Manual de logopedia (Spanish Edition)
 9788445825082

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Manual de logopedia 4.ª EDICIÓN

Jordi Peña-Casanova Sección de Neurología de la Conducta y Dem encias, Servicio de Neurología, Hospital del Mar, Barcelona Coordinador, Grupo de Neurofuncionalidad y Lenguaje, Program a de Neurociencias, Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques, Barcelona Director, Máster de Neuropsicología y Neurología de la Conducta, Universidad Autònom a de Barcelona, Barcelona

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Índice de capítulos Cubierta Portada Página de créditos Colaboradores Prefacio Prefacio a la primera edición Capítulo 1: Introducción a la patología y terapéutica del lenguaje Introducción Comunicación y lenguaje Unas notas sobre sociolingüística y sociología del lenguaje El bilingüismo y el multilingüismo como hechos sociales frecuentes El lenguaje en contexto del desarrollo y su patología Lingüística, psicolingüística, neurolingüística Patología: taxonomías fundamentales Etiologías Método de estudio general: consideraciones sobre el método clínico Terapia. Notas generales fundamentales Rehabilitación del lenguaje y «medicina basada en la evidencia»

Capítulo 2: Bases neurobiológicas del lenguaje Introducción Niveles de organización y sistemas de control de la conducta

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Una inserción sobre fonética, fonología, grafética y grafémica Recepción del lenguaje oral y escrito Expresión del lenguaje oral y escrito Estructuras corticales relacionadas con el lenguaje: topología y hodología

Capítulo 3: Sistema auditivo. Bases anatómicas y funcionales Introducción Concepto de sonido (Mawson et al., 1984) Anatomía del oído Fisiología de la audición (Biacabe et al., 1999)

Capítulo 4: Sistema fonatorio. Bases anatómicas y funcionales Introducción Recuerdo anatómico y fisiológico (Prater y Swift, 1995) Anatomía de la laringe (Prater y Swift, 1995) Funciones laríngeas (Prater y Swift, 1995) Mecánica respiratoria y fonación (Giovanni et al., 2004) Transformación del sonido en vocales (Giovanni et al., 2004) Control nervioso de la producción vocal (Giovanni et al., 2004)

Capítulo 5: Adquisición y desarrollo del lenguaje Introducción Breve perspectiva histórica Panorama actual Etapas del desarrollo Factores que pueden alterar la evolución normal del lenguaje

Capítulo 6: Fundamentos de lingüística en logopedia Introducción Unidades subléxicas Unidades léxicas

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Unidades supraléxicas Discurso

Capítulo 7: Evaluación neuropsicológica del niño Introducción Características evolutivas Déficits detectables por la exploración neuropsicológica Exploración neuropsicológica Perfil neuropsicológico

Capítulo 8: Disglosias Introducción: el sistema estomatognático Disglosia: definición y aspectos conceptuales Clasificación Descripción de los síntomas en el habla Etiología Evaluación Tratamiento

Capítulo 9: Dislalias Introducción Diagnóstico diferencial Descripción de los síntomas en el habla Clasificación específica de las dislalias Evaluación Tratamiento Una nota final sobre las dislalias en el adulto

Capítulo 10: Retardo del lenguaje Introducción Descripción de síntomas lingüísticos

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Factores causales Examen Tratamiento

Capítulo 11: Trastorno específico del lenguaje Introducción y concepto Terminología Prevalencia Criterios diagnósticos Explicaciones causales Evaluación y diagnóstico

Capítulo 12: Trastornos de aprendizaje del lenguaje escrito Introducción Modelos cognitivos del lenguaje escrito Aprendizaje del lenguaje escrito Trastornos del aprendizaje de la lectura Trastornos del aprendizaje de la escritura Características cerebrales en los trastornos de aprendizaje del lenguaje escrito Teorías, hipótesis y déficits causales de las dislexias y disortografías del desarrollo Intervención especializada

Capítulo 13: Hipoacusia infantil: intervención logopédica Introducción Definición Clasificación de las hipoacusias Etiología Descripción de los síntomas en el habla y el lenguaje Adquisición del lenguaje en los niños hipoacúsicos Consecuencias de la hipoacusia Detección temprana de la pérdida auditiva

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Evaluación y diagnóstico de la pérdida auditiva Tratamiento

Capítulo 14: Logopedia y parálisis cerebral infantil Introducción Problemas de lenguaje Diagnóstico de los problemas de lenguaje Tratamiento de los problemas de lenguaje Conclusiones

Capítulo 15: El lenguaje en las personas con discapacidad intelectual Introducción Etiología y descripción del lenguaje en los diversos síndromes Aproximación explicativa de algunos trastornos del lenguaje en la discapacidad intelectual Evaluación del lenguaje Intervención

Capítulo 16: Autismo infantil: intervención logopédica Introducción Prevalencia Etiología y fisiopatología Descripción clínica Diagnóstico temprano Diagnósticos diferenciales Pronóstico. El autismo en el adulto Evaluación neuropsicológica del niño autista La evaluación del lenguaje y la comunicación: la «hora de juego» lingüística Evaluación diagnóstica en el hospital general Programas de intervención Intervención logopédica Integración escolar y social. Redes de servicios

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Conclusiones

Capítulo 17: Disfonías Introducción Historia clínica Etiología y clasificación Exploración visual y acústica Terapia vocal

Capítulo 18: Disartrias Introducción: la fonética articulatoria y el aparato orofonatorio Exploración de los mecanismos motores del habla Clasificación de las disartrias Tratamiento de las disartrias

Capítulo 19: Disfemias Introducción Evaluación Tratamiento

Capítulo 20: Afasias Introducción Clasificación clínica de las afasias Procesamiento cognitivo: modelo de arquitecturas funcionales Bases fisiopatológicas de la recuperación de la afasia Metodologías en la rehabilitación de la afasia Rehabilitación de la expresión verbal Programas específicos de rehabilitación de trastornos expresivos graves Rehabilitación de las alteraciones en la comprensión del lenguaje oral Estudio especial de la estimulación de la capacidad comunicativa: la pace Estudio especial de la rehabilitación grupal intensiva de la afasia

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Comentarios finales sobre el tratamiento de las afasias

Capítulo 21: Alexias-agrafias y dislexias-disgrafias Introducción Alexias Dislexias periféricas Dislexias centrales Agrafias Disgrafias centrales Disgrafias periféricas Tratamiento Dislexias Disgrafias

Capítulo 22: Sistemas aumentativos y alternativos de comunicación Introducción Candidatos a usar sistemas aumentativos y alternativos de comunicación Sistemas de signos para la comunicación aumentativa Ayudas técnicas Consideraciones sobre la evaluación y la intervención

Índice alfabético

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Página de créditos

© 2014 Elsevier España, S.L. Es una publicación MASSON Travessera de Gràcia, 17-21. 08021 Barcelona, España Fotocopiar es un delito (Art. 270 C.P.) Para que existan libros es necesario el trabajo de un importante colectivo (autores, traductores, dibujantes, correctores, impresores, editores...). El principal beneficiario de ese esfuerzo es el lector que aprovecha su contenido. Quien fotocopia un libro, en las circunstancias previstas por la ley, delinque y contribuye a la «no» existencia de nuevas ediciones. Además, a corto plazo, encarece el precio de las ya existentes. Este libro está legalmente protegido por los derechos de propiedad intelectual. Cualquier uso fuera de los límites establecidos por la legislación vigente, sin el consentimiento del editor, es ilegal. Esto se aplica en particular a la reproducción, fotocopia, traducción, grabación o cualquier otro sistema de recuperación de almacenaje de información. ISBN (versión impresa): 978-84-458-2109-1 ISBN (versión electrónica): 978-84-458-2508-2 Depósito legal (versión impresa): B. 21.774-2013 Depósito legal (versión electrónica): B. 21.775-2013 Servicios editoriales: Fotoletra, S.A. Advertencia La medicina es un área en constante evolución. Aunque deben seguirse unas precauciones de seguridad estándar, a medida que aumenten nuestros conocimientos gracias a la investigación básica y clínica habrá que introducir cambios en los tratamientos y en los fármacos. En consecuencia, se recomienda a los lectores que analicen los últimos datos aportados por los fabricantes sobre cada fármaco para comprobar la dosis recomendada, la vía y duración de la administración y las contraindicaciones. Es responsabilidad ineludible del médico determinar las dosis y el tratamiento más indicado para

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cada paciente, en función de su experiencia y del conocimiento de cada caso concreto. Ni los editores ni los directores asumen responsabilidad alguna por los daños que pudieran generarse a personas o propiedades como consecuencia del contenido de esta obra. El Editor

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Colaboradores Gerardo Aguado Alonso , Psicólogo. Director del Centro de Diagnóstico y Reeducación Huarte de San Juan. Pamplona. Josep Bagunya Durich, Neurólogo. Barcelona. Carme Basil Almirall, Doctora en Psicología. Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación. Universitat de Barcelona. Montserrat Bonet Agustí, Médico Foniatra y ORL. Profesora Asociada de ORL, Facultat de Medicina. Universitat de Barcelona. Profesora de Pedagogía de la Voz en la Escola Superior de Música de Catalunya. Miquel Conti Domingo , Jefe del Servicio de Otorrinolaringología. Institut Universitari Dexeus. Barcelona. Nerea Crespo-Eguílaz , Departamentos de Pediatría y de Educación. Clínica Universitaria. Universidad de Navarra. Pamplona. Faust Diéguez Vide , Departamento de Lingüística General. Facultad de Filología. Universitat de Barcelona. Javier Fernández Hernández , Médico Otorrinolaringólogo. Barcelona. Alicia Fernández Zúñiga , Psicóloga Clínica. Directora del Instituto de Lenguaje y Desarrollo. Madrid. Profesora Asociada, Universidad Autónoma de Madrid. María Fernanda Lara Díaz , Profesora Asistente. Departamento de Comunicación Humana. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Rosa María Manero Borràs, Neuropsicóloga. Sección de Neurología de la Conducta y Demencias. Hospital del Mar. Barcelona. Jesús Martínez Martín, Profesor. Facultad de Psicología. Universidad de Salamanca. Juan Narbona , Neuropediatra. Profesor Adjunto de Neuropsicología del Desarrollo y Consultor de Neuropediatría. Departamentos de Pediatría y de Educación. Clínica Universitaria. Universidad de Navarra. Pamplona. Josep Navarra Alzamora , Psicólogo. Servicio neuropsicológico y psicopedagógico ARLOT. Girona. Jordi Peña-Casanova , Sección de Neurología de la Conducta y Demencias. Servicio de Neurología. Hospital del Mar. Barcelona. Esperança Picazo Hugas, Servicio neuropsicológico y psicopedagógico ARLOT. Girona. Miguel Puyuelo Sanclemente , Psicólogo. Servicio de Psiquiatría. Hospital de Sant Joan de Déu. Barcelona. Joaquim Roig Moliner, Servicio neuropsicológico y psicopedagógico ARLOT. Girona. Carlos Salavera Bordás, Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza. Zaragoza. Gonzalo Sánchez Benavides, Barcelona. Neuropsicólogo. Programa de Neurociencias. Grupo de Neurofuncionalidad y Lenguaje. Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques. Barcelona. Ana María Soprano , Médico y Psicóloga. Catedrática de la Universidad de Belgrano. Neuropsicóloga. Servicio de Neurología Pediátrica. Hospital Nacional de Niños Garrahan. Buenos Aires.

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Noelia Toja , Licenciada en Fonoaudiología. Servicio de Otorrinolaringología. Residencia en Fonoaudiología. Hospital Bernardino Rivadavia. Buenos Aires. Eduard Vallès-Majoral, Servicio neuropsicológico y psicopedagógico ARLOT. Girona. Grupo GRHCS095 de Investigación en Lenguaje y Cognición. Departamento de Psicología. Universitat de Girona. Rosa María Vilaseca Momplet, Doctora en Psicología. Servicio de Atención Precoz. NEXE Fundació. Barcelona.

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Prefacio La comunicación humana, como es conocida, integra todas las funciones cerebrales superiores asociadas a la comprensión y la expresión del lenguaje verbal, oral y escrito, así como todas las formas de comunicación no verbal. La comunicación verbal, por tanto, es una función elaborada y muy compleja, ya que el lenguaje y el habla implican funciones auditivas, visuales, cognitivas, orofaciales, respiratorias, deglutorias, vocales y tubáricas. El logopeda, que recibe el nombre de fonoaudiólogo en determinados países, es el especialista en evaluar, diagnosticar, pronosticar, rehabilitar y prevenir los trastornos de la comunicación humana. Es por ello que debe intervenir en las siguientes alteraciones: 1. Del habla: articulación, apraxia del habla, disartria, trastornos de la fluidez, etc. 2. De la voz: educación de la voz, disfonías, respiración, trastornos de la resonancia, laringotomías, etc. 3. Del lenguaje (comprensión y expresión): fonética, fonología, morfosintaxis, semántica, pragmática, retraso del habla, trastorno específico del lenguaje (TEL), trastornos de espectro autista (TEA), dislexia, trastornos del lenguaje secundario a una lesión cerebral (como la afasia), etc. 4. De la cognición: atención, memoria, trastornos asociados a procesos degenerativos, deterioro de la comunicación por envejecimiento, trastornos neurodegenerativos infecciosos y demencias, etc. 5. Orales no verbales: masticación, succión, deglución, trastornos temporomandibulares, disfagia y otros. 6. De la audición: dificultades del lenguaje, el habla y la voz debidas a presbiacusia, pérdidas auditivas de transmisión, neurosensoriales, etc. Programación y aprovechamiento de las ayudas técnicas adecuadas para cada caso. El logopeda es plenamente consciente de que su trabajo debe realizarse de manera interdisciplinaria, ya que, para que los trastornos de la comunicación mejoren, deben visualizarse como un todo integral y no como pequeñas parcelas en las que trabajar de manera individualizada por los especialistas pertinentes. El trabajo multidisciplinario (otorrinolaringólogos, neurólogos, médicos rehabilitadores, psicólogos, odontólogos, fisioterapeutas, audioprotesistas, logopedas, etc.) revertirá positivamente en nuestros pacientes, mejorando no sólo sus habilidades comunicativas y, por tanto, su salud, sino también mejorando su entorno físico, social y actitudinal, favoreciendo su vida en la sociedad. Me enorgullece ver la actualización de esta cuarta edición del Manual de logopedia, en el cual el lector encontrará todas las patologías mencionadas. Por una parte, una amplia base teórica que sustenta y explica las distintas

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alteraciones, sus fundamentos, sus causas, su diagnóstico y, por otro, la intervención, la rehabilitación y las diferentes metodologías que utilizar. Todas ellas expuestas con un riguroso criterio científico, fruto del trabajo de todos los especialistas que día a día trabajan en las alteraciones de la comunicación. Sin duda se pone de manifiesto que la logopedia es una inmejorable fusión entre ciencia y arte. Seguro que el lector disfrutará de este magnífico manual. Anna Civit Canals,

Presidenta del Consejo General de Colegios de Logopedas de España (CGCL) Degana del Col·legi de Logopedes de Catalunya (CLC)

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Prefacio a la primera edición La patología del lenguaje y su recuperación constituyen un universo de temas y problemas que difícilmente puede abarcarlo un profesional aislado. El concepto de patología del lenguaje engloba, en su sentido amplio, trastornos heterogéneos tanto en su naturaleza como en su etiología y, además, son distintos los enfoques posibles de estudio, interpretación semiológica y orientación terapéutica. La logopedia, que etimológicamente constituye el estudio del lenguaje del niño, supera en mucho la estricta noción de ortofonía (producción articulatoria correcta) y no se restringe, evidentemente, a la infancia. En los capítulos de esta obra —atendiendo la limitación de extensión— se exponen los conceptos teóricos generales y básicos para el terapeuta del lenguaje. Se describen los cuadros clínicos fundamentales con sus bases diagnósticas y su enfoque terapéutico. Con este propósito se ha solicitado la colaboración de profesionales de diferentes áreas científicas: logopedia, psicología, medicina, lingüística, pedagogía, audiología, etc. La propia amplitud de los temas susceptibles de ser incluidos en un texto de logopedia general choca con todo intento de delimitación. Temas como el cantodicción, la deficiencia mental, el autismo o los sistemas alternativos de comunicación serían candidatos a formar parte de un m anual am pliado y no son el objetivo fundamental del presente libro. Esta obra no contiene ningún trasfondo doctrinal unitario, incluso pueden observarse contradicciones, pero así es la realidad… La duda y la incertidumbre pueden ser mucho más constructivas que el esquema diagnóstico cerrado y la receta terapéutica mecánicamente aplicada. La realidad es mucho más compleja que los posibles patrones médicos, neurológicos, cognitivos, psicológicos, lingüísticos, etc., ya que el problema de la complejidad de las materias relativas al lenguaje no es, en el fondo, un problema estricto de modelos, sino un problema de situar cada cosa en su lugar. Es un problema de equilibrios, de flexibilidad y de apertura. Este hecho ha de tener claras repercusiones en la formación de los futuros logopedas. La reeducación del lenguaje no puede ser, como se ha intentado y se intenta en ciertos medios, una foniatría aplicada y reeducativa llevada a cabo por unos técnicos no médicos. La profesión logopédica no puede verse limitada a una param edicalización foniátrica o adjunta a la psicolingüística en forma de una psicolingüística aplicada o reducida a la patología infantil y esclava de ciertas aproximaciones neuropediátricas. El lenguaje y su patología son también un problema político, de los planificadores sanitarios, pedagógicos, académicos y sociales, pero la clave fundamental y esclarecedora de los problemas implicados está de nuevo en el

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equilibrio entre lo médico, lo psicológico y lo pedagógico, y en el conocimiento de las necesidades reales de la población. Se ha dicho que los recursos que emplea una sociedad en la rehabilitación constituyen un índice de su desarrollo. El futuro está en evitar sectarismos y reduccionismos empobrecedores —y antideontológicos—en la búsqueda y la aplicación de recursos, y en una verdadera colaboración interdisciplinaria que permita abrirse al universo de los temas y los problemas del lenguaje y, a la vez, actuar en las coordenadas de la propia procedencia académica. Jordi Peña-Casanova

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CAPÍTULO 1

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Introducción a la patología y terapéutica del lenguaje J. Peña-Casanova, F. Diéguez Vide and R.M.ª Manero

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Introducción El presente capítulo tratará una serie de temas y conceptos que ayudarán a fundamentar el estudio de la patología y la terapéutica del lenguaje. En primer lugar, se presentará una definición amplia de lenguaje que permitirá ubicar muchos de los hechos observados en patología. En este contexto se discutirá el tema de los llamados «universales lingüísticos». A continuación se citarán conceptos básicos de sociolingüística y sociología del lenguaje. Estos conceptos permitirán reconocer el bilingüismo y el multilingüismo como hechos sociales frecuentes y también reconoceremos la heterogeneidad y la tipología de las personas bilingües y políglotas. Veremos que esta realidad se refleja en la actividad clínica de múltiples profesionales, especialmente en ciertas comunidades. En otro ámbito de cosas, se expondrán las definiciones de lingüística, psicolingüística y neurolingüística para concatenarlas con el estudio de las unidades y los niveles lingüísticos (v. cap. 6) y, a continuación, usar estos conocimientos en el estudio de la patología. Los temas previamente considerados se continúan con una taxonomía de las patologías que se tratarán en capítulos posteriores, sus etiologías y consideraciones sobre el método clínico. Para terminar, el capítulo hará referencia a dos temas críticos. Por un lado, se tratarán aspectos generales sobre la rehabilitación del lenguaje y, finalmente, se introducirán conceptos sobre las evidencias (pruebas) de la efectividad de la terapia. Este último tema será fundamental para poder realizar recomendaciones sobre técnicas terapéuticas.

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Comunicación y lenguaje La comunicación constituye la capacidad de transmisión de información. Los seres humanos transmiten información de distinta naturaleza y a través de distintos sistemas, y el lenguaje es una forma particular de comunicación. En el lenguaje pueden distinguirse tres aspectos enlazados e inseparables (Diéguez-Vide y PeñaCasanova, 2012): • Desde los trabajos de Saussure (1916), el lenguaje se puede concebir como un sistem a de signos, es decir, como una estructura simbólica en la que unas señales, formadas por un significado y un significante, se relacionan entre ellas por medio de correspondencias paradigmáticas (de selección) y sintagmáticas (de combinación). En este sentido, el lenguaje es una forma o conducta de la función simbólica o semiótica. • El lenguaje también puede estudiarse desde una perspectiva funcional, como un instrumento que perm ite la com unicación entre los seres hum anos y, en concreto, entre un emisor y un receptor, gracias a la participación de ciertos elementos (un mensaje que apunta a un referente y que se transmite por medio de un código y a través de un canal). • El lenguaje es también una conducta, una facultad m ental o sistem a de conocim iento, un sistema que permite aumentar la capacidad y desarrollar la creatividad humana (Chomsky, 1968). Dada la materia de esta obra, una definición suficientemente amplia y cómoda para una aproximación multidisciplinaria es la de Lecours et al. (1979): «El lenguaje es el resultado de una actividad nerviosa compleja1 que permite la comunicación interindividual2 de estados psíquicos3 a través de la materialización4 de signos multimodales5 que simbolizan estos estados6 de acuerdo con una convención propia de una comunidad lingüística7». A continuación se comentan los apartados de la definición de Lecours et al., con el objetivo de realizar especificaciones y puntualizaciones. 1. Actividad nerviosa com pleja: se refiere a la base biológica del lenguaje (v. cap. 2). Hay que considerar el lenguaje como el resultado de la actividad de sistemas funcionales distribuidos e interactivos. Estos sistemas —redes funcionales— reciben distintas denominaciones según los autores considerados. Es clásico el término de sistem a funcional com plejo (Luria, 1973; tomado de Anojin). Se entiende que cada área o estructura cerebral que interviene en el sistema (en la función como un todo) aporta su trabajo diferenciado y específico. El concepto de hodotopología refleja la importancia de unir el estudio de la localización o topología (del griego, τóποζ [topos], «lugar») con el estudio de las vías nerviosas u hodología (del griego, Oδóζ [hodos], «vía») (v. cap. 2). Una serie de factores no primariamente verbales pueden influenciar los rendimientos en tareas verbales, ya que la actividad verbal está engarzada en el conjunto de las actividades mentales superiores y de las actividades que constituyen su base (memoria de

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trabajo, atención, función ejecutiva, etc.). 2. Com unicación interindividual: hace referencia a la doble polaridad receptiva y expresiva de la comunicación lingüística. Se repite el modelo clásico de emisorreceptor. Constituye el fundamento de la dicotomía codificación (expresión) frente a decodificación (comprensión). Este aspecto enlaza plenamente con el subsiguiente. 3. Estados psíquicos: se refiere a la confrontación entre la experiencia actual y el conjunto de experiencias anteriores de un individuo. En este apartado inciden aspectos como la conciencia y, especialmente, el papel de los valores como generadores de la acción de los seres humanos. A través de este elemento de la definición también se puede llegar a la psicopatología, que se expresa, entre otras formas, a través del lenguaje y la conducta. 4. Materialización: hace referencia a la materia sonora o visuo-gráfica que constituye el elemento que pasa «del interior al exterior» en la expresión y «del exterior al interior» en la recepción. 5. Signos m ultim odales: hace referencia a los signos y a los dos subsistemas receptivo y expresivo del lenguaje: fonatorio y visual. El signo auditivo recibido resulta de la producción de un signo gestual fonatorio (fonoarticulatorio). El signo visual recibido resulta de la producción de un signo gestual manual (gráfico o queiroarticulatorio). 6. Que sim bolizan estos estados: hace referencia a los signos y a combinaciones de signos como integrantes de la función simbólica o semiótica (capacidad y finalidad de representación). El signo (semiología) conlleva la propiedad de representar, de evocar el significado (semántica). 7. De acuerdo con una convención propia de una com unidad lingüística: hace referencia a la convención aprendida en el seno de una comunidad lingüística. Se refiere a los sistemas fonético, fonológico, léxico y morfosintáctico de la comunidad lingüística. Más allá de las características formales de cada lengua, es muy importante recordar que las lenguas se han desarrollado en el contexto específico de una sociedad y una cultura. Por todo ello, más adelante se harán unas anotaciones sobre sociolingüística.

El mito de los «universales lingüísticos» En la actualidad se están revisando dos conceptos, «universales del lenguaje» y «gramática universal». Las concepciones clásicas sobre el tema pueden relacionarse con prejuicios etnocéntricos, con las propias teorías lingüísticas y, especialmente, con las nociones chomskianas sobre la gramática universal. Tradicionalmente se ha ignorado la diversidad lingüística, y las generalizaciones («universales») han inducido al error. Los patrones de diversidad lingüística son similares a la propia diversidad biológica. Las lenguas deben considerarse híbridos bioculturales (Evans y Levinson, 2009), fundamentados en profundas raíces

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sociohistóricas. No obstante, hay algunos universales que no son erróneos, aunque sean obvios; por ejemplo, todas las lenguas tienen consonantes y vocales, o todas las lenguas disponen de palabras para expresar objetos y palabras para expresar acciones. Los llamados «hechos universales del lenguaje» no son verdaderos para todas las lenguas. En este sentido, es crucial considerar la diversidad lingüística para entender el lenguaje en el contexto de la cognición humana. En los párrafos siguientes se aportan detalles sobre esta problemática. Realmente los humanos somos la única especie cuyo sistema de comunicación varía en forma y contenido (Evans y Levinson, 2009). Los lenguajes pueden tener, o carecer de, morfología derivativa, o de morfología flexiva. Pueden tener una ordenación fija, o no, de los elementos. Algunas lenguas carecen de aspecto verbal, o no marcan los tiempos (p. ej., el chino o el malayo), mientras que algunas lenguas del Sudoeste asiático no presentan pronombres personales claramente definidos, y usan títulos (p. ej., «Honorable señor») en su lugar. Se podrían destacar muchos hechos más de este tipo. En Diéguez y Peña-Casanova (2012) se encuentran muchos problemas conceptuales relacionados con la diversidad; así, en el vietnamita, por ejemplo, la marca de plural queda diferenciada de las «palabras»: khi tôi den nhà ban tôi, chúng tôi bát dau làm bài [literalmente: cuando yo ir casa amigo yo, plural yo comenzar hacer plural lección: «cuando fui a casa de mi amigo, comenzamos a hacer las lecciones»], la categoría de «plural» sería una palabra, pues con esta unidad se marca el plural. Además, «lenguas» como el checo y el eslovaco son mucho más próximas y mutualmente comprensibles que los llamados dialectos del chino, como el mandarín y el cantonés. Se estima que en la actualidad hay más de 6.500 lenguas1 y que hace quinientos años, antes de la expansión imperialista, colonizadora y genocida europea, probablemente el número de lenguas era el doble (Evans y Levinson, 2009). Los prejuicios lingüísticos e ideas supremacistas, arraigados en el mundo cultural, consideran falsamente que hay lenguas (como las indígenas) menos desarrolladas que las imperantes en las metrópolis. La lingüística ha refutado estos prejuicios supremacistas, así como la arqueología lo ha hecho con el mito de Adán y Eva o la genética con la supremacía racial (Muñoz Navarrete, 2009). Parafraseando a Ardila (2007, 2012), que se refería a los trastornos cognitivos, se puede decir que la patología del lenguaje se ha estudiado en una muestra limitada de la especie humana caracterizada por ser occidental, frecuentemente urbana, de clase media y escolarizada. Como comentaba Cole, si Binet y otros desarrolladores posteriores de los test de inteligencia hubiesen sido africanos, los test de inteligencia habrían tenido un formato absolutamente distinto y serían «raros» para los niños «occidentales».

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Unas notas sobre sociolingüística y sociología del lenguaje Relacionado con los temas del apartado anterior, en el ámbito de la patología del lenguaje y el habla es importante introducir aquí unas nociones básicas y mínimas de sociolingüística (para más información, véase Moreno, 1998; Chambers, 2010). Veamos los objetivos diferenciados de estas disciplinas: • Sociolingüística. La sociolingüística es la disciplina descriptiva que estudia las relaciones entre la sociedad (incluyendo normas sociales, expectativas, contextos en los que actúan los hablantes) y el uso del lenguaje. Dicho de otra forma, la sociolingüística estudia la lengua como sistema de signos en un contexto social determinado (Lavob, 2001). Esta disciplina debe diferenciarse de la sociología del lenguaje. • Sociología del lenguaje. Esta disciplina tiene por objetivo estudiar de qué modo la lengua incide en la sociedad, es decir, la forma en que las dinámicas sociales están influenciadas por el uso individual y grupal del lenguaje. Pretende comprender cómo se establece la identidad individual, o de un grupo, a través de la lengua o las lenguas que usa. La sociología del lenguaje se interesa por hechos sociológicos como el bilingüismo, la diglosia, el contacto entre idiomas, o la sustitución y mantenimiento de las lenguas. La sociolingüística cuantitativa o variacionismo (speech com m unity) se encarga principalmente del estudio de la variación y el cambio lingüísticos (en especial, de qué forma el uso de un elemento lingüístico en lugar de otro no varía el significado). Estudia las diferentes variantes lingüísticas que se dan en grupos humanos diferenciados por determinadas variables sociales, como el nivel socioeconómico, la procedencia, la profesión, la edad, la pertenencia a un grupo religioso o a una secta. Las variaciones pueden ser fonético-fonológicas, sintácticas, léxicas o del discurso. Las variaciones tienen una importancia capital para los objetivos clínicos, ya que las «desviaciones» de las «formas estándar» deben valorarse como lo que realmente son, variaciones. En caso de una monitorización intraoperatoria del lenguaje, será esencial realizar una evaluación previa de las tareas, no sólo para ver si existen trastornos del lenguaje, sino también para controlar, entre otras cosas, las variables psicolingüísticas. La rehabilitación tampoco es ajena a estos hechos.

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El bilingüismo y el multilingüismo como hechos sociales frecuentes El bilingüe se define como la persona que es capaz de usar indistintamente dos lenguas o dialectos (L1 y L2) en su vida diaria, con independencia del contexto de uso. La misma definición se aplica a una persona multilingüe, que usa tres o más lenguas o dialectos (L1, L2, L3... Ln). El poliglotismo ha existido desde la Antigüedad en ciertos individuos o grupos. Para poner un ejemplo de la Edad Media, el beato mallorquín Ramón Llull (Raimundo Lulio, en castellano), uno de los grandes nombres de la cultura del siglo xiv , dejó escritos en árabe, catalán, latín y occitano, reflejando la realidad sociolingüística en ciertos grupos de la sociedad de la época. Dentro de la diversidad cultural, y de la movilidad de los grupos sociales, en el mundo actual el bilingüismo y el multilingüismo son una realidad cada vez más frecuente. Se estima que uno y otro están presentes en casi la mitad de la población mundial. Consecuentemente, este hecho se va a reflejar en el estudio de la patología del lenguaje y su rehabilitación. Se estima, por ejemplo, que cada año acontecen 45.000 casos nuevos de afasia en bilingües en Estados Unidos (Paradis, 2001), y aunque no existen datos específicos, los crecientes flujos de migración sugieren un número similar de casos en Europa. Asia, América y Oceanía no se escapan de esta realidad. En una comunidad concreta es posible que un número importante de habitantes procedentes de procesos migratorios hablen otras lenguas (lenguas alóctonas). A modo ilustrativo, en el caso de Cataluña, además del catalán y el castellano, se hablan más de 250 lenguas (Junyent, 2001). Algunos pacientes no hablan la lengua local y cada vez son más los hospitales que disponen de servicios de mediación cultural. En concreto, en el Hospital del Mar se realizan procesos de mediación en árabe, punjabí y urdú. En la América hispana —sin entrar en detalles (el lector interesado deberá buscar bibliografía específica)—, los hablantes de las lenguas autóctonas constituyen un número realmente importante. Las lenguas más habladas son las siguientes: • Guaraní, con sus variantes (15 a 22 millones de hablantes según las fuentes, en Paraguay, Argentina, Bolivia y Brasil), que es lengua oficial en Paraguay y del Mercosur junto con el castellano y el portugués. • Quechua (8 a 10 millones, en zonas de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú). • Aimara (2-3 millones, en Bolivia, Perú, Chile y Argentina). • Náhuatl, con su múltiples variedades (2 a 5 millones, en México y Centroamérica), maya y las lenguas de su familia (entre 2 y 6 millones). • Mapudungun (mapuche o araucano), con unos 80.000 hablantes repartidos

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entre Chile y Argentina. En un porcentaje no desdeñable, estas poblaciones son monolingües (lengua autóctona) o bilingües (lengua autóctona-castellano). Para más datos sobre el bilingüismo en Estados Unidos, el spanglish y sus subtipos, véase la revisión de Puente y Ardila (2000).

Tipos de bilingüismo y poliglotismo Los bilingües se caracterizan por una alta heterogeneidad, y, de hecho, se habla del espectro o continuum del bilingüismo. El grado de competencia comunicativa en cada lengua puede ser muy desigual y dependiente de numerosos factores como la edad de adquisición, el método de adquisición (formal o informal), el dominio alcanzado, el contexto de uso de cada lengua, la frecuencia de uso, y las actitudes personales y sociales hacia cada lengua. Además, la proximidad o distancia estructural entre las lenguas tiene un papel importante. No es lo mismo la proximidad, por ejemplo, entre el catalán y el castellano (muy fácilmente comprensibles entre sí, como lenguas latinas que son), que entre estas lenguas y el árabe, por citar una lengua perteneciente a otro grupo taxonómico. Para los clínicos es importante realizar una adecuada evaluación de lenguaje de los pacientes bilingües o políglotas. Por este motivo, es fundamental disponer de instrumentos adecuados y partir de la evaluación del grado de conocimiento de cada lengua. En este sentido, se diferencian, como mínimo, los siguientes tipos de hablantes en función de su competencia en cada lengua considerada: • Bilingüe simétrico o balanceado: el individuo tiene una competencia igual en las dos lenguas. • Bilingüe asimétrico: el individuo conoce mejor una lengua que otra. • Bilingüe pasivo: el individuo entiende y utiliza una de las lenguas, mientras que la otra la entiende pero no la utiliza. Cabe recordar que temas tales como los tipos de bilingüismo no se corresponden con la sociología del lenguaje o la sociolingüística. Son temas que pertenecen a la psicolingüística porque se está haciendo referencia al hablante, no a la sociedad. Es cierto que existen sociedades bilingües o multilingües (la mayoría de países lo son), pero no existen sociedades simétricas o sociedades pasivas. Cambio de código (code switching). El cambio de código se refiere a la alternancia de dos o más códigos lingüísticos (lenguas, dialectos o registros lingüísticos). La alternancia de código puede tener lugar en diversos lugares del discurso, e incluso en medio de una frase. Poplack (1980) escribía en el título de un artículo sobre el cambio de código: «Som etim es I’ll start a sentence in Spanish y termino en español». Este fenómeno —como se acaba de definir— no se limita a los cambios de código de un bilingüe ya que se puede producir entre registros dialectales o registros culturales específicos (p. ej., el

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paso de registros formales o estándar a registros informales). En muchos casos se realiza una mezcla real de códigos (code m ixing). El cambio de código se establece adecuadamente en hablantes normales, pero en casos de patología puede producirse de forma descontrolada.

Lengua del paciente, exploración y rehabilitación del lenguaje Todo lo que se ha comentado en los párrafos precedentes sobre las lenguas es relevante en logopedia. En primer lugar, cabe señalar una gran dicotomía aparente dentro de la patología del lenguaje y la comunicación: patologías que afectan a aspectos «periféricos» o instrumentales de la comunicación (p. ej., disartria, disglosia, sordera), y patologías que afectan a los niveles lingüísticos (p. ej., afasias, alexias, disfasias). Aunque en este segundo grupo el tema de la lengua es crucial, también lo es en las patologías en las cuales el papel de la lengua parece ser menor. Se pueden dar situaciones especiales en las que el clínico no conoce una o más lenguas del paciente, o el paciente no conoce, o conoce mal, la lengua habitual del medio clínico. En estos casos se requieren traductores, como en el reciente estudio (Diéguez-Vide et al., 2012) de un paciente trilingüe (chino, castellano y catalán), o en el caso de intervenciones neuroquirúrgicas en pacientes que hablan lenguas desconocidas por los clínicos. Obviamente, el uso de traductores constituye una gran limitación para la actividad de los clínicos. Los problemas de la evaluación del lenguaje en ciertos medios, como en el caso de los bilingües español-inglés en Estados Unidos, son evidentes (Ardila, 2000). En Estados Unidos, los niños hispanos bilingües son diagnosticados de trastornos del aprendizaje, con mayor frecuencia que los monolingües ingleses o españoles. Además, hay que valorar el papel del bilingüismo en el diagnóstico de trastornos de la adquisición, no porque el bilingüismo sea la causa, sino porque las normas de los test de desarrollo del lenguaje para bilingües no son exactamente las mismas que las de los monolingües (Ardila, 2000). Está claramente establecido que «las idiosincrasias lingüísticas pueden influenciar los resultados de los test psicológicos y educativos» (Ardila, 2000; p. 58). Así, por ejemplo, los números en inglés tienen menos sílabas que en castellano y, consecuentemente, no es posible dejar de lado este hecho cuando se comparan las capacidades de repetición (Olazarán et al., 1996). En la exploración del lenguaje de pacientes políglotas que van a ser sometidos a una intervención quirúrgica (con frecuencia para la exéresis de un tumor), la exploración de las distintas lenguas es un tema crucial. Cuando en el equipo multidisciplinario no existen hablantes de la lengua o alguna de las lenguas del paciente, el papel del traductor es crucial, tanto en las evaluaciones prequirúrgicas como en las intraquirúrgicas.

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Las diversidades de las lenguas y de las formas dialectales de éstas son muy importantes en el ámbito de la patología del lenguaje. Así, por ejemplo, una articulación con ceceo o seseo es absolutamente normal en ámbitos geográficos determinados, mientras que en otros puede considerarse como una expresión dislálica. El corolario final es que cada vez será más frecuente la necesidad de materiales de evaluación y de tratamiento multilingües.

La evaluación del bilingüismo El Bilingual Aphasia Test (BAT) (Paradis y Libben, 1987) es un test para afásicos bilingües que puede servir como una primera aproximación (en adultos). Está disponible en más de 50 lenguas y numerosos pares de lenguas. Se puede encontrar (uso libre) en la web de la Universidad McGill de Montreal (Quebec). Aunque este test se desarrolló pensando en el estudio de la afasia en los bilingües, su utilidad va más allá de esta problemática. Entre el conjunto de lenguas en que el BAT ha sido estudiado, existen una versión catalana, dos versiones castellanas y dos versiones portuguesas. Las versiones castellanas se refieren al español americano (Am erican Spanish, adaptada por Ardila) y al español europeo (European Spanish, adaptada por Elías). Los pares de lenguas disponibles con el castellano son las siguientes: catalán, inglés, francés, friulano, gallego, griego, italiano, portugués y vasco. Las versiones portuguesas se refieren al portugués brasileño (Brazilian Portuguese, adaptada por Simoes Dillinger y Dillinger) y al portugués europeo (European Portuguese, adaptada por Hub Faria et al.). Los pares de lenguas disponibles son con el inglés y el español. El test se compone de tres partes: A, B y C. La parte A es común en todas las lenguas y permite establecer la historia del bilingüismo. La parte B permite estudiar la capacidad en una lengua (conocimiento, comprensión, repetición, denominación, etc.). La parte C permite estudiar pares específicos de lenguas a través de distintas tareas como la traducción o los juicios de gramaticalidad.

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El lenguaje en contexto del desarrollo y su patología El lenguaje del adulto puede considerarse como una actividad plenamente desarrollada y toda desviación de la conducta esperada es indicativa de patología (Lezak et al., 2012). En este sentido, está claro que actividades como repetir palabras o frases no requieren, en general, grandes datos de normalización o de control específicos. De distinta forma se manifestarán los rendimientos de los individuos en tareas verbales influidos por la escolaridad como la definición de palabras (p. ej., el subtest de vocabulario de la Escala de Inteligencia de Wechsler). En este caso se observa un rango de distribución de los rendimientos y un paciente concreto se debe comparar, consecuentemente, con su adecuado grupo de control. En el niño, la situación es radicalmente distinta y la valoración del lenguaje se debe efectuar de acuerdo con principios evolutivos (cap. 5). Véase, por ejemplo, el problema del desarrollo de la articulación y el diagnóstico de dislalias según la edad del niño (cap. 9) o el problema del diagnóstico de retardos del habla o del lenguaje (cap. 10).

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Lingüística, psicolingüística, neurolingüística En el contexto de los objetivos de esta obra, y partiendo de las consideraciones iniciales del presente capítulo, es importante citar y definir las diferentes disciplinas que imbrican el lenguaje y el cerebro en el ámbito cognitivo. Para clarificar algunas de las relaciones, vale la pena considerar la figura 1-1 de Nespoulous (1985, 2012).

FIGURA 1-1 Relaciones entre los componentes cerebrales (anatomía y fisiología) y el lenguaje. Se distinguen las estructuras descritas por la lingüística, los procesos descritos por la psicolingüística y las estrategias propias de la pragmática (para más detalles, v. texto).

Lingüística La lingüística, cuyo objetivo es el estudio y la caracterización de las estructuras de las lenguas naturales en sus distintos niveles organizativos (fonológico, morfológico, léxico, sintáctico, semántico y pragmático), debe ocupar un lugar clave en el currículo logopédico. Los conocimientos fundamentales de lingüística para un terapeuta del lenguaje se presentan en el capítulo 6. Cabe decir que la patología del lenguaje constituye una fuente de datos importante en el desarrollo de modelos explicativos de la función verbal. Psicolingüística La psicolingüística trata de aprehender los procesos cognitivos que dirigen la producción y la comprensión del lenguaje humano, oral o escrito. Su objetivo se centra particularmente en diseñar arquitecturas funcionales del lenguaje en el ámbito mental. Neurolingüística

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La neurolingüística trata de identificar las estructuras cerebrales y las redes neuronales que fundamentan el lenguaje y las funciones cognitivas relacionadas. En concreto, podemos afirmar que la neurolingüística tiene como objetivo relacionar un tipo concreto de conducta humana (la verbal) con el cerebro. Si se enlaza el concepto de neurolingüística con el de psicolingüística, se llega a la neuropsicolingüística. De esta forma se trata de relacionar las estructuras lingüísticas (verbales) y los procesos psicolingüísticos que «conectan» estas estructuras con las estructuras anatómicas y los procesos fisiológicos cerebrales (Diéguez-Vide y Peña-Casanova, 2012). La neurolingüística realiza una aproximación entre la metodología y los modelos de la lingüística y los datos aportados por las alteraciones del lenguaje debidas a una lesión cerebral (Peng, 1985). Cabe recordar que, al ser la neuropsicología la disciplina que estudia las relaciones entre el cerebro y la conducta humana, la neurolingüística es una subdisciplina de la neuropsicología centrada en un tipo de conducta (la verbal). Afasiología Cuando se estudian las alteraciones que, a consecuencia de lesiones cerebrales, se producen en las estructuras lingüísticas y en los procesos psicolingüísticos, normalmente se usa el término de afasiología. Esta disciplina pretende caracterizar la conducta verbal alterada de un paciente a consecuencia de una lesión cerebral y procurar, en la medida de lo posible, ofrecer una rehabilitación adecuada de esta conducta (cap. 20).

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Patología: taxonomías fundamentales El complejo conjunto de sistemas, aparatos y órganos que intervienen en la producción y la comprensión verbal puede verse afectado en diferentes locus (lugares): desde los órganos periféricos de audición y fonación (para su organización fundamental, v. caps. 3 y 4) hasta los sistemas centrales, neurológicos (para su organización fundamental, v. cap. 2). También pueden intervenir factores funcionales y psicológicos en la génesis de disfunciones del sistema verbal.

Grandes criterios de clasificación Las alteraciones de la comunicación pueden clasificarse siguiendo diversos criterios (basado, en parte, en Spinelli, 1983): 1. Sintomáticos: en este caso el síntoma es el criterio central de la clasificación: alteraciones de la voz (disfonías), de la articulación (p. ej., disartrias), del lenguaje (p. ej., afasias). 2. Topográficos: se especifica la topografía de la lesión, desde los órganos periféricos de la audición (sorderas) o del habla (disglosias), hasta la alteración del sistema nervioso central o periférico. 3. Funcionales: trastornos auditivos, motores, visuales, etc. 4. Etiológicos: genéticos, lesionales (vasculares, tumorales, traumáticos, tóxicos, infecciosos, degenerativos o metabólicos, entre otros), ambientales, emocionales, etc. 5. Temporales (momento de aparición): durante el desarrollo o en la edad adulta. 6. Nosológicos. Si la nosología es el estudio de las enfermedades (nosos), y la nosotaxia es la clasificación de éstas, obviamente la patología estudiada en logopedia también se puede clasificar siguiendo estos conceptos. Pero el uso de la nosotaxia —a no ser que incluya una clasificación de síntomas— se hace difícil porque en logopedia predominan las clasificaciones sintomáticas. De hecho, los sistemas actuales permiten clasificar a un sujeto mediante sistemas informáticos usando múltiples conceptos. En el caso del sistema on line Neuro-Cog (neuro-cog.com) y el Test-Barcelona, se han incluido tres diagnósticos: nosológico/etiológico, neuropsicológico (sintomático) y topográfico. Esta triple clasificación permite una localización rápida de pacientes por tipologías. Veamos algunos ejemplos típicos en logopedia: • Ejemplo 1:

• Diagnóstico nosológico/etiológico: accidente cerebrovascular isquémico. • Diagnóstico neuropsicológico/sintomático: afasia de 37

Wernicke. • Diagnóstico topográfico: lóbulo temporal izquierdo. • Ejemplo 2:

• Diagnóstico nosológico/etiológico: enfermedad de motoneuronas. • Diagnóstico neuropsicológico/sintomático: disartria mixta. • Diagnóstico topográfico: corticobulbar. • Ejemplo 3:

• Diagnóstico nosológico/etiológico: síndrome de Down (trisomía 21). • Diagnóstico neuropsicológico/sintomático: discapacidad intelectual. • Diagnóstico topográfico: cerebral múltiple. Gracias a esta diferenciación es fácil localizar grupos de pacientes en un banco de datos. En ciertos casos los tres diagnósticos no son tan relevantes (es el caso de las dislalias, que se pueden centrar en el ámbito del diagnóstico sintomático), mientras que en otros los tres diagnósticos pueden tener un interés en un sentido más específico (tumor-[tipo], disfonía, cuerda vocal derecha).

Taxonomía de los trastornos del habla y el lenguaje. Definiciones y conceptos básicos A continuación se realiza un sucinto repaso conceptual de los trastornos más habituales del lenguaje y la comunicación que aparecen en esta obra Disartria Constituye el conjunto de las alteraciones del habla secundarias a alteraciones del control neuromotor de las actividades musculares necesarias para la producción del habla. Se incluyen trastornos del control motor que afectan a la respiración, la fonación, la articulación, la resonancia y la prosodia. Se debe a lesiones del sistema nervioso central y/o periférico. El defecto expresivo en las disartrias es permanente y uniforme. No existe disociación automático-voluntaria. El paciente es, en general, consciente de su defecto (Peña-Casanova, 1991) (v. cap. 18). Dislalia

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Constituye un trastorno en la producción fonológica, generalmente por dificultad en la adquisición de los rasgos distintivos de los sonidos. Aparecen casos en los que los errores no acontecen sistemáticamente, sino dependiendo del contexto de la serie de sonidos que constituye la palabra, en los cuales es muy importante realizar tanto un estudio perceptivo como práxico. Las dislalias pueden aparecer aisladas o formar parte de la clínica de los retardos evolutivos del habla (v. cap. 9). Disglosia La disglosia constituye un trastorno de la expresión del habla debida a alteraciones anatómicas de los órganos orofonatorios faringobucales (velopalatinos, labiales, linguales, laríngeos o maxilodentales). Las disglosias pueden ser congénitas (p. ej., fisura palatina) o adquiridas (secuelas de traumatismos o consecuencias de distintos tipos de cirugía) (v. cap. 8). Disfonía Se define como la alteración de una o más de las características acústicas de la voz, de forma que se pierde el normal timbre de ésta. En general está producida por una alteración de la vibración de las estructuras laríngeas. El trastorno puede ser transitorio o permanente. Su alteración máxima en todas sus características, es decir, su pérdida total, recibe el nombre de afonía. La producción simultánea de dos tonos recibe el nombre de diplofonía. Las disfonías se clasifican en funcionales y orgánicas. La disfonía debe diferenciarse de la rinolalia, que constituye la articulación en la que existe una resonancia nasal exagerada (v. cap. 17). Disfemia La disfemia constituye un trastorno de la fluidez del habla que se manifiesta por una interrupción del ritmo de la expresión verbal de forma más o menos brusca. Se manifiesta por repeticiones de sonidos, sílabas, palabras o frases, prolongaciones de sonidos, bloqueos o pausas inadecuadas en el seno del discurso. Estos elementos provocan una alteración del discurso, que se acompaña de otras manifestaciones que alteran la coordinación fonorrespiratoria (v. cap. 19). En el proceso normal del desarrollo del lenguaje, y aproximadamente entre los 2 y los 5 años de edad, aparecen frecuentes disfluencias, en especial en algunos niños. Este fenómeno constituye la disfluencia fisiológica. Esta dificultad desaparece en el transcurso de la primera infancia. Retardo del lenguaje Constituye la falta de desarrollo del lenguaje a la edad en que normalmente se presenta. Esta falta de desarrollo también conceptualiza la permanencia de patrones lingüísticos de niños de menor edad a la que realmente corresponde. Estos conceptos son básicamente empíricos, la semiología es variable y afectan a diversos niveles de la organización lingüística (fonológico, léxico, sintáctico y de

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discurso). Los trastornos evolutivos del desarrollo del lenguaje forman un continuum , desde la dislalia y el retraso del habla en su aspecto más leve, hasta la afasia congénita en su aspecto más grave. En los casos habituales (retraso «simple»), el desfase cronológico del desarrollo se reduce progresivamente con el tiempo (v. cap. 10). Trastorno específico del lenguaje Representa un trastorno grave del desarrollo del lenguaje; con frecuencia existen problemas de expresión y de comprensión. Se relaciona conceptualmente con la afasia congénita (McNeil, 1997). Tradicionalmente se usaba el término disfasia (v. cap. 11). Dislexia En un sentido amplio, se trata del conjunto de trastornos que afectan al aprendizaje y al desarrollo de la lectura y la escritura (v. cap. 21). Afasia Las afasias constituyen trastornos adquiridos del lenguaje debidos a una lesión cerebral. Salvo excepciones, se presentan con alteraciones de la lectura y la escritura. Se distinguen distintos tipos clínicos según el predominio de las alteraciones en una u otra de las vertientes del lenguaje (expresión, comprensión, repetición y denominación). El ejemplo típico de los trastornos de la expresión con una comprensión relativamente preservada lo constituye la afasia tipo Broca. En el polo opuesto, la afasia tipo Wernicke se caracteriza por trastornos graves de la comprensión, con preservación de los sistemas de producción verbal (v. cap. 20). Afasia congénita Se trata de la falta de aparición del lenguaje en niños que aparentemente no presentan manifestaciones de otros síndromes que podrían explicar su ausencia (sordera, autismo, discapacidad intelectual profunda, etc.). Puede afectar predominantemente a la expresión, a la comprensión o a ambas. Esta problemática actualmente se incorpora dentro de los trastornos específicos del lenguaje (v. cap. 11). Afasia adquirida del niño Constituye la alteración de las capacidades psicolingüísticas consecutivas a una lesión cerebral adquirida en un niño que ha desarrollado cierta capacidad de lenguaje (se sitúa alrededor de los 2-3 años, hasta los 15 años, según los autores). Hipoacusias. Sordera Se trata de defectos en la audición que no especifican su origen periférico o central. Las sorderas son de transmisión o conducción cuando el oído medio (caja

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timpánica) está afectado, y de percepción o neurosensoriales cuando existe una alteración de las neuronas o de las vías nerviosas. Cuando aparece antes de que el lenguaje se desarrolle (sordera prelocutiva) tiene un impacto en éste, que depende del grado de pérdida auditiva (v. cap. 13). Las sorderas adquiridas después de un primer proceso de aprendizaje del lenguaje (poslocutivas) no tienen tanta repercusión sobre el desarrollo. Las sorderas adquiridas una vez desarrollado el lenguaje únicamente implican una desaferentización, que depende de su intensidad. En ambos casos aparecen trastornos psicológicos reactivos, aislamiento, etc. Mutismo electivo o selectivo Se trata de un trastorno grave de la comunicación muy relacionado con la escuela, aunque de escasa frecuencia. El cuadro se caracteriza por la ausencia total y duradera del lenguaje hablado, en situaciones particulares o ante determinadas personas a cargo de niños que ya han desarrollado normalmente el lenguaje y que sí hablan en otras circunstancias. En los casos más típicos, los niños con este trastorno pueden pasar un curso completo sin pronunciar una sola palabra en la escuela y, en contraposición, hablar normalmente en su casa. Esta selectividad puede recaer en adultos desconocidos (maestros, vecinos, etc.). En estos casos debe realizarse un diagnóstico diferencial con los siguientes cuadros: fobia escolar, timidez, depresión o con rasgos psicóticos (Del Río y Bosch, 2001). Las indicaciones para el diagnóstico son las siguientes: • El lenguaje básico debe estar adquirido y, consecuentemente, la edad de inicio se sitúa más allá de los 4 años y medio o los 5 años. • La comprensión del lenguaje oral y la comunicación son normales en las situaciones en que no aparece el mutismo selectivo. • El niño habla con normalidad en determinadas situaciones y no habla nunca en otras más específicas. • Exclusión de otros trastornos psicológicos, hipoacusia, retraso del lenguaje o discapacidad intelectual. Trastornos del lenguaje asociados a otras alteraciones Los trastornos del lenguaje pueden presentarse aislados o en el contexto de otras alteraciones, entre las que destacan las siguientes: sordera (sordomudez), discapacidad intelectual, parálisis cerebral y autismo. Cada uno de estos cuadros merece una atención y un diagnóstico diferencial específicos.

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Etiologías El problema de las etiologías de las alteraciones del lenguaje, el habla y la comunicación se debe plantear en el seno de cada forma clínica específica. En general, las etiologías pueden clasificarse en: genéticas, disevolutivas, lesionales, ambientales y emocionales (Spinelli, 1983). Las etiologías en la patología del lenguaje son asimilables a todas las etiologías médicas generales que de una u otra forma afecten a los órganos implicados en el lenguaje. Las alteraciones puramente expresivas se relacionan con patologías de los órganos periféricos del habla: laringe, faringe, paladar, lengua, dientes, alveolos y labios. También pueden relacionarse con modelos ambientales, alteraciones emocionales y lesiones cerebrales. Las alteraciones que afectan a la comprensión se relacionan con deficiencias auditivas, defectos intelectivos, lesiones cerebrales y perturbaciones emocionales graves (Spinelli, 1983). Las etiologías orgánicas de patología causante de discapacidades intelectivas en el niño debe estudiarlas el especialista en neuropediatría. Cabe recordar, empero, que cerca del 50% de los casos tienen una etiología no determinada. Para más detalles sobre los trastornos cognitivos y conductuales en el contexto de las enfermedades pediátricas, véase Nass y Frank (2010), y para una revisión de los trastornos del neurodesarrollo, véase Tager-Flusberg (1999).

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Método de estudio general: consideraciones sobre el método clínico Aunque el tipo de consulta (logopédica infantil o de adultos, foniátrica, neurológica) y el tipo concreto de paciente (disfónico, afásico, hipoacúsico, etc.) determinan una conducta específica, el esquema o pasos del modelo clínico —con sus variaciones y matices— se repite en todos los casos: 1. Interrogatorio (enfermedad actual, antecedentes: personales, familiares). 2. Exploración clínica (exploración física). 3. Exámenes complementarios. 4. Diagnósticos: diferencial, etiológico, sindrómico, nosológico. 5. Tratamiento(s). Los trastornos del lenguaje en el niño requieren un enfoque metodológico especial (v. Aimard y Morgon, 1986; Soprano, 1997).

La entrevista clínica, el interrogatorio El interrogatorio debe seguir, en general, las pautas de toda historia clínica: definir al máximo todos los datos pertinentes de la enfermedad actual, los antecedentes personales (biográficos, fisiológicos y patológicos) y los antecedentes familiares (sociales y patológicos). De hecho, el tipo de paciente y de problema planteado hará que unos aspectos u otros de la anamnesis pasen a un primer plano. No existe una pretendida sistematización general de la historia clínica en patología del lenguaje o en «foniatría». Una historia clínica bien hecha es el núcleo fundamental de una orientación diagnóstica correcta. Una historia completa y detallada evita errores y disminuye la necesidad de hacer exploraciones complementarias. Siempre deben definirse los problemas fundamentales y dejar de lado los elementos circunstanciales irrelevantes. Es evidente que la historia del desarrollo (psicomotor, verbal, afectivo, etc.) tiene una importancia fundamental en niños con problemas evolutivos del lenguaje o con problemas escolares. Los datos precitados ocupan, ciertamente, un lugar muy distinto, e incluso irrelevante, en el caso de un laringectomizado, un disfónico o un afásico. Una guía que no pretende ser universal en la definición del cuadro clínico actual podría resumirse en los puntos siguientes: 1. Tipo de defectos, trastornos o quejas (¿qué le pasa?, ¿de qué se queja?, ¿cuáles son sus molestias o problemas?). 2. Fecha y forma de inicio (aguda, subaguda, insidiosa). También son muy importantes las circunstancias concomitantes y ambientales. 3. Tipo de evolución: progresiva, episódica, fluctuante, crítica, etc.

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4. Circunstancias específicas que desencadenan o condicionan problemas (p. ej., hablar en público, fatiga). Circunstancias que mejoran o empeoran el cuadro del paciente (p. ej., mejoría tras el reposo). 5. Terapias previas con su duración y efectividad. Pueden distinguirse cuatro apartados fundamentales en la anamnesis en el niño: a) antecedentes familiares y estructura familiar; b) historia general del niño; c) desarrollo neuropsicológico, y d) psicopatología y neuropsicología conductual (cuadro 1-1). C u a d r o 1 - 1 A nam nes is f undam ent al en el niño

c on t r as t or nos del lenguaje o ps ic opat ología 1 Antecedentes familiares. Situación y estructura familiar • Antecedentes de patología específica familiar (sordera) • Patología similar en hermanos (retrasos evolutivos de lenguaje, dislalia, deficiencia mental, defectos en aprendizaje). Padres con lenguaje deficitario (dislalia, disfemia) • Medio socioeconómico y cultural: profesión de los padres, dedicación a los hijos. Convivencia con otros familiares (abuelos, tíos) • Lengua o lenguas de la familia y lengua del medio • Posibilidad de uso de lenguas distintas entre padres, padres-hijos o hermanos entre sí • Hermanos y rango entre los hermanos • Filiación: natural, adopción, etc., segundas nupcias, separación, divorcio

2 Historia general del niño • Embarazo y sus incidencias o patología • Parto: término, peso al nacer, incidencias • Patología perinatal • Separación del medio familiar (y motivos): institucional, hospitalaria, edad del niño, duración, reacciones • Escolaridad: edad de inicio, adaptación y comportamiento con los compañeros y maestros, rendimiento escolar. Cambios de escuela. Lengua escolar. Información sobre el curso actual y problemas específicos • Hechos familiares: nacimiento de hermanos, cambios de domicilio, fallecimientos, separación de los padres, cambios de actitudes de los padres • Patologías específicas: enfermedades, accidentes o intervenciones quirúrgicas. Trastornos auditivos y patología del aparato fonatorio (adenoides, etc.) • Medicaciones: ototóxicos (estreptomicina, kanamicina), psicotropos

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(luminal, estimulantes)

3 Desarrollo neuropsicológico • Motor y psicomotor: reflejos arcaicos (incluyendo succión y deglución), postura y locomoción, prensión, coordinación y equilibrio, dominancia lateral, actividades perceptivas • Intelectivo: diferenciación específica a partir de los 6 años de edad (preoperatorio versus operatorio), prelógico, concreto. Datos a partir de juegos, quehaceres habituales y de relación • Hábitos higiénicos: control de esfínteres • Lenguaje y comunicación:

• Expresión: grito, lalación, imitación, exclamaciones, onomatopeyas, primeras palabras, palabra-frase, frases simples y complejas • Comprensión: nula, reacciones a sonidos familiares, palabras concretas aisladas, frases simples, comprensión progresiva de: ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿por qué?, abstracción (color), órdenes simples, etc. • Desarrollo emocional

4 Psicopatología y/o neuropsicología conductual • Dificultades alimentarias: bulimia, anorexia, pica, etc. • Trastornos del sueño: insomnios, terrores nocturnos, sonambulismo, hipersomnias • Trastornos de esfínteres: enuresis, encopresis • Angustia, fobias, obsesiones, inhibición, mutismo. Rasgos psicóticos. Datos de inmadurez afectiva • Trastornos de comportamiento: inestabilidad psicomotora, hipercinesia, agresividad, fugas, robos, espasmo del llanto, rechazo escolar, suicidio • Otras manifestaciones: tics, ritmias, onicofagia, tricotilomanía, succión del pulgar, etc. • Trastornos sexuales

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Exploración clínica Según el tipo de problema, la exploración propia del lenguaje se inicia en la conversación inicial y en el interrogatorio dirigido. Es preciso situar siempre los trastornos psicológicos en el lugar adecuado. La exploración clínica no protocolizada ni instrumental tiene unas limitaciones evidentes, especialmente en determinados cuadros clínicos. La exploración del lenguaje implica valorar la voz, la articulación, el léxico, la sintaxis, la semántica y los aspectos pragmáticos (organización del discurso, manejo de la información y lenguaje como forma de intervenir en la relación social). El logopeda deber conocer la exploración fundamental del aparato fonatorio (laringe, faringe, boca, fosas nasales). Las exploraciones especializadas son competencia del otorrinolaringólogo o el especialista en foniatría. Se aconseja efectuar un registro digital o en vídeo del paciente.

Exámenes complementarios A partir de una buena historia clínica previa y habida cuenta de la orientación diagnóstica, es necesario efectuar o solicitar las exploraciones clínicas complementarias pertinentes. No existe una normativa válida y general para todos los problemas logopédicos. Toda exploración complementaria debe estar nítidamente justificada. Hay que evitar cualquier exploración inútil o redundante. En cada tema tratado en esta obra se especifican —cuando es pertinente— las exploraciones complementarias indicadas. Las exploraciones complementarias pueden dividirse según las distintas especialidades: Exploración de la audición Tarea del especialista en audiología (v. Perelló y Mas, 1980). Exploración neurológica En el niño, los datos deben valorarse en relación con los conceptos de la neurología evolutiva. Muchos aspectos de la exploración del niño se concretan posteriormente en los test de desarrollo psicomotor. En el adulto, el interés de la exploración neurológica depende del cuadro específico estudiado. En las disartrias, la exploración neurológica es fundamental (v. cap. 18). En las afasias, la exploración neurológica también desempeña un papel importante ya que ayuda a delimitar las lesiones cerebrales y aporta datos concomitantes que pueden tener influencia en la planificación integral de la rehabilitación.

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Exploración psicológica La exploración y la evaluación psicológicas son muy importantes en ciertas entidades logopédicas (p. ej., en los trastornos del desarrollo, en el mutismo electivo, en la discapacidad intelectual, etc.). El logopeda deberá remitir al paciente a que se le realice una exploración psicológica cuando lo considere oportuno. Exploración neuropsicológica La exploración neuropsicológica, como el resto de exploraciones, está indicada en una serie de casos particulares. Se debe diferenciar la exploración neuropsicológica del niño (v. cap. 7), que requiere un enfoque neurobiológico evolutivo, de la del adulto, que requiere un enfoque sociodemográfico. El cerebro de un niño está en proceso de desarrollo, por tanto los rendimientos se relacionan con la edad (fase de desarrollo), y se considera que se está realizando una escolaridad normal. En el adulto es necesario valorar los efectos de la edad, la escolaridad y el sexo (factores sociodemográficos) en el rendimiento de los pacientes en los test neuropsicológicos. En la rehabilitación de las afasias, la exploración neuropsicológica permite reconocer trastornos que pueden tener una incidencia clara en la planificación logopédica. No se trata de buscarlo «todo», sino de enfocar cada prueba en el contexto y las necesidades que plantea el paciente. Examen foniátrico El especialista en foniatría indicará y/o efectuará las técnicas (radiológicas, etc.) de su especialidad. Estos estudios son necesarios cuando existen anomalías del velo, la lengua y los labios, así como anomalías graves osteodentales (disglosias en sentido amplio; v. cap. 8). Exploraciones neurofisiológicas Solicitadas por el neurólogo o el foniatra. Electroencefalograma (EEG): potenciales evocados (PE) visuales, auditivos y somestésicos; mapas o cartografía EEG. Exploraciones de neuroimagen La tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética (RM), la tomografía computarizada por emisión de fotón simple (SPECT) o la tomografía por emisión de positrones (PET) tienen indicaciones específicas en el diagnóstico nosológico y en la delimitación topográfica de las lesiones cerebrales. Otras técnicas Existen numerosas técnicas complementarias, como la audición dicótica, la taquistoscopia, estudios bioquímicos, estudios genéticos, etc. Utilizarlas o no dependerá de cada problema específico considerado.

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Diagnóstico diferencial Ciertas alteraciones del lenguaje, el habla y la voz no suponen una dificultad diagnóstica debido a su neta delimitación clínica. Existen otras situaciones en las que es preciso plantear los principios y algoritmos del diagnóstico diferencial: casos de trastornos evolutivos del lenguaje graves, disfasias, mutismos, rasgos psicóticos en el seno de un cuadro verbal complejo, etc. (v. cada capítulo específico).

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Terapia. Notas generales fundamentales La terapia debe partir siempre de orientaciones diagnósticas correctas y, asimismo, contar con una base racional que la justifique. En general, las actividades terapéuticas deben ser precoces, según los límites de precocidad propios de cada diagnóstico y cuadro clínico específico. En el niño con alteraciones de tipo disevolutivo, el diagnóstico y la terapia deben tener una orientación preventiva. Por ejemplo, no hay que retrasar una posible acción terapéutica argumentando que el niño «madurará» y, con ello, consolidar unos malos hábitos. Tampoco se trata de «rehabilitar» precozmente unos «defectos» dislálicos que pueden ser normales, habida cuenta de la edad del niño en cuestión. La actividad preventiva es especialmente importante en los trastornos propios de la «logopedia escolar». El objetivo de las tareas logopédicas es la mejoría de la capacidad comunicativa del paciente a través de la generalización de los esquemas aprendidos. Las mejorías en el despacho o laboratorio no tienen sentido si no se generalizan a las necesidades cotidianas del paciente. El papel de la colaboración fam iliar siempre es importante, tanto en niños como en adultos. Es fundamental todo esfuerzo en explicar y hacer comprender el tipo de trastorno del paciente y recabar la colaboración familiar general (actitudes) y específica (ejercicios, descondicionamientos, etc.). En casos de problemas con incidencia escolar es obligada la comunicación entre escuela, terapeuta y familia. El paciente (salvo matizaciones en un niño) ha de estar informado de su problema y conocer siempre las actividades que hay que realizar. La empatía y el clim a cordial con el terapeuta siempre son importantes. Las tareas deben estar graduadas de acuerdo con la línea de partida del paciente. Hay que evitar siempre las tareas demasiado difíciles y, consecuentemente, frustrantes para el paciente. La selección de m étodos o técnicas específicos para un determinado caso se hará siempre atendiendo al diagnóstico y a las prioridades establecidas. En general, se partirá de una línea de base y se establecerán objetivos a corto y largo plazo. Los objetivos se revisarán a medida que se vayan alcanzando objetivos parciales o cuando fallen las previsiones establecidas. La experiencia del terapeuta es muchas veces el elemento determinante de las modificaciones de los planes terapéuticos. La flexibilidad debe predominar sobre la rigidez. Hay casos en los cuales una conflictividad familiar o escolar influye en un problema de base que podía haberse presentado con independencia de los citados problemas. El equilibrio indica la necesidad de valorar todos y cada uno de los aspectos del cuadro y actuar sobre ellos en consecuencia. La posibilidad de psicopatología sobreañadida no debe ser un obstáculo para aplicar la logopedia, a no ser que existan contraindicaciones específicas. Sería tan grave pretender tratar una dislalia con sesiones de psicoterapia

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familiar como dejar de valorar los factores sociales, familiares y afectivos que puedan presentarse en el seno de unos determinados cuadros de retraso evolutivo del lenguaje. Es preciso plantear siempre la selección de pacientes para unas determ inadas técnicas terapéuticas. La aplicación de métodos electrónicos o informáticos puede que no esté indicada en ciertos pacientes, ya que experimentan rechazo, o puede que la interacción humana sea muy importante y los desaconseje. En muchos casos, la terapia (así como el diagnóstico) es diseñada y realizada por un equipo m ultiprofesional en el que cada especialista ocupa un lugar específico. Esta realidad aparece frecuentemente a lo largo de esta obra. El m aterial de terapia ha de estar adaptado a las necesidades e intereses del paciente. Se deben usar diseños claros, láminas con fotografías o recortes de gran calidad. Hay que diferenciar entre el material del adulto y el del niño, y tener en cuenta, también, la frecuencia de uso de los vocablos. Todo reeducador debe disponer de su propio material (confeccionado por él mismo o a partir de materiales disponibles en el mercado). El concepto de rehabilitación es mucho más amplio que el concepto estricto de logopedia. Se ha de insistir en que se rehabilita a pacientes con toda su realidad biográfica, familiar, laboral y social. Esta premisa nos llevará a considerar «la persona» más que la estricta «función específicamente alterada». Esto es importante en alteraciones cognitivas; se trata, por ejemplo, de rehabilitar afásicos y no afasias (Joanette et al., 1991). La rehabilitación «cognitiva» constituye la aproximación clínica y terapéutica en la que se tiene en cuenta un modelo funcional de la actividad mental en cuestión. A pesar de todo, la aproximación «cognitiva» no implica una teoría de la rehabilitación.

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Rehabilitación del lenguaje y «medicina basada en la evidencia» La rehabilitación en general, y dentro de ella, la del lenguaje, no debe ser ajena a las críticas y premisas de la corriente de la «medicina basada en la evidencia» (MBE). El paradigma de esta aproximación pretende que las decisiones sobre las exploraciones, el diagnóstico, el pronóstico y las intervenciones terapéuticas estén fundamentadas sobre pruebas («evidencias») sólidas procedentes de las mejores investigaciones posibles (Sackett et al., 2000; McGovern et al., 2001; Mayer, 2004). La MBE plantea claramente la necesidad de que el clínico sea del todo consciente de los datos objetivos y de la magnitud de las evidencias que fundamentan su práctica. La metodología de la MBE se basa en una serie de principios fundamentales: 1. Planteamiento de preguntas clínicas. 2. Búsqueda eficiente de la mejor información que responda a la pregunta planteada. 3. Evaluación de las evidencias para determinar su intensidad. 4. Obtención de un mensaje clínico a partir de la información ponderada. 5. Aplicación a los pacientes de la información obtenida. Preguntas clínicas Las preguntas clínicas han de plantearse de forma que sea posible obtener respuestas claras, definidas y medibles. Deben ser realmente concretas, del tipo: ¿qué método de intervención rehabilitadora es mejor, A o B?, ¿qué medicación produce menos efectos adversos?, ¿cuál es la mejor técnica quirúrgica para...? Búsqueda eficiente de la mejor información En este ámbito es importante tener acceso a las bases de datos de interés. En el campo de las ciencias de la salud existe un gran conjunto de recursos de información disponibles en Internet. La consulta de índices bibliográficos como Medline, por citar sólo uno, es accesible a través de la National Library of Medicine (PubMed). En las revistas especializadas de foniatría, logopedia o neuropsicología, entre otras, pueden encontrarse las direcciones de interés actualizadas. Evidencias (pruebas) Éstas se catalogan en función de su intensidad en distintos grados. En el cuadro 12 se presentan los criterios de clasificación usados por la American Academy of Neurology. C u a d r o 1 - 2 Clas ific ac ión de las evidenc ias y de la

int ens idad de las r ec om endac iones s egún los

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c r it er ios us ados por la A c adem ia A m er ic ana de N eur ología Clasificación de la calidad de las evidencias para las modalidades de terapia • Clase I. Evidencia aportada por uno o más ensayos clínicos aleatorizados y controlados bien diseñados • Clase II. Evidencia aportada por uno o más estudios clínicos bien diseñados, como casos, casos y controles o estudios de cohortes, entre otros • Clase III. Evidencia aportada por opinión de expertos, estudios no aleatorizados o informes de uno o más casos

Grados de intensidad de las recomendaciones • Tipo A. Recomendaciones positivas intensas basadas en evidencias de clase I, o evidencias contundentes de clase II cuando las circunstancias impiden la realización de ensayos clínicos aleatorizados • Tipo B. Recomendaciones positivas basadas en evidencias de clase II • Tipo C. Recomendaciones positivas basadas en evidencias de clase III • Tipo D. Recomendaciones negativas basadas en evidencias no concluyentes o conflictivas de clase II • Tipo E. Recomendaciones negativas basadas en la evidencia de la ineficiencia o ausencia de eficacia basada en evidencias de clase II o de clase I

Revisiones sistemáticas Este proceso de exigencia metodológica y de contraste de evidencias requiere llevar a cabo revisiones sistemáticas de la evidencia científica. Los motivos fundamentales para realizar estas revisiones son los siguientes: 1. Variabilidad en los estilos de práctica clínica: necesidad de especificar criterios de idoneidad. 2. Variación en el uso de los recursos sanitarios. 3. Aumento del gasto sanitario: necesidad de una gestión más eficiente de los recursos. 4. Exceso de información científica que los profesionales no pueden analizar ni asimilar con celeridad. 5. Existencia de influencias extrañas de base científica no demostrada. 6. Falsas presunciones fisiopatológicas: hipótesis no contrastadas a partir de

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estudios científicos de elevado rigor metodológico. 7. Aumento creciente de la demanda de servicios sanitarios: necesidad de encontrar el equilibrio entre los criterios de equidad, eficiencia y calidad. En muchos ámbitos de la rehabilitación del lenguaje persisten métodos o técnicas no contrastados que en los años venideros serán sometidos a una evaluación sistemática. Por último, es preciso advertir al lector de que el rápido avance de la investigación y la aparición de nuevas informaciones hacen que los libros tengan limitaciones: información «envejecida», errores, recomendaciones no contrastadas e incluso prejuicios de los autores.

La efectividad de la rehabilitación en cifras Para evaluar objetivamente los efectos de la rehabilitación es preciso considerar dos pasos: comprobar si el trabajo de investigación es válido y, a continuación, evaluar si los resultados son importantes (Badenoch y Heneghan, 2002).

Validez del estudio Para apreciar la validez de un estudio es importante comprobar si se cumplen las siguientes cuestiones: ¿Se definió adecuadamente la pregunta o cuestión de la investigación? En este ámbito es importante ver si en el estudio se definieron clara y adecuadamente el tipo de pacientes, el tipo de intervención y las medidas de efectividad. Así, por ejemplo, si se realiza un estudio en afásicos, será capital definir las características sociodemográficas de la muestra (p. ej., centrarse en un grupo de edad), la tipología de las afasias y su gravedad. La intervención logopédica deberá estar claramente definida y sistematizada para que se pueda replicar en otros estudios. Desde un principio hay que definir la variable que servirá para medir la efectividad de la terapia. Por ejemplo, se puede considerar que un paciente ha mejorado si gana un número determinado de puntos en un test de capacidad de comunicación. Para definir correctamente este aspecto es muy importante determinar cuál es el tamaño de la muestra de pacientes. ¿Los sujetos fueron aleatorizados adecuadamente en un grupo control y un grupo experimental? Para que puedan compararse las evoluciones del grupo control y del grupo experimental es preciso que tengan las mismas características sociodemográficas y las mismas características patológicas. Según este principio, se entiende que si el grupo experimental —siguiendo en el ejemplo de las afasias— se caracteriza por tener una menor gravedad que el grupo control, los hipotéticos resultados

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positivos del estudio pueden carecer de valor. La asignación de los sujetos al grupo control o al grupo experimental debe ser aleatoria. ¿Se consideraron todos los pacientes estudiados hasta la conclusión del estudio? Este aspecto es importante porque a lo largo del estudio es posible perder sujetos (drop-outs). Se considera que un estudio no es válido si se sigue a menos del 80% de los sujetos. Además, es fundamental considerar la longitud del estudio, porque ciertas terapias, para demostrar su efectividad, podrían requerir un mayor tiempo que el considerado en el estudio. ¿Se realizó un enmascaramiento de los participantes del estudio? Cuando se usan fármacos, los investigadores, siempre que es posible, enmascaran2 los tratamientos de forma que el paciente y/o el investigador desconocen si un sujeto determinado está sometido al tratamiento activo o a placebo. En estos casos se habla de estudios enmascarados, monoenmascarados o bienmascarados. Como los enmascaramientos no son factibles en muchas de las intervenciones logopédicas, la alternativa es que los evaluadores desconozcan las intervenciones. Esto significa que los logopedas encargados de puntuar los test de medida de los resultados deben ser distintos de los que aplican la terapia y no tienen que saber si el sujeto que evalúan pertenece al grupo control o al grupo experimental.

Importancia de los resultados (unos breves elementos) Para apreciar los resultados de un estudio es preciso evaluar la magnitud y la precisión de éstos. En general, los estudios han de mostrar que la probabilidad de la mejoría en el grupo tratado frente al no tratado no se debe al azar. El valor de p es la medida que se emplea habitualmente para expresar esta probabilidad (de hecho, se habla de la significación del estudio). Así, por ejemplo, un valor de p < 0,01 significa que existe una probabilidad inferior al 1% de que el resultado se deba al azar; de la misma forma, un valor de p < 0,05 significa que existe una probabilidad inferior al 5% de que el resultado se deba al azar. Tras la consideración de la probabilidad expresada por la medida de significación estadística, es crucial determinar una serie de cálculos que expresarán la cantidad del hipotético beneficio observado tras la terapia. Aunque las medidas del resultado de una terapia sean continuas (p. ej., número de puntos ganados o perdidos en una escala), siempre se pueden dicotomizar (p. ej., sujetos que superan un número de puntos en la escala de medida). En ciertos estudios médicos, la dicotomía de efectividad es realmente «dura», como, por ejemplo, el número de sujetos que fallecen en el grupo control

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frente a los que fallecen en el grupo experimental (tratado). Si se ha definido el acontecimiento (o evento) terapéutico esperado, se trata de ver cuántas veces aparece en el grupo control (no tratado) frente al grupo experimental (tratado). Por este motivo se puede hablar de la tasa o el número de acontecimientos que ocurren en cada grupo. A continuación se define una serie de conceptos y cálculos que se realizan a partir de las tasas señaladas en las casillas de la tabla 1-1. En las líneas siguientes se mantendrán las siglas inglesas. Tabla 1-1 Variables definidas por los cuatro espacios a, b, c y d, y cifras correspondientes al ejemplo expuesto en el texto Grupo control Grupo experimental Acontecimiento a = 20 b = 30 Ausencia del acontecimiento c = 80 d = 70

• Tasa de acontecim ientos en el grupo control (control event rate, CER).

• Tasa de acontecim ientos en el grupo experim ental (experimental event rate, EER)

• Reducción relativa del riesgo (relative risk reduction, RRR). Es el porcentaje de reducción de los eventos en el grupo tratado (EER), comparado con la tasa de eventos en el grupo control. Recordemos que el riesgo, en general, es la probabilidad de que tenga lugar un acontecimiento (enfermedad o resultado).

Obviamente, según el tipo de medida los acontecimientos pueden ir en dos direcciones. En el caso de que la medida sea «fallecimientos», el evento negativo —que se espera que no ocurra— es la muerte (la supervivencia es lo esperado). En caso de la terapia del lenguaje, el evento positivo —que se espera que ocurra— es la mejoría (el empeoramiento es lo no deseado). • Reducción absoluta del riesgo (absolute risk reduction, ARR). La reducción absoluta del riesgo es la diferencia entre el grupo control y el experimental.

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• Núm ero necesario a tratar (number needed to treat, NNT). Esta medida tiene una gran relevancia para evaluar los beneficios de la terapia, ya que indica el número absoluto de pacientes que se deben tratar para evitar un resultado negativo (o conseguir uno positivo). Es la inversa de la reducción absoluta del riesgo.

Un ejemplo ficticio con objetivos docentes Para entender el significado y la importancia de los conceptos y fórmulas que se acaban de exponer, a continuación se presenta un ejemplo hipotético con números fáciles de entender. Imaginemos que tras una ardua selección de sujetos, un grupo de logopedas disponen de 200 afásicos de características similares, especialmente en edad, escolaridad, sexo, dominancia manual, etiología, tipo y gravedad de la afasia. Estos logopedas diseñan un nuevo método terapéutico y pretenden aplicarlo a la mitad de la muestra. Los sujetos tratados los escogen al azar (por sorteo). En resumen: dos grupos idénticos de 100 afásicos sometidos, respectivamente, a terapia, o bien se les deja a su propia evolución (historia natural de la enfermedad). Todos los pacientes son evaluados mediante un test de eficiencia comunicativa, que se considera la medida de efectividad de la terapia. A los pacientes del grupo experimental se les aplica una terapia intensiva de cuatro horas diarias, cinco días a la semana, durante seis meses. Tras el período de tratamiento, otro grupo de logopedas, desconocedor de la terapia aplicada, examina a los 200 afásicos y aplica la medida de efectividad establecida a priori: un test de eficiencia comunicativa. También, a priori y gracias a un estudio previo, se consideró que la terapia sería efectiva si mejoraban más de diez puntos en el test. Imaginemos ahora que el grupo experimental presenta 30 sujetos que superan el punto crítico de mejoría (obtienen 11 puntos o más en el test de comunicación en relación con su estado basal). Los investigadores, de entrada, están eufóricos porque han conseguido un 30% de mejorías. Las cosas ya no son tan agradables cuando se ponen de manifiesto los datos del grupo control: 20 (20%) sujetos han mejorado significativamente (han obtenido 11 puntos o más en el test de comunicación en relación con su estado basal). Podemos imaginar que el efecto de la terapia no se debe al azar y que la p de significación es 54 El niño aprende estructuras sintácticas más complejas; pasivas, condicionales, circunstanciales de tiempo (p. ej., «veré la tele cuando acabe los deberes»). Va perfeccionando aquellas con las cuales ya estaba familiarizado (p. ej., subordinadas causales: «Marta se cayó porque tropezó con una piedra»). Diversas estructuras de frase aún van perfeccionándose y generalizándose (varios usos de la voz pasiva, conexiones adverbiales, p. ej., «aunque si, realmente, de todos modos…»), aunque no se llega a una completa adquisición hasta los 7 u 8 años. Los niños empiezan a apreciar los efectos distintos de una lengua al usarla (adivinanzas, chistes…) y juzgar la correcta utilización de su propio lenguaje. Inicio de actividades metalingüísticas

No todos los autores coinciden exactamente en la división cronológica de los diversos estadios del desarrollo del lenguaje, aunque sus márgenes son relativamente similares (para una revisión excelente sobre el tema, incluyendo estudios en catalán y castellano, puede consultarse Pérez-Pereira, 1996; Serra et al., 2000). La evolución de los aspectos expresivos del lenguaje queda ampliamente descrita en la literatura existente sobre el tema, y muchos profesionales que intervienen en las alteraciones del lenguaje se apoyan generalmente en las etapas productivas del lenguaje infantil como guía. No podemos olvidar que las bases del desarrollo efectivo del lenguaje no provienen únicamente de lo que el niño dice o

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expresa, sino también de lo que él o ella comprende y percibe mucho antes de emitir las primeras palabras. En la actualidad, nuevas metodologías de estudio nos permiten ir más allá de los hitos productivos para entender mejor cóm o los niños aprenden y adquieren lenguaje, y no sólo qué aprenden. Estas nuevas metodologías de estudio perfilan el desarrollo temprano del lenguaje en el niño y ofrecen sugerencias para pensar qué tipo de intervención logopédica temprana sería la más adecuada, sin dejar de considerar otros aspectos del desarrollo infantil (Hirsh-Pasek y Golinkoff, 2012). Los estudios empíricos, tanto en nuestro país como en el extranjero, permiten describir cada vez mejor los aspectos más relevantes en las diferentes áreas del desarrollo del lenguaje: la fonética y los procesos fonológicos, la adquisición del vocabulario, la morfosintaxis y los aspectos pragmáticos y funcionales, lo cual da pie a instrumentos de evaluación cada vez más completos (Puyuelo, 2007). Respecto al estudio de la fonética y de los procesos fonológicos, la especificidad de cada lengua dificulta las generalizaciones (en catalán y en castellano se puede consultar, respectivamente, Bosch, 1987 y 2004). Respecto a la adquisición del léxico y de la morfosintaxis, está probado que son procesos recíprocamente relacionados (Snow, 1986; Tamis-LeMonda et al., 2001). Para conocer los principios que guían la formación inicial de las palabras en el niño, se puede consultar Serra et al., 2000 (pp. 257-276), o un magnífico resumen en Harris et al. (2010). Los aspectos pragmáticos y funcionales son los de más reciente incorporación a las pruebas de evaluación del lenguaje (Capdevila y Serra, 1996). La prueba de lenguaje oral de Navarra (PLON-R) mide la forma, el contenido y el uso del lenguaje (Aguinaga et al., 2004) en niños de 3 a 6 años, mientras que los módulos semánticos y pragmáticos de BLOC (Batería de Lenguaje Objetiva y Criterial) (Puyuelo, 1997, 2007) son una buena opción para evaluar los componentes pragmáticos del lenguaje en niños de 5 a 14 años. Por otro lado, hay instrumentos que evalúan de manera general la interacción adulto-bebé en las primeras etapas, y algunos de ellos analizan específicamente la interacción comunicativa y lingüística, como un modo de valorar qué aspectos concretos de esta interacción verbal y no verbal, en edades muy tempranas, son capaces de impulsar y fomentar el desarrollo del lenguaje posterior (GalvánBovaira y Del Rio, 2009), iniciativa muy interesante para reflexionar sobre qué factores pueden alterar la evolución normal del lenguaje, como veremos a continuación.

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Factores que pueden alterar la evolución normal del lenguaje Según las teorías actuales sobre el desarrollo del lenguaje, los factores que pueden incidir desfavorablemente en su evolución suelen agruparse en dos grandes bloques. Por un lado se alinearían los factores orgánicos, sean éstos de orden genético, neurológico o anatómico, y por otro, los llamados factores psicológicos. Las clasificaciones de trastornos del lenguaje que se han hecho en función de estos tipos de factores, orgánicos y psicológicos, pueden encontrarse ampliamente comentadas en autores como Perelló (1991), Narbona y Chevrie-Muller (2001) y Puyuelo y Rondal (2003). El propósito de estas líneas es comentar algunos aspectos referentes a tales factores y sus consecuencias para la evaluación e intervención en niños y niñas que pueden presentar alteraciones en el área del lenguaje y la comunicación. Entre los factores psicológicos, suelen considerarse la ansiedad por una separación prolongada, rechazo o sobreprotección materna y otros tipos de factores ligados al ámbito emocional y afectivo. Por otro lado se encuentran aquellos factores psicológicos que alteran los procesos de transmisión/adquisición del lenguaje, sin comprometer necesariamente el desarrollo emocional del niño. Como hemos comentado anteriormente en este capítulo, estos factores (responsiveness materna, atención conjunta e intención conjunta, intercambios sociales construidos y estructurados en función del interés del niño, etc.) afectan al núcleo de la calidad y la cantidad de las actividades no intencionales de enseñanza y aprendizaje que, en contextos naturales como la familia y la escuela, hacen posible el desarrollo lingüístico. Los factores psicológicos pueden verse alterados tanto en casos de retrasos en el lenguaje (p. ej., retraso por bilingüismo o trilingüismo especialmente incontrolado, o el lenguaje de los gemelos) como en casos de trastornos del lenguaje causados por factores orgánicos (p. ej., niños con síndrome de Down, síndrome X frágil [SXF], trastorno específico del lenguaje [TEL], etc.). Tal y como hemos venido argumentando en estas páginas, es interesante señalar que si se considera el lenguaje como una actividad humana, cualquier alteración de su curso es de orden psicológico, ya que en ella se interrelacionan lo orgánico, como base, y lo comportamental e interrelacional. Cuando una alteración del lenguaje tiene una causa conocida de origen orgánico, como por ejemplo, la sordera, no por ello dejan de actuar los procesos interpersonales psicológicos; pero éstos a su vez también sufren alteraciones, pues los padres de niños sordos, siguiendo con el ejemplo anterior, lógicamente interactúan con sus hijos con déficit auditivo de una manera diferente que con los hijos oyentes. La supresión o remedio de la alteración orgánica no conlleva automáticamente el restablecimiento espontáneo de los procesos interactivos familiares y sociales que

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facilitan la evolución normal del habla. El estudio del desarrollo del lenguaje en niños con trastornos, como el síndrome de Down, SXF u otros, ha incorporado también una concepción del desarrollo de naturaleza interactiva y social (Guralnick, 2005). Por tanto, es necesario evaluar e intervenir también en relación con los factores psicológicos y contextuales tan pronto como sea posible. Cuando las estructuras orgánicas que sustentan la adquisición del lenguaje están dañadas en el niño, no sólo ve alterada una función ya establecida, sino que además queda comprometida la evolución de funciones futuras aún por desarrollar. Por esta razón, aun existiendo etiologías orgánicas, ni la evaluación ni la intervención pueden efectuarse sólo desde una perspectiva organicista. Por ejemplo, las alteraciones que padece un niño que nace con el paladar hendido, aunque están claramente provocadas por una malformación anatómica, han de enfocarse desde una perspectiva amplia. En el diagnóstico deben valorarse los efectos que la malformación del bebé tiene sobre la madre (puede que las primeras interacciones sociocomunicativas sean difíciles, acarreen problemas de alimentación, de sueño, etc.). Todo ello trae como consecuencia que las prácticas interactivas que facilitan específicamente el desarrollo del lenguaje resulten ser inadecuadas y poco ajustadas. En consecuencia, conviene tener en cuenta que la familia puede necesitar apoyo y consejo para que las primeras interacciones con el niño sean satisfactorias, tanto para la evolución de la comunicación y el lenguaje como para el desarrollo emocional y afectivo del niño y de toda su estructura familiar. Todo ello obliga a un planteamiento terapéutico interdisciplinario, que tenga en cuenta conjuntamente factores orgánicos y psicológicos. Sin olvidar que los procesos de educación y reeducación también son procesos psicológicos en el más amplio sentido de la palabra. Las investigaciones presentadas en este capítulo, sin ánimo de ser exhaustivas, pueden conllevar consecuencias para guiar la práctica del logopeda y facilitar su trabajo. Si los profesionales que trabajan con niños con alteraciones en el desarrollo del lenguaje y la comunicación estructuran sus interacciones por turnos, se guían por el interés del niño, establecen atención e intención conjunta, son sensibles y receptivos a lo que el niño comprende y expresa, amplían el lenguaje con vocabulario nuevo y con estructuras gramaticales acorde a su edad y nivel de desarrollo, estarán proporcionando el andamiaje necesario para facilitar y optimizar el desarrollo del lenguaje y la comunicación. Además, es imprescindible que el logopeda, junto con la referencia a la naturaleza de la causa del trastorno (que a veces se desconoce o es difícil reducirlo a una sola causa), analice qué factores ambientales han intervenido o están aún interviniendo para facilitar o dificultar el normal desarrollo lingüístico; que evalúe si existen alteraciones de orden cognitivo o emocional, y que evalúe su repertorio lingüístico y comunicativo en diferentes contextos (en casa, en el aula, etc.). Esta tarea diagnóstica y de intervención requiere un enfoque plural e interdisciplinario en cuya dirección, afortunadamente, algunos logopedas y psicólogos han empezado a

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trabajar en los últimos años.

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CAPÍTULO 6

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Fundamentos de lingüística en logopedia F. Diéguez Vide

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Introducción Son numerosos los autores que han abogado —y abogan— por la necesidad de un conocimiento lingüístico cuando un logopeda o un neuropsicólogo se enfrenta a la difícil tarea de diagnosticar y rehabilitar a una persona con alteraciones verbales. Una descripción exhaustiva y detallada de estas alteraciones implica conocer las unidades lingüísticas que utilizamos para producir y comprender una emisión, así como algunos de los procesos (psico)lingüísticos que relacionan entre sí estas unidades. El objetivo que se persigue aquí es el de describir esas unidades y algunos de los procesos para que los terapeutas puedan utilizarlos cuando realicen un examen de algún sujeto con alguna disfunción verbal. Así, se intentará resolver el galimatías que para muchas personas suponen nociones como «sonido», «fonema», «letra», «grafema», «sílaba», «morfema», «palabra», «sintagma», «oración»... Este objetivo aparca toda discusión teórica y, sobre todo, toda descripción del sinfín de gramáticas y teorías propuestas: no se entrará a discutir aspectos de la gramática generativa, de la lingüística cognitiva, de las gramáticas categoriales, etc., pues no aportan nada al diagnóstico y a la rehabilitación de un sujeto con alguna alteración verbal. Para profundizar en lo expuesto en los párrafos que siguen, se remite al lector a Diéguez-Vide y Peña-Casanova (2012).

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Unidades subléxicas Ámbito oral: sonidos y fonemas Las palabras que pronunciamos y oímos están formadas por sonidos que, desde un punto de vista psíquico, pueden abstraerse para crear los fonemas, que a su vez se unen en grupos y generan las sílabas. Desde una perspectiva amplia, también serían unidades subléxicas los denominados rasgos suprasegmentales (acento, tono, ritmo, entonación, etc.). Éstas son las unidades de un estudio subléxico oral. La descripción de los sonidos del habla que existen en todas las lenguas humanas pertenece al ámbito de la fonética —siendo cada lengua un ámbito particular—, mientras que la descripción de la organización de los sonidos (la «estructura» de fonemas y sílabas) dentro de las lenguas la realiza la fonología.

Sonidos Los ámbitos de la producción del habla y de la comprensión son muy importantes en la investigación logopédica, por lo que es necesario describir con precisión los sonidos pertenecientes al castellano. El conocimiento terminológico vinculado a la producción de sonidos (fonética articulatoria) es parejo al conocimiento anatómico de los órganos bucofonatorios (v. cap. 4); no obstante, el ámbito perceptivo no mantiene la misma relación respecto a los órganos auditivos (v. cap. 3). En realidad, el sonido no es la mínima unidad lingüística, pues los sonidos están formados por rasgos segmentales o rasgos fonéticos. Así, cualquier sonido, tanto si es una vocal como una consonante, estará compuesto por un conjunto de rasgos que, ahora sí, conforman las mínimas unidades de análisis lingüístico. Antes de definir propiamente los sonidos del castellano, es importante destacar que existen dos clases, las vocales y las consonantes; las primeras son sonidos que dejan libre el paso de la energía sonora a través del aparato bucofonatorio, y las segundas, obstruyen dicho paso. Para representar los diferentes sonidos que los seres humanos son capaces de producir, en el siglo pasado se creó el AFI (Alfabeto Fonético Internacional) que puede observarse en el primer capítulo de esta obra (v. también http://es.wikipedia.org/ wiki/Alfabeto_Fonético_Internacional) y que se ha ampliado para cubrir las necesidades logopédicas (AFI Extendido). Las tablas 6-1 y 6-2 representan los sonidos vocálicos y consonánticos del castellano, mientras que en la tabla 6-3 se ejemplifica brevemente la «escritura» de los sonidos consonánticos (en el anexo se representan los sonidos del catalán, euskera y gallego; v. Moreno-Torres, 2004, para una visión de las variantes sociales).

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Tabla 6-1 Símbolos fonéticos del AFI para las vocales del castellano

Tabla 6-2 Símbolos fonéticos del AFI para las consonantes del castellanoa

a

Blb (bilabial), Lbd (labiodental), Intd (interdental), Dalv (dentoalveolar), Alv (alveolar), Alv-pal (alveolopalatal), Pal (palatal), Vel (velar), Uvl (uvular), Far (faringeal), Glo (glotal).

Tabla 6-3 Breve ejemplificación de las correspondencias de los símbolos fonéticos del AFI con las letras de la escritura

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En realidad existe una clase más de sonido. En ocasiones, dos vocales aparecen juntas, formando un diptongo. Los diptongos representan una unión entre una vocal «fuerte» ([a], [e] y [o])1 y una vocal «débil» ([i] y [u]) no tónica (no son

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diptongos, entonces, m ío, río, María, etc.). Existen dos clases de diptongos: 1. Cuando la vocal débil aparece delante de la fuerte se trata de una semiconsonante (diptongos crecientes) y se transcribe como [j] («i») o [w] («u»): ciencia, lengua, huevo o apio. 2. Cuando la vocal débil se coloca después se trata de semivocales (diptongos decrecientes) y se transcribe como [ ] («i») y [ ] («u»): Europa, aire, fauna o peine.

Vocales Las vocales (v. tabla 6-1) se describen a partir de tres rasgos segmentales (en ocasiones, a los sonidos se los denomina segmentos): 1. Altura de la lengua: según el grado de elevación de la lengua, existen vocales altas (cerradas), semialtas/semibajas (semicerradas/semiabiertas) o bajas (abiertas). 2. Posición del cuerpo de la lengua: palatal (anterior), pospalatal (central) y velar (posterior). 3. Acción de los labios: vocales redondeadas y vocales no redondeadas. Con estos tres rasgos se puede apreciar la distancia fonémica vocálica: por ejemplo, entre la [o] y la [u] existe un rasgo fonémico de diferencia (altura); entre la [e] y la [u] existen dos rasgos (posición del cuerpo de la lengua y acción de los labios), y la [a] y la [o] se diferencian por los tres rasgos. Así, las vocales [o] y [u] son fonéticamente más similares que [a] y [o].

Consonantes Por su parte, las consonantes se describen también a partir de tres rasgos fonéticos: 1. Punto (o lugar) de articulación: lugar en que los órganos articulatorios se tocan o acercan. El punto de articulación será bilabial (dos labios), palatal (acción del paladar), velar (velo del paladar), etc. No obstante, hay que advertir que en la mayoría de los puntos actúa la lengua. 2. Modo (o m anera) de articulación: posición que adoptan los órganos articulatorios en un punto determinado. Dependiendo de la oclusión/abertura de la boca, serán, respectivamente, oclusivas, aproximantes o fricativas (una oclusión más una fricación produce sonidos africados). Los sonidos nasales, laterales y vibrantes se producen, respectivamente, por la salida del aire por la boca y la nariz, por una expulsión del aire por los costados de la lengua y por la producción de breves vibraciones de la punta de la lengua. 3. Sonoridad: los sonidos en los que se produce una vibración de las cuerdas vocales se denominan sonoros, y aquéllos en los que tal vibración no existe, sordos. Igual que para las vocales, existe una distancia fonémica en las consonantes. Se proponen a continuación cinco ejemplos (v. tabla 6-2):

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• Distancia 1: [p] – [b], [m] – [n], [x] – [k], [ʎ] – [ ], [ ] – [z] – [r], etc. • Distancia 2: [p] – [m], [s] – [r], [ ] – [χ], [ʎ] – [m], [ ] – [ ], etc. • Distancia 3: [p] – [z], [θ] – [g], [β] – [k], [ɲ] – [f], [ɾ] – [t], etc. Esto se leería, para el primer ejemplo de cada serie, de la forma siguiente: los sonidos [p] y [b] se diferencian por un rasgo segmental (sonoridad); los sonidos [p] y [m] se diferencian por dos (sonoridad y modo de articulación), y los sonidos [p] y [z] se diferencian por los tres criterios mencionados.

Coarticulación Cuando hablamos, el ser humano realiza este acto de forma continua: laspersonasnohabla-mosseparandolaspalabrassinoquelohacemosdeformacontinua. Esta continuidad se traduce, desde el punto de vista articulatorio, en una acomodación de unos sonidos respecto a los sonidos vecinos. Las palabras enferm era y canguro poseen, ambas, un sonido [n], pero en el primer caso este sonido se coarticula con el siguiente, [f], convirtiendo al primer sonido en un sonido labiodental [ɱ], mientras que en el segundo se coarticula con un sonido velar, [g], produciendo un sonido nasal velar, [ŋ]. Este concepto, al igual que la distancia fonémica, permite describir con precisión algunos problemas fonéticos de ciertos enfermos (como, por ejemplo, pacientes con anartria).

Fonema y alófono Se suele definir el fonema como un «sonido distintivo», es decir, un fonema se obtiene cuando, tras conmutar dos sonidos, se produce un cambio de significado en una palabra. Así, los sonidos [b] y [β], para las letras b de las palabras bala y lobo, respectivamente, no diferencian palabras: podemos pronunciar [|βala] y [|lobo] y, aunque puede sonar extraño, se trata de la misma palabra. Ahora bien, si en [|bala] cambiamos la letra b por una letra c se obtiene [|kala] (cala), y aquí sí que se obtienen dos palabras diferentes. En consecuencia, /b/ y /k/ son dos fonemas diferentes. Dado que es posible intercambiar ciertos sonidos sin que exista una modificación en el significado de la palabra, se puede admitir que ciertos fonemas (p. ej., /b/) pueden tener distintos alófonos ([b] y [β]). La lista de alófonos en castellano no es demasiado amplia: • /b/={[b] y [β]} • /d/={[d] y [ð]} • /g/={[g] y [ɣ]} • /n/={[ ], [ ], [n], [ ], [ŋ], [N]} • /l/={[ ], [ ], [l], [ ]} • /s/={[s] y [z]} Si bien algunas selecciones fonológicas son universales (p. ej., la distinción entre

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vocales y consonantes), cada lengua posee su propio inventario fonológico. Es evidente que con el fonema nos adentramos en el ámbito psíquico o mental. Así, y aunque algunos trastornos del lenguaje son propios de una única lengua (y se dice que son paramétricos, como sucede con el sonido [R], la «típica r» de los franceses), las unidades y los procesos pueden aplicarse a todos los enfermos que posean características similares.

Procesos fonológicos Aunque son diversos los procesos fonológicos que conforman la estructura fonológica del castellano, aquí comentaremos sólo el más importante de ellos, el proceso de asimilación. La asimilación se produce cuando un sonido adquiere uno o más rasgos de otro. Así, por ejemplo, sería un proceso asimilatorio muy usual en castellano la conversión de una nasal alveolar [n] en una nasal velar [ŋ] cuando el contexto de la primera incluye después un sonido velar ([k], [g], [x]): canguro, ancla, etc. Como el lector habrá apreciado, la asimilación es el proceso que describe la coarticulación comentada anteriormente. Otros procesos fonológicos serían la disimilación (dos sonidos articulatoriamente parecidos tienden a diferenciarse) y la inserción o elisión de segmentos. En este segundo caso, la omisión de segmentos se denomina apócope cuando la omisión se produce al final (como en san por «santo») y síncopa cuando la omisión se produce en el interior de una palabra (como navidad por «natividad»); por su parte, en las adiciones tenemos el proceso de prótesis cuando la adición es al principio de la palabra (como la «e» añadida a «estop» o «estándar») y epéntesis cuando la adición es en cualquier otra posición (como los cafeses en lugar de «cafés»).

Ámbito escrito: letras y grafemas Las palabras que leemos y que escribimos —en los sistemas alfabéticos— están formadas por letras y, al igual que en el ámbito oral, la abstracción de las letras son los grafemas, cuya unión forma sílabas. También al igual que en el ámbito oral, las unidades básicas son los rasgos gráficos («|» sería un rasgo, por ejemplo, para una letra t mayúscula), y es la combinación de rasgos gráficos la que genera las letras, es decir, unidades gráficas físicas. Igual que en el ámbito oral, también ahora se habla de grafética y de grafém ica para estudiar, respectivamente, las propiedades físicas y la estructura de la escritura (Crystal, 1987).

Unidades de la lectura/escritura Se entiende por letra la mínima unidad de la lectoescritura —dejando siempre a un lado los rasgos gráficos— dentro de un dominio físico. Son letras, entre otras, las siguientes: f, a, t, l, i, etc. Por su parte, el grafema sería la correspondencia

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escrita de un fonema, de manera que todos los fonemas comentados en el apartado de fonología serían también grafemas. Es obvio, entonces, que los grafemas de una lengua estarán representados por letras y/o dígrafos. En la tabla 6-4 se representan los grafemas y las letras y dígrafos (cfr. infra) que se corresponden con ellos. Tabla 6-4 Correspondencia entre grafemas y letras/dígrafos

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a

Por supuesto, la letra h es una letra «muda», por lo que el grafema para la h aislada, sin vocal, es .

Aunque la definición descrita es válida, no lo es completamente, pues en las lenguas del mundo existen sistemas de escritura diferentes del alfabeto; por ejemplo, en lenguas como el japonés o el chino se utilizan silabarios o logogramas2, de forma que el grafema, en estas lenguas, sería la correspondencia escrita de las sílabas o de los logogramas, respectivamente. De hecho, en un nivel diferente, también una lengua como el castellano posee otros símbolos gráficos que no son letras y que, en consecuencia, también se leen y escriben: • Cuando leemos y cuando escribimos utilizamos símbolos gráficos en forma de logogramas para marcar elementos prosódicos; por ejemplo, :, ; ¿ ¡, etc. • Como se acaba de enumerar, existen abreviaturas (i.e., «etc.») que se leen de forma completa como una palabra: Avda, Sr/a, Excm o, etc. • Muchos símbolos actuales se relacionan directamente con el referente al que apuntan. Así, por ejemplo, en algunas señales de tráfico se «dibujan» las acciones, en los lavabos se marca el género por medio de dibujos de señor o señora, en un aeropuerto nos guiamos «leyendo» muchos dibujos en carteles. Todos estos componentes, que se corresponden con lo que se denomina pictogramas, son frecuentes en todas las lenguas del mundo y, aunque no se corresponde con ningún sistema de escritura actual, sí forman parte del inventario gráfico. • Si bien sólo algunas lenguas usan logogramas, en las lenguas alfabéticas también existen símbolos logográficos: 713, ¼, ®, , , [email protected], etc. De hecho, la universalidad de la matemática procede, directamente, del uso como lenguaje en esta disciplina de logogramas: ∑ nete A (ck,ti-1), ∀, ∅, ∞, etc. Además de las letras y de los grafemas, es necesario comentar dos unidades más: los alógrafos y los dígrafos. Se denominan alógrafos todas las formas que puede adoptar una letra; por ejemplo, son alógrafos, entre otros, las formas a, a, A, a, A, a, A, a, A... El uso clínico más claro se corresponde con los alógrafos de mayúscula y minúscula. También son algo diferentes los dígrafos, que se corresponden con la combinación de dos letras en castellano. Son dígrafos formas como qu, rr, ch, etc. (v. tabla 6-4).

Correspondencias: letras-grafemas y grafemas-fonemas En castellano, al igual que en otras lenguas alfabéticas, la correspondencia que existe entre una letra y un grafema, por un lado, y entre un grafema y un fonema, por otro, no es unívoca, es decir, no es de uno-a-uno. Aunque es cierto que la relación unívoca existe en algunos casos concretos (p. ej., la letra f se relaciona con el grafema y éste con el fonema /f/), esto sería la excepción más que la norma. En la tabla 6-4 presentada anteriormente se muestra la relación entre grafemas y letras o dígrafos. Así, por ejemplo, todos los hablantes saben que la unión de la

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letra c con la letra h produce un sonido que no es el propio ni de la c ni de la h: [ ]. Este sonido «che» o «c hache» se corresponde con el fonema del mismo nombre: / /. Todos los casos en los que se presentan dos letras unidas que se corresponden con un único sonido son casos similares: l, l = : lluvia; r, r = : perro; q, u = : queso; g, ue,i = : guitarra; ga,o,u, gue,i = : gato, guerra; j, ge,i = : caja, general; z, ce,i = : ceniza; b, v, w = : barba, viaje, water; ca,o,u, k, qu = : caqui, kilo. Además de estos casos, hay otros ejemplos de la falta de relación entre letras y grafemas. Así, la letra x se corresponde con cuatro grafemas: ks (examen), ɣz (axioma), (taxi, pronunciado en ocasiones como «tasi») y (México). También es interesante el caso de la letra h que se corresponde con el grafema ø. Por otro lado, si se analiza en particular la correspondencia entre el grafema y el fonema, se observará que existen dos clases de lenguas alfabéticas. Cuando una lengua posee una correspondencia uno-a-uno se dice que es una lengua transparente; por su parte, si la correspondencia es uno-a-muchos, muchos-a-uno o muchos-a-muchos, la lengua se denomina opaca. El castellano es una lengua transparente en la lectura y opaca en la escritura. Así, una palabra del castellano (p. ej., farola) se lee de forma transparente transformando los grafemas en fonemas: → /f/, → /a/, → /ɾ/, → /o/, → /l/, → /a/. Es por esto que en los test clínicos se incluyen para la lectura como palabras irregulares algunos préstamos lingüísticos (i.e., Hollywood, judo, etc.) o algunas abreviaturas (i.e., Avda, Sr., etc.). Pero la escritura es diferente. Una pseudopalabra como [a’xeβa] se puede escribir de ¡12 formas!: ajeba, ajeva, ajewa, ageba, ageva, agewa, hajeba, hajeva, hajewa, hageba, hageva, hagewa. Además, algunas palabras del castellano se escriben diferente dependiendo del contexto: la letra g o el dígrafo gu —para el sonido [g] o [ɣ]: gato, guitarra— depende completamente del contexto, pues se escribe g cuando sigue a, o, u, y gu cuando sigue e, i.

Ámbito subléxico oral y escrito: sílabas Cuando combinamos fonemas o combinamos grafemas obtenemos sílabas. La sílaba es una unidad de procesamiento esencial y posee una realidad mental indiscutible, de forma que cualquier oyente es capaz —inconscientemente— de saber que dardostro posee tres sílabas posibles mientras que *dardotsto3 no será nunca una palabra del castellano. Desde un punto de vista lingüístico, la sílaba posee la estructura que se muestra en la figura 6-1.

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FIGURA 6-1

Estructura de una sílaba con el ejemplo transatlántico.

Así, toda sílaba posee un ataque (u obertura) y una rima que, a su vez, se divide en núcleo y coda. Tanto el ataque como la coda pueden contener una consonante (C), dos consonantes (CC) o podrían estar vacíos; el núcleo puede contener una vocal (V) o dos vocales (VV), pero no puede estar vacío. Cuando existen dos CC o dos VV se dice que el ataque, el núcleo o la coda están ramificados (en la práctica logopédica en ocasiones se definen estas ramificaciones como sinfones). De esta forma, es posible categorizar las palabras a partir de las estructuras silábicas. La palabra elefante, por ejemplo, posee cuatro sílabas con la estructura siguiente: V – CV – CVC – CV; la palabra ajedrez es V – CV – CCVC, o la palabra retransm itir: CV – CCVCC – CV – CVC. Es evidente que existen estructuras más prototípicas y otras menos comunes. Algunas, incluso, podrían no existir en una lengua; por ejemplo, la estructura CCCVCCCC no es posible en castellano, pero sí en inglés, al menos en la escritura: strength. Desde el ámbito oral, es importante destacar la existencia de una jerarquía de sonoridad: desde el ataque al núcleo se produce una progresión desde un elemento [− sonoro] a un elemento [+ sonoro], mientras que desde el núcleo a la coda se produce la progresión contraria (desde un elemento [+ sonoro] a un elemento [− sonoro]). Es por esta jerarquía que algunos préstamos (como, por ejemplo, stop) se pronuncian «a-lo-castellano» (estop). Además, en relación con esta jerarquía, se define como sílaba óptim a la que posee un ataque oclusivo y una rima sin coda: la palabra problem a se segmenta como pro-ble-m a y no *prob-le-m a.

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Unidades léxicas Con la morfología nos adentramos en el terreno del significado. Por un lado, en la forma del significado con dos unidades léxicas, el morfema y la palabra; por otro lado, con el propio significado, aunque en este apartado sólo se tendrá en cuenta el significado de las palabras, no de las oraciones.

Morfema La definición clásica de morfema es la de unidad lingüística mínima dotada de contenido semántico o de valor gramatical. Esta definición implica que el morfema es una unidad abstracta (psíquica o mental) que, por sí sola, ofrece, o bien el significado de un determinado conjunto de sonidos, o bien un valor gramatical expresado por uno o varios sonidos. Así, por ejemplo, en la palabra casas existen dos morfemas: uno ofrece el significado de la palabra (casa) mientras que el otro informa de que se trata de más de una unidad (s). A partir de esta definición, es evidente que existirán dos clases de morfemas: 1. Lexem as (o m orfem as léxicos): se trata de una unidad morfológica con contenido semántico. A veces se ha denominado el lexema con el nombre de «base», diferenciando entre «raíz» y «tema», pero es preferible el término de lexema. 2. Morfem a (o m orfem as gram aticales): se trata de una unidad morfológica con contenido gramatical. Dependiendo del contexto, y en algunos ámbitos, es posible tener más de un morfema realizando la misma función; por ejemplo, la «s» de casas, la «es» de árboles son marcas de plural. Se puede representar de la siguiente forma: {morfema plural} = {-s, -es}. Esto se lee diciendo que el morfema de plural se puede materializar en el morfo -s, o en el morfo -es. Estas diversas representaciones de un mismo morfema reciben el nombre de alomorfos. Es obvio que en castellano también existen alomorfos para el género femenino (chica, act-riz, alcald-esa) o para el tiempo pasado (cant-aba, cant-ó, sub-ía). Los morfemas gramaticales en castellano suelen relacionarse con tres clases de afijos: 1. Prefijos: morfemas que se colocan delante del lexema. En castellano, todos los prefijos son derivativos (cfr. infra): anti-, des-, re-, pre-, in-, etc. 2. Sufijos: morfemas que se colocan detrás del lexema. Como se verá más adelante, en castellano todos los morfemas flexivos son sufijos, así como la mayoría de derivativos: -s, -es, -a, -riz, -aba, -ía, -m ente, -or, etc. 3. Circunfijos: morfemas que aparecen de forma discontinua o simultánea envolviendo el lexema. Se trata, así, de un prefijo más un sufijo formando palabras derivadas: a-grand-ar, en-am or-ar.

Palabra 200

Resulta más fácil decir qué es una palabra que definirla. Si se pregunta a un sujeto qué es una palabra, podrá poner numerosos ejemplos de lo que son las palabras; sin embargo, dám elo sería una palabra, pero m e lo da ¡serían tres! El problema se agrava si miramos otras lenguas del mundo (Moreno, 1991); en lenguas como el vietnamita o el chino, algunas palabras se relacionan con morfemas gramaticales (en vietnamita, töi es «yo», y el plural, «nosotros», es ching töi). Sin entrar en la definición de los diversos criterios que se han propuesto para describir una palabra, sí vale la pena relacionar la palabra con la noción anteriormente descrita. Definimos como morfema libre aquél que puede formar una palabra por sí solo: sol, hom bre, nada, etc.; por su parte, un morfema trabado es aquél que no puede aparecer por sí solo y necesita unirse a otros morfemas: -a, -s, cant-, etc. Tres son, entonces, las posibles combinaciones: • morfema libre + morfema trabado: sol-ar. • morfema trabado + morfema trabado: cant-aba. • morfema libre + morfema libre: guardia urbano (un único concepto). Así, una palabra se puede definir como un morfema libre, dos morfemas libres (relacionados con un único concepto), la unión entre un morfema libre y un morfema trabado o la unión entre dos morfemas trabados.

Procesos morfológicos Es necesario introducir en el apartado léxico el tema de los procesos morfológicos porque es frecuente observarlos en diversos cuadros clínicos.

Morfología flexiva (sintáctica) Se ocupa de los morfemas gramaticales que dan lugar a diferentes formas de palabras, pero no a diferentes palabras. Se distinguen dos clases: 1. Declinación: género, número, caso (nominativo, acusativo, etc.), persona. 2. Conjugación: tiempo, modo, aspecto (perfectivo, imperfectivo), voz (activa, pasiva). En castellano, morfológicamente, sólo existe género, número, persona, tiempo, modo y, en algunas formas pronominales, una especie de caso (m e frente a m i). También en esta misma lengua, un mismo proceso flexivo se puede aplicar a categorías diferentes; así, por ejemplo, una forma verbal (p. ej., -aban) posee información flexiva de número (plural), persona (tercera), tiempo (pasado) y modo (indicativo). A continuación, se muestran brevemente los rasgos más relevantes de la lengua castellana: 1. Género: masculino y femenino (el género neutro apenas se encuentra en formas como lo, esto, aquello). Se aplica a nombres (chica/chico) y adjetivos (alto/alta), pero algunos adjetivos no poseen género (irreal). Algunas palabras poseen dos géneros, pero con diferente significado: el frente/la frente, el pendiente/la pendiente.

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2. Núm ero: hay que distinguir el singular (un objeto) del plural (más de un objeto). Se aplica a nombres (casa/casas), adjetivos (alto/altos) y verbos (com o/com em os). También hay excepciones: nombres sin plural (tórax/tórax), plurales que se refieren a un objeto (alicates), nombres en singular con referentes múltiples (gente) o formas no personales de los verbos (infinitivos: com er; gerundios: com iendo). 3. Persona: existen tres personas, el «yo» (primera), «tú» (segunda) y «él/ella» (tercera), aunque se combina con el número («nosotros, vosotros, ellos/ellas»). Se aplica a pronombres (yo/tú/él-ella) y a verbos (com o/com es/com e), salvo las formas no personales (com er-infinitivo, com iendo-gerundio y com ido-participio). Tampoco existe 1.ª persona del singular en el modo imperativo. 4. Tiem po y m odo: el tiempo hace referencia principalmente al pasado, al presente y al futuro, mientras que el modo se relaciona con la actitud del hablante cuando produce una emisión, de manera que ésta será segura (com o, com ía, com eré... para el indicativo), posible o deseable (com a, com iese... para el subjuntivo) o hará referencia a una orden (com e, com ed... para el imperativo). Una vez más, las formas no personales son la excepción. Se considera que ciertas flexiones son canónicas, es decir, que el resto de elementos flexionados se forman a partir de éstas. En concreto, y para el castellano, son el género masculino, el número singular y el tiempo presente. Esta canonicidad es también importante cuando se trabaja con cierta clase de enfermos (i.e., agramáticos y paragramáticos).

Morfología derivativa (léxica) La morfología derivativa (derivación) origina nuevas palabras cuando se añade un morfema, es decir, se obtiene una nueva palabra semánticamente y en muchos casos se produce un cambio de categoría. Así, por ejemplo, de nación, que es un nombre, se puede pasar a nacional (adjetivo), nacionalizar (verbo) y nacionalización (nombre). El significado de estas palabras es siempre diferente. A diferencia de la flexión, la productividad de la derivación es casi ilimitada, pues es posible formar nuevas palabras, en la práctica, a partir de cualquier palabra; por ejemplo, de sofá puedo pasar a sofal (un hombre sofal sería un hombre vago), a sofalizar (yo sofalizo, tú sofalizas, él-ella sofaliza, nosotros sofalizamos...), a sofalización (la acción de sofalizar), e incluso a sofalizacionalización (que sería la acción de sofacionalizar: yo sofacionalizo, tú sofacionalizas...). Para formar palabras derivadas basta, en principio, con conocer el conjunto de morfemas que se aplican a los lexemas. Para no alargar en exceso la lista, el lector puede consultarla en cualquier gramática. Aquí podemos comentar brevemente que se pueden formar nombres a partir de verbos (-ción: representación; -ado: alum brado; -ancia: vigilancia; -dura: arm adura), nombres de adjetivos (-ura: herm osura; -eza: realeza; -idad: sanidad; -or: grosor), nombres de adverbios (-ía: cercanía), nombres de nombres (-al: rosal; -ero: cartero; -azo: codazo), verbos de

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nombres (-ear: vagabundear; -ecer: flocerer), verbos de verbos (ante-: anteponer; dis-: disponer; pos-: posponer), adjetivos de nombres (-esco: quijotesco; -oso: perezoso; -ar: espectacular), adjetivos de verbos (-ble: m anejable; -ante: excitante; orio: disuasorio; -ivo: ahorrativo), adjetivos de adjetivos (anti-: antinuclear; extra-: extram atrim onial), adverbios de adjetivos (-mente: dulcem ente).

Composición Se trata de un proceso en el que se unen dos morfemas libres o lexemas. Existen dos clases de compuestos: 1. Determ inativos (relación hipotáctica o sintáctica): uno de los componentes modifica al otro, como en bajorrelieve. En algunos casos existe una subordinación (lavaplatos, rom pecabezas), mientras que en otros la relación es entre objeto directo y verbo (m alpensar). 2. Coordinativos (relación paratáctica o de yuxtaposición): ningún componente modifica al otro, como en nordeste, com praventa, coche-bom ba, etc. Cuando existe un núcleo semántico (como en tren bala), los compuestos se denominan endocéntricos; cuando no existe tal núcleo (como en pastor alem án), se denominan exocéntricos. También es importante destacar que algunos compuestos, debido al uso, se han lexicalizado, de manera que se comprende como una palabra sola, más que como una unión de dos morfemas; es el caso de palabras como piel roja o llave inglesa, por ejemplo.

Clases de palabras A medio camino entre la morfología y la sintaxis se encuentra la morfología flexiva, comentada en el apartado anterior, pero también la existencia de diversas clases de palabras (o de vocabulario), distinción muy significativa en el ámbito de la logopedia. Es posible clasificar las palabras en dos clases diferentes, según la productividad y la carga semántica: 1. Productividad. La productividad se refiere a la posibilidad de crear palabras nuevas, y desde este punto de vista se puede hablar de dos tipos de vocabulario:

a. Vocabulario de clase abierta: se refiere a aquél en el que se pueden crear nuevas acepciones léxicas. Estaría formado por nombres (casa, perro, puerta), verbos (casar, comer, subir), adjetivos (alto, grande, blanco) y adverbios (ayer, tristemente, bien, todavía, siempre). b. Vocabulario de clase cerrada: se trata de aquél donde no 203

pueden crearse nuevas acepciones y lo conforman los determinantes (el, una, este, aquella), los auxiliares (formas compuestas del verbo con he, es, etc.), las conjunciones (y, pues, aunque, pero), algunas partículas de relación (p. ej., que), los pronombres (yo, tú, mí, te) y las preposiciones (a, bajo, con, sin, entre). 2. Significado. Desde este punto de vista, se establece otra distinción:

a. Palabras de contenido: las palabras de contenido son las que poseen una carga semántica y se relacionan con el vocabulario de clase abierta. Así, son los nombres, verbos, adjetivos y adverbios. No obstante, algunos pronombres (yo, él, vosotros) y algunas preposiciones (bajo, contra, sobre) también poseen cierta carga semántica. b. Palabras funcionales: son aquéllas que poseen contenido gramatical, pero no semántico, y pertenecerían al vocabulario de clase cerrada, de manera que serían los determinantes, auxiliares verbales, conjunciones y partículas de relación. También entrarían aquí el resto de pronombres y el de preposiciones. Significado léxico El significado es una unidad muy difícil de definir por su carácter «inmaterial». Se acostumbra a describir a partir de una noción abstracta —la noción de «concepto»— y de un referente —el objeto real al que apunta el significado—. Así, se forma el conocido triángulo semántico que se reproduce en la figura 6-2.

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FIGURA 6-2 Triángulo semántico en el que se relacionan directamente un nombre significante con un sentido significado y éste con un objeto referencia. La relación entre el significante y el significado sería no arbitraria y la representarían los componentes de la lengua implicados en procesos icónicos (i.e., onomatopeyas, interjecciones).

En el ámbito semántico, un tema de interés logopédico lo representa la descripción de las propiedades y las relaciones de sentido; pero antes de entrar en esta descripción es necesario comentar que existen dos clases de palabras: 1. Palabras im aginables/palabras no-im aginables: las primeras hacen referencia a un objeto real del mundo, un objeto que podemos visualizar mentalmente; los segundos, a objetos que sólo se pueden caracterizar semánticamente a partir de su sentido. 2. Palabras concretas/palabras abstractas: la definición es sintáctica, pues una palabra será concreta cuando puede ser objeto de un verbo sensitivo (como, por ejemplo, tocar, ver, sentir, etc.). Aunque se trata de conceptos diferentes, suelen equipararse las palabras imaginables con las palabras concretas y las no-imaginables con las abstractas, pues sí se corresponden en muchos ejemplos.

