Meditaciones Biologicas

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J.

Y O N

U E X K U L L

M ED ITA C IO N ES BIOLÓGICAS LA

T E O R IA

DE

LA

S IG N IF IC A C IO N

T R A D U C C IÓ N D IR ECTA D EL ALEM ÁN P O R EL

D e . D.

JOSÉ

M. S A C R I S T Á N

'R e v i s t a de

O cciden tes

Bárbara de Braganza, 12 Madrid

Copyright

by

Revista de Occidente Madrid

Imp. G alo Sé»z. /

* 1942

Mesón de Paños, 6 . / Tel. 11944. / M

A mis adversarios científicos , en amistosa consideración.

I N T R O D U C C I O N

Lema: Unos, los materialistas, arrancan de la Tierra todo cuanto pertenece al cielo y al mundo de lo invisible, como si quisieran abarcar con su puño directamente rocas y encinas. Las cogen en su mano y afirman inflexibles e imperturbables que sólo lo pal­ pable y tangible es lo único existente. Con­ sideran la existencia corporal como la exis­ tencia sin más ni más, y miran con indife­ rencia a los otros, a los que admiten junto a la, esfera corporal del ser una más, y no prestan oídos a ninguna otra opinión. (P latón : El sofista.)

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H a r t m a n n es ciertamente un excelente

investigador, que con justicia goza de gran consideración. Por este motivo no debe desdeñarse toda censura que de él proceda. H a r t m a n n me cul­ pa en un trabajo muy leído de inducir al público a error. Si no le he comprendido mal, sü crítica pre­ tende demostrar que yo he despertado vanas espe­ ranzas entre los profanos, merced a la teoría de la regulación de la naturaleza con arreglo a un plan. El reproche de inducción a error ya me fue hecho otra vez, aun cuando en una ocasión totalmente di­ ferente. En la isla de Isquia, donde pasé dos hermosos días de primavera, me encontré a un antiguo conocido, el cual me preguntó el camino que debía seguir. Le in­ diqué que debía torcer a la izquierda de los rosales en flor. Casualmente le encontré después junto a los ro­ sales, y mi amigo me reprochó que había sido yo cau­ sa de que errase el camino, porque los rosales no te-

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rúan fiar alguna. Su afirmación puso en evidencia que padecía acrcmatopsia y no podía, por tanto, ver las rosas rojas que resaltaban sobre el verde de las hojas. El reproche que H a r t m a n n me hace me parece que es debido a una deficiencia constitucional seme­ jante a la que motivó el reproche que mi amigo me hiciera en Isquia. Si éste padecía de ceguera para los colores, H a r t m a n n es ciego para la significa­ ción. Frente a la faz de la Naturaleza se encuentra como un químico ante la Madonna de la Capilla Sixtina, el cual ve perfectamente los colores, pero no el cuadro. Un químico, en efecto, puede profundizar en el análisis de los colores, pero nada tiene que ha­ cer con el cuadro. H a r t m a n n es un excelente citólogo y químico; pero nada tienen que ver sus trabajos con la biología como teoría de la vida. Tan sólo quien investiga la regularización de los progresos de la vida con arreglo a un plan y determina su variable significa­ ción es un biólogo. Esta concepción de la Biología casi se ha perdido, y. para la mayoría de los investigadores, la reguiarización de las relaciones de significación con arreglo a un plan es una térra incógnita. De aquí que me vea obligado a comenzar con los

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ejemplos más sencillos, para facilitar primero al lec­ tor una idea de lo que debe entenderse por signifi­ cación, yfinalmente demostrar que sólo se puede comprender todo lo que es vida cuando se ha des­ cubierto su significación. Preciso es advertir en un principio lo que es causa de error: l.° Encomendar a un químico en lugar de a un historiador del Arte el juicio sobre un cuadro; 2 " Confiar a un físico en lugar de a un músico la crítica de una sinfonía; 3 ° Conceder a un mecánico en lugar de a un biólogo el derecho de dar su con­ formidad a la realidad de los actos de los seres vi­ vos, en tanto que éstos responden a la ley de la con­ servación de la energía. Los actos no son meros movimientos o tropismos, sino que consisten en un percibir y un actuar, y no se hallan regulados mecánicamente, sino con arreglo a su significación. Claro es que esta concepción contradice la de la economía del pensamiento», merced a la cual los mecanicistas han hecho tan fácil la investigación. Pero esquivar los problemas no quiere decir resol­ verlos. Si consideramos los progresos de la investigación biológica realizados en los últimos decenios que se hallan bajo el signo del « co d u c t i s m o » y de los n —

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flejocondicionados», puede perfectamente decirse que la experimentación ha llegado a ser cada vez más complicada, pero el pensar, más simple y razonable. El pensamiento razonable, sin embargo, tiene el mismo efecto que una enfermedad contagiosa, y ahoga en el gran público todo comienzo de una concepción del mundo independiente. «D ios es espíritu, y el espíritu no es nada», dice la sabiduría razona­ ble; con lo que el hombre sencillo del presente se da por satisfecho. i Esta sabiduría es tan razonable, que con razón po­ día calificarse de estupidez capital. ¿Es éste el objetivo—pregunto a M a x H a r t m a n n —al que quiere conducir al público?

I L O S P O R T A D O R E S D E S IG N IF IC A C IÓ N

vista de los insectos de rápido vuelo, como las abejas, moscardones y libélulas, que giran en abundancia sobre una pradera florecida, despierta siempre en nosotros la impresión de que el mundo entero se halla abierto a estos seres envidiables. Incluso los animales pegados a la tierra, como las ranas, los ratones, los caracoles y los gusanos, pare­ cen moverse libremente en la libre Naturaleza. Esta impresión es falaz. En realidad, todo animal de movimientos libres se halla ligado a un determi­ nado mundo, en el cual vive; y corresponde a las tareas del ecólogo investigar sus límites. De antemano no dudamos que hay un amplio mundo que se extiende ante nuestros ojos, del cual todo animal separa el mundo en que vive. Como la vista nos enseña, se presenta ante cada animal, dentro del mundo en que habita, un número de ob­ jetos con los cuales mantiene relaciones más o menos estrechas. D e esta situación infiere todo biólogo ex-

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perimentaí la necesidad de investigar las relaciones entre el animal y el objeto, situando frente a cada uno de ellos el mismo objeto, a cuyo efecto este mis­ mo objeto representa en cada animal de experimen­ tación una medida invariable. Así han intentado estudiar investigadores ameri­ canos, infatigablemente, merced a miles de experi­ mentos, comenzando con el ratón blanco y siguiendo en los más diferentes animales su comportamiento frente a un laberinto. Los resultados poco satisfactorios de estos traba­ jos, ejecutados con los métodos más finos de medida y los más cuidadosos cálculos hubiesen podido augu­ rar a cualquiera que la hipótesis tácita de que un ani­ mal nunca puede entrar en relación con un objeto es falsa. La prueba a favor de esta afirmación, aparente­ mente extraña, es fácil de aportar mediante un sim­ ple experimento. Supongamos el caso de que un perro enfurecido me ladra en un camino. Para des­ embarazarme de él, recojo una piedra de la carretera y ahuyento al agresor con una hábil pedrada. Nadie que observara el hecho dudaría de que era el mismo objeto «piedra» el que en un principio yacía en la carretera y después hizo huir al perro. N i la forma, ni el peso, ni otras propiedades físi­

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cas y químicas de la piedra han sufrido alteración alguna. Su color, su dureza, su cristalización han permanecido invariables, y, sin embargo, en ella se ha llevado a cabo una transformación fundamental: su significación ha cambiado. Mientras la piedra se hallaba incorporada a la calzada, servía de apoyo al pie del peatón. Su signi­ ficación radicaba en su participación en la eficiencia del camino. Tenía, como podríamos decir, «tono de carretera». Este se modifica totalmente cuando yo cojo la pie­ dra para tirarla al perro. L a piedra en este momento ha devenido un proyectil. Le ha sido impresa una nueva significación. Adquiere un «tono de pro­ yectil». La piedra, que como un objeto sin relación alguna yace en la mano del observador, se transformla en portador de una significación en cuanto entra en re­ lación con un sujeto. Puesto que jamás un animal se presenta como observador, puede afirmarse que ja­ más un animal entra en relación con un «objeto». Merced únicamente a la relación, el objeto se trans­ forma en portador de una significación que el sujeto le imprime. Dos ejemplos más nos aclararán la influencia de la transformación de la significación sobre las pro­ —

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piedades del objeto. Tomo en mi mano una cápsula de cristal, la cual puede considerarse como un sim­ ple objeto, puesto que no entra en relación con nin­ gún rendimiento humano. Ahora bien; yo coloco la cápsula de cristal en la pared exterior de mi casa y la transformo así en una ventana que permite pasar los rayos de sol, pero por su reflejo ciega la vista de los transeúntes. Pero también puedo colocar la cáp­ sula de cristal sobre mi mesa y llenarla de agua, para emplearla como florero. Las propiedades del objeto no sufren por ello al­ teración alguna. Pero en cuanto se ha transformado en el portador de la significación «ventana» o «vaso», se ha hecho perceptible una diferencia de sus pro­ piedades con arreglo a su condición. Para la venta­ na es la transparencia la propiedad «dominante»; en cambio, la concavidad representa una propiedad con­ comitante. Por el contrario, para el vaso, es la con­ cavidad la propiedad dominante y la transparencia la propiedad concomitante. Merced a este ejemplo comprendemos por qué los escolásticos dividían las propiedades de los objetos en «esencia» y «accidente». Tenían en cuenta para ello sólo a los portadores de significación; en cam­ bio, las propiedades de los objetos carentes de rela­ ción no presentaban para ellos graduación alguna.

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Unicamente la ligazón más o menos estrecha del portador de significación con el sujeto permite divi­ dir las propiedades en dominantes (esenciales = essentía) y concomitantes (accidentales = accidentia). Como tercer ejemplo sirve un objeto que se halla formado por dos largos varales y varios palos cor­ tos que unen entre sí a distancias iguales ambos va­ rales. A este objeto yo le puedo conferir el «tono de subir» de una escalera, cuando yo reclino los largos varales oblicuamente sobre un muro. Pero también puedo conferirle el de rendimiento de una valla cuando yo afianzo uno de los largos varales sobre el suelo. Pronto se echa de ver que la distancia de los palos transversales entré sí desempeña para la valla un pa­ pel secundario, pero que en la escalera su separación tiene que ser la correspondiente a un paso. Es, por tanto, reconocible en el portador de la significación de «escalera» un plan de construcción espacial que hace posible el trabajo del ascenso. En una forma inexacta de expresión designamos a todas nuestras cosas de uso (aun cuando absolu­ tamente todas son portadoras de una significación) como objetos, como si fuesen sencillos objetos caren­ tes de relación. Incluso, no rara vez, nosotros conce­ demos existencia objetiva a un edificio con todas las —

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cosas que en él se encuentran, prescindiendo total­ mente de los hombres como habitantes del mismo y utilizadores de las cosas. Cuán erróneo es este criterio se demuestra inme­ diatamente que nosotros situemos en lugar del hom­ bre a un perro como habitante del edificio y atenda­ mos a sus relaciones con las cosas. Sabemos merced a los experimentos de S arris que un perro el cual ha aprendido a sentarse en una silla a la voz de mando «silla», después de apartar la silla busca con la vista otra oportunidad de sentarse; pero con arreglo a la oportunidad de sentarse de un perro, que en modo alguno necesita ser apropiada al uso humano. Las oportunidades de sentarse, como portadores de la significación de sentarse, tienen todas el mismo tono, pues pueden ser cambiadas entre sí a voluntad, y, sin embargo, el perro se sirve de ellas sin diferen­ cia alguna a la voz de mando «silla». De aquí que podamos determinar, cuando situa­ mos al perro como habitante de la casa, una cantidad de cosas provistas del tono de asiento. Igualmente existirán para el perro una serie de cosas que mues­ tren un tono de comer o de beber. La escalera tiene seguramente una especie de tono de ascensión. Pero la mayoría de los muebles tienen para el perro tan —

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sólo un tono de obstáculo— entre todos ellos las puer­ tas y armarios, contengan éstos libros o ropas. Los pequeños objetos domésticos, como cucharas, tene­ dores, cerillas, etc., son para el perro totalmente in­ útiles. ! Nadie dudará que la impresión que la casa deja tras sí con sus cosas relacionadas solamente con el perro es sumamente insuficiente, y en modo alguno corresponde a su verdadera significación. N o debemos inferir de esto la teoría de que, por ejemplo, el bosque, que el poeta ensalza como el más hermoso lugar para el hombrq, es concebido en su verdadera significación cuando únicamente le rela­ cionamos con nosotros. Antes de que continuemos desarrollando estas ideas, señalemos una frase del capítulo sobre el mun­ do circundante del libro de S o m b a r t Vom M en­ seben: «N o hay «bosque» alguno como mundo cir­ cundante objetivo determinado de un modo fijo, sino que hay tan sólo un «bosque» para los forestales, ca­ zadores, botánicos, paseantes, entusiastas de la N a ­ turaleza, leñadores, rebuscadores de bayas, y un bos­ que encantado en el cual se perdieron Hánsel y Gretel.» La significación del bosque se multiplica mil veces —

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cuando no se limitan sus relaciones al sujeto huma­ no, sino también a los animales. Sin embargo, carece de objeto extasiarse ante el número inconmensurable de mundos circundantes que se hallan contenidos en el bosque. Es mucho más ilustrativo elegir un caso típico para echar una ojeada en la trama de relaciones de los mundos circun­ dantes. Consideremos, por ejemplo, el tallo de una flor de los prados ypreguntémonos qué papeles le adscritos en los cuatro siguientes mundos circundan­ tes: 1. En el mundo circundante de una muchacha que recoge flores de diverso color para hacer un ramo y adornar su corpino; 2. En el mundo circun­ dante de una hormiga que emplea el dibujo regu­ lar de la superficie del tallo como pavimento ideal para alcanzar la zona de alimentación en las hojas de las flores; 3. En el mundo de la larva de una ciga­ rra que perfora el tallo para emplear su savia como depósito y edificar las paredes fluidas de su diáfana casa; 4. En el mundo circundante de una vaca que recoge tallos y flores en su amplia boca para utili­ zarlos como alimento. El mismo tallo de la flor desempeña, según el es­ cenario del mundo circundante en que se presente, bien el papel de un adorno, de un camino, de un —

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deposito y, finalmente, de un trozo de alimento. Esto es sumamente extraño. El tallo de la flor, como parte de una planta viva, se halla formado por componentes unidos unos con los otros con arreglo a un plan, los cuales representan un mecanismo me­ jor organizado que todas las máquinas fabricadas por el hombre. Los mismos componentes que en el tallo de la flor se hallan subordinados a un plan fijo de estruc­ tura son separados en los cuatro mundos circundan­ tes y ensamblados con idéntica seguridad, totalmen­ te, en otros planes de estructura. Todo componente de un objeto orgánico o inorgánico, en el momento que aparece desempeñando el papel de portador de una significación en el escenario vital de un sujeto animal asociado al cuerpo del sujeto como, según podríamos decir, «complemento», es utilizado como significación. o Este hecho llama nuestra atención hacia una apa­ rente contradicción de los elementos básicos de la Naturaleza viva, La regularidad de la estructura del organismo y la regularidad de la estructura del mun­ do circundante se corresponden y parece que se con­ tradicen. Todo mundo circundante forma una unidad ar­ mónica que en todas sus partes es dominada por la —

