Masculinidades
 9789703207121, 970320712X

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Doctor Juan Ramón de la Fuente Rector Doctora Olga Elizabeth Hansberg Coordinadora de Humanidades Doctora Graciela Hierro Directora del p u h g

PROGRAMA UNIVERSITARIO DE ESTUDIOS DE GÉNERO Comité Editorial Dora Cardad • Gloria Careaga • Mary Goldsmith • Graciela Hierro Claudia Lucotti • Mercedes Pedrero • Greta Rivara • Martha Juditli Sánchez María Luisa Tarrés • Margarita Velázquez Gloria Careaga Coordinadora del Comité Editorial Berenise Hernández • Mauro Chávez Publicaciones

Traducción: Irene Ma. Artigas Revisión técnica: Lorenia Parada-Ainpudia Cuidado de la edición: Mauro Chávez Tipografía y form ación: Federico Mozo Diseño de portada: Teresa Guzmán Primera edición: 1995, University of California Press Primera en español: 2003, Universidad Nacional Autónoma de México DR © 2003 Universidad Nacional Autónoma de México Coordinación de Humanidades Programa Universitario de Estudios de Género Ciudad Universitaria, 04510 México. D.F. ISBN 970-32-0712-X Impreso y hecho en México

E n la a c tu a lid a d reconocem os a m p lia m e n te que m u c h a s cues­ tiones sociales incluyen la n a tu rale za de la m a s c u lin id a d , y las identidades y prácticas de los hom bres. P or ejem plo, m u c h a s cuestiones relacionadas con la salu d (desde las lesiones en la in ­ d u stria hasta la prevención del s i d a ) incluyen el c o m p o rta m ie n ­ to q ue tienen los hom bres derivado del género. E n el m is m o caso se e n c u e n tra n cuestiones de p o b la c ió n y fertilidad. C iertas ver­ siones de la m a s c u lin id a d se re lacio nan p ro fu n d a m e n te con la v io le ncia (ta n to la o rg anizad a, en el caso de los ejércitos, c o m o la personal). Los hom bres son piezas clave para conseguir la paz. T am bién hay cuestiones difíciles e im p o rtante s sobre la e duca­ c ió n de los niños. E n los ú ltim o s veinte a ños la investigación sobre la m a s c u li­ n id a d y la c o n d u c ta dependiente del género de los ho m bre s ha tenido u n gran auge. E l presente lib ro describe el crecim ie nto de este tipo de conocim ientos. E ntre las conclusiones principales pod em os m e n c io n a r que existen m ú ltip le s fo rm as de m a s c u li­ n id a d . E n m u c h a s situaciones u n m o d e lo de m a s c u lin id a d d o ­ m in a , es el h e g e m ón ic o sobre otros. S in em bargo, esto n o hace que los d e m ás se desvanezcan. Las m ascu lin id a d e s son colecti­ vas, adem ás de in dividu ale s. A m e n u d o están d iv id id as y son contradictorias; ade m ás, c a m b ia n con el transcurso del tiem po. La investigación a este respecto es a hora u n fe n ó m e n o m u n ­ d ia l. E n L a tin o a m é ric a y en E s p a ñ a se h a n hecho im p o rtante s c o n trib u c io n e s al respecto. Este lib ro p ro p o rc io n a u n a h isto ria de las ideas que, en el O c ­ cidente m o d e rn o , se h a n desarrollado respecto al género de los hom bres y las m ascu linidad es; construye u n m arc o conceptual p ara c o m p re n d e r la investigación y las cuestiones prácticas al

respecto. Este m arco teórico se aplica a estudios de caso, desa­ rrollados en m i propia investigación, que se ocupan de hom bres involucrados en los cam bios que se d an en las relaciones depen­ dientes del género — incluyen a hom bres de las clases p o p u la ­ res, de m ovim ientos sociales, gays y de clase m edia— . E l libro discute la historia de las m asculinidades en el contexto de la his­ toria m u n d ia l. F inaliza con u n análisis de la política dependien­ te de la m asculinidad y de los debates sobre los m étodos para el cam bio. Soy australiano y m i experiencia se relaciona sobre todo con el m u n d o de habla inglesa. S in em bargo, estoy convencido de que esta experiencia tiene m uch o que ver con el m u n d o de habla hispana, por ejem plo, con la historia del colonialism o, el desti­ no de las sociedades indígenas, las luchas p o r la independencia cultural, el poder de la globalización y el im pacto de los m o vi­ m ientos de las m ujeres y de los gays. Cada vez m ás, en u n m u n d o que se vincula por el im perialis­ m o y la globalización, com partim os el destino de los dem ás. En u n m u n d o com o éste es fu n d a m e n ta l in te rcam biar ideas y expe­ riencias entre las fronteras del lenguaje y la cultura. M e encan­ ta la idea de que esta traducción de M a s c u lin it ie s ayude a dicho intercam bio. Adem ás, estoy feliz de que el libro aparezca gra­ cias a los auspicios de la u n a m , en donde existe u n vigoroso e in ­ novador program a de investigación de género. He aprendido m u ch o de colegas y activistas de México, Chile y otras partes del m u n d o de habla hispana. Espero que el presente libro c o n trib u ­ ya a ú n m ás al intercam bio de ideas y que ayude a conseguir la solución d em ocrática de los problem as dependientes del géne­ ro — en los cuales los hom bres de todas las com unidades y to­ dos los países deben participar activamente. R. W.

C onnell

S ydney, e n e ro de 2 0 0 2

D urante los ú ltim o s cinco años, la m asculinidad se volvió u n te­ m a m uy p o p u lar en el m u n d o capitalista desarrollado, especial­ m ente en Estados Unidos. Q uienes desde hacía m u c h o tiem po trabajábam os ya en el tem a presenciamos, con ciertá sorpresa, cóm o los libros sobre m asculinidad alcanzaban los prim eros lu ­ gares de las listas de b e s ts e lle rs , cóm o los program as de la televi­ sión se ocupaban del tema y cóm o se m ultiplicaban conferencias, “reuniones’' de hom bres, artículos en revistas y periódicos. Las d em and as que h a n capturado la atención de los m edios tam bién han causado consternación. E n su m ayoría, los libros m ás populares sobre los hom bres se encuentran llenos de cier­ tas ideas que ignoran o distorsionan los resultados de la investi­ gación que, cada vez m ás, se realiza sobre el tema. La explosión de p ub licid ad volvió a d a r im portancia a ideas obsoletas sobre la diferencia n atural y la verdadera m asculinidad . Tam bién se ocu p ó de u n a cam p a ña neoconservadora que pretendía echar para atrás los lim itado s avances que durante las ú ltim a s dos d é­ cadas se habían tenido en la lucha contra la discrim inación hacia las m ujeres y los hom bres gays. En los últim o s diez años, la investigación de las ciencias socia­ les sobre la m asculinidad ha tenido u n crecim iento im presio­ nante; sus conclusiones son m uy distintas a las de la psicología popular, tan bien vendida. Aunque hago investigación, me niego a escribir otro libro ‘sobre hom bres" — género que en sí m ism o supone que existe u n a u n id a d en las vidas de los hom bres— . S in em bargo, el conflicto que vivim os ahora exige u n a valoración nueva de la investigación y la teoría sobre la m asculinidad; ade­ m ás, tam bién exige nuevos intentos por conectar al conocim ien­ to con las estrategias para el cam bio.

Este lib ro tiene tres partes. E n la p rim e ra se e x am in an algunas form as de e n te nd er la m a s c u lin id a d . Se presentan los p rin c ip a ­ les intentos q ue se h icieron en este siglo para crear u n a ciencia de la m a s c u lin id a d , a través de la in ve stig ación p sic o an alítica y social. Se considera el c o n o c im ie n to de la m a s c u lin id a d que su rg ió de los m o v im ie n to s políticos y si la m a s c u lin id a d es o no u n objeto de c o n o c im ie n to coherente. Se e x am in a el gran obs­ tácu lo que tiene la ciencia social v in c u la d a al género, el lug ar del cuerpo en la vida h u m a n a . F in a lm e n te , esta p rim e ra p a ite c o n ­ fo rm a u n breve, pero sistem ático, m a rc o teórico p a ra el análisis de las m asculinidades, el cual requiere de u n a a n a t o m ía del orden e structurad o co n base en el género en las sociedades o c cid e n ta ­ les co n tem po ráne as. M is ideas respecto a la m a s c u lin id a d se d esarrollaron a p a rtir del estudio de c a m p o que se presenta en la segunda paite de este libro. Se trata de entrevistas, de historias de vida con cuatro gru­ pos de h o m bre s, quienes en diferentes circunstancias se han e n­ frentado a c a m b io s en sus relaciones e structuradas con base en el género. E l proyecto in tenta re la c io n a r la v id a personal con la estructura social, de m an e ra sistem ática, y creo que m uestra tan­ to la c o m p le jid a d del c a m b io en la m a s c u lin id a d c o m o las m ú l­ tiples p o s ib ilid a d e s de d ic h o c am b io . E n la tercera parte se trabaja a u n a escala mayor. Se exam inan la h isto ria g lo b a l de la m a s c u lin id a d d u ra n te los ú ltim o s siglos y, después, las fo rm as específicas de la p o lítica de la m a s c u lin i­ d a d en el "O ccidente" co n te m p o rán e o . E ntre otras cosas, reve­ la el contexto p rác tic o al "m o v im ie n to de los h o m b re s" a ctual y el interés de los m ed io s en la m a s c u lin id a d . F in a lm e n te , se c o n ­ sideran las im p lica c io n e s políticas del c o n o c im ie n to a ctu a l so­ bre la m a s c u lin id a d , desde el p u n to de vista de la ju s tic ia social en las relaciones de género. M e fue bastante d ifíc il escribir el libro. Los tem as son explo­ sivos y las p o sib ilid a d e s de ob te ner respuestas erróneas son m uch as. A lg u n a vez escribí que tra b a ja r con estos tem as era co­ m o cortarse el pelo con u n a p o d a d o ra m a l a justada. M e faltó m e n c io n a r qu e tal p o d ad o ra ta m b ié n necesitaba aceite. S in em bargo, se trata de cuestiones m u y im portantes. Para re­ ferirm e a ellas tuve la ayud a de gente de a m b o s lados del m u n d o . Los consejos y el a m o r de P a m B e n to n y K ylie B enton-C onnell

fueron vitales. N o rm R a d ic a n y Pip M a rtin trab a jaro n h acie n d o las entrevistas del estudio que presento en la segunda parte. Les agradezco m u c h o su ayud a, así c o m o a todos los hom bre s que p a rtic ip a ro n en el proyecto. Tim C arrigan y Jo h n Lee fueron m is asistentes de investigación en u n proyecto teórico sobre el género que constituyó la base del capítulo 1; M ark Davis m e ay u d ó en u n proyecto de entrevistas posterior que in flu e n c ió m i a n álisis de clase y sexualidad. M arie O'Brien, Yvonne Roberts y Al ice M ellian m e a y u d a ro n con la m ecanografía. L a m a y o r parte del financiam ie n to de este proyecto v in o del C o m ité de F in a n c ia m ie n to a la Investigación de A ustralia, y el fin a n c ia m ie n to su p le m e n ta rio de M acq uarie University, H arvard U niversity y U niversity o f C a ­ lifo rn ia at S an ta C ruz. E l trab a jo intelectual es siem pre u n p ro ­ ceso social y m u c h a gente c o n trib u y ó directa o in d ire ctam e nte en el que presento a q u í. E n las notas in d ic o fuentes específicas, pero quiero reconocer las ideas y la ayuda m ás generales de M ike D o nald so n, G ary Dow sett, J im M esserschm idt, M ike Messner, R osem ary Pringle, Lynne Segal, Barrie T horne y L in Walker. S on parte de quienes c o n fo rm a n u n a nueva era en la investigación sobre género. E spero que tanto su trabajo c o m o el m ío ayud en a conseguir u n a nueva época en la prác tic a d erivada del género. A lgunas partes de este lib ro aparecieron en los siguientes lu ­ gares: la sección sobre el co n o cim ie n to clínico, del cap ítu lo 1, en "Psychoanalysis o n m a s c u lin ity ” ("E l psicoan álisis en la m a s c u ­ lin id a d "), en M ichael K a u fm a n y H arry B rod (eds.), T h e o r iz in g M a s c u lin it y ( T e o r iz a r la m a s c u lin id a d ) , Sage P ublications, 1994; parte del m aterial de las entrevistas del c a p ítu lo 2 de “I threw it like a girl: som e d ifficulties w ith m ale b o dies” (“La echo c o m o niña: algunas dificultades con los cuerpos m as cu lin o s”), en Cheryl L. Colé, Jo h n J. Loy Jr. y M ichael A. M essner (eds.), E x e r c iz in g P o w e r : T he M a k in g a n d R e n ia k in g o f th e B o d y (E je r c e r e l p o d e r : la

State University o f New York Press, 1994; el c a p ítu lo 4 apareció c o m o “Live fast a n d die young: the con structio n o f m as cu lin ity a m o n g yo u ng workingclass m en o n the m a rg in o f the la b o u r m ark e t” ("Vive rá p id o y m uere joven: la c o n stru c c ió n de la m a s c u lin id a d entre los j ó ­ venes de la clase obrera que se encu entran en los lím ite s del m ercado la b o ral”), en A u s t r a lia n a n d N e w Z e a la n d J o u r n a l o f S o ­ c io lo g y , 1991, vol. 27, n ú m . 2; el c ap ítu lo 5 c o m o "A w hole new

f o r m a c ió n y c o n f o r m a c ió n d e l c u e r p o ) ,

worid: rem aking m asculinity in the context of the environm ental m ovem ent" (“Un m u n d o com pletam ente nuevo: reconform ar la m ascu lin id a d en el contexto del m o v im ie n to am bientalista"), en G e n d e r a n d S o c ie ty , 1990, vol. 4, n ú m . 4; el capítulo 6 com o “A very straight gay: m asculinity, hom osexual experience a n d the dynam ics o f g e n de r' (“Un gay m u y norm al: m ascu lin id a d , ex­ periencia hom osexual y la d in á m ic a de género"), en A m e r ic a n S o c io lo g ic a lR e v ie w , 1992, vol. 57, n ú m . 6; partes del capítulo 8 en “The big picture: m asculinities in recent w orid history" (“E l p a ­ n o ra m a com pleto: las m asculinidades en la historia m u n d ia l re­ ciente"), en T h e o ry a n d S o c ie ty , 1993, vol. 22, n ú m . 5. Agradezco a estas editoriales y revistas el perm iso que m e dieron para re­ p ro d u c ir el m aterial. B ob C onnell

S a n ta C ru z , ju n io de 199 4

P R IM E R A PARTE E L C O N O C IM IE N T O Y SU S P R O B L E M A S

CAPÍTULO 1

LA C IE N C IA D E LA M ASCU LIN ID A D

C o n o c i m i e n t o s r iv a l e s

E n u n m elancólico pie de página, Freud observó que los con­ ceptos de "fem en ino" y “m ascu lin o ” "son de los m ás confusos que pueden encontrarse en la ciencia”. 1E n m uchas situaciones prácticas, los térm ino s "m ascu lino” y "fem enino" no dejan n in ­ guna d u d a y, de hecho, gran paite de nuestro discurso y de nues­ tras acciones se basan en el contraste entre ellos. S in embargo, si los exam inam os de form a lógica, la diferencia n o es tan clara y nos enfrentam os a conceptos escurridizos y difíciles de definir. ¿A q u é se debe lo anterior? E n este libro sugiero que se debe al carácter del concepto de género en sí, y a que éste es u n c o n ­ cepto que depende del m om e nto histórico y se carga de sentido políticam ente. La vida diaria es u n á m b ito de la política de gé­ nero, no u n a form a de evadirlo. Los térm inos de género se cuestionan porque discursos y sis­ temas de conocim iento en conflicto clam an com o suyo el derecho a explicarlos. Esto puede verse tanto en situaciones cotidianas c o m o en el c am p o de la teoría m ás profunda. Frente a m í, en el escritorio, tengo el recorte de u n artículo de u n periódico del interior de Sydney, T lie G le b e , titulado "¿P orqué las mujeres preguntan el cam ino ?", que dice así: Es m ás probable que las mujeres, y no los hombres, detengan a a l­ guien en la calle para preguntarle c ó m o llegar a alg ún lado — esto se debe sim plem ente a que los sexos piensan de m anera diferente.

1 Freud, 1953 [1905], 219-220.

El artículo, firmado por Amanda Park, cita a una psicóloga y consejera, Marv Beth Longmore, quien explica que los sexos, al hablar, tienen diferentes propósitos: Las mujeres tampoco entienden que, para los hombres, el tener in­ formación es una forma de jerarquía — las personas con más infor­ mación tienen mayor jerarquía— ... Según Longmore, ésta es la razón por la cual los hombres preguntan con menor frecuencia a alguien desconocido cómo llegar a algún lugar. Hacerlo sería adm itir que son. de alguna forma, inferiores.

El artículo, entonces, invita a aquellas personas interesadas en comprender los diferentes lenguajes que hablan los hombres y las mujeres a asistir a un taller dirigido por Longmore el vier­ nes siguiente.2 Aunque los periódicos locales siempre necesitan noticias fres­ cas, el ejemplar me interesó por lo útil que era, por lo menos, para aclarar los tipos de conocimiento respecto al género. En primer lugar se refiere a conocimientos relacionados con el sen­ tido común: los hombres y las mujeres actúan de forma distin­ ta (“Es más probable que las mujeres detengan a alguien en la calle '), y lo hacen porque son distintos (“los sexos piensan de manera diferente"). Si no se aludiera a lo común que es admitir dicha polaridad, la historia no vendría al caso. Sin embargo, el artículo también critica el sentido común. “Los hombres y las mujeres normalmente no entienden porqué y para qué hablan los miembros del otro sexo... Las mujeres tampoco comprenden...” La crítica se hace desde la perspectiva de una ciencia. A Longmore se le identifica como psicóloga, a sus conocimientos se les llama “descubrimientos", y al final del artículo se presenta una advertencia característica de la ciencia (“sus descubrimientos eran verdaderos para la mayoría, y no para el total, de los hombres y mujeres"). Por lo tanto, la ciencia revisa el conocimiento sobre la diferencia de género debido al sentido común. Esta revisión garantiza una nueva práctica que será explorada en un taller. Nunca se especifica la naturaleza de

2 The debe and Western Weekly (Sydney. 7 de julio de 1993).

la ciencia, pero parece que los supuestos de L ongm ore se basan en su experiencia c o m o consejera. E n este pequeño ejem plo hem os visto dos form as del co n o c i­ m ie n to sobre la m a s c u lin id a d y la fe m in id a d — el sentido co­ m ú n y la ciencia de la psicología— que, en parte, se refuerzan u n a a otra y, en parte, se encuentran totalm ente separadas. Tam ­ b ién podem os atisb ar dos prácticas que producen y a p lic a n el co n o cim ie n to psicológico — la asesoría in d iv id u al y los talleres grupales. De form a m ás indirecta, la historia nos conduce hacia otras form as de c o n o c im ie n to sobre la m a s c u lin id a d y la fe m inid ad . Los y las terapeutas u tiliza n am pliam e nte los talleres en el m edio en d onde se o rig in ó el "m o v im ie n to de los hom bres” c o n te m p o ­ ráneo (que se explorará en el cap ítu lo 9). D icho m o v im ie n to su­ pone que posee u n c o n o c im ie n to que va m ás a llá de la ciencia y el sentido c o m ú n , u n c o n o c im ie n to in tu itiv o de lo que es lo "m ascu lino p ro fu n d o ".3 Ahora bien, si se les presiona preguntándoles sobre las dife­ rencias entre los sexos, quienes practican la psicología y el pe­ riodism o seguram ente se referirán a características biológicas. Seguram ente recordarán investigaciones sobre las diferencias que existen entre los sexos si se consideran los cuerpos y el c o m ­ p o rtam iento , el sexo cerebral, las diferencias horm onales y el código genético. T am bién los m edios de com u nicación han pres­ tado atención a estos factores. Si T he G le h e intentara hacer u n periodism o m ás p ro fu n d o y la escritora c ruzara Parram atta R o a d para lle g a ra la Universi­ dad de Sydney, se d aría cuenta de que estos puntos de vista res­ pecto a la m a s c u lin id a d y la fe m in id ad , perfectam ente claros desde el p u n to de vista de las ciencias biológicas, h an sido m uy cuestionados desde las h u m a n id ad e s y las ciencias sociales. En esas áreas de la universidad se habla de "roles o papeles sexuales” y "relaciones de género” y se piensa que la m asculinidad y la fem i­ n id a d se "construyen socialm ente” y "se fo rm an en el discurso”. Después de salir de la U niversidad de Sydney y de d o b la r a la izq uierda en P arram atta R oad, quienes se dedican a la biología 1 1991.

