Medicina, salud y nutrición aztecas
 9789682318436, 9682318432

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traducción de VICTORIA SCHUSSHEIM

MEDICINA, SALUD Y NUTRICIÓN AZTECAS por

BERNARDO R. ORTIZ DE MONTELLANO

siglo veintiuno editores

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siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. C E R R O D EL AG U A 248, DELEGACIÓ N CO YO ACÁN, 04310, M ÉXICO, D.F.

siglo xxi editores argentina, s.a. LAVALLE 1634, 11 A, C1048AAN, B U E N O S AIRES, ARG EN TIN A

portada de callos palleiro primera edición en español, 1993 quinta edición en español, 2003 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 968-23-1843-2 primera edición en inglés, 1990 © rutgers university press, new brunswick y londres título original: aztec medicine, health, and nutrition derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico / printed and made in mexico

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS UNA NOTA SOBRE EL TEXTO INTRODUCCIÓN 1. LA CULTURA AZTECA EN EL MOMENTO DE LA CONQUISTA

Antecedentes históricos, 19; Fuentes para la comprensión de la medicina azteca, 30; Metodología, 45

2. RELICIÓN, COSMOVISIÓN Y MEDICINA AZTECAS

La dualidad del cosmos y sus elementos constituyentes, 54; Creación, destrucción y sacrificio humano, 56; El hombre como microcosmos, 60; Complejos de deidades, 63; Preserva­ ción del orden social por medio de las sanciones sociales, 66; Almas múltiples (fuerzas animistas): tonalli, teyolia e' ihiyotl, 7't; El shamanismo y los aztecas, 87

3. POBLACIÓN Y CAPACIDAD DE CARGA DE LA CUENCA DE MÉXICO

Capacidad de carga de la cuenca de México y consumo de ali­ mentos, 99; El canibalismo azteca, 107; Sistemas agrícolas, 117

4. LA DIETA AZTECA: FUENTES DE ALIMENTOS Y SU VALOR NUTRICIONAL

Plantas alimenticias cultivadas, 122; Tecuitlatl (Spirulina geitlerii), 128; Plantas del desierto, 132; Fuentes de proteína animal, 142

5. EPIDEMIOLOGÍA

Enfermedades previas a la conquista, 148; Salud pública, 156

6. EL DIAGNÓSTICO Y LA EXPLICACIÓN DE LA ENFERMEDAD

Categorías del origen de las enfermedades, 158; Causalidad sobrenatural, 159; Causalidad mágica, 171; El diagnóstico de los padecimientos sobrenaturales y mágicos, 175; Causalidad natural, 181; Causalidad mixta: frío y flema, 188

ÍNDICE

6

7. LA CURACIÓN DE LA ENFERMEDAD

196

8. EL SINCRETISMO EN LA MEDICINA ÉTNICA DE MÉXICO

231

APÉNDICE A

279

APÉNDICE B

285

BIBLIOGRAFÍA

309 235

Curas religiosas, 197; Curas mágicas, 200; Curas empíricas, 217; La validación empírica de la medicina azteca, 226

Las hierbas de Tlaloc, 232; El periodo colonial, 240; Sobrevi­ vencias modernas, 249; El sincretismo en la medicina étnica latinoamericana, 253

ÍNDICE ANALÍTICO

mi esposa, Ana M ercedes Ortiz d e M ontellano, y m i m adre, T helm a

Ortiz de Montellano, que me apoyaron a lo largo de todo esto, y a Charles Dibble, que fue quien me hizo empezarlo.

AGRADECIMIENTOS

Le debo mucho a mucha gente. Charles Dibble ha sido, desde hace tiempo, un modelo y una inspiración. Leyó y criticó todo el manuscrito; me brindó muchas sugerencias útiles y me proporcio­ nó materiales de su vasta colección. A Ángel Ma. Garibay (ya difunto) lo considero mi abuelo intelectual. Sus obras pioneras fueron modelo de erudición de amplio alcance, y su profundo conocimiento de la cultura azteca hizo que sus traducciones del náhuatl se aproximaran más al verdadero espíritu azteca que las versiones posteriores, basadas primordialmente en principios lin­ güísticos. Mis colegas mexicanos Carlos Viesca Treviño, Xavier Lozoya, Doris Heyden y Carmen Aguilera estimularon, leyeron y criticaron mi trabajo; con frecuencia me proporcionaron artículos, libros y materiales esenciales. De Robert Bye y Edelmira Linares recibí hospitalidad, transparencias y experiencia etnobotánica. Miguel y Chonita León Portilla me dieron hospitalidad, sabios consejos, acceso a su excelente biblioteca y publicaciones del Instituto de Historia. Luis y Leticia Vargas rne brindaron alojamiento en la ciudad de México y ine presentaron a muchos otros especialistas sobre los aztecas. Luis representó una gran ayuda para conseguir publicaciones del Instituto de Investigaciones Antropológicas. Al­ fredo López Austin, cuyo trabajo ha sentado una norma de erudi­ ción precisa y comprehensiva, fue sumamente generoso con sus consejos, sus sugerencias y sus comentarios. La deuda intelectual que con él tengo se advierte en las numerosas citas de sus obras. En Estados Unidos Guido Majno investigó para mí el corpus hipocrático, y Joseph Hastien me proporcionó información sobre la medicina étnica en los Andes. Mis colaboradores Carole Browner, Arthur Rubel, Michael Logan y Robert Trotter representaron una fuente constante de estímulo y aliento intelectual. León Abrams siempre había querido que escribiera sobre la comida azteca, y leyó y criticó las parte sobre dieta y nutrición. Mike y Sopliia Coe fueron amables anfitriones y me brindaron los resulta­ dos de su investigación. Kaja Finkler actuó como caja de resonancia [9]

10

AGRADECIMIENTOS

para mis teorías y contribuyó con muchos datos de sus propios estudios. Eloy Rodríguez y yo sostuvimos muchas conversaciones fructíferas y emocionantes sobre etnobotánica, productos natura­ les, química y, en general, sobre la vida. Diana Marínez ha sido, durante años, una fuente de amistad, bromas, materiales de refe­ rencia y recetas. Karen Reeds, mi editora, y Norman Rudnick, mi corrector de estilo, ambos de la Universidad de Rutgers, realizaron la ardua labor de dar forma, aclarar, y refinar mis escritos. Mejora­ ron de manera significativa la organización del libro. A mi madre, Thelma Ortiz de Montellano, le debo toda una vida de apoyo y de atenta lectura de mi trabajo. Mi esposa, Ana Merce­ des, ha leído y corregido todo lo que escribí, incluyendo este libro. Su apoyo y su dedicación fueron esenciales para llevar a cabo esta obra. Siempre le estaré agradecido. Este libro le debe mucho a mucha gente, pero los errores son míos. Detroit, Michigan, abril de 1990

UNA NOTA SOBRE EL TEXTO

Cabe hacer algunas observaciones generales sobre los términos empleados en este libro. La designación “azteca” se aplica a los pueblos que viven en el valle de México, que tienen una historia común y son herederos de la cultura de Mesoamérica. El término “mexica” se refiere a los aztecas que vivían en Tenochtitlan, ahora la ciudad de México, y que dominaban el imperio azteca en el momento de la conquista española. El náhuatl es la lengua del grupo lingüístico utoazteca que hablaban los aztecas. Las palabras de este idioma son todas graves. En el capítulo 1 se citan de manera amplia varias fuentes primarias y se las analiza en profundidad. Como fueron escritas en el siglo xvi pero se citan a partir de ediciones modernas, puede resultar útil una breve descripción.* El Códice Badiano se escribió, en latín, en 1552, pero las referencias están tomadas de una edición en español publicada en 1964. Ruiz de Alarcón escribió en su lengua en 1629; las referencias citan una edición en español de 1953 o una o dos traducciones al inglés, publicadas en la década de 1980, que corresponden al mismo libro, aunque tienen diferentes títulos. La obra en latín de Hernández quedó concluida en 1577, pero se cita una traducción al español parcial (1942-1946) o completa (1959). El libro de Sahagún pasó por diferentes etapas e idiomas. Dos versiones (Primeros memoriales, en 1560, y Códices matritenses, en 1565), se escribieron en náhuatl, nunca se tradujeron completa­ mente, y se imprimieron en edición facsimilar en 1906. Una versión posterior en náhuatl, el Códiceflorentino (1577), se tradujo al inglés y se publicó en 1950-1969. La versión en español de Sahagún, la Historia general, se publicó por primera vez en 1793; aquí se cita una edición de 1956. * En esta traducción se procuró tomar las citas de estas fuentes de versiones en español, de fácil acceso al lector de México. La cita bibliográfica que aparece en el cuerpo del texto hace referencia, asi, a la edición empleada en esta versión, y en la bibliografía se incluye la ficha completa. [T.] [11]

INTRODUCCIÓN

La facilidad con que unos pocos españoles lograron conquistar el imperio azteca ha planteado siempre preguntas de interés para los historiadores y los antropólogos. ¿Cuán sanos estaban los aztecas antes de la llegada de los españoles? ¿Puede explicarse la vulnera­ bilidad de los aztecas a las enfermedades y los maltratos de los europeos por una debilidad generalizada previa a la conquista? En la respuesta a estas preguntas —y sostendremos que, en términos generales, los aztecas eran un pueblo saludable—la medicina azteca desempeña un papel importante. El sistema azteca de definir la salud, de explicar las causas de la enfermedad, de diagnosticar, prevenir y curar la enfermedad, es interesante en sí mismo. Adquie­ re un significado aún mayor cuando se lo yuxtapone con la medi­ cina europea del siglo xvi y se lo observa como amplio ejemplo de un sistema médico no occidental. La conquista significó que tanto los españoles como los aztecas se encontraron ante un conjunto ajeno de creencias médicas, de tradiciones, enfermedades y reme­ dios, y tuvieron que destruirse o asimilarse mutuamente. Al parecer unos y otros hallaron familiares y fáciles de respetar algunos aspectos de las creencias y costumbres extrañas; otros les resultaron totalmente incomprensibles y aborrecibles. En su expansión por América los españoles también se enfren­ taron a otras prósperas civilizaciones —los mayas, los incas—y las destruyeron. Nos concentramos en los aztecas porque sintetizan una larga tradición de la cultura de Mesoamérica, porque sobre su religión y su medicina disponemos de más información que de cualquier otra cultura americana, y porque la supervivencia de las creencias aztecas en el México moderno nos bríndala oportunidad de corroborar nuestras fuentes. Además, los aztecas y su medicina resultan de especial interés para los historiadores, los antropólogos y los historiadores de la medicina porque la azteca fue una de las pocas civilizaciones que habían alcanzado el nivel de Estado (otras son la china, la india, la islámica y la inca) con que se encontraron los europeos en la era de las conquistas. La existencia de escritura en las sociedades con Estado permite [13]

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INTRODUCCIÓN

que el conocimiento se acumule, se trasmita y alcance un nivel cre­ ciente de complejidad. Los aztecas representan un ejemplo crucial porque los registros escritos los convierten en la civilización con Es­ tado mejor documentada del Nuevo Mundo. Su medicina era ideoló­ gicamente coherente y compleja, y ejerce una evidente atracción sobre los antropólogos y los historiadores de la medicina y de las religiones que se interesan por la naturaleza de los sistemas de pensa­ miento no occidentales. Distinguimos entre medicina, que es la defi­ nición y el tratamiento de las enfermedades, y salud, estado del ser que depende de la condición nutricional de la población y de su exposición a factores que causan la enfermedad. Los aztecas también tienen relevancia para los intereses modernos porque construyeron y mantuvieron una civilización de tipo estatal con una alta densidad de población en una zona ecológica no siempre favorable, sujeta a heladas y escasa precipitación pluvial y en la que no había herbívo­ ros domesticables como la vaca y el caballo, o como el omnívoro cerdo. Los sistemas agrícolas y las plantas alimenticias que permitieron que en tales circunstancias los aztecas conservasen una población sana y bien alimentada podrían utilizarse hoy para ayudar a satisfa­ cer las necesidades alimentarias de las naciones del Tercer Mundo. Este libro sintetiza brevemente la historia, la cultura y la religión aztecas, así como la conquista española y la organización colonial (capítulo 1). Eso nos proporciona el contexto para considerar la medicina azteca y el proceso de sincretismo, es decir, la fusión de influencias aztecas y europeas, que se inició con la conquista y que modificó tanto la cultura azteca como la cultura española de México. El sincretismo atribuye nuevos significados o funciones a viejos elementos de una cultura, o hace que los viejos elementos sean atribuidos a factores culturales de reciente introducción. Siempre que dos culturas están en contacto se produce sincretismo. Además, la cultura subordinada (la azteca) incorpora más elemen­ tos de la cultura dominante (la española) que ésta de aquélla. Cuando en ambas culturas existen de antemano creencias similares, se sincretizan más fácilmente. Las alteraciones debidas al sincretismo hacen necesario que las fuentes de información primarias se examinen y se evalúen cuida­ dosamente para obtener una imagen precisa de la medicina azteca previa a la conquista (capítulo 1). La moderna medicina étnica mexicana es una mezcla sincrética de conceptos aztecas y españoles. Se requiere tener una imagen clara de las creencias precolombinas,

INTRODUCCIÓN

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tanto aztecas como españolas, a fin de poder rastrear el inteijuego de estas dos tradiciones medicinales desde la conquista hasta el presente. Nuestro análisis se concentrará en el concepto de “calien­ te” y “frío” en la medicina y la salud, y en un grupo de “síndromes culturalmente definidos” —susto, caída de mollera y mal de ojocuyo origen, nativo o europeo, ha suscitado gran interés y muchas controversias (capítulo 8). Como lo ha demostrado la tasa de mortalidad del sida, las armas de la ciencia moderna son inútiles cuando el sistema inmune se ve incapacitado o resulta inadecuado como primera línea de defensa. La alimentación y el estado nutricional son componentes impor­ tantes de la salud que muchas veces no se toman en cuenta en los análisis de la medicina azteca. No obstante, resultan cruciales para determinar la capacidad que tiene una persona para erigir una respuesta inmune, para resistir las infecciones y curarse después de un traumatismo. Los aztecas tenían una dieta amplia, nutritiva y bien balanceada, gracias a sus técnicas agrícolas sumamente pro­ ductivas e intensivas en mano de obra, y a algunos alimentos especialmente eficientes y nutritivos (capítulo 4). Un aspecto que se relaciona con la agricultura es la capacidad de carga del valle de México, es decir, la población que podía sostener el ecosistema sin experimentar daños irreversibles. Esta capacidad depende de una compleja interacción entre el número de habitantes, la densidad de la población, los recursos naturales y los sistemas agrícolas. Michacl Harner (1977) y Marvin Harris (1978) han afirmado que la población azteca era excesiva y que el canibalismo ritual se llevaba a efecto, de hecho, para obtener una cantidad adecuada de proteínas. Demostraremos que esto es erró­ neo, que el valle de México tenía una capacidad de carga adecuada como para impedir una crisis poblacionat, y que era posible man­ tener una dieta nutritiva y balanceada sin recurrir a la carne humana (capítulo 3). La medicina azteca era holística. El padecimiento y la enferme­ dad se veían como la interacción de causas sobrenaturales, mágicas y naturales. En un caso determinado podía predominar un factor, pero las causas de la enfermedad eran multifactoriales. Analizamos las tres causas por separado, a fin de ilustrar con más claridad el proceso del diagnóstico y la relación entre una causa propuesta y la cura recomendada (capítulo 6), pero hay que recordar que los aztecas no las consideraban de manera separada.

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INTRODUCCIÓN

Utilizaremos de forma más o menos intercambiable los términos enfermedad, padecimiento y dolencia. La distinción que se hace en la biomedicina occidental entre enfermedad, proceso patológico reconocido por un médico, y padecimiento, elaboración cultural definida por el paciente, pero no necesariamente vista como enfer­ medad por el médico, no resulta muy útil en un sistema de creencias como el de los aztecas. Ha sido preocupación de antropólogos médicos y de historiado­ res de la medicina el problema de evaluar de manera justa un sistema médico no occidental. Suponer que sólo son válidos los preceptos de la biomedicina occidental, y que son la única base para juzgar la validez de otros sistemas de creencias, es arrogante e improductivo. La medicina occidental ha rechazado con frecuencia tratamientos eficaces y ha aceptado otros inútiles (Goodwin y Goodwin, 1984; Moerman, 1983). Proponemos una nueva metodo­ logía que se beneficia de la replicabilidad de la biomedicina y de la vasta literatura especializada sobre los componentes químicos de las plantas, pero que usa los conceptos nativos de enfermedad. En primer lugar, se juzga a la medicina azteca de acuerdo con la producción —verificada biomédicamente—de los efectos fisiológi­ cos, requeridos por las creencias etiológicas aztecas, por los reme­ dios que propone. Esto resulta justo porque no impone las defini­ ciones occidentales de enfermedad y cura como criterio único de juicio. En segundo lugar, se evalúa también la medicina azteca en términos de su eficacia de acuerdo con las creencias y normas biomédicas occidentales. Esta doble prueba demuestra que las medicinas aztecas eran eficaces, no sólo en relación con los criterios aztecas sino también, muchas veces, de conformidad con los están­ dares modernos (capítulo 7). Nuestra visión crítica de la salud y la medicina aztecas se concen­ tra en la salud pública, la nutrición y la teoría y práctica médicas. Guerra (1966), Coury (1969) y Viesca Treviño (1984c) han analiza­ do la estructura social de los curadores aztecas y la organización de la atención médica. Prestamos una atención especial al problema que suelen plantear, respecto a cualquier sistema médico diferente del propio, los observadores tanto legos como especializados: ¿de verdad funciona? AI evaluar la eficacia y la efectividad de la teoría y la práctica médicas aztecas nuestro enfoque es poco común, porque toma como punto de partida la percepción que de las enfermedades, sus

INTRODUCCIÓN

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causas y las terapias apropiadas tenían los aztecas. Nos preguntamos después si los remedios aztecas, que eran en general una combina­ ción holística de tratamientos, pueden haber funcionado, dadas sus propias explicaciones de los padecimientos. Con respecto a una amplia variedad de enfermedades aztecas, procuramos desentrañar primero el complejo de fuerzas mágicas, divinas y naturales que los aztecas consideraban responsables de aquéllas, y recurrir después a la fisiología, la farmacología y la psicología contemporáneas para ver si los tratamientos prescritos (ya fuesen religiosos, mágicos o racionales) podrían haber resultado empíricamente efectivos para contrarrestar la causa que se percibía. Esta técnica nos permite juzgar la efectividad de la práctica médica azteca en sus propios términos, sin tratar de que la enfermedad definida por la medicina azteca resulte idéntica a las enfermedades reconocidas por la medicina española del siglo xvi o la norteamericana del siglo xx, o congruente con ellas.

1 LA CULTURA AZTECA EN EL MOMENTO DE LA CONQUISTA

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

El periodo previo a la conquista Los aztecas representaron el último capítulo de un larguísimo libro cultural. Su dominio sobre el México central se inició en el siglo xv, pero durante más de dos mil años, antes de ellos, Mesoamérica había sido el hogar de una serie de impresionantes civilizaciones. Las culturas que se difundieron por esta región geográfica, que se extiende desde aproximadamente la mitad de México hasta El Salvador y Honduras (véase el mapa 1), compartían un número de rasgos característicos: un complicado calendario basado en la per-

Mapa de Mesoamérica en que se indican las principales regiones y las ciudades importantes (G. W. Conrad y A. A. Demarest, Religión and empirt, 1984, Cambridge University Press) MAPA 1:

[19]

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LA CULTURA AZTECA

mutación de un calendario sagrado de 260 días y uno solar de 365 días; escritura jeroglífica o pictográfica; un juego de pelota que se llevaba a cabo con una pelota sólida de hule; el uso de las almendras de cacao como unidad monetaria; un panteón de deidades comple­ jísimo (Coe, 1984: 11-12; Kirchhoff, 1943). Existía una especie de sistema religioso panmesoamericano, con una visión del mundo común, enraizada en el pasado lejano (Caso, 1971; Coe, 1981). Esta visión del mundo variaba algo en cuestiones superficiales según las diferentes áreas y los diversos periodos históricos, pero a lo largo de dos milenios las sucesivas culturas compartieron un conjunto de creencias fundamentales. Los aztecas y sus creencias médicas son el punto en el que se concentra este estudio, ya que aquéllos re­ presentaron la fuerza política dominante en el momento de la conquista y se cuenta con mucha más información sobre ellos que sobre otras culturas mesoamericanas, así también como porque su visión es representativa de la de civilizaciones previas. La cultura más temprana del valle de México (véase el mapa 2) se derivó de la olmeca, como se aprecia en Tlatilco (800 a. C.). El primer imperio que surgió en el valle fue el de Teotihuacan, que se inició alrededor del 100 a. C. Teotihuacan fue el primero de una serie de imperios cuyo poder e influencia se basaban en la impor­ tancia estratégica del valle de México y en el control que brindaba sobre recursos naturales cruciales. La influencia de Teotihuacan se extendía desde el norte de México hasta el área maya de América Central, y perduró hasta 650 d. C., cuando, según se cree, el imperio sucumbió a reiteradas incursiones de bandas de cazadores y reco­ lectores de las regiones áridas de lo que es ahora el norte de México y el suroeste de Estados Unidos. Se produjo entonces un patrón repetitivo. Las bandas nómadas asaltaban y derrotaban a los impe­ rios agrícolas de Mesoamérica, luego se asentaban en el valle de México, se trasformaban en agricultores, asimilaban la cultura mesoamericana y comenzaban a construir un nuevo imperio. De esa forma, después de un periodo de caos tras la caída de Teotihuacan, el imperio toiteca (1100-1250 d. C.) logró restablecer el orden. Su derrumbe llevó, una vez más, a la dispersión de la pobla­ ción del valle y a su aislamiento del resto de Mesoamérica. En el inter­ valo, grupos de las tribus nahuaparlantes a las que llamamos aztecas comenzaron a migrar hada el valle de México. Los mexicas fueron una de las últimas tribus en llegar y fundaron Tenochtitlan en 1325 como sujetos de los tepanecas, que habían adquirido ya una posición

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LA CULTURA AZTECA

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2.33 veces más que la porción visible. Como el denominador de la tasa de encienda aumenta por un factor de 2.33, la efldencia global se reduce correspondientemente a 28.6/2.33 “ 12.3% (Bassham, 1977). 2 El límite superior del efecto de dosel se ba calculado en 0.80, y el del efecto de respiración en 0.667 (Bassham, 1977). Eficiencia (plantas terrestres) “ 0.123 x 0.80 x 0.667 -0.066, o 6.6% 3 La radiadón solar anual en el suroeste de Estados Unidos es en promedio de 4 610 kcal/m2 por día. En este caso el rendimiento teórico máximo se calcula como sigue: a] Energía convertida en glucosa - 0.066 x 4 610 * 304.3 kcaV'm por día. b] Cantidad de la unidad básica de carbohidrato producida a 114 kca^mol (6.023 x 1023 moléculas 3 1 mol), es entonces de 304.3/114 “ 2.67 moV'm1 por día. c] El componente básico de la biomasa es la glucosa, de la cual se producen tanto el almidón como la celulosa. La glucosa(C6Hi206) está compuesta por 6 unidades básicas de carbohidrato. Así, el rendimiento de glucosa (celulosa) et de 2.67/6 “ 0.445 mol/m2 por día. A 162 g/mol, es de 162 x 0.445 “ 72.1 g/m 2 por día.