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significación que tiene para el sujeto. Según la signi­ ficación que para el animal tenga el escenario, com­ prende un espacio más o menos extenso, cuyo lugar, con arreglo al número y magnitud, depende de la fuerza de diferenciación de los órganos de los senti­ dos del sujeto correspondiente. El espacio visual de la muchacha es idéntico al nuestro; el de la vaca va más allá de la superficie de su prado; en cambio, su diámetro no pasa, en el mundo circundante de la hormiga y en el de la cigarra, de algunos centí­ metros. En cada espacio, la distribución de los lugares es diferente. El fino adoquinado que la hormiga palpa al caminar sobre el tallo de la flor no existe para las manos de la muchacha y no es nada tampoco para la boca del mamífero. La constitución estructura), del tallo de la flor y su quimismo no desempeñan papel alguno en la escena vital de la muchacha y de la hormiga. Por el contra­ rio, el tallo es esencial para la digestibilidad de la vaca. De los vasos de fina estructura por los que circula la savia del tallo saca la cigarra el jugo que desea. Incluso puede obtener, como F a b r e diré, de la tóxica lechetrezna un jugo totalmente inocente para su casa de espuma. Todo cuanto conviene a la esfera de un mundo —

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circundante es transformado y modificado hasta que deviene portador de significación utilizable o, en caso contrario, es totalmente abandonado. Los compo­ nentes primitivos son con frecuencia separados tos­ camente, sin consideración al plan de estructura que hasta entonces dominaba. Tan diferentes son según su contenido los porta­ dores de significación en los diferentes mundos cir­ cundantes, como iguales respecto de su estructura. Parte de sus propiedades sirve siempre al sujeto de portadora de un signo perceptivo, otra de portadora de un signo de efecto. El color de las flores sirve en el mundo circun­ dante de la muchacha de signo perceptivo óptico; la superficie estriada del tallo, de signo perceptivo táctil en el mundo circundante de la hormiga. El lugar del taladro se revela probablemente a la ciga­ rra como signo olfativo. Y en el mundo circundante de la vaca, la savia del tallo le proporciona un signo perceptivo gustativo. A los signos de efecto, el sujeto les ..imprime de ordinario otras propiedades de portador de signi­ ficación. La parte más fina del tallo es rota por la muchacha al recoger las flores. Las estrías de la superficie del tallo sirven a la hor­ miga, junto con la creación de la cualidad táctil de —

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su antena, también como portador de un efecto so­ bre sus pies. Ei lugar del taladro conveniente, distinguible mer­ ced a su olor, es perforado por la cigarra, y el jugo brotado la sirve como material de construcción de su casa aérea. Puesto que en cada caso el signo de efecto confe­ rido al portador de significación borra el signo de percepción que origina el efecto, cada acto alcanza, sea de la clase que quiera, su finalidad. La recolección de las flores lo transforma en un trozo de adorno en el mundo de la muchacha. El ca­ minar a lo largo del tallo lo transforma en un cami­ no en el mundo de la hormiga, y la perforación que en él realiza la larva de la cigarra lo transforma en manantial de su material de construcción. El acto de comer la vaca el tallo de las flores lo transforma en forraje agradable. Así, todo acto que consiste en percibir y actuar, imprime al objeto carente de relaciones su significa­ ción y le transforma, por tanto, en un portador de significación en relación con el sujeto en el mundo circundante correspondiente. Puesto que todo acto comienza con la produc­ ción de un signo perceptivo y termina con la crea­ ción de un signo de efecto en el mismo portador de

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significación, puede hablarse de un círculo funcio­ nal que une al portador de significación con el sujeto. Los círculos funcionales más importantes con arre­ glo a su significación que se encuentran en la mayo­ ría de los mundos circundantes son los círculos del ambiente, de la alimentación, del enemigo y de la especie. Gracias a su inserción en un círculo funcional, cada portador de significación liega a ser un comple­ mento del sujeto animal. Además, las propiedades aisladas, bien como portadoras de signos percepti­ vos o de efecto, desempeñan un papel conductor; otras, por el contrario, un papel concomitante. Fre­ cuentemente sirve la mayor parte del torso de un portador de significación de terreno indiferenciado, el cual se encuentra allí para unir las partes por­ tadoras de rasgos perceptivos y de efecto unas con otras.

II M U N D O C IR C U N D A N T E Y H A B IT Á C U L O

r I^ANTO íos animales come las plantas construyen .JL en su cuerpo habitáculos vivientes, merced a los cuales administran su existencia. Ambos habitáculos están construidos totalmente con arreglo a un plan, y, sin embargo, se diferencian en puntos esenciales. El habitáculo del animal se halla rodeado de un espacio más o míenos amplio o estrecho, en el cual se mueven los portadores de sig­ nificación del sujeto. Sin embargo, todos se hallan asociados con el sujeto correspondiente merced a los círculos funcionales. La rienda de cada círculo funcional, en tanto que éste se realiza en el organismo animal, es el siste­ ma nervioso, el cual, comenzando en los receptores (órganos de los sentidos), conduce la corriente de excitación a través de los órganos centrales de percep­ ción o notación y de acción hasta los efectores. El habitáculo de las plantas carece de sistema ner­ vioso, le faltan ios órganos de notación y de acción. —

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Por consiguiente, las plantas carecen de portadores de significación, de círculos funcionales, de rasgos perceptivos y de acción. El habitáculo de los animales es movible y puede movilizar sus receptores, con auxilio de sus múscu­ los, en todas direcciones. El habitáculo de las plantas carece de movilidad propia, porque no posee órganos receptores ni efectores con los cuales la planta pueda construir y do­ minar su mundo circundante. La planta no posee órganos especiales para un mundo circundante, sino que se halla inmediata­ mente sumergida en su mundo residencial. Las re­ laciones de las plantas con su mundo residencial son totalmente diferentes que las del animal con su mun­ do circundante. Tan sólo en un punto coinciden los planes estructurales de las plantas y los de los ani­ males. Ambos son afectados por una selección exac­ ta de las acciones que les llegan del mundo exterior. Tan sólo una fracción de las acciones externas es recogida por los órganos de los sentidos de los ani­ males y manipulada como un estímulo. Los estímu­ los son transformados después en excitaciones ner­ viosas para ser conducidos a los órganos de percep­ ción. En éstos resuenan los signos correspondientes de percepción, que, como signos perceptivos en —

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osca. Esta forma vacía no la emplea en interés de la mosca, sino para destruirla. La telaraña repre­ senta un utilizador de la significación de presa por­ tadora de significación en el mundo circundante de la araña. Este utilizador de significación se halla tan exac­ tamente concertado con el portador de significación, que puede designarse la telaraña como la imagen fiel de la mosca. La araña como sastre, que crea esta imagen fiel de la mosca, carece totalmente de los medios auxi­ liares del sastre hombre. N o puede tomar medidas en su propio cuerpo, el cual es de otra forma que el de la mosca. N o obstante, determina el tamaño de las mallas con arreglo a la magnitud del cuerpo de la mosca. Mide la fuerza de la resistencia de los hilos por ella tejidos con arreglo a la fuerza viva del cuer­ po de la mosca en vuelo. Tensa los hilos radiales de la red más fuertemente que los circulares, con objeto de que la mosca sea encerrada por los hilos circula­ — 60 ~

res, flexibles en el choque, y pueda ser aprisionada con seguridad merced a sus gotitas viscosas. Los hilos radiales no son viscosos y sirven a la araña como el camino más corto para llegar hasta la pre­ sa, a la que después recubre con sus hilos dejándola indefensa. Las telarañas se encuentran, de ordinario, en los lugares que pueden designarse como pistas de moscas. Pero lo más maravilloso es el hecho de que los hilos de la red estén tan finamente tejidos, que el ojo de la mosca, con sus grandes elementos de vi­ sión, no la pueda ver, y la mosca, inadvertidamente, vuele hacia su mluerte. Del mismo modo que nos­ otros bebemos sin darnos cuenta un agua que con­ tiene bacilos coléricos, invisibles a nuestros ojos. Es un refinado retrato de la mosca el que la araña hace en su tela Pero, ¡alto! Esto no es lo que ella en modo alguno nace. Teje su tela antes que haya encontrado el cuerpo de una mosca. De aquí que la tela no sea en modo alguno la imagen de una mosca corporal, sino que representa un recorte del arquetipo de la mosca, el cual no existe corporalmente. ¡Hola!,* oigo exclamar a los mecanicistas: la teo­ ría del mundo circundante se descubre ahora como metafísica, porque quien busca los factores eficien­ — 61 —

tes más allá del mundo corporal es un metafísico. Perfectamente. Pero entonces es, junto a la teolo­ gía, la física actual la más pura mjetafísica. De una manera categórica manifiesta E ddington que posee dos mesas de trabajo: una, la que habi­ tualmente utiliza y que se encuentra en su mundo sensorial. Además posee una mesa de trabajo física, cuya sustancia representa tan sólo la billonésima parte de la mesa de trabajo sensorial, porque no es de madera, sino que está formada de un gran núme­ ro, inconmensurable, de elementos más pequeños, de los cuales no se está seguro si representan cuerpos o movimientos, y que dan vueltas uno en tomo del otro a una velocidad inimaginable. Estas particulillas de elementos no son ninguna sustancia, pero sus acciones simulan en el mundo sensorial la existencia de sustancias. Se agitan en una magnitud espacial de tiempo de cuatro dimensiones, abovedada y al mismo tiempo infinita y limitada. La Biología no pretende llegar a tan vasta me­ tafísica. T an sólo busca factores que existen del lado de la manifestabilidad dada sensorialm^ente en el su­ jeto, y que además sirven para patentizar las rela­ ciones del mundo de los sentidos. Pero en modo al­ guno piensa situar el mundo de los sentidos a la ca­ beza, como aspira la nueva Física. — 62 —

La Biología parte de los hechos de la formación del embrión con arreglo a un plan, que en todos los animales pluricelulares comienza con los tres com­ pases de una sencilla melodía: mórula, blástula, gástrula. Inmediatamente después, como sabemps, se inicia la formación de brotes, que se halla ya esta­ blecida de antemano para cada especie animal. Esto nos demuestra que la prosecución de la crea­ ción de la forma, en efecto, no posee una partitura cognoscible sensorialmente, aunque sí determinada por el mundo de los sentidos. Esta partitura gobier­ na también la extensión espacial y temporal de su material celular y sus propiedades. De aquí que haya una partitura primitiva para las moscas, como para las arañas. Ahora bien: yo afirmo que la partitura primitiva de las moscas (que también se la puede designar como arquetipo) actúa sobre la partitura primitiva de la araña, en forma tal, que la red tejida por ésta puede ser denominada «mosquil». Cubierta por la cortina de los fenómenos se rea­ liza la unión de los diferentes arquetipos o melodías primitivas con arreglo a un extenso plan de signifi­ cación. En el caso particular es suficiente buscar los utitizadores de la significación pertenecientes a los por— 63

tadores de significación para alcanzar a ver en él la trama de su mundo circundante. La significación es el norte hacia el cual tiene que dirigirse la Biología, y no la mezquina regla de cau­ salidad, la cual no puede ver más allá de un paso hacia adelante y otro hacia atrás, pero a la que las grandes correlaciones permanecen totalmente ocultas. Quien invita al investigador de la Naturaleza a seguir un nuevo plan no está meramente obligado a convencerle de que el nuevo plan abre nuevos ca­ minos que conducirán nuestros conocimientos más lejos que los seguidos hasta hora; tiene, además, tam­ bién, que señalar los problemas aún no resueltos, que única y exclusivamente podrán ser solucionados con el auxilio del nuevo plan. El gran maestro de la biología de los insectos JuLES F a b r e ha llamado la atención acerca de uno de estos problemas. La hembra del gorgojo del guisante pone sus huevos sobre la vaina del guisante joven. Las larvas, al salir del huevo, perforan la vaina e irrumpen en el guisante aún tierno. La larva que anida aproximadamente en el punto medio del gui­ sante crece rápidamente. Las otras larvas que pene­ traron al truismo tiempo que ésta abandonan pronto la carrera, dejan de alimentarse y mueren. La única larva restante socava primero el centro del guisante,

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pero después se labra un paso hacia la superficie del guisante y rasca, a la salida del paso, la piel del gui­ sante, de modo que forma una puerta. La larva, des­ pués, se retira a su cavidad alimenticia y sigue cre­ ciendo hasta que el guisante, después que la larva ha alcanzado su tamaño definitivo, se endurece. Este en­ durecimiento sería funesto para el joven gorgojo sa­ lido de la larva, pues el guisante que se ha endure­ cido forma ciertamente en su derredor una envoltura protectora; pero, por otra parte, sería un ataúd que el gorgojo no podría abandonar, si la larva no se hu­ biese cuidado de horadar el túnel y la puerta de salida. En este caso no puede, en modo alguno, interve­ nir la experiencia recibida de los ascendientes, funda­ da en la tentativa y el error. T oda tentativa de salir del guisante endurecido constituiría un error. N o; la disposición de túnel y puerta tiene que existir de ante­ mano en el plan de creación de la forma de cada lar­ va de gorgojo del guisante. Se ha realizado, por tanto, una transferencia de la significación del arquetipo del guisante al arquetipo del gorgojo del guisante, que ha armonizado al gorgojo y al guisante. La construcción, de necesidad vital, del túnel y de la puerta por su larva es en algunos casos su perdi­ ción, pues hay un pequeño icneumón el cual, con se­ -

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guridad mortal mediante su fino rejo, llega a la puerta y al canal para depositar su huevo en la larva inde­ fensa del gorgojo del guisante. De este huevo sale una pequeña larva de icneumón, que se come de dentro afuera al gordo propietario de su casa, se transforma después en icneumón y, por el camino labrado por su presa, sale al aire libre. En este caso se puede hablar de un trío de vincula­ ciones de significación de estas partituras primitivas.