Una útil recopilación de estas suposiciones puede verse en K. Thompson,

y a las ciencias sociales p a sa rán frente a u n a iglesia cubierta de h o llín . El vicario de St. B a m a b a s a n u n c ia ante el m u n d o , en su p e riódico m u ra l, que el orden de género se debe a Dios y que, c o m o sucede con c u a lq u ie r otro orden m o ral, es m u v arriesga­ d o m odificarlo . El p e riódico m ural d iv in o recibe, a su vez, res­ puesta de pai te de q u ie n se encarga del hotel que se encuentra frente a la iglesia. E n este otro espacio se com entan, n o rm a lm e n ­ te, los mensajes evangélicos desde el p u n to de vista del hedonis­ m o terrenal v la clase obrera.4 Podría d a r m ás ejem plos, pero creo que los anteriores bastan para p ro b a r que nuestros conocim ie ntos cotidianos respecto al género se encuentran siem pre en el centro de fuertes polém icas entre quienes reclam an conocerlo, explicarlo y juzg arlo . Estas form as de c o no cim ie nto, c o m o el a rtíc u lo en T he G le b e lo m uestra, se re lacio nan con prácticas sociales específicas. E n general p o d ríam o s decir que esto es cierto para c u a lq u ie r tipo de con ocim ie nto , a u n q u e n o rm a lm e n te los debates intelectua­ les se desarrollen c o m o si las ideas cayeran del cielo. Desde hace dos generaciones, la sociología del C onocim iento m ostró c ó m o los p un to s de vista globales m ás d o m in a n te s se basan en los in ­ tereses y las experiencias de los grupos sociales preponderantes. La investigación de la sociología de la ciencia, gracias a fascinan­ tes acercam ientos a la v id a en el lab o rato rio y a las jerarquías de prestigio que se establecen entre quienes se dedican a la ciencia, m uestra las relaciones sociales que a p u n ta la n el c o n o c im ie n to en las ciencias naturales. Las fam osas investigaciones de M ichel F oucault sobre el "conocim iento y el poder”, sobre el estrecho te­ jid o que existe entre las ciencias nuevas (com o la m edicina, c ri­ m in o lo g ía y sexología) y las nuevas instituciones v form as de control social (clínicas, prisiones, fábricas, psicoterapias) refuer­ za n esta idea." Las conflictivas form as del conocim iento sobre el género trai­ c io n a n la presencia de diferentes practicas relacionadas con el * Quien está a cargo del hotel ha publicado una versión penosamente miti­ ficada de estos intercambios, famosos en la localidad: Elliot, 1992. 5 El clásico estudio de la sociología del conocimiento se debe a Mannheim, 1985 [1929], Pata un ejemplo de estudio de campo en científicos, véase Charlesworth, et al.. 1989. El libro de Foucault (1977) es un soberbio estudio histórico sobre el contexto práctico del conocimiento.

género. Para c o m p re n d e r tanto las explicaciones c o tid ia n as co­ m o las científicas de la m a s c u lin id a d no podem os m ante nerno s en el nivel de las m eras ideas, sin o que debem os prestar aten­ c ió n a sus bases prácticas. Por ejem plo, el cuerpo de c o n o c im ie n to s con respecto al gé­ nero derivado del se n tid o c o m ú n n o es, en n in g ú n sentido, fijo. M ás bien es la ex plicación racional de las prácticas c am b ian te s a través de las cuales el género se “hace" o se “co n fo rm a" en la vida d ia ria — las prácticas que m uestra la elegante investigación d erivada de la e tn o m eto d ología— .6 Los c onocim ie ntos desple­ gados p o r S ig m u n d F reud y M a ry B eth L ongm ore con respecto al género se co nectan estrecham ente con la práctica profesio­ nal; esto es, con la práctica de la psicoterapia. E l c o n o c im ie n to ofrecido p o r el c o n s tm c c io n is m o en las ciencias sociales tiene u n a doble genealogía, ya que surge, por 1111 lado, de la política opositora del fe m in is m o y la lib e ra c ió n gay y, por otro, de las técnicas de la investig ación social académ ica. Es p o r esto que, c u a n d o discuta los principales intentos de c o n stru ir el cuerpo de conocim ie ntos sobre la m a s cu lin id a d , m e preguntaré sobre las prácticas que pe rm ite n que este tipo de* conocim ientos em erjan. T am bién m e preguntaré c ó m o las p rác­ ticas constituyen v lim ita n las form as que el c o n o c im ie n to a d ­ quiere. Las diferentes form as de c o n o c im ie n to 110 se e ncu e ntran en u n m is m o nivel. E n la m ay o ría de los contextos, las afirm aciones científicas poseen u n a fuerza innegable. En al a rtíc u lo del G le b e , u n pequeño a so m o de cierto carácter científico fue s u fi­ ciente p ara establecer el derecho a cuestionar los c o n o c im ie n ­ tos generados p o r el sentido c o m ú n ; p o r el contrario, el sentido c o m ú n no cuestio n ó a la ciencia. E n nuestro sistem a educativo v en nuestros m edios la ciencia tiene u n a hegem onía definitiva. D urante el siglo xx, el desarrollo de las ideas sobre la m ascu ­ lin id a d se constituye según estas ú ltim a s consideraciones. Todos los discursos d o m in a n te s hacen a lg u n a a firm a c ió n respecto a su p ro p ia c ie n tific id a d o a que u tiliz a n 'descubrim ientos’' cien­ tíficos, a u n q u e la a firm a c ió n suene grotesca. Hasta R obert Blv, en / r o n J o h n , u tiliz a el lenguaje científico para expresar su idea

re s p e c to a q u e u n a te r c e ra p a r le d e n u e s tr o c e re b ro es el d e u n " g u e r r e r o ” y q u e e n e l d n a lle v a m o s d e f in id o s t a m b i é n lo s in s ­ tin to s d e c o m b a te .

S in em bargo, nuestra orientación hacia la ciencia nos hace d a r vueltas en círculos. Se ha probado, con lu jo de detalles his­ tóricos, que las m ism as ciencias naturales tienen características que dependen del concepto de género. La ciencia y la tecnología occidentales se encuentran culturalm e nte m asculinizadas. Y n o estam os h a b la n d o sólo de que quienes hacen ciencia sean hom bres — a u n q u e es u n hecho que la gran m ayoría de los que se dedican a la ciencia y la tecnología lo son— . Las m etáforas q ue g u ían la investigación científica, lo im personal de su dis­ curso. las estructuras de poder y c o m u n ic a c ió n de la ciencia, la reproducción de su c u ltu ra interna, todas ellas, surgen de la po­ sición social de hom bres d om inan te s en u n m u n d o estructura­ d o lo m a n d o c o m o base el género. El d o m in io de las ciencias en las discusiones sobre m ascu lin id a d refleja entonces la posición de la p rop ia m ascu lin id a d (o de m asculinidades específicas) en las relaciones sociales de género.7 Entonces, si consideram os que se trata de u n a form a de cono­ cim ie n to creada p o r el m ism o poder, que es su objeto de estudio, ¿qué podem os esperar de un a ciencia de la m ascu linidad ? C u a l­ q u ie r conocim iento de este tipo tendrá los m ism os com prom isos éticos que tendría u n a ciencia que estudiara la raza y que h u b ie ­ ra sido creada p o r im perialistas, o u n a ciencia del capitalism o p ro d u c id a por capitalistas. De hecho, existen form as de d isc u r­ so científico sobre la m ascu lin id a d que c ap itu la ro n ante los in ­ tereses dom inantes, de la m ism a m anera en que lo h an hecho el racism o científico y la e conom ía neoconservadora. N o obstante, la ciencia tam b ién tiene otros potenciales. Las ciencias naturales tom aron fuerza a partir de la crítica: por ejem ­ plo, del rechazo de C o p é m ic o a la idea de que el sol giraba alre­ dedor de la Tierra; del rechazo de D arw in a la idea de que la divina providencia creaba individu alm en te a las especies. C ada gran revolución científica puso e njuego u n a fuerte m ezcla de crítica, 7 Para información sobre el d n a guerrero, véase Bly, 1990, p. 150. Para infor­ mación sobre la ahora extensa bibliografía sobre género y ciencia, véase Keller, 1985, y Harding, 1991; para información específica sobre masculinidad, véase Easleá, 1983.

in fo rm a c ió n em p írica e im a g in a c ió n . Adem ás, en la investiga­ c ión científica cotidiana, la prueba de hipótesis y la necesidad de generalizar constantem ente conducen m ás allá de lo estableci­ do y hacen que la ciencia sea algo m ás que el m ero reflejo de lo que existe.8 ¿Podem os d a r u n paso m ás y conectar este elem ento crítico con la crítica social involucrada en el análisis de la m a s c u lin i­ dad? ¿Podem os relacionar el im p u ls o hacia la generalización científica con la idea de intereses general izables en la vida so­ cial y, p o r lo tanto, con el concepto de ju stic ia ? Estas propues­ tas se ven sujetas a todo el peso del escepticism o p o s m o d e m o respecto a los "grandes relatos" y del escepticism o e conóm ico y racionalista hacia la justicia.9 E n la parte final del lib ro volve­ ré a o c u p a rm e de la crítica de la m a s cu lin id a d . Por lo pronto, sólo quisiera a p u n ta r las am b igüed ade s políticas del c o n o c i­ m ie n to científico. Las ciencias de la m ascu lin id a d pueden ser liberadoras o d o m in ad o ra s, e in clu so pueden llegar a ser a m ­ bas cosas a la vez. A lo largo del siglo xx h a n existido tres proyectos im p o rta n ­ tes para u n a ciencia de la m a s c u lin id a d . E l prim e ro se basó en el c o n o cim ie n to c lín ic o a d q u irid o p o r terapeutas y sus concep­ tos conductores se derivaron de la teoría de Freud. El segundo se basó en la psicología social y se centró en la enorm em ente p o p u la r idea del "rol o papel sexual’’. E l tercero incluye las nue­ vas tendencias de la antropología, la h isto ria y la sociología. E n este cap ítu lo exam inaré el carácter del c o no cim ie nto sobre la m ascu lin id a d p ro d u c id o p o rc a d a u n o de estos proyectos; des­ pués me ocuparé del c o no cim ie nto prod ucid o por los m o vi­ m ientos de resistencia de la p o lítica sexual y de género. Las diferencias entre estos proyectos nos hacen p re g u n ta m o s de q u é se o cup a precisam ente el c o no cim ie nto de la m a s c u lin i­ d ad. En la sección final del c a p ítu lo intentaré contestar estas preguntas. * La conexión entre la ciencia evolutiva y la crítica social queda clara en la biografía de Darwin escrita por Desmond y Moore, 1992; una proporción clási­ ca del carácter constantemente reconstructivo de la ciencia se encuentra en Lakates. 1970. 9 En relación con los grandes relatos, véase Lyotard. 1984; para el raciona­ lismo económico. Pusey. 1991.

L O S CONOCIMIENTOS CLÍNICOS

E l c o )tip le jo d e E d ip o

E l p rim e r intento sostenido p o r c o n struir u n a explicación c ie n ­ tífica de la m a s c u lin id a d se d io en la psicología p ro fu n d a y re­ vo lu cio n aria fu n d a d a a p rin cip io s del siglo xx por Freud. El psicoan álisis se desarrolló p o r c a m in o s tan diversos y tuvo u n im p a c to tan grande en la c u ltu ra m o d e rn a que es fácil olv id ar que sus orígenes están en la práctica m éd ic a. S u m is m o fu n d a ­ d o r estaba convencido de que el c o n o c im ie n to psicoanalít ico se basaba en la observación clínica y se p ro b a b a con u n a p ráctica curativa. A lo largo de su historia, esta relación con la m ed icina conec­ tó el psicoanálisis con intentos de n o rm a liz a c ió n y control so­ cial. S in em bargo, desde sus prim eros años, el psicoanálisis tam b ién tuvo u n potencial ra d ic a l.10 El trab ajo in ic ia l de Freud c o in c id ió con el ferm ento de la intelectualidad europea que p ro d u jo la literatura, la p in tu ra y la m ús ic a de vang uardia, las ideas sociales radicales, los im petuosos m o vim ientos fem inista y socialista, y el p r im e r m o vim ie nto a favor de los derechos h o ­ mosexuales. Freud a s u m ió u n a p osición lo suficientem ente abierta frente a d ic h o ferm ento com o para c u e s tio n a r— gracias a que su práctica clínica le p e rm itió m antenerse apartado de la ortodoxia profesional— casi todo lo que la c ultura europea h a ­ bía d ad o p o r sentado respecto al concepto de género. P or eso su trabajo fue el p u n to de p a rtid a del pensam iento m o de rn o sobre la m a s cu lin id a d , a pesar de que la m ayoría de quienes investigaron el tem a m ás adelante supieron m u y poco, o no les im p o rtó saber, sobre los detalles de sus ideas. Freud fue q uien puso el tem a sobre la mesa, fracturó el concepto de m as­ c u lin id a d , que hasta entonces parecía ser u n objeto natural, y cuestionó su c o m p o sición, m ostrando que d icho cuestionam ie n to era posible e incluso necesario. A pesar de que Freud n u n c a escribió u n a discusión sistem á­ tica sobre la m a s cu lin id a d , el tem a sí fue u n o de los que apare­ cieron c o n tin u am e n te en sus escritos d u ra n te treinta años. Las

ideas de Freud se desarrollaron en tres etapas. La p rim e ra se e n­ cuentra en las proposiciones iniciales de sus prin cip io s psicoanalíticos: la idea de la c o n tin u id a d entre la vida m ental norm al y la neurótica, los conceptos de represión y del inconsciente y el m étodo q ue p e rm itió leer los procesos m entales inconscientes a través de sueños, brom as, lapsus del lenguaje y síntom as. Freud c o m p re n d ió que la sexualidad a d u lta y el género c a m b ia b a n (no estaban fijos p o r naturaleza), y que se construyen gracias a un proceso largo y lleno de conflictos. P aulatin am en te observó que el "com plejo de E dipo ", la c o n ­ fusión e m o cion al que se da en la niñez, y que incluye el deseo por a lg un o de los progenitores y el o d io p o r el otro, era el m o ­ m ento m ás im portante del desarrollo. E n el caso de los hom bres, la crisis edípica se debía a la rivalidad con el padre y el m iedo a la castración. Estas ideas se d o cu m e n ta n en dos fam osos estudios de caso: "El pequeño Hans" y "El hom bre rata", de 1909. E n ellos, Freud id e ntificó u n m o m e n to form ativo en la m a s c u lin id a d y representó la d in á m ic a de u n a relación fo rm al iva.11 S in em bargo, en sus escritos teóricos, Freud ya h abía c o m e n ­ zado a c o m p lic a r el panoram a. S egún él, la hom osexualidad no era u n sim p le c a m b io de género: "u n a gran parte de los hom bres invertidos conservan la calidad m ental de la m a s c u lin id a d ". Al enfrentarse a los hechos de la inversión, Freud ofreció la h ip ó ­ tesis de que todos los h um ano s tenían u n a constitución bisexual y que en c u a lq u ie r persona coexistían corrientes m ascu linas y fem eninas. Con ello su p o nía que la m ascu lin id a d a d u lta tenía que ser una construcción com p le ja y en cierta form a precaria. La segunda etapa del análisis freudiano de la m ascu lin id a d in clu y ó el desa­ rrollo de u n a a p ro x im a ció n arquite ctónica al género, que a p a ­ reció con detalle en su historia de caso m ás larga, "E l hom bre lobo", p u b lica d a durante la p rim e ra guerra m u n d ia l. E n ella, Freud fue m as a llá del com plejo e dípico y encontró u n a m ascu ­ lin id ad narcisista y preedípica que sostenía el m ie do a la castra­ ción. Al investigar el pasado, Freud rastreó las relaciones entre esta e m o c ió n arcaica, el deseo del n iñ o p o r el padre, sus relacio­ nes con los criados y las criadas, su identificación con las m u jeres “ Freud, 1953 [1900], 1955[1909ajy 1955 [1909b].

y los cclos hacia su m adre. Freud u tiliz ó estas contradicciones p ara explicar el c a m b io que se dio, desde u n a p ro fu n d a p ro m is­ c u id a d heterosexual hasta la a p atía ne urótica, entre la adoles­ cencia y la p rim e ra vida a d u lta del H o m b re L o b o .12 E n este caso, que es el m ás b rillante de todos sus estudios, Freud d em ostró el p o d er del m éto d o c lín ico para separar las d i­ ferentes capas de e m o c ió n y detectar las relaciones m óviles que se d a n entre ellas. S ería d ifíc il e ncon trar alg o m ás alejado de las fó rm u la s u n id im e n s io n a le s que siguen presentándose c o m o los ''descubrim ientos’' del psicoanálisis. E l caso del H o m b re Lobo representa u n reto para cu a lq u ie r otro estudio que se haya hecho sobre la m a s c u lin id a d . N in g u n a a p ro x im a c ió n q ue d aría c o m ­ pleta sin aprender la lección derivada del estudio de Freud so­ bre las tensiones del carácter m as c u lin o y sus vicisitudes en el transcurso de u n a vida. E n los años posteriores a la p rim e ra guerra m u n d ia l, Freud d esarro lló su explicación sobre la estructura de la personalidad, p a rtic u la rm e n te del concepto del s u p e r y ó , la agencia in con s­ ciente que juzga, censura y presenta ideales. D ic h o concepto se­ ría la base de la tercera etapa de su a n álisis de la m a s c u lin id a d . E l supery ó se fo rm a después del c o m p le jo de E d ip o , a p a rtir de la intei n a liz a c ió n de las p ro h ib ic io n e s del padre y la m adre. P a u la tin a m e n te , Freud p u d o observar q u e te nía u n carácter li­ g a d o al género y q ue era, sobre todo, p ro d u c to de las relaciones in fan tile s con el padre; ta m b ié n d e te rm in ó que se d is tin g u ía m ás en los n iño s q ue en las niñas. E n E l m a le s t a r e n la c u lt u r a y otros escritos sobre la c u ltu ra c o m e n z ó a observar la d im e n ­ sió n so ciológica del superyó. a la cual id e n tific ó c o m o el m e d io p o r el c ual la c u ltu ra consigue d o m in a r el deseo in d iv id u a l, es­ pe cialm e n te la a g re s ió n .13 A u n q u e estas líneas de su p e nsam ien to son especulativas y q u e d a ro n incom pletas, tuvieron im plicacione s m u y profundas. E n ellas se encuentra el ge rm e n de u n a teoría de la o rg a n izac ió n 11 Freud, 1955 [1905], y 1955 [1917]. Quien esté interesado en el caso tam­ bién puede leer un sorprendente documento: el recuento que hace el Hombre I.obo sobre el mismo Freud: Pankejeff, 1971. 1 ’ Freud, 1961 [1930]. La Planche y Pontalis (1973, pp. 435-438) resumen la teoría del superyó; para una aplicación a la masculinidad. véase Silverman. 1986.

patriarcal de la c u ltu ra , tra n sm itid a p o r generaciones a través de la construcción de la m a s c u lin id a d . D esarrollar esta teoría sig nificaría llevar hasta los lím ite s el a n álisis social que Freud y sus seguidores ortodoxos hicieron, lím ites a los que se guram en­ te n in g u n o de ellos h ub ie ra q u e rid o llegar. E l psicoanálisis ra d i­ cal to m a ju s tam e n te esa d irección. Así que Freud a b rió m ás puertas de las que se atrevió a cruzar. S in em bargo, las que a b rió para el análisis de la m asculinidad son m ás que suficientes porque le proporcionó u n m étodo de investi­ gación: el “psicoanálisis” m ism o; u n concepto guía: el inconscien­ te d in ám ic o ; u n p rim e r trazo del desarrollo de la m ascu linidad y u n a señal de alerta respecto a la c o m p le jid a d y los lím ites nece­ sarios de la idea. E l aspecto de la m a s c u lin id a d que m á s re m ar­ có fue que ésta n u n c a existe en estado p uro : las diferentes capas de e m o c ió n coexisten y se contradicen u n a a la otra; adem ás, cada p e rso nalid ad es u n a estructura com pleja, llena de m atices, y n o una u n id a d transparente. A pesar de que su lengua je teóri­ co c a m b ió , F reud siem pre estuvo convencido tic la c o m p le jid a d em pírica del género y de las form as en las cuales la fe m in id a d es siem pre parte del carácter de u n hom bre. Este rasgo crítico v p e rtu rb a d o r de su pensam iento sería desechado m ás adelante, c u a n d o otros psicoanalistas m ás conservadores a b a n d o n a ro n la teoría de la bisexualidad. El potencial del trab a jo de Freud p a ra u n a cie ncia de la m as­ c u lin id a d se h izo aparente desde el p rin cip io . Alfred Adler, cuya teoría de la “protesta m a s c u lin a ” discutirem os m ás adelante, lo re to m ó antes de la p rim e ra guerra m u n d ia l. D urante los años veinte y treinta, psicoanalistas m ás ortodoxos se enfrascaron en u n fuerte debate sobre la fe m in id a d , que m ás adelante d e ri­ varía en u n debate m e n o r sobre la m a s c u lin id a d y se centraría en los prim eros a ñ o s de la in fan c ia. Las prim eras investigacio­ nes m uestran lo sorprendente q ue fue d escub rir evidencia c lí­ n ica de u n a f e m in id a d preedípica en los n iño s, re sultand o de la id e n tific a c ió n co n la m ad re y ta m b ié n caracterizada p o r celos h a cia ella. Karen H om ey, en un trabajo lla m a d o tajantem ente "The dread o f w o m a n " ("E l m ie d o a la m u je r”, 1932), le d io u n giro fe m inis­ ta al argum en to . Para H om ey, el m ie d o a la m adre se encuentra m ás a fia n za d o y m ás re prim id o que el m ie do al padre castrante.

La vagina m is m a es el centro s im b ó lic o del proceso. Los senti­ m ientos de inadecuación de los niños los llevan a retirar la energía e m o c io n al de su m ad re y centrarse en sí m ism os y sus genitales — con lo cual preparan el terreno para el m ie do a la castración— . Ciertas reacciones posteriores entre hom bres se ven alim entadas p o r estas em ociones. E n tre ellas, la tendencia a elegir m ujeres que sean socialm ente inferiores a ellos c o m o objetos am orosos y el h á b ito de d e b ilita r p a u la tin a m e n te el autorrespeto fe m e n i­ no para m an te n e r "el siem pre precario autorrespeto del h o m ­ bre pro m ed io ' \14 E l trabajo de H o m e y representó el p u n to c u lm in a n te de la crítica de la m a s c u lin id a d en el psicoanálisis clásico. A p a rtir de él cristalizaro n dos p un to s im portantes: el grado en el cual la m a s c u lin id a d a d u lta se consU uve a través de reacciones exage­ radas co ntra la fe m in id a d y la relación entre la fo rm a c ió n de la m a s c u lin id a d v la s u b o rd in a c ió n de las m ujeres. S in em bargo, en térm in o s del psicoanálisis trad icional, esto sig n ific ó u n fin y no u n p rin cip io . E n tre 1930 y 1960, el psicoanálisis se d esplazó hacia la dere­ ch a en la m ayoría de sus conceptos, y la teoría de género n o fue la excepción. C u a n d o , en los años cincue nta, se p o p u la riza ro n los escritos sobre los aspectos de género de psicoanalistas c o m o T h e o d o r Reik, n in g u n o de ellos e n fatizó el carácter c o n trad ic ­ torio del género ni el choque entre el orden social v el deseo. M ás bien, sus mensajes identificaban la salud m ental con la orto­ doxia de género, especialmente la heterosexualidad convencional y el m a trim o n io . E l c a m in o hacia la heterosexualidad ad ulta, e n te n d id o p o r Freud c o m o u n a co nstrucción com ple ja y frágil, se presentaba c o m o u n a ru ta na tu ral y n a d a p ro b le m átic a del desarrollo. C u a lq u ie r otra cosa se declaraba u n signo de patolo­ gía — especialm ente la h om ose x ualidad — . Se le consideraba in ­ herentem ente patológica, el p rod ucto de Velaciones anorm ales entre los progenitores y los infantes”, c o m o a n u n c ió en 1962 un eq uip o de psicoanalistas de Nueva York, dirigidos p o r Irving Bieber. C on ello, la practica del psicoanálisis se convirtió en u n a téc­ 14 Para el debate sobre la feminidad, véase Chodorow. 1978. y Garrison. 1981. Los primeros trabajos sobre la masculinidad son Klein. 1928. Boehm. 1930. y Homey. 1932.

n ica n o rm a l izadora que in te ntab a a ju sta r a sus pacientes al o r­ den de género.15 C o m o puede verse en la espléndida h istoria de las ideas psicoanalíticas sobre la hom osexualidad m asculina de K enneth Lewes, p riv ile g ia ra esta supuestam ente sana ruta del desarrollo re qui­ r ió que se alterara de m anera radical el concepto del com ple jo de E d ip o .16 Para Freud y sus prim eros seguidores, el c o m p le jo edí­ pico debía ser traum ático, v sobrepasarlo suponía necesariam en­ te u n a fractura. Estas características eran fun d a m e n ta le s para su idea de la frag ilidad de la m a s c u lin id a d adulta, basada en el encuentro trágico entre el deseo y la c ultura. E l psicoanálisis de los cuarenta v de los años posteriores, n o rm a liza d o !'y sin asom o a lg u n o de tragedia, pe rdió la capacidad de crítica de la m ascu­ lin id a d que poseía la teoría clásica. Tendría que pasar m u c h o tie m p o p ara que se recuperara d ic h a capacidad.