LA DIETA AZTECA

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rendimientos máximos reales son aproximadamente la mitad del límite teórico. Una complicación adicional consiste en que las plantas llevan a cabo la fotosíntesis por dos mecanismos diferentes, llamados vías C3 y C4. Las especies que usan la vía C4 son inherentemente más eficientes que las que emplean la vía C3 (Zelitch, 1979).4 De esta forma, bajo condiciones idénticas de luz solar, agua y suelo, las plantas C4 producen mucho más que las C3. Dos de los alimentos básicos de los aztecas (el maíz y el amaranto) pertenecen al grupo C4, más eficiente, mientras que el trigo, el arroz y la soya, por ejemplo, corresponden a la categoría C3. Zelitch (1979) afirmó que los rendimientos anuales promedio por acre en 1976 eran de 4 872 libras de maíz y sólo de 1 800 libras de trigo. Ahora podemos ver la razón del entusiasmo de Hernández y el efecto que tuvo el maíz cuando se lo introdujo en el Viejo Mundo. Una productividad superior es también uno de los factores de la utilidad del tecuitlat! (Spirutina geitlerii), que se analiza más adelante. En una consideración de los alimentos aztecas resulta de parti­ cular importancia el valor nutricional de la dieta básica de Mesoamérica: maíz, frijol y calabaza, complementados con chiles y toma­ tes. Esta tríada ha sido la base de la dicta azteca desde la antigüedad, y la adición del chile y el tomate como condimentos cubría la mayor parte de las situaciones culinarias. La importancia del maíz para los aztecas se refleja en los muchos nombres que le dieron; por ejemplo, cada etapa de crecimiento tenía un nombre específico. Los etnobotánicos han demostrado que las plantas de gran signifi­ cación cultural tienden a estar hiperdiferenciadas (Berlín, Breedlove y Kaven, 1966). Al maíz se lo llamaba tonacatl, “nuestra carne”, y las mujeres lo trataban con reverencia antes de cocerlo (Sahagún, 1950-1969: libros cuarto y quinto, 184). El grupo básico se comple­ mentaba también con una extraordinaria variedad de otros alimen­ tos, que veremos más adelante. Araya, Flores y Arroyave (1981) postularon que se puede lograr una nutrición adecuada con una dieta que derive el 30 por ciento 4 Lm plantas Ci usan eficientemente el COj concentrándolo en los cloroplastos de células especializadas que rodean los manojos vasculares de las hojas. Al suprimir así la pérdida de COj por respiración, las plantas C* convierten en carbohidrato una mayor cantidad de CO 2 atmosférico que las plantas Cs, que no poseen este mecanismo.

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LA DIETA AZTECA

de su proteína de los frijoles y el 70 del maíz, proporción cercana al supuesto de Sanders de que el 80 por ciento de las calorías de la dieta azteca provenía del maíz. El cuadro 4.1 muestra los valores nutricionales de esa dieta con la adición de calabaza, chiles y tomates, que también se comían normalmente. Casi todas las fuentes se refieren al uso universal del chile: “Tienen uno, que parece pimienta, como condimento, que llaman chile, y nunca comen nada sin él” (Conquistador Anónimo, 1972:37). El amaran­ to se usaba como alternativa al maíz y se lo cultivaba en grandes cantidades, como lo demuestra el tributo pagado a Tenochtitlan, que incluía una cantidad de amaranto equivalente a la mitad del maíz. El cuadro 4.1 muestra también los valores nutricionales de una segunda dieta, en la cual 200 gramos de amaranto remplazan a 200 de maíz. La dieta 1 es baja en calcio, riboflavina y niacina, pero la forma en que se preparaba el maíz ayudaba a compensar esta deficiencia. Tradicionalmente el maíz seco se calentaba casi hasta el punto de ebullición en una solución al 5 por ciento de cal (CaO) en agua, durante 30 a 50 minutos. La mezcla se dejaba enfriar y el maíz se lavaba perfectamente y se escurría. Luego se lo molía hasta obtener una masa y se lo cocía en un comal para hacer tortillas. La cocción alcalina mejoraba la calidad proteínica del maíz al alterar de manera benéfica las cantidades relativas de los diversos aminoácidos esenciales y al hacer que tanto la niacina como su precursor, el triptofano, pudiesen ser absorbidos con más facilidad por el cuerpo (Katz, Hediger y Valleroy, 1974). Al remojar el maíz con cal se aumenta también su contenido de calcio, de 11 a 158 mg/100 g. Katz, Hediger y Valleroy han señalado que cabe esperar que las poblaciones cuya dieta se compone primordialmente de maíz desarrollen pelagra como consecuencia de deficiencia de nia­ cina, a menos que otros elementos de la dieta aporten niacina, su precursor, o ambas cosas. En otras áreas consumidoras de maíz, como Sudáfrica, India y el sur de Estados Unidos a principios de este siglo, en las que el maíz no es un elemento nativo de la dieta, la pelagra representa un importante padecimiento. En Mesoamérica es y era rara, en parte debido al procesamiento alcalino. Además, la deficiencia en niacina y lisina del maíz se atenúa al combinar el maíz con frijoles o con amaranto, productos altos en lisina (véase el apéndice A). Otra forma de preparación que incrementa el valor nutricional

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LA DIETA AZTECA

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del maíz es el pozol, una masa de maíz fermentada con una mezcla de levaduras y otros microorganismos, que, tras ser diluida en agua, se puede beber cruda. Cravioto et al. (1955) han demostrado que el pozol tiene más proteína, niacina, riboflavina, lisina, triptofano y otros nutrientes que el maíz común, y que su proteína, además, es de mejor calidad. TECUITLATL (SPIRULINA GEITLERI1)

Uno de los peculiares alimentos aztecas que encontraron los espa­ ñoles fue una sustancia verde llamada tecuitlatl, que se recogía en el salobre lago de Texoco (figura 4.1). Se la vendía en el mercado y se la comía con maíz o con una salsa hecha de chiles y tomates. Díaz del Castillo (1968: vol. 1, 279), uno de los primeros españo­ les que entraron a Tenochtitlan, describió el tecuitlatl: “pescaderas y otros que vendían unos panecillos que hacen de una como la­ ma que cogen de aquella gran laguna, que se cuaja y hacen panes dello, que tienen un sabor a manera de queso”. También Sahagún (1956: vol. 2,263; 1950-1969: libro undécimo, 65) mencionó que se lo recogía en el lago y que era comestible. Otros dos cronistas del siglo xvi hicieron descripciones mucho más amplias. Un fraile franciscano, Toribio de Benavente (llamado Motolinía, “el Pobrecito”), pasó muchos años entre los aztecas y, alrededor de 1541, escribió: Críanse sobre el agua de la laguna de México unos como limos muy molidos, y a cierto tiempo del año que están más cuajados, cógenlos los indios con unos redejoncillos de malla muy menuda, hasta que hinchen los acales o barcas dellos, y a la ribera hacen sobre la tierra o sobre arena unas eras muy llanas con sus bordes de dos o tres brazas en largo ypoco menos de ancho, yéchanlos allí a secar, echan hasta que se hace una torta de gordor de dos dedos y en pocos días se seca hasta quedar en gordor de un ducado escaso, y cortada aquella torta como ladrillos anchos, cómenlo mucho los indios y tiene[n]se [por] buenos; anda esta mercadería por todos los mercaderes de la tierra, como entre nosotros [el queso]; los que son de la salsa de los indios es bien sabroso, tiene un saborcillo de sal, y creo que especialmente a este cebo vienen a esta laguna de México grandísima multitud de aves de agua, y son tantas, que por muchas partes parecen cuajar el agua; esto es en el invierno, en el cual tiempo los indios toman muchas aves déstas... (Motolinía, 1971).

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FIGURA4.1: Recolección del alga teculdatl (SpinUinageitlerii) de la superficie del lago' de Texcoco en el siglo XVI (Sahagún, Códiceflorentino, 1906, libro undécimo)

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Hernández (1959: vol. 2,408-409) clasificó el tecuitlatl como mine­ ral, y se mostró menos entusiasta acerca del sabor: Brota el tecuitlatl, que es muy parecido al limo, en algunos sitios del vaso del lago mexicano, y gana al punto la superficie de las aguas de donde se saca o barre con redes o se apila con palas. Una vez extraído y secado un poco al sol, le dan los indios forma de pequeñas tortas; se pone entonces otra vez al sol y sobre yerbas frescas hasta que se seca perfectamente, y se guarda luego como el queso por sólo un año. Se come cuando es necesario con maíz tostado o con las comunes tortillas de los indios. Cada venero de este limo tiene su duefto particular, a quien rinde a veces una ganancia de mil escudos de oro anuales. Tiene sabor de queso, y así lo llaman los españoles, pero menos agradable y con cierto olor a cieno; cuando reciente es azul o verde; ya viejo es color de limo, verde tirando a negro, comestible sólo en muy pequeAa cantidad, y esto én vez de sal o condimento del maíz. En cuanto a las tortillas que hacen de él, son alimento malo y rústico, de lo cual es buena prueba el hecho de que los españoles, que nada desaprovechan de lo que sirve al regalo del paladar, sobre todo en estas tierras, jamás han llegado a comerlas.

Motolinía, que pasó más tiempo con los indios y estaba familiariza­ do con sus costumbres, es un informante más fiel que Hernández, al que le repugnaban muchos hábitos alimentarios de los aztecas. Los informes del uso del tecuitlatl fueron disminuyendo con el tiempo, a medida que los lagos se desecaban y menguaba su im­ portancia, y la identidad de la sustancia se perdió. La clave para su identificación no vino de México sino de un científico belga, Jean Leonard, quien descubrió que unas tortas azules llamadas dike, que comían los pueblos de las orillas del lago Chad, en el centro del África Occidental, estaban compuestas del alga Spindina geitlerii (Furst, 1978). Las algas se recogen de la superficie del lago, se secan al sol en forma de panes, y se comen con una salsa de tomates y chiles (nótese la semejanza con la descripción de Motolinía). Al parecer todos estos ingredientes se introdujeron en Chad después de la conquista de México. La Spirulina es un alimento notable. Tiene un 70 por ciento de proteína, con un conjunto de aminoácidos esenciales muy similares a los del huevo, que se considera la combinación ideal. También es rica en vitaminas y minerales, sobre todo fósforo, tiamina, ribofla­ vina y niacina (véase el apéndice A), lo que la convierte en un excelente suplemento del maíz. A diferencia de otras algas como Chlorella, que se ha propuesto como alimento para animales, pero

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que es difícil de digerir porque tiene paredes celulares semejantes a la celulosa, la Spirulina es una procariota. Su pared celular está constituida, sobre todo, por material no celulósico de fácil diges­ tión. También es relativamente baja en ácido nucleico, que si se consume en exceso puede provocar gota (Ciferri, 1981). Las virtu­ des de la Spirulina se verificaron en Francia y en México con ex­ perimentos a largo plazo con seres humanos, a los que se Ies dio hasta 100 gramos por día en una dieta que no tuvo consecuencias nocivas (Durand-Chastel, 1980). El testimonio de Motolinía y Hernández acerca de la abundancia de Spirulina resulta verosímil, ya que, como se mencionó antes, el rendimiento potencial de las algas es dos veces mayor que el de cualquier planta terrestre. Lxjs estudios demuestran que la Spiruli­ na, en condiciones óptimas, puede dar hasta 20g/m2 de peso seco por día. El cuadro 4.2 compara el rendimiento de algunos cultivos tradicionales con el de la Spirulina. CUADRO -

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s sacerdotes esparcían yauhtli a sus pies (Sahagún, 1950-1969: libro segundo, 21). En otra ocasión los sacerdotes se pintaban de azul, con un diseño característico de I-Iuixtocihuatl, la diosa de la sal que forma­ ba parte del complejo de Tlaloc. Llevaban bolsas de incienso hechas de papel de corteza en forma de aves acuáticas, llenas de yauhtli pulverizado. El polvo se esparcía como ofrenda y se quemaba como incienso. Se ofrecían sacrificios a Tlaloc, y los espectadores llevaban flores de iztauhyatl. Se creía que si se abanicaba a los niños pequeños con las flores, resistirían las infestaciones de gusanos (Sahagún, 1950-1969: libro segundo, 82-83).

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El séptimo mes, Tecuilhuitontli (“pequeña fiesta de los seño­ res”), honraba a Huixtocihuatl. Una descripción de una parte de su atuendo asentaba: “Llevaba en la mano un bastón rollizo, y en lo alto como un palmo o dos ancho, como paleta, adornado con papeles goteados con ulli, tres flores hechas de papel, una en cada tercio. Las flores de papel iban llenas de incienso; junto a las flores iban unas plumas de quetzaUi cruzadas o aspadas” (Sahagún, 1989: vol. 1, libro segundo, 132). Las mujeres que fabricaban sal, y que eran sus protegidas, la hon­ raban con danzas durante diez días, y llevaban una soga con flores de iztauhyad entretejidas y usaban guirnaldas de las mismas flores. Las víctimas, llamadas uixoti, que personificaban a la diosa, iban pintadas y vestidas como ella. Se las sacrificaba en el templo de Tlaloc, donde ios espectadores llevaban también flores de iztauhyatl y de cempoalr xochitl (Tagetes erecta), planta del mismo género que el yauhtli. El Tepeilhuitl (“fiesta de los cerros”), el decimotercer mes, estaba dedicado a Tlaloc y los tlaloque, pero no se mencionan específica­ mente el yauhtli y el iztauhyatl. Las ceremonias de Atemoztli (“cae la lluvia”), del decimosexto mes, honraban a Tlaloc y procuraban garantizar que vendrían las lluvias mediante plegarias al dios, acompañadas por repetidas ofrendas de yauhtli ardiendo hacia los cuatro puntos cardinales. Se hacían imágenes de masa de amaranto de los cerros habitados por los tlaloque, entre ellos de Yauhqueme, y ante ellas se colocaban ofrendas de alimentos (Sahagún, 1950-1969: libro segundo, 151152). Como hemos visto, estas imágenes de masa tenían también propiedades curativas. El yauhtli se menciona varias veces más en relación con miem­ bros del complejo del dios de la lluvia. Opochtli, uno de los tlaloque, era el patrono de los remeros y pescadores. Las ceremonias en su honor entrañaban ofrendas de yauhtli (Sahagún, 1950-1969: libro primero, 37). Una lista de los deberes de los sacerdotes incluía la provisión de yauhtli para las ceremonias en honor de las diosas Xilonen y Tzapotlatenan (Sahagún, 1950-1969: libro segundo, 208209). Tzapotlatenan era miembro del complejo del dios de la lluvia mientras que Xilonen, diosa agrícola del maíz, estaba estrechamen­ te relacionada con las deidades de la lluvia. Con excepción de un caso,1 todos los usos del yauhtli y el 1Sahagún (1956: vol. 1,121; 1950-1969: libro segundo, 115) mencionó el u*o del

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iztauhyatl que se enumeran en el Códiceflorentino implicaban cere­ monias asociadas con Tlaloc y los dioses de su complejo. En las plegarías se le hablaba al yauhtli, en ciertas ocasiones, como si fuese el dios mismo (Ortiz de Montellano, 1980a; 1986). Dadas las inter­ conexiones que los aztecas veían entre la religión, el mundo natural y los destinos humanos, no resulta sorprendente que las plantas aso­ ciadas con una deidad en particular desempeñaran un papel en la curación de padecimientos asociados también con la deidad y con sus atributos. En muchos casos las propiedades químicas y farma­ cológicas de la planta sugieren la asociación; en otros, la relación parece ser mágica. Se mencionaron ya algunas enfermedades vin­ culadas con los dioses; el cuadro 8.1 presenta un resumen en el que se proporciona el nombre nahuatl, una traducción literal, la enfer­ medad equivalente en términos europeos, y si la muerte era envia­ da por Tlaloc o mandada o causada por la posesión por asistentes suyos como los tlaloque, los tepictoton, los ahuaque o los chaneque (espíritus que habitaban en los manantiales y en las cuevas frías). Muchos de estos padecimientos, y otros, se trataban con iztauh­ yatl y yauhtli. Esas enfermedades se pueden agrupar de acuerdo con su supuesta etiología y su cura propuesta, a ñn de comprender mejor la ideología que subyacía al tratamiento. Por ejemplo, se creía que todas las enfermedades que se enlistan en el cuadro 8.2a se debían a la paulatina acumulación de flema caliente en el pecho o a su acumulación repentina debido a una experiencia aterrorizante, como la de haber estado a punto de ser alcanzado por un rayo, tal co­ mo se describió anteriormente. López Austin (1988: vol. 1, 337) estuvo de acuerdo con el agrupamicnto de estas enfermedades pero opinó que los aztecas las atribuían a la posesión por parte de los ahuaque, que eran los teyolia de las personas que habían muerto por la voluntad de Tlaloc. El yauhtli y el iztauhyatl eran curas en dos sentidos. Eran hierbas de Tlaloc, usadas para las enfermedades de Tlaloc, pero también tenían efectos fisiológicos racionales. El remedio lógico para un exceso de flema es su expulsión a través de la traspiración, las heces, la orina o el vómito. El yauhtli contiene los flavonoides quercitagriyauhtli como estupefaciente para Im potiblet «Ictlmu de los sacrificios. Dudo de tu eficacia, ya que carece de las sustancias químicas necesarias, y su forma de adminis­ tración, como polvo arrojado al rostro de la persona, no representaría una dosis adecuada.

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CUADRO 8.1 PADECIMIENTOS ASOCIADOS CON TLALOC Y CON EL COMPUSO DEL DIOS DE LA LA LLUVIA

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CUADRO 8.2

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XX

CUADRO 8.2 USOS PRECOLOMBINOS DEL IZTAUHYATL Y EL YAI

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tina y kaempferitrina (Hegnauer, 1962-1977: vol. 3,526,528). Los glucósidos de la quercetina son diuréticos, mientras que la kaemp­ feritrina y sus glucósidos son laxantes (Steinegger y Haensel, 1963: 169,174). Las enfermedades que figuran en el cuadro 8.2b parecen tener un elemento de causalidad divina, combinado con la exposición al frío. La conexión resulta clara en el caso del teococolixlli (“enferme­ dad divina”), que los españoles traducían en general por lepra. Como se observa en el cuadro 8.1, el coacihuiztli se asociaba con un castigo de Tlaloc, pero se creía también que lo provocaban los vientos fríos o que salían de las cuevas, con lo que se involucraban orígenes tanto divinos como naturales (físicos). Tanto el iztauhyatl cuanto el yauhtli, como curas, eran intercesores divinos, debido a su íntima conexión con Tlaloc, y agentes adecuadamente “calien­ tes” para contrarrestar las enfermedades causadas por el frío. Puesto que lo “caliente" y lo “frío” son cualidades algo metafóricas, no siempre resulta posible correlacionarlas con composiciones quí­ micas. Más adelante, en este mismo capítulo, analizaremos más de cerca si los aztecas clasificaban realmente a las plantas como “ca­ lientes” y “frías”. El cuadro 8.2c enlista enfermedades que tienen, al parecer, causas primordialmente físicas, como un exceso de agua o de frío, características ambas que cabría esperar de un dios de la lluvia. Las curas racionales serían un diurético y una medicina “caliente”. Tanto el yauhtli como el iztauhyatl contienen realmente diuréticos que promueven la eliminación de agua, y diaforéticos que inducen de manera manifiesta el “calor” y la traspiración (Ortiz de Montellano, 1974-1975; 1975). El iztauhyatl y el yauhtli se usaban también para curar los pade­ cimientos de origen mágico que se presentan en el cuadro 8.3. Muchas culturas, incluida la azteca, han creído que ciertas enferme­ dades son consecuencia de la introducción de pequeños objetos, como trocitos de hueso, pedernales o guijarros, debajo de la piel de la víctima. El remedio solía entrañar la eliminación del objeto molesto por succión; el curador azteca mascaba primero iztauhyatl y lo salpicaba sobre la piel del paciente. l«a conexión con la con­ notación acuática de Tlaloc y su complejo no era explícita, pero la idea fundamental puede haber entrañado, simplemente, los bene­ ficios que se esperaba obtener de la estrecha asociación del dios con el empleo de la hierba.