V REG LA D E I A C R E A C IÓ N D E L A FO R M A Y R E G LA D E L A S IG N IF IC A C IÓ N

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o es fácil acomodar al gusto de los biólogos actuales las ideas metafísicas que acabamos de desarrollar. La teoría de los tropismos de J acques L geb ha ejercido máxima influencia sobre la nueva Biología. L oeb era un fervoroso físico, que únicamente re­ conocía la acción recíproca entre los objetos, pero nada sabía de la influencia de los sujetos sobre el accidente natural. Según él, tan sólo había un mun­ do de acción, en el cual se desarrollaba la totali­ dad de los procesos físicos y químicos. U n objeto actuaba sobre otro como el martillo sobre el yunque o la chispa sobre el barril de pólvora. Correspon­ diendo a la energía actual transportada al objeto actuante y a la energía potencial almacenada en el objeto provocado, tenía lugar la reacción. En las plantas se realizaba la reacción correspon­ diendo a la forma y a la ordenación de la materia en los órganos. N os basta pensar tan sólo en los cana-

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Hilos de las hojas de los árboles y en los granos de almidón de la semilla del trigo, ios cuales pueden ser adscritos al concepto de energía potencial. Evidente­ mente, se hace caso omiso de la forma total de las plantas, cuya estructura se debe a la acción de los impulsos de los sujetos celulares vivos. Pero es cierto, en efecto, que en las plantas no hay órganos de los sentidos, ni nervios; así que su existencia total parece desarrollarse en un mundo de acción. La teoría de L oeb consistía en que reconocía tam­ bién en los animales solamente un mundo de acción, pero hacía caso omiso del mundo de la percepción. Esto aconteció a causa de un truco completamente sencillo. Cualquier acto complejo que un animal pudiera ejecutar quedaba reducido, al fin y al cabo, a acer­ carse o alejarse del objeto provocante. Estos simples componentes espaciales de cada acto los admitía también en la propia acción, y dividía todos los ac­ tos en actos dirigidos hacia un objeto o actos de des­ viación del objeto. En lugar de actos aparecían tropismos. Transfor­ maba, por tanto, a todos los sujetos animales vivos en máquinas muertas, las cuates también espaciaímente tenían que estar separadas. Incluso el sencillo — 70 —

imán, que atrae el hierro, se comportaba en forma íerrotropa positiva, y la aguja magnética, en forma polotropa positiva y negativa. Esta teoría fue decisiva para la concepción del mundo de toda una generación de biólogos. Cuando nos hallamos ante una pradera repleta de flores, sobre las cuales zumban las abejas, vuelan las libélulas, los saltamontes dan sus grandes saltos en la hierba, los ratones corretean y los caracoles se arrastran lentamente, · nos planteamos involuntaria­ mente la siguiente cuestión: ¿La pradera ofrece a los ojos de tan diferentes animales el mismo aspecto que a nuestra vista? El hombre ingenuo contestará, sin más: «Desde luego, la pradera es la misma en cualquier momento para todos los que la contemplen.» La respuesta del partidario convencido de L o e b es totalmente diferente. Puesto que todos los animales son meros meca­ nismos, los cuales, merced a acciones físicas y quí­ micas, son dirigidos de un lado a otro, la pradera consiste en un laberinto de ondas etéreas y vibra­ ciones del aire, de nubes de sustancias químicas fina­ mente divididas y contactos mecánicos que ejercen su acción de objeto en objeto. Contra ambos conceptos de la pradera se dirige la — 71 —

teoría del mundo circundante, pues, para citar tan sólo un ejemplo, ni la abeja que liba la miel ve la pradera como el ojo humano, ni es tampoco insen­ sible como una máquina, Los colores son ondas etéreas sensibles, es decir, que no son excitaciones eléctricas de las células de nuestro cerebro, sino que son los sonidos del yo de estas células. La prueba la proporciona la fisiología de los sen­ tidos. Desde G oethe y H ering sabemos que los colores siguen sus propias leyes, que son totalmente distintas de las leyes físicas de las ondas etéreas. Las ondas del éter que son forzadas a pasar a través de un prisma se ordenan correspondiendo a su longitud, forman una especie de escala de longi­ tud decreciente en sus escalones. Los escalones más estrechos se encuentran al final de la escalera; los más anchos, en el extremo opuesto. De esta escala separa nuestra vista un breve es­ pacio, que nuestras células cerebrales transforman en una banda formada por sensaciones cromáticas que nosotros trasladamos más lejos. En esta banda se suceden los colores puros: rojo-amarillo-verde-azul, más los colores mixtos situados entre ellos. En oposición a la escala lineal de las ondas eté­ reas, forma la banda cromática un círculo cerrado, 72 —

pues los colores compuestos entre el rojo y el azul, es decir, el violeta, unen un extremo de la banda cro­ mática con el otro extremo de la misma. La banda cromática muestra, además, también cu­ riosas regularidades que faltan a la escala Se las on­ das etéreas. Así, los colores opuestos del círculo de colores no se mezclan, sino que producen color blanco. Estos colores opuestos se motivan recíprocamente, como no es raro ocurra en las sensaciones opuestas; pero esto se burla de toda experiencia mecánica. Se trata, en los colores, como se dijo, no de acciones recíprocas de las células cerebrales, sino de relacio­ nes sensibles de los sonidos de su yo, las cuales, igual­ mente, se hallan establecidas con arreglo a una ley. Como ios colores, las energías específicas (sonidos de! yo) de las células cerebrales son las que se ha­ llan bajo la influencia del ojo, las que seleccionan las ondas etéreas y las transforman en excitación ner­ viosa enviada al cerebro; así también son los sonidos las energías específicas de aquellas células cerebra­ les que se hallan bajo la influencia del oído y reco­ gen determinadas vibraciones del aire. Las leyes del sonido se hallan consignadas en la teoría de la música. Consonancias, disonancias, octa­ vas, cuartas, quintas, etc., deben su existencia a la — 73 —

sensación del sonido y carecen de corporeidad. Se ha intentado reducir la sucesión tonal de una melo­ día a la ley de causalidad, que es válida para todos los fenómenos corpóreos. Nuestros órganos sensoriales, ojos, oído, nariz, pa­ ladar y piel, se hallan formadas con arreglo al prin­ cipio de la caja de cerillas sueca, cuyas cerillas res­ ponden solamente a acciones seleccionadas del mun­ do exterior. Estas producen ondas de excitación en los nervios, que son conducidas al cerebro. Todo transcurre mecánicamente, con arreglo a la ley de causa y efecto. Pero aquí el frente interno de los órga­ nos de los sentidos se halla en forma de un carillón viviente, cuyas campanas-células producen distintos sonidos del yo. ¿Hasta qué punto tiene validez también esta clase de construcción de los órganos de los sentidos en los animales? Nadie duda de la analogía de la parte mecánica de los órganos de los animales. Por este motivo se denominan órganos de recepción. Pero en el frente interno, ¿qué es lo que pasa? Aun cuando nosotros no conocemos las sensacio­ nes sensoriales de nuestro prójimo, no dudamos, sin embargo, que reciben por intermedio de sus ojos sig­ nos visuales, que llamamos colores; del. mismo modo no dudamos que por intermedio del oído reciben — 74 —

signos acústicos, que denominamos sonidos. La mis­ ma facultad adscribimos a su nariz respecto de los signos olfativos, a su paladar respecto de los sig­ nos gustativos y a su piel respecto de los signos tác­ tiles, los cuales consisten, sin excepción, en sonidos del yo. Reunimos a todos los signos sensoriales cualita­ tivamente diferentes bajo el nombre de «signos de percepción», asentados en los rasgos caracterológicos de las cosas. Ahora bien; preguntémonos: ¿Se presentan tam­ bién en los animales, a causa de la excitación de sus órganos receptivos, los signos de percepción corres­ pondientes a las energías sensoriales específicas de sus células cerebrales, los cuales emplean su escenario vital como signo perceptivo para la estructura de la propiedad de todas las cosas? Los mecanicistas puros niegan esto y afirman que los órganos de recepción de los animales no poseen frente alguno interno, sino que tan sólo sirven para tecoger los diferentes estímulos del mundo exterior concernientes a su peculiaridad y ponerlos en comu­ nicación con las partes correspondientes del cerebro. ¿Los órganos de los sentidos son expresión de di­ ferentes círculos sensoriales, o son, como órganos de recepción, mera expresión de los distintos modos de — 75 —

acción físico-química del exterior? ¿El ojo ha sido formado por las ondas del éter, o por los colores? ¿El oído, por las vibraciones del aire, o por los sonidos? ¿La nariz es un producto del aire saturado de gases y corpúsculos aromáticos, respectivamente, o es un producto de los signos olfativos del sujeto animal? ¿Debe el órgano gustativo su origen a las sustancias químicas disueltas en el agua, o a los signos gustati­ vos del sujeto? ¿Los órganos de recepción del animal son pro­ ductos del frente corporal externo, o del frente sen­ sitivo interno no corporal? Puesto que los órganos de los sentidos represen­ tan en nosotros, hombres, órganos que unen el frente externo con el interno, es verosímil que también en los animales cumplan la misma finalidad y, por tan­ to, deban su estructura tanto al frente externo como al interno. Que no deben ser considerados los órganos de re­ cepción de los animales únicamente como producto del frente externo, lo prueban de un modo indudable los peces, los cuales, aun cuando sólo entran en con­ tacto con sustancias disueltas en el agua, poseen, ade­ más, junto al órgano gustativo, un órgano olfativo evidente. Por el contrario, las aves, que tenían oca­

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sión mejor para formar ambos órganos, carecen de órganos del olfato. Sólo cuando hemos reconocido claramente la finalidad de los órganos de los sentidos nos es compren­ sible la estructura de la totalidad del organismo. Respecto del frente externo, los órganos de los senti­ dos sirven como tamiz de las acciones físico-químicas del mundo exterior. Solamente aquellas acciones que tienen una significación para el sujeto animal son transformadas en excitación nerviosa. Las excitacio­ nes de los nervios llevan, por su parte, al cerebro, los signos de percepción del frente interno. De este modo, el frente externo actúa sobre el interno y de­ termina qué número de signos visuales, auditivos, olfativos, táctiles y gustativos pueden presentarse en los círculos sensitivos del sujeto animal correspon­ diente. De este modo se determina, al mismo tiempo, el tipo de estructura de los mundos circundantes, pues cada sujeto sólo puede transformar los signos de per­ cepción que se hallan a su disposición en signos caracterológicos de su mundo circundante. A l considerar un gran número de cuadros del mismo pintor, se habla de «su paleta», y con ello se expresa el número de colores de que ha dispuesto al ejecutar sus cuadros. — 77 —

Aún con mayor evidencia se patentizarán quizás estas relaciones si uno se representa que cada célula de percepción del cerebro, gracias al tono de su yo, hace resonar un determinado signo de percepción. Cada una de estas campanas vivientes se halla uni­ da mediante un cordón con el frente externo, y así se decide cuáles estímulos externos son admitidos para tocar la campana viviente y cuáles no. Los tonos del yo de las células o campanas vivien­ tes se hallan en combinación recíproca, merced a ritmos y melodías que suenan en el mundo circun­ dante. Según las investigaciones de M athilde H ertz , debemos admitir que la policroma banda de signos de percepción del espectro en las abejas corresponde a la misma escala de ondas del éter que en el hom­ bre, con un escalón más hacia el lado del violeta. El frente externo del ojo de la abeja no corresponde al frente externo del ojo humano; en cambio, sí pa­ rece que se corresponden sus frentes internos. Acerca de la significación de este desplazamiento, sólo son posibles, hasta ahora, conjeturas. Es, por el contrario, indudable la significación de la paleta de los signos de significación en las mari­ posas nocturnas. Como ha demostrado E ggers, es­ tos animales poseen tan sólo dos tensas varillas como — 78 —

resonadores en~ su ~ ^ dtrrro:..a este medio auxiliar llegan a ellas las vibraciones del aire, que representan para nuestro oído humano el límite auditivo superior. Estos tonos corresponden al soni­ do del piar del murciélago, el cual es el enemigo principal de las mariposas. Sólo los sonidos emiti­ dos por su enemigo particular son percibidos por las mariposas. Para lo restante, el mundo es mudo para ellas. En el mundo circundante del murciélago sirve su piar como signo de reconocimiento en la oscu­ ridad. El mismo sonido llega al oído del murciélago y al órgano auditivo de la mariposa nocturna. A m bas veces se presenta el murciélago en el momento de piar como portador de significación, la primera como amigo, la segunda como enemigo, según el utilizador de la significación que percibe el sonido. Puesto que la paleta de signos de percepción del murciélago es grande, el tono alto percibido se halla en ella como uno entre muchos. L a paleta de signos de percepción de la mariposa nocturna es, empero, muy limitada, y en su mundo circundante hav sólo un sonido y éste es un sonido enemigo. E l piar es un simple producto del murciélago; la telaraña, un pro­ ducto artístico. Pero ambos tienen de común que nin{STUDiOS

BLosoFices.

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guno de ellos es sólo acuñado para un sujeto cor­ poralmente determinado;, sino para todos los anima­ les de estructura idéntica. Pero ¿cómo se forma en la estructura de la mari­ posa un aparato para oír el sonido del murciélago? La regla de creación de la forma de la mariposa con­ tiene de antemano la orden de desarrollar un órga­ no auditivo adecuado para percibir el piar del mur­ ciélago. Es totalmente indudable que en este caso la regla de significación actúa sobre la regla de crea­ ción de la forma, a fin de que al portador de signi­ ficación se oponga su utilizador, y viceversa. A l renacuajo vegetariano corresponde, como ya vi­ mos, la regla de creación de una boca con un maxi­ lar córneo; al tritón, como carnívoro, una boca con dientes auténticos. Por todas partes la regla de sig­ nificación interviene desde un principio en la for­ mación del embrión y cuida de la disposición de un órgano de utilización de la alimentación, el cual se desarrolla en el lugar exacto que corresponde al por­ tador de significación de la alimentación, vegetal o carnívora. Pero si la regla de creación de la forma ha sido dirigida por una falsa vía, entonces, merced a un injerto, no hay regla de significación alguna que la modifique. N o es, por tanto, la creación activa de la propia —

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forma la que es influida por la significación, sino tan sólo la regla de la creación de la forma como totalidad la que depende de la regla de significa­ ción.

VI

LA R E G L A D E S IG N IF IC A C IÓ N C O M O PU EN TE DE DOS R EG LA S E L E M E N ­ TA LES

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1 en un paseo por el bosque descubrimos una be­ llota que procede de una recia encina y que quizás fue ocultada por una ardilla, sabemos que de esta semilla vegetal saldrán diversas células, las cua­ les formarán, en parte las raíces, en parte el tronco con sus hojas, según la regla de creación de la for­ rea característica de la encina. Sabemos que en la bellota se halla implícita la disposición de los órganos que harán posible a la encina sostener la lucha por la vida contra las ac­ ciones centuplicadas del mundo exterior. Vemos mentalmente a la futura encina en lucha contra fu­ turas lluvias, contra futuras tempestades y futuros rayos de sol. La vemos resistir a futuros veranos e inviernos. Para ser capaz de resistir a todas las acciones del mundo exterior, las células prolíferas de los tejidos de la encina tienen que distribuirse en órganos—en raíces, tronco, hojas que recogen los rayos de sol y

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como livianas banderas ceden al viento, prestando resistencia a las nudosas ramas. Sirven al mismo tiempo las hojas en su conjunto como paraguas, que conduce el precioso líquido celestial a los finos extremos de las raíces bajo la tierra. Las hojas con­ tienen la sustancia maravillosa de la clorofila, la cual aprovecha los rayos de luz para transformar energía en sustancia. Las hojas se pierden en invierno, cuando el hela­ do suelo impide a las raíces que la corriente de líqui­ do' saturado de sales del suelo ascienda hasta las hojas. Todas estas acciones futuras sobre la futura en­ cina son incapaces de influir en forma causal sobre la creación de la forma de la encina. Igualmente son incapaces las mismas acciones del mundo exterior que en otro tiempo alcanzaron a la encina madre, porque en aquel tiempo la encina aun no existía. Respecto de la bellota, nos hallamos ante el mis­ mo enigma que cuando consideramos toda semilla vegetal y todo huevo animal. En ningún caso debe­ remos hablar de una vinculación causal de acciones externas sobre un objeto en su preexistencia o postexistencia. Sólo podrá hablarse de concatenación causal cuando causa y efecto coincidan al mismo tiemoo en idéntico lugar.