Propiedades de sentido Por propiedades de sentido se entienden las características semánticas que poseen las palabras de forma aislada en relación con su/s significado/s. No obstante, existen un conjunto de estímulos verbales que no poseen significado; son las que en el ámbito neuropsicolingüístico se denominan pseudopalabras (o logotomos). Pero habría que distinguir tres clases; • Pseudopalabras «cercanas» a palabras: hospitel. • Pseudopalabras «lejanas»: irburrín. • No-palabras: secuencia de sonidos impronunciable, como elftneate (sólo se presentan en tareas visuales). Entre las propiedades de sentido, son importantes las tres siguientes: 1. Monosem ia: se refiere al hecho de que una palabra significa sólo una cosa o se remite a un único objeto. No obstante, la existencia de palabras monosémicas es escasa (salvo en campos técnicos). 2. Polisem ia y hom onim ia: en ambos casos se trata de una única palabra que posee dos o más significados. Desde una perspectiva mental, una palabra polisémica es aquélla que posee dos o más significados relacionados entre sí,

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mientras que en la palabra homónima los significados no poseen relación entre ellos. Esta característica, aun siendo válida, presenta algunos problemas y, por esta razón, la forma más adecuada para discriminar la polisemia de la homonimia procede de la etimología: la polisemia es un único lexema con dos o más significados, mientras que la homonimia es un único lexema —procedente de dos o más etimologías— con dos o más significados. Es evidente que el proceso más productivo en la formación de palabras polisémicas es la metáfora y de aquí proviene que, en la mayoría de ocasiones, exista una relación entre los dos significados. En el mismo sentido, si la homonimia proviene de palabras diferentes, es también evidente que los significados no estarán relacionados porque se derivarán de la palabra origen; por ejemplo, la «coma» (com m a) latina gramatical y el «coma» (kom a) griego médico. Saber cuándo existe polisemia u homonimia es tan sencillo como acudir a un diccionario. La polisemia se lista con una sola entrada, mientras que la homonimia se lista con entradas diferentes, con números diferentes para cada una de las acepciones. Además, también es normal que una de las entradas homónimas pueda ser polisémica; lo contrario es imposible.

Relaciones de sentido Cuando se analiza la relación entre dos o más palabras, es mejor hablar entonces de relaciones de sentido. En el ámbito logopédico y clínico es muy importante conocer bien estas relaciones de sentido porque muchas respuestas de los enfermos (sobre todo en tareas de denominación) suelen clasificarse de la misma manera y no siempre son iguales; por ejemplo, no es lo mismo responder «ratón», «animal» o «felino» ante el estímulo gato.

Sinonimia Dos términos son sinónimos si poseen una igualdad o identidad de significado, como pasaría, por ejemplo, entre contar y explicar, o entre coche y autom óvil. A pesar de esta fácil descripción, resulta asimismo constatable el hecho de que es muy difícil encontrar dos formas que sean completamente sinónimas (Lyons, 1995), pues para que esto se dé ambas formas deben significar lo mismo y deben utilizarse en el mismo número de contextos y de registros (sí entrarían aquí algunos tecnicismos y algunas variantes dialectales). No obstante, sí que es posible hablar de una sinonimia parcial, es decir, de lexemas que poseen significados coincidentes en la mayoría de contextos: conjunto-grupo, grande-am plio, hablarcharlar, etc.

Antonimia Son antónimos aquellos dos lexemas que poseen significados opuestos. Esta definición debe entenderse en el sentido de dos lexemas dentro del mismo campo

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semántico; por ejemplo, herm ano y herm ana se consideran antónimos dentro del campo semántico del parentesco, pero no en el terreno religioso. Dentro de los antónimos existen tres clases diferentes. Cuando dos palabras son los extremos de una escala o de un continuo, se habla de antónimos graduables (frío/caliente, pues existe fresco o tibio; grande/pequeño). Cuando dos palabras no se oponen en términos escalares, se denominan antónimos complementarios (par/im par, m uerto/vivo). Por último, cuando dos palabras mantienen una relación de interdependencia, se habla de antónimos inversos o conversos (com prar/vender, padre/hijo).

Hiperonimia (e hiponimia) Se trata de una relación entre dos o más lexemas de tipo jerárquico, es decir, un lexema incluye al otro. La relación que se observa entre, por ejemplo, anim al y tigre es de hiperonimia: anim al es el hiperónimo de tigre (o, si se quiere, tigre es el hipónimo de anim al). En general, un hipónimo puede ser también un hiperónimo: tigre sería hiperónimo de Bengala, por ejemplo, que pasa a ser su hipónimo. Todos los hiperónimos poseen más de un hipónimo; por ejemplo, la categoría vehículo posee como hipónimos conceptos como coche, m oto, cam ión, etc.; estos términos se conocen como co-hipónimos. Es frecuente categorizar el mundo en tres niveles: el hiperónimo jerárquicamente inicial y que aporta la información más general se conoce como concepto supraordinado; el concepto que posee el conocimiento más rico y eficaz y que es hipónimo del anterior se conoce como concepto de nivel básico; por último, el hipónimo de la categoría anterior, es decir, la palabra que proporciona más información con el mínimo de esfuerzo y que apenas representa una pequeña especificación del concepto básico se denomina concepto subordinado. Esta categorización, aunque presenta algunos problemas en jerarquías mayores de tres términos, es aplicable en el ámbito logopédico de las demencias, pues algunos enfermos pierden la información de la categoría supraordinada.

Meronimia Se produce una relación entre la parte y el todo, como, por ejemplo, entre dedo y m ano. La diferencia entre la meronimia y la hiperonimia consiste en que la primera no es transitiva y la segunda sí: uña es parte del dedo y dedo es parte de la m ano, pero no se considera que la uña sea parte de la m ano; en cambio, vehículo incluye coche y éste incluye deportivo, de manera que existe una relación entre vehículo y deportivo.

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Unidades supraléxicas Entramos ahora en las unidades mayores por encima de las palabras, es decir, en las unidades que se forman a partir de combinar palabras. No obstante, dejamos el discurso para el próximo apartado porque, en realidad, se origina gracias a la combinación de oraciones y no de palabras. En este ámbito es importante destacar un par de cuestiones. Primero, uno de los puntos clave de la sintaxis es el orden de las palabras. El castellano es una lengua parcialmente libre en cuanto al orden. La mayoría de oraciones pueden intercambiarse sin que el significado final de la frase cambie: es lo mismo El niño com e una m anzana que Una m anzana com e el niño. Pero hay algunos casos en que este orden no es libre, sobre todo cuando el sujeto y el objeto de las frases son seres no animados (no vivos): Una m ano dibuja una plum a no es lo mismo que una plum a dibuja una m ano. Segundo, en una oración existen un conjunto de relaciones específicas entre palabras concretas. Así, por ejemplo, a la oración El hom bre dio un regalo a la m ujer está claro que el artículo «el» sólo se relaciona con «hombre» o que la preposición «a» se relaciona con «la mujer» y no con «un regalo». Estas agrupaciones permiten desambiguar muchas oraciones con más de un sentido: la oración Las m adres de las niñas y los niños son inteligentes es una oración ambigua (con dos sentidos), pero es fácil desambiguarla si decimos que un sentido es [Las m adres de las niñas] y los niños son inteligentes y el otro sentido es Las m adres [de las niñas y los niños] son inteligentes.

Sintagma Es la unidad sintáctica más «pequeña» y se define como la relación que mantiene un núcleo con sus especificadores y con sus complementos. Los núcleos son todas las palabras de contenido; así, si el núcleo es un N4, se hablará de SN; si es V, de SV; la P forma un SP; el Adj implica un SAdj y el Adv un SAdv. Los especificadores son todos aquellos constituyentes que modifican al núcleo (en castellano se sitúan a la izquierda): • Especificadores nom inales: Det (formados por artículos —el, una, etc.— y algunos adjetivos [formando un SAdj] —este, aquel, su, tres, etc.—). • Especificadores verbales: Aux (como las formas compuestas con el verbo haber: he, has, ha, hem os, habéis, han) o SAdv. Hay que tener presente que el SAdv y el SP no poseen especificadores; el SAdj puede tener algún especificador (como m uy en Es un hom bre m uy bueno), pero no es muy común. Por su parte, los com plem entos (generalmente a la derecha del núcleo en castellano) son todos los elementos que complementan una categoría nuclear. En este caso, las posibilidades son mayores:

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• Com plem entos de N: SAdj, uno o varios SSPP, y/o una cláusula de relativo (cfr. infra). Hay que hacer notar que, en principio, podría existir más de un complemento. • Com plem entos de V: uno o varios SSNN y/o SSPP, y/o una cláusula de relativo. En este caso es frecuente la presencia de más de un complemento. La oración El hom bre bueno no había visto su cara en el anuncio posee dos especificadores del N («el» y «su») y dos especificadores del V («no» y «había»). Por su parte, incluye un complemento para N («bueno») y dos complementos para V («su cara» y «en el anuncio»). Por supuesto, «hombre», «visto», «cara» y «anuncio» son los núcleos de los sintagmas: tres SSNN y un SV. Pueden verse resumidos todos estos conceptos en la tabla 6-5. Tabla 6-5 Resumen de conceptos sintácticos para la frase Ese hombre rico ha donado una obra de arte a un museo

Cláusula, oración y frase Tanto la cláusula como la oración son estructuras sintácticas formadas por la unión de un sujeto y un predicado. La diferencia es que la cláusula se encuentra insertada en otra estructura, de manera que se circunscribe al ámbito de la subordinación (cláusulas de relativo): oraciones que dependen de una principal y que se introducen por ciertas partículas (sobre todo, que). Por su parte, la frase sería la unidad mayor de descripción sintáctica. Así, por ejemplo, La m ujer dijo que el tem a era aburrido es una frase que está formada por una oración principal (la m ujer dijo [algo]) y una cláusula subordinada (que el tem a era aburrido); sin embargo, en la práctica es frecuente denominar oraciones también a las cláusulas (se habla, entonces, de oraciones subordinadas) y es aún más frecuente equiparar como sinónimos la oración y la frase.

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Estructura categorial de la oración Una oración está formada por una sucesión de categorías gramaticales entre las que pueden describirse tres clases: 1. Categorías prim arias (sintácticas, term inales o léxicas): son las que incluyen todas las palabras de contenido y funcionales, tal y como se han descrito en el apartado de morfología, es decir, N, V, P, Adj, Adv, Det, Aux, Pro, etc. 2. Categorías frasales o no term inales: son aquéllas que necesitan desarrollarse en categorías primarias, es decir, todos los sintagmas (SN, SV, SP, etc.). 3. Categorías funcionales (m orfológicas): son aquéllas, comentadas en el apartado de unidades léxicas y que hacen referencia al género, número, caso, tiempo, etc. Si se comparan las categorías primarias con lo expuesto en morfología en relación con las palabras de contenido y funcionales, es obvio que existirán dos clases de categorías primarias: 1. Categorías m ayores o léxicas, es decir, categorías que poseen contenido semántico: N, V, Adj y Adv. 2. Categorías m enores o gram aticales, es decir, categorías que realizan una función gramatical: Det, Aux, partículas de relación (como que), etc.

Nombre (N) El nombre (o sustantivo) designa una clase de objetos, o un objeto particular si va precedido por un especificador. Es, por tanto, una entidad designadora estática. Podemos dividir esta categoría en las siguientes clases: 1. Nombres contables y no contables: según la capacidad de enumeración, un nombre puede ser contable (m esa, coche, libro, árbol...) o no contable (agua, sal, aire, tiem po...). No obstante, es posible cambiar esta enumeración; por ejemplo, «dos cervezas» convierte en contable un nombre no contable. 2. Nombres concretos y abstractos: se han tratado ya en el apartado de semántica en relación con los nombres imaginables y no imaginables (cfr. supra). 3. Nombres comunes y nombres propios: la mayoría de los nombres de una lengua son comunes, pero es posible particularizar objetos por medio de un nombre (María), un apellido (García) o un sobrenombre (Cuatroojos); además, puede personalizarse un objeto inanimado como un animal de peluche (Baldo) o pueden referenciarse lugares, hechos históricos o entidades (Renfe, Madrid, el Barça, los Alpes). 4. Nombres especiales: serían especiales los nombres invariables que poseen la misma forma para el singular y el plural (tórax, hipótesis, paréntesis), los nombres colectivos que, usados en singular, hacen referencia a un colectivo (enjam bre, gente, hum anidad), los nombres que tienen forma plural pero hacen referencia a un solo objeto (gafas, tijeras, pantalones) y los nombres compuestos (ojo de buey, m olino de viento, piel roja).

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Adjetivo (Adj) El adjetivo tiene como función la calificación del nombre. Esta calificación puede ser especificativa, si adjetivo y nombre forman una unidad semántica (un coche rojo), o explicativa, si el adjetivo proporciona una cualidad al nombre (un coche m agnífico).

Verbo (V) El verbo se relaciona con el dinamismo y, por tanto, con las acciones. Esto es así por la capacidad del verbo para expresar el tiempo. Aunque el estudio del verbo no puede disociarse de sus complementos, se pueden analizar de forma aislada para advertir la existencia de diferentes tipos de verbos: 1. Verbos regulares e irregulares: los primeros pueden conjugarse a partir de procesos morfológicos (a partir de am o, am as, am a, es posible llegar a canto, cantas, canta/rezo, rezas, reza/etc.), mientras que los segundos no se pueden conjugar regularmente. Esta irregularidad puede proceder de una alternancia vocálica (rogar/ruego, soñar/sueño), una adición de consonantes (salir/saldré, conducir/conduzco) o de una irregularidad en todo el paradigma (ir/fui/voy/íbam os, ser/era/fui, hago/hice/haré). 2. Verbos transitivos e intransitivos: los verbos que no contienen ningún complemento se denominan intransitivos, mientras que los que sí contienen un complemento u objeto directo (cfr. infra) se denominan transitivos. Así, en El niño duerm e se puede ver un verbo intransitivo, y en La m ujer com e un postre se observa un verbo transitivo. No obstante, existen verbos que pueden funcionar como transitivos o como intransitivos; en el caso anterior, se puede decir El niño duerm e la siesta. 3. Verbos atributivos y predicativos: se trata de aquellos verbos en los que el complemento concuerda en género y número con el sujeto. Así, por ejemplo, en la oración Los hom bres son generosos, el complemento generosos concuerda en género y número (masculino plural) con el sujeto los hom bres. Son atributivos los verbos ser y estar (en ocasiones se añade parecer y sem ejar), mientras que el resto serán predicativos. 4. Verbos «especiales», entre los que se encuentran los siguientes:

a. Verbos psicológicos: muy usuales en el terreno patológico, son aquéllos que expresan algún estado psicológico (temer, preocupar, gustar, etc.). b. Verbos defectivos o incompletos: en este ámbito existen dos clases de verbos. En primer lugar, aquéllos que sólo poseen forma de 3.ª persona: es posible decir 211

ocurrió, pero no *ocurrí u *ocurriste. En segundo lugar, los verbos impersonales son los que no poseen ni sujeto ni complementos, como sería, por ejemplo, el caso de llueve, nieva o anochece. Adverbio (Adv) Es una de las categorías más difíciles de definir porque ha sido considerada, en ocasiones, como un cajón de sastre. La definición más precisa sería la que sostiene que se trata de partículas que pueden complementar al verbo, al adjetivo o a otro adverbio. Sin entrar en detalles, entonces, podemos decir que existen adverbios de lugar (aquí, lejos), tiempo (ahora, ayer), modo (com o, así, bien), cantidad (cuanto, poco), orden (sucesivam ente), afirmación/negación (sí, nunca), duda (quizás).

Determinantes (Det) Entrarían en esta categoría los artículos y algunos adjetivos no tratados anteriormente. En ambos casos, son especificadores de un nombre y convierten un nombre inespecífico en específico; no es lo mismo coche que m i coche, este coche, el coche, etc. Los artículos son determinados (el, la, los, las) e indeterminados (un, una, unos, unas); los adjetivos pueden dividirse en demostrativos (este, ese, aquel), posesivos (m i, tu, su, nuestro, etc.), indefinidos —y cuantificadores— (dos, pocos, m uchos, bastantes, etc.). Estos adjetivos, cuando aparecen de forma aislada (como, por ejemplo, en Éste es el lugar) son pronombres.

Auxiliares (Aux) Existen pocos en castellano, pero son de un uso tremendamente frecuente. Las formas más comunes son las formas del verbo haber (he, ha, hem os, etc.) combinadas en los tiempos compuestos (he com ido, habrás subido, etc.). Es posible considerar también el verbo ser cuando se utiliza en frases pasivas (es considerado, son seguidos).

Preposiciones (P) Desde un punto de vista semántico, la preposición es una categoría problemática, pues algunas no poseen ningún significado y su función es puramente gramatical (busca al anim al, lucha por sobrevivir), otras son claramente semánticas (está bajo la m esa, se dirige hacia la estación), y otras incluso pueden ser de las dos clases (habla con Juan indica claramente una relación de compañía que no posee juega con palos). A pesar de esta dificultad, sí es posible establecer algunas clases de preposiciones (Reyes, 2007): • Locativas o de dirección: consignan información espacial, como en el lápiz está

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en el cajón o en puso el libro sobre la m esa. • Temporales: consignan información temporal, como en el tren llega a las dos o en era la m ejor obra desde su publicación. • Temáticas: se relacionan con marcas semánticas como un instrumento (la secretaria escribe con un lápiz) o una compañía (haré un viaje con tu fam ilia). • Frasales o de complemento de régimen: son preposiciones en las que el complemento se vincula directamente al verbo, como en el equipo participa en el juego o en se quejaba de las norm as.

Pronombres (Pro) El caso de los pronombres es parecido al de las preposiciones en relación con la semántica. Un grupo importante de pronombres lo conforman los personales, pero existen dos clases: los tónicos o «fuertes» (yo, tú, nosotros, m i, conm igo, etc.; hay que destacar que en esta subclase entran los pronombres personales) y los átonos o «débiles» (m e, te, se, les, las, lo, etc.). El resto de pronombres pueden considerarse funcionales: demostrativos (ése, aquél), posesivos (m ío, tuyo, nuestro), cuantificadores (dos, m uchos, algunos) e interrogativos (qué, cuál, cóm o). Es necesario reiterar que estos últimos ejemplos sólo son pronombres cuando sustituyen a un nombre, pues cuando van delante de un nombre se consideran adjetivos y, por lo tanto, especificadores nominales.

Conjunciones (Conj) La función principal de la conjunción es la de unir oraciones simples para formar constituyentes más complejos. El problema, una vez más, es que algunas son claramente gramaticales (y, o) mientras que otras poseen una cierta carga semántica (pero, aunque). Según la unión, existirán conjunciones coordinativas (copulativas: y, e; distributivas: bien, ya; disyuntivas: o, u; adversativas: pero, aunque) y subordinantes (sustantivas: que, por lo tanto; adverbiales: donde, así … com o). En la tabla 6-6 se presenta un resumen de las características principales de las categorías mayores y menores.

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Tabla 6-6 Características principales de las categorías sintácticas mayores y menores Categorías mayores El significado posee un contenido descriptivo El significado principal es léxico-semántico Codifican un conocimiento Son tónicas (poseen acento) Pertenecen al vocabulario de clase abierta (inventario exhaustivo y ampliable) Poseen marcas morfológicas Son núcleos de sintagmas

Categorías menores El significado posee un contenido funcional El significado principal es gramatical Codifican una función gramatical Son átonas (al menos la mayoría) Pertenecen al vocabulario de clase cerrada (inventario reducido y fijo) Sólo algunas poseen marcas morfológicas No son núcleos de sintagma

Estructura funcional En el ámbito lingüístico, una función se suele concretar en las nociones clásicas de sujeto, objeto directo, etc. En realidad existe una segunda noción semántica, pero aquí no se entrará en ésta. La información categorial y la información funcional se «almacena» mentalmente en la información que posee un verbo y que se denomina m arco de subcategorización. El marco de subcategorización de un verbo, como por ejemplo dar, es, desde una perspectiva mental, el siguiente:

Estos dos niveles nos proporcionan la siguiente información (para, por ejemplo, la oración La niña da un beso a su m adre): • Inform ación categorial, [SN __ SN SP]: el verbo dar (cuya posición se representa con una raya baja) requiere un SN antes del verbo y un SN y un SP después. En concreto, SN (la niña) + da + SN (un beso) + SP (a su m adre). • Inform ación funcional, [Suj __ OD OI]: el primer SN (la niña) será sujeto, el segundo SN (un beso) objeto directo y el tercer SP (a su m adre) objeto indirecto. Todas las funciones que se verán se denominan argumentos y se trata de sintagmas obligatorios en relación con un verbo. Los complementos circunstanciales (CC) son los únicos sintagmas que no son obligatorios y reciben el nombre de adjuntos. Éstas son las funciones principales: 1. Sujeto (Suj): SN que concuerda con el verbo (y con el objeto en verbos atributivos y predicativos). Generalmente, es un especificador nominal más un nombre (el niño com e espaguetis), pero también puede aparecer un nombre solo

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(Juan com e espaguetis), un pronombre (él com e espaguetis) o, incluso, un SP (entre tú y yo nos com erem os los espaguetis). También en la mayoría de ocasiones la carga semántica es la de «agente», es decir, la persona o animal que realiza la acción expresada por el verbo. No obstante, en verbos psicológicos (dorm ir, odiar, am ar, etc.) se asume que el sujeto «experimenta» la acción. 2. Objeto directo (OD): es el complemento sobre el que recae la acción predicada por el verbo. Esto implica que entre verbo y objeto exista una fuere cohesión sintáctico-semántica. En muchas ocasiones se puede identificar gracias a su sustitución por lo/la/los/las: en Juan com e espaguetis podemos decir Juan los com e. Desde una perspectiva semántica, se le asigna el significado de «paciente», es decir, aquello sobre lo que recae la acción verbal. Como el OD puede ser animado o no animado, existen oraciones semánticamente reversibles (El niño besa a la niña/La niña besa al niño) y oraciones semánticamente irreversibles (El niño com e una m anzana/*Una m anzana com e al niño). 3. Objeto indirecto (OI): es el complemento sobre el que recae el efecto (daño o provecho) de la acción realizada por el verbo. Normalmente es un SP introducido por las preposiciones a o para (La niña da un beso a su madre). 4. Com plem ento de régim en (CRég): se trata de complementos introducidos por una preposición (a, en, de, por, con) que ha perdido su valor original, incluso su valor gramatical, como en Se quejaba de las norm as (el verbo sería, en realidad, quejarse de). Además, no es posible formar ningún otro sintagma preposicional: * Se quejaba sobre las norm as, *Se quejaba para las norm as, *Se quejaba hacia las norm as, etc. 5. Atributo (Atrib): complemento que depende de los verbos ser y estar (y, en ocasiones, también parecer y sem ejar). En estos casos, el supuesto principal es que los verbos no poseen un contenido semántico claro, sino que es el complemento el que lo otorga, razón por la cual el sujeto concuerda con el objeto. Así, en El cuadro es blanco, la relación semántica se establece claramente entre cuadro y blanco, siendo el verbo un mero enlace. 6. Com plem ento predicativo (CPred): también existe concordancia entre el sujeto y el objeto, pero ahora el verbo posee un cierto valor semántico, como en El hom bre corre contento. 7. Com plem entos circunstanciales (CC): estos complementos son opcionales, pues pueden aparecer en cualquier posición de la oración. Realizados por adverbios y, sobre todo, por SSPP, existen diferentes clases: modo, manera, tiempo, lugar, instrumental, etc. Es importante apuntar, por último, que otros núcleos, además del verbo, también poseen marcos de subcategorización. Así, por ejemplo, un SP siempre tendrá como componente subcategorizado un SN.

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Discurso Se define discurso o texto a la totalidad de las expresiones lingüísticas de uno o varios individuos en una situación de comunicación dada (para las diferencias entre estos dos conceptos, v. Castellà, 1992). Ahora bien, son varios los tipos de discursos existentes, todos ellos presentes de una forma u otra en la evaluación logopédica (Adam, 1992): 1. Descripción: definiciones sobre algún aspecto del mundo real, de un mundo imaginado o de nuestra forma de percibir el mundo. En el ámbito clínico, las descripciones de láminas son muy informativas sobre el estado del enfermo (Peña-Casanova, 1991, 2005). 2. Argum entación: es una forma de expresión relacionada con el convencer o persuadir a una audiencia (sea una persona o una colectividad). Entran aquí los textos educativos, políticos, publicitarios, etc. 3. Explicación: proporción de información de manera objetiva, neutra y verídica. Se trata de textos con conocimiento enciclopédico como los que se demandan a los enfermos cuando se les insta a que expliquen alguna situación (p. ej., ¿Qué le ha pasado?) o algún lugar (p. ej., ¿Qué es un bosque?). 4. Narración: es una de las formas de expresión más utilizadas, hasta tal punto que se muestra en géneros periodísticos como las noticias, los reportajes, los sucesos o las crónicas. En logopedia, una narración útil es pedir al sujeto que narre el cuento de La caperucita roja, pues debe aparecer una jerarquía, denominada esquem a narrativo o superestructura narrativa: situación inicial (historia), inicio del evento (trama), contexto en el que se desarrolla el evento (marco), inicio del desarrollo del evento (complicación), fin del evento (resolución) y consecuencias del evento (evaluación o moral; en ocasiones puede aparecer una coda o moraleja).

Macroestructura, microestructura y superestructura La estructura general de un texto es, en realidad, un compuesto de varias capas: 1. La macroestructura conforma el contenido semántico global que representa el significado de un texto o discurso. Este contenido semántico se corresponde con el tema o tópico del texto y se organiza en macroproposiciones; como su formulación se realiza con proposiciones, se afirma que la estructura global de contenido está organizada en macroproposiciones5 ordenadas jerárquicamente. 2. La superestructura constituye la estructura global que caracteriza el texto o el discurso, de manera que permite establecer la secuencia jerárquica que relaciona entre sí los diversos párrafos. Así, la superestructura ordena y controla la formación de las macroproposiciones, determinando cuándo un texto es completo y cuándo no. 3. La microestructura representa la organización secuencial de las frases en un texto, es decir, permite establecer las relaciones locales entre las proposiciones.

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Coherencia La coherencia, junto con la cohesión (cfr. infra), conforman la red de relaciones semántico-pragmáticas de un texto. Se diferencian en que la primera se relaciona con elementos externos al texto, mientras que la segunda representa las relaciones internas al texto. La coherencia puede entenderse de tres formas: 1. Coherencia global: se refiere al significado del texto en su globalidad, de forma que se vincula al conocimiento del mundo. 2. Coherencia local: se refiere a las relaciones semánticas que se establecen entre proposiciones y, así, a la microestructura. 3. Coherencia pragm ática: permite que todo mensaje emitido por un emisor para un receptor se considere como un comportamiento que no admite interpretaciones ilógicas o absurdas. La coherencia global y la local determinan que se pueda diferenciar un texto real de un pseudotexto gracias a que se organiza en esquem as u organizadores de conocimiento. De esta forma, un emisor puede producir una emisión obviando mucha información porque el receptor será capaz de captar esa información eliminada gracias al uso compartido de esquemas. Toda la información que un oyente o un lector puede extraer de una emisión sin que se produzca realmente se conoce como inferencia. Así, una inferencia será una representación mental que el oyente o lector construye aplicando a la emisión su propio conocimiento del mundo.

Cohesión Cuando se fija el centro de atención en la forma del texto, la noción clave y la más importante para el estudio del discurso de enfermos es la cohesión. La cohesión es el conjunto de mecanismos de los que se sirve un texto para asegurar la conexión entre sus partes a nivel superficial, y al ser interna al texto o discurso, es fácil poder medirla. Los mecanismos cohesivos se dividen en tres clases.

Mecanismos léxicos Permiten una relación intratextual por medio de la reiteración o la sustitución. La idea es que un texto será cohesivo si se observan algunos de los siguientes aspectos: repetición o «casi copia» de palabras; sustitución de algunos términos por sinónimos, antónimos o hiperónimos/hipónimos; cambios en algunos significados de palabras con el uso de metáforas; presencia de sustituciones por formas generales (p. ej., cosa, persona, gente, idea, etc.); cadenas textuales que relacionan palabras dentro de un campo semántico.

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Mecanismos gramaticales Se produce la cohesión gracias a la relación entre un antecedente y uno o más referentes. Las relaciones en las que el antecedente está delante se denominan anafóricas (Cuando llegó Juan, lo vi en casa); las que lo poseen detrás, catafóricas (Escucha esto: iré). En este terreno, un ámbito particular lo conforma la deixis: cuando un hablante está inmerso en un discurso, necesita anclarlo en un contexto espaciotemporal concreto. Así, el significado de ciertos términos sólo es posible establecerlo si se tiene en cuenta al hablante: yo/tú sólo se entienden desde el punto de vista del hablante, lo mismo que aquí/allí, esto/eso, ayer/hoy/m añana, antes, etc. Además de la deixis, hay dos mecanismos gramaticales también importantes. Uno de ellos es la elipsis. Siendo quizá el mecanismo más frecuente de cohesión, reduce la redundancia de un texto o discurso omitiendo ciertas clases de información. Las formas más normales de elipsis son la de sujeto (una vez que aparece, no vuelve a repetirse) y la de algunos verbos. El otro mecanismo es la determinación de algunos SSNN indeterminados; cuando se introduce un tema, una palabra o cualquier acontecimiento con un artículo indeterminado (un, una, etc.), se puede nombrar a partir de entonces con artículos determinados (el, la, etc.)

Marcadores y conectores El último mecanismo cohesivo lo conforman un conjunto de piezas léxicas cuya función es la de relacionar diversos tipos de segmentos textuales, ya sean sintagmas, frases o párrafos. Estas piezas pueden ser conjunciones, adverbios, locuciones, sintagmas... Los marcadores más frecuentes son los de ordenación del texto (por un lado, en segundo lugar, pues bien, entonces, adem ás, por cierto, luego, en resum en, por últim o, etc.), los que introducen operaciones discursivas (en m i opinión, por lo que a m í respecta, de hecho, por supuesto, en referencia con, es decir, o sea, por ejem plo, etc.), los conectores que marcan una relación semántica entre segmentos textuales (y, pero, sin em bargo, porque, así pues, si, para que, de pronto, delante, etc.) y los interactivos y estructuradores (¿vale?, ojo, bueno, venga, ¡hom bre!, para nada, quiero decir, total, y tal, eso es todo, etc.).

A nexo 6 Catalán Vocales El número de vocales de la lengua catalana depende de dos factores: la posición (tónica o átona) y el dialecto. En posición tónica (es decir, aquella vocal que recibe el acento) existen tres patrones: 1. Catalán de la Cataluña francesa (rosellonés): 5 vocales ([a], [e], [i],

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[o], [u]). 2. Resto de dialectos (m enos el balear): 7 vocales, las 5 anteriores más una «e» y una «o» abiertas ([ε] y [ɔ]). Hay que destacar que las dos «e» y las dos «o» son diferenciales y, por lo tanto, son fonemas: m olt («o» cerrada) y m òlt («o» abierta) significan, respectivamente, «mucho» y «molido». 3. Dialecto balear: a los 7 sonidos anteriores, añaden un octavo, la vocal neutra o schwa ([ə]). En posición átona existen dos patrones: 1. Dialectos occidentales: 5 vocales ([a], [e], [i], [o], [u]). 2. Dialectos orientales: 3 vocales ([i], [u], [ə]). Por su parte, en catalán es normal la presencia de diptongos decrecientes (donde se une cualquier vocal con «i» y «u»: [ ], [ ], [ ], [ ], [ ], [ ], etc.). No obstante, según la norma, los diptongos crecientes sólo aparecen en tres condiciones: al inicio de palabra, entre vocales y tras [k] o [g]. Pero fuera de la norma, todos los hablantes catalanes realizan siempre un diptongo creciente. Serían casos donde aparece una «i» y una «u» más cualquier vocal: [ja], [wɔ], [wa], [jə], [ji], [wε], etc.

Consonantes Ver tabla A6-1.7 Tabla A6-1 Consonantes del catalán

Gallego Vocales Igual que en catalán, las vocales de la lengua gallega varían en

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función de la tonicidad. En posición tónica, el gallego presenta 7 sonidos: [a], [e], [ε], [i], [o], [ɔ], [u]. No obstante, la vocal [a], en ciertos contextos, se velariza [ɑ] o se palataliza [æ]. En posición átona existen dos patrones en relación con el contexto: 1. En cualquier posición, salvo la final, aparecen 5 vocales: [a], [e], [i], [o], [u]. 2. En posición final se reducen a 3 sonidos: [a], [e], [o]. Por lo que se refiere a los diptongos, existen los mismos crecientes y decrecientes que en castellano.

Consonantes Ver tabla A6-2. Tabla A6-2 Consonantes del gallego

Euskera Vocales La mayoría de dialectos de la lengua vasca cuentan con un sistema de 5 vocales: [a], [e], [i], [o], [u]. No obstante, el suletino (o zuberera) —dialecto hablado en ciertas zonas del País Vasco francés— incluye una vocal alta anterior labializada ([y]) y la [u] se pronuncia, en realidad, como [ü], es decir, en posición no redondeada de los labios. Igual que en gallego (e igual que en catalán no normativo), existen los mismos diptongos que en castellano.

Consonantes Ver tabla A6-3.

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Tabla A6-3 Consonantes del euskera

6 Este anexo se ha tomado, con pequeñas modificaciones, del libro Así se habla de Ana M.ª

Fernández (Barcelona: Horsori, 2005). Agradecemos a la autora y a la editorial la cesión. 7 Para esta tabla y las siguientes, las abreviaturas serán las que se detallan a continuación: Blb (bilabial), Lbd (labiodental), Intd (interdental), Dalv (dentoalveolar), Alv (alveolar), Alv-pal (alveolopalatal), Pal (palatal), Vel (velar), Uvl (uvular), Far (faringeal), Glo (glotal).

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Bibliografía Adam, J.M. Les textes: types et prototypes. Récit, description, argumentation, explication et dialogue. París: Nathan; 1992. Castellà, J.M. De la frase al text. Teories de l’ús lingüístic. Barcelona: Empúries; 1992. Crystal, D. The Cambridge encyclopedia of language. Cambridge: Cambridge University Press; 1987. [[Ed. cast.: Enciclopedia del lenguaje de la Universidad de Cambridge. Madrid: Taurus; 1994.]]. Diéguez-Vide, F., Peña-Casanova, J. Cerebro y lenguaje: sintomatología neurolingüística. Madrid: Panamericana; 2012. Fernández Planas, A. Así se habla. Barcelona: Horsori; 2004. Lyons, J. Linguistic semantics: an introduction. Oxford: Oxford University Press; 1995. [[Ed. cast. Semántica lingüística: una introducción. Barcelona: Paidós; 1997].]. Moreno Cabrera, J.C. Curso universitario de lingüística general. Tomo I: Teoría de la gramática y sintaxis general. Madrid: Síntesis; 1991. Moreno-Torres Sánchez, I. Lingüística para logopedas. Archidona (Málaga): Aljibe; 2004. Peña-Casanova, J. Normalidad, semiología y patología neuropsicológicas. Test Barcelona. Barcelona: Masson; 1991. Peña-Casanova, J. Normalidad, semiología y patología neuropsicológicas. Test Barcelona, 2.ª ed. Barcelona: Masson; 2005. Reyes, B.A. Prepositional processing in Spanish speakers with aphasia: the role of semantic value and amount of contextual information. In: Centeno J.G., Anderson R.T., Obler L.K., eds. Communication disorders in Spanish speakers: theoretical, research and clinical aspects. Toronto Multilingual Matters LTD; 2007:183–197.

1

En lingüística, los sonidos se representan dentro de paréntesis rectangulares [ ], los fonemas entre barras inclinadas / /, las letras en cursiva y los grafemas dentro de los símbolos < >. 2

El logograma se puede definir como un símbolo cuyo significado se relaciona con una palabra.

3

El signo de un asterisco volado antes de una emisión lingüística indica que ésta no es correcta o es agramatical. 4

A partir de aquí se utilizarán un conjunto de abreviaturas usuales en los libros de lingüística: N[ombre], V[verbo], P[reposición], Adj[etivo], Adv[erbio], Det[erminante], Aux[iliar], Pro[nombre], Conj[unción]; cuando llevan una «S» delante se trata de un sintagma (dos «S» cuando se usan en plural). 5

Una proposición es una unidad abstracta de significado, amodal o supramodal, que se corresponde con un predicado y con sus argumentos. Así, por ejemplo, dos oraciones, una activa (El niño besa a la niña) y una pasiva (La niña es besada por el niño) se relacionan con la misma proposición.

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CAPÍTULO 7

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Evaluación neuropsicológica del niño N. Crespo-Eguílaz and J. Narbona

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Introducción La neuropsicología infantil tiene como objetivo relacionar el desarrollo de las funciones mentales con las estructuras cerebrales subyacentes (en maduración y/o lesionadas). El examen neuropsicológico estudia sistemáticamente estas relaciones desde los campos clínico o experimental. El paradigma neurocognitivo concibe ciertas correspondencias entre las estructuras cerebrales y diversas modalidades de comportamiento; se apoya en los datos clásicos derivados de la correspondencia clinicolesional y de los estudios más recientes con m étodos neurofisiológicos (potenciales evocados tardíos), de neuroim agen m orfológica (tomografía computarizada o resonancia magnética) y neuroim agen funcional (tomografía por emisión de positrones o resonancia magnética funcional). De forma simplificada, el funcionalismo cerebral, en cuanto a los procesos que comúnmente se estudian en neuropsicología, se puede resumir de la siguiente manera: el conjunto funcional de la atención, la incorporación de los datos a la m em oria y el control ejecutivo se sustentan en las regiones mesiales de los hemisferios, junto con los ganglios basales, el tálamo y los lóbulos frontales. La interpretación de los datos sensibles (gnosias) y el almacenamiento de los esquemas gestuales (praxias) se llevan a cabo en las regiones corticales de integración secundaria y terciaria post y prerrolándicas (parieto-temporo occipitales, premotoras y prefrontales). En las actividades con proceso secuencial está implicado de manera preferente el hemisferio izquierdo, mientras que en las de proceso sim ultáneo (predominantemente visuoespacial) lo está el hemisferio derecho. Los lóbulos frontales (regiones premotora y prefrontal) poseen un especial protagonismo en el proceso secuencial, al intervenir sustancialmente en el control superior de las actividades (recuperación de información, planificación de la actividad, confrontación con el esquema previo, control de interferencias y ajuste rectificador). Este esquema simplificado puede servir de marco general para interpretar los resultados de los exámenes clínicos en términos neuropsicológicos. La dificultad inherente a la neuropsicología infantil se debe al hecho de la maduración cerebral, que presenta posibilidades vicarias mucho mayores que las del órgano adulto, una expresividad clínica menos específica en cuanto a localización y una patoplastia cronodependiente (Narbona, 1987). El que la naturaleza humana no esté acabada es uno de los aspectos que fundamentan la posibilidad de aprendizaje y la necesidad de la educación o reeducación, como proceso intencional y sistematizado. Bien es verdad que, a la hora de plantear un diseño de intervención terapéutica, las explicaciones derivadas de la neuropsicología aún no han brindado unos esquemas de toma de decisiones completamente originales; durante un siglo, los neuropsicólogos han realizado descripciones semiológicas afinadísimas acerca de los déficits derivados de distintas lesiones cerebrales, pero los métodos de intervención terapéutica no han

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experimentado un desarrollo tan importante, ni mucho menos. Sólo en los últimos treinta años se han ido aportando paradigmas de intervención verdaderamente fundados en las concepciones neuropsicológicas, y en ello han desempeñado un importante papel los recursos brindados por la moderna psicología cognitiva. La neuropsicología infantil cuenta con síndrom es exclusivos por defectos en el desarrollo de ciertas funciones (trastorno específico del desarrollo del lenguaje, trastornos de aprendizaje de la lectura y la escritura, trastorno de la coordinación o de aprendizaje procedimental [TAP], trastorno por déficit de atención e hiperactividad [TDAH], síndrome de Gerstmann del desarrollo, síndrome de afasia-epilepsia, etc.) que forman el núcleo más original de su cuerpo de doctrina. Los síndrom es adquiridos tras un cierto tiempo de desarrollo normal (deterioro cognitivo en procesos degenerativos, secuelas de lesiones focales de origen vascular, traumático o tumoral, etc.) también poseen rasgos propios en el niño frente a los que ocurren en el adulto (Narbona y Crespo-Eguílaz, 2008 y 2012). En neuropsicología clínica infantil se examinan tres grandes grupos de sujetos: a) los que presentan trastornos específicos del desarrollo de ciertas capacidades (lenguaje, lectoescritura, integración motriz, aprendizaje procedimental, atención y funciones ejecutivas) sin otra patología neurológica o psicosensorial mayor; b) los que, tras un desarrollo inicial normal, sufren un accidente patológico que deja secuelas más o menos limitadas a ciertos sistemas funcionales, y c) los que presentan discapacidades mayores, de instalación precoz, en las esferas: cognitiva (deficiencia mental, autismo), motora (parálisis cerebral infantil) o sensorial, que obligan a seleccionar e interpretar las pruebas teniendo en cuenta dichas características.

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Características evolutivas Primer trienio de vida En el ser humano, los procesos de dendritificación, sinaptogénesis y mielinización, en intercambio con las aferencias experienciales, van a posibilitar su desarrollo hacia la autonomía locomotriz-manipulativa, la posesión de esquemas practognósicos elementales, el ejercicio de capacidades representativas lingüísticas, el metaconocimiento compartido (p. ej., juego ficticio) y la socialización, que implica autoconciencia y conciencia de la mente de los demás (intersubjetividad). La maduración biológica en la que se apoyan todas estas adquisiciones supone un crecimiento aceleradísimo del encéfalo durante este primer período; así, el cerebro triplica su peso neonatal al cabo de un año y medio de vida extrauterina. La muerte programada de numerosas neuronas cerebrales con ciclo vital breve, la estabilización sináptica selectiva y la consiguiente mielinogénesis permiten el establecimiento de un entramado neural secuencial-paralelo cada vez más fino y sofisticado; este proceso es especialmente activo durante los primeros 6 años de vida, si bien va a prolongarse hasta la adolescencia (e incluso en la vida adulta), ya que las tareas de aprendizaje y olvido permanecen, y así el cerebro se está reconstruyendo continuamente a menos que la senescencia o una eventual patología demenciante interrumpan esta capacidad. En el segundo año aparece la preferencia manual y se perfila la progresiva lateralización hemisférica de las distintas funciones de integración superior, pero todavía existe un grado débil de diferenciación y, por tanto, la plasticidad funcional y la posibilidad de suplencia inter e intrahemisférica en caso de lesión son altas. Ya antes del terminar la gestación es evidente la mayor amplitud del planum tem porale izquierdo frente al derecho (Wada et al., 1975), lo cual indica que el hemisferio izquierdo está anatómicamente predispuesto para procesar lenguaje, pero la sinaptogénesis y la mielinogénesis de las áreas de integración plurimodal están lejos de haberse completado en estos primeros 3 años de vida.

Segundo trienio de vida La etapa preescolar es clave en el desarrollo del niño; en ella ocurre un funcionamiento cognitivo de tipo preoperatorio, con pensamiento mágico y animismo. El pensamiento aún no se atiene a la lógica convencional. El juego ficticio y las capacidades intersubjetivas se enriquecen de manera progresiva. El esquema corporal, así como la orientación izquierda-derecha, están casi completamente adquiridos al final de esta etapa. Las praxias gestuales llegan a perfeccionarse de forma notable, aunque persisten abundantes sincinesias, cierta impersistencia motriz fisiológica y una capacidad de segmentación gestual imperfecta. Aunque el uso de las manos llega a ser bastante sofisticado, continúa

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todavía una integración incompleta de las gnosias digitales (la praxia precede a la incorporación gnósica). En cuanto al lenguaje, al inicio de este período el niño ha adquirido casi todos los requisitos para formar frases elementales y entablar conversaciones; posteriormente experimenta la «segunda expansión sintáctica», y llega a adquirir una complejidad lingüística suficiente como para acceder, a los 6 años, a las actividades académicas de la enseñanza primaria. Las dislalias normales de los 3-4 años desaparecen de manera progresiva. A los 6 años su fonología y su sintaxis son similares a las del adulto; el vocabulario, que es ya muy rico, seguirá expandiéndose toda la vida.

Edad escolar En la etapa de las operaciones concretas (7-11 años) el pensamiento logra organizarse en estructuras lógicas elementales y aparecen operaciones de transición (clasificación, seriación, correspondencia término a término, etc.). Se adquiere el concepto de reversibilidad y reciprocidad (que lleva a las equivalencias) y las nociones de tiempo, espacio y causalidad. En la etapa de operaciones form ales (a partir de 11-12 años), el razonamiento parte de hipótesis, que se analizan antes de emitir juicios. Surge la «lógica de las proposiciones» y la reflexión puede independizarse de los datos sensibles. El lenguaje expresivo, ya completamente exento de errores fonéticos, cuenta con más de dos mil términos y posee una complejidad gramatical prácticamente madura. Las gnosias digitales van a completarse hacia los 8- 9 años (por tanto, se desarrollan más lentamente que las capacidades práxicas gestuales). El resto del esquema corporal termina de integrarse entre el quinto y el décimo año de vida; tanto es así, que el niño menor de 5 años raramente sufrirá el fenómeno de «miembro fantasma» tras una amputación, pero si ésta sobreviene después de los 8 años, la probabilidad de que se produzca este fenómeno llega a ser muy alta, casi igual que en el adulto.

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Déficits detectables por la exploración neuropsicológica Primer trienio de vida Las lesiones ocurridas en una edad temprana van a producir: a) en muchos casos, déficits cognitivos globales relacionados más con la cantidad de masa cerebral lesionada que con su topografía; b) en otros sujetos, por la notable plasticidad funcional propia de esta etapa, la lesión no va a traducirse clínicamente, o bien lo va a hacer con signos de «disfunción cerebral mínima» en la etapa escolar, y c) en algunos sujetos la lesión cerebral repercute sobre funciones específicas: verbales, visuoespaciales, de atención, etc. Se pueden diagnosticar de forma temprana el retraso psicomotor, los déficits lingüísticos severos y el trastorno global del desarrollo.

Segundo trienio de vida Éste es un período de mayor variedad en cuanto a semiología neuropsicológica, durante el cual ocurren y/o se pueden detectar síndromes específicos (p. ej., afasia adquirida con epilepsia; y se completará el perfil de rasgos comportamentales inherentes a ciertos fenotipos con causa genética bien establecida que cursan con retraso mental más o menos severo: síndromes de X frágil, Williams, Angelman, Prader-Willi, Rett, DiGeorge, etc.). Las lesiones focales ocasionan síndromes neuropsicológicos bastante similares a los del adulto, aunque con una mejor tendencia a la recuperación, por protagonismo vicario de otras áreas cerebrales. La mayor parte de las consultas de neurodesarrollo en esta etapa, al igual que en edades posteriores, se deben a alteraciones de la capacidad intelectual general (inteligencia borderline o déficit intelectual) y a trastornos del aprendizaje y de la comunicación. Pueden diagnosticarse las diferentes variantes del espectro autista. Es posible que se haga evidente el TDAH. Pueden y deben detectarse, para poner en práctica los medios terapéuticos oportunos, cuadros de torpeza perceptivomotriz (trastorno de la coordinación, trastorno de aprendizaje procedimental o no verbal), trastorno específico del lenguaje (TEL) en sus distintas variedades (Rapin y Allen, 1982; Chevrie-Muller, 2001; Aguado, 1999; Crespo-Eguílaz y Narbona, 2006) y retrasos en habilidades necesarias para llegar a adquirir, posteriormente, un grado de madurez de lectura y escritura (lateralización, coordinación visuomanual, discriminación e integración auditiva, memoria auditiva y visual, estructuración temporoespacial, operaciones de correspondencia-inclusiónseriación, etc.). En la realidad clínica, la mayoría de los pacientes en este tramo de edad no se presentan con trastornos «puros» y por ello la exploración neuropsicológica debe ser lo más completa posible. Así, por ejemplo, el TDAH se asocia con frecuencia a

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inmadurez gnosopráxica y del desarrollo de la coordinación motora. Los problemas del lenguaje tienden a asociarse con discapacidades perceptivomotoras y, en especial, con dificultades en la secuenciación temporal (Tallal et al., 1996). Las dificultades en la adquisición de la lectoescritura poseen con frecuencia un trasfondo residual de discapacidad lingüística mejor o peor resuelta y a menudo se enmarcan en disfunciones de la integración visuoespacial.

Edad escolar En este período siguen siendo más frecuentes los trastornos específicos del desarrollo: TEL, dislexia, disortografía, TDAH, TAP —trastorno de aprendizaje procedimental o no verbal o déficit de atención, del control motor y de la percepción— (Rourke, 2002; Gilberg, 2003; Crespo-Eguílaz y Narbona, 2009). Una elevada comorbilidad se evidencia en los trastornos del desarrollo en este rango de edad. El TDAH está presente en un 15-30% de los niños con dislexia y, por otra parte, un 25-40% de los niños con TDAH como diagnóstico principal presentan, además, dislexia (Willcut y Pennington, 2000). El 70% de los niños con TAP de nuestra casuística padecen TDAH comórbido y el subtipo inatento es el más frecuente y supone el 73% de ellos. Por otra parte, el 35% de los sujetos de nuestra muestra con un diagnóstico principal de TDAH presentan, además, TAP (Narbona et al., 2011). Las lesiones perisilvianas adquiridas en niños y adolescentes comprometen la función verbal, con una semiología similar a las que se adquieren durante la edad adulta, aunque en los niños los trastornos de la comprensión son menores y la recuperación del lenguaje coloquial es más satisfactoria (Narbona y CrespoEguílaz, 2008). En lesiones parietales es muy probable la heminegligencia espacial y corporal unilateral izquierda.

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Exploración neuropsicológica El diagnóstico neuropsicológico debe llevarse a cabo siempre en el contexto clínico, sin limitarlo a la aplicación de una batería de pruebas. Además de comparar el rendimiento obtenido por el sujeto con el grupo normativo de su nivel de edad, es importante realizar una valoración de los resultados intrasujeto: modo de enfrentarse a la tarea, estrategias cognitivas que utiliza, etc.; en definitiva, detectar sus puntos débiles y fuertes. De esta forma, más que evaluar el producto final, se trata de aproximarnos a la realidad funcional del niño, a sus formas de procesamiento; esto nos permite emitir hipótesis acerca de su «zona de desarrollo potencial» y también plantear los objetivos y las estrategias de reeducación más adecuados. De acuerdo con la patología sospechada en la primera entrevista, se seleccionan las pruebas estructuradas. En la tabla 7-1 se señalan las pruebas utilizables para evaluar las diferentes funciones y las referencias bibliográficas de la mayoría de ellas se especifican al final de este capítulo. Algunas pocas referencias, que caen fuera de los límites del capítulo, pueden ser consultadas en Narbona y ChevrieMuller (2003), en Artigas y Narbona (2011) y en los catálogos de TEA y de PSYMTEC. Tabla 7-1 Pruebas estructuradas para evaluar las diferentes funciones cognitivas

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Primer trienio de vida Los métodos de examen estructurado para esta etapa (tabla 7-2) pueden clasificarse según deriven del modelo nativista, que presupone unos logros determinados para cada «edad mental» y que aborda por separado las áreas postural-motriz, manipulativa, verbal y socioadaptativa: escalas de Gesell, de Brunet y Lézine y de Bayley, o bien según el modelo epistem ológico-genético piagetiano, que propone ciertas tareas para analizar los procesos intelectuales propios de cada período y estadio; concretamente, para el período sensoriomotor caben destacarse las escalas ordinales de Uzgiris y Hunt. Además de valorar el desarrollo psicomotor, en esta etapa es enriquecedor ahondar en las funciones lingüísticas y comunicativas, a través de información aportada por los padres relativa a su hijo en la vida diaria. El Cuestionario de lenguaje de Ritvo permite desglosar el desarrollo lingüístico del niño en sus dos vertientes receptiva y expresiva. El Inventario de desarrollo com unicativo MacArthur aporta medidas de comprensión y expresión de palabras, de complejidad morfosintáctica y de

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comunicación no verbal. El M-CHAT valora las habilidades intersubjetivas y de interacción social y es útil para la detección temprana de los trastornos del espectro autista a partir de los 18 meses de edad. Tabla 7-2 Valoración del desarrollo en el primer trienio de vida

Segundo trienio de vida y edad escolar El examen neuropsicológico requiere condiciones particulares por parte del explorador. Es frecuente que los niños preescolares se nieguen a colaborar en cualquier prueba estructurada durante la primera entrevista. Se deben recoger datos anamnésicos de la conducta cotidiana del niño en los medios familiar y escolar. La observación libre en la consulta permite reunir datos orientativos acerca del nivel y la calidad de su realización práxica, así como de su flujo verbal y de la complejidad sintáctica (en las interacciones verbales con sus padres). Si se ha evitado una excesiva intrusividad en los primeros momentos, no será difícil obtener el dibujo de la figura humana (Goodenough o MSCA), la copia de dibujos geométricos (MSCA), construir con cubos o evaluar su comprensión verbal a través de dibujos (TVIP-III).

Nivel intelectual

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El cociente intelectual (CI) del niño resulta necesario a efectos de clasificación y orientación, pero lo más importante es conocer su modo de funcionamiento intelectual y su potencial de aprendizaje y adaptación (cómo fracasa, afronta, corrige y resuelve los problemas propuestos). Estos aspectos pueden evaluarse mediante un estudio del perfil psicométrico. Los instrumentos que se utilizan para medir el nivel intelectual global del niño se especifican en la ya citada tabla 7-1. Son susceptibles de una interpretación neuropsicológica la MSCA-Escala McCarthy de aptitudes y psicom otricidad; las escalas de inteligencia Wechsler: WPPSI, para preescolar y primaria, y WISC-R y WISC-IV, para niños en edad escolar (tabla 7-3) y, más específicamente, la K-ABC-Kaufm an Assessm ent Battery for Children, que ha sido constituida respondiendo a la dicotomía de «proceso simultáneo» y «proceso secuencial», derivada de los postulados lurianistas. Tabla 7-3 Escalas y agrupaciones factoriales del WISC-IV con utilidad en el paradigma interpretativo neuropsicológico

Se: semejanzas; Vo: vocabulario; C: comprensión; In: información; Ad: adivinanzas; Cu: cubos; Co: conceptos; Ma: matrices; FI: figuras incompletas; Di: dígitos; LN: letras y números; Ar: aritmética; Cla: claves; BS: búsqueda de símbolos; An: animales. Entre paréntesis: subpruebas optativas. Proceso sucesivo y simultáneo (Das et al., 1975); organización perceptual, independencia a la distracción y comprensión verbal (Kaufman, 1975); razonamiento fluido, procesamiento visual, conocimiento de palabras, información general, memoria corto plazo y memoria largo plazo (Flanagan y Kaufman, 2006).

En los niños con dificultades verbales predominantes o falta de habilidades manipulativas pueden emplearse escalas de inteligencia como la LIPS-Leiter

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Intelligence Perform ance Scale o el Test de m atrices progresivas de Raven, que miden el «factor g» a través de tareas de clasificación y seriación lógica de imágenes. Son especialmente útiles en niños con parálisis cerebral, trastornos de lenguaje y autismo.

Sistema ejecutivo y atención A este conjunto funcional (asentado en las estructuras tálamo-estrío-límbicoprefrontales) se atribuye actualmente la función directiva y supervisora (executive system ) del resto del funcionalismo neurocognitivo; implica la planificación, la selección de estímulos (atención selectiva), el mantenimiento de la actividad en una determinada dirección (atención sostenida), la memoria de trabajo que une los datos recientes con los del plan de la tarea para darle continuidad, el control de interferencias y la flexibilidad cognitiva para los eventuales requerimientos de cambio (Denckla, 1989). La atención mantiene la direccionalidad cognitivocomportamental del sujeto sobre un determinado tipo de estímulo o de tarea a lo largo del tiempo (modalidad de atención sostenida) y le permite seleccionar, entre aferencias múltiples y cambiantes, sólo aquellas que son pertinentes (modalidad de atención selectiva, ya sea focalizada sobre un solo tipo de información, o bien dividida entre varias informaciones o tareas). Las alteraciones de este conjunto funcional se caracterizan por ineficacia de la atención voluntaria, dispersión de la atención espontánea, e incapacidad para mantener el pensamiento en una tarea concreta y en la reflexión mental. El TDAH tiene una prevalencia entre el 4 y el 6%. Se postula que su correlato fisiopatológico es una disfunción del sistema directivo. Se caracteriza clínicamente por: labilidad atencional, estilo comportamental impulsivo, hiperactividad estéril y fragilidad de los mecanismos adaptativos al entorno; todo ello, sin otros problemas psicopatológicos preexistentes que puedan explicar ese tipo de conducta. Generalmente se da con un nivel de inteligencia dentro de la normalidad; sin embargo, según se admite en los manuales taxonómicos internacionales, algunos sujetos con deficiencia mental ligera pueden presentar una capacidad de atención desproporcionadamente pobre a la que cabría esperarse por su nivel intelectual. El diagnóstico del TDAH es esencialmente clínico, pero la cuantificación de las conductas que configuran el trastorno es importante para el diagnóstico y el seguimiento tras la instauración de eventuales tratamientos. Para ello, el cuestionario EDAH: Evaluación del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (Farré y Narbona, 2003) ha sido elaborado tras un nuevo estudio factorial, en niños españoles, de la escala de Conners para profesores. Pretende sistematizar la información del profesor en lo concerniente a ciertas manifestaciones del déficit de atención, la hiperactividad y la eventual asociación de trastorno de conducta en el medio escolar. Este cuestionario ha sido validado también en la población adolescente (Sánchez et al., 2010). El BRIEF está formado por un cuestionario para padres y otro para profesores y permite obtener los

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índices de regulación de la conducta (inhibición, flexibilidad y control emocional), de metacognición (iniciativa, memoria de trabajo, planificación y organización) y de funcionamiento ejecutivo global. Las escalas para evaluar las funciones ejecutivas en niños son escasas, la mayor parte de ellas provienen del ámbito anglosajón y no tienen una adaptación al español, como el TEA-ch. La evaluación de las funciones ejecutivas, y, más concretamente, de la atención, puede realizarse mediante las pruebas que se indican en la tabla 7-1. Por su parte, en la tabla 7-4 se detalla qué dimensiones del sistema ejecutivo miden cada una de ellas (atención selectiva, dividida y sostenida; control de impulsividad y de interferencia; velocidad de procesamiento, y flexibilidad cognitiva). En la experiencia clínica resultan especialmente útiles las que se explican a continuación: Tabla 7-4 Pruebas de atención y control ejecutivo

• Test de percepción de diferencias, «Test de Caras» (Crespo-Eguílaz et al., 2006): pone en juego la habilidad para encontrar y tachar, a lo largo de una serie de tríadas de rostros esquemáticos similares, aquel que contiene un detalle distinto.

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Además de evaluar la atención focalizada, aporta un índice de control de la impulsividad al considerar los errores cometidos. • Continuous Perform ance Test (CPT): es una prueba computarizada que mide las habilidades para detectar y responder al objetivo-diana (atención selectiva) y para inhibir la respuesta a los estímulos no-diana (control de la impulsividad), durante un período de tiempo prolongado (atención sostenida). • AULA Nesplora (Climent y Banterla, 2011): es un test de realidad virtual que aporta la capacidad discriminativa de los test de ejecución continua simulando un entorno tridimensional (una clase) en el que se interactúa de forma dinámica. Añade mayores posibilidades en el análisis de los procesos neuropsicológicos (atención dividida y sostenida visual y verbal; control de la impulsividad, de los distractores y de la actividad motora), y refleja la conducta habitual del niño evaluado sin que la propia situación de examen atenúe los requerimientos atencionales que se exigen.

Memoria La valoración de la memoria posee una gran relevancia en neuropsicología por estar implicada en la mayor parte de los procesos cognitivos y, además, es una función sensible a las lesiones cerebrales. Los datos en la memoria declarativa dependen del circuito de Pápez y la corteza de la convexidad, mientras que en la memoria procedimental están implicadas otras estructuras que comprenden los ganglios basales, el cerebelo, el tálamo y la corteza secundaria. Se han distinguido tres tipos mnésicos jerárquicos y evolutivos: a) memoria de reconocimiento; b) memoria de reconstitución, y c) memoria de evocación. La escolarización, que implica la asimilación de múltiples conocimientos, representa sin duda un mecanismo importante en el cambio del funcionalismo mnésico. Todo ello ocurre paralelamente al desarrollo de la sinaptogénesis y la mielinización de las distintas vías que intervienen de un modo u otro en los procesos de aprendizaje (la mielinización de las radiaciones talámicas no específicas se ultima hacia los 7 años, la formación reticular y las grandes comisuras a los 10 años y las fibras intracorticales de las áreas de asociación lo hacen al final de la segunda década, según Lecours, 1982). El aprendizaje comprende una serie de operaciones superpuestas que conducen al almacenamiento de la información para poder recuperarla: a) registro del estímulo en la memoria inmediata, para lo que se requiere atención; b) mantenimiento a corto plazo mientras se aprecia su relevancia y se realiza su procesamiento o codificación, y c) consolidación y almacenamiento permanente en la memoria a largo plazo. Todas estas complejas operaciones recaen sobre circuitos neuronales innatos y adquiridos, y muchos de estos sistemas encefálicos implicados irán modificándose a lo largo del desarrollo. Los mecanismos de memoria implícita (o procedimental) existen desde el inicio de la vida, mientras que la memoria declarativa (que permite la evocación voluntaria) se pone en

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marcha de manera progresiva, a partir del segundo semestre de vida, gracias a la maduración de las estructuras parahipocámpicas y prefrontales (Herschkowitz et al., 1977 y 1999). En Soprano y Narbona (2007) se recopilan los defectos de la memoria en el niño; alteraciones que están documentadas a lo largo de la bibliografía. Una exploración neuropsicológica que evalúe adecuadamente la memoria puede precisar los eventuales déficits de esta función en los niños con dificultades de aprendizaje y, sobre todo, en el contexto de traumatismos craneales, epilepsias, ciertos procesos inflamatorios (necrosis límbica por encefalitis herpética), hidrocefalias, tumores cerebrales e irradiación encefálica. En este período, pese al desarrollo incompleto de esta función cognitiva (la memoria narrativa aparece entre los 5 y los 8 años, y las estrategias mnésicas más sofisticadas, sobre los 10 años), es posible y debe realizarse una evaluación de dicha capacidad incipiente, necesaria para el aprendizaje. En la tabla 7-5 se detalla qué dimensiones evalúan cada una de las pruebas de memoria declarativa. El TOMAL es una batería específica de memoria y aprendizaje que proporciona índices de memoria verbal, de memoria no verbal y de recuerdo asociativo, secuencial, libre y demorado. El CAVLT-2 y el TAVECI consisten en el recuerdo inmediato de una lista de palabras, durante 5 ensayos consecutivos, tras una prueba de interferencia, a largo plazo y por reconocimiento. Además, profundizan en el tipo de estrategias de almacenamiento y de recuperación utilizadas. El RBMT, a través de una serie de tareas que se realizan de forma dinámica (reconocer dibujos, rostros y un relato previamente mostrados; recordar un nombre propio, un objeto escondido, un itinerario realizado en la habitación, un aviso, etc.), permite valorar la memoria episódica relacionada con la vida diaria.

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Tabla 7-5 Pruebas de memoria

En la evaluación neuropsicológica de la memoria procedimental nos resultan valiosas, en nuestra experiencia, las siguientes pruebas diseñadas para dicha función (Narbona et al., 2011). El Aprendizaje de dibujo en espejo consiste en trazar una línea continua sobre un dibujo que se le presenta al niño pero sin tener acceso visual directo al mismo, sino a través de su reflejo en un espejo; se realiza tres veces consecutivas y se valora si se produce una mejora de este procedimiento cognitivo tras la repetición. El Aprendizaje de ensam blaje de piezas del Test Purdue también permite valorar la mejoría de este procedimiento motor tras la ejecución repetida.

Lenguaje

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En la evaluación de los trastornos del lenguaje durante la niñez se debe comprobar (Narbona, 2012): a) si la alteración del lenguaje es congénita o adquirida; b) si el lenguaje está retrasado o si también está cualitativamente distorsionado; c) si afecta a la vertiente expresiva o también a la comprensiva, y d) si la patología verbal es aislada o forma parte de un determinado contexto (deficiencia mental, autismo u otros trastornos neurológicos). Deben evaluarse los siguientes aspectos (Pérez-Montero, 1995): instrum ental (auditivo y motor bucofacial), form al (fonología, morfología y sintaxis), cognitivo (léxico-semántica: conocimiento de objetos, de la relación entre los objetos y la relación entre acontecimientos) e interactivo (uso o funciones sociales: función intrapersonal-matética e interpersonal-pragmática). Al evaluar el lenguaje se exploran, por tanto, de forma simultánea aspectos conceptuales, emocionales, comunicativos y lingüísticos; lo que el sujeto conoce, lo que expresa y cómo lo expresa, así como las estrategias comunicativas que utiliza (Triadó y Forns, 1989). Las pruebas de evaluación psicolingüística infantil en castellano que consideramos más útiles se enumeran en la tabla 7-1. En la tabla 7-6 se detallan, asimismo, las pruebas y/o subpruebas que valoran los procesos formales específicos más usados en neuropsicología infantil, para que se adapte el proceso diagnóstico a cada individuo: gnosias verbales; memoria auditiva; comprensión de palabras, de frases, de relato y de accidentes sintácticos; integración semánticosintáctica; formulación articulatoria; denominación; repetición de frases de longitud creciente; construcción gramatical; expresión de morfosintaxis; fluidez, uso cognitivo, y uso pragmático. Tabla 7-6 Pruebas de procesos específicos del lenguaje Aspectos explorados Gnosias verbales

Pruebas o subpruebas ITPA integración auditiva BELP gnosias verbales Memoria auditiva inmediata ITPA memoria secuencial auditiva SBM repetición frases Comprensión palabras TVIP-III Comprensión frases, relato ITPA comprensión auditiva Comprensión accidentes sintácticos TSA comprensión de sintaxis Integración semántico-sintáctica BELP frases incompletas ITPA asociación auditiva Formulación articulatoria BELP repetición RFI Denominación (recuperación léxica) BELP denominación K-ABC vocabulario BNT Repetición frases longitud creciente SBM repetición de frases Construcción gramatical ITPA integración gramatical Expresión: morfosintaxis TSA expresión de sintaxis Expresión: fluidez ITPA expresión verbal MSCA fluidez verbal Uso cognitivo MSCA vocabulario WISC-IV semejanzas y vocabulario TOMAL memoria de historias Uso pragmático CCC

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• El TVIP-III valora la comprensión de palabras de dificultad creciente (vocabulario receptivo), así como la capacidad de identificación del término con su correspondiente dibujo. • El TSA evalúa el uso receptivo y expresivo de la sintaxis mediante unas láminas que ilustran oposiciones morfosintácticas de complejidad creciente. El niño debe designar el dibujo que corresponde al enunciado en la vertiente comprensiva, o repetir en diferido los enunciados señalando la ilustración a la que corresponden. • La BELP valora la capacidad psicolingüística del niño en el momento de la «primera expansión sintáctica» y explora los diferentes niveles funcionales del lenguaje (articulación, fonología, léxico y morfosintaxis). • El SBM posee la estructura de las baterías clásicas para la evaluación del lenguaje en el adulto afásico. • El ITPA permite valorar las diferencias intraindividuales en las deficiencias específicas del lenguaje, y las habilidades esenciales para comprender y transmitir información. Su estructura está basada en un modelo de procesamiento de la información que distingue tres dimensiones: los canales de comunicación (visuomotor y auditivo-verbal), los procesos psicolingüísticos (comprensivo, de asociación y expresivo) y los niveles de organización de complejidad creciente (automático-aprendido, representativo-simbólico). • El inventario de comunicación para niños Children's Com m unication Checklist (CCC), diseñado para que sean los padres quienes lo cumplimenten, permite obtener información del uso contextualizado del lenguaje como medio para la interacción social («pragmática»). En él se incluyen también las dimensiones de «relación social» e «intereses». En neuropsicología interesa determinar la preferencia manual y la lateralización hemisférica del lenguaje. El Test de escucha dicótica, del que poseemos una banda en castellano que se aplica a niños de 3-10 años (Yglesias et al., 2012), resulta útil para el estudio de la intervención proporcional de cada hemisferio cerebral en el proceso lingüístico. En estudios de investigación fisiopatológica y en evaluaciones prequirúrgicas (p. ej., cuando se plantea la exéresis de focos epilépticos en zonas corticales que pueden poseer un papel en el lenguaje) deben realizarse evaluaciones más sofisticadas mediante el test de amital sódico o mediante neuroimagen funcional.

Sociabilidad No existen test neuropsicológicos que confirmen o refuten las dificultades en la interacción social recíproca, en la comunicación (verbal y no verbal) y en la actividad imaginativa; es decir, el diagnóstico de autismo se basa en la evaluación conductual mediante la observación clínica (de conductas como la sociabilidad, el juego y el afecto) y a través de preguntas acerca de las conductas actuales y más tempranas del niño evaluado (v. tabla 7-1). El Inventario del espectro autista (IDEA) permite cuantificar la severidad y la profundidad de los rasgos que

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configuran el síndrome, agrupados en cuatro dimensiones: social, comunicación y lenguaje, anticipación y flexibilidad, y simbolización. El ADOS es una escala semiestructurada de observación de la comunicación, la interacción social y el juego en cuatro niveles de desarrollo cognitivo y verbal, lo que permite su aplicación desde la niñez temprana hasta la edad adulta. El CAST es un cuestionario que ha demostrado ser útil en la identificación temprana de niños cuyos comportamientos sugieren un alto riego de presencia de síndrome de Asperger. La función de coherencia central (perceptiva y cognitiva) facilita pasar del reconocimiento de los elementos de un conjunto al significado coherente del todo, y viceversa; es decir, permite percibir la información de forma global así como integrarla en su contexto. Y la realización de esta tarea es fundamental en el aprendizaje y en la conducta social. Para evaluar la coherencia central, muy importante en el diagnóstico del TAP, pueden utilizarse las pruebas Test de im agen quim érica (TIQ) y Escena visual incoherente (EVI) (Crespo-Eguílaz et al., 2012).

Gnosias y praxias El proceso gnósico es la integración unimodal y multimodal de las aferencias en unidades más o menos complejas de información significativa, y el proceso práxico es la formulación y programación del gesto simple o sofisticado. La maduración perceptivo-motriz correcta parece ser un requisito necesario para la buena marcha de los aprendizajes. Los procesos de gnosias y praxias se sustentan fundamentalmente en las áreas corticales de asociación secundaria y terciaria de ambos hemisferios. Se retroalimentan y se dan juntos en la realidad (practognosias), aunque los métodos clínicos permiten diferenciarlos por separado. La evaluación de la psicomotricidad incluye el examen de representación temporoespacial, coordinación estática y dinámica, lateralización, esquema corporal, somatognosia-esterognosia y control del movimiento. El MSCA permite obtener un «índice perceptivo-manipulativo», que estudia las gnosopraxias temporoespaciales y la lateralización, y un «índice de motricidad» que investiga la coordinación (estática y dinámica) y el control del movimiento. Existen bastantes instrumentos clínicos para evaluar formalmente estas funciones en la infancia. Una síntesis de las pruebas más usuales y fiables puede verse en la tabla 7-7.

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Tabla 7-7 Pruebas de gnosias y praxias

• El Test de percepción visual no m otriz valora la capacidad gnósica visual del niño: percepción de diferencias, distinción figura-fondo, permanencia de la forma, memoria visual inmediata y cierre gestáltico. • El Test de la figura com pleja de Rey es una prueba grafoperceptiva que evalúa las gnosias espaciales y praxias constructivas (en la copia de la figura) y la memoria visuoconstructiva (en la ejecución de memoria). • La subprueba Expresión gestual (ITPA) evalúa las praxias ideatorias (riqueza y adecuación gestual) a través de la realización de gestos complejos (p. ej., hacer «como si» encendiese una vela con una cerilla). La interpretación clínica de los denominados «signos neurológicos suaves o menores», indicativos de disfunción cerebral en niños mayores de 3 años, debe situarse en el contexto madurativo del sistema nervioso. No han de considerarse como signos menores de una lesión cerebral importante sino como signos importantes de un trastorno cerebral menor (Fernández-Álvarez, 2007). Muchos de estos signos (normales a una edad temprana) indican un retraso madurativo si

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están presentes a edades posteriores; no presuponen que las capacidades intelectuales estén afectadas, pero pueden ser indicativos de disfunción cerebral en trastornos de aprendizaje, de la atención o de la conducta. En la etapa preescolar existen todavía facetas de la psicomotricidad poco desarrolladas o parasitadas en su realización (coordinación, ritmo, somatognosia-esterognosia y grafismo). Dos pruebas que exploran «signos suaves» de disfunción practognósica en niños de 5-6 años en adelante son PANESS-R y BESMEN. La primera valora los siguientes aspectos: marcha, equilibrio, salto con un solo pie, coordinación dedo-nariz, mantenimiento de la lengua protruida y movimientos repetitivos distales de los miembros. La segunda consta de diez subtest que se agrupan en cuatro factores: control motor, equilibrio corporal, secuenciación motriz espaciotemporal, e integración perceptiva.

Lectura y escritura La prevalencia de los trastornos del aprendizaje de la lectoescritura en escolares es de un 3-6%. Gran parte de los contenidos académicos se asientan sobre la información escrita. El niño disléxico comete errores por omisión, sustitución, ruptura y transposición de la cadena de grafemas en la lectura; el niño disortográfico comete errores de tipo similar en la escritura. Por tanto, la dislexiadisortografía constituye una causa mayor de fracaso escolar en cursos superiores de enseñanza primaria. Existen pruebas (v. tabla 7-1) que valoran la capacidad de análisis fonológico, de discriminación auditiva, de análisis secuencial auditivo y visual, de transposición grafofonémica (en la lectura) y auditivo-grafémica (en la escritura) y de orientación espacial. En la lectura se valoran, además, la comprensión y la exactitud lectora: a) errores cualitativos, como silabeo, prosodia, acentuación, etc., y b) errores cuantitativos, como sustituciones, adiciones, omisiones, etc. En la escritura se realiza una valoración: a) analítica, como errores de ortografía arbitraria (acentuación, reglas de ortografía) y de ortografía natural (sustituciones, uniones, fragmentaciones, inversiones, etc.), y b) descriptiva, como sintaxis, contenido expresivo y conductas implicadas en el acto gráfico (tamaño de las letras, irregularidad, interlineación, soldaduras, etc.).

Razonamiento matemático La gran mayoría de niños con retraso escolar fallan de forma particular en las matemáticas, lo que suele ser un reflejo de deficiencias más globales (inteligencia, lenguaje, atención, memoria, etc.) que se manifiestan en esta actividad especialmente compleja. El niño con discalculia presenta una dificultad específica en el aprendizaje y el manejo de los números (a nivel elemental o por encontrarse a dos desviaciones estándar para nociones y cálculos matemáticos concretos), mientras que su nivel de inteligencia es normal.

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Los test que se utilizan para evaluar las dificultades de cálculo valoran: los requisitos cognitivos (conservación, clasificación, seriación y orden), la mecánica de las operaciones aritméticas básicas, la fijación y la evocación mnésicas, el concepto de número y las expresiones de cantidad (comparativas y superlativas). Nos ayudan en esta evaluación el Índice num érico de la MSCA (cálculo, memoria numérica, recuento y distribución, y formación de conceptos), la subescala Aritm ética del WISC-R/WISC-IV, y la batería Tedi-Math. Las escalas piagetianas que valoran las nociones de clasificación, seriación, reversibilidad, conservación de la materia y correspondencia término a término son útiles con el objeto de poner a prueba los prerrequisitos intelectuales para aproximarse a las nociones numéricas. Asimismo, son útiles las pruebas de organización espacial para el cálculo con papel y lápiz.

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Perfil neuropsicológico Si se utilizase una batería que incluyese todos los aspectos objeto de estudio bajo la óptica neuropsicológica, podría obtenerse un perfil de los rendimientos intrasujeto en referencia a un mismo grupo normativo; sin embargo, por el momento no existe, a nuestro entender, ningún instrumento en castellano que posea tales características de forma satisfactoria. La batería NEPSY (Korkman et al., 1998), concebida para un examen neuropsicológico completo en niños de 3 a 12 años, sólo se dispone en las formas anglófona y francesa. Por consiguiente, a partir de los instrumentos disponibles en nuestro ámbito castellanoparlante, nuestro hábito es construir un perfil con las puntuaciones tipificadas (Z, T) o las edades equivalentes de los rendimientos del sujeto en las subpruebas elegidas para examinar cada función. Somos conscientes de que, al aplicar pruebas cuyos baremos proceden de diferentes grupos normativos, el conjunto no posee una referencia del todo homogénea; pero en la realidad diaria esta práctica resulta bastante clarificadora. Así, a partir de nuestra experiencia clínica, hemos construido una gradilla (tabla 7-8) en la que se destacan los siguientes grandes capítulos: nivel cognitivo general, atención y funciones ejecutivas, memoria, lenguaje, sociabilidad, gnosias y praxias, y lectoescritura. Tabla 7-8 Protocolo de Evaluación Neuropsicológica utilizado en la Unidad de Neurología Pediátrica de la Clínica Universidad de Navarra

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En cada uno de ellos se detallan pruebas específicas para los diferentes aspectos comentados anteriormente; se eligen unas u otras según el problema clínico planteado y la franja de edad a la que pertenece el sujeto. Las puntuaciones tipificadas o las edades equivalentes se pueden expresar en un diagrama de barras; usando trazos de distinto color o calidad, pueden yuxtaponerse las evaluaciones sucesivas. Un esquema como el que aquí se propone permite realizar una apreciación de conjunto de los puntos débiles y fuertes del niño examinado, plantear estrategias de intervención adecuadas y esquematizar las dimensiones evolutivas. También resulta útil para organizar los datos en investigación clínica con grupos de las diferentes patologías. En cualquier caso, todo esquema debe ir acompañado de la descripción pormenorizada del comportamiento del sujeto en situación ecológica y durante la realización de las pruebas regladas; de todo ello, unido a los exámenes neurológicos complementarios, surgirá la reflexión fisiopatológica y no puramente psicométrica, que caracteriza el estilo de trabajo de la neuropsicología.

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CAPÍTULO 8

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Disglosias N. Toja and J. Peña-Casanova

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Introducción: el sistema estomatognático El sistema estomatognático se define como la unidad anatomofuncional en la que se integran los sistemas digestivo, respiratorio y fonoarticulatorio. Está constituido por músculos, huesos y espacios orgánicos que, mediante la función del sistema nervioso central, desarrollan, entre otras, las funciones básicas de masticación, deglución, respiración y lenguaje (cfr. Segovia, 2000). La estructura y la funcionalidad adecuadas de los componentes del sistema estomatognático (estructuras de la boca, el maxilar y la mandíbula) permitirán la realización eficiente de los complejos movimientos requeridos para las distintas funciones del sistema; entre ellas, la articulación de la palabra. En consecuencia, cualquier modificación orgánica del sistema estomatognático, o alteración de las funciones orofaciales voluntarias o neurovegetativas (por ejemplo, masticación, deglución, respiración) que en él se cumplen, puede cambiar las características diferenciales de los sonidos y llegar a distorsionar o sustituir cualquiera de sus rasgos, produciendo, de esta manera, alteraciones articulatorias en el habla (Segovia, 2000). Las anomalías anatómicas o malformaciones de los componentes del sistema estomatognático, y especialmente de los órganos fonoarticulatorios que intervienen en el habla, son casi siempre causa de defectos de la pronunciación.

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Disglosia: definición y aspectos conceptuales Se denomina disglosia a la alteración de la producción de los sonidos del habla producida por anomalías anatómicas o malformaciones de los órganos implicados en su articulación (Torres et al., 2003). La disglosia definida de esta manera parecería ser un simple problema articulatorio; sin embargo, como se verá a lo largo de los párrafos siguientes, esta patología suele plantear ciertas dificultades en el momento de evaluar y planificar su intervención. Esta dificultad se debe a la compleja interrelación existente entre los órganos que participan en la producción del habla, la estrecha relación entre la forma de los órganos y sus funciones y los diferentes tipos de disglosias y sus posibles combinaciones. La disglosia se ha relacionado siempre con la dislalia y la disartria, con las cuales habría que realizar un diagnóstico diferencial (Ribes et al., 2006). Durante mucho tiempo, diversos autores han utilizado el término «disglosia» como sinónimo de dislalia orgánica, incluyendo en su definición las alteraciones de la articulación producidas por trastornos de origen no neurológico central. Es por este motivo que en la literatura médica podemos llegar a encontrar, en muchas ocasiones, la parálisis facial periférica como causa de la disglosia. Actualmente se han ido sorteando estas dificultades terminológicas, y estas dos entidades ya están bien delimitadas. De esta manera, el término «disglosia» ha quedado exclusivamente reservado para los defectos articulatorios originados por alteraciones anatóm icas o m alform aciones de los órganos fonoarticulatorios; por su parte, el término «disartria» se refiere a aquellos defectos de pronunciación originados por lesiones del sistema nervioso central o periférico. Debido a que, tanto la disartria como la disglosia, obedecen a causas orgánicas, ambas formarían parte de las llamadas dislalias orgánicas (alteración de la articulación de causa orgánica).

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Clasificación La clasificación de las disglosias se realiza en función del órgano periférico del habla afectado (Segovia, 2000). Consecuentemente, pueden distinguirse las formas que siguen a continuación: • Disglosias labiales. Producidas por una alteración de la forma, fuerza o movilidad de los labios (Torres et al., 2003). Las causas más frecuentes que producen esta disglosia son el labio leporino, el frenillo labial superior corto o hipertrófico, la fisura del labio inferior, las cicatrices labiales, etc. • Disglosias maxilofaciales. Aunque ciertos autores suelen denominarlas disglosias mandibulares, sin embargo, debido a que el origen de este tipo de disglosia es un trastorno en la relación maxilomandibular que alterará de manera directa las características faciales (Segovia, 2000), consideramos que resulta más conveniente denominarlas disglosias maxilofaciales. Su causa radica en una alteración en el maxilar inferior o en la relación entre éste y el maxilar superior (maloclusión ósea). Bajo este epígrafe se incluyen, entre otras, la atresia mandibular, la progenie y la disostosis maxilofacial. • Disglosias dentales. En esta entidad, la articulación se ve afectada por anomalías en la forma, tamaño o posición de los dientes. Tal es el caso de las agenesias dentales, dientes supernumerarios, microdoncia (dientes pequeños) y macrodoncia (dientes grandes). Las causas que pueden originar estas anomalías son diversas: genéticas, desequilibrios hormonales, alimentarias, traumatismos con pérdida prematura de piezas dentarias, etc. • Disglosias linguales. Son producto de una alteración orgánica de la lengua. La anomalía más frecuente que ocasiona este tipo de disglosia es la anquiloglosia o frenillo lingual corto. Sin embargo, también pueden acontecer por otros tipos de malformaciones linguales menos frecuentes, como la macroglosia (aumento del tamaño de la lengua), la microglosia (lengua más pequeña de lo normal) o la esquizoglosia (lengua dividida). • Disglosias palatinas. También se las suele denominar rinolalia abierta. Las dificultades articulatorias se deben a una malformación orgánica del paladar óseo y/o del velo del paladar. Las anomalías más frecuentes que dan origen a este tipo de disglosias son la fisura del paladar óseo y/o del paladar blando, la fisura submucosa del velo del paladar y el velo corto. • Disglosias nasales. También denominadas rinolalia cerrada. Están producidas por la alteración y/u obstrucción funcional o mecánica de las fosas nasales. Las causas más comunes son la desviación del tabique nasal, hipertrofia de cornetes, pólipos nasales e hipertrofia adenoidea (debido a la estrechez de la luz faríngea, se reduce o se impide el paso del aire hacia la cavidad nasal).

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Descripción de los síntomas en el habla La sintomatología de la disglosia se expresará como un trastorno en la articulación de la palabra. El sonido o grupo de sonidos que estarán alterados dependerán de cuál sea el órgano que esté afectado (tipo de disglosia). En el cuadro 8-1 se pueden apreciar las dificultades articulatorias características de cada tipo de disglosia. Si bien las características del habla mencionadas suelen ser las más frecuentes para cada tipo de disglosia, esto no implica que necesariamente deban estar siempre presentes, ya que, en definitiva, esto dependerá de la capacidad adaptativa de las estructuras anatomomusculares de los órganos fonoarticulatorios. De esta manera, en la práctica clínica podremos encontrar tanto maloclusiones insignificantes que presentan importantes trastornos articulatorios, como también casos de maloclusiones severas con leves trastornos articulatorios. C u a d r o 8 - 1 D is glos ias y alt er ac iones

ar t ic ulat or ias as oc iadas Labiales Alteraciones principales: • Vocales posteriores o, u (dificultad en protruir los labios). • Consonantes labiales p, b, m . • Consonantes labiodentales f, v.

Maxilofaciales y dentales Alteraciones principales: • Dependientes del tipo de maloclusión y alteración dentaria del paciente. • En general, mayor frecuencia de alteración de los fonemas /t/, /d/, /n/, /l/ y /s/. Si la retrusión es mandibular: Se añaden dificultades en fonemas bilabiales (imposibilidad para el cierre labial), los cuales están producidos por el contacto del labio inferior y los incisivos superiores. Si la mandíbula es muy prominente (p. ej., progenie): Articulación de los fonemas linguodentales y linguoalveolares con el dorso de la lengua (no con el ápice, produciendo así una distorsión del fonema emitido). Las bilabiales también presentan dificultades en su producción, y son articuladas a partir del contacto entre el labio superior y los incisivos inferiores.

Linguales Alteraciones principales:

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Fonemas que conllevan una elevación del ápice lingual para contactar con el paladar como ocurre en los fonemas /l/ y /r/ (vibrante simple y múltiple).

Palatinas Alteraciones principales: Trastorno de la resonancia de la voz (por escape de aire desde la cavidad oral hacia la cavidad nasal, originado por una comunicación anormal entre estas cavidades o por una falta de sellado entre el velo del paladar y la pared posterior de la faringe). A esta alteración de la resonancia se la denomina hipernasalidad y se caracteriza por la nasalización (escape de aire nasal) de los fonemas orales. Si existe incompetencia del esfínter velofaríngeo: Producción de fonemas explosivos u oclusivos a partir de un golpe de glotis en un intento de compensar el escape de aire nasal (Zambrana y Dalva, 2003).

Nasales Hiponasalidad por la imposibilidad de la circulación de aire por las fosas nasales. • La articulación de los fonemas nasales (/m/, /n/, /ñ/) suele producirse con rasgos orales. • Generalmente dichos fonemas están distorsionados, y se asemejan a los fonemas /b/ o /p/.

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Etiología La etiología de las disglosias puede ser muy variada; puede deberse a una única causa o a varias, que interfieren en el normal funcionamiento de uno o de varios órganos fonoarticulatorios. Las causas que motivan la disglosia corresponden a todos los trastornos que afecten a los órganos responsables de la articulación de la palabra (Ribes et al., 2006). Pueden citarse, de modo ilustrativo, las siguientes causas: • Malformaciones congénitas craneofaciales; entre ellas: fisura de paladar; síndrome de Pierre Robin (con micrognatia, glosoptosis, paladar hendido, o después de malformaciones), síndrome de Treacher Collins o disostosis mandibulofacial. • Trastornos del crecimiento. • Anomalías adquiridas como consecuencia de lesiones, médicas o quirúrgicas, en la estructura orofacial. Respecto a los trastornos del crecimiento, cabe destacar que, si bien cada individuo presenta una estructura ósea que viene determinada por la herencia, como en el caso de la progenie o de la atresia mandibular, posteriormente esta estructura será modificada y moldeada por la acción de los músculos orofaciales y posturales de la cabeza y el cuello. Por este motivo, resulta sumamente importante investigar la existencia de factores externos o ambientales que puedan estar incidiendo durante el crecimiento originando, manteniendo o empeorando el cuadro patológico. Un ejemplo claro de lo dicho anteriormente lo constituyen los efectos producidos por las parafunciones (hábitos orales inadecuados), como succión digital, succión labial, onicofagia, uso del chupete y/o el biberón hasta edades avanzadas, donde la alteración en la musculatura orofacial, provocada por la persistencia de estos hábitos inadecuados, puede llegar a originar una maloclusión con una consecuente alteración en la articulación de los sonidos (disglosia). En la práctica clínica, las disglosias más frecuentes son las maxilofaciales y las dentales, y sus causas son las maloclusiones. Una gran parte de ellas están relacionadas con alteraciones en la respiración, la masticación y la deglución que actúan modificando la posición normal de los dientes, así como también la relación entre ambos maxilares. Según Moyers (1992), las funciones orofaciales son determinantes del crecimiento de la cara. En la actualidad es bien conocido y aceptado que tanto la respiración oral como la deglución disfuncional pueden originar una tendencia a la retrusión mandibular, así como la masticación unilateral puede originar una mordida cruzada posterior (donde los dientes inferiores encastran por fuera de los superiores). Borrás y Rosell (2006) han constatado que un gran porcentaje de maloclusiones, asociadas o no a trastornos esqueléticos y/o musculares, estaban relacionadas con alteraciones en dichas funciones.

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Establecer una relación entre los trastornos esqueléticos y funcionales es una tarea difícil que requiere amplios conocimientos sobre las estructuras faciales estáticas y dinámicas. Muchas veces, estos factores se entrelazan de tal manera que resulta casi imposible concluir el origen del trastorno (Zambrana y Dalva, 2003) debido a que, en general, estas disfunciones orofaciales no se presentan de manera aislada sino que la mayoría de las veces se encuentran interrelacionadas entre sí. Así pues, en un respirador oral veremos, por ejemplo, la boca abierta permanentemente y la lengua en una postura baja (para permitir el paso del aire por la cavidad oral). Esta postura baja de la lengua será la adoptada igualmente durante la deglución, dando origen a una deglución disfuncional, a una alteración de la oclusión dentaria y del desarrollo de los maxilares (especialmente en el superior debido a la falta de estímulo lingual), con la consecuente alteración de los puntos articulatorios de determinados sonidos.

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Evaluación Debido a la multiplicidad de factores intervinientes y a la gran cantidad de alteraciones presentes afines a distintas especialidades, resulta necesario que tanto la evaluación como el tratamiento de las disglosias se lleven a cabo de manera interdisciplinaria. La disglosia exige una variedad de profesionales de distintas especialidades dependiendo de las características de la patología de base y de su gravedad. El equipo interdisciplinario encargado del tratamiento de las alteraciones maxilofaciales suele estar formado por un odontólogo, un otorrinolaringólogo, un cirujano plástico, un logopeda, un psicólogo, un asistente social, un alergólogo, un pediatra, etc. Desde el punto de vista logopédico, la evaluación será bastante similar a la expuesta en el caso de la dislalia. La diferencia radicará en que se hará mayor hincapié en la evaluación de las características anatomofuncionales de los órganos fonoarticulatorios y de las funciones vitales neurovegetativas que se cumplen en el sistema estomatognático, con el fin de correlacionarlas con las alteraciones articulatorias halladas en el habla del paciente. Si bien se hará énfasis en estos puntos, no debe dejarse de lado el lenguaje. Muchos autores no mencionan la exploración del lenguaje como parte de la evaluación de la disglosia; sin embargo, resulta de vital importancia conocer el nivel cognitivo y de lenguaje que presenta el niño, ya que esto permitirá hacer las adaptaciones pertinentes en el plan de tratamiento para intervenir de la manera más adecuada y ajustada a las características particulares del paciente y de su patología.

Anamnesis El proceso evaluativo comenzará con la realización de la anamnesis sobre la evolución del lenguaje, la comunicación y el habla, la cual contará con información referida a los antecedentes pre, peri y posnatales, así como también la concerniente a los hitos de madurez neuropsicobiológica (cognitivo, lenguaje, psicomotricidad). Por ser la disglosia una patología que presenta múltiples alteraciones en el sistema estomatognático, será necesario indagar con mayor profundidad sobre la evolución de la maduración de las praxias neurovegetativas que se cumplen en dicho sistema, así como también sobre la persistencia de hábitos orales inadecuados que puedan estar interfiriendo en su correcto desarrollo. Por lo tanto, será primordial recabar información acerca de: • Hábitos alimentarios: lactancia natural y/o artificial (biberón) y hasta qué edad, si presentó dificultades para la succión, a qué edad comenzó a ingerir alimentos semisólidos y sólidos, si persiste una dieta blanda. • Respiración: si presenta la boca abierta la mayor parte del tiempo (incluso cuando duerme), si ronca, si tiene apneas del sueño, si se encuentra constantemente resfriado, etc.

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• Deglución y masticación: si demora mucho en comer, si necesita beber mucho líquido durante las comidas, si presenta regurgitación nasal de alimento, etc. • Hábitos orales inadecuados: si utilizó chupete y hasta cuándo, si presentó o presenta succión de algún dedo u objeto, si se muerde las uñas (onicofagia), el labio o algún objeto, si tiene bruxismo (diurno o nocturno).

Evaluación anatomofuncional de los órganos fonoarticulatorios Una vez finalizada la anamnesis, realizaremos una evaluación anatomofuncional de los órganos fonoarticulatorios en la que se explorará la morfología y la funcionalidad, tanto en reposo como en movimiento, de las estructuras orofaciales (labios, lengua, paladar óseo, velo, etc.), así como también la relación entre dichas estructuras (oclusión dentaria, etc.). La maloclusión dental puede provocar problemas articulatorios y malos hábitos linguales, con la consiguiente distorsión de las producciones verbales (cuadro 8-2). C u a d r o 8 - 2 La m aloc lus ión y s us c las es

Maloclusión Con este término se define una inadecuada alineación de los dientes o del modo en que los dientes superiores e inferiores encajan entre sí. El término fue introducido por Edwar Angle, autor fundamental en el desarrollo de la ortodoncia moderna. La maloclusión es un fenómeno muy frecuente, aunque no alcanza los grados que requieren intervención terapéutica. Existen distintos tipos de maloclusión, que dependen de las diferentes relaciones anormales establecidas entre los dientes y la mandíbula. La clasificación de las maloclusiones más usada es la de Angle. Este autor se basó en la relación del primer molar superior permanente con el primer molar inferior permanente (considerados puntos fijos de referencia de la estructura craneofacial). Angle no consideró las relaciones transversales ni verticales, ni las anomalías óseas. A continuación se expone sucintamente la clasificación de este autor. El lector encontrará más detalles en obras especializadas. Clase I: neutroclusión (normoclusión, oclusión neutra). En este caso se observa que las relaciones molares de la oclusión son normales («engranaje correcto»). Puede existir una neutroclusión con diferentes posiciones dentarias: espaciamientos, apiñamientos, mordidas cruzadas, posición anómala de una o más piezas dentarias, caninos elevados, etc. Clase II: distoclusión (retrognatismo). En este caso, los molares

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superiores se sitúan por delante de la línea mesiovestibular. Toda la arcada maxilar se sitúa anteriormente desplazada, o la arcada mandibular está retraída con respecto a la superior. • División 1: las relaciones molares son de clase II, pero los dientes anteriores están protruidos. • División 2: las relaciones molares son de clase II, pero los centrales están retroinclinados, y los laterales se superponen sobre los centrales. Clase III: mesioclusión (prognatisno). En este caso, el frente inferior de los dientes es más prominente (queda por delante) que el frente superior. Con frecuencia, el paciente tiene una mandíbula grande y un maxilar corto.

Las funciones orofaciales de respiración, masticación, deglución y fonación (voz y articulación) se evaluarán en una primera instancia de manera espontánea, sin que el niño sepa que lo estamos observando, y luego a la solicitud buscando signos particulares de disfunciones. A continuación se presentan unas guías de exploración.

Respiración En cuanto a la respiración, se valorará el tipo, el modo, el ritmo y la amplitud respiratoria, así como la permeabilidad y la funcionalidad nasal. Durante esta instancia también deberemos buscar la presencia de signos indicadores de respiración oral (labios secos, cúmulo de saliva en las comisuras, ojeras, etc.). Conviene observar la presencia de amígdalas y/o adenoides hipertróficos ya que pueden dificultar el paso del aire y modificar la resonancia oral y nasal del habla. El cierre velofaríngeo debe comprobarse mediante el soplo de una llama, o la succión por medio de una pajita, aunque estas exploraciones simples no siempre son suficientes ya que el objetivo central de la evaluación es comprobar si el velo se mueve con la rapidez requerida en la producción de los sonidos del habla. La videofluoroscopia será la exploración que permitirá observar con detalle las características del movimiento y los puntos de contacto del velo concomitantes con los movimientos de los órganos articulatorios.

Deglución Durante la deglución normal, los dientes se encuentran en contacto, los labios juntos en forma pasiva y la punta de la lengua apoyada sobre la ruga palatina (tercio anterior del paladar). La lengua debe ser ágil y flexible y debe observarse en posición de reposo, durante la masticación y la deglución. Asimismo, se observará la presencia de contracción muscular de los maseteros y la ausencia de

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contracción de los músculos peribucales y de la mímica. La evaluación de la deglución se puede llevar a cabo de dos maneras diferentes (Segovia, 2000): • A boca cerrada. Observaremos si hay contracción de los orbiculares de los labios, qué órganos intervienen para el sellado anterior y si hay intervención de otros músculos de la mímica o movimientos de la cabeza. • Entreabriendo los labios. Al momento de deglutir, separamos los labios con nuestros dedos y observamos si la lengua se interpone entre los dientes inferiores y superiores, si apoya sobre la cara palatina de los incisivos (inferiores o superiores) o si contacta contra el paladar. También observaremos si hay resistencia de los orbiculares en un intento de cierre labial. Cuando el tipo de mordida no nos permite ver dónde contacta la lengua, podremos solicitar al niño que preste atención a este hecho y nos los diga. Sin embargo, en la mayoría de los casos esto no suele ser necesario debido a que una gran parte de los sujetos con deglución atípica presentan mordida abierta (los dientes superiores no contactan con los inferiores, dejando un espacio entre ellos), como en los casos de deglución con interposición lingual, que permite ver la posición de la lengua al tragar. La evaluación de la deglución se realizará con distintas consistencias: semisólidos, sólidos y líquidos. En el momento de valorar la deglución con alimentos sólidos, también observaremos conjuntamente la función masticatoria. La deglución atípica se caracteriza por una falta de cierre labial, un déficit en la succión y una protrusión lingual durante la masticación y también la deglución. • Masticación. Durante la masticación se observará si hay contracción de los maseteros y si es simétrica o asimétrica, si mastica con la boca cerrada o abierta, si hace ruido, si hay masticación unilateral o bilateral, si es una masticación posterior o anterior (premolares, caninos e incisivos), si los buccinadores colaboran pero sin excesiva tensión, si mastica mucho o poco y si quedan restos de alimentos en la lengua, en el paladar y/o en los carrillos después de deglutir. • Articulación. La evaluación de la articulación se realizará mediante la repetición de sílabas aisladas con el fin de detectar las alteraciones del punto y el modo articulatorio de los sonidos. Se observarán y registrarán los tipos de errores producidos (omisión, sustitución o distorsión) por el niño. Hay que ser muy cuidadoso al evaluar la articulación, ya que en muchas ocasiones las alteraciones no son audibles (consigue una emisión correcta porque logra compensar), pero sí son visibles porque los puntos de apoyo para su producción son incorrectos. Esto es especialmente interesante para la intervención, porque los apoyos correctos estimulan el crecimiento de los maxilares, cosa que no ocurre cuando estos apoyos son incorrectos.

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Tratamiento La rehabilitación de las disglosias plantea la necesidad de un trabajo interdisciplinario que permita enfocar el problema desde diferentes ángulos y con una sola perspectiva, el bienestar biopsicosocial del paciente (Segovia, 2000). Cada caso deberá analizarse en forma particular. Será necesario planificar en forma interdisciplinaria la estrategia del tratamiento y los tiempos terapéuticos en los que actuará cada profesional. El tipo de intervención que habrá que realizar dependerá directamente del tipo de alteración orgánica que presente el niño y de la etiología de ésta. Así, en algunos casos, como por ejemplo en las maloclusiones, será suficiente con la intervención del logopeda y el odontopediatra, y en otros, como en las fisuras de paladar, se requerirá la intervención de la totalidad del equipo maxilofacial.

Terapia miofuncional Desde el punto de vista logopédico, para la rehabilitación de las disglosias nos valdremos de la terapia miofuncional, definida como el conjunto de procedimientos y técnicas utilizado para la corrección del desequilibrio muscular orofacial, la creación de nuevos patrones musculares en la deglución y la articulación de la palabra, así como la reducción de hábitos nocivos, la mejora de la estética del paciente. Los ejercicios que se emplean en dicha terapia sirven para estimular la musculatura, desarrollar habilidades y concienciar el esquema corporal (Segovia, 2000). Si bien cada tipo de disglosia requerirá un tipo intervención diferente, de modo general podemos plantear objetivos terapéuticos comunes que habrá que adaptarlos según las características de cada caso en particular.

Aspectos que hay que abordar en la terapia Debido a que la disglosia se encuentra estrechamente relacionada con las anomalías estructurales de los órganos fonoarticulatorios, los malos hábitos orales y la alteración de las funciones orofaciales, para su corrección será necesaria la rehabilitación conjunta de todos estos factores. Por lo cual, durante la rehabilitación deberán abordarse los aspectos que se citan a continuación. Corrección del desequilibrio de la musculatura orofacial Para ello se realizarán ejercicios pasivos como masajes y/o estimulación térmica (calor si se busca disminuir el tono muscular o frío si se busca incrementarlo) y también ejercicios activos a partir de la realización de diferentes prácticas orolinguofaciales. Cabe recordar que, en general, estaremos trabajando con niños, por lo que las actividades planteadas deberán conservar siempre un carácter

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lúdico. Eliminación de los hábitos orales inadecuados Éste es un requisito esencial para un buen resultado del tratamiento. El apoyo de los padres será fundamental en esta instancia. En ocasiones, si la respuesta no es adecuada, se puede requerir una intervención psicológica para analizar el mecanismo psicológico que sostiene este mal hábito. Por otro lado, si el niño está siendo sometido a un tratamiento ortodóncico, se puede llegar a evaluar la posibilidad de añadir a la aparatología usada algún dispositivo que impida (físicamente) llevar a cabo el mal habito en cuestión. Enseñanza del patrón respiratorio correcto (tipo y modo) y su automatización Resulta necesario aclarar que sólo podremos enseñar el patrón respiratorio correcto una vez resuelto el problema otorrinolaringológico de base, ya que no podremos pedirle al niño que respire por la nariz si posee una permeabilidad y funcionalidad nasal escasa o nula. Este aspecto podrá abordarse cuando su ventilación nasal sea la adecuada y permita un intercambio pulmonar suficiente. Tras el tratamiento médico y/o quirúrgico, la respiración oral ya no será una necesidad, sino un mal hábito. Es en este momento cuando podrá iniciarse el abordaje de la respiración. Para ello, realizaremos una ejercitación de la estimulación olfatoria, la ejercitación de diferentes tipos de soplos (bucal/nasal, continuo/discontinuo, fuerte/suave), etc. Se explicarán los beneficios de la respiración nasal y mediante la ejercitación se buscará despertar nuevas sensaciones propioceptivas, con el fin de lograr el tipo y el modo respiratorio correcto. Para su automatización podremos emplear tarjetas recordatorias distribuidas en lugares estratégicos que frecuente el niño. También se le puede solicitar que sostenga un papel entre sus labios (si se olvida y abre la boca, el papel caerá) mientras realiza la tarea escolar, etc. En la etapa de concienciación el papel de los padres es fundamental. Interrupción del patrón deglutorio incorrecto, enseñanza del patrón correcto y su automatización Los niños suelen considerar esta parte del tratamiento bastante tediosa y aburrida, por lo cual suelen presentar un cierto rechazo a la ejercitación planteada. Por este motivo, comenzaremos la enseñanza del patrón deglutorio correcto a partir de la explicación de los pasos que el niño debe seguir, para luego pasar a la ejercitación directa dentro de las actividades lúdicas (p. ej., juegos de recorridos, donde se avanza si se «traga bien»). Con un espejo y una explicación sencilla («junto las muelas, llevo la punta de la lengua a las arruguitas —ruga palatina— y trago»), la mayoría de los niños logran realizar el patrón correcto en la primera sesión de práctica. Al comienzo de la ejercitación podremos solicitar al

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niño que trague con los labios separados (como con una sonrisa). De esta manera, tanto el niño como el logopeda pueden observar qué sucede con la lengua y el alimento (si se mantienen dentro de la boca o si se escapan entre los dientes) en el momento de deglutir. Asimismo, mediante esta maniobra se evitará la contracción de los labios en el momento de tragar. Una vez que el niño logra el patrón correcto, le solicitaremos que comience a tragar con los labios juntos, ya que ésta es la forma natural de hacerlo. Corrección del punto y el modo articulatorio de los sonidos distorsionados y/o sustituidos, y su posterior automatización Aunque el sonido en sí no se escuche distorsionado, durante la rehabilitación de este aspecto se buscará que los apoyos articulatorios sean los correctos con el fin de estimular el crecimiento armónico de las estructuras orofaciales. Sin embargo, debemos tener en cuenta que esto no siempre será posible, ya que en casos de malformaciones maxilofaciales severas, habrá cuestiones anatómicas que harán imposible llevar esto a cabo. En dichos casos no se buscará el apoyo articulatorio normal, sino la compensación más aproximada que permita la producción del sonido en cuestión y que, al mismo tiempo, estimule el desarrollo óseo en el sentido deseado. La comunicación entre los integrantes del equipo interdisciplinario especializado en alteraciones maxilofaciales permitirá dilucidar la forma más adecuada de rehabilitar las alteraciones articulatorias para un desarrollo más armónico del sistema estomatognático. Como ejemplo, podemos mencionar la rehabilitación del sonido /s/ en la progenie; así pues, si enseñamos el punto articulatorio correcto (incisivos inferiores), terminaremos favoreciendo la acentuación de la maloclusión, ya que estaremos estimulando un mayor crecimiento del maxilar inferior. En estos casos se suele sugerir la enseñanza de dicho sonido a partir del contacto con los incisivos superiores (Segovia, 2000). Teniendo en cuenta estas salvedades, la metodología utilizada para la enseñanza del punto y el modo articulatorio de los sonidos será similar a la usada para la dislalia (enseñanza de sonido aislado, ejercitación en sílabas, palabras, frases y su posterior automatización). El intercambio fluido entre el equipo interdisciplinario y la familia del niño es de vital importancia. Los padres deberán participar de forma activa en el tratamiento. Sólo ellos podrán ayudar a generalizar lo aprendido a partir del trabajo continuo en el hogar.

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CAPÍTULO 9

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Dislalias N. Toja and J. Peña-Casanova

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Introducción Definición general La dislalia consiste en una dificultad o defecto en la correcta producción de ciertos sonidos o grupos de sonidos. La dificultad articulatoria observada en las dislalias puede obedecer a causas de diferente índole; por este motivo, las dislalias habitualmente suelen clasificarse en al menos dos grandes grupos: funcionales y orgánicas. Si bien, en algunos casos, la sintomatología del habla puede llegar a ser bastante similar en ambos tipos de dislalias, al obedecer a distintas causas, requerirán una valoración y una intervención diferente, y también será diferente su pronóstico. Así pues, con el objetivo de que la exposición del tema resulte lo más clara posible, en el presente capítulo se tratarán, casi exclusivamente, las dislalias funcionales, mientras que las dislalias orgánicas se tratarán en un capítulo posterior.

Dislalia funcional La dislalia funcional consiste en una perturbación del habla, en la que la articulación de uno o varios sonidos está afectada de manera permanente y sistemática, sin que existan defectos anatómicos y/o neuromusculares de los órganos fonoarticulatorios que lo justifiquen; es decir, que se trataría —como indica su nombre— de un defecto funcional de la articulación. Es importante tener en cuenta que podremos hablar de dislalias en niños mayores de 4 años, ya que ésta es la edad en la que normalmente los niños poseen una madurez motriz adecuada que les permite articular la totalidad de los sonidos de un idioma (repertorio fonético específico). La dislalia funcional es un motivo importante de referencia para muchos logopedas, sobre todo en pacientes con edades comprendidas entre los 4 y los 10 años, con mayor frecuencia en los niños.

Dislalias simples y múltiples La dislalia puede afectar a la pronunciación de un sonido único (dislalia simple) o de varios (dislalias múltiples). En este último caso, el habla puede resultar ininteligible y plantear difíciles problemas de delimitación con las disfasias expresivas, en especial con los trastornos fonológicos (Soprano, 1997). Si tenemos en cuenta que estos dos trastornos obedecen a mecanismos distintos y, sobre todo, que requieren una intervención diferente (Juárez y Monfort, 2002), se hace imperioso un correcto diagnóstico diferencial.

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Diagnóstico diferencial Es importante realizar una serie de diagnósticos diferenciales entre la dislalia y otros trastornos clínicos relacionados. A continuación se presentan brevemente los diagnósticos diferenciales principales, y en la tabla 9-1 se exponen los rasgos diferenciales más importantes. Tabla 9-1 Rasgos diferenciales más importantes de las dislalias y otros trastornos clínicos relacionados

Trastorno fonológico Mientras que la dislalia es un trastorno del habla, en el que está afectado el aspecto fonético debido a un retraso en la maduración del desarrollo de los aspectos práxicos articulatorios, el trastorno fonológico es un trastorno del

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lenguaje, donde se observan principalmente dificultades en la discriminación auditiva y en la programación fonológica (selección de fonemas que constituyen la palabra y su concatenación en la secuencia correcta). Como rasgos diferenciales pueden señalarse la mayor fluidez verbal y la constancia de los errores de pronunciación del niño con dislalia, frente a la escasa fluidez y la amplia variabilidad de los errores de los niños con trastornos fonológicos (Soprano, 1997). Así, los niños con dislalias no sólo cometen los errores articularios en el contexto de las frases y de las palabras aisladas, sino que también los cometen en la repetición de sílabas y sonidos, debido a que no poseen una coordinación y una precisión motriz adecuadas de los órganos fonoarticulatorios, por lo que los errores serán sistemáticos e independientes del contexto fonético. En los niños con trastornos fonológicos, sin embargo, la producción del sonido aislado, en la mayoría de los casos, suele ser correcta y el patrón de errores no es sistemático debido a que dicha producción varía en relación con el contexto fonético; por ejemplo, un niño puede producir el fonema /d/ de la palabra «dos» y en cambio reemplazarlo por el fonema /l/ en la palabra «dame». Si bien hasta aquí hemos intentado diferenciar las dislalias de los trastornos fonológicos, es necesario tener presente que en una gran parte de los casos estos trastornos pueden coexistir en un mismo niño. Por otro lado, las dislalias múltiples también pueden llevar aparejados inconvenientes a la hora de diferenciarlas de la dispraxia verbal y de la disartria.

Disartria La disartria es un trastorno del habla debido a una lesión del sistema nervioso central, del sistema nervioso periférico o, directamente, de los músculos que intervienen en la articulación del habla. Además de errores de la articulación, el habla disártrica se caracterizará por alteraciones en la fonación, la respiración, la resonancia y la prosodia.

Dispraxia verbal Constituye uno de los trastornos del lenguaje más controvertidos. Algunos autores, como Aram (1982) y Edwars (1984), consideran que el déficit subyacente a la dispraxia verbal incluye dificultades en la planificación de niveles lingüísticos (programación fonológica) y del output motor (déficit en la elaboración y ejecución del plan motor). Aguado (1999) refiere que es la consecuencia de un trastorno en la formación de la «plantilla fonológica», del programa fonético y de la ejecución motora de este programa. Pueden destacarse seis conceptos relacionados con el déficit de programación motora, cuya presencia sería esencial en el trastorno (Ozanne, 1995):

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• La diferencia en la realización de tareas del habla y tareas oromotoras voluntarias e involuntarias. • Dificultad para mantener la estructura fonológica de la palabra o de la sílaba. • Producción de habla no fluyente. • Incremento de los errores a medida que aumenta la longitud del enunciado. • Desajustes fonéticos en el habla. • Dificultad en la realización de tareas diadococinéticas.

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Descripción de los síntomas en el habla El defecto en la articulación de los sonidos es el síntoma primordial. Cuando un niño con dislalia no logra la producción correcta de un determinado sonido, el trastorno fonético puede expresarse de las diferentes maneras que se exponen a continuación: • Omisión: en ocasiones se produce un silencio o un alargamiento de la vocal anterior que señala la presencia del sonido omitido. • Sustitución: por lo general, el niño sustituye el sonido correcto por un sonido cercano en cuanto al punto de articulación («cato» por «gato») o por el más parecido auditivamente («gato» por «rato») en cuanto al modo de articulación. No debemos confundir estas sustituciones con los procesos fonológicos de simplificación. Si bien el patrón de sustitución puede ser el mismo, recordemos que los errores de la dislalia son sistemáticos, por lo que si un niño reemplaza el sonido [γ] por el sonido [κ] en la palabra «gato», lo esperable sería que cada vez que apareciera una palabra que contuviese el sonido [γ] lo reemplazase por [κ], cualquiera que fuera su posición dentro de la palabra. Esto no sucede en los trastornos fonológicos, ya que un mismo fonema puede verse afectado por distintos procesos fonológicos de simplificación dependiendo del contexto fonético. • Distorsión: debido a una posición imperfecta de los órganos fonoarticulatorios o a una falta de coordinación del soplo espiratorio con la articulación y la fonación, se da un sonido aproximado al que se quiere emitir. En general, el sonido emitido es una especie de «ruido» que no pertenece al repertorio fonético del idioma. Las dos distorsiones más frecuentes en castellano son el rotacismo gutural (pronunciación del sonido de nuestra [r] «a lo francés») y el sigmatismo lateral, en el que la pronunciación del sonido [s] se realiza con la lengua pegada al paladar y se produce un escape lateral de aire (Soprano, 1997). • Inserción: en este caso se agrega otro sonido que puede servir de apoyo («drosa» por «rosa»). Es muy común observar esto en la producción de sinfones o ataques ramificados («palato» por «plato»).

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Clasificación específica de las dislalias Las dislalias pueden clasificarse según el sonido alterado, la cantidad de sonidos alterados (dislalia simple o dislalia múltiple ya comentadas) o por su etiología (González, 2003). A continuación se detallan estas clasificaciones y su terminología. • Según el fonema deficitario. Si se considera específicamente el fonema afectado, puede establecerse la siguiente terminología (Mura, 1994):

• Betacismo: defecto de pronunciación de los sonidos [β] y [b]. • Chuísmo: defecto de pronunciación del sonido [ ]. • Deltacismo: defecto de pronunciación de los sonidos [ð] y [d]. • Gammacismo: defecto de pronunciación del sonido [γ]. • Jotacismo: defecto de pronunciación de los sonidos [x] y [X]. • Kappacismo: defecto de pronunciación del sonido [κ]. • Lambdacismo: defecto de pronunciación del sonido [ ]. • Mitacismo: defecto de pronunciación del sonido [µ]. • Rotacismo: defecto de pronunciación de los sonidos [r] y [ ]. • Sigmatismo: defecto de pronunciación del sonido [s] (a su omisión o distorsión). Se denomina ceceo exclusivamente a la sustitución del sonido [s] por el sonido [θ]. • Seseo: sustitución del sonido [θ] por el sonido [s]. En algunas regiones de habla castellana, como, por ejemplo, Argentina, no se considera una dislalia. • Según la etiología. Dependiendo de su etiología, pueden diferenciarse las siguientes formas (Pascual, 1988):

• Dislalia evolutiva: es la que tiene lugar en el desarrollo 275

normal del lenguaje infantil. El niño aún no es capaz de repetir por imitación las palabras que escucha, y lo hace de forma incorrecta desde el punto de vista fonético. Las dificultades de articulación normalmente desaparecen alrededor de los 4 años de edad. • Dislalia funcional: constituye un defecto en el desarrollo de la articulación del lenguaje por una función anómala de los órganos periféricos. Puede darse en cualquier fonema, pero lo más frecuente es la sustitución, la omisión o la deformación de [r], [κ], [ ], [s], [ζ] o [ ] (Pascual, 1988). Se trata de la articulación producida por un mal funcionamiento de los órganos periféricos del habla, sin que haya lesión o malformación de éstos (Perelló, 1995). El niño que la padece no usa correctamente dichos órganos a la hora de articular un sonido a pesar de no haber ninguna causa de tipo orgánico. Por lo tanto, existe una incapacidad o dificultad funcional que impide que el niño encuentre el movimiento concreto que debe realizar para pronunciar un sonido correctamente. Esta dificultad articulatoria de carácter funcional es una de las anomalías que con mayor frecuencia se presenta y que está entre las que tienen un pronóstico más favorable (Pascual, 1988). • Dislalia audiógena: su causa radica en una deficiencia auditiva. Al no lograr una correcta discriminación auditiva, el niño confunde sonidos que presentan similitud acústica, por lo que se verá afectada la 276

correcta articulación de dichos sonidos. Este tipo de alteraciones reciben el nombre de dislalias audiógenas. Estos niños, además de la dislalia, presentarán alteraciones de la voz y del ritmo, lo que modificará la cadencia normal del habla. Por otro lado, en la dislalia audiógena, los fallos en la discriminación auditiva ocasionarán que la dislalia, en general, se presente concomitantemente con trastornos fonológicos. Las alteraciones que presente el habla del niño hipoacúsico dependerán de la intensidad de la pérdida auditiva que tenga y de la capacidad del niño para compensarla. • Dislalia orgánica: se denomina así al trastorno de la articulación causado por alteraciones orgánicas. Estas alteraciones orgánicas pueden referirse a lesiones del sistema nervioso (central o periférico) que afecten al habla, en cuyo caso se denominarán disartrias, o bien a alteraciones que afecten a los órganos del habla, por anomalías o malformaciones anatómicas, en cuyo caso se las denominará disglosias. Consideraciones clínicas En el momento actual existe un gran consenso en que la clasificación etiológica es la más adecuada; sin embargo, todavía existen dificultades en delimitar qué etiologías deberían estar incluidas dentro del grupo de las dislalias orgánicas. Si bien esta última clasificación es una de las más difundidas, es necesario introducir aquí una serie de consideraciones: • Sobre los errores fonéticos como hecho normal en el desarrollo. Cabe recordar que los errores fonéticos se dan en todos los niños en una etapa normal del desarrollo del lenguaje. Forman parte del habla típica infantil. Estos hechos se convierten en un trastorno si pasado un tiempo se instauran y no evolucionan hacia una articulación correcta de la palabra. Por este motivo no debería calificarse

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como dislalia la articulación inmadura durante el aprendizaje normal del habla (Aguilar y Serra, 2007). Así pues, resulta más conveniente reservar este término, exclusivamente, para cuando haya una alteración evidente más allá de los 4 años de edad (v. cap. 10). • Sobre la ubicación específica de las dislalias audiógenas (fonológicas). Es pertinente comentar que si tenemos en cuenta esta clasificación exclusivamente desde un punto de vista etiológico, las dislalias audiógenas, por tener en su origen un déficit sensorial, deberían pertenecer al grupo de dislalias orgánicas (González, 2003); no obstante, si se considera el tipo de intervención que debe realizarse, veremos que la forma de abordaje de las dislalias audiógenas resulta muy similar a la propia de las dislalias funcionales. Por lo cual, si integramos estos dos puntos de vista, tampoco parecería adecuado incluirlas en el grupo de las dislalias orgánicas debido a que la forma de abordaje suele ser distinta, ya que si bien, tanto en las disglosias como en las disartrias hay una alteración orgánica, ésta se expresa en las estructuras orolinguofaciales. • Sobre la clasificación frente a la intervención. Si tenemos claras las causas de las dislalias y el tipo de intervención adecuado para cada una de ellas, el debate podría considerarse incluso «un simple problema clasificatorio». Así, cuando hablemos de etiologías, indefectiblemente deberemos considerar las dislalias audiógenas como parte de las dislalias orgánicas, y cuando hablemos de intervención, deberemos tomarlas como un grupo diferente que se asemeja a las dislalias funcionales.

Consideraciones etiológicas Respecto a la etiología de la dislalia, en especial de las dislalias funcionales, más que de causas únicas, deberíamos hablar de múltiples factores etiológicos que predisponen al desarrollo de éstas. Los factores predisponentes que se pueden reconocer son: dificultades práxicas en la precisión, en la combinación o en la secuenciación de los movimientos articulatorios y trastornos afectivos o emocionales, principalmente caracterizados por la persistencia de una actitud propia de un niño más pequeño (v. cap. 10). Asimismo, factores hereditarios, ambientales y socioculturales también pueden incidir en el origen de la dislalia. Para algunos autores, las dificultades discriminativas de los patrones fonológicos o de los sonidos que caracterizan los fonemas y los diferencian entre sí, constituyen una causa de dislalias. No obstante, si bien estos factores de discriminación pueden llegar a intervenir en el origen de las dislalias, no es lo más habitual encontrarlos en los trastornos fonéticos puros (Juárez y Monfort, 2002). En cambio, sí pueden encontrarse en los trastornos fonológicos o en los trastornos fonético-fonológicos. Respecto a la etiología de las dislalias orgánicas, sus causas resultan más fáciles de diferenciar, debido a que hay una alteración o déficit evidente; ya sea en el

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sistema nervioso (central o periférico), en los órganos fonoarticulatorios o en el sistema auditivo. No obstante, será necesario tener presente que los factores etiológicos predisponentes mencionados para las dislalias funcionales pueden incidir negativamente acentuando la sintomatología de las dislalias orgánicas.

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Evaluación Las dislalias y su contexto En la evaluación y el diagnóstico de las dislalias, el estudio no debe centrarse en un simple análisis de la articulación. Será necesario establecer la causa o causas que han originado la dificultad articulatoria, así como también diferenciar si se trata de una «simple dislalia», o bien de un trastorno de mayor complejidad como, por ejemplo, una disfasia. Por este motivo, tanto la anamnesis como la evaluación propiamente dicha no deberán estar orientadas a conocer el tipo de errores y sonidos afectados, sino a abarcar un estudio minucioso del lenguaje, del habla y de la comunicación. Sólo de esta manera será posible realizar un correcto diagnóstico diferencial de la patología en cuestión. Cuando un niño llega a la consulta por un problema de articulación, el primer paso será intentar conocer su situación personal y familiar. Por ello, el proceso diagnóstico comenzará por la realización de una completa y detallada anamnesis que recoja dicha información. Este primer paso nos permitirá conocer los factores etiológicos que pueden estar incidiendo en el desarrollo de la dislalia, por lo que podrá comenzar a construirse una hipótesis diagnóstica, que luego será confirmada o no a partir de la evaluación del niño.

Evaluación La evaluación propiamente dicha estará conformada por la observación y la exploración minuciosa que abarquen tanto el nivel expresivo como receptivo del lenguaje (en sus aspectos semántico, morfosintáctico y fonológico), el habla (aspecto fonético) y la comunicación (pragmática). Asimismo, será necesaria una valoración de las estructuras y los sistemas que intervienen en la producción de la articulación. A continuación se presentan una serie de apartados necesarios para una exploración minuciosa e integral de las características del lenguaje, el habla y la comunicación del niño.

Características anatomofuncionales de las estructuras orolinguofaciales En este apartado debe explorarse la estructura y la tonicidad de los labios (normales, hipotónicos, hipertónicos, evertidos, si hay fisura), la lengua (si es normal, festoneada, hipotónica, hipertónica, si hay parálisis o paresia), el velo del paladar (si es normal, corto, si hay fisura, si hay parálisis o paresia, si es hipotónico), las amígdalas (normales, hipertróficas), el frenillo lingual (si tiene una longitud adecuada o es corto), el paladar duro (si hay fisura, si es estrecho, alto, ojival), la dentición (si es normal, hay caries, apiñamiento, diastemas, si la

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dentición es decidua o mixta, si faltan piezas, si hay signos de bruxismo) y la oclusión (si hay normoclusión o maloclusión, de qué tipo y si permite el cierre labial). También es importante evaluar las praxias orolinguofaciales (gestos complejos de la boca, la lengua y la cara), ya que resultan fundamentales para el diagnóstico diferencial con la dispraxia verbal. Por último, para el diagnóstico de dispraxia verbal, es interesante observar si el niño logra realizar adecuadamente la diadococinesia verbal a partir de la repetición rápida y continuada, de una secuencia silábica compuesta por sonidos que el niño sea capaz de producir de manera aislada (p. ej., «pataca, pataca, pataca, pataca...»).

Patrón respiratorio Es preciso observar el modo respiratorio (nasal, oral o mixto), el tipo (completo, superior o clavicular, abdominal), la frecuencia (medida en ciclos por minuto), el ritmo (normal o acelerado, regular o irregular) y la amplitud (normal, disminuida o aumentada).