A r q u e tip o e id e n t id a d

L a experiencia c lín ic a es tan c o m p le ja que siem pre perm ite varias interpretaciones. Las d istin ta s lecturas de los casos su ­ gieren m arc o s teóricos diferentes y la h is to ria del p s ic o a n á li­ sis es rica en sistem as que ofrecen lecturas alternas de la vida e m o c io n a l. A lgunas de estas lecturas p ro d u je ro n teorías de la m a s c u lin id a d . entre las cuales la m ás c o n o c id a se debe a Cari Ju n g . Los c u e s lio n a m ie n to s de género fueron centrales en el sis­ tem a que J u n g c o m e n z ó a d esarrollar p o co después de que se separara de F reud. J u n g d is tin g u ió entre el y o que se c o n stru ­ ye a p a r tir de transacciones con el m e d io social, al que lla m ó 'persona", y el y o que se fo rm a en el inconsciente a p a r tir de elem entos re p rim id o s, al que lla m ó 'a lm a " . S egún él, se trata de contrarios cuyas oposiciones dependen en gran m e d id a del género:

15 Rcik, 1967 [1957]; Bieber.effl/., 1962; para un ejemplo de la normalización como método curativo, véase Dolto, 1974. 16 Lewes. 1988.

La represión de aspectos e inclinaciones fe m e ninas ocasiona que ciertas dem andas contrasexuales se a c u m u le n en el inconsciente.17

Al ig u a l que Freud y KJein, J u n g se interesaba en la presencia de la fe m in id a d en los hom bres. S in e m b arg o , su explicación to ­ m ó p o c o a p oco otra d im e n s ió n y se centró en el e q u ilib rio que resultaba de u n a persona m a s c u lin a y u n a lm a fe m e nina, no ta n to en el proceso de represión. J u n g llegó incluso a a rg u m e n ta r que el in te rio r fe m e n in o de un h o m b re m a s c u lin o to m a b a form a no solam ente de la h isto ria de v id a de u n h o m b re en particular, sin o ta m b ié n de las im á g e ­ nes heredadas y arq u e típ ic as de m ujeres. L a idea de los a rq u e ti­ pos en el inconsciente colectivo a p a re c ió o rig in a lm e n te en este tip o de a rg u m e n to s para d a r cuenta de las parad o jas de la vida e m o c io n a l. C on el tie m p o , el c o n o c im ie n to c lín ic o se separó de los arq ue tip o s, pero éstos siguieron siendo parte m u y im p o r ­ tante de la a rg u m e n ta c ió n ju n g ia n a poste rior sobre el género. E n el pensam iento de Jung, conceptos c o m o los de a lm a podían ser u tiliz a d o s sutilm ente. D esarrolló u n a teoría m u y interesante sobre la d in á m ic a e m o c io n a l de los m a trim o n io s patriarcales. U tiliz ó la idea de u n a p o la r id a d m a s c u lin a /fe m e n in a para exigir u n e q u ilib r io de género entre la vida m e n ta l y la social, lo cual, en los a ñ o s veinte, fue u n a lo m a de p o sición re alm ente p ro g re ­ sista. In c lu s o c o m e n z ó a b osque jar u n a terapia de m a s c u lin id a d c u a n d o aseveró q u e "cierto tipo de h o m b re m o d e rn o " a c o s tu m ­ b ra d o a re p rim ir su d e b ilid a d ya no p o d ía hacerlo. E n u n pasa­ je so rprendente que p ro n o stic ó las técnicas terapéuticas que se p o p u la riz a ría n c in c u e n ta a ño s después, J u n g su g irió m étodo s en los cuales la perso na le h a b la b a a su a lm a , c o m o si se tratara de u n a p e rso n a lid a d d istin ta , para e d u c a rla .18 S in em b argo , en otros aspectos, el a n ális is de J u n g se v olvió d e m a s ia d o e sq u e m ático y especulativo. Al m is m o tie m p o que Freud lu c h a b a p o r su p e rar la p o la rid a d m ascu lin o /fe m e n in o , J u n g n o sólo se c entró en ella, sino que presentó la fa m ilia r o p o ­ sición c o m o si surgiera de verdades eternas de la p s iq u e h u m a n a . 17 Jung. 1953 [1928). p. 187. Los temas presentados aquí aparecieron sin muchos cambios básicos en varios libros y ensayos; por ejemplo. Jung, 1982. Para información sobre el rompimiento entre Jung y Freud. véase Wehr. 1987. «* Jung, 1953, pp. 199-208.

C u a n d o n o existe u n a d isc ip lin a que estudie casos clínicos es m u y fácil toparse con “arquetipos”. Los últim o s libros de Ju n g los e n co n trab an en las artes esotéricas o las religiones del m u n d o ; sus seguidores exploraron in clu so los sistem as m itológicos. El resultado son textos m u y confusos, c o m o el de M arshall Bethal, “T he m y th ic m a le ” (“E l hom bre m ític o ”), en donde, a través de m ito s griegos y ro m an o s sacados de contexto, se hace u n a cace­ ría errática en busca de dioses ho m b re s que p e rso n ifiq u e n 'for­ m as de conciencia m a s cu lin a ” m odernas. E l libro ¡ r o n J o h n es u n trabajo ju n g ia n o que comete los m ism o s errores; la diferencia es que R obert B ly encuentra sus arque tipos en u n cuento p o p u la r re tom ado p o r los herm anos G rim m , en ve/, de buscarlo en las páginas de O vid io , que es u n p o c o m ás convencional. Bly ta m ­ b ié n ignora los orígenes culturales del cuento v m ezcla sus in ­ terpretaciones con nociones de la "energía de Zeus” y con otros extravagantes préstam os de tradiciones orales.19 La form a en que J u n g trata la p o la rid a d m ascu lin o /fe m e n i­ no, com o u n a estructura universal de la p s iq u e , tam bién conduce a u n atolladero, ya que supone que no es posible n in g ú n c a m b io h istórico en su c o n stitu c ión ; lo ú n ic o que podría c a m b ia r es el e q u ilib rio entre a m b o s polos. La consecuencia es que, en los escritos ju n g ia n o s m odernos, se interpreta el fe m in is m o com o u n a re afirm ación del arque tipo fe m e n ino y no c o m o u n a resistencia de las m ujeres a la opresión. E n el pasado, n o fueron los hom bres los que d o m in a ro n a las m u ­ jeres, sin o que lo m a s c u lin o d o m in ó a lo fe m e nino. Es claro e n­ tonces el porqué la teoría de J u n g se volvió central en el retroceso actual entre quienes antes eran hom bres progresistas.20 L a expli­ cación tiene que ver con el hecho de que esta fo rm a de entender el p ro b le m a conduce in m e d ia ta m e n te a la idea de que el fe m i­ n ism o m oderno in clina la b alanza hacia el otro lado y su prim e lo m asculino. La influyente crítica de Bly, que supone que los "h o m ­ bres débiles” se h an h u n d id o en el fe m in is m o y, p o r lo tanto, h an p e rd id o lo “m a s c u lin o p ro fu n d o ”, se basa precisam ente en la fó rm u la ju n g ia n a del e q u ilib rio arquetípico. 19 Bethal, 1985, Bly. 1990, y muchos más. tantos que no puedo mencionar­ los a todos. 20 Por ejemplo. Kaufman y Timmers. 1983, y K. Thompson. 1991.

E l fu n d a m e n to de este a rg u m e n to en la h istoria de los p rim e ­ ros año s del psicoanálisis se h a id o p e rd ie n d o d e b id o a que los textos originales de J u n g ya 110 se estudian. Es b u e n o recordar lo que se ha perdido: J u n g basó su análisis de género en u n a o p o ­ sic ió n abstracta entre la m a s c u lin id a d y la fe m in in id a d , opo si­ c ió n que Freud dejó atrás p a u la tin a m e n te . Las form ulaciones de J u n g perdieron la m a y o r parte de la c o m p le jid a d que poseían en el m a p a que Freud trazó del desarrollo psicosexual. Al buscar el d e te rm inante p rin c ip a l de género en el inconsciente racial, supuesto d epo sitario de los arquetipos, J u n g d io la espalda al c a m in o h acia u n p sico an álisis sustentado socialm ente, v al que después a p u n ta r ía n A dler y Horney. E n ciertas psicologías recientes, y populares, de la m a s c u lin i­ dad, la p rincipal alternativa a la idea de los arquetipos de género es el concepto de 'id e n tid a d de género", que surge del trabajo de E rik E rikson, q u ie n es tal vez el .psicoanalista m ás influyente de la generación posterior a la de Freud y Jung. E n C liild h o o d a n d S o c ie ty ( I n f a n c ia y s o c ie d a d ) , E rikson sostiene que las conse­ cuencias cruciales del desarrollo e m ocion al en el siglo xx se re­ lacion an con el establecim iento de la identidad del yo. E l térm in o "id e n tid a d ” se c o n v irtió en u n eslogan, y el m o d e lo que su p o n ía etapas en la fo rm a c ió n de la m is m a se volvió m u y po pu lar.21 La a p lic a c ió n m ás im p o rta n te de los conceptos de id e n tid a d al género se deben al p siq u ia tra estadounidense R obe rt Stoller, q uien centró su trabajo en lo que sería u n extraordinario desarro11o de la p rá c tic a de género, la invención del concepto de "transexual''. La in ve nción de técnicas q u irú rg ic a s para “reasignar género' creó la necesidad de valo rar q u ie n d e b ía ser operado, lo cual derivó en la in ve stig ación de los reclam os de pertenecer a u n género. Stoller co ndu jo estudios clínicos en hom bres adultos que que­ ría n ser m ujeres y en n iñ o s que parecían encam inarse h acia la fe m in id a d — r u m b o al cual lla m ó “transexualism o de la in fa n ­ cia m a s c u lin a , u n desorden b ie n d e fin id o y potencial m ente m a ­ ligno de la personalidad"— . S u investigación no lo condu jo hasta el p u n to de vista clásico fre u d ia n o del género c o m o u n a estruc­ tura contradictoria. P or lo contrario, Stoller consideró que ha-

bía descubierto u n a "id e n tid a d de género n u c le ar” u n ita r ia que se fo rm a b a en los p rim e ro s años de vida. L a id e n tid a d de géne­ ro se establece p o r la in te ra cc ió n e m o c io n al entre los p ro g e n i­ tores y los descendientes S toller tenía o p in io n e s m u y duras sobre las m ad res— y llega a s e r ía n poderosa que supera los he­ chos físicos corporales. E l transexualism o en los ho m b re s q ue ­ da entonces d e fin id o n o com o el deseo de ser u n a m ujer, sino co m o la creencia en que u n o ya lo es. E n los casos norm ales, cla­ ro está, u n n iñ o adquiere la identidad de género m ascu lina y todo funciona bien. La teoría de la id e n tid a d de género circuló a m p lia ­ m ente c o m o u n a explicación del desarrollo del género e in flu e n ­ c ió m u ch o s escritos psicoanalíticos recientes sobre el desarrollo in fa n til v sobre la h o m ose x ualidad, a d e m ás de discusiones a n ­ tropológicas de la m a s c u lin id a d .22 A pesar de que se basa en las sensacionales contradicciones de vidas transexuales, se trata de u n a teoría n o rm a l i /.adora. Lo­ caliza la id e n tific a c ió n con las m ujeres en u n g ru p o específico que se desvía de lo n o rm a l v n o en el inconsciente de todos los hom bres. (N o debe sorprender, entonces, que los h o m b re s que quieren someterse a u n a c irug ía que les reasigne el sexo in te n ­ ten ajustarse — c o m o la socióloga A nne B o lin h a d e m o stra d o — a lo que los doctores o doctoras piensan que es la c o n d u c ta y la fo rm a de vestirse fem eninas). R obert May, en lo que es u n a c rí­ tica m ordaz, considera que en realidad n i siquiera se trata de u n a teoría p sico an alítica. S e g ú n May, la a p ro x im a c ió n de S to lle r es u n a psicología del yo m eliorativa y que su "id e n tid a d de género n u c le ar” p e rd ió los conceptos esenciales psicoanalíticos que se re lacionan con el conflicto, la fantasía v el inconsciente. Es difícil co ntrad ecir a May. Si J u n g re dujo las contradicciones de género a u n a d ic o to m ía universal en la psique, la teoría de la id e n tid a d de género fue m u c h o m á s a llá y e lim in ó p o r c o m p le ­ to la c o n tra d ic c ió n .23 22 Para la identidad de género nuclear, véase Stoller. 1968,1976. Para el desa­ rrollo infantil, Tyson. 1986; para homosexualidad, Friedman, 1988; pan]i aplica­ ciones antropológicas del término, véase Stoller y Herdt. 1982. Para la invención de lo transexual, véase King, 1981, y para una extraordinario estudio en la co­ munidad, Bolin, 1988. 2X May. 1986. El trabajo de May sobre género (1980) enfatiza la fantasía, pe­ ro se basa en un dicotomía que también resulta rígida.

E n consecuencia, en los cincuenta años que siguieron al es­ tu d io del caso del H o m b re Lobo, el psicoanálisis freudiano y las dos alternativas m ás influyentes al m is m o desarrollaron p rá c ti­ cas de género conservadoras y teorías de la m asculinidad normalizad oras — teorías que id e ntificaron la salud psicológica con u n a estrecha ortodoxia en la sexualidad y las em ociones— . S in em bargo, éste no era el ú n ic o c a m in o que las ideas de Freud p o ­ dían seguir, y en los márgenes del m u n d o m édico se m ultiplicaron versiones disidentes y aplicaciones inesperadas del p s ic o a n áli­ sis. Varias de ellas p ro d u je ro n ideas originales sobre el concep­ to de género.

E l p s ic o a n á lis is r a d ic a l

E l p rim e r analista disidente fue Alfred Adler, u n d octor socialis­ ta convencido de la im p o rta n cia de los factores sociales en la enferm edad. Adler, al separarse de Freud en 1911, era presiden­ te de la Sociedad P sicoanalítica de Viena. La ru p tu ra se d eb ió a u n a serie de ensayos que Adler presentó a la Sociedad, notables porqu e el tem a central era una teoría sobre la m ascu lin id a d . E l arg um ento de Adler partía de la p o la rid a d c o m ú n entre la m a s c u lin id a d y la fe m in id a d , pero e n fatiza b a in m e diatam e nte el p u n to de vista fem inista de que u n o de los lados de d ic h a p o ­ la rid a d se encontraba culturalm e nte devaluado y se asociaba con la d ebilidad. A los n iñ o s y las n iñ a s se les considera débiles, al com pararlos con los adultos, y se les obliga a h a b ita r la posi­ ción fem enina. E l resultado es que desarrollan cierto sentido de fe m in id a d y d u das sobre su capacidad de obtener la m a s c u lin i­ dad. Los "juicios de valor infantiles” sobre la polaridad m as cu li­ no /fem enino persisten c o m o m otivo en su vida futura. D ura n te la v id a del n iñ o y de la n iñ a , el so m e tim iento y la b úsq ue da de in dependencia aparecen al m is m o tiem po, y el re­ sultado es u n a c o n trad ic c ió n interna entre la m a s c u lin id a d y la fe m in id a d . C u a n d o el desarrollo es n o rm a l, se alcanza cierto equilibrio; la p ersonalidad a d ulta se fo rm a a p a rtir del c o m p ro ­ m iso y siem pre está som etida a cieita presión. S in em bargo, en los casos en los que hay d ebilidad (y A dler o p in a b a que la neurosis se debía a m e n u d o a cieita d e b ilid a d o

in ferio rid ad Tísicas) ta m b ié n se presentaría cierta ansiedad que enfatizaría exageradamente el lado m ascu lin o de las cosas. Esta “protesta m ascu lin a", u tiliza n d o la fam osa frase de Adler, es u n elem ento central de la neurosis; resulta en la búsqueda de cier­ ta co m pe nsación a través de la agresión v en la necesidad c o n ti­ n u a de obtener triunfos. Para Adler, la protesta m a s c u lin a es activa tan to en la vida m e n ta l n o rm a l c o m o en la neurótica, con lo que n o se situ ó m u y lejos de cuestionar la m a s c u lin id a d convencional. La protesta m ascu lin a resultó ser característica de la psicología de las m u ­ jeres y de los hom bres, pero se e ncon tró sobredeterm inada pol­ la s u b o rd in a c ió n social de las prim eras. C u a n d o aparecía en los hom bres, p o d ía ser u n a a m e naza p ú b lic a . Adler lo m o u n p u n to de vista m u y crítico respecto a las m asculinidades d o m in a n te s c u a n d o co m e n tó que “la excesiva p ro m in e n c ia de la v irilid a d es enem iga acérrim a de nuestra c iv iliza c ió n ”. D urante la prim era guerra m u n d ia l, Adler trabajó en hospita­ les m ilitares austríacos y no le q u e d ó n in g u n a d u d a de las cone­ xiones entre la m ascu lin id a d , el poder y la violencia p ú b lic a. Su libro U n d e r s ta n d in g í J u m a n N a tu r e ( E n t e n d ie n d o la n a t u r a le z a h u m a n a ) , de 1927, a rg u m e n tó a favor de u n a justificación psicoanalítica del fe m in ism o , lo que 110 tendría igual sino hasta la década de los años setenta.24 Esta explicación de los orígenes de la neurosis se encuentra m u y lejos de la teoría fre udiana de la libido. Adler consideraba que la teoría de la represión era d em asiado m ecanicista; p ara él, el com plejo de E d ip o constituía sólo u n a etapa de la d in ám ic a m a ­ yor, c o n stituid a p o r “la protesta m ascu lina". Am bas apreciacio­ nes se an ticip aro n a teorías que v e nd rían después. Freud rechazó el p un to de vista de Adler por considerarlo u n a sim p lificación sin 2A Adler, 1956, p. 55; 1992 [ 1927]; 1928. Mi reciente resurgí miento del interés en el psicoanálisis pocas veces considera ;i Adler. Véase Ellenbergei; ! 970, para un recuento de su historia. La narración más detallada de sus relaciones con Kreud aparecen on Slepansky, 1983; la información que presenté aquí sobre su separación de Freud se deriva de su libro. Sin embargo, Stepanskv considera que las observaciones de Adler sobre el género no son análisis "sociales” ni "po­ líticos" y que los numerosos escritos de Adler sobre temas sociales son meros 'pretextos” para introducir ideas psicológicas. El que Slepansky niegue com­ pletamente el tv'ininismo del entorno de Adler traiciona la amplitud de .su pun­ ió de vista.

garantías de la neurosis (y tenía razón ). Al considerar que ya n o necesitaba el apoyo de Adler ni de sus seguidores, Freud los o b li­ gó a dejar el m o v im ie n to p sicoanalítico. La ru p tu ra fue d a ñ in a para a m b o s lados: A dler p e rd ió el con­ tacto con la m arav illosa in tu ic ió n de Freud sobre los laberintos de la vida m e n ta l y n u n c a volvió a teorizar al respecto. Desde el p u n to de vista ortodoxo, el psicoanálisis se c o n v irtió en u n a sis­ te m a cada vez m ás cerrado, que se resistía a tratar los tem as del p o d e r social ap untad o s p o r Adler. S in em bargo, otros m o v im ie n ­ tos intelectuales sí los consideraron; p o r ejem plo, el psicoanálisis m arxista, el existencialism o y el psicoan álisis fem inista. Los num erosos intentos de relacionar el m arx ism o con el psi­ coan álisis se d ie ro n en to m o al tem a de la m a s c u lin id a d , pero n o lo trataron directam ente. W ilh e lm R eich, q u ie n es tal vez el p e n sa d o r m ás o rig in a l de la izq u ie rd a fre u d ia n a del pe riod o en­ tre las dos grandes guerras, desarrolló u n m étodo de "análisis del carácter” que d esplazó la ate nción desde el sín to m a in d iv id u a l hasta el estilo de la personalidad com pleta. Al in te n tar sintetizar el análisis e co nóm ico m arxista y la ciencia sexual freudiana con­ sig u ió u n b rillan te análisis de la ideología. Así, subrayó que la "fa m ilia a u to rita ria " era el lu g ar en d onde se re pro du cían la so­ ciedad de clases y el patriarcado. S u lib ro T he M a s s P s y c h o lo g y o f F a s c is m (L a p s ic o lo g ía d e m a s a s d e l f a s c is m o ) , p u b lic a d o tres años después d e E l m a le s t a r e n la c u lt u r a , de Freud, lo sobrepasa p o r la sofisticación de su ciencia social. E l concepto de R e ic h de la con de n sación de m ayores estructuras de a u to rid a d en la psic o d in á m ic a de la fa m ilia le p ro p o rc io n ó la d im e n s ió n exacta de realism o social que la especulación fre udiana y ju n g ia n a sobre la m a s c u lin id a d n o tuvieron.25 N o obstante, el trab ajo de R eich n u n c a consideró al fe m in is ­ m o que ilu m in ó a Adler. E n consecuencia, no incluyó a la m ascu­ lin id a d c o m o u n p ro b le m a en sí. Lo m is m o podría decirse de quienes integraron la Escuela de F ra n k fu rt d urante las sig u ie n ­ tes dos décadas — que ade m ás to m a ro n los conceptos de R eich respecto al a nálisis del carácter, la p re o cu p ación p o r el a u to ri­ ta rism o y el proyecto de reconciliar a M arx con Freud— . E n los escritos de M ax H orkheim er, E ric F ro m m y T heodor A dorno, el