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Es también totalmente utópico tratar de encon­ trar la solución del problema buscando en el más remoto pasado. U na encina, de hace un millón de años ofrece a nuestro entendimiento las mismas difi­ cultades que ofrecerá pasados cien mil años. De ello resulta que nuestro modo de plantear el problema nos ha metido en un callejón sin salida, cuando calculábamos con auxilio de construcciones artificiales establecer una cadena causal entre nues­ tra semilla de la encina y las acciones físico-quími­ cas externas. N o hay aquí que resolver ningún pro­ blema mecánico cuya solución nos depare la clave de la embriología. Debemos, por tanto, abordar el problema desde otro lado. Si consideramos romo observadores humanos, desde el punto de situación de la encina, las accio­ nes del mundo exterior sobre la encina, entonces descubriremos inmediatamente que aquéllas se ha­ llan subordinadas a una regla común de la N atura­ leza. El sol, la luna y las estrellas caminan a lo largo de vías fijas en el cielo sobre la encina. Bajo su in­ fluencia se suceden las estaciones del año. La cal­ ma, la tempestad, la lluvia y la nieve alternan como cortejo de las estaciones del año. El aire, tan pronto — 87 —

se satura de aromas de primavera como del olor acre del otoño. En cada primavera, el bosque se llena del canto de los pájaros. La encina misma ofrece a cien­ tos de huéspedes provistos de plumaje o libres de él, bajo sus hojas o en su corteza, un abrigo varia­ ble, tan pronto para huéspedes de estío como para huéspedes invernales. La encina se halla unida a esta ley de la Natura­ leza, conocida ya de tiempo de Noé, aunque mu­ chos de los factores naturales familiares a nosotros no lleguen hasta el habitáculo de la encina. N i la luna, ni las estrellas, ni la esfera solar se encuentran en el número de los factores de significación que for­ man el habitáculo de la encina; por el contrario, de­ terminados rayos de luz químicamente activos pene­ tran hasta la clorofila de las hojas, y diversos rayos calóricos ejercen su acción favorecedora del creci­ miento sobre los nuevos retoños. La gota de agua de la lluvia es desviada beneficiosamente y conseguida la máxima resistencia a la tempestad. Sin embargo, no ejercen en su acción sobre la encina ni los olores ni las ondas sonoras. Es la misma regla de significación que, hoy como hace millones de años, ha realizado esta selección de los factores naturales elementales y ha permitido que resuene como melodía propia en el carillón viviente — 88 —

y, finalmente, nazcan de las células protoplasmáticas de la semilla los órganos de la encina. Gracias a la película de A rndt, podemos prescin­ dir de meras conjeturas. N os es dado observar cómo de las primeras células germinativas nacen numero­ sas amibas independientes por división, que, como sus hermanas que viven en libertad, asimilan la ali­ mentación que les es ofrecida como sujetos indepen­ dientes. Sólo después que la alimentación ha sido consu­ mida se crea tina nueva formación del sujeto. Las arqibas que contribuyen a la formación de un nuevo sujeto uniforme no son ya portadores de la signifi­ cación de alimentación, sino incluidas en el factor de significación viento, al cual pueden hacer frente. Al carillón del estadio de amiba, el cual se ocupaba en hacer sonar sin previa selección y regularmente las campanas celulares, sigue repentinamente una me­ lodía uniforme, una nueva regla de significación, que establece un puente entre las dos reglas elementales del viento, de una parte, y de la formación celular libre, de otra, y conduce a una nueva unidad subje­ tiva. Nunca se logra, merced a la acción directa de la presión del viento, tan finamente dosificada, sobre la amiba que se mueve en libertad, producir un mixomiceto.

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A l contrario del mixomiceto, el cual reúne sus células protoplasmáticas movibles en un brote úni­ co, que representa después de la creación de la for­ ma un individuo formado por un único sujeto orgá­ nico, la encina forma numerosos brotes, de cada uno de los cuales nace un sujeto orgánico, el cual se halla sintonizado con uno o varios portadores de signifi­ cación; así, la hoja de la encina no sólo sirve como canal de desagüe de la lluvia, sino también como re­ ceptor de los rayos de luz, gracias a sus células clo­ rofílicas. Todos los sujetos orgánicos, con sus respectivas melodías, se unen para formar la sinfonía del orga­ nismo encina, sinfonía que puede designarse tam­ bién como arquetipo de la encina. El proceso de la subjetivación intensificada del sonido celular a la melodía orgánica, a la sinfonía del organismo, se halla en directa contradicción con el proceso mecánico que representa la acción de ob­ jeto a objeto. Por el contrario, yace en el mismo plano que cual­ quier composición musical. La conducta de los fac­ tores de significación en las plantas y la de los por­ tadores de significación en la de los animales, por sus utilizadores de significación, demuestra esto de un modo evidente. Como en la composición de un

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dúo ambas voces tienen que ser compuestas nota por nota, así se encuentra en la Naturaleza la signi­ ficación de una relación de contrapunto con los utilizadores de significación. La creación de la forma de los seres vivos será mejor entendida por nosotros cuando logremos derivar de ella una teoría de la composición de la Naturaleza.

V II

L A T E O R ÍA D E L A C O M P O S IC IÓ N D E L A NA TU RA LEZA

expresión de la teoría de la composición de la Naturaleza puede conducir a error, puesto que la Naturaleza no permite, en general, teorías. H ay que entender por teoría tan sólo la generaliza­ ción de las reglas que en el estudio de la composi­ ción de la Naturaleza pretendemos descubrir. De aquí que sea conveniente partir de algunos ejemplos y establecer sus reglas para de este modo lograr una teoría de la composición de la N atu­ raleza. Como modelo nos puede servir la teoría de la composición musical, que parte del hecho de que son necesarios, por io menos, dos tonos para formar una armonía. La composición de un dúo tiene que estar compuesta de dos voces fundidas en una armonía nota para nota, punto para punto. En esto se funda, en música, la teoría del contrapunto. En todos los ejemplos de la Naturaleza hay que buscar también dos factores que juntos formen una

L

a

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unidad. Partimos, por tanto, siempre, de un sujeto que se encuentra en su mundo circundante e inves­ tigamos sus relaciones armónicas con los diversos objetos que se presentan ante el sujeto como porta­ dores de significación. El organismo del sujeto forma al utilizador de significación o al receptor de significación. Cuando estos dos factores se asocian en la misma significa­ ción, entonces es que han sido compuestos en común por la Naturaleza. Las reglas que aparecen a nues­ tra composición forman el contenido de la teoría de la composición de la Naturaleza. Cuando dos seres vivos entran uno con el otro en una relación de sig­ nificación armónica, entonces es necesario decidir cuál de los dos organismos debe ser considerado como sujeto y utilizador y a cuál debemos adscribir el papel de portador de significación. Para ello bus­ caremos las propiedades de ambos lados, que se con­ ducen, una respecto de la otra, como punto y contra­ punto. Si en el caso dado poseemos un conocimiento suficiente de los círculos funcionales que unen al su­ jeto correspondiente con sus portadores de signifi­ cación y que pueden ser considerados como círculos de significación, entonces estamos en situación de buscar los contrapuntos tanto en el lado de la per­ cepción como en el de la acción para, finalmente, — 96 —

establecer a qué regla de significación especial co­ rresponde la significación en cuestión. Para referirnos al ejemplo citado de la encina, co­ loco a la cabeza el esquema del planteamiento del problema de la composición de la encina y uno de sus factores de significación, la lluvia: Hojas de la encina. Receptor de significación.

Lluvia. Factor de significación.

Punto.

Contrapunto.

Ordenación en forma de te­ jas de las hojas con ca­ nalones.

Gotas de lluvia que ruedan hacia abajo.

Regla de creación de la for­ ma de la encina.

Regla física de la formación de la gota.

Regla de significación común: recolección y distribución del liquido por las puntas de las raíces.

Las hojas de la encina actúan mecánicamente en la distribución de las gotas de lluvia; en cambio, la re­ gía de formación de la gota interviene en la melodía del carillón viviente de las células de la encina como composición. Si pasamos a los animales e intentamos palpar los diversos círculos de composición, tropezaremos en el círculo del m ilieu del animal con relaciones semejan­ tes a las de la encina y la lluvia. — 97

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Si tomamos como ejemplo, en primer lugar, al oc­ iopus como sujeto en relación con el agua del mar como portador de significación, inmediatamente en­ contraremos relaciones de contrapunto. La incompre­ sibilidad del agua constituye la condición previa para la construcción de una vejiga natatoria muscu­ losa. Los movimientos de bomba de la vejiga nata­ toria actúan mecánicamente sobre el agua incompre­ sible e impulsan al animal por detrás. La regla de constitución del agua de mar interviene como com­ positor en el carillón viviente de las células protoplasmáticas del embrión del octopus e impone a la melodía de la creación de la forma los contrapuntos correspondientes a las propiedades del agua; en pri­ mer lugar, es creado el órgano, cuyas paredes muscu­ losas recogen y expulsan el agua incompresible. La regla de significación, que en este caso une el punto al contrapunto, proporciona la natación. La misma regla de significación gobierna en nu­ merosas variaciones de la creación de la forma a to­ dos los animales nadadores. Bien que naden hacia delante, hacia atrás, hacia un lado, bien que los mo­ vimientos ondulatorios de la cola, de las aletas o de las piernas impulsen al animal a través del agua, siempre, empero, se conducen las propiedades del organismo y del agua como punto y contrapunto. 98 —

Por todas partes puede ser demostrada la composi­ ción que aspira a una significación común. Esto mismo es aplicable a todos los círculos dife­ rentes del medio, ya se trate de animales acuáticos, terrestres y aéreos. Por todas partes los órganos efectores se hallan construidos para correr, saltar, tre­ par, revolotear, volar o navegar, formando el contra­ punto de las propiedades del medio correspondiente. Incluso en muchos insectos que en la juventud vi­ ven en el agua y en la edad adulta en el aire, puede determinarse con qué facilidad en el segundo esta­ dio de larva la regla de constitución del nuevo me­ dio hace desaparecer los órganos viejos y permite crear los nuevos, Pero también la investigación de las relaciones re­ ceptoras entre sujeto y medio nos enseña lo mismo. Siempre existe para el obstáculo que se interpone al sujeto en su camino un órgano de los sentidos cons­ truido como contrapunto. En la claridad es el ojo; en la oscuridad, los órganos de los sentidos y el oído. El murciélagc se halla sintonizado de antemano, merced a otros medios auxiliares, para observar los obstáculos que se presentan en su vuelo, como suce­ de en la golondrina. Esto, se me replicará, son puras banalidades. En efecto, son experiencias de todos los días, que, por — 99

todas partes, podemos hacer. Pero ¿por qué se ha descuidado inferir de estas experiencias la única con­ clusión posible, de que en la Naturaleza nada puede abandonarse a la casualidad, sino que por todas par­ tes una regía de significación totalmente íntima une al animal con su medio, la cual reúne a ambos en un dúo en el cual las propiedades de los dos se ha­ llan compuestas en forma de contrapunto? Tan sólo los negadores extremistas de la signifi­ cación como factor natural niegan en el círculo fun­ cional de los sexos que la hembra y el macho se ha­ llan compuestos con arreglo a la significación, y afir­ man que el dúo de amor, que en mil variaciones se extiende por todo el mundo viviente, se ha origi­ nado sin obedecer a plan alguno. En el dúo de amor de animales y hombres se en­ cuentran dos compañeros de igual valencia, de los cuales cada uno domina en su mundo circundante como sujeto y se presenta como receptor de signi­ ficación; en cambio, al otro compañero se le adscribe el papel de portador de significación. Tanto los órganos de percepción como los de ac­ ción se hallan ordenados en ambos compañeros a manera de contrapunto. La primera condición que es preciso exigir a la composición de la Naturaleza lograda es que el por— 100 —

tador de significación se distinga claramente en el mundo circundante del receptor de significación. Para esto encuentran aplicación los más diversos sig­ nos perceptivos. F abre refiere de la Saturnia que la hembra ejecuta movimientos de bomba con el abdomen para com­ primir sus glándulas odoríferas contra el suelo. El olor contaminado al suelo de este modo es tan acti­ vo en el mundo circundante del macho, que de todas partes vuelan éstos al lugar oloroso, y no son distraí­ dos por ningún otro olor, que cae totalmente por de­ bajo del umbral de la percepción. La atracción de este signo perceptivo oloroso es tan intensa, que incluso la vista de la hembra que se halla en el camino del macho, pero cubierta con una campana de cristal para evitar la propaga­ ción de su olor, no le hace equivocarse en su tenden­ cia de llegar al terreno oloroso portador de signi­ ficación. Desgraciadamente, no se ha hecho el mismo ex­ perimento con una perra en celo. Posiblemente, los perros machos se conducirían exactamente como los machos de esta especie de mariposa. En un caso muy interesante comunicado por W under , el compañero sexual no sirve de portador de significación inmediato, sino que en el círculo se­

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xual se intercala un segundo portador de signifi­ cación. El macho de un pez de agua dulce, el Rhodeus amaras, una pequeña carpa, se reviste en la época de la cópula de brillante atuendo nupcial. Pero esto no ocurre en presencia de la hembra, sino ante la alme­ ja de los estanques, y especialmente ai entrar en con­ tacto con el agua afluyente y refíuyente de la respi­ ración de la almeja. La hembra deja, merced al mismo estímulo, crecer su largo oviducto. Mientras el macho suelta su es­ perma en el agua, la hembra asegura el huevo fe­ cundado en la branquia de la almeja, donde la jo­ ven larva puede crecer en medio de la corriente de alimentación de aquélla, protegida contra todos los peligros. La significación del atuendo nupcial del macho no guarda relación alguna con la almeja, sino que sirve para ahuyentar a los demás machos de su especie. Que en la significación se halla la verdadera clave para lograr comprender las composiciones sexuales naturales, lo prueban aquellos ejemplos en los cua­ les el portador de significación no sufre la más mí­ nima modificación, y a pesar de ello experimenta por el sujeto el tratamiento opuesto, a causa de que éste se ha adaptado a la recepción de otra significación.

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F abre refiere la vida del Carabus duratus. En un principio salen de caza conjuntamente machos y hembras para después unirse sexualmente. Realiza­ da la cópula, la conducta del macho respecto de la hembra no se modifica en absoluto, pero ésta se lan­ za con verdadera fiebre famélica sobre el macho y lo destroza, contra lo cual el macho apenas se defiende. El portador de la significación de amigo se ha cam­ biado en el mundo circundante de la hembra en por­ tador de la significación comida, sin que su constitu­ ción, por lo demás, se haya modificado lo más míni­ mo. Exactamente como la piedra de la carretera, sin modificarse, que indicando su significación que es un elemento del camino, se transforma en un proyec­ til cuando el estado de ánimo del sujeto hombre ex­ perimenta un cambio repentino, el cual imprime a la piedra otra significación. La conducta enigmática de los gansos grises jó­ venes, de la cual habla L qrenz , consiste igualmente en la creación de una significación. El polluelo del ganso gris imprime el carácter, como L orenz dice, a aquellos seres vivos que por vez primera contempla al salir del huevo, de «compañera madre», a los que sigue constantemente. El hombre mismo adquiere para el ganso gris en este caso la significación «madre». «¿Qué aspecto 103 —

tiene el hombre impreso con carácter de madre com­ pañera por el ganso gris?», es la cuestión que par­ ticularmente interesa a L orenz . Y o creo, no debemos olvidarlo, que nosotros tam­ bién aparecemos en el mundo circundante de nuestro perro cachorro, en efecto, no como «madre», sino como portadores de la significación de «aportador de leche», sin que por esa razón tomemos para el ca­ chorro figura humana. V on KoRFF refiere el caso de un buho que empo­ lló dos huevos de pato y se condujo con los polluelos de pato como si fuesen crías de buhos. Intenta­ ba darles de comer carne cruda, lo que fracasó, y los observaba continuamente sentado en una rama sobre el estanque donde nadaban los patos. Por la noche volvía juntamente con ellos a su jaula. Si se hubiesen agregado a estos dos otros patitos, entonces hubiesen sido muertos y comidos inmediatamente por el buho. De aquí que podamos afirmar que las crías del buho se diferencian de sus compañeros de especie tan sólo por la significación que les presta el buho. En cam­ bio, los demás patitos aparecían en el mundo cir­ cundante del buho como portadores de la significa­ ción de «presa»; los dos patitos empollados por el buho desempeñaban el papel de sus crías. La extensión de la regla de significación que tiene — 104 —

que salvar la distancia desde el portador de signifi­ cación al receptor de significación es pequeña en el círculo sexual y en el círculo infantil, puesto que se trata de ordinario de individuos de la misma espe­ cie. Por el contrario, nos demuestra la considera­ ción del círculo funcional del enemigo y de la ali­ mentación que la extensión de la ley de significa­ ción no tiene límites y las propiedades de las cosas más alejadas pueden unirse unas con otras en forma de contrapunto. H e hablado ya acerca del establecimiento de un puente entre la regla de la constitución del murcié­ lago con la regla de constitución de la mariposa mer­ ced a la regla de significación. De un lado se encuentra el murciélago como por­ tador de significación, el cual sólo produce un so­ nido; del otro lado se halla la mariposa, que, a con­ secuencia de su órgano auditivo, muy especializado, sólo puede percibir un sonido. Este sonido es en am­ bos animales el mismo. La regla de significación que ha creado esta coincidencia radica en ía relación del ataque por el enemigo y de su defensa por parte de la presa. El sonido que como signo de reconocimien­ to ha sido construido para reconocimiento de los murciélagos entre sí sirve al mismo tiempo como se­ ñal de alarma para huir a la mariposa nocturna. En — 105

el mundo circundante del murciélago es un sonido amistoso; en el mundo circundante de la mariposa nocturna un sonido enemistóse. El mismo sonido es, correspondiendo a su diferente significación, produc­ tor de dos órganos auditivos totalmente distintos. Puesto que el murciélago puede oír muchos soni­ dos, su órgano auditivo se halla organizado para una extensa resonancia. Pero el murciélago sólo pue­ de producir este único sonido. Igualmente interesan­ te es investigar el puente establecido entre la garra­ pata y el mamífero, merced a la regla de significa­ ción. Garrapata.