Permeabilidad nasal Si bien lo ideal sería que todo niño que llegue a la consulta haya sido evaluado previamente por un otorrinolaringólogo, en la práctica clínica esto no siempre sucede.

Prueba de Glatzel Con una prueba sencilla, como la prueba descrita por Zwaardemaker y popularizada por Glatzel (o sus modificaciones), se puede observar si hay obstrucciones o malformaciones respiratorias y si es necesario realizar una interconsulta. La prueba del espejo de Glatzel (espejo nasográfico) consiste en colocar un espejo pulimentado con marcas semicirculares en paralelo bajo la nariz del paciente; luego se le indicará que respire naturalmente con la boca cerrada. En caso de no haber obstrucciones (pólipos nasales, tabique desviado, hipertrofia de cornetes, etc.), el espejo debería empañarse de manera simétrica. A pesar de la popularidad y la sencillez de la prueba, cuando se ha estudiado sistemáticamente se han observado variabilidades en los resultados (test-retest) y que no existe una correlación con la percepción de la apertura nasal (para más detalles, v. Brescovici y Roithmann, 2008).

Funcionalidad respiratoria La funcionalidad respiratoria se puede explorar de forma sencilla mediante la prueba de Rosenthal, también llamada prueba de la fatiga.

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Prueba de Rosenthal Esta prueba permite saber si el niño padece insuficiencia nasal, es decir, si existe alguna dificultad o problema que le obligue a tomar aire por la boca. Antes de realizar esta prueba es preciso descartar cualquier proceso nasofaríngeo agudo, como un resfriado común. La prueba consiste en respirar 20 veces seguidas por las dos fosas nasales y otras 20 por cada una de ellas, mientras se mantiene presionada la contraria. En concreto, la prueba consta de los tres pasos que se exponen a continuación: 1. Prim er paso: se solicita al niño que se mantenga con la boca cerrada hasta que se le indique. En tal situación se cuentan 20 respiraciones completas, observando los movimientos respiratorios de expansión de la caja torácica. Este proceso debe pasar inadvertido para el niño para que no modifique involuntariamente su ritmo respiratorio. 2. Segundo paso: se continúa con la indicación de que mantenga la boca cerrada, pero en esta ocasión se le pide que con la yema de su dedo pulgar ocluya la narina derecha, de forma suave para evitar desviaciones del tabique nasal. En tal situación se observan 20 respiraciones completas. 3. Tercer paso: se realiza la misma tarea que en el paso anterior, pero esta vez con la narina izquierda ocluida. Si el niño es capaz de realizar las 60 respiraciones completas usando primero ambas fosas nasales y después una sola fosa nasal, este hecho es indicativo de que existe un pasaje aéreo suficiente, aunque en algún momento se haya observado una verdadera aceleración del ritmo respiratorio (Ruiz y Cerecedo, 2002). Si existe una obstrucción significativa, el niño no tarda en acelerar de forma creciente su ritmo de respiración hasta llegar a abrir la boca, a pesar de los esfuerzos para obedecer la indicación de no abrirla. En el primer caso se trata de una respiración oral por un mal hábito. En el segundo caso se debería realizar un estudio ORL, pues lo más probable es que exista un problema orgánico. En general es conveniente repetir la prueba invirtiendo el orden de la oclusión —primero la narina izquierda y luego la derecha—, pues podría darse el caso de que la prueba se interrumpiera debido a la obstrucción de un solo conducto. En este caso hay que constatar la suficiencia respiratoria del conducto libre para mantener las necesidades respiratorias del paciente. Si la obstrucción es de un solo conducto, y el otro es suficiente, debe realizarse un estudio ORL, sin perjuicio de plantear e iniciar la reeducación de la respiración bucal.

Patrón deglutorio Se trata de determinar si el niño presenta un patrón deglutorio normal o disfuncional. Hay que tener en cuenta que los niños menores a 4-5 años todavía presentan un patrón deglutorio infantil, por lo que sólo podremos hablar de deglución disfuncional a partir de la edad mencionada. Como vimos en el

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capítulo de las disglosias, hay una estrecha relación entre la maloclusión, la respiración bucal y la deglución disfuncional.

Características de la voz Es preciso observar la intensidad (media, aumentada, disminuida), la altura tonal (acorde al sexo y la edad, agudizada, agravada), el timbre (claro, opaco, velado, etc.) y la resonancia (hiponasal, hipernasal, laríngea, palatal, etc.). A partir de los resultados obtenidos en la evaluación de los apartados mencionados anteriormente, se dispone de información para diferenciar si se trata de una dislalia funcional u orgánica, ya sea por una malformación de los órganos fonoarticulatorios (disglosia) o por una lesión neuromuscular (disartria).

Lenguaje, habla y comunicación En este ámbito deben explorarse, como mínimo, los aspectos que a continuación se especifican: • Aspectos semántico y morfosintáctico. Estos aspectos deben evaluarse en los diferentes niveles lingüísticos (morfema, palabra, frase, discurso) y en las vertientes receptiva y expresiva. Para llevarlo a cabo, hay diferentes pruebas disponibles, que no se mencionarán aquí al tratarse en otros capítulos de la presente obra. Asimismo, la obtención de una muestra de lenguaje resulta vital a la hora de valorar las dificultades en la vertiente expresiva. • Aspecto fonético-fonológico. Por cuestiones didácticas, la evaluación de estos dos aspectos se describirá de manera conjunta. La producción del niño tiene que analizarse en tres modalidades distintas: repetición, lenguaje dirigido y lenguaje espontáneo. La comparación entre los defectos hallados en estas modalidades nos permitirá diferenciar entre un trastorno fonético, uno fonológico o uno mixto.

• Repetición: se solicitará tanto la repetición de sílabas como de sonidos aislados. Aquí evaluaremos específicamente las praxias articulatorias o fonéticas. Si el niño no logra la producción aislada del sonido, estaremos frente a un trastorno fonético o articulatorio. A partir de esto, no podemos conocer si existen conjuntamente dificultades fonológicas, sino que tendremos que esperar a evaluar las otras modalidades para ver cómo soluciona estas dificultades en el lenguaje dirigido y en el espontáneo. 283

La forma en que resuelva estas dificultades y el patrón de sustituciones encontrados nos permitirán diferenciar si es un trastorno fonético puro (dislalia) o mixto (con componente fonológico). • Lenguaje dirigido: se evaluará a partir de la presentación de diferentes imágenes que inducirán al niño a denominarlas sin que medie ningún tipo de imitación. Para esto se puede optar por la utilización del Registro Fonológico Inducido (Monfort y Juárez, 1990), que es una prueba que evalúa los aspectos fonológicos del habla infantil a través de la producción inducida de palabras (denominación de 57 dibujos que contienen la totalidad de sonidos del español en diferentes posiciones dentro de la palabra, incluyendo diptongos y grupos consonánticos), seguida de la repetición en cada error. A partir de esta muestra veremos el patrón de errores, y también si son sistemáticos o no. Recordemos que en la dislalia el sonido que no se puede producir es omitido, distorsionado o sustituido, y que en el caso de ser sustituido, siempre lo será por el mismo sonido sea cual fuere el contexto fonético (error sistemático). También veremos en la dislalia que la articulación del sonido no mejora con la repetición de la palabra. En el caso de encontrarnos con dificultades fonológicas, es asimismo conveniente evaluar la discriminación auditiva de fonemas, lo cual podemos realizar, por ejemplo, mediante la Prueba de Percepción 284

Fonológica (Graciano y Kornuta, 2005). • Lenguaje espontáneo: el análisis del lenguaje espontáneo permitirá ver si los errores hallados tanto en la repetición como en el lenguaje espontáneo se incrementan o no, al aumentar la longitud de la palabra y la frase. Recordemos que en la dislalia los errores son consistentes y no aumentan con la mayor longitud de la frase, cosa que sí sucede en otros trastornos, como en los trastornos fonológicos, en la dispraxia verbal y en la disartria (v. tabla 9-1). • Aspecto pragmático. En el lenguaje infantil, el estudio de la pragmática se centra en al menos dos aspectos: las habilidades o funciones comunicativas y las habilidades conversacionales que el niño posee. Para evaluar la pragmática, actualmente se cuenta con diversas listas de conductas comunicativas que permiten recoger la información que debe investigarse. • Fluidez. A partir de una muestra de lenguaje se evaluará la fluidez del habla con el fin de detectar disfluencias atípicas (tartamudez). La detección de disfluencias atípicas en el habla de un niño que tiene dislalia o trastornos fonológicos obligará a analizar cada caso en particular para establecer prioridades dentro del tratamiento. Es bien sabido que el aumento de la demanda y las exigencias sobre el lenguaje y el habla suelen incrementar la disfluencia, motivo por el cual habrá que actuar con mucha cautela. • Lectoescritura. En todo niño en edad escolar que haya comenzado su proceso de escolarización será preciso evaluar la lectoescritura. En el proceso de aprendizaje, los trastornos fonéticos y fonológicos pueden favorecer la aparición de confusiones tanto en la lectura como en la escritura. Si bien esta situación no es tan común en la dislalia, sí lo es en los trastornos fonológicos.

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Tratamiento Cuando las alteraciones del habla no impiden que el interlocutor entienda el mensaje, con lo cual el hablante no se siente directamente «obligado» a cambiar su forma de hablar, es muy probable que la eficacia comunicativa prime sobre la corrección formal (Juárez y Monfort, 2002). En estos casos, una intervención interactiva (funcional) suele ser insuficiente. Por este motivo, las dislalias funcionales, al menos cuando no están asociadas a otro trastorno, deben abordarse a partir de una intervención formal, donde la actividad se encuentre dirigida directamente al aprendizaje de los puntos y modos articulatorios correctos de los sonidos alterados. En el tratamiento de las dislalias es posible distinguir diferentes componentes o etapas. Concienciación Se tratará de que el niño sea consciente del motivo y de los objetivos del tratamiento. Si bien esto podría parecer una tarea menor, resulta sumamente importante establecer desde el principio cuál es motivo por el que el niño va a someterse a un tratamiento con el fin de conseguir una mayor predisposición y colaboración por su parte. El tema deberá abordarse de manera didáctica mediante diferentes recursos que resulten efectivos pero, a la vez, atractivos para el niño. Se explicará todas las veces que sea necesario, sin importar en qué etapa del tratamiento nos encontremos. El niño deberá ser consciente de que el objetivo del tratamiento es aprender a hablar mejor. Eliminación de los hábitos orales inadecuados (succión digital o labial, uso prolongado del chupete o el biberón). Como se ha mencionado anteriormente, la persistencia de hábitos inapropiados puede conducir al desarrollo de maloclusiones generando un desajuste muscular de las estructuras orolinguofaciales que favorecerán la aparición de dislalias orgánicas (disglosia). Estén o no presentes en el momento actual estas alteraciones orgánicas, hay que intentar eliminar estos malos hábitos pues actuarán como obstáculos en el tratamiento; todos los esfuerzos por parte de los reeducadores serán en vano si estos hábitos persisten. En este punto resulta fundamental el trabajo en estrecha colaboración con los padres y con el niño. De lograr la concienciación y la colaboración de los padres, dependerá el éxito o el fracaso de nuestra intervención. Debemos dejar muy claro los efectos negativos de la persistencia de estos hábitos, a través de explicaciones claras y sencillas con la ayuda de material gráfico (láminas y dibujos) contundente. Es importante que los padres no se sientan juzgados, sino más bien acompañados en este proceso. Se les brindarán pautas y, de ser necesario, se solicitará una interconsulta con un odontopediatra y/o psicólogo si la problemática excede el campo logoterapéutico. Resulta primordial realizar un seguimiento continuado del tema.

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Fomento de la integración del esquema corporal de la zona orofacial Se trata de conseguir que el niño logre un mayor conocimiento de las diferentes partes del sistema estomatognático, con el fin de reforzar las sensaciones propioceptivas y obtener un mayor control voluntario e individual de los órganos fonoarticulatorios. Se podrán abordar estos contenidos a partir de la observación y el reconocimiento de las diferentes partes que componen la cavidad bucal, la cara y el cuello a través de ayudas multisensoriales (auditivas, visuales y táctiles). Para ello, pueden utilizarse diferentes recursos, como láminas, espejos, dibujos, linterna de mano, depresores de lenguas, juegos, etc. Agilización de las sinergias musculares que intervienen en la articulación Se trata de ejercitar la musculatura que interviene en la articulación del habla a partir de la realización de actividades para el entrenamiento de la motricidad bucofacial, mediante juegos en los que deban realizar diferentes praxias orolinguofaciales, con el fin de desarrollar un mayor control muscular y la fijación de patrones motores más eficaces a la hora de hablar. Para ejercitar estas praxias, pueden llevarse a cabo diferentes juegos reglados (oca con tablero o con dados que contengan imágenes de las praxias que hay que realizar, memotest, etc.), o bien diferentes juegos competitivos con elementos como velas, depresores de lenguas, botones, etc. Se deben trabajar en especial las praxias labiales, linguales, mandibulares y velares de los órganos fonoarticulatorios que intervienen en la articulación de los sonidos alterados. Enseñanza directa y explícita del punto y el modo articulatorio del sonido alterado Se abordarán las praxias articulatorias o fonéticas a partir de la explicación y la demostración del punto y el modo correctos de producción del sonido deficitario. El niño deberá observar el modelo mostrado e imitar frente al espejo la producción del sonido. En esta etapa resulta sumamente importante el empleo de métodos multisensoriales (retroalimentación auditiva, táctil y visual), ya que permitirán una imitación más exacta del modelo debido a que cada sentido actuará como un refuerzo adicional que impactará en la situación de aprendizaje. El espejo y el depresor de lenguas serán fundamentales durante los ejercicios. Cuando el niño presente dificultad en posicionar los órganos fonoarticulatorios para la producción del sonido, se deberá guiar la posición correcta y la tensión adecuada mediante información exteroceptiva que se indicará por medio de la manipulación directa de los órganos fonoarticulatorios. La ejercitación articulatoria deberá comenzar con la imitación del sonido aislado, para luego ir aumentando la complejidad al incorporarlo a la producción de sílabas (directas, inversas, complejas) y palabras bisílabas y polisílabas. En muchas ocasiones puede resultar muy útil, sobre todo cuando se aborde la producción aislada del sonido, la asociación de éste a ciertos sonidos no verbales de

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animales, de vehículos o de objetos, e integrar así los ejercicios en actividades lúdicas más globales. Se pueden hallar diversas propuestas lúdicas diferenciadas por sonidos en Mura (1994) y Pascual (2001). Automatización Se trata de favorecer la estabilización de la producción del sonido y su posterior automatización en el habla espontánea. En una primera instancia se pueden realizar actividades de expresión controlada, a través de material gráfico, bajo la forma de diferentes juegos. El objetivo de las actividades será que el niño tenga que utilizar con frecuencia palabras que contengan el sonido en cuestión, pero sin partir de la imitación, sino de la evocación. Así, por ejemplo, por turnos extraen tarjetas de una baraja de cartas y ofrecen pistas para que el otro logre adivinar la palabra extraída. Mediante esta misma metodología se trabajarán frases (completar e inventar oraciones, adivinanzas, oraciones icónicas, teléfono descompuesto, juegos con uso de palabras claves). Una vez que se ha logrado que el niño utilice correctamente el sonido en situaciones controladas, se procederá a reforzar su producción en el habla espontánea mediante la realización de diversas actividades como inventar cuentos, adivinanzas, conversación espontánea o narración de situaciones vividas.

Consideraciones específicas Respecto a las tareas de discriminación auditiva, es necesario aclarar que no han sido mencionadas debido a que en las dislalias no suele haber dificultades de esta índole; no obstante, si durante la evaluación o durante el transcurso del tratamiento detectamos alguna dificultad en este aspecto, será conveniente abordarlo. En cuanto al orden adecuado que debe seguirse para la corrección de las dislalias múltiples, hemos de tener en cuenta diferentes criterios: evolutivo (cronología normal de adquisición), accesibilidad o facilidad de la producción articulatoria e inteligibilidad (hay sonidos que afectan más que otros a la inteligibilidad del habla). Si bien el criterio a elegir dependerá de cada caso particular en función de los resultados de la evaluación realizada, podemos mencionar ciertos principios generales que debemos considerar en la elaboración del plan de tratamiento (Mura, 1994): • En los casos de omisión de sonidos, comenzar la enseñanza de aquellos que comparten el punto de articulación con otro pronunciado correctamente. • El sonido [r] (vibrante múltiple) se tratará al final, ya que su producción es la más compleja, y antes de abordarlo será conveniente que el paciente sepa emitir correctamente los sonidos [n], [ ] (vibrante simple) y los sinfones [ ] y [ ]. • Con respecto a los sinfones, convendrá comenzar por los laterales (con [λ]) y, después de enseñar y afianzar la [ ] (vibrante simple), seguir con los sinfones

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centrales (con [ ]). Durante el transcurso del tratamiento será necesaria la implicación y la participación tanto del niño y de su familia como de la escuela, para que el proceso pueda ser seguido y complementado fuera del marco de la sesión logopédica. Por tal motivo, resulta conveniente utilizar un cuaderno donde quede registrada la ejercitación realizada con el fin de que tanto los padres como la maestra tengan interiorizado el tratamiento.

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Una nota final sobre las dislalias en el adulto En los adultos es relativamente frecuente observar múltiples defectos de la articulación. El propio sujeto manifiesta que «produce mal tal o cual sonido». Los errores manifiestos del habla en los adultos se circunscriben básicamente al ámbito de los sonidos fricativos y vibrantes, en forma de sigmatismo y rotacismo. Los síntomas patológicos de un individuo adulto aparecen con factores añadidos a las causas iniciales que los produjeron; en especial, cabe destacar la habituación o, dicho de otra forma, la progresiva acomodación de la producción anómala al conjunto de la expresión verbal. La conducta verbal del sujeto puede concatenarse con ciertas dificultades y desaliento en el ámbito social, y dar lugar a que modifique sus patrones lingüísticos evitando las palabras que le comprometen. Los síntomas se hacen más acuciantes en los sujetos cuya profesión implique la expresión verbal. Cuando un adulto con dislalia siente la necesidad de corregir su producción anómala, acostumbra a hacerlo condicionado por cierto «desaliento» al ejecutar sus actividades de relación social y, especialmente, las laborales. El sigmatismo, o la incorrecta producción de la [s], se relaciona con una indefinición motora de los puntos de articulación de la mayor parte de los sonidos fricativos. Se observa también una incapacidad en la delimitación de los campos de realización sonoro y sordo (Bruno y Sánchez, 2001). En la rehabilitación es fundamental que el adulto tome conciencia y se familiarice con los puntos de articulación fijos.

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CAP ÍTULO 10

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Retardo del lenguaje G. Aguado

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Introducción En general, se entiende como retardo del lenguaje la no aparición de éste a la edad en que normalmente se presenta. Esta falta de desarrollo también se extiende a la permanencia de unos patrones lingüísticos que caracterizarían bien a niños de menos edad más allá de lo que es normal. En esta definición existen extremos esenciales para el diagnóstico diferencial del retardo del lenguaje: «no existe causa patológica manifiesta» (Perelló et al., 1984); no presenta «defectos ni distorsiones específicas» (Narbona, 1987); «… aspecto pueril, pero sin distorsión particular» (De Ajuriaguerra, 1991), etc. El retardo del lenguaje es una noción empírica, dentro de la cual no se dan, de forma clara y continuada, las jerarquías a las que estamos habituados, basadas en las relaciones entre causas, síntomas, formas clínicas y tratamiento. Quizá por ello, el retardo del lenguaje es una categoría de difícil ubicación. Tradicionalmente, se ha definido este retraso por exclusión, basándose, con frecuencia, en el buen pronóstico de la acción logopédica. Es decir, sólo es posible definir el retardo del lenguaje retrospectivamente (Mendilaharsu, 1981). Desde hace tiempo, no obstante, se viene poniendo en duda la existencia de esta categoría nosológica (Aguado, 2009) a causa de su indefinición respecto de los criterios para su identificación, por un lado, y de la ausencia de correspondencia entre el grado ligero en la afectación del lenguaje en el retraso, en relación con otros trastornos del lenguaje, y su pronóstico supuestamente favorable. Es frecuente que un retraso de lenguaje exija una intervención a largo plazo, y entonces, ¿hasta cuándo un retraso es un retraso?; ¿se puede hablar de retraso cuando un niño de 7 años muestra dificultades de lenguaje que fueron identificadas como retraso a los 4 años? Por otra parte, es necesario poner en evidencia que los trastornos de lenguaje no sobrevenidos por lesiones cerebrales, y otras agresiones, empiezan por ser retrasos. No parece que haya otra forma de comenzar un trastorno de lenguaje que no sea el retraso en la adquisición del primer vocabulario. (Ingram, 1972, en su clasificación basada en la gravedad, empleó el término «retraso» para referirse a sus cuatro niveles de gravedad, si bien este autor sólo se refería a los trastornos de habla.) Así que hablar de retraso, en buena medida, es trivial y poco definitorio. Sin embargo, es evidente que la expresión «retardo o retraso del lenguaje» está muy implantada en la práctica logopédica para diferenciar dos niveles de gravedad en los trastornos evolutivos del lenguaje: los que afectan levemente al desarrollo del lenguaje (retardo del lenguaje) y los que lo hacen de forma más grave, persistente y cuyo pronóstico es peor (trastorno específico del lenguaje [TEL]). Se va a mantener, por tanto, la expresión «retraso del lenguaje», aunque los criterios para su identificación, los límites respecto del TEL, el pronóstico seguro respecto de su persistencia y la eficacia de su intervención sean muy discutibles (para un intento de clarificar los conceptos de «retraso de lenguaje» —

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en adelante, RL—, «disfasia» y «trastorno específico del lenguaje», v. Aguado, 1999). Y aquí se va a tratar de definir de forma positiva el RL. Se propugnan unos síntomas específicos, la presencia, en la historia del niño, de unas actitudes educativas especiales y unas determinadas características en el desarrollo cognitivo.

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Descripción de síntomas lingüísticos Se va a tomar como sujeto teórico de esta descripción a un niño de 4 o 5 años de edad. Se proponen tres niveles de gravedad cuyos límites evidentemente son difusos y dependen, además de los síntomas, de la edad del niño concreto que se esté examinando. Es lógico que en un niño con síntomas de RL moderado, según el sujeto tipo que hemos adoptado, pero que tenga 7 años, el diagnóstico de RL no sea apropiado ya. Estas descripciones, por otra parte, están basadas en el lenguaje espontáneo del niño. En situación de repetición, nuestro niño tipo obtiene mejores resultados. La diferenciación de los tres grados de RL es meramente empírica, pero puede servir como guía de observación en el trabajo logopédico.

Retraso leve del lenguaje En los casos más leves, lo que más llama la atención son las distintas formas de simplificación fonológica. Generalmente, la segunda consonante (C) de los grupos CCV (V = vocal) está ausente. En los grupos CVC y VC, la segunda consonante desaparece o se asimila a la C siguiente («cartón» → [kattón]). En los diptongos suele faltar la semivocal en los descendentes y la semiconsonante en los ascendentes («auto» → [á:to], y «pie» → [pé], respectivamente). A ello hay que añadir la ausencia de la vibrante múltiple (/r/) y una gran inestabilidad en la colocación del sonido /ɾ/ o su sustitución por los fonemas /l/ o /d/. El mismo niño puede decir [tóro] en lugar de «todo» (bastante típico de un lenguaje infantilizado por actitudes del entorno) y [káda] en vez de «cara». Es asimismo frecuente la sustitución, no de forma continua, del fonema /s/ por /t/, aunque sea capaz de emitir el primero si se le pide. Estas dos últimas sustituciones se encuentran con más frecuencia en niños con RL asociado a actitudes infantilizadoras y sobreprotectoras por parte de los padres. Se producen con frecuencia algunas asimilaciones («petaca» → [pekáka]) que responden, junto a algunas sustituciones y omisiones mencionadas, a una tendencia del niño con RL a reducir el sistem a consonántico adulto a uno más simple, con menos consonantes. Se podría decir que esta reducción va aproximadamente en la dirección opuesta a la marcada por Jakobson para explicar el desarrollo fonológico infantil. No obstante, dicha tendencia no puede tomarse como algo fijo, ya que en la práctica nos encontramos con varias «direcciones» en esta disminución de las consonantes en los niños con RL. Esta tendencia a la sustitución del sistema fonológico por otro más simple y a una reducción más cuantiosa, incluso silábica, se hace más evidente cuando se le pide al niño que repita palabras de tres o cuatro sílabas. Suele ser capaz de repetir

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bien la primera sílaba, pero el resto se hace ininteligible. Desde el punto de vista semántico, la actualización lingüística de contenidos cognitivos es ligeramente más escasa que en los niños sin RL. No obstante, su comprensión parece normal. Esto se pone de manifiesto cuando al niño se le administran pruebas de vocabulario y se le deja que exprese sus conocimientos de forma, uso, tamaño, etc., no sólo por medio del lenguaje, sino también de los gestos. Su desarrollo morfosintáctico se encuentra en un nivel normal. Y puesto que sus emisiones suelen ser inteligibles, el niño no tiene que recurrir a una reducción de los signos morfosintácticos en beneficio de las palabras de clase abierta (nombres y verbos, especialmente); este hecho le llevaría a omitir preposiciones, morfemas verbales, etc., para hacer práctica y exitosa su comunicación. Por este motivo, desde el punto de vista de la pragmática, no se advierten distorsiones ni dificultades especiales. Su lenguaje es útil, consigue colaboración de los otros con él, sabe escuchar, participa en conversaciones, etc.

Retraso moderado del lenguaje La reducción de patrones fonológicos es más evidente. Además de los descritos en el apartado sobre formas de simplificación fonológica, se constata la ausencia de algunos sonidos fricativos, que son sustituidos por sus correspondientes oclusivos (/f/ → /p/, /θ/ → /t/ y /χ/ → /k/, y aun éste asimilado a /t/). Se podría decir que los niños con RL moderado emplean en más de la mitad de sus emisiones el consonantism o m ínim o universal jakobsoniano, en el que todos los fonemas consonánticos frontales se asimilarían a /p/ y /m/, y los palatales y velares, a /t/. Esto es aproximado, evidentemente. Aunque aparecen otros fonemas, realmente el habla de este tipo de niños da la impresión de ser un habla de bebé. He aquí un ejemplo de un examen de uno de estos niños: • E: A ver, di [ko]. • N: [ko]. • E: Ahora di [ĉe]. • N: [se]. • E: Ahora di [kóĉe]. • N: [tóte]. Se producen abundantes omisiones de las consonantes iniciales y, si no han sido asimiladas a sus correspondientes oclusivas, de las consonantes fricativas intervocálicas («cabeza» → [taéta]). Respecto a la estructura silábica, sólo se producen dos tipos: V y CV, con la desaparición prácticamente total de los diptongos (semiconsonantes y semivocales), consonantes finales y sílabas inversas y complejas. Desde el punto de vista semántico, la pobreza de vocabulario expresivo es ya notoria. Estos niños nombran los objetos familiares, pero desconocen el nombre

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(con casi toda su cohorte de aspectos semánticos: uso, relación con otros conceptos, etc.) de muchos otros objetos y conceptos conocidos por los niños de su edad. En relación con la comprensión, estos niños manifiestan un desarrollo mucho mayor. No obstante, es difícil evaluar este punto. Generalmente, los padres informan de que «entienden todo». Este «todo» se refiere, presumiblemente, al entorno más cercano y familiar del niño, que además está actualizado, lingüísticamente, por medio de unas formas directas, reiterativas y con un sustrato comunicativo en el que tienen un gran peso la evidencia que da el contexto muy familiarizado, el conocimiento por parte de los padres de lo que sus hijos son capaces de entender y la «lectura» que hacen los niños del entrecruzamiento de miradas, etc.; es decir, de todo lo que el niño comparte con los adultos cercanos (claves no lingüísticas). Desde el punto de vista morfosintáctico, están presentes en este tipo de niños los signos que determ inan funciones sem ánticas prim arias: interrogación, negación, etc., normales para la edad del niño de que se trate. Por ejemplo, se emplean menos iniciadores interrogativos (pronombres, adverbios) y gran parte de las interrogaciones están basadas en la entonación. Es en los signos que determ inan funciones sem ánticas secundarias de categoría nominal (género y número) y verbal (morfemas de tiempo, etc.) donde se manifiestan claros déficits. Sin embargo, donde más se aprecia el RL es en los signos de superficie que unen y modifican proposiciones (distorsión de los artículos, sustitución por gesto de expresiones deícticas de espacio, escasas preposiciones, ausencia de subordinación, yuxtaposición, estructuras de frase simples: sujeto-verbo-adverbio de lugar, etc.). Las funciones del lenguaje se actualizan lingüísticamente de manera pobre, con abundantes imperativos y «gestos verbales» de llamada de atención. Hay poca iniciativa y escasas formas sociales de iniciación de conversaciones. Éstas son entrecortadas.

Retraso grave del lenguaje Los niños con RL grave han reducido sus patrones fonológicos ya casi totalmente al consonantismo mínimo propuesto por Jakobson. El vocalismo es confuso y se constata un trastorno de la articulación (dislalia) en muchos sonidos. Esto dificulta la comprensión, si no es a través del contexto en el que se producen sus expresiones. El área del significado es pequeña en cantidad y calidad. Además, su sintaxis se parece a la de etapas muy primitivas: etapa de una sola palabra, habla telegráfica. Desde el punto de vista pragmático, se percibe una «conversación» centrada en sí mismo. La mayoría de las funciones básicas hay que inferirlas del contexto porque no poseen una forma lingüística apropiada. En estos niños es necesario realizar un diagnóstico diferencial respecto al

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retraso intelectual ligero, trastorno de la atención y, sobre todo, formas mixtas del TEL. Teniendo en cuenta esta descripción, se puede hablar de dos formas de retraso. Por una parte, el retraso leve puede identificarse con el déficit de program ación fonológica (Rapin, 1996). Por otra, los otros dos niveles de retraso, en los que están afectadas la semántica y la morfosintaxis en mayor o menor medida, se identificarían con el trastorno fonológico-sintáctico de Rapin, cuando la comprensión está afectada de forma secundaria, y con el trastorno receptivoexpresivo de la CIE-10 (2007) y de la APA (2002), con distintos niveles de gravedad. Es posible que esta clasificación resulte artificiosa. Quizá sea difícil asignar a un niño con RL a una u otra categoría. Sin embargo, para hacerse una idea del pronóstico, su utilidad es evidente. Por otra parte, es el resultado lógico de una pormenorizada exploración.

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Factores causales Cuando se ha indicado que el RL es una cronopatía, nos hemos referido a una aparente ausencia de causas. Pero, evidentemente, deben existir condiciones, bien provenientes del propio niño, bien de la situación en que se produce el aprendizaje del lenguaje, que sean distintas de las que se dan en la adquisición normal.

Factores neurobiológicos Cada vez con más frecuencia se considera el origen genético de los trastornos específicos del lenguaje (Bishop et al., 2003). La recurrencia del retraso en varios hermanos y en los progenitores, anulando la variable aprendizaje, muestra la existencia de este factor genético. El desarrollo neurobiológico temprano (medido por medio del peso al nacer) parece relacionarse con el inicio tardío del lenguaje y con el RL consecuente (Zubrick et al., 2008). Aunque se ha esgrimido con frecuencia la otitis media como causa del RL, no se han encontrado evidencias de que esta afección sea una causa mayor, ni siquiera en las primeras fases de la adquisición del lenguaje, si no va asociada a otros factores (entorno poco estimulante, nivel educativo bajo, etc.). La relación entre la otitis media y los trastornos de la articulación (dislalia), sin embargo, parece bien establecida (Desmarais et al., 2008).

Etiología de origen cognitivo En estos niños, y desde un punto de vista general, no se dan perturbaciones en el desarrollo intelectual, aunque en la mayoría de los casos aparecen diferencias entre las pruebas verbales y las no verbales en perjuicio de aquéllas. Esta diferencia puede explicarse, hipotéticamente, a partir de la falta de habilidad para relacionar las distintas entradas léxicas. Ésta sería una de las características comunes del RL en los niveles moderado y grave. Esto afectaría directamente al rendimiento en pruebas en las que deben relacionarse semánticamente las palabras (los subtest Vocabulario, Semejanzas y Comprensión del WISC-IV). Probablemente, estas dificultades para relacionar conceptos, y, con ello, construir inferencias y enriquecer la expresión, tengan más que ver con las consecuencias de un lenguaje retardado en su desarrollo que con una dificultad específicamente relacionada con el funcionamiento y la compleja estructura del léxico interno. Es decir, puede hablarse de una consecuencia del RL y no de un factor causal. Desde una perspectiva más específica, el papel de la memoria de trabajo en el

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retraso y en las dificultades para adquirir el primer vocabulario y el lenguaje posterior parece fundamental. Admitiendo que en el almacén fonológico de esta memoria de trabajo, las representaciones fonológicas de las palabras están disponibles durante unos pocos segundos, y que estas representaciones se van a almacenar en la memoria de largo plazo para su posterior reconocimiento, cuando se vuelven a oír, y para su recuperación, cuando se van a expresar, se explica la importancia que tiene el buen funcionamiento de este sistema. Entonces, un niño con un almacén fonológico deficitario continuará con sus errores de tipo fonológico porque los correspondientes patrones correctos percibidos auditivamente no se han almacenado o lo han hecho de manera incompleta en la memoria de largo plazo, y porque a los pocos segundos habrán desaparecido de su memoria inmediata. La limitación de estos componentes de la memoria de trabajo es la responsable del retraso en el aprendizaje del vocabulario y de las alteraciones consecuentes. En efecto, ya que el niño tiene dificultades para fijar las formas de las palabras, las que no se acentúan y, por tanto, tienen menos «sustancia fonética» (preposiciones, conjunciones, artículos, determinantes, etc.), serán las más vulnerables, y son esas palabras precisamente la base de la estructura morfosintáctica. La persistencia de las dificultades vendrá determinada por la eficacia comunicativa lograda: cuanto más fácil le resulte al niño el éxito comunicativo, de más recursos cognitivos podrá disponer para lograr una mejor forma del lenguaje.

Factores motores Probablemente nos encontraremos aquí frente a una inmadurez no causal sino concomitante. En la emisión del lenguaje debe darse una gran agilidad en los órganos fonoarticulatorios para pasar de una posición determinada a otra, teniendo en cuenta que un adulto emite aproximadamente, salvando las diferencias individuales, cinco o seis sílabas por segundo. Una ejercitación incorrecta, como es la del niño con RL, dificulta este aprendizaje. No es que primero se dé la inmadurez articulatoria y, como consecuencia, se produzcan simplificaciones fonológicas; seguramente el proceso sería inverso. Pero, sin lugar a dudas, estas dificultades motrices acompañan al RL. No obstante, la intervención en la dimensión fonológica, especialmente la dedicada a superar los procesos de simplificación (asimilaciones, omisiones, inversiones, etc.), en general será suficiente para ayudar al niño a eliminar estas dificultades oromotrices.

Factores psicosocioafectivos Dentro de este grupo de factores se reúne una serie de causas, que podrían llamarse exógenas, cuyo estudio es complejo porque se interrelacionan unas con

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otras, y en una determinada situación deben tenerse en cuenta aspectos tan difícilmente generalizables como las relaciones afectivas entre padres e hijos, el nivel cultural del medio (con toda la extensión conceptual que este término pueda tener), la personalidad del niño, etc. Por otra parte, debe tenerse presente que factores psicológicos, afectivos, educativos, etc., similares no producen los mismos efectos en el lenguaje de distintos niños. Sin embargo, su importancia es tal que podría decirse que en un gran número de niños con RL se han dado y se están dando errores educativos que afectan a su desarrollo afectivo y lingüístico. No puede desterrarse, sin embargo, la posibilidad de que este tipo de circunstancias negativas actúe de detonante de predisposiciones genéticas al RL. Los niveles socioculturalm ente escasos pueden perpetuar en el niño formas de comunicación lingüística pobres y retrasadas a causa de un feedback también distorsionado. Lógicamente, el RL se hará evidente fuera de ese entorno, como, por ejemplo, cuando el niño sea escolarizado. A veces el medio familiar es poco estim ulante, aunque su nivel sociocultural sea elevado. En este punto habrá que preguntarse sobre las relaciones entre padres e hijos, sobre el estilo de interacción de los padres con sus hijos. Habrá que plantearse una forma discreta y efectiva de intervención terapéutica. Debe tenerse en cuenta que, con frecuencia, la escasa estimulación de los padres no es más que un ajuste de éstos al limitado desarrollo lingüístico de su hijo con RL. Se ha comprobado, examinando a familias con un hijo con RL o TEL y otros hijos con un desarrollo típico, que las reformulaciones de los padres son diferentes: con fines pragmáticos (lograr el éxito comunicativo) en el niño con RL o TEL, y con fines discursivos y gramaticales (mejora de la forma) en los hijos con un desarrollo típico. En este caso será necesario enseñar a los padres un cierto nivel de desajuste que, asegurando el éxito comunicativo, proporcione al niño con RL o TEL unos modelos lingüísticos más complejos y más «didácticos». Los celos del hermanito son una fuente de frecuentes regresiones en muchas áreas del comportamiento del niño celoso. Entre ellas está, naturalmente, el habla. Suele ser una circunstancia coyuntural que remite espontáneamente cuando el niño supera su mal momento, cuando se distancia de su hermanito, cuando no se encierra en la relación familiar y se abre a otras nuevas experiencias extrafamiliares. Una de las actitudes parentales que se ha observado con frecuencia en niños con RL es la actitud sobreprotectora. Debe considerarse que esta actitud no es el origen de un RL. En bastantes ocasiones se trata simplemente, como se ha señalado más arriba, de un ajuste de los padres a la limitación lingüística del niño. La ayuda que se puede prestar a los padres, por tanto, mejorará el registro comunicativo con su hijo, reducirá su ansiedad y, de esta manera, podrá tener efectos beneficiosos sobre el lenguaje del niño. En la práctica, la situación se plantearía como sigue: los padres, a través de su conducta verbal o no verbal, emiten mensajes a su hijo que tienden a

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infantilizarlo. Por ejemplo, le dan de comer en la boca cuando tiene 5 años, y esto «quiere decir» (el mensaje implícito en esa conducta es) que lo están tratando como si tuviera 2 años. Si se producen muchas conductas de este tipo y están presentes en todas o casi todas las situaciones sociales importantes en la vida de un niño (comida, sueño, relaciones con otros niños, con desconocidos, salidas fuera de casa, situaciones de riesgo, etc.), podrá hablarse de una actitud sobreprotectora evidente. Esta actitud, consecuentemente, tenderá a producir en el niño respuestas más infantiles que las típicas de su edad. Este RL suele ir acompañado de otras respuestas infantiles en el área alimentaria, escolar («Si no está la maestra encima, no hace nada», a veces ansiedad por separación), etc. Podría hablarse de un retraso en el desarrollo de la autonomía psicosocial, y el lenguaje es el código más importante a través del cual se produce dicho desarrollo.

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Examen Es deseable que el examen del lenguaje, el que aquí se va a proponer y cualquier otro, esté siempre sujeto a evaluaciones continuadas que se realizarán en el transcurso de la intervención logopédica o, si no se ha iniciado ésta, cada cierto tiempo. En la primera entrevista con los padres, además de recabar la información habitual sobre la historia in extenso del problema, antecedentes, escolaridad, etc., puede aprovecharse para observar los estilos que los padres emplean para comunicarse con su hijo. Si se dispone de juguetes, pueden resultar unos momentos de inapreciable valor. Esto dará pie a preguntas referidas a su comportamiento con el niño, a la presencia de actitudes sobreprotectoras y a las primeras intervenciones sobre su estilo interactivo. El profesor del niño también se convierte, lógicamente, en un informante imprescindible que aportará datos respecto a los medios expresivos que el niño emplea en la comunicación con sus iguales, a la comprensión de consignas, al nivel de autonomía, a la ejecución de las tareas escolares, etc.

Examen que debe realizarse con el niño Es necesario efectuar el examen habitual del aparato fonador externo, la respiración y las praxias orolinguofaciales. Fonética Se pedirá al niño que reproduzca sílabas simples en las que estén presentes los sonidos propios de la lengua en cuestión. Fonología Se evaluará la presencia, omisión, sustitución, asimilación o disimilación de los fonemas en palabras cortas en posiciones inicial, media y final. Es muy fácil confeccionarse una lista de palabras para evaluar este aspecto o encontrar listas ya confeccionadas en la web. Por otra parte, esta lista deberá incluir todos los grupos de consonantes: CCV («prado»), CCVC («pronto»), CVC («palma»), etc.; los diptongos con las semiconsonantes /j/ y /w/ («tiene», «agua», etc.) y con las semivocales /i/ y / / («peine», «auto», etc.). Por último, se hará una evaluación de esta dimensión en interacciones comunicativas espontáneas por medio de grabaciones (cuento conocido, recontado de un cuento nuevo, hablando de experiencias pasadas, en formato «lectura de libros» con un material muy conocido por el niño, etc.). Con toda esta información se percibirán las diferencias de emisión cuando repite y habla espontáneamente. Por otra parte, conseguiremos indicaciones de qué fonemas (los que es capaz de repetir, pero no emplea en su conversación

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espontánea) serán los primeros a tener en cuenta en la intervención. No obstante, existen pruebas estandarizadas para evaluar la fonética-fonología, como la de Monfort y Juárez (1990) y la de Bosch (2005), ésta acompañada de un baremo en el que se dan las edades a las que se van consiguiendo los distintos fonemas, fonemas riesgo por edades también, sustituciones y distorsiones más frecuentes, etc. En cualquier caso, es necesario diferenciar bien entre trastornos de la articulación (dislalia), que consisten en la distorsión, omisión o sustitución de un sonido sin que afecte a los otros sonidos de la cadena, y trastornos de la organización fonológica. En los niños con RL se darán de los dos tipos, y de los últimos se constatarán con más frecuencia los derivados de procesos de simplificación que Bosch (2005, versión más reciente) dividió en sistémicos (procesos de sustitución, sobre todo) y estructurales (procesos que simplifican la estructura de la sílaba y de las palabras: omisiones, alteraciones de la secuencia, asimilaciones). No obstante, lo que se observará en la mayoría de los niños con RL es que estos procesos siguen unas determinadas reglas, que son las que se constatan en las primeras etapas del desarrollo típico del lenguaje. Por ejemplo, si organizamos nueve consonantes según su punto de articulación (sentido vertical: labiales o labiodentales, dentales y velares) y el modo de articulación (sentido horizontal: oclusivas sordas, oclusivas sonoras y fricativas), se puede esperar una sustitución de /f/ por /p/, o de /θ/ por /t/, o de /k/ por /t/, pero no /χ/ por /p/, o /g/ por /f/ (fig. 10-1). Es decir, las sustituciones van sólo en dos sentidos, de abajo arriba y de derecha a izquierda, respetando filas y columnas.

FIGURA 10-1

Ejemplo de trastorno de la organización fonológica.

En secuencias de sonidos más largas también se constatan reglas: reducciones (el grupo consonántico /pl/ se reduciría a /p/ y no a /l/), asimilaciones (habría asimilaciones más probables que otras: «príncipe» pasaría a [pínfepe], y «marinero» a [maninero] pero no a [marirero]). Semántica Las escalas verbales de escalas como MSCA, WISC y WPPSI son idóneas para evaluar esta dimensión del lenguaje. Sin embargo, esta evaluación debe prolongarse a través de las sesiones logopédicas.

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No obstante, debe tenerse en cuenta que no sólo se trata de valorar el volumen de vocabulario, sino también la extensión de las relaciones entre las distintas entradas léxicas. Una mayor extensión en estas relaciones semánticas garantiza una mejor comprensión y expresión del lenguaje. Pruebas específicas como Semejanzas y Vocabulario (WISC), Asociación Auditiva y Visual (ITPA), Opuestos, Vocabulario y Fluidez (MSCA), a las que se pueden añadir actividades de evocación de confección propia, aportan una buena información del desarrollo de esta dimensión del lenguaje.. Otras pruebas disponibles en español que incluyen la evaluación de esta dimensión son: Preschool Language Scale, versión española PLS-4 (Zimmerman et al., 2002); Clinical Evaluation of Language Fundam entals, versión española CELF4 (Semel et al., 2006); Batería de Lenguaje Objetiva y Criterial, o BLOC (Puyuelo et al., 2007, en su versión screening extraída de la versión completa de 1998). Morfosintaxis Esta dimensión también necesita que se evalúe de manera continuada. Los resultados de las pruebas suelen fechar las adquisiciones más tarde que el examen del lenguaje espontáneo. Sin embargo, las pruebas permiten emitir juicios acerca del retraso o la normalidad del desarrollo morfosintáctico, y además algunas de ellas evalúan procesos, no estados de conocimiento, lo que hace posible una mejor y más precisa identificación de los objetivos de la intervención. Hay pruebas estandarizadas que evalúan bien la comprensión de estructuras morfosintácticas; además de las citadas CELF-4, BLOC y PLS-4, que contienen pruebas para esta dimensión del lenguaje, existen otras específicas, como el TSA (Aguado, 1989) o el CEG (Mendoza et al., 2005). Para evaluar la producción morfosintáctica, es necesario tener una grabación del lenguaje espontáneo del niño y analizarla según criterios que pueden encontrarse en Fernández y Aguado (2007). En ese mismo trabajo se proporcionan secuencias de desarrollo típico de medidas, como la longitud media del enunciado, la longitud media de los cinco enunciados más largos, el índice de complejidad sintáctica, además de información sobre formas verbales, oraciones subordinadas, etc. Pragmática En general, los niños con RL no presentan dificultades en esta dimensión del lenguaje. En todo caso, es necesario distinguir entre la pragmática propiamente dicha, que se refiere a la competencia comunicativa, en la que el usuario del lenguaje tiene en cuenta el contexto de interacción, considerando como contexto también los estados mentales del interlocutor, por un lado, y las habilidades sociales, por otro. Un buen desarrollo de la primera no implica necesariamente unas buenas habilidades sociales. (En los niños con RL se constatan conductas por parte de ellos mismos y por parte de los otros hacia ellos que ponen de relieve

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dificultades en las relaciones sociales.) En cambio, un buen desarrollo de las habilidades sociales implica un correcto desarrollo pragmático. Para uno y otro conjunto de habilidades existen pruebas estandarizadas y guías de observación.

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Tratamiento Respecto a los pasos concretos que hay que seguir, éstos deben tener en cuenta los contextos y las personas implicadas en la educación del niño.

Padres En este caso, el tratamiento consistirá en modificar ciertas actitudes y en enseñar ciertas técnicas. Las actitudes que hay que modificar se refieren fundamentalmente a: Sobreprotección Se deberá animar a los padres a solucionar los problemas planteados por su actitud (ansiedad por separación, etc.), mostrándoles concretamente qué deben hacer en el caso de que su hijo manifieste alguna de estas conductas. Estos consejos deberán ir acompañados de ejemplos demostrativos ya que por sí solos suelen ser insuficientes. De hecho, es difícil enseñarles nada nuevo, lo han «intentado todo». Es necesario que sepan no sólo la finalidad de lo que les pedimos, sino también por qué es bueno que lo hagan. Es aconsejable concentrarse en una sola conducta, para que, tras una breve práctica en su casa, los padres tengan la evidencia de que son capaces de hacer cosas positivas, de trabajar por la independencia de su hijo. Esto les irá llevando a una descarga paulatina de su propia ansiedad, y, por tanto, la preocupación y la solicitud excesivas con respecto a su hijo disminuirán y el niño podrá desarrollar mejor sus aptitudes. Poca estimulación Es frecuente que en la relación comunicativa entre padres y niños con RL se dé una tasa reducida de input lingüístico por parte de aquéllos como ajuste a la propia reducción verbal del niño. En realidad se trataría de todo un estilo de lenguaje más pobre, con menos expansiones, menos información acerca de los objetos que interesan al niño, más interrogativas, etc. (Conti-Ramsden y Dykins, 1991). Este ajuste suele implicar también un mayor uso de enunciados directivos, con la consiguiente pobreza morfológica verbal, y, como ya se ha señalado, un objetivo distinto en las reformulaciones (Fey et al., 1999). Para conseguir una estimulación más intensa y correcta, debe negociarse con los padres un tiempo determinado en el que uno de ellos, o mejor los dos, se dedique a dicha estimulación. Los objetivos que se propongan a los padres deben estar relacionados con el afianzamiento de lo conseguido y no con la adquisición de nuevas habilidades. Se les explicarán y demostrarán estrategias que, en una situación normal,

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tienen que emplear ellos mismos (Rondal, 1988): 1. Feedback correctivo. 2. Petición indirecta de aclaración (repitiendo, en forma de pregunta, un contenido de la intervención del niño, etc.). 3. Reformulaciones con los elementos ausentes o erróneos de la intervención del niño presentes o corregidos, respectivamente. 4. Extensiones semánticas, etc. El formato «lectura» conjunta de libros puede ser un buen sistema para poner en práctica estas estrategias.

Logopedia La decisión de si el niño debe recibir intervención logopédica deberá tomarse tras considerar, fundamentalmente, el nivel de gravedad del retraso. Como principio general, se aconseja iniciar la intervención lo más pronto posible en los casos de RL grave. Existen datos que demuestran que la mitad de los niños con retraso temprano (inicio tardío) muestran un RL persistente más tarde, junto con dificultades de socialización (Bishop et al., 2003), por lo que es conveniente mantener ciertas reservas hacia consejos tan frecuentes como: «No se preocupe, que esto no es nada; llevarlo al logopeda es una pérdida de tiempo»; «Para cuando entre en la escuela, hablará bien», etc. En los casos moderados que no estén escolarizados, se darán las instrucciones precisas y concretas a los padres y se harán revisiones cada 3 meses, aproximadamente. Si la evolución no fuera la esperada, se podrá iniciar la intervención, cuya duración y frecuencia estará determinada por la edad, la capacidad de colaboración del niño, etc. Si los niños con RL entraran en contacto con el especialista en lenguaje aproximadamente al inicio de la escolaridad, sería conveniente dejar transcurrir unos meses (de 3 a 5), durante los cuales se valorará el efecto de la relación con otros niños en cuanto al lenguaje. Probablemente, en todos los casos de retraso se producirá alguna mejoría, pero perdurarán algunos trastornos de la articulación y una relativa desorganización fonológica. No obstante, será función del técnico en lenguaje considerar si el progreso obtenido con la escolarización es suficiente o no, y él decidirá si necesita una intervención logopédica. Debe tenerse bien presente que el niño con RL es mucho más susceptible de presentar dificultades en el aprendizaje de la lectura y la escritura. Esta situación de riesgo será tanto mayor cuanto mayor sea el niño; es decir, cuanto más próximo esté del inicio de dichos aprendizajes. Por consiguiente, se anulará este riesgo si el niño ha mejorado mucho su retraso a los 5-5,5 años.

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Respecto a las propuestas para la intervención logopédica que vienen a continuación, conviene aclarar que, aunque se puedan idear unas líneas programáticas con un orden de objetivos parciales operativos y de actividades, la flexibilidad, el juego y la espontaneidad son esenciales en el despertar y el mantenimiento de un buen nivel de motivación. Sin ella, de poco servirá el programa de intervención. La flexibilidad implica que en una sola sesión se realicen actividades distintas, tendentes a objetivos distintos (p. ej., de la dimensión fonológica y sintáctica). Atención Es necesaria una parte inicial del programa, sea cual fuere la actividad que vaya a realizarse: la que hace referencia a la atención. Los ejercicios —breves, en todo caso— consisten en establecer un buen entendimiento entre niño y terapeuta por medio de las consignas de éste. Por ejemplo, el niño deberá hacer algo (dar un salto, etc.) cada vez que oiga el sonido de tal instrumento, la palabra X en una retahíla de palabras, la sílaba Y, etc. Este ejercicio se puede complicar si hacemos que el niño realice dos actividades ante dos sonidos distintos. Esto también se puede aprovechar para realizar discriminaciones auditivas, cada vez más finas, de sílabas y de otros sonidos. En los casos de retardo con una gran dispersión de la atención, el ejercicio inicial sería que el niño dejara de hacer lo que en ese momento estuviese haciendo al oír al terapeuta; se trataría de desarrollar la función inhibidora del lenguaje y pasar después a la regulación de la actividad por medio del lenguaje (consignas) del terapeuta. Organización fonológica Esta organización pasa por reducir la variabilidad, expandir el sistema con la introducción de los sonidos que el niño no sabe realizar aún, expandir la estructura fonotáctica logrando más contrastes entre los sonidos, y eliminar los patrones fonológicos desviados (asimilaciones, omisiones, etc.). Reducción de la variabilidad Grunwell (1996) habla de seis formas de variabilidad, que hacen referencia a distintas formas de alteración experimentadas por los sonidos ante cambios en otros sonidos adyacentes: regresión de algunos sonidos por la introducción de uno nuevo, dificultad para generalizar un sonido a otras palabras, articulación inconsistente, «fonología congelada» (persistencia de un error en algunas palabras a pesar de la superación de ese error en otras palabras), etc. Es necesario identificar cada una de esas formas de variabilidad para intervenir directamente sobre ella. Es frecuente que los niños con RL muestren una gran dificultad en generalizar una transición interfonemática concreta, adquirida en un entrenamiento relativamente intensivo, a muchas palabras que contienen esa

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transición, lo que obliga a una intervención palabra a palabra. Esto se da especialmente en los casos de «fonología congelada» y de articulación inconsistente de sonidos y secuencias de sonidos. Expansión del sistema Se trata de completar el repertorio fonético del niño. Las estrategias son las propias del tratamiento del trastorno de articulación (dislalia), que es tema de otro capítulo. Esta expansión deberá hacerse siempre de manera contrastada: el sonido nuevo contrastado con uno que ya esté en el repertorio del niño. En algunas ocasiones será necesario un trabajo de discriminación perceptiva (p. ej., /d/-/ɾ/). Sin embargo, debe tenerse en cuenta que un entrenamiento en discriminación perceptiva general es poco eficaz (Joffe y Pring, 2008); es decir, este tipo de intervención deberá hacerse concretamente en los sonidos en los que se dé la dificultad. Algo similar cabe decir de la intervención para mejorar las praxias de lengua, labios y cara; se harán los necesarios para los sonidos concretos en los que se haya encontrado una dificultad práxica. Sin embargo, entrenamientos en diadococinesias verbales (retahílas en las que se repite una sílaba o secuencias de varias sílabas), constituidas por consonantes en las que el niño haya mostrado dificultad, o por secuencias de consonantes o vocales cuya transición sea difícil para el niño, se ha mostrado eficaz y, además, mejora las praxias implicadas en el paso de unas articulaciones a otras. Expansión estructural Se trata de la introducción de nuevos patrones fonotácticos que originan nuevas unidades fonológicas. Las diadococinesias verbales serían una forma inicial para esta expansión estructural. El empleo de pseudopalabras sería el modo más complejo de este continuo que va de la introducción de un sonido a la organización de secuencias de sonidos. Se ha comprobado la eficacia de las pseudopalabras en la intervención fonológica (Gierut et al., 2010). Estas pseudopalabras se formarán en función de las transiciones interfonemáticas que se hayan constatado como más difíciles para el niño. En todo caso, el desarrollo de la habilidad para secuenciar (segmentar y reproducir las series de sonidos vía auditiva) es un punto esencial en la intervención, por sus implicaciones en la misma adquisición de un lenguaje correcto y por representar un factor esencial para un buen aprendizaje de la lectura y la escritura. Eliminación de patrones fonológicos desviados La puesta en práctica de las estrategias señaladas más arriba servirá también para

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eliminar estos patrones desviados (asimilaciones, inversiones, etc.). Con frecuencia estos patrones se dan sólo en algunas palabras largas y con alguna peculiaridad en la distribución de los sonidos (p. ej., en esdrújulas con consonantes iguales en posiciones alternas: [mecánico] es producido como [mecáquino]). En este caso, deberá adecuarse la pseudopalabra o la retahíla que construyamos a la dificultad concreta mostrada por el niño. Es decir, será fundamental el entrenamiento en transiciones, que deberán incluir actividades de discriminación perceptiva del contraste de las secuencias en las que muestra la dificultad. En algunas ocasiones suele considerarse el aspecto fonológico como «menor», y se deja para más adelante su intervención, siguiendo el consejo de la Duquesa a Alicia, cuando están en el jardín de la Reina de Corazones: «Take care of the sense and the sounds will take care of them selves», que en el caso de los niños con RL es un mal consejo. Por un lado, es evidente que la correcta organización fonológica es la base de la inteligibilidad del lenguaje y, por tanto, origen de una mejora de la imagen pública del niño con RL (lo van a tener más en cuenta, le van a hacer objeto de sus iniciaciones interactivas, etc.), y, consecuentemente, de un adecuado desarrollo del autoconcepto del niño. Por otro lado, una correcta organización fonológica lograda cuanto antes disminuye significativamente las dificultades para el aprendizaje del lenguaje escrito y, en consecuencia, aumenta las probabilidades de zafarse de un trastorno de aprendizaje persistente. Organización semántica Teniendo en cuenta lo dicho en los párrafos dedicados a la evaluación de este aspecto, las dos tareas más importantes son: aumentar el volumen del vocabulario y hacer más fluidas las relaciones entre las distintas entradas léxicas. Estas tareas incluyen la asociación léxica, la construcción de inferencias y la activación del mecanismo de supresión (Aguado et al., 2003). Denominar y rodear la palabra expresada de toda su cohorte de usos, tamaños, colores, parecidos, etc., es una actividad básica de asociación léxica. Las diferencias y semejanzas son actividades también de asociación léxica. Decir en qué se parecen o diferencian dos palabras (dos objetos, dos acontecimientos, etc.) sólo se puede hacer si se recurre a otras palabras, evocadas por las palabras estímulo, que a su vez nos pondrán en contacto con otros campos semánticos (Juárez y Monfort, 2001). La construcción de inferencias (proposiciones o ideas que no han sido explicitadas pero que son necesarias para comprender el texto) es una actividad básica, presente en todas las interacciones que una persona lleva a cabo. En los niños con RL, la limitación de vocabulario disminuye la evocación de palabras y, por tanto, la construcción de inferencias se ve mermada. Por ello, un objetivo

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básico de la intervención debe ser la enseñanza explícita de esta habilidad. Se puede empezar con series de imágenes de las que quitamos una imagen para que el niño aprenda que, aunque falte un acontecimiento, él lo puede reconstruir con el lenguaje. Más tarde, se puede preguntar por lo que va a ocurrir (que aún no está expresado) en un cuento, por los estados internos de los personajes que pueden inferirse a partir de la información que está explícita, etc. Esta construcción de inferencias exigirá, inevitablemente, aprender a no tener en cuenta cierta información porque es poco relevante o es incongruente con lo que se está contando, a dar un cierto grado de fantasía a base de hacer asociaciones léxicas inesperadas (activar o dejar en suspenso el mecanismo de supresión). Organización morfosintáctica En este punto, quizá más que en otros, conviene insistir en que la corrección del terapeuta no debe anular la expresión particular del niño, sino que debe realizarse a posteriori como una expansión gramatical de lo que el niño ha dicho. En niños pequeños, ésta deberá ser la estrategia que haya que emplear; muchos estudios han puesto de manifiesto su eficacia (Fey y Proctor-Williams, 2000). Se trata de repetir el mismo enunciado del niño con una modificación morfosintáctica, que es la que se tiene como objetivo. No obstante, los logopedas y los padres, cuando llevan a cabo esta estrategia, deben tener en cuenta que estos niños necesitan de 2 a 4 veces más exposiciones que los niños con desarrollo típico a la forma morfológica o sintáctica que se esté reformulando. Es decir, deberán provocar interacciones comunicativas que les den oportunidades de proporcionar al niño esa forma concreta, objetivo de la reformulación. En niños mayores, la técnica más habitual y efectiva es la im itación de las frases del terapeuta sobre un material gráfico y por medio de juegos, desplazamientos y conversaciones sobre acontecimientos ocurridos en el pasado, presente y futuro (los tiempos deberá elegirlos el terapeuta, dependiendo del nivel morfosintáctico que el niño posea). La manipulación del contexto para provocar la producción de frases por parte del niño es una técnica que proviene de una visión funcional de la intervención y exige sumo cuidado en la organización del contexto, pero es algo que siempre debe estar presente en cualquier acción logopédica (Juárez y Monfort, 2001). Posteriormente, las actividades que habrá que realizar adoptarán formas más complejas introduciendo morfemas que supongan una mayor abstracción en los verbos (imperfecto de subjuntivo), que permitan fundamentalmente la comprensión de categorías de posibilidad, eventualidad, etc. La técnica a emplear para estos últimos objetivos suele ser la de ejecutar y dar órdenes complejas, empleando el estilo indirecto («ha dicho que...»), y las narraciones, cuando el logopeda sabe ir más allá de lo narrado, planteando

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situaciones irreales con condicionales, por ejemplo. Conviene que esta complejidad paulatina de las formas y relaciones sintácticas se lleve a cabo teniendo en cuenta la secuencia evolutiva típica. En Aguado (2000) y Fernández y Aguado (2007) se proporciona esta secuencia evolutiva de la morfosintaxis en niños hispanohablantes. Pragmática y gramática de la comunicación Las actividades que deben desarrollarse en este punto se basan en dramatizaciones y actividades de la vida real en las que se hará adoptar al niño distintos papeles, por medio de los cuales pueda aprender a verbalizar correctamente las distintas necesidades, estados de ánimo, informaciones, solicitudes, etc., a guardar turno, a seguir el hilo de la trama a pesar de las interrupciones, a dirigirse a las personas según su categoría social, edad, etc., a entender y expresar segundas intenciones, mandatos en forma de preguntas, a convencer, a negarse, etc. Se pueden aprovechar estas situaciones comunicativas para la práctica de las formas lingüísticas que estén siendo objeto de intervención. Juárez y Monfort (2001) ofrecen una gran cantidad de actividades, con la descripción y especificación del material que hay que emplear, para el desarrollo de este y de los demás aspectos del lenguaje; así como una interesante reflexión, con sus consiguientes planteamientos terapéuticos distintos, sobre la manera, form al o funcional, de llevar a cabo la intervención. Sin embargo, una buena acción logopédica debe integrar las dos formas de actuación.

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C A P Í T U L O 11

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Trastorno específico del lenguaje M.F. Lara Díaz

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Introducción y concepto Las alteraciones del lenguaje pueden estar asociadas a entidades clínicas evidentes como la parálisis cerebral, el retardo mental, los traumatismos craneoencefálicos o la pérdida auditiva, entre otras; o pueden presentarse sin que se pongan de manifiesto de forma clara las condiciones físicas, emocionales o sensoriales asociadas con dichas alteraciones. En este último grupo se encuentran los trastornos evolutivos del lenguaje, que incluyen, como categoría diagnóstica más estudiada, el trastorno específico del lenguaje (TEL). El TEL constituye el cuadro clínico caracterizado, en el niño, por dificultades del lenguaje considerables y no esperadas, que se relacionan, además, con problemas sociales, comportamentales y escolares (Baker y Cantwell, 1987; Beitchman et al., 1986; Catts et al., 2002; Conti-Ramsden y Durkin, 2008a; Rice et al., 1991). Difiere del inicio tardío y del retraso del lenguaje por su perfil evolutivo y la respuesta a la reeducación (Serra, 2002). Su identificación, caracterización y tratamiento suponen diferentes problemas para los clínicos debido a las dificultades en establecer una terminología común, la heterogeneidad de los perfiles lingüísticos, la evolución de las manifestaciones comportamentales y las visiones divergentes sobre la especificidad del trastorno.

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Terminología El término «trastorno específico del lenguaje» ha evolucionado desde la llamada afasia congénita, pasando por la sordera del significado de las palabras, la afasia infantil y la disfasia. Actualmente el término más utilizado en investigación es el de TEL, pese a que en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) se considera la categoría diagnóstica «Desórdenes Evolutivos del Lenguaje», considerando tres subtipos: el receptivo, el expresivo y el mixto (receptivo-expresivo) (American Psychiatric Association, 2002). Diferentes autores han establecido diversos subtipos en el seno del TEL (Wilson y Risucci, 1986). Es muy conocida la clasificación de Rapin y Allen (1987), que incluye seis subtipos agrupados en tres categorías: los trastornos mixtos (receptivos-expresivos), los expresivos y los trastornos de procesamiento de alto nivel. La relación de las categorías y subtipos se presenta en la tabla 11-1. Sin embargo, investigaciones posteriores consideran que si bien esta clasificación en tipologías puede ser inicialmente útil para diferenciar distintos perfiles clínicos, éstos varían en el tiempo, y, consecuentemente, un niño diagnosticado con TEL puede pasar de una categoría a otra (Conti-Ramsden y Botting, 1999). Tabla 11-1 Propuesta de Rapin y Allen para establecer subtipos de trastornos evolutivos del lenguaje

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Prevalencia Establecer la incidencia y la prevalencia del TEL es un asunto complejo, dados los diferentes criterios de diagnóstico utilizados. Sin embargo, la mayoría de los autores consideran que el TEL es una situación clínica en la que se excluye la presencia de déficit cognitivo, autismo, deficiencias neuromotoras y pérdidas auditivas. En cambio, no por ello han dejado de investigarse las relaciones entre el déficit de lenguaje y los aspectos citados (Leonard, 1998). El TEL es más frecuente en las niñas que en los niños. Su prevalencia se ha establecido en el 7,4% a los 5 años (Tomblin et al., 1997), aunque otros autores, al utilizar criterios más estrictos, la establecen en el 0,3% (Serra, 2002).

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Criterios diagnósticos Los criterios diagnósticos del TEL incluyen el concepto de disociación entre unos rendimientos verbales bajos y unos rendimientos normales en pruebas de inteligencia no verbales (Stark y Tallal, 1981). Cabe comentar, sin embargo, que diferentes autores han cuestionado la utilidad de este criterio desde el punto de vista teórico y metodológico (Aram et al., 1993; Bishop, 1994; Cole et al., 1990; Lahey, 1990). Otro criterio diagnóstico considera las diferencias del lenguaje de los niños con respecto a lo esperado por su edad y nivel escolar. En este punto, las pruebas estandarizadas de lenguaje cobran una importancia vital ya que ofrecen un criterio de referencia para comparar el rendimiento de un niño determinado con el de su población de referencia (Cole et al., 1990). Una limitación clara de este criterio se observa en países en los que no se han estandarizado pruebas de lenguaje y en los que se recurre muchas veces a pruebas extranjeras con diferencias tanto en su contenido culturalmente no adaptado como en las puntuaciones de referencia obtenidas en otras poblaciones. Al considerar las puntuaciones en las pruebas de lenguaje como criterio diagnóstico, algunos autores (p. ej., Whitehurst y Fischel, 1994) recomiendan establecer el TEL a partir de dos desviaciones estándar de la media (percentil 3); otros como Fey (1985) y Paul (1995) sugieren establecer el percentil 10. Clínicamente, se consideran diagnósticos otros marcadores, como la longitud media del enunciado, el porcentaje de errores y las omisiones en muestras de lenguaje (Leonard et al., 1992). El criterio de evolución de las dificultades es otro aspecto que hay que considerar. Al inicio del cuadro puede ser difícil determinar si se trata de un retraso o de un trastorno. La diferencia radica en el perfil evolutivo. Mientras que en el retraso, los hitos críticos del lenguaje se alcanzan más tarde que en el desarrollo típico y siguiendo el mismo perfil, en el TEL el perfil es no armónico, es decir, pueden presentarse adquisiciones características de edades superiores y ausencia —o errores— en aspectos simples que se esperarían para la edad (Serra, 2002). De igual forma, los niños con retraso se benefician significativamente más de la intervención terapéutica, mientras que en el TEL la respuesta a los cambios es más tardía y difícil. Por lo tanto, para el logopeda es muy importante esta diferencia de perfiles tanto para diseñar la intervención terapéutica como también para establecer el pronóstico del caso (Aguado, 2007). Consecuentemente, al tratarse de una entidad evolutiva, es importante identificar los períodos críticos de aprendizaje y tener en cuenta que el desarrollo del lenguaje no es lineal. Las diferencias individuales en el desarrollo del lenguaje parecen ser más evidentes en unas etapas que en otras. Autores como Scarborough han identificado el fenómeno de recuperación ilusoria en el caso de los niños con antecedentes de dificultades de lenguaje (Scarborough y Dobrich,

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1990). De acuerdo con esta propuesta, los niños que aparentemente han resuelto su problema de lenguaje de forma temprana, pueden mostrar más tarde dificultades en aspectos más complejos o en habilidades basadas en el lenguaje como la lectura (Bishop y Snowling, 2004). Este hallazgo sustenta la importancia de la revaloración y el seguimiento periódico de los niños con historia de dificultades de lenguaje.

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Explicaciones causales Identificar las causas del TEL, así como sus síntomas o comportamientos directamente observables, es un asunto complejo dada la heterogeneidad de los perfiles y el carácter evolutivo del trastorno. Para establecer las relaciones entre las causas del TEL y sus síntomas es útil la utilización de modelos de procesamiento del lenguaje o de modelos evolutivos causales. El uso de modelos permite trascender los síntomas y comprender la causalidad, generar un diagnóstico acertado, y establecer intervenciones terapéuticas eficaces y efectivas que incidan en la calidad de vida de los niños con TEL y sus familias. Morton y Frith (2001) propusieron un modelo evolutivo causal para interpretar los trastornos del desarrollo (fig. 11-1). Este modelo, que es neutro respecto a cualquier teoría particular, pretende establecer relaciones entre factores biológicos, cognitivos, comportamentales y ambientales en los trastornos del desarrollo. La propuesta contempla tres niveles de descripción: cerebro, cognición y comportamiento. También se considera que el ambiente puede tener un efecto en cualquiera de estos niveles. Las interacciones entre los componentes de los niveles constituyen las hipótesis explicativas de los posibles perfiles clínicos. Además, los factores biológicos, cognitivos y de comportamiento pueden relacionarse de distinta forma y, consecuentemente, dar lugar a diferentes alternativas para comprender y explicar los trastornos de lenguaje.

FIGURA 11-1

Componentes del modelo evolutivo causal. (Morton y Frith, 2001, modificado por Serra.)

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Factores biológicos Los factores biológicos incluyen aspectos genéticos y neurológicos. El TEL tiene una fuerte y compleja influencia genética. En diferentes casos se ha identificado la heredabilidad de los trastornos del habla y el lenguaje. El caso más conocido es el de la familia KE (Fisher et al., 1998), en la que tres generaciones presentan diferentes manifestaciones de alteraciones lingüísticas. Esta familia presenta una mutación del gen de transcripción FOXP2 en el cromosoma 7. Este gen no es propiamente el «gen del lenguaje», pero puede tener un papel en el contexto de otros genes que participan en el desarrollo de los sistemas cerebrales relevantes para el habla y el lenguaje (Vargha-Khadem et al., 2005). Obviamente, no en todas las personas diagnosticadas de TEL se han identificado anormalidades en el gen FOXP2, lo cual puede deberse a la compleja interacción entre genes y variables ambientales (Bishop, 2006). Otros investigadores han identificado mutaciones en los cromosomas 16 y 19 (The SLI Consortium., 2002). En todos los casos se ha analizado la relación entre los genes, las estructuras cerebrales y las habilidades cognitivas como la memoria a corto plazo y el procesamiento auditivo (Bishop, 2002). Las pruebas procedentes de la genética sugieren que en el TEL puede estar afectado más de un sistema cognitivo, generando así diferentes perfiles lingüísticos (Bishop et al., 2006). Mediante estudios de neuroimagen (especialmente la resonancia magnética), también se han identificado diferencias en el cerebro de los pacientes. Se ha observado una pérdida de la asimetría derecha-izquierda propia de las áreas relacionadas con el procesamiento del lenguaje (Plante et al., 1991). Estas anormalidades estarían asociadas a etiologías endocrinas (Castro-Rebolledo et al., 2004).

Factores cognitivos En el ámbito cognitivo se pueden identificar diferentes hipótesis sobre la causalidad del TEL y los posibles trastornos subyacentes. Estas hipótesis pueden agruparse en aquellas que consideran que se trata de un déficit de dominio específico (en el seno de los componentes lingüísticos) y las que asumen un déficit de dominio general. Las hipótesis de dominio específico intentan explicar la naturaleza de las dificultades morfosintácticas a través del análisis de los errores que cometen los niños. En esta aproximación se hace patente la necesidad de estudios translingüísticos del TEL. Entre las explicaciones de dominio general destacan dos: el enlentecimiento del procesamiento cerebral y las dificultades en el procesamiento auditivo. La hipótesis de la lentificación del procesamiento (Kail, 1994) se basa en estudios en los que se han encontrado respuestas lentas en tareas auditivas, verbales y no verbales (Miller et al., 2001). Por otro lado, la hipótesis del déficit de

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procesamiento auditivo propone que los niños con TEL tienen dificultades para distinguir o identificar sonidos rápidos breves verbales o no verbales (Tallal y Piercy, 1973). Otro déficit postulado es el de la memoria fonológica a corto plazo (Gathercole y Baddeley, 1990). Numerosos estudios han analizado las diferencias en los niños con TEL al repetir palabras sin sentido (pseudopalabras) de distinta longitud. En estas tareas se debe almacenar y recuperar información fonológica sin acceso al léxico. Esta tarea tiene una gran capacidad discriminativa de los niños con y sin TEL. Se ha considerado que la capacidad de mantener representaciones temporales sería insuficiente para generar representaciones definitivas y, por consiguiente, no se aprenderían de forma adecuada ni palabras ni morfemas (Baddeley, 2003). Como se comentó anteriormente, los posibles déficits subyacentes son múltiples y la investigación trata de establecer las relaciones entre estos déficits, su sustrato biológico y manifestaciones comportamentales. De igual forma, la identificación de varios déficits de lenguaje es más común que la identificación de uno aislado, y que estos déficits pueden tener orígenes aparentemente independientes (Leonard, 1998). Es así como el TEL no tiene un único origen identificado y debe analizarse en términos de sus perfiles y probables subtipos (Bishop, 2006).

Factores conductuales A continuación se presenta el tercer nivel, el de la conducta. Este factor incluye las características directamente observables, bien sea a través de entrevistas, estudios de casos o estudios de investigación. Se relaciona directamente con el nivel cognitivo, en la medida en que un comportamiento puede resultar de la interacción entre diferentes componentes lingüísticos y cognitivos. De esta forma, el TEL puede considerarse como un concepto general («paraguas») o sindrómico, ya que los perfiles clínicos observados son muy diferentes y dependientes de las interacciones biológico-cognitivas mencionadas anteriormente. Las manifestaciones clínicas pueden agruparse en dos grandes ámbitos: lingüístico y no lingüístico. Aunque los síntomas se presentan agrupados, el lector comprenderá que esta agrupación es orientativa y que no necesariamente van a observarse todas las manifestaciones en un mismo sujeto. La agrupación dicotómica que se presenta a continuación pretende facilitar el reconocimiento de perfiles clínicos: • Ámbito lingüístico:

• Retraso en el desarrollo/aprendizaje del lenguaje. • Retraso en la aparición de las primeras palabras, hacia los 2 años de edad o posteriormente. 327

• Reducción de la longitud de las oraciones, con una longitud media del enunciado por debajo de lo esperado para la edad. • Puntuación en pruebas de lenguaje por debajo de una desviación estándar de lo esperado para la edad (o por debajo del percentil 16). • Sistema de sonidos del habla inmaduro que puede dar lugar a un habla propia de un niño de menor edad: retraso en la adquisición de sonidos, estructuras silábicas y estructuras de palabras. Simplificación fonológica, especialmente omisión de sílabas átonas. • Ausencia de adquisiciones tempranas mientras que se presentan otras más tardías. • Simplificación de las estructuras gramaticales: omisión del pasado, marcadores de tiempo, auxiliares, sufijos gramaticales y palabras función. • Pobreza del lenguaje, con producciones estereotipadas. • Producción de frases complejas no apropiadas al contexto. • Reducción del vocabulario comprensivo y expresivo. • Reducción de los verbos disponibles, con menor variedad y omisión de argumentos. • Dificultades para comprender el lenguaje complejo. • Problemas para comprender a personas que hablan rápido. • Pobreza de la memoria verbal a corto plazo en tareas de repetición de palabras y oraciones. • Dificultades específicas en la conversación. Mayores 328

dificultades para que sus pares los entiendan ya que los errores fonológicos reducen la inteligibilidad y las producciones ambiguas o poco especificadas hacen que sean semánticamente inapropiadas o con información imprecisa. • Ámbito no lingüístico. En el ámbito no lingüístico, los niños con TEL no realizan las tareas cognitivas de igual forma que sus pares. Este hecho es contradictorio con la definición canónica del TEL y constituye el núcleo del debate sobre la especificidad del trastorno.

• Las dificultades observadas no son atribuibles a una pérdida auditiva, anormalidades físicas o neurológicas. • Puntuaciones normales en los componentes no verbales de las pruebas cognitivas. • Pobreza de la memoria fonológica de trabajo, que se pone de relieve a través de dificultades para repetir palabras sin sentido (pseudopalabras) con una longitud mayor de dos sílabas. • Habilidades sociales normales o deficitarias. En cuanto a la influencia ambiental, se considera excluyente cualquier tipo de privación, maltrato o negligencia. Se puede identificar una historia familiar de dificultades de habla y lenguaje. La forma en que el niño interactúa tanto con sus pares como con los adultos es un aspecto muy importante que hay que tener en cuenta. Son también importantes las características de la lengua, situaciones especiales de bilingüismo y el rendimiento escolar. Por último, cabe citar que en el diagnóstico y el pronóstico son muy importantes la evolución de los trastornos y la sensibilidad al tratamiento. En resumen, a través del modelo propuesto por Morton y Frith (2001) es posible analizar el TEL a partir de tres ámbitos en los que los factores biológicos, cognitivos y comportamentales interactúan y se correlacionan. Estos niveles combinan factores de distinta naturaleza que pueden relacionarse o no de diferentes maneras. En general, el modelo propuesto enfatiza que los trastornos de lenguaje no pueden explicarse de una sola forma o por un solo factor causal. También muestra la influencia de factores contextuales y resalta la naturaleza cambiante de las dificultades, las cuales varían a lo largo del tiempo. Este carácter

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evolutivo del TEL hace que su pronóstico sea difícil ya que algunos aspectos tienden a normalizarse mientras que otros pueden mantenerse en el ámbito deficitario. Asumir esta perspectiva evolutiva y causal implica realizar una excelente anamnesis y una evaluación completa de los aspectos lingüísticos y cognitivos de cada caso específico.

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Evaluación y diagnóstico El rol del logopeda en la investigación y la clínica del TEL es muy relevante. Su papel es fundamental en la detección precoz, la evaluación, el diagnóstico, la intervención terapéutica y la asesoría familiar y escolar. Obviamente, el papel del logopeda es clave en los equipos multidisciplinarios. Como en todo proceso de evaluación y diagnóstico, una buena anamnesis es el punto de partida para el éxito o fracaso del proceso. Las preguntas deben incluir aspectos lingüísticos y no lingüísticos. La identificación de hitos críticos del desarrollo del lenguaje, y a qué edades sucedieron, así como cuánto tiempo transcurrió entre cada hito evolutivo. Por ejemplo, se puede preguntar: «¿Cuánto tiempo transcurrió entre la aparición de las primeras palabras y las primeras frases?». A través de esta pregunta se puede conocer el ritmo del desarrollo y si se alcanzó un desarrollo suficiente para establecer el siguiente aprendizaje. Otras preguntas permiten evaluar las formas de comunicación del niño. Por ejemplo: «¿Se observa exceso de gestos y anclajes contextuales, deícticos, como “yo”, “tú”, “aquí”, “allí”, “allá”, “esto”, “aquello”, “eso”? ¿Las palabras aún no han sustituido los gestos y las vocalizaciones? ¿Cuáles son las formas de interacción? ¿Media en ellas el lenguaje? ¿De qué forma?». En cuanto a la causalidad, es importante establecer si existe historia de patología auditiva (p. ej., otitis media) u otras variables que influyen en el lenguaje, como la composición del núcleo familiar, la frecuencia de exposición al lenguaje o la edad de ingreso a la guardería, entre otras. Estas preguntas favorecen la identificación de los criterios de exclusión. Es importante también preguntar sobre el historial familiar en cuanto a problemas del lenguaje y otros problemas de desarrollo. En el marco de la evaluación es indispensable contar con una valoración auditiva y del habla. De acuerdo con lo mencionado en apartados anteriores, el TEL puede cursar con alteraciones del habla de naturaleza fonológica. En ocasiones estas dificultades pueden ser más evidentes para los padres y los educadores que los mismos problemas de lenguaje. Al evaluar, el principal reto es establecer situaciones naturales en contextos artificiales para obtener una muestra significativa de lenguaje. La comparación de los rendimientos en tareas estructuradas y no estructuradas aporta una información valiosa. Las pruebas estandarizadas de lenguaje deben acompañarse en lo posible de un análisis semiológico. Este análisis puede realizarse utilizando programas informáticos diseñados para tal fin como el SALT (System atic Analysis of Language Transcripts) (Miller y Chapman, 2003) o el CHILDES (Child Language Data Exchange System ) (MacWhinney, 2000). Otra forma de sistematizar y analizar las muestras es seguir un formato como, por ejemplo, el LARSP (Language Assessm ent Rem ediation and Screening Procedure) (Crystal et al., 1976), que en su versión en castellano se denomina PERSL.

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En cuanto a las pruebas estandarizadas del lenguaje, se recomienda considerar las características psicométricas y si la versión está ajustada a los contextos del país, además de las condiciones que cada prueba establece. En el caso de los niños muy pequeños o con impedimentos graves de lenguaje, se recomienda considerar, antes de la administración de las pruebas, la disponibilidad ante las tareas y los tiempos de duración de éstas. Otras valoraciones pueden complementar el diagnóstico, como la entrevista con los educadores, la observación del niño en contextos comunes para él, como por ejemplo observar la interacción comunicativa con sus padres y pares. La administración de pruebas de inteligencia para establecer el diagnóstico es un asunto controvertido y depende de lo establecido legalmente en cada país. Se recomienda que sea el psicólogo quien administre las pruebas de inteligencia no verbal, por ser el profesional formado para tal fin. Dada la heterogeneidad de perfiles, el diagnóstico del TEL no es fácil. En ocasiones el tratamiento se inicia antes de poder corroborar el diagnóstico definitivo, ya que, como se mencionó anteriormente, el patrón de evolución constituye un factor determinante que debe tenerse en cuenta.

Principios de la intervención terapéutica El diseño y la ejecución de la intervención terapéutica, tratamiento o reeducación dependen de los diferentes modelos teóricos y aproximaciones del logopeda, así como de las condiciones en que realice el proceso. Estas condiciones incluyen el personal, los materiales, el procedimiento, la intensidad horaria, la programación, los ambientes y contextos en que se desarrollan las actividades (Bennett, 1988; Cirrin et al., 2010). Se recomienda que en lo posible el logopeda sustente sus métodos y procedimientos en la evidencia científica, tal y como lo propone la práctica basada en la evidencia (v. cap. 1). La Asociación Americana de Habla, Lenguaje y Audición (ASHA) define la práctica basada en la evidencia como la integración de la pericia clínica, la mejor evidencia externa disponible y las consideraciones sobre las necesidades y valores de los pacientes y sus familias (American Speech-Language-Hearing Association, 2005). Frente a la ausencia de evidencia, recomienda que la toma de decisiones esté guiada por los principios teóricos, la tradición y las recomendaciones de expertos (Cirrin et al., 2010). Existe una evidente falta de estudios sobre la efectividad de los métodos y procedimientos de tratamiento. A continuación se describirán brevemente algunos métodos o enfoques que cuentan con estudios de efectividad que los respaldan. Se agrupan en tres categorías: los enfoques funcionales o naturalísticos, los estructurales y los cognitivos. Los tratamientos centrados en el niño se inscriben en el ámbito funcional o naturalístico. En ellos, el niño es quien selecciona los materiales y determina cómo

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jugar con ellos. Estas interacciones se acercan más a las experiencias de los niños y sus ambientes naturales que los tratamientos centrados en el terapeuta. Las similitudes entre las conversaciones naturales facilitan la generalización a la vida real (Warren y Rogers-Warren, 1985). En este tipo de tratamientos se utilizan como objetivos y producciones a reformular aquellas que surgen de forma natural. Al enfocarse en los contenidos conocidos, se mejora el aprendizaje de las formas; de este modo se integran los aspectos semánticos y pragmáticos a la nueva información gramatical adquirida (Yoder et al., 2005). Entre estos enfoques se encuentra el Milieu Language Teaching (MLT), en el que se emplean rutinas y juegos en los que la producción del niño se conduce hacia aspectos gramaticales preseleccionados. Se incluyen técnicas como el modelamiento (cuando el niño no evoca la producción adecuada, se le ofrece la forma correcta) y la reformulación (cuando produce el error o la omisión). Después de que se logran las respuestas apropiadas se continúa con el juego o la rutina. Este método ha demostrado su eficacia tanto en estudios de sujeto único como grupales (Hancock y Kaiser, 2006). Otro método de tratamiento es el de las reformulaciones amplias de los objetivos (Broad target recasts, BTR) (Yoder et al., 2005). Este método incluye los principios siguientes: permitir que el niño lidere la actividad, hablar sobre el foco de atención del niño, preguntarle sobre lo que está haciendo y reformular sus producciones gramaticalmente sin hacer énfasis en objetivos gramaticales específicos. Las preguntas se dirigen progresivamente a lograr producciones que el niño no haya escuchado con anterioridad y que el logopeda pueda reformular de inmediato. Progresivamente preguntas incorporan adquisiciones gramaticales más complejas de acuerdo con el desempeño del niño. En estos dos enfoques las reformulaciones se hacen a partir de las producciones del niño. En el MLT se seleccionan los objetivos con anterioridad, mientras que en el BTR se seleccionan a partir del tipo de producciones del niño (Yoder et al., 2011). En ambos, los objetivos están dirigidos principalmente al componente morfosintáctico. Un buen ejemplo de un enfoque de tratamiento estructurado es la propuesta de la Terapia Sintáctico-Sem ántica de Ebbels y van der Lely (2001), dirigida a niños mayores con dificultades semánticas y sintácticas. En esta terapia se propone un sistema en el que las oraciones están codificadas con formas, colores y flechas haciendo explícita y disponible la estructura de la lengua, centrándose en el papel de los verbos y sus argumentos (Ebbels et al., 2007). La intervención enfocada en el procesam iento cognitivo explora las relaciones e interacciones del procesamiento cognitivo con los componentes lingüísticos. Se ha observado una evidencia positiva en la intervención basada en la memoria a corto plazo. La memoria fonológica a corto plazo ayuda a mantener la información verbal mientras que ésta es procesada. Esto es importante para desarrollar actividades de la vida diaria, tales como recordar instrucciones, nombres nuevos,

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números telefónicos, así como para dirigir la atención de un aspecto a otro en la conversación. Para ello es necesario el entrenamiento explícito (Gill et al., 2003; Kail, 1994; Loomes et al., 2008). Se ha demostrado que las mejoras en este aspecto actúan sobre otras habilidades relacionadas con el funcionamiento metacognitivo como la atención, la comprensión lectora y las matemáticas. Para compensar la lentitud en el procesamiento y mejorar las habilidades lingüísticas se diseñó el programa Fast ForWord (Scientific Learning Corporation, 1998). Este programa suministra material acústico temporalmente modificado a nivel de sílaba, palabra y oración, pasando progresivamente de un estímulo muy exagerado a uno más aproximado al ritmo y velocidad normales del habla (Merzenich et al., 1996; Tallal et al., 1998). Se ha comparado este programa con otras intervenciones tradicionales y ha mostrado el mismo nivel de efectividad (Cohen et al., 2005; Gillam et al., 2008). Dada la escasez de estudios mencionada, se hace relevante retomar los principios teóricos que pueden guiar el diseño de objetivos, procedimientos y actividades de la intervención terapéutica. Entre ellos se proponen los siguientes: • Involucrar los contextos. Los padres y maestros comparten más tiempo con el niño que el logopeda. La forma como éstos interactúen y manejen las situaciones de dificultad repercutirá tanto en los aspectos lingüísticos como en los de tipo comportamental y emocional. Un excelente ejemplo para seguir es el del Programa Hanen (Pepper et al., 2004), que ilustra sobre los patrones de comunicación de niños y adultos y cómo éstos pueden sincronizarse y mejorarse. • Facilitar la generalización. Generalizar el uso de reglas es un aspecto crítico en el tratamiento del TEL; por ello, su producción debe aproximarse al uso natural, dejando de lado la imitación sin una internalización del principio que guía la producción. • Empezar desde un nivel cómodo para el niño. Esto implica identificar las formas de comunicación: gestos, vocalizaciones o palabras. Por esto es importante incluir en los perfiles iníciales lo que el niño hace y no sólo los aspectos en que tiene dificultades. De igual forma, es conveniente explorar sus gustos e intereses para poder plantearle actividades y materiales que le interesen. • Lograr niveles críticos antes de avanzar al uso de estructuras más complejas. A partir del estudio en adquisición de lenguaje, se sabe que las adquisiciones más complejas se basan tanto en adquisiciones simples como en los niveles críticos de éstas (Serra, 2002). Por ejemplo, para generar frases, es necesario tener una masa léxica de aproximadamente 50 palabras. Entonces, al trabajar el nivel de frase, puede ser más relevante mejorar el léxico que avanzar en la estructura. • Trabajar los núcleos. Algunas palabras juegan un rol más importante que otras en las representaciones de los acontecimientos; éste es el caso de los verbos. Los verbos contienen más carga de información que los nombres y son un mejor punto de partida que estos últimos para construir una frase. Las dificultades con

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los verbos no sólo repercuten en la formación de oraciones gramaticales, sino que también interfieren en el avance en la adquisición de otros conocimientos y el paso a una gramática más compleja (Sanz, 2002). Se sugiere que debe dirigirse la atención hacia los constituyentes de la escena remarcando el papel del verbo, fijando la atención en los diferentes roles del juego (Sanz, 2002). • Estructurar las sesiones alrededor de lo conocido. La comprensión de los verbos implica una buena representación de los acontecimientos y rutinas. Incorporar reglas implica poder descargar el procesamiento en contenidos conocidos y esto se ve favorecido por el adecuado conocimiento de los guiones propios de los acontecimientos y rutinas. Debe entonces introducirse la forma nueva en un contenido conocido. Las rutinas permiten enfatizar aspectos temporales y causales vitales en la conversación, la narración y el discurso. • Involucrar los aspectos cognitivos en la intervención del lenguaje. Esto implica, en el ámbito perceptivo, reducir la velocidad en la presentación de estímulos, bien sea visuales, bien auditivos, incluyendo la velocidad de habla del interlocutor y la complejidad de las frases presentadas. En cuanto a la atención, es recomendable enfocar la del niño antes de la presentación de las tareas o actividades identificando el tiempo máximo de atención y manejando la actividad de acuerdo con este período. Monfort (1988) recomienda disminuir los motivos de dispersión cuidando el entorno en el que se trabaja con el niño, presentando el material de uno en uno y evitando las perturbaciones externas. Adicionalmente, es importante vigilar las dificultades y los progresos en la memoria a corto plazo, dando tiempo y generando estrategias en las sesiones para la transferencia a la memoria a largo plazo.

El TEL en la edad adulta El seguimiento en diferentes estudios longitudinales ha permitido identificar cómo varían los perfiles de lenguaje en los niños identificados con TEL cuando llegan a la adolescencia y la edad adulta, así como sus preferencias vocacionales y rendimiento ocupacional y social. Aunque el TEL puede resolverse con el tiempo, el impacto de las dificultades iniciales es importante. Los adolescentes que de niños fueron identificados con TEL presentan síntomas de ansiedad y depresión, aunque no ha podido determinarse una causalidad directa con los problemas de lenguaje (Conti-Ramsden y Botting, 2008). De igual forma, son menos independientes y esto se asocia a su pobre rendimiento en el lenguaje y la lectura (Conti-Ramsden y Durkin, 2008b); además, tienen menos amigos que otros adolescentes con un desarrollo típico (Durkin y Conti-Ramsden, 2007). En cuanto a su rendimiento académico, también presentan menores puntuaciones en las pruebas para ingresar en la universidad (Conti-Ramsden et al., 2009). Cuando son mayores, los pacientes con TEL prefieren trabajos en los que no se requiera un alto nivel de habilidades de lenguaje y lectura (Whitehouse

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et al., 2009). Asimismo, presentan menores ingresos económicos (Tomblin et al., 1992). Estos hallazgos deben alertar a profesionales y padres sobre la importancia de la identificación temprana y el adecuado tratamiento del TEL, y el logopeda debe ser un agente indispensable en la disminución del impacto del trastorno en la calidad de vida actual y futura de los pacientes y los familiares. En conclusión, al tratarse de un problema complejo, se requieren modelos de interpretación que permitan comprender cada caso en particular más allá del rótulo, teniendo en cuenta los aspectos biológicos, cognitivos, comportamentales y ambientales, y las finas interacciones entre ellos.

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CAP ÍTULO 12

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Trastornos de aprendizaje del lenguaje escrito J. Navarra Alzamora, E. Vallès-Majoral, J. Roig Moliner and E. Picazo Hugas

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Introducción Leer y escribir son procesos cognitivos complejos que los niños y niñas de culturas letradas deben aprender durante los primeros años de escolaridad. La mayoría adquieren estos aprendizajes a un ritmo adecuado, pero otros, con capacidad cognitivo-intelectual normal media e incluso superior, manifiestan dificultades. Algunos de ellos presentan un retraso simple de aprendizaje del lenguaje escrito, que suelen normalizar con ayuda y práctica dentro del propio contexto escolar. Pero otros, entre el 2 y el 4% (Cuetos, 2008), se sitúan sustancialmente por debajo de sus compañeros. En este caso se considera que sufren un trastorno específico de aprendizaje, que puede afectar exclusivamente a la lectura (dislexia del desarrollo), a la escritura (disortografía del desarrollo), o a una combinación de dificultades menos específicas que alteran en mayor o menor grado de severidad el aprendizaje del lenguaje escrito, sin que estos trastornos puedan considerarse secundarios a otros factores (trastornos emocionales, déficits sensoriales, metodología pedagógica, escolarización inadecuada, etc.) y que es intrínseco a la persona por disfunción cerebral.

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Modelos cognitivos del lenguaje escrito Cuando se estudia el aprendizaje del lenguaje escrito en condiciones normales, la mayoría de los autores parten de la propuesta formulada por John Morton (1969) de m odelos de doble ruta. Estas dos rutas, o procesos básicos para el buen dominio de la lectura y la escritura, son la subléxica (fonológica o indirecta) y la léxica (ortográfica o directa), que no es necesario que funcionen independientemente, sino que pueden activarse de forma más o menos simultánea, tanto a lo largo del aprendizaje del lenguaje escrito como cuando ya se ha adquirido (Ellis, 1990; Coltheart y Rastle, 1994). A continuación presentamos dos modelos de doble ruta que sirven para explicar el procesamiento cognitivo implicado en el lenguaje escrito adquirido, en su aprendizaje fluido y, en ocasiones, en sus trastornos. Diferenciamos un modelo para la lectura (fig. 12-1) y otro para la escritura (fig. 12-2), porque aunque sean dos funciones que se basan en el lenguaje escrito, se aprendan complementándose simultáneamente y compartan bastantes componentes cognitivos, una no es inversa ni simétrica a la otra.

FIGURA 12-1

Modelo de doble ruta de la lectura basado en Lecours et al. (1998) y Cuetos (2007).

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FIGURA 12-2

Modelo de doble ruta de la escritura basado en Lecours et al. (1998) y Cuetos (2007).

En estas figuras, las dos rutas se distinguen por el color de fondo: la léxica corresponde a las flechas y cajas de fondo oscuro, y la subléxica a las de fondo blanco. Los cuadrados representan almacenes o memorias especializadas, que incluyen tipos específicos de información o representación mental, las flechas de acceso representan la activación o conexión temporal de ciertos componentes, y el resto de flechas simbolizan procesos mentales de conversión de la información de unos almacenes a otros. Los otros tres componentes, representados por rectángulos con los vértices curvos, se refieren a procesos que también están implicados en el lenguaje escrito (Lecours et al., 1998).

Lectura La lectura es un proceso cognitivo, complejo e interactivo, cuya finalidad es la comprensión de unos significados que se obtienen a partir de la descodificación de unos signos gráficos convencionales (letras o grafemas en los sistemas alfabéticos) (Vallès-Majoral et al., 2002). El acto lector es complejo porque incluye diversos procesos que se adquieren y automatizan a lo largo del desarrollo y el aprendizaje. Al leer, el primer paso va dirigido a identificar las letras o signos gráficos escritos (grafemas). Para ello se realiza un análisis visual de las palabras escritas, que implica poner en marcha un conjunto de procesos perceptivo-visuales, sustentados por una serie de fijaciones oculares en el texto escrito y de pequeños saltos de fijación, denominados m ovim ientos sacádicos, que permiten la identificación de grafem as o grupos de grafemas. Un segundo paso, casi simultáneo al anterior, consiste en el procesam iento léxico, que puede seguir dos rutas: la léxica y la subléxica (v. fig. 12-1). La ruta

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léxica se basa en el reconocimiento visual unitario o global de la palabra escrita (léxico visual de entrada), lo que permite leer palabras familiares ya conocidas y no es apropiada para las palabras nuevas no familiares y las pseudopalabras. En cambio, la ruta subléxica, que se basa en el reconocimiento visual de unidades más pequeñas que la palabra (grafemas, conjuntos de grafemas, sílabas...) mediante la conversión grafem a-fonem a (o sílaba escrita-sílaba oral), permite leer palabras familiares, no familiares y pseudopalabras, pero no es apropiada para la lectura de palabras ortográficamente irregulares. Cuando se utiliza la ruta léxica, a partir de la identificación de grafem as se puede acceder al léxico visual de entrada, o almacén de unidades léxicas (palabras o segmentos ortográficos aprendidos y configurados según la ortografía de cada lengua) que el lector ha memorizado previamente. A continuación, o casi simultáneamente, es posible acceder directamente al significado mediante el procesam iento m orfosintáctico y sem ántico. Así, se puede acceder a la comprensión de aquello que se lee utilizando la ruta léxica mediante la lectura silenciosa o en voz alta, o proceder a la representación de la pronunciación oral de la palabra mediante la conversión del léxico visual a léxico fonológico de salida y acceder al significado, o activar la program ación fonoarticulatoria, pronunciar la palabra y comprenderla por vía auditiva, mediante una conversión del léxico fonológico a sus correspondencias en el registro de fonem as de salida (almacén de las representaciones articulatorias de los fonemas). Si se utilizan los procesos cognitivos de la ruta subléxica, después de la identificación de grafem as (o sílabas), se realiza una conversión subléxica grafem afonem a (o sílaba escrita-sílaba oral), a partir de la cual se puede acceder a la articulación oral fragmentada de la palabra (por fonemas, sílabas o, incluso, letras), o bien al léxico fonológico de salida, lo cual permite la comprensión de la palabra sin necesidad de pronunciarla. Si no se accede directamente a la comprensión, se puede convertir el léxico fonológico de salida a su correspondiente cadena fonológica, pronunciar la palabra de forma más sintética y acceder a la comprensión por vía auditiva, o sea, mediante la lectura en voz alta, que suele ser la más común cuando se lee utilizando la ruta subléxica. A lo largo del aprendizaje de la lectura, es necesario ir automatizando los procesos mecánicos implicados en el reconocimiento de palabras (procesamiento léxico) para que el lector pueda centrar el esfuerzo cognitivo en el objetivo primordial de la lectura, que es la comprensión de frases y textos. Como se explicará más adelante, los procesos de reconocimiento de palabras y de acceso al léxico son, en gran parte, los más afectados en las dificultades de aprendizaje de la lectura. Aunque se hayan expuesto los diferentes procesos implicados en la lectura de forma lineal, esto no quiere decir que sigan una secuencia rígida estricta; al contrario, todos ellos forman parte de un procesamiento en paralelo, simultáneo e interactivo, Desde la perspectiva de la hipótesis interactiva (Solé, 1996), cuando se

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lee un texto, los elementos que lo componen desencadenan expectativas a diferentes niveles (letras, sílabas, palabras), de tal manera que la información procesada en cada uno de ellos funciona como activador para el nivel siguiente. Así, a través de un proceso ascendente, la información se propaga a niveles superiores (de las letras a las palabras, de las palabras a las frases...). Pero, simultáneamente, ya que el texto también genera expectativas a nivel semántico, éstas guían la lectura y buscan su verificación en indicadores de nivel inferior (léxico, morfológico, sintáctico, gráfico-fónico) a través de un proceso descendente. El lector utiliza, simultáneamente, procesos ascendentes (de las letras al significado del texto) y descendentes (de los propios conocimientos a los elementos gráficos); esto implica que, para llegar a ser un lector competente, es necesario dominar diversos procesos: de descodificación gráfico-fonémica (proceso subléxico), de reconocimiento léxico (proceso léxico) y haber desarrollado suficientes conocimientos y estrategias de comprensión oral y escrita.

Escritura La escritura, al igual que la lectura, es un proceso cognitivo complejo cuya finalidad es la transformación (codificación) de las ideas en signos gráficos convencionales (letras o grafemas en los sistemas alfabéticos) (Jiménez y Muñetón, 2002). Este proceso, cuando es espontáneo o libre, implica una estructuración previa de las ideas a expresar que deben traducirse a proposiciones lingüísticas, eligiendo y organizando morfológica y sintácticamente las palabras del propio léxico, para elaborar un discurso coherente, simple o extenso, que concluye en una materialización motriz de signos gráficos (manuscritos o tipográficos). En el caso de la escritura al dictado o a la copia, el proceso que se omite es el de la elaboración lingüística del discurso propio. De acuerdo con el modelo de doble ruta de la escritura (v. fig. 12-2), para escribir también se utilizan dos rutas: la léxica para las palabras almacenadas en el léxico ortográfico de salida (almacén de palabras memorizadas de acuerdo con la ortografía en uso), sean de ortografía natural (regular) o arbitraria (irregular), y la subléxica para las palabras desconocidas de ortografía natural y las pseudopalabras, basándose esta última ruta en la conversión fonem a-grafem a, sílaba oral-sílaba escrita o, en el caso del deletreo, nom bre de la letra-grafem a. La necesidad de recurrir más a una ruta que a otra dependerá del grado de opacidad ortográfica de la propia lengua escrita, además del estilo cognitivo del aprendiz y del método de enseñanza utilizado. En los sistemas ortográficos de opacidad alta, como el inglés, para conseguir ser un escritor competente se requiere una amplitud de memoria léxica (léxico ortográfico de salida) mucho mayor que para los sistemas de más transparencia ortográfica, como el castellano y, en menor grado, el catalán. En los sistemas más transparentes, el uso y la práctica del lenguaje escrito incrementan progresivamente el léxico ortográfico, que facilita la

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utilización de la ruta léxica, sin necesidad de recurrir frecuentemente a la conversión segmentada fonema-grafema que caracteriza la ruta subléxica. En la escritura libre o espontánea, las ideas se convierten en palabras, frases o textos gracias al procesam iento sem ántico y m orfosintáctico. Lo que se quiere escribir se puede verbalizar en voz alta y, recurriendo al análisis auditivo de esta verbalización, se puede utilizar una u otra ruta de codificación. Si se usa la ruta léxica, se accede al léxico auditivo de entrada (almacén de representación oral de las palabras aprendidas), se activa la conversión léxico auditivo-léxico ortográfico, en que el léxico ortográfico de salida es un almacén de palabras memorizadas globalmente según su perfil visual y/o ortográfico, y las palabras del léxico de salida se convierten a la secuencia de grafem as de salida para escribirlos. Si se utiliza la ruta subléxica, después de la identificación de fonem as, se activa la conversión fonem as de entrada-fonem as de salida, se realiza la conversión subléxica fonem a-grafem a y se termina el proceso con la escritura de las palabras, sea manuscrita o tipográfica. Pero si no se verbaliza lo que se desea escribir, se recurre a la ruta léxica, accediendo al léxico ortográfico de salida, pasando o no por el léxico auditivo de entrada, y se continúa el proceso. Cuando se escribe al dictado también pueden utilizarse las dos rutas, y el proceso se inicia en el análisis auditivo, con o sin acceso simultáneo a la comprensión de aquello que se escribe. La copia se puede realizar de fragmentos de diferente extensión (de letra a letra hasta frase a frase), dependiendo de la capacidad de memoria de trabajo, del nivel lector y la comprensión de lo que se quiere copiar. Cuando son pseudopalabras, palabras no familiares o de una lengua desconocida, se suele utilizar la ruta subléxica, primero la de la lectura y después la de la escritura.

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Aprendizaje del lenguaje escrito El modelo más aceptado de adquisición de la lectura y la escritura en los sistemas alfabéticos es el propuesto por Uta Frith (1985, 1986). Esta autora considera que los niños adquieren competencia lectora desarrollando tres estrategias cognitivas fundamentales —logográfica, alfabética y ortográfica— que se adquieren en tres fases que reciben el mismo nombre (se reconoce la existencia de una fase previa denominada sim bólica, en la que se adquiere cierta comprensión sobre algunas palabras y frases, descubriendo que hay una relación entre el lenguaje oral y lo escrito). La primera fase del modelo de Frith es la logográfica, que consiste en asociar rasgos visuales de la lengua escrita a palabras del propio vocabulario. Esta estrategia cognitiva sólo permite leer y escribir palabras memorizadas por su perfil visual, ignorando el orden de las letras y sus correspondencias fonológicas. De hecho es una estrategia de predominio visual que se observa especialmente cuando los niños aprenden a leer logos de su entorno. No obstante, aunque reconocen logos comerciales en su contexto iconográfico, son muy pocos los que pueden reconocer las palabras escritas de los logos disociadas de los objetos que representan. Así pues, la fase logográfica se caracteriza por la adquisición de un vocabulario visual que se realiza en el contexto del aprendizaje informal del lenguaje escrito (Jiménez y Ortiz, 1995), o el formal sin instrucción explícita del alfabeto (Byrne, 1992). Las dos fases siguientes, la alfabética y la ortográfica, se desarrollan con la enseñanza explícita y el aprendizaje del código alfabético. La fase alfabética favorece el desarrollo de las estrategias de la ruta subléxica o fonológica, aprendiendo a utilizar fonemas y grafemas y sus correspondencias. Por su parte, la fase ortográfica incide en el desarrollo de los procesos de la ruta léxica u ortográfica, permitiendo la adquisición progresiva del léxico ortográfico visual, tanto de entrada como de salida, sin necesidad de recurrir a las conversiones grafema-fonema de la lectura o fonema-grafema de la escritura. Aunque la lectura y la escritura están interrelacionadas, Frith plantea que existe un desfase entre los estadios correspondientes a cada uno de estos procesos. Al principio, la lectura logográfica va por delante de la escritura logográfica. A continuación, la estrategia alfabética aparece primero en la escritura, mientras que la logográfica continúa usándose en la lectura, y más adelante se adopta la estrategia alfabética. Posteriormente se aplican las estrategias ortográficas a la lectura, mientras que la escritura continúa siendo alfabética durante un tiempo. Finalmente, a medida que la lectura es más ortográfica, el conocimiento de las representaciones ortográficas de las palabras guía la escritura. Además de este desfase lectura-escritura, las estrategias cognitivas, especialmente la alfabética y la ortográfica, pueden desarrollarse de forma interactiva y simultánea a lo largo del aprendizaje del lenguaje escrito en función

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de diversas variables como las características o estilos cognitivos individuales, la edad de inicio del aprendizaje, el sistema ortográfico de cada lengua, el método de enseñanza y la finalidad que se le otorgue a la lectura y la escritura, etc. (Hendriks y Kolk, 1997). En la mayoría de ocasiones, los buenos lectores son buenos escritores y, viceversa, los malos lectores son malos escritores. Pero algunos casos (en torno al 8%) desmienten esta afirmación: hay buenos lectores que cometen muchos errores ortográficos y malos lectores que escriben de modo bastante correcto. En las lenguas de sistema ortográfico transparente o casi transparente, el aprendizaje del lenguaje escrito y su ortografía implica desarrollar mecanismos cognitivos de mediación que permitan identificar las unidades subléxicas escritas (grafemas, sílabas escritas...) y establecer su correspondencia con las del lenguaje oral (fonemas y sílabas orales), adquiriéndose así una regularidad en la descodificación subléxica. Este efecto de regularidad también está altamente implicado en el aprendizaje de la ortografía y ofrece la posibilidad de establecer analogías fonografémicas intermedias que permiten una primera estructuración del léxico ortográfico, pero que se muestran insuficientes para el correcto aprendizaje escrito de las palabras irregulares. Además del efecto de regularidad ortográfica de algunas palabras, otros mecanismos, como la frecuencia, la fam iliaridad, la probabilidad y la analogía de combinaciones grafémicas, están en la base de la memoria del léxico ortográfico, que puede ampliarse y complejizarse con la práctica del lenguaje escrito, sin una enseñanza explícita. Si bien en un principio se recurre frecuentemente a la codificación fonema-grafema (o sílaba oral-sílaba escrita), en los sistemas ortográficos de transparencia intermedia (catalán, francés y, en menor grado, castellano) es necesario aprender que hay fonemas y sílabas que se pueden escribir de diferentes maneras y que no siempre hay una correspondencia constante fonema-grafema o sílaba oral-sílaba escrita. Es a partir de la lectura por la ruta léxica que se va adquiriendo el léxico ortográfico regular e irregular, y con la generalización de combinaciones ortográficas frecuentes se va desarrollando la ortografía arbitraria o irregular de palabras poco frecuentes o desconocidas (Pacton et al., 2005).

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Trastornos del aprendizaje de la lectura A lo largo del aprendizaje lector hay niños que presentan dificultades en aprender a leer. Algunos sólo manifiestan un desfase cronológico en el ritmo de aprendizaje, llamado retraso lector, que con la práctica y un apoyo educativo no especializado consiguen situarse al nivel de sus iguales. Otros, en cambio, con capacidad intelectual normal y una escolarización adecuada, tienen dificultades significativas para automatizar la descodificación o la identificación fluida de las palabras escritas. Son los que manifiestan dislexia del desarrollo. La dislexia del desarrollo no es una entidad única y homogénea, sino que se pueden diferenciar subtipos (Hendriks y Kolk, 1997). Los más aceptados y comunes, según las dificultades de descodificación y el estilo lector, son la dislexia de desarrollo superficial y la fonológica, aunque estos dos subtipos sólo permiten clasificar correctamente al 60% de los niños con dislexia del desarrollo (Kappers, 1997). La dislexia superficial de desarrollo se caracteriza por dificultades en la adquisición y automatización de las estrategias lectoras propias de la ruta léxica (descodificación por reconocimiento o identificación global de la palabra escrita), dando lugar a una lectura de estilo subléxico, lenta y fragmentada (deletreo, silabeo), pero con una relativa exactitud de descodificación de palabras de ortografía regular y pseudopalabras (tabla 12-1). En cambio, la dislexia fonológica de desarrollo conlleva dificultades en la adquisición y automatización de las estrategias lectoras de la ruta subléxica (descodificación grafema-fonema o silábico-fonémica) con un estilo lector de predominio simultáneo o léxico (reconocimiento o identificación global de la palabra escrita), una descodificación relativamente rápida de palabras, pero con muchos errores de exactitud (vacilaciones, rectificaciones, omisiones, sustituciones, adiciones, «invenciones»...) (v. tabla 12-1). Una característica diferenciadora de esta dislexia, en comparación con la superficial, es la baja descodificación de palabras poco familiares (no almacenadas en el léxico visual de entrada) y pseudopalabras. Tabla 12-1 Características de las dislexias superficial y fonológica del desarrollo

Normalmente, estos dos subtipos de dislexia de desarrollo no suelen darse de

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forma pura y, con frecuencia, las estrategias lectoras no deficitarias tampoco suelen adquirirse totalmente de forma correcta. Así pues, los perfiles que se observan más a menudo son los de dislexias m ixtas. La frecuencia de uno u otro subtipo de dislexia está muy relacionada con el grado de transparencia u opacidad del sistema ortográfico en el que se aprende a leer. En un estudio sobre la prevalencia de las dislexias fonológica, superficial y mixta en diversas lenguas, se han revisado y examinado diferentes trabajos de clasificación de las dislexias en inglés, francés y castellano. En las investigaciones realizadas en francés y castellano (de ortografía más transparente que el inglés) las dislexias superficiales fueron más frecuentes que las fonológicas, especialmente cuando el rendimiento lector se evaluaba basándose en la precisión y la velocidad de descodificación de palabras y pseudopalabras. En cambio, en los estudios en inglés no se observaron diferencias de prevalencia entre los dos subtipos (Sprenger-Charolles et al., 2011). Otra diferencia relacionada con el grado de transparencia del sistema ortográfico de aprendizaje, es que los niños disléxicos de sistemas ortográficos opacos, como el inglés, tienen más dificultades para aprender a leer con precisión y velocidad, mientras que los de sistemas ortográficos más transparentes, como el castellano, el alemán o el italiano, tienen una lectura lenta, pero con mucha más precisión de descodificación que los ingleses (Cuetos, 2009). Respecto a la comprensión lectora, los disléxicos superficiales, debido a la lentitud y el esfuerzo de descodificación que los caracteriza, suelen mostrar dificultades más o menos importantes para acceder a la comprensión de frases y textos, pero no tanto de palabras aisladas. En cambio, los disléxicos fonológicos, al identificar globalmente las palabras escritas, y muchas de ellas ya les evocan significados inmediatos, suelen tener un mejor nivel de comprensión de frases y textos, aunque a veces la comprensión es inexacta por invenciones o anticipaciones inadecuadas de significados.

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Trastornos del aprendizaje de la escritura Aunque la lectura y la escritura son dos funciones diferentes, están interrelacionadas y se influyen mutuamente en el aprendizaje del lenguaje escrito. Por eso no es extraño que los trastornos disléxicos también se reflejen en la escritura, especialmente en la precisión ortográfica, dando lugar a una disortografía disléxica (Bravo, 1999). En la mayoría de ocasiones, las dificultades para la automatización de la ortografía suelen ser las principales secuelas en la evolución de las dislexias del desarrollo, incluso después de haberse normalizado relativamente el proceso lector. En estos casos, denominados dislexia residual, el trastorno más persistente y manifiesto está en la dificultad de dominar correctamente la ortografía. Cuando estas dificultades en la ortografía son mucho más evidentes que las dificultades en la lectura, se usa el término disgrafias en el ámbito anglosajón (Siegel et al., 2001) y de disortografías del desarrollo en el ámbito de lenguas de ortografía más regular (castellano, catalán, francés…). En el marco de los modelos de doble ruta, igual que en las dislexias del desarrollo, también se distinguen dos tipos de disortografías del desarrollo: la disortografía superficial del desarrollo, en que sobresalen las dificultades en la adquisición de los procesos de la ruta léxica u ortográfica, y la disortografía fonológica del desarrollo, que se caracteriza por dificultades en la adquisición de los procesos de la ruta subléxica o fonológica. Cuando hay dificultades en la adquisición de las dos rutas, se usa el término disortografía m ixta del desarrollo (Mousty y Alegria, 1996). Pero si las dificultades sólo se circunscriben al ámbito grafomotor, sin dificultades ortográficas, es preferible utilizar el término disgrafia m otriz o caligráfica (Portellano, 1985) o, simplemente, disgrafia (Mousty y Alegria, 1996). La disortografía superficial del desarrollo se caracteriza por dificultades en el aprendizaje y la automatización de la ortografía arbitraria o irregular, con una adquisición bastante adecuada de la ortografía natural, tanto de palabras familiares como no familiares, y una buena escritura de pseudopalabras. Esto es debido a que no se adquieren correctamente los procesos de la ruta léxicaortográfica, pero sí los de la subléxica-fonológica (tabla 12-2). En cambio, en la disortografía fonológica del desarrollo se presenta el perfil inverso, destacando las dificultades en la escritura de palabras no familiares y pseudopalabras, porque no se adquieren adecuadamente los procesos de la ruta subléxica de conversión fonema-grafema, aunque sí pueden escribirse con bastante corrección las palabras familiares, sean ortográficamente regulares o irregulares, porque la capacidad de memorización visual de su ortografía está preservada gracias a una mejor adquisición de los procesos de la ruta léxica (v. tabla 12-2). La prevalencia de uno u otro subtipo de disortografía, al igual que los subtipos de dislexias del desarrollo, está muy relacionada con el sistema ortográfico de la lengua escrita de aprendizaje. Cuanto más transparente (menos irregular) sea el sistema

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ortográfico, menos probabilidad de disortografía superficial del desarrollo habrá, aunque siempre hay un porcentaje de niños que la presentan. Tabla 12-2 Características de las disortografías superficial y fonológica del desarrollo

También hay niños que sólo manifiestan un desfase cronológico en el ritmo de aprendizaje de la escritura, que se diagnostica como retraso escritor, el cual se consigue superar con apoyo educativo y más práctica de lo habitual.

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Características cerebrales en los trastornos de aprendizaje del lenguaje escrito En unos procesos tan complejos como los del aprendizaje de la lectura y la escritura tienen que intervenir, forzosamente, diversas estructuras cerebrales, corticales y subcorticales, y numerosas redes neuronales de interconexión. Partiendo de los modelos de doble ruta, las principales regiones cerebrales implicadas en la lectura se han identificado en el hemisferio izquierdo (fig. 12-3):

FIGURA 12-3 Esquema de las regiones cerebrales implicadas en la lectura y sus relaciones con el modelo de doble ruta.

• Las áreas temporoparietales (región dorsal) se asocian a la ruta subléxica por ser las más activas en la conversión grafema-fonema (proceso de análisis secuencial). Estas áreas son las que tienen más participación en el aprendizaje de la lectura en sistemas ortográficos transparentes. • Las áreas occipitotemporales (región ventral) están implicadas en la ruta léxica y son las más activas en el reconocimiento visual global de las palabras escritas (procesamiento simultáneo). Su participación es destacable en el aprendizaje de la lectura en sistemas ortográficos opacos. • Las áreas inferiores frontales participan en los procesos articulatorios orales y en el acceso a la representación léxica y semántica de áreas posteriores, entrando en acción sea cual sea el sistema ortográfico de aprendizaje. Estas regiones cerebrales se activan de forma diferente dependiendo, no sólo del

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sistema ortográfico de aprendizaje, sino también de factores como el método de enseñanza, la edad de inicio del aprendizaje, el nivel adquirido de competencia lectora, la frecuencia de aparición de las palabras escritas y su longitud (Das et al., 2011). Además, aunque estas áreas pueden participar de forma paralela y relativamente independiente en algunos momentos del aprendizaje lector, para un buen proceso de adquisición lectora tienen que estar operativas de forma simultánea. Por otro lado, se ha observado que en los procesos léxicos de reconocimiento global de palabras escritas también hay una participación activa de las regiones temporoparietales del hemisferio derecho y de su interconexión, vehiculada por el cuerpo calloso, con las áreas lectoras del hemisferio izquierdo (Iacoboni y Zaidel, 1996). Diversas investigaciones, usando técnicas de neuroimagen, han tenido por objetivo identificar cuáles son las características cerebrales, estructurales y funcionales más frecuentes en los niños disléxicos, y hay unanimidad en constatar que los disléxicos del desarrollo presentan los siguientes rasgos: 1. Una hipoactivación en las áreas temporoparietales y occipitotemporales del hemisferio izquierdo. 2. Una hiperactivación en las áreas inferiores frontales del mismo hemisferio. Estas coincidencias permiten afirmar que la hipoactivación de las áreas temporoparietales y occipitotemporales del hemisferio izquierdo (las más implicadas en los procesos subléxicos y léxicos de la lectura) es el funcionalismo atípico más patognomónico del trastorno disléxico del desarrollo, porque lo presentan disléxicos tanto de sistemas ortográficos transparentes como opacos. Además, su intensidad de activación es significativamente diferente de la que presentan los grupos controles (de edad y nivel lector). En cambio, se considera que la hiperactivación de las áreas inferiores frontales es el reflejo de mecanismos de compensación ante las dificultades de descodificación lectora (sobresfuerzo articulatorio, memoria de trabajo...). Esta unanimidad no existe cuando se analizan procesos más relacionados con la comprensión lectora y con la escritura. No obstante, cuando hay dificultades de acceso al léxico visual (identificación global de la palabra) y en los procesos ortográficos, se destacan alteraciones en la región temporoparietal del hemisferio derecho y en la interconexión del cuerpo calloso con el hemisferio izquierdo (Hoef, et al., 2006, Iacoboni y Zaidel, 1996). Otra estructura que también se considera implicada en los procesos de lectura y escritura es el cerebelo, porque los disléxicos que manifiestan rendimientos bajos en los procesos de descodificación subléxica y de acceso al léxico escrito tienen un volumen menor de sustancia gris cerebelosa en comparación con los sujetos controles (Pernet et al., 2009).

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Teorías, hipótesis y déficits causales de las dislexias y disortografías del desarrollo Los intentos de explicación de las dislexias del desarrollo han estado muy centrados en encontrar causas únicas explicativas de este trastorno. Hay una gran diversidad de hipótesis y de enfoques porque se adoptan perspectivas diferentes de análisis (según se primen los factores cerebrales, los cognitivos o los de rendimiento lector) y de criterios de inclusión de sujetos en los grupos de estudio. Aunque muchas de estas hipótesis han sido formuladas de forma separada y como causas simples y únicas de las dislexias, actualmente hay bastante unanimidad en agruparlas en tres teorías según el predominio del déficit causal: visual, fonológico y de automatización.

Teorías del déficit visual Según estas teorías, los errores de predominio visual que se producen en la lectura (sustituciones, inversiones, omisiones y rotaciones de grafemas, sustituciones de palabras por semejanza visual, dificultades de progresión secuencial en el rastreo ocular...) tienen que implicar básicamente a los sistemas de análisis visual de las palabras y de identificación de los grafemas (sean las fijaciones binoculares, los procesos sensoriales y perceptivos y/o los atencionales de captación simultánea de estímulos). En la escritura, los déficits en el procesamiento visual estarían implicados en la dificultad para adquirir y memorizar el léxico ortográfico o configuración visual global de aquellas palabras que no pueden codificarse por una asociación directa fonema-grafema, como ocurre con las palabras de ortografía irregular (muy frecuentes en los sistemas ortográficos opacos). Así pues, en la escritura, los déficits de tipo visual serían los responsables de errores en palabras de ortografía arbitraria pero quedaría preservada la exactitud ortográfica natural de codificación escrita basada en la conversión subléxica fonema-grafema (o sílaba oral-sílaba escrita). Los hallazgos en estudios post m ortem de alteraciones en el sistema visual magnocelular del núcleo geniculado lateral del tálamo (menor cantidad y tamaño de magnocélulas y axones más cortos) de cerebros de personas con dislexia del desarrollo, fueron la base para la hipótesis del déficit m agnocelular general (Stein, 2001) que, recientemente, se ha generalizado como explicación causal de todo el conjunto de trastornos relacionados con dificultades de análisis y procesamiento rápido de informaciones simultáneas (visuales, auditivas y motoras) implicadas en el lenguaje escrito. Por otro lado, se sabe que en todos los sistemas ortográficos, transparentes u opacos, es necesario poder procesar simultáneamente y de forma rápida el conjunto de las letras de una palabra, y que este proceso de ensamblaje, con un

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peso cada vez mayor a medida que avanza el aprendizaje ortográfico, facilita el aumento de la velocidad lectora y la memorización léxico-ortográfica de las palabras. Pero como los niños disléxicos pueden presentar dificultades en este proceso, se ha formulado la hipótesis del déficit atencional m ultisensorial o atencional visuoespacial como responsable de una parte de las dificultades en el aprendizaje de la lectura y la escritura (Facoetti et al., 2009).

Teorías del déficit fonológico En los niños disléxicos, al observarse un porcentaje muy elevado de errores relacionados con los procesos subléxicos de conversión grafema-fonema (sustituciones, vacilaciones, omisiones...), se ha supuesto que éstos se deben a un mal funcionamiento del procesamiento fonológico y, por extensión, de la conciencia fonológica, entendida como la capacidad de manejar voluntariamente las unidades fonológicas del lenguaje, lo que permite analizar, representar, almacenar y recuperar con rapidez los fonemas y ayuda a establecer los procesos de asociación y correspondencia entre grafemas y fonemas. Aunque esta habilidad se refuerza con el propio aprendizaje de la lectura, también se desarrolla independientemente, y hay evidencias de que los niños con un buen dominio del procesamiento fonológico en fases previas al aprendizaje escolar aprenden a leer mejor que los que no lo tienen (Alegría, 2006). Asimismo, en la escritura hay una gran participación del procesamiento fonológico como responsable de la codificación subléxica de fonemas en grafemas (o sílabas orales en sílabas escritas) en su forma y orden correctos. Un mal funcionamiento del procesamiento fonológico puede ser una de las principales causas de los errores de ortografía. Su relación con la escritura por la ruta subléxica o fonológica parece evidente, pero también se ha demostrado su implicación en la ruta léxica muy vinculada con el aprendizaje de la ortografía arbitraria, porque facilita la descodificación y codificación léxicas y la atención sobre la palabra escrita en su totalidad (Dixon et al., 2002). No obstante, aunque la contribución del factor fonológico es importante para la exactitud lectora, tiene una incidencia menor en el incremento de la velocidad de descodificación y la lectura de palabras irregulares, influyendo sobre todo en las etapas iniciales del aprendizaje lector (fase alfabética de Frith), para luego disminuir progresivamente su aportación a favor de procesos más léxicos y visuoatencionales (fase ortográfica).