"au to ritarism o ” em ergió gradualm ente c o m o u n tipo de carácter distin tiv o — es decir, y desde u n p u n to de vista fe m inista, c o m o u n tip o de m a s c u lin id a d . Los 1rabajos de psicología m ás fam osos de la Escuela de Frankíurt, E l m ie d o a la lib e r t a d (1942), de F ro m m . y el colectivo L a p e r s o n a lid a d a u t o r it a r ia (1950), son en realidad catálogos de m asculinidad es y de las condiciones que las p rod ucen. F ro m m su girió u n a a m p lia sucesión h istó ric a de los tipos de carácter, que se extendía a lo largo de varios siglos. L a p e r s o n a lid a d a u t o ­ r it a r ia p a rtic u la riz ó a ú n m ás su enfoque e in clu y ó dos estudios de caso fam osos, “M ac k ” y "L arry”, que son los p rim e ro s estu­ dios clínicos d etallad o s que v in c u la n las m a s cu lin id a d e s con el contexto e c o n ó m ic o y c u ltu ra l en el cual se d an. L a m a s c u lin i­ d ad de carácter "a u to ritario " se relaciona especialm ente con el m a n te n im ie n to del patriarcad o , y se caracteriza p o r o d ia r a los hom osexuales y despreciar a las m u jeres; adem ás, generalm en­ te se a sim ila a la a u to rid a d proveniente de arrib a y agrede a q u ie ­ nes tienen m enos poder. Se d e te rm in ó que estas características se o rig in a b a n en fa m ilia s rígidas, d o n d e d o m in a b a el padre, ha­ bía represión sexual y u n a m o ral conservadora. La m a s c u lin i­ dad de carácter “d e m o crático " n o está tan b ie n delineada, pero incluye m u c h o m a y o r tolerancia, a d e m ás de que se o rig in a en relaciones fa m ilia re s m á s flexibles y afectuosas.26 E l libro presentaba evidencia e m p íric a de la diversidad del carácter psicosexual en u n m ism o , y a m p lio , contexto social. La antro p o lo g ía, in flu e n c ia d a p o r el psicoanálisis, especialm ente en los estudios del gran etnógrafo B ro n isla w M alinovvski, ya h a­ bía m o strad o la d iversidad de las fo rm as en las cuales las c u ltu ­ ras m a n e ja b a n la sexualidad y fo rm a b a n el c a r á c t e r .21 Así q u e d ó claro que la teoría fre u d ia n a del c o m p le jo de E d ip o no p ro p o r­ c io n a b a u n a n á lis is general de la m a s c u lin id a d . Se trataba, m ás bien, del m a p a de u n posible p a tró n específico, al cual h a b ía que consideraren relación con todos los dem ás. Esta conclusión tuvo serias im p lica c io n e s p a ra la teoría de la m a s c u lin id a d , m ism a s que exploraré en los c ap ítu lo s siguientes. 26 Horkheimer, 1936; Fromm. 1942; Adorno, el a i, 1950. Para información sobre la polémica desatada en Estados Unidos sobre La personalidad autorita­ ria, véase Christie y Jahoda, 1954. 27 Malinowski, 1927; para más información, Parsons, 1964.

Ni Reich ni la E scuela de Frankfurt com partieron las d udas de A dler sobre la teoría de la libido; sin em bargo, no puede decirse lo m is m o de E l s e r y la n a d a (1943), de Jean-Paul Sartre. Para él, el “psicoanálisis e m p írico ”, com o d e n o m in a b a a la escuela freu­ d ia n a, era dem asiado m ecánico y to m a b a u n a form a de vida po­ sible (determ inada p o r el deseo sexual) c o m o la c o n d ic ió n de todas las vidas. Sartre esbozó u n a im pactante form a alternativa a la cual lla m ó “psicoanálisis existencialista", v reem plazó el con­ cepto del inconsciente con u n a rg u m e n to sobre las diferentes form as en las q ue el a u to c o n o c im ie n lo se organiza. E l m isterio se resolvería al rastrear la historia de vida v establecer los c o m ­ prom isos p rim ario s gracias a los cuales se constituyó la v id a de u n a persona. Sartre sólo u tiliz ó su m éto d o en la b iografía literaria. S im o n e de Beauvoir, en E l se g u n d o se x o (1949), fue q u ie n a p lic ó el psico­ a n álisis existencialista directam ente al género. Su arg um ento m á s conocido es el que expone que la m u je r se constituye com o “otro" frente al sujeto m asculino. E l lib ro tam bién incluye u n a serie de ensayos sobre diferentes tipos de fe m inid ad en los cuales otorgaba a los deseos fem eninos u n sitio m ás activo. El psicoaná­ lisis existencialista le p e rm itió apartarse de las estáticas tipolo­ gías com unes en la psicología. En su trabajo, el género surgió c o m o u n c o m p ro m is o gradual (que se iba desarrollando) con las situaciones y las estructuras sociales. Las diferentes form as del género son form as de vida distintas, m ás que tipos de carácter.28 H asta d onde sé, nadie ha a p lic a d o explícitam ente esta apro­ x im ación al “p rim e r sexo" para ob te ner u n a teoría de la m ascu­ lin id ad . S in em bargo, el trabajo del psiquiatra escocés R . D. L a in g podría ser u n com ienzo. Los estudios en esquizofrenia realizados p o r L a in g produjeron descripciones vividas de las ac­ tividades de los hom bres en el interior em ocional de las fa m i­ lias, adem ás de algunos estudios de caso individuales de hombres. E n tre ellos se incluye el análisis de las excentricidades de D avid, u n estudiante cuya vida, desairollada com pletam ente a través de roles dram áticos, proporcionó datos im portantes. Entre estos ro­ les di ciáticos destacan los papeles de m ujeres que derivaban su im p a cto e m o c io n al de una d in á m ic a fa m ilia r resultado de la

m uerte ele la mache. La "esquizofrenia” de David resultaba de su apego a las contradicciones de género que no p o d ía m ane jar. Para escapar de su identificación con diversas fem inidades, D a­ vid activó series com pletas de personalidades que fo rm a ro n un sistem a del yo elaborado y falso.29 El caso ante rio r no es un "tipo" de m ascu linidad ; en el psico­ análisis existencialista, las contradicciones de género son varia­ bles y su resultado no es u n a identidad. Se producen socialmente y se vuelven contradicciones precisam ente c u a n d o se les consi­ dera form as in co m patible s de acción. Esta a p ro x im a c ió n a la personalidad puede conectarse con las teorías de la estructura social, pero sólo a través del c o m p ro m is o y la acción, no com o m ecanism o social.30 Desde com ienzo s de los años treinta hasta finales de los años sesenta, el trabajo de S im one de B eauvior fue el ú n ic o que rela­ cionó el fe m in is m o co n el psicoanálisis. S in em bargo, el radical potencial del psicoanálisis apareció gradualm en te en el pensa­ m iento fem inista de dos formas. La prim era surgió del trabajo de Jacques Lacan. Algunas fem i­ nistas in flue nciadas por Lacan, com o Ju lie t M itchell, en In g la ­ terra, y Luce Jrigaray, en Francia, se ocuparon m ás de teorizarla fem inidad que la m ascu linidad . S in em bargo, su trabajo tiene consecuencias im p líc ita s en esta ú ltim a . La teoría la c a n ia n a se centra en procesos sim bólicos en los cuales los modelos de Freud sobre las relaciones em ocionales de la fa m ilia se inscriben p ro ­ fundamente. La cultura y la posibilidad de com unicación se c o n s ­ titu y a n gracias a la "Ley del Padre”. E n la teoría lacanian a, la m asculinidad n o es im hecho e m p írico (com o en el p sic o a n áli­ sis clásico), y m u ch o m enos u n arquetipo eterno (com o en Jung). Se trata m ás bien de algo que ocupa u n lu g a r en las relaciones sim bólicas y sociales. La represión edípica crea u n sistema de orden sim b ólico en el que q uien posee el falo (que es u n sím bolo que se distingue del pene em pírico) ocupa u n a posición central.31 29 Laing, 1960, p. 73; Laing, 1961, Laingy Esterson, 1964. -'u Como puede observarse en el último trabajo de Sartre, 1968, 1976. Para m i importancia en cuestiones de genero, véase Connell, 1982. M El anterior es un resumen drástico de varias posiciones complejas. Para la historia de la escuela lacaniana, véase Roudinesco, 1990. Para los usos que se le Imti dado en el feminismo, véase Mitchell, 1975; Irigaray, 1985 y Grosz, 1990.

TVatar al género c o m o u n sistem a de relaciones sim b ó lic a s, y no com o hechos fijos sobre las personas, convierte a la acepta­ ción de la p o sición fálica en u n hecho p ro fu n d a m e n te político. Siem pre existe la p o sib ilid a d de rechazarla — a u n q u e las conse­ cuencias de este rechazo sean drásticas— . Gilíes Deleuze v Fclix G uattari exploraron el rechazo a la estructura edípica del deseo en su A tu i- O e d ip u s (A n t ie d ip o ), u n trab ajo oscuro pero m u y in ­ fluyente. Este trabajo fue la base sobre la que G u y H ocquenghem desarrolló la lectura extrem a de la h om ose x ualidad m a s cu lin a c o m o el rechazo a la sexualidad fálica y la represión e d íp ic a .32 Y m ientras que en E uropa el fe m in ism o lacanian o supuso u n a lectura política y s im b ó lic a de la m a s c u lin id a d , el fe m in is m o estadounidense se centró en el m u n d a n o tem a de las relaciones fam iliares; el resultado fue u n d e sp laza m ie n to im p o rta n te del pensam iento respecto al desarrollo psicosexual de los n iño s. En el psicoanálisis clásico, el d ra m a se centró en la e ntrad a edípica a la m a s c u lin id a d (ta n to en el caso en el que el agente clave era el padre, c o m o pensaba Freud, c o m o en el que lo era la m adre, com o aseveraba H orney). E n los trab ajos de N ancy C h o d o ro w y Dorothy Dinnerstein el d ram a se centra en la separación preedípica de la fe m in id a d y el centro se localiza d efin itiv a m e n te en la m adre. La explicación de C hod orow a esta separación tuvo u n a in ­ fluencia m uy grande en la b ib lio g rafía reciente sobre los h o m ­ bres. C hodorow cree que a los n iño s se les obliga a in te rru m p ir su identificación p rim a ria con la m adre, en parte d e b id o a la for­ m a en la que la m is m a m adre se instala e m o c io n alm e n te en la diferencia de género. E l resultado son estructuras de carácter que e nfatizan lazos entre la gente y que carecen de la necesidad de relacionarse característica de las m ujeres. E l a rg u m e n to de D innerstein e n fatizó con m ayor p ro fu n d id a d el m ie d o preedípico a la m adre y la violencia del h o m b re c o m o consecuencia del “m o n o p o lio fe m e n in o de los prim eros c uid a d o s in fantile s”.33 u Deleuze y Guattari, 1977: Hocquenghem. 1978. u Chodorow, 1978, 1985; Dinnerstein, 1976. Craib, 1987, aplica la aproxi­ mación de relaciones-objeto con la apreciación, que es más clara, de las bases institucionales del dominio masculino, pero de repente se interrumpe. Para una crítica de esta aproximación para teorizar la masculinidad. véase McMahon, 1993.

E n este trab ajo el desarrollo de la personalidad se relaciona firmemente con la división del trabajo social. El c u id a d o infantil se considera u n trabajo; la fuerza labo ral se estructura de acuer­ do al géneroy tiene im plicaciones en el desarrollo em ocional. Sin im portar c ó m o m odifiquem os los detalles, el argum ento anterior resulta sim ple y poderoso, y debe considerarse para cu a lq u ie r explicación futura de la fo rm ac ió n de m asculinidades. Al m ira r atrás q ue da claro que Freud nos d io u n a h e rram ie n­ ta esencial que, sin em bargo, se encontraba radicalm ente in c o m ­ pleta; y la ortodoxia psicoanalítica se ha dedicado a defender este carácter de incom pleto. E n esencia, el valor del psicoanálisis para com prender la m ascu lin id a d dependerá de nuestra capacidad de in c lu ir la estructuración de la personalidad y las c o m p le jid a ­ des del deseo, al m is m o tie m p o que la estructuración de las re­ laciones sociales, con todas sus contradicciones y d in a m is m o . Por lo tanto, debe q u e d a r claro el porqué nos d irig im o s directa­ m ente a las ciencias sociales.

El

r o l m a s c u l in o

El prim er intento im portante de crear u n a ciencia social de la m as­ c u lin id ad se centró en el concepto del rol o papel sexual m ascu­ lino. Sus orígenes se re m ontan a los debates que se dieron en el siglo xix sobre las diferencias sexuales, c u a n d o la d o ctrin a cien­ tífica de la diferencia sexual in n a ta sustentó la resistencia a la em an cip ación de las mujeres. La exclusión de las m ujeres de las universidades, p o r ejem plo, se ju s tific a b a a rg u m e n ta n d o que la mente fe m e nina poseía u n e q u ilib rio d em asiado d elicad o c o m o para m an e jar los rigores del m u n d o académ ico. La pe rtu rbación m ental resultante sería d a ñ in a p ara la capacidad de ser buenas esposas y madres. La prim era generación de mujeres que asistió a las universidades estadounidenses que hacen investigación vio­ ló esta doctrina y, adem ás, cuestionó sus presupuestos, ya que se dedicaron a investigar las diferencias en las capacidades m enta­ les de los hom bres y las mujeres, diferencias que, por cierto, eran l>ocas.w

E l e sc an d a lo so re sultad o d e s a tó u n a o la de in v e stig a c ió n que c o n tin u ó desde la ú ltim a d éc ad a del siglo xix hasta la ú lt im a d é ­ c ad a del xx. In c lu y ó h a b ilid a d e s m entales, a d e m á s de e m o c io ­ nes, actitud es, rasgos de p e rs o n a lid a d , intereses, es decir, todo lo q u e la p s ic o lo g ía im a g in ó p o d ía m edirse. E l te m a de la “d ife ­ rencia sexual'’ p ro v o c ó u n a c a n tid a d n o ta b le de in ve stig ación; se trata de u n aspecto q u e té c n ic a m e n te es fácil de s e g u ir y s ie m ­ pre h a y a lg u ie n in te resado en sus resultados. E sto ú ltim o es c u rio so , ya q u e los re sultad o s son sie m p re los m ism o s. Las d ife re n cias sexuales, in c lu y e n d o c u a lq u ie r aspecto p sico lóg ico q u e se haya m e d id o , n o existen o son m u y pequeñas. C on se g u rid a d p o d e m o s a fir m a r q u e s o n m u c h o m á s p e q u e ñ a s que las d ife ren cias en las situ a cio n e s sociales que n o r m a lm e n te se ju s tific a n g racias a la supue sta d ife re n c ia p s ic o ló g ic a social — c o m o salarios desiguales, re sp o n s a b ilid a d e s in e q u ita tiv a s en el c u id a d o in fa n til y d ife re n cias d rástic a s en el acceso al p o d e r so cial— . C u a n d o se a ñ a d e n e stu d io s de g ru p o p o r m e d io de téc­ n icas estadísticas de m e ta a n á lis is , la c o n c lu s ió n suele ser que existen a lg u n a s d ife re n c ia s sexuales en las características p s ic o ­ lógicas; sin e m b a rg o , su ta m a ñ o es tal q u e , de n o ser p o rq u e cul tu ra lm e n te so m os propensos a exagerarlas — c o m o en el a rtíc u lo periodístico q u e trataba las diferencias en el lenguaje de los h o m ­ bres y las m u je re s q u e c ita m o s al p r in c ip io de este c a p ítu lo — , ap en as si las re g is tra ría m o s c o m o u n fe n ó m e n o im p o rta n te . N o p o r n a d a , C v n th ia E p ste in titu ló su lib ro sobre el tem a c o m o D ec e p tiv e D i s í i n c í i o n s { D if e r e n c ia s i lu s o r i a s ).*5 A m e d ia d o s del siglo xx la in v e stig a c ió n sobre la d ife re n cia sexual se to p ó c o n u n c o n c e p to q u e parecería e x plicar su p ro p io le m a de u n a fo r m a aco rd e c o n las necesidades del m o m e n to : el concepto de “rol o papel social". Este e n cu e n tro d io origen al tér­ m in o "rol se x u al”, q u e c o n el tie m p o se h iz o c o m ú n en el h a b la c o tid ia n a .

35 Epstein, 1988. 1.a vasta recopilación debida a Maccoby y Jacklin (1975) estableció el pairón general de los descubrimientos sobre la diferencia sexual. En la literatura metaanalítica, por ejemplo, Eagly, 1987. se intenta consciente­ mente sobrepasar esta posición. Aun cuando exagere cada uno de los puntos en cuestión, Eagly no puede establecer que la diferencia sexual determine con fuerza los diversos rasgos.

E n la a c tu a lid a d , la idea de los roles sexuales es ta n c o m ú n que vale la p e n a e n fa tiz a r lo reciente de su origen. L a m e táfo ra de la v id a h u m a n a c o m o u n a re presentación d r a m á tic a n o es nueva — Shakespeare la u tiliz ó — . Pero el uso de “papel o ro l” c o ­ m o im concepto técnico de las ciencias sociales, c o m o u n a foi*ma seria de e x plicar el c o m p o r ta m ie n to social de u n a fo r m a gene­ ral, d a la de lo s a ñ o s treinta, v p ro p o rc io n ó u n a fo rm a ú til de re­ la c io n a r la id e a de o c u p a r u n lu g a r en la e structura so cial c o n el co ncep to de n o rm a s culturales. G ra c ia s a l esfuerzo de la a n tr o ­ polog ía, la so cio lo g ía y la psicología, desde finales de los a ñ o s c in c u e n ta el té r m in o ya era p a ite del repertorio de té rm in o s c o n ­ vencionales de las cie n cias so ciales.36 E l c o n cepto de “r o l” p u e d e aplicarse al g é n e ro de dos form as. E n la prim e ra^ los roles se c o n sid e ra n específicos p a ra s itu a c io ­ nes d e fin id as. P o r e jem plo , M irra K om arovsky, en su c lá s ic o es­ tu d io sobre el m a tr im o n io en las fa m ilia s e stad o unide nses de la «. lase obrera, B in e C o lla r M a r r ia g e (1964), d e s c rib ió d e ta lla d a ­ m ente la m a n e r a en la cual el cortejo v el m a tr im o n io se desa­ rrollan s ig u ie n d o u n g u ió n específico. S in e m b arg o , la se g un da a p ro x im a c ió n es m u c h o m á s c o m ú n v supone que ser u n h o m b re o u n a m u je r significa p o n e r a fu n c io ­ n a r u n a serie g e n e r a l de expectativas asignadas a cada sexo; esto es, p o ne r a fu n c io n a r el “ro l sexual". S egún este p u n to de vista, en c u a lq u ie r co ntex to c u ltu ra l sie m p re h a b rá dos roles sexuales, el m a s c u lin o y el fe m e n in o . E ntonces, la m a s c u lin id a d y la fe m in i­ dad se e n tie n d e n fácilm en te c o m o roles sexuales in te rnalizad o s, productos del a p re n d iz a je social o “so c ia liza c ió n ". Este co ncep to se a ju s ta perfectam ente a la idea de las diferen* ias sexuales, las cuales se h a n p o d id o e xplicar de fo rm a clara ¡•l acias a los roles sexuales; es p o r esto que , desde los a ñ o s c u a ­ renta, las dos ideas suelen c o n fu n d irs e . M u c h a s revistas de in ­ vestigación siguen p u b lic a n d o trab ajo s en los cuales se lla m a Yles” sexuales a las diferencias sexuales (que, c o m o ya m e n c io ­ nam os, n o r m a lm e n te son m u y pocas). En la m a y o ría de los casos, se considera que los roles sexuales •>u la e lab o ración c u ltu ra l de las diferencias sexuales biológicas. '• Kntre quienes utilizaron el término podemos mencionar a Florian Znamri ki, Talcott Parsons, Ralph Linton, Siegfried Nadel, Bruce Biddle. Ya he coni.ul» • esta historia en Connell, 1979.