Cualquier mamífero.

Receptor de significación. Punto. τ. Ei órgano olfativo se halla adaptado al olor úni­ co del ácido butírico.

Portador de significación. Contrapunto. 1. El único olor que es co­ mún a todos los mamífe­ ros es el ácido butírico de su sudor. 2. Todos los mamíferos es­ tán cubiertos de pelo.

2.

Existe un órgano táctil que asegura a la garrapa­ ta el paso a través de los pelos de su presa. 3. Un órgano térmico que hace resonar un signo de percepción para el calor. 4. Un aguijón apropiado para la perforación de la piel de cualquier mamífe­ ro y que al mismo tiempo

3.

Todos los mamíferos tie­ nen la piel caliente.

4.

Todos los mamíferos po­ seen una piel blanda bien vascular izada.

— 106 -

sirve como bomba de ab­ sorción.

Regla de significación común: Reconocimiento y ataque a la presa y toma de sangre por parte de la garrapata.

La garrapata se halla inmóvil en la punta de una rama hasta que un mamífero pasa bajo ella; enton­ ces se despierta por el olor del ácido butírico, y se deja caer. Cáe sobre la piel cubierta de pelos de su botín, a través de los cuales tiene que abrirse paso y llegar a la piel caliente, sobre la cual pone en acción su aguijón y aspira la sangre. La garrapata no po­ see un órgano del gusto. El curso de esta simple regía de significación ab­ sorbe casi toda la vida de la garrapata. La constitución de la garrapata, la cual es ciega y sorda, se halla organizada exclusivamente de tal modo que en su mundo circundante cualquier ma­ mífero se presenta como el mismo portador de sig­ nificación. Se puede designar a este portador de sig­ nificación como un mamífero extraordinariamente simplificado, el cual carece de propiedades visibles y audibles, merced a las cuales las especies de ma­ míferos se diferencian entre sí. Sólo un único olor posee este portador de significación de la garrapa­ ta, que procede del sudor de los mamíferos y es co-

— 107

mun a todos elios. Este portador de significación es además tactible y caliente y permite ser perforado para tomar su sangre. De este modo es posible redu­ cir a un común denominador todos los mamíferos, tan diferentes en forma, color, emisión de sonidos y de olor que tenemos ante nosotros en nuestro mundo circundante, cuyas propiedades, al aproximarse a cualquier mamífero, sea hombre, perro, corzo o ra­ tón, surgen en un momento y desencadenan la regla vital de la garrapata. En nuestro mundo circundante humano no hay ningún mamífero en sí como objeto intuí ble, sino sólo como abstracción ideológica, como concepto, que empleamos como medio de clasificación, pero que nunca encontramos en la vida. En la garrapata esto es totalmente diferente: en su mundo circundante hay un mamífero compues­ to de escasas propiedades, pero totalmente intuíble, que corresponde exactamente a las necesidades de la garrapata, puesto que tan escasas propiedades sirven a sus facultades de contrapunto. Especial­ mente enigmática resulta la adaptación del cangre­ jo ermitaño a la concha del caracol si se buscan sus fundamentos mecánicos, la cual no puede ser interpretada como una adaptación lenta debida a una transición anatómica.

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Pero en el momento en que hacemos abstracción de estas investigaciones infructuosas y establecemos meramente que el cangrejo ermitaño ba construido su cola como la de otros cangrejos de larga cola, no como órgano de natación, sino como órgano de aprehensión para la concha del caracol, la cola pren­ sil del ermitaño será para nosotros tan enigmática como la cola propulsora del cangrejo de río. La cola prensil para la concha del caracol se halla igualmente compuesta en forma de contrapunto, como la cola propulsora para el agua. M athilde H erz ha hecho el interesante descu­ brimiento de que las abejas colectoras de miel pue­ den distinguir sólo dos formas: formas abiertas y cerradas. Las formas radiadas y angulosas de cual­ quier clase atraen a las abejas; en cambio, las for­ mas cerradas, como círculos y cuadrados, son re­ chazadas. Esto impulsa a los teóricos de la forma a admitir que la forma abierta posee mayor valencia estimulativa. Esto puede aceptarse. Pero ¿qué sig­ nifica? Siempre que se plantea esta cuestión surge la misma respuesta: Todos los botones inaccesibles que evitan las abejas tienen formas cerradas. Por el con­ trario, las flores abiertas que ofrecen su miel tienen formas irregulares. En la regla de la figura de las abejas existen dos — 109 —

esquemas de percepción espacial para flores y capu­ llos , gracias a la regla de significación que gobierna la libación de la miel. Los dos esquemas se hallan por tanto en relaciones fijas de contrapunto con las dos formas principales de las flores. ¿Cómo se auxilia, empero, la Naturaleza cuando un sujeto animal no puede prescindir de diferenciar sus formas, pero al mismo tiempo posee un sistema nervioso totalmente primitivo que es incapaz de crear esquemas de forma? Así la lombriz de tierra, que en su estrecha ma­ driguera de hojas de tilo o de cerezo arrastra las ho­ jas que indistintamente la sirven de alimentación y de protección cogiéndolas por la punta para así po­ derlas enrollar con mayor facilidad. Si la lombriz de tierra intentara agarrarlas por su base, entonces se abrirían y no obedecerían a la tracción que ejerce sobre ellas. Ahora bien; la lombriz de tierra, con arreglo a su constitución, no se halla en condiciones de formar esquemas; en cambio, posee un órgano sensorial especialmente fino para el gusto. Debemos a M angólo el descubrimiento de que la lombriz de tierra puede también diferenciar en las hojas cortadas en trozos pequeños los trozos perte­ necientes a la base de los correspondientes a la pun­ ta. Las puntas de la hoja saben a la lombriz de tie­ —

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rra de otra manera que su base. Esto basta para que se comporte con la hoja de modo diferente. Sur­ gen en este caso, en lugar de esquemas de forma, caracteres gustativos como contrapunto, que hacen posible un acto tan importante para la vida de la lombriz de la tierra como la tracción de la hoja. Está; pues, justificado en este caso hablar de una composición refinada de la Naturaleza. La experiencia ha enseñado al pescador humano que no es necesario, en la pesca de los peces vora­ ces, fijar en el anzuelo la imagen exacta de su pre­ sa, sino que es suficiente presentar al esturión como cebo una simple laminilla plateada, es decir, una re­ producción muy simple de un pez blanco. La Naturaleza no necesita de estas experiencias. El Lophius piscatorius es un pez de ancha boca, que cerca de su labio superior lleva una larga varilla ósea movible que hace flotar en su extremo libre una cintilla plateada. Esto es suficiente para atraer a los pequeños peces voraces, los cuales, al atrapar el cebo, merced a un repentino remolino de agua son aspirados por la am­ plia boca del Lophius. En este caso, la amplitud de la regia de signifi­ cación llega aún a más, pues une la regla de la figura del Lophius no con la figura de la presa perseguida — 111 —

por el pez voraz, sino con la figura simplificada de esta presa en el mundo circundante del pez pescado por el Lophius. U n ejemplo semejante ofrecen las mariposas ador­ nadas de manchas que figuran ojos, las cuales, mer­ ced al abrir de sus alas, ahuyentan los pajarillos pe­ queños que las persiguen, porque éstos, ante los ojos de los pequeños animales rapaces que repen­ tinamente se les presentan, emprenden inmediata­ mente la huida. N i el Lophius sabe qué aspecto en el mundo cir­ cundante del pez voraz por él pescado tiene la pre­ sa, ni la mariposa sabe que el gorrión huye ante los ojos del gato. Pero el compositor de estos mundos circundantes debe saberlo. Esto no es un conocimiento humano que puede ser adquirido por la experiencia. Y a nos enseñó la perforación del túnel de la larva del gorgojo del guisante que ejecuta un acto el cual es debido a un saber suprasensoria! no unido al tiempo. Gracias a este saber es posible al compositor hacer del acto de la larva del gorgojo una necesidad vital para el gor­ gojo, aun no existente.

V ίπ LA

R E S IG N A C IÓ N A N T E C A C IÓ N

LA

S IG N IF I­

el ejemplo del tallo de la flor, cuya transfor­ mación conocimos en ios cuatro mundos cir­ cundantes de la muchacha, la hormiga, la larva de la cigarra y la vaca, se presenta aquél cada vez como portador de significación a un nuevo receptor de significación, el cual puede considerarse también como utilizador de significación, pues utiliza el tallo de la flor ya como adorno, ya como camino, ya como proveedor de material para la construcción de la casa, ya como trozo de alimento. Este ejemplo tiene, empero, otra faceta, que^ mues­ tra cuando sustituimos el tallo por la planta ente­ ra a la que pertenece como sujeto y le reunimos los cuatro sujetos como factores de significación. N o puede hablarse de utilización de la significa­ ción por las plantas. La recepción de la significación puede equipararse a una resignación ante la signi­ ficación. Esta resignación presenta diferentes gra­ dos. La transformación del tallo en camino para la n

E

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hormiga es fácil de soportar. También la toma de savia para la construcción del nido de la larva de la cigarra implica sólo un ligero daño. Por el contra­ rio, la recolección de las flores por la muchacha y el hecho de que la vaca se coma la planta puede ser funesto para la misma. En ninguno de los cuatro casos se puede descu­ brir una regla de significación conveniente en in­ terés de la planta. Tampoco el papel pleno de significación que des­ empeña la tela de araña en la vida de la mosca, en modo alguno puede ser estimado en interés de la mosca, sino que se opone a sus intereses. La mosca que cae prisionera en la tela de araña no puede uti­ lizar este portador de significación, sino resignar­ se a él. También la larva del escarabajo del guisante, que ha labrado para el futuro cuidadosamente en tiempo oportuno su túnel a través del guisante, antes de que éste se endurezca, se halla inerme frente al portador de significación icneumón, y tan sólo puede resignar­ se ante el que es causa de su muerte. La significación de estas adversidades aparentes se nos patentizará inmediatamente que apartemos la vista del individuo aislado y abarquemos la unidad superior de la especie. — 116 —

Los fundamentos de toda vida forman la inclusión de los individuos de vida breve en los de vida lar­ ga. Los individuos de cada generación se enlazan entre sí por parejas para producir la nueva genera­ ción. El número de los hijos sobrepasa al número de los padres. Para conservar la especie en un nú­ mero igual de individuos tienen que sucumbir los sobrantes. De este modo se reúne el mismo número de padres en la joven generación para la continua­ ción de la especie. El aniquilamiento de los exce­ dentes se realiza de muy diverso modo. En la ma­ yoría de las especies, la duración de la vida de los individuos se baila determinada por la variación de las estaciones del año. Es evidente que todos los in­ dividuos del año ceden su sitio todos los años a los individuos de la nueva generación. Así, los enjambres de avispas mueren totalmente cada otoño con sus millares de individuos, y sólo invernan algunas hembras para fundar un número idéntico de nuevos estados. Nuestras moscas domésticas sucumben en el oto­ ño en tal proporción, que se las puede considerar como extinguidas, y, sin embargo, reaparecen en la primavera próxima en idéntico número. El número de moscas que encuentra un final prematuro en la — 117 —

teía de su enemiga representa en la familia de las moscas tan sólo una cifra muy reducida. El vuelo migratorio de las aves aniquila ano por año a los individuos sobrantes, que son incapaces de realizar tan extraordinario esfuerzo. N o es el numero de los individuos únicamente el que tiene importancia para la especie, sino también su fuerza de resistencia. En esto reconocemos la gran significación de la resignación a los quebrantos, que siempre excluye a los individuos más débiles, para evitar la reproducción de una descendencia débil. Los azores y los zorros, merced a que atrapan a los individuos más débiles, se convierten en bienhe­ chores de las especies perseguidas por ellos. Cuando los zorros son exterminados, sucumben las liebres a causa de epidemias que se abaten sobre la especie porque ios animales enfermos no han sido suprimi­ dos en tiempo oportuno. Los animales enfermos, entorpecidos en sus movi­ mientos, ejercen sobre sus enemigos especial atrac­ ción. Algunas aves se aprovechan de esto. Así el ave fría cuyas puestas se hallan amenazadas por la proximidad de un enemigo, no huye volando, sino que queda como paralizada, y merced a un vuelo aparente atrae al enemigo basta que le ha alejado en — 118 —

medida suficiente del nido, para después batir el cam­ po en un vuelo seguro. El icneumón que persigue a la larva del gorgojo del guisante es el protector del guisante, el cual, de lo contrario, lo pondría en manos del exceso de sus enemigos. Respecto de la importancia a que puede llegar la introducción de tales enemigos especiales para la vida total de animales y plantas de un país, Austra­ lia nos proporciona un ejemplo digno de atención. Hace cien años llevó una aldeana que emigró de Sudamérica a Australia un plantón de chumbera, que en la nueva patria se desarrolló de un modo ad­ mirable. Pronto se demostró cuán provechosa era la planta espinosa para cercar jardines y granjas. La chumbera fue plantada en todas partes. La provechosa planta se transformó, empero, en una calamidad pública. Invadió jardines y campos a los cuales debía proteger. Se propagó a los bos­ ques y sofocó, allí donde llegaba, toda vegetación. Comp grandes extensiones del terreno devastado pertenecían al Estado, intervinieron las autorida­ des. Con hachas y fuego se atacó al nuevo enemigo. Como esto de nada servía, se esparció desde un avión veneno sobre los bosques cubiertos entera­ mente de chumberas. El resultado fue que todas las — 119

demás plantas sucumbieron sin dejar rastro, pero el cactus continuó medrando. Entonces las autoridades, en su desesperación, se dirigieron a los Institutos botánicos de las Univer­ sidades. Y éstos enviaron diestros investigadores a Sudamérica, a la patria primitiva de la chumbera. Los hábiles observadores lograron encontrar una pequeña oruga perteneciente a la especie de la poli­ lla, la cual se alimenta exclusivamente de la pulpa de la chumbera. Después de ensayos que duraron varios años fue­ ron cultivados millones de huevos de este enemigo de la chumbera y diseminados en los terrenos in­ vadidos por la planta. Y se vió cómo en un par de años se logró exterminar los bosques de chumberas y ganar de nuevo el suelo para ser cultivado. Es sumamente sugestivo seguir las huellas de la Naturaleza y determinar qué significación correspon­ de a cada significación de resignación. H ay que te­ ner en cuenta dos puntos de vista: en primer térmi­ no, merced a la resignación ante la significación, es exterminado el sobrexceso de los individuos en in­ terés de la especie, y todos los individuos enfermos y de poca resistencia son eliminados; o bien la se­ paración de los individuos sobrantes se realiza en in­ terés de la economía de la Naturaleza. — 120

Así el sobrexceso de larvas de mosquito sirve, se­ gún K. E. v. B auer , de alimentación a los peces; lo mismo parece acontecer con los renacuajos. Fue un error fundamental de H erbert S pen CER interpretar el aniquilamiento de la descendencia excedente como una «supervivencia del adaptado» y organizar así la progresión de la evolución de los seres vivos. N o se trata en modo alguno de super­ vivencia del adaptado, sino de supervivencia del normal en interés de la continuación de la existen­ cia inalterada de la especie.

