

·,

61

«Amigo -dijo-. sepas que estoy de ti pagada, hasme buscado una honra no ya simple, doblada; hicísteme un buen libro, hasme bien alabada, hicísteme una fiesta nueva, que no era usada.

62

Para tu misa nueva de esta festividad yo te traigo una ofrenda de gran autoridad: casulla con que cantes, preciosa de verdad, hoy en el día santo de la Natividad.

63

De sentarse en la cátedra en que tú estás sentado a tu cuerpo señero le será autorizado, y de vestirse esta alba a ti· te es otorgado; otro que la vistiera no será bien hallado.

64

Dichas estas palabras, nuestra Madre gloriosa se apartó de su vista, no vio ninguna cosa; finalizó el oficio la persona preciosa de la madre de Cristo, de su criada y esposa.

65

Esta fiesta preciosa que os tenemos contada en general concilio fue luego confirmada; es por muchas iglesias dispuesta y celebrada, mientras el mundo fuere nunca será olvidada.

66

Cuando le plugo a Cristo, al celestial señor, finó San Ildefonso, precioso confesor; honrólo la Gloriosa, madre del Creador, ·diole gran honra al cuerpo, al alma muy mejor. _, ........ ______ .._..,_,.---~--

67

Hicieron arzobispo canónigo lozano, lleno era de soberbia y de seso liviano; quiso igualar al otro, en ello fue villano, por bien no se lo tuvo el pueblo toledano.

68 Asentóse en la cátedra del leal confesor, demandó la casulla que le dio el Creador; dijo palabras locas el torpe pecador, pesaron a la madre de dios nuestro Señor.

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51

Sin los otros servicios, muchos y muy granados, dos yacen en escrito, éstos son más notados: hizo sobre ella un libro de dichos bien emades de su vii:gini~~!~á 3§~~-_¡.enegado~.

52

Hízole otro servicio el leal coronado, dedicóle una fiesta en diciembre mediado: la que caía en marzo, día muy señalado, · cuando vino Gabriel con el rico mandado.

53

Cuando vino Gabriel con la mensajería, cuando sabrosamente le dijo «Ave Maria», y díjole _por nuevas que a Jesús pariría estando tan entera como este, mismo día.

54

Era la fiesta en tiempo, él bien lo conocía, que no canta la Iglesia ni un canto de alegría: no lleva su derecho tan señalado día. Si bien reflexionamos, hizo gran cortesía.

55

Hizo gran providencia el amigo leal, que situó esa fiesta cerca de la natal; asentó buena viña cerca de buen parral, la madre con el hijo, par que no tiene igual.

56 El tiempo de cuaresma es de gran aflicción: no cantan «Aleluya» y no hacen procesión; en todo esto pensaba el prudente varón, tuvo luego por ello honrado galardón. . 57 Señor San Ildefonso, coronado leal, · · · hacía a la Gloriosa fiesta muy general; quedaron en Toledo muy pocos en su hostal que no fueran a misa a la sede obispal. 58 Este santo Arzobispo, un leal coronado, para entrar a la misa estaba preparado, en su preciosa cátedra estábase asentado; trájole la Gloriosa presente muy honrado. 59

Le apareció la madre del Rey de Magestad co9_un li~ro en la mano de muy gran claridad: el que él había hecho de la virginidad: a Ildefonso le ~o de toda voluntad.

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69

Dijo algunas palabras de muy gran liviandad: «Nunca Ildefonso fue de mayor dignidad, tan bien soy consagrado como él en verdad, todos somos iguales en nuestra humanidad.»

70

Si no hubiese Siagrio tan adelante ido, si él hubiese su lengua un• poco retenido, no sería en la ira del Creador caído donde creemos que es ¡mal-pecado! perdido.

71

Y mandó a los ministros la casulla traer para entrar en la misa la confesión hacer, mas no le fue sufrido y no tuvo el poder pues lo que Dios no quiere nunca podría ser.