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CUADRO 8.3 USOS MÁGICOS DEL IZTAUHYATL Y EL YAUHTLI

Uso Fuente Telacuicuilique (extrac­ ción de un objeto) a

Planta

Uso moderno

a

iztauhyatl

Evitar que los niños tengan gusanos en los ojos b durante Etzalcualiztli Cruzar un río de manera segura c

Sí (limpia más hierbas “calientes”) Sí (limpia más hierbas “calientes”)

iztauhyatl

no

yauhtli

no

Techichiniani

FUENTES: a:

(1964:215).

iztauhyatl

Garibay; b: Sahagún (1950-1969: libro segundo, 82); c: De la Cruz

Los otros dos usos de estas hierbas que se incluyen en los cuadros estaban claramente relacionados con Tlaloc. En un caso la hierba era un talismán mágico que le permitía a una persona cruzar a salvo un río; la otra ocasión era un festival dedicado a Tlaloc en el cual la hierba constituía un escudo mágico contra las infecciones por parásitos. Aunque la intrusión de objetos no se considera ya una fuente importante de enfermedad en la medicina étnica mexicana o chicana, se sigue explotando el poder mágico del iztauhyatl. La hierba es un componente importante de las frecuentes “limpias” rituales, sobre todo para el padecimiento denominado “susto” (Garibay, 1943-1946). Resulta evidente el sincretismo en la frecuen­ te inclusión, en las limpias, de dos hierbas de origen europeo: la ruda (Ruta graveolens) y el romero (Rosmarinus ojjicinalis). Estas hierbas se consideraban “calientes” en el sistema hipocrático, así como el iztauhyatl y el yauhtli eran “calientes” en el sistema azteca. Según se analiza más adelante, las hierbas europeas se han conver­ tido, al parecer, en el equivalente genérico de las plantas aztecas. EL PERIODO COLONIAL

Buena parte dei análisis que se realiza a continuación se basa en el trabajo seminal de Gonzalo Aguirre Beltrán (1963) sobre el proceso

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de aculturación en el México colonial. El choque cultural y los rápidos cambios causados por la conquista y por la imposición de una nueva religión crearon enormes tensiones. Los grupos raciales mixtos, como los mestizos y los mulatos, se vieron relegados a un estatus social inferior, y su cultura se asemejó a la de la madre india (ya que habían emigrado relativamente pocas mujeres españolas), más que a la del padre español. Era gente marginal, a caballo de dos culturas, que trataba de reconciliar y reducir la fricción entre dos visiones del mundo. Esos esfuerzos de adaptación, la similitud entre los ritos católicos y los aztecas, y la compatibilidad de ciertos conceptos médicos (como el mantenimiento del equilibrio y la mo­ deración para promover la salud), abrieron paso al sincretismo. A medida que la Iglesia católica y la Inquisición incrementaban los esfuerzos de conversión y la extirpación de todas las huellas de las creencias indígenas previas, muchos preceptos culturales y re­ ligiosos de los nativos se volvieron clandestinos. Sobrevivieron subrepticiamente, aunque a veces se modificaron a medida que pasaba el tiempo y que morían los ancianos educados en el calmecac antes de la conquista. Así como la fe en Tlaloc sobrevivió al surgimiento y la caída de otros imperios nativos, antes de la llegada de los españoles, porque el dios se asociaba estrechamente con la lluvia y la fertilidad agrícola, su culto persistió durante la fragmen­ tación del imperio azteca por parte de los españoles. El panteón más extenso y complejo de dioses bélicos y calendáricos no sobre­ vivió a la desaparición de los sacerdotes preparados (Madsen, 1967: 372). Aguirrc Beltrán atribuyó la preservación cultural sobre todo al nahualli (sliamán, descrito en el capítulo 2): en los viejos tiempos, el nagual cumple la encomienda de resolver la ansiedad motivada por las contingencias de una agricultura de temporal, en un habitat scmidesértico. La vida del nagual, desde su nacimiento, está presidida por el signo ce qniahuitl, lluvia... Hay sin embargo, un motivo más y no menos importante: la conservación de la cultura del grupo en su forma prístina. A este respecto el nagual ejerce la función que, durante la ¿poca colonial, se encomienda al Santo Tribunal de la Inquisición en lo que se refiere al grupo español dominante; esto es, velar por la pureza de las costumbres, por el sostenimiento de los modos de vida heredados, por la integridad de las ideas religiosas, estéticas y económicas de la comunidad (Aguirrc Beltrán, 1963:102).

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Tal como lo indicó Aguirre Beltrán (1963: 302), las características del nahualli en el periodo colonial2 destacaban la adoración de Tlaloc y su complejo por encima de los otros dioses. Esto representa un estrechamiento de las actividades del nahualli, que en la era precolombina tenían un campo más amplio, e incluían la adivina­ ción, la astrología y la asociación con otras deidades. La concen­ tración en Tlaloc incrementó la importancia del iztauhyatl y del yauhtli en la curación, los amuletos y la adivinación, debido al re­ ducido número de las deidades que se asociaban con otras plantas. Los curadores nativos, los “curanderos”, solían embozar las prácticas tradicionales con una cubierta de cristianismo para evitar la persecución por parte de la Inquisición. Así, el uso de aiucinógenos, asociados, igual que el yauhtli, con los dioses, se ocultaba asignándoles nombres tomados de la hagiología cristiana; por ejem­ plo, el peyotl se convirtió en “rosa de María”, el ololiuhqui en “nuestro Señor”, el atlinan se trasformó en “Nuestra Señora de las Aguas”, y el yauhtli se volvió la “hierba de santa María”. Así podían usarse los viejos remedios y encantamientos con menos peligro de ser descubiertos y denunciados. Este subterfugio no engañó a los primeros misioneros, que te­ nían buen ojo para la “idolatría”. En sus descripciones de las prác­ ticas y creencias aztecas, que escribieron para ayudar a los sacerdo­ tes recién llegados a detectar la idolatría en todas sus formas, Ruiz de Alarcón (1982) y De la Serna (1953) dieron muchos ejemplos de sincretismo. Por ejemplo, Ruiz de Alarcón describió una cura para la cabeza hinchada que empleaba tabaco y raíz de chalalatli, así como un hechizo canturreado: Dicho este conjuro le sopla con el aliento la cabeza cuatro veces como suelen hacer los saludadores en Castilla, en lo cual se note: lo uno, lo mucho que procura el demonio imitar las ceremonias de la iglesia, lo segundo, como es supersticioso entre los indios el número cuatro, aludiendo a su tradición de la gentilidad a la fábula del sol, o ya porque el demonio remeda la sagrada escritura en el número de cuatro por la generalidad que en él se contiene, o porque por su soberbia añade uno al número tres tan mis­ terioso entre los cristianos (Ruiz de Alarcón, 1982:232-233). 2 Algunas de estas características son: 1] Nació un día 1-lluvia, es decir, estaba predestinado. 2] Es un sacerdote del dios de la lluvia. S] Visita el Tlalocan, que tiene abundancia de lluvia y de comida. 4] Regula la cantidad de lluvia y, por lo tanto, si la cosecha será buena o mala.

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En una serie de explicaciones de palabras rituales usadas en cere­ monias de curación, De la Serna escribió: suelen mezclar juntas otras dos hierbas: atlinan, que es la hierba del agua, y iautli, que es el yerbaniz, dicen que el espíritu verde y el espíritu café también ayudan. Para terminar, a fin de ocultar su hechizo y de prestarle autoridad, terminan con las palabras: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Así, mezclan, como dije arriba, las cosas divinas y las ceremonias de la iglesia con sus idolatrías y supersticiones (De la Serna,

1953:88).

Los registros de la Inquisición son una buena fuente de informa­ ción acerca del uso “supersticioso y pagano” de las hierbas. Con mucha frecuencia los informes no eran lo bastante detallados, y mencionaban las hierbas pero no daban el nombre de las plantas es­ pecíficas. En los casos en que se indica el nombre de las plantas parece que el uso principal del iztauhyatl eran las limpias rituales, tal como se lo describe en el cuadro 8.3. Aguirre Beltrán (1963:302) menciona cinco juicios inquisitoriales entre 1692 y 1775 en los que se da ese uso del iztauhyatl. De la Serna (1953:101) cita un ejemplo del iztauhyatl como cura, Quezada (1975b: 68) menciona cinco casos y Ruiz de Alarcón (1953: 135) uno más, en el cual el nahualli parece estar usando la planta en rituales de curación debido a su asociación con la deidad, y también al invocar sus propiedades mágicas. El sincretismo entrañaba, asimismo, el uso de nombres de santos cristianos para las plantas, así como la incorporación de ora­ ciones cristianas a los rituales. Simultáneamente, los conquistadores españoles empezaron a incorporar las drogas nativas a la medicina “académica" colonial, porque coincidían con concepciones previas de los padecimientos provocados por la “humedad” o el "frío” y con la doctrina hipocrático-galénica prevaleciente de humores y cualidades en equilibrio. De hecho, las dolencias que se trataban eran de naturaleza preco­ lombina. Comas (1954) aplicó el término “aculturación invertida” a la adopción de los remedios del Nuevo Mundo por parte de los médicos del Nuevo Mundo formados en la teoría europea clásica. Desde un principio los europeos se mostraron muy interesados en los productos medicinales del Nuevo Mundo; un libro de Monardes que describía las plantas medicinales de América se publicó en España en 1569, 1571 y 1574; se lo tradujo al inglés en 1577, y al-

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canzó rápidamente una gran popularidad. Una prueba adicional de este interés, que se describió en el capítulo 1, es que el rey Feli­ pe II financiara a Francisco Hernández, su médico personal, para que realizara una larga expedición a fin de explorar la fauna y la flora de México. El proceso de sincretismo se puede ver en el cuadro 8.4, que enumera las aplicaciones que daban los europeos del periodo colonial temprano (siglos xvi y x v ii) a los remedios yauhtli e iztauh­ yatl, tal como se los incorporó a los trabajos médicos más tempra­ nos publicados en México. I~a mayoría de los usos eran idénticos a los de la medicina precolombina, pero la idea fundamental que subyacía a ellos era la noción galénica de la oposición de cualidades “calientes” y “frías”, más que las creencias aztecas. Somolinos d’Ardois, al hablar de la medicina en la Nueva España, afirmó que: [los patrones] siguen siendo (•¡lleno e Hipócrates. 1.a estructura y la doctrina son importadas, pero en realidad los elemento* utilizados son americanos. Son los inistuos que usan los médicos u/tecas, infiltrados en la vieja ciencia y aplicados de ámet elo con I» norma clásica.

La acultiiración invertida lia inducido erróneamente a algunos observadores contemporáneo* a aseverar que el principio “frío-ca­ liente" de las causas , 1986, 1987). Más adelante, en este mismo capítulo, nos ocuparemos «le manera más amplia «le este tema, pero el cuadro 8.4 demuestra claramente «jue la farmacopea colonial incluía reme­ dios aztecas para padecimientos aztecas (ocho de los once enume­ rados). (vite parece haber sido un patrón general, como lo manifk'stan otros padecimientos étnicos, por ejemplo la fontanela caída (“caída de mollera"), el "mal «le s cuadros 8.5,8.6 y 8.7 muestran que no era éste el caso para los usos del yauhtli y el iztauhyatl. Aunque en la medicina étnica moderna ya no se menciona al dios Tlaloc como causante «le los padecimientos «jue se trataban con estas hierbas,

Chemical Sodi

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CUADRO 8.6 USOS NO AZTECAS DEL IZTAUHYATL, LA RUDA Y EL ROMERO EN

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IXX I I I I XXXXXX I I I I

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CUADRO 8.7 USOS ÉTNICOS MODERNOS DEL IZTAUHYATL YAUHTLI

Enfermedad, Susto Rayo, susto Brujas Temores de las mujeres embarazadas Aire de cuevas Yeyecacuatsihuiztli = ehecacoacihuiztli Reumatismo, parálisis Malaria (atonalmiztli) Tos Cólico, empacho Padecimientos estomacales Diarrea

Izauhyatl X —

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Yauhtli X X -

Otras hierbas “calientes“ ruda, romero

X X

ruda, romero



ruda

X X X X —

: Referencias en Ortiz de Montellano, 1986. Reproducido con autoriza­ ción de R. P. Steiner (comp.), Folk medicine: Alt and the Science, 1986, American Chemical Society. fu en te

los padecimientos eran los mismos que reconocían ios aztecas, y que posteriormente los españoles, después de la conquista, no agregaron a la lista. Los mesoamericanos, tanto de origen hispano como nativos, comenzaron a adoptar también dos hierbas de origen europeo —la ruda (Ruta gmveolens) y el romero (Rosmañnus offiánalis)— como sustitutos genéricos del yauhtli y el iztauhyatl. Las especies nativas se consideraban “calientes” y los aztecas las usaban contra las enfermedades “frías”. Las especies europeas, clasificadas como “calientes” en el sistema galénico, eran sustitutos lógicos. Se pueden encontrar evidencias de esta sustitución gradual en el uso crecien­ temente superpuesto de la ruda/romero y el yauhtli/iztauhyatl en la medicina colonial (cuadros 8.4, 8.5, 8.6). La razón de la sustitu­ ción puede haber sido el deseo de encubrir una conexión ritual con Tlaloc o la ausencia de las especies nativas a medida que la medicina étnica se difundía a ecosistemas con una flora diferente, como el de la frontera norte. Kay (1977a) ha sostenido que la similitud de los remedios

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empleados en la medicina étnica de diversos grupos del suroeste de Estados Unidos tiene que deberse a una fuente de trasmisión común. Propuso que esta fuente es el Florilegio medicinal de Juan de Esteyneffer, publicado por primera vez en México en 1712 y reimpreso muy frecuentemente después. La implicación, igual que en la obra de Foster, es que la moderna medicina étnica, incluyendo la dicotomía “frío-caliente”, se basa en la teoría hipocrática-galénica europea, porque Esteyneffer la seguía puesto que se trataba de la ortodoxia de su época. El cuadro 8.5 enumera los padecimientos que aparecen en Esteyneffer para los cuales se prescribía yauhtli c iztauhyatl, y que corresponden a prácticas precolombinas. El cre­ ciente paralelismo entre las hierbas aztecas y las europeas puede verse si se compara el cuadro 8.5 con los usos coloniales tempranos que aparecen en el cuadro 8.4. El cuadro 8.6 enlista las prescripciones del yauhtli y el iztauhyatl que aparecen en Esteyneffer y que no tenían precedentes aztecas. Presumiblemente reflejan las apliciones lógicas de la teoría galénica ortodoxa a las cualidades de estas plantas con propósitos más am­ plios. Si Foster y Kay tienen razón, y si la medicina étnica mexicana moderna es primordialmente de origen europeo, cabría esperar que predominaran en ella los usos europeos del yauhtli y el iztauh­ yatl, más que los precolombinos. Pero ocurre exactamente lo con­ trario, como se puede ver al comparar el cuadro 8.7 con los cuadros 8.4 y 8.5. De los once usos de estas hierbas que sobreviven en el siglo xx, nueve se practicaban también en la medicina precolombi­ na, y sólo dos fueron introducciones europeas. Esta diferencia es estadísticamente significativa, con un valor del ji-cuadrado de 4.45, que corresponde a 0.04, es decir, a una probabilidad del 4 por cien­ to de que los resultados se debiesen al azar. SOBREVIVENCIAS MODERNAS

Muchas ceremonias medicinales y rituales étnicos de la actualidad no pueden comprenderse si no se toma en consideración la rela­ ción especial entre el dios Tlaloc y ciertas enfermedades y sus curas. Aunque los usos del yauhtli y el iztauhyatl pueden racionalizarse ahora en términos del sistema de enfermedad “frkxaliente” como

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¿O S 'Z’/VAA'Oé

fig u ra 8.1: Enanos de la lluvia, equivalentes a los tlaloque, que dibujó un informante de siete años del pueblo azteca de Tecospa en la década de 1950. La influencia de Hollywood resulta evidente. Los enanos, igual que sus predecesores del siglo XV, afligían a la gente con enfermedades “frías” (Madsen, The Virgin’s children, 1960, con autorización de William Madsen)

consecuencia del sincretismo colonial, los usos son predominan­ temente aztecas. Los estudios de Madsen (1955; 1969) en Tecos­ pa, un pueblo de habla azteca cercano a la ciudad de México, brin­ dan un ejemplo de esto. Los habitantes de Tecospa creen en la existencia de “enanitos” que son espíritus acuáticos, viven en cuevas, mandan la lluvia (figura 8.1) y son responsables de una cantidad de enfermedades. Cuando los enanitos se ofenden, envían un padecimiento llamado “aire de cuevas”, que se cura frotando a la persona enferma con ruda o con un ramo de hierbas "calientes” entre las que se incluyen el romero y el yauhtli (Madsen, 1955:137). Los enanos de la lluvia son en realidad los tlaloque y los tepictoton que se describen en el cuadro 8.1 (véase también la figura 2.5), y ios padecimientos que causan se siguen curando con yauhtli. Ad­

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viértase el uso de la ruda y el romero en su capacidad genérica de hierbas “calientes”. De manera similar, los informantes de Ingham (1986: 116) describieron unos enanos llamados yeyecame (“aires”), que habitan en los hormigueros, y otro espíritu, llamado Arco iris, que mora en las cuevas y causa susto, hidropesía y fiebre con escalofríos, que son enfermedades relacionadas con Tlaloc. Los enanos de la lluvia de Tecospa mandaban también una enfermedad muy “fría”, el yeyecacualsihuiztli, con síntomas que se asemejaban a los del reumatismo (parálisis, boca torcida, dolor de las articulaciones y temblor) (Madsen, 1955: 187; 1969: 680). El nombre de la enfermedad es una corrupción de ehecacoacihuiztli, “el coacihuiztli causado por el aire”. Se la cura mediante una limpia ritual, y se frota mentolatum (caliente) en el cuerpo del paciente, que se para desnudo sobre una olla en la que hierven teposan (caliente), estaílate (caliente), ruda (caliente), un vaso de vinagre (templado) y una copita de

alcohol (templado). El paciente, junto con la olla, se cubre con una cobija, y permanece allí hasta que se evapora el líquido. Luego el paciente se acuesta, bien tapado, y suda hasta quitarse del cuerpo el frío de la enfermedad (Madsen, 1955:137).

Vemos aquí el uso del iztauhyatl junto con la ruda y el romero, genéricos, para curar una enfermedad “fría”, pero, como se observa en los cuadros 8.2a y 8.2b, tanto el padecimiento coacihuiztli como el remedio son precolombinos, cuando el supuesto mecanismo físico de la curación consistía en eliminar las “fiemas” induciendo la traspiración. Un grupo de rituales y creencias, al parecer no relacionados, se pueden vincular por la asociación entre el yauhtli y el complejo de Tlaloc. La noche del 28 al 29 de septiembre se festeja ampliamente por ser la fiesta de san Miguel que, según se cree, esa noche pelea con el diablo e impide que los vientos fuertes dañen las cosechas (Díaz, 1975: 163; 1976: 109; Bock, 1980: 142; Ingham, 1986: 142). El día anterior se recogen flores de yauhtli, se hacen con ellas cruces (que muchas veces bendice el cura), y se las pone en las esquinas de los campos de maíz, en la puerta de las casas y en los graneros, a fin de protegerlos de los vientos fuertes (Lewis, 1970: 140, 461; Díaz, 1975:163; Ingham, 1986:59). Se las usa incluso en los campos dedicados a los cultivos comerciales y en los autobuses de pasajeros

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(Bye, 1986, comunicación personal). En Santiago, un vallecito del municipio de Tepoztlán, se arrojan al fuego flores secas de yauhtli, porque su humo aleja las nubes que amenazan granizo y el daño a las cosechas y las casas (Bock, 1980: 142). La secuencia sincrética resultaba clara en Tepoztlán. Se creía que los vientos dañaban las cosechas el 29 de septiembre porque los danzantes que representaban a El Tepozteco, el santo patrono católico del pueblo, no habían bailado adecuadamente el día de su fiesta, el 8 de septiembre (Lewis, 1970:150,461). El Tepozteco no es otro que la versión hispana de Tepoztecatl, el calpulteoti (“la deidad del pueblo”) azteca original. Tepoztecatl era uno de los “400 Conejos”, dioses del alcohol y de la fertilidad y miembros del complejo de Tlaloc. La danza de El Tepozteco frente a la iglesia puede interpretarse como un antiquísimo ritual para garantizar la lluvia y las buenas cosechas. A lo largo del tiempo se fusionaron las funciones del dios del viento, Ehecatl, y las de Tlaloc. Como ya se mencionó, durante el periodo colonial el papel de los diversos dioses tendió a canalizarse sólo en Tlaloc, a medida que se simpli­ ficaba el panteón debido a la ausencia de sacerdotes adiestrados. La religión azteca había vinculado a Tlaloc con Ehecatl porque durante la temporada lluviosa los vientos solían presagiar lluvias (Sahagún, 1956: vol. 2, 264; Seler, 1900-1901: 42-43). Así, la selec­ ción del viento como forma de castigo por parte de El Tepozteco puede rastrearse hasta la persistencia de los patrones de creencias precolombinos, y el yauhtli, la hierba de Tlaloc, es el amuleto lógico para evitar el daño. El hecho de que el 8 de septiembre sea la fiesta de la Natividad, y de que los habitantes del pueblo crean que El Tepozteco era el hijo de la virgen María, es una nueva indicación de sincretismo. Todavía en 1930 el cura del pueblo bendecía el cerro en el que vivía El Tepozteco, para que no pudiese arruinar las cosechas (Lewis, 1970: 253-256; López Austin, 1973: 138). Existen gremios de curadores llamados “graniceros”. Tienen marcados atributos shamánicos (como la ingestión de alucinógenos y la asignación de la vocación de curar por haber estado a punto de recibir la caída de un rayo), y tienen la reputación de atraer la lluvia, impedir el granizo, proteger las cosechas y curar a la gente (Cook de Leonard, 1966;Ingham, 1986:157). ViescaTreviño(1981, comunicación personal) describió una peregrinación que hacen cada año los graniceros el 3-5 de mayo (el día de la santa Cruz) a

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una cueva del volcán Iztaccíhuatl, a fin de renovar sus poderes. Se usan cohetes para simular los relámpagos y atraer así a los seres benéficos. La cueva se barre con una escoba de yauhtli a fin de eliminar dos “malos vientos” llamados el “Toro” y la “Serpiente”, espíritus que pueden privar a los graniceros de todos sus poderes. Dentro de la cueva se rinde culto a una cruz verde azulada (el color tradicional de Tlaloc en el simbolismo azteca). En Tlayacapan los graniceros (cuyo santo patrono es aquí san Miguel) también hacen el 3 de mayo, al comienzo de la temporada de lluvias, una peregri­ nación a una cueva para renovar su poder (Ingham, 1986:158). Su ceremonia entraña igualmente el uso de yauhtli. Se describió asi­ mismo un caso de sincretismo que tiene que ver con Tlaloc en rela­ ción con las ceremonias del santuario de Chalma, donde Hobgood (1971) encontró muchas cruces verdes en cuevas cercanas. Las cruces se llevaban al pueblo, se las lavaba, se les daba una nueva capa de pintura verde, se las decoraba con flores de papel y se las honraba con danzas y ofrendas. También puede verse el sincretismo en el relato de Cortés (1979) de la cura del padecimiento llamado “mal aire”. La cura involucraba una limpia ritual en la cual se invocaba tanto a santos católicos como al “Espíritu del Rayo”. Vemos aquí la fusión de Tlaloc (el rayo) y de Ehecatl (el viento) con el catolicismo. EL SINCRETISMO EN LA MEDICINA ÉTNICA LATINOAMERICANA

En un artículo clásico Foster (1953) propuso que una cantidad de elementos de la medicina étnica latinoamericana, como la clasifica­ ción “frío-caliente” de alimentos y enfermedades y ciertos síndro­ mes con vinculaciones culturales, se derivaban exclusivamente de la tradición hispana, y no tenían contribución indígena alguna. Los síndromes que identificó como puramente españoles eran la caída de mollera y el mal de ojo; supuso que una tercera enfermedad étnica habitual, el susto, era de origen nativo. Las opiniones de Foster han sido ampliamente aceptadas y durante mucho tiempo no se pusieron en tela dcjuicio. Aunque algunas especialistas como Isabel Kelly y Diana Ryesky expresaron ciertas reservas, el principal oponente de las conclusiones de Foster fue Alfredo López Austin. Analizaremos la tesis de Foster tal como se expresa en su artículo

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original y en otros posteriores, comenzando por el sistema de clasificación “frío-caliente”, que es el tema más controvertido. Nos ocuparemos caso por caso de la cuestión del origen de las enferme­ dades étnicas. El análisis no abarcará toda América Latina, ya que ello escapa al alcance de este libro. Foster (1953) observó que tanto las poblaciones indígenas de América como las mestizas tienen una clasificación tradicional de ali­ mentos, enfermedades, medicinas y personas como “frías” o “ca­ lientes”. Para estar sanos, los seres humanos deben alcanzar el equilibrio. Un desequilibrio de lo frío y lo caliente debe restaurarse mediante la ingestión de elementos contrarios. Foster postuló que la amplia dispersión de esta creencia en las antiguas colonias espa­ ñolas indicaba que tenía sus raíces en el sistema hipocrático-galénico ‘prevaleciente en el momento de la conquista. Este sistema reconocía cuatro cualidades —secó, húmedo, caliente y frío—aso­ ciadas con los cuatro elementos —tierra, fuego, agua y aire—que eran la base de toda materia. En el Nuevo Mundo, sin embargo, la cuádruple clasificación se había vuelto doble y se había perdido la di­ mensión seco-húmedo. Foster (1978a) atribuyó después esta pér­ dida a la dificultad de las civilizaciones iletradas de mantener y recordar demasiadas variables. López Austin (1989: vol. 1,317) sostuvo que Foster había subes­ timado mucho la capacidad de retener información de las socieda­ des que dependen de la trasmisión oral. Estudios de las taxonomías botánicas étnicas (Berlin, Breedlove y Raven, 1974) demostraron que los pueblos preletrados pueden retener y trasmitir vastas cantidades de información. Asimismo, resulta difícil explicar por qué la clasificación seco-húmedo fue la que se perdió en todos lados. Foster (1986) sostuvo que “frío-caliente” se retuvo porque estas cualidades son más “salientes”. No obstante, ya que “caliente” y “frío” son con frecuencia propiedades metafóricas, más que físi­ cas y reales, dista mucho de ser obvio que resulten relativamente más salientes. Una explicación mucho más probable, al menos para Mesoamérica, fue la que propuso Madsen: el sistema hipocrático era íntimamente compatible con el antiguo concepto azteca de un universo ordenado en un sistema de opuestos en equilibrio. Esta compatibilidad entre la configuración indígena prexistente y el com­ plejo europeo que se introdujo favoreció indudablemente la aceptación del sistema hipocrático por parte de los indios. El complejo frío-caliente

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europeo era significativo para los indios porque podía adecuárselo al familiar complejo azteca de guerra eterna entre lo caliente y lo frío... En el proceso de asimilar el sistema hipocrático los indios se mostraron eclécticos. No intentaron imitar a los españoles al tomar, intacto, el nuevo complejo, sino que rechazaron partes de él, como la clasificación húmedoseco, que evidentemente no se podía ver en referencia con la creencia indígena. En Tecospa, en la actualidad, la humedad es significativa en la clasificación frío-caliente sólo en la medida en que produce la cualidad del frío, y la sequedad es significativa sólo porque indica la falta de humedad y de la cualidad asociada del frío.