IX

L A T É C N IC A D E L A N A T U R A L E Z A

UÉ, si no recuerdo ma!, en la audición de una sinfonía de Mahler, que M engelberg dirigió maravillosamente en Amsterdam. La gran orques­ ta, reforzada por coros masculinos y femeninos, sub­ yugaba por su brillantez y plenitud. Junto a mí se encontraba un joven sumergido to­ talmente en la partitura, y con un suspiro de satis­ facción cerró el cuaderno de música cuando se ex­ tinguió el último acorde. A causa de mi incultura musical le pregunté qué placer podía proporcionarle seguir en la notación musical lo que su oído percibía como sonido de un modo inmediato. Entonces, fervorosamente, me ase­ guró que tan sólo quien seguía la partitura percibía de un modo absoluto una obra artística musical. La voz de un hombre o de un instrumento es en sí un ser, pero merced al punto y contrapunto con otras voces se funde en una forma superior, que, por su parte, continúa elevándose, aumentando en belleza — 125 —

y riqueza, para ofrecernos como totalidad el alma del compositor. En la lectura de la partitura se puede seguir el engrandecimiento y ramificación de las diversas vo­ ces, que, semejantes a las columnas de una catedral, sostienen la bóveda universal. Solamente así puede imaginarse la forma plural de la obra de arte inter­ pretada. Estas palabras, expuestas con gran convicción, despertaron en mí la idea de si quizás la finalidad de la biología sería la de escribir la partitura de la Naturaleza. Por entonces me eran corrientes las relaciones contrapuntistas de uno y otro mundo circundante, y comencé a inquirir el ejemplo del tallo de la flor en sus relaciones con los cuatro mundos circundantes. U n ramo de flores que sirve a la muchacha de adorno, se lo regala a su amado, y -así el tallo de la flor llega al dúo de amor. A la hormiga, que utili­ za el tallo como camino, la proporciona su llegada a los botones de la flor, para allí mismo ordeñar sus vacas lecheras, los pulgones, mientras la vaca trans­ forma el verde alimento, al cual pertenece el tallo, en leche. La larva de la cigarra crece en el nido de espuma que la ha proporcionado la savia del tallo, y pronto llena la pradera con sus cantos de amor. — 126 —

Otros mundos circundantes se añaden a éstos. Las abejas, que se bailan unificadas en forma de contra­ punto con el olor, el color y la forma de las flores, acuden ycomunican, después de haberse saturado de miel, el nuevo lugar descubierto, mediante expresi­ vas danzas, detalladamente descritas por v. F r isc h , a sus compañeras de colmena. El color de las flores no es, en efecto, el mismo que para nosotros, pero las sirve como un signo per­ ceptivo seguro, porque las flores y las abejas se ha­ llan compuestas formando contrapunto. Esto es, ciertamente, un comienzo, pero, al fin y al cabo, un comienzo para resolver la cuestión que nos ofrece la partitura de la Naturaleza. Todos los instrumentos musicales pueden redu­ cirse a un común denominador si se colocan los so­ nidos por ellos producidos unos frente a los otros como en un carillón. Entonces se consigue para el violín un carillón abundante, que se halla exclu­ sivamente formado de sonidos de violín; para los sonidos del arpa otro más sencillo, y el de los so­ nidos del triángulo se reduce a un mínimo. La composición musical tiene como función selec­ cionar del carillón de los sonidos de un instrumento aquellos que forman una sucesión melódica, y al mis— 127 —

m,o tiempo asociarlos armónicamente con los sonidos de los carillones de otros instrumentos. Esto se realiza con arreglo a la teoría del contra­ punto, la cual ordena las reglas según las cuales los tonos de las diversas voces pueden combinarse en la partitura. Pero el compositor tiene libertad para combinar los sonidos de cada instrumento en con­ trapunto con los sonidos de otro instrumento. Para reducir a un común denominador los anima­ les, como hemos hecho con los instrumentos musi­ cales, es suficiente considerar su sistema nervioso como un carillón, y los signos de notación de sus células vivas, que asientan en ellas, como signos de notación, denominarlos «sonidos de percepción»; en cambio, los impulsos que motivan movimientos de­ vienen «sonidos de acción». Cada animal alberga, como cada instrumento, un determinado número de sonidos que entran en rela­ ción de contrapunto con los sonidos de otros ani­ males. N o basta, como hacen los mecanicistas, conside­ rar a los instrumentos musicales como meros pro­ ductores de ondas aéreas. Nadie puede con ondas aéreas crear ni melodía ni armonía, o escribir, auxi­ liado por ellas, una partitura. Solamente las relacio­ nes de las ondas aéreas con el órgano auditivo hu­ — 128 —

mano, cuando estas se han transformado en sonidos, crea la posibilidad de crear melodías y armonías y de escribir partituras. Tampoco es suficiente adscribir a los animales y a las plantas de la pradera como única finalidad la de difundir en el espacio sus colores, sonidos y aromas. Estos tienen, en primer lugar, que ser admitidos en los mundos circundantes de otros animales y ser transformados en signos de percepción. Después se pueden transportar las relaciones de los seres vivos musicalmente y hablar de sonidos de percepción y sonidos de acción, los cuales se corres­ ponden en forma de contrapunto. Sólo entonces se puede llegar a una partitura de la Naturaleza. En la Naturaleza los sonidos de percepción de los diferentes animales pueden ser utilizados a manera de contrapunto; así, en el mundo circundante del murciélago, como un sonido seductor, el sonido que emite, y, al mismo tiempo, en el mundo circundante de la mariposa nocturna, como señal de alarma. La concha que arrastra el caracol tiene para él un sonido de habitación; pero después que muere y que­ da vacía adquiere para el cangrejo ermitaño el so­ nido de habitación que le corresponde. Y este acor­ de se emplea en la composición caracol-cangrejo er­ mitaño. — 129 —

9

Como el compositor de una sinfonía no tiene limi­ tación para la elección de ios instrumentos que quie­ re emplear en su composición, así también la Natu raleza es libre de elegir los animales que quiere aso­ ciar en contrapunto. El anzuelo del Lophius se halla construido a manera de contrapunto del apresamien­ to del esquema, el cual debe atraer a su pez presa, La relación sonido de apresamiento y sonido de ha­ bitación demuestran que al aplicar la comparación musical a los animales hemos prescindido de la teo­ ría pura de la música, pues, según ésta, se puede ha ­ blar perfectamente de un sonido de violín o de arpa, pero nunca de un sonido de apresamiento o de ha­ bitación, comp tampoco del sonido de beber de una taza o del sonido de asiento de una silla. Y , no obs­ tante, en la extensión del concepto sonido, desde el mero sonido acústico al sonido de significación de los objetos que como portadores de significa­ ción se presentan en el mundo circundante de un sujeto, radica precisamente la gran utilidad de la comparación musical en el terreno biológico. Cuando se dice que el sonido de habitación de la concha en el mundo circundante del caracol puede presentarse con el sonido de habitación en el mpndo circundante del cangrejo ermitaño, se da a entender que cada uno de ambos sonidos, sin ser idéntico el — 130 —

uno al otro, puede, sin embargo, ser cambiado en el otro por la composición de la Naturaleza, porque ambos tienen la misma significación. En lugar de la armonía en la partitura musical, la significación en la partitura de la Naturaleza sir­ ve como elemento de unión o, mejor dicho, de puen­ te para unir entre sí dos factores de la Naturaleza. Como cada puente tiene en ambas orillas del río sus puntos de apoyo, que se unen como punto y con­ trapunto, así se realiza en música esta unión merced a la armonía, y en la Naturaleza gracias a la misma significación. Que se trata de factores reales de la Naturaleza y no de meros conceptos lógicos, lo he demostrado con numerosos ejemplos, hasta cansar al lector. Hemos avanzado ya tanto, que debemos hablar de la partitura de la significación como expresión de la Naturaleza, la cual debe consignarse en una notación musical como las notas en una partitura. Si echamos una ojeada a una orquesta, veremos entonces sobre los diversos atriles que el contrapunto del instrumento respectivo se halla consignado en la notación musical; en cambio, la partitura total des­ cansa en el atril del director. Vemos también los ins­ trumentos y nos preguntamos si éstos no están co­ locados quizás unos juntos a otros no sólo respecto — 131 —

de la suministración correspondiente de su sonido, sino a causa de su estructura total, es decir, si for­ man, además de una unidad meramente musical, una unidad también técnica. Que la mayoría de los instrumentos de la orques­ ta se hallan únicamente habilitados para producir música es una cuestión que sin género de duda pue­ de resolverse afirmativamente. Pero quien ha oído las producciones de un clown musical que trabaja con instrumentos que sirven tan sólo para hacer ruido, como peines, cencerros, etcé­ tera, quedará convencido que con tales instrumen­ tos se podrá hacer una cacofonía, pero no una sin­ fonía. Los instrumentos de una orquesta como es debido muestran al ser examinados con más cuidado ya en su construcción un aspecto contrapuntista. Esto se manifiesta con mayor evidencia en la or­ questa de la Naturaleza que nos brinda una pra­ dera. N os es suficiente tan sólo pensar en el papel que desempeñan las flores en los cuatro mundos cir­ cundantes de que ai principio hablamos. L a relación se patentiza más acusadamente en la construcción de las flores respecto de la de las abejas; de ella se puede decir:

Ware nicht dieBlume Und warenicht die Biene Der Einklang konnte gelinge. (Si no fuese la flor propia para la abeja j Y la abeja propia para la flor, ¡ Jamás podría lograrse la ar­ monía.) El principio fundamental de toda lá técnica de la Naturaleza se halla aquí expresado. En estos versos reconocemos la sabiduría de G o e t h e : Ware nicht das Auge sonnerhaft, Die Sonne konnt’es nie erblicken. (Si el ojo no fuese propio para el sol | El sol nun­ ca podría verse.) Pero nosotros podemos completar la sentencia de G oethe y decir: Ware nicht die Sonne augenhaft, An kcinem Himmel koennte sie erstrahlen. (Si el sol no fuese propio para el ojo | En ningún cielo podría brillar.) El sol es la luz del cielo. Pero el cielo es un pro­ ducto del ojo, el cual constituye el plano más lejano que cerca al mundo circundante. Los seres vivos pri­ vados de ojos no conocen el cielo ni el sol.

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E L C O N T R A P U N T O C O M O M O T IV O D E L A C R E A C IÓ N D E L A FO R M A

regla fundamental técnica, que en la adhesión a las flores de las abejas y en la adhesión a las abejas de las flores encuentra su expresión, po­ demos también aplicarla a los otros ejemplos citados. La telaraña se halla formada en cierto modo para las moscas, porque la propia araña lo es para las moscas. Formada para las moscas significa que la araña ha tomado en su constitución ciertos elemen­ tos de la mosca. N o de una mosca, sino del arque­ tipo de las moscas. Mejor dicho, la adhesión de las arañas a las moscas significa que las arañas han ad­ mitido en la composición de su cuerpo ciertos moti­ vos de la melodía mosca. La penetración de algunos motivos del mamífe­ ro en el plan corporal de la garrapata es evidente. Con la máxima evidencia se manifiesta la repercu­ sión del motivo del murciélago en la formación del órgano auditivo de la mariposa nocturna. Por todas partes es el contrapunto el que se halla

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a

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expresado en la estructura. Esto es ya corriente en ía estructura de los objetos de uso humano. U na taza de café con asa nos muestra sin más las relaciones de contrapunto de una parte con el café, de otra con la mano del hombre. Estos contrapuntos influyen en primer lugar sobre los motivos de fa­ bricación de la taza. Incluso son hasta más impor­ tantes que el material del cual se halla formada la taza. Suena a banal perogrullada la frase de que la taza es propia para el café. Sin embargo, la frase in­ dica más de lo que parece. Expresa que el rendimien­ to de la taza consiste en albergar el café, pero, ade­ más, que este rendimiento es al mismo tiempo moti­ vo de su fabricación. En el descubrimiento de esta correlación culmina la teoría de la significación. La significación de nues­ tros objetos de uso radica en su rendimiento, y este rendimiento puede siempre reducirse al estableci­ miento del puente del contrapunto entre el objeto y el hombre, que al mismo tiempo crea el motivo del establecimiento del puente. La silla, en su significación de ocasión elevada so­ bre el suelo para sentarse, consiste en puros puentes de diversos contrapuntos. El asiento, el respaldo y los brazos encuentran sus contrapuntos en el cuerpo

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humano, con los cuales forman los puentes; en cam­ bio, las patas de la silla forman evidentes puentes con el contrapunto del suelo. Todos estos contra­ puntos son al mismo tiempo motivos para el ebanis­ ta en la construcción de la silla. N os llevaría demasiado lejos citar otros ejemplos sencillísimos. Es suficiente señalar que nosotros he­ mos establecido puentes con todos los objetos de uso entre nuestra persona y la Naturaleza, a la cual no nos acercan, sino de la cual cada vez nos sepa­ ran más. Pero hemos comenzado en ritmo cada vez más acelerado a tender puentes a los puentes, que ya en la construcción de las máquinas sencillas son incalculables para el hombre natural. En la gran ciudad nos hallamos rodeados de cosas artificiales, pues incluso los árboles y las flores de nuestras plan­ taciones que transplantamos a nuestro antojo las he­ mos arrancado a la Naturaleza y convertido en ob­ jetos de uso humano. La tan decantada técnica humana ha perdido todo sentido para ía Naturaleza; incluso ha tenido la osa­ día de querer resolver los más profundos proble­ mas de la vida como la relación del hombre con la naturaleza de Dios mediante sus totalmente insufi­ cientes matemáticas. Todo esto es de orden secundario. M ás impor-

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tante es formarse un concepto acerca de los cami­ nos de que se vale la Naturaleza para hacer salir sus criaturas—las cuales no se componen como nos­ otros de diferentes partes—de la semilla indiferen­ ciada. La película de A rndt del origen del mixomiceto nos muestra como la primera fase de la vida el cre­ cimiento progresivo de amibas que viven en libertad, las cuales para su alimentación con bacterias se ba­ ilan construidas contrapuntísticamente. S i el alimen­ to se ha consumido, entonces interviene instantánea­ mente un nuevo contrapunto como motivo, y trans­ forma las amibas, que se empujan unas a otras, en células de tejido de una planta emplazada en el viento. Si echamos una mirada al pequeño mundo resi­ dencial del mixomiceto, el cual, como liviana orla capilar, se alza sobre una bola de viejo estiércol de caballo, descubriremos entonces como único factor activo de la Naturaleza, junto al bongo portador de la semilla, tan sólo el viento que la esparce. Portador de semilla y distribuidor de semilla se bailan fundidos en un dúo. Sólo son las amibas li­ bres las que forman con los sonidos iguales de su yo un carillón vivo. Con ellas juega la Naturaleza y las transforma en —