S in em bargo, ta m b ié n hay otras opciones. La elaborada p ro p o ­ sición de la teoría del rol sexual que desarrolló Talcott Parsons, a m ed iado s de los años cincuenta, en su lib ro F a m ily S o c ia liz a t io n a n d In t e r a c t io n P ro c e s s (F a m ilia , s o c ia liz a c ió n y e l p r o c e s o de in t e r a c c ió n ) presenta u n p un to de vista distinto. P ara Parsons, la diferencia entre los papeles sexuales fe m e ninos y m ascu lin o s es u n a d is tin c ió n entre roles "in strum entales” y "expresivos” en la fa m ilia , a la que se considera u n grup o pequeño. Así, el género se deduce a p artir de im a ley sociológica general sobre la diferen­ c ia c ió n de las funciones en los grupos sociales.37 La idea de que la m ascu linidad es la internet!ización del rol se­ xual m a s c u lin o p e rm ite el c a m b io social, lo cual se consideró a veces u n a ventaja de la teoría de roles frente al psicoanálisis. Co­ m o las no rm as del rol son hechos sociales, pueden transform ar­ se ta m b ié n a través de procesos sociales. Esto o c u rrirá siem pre q ue los agentes (los m edios) de la so cializa ción — la fa m ilia , la escuela, los m ed ios de c o m u n ic a c ió n m asiva— tra n sm ita n nue­ vas expectativas. El tema del c a m b io ocupó u n lu g ar central en las prim eras dis­ cusiones detalladas sobre el "rol sexual m ascu lin o ”, que aparecie­ ron en las revistas de ciencias sociales estadounidenses durante los años cincuenta. Entre los trabajos publicados a h í destaca el de H elen Hacker, lla m a d o "The new b urde ns o f m a s c u lin ity ” ("Las nuevas form as de la m a s c u lin id a d ”), que sugiere que las fun­ ciones expresivas se a ña d e n a las funciones instrum entales. En consecuencia, se espera que los hom bres m uestren habilidades interpersonales, a d e m ás de seguir co m p o rtánd o se con m uch a firm eza — esta idea se convertiría en u n cliché d urante los años setenta— . Esta teoría de roles p o d ía incluso a d m itir la idea del con flicto en la m a s c u lin id a d . que se derivaría de las c o n trad ic ­ ciones en las expectativas sociales o de la im p o s ib ilid a d de m a ­ nejarlas y n o de la represión.38 S in em bargo, gran p a ite de la prim era generación que se dedi­ có a teorizar sobre el rol sexual a s u m ió que los roles se encontra­ b an bien definidos, que la socialización ocurría arm ónicam e nte 37 Komarovsky, 1964; Parsons y Bales, 1956. Para un recuento más detalla­ do de esta historia, véase Carrigan,et a i, 1985. u Hacker. 1957: compárese con Hartley, 1959.

v que aprender el rol sexual siempre era bueno. La in te m alización de los roles sexuales c o n trib u ía a la estabilidad social, la salud m ental y la puesta en p ráctica de funciones sociales necesarias. E n térm inos m ás formales^ la teoría funcionalista supuso que las instituciones sociales, las norm as del rol sexual y las personali­ dades reales co n cordaban. E n los año s setenta, el fe m in ism o fracturó la aceptación p o ­ lítica, adem ás de cuestionar el concepto de "rol sexual” en sí m is­ mo. Es m ás, gracias al crecim iento del fe m in ism o académ ico, la investigación sobre el rol sexual floreció c o m o n u n c a antes lo había hecho. Se a s u m ió de m anera general que el rol sexual fe­ m e n in o era opresivo v que su in te m a liz a c ió n aseguraba que las niñas y las m ujeres se m antendrían en u n a posición subordinada. La investigación del rol se convirtió en u n a herram ienta política que d efin ía u n p ro b le m a v sugería estrategias para la reform a. Los roles sexuales p o d ía n cam biarse si se tran sform ab an las ex­ pectativas en los salones de clase, así se establecerían nuevos modelos. Estas estrategias de reform a del rol sexual com enzaron a aplicarse en Estados U nidos y, m u y pronto, tam b ién en otros países, com o lo ilustra el notable in form e que el gobierno austra­ liano presentó en 1975, G ir ls , S c h o o ls a n d S o c ie ly (L a s n iñ a s , la s e s c u e la s y la s o c ie d a d ) , y la o rg a n izac ió n de la Década M u n d ia l de las M ujeres, establecida por las N aciones U nidas . V} El ferm ento que tuvo esta estrategia entre las intelectuales del m u n d o occidental llegó g radualm ente hasta los hom bres. A m ediados de los años setenta ya había u n pequeño, a u n q u e polé­ m ico, m o vim ie nto de liberación de los hom bres en Estados U n i­ dos y u n a pequeña red de grupos que intentaban a u m e n ta r la conciencia en los hom bres* en otros países del m u n d o . A lgunos autores, c o m o W arren Farrell, en T h e L ib e r a te d M a n ( E l h o m b r e lib e r a d o ) , y Jack N ichols, e n M e n s L ib e r a tio n (L a lib e r a c ió n m a s ­ c u lin a ) , sostenían que el rol sexual m a s c u lin o era opresivo y de­ bía cam biarse o abandonarse. Se desarrolló u n nuevo género de libros que tenía a los hom bres c o m o le m a central, y lo m is m o o currió con num erosas revistas de ciencias sociales y otras que 39 Schools Comission, 1975. Uno de los modelos de reforma del rol sexual más populares el de la “androginia”: véase Bem, 1974; Lcnney. 1979. Ñola a la traducción: grupos de conciencia o pequeños grupos (coitsciousuess raisirtg groups).

ofrecen consejos. S u tendencia puede resumirse en los siguientes títulos: "The inexpressive male: a tragedy o f A m erican society" ("E l ho m bre inexpresivo: u n a tragedia de la sociedad estado­ u n id e n s e ') y "W a m in g : the m ale sex role m a y be dangerous to y o u r he alth " ("Peligro: el rol sexual m a s c u lin o puede resultar d a ñ in o para la salu d"). Los "estudios sobre los hom bres" se la n ­ zaron para a c o m p a ñ a r el proyecto fe m inista de "estudios sobre las m ujeres”.40 E l rol sexual m as c u lin o descrito p o r esta bibliografía es bas­ tante convencional, lo cual no debe sorprend e m os porque en ese m o m e n to se hacía poca investigación nueva. Es m ás, la b i­ bliografía sobre el rol sexual m ascu lin o m ezcló elem entos co­ m unes, com o la crítica fem inista de los hom bres, las im ágenes de m a s c u lin id a d que aparecían en los m edios de c o m u n ic a c ió n , las pruebas de aptitudes, los descubrim ientos sobre las diferen­ cias sexuales, ciertas anécdotas autobiográficas referentes al de­ porte y, a todo esto, lo lla m ó "rol". Casi no se in te n tó investigar los efectos de las expectativas y las norm as en la vida social. S im plem ente se a sum ía que existían y que eran eficaces. A hora bien, sí h u b o ciertos intentos de tra­ z a r u n proceso de c am b io . El psicólogo estadounidense Joseph Pleck, u n o de los escritores m ás prolíficos en el cam po, contras­ tó el rol sexual "trad icio nal" con u n o al que lla m ó "m oderno". La m ay o r parte de la b ib lio g rafía de los años setenta im p u ls ó a los hom bres hacia la versión m oderna, u tiliza n d o terapia, pequeños g rup os de conciencia, d isc u sió n política, c o m p a rtie n d o roles en el m a trim o n io y con autoavuda. Estas discusiones c o m e nzaro n con el m o v im ie n to de libera­ c ió n de las m ujeres y, d urante u n tiem po, fueron m u y cercanas al fe m inism o . A lgunos de los argum entos tenían posiciones m u y claras respecto a la d im ensión del poder en el género, com o el en­ sayo "M e n s p o w e r w ith w om en, other m en. a n d society: a m e n s m ovem ent analysis" ("E l poder que tienen los hom bres con las m ujeres, otros hom bres y la sociedad: u n análisis del m o v im ie n ­ to de los hom bres"), de Pleck (1977), y la brillante anto logía F o r 40 Pleck y Sawycr, 1974; Farrell, 1974. y Nichols, 1975, fueron los primeros teóricos en ocuparse de la liberación masculina. En el capítulo 9 discutiremos cómo Farrell se convirtió en un escritor localizado más a la derecha. Los artícu­ los mencionados son los de Balswick y Peek. 1971, y Harrison, 1978.

de Jon Snodgrass. Estos textos relacionaron la su bord in ación de las m u ­ jeres con las jerarquías de poder entre los hom bres, especialm en­ te la opresión h acia los hom bres negros y los hom bres gays. S in em bargo, en otras paites de la tipología del rol m a s c u lin o exis­ tía la a m b iv alencia respecto a las m ujeres y se deseaba a ca lla r el c o m p ro m iso con el fe m inism o. A lgunas investigaciones ig u a la ­ ron la opresión de los hom bres con la opresión de las m ujeres y negaron que existiera a lg u n a “je ra rq u ía de opresiones*'.41 Esta a m b iv a le n c ia era inherente al m arc o del "rol sexual”, ya que las presuposiciones lógicas de su análisis suponen que los dos roles son recíprocos v que se d efinen p o r expectativas v norm as; específicam ente, los m ies sexuales lo hacen p o r expectativas re­ lacionadas con el orden biológico. C o m o puede verse, en ningún m o m e nto se incluye u n a nálisis del poder. Por lo contrario, la tendencia básica en la teoría de los roles sexuales es entender las posiciones de los hom bres y las m ujeres c o m o c o m p le m e n ­ tarias— c o m o queda im p líc ito en la teoría de la o rie n ta c ió n ins­ trum ental (m a sc u lin a ) y expresiva (fem enina) de Parsons. C uan do la opresión aparece en u n sistem a de roles, lo hace com o u n a presión lim ita n te del rol sobre el yo. Esto puede darse tanto en el rol m a s c u lin o c o m o en el fem enino. E l tem a o c u p ó un lugar central en los libros sobre hom bres que se p ub licaron en los años setenta. E n ellos se ofrecían m uch as anécdotas sobre el poder que ejercían en la ju v e n tu d m u n d ia l los com entaristas deportivos, los padres incapaces de expresarse y los escandalo­ sos grupos de am igos. C u a n d o Pleck p u b lic ó en 1981 u n a extensa revisión de la b i­ bliografía sobre el rol m ascu lin o , lla m a d a T he M y th o f M a s c n lin ity ( E l m it o ele la m a s c u lin id a d ), la relación entre el rol y el yo era fu n d a m e n ta l. Se o puso al p a ra d ig m a de la “id e ntidad del rol sexual m ascu lino " (té rm in o con el cual d e n o m in ó a la teoría lu n cio nalista del rol sexual), sobre lo d o porque su p o n ía la c o n ­ cordancia entre la n o rm a y la personalidad — la idea de que adei liarse a las n o rm a s del rol sexual a y u d a al ajuste psicológico. M e n A g a in s t S e x is n t ( P a r a h o m b r e s e n c o n tr a d e l s e x is m o ) ,

" Pleck, 1976. 1977; Snodgrass. 1977. Para los comienzos de la oposición al Unimismo. véase el argumento del Berkeley Mens Center. publicado en 1973, rastrea el c a m b io y la diferencia en u n a escuela privada inglesa. No sólo m uestra c óm o las prácticas es­ colares de d isc ip lin a, vestido Je r a r q u ía s a ca d é m ic as y jue gos de e q u ip o construyen m ascu lin id a d e s respetables, sino ta m b ié n de q ué m a n e ra la in s titu c ió n responde a las estrategias de genero y clase d e las fa m ilia s d e los niños. O ir o e je m p lo es el estudio que h iz o M ichael Grossberg sobre la práctica de) derecho en 1Oslados U n id o s d u ra n te el siglo xix. A h í se m u e s tra c óm o los m árgenes de la profesión se u tiliz a b a n en contra de las m ujeres m ie ntras que su o rg a n iz a c ió n in te rna (c o m o el "c irc u ito " de a u d ie n cias de los ju z g a d o s ) sustentaba u n a versión p a rtic u la r de m a s c u li­ n id a d - y fin alm e nte la tran sfo rm ó c u a n d o , con el apogeo de las firm a s legales, la d in á m ic a de género c a m b ió y p e r m itió la e n ­ trada de las m ujeres,15’ L a m is m a ló g ic a puede aplicarse a in stitucion es m ayores, co­ m o los m ercados laborales. La b ib lio g ra fía sobre el rol m a s c u li­ n o d io p o r sentado que u n a parte esencial ele la m a s c u lin id a d era proveer el sustento fa m ilia r ¿De d ón d e vino esta conexión? Wally Seccom be m o stró que esta su p o sición se h a b ía creado recien­ tem ente y que no se aceptaba de m ane ra universal. Se p ro d u jo en G ra n B retaña a m ediados del siglo m \c u a n d o se real m earon diversas fuerzas sociales. Tanto los capitalistas c o m o los o b re ­ ros tenían o p in io n e s d iv id id as al respecto. Las u n io n e s g re m ia ­ les a d o p ta ro n p o co a poco el concepto del salario de la "cabeza de la fa m ilia o proveedor", a c a m b io de hacer divisiones entre los obreros y las obreras, y entre quienes sa b ían el oficio y quienes todavía n o estaban entrenados.415

Para una investigación general, véase Rotundo, 1993; para estudios loca­ les, Carnes y Grifen* 1990, Ropery Tosh, 1991 y>especialmente, Heward, 1988. Grossberg, 1990. ** Seccombe, 1936, b'ste argumento sobre el carácter político del malario fa­ miliar se sustenta por estudios regionales detallados debidos a Meiealle, J 983, sobne quienes trabajaban en las minas australianas» y Rose, 1992, sobre quienes ira ¡rajaban en los tejidos británicos.

A p a rtir de estudios c o m o los anteriores queda claro que las »k’l ¡iliciones de m ascu lin id a d se e n c u e n ü a n íntim am e nte ligadas . i la h isto ria de las instituciones y de las es Une tu ras económ icas. I ;» m ascu lin id a d no es sólo u n a idea de alguien n i u n a id e ntidad I n r s o n a l. Se extiende a lo largo de todo el m u n d o y se m ezcla con i elaciones sociales. Para c o m p re n d e r de m anera histórica la m ascu lin id a d es necesario e stu d ia r los cam bios en dichas rela» iones sociales organizadas. Para hacerlo, c o m o lo m uestra el lib ro m ás reciente de M ic h a e l G ild in g , T he M a k in g a n d B r e a k in g • >1 th e A u s tr a lia )} F a m ily { C ó m o s e h iz o y s e d e s h iz o la f a m i l i a a n s f m l ia n a ) , necesitam os descom poner u n a u n id a d c o m o la de ja 'fam ilia" en sus diferentes relaciones— c ria n za in fantil, em pleo, i i laciones sexuales y d iv isió n del traba jo— . Estos elem entos p ud ie ran c a m b ia r a ritm os variables y generar tensiones en la m ascu lin id a d y fe m in id a d .47 El estudio h istó ric o m ás notable hasta ahora sobre masculin id a d se centró en las relaciones sociales a la m ayor escala p o ­ sible, la expansión global del poder europeo. Nos referim os a la investigación que realizó Jock P h illips sobre la c o lo n ia en N ue­ va Zelanda, en el siglo xx.48 Phillips c o m ie n za su estudio con la dem ografía y econo m ía • le los asentam ientos que ocasionaron que la población blanca de • • tlonos estuviera c o n stitu id a p o r u ñ a gran m ayoría de hom bres \que se fo rm aran nich os en la frontera integrados ú n ic a m e n te I m>i hom bres. E l resultado fue la fo rm a c ió n de u n a su b c u ltu ra m asculina tu rb u le n ta que o casio n ó p rob lem as de o rd en social m uy serios. E l E stad o co lo nial in te n tó establecer su control al I *i •»

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Construyendo la diferencia: dos empleados de una oficina hacen lo mismo: hablan por teléfono: sin embargo, la forma de presentarlos es muy distinta. Además de la ropa, el maquillaje, el bigote, el peinado y la diminuta nariz, a la oficinista se le llama “una muchacha"; el hombre sostiene el auricular con firmeza. No existe la menor duda de quien controla la situación. (Fuente: anuncio en el Sydney Morning Herald, 21 de agosto de 1986)

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La masculinidad obrera como ejemplo: la rudeza y el valor de los trabajadores se utilizan como símbolo del compromiso al servicio de la corporación. (Fuente: Collier’s, 15 de enero 1949)

I a masculinidad hegemónica como objeto del deseo: anuncio para un espectáculo de stríptease masculino, dirigido a mujeres heterosexuales: sin embargo, la imagen es muy similar a las que se dirigen al erotismo de los hombres gays. Los accesorios se utilizan para sugerir cierta primitividad, pero debe quedar claro que se trata de la primitividad que controlan los paquetes turísticos. (Fuente: Chippendales World Theatre Show, sólo para damas)

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La política de masculinidad de la derecha: ejemplo del género de propaganda del ascenso del poder nazi; el fascism o se presenta como una forma ejemplar de la masculinidad hegemónica. Los soldados, anónimos y casi idénticos, aparecen como guerreros; algunos incluso se presentan con heridas de batalla. Hitler (que era una veterano de guerra con mucnas condecoraciones) es en parte profeta y en parte guerrero. La esquina inferior derecha muestra la hegemonía en el trabajo, mientras que las figuras siniestras (los judíos, los comunistas, etc.) representan la cobardía y la corrupción. (Fuente: Archivo Weimar)

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Imágenes de la frontera: es extraño que la “forma del futuro" presentada para el bicentenario australiano fuera una imagen localizada en el pasado colonial; el vaquero blanco en su caballo de trabajo Sin embargo, la camisa a cuadros se deriva de las imágenes estadounidenses — como la música counlry de Australia, que se deriva de NashviVe, no de Oodnadatta. (Fuente: Autoridades del Bicentenari Australiano. Bicentenary ’88. octubre, 1986)

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La masculinidad hegemónica y el ejército: imagen fantasiosa de un soldado que aparece en un cartel de reclutamiento para la primera guerra mundial. (Fuente: postal publicada por Schellmark Inc., reproducida de una colección de carteles militares de Meehan, Nueva York)

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Jugando con los elementos del género: día de Halloween en Haight Street. San Francisco. Las convenciones de la feminidad se combinan con cuerpos masculinos de tal forma que el resultado es una burla a las diferencias derivadas del género. (Fuente: postal publicada por The Bowler Hat. San Francisco)

Reconformando el género: un ejemplo de las imágenes que enfatizan el placer que los hombres experimentan con los/las beoés. Sin embargo, parecería que este padre todavía no se hunde completamente en el sentimiento oceán¡co: lleva puesto su reloj. (Fuente: © Noel Butcher 1985. Melbourne Herald. "Un día cálido, un remojón fresco")

CAPÍTULO 7

H O M BRES DE RAZÓN

Kn los cap ítulos 4 y 6 d isc u tim o s m asculinidad es m arg in a d a s y subordin adas. Este c a p ítu lo se centrará en m ascu linidad es heg em ónicas y cóm plices, específicam ente en el potencial para el c a m b io relacionado con el aspecto de la ra cio n a lid a d . U n concepto fam iliar en la ideología patriarcal es que los h o m ­ bres son racionales m ie ntras que las m ujeres son em ocionales. Se trata de u n a supo sición fuertem ente a rraig a d a en la filosofía europea. Es u n a de las ideas directrices de la teoría de los m ies sexuales en la fo rm a de la d ic o to m ía in stru m e n ta l y expresiva. Además, tam bién se encuentra m u y extendida en la cultura p o p u ­ lar. La ciencia y la tecnología, q ue según la ideología d o m in a n te son m otores del progreso, se definen c ultura lm e n te c o m o u n a vertiente m ascu lin a . La m a s c u lin id a d hegem ónica establece en p aite su hegem onía al re clam ar la corporal i/a c ió n del poder de la ra zón y, p o r lo tanto, representa los intereses de la sociedad co m o u n todo; es u n error identificar la m ascu lin id a d hegem ó­ nica sólo c o m o u n a agresión física. La descripción que V íctor Seidler hace de la c ultura patriarcal enfatiza la separación entre m ente y cuerpo, y la form a en la cual la a u to rid a d m a s cu lin a se conecta co n la razón descorporalizada — con lo que se sobrepo­ ne a las contradicciones de la corp o ra liza c ió n d iscutidas en el cap ítu lo 2 .1 E n u n a rtícu lo que c a m b ió el ru m b o de las investigaciones, M ichael W in te r y E llen R obert sugirieron que la conexión entre la m a s c u lin id a d y la ra c io n a lid a d era clave para el c am b io . El : Para racionalidad, masculinidad y filosofía europea, véase Seidler, 1989. Para la dicotomía instrumental y expresiva, Parsons y Bales. 1956. Para la masculinización cultural de la ciencia y la tecnología, véase Easlea, 1981.1983.

c a p ita lis m o a v a n za d o sig n ific ó u n a u m e n to en la ra c io n a liza ­ c ió n de los negocios y de la c u ltu ra en su to ta lid a d — d o m in a d a cada vez m ás p o r la ra zó n técnica, es decir, la ra zón centrada en la eficiencia de los m edios, no en la de los fines ú ltim o s — . (La in d u stria de la televisión en E stados U nidos es u n e jem plo sor­ prendente, con u n a v irtuosid ad técnica im p re sio n a n te y recur­ sos enorm es dedicados a tra n s m itir basura). W in te r y Robert sostienen que, en la a c tu a lid a d , la d o m in a ­ c ió n de los hom bres sobre las m ujeres se le g itim a gracias a la o r­ g a n iz a c ió n técnica de la p ro d u c c ió n , y no a la religión ni al uso de la fuerza. Al crecer los niños, su m a s c u lin id a d se va c o nfo r­ m a n d o para ajustarse a las necesidades del trab a jo colectivo. La m a s c u lin id a d c o m o u n todo vuelve a conform arse para ajustar­ se a la e co n o m ía colectiva y a su c ultura dom esticada: Cada ve/ es más fácil identificar la masculinidad con los rasgos que representan el proceso por el cual el individuo internaliza las formas de la razón técnica, ya que es la razón técnica misma la que cons­ tituye la forma principal de represión en la sociedad contempo­ ránea.2 No existe la m e n o r d u d a de la im p o rta n c ia de estas cuestio­ nes. La racio n a liza c ió n es u n tem a central de la historia cultural m o d e rn a y se reconoce cada vez m á s su conex ión con la cons­ tru c c ió n social del género. L a estrategia de W in te r y R o b e n de con side rar el m u n d o o c u p a c io n a l d o m in a d o p o r la razón técni­ ca se ha id o h acien do evidente. S in em bargo, su argum ento se sobregeneraliza porque el m u n ­ do o cup acio n al es m ás lim ita d o que lo que ellos suponen. A lo lar­ go de la h isto ria se ha hecho u n a d iv isió n im p o rta n te entre las form as de m a s c u lin id a d o rganizad as en t o m o a la d o m in a c ió n directa (p o r ejem plo, la d ire cción corporativa, la dirección m i­ litar) y las form as que se o rg a n izan alrededor del c o n o c im ie n to técnico (p o r ejem plo, las profesiones, la ciencia). Las ú ltim a s han cuestionado a las prim eras en busca de la hegem onía en el orden de género de las sociedades capitalistas avanzadas; y no han teni­ d o todo el éxito que esperaban. E n la a c tu a lid a d coexisten c o m o

inflexiones o énfasis alternativos d entro de la m a s c u lin id a d hejiem ón ica. Kxisten ám b ito s específicos en los que las m asculinidad es que se o rg a n iza n alrededor del c o n o c im ie n to técnico p re d o m in a n , especialm ente en el m u n d o o c u p a c io n a l de la "nueva clase m e ­ d ia ” — o la nueva clase: obreros entrenados intelectualm ente, burguesía de la tecnoestructura o nueva burguesía, según teoi las rivales— . Las tendencias com unes en estas teorías son el .mge de in d u stria s basadas en el c o n o c im ie n to , el crecim iento «le la e ducación superior y la m u ltip lic a c ió n de cartas credencia­ les, la in flu e n c ia de la experiencia y la c u ltu ra o c u p a cio n a l del 11 •abajo profesional y técnico.3 Propongo explorar las tendencias .1 la crisis en torno a la ra cio n a lid a d , e n fo cán d o n o s en hom bre s que trab ajan en tales á m b ito s , que poseen experiencia pero que i atecen de la a u to rid a d social otorgada a la riqueza, al estatus de las viejas profesiones o a l poder corporativo. La descripción que sigue se basa en nueve historias de vida de hom bres que se e n cu e n tra n en esta p o sic ió n . Sus edades varían desde los 25 hasta los 45 años. Sus profesiones son: contador, a r­ quitecto, técnico en c o m p u ta c ió n , periodista, bibliotecario, p i­ loto, psicólogo, profesor y a d m in is tra d o r de bienes. C uatro de ellos viven co n sus esposas o am antes, u n o está a p u n to de casar­ se, dos a cab an de separarse y dos llevan m u c h o tie m p o solteros. Se trata de u n g ru p o m á s diverso que los d isc utid o s en los ca­ pítulos anteriores. E l m ate ria l de estudios de caso es siem pre d ifíc il de resum ir; sé q ue a q u í fui m u c h o m ás selectivo, pero es­ pero a p o rta r detalles suficientes para in tro d u c ir los distintos elem entos.