72 Aunque muy amplia era la santa vestidura, resultó para Siagrio angosta sin mesura; le apretó la garganta como cadena dura y fue luego ahogado por la su gran locura. 73 Nuestra. Virgen gloriosa, estrella de la mar, a sus amigos sabe galardón bueno dar; sabe bien a los buenos el bien galardonar, a los que la desirven sábelos mal curar. 74 Amigos, a tal madre asistirla debemos pues si a ella sirviéramos, beneficio obtendremos; honraremos los cuerpos, las almas salvaremos, por muy poco servicio gran galardón tendremos. MILAGRO 11 El sacristAnimpúdico

75 Amigos, si quisierais un poquito esperar, os qm¡ria ¡ontar aún otro mua.are qbe slnt\ Mlría s~ dignó Dios Hiostrkr de cúya leche quiso con su boca mamar. •



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76 Cierto monje bendito hubo en una monjía -el lugar no leo, decir no lo sabría-; quiso de corazón bien Santa María, reverencia a diario a su imagen hacía.

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77

Reverencia a diario a su imagen hacia, hincaba sus hinojos, decía «Ave María»; el abad de la casa diole sacristanía pues lo creía cuerdo y libre de folía.

78

El enemigo malo, de Belcebú vicario, que siempre fue y lo es de los buenos contrario, tanto pudo bullir el sutil adversario que al monje corrompió, hízolo fomicario.

79

Adquirió un uso malo el loco pecador: de noche, cuando estaba descansando el prtor, pasaba por la iglesia, salía al exterior, corría el deshonesto a la mala labor.

80

Bien fuera a la salida o bien fuera a la entrada, delante del altar hacía su pasada; la inclinación y el «Ave» tenía bien usada y no se le olvidaba en ninguna vegada.

81

Corría un río bueno cerca de la monjía, lo había de pasar el monje cada día; do se venía el loco de cumplir su folía se cayó y ahogó fuera de la freiría.

82

Cuando vino la hora de maitines cantar no había sacristán que pudiese sonar; levantáronse todos, cada cual de un lugar, y fueron a la iglesia al fraile despertar.

83

Entraron en la iglesia como mejor supieron, buscaron al clavero, hallar no lo pudieron, buscando y rebuscando tanto tiempo anduvieron que do yacía ahogado con el monje al fin dieron.

84

Qué podría ser esto no podían pensar: si murió o lo mataron no sabían juzgar; era muy grande el ansia y mayor el pesar porque mucho perdía con todo esto el lugar.

85

Mientras yacía en baño el cuerpo en aquel río, grave pleito tenía el alma del sandio, pues vinieron de diablos por ella gran gentío para llevarla al báratro, de deleites vacío.

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86

En tanto que el tumulto de diablos lo atropella, enterados los ángeles, descendieron por ella; les hicieron los diablos luego muy gran querella, que aquel alma era suya, que se apartasen de ella.

87

No tuvieron los ángeles derecho a reclamarla, que el pecado en su fin hubo de acompañarla; ni de una sola agalla pudieron agarrarla, en la batalla, tristes, hubieron de dejarla.

88

Acudió la Gloriosa~ la Reina general, pues los diablos habían reparado en el mal; mandóles esperar la Reina celestial, hubieron de sufrir pleito firme y cabal.

89

Planteó la Gloriosa su prédica adornada: «Contra esta alma, locos ---0ijo-, no tenéis nada; cuando estuvo en su cuerpo me estuvo encomendada, injusticia sería quedar desamparada.»

90

Por la parte contraria replicó su vocero, un diablo sabidor, sutil y muy certero: «Eres madre de un Hijo, alcalde derechero, que no gusta de fuerza ni es de ella placentero.»

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Escrito está que el hombre, allí donde es hallado~ \f\ 1 \ ,r,'1\J( en ~l bien o en el mal, es P