Teorías del déficit en la automatización Los déficits de automatización y rapidez afectan principalmente a los mecanismos de acceso y conversión de entrada y/o salida, a la programación fonoarticulatoria y a la grafomotora.

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En las primeras fases del aprendizaje de la lectura estos déficits afectarían a la adquisición de los procesos de conversión subléxica grafema-fonema (lentitud en la simbolización y/o en la programación fonoarticulatoria) y, en las fases más avanzadas, a los procesos de descodificación por la ruta léxica, que provocarían, sobre todo, un deletreo persistente, vacilaciones y mala prosodia. Pero en estos procesos de descodificación intervienen también una gran diversidad de componentes que pueden ser deficitarios, como son las dificultades en la asociación visuoauditiva-fonológica, en el componente visuoatencional y en el acceso al léxico oral (denominación verbal). Estas dificultades también tienen una gran repercusión en el aprendizaje de la escritura, que se reflejan principalmente en la persistencia de los procesos de codificación fonema-grafema (o sílaba oral-sílaba escrita), propios de la ruta subléxica, en detrimento de los ortográficos de la ruta léxica, con grandes dificultades en la adquisición del léxico ortográfico (especialmente en las lenguas ortográficamente menos transparentes). Los procesos de automatización están muy relacionados con los procesos motores y pueden afectar a la programación grafomotora de la palabra escrita, que dificultaría la escritura rápida de las palabras y la automatización de su melodía grafomotora. Estas dificultades se han correlacionado con alteraciones histológicas y funcionales del cerebelo y han dado pie a formular la hipótesis del déficit cerebeloso en las disortografías disléxicas y las disgrafias motoras, que se relacionaría con el trastorno de aprendizaje procedural o procedimental (Nicolson y Fawcett, 2007), en el que destacan dificultades en la adquisición práxica de automatismos motores. Aunque estas teorías o hipótesis causales suelen formularse como contrapuestas en los estudios de grupos, tienen bastantes puntos de coincidencia y pueden simultanearse o solaparse cuando se estudian los niños y niñas disléxicos y/o disortográficos de forma individual.

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Intervención especializada La intervención en los trastornos de aprendizaje de la lectura y la escritura se ha diversificado en diferentes enfoques según la teoría del déficit causal de referencia que se adopte: visual, fonológico, de la automatización o mixto. No obstante, como apuntan Cuetos y Valle (1988), no hay programas únicos y válidos para todos los niños. En consecuencia, el tratamiento de estos trastornos ha de basarse en modelos cognitivos (como los de doble ruta) y ser flexible en su diseño, para adaptarse a cada niño en particular. Debe planificarse previamente a partir de una valoración específica y individualizada, tanto de la lectura y la escritura como de las funciones y procesos relacionados con su aprendizaje: atención, lenguaje y conciencia fonológica, velocidad de procesamiento y de denominación, memoria, capacidad visuoespacial y habilidad grafomotora, entre otros. Esta valoración debe permitir obtener el perfil neuropsicológico cognitivo general y el perfil específico del nivel adquirido de aprendizaje del lenguaje escrito, identificando los puntos fuertes y débiles, sobre los que ha de elaborarse el programa de intervención. Este programa debe contemplar actividades específicas para la lectura y la escritura, así como actividades dirigidas a mejorar las funciones y procesos cognitivos implicados en el aprendizaje, que pueden preceder a las específicas o realizarse simultáneamente.

Intervención en los trastornos de aprendizaje de la lectura Las propuestas de intervención que se presentan tienen en cuenta los procesos del modelo de doble ruta de la lectura (v. fig. 12-1) y las características de los subtipos de dislexias del desarrollo. Se proponen orientaciones generales encaminadas a favorecer un mejor desarrollo de los procesos deficitarios o puntos débiles, sin dejar de potenciar las habilidades o puntos fuertes como mecanismos alternativos de compensación: leer mediante estrategias léxicas en casos de dislexia fonológica y estrategias subléxicas en los de dislexia superficial. En la dislexia superficial del desarrollo Este subtipo, caracterizado por trastornos en la adquisición y automatización de las estrategias propias de la ruta léxica (descodificación por reconocimiento o identificación global de la palabra escrita), implica unas dificultades especiales que requieren intervenciones específicas como las siguientes: 1. Dificultades por fragmentación excesiva (deletreo o silabeo). El objetivo de la intervención es incrementar la rapidez en los procesos de análisis de letras y sílabas, potenciando su síntesis para acceder al reconocimiento de las palabras. Las actividades que se proponen son:

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a. Leer de forma secuencial y sin pausas las letras o sílabas en voz alta aumentando la velocidad hasta llegar a reconocer la palabra entera. b. Desplazar una tarjeta de izquierda a derecha sobre las palabras del texto escrito para agilizar la rapidez de identificación de sílabas y palabras. Pueden descubrirse secuencialmente las palabras manteniendo presentes (o no) las descodificadas o las que todavía no se han leído. c. Presentación informatizada secuencial de las letras o sílabas que componen palabras o frases, controlando el tiempo de visualización. Se puede variar la actividad haciendo desaparecer las letras o sílabas después de la exposición, o bien mantenerlas. 2. Dificultades en el procesamiento léxico. El objetivo de la intervención es potenciar el reconocimiento visual de las palabras y evitar la lectura secuencial. Las actividades que se proponen son:

a. Memorizar palabras de alta frecuencia que aparecen en los textos (nexos gramaticales, determinantes, adjetivos y adverbios). b. Lectura de palabras de diversa complejidad mediante la presentación rápida con tarjetas o procedimientos informáticos. c. Reconocer visualmente palabras con letras omitidas en diferentes posiciones dentro de la palabra. En la dislexia fonológica del desarrollo En este subtipo de dislexia, que implica trastornos en la adquisición y automatización de las estrategias lectoras de la ruta subléxica (descodificación grafema-fonema o silábico-fonémica), las dificultades más manifiestas y las propuestas de intervención son:

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1. Dificultades en el análisis visual de la información. El objetivo de la intervención es discriminar e identificar grafemas y sílabas. Las actividades que se proponen son:

a. Introducir ayudas perceptivas que faciliten la diferenciación de las letras y sílabas que componen las palabras: combinar letras grandes y pequeñas, mayúsculas y minúsculas, de colores diferentes o aumentando el espacio entre ellas. b. Contar el número de letras y sílabas de las palabras. c. Descubrir diferencias entre palabras de estructura gráfica similar, variando algunas letras. 2. Dificultades en la simbolización de letras (conversión subléxica grafemafonema). El objetivo de la intervención es aprender las correspondencias fonéticas regulares de las letras. Las actividades que se proponen son:

a. Enseñar el nombre o fonema de las letras mediante un método fonético-gestual que asocie a cada letra un gesto que permita evocar fácilmente su fonema, como el propuesto por Borel-Maisonny (1950). Este método puede complementarse con una asociación de un gesto que insinúe la forma gráfica de la letra y su pronunciación. Por ejemplo, para la «m», colocar tres dedos sobre los labios cerrados, lo que facilita la evocación de la grafía de tres puentes, además de ayudar a percibir el punto (bilabial) y el modo (nasal) articulatorios de este fonema. 3. Dificultades en la descodificación grafema-fonema o silábico-fonémica con errores de exactitud. El objetivo de la intervención es aprender a segmentar las palabras en sus grafemas y sílabas. Las actividades que se proponen son:

a. Separar e identificar las letras o sílabas de la palabra escrita. b. Diferenciar palabras escritas que varíen en una sola 363

letra o sílaba. c. Identificar errores en palabras mal escritas (omisiones, inversiones…). En general, sea cual sea el subtipo de dislexia, el objetivo común de la intervención ha de ir dirigido a conseguir la suficiente fluidez lectora que permita ahondar en la comprensión del texto escrito (Chard et al., 2002). Esta fluidez se consigue mejorando la precisión de descodificación, la automatización del reconocimiento de palabras y desarrollando una lectura rítmica y melódica. Esto facilita que la lectura pueda ser suficientemente funcional y se convierta en instrumento de aprendizaje. Para una intervención más general dirigida a cualquier subtipo pueden ser útiles las actividades siguientes: • Destacar las palabras no frecuentes del texto mediante un color o tamaño diferente. • Señalar las palabras con más información semántica y leerlas previamente a la lectura de todo el texto. • Leer con entonación grupos de palabras consecutivas (tres o cuatro), evitando pausas después de cada palabra. • Relectura de partes del texto hasta conseguir mayor fluidez (método de lectura repetida de Samuels, 1979).

Intervención en los trastornos del aprendizaje de la escritura En estos trastornos, las propuestas de intervención que se presentan tienen en cuenta los procesos del modelo de doble ruta de la escritura (v. fig. 12-2) y las características específicas de los subtipos de disortografías del desarrollo (superficiales y fonológicas) y de las disgrafias motoras. Se proponen objetivos y actividades en la misma línea de las dislexias. En la disortografía superficial En este subtipo, que se caracteriza por trastornos en la adquisición de los procesos de la ruta léxica u ortográfica, las propuestas de intervención según cada tipo de dificultad son: 1. Dificultades ortográficas en palabras de alta frecuencia. El objetivo de la intervención es incrementar el léxico ortográfico. Las actividades que se proponen son:

a. Elaborar listas de las palabras más frecuentes, copiarlas y memorizarlas sin errores ortográficos. 364

b. Confeccionar un diccionario personal de las palabras frecuentes en las que se cometen más errores. c. Presentar una palabra modelo y encontrar todas las iguales en un texto. 2. Dificultades en la aplicación de las reglas ortográficas básicas. El objetivo de la intervención es generalizar la ortografía arbitraria o irregular. Las actividades que se proponen son:

a. Elaborar esquemas de reglas ortográficas básicas, presentadas progresivamente. A partir de estos esquemas, dictar palabras aisladas que contemplen las reglas anteriores, hasta conseguir su aplicación automatizada en los escritos. b. Realizar ejercicios con palabras que por analogía permiten inducir diversas constantes ortográficas. Por ejemplo, buscar las constantes «qui» o «que» en las palabras que las contengan. En la disortografía fonológica En este subtipo, las dificultades en la adquisición de los procesos de la ruta subléxica o fonológica pueden tener una incidencia especial en diversas dificultades. Las más destacadas y sus propuestas de intervención son: 1. Dificultades en el análisis auditivo de la palabra y en la identificación de los fonemas. El objetivo de la intervención es aprender a segmentar y reconocer los fonemas y las sílabas de las palabras. Las actividades que se proponen son:

a. Ejercitar la conciencia fonológica oralmente: contar sílabas, identificar si la palabra contiene o no una sílaba o un fonema, encontrar palabras que empiecen o terminen con una sílaba o fonema, identificar el fonema omitido en una palabra, trabajo con rimas, etc. 2. Dificultades en la conversión subléxica fonema-grafema. El objetivo de la intervención es aprender la grafía o grafías que corresponden a cada fonema. Las actividades que se proponen son:

a. Asociar a cada fonema un gesto que represente alguna 365

analogía gráfica con la letra (v. método fonéticogestual de Borel-Maisonny descrito anteriormente). 3. Dificultades en la sincronización entre la identificación de los fonemas y su transcripción gráfica. El objetivo de la intervención es transcribir gráficamente la secuencia correcta de fonemas de las palabras según su ortografía natural. Las actividades que se proponen son:

a. Alargar oralmente todos los fonemas que componen la palabra para poderlos identificar y escribir. b. Componer palabras a partir de letras desordenadas. c. Completar palabras escritas con algunas letras omitidas. En las disgrafias En estos trastornos las dificultades están circunscritas al nivel de ejecución grafomotora y no a los procesos subléxicos y léxicos. El objetivo de la intervención es lograr la correcta postura, tono muscular, prensión del lápiz y movimientos grafomotores. Las actividades que se proponen son: • Enseñar una postura correcta general del cuerpo y de la extremidad superior preferente, con una tensión muscular adecuada: hombro, codo, muñeca, mano y dedos. • Realizar movimientos de inscripción (participación específica de los dedos) de trazos para la escritura de las letras: curvas derecha-izquierda e izquierda-derecha, bucles, ángulos, líneas oblicuas, líneas verticales, etc. • Enlazar las diferentes grafías con movimientos de progresión (desplazamiento de la mano y la muñeca pivotando sobre el codo): trazos continuos horizontales y discontinuos, bucles, letras enlazadas, etc. Con esta breve exposición de actividades se sugieren unas pautas de actuación para la intervención que no pretenden ni ser exhaustivas ni contemplar otras variables concomitantes a estos trastornos, siempre a tener en cuenta, como factores de índole afectiva y emocional de la propia persona y de su entorno (familiar, escolar...). Aun sabiendo que son unos trastornos crónicos, el objetivo general es conseguir que a través de una intervención individualizada, que requiere de especialistas bien formados, haya una transferencia y una generalización a largo plazo de los logros hasta poder mejorar al máximo los rendimientos en estos aprendizajes. Debe haber una clara comprensión del trastorno, un esfuerzo prolongado en el tiempo y una coordinación de todos los profesionales implicados, que elaborarán adaptaciones individualizadas de objetivos, programas, métodos, actividades y adecuaciones de las expectativas, siempre con la prioridad de velar por la estabilidad emocional y afectiva de las

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personas disléxicas y/o disortográficas que les permita superar la complejidad de la situación. La creciente sensibilidad por ofrecer la máxima atención a los alumnos con dificultades en el aprendizaje del lenguaje escrito ha propiciado la aparición de dos protocolos para la detección y actuación en el ámbito escolar: • PRODISLEX (2010), elaborado por la asociación Dislexia y Familia (DISFAM), en colaboración con la Universitat de les Illes Balears. • PRODISCAT (2011), elaborado por el Col·legi de Logopedes de Catalunya junto con el Departament d’Ensenyament de la Generalitat de Catalunya. Ambos son aplicables desde Educación Infantil hasta Bachillerato y Formación Profesional, y contemplan tanto aspectos relativos a la lectura y a la escritura como otros vinculados a las funciones cognitivas y a la personalidad del alumno.

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CAP ÍTULO 13

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Hipoacusia infantil: intervención logopédica N. Toja

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Introducción Durante los primeros años de vida del niño tienen lugar la mayoría de los progresos lingüísticos, intelectuales y sociales. La audición es la modalidad sensorial fundamental para que los niños desarrollen el uso fluido del lenguaje hablado (Ling y Moheno, 2002). En el niño de temprana edad, la pérdida auditiva afectará el desarrollo del lenguaje, creando una barrera comunicativa de tal magnitud que comprometerá el desarrollo del niño en su totalidad. Si se tiene en cuenta que el bebé sordo nace con las mismas capacidades para desarrollar el lenguaje que el niño oyente, y que su único impedimento para desarrollarlo es la falta de audición, resulta imprescindible llevar a cabo un diagnóstico precoz que permita proveer al niño de las prótesis auditivas adecuadas a fin de comenzar la intervención lo más temprano posible. La precocidad con que se inicie el tratamiento influirá en los resultados, los cuales serán más satisfactorios en la medida que el tiempo de privación auditiva haya sido menor (Manrique y Huarte, 2002). El diagnóstico tardío de la deficiencia auditiva se traducirá en una demora en la intervención educativa, comprometiendo de esta manera la futura integración cultural, laboral y social del niño (Pasik, 2004). Por lo tanto, una intervención precoz no sólo le brindará la posibilidad de oír, sino que permitirá desarrollar al máximo sus aptitudes lingüísticas, comunicativas, afectivas y sociales.

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Definición «Sordera» es un término general utilizado para describir todos los tipos y grados de pérdida auditiva. En ocasiones suele utilizarse como sinónimo de «deficiencia auditiva» e «hipoacusia» para hacer referencia tanto a niveles de pérdidas auditivas leves como severas (Fernández y Pertusa, 2005). Las clasificaciones tradicionales como la de Uden (1963) o la de Davis (1970) reservaban el término de sordera para las pérdidas auditivas mayores a 90 dB. En aquella época, los niños que poseían este grado de pérdida auditiva, aun con el equipamiento más potente, no lograban percibir auditivamente el habla, por lo cual solía considerarse que carecían de posibilidades para desarrollar el lenguaje oral (al menos haciendo uso de su audición); así pues, se comportaban de un modo similar a un niño con sordera total. Actualmente se sabe que los casos de pérdida auditiva total son poco frecuentes ya que en general suele existir algún grado de audición residual (Fernández y Pertusa, 2005). Con el transcurrir de los años y el advenimiento de las nuevas tecnologías, esta situación ha ido cambiando sustancialmente, y aquellos niños que antes no obtenían beneficios de sus audífonos, hoy en día, con el equipamiento convencional de mayor calidad y la llegada de los implantes cocleares, son capaces no sólo de percibir el habla amplificada, sino también de desarrollar el lenguaje e integrarse completamente en el mundo sonoro. A lo largo de este capítulo, y teniendo en cuenta las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de los dispositivos de ayuda auditiva, utilizaremos los términos «deficiencia auditiva» e «hipoacusia» en lugar de «sordera» debido a las connotaciones negativas que este último término implica.

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Clasificación de las hipoacusias Esta clasificación puede realizarse mediante diversos criterios: • Localización de la lesión. • Grado de pérdida auditiva. • Momento de aparición del déficit. De acuerdo con la localización de la lesión, pueden distinguirse tres tipos de hipoacusias: conductivas o de transmisión, perceptivas o neurosensoriales, y mixtas. Las hipoacusias conductivas son aquellas en las que está afectado el aparato de transmisión del sonido y se corresponden con patologías del oído externo y/o medio. En las hipoacusias perceptivas, en cambio, la alteración se encuentra en el oído interno (específicamente en el órgano de Corti), en la vía auditiva o en los centros superiores auditivos. Por último, cuando la hipoacusia posee simultáneamente un componente conductivo y perceptivo, recibe el nombre de hipoacusia mixta. Según el grado de pérdida auditiva y siguiendo la clasificación del Bureau International d’Audiophonologie (BIAP), las hipoacusias se pueden clasificar en: leves, medias, graves y profundas (cuadro 13-1). C u a d r o 1 3 - 1 Clas ific ac ión de las defic ienc ias

audit ivas ( BI A P, 1997) • Audición infranormal:

• Pérdida < 20 dB • Deficiencia auditiva ligera:

• Pérdida entre 21 y 40 dB • Deficiencia auditiva mediana:

• Primer grado: 41-55 dB • Segundo grado: 56-70 dB • Deficiencia auditiva severa:

• Primer grado: 71-80 dB • Segundo grado: 81-90 dB • Deficiencia auditiva profunda:

• Primer grado: 91-100 dB • Segundo grado: 101-110 dB • Tercer grado: 111-119 dB • Deficiencia auditiva total:

• Cofosis. Pérdida media de 120 db 375

Dependiendo del momento de aparición, las hipoacusias pueden clasificarse en: preverbales o prelocutivas, cuando la pérdida auditiva se ha instalado antes de la aparición del lenguaje (antes de los 2 años); periverbales o perilocutivas, cuando el momento de instalación ocurre en el período de mayor desarrollo del lenguaje (entre los 2 y los 4 años de edad), y posverbales o poslocutivas, cuando la hipoacusia se ha instalado luego de haberse adquirido el lenguaje (a partir de 5 años).

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Etiología Las causas de las deficiencias auditivas suelen ser diversas. Los factores que pueden actuar como noxa afectando la audición son bien conocidos; sin embargo, no siempre resulta sencillo dilucidar la causa exacta del déficit. En alrededor del 25% de las hipoacusias, las causas no logran establecerse con claridad (Fernández y Pertusa, 2005). A pesar de lo dicho, resulta sumamente importante intentar establecer la etiología debido a las implicaciones diagnósticas, terapéuticas, pronósticas y preventivas que esto implica. En ocasiones, la detección del déficit auditivo puede llevar al descubrimiento de un síndrome genético posibilitando, de esta manera, una intervención temprana que permita minimizar las consecuencias negativas que éste podría generar. Asimismo, ofrecerá la posibilidad de indagar sobre su forma de transmisión y brindar asesoramiento genético familiar. Por otro lado, si se tiene en cuenta la existencia de hipoacusias de aparición tardía, progresiva y/o fluctuante, resulta evidente que conocer la etiología brindará información terapéutica y pronóstica de gran utilidad. Tal podría ser el caso de la neurofibromatosis, la sífilis congénita, la otoesclerosis, etc., en las cuales conocer su etiología permitirá llevar a cabo un tratamiento adecuado con el fin de detener o retrasar la evolución de la enfermedad. Las causas que producen déficit auditivo pueden agruparse, según el momento de presentación, en prenatales, perinatales y posnatales.

Causas prenatales Las hipoacusias de origen prenatal, ya sean conductivas o neurosensoriales, pueden clasificarse en genéticas o adquiridas.

Anomalías genéticas Alrededor del 50% de las hipoacusias prenatales pueden atribuirse a factores genéticos (Paparella y Shumrick, 1987). El 80% de ellas presentan un patrón de herencia autosómico recesivo, el 18% un patrón autosómico dominante, y el 2% restante de los casos un tipo de herencia recesivo ligado al cromosoma X. La gran mayoría de las hipoacusias hereditarias se encontrarán presentes en el momento del nacimiento, sin embargo habrá un pequeño porcentaje de ellas que se evidenciarán durante la niñez, la adolescencia o incluso en edades más avanzadas; son las denominadas hipoacusias de aparición tardía. Por otra parte, las hipoacusias genéticas pueden hallarse de forma aislada o asociada a otras alteraciones: • Hipoacusias genéticas aisladas. Son aquellas que no se encuentran asociadas a alteraciones extraóticas. Constituyen alrededor de las tres cuartas partes del total de hipoacusias genéticas, independientemente de qué tipo de herencia presenten.

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Por lo general, estas hipoacusias suelen estar producidas por una agenesia o disgenesia de los componentes del oído interno, dando origen a una hipoacusia de tipo neurosensorial. Algunos ejemplos de este tipo de alteración los constituyen la aplasia de Michel, la aplasia de Mondini, la aplasia de Scheibe y la aplasia de Alexander. De ellas, la aplasia de Scheibe es la más frecuente y presenta un patrón de herencia autosómico recesivo. Si bien la mayoría de las hipoacusias genéticas aisladas son de tipo neurosensorial, existen algunas excepciones como, por ejemplo, el caso de la otoesclerosis (forma Bezold-Politzer), donde se produce una hipoacusia de conducción de instauración tardía y progresiva por fijación del estribo a la ventana oval. • Hipoacusias genéticas asociadas con otras anomalías. Son aquellas que se acompañan de alteraciones en otros sistemas, conformando cuadros sindrómicos; dichas hipoacusias constituyen una cuarta parte del total de las hipoacusias genéticas. En algunos casos, la hipoacusia resulta ser el primer síntoma de una enfermedad no sospechada hasta entonces (Paparella y Shumrick, 1987). En algunos síndromes, la hipoacusia ya se encuentra instaurada en el momento del nacimiento (síndrome de Waardenburg, síndrome de Pendred, síndrome de Jervell, síndrome de Usher, etc.); en otros casos, sin embargo, la hipoacusia es de aparición tardía, al presentarse en un momento ulterior de la vida (síndrome de Alport, síndrome de Hurler, síndrome de Klippel-Feil, síndrome de Crouzon, enfermedad de Charcot-Marie Tooth, enfermedad de Von Recklinghausen o neurofibromatosis, etc.).

Causas prenatales adquiridas Si bien en un tiempo se pensó que la sordera congénita poseía un carácter principalmente hereditario, en la actualidad se ha comprobado que los factores ambientales pueden afectar al desarrollo normal del oído medio e interno (Sadler y Ferran, 2008). De hecho, se estima que alrededor del 50% de las hipoacusias prenatales obedecen a estas causas. Son numerosos los agentes teratogénicos que pueden actuar durante el embarazo causando una deficiencia auditiva. Las causas más frecuentes las constituyen los agentes infecciosos, las sustancias ototóxicas, la exposición a radiaciones, hábitos tóxicos maternos y enfermedades maternogestacionales. Entre las infecciones víricas más frecuentes se pueden mencionar: la rubéola, la varicela, el citomegalovirus, el herpes, las paperas, el sida, etc. Las infecciones congénitas pueden ser de origen bacteriano, como en el caso de la sífilis o la tuberculosis, o bien de origen parasitario, como la toxoplasmosis. Son diversos los fármacos ototóxicos que logran atravesar la membrana placentaria produciendo hipoacusia por afectación del sistema auditivo. Los aminoglucósidos (estreptomicina, dihidroestreptomicina, kanamicina, gentamicina, amikacina, tobramicina, etc.) provocan principalmente una destrucción selectiva de las células sensoriales del oído interno, generando una

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hipoacusia neurosensorial característica con caída en agudos. Otros antibióticos como vancomicina, eritromicina, ampicilina, etc., también poseen capacidad ototóxica. Por su parte, algunos diuréticos (furosemida, blumetamida, etc.), analgésicos, antipiréticos (salicilatos, quinina, etc.) y antineoplásicos (cisplatino, bleomicina, vincristina, etc.) también presentan una capacidad ototóxica potencial. Resulta necesario aclarar que ninguno de los agentes mencionados anteriormente actúa de manera exclusiva sobre el sistema auditivo, sino que en la gran mayoría de los casos el déficit auditivo suele acompañarse de anomalías o malformaciones de otros sistemas. El grado de afectación de los diferentes sistemas estará determinado por la etapa del desarrollo embrionario en que actúe la noxa, así como también por el grado de susceptibilidad individual. Respecto a la exposición a radiaciones y a los hábitos tóxicos maternos, si bien son considerados como factores de riesgo auditivo, aún se desconoce con exactitud la dosis necesaria de exposición para ocasionar un daño auditivo.

Causas perinatales En los últimos años, las hipoacusias producidas por causas perinatales han ido incrementándose debido a la mayor tasa de supervivencia de niños cada vez más prematuros. Los factores perinatales que están asociados a deficiencias auditivas difícilmente se presenten de manera aislada. Los principales factores etiológicos en el período perinatal son: la prematuridad y/o el bajo peso, la hipoxia y la hiperbilirrubinemia (ver detalles en Manrique y Huarte, 2002). Las infecciones y los ototóxicos también pueden ser incluidas dentro de las causas perinatales. Las deficiencias auditivas producidas por estas causas suelen ser de tipo neurosensorial bilateral de grado severo o profundo. Si bien lo más frecuente suele ser que la hipoacusia sea por la afectación del oído interno, se debe tener especial atención a los casos de anoxia e hiperbilirrubinemia ya que también pueden originar un desorden de la función del nervio auditivo (neuropatía auditiva), caracterizado por una pérdida audiométrica de grado leve a moderado y una habilidad deficiente para reconocer la palabra que no se corresponde con el grado de pérdida auditiva para tonos puros (Werner, 2001).

Causas posnatales Dentro de las causas posnatales se incluyen todas aquellas de origen adquirido y de aparición posterior al período neonatal. La patología del oído medio constituye la causa más frecuente de hipoacusia en este período. La trompa de Eustaquio es el elemento clave en este tipo de patología. Las diferentes formas clínicas de la otitis media, su evolución y los resultados del

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tratamiento dependerán de la intensidad, la duración o la reversibilidad de la función de la trompa de Eustaquio (Navarro et al., 2012). La otitis media seromucosa, por su tendencia a la cronificación, resulta ser el tipo de otitis media más frecuente (Manrique y Huarte, 2002), afectando principalmente a niños de entre 3 y 5 años de edad (Diamante, 2004). Consiste en la inflamación del oído medio con presencia de un líquido, generalmente estéril, detrás de un tímpano íntegro. La presencia de este líquido amortigua los movimientos de la membrana timpánica perturbando la transmisión del sonido, generando de esta manera una hipoacusia conductiva de grado leve (entre 10 y 30 dB). La persistencia de la disfunción tubárica es la condición fundamental para que aparezca la otitis media crónica debido a que impide la ventilación y el drenaje del oído medio, generando una presión negativa que retrae al tímpano originando zonas atróficas con una mayor susceptibilidad de perforarse (Gómez, 2010). Las características principales de la otitis media crónica son: la perforación timpánica permanente y las alteraciones crónicas de la mucosa del oído medio. La hipoacusia suele ser conductiva y su magnitud (leve o moderada) dependerá del tamaño de la perforación y del estado anatómico y funcional de los huesecillos del oído medio. Si bien la hipoacusia producida por otitis media resulta ser de transmisión (conductivo), en ocasiones, debido a un avance de la infección hacia el oído interno, puede agregarse un componente neurosensorial originando así una hipoacusia mixta. De las infecciones generales que afectan al oído, las más frecuentes suelen ser: meningitis, sarampión (casi en desaparición) y parotiditis. En el período posnatal, la administración de medicación ototóxica durante un período prolongado también suele generar hipoacusia de tipo neurosensorial por destrucción de las células ciliadas externas.

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Descripción de los síntomas en el habla y el lenguaje En los niños con deficiencias auditivas, el desarrollo espontáneo del lenguaje estará condicionado por la confluencia de los siguientes factores: • Tipo y grado de pérdida auditiva. • Configuración audiométrica. • Etiología. • Edad de aparición. • Forma de aparición (gradual o súbita). • Estrategias de compensación desarrolladas espontáneamente. • Entorno comunicativo en el que se encuentre inmerso el niño. En las hipoacusias prelocutivas, dependiendo del grado de pérdida auditiva, se puede mencionar, de manera general, las siguientes dificultades verbales: • Hipoacusia leve o ligera (21 a 40 dB). Los pacientes presentarán dificultades para discriminar auditivamente algunos sonidos consonánticos. Las alteraciones observadas serán de índole fonético-fonológica, sin que se observe una afectación de los aspectos semántico y morfosintáctico. Respecto a este último aspecto, cabe destacar que si bien suele encontrarse intacto, en ocasiones puede verse alterado debido al uso incorrecto de los plurales por una baja audibilidad del sonido [s]. Asimismo, los pacientes tendrán dificultades para comprender la palabra a una intensidad suave, a distancia y en ambientes ruidosos. En general, estas hipoacusias suelen pasar desapercibidas y se detectan tardíamente en la edad escolar manifestándose por la presencia de dislalia y/o persistencia de procesos fonológicos de simplificación, dificultades atencionales y bajo rendimiento escolar. • Hipoacusia media o moderada (41 a 70 dB). En estos casos los pacientes suelen percibir la palabra hablada sólo cuando se emite a una intensidad alta. Si se considera que la voz conversacional tiene un promedio de intensidad de 60/65 dB, se puede apreciar que la mayor parte del tiempo estos niños no oyen la voz hablada o lo hacen a una intensidad muy cercana a su umbral auditivo, por lo cual deben realizar un esfuerzo atencional superior al normal para adquirir el lenguaje. Esta pérdida auditiva cercana a la intensidad de voz conversacional ocasionará que haya muchos fonemas que el niño no logre escuchar. La menor exposición al lenguaje y la menor audibilidad de la mayoría de los sonidos verbales generarán un retraso en la adquisición del lenguaje que afectará a todos los aspectos del lenguaje (fonético-fonológico, morfosintáctico, semántico). Estos niños suelen desarrollar de manera espontánea habilidades para la lectura labial para complementar así la información deficiente que les llega por vía auditiva. Por otro lado, si la pérdida auditiva en las frecuencias graves (hasta 1.000 Hz) es mayor a 50 dB, se producirán concomitantemente alteraciones en las cualidades de la voz debido a la falta de retroalimentación acústica y a las dificultades para

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percibir patrones suprasegmentales de acentuación, entonación y ritmo. • Hipoacusia severa (71 a 90 dB). No hay percepción de la voz, salvo que ésta se emita a una intensidad muy alta. Estos niños no logran adquirir el lenguaje de manera espontánea sin ayuda de prótesis auditiva. • Hipoacusia profunda (mayor a 91 dB). No hay percepción de la voz. Al igual que en el grupo anterior, estos niños no logran adquirir el lenguaje ni desarrollar el habla de manera espontánea. Sólo pueden llegar a percibir ruidos muy intensos, en especial si corresponden a sonidos de bajas frecuencias. Además de la falta de desarrollo del lenguaje, estos niños tienen deterioradas (o están ausentes) otras funciones relacionadas con la audición, como las respuestas de alerta auditiva y la orientación al estímulo. En general, este grupo no obtiene un buen beneficio de las prótesis auditivas convencionales (audífonos), por lo que, actualmente, se considera a los niños pertenecientes a este grupo como candidatos al implante coclear. Como el lector habrá apreciado, cuando la hipoacusia es prelocutiva de grado severo o profundo, la pérdida auditiva interferirá de manera devastadora sobre el proceso de adquisición del lenguaje, comprometiendo de forma global la personalidad del niño. En las hipoacusias poslocutivas, la dificultad consistirá principalmente en la imprecisión de la articulación de los sonidos y en el deterioro de las cualidades de la voz debido a la falta de retroalimentación acústica. En cambio, si la hipoacusia es perilocutiva, se perderán las adquisiciones del lenguaje más recientes. Dependiendo de que la edad del niño esté más próxima a los 2 o a los 5 años de edad, su comportamiento se asemejará más al de una hipoacusia prelingual o poslingual, respectivamente.

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Adquisición del lenguaje en los niños hipoacúsicos Si bien los niños con hipoacusia prelocutiva de grado severo o profundo estarán impedidos para desarrollar el lenguaje, existe un período de la etapa prelingüística en el cual el desarrollo del niño hipoacúsico transcurre en paralelo con el del niño oyente. La mayoría de los autores coinciden en que la primera diferencia observable entre el niño hipoacúsico y el niño oyente ocurre entre los 5 y los 10 meses de edad, momento en el cual debería comenzar la etapa del balbuceo canónico. Oller y Eilers (1988) apreciaron un retraso en el tiempo de instauración del balbuceo canónico en los niños hipoacúsicos, en los cuales este hecho se ponía en evidencia entre los 11 y los 25 meses de edad. En el principio de la etapa prelocutiva se considera que el balbuceo resulta ser generador de un fuerte placer kinestésico; luego de esta etapa comienza el balbuceo canónico, que está motivado principalmente por un placer propioceptivo auditivo en el cual el niño comienza a ajustar sus producciones a las del entorno cercano. Si en esta etapa no se provee al niño de prótesis auditivas adecuadas, el balbuceo comenzará a disminuir hasta desaparecer debido a la pérdida de interés por el ejercicio kinestésico de sus órganos bucofonatorios y a la falta de retroalimentación acústica. En realidad, esto no quiere decir que el bebé hipoacúsico deje de emitir sonidos, sino que sus emisiones no intentan reproducir las que se producen a su alrededor, ya que éstas, al no poder percibirlas, carecen de sentido (Silvestre et al., 2003). Otro punto importante que debe considerarse es que, en el mismo período en que comienza el balbuceo canónico, el niño también empieza a tener una mayor independencia a partir de la adquisición del gateo. Fry (1982) considera que este último logro contribuye de manera considerable a la extinción del balbuceo, ya que el niño comenzará a alejarse mayores distancias con respecto a su madre y, por tanto, su voz se hará cada vez menos audible. En este punto precisamente es donde el desarrollo del lenguaje suele detenerse en todos sus aspectos. Fry (1982) considera que la base del lenguaje está representada por el sistema fonológico debido a que procesa las unidades funcionales psicolingüísticas más pequeñas y que éstas constituyen un sistema cerrado. En los niños hipoacúsicos, la habilidad para desarrollar el sistema fonológico se ve seriamente comprometida debido a la reducción de la información acústica recibida, la cual es extremadamente pobre tanto en calidad como en cantidad. La falta de adquisición del sistema fonológico producirá una reacción en cadena que dificultará la habilidad del niño para adquirir el léxico y la morfosintaxis del entorno lingüístico (Luterman et al., 2009).

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Consecuencias de la hipoacusia La privación auditiva temprana traerá serias consecuencias en el desarrollo global del niño, por lo que no sólo estará afectado el desarrollo lingüístico, sino que también lo estará el desarrollo cognitivo, afectivo y social como consecuencia de las dificultades comunicativas. Los distintos paradigmas desde los que se ha intentado explicar la estrecha relación existente entre el lenguaje y el pensamiento han hecho que durante muchos años se creyera que los niños con deficiencia auditiva no tenían posibilidad de un desarrollo cognitivo normal. Actualmente se sabe que esta relación es bidireccional, ya que el lenguaje influye y modela el desarrollo cognitivo y viceversa. Si bien existen diferencias sustanciales en el desarrollo cognitivo de los diferentes niños con deficiencia auditiva, la causa no radica en la falta de desarrollo de lenguaje oral sino más bien en la falta de instauración temprana de un código de comunicación, ya sea oral o gestual, que permita al niño la representación mental de la realidad para estructurar la información de sus experiencias vividas. Teniendo en cuenta que la audición participa también en funciones como el estar alerta y la estructuración temporoespacial, resulta esperable un menor conocimiento del entorno; no obstante, si el niño posee de forma temprana un sistema de comunicación, esto se expresará sólo como un retraso en el desarrollo intelectual, en el cual transitará por las mismas etapas que un niño oyente pero a un ritmo más lento no impidiendo alcanzar los mismos niveles de inteligencia que sus pares oyentes. En definitiva, podemos decir que el potencial desarrollo cognitivo del niño con deficiencia auditiva dependerá más de la precocidad de la intervención que de las características puramente audiológicas. La mayor consecuencia que produce la hipoacusia desde el punto de vista afectivo-emocional resulta ser el aislamiento. Una vez que el diagnóstico ha sido confirmado, en ocasiones suele suceder que algunos padres erróneamente dejan de comunicarse verbalmente con el niño debido a la falta de respuesta. Teniendo en cuenta que el sistema de comunicación predominante en nuestra sociedad es oral, el niño hipoacúsico no tarda mucho en dar cuenta de sus limitaciones comunicativas con el entorno. Frente a esta situación aparece rápidamente la frustración, la inseguridad y la falta de independencia que, de no intervenir de manera temprana, dejará una marca de por vida en su personalidad. Aquí surge de nuevo la necesidad imperiosa de intervenir lo más pronto posible con el fin de disminuir las consecuencias negativas de la deficiencia auditiva en todos sus aspectos. Por lo tanto, el asesoramiento brindado a los padres en las primeras etapas de detección y diagnóstico será un pilar fundamental que influirá de manera decisiva sobre el futuro del niño hipoacúsico.

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Detección temprana de la pérdida auditiva La detección precoz de la pérdida auditiva se fundamenta en la necesidad de un diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno que permita aprovechar al máximo la capacidad lingüística y comunicativa, minimizando así las consecuencias producidas por el déficit auditivo. La maduración de la vía auditiva coincide con el desarrollo del lenguaje en el niño. Actualmente es bien conocido que el período comprendido entre el nacimiento y los primeros 3 años de edad resulta ser un período crítico para la estimulación de la vía auditiva, ya que, debido a una mayor plasticidad neuronal, las señales acústicas son recibidas y procesadas de modo óptimo para adquirir el lenguaje (Pasik, 2004). En el caso de los niños con deficiencia auditiva que no reciben la estimulación adecuada de la vía y de los centros auditivos, de no aplicarse el equipamiento protésico temprano se producirán lesiones irreparables en su sistema auditivo (Manrique y Huarte, 2002). El Joint Committee on Infant Hearing (JCIH) apoya la detección y la intervención precoz en niños con pérdida auditiva. En un informe realizado en el año 1994, y revisado en el año 2000, se propone la aplicación del rastreo (screening) auditivo universal de los lactantes dentro del primer mes de vida a fin de lograr la identificación precoz de aquellos niños que requieran técnicas diagnósticas adicionales. Los niños detectados en esta primera instancia deberán ser evaluados mediante pruebas audiológicas adecuadas con el objetivo de llegar al diagnóstico audiológico certero dentro de los primeros 3 meses de vida. Asimismo, una vez confirmado el diagnóstico, deberán recibir el tratamiento oportuno tan pronto como sea posible (a más tardar, antes de los 6 meses de edad). En el mismo informe se propone que el screening auditivo debe llevarse a cabo mediante evaluaciones fisiológicas objetivas. En ese momento se sugería implementarlo a través de un examen que incluyera la realización de otoemisiones acústicas y/o potenciales evocados auditivos de tronco cerebral (PEAT). Asimismo, se sugirió la utilización de dos listas de factores o indicadores de riesgo auditivo para los casos en que no fuera posible realizar el rastreo universal. Uno de ellos debía tenerse en cuenta para utilizar en neonatos (desde el nacimiento hasta los 28 días) a fin de identificar la pérdida de audición congénita, y el otro para utilizar en niños de 29 días a 2 años con el fin identificar casos de pérdida auditiva progresiva o de inicio tardío. En la última revisión de este informe, realizada en el año 2007, se han fusionado ambas listas debido a la existencia de una superposición significativa entre los indicadores asociados con la pérdida de audición congénita y aquellos asociados con la pérdida de audición progresiva o de aparición tardía (cuadro 13-2). C u a d r o 1 3 - 2 I ndic ador es de r ies go as oc iados c on

pér dida audit iva per m anent e c ongénit a, de

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apar ic ión t ar día o pr ogr es iva pr opues t os por el J CI H ( 2007) • Preocupación del cuidador respecto a retrasos en la audición, el habla o el desarrollo. • Historia familiar de hipoacusia permanente. • Ingreso en una UCIN durante más de 5 días o cualquiera de los siguientes factores independientemente de la duración del ingreso: ECMO, ventilación asistida, exposición a fármacos ototóxicos o hiperbilirrubinemia que requiera exanguinotransfusión. Infecciones intrauterinas como citomegalovirus, herpes, rubéola, sífilis y toxoplasmosis. • Anomalías craneofaciales, incluyendo las del pabellón auricular, conducto auditivo externo, fositas preauriculares y anomalías del hueso temporal. • Hallazgos físicos asociados a síndromes que incluyen hipoacusia neurosensorial o de conducción permanentes. • Síndromes asociados con pérdida de audición progresiva o de aparición tardía como neurofibromatosis, osteopetrosis, y otros síndromes como los de Usher, Waardenburg, Alport, Pendred y Lange-Nelson. • Desórdenes neurodegenerativos como el síndrome de Hunter o neuropatías sensoriomotrices como la ataxia de Friedrich y el síndrome de Charcot-Marie-Tooth. • Infecciones posnatales asociadas a pérdida auditiva neurosensorial con cultivos positivos (incluyendo herpes, varicela, meningitis). • Traumatismo craneoencefálico, en especial fracturas de la base del cráneo y del hueso temporal que requieran hospitalización. • Quimioterapia.

En lo concerniente a la detección de la pérdida auditiva, las actualizaciones más destacadas de esta nueva revisión fueron las siguientes: • Se ampliaron los objetivos de la utilización de los indicadores de riesgo. Además de emplearse en los casos donde no es posible realizar el screening universal, hay que hacerlo también en los niños que han pasado las pruebas de cribado neonatal con el fin de identificar formas leves de hipoacusia, así como pérdidas auditivas de aparición tardía. • Se ha reemplazado el indicador de riesgo de ingreso de más 48 h en una unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN) por el de ingreso superior a 5 días. • Se recomienda indistintamente la realización de otoemisiones acústicas o PEAT

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para la prueba de cribado de niños sin factores de riesgo. • Debido a que las otoemisiones acústicas no permiten la detección de neuropatía auditiva, se recomienda la utilización de PEAT automatizado para realizar el cribado de los niños que han permanecido más de 5 días internados en la UCIN con el fin de detectar estos casos. • Repetición del examen de audición a todos los niños que hayan sido dados de alta y que hayan requerido una rehospitalización en la UCIN dentro del primer mes de vida asociada con pérdida potencial de la audición (p. ej., por hiperbilirrubinemia que requiera exanguinotransfusión) a pesar de ya haber pasado el tamizaje auditivo. • Todos los niños, independientemente de haber pasado la prueba de screening neonatal, requieren una monitorización continua de su comportamiento auditivo, lingüístico y comunicacional. En los últimos años, debido a las nuevas tecnologías y a los programas de screening auditivo, se ha logrado un gran avance en lo concerniente a esta primera instancia de detección; sin embargo, en la práctica diaria se puede apreciar que en una gran cantidad de casos la confirmación del diagnóstico definitivo continúa siendo tardía.

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Evaluación y diagnóstico de la pérdida auditiva La evaluación audiológica de los niños detectados deberán realizarla profesionales idóneos con amplios conocimientos en evaluación auditiva infantil. El profesional dedicado al campo de la audiología infantil será preciso que tenga una formación continua que permita acompañar tanto los avances tecnológicos como los referidos a nuevos métodos de intervención, por lo cual no sólo deberá poseer conocimientos en materia de audiología sino que también resultará necesario que cuente con conocimientos de acústica del habla, desarrollo normal infantil y patología del habla y el lenguaje. La batería de pruebas audiológicas que permitirá llegar a la confirmación del diagnóstico tendrá que incluir tanto pruebas de medidas fisiológicas como métodos comportamentales acordes al nivel de desarrollo mental del niño. Los resultados obtenidos por dicha evaluación deberán permitir la determinación de umbrales auditivos para cada frecuencia, el tipo de hipoacusia y el lugar donde reside la lesión que genera aquélla. El diagnóstico audiológico no sólo servirá para la confirmación de dicha hipoacusia, sino que también deberá poder sentar las bases para decidir el tipo de abordaje médico, la selección del dispositivo de ayuda auditiva, así como también el modo de intervención educativa logopédica más conveniente. Tanto los métodos de detección como los de diagnóstico pueden clasificarse, según se requiera una respuesta del paciente o no, en métodos subjetivos u objetivos, respectivamente. Es decir, los métodos subjetivos son aquellos en los que el audiólogo debe interpretar la respuesta voluntaria o automática del niño frente a un estímulo acústico determinado; sin embargo, en los métodos objetivos no se requiere la cooperación del sujeto, ya que en estos casos el instrumental de alta tecnología por sí solo registra y analiza un cambio fisiológico en el oído, las vías o los centros nerviosos frente a la estimulación acústica. Es importante destacar que no se debe caer en la tentación de basarse sólo en las pruebas objetivas. Si bien es verdad que en muchas ocasiones resulta bastante difícil obtener resultados confiables de las pruebas subjetivas, también es cierto que un audiólogo capacitado y experimentado, con dedicación y tiempo, puede obtener resultados fidedignos de estas pruebas. Sólo la interpretación concordante de las pruebas subjetivas y objetivas determinará con precisión el diagnóstico, el cual puede alcanzar una elevada fiabilidad, con independencia de la edad del niño explorado (ver talles en Manrique y Huarte, 2002). A continuación se expondrá brevemente en qué consiste cada una de las pruebas objetivas y subjetivas existentes. Para un mayor detalle respecto a la técnica y su aplicación, el lector interesado puede remitirse a distintas publicaciones como, por ejemplo: Portmann y Portmann (1979), Olaizola (1990),

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Northern y Downs (1981), Lehnhardt (1992), Werner (2001), Pasik (2004), Manrique y Huarte (2002) entre otros.

Pruebas subjetivas Los métodos subjetivos pueden clasificarse en dos grupos en función de la respuesta obtenida: • Respuestas no condicionadas al sonido: se obtiene una respuesta automática e involuntaria. De las pruebas que se describirán a continuación sólo la audiometría de observación de la conducta corresponde a esta categoría. • Respuestas condicionadas al sonido: se espera una respuesta voluntaria a partir del condicionamiento a un estímulo determinado. Audiometría de observación de la conducta Se emplea en niños menores de 6 meses de vida. A partir de una estimulación acústica se observará la conducta refleja subsiguiente. Las respuestas a observar se pueden manifestar de diversas formas: reflejo respiratorio, reflejo cocleopalpebral, reflejo de succión, reflejo de Moro, reflejo de llanto o detención de la actividad. La estimulación acústica pueden generarla juguetes o instrumentos sonoros (clasificados y tipificados por frecuencia e intensidad) o el audiómetro (tonos puros o bandas de frecuencia). Asimismo, la estimulación puede realizarse a campo libre o con auriculares de inserción. Cabe aclarar que mediante esta técnica no se obtendrán umbrales auditivos ya que los reflejos mencionados se desencadenan a alta intensidad. Tampoco es posible interpretar el resultado positivo como una capacidad auditiva normal, ya que, por ejemplo, en las hipoacusias con reclutamiento el umbral auditivo se encuentra descendido, pero al haber un estrechamiento del campo auditivo, el reflejo podría aparecer a la misma intensidad que en un niño con audición normal. Audiometría por refuerzo visual Se utiliza en bebés desde los 6 meses hasta los 24 meses de edad aproximadamente. La edad de comienzo de la administración de esta prueba se relaciona con la capacidad que adquiere el niño a esta edad de localizar la fuente sonora, mientras que su edad de finalización se relaciona con la pérdida de interés del refuerzo visual. Sin embargo, debe recordarse que la aplicación de unas u otras pruebas estará determinada por su edad mental y no por su edad cronológica. La prueba consiste en el condicionamiento del niño a responder al sonido a través de un estímulo visual que deberá localizar ante la presencia del estímulo acústico. El estímulo visual debe presentarse inmediatamente después del estímulo acústico para que el niño, cada vez que escuche un sonido, se condicione a buscar un juguete que se iluminará. El estímulo acústico que hay que presentar

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puede ser un tono puro o una banda de frecuencia y puede realizarse a campo libre (menos conveniente porque sólo se obtiene la respuesta del mejor oído) o con auriculares de inserción y pastilla ósea. Mediante esta prueba se pueden obtener umbrales auditivos fiables (en general suelen ser entre 10 y 20 dB peor que el umbral real). Audiometría por actuación Suele emplearse entre los 24 y los 36 meses de edad. Esta prueba presenta dos variantes distintas: una es la llamada audiometría condicionada de refuerzo operante visual y la otra se denominada audiometría condicionada de refuerzo operante tangible. La primera forma también se conoce bajo el nombre «PeepShow», y consiste en el condicionamiento al sonido mediante un refuerzo motor donde el niño deberá oprimir un botón cada vez que escuche el estímulo acústico recibiendo como recompensa el movimiento de un juguete eléctrico o la proyección de dibujos animados en una pantalla. La segunda variante es similar a la primera, con la salvedad de que la recompensa recibida resulta ser tangible, como un caramelo o cualquier otra golosina pequeña. En ambas formas la estimulación acústica suele ser un tono puro que puede llegar a los oídos mediante auriculares y pastilla ósea o, en el peor de los casos, por altavoces a campo libre. Audiometría por juego o lúdica Este método suele emplearse entre los 3 y los 6 años de edad. Mediante esta técnica el niño deberá realizar una acción motora, como insertar clavijas, apilar cubos o lanzar pelotas a un recipiente cada vez que escuche un sonido. Se determinarán los umbrales auditivos para tonos puros, tanto de la vía aérea como de la vía ósea de las frecuencias 250, 500, 1.000, 2.000 y 4.000 Hz. De no ser posible el condicionamiento para la utilización de los auriculares y la pastilla ósea, se deberá evaluar a campo libre. Audiometría tonal liminar A partir de los 6 o 7 años de edad aproximadamente, el niño ya se encuentra en condiciones de realizar la misma técnica que se emplea con personas adultas (levantando la mano u oprimiendo un pulsador ante cada sonido escuchado). Si es posible se deberá ampliar el espectro de frecuencias que hay que evaluar incorporando los umbrales de las frecuencias 125 y 8.000 Hz, y en el caso de ser necesario, también podrá incorporarse la frecuencia 3.000 Hz (p. ej., en caída abrupta de agudos). Audiometría vocal Se puede emplear desde los 3 o 4 años de edad. Los estímulos acústicos que habrá que utilizar están constituidos por listados de palabras bisilábicas del vocabulario

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infantil habitual. En esta prueba se puede esperar dos tipos de respuestas diferentes según la capacidad de repetición que posea el niño. En niños pequeños, con escaso vocabulario o un desarrollo fonológico insuficiente, la audiometría vocal puede realizarse mediante señalamiento. En este caso, las palabras se presentarán a través de auriculares o altavoces y el niño deberá señalar, entre una serie de imágenes, la correspondiente a la palabra escuchada. En el caso de que el niño tenga capacidad mental, un desarrollo de vocabulario suficiente y un adecuado desarrollo fonológico, la audiometría vocal podrá realizarse por repetición, es decir, el niño deberá repetir cada palabra escuchada. En ambos casos se calculará el porcentaje de palabras correctas para cada intensidad presentada, conformando así la llamada curva logoaudiométrica.

Pruebas objetivas En la actualidad, los métodos objetivos más utilizados para la evaluación infantil son los siguientes: otoemisiones acústicas, potenciales evocados de tronco cerebral, impedanciometría y potenciales evocados de estado estable. Otoemisiones acústicas Permiten evaluar objetivamente la indemnidad coclear, específicamente de las células ciliadas externas. Las otoemisiones acústicas son sonidos de muy baja intensidad generados por la contracción de las células ciliadas externas, los cuales son amplificados y registrados por el otoemisor. Dependiendo de las características del sonido que se utilice para estimular la cóclea, las otoemisiones acústicas pueden clasificarse en espontáneas (no se utiliza ningún estímulo) o provocadas. Estas últimas a su vez se subclasifican en transitorias, si se utilizan estímulos en forma de clic; producto de distorsión, si se estimula mediante dos tonos puros de diferente frecuencia presentados simultáneamente, o estím ulo de tono puro, si se estimula por medio de un tono de esta característica. Las más utilizadas de todas ellas son las evocadas transitorias y por producto de distorsión. Actualmente las otoemisiones constituyen la prueba que más se utiliza para la detección de la hipoacusia en neonatos, ya que ésta se caracteriza por ser objetiva, rápida y no invasiva. Sin embargo, tiene la desventaja de no detectar patología retrococlear, motivo por el cual, para una correcta detección de la neuropatía auditiva, el estudio de las otoemisiones deberá complementarse con la realización de PEAT. Debido a que las otoemisiones se encontrarán presentes siempre que los umbrales auditivos sean inferiores a 30-40 dB, esta prueba no detectará formas leves de hipoacusia. Resulta necesario aclarar que el resultado de esta prueba no permite la determinación de umbrales auditivos.

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Potenciales evocados de tronco cerebral (PEAT) Los potenciales evocados auditivos representan la actividad eléctrica generada por el VIII par craneal y los centros neuronales que atraviesan el tronco cerebral ante la presentación de un estímulo acústico (Gómez, 2006). Se trata de potenciales precoces que aparecen durante los primeros 10 ms tras la estimulación. Este estudio puede realizarse con dos propósitos distintos pero a la vez complementarios. El primero consiste en analizar el modo de transmisión del impulso neuroeléctrico a través del tronco encefálico desde el extremo distal de la vía auditiva hasta el mesencéfalo (PEAT neurológico), mientras que el segundo busca hallar el umbral electrofisiológico auditivo (PEAT auditivo). La prueba consiste en registrar mediante electrodos de superficie la actividad eléctrica producida ante la estimulación acústica. Al estimular con clics a alta intensidad (80-90 dB) se puede obtener un registro de entre 5 y 7 ondas que se corresponden con la actividad eléctrica de diferentes generadores correspondientes a distintos niveles del tronco encefálico: la onda I se correspondería con el nervio auditivo, la onda II con los núcleos cocleares, la onda III con el complejo olivar superior, la onda IV con el lemnisco lateral, la onda V con el colículo inferior, la onda VI con el núcleo geniculado medial y la onda VII con las radiaciones auditivas. Cabe destacar que las dos últimas ondas mencionadas suelen ser bastante inconstantes, por lo que su interpretación carece de valor clínico. A partir del análisis de la cantidad de ondas presentes, de sus latencias absolutas y relativas (tiempo de latencias entre diferentes ondas), de las diferencias interaurales y de la morfología y la reproductividad del trazado obtenido, se puede obtener información idónea respecto al topodiagnóstico de la lesión. La búsqueda del umbral electrofisiológico sólo podrá efectuarse en el caso de haber hallado la presencia de la onda V a alta intensidad. A medida que la intensidad de estimulación disminuye, también lo hace la amplitud de las ondas. El umbral electrofisiológico corresponderá a la intensidad más baja en la que puede registrarse la onda V. Resulta necesario aclarar que el umbral registrado de esta manera será entre 10 y 20 dB peor que el obtenido mediante pruebas subjetivas. Por otro lado, al tratarse el clic de una composición de frecuencias de un espectro que va desde los 2.000 hasta los 4.000 Hz, la respuesta obtenida se corresponderá con el umbral tonal de frecuencias agudas. Debido a que este método no aporta información sobre el nivel de audición en las frecuencias bajas, no permite el diagnóstico de cofosis, motivo por el cual nunca deben analizarse los resultados de este estudio de manera aislada. Como se ha mencionado al comienzo de este apartado, resultaría imprudente sacar conclusiones apresuradas a partir de una única prueba. Potenciales evocados auditivos de estado estable multifrecuencial Este método permite realizar una evaluación audiométrica de forma totalmente objetiva. El resultado que se obtiene consiste en un audiograma con valores de

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umbrales para cada frecuencia en cada oído. Se ha comprobado que los umbrales auditivos obtenidos mediante este método se correlacionan de manera significativa con los umbrales subjetivos conductuales obtenidos mediante una audiometría convencional. A partir de la presentación rápida y simultánea de estímulos tonales sinusoidales modulados en amplitud y frecuencia se obtiene una respuesta que representa la descarga sincrónica de las neuronas del tronco encefálico. Dado que cada tono portador es modulado con una frecuencia diferente, múltiples tonos pueden ser sumados y evaluados al mismo tiempo. Si realizamos una estimulación con una mezcla compuesta por las frecuencias 500, 1.000, 2.000 y 4.000 (moduladas en distintas frecuencias), podrán evaluarse de manera rápida y simultánea las frecuencias audiométricas más importantes desde el punto de vista del lenguaje. Por otra parte, estos estímulos pueden presentarse biauralmente, evaluando ambos oídos de forma simultánea, por lo que es posible reducir considerablemente el tiempo de evaluación. Impedanciometría El estudio de la impedancia acústica posee dos aplicaciones diferentes pero a la vez complementarias: la timpanometría y la medición del reflejo estapedial. La timpanometría permite valorar las variaciones de impedancia del oído medio en función de las modificaciones de presión aplicadas en el conducto auditivo externo (CAE). Este estudio proporciona información objetiva de gran valor sobre el funcionamiento del oído medio y de la mecánica timpanoosicular (Olaizola, 1979). La gráfica timpanométrica se obtiene a partir de la unión de tres puntos: el primero corresponde a la medida de la complacencia en el CAE a +200 mm de H2O; el segundo, a la medida de la complacencia a −200 mm de H2O, y el tercero corresponde a la complacencia máxima, que es el punto donde se produce la mayor movilidad de la membrana timpánica (en condiciones normales se corresponderá con la presión atmosférica). La información relevante que hay que valorar consiste en desplazamientos del punto máximo de complacencia, altura del pico de la curva y la forma del timpanograma. El reflejo estapedial está producido por una estimulación sonora intensa. Este reflejo constituye un mecanismo de protección de la cóclea en el cual, ante la presentación de un sonido intenso, se desencadena una contracción refleja del músculo del estribo que aumenta la rigidez del sistema timpanoosicular, amortiguando de esta manera la intensidad del estímulo. Este aumento de la rigidez lo registra el impedanciómetro como un incremento de la impedancia. Este reflejo en condiciones normales se desencadena de forma bilateral a intensidades de 70-80 dB por encima del umbral auditivo. El reflejo acústico no estará presente o no podrá registrarse en las siguientes patologías: hipoacusias profundas, en casos de interrupción de la cadena osicular, en timpanoesclerosis, en otitis media, en lesiones centrales en la vía del reflejo

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acústico, entre otras. En definitiva, el estudio de la medición del reflejo acústico aporta datos importantes en cuanto al topodiagnóstico de la lesión. En su declaración de posicionamiento del año 2007, el JCIH sugiere que, además de las pruebas hasta aquí mencionadas, se deben incluir como parte fundamental de la evaluación audiológica informes de los padres y terapeutas que recaben datos relevantes sobre las conductas auditivas e hitos del desarrollo prelingüístico, lingüístico y comunicativo. Con este fin, en los últimos años se han creado diferentes cuestionarios y escalas. Si bien la mayoría de estas herramientas se han diseñado para valorar la evolución de los niños que ya se encuentran equipados con prótesis auditiva (audífonos o implante coclear) dentro de un programa de intervención, han comenzado a utilizarse también como parte integral del diagnóstico. De esta manera se logra obtener información adicional sobre las respuestas del niño frente al sonido fuera de la propia situación de examen. Este nuevo uso de las escalas y cuestionarios no sólo aporta información relevante para el diagnóstico, sino que también permite realizar una comparación de las habilidades del niño antes y después del equipamiento protésico. Entre las herramientas más utilizadas se pueden mencionar las siguientes: • IT-MAIS (Infant-toddler Meaningful Auditory Integration Scale), «Escala de Integración Auditiva Significativa para Infantes-Niños Pequeños»: es una escala de observación en la que se puntúa de acuerdo con la frecuencia en que ocurren determinadas conductas auditivas frente al sonido en situaciones de la vida cotidiana. Ha sido diseñada para que la apliquen padres de bebés y niños pequeños. • MAIS (Meaningful Auditory Integration Scale), «Escala de Integración Auditiva Significativa»: consiste en una escala de observación de las conductas auditivas para aplicarla en niños de edad escolar. • MUSS (Meaningful Use of Speech Scale), «Escala de uso significativo del lenguaje»: a pesar de que esta escala se utiliza para la evaluación del uso del lenguaje oral, con algunas adaptaciones puede ser de gran utilidad en vista a la intervención logopédica. Si bien el análisis de los resultados aportados por las escalas y cuestionarios y por las pruebas objetivas y subjetivas permitirá llegar a la confirmación del diagnóstico, esto resultará insuficiente en aquellos niños que hayan sido detectados de forma tardía. En estos casos es posible que, a pesar de la deficiencia auditiva, el niño haya adquirido un mínimo de desarrollo del lenguaje. El análisis de las pruebas de evaluación de la percepción del habla que se utilizan con frecuencia para el seguimiento de los niños dentro del programa de (re)habilitación auditiva suele aportar mucha información, no sólo sobre lo que el niño es capaz de oír, sino también acerca de los patrones de descodificación de la información acústica que utiliza cada niño en particular. Esta información servirá de soporte a la toma de la decisión correspondiente acerca del tipo de dispositivo de ayuda auditiva que el niño debería usar y a su calibración correspondiente, así

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como también permitirá sentar las bases del programa terapéutico que habrá que seguir (Furmanski, 1995). En la actualidad existe una gran variedad de pruebas para evaluar la percepción del habla. Sin embargo, no todas son aplicables a niños pequeños. La aplicación o no de dichas pruebas dependerá exclusivamente del nivel de desarrollo madurativo, cognitivo y lingüístico del niño. Estas pruebas tienen como objetivo determinar el uso funcional de la audición, es decir, evaluar la capacidad para detectar, discriminar, identificar, reconocer y comprender la palabra hablada. Antes de continuar con la explicación de las diferentes pruebas, resulta necesario definir cada una de estas habilidades auditivas: • Detección: consiste en captar la presencia de sonido. En esta habilidad se apoyarán las siguientes habilidades auditivas. • Discrim inación: consiste en poder determinar si dos estímulos auditivos son iguales o diferentes. • Identificación: consiste en identificar auditivamente un estímulo entre una serie de opciones (formato cerrado). • Reconocim iento: debe ser capaz de repetir un estímulo presentado auditivamente en formato abierto (el estímulo no se encuentra presente). • Com prensión: debe ser capaz de procesar la información auditiva para descodificar un mensaje. Consiste en mantener un discurso conectado. A continuación se expondrá una breve reseña de algunas de las pruebas de percepción del habla más utilizadas en niños pequeños. Test de Ling Consiste en una tarea de detección de seis sonidos del habla —/a/, /u/, /i/, /m/, /y/ y /s/— presentados a una intensidad conversacional normal (Ling, 1989). Estos sonidos constituyen una síntesis de todo el espectro de la palabra, ya que cada uno de ellos representa una información crítica de rangos frecuenciales diferentes. Se pueden esperar tres tipos de respuestas diferentes: que sólo haga una manifestación de haber oído el sonido (detección), señalar un dibujo que represente el sonido (identificación) o repetirlo (reconocimiento). Test de Percepción Temprana de la Palabra (Early Speech Perception test, o ESP) Esta prueba evalúa la capacidad de identificación de palabras en formato cerrado a partir de diferencias de patrones suprasegmentales y segmentales. El objetivo de la prueba consiste en categorizar la percepción de la palabra en cuatro de las siguientes categorías: ausencia de percepción de patrones auditivos (categoría 1), percepción de patrones auditivos (categoría 2), identificación limitada de palabras (categoría 3) e identificación consistente de palabras (categoría 4). Esta prueba se aplica a partir de los 2 años y consta de dos versiones según la edad que presente el niño: estándar (de 4 a 15 años) y simplificada (de 2 a 4 años). La versión

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estándar consta de tres subpruebas. La primera subprueba se denomina «percepción de patrones» y consta de doce imágenes de palabras que difieren en longitud o duración (monosilábicas, bisilábicas y trisilábicas). Estas palabras son presentadas de manera aleatoria en dos oportunidades cada una. Si el niño obtiene una puntuación correspondiente menor del 75%, se encontrará en la categoría 1, lo cual indicará que el niño es incapaz de diferenciar auditivamente palabras con distintos patrones suprasegmentales de duración. En el caso de que obtenga un porcentaje igual o superior al 75%, se puede proseguir con la siguiente prueba asegurando que el niño al menos se encuentra en la categoría 2, lo cual significa que es capaz de diferenciar palabras a partir de su duración. La segunda subprueba se denomina «identificación de bisílabas» y también consta de doce imágenes de palabras bisilábicas llanas (graves) que serán presentadas de forma aleatoria en dos oportunidades cada una. Si el niño obtiene una puntuación correspondiente menor del 75%, se encontrará en la categoría 2, y si el porcentaje obtenido es superior, se encontrará en la categoría 3, lo cual significa que es capaz de diferenciar palabras de igual duración y acentuación cuando las vocales son altamente diferenciadas. La tercera subprueba se denomina «identificación de monosílabas» y consta de doce imágenes de palabras monosilábicas con sentido que serán presentadas de forma aleatoria en dos oportunidades. Si el niño obtiene una puntuación inferior al 50%, permanecerá en la categoría 3, y si logra superar ese valor, se encontrará en la categoría 4, lo cual significa que posee capacidad para identificar palabras a partir de información espectral. La versión simplificada persigue los mismos objetivos que la versión estándar, con la diferencia de que los estímulos utilizados son objetos concretos conocidos por el niño y que el número de estímulos que hay que utilizar es menor. Test de identificación de vocales La prueba consta de cincuenta ítems de sílabas sin significado con estructura CVC (consonante-vocal-consonante) que el niño debe repetir. En cada sílaba la consonante inicial y final es la misma. Debido a que la prueba evalúa la capacidad de reconocer palabras a partir de la información acústica tomada de las vocales, cada ítem se puntuará como correcto si el niño logra repetir la vocal sin importar las consonantes. En los niños menores de 10 años habrá que adaptar la prueba a sus capacidades presentándole como estímulos sólo las vocales de manera prolongada (sin las consonantes). El número de estímulos que se presentarán será el mismo. La valoración completa e integral del niño hipoacúsico deberá incluir una minuciosa evaluación del lenguaje, el habla (voz y articulación) y la comunicación que permita determinar el nivel de lenguaje alcanzado para cada uno de los aspectos que lo componen, en sus dos vertientes, tanto en la expresiva como en la

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receptiva. En cuanto a la comunicación, será necesaria la observación de los prerrequisitos del lenguaje, las funciones comunicativas y las destrezas conversacionales. Asimismo, en los niños que han sido detectados tardíamente resultará de suma importancia indagar sobre la modalidad comunicativa que se ha establecido. Es necesario aclarar que de nada sirve la detección y el diagnóstico temprano si no se ofrece la posibilidad concreta de acceder a un tratamiento oportuno en tiempo y forma. Ante esta premisa surge la necesidad de comenzar a valorar los resultados de los programas de detección precoz de la hipoacusia no sólo a partir de la cantidad de casos detectados sino también a partir de casos confirmados (diagnosticados) y de casos que han recibido el tratamiento oportuno (suministro de prótesis auditiva e intervención logopédica). No debemos olvidar que el propósito del screening es el diagnóstico precoz y el consecuente tratam iento de los individuos detectados. De esto se desprende la necesidad de leyes que amparen al niño con deficiencia auditiva en todo su proceso terapéutico desde la detección inicial hasta la intervención educativa y logopédica posterior.

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Tratamiento La confirmación de la deficiencia auditiva resulta ser un hecho traumático que trae aparejado un efecto devastador en la dinámica familiar. Tras la confirmación de este diagnóstico resulta sumamente importante que el equipo multidisciplinario acompañe, guíe y asesore de manera adecuada a la familia del niño. Los padres del niño deben recibir información verídica sobre la patología que éste posee, así como las diferentes opciones de equipamiento e intervención logopédica y educacional. Hay que procurar presentar esta información de forma imparcial en un lenguaje culturalmente sensible, claro y comprensible. Si bien el apoyo familiar constituirá uno de los pilares fundamentales sobre el que se apoyará cualquier tipo de intervención a realizar, no debe olvidarse que el papel primordial de los padres del niño hipoacúsico seguirá siendo el de cuidar y amar a su hijo propiciando en todo momento espacios de intercambios comunicativos. Es preciso intentar evitar por todos los medios que el déficit auditivo se interponga entre el vínculo del niño con sus padres. El apoyo psicológico al núcleo familiar, así como el apoyo de grupos de otros padres de niños hipoacúsicos, suele ser de gran utilidad para aprender a aceptar el déficit auditivo y lograr el reajuste de las interacciones padres-hijo en función de las necesidades particulares de cada familia. A partir de la confirmación del diagnóstico, los padres se verán involucrados en una serie de toma de decisiones para las cuales no se han preparado. Aquí es donde el asesoramiento profesional debe estar fuertemente presente. Por un lado, resulta importante que sean conscientes de que sólo ellos son capaces de tomar decisiones con relación a su hijo, y, por otro lado, deben saber y sentir que no estarán solos en estos momentos difíciles. Para ello, los profesionales del equipo deberán poder brindar todas las opciones posibles para el caso en particular, con sus ventajas y desventajas, de una manera imparcial.

Adaptación protésica Los avances tecnológicos producidos en los últimos años han permitido el desarrollo de audífonos de última generación con mayor potencia y versatilidad; asimismo, han mejorado notablemente las expectativas generadas frente al implante coclear. Por otro lado, el avance en la tecnología utilizada como medio de diagnóstico de la pérdida auditiva ha conseguido que la adaptación protésica sea cada vez más ajustada a las características particulares de cada niño. Los criterios de selección de candidatos a un implante coclear se han modificado constantemente en los últimos años y es seguro que seguirán modificándose a medida que nuevas investigaciones respalden este tipo de ayuda tecnológica. Actualmente la opción del implante coclear surge, sin duda, en los niños en los

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cuales el déficit auditivo resulta ser bilateral y de grado profundo. Sin embargo, ésta no es la única indicación. Según la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos, también podrían ser posibles candidatos a un implante coclear aquellos niños que, tras un período de prueba con audífonos de entre 3 y 6 meses, hayan obtenido pocos o nulos progresos en el desarrollo de sus habilidades auditivas (incluso niños con neuropatía auditiva). En estos casos será necesario registrar y documentar de manera fehaciente la evolución obtenida durante ese período de prueba. Para ello deberemos valernos de las pruebas ya mencionadas de evaluación de la percepción del habla, las escalas y cuestionarios de conductas auditivas y de la evaluación del habla, el lenguaje y la comunicación. Asimismo, debemos tener en cuenta que quizá este progreso no esté ocurriendo debido a la concomitancia de alguna patología agregada, por lo cual la inclusión de una evaluación psicológica y neuropsicológica resultaría esencial antes de decidir la posible candidatura. A partir de lo expuesto se puede deducir el motivo por el cual resulta tan complicado reducir la edad mínima de implantación. Por más que un niño haya sido detectado, diagnosticado y equipado tempranamente (alrededor de los 5 o 6 meses), si tenemos en cuenta este período de prueba estaríamos acercándonos a la edad de 12 meses, que es la actual edad mínima de implantación que propone la FDA (2000). Resulta sumamente importante que las familias que estén pensando como opción el implante coclear sean realistas frente a los resultados esperados y sepan que si bien el implante le brindará a su hijo la habilidad para escuchar sonidos, esto no es garantía para el desarrollo de un lenguaje acorde. Al tomar la decisión, ellos tienen que ser conscientes de que los niños con deficiencia auditiva que se implantan actualmente presentan características variadas y que el pronóstico en relación con el lenguaje dependerá de muchos factores (edad de aparición de la hipoacusia, edad de implantación, estimulación previa con audífonos, patologías agregadas, etc.) que impactarán directamente sobre los resultados esperados. Con lo dicho no se busca desalentar a los padres en la decisión, sino simplemente crearles expectativas más realistas.

Intervención logopédica El tipo de intervención logopédica que debe realizarse en niños con deficiencia auditiva severa y profunda dependerá principalmente de dos factores: la edad de aparición de la hipoacusia y la edad de equipamiento auditivo (audífonos o implante coclear). Como es de suponer, lo antedicho se relaciona principalmente con la posibilidad o no de aprovechar la mayor plasticidad neuronal presente durante el período crítico para la adquisición del lenguaje. De este modo, podremos dividir el tipo de intervención principalmente en dos grandes grupos:

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• Enfoque natural de la adquisición del lenguaje o terapia auditiva verbal. • (Re)habilitación.

Enfoque natural de la adquisición del lenguaje Este tipo de intervención es aplicable a niños menores de 3 años de edad con hipoacusia prelingual (congénita o adquirida). Además del criterio de la edad, este tipo de enfoque requiere una serie de requisitos para poder aplicarse: • La detección de la hipoacusia debe ser precoz. • El equipamiento auditivo debe permitir escuchar todos los sonidos del lenguaje. • Debe haber un mantenimiento adecuado de las prótesis auditivas y controles audiológicos periódicos. • Participación familiar. • No debe existir una patología severa concomitante. Teniendo en cuenta que los niños de esta edad se encuentran dentro del período crítico para la adquisición del lenguaje, durante la intervención se buscará aprovechar al máximo la plasticidad neuronal que todavía poseen. Estos niños en general no han desarrollado lenguaje y sus capacidades para hacerlo todavía son óptimas. El enfoque de intervención del lenguaje para niños pequeños se basa en la suposición de que, dada una exposición auditiva y una experiencia temprana y apropiada, la mayoría de los niños con impedimento auditivo pueden desarrollar un proceso normal de la adquisición del lenguaje utilizando la audición como canal principal (Ling y Moheno, 2002). Se supone que el niño, una vez ha sido provisto de sus prótesis auditivas, será capaz de captar el sonido y utilizar la información acústica recibida para desarrollar el lenguaje de un modo bastante natural. El niño pequeño aún tiene a flor de piel la capacidad de imitación, es parte de su juego habitual; cuando el niño comienza a escuchar las voces de su entorno (mediante sus dispositivos auditivos) no tardará mucho en comenzar a imitar lo que escucha. Sus prótesis auditivas no sólo le permiten escuchar el habla del entorno sino también sus propias emisiones, las cuales irá regulando en una comparación continua con lo que escucha, es así como el circuito de retroalimentación acústica se instala gradualmente de forma de natural. El trabajo que se realizará en este tipo de intervención está basado en el desarrollo normal del lenguaje, por lo cual las habilidades auditivas no deberán aislarse del proceso de comunicación: la audición, el lenguaje, el habla, la cognición y el desarrollo afectivo y social deberán abordarse de forma global como una unidad indisociable. Con este tipo de abordaje es previsible que el niño hipoacúsico siga un desarrollo del lenguaje paralelo al de un niño oyente, aunque, como es de esperar, este desarrollo estará desfasado en el tiempo debido a que el niño hipoacúsico ha comenzado a oír más tarde. Durante el transcurso de la intervención se buscará ir cerrando esta brecha a fin de equiparar su nivel de desarrollo al de sus pares

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oyentes. Debido a la temprana edad de estos niños, los padres resultan ser el eje central de la intervención. Es necesario que aprendan qué se está haciendo y el porqué de cada una de las actividades que se realizan en la sesión. El profesional deberá explicar los objetivos y dar ideas de cómo transferir las actividades al hogar y a la vida diaria (Flores y Berruecos, 2006). Para ello, las actividades que deben llevarse a la práctica durante la sesión buscarán en todo momento dar significación a la audición con el fin de aprovechar los eventos naturales y cotidianos del lenguaje hablado (Ling y Moheno, 2002). De lo dicho se puede deducir que el tipo de abordaje que habrá que realizar será predominantemente global e informal. El aprendizaje informal es aquel que efectúa el niño a partir de la exploración espontánea del medio que lo rodea. Con esto no se quiere decir que en ningún momento de la intervención se realizará un trabajo formal, ya que en determinadas ocasiones necesitaremos de este tipo de abordaje para la adquisición de conceptos o elementos específicos que estén creando alguna dificultad. Debido a que gran parte de estos niños presentan una hipoacusia prelingual congénita, es muy probable que hayan tenido prácticamente una experiencia auditiva nula antes del equipamiento; por tal motivo, en los comienzos de la intervención lo que se buscará será generar atención y alerta auditiva, así como también corroborar que el equipamiento esté correctamente calibrado. Para ello podremos comenzar condicionando al niño al sonido; buscaremos generar respuesta al nombre (por la significación que tiene), a diferentes sonidos ambientales y, de ser posible, al test de Ling, ya que este último nos permitirá valorar el espectro del habla que el niño está escuchando, y también colaborará a un mayor condicionamiento para obtener respuestas más certeras y fiables durante las evaluaciones audiológicas de control. En los inicios de la intervención se buscará que el niño logre otorgar significado a los sonidos, que establezca relaciones de causa-efecto, que discrimine diferentes sonidos y que descubra el origen de éstos. No obstante, lo más importante a descubrir en este período es la importancia de la palabra y de la voz humana. El niño progresivamente irá descubriendo que sus emisiones (vocalizaciones) tienen efecto sobre el entorno, y también que las emisiones de los demás le generan placer, malestar, etc. El niño quizá todavía no es capaz de comprender las palabras en sí mismas, en cambio ya es capaz de comprender distintos patrones suprasegmentales y quizá hasta algunas palabras en contexto. En toda esta primera etapa se suele trabajar con distintos sonidos humanos y no humanos, aunque se suele dar mayor énfasis a los primeros, ya que no debemos olvidar que lo que buscamos mediante la intervención es la adquisición del lenguaje. Es necesario trabajar con un repertorio reducido de estímulos pero cargado de significado. Una herramienta de mucha utilidad para abordar esta etapa son los sonidos iniciales («muuuu» por la vaca; «pío, pío, pío» por el pajarito; «aaaaaaa» por el avión, etc.). Con el uso de estos sonidos u onomatopeyas se busca exponer

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al niño a diferentes emisiones con significado (asociadas a un referente) y con diferentes patrones suprasegmentales (corto-largo, continuo-entrecortado, etc.). Por otro lado, se busca que el niño perciba y produzca una gran cantidad de distintos fonemas. Asimismo, es conveniente introducir de manera temprana algunas frases familiares utilizadas en la rutina de todo niño; por ejemplo, «noni, noni», «¡humm, qué rico!», «se cayó», «hola», «chao [ciao]» o «adiós», «ven», «toma», «dame», etc. Hasta aquí se ha comentado lo que el niño es capaz de comprender y de los estímulos a utilizar, pero no se ha mencionado nada respecto a su producción. Hay que aclarar que en las actividades que deben realizarse, comprensión y expresión irán siempre de la mano, al igual que ocurre en el desarrollo del lenguaje de los niños oyentes. El niño deberá tener en todo momento un rol activo, donde el aprendizaje surja de la interacción con su entorno cercano. Resulta indispensable no caer en el error de que el niño opte sólo por un rol pasivo de escucha. Para evitar esta situación, se utilizarán pausas a la espera de una respuesta espontánea por parte del niño. Se trabajarán los turnos de manera natural, desde el inicio de la intervención. Otro punto a tener en cuenta es que en este tipo de intervención las habilidades auditivas no se abordarán de manera jerárquica (como veremos en la intervención de niños mayores y adultos). Como ya ha sido mencionado, se integrará el abordaje de las habilidades auditivas en una dinámica lúdica que no sólo permita el desarrollo de estas habilidades sino también que favorezca el desarrollo lingüístico, cognitivo, afectivo y social. Durante el transcurso de la intervención, las diferentes habilidades auditivas se abordarán a distintos niveles en función de la unidad del estímulo acústico que hay que trabajar (rasgos, fonemas, patrones suprasegmentales, palabras, frases o discurso conectado). A su vez, deberemos tener en cuenta la necesidad de facilitar o complejizar la tarea de acuerdo con el desempeño del niño. Esto se puede lograr a partir de la modificación del formato del estímulo (cerrado, abierto con clave o abierto), del tipo de actividad (estructurada o espontánea), de la familiaridad del estímulo, de la intensidad, de la velocidad, de la distancia, etc. Habrá que planificar y organizar cada sesión teniendo en cuenta estos parámetros. Si todo marcha bien, las primeras palabras deberían aparecer alrededor del año de haber comenzado con el equipamiento y la intervención adecuada. A estas alturas, el niño hipoacúsico, al igual que el niño oyente, comprenderá mucho más de lo que es capaz de producir. Se trata de un período donde el niño siente gran placer poniendo etiquetas a los objetos. Cuando el niño haya adquirido alrededor de 50 palabras, seguramente se encuentre en condiciones de comenzar a utilizar frases sencillas (dos palabras). Estas primeras producciones, como es de esperar, estarán cargadas de procesos fonológicos de simplificación, por tanto hay que advertir a los padres que éste es un proceso normal en el desarrollo del lenguaje. Sin embargo, el profesional deberá estar atento para poder diferenciar el proceso

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fonológico normal de la producción de errores en el habla debido a problemas auditivos. Esta diferencia podrá determinarse a partir del factor tiempo, ya que la mayoría de los procesos fonológicos desaparecen rápidamente, mientras que el habla que se desvía debido a trastornos perceptivos tiende a persistir (Ling, 2002). Ante este tipo de situaciones se evidencia la importancia de que el profesional que lleve a cabo este tipo de abordaje posea no sólo conocimientos con relación al desarrollo normal del lenguaje, sino también sobre el desarrollo de las habilidades auditivas y sobre la acústica del habla. Los conocimientos sobre la acústica del habla le permitirán la posibilidad de dilucidar la causa ante la falla de percepción de ciertos sonidos del habla, así como también le posibilitará modificar las estrategias utilizadas para que el niño logre acceder a las pistas acústicas necesarias para la percepción se esos sonidos. A partir de este momento, y siguiendo el concepto de zona de desarrollo próximo de Vigotski, se debe insistir a los padres en la necesidad de abandonar gradualmente el modo de hablar que hemos utilizado hasta este momento. Esto no significa que debemos hablarle al niño como a un adulto, sino que deberemos subir las exigencias a un nivel acorde con los progresos que ha hecho hasta el momento. Se debe empezar a ampliar el vocabulario y la estructura gramatical (frases de mayor longitud y complejidad constituidas por diferentes clases de palabras). Tanto los niños oyentes como los niños hipoacúsicos que han sido intervenidos tempranamente tienen la capacidad de poder extraer significado a partir del contexto por más que no comprendan todos los elementos del mensaje. No hay que privar a estos niños de adquirir esta capacidad tan importante para su desarrollo lingüístico, cognitivo, afectivo y social. Por otro lado, esto permitirá sentar las bases para desarrollar habilidades conversacionales ajustadas a cada situación particular. El concepto primordial que es preciso intentar transmitir a los padres del niño es que el lenguaje oral sólo puede ser adquirido y desarrollado a través de un proceso de experiencia continua que implique intercambios y relaciones interpersonales dentro de una verdadera situación de comunicación (Dumont, 1999). Para ello, nuestro objetivo inicial debe ser ayudar a los padres a desarrollar habilidades para crear un entorno de aprendizaje del lenguaje a través del placer y la diversión de conectarse con su hijo (Luterman et al., 2009).

(Re)habilitación En el presente ámbito se denomina (re)habilitación a la intervención diseñada para minimizar y aliviar las dificultades comunicativas asociadas con la pérdida auditiva (Gómez, 2006). Se hablará de rehabilitación auditiva en los casos de niños con hipoacusia poslocutiva, y de habilitación auditiva en los casos de hipoacusia prelocutiva que no cumplan con los requisitos exigidos para realizar un enfoque natural de la adquisición del lenguaje.

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La diferencia entre habilitación y rehabilitación se sustenta sobre la base de la diferente experiencia auditiva que presentan ambos grupos en el momento inicial de la intervención. Como es de suponer, el pronóstico esperado para cada uno de ellos también será relativamente distinto. En los casos de niños con hipoacusia poslocutiva, si el tiempo de privación auditiva ha sido corto, sólo será necesario un reajuste de la información auditiva que recibe actualmente (con amplificación) a su experiencia auditiva previa. Debido a que los niños con hipoacusia perilocutiva se encuentran en pleno proceso de adquisición del lenguaje, si la retroalimentación acústica no se restablece rápidamente, comenzarán a perder las adquisiciones logradas. En estos casos, dependiendo de la edad, del tiempo de privación auditiva y de las características particulares del niño en cuestión, se optará por un tipo de intervención más flexible que tenga en consideración, en mayor o menor medida, elementos de ambos tipos de abordaje (enfoque natural y [re]habilitación). Los niños con hipoacusia prelocutiva mayores de 3 años de edad no han adquirido el lenguaje y su tiempo de mayor plasticidad neuronal ha finalizado, motivo por el cual no suelen beneficiarse «demasiado» de un enfoque natural de la adquisición del lenguaje. Con esto no se quiere decir que el niño de 3 o 4 años de edad no pueda sacar provecho de situaciones cotidianas, sino que seguramente no serán suficientes para la adquisición adecuada del desarrollo del lenguaje. Con el fin de maximizar los resultados de la intervención en estos niños, habrá que tomar elementos de ambos enfoques realizando actividades más formales y dirigidas hacia cuestiones puntuales para posteriormente transferir dichos aprendizajes a situaciones cotidianas. Lo que define principalmente el modo de intervención de (re)habilitación es el carácter estructurado y más formal del abordaje. Por otro lado, ya no se buscará en todos los casos que el canal auditivo sea la principal vía de acceso a la palabra, sino que, en ocasiones, sólo se buscará complementar la información visual que el niño ya utiliza para comunicarse con información auditiva adicional que permita mejorar la comprensión y la expresión del lenguaje a los fines de una mejor comunicación. Esto podrá plantearse especialmente en los niños de mayor edad con gran tiempo de privación auditiva que ya poseen establecida una modalidad comunicativa predominantemente visual (lectura labial o lengua de señas). Como se habrá podido apreciar, existe una gran heterogeneidad dentro del grupo a ser tratado mediante este tipo de intervención al que denominamos (re)habilitación. Teniendo en cuenta lo dicho, el primer paso de la intervención consistirá en conocer en qué categoría de percepción del habla se encuentra el niño a fin de establecer cuál será el punto inicial de la intervención para cada caso particular. Moog y Geers (1994) describen seis categorías diferentes de percepción del habla: • Categoría 0: no detecta el habla amplificada.

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• Categoría 1: detecta el habla amplificada. • Categoría 2: percepción de patrones suprasegmentales (diferencias temporales y de acentuación). • Categoría 3: identificación de palabras a partir de grandes diferencias espectrales (igual patrón suprasegmental con características fonéticas muy diferentes). • Categoría 4: identificación de palabras a través del reconocimiento de vocales (igual patrón suprasegmental y estructura de las consonantes pero distinta estructura vocálica). • Categoría 5: identificación de palabras a través del reconocimiento de consonantes (igual patrón suprasegmental y estructura vocálica pero diferente estructura consonántica). • Categoría 6: reconocimiento de palabras en formato abierto. La determinación de la categoría en la que se encuentra el niño estará dada por los resultados aportados por las pruebas de evaluación de la percepción del habla. A partir de aquí el objetivo será ir escalando gradualmente por las distintas categorías hasta alcanzar los niveles más altos. Clásicamente, la (re)habilitación se ha dividido en cinco etapas en función de las habilidades auditivas que hay que trabajar: detección, discriminación, identificación, reconocimiento y comprensión. El hecho de llamarlas «etapas» ha llevado a la confusión de creer que hay que trabajarlas indefectiblemente de manera secuencial en el orden presentado. Si bien es cierto que la adquisición de las habilidades más básicas permitirá la adquisición de las habilidades más complejas hasta llegar a la comprensión, esto no significa que no podamos abordar, por ejemplo, la identificación hasta que se haya logrado la discriminación de todas las palabras acústicamente similares, ya que no sólo debemos tener en cuenta las habilidades auditivas sino también la categoría del habla en que se encuentra el niño, el objetivo buscado en la sesión y la unidad del estímulo que hay que utilizar. Por lo tanto, el objetivo de la intervención será ir aumentando de categoría del habla a partir de la creciente mejora en las distintas habilidades auditivas. Con el fin de aclarar lo expuesto, a continuación se expondrán, a modo de ejemplo, distintas actividades que pueden realizarse para adquirir cada una de las habilidades auditivas. • Detección. Consiste en captar la presencia de sonido. Los estímulos que hay que utilizar pueden ser juguetes con sonidos, su nombre, el test de Ling, etc. Con estas mismas actividades se podrá trabajar a la vez la localización sonora y la respuesta condicionada al sonido. • Discriminación. Consiste en poder determinar si dos estímulos son iguales o diferentes. Dependiendo de en qué categoría del habla se encuentre el niño se elegirán diferentes tipos de estímulos. Por ejemplo, si el niño se encuentra en categoría 1 (detecta el habla amplificada) y buscamos que pase a categoría 2, los estímulos que habrá que utilizar deberán presentar diferentes patrones

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suprasegmentales (ejemplo: «aaaaaaa» por el avión y «pío, pío, pío» por el pajarito). En el extremo opuesto podría suceder que el niño se encontrara en categoría 6, donde ya posee la capacidad de identificar palabras en formato abierto, y el objetivo de la actividad sería lograr la discriminación de dos fonemas conflictivos que se diferencian en un solo rasgo, por lo cual los estímulos a presentar podrían ser pares mínimos (taco-saco). En la práctica, el abordaje de esta habilidad se suele realizar cuando surgen dificultades de identificación o reconocimiento de algún elemento en particular. • Identificación. Consiste en identificar auditivamente un estímulo entre una serie de tres o más opciones (formato cerrado). En las tareas de identificación no sólo debe saber si los estímulos son iguales o diferentes, sino que también debe tener una imagen acústica de cada uno de los estímulos guardados en su memoria. Al igual que las otras habilidades auditivas, esta habilidad también puede abordarse desde distintos niveles. Por ejemplo, a nivel suprasegmental podremos trabajar con identificación de sonidos iniciales («muuuu» por la vaca, «mua» por el beso y «pío, pío, pío» por el pajarito), o bien de palabras (sol-manozapato), mientras que a nivel segmental se puede buscar la identificación de palabras que se diferencian sólo por las consonantes (cala-caja-capa). Por otro lado, también se podría llevar la actividad al nivel de frase; por ejemplo, si le diéramos al niño marcadores de varios colores y una hoja con varios dibujos y le solicitáramos que pintase de azul el coche, estaríamos logrando la identificación de dos elementos críticos dentro de la frase. • Reconocimiento. Consiste en la capacidad de repetir un estímulo presentado auditivamente en formato abierto (el estímulo no se encuentra presente). Un paso intermedio entre el formato cerrado y el abierto es el formato abierto con clave donde se da una ayuda contextual («te voy a decir animales» o «hablemos de la Navidad»). Las actividades que hay que realizar pueden ser similares a las de identificación, con la salvedad de que el estímulo no se encuentra presente. • Comprensión. Consiste en la capacidad de extraer significado del lenguaje a partir de una conversación. Una vez que el niño llega a este nivel, las actividades que habrá que realizar buscarán que el niño pueda llevar a cabo un procesamiento de la información que recibe para dar una respuesta de elaboración propia. Se pueden realizar adivinanzas, chistes, conversar sobre lo que ha hecho durante el día, etc. En un principio, las consignas han de ser sencillas para luego incrementar gradualmente su complejidad. También hay que ir haciendo más complejas las situaciones de conversación (p. ej., con ruido de fondo, habla telefónica, escuchar la radio, etc.). Resulta sumamente importante que en la planificación de cada sesión se haga hincapié en el control de las variables presentadas en el cuadro 13-3 a fin de lograr el objetivo planteado. C u a d r o 1 3 - 3 Cont r ol de las var iables par a la

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planific ac ión de las s es iones de ( r e) habilit ac ión Habilidad auditiva • Detección • Discriminación • Identificación • Reconocimiento • Comprensión

Unidad de estímulo • Patrones suprasegmentales • Fonemas • Palabras • Frases • Discurso conectado

Nivel de dificultad • Tipo de actividad (estructurada o espontánea) • Formato del estímulo (cerrado, abierto con clave o abierto) • Grado de contraste acústico • Nivel de intensidad del habla • Velocidad del habla • Familiaridad del estímulo • Ruido de fondo

Ante la falta de planificación de las sesiones y reevaluaciones constantes se puede perder de vista el objetivo si se invierte un tiempo innecesario realizando actividades que el niño ya es capaz de llevar a cabo, o, por el contrario, exponerlo a situaciones y ejercitación para la cual aún no se encuentra preparado.

Modalidad de comunicación en la enseñanza de niños con deficiencia auditiva Una de las controversias más grandes que existen hoy en día sobre la intervención resulta ser la elección del sistema de comunicación más acorde para optimizar el desarrollo comunicativo de los niños con pérdidas auditivas severas o profundas (Fernández y Pertusa, 2005). Si bien existen diversas investigaciones en favor de una u otra metodología, en el momento actual todavía no existe ninguna que demuestre que un método sea

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superior a otro. Lamentablemente, todos los métodos presentan sus ventajas y desventajas. El método elegido para establecer la modalidad comunicativa es exclusivamente una decisión de los padres del niño, motivo por el cual la información brindada por el profesional deberá ser lo más objetiva e imparcial posible, presentando las ventajas y desventajas de cada uno de ellos para cada caso en particular. Es preciso dejar claro que la decisión que van a tomar de ningún modo será irreversible, ya que si con el transcurso del tiempo las necesidades del niño cambian, esta decisión puede ser objeto de revisión. A continuación se describirán brevemente las diferentes modalidades comunicativas existentes: • Auralismo (método audioverbal). Consiste en un enfoque unisensorial cuyo objetivo consiste en la adquisición del lenguaje oral a través del canal auditivo. Mediante esta metodología, las pistas visuales se reducen considerablemente. • Método audiooral. Este enfoque persigue como fin la adquisición del lenguaje oral pero complementando el entrenamiento auditivo con el entrenamiento de la lectura labial. • Palabra complementada. Resulta ser una variante del método audiooral en la que, además del entrenamiento auditivo y de la lectura labial, se enseña una serie de configuraciones manuales que permiten la diferenciación de forma visual de «fonemas» (sonidos) que comparten el mismo punto de articulación. • Comunicación total. Se utiliza una combinación de métodos visuales y auditivos para lograr un mayor nivel comunicativo. Se hace hincapié en todas las técnicas comunicativas por igual (audición, lectura labial, lectoescritura y sistemas gestuales y manuales). • Lengua de señas. Es la lengua natural de la comunidad sorda de un país o territorio. Constituye una lengua que ha sido desarrollada independiente del lenguaje oral y que no se corresponde lingüísticamente con él, teniendo sus propias estructuras sintácticas (Fernández y Pertusa, 2005). • Bimodal. Se utiliza de forma simultánea el habla y los signos. A medida que el niño habla, va signando los componentes léxicos con los signos de la lengua de señas, pero siguiendo las reglas morfosintácticas del lenguaje oral. • Bilingüe/bicultural. Este enfoque considera que la primera lengua del niño debe ser la lengua de señas y que ésta, a su vez, debe utilizarse como medio de enseñanza para adquirir la lengua oral. Es decir, que la lengua oral se aprenderá como un segundo idioma. Cualquier método elegido puede ser aceptable cuando las necesidades lo justifiquen. Lo importante es que el método pedagógico siempre sea escogido en función de lo más conveniente para el niño.

Tipo de escolarización 408

La tarea de elegir el tipo de escolarización más conveniente para niños con deficiencia auditiva en ocasiones suele ser difícil y confusa. Esta elección deberá estar guiada hacia un tipo de escolarización que permita tanto el desarrollo del lenguaje (ya sea oral o gestual) como también el aprendizaje académico y un adecuado desarrollo socioemocional. De esta manera, la modalidad de escolarización a elegir deberá: • Adaptarse a la problemática particular del niño. • Favorecer la integración social. • Potenciar al máximo sus capacidades. En la actualidad existen distintos tipos de centros educativos para llevar a cabo la escolarización del niño con deficiencia auditiva. • Centro específico. Son centros a los que asisten solamente niños con deficiencia auditiva. Los contenidos académicos suelen estar impartidos por profesores de sordos. • Centro ordinario. Consiste en una escolaridad común a la que asisten niños de audición normal. A estos centros solían asistir solamente los niños con hipoacusia de grado leve o moderado. Sin embargo, a partir del advenimiento de los implantes cocleares y los audífonos de mayor rendimiento, cada vez son más los niños que a pesar de poseer una pérdida auditiva severa o profunda logran una adecuada integración en un centro ordinario. • Centro de integración. Se trata de un centro ordinario que cuenta con el apoyo de un maestro integrador dentro del aula. Su función consiste en lograr adoptar diferentes estrategias con el fin de hacer más accesibles los contenidos académicos. Por otro lado, este tipo de centro se caracteriza por presentar un equipo especializado encargado de evaluar las dificultades que puedan surgir con el fin de realizar las adaptaciones curriculares pertinentes para cada caso en particular. • Aulas de integración. Consiste en aulas de niños con deficiencia auditiva dentro un centro ordinario. El objetivo de este tipo de integración consiste en poder brindar al niño hipoacúsico los contenidos académicos de una forma acorde a sus necesidades y a la vez permitir que estén en contacto fluido con niños de audición normal durante la realización de diferentes actividades. Actualmente este tipo de escolaridad ha sido prácticamente abandonada. El tipo de centro que habrá que elegir debería poder brindar una educación completa e integral, donde el niño hipoacúsico pueda desarrollar sus capacidades y compensar sus limitaciones para llegar al grado máximo de autonomía y maduración personal posible (López, 2005). La regla fundamental en la educación del niño hipoacúsico debería ser la convicción de poder brindarle la posibilidad de crecer y estudiar según sus necesidades y posibilidades, en un entorno ameno y lo menos segregado posible. Lamentablemente, para lograr esto, no existe ningún método, vía o programa educativo único o superior; sin embargo, con lo que sí podemos contar es con

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diferentes medios y estrategias que permitan superar la barrera comunicativa que separa al niño hipoacúsico de la sociedad. En muchas ocasiones, la mejor opción estratégica la podremos hallar a partir de un sistema flexible que combine diferentes programas educativos y de rehabilitación.

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CAP ÍTULO 14

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Logopedia y parálisis cerebral infantil M. Puyuelo and C. Salavera

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Introducción En la parálisis cerebral infantil existe un problema neurológico de base que incidirá en los posibles problemas de lenguaje, por este motivo es necesario disponer de unas nociones básicas de lo que esto significa. La parálisis cerebral infantil se debe a causas neurológicas que incidirán en los posibles problemas del lenguaje, por eso es importante conocer toda la diversidad de síntomas y las implicaciones que pueden tener para el desarrollo y el aprendizaje de estos niños (Bottcher, 2010; Pirila et al., 2007). En general, la parálisis cerebral puede definirse como la consecuencia de una lesión que ha sufrido un cerebro en desarrollo, en un período que abarca desde la gestación hasta los 3 años de vida según las diferentes definiciones. Esta afectación cerebral se manifiesta en que la coordinación muscular no es la correcta, ni tampoco el tono muscular, todo ello queda reflejado en alteraciones más o menos importantes del movimiento, que pueden afectar o no al habla (Katusic, 2012; Yearging-Allsopp y Boyle, 2002). Las definiciones del síndrome difieren según los autores. Véase, por ejemplo, Little (1853), Kong (1976), Bobath (1976), Thardieu (1976), Doman y Delacato (1968), Deaver (1975); se le asignan términos como «problemas cerebromotores», «alteraciones del desarrollo», «hándicap motor cerebral», «enfermedad motora cerebral», etc. Internacionalmente, el término más extendido es el de «parálisis cerebral» y es el que utilizaremos en este capítulo.

Manifestaciones clínicas Las alteraciones del movimiento serán diferentes según el tipo de parálisis cerebral de que se trate y según el grado de afectación, pudiendo afectar al habla y al desarrollo del lenguaje o no. Al respecto, pueden diferenciarse algunas características generales: • Los movimientos pueden estar «mal regulados», ser rígidos, lentos o extremadamente rápidos. • La extensión y la gravedad de la lesión pueden ser muy variables; en ocasiones está afectado todo el cuerpo, en otras sólo las piernas, el lado derecho del cuerpo, el izquierdo, etc. • En los casos más graves puede resultar imposible la marcha, la sedestación, la manipulación voluntaria, e incluso el habla. • Por el contrario, los casos más leves pueden pasar casi desapercibidos y manifestarse sólo en actividades como la escritura, la manipulación fina, en pequeños defectos de la articulación, en la prosodia, etc. • En relación con esta alteración general del movimiento, puede estar afectada la capacidad de expresión del lenguaje en sus aspectos motores: articulación, respiración, fonación, voz. También el proceso de adquisición del lenguaje,

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aunque esto no se puede atribuir de forma directa a la parálisis cerebral, desde problemas muy leves, como la dificultad en producir correctamente un sonido determinado, hasta la imposibilidad total del habla (Puyuelo, 1982).

Semiología de la parálisis cerebral infantil El término «parálisis cerebral» engloba un grupo muy diferente de trastornos, con aspectos sintomatológicos y etiológicos muy diferentes, por lo que se hace necesaria una clasificación mínima de los tipos clínicos más frecuentes. Las clasificaciones intentan describir básicamente el tipo de alteración motriz en cuanto a las dificultades que provoca en el desarrollo psicomotor del niño, en aspectos tales como el control corporal, la coordinación de movimientos, las alteraciones en el tono muscular y las zonas cerebrales afectadas que estarán relacionadas con dificultades en el equilibrio, la marcha, en la sedestación o con la misma ejecución del movimiento a nivel general corporal o, en especial, en los órganos del habla. Realizar una clasificación de un síndrome como es la parálisis cerebral infantil, que comprende formas muy diferentes, es complejo y admite muchos matices que desbordarían el objetivo de este capítulo. Aquí se incluye una clasificación básica para que el especialista en lenguaje entienda las características de los síntomas que se encontrará y la razón por la que pueden darse enfoques de tratamiento muy diferentes de unos casos a otros. • Parálisis cerebral espástica. La lesión está a nivel de la corteza motora y vía piramidal intracerebral. Manifiestan un aumento exagerado del tono muscular, con disminución de los movimientos voluntarios. El movimiento es rígido y lento. El tono muscular es alto de forma persistente. La espasticidad puede afectar a todo el cuerpo, sólo a un lado, o sólo a las extremidades inferiores. • Parálisis cerebral atetósica. La lesión se sitúa en el sistema extrapiramidal, fundamentalmente en los núcleos de la base. Aparecen movimientos involuntarios e incoordinados que dificultan la actividad voluntaria. Son característicos los cambios bruscos de tono muscular, pasando de un tono bajo o normal a la hipertonía y viceversa. De esta forma, un intento de movimiento de alguna parte del cuerpo, como por ejemplo, de la boca, puede acompañarse de una contracción de los músculos de la cabeza, el tronco, etc. • Parálisis cerebral atáxica. La lesión se sitúa en el cerebelo. Queda afectado el equilibrio, la dirección y la coordinación de los movimientos. • Parálisis cerebral hipotónica. Generalmente son casos que luego evolucionan hacia alguna de las otras formas de parálisis cerebral. Se caracteriza por un tono muscular general bajo en que al niño le cuesta mantener la cabeza, el tronco, etc. • Formas mixtas. Suelen ser una combinación de espasticidad y de atetosis, aunque también pueden darse combinaciones de los otros tipos. Esta clasificación podría complementarse con otras que se realizan en función

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del cuadro clínico como pueda ser tetraparesia, diplejía, etc., que no haremos, dados los objetivos de este capítulo. No obstante, sí debemos tener en cuenta que con frecuencia existe toda una serie de trastornos asociados que pueden comprometer la evolución global. Los más frecuentes serían los siguientes: a) problemas oculares, como estrabismo, nistagmo, etc., en aproximadamente un 41% de los casos; b) hipoacusias, desde casos leves hasta hipoacusias neurosensoriales; c) retraso mental, entre un 40 y un 60% de los casos; d) epilepsia, según formas diferentes, entre un 40 y un 60%; e) problemas de percepción visual, auditiva y táctil; f) problemas perceptivomotores con alteraciones del esquema corporal, de la lateralidad, orientación espacial, etc. En resumen, puede afirmarse que existe un cuadro de afectación motriz que será muy variable de unos casos a otros. Además de esta afectación motriz y de sus diferentes grados de gravedad, puede haber problemas en cuanto al desarrollo cognitivo, desarrollo del lenguaje, así como de diferentes aspectos comportamentales, como inseguridad, obsesión, hiperactividad, que pueden dificultar la adaptación social y escolar. Las características de la parálisis cerebral pueden afectar al desarrollo motor, cognitivo y del lenguaje del niño de forma muy diversa. Citaremos sólo algunos aspectos muy básicos: • El niño puede no haber realizado adquisiciones básicas a la edad que le corresponde; por ejemplo, a nivel de la pinza, la sedestación, la marcha, balbuceo pobre, ausencia de la primera palabra hasta los 3-4 años, pero luego, aunque sea de forma tardía, realiza todas las adquisiciones correctamente, incluido un nivel evolutivo del lenguaje que puede ser normal y en algunos casos superior al de niños sin afectación de su edad cronológica. • Las alteraciones perceptivas y de atención pueden provocar un procesamiento más lento de la información, más lentitud en elaborarla o en dar una respuesta, pero si se les ayuda con los medios necesarios pueden llegar a tener unos resultados académicos en algunos de ellos buenos o excelentes (Lidzba et al., 2006). • Según la afectación y la evolución de cada uno de ellos, los especialistas de lenguaje deben ser capaces de diferenciar las necesidades educativas a lo largo de la vida. Por ejemplo, habrá casos que, después de un período de logopedia de 2-3 años, no necesitarán más atención especializada, mientras que otros deberían tener un mantenimiento hasta la edad adulta, igual que se hace a nivel motor general.

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Problemas de lenguaje La parálisis cerebral puede presentar una gran diversidad en el ámbito del lenguaje. En cuanto a la frecuencia, las estadísticas varían mucho según los autores, pero podemos afirmar que alrededor de un 60% de los casos de parálisis cerebral presentarán problemas de lenguaje. En principio, lo que caracteriza la parálisis cerebral es la dificultad motora en la ejecución del lenguaje expresivo, existiendo, tal como se ha dicho, desde dificultades muy leves hasta la imposibilidad total de emitir un sonido comprensible. No obstante, no podemos olvidar que un número importante de casos presentan desde retrasos simples hasta retrasos graves en la adquisición del lenguaje. El foco de atención diagnóstica y de intervención se ha situado tradicionalmente en las dificultades motoras para hablar, y no tanto en las dificultades de adquisición del lenguaje. Deben tenerse en cuenta los dos aspectos. Por otro lado, hay que hacer un seguimiento longitudinal de los casos por lo menos hasta la adolescencia. Si bien es cierto que la parálisis cerebral infantil debe diagnosticarse antes de los 3 años, muchos de esos síntomas motores o de sus dificultades de adquisición del lenguaje pueden manifestarse más tarde. Partimos de la base de que en relación con el lenguaje, además de los aspectos cognitivos implicados, todos hacemos un programa motor y un programa lingüístico; es decir, decidimos a la vez de qué hablar, a quién hablar, etc., y debemos hacerlo con unas determinadas reglas gramaticales, de contenidos, de aspectos pragmáticos, relacionados con la comunicación misma. Pero al mismo tiempo se realiza una programación automática de la prosodia, la respiración, la voz, etc., para llevar a cabo este acto comunicativo. Las dificultades del paralítico cerebral pueden variar a lo largo del desarrollo. A la vez que se produce un mayor desarrollo del lenguaje, la escolaridad, el aumento de los interlocutores, pero también los cambios físicos de la persona, pueden provocar distintas necesidades de intervención en las diferentes épocas de desarrollo. Estas necesidades de intervención pueden comprender tanto aspectos motores como de adquisición del lenguaje. Es preciso tener en cuenta que, junto con otros aspectos madurativos, el ritmo de adquisición del lenguaje en el paralítico cerebral puede presentar características especiales que oscilan desde pequeños problemas a nivel morfológico hasta problemas graves de comprensión que requerirán una intervención especializada. En general, distinguiremos dos grandes aspectos de los posibles problemas: en la adquisición del lenguaje y problemas motores de expresión, que afectan al habla y la voz.

Adquisición del lenguaje 419

Los estudios sobre la evolución del lenguaje en el paralítico cerebral no son muy numerosos ya que, en general, se ha estudiado mucho más el problema motor. No obstante, en la práctica podemos encontrarnos diferentes niveles evolutivos según los casos: desarrollo normal, retraso ligero o retraso grave. En los casos en que exista retraso del lenguaje deberemos tener en cuenta dos posibilidades: 1. El paralítico cerebral que tiene una discapacidad mental —ligera, media o grave — como trastorno asociado. 2. El paralítico cerebral que tiene un desarrollo cognitivo global normal, pero con algún grado de retraso del lenguaje. En el primer caso, los problemas serán iguales que en la discapacidad mental correspondiente, pero con el problema motor sobreañadido que posiblemente dificultará las interacciones verbales. En el segundo caso no puede decirse que haya un perfil característico de los retrasos del lenguaje en el paralítico cerebral. Dicho de otro modo, no se puede afirmar que lo característico sean los problemas fonológicos, los semánticos, etc., sino que el grado de retraso del lenguaje y los aspectos implicados variarán en cada caso. Veamos a continuación estos aspectos.

Desarrollo fonológico En general estará retardado respecto al desarrollo normal, aunque globalmente siga las mismas fases de desarrollo. Se manifestará en que llegarán a producir más tarde los diferentes sonidos, tendrán más dificultad en llegar a producir sonidos consonánticos, dobles, inversos, etc., y lo harán más tarde. En la mayoría de los casos, todo ello no será imputable a un defecto de adquisición fonológico, sino a las dificultades motrices para llegar a producir de forma diferenciada los diferentes sonidos. No obstante, debemos admitir que en algunos de ellos existen problemas de percepción auditiva, de discriminación fonética, etc., que influirán en el desarrollo fonológico. Un número significativo de estos niños pueden sufrir desde otitis medias, que cursan con hipoacusia, hasta sorderas neurosensoriales graves, en un porcentaje más alto que la media de la población. Por ello es importante realizar un diagnóstico temprano, aprovechando los recursos actuales: otoemisiones, potenciales evocados, potenciales evocados de estado estable, que, al igual que en otros niños, permiten detectar una sordera neurosensorial en los primeros meses de vida. En el resto es importante realizar revisiones periódicas del nivel auditivo. En algunos casos, aun cuando tengan audición normal a nivel sensorial, las alteraciones fonológicas pueden ir asociadas a dificultades de figura-fondo auditivo, y también a una mayor lentitud a la hora de procesar la información o un menor nivel de atención (Faires y Lankford, 1976).

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Desarrollo morfosintáctico En general se debe considerar que globalmente será normal. Pero hay algunos aspectos que conviene considerar: • Al existir un problema motor, tienden a simplificar la extensión de su discurso; es decir, en lugar de realizar enunciados de cinco o seis elementos, lo simplifican para adaptarlo a sus posibilidades motoras. El niño tiene tendencia a reducir la longitud de la frase eliminando nexos de unión o simplificando los tiempos verbales, aun cuando es capaz de ejecutarlo correctamente. Por ejemplo, en lugar de decir «La mama peina a la niña», dicen «Mama peina niña»; si se les anima, pueden llegar a ejecutarlo correctamente. Pero si esta simplificación del lenguaje persiste en el tiempo, sí que puede dar lugar evolutivamente, en meses o en años, a un retraso del lenguaje. • La necesidad de adaptar el texto a sus posibilidades motoras puede provocar que utilicen un léxico más restringido. En general, sus experiencias a nivel sensoriomotor, operacional, descubrimiento del espacio, etc., son más limitadas y también pueden limitar la cantidad de conocimientos lingüísticos. Es un elemento a considerar a nivel escolar y familiar para que los programas de intervención o de asesoramiento no se centren sólo en lo motor.

Aspectos semánticos y psicolingüísticos Debemos tener en cuenta que las interacciones verbales estarán reducidas por las dificultades en encontrar interlocutores válidos; pueden tener un número bajo de interacciones, lo que repercutirá en un empobrecimiento del lenguaje. Las funciones de comunicación pueden estar alteradas; esto es, tendrán un número restringido de interlocutores y en ocasiones los intercambios contarán con un número de informaciones bajo. Sus posibilidades de utilizar cantidad de recursos léxicos, psicolingüísticos, etc., estarán reducidas por las limitaciones físicas y de tiempo. Si el problema físico es importante, dificultará que haya un intercambio verbal complejo a nivel abstracto y lingüístico. Todo ello puede contribuir a que el niño tenga un lenguaje comprensible, pero con un pobre nivel lingüístico y psicolingüístico. Las dificultades de evaluación del lenguaje en la parálisis cerebral, dado el número limitado de pruebas adaptadas a sus características motrices, hacen que la evolución, tanto por medio de pruebas normativas como de la observación, plantee numerosas limitaciones. Por este motivo, en muchos casos no se detecta un retraso del lenguaje grave o leve hasta edades muy avanzadas. Pero cuando se dedica el tiempo y los recursos necesarios, se detectan muchos de estos trastornos.

Problemas motores de expresión 421

Estas dificultades pueden afectar a las funciones de respiración, fonación, voz, articulación, con diferentes niveles de dificultad en cada uno de ellos. Los problemas más frecuentes son: • Mímica facial inexpresiva, pobre, lenta, o, por el contrario, con gestos bruscos, exagerados, tics, etc., que en muchas ocasiones aparecen con motivo de una actividad motriz voluntaria y, en particular, con el lenguaje. • Movimientos asociados de una parte del cuerpo (brazos, manos, hombros, cabeza, etc.) o de todo él al hablar o intentar hablar. • Los reflejos orales pueden no aparecer o, por el contrario, persistir hasta edades avanzadas. • Con frecuencia está alterada la motricidad de la alimentación. Tardan en deglutir correctamente y en masticar, o lo hacen con un patrón de deglución atípica. • El balbuceo muchas veces es pobre y presenta dificultades en sus aspectos interactivos. • Problemas de voz: se manifiestan ya desde edades tempranas y con frecuencia dan lugar a síntomas disfónicos. • Problemas de fonación y prosodia: la emisión fluida del sonido está alterada y muchas veces la entonación, la melodía y el ritmo no están bien. Veamos a continuación algunos de ellos más ampliamente.

Partes del cuerpo relacionadas con la emisión de voz En la fonación y en el habla interviene todo el cuerpo y no sólo los pulmones, los repliegues vocales, etc. Por ello, si el niño intenta emitir con los abdominales muy contraídos, sin relajarlos en ningún momento, con la cadera desplazada de forma exagerada, con la cabeza tensa hacia atrás o hacia un lado, quedará afectado todo el proceso de fonación y de habla. En muchas ocasiones es un problema de aducción de los repliegues vocales; esto es comparable a lo que puede pasar en otras partes del cuerpo, los movimientos de cierre y abertura de las cuerdas en la fonación son incompletos o más rígidos, o con falta de tono, lo que da lugar a voces con mucho ruido, explosivas, débiles, etc.

Problemas de respiración y fonación La respiración en general es insuficiente, irregular y mal coordinada. Muchas veces la inspiración es limitada como consecuencia de una respiración superficial o con bloqueos. Con gran frecuencia la inspiración se realiza por la boca y conduce a una respiración torácica superior. En general no saben efectuar una respiración completa y profunda o ir utilizando diferentes tipos de respiración según las necesidades fonatorias. La musculatura abdominal y del diafragma puede estar bloqueada o tener

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muy reducida su funcionalidad, para el papel activo que debe desempeñar en la fonación. Hace años ya se comprobó que la mayor o menor capacidad respiratoria no era el elemento más significativo de cara a la fonación en el paralítico cerebral, sino que lo son los movimientos musculares a nivel del diafragma que pueden estar mal coordinados, con excesiva tensión o, por el contrario, muy laxos.

Fonación-articulación En la fonación muchas veces hay un movimiento de aducción incompleto o exagerado de los repliegues vocales, lo que provocará voces explosivas, irregulares en cuanto a la intensidad, con el timbre alterado, etc. El velo y toda la zona orofaríngea pueden tener reducida su funcionalidad. Puede haber malformaciones asociadas, como adenoides muy desarrolladas, paladar ojival, maloclusión dental, etc., que afectarán a la resonancia. La posición de la lengua, su tono muscular y su movilidad no serán los adecuados en muchas ocasiones, lo que también condicionará la funcionalidad de la orofaringe y la salida de aire. Además de todo esto, es frecuente que la coordinación de la respiración y la fonación-articulación no se hagan correctamente. De esta forma llegan a mover los repliegues vocales sin aire o con una cantidad insuficiente y sin la presión adecuada; la lengua en ese momento puede estar en tensión o en protrusión, o realizar una inspiración por la boca antes de acabar un enunciado o una palabra. Por ello, todo lo implicado en la producción del sonido puede estar muy afectado. Dentro de todo el proceso, la tensión muscular dentro de la zona oral, y en especial de la lengua, contraída en exceso, la respiración bucal, etc., condicionan de manera muy significativa la posición y la tensión de los repliegues vocales, afectando a todo el proceso.

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Diagnóstico de los problemas de lenguaje El diagnóstico de los problemas de lenguaje, por las características ya definidas de este trastorno, debe complementarse con los datos de otros especialistas, cuyas observaciones ayudarán a disponer de un enfoque completo del problema.

Exploraciones complementarias 1. Exploración neurológica. Permite definir, fundamentalmente, los siguientes aspectos: tipo de parálisis cerebral, grado de afectación, problemas asociados, pronóstico neurológico y medicación. 2. Exploración otorrinolaringológica. Informará de aspectos anatómicos y funcionales; por ejemplo, si hay malformaciones asociadas, úvula bífida, paladar ojival, adenoides muy desarrolladas, problemas auditivos, etc. Es muy importante la colaboración estrecha con el médico ORL y con el audiólogo para el control regular de la audición. 3. Exploración fisioterapéutica. Aportará datos importantes sobre la funcionalidad motriz del niño en relación con el control de cabeza, tronco, tono muscular en las diferentes partes del cuerpo, manipulación fina, etc. 4. Exploración psicológica. Informará sobre el nivel de desarrollo cognitivo y si existen problemas específicos. También estudiará los posibles problemas conductuales, como ansiedad, inseguridad, fobias, mutismos, dependencia del adulto, etc. En aquellos casos que están en escolaridad ordinaria debe realizarse una evaluación continuada entre el profesor tutor del alumno y el psicólogo, dado que las necesidades educativas específicas pueden variar con la edad (p. ej., lectoescritura, lenguaje, motivación, aspectos sociales, etc.). En educación especial, la sensibilidad del equipo a aspectos afectivos, relaciones, de comunicación y de aprendizaje adaptado será importante. 5. Informe escolar. Si está integrado en alguna institución escolar, sea a nivel de guardería, preescolar o bachillerato, deberemos estar en contacto regular con la institución puesto que va a ser en ella donde tendrá que desenvolverse a nivel de comunicación y lingüístico. Los objetivos serán:

a. Conocer su grado de integración en el aula. b. Averiguar las características de su relación con los profesores. c. Conocer su capacidad de aprendizaje. d. Aspectos relacionales y de personalidad. Exploración del lenguaje 424

Debemos diferenciar dos vertientes: exploración de los aspectos lingüísticos y psicolingüísticos, y exploración de los aspectos motores del habla.

Aspectos lingüísticos y psicolingüísticos En lo que se refiere al primer apartado, la exploración debe ser similar a la de otros casos, con independencia de que se trate de un caso de parálisis cerebral, si bien es cierto que el problema motor nos obligará a realizar adaptaciones especiales en cuanto a la forma de llevar a cabo las pruebas y de evaluarlas. Estas pruebas generales pueden abarcar las siguientes áreas: • Escalas de desarrollo. • Índices de desarrollo. • Pruebas sobre el nivel de desarrollo fonético. • Pruebas de discriminación auditiva. • Pruebas de nivel léxico. • Pruebas de nivel morfosintáctico. • Pruebas de semántica. • Pruebas y observaciones sobre habilidades pragmáticas. • Pruebas psicolingüísticas. • Pruebas específicas sobre el desarrollo del lenguaje en la deficiencia mental. • Pruebas de observación sobre conceptos: espaciales, temporales, descripción de láminas, historietas, etc. En muchos casos, el problema será cómo realizar la evaluación de la prueba, lo que deberá hacerse en función de la capacidad de respuesta del niño y de acuerdo con su problema motor. En los casos que tengan un habla disártrica, pero mínimamente comprensible, se podrá realizar una evaluación clásica. En los que tengan muy limitada su capacidad de habla se complicará la evaluación y habrá que efectuar adaptaciones para comprobar por otros sistemas los conocimientos del niño. En estos casos, la presencia de determinados problemas dificultará enormemente una evaluación precisa del nivel lingüístico. Ésta es una de las razones por las que hay pocos estudios sobre la evolución y la valoración del lenguaje en la parálisis cerebral. No obstante, aquí nos limitaremos al apartado de aspectos motores del habla, que son los que constituyen el problema característico del paralítico cerebral y que muchas veces son la causa de dificultades para la utilización fluida y comprensible del lenguaje y que incluso pueden repercutir negativamente en su adquisición (Puyuelo y Rondal, 2005).

Aspectos motores Cuestionario familiar

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El objetivo es comprobar el tipo de interacción verbal del niño con su familia, la capacidad de comunicación con las diferentes personas y la de colaboración de éstas en algunos aspectos del tratamiento. La calidad de la interacción verbal varía mucho de unas familias a otras. Pretendemos averiguar cómo se relacionan con él, el tipo de situaciones que se dan en casa, los materiales, los temas de conversación, el tipo de participación de cada uno, etc., con el fin de poder elaborar más orientaciones o programas de actuación en el hogar. Cuando es posible, se hace a través de la observación de todos ellos en una situación de juego con el niño (Snell et al., 2008). Partes del cuerpo relacionadas con la emisión de la voz Por la relación que tiene todo el cuerpo con la capacidad de articulación y de emisión de la voz, nos interesa tener datos sobre su actitud corporal y el nivel de control y actividad en la fonación (Richman y Kozlowski, 1977). Deberá diferenciarse: 1. Control de la cabeza. 2. Tronco, movilidad y tono. 3. Posiciones del cuerpo en relación con la emisión de su voz: tumbado, sentado, de pie y andando. Especialmente se valoran todos estos aspectos en situación de comunicación o de emisión de voz. Reflejos orales En el bebé, su presencia será la garantía de cierta movilidad de la zona oral, mientras que su persistencia después del primer año puede indicar un nivel deficitario de la motricidad de la zona oral. Respiración De ella dependerá que haya suficiente aire para la fonación, su cantidad, regulación, etc. En las posiciones de supino, prono, sentado, de pie y andando, deberán observarse todos los aspectos que se citan a continuación: • Si es oral o nasal en relación con la inspiración y la espiración. • Si hay movimientos asociados de la cabeza o de otras partes del cuerpo. • La acción de las costillas inferiores y del diafragma en reposo. • Si es regular o si hay cambios bruscos de ritmo. • Si es profunda o superficial. • Si es capaz de mantener la espiración de forma sostenida. • Si sabe sacar el aire a pequeños intervalos. • Si puede bloquear la respiración durante unos segundos. • Si después de un ligero esfuerzo motor o vocal, la respiración sigue bien coordinada.