C o n s t r u y e n d o la m a s c u l in id a d

E n casi to do este grup o, c o m o en el caso de los hom bres de los cap ítulo s 5 y 6, el h o g a r en el q ue pasaron la n iñ e z se o rg a n izó de m an e ra convencional. E l padre tenía a lg ú n e m ple o y exigía 3 Hay mucha bibliografía sobre la nueva clase media. Encontré particular­ mente útil a Gouldner, 1979, que enfatiza el significado cultural de la educación superior, y Sharp, 1983.

la a u to rid a d en la fam ilia; la m ad re siem pre estaba en casa, se encargaba del c u id a d o in fa n til y c o n d u cía la v id a e m o cio n al de la fa m ilia (E l caso de D o n M ere dith es u n a excepción, ya que la m adre a b a n d o n ó a su esposo y m a n tu v o a los hi jos p o r su cu e n ­ ta). Las relaciones en estos m a u im o n io s pocas veces fueron c á­ lidas, y n o se basaron en el apoyo m u tu o . La fa m ilia de C hris Argyris se encuentra en el centro de las variaciones. "P apá era el rey", grande (a u n q u e n u n c a violento), a u to rita rio a su m anera, el tipo de persona que "m ane ja tu vida". M a m á era “dulce, callada, c álid a, m ara v illo sa ”. S ie m pre estaba atrás, con cierta autoridad delegada — "le vov a decir a tu padre"— . Por lo m enos eso era lo que parecía. C on el tie m p o , C hris la ha ido con side ran do c o m o “a stu ta ” y su m a m e n te m a n ip u la d o ra ; ta m b ié n ha c o m e n za d o a e n co n trar u n a parte in te rn a m ás “sua­ ve" en su padre. S in em bargo, en su n iñ e z 110 debe h aber tenido n in g u n a d u d a respecto a la p o la rid a d m ascu lino /fem enino . Se la n z ó hacia el lado m a s c u lin o de la m is m a , volviéndose un buen ju g a d o r de fútbol y m o n ta n d o u n a fachada de bebedor y buscapleitos en su grup o de am igos. S eñala q ue en realidad no se relacionaba m u c h o con m ujeres. Tenía varios herm anos, iba a u n a escuela de “niños" y ju g a b a fú tb o l para divertirse. Ahora que ya es a d u lto , le sigue gustand o el fútb ol, a pesar de que, de­ b id o a sus principios, se opone a la violencia en c u a lq u ie r tipo de esfera que no sea la del deporte. Paul N iko lao u veía ese tipo de grupos de a m ig o s desde fuera. Era hi jo ú n ic o de inm igrantes de clase obrera, trabajadores y po­ bres. Su descripción p in ta u n a fa m ilia fría, je rárq u ic a , con u n padre que d o m in a b a a la m ad re que, a su vez, d o m in a b a a los hijos/as. Paul a p re n d ió de su padre a despreciar a su m adre. Para el padre y la m adre, Paul conseguiría u n a vida m ejor gracias a la e ducación, así que lo o b ligaron a e stu d ia r m ucho; en u n a escuela d o m in ad a p o r el deporte, pero lo ú n ic o que consi­ guieron fue aislarlo. Paul e n c o n u ó apoyo en u n enclave étnico, desde d onde rid ic u liza b a n “el esfuerzo consciente de los m u c h a ­ chos anglosajones p o r ser m as cu lin o s... lucirse frente a las niñas y ese tip o de cosas”. C o n trad ic ie n d o el estereotipo anglosajón sobre los hom bres m editerráneos, Paul insiste en que lo anterior no “es tan c o m ú n en la form a de vida europea". S in em bargo, a u n ­ que es m u y crítico de la d e fin ic ió n de m a s c u lin id a d de la cultu-

n d o m in a n te , no le ocurre lo m is m o con la propia. Está a p u n ­ ió de casarse con u n a joven de su m is m a c o m u n id a d étnica v s u ­ pone que ella se q ue dará en casa c u id a n d o bebés m ie n tras él se va a g a n a r el salario de la casa. A yudará u n poco a c a m b ia r pa­ nales. E sto se debe a la diferencia n a tu ra l entre los hom bres y las mujeres: Creo que una mujer tiene más aptitudes físicas y psicológicas para soportar los problemas y tribulaciones de cuidar un hogar, contro­ larlo y cuidar a una familia. En cambio, un hombre puede no ser más fuerte físicamente... pero... en genera) sí estará más ávido de tra­ bajo. no digo que sea más ambicioso: y sentirá que tiene mayor res­ ponsabilidad de traer el pan a la casa, por ejemplo. El c o m e n ta rio de Paul sobre los grupos de am igos anglosajo­ nes ilustra o tro tema: la im p o rta n c ia de los ejem plos negativos, l a m ita d de los h o m bre s del g ru p o c o m e n tó sobre hom bres o m asculinidades que los repelían o de los cuales preferían d istan­ ciarse. La n a rra ción de H u g h Trelawney da m ú ltip le s ejem plos. Incluye a los estudiosos ( n e rc ls ) de u n a de las clases escolares, a u n le van tad o r de pesas hom osexual de la m ism a escuela, a “anorm ales" que ostentaban sus problem as privados, a "p ic u ­ dos" (c u a n d o surfeaba), a gays (p o r lo m enos los afem inados), l>ero ta m b ié n a los "estúpidos" futbolistas con los que ju g a b a en la universidad: Jamás me aceptaran los del club de fútbol, debido a que eran del ti­ po de los callados pero bravos —sin embargo, tenían una concien­ cia muy fuerte de cómo te comportabas, de lo que decías sobre ti mismo y lo que decías sobre otros— . Yo tenía afinidad por los que no jugaban fútbol y siempre estaban pasados. Ingeniosos y satíri­ cos, hablaban mal de los futbolistas y decían que tenían la cabeza hueca. Así que tampoco pertenecía al grupo, era alguien diferente. Sin embargo, había otros como yo, que jugaban fútbol, que tampo­ co tenían la cabeza hueca. Así que por lo menos había alguien por quien sentía cierta afinidad. H u g h , en esta bien c o n struid a serie de im ágenes, ejem plifica l>erfectamente el carácter relacional de las definiciones de mascu-

lin id a d . E l c o m e n ta rio de P a u l N ik o la o u ta m b ié n lo hace, a d e ­ m á s de q u e en se ña de q u é fo rm a la d e fin ic ió n de m a s c u lin id a d n o es la c o n s tru c c ió n de u n in d iv id u o a is la d o , s in o q u e es el tra­ b a jo co lectiv o de u n g ru p o . E n su caso y en re la c ió n c o n su p r ó ­ x im o m a tr im o n io , se trata del g r u p o de a m ig o s é tn ic o s de su a do le sce n cia y de la to ta lid a d de la red étn ic a. D o n M e re d ith m u e s tra c ó m o se c o n stru y e el género en u n g r u p o o c u p a c io n a l, el pe rsonal de u n a escuela: En general, a mis compañeros les gusta el deporte. Es decir, tene­ mos un futbolista que da clases a primero. Es muy amigable y afa­ ble. A la gente le gusta estar con él. Peni es m uy sexista. Y la gente le copia... Creo que influencia a todos. Les gusta bromear, les gusta pasársela bien (lo cual me parece bien)... Pero al referirnos a la cullura del país, no quieren saber nada. El problema son las mujeres; son bastante... supongo que también son sexistas. Les encanta te­ ner a alguien que coquetee con ellas, que juegue con ellas... No me consideran a m í alguien con quien puedan hacerlo. La m a s c u lin id a d h e g e m ó n ic a del fu tb o lis ta ele p r im e r a ñ o se sostiene c o n el a p o y o c o tid ia n o , in c lu s o de las m ujeres. C o m o D o n rechaza el sexism o se le c o n sid e ra “d e m a s ia d o serio". Los relatos m u e s tran q u e de estos procesos m a s c u lin iza n te s se o b tie n e n d istin ta s consecuencias. C h a rle s L aw rence, q u ie n tiene gran m o v ilid a d de ascenso en la in d u s tria de la a lta tecnolo­ gía, re p ro d u ce el estilo personal y los arreglos d o m é s tic o s de su p ad re . S u c o m p re n s ió n de la d ic o to m ía de g é n e ro es c o m p le ta ­ m ente convencional: "N u n c a he p o d id o c o m p r e n d e r á u n a mujer, se lo aseguro. M u c h o m eno s la fo rm a en la q u e p ie n s a n ". Así que c u a n d o declara que su esposa es "m u y d e d ic ad a y u n a mach e ta m ­ b ié n m u y d e d ic a d a ", resulta b asta n te sospechoso. O tro s relatos m u e s tra n m ay o res p ro b le m a s en la re p ro d u c ­ c ió n de la m a s c u lin id a d h e g e m ón ic a. Peter B lake recuerda c ó m o re a c c io n ó en u n a nueva escuela: Esperaban que fueras el líder de los hombres, o algo así. Te lo decían explícitamente. El salón de actos, en donde se realizaban las juntas, estaba adornado con banderas de las colonias y los estados. Había placas en honor de quienes murieron en las guerras; a los capitanes

del Primer XI, y del Primer XV, que participaron en grandes debates, quienes eran buenos oradores. Se trataba del clásico modelo austra­ liano de lo que ellos pensaban que una escuela pública inglesa debía ser. Me disgustaba bastante. A pesar de estas declaraciones, Peter era fu tb o lista . S u d is i­ d e n c ia se a lim e n ta b a del ra d ic a lis m o p o lític o — era la é p o ca de la guerra de V ie tn a m — y u tiliz a b a u n a téc n ica p a ra distanciarse e m o c io n a l m e n te, q ue h a b ía d e sarro llad o en su sie m p re c o n flic ­ tiva fa m ilia . E n su v id a a d u lta n o se ha c o m p r o m e tid o con n a d a , excepto en u n p e rio d o e n el c u a l se d e d ic ó a l a c tiv is m o estu­ d ia n til.

C o n s t r u y e n d o la r a c io n a l id a d

Las d isc u sio n e s respecto a la n ue v a clase m e d ia e n fa tiz a n el pe ­ so cada vez m a y o r q ue tiene la e d u c a c ió n fo rm a l c o m o u n siste­ m a c u ltu ra l e in s titu c io n a l. Todos los h o m b re s del g ru p o tienen a lg ú n tip o de p re p a ra c ió n p o s te r io r a la s e c u n d aria , la m a y o ría en universidades. Si c o n sid e ra m o s que el sistem a e ducativo a u s ­ tra lia n o es bastante selectivo, esto sig n ific a q u e les fue b ie n en la escuela; de hecho, a a lg u n o s de ellos les fue m u y bien. S in e m ­ bargo, su p e ricia p rác tic a se d e fin ió de d o s fo rm as d istin ta s. G reg B rook. que a h o ra es u n técnico en c o m p u ta d o ra s , re­ cuerda q u e le fue b ie n en la p rim a ria ; a b s o rb ía "c o m o esponja" el c o n o c im ie n to , "siem pre fu i de los p rim e ro s en m i clase”. Fue seleccio nado p ara la clase de o p o rtu n id a d e s , u n a ra m a selecti­ va del nivel su p e rio r de p rim a ria ; p a só c o n fa c ilid a d de la p re p a ­ rato ria a la u n iv ersid ad , lo c u a l s ig n ific ó u n a p r o m o c ió n social considerable. S u m ad re tra b a ja b a a te n d ie n d o u n b a r y su p a ­ dre, qu e só lo h a b ía e s tu d ia d o la p r im a ria , v e n d ía p ro d u c to s en u n c a m ió n , p o rq u e n o p o d ía p a g a r u n a tienda. Desde el p u n to de vista personal, ésta sería la h is to ria de c ó ­ m o e n tró G reg B ro o k al m u n d o o c u p a c io n a l. Desde el p u n to de vista in s titu c io n a l, m u e s tra u n sistem a e d u c a tiv o ya o rg a n iz a d o p ara seleccionar y p ro m o v e r a la m in o ría “in te lig ente". De eso se tra ta n las o p o rtu n id a d e s d erivadas de la clase social y la in s­ c rip c ió n selectiva en las universid ad es. L a fo r m a c ió n de G reg

c o m o u n tra b a ja d o r preparado, y c o m o persona, se estructuró de a cu e rd o co n la d e fin ic ió n in s titu c io n a l a m p lia que lo consideró con talento. D ic h o p rin c ip io p u e d e observarse in c lu s o en sus re­ laciones sexuales, ya que él dice que es “q u is q u illo s o y selectivo" co n sus m ujeres; prefiere a las que son inteligentes, ya q u e la in ­ teligencia es u n a fo rm a de ser atractiva. Desde el p u n to de vista de Greg, a la gente se le e x a m in a y se le valora de acu e rd o con un m e rc ad o de relaciones: En lo personal creo que me encuentro un poco más arriba del pro­ medio. Por eso busco a alguien que también esté arriba del prome­ dio. Seguramente cada vez buscaré a alguien mejor. A C harles L aw rence le fue b ie n en la escuela, a u n q u e n u n c a fue el m ejor. H a c ía m u c h o deporte. D esarrolló u n a fuerte a m b i­ c ió n p o r ser p ilo to aviador. In te n tó ingresara u n a escuela de cade­ tes de u n a líne a aérea, pero n o tu v o las c alificacio ne s necesarias y n o p u d o hacerlo. S u fa m ilia lo p re sio n a b a p a ra e n tr a r a la u n i­ versidad, pero él d e c id ió ir a cosechar I r u la p a ra ju n t a r d in e ro y po d er i r a la escuela de pilotos. Se c o n v irtió en u n o calificado, pero se q u e d ó d e se m p le a d o d e b id o a u n p e rio d o de recesión. A ceptó a regañadientes ir a la univ e rsid ad ; se la p a s ó m a l varios meses v entonces pensó: “Si d e cid í ser u n pilo to , entonces lo se­ ré". D io u n paso grande e ingresó a la Fuerza Aérea, siguiendo co n su idea. A h í e n c o n tró u n a e d u c a c ió n m u y distinta: u n ré g im e n vehe­ m ente q u e q u e ría v in c u la r a l e stud ia n te con la in s titu c ió n , ade ­ m ás de p ro p o rc io n a rle las h a b ilid a d e s técnicas. “Todo estaba re lac io n ad o co n v o la r y con la F u e rza Aérea; parecía q u e lo res­ p ira b a s ”. A laba, a u n q u e n o m u y efusivam ente, el m é to d o de e n­ señanza: n o le g u stó pero resultó m u v efectivo. E l c o n o c im ie n to previo de los estudiantes n o se c o n sid e ra b a en lo ab so luto . E s­ ta b a n m u y p re sio nados, la re tro a lim e n ta c ió n era negativa y les e n se ña b an a considerarse parte de u n a élite — só lo u n o de cada c in c o p o d ía seguir— . A dem ás, a los cadetes se les exigía so ciali­ za r u n o s con otros, y con los oficiales, e x h ib ir e n tu sias m o , tra­ b a ja r m u c h a s horas y ajustarse a las costum bres de la Fuerza Aérea. Se esperaba que se casaran, q ue vivieran cerca de la base, en hogares patriarcale s con esposas casadas con el trabajo.

C harles n o p e r m itió que la F uerza Aérea lo a p la stara hasta ese extrem o. Se a p a r tó de las am istad e s superficiales y, en c u a n to pud o, c o n s ig u ió u n trab a jo en la a v iac ión civil. A h o ra está in ­ te n ta n d o s u b ir su rang o en la trip u la c ió n aérea, ad q u ie re expe­ riencia v o la n d o y prepara su p ro m o c ió n a c a p itán . Estos dos casos nos m u e s tran las dos fo rm as en las cuales se define y sostiene la pericia p rofesional. G reg B ro o k fue el bene­ ficiario de u n a d e fin ic ió n generalizad a del tale n to intelectual co rp o ralizad a en el c u rríc u lu m y la e valuación de la c o m e n te he­ gem ónica. C o n su historial a c a d é m ic o p o d ía h a b e r seleccionado cua lq u ie ra de m u c h o s p ro g ra m as de p re p a ra c ió n o de trabajo. S u entrevista n o m uestra que tuv ie ra a lg u n a p rio rid a d específi­ ca, n i interés en explicarnos q u é es lo q u e hacía. N o te nía c o m ­ p ro m iso a lg u n o con u n a carrera. El caso de C harles Law rence es m u v d is tin to p o rq u e sí in c lu ­ ye u n a fuerte v o ca c ió n . La to ta lid a d de la persona se e ncuentra c o m p ro m e tid a c o n el trab ajo . S in em b argo, esto ta m b ié n tiene sus raíces en lo social. Es fác il detectar u n a p rác tic a fa m ilia r re­ lacionada: su m a d re lo a y u d ó a b uscar u n a escuela de a v ia c ió n y su padre a pagarla. U n a vez que e ntró ni m u n d o de la aviación, es­ pecialm ente al de la F u erza Aérea, fue seleccionado p o r u n vigo­ roso proceso de in d u c c ió n que lo presionó para ajustarlo al m olde in stitu c io n al. Esta experiencia espe cializada difiere de la general no sólo en su c o n te n id o sino en su base in stitu c io n al. A d ife re n c ia de casi todos los d e m á s entrevistados, Charles se m ue stra escépti­ co respecto a la e d u c a c ió n fo rm a l. Se d istin g u e de los "que eran realm ente listos" en su escuela e insiste que u n a " in te lig e n c ia ' c o m o la de su padre depende m á s del sentido c o m ú n y la c o n ­ d ucta q ue de la p re p aración. S in em barg o, Charles es m u y escrupuloso respecto a la im p o r­ tancia de la p e ricia y las h a b ilid a d e s para volar, sobre llegar a ser "m u y eficiente en lo que haces". E l grup o de pilo to s de la F uer­ za Aérea vive y respira de la a v iac ión . La F u e r/a Aérea a lim e n ta a esta red de colegas p ara que sigan e ntu siasm ado s y desarrollen sus h a b ilid a d e s. E l g ru p o se e ncu entra m u y m a s c u lin iz a d o y es d e lib e rad a m e n te heterosexual (hasta 1992, c u a n d o eran descu­ biertos, los h om bre s gays eran expulsados de la m ilic ia a u stra lia ­ na). A u n q u e C harles se resistió a que este contexto lo absorbiera.

es notable que su in clu sión en u n grupo de am igos técnicos haya sobrevivido a su d e sp lazam ie nto a la a viación civil. E n la actua­ lid a d se id e n tific a felizm ente con la “trip u la c ió n técnica" en sus vuelos, quienes so cializan u n o s con otros y se d istin g u e n enfá­ ticam en te de la “trip u la c ió n de c a b in a ”. A su vez, esta d istinción se estructura con base en el genero. Según Charles, la tripulación de c ab in a se c o m p o n e de m ujeres y h om bre s gays, y él prefiere m antenerse alejado. El p a tró n de u n grup o de a m ig o s técnicos que sostiene u n a d e fin ic ió n fuertem ente m a s c u lin iza d a de la experiencia profe­ sional ta m b ié n se h a d o cu m e ntad o en otras industrias; p o r ejem ­ plo, C y n th ia C o c k b u rn h a estudiado la parte re lac io n ad a con la in geniería de las nuevas tecnologías en G ra n B re ta ña .4 El m u n ­ do ocupacional de Charles Lawrence es u n a co rporalización casi arquetípica de la ra zó n instrum ental; n o da m u c h a s m uestras de algun a presión para reconstruir la m asculinidad . Es m ás, el foco in s tru m e n ta l en las relaciones de m edios/fin sirve para lim ita r el im p a cto de la p re paración en el a n álisis racional; en conse­ cuencia, las relaciones de género q u e d a n protegidas de cualquier critica. S in e m b arg o , el c o n o c im ie n to o c u p a c io n a l n o es estático. Se reconstruyen las técnicas y se crean nuevas fo rm as de “expe­ riencia p rofe sio nal". PeterStreckfuss, p o r ejem plo, es psicólogo consultor; tuv o q ue volver a prepararse después de su p rim e ra p ro fe sión . S u trab a jo se o c u p a del la d o h u m a n is ta de la psico­ logía, en d o n d e se presentan grandes in n o v ac io n e s y experi­ m e n ta c ió n . Se re lacio na con ideas v actividades v in c u la d as al m o v im ie n to de sup eración, c o m o las que m e n c io n a m o s en los cap ítulo s 5 y 6. El m o v im ie n to de su p e ra c ió n p ro p o rc io n a a trabajadores co­ m o Peter u n g ru p o de colegas técnicos que posee u n lenguaje es­ pecializado. Posee u n a in stitu c ió n característica, el taller, en el cual se d is e m in a n ideas y técnicas. E l g ru p o de colegas n o se en­ cuentra m a s c u lin iz a d o com o en el caso de Charles Lawrence. M uchas de las personas que p ro p o rc io n a n la terapia son m uje ­ res, y la id e o lo g ía c o m ú n está a favor del fe m in ism o . A dem ás, se reflexiona sobre el género. L a sexualidad y las relaciones estrac-

l uradas con base en el género son elementos fundam entales de la lerapia y los talleres; adem ás, se in te n ta u tiliz a r las técnicas para re fo rm a rla m a s cu lin id a d . La ra c io n a lid a d técnica puede apunlarse entonces c o m o u n proyecto p ara el cam bio.