Esto coincide bien con el ejemplo de las hierbas de Tlaloc que analizamos antes, para las cuales se unían con frecuencia la hume­ dad y el frío al describir los padecimientos a tratar, mientras que la sequedad no se consideraba como una categoría distinta. Además, en ocasiones la etiología y la cura hacen claramente esta diferencia­ ción. La hidropesía, por ejemplo, se debía a un exceso de agua y se curaba con un diurético, no con un remedio “seco”, y el coacihuiztli, que era una enfermedad “fría”, se curaba con un remedio “caliente”. Foster (1986) planteó la siguiente pregunta: la ideología azteca puede haber sido receptiva ante esto, propiciando así el sincretis­ mo, pero ¿por qué existe el sistema de clasificación por toda Amé­ rica Latina, donde no había ideología azteca? La pregunta no es relevante. Lo que hay que tener presente son los dos paradigmas en oposición y el nivel de prueba que entrañan. La visión prevale­ ciente de que la medicina humoral étnica latinoamericana se derivó exclusivamente de la tradición europea es absolutista, y niega todo sincretismo con las tradiciones nativas. Como señaló Foster: Creo que la teoría humoral, las creencias y prácticas que se encuentran en la medicina popular de la América Latina contemporánea (y de las Filipinas cristianas), son descendientes directas de la patología humoral hipocrático-galénica clásica, y que en esencia no han sido afectadas por teorías aztecas o de otros grupos indígenas sobre lo caliente y lo frío. Desde luego, los remedios del Nuevo Mundo, herbolarios y de otros tipos, han sido incorporados al marco de referencia humoral y siguen siendo muy usados. Pero esta incorporación no está relacionada con teorías previas a la con­ quista (Foster, 1986).

La carga de la prueba recae, aquí, en los que proponen la teoría absolutista.

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El paradigma que se le opone sólo sostiene que la medicina étnica latinoamericana moderna es resultado del sincretismo entre elementos compatibles de la tradición nativa y de las creencias eu­ ropeas. Para determinar su validez es necesario investigar las enfer­ medades y creencias étnicas caso a caso, sin el supuesto a priori de que (as creencias de todos los países son fundamentalmente simi­ lares. La carga de la prueba es más ligera; lo único que hay que demostrar es la contribución del sincretismo a determinada enfer­ medad étnica o la presencia de la clasificación “frío-caliente” en determinado país, no necesariamente en todos los países o todos los casos. El paradigma de Foster excluye las contribuciones nativas en todos los casos y en todas partes. Una creencia difundida no prueba el origen hispánico, ya que el susto, una enfermedad étnica que, según se reconoce, no es europea, tiene asimismo una amplia dispersión en América Latina. Foster (1986) adujo también que la existencia de un sistema “frío-caliente” en lugares tan diversos como Haití, Puerto Rico y las Filipinas corrobora su origen hispánico. No obstante, la historia de estos tres lugares fue tan diferente de la del resto de América Latina que el hecho de que tengan un sistema humoral dual tiene poco valor explicativo, y se pueden requerir diferentes razones para ex­ plicar la decadencia —si tal es el caso—de un sistema hipocráticogalénico de introducción española. Los indios de Puerto Rico fueron aniquilados poco después de la colonización, así que la referencia de Foster a una población nativa iletrada para explicar la pérdida de la clasificación seco-húmedo no es aplicable. En el caso de las Filipinas, López Austin (1988: vol. 1,280) señaló que los chinos, que también tenían un sistema humoral cuádruple, comer­ ciaban con las islas nueve siglos antes de la llegada de los europeos, y que constituyen una fuente más probable que los españoles. Los principales argumentos de López Austin (1971a: 2141; 1986: 303-317) en favor del sincretismo fueron: 1] La polaridad frío-caliente no se limita a las áreas de la salud, la enfermedad y la medicina, sino que se hace extensiva a todo el cosmos. 2] El sistema se menciona en fuentes coloniales muy tempranas. 3] Muchos conceptos de la medicina étnica y de las creencias aztecas no pueden explicarse ni contradecirse sobre la base de la teoría europea clásica. Estos argumentos y las respuestas de Foster se verán más ampliamente adelante. Documentos coloniales muy tempranos se refieren a creencias

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que tienen que ver con lo “caliente-frío” entre los nativos. Se mencionan medicinas y enfermedades frías y calientes en las obras de Sahagún, en el Códice Badiano y en los trabajos de Francisco Hernández. Redñeld y Villa Rojas (1964: 372) citaron a Martín de Palomar y Gaspar Antonio Xiu, quienes en 1579 escribieron que los mayas sólo podían explicar las propiedades de las plantas me­ dicinales en términos de sus cualidades “frías” o “calientes”. Her­ nández (1959: vol. 1, 344), al referirse a las plantas llamadas gené­ ricamente totoncaxihuitl (“hierba caliente"), afirmó que “a veces llaman totoncaxihuitl a esas plantas'que combaten el calor, pero con más frecuencia a las que son de naturaleza caliente”. Como se ana­ lizó en el capítulo 1, Hernández solía clasificar las plantas de acuer­ do con sus propios criterios clásicos. De las quince plantas que se incluyen en esa sección, llamadas “calientes” por los aztecas, clasi­ ficó cinco como "calientes” y diez como “frías”, lo que implica tanto que los aztecas hacían esas clasificaciones como que sus criterios diferían significativamente de la teoría hipocrático-galénica clásica. Foster (1978a; 1978b; 1986) rechazó esos ejemplos aduciendo que las fuentes coloniales estaban contaminadas por la influencia europea. Dijo que los autores indígenas hispanizados se habían formado con libros europeos, y que las referencias a Plinio que aparecen en el Códice Badiano demostraban ese sesgo. Todo el concepto del tonalli que se describe en el capítulo 2 demuestra que la creencia azteca de que el calor y el frío afectaban la salud era un componente fundamental de su cosmovisión y tenía vastas ramificaciones en áreas que van más allá de la salud y la enfermedad. Algunas creencias aztecas registradas en diversas fuentes sólo pueden explicarse en términos del tonalli, y son ajenas por culero a la cultura europea c inexplicables en términos euro­ peos. I/»pez Austin (1989: vol. 1, 291-292) demostró que tanto las creencias étnicas actuales como las aztecas relacionaban el calor con el cansancio y el frío con el descanso y la relajación. Las relaciones resultan evidentes en la etimología. En náhuatl “refrescarse” y “enfriar cosas calientes” eran, respectivamente, (nino) cecelia y (nite) cecelia; (nino) cehuia y (nité) cehuia eran, respectivamente, “descan­ sar" y “enfriar una cosa, apagar [el fuego, la lámpara]”. Tlacehuilli puede traducirse como “enfriado" o como “atenuado, aliviado de un trabajo”. Moceltiqui, literalmente “el que enfría", significa “que se divierte o se pasca" y (nino) tonalcehuia, literalmente “enfriar el tonalli”, significa “descansar el que camina”, “sestear”.

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Para evitar los peijuicios los aztecas se enfriaban el tonalli descansando y bebiendo pulque antes de realizar labores pesadas (López Austin, 1988: vol. 1,261). Que el pulque se clasificaba como “frío” aunque contenía alcohol queda demostrado por la creencia de que las mujeres embarazadas, que tenían un exceso de calor, no debían servir el pulque porque lo despojaban de su poder de emborrachar (López Austin, 1969:139). Este concepto era ajeno a los españoles y obviamente no fue introducido por ellos, como lo muestra el siguiente pasaje de De la Serna (1953: 285): en todo el resto del mundo los hombres descansan después de trabajar; en esta nación es lo opuesto, los nativos descansan antes de trabajar, costum­ bre depravada e irrazonable. Como todos están sujetos al trabajo, bien en sus propios campos o en el servicio personal obligatorio, o en largos viajes, el Diablo (o una antigua mala costumbre) los ha persuadido de que, si se emborrachan mucho y muy seguido antes de iniciar esas labores, obten­ drán fuerza y la capacidad de realizar la tarea. En su lenguaje llaman a esta acción nocehuiliztli, que significa “mi descanso, para ganar fuerzas para trabajar”.

Así, el ejercicio elevaba la temperatura del tonalli pero enfriaba simultáneamente otras partes del cuerpo, en particular el vientre y los pies. En ese caso era necesario frotar las partes afectadas con un remedio “caliente”, como el picietl (tabaco). La naturaleza “ca­ liente” del tabaco queda implícita en su uso contra enfermedades “frías” como el coacihuiztli, causado por Tlaloc, y en su empleo como remedio para el frío físico, frotándoselo en el vientre (Alva Ixtlilxóchitl, 1975: vol. 2,74). En el capítulo 7 se describió la especial afinidad de la planta tlacopatli con el tonalli. Hernández (1975: vol. 2, 127, 130-131) describió diversas especies de la planta como “ca­ lientes”, y dijo que se las usaba para vivificar y fortalecer a los cansados. Se la empleaba contra una variedad de enfermedades “frías”, como las fiebres intermitentes, por ejemplo el atonahuiztli (“fiebre acuática”), asociado con Tlaloc. En este caso la clasificación de la planta como “caliente” es claramente azteca, debido a su especial afinidad para atraer y retener el tonalli. La observación de López Austin de que la dualidad frío-caliente permea la cosmovisión azteca se ve apoyada por material que se analizó ya en los capítulos previos. ¿Cómo podría ser la intrusión europea responsable de esta realidad, cuando era ya parte integral

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de un sistema que relacionaba creencias, por lo demás disímiles, y claramente no europeas? Por ejemplo, el concepto de tonalli (calor en el cuerpo) explica un gran número de diferentes creencias y prácticas aztecas, muchas de ellas ajenas por entero a la experiencia europea, relativas a cosas tales como el padecimiento del chípil, la naturaleza “fría” de los gemelos y su efecto en los baños de vapor y los tintes, el derecho de la nobleza a gobernar, la necesidad de mantener constantemente un fuego ardiendo en la habitación de un recién nacido, la ingestión de pulque antes de trabajar, la enfermedad del "susto”, el crecimiento y el desarrollo de los seres humanos y la relación entre el sino y el calendario, para citar sólo algunos casos. De manera similar, el yauhtli y el iztauhyatl se cla­ sificaban como “calientes”, pero esto no era simplemente un hecho aislado. Era parte de un complejo que vinculaba ambas plantas con los calpulteotl (los dioses patrones locales), la gota, parálisis, fiebres, malaria, salvarse de la caída de un rayo, epilepsia, locura, lepra, el complejo del dios de la lluvia, cuevas, tlaloque, tcpictoton, etc. La dualidad “frío-caliente” era, evidentemente, parte integral de la cultura azteca antes de la llegada de los españoles. Foster (1986) señaló además que el sistema azteca, tal como lo presentó Sahagún, trataba asimétricamente la naturaleza de los remedios enumerados: entre los aztecas predominaban los remedios refrescantes. Si bien no se espera una simetría absoluta en un sistema humoral, se supone que ha de haber una representación sustancial de remedios tanto calientes como fríos. ¿Qué muestran las evidencias? En las traducciones al español de Austin [sic] cuento 11 remedios “fríos” o “frescos” y 10 más que “enfrían”. Ningún remedio se describe como “caliente” o “calentando”. En la traducción al inglés de Dibble-Anderson encuentro 12 remedios que se describen como fríos o refrescantes, pero ni uno solo que sea caliente o que dé calor. En el Códice florentino se describen unos 75 remedios más para la fiebre, con expresiones como “calma el dolor", “para fiebre”, “para cuerpo caliente”. Con un marco de referencia humoral se puede sostener que estos remedios deben ser re­ frescantes, aunque no se lo exprese explícitamente. En contraste con los numerosos remedios implícitamente refrescantes hay muy pocos que sean implícitamente calientes. Un ejemplo es la hierba oquichpatli: “Es buena para los que tienen el miembro estragado [y para aquel cuya orina se ha detenido. Cuando le dan la medicina], comienza luego a sudar un sudor muy caliente” (Sahagún, 1989: vol. 2, libro undéci­

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mo, 777). Esto sugiere un remedio caliente. . . López Austin enumera también el oquichpatli, así como siete remedios adicionales para “escalofríos y fiebre” y “fiebre acuática", que considera sinónimos. Incluso si se aceptan estos ocho ejemplos como evidencia implícita de los remedios calientes, perdura el hecho de que la evidencia humoral en Sahagún es increíblemente sesgada, y que no coincide con ningún sistema contemporáneo.

Sólo se puede llegar a estas conclusiones si se ignoran completa­ mente todos los conceptos etiológicos aztecas. Por ejemplo, Foster aseveró que se describían 75 remedios para la fiebre, y que éstos, de manera implícita, tenían que ser refrescantes. Como se demos­ tró previamente en Ortiz de Montellano (1979b) y en capítulos anteriores, los aztecas creían que las fiebres eran causadas por fle­ mas calientes en el pecho, cuya cura consistía en la expulsión por un emético, un purgante, un diurético o un diaforético (¡que eviden­ temente no es un remedio refrescante!). Muchos de los desacuer­ dos de Hernández con las clasificaciones nativas se debían a su insistencia, similar a la de Foster, en que las fiebres tenían que tratarse con hierbas refrescantes, mientras que los aztecas usaban hierbas que él consideraba “calientes”. Afirmó (Hernández, 1959: vol. 2,273) que “juzgando que el calor se cura con calor” y que “[el tlacopatli caliente y seco]. . . se cree que produce sudor y de esta manera (como aseguran los mismos médicos indios) se alivian las fiebres” (Hernández, 1959: vol. 1, 132). En realidad, como se analizó más arriba, una cantidad de estos remedios contenían productos químicos diaforéticos y la traspiración que inducían era congruente con las creencias etiológicas aztecas pero no correspon­ día a la perspectiva humoral europea. Foster se equivocó al decir que Sahagún no se refiere explícita­ mente a un remedio caliente. Sahagún (1989: vol. 2, libro décimo, 263-264) asevera: Con él úntanse los pies los caminantes para guardados del frío y que no se hagan grietas [de manera similar al uso del tlacopatli para los pies fríos debido al tonalli sobrecalentado]. Ablanda o aplaca la gota, poniéndolo sobre la parte donde se siente tal dolor. Untan también los labios con él para que no se hiendan; y para que sea bueno contra la gota, mézclase con una yerba molida que se dice colotzitzicaztli.

Hernández (1959: vol. 1, 255) confirmó esta clasificación: temecatl “mezclado con la grasa de los gusanos que llaman axin.. . dicen que

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cura admirablemente los dolores que provienen del frío”. De esta forma, la cura para la gota (coacihuiztli), una de las enfermedades de Tlaloc, era claramente una medicina “caliente” y, de manera implícita, otros remedios para la gota, como el tabaco (que ya se mencionó), el yauhtli y el iztauhyatl también eran “calientes”. Como los informantes de Sahagún pocas veces mencionan cualidades humorales explícitas, la mayor parte de las determinaciones tienen que ser implícitas y basadas en el conocimiento de los conceptos etiológicos aztecas. En todo caso, carece de fundamento aducir que había un drástico desequilibrio en las cualidades humorales de los remedios aztecas. Irónicamente, el supuesto desequilibrio tiende a refutar, por sí mismo, el origen español de la designación “frío-caliente” en las fuentes aztecas. Tal como lo señaló el mismo Foster (1953: 205), la teoría humoral clásica (la supuesta fuente) también estaba desequi­ librada, pero en la dirección opuesta: No obstante, parecen prevalecer ciertas reglas generales; la más marcada es que (siguiendo la teoría clásica, que creía que el estado normal del cuerpo sano era una preponderancia de calor, y que el frío indebido era la condición que más frecuentemente requería un remedio), una mayoría de las hierbas medicinales se clasificaban como calientes.

La esencia del argumento opuesto a la opinión de Foster es que la polaridad “frío-caliente” permeaba el pensamiento azteca, inclu­ yendo los conceptos de salud y enfermedad, antes de la llegada de los españoles. Los aztecas se mostraron receptivos a las teorías humorales europeas que se asemejaban a las suyas, como en el caso del sincretismo que entraña la dualidad “frío-caliente”, y rechaza­ ron el concepto ajeno de “húmedo-seco”. Esta explicación se ade­ cúa mejor a los hechos conocidos que la de Foster. La explicación no se aplica necesariamente a la forma en que el resto de América Latina adquirió su sistema, que requiere para cada país el mismo tipo de análisis que se hizo aquí para México. (Algunos artículos que argumentan en contra de la hipótesis de Foster para otras áreas de América Latina son Bastien, 1985; Colson y de Armellada, 1983). La evidencia de una dualidad “frío-caliente” previa a la conquista en la cultura azteca vuelve insostenible la exclusión que lleva a cabo Foster de todas las contribuciones nativas a los fundamentos de la medicina étnica mesoamericana.

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Síndromes con vinculaciones culturales Foster (1953) mencionó varias enfermedades étnicas, incluyendo el susto, el mal de ojo y la caída de mollera, y sostuvo que las dos últimas tenían un origen exclusivamente español. Analizaremos las tres para mostrar su contenido sincrético azteca-europeo, con con­ tribuciones diferentes de cada tradición. Susto. El susto, consecuencia de un temor repentino, aparece por doquier en América Latina. Rubel (1964) informó: Uno de los aspectos más dignos de mención del fenómeno del ‘susto’’ es el hecho de que en muchos grupos hispanoamericanos, lo mismo indígenas que no indígenas, aparece con notable constancia un núcleo básico de premisas y supuestos: síntomas, etiología y regímenes curativos. El factor causal es una experiencia atemorizante que desprende el alma del cuerpo. La pérdida de alma, a su vez, produce los síntomas: inquietud al dormir, decaimiento, pérdida de apetito, pérdida de peso, pérdida de energía y de fuerza, depresión, introversión, palidez, letargo y a veces fiebre, diarrea y vómito. Crandon (1983) señaló que éstos podían ser síntomas de diversas enfermedades, como gastroenteritis, amibiasis, anquilostomiasis, triquinosis, defi­ ciencias de diversas vitaminas B e hipoglucemia. Otros diagnósticos que se han sugerido van desde los psiquiátricos —una expresión culturalmente apropiada de la ansiedad histérica (Gillen, 1948)— hasta la hipoglucemia (Bolton, 1981). Rubel el ai (1984) atribuyeron los síntomas al estrés social, pero demostraron que las víctimas del susto (los “asustados") sufrían también elevados niveles de enfer­ medad orgánica. En un estudio prospectivo las personas con susto murieron a una tasa más alta, estadísticamente significativa, que un grupo de control con características similares. Aunque las causas de muerte variaron, el estrés bien puede haber afectado los siste­ mas de órganos en un grado que dependía de factores genéticos o de personalidad, de manera que una causa común subyacente puede haber llevado a la muerte por una variedad de padecimientos. El susto tiene su origen, claramente, en las culturas nativas precolombinas, como aceptó Foster (Foster y Anderson, 1978:76), ya que la creencia en almas múltiples definitivamente no era europea. En Mesoamérica la conexión era evidente:

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Las explicaciones etiológicas emanan de tiempos prehispánicos y han sobrevivido hasta el presente con increíble persistencia. En lengua náhuatl el padecimiento se llama tonalcahualiztli, palabra que significa literalmente “pérdida del alma, del tonalli”. . . Esa pérdida era resultado de un gran susto, de un choque emocional, que desequilibraba el organismo y permitía que se fuera el tonalli. La cura consistía en ir a buscar el alma-tonoMi don­ dequiera se encontrase o con quienquiera que pudiese haberse apodera­ do de ella, para devolvérsela a su legítimo propietario. Hay que tener presente este concepto para explicar el tratamiento por rituales mágicos que se sigue practicando y que incluye una “limpia" previa a la recupera­ ción del alma, que expulsa del cuerpo todos los malos espíritus y aires que aprovechan el lugar de salida del tonalli para alojarse en el cuerpo (López Austin, 1978:201).