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Alimentación Se observa dentro del estudio del lenguaje porque sus movimientos están muy relacionados con los que se realizan al hablar, y, por lo tanto, cualquier intervención para mejorar la movilidad de la zona oral debe tener en cuenta el informe sobre la alimentación. Aspectos principales que hay que observar: • Detalles sobre la alimentación en los primeros meses. Edad en que empezó a tomar sólidos. • Sabores: saber si es muy selectivo, si hay algunos que le dan asco o los tolera bien. • Consistencia de la comida: si sólo toma líquidos, semisólidos, sólidos o si come de todo. • Observar la deglución de sólidos y de líquidos, si es regular, si hay o no movimientos de protrusión lingual, etc. • Observar los movimientos de la lengua y del maxilar durante la alimentación. Movimientos de los labios en coordinación con la lengua y el maxilar en relación con la masticación y la deglución. Los aspectos motores en relación con la alimentación serán un aspecto muy importante a considerar durante los primeros años, pero también a lo largo de toda la vida. Los movimientos de coordinación fina entre la zona oral, la faringolaringe y la respiración que se establece durante la alimentación, varias veces al día, tienen una relación muy importante con los del habla, la fonación y la voz. De ahí que desde hace muchos años se haya reconocido su importancia en el tratamiento del lenguaje en la parálisis cerebral. Con enfoques y consideraciones diferentes, éste es un aspecto que hay que tener en cuenta durante toda la vida de la persona con esta afectación motora. Movimiento de los labios Observarlos en reposo y en movimiento: • Si los mantiene en una posición simétrica. • Si están juntos. • Si el movimiento de sonrisa es correcto. • Cerrar y abrir varias veces. Movimientos de la lengua Observarla en reposo y en actividad, comprobar si hay espasmos. • Si está en protrusión dentro de la boca. • Si es capaz de llevarla arriba y abajo en protrusión. • Si es capaz de lamer los labios. • Si es capaz de llevarla al paladar y al velo. • Si puede realizar movimientos de rotación dentro de la boca.

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La lengua es básica de cara al habla y la voz, pero su exploración y su posterior tratamiento no se hacen tanto desde los parámetros clásicos de praxias de la zona oral, sino valorando más su funcionalidad global, en interacción con el maxilar, etc.; por este motivo, valorar la movilidad global y el tono muscular sin habla y asociado al habla serán dos aspectos muy significativos de la exploración. Velo del paladar Se verá si su aspecto es normal, si es asimétrico o no, etc. Se comprobará si existe el reflejo de náusea y si es normal, fuerte, débil o inexistente. Se observará en movimiento durante la respiración. Movimiento del maxilar Se verá la implantación y el cierre. Se observarán los movimientos voluntarios de abrir, cerrar, abrir y cerrar alternativamente. También si realiza rotaciones durante la masticación. Los niños con parálisis cerebral suelen tener muchas veces el maxilar sin ocluir, incluso en reposo; cuando hablan no realizan la oclusión en muchas ocasiones, y si esto lo unimos a la respiración bucal, todo ello contribuye a que el habla no sea clara y no ayuda a los movimientos de la lengua globalmente. Balbuceo Se utilizará para comprobar las posibilidades de emisión vocal automática y voluntaria. Por ello, diferenciaremos: • Balbuceo asociado al juego, sin intervención del adulto. • Balbuceo voluntario, destinado a comunicar algo al adulto. • Balbuceo dirigido, en el que se buscará que imite producciones que le sugiere el adulto. Babeo Siempre será una actividad importante para la valoración, no sólo por los aspectos higiénicos y sociales que comporta, sino también porque nos indicará el nivel de control de los movimientos de la zona oral. Cara Se observará su expresión en reposo, su capacidad para cerrar los ojos voluntariamente de forma alternativa, si hay movimientos involuntarios y si tiene sensibilidad aumentada, disminuida o normal. Fonación Está relacionada con el paso de aire por los repliegues vocales y la capacidad para emitir sonido. Se le pedirá que emita la vocal «o» de forma prolongada, y luego el resto de las vocales; después, series con una vocal y una consonante.

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Voz Deben observarse las características de la voz en la emisión de sonidos aislados, palabras, frases y durante el discurso espontáneo. Articulación Sabemos que la articulación en gran parte está en función de la precisión y la coordinación de los movimientos de la lengua, los labios y los dientes, coordinados a su vez con una corriente de aire a una presión determinada. Pruebas complementarias de lenguaje Como complemento de todo lo anterior, es posible observar los apartados citados en las siguientes situaciones psicolingüísticas: • Lenguaje espontáneo. • Diálogo. • Situación de examen. • Razonamiento verbal. En estas cuatro actividades no se valora el nivel de lenguaje sino el programa motor del habla y la voz, en situaciones comunicativas diferentes. Pruebas complementarias a la exploración de logopedia Se puede llegar a realizar un registro sonográfico, especialmente en aquellos casos en que ya pueden producir palabras aisladas o frases. Al respecto, en una investigación realizada con 20 casos de parálisis cerebral (Puyuelo, Viscasillas, Perelló y Perelló) se encontraron como características generales: • Vocales no puras. • Cambios frecuentes de consonantes. • Realización incorrecta de las oclusivas. • Irregularidad en la intensidad del sonido. • Articulación lenta. • Prosodia incorrecta. • Disfonía en todos los casos.

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Tratamiento de los problemas de lenguaje El tratamiento de los problemas de lenguaje en la parálisis cerebral está en gran parte centrado en la actividad motora anormal (Pennington et al., 2006); No obstante, no debemos olvidar los dos grandes apartados citados al principio: aspectos evolutivos y aspectos motores del lenguaje. Esta diferenciación es meramente didáctica, ya que durante el tratamiento en muchas ocasiones se trabaja con ambos aspectos relacionados (Holck et al., 2009, 2011). Si existe retraso de lenguaje, sea cual sea su grado, se trabajará igual que en cualquier otra patología, adaptando solamente en algunas ocasiones aspectos de postura, instalación del niño o tipo de evaluación de acuerdo con el problema motor (Peeters et al., 2011). El tratamiento de los aspectos motores constituirá una parte muy importante como medio para facilitar la comunicación en general, la adquisición del lenguaje y, finalmente, la capacidad de expresión. Dentro de esta actividad motora, la respiración, la articulación, la prosodia y la voz serán aspectos importantes que deberán funcionar automáticamente para que el niño los pueda relacionar de forma adecuada con los aspectos lingüísticos. Una vez que el niño haya adquirido un control mínimo de su cuerpo a través de la fisioterapia, con los reflejos primitivos inhibidos, tanto a nivel general como en los reflejos orales, pueden empezar a facilitarse toda una serie de movimientos diferenciados de los órganos fonoarticulatorios para conseguir el lenguaje expresivo. A partir de aquí, y según la edad del niño, de su etapa de desarrollo y de la afectación motriz, podrá facilitarse gradualmente la emisión vocal pasando de sonidos y sílabas realizados automáticamente a palabras y frases voluntarias. En una primera fase, y especialmente durante los primeros años de vida o en casos con una afectación motriz importante, el tratamiento no se podrá basar en la repetición ni en una colaboración voluntaria directamente enfocada al lenguaje, sino que se buscarán actividades de tipo automático. Asimismo, se procurará inhibir las interferencias de la actividad refleja anormal en general, y específicamente de la zona oral, para, a partir de aquí, facilitar las secuencias de movimientos automáticos de la respiración, la fonación, la voz y la articulación.

Áreas generales que abarcará el tratamiento de logopedia • Comunicación, adquisición del lenguaje, balbuceo. • Facilitación postural. • Alimentación. • Aspectos familiares.

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• Aspectos escolares. • Tratamiento de los movimientos de la zona oral. • Tratamiento del babeo. • Respiración y fonación. • Emisión vocal. • Dicción, entonación, prosodia. • Sistemas alternativos de comunicación.

Comunicación, adquisición del lenguaje, balbuceo Debemos tener en cuenta que, de acuerdo con el problema motor, puede haber pocas ocasiones de interacción con la familia, compañeros, profesores, etc. La retroalimentación verbal que se produce en cualquier niño por el hecho de escuchar sus propias producciones, o porque alguien le conteste según el mensaje que él acaba de producir, es un aspecto básico en el desarrollo del lenguaje que muchas veces no se dará en el caso de parálisis cerebral. Además, debemos tener en cuenta que no sólo la cantidad de interacciones verbales estará limitada, sino también los aspectos morfosintácticos, semánticos y pragmáticos de las mismas. Durante muchos años, y especialmente en los primeros, será básica la colaboración de la familia, y es misión del logopeda instruirles en las situaciones interactivas que deben favorecer, así como en el material que han de emplear, y lo que es más importante: enseñar a los padres a valorar la importancia del trabajo realizado. Para ello, habrá varios aspectos metodológicos a tener en cuenta: • Situaciones de interacción verbal que hay que favorecer. • Orientaciones sobre el contenido de esta interacción. • Formas de evaluar los resultados de esta interacción. • Aspectos específicos del lenguaje que se pueden favorecer en el medio familiar. • Aspectos específicos de emisión que hay que favorecer. Técnicas para favorecer los aspectos citados: • Juego. • Balbuceo. • Actividad corporal normal y agradable. • Importancia de la afectividad. • Aspectos pragmáticos del lenguaje. • Importancia de la traducción. • Importancia de la ampliación. Juego Durante los primeros años se instruirá a los padres y familiares que conviven con el niño sobre cómo tienen que dirigirse a él, desde aspectos de atención y coordinación ocular, coordinación sonido-vista, hasta elementos complejos del

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lenguaje. Actividad corporal agradable Si se sabe facilitar el movimiento normal, inhibiendo las asimetrías, la tensión en diferentes partes del cuerpo, por medio de técnicas específicas, y se sabe asociar el movimiento a sensaciones propioceptivas agradables, se favorecerá un estado de base adecuado para la vocalización. Afectividad Al relacionar los contenidos del lenguaje con determinadas situaciones afectivas y personas, se puede llegar a favorecer la emisión en casos que tengan mucha dificultad. En todos los niños es un componente importante en la adquisición del lenguaje durante los primeros años de vida; sin embargo, en la parálisis cerebral, la emisión de voz en interacción con determinadas personas de la familia puede ser más fácil que con otras. Se les orientará sobre el tipo de juguetes y juegos, especialmente los que favorecen el juego simbólico. Aspectos pragmáticos Por poco que hable el niño, hay que hacerle ver que sus producciones verbales generan un efecto en su medio, que son valoradas por los demás, que le sirven para obtener cosas, para modificar comportamientos, para que le presten más atención, etc. Traducción Sobre todo al principio, cuando el repertorio es restringido, la producción verbal es tan defectuosa que puede ser que sólo lo entienda la madre. Entonces es importante que se dedique tiempo para que ésta explique el valor y el significado de las producciones del niño al resto de la familia y, de esta forma, ampliar el alcance de sus producciones incipientes. En muchos casos les hará ver que realmente hay una intencionalidad en esas producciones. Ampliación A partir del paso anterior, que nos puede indicar un nivel mínimo, es importante saber estimular al niño para que vocalice con más frecuencia, que relacione más palabras de las que ya sabe y dentro de ello conseguir producciones nuevas.

Facilitación postural El objetivo de esta parte del tratamiento es conseguir una posición y un tono muscular lo más parecidos posible a los normales, que favorezcan la emisión vocal en las diferentes posiciones en las que se trabajará.

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Aspectos generales de este tratamiento: • Favorecer el movimiento normal. • Favorecer el tono muscular normal. • Normalizar el tono de todo el cuerpo. • Controlar la cabeza y el cuello. • Controlar el maxilar inferior. • Normalizar la sensibilidad dentro y fuera de la zona oral. • Controlar el tono y la movilidad de la lengua. • Facilitar la respiración y la fonación. En un primer momento se buscará normalizar el tono de todo el cuerpo y, a partir de este momento, actuar sobre los órganos fonoarticulatorios. La respiración y la fonación pueden facilitarse después de toda una serie de movimientos en los que habremos ido preparando el cuerpo, con posiciones en supino y la cabeza ligeramente flexionada. En supino, con una cuña de espuma bajo el tórax, en algunas ocasiones se realiza simultáneamente una ligera vibración para favorecer la emisión.

Alimentación El tratamiento de la alimentación es un apartado importante y que además se puede empezar a trabajar de forma precoz. Es muy útil porque durante la alimentación se ejercitan toda una serie de movimientos muy relacionados con los del habla, como pueden ser movilidad del maxilar, lengua, sus diferentes posiciones, coordinación de ambos en relación con la respiración, diferencias de presión en toda la zona oral según el tipo de alimentación, etc. El logopeda habrá valorado los tres tiem pos de la deglución: bucal, faríngeo, esófago; especialmente la coordinación entre el bucal y el faríngeo en el momento de la deglución. Aspectos del tratamiento: • Posiciones. Se buscará una posición en la que el niño esté cómodo y sea lo más similar a la normal. • Tipo de instrumentos. Se orientará a la madre para que no utilice cucharas grandes, el vaso sea adecuado, etc. • Dinámica de alimentación adecuada. Se comprobará que la velocidad sea la correcta aunque regular, la cantidad de alimento adaptada a lo que el niño puede controlar e ingerir cada vez. • Aprendizajes específicos de la deglución con cuchara y vaso. • Inicio de la masticación.

Aspectos familiares Aunque ya se han apuntado estos aspectos en el apartado de comunicación, constituye una actividad básica por toda la colaboración que pueden ofrecer en

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diversas partes del tratamiento y que básicamente son: • Todo lo relacionado con el desarrollo del lenguaje. • Los aspectos de alimentación. • Aspectos específicos del tratamiento, como babeo, fonación o sistemas alternativos. Metodología: • Explicar a los padres los objetivos generales y parciales. • Darles actividades concretas a realizar. • Reforzar continuamente su trabajo. • Buscar la colaboración de toda la familia, no sólo del padre o de la madre, y que, además de las actividades generales, cada uno tenga alguna función específica a la que le dedicará periódicamente un tiempo concreto. • Asesorar a los padres con frecuencia sobre material y actividades. • Evitar que deleguen toda la responsabilidad del tratamiento en los especialistas, haciéndoles ver que una parte importante depende de ellos y explicándoles también los resultados. No se trata tanto de que los padres dediquen muchas horas de trabajo en casa, como de la regularidad durante períodos cortos cada día y de saber elegir las actividades que se deben realizar.

Aspectos escolares Se intentará que el niño sea escolarizado desde la etapa de guardería. Por ello, el trabajo del logopeda no puede limitarse a sus aspectos ambulatorios y familiares, sino que, además, podrá favorecer el desarrollo del lenguaje en el ambiente escolar por medio de las interacciones niño-lenguaje magistral y de los niños entre sí. Las funciones del logopeda serán: • Asesorar al profesor y a la institución escolar. • Favorecer el desarrollo del lenguaje del niño aprovechando las relaciones con los compañeros. • Favorecer la expresión del niño dentro del grupo escolar. Esta colaboración se llevará a cabo en las siguientes fases: • Contacto inicial con el colegio y constatación de la necesidad de colaboración. • Definición de los problemas específicos que hay que trabajar en coordinación con el colegio. • Aplicación, a nivel de orientación, sobre aspectos concretos, o de intervención del logopeda dentro de la clase. En función de los problemas, algunos aspectos a trabajar serían: • Aspectos individuales del currículo escolar que la profesora adaptará a los problemas del niño. • Aspectos más específicos que trabajará la profesora del aula de apoyo. El asesoramiento del logopeda se dirigirá a: • Mejorar la calidad de las interacciones verbales.

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• Aumentar la cantidad de interacciones verbales. • Aumentar y diversificar los interlocutores. • Contribuir al desarrollo del lenguaje. • Contribuir a la capacidad expresiva del niño dentro del grupo de clase. La fase final del tratamiento de logopedia debe realizarse dentro del aula; de esta forma se generalizarán los resultados y se podrá trabajar un mayor número de aspectos psicolingüísticos.

Tratamiento de los movimientos de la zona oral Una vez realizado el trabajo general sobre el cuerpo, es decir, cuando se hayan facilitado los movimientos normales del tronco y de la cabeza, se puede empezar a trabajar en los movimientos de la zona oral. Una vez conseguido: • Normalizar el tono muscular general. • Controlar la cabeza, el cuello y la nuca. • Controlar el maxilar inferior. Posteriormente se pasará a ejercicios concretos de la zona oral. Veamos algunos ejemplos: • Si los músculos faciales están flácidos, se puede actuar sobre las mejillas para subir el tono. • Si, por el contrario, están muy tensos, se pueden realizar unas ligeras vibraciones con los dedos sobre las mejillas para relajarlos. • Si la lengua está hipotónica, se le pueden realizar una serie de presiones para subir el tono. Después de esta fase inicial del tratamiento, y una vez adquirido un control motor mínimo, podemos pasar a ejercicios voluntarios de soplo, movimientos de lengua, de labios, etc.

Tratamiento del babeo Éste es un problema importante en muchos casos de parálisis cerebral y los resultados del tratamiento son muy inciertos. A lo largo de la historia se ha probado de todo, desde los típicos ejercicios de soplo hasta la colocación de electrodos sobre las mejillas, operaciones sobre las glándulas salivales, prótesis dentro de la boca, etc. Algunas de sus posibles causas estarán relacionadas con el control motor de la zona oral deficiente, la respiración bucal, alteraciones de la movilidad lingual que muchas veces está en protrusión. En general puede decirse que no tienen automatizada la deglución, con lo cual, al retener líquido en la boca y no deglutirlo, regularmente cae. También puede ser que durante comportamientos motores de esfuerzo, de concentración o determinadas situaciones afectivas, disminuya el control de la zona oral y se babee más.

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Aspectos del tratamiento: • Ejercicios de alimentación. • Ejercicios de control de la cabeza. • Trabajo de la respiración nasal. • Trabajo de los músculos de la zona oral. • Ejercicios de deglución regular. • Métodos por condicionamiento. • Colocación de prótesis. • Intervenciones quirúrgicas. Por medio de ejercicios de tipo funcional intentaremos que llegue a realizar la oclusión de la boca, que el movimiento de ésta sea más correcto y, sobre todo, que degluta más regularmente. El babeo se trabajará en parte durante la alimentación o en breves sesiones de alimentación, en forma de aperitivo, durante las que se buscará automatizar el movimiento.

Respiración y fonación En un primer momento, la respiración debe trabajarse de forma automática, y pasar, en una fase ulterior, a los ejercicios voluntarios. Para ello trabajaremos la espiración en diferentes posiciones y, en ocasiones, favoreciendo una mayor salida de aire con vibración. Veamos algunas de las posiciones: • Supino, con las piernas flexionadas. • Decúbito lateral a la derecha y a la izquierda. • Prono. • Supino con cuña. • Sentado en una silla. • Sentado sobre un rulo. Una vez adquirida una funcionalidad mínima, acompañaremos muchos de los ejercicios de respiración con otros de fonación: • Que emita vocales, primero aisladas y luego combinadas. • Más adelante, se introducen algunas consonantes, sobre todo oclusivas, realizando series como, por ejemplo, «pa-pa-pa». • Después se puede pasar a ejercicios con apoyo gráfico y con el niño sentado colaborando de forma activa.

Emisión vocal Se trabajará en diferentes posiciones, parecidas a las de la fonación: tumbado, sentado, de pie, andando. Se realizan ejercicios de emisión mantenida de sonido; luego se varían las vocales, realizando combinaciones diversas. Se variará la intensidad de la voz,

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trabajando con voz normal, susurrada y proyectada.

Dicción, entonación, prosodia Se empezará trabajando con series de sonidos sin sentido y luego con combinaciones de sílabas sencillas; más adelante se realizarán series dándoles una intención expresiva concreta, de afirmación, interrogación, negación, enfado, alegría. Se puede trabajar con frases cortas a las que se dará una velocidad de emisión mayor o menor, ralentizar el habla voluntariamente, hablar como masticando las palabras, exagerando en ocasiones la prosodia, etc. En una última fase del tratamiento puede ser muy útil realizar todos estos ejercicios de voz y de dicción dentro del grupo de clase normal, pues así podemos dar una mayor intencionalidad comunicativa y se resaltan más los aspectos prácticos de la comunicación (Puyuelo y Rondal, 2005).

Sistemas alternativos de comunicación En aquellos casos que no pueden comunicarse verbalmente ni con la escritura tradicional, se puede recurrir a lo que se denominan sistemas alternativos y aumentativos de comunicación. Estos sistemas se aplican a una gran diversidad de casos que presentan alguna dificultad grave de expresión, desde una deficiencia mental grave hasta niños con un nivel cognitivo superior (Dada y Alant, 2009). Evidentemente, de unos a otros puede variar mucho el sistema de comunicación que hay que aplicar, como pueden ser los códigos de «pictogramas» o el método BLISS. Estos sistemas cumplen una serie de funciones importantes que en general se pueden denominar como: • Ayudas o sistemas de comunicación. • Ayudas al desarrollo cognitivo. • Aplicación a aprendizajes concretos, como lectoescritura. Estos sistemas no son sustitutivos del tratamiento de logopedia, sino que pueden llegar a favorecer la capacidad de expresión. La tecnología será diversa y va desde los sencillos tableros de comunicación en los que se debe señalar con el dedo, hasta los más modernos de síntesis de voz.

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Conclusiones El tratamiento de los problemas de lenguaje en la parálisis cerebral es una actividad compleja por la gran diversidad de variables implicadas en función de la gravedad del cuadro. Será importante que el tratamiento del lenguaje empiece lo más precozmente posible, en los primeros meses de vida. En general, el tratamiento será multidisciplinario, es decir, que no se trabajará solamente en babeo, fonética, etc., sino que lo más probable es que sean múltiples los aspectos que habrá que trabajar. La gravedad del problema implicará que los tratamientos sean largos, en los que la colaboración del individuo y de la familia será de gran importancia. Asimismo, será muy importante saber diferenciar los aspectos fundamentales que habrá que trabajar en cada etapa del desarrollo, así como la aplicación correcta de las técnicas, en ocasiones muy especializadas. En general, el tratamiento irá más encaminado a conseguir una comunicación fluida que a perfeccionar mucho los mecanismos de articulación, de voz, etc. Muchos de estos niños no llegarán a producir de forma precisa los fonemas de su lengua, ni tampoco la prosodia seguirá un patrón perfecto, pero buscamos especialmente la funcionalidad dentro de la comunicación y favorecer el desarrollo de los diferentes componentes del lenguaje: fonética-fonología, morfosintaxis, semántica y pragmática. Pretendemos un buen desarrollo de todos estos elementos acompañados de un programa motor que haga comprensible su habla y favorezca la utilización de una sintaxis compleja, el desarrollo del vocabulario, la narración, el diálogo, etc. Saber combinar los aspectos individuales del tratamiento con los familiares, escolares y sociales será fundamental para conseguir una mejor evolución del lenguaje. El tratamiento de determinados aspectos motores requerirá una fase inicial y prolongada de aplicación, que deberá ir seguida de un período prolongado de refuerzo de las adquisiciones. El tratamiento de aspectos como la alimentación, las praxias de la zona oral o la voz, será especialmente tarea del logopeda, a la vez que seleccionará algunas actividades que deberán realizarse cada día en casa y en el colegio. Todo lo relacionado con el desarrollo del lenguaje habrá de tener una coordinación importante en casa y en el centro escolar. Es preciso evitar que todos los esfuerzos se centren sólo en lo motor y no dedicar el tiempo necesario a la evaluación y la intervención de los diferentes componentes del lenguaje, para no favorecer un retraso cada vez mayor. El programa lingüístico se vuelve más complejo con los años, al igual que las interacciones, con lo cual el programa motor en cuanto a voz, coordinación de los movimientos de la zona oral, etc., también se vuelve más complejo. Es tarea de los especialistas controlar esta evolución y aquellos casos en los que sea necesario

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continuar algún tipo de mantenimiento o tratamiento a través de los años. Conforme aumenten la variedad de situaciones psicolingüísticas y las exigencias sociales, puede empeorar el habla, especialmente en algunos casos de parálisis cerebral, por eso el logopeda debe controlar la evolución del lenguaje y la capacidad de expresión del individuo durante mucho tiempo, y en ocasiones con controles periódicos, aunque haya terminado la fase de entrenamiento.

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CAP ÍTULO 15

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El lenguaje en las personas con discapacidad intelectual G. Aguado and F. Peralta

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Introducción La discapacidad intelectual (o retraso mental) se caracteriza por limitaciones significativas tanto en el funcionamiento intelectual como en la conducta adaptativa expresadas en habilidades adaptativas, conceptuales, sociales y prácticas. Esta discapacidad aparece antes de los 18 años (Schalock et al., 2010; AAIDD, 2011). En la práctica habitual de nuestras escuelas se suele tener en cuenta, inapropiadamente, sólo el primero de los criterios, esto es, la limitación de la capacidad intelectual. Ésta se evalúa generalmente por medio de pruebas estandarizadas, como la Escala de Inteligencia de Wechsler para niños revisada (WISC-IV), las Escalas McCarthy de Aptitudes y Psicomotricidad (MSCA) y, más recientemente, la K-ABC, una propuesta para conocer los procesos secuenciales y simultáneos que concurren en la actividad cognitiva. Todo lo relativo a la conducta adaptativa de los sujetos examinados suele conocerse de una manera más o menos completa a partir de la historia evolutiva que se recoge de los padres o de los profesores, o mediante inventarios no estandarizados que cada psicólogo se confecciona, etc. Sin embargo, en España se dispone desde hace algunos años de inventarios validados con población española que pueden aportar datos fundamentales para satisfacer los criterios referidos a la capacidad adaptativa. Por ejemplo, Montero (1993) ha adaptado y validado el ICAP (Inventory for Client and Agency Planning) de Bruininks et al. (1986). También se dispone del Inventario de Destrezas Adaptativas que facilita la evaluación criterial de la conducta adaptativa y que puede ser un buen complemento del ICAP (Morreau et al., 2002). Para niños de 0 a 2 años y para niños de educación infantil con necesidades especiales se dispone del currículo Carolina, de Johnson-Martin et al. (1997). La gravedad de la discapacidad intelectual tiene, lógicamente, una importancia determinante en el diagnóstico y en la planificación de los programas de intervención (en áreas curriculares, en habilidades de adaptación: comunicación, autonomía psicosocial, etc.), así como de los servicios sociales a los que recurrir. La AAIDD (2011) plantea la necesidad de adoptar un sistema de clasificación más amplio que el que hasta ahora se ha venido empleando. Este sistema ha de ser multidimensional y basado en la capacidad intelectual, la conducta adaptativa, la participación, el contexto y la intensidad de los apoyos. La especificación de esta gravedad se ha basado tradicionalmente en cuatro grados de intensidad en función de la medida del cociente intelectual (CI), aunque en la próxima edición del DSM, DSM-V, se están preparando las recomendaciones sobre los criterios de gravedad del llamado trastorno del desarrollo intelectual cuya codificación no se basará en el nivel de CI (http://www.dsm5.org/ProposedRevision/Pages/proposedrevision.aspx?rid=384#). 1. Discapacidad intelectual leve (o ligera): CI entre 50-55 y 70.

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2. Discapacidad intelectual moderada: CI entre 35-40 y 50-55. 3. Discapacidad intelectual grave (o severa): CI entre 20-25 y 35-40. 4. Discapacidad intelectual profunda: CI inferior a 20 o 25. En cuanto a la prevalencia, según estudios recogidos por Aguado y Narbona (1997), se podría estimar en el 16‰, que supone algo más de la mitad de la estimada hasta el año 1981. Esta reducción se debe casi por entero a la disminución de la frecuencia de la discapacidad intelectual leve, permaneciendo similar la de grado moderado, grave y profundo (en torno al 4‰). Las posibles causas de esta disminución serían una asistencia sanitaria más eficaz y la mejora de las condiciones socioculturales y educativas. Se podría especular con que, ya que la mitad de las formas leves de discapacidad intelectual son de origen desconocido, un indeterminado número de estas formas leves tendría que ver con déficits en dichas condiciones asistenciales, sociales, culturales y educativas. Estos resultados son algo más elevados que los recogidos por Rodríguez et al. (2006), con una prevalencia del 1,2% de los niños entre 3 y 10 años y los del DSMIV-TR (APA, 2002), que considera el 1% (0,15% de discapacidades intelectuales moderadas, graves y profundas y el 0,85% de discapacidades intelectuales leves) de la población afectada por discapacidad intelectual. Posiblemente, los métodos empleados, la introducción de criterios de capacidad adaptativa en la definición de esta discapacidad, etc., estén entre las principales causas de esta discrepancia.

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Etiología y descripción del lenguaje en los diversos síndromes Puede encontrarse un estudio de las etiologías de los diversos tipos de discapacidad intelectual en los trabajos de Aicardi (1998), Aguado y Narbona (1997), y Rice y Warren (2004), y en lo que se refiere sólo a la discapacidad intelectual de origen genético, se puede encontrar información en Rondal y Comblain (1999), en Simonoff et al. (1996), Rice y Warren (2004) o en Artigas-Pallarés et al., (2006). En este capítulo, cuyo objetivo es la intervención, se van a señalar sólo algunos datos procedentes de estos estudios y de otros trabajos dedicados a uno u otro tipo de retraso. Se elimina, a causa también del objetivo perseguido, la descripción de alteraciones dismórficas y conductuales que no tienen que ver con el lenguaje, pero que son esenciales para la identificación y el diagnóstico de algunas de las formas de discapacidad intelectual. Para su conocimiento se remite al lector a las obras mencionadas anteriormente, que irán apareciendo en el texto. Como ya se ha señalado, el 50% de la discapacidad leve no tiene una causa conocida. Del resto, el 16% tiene un origen genético y el 34% restante es discapacidad intelectual adquirida en etapas pre, peri o posnatales. Respecto al primer grupo (causa desconocida), se considera actualmente la importancia de los factores genéticos, aunque los genes implicados no hayan sido identificados, la manera en que se van acumulando sus efectos generación tras generación hasta su manifestación fenotípica, y la relación de esta acción genética con las desventajas psicosociales y otros aspectos relevantes del entorno. Hay que señalar que un nada desdeñable porcentaje de discapacidad intelectual ligera, e incluso moderada, se debe al síndrome alcohólico fetal (Minns, 1997). De la discapacidad intelectual con CI inferiores a 50, aproximadamente un tercio es de origen desconocido, otro tercio es de origen genético y la discapacidad intelectual del tercio restante ha sido adquirida en las etapas pre, peri o posnatales. Sin duda, la discapacidad intelectual mejor estudiada es la de origen genético (Rodríguez et al., 2006). Por otro lado, este tipo de discapacidad forma grupos «homogéneos» respecto a sus manifestaciones conductuales, entre ellas las lingüísticas. La pretendida homogeneidad debe ser matizada, ya que buena parte de estas manifestaciones tienen una distribución gaussiana en la que se pueden encontrar sujetos con discapacidad intelectual moderada junto a otros con discapacidad intelectual leve dentro del mismo tipo (p. ej., síndrome de Down, síndrome del cromosoma X frágil, etc.). En la tabla 15-1 se especifican las principales características del lenguaje de algunas formas de discapacidad intelectual de origen genético.

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Tabla 15-1 Resumen de las principales discapacidades intelectuales de origen genético Nombre Síndrome de Down

Origen Trisomía del par 21 (97%) Translocaciones (2%) Mosaicismo (1%)

Lenguaj e Discapacidad intelectual entre leve y grave Retraso de habilidades comunicativas prelingüísticas Dificultades articulatorias, que duran toda la vida Organización deficiente del léxico mental, pobreza de vocabulario Dificultades con la morfología, déficits de comprensión y producción de oraciones compuestas y subordinadas, corta LME Dificultades para construir la macroestructura de los discursos Lentitud de desarrollo de las habilidades pragmáticas avanzadas (monitorización de las interacciones verbales, seguimiento del tópico conversacional, etc.) Síndrome de Deleción hemicigótica, incluyendo la Discapacidad intelectual entre leve y moderada Williams zona de la elastina (q11.23) en el par Fluidez articulatoria 7 Trastorno semántico y pragmático serio (puede considerarse el trastorno nuclear): dificultades para mantener el tópico, los turnos y un contacto ocular apropiado, habla inadecuada al contexto comunicativo, preguntas incesantes y repetitivas, repetición ecoica de enunciados del adulto con una limitada comprensión, términos y enunciados pseudopedantes Desinhibición comunicativa Dificultades sutiles en la comprensión y producción de ciertos rasgos morfosintácticos (constricciones gramaticales, oraciones embutidas en medio de otras, etc.), a pesar de la apariencia normal de sus habilidades gramaticales generales Habilidades discursivas preservadas Síndrome del Mutación en el cromosoma X (q27.3) Discapacidad intelectual entre moderada y grave (en el 80% de los varones, cromosoma X por repetición anormal de una en el resto ausencia de síntomas patológicos) frágil secuencia de trinucleótidos. Se Dificultades de aprendizaje en un tercio de mujeres, una pequeña parte produce a lo largo de dos presenta retraso mental entre leve y moderado generaciones. Afecta más Habla rápida, perseverante, con aumento del tono grave intensamente a los varones Efectos de voz inusuales, habla impulsiva, ecolalia, que producen una notable ininteligibilidad Omisión o sustitución de fonemas vocálicos y consonánticos Formulación defectuosa del enunciado, deficiente producción morfosintáctica Dificultades pragmáticas, trastorno en la interacción social: ansiedad, dificultad para mantener los turnos conversacionales, defensividad sensorial, habla perseverativa Vocabulario receptivo relativamente preservado Síndrome de Deleción en la región q11-q13 de un Discapacidad intelectual entre ligera y grave Prader-Willi cromosoma 15 (por línea paterna) Múltiples errores de articulación, problemas de voz y de fluidez que reducen la inteligibilidad del habla Las funciones oromotrices, el tono y la resonancia están en mayor o menor medida alterados El léxico es deficitario, lo mismo que el desarrollo morfosintáctico También las habilidades pragmáticas y, por tanto, su eficacia comunicativa, son deficientes Síndrome de Deleción en la región q11-q13 de un Discapacidad intelectual entre grave y profunda Angelman cromosoma 15 (por línea materna) Ausencia casi total del habla y del lenguaje Escaso éxito con sistemas de comunicación alternativos Síndrome de Rett Mutación en el cromosoma X, Discapacidad intelectual grave expresada de forma dominante sólo Desarrollo normal durante el primer año en niñas Deterioro de las habilidades práxicas y oroarticulatorias a partir de los 18 meses Regresión motora y cognitiva global durante la infancia Lenguaje reducido a la fase de una palabra No se detectan conductas que demuestren intención de comunicarse Neurofibromatosis Mutación en el gen NF1 del Frecuente discapacidad intelectual leve y trastorno de aprendizaje 1 cromosoma 11 Gran variabilidad interindividual Lenguaje expresivo menos desarrollado que el de los niños no afectados (léxico reducido y dificultades morfosintácticas) Los déficits de expresión se ponen de manifiesto sobre todo en la pragmática y en la organización del discurso Tartamudeo en el 30-40% de los casos

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Además de estas formas, que hemos descrito por poseer una manifestación fenotípica más homogénea y unos perfiles cognitivos diferentes de aquéllos con una discapacidad intelectual de tipo no orgánico (Rosenquist, 2000), existen otras que, de una manera más completa, se pueden revisar en las obras de Aicardi (1998), Aguado y Narbona (1997), Rondal y Comblain (1999) y Abbeduto (2003). En general, los fenotipos de las personas con discapacidad intelectual son complejos y muestran una variación notable. Esto se debe a que la influencia genética en dichos fenotipos es poligénica. Muchos trastornos son el resultado de la interacción de múltiples genes localizados en uno o más cromosomas, que se expresa en fases de crecimiento celular, diferenciación de tejidos, etc., con una influencia más o menos extensa en los sistemas nerviosos central y periférico, que es lo que determina finalmente la gravedad de la discapacidad intelectual.

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Aproximación explicativa de algunos trastornos del lenguaje en la discapacidad intelectual Entre los trastornos del desarrollo intelectual (DSM-V) con causa conocida, el síndrome de Down es el más frecuente y al que más trabajos de investigación se han dedicado. Generalmente se ha considerado, respecto a este y a otros retrasos, que el nivel de desarrollo cognitivo y psicomotor están estrechamente relacionados con el desarrollo del lenguaje. Además de las características peculiares del lenguaje de las personas con síndrome de Williams, actualmente también existen evidencias que permiten disociar en alguna medida el retraso del lenguaje (en sus aspectos formales) del cognitivo, en especial en las personas con síndrome de Down. En lo que se refiere al léxico, los niños con síndrome de Down muestran simplemente un retraso en la adquisición y el aumento de vocabulario (Miller et al., 1995) que probablemente depende del desarrollo cognitivo (Rondal, 1987). Incluso parece que las constricciones (limitaciones positivas) necesarias para el aprendizaje de nuevas palabras (como la que empuja al niño a asignar un nombre desconocido a un objeto para el que aún no tiene nombre y a la categoría básica a la que ese objeto pertenece) no están disponibles cuando el niño comienza a adquirir el vocabulario (Mervis y Bertrand, 1995). Este desarrollo retrasado y deficitario relacionado con las habilidades cognitivas generales se da también en la com unicación no verbal prelingüística: contacto ocular, indicación, sonrisa, turnos, etc. (Mundy et al., 1995). Los niños con síndrome de Down también tienen muchas dificultades para cambiar el foco de su atención (Kasari et al., 1995), sobre todo cuando el cambio se produce del rostro del interlocutor a un objeto. Esto significa que estos niños poseen menos oportunidades de relacionar las palabras con los objetos que denominan, lo que explicaría en parte su retraso en la adquisición de vocabulario. Además, el interlocutor ajusta su actuación a la del niño y se muestra más directivo en la puesta en marcha de la atención conjunta hacia un objeto y en el cambio de foco de la atención (Harris et al., 1996). Entonces se observa también que los niños con síndrome de Down no mejoran en la comprensión del lenguaje a causa de la sobrecarga que debe soportar su sistema cognitivo (escuchar, monitorizar la mirada del adulto para encontrar el nuevo foco de atención, cambiar de foco, etc.). Las habilidades m entalistas propias de la especie humana también sufren un retraso notable. Por ejemplo, la habilidad para formar teorías de la mente de los otros, que tradicionalmente se ha considerado como uno de los criterios para distinguir al autismo de otros tipos de trastornos, también es deficitaria en adultos con síndrome de Down, que no muestran diferencias significativas en la solución de la tarea de la falsa creencia y en tareas de engaño respecto a un grupo de

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personas con autismo y a otro con discapacidad intelectual de origen desconocido (Yirmiya et al., 1998). Sin embargo, se puede especular con un origen distinto de estas dificultades en las habilidades mentalistas, ya que los niños con síndrome de Down prestan más atención al rostro y muestran más afectos positivos que los niños con autismo (Joseph y Tager-Flusberg, 1997). Una de las razones que se esgrimen actualmente para explicar este retraso en la adquisición de palabras y la persistencia de los errores fonológicos, al contrario de lo que ocurre en los sujetos con síndrome de Williams, es el déficit de m em oria de trabajo, concretamente de la escasa capacidad del bucle fonológico (Chapman, 2003). Los niños con síndrome de Down presentan déficit en los dos componentes del bucle fonológico, el llamado almacén fonológico y en la repetición mental y rápida de las palabras oídas, o articulatory rehearsal (Rondal y Comblain, 1999; Jarrold et al., 1999), lo que tiene implicaciones terapéuticas importantes. Las medidas del bucle fonológico llevadas a cabo mediante pruebas de repetición de pseudopalabras ponen de manifiesto la disociación de ambos tipos de memoria de corto plazo y sus resultados se relacionan con la memoria de frases, habilidad lectora y comprensión del lenguaje (Laws, 1998). Esta última exige una mejor codificación fonemática en la memoria de trabajo, que en los niños con síndrome de Down está muy limitada, lo que podría explicar, en alguna medida, las dificultades de comprensión que presentan estos niños (Kabrich y McCutchen, 1996), sin recurrir al retraso intelectual como factor causal. Con frecuencia se ha asegurado que las personas con síndrome de Down experimentan una interrupción en el desarrollo del lenguaje cuando llegan a la adolescencia, especialmente en lo que se refiere a la producción de morfosintaxis compleja. Sin embargo, en estudios longitudinales se ha comprobado que estas personas continúan aumentando su vocabulario receptivo y sus enunciados complejos, aunque puede haber ligeras pérdidas en la comprensión de estructuras sintácticas (Chapman, 2003). Las personas con síndrome de Williams, en cambio, tienen una memoria fonológica normal. Sin embargo, su memoria de esquemas visuoespaciales es deficiente, lo que, por una parte, confirma la disociación de ambos sistemas de la memoria de trabajo, y por otra, explica las dificultades de las personas con síndrome de Williams en tareas motrices y visuoespaciales y su facilidad para aprender palabras nuevas (incluso inusuales) y frases completas oídas a los adultos. Esta característica de las personas con síndrome de Williams, su buena memoria fonológica, llevó a algunos autores a considerarlos como el paradigma de la independencia del lenguaje respecto del desarrollo cognitivo; su facilidad para repetir, su facundia, eran incompatibles con el retraso mental que mostraban. No obstante, en estudios exhaustivos del desarrollo del lenguaje en estos niños se ha puesto de manifiesto un retraso en todas las dimensiones del lenguaje, excepto en la fonológica. Se mantienen, en cambio, algunos rasgos propios de este síndrome, como la mayor facilidad de aprendizaje y uso de la palabra, en relación con el

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gesto, para referirse a objetos, al contrario de lo que ocurre en los demás niños, y ciertamente un mejor desarrollo del lenguaje que los niños con síndrome de Down equiparados en edad, e incluso una más abundante morfología verbal que los niños con trastornos específicos de lenguaje, igualados en longitud media del enunciado (LME) (Mervis et al., 2003). Las características comunicativas de las personas con síndrome del cromosoma X frágil son muy similares a las conductas autistas. De hecho, en los inventarios de comportamientos autistas pueden obtener unas puntuaciones altas, más cuanto mayor sea la intensidad del síndrome (Bailey et al., 1998). Sin embargo, algunas conductas observadas en estas personas previenen contra este diagnóstico añadido, como son el reconocimiento de caras y emociones (Turk y Cornish, 1998). Las conductas pseudoautistas serían consecuencia de la ansiedad, la defensividad sensorial y el lenguaje perseverativo que estas personas manifiestan en sus interacciones sociales. Respecto a otros tipos de discapacidad intelectual, se observa, asimismo, un retraso en las conductas comunicativas prelingüísticas, como el balbuceo canónico (Oller et al., 1998), que anticipan otros trastornos del lenguaje. Por otro lado, igual que ocurre en los niños con síndrome de Down, los aspectos formales del lenguaje persisten en su forma deficitaria, en la discapacidad intelectual leve y moderada, durante la adolescencia y la edad adulta (Fujiki et al., 1996); sin embargo, el vocabulario de los adolescentes con síndrome de Down es significativamente más avanzado que el de sus iguales en LME, dada su mayor experiencia del mundo y su mayor interacción con patrones comunicativos (Heskett y Chapman, 1998), confirmando la importancia de la experiencia en interacciones sociales y, por tanto, de la intervención hasta edades avanzadas, con las que también se relaciona el hecho de que, aunque los adultos con discapacidad intelectual respondan deficientemente a las peticiones de aclaración del interlocutor, lo hacen mejor los adultos con discapacidad que viven en una comunidad de hablantes normales que los que viven en instituciones (Brinton y Fujiki, 1991). También se pueden relacionar con el déficit de conciencia del sistema de la lengua, no del retraso mental, las dificultades observadas en los niños con discapacidad intelectual leve en el uso de la referencia en sus narraciones: presentación de información nueva por medio del artículo determinado, confusión pronominal, mayor uso de pronombres demostrativos, menos precisos, para referirse a los personajes (Hemphill et al., 1991). Así pues, además de una evidente relación entre el desarrollo del lenguaje y la discapacidad intelectual, parecen existir datos suficientes (desarrollo fonológico de las personas con síndrome de Williams, desfase excesivo entre la discapacidad intelectual y el lenguaje esperado para dicha discapacidad, papel de la memoria de trabajo, etc.) como para considerar una relativa independencia de ambas formas de retraso, lo que tiene unas implicaciones relevantes en la evaluación y en la intervención logopédica.

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Evaluación del lenguaje Cuando se plantea la intervención en el lenguaje de personas con discapacidad intelectual, suele considerarse que el nivel de desarrollo cognitivo marca el límite hasta el que puede desarrollarse el lenguaje. Sin embargo, a partir de los sucintos comentarios realizados anteriormente acerca de la relativa independencia del lenguaje respecto al desarrollo cognitivo, por una parte, y de la propia definición de discapacidad intelectual, por otra, parece conveniente evaluar ambos grupos de funciones por separado, sin hacer depender uno de otro. La evaluación del desarrollo intelectual proporciona resultados escasamente útiles para fundamentar los principios de intervención, al menos los resultados globales. Es cierto que si se analiza con cuidado el rendimiento de los sujetos en los subtest verbales del WISC-IV, por ejemplo, se puede llegar a extraer datos interesantes para la intervención. El subtest Dígitos puede considerarse como una buena medida de la memoria a corto plazo, muy relacionada con el desarrollo de la conciencia fonológica. Los subtest Vocabulario y Semejanzas dan cuenta de la organización del léxico mental, en especial de la representación de la lista de términos asociados, aspecto fundamental para intervenir en la comprensión. Finalmente, el subtest Comprensión está muy relacionado con la forma que tiene el sujeto de almacenar los conocimientos vehiculizados a través del lenguaje: formación de esquemas, formación de fuentes de inferencias, etc., esenciales también para una intervención eficaz en la comprensión del lenguaje. A pesar de estos valiosos datos, es conveniente evaluar el lenguaje en sus aspectos formal, de contenido y de uso, al margen de la evaluación intelectual. Por otro lado, la discrepancia entre desarrollo intelectual y desarrollo del lenguaje no se mantiene constante y, por ello, la estabilidad de la relación entre ambos desarrollos sufre cambios importantes. Por tanto, parece aconsejable que el lenguaje se evalúe específicamente y que la intervención logopédica se lleve a cabo basándose en criterios de edad lingüística y de funcionalidad social. Lógicamente, el desarrollo intelectual marcará sus propios límites (p. ej., un niño con síndrome de Angelman tiene menos posibilidades que otro con síndrome de Prader-Willi), pero, en cualquier caso, es importante tener en cuenta que la intervención deberá basarse más en el rendimiento lingüístico actual, convenientemente evaluado, y menos en las predicciones que se puedan hacer a partir del CI. Una evaluación completa del lenguaje en un niño con discapacidad intelectual exige el empleo de pruebas estandarizadas y de protocolos y grabaciones en situaciones naturales. Con las primeras se podrá, por un lado, comparar el rendimiento lingüístico del niño respecto a otros de la misma edad cronológica y mental, así como evaluar el progreso, y por otro lado, conocer la línea base desde la que se deberá actuar logopédicamente. Es necesario tener en cuenta, no obstante, que las pruebas estandarizadas, por sus propias características (descontextualización), proporcionan niveles de desarrollo inferiores a los que

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pueden inferirse de las interacciones comunicativas del niño en un entorno natural. En la mayoría de las discapacidades intelectuales pueden aplicarse las pruebas que se utilizan en otros tipos de trastornos del lenguaje (Comblain y Théwis, 1999). En todo caso, deben evaluarse los distintos niveles de recepción y producción del lenguaje. Así, deben tenerse en cuenta las gnosias y praxias fonéticas, el reconocim iento y program ación fonológicos, la com prensión y producción m orfosintáctica, el léxico receptivo y productivo, los procesos sem ánticos (en los niveles micro y macroestructurales, organización del léxico mental, construcción de inferencias, sentido figurado, etc.) y la m em oria a corto plazo. Las pruebas estandarizadas utilizadas para estas valoraciones, pues, permiten tener información sobre los aspectos formales y de contenido del lenguaje de los niños con discapacidad intelectual. Sin embargo, es necesario conocer la forma en la que estos niños usan el lenguaje en sus interacciones cotidianas. Para ello, es necesario disponer de videograbaciones y analizar la muestra de lenguaje así conseguida según una serie de variables funcionales: form as lingüísticas utilizadas para realizar dem andas instrum entales y reguladoras, enunciados declarativos (indicaciones, descripciones, rechazo, etc.), solicitud de inform ación, form as de expresar su presencia, su determ inación, sus proyectos y habilidades conversacionales (llamadas de atención y «explicación» de esas llamadas de atención, respuestas a peticiones de aclaración, forma de introducir un nuevo tópico conversacional, forma de «engancharse» en una conversación en curso, autocorrecciones, etc.). En ocasiones no se tiene fácil acceso a pruebas estandarizadas, y tampoco se dispone de tiempo para un análisis del lenguaje como el que aquí se ha propuesto a partir de grabaciones. En estos casos, los protocolos de observación son un instrumento de evaluación eficaz y realista. La información obtenida permite la confección de programas de intervención, aunque en algún caso sea necesaria una evaluación más precisa de algún aspecto concreto. Los protocolos de Soprano (2001) y Pérez y Serra (1998), aunque no están pensados para niños con discapacidad intelectual, son dos buenos ejemplos de cómo se puede llevar a cabo una evaluación precisa de las dimensiones formales, de contenido y de uso, por medio de la observación.

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Intervención Principios generales La intervención en el lenguaje del niño con discapacidad intelectual debe iniciarse desde los primeros meses de vida. La estimulación temprana parece más eficaz en la mejora y aceleración del desarrollo perceptivo-motor que en la adquisición y desarrollo del lenguaje. Sin embargo, las características perceptivas de muchas de las habilidades comunicativas prelingüísticas, por una parte, y el propio carácter preventivo de la estimulación temprana, por otra, hacen de ésta un valioso vehículo para la intervención. Por otro lado, parecen ser más eficaces los programas altamente estructurados: especificación y evaluaciones frecuentes de las conductas objetivo del niño y de la familia, identificación precisa de las conductas del educador y de las actividades de cada sesión o utilización de procedimientos de análisis de las tareas del niño. Pero esto no significa que no deba tenerse en cuenta la funcionalidad de la interacción. En general, la estructuración de la intervención será tanto más elaborada cuanto mayor sea el retraso mental. Cuando se trata de lenguaje no parece posible aplicar un concepto radical de habilidad funcional («acción que habrá de ser realizada por alguien, caso de no llevarla a cabo el alumno con discapacidades intelectuales en cuestión», Brown, 1989: 24), ya que una de las características esenciales del lenguaje es su gratuidad, su carácter de juego, especialmente en los modos comunicativos declarativos, no imperativos. Incluso la enseñanza de conductas comunicativas prelingüísticas se ve favorecida en interacciones terapéuticas estructuradas, como se pone de manifiesto en el programa Milieu Teaching Prelingüístico (Warren et al., 2006). Es necesario, asimismo, que la estimulación temprana del niño incluya tareas relacionadas con el desarrollo cognitivo y motor (como las propuestas por Williams, 1996, para el estadio sensoriomotor, extraídas de los estudios de Piaget), para que el efecto terapéutico sea armónico y las posibles interacciones entre las distintas áreas produzcan resultados positivos. El segundo principio que hay que tener en cuenta en la intervención es la implicación de la familia. En un estudio llevado a cabo por Odom et al. (1995), por medio de encuestas a familias, personal especializado y expertos de alto nivel, sobre las prácticas recomendadas en la educación especial temprana, es la familia la institución sobre la que recae más responsabilidad: elección de objetivos, decisión sobre la necesidad de personal especializado, evaluación de la intervención, etc. Se considera que la colaboración y el compromiso de la familia en la intervención son un factor determinante de su eficacia (Comblain y Théwis, 1999). Además, una intervención temprana exige necesariamente esta colaboración. Buena parte de las actividades para prevenir los déficits comunicativos en las primeras interacciones y para estimular su desarrollo

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deberán llevarlas a cabo los padres (McCauley y Fey, 2006). En tercer lugar, debe mantenerse un enfoque evolutivo. La decisión que con frecuencia tiene que tomar el logopeda respecto a la conveniencia de seleccionar objetivos funcionales, aunque no sigan la secuencia de desarrollo normal, o llevar a cabo la intervención según dicha secuencia, no representa un problema importante. En cualquier caso, la funcionalidad nunca debe estar ausente en la intervención. Por un lado, la presunta dificultad de la decisión aparece sólo cuando se trata de mejorar los aspectos formales del lenguaje. Las actividades que se programen para el desarrollo de los elementos morfosintácticos deficitarios pueden adquirir su utilidad en el propio juego que se haya diseñado. Si, por ejemplo, se está entrenando una preposición espacial, se puede recurrir a un juego de comunicación referencial en el que el niño tenga que especificar el objeto, entre otros, que está siendo descrito o demandado, mientras el logopeda va expresando sus dificultades de comprensión hasta que la tarea es superada; con ello se hará caer en la cuenta al niño de la importancia que tiene la utilización correcta de esas palabras tan poco relevantes perceptivamente hablando. Se puede conseguir aprender a articular bien los fonemas a base de asociarlos a movimientos integrados en cuentos cortos (la /s/ para pedir silencio o para designar el sonido de una serpiente, la /θ/ puede ser el zumbido de las abejas, etc.). La utilización productiva de dichos fonemas implicará siempre repetición de palabras que los contengan, pero esta tarea también puede resultar lúdica si se tiene la imaginación suficiente para inventar pequeños trabalenguas con dichas palabras, recurriendo a diadococinesias verbales, o haciendo que el niño pida un objeto (o dibujo) cuyo nombre se diferencie sólo en el fonema objetivo respecto a otros nombres de otros tantos objetos que se le presenten juntos. Por otro lado, el aumento del volumen de vocabulario debe basarse, precisamente, en la funcionalidad de las palabras que ha de aprender. Son las cosas, las personas y los acontecimientos que rodean al niño los objetivos de este aumento. En lo que se refiere al aprendizaje de las formas convencionales y al empleo de claves contextuales para la comunicación lingüística, lógicamente, siempre se trata de una actividad esencialmente funcional. Sin embargo, es posible que en algunos casos sea necesario centrarse en la enseñanza de habilidades comunicativas en determinados contextos sociales, sin tener en cuenta un desarrollo más o menos armónico del lenguaje. En estos casos, suponiendo un cierto dominio de las dimensiones formales del lenguaje, se trataría de enseñar fórmulas sociales adecuadas a dichos contextos, formas para pedir información de varios tipos, respuestas a preguntas habituales, etc., como las tareas propuestas por Reichle (1997) y por Kent-Udolf y Sherman (1988), basadas en un modelo de intervención estrictamente conductista y con una buena cantidad de sugerencias también para la enseñanza de adverbios, palabras para relacionar conceptos, etc. Asimismo, Perera (1990) y Buckley y Bird (2005) facilitan una gran cantidad de

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objetivos y actividades ordenados según las funciones que cumplen. En cualquier caso, la intervención deberá iniciarse desde las habilidades que el niño ya domina. Será conveniente, además, conocer aquellas habilidades que el alumno puede activar con ayuda del educador e identificar con ello una zona de desarrollo próxim o (la que se encuentra entre lo que el niño puede hacer solo y lo que no puede realizar ni con ayuda). Será en esta zona en la que deberá llevarse a cabo la intervención (Rutland y Campbell, 1996), en especial en las dimensiones léxica, morfosintáctica y pragmática. Es ésta, sin duda, la forma de otorgar al enfoque evolutivo un carácter funcional. Sin embargo, en la dimensión fonológica posiblemente no sea necesario intervenir en primer lugar sobre los fonemas estimulables (los que el niño puede articular correctamente por imitación, aunque no lo haga de manera espontánea); existen trabajos (Gierut, 2007) en los que se pone de manifiesto que la intervención en fonemas no estimulables (aquellos totalmente ausentes del repertorio fonemático del niño) ayuda a organizarse a los ya existentes y mejora la inteligibilidad del habla. No obstante, esta forma de intervención debe tenerse simplemente como una alternativa posible para acelerar la mejora de la inteligibilidad, ya que en réplicas de estos trabajos se reafirma la idea de que ir de lo fácil a lo difícil es lo más eficaz (Rvachew y Bernhardt, 2010). Y el cuarto principio sobre el que debe basarse la intervención es que los niveles evolutivos de cada niño, individualmente considerado, son mucho más importantes que la categoría diagnóstica para determinar la forma, los objetivos y el curso más apropiados para dicha intervención en el lenguaje de cada niño con discapacidad intelectual (Brady y Warren, 2003). Es evidente que deben tenerse en cuenta las características de cada forma de discapacidad intelectual (macroglosia e hipotonía en el síndrome de Down, desinhibición y dificultades pragmáticas en el síndrome de Williams, renuencia comunicativa en el frágil X, etc.); pero no como determinantes de los objetivos y del curso de la intervención, los cuales habrá que determinarlos a partir del nivel de desarrollo de cada dimensión del lenguaje. En estas propuestas de intervención no se va a dedicar una atención directa a las actividades logopédicas basadas en el lenguaje escrito; sin embargo, éste es un instrumento de gran ayuda para fijar las adquisiciones fonológicas y para ayudar al desarrollo de las diversas estructuras morfosintácticas y narrativas (causalidad, secuencialidad, etc.). Por último, es necesario advertir que las estrategias de intervención que se van a proponer están ordenadas según la secuencia evolutiva normal. En general, no se señala en ellas el nivel de gravedad de discapacidad intelectual para el que serían apropiadas. Deberá ser el logopeda quien seleccione qué actividades poner en práctica y con qué sujetos hacerlo. Además, no se han considerado sistemas alternativos y aumentativos de la comunicación (PECS, dispositivos sintetizadores de voz, etc.; v. en McCauley y Fey, 2006), que en muchos casos serán necesarios para lograr unos niveles aceptables de eficacia comunicativa.

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Habilidades comunicativas básicas Las estrategias de intervención que se proponen en esta sección van dirigidas a los logopedas y psicólogos que se encuentren con un niño cuya discapacidad intelectual se ha diagnosticado durante sus primeros 3 años de vida. Cuando el diagnóstico de discapacidad intelectual puede realizarse en los primeros días o semanas después del nacimiento, es muy importante proporcionar a los padres una inform ación exhaustiva sobre cóm o se desarrollan norm alm ente las habilidades com unicativas, sobre las que necesariamente se va a instalar el lenguaje: intersubjetividad primaria, conductas protoimperativas (demandas instrumental y reguladora), conductas protodeclarativas, mecanismo de atención conjunta, indicación (gesto de atrapar que se queda suspendido y se convierte en signo), referencia, símbolos enactivos, juego referencial y ficticio, engaño, teoría de la mente. Deberá explicárseles que estas habilidades se van a desarrollar en sus hijos (dependiendo de la gravedad de la discapacidad intelectual), pero que lo van a hacer de manera más lenta, y que ellos pueden hacer cosas para acelerar este desarrollo, y que eso que van a poder hacer no es extraño ni diferente de las conductas de padres con hijos con un desarrollo típico. Es muy importante informarles también sobre la tendencia de toda persona a ajustarse al nivel comunicativo de sus hijos, lo que no resulta totalmente positivo en los casos de discapacidad intelectual, ya que esta tendencia significa para el niño con retraso menos oportunidades de interactuar, menor riqueza y variedad de las emisiones dirigidas a él, a veces una excesiva e innecesaria simplicidad estructural de dichas emisiones, etc. También es necesario advertirles de que tanto las tareas que se les van a encomendar como el tratamiento especializado se van a dilatar en el tiempo, que en realidad siempre van a tener que estar pendientes de la intervención logopédica. Y, por supuesto, habrá que ayudarles cuando el desánimo los invada. En un principio es conveniente que los padres y los logopedas estén muy atentos a cualquier gesto o mirada del niño que puedan ser interpretados como una demanda. Estas conductas deberán ir seguidas de la consecución de aquello que se suponga que es demandado. Se pretende con ello mostrar al niño que hay una respuesta para todas sus demandas y, sobre todo, que esas respuestas son facilitadas por otra persona (protoim perativa instrum ental). Posteriormente, la introducción de un comentario corto, con la denominación de lo que el niño pretende, le facilitará el paso a una dem anda reguladora. Evidentemente, estas conductas del adulto serán más eficaces, para el objetivo tratado aquí, cuando se den tras vocalizaciones y balbuceos del niño, ya que éste se podrá ir formando una representación de la efectividad que supone «decir». Una vez conseguido el condicionamiento balbuceo/vocalización-respuesta del adulto, este último puede aprovisionarse de un conjunto de juguetes y objetos coloreados y sonoros para colocarlos ante la cara del niño. Se trata de conseguir la

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atención conjunta a un mismo objetivo. El adulto se irá colocando en distintos ángulos respecto al niño y al objeto, asegurándose de que aquél mantiene la mirada junto a la suya en el objeto. Los comentarios del adulto servirán para desviar por unos momentos la mirada del niño hacia su propia mirada para volverla a dirigir otra vez hacia el objeto. Es importante enseñar al niño a dirigir su mirada del objeto a la persona y viceversa. Simultáneamente, es necesario enseñar al niño a suspender el gesto de atrapar para convertirlo en signo (este y los demás grados de suspensión que se considerarán como actividades mentalistas esenciales para el desarrollo de la comunicación están tomados de los trabajos de Rivière, una buena síntesis de los cuales se puede encontrar en su trabajo de 1997 citado en la bibliografía). Para ello se puede alejar del alcance del niño un objeto atractivo y modelar, si es preciso, el gesto de alargar el brazo hacia aquél haciendo el acto de atrapar abriendo y cerrando la mano. Éste es el gesto que conduce a la indicación. Lógicamente, esta demanda debe ser satisfecha, aunque en este momento puede ir alargándose el tiempo transcurrido entre el gesto y el logro. Asociada contingentemente al gesto de atrapar/indicar debe ir la palabra que designa el objeto deseado. Desde un punto de vista evolutivo, la referencia no es más que la sustitución del gesto de indicación para cumplir la función que dicho gesto ya cumplía. A partir del momento en que el niño sea capaz de permanecer sentado es necesario enseñarle a seguir y guardar turnos. Esta actividad puede iniciarse con juegos como lanzar y devolver una pelota, construir una torre, etc. El adulto pondrá un cubo o lanzará la pelota y dirá: «Ahora tú». Es posible que el adulto deba modelar la acción que se pretende por parte del niño, hasta que se consiga que el placer de la actividad sea suficiente para provocar la conducta. La importancia de esta habilidad es que representa el fundamento de la interacción conversacional. Los juegos de im itación también son importantes porque serán una herramienta muy eficaz para el aprendizaje, sobre todo, del léxico. Éstos comienzan por las imitaciones que la madre hace de los balbuceos de su hijo. La repetición de estos balbuceos introducirá al niño en un lúdico intercambio imitativo en el que cada miembro de la díada será modelo y copia en sucesivos turnos. Es conveniente intensificar la imitación durante la etapa del balbuceo canónico con el fin de establecer formas fonéticamente consistentes a las que se pueda dar un significado persistente y que puedan, de este modo, convertirse en los primeros significantes. En estos momentos el niño va a empezar a desarrollar su vocabulario, ayudado, por una parte, por los gestos indicativos ya adquiridos, y por otra, por las formas fonéticamente consistentes que van a sustituir a esos gestos. Pero será en otra sección donde se trate el léxico. Siguiendo con las habilidades comunicativas básicas, es necesario enseñar al niño un segundo grado de suspensión: su actividad sobre los objetos es recortada y se aplica a representaciones de esos objetos (sím bolos enactivos). Se pueden mostrar

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las ganas de comer por medio del típico «ñam-ñam», o pedir que se encienda el mechero soplando al aire mirando a la cara del adulto, etc. El adulto puede modelar estas conductas ejecutando la pantomima de la acción que el niño está llevando a cabo, para intercambiar después los papeles. Aproximadamente en las mismas fechas se puede estimular el juego referencial, que se convierte, con la indicación y los símbolos enactivos, en un elemento primordial para perfeccionar y consolidar la metarrepresentación y el símbolo. Primero se deberá enseñar al niño a jugar con objetos reales introduciendo algunas actividades «como si»: puede beber de un vaso vacío como si estuviera lleno o dar de comer al adulto con una cuchara como si lo alimentara de verdad. Posteriormente, estos objetos reales serán sustituidos por juguetes que representen cada vez con menos fidelidad la configuración perceptiva de los objetos a los que sustituyen, hasta suspender las propiedades de los objetos y de las situaciones y llegar al juego ficticio, en el que el niño ya es capaz de sustituir un objeto por otro para realizar la función del primero: sus zapatillas se convierten en vagones de un tren, hace como que se afeita con el puñito cerrado o con cualquier objeto que tenga a mano, etc. Probablemente el grado más elaborado de esta capacidad para manejar objetos mentales (las intenciones, sentimientos, etc., que se suponen en los otros) es el engaño. Normalmente se exige un cierto nivel de comprensión del lenguaje. Pero se puede entrenar a los niños con discapacidad intelectual a partir de pequeñas pantomimas («No está la pintura», le dice un adulto, que la tiene en el bolsillo, a otro que la quiere, ante el niño que ha sido testigo de todo), para que perciban cómo se crea en una persona una creencia falsa. Reproducir los estados em otivos de otra persona (enfado, sorpresa, miedo, etc.) es también una buena plataforma para diferenciar los estados mentales observados en otros de los propios, y existen evidencias de que esta reproducción, así como la comprensión de expresiones faciales de emoción, es posible enseñarla a estos niños (Stewart y Singh, 1995). Estos juegos pueden ir complicándose hasta que el niño sepa distinguir lo que el otro desea, piensa o siente de lo que él mismo experimenta, hasta diferenciar el estado de cosas expresado explícitamente en el enunciado del estado de cosas pretendido (sentido figurado, metáforas). En los niños con discapacidad intelectual, todas estas habilidades deberán ser modeladas en buena parte, pero es necesario conseguir que las dominen. El juego referencial y el ficticio, los símbolos enactivos, etc., son señales inequívocas de que el niño se representa en alguna medida la mente de los demás, que cuando se comunique con ellos tendrá en cuenta los estados mentales de los otros, que podrá hacer conjeturas respecto a sus intenciones y emociones, que estará en disposición de compartir parte de la cultura y las convenciones que permiten a los seres humanos vivir en sociedad. La comunicación y los mecanismos mentales que subyacen en cualquier interacción entre estos seres humanos, por elementales que sean, sólo son posibles gracias a este ir y venir de la mente propia a la de los

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demás. Existen guías de estrategias bien organizadas, y cuya eficacia ha sido comprobada, especialmente pensadas para estas primeras habilidades comunicativas, como el ya señalado Milieu Teaching Prelingüístico, que incluye un componente específicamente diseñado para enseñar a los padres a responder a cualquier conducta con visos de comunicativa (Responsivity Education), y el método Hanen (It takes two to talk) en su segunda versión, en la que se introdujo la estimulación focalizada, ya que la primera versión no era eficaz en el aumento del lenguaje del niño, aunque sí en la mejora de las habilidades de los padres (v. en McCauley y Fey, 2006, comprobaciones de la eficacia de estos y de otros métodos para intervenir en el lenguaje). Tras estas habilidades, y dependiendo de ellas en buena medida, en etapas ulteriores será conveniente estimular el uso del lenguaje para cumplir funciones más elaboradas: obtener información por medio de preguntas, iniciar una conversación llamando la atención del interlocutor antes de manifestar el objetivo de esa conversación, responder adecuadamente a solicitudes de aclaración por parte del interlocutor, etc.

Atención Probablemente los niños con discapacidad intelectual se muestren inatentos, no tanto debido a la impulsividad, como a la falta de interés por el medio, a una especie de «hipotonía» perceptiva y mental (Rosenquist, 2000). Es necesaria una estimulación continuada para evitar que el «mundo pase por su lado» sin dejar huellas sensoriales, perceptivas y cognitivas. Además de despertar el reflejo de orientación a base de ruidos y llamadas de atención, es importante conseguir en principio acoplar los ritmos de actividad del niño al lenguaje del adulto. Debe conseguirse que el niño abandone por un momento su actividad cuando el adulto se dirige verbalmente a él y que escuche. El niño casi siempre reanudará lo que tenía entre manos sin que lo dicho por el adulto logre ninguna modificación. No importa. Se trata sólo de que el lenguaje ejerza una función inhibidora. De hecho, si no se consiguiera esta inhibición de la actividad, conviene sujetar con amabilidad, pero con firmeza, las manos del niño y girar su cabeza para que mire al educador. El lenguaje que éste le dirija debe estar relacionado con la actividad del niño. Estos enunciados imperativos, denominados de seguimiento, que se ajustan a la actividad del niño, que no le exigen cambiarla, han mostrado tener efectos positivos sobre el desarrollo del lenguaje. En muchos casos, esta función inhibidora será la única mejora de la atención que se podrá obtener, al menos durante mucho tiempo. En sujetos con discapacidad intelectual ligera, después habrá que conseguir que el niño vaya variando, con ayuda en muchas ocasiones, su actividad conforme escucha al adulto (función reguladora). Para proporcionar esa ayuda, el educador

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puede ponerse a realizar la misma actividad que el alumno hablándose a sí mismo en primera persona. Será necesario en muchos casos invitar explícitamente al niño a colaborar con él. Conforme aquél se vaya inmiscuyendo en la tarea, el educador se irá retirando para dejar que el niño actúe cada vez más autónomamente. De vez en cuando, cuando se vea que el lenguaje que el niño se dirige a sí mismo decae, el adulto reiniciará, en primera persona también, el habla reguladora. En última instancia se trata de que el niño utilice su lenguaje (estructuralmente muy simple, lógicamente, al menos al principio) con una función autorreguladora. Será entonces cuando pueda decirse que el niño ha integrado su actividad y la dirección de esa actividad y que es capaz de controlar la atención por sí mismo. Cooper et al. (1982) comunican estrategias parecidas a las aquí propuestas para mejorar la atención.

Léxico En esta sección, y en las que siguen, sólo se va a proponer un bosquejo de programa de intervención, en el que quizá puede haber dificultades en la gradación de tareas. En la obra de Perera (1990) y de Buckley y Bird (2005) se puede encontrar una buena cantidad de actividades ordenadas, y Juárez y Monfort (2001) aportan una buena y variada cantidad de actividades que harán más gratificante la intervención para los niños y los educadores. Cuando el niño ya es capaz de emitir form as fonéticam ente consistentes, estimuladas por los adultos, ya se cuenta con una base sólida para pasar al aprendizaje de «palabras». Éstas, en principio, no son más que esas formas asociadas a un significado constante, que se ha negociado en las interacciones previas. La imitación de sonidos de animales, u otros sonidos que se producen en el entorno del niño, y que se nominalizan, se convierten en significantes útiles para la comunicación lingüística. Estas formas aún no son palabras, en el sentido de símbolos, y sólo se emplean en las situaciones en las que han sido aprendidas. Pero su asignación a ejemplares de la misma categoría extenderá su significado hasta convertirlas en auténticas palabras (como representaciones de representaciones conceptuales de los objetos). La enseñanza del léxico deberá llevarse a cabo en situaciones funcionales. Esta funcionalidad se puede conseguir por medio de juegos basados en la com unicación referencial. Éstos suponen el aspecto lúdico del aprendizaje y el uso de palabras. Para ello el educador deberá informarse, a través de los padres, de cuáles son los objetos y acontecimientos más importantes y frecuentes en la vida del niño. Así, el logopeda puede distribuir las palabras que designan dichos objetos y acontecimientos en categorías. Éstas pueden ser, por ejemplo: nombres de personas del entorno del niño, objetos presentes en su vida (a su vez subdivididos en subcategorías: animales, cosas de su dormitorio, plantas, cosas de la cocina, alimentos, aparatos eléctricos y mecánicos, ropa, etc.), formas sociales (saludos,

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despedidas, presentaciones, etc.), atributos (colores, formas, tamaños, texturas, valoraciones morales, etc.), acciones y términos espaciales, temporales, de cantidad y de modo. Cada categoría o subcategoría debe contener, en principio, un número de palabras no superior a diez. Es conveniente disponer de imágenes de cada palabra. Algunas son difíciles de representar, como los atributos o las acciones; sin embargo, se pueden encontrar o dibujar escenas que representen de manera inequívoca los atributos o acciones deseados. Con este material se pueden idear un buen número de juegos de comunicación referencial. Estos juegos consisten esencialmente en que el niño identifique la imagen objetivo entre otras varias, o que el niño logre que esa identificación la lleve a cabo el educador. Desde el punto de vista de la articulación, deben aceptarse formas de estructura silábica simple (p. ej., CVCV), que simultáneamente se irán perfeccionando con las actividades fonológicas que se propondrán más tarde. En los casos en los que la ausencia de léxico sea completa o casi completa (p. ej., en un niño en el tiempo en que se le detecta precozmente una discapacidad intelectual), la primera tarea consistirá lógicamente en el aprendizaje de los nom bres de las cosas. Posiblemente su realización fonológica sea deficiente, constituida por un vocalismo confuso que hará que casi todos los nombres suenen igual. Se tratará entonces de provocar en el niño la necesidad de realizar pequeñas distinciones fonemáticas que permitan, por un lado, diferenciar unas denominaciones de otras, y por otro, aumentar el parecido de sus formas a las convencionales. Para ello, se pueden colocar juntos dos o más objetos que el niño denomina de forma indistinguible, pero alejados lo suficiente para que el pequeño no los pueda señalar ni coger, y estimularlo luego para que los pida. En principio, eso obligará al niño a introducir diferencias en la denominación. Si esto no se produce, el logopeda le ofrecerá un objeto a la vez que lo denomina, poniendo énfasis en algún segmento (constituido al menos por una consonante) de la cadena de sonidos que componen su nombre y cuya notoriedad prosódica considere eficaz, porque el sonido consonántico introducido ya esté en el repertorio del niño o por otra razón parecida. La repetición lúdica de estas actividades irá aumentando las diferencias entre las palabras. El siguiente paso puede ser colocar ante el niño las imágenes de objetos pertenecientes a dos o tres categorías, muy distintas entre sí (p. ej., juguetes, plantas y ropa), para que el niño las agrupe de manera adecuada (al principio con ayuda), a la vez que se van denominando cada uno de los objetos, procurando que el niño repita esos nombres. Después se pueden repartir al azar las tarjetas con imágenes y el logopeda irá pidiendo al niño los objetos para completar las categorías. Poco a poco se irá aumentando el número de objetos de cada categoría y se irán desvaneciendo las diferencias entre ellas. Esta actividad se repetirá invirtiendo los papeles. Es posible complicar el juego interponiendo una pantalla entre los objetos de cada participante, para que no los puedan ver, estimulando con ello la memoria de las imágenes y de sus formas fonológicas. En este caso, y

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dependiendo de la gravedad del retraso, el niño puede necesitar la colaboración de otro adulto que le ayude a completar los agrupamientos. Lógicamente, es necesario que este vocabulario del niño se proyecte en sus actividades cotidianas en casa y en el centro escolar al que asista. Las form as sociales deben constituir el núcleo de acontecimientos rutinarios: saludar, despedirse, decir su nombre, etc. Normalmente los atributos irán acompañando a los nombres que describen. Esto, además de estimular el aprendizaje de ese tipo de palabras, facilitará la adquisición de pequeñas estructuras sintácticas, con base semántica, que posteriormente se harán más complejas con la introducción del artículo y la cópula, dando como resultado las oraciones copulativas. Los primeros verbos que se introducirán serán, casi siempre, los verbos dinám icos de cam bio de estado puntual (o de consecución): caerse, abrir, cerrar, romperse, etc. Conviene que el logopeda introduzca estos verbos en presente de indicativo e inmediatamente antes de que suceda la acción que describen, ya que parece ser ésta la forma en que los niños adquieren esta clase de palabras (Tomasello y Kruger, 1992). Las primeras formas pasadas serán los pretéritos perfectos compuestos, y, aproximadamente en el mismo tiempo, se podrán enseñar las formas presentes progresivas, que son las que realmente se oponen a las primeras formas pasadas. El trabajo en grupo representa una ayuda notable en el desarrollo del vocabulario por la mayor funcionalidad de los instrumentos comunicativos que se logra en interacciones entre iguales. Existe una clara influencia del tamaño del grupo que se forme, y no tanto de la composición ni del tipo de material de juego. Parece que en grupos reducidos (de dos niños) se da una mayor cantidad de enunciados y una mayor repetición de palabras. En grupos un poco más grandes (de cuatro) se producen menos enunciados y una mayor diversidad de vocabulario (McCabe et al., 1996). Así pues, conviene formar los grupos en función de los objetivos que se pretendan: fijación de palabras o diversificación léxica. En cualquier caso, las actividades en grupo permiten un mayor dominio del lenguaje adquirido en situaciones menos naturales, y la oportunidad de entrenar y comprobar la eficacia comunicativa de las formas lingüísticas aprendidas. Cuando el niño disponga de una cantidad apreciable de palabras y en los casos de discapacidad intelectual ligera, además de aumentar el número de categorías y de cada una de sus palabras, se pueden idear juegos de búsqueda de absurdos y de palabras incongruentes. Esta actividad ayuda, por una parte, a una mejor organización de las categorías léxicas y, por otra, a la construcción de esquemas y guiones en los que palabras de distintas categorías se agrupan en función de criterios basados en el conocimiento que las personas de una misma comunidad de hablantes tienen acerca del mundo y de las situaciones concretas (ir al supermercado, asistir a una fiesta de cumpleaños, etc.). En la forma más

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elemental se trata de «colar» objetos, o imágenes de objetos de una categoría, en un conjunto de otra categoría. De un modo más elaborado, se pueden contar pequeñas historias en las que se da una información incongruente para que el niño la descubra y la cambie por la apropiada («Los coches van deprisa por la vía», «Íbamos por un monte con muchos árboles y no encontramos ninguna sombra para comer el bocadillo», etc.). Este tipo de actividades, que obligan al niño a diferenciar la información congruente de la incongruente, cobra gran importancia en la intervención de los niños con síndrome de Williams.

Organización y repertorio fonológicos El trabajo que hay que llevar a cabo para el desarrollo de la dimensión fonológica se basa fundamentalmente en dos principios: la facilitación y agilización de las transiciones fonem áticas y la asociación de los fonem as ausentes del repertorio a m ovim ientos o im ágenes que faciliten su memorización y ejecución. Respecto al primer principio, en los niños con discapacidad intelectual se dan con frecuencia fenómenos de asimilación y articulación confusa de las consonantes. En ello tiene que ver, por ejemplo en los niños con síndrome de Down, la escasa tonicidad muscular. Da la impresión de que no terminan de colocar bien los órganos de la articulación. Es importante, por tanto, movilizar esos órganos y para ello se pueden hacer ejercicios de diadococinesias verbales en una situación de juego («El pájaro va volando y ta ta ta ta mueve las alas; mira cómo las mueve: ta ta ta ta»). Asimismo, será necesario realizar actividades consistentes en pasar de una articulación a otra: de una bilabial a una velar, de velar a dental, de dental a bilabial, etc. Para ello se pueden idear ruidos de máquinas o personajes, o de animales al andar y correr («pototón-pototón», «chuku-chuku», etc.). En relación con el segundo principio, Juárez y Monfort (1996) describen distintos movimientos de la mano que tienen en cuenta el punto y el modo de articulación de los fonemas asociados a ellos. Es importante hacer notar que, a pesar de que la dimensión fonológica es a veces sacrificada, sin duda con razones bien fundadas, en favor de otras dimensiones más importantes desde el punto de vista comunicativo, muchos niños con discapacidad intelectual, especialmente los que padecen el síndrome de Down, que representan un buen número de ellos, van a sufrir un trastorno fonológico persistente, del que difícilmente van a poder librarse a lo largo de su vida. Por tanto, se considera conveniente no demorar la intervención en esta dimensión. Con frecuencia se hace patente la ineficacia de una intervención para mejorar la ejecución fonológica cuando los niños tienen ya 6 o 7 años. Los esquemas motores y posiblemente también las representaciones fonológicas de las palabras parecen inamovibles. Un inicio más precoz de esta intervención hubiera permitido sin duda un panorama distinto a esas edades.

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Algo a tener también en cuenta, muy relacionado con la adquisición y la organización del sistema fonológico y con el aprendizaje de nuevas palabras, es la memoria de trabajo. Como ya se ha señalado, un componente de este mecanismo, el bucle fonológico, es deficitario en los niños con síndrome de Down, y probablemente en otros tipos de retraso, frente al buen desarrollo encontrado en las personas con síndrome de Williams. Es conveniente planificar actividades que tiendan a mejorar el rendimiento de esta memoria de corto plazo. La memorización de retahílas, canciones, pequeños poemas, trabalenguas adaptados al nivel fonológico de cada niño y la repetición de las órdenes mientras se están llevando a cabo (hasta llegar a convertirse en un auténtico lenguaje interior) pueden ser ejercicios apropiados para aminorar los efectos negativos de esta limitación.

Morfosintaxis Cuando el niño tenga un vocabulario de 50 palabras, aproximadamente, se le supone ya capaz de construir enunciados de dos palabras, con base sem ántica. Es necesario, no obstante, que el 20% de esas palabras sean verbos, sin contar las formas imperativas («¡mira!») que sólo sirven para llamar la atención; esto se explica porque los verbos son palabras que exigen comunicar quién, qué, etc. Es frecuente que estos enunciados no aparezcan espontáneamente en los niños pequeños con discapacidad intelectual leve y en los niños de más edad con discapacidad intelectual moderada, o lo hagan muy tarde. En cualquier caso, es conveniente estimular su adquisición. En niños con trastorno específico del lenguaje se ha demostrado la eficacia de algunas estrategias para lograr un desarrollo más rápido de estas estructuras oracionales y de otras más complejas. Se considera que esas mismas estrategias sirven para la mejora de la morfosintaxis en niños con discapacidad intelectual (v. Aguado, 1999, para una revisión de dichas estrategias, su fundamentación experimental y su aplicación en sujetos con trastorno específico del lenguaje). Las estrategias que se proponen aquí son la reform ulación, la im itación con m odelado y la estim ulación focalizada. Por otra parte, son las primeras estructuras oracionales que pueden ser objetivo de la intervención las que los estudios sobre la evolución del lenguaje han puesto de manifiesto en los inicios del desarrollo sintáctico: agente-acción, acción-objeto, agente-objeto, objeto-atributo, poseedorcosa poseída, objeto-lugar, «más»-objeto, forma social-nombre de persona, objetofinalidad y acción-adjetivo verbal (adverbio). La tarea comenzaría por mirar, alumno y educador, una lámina en la que se represente una escena o acontecimiento fácilmente comprensible y cuyos objetos, personajes o acciones constituyentes los pueda denominar el niño. Entonces, el educador emite una secuencia de dos palabras para referirse a una parte, o a toda la escena contemplada, y solicita explícitamente al niño que la repita. El niño

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puede decir sólo una de las palabras de la secuencia. El modelo y la solicitud de imitación se repiten (evidentemente, el educador no es una máquina expendedora de modelos de habla y esta solicitud de imitación deberá realizarse de forma conversacional, formando parte de la interacción con el niño). Una vez conseguida la imitación, el logopeda eliminará la solicitud de repetición, mostrándole sólo la escena y el modelo. Después se irá eliminando el modelo. Más tarde se presentarán escenas similares que provoquen enunciados de dos palabras con la misma relación semántica que el entrenado. Finalmente, se eliminarán los refuerzos verbales o de otro tipo que se hayan empleado. La adquisición de estas estructuras oracionales permite combinarlas para form ar enunciados m ás com plejos: agente-acción y acción-objeto pueden resultar en la estructura agente-acción-objeto, objeto-atributo dará lugar a las oraciones copulativas, etc. En este punto se empezarán a introducir las palabras y morfemas propiamente gramaticales: determinantes, preposiciones, morfemas sufijos en nombres, verbos y adjetivos. Para ello es necesario tener una idea lo más precisa posible de la evolución normal de estas formas lingüísticas y seleccionar uno o dos objetivos concretos. Las estrategias que habrá que emplear pueden ser la imitación con modelado y la estimulación focalizada. Por ejemplo, si se pretende que el niño utilice la preposición «en» en una estructura objeto-lugar, se pueden tomar láminas en las que se dé esta relación espacial (muy frecuente, por otra parte, en cualquier acontecimiento representado) y emitir una gran cantidad de enunciados sencillos con una estructura oracional como la señalada. Las descripciones que el niño produzca espontáneamente se reformularán de manera correcta (en este caso, introduciendo la preposición «en»), si en ellas se omitiera la palabra objetivo. Todo ello debe hacerse sin que la interacción pierda la funcionalidad propia de la situación (dos interlocutores hablando sobre una escena atractiva). Las adquisiciones que se vayan logrando se pueden fijar mejor por medio de juegos de com unicación referencial o haciendo que el niño corrija enunciados en los que se omita o sustituya la palabra que está siendo objeto de intervención. Por ejemplo, se puede disponer de cierta cantidad de imágenes de perros en diversas situaciones (en y junto al armario, en el jardín, en y fuera de la cesta, etc.) para que el niño las vaya pidiendo sin señalarlas; necesariamente tendrá que producir enunciados del tipo «Quiero el perro en el armario» o similares. También se puede pedir al niño que enseñe a hablar a un muñeco que omite o sustituye la palabra objetivo. El aprendizaje de estos elementos morfosintácticos facilitará la expresión de enunciados con distintas funciones: preguntar para obtener información (dónde, cuándo, quién, con qué, etc.), dar información (esto es, aquí hay, etc.), mejorar la respuesta a una petición de aclaración del interlocutor y otras. Es importante que el logopeda controle con precisión las variables de com plejidad que debe o no debe introducir en las tareas que programe. No por ello

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hay que desdeñar los efectos de un aprendizaje incidental en las interacciones comunicativas que se establezcan. Sin embargo, probablemente el niño no se verá obligado a utilizar las palabras gramaticales en estas situaciones no programadas, ya que las propias claves presentes en la interacción y las claves contextuales clarificarán el objetivo comunicativo que los interlocutores tienen entre manos; y en esas circunstancias la reformulación es la única estrategia que se puede utilizar, si no se quiere interrumpir el flujo comunicativo. Entonces, las oportunidades de que va a disponer el niño de oír una forma sintáctica o morfológica determinada disminuyen. Además, hay abundantes trabajos en los que se comprueba que estos niños necesitan un núm ero m ayor de exposiciones (hasta 5 veces más) a una forma determinada para que el aprendizaje se produzca. Por ello, es conveniente precisar el objetivo a intervenir y las variables de complejidad estructural o referencial que se van a tener en cuenta para su control. Y resulta imprescindible dar a conocer a los padres cada forma que se ha tomado como objetivo, en cada etapa de la intervención, para que sea reformulada en muchas ocasiones en las interacciones que se dan en el hogar.

Comprensión y producción de discursos Además de las habilidades mentalistas señaladas anteriormente, la comprensión y producción de unidades supraoracionales exigen la puesta en marcha de una serie de procesos relacionados con la organización del léxico mental y la selección de la información, a partir de los conocimientos que posee el hablante acerca del mundo y la situación concreta de enunciación. En este sentido, la mayoría de las conversaciones y explicaciones en las que los usuarios del lenguaje están inmersos exigen la construcción de inferencias (proposiciones no explícitas en lo que se dice) y seleccionar la información que hay que transmitir en función de las inferencias que se espera que haga el interlocutor. Las personas con discapacidad intelectual disponen de escasos recursos para realizar con éxito estas operaciones. Es necesario, pues, idear actividades que amplíen el repertorio de estas habilidades necesarias para mejorar su comunicación, sobre todo en los casos de discapacidad intelectual leve, probablemente los únicos en los que son posibles las indicaciones que siguen. Una de estas actividades es la de aum entar el núm ero de palabras asociadas. En el léxico mental, las entradas léxicas se relacionan entre sí con mayor o menor intensidad, de tal manera que al oír una palabra se activa una cantidad determinada de significados asociados a ella, en función del parecido perceptivo, la contigüidad espacial o temporal con que sus referentes suelen aparecer en la realidad, la historia particular de cada hablante, etc. La riqueza y la complejidad de estas relaciones representan un buen criterio para valorar la comprensión, ya que permiten construir inferencias para rellenar los «huecos» informativos que se

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dan en toda interacción verbal, anticipar lo que se va a decir o, al menos, significar, comprender el lenguaje en curso con mayor profundidad, etc. Así pues, en la intervención logopédica en personas con discapacidad intelectual son necesarias tareas en las que se amplíe esta red de relaciones. Por ejemplo, se pueden contar pequeñas historietas a partir de una serie de imágenes ordenadas adecuadamente, haciendo que entre las partes de la historieta representadas en una y otra imagen sea necesario inferir otros acontecim ientos para su comprensión cabal. Estos acontecimientos inferidos se podrán idear y expresar a partir de las palabras cuyos referentes están representados en las tarjetas de imágenes. Son también apropiadas tareas en las que el adulto diga una frase con alguna palabra inadecuada al significado que se transmite para que el niño la descubra y la sustituya por la apropiada. Se pueden dejar cuentos sin terminar para que el niño anticipe el final, etc. Estas actividades son imprescindibles, especialmente, en los niños con síndrome de Williams. Su falta de ajuste al tópico conversacional procede probablemente de su incapacidad para seleccionar la inform ación congruente. Y el logopeda puede ayudarles por medio de tareas, además de las señaladas, en las que, por ejemplo, se expresen todas las palabras o enunciados relacionados con el inicio de un tema concreto, para ir suprimiendo después todas aquellas que sean incongruentes con la continuación que se le dé a ese tema. En cualquier caso, es necesario tener presente en la intervención que el objetivo final es conseguir que la persona con discapacidad intelectual aumente sus posibilidades de interactuar satisfactoriamente con los demás, y que, por tanto, la mejora de la morfosintaxis, del léxico y de la articulación debe ir dirigida a la producción y la comprensión de discursos (conversaciones, explicaciones, relatos, etc.). Al fin y al cabo, cuando se dice que una persona sabe hablar y entiende lo que se le dice, se hace referencia al discurso.

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CAP ÍTULO 16

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Autismo infantil: intervención logopédica A.M. Soprano

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Introducción El autismo es un síndrome conductual que se inicia en la infancia, por lo general antes de los 3 años, caracterizado por alteraciones en la comunicación y la interacción social y por la presencia de patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidas, repetitivas y estereotipadas. Hasta el momento, la ubicación nosológica del autismo resulta difícil a causa de la falta de acuerdo de los profesionales respecto del criterio de diagnóstico, la ausencia de marcadores biológicos y el escaso conocimiento de la fisiopatología de sus principales síntomas. Asimismo, las variaciones en cuanto a los diversos grados de severidad con que se manifiesta este trastorno contribuyen a aumentar la confusión. Todo ello hace que en la actualidad se esté imponiendo el nombre de trastornos del espectro autista (TEA), término más amplio que intenta reflejar la heterogeneidad del cuadro en cuestión. Los TEA engloban el autismo, el trastorno de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil y el trastorno generalizado de desarrollo no especificado (TGD-NOS). A pesar de los avances de la genética y de la tecnología médica, los TEA aún son un misterio para la ciencia actual. Por ahora el diagnóstico sigue siendo completamente clínico porque todavía no existe ningún examen biológico que pueda validarlo a través de la demostración de una disfunción del sistema nervioso. La mayoría de las etiologías que afectan al sistema nervioso en etapas tempranas lo hacen de modo «no selectivo», es decir, que los síntomas autistas son una parte dentro del conjunto de signos de disfunción cerebral. En consecuencia, el diagnóstico de autismo sólo necesita del juicio clínico de un profesional experimentado.

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Prevalencia La prevalencia del autismo depende de su definición pero, en general, se acepta una proporción de 1:1.000, con predominio de varones en una relación aproximada de 4 a 1. Sin embargo, estudios más recientes muestran un incremento significativo de estas cifras que en ocasiones alcanzan al 1% de la población infantil (Baio, 2012).

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Etiología y fisiopatología El autismo no es una enfermedad, es decir, no es una condición con una sola etiología bien definida. Un diagnóstico de autismo no nos dice nada acerca de su causa o etiología, sólo implica que un sistema cerebral específico, aún no identificado, es disfuncional y que esa disfunción es responsable de los síntomas clínicos que se tienen en cuenta para el diagnóstico. En cuanto a la fisiopatología, existen numerosas hipótesis interesantes pero ningún hecho definitivo. La etiología del autismo se conoce en algunos casos. Puede ser la consecuencia de una rubéola congénita, esclerosis tuberosa, espasmos infantiles, malformación cerebral u otras lesiones que afectan al cerebro en desarrollo. Sin embargo, la mayoría de los niños con estas enfermedades no son autistas, lo cual indica que más que la etiología sería su localización en el cerebro y su fisiopatología lo que determinaría la aparición de la sintomatología autista.

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Descripción clínica A continuación haremos un breve repaso de los principales síntomas que caracterizan al síndrome autista para, posteriormente, analizar con mayor profundidad los aspectos lingüísticos y comunicativos (Rapin, 2007; Belinchón et al., 1992).

Conducta social Los trastornos de la conducta social pueden variar desde un completo desinterés por las personas, que son ignoradas o tratadas como objetos, hasta un modo intrusivo y continuo de preguntas reiterativas en un intento forzado de mantener el contacto con el otro. Los niños pueden ser distantes y evadir las miradas o entrometerse en el espacio del otro, acercándose demasiado, tocándolos inapropiadamente, besándolos u oliéndolos. En las primeras etapas de la niñez, de 3 a 5 años, se acentúa el aislamiento. «Cuando está más contento es cuando está solo» o «Ni siquiera mira a su nueva hermanita» son comentarios típicos de los padres. Por lo general prefieren la compañía de los adultos en lugar de otros niños, quizá porque las personas mayores son más tolerantes con los comportamientos autistas. El retraso en la aparición del habla, o su ausencia total, obstaculiza aún más los intentos de socialización. Además, la aprobación y la reprobación sociales, como recursos educativos, son más difíciles de emplear que con los niños normales. Los niños autistas parecen incapaces de juzgar las intenciones que subyacen a esas formas tan comunes de controlar la conducta. A veces pueden sentirse muy afectados por una reprimenda insignificante y en otras ocasiones ignoran una advertencia importante. Después de los 5 años suele producirse una mejoría en las habilidades sociales, en especial en los más capaces, pero siempre les resultará más difícil que a los otros niños comportarse «adecuadamente» con los demás. Con frecuencia sus compañeros normales les toman el pelo, les gastan bromas pesadas, su rareza social es tan evidente que basta para marginarlos, sin necesidad de ningún signo físico. Suele decirse que los autistas no tienen sentido de modestia, vergüenza o culpa, los tabúes sociales les resultan difíciles de entender y por eso tienden a comportarse en público igual que en su casa. Los padres y profesores tienen que enseñarles de manera explícita y directa qué cosas pueden hacerse y cuáles no en situaciones sociales. Al mismo tiempo, y como rasgo positivo, son honestos, inocentes y sin malicia, no tienden a engañar ni manipular a las personas, y no cuentan chismes.

Conducta emocional La conducta emocional se caracteriza por labilidad emocional, lágrimas o risas sin motivo aparente o irrupciones agresivas, falta de empatía, dificultad para

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interpretar los estados afectivos de las personas que los rodean, teniendo en cuenta la entonación de la voz, la mímica, los gestos y las posturas, así como por reacciones desproporcionadas al estímulo, falta de control o alto nivel de ansiedad. Los padres suelen comentar que es un niño tranquilo y feliz, siempre y cuando no se le contradiga. Se torna violento y autodestructivo cuando no se le permite cumplir con sus deseos. Algunos temen objetos inofensivos como unas escaleras o pompas de jabón, llevan para sentirse seguros un cochecito, una figurita de cartón o un palito, que no abandonan en ningún momento e incluso guardan debajo de la almohada mientras duermen. La ansiedad puede ser tan extrema que les impida enfrentar lo inesperado o cooperar en situaciones que no son amenazantes. Lo más desorientador para la familia es la falta de respuestas emocionales adecuadas. No se trata de una ausencia total de afecto, es erróneo pensar que ningún niño autista tiene la capacidad para expresar afecto: mientras que a algunos les irrita el contacto físico y alejan a quien trata de abrazarlos, otros se cuelgan de las personas familiares o hasta llegan a ser indiscriminadamente afectuosos con los extraños. Los niños autistas expresan alegría, miedo, enojo y otros estados de ánimo, pero sucede a menudo que esas expresiones emocionales no se ajustan a las expectativas sociales. Algunos son muy agresivos, pellizcan, muerden, arañan o pegan sin haber sido provocados. Pueden presentar crisis de furia y berrinches a veces muy graves. Destruyen todo lo que tienen a su alrededor, rompen, tiran por el aire objetos, muebles, ropa, juguetes, adornos o atacan a la persona que intenta contenerlos. Estas «rabietas» reflejan poco juicio social, incapacidad para tolerar la frustración y un desarrollo inadecuado de los controles sociales inhibitorios.

Respuestas sensoriales Los niños autistas pueden ser insensibles ante algunos estímulos auditivos como puede ser la voz humana, hasta el punto de parecer sordos, y al mismo tiempo ser hipersensibles a otros sonidos como el roce de un papel. La agnosia auditivoverbal podría ser, en esencia, un déficit severo de la percepción auditiva. Algunos tienen un umbral elevado para el dolor y, por otra parte, pueden alterarse ante el mínimo contacto con la piel. Especialmente en los que tienen un mayor grado de retraso mental, se observan conductas de automutilación, morderse las manos o los brazos o pellizcarse hasta sangrar, golpearse la cabeza contra la pared hasta provocarse «chichones», o aplaudir tan fuerte que se originan callosidades en las palmas. Presentan respuestas atípicas a los olores y al gusto: huelen la comida pero también los objetos y las personas, chupan elementos no comestibles, algunos sólo comen una variedad limitada de alimentos. Pueden estar meses alimentándose sólo de leche y plátanos, pizza, etc.

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Por lo general, emplean mejor la modalidad visual que la auditiva. Algunos son extremadamente observadores y focalizan blancos casi invisibles. Una madre comentaba la habilidad de su hijo para descubrir una pelusa en el suelo, después de haber pasado la aspiradora. Les fascinan las luces, los objetos brillantes, los ventiladores o las cosas que giran. Todas estas respuestas atípicas a estímulos sensoriales parecen indicar un déficit perceptivo más que un trastorno sensorial primario.

Estereotipias y habilidades motoras A excepción de las estereotipias y quizá de la hipotonía, los déficits motores no son síntomas centrales de autismo. Muchos de ellos poseen una buena coordinación, caminan tempranamente, corren y trepan con agilidad, construyen rompecabezas de innumerables piezas, etc. Otros presentan trastornos motores leves, son torpes, dispráxicos (tienen dificultades en la motricidad fina, coger el lápiz, dibujar o abrocharse la ropa), caminan de puntillas, pero en general no existen alteraciones motoras severas a no ser que presenten una afección neurológica demostrable. Las estereotipias, en cambio, son muy frecuentes. Es común observar mordedura de manos, protrusión repetida de la lengua, bruxismo en vigilia, frotación de las manos, aplausos inmotivados y lanzamientos de objetos (Fernández Álvarez, 2007). Una posible explicación de estos movimientos es que cumplen la función de autoestimulación; también se ha postulado que responden a un trastorno de neurotransmisión en los ganglios basales, a un exceso de catecolaminas o a una tasa alta de endorfinas. Las perseveraciones motrices y verbales, las actividades repetitivas y los actos de automutilación serían variantes del comportamiento estereotipado.

Funciones cognitivas Alrededor de las dos terceras partes de los niños autistas presentan retraso mental con un cociente intelectual (CI) global inferior a 70. Sin embargo, la falta de acuerdo respecto a las fronteras del síndrome hace imposible conocer la verdadera distribución del CI. El porcentaje varía según la población seleccionada. La asociación de enfermedad neurológica y autismo aumenta la probabilidad de retraso mental. En cuanto al perfil de habilidades cognitivas, es frecuente encontrar importantes discrepancias. En casos extremos del denominado síndrome savant, un talento excepcional puede coexistir con un retraso mental grave. Se han descrito muchos casos con habilidades especiales para la música, el dibujo, los cálculos aritméticos, la memoria mecánica, etc. El patrón cognitivo más frecuente muestra capacidades verbales disminuidas en relación con mejores capacidades visuoespaciales. Un perfil inverso se postula para

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el síndrome de Asperger, aunque la delimitación de este cuadro con el autismo de alto funcionamiento es aún objeto de controversia. También es significativo el déficit en funciones ejecutivas. Es esta falta de flexibilidad cognitiva, en el juicio y en el sentido común, lo que para ciertos autores avala la hipótesis de la existencia de una disfunción del lóbulo frontal (Soprano, 2009).

Memoria Muchos niños con autismo poseen una memoria verbal o visuoespacial altamente desarrollada. Algunos recuerdan caminos o lugares que han visitado una sola vez, revelando sorprendentes capacidades de memoria visual. En otros, la ecolalia diferida, la repetición de anuncios de radio y televisión, la habilidad para recitar el alfabeto y contar historias aprendidas de una película de vídeo, respetando exactamente las mismas palabras y con la misma entonación, dan testimonio de una excelente capacidad de memoria verbal, aunque habitualmente no comprenden lo que dicen.

Atención Numerosos niños con autismo son inatentos e hipercinéticos. Pasan constantemente de un objeto a otro, sin apenas mirarlo ni jugar con él, van de un lado a otro sin detenerse, nada los entretiene. Resulta curioso que a veces esos mismos niños tienen alguna actividad favorita que mantiene su atención por horas (p. ej., mirar una y otra vez el mismo vídeo, ordenar cucharitas, etc.). Resultan llamativas la rigidez, la perseverancia o la resistencia al cambio (sam eness). También son comunes los trastornos del sueño. Tienen dificultades para dormirse, se levantan varias veces de noche y, en algunos casos, los períodos de insomnio se alternan con otros de hipersomnia.

Lenguaje y comunicación Las alteraciones del lenguaje y la comunicación suelen ser el principal motivo de alarma para los padres y el que conduce a solicitar la ayuda profesional. En nuestra experiencia, el problema del lenguaje como motivo de la primera consulta aparece en más del 70% de los casos (Soprano, 2011). La sospecha de sordera también es común y se produce en alrededor de un 40% de los niños autistas. El mutismo y la sospecha de sordera se dan habitualmente, pero no siempre cuando el autismo se asocia con retraso mental. En estos casos, el mutismo puede explicarse como un efecto de una edad mental tan baja que no se corresponde con la normal a la que comienza a desarrollarse el lenguaje. Sin embargo, existe un

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pequeño porcentaje de sujetos autistas con edad mental no verbal superior a 3-4 años que también presentan mutismo completo. Podemos encontrar cualquier tipo de alteración del lenguaje. Algunos niños son hiperverbales, pero detrás de esa fluidez se ocultan problemas de recepción, a veces muy sutiles y difíciles de detectar. Frente a construcciones lingüísticas abstractas, incluso los autistas con un CI alto no comprenden de la misma forma que sus pares normales. Los autistas sin lenguaje funcional también pueden presentar patrones muy diversos en sus capacidades de comprensión lingüística y gestual, así como en sus competencias comunicativas. Algunos son capaces de desarrollar, después de un tratamiento, pautas de lenguaje por signos que les sirven para un control funcional limitado de su medio social. Todos presentan serias deficiencias de comprensión no sólo del lenguaje sino también de las formas simbólicas en general y de las situaciones sociales. Rasgos comunes son la literalidad y la dificultad para comprender las emisiones, así como las intenciones que éstas transmiten y la ausencia o seria deficiencia de pautas protodeclarativas. En los autistas que desarrollan un lenguaje y que tienen un nivel intelectual alto, se observa que aquél es morfosintácticamente bien estructurado, aunque lacónico y muy poco fluido. Mantener una conversación efectiva les resulta muy difícil. No parecen comprender que las conversaciones implican un intercambio de información. Se registran carencias notorias, como falta de narraciones espontáneas, limitaciones en el diálogo y escaso desarrollo de todas las formas discursivas de matiz declarativo. Las palabras de contenido abstracto y los verbos mentales suelen estar ausentes de su lenguaje, pueden emitir frases completas de carácter ecolálico y con un grado de funcionalidad variable; también es común la inversión de pronombres personales o personas verbales, que indica una especial dificultad para tratar los términos deícticos del lenguaje. Tampoco comprenden los enunciados con doble sentido, la ironía o el sarcasmo y, en general, todos los enunciados con sentido metafórico, no literal; de ahí su llamativa ingenuidad e incapacidad para el engaño. Finalmente, las alteraciones prosódicas con una producción de aspecto monótono o automático, no matizada en cuanto a la entonación o con perturbaciones obvias de volumen y ritmo, constituyen otro de los rasgos destacables. La afectación pragmática resulta particularmente notable, incluso en los autistas que han desarrollado un lenguaje bastante elaborado desde el punto de vista estructural. Sus emisiones tienden a desconocer las reglas conversacionales básicas, no diferencian bien entre la información que han comunicado y la información nueva para los interlocutores, y llevan a cabo monólogos repetitivos, limitados y carentes de interés. Desarrollan una gama de «actos de habla» más restringida que la que poseen los niños disfásicos igualados con ellos en otros aspectos, de modo que raramente realizan acciones, como relatar experiencias

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pasadas, transmitir creencias o pensamientos, efectuar comentarios sobre objetos, etc. Tienden a emplear secuencias simples de pregunta-respuesta como recursos únicos y simples para iniciar o mantener conversaciones, pero con la particularidad de que con mucha frecuencia formulan preguntas cuya respuesta ya conocen previamente, no respetan la secuencia de turnos conversacionales, ni emplean la mirada como recurso para la demarcación de turnos, y son especialmente incapaces de reconocer la función informativa que puede cumplir el lenguaje aunque posean una intuición mayor de su posible función instrumental. Tienen dificultades para adaptar el tono de voz a la distancia del interlocutor y para emplear el acento de contraste en las palabras que conllevan una información nueva. Las anomalías funcionales incluyen los gestos comunicativos expresivos (amistad, bochorno), pero no los instrumentales («ven», «mira»). Si bien no existe ningún síntoma lingüístico específico que sea patognomónico y exclusivo del autismo, algunas características, como la ecolalia, la jerga, la disprosodia, el mutismo, el hiperverbalismo, la hipoespontaneidad y los déficits receptivos, son extremadamente frecuentes. En resumen, los datos demuestran que los componentes relacionados con la pragmática, la semántica y la prosodia se encuentran más afectados que los referidos a la fonología de segmentación, la morfología y la sintaxis.

Teoría de la mente Algunos autores han tratado de explicar las alteraciones pragmáticas del lenguaje autista empleando la noción de «teoría de la mente» y el concepto de «relevancia». La teoría de la mente se refiere a la capacidad de atribuir explícitamente a otros estados mentales y poder diferenciar entre los estados mentales propios y los ajenos. Los sujetos autistas, debido a un trastorno específico en los mecanismos de metarrepresentación y teoría de la mente, fallan también en los procesos de inferencia mentalista que permiten producir un lenguaje relevante (capaz de modificar contextos mentales con un mínimo de recursos comunicativos) que tienen una especial significación en aquellas situaciones comunicativas cuyo fin último es modificar mundos mentales y no producir cambios en el mundo físico. Esto explicaría el déficit generalizado de los autistas en aquellos procesos comunicativos y lingüísticos que implican compartir ideas, experiencias, deseos o intereses y no en los actos instrumentales que tratan de «lograr algo» a través de la comunicación.

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Diagnóstico temprano La identificación temprana de los TEA es un paso importante y a tal efecto se han intentado desarrollar diferentes técnicas (Pierce et al., 2011). La tarea no es sencilla dado que los síntomas precoces son variados, pero de un modo independiente ninguno de ellos resulta característico. Es el conjunto, su persistencia y su matiz particular, más que específico, lo que es significativo. En general, las observaciones clínicas coinciden en señalar que ya desde temprana edad suele notarse en los niños autistas falta de iniciativa, lentitud para responder a los requerimientos del adulto y para realizar actividades simples que por otra parte conocen a la perfección, en ocasiones estereotipias, baja tolerancia a la frustración y resistencia a los cambios del entorno. Algunos autores (Baron-Cohen et al., 1996) consideran que es posible detectar el autismo desde los 18 meses, a partir de tres síntomas principales: déficit de atención conjunta, déficit de juego simbólico y ausencia de protodeclarativos. La selectividad en las comidas y ciertas peculiaridades en las vocalizaciones también han sido señaladas entre los signos tempranos (Wagner, 2010). Además, en la actualidad se cuenta con una serie de pruebas de cribado (tabla 16-1) que ayudan a corroborar la sospecha del cuadro. Para disponer de un registro detallado del comportamiento del niño, es muy útil filmarlo desde la primera consulta y, a su vez, solicitar los vídeos familiares, que, en caso de haber sido tomados, constituyen una excelente fuente de información. Tabla 16-1 Instrumentos de cribado para TEA Prueba Edad Referencia BISCUIT (Baby and Infant Screen for Children with autIsm Traits) 17-37 meses Matson et al., 2011 ITC (Infant Toddler Checklist) 6-24 meses Wetherby y Prizant, 2002 M-CHAT (Modified Checklist for Autism in Toddlers) 16-48 meses Robins et al., 2001 Q-CHAT (Quantitative Checklist for Autism in Toddlers) 18-24 meses Allison et al., 2008 PEDS (Parent's Evaluation of Developmental Status) 0-8 años Glascoe, 2003 SCQ (Social Communication Questionnaire) >4 años Rutter et al., 2003 STAT (Screening Tool for Autism in Two-Years Olds) 24-35 meses Stone et al., 2000

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Diagnósticos diferenciales Sordera El retraso en la aparición del lenguaje y la aparente ausencia de reacción ante ciertos estímulos auditivos (en particular, la voz humana) despiertan la sospecha de sordera. Sin embargo, en los sordos la comunicación no verbal está bien desarrollada. Tampoco hay que descartar la posibilidad de que ambos déficits coexistan en un mismo niño (autismo y déficit auditivo asociados).

Trastornos específicos del lenguaje/disfasias Los trastornos específicos del lenguaje (TEL), también conocidos como disfasias, y el autismo pueden presentar síntomas en común como el retraso en la aparición del lenguaje, las respuestas anormales a los sonidos y los trastornos del habla. Además, los disfásicos pueden desarrollar secundariamente problemas de relación social, pero difieren de los autistas en su capacidad de comunicación no verbal (gestos y expresiones). Una situación particular y a veces compleja se presenta con el denominado síndrome semántico-pragmático, o simplemente trastorno pragmático (TP). Los niños con TP comparten muchos de los rasgos lingüísticos y comunicativos descritos en el autismo, pero demuestran mejores habilidades en teoría de la mente y no presentan (o las presentan de forma más débil) alteraciones de la conducta social y del juego simbólico, características del autismo (Higuero y Monfort, 1999). Según el DSM-V, el TP pasaría a llamarse trastorno de la comunicación social, ubicado dentro de los trastornos del lenguaje.

Afasia epiléptica adquirida o síndrome de LandauKleffner Se trata de un síndrome de etiología desconocida asociado a una afasia de comienzo brusco o gradual y a paroxismos de punta-onda y puntas multifocales en el electroencefalograma (Fejerman et al., 2007). Desde el punto de vista lingüístico, suele cursar con un cuadro de agnosia auditiva verbal. Cuando el problema se desencadena en épocas tempranas, antes de los 3 años, es fácil interpretar como rasgos autistas la conducta de un niño habitualmente ansioso e hipercinético, que no responde a consignas, que no habla ni entiende lo que le dicen. El estudio electroencefalográfico en estado de sueño y el perfil neuropsicológico característico permiten establecer la diferencia (Soprano et al., 1994).

Retraso mental 485

El autismo y el retraso mental no son excluyentes. Muchos niños autistas presentan un retraso importante, pero su funcionamiento intelectual es muy heterogéneo y difiere del de los retrasados de su misma edad mental. A diferencia del retraso mental «simple» o inespecífico, en el autismo algunas funciones como la memoria, el reconocimiento musical, la construcción de rompecabezas, etc., pueden estar muy desarrollados frente al importante déficit del resto de funciones.

Depresión y carencias afectivas El comportamiento depresivo puede confundirse en ocasiones con el autismo en razón de la apatía y el retraimiento. No obstante, en general, la depresión aparece a continuación de algún cambio, fácilmente detectable en el ambiente que rodea al niño. El análisis semiológico muestra que las capacidades de comunicación están preservadas, y la psicoterapia y la modificación del entorno permiten una mejoría rápida del cuadro.

Esquizofrenia y psicosis infantil En la actualidad, la mayoría de los autores están de acuerdo en no incluir al autismo dentro de las psicosis, lo que no implica que algunos de los niños con diagnóstico de autismo, anterior a los 5 años de edad, puedan desarrollar con posterioridad un cuadro psicótico.

Síndrome de Rett Entre los 7 y los 18 meses puede observarse una sintomatología autista, pero pronto los otros signos neurológicos se hacen evidentes y el cuadro toma la forma de una discapacidad global más que de un trastorno de la comunicación. En la actualidad ha dejado de considerarse dentro de los TEA.

Síndrome de Asperger Si bien forma parte de los TEA, para algunos autores constituye una entidad separada del autismo. Comparte con éste el déficit social, pero se diferencia en que el desarrollo del lenguaje formal es normal. Los pacientes con síndrome de Asperger tienen un CI verbal más alto que el manipulativo y con frecuencia asociado a trastornos de aprendizaje no verbal. No cursa con retraso mental y la asociación genética es más fuerte (mayor incidencia de déficit social en familiares de primer grado). El patrón de comorbilidad, según algunas investigaciones, también es diferente: psicosis, conducta violenta y depresión (Volkmar et al., 2000). Si se trata o no de una entidad diferente del autismo sigue siendo una cuestión

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controvertida. Por un lado, pareciera que no hay diferencias claras comprobables, pero, por otro, es indudable que desde el punto de vista clínico resulta práctico y útil distinguir entre la forma de autismo Kanner (más severa) y la forma Asperger (con un CI verbal normal y sin compromiso de los aspectos formales del lenguaje).

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Pronóstico. El autismo en el adulto Alrededor del 60% de los adultos autistas son totalmente dependientes de otras personas para satisfacer las necesidades de la vida cotidiana. Otro 25%, si bien experimentan importantes progresos, continúan siendo parcialmente dependientes. Un 10%, en general aquellos que en la infancia tenían un CI superior a 60, funcionan de manera independiente y acceden a empleos normales aunque pueden ser percibidos como algo «raros» en su estilo de interacción social, y un 5% pueden considerarse curados o casi curados (Gillberg, 1995). En la adolescencia, alrededor de un 10-20% sufren un deterioro y mejoran posteriormente, aunque sin volver al estado inicial. Otro 30% empeoran en la adolescencia y mejoran después de los 25-30 años. A veces en esta época reaparecen conductas superadas en la edad preescolar: agresividad, hiperactividad, autolesiones, problemas de sueño, lenguaje incoherente, incontinencia. También hay que reconocer que el autismo cambia de sintomatología con el paso de los años, aun en el grupo que permanece autista en la adultez.

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Evaluación neuropsicológica del niño autista La evaluación neuropsicológica es una etapa decisiva dentro del abordaje integral del niño autista. Tiene por objetivo estimar el nivel de desarrollo de las diferentes funciones cognitivas, registrar las habilidades adquiridas y en vías de adquisición, analizar los trastornos del comportamiento y determinar el grado de intensidad de las manifestaciones autistas. De esta evaluación dependen una mejor comprensión del niño y la posibilidad de diseñar el programa de medidas pedagógicas, psicológicas y sociales adecuadas al caso. Este abordaje fue considerado durante mucho tiempo como imposible e impracticable; la conducta del autista en situación de examen era interpretada como la expresión de su negativismo. A la dificultad técnica del examen se agregaba el preconcepto de la inutilidad de la investigación psicométrica («los test no sirven»). Los autistas eran considerados niños inteligentes que no respondían por su bloqueo emocional, por las dificultades en establecer relaciones («no es que no pueda, sino que no quiere»). Los datos acumulados en las últimas décadas contradicen la perspectiva inicial, y en la actualidad los déficits neuropsicológicos son reconocidos y aceptados por la mayoría de los autores. Los autistas pueden y deben ser sometidos a investigación, el CI tiene un buen valor predictivo de la adaptación futura del niño (Rogé, 1993).

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La evaluación del lenguaje y la comunicación: la «hora de juego» lingüística La sintomatología autista es polimorfa y traduce no sólo las disfunciones cerebrales subyacentes, sino también las reacciones psicológicas de un niño en el que su desarrollo cognitivo y afectivo alterado vuelve particularmente difícil la comprensión y la interacción con el medio físico y social. En este sentido, el juego interactivo con el evaluador es un buen recurso para poner de manifiesto toda esta problemática. Es desde esta perspectiva que hemos sistematizado una técnica sencilla, de fácil aplicación en el medio hospitalario y particularmente útil para la detección o cribado rápido a la que hemos denominado «hora de juego» lingüística (HJL). Consiste en obtener una muestra de las conductas comunicativas verbales y no verbales y eventualmente del lenguaje oral espontáneo, a través de una sesión de juego interactivo (Soprano, 2011). El material simple y económico está constituido por unos pocos juguetes: personajes de una familia tipo (papá, mamá, niños), mobiliario básico de una casa (mesa, sillas, camas) y algunos elementos de vajilla (platos, tazas, cubiertos). Cuando se emplea esta técnica (que por otra parte también se usa para el diagnóstico de los trastornos del desarrollo del lenguaje) en niños autistas, es preciso ser cuidadoso en ciertas condiciones del medio. Calma, disponibilidad y reciprocidad son esenciales (Barthélémy et al., 1995). El ambiente de la consulta tiene que ser tranquilo, silencioso, sobriamente amueblado, con un mínimo de elementos de distracción. El principal foco de atención debe ser el mismo examinador. Los juguetes han de ser livianos y resistentes, de un tamaño suficiente para una fácil manipulación (ni muy grandes ni muy pequeños). Las actividades se proponen de una en una. La evaluación no debe ser sólo un registro de deficiencias. Hay que saber encontrar las potencialidades del niño. Aunque no hable, siempre puede presentar algún grado de comunicación que, por mínimo que sea, hay que poder descubrir. Intentar conocer cómo el niño comunica y a través de qué medios lo hace es un objetivo primordial. Hasta la automutilación puede ser una forma, si bien muy primitiva, de comunicar. Lo mismo puede decirse acerca de la ecolalia, entendida como la «repetición literal de las palabras de los otros». En primera instancia, la ecolalia impresiona como una emisión verbal mecánica, no comunicativa. Sin embargo, cuando se la analiza con detalle, la descripción precisa de la misma y del contexto en que aparece permite apreciar, en ocasiones, su valor comunicativo. Durante el juego interactivo convendrá observar las siguientes situaciones (Schuler, 1994): 1. Demanda de afecto: qué hace el niño si quiere que el adulto se siente a su lado,

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lo mire, lo bese, etc. 2. Demanda de ayuda: qué hace si quiere que lo ayuden a reparar un juguete, quitarse los zapatos, abrir un recipiente, etc. 3. Demanda de objeto: qué hace si quiere un objeto que no está a su alcance, como unas llaves, un juguete, etc. Una de las observaciones más universales en las descripciones del autismo infantil es la que se refiere a la tendencia de los niños autistas a utilizar a los adultos o las manos de los adultos como instrumentos. Llevan al adulto hasta el objeto que desean y ponen su mano encima del objeto. 4. Manifestaciones de protesta: qué hace si se interrumpe la interacción, si se le quita un objeto, si lo obligamos a hacer algo que no le gusta. 5. Declaraciones, comentarios: qué hace si quiere mostrarle algo al adulto o si quiere que el adulto mire algo. Obviamente, si se trata de un autismo severo, las conductas declarativas serán muy escasas o nulas. La información global obtenida durante la HJL se completa con la aplicación de otros instrumentos más específicos. Se trata, por lo habitual, de sistemas de evaluación clínica cuantificada que permiten apreciar cada síntoma en sus diversos grados de intensidad o frecuencia. Estos sistemas son descriptivos, no remiten a la causa ni a los mecanismos patológicos subyacentes, pero son útiles para confirmar el diagnóstico y llevar a cabo el seguimiento y el control de los efectos terapéuticos (tablas 16-2 y 16-3). Tabla 16-2 Instrumentos para evaluación del TEA y aspectos relacionados Prueba Edad (años) Referencia ADI-R (Autism Diagnostic Interwiew-Revised) >2 Lord et al., 1994 ADOS-G (Autism Observation Schedule-Generic) >2 Lord et al., 2000 AQ-A (Autism-Spectrum Quotient-Adolescent) 9-16 Baron-Cohen et al., 2006 AQ-C (Autism-Spectrum Quotient-Child) 4-11 Auyeung et al., 2008 EQC/SQC (Children's Empathy Quotient/Systemizing Quotient) 4-11 Auyeung et al., 2009 CARS (Childhood Autism Rating Scale) >2 Schopler et al., 1988 ECAR (Echelle d’évaluation des comportements autistiques-révisée) 2-15 Barthélémy y Lelord, 2003

Tabla 16-3 Instrumentos para la detección y la evaluación del síndrome de Asperger Prueba Edad (años) Referencia ASAS (Escala Australiana) 6-12 Attwood, 2002 ASDI (Asperger Syndrome Diagnostic Interview) 6 Gillbert et al., 2001 ASDS (Asperger Syndrome Diagnostic Scale) 5 Myles et al., 2001 ASSQ (Autism Spectrum Screening Questionnaire) 7 Ehlers et al., 1999 CAST (Childhood Asperger Syndrome Test) 5 Williams et al., 2005 EA (Escala Autónoma) 5 Belinchón et al., 2008 KADI (Krug Asperger's Disorder Index) 6 Krug et al., 2003

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Evaluación diagnóstica en el hospital general En estos últimos años, el mayor conocimiento sobre el autismo, tanto por parte de los profesionales como de las familias y la sociedad en general, ha originado un aumento en el número de consultas relativas al mismo atendidas en un hospital pediátrico general. Por otra parte, el cambio en la concepción del autismo, considerado en la actualidad un trastorno del desarrollo neurobiológico, ha obligado, en particular a los servicios de neurología pediátrica, a prepararse para atender esta nueva demanda. Como ejemplo de modalidad de trabajo nos referiremos brevemente al protocolo de evaluación diseñado en la Unidad de Neurología del Hospital de Pediatría Prof. Dr. J. P. Garrahan de la ciudad de Buenos Aires, donde desarrollamos nuestra labor. El principal objetivo propuesto es corroborar la existencia del cuadro (conocer si el trastorno del niño se encuadra o no dentro del espectro autista), determinar, si es posible, la probable etiología o patología médica asociada (genética, metabólica, neurológica, etc.) y evaluar los niveles de desarrollo neuropsicológico (aptitudes y déficits). En la evaluación médica se incluyen habitualmente el examen físico y neurológico y otros estudios complementarios: electroencefalograma (EEG), tomografía computarizada (TC) o resonancia magnética (RM), potenciales evocados auditivos (PEAT) y genético (fragilidad del cromosoma X). En casos especiales se añaden el estudio neurometabólico u otras técnicas que se estimen necesarias. En la evaluación neuropsicológica y lingüística participan dos profesionales (psicólogo y logopeda) expertos en autismo. Ésta se efectúa en dos encuentros de aproximadamente una hora de duración, que se registran en vídeo. Este abordaje básico permite establecer, de manera bastante ágil y precisa, las primeras conclusiones diagnósticas y orientar a la familia sobre los pasos que deben seguir (remisión del niño a centros especializados, contacto con asociaciones de padres, etc.). Con ello se pretende evitar el largo peregrinaje de muchos de estos padres en busca del diagnóstico, lo que aumenta la desesperación de la familia y retrasa el inicio del tratamiento adecuado.

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Programas de intervención Principios generales Consideramos que el tratamiento de elección es siempre un buen programa educativo, basado en una exhaustiva evaluación y comprensión del niño y de su familia. No se trata de un programa fijo, sino dinámico y flexible que se va ajustando según los progresos o evolución de cada sujeto y de su entorno familiar y social. No obstante, más allá de las diferencias que caracterizan los distintos programas de intervención, hemos intentado rescatar algunos principios generales que la mayoría de los especialistas sostienen y que se resumen en el cuadro 16-1. C u a d r o 1 6 - 1 Pr ogr am as de int er venc ión en T EA .