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células de tejido con arreglo a un nuevo motivo, y con ellas construye una forma portadora de semi­ llas que se ofrece al viento. Este proceso es para nosotros tan incomprensi­ ble como el cambio de motivos en una sinfonía de Beethoven. Pero nuestra finalidad no es componer una sonata de la Naturaleza, sino tan sólo redactar su partitura. Totalmente nos hallamos aún en los vertebrados, en el comienzo respecto de los problemas técnicos. Se puede poner en relación el origen en forma de brotes de los órganos que se hallaxunido a un plan elemental con el hecho de que la significación de cada brote se baila fijada merced a su situación en la totalidad, con objeto de que no se presente nin­ guna pérdida ni formación doble de la significa­ ción. Esta fijación es tan firme que, como S pemann in­ dica, un injerto de epidermis de renacuajo en el em­ brión de tritón trasplantado al lugar de la futura boca del tritón se torna en boca, pero en boca de re­ nacuajo, porque la partitura de la formación de la boca de la rana fué transportada al mismo tiempo con las células de la rana. Si se arranca al cuaderno de música del primer violín un página y en su lugar se coloca la corres­ — 141 —

pondiente al violoncelo, se produciría una discre­ pancia semejante Muy instructivo para las partituras de las crea­ ciones de la forma es la perforación del túnel del gorgojo del guisante. En este caso es el contrapunto que constituye el motivo de la perforación del túnel la propia forma, que sólo aparece en el futuro del gorgojo ya formado, el cual, sin la salida del túnel creada por la larva, sucumbiría. Puede, por tanto, la futura forma desempeñar como motivo un papel en el desarrollo de la forma. Esto ofrece amplias posibilidades. Si la forma fu­ tura que representa el objetivo de la creación de la forma puede ser incluso motivo, entonces tiene razón K. E. v. B auer cuando habla de premeditación de la finalidad en el origen de los seres vivos. Sólo que no incluye la totalidad de las circunstancias. Cuando la arana teje su tela, las diferentes etapas de la formación de la tela, como los espacios cons­ truidos en forma radiada, pueden ser considerados al mismo tiempo como finalidad y motivo de la formación de los espacios. La tela puede conside­ rarse como la finalidad de la formación de la tela, pero nunca la mosca. N o obstante, la mosca sirve perfectamente de contrapunto y de motivo para la formación de la tela. 142 —

De cuantos misterios nos plantea la técnica de la naturaleza es un ejemplo demostrativo el trabajo del enrollador de embudos. Se enfrentan haciendo con­ trapunto dos compañeros compositores: el pequeño gorgojo con una sierra como trompa y la hoja del abedul que debe cortar. El camino que debe seguir la sierra tiene que ejecutarse de modo que el gorgojo pueda después enrollar sin dificultad la parte infe­ rior efe la hoja en forma de cucurucho para deposi­ tar en él sus huevos. \ Este camino, que sigue una curva característica, es una magnitud constante para todos los enrollado res de cucuruchos, aun cuando en la hoja del abedui no existe el menor rastro para la disposición de este camino. ¿Es el propio «camino constante» el moti­ vo para su origen? Esto pertenece a los enigmas de la composición de la Naturaleza que encontramos a cada paso al investigar la técnica de la Naturaleza. Parece haber sido L amarck el primer investiga­ dor que se ocupó de los problemas de la técnica de la Naturaleza. En todo caso, contiene el intento aco­ metido por él de armonizar el origen del largo cue­ llo de la jirafa con el alto tronco de la palmera la primera indicación de una conducta contrapuntista. Después se perdió el interés por la técnica de la — 143 —

Naturaleza totalmente, y en su lugar se instauraron principalmente las especulaciones de H aekel acer­ ca de la influencia de los ascendientes. Nadie puede reconocer en la afirmación de que los anfibios pro­ ceden de los peces un rendimiento técnico. Especial­ mente las formas de los llamados órganos «rudi­ mentarios», se cuidaron de desviar la atención de los verdaderos problemas técnicos. Sólo la demostración llevada a efecto por D riesch de que de un embrión de erizo de mar dividido por la mitad se formaban no dos mitades de erizo de mar, sino dos erizos enteros de la mitad de tamaño, abrió el camino para un conocimiento más profundo de la técnica de la Naturaleza. Todo lo corporal se puede cortar con un cuchillo, pero no una melodía. La melodía de una canción que es tocada por un ca­ rillón libre formado por campanas vivas permanece inalterable aun cuando contenga sólo la mitad del número de campanas.

E L PR O G R ESO

vez fue en la hermosa iglesia de San Miguel, en Hamburgo, durante una audición de la Pa­ sión de San Mateo, cuando nuevamente se me im­ puso el paralelo biológico. Esta sublime obra, tejida con los más hermosos cantos, avanza solemnemente con férreo paso fatal. Pero, ciertamente, no es éste el progreso que el investigador imagina en el curso temporal del accidente de la Naturaleza. ¿Por qué el violento drama de la Naturaleza que se desarrolla desde la aparición de la vida en nues­ tra Tierra no debía ser en elevación y profundidad, como la Pasión, una única composición? ¿Es el progreso, tan glorificado, que debe condu­ cir a los seres vivos desde un comienzo incompleto a una perfección cada vez mayor, fundamentalmen­ te, tan sólo una especulación de pequeño burgués sobre las utilidades crecientes de un negocio? Nunca me encontré ni por casualidad en el ani­ mal más sencillo el más ligero rastro de imperfecsta

E

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ción. Hl material dispuesto para la construcción, en tanto lo que me era dado juzgar, estaba empleado siempre del mejor modo posible. Cada animal tiene su escenario vital con todas las cosas y actores que tienen una significación para su vida. Las propiedades del animal y las propiedades de sus compañeros de juegos se armonizan, con segu­ ridad, por todas partes, como el punto y contra­ punto de un coro polifónico. Es como si desde tiempos inimaginables pasara la misma mano maestra sobre las sensaciones tácti­ les de la vida. U na composición sucede a las demás, infinitas, pesadas y ligeras, magníficas y horribles. En el caudal del mar primitivo se movían cangre­ jos sencillos, pero perfectos. Pasaron largos períodos de tiempo; después llegaron los días del dominio de los cefalópodos, cuyo fin preparaban los tiburo­ nes. De los cálidos pantanos de la tierra firme se al­ zaron los saurios, los cuales, con sus cuerpos gigan­ tescos, llevaron la vida hasta lo grotesco. Pero siem­ pre la mano maestra continuaba pasando. Del vie­ jo tronco desplegáronse en nuevas melodías vitales nuevas formas, gozando la vida cientos de varieda­ des, pero sin mostrar nunca formas de paso de lo imperfecto a lo perfecto. Cierto que los mundos circundantes eran en el — 148 —

comienzo del drama del mundo más simples que des­ pués. Pero siempre se encontraba en ellos, frente a cada portador de significación, un receptor de sig­ nificación. La significación gobernaba a todos. La significación unía los órganos mudables al medio mudable. La significación asociaba la alimentación y los consumidores de la misma, enemigo y presa, y, en primer lugar, machos y hembras en asombrosa variación. Por todas partes un progresar, nunca un progreso en sentido de la supervivencia del adap­ tado, nunca una selección de lo mejor merced a una lucha por la vida sañuda, sin plan alguno. En lugar de ella reinaba una melodía mezclada de vida y de muerte. Resolví dirigir a nuestros grandes historiadores la siguiente pregunta: En la historia de la humanidad, ¿hay progreso? L eopold v. Ranke escribe en sus Epochen der neueren Geschichte: «S i se quiere... admitir, este progreso consiste en que en cada época la vida de la humanidad se eleva a una mayor potencia, es decir, que cada generación excede totalmente a la anterior; por consiguiente, la última es siempre la fa­ vorecida; pero si los predecesores fueran tan sólo portadores de los sucesores, esto sería una sinrazón de la Divinidad. U na generación, por decirlo así, — 149 —

mediatizada (no tendría ninguna significación en sí y para sí) significaría algo sólo en tanto que fue­ se un escalón de la generación siguiente y no estu­ viese en relación inmediata con lo divino. Pero yo afirmo: Cada época es inmediata a Dios, y su valor no depende de lo que de ella surge, sino que está en su propia existencia, en su propio ser.» R anke no admite el progreso en la historia de la humanidad, porque todas las épocas se reducen de un modo inmediato a Dios y de aquí que ninguna pueda ser más perfecta que la otra. ¿Qué es lo que debemos entender por una época en el sentido de R anke sino un grupo de mundos circundantes humanos homogéneos dentro de un pe­ ríodo de tiempo? De ahí que podamos concluir que cada mundo circundante de este grupo vuelve inmediatamente a Dios, porque todos los mundos circundantes per­ tenecen a una idéntica composición, cuyo composi­ tor es Dios, según R anke . Ahora bien; para todo materialista, la palabra «D ios» no puede verse ni en pintura; en cambio, admitiría una composición originada por la casua­ lidad en el curso de enormes espacios de tiempo si tan sólo se le concediese que fuerza y materia, desde el comienzo del mundo, han permanecido invaria­

bles y la ley de la conservación de la energía tiene validez eterna y general. A l principio de mis consideraciones he indicado que la investigación de los mundos circundantes de­ muestra en primer lugar la inconstancia de los ob­ jetos; que en cada mundo circundante varía con su significación también su forma. El mismo tallo de la flor llega a ser en cuatro mundos circundantes cuatro objetos diferentes. Resta tan sólo aún demostrar a la vista de los ejemplos ya citados que también la constancia de la materia es una ilusión. Las propiedades de la mate­ ria de un objeto son dependientes de las escalas sen­ soriales de aquel sujeto, cuyo mundo circundante es válido precisamente para nuestra investigación. En el caso de que investiguemos el color amarillo de una flor sobre la que asienta una abeja, podre­ mos con seguridad decir que la flor, en el mundo circundante de la abeja, no es amarilla (probable­ mente es roja), porque la escala cromática del ojo de la abeja corresponde a una escala de ondas etéreas diferente de la escala cromática de nuestro ojo. S a ­ bemos, igualmente, que la. escala de sonidos de la mariposa nocturna, la escala olfativa de una garra­ pata, la escala olfativa de una lombriz de tierra y la escala de formas de la mayoría de los vertebrados -

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son totalmente diferentes de las humanas. Incluso la escala de durezas debe ser totalmente diferente para el icneumón, que taladra la madera de abeto, tan dura, como si fuera manteca. N i una sola propiedad de la materia permanece constante mientras recorremos la serie de los mundos circundantes. Cada objeto observado por nosotros cambia no sólo su sonido de significación, sino tam­ bién la estructura de todas sus propiedades, tanto de las materiales como de las formales, en cada mun­ do circundante. La materia es en el mundo circundante humano le rocher de bronce sobre el cual parece descansar el universo y precisamente pasa de un mundo circun­ dante a otro. ¡N o!, la constancia de la materia, de la cual alar­ dean los materialistas, no es en modo alguno una base sólida para una concepción amplia del uni­ verso. Mucho mejor fundamentada que la constancia del objeto es la constancia del sujeto. Pero los suje­ tos se hallan, sin embargo, también formados de materia, objetarían los materialistas. Esto es exacto; pero la materia de los cuerpos, que es propia de los sujetos, tiene que ser organizada nuevamente en cada generación. — 152 —

Lo que cada individuo recibe de materia de sus padres es extraordinariamente reducido, es decir, una célula germinativa capaz de desdoblarse y un teclado de corpusculillos estimulantes, los llamados genes, que en cada división son recibidos por ambas células bijas. Este teclado hace factible que en él, como en las teclas de un piano, se toquen las melo­ días creadoras de la forma y se realice su creación. Cada corpusculillo estimulante interviene como un impulso diferenciado formativo de estructura en el protoplasma de sus células. Las melodías morfógenas, que de este modo pro­ ducen una estructura, toman sus motivos a las me­ lodías morfógenas de otros sujetos, con las que se encuentran en sus escenarios vitales. Si no fuese la flor propia para la abeja, Y la abeja propia para la flor, Jamás podría lograrse la armonía. Los motivos son tomados bien del círculo de la alimentación, o del círculo del enemigo, o del círcu­ lo sexual. La melodía morfógena toma del círculo ambiental la mayor parte de sus motivos; así nues­ tro ojo es propio para el sol y la estructura de la hoja del arce, con sus canales, propia para la lluvia. — 153

Gracias a la incautación de motivos extraños se estructura el organismo de cada sujeto formando un receptor de significación de aquellos portadores de significación cuyas melodías de formación logra­ ron forma en su organismo como motivos. Por este motivo, la flor actúa como un haz de con­ trapuntos sobre las abejas, porque su melodía de formación, abundante en motivos, ha contribuido a la creación de la forma de las abejas y viceversa. El sol resplandece tan sólo por esa razón en mi cielo, porque él, nuestro componente más importante de la Naturaleza, entró como motivo principal en la composición de mi ojo. T an grande como sea la influencia del sol en la formación del ojo de un animal, tan grande y relu­ ciente o tan pequeño e insignificante aparecerá en el cielo del mundo circundante de un ojo en cuya for­ mación (como en el topo) ha tomado mínima par­ ticipación. Si tomamos la luna en lugar del sol, podemos también decir en este caso que según sea la signifi­ cación de la luna en el ojo de un animal, exactamen­ te igual será su significación como motivo en la crea­ ción de la forma del ojo. Según sea el grado de significación del mamífero en el mundo circundante de la garrapata partid-

pará la melodía de la creación de los mamíferos como motivo en la creación de la forma de la ga­ rrapata, es decir, como olor a ácido butírico, como resistencia de los pelos, como calor y como penetrabilidad de la piel. Para la garrapata es totalmente indiferente que los mamíferos posean miles de otras propiedades. T an sólo aquellas propiedades que son comunes a todos los mamíferos se presentan como motivos en la es­ tructura de la garrapata, tanto en lo que respecta a los órganos de percepción como a los de acción. Cometeríamos siempre un error si tratásemos de utilizar, para juzgar el mundo de los animales, la medida de nuestro mundo. Pero, sin embargo, pue­ do afirmar que la Naturaleza en su totalidad par­ ticipa como motivo en la formación de mi persona­ lidad, tanto en lo que se refiere a mi cuerpo como a mi espíritu—si esto no fuera así me faltarían los órganos para reconocer la Naturaleza. Puedo ex­ presar esto también más moderadamente y decir: en tanto que la Naturaleza me ha admitido en su com­ posición seré partícipe de ella. En ese caso yo no soy precisamente un producto de la Naturaleza to­ tal, sino sólo un producto de la naturaleza huma­ na, sobre la cual no me es dado conocimiento algu­ no. Del mismo modo que la garrapata es tan sólo -

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un producto de la naturaleza de la garrapata, el hombre permanece unido a su naturaleza humana y procede de nuevo cada vez de cada individuo. Tan sólo el conocimiento de que todo en la N a ­ turaleza es creado con arreglo a su significación, y que todos los mundos circundantes se hallan com­ puestos como voces en la partitura del mundo, abre un camino que nos conduce fuera del limitado es­ pacio del propio mundo circundante. N o la altura del espacio de nuestro mundo cir­ cundante de millones de anos de luz nos eleva sobre nosotros mismos, sino el conocimiento de que fuera de nuestro mundo circundante personal también los mundos circundantes de nuestros prójimos humanos y animales se hallan dentro de un plan universal.