Es interesante especular sobre la difundida incidencia del susto, desde los chícanos, en Estados Unidos, hasta Perú y Chile, y hasta los indios caribeparlantes de la frontera entre Brasil y Venezuela (Colson y de Armellada, 1983). Como no es de origen español, no puede invocarse la hipótesis de Foster acerca de una herencia colonial común. Según veremos más adelante, en el caso de la caída de mollera, no todos estos padecimientos están uniformemente distribuidos en América Latina. Una posibilidad es que el susto sea una reliquia del shamanismo paleolítico (descrito en el capítulo 2). Las almas múltiples, algunas de las cuales pueden dejar el cuerpo, son parte integral de las religiones shamánicas. Si el sustrato cultu­ ral subyacente a todo el Nuevo Mundo era el shamanismo traído por los cazadores paleolíticos que poblaron el continente, su pre­ servación explicaría por qué una creencia en la pérdida del alma podría encontrarse por toda América. Se pueden ver evidencias de esto en las diferencias entre las creencias acerca del susto de las poblaciones indias y mestizas y de los grupos blancos. Todas ellas se ven afectadas por el susto y aplican curas similares —predomi­ nantemente rituales mágico-religiosos que entrañan el uso de hier­ bas o de otras sustancias en "limpias” combinadas con oraciones o encantamientos—, pero difieren en las explicaciones etiológicas. Como en el caso de las hierbas de Tlaloc y de la caída de mollera, el sincretismo con las ideas europeas tendió a desplazar las explica­ ciones etiológicas nativas entre los mestizos y los blancos, mientras se conservaron tanto la enfermedad como la cura. Así, en México (Signorini, 1982), Bolivia (Crandon, 1983), Texas (Trotter, 1982) y Chile (Simmons, 1955) la gente más aculturada sigue creyendo en

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el susto y tratándolo, pero no lo asocia con la pérdida del alma. La etiología se limita a un espanto o susto. Las poblaciones indígenas, en cambio, conservaron el concepto de las almas múltiples y de su posible pérdida. Se ha producido cierto sincretismo en su visión del susto, pero la influencia predominante es claramente india, y no europea. Mal de ojo. En el caso del mal de ojo, donde la influencia predomi­ nante es europea, tuvo lugar el tipo de sincretismo opuesto. Al menos en el caso de los aztecas, la compatibilidad con creencias previas hizo más fácil para la población nativa la adopción de ideas europeas. La creencia en el mal de ojo comenzó probablemente en la antigüedad en el Cercano Oriente y, desde allí, tuvo una amplia difusión (Maloney, 1976: xt). Los bebés y los niños son los que corren más el riesgo del mal de ojo. El padecimiento es desencade­ nado por una mirada de alguien que tiene la "vista fuerte”. En la mayor parte de los casos la vista fuerte es involuntaria, y no algo que su poseedor controla. Con menos frecuencia se cree que el poder es voluntario y que se lo adquirió gracias a un pacto con el diablo (Aguirre Beltrán, 1963: 26). En Guatemala el poder puede ser congénito o deberse a un estado transitorio de sangre “caliente” debida al ejercicio, la preñez, la menstruación o la ebriedad (Cosminsky, 1976:165). La sangre “caliente” provocada por el ejercicio se señala también como factor desencadenante de la vista fuerte en Perú (Simmons, 1955). Otra variante atribuye el mal de ojo a alguien que le dirige una mirada envidiosa a un niño (Rubel, 1960). Los síntomas de la enfermedad provocada por el mal de ojo en el niño consisten en general en llanto constante, fiebre y diarrea. Los remedios son bastante uniformes y de naturaleza mágico re­ ligiosa. La enfermedad se diagnostica al pasarle un huevo de gallina por el cuerpo al paciente, muchas veces trazando una cruz y acompañando esto, en ocasiones, con plegarias; luego se rompe el huevo, se lo echa en un vaso de agua y se lo deja reposar. La forma que adopta indica la enfermedad y con frecuencia también su origen. La cura puede requerir una segunda “limpia” con un huevo o el uso de hierbas; la ruda, en especial, se usa en varios países. Las medidas preventivas también son bastante uniformes y suelen entrañar el color rojo. Los niños usan collares o brazaletes de las semillas rojo intenso del árbol del colorín (Erythrina corallodendron), ropa roja u otros artículos de ese color (Cosminsky, 1976: 167).

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Resulla interesante que el rojo fuese también el color predominan­ te empleado en amuletos para evitar el mal de ojo entre los judíos y en los países del Mediterráneo, y que en Italia se pusiese una ramita de ruda sobre la puerta (Moss y Cappannari, 1976: 7-8). Pedro Ciruelo, un autor español citado por Madsen (1967: 129), describió creencias acerca del mal de ojo en 1538, por la época de la conquista española: Algunos hombres y mujeres insalubres pueden infectar a otros y poner en peligro su salud con su mirada y con el aliento de sus bocas. Esto le ocurre más comúnmente a los niños pequeños. . . porque la infección penetra fácilmente en esas víctimas cuando las personas con el mal ojo las miran de cerca y hablan con ellas. Esta enfermedad no es causada sólo por los ojos sino también por el aliento de la nariz y la boca y por el sudor o el olor o el vapor que exuda todo el cuerpo de la persona contagiosa. La enfermedad del mal de ojo debe ser curada por los médicos y encomen­ dándose uno a Dio* y a los sanios, nunca consultando brujas u otras personas que causan la enfermedad del mal de ojo. Si la enfermedad del mal de ojo no es resultado de un contacto estrecho con una persona de visión insalubre, hay razones para sospechar que la persona enferma ha sido embrujada por una brujería maliciosa, porque las personas de visión insalubre no pueden causar el mal de ojo desde lejos. I>a enfermedad del mal de ojo causada por la brujería debe ser exorcizada por un sacerdote, y no curada por otra bruja.

Aunque la fuente primaria del síndrome del mal de ojo en Mesoamérica es claramente europea, hizo que fuera aceptada con más facilidad una peculiar creencia precolombina, referente al ihiyotl y al grupo de enfermedades llamadas tlazolmiquiliztli (“enfermedad inmunda o de la basura”) de las que se habló antes. También aquí las emanaciones nocivas enfermaban a los niños y a otros seres débiles. Los que pecaban sexualmente emitían ihiyotl, que podía dañar a los inocentes que estaban cerca de manera muy similar al mal de ojo. El nahualli podía emitir ihiyotl voluntariamente y perjudicar a otros, tal como, en la creencia europea, los que tenían tratos con el diablo tenían el poder del mal de ojo. En el pueblo mexicano de Tlayacapan, estudiado por Ingham, la similitud entre el ihiyotl y el mal de ojo era notoria. Las creencias del pueblo en el mal de ojo seguían el patrón habitual: 1] los niños son las principa­ les víctimas; 2] el agente causal es una mirada envidiosa; 3] el diagnóstico consiste en frotar al paciente con un huevo y romper

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éste, después, en un vaso de agua, para examinar la forma que adopta; 4] e! uso de amuletos rojos, como el coral, para impedir la enfermedad (Ingham, 1986:164-165). Otra observación de Ingham indica una descendencia directa del tlazolmiquiliztli: La gente habla también de “aire de basura”. Pueden producirlo los hombres o mujeres que han tenido relaciones sexuales recientemente, pero lo emiten en especial las prostitutas o las mujeres disipadas. El “aire de basura” es caliente y se asemeja al agente causal del mal de ojo ... Las personas que están calientes por la ira también pueden causar el “daño de niuina” (el daño por enojo), enfermedad semejante a la del mal de ojo. Hay quienes tratan el padecimiento del aire de basura de la misma manera que el nial de ojo. La creencia en la enfermedad del mal de ojo puede ser parte de la constelación de creencias acerca de los “aires”. Las enfermedades de los “aires”, el mal de ojo, el padecimiento del aire de basura y el daño causado por la ira son similares. Presumiblemente en el mal de ojo el ojo de un adulto, que se calienta por la pasión del sexo o de la envidia, expele un “ai­ re” o, en otros casos, atrae un “aire” y se convierte luego en vehículo de su trasmisión al niño. Se usan huevos para diagnosticar y curar el mal de ojo y los diversos padecimientos debidos a los “aires”. La presencia de uno y otros se observa si hay pequeños “remolinos” en la albúmina. . . tanto el mal de ojo como los “aires” afectan los ojos de las víctimas —el izquierdo, en general—y tienen de hecho una especial atracción hacia los ojos, lo que sin duda explica la popularidad de los ojos de venado (Tlievetia sp.) como amuleto contra el mal de ojo. En apoyo de esta interpretación se puede señalar que en la Europa medieval se pensaba que los malos espíritus entraban y salían del cuerpo por los ojos (Ingham, 1986; 165-166).

Caída de mollera. Aunque Foster (1953) sostuvo que la caída de mo­ llera tenía un origen puramente español, y Kay estuvo de acuerdo con él, afirmando además que el Florilegio medicinal de Esteyneffer había sido el medio de trasmisión al suroeste de Estados Unidos, el síndrome es, en realidad, producto del sincretismo con una influencia azteca predominante (Ortiz de Montellano, 1987). La caída de mollera sólo se encuentra en los bebés. Consiste en una depresión de la fontanela del hueso parietal del cráneo (la “molle­ ra”). La creencia en el síndrome de vinculación cultural sigue estando extendida entre los méxico-norteamericanos (Graham, 1976; Scheper-Hughes y Stewart, 1983); en México (Madsen, 1965; Madsen, 1960; Scheffler, 1977; Foster, 1967: 193; Casillas, 1978;

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Young y Young-Garro, 1982); en áreas rurales y urbanas de Guate­ mala (Knoke, 1984, comunicación personal; Hurtado Vega, 1979; Cosminsky, 1980); en Honduras (Kendall, Foote y Martorell, 1983), y entre los descendientes de los pipiles en El Salvador (ClementBrutto, s. f.). Esta distribución es significativa para rastrear el origen del síndrome. La etiología étnica atribuye la caída de mollera a una caída o al hecho de que se le retiró repentinamente el pezón a un bebé que mamaba, lo que hace que se caiga el paladar y produce una fontanela “hundida”. Se cree que los síntomas de la caída de mollera —el niño está inquieto, llora y no come—se deben a que el pasaje oral está bloqueado por el paladar hundido. Estos síntomas corresponden, fisiológicamente, a una deshidratación aguda (Trotter, Garza y Garza, s. f.). Se usa una variedad de remedios para tratar de devolver el paladar a su posición normal. Por lo general se empuja el paladar hacia arriba con un dedo, o se pone al niño cabeza abajo y se lo sacude (Harwood, 1981: 307; Kay, 1977b; Hurtado Vega, 1979; Holland, 1978; Rubel, 1960). Otras curas incluyen las cataplasmas (Martínez y Martin, 1966; Kay, 1977b: 150; Rubel, 1960) y la succión de la fontanela ya sea directamente o sosteniendo al niño cabeza abajo mientras se mete y saca la cabeza del niño del agua (Harwood, 1981: 307; Martínez y Martin, 1966; Kay, 1977b: 150; Rubel, 1960). Trotter (1985) llevó a cabo una de las encuestas más amplias de las creencias de los méxico-norteamcricanos acerca de los síndro­ mes de vinculación cultural, y reunió datos de una muestra aleatoria de 1 900 individuos en 35 clínicas de salud pública del suroeste de Estados Unidos y de una muestra seleccionada de 80 individuos, en el valle del río Grande, que habían tratado casos de caída de mollera. La encuesta confirmó la existencia de una difundida creencia en la caída de mollera; las variaciones locales iban desde una mínima del 2.7 por ciento en Presidio, Texas, hasta una máxima de 69.9 por ciento en Tucson, Arizona. El cuadro 8.8 enumera los diversos remedios en el orden de la frecuencia del viso indicado. Empujar el paladar o sacudir al niño cabeza abajo eran, con mucho, los más habituales, mientras que otros remedios, como una cataplasma de huevo o mojarle al niño la cabeza con agua eran empleados sólo por un pequeño porcentaje de quienes realizaban las curas. Foster (1953) afirmó que la caída se derivaba de un grupo de

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CUADRO 8.8 TRATAMIENTOS PARA LA CAÍDA DE MOLLERA

Tratamiento Empujar el paladar Poner de cabeza Jabón en la fontanela Succionar la fontanela Huevo en la fontanela Meter en agua, de cabeza Varios oíros Total FUENTE;

Encuesta en Tres estados (N = 604) %d e N 40.7 31.0 9.4 6.8 3.6 1.3 7.2 100.0

Rio grande (N - 175) % d eN 30.2 27.4 16.0 5.7 5.1 2.9 12.7 100.0

Ortiz de Montellano, 1987: 385, Duke University Press.

enfermedades de la cultura española que, según se pensaba, eran causadas por el desplazamiento de los órganos corporales de su po­ sición normal, y que se trataban reubicando el órgano en cuestión. Identificó los precursores españoles como espiñela (“huesos en la boca del estómago”), paletilla (“huesos entre los omóplatos") y calleiro (“estómago caído”); los dos primeros podían deberse a un ejercicio violento o a la tos. La caída de mollera no existía en España, pero como ahora la etiología étnica atribuye el problema a un desplazamiento físico del paladar, Foster consideró que los padecimientos españoles debidos al desplazamiento de órganos, por analogía, eran el modelo del síndrome del Nuevo Mundo. Si, como lo propuso Foster, la caída de mollera es exclusivamente de origen hispánico, sería lógico encontrar las siguientes evidencias: 1] referencia al síndrome en los textos médicos con que contaban los españoles durante el siglo xvi; 2] la presencia, hoy, de la caída de mollera, o de un síndrome análogo, en la tradición etnomédica de España; 3] una distribución actual bastante uniforme del rasgo en toda la América Latina contemporánea, como en el caso del mal de ojo, por ejemplo, y 4] el predominio del tratamiento español en la América Latina contemporánea. Tales evidencias no se encuentran. Foster nunca citó una contraparte europea directa de la caída de mollera ni referencias a la misma en ningún lugar del Viejo

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Mundo. Diversos historiadores de la medicina han afirmado que la caída de la fontanela no es una enfermedad étnica conocida en Europa y que no aparece en ningún texto que conozcan (Moss, 1983, comunicación personal; Majno, 1983, comunicación perso­ nal; Risse, 1984, comunicación personal). Kay (1979; 1986, comu­ nicación personal) sostuvo que Plinio mencionó la fontanela caída: “Si la úvula está caída, se volverá a levantar si el paciente permite que otro le muerda el pelo de la coronilla, y que lo levante así del suelo” (Turner, 1964:264-275). La condición descrita por Plinio no es un precursor válido porque: 1] la úvula no es el paladar, parte que, según la etiología de la caída de mollera, es la que se cae; 2] no se da ninguna indicación de que se hundiese la coronilla, y 3] el pasaje no está en una sección que se ocupe de las enfermedades de los niños, de modo que podría aplicarse también a los adultos. La fontanela hundida sólo puede producirse en los niños pequeños, cuyas suturas óseas no se han cerrado todavía. Para nuestros propósitos resulta más importante saber si Esteyneffer tuvo acceso a la obra de Plinio o si estuvo influido por él y, de manera más general, qué fuentes influyeron sobre su libro. No constituye un argumento válido lomar citas de aquí y de allá en las obras de diversos autores de la antigüedad para demostrar que determinado concepto prevaleció en una época anterior o que in­ fluyó sobre cierto autor. I Iay que demostrar que la creencia era contemporánea y aceptada generalmente, o que el autor en cues­ tión tenía acceso a determinadas obras (mediante citas o mediante evidencias internas). No hay evidencia alguna de que al preparar su libro Esteyneffer usase a IMinio o a Sorano (del que se habla más adelante). Como veremos, el tratamiento de la úvula relajada de Plinio no se parece en lo más mínimo al tratamiento de Esteyneffer para la fontanela caída. Carmen Anr.ures, revisora de la nueva edición del libro de Esteyneffer, enumera que las fuentes que utilizó éste (Esteyneffer, 1978: vol. 1, 34, 67) fueron los trabajos de Hipócrates, Galeno, Boerhaave y Sydenham. Una revisión del índice analítico de las obras completas de Hipócrates (Littré 1846) no reveló referencia alguna a la fontanela caída o a su tratamiento, que tampoco aparecen en los trabajos de Sydenham (Latham 1848). Boerhaave (1755: 68) sólo mencionó la depresión del cráneo en el contexto del tratamiento de heridas y fracturas. La misma Kay (1986, comunicación personal) señaló que el desplazamiento de órganos no era parte de la medicina galénica.

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Kay (1986, comunicación personal) adujo que el término “fon­ tanela caída” no se encuentra en los textos clásicos porque se la conocía por otro nombre y se basaba en una etiología diferente. Sostuvo que se la denominaba siriasis o sitibundum, y que se la re­ lacionaba con una fiebre ardiente o con una inflamación del cerebro. La obra de Sorano constituye una fuente estándar: La siriasis, como afirma Demetrio en su libro sobre “Semiótica” no es otra cosa que una fiebre ardiente. No obstante, según algunos es una inflama­ ción de las partes que están alrededor del cerebro y las meninges, así que como consecuencia se hunden la bregma [la parte anterior de la cabeza] y los ojos; al mismo tiempo hay palidez y resequedad del cuerpo y anorexia. Cuando se presenta la siriasis hay que hacer todo lo mismo que en un caso de inflamación. Ahora algunos dicen que la enfermedad se llama seiriasis, por la estrella y debido al calor, pero según otros se llama así por la bregma hundida, porque entre los granjerossehies es el nombre de un objeto hueco en el cual arrojan y guardan su simiente. Estos pacientes se benefician también con una yema de huevo diluida con aceite de rosas y aplicada sobre la bregma en forma de compresa, y renovada constantemente (Temkin, 1956:124). Plinio citó la siriasis en diversos lugares, con un tratamiento pri­ mordialmente mágico: (Libro 22, cap. 29) Una aplicación de las hojas [de heliotropo] cura los catarros infantiles que se llaman siriasis [“fiebre de la estrella del Can”], y también las convulsiones, aunque sean causadas por la epilepsia (Plinio, 1949-1962: vol. 6, 335). (Libro 30, cap. 46 [Los problemas de los bebés]) La inflamación de los bebés llamada siriasis se cura con los huesos que se encuentran en el excremento de los perros, usados como amuleto (Plinio, 1949-1962: vol. 8,365). (Libro 30, cap. 48) Para la siriasis de los bebés una cura muy eficaz es una rana atada como amuleto con lo de atrás para adelante sobre el cráneo del bebé humedecido con una esponja fría. Se dice que después la esponja queda seca (Plinio, 1949-1962: vol. 8,549). Kay (1986, comunicación personal) escribió: Esteyneffer fue a México hacia 1692 y pasó allí cierto tiempo en el colegio de losjesuitas, donde debe haber tenido a su alcance las obras de Sahagún, Hernández y otros. Además, tenía como informante a un curandero tarahumara, de quien aprendió algunos remedios indígenas. Sin embargo, sus principales fuentes fueron los antiguos escritores de la tradición hipocrá-

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tico-galénica. Seguía el estilo galénico, igual que los escritores de los siglos xvi y xvii a los que estudió. Éstos incluían a Sahagún y a Hernández, ambos educados en la tradición de la Historia natural de Plinio.

Hay que señalar varios puntos respecto a la afirmación de Kay. Esteyneffer no sabía leer náhuatl, así que sólo pudo haber usado la versión en español de la Historia general de Sahagún, que se envió a España en 1580, se copió varias veces después de 1793, y se publicó por primera vez en 1820(D’OIweryCline, 1973:194-200). No se puede suponer a priori que Esteyneffer, que era jesuíta, tuviese acceso en el Nuevo Mundo a una versión en español de una obra de un franciscano. Sabemos que en México quedó una copia del trabajo de Hernández, a la que puede haber tenido acceso Esteyneffer. Sin embargo, Hernández no mencionó para nada la caída de mollera y sólo hizo una referencia a la siriasis: ‘‘[Se usa tomate] para la irritación de los niños llamada siriasis, mezclado con aceite rosado [un extracto de pétalos de rosa en aceite de oliva]” (Hernández, 1959: vol. 1,228). Esteyneffer no mencionó ni la siriasis ni los tomates. Además, como se verá más adelante, sus trata­ mientos para la caída de mollera no se asemejan a los tratamientos de Plinio para la siriasis, así que no resulta evidente la influencia de este último. Kay (1986, comunicación personal) citó referencias adicionales a la siriasis que van de Plinio a fuentes publicadas después de la obra de Esteyneffer. El punto crucial, sin embargo, es si Esteyneffer tuvo o no acceso a estas obras o si fue influido por ellas. No basta con demostrar que una fuente describió determinada opinión en algún lado y en algún momento. Puesto que se aseveró que el Florilegio medicinal de Esteyneffer fue la fuente de la medicina étnica de México y del suroeste de Estados Unidos, quienes lo afirman tienen que demostrar que las fuentes que Kay cita como influencias estaban al alcance de Esteyneffer al preparar su trabajo. Como se mencionó, la revisora del libro de Esteyneffer no mencio­ nó ninguna de estas fuentes. Aun si la siriaris era conocida de manera general en la España de los siglos xvi y xvii, esto no la convierte en la precursora de la caída de mollera tal como hoy se la conoce. La siriasis era, supues­ tamente, una infección que provocaba una fiebre tan alta que la dcshidrntación hacía que se hundiese la fontanela. La caída de mollera, en cambio, se asociaba más probablemente con una des-

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hidratación debida a la diarrea. La difundida incidencia de la caída de mollera en América Latina y su elevada frecuencia en la encuesta de Trotter en algunas localidades del suroeste de Estados Unidos apoyan mucho más esta asociación que la vinculación con una inflamación del cerebro que, aunque seria, es menos común. Epi­ demiológicamente la diarrea es el problema más serio de los niños latinoamericanos de escasos recursos, sobre todo cuando se com­ bina de forma sinérgica con la desnutrición (Bryant, 1969: 38, 39; Carpenter, 1982). Kay (1986, comunicación personal), al hablar de la siriasis, dijo que “Los rasgos distintivos de la enfermedad no eran sólo la depresión visible, sino, sobre todo, el calor y la resequedad que la provocaban, que, incidentalmente, es la manera en que la biomedicina de hoy ve la enfermedad.” Sin embargo, Trotter (Trotter, Garza y Garza, s. f.) llevaron a cabo un experimento que se opone a esta conclusión. Al analizar los síntomas sobre los que se informaba en su encuesta, descubrió que correspondían a tres conjuntos, y que grupos de diez o más informantes presentaban síntomas comunes. Los conjuntos de síntomas se enviaron a médi­ cos familiarizados con la región para que realizaran un diagnóstico ciego. Dos de los tres se identificaron como gastroenteritis aguda que producía deshidratación. El tercero se identificó, tentativamen­ te, como una infección de las vías respiratorias superiores, con la indicación de que había que descartar antes la meningitis. La descripción de la gastroenteritis infecciosa aguda que aparece en el Merck manual (Berkow, 1977:1077-1079) corresponde muy bien a la sintomatología étnica de la caída de mollera: [síntomas]... Letargo, anorexia, fiebre, oliguria y pérdida de peso sustancial son indicaciones históricas de deshidratado!!... algunos signos pueden no estar presentes hasta que la deshidratación se vuelve crítica. Éstos incluyen piel caliente y seca con poco tono de los tejidos, fontanela anterior hundida, ojos hundidos y falta de lágrimas... succión débil o ausente y letargo.