L a PROFESIÓN Y EL LUGAR DE TRABAJO

Jürgen H a b e rm a s a rg u m e n tó que la ra c io n a liza c ió n de la c u ltu ­ ra produce u n a crisis de m otivación en el capitalism o al debilitar las razones culturales del desem peño e c o n ó m ic o v el consenti­ m ie nto p o lític o .5 Las m asc u lin id a d e s he gem ón icas v cóm plices propor c io n a n u n a so lución posible al p rob lem a gracias a la m o ­ tivación estructurada con base en el género. Alrededor de la m itad de los hom bres del grupo tiene profesiones que los com prom e te r e m o cio n alm en te . Charles Law rence y Peter Streckfuss son b ue ­ nos ejem plos; Peter es m ás típico, ya que c a m b ió la d ire cción de su vida o cup acio n al. La otra m ita d del grup o posee profesiones que, en c o m p a ra ­ ción, se encuentran em ocion alm en te vacías. Peter Blake explica que su trabajo no es tanto u n a vocación, sino u n a ú ltim a alter­ nativa: Sabía que no quería dar clases, que no quería trabajar en una em­ presa privada; sabía que no quería una profesión en el servicio pú­ blico en la cual a fuerzas tuviera que escalar puestos. Así que se c o n v irtió en b ib liotecario. Clyde W atson apenas escogió su p ro fe sión c o m o contador; sim p le m e n te se d ir ig ió al lu g ar en el c ual su padre g a n ó dinero. Clyde e studia a h o ra p a ­ ra o b te ner u n grado en a d m in is tra c ió n . N o representa u n reto intelectual n i ético, pero sí le d a la jerga em presarial que in c lu ­ ye "el o b te ner m etas personales”. Clyde u tiliz a este arg um ento para explicar p o r qué n o tiene relaciones cercanas con m ujeres (sus m etas personales son in c o m p a tib le s ) y p o r qu é su h e rm a ­ no es u n in ú til (110 se m otiva). E l m u n d o externo es u n a tierra baldía.

Si todo esto ejem plifica la e ducación en a d m in is tra c ió n , debe­ m os c o n c lu ir q ue la crisis de m o tiv a c ió n se encuentra en m o m e n ­ tos bastante álg id o s. S in e m b arg o , el a rg u m e n to de H a b e rm a s su b e stim a la c ap a c id ad de las in stitucion es p a ra o rg a n iz a r la p rác tic a a nivel colectivo. La ra c io n a lid a d puede conseguirse sin grandes referencias a los m o tivo s in d iv id u ale s, a través de la est i n d u r a del lu g a r de trabajo. Las entrevistas lo m u e stran de dos fo rm as d istintas. C harles L aw rence se siente b ie n en u n lu g a r e stru c tu rad o en u n a fuerte d iv is ió n del tra b a jo y con je ra rq u ía s perfectam ente d efin id as: tr ip u la c ió n técnica v e r s u s trip u la c ió n de c ab in a , se­ g u n d o o fic ia l/p rim e r o ficial/ca p itán . Peter B lake, q u ie n trab ajó d u ra n te a lg ú n tie m p o al o tro la d o de la pue rta del p iloto, recuer­ da la im p re s ió n q ue le c au só c o m e n z a r a tra b a ja r en u n a líne a aérea después de estar en la c o n trac u ltu ra : De un m undo en el cual lodos usaban el cabello largo y barbas, y fu­ maban mariguana, comían hongos y no sé qué más, llegaba a un m undo de plástico, conservador, en donde el bigote no podía llegar más allá de las comisuras de la boca y donde tenían que ser muy co­ rrectos las 24 horas del día. Fue difícil. E n los lugares de trab a jo o rg a n izad o s de esta m ane ra, se su ­ po ne q ue los c o n o c im ie n to s superiores se c o n c e n tra n en la p a r­ le m ás alta. L a ra c io n a lid a d de la o rg a n iza c ió n se g a ra n tiz a con a u to rid a d fo rm a l v fuerte c ontrol social. E n los lugares de trab a jo del se gundo tipo el foco se e n cu e n ­ tra en m etas com u n es, n o en líneas form ales de d ire c c ió n . C hris Argyris c o m e n z ó a tra b a ja r en el servicio p ú b lic o po rqu e se a b u ­ rría en la o fic in a de im puestos. La p e queña o fic in a del sector de la se g uridad social que m a n e ja a h o ra e nfatiza rasgos c o m o la ig u a ld a d , la in fo r m a lid a d y la c o la b o ra c ió n entre los e m p le a ­ dos. C on estos elem entos se in te n ta to m a r m ejores decisiones y ofrecer m e jo r servicio. Se trata de algo p arecido a los casos que m e n c io n a m o s en el cap ítu lo 5, de las oficinas v inculad as al m o vi­ m ie n to am b ie ntalista. C hris a p re n d ió esta form a de a c tu a r c u a n ­ d o v iv ió en u n h o g a r colectivo y el contexto de las agencias de seguridad social la refuerza. S in em b argo, la p re sió n del trabajo d e b ilita p a u la tin a m e n te esta d e c isió n (C hris se "estaba volvien-

«lo loco" y tuvo que recortar su se m ana laboral a c u a tro días), lo m ism o q ue las reglas de c o n ta b ilid a d , que requieren que el co­ m ité supervisor tenga u n papel form al. Este estilo de trab ajo n o es exclusivo de g ru p o s progresistas. ( ’lvde W atson lleva la c o n ta b ilid a d de u n a p e q u e ñ a firm a que se encuentra en la periferia de la in d u s tria financiera. E n su entre­ vista d e talló su lu g ar de trabajo v lo calificó c o m o flu id o , ligero, “relajado”, liberador. E n él, la o rg a n iza c ió n fo rm al es poca y la división del trab ajo m ín im a ; cad a objetivo o arreglo se so lucio­ nan sobre la m arch a. S eguram ente Clyde exagera la fluidez p a ­ ra e n fatiza r su im p o rta n c ia ; a p a rtir de sus historias se puede concluir q ue s í hay jefes y que él n o es u n o de ellos. S in em bargo, la esencia del relato se sostiene. E n el negocio el estilo es a n ti­ burocrático, las in strucciones son vagas y el estatus puede ne­ gociarse. La s itu a c ió n seguram ente fue c o m ú n c u a n d o jóvenes fenóm enos m an e ja ro n la in d u s tria financiera, al fin al del b o o m especulativo de los años ochenta. La h istoria de Clyde recuerda las descripciones de los prim e ro s días de A pple C o m p u te r y, a otra escala, la fam osa o p e r a c ió n c h a t a r r a , d irig id a p o r M ichael M ilken.6 E n consecuencia, existen experiencias m u y diversas de c o n ­ trol en el lu g a r de trabajo. Por lo tanto, es u n p oco sorprendente encontrar q ue para casi lodos los m ie m b ro s del g ru p o lo rela­ cio nado con la d ic o to m ía experiencia v e r s u s a u to rid a d to m a la m ism a form a. Ya sea en el caso de Charles Law rence, resistién­ dose a la fuerte presión de sus superiores en la F uerza Aérea, o el de C hris Ai-gvris, lu c h a n d o con la “m uerte en vida" que era tra­ bajar en la o fic in a de im puestos, siem pre se trata de defenderse de la a utorid ad , de m antenerla a raya. La posición general frente a la a u to rid a d es crítica y algunos de nuestros entrevistados con­ taron historias de h o rro r sobre jefes rígidos y arrogantes. S in e m barg o, todos estos h o m b re s tienen trabajos que se es­ tructuran de acuerdo con cierta profesión. A m enos que m ueran o se declaren en bancarrota, con el paso del tie m p o ellos tam bién ascenderán y te n d rán a u to rid a d sobre otros trabajadores. A lgu­ nos va la tienen. A u n q u e esto es c o m ú n en el lu g ar de trab a jo de 4 Para el caso de Apple Computer, véase Roszak, 1986; para el de la oficina ligada a la operación chatarra. véase Vise y Coll. 1991.

Charles Law rence, estructurado jerárquicam e nte, no es fácil p a ­ ra todos los d em ás. Peter Blake, u n in c o n fo rm e con conciencia, estudiante ra d i­ cal con b arba, puede a c tu a r c o m o asistente de vuelo si d is im u ­ la u n poco. S in em bargo, c o m o b ib lio te cario tiene a sus órdenes a u n pe queño g ru p o de personas. N o se e ncuentra c ó m o d o con la d iv is ió n del trabajo; le m olesta tener secretarios o secretarias d eb id o a las relaciones je rárq uicas que tiene que establecer. E n la a c tu a lid a d se debate entre supervisar a o tro g ru p o de perso­ nal y reconciliar su a u to rid a d con su creencia en la e q u id a d . Por ahora, el resultado es que e n fatiza la “c o m u n ic a c ió n ”. E n c o n c lu sió n , podem os a rg u m e n ta r que para este grup o de hom bres la relación entre la experiencia profesional y la jerarquía en el lug ar de trabajo representa u n a d ificultad característica. La racio nalidad técnica no se encuentra c o m p le t a m e n t e integrada al orden social je rárq u ic o . Los resultados seguram ente serán tan in c ó m o d o s c o m o los c o m p ro m iso s adoptados p o r Peter Blake. O tra consecuencia posible es q ue el g ru p o de hom bre s hete­ rosexuales preparados intelectual m ente se d iv id a sobre cuestio­ nes en las cuales la autorid ad m ascu lina y la racionalid ad técnica en el lu g a r de trab ajo estén a discusión. La ig u a ld a d de o p o rtu ­ nidades de e m ple o para las m ujeres tiene estas características. Se trata de u n a estrategia de d ire cción racional, estructurada con base en la experiencia, ya que obtiene a la persona m e jo r ca­ lificad a para el trabajo. S in e m b arg o , al m is m o tie m p o corroe la c u ltu ra m a s c u lin a de los lugares de trabajo técnico, al in c lu ir a m ujeres en lo que siem pre h a b ía n sido “clubes para ellos”. Entre los hom bres, las posibilidades políticas derivadas de divisiones c o m o éstas son significativas.

Lo

IRRACIONAL

La ra c io n a lid a d del lu g a r de trab ajo es, en consecuencia, equí­ voca. La e cuación de la m a s c u lin id a d con la ra c io n a lid a d se cuestiona a ú n m ás en otras ram as de la vida. Los elem entos de corporalización — a los que de form a tradicional se les h a consi­ derado tan to u n á m b ito im p o rta n te para la d e fin ic ió n de m ascu­ lin id a d c o m o u n a a m e naza para el control racional— , discutidos

en el c a p ítu lo 2, no p ue de n evitarse, especialm ente en relación con la sexualidad. Los hom bres de este grup o crecieron en u n m u n d o gobernado por la heterosexualidad o b lig a to ria y sus entrevistas d o c u m e n ­ tan la p re sión personal y c ultural que ésta ejerce. S i considera­ mos esto, resulta extraño que la experiencia hom osexual sea c o m ú n — c o m o u n aspecto de las exploraciones sexuales de la niñez o c o m o u n elem ento de la experiencia a d u lta — . De hecho, la diversidad en las trayectorias sexuales del grup o es im pre sio ­ nante. A lgunos h a n tenido vidas sexuales m u y activas desde sus días de escuela, co m o H u g h Trelawney, "A nim al del A ño" en su universidad. Otros no recuerdan n in g ú n e rotism o in fa n til y, en la a ctualidad, poseen vidas sexuales bastante restringidas. A l­ gunos h a n seguido el m is m o c a m in o desde el p rin c ip io , c o m o Paul N ik o la o u y Charles Lawrence. Otros, c o m o Peter Strcckluss, c am b iaro n en a lg ú n m om e nto la dirección de su sexualidad y se refieren a este c a m b io c om o u n evento fu n d a m e n ta l en sus vidas. A unque su práctica d e l sexo varíe, estos hom bre s com parten una experiencia cultural s o b r e el sexo. C u a n d o n iño s, crecieron en hogares patriarcales convencionales en los que la actitud ha­ cia la sexualidad era represiva. I,a m ayoría n o re cib ió n in g u n a educación sexual de p a ilc de su padre o m adre; c u a n d o m ucho, sus iglesias les p ro h ib ie ro n hacer ciertas cosas. Si su vida sexual infantil fue activa, se d e b ió a exploraciones ocultas o placeres furtivos. D urante su adolescencia y p rim e ra juv e ntu d , el sexo n o rm a l­ mente era fuente de tensiones y ansiedad. D o n M eredith, q uien se q ue dab a despierto en la noche para escuchar c u a n d o su p a ­ dre se acostaba con el a m a de llaves, se e n am o ra b a en el día de las m uch ac h a s de su escuela; a unq ue n u n c a llegó a algo m ás que sentarse ju n to a ellas en el autobús. E n la universidad, a d ­ m iraba a las fem inistas, pero se m an te n ía a distancia: "N u nca pensé que tuviera algo que resultara atractivo p a ra las m ujeres". Después de eso vinieron u n a serie de fiascos que tensaban sus nervios. E n seguida, la p é rd id a de su v irginid ad (que D o n cuen­ ta m uerto de risa y en fo rm a m u y estructurada). A u n así, seguía en p rob lem as porque n o p u d o eyacular. C ada vez sentía m ayor ansiedad y pensó en a c u d ir a u n a h ip n o te ra p ia — aunq ue , al co­

m e n ta r sobre su pareja, dice q ue el a sun to "parecía no im p o r­ tarle". La sexualidad no es p o r sí m is m a fuente de desorgan ización e m o cio n al, en el á m b ito de lo irracio n al, pero sí puede llegar a serlo. Es el resultado fin a l de estas historias de vida. E l potencial de d esorganización puede m anejarse a través de diferentes estrategias que se reflejan en el cuerpo y se derivan del m ism o . Puede o c u p a r u n a posic ió n p rio rita ria en u n a vida en la cual la se x ualidad es u n espacio lim ita d o , bien d e fin id o . Ésta es la estrategia de Paul N iko laou, quien , c o m o ya m encio n am o s, está a p u n to de casarse. S u c o m u n id a d étn ic a lo presiona para m ostrarse responsable y preservar hasta el m a tr im o n io tanto su v irginidad c o m o la de su novia; sería "vergonzoso" dejarse vencer p o r la lu ju ria . A u nque am b os tienen sesiones sudorosas de a b ra ­ zos y besos, ella siem pre las detiene antes de llegar hasta el final. Tanto el d ile m a c o m o su so lución son prácticas colectivas. La sexualidad ta m b ié n puede m anejarse a través de la nego­ ciación — de hecho, d án d o le u n a fo rm a nueva— . D on M eredith, después de que c o n sig u ió perder su v irginidad, vivió u n estilo de vida bastante d istin to . Se preocupa p o r su pareja, ju e g a m u c h o antes del c o ito y h a b la m u c h o después; d esarrolló ta m b ié n cier­ tos tilic o s sexuales, c o m o la penetración con los dedos. E n el g ru p o es c o m ú n cierto protocolo sexual q ue e nfatiza la n egociación y el placer m u tu o entre hom bres y m ujeres. Greg B rook lo explica así:

Siempre intento dar la mayor cantidad de placera mi pareja. Es ex­ traño que piense algo como: "Me toca a mí... Tendrás que esperar tu tumo la semana próxima”. Es curioso que la mayoría de las mujeres que elijo piensa un poco igual. Greg siente que en la relación que acaba de te rm in a r no había suficiente c o m u n ic a c ió n , así que ah o ra trata de ser m ás abierto:

La última relación que tuve con una mujer fue así. Entonces decidí que, si la quiero, se lo voy a decir todo el tiempo. No esperaré un mes, ni una semana, ni siquiera una hora, hay que decir lo que pien­ sas cuando lo piensas. Me siento mejor al hacerlo... Creo que soy mucho más honesto, y obtengo mejores respuestas. Por ser sincero.

de repente, la otra persona también lo es. Si no lo son, tengo la ten­ dencia a no ignorarlas, sólo a apartarme de ellas. No es fácil alcanzar el e quilib rio. La ne gociación puede inli* esto, en el m u n d o creado p o r los im perios europeos se obser­ van estructuras com p le jas de relaciones derivadas del género cu las cuales m ascu linidad es d o m in an te s, su b o rd in ad as y marpinadas in te ractúan constantem ente, c a m b ia n las condiciones «le existencia de las d em ás y se tran sfo rm an . Ahora bien, recordando esta perspectiva histórica, b anal pero necesaria, vayam os a la c o n d ic ió n actual del asunto.

E l m om ento presente

I .a idea de que vivim os u n m o m e n to en el c ual el papel sexual m asculino trad ic io n al se está su av izan d o es ta n poco adecuada ro m o la idea de que u n a m a s c u lin id a d verdadera y natural se está recuperando. A m bas suposiciones ig n o ra n a la m ay o ría del m undo. Para entender lo que ocurre en. esta red m u n d ia l de instiiliciones y relaciones de género se requiere u n a perspect iva m u y distinta. A nivel global, el c a m b io m á s p ro fu n d o lo representa la ex­ portación del orden de género europeo y estadounidense hacia ti im in d o co lo n izad o . Todo in d ica que esta tendencia se acele­ ra. C onform e el orden del m u n d o capitalista se hace m ás c o m ­ pleto, m ie n tras m ás sistem as de p ro d u c c ió n locales se v inculan a los m ercados globales y el trabajo local lo hace a los sistem as de salarios, las versiones locales de las in stitucion es patriarca­ les occidentales sientan sus reales. E n ellas debem os in c lu ir a las i o ip o racio nes, las burocracias estatales, los ejércitos y los siste­ mas de e d u c a c ió n m asiva. Ya m e n c io n é la escala de los ejércitos occidenlalizados en el m u n d o contem poráneo. Los sectores e du­ cativos son algo m ás grandes (en los países en desarrollo existen aproxim adam ente 140 m aestros p o rc a d a 100 soldados); losseclores corporativos son todavía m ás grandes. E sto p ro p o rc io n a u n a base in stitu c io n a l sólida para los c a m ­ bios en la ideología y las im ágenes estructuradas con base en el género, ade m ás de cam b io s en la práctica cotidiana. La expor­

ta c ió n de la id e o lo gía v in c u la d a al género de E u r o p a y Estados U n id o s puede observarse en los m ed ios m asivos de los países en desarrollo. U n e jem plo n otable es el éxito de X u x a , en B rasil, co­ m o u n ic o n o de la fe m in id ad — u n a m odelo ru b ia que se ha hecho m u y popular, y m u y rica, gracias a u n p ro g ra m a de televisión para n iñ o s — . (E n el m is m o país, escuadrones de la m u e rte m as­ culino s asesinan a n iñ o s de la calle que n o tienen p antallas de te­ levisión). Los regím enes de género ta m b ié n se tran sfo rm an en la práctica co tidiana. P or ejem plo, las costum bres indígenas de ero­ tism o co n el m is m o sexo, en lugares tan a p arta d o s c o m o Brasil y Java, convergen en el m o d e lo u rb a n o o ccidental de la "id e n ti­ dad g a y '.19 P o r p rim e ra vez en la historia, parece que todos los regím enes de género in d íg e n a s z o z o b ra rá n b ajo la p re sión in s titu c io n a l y c u ltu ra l. A lg unas c o n fig ura cio n e s de género ya desaparecieron. Por e jem plo , la tra d ic ió n c o n íu c ia n a de la h o m o se x u a lid a d m as­ c u lin a en C h in a , v las "pasiones de la m a n g a cortad a" (así lla m a ­ das p o r la h is to ria del e m p e ra d o r que p re firió c o rta r u n a m ang a de su bata a m olestar a su a m a n te d o rm id o ). O tro e jem plo es el de la tr a d ic ió n de e ro tism o heterosexual y la libe rtad sexual de las m ujeres en el H a w ai p olinesio . D e c ir que desaparecieron tal vez sea d e m a s ia d o m e cánico . Estas dos trad iciones fu e ro n destrui­ das d e lib e rad a m e n te b ajo la in flu e n c ia de la h o m o fo b ia y el p u ­ rita n is m o m isio n e ro occidentales.20 Un orden de género global, cada vez m ás visible y c o o rd in a d o , re e m p la za la diversidad de órdenes de género. Los arreglos de género europeos y estadounidenses son hegem ónicos en este sis­ tem a. U na p ru e b a d ra m á tic a es la h isto ria reciente de E u ro p a O riental. Al colapsarse los regím enes estalinistas e instalarse las e co n o m ías de m ercado, ta m b ié n se in sta la ro n las ideologías oc­ cidentales de género y las g a ran tía s estatales de ig u a ld a d para las m ujeres (q ue n u n c a se a p lic a ro n consistentem ente, pero te­ n ía n cierto p o d e r p ráctico ) se perdieron. S in em bargo, el orden de género global n o es hom ogéneo, no se trata sólo d e c lo n a r la cultura europea y estadounidense. La inves­ tigación fe m in ista que se ocupa de las obreras de la fábrica global :-J Para la sorprendente historia de Xuxa, véase Simpson, 1993. Para el surgi­ miento de la identidad gay en Brasil, véase Parker, ! 985; en Java, Oetomo, 1990. 20 Hinsch, 1990; Ortner, 1981.