Pr inc ipios gener ales • Programa psicoeducativo global. • Comienzo temprano - Abordaje pluridisciplinario. • Estrecha colaboración familia-escuela-terapeutas. • Tratamiento personalizado basado en una exhaustiva evaluación. • Detectar aptitudes y déficits. • Utilizar las capacidades emergentes. • Enseñanza prioritaria de la autonomía (personal, doméstica, social). • Ambiente estructurado, calmo, predecible, coherente. • Evitar la saturación auditiva y la sobreestimulación sensorial. • Comunicación con soporte visual. • Simplificar, dividir la tarea en etapas. • Saber esperar. • Alternar actividades dirigidas y de reposo. • Enseñanza tanto directa como incidental (contexto natural). • Generalización de los aprendizajes. • Firmeza sin violencia. • Medir los progresos e ir ajustando el programa en función de los resultados. • Ser positivo, constante, flexible, creativo.

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Intervención logopédica El papel del logopeda Dado que los trastornos del lenguaje y de la comunicación constituyen uno de los rasgos más importantes del síndrome autista, la intervención logopédica resulta esencial. Una afección tan compleja, no obstante, no podría ser asumida por una sola disciplina; el logopeda debe formar parte de un equipo de trabajo, junto a los otros terapeutas, educadores y familiares. Su labor se integra con el resto de colaboraciones según el programa elegido y especialmente diseñado para cada caso particular. Dado que no existe un tratamiento único que «cure» el autismo, la mayoría de los padres adoptan o ensayan múltiples abordajes; en promedio se estima que cada familia prueba seis tipos diferentes de terapias. A continuación mencionamos algunos de los recursos propuestos.

Terapias basadas en los principios de la teoría conductista Se las suele denominar con la sigla ABA (del inglés Applied Behavior Analysis, o Análisis Conductual Aplicado). ABA puede considerarse un término «paraguas» que abarca distintos tipos de técnicas; entre ellas: entrenamiento en respuestas centrales (pivotal response training, PRT), entrenamiento de ensayo discreto (discrete trial training, DTT), comportamiento verbal (verbal behavior), enseñanza incidental (incidental teaching) y aprendizaje sin error (errorless learning). Su aplicación al autismo se hizo popular a partir de los trabajos de Ivar Lovaas. El Program a Lovaas, desarrollado en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), se dirige con preferencia a niños pequeños, entre 2 y 4 años. Se basa fundamentalmente en los principios del condicionamiento operante de Skinner. El tratamiento es intensivo (40 h semanales durante por lo menos 2 años). Se lleva a cabo en el domicilio del niño con el equipo de terapeutas y los padres. Durante el primer año se trata de aumentar la frecuencia de conductas «básicas»: obedecer consignas simples, prestar atención, reducir la autoestimulación y la agresividad. A los padres se los entrena para aplicar el tratamiento. De acuerdo con este modelo, los comportamientos inadaptados son adquiridos y sólo podrán ser modificados en un entorno protegido, con un entrenamiento regular y con técnicas precisas (Lovaas, 1989).

Programas de intervención naturista Dentro de esta misma orientación, otros autores, en cambio, propician programas menos estructurados, centrados en estimular el lenguaje funcional en un contexto social. Se trata de crear situaciones de intercambio comunicativo, breves y positivas, originadas por el interés del niño en un determinado tema (objeto, actividad o acontecimiento) que tienen lugar en el entorno habitual de empleo del

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lenguaje y con consecuencias naturales. El sistema de refuerzos que se usa está basado en satisfacer el intento comunicativo del niño relacionado funcionalmente con la respuesta del lenguaje, de modo que cuando el niño dice «rueda», la pelota rueda, y cuando el niño dice «salta», la pelota salta. Existen distintos procedimientos: incitación y modelado, espera estructurada (tim e-delay), paradigma del lenguaje natural (NLP), enseñanza incidental, etc. (Hernández, 1995).

Terapias basadas en la interacción social y en el juego Terapia de intercambio y desarrollo (TID) La TID consiste en una reeducación funcional de la interacción y la comunicación basada en tres reglas de oro: calma, disponibilidad y reciprocidad (Bataille et al., 2010). Desarrollada en la Universidad Rabelais (Tours) a partir de los trabajos de Lelord y Barthélémy (Barthélémy et al., 1995), ha demostrado buenos resultados en especial cuando se implementa en edades tempranas (2- 4 años), es intensiva (15 o más horas semanales) y prolongada (durante al menos 2 años).

Floor-time/DIR Al modelo DIR (Developm ental Individual-Difference, Relationship-Based) también se lo conoce como Floor-tim e («tiempo de suelo») porque el padre se sienta en el suelo con el niño para interactuar a su nivel. Creado por Greenspan et al. (1998), tiene como objetivos principales incrementar la socialización, mejorar el lenguaje y disminuir las conductas repetitivas. Se sugieren 6-10 sesiones por día, de 20 a 30 minutos, y puede aplicarse solo o combinado con otros abordajes terapéuticos incluyendo el PRT.

Historias sociales Es una técnica desarrollada por Carol Gray para ayudar a que los niños autistas comprendan las reglas sociales y aprendan a interactuar adecuadamente con los demás (p. ej., concentrarse en quién, qué, cuándo, dónde y por qué en las situaciones sociales). Se abordan también problemas de la «Teoría de la Mente» o la habilidad de ponerse en el lugar del otro y entender el punto de vista de otra persona.

Son rise Programa creado por los padres para los padres, Son rise es otro abordaje que enfatiza el juego y la comunicación.

Terapia cognitivo-conductual

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Más específica para casos de trastornos de ansiedad, donde se ha probado su mayor eficacia, puede sin embargo aplicarse también en niños con TEA y buen nivel intelectual como el síndrome de Asperger.

Sistemas aumentativos y alternativos de comunicación (SAAC) En estos últimos años han experimentado un gran auge los denominados sistemas aumentativos y alternativos de comunicación (SAAC) (para detalles, v. cap. 22). Se usan sobre todo en autistas que no hablan, pero también son útiles en los autistas que hablan pero que, a su vez, necesitan un apoyo concreto para aumentar la comprensión. La forma de comunicación que se intente establecer debe ser siempre individualizada y adaptada al nivel de abstracción del sujeto. Puede realizarse por medio de palabras habladas, de objetos, a través del lenguaje corporal, gestos, dibujos, fotografías, palabras escritas o impresas, etc. No obstante, como bien señala Peeters (1998), para elegir la forma de comunicación apropiada nunca debemos pensar: «Vamos a probar con una forma de comunicación lo más parecida a la nuestra» (lo más abstracta posible), sino: «Vamos a empezar con la forma de comunicación que este sujeto pueda manejar mejor y de la forma más independiente posible». Muchos autistas no hablan o dicen palabras que en realidad no comprenden, algunos ni siquiera han desarrollado la intención de comunicarse. Las palabras son sólo palabras, los dibujos sólo dibujos, los objetos nada más que objetos. Necesitan aprender de manera específica los propósitos comunicativos con los que pueden emplearse esos símbolos. Todas las personas con autismo deberían poder comunicarse de un modo u otro. Para ello hay que aprovechar sus habilidades visuoespaciales procurándoles formas más concretas de comunicación. El 50% de los que no hablan pueden aprender a utilizar modos de comunicación alternativa, pero el otro 50% de autistas que son capaces de hablar también pueden beneficiarse con el empleo de apoyos visuales. El lenguaje de signos sistematizado, como el que se utiliza con personas con deficiencias de audición, sólo sirve como alternativa en casos excepcionales ya que ese lenguaje es también, por lo habitual, demasiado abstracto (tanto como las palabras) para las personas con autismo. Dentro del conjunto de los diferentes SAAC, uno de los programas más adecuados para el autismo, y ampliamente utilizado en el entorno norteamericano y sudamericano, es el PECS (Picture Exchange Com m unication System ), desarrollado por Frost y Bondy (1994), dentro del Programa de Autismo de Delaware (Estados Unidos). Emplea fotografías en color y dibujos en blanco y negro. Presenta la gran ventaja de que no requiere material complejo ni equipos costosos, y puede usarse con facilidad en el hogar, en las clases o en la comunidad donde se desarrolla la vida del niño.

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Un sistema también muy difundido en la intervención comunicativa para personas con autismo es el programa de habla por signos para niños que no hablan de Schaeffer et al. (1980), que se conoce bajo el nombre de com unicación total. Se trata de un sistema bimodal, es decir, lengua oral acompañada de algunos signos. Una de las ventajas de este método es que no requiere contar, como condición indispensable, con la presencia de intención comunicativa por parte del usuario. Al comienzo de la aplicación del programa se recomienda detectar algún elemento (objeto, alimento, acción, etc.) que llame la atención del niño y regular el ambiente (evitando el acceso directo del niño al elemento deseado), de manera que asocie la realización del signo correspondiente con el acceso a dicho elemento. La enseñanza de cada signo se lleva a cabo a través de una técnica de encadenamiento hacia atrás. Mediante un proceso de modelado completo, al principio se proporciona toda la ayuda necesaria, configurando la forma del signo con las propias manos del niño, para luego ir retirando progresivamente el apoyo a medida que el niño lo vaya realizando de forma autónoma. Un aspecto característico es la configuración del signo (posición y forma de la mano), que debe repetirse un número de veces igual al número de sílabas de la palabra correspondiente que designa la misma entidad en el lenguaje oral. Resulta obvio señalar que el éxito en la elección del SAAC más adecuado al caso particular dependerá de una correcta, exhaustiva y completa evaluación previa, en la que, además de determinar las capacidades y necesidades comunicativas del usuario, deben considerarse otras variables que también son relevantes para el éxito de la intervención, como la preparación de los profesionales, la colaboración de los miembros del entorno social, y la evaluación y el control sistemático y periódico de los resultados. Una desventaja que hay que tener en cuenta es que los posibles interlocutores (padres, hermanos, educadores, etc.) también necesitan aprender el sistema para que éste sea efectivo. Pese a este inconveniente, la aplicación del método puede ser, en muchos casos, la mejor opción o quizá la única para iniciar el proceso comunicativo. En resumen, enseñar habilidades de comunicación mediante los SAAC es muy útil pero sólo constituye una parte de la tarea del logopeda. La intervención debe extenderse más allá de la sesión de terapia, que también diseña entornos aumentativos de comunicación, cuya finalidad esencial sea fomentar interacciones comunicativas espontáneas, funcionales y generalizables, manteniendo la idea permanente de que todo niño puede progresar en sus habilidades, con independencia de sus capacidades, si se le ofrece el apoyo adecuado (Tamarit, 1999).

Tecnología asistencial (assistive technology) En las últimas décadas, la tecnología asistencial ha experimentado enormes

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progresos brindando productos que podrían considerarse «impensables» hasta hace poco tiempo atrás. Teléfonos inteligentes (sm artphones), tabletas táctiles, sistemas de posicionamiento global (GPS), realidad virtual, interfaces cerebrocomputadora, entre otros. La aplicación del concepto de diseño universal, eliminando barreras y bajando costos, también ha contribuido a que un número cada vez mayor de usuarios, incluyendo las personas con discapacidades, puedan acceder a los beneficios de estos importantes adelantos tecnológicos (McGuire et al., 2006). En el caso particular del autismo, no deben desestimarse los programas de juegos; en ocasiones pueden ser útiles para aprendizajes sociales, como, por ejemplo, respetar los turnos. Una simulación sobre el ordenador de un entorno conocido por la persona puede permitir un aprendizaje de reglas básicas, a veces imposible de conseguir en una situación real. Un ejemplo de este tipo de software interactivo es el FaceSay, desarrollado en la Universidad de Alabama (Hopkins et al., 2011). Los denominados programas utilitarios, como el procesador de textos, programas de dibujo, etc., constituyen otra fuente de ayuda importante. Pueden compensar los problemas motores, de coordinación fina o de lentitud, etc., que interfieren en actividades como la escritura o el dibujo, entre otros. Un aspecto interesante es que permite un cierto margen de error, que se puede eliminar sin necesidad de comenzar todo de nuevo. El software educativo es una «herramienta cerrada» y, como tal, presenta el inconveniente de la escasa posibilidad de adaptación a las necesidades específicas de cada caso. Para el diseño de un programa personalizado conviene contar también con «herramientas abiertas» que permiten no sólo adaptar los programas cerrados sino también crear materiales y actividades novedosas para ser utilizadas con el ordenador o sin él. Entre los recursos de hardware, nuestra experiencia ha demostrado la enorme utilidad del teclado alternativo y de la pantalla táctil (tablets). El «teclado alternativo» consiste en un tipo de tablero, sensible al tacto, sobre el que se van colocando una serie de «láminas» o «plantillas» intercambiables que representan letras, números, teclas de direcciones, etc., que reemplaza al ratón o al teclado convencional. Otros programas de software permiten diseñar esas plantillas «a la medida» de cada usuario, lo que puede incorporar refuerzos visuales (fotografías, imágenes) y auditivos (registro de voz). Los avances tecnológicos actuales y los que obviamente surgirán en el futuro constituyen un complemento muy interesante que, sin sustituir a los métodos tradicionales, deben ser incorporados a la labor cotidiana del logopeda.

Programas globales o combinados Teacch

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El Programa TEACCH (Treatm ent and Education of Autistic and Related Com m unication-handicapped Children) fue desarrollado por Schopler et al. en la Universidad de Carolina del Norte, durante los años setenta. La filosofía del programa se basa en ciertos principios fundamentales (Mesibov, 1995) que incluyen el origen orgánico del autismo, la colaboración entre padres y profesionales, el enfoque global de la intervención y el carácter individual del tratamiento. El programa educativo de cada niño se construye sobre la base de evaluaciones estandarizadas del comportamiento y el desarrollo. El diagnóstico se efectúa con la ayuda del CARS (Children Autism Rating Scale), mientras que la evaluación educativa se basa en el PEP-R (Psychoeducational Profile Revised) en los niños y el AAPEP (Adolescent and Adult Psychoeducational Profile) para adolescentes y adultos. Además, la división TEACCH ofrece una amplia red de servicios, actividades clínicas e investigación y formación para ayudar a las familias y a los pacientes con autismo a lo largo de toda su vida.

Scerts El SCERTS (Social Com m unication/Em otional Regulation/Transactional Support) es un modelo educativo (Prizant et al., 2006) cuyo interés primordial es ayudar a los niños con autismo a alcanzar un «progreso auténtico»; esto se define como la capacidad de aprender y aplicar espontáneamente habilidades funcionales y relevantes a una variedad de entornos y con una variedad de compañeros. Utiliza prácticas de otras terapias, incluyendo ABA y floortim e. Generalmente se aplica en un ámbito escolar de carácter inclusivo y lo imparten maestros de educación especial y terapeutas del habla entrenados en SCERTS.

Otros programas y servicios Destacan los siguientes: Denver, LEAP, STAR, PCDI, CARD, Lancaster, Hanen, Eden, GiantSteps (Odom et al., 2010; Bowker et al., 2011). A la lista precedente podemos añadir las terapias tradicionales (no específicas) como la terapia logopédica, psicoterapia, terapia ocupacional y musicoterapia y la terapia farmacológica. Esta última desempeña un papel menor, aunque no por ello es menos importante. En situaciones especiales, la medicación puede ser útil para aliviar algunos síntomas muy perturbadores como la agresividad, la hiperactividad, los trastornos del sueño o las conductas destructivas y autolesivas. Hay también otras formas de intervención, consideradas como terapias alternativas o complementarias, cuya eficacia en relación con el autismo no ha sido probada y que, por tanto, no se contemplan o son desaconsejadas en las diversas guías de buenas prácticas. Entre ellas: la comunicación facilitada, las vitaminas en dosis elevadas y los suplementos dietéticos, las dietas libres de gluten

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y caseína, la terapia antimicótica, el tratamiento con quelantes, la inmunoterapia, la terapia sacrocraneal, las terapias asistidas por animales (delfines, perros, caballos), el entrenamiento en integración auditiva de Tomatis, Beral y Samonas, la terapia de integración sensorial y el método Doman-Delacato (Artigas-Pallarés, 2011).

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Integración escolar y social. Redes de servicios Es habitual que en el momento de decidir acerca de la institución educativa a la que asistirá el niño con autismo se planteen numerosas dudas e interrogantes. Son variadas las opciones propuestas (Morueco, 1998). Algunas de ellas son las siguientes: • Escuela o centro específico. Ofrece la ventaja de una estructura organizada con planificación de objetivos individuales y un programa personalizado para cada niño. Es recomendable en los casos con importantes dificultades que requieran un apoyo humano constante. • Aula específica. Está situada dentro de un centro ordinario. Mantiene una estructura organizada pero un poco más abierta y flexible que la del centro específico. • Escolaridad combinada. Como su nombre indica, consiste en dividir la jornada para que el niño acuda, por ejemplo, por la mañana al centro específico y por la tarde al aula específica dentro del centro ordinario, o 2 días a un centro y 3 días al otro. • Programas de integración. En este caso el niño está matriculado e integrado en el aula ordinaria, lo que requiere que la escuela cuente con un soporte técnico y humano suficiente y preparado para lograr una integración efectiva. Por el momento no parece que exista un modelo escolar único considerado el mejor. Cada niño autista es diferente y la sociedad debe brindar opciones diferentes para que cada familia pueda elegir la más adecuada a su caso particular. Para los adultos existen numerosas propuestas que incluyen desde grupos de ocio y actividades sociales, programas de educación personal, de tiempo libre, físico y holístico, hasta proyectos de empleo con apoyo y granjas protegidas, entre otros. Cuando se trata de adultos muy afectados, de acuerdo con investigaciones realizadas por Cuxart (1998), los regímenes de tratamiento mixto (centro de día y residencia) parecen ser los más efectivos tanto para reducir algunos problemas graves de conducta como para disminuir el estrés de las madres afectadas, lo que implica una mejora del clima familiar e, indirectamente, efectos beneficiosos de carácter terapéutico para el propio sujeto con autismo. En resumen, la variedad en el tipo de instituciones y las redes de servicios integrados son fundamentales para una atención completa y eficiente de las personas autistas y de sus familias.

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Conclusiones El autismo infantil se considera actualmente un trastorno del desarrollo debido a una disfunción neurobiológica. Las alteraciones conductuales más llamativas se manifiestan en el área de la comunicación y la interacción social. Cada vez se conoce un mayor número de enfermedades que pueden causar el autismo, o que se asocian a éste, pero los mecanismos fisiopatológicos específicamente responsables de los síntomas aún continúan siendo oscuros. Por el momento no existe ninguna medicación ni recurso terapéutico que sea «curativo». En este sentido, el autismo sigue siendo un desafío para la ciencia médica. No obstante, aunque el panorama parezca bastante desalentador, es mucho lo que aún hoy día puede hacerse por el bienestar de los niños autistas, tarea en la que el logopeda cumple un papel preponderante para el que debe prepararse. La detección temprana de los síntomas y la implementación de un programa educativo completo y personalizado, el trabajo en equipo de padres, maestros y terapeutas, el apoyo social y político del conjunto de la comunidad, que sostiene redes de servicios calificados y eficientes, si bien no alcanza a «curar», puede en verdad mejorar, y de manera muy significativa, la calidad de vida del niño (adolescente o adulto con autismo) y de su familia.

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CAP ÍTULO 17

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Disfonías M. Bonet

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Introducción La voz es un instrumento frágil y vivo sujeto a cambios de temperatura, humedad o contaminación. La sequedad y la contaminación del aire irritan las mucosas respiratorias dificultando la movilidad de la mucosa de las cuerdas vocales; el frío facilita la propagación de virus al fomentar la reclusión en ambientes cerrados, y el ruido ambiente obliga a forzar la voz. La voz también varía según el estado anímico; por teléfono, reconocemos la edad y el sexo de nuestro interlocutor y su humor, si se trata de un niño, un viejo o un adulto, o bien un hombre o una mujer, además de reconocer si se encuentra triste, contento o enfadado, entre otras posibilidades. Usamos nuestra voz como medio de comunicación; a través de ella el sujeto explica sus vivencias, habla para compartir, llora en momentos de impotencia, rabia o tristeza, canta si necesita expresar alegría o emoción, lee para aprender o para culturizarse, y recita poemas o textos de escritores y sabios. Las tertulias, las sobremesas, los cafés se llenan de gente deseosa de hablar y charlar, algunos hablan por gusto y otros por profesión, unos usan y otros abusan de la voz, hecho que favorece contraer una patología vocal. Y además, la voz y la laringe pueden enfermar, presentar inflamaciones, infecciones, tumores, parálisis u otras patologías que debemos conocer, tratar y reeducar. Al nacer el ser humano llora, pero no habla, ni canta ni recita ni lee; con el tiempo, si tiene buen oído, aprende a hablar y se le enseña a cantar, recitar y leer. Estas capacidades intelectuales pueden estar mermadas por varios tipos de patologías relacionadas con los centros de regulación superior o por patología de la audición y, en consecuencia, afectar a la comunicación y la voz.

Definición y síntomas fundamentales Se denomina disfonía a la pérdida del timbre normal de la voz. La disfonía suele ser sinónimo de ronquera y definirse como ruido añadido a la voz. Es un síntoma común en muchas enfermedades frecuentes y banales, como el resfriado común o el síndrome gripal. En ellos la ronquera se acompaña de fiebre, moco nasal fluido (rinorrea), dolor muscular, tos y esputo, si afecta al resto de vías respiratorias. La disfonía centra la atención hacia la laringe como órgano afectado y es una causa probable de patología. Dicha dolencia suele acompañarse de otros síntomas como disnea (dificultad para respirar), disfagia (dificultad para tragar) y falsas rutas alimentarias o atragantamiento. La afonía no enciende alarmas a quien la padece (como sucede al escupir sangre) a no ser que se trate de un bebé, de un fumador o de un profesional de la voz.

Prevalencia La disfonía afecta entre el 3 y el 7% de la población adulta, según estudios

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epidemiológicos, y si se trata de niños entre 6 y 15 años, el porcentaje en nuestro medio alcanza el 22%. Después de un estudio sobre más de 600 escolares, el número de cantores en coros de la misma área geográfica alcanzó hasta un 24%. En el caso de profesionales de la voz, el porcentaje de disfonía se eleva hasta un 33% en profesores de escuelas primarias y secundarias de Barcelona (Bonet, 1994, 1997). La foniatría, como especialidad médica dedicada a la voz, se encarga de la exploración vocal y complementa la orientación, evaluación y tratamiento logopédico. La coordinación entre el logopeda, el médico foniatra y el otorrinolaringólogo, así como el psicólogo y el pedagogo (si se trata de niños), redunda en beneficio del paciente y resulta imprescindible para un buen manejo de las disfonías.

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Historia clínica El paciente acude a consulta porque su voz ha perdido potencia, brillo, duración, o bien se quiebra, produce gallos, falla, se fatiga, aunque raramente duele. El motivo exacto de consulta debe ser apuntado literalmente, pues se trata de la queja del paciente, del porqué de su visita. La maestra explica: «Mi voz se fatiga, sólo tengo voz los lunes». La cantante se queja de la pérdida del brillo de la voz o que no puede cantar suave. Otro factor que hay que tener en cuenta es el tiempo de presentación de la disfonía, que suele ser vago e impreciso. Si el paciente recuerda la fecha exacta del inicio del cuadro, la historia apunta hacia algún hecho emocional relacionado (muerte de algún familiar) o la concurrencia de un accidente (latigazo cervical) o una intervención quirúrgica desencadenante; si la disfonía es recurrente, puede referirse a patologías concomitantes de tipo estacional como podría ser la alergia; si se acompaña de otros síntomas como disnea, fiebre, rinorrea u otalgia, éstos orientan a una patología infecciosa. Resulta esclarecedor anotar cuáles fueron los síntomas acompañantes en el último episodio; a menudo recuerdan mal síntomas antiguos, pero pueden precisar aquellos que son cercanos y orientar hacia una patología infecciosa, inflamatoria o de mal uso vocal. También se debe preguntar por los hábitos vocales: si grita, ríe, canta, teatraliza, llora, recita o lee en voz alta. Si se trata de un profesional de la voz, se detallará dónde, cuándo y cómo presenta dificultades vocales, y se describirá el tipo de trabajo (teatro, cabaret, coro, ópera, conjunto, orquesta) y locales que frecuenta. Resulta muy importante preguntar sobre los hábitos tóxicos del paciente, como tabaco, alcohol, otras drogas inhaladas (marihuana), café, té, infusiones, medicaciones habituales (antiinflamatorios, antihistamínicos, mucolíticos, antihipertensivos, hormonales). El ambiente laboral del paciente orienta a menudo la patología: si es un ambiente ruidoso, como le sucede al personal del mundo del teatro, de un aeropuerto, de un colegio; si es polvoriento, como les sucede a los trabajadores de una obra (albañil, carpintero); si es tóxico, como el de un pintor; si es húmedo, como el de un marinero, etc. En los niños resulta importante conocer si grita, llora, se irrita, realiza imitaciones vocales, sus hábitos deportivos (si juega al tenis acostumbran a forzar la voz), y en los jóvenes es fundamental conocer sus hábitos en su tiempo libre (discoteca, karaoke). La historia familiar orienta hacia antecedentes de patología respiratoria (rinitis, asma, poliposis nasal, alergia), otológica (otitis, sordera), digestiva (hernia de hiato y reflujo gastroesofágico), cáncer de la zona orofaríngea y laringe, o patología hormonal (hipotiroidismo, quistes ováricos, muda vocal).

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Etiología y clasificación Ante una disfonía, el médico foniatra y el logopeda deberán conocer las posibles causas para orientar y recomendar el mejor tratamiento según la patología de que se trate. En el cuadro 17-1 se detallan cuatro causas principales de las disfonías: funcional, congénita, inflamatoria y tumoral. De todas las posibilidades etiológicas, las más frecuentes en nuestro medio son las disfonías funcionales, los pseudotumores (nódulos, pólipos, edemas) y el carcinoma escamoso. A partir de 1980, y debido a la generalización de formas de exploración modernas de la laringe, como la videolaringoestroboscopia (VLE), fueron desapareciendo las clasificaciones que oponían la dicotomía entre causa funcional y causa orgánica. La teoría de Perelló (fonoponosis) y Le Huche (disfonía disfuncional), primero, y la teoría multifactorial de la disfonía modificada por Bonet, después, tratan de explicar la causa funcional, en la que un trastorno emocional sumado a factores favorecedores de la aparición de la disfonía (exposición al ruido, alergia, reflujo gastroesofágico, mala técnica vocal, estrés) engendran un sobreesfuerzo vocal. Éste da lugar a tensión en los músculos de la laringe que produce dificultades vasomotoras en las cuerdas vocales, las cuales, a su vez, provocan microtraumatismos mecánicos repetidos en la mucosa vocal que favorecen la aparición de mínimas lesiones orgánicas en las cuerdas vocales; estas lesiones cierran, finalmente, el círculo vicioso al provocar aún mayor esfuerzo vocal para hablar (fig. 17-1). A veces desaparece el factor desencadenante de la disfonía, como, por ejemplo, en el caso de un trastorno emocional (separación de los padres), o bien se corrigen algunos de los factores favorecedores de la disfonía (alergia o reflujo) pero persiste el círculo, que mantiene y aumenta la lesión orgánica. Esto le sucede a una chica con nódulos: «Si hablo normal, no me oyen y, sin querer, grito». El círculo vicioso que engendra la disfonía funcional (DF) a menudo no permite conocer si la lesión inicial es antigua, confunde la causa del efecto. A modo de ejemplo, resulta difícil saber si la ronquera de un niño con un nódulo en la cuerda vocal tiene como origen la copia de la voz de su madre afónica (podría considerarse como un factor favorecedor de la disfonía), o se debe a inflamaciones repetidas (secundarias a una alergia respiratoria) que han producido el nódulo y éste aumentó por el sobreesfuerzo vocal repetido (puede que la madre también presente una alergia respiratoria). Ciertas lesiones de pequeño tamaño antes invisibles, hoy resultan más evidentes con la evolución de las técnicas de exploración visual y han hecho disminuir el número de pacientes con DF pura (no resulta raro encontrar lesiones congénitas no detectadas en la infancia, como los quistes epidérmicos). C u a d r o 1 7 - 1 Et iología de las dis f onías

Causa funcional • Disfonía funcional (DF)

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• DF hipocinética • DF hipercinética • Disfonía psicógena • Disfonía espástica • Disfonía endocrinológica • Paresia de la cuerda vocal • Parálisis recurrencial uni o bilateral • Reflujo gastroesofágico

Causa congénita • Sulcus vocalis y sus variantes (estría atrófica) • Quiste epidérmico, quiste abierto, sinequia anterior de cuerdas vocales

Causa inflamatoria • Laringitis aguda (vírica, bacteriana) • Laringitis crónica (LC) secundaria a tóxicos inhalados (tabaco, barniz, lacas)

• LC hipertrófica roja • LC hipertrófica blanca (leucoplasia) • Laringitis alérgica Causa tumoral • Pseudotumores

• Nódulos, pólipos, edemas (fusiformes, Reinke), granulomas, úlceras • Tumores benignos

• Papiloma, condroma, angioma, neurinoma... • Tumores malignos

• Carcinoma escamoso, sarcoma, otros Según Fawcus (1986), modificada por Bonet (1997).

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FIGURA 17-1

Teoría multifactorial de la disfonía (Bonet).

La disfonía puede tener varias causas superpuestas, y la teoría multifactorial sirve para explicar la multiplicidad de factores implicados y la variada disciplina de los profesionales relacionados con la terapéutica de la disfonía, como logopedas, foniatras, otorrinolaringólogos, psicólogos, músicos, entre otros (v. cuadro 17-1).

Causa funcional La laringopatía de causa funcional, o disfonía funcional, puede deberse a una falta (DF hipocinética) o a un exceso de esfuerzo vocal (DF hipercinética); esta última es mucho más frecuente. A veces la causa psicológica predomina, y entonces se denomina disfonía psicógena; si el esfuerzo vocal resulta muy exagerado y se asocia a tics, puede tratarse de disfonía espástica; si se asocia a patología hormonal y/o de la muda, se llama disfonía endocrinológica (no hay que olvidar que la laringe es un órgano sexual secundario; la voz del hombre es diferente a la de la mujer). Dentro de las disfonías de causa funcional, Fawcus (1986) incluye la paresia (cuando persiste cierta movilidad) y la parálisis de cuerda vocal (de origen neurológico, tumoral o iatrogénico en relación con la cirugía de la glándula tiroides) que puede ser unilateral o bilateral, afectando esta última a la respiración si es en cierre glótico. La parálisis debe diferenciarse de patologías de la articulación cricoaritenoidea. Por último, el reflujo gastroesofágico también se clasifica entre las causas funcionales, cursa con disfonía recurrente si afecta a la zona de frontera entre la faringe y la laringe, y a veces se observan granulomas y úlceras en la glotis posterior. A menudo se asocia a faringitis crónica.

Causa congénita La disfonía de causa congénita, como el quiste epidérmico endocordal, a veces abierto en época de la muda, asociado a microsinequias anteriores de las cuerdas

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vocales y el sulcus vocalis (surco paralelo al borde libre) y sus variantes (estría atrófica), son lesiones menores de pequeño tamaño, no visibles con la laringoscopia indirecta, que pasan a menudo desapercibidas a no ser que se realice una detallada VLE.

Causa inflamatoria La laringitis aguda, inflamación de corta duración (menos de 15 días), de causa vírica la mayor parte de las veces, es la afección laríngea más frecuente; cursa con afonía de 3 días de duración, tos perruna y malestar general, y mejora al cabo de una semana; si se mantiene, puede deberse a una causa bacteriana. La laringitis crónica (LC) acostumbra a ser secundaria a irritantes o a tóxicos inhalados (tabaco, barniz, lacas). Se expresa en dos formas clínicas: la LC hipertrófica roja, con zonas engrosadas de la laringe, y la LC hipertrófica blanca (leucoplasia), más grave, que suele preceder la degeneración cancerosa. La laringitis alérgica cursa con síntomas conjuntivales, nasales o pulmonares y a menudo deriva hacia un nódulo pseudoquístico de la cuerda vocal.

Causa tumoral En la laringe se pueden encontrar pseudotumores, como los nódulos, pólipos (en general rojos y únicos), edemas, granulomas, úlceras, quistes mucosos o laringoceles; no se trata de verdaderos tumores, ya que son de crecimiento lento y no deforman estructuras. Los tumores benignos tipo papiloma (virus del papiloma humano), condroma, angioma, neurinoma, etc., crecen lentamente y comienzan con disnea, además de disfonía. El tumor maligno de laringe más frecuente es el carcinoma escamoso, que si afecta a la cuerda vocal comienza con disfonía; también se pueden encontrar otros tumores más raros, como el sarcoma. Las disfonías de causa funcional son tributarias de rehabilitación foniátrica; las patologías de causa congénita son tributarias de cirugía y rehabilitación antes y después de la intervención con vocalizaciones varias; la patología de causa inflamatoria es tributaria de tratamiento médico (antiinflamatorios, antihistamínicos, mucolíticos) y la patología de causa tumoral responde al tratamiento quirúrgico, médico y rehabilitador.

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Exploración visual y acústica Para estudiar la voz, se aconseja explorar los parámetros acústicos y los visuales. A continuación se exponen ambos parámetros.

Parámetros acústicos Entre los múltiples parámetros acústicos que hay que estudiar, los de mayor relieve logopédico son los siguientes: • La grabación de la voz espontánea, lectura y canto del paciente en un medio sonorreducido (cabina audiométrica) que permite comparar la mejoría antes y después de un tratamiento logopédico. • El grado de disfonía de forma subjetiva anotando las características GRBAS (Grade, Rough, Breath, Asthenic, Stressed) de Hirano, donde G significa grado de disfonía; R, rudeza; B, voz soplada; A, asténica, y S, estrés; la gradación es la siguiente: 0 (normal), 1 (ligero), 2 (moderado) y 3 (grave). • El fonetograma, o perfil vocal, mide la intensidad máxima y mínima respecto a la extensión de la voz, y refiere el progreso vocal y el cultivo de una voz educada; puede realizarse mediante un sonómetro o software bien calibrado (fig. 17-2). La reducción del perfil vocal, tanto en intensidad como, sobre todo, en frecuencia, apunta a una disfonía. El rango vocal en semitonos debe ser superior a 18 para ser considerado normal (Bonet, 1994); el tono fundamental (TF) medio debe ser mayor de 200 Hz en la mujer, el niño o la niña, y entre 100 y 175 Hz en el hombre adulto; varía con la edad.

FIGURA 17-2 Fonetograma previo (A) y posterior (B) a la cirugía y rehabilitación de un pólipo vocal en una cantante pop.

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• El coeficiente neumofónico (tiempo de fonación respecto a la duración de la exhalación de aire en segundos), que debe ser mayor de 1, orienta el grado de entreno y soporte vocal. • El análisis acústico con el rosetón MDVP (Multi Dim ensional Voice Program ), de Kay Elemetrics, analiza de forma objetiva más de veinte parámetros acústicos de la voz; entre los más destacados, el jitter (perturbación de la frecuencia), el shim m er (perturbación de la amplitud) y el NHR (noise-hoarse relation, o relación ruido/disfonía). Permite comparar la mejoría vocal de forma objetiva antes y después del tratamiento (fig. 17-3).

FIGURA 17-3 Análisis acústico de una disfonía ligera tras un resfriado común con laringitis aguda. La imagen superior representa amplitud por tiempo en el oscilograma. En él se observa una variación en la parte central. La imagen central representa, en rojo, la regularidad de la frecuencia y, en azul, la irregularidad de la amplitud. La imagen inferior izquierda muestra el sonograma donde se observa ruido entre los armónicos del segundo formante; la imagen inferior derecha muestra el rosetón del MDVP (programa multidimensión de la voz) con los parámetros fuera de rango en rojo, variación de la amplitud (vAm), de la frecuencia (aFr), voz débil (SPI) y variación de la frecuencia expresada en jitter (ji).

Parámetros visuales Dentro de los parámetros visuales, la VLE permite observar la vibración de la

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mucosa de cuerdas vocales al ralentí, y en la actualidad es una exploración indispensable para un buen diagnóstico de las disfonías (fig. 17-4). La laringoscopia indirecta o la rinofibroscopia flexible permiten ver la forma, el color y la movilidad laríngea, pero obvian la vibración, o ésta se visualiza mal. Cualquier tumoración que impida una vibración regular y simétrica, por pequeña que sea, explica la disfonía:

FIGURA 17-4 Laringoestroboscopia de un varón de 35 años con pólipo y hemorragia de la cuerda vocal derecha en un locutor deportivo, anterior (A) y posterior (B) al tratamiento quirúrgico y rehabilitador.

• Nódulo (rugosidad redondeada y blanquecina, a menudo bilateral). • Pólipo en forma de ampolla con restos hemáticos (a menudo único) explica un inicio traumático (grito). • Edema (hinchazón) localizado, fusiforme o con degeneración polipoide, llamado edema de Reinke, que afecta a toda la cuerda vocal; indica una base inflamatoria o alérgica. • Quiste (formación sacular con contenido aéreo, mucoso o epidérmico) que impide la vibración en la zona donde se ubica. • Granuloma (formación redondeada algo irregular y blanquecina en forma de grano de arroz). • Úlcera (pequeña depresión). • Hipertrofia (engrosamiento) de la mucosa. • Tumor benigno (formación irregular que crece y ocupa). • Tumor maligno (formación irregular que invade y destruye) que impide la vibración. La visión laríngea resulta imprescindible para el diagnóstico, pero el análisis acústico informa del grado de afectación vocal, que en definitiva es el síntoma que aqueja al paciente. La exploración vocal se complementa con la exploración audiológica, otológica, nasal y faríngea para dar valor a los síntomas

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acompañantes; también se administran test psicológicos como el VHI (Voice Handicap Index) que valoran el malestar vocal del paciente en su conjunto.

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Terapia vocal Los métodos para mejorar la producción vocal son muy variados; en la mayoría de pacientes se usan varios de ellos, dependiendo de la evolución del caso. Es necesario adaptar a cada paciente, de forma individual, el programa de terapia vocal que hay que realizar y pactar con él los objetivos y la duración de las sesiones, sobre todo si se trata de profesionales de la voz. Las técnicas vocales se basan en dos objetivos: • Medidas de higiene y cuidado de la voz, para reducir los factores favorecedores de la disfonía. • Técnicas de trabajo vocal, para conseguir educar o reeducar los músculos involucrados en la voz y habla a fin de realizar la mejor voz posible sin producir patología. Algunos métodos incluyen también consejos para dominar el estrés. Actualmente, dichos programas de rehabilitación vocal se sustentan en estudios científicos basados en la evidencia, mientras que otros se basan en técnicas experimentadas durante siglos sobre diferentes formas de desarrollo vocal en el teatro y el canto.

Higiene vocal Para mantener una buena salud vocal, es necesario adquirir unos hábitos o conductas positivas beneficiosas para la voz. Con este objetivo, es bueno explicar, conocer, convencer y potenciar las conductas saludables y, a su vez, evitar aquellas que perjudiquen la voz. No se trata de prohibir las conductas perjudiciales, sino de equilibrar con otras conductas saludables. Esta filosofía me parece una buena forma para conseguir mantener la salud de la voz. Conductas perjudiciales que es necesario evitar son todas aquellas que cumplen las siguientes características: • Mantienen un estado psicológico de tensión y estrés. • Contaminan el ambiente que respiramos, como el tabaco, la inhalación de polvo, yeso, humos, barniz, pintura, gases irritantes como el cloro, el aire mal acondicionado o excesivamente seco. • Ingerir ciertos alimentos demasiado densos o irritantes de las mucosas, como el alcohol, el chocolate, el café o guisos muy condimentados. • Conductas vocales que sobrecargan directamente la voz, como gritar, hablar o cantar muchas horas sin descansar, sobre todo si es a gran volumen, o no descansar suficiente durante la noche (de 6 a 8 horas). • Circunstancias que obligan a elevar el volumen de la voz por ser actividades realizadas en ambientes ruidosos (discoteca, cantar karaoke, hablar mucho dentro de un medio de locomoción ruidoso —coche, tren o autocar—, cantar acompañados de instrumentos amplificados por encima de 90 dB durante más de 30 minutos).

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• Técnica vocal deficiente o insuficiente para el tipo de actividad vocal que se debe desarrollar, muy habitual en cantantes de música ligera. Todo profesional de la voz tiene situaciones de riesgo inherentes a su profesión en las que aumenta la posibilidad de padecer una enfermedad vocal. Ante las conductas perjudiciales, lo mejor es compensarlas a base de alentar otras conductas beneficiosas para la voz. Frente al tabaco, se sugiere hidratar las mucosas (beber líquidos abundantes, inhalar vapor de agua al ducharse, en la sauna, etc.) o respirar al aire libre evitando la contaminación. En aquellos profesionales que abusan de la voz y del grito, se debe recetar reposo de la voz aumentando el tiempo de silencio, y compensar realizando actividades silenciosas como leer, escribir, gesticular, escuchar música, tocar un instrumento, ver la televisión, o practicando un deporte silencioso. Si se vive en un ambiente contaminado, se favorecerá el ocio en el campo (ir de excursión o caminar por el bosque); si predomina el estrés, resulta importante favorecer la relajación, el baño, la sauna, el masaje o acudir al psicólogo; si gustan las comidas con especias o muy sabrosas, insistir en comer sano y equilibrado (fruta, ensalada); si existe reflujo gastroesofágico, se evitará ingerir bebidas gaseosas y comidas flatulentas. En la balanza de la salud vocal es necesario que la aguja se incline del lado de las conductas beneficiosas al evitar las perjudiciales para la voz. Cuando se trata de niños, el profesional logopeda debe motivar, potenciar y hacer cumplir hábitos vocales saludables, con la ayuda de los padres y en colaboración con el colegio (tabla 17-1). Tabla 17-1 Higiene vocal: balanza entre conductas saludables y perjudiciales

Técnicas de trabajo vocal De entre las muchas terapias relacionadas con la mejoría de la voz, aquellas que están basadas en la evidencia son las siguientes: • Terapia de voz resonante con ejercicios que implican sensación de vibración de pómulos, fosas nasales y cabeza a base de redoblar sonidos nasales (/m/, /n/, /ñ/, /ng/); es parecida al m étodo m asticatorio, útil para el calentamiento vocal, que despierta vibraciones interiores y reduce tensiones en las disfonías; también usa

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sonidos y resonancias nasales como /iam/, /dum/. • Ejercicios de función vocal con sonidos vibrantes (/brr/, /rrr/, /trrr/, /blll/). • Técnica de voz de fritura (voz de tono muy grave que imita el sonido del aceite hirviendo), usado para reducir la tensión vocal en pacientes que gritan y fuerzan la voz. • Método del acento, terapia que se vale del ritmo largo, andante y allegro, acompañado de movimiento corporal. Entrena el rango dinámico del acento, primero con onomatopeyas («voy», «ya», «yo», «ay»), luego con palabras y finalmente con frases mientras realiza variaciones de la entonación en forma de olas. Así, el paciente coordina la respiración y la fonación de forma lúdica mientras se distrae y evita el exceso de tensión de los músculos implicados en la fonación. • Tratam iento vocal de Lee Silverm an, basado en pedir al paciente que piense en hablar fuerte; se usa en las alteraciones disártricas (como la enfermedad de Parkinson). • Masaje y/o m anipulación de la laringe para relajar en ciertos casos, o para tonificar en otros, la musculatura externa; utilizado en las parálisis laríngeas. • Técnicas de facilitación vocal, con instrumentos varios como el pito de carnaval, el tubo de Lax Vox (soplar a través de un tubo de silicona en una ampolla con agua) o el papel vibrante (frente a los labios, al usar el fonema /w/), sirve para mejorar la vibración, la coordinación fonorrespiratoria, o técnicas para aproximar las cuerdas vocales, como el pushing in, al levantar pesos y articular un sonido, con o sin tos, o consonante-vocal como /ji__p/, /ki__p/, /pe__p/, usado para reeducar la parálisis recurrencial unilateral. • Terapias cognitivo-conductuales, para trabajar la respuesta al estrés o problemas psicológicos. • Entrenam iento corporal, para conseguir una mejor estabilidad de la cabeza, la columna y la cintura escapular, o técnicas de relajación, para combatir el sobreesfuerzo vocal. • Entrenam iento con biofeedback (retroalimentación) con un espejo o con programas de software acústico, para escuchar y corregir los errores mientras se visualiza el ataque vocal, los armónicos o el ruido añadido a la voz. • Técnicas de relajación general y específica de los músculos implicados en la fonación, para combatir el sobreesfuerzo vocal. • Entrenam iento auditivo para identificar y eliminar vocalizaciones no deseadas, o técnicas de enm ascaram iento (con ruido de fondo, eco, eco diferido), útiles para las disfonías de conversión y de tipo psicológico. • Elim inar m alos hábitos vocales, como el abuso vocal, el golpe de glotis, el carraspeo, junto al refuerzo de los buenos hábitos vocales, explicados en el apartado de higiene vocal. • Técnica gestual aplicada a la modulación de las vocales (cada vocal, un gesto con las manos), al apoyo del sonido (manos que sostienen una bandeja), al uso de los

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resonadores (apoyar los dedos en los pómulos), entre otros gestos.

Técnicas para la voz cantada Entre las muchas técnicas empleadas a lo largo de los siglos para entrenar a cantantes y desarrollar la impostación de la voz, las más comunes en el mundo logopédico, que no solamente resultan útiles para reeducar cantantes sino también niños, maestros, locutores, actores y profesionales de la voz en general, son las siguientes: • Modificación de la posición lingual siguiendo el triángulo de las vocales; se usa la posición de los articuladores próxima a la de vocales anteriores para igualar timbres (/ε/, /e/, /i/) y de igual manera para las vocales posteriores (/[e1]/, /o/, /u/), o bien, modificación de la posición labial (alargada, redondeada) para conseguir variar el timbre hacia más claro o más oscuro, respectivamente. • Uso de im ágenes m entales, para implicar el significado de las palabras en beneficio de mejorar la voz o para conseguir una posición corporal idónea para la voz (tirar de un hilo imaginario). • Uso de la respiración costodiafragm ática para conseguir una mayor eficacia vocal. • Uso de los sonidos nasales para conseguir una voz resonante, con variados tipos de vocalizaciones. • Vocalizar en forma de voz salm odiada parecida a la música gregoriana, que reduce el esfuerzo vocal, mejora la estabilidad vocal y suaviza el ataque vocal brusco. • Vocalizaciones en forma de sonidos resbaladizos (glisandos) o ligados (legato), por grados conjuntos (notas contiguas) o por arpegios (notas separadas) en forma destacada (stacatto) o en parte ligada y en parte destacada, para conseguir aumentar el rango y la dinámica vocal al subir a notas agudas, o bien desde tonos medios bajar a un tono más grave, para asentar el final de la frase.

Técnicas para la voz teatral Muchas son las técnicas utilizadas en el teatro para obtener un mejor rendimiento vocal e inteligibilidad del habla. Se destacan las siguientes: • Alineación de la columna, para sostener la cabeza sin tensiones y en ella la laringe. • Sensación de salida del aire, inhalación suave, como para empañar un espejo, mientras articula las diferentes vocales. • Relajación activa, para reducir la tensión de músculos no útiles (p. ej., maseteros) en la zona facial, pero, a su vez, acción en los músculos respiratorios. • Conexión de la voz con los sentimientos, para expresar y liberar la voz. • Apertura del tracto vocal (mandíbula, lengua, paladar, laringe); cuanto mayor

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sean las cavidades de resonancia, mayor será la amplificación del sonido. • Mezcla de resonadores, resonancia nasal y de máscara, para no abusar de excesivos sonidos guturales ni nasales. • Extensión del rango vocal, para evitar la monotonía. • Identificación del nivel óptimo de la voz hablada, adecuado a la edad y el sexo del paciente. • Técnica Alexander (equilibrio y relación entre cabeza y cuello para con la voz). • Linklater (ejercicios de respiración, de resonancia nasal aplicados a texto). • Berry (parecido a Linklater pero con trabajo muscular para conseguir un habla libre con significado). • Optimizar la articulación sin muecas para conseguir una mejor inteligibilidad (esencial en caso de pacientes operados de laringe con poco volumen vocal).

Tratamiento médico A menudo la patología vocal se beneficia de tratamientos médicos con relajantes musculares, ansiolíticos o antidepresivos para disminuir el estrés; mucolíticos, antiinflamatorios (corticoides orales o inhalados), antihistamínicos o limpieza nasal con agua salada para controlar o evitar el exceso de moco y el edema; gargarismos con antisépticos si existe patología faríngea concomitante; protectores gástricos si se trata de reflujo gástrico, u otra medicación a sugerencia del médico foniatra.

Cirugía de laringe. Fonocirugía Cuando se trata de pseudotumores o tumores de laringe, será necesario en muchos casos extirpar la lesión. Se usa la técnica de m icrocirugía laríngea, bajo anestesia general. Con el paciente dormido, se coloca un laringoscopio que rectifica el ángulo cervical; gracias al microscopio operatorio se insertan pinzas prensoras, tijeras, separadores o lancetas de tamaño microscópico para extirpar la lesión de que se trate. Esta cirugía también puede realizarse con láser CO 2, con resultados vocales desiguales. El objetivo es preservar al máximo la voz. Para ello, el paciente realizará primero de ocho a diez sesiones de rehabilitación vocal previa a la intervención, con técnicas de relajación y colocación corporal idónea para hablar, junto a la concienciación de las medidas de higiene vocal, así como terapia respiratoria. Después de la cirugía debe permanecer una semana en reposo vocal absoluto, para reemprender las sesiones de rehabilitación vocal después del reposo vocal de una semana. Es tarea del logopeda insistir en el cumplimiento de las medidas de higiene vocal. La rehabilitación posterior a la intervención quirúrgica consistirá en técnicas de facilitación vocal, terapia de función vocal, de voz resonante o método del acento, entrenamiento con biofeedback acusticovisual, entre otras técnicas. En cada sesión se debe procurar que, además de realizar

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ejercicios corporales, respiratorios y fonatorios, se procure integrar los conceptos y ejercicios adquiridos en el habla espontánea, a base de diálogo dirigido. En caso de parálisis de la cuerda vocal, paresia de la cuerda o artrosis de la articulación cricoaritenoidea, si fracasa la terapia rehabilitadora, se puede intentar con microcirugía de laringe rellenar el espacio de la cuerda atrófica con grasa autóloga (del propio individuo) o materiales diversos (colágeno, silicona, teflón), o bien empujar la cuerda hacia la línea media con parte del propio cartílago (tiroplastia) o material inerte colocado entre el pericondrio y el cartílago tiroides, bajo anestesia local. Si se trata de cáncer de laringe, se procura realizar una cirugía lo menos agresiva posible; generalmente, en más de la mitad de los casos se consigue realizar una cirugía parcial de la laringe; si el tumor afecta a las cuerdas vocales, la disfonía está asegurada. Para rehabilitar los casos de laringectomía (extirpación laríngea) parcial, se usan las técnicas del pushing in y de manipulación laríngea, ya que al extirpar parte de la laringe es necesario acercar las paredes de la parte laríngea afectada. Para producir vibración se usan técnicas facilitadoras de vibración como Lax Vox, sonidos vibrantes y onomatopeyas. Si se trata de un tumor extenso, será necesario practicar la laringectomía total con traqueostomía permanente. Para estos casos deberá realizarse un período de rehabilitación vocal de mayor duración. Si se trata de laringectomías totales, será necesario usar la técnica de la erigmofonía, en la que, mediante el eructo inducido (gracias a tragar, inhalar o inyectar aire por medio de articular consonantes fricativas o oclusivas), se articula un sonido gutural de tono grave, que puede ser modificado y articulado por las cavidades de resonancia, consiguiendo en unos 3 meses un habla útil. Será necesario aprender a diferenciar el soplo traqueal y pulmonar, a través del cual respiran, del soplo bucal, a través del cual hablan. Si el paciente no consigue aprender a hablar, se pueden usar prótesis fonatorias como el laringófono (instrumento vibratorio eléctrico que, apoyado sobre el cuello, da una nota sobre la cual se articulan palabras), o realizar de forma quirúrgica una fístula (conexión) traqueoesofágica para que el aire vuelva a pasar a la cavidad oral para ser articulado.

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CAP ÍTULO 18

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Disartrias J. Peña-Casanova, F. Diéguez-Vide and J. Bagunyà

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Introducción: la fonética articulatoria y el aparato orofonatorio Definición de disartria La disartria constituye el trastorno del habla resultante de una alteración de los m ecanism os de control neurom uscular. Este trastorno puede deberse a lesiones de los sistemas nerviosos central y periférico, o de los propios músculos. Estos trastornos dan lugar a parálisis, paresia, debilidad, enlentecimiento, descoordinación y/o tono alterado, que afectan a uno o más de los sistemas motores básicos del habla (Darley et al., 1969). No se incluyen en el concepto de disartria los trastornos del desarrollo de la articulación (dislalia) o aquellos basados en una alteración somática estructural (disglosia). El término «disartria» se centra en los trastornos de la articulación, pero este trastorno comprende disfunciones motoras de la respiración, la fonación, la resonancia, la articulación y la prosodia. Por este motivo, el término «disartria» es inclusivo y abarca una serie trastornos coexistentes (Darley et al., 1975). Existen términos, raramente usados, como «disartrofonía» o «disartropneumofonía», que sirven para referir posibles combinaciones sintomatológicas. Al igual que el sistema somatognático se considera una unidad anatomofuncional (v. cap. 8), los sistemas de producción del habla son tan interdependientes que es útil considerar todo el sistema como unitario (Enderby, 2003). Cuando se altera la función en una parte del sistema, es probable que esté afectada la función de más partes del mismo, incluso cuando los efectos no sean directamente perceptibles en el habla.

Las disartrias y su contexto clínico La disartria puede presentarse con otros trastornos de la comunicación como la afasia o la apraxia del habla. En algunos casos, el paciente puede simplificar su estructura verbal y su articulación, reduciendo la sobrecarga del sistema, y poderse expresar con más facilidad. Estos cambios deben considerarse como secundarios (Enderby, 2003). La disartria se puede observar en aproximadamente un tercio de todos los pacientes con traumatismo craneoencefálico, y afecta a un porcentaje importante de casos de lesiones prenatales y perinatales.

Las disartrias y la inteligibilidad del habla En las disartrias aparecen distintas manifestaciones clínicas, con una pérdida general de la naturalidad del habla, reducción de la fluidez, la cualidad vocal, y

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numerosas distorsiones de los patrones normales. En este contexto destaca una afectación de la competencia comunicativa a causa de la reducción de la inteligibilidad del habla. La inteligibilidad del habla constituye el grado en que un mensaje del hablante es recuperado (comprendido) por el oyente, permitiendo un acoplamiento entre la emisión y la respuesta. La inteligibilidad del habla es un concepto relativo y pragmático, que en términos operativos se mide como el «número de unidades discretas del habla reconocidas correctamente por el oyente» (Flanagan, 1972). El valor numérico (el cómputo) se refiere siempre en función de las condiciones a partir de las cuales se ha obtenido este valor (Kent et al., 1989). Los resultados de la evaluación de la inteligibilidad serán obviamente distintos si se consideran diferentes contenidos verbales (palabras, pseudopalabras, frases, etc.), las condiciones acústicas del entorno, la familiaridad temática o la familiaridad con el interlocutor. El tema de la inteligibilidad es crucial en la clínica y en la investigación, y por este motivo es importante disponer de técnicas de evaluación que permitan medir consistentemente este aspecto (v. más adelante). La inteligibilidad del habla es el aspecto funcional más importante, y está obviamente relacionado con el grado de discapacidad del paciente. La mejoría de la inteligibilidad será, entre otros, un importante objetivo terapéutico.

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Exploración de los mecanismos motores del habla La exploración de los mecanismos motores del habla, que es inseparable del resto de la exploración neurológica, tiene una especial relevancia para el especialista en patología del lenguaje. Aspectos de la evaluación El estudio sistemático de una disartria debería poder establecer los aspectos que se citan a continuación (McNeil y Kennedy, 1984): 1. Detectar o confirmar el problema sospechado determinando las capacidades afectadas y las preservadas. Las capacidades preservadas pueden servir para incorporarlas en enfoques terapéuticos de compensación. 2. Establecer un diagnóstico diferencial. 3. Clasificar adecuadamente el trastorno (tipo o tipos de disartrias, formas mixtas). 4. Determinar la topografía de la lesión y/o la entidad nosológica que causa el trastorno. 5. Establecer la gravedad de la afectación. 6. Establecer un pronóstico (aspecto muy relacionado con la enfermedad que genera la disartria, punto 4). 7. Especificar en qué aspecto se va a focalizar la rehabilitación. 8. Establecer los criterios de finalización de la rehabilitación. 9. Medir los cambios observados en el proceso. El concepto unitario de las disartrias como un grupo de trastornos motores del habla debidos a una alteración del control muscular sobre el mecanismo del habla, coexistiendo trastornos motores de la respiración, la fonación, la articulación y la prosodia (Rosenbek y Lapointe, 1978), obliga al estudio de los movimientos y la sincronía de los componentes del sistema del habla, los cuales pueden estar alterados en cuanto a la fuerza, la direccionalidad, la amplitud, el tiempo y la resistencia. Consecuentemente, la evaluación de la disartria requiere la observación del funcionamiento del lugar donde ocurre la actividad del habla: músculos implicados en la respiración, laringe, paladar blando, lengua, labios y mandíbula. Complejidad clínica La sintomatología de la disartria dista mucho de ser sencilla de identificar y se requiere experiencia y habilidad para diferenciar los síntomas que, siendo similares, pueden proceder de trastornos muy distintos. Por ejemplo, la hipernasalidad en la voz puede estar causada tanto por flacidez como por espasticidad. En el conjunto de los síntomas de un mismo paciente pueden darse

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patrones de interacción distintos; por ejemplo, la distorsión de consonantes puede resultar de un soporte respiratorio limitado, de una insuficiencia velar o de una insuficiencia laríngea. Por tanto, la evaluación ha de ser detallada, incluyendo tanto la valoración del habla como la anormalidad neuromuscular subyacente. La repetición de frases adecuadas o de sonidos consonánticos dentoalveolares (/l/, /t/), labiales (/m/, /b/, /p/) o velares (/k/, /g/) ayuda a delimitar la anomalía. Los trastornos de la fonación requieren un análisis preciso de los movimientos de la lengua, el paladar y la faringe mediante la inspección directa, así como la observación de las cuerdas vocales mediante la laringoscopia u otras técnicas. Tanto la etiología como la localización de la lesión y la semiología acompañante permiten distinguir los tipos de disartria o una apraxia del habla. Las disartrias constituyen un trastorno tanto del movimiento volitivo (voluntario) como no volitivo (automático). Cualquier movimiento muscular oral está afectado y los síntomas presentes durante la conversación aparecen también en emisiones más automáticas, como contar o recitar. No existe disociación automático-voluntaria. El pronóstico, la patología asociada o el tratamiento son diferentes en cada uno de estos síndromes, cuyos comportamientos distintivos pueden ser diferenciados por un explorador experimentado. La musculatura facial se examina durante el movimiento voluntario y en ausencia de éste. Una asimetría del surco nasogeniano o la ausencia de arrugas en la frente puede indicar una debilidad muscular facial. La limitación de la excursión lateral de los labios denota una paresia de este lado. También se debe explorar el movimiento voluntario de la mandíbula o la apertura de la boca para detectar desviaciones. La musculatura que eleva la mandíbula se evalúa palpando los músculos maseteros y temporales en la masticación o mediante la oclusión mandibular contra resistencia. Asimismo, la musculatura que deprime la mandíbula se examina mediante la apertura bucal contra resistencia. Debe inspeccionarse la lengua en reposo observando la forma, la presencia de movimientos anormales, de arrugas por pérdida de masa o de fasciculaciones. Además, hay que solicitar al paciente los movimientos voluntarios de protrusión, elevación y lateralización de la lengua, así como los movimientos laterales rápidos. Para valorar si existe una asimetría en la fuerza o en la extensión de los movimientos linguales, se examinan contra resistencia a través de la mejilla o con ayuda de un depresor. A pesar de la limitación en la posibilidad de observación del paladar a través de la boca, aplicando un depresor sobre la lengua, se analiza la posición en reposo de los arcos del paladar y su movimiento al emitir el sonido vocálico [a]. Una paresia o parálisis de un lado determina una diferencia de posición y una limitación de la elevación en el lado afectado, con tendencia a desplazarse la úvula hacia el lado intacto. La provocación del reflejo nauseoso, tocando con el extremo de un depresor la pared posterior de la faringe, evalúa la integridad neuromuscular del

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paladar blando. La exploración del aparato fonador se completa con el examen de la musculatura laríngea por medio de un laringoscopio. Las lesiones nucleares o infranucleares de la motoneurona inferior provocarán una paresia o parálisis de las cuerdas vocales directamente observables. La disfunción ocasionada por una lesión supranuclear se aprecia mejor por las características de la disfonía que ocasiona, ya que no es directamente visible. Durante la emisión de una vocal (usualmente, [a]) se puede analizar la presencia de hipofonía o ronquera. La alteración de la duración de la emisión vocal, del tono, la estabilidad o su fuerza puede revelar un trastorno neuromuscular específico.

Exploración sistematizada Aunque una evaluación descriptiva es simple, económica y práctica, tiene el problema de su escasa fiabilidad y la falta de cuantificación. Para superar estos problemas, se han desarrollado algunos procedimientos formales sistemáticos (v. detalles en: Llau y González, 2004; Melle, 2003). El tema ya citado de la inteligibilidad del habla aparecerá en estos instrumentos. A continuación se resumen las características de cuatro instrumentos. Perfil de disartria (Robertson, 1982) Este instrumento evalúa una serie de variables: voz (fonación), respiración, articulación, prosodia, velocidad, inteligibilidad, reflejos y diadococinesia. Como estímulos se usan palabras, frases, un párrafo y la conversación. Se considera el porcentaje de palabras y frases correctas. Los resultados se expresan en un perfil. Para el logopeda, este instrumento es útil como ayuda en la planificación de la terapia. Test de inteligibilidad del habla disártrica (Yorkston y Beukelman, 1981) Este test constituye un método estandarizado para evaluar la claridad del habla disártrica. Consta de 50 palabras y 100 frases. El test es fiable y fácil de administrar, pero también es largo y no contiene más que datos sobre inteligibilidad. Evaluación de la disartria de Frenchay (Enderby, 1983; 2.ª ed., 2008) La edición actualizada contiene ocho secciones: 1. Reflejos: tos, deglución, babeo. 2. Respiración: en reposo y en el habla. 3. Labios: en reposo y en el habla. 4. Paladar: valoración de fluidos, mantenimiento, y en el habla. 5. Laringe: valoración del tiempo, el tono y el volumen, y en el habla.

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6. Lengua: en reposo, protrusión, elevación, lateralidad, alternancias, y en el habla. 7. Inteligibilidad: palabras, frases y conversación. 8. Factores que influyen en la articulación: oído, visión, dientes, lenguaje, estado de ánimo, postura, ritmo (palabras por minuto) y sensibilidad. El test se acompaña de datos normativos en sujetos sin disartria y en pacientes con formas específicas de disartria. Evaluación computarizada de la inteligibilidad Se están desarrollando diversos métodos de evaluación de las disartrias mediante ordenadores. Entre estos métodos destaca el Munich Intelligibility Profile (Enderby, 2003).

Exploraciones complementarias e instrumentales Las exploraciones complementarias son muy importantes en las disartrias ya que forman parte del proceso diagnóstico nosológico y etiológico. La ulterior exploración instrumental del habla se debe realizar en el contexto de un equipo multidisciplinario. Las exploraciones pueden ser diagnósticas o de enfoque investigador. Así, por ejemplo, el electrom iogram a puede ser fundamental en el diagnóstico de una disartria en casos de formas leves o atípicas de una enfermedad de motoneurona (v. más adelante). No es infrecuente que un paciente remitido para el estudio de una disartria presente una enfermedad de motoneurona. En casos de miastenia, el electromiograma y la prueba farmacológica (edrofonio o neostigmina) ayudarán a clarificar la naturaleza del trastorno. En otros casos, por ejemplo, un SPECT-DATscan puede estar indicado para detectar la pérdida de terminaciones nerviosas dopaminérgicas funcionales en el cuerpo estriado. Esta prueba puede ayudar a diagnosticar adultos con síndromes parkinsonianos clínicamente dudosos, o ayudar a diferenciar un temblor esencial de síndromes parkinsonianos relacionados con atrofia multisistémica y parálisis supranuclear progresiva. En estos casos, la exploración complementaria permite situar los trastornos del lenguaje motor en su contexto diagnóstico y poder establecer, si es pertinente, un tratamiento farmacológico y un pronóstico. La resonancia m agnética permitirá diagnosticar adecuadamente, por ejemplo, casos de disartria y síndrome pseudobulbar por patología vascular subcortical bihemisférica. En casos de esclerosis múltiple (EM), podrán estudiarse las lesiones y su ubicación. La exploración instrumental del lenguaje motor (habla) se puede dividir en varios apartados (McNeil, 1997): 1. Evaluación sensoriomotora perceptiva. Constituye la evaluación realizada con la mínima tecnología, como una grabadora digital y varios elementos de bajo

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coste. 2. Análisis acústico del lenguaje. Se trata de la segmentación y la medida de la onda acústica. Destacan dos técnicas:

a. Sonograma: muestra la forma de la onda acústica (amplitud en función del tiempo). b. Espectrograma: muestra la frecuencia (kHz), el tiempo y la amplitud relativa. Gracias a estas tecnologías, la señal verbal queda registrada de forma que se pueden segmentar, identificar y medir intervalos significativos y relevantes en la estructura de la expresión. 3. Estudios aerodinámicos. Pueden ser muy útiles para evaluar las capacidades sensoriales y motoras de los pacientes. Se incluyen en este ámbito las medidas de estimación del tamaño del orificio velofaríngeo y la resistencia faríngea. Estos sistemas se pueden combinar con aparatos que aportan distintas cargas de resistencia y con registros de patrones temporales de los movimientos estructurales. 4. Medidas cinemáticas del tracto vocal. Existen distintas técnicas disponibles para investigadores y médicos clínicos. Es posible combinar diversas técnicas (electromiografía, acústica, aerodinámica, etc.) para adquirir registros simultáneos de diferentes componentes fisiológicos de la articulación.

a. Tecnologías de transducción y calibración de tensión (strain gage tecnology): los transductores permiten estudiar la función de los labios y la mandíbula. Esta tecnología presenta limitaciones, ya que no resulta adecuada para el estudio de la lengua. Se ha usado para el estudio de personas normales, disfémicos, niños, pacientes parkinsonianos y pacientes disártricos y afásicos, entre otros. b. Estudio orofacial mediante técnicas radiográficas: esta técnica usa microhaces de rayos X para localizar y rastrear los movimientos bidimensionales de pequeños elementos metálicos (pellets) adjuntos a distintas estructuras del aparato fonador. 535

c. Magnetometría orofacial: se trata del uso de campos magnéticos para obtener el registro de los movimientos orofaciales, incluida la mandíbula. En los últimos años se han diseñado aparatos como el «articulómetro electromagnético medosagital» (Instituto de Tecnología de Massachusetts). d. Glosometría: las técnicas de glosometría tratan de estudiar los movimientos de la lengua. Gracias a las nuevas tecnologías se han superado las antiguas técnicas de investigación. Los glosómetros actuales permiten medir mediante sistemas optoelectrónicos la forma y los movimientos de la lengua durante el acto verbal. e. Palatometría: esta técnica permite estudiar y modificar los patrones de contacto linguopalatal. Usa una serie de electrodos insertados en un pseudopaladar acrílico que permiten detectar los patrones de contacto de la lengua. f. Transducción ultrasónica de la lengua: se trata de la medida de los movimientos de la lengua a través de técnicas ultrasónicas. g. El estudio de la velofaringe para determinar el tamaño y los movimientos de componentes específicos puede realizarse con técnicas directas o indirectas: videonasendoscopia, transducciones electromecánicas y transducciones optomecánicas. 5. Técnicas electromiográficas (EMG). El EMG consiste en la captación, ampliación y registro de los potenciales eléctricos generados por la actividad muscular. Existen electrodos que se fijan en la piel y distintos tipos de electrodos de aguja. La técnica permite registrar la amplitud y las características temporales

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de la actividad bioeléctrica muscular. 6. Técnicas de imagen. Radiografía. Hasta fechas recientes, el uso de los rayos X ha sido la técnica por excelencia para el estudio de imágenes en patología del lenguaje. El lenguaje disártrico se puede estudiar mediante videofluorografía, ya que todo el tracto vocal puede visualizarse para documentar los múltiples patrones que caracterizan la disartria. Para concluir, se debe apuntar que el estudio de la disartria debe ir acompañado de un análisis de las disfunciones neurológicas, emocionales y de las funciones superiores del paciente. La planificación terapéutica se basa en el conjunto de estos parámetros.

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Clasificación de las disartrias La definición de disartria como una alteración del control muscular de los mecanismos del habla se asocia a los seis subtipos clinicoetiológicos siguientes: 1. Disartria flácida o de la motoneurona inferior. 2. Disartria espástica o de la motoneurona superior. 3. Disartria atáxica o cerebelosa. 4. Disartria hipocinética. 5. Disartria hipercinética (relacionada con movimientos anormales: coreas, atetosis, distonías, temblores). 6. Disartrias mixtas. Aunque en los apartados subsiguientes se detallan las características de las distintas formas de disartria, en la tabla 18-1 se resumen los principales datos de las mismas. Tabla 18-1 Esquema de la semiología de las disartrias

Disartria por alteración de la motoneurona inferior (disartria flácida) 538

La musculatura facial involucrada en el habla está inervada básicamente por los pares craneales V, VII y X. Los músculos que permiten la respiración son los intercostales, los abdominales y el diafragma. Las motoneuronas que los inervan provienen del asta anterior de los segmentos dorsales (torácicos) de la médula espinal en los dos primeros. El diafragma está inervado por el nervio frénico, cuyos axones se originan en los cuerpos celulares de motoneuronas situadas en el cuarto segmento cervical medular. La lesión de algún componente de la unidad motora supone la alteración del movimiento voluntario, automático y reflejo, produciendo flacidez y parálisis con disminución de los reflejos de estiramiento muscular (reflejos miotáticos o reflejos musculares clínicos). También puede producirse atrofia de las fibras musculares (pérdida de masa muscular). En la afectación de la motoneurona inferior se pueden observar fasciculaciones. La disfunción de la unión neuromuscular ocasiona característicamente una debilidad o fatiga que aparece progresivamente con el ejercicio y mejora con el reposo. La afectación muscular puede dar lugar a distintas características sintomáticas. En la tabla 18-2 se resumen las principales manifestaciones clínicas de las disartrias por lesión de la motoneurona inferior (cuerpos y fibras), la unión mioneural y el músculo. Tabla 18-2 Disartrias relacionadas con lesión de la motoneurona inferior (esquema simplificado) Topografía de la lesión Tronco del encéfalo, médula o nervio periférico

Unión mioneural

Fibras musculares

Síntomas Amiotrofia (atrofia del tejido muscular) Fasciculaciones (pequeña contracción de los músculos, visible a través de la piel) Paresia flácida Hipotonía Disminución de la fuerza muscular (voluntaria y refleja) Hiporreflexia muscular clínica (disminución de los reflejos miotáticos) Clínica de distribución característica en función de la topografía de la lesión Síndrome miasténico Ausencia de déficit en reposo Déficit (paresia) que aparece en la activación sostenida o repetida del músculo, con carácter progresivo. Puede conducir a una parálisis total Con frecuencia: déficit permanente en forma de «fatiga de fondo». Atenuación por el reposo y la agravación por la fatiga evidentes Variable en función de la enfermedad específica considerada Hipertrofia o atrofia muscular Déficit en la contracción (hipocontracción) Déficit en la relajación: miotonía (retraso en la decontracción muscular después de una contracción voluntaria) Infiltración grasa y fibrosis del músculo

Patología y semiología Las neuronas de los nervios craneales o de la médula espinal pueden lesionarse por infecciones, por accidentes cerebrovasculares (ACV), por procesos degenerativos o por enfermedades congénitas. Los nervios craneales o espinales,

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después de salir del sistema nervioso central (SNC), pueden verse afectados por traumatismos, tumores, toxinas, procesos inflamatorios y enfermedades autoinmunes, carenciales o metabólicas.

Unión mioneural La enfermedad prototipo de la alteración de la conducción a través de la unión mioneural (entre el nervio y el músculo) es la m iastenia gravis. Se considera una enfermedad autoinmunitaria en la que existen anticuerpos circulando contra el receptor de acetilcolina que es el neurotransmisor en la unión mioneural. La fatigabilidad que depende del ejercicio se manifiesta con más frecuencia en la musculatura ocular, bulbar, del cuello y de la cintura escapular. La gravedad de la enfermedad oscila entre una miastenia ocular localizada y una miastenia generalizada y grave con afectación de la musculatura respiratoria y compromiso vital. Existen varias posibilidades de tratamiento, dependiendo del tipo clínico y de la respuesta obtenida. Suelen usarse medicamentos anticolinesterásicos —que reducen la destrucción de acetilcolina en la unión neuromuscular—, corticoides, inmunosupresores, plasmaféresis y exéresis del timo. En la m iastenia gravis se aprecian los fenómenos propios de la parálisis bulbar, como la hipernasalidad, pero con la peculiaridad del incremento de la dificultad con la prolongación de la actividad del habla.

Pares craneales La lesión de las unidades motoras de los nervios craneales causa una parálisis flácida de las estructuras que participan en el habla. Aunque las lesiones pueden ser múltiples, consideraremos las parálisis de los nervios craneales aislados (cuadro 18-1). La afectación del nervio facial, del hipogloso o del trigémino impedirá la modulación del aire emitido en una correcta articulación. La distorsión de los sonidos variará según las estructuras articulatorias implicadas. C u a d r o 1 8 - 1 Par es c r aneales r elac ionados c on la

ar t ic ulac ión del lenguaje. D is t r ibuc ión, et iologías y s ínt om as ( s im plific ado) Trigémino (V) Distribución sensitiva • Ramas: oftálmica, maxilar y mandibular

Distribución motora • Músculos: masetero, temporal, pterigoideos interno (medial) y externo (lateral), tensor del tímpano, tensor del velo del paladar, milohioideo, digástrico

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Etiologías • Neuralgias, neuritis, tumores, siringobulbia, meningitis basilar, tuberculosis, sífilis

Síntomas • Paresia o parálisis de los músculos de la masticación con desviación de la mandíbula hacia el lado de la lesión

Facial (VII) Distribución sensitiva • Sensibilidad del gusto de los dos tercios anteriores de la lengua

Distribución motora • Ramas temporal, cigomática y cervicofacial

Etiologías • Parálisis de Bell (parálisis facial a frigore), infecciones del oído medio, tumores

Síntomas • Ageusia (pérdida del sentido del gusto, anestesia o hipoestesia gustativa) de los dos tercios anteriores de la lengua • Parálisis homolateral de la cara con hipotonía, con asimetría facial. Afecta al conjunto de músculos de la cara, afectando por igual al territorio facial superior y al territorio facial inferior

Glosofaríngeo (IX) Distribución sensitiva • Fibras sensitivas: conducto auditivo externo, amígdala, velo, faringe y parte posterior de la lengua • Fibras gustativas: tercio posterior de la lengua

Distribución motora • Músculo estilofaríngeo (músculo elevador de la faringe). Lo esencial de la inervación motora de la faringe corre a cargo del X par

Etiologías • Neuralgia glosofaríngea

Síntomas • Ageusia (pérdida del sentido del gusto, anestesia o hipoestesia gustativa) del tercio posterior de la lengua: difícil de evaluar • Hipoestesia de la amígdala, del velo y de la faringe • Dificultad de la deglución

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• Abolición unilateral del reflejo nauseoso

Vago (X) Distribución sensitiva • Sensibilidad visceral de la faringe inferior, la laringe, la tráquea, los bronquios, el corazón, el esófago y la mayor parte del tubo digestivo (simplificado) • Sensibilidad somática general: zona posterior de la oreja, conducto auditivo externo, parte de la faringe, la laringe y parte del suelo de la duramadre de la fosa craneal posterior (simplificado)

Distribución motora • Músculos estriados del velo, la faringe y la laringe. Constrictores de la faringe, elevador del velo del paladar, cricotiroideo, todos los músculos laríngeos intrínsecos. Se incluye el músculo palatogloso (en la lengua)

Etiologías • Lesiones intrabulbares: hemorragia, trombosis, tumores, sífilis, siringobulbia. Lesiones periféricas: neuritis (alcohol, difteria, plomo, arsénico), traumatismos, tumores, aneurisma aórtico

Síntomas • Parálisis del hemivelo ipsolateral a la lesión. La voz se hace sorda y nasal. Alteración de la deglución y salida de líquidos por la nariz (especialmente si la parálisis es bilateral). Velo asimétrico con desviación de la úvula hacia el lado sano. • Parálisis unilateral de la laringe. Voz bitonal. Si la lesión es bilateral: afonía • Signo «de la cortina»: la pared externa de la faringe se desvía hacia el lado sano cuando se produce el sonido [a]

Espinal accesorio (XI) Distribución motora • Músculos trapecio y esternocleidomastoideo

Etiologías • Meningitis, sífilis, traumatismos, cirugía

Síntomas • Debilidad en la rotación de la cabeza hacia el lado sano (parálisis del esternocleidomastoideo) • Descenso del hombro, basculación de la escápula (omóplato) hacia

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fuera y paresia de la elevación del hombro (parálisis de la parte superior del trapecio)

Hipogloso (XII) Distribución motora • Músculos intrínsecos de la lengua (longitudinal superior, longitudinal inferior, vertical, transverso [cambian la forma de la lengua, no se unen a huesos]), y músculos extrínsecos (geniogloso, hiogloso, estilogloso [modifican la posición de la lengua: protrusión, retracción, movimientos laterales]; el músculo intrínseco palatogloso no está inervado por el nervio hipogloso)

Etiologías • Aneurismas del polígono de Willis, abscesos, siringobulbia, fracturas de la base del cráneo, sífilis, intoxicaciones por plomo, alcohol, arsénico

Síntomas • Paresia o parálisis unilateral de la lengua ipsolateral a la lesión (desviación de la lengua hacia el lado de la lesión) • La hemilengua afectada presenta fasciculaciones y amiotrofia que le da un aspecto con pliegues

Trigémino (V par) La debilidad de la musculatura mandibular puede asociarse a una pérdida de sensibilidad facial, ya que los músculos de la masticación están inervados por el trigém ino, por el que también se transmite la sensibilidad de la cara. La parálisis unilateral se aprecia solamente en la exploración, mientras que en la debilidad bilateral la boca permanece abierta. Facial (VII par) La afectación unilateral del facial da lugar a una pérdida de fuerza de la musculatura de la cara y la frente en el lado correspondiente. Los músculos faciales con más relevancia en el habla son los que hacen protruir los labios, además de los que fijan las mejillas. Al ser un nervio motor, la sensibilidad de la piel de la cara permanece inalterada. La parálisis unilateral del nervio facial produce una discreta imprecisión en la emisión de las consonantes bilabiales y labiodentales, preservándose las vocales. En la debilidad bilateral, la distorsión de estos sonidos es más marcada.

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Glosofaríngeo (IX par) Las fibras motoras de este nervio se dirigen al músculo elevador de la faringe. Cabe comentar que lo esencial de la inervación motora del velo y de la faringe depende del nervio vago (X). Vago o neumogástrico (X par) El nervio vago proporciona movilidad a los músculos del paladar, la faringe y la laringe. Tras la parálisis, con la fonación no se produce el movimiento hacia arriba del paladar del lado afectado. Disminuye también el reflejo nauseoso y la deglución es dificultosa. El examen de las cuerdas vocales muestra la alteración de su movimiento normal. Ocurre sobre todo como consecuencia de neoplasias intratorácicas, aneurismas o por traumatismos del nervio en intervenciones sobre el cuello o el tórax. No es infrecuente que la parálisis unilateral de una cuerda vocal se dé sin una causa conocida. Las lesiones del X par ocasionan una debilidad tanto de las cuerdas vocales como del paladar y la faringe. Las lesiones en el bulbo raquídeo pueden ocasionar una parálisis bilateral de las cuerdas vocales. La disfunción del nervio vago provoca una disfonía flácida. La cuerda vocal del lado correspondiente queda fijada en una posición medial o lateral. La voz se torna ronca y el volumen es bajo. Se pueden notar características adicionales, como respiración jadeante, frases cortas y estridor inhalatorio. La parálisis del músculo elevador del paladar y de los músculos constrictores de la faringe por lesión del nervio vago se evidencia en el habla por una hipernasalidad, a la que se añade una emisión nasal en los casos severos. En la paresia bilateral del paladar, en pacientes con parálisis bulbar, se distingue básicamente una combinación de los siguientes signos: producción distorsionada de consonantes, hipernasalidad, reducción de la longitud de las frases y emisión nasal. Espinal accesorio (XI par) El nervio inerva los músculos trapecio y esternocleidomastoideo. El músculo esternocleidomastoideo tiene un papel secundario en la inspiración forzada. Hipogloso (XII par) Al ser este nervio puramente motor, su afectación no implica una alteración sensitiva. La parte de la lengua afectada, además de debilidad, a menudo muestra una atrofia, y a veces pueden observarse fasciculaciones irregulares en el tiempo y en su distribución. En la alteración unilateral del hipogloso puede existir una imprecisión articulatoria transitoria, aunque es en la parálisis bilateral donde aparecen dificultades en la producción de sonidos que requieren la elevación de la lengua, como los linguoalveolares o linguopalatales.

Nervio frénico

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La alteración del nervio frénico que inerva el diafragma, de su núcleo situado en el cuarto segmento de la médula cervical, o de los nervios intercostales, reduce la capacidad de exhalar aire durante la respiración. Esta reducción de la capacidad respiratoria puede acarrear un acortamiento del flujo de aire durante el habla. La respiración suele hacerse rápida y superficial. Si es severa, se produce un cambio en la coloración de la mucosa. El paciente puede acortar la longitud de las frases o interrumpir el curso del habla para realizar inhalaciones profundas o forzadas. Los tonos altos se producen con mayor dificultad. Este trastorno resulta evidente en las enfermedades neurológicas que ocasionan dificultad respiratoria, como la poliomielitis o la m iastenia gravis.

Disartria por trastornos de la motoneurona superior (disartria espástica) Síndrome piramidal Aunque el término «síndrome piramidal» se refiere al conjunto de trastornos motores voluntarios y reflejos relacionados con las motoneuronas corticales y su vía descendente, el fascículo piramidal (conjunto de fibras que circulan por las pirámides bulbares), los estudios experimentales (especialmente la sección de la pirámide bulbar) muestran que este síndrome no puede atribuirse a la sola interrupción de las fibras «piramidales» (Cambier et al., 2000). Las fibras de la vía piramidal se relacionan estrechamente con fibras de las vías motoras polisinápticas, principalmente procedentes de las regiones premotoras, y con fibras de la sustancia reticulada del tronco cerebral. Desde la formación reticular ventromediana bulbar, los impulsos inhibidores se proyectan hacia las astas anteriores a través del fascículo inhibidor. Este componente inhibidor del reflejo miotático, incluido dentro de una «concepción amplia» del sistema piramidal, fue denominado por Barraquer-Bordas como «sistema yuxtapiramidal» (BarraquerBordas, 1976). La distinta función fisiológica de estas vías en los diversos niveles estructurales del sistema explicaría las variaciones semiológicas del «síndrome piramidal» en función del lugar lesionado (Cambier et al., 2000). Las lesiones de las motoneuronas superiores ocasionan debilidad y espasticidad en el lado del cuerpo contralateral a la corteza lesionada, que predomina en los músculos distales de las extremidades, la lengua y los labios. La espasticidad se reconoce por una peculiar resistencia al movimiento pasivo de un grupo muscular. En la exploración usualmente se verifica una exageración de los reflejos de estiramiento muscular y la presencia de reflejos patológicos, como el signo de Babinski (elevación del dedo gordo del pie con separación del resto de los dedos a la estimulación nociceptiva de la porción externa de la planta del pie). En la alteración unilateral de las vías corticobulbares puede presentarse una disfunción articulatoria transitoria sin afectación de la respiración o la fonación.

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Esto se debe a que los núcleos motores del tronco cerebral reciben una inervación de los dos hemisferios cerebrales. La debilidad es más evidente en los labios y en la parte inferior de la cara del lado contralateral, y está preservada la musculatura de la frente, el paladar, la faringe, la laringe y los músculos masticatorios. Para que se produzca una disartria permanente, se requiere que las lesiones de las vías corticobulbares sean bilaterales. En la clínica es más frecuente encontrar este cuadro en la parálisis pseudobulbar o parálisis bulbar espástica. Aunque tiene ciertas semejanzas con la parálisis bulbar, clásicamente recibe el nombre de «pseudobulbar» para diferenciarla. La causa más frecuente de este síndrome lo constituyen los ACV múltiples o bilaterales, a veces en el contexto de una hipertensión arterial. Se asocia también a otras patologías, como traumatismos craneales, EM, encefalitis, tumores extensos o enfermedades degenerativas. En este síndrome, el paciente presenta disfagia (dificultad para tragar), disfonía y disartria, acompañadas de lentitud de los movimientos de la lengua, del paladar y de los músculos faciales. A diferencia de lo que ocurre en la parálisis bulbar, aquí no aparecen atrofia o fasciculaciones de los músculos paralizados. El reflejo mandibular está exaltado y el paladar, que se mueve poco en la fonación, responde reflejamente al estímulo táctil. Además, existe a menudo una alteración del control emocional. El paciente presenta accesos de llanto o risa inmotivados o excesivos, lo que es característico de esta dolencia.

Semiología El incremento de tono de los músculos laríngeos acarrea un estrechamiento de la apertura laríngea, así como un incremento de la resistencia al flujo de aire. No obstante, la exploración laringoscópica suele ser normal. Los pacientes emiten frases cortas. La voz es ronca y se asocia con frecuencia un tono bajo y monótono. Existe esfuerzo en la fonación, y tanto la lentitud en el habla como el acortamiento de las frases son fenómenos acompañantes probablemente compensatorios. A veces se producen interrupciones tonales o de la respiración. La debilidad y la lentitud muscular afectan a la vez a los mecanismos articulatorios y los palatofaríngeos. Es característico que la articulación de las consonantes sea poco precisa, e incluso pueden distorsionarse las vocales. Muchos pacientes presentan también hipernasalidad.

Disartria por trastornos cerebelosos (disartria atáxica) A partir de las lesiones cerebelosas se ha concluido que el cerebelo regula la fuerza, la velocidad, la duración y la dirección de los movimientos originados en otros sistemas motores. Clásicamente, se ha considerado que el cerebelo es una estructura moduladora e inhibidora. La manifestación motora típica del cerebelo

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recibe el nombre de dismetría. En la actualidad se reconoce que el cerebelo tiene tres grandes componentes funcionales: un componente motor, un componente cognitivo (relacionado con conexiones prefrontales) y un componente emocional (relacionado con aferencias vegetativo-límbicas). Por este motivo se habla de tres tipos de dismetría: dismetría motora, dismetría cognitiva y dismetría emocional. La dismetría cognitiva se caracteriza por un pensamiento circunstancial, déficit de planificación, falta de flexibilidad, déficit de fluencia verbal, alteración del pensamiento abstracto, déficit de memoria de trabajo, trastornos del lenguaje, asociaciones sin sentido y errores en evaluaciones cognitivas con síntomas psicóticos. La dismetría emocional se caracteriza por respuestas emocionales inadecuadas, irritabilidad, desinhibición, conducta inadecuada y reactividad exagerada. La afectación del habla suele presentarse coincidiendo con lesiones cerebelosas bilaterales o generalizadas. Éstas se producen en enfermedades degenerativas, encefalitis, exposiciones a tóxicos, en procesos paraneoplásicos y en lesiones diseminadas vasculares o desmielinizantes, como en la EM. En la ataxia cerebelosa, los músculos interesados están hipotónicos. Los movimientos son lentos e inapropiados en la fuerza, la extensión, la duración y la dirección. Con frecuencia se observa un nistagmo y los movimientos oculares pueden ser irregulares. Existe un tipo de temblor característico, llamado intencional, ya que aparece al ejecutar un movimiento intencional y que aumenta hacia el final de éste, al aproximarse al objetivo. De hecho, el «temblor cerebeloso» constituye una descomposición del movimiento. Las características clínicas más habituales relativas a la disfunción laríngea son la aspereza de la voz y una monotonía en el tono con pocas variaciones en la intensidad. Sin embargo, también puede observarse la presencia de excesivas variaciones en intensidad, hipofonía o temblor de la voz. Para revelar irregularidades del tono y del ritmo se puede utilizar una tarea de repetición rápida de una serie de sílabas. Las desviaciones articulatorias más prominentes en las lesiones cerebelosas son la poca definición consonántica y la distorsión vocálica. Típicamente, estos trastornos se presentan de forma irregular y transitoria, aunque esta característica es compartida con otros síndromes con movimientos anormales, como las coreas. Tradicionalmente, el habla de estos pacientes se designa como «palabra escandida» (o scanning speech) o «palabra explosiva» (explosive speech). Aun siendo un término controvertido, está muy difundido. Hace referencia a la alteración prosódica que resulta de enfatizar sílabas en forma distinta al uso habitual. También se observan prolongaciones de sonidos o de los intervalos entre ellos.

Disartria por lesiones del sistema extrapiramidal 547

El sistema extrapiramidal está constituido por núcleos grises subcorticales bilaterales y simétricos en relación con estructuras corticales y partes del tronco cerebral. Los núcleos más relevantes son el estriado (caudado y putamen), el pálido, el núcleo subtalámico y la sustancia negra mesencefálica. El sistema extrapiramidal regula el tono muscular necesario para mantener una postura o cambiarla. Organiza los movimientos asociados a la marcha y facilita el automatismo en los actos voluntarios que requieren destreza.

Hipocinesia Las afecciones extrapiramidales se manifiestan a menudo en forma de hipocinesia. Aparece lentitud y limitación en la excursión de los movimientos, disminución de los actos espontáneos y asociados, rigidez, temblor «de reposo», así como pérdida de los aspectos automáticos del movimiento. La enferm edad de Parkinson se caracteriza típicamente, entre otros síntomas, por la tríada de hipocinesia, rigidez y temblor. Es una afección frecuente que afecta aproximadamente al 1% de la población de más de 50 años de edad. Existe una depleción de dopamina en el estriado, neurotransmisor sintetizado en las células de la sustancia negra. Además de la semiología descrita, es característica la facies inexpresiva, la marcha a pequeños pasos y con una aceleración progresiva (festinante), la postura encorvada y una inestabilidad. Estas manifestaciones motoras se acompañan de alteraciones cognitivas (deterioro que puede llegar a demencia) y emocionales (depresión). Existen otras enfermedades, como la de Wilson o la de Huntington, que pueden presentar un cuadro similar en algún momento de su curso. Ciertos medicamentos, en especial los neurolépticos, provocan a veces un cuadro de parkinsonismo que suele revertir al suprimirlos. La reducción de la excursión del movimiento, junto con la excesiva frecuencia de movimientos repetitivos en los músculos involucrados en el habla, conduce al concepto de disartria hipocinética. Las características más citadas por los diversos autores en los problemas del habla de los parkinsonianos son la debilidad de la voz, la disprosodia, la articulación defectuosa, la falta de inflexión, las pausas, las dudas y el habla en accesos. La hipofonía es típica en estos pacientes y en algunos se aprecia un decremento de la intensidad durante el curso del habla. Las frases tienden a ser cortas. A veces se aprecian aceleraciones breves del habla, separadas por pausas. El examen de la función laríngea revela una reducción de la eficiencia fonatoria debido a una falta de flexibilidad y de control de los movimientos laríngeos. Clínicamente, se traduce por una monotonía del tono con reducción del énfasis. El tono es bajo y existen dificultades en el inicio del habla, además de pausas inapropiadas. En cambio, la exploración laringoscópica no revela ninguna disfunción aparente. Aunque menos prominentes que los cambios prosódicos, también se evidencia una imprecisión articulatoria y un decremento en la inteligibilidad del habla. La

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variabilidad en el ritmo articulatorio es típica, como lo es una aceleración progresiva similar a la marcha festinante. Estos fenómenos no se observan, sin embargo, en todos los pacientes. Ocasionalmente, se produce la repetición compulsiva de frases o palabras (palilalia), o reiteraciones de sonidos. La calidad de la voz es a veces ronca.

Hipercinesias La influencia predominante del estriado y del cerebelo sobre la corteza motora parece ser inhibitoria. El estriado y el núcleo subtalámico se proyectan sobre el tálamo a través de las fibras palidotalámicas. A su vez, el cerebelo accede al mismo sistema vía el núcleo rojo del mesencéfalo. La proyección inhibitoria hacia la corteza motora se realiza mediante fibras originadas en el núcleo ventrolateral del tálamo. La explicación más simple deduce que las hipercinesias son el resultado de un fallo de inhibición de la corteza motora por las estructuras anteriormente comentadas. Las alteraciones articulatorias observadas en estos trastornos resultan de la imposición sobre la musculatura del habla, que efectúa una actividad proposicional, de movimientos involuntarios irrelevantes y excesivos. Todas las funciones motoras básicas —respiración, fonación, resonancia y articulación— pueden verse afectadas de forma sucesiva o simultánea. No es posible predecir su ocurrencia en el tiempo. Comentaremos a continuación algunos de los trastornos hipercinéticos del movimiento más relevantes.

Corea Un movimiento coreico es una acción muscular aislada, única, que produce una sacudida descoordinada de la cara, el tronco o las extremidades. Afecta usualmente a la parte distal de las extremidades, aunque la musculatura proximal también queda involucrada. Ocurre en reposo, pero tiende a incrementarse con el uso de la parte implicada. Como síndromes coreicos prototípicos citaremos la enferm edad de Huntington. La mayoría de los autores han descrito alteraciones del habla en estos pacientes, y el grado de variabilidad de los cambios es uno de los signos más citados. Puede observarse la presencia de hipernasalidad, la imprecisión en los sonidos consonánticos y el acortamiento de las frases, lo que indica la interferencia con la función palatofaríngea y articulatoria. Los sonidos vocálicos también se distorsionan. Es frecuente que la fonación se vea afectada dando una voz ronca, con excesivas variaciones de intensidad y emisión forzada de los sonidos. El flujo de la expresión oral es irregular y sincopado. La variabilidad del tono muscular en la corea altera especialmente la prosodia. En consecuencia, los sonidos e intervalos entre las palabras se prolongan, el énfasis se torna excesivo o reducido y existe un ritmo alterado con silencios inadecuados.

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Atetosis La atetosis hace referencia a movimientos involuntarios, serpenteantes y lentos de una o más articulaciones, a menudo incluyendo partes del cuerpo completas. Muchas veces los movimientos son mixtos con coreas, y se denominan coreoatetosis. Las contracciones espasmódicas irregulares del diafragma y de otros músculos que contribuyen a la respiración confieren a la voz un carácter áspero y emitida a sacudidas. El habla de estos pacientes presenta una gradación variable que abarca desde una disartria severa a una discreta distorsión articulatoria en los movimientos linguales. Los problemas respiratorios y fonatorios son frecuentes. El tono tiende a ser monótono y existen vocalizaciones de intensidad excesiva. También la inteligibilidad del habla se resiente al producir con menos precisión vocales, diptongos y consonantes.

Temblor Ésta es una forma rítmica de movimiento anormal que resulta en una acción regular, siguiendo un patrón de oscilación, en una articulación. Se suele clasificar en temblor de reposo, postural o de actitud e intencional. El temblor esencial, de tipo postural, puede provocar una vibración de la voz. Es fácilmente audible cuando el paciente prolonga el sonido vocálico [a]. Cuando el temblor es severo, se producen rítmicamente interrupciones de la emisión de la voz, aunque en algunos casos pueden ser irregulares. Este último fenómeno es más característico de las disfonías espásticas.

Distonía La distonía es un movimiento involuntario anormal, relativamente lento y sostenido. Es el mantenimiento de una postura alterada o anormal, el sine qua non de la distonía. Estos movimientos de torsión, sin patrón y poderosos, pueden afectar tanto a la musculatura axial como a la apendicular, pero tienden a ser preferentemente proximales. La distribución puede ser generalizada, como en la distonía muscular deformante, o bien permanecer segmentaria, como en la tortícolis espasmódica. Los fármacos neurolépticos, además de una forma de corea bucofaciolingual, pueden provocar tanto distonías agudas en el inicio del tratamiento como distonías tardías. Cuando la distonía es generalizada o afecta a la musculatura del habla, la fonación de estos pacientes se caracteriza por interrupciones, rudeza y producción de la voz con esfuerzo. Algunas veces hay una excesiva variación en la intensidad de la voz. Secundariamente, el ritmo disminuye y las frases se acortan. Las interferencias espasmódicas debidas a los movimientos distónicos se revelan en distorsiones vocálicas y consonánticas. Sin embargo, la disrupción articulatoria es irregular. Los trastornos prosódicos son similares a los presentes en las coreas.

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Destacan la disminución tonal, la hipernasalidad, las inspiraciones audibles y el temblor de la voz.

Disartrias mixtas Muchos procesos patológicos cerebrales, como tumores, inflamaciones, traumatismos, accidentes vasculares, enfermedades degenerativas o desmielinizantes, afectan a múltiples sistemas motores en niveles distintos. Es, por tanto, frecuente que las disartrias asociadas a estas enfermedades sean mixtas, en el sentido de que poseen patrones de disfunción del habla que combinan las características de los sistemas motores implicados. Aunque los cuadros que pueden dar estos trastornos son muy numerosos, comentaremos a continuación algunas enfermedades como ejemplo.

Enfermedad de la motoneurona. Parálisis bulbar progresiva Esta enfermedad se caracteriza por la degeneración, de causa desconocida, de las células del asta anterior medular de los núcleos motores del tronco cerebral y de los tractos corticoespinales. Clínicamente, se aprecia una progresiva atrofia muscular, combinada con signos sugestivos de afectación piramidal. Cuando los músculos inervados por el bulbo raquídeo están afectados primero, se denomina parálisis bulbar progresiva. Se presenta de forma insidiosa y en la edad adulta. La afectación de la musculatura bulbar, simultáneamente, consecutiva a la de las extremidades o como forma de inicio, interesa especialmente la lengua, el paladar y los músculos extrínsecos de la faringe y la laringe. El habla se modifica debido a la paresia de los labios, la lengua y el paladar. La capacidad de pronunciar las consonantes labiales y dentales se ve afectada primero. Al final, el habla puede hacerse ininteligible. Debido a que esta enfermedad incluye una degeneración progresiva, tanto de la motoneurona superior como de la inferior, el habla de estos pacientes comparte las características de la disartria bulbar (flácida) y de la disartria pseudobulbar (espástica). Sobresale la articulación defectuosa de vocales y consonantes, la hipernasalidad junto con rudeza y la emisión forzada en tonos bajos, además de una importante disrupción de la prosodia.

Esclerosis múltiple La EM es una enfermedad desmielinizante del SNC, de causa desconocida, con un largo período de latencia y con tendencia a afectar a adultos jóvenes. En la mayoría de los casos, el inicio se da entre los 20 y los 40 años. La incidencia es algo mayor en las mujeres. Se caracteriza clínicamente por episodios de alteración focal de los nervios ópticos, la médula espinal y el cerebro, que remite en grado variable y con tendencia a recurrir. Las lesiones predominan en la sustancia blanca. Su

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tamaño varía desde un milímetro a varios centímetros. Se distribuyen al azar en el SNC. Es característica su localización periventricular, especialmente alrededor de los ventrículos laterales. Datos epidemiológicos y de laboratorio sugieren como etiología la intervención de un factor externo, posiblemente un virus, que actuaría en la infancia para producir posteriormente una reacción autoinmune que atacaría la mielina del SNC. En la mayoría de los pacientes se presenta de forma intermitente. En otros, la enfermedad es lentamente progresiva desde el inicio. Muchos de los primeros acaban entrando en una fase progresiva en el curso de la evolución. Aunque se citan como características de la EM la disartria y el habla «escandida», éstas no se presentan siempre. Cuando existe disartria, sus componentes pueden acercarse a la disartria atáxica o a la espástica. La gravedad suele relacionarse con el grado de afectación neurológica y es más evidente cuando implica a varios sistemas motores. Las desviaciones del habla más prominentes son la alteración en el control de la intensidad, la rudeza de la voz y la articulación defectuosa. Existen muchas otras patologías que producen lesiones multifocales o difusas que ocasionan una disartria mixta. Estudiando las características clínicas de cada enfermedad se pueden discernir combinaciones de componentes atáxicos, espásticos, flácidos o discinéticos en la disartria de estos pacientes.

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Tratamiento de las disartrias Si se considera la disartria como un defecto en la producción articulatoria de las palabras (con omisión, sustitución o deformación de sonidos verbales), el tratamiento logopédico tendrá como objetivo corregir este defecto tratando de mejorar la articulación. Los síntomas se han de ordenar jerárquicamente dentro del cuadro de cada paciente. Por ejemplo, en un paciente con enfermedad de Parkinson, el síntoma principal del habla puede ser un volumen de voz inadecuado, y el principal síntoma neuromuscular, una rigidez del tronco (aparte de que además tenga un temblor). Si se trata la rigidez mediante fisioterapia, podrán aplicarse con mayor eficacia los ejercicios verbales enseñando al paciente a usar un volumen de voz más alto. La importancia de los síntomas en el tratamiento de las disartrias depende de su influencia en la ininteligibilidad del habla. No será necesario modificar los síntomas que influyen poco en la medida que no molesten al paciente y a su facilidad comunicativa. Los cambios que hay que conseguir en los síntomas van dirigidos a los siguientes campos: postura, tono y fuerza muscular, respiración, fonación, resonancia, articulación y prosodia.

Postura, tono y fuerza muscular Son tres elementos básicos para el habla. La postura en un paciente disártrico puede ser normal o anormal. En cada caso se valorará si la modificación de la postura del paciente va a influir positivamente en la calidad de su habla. La postura se puede mejorar con ayuda de aparatos y prótesis. En caso de paresia de los músculos implicados en la respiración (torácicos, abdominales y diafragma) y de temblor, la posición de tendido supino puede mejorar el habla al proporcionar una mayor estabilidad a los músculos. También puede mejorarse la postura para estos músculos, en la paresia, mediante fajas protésicas y, sobre todo, mediante gimnasia de brazos. En algunos casos de parálisis velofaríngea, en que hay un escape de aire nasal en la fonación, se colocan prótesis para elevar el velo del paladar. El exceso de movimiento, en la hipercinesia, se puede aprender a controlar colocando al paciente un pequeño objeto entre los dientes que será preciso sujetar mientras articula la palabra. Los movimientos de la lengua pueden mejorar modificando la postura de la cabeza (hacia delante o hacia atrás). El tono muscular en la espasticidad y en la rigidez puede mejorarse aplicando los métodos tradicionales de relajación. En la hipertonía moderada se aplica el método de masticar, incrementando la base fisiológica de la masticación, primordial en el movimiento del habla. En la hipotonía y en la parálisis se estimula al paciente para que incremente el esfuerzo del habla y prolongue la

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duración de los sonidos. Se procura una postura adecuada en la que el paciente pueda empujar con los brazos apoyados hacia abajo para aumentar la energía del movimiento del habla. Para aumentar la fuerza se realizan ejercicios repetitivos (protrusión de la lengua y la mandíbula; elevación de la lengua y el paladar; extensión, apertura y cierre de los labios), forzando al máximo la acción muscular en cada movimiento sin que el paciente llegue a agotarse, pero llegando al límite de sus posibilidades. El terapeuta opone resistencias con los dedos contra la mandíbula y los labios, respectivamente. También se usan corchos o botones de distinto calibre que el paciente ha de sujetar con los labios contra la oposición del terapeuta, que tira de un hilo sujeto al corcho. Los ejercicios con la lengua son pasivos al principio (protrusión y elevación). En el paladar blando se lleva a cabo masaje y estimulación. Los músculos de la respiración requieren ejercitación fisioterapéutica.

Respiración El paciente disártrico suele quejarse de que tiene que hacer grandes esfuerzos para coger suficiente aire para hablar, de que no puede hablar alto o de que se queda sin aire al hablar. La parálisis y la distonía se manifiestan en una reducción del volumen global debido a la dificultad para adoptar la posición de contracción del diafragma y la protrusión del abdomen en la inspiración (tal como debe ser en la normalidad), o por una imposibilidad de realizar una inspiración rápida aumentando la capacidad torácica sin recurrir a la elevación de los hombros. En algunos casos, la mecánica respiratoria asociada a la fonación puede estar muy poco alterada y la detección de la anomalía puede requerir una exploración cuidadosa. Excepto en la patología de médula espinal, en la que el déficit de la respiración es la única anormalidad importante, en general se ha de valorar la importancia del trastorno respiratorio respecto al conjunto de los síntomas. Pero, en general, si se trata de una limitación respiratoria significativa para el habla (por distonía o parálisis), el tratamiento se inicia mejorando la respiración. Como base, se refuerzan los músculos del tronco mediante fisioterapia y se aumenta la capacidad general de esfuerzo del paciente. Se comienza entrenando al paciente a controlar la espiración, presionando durante un tiempo previamente determinado, usando un manómetro graduado para el control. Progresivamente se van aumentando la presión y la duración hasta alcanzar valores normales. También es posible controlar la espiración emitiendo sonidos verbales aislados e incrementando la duración mientras se mantiene su intensidad y su calidad sonora. Una vez que se alcanza el máximo de espiración estable en tareas no verbales, se empieza a practicar en el habla emitiendo series de sonidos intermitentes, aumentando poco a poco el número en

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la serie, combinando vocales y consonantes y tratando de mejorar la calidad (no sólo la duración). Más adelante se practican estas series con distinta entonación y variando también el volumen, enlazando con el factor prosódico del habla. Se modifica, si es el caso, la respiración clavicular y la tensión del cuello y la cara mediante una faja que cubra el abdomen y parte del tórax. Asimismo, se modifica, de nuevo si es necesario, la postura. Se inspira con más frecuencia, es decir, diciendo menos sílabas en cada espiración. De este modo han de mejorarse también la voz y la resonancia.

Fonación El déficit laríngeo produce anomalías en la voz (disfonía, voz destimbrada, reducción de la tesitura tonal o cambios de tono al hablar, según el tipo de déficit neuromuscular responsable). En la parálisis laríngea, el paciente tiene una tos débil y una voz estrangulada. Para evaluar la coordinación de los movimientos laríngeos, se pide al paciente que emita una vocal prolongada variando de tono sin modificar el volumen, y que emita aire sin voz al principio, haciendo sonar ésta poco a poco. En la disartria espástica hay una hiperaducción laríngea y en la parálisis flácida, una hipoaducción, mientras que en la disartria atáxica los movimientos están mal coordinados. Cuando la voz es estrangulada, se intenta relajar los músculos supralaríngeos (masaje manual en la zona de los músculos hioideos). A continuación se pronuncian sílabas, palabras y frases. Si mejora la voz, se puede practicar una sesión de relajación al empezar cada sesión de tratamiento. Si hay una parálisis flácida total, el paciente hará un gesto brusco hacia abajo al producir los sonidos verbales (comenzando por sonidos explosivos), tratando de controlar el aire expulsado forzando al máximo la acción del esfínter laríngeo. De forma gradual, se van utilizando cadenas de sílabas. Estos ejercicios de esfuerzo no se llevan a cabo en los pacientes espásticos ni en la m iastenia gravis.

Resonancia La paresia y la descoordinación velofaríngea dan lugar a una hipernasalidad, al escapar el aire por la nariz al hablar. La nasalización se constata al pronunciar sílabas y palabras que tienen consonantes no nasales y se determina en qué puntos articulatorios se evidencia el problema. Si la hipernasalidad es importante, o si influye en el trastorno de otros procesos del habla, se puede tratar de reforzar la musculatura velofaríngea mediante la aplicación de corrientes eléctricas que estimulen el pilar anterior del paladar, o bien mediante masajes (de dirección anteroposterior y mediolateral) en el paladar blando mientras el paciente intenta elevarlo acompañando una producción

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verbal. El masaje se realiza con la yema del dedo índice ejerciendo un tacto muy suave. Los estímulos que se seleccionan para ejercitar la resonancia son, al principio, consonantes explosivas y vocales graves, y para más adelante se dejan las agudas y las otras consonantes. Hay anomalías de la resonancia que se deben a una mala postura de la lengua, en este caso se tratarán siguiendo los ejercicios propios de la articulación.

Articulación Para evaluar la articulación, se examinan la lectura en voz alta y el habla espontánea, teniendo en cuenta que la articulación de algunos sonidos puede ser normal en palabras aisladas y mala en el lenguaje seguido. Hay que detectar los sonidos fáciles y los difíciles según su posición en la secuencia hablada y también de qué modo el lenguaje espontáneo condiciona los errores de pronunciación. También se evalúan la fuerza, la coordinación y la rapidez de movimientos y la simetría de los órganos oroarticulatorios, así como el déficit neuromuscular subyacente. En la hipotonía y en la espasticidad puede haber una normalidad total o casi total en algunos de estos aspectos, pero estar limitadas tanto la fuerza como la amplitud del movimiento. En la ataxia y en la enfermedad de Parkinson habrá lentitud y descoordinación, pero también una debilidad y un ritmo acelerado, dando un aspecto confuso a los movimientos. El tratamiento de la articulación en la disartria es seguramente más difícil que en otros trastornos. Según el paciente y el síndrome, puede variar mucho el síntoma. Síntomas similares pueden obedecer a causas distintas. La finalidad del tratamiento sobre la articulación es mejorar el control de la producción de los sonidos del habla en el lenguaje proposicional, dentro de los límites que permita el soporte fisiológico de que disponga el paciente. Se selecciona un sonido al que se asocian unos apoyos visuales, gestuales y gráficos que muestran al paciente cómo se realiza ese sonido, cuál es el movimiento y la posición correcta para ejecutarlo. El paciente disártrico sabe cómo se realiza el sonido (no lo ha olvidado, como es el caso del apráxico del habla). Por causa de un cierre inapropiado o de una descoordinación a lo largo del tracto vocal, omite o, en general, distorsiona la sonorización. Es importante considerar el contexto fonético de tal o cual sonido (su posición respecto a los sonidos que están próximos en la palabra). Se comienza ejercitando aquellos sonidos que resulten más fáciles para el paciente. Hay que proceder siguiendo un orden de dificultad creciente y comparar siempre el sonido-modelo con el sonido-error, así como con otro sonido similar (p. ej., PA/BA). A través de estos contrastes, el paciente aprende a evaluar la precisión de su articulación. El terapeuta debe no sólo conocer los rasgos distintivos de los sonidos verbales, sino también saber transmitir al paciente estas cualidades

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distintivas de un modo plástico y sensorial, añadiendo cuantas imágenes e imaginación sean necesarias. Los errores de fricación de sonidos explosivos pueden deberse, en unos casos, a descoordinación o debilidad; en otros casos, los sonidos fricativos, por el contrario, los produce el paciente con explosividad; por ejemplo, una [s] puede sonar como una [t] si el paciente hace contactar la punta de la lengua con los alvéolos dentarios, en lugar de ejercer sólo una leve aproximación a ellos. En estos casos, además de mostrar los contrastes entre sonidos, puede ser útil modificar la velocidad del habla y el tiempo de articulación. En este aspecto, el tratamiento de la articulación requiere compartir otros procesos del habla, especialmente la prosodia. No hay que identificar la disartria exclusivamente como un trastorno de la articulación sino como un déficit del habla, de cuyo sistema total la articulación es un proceso resultante. En este sentido, al tratar la articulación se insiste más en movimientos del habla que en posturas estáticas, más en sílabas que en sonidos aislados.

Prosodia El habla del paciente disártrico puede estar alterada en el tono, el volumen y sus cambios respecto al contexto de la expresión. También pueden estar alterados la acentuación, el ritmo, la duración de los sonidos y la situación y duración de las pausas. Si se mejoran los aspectos prosódicos, mejorará la inteligibilidad del habla, incluyendo ganancia en la articulación; por ejemplo, las sílabas enfatizadas siempre se articulan mejor. Las alteraciones del tono se tratan siguiendo las pautas para las disfonías. En cuanto al volumen, en general se trata de que el paciente se conciencie de que ha de ampliar su capacidad física, su extensión corporal, cogiendo mayor cantidad de aire en la inspiración y emitiendo sílabas con consonantes explosivas, abriendo la mandíbula para vocalizar más. Si llega a conseguir algunas vocalizaciones con más volumen, de un modo estable, se intenta con otras tratando de aproximarse al modelo de las primeras. La velocidad del habla es difícil de modificar sin hacerlo de un modo insistente y sistemático. El ritmo del habla tiene dos componentes: el tiempo de articulación y el de pausas; es decir, el tiempo empleado en la producción articulatoria de sonidos y el de silencio, respectivamente. Este último es el que se comienza a modificar en el tratamiento, haciendo pausas más largas, más frecuentes y en el lugar adecuado dentro del discurso. Los pacientes disártricos suelen —instintivamente— tratar de mantener la velocidad y el ritmo del habla como antes, lo que repercute en detrimento de su inteligibilidad. Excepto en algún caso, cuyo tem po es lento y se beneficiaría de una aceleración, por lo general hay que enlentecer su habla, convenciéndoles de la necesidad de actuar así; deben aceptar que, aunque su pensamiento funcione tan

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bien como antes, su lengua no puede seguir ahora el ritmo de su pensamiento, y, por tanto, es mejor que no hablen deprisa. Es preferible ganar inteligibilidad aunque haya que hablar de un modo peculiarmente lento; es mejor hablar despacio que con esfuerzo. Para ayudar al paciente a modificar la velocidad de su habla, se le hace leer desplazando lentamente una tarjeta sobre la línea de lectura, visualizando sólo palabra por palabra, lo que le obliga a leer más despacio. Las lecturas tendrán, preferentemente, muchas consonantes explosivas. Se utiliza un metrónomo, cuyo golpe se hace coincidir con la sílaba que se ha de enfatizar. Estas ayudas se abandonan cuando el paciente aprende a hablar más lentamente. El tiempo de articulación puede modificarse con ayuda de un aparato de audición retardada (DAF), colocando un intervalo de retraso de unos 50 milisegundos. En los pacientes con parálisis flácida no se usa este procedimiento. La articulación se trabaja enfatizando la sílaba que se quiere corregir, dentro del discurso, es decir, dándole un tono más alto, mayor intensidad y duración. Se instruye al paciente para que enfatice determinadas sílabas y no otras, proporcionándole el modelo que debe imitar. Más adelante se le motiva para que siga marcando contrastes enfáticos, así como contrastes de entonación en el lenguaje espontáneo.

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CAP ÍTULO 19

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Disfemias A. Fernández-Zúñiga

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Introducción Las faltas de fluidez son habituales en los inicios del desarrollo del lenguaje cuando los niños están aprendiendo a hablar. Sin embargo, cuando estas disfluencias son recuentes y poco usuales, puede ser una señal de alarma de un tartamudeo incipiente. La tartamudez se manifiesta por una forma de hablar interrumpida con alteraciones de la fluidez que afectan a la continuidad, al ritmo y a la velocidad del habla. Estas dificultades se presentan con una frecuencia inusual y consisten en repeticiones de sonidos, palabras o frases, prolongación de sonidos, bloqueos o pausas inadecuadas en el discurso. En ocasiones pueden aparecer signos de esfuerzo o movimientos asociados al habla, en alguna parte del cuerpo (Van Riper, 1982; APA, 2002; Guitar, 2006). Estas alteraciones no son voluntarias, ni conductas aprendidas; no obstante, después de que la persona está experimentando dificultad de fluidez pueden aparecer conductas aprendidas para no tartamudear, tales como hacer fuerza o evitar hablar. De la misma forma, es característico que el paciente no presente el problema en todas las ocasiones y que estos cambios en la fluidez varíen en frecuencia e intensidad según diferentes situaciones y factores individuales (p. ej., hablar en momentos de estrés comunicativo, dirigirse a un grupo, hablar bajo presión de tiempo o responder a preguntas directas). Asimismo, es habitual que el tartamudeo desaparezca de forma clara en determinadas circunstancias que rodean al sujeto mientras está hablando, en función de diferentes variables, como la actitud del interlocutor, el tema de conversación o la emoción que sienta. Así, un tartamudo puede hablar fluido generalmente estando solo y no mostrar dificultad cuando se dirige a niños pequeños o a animales de compañía, o también cuando se expresa con una cierta entonación o canta.

Inicio y evolución El inicio del problema se encuentra, en la mayoría de los casos, entre los 2 y los 5 años y en el 90% antes de los 6 años (Andrews, 1984; Yairi y Ambrose, 1992; Yairi, 2005). En estos primeros años, la dificultad puede variar y suele ser fluctuante, evolucionando en períodos fluidos y «picos» de mayor alteración del habla. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, estos períodos fluidos se van acortando y el tartamudeo se va haciendo más estable. Asimismo, en la infancia temprana, el problema tiene una clara tendencia a remitir espontáneamente (hasta una cuarta parte) entre el año y medio y los 2 años posteriores a su inicio, y sin intervención profesional. Cabe resaltar que en muchos casos persiste el tartamudeo ya que la recuperación espontánea no suele

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producirse después de los 5 años de edad o cuando el niño lleva tartamudeando un año o más de tiempo. Por otra parte, no se cuenta con indicadores fiables de qué niños se recuperarán. En función de estos datos, la investigación y la evolución del trastorno indican la importancia de intervenir lo más tempranamente posible para prevenir el problema, sin esperar a que remita (Yairi y Ambrose, 1992; Ambrose et al., 1997). Las alteraciones que el niño muestra en las primeras etapas generan en los padres una gran preocupación y habitualmente tienden a ayudarle con indicaciones de cómo hablar. Por efecto de estas llamadas de atención y actitudes negativas del ambiente, el tartamudeo tiende a aumentar y a aparecer una tensión asociada a situaciones de comunicación. Cuando se alcanza la edad escolar, existe un riesgo mayor de que el problema se afiance. En torno a la edad de 7 años, el desarrollo de la capacidad cognitiva permite al niño tomar conciencia de sus dificultades para hablar fluidamente. El niño empieza a percibir su tartamudeo y tiende a reaccionar hacia la dificultad, de la misma forma que lo suelen hacer las personas de su entorno. Estas consecuencias inciden en el desarrollo de conductas y sentimientos negativos hacia su forma de expresarse, lo cual es habitual que lo relacione con determinadas situaciones de comunicación. Estas circunstancias complican el problema y contribuyen a su generalización a diferentes ámbitos de la vida del niño (Van Riper, 1982; Bloodstein, 1995; Guitar, 2006). De esta forma, la fluidez puede atravesar por ciclos irregulares de mejora y empeoramiento y llegar a la adolescencia o la edad adulta. En los adultos, la tartamudez está cronificada y es usual la anticipación y el temor a no poder expresarse, eludir situaciones de comunicación, patrones de tensión y esfuerzo al hablar y altos niveles de ansiedad. La asociación de estas conductas dificulta aún más la expresión del adulto, que con la influencia de factores ambientales y psicosociales van conformando un trastorno complejo, que comprende problemas motores del habla, aspectos cognitivos, emocionales y sociales, ocasionando, con frecuencia, un deterioro en la vida social y emocional de la persona (Van Riper, 1982; Starkweather et al., 1990; Bloodstein, 1995; Mansson, 2000).

Prevención Ante esta perspectiva a largo plazo del trastorno, es fundamental detectar estas alteraciones en los primeros años. Los estudios longitudinales y la clínica indican la importancia de prevenir la cronificación del problema lo más tempranamente posible. La detección de las dificultades de fluidez, en los primeros momentos de su aparición, facilita una recuperación más rápida del habla fluida, que si se dejan pasar los años. Los estudios indican que la superación del trastorno en la primera infancia (3 a 6 años) es alta y puede alcanzar un 82%, si el profesional

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proporciona orientaciones a los padres antes de que el niño tenga 5 años de edad. Las pautas se refieren a qué actitud mantener ante el problema y los recursos para manejarlo en casa. Por el contrario, si la evaluación se retrasa (después de los 5 años de edad), las posibilidades de desaparición del problema disminuyen a un 37%. De igual forma, cuando se evalúa al niño poco tiempo después de haber empezado a tartamudear (de 1 a 4 meses del inicio del problema), favorece la evolución. Sin embargo, la recuperación es más difícil cuando se tarda en evaluar al niño (un año y medio después de empezar a tartamudear), (Starkweather et al., 1990; Yairi y Ambrose, 1992; Bloodstein, 1995; Fernández-Zúñiga, 2005; Yairi y Ambrose, 2005).

Señales de alarma Por tanto, para la detección de estas faltas de fluidez se describen algunos de los errores que pueden ser atípicos e indicar un tartamudeo incipiente (cuadro 19-1), y se tendrá en cuenta si se presentan con frecuencia en más de un 10%, en el lenguaje espontáneo del niño, de 100 palabras. C u a d r o 1 9 - 1 Señales de alar m a en los t r as t or nos

de la fluidez • Repeticiones de sonidos: «a…a…a…a…aquí». • Repeticiones de sílabas: «pe…pe…pe…lota». • Más de dos repeticiones de palabras cortas: «pero…pero…pero…pero dím elo». • Alargamiento de un sonido: «eeeeeeese coche». • Bloqueos o interrupción del flujo de aire. • Palabras partidas: «m ira el pira…ta», «telé…fono». • Esfuerzo y tensión al hablar. • Movimientos asociados al habla en la cara o el cuerpo. • La velocidad rápida del habla. Cambio de volumen o de tono. • Preocupación del paciente o de los padres por la forma de hablar. • Temor o ansiedad asociada al habla por parte del paciente o de los padres. • Evitación del habla.

Cuando se observen este tipo de alteraciones es necesario acudir a un profesional, especialista en problemas del habla y el lenguaje.

Pronóstico 565

Los datos de las investigaciones y la clínica coinciden en que el tartamudeo tiene un mejor pronóstico si se evalúa y se interviene de forma temprana, mientras que la permanencia de las dificultades de fluidez (un año después de su comienzo) es un factor negativo para desarrollar un trastorno más severo y crónico (Starkweather et al., 1990; Ambrose et al., 1997; Fernández-Zúñiga, 2005).

Incidencia La incidencia de la tartamudez se estima en un 5% de la población infantil preescolar, y la prevalencia, en un 1% en los escolares y menor en los adultos, lo cual indica que a lo largo de la vida de la persona el tartamudeo tiende a remitir y no es frecuente la aparición de casos nuevos después de la infancia (12 años). Asimismo, la prevalencia respecto al sexo también es significativa; el problema se presenta con mayor frecuencia en niños que en niñas, con una relación de 3 a 1. (Andrews, 1984; Yairi y Ambrose, 1992; Mansson, 2000). El trastorno se ha observado en distintos niveles intelectuales, en todas las lenguas, culturas y niveles sociales, mientras que no se han encontrado diferencias significativas con respecto al tipo de personalidad (Bloodstein, 1995; Guitar, 2006).