Las descripciones clásicas de la siriasis, citadas por Kay, no mencio­ nan una conexión con la diarrea infantil, pero la gastroenteritis infecciosa ha sido un problema desde que los seres humanos se instalaron en comunidades permanentes. Parece lógico que la conexión entre esta infección y la fontanela hundida fuese mucho más obvia que la presencia de una fiebre lo bastante intensa como para deshidratar a un niño en ausencia de diarrea.

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Un elemento importante del argumento de Foster en pro de un origen español de la teoría humoral era su amplia distribución por toda América Latina, aunque en el caso del susto hemos visto que una relativa ubicuidad no demuestra tal origen. No obstante, si la caída de mollera tuviese origen español, cabría esperar encontrarla en toda América Latina, sobre todo en Perú y en Chile, donde Foster (1953: 215) sostuvo que el folklore y la medicina étnica españoles persistían más que en cualquier otro país del continente. De hecho no existe en absoluto en Chile y Perú. La fuente funda­ mental sobre medicina étnica peruana (Valdizán y Maldonado, 1922) contiene extensas descripciones del susto y el ojeo (mal de ojo) y de sus curas, pero no menciona la caída de mollera. Informes más recientes sobre Perú (Hubi, 1954; Bastien, 1983, comunicación personal; Manheim, 1984, comunicación personal), que incluyen un amplio estudio de las creencias acerca de etiología y tratamiento de la diarrea inranti! en Lima (Escobar, Salnzar y Chung, 1983), no mencionan la caída de mollera. Tampoco la incluye un artículo sobre las supervivencias españolas en la medicina étnica de Chile (Álvarcz et al., 1983). Si Esteyneffer fuese la fuente de las creencias acerca de la caída de mollera, cabría esperar que los tratamientos actuales reflejasen su receta para la fontanela hundida: Hallándose la mollera caída del niño, que le eche su madre Icclic del pecho en la misma mollera, y evidentemente la verá levantar. O meter la cabeza en agua tibia en una vasija como hasta las narices; pero que no les entre el agua a las narices, y sacarla de repente, repitiéndolo unas veces, con lo cual chupa o tira dicha agua la mollera caída para arriba. Después de esta diligencia, aplicar sobre la dicha mollera (al emplasto, hecho de polvo del incienso o del copal, amasado con bastante clara de huevo batida y tendido sobre un lienzo, que tibio se aplicará (Esteynef­ fer, 1978: vol. 1,441).

Los datos del cuadro 8.8 muestran que los tratamientos de Esteyneffer no son las modalidades preferidas hoy. La leche materna y las cataplasmas de incienso y de copal no se citan para nada. El 1.3 y el 2.9 por ciento, respectivamente, de las muestras de tres esta­ dos y del río Grande de Trotter, mencionaron meter la cabeza en agua, y el 3.6 y 5.1 por ciento, respectivamente, indicaron una cataplasma de huevo. Esteyneffer no menciona los remedios abru­

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madoramente predominantes en toda Mesoamérica: empujar el paladar y poner al niño de cabeza y sacudirlo. Tampoco se ven las bases para afirmar que la siriasis era el precursor. Aunque Estey­ neffer no describió una etiología, los remedios que prescribió (succión hidráulica) sólo son congruentes con un modelo mecáni­ co. Si la siriasis y la caída de mollera fuesen una misma enfermedad, la teoría hipocrático-galénica requeriría remedios refrescantes para contrarrestar el calor de la fiebre. Pero no es así. La etiología mo­ derna de la caída de mollera también es totalmente mecánica. Es posible que se pierda una explicación etiológica y se conserve un remedio, como se demostró en el caso de las enfermedades de Tlaloc, pero la moderna medicina étnica no ha conservado ni el nombre ni la etiología ni los remedios de la siriasis. No resulta sostenible, entonces, la afirmación de un origen puramente europeo de la caída de mollera. Sin embargo, otro origen cumple todos los requisitos de prueba que se definieron más arriba. Si asumimos que el concepto azteca de tonalli (analizado en el capítulo 2) es una fuente que contribuye al padecimiento, pode­ mos explicar la distribución geográfica de la creencia en el síndro­ me de la caída de mollera y las curas predominantes. Según los aztecas la caída de mollera era un caso extremo de pérdida de tonalli en los niños. Éstos eran especialmente susceptibles porque todavía no se les habían cerrado por completo las fontanelas (López Austin, 1989: vol. 1,224), que estaban ubicadas en un lugar sensible para la pérdida de tonalli. Uno de los primeros documentos en náhuatl reunidos por Sahagún, los Primetvs memoriales, describía las funciones de la teapahtiani ("curadora de la fontanela”): La t e a pa h t ia n i cura así a los niños pequeños: los cuelga de cabeza, les sacude la cabeza de un lado al otro, y les empuja el paladar. Algunas de ellas atraen [al espíritu] con su aliento y también empujan el paladar del niño con algodón que le meten. Algunos se curan con esto, otros no. Se parece al método por el que le punzan [el paladar] a los niñitos, de lo que pronto mueren, o se los frotan con sal o untan repetidamente [papachoa] a los niñitos con tomate (Garibay, 1943-1946:242).

Los tratamientos prescritos en este pasaje, en contraste con tos de Esteyneffer, siguen siendo los preferidos en la actualidad. Al igual que en el sincretismo que se observa en el caso de las enfermedades de Tlaloc, la explicación precolombina de la pérdida de tonalli ha

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sido remplazada por una etiología mecánica, pero se sigue aplican­ do el remedio azteca a un padecimiento azteca. La Mesoamérica temprana era una unidad cultural que tenía en común una visión del mundo, una religión y una serie de ideas sobre la fisiología y la salud humanas (Ortiz de Montellano, 1989b). Si la verdadera fuente de la caída de mollera era una pérdida de tonalli en los niños, la unidad cultural de Mesoamérica explica la omnipresencia de la enfermedad en México, Guatemala, Honduras y parte de El Salvador, que ocupan ahora esa área. En países como Chile y Perú, que no compartieron las creencias aztecas y que no encontraron en la medicina española un antecedente de la caída de mollera, no existe razón alguna para que ese padecimiento forme parte de su medicina étnica. La cura arriba citada de la pérdida de tonalli fue escrita en náhuatl entre 1562 y 1575 (unos cuarenta años después de la conquista). Como ya hemos visto, Foster afirmó que, de cualquier manera, esas fuentes podían haber sido contaminadas por la in­ fluencia española. En capítulos previos sostuvimos que el tonalli era parte tan integral de la cosmovisión que resulta inconcebible que los españoles lo introdujesen en la obra de Sahagún. Sin embargo, en ese caso se puede aducir una prueba adicional de la autenticidad precolombina: la correspondencia entre las descripciones escritas tempranas en fuentes como Sahagún y los glifos indisputablemente precolombinos. Como ya dijimos, esta correspondencia es una de las indicaciones más confiables de la falta de contaminación euro­ pea. El pictograma mcsoamericano habitual de la captura de un enemigo muestra al captor que toma el cabello de la coronilla del cautivo, es decir, que toma posesión de su “fuerza vital” o tonalli (figura 8.2). Este pictograma puede verse en manuscritos aztecas como el Códice mendocino (Cooper Clark, 1938: fol. 1, 64, 68) y el Códice Botuiini (1964:18), así como en manuscritos de otras culturas como la mixteca, por ejemplo el Códice Nutall (Miller, 1975: fols. 3, 4,21,76). Su origen precolombino se ve verificado, además, por su aparición en monumentos de piedra que evidentemente son ante­ riores a la conquista española, por ejemplo la piedra azteca de Tizoc del Museo Nacional de Antropología, y la estela maya número 11 de Yaxchilán, que se encuentra en el Museo Peabody de la Univer­ sidad de Harvard. El uso de este glifo por parte de los mayas de Guatemala y de otras áreas demuestra que en toda Mesoamérica existían conceptos similares del tonalli, y que la caída de mollera se

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APÉNDICE B

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NOTAS AL APÉNDICE B

Algunos tipos de compuestos aparecen varias veces y se analizarán juntos, antes de ocuparnos de las especies individuales. Los taninos son mezclas complejas de polifenoles, que no cristalizan, de amplia distribución en el reino vegetal. Algunos de los productos de hi­ drólisis más simples son los ácidos gálico y elágico y el catecol. Los taninos precipitan las proteínas en solución provocando una acción astringente en los tejidos vivos. Esta astringencia es útil para de­ tener el sangrado y, en el tracto gastrointestinal, para parar la diarrea. La naturaleza polifenólica de los taninos los hace antisép­ ticos cuando se los aplica localmente, y En el tratamiento de quemaduras, las proteínas de los tejidos expuestos se precipitan, formando una capa protectora moderadamente antiséptica, debajo de la cual puede tener lugar la regeneración del nuevo tejido (Claus, Tylery Brady, 1970: 131).

Las saponinas y las sapogeninas son sustancias generalmente irri­ tantes cuyos efectos dependen del lugar de la irritación. Por ejem­ plo, pueden promover la expectoración en el tratamiento de la tos y tener efecto diurético sobre los riñones. En general, las saponinas tienen también una fuerte acción diurética, así como ciertas pro­ piedades diaforéticas y laxantes (Tyler, 1987: 206). Los glucósidos de las antraquinonas producen antraquinonas como el ácido crisofánico, la crisarobina y la reina, y son poderosos purgantes irritativos (Claus, Tyler y Brady, 1970: 96-108). Los glucósidos de los flavonoides, como la quercetina y la patuletina, son diuréticos, mientras que el kaempferol tiene efecto laxante (Steinegger y Hacnsel, 196S: 169,174). Achillea millefolium. El alcanfor se usa como linimento por sus efectos anestésicos y antipruríticos locales, y funciona como expec­ torante. El camazuleno es un eficaz antinflamatorio. La planta ha sido usada por diversas tribus indígenas americanas para la tos, las erupciones de la piel, la hinchazón y los golpes (Moerman, 1986: 9-11). Thompson (1978: 184) enumera sus efectos como “antisép­ ticos, antiespasmódicos, expectorantes, astringentes y antinflamatorios". Adiantum poiretti (Sahagún, 1950-1960: libro undécimo, 196; Hernández, 1942-1946: vol. 2, 340). Los taninos son hemostáticos.

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La planta se usa como diurético en Guatemala (Orellana, 1987:174) y entre los iroqueses (Moerman, 1986:11,19). La acción diurética cumple con los criterios aztecas para un remedio contra la fiebre. A. lucida se usa en las Antillas como febrífugo (Ayensu, 1981:152). Agave atrovirens. Se analizó ya la eficacia de la savia de Agave para las heridas. Annona cherimola. Los taninos son eficaces contra la diarrea, debido a su acción astringente. A. reticulata se usa en las Antillas como astringente y contra la diarrea (Ayensu, 1981: 40). Los extractos acuosos de A. cherimola afectaron los tejidos intestinales y uterinos de conejillos de Indias in vitro. La contractilidad uterina se debe a un esteroide glucósico (Lozoya, 1978). Los aztecas no mencionaban este efecto, aunque la planta se usaba como abortifaciente étnico en México (Quezada, 1975a), y otras anonas se han empleado en otros lugares con el mismo propósito (Farnsworth et al., 1975). Arctostophylos tomentosa. La arbutina se hidroliza en hidroquino­ na en la orina alcalina, donde actúa como astringente y antiséptico de acción moderada. Se han aislado de la planta el ácido ursólico y la isoquercetina, que tienen acción diurética en diluciones de 1:100 000 (Spoerke, 1980: 30). Los cherokis empleaban A. uvasursi como diurético (Moerman, 1986:53-54), y antes se usaba en Estados Unidos como diurético, antiséptico y astringente, y proporcionaba alivio tópico a las áreas hinchadas (Morton, 1977: 368). Ai-gemone mexicana. El aceite y las semillas de esta planta son purgantes y eméticos, igual que la protopina. Esto da validez a su uso contra las fiebres por parte de los aztecas. A. mexicana se usaba en Jamaica y en Curazao contra las fiebres y en Yucatán y Venezuela para las inflamaciones de los ojos (Morton, 1981: 241-242). La berberina es un moderado anestésico local de las membranas mucosas y se ha usado en medicamentos de venta libre para los ojos irritados (Orellana, 1987:178). Artemisia mexicana. La tullona es un componente del aceite de ajenjo, que se usaba antes medicinalmente como antihelmíntico y calmante de los cólicos. El alcanfor es moderadamente irritante, estimulante y calmante de los cólicos. La planta ha sido usada en Guatemala para los cólicos (Morton, 1981:909). Asclepias linaria (Sahagún, 1950-1969: libro décimo, 144; libro undécimo, 141,156; De la Cruz, 1964:245; Hernández, 1942-1946: vol. 1,42). Diversas especies de Asclepias han sido usadas por tribus

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indígenas americanas como antiséptico para tratar llagas, hongos y verrugas, y como laxantes (Moerman, 1986:75-79). Morton (1981: 687-690) informa que A. curassavica se usaba en Yucatán y Guate­ mala para las enfermedades de la piel y como purgante. A. curassa­ vica contiene asclepiadina y experimentalmente se descubrió que causa vómito y diarrea (Lozoya et al, 1978). Bixa orellana. Se la enlista como astringente, reductor de la fiebre y antidisentérico en la farmacopea mexicana. La cáscara tiene una acción vermífuga y antihelmíntica. La planta se usa en Guatemala para las fiebres y como diurético (Orellana, 1987:181). Se la emplea también como diurético en Venezuela y en Trinidad, y para la diarrea en Yucatán y Venezuela (Morton, 1981:572-578). Su efecto diurético la ratifica émicamente como febrífugo. Bletia campanulata (Sahagún, 1950-1969: libro décimo, 87; libro undécimo, 211; De la Cruz, 1964:283; Hernández, 1942-1946: vol. 2, 775). El mucílago sería un laxante por volumen (Claus, Tyler y Brady, 1970: 67-78) y por lo tanto válido según los aztecas, ya que el miedo causa la acumulación de flema, que debe ser expelida. Bocconia frutescens. La celeritrina y la sanguinarina son activos irritantes locales y se esperaría que fuesen laxantes y diuréticos. Los extractos acuosos tienen actividad diurética, antimicrobiana y antinflamatoria. La savia es purgante, y la planta se usa para las úlceras y las erupciones de la piel en Haití y en Costa Rica (Morton, 1981: 242-244). Se usaba para la sarna y contra los parásitos de la piel en Colombia (Von Reis y Lipp, 1982: 88). Bromelia pinguin. La pinguinadina es una enzima proteolítica y también reduce las hinchazones. El jugo se usa en las Antillas para el algodoncillo y otras ulceraciones de la boca (Ayensu, 1981:62). Buddleia americana (Sahagún, 1950-1969: libro décimo, 35; libro undécimo, 110,168; De la Cruz, 1964:283; Hernández, 1942-1946: vol. 3,749). La planta contiene aucubina y catalpol (Gibbs, 1974: vol. 1, 625; Hegnauer, 1962-1977: vol. 3, 308-310). El catalpol y la aucubina son diuréticos y laxantes (Sticher, 1977) y por lo tanto serían medicinas para la fiebre émicamente eficaces. Morton (1981: 664) informa que esta especie mostró marcada acción diurética, que se la usaba en Guatemala como diurético y que se la aplicaba también a las heridas. Calliandra anómala. El efecto astringente estíptico de los taninos es útil tanto en las hemorragias nasales como en las diarreas. Las saponinas funcionan como expectorantes para aliviar la tos, y su

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efecto diurético sería considerado como un tratamiento para la fiebre por los aztecas. Carica papaya. La papaína es un digerente que se puede usar tanto externa como internamente. Es un ingrediente de los moder­ nos preparados digestivos (Spoerke, 1980: 130; Morton, 1981: 596-597). El látex se usa para diversas enfermedades de la piel en varios países, y contra los forúnculos y los hongos en las Antillas (Morton, 1981: 596-597; Ayensu, 1981: 75). Casimiroa edulis. El nombre nahuatl de la planta, “fruta dulce que hace dormir”, se refiere a sus propiedades. Se la usa ampliamente en México como sedante, soporífico e hipotensivo. La N,N-dimetilhistamina es efectiva por vía oral y produce una vasodilatación ge­ neral, que baja la presión sanguínea. En dosis mayores esta acción sedante puede conducir a la somnolencia e incluso a la pérdida del conocimiento (Morton, 1981: 372; Lozoya y Lozoya, 1982: 130147). Lozoya encontró que la presencia de dextrosa contribuía a la absorción del compuesto activo. Cassia occidentalis. El ácido crisofánico y sus glucósidos son purgantes, y la crisarobina se usa tópicamente para la soriasis y otras enfermedades de la piel. Se utiliza para las enfermedades de la piel en Filipinas, el norte de Borneo y en numerosos países de África, y para la inflamación en Ghana y en Cambia (Ayensu, 1978: 72-75; Von Reis Altschul, 1973:116; Moerman, 1986: 103-105). Chiranthodendron pentadactylon. Bye y Linares (1987) conside­ raron que esta planta era usada medicinalmente por los aztecas pero que también tenía gran importancia ritual, ya que tanto Hernández como Sahagún la citaron varias veces, incluyendo ilus­ traciones, pero con un texto muy escueto y superficial, lo que indica que su información puede haber sido censurada. Durante largo tiempo su principal uso, combinada a veces con Talauma mexicana, ha sido para el tratamiento de problemas cardiacos. Los extractos acuosos han manifestado actividad antinflamatoria (Jiu, 1966). Los glucósidos luteolínicos y los glucósidos quercetínicos son diuréticos y han exhibido un efecto estimulante sobre el corazón. Se descubrió que los extractos causan contracciones en los tejidos de aorta, útero y tráquea (en conejos); de tráquea, intestino y útero (conejillo de Indias); de aorta e intestino (ratas), y que aumentan la presión arterial de perros y conejos intactos (Lozoya et al., 1978). Commelina pallida. Se analizó ya su uso en el tratamiento de heridas.

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Croton sanguijluum. La catequina es astringente, útil para la diarrea, y produce un efecto refrescante local. Datura stramonium. La atropina se absorbe por la piel y alivia el dolor del reumatismo muscular y de la gota. La datura era un medicamento oficial de la farmacopea de Estados Unidos, y se la usaba sobre todo como cataplasma para los dolores de pecho hasta hace 30 años (Morton, 1981: 794-795; Greve, 1971: vol. 2,806). Se la ha utilizado en México para la inflamación, en Yucatán para el dolor reumático, y por los indios rappahanok para la fiebre y el do­ lor de pecho (Von Reis y Lipp, 1982:268; Díaz, 1979; Morton, 1981: 794-796; Moerman, 1986:149-150). Sus efectos colinérgicos perifé­ ricos son antiasmáticos, purgantes, expectorantes y midriáticos (Díaz, 1979). Su uso por los aztecas como remedio contra la fiebre se habría debido a sus efectos purgantes. La planta es un alucinógeno bien conocido pero peligroso, ya que su dosis eficaz está próxima a la dosis letal. Eryngium aquaticum. Las saponinas presentes son diuréticas. La planta se utiliza como diurético en Guatemala y entre los choctaw, y como febrífugo en las Antillas y en Surinam (Moerman, 1986: 176; Morton, 1981:646-648; Ayensu, 1981:185). Los aztecas debie­ ron considerarla eficaz para las fiebres. Euphorbia calyculata. Diversas especies de Euphorbia se usan como purgantes debido a una resina que se asemeja a la del aceite de crotón (Keys, 1976: 103-104). El ácido salicílico es un activo desinfectante, probablemente superior al fenol en sus propiedades antisépticas. El ácido se usa también extensamente en el tratamien­ to de diversas enfermedades de la piel, sobre todo de los eczemas crónicos, en los cuales sus acciones son primordialmente queratolíticas (Lewis y EIvin-Lewis, 1977:151). E. hirta se emplea para tratar verrugas y tumores en la India, en Costa de Marfil y en Indonesia (Ayensu, 1978:125). Euphorbia pulchenima. Morton (1981: 442-445) informó que se la sigue usando como galactágogo en México, Guatemala y El Salvador. El látex es irritante y purgante, pero ninguna de las sustancias químicas constituyentes produce el efecto deseado. Muy probablemente se la empleaba con una función mágica, porque su abundante látex tiene apariencia lechosa. Eysmhardtia polystachia (Sahagún, 1950-1969: libro undécimo, 140-141; De la Cruz, 1964:278; Hernández, 1942-1946: vol. 2,520). Esta planta no se ha estudiado químicamente. Los compuestos de

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que se informa no son diuréticos (Domínguez, Franco y Díaz-Vivecos, 1978). No obstante, se la sigue utilizando como diurético y para los padecimientos renales en Guatemala, México y el suroeste de Texas (Mellen, 1974; Domínguez y Alcorn, 1985; Kimber, 1981). Gossypium herbaceum. Ni las fibras del algodón ni las sustancias químicas aisladas de la planta serían eficaces para las condiciones que se citan. Guaiacum sanctum. El guayacol se ha usado en veterinaria como antiséptico intestinal y como expectorante. El ácido nordihidroguayarético es un antiséptico y un inhibidor específico de la 5-lipooxigenasa, que impediría la síntesis de leucotrienes involucrados en las respuestas alérgicas e inmunes, y lo convertiría en un eficaz agente antinflamatorio (Navar, 1987, comunicación personal). La resina tiene un efecto irritativo local sobre el tracto gastrointestinal y estimula la traspiración (Spoerke, 1980: 82-83). Los extractos en agua de la planta provocaron contracciones en tejido de vejiga y útero de conejos y conejillos de Indias, y elevaron la presión sanguínea de perros y conejos (Lozoya et al., 1978). Se la usa ampliamente en la actualidad como diaforético en México y Gua­ temala (Mellen, 1974; Morton, 1981: 367-368). Su empleo para el tratamiento de la sífilis, que se menciona en Hernández y en Ximénez, puede ser una adición europea. El origen y la presencia de la sífilis son controvertidos, como se mencionó en el capítulo 5. En el siglo xvi se creía generalmente que la sífilis había sido importada del Nuevo Mundo. Se creía también que Dios había puesto los remedios de las enfermedades en la misma área geográ­ fica en que éstas se originaban, y por lo tanto los remedios para la sífilis tenían que buscarse en el Nuevo Mundo. La teoría humoral hipocrático-galénica de la época atribuía la sífilis a un exceso de flema. De acuerdo con esta teoría un remedio tendría que eliminar la flema, posiblemente mediante la traspiración excesiva. Este concepto etiológico llevó en un principio a que se exportaran a Europa enormes cantidades de Guaiacum y, posteriormente, de zarzaparrilla (Smilax sp.), que también era diaforética (Crosby, 1972: 127). Este comercio continuó hasta que el mercurio se convirtió en el tratamiento preferido. Aunque era muy peligroso, debido a los frecuentes envenenamientos, el mercurio fue el único tratamiento para este mal hasta que Ehrlich descubrió el salvarsán en 1911. El uso del mercurio en el tratamiento de la sífilis es otro caso en el que la razón émica del empleo del remedio es un efecto