*li- la p ro d u c c ió n m u ltin a c io n a l m o d e rn a m uestra que se cons­ truyen posiciones diferenciadas: los casos de las e nsam b lado ras »le electrónicos en M alasia, las prostitutas en F ilip in a s y T ailan­ d ia y las trab ajad o ras de la in d u s tria del vestido en M éx ico.21 Lo m is m o ocurre en el caso de los hom bres, a u n q u e los estudios .il respecto no sean tantos. E n J a p ó n , p o r e jem plo , el p ro g ra m a «le m o d e rn iz a c ió n del régim en m e i ji, a finales del siglo xix, c o n ­ dujo a u n a g ra n expansión del sistem a educativo y a la co m p e te n­ cia p o r el acceso a los trabajos a d m in istra tiv o s v burocráticos, l isto p ro p ic ió a su vez el s u rg im ie n to del "h o m b re de salario", el i l iado deferente, pero c o m p e titiv o , de las o lig a rq u ía s corporalivas que d o m in ó la e c o n o m ía japonesa. (E l té r m in o data de la prim era guerra m u n d ia l, a u n q u e los países de h a b la inglesa ape­ nas lo descubrieron hace u n p a r de décadas). Se (rata de u n e jem ­ plo notable de u n a form a de m ascu lin id a d específica de u n a clase social, que só lo es concebible en u n a e c o n o m ía c ap italista gloh alizada, p e ro ta m b ié n es específica, c u ltu ra l v p o lítica m e n te h a b la n d o .22 T am bién debem os registrar la fuerza de las reacciones en contra del o rd e n de género occide ntal. La m ás d ra m á tic a , en las ultim as dos décadas, se ha d a d o en aquellas partes del m u n d o islám ico en d o n de , después de la in d e p e n d e n c ia p o lítica , se rea­ firm ó la a u to r id a d patriarcal de los hom bres. Q u ie n e s o b lig a n a las m ujeres a u tiliz a r velos y apartarse de los á m b ito s públicos si­ guen u n a p o lític a de género con los m ism o s gestos de la p o lítica a n tic o lo n ia l. (N o se trata de alg o esencial al Is lam ; el país islá­ m ico m ás grande del m u n d o , Ind onesia, n o presta la m e n o r a te n ­ ción al velo.)2* C o lectivam ente h a b la n d o , los ho m b re s de los países m e tro ­ politanos son los p rin cipales beneficiarios del o rd en global conle m p o rán e o . La característica m ás im p a c ta n te de su s itu a c ió n histórica es el p o d e r creciente, respecto al m u n d o n a tu ra l y los servicios de otras personas, que la a c u m u la c ió n y co ncentración »le la riq ueza les ha dado. D ebem os registrar la escala de d ic h a con centración . C álculos recientes su pone n que la q u in ta parte 21 Fuentes y Ehrenreich, 1983.

22 Kinmonth, 1981.

Para esta dinámica en Argelia, véase Knauss, 1987.

m ás rica de la p o b la c ió n del m u n d o recibe el 83% del total de los ingresos m undiales; la q u in ta parte m ás pobre recibe sólo el 1.4%. (Los estudios realizados a nivel n a c io n a l m uestran que la d istri­ b u c ió n de la riqueza es su stancialm e nte m ás in e q u itativ a que la d is trib u c ió n de los ingresos).24 Este p o d er a m p lific a d o se aplica de diversas form as. C o m o co n su m o de recursos (po r ejem plo, petróleo y m inerales del res­ to del m u n d o ), sostiene u n nivel de com odidades m ateriales que antes sólo tenía la aristocracia. C o m o inversión en tecnología, ha e lim in a d o casi toda la m a n o de obra de los procesos de pro­ d u c c ió n en los países ricos y, c o m o a p u n ta m o s en el c a p ítu lo 7, reestructurado las jerarquías ocupacionales. De esta form a, los usos y placeres m ateriales de los cuerpos m ascu lin o s h a n c a m ­ b ia d o d ra m átic am e n te . Al m is m o tiem po, la riqueza de los países m e tro p o litano s sostiene in dustrias de servicios m u y elaboradas. E n ellas, los sig­ nificados sim bólicos de la m asculinidad son com plejos— especial­ m ente en los m edios masivos, el d e p o n e com ercial y el transporte (los carros veloces y los cam iones pesados son vehículos de la m a s c u lin id a d en c u a lq u ie r sentido). La riqueza y la tecnología m etro po litanas ta m b ié n sostienen a las fuerzas a rm a d a s masc u linizadas, q ue h a n a lca n za d o u n a capacid ad de destrucción im presio nante y que se u tiliz a p e riódicam ente en contra de ene­ m igos del tercer m u n d o (V ietnam , C am boya, A fganistán, Iraq). Si co n side ram o s sólo estas circunstancias, n o debe sorpren­ dernos e n co n tra r entre los hom bres de los países ricos u n a c o n ­ ciencia extendida del c am b io en el orden del género. E n todos los grupos australian o s que d iscutim os en la segunda parte del libro p u d im o s apreciarlo, en d istintas form as. E n otros países ta m ­ b ién es posible d o c u m e n ta r este sentido de u n c a m b io im p o r­ tante. Tal vez lo m ás sorprendente sea el sentido de u n c am b io incon tro lab le de la d islocación de las relaciones de género. D i­ c h o sentido se encuentra, ta m b ié n , m u y extendido.2* 2* Para estos datos, véase el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas 1992. A pesar de lener ciertos defectos como investigación. Hite (1981) documen­ ta por lo menos el tema; como lo hacen, aunque de otra forma, todo el género de libros sobre hombres que discutimos en el capítulo 1 y la terapia de masculini­ dad que veremos en el capitulo 9.

El enorm e crecim ie nto del p o d er m aterial de los h om bre s de l.t m etrópoli ha ido a co m p a ña d o , com o argum entaré, p o r u ñ a in ­ tensificación de las tendencias a la crisis en el orden de género. I ii el cap ítu lo 3 sugerí u n m arco para com prender estas tenden« ias a la crisis. Es claro que h a n derivado en u n a pérdida m ay o r «Ir la le g itim id ad del patriarcado; diferentes grupos de hom bres «• enfrentan a esta p érd id a de diversas form as. El signo m ás claro de esta pérdida, que es el rasgo m ás impori.m le del m o m e n to actual del orden de género en los países ri• os, es el c u e stio n a m ie n to abierto que las fem inistas han hecho .»los privilegios de los hom bres. G racias a la riqueza y al control «le los m edios m asivos de c o m u n ic a c ió n de estos países, d ic h o « u e stio n am ie nto c irc u ló p o r todo el m u n d o conform e se le a r­ ticuló. H a to m a d o diversas form as. El fem inism o "occidental" se encuentra a h o ra o c u p a d o en u n a negociación com pleja y tensa «on el fe m in ism o del “tercer m u n d o " sobre el legado del c o lo n ia ­ lism o y el ra cism o .26 C o m o antes sugerí, el cuestionam iento a la heterosexualidad hegem ónica q u e h an hecho los m ovim ientos lésbicos y gays es, por lógica, tan p ro fu n d o c o m o el cuestionam iento al poder m as­ culino d eb id o al fe m in is m o , a u n q u e no han circulado de la m is ­ ma form a. La m ayoría de los hom bres heterosexuales pueden m arg in ar este cue stio n am ie nto y considerarlo com o algo de una m in o ría que no los afecta a ellos. Los m o v im ie n to s de o p o s ic ió n abrieron u n a serie de p o s ib i­ lidades para las relaciones de género que tam bién son nuevas desde el p u n to de vista histórico . Jeffrey Weeks, entre otros, a p u n ta la reciente m u ltip lic a c ió n de subculturas e id e ntidad es sexuales. C o m o sostuve en el capítulo 6, la estabilización de las co m u n id a d e s gays y la id e n tid a d social gay en las m e tróp o lis derivan en que el orden de género contiene ahora cierta altemaliva p e rm ane nte . E l gay m u y n o rm a l es todavía u na o p o s ic ió n leal, lo sabem os, pero la heterosexualidad hegem ónica n o puede ya m o n o p o liz a r la im a g in a c ió n de la form a en que lo hacía antes.27 2ft Para una descripción de esta negociación, véase Bullbeck, 1988. 27 Weeks, 1986. Mayores evidencias de esta estabilización de la alternativa IHieden encontrarse en Herdt. 1992.

La ex p an sión de p osib ilid ad e s n o depende só lo de la crecien­ te v ariedad de la p rác tic a sexual actual. T am b ién se h a d a d o u n flo re c im ie n to del p e n sa m ie n to u tó p ic o sobre el género y la se­ xualidad, u n sentido de posibilidades históricas en expansión. La ciencia fic c ió n fe m in ista p o d rá so n a r exótica, pero c u a n d o se le c o m p a ra co n el "oeste e spacial” de la su p re m a cía m ascu lina, que solía m o n o p o liz a r la ciencia fic c ió n (y lo sigue haciendo), el avance en la im a g in a c ió n es bastante claro. E l p e n sa m ie n to u tó ­ p ico sobre la sexualidad y el género ta m b ié n aparece en otras tipolo gías, y p o d e m o s m e n c io n a r p o r lo m eno s el cine, la p in tu ­ ra, el reggae y el rock.28 R esulta entonces que los ho m b re s de los países m e tro p o lita ­ nos viven u n m o m e n to h istórico p arad ójico. C o m o u n a colecti­ v id ad , m ás q u e c u a lq u ie r o tra categoría de p ersonas antes que ellos, tienen el p o d e r — los recursos a c u m u la d o s, las técnicas so­ ciales y físicas— para darle fo rm a al futuro . G racias al trabajo de las fem inistas, los m o v im ie n to s de lib e rac ión sexual y el p e n­ s a m ie n to u tó p ic o se han a b ie rto m á s fu turo s posibles que los que ja m á s se h a b ía n reconocido. S in e m b a rg o , la categoría de los "h o m b re s” en los países ri­ cos n o es u n g ru p o capa/, de pe nsar y elegir u n a nueva dirección h istóric a. Las diferencias d entro de esta categoría, c o m o hem os visto, so n p ro fu n d a s. A u n q u e los m ie m b ro s de ésta c o m p a rta n a lg ú n interés, d e b id o a la d is trib u c ió n in e q u itativ a de los recur­ sos en el m u n d o y entre los h o m bre s y las m ujeres de los países ricos, to d o parece in d ic a r que re ch a za rán el c a m b io u tó p ic o y d e fe n d e rán el s t a t u q u o . E n esta s itu a c ió n , su p ro p io género se vuelve u n a cuestión de la cual n o p ue de n escapar. E l sig n ific a d o de la m a s c u lin id a d , la variedad de m asculinidades, las dificultades p a ra reproducir la m a s c u lin id a d , la naU iraleza del género y la extensión de la desi­ g u a ld a d de género se c uestio nan y se debaten con furia. Creo que, en este m o m e n to h istórico, el c re c im ie n to del interés en la m a s c u lin id a d n o es accidental. E l tem a n o se o lv id a rá, a u n q u e la a te n c ió n de los m edios a m anifestaciones tan exóticas com o el m o v im ie n to m ito p o é tic o de los hom bre s sí lo haga.

Estas circunstancias h a n p ro d u c id o u n a gran variedad de poluicas que se o c u p a n de la m a s c u lin id a d ; se trata de m ás in te n ­ tos p o r definirla, y p ro p icia r su reproducción, de los que había h abido hasta ahora. E n el siguiente c a p ítu lo presentaré con mavor detalle las principales fo rm as de esta p o lític a de la m a s c u li­ nidad.

La

p o l ít ic a d e l o s h o m b r e s y l a p o l ít ic a d e l a m a s c u l in id a d

I -» política p ú b lic a , c o m o casi c u a lq u ie r otra que definam os, es una política de hom bres. Éstos p re d o m in a n en los gabinetes, los estados mayores, el servicio civil de m ay o r rango, los partidos p o ­ líticos y los grup os de presión, ade m ás de hacerlo en los niveles ejecutivos de las corporaciones. Los dirigentes se reclutan para encabezar redes de hom bres. Las pocas m ujeres que llegan hasta .nriba, com o In d ira G a n d h i y M argaret Thatcher, lo hacen p o r su extraordinario uso de las redes de hom bres, no de mujeres. S ólo en u n a re g ión del m u n d o , en E scan dinav ia, las m ujeres han ocup ado , c o m o g ru p o , posiciones políticas de alto nivel. E n F inlandia, el 39% del P a rla m e n to lo constituyen las m ujeres; en Noruega el 36% (dato s de 1993). L a situ a ción m ás c o m ú n es si­ m ila r a la de los datos o b te nid os en 1990 en Italia , en d o n d e el 15% del P a rla m e n to estaba integrado p o r m ujeres, y en Estados Unidos, el 7%. E n Ja p ó n , que es el patriarcado m ás im penetrable entre los países ricos, el 2% de quienes integraban el Parlam ento eran m ujeres en ese m is m o año. E n u n estudio reciente re aliza­ do a 502 b urócratas de alto nivel en J a p ó n , sólo tres eran m u je ­ res— m enos del 1% .’ Así es c o m o n o rm a lm e n te se presentan los datos en las d iscu­ siones sobre la "ig u ald a d de o portunidad es”. Al pensar en la m as­ c u lin id a d es m e jo r presentarlas al revés y n o ta r que el 98% del Parlam ento ja p o n é s está fo rm ad o p o r hom bres, el 93% del Con1 Datos de representación parlamentaria tomados de la Unión Inteiparlamentaria, reportados por el San Francisco Chronicle, 12 de septiembre de 1993, y del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas 1992. p. 191. Los datos de los servidores civiles de alto rango japoneses son de Kim, 1988.

greso de E stados U n id o s son h o m b re s, etc. Vale la p e n a m e n c io ­ n a r que la representación p o lític a en los países desarrollad os es m a rg in a lm e n te m á s p a tria rca l que en los países en desarrollo, p ro m e d ia n d o 8 7 % en contra del 86% (datos de 1990). La p o lític a es, c o m o siem pre, p o lític a de los h o m b re s . Los in ­ tentos de las m ujeres p o r c o m p a r tir el p o d e r revelan u n a d e fe n ­ sa a u ltra n z a de éste, ope rad a p o r los ho m b re s detrás de las barricadas: desde la exclusión legal, p a s a n d o p o r las reglas de re­ c lu ta m ie n to form ales que exigen experiencia, c alific a cio n e s y "m éritos" m á s difíciles de conseguir para ellas, hasta u n a rica va­ riedad de p rejuicios y suposiciones in fo rm a le s que o p e ra n en fa­ vor de ellos. D etrás de estas barreras de in c lu s ió n , en los niveles m á s altos del p o d e r y apenas visibles desde afuera, se a p lic a n es­ trategias de a u to rre p ro d u c c ió n p o r parte de las élites que tienen el poder. E n ellas se incluyen el tráfic o de d in e ro e in flu e n cia s, la selección de sucesores, la tuto ría a ay ud ante s y aliado s; y s ie m ­ pre se insiste en la selección de h o m b re s p ara el poder. E l c u e s tio n a m ie n to fe m in ista a esta e structu ra n o h a tenido realm ente m u c h o éxito, excepto en E sc an d in av ia . Tres a ñ o s des­ pués del fin de la D écada para las M ujeres de las N aciones U nidas (1975-1985), los h o m b re s seguían o c u p a n d o el 8 5% de los pues­ tos de re p resen tación en todo el m u n d o . C in c o a ño s después, en 1993, la cifra se h a b ía elevado otra vez al 90% . S in e m b arg o , sí se ha c u e stio n a d o la s itu a c ió n , q u e se ha convertido en u n tem a p rá c tic o e in te le ctu a l. Poco a p o c o lia e m e r­ g id o u n a teoría del E stad o c o m o in s titu c ió n p a tria rc a l.2 C o m o a p u n té en la parte fin a l del c a p ítu lo 8, d u ra n te las ú ltim a s dos décadas, la p o s ic ió n de los h o m b re s en las relaciones de género, áre a que p o r c o stu m b re era c a m p o de la p o lítica , ta m b ié n se ha co nvertid o en o b je to de la p o lítica. D efiniré c o m o "política de la m a s c u lin id a d " aquellas m o v iliza ­ ciones y luch as q u e se o c u p a n del s ig n ific a d o del género m a s c u ­ lin o y de la p o s ic ió n de los h o m bre s en las relaciones de género. E n u n a p o lític a así, la m a s c u lin id a d es tem a p rin c ip a l y n o se le considera sólo c o m o contexto. La política de la m a s c u lin id a d se o c u p a del po d er e je m p lific a ­ d o en las estadísticas que a ca b a m o s de p re se n ta r— la cap a c id ad

«l< ciertos h o m b re s de c o n tro la r los recursos sociales a través de procesos e stru c tu rad o s con base en el género— v del tip o de so• icdad que d ic h o poder produce. Se trata de u n tem a m u y a m p lio , m uch o m a y o r al q ue se reconoce en la m ay o ría de las d isc u s io ­ nes sobre m a s c u lin id a d . E l control que tienen los hom bre s sobre l«>s recursos y los procesos que sostienen a este poder no son, evi­ dentem ente, las ú n ic a s fuerzas que c o n fo rm a n el m u n d o . Pero i in flu e n cia n su sta n cia lm e n te cuestiones c o m o la v iole ncia, la i les igualdad, la tecnología, la c o n ta m in a c ió n y el desarrollo m u n ­ dial. La p o lític a de la m a s c u lin id a d se o c u p a de la c o n fo rm a c ió n i leí poder e stm e tu rad o con base en el género que se desprende de estos elem entos. Es u n a fue rza en el contexto de a lg u n a s de las cuestiones m ás irrevocables de nuestro tiem po. C o m o lo he se ñ ala d o a lo largo del libro, la m ascu lin id a d n o es un p a tró n ú n ic o . P o r esto, la p o lític a de la m a s c u lin id a d to m a ­ rá m u c h a s form as, a u n q u e no u n n ú m e r o in fin ito . E n la a c tu a ­ lidad, en los países ricos existen c u a tro fo rm as p rincipales de política de la m a s c u lin id a d ; c ad a u n a tiene u n a re lac ión d e fin i­ da con la est ru c tu ra total de relaciones de género. E n este capílulo las iré d isc u tie n d o , c o n sid e ra n d o las form as de la práctica en las cuales los conceptos de m a s c u lin id a d se e n c u e n tra n in ­ cluidos, sus bases estructurales en las relaciones de género v su sig nificado p ara la p re g u n ta general de la justicia de género.*

L a TERAPIA DE MASCULINIDAD

La p o lítica de la m a s c u lin id a d sobre la cual se h a b la m ás en la a ctu alidad, especialm ente en E stados U nidos, se centra en cu ra r las heridas provocadas p o r las relaciones de género en los h o m ­ bres heterosexuales. Sus orígenes se re m o n ta n a p rin c ip io s de los a ño s setenta, al declive de la nueva iz q u ie rd a y al c re c im ie n to de la terapia de la conü*acultura. Las técnicas, u tiliza d a s p o r p rim e ra vez en la p s i­ quiatría y la psicología clínica, salieron del á m b ito clínico y fueron 3 Como el párrafo especifica, en este capítulo estoy interesado sólo en la po­ lítica de la masculinidad entre los hombres. También existe una política vincu­ lada a la masculinidad entre las mujeres: mencioné algunas de las versiones feministas en el capítulo 1.

seguidas p o r el p ú b lic o general. Los em presarios del m o vim ie nto de a u m e n to de conciencia crearon u n m e d io que a d o p tó gran va­ riedad de practicas y cultos: a n álisis de in te rcam b io s, m e d ic in a basada en el uso de hierbas, religiones "orientales'', artes m a rc ia ­ les, bioenergética, masajes, terapia neojungianay. en su m om ento, m ito lo g ía s n e w a g e , y diversos tipos de pro g ram as de re cupera­ c ión en doce pasos. A unque principalm ente se d io en Estados U n i­ dos, el m e d io ta m b ié n se desarrolló en otros países ricos. E n los c ap ítu lo s 5 y 7 nos referim os a la versión a u s tra lia n a del m ism o . Las principales técnicas utilizadas en el m e d io terapéutico son asistir a u n a terapia in d iv id u a l, sum ergirse en la m e d ita c ió n in ­ d iv id u a l con la a y u d a de u n g u ía o u n a g u ía y a c u d ir a grupos perm anentes o talleres, n o rm a lm e n te d irig id o s p o r a lg u ie n que cobra ciertos honorarios. E n estos grupos y talleres, quienes a c u ­ den c o m p a rte n sus e m ocion es y experiencias, a d q u ie re n m a y o r c o n o c im ie n to de si m ism o s y la a c e p ta c ió n de su g ru p o .4 A finales de los año s sesenta, en c u a n to la liberación de las m u ­ jeres centró su ate nción en tem as c o m o el de la m a s c u lin id a d y el rol m ascu lin o , estos elem entos se reinterpretaron c o m o cuestio­ nes terapéuticas. D u ra n te los anos setenta se d io u n a especie de explosión de grupos, talleres y consejeros y consejeras que se o c u ­ p a b a n de "los h om bre s y el fe m in is m o ", “la se x u alidad m a s c u li­ n a ’’, "la liberación de los hom bres” y "las cuestiones de h o m b re s”. A finales de los setenta se escribieron m u c h o s libros que to m a ­ b a n esta experiencia terapéutica c o m o fuente. A lgunos de sus títulos son T h e H o z a r á s o f B e in g M a le ( L o s rie s g o s d e s e r h o m b r e ) , S e x a n d th e L Á b e ra te d M a n ( E l s e x o y e l h o m b r e lib e r a d o ) , T e n d e r n e s s is S tr e n g th ( L a te r n u r a e s fo r t a le z a ) , M e n in T r a n s ítio n ( H o m ­

A rtículos sim ilares aparecieron en las revistas de psicoterapia, con títulos c o m o “R é q u ie m p o r S u p e r m a n ”.5 Al p rin c ip io esta actividad se e ncon trab a cerca del fe m in ism o , p o r lo m enos del fe m in is m o liberal. Los prim e ros g rup os tera­

b re s e n t r a n s ic ió n ) .

4 Esta descripción se deriva en pane de las entrevistas que discutí en los ca­ pítulos 5 y 7. en parte del material publicado en Estados Unidos. La mayor ayu­ da me la dio un empresario terapeuta entrevistado en el proyecto de historia de vida; no lo cito porque lo identificaría como individuo. Goldberg. 1976; Ellis, 1976; Lvon, 1977; Solomon y Levy, 1982 (este libro marca la conexión con la psiquiatría oficial, además del comienzo de la reac­ ción); Silverberg. 1984.

péuticos para hom bres fueron lla m a d o s "grupos de a u m e n to de i