X II

R E S U M E N Y C O N C L U S IÓ N

S

i comparamos el organismo de un animal con una casa, entonces los anatómicos estudiarían los modos de construcción, y los fisiólogos, las dis­ posiciones mecánicas que en la casa se encuentran. También los ecólogos han examinado y delimitado el jardín en el cual se encuentra la casa. Se han descrito siempre los jardines como se ofre­ cen a nuestros ojos humanos y prescindiendo de cómo se presenta el jardín cuando es considerado por el sujeto que habita la casa. Y este panorama es sumamente sorprendente. El jardín de la casa no se limita, como a nuestro ojo le parece, por un mundo extenso del cual representa él, tan sólo, un pequeño sector, sino que se halla ro­ deado de un horizonte el cual tiene como centro la casa. Cada casa se halla cubierta de su propia bóve­ da celeste, a lo largo de la cual caminan el sol, la luna y las estrellas que pertenecen directamente a la casa. — 159 —

Cada casa tiene un número de ventanas que se abren al jardín—una ventana para la luz, una ven­ tana para el sonido, una ventana para el olfato, una ventana para el gusto y un gran número de venta­ nas para el tacto. Según el modo de construcción de estas ventanas, cambia el jardín visto desde la casa. En modo algu­ no aparece como el corte de un mundo mayor, sino que es el único mundo que pertenece a la casa, su mundo circundante. Totalmente distinto es el jardín cuando aparece a nuestros ojos desde el punto de vista que se ofrece al habitante de la casa, especialmente respecto de las cosas que ésta encierra. Mientras en el jardín descu­ brimos nosotros miles de piedras diferentes, plantas y animales, el ojo del habitante de la casa percibe únicamente un número muy limitado de cosas en su jardín, y, ciertamente, tan sólo aquellas que para el sujeto que habita la casa tienen una significación. Su número puede reducirse a un mínimo, como el del mundo circundante de la garrapata, en el cual se presenta siempre exclusivamente el mismo mamífe­ ro con un número absolutamente limitado de pro­ piedades. De todas las cosas que describimos en el círculo de la garrapata, las flores olorosas y coloreadas, las hojas susurrantes, los pájaros canto— 160

res, ninguna de ellas aparece en su mundo circun­ dante. H e demostrado cómo un mismo objeto transfe­ rido a cuatro mundos circundantes diferentes ad­ quiere cuatro significaciones diferentes y cada vez sus propiedades quedan fundamentalmente alteradas. Esto se explica porque todas las propiedades de las cosas no son, en esencia, más que signos caracterológicos que le son impresos por el sujeto para entrar en relación con ellos. Para comprender esto es preciso recordar que cada organismo de un ser vivo está construido por célu­ las vivas, cuyo conjunto forma un carillón vivo. La célula viva posee una energía específica que le per­ mite responder a cada acción externa que arriba a ella con un «sonido de su yo». Los sonidos del yo pueden unirse entre sí mediante melodías, y no ne­ cesitan de una correlación mecánica de sus cuerpos celulares para influir uno sobre el otro. En sus rasgos fundamentales se asemejan los cuer­ pos de la mayoría de los animales, puesto que po­ seen como base órganos que sirven al metabolismo y acarrean la energía obtenida de la alimentación para . el rendimiento vital. El rendimiento vital del sujeto animal como receptor de significación consiste en percibir y actuar. — 161 —

XI

Los órganos de los sentidos sirven para percibir y seleccionar los estímulos que arriban de todas par­ tes, suprimir los innecesarios y transformar los estí­ mulos útiles al organismo en excitación nerviosa, la cual, al llegar al centro, permite que suene el cari­ llón viviente de las células cerebrales. Los tonos del yo correspondientes sirven de signos de notación del accidente externo, el cual quedará en ellos impreso como signo correspondiente del origen de estímulo, según las circunstancias, según sean signos auditi­ vos, visuales, olfativos, etc. A l mismo tiempo, las campanas celulares resonan­ tes en los órganos de percepción inducen a las cam­ panas del órgano central de acción, las cuales envían sus sonidos propios como impulsos para desencade­ nar y dirigir los movimientos de los músculos de los efectores. Es, por tanto, una especie de proceso mu­ sical que, partiendo de las propiedades del portador de significación, vuelve de nuevo a él. Por esta ra­ zón es lícito considerar como contrapunto tanto a los órganos receptores como a los efectores del re­ ceptor de significación, respecto de las propiedades correspondientes del portador de significación. En todo momento puede uno persuadirse de que en la mayoría de los animales la estructura corporal, tan complicada, es la condición previa para unir sin — 162 —

dificultad alguna al sujeto con sus portadores de sig­ nificación. La estructura somática no existe nunca desde un principio, sino que en cada organismo se inicia como una única campana celular que se divide y ordena después en un carillón sonoro con arreglo a una de­ terminada melodía de la forma. ¿Cómo es posible que dos cosas de tan diferente origen como, por ejemplo, el abejorro y las flores del diente de león, de tan diferente estructura, se adapten entre sí en todas sus particularidades? Evi­ dentemente, a causa de que ambas melodías de la forma se influyen mutuamente: a causa de que la melodía del diente de león interviene como motivo en la melodía del abejorro, y viceversa. Lo que es válido para la abeja lo es también para el abejorro, y si su organismo no fuese propio para la flor no se hubiese logrado su estructura. Al aceptar este principio cardinal de la técnica de la Naturaleza, la cuestión de si hay un progreso de lo imperfecto a lo más perfecto queda decidida en sentido negativo. S i motivos extraños de significa­ ción que actúan simultáneamente forman la estruc­ tura de los animales, entonces no es concebible que una tan grande sucesión de generaciones pueda alte­ rarse. — 163

Cuando dejamos a un lado la especulación de los ascendientes, entramos en el terreno sólido de la téc­ nica de la Naturaleza. Pero aquí nos espera una gran desilusión. Los resultados de la técnica de la N atu­ raleza se hallan patentes ante nuestros ojos, pero la formación de sus melodías es para nosotros total­ mente impenetrable. La técnica de la Naturaleza tiene esto de común con el origen de toda obra artística. Vemos perfec­ tamente cómo la mano del pintor coloca sobre el lienzo mancha de color sobre mancha de color, has­ ta que el cuadro aparece terminado ante nosotros; pero la melodía de la forma que mueve la mano permanece totalmente incognoscible para nosotros. Comprendemos perfectamente cómo un reloj de música hace sonar sus melodías, pero nunca com­ prenderemos cómo una melodía construye su reloj de música. Precisamente es esto lo que acontece en el origen de cada ser vivo. En toda célula germinativa se halla el material; también en los genes existe el teclado. Falta tan sólo la melodía paca coronar la forma. ¿De dónde procede? En cada reloj de música hay cilindros provistos de púas. Al girar los cilindros, las púas golpean len­ güetas de metal de diferente longitud y producen -

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vibraciones, que percibe nuestro oído como sonidos. Cualquier músico reconocerá con facilidad, en la posición de las púas sobre les cilindros, la partitura de la melodía que es tocada por el reloj de música. Si hacemos abstracción por un instante del cons­ tructor humano del reloj de música y suponemos que el reloj es un producto de la Naturaleza, entonces podremos decir que nos hallamos ante una partitura orgánica de tres dimensiones, que evidentemente ha cristalizado la misma melodía, porque la melodía representa la semilla de la significación del reloj de música, de la cual proceden todas sus partes, supues­ to que exista material suficiente y dúctil. En el Museo Nacional de Estocolmo hay un pe­ queño cuadro de I var A r o se n iu s , Jul (N avidad), muy conocido, que representa una tierna mujer jo­ ven con un niño en el regazo. Sobre la madre se cierne un ligero y delicado nimbo. Esta encantadora Virgen se encuentra en una simple buhardilla. Todo cuanto la rodea es completamente vulgar, pero todos los objetos que se ven ante ella, la mesa, la lámpara, la cortina, la cómoda con sus cacharros, hacen la impresión de motivos llenos de sentimiento que ele­ van la enternecedora santidad. El cuadro está tan perfectamente compuesto, que uno se olvida del pintor y se cree contemplar un

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milagro de la Naturaleza. La semilla de significa­ ción dice: «Madonna». De ella surgen todas las de­ más cosas como en la formación melódica de un cristal. Al mismo tiempo cree uno contemplar un puro mundo circundante en el cual no hay ningún material extraño. Todo se halla unido entre sí como punto y contrapunto. Tan sólo un poco de material dúctil—un poco de lienzo y un par de colores suaves—ha sido necesa­ rio para que cristalice esta pequeña obra de arte. La cantidad del material desempeña un papel totalmen­ te secundario. Con más o menos material, en una extensión mayor o menor, el artista hubiese alcan­ zado el mismo resultado. Pero otro artista con idéntico material hubiese producido con la misma semilla de significación, Madonna, una imagen de la Virgen totalmente di­ ferente. Ahora bien; utilicemos el origen de una obra de arte para mostrar hasta qué punto el origen de un ser vivo transcurre de un modo semejante. N o hay duda de que debemos considerar la be­ llota como la semilla de significación de la encina, y el huevo, como la semilla de significación de la gallina. El material es en ambos casos el más dúctil que posee la Naturaleza, es decir, protoplasma vivo,

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que cede en cada creación de forma cuando parte de tonos del yo, y es capaz, además, de conservar cada forma. La encina cristaliza partiendo de la semilla de sig­ nificación, de la bellota, con la misma seguridad que la gallina del huevo; pero ¿cómo acontece esto? Como ya fue indicado, se esbozan nuevos brotes de órganos, que se desarrollan de un modo absolu­ tamente independiente. En cada brote de órgano se encuentra una semilla de significación, de la cual, gracias al material que le es ofrecido, cristaliza un órgano perfecto. Si se retira parte del material de construcción, el órgano se forma de modo perfecto en todos sus detalles, con exactitud, pero de menor tamaño que el órgano normal. B raus ha demos­ trado que la cabeza de la articulación del hombro no se ajusta en su acetábulo cuando éste no alcanza el tamaño normal por falta de sustancia formativa. Y S pemann ha demostrado, como hemos visto, que un brote de órgano implantado a otro animal conserva el germen de significación correspondiente a su lugar en el organismo, pero puede producir un órgano totalmente diferente, el cual puede ser útil al animal de que procede, pero no al animal al que ha sido trasplantado, a causa de que ambos anima­ les ejecutan la misma función, aunque de un modo

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completamente diverso. En ambos casos, el germen de significación era la función de comer; pero la rana se alimenta de otro modo que el tritón. Así, dos imágenes de la Virgen no son iguales cuando proceden de dos pintores diferentes, aun cuando ambas procedan del mismo germen de sig­ nificación. En tanto que los órganos se reúnen para una fun­ ción común corporal, no se producen formas inco­ rrectas por deficiencia de material de construcción, como ha demostrado B raus . W essely pudo eviden­ ciar que en los conejos jóvenes, los cuales regeneran su cristalino en escala más o menos reducida, los órganos que intervienen conjuntamente en el acto de la visión aumentan o disminuyen en igual escala, de modo que en cada caso la función de la visión con­ tinúa inalterable. En este caso es también la signifi­ cación la que dirige la regeneración. Que es la significación realmente la que gobierna la regeneración, se evidencia merced a un experi­ mento de NlSSL. La bóveda craneal de los mamífe­ ros tiene, indudablemente, la significación de una cubierta sólida de protección del cerebro subyacente. La bóveda craneal se regenera correctamente, en los conejos jóvenes, siempre que el cerebro no haya sido herido. Pero si, por el contrario, se ha extirpado la — 168 —

mitad del cerebro, no se regenera la parte de la bó­ veda craneal correspondiente a ésta. H a perdido su significación. En este caso es suficiente una simple sutura. Como se ve, la significación aparece en todas par­ tes como factor decisivo de la Naturaleza en formas siempre nuevas y sorprendentes. Si hacemos desfilar ante nuestra mente los mun­ dos circundantes, encontramos en los jardines que rodean las casas orgánicas de los sujetos las formas más maravillosas, que sirven de portadores de signi­ ficación, cuya interpretación ofrece con frecuencia grandes dificultades. Se tiene, a veces, la impresión de que los portadores de significación representan signos secretos o símbolos, que tan sólo pueden ser comprendidos por los individuos de la misma espe­ cie; pero que para los miembros de especies ajenas permanecen totalmente ininteligibles. El contorno y la corriente de agua de la almeja de los estanques proporciona el símbolo del amor al Rhodeus amaras. La diferencia de gusto entre la punta y el tallo deviene un símbolo formal para la lombriz de tierra. El mismo sonido se convierte en símbolo de amistad para el murciélago, y en símbolo de enemistad para la mariposa nocturna, y así suce­ sivamente, en serie interminable. — 169

Convencidos, finalmente, merced a una cantidad asombrosa de ejemplos, de que cada mundo circun­ dante se halla lleno fundamentalmente tan sólo de símbolos de significación, se impone además a nos­ otros el segundo hecho, aún más sorprendente, de que cada símbolo de significación de un sujeto es al mismo tiempo un motivo de significación para la estructuración del propio sujeto. La casa corporal es, de una parte, productor de símbolos de significación, que pueblan su jardín, y de otra, el producto de símbolos semejantes, que intervienen como motivos en la construcción de la casa. La ventana visual de la casa agradece al sol su claridad y su forma allá arriba, en el cielo, que como una bóveda cubre el jardín. Pero al mismo tiempo es motivo para la construcción de la ventana. Esto es válido para los animales y para el hom­ bre, y se funda en que es el mismo factor de la N a ­ turaleza el que se manifiesta en ambos casos. Supongamos que, merced a cualquier accidente de la Naturaleza, mueren las mariposas nocturnas y que nos hallamos ante el problema de tener que reparar con auxilio de la técnica de la Naturaleza esta defi­ ciencia del teclado de la vida. ¿Cómo procedería­ mos? — 170 —

Tomaríamos, probablemente, una mariposa diur­ na y la adiestraríamos en las flores que florecen du­ rante la noche, y atribuiríamos mayor importancia al desarrollo de los tentáculos olfativos que al de los ojos. Como las nuevas mariposas nocturnas, sin em­ bargo, serían entregadas inermes a los murciélagos, diestros en el vuelo, sería preciso crear un signo de reconocimiento para este enemigo, que hiciese posi­ ble a la mayoría de las mariposas huir de él en el momento oportuno. Como símbolo de enemistad sería lo mejor em­ plear el piar del murciélago, porque el murciélago lo emplea siempre como símbolo de amistad. Para percibir el piar del murciélago tiene que ser transformada la mariposa y ser provista de un órga­ no auditivo que la ponga en relación con el símbolo de enemistad. Esto quiere decir que el símbolo debe entrar en el plan de construcción como motivo.

Si nofuese la mariposa nocturna apropiada al murSu vida pronto terminaría. [ Es lícito pensar que la garrapata se ha formado para llenar un hueco en el teclado de la N atura­ leza. En este caso sería el portador de significación, — 171 —

que lleva en sí las propiedades generales de los ma­ míferos, al mismo tiempo símbolo para la presa y motivo en el plan de construcción de la garrapata. Intentemos, como conclusión, considerar nuestra propia casa corporal desde fuera, en relación con su correspondiente jardín. Ahora sabemos ya que nuestro sol en nuestro cielo, junto con el jardín, que está lleno de plantas, animales y hombres, son sím­ bolos de la composición universal de la Naturaleza, la cual todo lo ordena con arreglo a su rango y sig­ nificación. Merced a esta ojeada logramos también el cono­ cimiento de los límites de nuestro mundo. Cierto es que, merced a una serie de aparatos cada vez más sensibles, nos adentramos en todas las cosas; pero aun cuando las descompongamos en sus últimas particularidades— en átomos y electrones—, siguen siendo siempre signos perceptivos de nuestros senti­ dos y representaciones. Sabemos que este sol, este cielo y esta tierra des­ aparecerán con nuestra muerte y continuarán vivien­ do en formas semejantes en los mundos circundan­ tes de las generaciones venideras. N o existen tan sólo dos variedades de espacio y tiempo en las cuales se desarrollan las cosas. Existe además la diversidad de los mundos circundantes. — 172 —

en los cuales las cosas se repiten en formas siempre nuevas. Todos los innumerables mundos circundantes pro­ porcionan en una tercera diversidad el teclado, so­ bre el cual la Naturaleza ejecuta su sinfonía de significación más allá del espacio y del tiempo. Durante nuestra vida nos es asignada la tarea de formar con nuestro mundo circundante una tecla de este gigantesco teclado sobre el cual toca una mano invisible.

IN D IC E Páés. D e d i c a t o r i a ............................................................................... I n t r o d u c c i ó n ...........................................................................

I. —Los portadores de significación.................... I I .—M undo circundante y habitáculo.................... I I I . —Utilización de la significación....................... IV . —L a significación de la te la r a ñ a .................... V .—Regla de la creación de la forma y regla de la significación.................................................. V I.—La regla de significación como puente de dos reglas elem entales........................................... V II.—L a teoría de la composición de la N aturaleza. V III.—L a resignación ante la significación................ I X .—L a técnica de la N a t u r a le z a ........................... X .—E l contrapunto como motivo de la creación de la form a....................................................... X I .—E l progreso........................................................... X I I .—Resumen y conclusión. . . . . . . . . . .

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11 l5 3l 4l 57 67 83 93 113 123

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