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colateral del verdadero componente activo. Uno de los síntomas del envenenamiento por mercurio es la salivación incesante, que en esa época debía interpretarse como la eliminación de la flema y como una cura de acuerdo con los principios etológicos humorales (Ransford, 1983:10,170). Helianthus annuvs. Las saponinas son diuréticas, y las semillas de la planta, así como el aceite de las mismas, se recetaban habitual­ mente como diuréticos (Morton, 1981: 940-941). Los indios pima han usado H. annuus para las fiebres, y en Yucatán y Costa Rica se lo empleaba contra la fiebre y el reumatismo (Moerman, 1986: 217-218; Morton, 1981:940-941). Ipomoea purga. La convolvulina es un purgante (Morton, 1981: 369) utilizado como tal en México y en Centroamérica (Morton, 1981: 701). Si los aztecas creían que el calor en el corazón era causado por un exceso de flema, igual que la fiebre, el remedio apropiado consistiría en la eliminación de la flema. Iresine catea. Esta planta se usa ahora en la medicina étnica de México como remedio para la fiebre, diurético y diaforético, pero no resultaría eficaz como purgante (Morton, 1981: 187). Jatropha curcas (Sahagún, 1950-1969: libro décimo, 90; Ximénez, 1888: 58; Hernández, 1942-1946: vol. 1, 172). El aceite de las semillas es un purgante drástico, mientras que las semillas crudas causan vómito y efecto purgante (Orellana, 1987:213). Se usa como purgante étnico en Bolivia, Ecuador, Cuba y las Antillas (Ayensu, 1981:98; Morton, 1981:448-449; Von Reís Altschul, 1973:161). Liquidambar styracijlua. El bálsamo de estoraque se ha usado como ungüento parasiticida en la sarna y en otras infecciones por parásitos. Tiene propiedades antisépticas. Se lo ha utilizado en Guatemala para tratar heridas, encías adoloridas y dolor de muelas (Von Reis Altschul, 1973: 97). Los cherokis lo empleaban como pomada para heridas, llagas y úlceras, y los choctaw como cataplas­ ma para cortes y golpes (Moerman, 1986: 264). Lobelia laxijlora. La acción de la lobelina se asemeja a la de la nicotina porque en un primer momento estimula los ganglios del sistema nervioso autónomo, y posteriormente los deprime. Estimu­ la también determinados centros medulares, en especial el centro emético (Spoerke, 1980: 110-111). Se lo usaba en la medicina norteamericana en el siglo xix como emético, expectorante y an­ tiasmático (Gilman el al., 1980:587). Mirabilisjalapa (Sahagún, 1950-1969: libro undécimo, 219; De la

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Cruz, 1964: 248; Hernández, 1942-1946: vol. 1, 194). El alcaloide trigonelina tiene efecto laxante (Der Marderosian y Liberti, 1988: 158). Éste hubiese sido el efecto contrario al que deseaban los aztecas. La planta se usa en Brasil para aliviar la diarrea (Morton, 1981:194-195). Montanoa tomentosa. Esta planta ya fue analizada. Passijlorajomllensis. Un número de especies de Passiflora se han usado en medicina étnica como diuréticos (Morton, 1981:587-595; Von Reis Altschul, 1973:201). La harmalina tiene un efecto marca­ do sobre el sistema nervioso central, incluyendo un descenso de la temperatura corporal (Spoerke, 1980: 134), que podía haberse interpretado como una cura para la fiebre. Su uso como remedio para las picaduras de serpiente era probablemente mágico, ya que la enredadera parece una víbora. Perezia adnata. Los extractos de raíces enteras tienen diferentes efectos según la dosis. A dosis más bajas, un efecto purgante se debe a un incremento del peristaltismo intestinal, y a dosis mayores se producen efectos eméticos (Lozoya y Lozoya, 1982: 60-79). Se descubrió que el compuesto activo es un éster de hidroxiperezona del ácido angélico. La tribu coahuila usaba esta especie como purgante (Moerman, 1986: 330). Persea americana. Los heptadecatrienos insaturados y sus ésteres acetatos son antibióticos contra bacterias gram-negativas. Se descu­ brió que extractos de la semilla y de la piel eran antibióticos (Lozoya y Lozoya, 1982:26). Se usa contra erupciones y Hagas en Guatemala (Orellana, 1987:225). Piper amalago (Sahagún, 1950-1969: libro décimo, 77,78,153; De la Cruz, 1964: 274; Hernández, 1942-1946: vol. 3, 751). P. amalago se usa como diurético y diaforético en México y las Antillas (Mor­ ton, 1981:124-125; Ayensu, 1981:148). Como tal, los aztecas deben haberlo considerado febrífugo. Pithecollobium dulce. Los taninos tienen un efecto astringente y antiséptico local. P. inguis-cati se emplea en Curazao para las llagas, como astringente (Morton, 1981: 343). Plantago mexicana. Varias especies de Plantago se cjtan en la farmacopea británica para la constipación crónica. El efecto se debe al efecto laxante de volumen del mucílago y a la aucubina (Trease y Evans, 1978: 354). Este efecto correspondería como febrífugo a la etiología azteca. La planta se usaba contra la fiebre en Puerto Rico y en Cuba, y las tribus costanoa y rappahanock la empleaban

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contra la fiebre y la constipación (Von Reis y Lipp, 1982: 282; Moerman, 1986:350-352). Plumbagopulchella. La plumbagina es activa contra las bacterias, en particular contra los estafilococos, y, externamente, tiene efectos cáusticos. La “gangrena” que se cita en el cuadro puede no ser el equivalente moderno de la enfermedad azteca, debido a las dificul­ tades para interpretar los diagnósticos del siglo xvi. En realidad puede haber sido algún tipo de padecimiento de la piel, y la planta tal vez resulte útil. P. zeylanica se usa en la India, Japón, Ghana y las Filipinas para enfermedades de la piel (Ayensu, 1978: 216-218). Plumería rubi a. El kaempferol y la plumicrida son purgantes, con lo que serían febrífugos de acuerdo con la etiología azteca. La plumierida se usa en las Antillas (Ayensu, 1981:43). P. attenuata se utiliza en Brasil como purgante y contra las fiebres; P. rubra se em­ plea como laxante en Yucatán (Morton, 1981: 677-678; Von Reis Altschul, 1973: 224). Polyanthes tuberosa. Esta planta no debe producir los efectos deseados. Polygonuvi hydropiper. Los efectos astringentes y hemostáticos de los taninos resultarían útiles para los pies adoloridos o lastimados. Se usa como remedio para las heridas en China (Von Reis Alstchul, 1973:62). Pmsopisjulijlora. Diversas tribus usaban Pivsopis sp. para los ojos, así que puede esperarse que la goma sea un demulcente similar a la acacia (Vogel, 1970: 322; Moerman, 1986: 369). Se le da un uso similar en México y en Curazao (Morton, 1981: 344-345). Prunus capulí. Debido a su contenido de tanino y pectina es eficaz contra la diarrea (Orellana, 1987: 231). Se usaba en la medicina étnica de Guatemala y Yucatán con este propósito (Morton, 1981: 265). Se demostró en laboratorio que los extractos tienen efectos antinflamatorios (Jiu, 1966). Psidium guajava. El contenido de tanino de esta planta la hace eficaz contra la diarrea. Se la usaba con este propósito en numero­ sos países de Centroamérica, las Antillas y África (Ayensu, 1981: 199; Morton, 1981:629-630). Los extractos han mostrado actividad antibacteriana y antimicrobiana (Ayensu, 1978: 136;Jiméneze¿a¿, 1979). Queivus sp. Los taninos son estípticos, astringentes y eficaces contra la diarrea (Spoerke, 1980: 129). Un número de especies de Quercos eran usadas por diversas tribus norteamericanas y en la

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medicina étnica de Cuba y de México como remedios antidiarreicos (Moerman, 1986: 389-395; Morton, 1977:135). Rhamnus serrata. Los glucósidos de la antraquinona son purgan­ tes, y estimulan directamente el tracto gastrointestinal (Spoerke, 1980: 36,46,50). Rumex mexicana. El ácido crisofánico es un eficaz purgante y sus taninos son la causa de su astringencia. Morton (1981:174-175) se­ ñaló que las sobredosis de i?, crispum producen orinación excesiva. Salix lasiolepis. La salicina tiene propiedades analgésicas y antirreumáticas. Reduce la fiebre al interferir con las señales al centro de control de la temperatura del hipotálamo. Dilata los vasos sanguíneos, y ayuda a disminuir la temperatura. Su interferencia con la biosíntesis de prostaglandinas es antinflamatoria (Der Marderosian y Liberti, 1988: 37). Ha sido usada para la fiebre y contra la diarrea por los indios mendocinos, así como en Venezuela y Guatemala (Moerman, 1986:429; Morton, 1981:132). Sambucus mexicana. Las especies de Sambucus contienen una resina purgante. La corteza, las bayas y las hojas tienen poderes diuréticos, laxantes y diaforéticos (Spoerke, 1980:68-69). Su conte­ nido de flavonol es responsable de la acción diurética. La planta se ha usado como diurético en Guatemala, México y Venezuela, y como purgante en Colombia y Venezuela (Mellen, 1974; Morton, 1981: 880-881; Von Reís y Lipp, 1982: 295). Schoenocaulon coulteiii. Los alcaloides de veratrum son extrema­ damente irritantes para las membranas mucosas. Esta planta tuvo anteriormente usos medicinales como contrairritante anodino tó­ pico. Insertada en la nariz en forma de polvo provocaría violentos estornudos que causaban sangrado nasal. De acuerdo con la etio­ logía azteca, esto hubiese constituido un remedio para los dolores de cabeza. Estos compuestos son bastante tóxicos y resultan efecti­ vos para matar ratones. Los extractos de S. officinalis mostraron una fuerte acción tóxica específica contra las moscas domésticas. Smilax aristolochiaefolia. El contenido de sapogenina de esta planta produce efectos diuréticos y diaforéticos (Spoerke, 1980: 154-155; Hegnauer, 1962-1977: vol. 2, 346). Se la ha utilizado con estos propósitos en la medicina étnica de todo el mundo (Morton, 1981:82-85; Keys, 1976:59; Ayensu, 1981:250). Stevia salicifolia (Sahagún, 1950-1969: libro décimo, 152; libro undécimo, 167,197; Hernández, 1942-1946: vol. 1,56). Las saponi­ nas son diuréticas y dan validez al uso azteca como remedio contra

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la fiebre. Hay informes de su uso étnico para las fiebres en México (Von Reis Altschul, 1973:298). Tagetes erecta. Los glucósidos de la quercetina son diaforéticos. Esta planta se usa como purgante en Cuba (Morton, 1981:969-970). Tagetes lucida. Los flavonoides, en particular los glucósidos de la quercetina, son diuréticos. Neher (1968) informó que un té hecho de T. lucida tiene un fuerte efecto diurético. De acuerdo con la etiología azteca, la fiebre, el miedo, la demencia y las consecuencias de la caída de un rayo eran todas enfermedades ocasionadas por la flema; un diurético hubiese constituido un remedio apropiado. Talauma mexicana. La quercetina sería responsable de la acción diurética de esta planta y de su uso contra la fiebre por parte de los aztecas. Los extractos de la misma produjeron vasoconstricción, hipotensión arterial e incremento en la fuerza de las contracciones y en el tono muscular del corazón (Lozoya y Lozoya, 1982:111-129). Los extractos también relajaron el tejido intestinal y de la vejiga de conejos y contrajeron el tejido intestinal de conejillos de Indias (Lozoya et al., 1978). Teloxys ambrosioides (Chenopodium ambrosioides). El ascarido! es antiséptico en diluciones de 1:200. Es un eficaz antihelmíntico y produce un decremento de la motilidad gástrica que lleva a la constipación (Spoerke, 1980: 138-139; Lozoya y Lozoya, 1982: 31-34; Bye y Linares, 1987). Se usa ampliamente en la medicina étnica de los indios norteamericanos y en las Antillas, México y América Central (Moerman, 1986: 114; Morton, 1981: 176-177; Von Reis Altschul, 1973: 63; Ayensu, 1981: 75). Thalictrum hemandezii. La berberina se usa para aliviar los ojos inflamados, como se analizó en el caso de Argemone mexicana. Theobioma cacao. La teobromina es diurética, estimulante y rela­ jante de la musculatura lisa, y se usa farmacéuticamente para estos propósitos (Morton, 1981: 556-557). No está claro si la mezcla de hule con chocolate podía detener la diarrea. La 2-feniletilamina podía tener varios efectos colaterales si se la tomaba en grandes cantidades. Tiene una acción estimulante similar a la de la anfetaniina, y se ha informado que causa alucinaciones (Orellana, 1987: 247). Turbina corymbosa (Rivea corymbosa) (Sahagún, 1950-1969: libro undécimo, 129,165,170; Hernández, 1959: vol. 2, 73). Los alcaloi­ des de ergina y otros derivados que se encuentran en esta planta son claramente alucinógenos (Schultes y Hofmann, 1980:240-257).

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La presencia de ergonovina hace que esta planta sea oxitócica (Farnsworth et al., 1975; Lozoya y Lozoya, 1982: 231-247). La atropina, que penetra por la piel y produce un efecto anodino, haría lógica una aplicación tópica de Datura para la gota. No obstante, no resulta claro si los compuestos de Turbina, que también son alucinógenos, tendrían el mismo efecto. Algunos informes citan el uso étnico de esta planta como anestésico local y como cataplasma analgésica para el reumatismo (Díaz, 1979; Morton, 1981:703-704).

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ÍNDICE DE NOMBRES

aacqui (golpeado por un rayo o lo­ co), 195 Abdera, 37,37n abderitatis mentís, 37 abstinencia sexual, 149,161,186 achicoria (Sonchus oleráceos), 140 acitli, 163 Acosta, Joseph de, 28,219 Actopan, 28 adulterio, enfermedades causadas por, 183,184 África, 130,151 agave, véanse maguey, pulque agricultura, 97, 98, 118, 120, 121, 138, 197, 198; capacidad de car­ ga, 11, 92, 93, 98, 99, 101, 104, 141; intensificación de, 93,94,98; nutrición y, 92,93; sistemas de, 117 agutí, 107 ahuaque, 85, 235 ahuauhtli, 144-146 ahuehuetl (Taxodium mucronalum), 217 Ahuizotl, 157 aire de basura, 266 aire de cuevas, 250 aire de noche (yohualehecatl), 86, 87 ajenjo del país, véase estafiate alacrán, 86,162, 210 alaoac quipoloa toiollo (flema que destruye el corazón), 191 albinos, 88,156 Alcalá de Henares, 41 alectoria, 36 algas, 214, véanse también tapachpatli, tecuitlatl

AltaVerapaz, 170 alucinógenos, 38, 50, 88-90, 175, 189,190,192,205,242,252 amaranto (Amaranthus sp., A. cruenttis, A. hypochondriacus, huauhüi), 108,109,118,119,123,125,126, 132-135,197,198,212,234 amate, 197 América, 13, 42, 44, 148, 150-152, 243,254,263 América Central, 20 América Latina, 254-256, 261-263, 268,272,273 aminaliztli (diarrea), 189 aminoácidos, 107, 109, 126, 130, 133,143,146,147 amor, magia para, 173 Ana, santa, 30 anorexia, 270, 272 anquilostomiasis, 262 antílope, 107 apitzaliztli (diarrea), 189 apitzalpatli, 170 aquiztli (Paulliniafuscescens), 172 arañas, 86,162,181,225 Arco iris, 251 Arizona, 50,133,267 armadillo, 142 arroz, 122,125 arteroselerosis, 154 artritis piógena, 155 artritis reumatoide, 196,204,215 artritis, 152 ascáridos, 152 Asia, 151 Atamalqualiztli, fiesta de, 161 ateponaztli, 163

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Atlatonan, 161 Atlcaualo, 162,233 Atlinan (Nuestra señora de las Aguas), 242,243 atochietl, 217 atonahuiztli, véase fiebre acuática Atonatiuh, 58 Atotonilco, 43 axayacatl, véase escarabajo corixídeo de agua axin, véase cochinilla axolotl (Ambystoma tigrinum), 142, 214 Babilonia, 164 Badiano, Juan, 35, 37 balance calor-frío, 43, 55, 79, 164, 192,231,239,245,249,253,254, 256,257,261 Bárbara, santa, 29 Bautista, san Juan, 30 bellotas, 56,134 Bering, 148 bezoares, 35,44 bocio, 152 Bolivia, 263 Brasil, 263 bubas, 160 cacahuates, 122,135 cacao (Theobroma cacao), 20,172 caída de mollera (fontanela caída), 15, 86, 186, 216, 245, 253, 262, 263,266-275 caída de rayo (netlahuitequiztli), 38, 192,195,216,235,252,259 calabazas, 118,119,125,126,141 calambres, 197 calcio, 156 calor, caliente, 37, 40, 46, 48, 49, 187-190,212,240,245,259,260, 264 calorías, 80,100,105,108,109,112,

ÍNDICE DE NOMBRES

121,123,126,135,138,138n, 140 calpulteotl, 29,252,259 camarón, 146 camote, 122 cáncer, 154,155,206,207 canibalismo, 15,24,92,93,97,107109,112-114,117 caries dentales, 189 Carlos V, 35 Castilla, 47,242 cataratas, 161 cececpatli (medicina fría), 43 ceguera, 163 Celso, 36 cemelli (hígado unido), 83,183 cempoalxochitl (Tagetes erecta), 234 Centeotl, 64 Centzon Huitznahua, 55,61 ciempiés, 162,215 cihuacoatl, 23,24,55,66 cihuapatli (Montanoa tomentosa), 222,223,229 cihuateteo, 68,69,83,155,161,163, 184,190,193,195,230 Cipactonal, 176 Cizin, 170 Clodoveo, 210 coacihuizpatli, 48 coacihuiztli, véase gota coanenepilli, 186 Coatepec, 55,61 Coatlicue, 55-57 coatzontecoxochitl (Stanhopea tigrina), 170 cochinilla (Llaveia axin, axin), 188190,199,260 cochitemictli (sueño que produce enfermedad), 185 cocotli, véase tórtola cocoxqui, 182 Códice Badiano, 11, 34, 34n, 35-37, 44, 45, 170, 182, 189, 191, 193, 211-214,218,225,257

ÍNDICE DE NOMBRES

Códice Borbónico, 176 Códice Borgia, 167 Códice Boturini, 275 Códice Fejervary-Mayer, 161 Códiceflorentino, 11,32-34,144,168,

191,192,195,219,235,259

Códice Laúd, 83 Códice Magliabechiano, 176,177 Códices matritenses, 11,32 Códice Mendocino, 275,276 Códice Nutall, 275 Códice Vaticano, 164,165,167

codorniz, 60,181,208,209,217 Coixtlahuaca, 28 Colegio de la Santa Cruz de Tiatelolco, 27,34 cólera, 148 colibrí, 67,68,83,89,174,175,208 colitis, 153 colorín (Erythrina coraüodmdrtm), 264 colotzitzicaztli (Cnidoscolus sp.), 214, 215,260 comadreja (cozatli), 86,142,162 condiloma, 37 conejillo de Indias, 222 conejo, 140,215,216,220,224 Consejo de los Cuatro, 23 consunción, 184 copal, 39,171,197,197n, 198,273 Córdoba, 214 Cortés, Hernán, 24,25,156,160,253 cosmos, 61,91; arquitectura del, 60, 61; dualidad del, 54, 61; organi­ zación del, 61-63 costlctecpatl (cornalina), 211 Coyolapan, 104 Coyolxauhqui, 55,61 coyote, 89 cozalmecatl (Smilax mexicana), 217 cozatli, víase comadreja cuauhalahuac (Grewia terenbinthacea), 214,229

387

cuauhtzitzicaztli (Uvera sp.), 214,215 cuetlaxochitl (Euphorbia pulcherrima), 172,214 Cuexcoch, 170 Culhuacán, 169 Chad, 130 chahuacocoliztli (enfermedad debi­ da al adulterio), 184 chalalatli, raíz de, 242 chalchihuitl (turquesa), 212 Chalchiuhtticue, 58, 80, 161, 162, 212,233 Chalco, 30,98 Chalma, 253 chaneque, 160,187,235 chapulines (Sphenarium histrio; Trimeropis sp.), 144 charales (Atherinidae), 142 chía (Salvia hispánica), 108 chichioalpatli (Euphorbia pulcherrima\ 43,214 Chichiualcuauhco, 86,87 chicle, 173,226 Chicomoztoc (“siete cueva*”), 61 Chile, 263,273,275 chile, 118,123,125,126, 128,130, 140 China, 117,122,146 chilocuili, véanse gusanos rojos de maguey chinampas, 98, 100, 101, 117, 119, 120,157 De la Cruz, Martín, 31, 34-37, 44, 181,212,226 De la Serna, Jacinto, 40, 166, 179, 210,242,243,258 diarrea, 80,153,189,262,264,272, 278 Díaz del Castillo, Bernal, 128 difteria, 149 disentería, 152,157