Etiología El origen de la tartamudez es una pregunta que padres y profesionales se hacen ante las características y fluctuaciones del problema. Históricamente se han propuesto distintas explicaciones, y aunque hoy en día la amplia investigación no ha llegado a proporcionar una evidencia de las causas del tartamudeo, sí ha permitido conocer diferentes variables relacionadas con el origen y el mantenimiento del problema, lo cual ha facilitado su tratamiento. Por otra parte, en los estudios existe un amplio acuerdo en que la dificultad no procede de la imitación de los padres o de otras personas que tartamudean, ni que los padres sean los causantes del trastorno, como tampoco es un síntoma de un problema emocional o psicológico, o relacionado con una dificultad intelectual (Bloodstein, 1995; Yairi y Ambrose, 1992; Guitar, 2006). Actualmente, investigaciones con neuroimagen funcional han evidenciado disfunciones neurológicas en relación con la tartamudez. Estos estudios aportan gran cantidad de datos sobre diferencias en la actividad cerebral entre las personas que tartamudean y los hablantes fluidos. Una de las alteraciones se refiere a la activación del hemisferio derecho en zonas homólogas del lenguaje y el habla del hemisferio izquierdo que usan los hablantes no tartamudos. Igualmente, se ha encontrado que los sujetos que tartamudean tienden a tener tiempos de reacción más lentos en tareas sensoriomotoras, especialmente cuando los estímulos son lingüísticamente complejos. Realizando tareas secuenciales motoras y auditivas

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motoras también son más lentos y menos precisos. Igualmente, en las personas con tartamudez se han encontrado alteraciones neuromusculares de los movimientos del habla, desfases temporales y dificultades en la planificación y ejecución motora (Ingham, 2003). Los diferentes hallazgos apuntan a alteraciones multifocales del funcionamiento cerebral que implican regiones corticales, clásicamente asociadas al lenguaje y a áreas motoras. Las anomalías aparecen con el cerebro en reposo y se relacionan con déficits en el funcionamiento del lenguaje y del control motor del habla (De Nil, 2004; Neumann et al., 2005). Recientemente, otra teoría con base fisiológica plantea la relación de la tartamudez en adultos con altos niveles de dopamina, lo cual puede producir alteraciones a nivel motor y conductual (Maguire et al., 2000). Es difícil determinar en qué medida estas alteraciones neuroanatómicas cerebrales observadas en adultos que tartamudean son el resultado del inicio del problema o una consecuencia del mismo tartamudeo mantenido en el tiempo. Además, se desconocen las características de estas disfunciones neurológicas y si están presentes en todos los casos que desarrollan un tartamudeo persistente a lo largo de la vida; o, por el contrario, esta alteración inicial puede incidir en el desarrollo de la tartamudez de forma gradual, cuando interactúan diferentes factores, como alteraciones en el desarrollo normal del habla y el lenguaje, el ambiente familiar del niño o su temperamento. No obstante, el desarrollo cerebral en los niños está estrechamente relacionado con la estimulación que reciben del ambiente, de forma que una conducta alterada puede ocasionar cambios neurológicos que se mantienen posteriormente, y, a su vez, la plasticidad del cerebro del niño permite que determinados cambios en la conducta puedan modificar características neurológicas. Algunos estudios reflejan la normalización de las funciones cerebrales del habla y el lenguaje, después de la realización de la terapia del tartamudeo (Neumann et al., 2005). Estos datos apuntan a la importancia de intervenir en la primera infancia. Del mismo modo, el tartamudeo se ha relacionado con factores genéticos dada la alta incidencia familiar. En las familias de tartamudos, el trastorno es tres veces más común que en las de los no tartamudos, y se presenta también en un alto porcentaje en gemelos (90%). Aunque los estudios descartan el problema como hereditario, existe un amplio acuerdo en atribuir una predisposición a adquirir la tartamudez y a que se pueda transmitir genéticamente, aunque es posible que deba interactuar con factores ambientales para que se desarrolle el trastorno (Bloodstein, 1995; Felsenfeld, 1997; Curlee y Siegel, 1997; Neumann et al., 2003; Guitar, 2006). Por otro lado, también se ha atribuido el tartamudeo al resultado de experiencias de aprendizaje temprano, por procesos de condicionamiento clásico (a sonidos y palabras) y operante, en los intentos de solucionar o evitar el tartamudeo en las situaciones de comunicación. Estos aspectos ambientales

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aprendidos también deben interactuar con los factores biológicos. Asimismo, se ha estudiado ampliamente la relación del trastorno con variables lingüísticas, en especial por el momento de amplio desarrollo del lenguaje en que el niño empieza a tartamudear y las dificultades que aparecen en la fluidez cuando aumenta la demanda de recursos lingüísticos (Starkweather et al., 1990; Bernstein Ratner, 1997). Además, la evidencia indica que, como grupo, los niños y los adultos disfluentes muestran un temperamento más sensible o emocionable, lo cual puede hacer que les afecten más factores ambientales de estrés y responder con mayor tensión muscular, influyendo así en el desarrollo del trastorno (Guitar, 2006). En resumen, diferentes datos con base científica indican que la tartamudez es un trastorno complejo y multifactorial, en el que pueden coexistir distintos subgrupos del problema, con diferentes etiologías. Es probable la implicación de factores genéticos, orgánicos y ambientales, como la cognición, la emoción, el lenguaje y las habilidades motoras del niño.

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Evaluación El objetivo de la evaluación es hacer un estudio individualizado del problema y fijar objetivos de intervención. La selección de las variables que hay que evaluar depende del modelo teórico que se tenga sobre la adquisición, el desarrollo y los factores implicados en la tartamudez. Esta perspectiva proporciona una guía para la evaluación, así como las diferentes áreas que se abordan posteriormente en el tratamiento (Starkweather et al., 1990; Rustin et al., 1996; Fernández-Zúñiga, 2005; Curlee y Siegel, 1997). La evaluación comienza delimitando las características del tartamudeo y de los aspectos asociados, las conductas desarrolladas en relación con los problemas de comunicación, emocionales y cognitivos como el temor, la anticipación negativa o la evitación de la expresión. De este modo, se explora tanto la capacidad del paciente en el control de los procesos orales y motores como el grado de tensión muscular que aparece al hablar. Además, se descartan dificultades lingüísticas en los diferentes componentes (léxico, organización sintáctica y aspectos pragmáticos, memoria verbal, etc.). Especialmente, esta área es significativa en los niños preescolares, ya que con frecuencia aparece relacionado con retraso del lenguaje, problemas fonológicos, dificultades de evocación o habilidades limitadas de estructuración del discurso. Se valoran igualmente posibles problemas asociados al tartamudeo, patología neurológica o psicológica, problemas de ansiedad o escasa habilidad social. En el caso de existir otros trastornos, se debe remitir al paciente a otro profesional para recibir el tratamiento adecuado (Curlee y Siegel, 1997; Bloodstein, 1995). En los niños pequeños, conocer el nivel de desarrollo general es una información relevante, así como el nivel cognitivo en los mayores y los adultos. También es necesario valorar las actitudes de los padres ante el problema de su hijo y las reacciones que muestren ante sus dificultades. Aunque la conducta de los padres no es la causa de la falta de fluidez del niño, sí es un factor básico en el mantenimiento del problema (Guitar, 2006). En todos los casos es imprescindible conocer el medio en que se desenvuelve el niño o el adulto, el grado de distorsión que le supone el tartamudeo y valorar las diferencias que puedan existir en diferentes situaciones de comunicación. Una vez finalizado el proceso de evaluación, se concluye con un diagnóstico, valorando la gravedad, el pronóstico del trastorno y, finalmente, especificando los objetivos de la intervención. También se realiza un diagnóstico diferencial distinguiendo el tartamudeo de otras alteraciones de la fluidez verbal, como el retraso del lenguaje, el farfulleo o el tartamudeo asociado a factores neurológicos (Ambrose y Yairi, 1997; Fernández-Zúñiga, 2005). A lo largo de la terapia se realizan regularmente diferentes reevaluaciones para valorar los avances y revisar los objetivos.

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Plan de evaluación Se establece un plan de evaluación y con diferentes procedimientos. Comienza la elaboración de la historia clínica con una entrevista con el paciente, adulto, adolescente o niño (escolar) y, además, con los padres de los niños.

Entrevista En la entrevista se obtienen los datos más importantes, como: • Descripción del problema actual. Inicio y evolución del mismo. • Descripción del tipo de errores (repeticiones, bloqueos, prolongaciones). • Situaciones que aumentan o disminuyen la dificultad (jerarquía de situaciones). • Conductas y actitudes del paciente hacia el tartamudeo. • Grado de preocupación o ajuste y afectación de la comunicación. • Atribución de sus dificultades. • Alteración emocional, autoestima. • Motivación hacia el tratamiento. • Recursos para evitar el tartamudeo e intentos de solución. Reacciones y conductas del paciente y de los padres hacia el problema. • Conductas de evitación. Habilidades sociales. • Enfermedades o trastornos (neurológicos, psicológicos, de ajuste psicosocial o del lenguaje). • Antecedentes familiares (especialmente de tartamudez o de lenguaje). • Información (académica, social y laboral). • Tratamientos anteriores, tipos y resultados obtenidos. En los niños, además, se obtienen datos con respecto a: • Desarrollo general y lingüístico y otras habilidades. • Antecedentes de embarazo y parto. • Grado de conciencia del problema. Repercusiones en la vida diaria. • Nivel de ansiedad de los padres. • Dinámica y relaciones familiares, organización diaria. Pautas educativas, especialmente en preescolares; conducta del niño en la casa. • En general, detectar situaciones de tensión o conflicto; problemas de conducta. • Historial escolar.

Cuestionarios y registro de conductas Igualmente, se utilizan instrumentos como cuestionarios, autoinformes y registros. Éstos permiten evaluar distintos aspectos de la fluidez y la comunicación, poderlos cuantificar, revisar y observar avances en la terapia. Los registros reflejan las anotaciones del mismo paciente sobre su desempeño verbal y los padres registran observaciones sobre la fluidez o la conducta del niño. También son útiles para obtener información de los padres y profesores fuera de la terapia (Fernández-Zúñiga, 2005; Fernández-Zúñiga y Caja, 2008).

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Igualmente son efectivos los cuestionarios o escalas que valoran otros aspectos asociados al problema (ansiedad, pensamientos, autoestima, asertividad), en especial en los adultos (Fernández-Zúñiga y Caja, 2008; Orgiles et al., 2009). Se utilizan diferentes procedimientos para evaluar el habla, el lenguaje y la conducta del paciente. Uno de ellos es la m uestra de habla espontánea. Por medio de la grabación de muestras se valoran las dificultades del lenguaje y el habla utilizando distintos tipos de tareas y estímulos lingüísticos y comunicativos. En el habla contextualizada, el apoyo de imágenes o secuencias (descripción) o la lectura facilitan la expresión, mientras que para obtener una muestra representativa del habla espontánea es preciso recurrir a actividades naturales, como narrar o contar una historia y mantener una conversación. En el caso de niños pequeños es imprescindible seleccionar una situación de juego adecuada a la edad. También es conveniente observar las diferencias entre distintos interlocutores, y en el caso de los niños, además, registrar la interacción con los padres en una situación lúdica. Estas situaciones se graban en vídeo y se transcriben (al menos 100 palabras de dos muestras, o bien de una de 300 palabras, para una mayor fiabilidad). Estos resultados se comparan para observar diferencias entre situaciones e interlocutores (p. ej., la narración del niño con el terapeuta y el juego con los padres). El análisis se realiza en función de criterios cualitativos y cuantitativos (repetición de sonidos, sílabas o palabras, bloqueos, prolongaciones de sonidos, tensión) con una puntuación final, en porcentaje, del número de errores y del número total de palabras de la muestra (cuadro 19-2) (Fernández-Zúñiga y Caja, 2008). Asimismo, se observan otros aspectos asociados: ansiedad, evitación del habla, pensamientos y creencias con respecto al tartamudeo, etc. C u a d r o 1 9 - 2 A nális is de la m ues t r a del habla en

la evaluac ión de la dis fluenc ia (Fer nández- Zúñiga y Caja, 2008) Tipos de errores N.° repeticiones • Sonidos: • Sílabas: • Palabras: • Frases: N.° total de repeticiones: N.° bloqueos: Duración: N.° prolongación de sonidos: Duración: N.° particiones de palabras: Frecuencia:

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N.° total de errores % / 300 = Total Porcentaje de errores % =

Conductas asociadas Movimientos asociados, describir: Tensión, esfuerzo, ansiedad: Habla rápida: ……………………………

Factores emocionales Evitar hablar: Frustración: Ansiedad:

Factores cognitivos Pensamientos anticipatorios, preocupación:

Porcentaje de errores en la muestra

Con estos datos se establece el nivel de gravedad, en función del porcentaje de disfluencias, el esfuerzo que realiza para hablar, los movimientos asociados a la dificultad del habla (factores fisiológicos, emocionales y cognitivos) y se valora según alguna escala de gravedad (Wingate, 1976; Riley, 1994 y 1997; Onslow y Packman, 2001).

Perfil de interacción Con los niños se utiliza una grabación en vídeo del niño con el padre o/y madre, donde se observa la relación entre ellos (Rustin et al., 1996; Fernández-Zúñiga, 2005).

Ensayo de patrón de habla Para evaluar los efectos a corto plazo de un patrón de habla diferente, se pide al paciente el uso de diferentes técnicas (habla lenta, inicio suave, prolongación, cuchicheo, etc.) para comprobar el grado de control de la fluidez que consigue para utilizarlo en el entrenamiento posterior.

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Elaborar una jerarquía de situaciones De cara a la intervención y para valorar la influencia de variables ambientales y personales, se construye con el paciente (y, además, con los padres si son niños pequeños) una graduación de las dificultades que encuentra al hablar, en situaciones de comunicación (sociales, escolares, laborales), personas, temas o circunstancias en las que aumentan o disminuyen las dificultades de fluidez y las conductas relacionadas. Se insiste en la importancia de evidenciar tales fluctuaciones de la fluidez, ya que permiten establecer grados de dificultad, graduar los objetivos de tratamiento, secuenciarlos en el tiempo (a corto y largo plazo) y valorar los avances en la terapia (Fernández-Zúñiga, 2008; Guitar, 2006). En el caso de niños pequeños, las creencias de los padres son un aspecto crucial en el mantenimiento del problema por las actitudes y reacciones que puedan tener hacia las disfluencias y la conducta del niño.

Conclusión y diagnóstico Con los datos obtenidos se analiza funcionalmente el problema y se diagnostica. Se fija el tipo de intervención indirecta o directa y los objetivos individualizados del tratamiento. Éstos se fijan conjuntamente con el adulto o el adolescente. Con los padres del niño se programan estrategias y orientaciones tanto para la casa como para el colegio. En los niños, especialmente los preescolares, la colaboración y la receptividad hacia la terapia por parte de los padres son dos factores de buen pronóstico en el tratamiento, mientras que el nivel de ansiedad que presenten es un factor negativo (Starkweather et al., 1990).

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Tratamiento El tratamiento de la tartamudez ha evolucionado de forma significativa desde hace años, gracias a las múltiples investigaciones procedentes de la medicina, la psicología y la patología del lenguaje. Aunque la necesidad de intervenir tempranamente todavía no está muy extendida entre los profesionales y la población general, los amplios conocimientos sobre el trastorno permiten su tratamiento desde las primeras manifestaciones y con resultados altamente positivos (Starkweather et al., 1990; Onslow y Packman, 2001; Curlee y Siegel, 1997; Prins e Ingham, 2009; Guitar, 2006; Kelman y Nicholas, 2008). El abordaje terapéutico varía según la edad del paciente; con niños preescolares de 2 a 6 años, generalmente se lleva a cabo una intervención indirecta, con una participación significativa de los padres; con niños mayores (de 7 a 12 años) se interviene de forma directa, por la capacidad cognitiva del niño que favorece tomar conciencia del problema. En el caso de los adolescentes y los adultos, la intervención se adapta a las características personales, sociales y laborales. Se han descrito programas de intervención, con diferentes orientaciones, para los distintos niveles de edad, que han resultado ser efectivos en el tratamiento de la tartamudez. Se citan algunos de ellos por los resultados positivos que se han descrito (Prins e Ingham, 2009; Guitar y McCauley, 2010).

Intervención temprana en preescolares Con la intervención temprana (de 2 a 5 años) se ha evidenciado un alto nivel de recuperación del trastorno. Diferentes programas estructurados proponen cómo intervenir sobre el tartamudeo temprano, la mayoría de forma indirecta, por medio de los padres, modificando el ambiente que rodea al niño y creando las condiciones facilitadoras para que su expresión sea fluida. La mayoría de estas terapias preventivas tienen una base teórica y de investigación que apoya la efectividad del tratamiento (Guitar y McCauley, 2010): • Programa de Interacción padre-hijo, Palin (Kelman y Nicholas, 2008). • Prevención del Tartamudeo e Intervención Temprana (Starkweather et al., 1990; Gottwald y Starkweather, 1995). • Programa Lidcombe (Onslow y Packman, 2001). Todos los programas promueven la fluidez en el niño, aunque con estrategias diferentes. Los dos primeros a través de una terapia indirecta con el niño y, de forma paralela, proporcionando orientaciones a los padres. Estas orientaciones se centran en modificar la forma de interactuar y comunicarse con el niño; no reaccionar a las disfluencias, adaptar su lenguaje, disminuir la velocidad del habla, utilizar un lenguaje sencillo, reducir las preguntas y desarrollar actitudes hacia el habla que faciliten su expresión (cuadro 19-3). Con respecto a aspectos ambientales, establecer un tiempo diario de comunicación y juego, mantener

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rutinas estables, disminuir la presión de tiempo y trabajar en la disminución de la ansiedad de los padres. Estos objetivos, entre otros, se establecen semanalmente con los padres y el clínico, y se organizan las tareas para realizar en la casa con el objeto de conseguir gradualmente un medio tranquilo y favorecedor de la comunicación (Starkweather et al., 1990; Rustin et al., 1996; Fernández-Zúñiga, 2005; Guitar, 2006), C u a d r o 1 9 - 3 O r ient ac iones s obr e c óm o hablar al

niño en c as os de dis fluenc ia • Mantener la calma ante las disfluencias. Esperar a que termine, sin acabar las frases. • Hablar despacio, con pausas, sin apresurarse, para ser un buen modelo a imitar. • Usar un lenguaje sencillo (vocabulario y frases) de acuerdo con la edad del niño. • Atender al niño cuando habla. Mostrar interés en la conversación. • Atender al tema de conversación, no a la forma en que habla. • No realizar muchas preguntas directas. Usar comentarios en la conversación. • No dar recursos o indicaciones de cómo hablar. • No poner al niño en situaciones que le sometan a presión para hablar bien. • No decir al niño que tartamudea o que tartajea. • Si el niño expresa frustración por su falta de fluidez, mostrar serenidad y, con naturalidad, decirle que a veces pasa y que «alguna vez a mí también me ocurre».

Por otra parte, en el programa Lidcombe, aunque comparte algunos de los objetivos, la intervención es directa con los padres y el niño conjuntamente. El terapeuta instruye en sesión a los padres para que realicen en casa una actividad diaria, de juego semiestructurado, y establezcan comunicación con el niño. En esa situación observan el habla del niño, valoran el grado de dificultad y realizan un refuerzo contingente sobre el habla fluida, y en ocasiones le advierten de sus disfluencias. Las sesiones son semanales y conjuntamente con los padres, el niño y el terapeuta; en ellas se valora el grado de fluidez, se comenta la actividad realizada y se les van dando pautas y un modelo de cómo ponerlo en práctica en la casa durante las sesiones lúdicas (Onslow y Packman, 2001).

Intervención con escolares 575

En este período de edad, el niño suele ser consciente de sus dificultades y al llevar varios años tartamudeando es habitual que el problema esté afianzándose; por tanto, suele ser más complicado conseguir la fluidez que en la etapa anterior. Por este motivo, las diferentes terapias combinan diversas técnicas y abordan objetivos más amplios, centrados tanto en conseguir un habla fluida y mejorar las actitudes hacia la comunicación, como en reducir las reacciones del niño y de las personas de su ambiente. De la misma forma, se promueve la reducción de las limitaciones que el niño tenga para comunicarse en diferentes situaciones. Todos los programas planifican la manera de trasladar fuera de la sesión los recursos aprendidos. Normalmente, los programas terapéuticos proponen intervenir en tres ámbitos: con el niño de forma directa, con los padres y el colegio. El domicilio y el entorno escolar son importantes para la terapia porque son los contextos donde el niño se desenvuelve y puede generalizar los aprendizajes. Para controlar el habla se enseña al niño a reducir la frecuencia y la intensidad del tartamudeo. Generalmente, la intervención se basa, entre otros, en el m oldeado del habla, que tiene como objetivo incorporar una nueva forma de hablar, creando un patrón de habla fluido. Este patrón se caracteriza por la combinación de un habla lenta, prolongada y suave, controlando la respiración y reduciendo la acumulación de la tensión. Esta forma de habla diferente se moldea utilizando las técnicas que favorecen la fluidez, para que el niño disponga de un recurso útil para evitar las disfluencias. Esta nueva forma de hablar permite al niño utilizarla en diferentes situaciones, favorece la habituación y aumenta su confianza. Este tipo de habla y las técnicas se ensayan en la sesión y gradualmente se van aplicando en distintos contextos naturales donde el niño suele expresarse. Las diferentes técnicas se detallan en el cuadro 19-4. C u a d r o 1 9 - 4 T éc nic as de c ont r ol del habla

ut ilizadas c on m ás f r ec uenc ia en c as os de dis fluenc ia (Fer nández- Zúñiga y Caja, 2008) • Dism inución de la velocidad del habla: se trata de reducir el número de palabras por emisión, ralentizando fuertemente el habla. • Com ienzo suave: se inicia el habla de forma suave con una espiración estable y gradual de la fonación. • Habla prolongada: se produce el habla prolongando los sonidos con una transición lenta entre ellos. • Contactos articulatorios leves: realizar movimientos de los músculos articulatorios lentos, prolongados y relajados. Al minimizar la tensión en la articulación se reduce el tartamudeo. • Habla rítm ica: consiste en sincronizar las sílabas y palabras siguiendo un ritmo.

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• Dism inución de la longitud y la com plejidad: con la disminución de la longitud y la complejidad de las frases, la probabilidad de que aparezca el tartamudeo es menor. • Seguim iento y habla en coro: seguir el habla de otra persona retrasándose unas sílabas de su emisión. Al adaptarse al habla de otra persona se disminuyen las disfluencias. • Cancelación: ante una palabra tartamudeada, parar intencionadamente para intentar decirla de nuevo y, a continuación, continuar hablando. • Control de la respiración: el control y la regularización de la respiración ayudan a disminuir el tartamudeo. No se usa como técnica aislada. • Retroalim entación auditiva dem orada (RAD): cuando se retarda artificialmente la retroalimentación auditiva del habla, la fluidez se altera gravemente. Prolongando la duración del sonido y haciendo una transición lenta entre sonidos y sílabas se contrarrestan los efectos de la RAD y disminuye el tartamudeo. • Relajación: la relajación es un antagonista de la respuesta de ansiedad y tensión. Con la aplicación de la relajación, las disfluencias tienden a desaparecer. • Desensibilización: es la reducción de la respuesta de ansiedad por medio de la relajación en presencia del estímulo que lo provoca. Se usa para afrontar situaciones de habla temidas.

Otro método básico en la intervención es la m odificación del tartam udeo, que pretende eliminar las respuestas condicionadas al habla, de anticipación, ansiedad o evitación, y reemplazarlas por otras conductas más adecuadas a la comunicación con base en los principios del aprendizaje (Van Riper, 1982). Se establecen métodos conductuales (desensibilización) para conseguir hablar gradualmente en diferentes situaciones, de forma calmada y sin un esfuerzo innecesario. Asimismo, se controlan las reacciones de tensión y fuerza al hablar y se enseña al niño a reducir la tensión local en los bloqueos. Por otro lado, con frecuencia se utilizan técnicas cognitivas para que el niño modifique la perspectiva negativa que interfiere en la expresión (pensamientos irracionales, anticipación negativa, etc.) y favorezca una actitud positiva hacia la comunicación. En la intervención con escolares de mayor edad, el control del habla se combina con técnicas de reestructuración cognitiva y se implementan habilidades sociales y de comunicación (Rustin et al., 1996; Prins e Ingham, 2009; Guitar, 2006; Runyan y Runyan, 1986, 1999, 2007; Murphy et al., 2007;

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Fernández-Zúñiga y Caja, 2008; O’Brian et al., 2008; Guitar y McCauley, 2010).

Aspectos lingüísticos Para la mayoría de los niños que tartamudean, la fluidez es mayor cuando las demandas lingüísticas son menores. Existe evidencia de que la fluidez se ve afectada en función de la cantidad de recursos lingüísticos que requiera su producción. Por ello, en las sesiones terapéuticas se controla el nivel de la expresión y se aumenta el grado de dificultad lingüística progresivamente, advirtiendo al niño de la importancia de atender a este aspecto en sus expresiones (Bernstein Ratner, 1997; Curlee y Siegel, 1997; Guitar, 2006).

Orientaciones a los padres En la terapia con escolares, los padres también son una parte esencial. Se les proporciona orientaciones de cómo manejar el problema en casa y cómo ayudar al niño a ser fluido. Con la guía del terapeuta se facilitan, en sesiones regulares, las técnicas de control del habla, la actitud ante la comunicación, la forma de hablar de sus dificultades y de generar autoestima y confianza. La práctica del niño en la sesión se traslada al domicilio familiar para la generalización de los objetivos. Con ello los padres modifican conductas y actitudes negativas hacia el tartamudeo y van reduciendo su nivel de ansiedad (Starkweather et al., 1990; Rustin et al., 1996; Fernández-Zúñiga y Caja, 2008; Guitar, 2006; Guitar y McCauley, 2010).

Intervención en el colegio Con el colegio se establece una coordinación con el profesor, de forma que el clínico obtenga datos del niño en el ambiente escolar y, por otro lado, se proporcione información al tutor sobre la actitud y el manejo de las dificultades del niño. La receptividad y la colaboración del profesor es un apoyo básico para el tratamiento y la generalización.

Generalización En todos los programas terapéuticos está prevista la generalización de los recursos aprendidos en el contexto natural del niño. La práctica ensayada en la sesión se traslada progresivamente, con la ayuda de los padres y los profesores, al ambiente del niño en función de la dificultad que muestre en diferentes situaciones (jerarquía) (Bloodstein, 1995; Bernstein Ratner, 1997; Curlee y Siegel, 1997; Guitar, 2006; Guitar y McCauley, 2010). Diferentes programas de intervención se han demostrado eficaces en el tratamiento del problema en la edad escolar (Prins e Ingham, 2009). La mayoría se centran específicamente en conseguir un habla fluida, siguiendo las estrategias y técnicas citadas (Modelo Integrado: Guitar, 2006 Guitar y McCauley, 2010 Runyan y Runyan, 1986, 2007; Fernández-Zúñiga y Caja, 2008; O'Brian et al.,

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2008). Asimismo, muchos de ellos incorporan también técnicas conductuales de refuerzo de la fluidez a través de los padres (Lidcombe, O'Brian et al., 2008), o bien especifican pautas concretas o «reglas de fluidez» que el niño debe aprender para poner en práctica cuando tartamudea y conseguir un habla fluida y natural (Reglas de Fluidez: Runyan y Runyan, 1986, 2007). Por otra parte, algunos métodos se basan en la combinación de técnicas de habla con el soporte de técnicas cognitivo-conductuales para abordar el trastorno y los problemas asociados (Habla suave junto con Terapia cognitivo-conductual: Craig et al., 1996; Murphy et al., 2007).

Intervención con adultos Con la permanencia de las dificultades de habla, el adulto ha ido condicionando conductas persistentes de tensión, esfuerzo y evitación. Además, los sentimientos, actitudes negativas y creencias sobre su tartamudez suelen estar generalmente muy afianzados. Por ello, para la eficacia del tratamiento es necesario combinar todos los factores implicados y generar estrategias distintas. La cronificación del problema requiere establecer en el paciente una nueva forma de hablar, con un patrón alternativo que le ayude a tener un recurso fiable para controlar la fluidez. El tipo de habla debe mantener la prosodia y la naturalidad para que pueda utilizarla de forma adaptativa en diferentes situaciones de la vida real del paciente. (Van Riper, 1982). Para los adultos también existen programas de tratamiento estructurados con referencias de resultados positivos. La intervención planteada para los adultos insiste en la importancia de terapias intensivas y en el mantenimiento de éstas a largo plazo (Tratamiento Integrado: Guitar, 2006; Programa Camperdown: O'Brian et al., 2008; Programa Fluency Plus: Knoll et al., 2010). Asimismo, al comenzar el tratamiento es preciso favorecer la motivación hacia el cambio y plantear al adulto la necesidad de reducir el temor y la evitación de situaciones de comunicación. El afrontamiento de estas situaciones debe ir acompañado de la utilización continuada del patrón, que favorecerá la habituación. Además, esta forma de control del habla se apoya en el uso de diferentes técnicas y recursos expresivos que posibiliten la reducción de las disfluencias. Igualmente, el adulto debe ser consciente del tipo de dificultades que experimenta, describirlas y analizarlas, para saber cómo interfieren en la producción normal del habla. Se proporcionan recursos para el control de dichas dificultades, evitar los bloqueos, repeticiones, prolongaciones, etc. Esta terapia sobre la fluidez debe ser intensiva y sistemática para que el adulto aprenda y afiance una nueva forma de habla fluida. El trabajo clínico incluye programar el traslado de estas habilidades fuera de la sesión, así como la forma de mantenimiento con apoyo a largo plazo. Para el control del condicionamiento de respuestas de ansiedad y evitación de

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situaciones, el moldeado de la fluidez del habla resulta insuficiente. Distintos programas incluyen, paralelamente al control del tartamudeo, estrategias de control cognitivo conductual, como la reestructuración cognitiva (O'Brian et al., 2008; Knoll et al., 2010), para modificar las ideas y los pensamientos adversos hacia la comunicación. Igualmente, con frecuencia se añaden a la terapia técnicas de relajación para reducir la ansiedad, ya que el adulto suele presentar síntomas fisiológicos asociados al habla (como sudoración de las manos, tensión muscular, alteración de la frecuencia cardíaca, alteración de la respiración, etc.). Se ha evidenciado que una elevada tensión muscular general y en los órganos fonoarticuladores está relacionada con bloqueos, esfuerzo y falta de fluidez al hablar (Starkweather et al., 1990; Bloodstein, 1995; Guitar, 2006). Por tanto, las técnicas de relajación no se entrenan aisladas, sino que deben trabajarse unidas a la aparición de la tensión y las disfluencias para su control. De la misma forma, el adulto con una tartamudez cronificada suele presentar relaciones sociales reducidas o dificultades en la asertividad o defensa de sus derechos frente a otros. Estas limitaciones requieren estrategias terapéuticas específicas, también en combinación con las técnicas del control del habla, para aumentar los recursos e intercambios sociales. En estos casos, los grupos terapéuticos permiten ensayar, además de observar otros modelos sociales, de habla y afrontar la comunicación. Otro enfoque terapéutico que últimamente está generando más interés es el uso de fármacos en pacientes con tartamudez. La investigación muestra que la medicación que altera la dopamina y/o GABA (ácido gamma-aminobutírico) puede tener efectos beneficiosos sobre el tartamudeo. Aunque esta vía farmacológica se sigue investigando, no se plantea como tratamiento de eliminación del problema sino como apoyo al tratamiento del habla (Maguire et al., 2000; Guitar y McCauley, 2010).

El éxito de la intervención En resumen, para asegurar el éxito de la intervención en niños y adultos es necesario tener en cuenta las siguientes variables: • Fijar metas a corto y largo plazo, que gradúan la consecución de objetivos en función de los recursos que se van adquiriendo, valorar los avances para mantener la motivación. • Ajustar las expectativas de mejora o recuperación; con el niño y con los padres, y con el adulto. Habitualmente las expectativas son altas, de mejora rápida, y se deben ajustar según el caso. Los tiempos varían en función de cada caso, pero con frecuencia la intervención se prolonga, especialmente en adultos, más de un año. En las terapias tempranas, los tiempos pueden ser más cortos, de meses, y dilatarse más en escolares. • Mantener la motivación es fundamental ya que el tratamiento generalmente

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suele prolongarse y sobre todo en el caso de adolescentes o adultos. Ir alcanzando metas parciales facilita la motivación. • Favorecer una participación activa. Con la implicación activa en el tratamiento el paciente ira adquiriendo una sensación de control sobre su problema. • La práctica continuada y la regularidad son necesarias para persistir en un trabajo constante y regular, planificando sesiones regulares, semanales. • El patrón de habla que hay que entrenar, además de mejorar la fluidez, debe resultarle al paciente (niño o adulto) un habla natural, no mecánica o «robótica», para que pueda emplearla en su ambiente habitual. • Enseñar el uso de diferentes técnicas de reducción del tartamudeo para aumentar los recursos del paciente y poder aplicarlos, de manera adaptativa, en diferentes momentos. • Trasladar la responsabilidad del control del habla gradualmente al paciente. Durante la terapia, la colaboración y la participación en las tareas dentro y fuera de la sesión deben recaer sobre el paciente. Es necesario favorecer, especialmente en los niños mayores, la autonomía en colaboración con los padres. • La eficacia del tratamiento en adultos es posible si la intervención en el control del habla no se aísla de los factores psicológicos (Sangorrín, 1994). • Otros tratamientos. Existen diversas terapias y recursos para el tartamudeo persistente, como la terapia grupal, entrenamientos intensivos, o aparatos o dispositivos electrónicos de retroalimentación auditiva demorada (Speech easy) que se pueden programar. • Generalización. Cualquier programa de intervención es imprescindible que incluya el traslado de lo aprendido en la sesión a diferentes circunstancias comunicativas reales donde el paciente presenta dificultades. Se programan tareas para el domicilio y, gradualmente, en otros contextos. • Graduar el alta. Con la generalización de los objetivos marcados y la disminución del tartamudeo, en la mayoría de las situaciones se plantea una reducción de la frecuencia de las sesiones, que pasan de semanales a quincenales y mensuales y, finalmente, antes de dar el alta definitiva, se establece un seguimiento entre 6 y 12 meses para controlar la evolución (Guitar, 2006; Fernández-Zúñiga, 2005). • Prevenir recaídas. No debe interrumpirse el tratamiento bruscamente y hay que hacer un seguimiento de la evolución y de posibles recaídas. • Profesionales especializados. El tratamiento en todos los niveles de edad requiere la intervención de clínicos especializados dentro de la psicopatología general y del lenguaje (Sangorrín, 1994). Igualmente, hay que tener en cuenta que, especialmente en los adultos, la incorporación a la terapia de profesionales especializados, coordinados (psicólogo y logopeda o psiquiatra), es a veces necesaria para abordar diferentes aspectos del trastorno.

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CAP ÍTULO 20

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Afasias J. Peña-Casanova, R.M.ª Manero, F. Diéguez-Vide and G. Sánchez-Benavides

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Introducción Definición La afasia constituye la alteración del lenguaje expresivo y/o receptivo a causa de una lesión cerebral adquirida. Los trastornos observados en la afasia van más allá del lenguaje oral. También están afectados la lectura (alexia), la escritura (agrafia) y otros procesos cognitivos relacionados como el cálculo, la memoria de trabajo verbal o la atención.

Etiología y epidemiología La afasia puede deberse a cualquier etiología médica o quirúrgica que afecte al parénquima cerebral en las zonas relacionadas directa o indirectamente en el procesamiento del lenguaje (accidentes vasculares, tumores, traumatismos, infecciones, enfermedades degenerativas, etc.). La etiología más frecuente es el accidente cerebrovascular, que a su vez constituye el trastorno neurológico más frecuente y grave, llegando a ser la tercera causa de muerte en los países industrializados. Las cifras de incidencia de la afasia a accidente cerebrovascular agudo se sitúan entre el 21 y el 38% (revisiones citadas por Berthier et al., 2013). Los infartos isquémicos constituyen alrededor del 80% de los accidentes cerebrovasculares. En casos de demencia vascular, la afasia constituye el segundo síntoma más frecuente. En los sujetos con dominancia manual derecha, la afasia es prácticamente siempre secundaria a lesiones del hemisferio izquierdo. La afasia cruzada (afasia consecutiva a lesiones del hemisferio derecho en un diestro) acontece entre un 2 y un 10% según los autores. Topografía de las lesiones Las lesiones que generan los cuadros afásicos pueden ser, como se ha dicho, de distinta naturaleza etiológica y pueden tener distintas topografías. Las lesiones típicas —en el sujeto diestro— afectan al hemisferio izquierdo, aunque, como también se ha comentado, excepcionalmente pueden situarse en el hemisferio derecho. Las topografías típicas son las descritas en los distintos tipos de afasia: cortezas perisilvianas y yuxtaperisilvianas, así como las formaciones anatómicas adyacentes como la sustancia blanca subyacente a la corteza o la periventricular, los ganglios de la base y la cápsula interna. Obviamente, las lesiones pueden ser únicas y bien definidas, pero también pueden ser múltiples y/o mal definidas. No es lo mismo una afectación cerebral por un accidente vascular isquémico que la presencia de múltiples infartos embólicos por patología cardíaca. Los gliomas cerebrales tienen un estatus especial

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debido al proceso infiltrante que los caracteriza, que distorsiona la anatomía y que puede generar fenómenos de plasticidad. Los meningiomas condicionan fenómenos de compresión y distorsión anatómica, así como edema subyacente.

Impacto personal y social La afasia es probablemente la mayor secuela o limitación, la mayor «invalidez», desde el punto de vista personal, social o económico, causada por una lesión cerebral (Létorneau, 1991). Las capacidades lingüísticas constituyen una parte integral del individuo, vehiculan su pensamiento y su comunicación con el entorno. Es explicable que la adaptación a una pérdida de lenguaje brusca implique numerosos ajustes emocionales y cognitivos. La rehabilitación de la afasia debe, por tanto, cumplir simultáneamente dos objetivos: aumentar las capacidades lingüísticas del paciente y ayudarle a enfrentarse a su nueva situación, reconstruyendo la confianza en sí mismo.

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Clasificación clínica de las afasias A lo largo de la historia de la afasiología, la exploración del lenguaje en los afásicos ha permitido definir diversos cuadros clínicos, caracterizados por los trastornos más evidentes y por los mecanismos lingüísticos conservados. Tradicionalmente se consideran los siguientes tipos: afasia de Broca, afasia de Wernicke, afasia de conducción, afasia sensorial transcortical, afasia motora transcortical, afasia amnésica (nominal), afasia global y afasias mixtas. Los síndromes afásicos se acostumbra a catalogarlos en dos grupos en función de las características de la expresión verbal: afasias con lenguaje fluente o no fluente (tabla 20-1). La repetición también permite establecer una dicotomía entre afasias con una repetición normal o con una repetición alterada. Tabla 20-1 Características clínicas del lenguaje en relación con el concepto de fluencia verbal Lenguaj e no fluente Disminución global de la expresión. Mutismo y estereotipias posibles en fases iniciales o en cuadros graves Conciencia de la dificultad expresiva y presencia de reacciones catastróficas Esfuerzo en la articulación y dificultad en el inicio de la comunicación Disartria, anartria (desintegración fonética) Aprosodia, disprosodia Disminución de la longitud de la frase. Pausas Agramatismo (lenguaje telegráfico). Omisión de palabras de función A pesar de la reducción existe un alto contenido informativo Parafasias fonéticas Anomia. Mejora, en general, con ayudas fonémicas (anomia de producción motora) Frecuente presencia de hemiplejía

Lenguaj e fluente Volumen productivo normal o aumentado (logorrea) Posible anosognosia en fases iniciales Ausencia de esfuerzo articulatorio y de dificultad en el inicio de la comunicación Articulación normal Prosodia normal, con melodía normal Longitud normal de la frase. Posibles palabras de predilección Paragramatismo (disintaxia) Pobreza de contenido informativo a pesar de la fluencia Parafasias fonémicas y verbales (formales o semánticas). Neologismos Anomia. Puede expresarse en forma de «reducción cualitativa»: pausas, circunloquios o conductas de aproximación fonémica Ausencia de hemiplejía

En la tabla 20-2 se resumen las principales características de los distintos tipos de afasia. En el Anexo se presentan las principales características de estos cuadros afásicos mediante perfiles de disociaciones, según los subtest de lenguaje del Test Barcelona, y mediante cuadros que resumen los síntomas principales (DiéguezVide y Peña-Casanova, 2012).

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Tabla 20-2 Formas clínicas de afasia con sus correspondientes topografías y manifestaciones clínicas

Afasia de Broca Se caracteriza por el predominio de los trastornos de la expresión sobre los de la comprensión. La expresión es no fluida y existen diversas formas evolutivas que se concatenan con los conceptos de agram atism o y anartria (v. Anexo, cuadro A201 y fig. A20-1). Afasia de Wernicke Existe una profunda alteración de la comprensión verbal. La expresión suele ser logorreica y estar impregnada de transformaciones que conducen a la jerga (v. Anexo, cuadro A20-2 y fig. A20-2). Afasia de conducción Se caracteriza clínicamente por dificultades en la repetición. La expresión oral es fluente, con parafasias fundamentalmente fonémicas. La comprensión oral está poco alterada (v. Anexo, cuadro A20-3 y fig. A20-3). Afasia sensorial transcortical

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Constituye un cuadro similar a la afasia de Wernicke, pero en el que está preservada la repetición (v. Anexo, cuadro A20-4 y fig. A20-4). Afasia motora transcortical Se caracteriza por la falta de incitación verbal, sin que se aprecien trastornos de articulación ni denominación (v. Anexo, cuadro A20-5 y fig. A20-5); la repetición está relativamente preservada. Afasia anómica (nominal) Presenta como aspecto preponderante una falta de vocablo, con incapacidad de beneficiarse de las ayudas (v. Anexo, cuadro A20-6 y fig. A20-6). Su gran anomia plantea problemas neuropsicológicos específicos. Puede representar el estadio inicial de un proceso progresivo (degeneración o tumor) o también la secuela de un cuadro más complejo, generalmente una afasia de Wernicke o una afasia sensorial transcortical. Afasia global Se caracteriza por presentar, simultáneamente, los trastornos de expresión de una afasia de Broca en su forma más severa, y de comprensión de una afasia de Wernicke de similar nivel de gravedad (v. Anexo, cuadro A20-7 y fig. A20-7). Afasias mixtas Siguiendo la orientación de Lecours y Lhermitte, consideramos la afasia mixta como una forma intermedia entre los diversos cuadros afásicos típicos, que puede darse ya sea inicialmente o bien en el curso de la evolución de un trastorno afásico. A estas formas de afasia su puede añadir la afasia transcortical mixta, resultante de lesiones que preservan la zona perisilviana y que se caracteriza por la preservación aislada de la repetición (v. Anexo, cuadro A20-8).

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Procesamiento cognitivo: modelo de arquitecturas funcionales El modelo de clasificación tradicional de las afasias se fundamenta en agrupaciones de síntomas más o menos definidos en función de la localización de la lesión. Como alternativa a esta aproximación se plantea la necesidad de estudiar la patología del lenguaje en función de modelos sobre el funcionamiento verbal normal. Se trata, en consecuencia, de establecer una alternativa a la localización anatómica de la lesión para definir el defecto funcional que presenta el paciente. Esquemas como el de Ellis y Young (fig. 20-1) inciden en los pasos del procesamiento cognitivo normal y, aunque no se haga referencia explícita a la biología, su pertinencia biológica es patente. Cada uno de los componentes representados por cada una de las flechas que los unen constituyen elementos del procesamiento normal y, a su vez, una hipotética lesión de estos componentes dará manifestaciones clínicas específicas.

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FIGURA 20-1 Modelo de Ellis y Young (1988) sobre los procesos implicados en el lenguaje, la lectura y la escritura.

Cabe destacar, como crítica, que los modelos como el que a continuación se expondrá son bastante reduccionistas, no son ecológicos (no incluyen consideraciones psicolingüísticas ni del individuo) y, además, no se refieren a estructuras anatómicas. A partir del modelo de Ellis y Young (1992) se pueden plantear aspectos funcionales normales y su correspondiente alteración y expresión sintomatológica. Dado el interés de este esquema para el logopeda, en los párrafos subsiguientes se realizará una presentación relativamente pormenorizada del mismo añadiendo terminologías y consideraciones de Lecours et al. (1997). 1. La función del «sistema de análisis auditivo» permite manipular la información auditiva aferente y extraer los sonidos individuales del lenguaje. Esta tarea se realiza con independencia de la velocidad, del tipo de voz, del acento o de otras variables acústicas. Una lesión de este sistema afectaría selectivamente la capacidad de discriminación auditiva verbal y se alteraría en ciertos casos de «sordera verbal pura». El paciente tendría una dificultad en entender o repetir el lenguaje oral aunque sería capaz de hablar, leer y escribir correctamente. 2. El lexico de input auditivo (léxico logofónico de entrada, en terminología de

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Lecours et al., 1997) sería el depositario, en sus formas de origen auditivo, de las palabras que cada individuo es capaz de reconocer cuando las oye. Así pues, la función de este componente es reconocer las palabras habladas familiares. El reconocimiento de una palabra no implicaría el acceso a su significado. Para alcanzar el significado se requiere un paso más, la activación de la representación semántica específica en el seno del sistema semántico. La afectación del sistema de análisis auditivo daría lugar a un sujeto incapaz de reconocer muchas de las palabras oídas. Sería, empero, capaz de repetir las palabras a través de la vía directa (flecha 11). La producción verbal sería normal gracias a las salidas directas desde el sistema semántico hacia el léxico de output del habla (8) y el nivel fonémico. La lectura también estaría intacta. Este patrón sería el típico de algunos casos catalogados como «sordera para el significado de las palabras». 3. La conexión entre el lexico de input auditivo (léxico logofónico de entrada) y el sistema semántico (flecha 3) permite que las palabras oídas y reconocidas como familiares alcancen sus significados. La alteración de este acceso daría lugar a un cuadro clínico caracterizado por una normal capacidad en diferenciar palabras de pseudopalabras (logotomos); esto es, el sujeto sería capaz de realizar tareas de decisión léxica. A pesar de expresar sensación de familiaridad ente las palabras y rechazar los logotomos, el sujeto es incapaz de alcanzar el significado. Ciertos pacientes con afectación de este acceso, y que serían capaces de escribir al dictado palabras irregulares que son incapaces de comprender, reciben el nombre de afectados de «sordera para el significado de las palabras». Ciertos casos en los que presentan fallos en el acceso al significado de ciertas categorías de palabras reciben el nombre de «disfasia de acceso semántico». 4. El sistema semántico (conocimiento semántico, en terminología de Lecours et al.) es el componente en el que se representan los significados de las palabras. Se corresponde con la «memoria semántica» de muchos modelos sobre la memoria. La alteración del sistema semántico se puede observar en varias situaciones: en demencias, en casos particulares en que están afectadas determinadas categorías semánticas, en casos de afasia profunda y de dislexia profunda y de demencia semántica. La afasia profunda se caracteriza por parafasias semánticas en la repetición con imposibilidad de repetir pseudopalabras. Por su parte, la alexia profunda se caracteriza por la producción de parafasias semánticas en la repetición y una incapacidad en la lectura de pseudopalabras, con un efecto de imaginabilidad (mayor dificultad en la lectura de palabras abstractas). 5. El sistema de análisis visual tiene como función particular el reconocimiento de letras en palabras o en series que constituyen pseudopalabras, la codificación de cada letra en relación con su posición en el seno de la palabra, y (3) agrupar perceptivamente las letras que pertenecen a una palabra. La alteración de este nivel del procesamiento daría lugar a las llamadas «alexias

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periféricas» (v. cap. 21). 6. El léxico de input visual (léxico logográfico de entrada, en el modelo de Lecours et al.) constituye el almacén depositario de representaciones visuales de las palabras (formas escritas). En este sentido, el léxico logográfico de entrada es similar al léxico logofónico de entrada (léxico de input auditivo). Mediante la acción de este componente se pueden identificar series de letras como familiares (palabras) o como desconocidas (pseudopalabras). Al igual que en el caso del léxico de input auditivo, se pueden realizar tareas de decisión léxica para comprobar su capacidad funcional. La comprensión precisa un paso posterior: acceder al sistema semántico. La alteración del léxico de input visual (léxico logográfico de entrada) da lugar a fallos en el reconocimiento de palabras por proximidad morfológica (aspecto de dislexia visual). La alteración de este sistema no daría problemas en la lectura de palabras como «silla» o «farol», pero sí los podría causar en casos de palabras como «jeep» o «Hollywood». En muchos de estos casos, el paciente produciría frecuentes errores de regularización. Ciertos casos, conocidos con el nombre de dislexia de superficie, se atribuyen a la lesión del léxico de input visual (léxico logográfico de entrada). 7. La conexión entre el léxico de input visual y el sistema semántico permite realizar el acceso entre las formas visuales de las palabras y sus significados almacenados en el sistema semántico. La alteración selectiva de este acceso da lugar a una incapacidad en la comprensión de palabras escritas irregulares a pesar de que el paciente es capaz de realizar tareas de decisión léxica. La dislexia de acceso semántico se correspondería con este patrón. 8. El léxico de salida del habla (léxico logofónico de salida) constituye el almacén de las memorias de origen fonocinestésico de las palabras. Funcionalmente permite que la forma de las palabras habladas esté disponible. En la producción verbal, la activación de estas representaciones tiene lugar en respuesta a la acción del sistema semántico. Estas representaciones también se activan a partir de inputs procedentes del léxico de input visual (léxico logográfico de entrada). La afectación del léxico de salida del habla se produciría en pacientes anómicos con dificultad en evocar palabras cuyo significado estaría totalmente preservado. Estos pacientes serían capaces de evocar palabras de alta frecuencia y presentarían fenómenos de aproximación. La «jerga neologística» se relacionaría con este conjunto semiológico. 9. En el nivel fonémico estarían representados los sonidos distintivos del lenguaje. Estas memorias estarían codificadas con datos sobre la posición, al igual que las letras en el sistema de análisis visual. Las aferencias del sistema fonémico procederían del sistema de análisis auditivo, del léxico de salida del habla (léxico logofónico de salida) y del sistema de conversión grafema-fonema (vía periléxica de lectura). Este nivel también permite el deletreo de palabras no representadas

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en el léxico grafémico de salida. La afectación del nivel fonémico se puede observar en casos de afasia de Broca y, posiblemente, en ciertos casos de afasia de conducción. Un elemento semiológico típico de estos trastornos sería el cambio de fonemas en función de principios de similaridad. 10. La conexión bidireccional entre el léxico de salida del habla y el nivel fonémico pone de manifiesto la interacción funcional entre estos componentes. Esta bidireccionalidad explicaría rasgos semiológicos de ciertas parafasias. 11. La flecha que une el sistema de análisis auditivo con el nivel fonémico pone de manifiesto la conexión que permite la repetición sin tener que acceder a los léxicos de entrada y salida. Esta conexión constituye una vía directa. Esta conexión permitiría la repetición de pseudopalabras. La alteración de la vía directa se observaría en ciertos afásicos con síntomas como la «agnosia fonológica» y la «afasia profunda», en los cuales la repetición de pseudopalabras está más afectada que la repetición de palabras. 12. Representación de la posibilidad de feedback externo que permite controlar la propia producción verbal. En ciertas afasias con jerga neologística, la ausencia de control externo explicaría la incapacidad de detección del trastorno por el paciente. 13. En muchos modelos se representa una conexión directa entre el léxico auditivo de entrada (léxico logofónico de entrada) y el léxico de salida del habla (léxico logofónico de salida), esto es, saltando el componente semántico. Este componente funcional permite expresar la situación patológica de la posibilidad de transcodificación de las palabras oídas a palabras escritas sin que exista acceso a la semántica. 14. Conexión entre el léxico visual de entrada (léxico logográfico de entrada) y el léxico de salida del habla sin pasar por el componente semántico. La posibilidad de pacientes capaces de leer correctamente palabras irregulares sin extraer su significado se debería a la existencia de esta ruta. 15. Representación de un sistema de conversión grafema-fonema que permite la lectura de palabras familiares regulares y de pseudopalabras. La situación clínica llamada «alexia fonológica» se debería a la afectación de este sistema. En estos casos los pacientes leen mejor las palabras (regulares o irregulares) que las pseudopalabras. Este componente funcional también está gravemente afectado en casos de «alexia profunda». 16. Léxico grafémico de salida (léxico logográfico de salida, en terminología de Lecours et al.): este componente funcional representaría el almacén depositario, en sus formas de origen visuoqueirocinestésico de las palabras. Estarían representados los deletreos de las palabras familiares y se harían accesibles en el momento de la escritura. Su papel es muy importante en lenguas con escritura irregular en las que existen numerosos deletreos atípicos e impredecibles. La alteración de este sistema explicaría ciertas parafasias consistentes en errores

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en el deletreo. Los errores de entrada desde el sistema semántico darían lugar a parafasias semánticas como en el caso de la agrafia profunda. 17. Conexión entre el léxico de salida del habla y el léxico grafémico de salida. Esta conexión explicaría errores de escritura por similaridad acústica. 18. Representación de un sistema de conversión fonema-grafema. La vía de conversión grafema-fonema permite la lectura de palabras regulares y la de pseudopalabras plausibles. Un elemento central de la función de la conversión grafema-fonema es la aplicación de reglas con la consecuente regularización de las palabras irregulares. La regularización es una característica de los pacientes con agrafia de superficie en los que está alterado el léxico visual de entrada. En la disgrafia fonológica se altera específicamente la conversión grafema-fonema. 19. Nivel grafémico (v. cap. de alexias). Contenedor de la representación abstracta de las letras. 20. Nivel alográfico (v. cap. 21). 21. Patrones grafomotores (v. cap. 21). 22. Representación de la posibilidad de feedback externo que permite controlar la propia producción gráfica.

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Bases fisiopatológicas de la recuperación de la afasia La recuperación de funciones tras lesiones cerebrales es un hecho, pero los mecanismos que la hacen posible tan sólo se han empezado a reconocer en los últimos tiempos (Greenwood et al., 2003; Stuss et al., 2008). En este ámbito cabe destacar la importancia de los mecanismos de recuperación celular (Larner y Sofroniew, 2003), de neuroplasticidad de los tejidos del sistema nervioso (Cohen y Hallett, 2003; Kolb y Gibb, 2008) y de compensación (Dixon et al., 2008). Según la organización funcional del lenguaje en que se sustente, la afasia puede ser vista como una pérdida que requiere reaprendizaje o como una interferencia, superable mediante estimulación. Von Monakov acuñó el término de diasquisis para referirse al efecto inhibitorio a distancia originado en la región de la lesión, y propagado a regiones distantes a través de las conexiones directas de sus fibras. Este shock neural tendría carácter transitorio, y sería más acusado en las lesiones agudas que en las progresivas. Como teorías invocadas para explicar la recuperación de funciones se pueden citar las siguientes: 1. El restablecim iento, que supone una representación duplicada de la función en la misma zona (redundancia) o en áreas alejadas (función vicaria). 2. La reorganización, que supone un control múltiple de la función, permitiendo que un centro relacionado con otro destruido realice las funciones de éste. 3. La sustitución, según la cual otra zona cerebral asume las capacidades desarrolladas por la zona lesionada. El incremento de la capacidad lingüística del hemisferio derecho, después de lesiones en el hemisferio dominante, ha sido documentado de manera amplia. Existen evidencias clínicas de recuperación de la comprensión auditiva, la repetición y la denominación tras extensas lesiones del hemisferio dominante, y de pérdida de estas funciones con una posterior lesión derecha, o transitoriamente al aplicar amital sódico a la carótida derecha (test de Wada). También se ha objetivado que en el hemisferio derecho de los afásicos que evolucionan favorablemente se produce una mayor supresión de ondas alfa y niveles más elevados de flujo sanguíneo y de actividad metabólica. Se sugiere que el hemisferio derecho está potencialmente «equipado» para el lenguaje, pero es inhibido por el izquierdo al desarrollarse la especialización hemisférica. De ahí el mejor pronóstico en los niños zurdos y, en general, en los sujetos con menor asimetría hemisférica. Las lesiones de peor pronóstico son las bilaterales, o de gran tamaño, las de etiología vascular o tumoral, y aquellas en las que, pasado el primer mes, persisten importantes defectos en la comprensión o la práctica imposibilidad articulatoria. La evolución más favorable se da en pacientes jóvenes que

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presentan afasia traumática e inician precozmente el tratamiento del lenguaje. Aunque la extensión de la lesión es importante, existen zonas cerebrales críticas para la recuperación.

Factores que influyen en el pronóstico y el efecto de la terapia En primer lugar hay que considerar los factores de la lesión (tipo, localización, etiología, tamaño, etc.) y los del paciente (edad, dominancia manual, sexo, etc.). Los cuadros afásicos especiales, como la afasia en el niño, en el zurdo y la afasia cruzada, generalmente suelen presentar recuperaciones más rápidas. Entre los factores exógenos sobresale la realización de una rehabilitación del lenguaje; es indudable que la estimulación sistemática del lenguaje permite una evolución mayor, hecho que ha sido además confirmado mediante estudios estadísticos (Basso, 2003). Como factores que potencian el tratamiento están el nivel intelectual y educativo premórbido, el nivel de lenguaje, la salud general y la actitud hacia la recuperación: la elevada motivación. Otros aspectos, como la actuación de la familia, también han de tenerse en cuenta. Por el contrario, factores patológicos asociados (alteraciones del nivel de conciencia, déficits sensoriales o motores, epilepsia o la frecuente depresión) hacen más cuestionable la recuperación. La anosognosia (desconocimiento por parte del paciente de que presenta trastornos) supone un escollo importante, que ha de superarse antes de acceder a la rehabilitación propiamente dicha, ya que la hace inviable. Las reacciones catastróficas son frecuentes en los pacientes que conservan una buena comprensión, pero no logran expresar lo que quieren. Ante ellos es crucial la actitud del reeducador, que debe infundir serenidad y confianza en el esfuerzo conjunto y prolongado. La reeducación de la afasia suele comportar matices psicoterapéuticos que han de ser asumidos, puesto que constituyen un elemento clave en la mayoría de los tratamientos. En numerosas ocasiones, el paciente modifica negativamente sus relaciones familiares, ya que la enfermedad altera los roles y aumenta las demandas y las frustraciones. Según nuestra experiencia, es poco recomendable que un familiar asuma los aspectos técnicos de la rehabilitación, porque los vínculos emocionales previos interfieren de forma negativa en el proceso y, lo que es más grave, tienden a deteriorarse. El reeducador ha de intentar incorporar el apoyo de los familiares en el ámbito en el que es realmente útil, es decir, en la estimulación del lenguaje en el ámbito de las actividades cotidianas. La recuperación más importante tiene lugar durante el primer mes después de la lesión (recuperación espontánea, desaparición del cuadro agudo) y en el transcurso de los 6 meses siguientes. Posteriormente, la tasa de evolución decrece,

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aunque en general no cesa. Conviene realizar una exploración exhaustiva del cuadro afásico presentado por el paciente para poder orientar la reeducación, elegir la estrategia terapéutica y comprobar la evolución de la sintomatología. Aunque cada caso presenta una problemática específica, que el reeducador ha de tener en cuenta, los distintos tipos de afasia orientan el tratamiento en función de las capacidades alteradas y de las esencialmente indemnes. La valoración del nivel inicial debe hacerse tras remitir el cuadro agudo. Si no existe un diagnóstico sindrómico en el momento de las primeras sesiones de reeducación, el terapeuta empleará estrategias globales.

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Metodologías en la rehabilitación de la afasia Métodos para todos los gustos En los tratados sobre la rehabilitación de la afasia (v., como ejemplo, Basso, 2003), se presentan múltiples metodologías de rehabilitación, e incluso aparecen distintas «escuelas» con enfoques particulares (v. aspectos críticos en Duchan y Bying, 2004). La revisión sistemática de las diversas aproximaciones terapéuticas de la afasia queda fuera de los objetivos del presente capítulo. De forma sintética y simplificada se puede hablar de tres grandes metodologías de rehabilitación: pedagógica, fisiopatológica cognitiva y ecológica estimulativa intensiva. Aproximación pedagógica Se centra en el trabajo «educativo» del paciente a partir de la semiología observada (rehabilitación semiológica). Aproximación fisiopatológica cognitiva Pretende discernir —más allá de la semiología— el mecanismo cognitivo afectado para aplicar métodos de rehabilitación específicos. En este ámbito se incluyen las corrientes neurolingüísticas y cognitivas, o la fusión de ambas. La terapia se focaliza en aspectos parciales de la función verbal. El axioma principal de la aproximación cognitiva es la noción de que existen una serie de estadios diferenciados para cualquier función lingüística. Se admite una sucesión de niveles de análisis o de tratamiento de la información que comprenden numerosos estadios radicalmente diferentes, susceptibles de constituir una fuente de errores (Seron, 1989; Ellis y Young, 1992). Según la aproximación cognitiva, el tipo de errores aporta una información global, que hay que analizar y confrontar, sobre los posibles niveles de alteración. Las rehabilitaciones cognitivas tienen muy en cuenta las características específicas de cada paciente, y organizan un tratamiento reeducador que puede considerarse «a medida» (Cuetos, 1998; Whitworth et al., 2005). Corriente neurolingüística Es la que presenta más implicaciones teóricas, ya que las pautas de tratamiento se asientan en concepciones estructuradas sobre la organización cerebral del lenguaje. Las aportaciones de la escuela soviética, encabezada por Luria, están íntimamente basadas en el trabajo de lingüistas como Jakobson, buscando en la clínica correlatos de los conceptos lingüísticos más sugerentes. La obra de Luria se ha centrado en el análisis y la definición del defecto de base en la alteración de los sistemas funcionales complejos que sustentan la actividad verbal y en la realización de una terapia que permita reorganizar el sistema alterado. La escuela afasiológica francesa, de gran tradición clínica y semiológica, se ha enriquecido al

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incorporar planteamientos neurolingüísticos en el estudio y tratamiento de las afasias (Lecours y Lhermitte, 1979; Ducarne, 1989). La corriente neurolingüística permite realizar una descripción afinada de la evolución temporal de los trastornos y definir la jerarquía de las funciones que hay que rehabilitar, aunque aún se requieren trabajos metodológicamente sólidos que confirmen muchas de sus aportaciones. Aproximación ecológica estimulativa intensiva Pretende usar, de forma ecológica e intensiva, los mecanismos neurobiológicos del aprendizaje para incrementar la capacidad comunicativa de los pacientes. Esta aproximación se formaliza en la Constraint-Induced Aphasia Therapy (CIAT), cuya adaptación y ampliación se ha denominado «Rehabilitación Grupal Intensiva de la Afasia» (REGIA). Terapias convencionales Aunque existen diferencias significativas entre las distintas metodologías de rehabilitación, Berthier et al. (2012) han realizado una diferenciación dicotómica entre terapias «convencionales o estándar» y la terapia intensiva. Esta dicotomía se fundamenta en que, con independencia de la aproximación seguida, se realizan sesiones de rehabilitación 2 a 3 veces por semana, con una duración de 30-40 minutos por sesión. La metodología se formaliza en tareas de diversa naturaleza en función del tipo de afasia (v. más adelante). Las terapias convencionales tienen limitaciones, como la necesidad de largos períodos de tiempo y de personal (Berthier y Pulvermüller, 2010).

Breve comentario sobre el empleo de métodos audiovisuales e informáticos Estos métodos tienen interés si realmente se establecen objetivos y se controlan los resultados en el contexto de un plan terapéutico establecido. No se debe caer en la trampa de usar ordenadores sin un criterio claro y, a su vez, sustituir la relación interpersonal con el reeducador. Son fundamentalmente métodos auxiliares que permiten la ejercitación del afásico en tareas supervisadas posteriormente en el ámbito de la reeducación. Su ventaja radica en que emplean unas aferencias que la mayoría de afásicos conservan indemnes o menos afectadas que la comprensión verbal. Además, permiten reproducir indefinidamente y de forma idéntica la situación estímulo, facilitando los aprendizajes. En los grupos suelen activar la dinámica y facilitar la interacción entre los pacientes. No son útiles si existen anosognosia, incapacidad para repetir o falta de incitación voluntaria.

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Breve comentario sobre la rehabilitación en grupo La rehabilitación en grupo posibilita la interacción del afásico con otros pacientes. Le obliga a adaptarse, valorando sus problemas y animándose con el avance de los demás y con el suyo propio. El trabajo ha de hacerse en un plano general. Hay que evitar establecer comparaciones entre las ejecuciones de los pacientes para que no aparezcan sentimientos de fracaso.

De los métodos a las evidencias Para poder establecer recomendaciones metodológicas es necesario disponer de datos, de pruebas, sobre su efectividad. Este hecho es fundamental para poder escoger —y aplicar— un método determinado de rehabilitación en función de las características del paciente y de sus manifestaciones clínicas. Una revisión de los estudios de rehabilitación de las afasias consecutivas a un accidente cerebrovascular aporta datos significativos sobre efectividad, intensidad y duración de la terapia (Bhogal et al., 2003). A continuación se citan algunos de los datos de la revisión de estos autores. Efecto de la terapia Los efectos terapéuticos eran positivos cuando la terapia se administraba durante 8,8 horas semanales durante 11,2 semanas. En contraposición, los efectos no eran significativos si el tratamiento fue de 2 horas semanales durante 22,9 semanas. Cabe destacar, asimismo, que el número de horas de terapia en una semana presentó una correlación significativa con una mejoría evidente según el Porch Index of Com m unication Abilities (PICA) y en el Token Test. Estos datos, y las aportaciones de otros estudios, señalan la importancia de la intensidad y la duración de la terapia y permiten establecer recomendaciones en cuanto a la práctica asistencial sobre la rehabilitación de la afasia fundamentada en pruebas (Rohling et al., 2009; Pulvermüller y Berthier, 2008). Entre las terapias descritas (tratamiento asistido por ordenadores, tratamiento multimodal, etc.) destaca la Constraint-Induced Aphasia Therapy (CIAT).

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Rehabilitación de la expresión verbal A continuación se exponen diversas metodologías para la rehabilitación de las afasias. La exposición se fundamenta en la diferenciación didáctica de trastornos de la expresión y de la comprensión verbal, correspondientes —en un sentido amplio— a la dicotomía Broca-Wernicke.

Trastornos del débito. Reducción y jerga En la afasia suele presentarse una alteración en la tasa de emisión de palabras, o débito, apareciendo dos síndromes contrapuestos. El primero consiste en la reducción, con pérdida de la incitación verbal y dificultades para expresar un proceso mental relativamente indemne; es característico de la afasia de Broca y entidades relacionadas (cuadro 20-1). En el segundo cuadro existe una producción verbal acelerada, pero está alterada la relación signo-sentido por perturbación de este último. El paciente produce una jerga logorreica salpicada de parafasias y neologismos; se produce en la afasia de Wernicke. C u a d r o 2 0 - 1 Sem iología habit ual de los

t r as t or nos af ás ic os c on pr edom inio de af ec t ac ión de la expr es ión ver bal Fenómenos semiológicos • Reducción global

• Mutismo • Estereotipia • Reducción articulatoria: anartria • Disprosodia o aprosodia • Perseveración • Ecolalia • Parafasia (generalmente de predominio fonético y fonémico) • Anomia (frecuente: anomia tipo motor) • Agramatismo

Agrupaciones sindrómicas clásicas • Fenómenos no afásicos (periféricos)

• Disartria (piramidal o de tipo espástico) • Disfemia secundaria • Síndromes afásicos de predominio expresivo

• Afasia tipo Broca 604

• Afasia tipo motor mixto • Afasia tipo global • Afasia motora transcortical

Rehabilitación de la reducción La comprensión suele estar afectada, pero en menor medida que la producción verbal, por lo que es utilizable para potenciarla. En algunos pacientes es imposible la menor emisión espontánea y existe un mutismo. En ese caso, la primera fase de la rehabilitación se centra en la desmutización. En el intento de desmutizar al paciente hay que recurrir a circuitos verbales relativamente preservados: usos afectivos del lenguaje en los que intervienen estructuras subcorticales, usos prácticos (fórmulas automáticas frecuentes en la vida cotidiana), series articulatorias habituales (números, días de la semana, meses), apoyados por aspectos mnésicos (aprendizajes antiguos), canciones y poemas en los que la melodía y el ritmo constituyen ayudas. El reeducador ha de emplear innumerables facilitaciones, como el apunte oral o la vocalización del comienzo de la palabra, gestos, mímicas y exageraciones bucofonatorias; el contexto verbal es un importante facilitador, así como la lectura del nombre buscado (aunque ésta no sea posible, en esta fase la «etiqueta» escrita estimula los circuitos lingüísticos). Hay que emplear reforzadores, fundamentalmente la manifestación de aprobación (sonrisa, aplauso, «bravo», contacto con las manos del paciente si parece serle agradable) y también facilitar su «puesta en marcha» con una señal, como una afectuosa palmada en el hombro que libere la vocalización. La intensa participación del reeducador logra finalmente que el afásico produzca esbozos lingüísticos elementales como sustantivos, infinitivos e imperativos, expresiones afectivas y frases hechas. Entonces se van disminuyendo las facilitaciones y reforzadores para evitar un condicionamiento, carente de valor lingüístico, y para aumentar la autonomía del paciente. La segunda fase se centra en la repetición voluntaria, que se trabaja intentando disminuir las dificultades articulatorias, pero sin exigir perfección. Ha demostrado ser útil que el paciente escuche varias veces en silencio antes de intentar la reproducción de lo oído; la inhibición de la verbalización mientras atiende estimula el lenguaje y facilita la posterior emisión. Si no se accede así a la emisión de unidades significativas, hay que suspender la reeducación. La tercera fase supone la emisión espontánea apoyada en facilitaciones audiovisuales, como las empleadas para el aprendizaje de segundas lenguas. Hay

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que evitar connotaciones infantiles en el material rehabilitador, para no aumentar la depresión del afásico. La comprensión se basa en las imágenes y en las palabras escritas. Se empieza con estructuras muy simples, como palabras aisladas, que luego se agrupan por fonemas o campo semántico. Rápidamente se pasa a trabajar con frases cortas basadas en el contexto y en las relaciones sintácticas, sobre todo a través de verbos. Se trabaja con un sistema de oposición binaria, series de antónimos («subir-bajar», «grande-pequeño», «deprisa-despacio») con los que pueden realizarse modificaciones significativas en las frases que se utilizan. Es importante no permanecer más de lo indispensable en la emisión de palabras aisladas, para evitar que se consolide el agramatismo: el m étodo preventivo consiste en la introducción precoz de frases, por elementales que sean, que se ha demostrado altamente eficaz en la reestructuración del lenguaje interno. En la cuarta fase, el paciente ha de ser autónomo y responder sin que se le apoye. Se intenta superar la falta de incitación voluntaria, aunque es preciso brindar apoyos ocasionales para evitar las reacciones catastróficas. Posteriormente se emplean historietas gráficas y frases por escrito, intentando fomentar la expresión del paciente sin una previa elaboración del material. Paralelamente, hay que ir perfeccionando la articulación, aumentar el vocabulario y mejorar la sintaxis. En numerosos casos, la reducción se acompaña de estereotipias, emitidas en cualquier situación pero con cierto valor informativo. El reeducador las debe inhibir activamente (gesto de silencio, negación con la cabeza, tapar la boca del paciente) para desterrarlas, ya que impiden que emerjan estructuras verbales funcionales. En primer lugar, es preciso conseguir que el paciente tome conciencia de ellas, para lo que es aconsejable imitarlas y señalizarlas. Se ha de pasar a trabajar la comunicación sin palabras, mediante gestos y mímica, y, posteriormente, imitar posiciones de los órganos articulatorios sin vocalización, canto de melodías y realizar luego un intenso trabajo de repetición de fonemas, bloqueando la espontaneidad hasta que el afásico logre percibir las estereotipias e intente inhibirlas. Existe una serie de programas específicamente desarrollados para la rehabilitación de alteraciones de la expresión verbal (cuadro 20-2). C u a d r o 2 0 - 2 Relac ión de los pr ogr am as bás ic os de

r ehabilit ac ión en c as os de alt er ac iones de la expr es ión ver bal • Program a de vuelta a la pizarra (PVP) Indicación: alternativa de comunicación en afásicos expresivos graves • Program a de control voluntario de producciones involuntarias (CVPI) Indicación: pacientes gravemente limitados por estereotipias verbales

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• Program a sem iológico-didáctico clásico de tratam iento de la reducción articulatoria y la anartria (PTRAA) Indicación: tratamiento específico de la articulación en afásicos anártricos tipo Broca o motores mixtos • Program a de tratam iento de la perseveración afásica (TPA) Indicación: pacientes (con afasia tipo no fluente o fluente) con un grado moderado a grave de perseveración • Terapia de entonación m elódica (TEM) Indicación: estimulación del lenguaje expresivo en afásicos no fluentes muy graves (producción muy restringida) • Program a de Evocación para la Estim ulación de la Sintaxis de Helm (PEESH) Indicación: afasias no fluentes con fórmulas gramaticales restringidas y extensión media de la frase de 2 a 5 palabras • Sistem as de com unicación artificial com o el VIC (Visual Com m unication) o, en su versión com putarizada, el C-VIC (Com puterized Visual Com m unication) Indicación: afásicos tipo global o expresivo en los que han fallado los métodos tradicionales de rehabilitación • Terapia de acción visual (TAV) Indicación: sistema alternativo de comunicación gestual en casos de afasia global

Rehabilitación de la jerga logorreica En las afasias fluentes, y en particular en la afasia de Wernicke, se produce un aumento del débito con auténtica logorrea y numerosas parafasias fonémicas y semánticas. Abundan los neologismos, que al sumarse a la disintaxia hacen incomprensible el discurso del afásico. El torrente verbal aporta escasa o nula información. El paciente no es consciente de sus dificultades, por lo que en primer lugar hay que intentar disminuir la anosognosia. El objetivo fundamental de la rehabilitación es limitar la producción verbal y dotarla de significado. En la primera fase se emplean tareas no verbales, basadas en instrucciones verbales que hay que tener en cuenta. Esto requiere que el paciente atienda activamente al interlocutor, y que además se esfuerce en percibir el material de forma adecuada. Son útiles los juegos de salón (cartas, parchís, dominó) en los que existe una normativa que regula la interacción entre los dos participantes. Las indicaciones verbales van haciéndose más comprensibles mediante la repetición y el contexto. Se frena la verbalización del paciente, que se expresa mediante sus acciones.

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Posteriormente se trabaja con series verbales automatizadas, como la de los números, con apoyo perceptivo para reforzar la relación signo-significado. Más tarde se pasa a la clasificación de elementos según la esfera semántica, que suele estar conservada parcialmente. Se le hacen clasificar imágenes en función de un solo dato (frutas, animales, vehículos), y luego en función de criterios más específicos (animales de cuatro y dos patas, vehículos terrestres y marítimos, etc.). También se le enseña a advertir diversos aspectos de un concepto (utilidad, material, forma, color, etc.) y a realizar clasificaciones sucesivas en función de las demandas del reeducador. Luego se podrán construir clasificaciones jerarquizadas, en las que se evidencian relaciones de semejanzas y diferencias, y se establecen subclases. Tras haber trabajado con el material, se puede pedir al paciente que evoque los elementos de una clase, que intente definirlos (definición descriptiva, funcional y, por último, conceptual) o que los integre en frases referidas o no a material gráfico. Es evidente que estas propuestas son factibles en el caso de que empiece a recuperarse la comprensión y la capacidad expresiva. Hay que frenar la logorrea mediante gestos y realizar vueltas atrás cuando lo expresado por el paciente no ha quedado claro. Las demandas de mayor precisión y exactitud redundarán en la clarificación de los elementos de la frase: «¿quién?», «¿qué hizo?», «¿por qué?». Para dotar de sentido a las unidades lingüísticas, se analizan a través de las distintas transposiciones: • Audiofonatoria: repetición, deletreo. • Visuofonatoria: lectura, deletreo. • Audiográfica: dictado. • Visuográfica: copia. Se trabaja con la repetición, la lectura en voz alta y la escritura para que se refuercen mutuamente y evidencien las relaciones entre el signo y el sentido que vehiculan. Luego se pasa a integrar lo adquirido en un diálogo, conducta de interacción social en la que es básica la comprensión de lo expresado por el otro. Byans y Poncet (1979) diseñaron una metodología eficaz para la superación de la reducción del lenguaje expresivo en la afasia motora transcortical. Consiste en elaborar un cuadro con preguntas («¿de quién se trata?», «¿qué le sucede?», «¿por qué pasa eso?») escritas con distintos colores y con una determinada distribución espacial que facilita su memorización. El paciente intenta hacer relatos siguiendo este esquema, que se va alejando de su visión. Finalmente, cuando lo ha interiorizado, se prescinde de él.

Rehabilitación de los trastornos fonéticos y fonológicos 608

En el ámbito de la palabra pueden producirse transformaciones afásicas de diverso matiz. Una de ellas consiste en la alteración y la deformación de los sonidos, con evidentes dificultades para la pronunciación y búsqueda laboriosa del punto articulatorio: es el síndrome de desintegración fonética. Puede aparecer como síntoma principal, como en la afasia de Broca, en la que coexiste con otros elementos patológicos, o bien presentarse aisladamente configurando la anartria pura. El segundo trastorno supone la transformación de las palabras por sustitución, omisión o desplazamiento de los sonidos, aunque éstos son pronunciados y encadenados sin dificultades articulatorias. Falla la selección del sonido adecuado; el lenguaje del paciente se caracteriza por parafasias fonémicas. Este síntoma forma parte de la afasia de Wernicke y es la característica principal de la afasia de conducción. Conviene distinguir entre ambos trastornos ya que implican abordajes terapéuticos muy distintos. En la desintegración fonética puede predominar una disfunción parética, distónica o dispráxica; hay fenómenos de ensordecimiento, de nasalización, de oclusión de avance del punto articulatorio. Las transformaciones siguen la ley de la simplificación, por lo que tienen un carácter relativamente previsible; el paciente es consciente de sus fallos y abundan las conductas de aproximación fonética, modificando rasgos para lograr el sonido deseado (el trastorno se produce en el ámbito de la tercera articulación del lenguaje). Por el contrario, las transformaciones fonémicas son totalmente imprevisibles, abundan los neologismos y cambios asistemáticos de fonemas. Se pierde el dominio de los rasgos distintivos de los fonemas, alterándose la segunda articulación del lenguaje (la selección y el encadenamiento de fonemas para constituir monemas). Los fonemas, que se producen sin dificultad, han perdido el valor de rasgos distintivos de los significantes para representar significados distintos. Esta desconexión afecta al significado, que, por el contrario, se conserva en el síndrome de desintegración fonética, pese a las inmensas dificultades para hacer emerger el significante adecuado.

Trastornos fonéticos. alteraciones de la ejecución articulatoria En los pacientes con afasia de Broca es muy frecuente la existencia de una apraxia bucofonatoria, que, en función de su intensidad y su impacto real en el acto verbal, es preciso trabajarla específicamente. Se emplean ejercicios de imitación y de realización de gestos a la orden; al principio se cuenta con facilitaciones (guialenguas, espejo en que se reflejen afásico y rehabilitador, vela para soplar, etc.), pero se intenta llegar al gesto voluntario sin necesidad de apoyo contextual, por lo que hay que efectuar gimnasia articulatoria hasta automatizar las posiciones de los distintos órganos fonatorios. Se trabajan gestos precisos para la emisión de sonidos, como soplar, ocluir los labios, poner la lengua en posiciones específicas; luego se emiten onomatopeyas y se intenta expresar estados de ánimo

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mediante la entonación. Posteriormente se articulan vocales de forma sostenida, elevando y disminuyendo la intensidad, haciendo diptongación, distinguiendo entre emisiones cortas y largas (puede hacerse «leer» un código gráfico). Las consonantes han de ser discriminadas por sus rasgos característicos: punto, modo y tiempo de articulación, sonoridad, nasalidad. Hay que buscar palabras en las que la consonante esté en distintas posiciones: al inicio, al final, en medio. Los grupos consonánticos presentan una especial dificultad y han de apoyarse en consonantes perfectamente asimiladas. En este momento puede intentarse la producción simultánea de grupos de rasgos, es decir, de sonidos. Conviene tener en cuenta reglas lingüísticas y ontogénicas para facilitar la readquisición: las vocales antes que las consonantes, las oclusivas antes que las fricativas y los sonidos con punto de articulación externo antes que los que lo tienen interno. Es útil aprovechar los eventuales errores, reproduciendo el fonema emitido por equivocación, que se integra en una nueva gama de adquisiciones. El error puede informar de las estrategias seguidas por el paciente. Como facilitaciones se emplean al mismo tiempo el modelo del reeducador, su exageración mímica y, en algunos casos, un gesto manual asociado a cada sonido, para llegar a su repetición y a la lectura sin ayuda. No hay que exigir la perfección articulatoria, ya que el objetivo es sólo restablecer la inteligibilidad de lo dicho. Hay que evitar las palabras complejas o largas, sustituyéndolas por sinónimos. Interesa aumentar el vocabulario teniendo en cuenta las dificultades y la motivación del paciente, así como la respuesta del entorno. Al conseguir una expresión comprensible, se abandonan los ejercicios de articulación para dedicarse de lleno a los demás aspectos del lenguaje, aunque ocasionalmente se vuelva a ellos. En el momento en que puedan discriminarse varios sonidos hay que combinarlos en secuencias que formen palabras y frases. Este encadenamiento, silábico inicialmente, se produce con el menor gasto de energía posible (principio de la coarticulación): la consonante y la vocal comparten el mayor número posible de rasgos. Progresivamente se van diferenciando, lo que exige un rápido desplazamiento de los órganos articulatorios y un gasto notable de energía muscular. Únicamente a través de la reiteración de ejercicios se alcanzará una mínima automatización (hay que superar el estadio de pronunciación consciente y voluntaria, para acceder al habla espontánea). En toda sesión hay que realizar una progresión de ejercicios de creciente dificultad, pero conviene acabar con uno fácil, con elementos muy diferenciados y trabajados, para que actúe como reforzador. Todo ejercicio ha de pasar por las fases de adquisición, fijación, generalización y transferencia. El aumento de la posibilidad de error ha de ser paralelo al incremento de la capacidad discriminativa del afásico. La prosodia suele estar especialmente alterada en la afasia de Broca: hay errores de acentuación, alargamientos y acortamientos que desfiguran la expresión y le

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dan un acento extranjero. Es muy improbable recuperar la prosodia normal, pero hay que intentar disminuir la disprosodia. Es necesario realizar los ejercicios con el aparato bucofonatorio relajado, reduciendo la velocidad y la longitud de la frase. Son adecuadas las poesías breves, los diálogos acentuando la prosodia (interrogativas, negativas, exclamativas); las modulaciones de la voz pueden indicarse con símbolos. Conviene llevar a cabo ejercicios de encadenamiento vocálico, de acentuación, de lectura y repetición de frases dándoles diferentes sentidos (alegría, sorpresa, ira, etc.). Se han de estudiar los signos de puntuación, apoyándolos con gestos en los primeros momentos.

Trastornos fonémicos Las alteraciones fonémicas constituyen el síntoma principal en las afasias de conducción, y uno de los más evidentes en la afasia de Wernicke. Pueden aparecer también en la afasia de Broca acompañando las alteraciones fonéticas. Se producen transformaciones imprevisibles, cambios variables. Los sonidos se emiten sin dificultad, pero pierden el valor de rasgos distintivos de los significantes en relación con los significados. Es frecuente hallar trastornos fonológicos sin dificultades articulatorias, pero no lo contrario. En las alteraciones fonémicas, al contrario que en las fonéticas, hay que exigir perfección articulatoria, persistiendo hasta que el paciente logre un fonema claro y adecuado. Las transformaciones fonémicas, a la inversa que las fonéticas, son poco previsibles. Predominan las anticipaciones, perseveraciones y el añadido de sufijos. Las transformaciones abundan en palabras largas o de estructura fonémica compleja (con grupos consonánticos, pares de fonemas similares, etc.), en significantes de paradigma amplio y en sintagmas complejos. En las fases iniciales de la afasia de Wernicke hay anosognosia. A medida que se van superando, aparecen conductas de «aproximación fonémica», correcciones sucesivas que se producen al disminuir el número de neologismos y al hacerse similares a la palabra sustituida. Se ha de automatizar la selección y la discriminación audioverbal, elaborando un «diccionario» de palabras significativas para el paciente (relacionadas con sus intereses, profesión, etc.). Se analizan los fonemas de cada palabra viendo las posiciones articulatorias, los rasgos fonémicos. Se emplean facilitaciones visuales y cinestésicas. Se introduce el valor semántico del sonido mostrando palabras que sólo se diferencian por el fonema inicial, que el afásico ha de designar, discriminar y repetir. Es útil dividir los términos largos en sílabas y trabajarlas de forma independiente hasta que se dominen. Posteriormente se pide la denominación de palabras no analizadas con anterioridad, apoyando al paciente con facilitaciones en los primeros intentos. Más adelante se trabaja con frases, completando las omisiones, lo que requiere una selección de fonemas (eje paradigmático) y su posterior combinación (eje sintagmático). Las relaciones sintagmáticas se trabajan además a través del deletreo o de la explicación de secuencias de acción (cómo se

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forra un libro o evocación de una fábula). La ordenación de historietas gráficas, captando las relaciones causales y verbalizándolas, posibilita una expresión verbal compleja y organizada. Por último, la discriminación fonémica se consolida con la transducción audiográfica y la escritura al dictado, y la visuoverbal lo hace con la lectura en voz alta; en ocasiones la lectura automática está conservada pero se ha perdido relación con el plano semántico, por lo que hay que apoyarse en material gráfico y oral.

Rehabilitación de las alteraciones léxicas En la afasia, la disminución del léxico se expresa a través de una variada sintomatología: omisión del término en la anomia; uso de palabras de predilección (términos vagos y genéricos, como «cosa», «esto»); producción de neologismos o de «telescopages» (fusión de dos lexemas, como en «carnival», término acuñado por uno de nuestros pacientes al definir «perro», y que superpone «carnívoro» + «animal»), y sobre todo sustituciones o parafasias entre las que distinguimos las fonémicas («cardera» por «cartera») de las verbales, y entre éstas, las verbales formales («pato» por «paso») de las verbales semánticas («cuchara» por «tenedor»), en las que las sustituciones se producen por proximidad en el campo semántico. En la rehabilitación de las alteraciones léxicas hay que tener en cuenta la fisiopatogenia; en las afasias de Broca y de conducción, el apunte oral es una excelente facilitación. Por el contrario, en la afasia de Wernicke no es útil ya que la debilidad del nexo entre significante y significado lleva a sustituciones aleatorias no percibidas por el paciente. Conviene preparar un vocabulario básico, teniendo en cuenta la frecuencia de uso de las palabras y su utilidad práctica en cada grupo sociocultural. Pero hay que adaptarse a los intereses del paciente seleccionando términos de gran valor semántico para él, aumentando así la motivación y, por tanto, la eficacia de las sesiones. Al inicio del programa, para actualizar el léxico, conviene recurrir al apoyo perceptivo: imágenes y objetos que suponen una representación icónica del significado al que se alude; progresivamente se va suprimiendo esta facilitación, para que el paciente llegue a evocar los términos a partir de la estimulación verbal (diálogo) o incluso en forma voluntaria en el curso de un monólogo. Posteriormente se amplían las tareas con la intervención de la lectura y de la escritura, que aportan un nuevo código, significantes distintos, y también permiten aludir a significados de carácter abstracto (amor, vida, alegría, mentira). La organización de la palabra como una «matriz multidimensional compleja» supone funciones de clasificación, de inclusión de unos conceptos en otros. Es más probable la actualización de los términos que designan una realidad conocida y

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estructurada que la evocación de palabras aisladas; por ello, cuando se detectan fallos en estructuras lógicas conviene realizar ejercicios de clasificación, inicialmente de clases muy alejadas (como animales y vehículos), y después se llega a matices de mayor complejidad. El paciente deberá nombrar cada una de las clases y subclases con las que trabaja (muebles, utensilios, prendas de vestir, partes del cuerpo, alimentos, profesiones, deportes, frutas, flores, etc.). En ocasiones hay que trabajar previamente el léxico a nivel receptivo mediante tareas de designación. El paciente ha de conocer el sentido exacto de sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios como paso previo a poder emplearlos. La muestra de reconocimiento puede ser tanto el señalar la imagen adecuada como el esbozo de una mímica representativa. Es útil trabajar los adjetivos por parejas de antónimos («feo-bello», «alto-bajo»). El primer nivel de reeducación léxica propiamente dicho consiste en la denominación de un vocabulario funcional, compuesto por palabras de uso frecuente, «representables» y semánticamente diferenciadas. Se presenta al paciente de forma reiterada la serie de imágenes, y se le brindan las facilitaciones necesarias para que llegue a denominar la mayoría de ítems. Progresivamente se amplía el material y su complejidad; denominar partes de objetos («correa del reloj»), discriminar elementos del mismo campo semántico («manzana-naranja») o relacionados por contigüidad («tren», «vía», «estación», «túnel») y abordar palabras menos usuales. También se pasa a trabajar únicamente con el rótulo del nombre, que inicialmente se presentaba junto con la imagen. Una vez adquirida una dotación léxica básica, se accede al segundo nivel, que tiene como objetivo fundamental facilitar que una palabra suponga la evocación de otros términos relacionados con ella por distintos nexos lingüísticos, ampliando así la capacidad para actualizar el significante adecuado. Expondremos a continuación las posibilidades que en nuestra práctica han demostrado una mayor eficacia: Evocación Se pide al paciente que denomine objetos de una clase (frutas, vehículos). Luego se restringe el campo semántico (cítricos, vehículos acuáticos). Puede trabajar la evocación por contigüidad, por medio de completar frases; al principio es posible reforzar algunas asociaciones emparejando dibujos («perro-hueso», «lluviaparaguas»). Progresivamente se reducirán las sugerencias previas, exigiendo una adecuación en las respuestas, que han de constar de una sola palabra (no se permitirán circunloquios ni divagaciones). Puede trabajarse con la asociación libre, indicando al paciente que ante cada palabra que oiga busque otra que tenga alguna relación objetiva con ella. El trabajo de determinadas categorías semánticas incrementa la capacidad de evocación de términos no trabajados, incluso pertenecientes a otros campos semánticos, a causa de los «efectos de irradiación».

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Descripción Inicialmente, se presentan motivos estáticos y, después, escenas dinámicas. Posteriormente, el estímulo es tan sólo oral. Se intenta la actualización de sustantivos, de adjetivos y, en especial, de verbos. Antónimos Es útil pedir al afásico que seleccione en una lista o evoque la palabra que expresa el sentido opuesto a la que se le presenta. Conviene trabajar tanto con oposiciones de carácter morfológico («legal-ilegal») como exclusivamente semánticas («ingenuo-astuto»). En los términos polisémicos conviene utilizar los diversos antónimos: «constante (corriente)-alterna», «constante (actitud)-inconstante». Sinónimos El paciente ha de hallar palabras que puedan sustituir el término estímulo en diversos contextos (polisemia) o que tengan un valor prácticamente equivalente: «prudencia-precaución, moderación, previsión, mesura». Derivados También pueden trabajarse a nivel morfológico («carne-carnicero, carnicería, carnívoro») o conceptual («tela-modista, taller, patrón»), siguiendo en este último caso un cuestionario (agente, materia prima, oficio, acción principal, etc.). Compuestos En este ejercicio conviene explotar los nombres técnicos que haya podido conocer el paciente («gota-cuenta gotas, gota a gota»). Paradigmas Se presenta al paciente una frase incompleta y ha de seleccionar el término omitido entre varias opciones. Definición conceptual Inicialmente sólo se pide la clase a la que pertenece el término («perro»: «animal»). Más adelante se solicita, además, la característica distintiva dentro de la clase («barco»: «vehículo que va por el agua»). Es útil establecer semejanzas y diferencias entre palabras porque obliga a actualizar las relaciones perceptivas y conceptuales y las palabras que las expresan. Síntesis y análisis sémico En los ejercicios de análisis sémico, el paciente ha de enumerar los elementos o rasgos de la palabra estímulo («mesa» - «mueble, cuatro patas, madera»). La síntesis sémica supone englobar en un solo concepto la información ofrecida por el

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reeducador («vertebrado, sin patas, venenoso» - «serpiente»).

Rehabilitación de las alteraciones sintácticas La función sintagmática regula la combinación de las palabras según criterios de contraste, para formar una estructura lineal. La alteración de la función de contraste origina anomalías morfosintácticas: contracciones, anticipaciones, perseveraciones, etc. Aparecen fundamentalmente dos tipos de fenómenos: el agramatismo y el paragramatismo. El agram atism o es frecuente en la afasia de Broca. Se caracteriza por la simplificación sintáctica y la supresión de los morfemas gramaticales, con relativa preservación del valor informativo. Se han detectado dificultades de comprensión cuando el significado no es deducible del contexto o de la recombinación lógica de los principales elementos lexicales, ya que las reglas sintácticas han perdido su función. Los pacientes emplean estrategias como la de dar siempre el papel de agente a un elemento «animado» y que sea compatible con la acción. La disintaxis, o paragramatismo, aparece en las afasias de Wernicke y de conducción. Se caracteriza por transgresiones sintácticas de carácter totalmente impredecible, como uso inadecuado de las preposiciones u omisión de los elementos fundamentales de la oración; se altera por completo el sentido de la frase sin que el paciente sea capaz de percibirlo. Estas alteraciones son especialmente evidentes en el lenguaje escrito. Existen ciertos principios generales en la rehabilitación de trastornos agramáticos y disintácticos, que citaremos brevemente a continuación. Es útil presentar un orden lógico y progresivo de las dificultades: hay que ir de lo simple a lo complejo, de lo concreto a lo abstracto. Por lo tanto, conviene profundizar en las reglas sintácticas antes que en las morfológicas, más conceptuales. Se ha de empezar recuperando las expresiones más habituales. Se trabaja primordialmente con el diálogo, por ser el tipo de comunicación más usual. Debe postergarse el estudio del condicional y del subjuntivo hasta que el paciente domine el indicativo y el imperativo. Las frases negativas precisan la consolidación previa de las afirmativas. Las construcciones pasivas no deben introducirse hasta etapas muy avanzadas de la rehabilitación; puede hallarse una facilitación empleando como sujetos pasivos elementos inanimados, mientras que el ablativo agente es animado: «La mesa fue partida por el leñador». Es importante destacar fallos de comprensión semántica mediante ejercicios de designación de la imagen a la que se refieren enunciados aparentemente similares (con los mismos verbos y sustantivos, pero que mantienen entre sí distintas relaciones sintácticas). Al inicio del programa de rehabilitación del agramatismo hay que emplear múltiples apoyos: métodos audiovisuales, contexto verbal, apunte oral, código

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visual de tarjetas o símbolos, etc. Estas ayudas irán reduciéndose a medida que el paciente recobre la organización gramatical del discurso. Conviene utilizar numerosos métodos de estimulación, a través de distintas modalidades sensoriales, y sugerir un gran número de tareas para evitar los aprendizajes estereotipados, que serían ineficaces en los intercambios verbales de la vida cotidiana. Se requiere cierta automatización de las construcciones más usuales, pero por eso mismo hay que incrementar la flexibilidad, diversificando las situaciones estímulo. Ha de recurrirse a la expresión escrita para fijar los avances que se van produciendo; ésta, además, permite realizar un gran número de tareas sin control directo del rehabilitador. Es útil el empleo de canciones y versos, ya que los elementos rítmicos facilitan la retención de los sintagmas. También son adecuados los juegos de salón que exigen al paciente verbalizaciones y órdenes que a continuación se plasman en acciones.

Agramatismo en la afasia de broca En la rehabilitación del agramatismo deben presentarse una serie sistemática de dificultades; en el proceso rehabilitador se diferencian ciertas fases en función del nivel de dificultad y de la cantidad de apoyos ofrecidos al paciente. Primera fase Trabajo con frases simples, constituidas por sintagmas nominales, verbales y preposicionales. El paciente ha de enunciar la frase ante la imagen o pregunta del reeducador; ésta ha de ser unívoca, ni demasiado vaga ni tan concreta que pueda responderse con una sola palabra. Luego se realizan sustituciones en el eje paradigmático, alterando los diversos elementos (sujeto, verbo, objeto) y, por lo tanto, el sentido de la frase. Posteriormente se relacionarán estos conjuntos de sujetos y predicados hasta constituir una amplia red semántica, que se representará de forma esquemática y servirá para elaborar párrafos con elementos comunes. Segunda fase Acceso a las relaciones sintácticas entre frases; oraciones compuestas. Se amplía el estímulo a una serie de escenas relacionadas que el paciente deberá describir expresando relaciones entre ellas. El terapeuta le apoya por medio de preguntas en las que van introduciendo términos que determinan relaciones sintácticas: preposiciones que marcan casos, conjunciones u oraciones subordinadas. Se intenta que el paciente llegue a realizar por sí mismo un complejo proceso consistente en: 1. Captar el significado global de una lámina o texto. 2. Elaborar un plan general, analizando los componentes significativos, sus

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conexiones y las palabras más idóneas para expresarlos. 3. Elaborar frases sobre cada punto del plan. Al principio, el rehabilitador trabaja específicamente cada punto, señalando los elementos significativos, ofreciendo un apoyo perceptivo externo (código visual, tarjetas). El paciente va acostumbrándose a este procedimiento hasta llegar a interiorizarlo y a aplicarlo espontáneamente, incluso para la expresión de sus propias ideas, sin apoyo externo. Es útil el empleo de la «conjetura creativa», haciendo que el paciente supla con su inventiva la información omitida (pedirle que sugiera el desenlace de una historia incompleta). Tercera fase Consolidación de las relaciones sintácticas en una narración. En este nivel, el paciente ha de narrar o describir por sí solo historias complejas, intentando evidenciar los diversos elementos y las relaciones entre ellos. Ha de concatenar las distintas frases, uniéndolas adecuadamente mediante conjunciones y preposiciones. Si es necesario se repasará el significado de estas últimas por medio de oraciones sencillas y dibujos que intenten plasmar su significado. En los últimos estadios se pide al paciente que narre algo memorizado previamente (fábulas) o vivenciado (experiencias personales). La progresiva disminución de las facilitaciones conduce a una expresión autónoma, y sintácticamente compleja, al final de esta fase.

Paragramatismo en la afasia de wernicke y en la afasia de conducción En la afasia de Wernicke, muchas transformaciones paragramáticas desaparecen al aumentar la evocación léxica (p. ej., mediante la repetición de artículos y adjetivos determinativos). Es útil incidir en el uso de monemas gramaticales, como preposiciones, pronombres personales, conjunciones coordinativas y subordinativas, relativos, etc. El problema del paciente no se plantea a nivel de la producción de estas formas, sino en su correcta selección; falla, por ejemplo, la elección de los tiempos verbales y las concordancias de género y número. La rehabilitación comprende las últimas etapas del programa citado para el agramatismo, trabajando los mismos materiales en forma diferente, incidiendo en la correcta elección entre varias alternativas. En la afasia de conducción aparecen especialmente fallos a nivel morfológico, lo que hace pensar que puede deberse a una alteración específica de la morfosintaxis, distinta del agramatismo. Estos pacientes son los únicos afásicos que producen errores importantes de morfología, como fallos en la conjugación de los verbos («yo he cogigado» por «he cogido»). La rehabilitación consiste en buscar frases que introduzcan la forma correcta de

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las construcciones falladas. El paciente las lee, las repite y las evoca, oralmente y por escrito. Son útiles los ejercicios de elección múltiple, el completar frases y la corrección de eventuales errores en las producciones orales y escritas del rehabilitador, preparadas al efecto incorporando fallos del paciente que hayan sido exhaustivamente trabajados. Hay que conceder gran relevancia a la expresión escrita, en la que aparecen construcciones paragramáticas que ya se han superado a nivel oral.

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Programas específicos de rehabilitación de trastornos expresivos graves Programa de vuelta a la pizarra (PVP) de Morgan y Helm-Estabrooks La terapia de vuelta a la pizarra es una técnica diseñada para intentar establecer un medio de comunicación en pacientes con una grave afasia expresiva. Objetivos generales del PVP Con este programa se pretende que el paciente afásico comunique sus sentimientos, necesidades y acontecimientos a través del dibujo. El objetivo final del programa es que el paciente use el dibujo para la comunicación diaria, cuando otros medios de comunicación no tengan éxito. Test de contratiempos cotidianos (TCC) Este test se administra antes y después de completar el PVP con el fin de medir los efectos de tal programa en la capacidad del paciente afásico para comunicarse a través del dibujo. Consiste en que aquél observe situaciones, escenificadas por una persona que no es el terapeuta que lo trata, y seguidamente después de cada escena se le den 1, 2 o 3 tarjetas para que dibuje lo que acaba de ver.

Estereotipias. Programa de control voluntario de producciones involuntarias Tradicionalmente se ha tendido a proponer la inhibición de las estereotipias, pero puede ser útil fundamentar la terapia a partir de estas producciones anómalas, como el programa de control voluntario de producciones involuntarias (CVPI). El método del CVPI fue creado en 1980 por Helm y Barresi. Estos autores observaron que pacientes con lenguaje reducido a estereotipias sometidos a otros tipos de terapia durante 2-3 meses no habían dado resultados positivos; en cambio, después de 3 meses con el método CV91 presentaban mejorías significativas en test de denominación y también había mejorado su nivel comunicativo. Objetivos y bases El CVPI es una aproximación indicada en pacientes con afasia de tipo no fluente, cuyo lenguaje está muy limitado a producciones estereotipadas de unas cuantas palabras de tipo concreto. La lectura en voz alta es el fundamento sobre el cual se basa el CVPI, y la secuencia de pasos que hay que seguir se desarrolla desde la

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lectura en voz alta, pasando por la denominación, hasta el uso de las palabras o frases tratadas. Así, se avanza desde una tarea relativamente automática hasta tareas más voluntarias o proposicionales. El CVPI se ha creado bajo el supuesto de que todos los pacientes afásicos tienen cierta habilidad para producir palabras concretas en determinadas circunstancias. El terapeuta debe identificar este núcleo de vocabulario involuntario y ayudar al paciente a utilizarlo bajo control voluntario.

Tratamiento de la perseveración afásica: programa TPA de Emery, Helm-Estabrooks y Albert La perseveración es un fenómeno que se observa tanto en pacientes con trastornos expresivos (tipo Broca) como en pacientes con trastornos predominantemente de comprensión (tipo Wernicke). Esta afirmación fue objetivada por un estudio de Emery y Helm-Estabrooks (1989), quienes examinaron las respuestas de denominación de 30 pacientes afásicos (cinco fluentes y cinco no fluentes) en los subtest de denominación de la BDAE. Este estudio refirió que todos los pacientes presentaron un componente de perseveración. La perseveración se correlacionaba negativamente con las puntuaciones en los test de denominación, la gravedad de la perseveración no se relacionaba con el tipo de afasia ni con el tiempo de evolución, y la variedad de perseveración más frecuente fue del tipo recurrente, la ocurrencia inapropiada de una respuesta previa siguiendo la presentación de un nuevo estímulo. Partiendo de estas premisas, Emery, Helm-Estabrooks y Albert (1987) elaboraron el tratamiento de la perseveración afásica o TPA. Candidatos para el programa de TPA El TPA está indicado en pacientes con un grado de perseveración de moderado a grave; para determinar la severidad de la perseveración se propone el siguiente procedimiento (Helm-Estabrooks y Albert, 1991): 1. Administrar el subtest de denominación de la BDAE, o cualquier otro test de denominación, y anotar el número de ítems que han obtenido una o más perseveraciones (sean éstas semánticas o fonémicas). 2. Utilizar el porcentaje de ítems en los que aparece por lo menos una perseveración para asignar un índice de gravedad de perseveración de acuerdo con la siguiente escala:

a. Por debajo del 5% (perseveración mínima): 1. b. Del 5 al 19% (perseveración leve): 2. c. Del 20 al 49% (perseveración moderada): 3. d. A partir del 49% (perseveración grave): 4. Los pacientes cuyo índice de gravedad de perseveración es de 3 (moderada) o 4

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(severa) pueden ser considerados candidatos para el programa TPA.

Terapia de entonación melódica La terapia de entonación melódica (TEM) fue introducida por Albert, Sparks y Helm (1973) en un intento por estimular el lenguaje expresivo de afásicos no fluentes muy graves. Este método consiste en la ejercitación gradual, en longitud y dificultad, de tareas melódicas y rítmicas. Entre los fundamentos teóricos de la TEM se considera que las funciones intactas del hemisferio derecho pueden contribuir a la rehabilitación de los trastornos del lenguaje de los lesionados hemisféricos izquierdos. Organización jerárquica de la TEM La TEM es un programa estructurado jerárquicamente y que se divide en tres niveles (Helm-Estabrooks y Albert, 1991). En los dos primeros niveles se entonan palabras multisilábicas y frases cortas de alta probabilidad. El tercer nivel introduce frases más largas o más complejas. Estas frases más largas primero se entonan, después se producen con prosodia exagerada y finalmente se pronuncian de forma normal. En todas las frases entonadas, el profesional le da una palmadita al paciente en su mano izquierda, una vez para cada sílaba.

Programa de evocación para la estimulación y la sintaxis de Helm en casos de agramatismo El Programa de evocación para la estimulación de la sintaxis de Helm (PEESH), o HELPSS en sus siglas inglesas correspondientes a Helm Elicited Program for Syntax Stim ulation (Helm-Estabrooks, 1981), es un método para intentar rehabilitar a pacientes con agramatismo y un relativo buen rendimiento en las pruebas de comprensión. Para la configuración del PEESH, Helm basó su programa en la «jerarquía de dificultad» encontrada en un estudio de Gleason et al. (1975). En este estudio se concluyó que los pacientes agramáticos estudiados tenían un acceso alterado e inconsistente al conocimiento sintáctico, más que una falta de ese conocimiento; esta conclusión sugiere que los pacientes pueden mejorar su habilidad para producir una amplia variedad de sintaxis en su comunicación, remarcando que, para tal mejoría, el médico ha de tener siempre en cuenta que el tratamiento debe seguir una «jerarquía de dificultad», de modo que siempre se entrará por donde le resulte más fácil al paciente. Procedimiento de aplicación El PEESH, como se ha mencionado, es una terapia jerárquicamente estructurada, que utiliza el formato de completamiento de una historia para obtener once tipos

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de frases. Cada una de estas historias se completará mediante una frase adecuada según el tipo requerido, denominada frase objetivo.

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Rehabilitación de las alteraciones en la comprensión del lenguaje oral En todas las afasias se produce cierta alteración en la comprensión, aunque suele ser el aspecto que más se beneficia de la recuperación espontánea. La gravedad de la alteración en la comprensión es el rasgo más característico de la afasia de Wernicke y de la afasia global, y su remisión sólo es posible tras una rehabilitación específica tras superar la anosognosia y la logorrea. En las afasias de Broca y de conducción, la comprensión está menos afectada que la expresión verbal y suele presentar una remisión espontánea, que se incrementa en el curso de la reeducación. En el cuadro 20-3 se recogen los principales fenómenos semiológicos y agrupaciones sindrómicas relacionadas con las alteraciones de la comprensión verbal. C u a d r o 2 0 - 3 Sem iología habit ual de los

t r as t or nos af ás ic os c on pr edom inio de af ec t ac ión de la c om pr ens ión ver bal Fenómenos semiológicos • Jerga • Logorrea • Anosognosia • Parafasia (predominantemente fonémica, lexical) • Disintaxia • Perseveración • Ecolalia • Anomia (frecuente: de producción parafásica)

Agrupaciones sindrómicas clásicas • Fenómenos no afásicos (periféricos)

• Defectos auditivos • Síndromes afásicos de predominio receptivo

• Sordera verbal • Afasia tipo Wernicke • Afasia tipo sensorial transcortical

Trastorno gnósico de la comprensión verbal 623

Fracasa el análisis auditivo-articulatorio de lo oído a causa de alteraciones fonemáticas que originan la desestructuración del vocablo. El pronóstico del cuadro está en función de la intensidad de la sordera verbal, que si es total hace prácticamente estériles todas las terapias. Las lesiones limitadas al lóbulo temporal izquierdo tienen un mejor pronóstico que las bilaterales. Es imprescindible apoyarse en la representación gráfica de los sonidos (escritura, gráficos del punto de articulación) y en aferencias visuales y propioceptivas (vocalización ante un espejo, comprobación de las vibraciones vocales). El objetivo de la rehabilitación es restaurar la capacidad para discriminar los significantes sonoros. Inicialmente se trabajan vocales y series de vocales. Luego monosílabos, pertenecientes al mismo paradigma y con pocos rasgos comunes («ba»-«fa»). Se pasa a fonemas que presentan una mayor similitud, disminuyendo el número de rasgos en oposición («ba»-«pa»). Posteriormente se valora la discriminación entre segmentos de mayor longitud («pala»-«bala», «caña»-«calla», «mesa»-«pesa»). Se intenta que el afásico tome conciencia de las oposiciones fonémicas recurriendo a cualquier facilitación que sea eficaz, como la visualización de la praxis fonatoria, la reiteración de los sonidos, la lectura de los fonemas mientras el rehabilitador los pronuncia, la grabación magnetofónica y la escritura al dictado. Así se van consolidando de forma sistemática las diferentes combinaciones fonéticas. En caso de producirse errores, hay que trabajarlos recurriendo a la reversibilidad: si el paciente dice «ba» al oír «pa», se le hace buscar la ficha «pa» y leerla; luego se le presenta «ba» y se destacan las diferencias. Progresivamente va reduciéndose el recurso a las fichas escritas.

Trastorno psicolingüístico de la comprensión oral Es la pérdida de la capacidad para aprender el significado de las palabras y construcciones sintácticas estando preservado el nivel acústico discriminativo. La rehabilitación se inicia pidiendo al afásico que designe objetos al oír su nombre o una breve frase. Inicialmente se trabaja con conceptos alejados, pasando luego a discriminaciones en el interior de un campo semántico. A continuación se le pide que denomine los constituyentes de un todo, que cite elementos relacionados por contigüidad. Se trabajan también relaciones lógicas a partir de la clasificación de imágenes en grupos conceptuales (muebles, vehículos) progresivamente más específicos, a los que el afásico ha de etiquetar con el nombre adecuado. El paso siguiente es lograr la identificación, la designación y la denominación de un objeto tras oír su definición o descripción. A continuación ha de designar acciones enunciadas por el reeducador en el contexto de una frase. Se exige cada vez mayor trabajo discriminativo, presentando frases que comparten sujeto,

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verbo o predicados. Para este ejercicio son muy útiles las imágenes de F. Nathan (Jeu d’im ages m obiles. De l’im age a la langue). A continuación se emplean consignas más complejas que requieren el análisis de las relaciones sintagmáticas. Se trabajan las preposiciones que indican relación espacial o que marcan casos, los indicadores morfológicos de género y número, los pronombres, los relativos («toque el libro con la llave»-«toque la llave con el libro»). Es frecuente que se produzcan confusiones por reversibilidad; si es así, hay que realizar ejercicios de discriminación sintáctica (identificar la imagen correspondiente a «el gato persigue al perro» cuando está mezclada con otras como «el perro persigue al gato», «el perro sigue al gato», «los gatos persiguen al perro»). Por último, se trabaja la comprensión de frases concatenadas y la información implícita (connotaciones). Se aplican los indicadores de relaciones determinadas (comparativas, concesivas, causales, relativas) a construcciones más extensas y complejas. El paciente analiza una historia, apoyado por el rehabilitador que hace preguntas, intentando captar la estructura profunda a través del estudio de la superficial. Es útil que el paciente trabaje textos absurdos en los que, mediante significantes correctos, se expresa un significado imposible. Pueden trabajarse los aspectos más abstractos del lenguaje —interpretación de refranes, moralejas, juegos de palabras— si el paciente había accedido a ellos antes del trastorno lingüístico.

Alteraciones en la retención de información auditiva (fallo acusticoamnésico) Supone la imposibilidad de retener un enunciado largo. Aparece en la afasia de conducción y en la afasia acusticoamnésica. La rehabilitación ha de encaminarse a reforzar las asociaciones visuales de las palabras y las frases, implicando a amplias zonas de la corteza posterior. También hay que aumentar los intervalos entre estímulos para disminuir la inhibición proactiva (factor recency) o retroactiva (factor prim acy) y posibilitar el aumento de la fijación de los elementos. Conviene hacer ejercicios de retención de series cortas, de dos o tres palabras, con repetición inmediata; luego se añade un breve tiempo de latencia, que se aumenta a medida que mejora la retención; también se incrementa el número de ítems de la serie. Hay que realizar transposiciones entre varios analizadores: memorización de estímulos visuales que se expresan verbalizados, o retención de palabras oídas cuya imagen hay que señalar, etc. Es útil apoyarse en memorizaciones previas que constituyen automatismos (números, días de la semana); el paciente oye algunos de sus elementos, intenta visualizarlos y luego reproduce la serie. Se insertan las palabras en una red de conexiones semánticas (uso del objeto, de qué está hecho, semejanzas y diferencias con otros similares). Este esquema sirve

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para visualizar y facilitar el hallazgo de la palabra en momentos posteriores.

Alteraciones en la comprensión por falta de atención y actitud fabulatoria Se produce la sustitución del proceso descodificador por elaboraciones del paciente, conjeturas en función de su estado emocional y con nulas probabilidades de corresponder al mensaje oído. Es una patología típica de las lesiones frontales. Los trastornos de este tipo son de difícil rehabilitación ya que no se produce el análisis consciente de la información. Una dificultad adicional es la anosognosia del paciente, frecuentemente acompañada de una actitud recelosa hacia el rehabilitador. Es útil emplear m étodos conductistas, ignorando las fabulaciones y reforzando con algún premio material las respuestas que indiquen atención a las verbalizaciones del interlocutor. Hay que intentar frenar las asociaciones irrelevantes reforzando las relaciones entre lo verbalizado por el paciente y un material gráfico (dibujo o escritura), y diciendo «no» de forma contundente cada vez que el paciente salga del tema. Puede dársele la orden de señalar los elementos informativos principales la segunda vez que oiga un relato, dándole un premio a cada éxito. Se pueden emplear juegos de sobremesa para potenciar la motivación del afásico y mantener su interés en el diálogo y en el desarrollo de la competición.

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Estudio especial de la estimulación de la capacidad comunicativa: la pace Introducción La capacidad en comunicar con eficiencia (cualquiera que sea el método) puede ser la clave de la adaptación personal final del paciente. Para conseguir este objetivo, Davis y Wilcox (1981) propusieron la Prom oting Aphasic's Com m unicative Effectiveness (PACE). La PACE se presentó como una nueva y original experiencia de reeducación. Esta terapia se fundamenta en la hipótesis de que el comportamiento comunicativo espontáneo responde a la capacidad comunicativa residual de orden pragmático (verbal y extraverbal), habitualmente poco estimulada por el tratamiento logopédico. En resumen, la PACE se propuso, por un lado, como un procedimiento terapéutico caracterizado por las reglas de conversación natural, en la cual el paciente asume el comportamiento comunicativo espontáneo, y por otro, como una técnica rica en implicaciones teóricas consistentes en comportamientos del terapeuta dirigidos a la utilización por parte del paciente de estrategias pragmáticas (verbales y no verbales) para mejorar su eficiencia comunicativa. De esta forma la PACE pretende aumentar la capacidad comunicativa global del paciente mediante el empleo de las capacidades residuales, partiendo de la idea de que todo paciente afásico es capaz de comunicarse de una manera u otra en la vida cotidiana.

Procedimiento de la PACE La PACE se efectúa en una mesa dividida por un panel vertical o inclinado en forma de atrio. Mediante esta separación, paciente y terapeuta no pueden ver los respectivos materiales de rehabilitación. Sentados uno frente a otro, paciente y terapeuta disponen de una serie de estímulos en tarjetas (palabras escritas, figuras de objetos comunes o de acciones, etc.) y, mediante turnos, deben elegir una tarjeta que sin mostrarla debe hacer entender al interlocutor qué figura está representada en la tarjeta; pare ello puede utilizarse cualquier estrategia comunicativa. Las situaciones comunicativas pueden ser de tres tipos: imágenes por duplicado, tarjetas únicas y dictado. Otra posibilidad es un grupo de 6-10 tarjetas duplicadas, una copia para cada participante. Estas tarjetas se colocan de forma distinta para uno y otro, de manera que el oyente no conoce a priori el argumento del mensaje, aunque el contexto sea limitado. También se pueden crear tarjetas con sucesos conocidos por ambos participantes (historia, política, espectáculos) o un lugar conocido, y el otro debe descubrir de qué se trata. El procedimiento se realiza en dos etapas:

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1. Observación. Se trata de realizar diez sesiones iniciales para que el paciente se familiarice con la técnica y observar sus posibilidades y reacciones ante la terapia. Este aspecto se puede analizar mediante la grabación de vídeos. 2. Modelado. Tras la delimitación de las posibilidades comunicativas del paciente, el terapeuta interviene proponiéndole ejemplos de comunicación y estimulándole a que los ponga en práctica durante las sesiones. El terapeuta debe observar cómo actúa el paciente y, en función de dicha actuación, deberá aconsejarle para que vaya mejorando aquellos aspectos más débiles y aproveche mejor sus capacidades preservadas. El material que hay que usar se extrae de elementos de la vida diaria, como revistas, periódicos, fotografías, dibujos, postales, publicidad, etc., y se amplía en función de cada paciente, teniendo en cuenta sus intereses, escolaridad, cultura, etc. La PACE se caracteriza por parámetros que regulan la coherencia referencial en la conversación natural mediante los procedimientos que se describen a continuación: 1. Intercambio de nuevas informaciones. Se realiza mediante fotografías por parte del locutor; por turnos, paciente y terapeuta deben elegir una fotografía y describirla al otro. La información que hay que descubrir sólo la conoce el locutor, sea éste el paciente o el terapeuta. Se pasa a la nueva fotografía cuando el oyente es capaz de reconocer la imagen. 2. Alternancia de roles. Paciente y terapeuta intercambian continuamente sus papeles, lo cual es un aspecto nuevo en la terapia, ya que tradicionalmente siempre era el terapeuta quien exigía información y respuestas. 3. Libre elección de canales comunicativos. Para llegar a una comunicación efectiva se utilizan estrategias verbales y extraverbales. Este hecho implica que con frecuencia se usen verbalizaciones útiles para la comunicación y otros canales como onomatopeyas, pantomimas u otros gestos dotados de valor comunicativo, expresiones faciales e imitaciones de posturas, etc. 4. Uso del feedback basado en la efectividad comunicativa. El terapeuta, cuando actúa como receptor del mensaje, evalúa el mensaje enviado por el paciente y produce una retroalimentación (feedback) de comprensión (total o parcial) o de incomprensión, es decir, puede pedirle al paciente más información. También puede suceder que el terapeuta haya entendido solamente de forma parcial el mensaje enviado por el paciente y requiera una información más específica (feedback cerrado), con el objeto de obligar al paciente a realizar otras estrategias comunicativas (gestos, etc.). 5. Uso del contexto. Paciente y terapeuta deben situarse en un contexto común, es decir, se debe contextualizar la tarea con la cual se va a trabajar para facilitar el proceso de intercambio de información. Este hecho tiene importancia puesto que se usan estrategias de completamiento progresivo de la información. 6. Redundancia comunicativa. El terapeuta normalmente propone un número

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de informaciones muy superior al que realmente sería necesario para llegar a la comprensión de la fotografía elegida. Para ello se usan informaciones tanto verbales como extraverbales con un doble sentido. Se deben evaluar todas las capacidades receptivas del paciente cuando actúa como oyente para aumentar su nivel de comprensión y sugerirle de manera implícita que use todos los canales comunicativos útiles para completar y enriquecer el propio mensaje. En el siguiente apartado se presenta un método de rehabilitación que, en contraposición a la PACE, pretende limitar al máximo la comunicación extraverbal y de esta forma incidir en la recuperación de los sistemas cerebrales relacionados con el lenguaje.

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Estudio especial de la rehabilitación grupal intensiva de la afasia Introducción Considerando su especial interés y sus fundamentos neurobiológicos, se realiza a continuación una mención específica a la Constraint-Induced Aphasia Therapy (CIAT), siguiendo su ampliación y adaptación a la lengua castellana (Berthier et al., 2012) que recibe el nombre de REGIA (Rehabilitación Grupal Intensiva de la Afasia). En esta adaptación se ha seleccionado un corpus de palabras de uso frecuente en la comunicación de la vida diaria. El material de rehabilitación aportado pretende ayudar a la estimulación de diálogos y conversaciones promoviendo un estilo ecológico de comunicación semejante a las situaciones de la vida diaria.

Fundamentos La CIAT fue desarrollada por Pulvermüller (Pulvermüller et al., 2001) a partir de la Constraint-Induced Movem ent Therapy, o CIMT (Taub et al., 2002), que se introdujo para el tratamiento de los déficits motores consecutivos a accidentes cerebrovasculares. Dada la importancia de esta aproximación, se realizará aquí una breve reseña. Entre los fundamentos de esta terapia se destaca la idea de que la discapacidad de los pacientes en gran parte se debe a la tendencia a no usar la extremidad afectada (non-use learning, aprendizaje del desuso). Dicho de otra forma, el paciente presenta un patrón de conducta usando exclusivamente la extremidad indemne, limitando, consecuentemente, la potencial rehabilitación. Por este motivo, en la CIMT se restringe el uso de la extremidad sana mediante un cabestrillo durante el 90% de las horas en que el sujeto permanece despierto. En esta situación se estimulan intensamente las actividades de la extremidad parética durante 6 horas al día.

Del trastorno motor al trastorno del lenguaje Siguiendo los principios de la CIMT, Pulvermüller et al. (2001) plantearon su aplicación a las afasias de forma semejante. En este caso se trataría de restringir la gestualidad y promover el uso intensivo del lenguaje oral para incrementar la plasticidad neuronal.

Eficacia: estudios iniciales y subsiguientes Mediante el estudio inicial se mostró que la CIAT aplicada a pacientes con afasia

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consecutiva a ictus, aplicada durante 30-35 horas durante 2 semanas consecutivas, fue más eficaz que la terapia convencional (30-35 horas en 3-5 semanas). La eficacia se mostró en el Token Test, en la denominación y en la comprensión del lenguaje, así como en un instrumento de evaluación de la comunicación en la vida diaria. Los resultados iniciales se replicaron posteriormente en otros centros (v. detalles en el manual). Estudios ulteriores (Pulvermüller et al., 2005) mediante la técnica de potenciales evocados cognitivos mostraron que, tras 2 semanas de tratamiento, aparecía una correlación significativa entre palabras en decisión léxica visual, mejoría en los test de lenguaje y la actividad evocada en los hemisferios cerebrales. Según este estudio, la CIAT favorece la mejoría del lenguaje promoviendo la reorganización funcional de estructuras del hemisferio derecho y de las zonas circundantes de la lesión en el hemisferio izquierdo.

Justificación teórica A continuación se presentan los principales principios neurocientíficos de la CIAT. Aprendizaje de coincidencia y correlación Tal como se expone en el capítulo 2, los principios de Hebb son fundamentales para entender la creación de sinapsis y de circuitos cerebrales. En el caso de las afasias, se trata de aplicar estos principios para favorecer el desarrollo de nuevas conexiones y el fortalecimiento de las existentes dentro del sistema del lenguaje. Este proceso recibe el nombre de «aprendizaje de coincidencia». Para aplicar el aprendizaje de coincidencia y obtener respuestas significativas, es importante incrementar la frecuencia de las conductas —e, indirectamente, sinapsis— que se quieren tratar. Este incremento se consigue a través de una terapia intensiva (alta frecuencia) en la que se aumenta la cantidad global (número de horas) y el número de horas por sesión. Relación entre el lenguaje y la acción Frente a las teorías modulares de la función del lenguaje, las teorías de las redes neuronales demuestran que existe una abundante interacción entre los sistemas de procesamiento cerebral. En este sentido, los sistemas de percepción y acción se coactivan e interactúan con el sistema del lenguaje, especialmente en el procesamiento semántico (Berthier, manual). Este aspecto se comentó en el capítulo 2. Papel negativo del aprendizaje del «desuso» El fenómeno de desuso motor también puede ocurrir en el ámbito del lenguaje y otros procesos cognitivos. En el lenguaje es frecuente el uso de expresiones repetitivas, gestos, uso de expresiones simples, actos de señalar objetos, etc. En

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ciertos casos el paciente puede evitar la interacción social y el uso del lenguaje. Aunque ciertas limitaciones son propiamente consecutivas a las lesiones cerebrales, es posible que exista un espacio entre lo que es posible y lo que el paciente realiza. En la propuesta de la CIAT, el sentido de constraint (restricción) es el de «focalización». Se trata de que el paciente se centre en los procesos lingüísticos preservados, aunque él tienda a no usarlos. Se trata de compensar el efecto negativo del «aprendizaje del desuso» reconduciendo el lenguaje del paciente hacia el uso de capacidades verbales preservadas e infrautilizadas. Mediante esta estrategia se pretende reactivar y reorganizar los circuitos neuronales del lenguaje inactivos.