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ÍNDICE DE NOMBRES

Estados Unidos, 20,119,124n, 126, dislocaciones, 181 138, 138n, 249, 263, 266, 267, Distrito Federal, 121 271,272 dolor de cabeza, 181,182,190 dolor de costado (probablemente estafiate (Artemisia mexicana, iztauneumonía), 164 yatl), 192,232-235,239,240,242, 243,245,248,249,251,259,261, Duran, Diego, 27,198 276 ecuchoton (planta de estornudo), estafilococos, 152 esterilidad, 82,108,174,208 182 EsteynefTer, Juan de, 249,266,269ecuxo, véase ecuchoton 271,273,274,277 eecame, 160 estrabismo, 88 Egipto, 164 estreptococos, 152,207 Ehecatl, 83,252,253 Ehecatonatiuh, 56 estupor mental, 191 ehecatotontin, 85,193 Etzalcualiztli, 23S Europa, 22, 35, 40, 148-150, 153, El Escorial, 42 155,218,223,266,269 El Mezquita!, 138 eztetl (jaspe), 211,229 El Salvador, 19,267, 275 embarazo, 80,229,231 embriaguez, 73, 78,89,137,264 Felipe II, 35,38,41,42,214,245 Fernández de Oviedo, Conzalo, 26 enanismo acondroplásico, 156 enfermedades venéreas, 149, véanse Fiacro, san, 29 fiebre (totonqui, motlehuia), 37,43, también sífilis y gonorrea envenenamiento con vapor de mer­ 48, 72, 79, 150, 185, 187, 190193,195,227,251,258-260,262, curio, 144 264,270-272,274; acuática (atoepidemias, 149 epilepsia, 29, 36, 37, 68, 155, 161, nahuizüi), 33,37,150,151,191, 164,170,184,190,191,193,195, 192, 258, 260; amarilla, 152; blanca (iztac totonqui), 37, 191; 208,259,270 verde (matlaltotonqui), 191 ergot (Clavicepspurpume), 220 Filipinas, 45,255,256 erisipela, 48 escamóles (Liometopum apiculatum), fístula, 164 144 flema, 164, 188, 190-193,195, 214, escarabajo corixídeo de agua (Kri216,235,251,260 zousacorixafemorata, Cornelia tex- Florilegio medicinal, 249,266,271 cocana, axayacatl), 142,144,145, fontanela caída, véase caída de mo­ 145n, 146 llera Foster, George, 46,47,49,231,249, escarabajos, 86,163 253-256,259,260-263,267,268, Escherichia coli, 221 escrófula, 210 273,275 España, 26,-32,35,41,42,123,243, fracturas, 181 268,271 frambesia, 150 Francia, 131,210 espondilitis anquilosante, 215

ÍNDICE DE NOMBRES

339

frijol, 104, 107, 108, 118-120, 125, 40, 41, 41n, 42-45, 48, 51, 78, 126,140,141,197,233 122,125,130,131,141,142,144, frío, 40,46,48,49,80,188,190,197, 145,149,153,170,172,181,182, 216,251,259 185-187,189,191,193,195,208, frumento, véase trigo 211,213,214,217-219,226,245, fuerzas animistas, 32,34,35,40,48, 257,258,260,270,271, 49,61,62,73-76,80,83,84,182, Hidalgo, 94 183, 190; véanse también tonalli, hidrocefalia, 156 teyolia, ihiyotl. hidropesía, 160,162,251,255 hierba de Santa María, véase pericón Caleño, 36,41,46,49,210,245,269 Hipócrates, 36,41,46,245,269 ‘ Cante, Pedro de, 28,29 Historia general de las cosas de la Nue­ garambullo (myrtllocactus), 140 va España, 11,29,32,271 gastroenteritis, 262,272 Historia natural, 32,35,36,271 gemelos, 172 Historia natural de la Nueva España, gonorrea, 149 40,41,42, 44, 45,51 gota (coacihui/.tli), 48, 131, 149, 162, hoacxochitl, 48 163, 188, 189, 192, 193, 197, 198, Hollywood, 250 212,216,239,251,255,258-2GI homosexualidad, 82,177,183 graniceros (hechiceros), 252 Honduras, 19,267, 275 Guadalajara, 121 hormigas, 141,142,146;chicatanas Guatemala, 264,267,275 (Alta mexicana), 144,146; LiomeGuerrero, 38,94 topum apiculatum, 146; mieleras gusanos, 140, 142,169,233 (Myrmecocystus melliger), 146 gusanos blancos de maguey (Aegiale Hotius sanitatis, 35 hesperiaris, meocuili), 144, 146 huacnlxochitl, flores de, 170 gusanos del maíz, 118 huauhtli, véase amaranto gusanos rojos «le maguey {Cossus nrrf- liueliuetlatolli, 68,70,71,72,73,80, tmbachi, chilocuili), 144,146 200 huerembereque, 172 haaexoyalic (lpomoea capillaceae), hueynacaztli (Enterolobium cyclocar191 pum), 213 habas, 140 Huitzilopochtli, 55,61,64,89,174, Haití, 256 175,208 halitosis, 226 I luixtocihuatl, 233,234 hambrunas, 97, 98, 104, 107, 119, hule, 197 149 Harvard, 275 iguana, 142 hcdiondilla (Chenopodium sp.), 140 ihiyotl, 62, 74, 82, 83, 86, 87, 182heliotropo, 270 184,198,265 hemorroides (xochicihuizlli), 29, India, 123,126 153,161,163,172,173 Indias, 30,41, 43 Hernández, Francisco, 11, 31, 32, influenza, 152, 153

340

Inglaterra, 210 Inquisición, 34,38,241,242 Israel, 27 Italia, 123,265 itlilayo teoquetzaliztli (jaspe mexican no), 211 Ixcuina, 199 Ixtlilton, 199 iztac totonqui, véase fiebre blanca iztac cuahuitl, 186 Iztaccíhuatl, 253 iztauhyatl, víase estafiate jade, 71,212 jaguar, 56 jitomate, 123,125,126,128,130,140 jumiles (Alizies taxcoensis), 143,146 Kaub, Johan von, 35 kwashiorkor (tzipitl), 80 labio leporino (tenqualo, tochicihuiztli), 174,231 lagarto, 216 langostas, 141,143 Las Casas, Bartolomé de, 27,219 leishmaniasis (uta), 152 lengua de vaca (Rurnex sp.), 140 lentejas, 140 León X, 26 lepra (teococoliztli), 160, 161, 162, 198,239,259 Lima, 273 lisina, 109,126,128,133 locura, 190,216,259 Londres, 156 López Austin, Alfredo, 33, 46, 47, 50, 58, 61, 72, 79, 83, 90, 150, 158n, 159, 161, 170, 171, 186, 188, 188n, 190, 193, 235, 253, 254,256,257,258,259,260 López de Gomara, Francisco, 26 López, San Gregorio, 210

In d ic e d e n o m b r e s

macehualli, 60, 71 macrocefalia, 156 Macuilxochid, 173,199 maguey (Agave spp., metí), 78,118, 120,133,135-137,140,146,219 maíz, 37, 55, 61, 64, 86, 94, 96, 98, 100-105, 105n, 106-109, 118, 119,121-123,125,126,128,130, 133,134,140,141,145-147,173, 176-180,189,233,234,251 mal de aire, 253 mal comicial, véase epilepsia mal de Carrión, 152 mal de Chagas, 152 mal de ojo, 15,184, 245, 253, 262, 264-266,268,273 mal de pinto, 150,152 malaria, 148,150,151,259 Malinche, 25,121 malva (Malva parvijlora), 140 Manual de ministros, 40 Marte, 164 matlaltotonqui, véase fiebre verde matlalxihuitl (Commelina pallida), 219,220 Mayahuel, 137 mayeque, 23 mazacoatl, 185 mecatlapouhque, 176 Mediterráneo, 123,265 melancolía, 36,170 memeyas, 48 Mendoza, Antonio de, 55 Mendoza, Francisco de, 35 meningitis, 272 mentagra, 37 meocuili, véanse gusanos blancos de maguey Mesoamérica, 11, 13, 19, 20, 21n, 53, 56, 91, 107, 112, 125, 126, 148, 149, 197n, 231, 232, 254, 262,265,274,275 metepantli, 120,121

ÍNDICE DE NOMBRES

metí, véase agave México, 11, U n, 13-15, 19-22, 30, 31, 34, 38, 4042,45, 49, 50, 61, 67,68,88,92-94,96,98,99,103107,113,114,117,118,121,128, 130-132, 132n, 133, 134, 136138,140-144,147,149,150,152, 153,155,160,174,222,231,232, 241,245,249,261,263,266,270, 271,275 mezquinos (tzotzocatl), 49,50 mezquite (Prosopis sp., P. tamarugo, mizquitl), 133,134,135 microcefalia, 156 mictecah, 85,162 Mictlan, 67, 73, 85, 91, 162, 179, 180,209 Mictlantecuhlli, 60,169,209 mijo, 135 mitos, 53-55, 58-61, 66, 67, 71, 72, 201,209,210; de creación, 54-56,58,59,66,207,210 mitotes (danzas), 28 mixitl (Datura stramonium), 189 mizquitl, véase mezquite Monardes, Nicolás Bautista, 32, 211,219,243 mono, 151 Monterrey, 121 Morelos, 94 mortalidad infantil, 153,154 mosquito (Anopheles), 151 (Anophelesgambiae), 151 Motecuhzoma, 157 Moteculizoma 1, 42,98,217 motlehuia, véase fiebre Motolinfa (Toribio de Benaventc), 128,130,131,137,198,219

341

nanacatl (Psylocybe sp.), 189, 190, 192 nanahuatl, véase pústulas Nanahuatzin, 58,174,208 Nápoles, 42 necihuaquetzaliztli (elevación de la mujer o muerte en el primer par­ to), 192 nemátodos, 152 netlahuitequiztli, véase caída de rayo netlapilpatli, 185 netonalcauahiliztli, véase susto neumonía, 152,153 nextlahualiztli (sacrificio), 59 neyolmelahualiztli (confesión), 81 neyoltequipacholiztli (aplastamien­ to del corazón), 191 neyoltzayanalizpatli (medicina de la ruptura del corazón), 214 Nezahualcoyotl, 70,81,82,156 niacina, 126, 128, 130, 137, 138n, 141,146 nopal (Opuntia sp.), 140,215 Norteamérica, 149 Nueva España, 28, 29,31,212,245 Nueva Guinea, 112 Nuevo Mundo, 14, 26, 32, 36, 40, 41,41n, 49,88,97,98,120,122, 123,149,150-152,213,243,254, 255,263,268,271

Oaxtcpcc, 42,45 Ocampo (cuevas), 134,136 ocelote, 62,82 Ocelotonatiuli, 56 octli, véase pulque Ochpaniztli, 199 ohuican, 160 ojo de venado (Thevetia sp.), 266 nabo, 140 ololiuhqui (Rivera sp., Turbina nahuallatolli, 91,178, 200, 201 corymbosa, 89,189,192,220,242 nahualli, 63, 88, 89, 163, 170, 175, olores, etiología de los, 168, 169, 178,241-243,265 170

ÍNDICE DE NOMBRES

342

OmeTochtli, 64, 78,137 Omecihuatl, 55 Ometecuhtli, 55, 63, 76, 77 Omeyocan, 55 omixochitl (Polyantkes tuberosa), 172 Opochtli, 234 oquichpatli, 259, 260 órganos sexuales, 161,173,199 Ostende, 146 osteomielitis, 155 Otumba, 28 Oxomoco, 176 Oztoteotl, “el señor de las cuevas", 30 padecimientos cardiovasculares, 154 Painal, 89 paini, 90,175 palo santo (Guaiacum sanctum), 41, 149 Palomar, Martín de, 257 Pantalcón, san, 29 parálisis, 155, 161-163, 197, 198, 251 París, 146 Parkinson, John, Theatrum Botanicum, 153 parto, 68,69,83,155,161,162,222, 230 patlahuactzitzicaztli (Tournefortia hirsutissima), 214,215 pato, 107,114,142,169 pato real, 107 pavo, 142,183,184 pécari, 107 pelagra, 126 pericón (Tagetes lucida, yauhtli), 192,232,233-235,239,240,242, 245,248-253,259,261,276 periostitis, 155 perro doméstico, 107,142,220 Perú, 35,41,45,263,264,273,275 peste, 148,161

peyote (Lophophora williamsii, peyotl), 89,192,242 picietl, víase tabaco pimienta, 126 pinahuiztli (escarabajo), 163,180 piñones, 56 pipiltin, 23,72, 77 Plasmodium, 150,151 Plinio, 32,55,36,37,257,269,270, 271 pochotl (Ceiba sp.), 173 pochteca, 23 podagra, víase gota, poliuiznequi yiollo (el corazón quie­ re morir), 191 Ponce de León, 160,179 Popol Vuh, 72 poztecpatli (medicina para la fractu­ ra), 208 Presidio, 267 Primeros memoriales, 11,32,33,192, 233,274 proteínas, 15,92,93,107-109,112, 114, 126, 130, 131, 132n, 133, 135-138, 138n, 140-143, 145, 145n, 147,219 Pseudomonas aeruginosa, 221 Puebla, 94,134 Puerto Rico, 256 pulque (octli), 78, 137, 138, 140, 141,197,258,259 pústulas (nanahuatl), 174,198,207, 208,217 quauhyayahual, 193 quelites (Amaranthus sp.), 118,119, 140 quetzal, 71 Quetzalcoatl, 24, 56, 59, 60,61, 64, 72,73,83,169,208,209 quiauteocuitlatl (oro de lluvia), 216 ranas, 142,169

ÍNDICE DE NOMBRES

raquitismo, 156 ratones, 142,170,184,206,207,222 Recci, Nardo Antonio, 42,44,45 renacuajos, 141 reumatismo, 155, 157, 159, 162, 215.251 riboflavina, 119,126,128,130,138, 141,146 rickettsia, 152 Roma, 22,37 romero (Rosmarinus officinalis), 240, 248.250.251 ruda (Ruta graveolens), 240, 248, 250,251,264 Ruiz de Alarcón, Juan, 38 Rui?, de Alarcón, Hernando, 11,31, 38-40, 43, 45, 48,160,177, 178180,208,209,210,223,230,242, 243 sacrificio, 58, 59, 71,108,197,198, 199; sacrificio humano, 24, 53, 54,56,66,67,107,113,114,117, 233,234; el amaranto en el, 197, 198 Sahagtln, Bernardinode, 11,27,2934,36-40,4446,52,53,128,142, 144,153,164,165,168,176,181, 182,187,189,192,193,209-211, 215,218,219,223,226,227,233, 234n, 257, 259, 260, 261, 270, 172,174,275 salmoncla, 152 Salmonella paratyphi, 221 Santiago, 252 Sarcina lútea, 221 sarna, 160 savia de maguey, para tratar heri­ das, 219, como antibiótico, 219, 220,225 semen (xinachtli), 186 Sepúlveda, Juan, 26 sequías, 97, 98, 107, 119, 132, 135

343

serpiente de cascabel, 142 serpientes, 61,62,83,163,181,182, 185,198,216,225 Sevilla, 211 sexo, 79, 81, 82, 86, 149, 175, 266; excesivo, 78,80-83,183,185,198, 265; y salud, 82; moderación en, 75-77; y fuerza del tonalli, 79 shamán, 74, 88-90, 180, 186, 201, 202,241,252 shamanismo, 22,24,49,53,54, 79, 87,88,90,91,141,175,263 Shigella sonnei, 221 sífilis, 41,149,150,152,217,223 siriasis, 37,270,272,274

sitibundum, véase tiriasis

Somolinos D'Ardois, Ccrmán, 35, 42,245 soya, 125 Staphyllococcus aumts, 221 Sudáfrica, 126 susto (netonalcaualtiliztli), 15, 186, 216,240,245,251,253,259,262, 263,264,275

tabaco (Nicotiana rustica, picietl), 179, 179n, 181, 182, 187-190, 210,225,242,258,261 Tacuba, 21 talasemia, 151 Tamaulipas, 134 Támcsis, 156 tapachpatli (medicina de concha de mar, alga), 213 tapir, 107 Taxco, 38 tcapnhtiani (cura para la fontanela), 274 Tccciztccatl, 58 teccizuacalxochitl, 170 tecolotl, véase tecolote tecolote (tecolotl), 162,163,171 Tecospa, 50,174,249, 251, 255

344

tecotzcuani, 172 Tecuilhuitontli, 234 tecuitlatl (Spirulina geitlerii), 106, 125,128,130-132 Tehuacán, 134,136 Tehuantepec, 93 telpochcalli, 23 Telpochtli, 30 telpochtli, 30 temacpalitotique, 184,188 Tenochtitlan, 11, 20, 21,25, 27, 32, 61, 68, 93, 94, 98,101, 104-106, 109, 113, 114, 126, 128, 131, 132n, 133, 141, 149, 156, 157, 160,217 tenqualo, véase labio leporino teococoliztli, véase lepra Teotihuacan, 20,58,94 Tepeacac, 29 Tepecoacuilco, 104 Tepeilhuitl, 197,234 Tepepulco, 32 Tepeyac, 29 tepictoton, 30, 65, 161, 197, 233, 235,250 Tepoztecatl, 29,252 Tepozteco, 252 Tepoztlán, 29,252 Testera, Jacobo de, 29 Teteo Innan, 64 Teteoinan, 56 tetlepanquetzqui, 173 tetzitzicaztli (Cnidoscolus sp.), 214, 215 Texas, 263 Texcoco, 21,81,94,128,131,131n, 145,145n, 146 teyocuepaliztli (vuelta del corazón), 191 teyolia, 62,65,69,72,74,80,83,85, 86,160-163,172,182,183,190, 193,208,235 teyollocuani, 172

ÍNDICE DE NOMBRES

teyollomalacacho (vueltas del cora­ zón), 191 teyolpachoani, 172 teyolpatzmiqui (corazón aplastado), 191 Tezcatlipoca, 30, 56, 63, 89, 160, 163,168,169,170,175,198,199, 217 Theatrum botanicum, 153 tiamina, 119,130,138,141 Tianquizmanalco, 30 tifus, 148 Tízoc, 275 Tlacaelel, 66 tlacatecolotl, 171 Tlacaxipehualizdi, 196 tlachinolxihuíd, 48 tlacopatlí (Aristolochia mexicana), 187,258,260 tlacuache (Didelphis marsupialis, tlaquatl), 183,223-225,229 Tlaelquani, 198 tlahuelilocaquahuitl (árbol de la lo­ cura), 191,195 tlallatonahuiztli (fiebre acuática de la tierra), 192 tlalmazacoatl, 185 Tlaloc, 22,56,58,63-65,67,80,85, 113,150,159,161,162,167,189, 190,192,193,197,199,232-235, 239,240,241,242,245,248,249, 251-253,255,258,261,263,274 Tlalocan, 67,193,242n tlalomitl (gusano), 214 tlaloque, 65,134,159,161,233-235, 250,259 tlameme, 104,105,105n, 106 tlanatonahuiztli (fiebre acuática de los dientes), 192 tlaolxiniani, 176 tlapaltehuilotl (amatista), 211 tlapatl (Datura sp.), 89,189 tlaquatl, véase tlacuache

ÍNDICE DE NOMBRES

Tlatelolco, 27, S2,34, S5 Tlatilco, 20,154 Tlatilulco de Santiago, 212 tlatlacoliztli, 72 tlatlacotic (Bidens sp.), 191 tlatlacotin, 23 tlatlanquaye (Iresine calea), 193 tlatlatetecolo, 172 tlatoani, 23,55,156 Tlaxcala, 86,94,120,121 Tlayacapan, 253,265 tlayouallotl tepam momama, 193 Üayouallotl mopan momana, 193 tlazolmimiquiliztli (muerte inmun­ da frecuente), 198,265 tiazolmiquiliztli (muerte inmunda, enfermedad de la basura), 184, 266 Tlazolteotl, 80,81,198,199 tlenamaca (sacrificio), 59 Tletonatiuh, 56 Tlitacahuan, 159,160 tochicihuiztli, véase labio leporino Toci, 30, 56,199 Toledo, 41 toloa (Datura sp.), 189,192 tolteca, 23 tonalamatl, 24, 76,230 tonalli, 48, 49, 62, 71-74, 76-83, 86, 89, 91, 160, 163, 164, 170-172, 179,180,182,186-188,216,217, 225,257-260,263,276 tonalpoluialli, 74, 161, 164, 165, 171,274,275 tonalpoulique, 74, 76, 77 Tonantzin, 29, 30,56 Tonatiuh, 64, 74, 76,162 Torqucmada, 218 tórtola (corotli), 214 totoncaxihuitl, 257 totonqui, véase fiebre tozan, véase tuza Tracia, 37n

345

Tratado de las supersticiones, 39,40 Trento, 34 treponematosis, 149 trigo, 37,46,47,122,125,133 tripanosomiasis, 148,152 Triple Alianza, 21 triptofano, 126,128,143 tuberculosis, 152,210 Tucson, 267 Tula, 169 tuna, 140 tuza (tozan), 142 Tzapotlatenan, 199,234 Tzentzon Totochtin, 400 conejos, 78,137,197 tzipitl, véase kwashiorkor tzitzicaztli (ortiga), 215 tzotzocatl, véase mezquinos tzozoca xihuitl (Euphorbia helioscopa), 213 uretritis, 82,149 uta, véase leishmaniasis Valentín, san, 29 varicela, 148 venado, 36 Venezuela, 263 Venus, 164,165 Veracruz, 94 verdolaga (Portulaca sp.), 140 vcrruca, véase mal de Carrión Viejo Mundo, 97, 107, 122, 123, 125,148, 268, 269 Virgen de Cuadalupe, 29, 30 viruela, 25,148,160,161,173 vitamina A, 119,133,138,140,142 vitamina B, 262 vitamina C, 119,137,138n, 140,141 vitaminas, 93, 107, 123, 130, 138, 146,147 Xiionen, 234

346

Ximénez, Francisco, 45 xinachtli, véase semen Xipe Totee, 29,64,161,197 Xiu, Gaspar Antonio, 257 xiuhtlemaitl (Pectis sp.), 214, 215 xiuhtomolli (turquesa), 212 Xiutecuhtli, 63 xixiotiz (infección de la piel), 172 xochicihuiztli, véase hemorroides Xochipilli, 64,153 Xochipilli-Macuilxochitl, 161 Xochiquetzal, 76,163,173,198,210 xocollol (Rumex sp.), 140 xoxalli (pies fríos), 172,188

ÍNDICE DE NOMBRES

yeyecame, 251 yoallatonahuiztli (fiebre acuática de la noche), 192 yohualehecatl, véase aire de noche yolaactiuechtiliztli (hundimiento del corazón), 191 yollomimiqul (corazón muerto), 191 yolloxochitl (Talautna mexicana), 191,213 yolpatzmiquiliztli (aplastamiento del corazón), 191 yolteotl (corazón deificado), 68,80 yolzotlaualiztli (desmayo del cora­ zón), 191 yuca (Yucca sp.), 140

yaotequihua (capitanes de guerra), zarigüeya, véase tlacuache 162 zarzaparrilla (Smilax sp.), 41,149 Yappan, 210 Yauhqueme, 233,234,239 zorrillo, 89,163,170,217 zozoyatic (Schoerucatdon couUerii), 182 yauhtli, véase pericón Zumárraga, Juan de, 35 Yaxchilán, 275 Zumpango, 98 yeyecacuatsihuiztli, 251

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