Rehabilitación Grupal Intensiva de la Afasia (REGIA) La REGIA constituye la adaptación de la CIAT al contexto cultural español. Esta técnica se ha diseñado para aplicar a afásicos adultos de cualquier etiología. Se trata de una terapia en grupo, para grupos de dos o tres pacientes, aunque se puede aplicar individualmente. La modalidad en grupo facilita la interacción y la integración sociales. Selección de pacientes Los autores señalan que es importante formar grupos que sigan estos criterios: a) perfil de afasia similar, y b) gravedad relativamente similar. Además, se indican los siguientes criterios de exclusión: afasia global grave, estereotipias verbales, afasia con jerga neologística o fonémica, alteraciones graves en la comprensión auditiva, agnosia o apraxia graves. Objetivos Los autores destacan dos tipos de objetivos: globales (para todo el grupo) y específicos (para cada paciente en función de sus características). Duración Sesiones intensivas para alcanzar un total de 30 horas, distribuidas en 2 semanas consecutivas a razón de 3 horas diarias. Se realizan 10 minutos de descanso tras cada hora de trabajo. El terapeuta puede decidir otros períodos de descanso. Personal requerido Se requiere la participación de un terapeuta y un coterapeuta. El terapeuta (logopeda o neuropsicólogo) inicia y controla las actividades, muestra estrategias, enseña. El coterapeuta (cualquier persona entrenada) participa en el juego —sin ver las tarjetas de los otros participantes— ayudando a los participantes a superar

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las dificultades que aparecen en la terapia y estimula la comunicación entre pacientes. Material Manual, 6 cajas con 1.100 tarjetas (elementos de alta, media y baja frecuencia de la vida diaria), hoja de registro, paneles separadores. Procedimiento La terapia se plantea como un juego. Se trata de intercambiar láminas que presentan objetos y personas. El participante, que dispone de 6 a 10 tarjetas, debe descubrir, a través de peticiones y preguntas, quién posee el otro par idéntico al suyo. Los participantes se sientan alrededor de una mesa, unos en frente de otros, separados por paneles verticales que impiden ver las tarjetas de los otros. A continuación se explican las normas (especialmente la prohibición de gestos, señalar, dibujar o escribir) y se hacen ensayos para ver si todos han comprendido la tarea. Cada juego consta de dos pasos. En el primer paso, un participante A elige una de las tarjetas que posee y pregunta a otro, B, o al coterapeuta, si posee la tarjeta idéntica. El participante A debe dar el nombre correcto del objeto representado en la tarjeta o, si es incapaz, describirlo verbalmente. El segundo paso corre a cargo del participante B, que tiene varias posibilidades de respuesta: a) si tiene la tarjeta, deberá enseñarla al grupo y entregarla al participante A; b) si no posee la tarjeta, debe comunicarlo al participante A, y en este caso el participante A debe escoger otra tarjeta y preguntar a otro participante, y c) si tiene dudas por la dificultad en comprender la pregunta, debe intentar obtener más información sobre los detalles del objeto representado en la tarjeta. Dimensiones de la progresión La progresión terapéutica se fundamenta en tres dimensiones: material, exigencias lingüísticas y secuencias o estructuras de acción. Las citadas dimensiones se aplican simultáneamente y se van modificando de forma constante a lo largo de las 2 semanas con el objetivo de adaptarse a las necesidades del grupo.

Beneficios de la REGIA Según los autores, la aplicación de la REGIA conduce a cambios lingüísticos y de la comunicación en los siguientes ámbitos: a) promoción del aprendizaje de objetos frecuentes en la vida diaria; b) acceso rápido a la nominación y comprensión de estos objetos; c) aumento de la fluidez y el contenido informativo; d) mejoría de la prosodia; e) uso y reaprendizaje de números, colores y completamiento gramatical; f) mejora de la descodificación fonológica y/o articulación verbal; g) facilita la integración y reduce el aislamiento, y h) favorece

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la interacción social y una comunicación ecológica ya que presenta una relación entre los ejercicios terapéuticos y el uso del lenguaje en la vida diaria.

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Comentarios finales sobre el tratamiento de las afasias En el tratamiento de las afasias han ido adquiriendo cada vez más importancia los aspectos psicológicos, sociales e individuales (Joanette y Lafond, 1991). La primera tarea que ha de realizar el reeducador es acompañar al afásico que se enfrenta a su pérdida de capacidades comunicativas. Y luego, progresivamente, mostrarle cómo recuperar el acceso al discurso lingüístico apoyándose en las técnicas y estrategias que puedan ser más fructíferas teniendo en cuenta todos los aspectos del paciente. Los conocimientos teóricos son imprescindibles, pero no bastan para garantizar la puesta en marcha del proceso. Se requiere, además, el concurso de los aspectos emocionales, de la motivación, de modo que el paciente asuma su papel en la rehabilitación y empiece a esforzarse por recuperar en alguna medida lo que un día fue suyo, la competencia lingüística. No olvidemos la importancia de esta lucha por el avance, con sus logros a veces mínimos, pero que restablecen el sentido de la existencia del afásico, que de otro modo se encontraría solo, enfrentándose al deterioro masivo y brusco de su lenguaje y de su comunicación con el entorno.

A nexo C u a d r o A 2 0 - 1 A f as ia t ipo Br oc a

Expresión oral Fase aguda • Supresión del lenguaje. Vocalizaciones inarticuladas. Estereotipias. Disociación automático-voluntaria • Evoluciones:

• Mutismo irreversible (excepcional) • Estereotipia verbal irreversible • Estereotipia irreversible controlada por el paciente • Disminución progresiva de la reducción: aparición de palabras de alta frecuencia Fase crónica • Anartria:

• No fluencia. Transformaciones 635

fonéticas generales (síndrome de desintegración fonética) • Mecanismos subyacentes: Paresia. Distonía. Dispraxia • Posible evolución: anartria pura • Agramatismo:

• No fluencia (pero comunicación considerable): frases entre 0 y 4 palabras, sin cláusulas subordinadas • Sintaxis: reducción y simplificación (frases breves, yuxtaposición — habla telegráfica—), elisiones (palabras de función), sustitución de afijos • Disprosodia (posible síndrome del acento extranjero) • Anomia: más evidente en conversación, narración y evocación

Comprensión oral • Normal o defecto discreto • Comprensión imperfecta de elementos gramaticales, órdenes complejas y textos. Mayor problema con oraciones no canónicas o que incluyen cláusulas subordinadas

Repetición • En función de la capacidad expresiva • Posible repetición de palabras de alta frecuencia, alta imaginabilidad y longitud corta

Denominación • Alterada. Mejora con ayudas (fonémicas o contextuales)

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Escritura • Supresión de la escritura. Alteraciones en el grafismo y tendencias a la macrografía • Posible evolución: reducción, agramatismo escrito, agrafia pura, paragrafias

Lectura • En voz alta: en función de la expresión • Comprensión: en general, más alterada que la oral

Tipología • Afasia de Broca clásica y crónica: afasia de Broca «grave» o de «tipo II» • Lesión del área de Broca: afasia «pequeña», de «tipo I» o «afasia del área de Broca»

C u a d r o A 2 0 - 2 A f as ia t ipo Wer nic ke

pr opiam ent e dic ha ( Wer nic ke t ipo I ) Fase inicial (aguda) Expresión oral Tras posible fase de mutismo: jerga, logorrea y anosognosia (generalmente no absoluta) • Débito normal o logorreico (impresión de excitación). Prosodia rica • Corpus de abundantes transformaciones afásicas (que conducen a la jerga):

• Parafasia verbal • Parafasia fonológica • Neologismo. Glosolalia • Disintaxia • Posible aparición de palabras de predilección • Anomia (enmascarada por la jerga)

Comprensión oral • Importante defecto: fallo en tareas simples • Tres clases de enfermos (tipología):

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• Afasia de Wernicke propiamente dicha (Wernicke de tipo I, o de vertiente auditiva): grave alteración • Afasia de Wernicke con preservación de la repetición (Wernicke de tipo II): alteración moderada • Afasia de Wernicke con predominio de la afectación disociada de la escritura (Wernicke tipo III, o de vertiente visual): leve alteración verbal con grave alteración lectora Repetición • Incanalizable, en fase aguda (salvo en la afasia de Wernicke tipos II y III)

Denominación • En fase aguda no existe conducta de denominación. Las ayudas no funcionan

Escritura • Grafismo y automatismos preservados • Dictado muy alterado. Paragrafias de todo tipo. Neologismos • Posible gran reducción permanente: afasia de Wernicke «tipo III»

Lectura • Proporcional al déficit oral o netamente inferior • Alteración grave en Wernicke «tipo III»

Fase de estado (tras evolución de semanas o meses, en especial si ACV): crónica Expresión • Mejoría del débito (disminuye la logorrea). Desaparecen los tema de predilección • Los neologismos disminuyen hasta desaparecer • Parafasias: pasan a ser fundamentalmente verbales

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• Paragramatismo: sustitución de morfemas gramaticales (flexivo) y de palabras de función • Anomia:

• Se hace consciente. Búsqueda de la palabra (ausencia de palabra o latencia en su aparición) • Parafasia verbal, circunloquio, perífrasis (lenguaje vacío) Comprensión • Sigue mejor los comentarios del interlocutor • Mejoría considerable (en ciertos casos puede existir un defecto importante) • Misma tipología que en la fase aguda

Repetición • Alterada. Defecto similar a la afasia de conducción (salvo en la afasia de Wernicke «tipo II») • Destacan los defectos fonémicos

Escritura • Mejoría respecto al cuadro inicial • Puede hacerse bastante útil (en casos, mejor que el lenguaje oral) • Frecuentes disintaxias

Lectura • Se mantiene alterada en los casos de afasia de Wernicke «tipo III» • La comprensión puede ser proporcional a la del lenguaje oral

En ciertos casos, Wernicke reducido • Desaparece la anosognosia • Disminuye la producción verbal: pseudo-no-fluencia • Reducción de la expresión a: frases incompletas, sintagmas fijos, automatismos de dificultad

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C u a d r o A 2 0 - 3 A f as ia t ipo c onduc c ión

Expresión oral • Débito normal o casi normal. En ocasiones, presencia de disprosodia • Expresión entrecortada (frases entre 3 y 5 palabras):

• Paros, dudas, correcciones. Abandonos • Anomia y parafasia • Parafasia:

• Casi exclusivamente parafasia fonémica y verbal (formal y morfológica). Posibilidad de jerga fonémica • Conductas de aproximación fonémica y ensayos progresivos • Posible lentificación voluntaria del débito para el control de su producción • Anomia frecuente en la conversación • En casos:

• Gran número de transformaciones de tipo morfológico y sintáctico • Fallos en sintaxis por elisión, adición y metátesis, y por alteración de palabras gramaticales Comprensión oral • Alterada moderadamente o normal (similar a la comprensión en la afasia tipo Broca) • Posible disociación entre la preservación de la comprensión léxica y alteración de la comprensión supraléxica

Repetición • Muy alterada. En ocasiones, casi incapaz de repetir

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• Conductas de aproximación fonémica • Abundantes parafasias fonémicas (en especial en palabras complejas) • Puede existir una buena repetición de palabras cortas (monosílabos o bisílabos) • Gran dificultad para repetir frases largas con muchos morfemas gramaticales

Denominación • Parafasia fonémica de palabras bien seleccionadas • Esbozo oral positivo (puede dar parafasia morfológica) • Raras parafasias semánticas • Anom ia de una dirección: reconoce la palabra (decisión léxica correcta), pero no la puede expresar

Escritura • Grafismo y automatismo habitualmente preservados • Gran número de transformaciones paragráficas: disortografías, paragrafias literales y verbales • En casos, normal o casi normal de entrada • Fallos sobre todo al dictado y espontáneamente. Copia mucho mejor

Lectura • Iguales defectos que en la repetición • En general, mejoría o desaparición de trastornos

Tipología • Afasia de conducción de repetición: mayores dificultades en la repetición de frases con presencia de diversas clases de parafasias (semánticas, morfológicas, de palabras de función) • Afasia de conducción de reproducción: alteración en la programación de los fonemas con conductas de aproximación fonémica

C u a d r o A 2 0 - 4 A f as ia t ipo s ens or ial

t r ans c or t ic al ( Wer nic ke t ipo I I ) Tipología

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• Patrón de jerga semántica • Patrón anómico • Patrón atípico

Expresión oral • Rasgos generales: débito normal, y normalidad ártrica, fonémica y fonética • Variante semántica:

• Expresión abundante, con articulación normal y prosodia como en la afasia de Wernicke • Anosognosia inicial • Gran presencia de parafasias verbales y sintagmáticas: jerga parafásica. Sustitución de unidades léxicas (verbos, adverbios). Jerga «vacía» de contenido • Variante anómica:

• Anomia similar a la de la afasia tipo Wernicke • Presencia importante de latencias, vacilaciones, circunloquios y frases abortadas. Producción con pocas unidades léxicas y automatismos • Evolución: producción cualitativa, pero con escasez de unidades léxicas • Variante atípica: preservación del lenguaje espontáneo

Comprensión oral Alterada de entrada tras etiología brusca (como ACV) y etiología progresiva. • Variante semántica (déficit de comprensión léxica: trastorno léxico-semántico):

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• Trastorno psicolingüístico de la comprensión • Las frases se comprenden mejor que las palabras aisladas • Anomia de dos direcciones con parafasias semánticas • Variante anómica (déficit de comprensión supraléxica: trastorno sintáctico-semántico):

• Comprensión de palabras aisladas • Dificultad en frases complejas: cláusulas subordinadas, relaciones espaciotemporales o relaciones lógico-gramaticales Repetición • Normal: dígitos, palabras, pseudopalabras y frases • Ecolalia en ciertos pacientes • Ecolalia de lengua extranjera

Denominación • Problemas importantes, sobre todo en la variante anómica. Circunloquios • No mejora con ayudas • En casos, preservación de la denominación (variante atípica)

Escritura • Grafismo y automatismo de escritura normales • Espontánea: poco abundante. Paragrafias de todo tipo. Neologismos. Perseveraciones • Dictado: menos alterado. Disortografía • Copia servil

Lectura • En voz alta: casi normal o producción de paráfrasis de todo tipo y neologismos • Comprensión: alterada; en casos, buena verbalización-

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mala comprensión

C u a d r o A 2 0 - 5 A f as ia m ot or a

t r ans c or t ic al Tipología: Clásica, Adinám ica (afasia dinám ica de Luria), Atípica

Afasia motora transcortical clásica Expresión oral • Mutismo o reducción del habla de inicio: palabras aisladas o automatismos • Buena articulación, pero alteraciones prosódicas. Ausencia de parafasias • Perseveraciones y ecolalias en respuesta a preguntas • En ocasiones, acinesia del habla (reducción comunicativa) • En la evolución, suele mejorar la fluencia y aparecen frases breves

Comprensión oral • Básica normal. Fallos en tareas complejas y en frases largas

Repetición • Normal o casi normal (ecolálica en casos) • Los automatismos se repiten mejor que las oraciones con contenido literal • En ocasiones, fenómeno de completamiento

Denominación • Normal o fallos por ausencias de respuestas o retrasos. Las ayudas fonémicas funcionan • Posible aparición de perseveraciones • Dificultad en tareas de evocación categorial

Escritura • Trastorno de iniciación y mantenimiento de la tarea • En ocasiones, alteraciones en la seriación de letras, agramatismo y distorsión del grafismo con macrografía

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Lectura • Presenta fallos, pero puede ser casi normal • Comprensión: frecuentemente buena

Afasia adinámica Expresión oral • Anespontaneidad con pérdida del lenguaje desarrollado, intentos, latencias, automatismos • Ausencia de alteraciones fonológicas o sintácticas • Problemas en la planificación de la emisión o en la selección de lo que se desea emitir

Comprensión oral • Buena, con alguna dificultad ante material complejo o textos

Repetición • Normal, ecolálica

Denominación • Aunque presenta problemas, mejora con ayudas contextuales o fonémicas • Puede aparecer perseveración

Escritura • Defectuosa, en relación con la producción oral • Alteración en el grafismo

Lectura • Preservada, sobre todo la comprensión • Lectura en voz alta lentificada

Afasia transcortical motora atípica • Semiologías atípicas: problemas articulatorios, tartamudeo, alteraciones en la comprensión oral

C u a d r o A 2 0 - 6 A f as ia t ipo anóm ic o

Cuadro inicial de un proceso evolutivo. Secuela de un cuadro más complejo (Wernicke o sensorial transcortical)

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Expresión oral • Débito normal (o casi). Prosodia y articulación normal • Defecto nominal más o menos grave:

• Paráfrasis imprecisas. Circunloquios (generalmente sobre el uso) • Frases inacabadas • Palabras mal elegidas. Palabras ómnibus • Fallo más evidente si la palabra es poco frecuente • Latencias en la selección de palabras. «Vacíos»: ausencia de respuesta • Las parafasias son raras Comprensión oral • En conjunto, buena • Posible dificultad en la comprensión de palabras en tareas elaboradas

Repetición • Normal

Denominación • Alteración importante • Relevancia de la frecuencia de la palabra • Ayuda por esbozo oral: negativa

Escritura • Defectos en la escritura espontánea por fallo en la selección léxica • Grafismo y automatismos normales • Copia normal • Dictado: disortografía posible

Lectura • En voz alta: normal

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• Comprensión: normal

C u a d r o A 2 0 - 7 A f as ia t ipo global

Expresión oral • Similar al cuadro de afasia de Broca en grado máximo: mutismo, vocalizaciones y estereotipia. • Gran reducción o supresión del lenguaje oral y escrito. Posible disociación automático-voluntaria • Cuadro permanente o de poca mejoría • Imposibilidad de comunicación: síndrom e del aislam iento de la zona del lenguaje

Comprensión oral • Grave alteración de la comprensión oral y escrita • Puede presentar una mejoría (en especial la comprensión oral): afasia m otora m ixta

Resto de conductas • Alteradas

C u a d r o A 2 0 - 8 A f as ia t ipo t r ans c or t ic al

m ixt a Expresión oral • Alteración severa de la producción oral. Estereotipias. Automatismos • Expresión reducida a ecolalias • Imposibilidad de comunicación: síndrome del aislamiento de la zona del lenguaje

Comprensión oral • Defecto grave • Puede estar preservada la comprensión de órdenes sencillas relativas al cuerpo

Repetición

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• Normal. Ecolálica • Ecolalia con pseudopalabras y de lengua extranjera • En ocasiones, fenómeno de completamiento

Resto de conductas • Alteradas • Hay casos con preservación relativa de la denominación

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FIGURA A20-1 Perfil promedio de las afasias tipo Broca. Sobre una muestra de 18 casos, las pruebas relacionadas con la expresión verbal caen por debajo del percentil 50, mientras que las relacionadas con la comprensión oral se sitúan por encima de dicho percentil (a excepción de un solo fallo en la tarea de señalar palabras). El resto de conductas verbales se mueven entre los percentiles 35 y 45.

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FIGURA A20-2 Perfil promedio de las afasias tipo Wernicke. Sobre una muestra de 20 casos, se observa la disociación entre la comprensión oral (por debajo del percentil 50) y la expresión oral (entre el percentil 50 y por encima del mismo, con la excepción del contenido informativo, mínimo o inexistente a causa de la jerga). El resto de conductas verbales se sitúan en torno a los percentiles 45 y 50.

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FIGURA A20-3 Perfil de un caso de afasia de conducción (ACS). Se trata de una evolución de una afasia de Wernicke en la que se observan puntuaciones bastante altas en todas las tareas (con alguna punta moderada en alguna tarea de denominación y de comprensión oral), excepto en las relacionadas con la repetición (alrededor del percentil 40).

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FIGURA A20-4 Perfil de un caso de afasia sensorial transcortical (MCP). Se observa un lenguaje fluente y una repetición preservada (puntuaciones por encima del percentil 60), junto con problemas en las pruebas de denominación (percentiles 4050, con picos de 65 en la evocación categorial) y de comprensión oral (percentiles por debajo de 35).

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FIGURA A20-5 Perfil de un caso de afasia motora transcortical (RET). Se puede observar la disociación existente entre la expresión oral (junto con la fluencia y la gramática) y la denominación (ambas por debajo del percentil 40), por un lado, y la repetición y la comprensión oral preservadas. En estas últimas conductas se observan algunos errores cuando el enfermo debe repetir frases (sobre los percentiles 65-70) o en la comprensión de material complejo (por debajo del percentil 25).

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FIGURA A20-6 Perfil promedio de las afasias anómicas. Sobre una muestra de 17 casos se puede apreciar que todas las puntuaciones se sitúan por encima del percentil 50 t; en su mayoría, entre los percentiles 75-80. Pese a algunos pequeños errores en tareas de repetición (sílabas), de comprensión oral (palabras y materiales complejos) y en el contenido informativo (influenciado por la anomia), donde más caen las puntuaciones es en las tareas de denominación, salvo en las tareas relacionadas con la respuesta denominando.

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FIGURA A20-7 Perfil promedio de las afasias globales. Sobre una muestra de 16 casos, se observan puntuaciones suelo en todos los ámbitos. Se sitúan entre el percentil 15 (tareas de comprensión) y el 40 (repetición de pseudopalabras), con la excepción de una tarea mnésica (repetición de series en orden inverso).

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CAP ÍTULO 21

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Alexias-agrafias y dislexias-disgrafias J.A. Martínez Martín

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Introducción En este capítulo se presenta una revisión sobre la concepción actual de los trastornos adquiridos de la lectura y la escritura (alexias y agrafias). Comenzaremos abordando las alexias, seguidas de las agrafias, y finalizaremos con una última sección sobre la intervención. Tanto en el apartado de las alexias como en el de las agrafias, en primer lugar expondremos brevemente el enfoque tradicional, para luego continuar presentando el enfoque cognitivo. Aunque estos dos enfoques de estudio comparten su objetivo final (comprender los mecanismos implicados y tratar de diseñar tratamientos eficaces) lo hacen desde premisas distintas. En esencia, el enfoque tradicional está más centrado en establecer correlaciones clínico-topológicas, mientras que el cognitivo se centra, sobre todo, en describir la organización funcional subyacente. En la práctica, el enfoque tradicional ha sido absorbido por el cognitivo. Seguiremos manteniendo, sin embargo, esta diferenciación con fines didácticos porque ayuda a comprender la terminología y su evolución.

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Alexias Enfoque tradicional (neuroanatómico) El interés por los trastornos adquiridos de la lectura surge a finales del siglo xix cuando un grupo de neurólogos describe con claridad el vínculo existente entre la aparición de estas dificultades y la presencia de determinadas lesiones cerebrales. Herederos de aquella tradición, los neurólogos denominados conductuales se han ocupado de definir estos trastornos y de perfilar sus relaciones con otros cercanos como las agrafias o las afasias. La mayor parte de estos autores coinciden en considerar la alexia como la pérdida de la capacidad de com prender el lenguaje escrito a consecuencia de una lesión cerebral. Estas lesiones son con frecuencia focales y se localizan en el hemisferio izquierdo. No obstante, existen alexias por lesiones derechas especialmente en personas zurdas, y alexias como consecuencia de lesiones generalizadas. La incapacidad para leer en voz alta no se considera ni condición necesaria ni suficiente para que exista alexia. La influencia del marco cognitivo en la actualidad ha provocado que este criterio se flexibilice y se incluyan también dentro de las alexias los problemas para acceder a la fonología (al sonido) desde el material impreso a pesar de disponer de una buena comprensión. Aunque la tendencia más frecuente en el pasado era la de reservar el término «alexia» para los trastornos adquiridos y «dislexia» para los evolutivos, cada vez se emplea con más frecuencia la denominación de «dislexia adquirida» o simplemente «dislexia» como sinónimo de alexia. Por otro lado, tampoco es casual el hecho de que coincidiendo con este cambio de denominación, que parece confundir los trastornos adquiridos con los evolutivos, el abordaje de estos dos tipos de trastornos sea cada vez más cercano.

Clasificación de las alexias Los distintos autores han ido estableciendo diversas clasificaciones en función de su particular visión o aproximación al tema. Así, se presentaron clasificaciones que distinguían entre alexia literal y alexia verbal, dependiendo de que el compromiso fundamental recayera sobre letras o sobre palabras. Otros autores plantearon clasificaciones basadas en criterios topológicos e introdujeron términos como alexia cortical, alexia subcortical, alexia anterior o alexia posterior. Otros prefirieron agruparlas en función de que la naturaleza de los problemas apuntara hacia el dominio del reconocimiento visual o hacia al terreno lingüístico, hablando así de alexia agnósica y alexia afásica, respectivamente. Por último, otros autores prefirieron basar su taxonomía en la presencia o ausencia de otros síntomas acompañantes como la agrafia y la afasia. Siguiendo este último criterio, Friedman y Albert (1985) presentan la siguiente clasificación:

1. Alexia sin agrafia (alexia pura, alexia posterior o 663

subcortical). 2. Alexia con agrafia. a. Alexia agráfica (central, total, global, parietal). b. Alexia afásica. Aunque el interés por las cuestiones anatómicas no ha desaparecido, cada vez se ha impuesto con más fuerza, incluso entre los investigadores más afines a los marcos neurológicos, el enfoque cognitivo o psicolingüístico que mencionábamos anteriormente.

Enfoque cognitivo El enfoque cognitivo propone un modo radicalmente distinto de abordar el estudio de los trastornos del lenguaje, en general, y de la lectura y la escritura, en particular. La diferencia fundamental radica en que actualmente el estudio de estos trastornos viene guiado por una teoría bien articulada sobre los procesos que ponemos en juego cuando leemos y escribimos. Esta nueva concepción conlleva importantes cambios en el modo de abordar estos problemas. Algunos de ellos resultan a primera vista muy llamativos. En primer lugar, el interés por los síntomas acompañantes (presencia de afasia o agrafia en el caso de la alexia) queda relegado a un discreto segundo plano. Es decir, si hasta ahora el interés se centraba fundamentalmente en describir y clasificar las dificultades en función de la presencia o ausencia de otros síntomas acompañantes, ahora el acento se pone en los procesos mismos implicados en el acto de leer o escribir. Igualmente llamativo resulta el aparente desinterés por las cuestiones relacionadas con la topología de las lesiones. Si los modelos tradicionales llevaban implícita la descripción de las áreas cerebrales implicadas, ahora el estudio de las correspondencias entre estructura y función se aplaza voluntariamente hasta haber definido con claridad la arquitectura funcional. Sin embargo, hay que reconocer que, en los últimos años, los avances en las técnicas de neuroimagen han provocado un creciente interés por localizar de nuevo las funciones en el cerebro. Ahora bien, estas cuestiones relativas a la localización son secundarias para la ciencia cognitiva, cuyo objetivo fundamental sigue siendo el mismo: describir la organización o arquitectura funcional de los distintos procesos. La diferencia clave entre el enfoque tradicional y el cognitivo reside en que sus marcos teóricos son radicalmente distintos. El enfoque cognitivo parte de una teoría que va directamente al núcleo de la cuestión: cómo procesamos la información en nuestra mente cuando leemos y escribimos y, por tanto, qué cambios se producen dentro de ella cuando súbitamente perdemos alguna de estas capacidades como consecuencia de una lesión cerebral. Más concretamente, estos modelos teóricos pretenden explicar cómo procesamos la información los

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normolectores, cómo lo hacen los pacientes con lesiones cerebrales adquiridas (aléxicos y agráficos) y cómo lo hacen los niños que experimentan serias dificultades evolutivas en el desarrollo de estas mismas capacidades (niños con dislexia evolutiva o dificultades de aprendizaje). Desde este punto de vista, resulta comprensible que los autores cognitivos empleen los prefijos «dis-» (p. ej., dislexia, disgrafia, disfasia) para referirse tanto a los trastornos adquiridos como a los evolutivos. Como es lógico, para evitar confusiones debe explicitarse oportunamente si se está hablando de una dislexia, una disgrafia o una disfasia evolutiva o adquirida. La terminología en este caso pretende acompañar a la concepción teórica subyacente. Ha surgido, así, una nueva rama de la psicología cognitiva: la neuropsicología cognitiva. Esta disciplina inició su andadura asentada sobre una serie de axiomas o principios fundamentales que, aunque se han hecho menos radicales con el tiempo (Ellis y Young, 1988; Coltheart, 2001), en esencia son los mismos y podemos sintetizar del siguiente modo:

1. Se asume que, al menos, algunos de los componentes de nuestro sistema cognitivo tienen un funcionamiento modular (modularidad funcional); es decir, operan a partir de unos dispositivos con un funcionamiento autónomo o relativamente autónomo que llamamos módulos. 2. Además de esta autonomía o modularidad funcional, se asume que existe también una modularidad anatómica. Al menos algunos de los módulos de nuestro sistema cognitivo se asientan a nivel cerebral sobre regiones anatómicamente distintas. Esto hace posible que las lesiones cerebrales puedan alterar o desconectar los distintos módulos. Si todos los módulos estuvieran distribuidos por amplias zonas del cerebro, no podrían alterarse selectivamente. 3. Asimismo, se asume que todos compartimos la misma estructura cognitiva básica (universalidad del sistema cognitivo). Esto no quiere decir que no puedan existir 665

diferencias en el desempeño de las distintas funciones. Implica, simplemente, que no pueden existir personas con sistemas cognitivos cuya estructura sea radicalmente distinta. 4. Finalmente, se asume que tras las lesiones cerebrales se pueden perder uno o varios componentes del sistema, pero no surgen nuevos módulos. La conducta observada en tales situaciones es fruto del trabajo de los sistemas que no han resultado afectados (sustractividad). No se excluye, sin embargo, la posibilidad de que surjan nuevas estrategias compensadoras, pero siempre sustentadas sobre estructuras o módulos preexistentes. Sin este último principio, los datos procedentes de los sujetos con lesiones cerebrales no serían extrapolables a los sistemas normales. Partiendo de estos postulados, los neuropsicólogos cognitivos tratan de elaborar modelos que den cuenta de la organización funcional de los distintos procesos superiores. Cada paciente, especialmente aquellos que presentan disociaciones importantes, supone un test para el modelo en cuestión; esto es, el modelo debe explicar convenientemente su particular patrón de capacidades preservadas y alteradas surgido como consecuencia de la lesión cerebral.

Explicación modular: modelo de la doble vía Desde hace más de 30 años se mantiene en pie la idea de que para leer hacemos uso de dos mecanismos relativamente independientes que llamamos las vías léxica y subléxica. El primero de estos mecanismos cuenta con un dispositivo que, análogamente a un diccionario, es capaz de almacenar las palabras que vamos viendo con cierta frecuencia: es el léxico o lexicón de input visual (fig. 20-1, n.° 6). Este diccionario es el que nos permite determinar si un estímulo escrito lo hemos visto con anterioridad y si está correctamente escrito o no. A partir de este punto la ruta léxica se bifurca en dos. Una de estas alternativas nos permite acceder ya al sistema semántico y, por tanto, al significado (7 y 4). La otra alternativa enlaza directamente con el léxico de salida del habla (14). Este diccionario de salida (8)

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almacena las representaciones fonológicas de las palabras que conocemos y, con toda probabilidad, es el mismo diccionario que activamos cuando denominamos algo. Cuando esta ruta léxica (en realidad, rutas) funciona correctamente, estamos en disposición de acceder al significado y a la fonología de las palabras escritas que para nosotros son familiares. Obsérvese que esta ruta funciona correctamente tanto con palabras regulares (todas las palabras castellanas) como con las irregulares tomadas prestadas de otras lenguas («light», «Shakespeare»). El segundo de los mecanismos, la ruta subléxica, arranca del sistema de análisis visual (5). Este módulo se encarga de segmentar en grafemas la secuencia de letras de cada estímulo. Cada uno de estos grafemas se irá convirtiendo en un fonema mediante el conversor (15) y la secuencia de fonemas resultante será fusionada para formar una unidad en el nivel fonémico (9). Este conjunto de módulos que integran la ruta subléxica nos permite leer cualquier estímulo que sea regular tanto si es familiar como si no lo es. Es importante tener presente que cuando existan palabras irregulares, necesariamente habrán de leerse a través de la ruta léxica, mientras que las pseudopalabras, o las palabras que no hemos visto nunca escritas, se habrán de leer forzosamente a través de la ruta subléxica. Conviene señalar que, aunque el modelo que acabamos de presentar de este modo tan sucinto es el más conocido, no es el único que pretende explicar cómo leemos y escribimos. Casi desde su nacimiento le surgieron serios competidores que han ido pugnando por presentar explicaciones parsimoniosas de estos mismos hechos. Glushko (1979) llama la atención sobre la posibilidad de que las palabras no familiares y pseudopalabras puedan abordarse mediante su analogía o similitud con las palabras similares que el sujeto conoce. Otros autores (p. ej., Seidenberg y McClelland, 1989; Plaut et al., 1996) elaboran un modelo informatizado que permite poner a prueba en el laboratorio esta hipótesis de lectura por analogía. Las distintas versiones de estos modelos, conocidos también como conexionistas o de procesamiento distribuido en paralelo, consideran que todos los estímulos se leen procesando simultáneamente (en paralelo) todas sus letras. Ni siquiera las pseudopalabras precisarían de una lectura secuencial de izquierda a derecha a partir de unidades más pequeñas como sílabas o letras. Se suprime, por tanto, la ruta subléxica y se convierten en modelos de una sola ruta entre la ortografía y la fonología (la equivalente a la ruta 14 de la fig. 21-1). Comparten, sin embargo, la ruta que enlaza la ortografía con la semántica (la equivalente a la ruta 7 en la fig. 21-1). Queda fuera de las pretensiones del presente capítulo hacer una explicación detallada de estos modelos, pero es de justicia, sin embargo, señalar que han servido, y sirven en la actualidad, de revulsivo para dinamizar las investigaciones en este terreno.

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FIGURA 21-1 Modelo sobre los procesos más periféricos implicados en la escritura y el deletreo oral. (Modificado por Margolin y Binder, 1984.)

En su pugna con estos modelos competidores, las versiones recientes del modelo de doble ruta se han refinado y modificado incorporando, al igual que los modelos conexionistas, versiones informatizadas que permiten poner a prueba en el laboratorio sus predicciones (Coltheart et al., 2001). Esta versión, conocida como modelo de doble ruta en cascada, aunque mantiene la diferenciación entre las dos rutas, considera que su funcionamiento es menos independiente y menos serial. Menos independiente porque las dos rutas pueden contribuir al procesamiento de un estímulo determinado (en la versión anterior las dos rutas competían por dar una respuesta) y menos serial, porque no es necesario que finalice el procesamiento en un módulo para que comience la activación en los módulos siguientes (de ahí la denominación de procesamiento en cascada). Para ilustrar el modelo clásico de la doble ruta se utilizaba la metáfora de una carrera de caballos: las dos rutas competían por dar una respuesta, y la que la emitía antes ganaba e inhibía la respuesta de la otra. La metáfora que ilustra esta nueva versión es la de dos mangueras que tratan de llenar un caldero: aunque una de las dos pueda aportar más agua en un momento determinado (según el tipo de estímulo), las dos contribuyen a la selección de la respuesta final (Paap y Noel, 1991). Aunque no está dicha la última palabra al respecto, a modo de resumen podemos señalar que el modelo de doble ruta en cascada parece explicar muchos más datos que los modelos conexionistas de vía única (Coltheart, 2006) y dispone además de evidencias neurofuncionales que parecen avalar la separación a nivel

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cerebral del procesamiento léxico y subléxico (Jobard et al., 2003; Joubert et al., 2003; Brunswick, 2010). Tanto a efectos teóricos como prácticos (pensando en la intervención) sigue siendo útil concebir la lectoescritura como una habilidad compleja basada en procesos modulares que comprenden mecanismos relativamente independientes para procesar la información familiar y la no familiar. La primera se procesaría globalmente y la segunda haciendo uso de mecanismos de conversión entre segmentos ortográficos subléxicos (más pequeños que la palabra) con segmentos fonológicos también subléxicos.

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Dislexias periféricas Fueron Shallice y Warrington (1980) quienes propusieron la clasificación de las alexias o dislexias adquiridas en centrales y periféricas. En su opinión, serían periféricas aquellas dislexias en las que la alteración aparece en o antes del lexicón de entrada visual. Según esta clasificación, la dislexia de superficie sería una dislexia periférica. Generalmente se considera como criterio diferenciador de los trastornos centrales y periféricos el que las variables léxicas (frecuencia, regularidad y grado de abstracción) generen o no efectos significativos en la lectura del paciente. Si la respuesta es afirmativa, estaremos ante una dislexia central; en caso contrario, la dislexia sería periférica. Siguiendo este criterio, las dislexias periféricas hacen referencia a aquellos trastornos en los que se ven comprometidos los primeros niveles de análisis o procesamiento visual del estímulo. Las dislexias centrales, por el contrario, designarían a los subtipos en los que las dificultades residen en torno a los lexicones o al sistema semántico (v., p. ej., Ellis y Young, 1988). Queda claro, por tanto, que estamos ante una clasificación bastante imprecisa, pero que como primera aproximación puede tener cierta utilidad. Veamos en primer lugar las dislexias periféricas y repasaremos finalmente las dislexias centrales.

Dislexia por hemianopsia Aunque fue descrito a finales del siglo xix, este subtipo de dislexia ha recibido una escasa atención en las distintas publicaciones sobre trastornos adquiridos de la lectura. La dislexia o alexia por hemianopsia describe los trastornos de la lectura que surgen como consecuencia de la pérdida de visión en un hemicampo (hemianopsia). Contrariamente a lo que nuestro cerebro nos hace creer, nuestra visión no es un cuadro nítido, como una gran pantalla de alta definición, sino una escena relativamente borrosa o carente de detalle en su mayor parte (la periferia) con una zona central muy nítida. Nuestro cerebro aprovecha la capacidad para mover los ojos hacia las distintas partes de la escena visual para generar en nosotros la ilusión de que todo nuestro campo visual tiene la misma nitidez. Esta zona central que nos permite ver con detalle, la fóvea, es relativamente pequeña. Comprende aproximadamente una región circular de dos grados de visión, que vienen a corresponder a unos 6 u 8 caracteres. Durante la lectura vamos desplazando esta región de visión foveal sobre la línea con movimientos oculares rápidos (sacádicos) de amplitud variable en función de la complejidad del texto y de nuestra competencia lectora. Además de la región foveal, también somos capaces de obtener cierta información sobre el material escrito, pero menos detallada, de la zona inmediatamente adyacente, la parafóvea. Con la práctica lectora, en las lenguas en las que la lectura discurre de izquierda a derecha, como la nuestra, esta región parafoveal se torna asimétrica, extendiéndose más hacia el

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lado en que discurre la lectura. El área efectiva de obtención de información, sumando la región foveal y la parafoveal, es de aproximadamente unos 3-4 caracteres a la izquierda y 14-15 a la derecha del punto de focalización (Rayner et al., 2005). Entre los síntomas característicos de este tipo de dislexia hay que incluir la lentitud en la lectura, tanto de textos como de palabras aisladas. En la lectura de texto, esta lentitud es mayor entre los pacientes con hemianopsia derecha que en aquellos con hemianopsia izquierda. La pérdida de la visión parafoveal derecha impide obtener información visual crítica para determinar dónde efectuar la siguiente focalización. Una consecuencia directa de este problema es la presencia de un patrón anómalo de movimientos oculares, con numerosas focalizaciones anormalmente cortas. Adicionalmente, es característico hallar omisiones y sustituciones de letras o sílabas que afectarán de forma sistemática a los inicios o finales de las palabras, según la hemianopsia sea izquierda o derecha, respectivamente. Al igual que sucede con la velocidad lectora, el número de errores es mucho mayor (hasta tres veces más) en los pacientes con hemianopsia derecha que en los pacientes con hemianopsia izquierda. Todo parece indicar que la afectación de la visión en uno de los hemicampos es una condición necesaria, pero no suficiente, para que surja el síndrome que acabamos de describir. Al parecer, sólo cuando las lesiones trascienden a las áreas estrictamente visuales y comprometen a los sistemas atencionales y de control visual, el sujeto es incapaz de desarrollar espontáneamente los movimientos oculares necesarios para compensar su problema visual y evitar los errores en la lectura (para una revisión sobre el tema, v. Schuett et al., 2008, y Cohen et al., 2010).

Dislexia por heminegligencia El problema fundamental en este tipo de dislexia radica en la lateralización de los errores hacia una parte del espacio. Habitualmente, los errores tienden a concentrarse en la mitad izquierda del espacio, como consecuencia de algún tipo de lesión en el hemisferio derecho. Como en la dislexia atencional, los errores tienden a aumentar cuando existen otros estímulos competidores en el espacio atencional del paciente. En algunos casos (como el descrito por Ellis et al., 1987), las manifestaciones en relación con la lectura de una página difieren con respecto a las que aparecen en la lectura de una palabra. En el primer caso suelen implicar la omisión de la mitad izquierda de las líneas, mientras que en relación con la lectura de las palabras el error predominante no es tanto la omisión como la sustitución de letras en los inicios de las palabras. Tradicionalmente se ha tendido a considerar este trastorno dentro del marco más general de una heminegligencia. Sin embargo, disponemos de un cúmulo creciente de datos que cuestionan esta interpretación. En primer lugar, existen

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varios pacientes descritos en la literatura médica afectados de heminegligencia visuoespacial derecha y, al mismo tiempo, una alexia por heminegligencia izquierda (Katz y Sevus, 1989). Estos pacientes, además de presentar una extinción visual (negligencia) para los estímulos situados en su hemicampo derecho, mostraban una especial inclinación a cometer errores (principalmente sustituciones) en las letras iniciales de cada palabra. Esta tendencia aparecía incluso cuando las palabras se presentaban verticalmente. En segundo lugar, se han descrito también casos de pacientes con dislexia por negligencia sin otras manifestaciones de negligencia visuoespacial (Patterson y Wilson, 1990). La interpretación dominante consiste en considerar que la distribución de la atención puede alterarse en niveles progresivamente más elevados o abstractos de procesamiento de los estímulos visuales. Cuando la lesión compromete los niveles iniciales, el problema atencional está ligado a una parte concreta del campo visual. En estos pacientes, las dificultades lectoras desaparecen al presentar las palabras fuera de esa parte concreta del campo visual (p. ej., con presentaciones verticales de las palabras). En otros casos, sin embargo, la lesión afecta a niveles posteriores de procesamiento, y en estos pacientes los errores no dependen de la posición de las palabras dentro del campo visual, sino de la distancia de las letras hasta el centro de la palabra, con independencia de en qué parte del campo visual se presenten (Caramazza y Hillis, 1990; Cohen y Dehaene, 2009).

Dislexia atencional El problema fundamental en este tipo de dislexia reside en la dificultad de los pacientes para leer estímulos que aparecen en un contexto, a pesar de ser capaces de leer esos mismos estímulos si se presentan aisladamente. Así, por ejemplo, estos pacientes pueden leer una palabra aislada, pero tienen problemas para hacerlo cuando esa palabra aparece entre otras dos palabras. El mismo problema surge también si la tarea consiste en leer letras que aparecen junto a otras letras, a pesar de que son capaces de leer estas mismas letras individualmente. El error predominante en este tipo de dislexia son las migraciones de letras de unas palabras hacia otras. Por ejemplo, las palabras de la pareja «win fed» (ganar alimentado), eran leídas como «fin fed» (aleta alimentado). Warrington et al. (1993) encontraron que la dificultad sólo aparecía si los estímulos del contexto eran de la misma categoría. Así, una palabra entre letras o una letra entre palabras no presentaba problemas, mientras que sí lo hacía una letra entre letras o una palabra entre palabras. La interpretación habitual de este tipo de dislexia considera que el problema de fondo es una incapacidad para focalizar la atención e inhibir los estímulos irrelevantes. El hecho de que las migraciones se reduzcan hasta prácticamente desaparecer cuando se presentan pares de palabras separadas por cinco espacios, en lugar de por uno, o cuando una se presenta en mayúsculas y la otra en minúsculas, sugiere que el problema atencional surge en un estadio

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temprano del procesamiento lector (Davis y Coltheart, 2002).

Lectura letra-por-letra Denominada en ocasiones alexia pura (por la ausencia de dificultades asociadas de escritura y del lenguaje), la lectura letra-por-letra es probablemente uno de los subtipos que más interés está suscitando últimamente en las publicaciones especializadas. Estos pacientes aparentemente no disponen de otro camino para leer que el de ir descomponiendo las palabras letra a letra para así llegar al significado. Aunque a veces no verbalicen en voz alta mientras efectúan esta descomposición y, ocasionalmente, no precisen identificar todas las letras de una palabra para poder inferir de qué palabra se trata, el rasgo definitorio de este subtipo es que el tiempo invertido en la lectura es proporcional a la longitud del estímulo que hay que leer. Parece lógico pensar que si un paciente se ve obligado a recurrir a este procedimiento de lectura es porque los procedimientos habituales de reconocimiento de palabras, morfemas o sílabas no operan debidamente. Por extraño que pueda parecer, en muchos casos su capacidad para leer letras dista de ser perfecta y su capacidad para reconocer palabras tampoco es tan mala como cabría esperar. En relación con el primer aspecto, estos pacientes reconocen mejor las letras cuando el estímulo que se debe leer es una palabra que cuando es una pseudopalabra, y con frecuencia, aunque no siempre, tienen problemas para leer las letras individualmente. En relación con el segundo, desde hace tiempo se sabe que pacientes con este tipo de alteración son capaces de efectuar un reconocimiento implícito (p. ej., en tareas de decisión léxica o en tareas de lectura en las que el estímulo aparece sólo una fracción de segundo) con niveles de aciertos considerablemente superiores a los esperados por azar (Shallice y Saffran, 1986; Coslett y Saffran, 1989). En sus formulaciones iniciales se consideró que no existía un efecto significativo de las variables léxicas y por este motivo se consideró este subtipo entre las dislexias periféricas. Es decir, se leían por igual palabras de distinta frecuencia y grado de abstracción que las pseudopalabras (Patterson y Kay, 1982). Sin embargo, Behrmann et al. (1998), en una revisión de 57 casos publicados, encuentran que la mayoría de los pacientes (dos tercios) experimentan algún efecto en su lectura con las variables léxicas. Para complicar el cuadro aún más si cabe, en muchos casos la lectura letra a letra coexiste con otro tipo de dislexia. Se han descrito pacientes con lectura letra-por-letra que presentan, además, dislexia de superficie (Patterson y Kay, 1982), fonológica (Friedman et al., 1993) o profunda (Buxbaum y Coslet, 1996). La interpretación dominante sobre la naturaleza de este subtipo de dislexia consiste en considerar las dificultades lectoras fruto de la lesión en el hemisferio izquierdo y las capacidades residuales (la lectura letra-por-letra y el reconocimiento implícito) surgirían de la contribución del hemisferio derecho.

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En relación con la localización de la lesión, Cohen et al. (2010), en un estudio reciente de neuroimagen funcional, comparan las regiones dañadas en seis pacientes con lesiones en la arteria cerebral posterior izquierda, tres de ellos con alexia pura y tres sin ella. La comparación punto por punto (voxel a voxel) de las regiones intactas y afectadas en ambos grupos, revela que hay una zona en la región occipitotemporal inferior cuya afectación resultaría crítica en este tipo de alexia. Esta región, situada en una posición ligeramente lateral a la circunvolución fusiforme, se activaría también de un modo diferencial en el hemisferio izquierdo, cuando en sujetos normales se resta, de la activación generada por el mensaje escrito, la generada por la visión de unos cuadros tipo ajedrez. Todo parece indicar que esta región, denominada por ellos Visual Word Form Area (VWFA) (área visual de las formas de las palabras), jugaría un papel esencial en el reconocimiento de los caracteres alfabéticos. La afectación directa de esta región o la pérdida de sus aferencias, que desde el occipital le llegan mediante el fascículo longitudinal inferior (Cohen et al., 2004; Epelbaum et al., 2008), sería la responsable de la incapacidad para la lectura que sufren estos pacientes. En relación con las capacidades residuales de lectura, un cúmulo creciente de evidencias converge en apuntar hacia el hemisferio derecho como responsable directo de aquéllas. En concreto, en la lectura letra-por-letra podemos citar la activación observada durante este tipo de lectura, a través de neuroimagen funcional, en la región equivalente al VWFA del hemisferio derecho de estos pacientes (Cohen et al., 2010), la desaparición de esta lectura residual al aplicar un campo magnético sobre el hemisferio derecho del paciente, pero no sobre el izquierdo (Coslet y Monsul, 1994), y la pérdida definitiva de esta lectura residual al sufrir el paciente una segunda lesión en el hemisferio derecho en una localización prácticamente simétrica de la anterior (Bartolomeo et al., 1998). La variabilidad en la expresión de este tipo de lectura residual en los pacientes con alexia pura podría depender del grado de competencia previa del hemisferio derecho y de la indemnidad de las conexiones intra e interhemisféricas que han de llevar esta información hacia los sistemas pertinentes del hemisferio izquierdo para acceder a la fonología para su articulación (Cohen et al., 2010).

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Dislexias centrales Dislexia de superficie Descrita por primera vez por Marshall y Newcombe (1973), las formulaciones iniciales de este cuadro difieren considerablemente de las actuales, hasta el punto de que hay autores que cuestionan la conveniencia de seguir agrupando a algunos de los subtipos que normalmente se incluyen bajo esta denominación. Las características fundamentales que presentan estos sujetos son las siguientes:

1. Mejor lectura de palabras regulares que de palabras irregulares. 2. Los errores cometidos al leer las palabras irregulares son predominantemente regularizaciones. 3. Errores ocasionales en la lectura de las pseudopalabras y palabras regulares (fundamentalmente adiciones, omisiones y sustituciones). El aspecto central en relación con este subtipo es sin duda el determinado por la variable regularidad/irregularidad de los estímulos. Dado que estos sujetos manifiestan una especial dificultad para operar con las vías léxicas, necesariamente han de enfrentarse a las palabras escritas desde la ruta fonológica o subléxica. Este procedimiento resulta ineficaz para procesar palabras irregulares (en las lenguas en las que existen) y, como consecuencia de ello, surgen las regularizaciones. La capacidad de estos pacientes para reconocer palabras irregulares está mediatizada por la frecuencia; es decir, las palabras irregulares de alta frecuencia se ven menos afectadas que las de menor frecuencia (Bub et al., 1985; Coltheart et al., 2001). Siendo éstos los síntomas fundamentales, ¿qué ocurriría con un sujeto que experimentara este tipo de problema en una lengua «transparente» como el castellano, en la que no existen palabras irregulares en relación con la lectura? Ciertamente no sería posible detectar el efecto de regularidad, a menos que tomáramos prestadas dichas palabras de otra lengua. Podemos, sin embargo, observar confusiones entre términos homófonos, si pedimos al sujeto que nos indique el significado de los mismos. Dado que el acceso directo hacia la semántica se encuentra bloqueado, no sería extraño que definiera «barón» como «varón», «honda» como «onda» o «tuvo» como «tubo». La velocidad lectora sería sin duda otro factor que nos ayudaría a identificar a estos pacientes. En aquellos casos en los que el sujeto fue un día un lector competente, el empleo obligado de

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la ruta fonológica nos permitirá apreciar una lentificación, que podrá ir acompañada de silabeo, y será directamente proporcional a la longitud del estímulo que hay que leer. Se han descrito tres variantes al menos de este subtipo que comparten los síntomas fundamentales antes mencionados pero que difieren en el locus de la alteración (Ellis y Young, 1988). Los problemas se sitúan respectivamente en: a) el lexicón de entrada visual (n.° 6 en la fig. 21-1); b) en el sistema semántico y en la ruta léxica no semántica (4 y 14), y c) en el lexicón de salida de habla (8). Repárese que en todos los casos se impide el normal funcionamiento de la ruta o rutas léxicas en alguno de sus eslabones y se deja disponible e indemne para la lectura la ruta subléxica (5-15-9). Sin embargo, las diferencias entre estas tres variantes se evidenciarán a través de su competencia en dos tareas: decisión léxica y comprensión. La tarea de decisión léxica con estímulos escritos consiste en diferenciar palabras correctamente escritas de pseudopalabras o palabras con errores ortográficos (pseudohomófonos). La tarea de comprensión consiste en pedir al paciente que indique de algún modo el significado de una palabra escrita sin necesidad de «leerla» (en el sentido de verbalizarla), por ejemplo, señalando en una lámina con varios dibujos el que corresponde a la palabra o mediante gestos o una definición verbal. Los pacientes del primer subtipo, con dificultades a nivel del lexicón de entrada visual, no efectuarán correctamente ninguna de estas dos tareas. El lexicón es justamente el diccionario en el que nos apoyamos para determinar cuándo una palabra es o no familiar para nosotros. Los pacientes con problemas en el segundo nivel tienen intacto su lexicón de input visual y, en consecuencia, efectuarán correctamente estas tareas de decisión léxica, pero su problema en el semántico les impedirá acceder correctamente al significado. Los pacientes con problemas en el tercer nivel son capaces de hacer la decisión léxica correctamente y pueden indicar el significado de la palabra (verbalmente o con gestos) pero no pueden acceder a la entrada correspondiente en el diccionario de salida y, en consecuencia, no pueden verbalizarla. Existe unanimidad en admitir que la estructura de la lengua más en concreto, su grado de transparencia necesariamente ha de repercutir sobre las manifestaciones de cada subtipo de dislexia. Por ejemplo, no será posible encontrar errores de regularización en la lectura de los disléxicos de superficie en lenguas transparentes (sin palabras irregulares), y el grado de discapacidad generado por la dislexia de superficie será necesariamente menor que en las lenguas opacas. Sin embargo, contrariamente a lo sostenido por Ardila (1991), todo parece indicar que esta estructura transparente de la lengua no impide el desarrollo de los procesos léxicos durante la lectura. De hecho, se han descrito casos de pacientes en nuestra lengua que ponen de manifiesto la existencia de las mismas disociaciones que en lenguas como el francés o el inglés tanto en la lectura como en la escritura (p. ej., Davies y Cuetos, 2005, e Iribarren et al., 2001).

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Dislexia fonológica La característica fundamental de la dislexia fonológica radica en la dificultad para leer pseudopalabras y palabras poco familiares, manteniéndose una buena lectura de las palabras familiares. Del mismo modo que la dislexia de superficie surgía como consecuencia de alteraciones en cualquiera de los eslabones de las rutas directas de acceso al léxico, la dislexia fonológica constituye, en cierto modo, la otra cara de la moneda. Estos sujetos sufren una alteración más o menos selectiva (disociación) para operar con la vía subléxica como consecuencia de una disrupción en alguno de sus eslabones. Podemos predecir, por tanto, que experimentarán una considerable dificultad en la lectura de aquellos estímulos que no puedan ser abordados desde la ruta directa o léxica. Las pseudopalabras (o logatomos) son, sin lugar a dudas, estímulos sin representación en el lexicón de entrada visual. Tampoco tendrán representación en este diccionario interno (o serán representaciones poco sólidas) las palabras de baja frecuencia; es decir, aquellas palabras regulares o irregulares que el lector ha encontrado pocas veces. La frecuencia de uso de una palabra es, por tanto, la variable que mejor predice el éxito en la lectura de estos sujetos. Sin embargo, con cierta frecuencia esta regla se rompe con las palabras con un significado poco concreto, como los términos de función. Artículos, preposiciones, pronombres y conjunciones suelen presentar una dificultad que no se corresponde con su frecuencia de uso (Friedman et al., 1998 y 2002). Dado que la regularidad de los estímulos no juega un papel tan decisivo como en la dislexia de superficie, podremos esperar que sea relativamente fácil detectar este tipo de problemas en lenguas transparentes como la nuestra. En algunos casos estos sujetos abordan la lectura de las pseudopalabras tratando de encontrar en ellas palabras reales. Sus errores predominantes son entonces las lexicalizaciones; son fruto de esta lectura por analogía con palabras reales que guardan algún parecido con el estímulo que hay que leer (p. ej., «sabol» leído como «sabor»; «palerape» como «papelera»). En otras ocasiones, la estrategia ante las pseudopalabras o las palabras no familiares es mucho más pausada y abundan entonces en su lectura las sustituciones, las omisiones, las inversiones y las adiciones. El problema subléxico que acabamos de presentar puede residir en cualquiera de los eslabones de la ruta subléxica que ponemos en marcha para leer pseudopalabras y palabras nuevas. Siguiendo a Coltheart (1996), estos procesos implicarían: a) la segmentación en grafemas del estímulo (p. ej., el estímulo «guemuqui» lo descompondríamos en «gu-e-m-u-qu-i»); b) la conversión de estas unidades grafémicas en fonemas (/g/-/e/-/m/-/u/-/k/-/i/), y c) la fusión de estas unidades fonológicas en una única unidad fonológica (/gemuki/). Cualquiera de estos tres niveles, o una combinación de los mismos, es susceptible de presentar algún tipo de alteración. De hecho, se han descrito

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pacientes con dificultades en el nivel de la segmentación de los grafemas (Beauvois y Dérouesné, 1979; Newcombe y Marshall, 1985), pacientes con dificultades en la asociación grafema-fonema (Funnell, 1983) y pacientes con dificultades en el nivel de la fusión de las unidades fonológicas (Dérouesné y Beauvois, 1985). En castellano, Cuetos et al. (1996) han publicado un caso de dislexia fonológica en el que el primero de estos procesos está preservado, el segundo muestra resultados inconsistentes y el tercero, la capacidad para mezclar fonemas, está seriamente afectado. Curiosamente, en este paciente la capacidad para segmentar fonemas a partir de estímulos oralmente presentados (palabras o pseudopalabras) es razonablemente buena. En este mismo sentido, Caccappolovan Vliet et al. (2004) presentan dos pacientes con dislexia fonológica adquirida sin dificultades para manipular fonemas oralmente. Este hecho comprometería las tesis de los modelos conexionistas sobre la naturaleza fonológica de este tipo de dislexia, y también sobre el origen exclusivamente fonológico de la dislexia evolutiva. En relación con lo primero, hay que tener presente que, dado que los modelos conexionistas no disponen de ruta subléxica, no pueden apelar a ella para explicar la dislexia fonológica. En relación con lo segundo, aunque son probablemente mayoría los casos de dislexias evolutivas con dificultades en la fonología, recientemente se han publicado un número creciente de casos en los que, o bien no existen tales dificultades fonológicas, o bien no son el núcleo del problema (Bosse et al., 2007).

Dislexia profunda Este subtipo de dislexia está sin duda entre los que más interés ha despertado. El rasgo definitorio y patognomónico lo constituyen los errores semánticos en la lectura de palabras aisladas. Marshall y Newcombe (1973) describen dos pacientes algunos de cuyos errores consistían en leer «trabajo» como «fábrica» («em ploy» como «factory»), «hija» como «hermana» («daughter» como «sister»), «pequeño» como «grande» («little» como «big»). Además de estos errores semánticos, estos pacientes presentan normalmente otras características que podemos resumir del siguiente modo (Coltheart, 1980; Ellis y Young, 1988):

1. Una lectura deficiente de pseudopalabras. 2. Frecuentes errores visuales, como, por ejemplo, «hacer» por «nacer». 3. Mejor lectura de palabras concretas que de abstractas, de palabras de contenido (nombres, adjetivos, verbos y adverbios) que de palabras de función (artículos, preposiciones, pronombres, conjunciones). Por 678

ejemplo, las palabras francesas «car» sustantivo (coche) y «car» conjunción (porque) presentan distintos grados de dificultad. 4. Una dimensión estrechamente relacionada con la anterior es la constituida por el grado de imaginabilidad (grado de abstracción-concreción) de las palabras. 5. Errores morfológicos o derivativos, como leer «comer» por «comía». 6. Errores primero visuales y luego semánticos. Leer «sympathy» como «orchestra» (presumiblemente a través de «symphony»), o leer «pivot» como «airplane» (vía «pilot»), «resign» como «crown» (probablemente a través de «reign»). Las severas dificultades en la lectura de pseudopalabras indican, sin lugar a dudas, una disrupción en la ruta fonológica. Más controvertida resulta, sin embargo, la interpretación de la presencia de los errores semánticos. Fundamentalmente se barajan dos explicaciones en torno a este fenómeno. Un grupo de autores plantea que los errores semánticos pueden explicarse desde un funcionamiento alterado del sistema normal de lectura. Para ello han de invocar una alteración no sólo de la ruta fonológica, sino también de las rutas léxicas. En estas condiciones, los errores semánticos surgirían especialmente cuando la palabra articulada erróneamente (el error semántico) dispone de mejores condiciones para ser activada. Esto puede suceder por diversas razones, como son, por ejemplo, el disponer de una mayor frecuencia, de una red semántica más detallada (es más concreta) o por el hecho de haber sido activada recientemente (efecto de prim ing). Otro grupo sostiene que los errores semánticos surgen como consecuencia del empleo de los sistemas de lectura del hemisferio derecho. La presencia de este tipo de errores en sujetos con hemisferectomía izquierda y en sujetos con callosotomía, cuando se les lateraliza la información hacia el hemisferio derecho, son algunos de los datos en favor de esta hipótesis, que es similar a la expresada anteriormente en relación con la lectura implícita de los pacientes con lectura letra-por-letra. Asimismo, es interesante señalar que al igual que sucedía con otros subtipos de dislexia ya presentados, la dislexia profunda es también un cuadro heterogéneo. Se han descrito casos en los que el trastorno

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parece residir a distintos niveles que vienen a corresponderse con las siguientes situaciones: a) dificultad para acceder a las representaciones semánticas que en sí mismas están intactas (n.° 7 en la fig. 21-1); b) alteración de las representaciones semánticas (n.° 4 en la fig. 21-1), y c) incapacidad para acceder a las formas fonológicas de las representaciones semánticas debidamente preservadas y activadas (n.° 24 en la fig. 21-1) (McCarthy y Warrington, 1990). Aunque en los tres casos aparecen errores semánticos en la lectura, el grado de comprensión de lo leído es necesariamente distinto en los subtipos 1 y 2 frente al 3.

Dislexia directa (lectura sin acceso al significado [word meaning blindness]) Una de las pruebas más contundentes de la existencia de la tercera ruta de acceso al léxico procede de la descripción de la paciente WLP realizada por Schwartz et al. (1980). Esta paciente (como otros muchos con problemas similares descritos desde entonces) podía «leer» (verbalizar) sin dificultad palabras irregulares a pesar de que no podía comprenderlas. El acceso a las formas fonológicas de las palabras irregulares no pudo llevarse a cabo a través de la ruta subléxica, puesto que por definición las palabras irregulares no pueden leerse correctamente por esta vía. Tampoco pudo efectuarse este acceso a la fonología a través de la ruta léxica semántica (7-4-24 en la fig. 21-1) puesto que no existe comprensión de lo leído. Por tanto, se ha de postular necesariamente la existencia de una tercera ruta que permita acceder a la fonología sin pasar por el significado (n.° 14 en la fig. 21-1). En este sentido, Lambon et al. (1998) describen el caso de una paciente (JO) cuya lectura parecía estar mediada por esta ruta sólo cuando leía en voz alta. JO era incapaz de acceder al significado de las palabras que leía en silencio, a pesar de que era capaz de comprenderlas cuando la presentación era oral y de efectuar correctamente tareas de decisión léxica con palabras escritas. La comprensión de las palabras a través de una presentación oral sugiere que el sistema semántico estaba intacto. La capacidad para diferenciar entre palabras y no palabras (tarea de decisión léxica) con estímulos escritos indica que se accede correctamente a las representaciones del lexicón de input visual. Las dificultades de JO residen presumiblemente en el acceso al sistema semántico intacto desde un lexicón de input visual también intacto.

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Agrafias Enfoque tradicional Entendemos por agrafia la pérdida o alteración de la capacidad para expresarse a través de la escritura, como consecuencia de una lesión cerebral. Algunos autores consideran la agrafia como una incapacidad total y la disgrafia como una incapacidad parcial. En este contexto tradicional, la mayoría, sin embargo, reservan el término «disgrafia» (y, en general, el prefijo «dis-») para los trastornos evolutivos con independencia de su grado de severidad. El término «agrafia» (y, por extensión, el prefijo «a-») va unido en general a los trastornos adquiridos. Como en el caso de las alexias, los distintos autores han ido estableciendo diferentes clasificaciones de los trastornos de la escritura en función de su aproximación particular. Roeltgen (1993) propone la siguiente:

1. Agrafia pura. 2. Agrafia afásica. 3. Agrafia con alexia (agrafia parietal). 4. Agrafia apráxica. 5. Agrafia espacial. La exploración tradicional de las agrafias, como puede deducirse de la anterior clasificación, tenía como punto de partida una concepción sindrómica; es decir, su objetivo consistía en detectar la presencia o ausencia de determinados signos o síntomas, tales como la alexia, la afasia, componentes apráxicos o signos de heminegligencia, con el objeto de determinar si el perfil de un paciente concreto se ajustaba o no al de algún síndrome conocido.

Enfoque cognitivo La visión cognitiva parte, sin embargo, desde presupuestos radicalmente distintos. Su objetivo, como ya expresábamos a propósito de las alexias, no es tanto agrupar o categorizar a los pacientes en síndromes, como intentar comprender la estructura de los procesos cognitivos que subyacen a estas habilidades superiores (Ellis, 1987). En este sentido, para numerosos autores de teorías cognitivas, el mismo modelo teórico ha de servir para explicar tanto los trastornos adquiridos como los evolutivos y los procesos normales. La descripción de sucesivos pacientes con lesiones cerebrales, que evidenciaban la existencia de las mismas disociaciones entre la escritura de palabras irregulares y pseudopalabras que habían sido descritas en la lectura, llevó a los teóricos a concebir un modelo de tres rutas (dos léxicas y una subléxica) para la escritura análogo al que hemos descrito para la lectura, en el que los mecanismos léxicos y

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subléxicos se concebían como independientes (v. fig. 20-1). Tradicionalmente se ha considerado la escritura como un proceso que pasaba, de forma inexorable, por la selección previa de los elementos fonológicos pertinentes en la cadena hablada. Dicho de otro modo, era imprescindible acceder a los sonidos de las palabras para poder escribirlas. Esta concepción, dominante hasta hace sólo unos años, se conoce bajo la denominación de «teoría de la mediación fónica». Existen, sin embargo, varias fuentes de evidencias en contra de este paso obligado por la fonología para acceder a la ortografía de las palabras. La existencia de sujetos con sordera verbal pura congénita que, no obstante, pueden escribir con bastante corrección, consolida la idea de una conexión directa entre el sistema semántico y el lexicón de output grafémico. Algunos pacientes con afasia anómica pueden acceder, en determinadas ocasiones, a las formas escritas de palabras que oralmente no logran denominar (Bub y Kertesz, 1982). Parece claro, pues, que el paso por la fonología no es un requisito imprescindible para acceder a las formas escritas. Al igual que en la lectura, también en la escritura se han ido acumulando evidencias de interacción entre los mecanismos léxicos y subléxicos que hacen que sea más conveniente concebir la escritura desde los modelos de procesamiento en cascada. En estos modelos las rutas siguen gozando de autonomía suficiente para dar origen a las disociaciones clásicas, pero en su funcionamiento existe un cierto transvase de información entre ellas (Hillis et al., 1999; Miceli y Capasso, 2006). En lo que se refiere a la clasificación de las agrafias, al igual que en el caso de las alexias, sigue siendo útil como primera aproximación subdividir las agrafias o disgrafias a partir de la clasificación de Shallice y Warrington (1980), esto es, disgrafias periféricas y disgrafias centrales. Sin embargo, esta clasificación se torna cada vez menos nítida, al describirse pacientes cuya sintomatología pondría de relieve la interacción entre el nivel grafémico y el nivel léxico y/o semántico que corroboran la tesis del procesamiento en cascada (Sage y Ellis, 2004; Bormann et al., 2008).

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Disgrafias centrales Disgrafia fonológica Como su propio nombre indica, este trastorno encarna una alteración más o menos selectiva de la ruta subléxica de acceso a la ortografía (vías 9-18-19 en la fig. 21-1). Estos pacientes manifiestan, por tanto, una considerable dificultad para escribir pseudopalabras y una actuación mucho mejor con las palabras de alta frecuencia (sean o no regulares). Nótese que, al igual que ocurre en el caso de la lectura, la disociación no se plantea entre palabras regulares e irregulares, sino entre palabras de alta y baja frecuencia. Es fácil comprender que las palabras de alta frecuencia, tanto regulares como irregulares, puedan escribirse directamente desde el lexicón de output grafémico. Las palabras de menor frecuencia tendrán o no representación en este diccionario en función del nivel cultural de cada uno. Las pseudopalabras, sin embargo, en ningún caso podrán disponer de representación en este léxico interno. Así queda claro que, en el caso de disrupción selectiva en la ruta fonológica, la probabilidad de que una palabra sea escrita correctamente depende de su frecuencia de uso. Shallice (1981) describe el primer caso de disgrafia fonológica adquirida. El paciente en cuestión (PR) sólo lograba un 18% de aciertos escribiendo pseudopalabras (9/50), mientras que en las palabras logra un 94% de aciertos (47/50). En el caso de las palabras, como era de esperar, aparecían más errores en las menos frecuentes que en las más familiares (96 y 88%, respectivamente). Es interesante señalar que cuando el paciente lograba escribir correctamente sílabas sin sentido, con frecuencia lo hacía empleando un mediador léxico. Es decir, pensaba en una palabra real que contuviera esa misma sílaba; por ejemplo, escribía «sim» como «sym» (vía «sym bol»). Adicionalmente, PR experimentaba problemas importantes escribiendo letras individuales a partir de sus sonidos (56% de aciertos), lo cual sugiere que sus dificultades subléxicas afectaban al conversor fonema-grafema. En castellano, Iribarren et al. (2001) describen un caso de disgrafia fonológica (AMP) con una disociación escribiendo palabras y pseudopalabras aún más marcada. AMP lograba un 99% de aciertos con las palabras, pero era incapaz de escribir pseudopalabras. Como acertadamente señala Parkin (1999), la existencia de pacientes con este tipo de afectación constituye una seria evidencia en contra de la teoría que propugnaba la existencia exclusiva de una mediación fonológica como camino para la escritura. Es interesante recordar que, al igual que en la lectura subléxica diferenciábamos tres niveles o subprocesos, también en la escritura por esta ruta indirecta o subléxica diferenciamos al menos los siguientes eslabones: a) segmentación de la cadena hablada en unidades subléxicas (idealmente fonemas, pero quizá puedan también ser de mayor tamaño, como, por ejemplo, la sílaba); b) mantenimiento de esta secuencia de fonemas en el orden correcto, y c)

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conversión de los fonemas previamente aislados en sus correspondientes grafemas. Los dos primeros procesos están íntimamente relacionados con las habilidades metalingüísticas o, más concretamente, con la conciencia fonológica. Como sucedía en la dislexia fonológica, a priori, las dificultades pueden surgir como consecuencia de alteraciones en cualquiera de estos mecanismos o de una combinación de los mismos. Dicho de otro modo, podremos encontrar disgráficos fonológicos con problemas en la segmentación de la palabra en sus fonemas constituyentes (a). Característicamente estos problemas afectan a los grupos consonánticos que incluyen «l» o «r» («pra», «bli», etc.). La omisión de estos fonemas en la tarea de segmentación da lugar a errores de omisión del grafema correspondiente en la escritura. Asimismo, podremos encontrar errores imputables al mantenimiento de la secuencia de sonidos en el orden correcto (b). El error característico en este caso es la inversión (p. ej., «pra/par», «bli/bil»). Finalmente, los errores pueden obedecer exclusivamente a dificultades en la conversión de los fonemas correctamente segmentados y ordenados en sus grafemas correspondientes (c). El error dominante en estos casos será la sustitución entre pares de equivalencias fonema-grafema (p. ej., «p/t», «b/d»).

Disgrafia de superficie Llegados a este punto, conviene efectuar una puntualización importante. Al estudiar la dislexia de superficie afirmábamos que se trataba de una alteración difícil de detectar en castellano porque, a efectos de lectura, nuestra lengua es transparente. Sin embargo, no ocurre lo mismo en la disgrafia de superficie. Las arbitrariedades de la ortografía hacen que nuestra lengua se comporte de un modo mucho menos transparente en relación con los procesos de escritura. Disponemos de letras mudas (h), letras que pueden representar al mismo fonema (p. ej., v/b, j/g, r/rr, c/z, y/i, c/q/k); en definitiva, de palabras cuya ortografía es hasta cierto punto irregular y que hemos de memorizar de algún modo. Veámoslo con un ejemplo. Ninguno de nosotros tendría problemas para leer una pseudopalabra como «avage» y todos estaríamos de acuerdo en que no dispone de otra alternativa fonológica, pero si le pedimos a alguien que lo escriba al dictado podría ocurrir que colocara una «h» y una «b» como en «haba» o tal vez una «j» y una «v» como en «salvaje». Estas vicisitudes ortográficas de nuestra lengua permiten que la disgrafia de superficie sea mucho más fácil de detectar en nuestro entorno que la dislexia de superficie. Característicamente, estos pacientes presentan un trastorno notable de la escritura por la vía léxica con importantes repercusiones sobre la denominada ortografía u ortografía arbitraria. Sus errores son normalmente regularizaciones, es decir, palabras que, leídas, representan correctamente la fonología de la palabra. Ejemplos de estos errores serían escribir «ola» en lugar de «hola», «jente» en lugar de «gente» o «berso» en lugar de «verso». En las lenguas menos transparentes,

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como el inglés o el francés, el grado de afectación de la escritura de palabras se halla directamente relacionado con el grado de ambigüedad ortográfica de éstas. Se postula, pues, una alteración selectiva que afecta a las rutas léxicas que pasan por el lexicón de output grafémico. Esta alteración, obviamente, puede revestir distintos niveles de gravedad, pero casi nunca es total, pues suele permitir la escritura correcta de palabras irregulares de alta frecuencia. Beauvois y Dérouesné (1981) publicaron el primer caso de agrafia con problemas en la ortografía léxica. Se trata de un paciente (RG) con disgrafia de superficie que no iba acompañada de dislexia de superficie. Este paciente no mostraba problemas escribiendo pseudopalabras y en su escritura de palabras la variable clave era el grado de regularidad de las mismas. Así, con las palabras regulares lograba un 93% de aciertos, mientras que con las menos regulares lograba sólo un 38%. Además, la mayor parte de sus errores eran regularizaciones. Los autores argumentan que las dificultades de RG residen en el lexicón ortográfico porque la comprensión oral y la lectora son correctas (lo que excluye los problemas en el sistema semántico). Por su parte, Iribarren et al. (2001) describen el caso de un paciente varón (IT), de nivel cultural alto, que presenta dislexia de superficie en castellano. Escribiendo palabras regulares, IT cometía sólo 7 errores entre 80 palabras, mientras que escribiendo palabras irregulares cometía 31 errores. Entres estos errores la inmensa mayoría (el 90%) eran regularizaciones (p. ej., «cullo» por «cuyo», «haguafiesta» por «aguafiestas», «penzaba» por «pensaba», «pezcado» por «pescado»). Repárese en que los dos últimos errores no serían regularizaciones si el paciente procediera de una comunidad lingüística en la que no se sesee o cecee.

Disgrafia profunda Por analogía con la afasia y la dislexia profundas, podemos deducir que el error característico de estos pacientes son las paragrafias semánticas. La escritura de pseudopalabras al dictado es también pobre, aunque el porcentaje de aciertos se incrementa en aquellas pseudopalabras que se parecen a alguna palabra real. En la escritura de palabras reales aparece un claro efecto de imaginabilidad (o grado de abstracción). Al igual que el caso de la alexia profunda, este trastorno suele presentarse en el contexto de una afasia de Broca. Los errores semánticos que estos pacientes cometen cuando se les dictan palabras no proceden de paragnosias o parafasias semánticas previas; es decir, reconocen adecuadamente las palabras que se les dicen y no cometen este tipo de errores en su expresión hablada (Bub y Kertesz, 1982). Tal como sucedía en el caso de la dislexia profunda, una condición necesaria para que los errores semánticos se produzcan es que exista una alteración tanto en la ruta subléxica como en la ruta léxica no semántica (18 y 17, respectivamente,

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en la fig. 21-1). En uno de los pacientes descritos en la literatura con este problema (RCM), se evaluaron en dos momentos distintos (1 semana y 3 semanas después de la lesión) la capacidad para escribir pseudopalabras y el número de errores semánticos en la escritura de palabras al dictado. La evolución de esta paciente reveló que la recuperación parcial de la ruta subléxica (la mejora escribiendo pseudopalabras) iba acompañada de una disminución de las paragrafias semánticas (pasaron del 56 al 11%). Los autores interpretan esta evolución de los errores como una prueba de la existencia de interacción entre el funcionamiento de los mecanismos léxicos y subléxicos (Hillis et al., 1999).

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Disgrafias periféricas A partir del momento en que se accede a la secuencia de grafemas que conforman la representación escrita de una palabra, es evidente que disponemos de diversos modos de expresar este código grafémico: la escritura manuscrita, la escritura a máquina o mediante letras móviles, la dactilología o el deletreo en voz alta. Las disociaciones observadas en distintos pacientes permiten inferir los caminos mediante los cuales operan estos procesos. Los distintos modelos sobre estos aspectos más periféricos de la escritura plantean una ramificación de todas estas salidas en algún punto situado después del nivel de los grafemas, en el modelo de Ellis y Young aquí presentado (buffer o retén ortográfico en el modelo de Margolin y Binder 1984; fig. 21-1), es decir, después de que se haya incorporado la ruta fonológica de escritura. De acuerdo con dife- rentes autores, en este nivel se retienen (mantienen activas) las representaciones procedentes de los niveles previos durante el tiempo que dura la ejecución de los niveles posteriores. Las alteraciones de este almacén transitorio de las secuencias de grafemas generarán una actuación en la escritura o deletreo: a) afectarán a las distintas manifestaciones del código grafémico (deletreo oral, escritura manuscrita, mecanografía, etc.); b) serán independientes de las variables léxicas (frecuencia, regularidad, grado de abstracción); c) la variable longitud será determinante dado que los estímulos más largos conllevarán una mayor carga de memoria, y d) los errores predominantes serán sustituciones, adiciones, omisiones e inversiones de letras. Estos errores que rara vez afectan a las letras iniciales de las palabras (tienden a localizarse en las letras centrales de las palabras y, ocasionalmente, en las finales) se cree que reflejan la pérdida de información sobre la identidad de las letras, sobre la secuencia de éstas o ambas (Caramazza et al., 1987; Miceli et al., 1987; De Partz, 1995; Bormann et al., 2008). Como vimos anteriormente, las omisiones, inversiones y sustituciones de letras son también características de algunos pacientes con disgrafia fonológica (por problemas de segmentación de la cadena fonológica, mantenimiento de estos fonemas en el orden correcto y selección del grafema apropiado). La diferencia entre estos dos subtipos radicaría en que la variable frecuencia sí genera efectos significativos en la disgrafia fonológica. Aunque el error es el mismo, el mecanismo implicado ha de estar necesariamente en un estadio más tardío o periférico en los disgráficos por problemas en el nivel grafémico para que las palabras familiares se vean también afectadas. Dado que los modelos de procesamiento en cascada posibilitan la interacción entre el nivel grafémico y los procesos semánticos y/o léxicos previos, no se puede excluir a priori la influencia de las variables léxicas en las manifestaciones de los problemas del nivel grafémico. Este hecho sin duda hace mucho más difícil separar los síntomas clásicos de algunas de las disgrafias con problemas en la ruta subléxica (como la disgrafia fonológica o la disgrafia profunda) y los atribuibles al

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nivel grafémico. El papel exacto de este retén grafémico está aún por aclarar. De hecho, las propuestas a este respecto son muy variadas y van desde propugnar un único almacén compartido para las tareas de lectura y escritura, hasta plantear la existencia de almacenes diferenciados para la escritura y el deletreo oral (v., por ejemplo, Caramazza et al., 1996; Margolin y Goodman-Schulman, 1992). A partir de este punto, el modelo consta fundamentalmente de tres niveles:

1. El primer nivel recoge la subdivisión entre los códigos físicos de las letras y los códigos sobre los nombres de éstas. El código físico de las letras especifica qué formas físicas constituyen versiones aceptables de cada una de las letras, así como las correspondencias entre las mayúsculas y las minúsculas (correspondería aproximadamente con el nivel alográfico de Ellis). 2. El segundo nivel lo constituyen los engramas motores o conjunto de programas que especificarán las secuencias de trazos necesarios para completar el código físico (nivel de los patrones grafomotores de Ellis). 3. La última etapa del proceso corresponde a la traducción de estos programas motores en información neuromuscular concreta. A este nivel se controla el tamaño de la letra, la intensidad del trazo y la velocidad de la escritura (Ellis y Young no incluyen este estadio en su modelo). De acuerdo con este planteamiento, podemos encontrar sujetos con disociaciones en el primer nivel, es decir, que pueden deletrear oralmente con corrección, pero que fracasan en aquellas tareas que implican el manejo del código físico de las letras (la escritura manuscrita y con letras móviles o mecanografiadas). No obstante, la morfología de los grafemas se halla preservada en estos casos, pues a partir de los patrones grafomotores el sistema permanece intacto. También se ha descrito el caso de algún paciente con el problema opuesto, esto es, una dificultad considerablemente mayor para el deletreo oral que para

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escribir a través de los sistemas convencionales (para una revisión, v. Margolin y Binder, 1984). Si la alteración se produce en el segundo nivel, esto es, si se comprometen los patrones grafomotores que controlan la escritura, el deletreo oral se encontrará preservado, como lo estará también la escritura con letras móviles o mecanografiadas. Los caracteres por primera vez se encontrarán mal formados o irreconocibles. Este trastorno se corresponde con la llamada agrafia apráxica. Como en cualquier trastorno apráxico, los componentes motores y sensitivos más elementales se hallarán preservados o su alteración será tan discreta que no permitirá justificar el trastorno del gesto. La ejecución de los grafemas a la copia puede mejorar en relación con la escritura espontánea o al dictado. Las dificultades del tercer nivel tienen que ver con aquellos trastornos de carácter más periférico que inciden sobre los últimos estadios de la elaboración de los grafemas. La debilidad muscular o el temblor serían algunos de los factores susceptibles de provocar interferencias a este último nivel.

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Tratamiento En el terreno de la rehabilitación, las diferentes escuelas han ido proponiendo distintos modelos de intervención a lo largo de los años. Estos modelos no necesariamente deben considerarse como excluyentes o incompatibles entre sí. A continuación presentamos algunas de las líneas o modelos más relevantes. Restitución o reaprendizaje Algunas escuelas o modelos de intervención tratan de estimular el desarrollo de las funciones alteradas en la creencia de que un trabajo intensivo sobre los aspectos más débiles conducirá a la recuperación. Un ejemplo de este tipo de intervención nos lo proporcionan Scott y Byng (1989). Estos autores lograron una mejoría significativa en la comprensión de los homófonos en una paciente disléxica de superficie (JB) a través de una tarea de completado de frases asistida por ordenador. JB debía elegir la respuesta correcta entre seis alternativas que además, de los dos homófonos, incluían otros distractores. Compensación Consiste en trabajar sobre las habilidades conservadas (o puntos fuertes), asumiendo que la función alterada permanecerá así, y centran, por tanto, sus esfuerzos en el desarrollo de técnicas y mecanismos alternativos de compensación. En las dislexias evolutivas se han descrito situaciones extraordinarias en las que la compensación surge espontáneamente en el contexto normal de aprendizaje. Hay varios casos publicados de personas con dificultades evolutivas importantes en los procesos subléxicos que se han compensado espontáneamente (sin intervención) a partir de la potenciación de la lectura a través de la ruta léxica (Temple, 1984; Campbell y Butterworth, 1985). En todos los casos la lectura de pseudopalabras era muy pobre, pero fueron capaces de lograr una buena lectura de palabras supuestamente a expensas de sus rutas léxicas. En lenguas como la nuestra, totalmente transparente en relación con la lectura, además de esta compensación de los mecanismos subléxicos desde los léxicos, podemos esperar la compensación inversa. Una buena ruta subléxica debería compensar (aunque con cierta lentitud) [los problemas en] la ruta léxica. De hecho, éste es probablemente el tratamiento más razonable para la dislexia de superficie en castellano. En los casos en los que se fracasa con otros procedimientos de intervención, en ocasiones se recurre a adaptaciones externas o sistemas alternativos que palíen o compensen el problema de fondo. En estos casos se trata de una compensación basada en ayudas o dispositivos externos al sujeto. El empleo de procesadores de texto como último recurso para paliar una disgrafia de superficie o de un ordenador con sintetizador de voz para leer a un ciego o a un disléxico serían ejemplos de este tipo de intervención.

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Reorganización Una postura intermedia es la sostenida por los autores del este de Europa, que consiste en considerar las funciones superiores como el producto del trabajo de sistemas funcionales complejos. Este concepto lleva implícita la idea de una cierta plasticidad y la posibilidad de que los sistemas indemnes, después de una lesión, puedan en muchos casos reorganizarse y, por caminos distintos, llegar al mismo resultado. En cierto modo, podemos concebir esta estrategia como una combinación de las dos anteriores. Para lograr un fin que no parece accesible en sí mismo a través de la estimulación directa, recurrimos (sin renunciar a este fin) a un mediador que sí está al alcance del sujeto. La rehabilitación de la dislexia de superficie que proponemos, aunque en un primer momento constituiría un ejemplo de tratamiento basado en la compensación, en la medida en que logremos mejorar la velocidad y facilitemos el reconocimiento de palabras, estaremos aplicando un tratamiento en el que la lectura subléxica se convierte en el mediador de un objetivo nuevo: la lectura rápida de palabras. En otros casos, la rehabilitación de la lectoescritura puede no constituir un fin en sí misma, sino un mediador para logar la rehabilitación de otra capacidad ajena a la lectura. Por ejemplo, Nickels (1995) y Bachy-Langedock y De Partz (1989) emplean la lectoescritura para rehabilitar la denominación. Por su parte, Friedman et al. (2002) emplean un procedimiento basado en la reorganización (que podríamos denominar de mediación semántica) y otro basado en la estimulación (restitución) para tratar la lectura de términos de función y verbos en dos pacientes con dislexia fonológica. El tratamiento de reorganización consiste en emplear palabras concretas (de referente fácilmente visualizable) homófonas o fonológicamente cercanas junto al término en cuestión. Por ejemplo, en el caso del verbo «be» (ser), se colocaba en una tarjeta esta palabra y en el anverso de la misma la palabra «bee» (abeja) junto a la imagen de una abeja. Si el sujeto fallaba, se daba la vuelta a la tarjeta. El tratamiento de estimulación consistía también en presentar las palabras aisladas en una tarjeta para su lectura. Si el paciente fallaba se daba también la vuelta a la tarjeta y el paciente podía leer la palabra dentro de una frase. Si seguía fallando, el terapeuta leía la palabra y le pedía que la repitiera. Los resultados revelan que aunque los dos tratamientos fueron exitosos, el tratamiento de reorganización fue más efectivo que el basado en el reaprendizaje (90% y 59% de aciertos, respectivamente). La aportación del enfoque cognitivo a la rehabilitación en neuropsicología no consiste tanto en la introducción de nuevos planteamientos de intervención, como en proponer modelos teóricos sobre los módulos implicados en una determinada función y las relaciones que mantienen entre sí. Sin duda, la individualización del componente alterado dentro del sistema y la especificación de las relaciones que mantiene con los demás nos ayudarán, en cada caso concreto, a diseñar estrategias y técnicas de intervención más eficaces. Identificar con precisión un

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problema dentro de un modelo teórico no es sin duda garantía de éxito. De hecho, nada nos dice sobre qué aspectos han de abordarse inicialmente, ni sobre la metodología que hay que emplear en su rehabilitación (Howard y Patterson, 1989; Maher et al., 1998). Sin embargo, parece evidente que conocer de un modo detallado el perfil de procesos afectados e intactos, así como las relaciones que éstos mantienen entre sí, es un primer paso nada desdeñable. El principio básico consiste, pues, en la individualización del tratamiento. Requisito previo para iniciar este tratamiento individualizado es que conozcamos (exploremos) a fondo el perfil de procesos relevantes en relación con el trastorno que hay que tratar. Es preciso conocer, por tanto, qué grado de alteración sufre nuestro paciente en relación con la lectura y la escritura, y en qué medida su actuación está o no mediatizada por las variables regularidad, frecuencia e imaginabilidad. No existen, en consecuencia, recetarios fijos que puedan aplicarse invariablemente a todos los disléxicos fonológicos, pongamos por caso. Ni siquiera sobre los disléxicos fonológicos con problemas en el conversor. Las ideas que exponemos a continuación pretenden ser solamente una orientación que sirva de guía para la elaboración de cada programa concreto que se diseñará teniendo en cuenta las peculiaridades de cada caso. Conviene recordar que la efectividad de la terapia depende de un complejo sistema de variables que interaccionan entre sí, algunas de ellas ajenas a la metodología de intervención. El tamaño, la localización y el tipo de lesión, la edad y el nivel cultural del sujeto, la intensidad y la duración de la terapia, son algunas de ellas (para una revisión, v. Sbordone, 1987).

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Dislexias Dislexia de superficie Coltheart y Byng (1989) nos presentan la rehabilitación de su paciente (EE), que sufría una dislexia de superficie, dentro del marco cognitivo que acabamos de exponer. Recurren para ello a una estrategia de intervención basada en las ayudas mnemotécnicas, que bien podríamos incluir dentro del contexto de la reorganización de los sistemas funcionales complejos. El procedimiento consistía, básicamente, en seleccionar una lista de palabras irregulares y elaborar para cada una de ellas una tarjeta con un dibujo ilustrativo sobre el significado de la misma. Así, por ejemplo, la palabra inglesa «borough» (municipio) se ilustraba con una tarjeta que contenía una porción del plano de una ciudad. La tarea del sujeto consistía en leer en alto durante 15 minutos diarios estas palabras ayudándose de las imágenes. Las ayudas se eliminarían después progresivamente. Estos autores emplearon un riguroso diseño experimental, que les permitía separar los efectos de la recuperación espontánea, así como controlar la estabilidad en el tiempo de los efectos generados por el tratamiento. Los resultados de su investigación arrojan la interesante conclusión de que su tratamiento provocaba los efectos deseados sobre las palabras tratadas, pero producía, además, una mejoría generalizada, aunque de menor magnitud, sobre las palabras irregulares no tratadas expresamente. Teniendo en cuenta que en la lectura del castellano no existen palabras irregulares y dado que, en la mayor parte de los casos, la dislexia de superficie se acompaña de ciertas dificultades en la lectura por vía fonológica, tal vez resultaría más interesante y más funcional tratar de lograr en un primer momento una lectura fonológica adecuada, para pasar después a tratar de adquirir una mayor velocidad lectora (sobre este último aspecto, v., por ejemplo, Vallés, 1991). Sólo los homófonos podrían presentar problemas ante este tipo de intervención basada en el acceso previo a la fonología. No obstante, el escaso número de homófonos de que disponemos en nuestra lengua y el adecuado aprovechamiento del contexto hacen que este problema sea insignificante en relación con los beneficios que proporciona. Weekes y Coltheart (1996) describen un tratamiento similar de un paciente (NW) disléxico y disgráfico de superficie con una metodología y un procedimiento de intervención similares a los que acabamos de describir. Los resultados indican que el tratamiento fue efectivo para las palabras tratadas tanto en lectura como en escritura. Además, se obtuvo una cierta generalización del tratamiento para las palabras tratadas en lectura pero no en escritura. Los autores argumentan que esta generalización asimétrica en lectura y escritura es probablemente un reflejo de la independencia de los lexicones de input y de output al servicio de la lectura y la escritura, respectivamente. Cabe también pensar que la lectura de palabras

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irregulares es una tarea mucho menos exigente que la escritura. Con una información mínima podemos inferir qué palabra irregular estamos leyendo, especialmente si no dispone de palabras vecinas competidoras. Por el contrario, para escribir correctamente una palabra irregular hay que generar la secuencia completa de grafemas en el orden adecuado. Piense el lector en la diferencia que hay entre leer y escribir palabras irregulares en inglés. Muchos de nosotros sabríamos reconocer la secuencia «schweppes» como una conocida marca de refrescos, pero probablemente serían muchos menos los que lograrían escribir esta palabra correctamente.

Dislexia fonológica Como ya señalábamos anteriormente, bajo la etiqueta de dislexia fonológica no se agrupa un conjunto homogéneo de sujetos con alteraciones similares, sino un conjunto de sujetos que tienen en común una disrupción en alguno de los eslabones de esta ruta subléxica. Parece, pues, lógico recurrir al modelo para tratar de determinar qué proceso o procesos presentan algún tipo de alteración. Desde este punto de vista, sería conveniente conocer: a) si el paciente es capaz de segmentar correctamente en grafemas o en sílabas un conjunto de palabras no familiares y pseudopalabras; b) si es capaz de asignar correctamente a cada letra su sonido correspondiente (una lista amplia de sílabas sin sentido servirá para este propósito), y c) si es capaz de mezclar correctamente los segmentos fonológicos que va descodificando mientras lee. Uno de los problemas más frecuentes es el que afecta a las reglas de conversión grafema-fonema (b). En la rehabilitación de este problema, un planteamiento coherente pasaría por un minucioso análisis de los errores cometidos por el sujeto con el fin de reforzar, si es el caso, la dimensión perceptiva de los componentes visuoespaciales de los grafemas o la acústico-articulatoria de los fonemas. El aprovechamiento de los canales cinestésicos consolidados con el ejercicio de la escritura puede constituir una ayuda nada desdeñable en aquellos pacientes que no presenten alteraciones de carácter agráfico. Esta técnica, ampliamente desarrollada por los autores de la escuela del este de Europa (v., por ejemplo, Tsvétkova, 1977), consiste básicamente en seguir con el dedo sobre una letra impresa el recorrido habitual empleado en su escritura y evocar así las melodías cinéticas que intervienen en su trazado durante la misma. Al efectuar estos movimientos se facilita la evocación del fonema en cuestión. El paso siguiente consistirá en ir eliminando la prótesis progresivamente (p. ej., siguiendo con los ojos su contorno en lugar de hacerlo con el dedo) para proceder después a su automatización (v. Maher et al., 1998). Si la escritura no se encuentra preservada, puede ser conveniente recurrir a mnemotecnias o «prótesis» específicas para cada grafema de modo que facilite la evocación del fonema, tal como describíamos con las palabras irregulares a

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propósito de la dislexia de superficie. En general, los métodos que atacan directamente el problema allí donde se encuentre dentro de esta ruta fonológica (basados en la restitución o en la reorganización) deberían ensayarse en primer lugar y, a priori, ofrecer mejores resultados que aquellos que tratan de «puentearlo» o soslayarlo mediante técnicas de lectura global. La conciencia sobre propiocepción sobre las posiciones de los articuladores durante la lectura de los pares de correspondencias problemáticos se ha utilizado con éxito durante años en el tratamiento de las disléxicas fonológicas evolutivas. Este mismo procedimiento se ha aplicado con éxito en un paciente con una dislexia fonológica adquirida (Conway et al., 1998). En otros casos se ha empleado con éxito la mediación léxica para acceder a la fonología de los grafemas problemáticos. Lógicamente, cuanto más transparente es una lengua, tanto más recomendable son estas técnicas. Con cierta frecuencia, los disléxicos fonológicos (los evolutivos y los adquiridos) experimentan problemas para leer los términos de función. Kurland et al. (2008) abordan el tratamiento de estos términos junto con otras palabras abstractas en un disléxico fonológico adquirido (YCR). El procedimiento de intervención es similar al que hemos descrito anteriormente a propósito de la reorganización en el trabajo de Friedman et al. (2002). Small et al. (1998) y Kurland et al. (2008) estudian los cambios funcionales que el tratamiento de la dislexia fonológica provoca en los cerebros de los pacientes a través de la resonancia magnética funcional. En ambos casos, el éxito logrado por el tratamiento se reflejaba en patrones de activación diferenciales frente a la activación previa a la intervención o a las palabras de control no tratadas. Dado que los pacientes tienen lesiones diferentes (frontotemporal y temporoparietal, respectivamente) y reciben tratamientos también diferentes (centrado en la conversión grafema-fonema y centrado en la mediación semántica para la lectura de términos de función), las regiones implicadas en la reactivación después del tratamiento no tienen por qué coincidir. En el caso de la paciente descrita por Small et al., la activación previa al tratamiento generada durante la lectura de las palabras se centraba en el giro angular izquierdo (área 39 de Brodmann). Tras el tratamiento, es la circunvolución lingual la que se activa de un modo diferencial (área 18 de Brodmann). En el caso del paciente descrito por Kurland et al., el éxito del tratamiento se correlaciona con una activación, en términos generales, mayor en el hemisferio derecho que en el izquierdo. Sin embargo, en el diseño experimental de este estudio se incluye un grupo de palabras que, tras lograr el criterio deseado de aciertos, son sometidas a una fase de sobreaprendizaje o consolidación, con la finalidad de estabilizar en el tiempo los cambios logrados. En este grupo de palabras se vuelve a captar una activación en ciertas regiones del hemisferio izquierdo, concretamente en la región perisilviana y parietal perilesional. Es interesante subrayar la idea expresada por Kurland et al. (2008) sobre la conveniencia de contemplar en el diseño de todas las intervenciones un tiempo

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dedicado a automatizar y a consolidar lo adquirido. Mediante estas sesiones de «sobreaprendizaje» se asegura la permanencia en el tiempo de los logros adquiridos. Una metodología interesante y muy recomendable para aplicar una vez logrado el criterio de éxito preestablecido, consistiría en reevaluar periódicamente los logros alcanzados. Si los niveles de efectividad no se resienten, entonces el intervalo de tiempo entre estas evaluaciones se irá agrandando progresivamente. Si los logros no se mantienen, se intercalan de nuevo sesiones de práctica hasta lograr los niveles previos.

Dislexia profunda En relación con este subtipo, Bachy-Langedock y De Partz (1989) presentan el siguiente programa de rehabilitación para un paciente (SP), de lengua materna francesa (v. también Berndt y Mitchum, 1994, y Nickels, 1995). El objetivo fundamental consistía en reorganizar los procesos de conversión grafema-fonema respetando las peculiaridades contextuales que tales sistemas de equivalencias presentan en esta lengua. Se aprovecharon para ello de las habilidades residuales de su paciente, entre las que resultaba especialmente útil su capacidad para acceder a las formas léxicas de algunas palabras. Una vez restablecido el funcionamiento de estos procesos, sería más fácil evitar la aparición de los errores semánticos. La primera fase consistía en reconstruir las asociaciones grafofonémicas simples (es decir, las correspondientes a aquellos grafemas a los que siempre se les asigna el mismo fonema). Para ello se recurre al conocimiento léxico residual exhibido por el paciente. A pesar de que SP no podía leer letras aisladas en voz alta, podía asociar algunas de estas letras con palabras familiares. Por ejemplo, aunque no podía leer la letra «c», era capaz de descubrir que era la primera letra de la palabra «Carole». Aislando los sonidos iniciales de estas palabras mediadoras pudo SP, tras un período de unos 3 meses de rehabilitación, leer palabras regulares y pseudopalabras. La segunda fase tenía por objeto reconstruir las equivalencias grafofonémicas complejas (p. ej., los diptongos franceses «au» y «ou» que se leen, respectivamente, como /o/ y /u/). Para acometer este objetivo, se recurrió a la capacidad del sujeto —muy frecuente en este tipo de dislexia— para leer algunas palabras de contenido que eran homófonas o contenían alguno de estos grupos de grafemas complejos. Así, por ejemplo, el sonido del diptongo «au» se obtenía a partir de la palabra «eau» (agua) que el sujeto podía leer sin dificultad. El dominio de estas equivalencias complejas precisó 9 meses de intervención. La tercera y última fase de la rehabilitación de la lectura se centraba sobre aquellos grupos de letras cuya lectura dependía fundamentalmente de variables contextuales; en francés, «c», «g», «s» y «e» (en castellano, «c», «g» y «r»). Para dominar estas equivalencias se facilitaron al sujeto de un modo expreso las reglas

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por las que se rigen, que, como en castellano, son bastante estables. En todas estas fases, la ejercitación con pseudopalabras desempeñó un papel importante como medio de control de los errores semánticos y para asegurar que el sujeto empleaba las estrategias que se le facilitaban en cada momento. En esta misma línea, Yampolsky y Waters (2002) emplean con éxito la rehabilitación de la ruta subléxica para mejorar la lectura de palabras y hacer disminuir los errores semánticos en un caso de dislexia profunda. Su trabajo sobre la ruta subléxica incluía tanto las reglas de conversión fonema-grafema como el mezclado de los sonidos para formar las sílabas y las palabras. No obstante, conviene señalar que esta estrategia rehabilitadora de la dislexia profunda basada en la ruta subléxica no siempre tiene el efecto deseado. Así, por ejemplo, Nickels (1995) y Berndt y Mitchum (1994) no logran recomponer el proceso de mezclado de los segmentos fonológicos (proceso c de la ruta subléxica). Sin embargo, el paciente de Nickels utilizaba la capacidad rehabilitada para descodificar algunos grafemas iniciales para inhibir los errores semánticos y generar desde la ruta léxica una forma verbal apropiada. Esta estrategia de autoayuda era especialmente útil con las palabras concretas o imaginables (prueba evidente de que la ruta léxica utilizada era la semántica). La paciente de Berndt y Mitchum, por el contrario, parecía no ser capaz de combinar estas dos estrategias. Su mejora en la conversión grafema-fonema logró disminuir el número de errores semánticos durante la lectura, pero aumentaron los errores visuales y los fonológicos. El empleo de la ruta subléxica parecía, en su caso, incompatible con el empleo combinado de la ruta léxica. Así, por ejemplo, antes del tratamiento leía «m ind» como «think» («mente» como «pensar»), y «effort» como «difficult» («esfuerzo» como «difícil»), y después del tratamiento leía «m ind» como «m inute» (minuto) y «effort» como «ford» (vado). Por algún motivo se comportaba como los pacientes con lectura letra-por-letra con capacidad para reconocer o leer de un modo implícito. Si utilizaba la estrategia subléxica, se inhibía el reconocimiento global. Quizá la explicación más parsimoniosa para este fenómeno (aunque no compartida por todo el mundo) es que existe una desconexión entre estas dos habilidades, probablemente porque están siendo controladas por hemisferios distintos. Ska et al. (2003) recurren con éxito a un tratamiento basado en la asociación de la ortografía de la palabra y una imagen con el referente de la misma, en un paciente con dislexia profunda (JH) en el que previamente habían fracasado los intentos de rehabilitar la lectura subléxica. El procedimiento consistía en escribir cada palabra en una cara de una tarjeta, colocando en la otra cara la imagen con el referente, junto con la palabra escrita. Se pedía al paciente que inicialmente tratara de leer la palabra. Seguidamente se daba la vuelta a la tarjeta y se le pedía que tratara de construir una asociación mental entre la palabra escrita y la imagen. Aunque los efectos del tratamiento fueron los esperados y se mantuvieron relativamente en el tiempo, los autores reconocen que este enfoque

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tiene sus limitaciones (se trataron 50 palabras) y en la medida de lo posible debe combinarse con un procedimiento basado en la restauración de la ruta subléxica.

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Disgrafias Disgrafia de superficie Las peculiares características de nuestra lengua hacen que este tipo de agrafia se manifieste a través de errores en la denominada ortografía arbitraria. La rehabilitación de un sujeto disgráfico de superficie en lengua castellana consiste, fundamentalmente, en la rehabilitación de la ortografía arbitraria. Para lograr este objetivo pueden emplearse diversas técnicas y las posibilidades de éxito de cada una de ellas dependerán de las características concretas de cada caso particular. Algunas de estas técnicas abordan la escritura de los homófonos (p. ej., «ola», «hola»; «hasta», «asta») y otras palabras conflictivas (p. ej., «jirafa», «prohíbe», «gobierno»), intentando que el sujeto preste atención a estas arbitrariedades ortográficas y trate de asociar la grafía de una determinada palabra con una imagen o representación visual de su significado. La forma habitual implica diseñar mnemotecnias visuales que posibilitan relacionar el significado de la palabra con la irregularidad ortográfica. Por ejemplo, De Partz et al. (1992), para solucionar el problema de la «h» en la palabra «hospital», dibujan en una tarjeta una cama de hospital con forma de «H». Este mismo procedimiento es justamente el empleado por Behrmann (1987). Esta autora pedía a su paciente que asociara las palabras escritas con una imagen que representaba el significado. La paciente debía escribir a continuación cada una de las palabras por sí misma a partir de los dibujos o al dictado sin ayuda de los dibujos. La efectividad de este tipo de tratamiento suele ser muy alta. El problema es que su grado de generalización hacia las palabras no tratadas es, en el mejor de los casos, muy discreto. Esto es justamente lo que le sucedió a Behrmann (1987) y a Weekes y Coltheart (1996). Sin embargo, con procedimientos de intervención similares, De Partz et al. (1992) y Brunsdon et al. (2005) encuentran una cierta generalización del tratamiento hacia las palabras no tratadas. Brusdon et al. (2005) señalan que esta generalización ocasional del tratamiento afectaría a las palabras cuyos porcentajes de aciertos previos a la intervención no eran muy bajos, y podría estar relacionada con la tendencia del sujeto a emplear estrategias de escritura léxicas y a evitar el uso de la conversión fonema-grafema. Kohnen et al. (2008), en un trabajo llevado a cabo con un disléxico de superficie evolutivo, relacionan el éxito de la generalización con la frecuencia de las palabras en cuestión y con el tamaño de su vecindario.1 La interpretación que dan los autores es que las palabras que están siendo objeto de intervención activan también parcialmente a las palabras de ortografía similar (aunque no sean estrictamente vecinos). Este hecho provocaría un reforzamiento de las conexiones entre las representaciones ortográficas de las palabras en el lexicón de output y el nivel grafémico. Disponer de muchas palabras similares (o de una frecuencia de uso elevada) significaría

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mayores oportunidades de activación parcial que si se dispone de pocas palabras similares. La solución ideal en el caso de un disgráfico de superficie castellanohablante tal vez pase por un empleo combinado de algunas reglas ortográficas sencillas, con pocas o ninguna excepción (p. ej., la desinencia «-aba» de los pretéritos imperfectos siempre se escribe con «b») junto a otras estrategias más directamente fundadas en asociaciones visuales o en ayudas mnemotécnicas. Obviamente, se ha de trabajar con grupos reducidos de palabras que formen parte del vocabulario habitual de sujeto y tratando de consolidar bien las palabras aprendidas antes de abordar un número demasiado amplio de estímulos. El recurso a la etimología o raíz de algunas palabras puede constituir también una ayuda interesante. Son muchos los vocablos derivados del latín que mantuvieron la consonante «f» en castellano antiguo (como se mantiene en los términos equivalentes de otras lenguas latinas actuales), pero que después la transforman en una «h» («harina», «hacer», «haba», «hermoso», «higo», «hierro» o «herida» son algunos ejemplos).

Disgrafia fonológica Al igual que señalábamos a propósito de la dislexia fonológica, las alteraciones en la ruta subléxica para la escritura pueden residir en cualquiera de los eslabones de esta vía; es decir, pueden residir en la capacidad para descomponer la secuencia de fonemas de una palabra (segmentación) o en la capacidad para transformar cada uno de estos fonemas en su grafema correspondiente. Cuando los problemas se presentan como consecuencia de dificultades para segmentar la secuencia de fonemas, el error más característico serán las inversiones («par» escrito como «pra»). Característicamente estos errores aparecen durante la escritura de palabras no familiares o pseudopalabras. El tratamiento dirigido hacia la mejora de la conciencia articulatoria alargando los sonidos es probablemente el más efectivo. Estos procedimientos se han empleado con éxito en el tratamiento de las dislexias-disgrafias evolutivas de tipo fonológico, y parece que sólo recientemente se van incorporando con cierta timidez a la rehabilitación de las dislexias y disgrafias adquiridas (Conway et al., 1998; Berndt y Mitchum, 1994). En algunos casos de dificultades de segmentación se puede caer en la tentación de recurrir a la sílaba como unidad de trabajo (en lugar del fonema). A priori, esto resulta muy atractivo y fácil para el paciente que no puede segmentar en fonos, pero sí en sílabas. Esta estrategia (empleada por Carlomagno y Parlato, 1989, con un paciente italiano) consiste en asociar cada sílaba con una palabra familiar para el paciente. De nuevo, se recurre a un mediador léxico para puentear la dificultad del paciente. El problema aparece cuando reparamos en que nuestra lengua (a diferencia del japonés, que puede operar con un silabario) tiene una riqueza silábica que desanima al más valiente. Una persona con una formación elemental

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se enfrenta con más de un millar de sílabas distintas. La lista se reduce bastante si el problema se circunscribe a los grupos consonánticos de la «l» y de la «r», pero aun así las posibilidades pasan del centenar. Repárese en que ha de elaborarse un mediador léxico para cada una de las combinaciones con las distintas vocales, de modo que «pra» tendrá una mediador (p. ej., «prado»), pero «pre» deberá tener otro distinto (p. ej., «premio»), y lo mismo sucederá con «par», «per», «pla», etc. Fue una lástima que Carlomagno y Parlato, por razones ajenas al tratamiento, no pudieran continuar con la rehabilitación de su paciente para comprobar si este tipo de intervención era todo lo efectiva que a primera vista parece. El terapeuta decidirá en cada caso qué resulta más efectivo y más económico en términos de tiempo y esfuerzo. Cuando los problemas residen en la asociación fonema-grafema, el error característico es la sustitución de unas letras por otras. Nuestro objetivo consistirá en establecer una asociación estable entre cada fonema y su grafema correspondiente. Para estos sujetos sigue siendo una ayuda eficaz las técnicas tradicionalmente utilizadas para favorecer la asociación de una imagen que evoca un fonema determinado con su forma gráfica correspondiente. Un minucioso análisis de los errores nos puede proporcionar valiosos indicios sobre la localización del problema principal; esto es, se intentará averiguar si los errores afectan predominantemente a equivalencias de grafemas visualmente similares o simétricos o a fonemas próximos. El aprovechamiento de las aferencias derivadas de la propiocepción de los órganos articulatorios constituirá una ayuda inestimable, especialmente en este último caso. Tal como veíamos a propósito de las dislexias fonológica y profunda, los mediadores léxicos (palabras familiares que el paciente escribe correctamente) pueden servir también para recuperar las correspondencias fonema-grafema en los casos más problemáticos (v. en este sentido Beeson et al., 2010). En la rehabilitación de los errores de sustitución en nuestra lengua, es de capital importancia incluir no sólo los que afectan a las equivalencias fonema-grafema definidas por reglas simples (un fonema → siempre el mismo grafema), sino también las sustituciones que afectan a las reglas contextuales (p. ej., fonema /g/ → g, gu, gü; fonema /rr/ → r, rr). No tiene sentido gastar tiempo y energías diseñando mnemotecnias individuales para palabras como «guisante» o «enredar», cuando pueden escribirse correctamente mediante el adecuado dominio de la regla contextual correspondiente. A este procedimiento de intervención basado en las reglas contextuales se puede añadir la regla contextual de la «c», aun a sabiendas de que, dado que tiene algunas excepciones (p. ej., «enzima», «zig-zag», «zigoto», «zeta»), no se trata en sentido estricto de una auténtica regla sino de una irregularidad.

Disgrafia profunda 701

La rehabilitación de la disgrafia profunda exige afrontar las dificultades con la ruta fonológica y controlar la producción de errores semánticos. Algunos autores (Hatfield, 1983) abordan la rehabilitación de este trastorno, en lenguas menos transparentes que la nuestra, haciendo una especial incidencia sobre la rehabilitación de la escritura de palabras abstractas y términos de relación. Se apoyan para ello en las habilidades residuales de estas personas para escribir palabras de contenido homófonas (o casi homófonas) de estos términos más problemáticos. Se trata de una técnica similar a la utilizada por Friedman et al. (2002) y Kurland et al. (2008), descrita anteriormente a propósito de la reorganización de la lectura en la dislexia fonológica. En definitiva, se emplea un mediador léxico, familiar para el paciente, que contenga el término que hay que tratar. Por ejemplo, para tratar de escribir el pronombre «his», uno de los pacientes con disgrafia profunda descritos por Hatfield recurría a la palabra «history». En otros casos, un homófono con referente concreto o imaginable servía para escribir el término de relación. Así, «inn» (hostal) era empleado como mediador para escribir «in» (en), o «hym n» (himno) para «him » (él). La especial estructura de nuestra lengua convierte a la ruta subléxica en un elemento prioritario en la rehabilitación de la disgrafia profunda. La práctica continuada en la escritura de pseudopalabras permitirá al sujeto consolidar y automatizar las estrategias empleadas en su reorganización evitando los errores semánticos. No obstante, siempre podremos recurrir, en una segunda fase, a este tipo de estrategias fundadas sobre los conocimientos léxicos residuales para terminar de perfilar la escritura de algunos términos abstractos o de función cuya ortografía sea irregular o especialmente conflictiva.

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El vecindario de una palabra está determinado por el número de palabras vecinas. Son vecinas de un término aquellas palabras que comparten todas las letras menos una, respetando las posiciones de las mismas. Por ejemplo, la palabra «casa» tiene más de 20 vecinos y entre ellos están «masa», «tasa», «cosa», «cata», «case», etc. Sin embargo, la palabra «maíz» sólo tiene uno («raíz»). La palabra «casa» tiene, por tanto, un vecindario con un tamaño más amplio que «maíz».

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CAP ÍTULO 22

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Sistemas aumentativos y alternativos de comunicación C. Basil

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Introducción La comunicación aumentativa y alternativa es un ámbito interdisciplinario que abarca un extenso conjunto de elaboraciones teóricas, sistemas de signos, ayudas técnicas y estrategias de intervención que se dirigen a sustituir y/o aumentar el habla. También abarca, por extensión, todas aquellas técnicas cuya finalidad es permitir un acceso alternativo a otras funciones del ser humano, para aquellas personas que no pueden realizarlas de la misma forma que los demás a causa de algún tipo de discapacidad. Así, podemos hablar de acceso aumentativo y alternativo a la escritura, al control del entorno, al desplazamiento, al juego, al currículo escolar o a la formación y ocupación laboral. Las técnicas aumentativas y alternativas tienen ya una amplia tradición que se remonta a más de 30 años con el uso de las primeras ayudas técnicas: los tableros de comunicación (para una breve revisión histórica, v. Vanderheiden y Yoder, 1986). Al comienzo de los años setenta, los sistemas de signos manuales, inicialmente usados sólo por los no oyentes, empezaron a aplicarse a personas con discapacidad motora, afasia, retraso mental y autismo. Al mismo tiempo, empezaron a desarrollarse gran cantidad de sistemas de signos gráficos para permitir la comunicación en personas sin habilidades manuales suficientes para producir signos manuales. Hoy en día existe una amplia gama de sistemas de signos, tanto gestuales como gráficos, que permiten la comunicación a partir de niveles muy elementales hasta otros altamente complejos desde el punto de vista lingüístico. La comunicación con signos gráficos (fotografías, pictogramas u ortografía tradicional) requiere el uso de ayudas técnicas, ya sean no tecnológicas, tales como los tableros o los libros de comunicación, o bien tecnológicas, de mayor o menor complejidad. Las ayudas tecnológicas, que empezaron a desarrollarse también a principios de los años setenta, se fueron perfeccionando y adaptando con el fin de permitir una forma de comunicación más independiente que la proporcionada por los tableros de comunicación para personas con problemas de habla. Así surgieron los comunicadores tradicionales, con indicación automatizada del mensaje y a veces con salida en texto impreso, pero desprovistos todavía de habla artificial. Algunos de estos comunicadores se adaptan al uso de sistemas de signos gráficos distintos a la escritura tradicional. La alta tecnología, y en particular los microprocesadores, han permitido recientemente la fabricación de comunicadores con prestaciones altamente sofisticadas, como la síntesis de voz, que permite el paso inmediato de texto a habla, o los sistemas de predicción para acelerar la producción del mensaje escrito. También existen comunicadores con salida de voz digitalizada que posibilitan el uso de imágenes y sistemas pictográficos y logográficos (SPC, Bliss, etc.), y programas que permiten reproducir y manejar estos sistemas en los ordenadores personales y otros dispositivos altamente portátiles tipo tablet o sm artphone, e incluso transmitirlos a través de la red de

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telecomunicaciones. Los programas y periféricos desarrollados para adaptar los ordenadores personales y otros dispositivos a las necesidades especiales de los usuarios los han convertido, hoy en día, en instrumentos asequibles y útiles incluso para personas con graves discapacidades cognitivas, motoras y/o sensoriales (para una revisión sobre sistemas de signos y ayudas técnicas, v. Basil y Rosell, 2006; Basil et al., 1998, y Rosell y Coronas, 2010). El uso de técnicas aumentativas y alternativas para la comunicación está bien aceptado y altamente normalizado en muchos países del mundo, aunque en algunos lugares existen todavía reticencias basadas principalmente en la creencia de que el uso de sistemas aumentativos puede ser contraproducente para el desarrollo del habla. No existen datos empíricos que apoyen esta idea y, en cambio, cada vez existe más documentación, procedente tanto del ámbito de la investigación como de la educación y la clínica, que avala lo contrario. Ciertamente, la evidencia de que el uso de técnicas aumentativas no frena el desarrollo del lenguaje oral y de que, en algunos casos, puede incluso facilitarlo se va incrementando día a día (Millar et al., 2006; Schlosser, 2003). En Europa se está aceptando y generalizando cada vez más la necesidad de usar técnicas aumentativas y alternativas para mejorar la comunicación en una amplia población de personas con necesidades especiales (Von Tetzchner y Jensen, 1996), y tanto las iniciativas individuales de numerosos países como la propia Comunidad Europea están impulsando decididamente la investigación y la aplicación en este campo. La creación, en 1983, de la Sociedad Internacional sobre Comunicación Aumentativa y Alternativa (ISAAC) ha supuesto un esfuerzo de aglutinación y divulgación y un estímulo importantísimo para la investigación y la práctica aplicada en este campo.

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Candidatos a usar sistemas aumentativos y alternativos de comunicación Cada vez existe mayor acuerdo en aceptar que todas las personas que no desarrollan el lenguaje hablado a la edad habitual, o que la han perdido por alguna circunstancia, pueden beneficiarse, de una u otra forma, de las técnicas de comunicación aumentativa. Sin embargo, como detallaremos más adelante, la función que cumplirán estas técnicas para diferentes personas va a ser muy distinta. Mientras que para algunas se convertirán en su forma de expresión permanente, otras las necesitarán solamente de forma transitoria; mientras que para unos constituirán su forma de comunicación principal, para otros serán tan sólo una estrategia de apoyo al lenguaje oral. Las condiciones que pueden hacer necesario el uso de sistemas y/o ayudas técnicas para la comunicación aumentativa son muy diversas. En ocasiones se tratará de una discapacidad congénita o temprana, en cuyo caso el propio curso del desarrollo del lenguaje se verá comprometido y tendrá que apoyarse en el uso de sistemas aumentativos de comunicación. En otros casos, en cambio, la discapacidad ocurrirá en un momento de la vida en que el lenguaje ya se había adquirido. A menudo la comprensión del lenguaje se hallará conservada, con lo cual la persona tendrá que aprender comunicación aumentativa exclusivamente como una nueva forma de expresión. La situación será también muy distinta si la persona que ha de aprender comunicación aumentativa tiene un nivel cognitivo normal, como ocurre en muchas personas con discapacidad motora o sensorial, o si, por el contrario, el problema de lenguaje está unido a otros trastornos, como retraso mental o autismo. Según Vanderheiden y Yoder (1986), las siguientes condiciones pueden resultar en una discapacidad del habla y/o la escritura que haga necesario el uso prioritario de sistemas y técnicas aumentativos: 1. Discapacidad congénita: parálisis cerebral, retraso mental, sordera severa y profunda, sordoceguera, autismo, apraxia del desarrollo, afasia del desarrollo. 2. Discapacidad adquirida: traumatismo craneal, tumor cerebral, accidente cerebrovascular, lesión medular, laringectomía, glosectomía, asfixia. 3. Enfermedades neurológicas degenerativas: esclerosis lateral amiotrófica, esclerosis múltiple, distrofia muscular, enfermedad de Parkinson, corea de Huntington, síndrome de inmunodeficiencia adquirida. 4. Discapacidad temporal: shock/traumatismo/cirugía (accidentes, intubaciones, debilidad, conmoción, traqueotomía, laringectomía, quemaduras graves en la cara, etc.), enfermedad de Guillain-Barré y síndrome de Reyes (ambos pueden convertirse en una condición crónica). En cuanto a las diferentes funciones que la comunicación aumentativa debe cumplir para distintas personas, Von Tetzchner y Martinsen (1993) formulan una

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distinción muy interesante entre tres grupos de necesidades especiales, de acuerdo con el nivel actual de comprensión del lenguaje y con el pronóstico de adquisición del lenguaje hablado, expresivo y comprensivo, en el futuro. El primer grupo se compone de personas que necesitan un m edio alternativo de expresión, pero cuya comprensión del lenguaje hablado es buena. Este primer grupo incluye, por ejemplo, a muchas personas con discapacidad motora. El segundo grupo abarca a las personas que necesitan un lenguaje de apoyo, durante cierto tiempo, pues se espera que lleguen a hablar en el futuro. A este segundo grupo pertenecen, por ejemplo, las personas con disfasia del desarrollo y muchos niños con síndrome de Down. Para estos niños, la comunicación alternativa cumplirá la función de facilitar el desarrollo del habla y paliar las consecuencias psicosociales que comporta su carencia. El tercer grupo incluye a las personas que necesitan un lenguaje alternativo, es decir, que necesitan la comunicación alternativa tanto para la expresión como para la comprensión. A este grupo pertenecen, por ejemplo, algunos niños con autismo o con retrasos mentales graves. Tradicionalmente, se ha venido defendiendo que, para poder enseñar comunicación aumentativa, debían existir determinados prerrequisitos, como reconocer fotografías, alcanzar un nivel de desarrollo cognitivo correspondiente al estadio quinto sensoriomotor, poseer las habilidades llamadas de disposición para el aprendizaje (p. ej., hacer contacto ocular, imitar, permanecer sentado) o demostrar deseo de comunicarse. Sin duda, estas habilidades facilitan el aprendizaje, pero cada vez existen más experiencias que contradicen la idea de que sean imprescindibles. Las modernas teorías sociocognitivas tienden a considerar que la comunicación, aunque sea a un nivel muy elemental, está en la base del desarrollo cognitivo y no a la inversa. En la obra antes citada, Von Tetzchner y Martinsen (1993) argumentan y defienden la idea de que no existen propiamente prerrequisitos para el aprendizaje de la comunicación y que, por tanto, la enseñanza debe empezar sin demora para todas las personas que carecen de habla, aunque presenten retrasos muy profundos. En consecuencia con esta idea, aportan estrategias concretas y directamente aplicables para iniciar la enseñanza de comunicación y lenguaje dirigida a personas muy afectadas, tales como algunos niños con autismo, las niñas con síndrome de Rett o las personas con retrasos mentales muy graves. La distinción entre tres grupos de necesidades especiales, que abarcan desde personas con inteligencia y lenguaje comprensivo normales (Zangari y Van Tatenhove, 2009), hasta personas con déficits cognitivos y de lenguaje muy severos (Reichle et al., 2002), sienta las bases para llegar a formular objetivos y diseñar estrategias acordes con las posibilidades y necesidades individuales. En las obras de Basil et al. (1998) y de Baumgart et al. (1996) se pueden encontrar relatos de casos representativos de las diversas condiciones de discapacidad que resultan en la necesidad de utilizar sistemas de signos y ayudas técnicas para la comunicación y la escritura en niños y adultos.

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Sistemas de signos para la comunicación aumentativa La variedad de sistemas y ayudas técnicas para la comunicación existentes en la actualidad es tan grande que una revisión mínimamente exhaustiva trascendería el espacio que podemos dedicarle en este capítulo. Disponemos, por otra parte, de abundante bibliografía sobre el tema (v. Basil y Rosell, 2006; Basil, et al., 1998; Lloyd et al., 1997; Rosell y Coronas, 2010). Nos limitaremos, pues, a comentar algunos de los más usados en nuestro contexto.

Sistemas de signos manuales Suelen ser los sistemas de elección para personas no oyentes, así como para personas con retraso mental, autismo u otros trastornos que dificultan el habla, cuando implican pocas o ninguna restricción para realizar movimientos con las manos. Sin embargo, el nivel lingüístico alcanzado por unos y otros puede variar mucho. Mientras muchas personas no oyentes aprenden el lenguaje de signos en un entorno natural, sin ninguna enseñanza planificada, y alcanzan un nivel de complejidad lingüística equiparable a la del lenguaje hablado, algunos niños con autismo o retrasos mentales graves puede que sólo aprendan unos pocos signos manuales para expresar deseos y necesidades básicas, después de un enorme esfuerzo terapéutico y educativo. Entre estos extremos podemos encontrar una enorme variedad de resultados, incluyendo aquellos casos en que el uso de signos habrá sido una etapa transitoria hacia el aprendizaje del lenguaje oral. No obstante, incluso para aquellos que aprendan un número muy limitado de signos funcionales, esto puede representar una enorme mejora en su calidad de vida y en la de quienes les rodean, pues la carencia extrema de comunicación puede desembocar incluso en agresividad contra uno mismo o los demás o en accesos de pánico. La elección de signos manuales obedece en parte a que estas personas no suelen tener dificultades para desplazarse, por lo que trasladar una ayuda técnica siempre consigo sería un inconveniente. Además, la expresión a través del gesto resulta más directa y, para muchas personas, más fácil de aprender y usar que la comunicación indicando signos gráficos. El inconveniente más destacado es que tan sólo aquellos que también conocen el lenguaje de signos pueden entender a quienes lo usan. A menudo, los propios familiares, educadores y terapeutas de la persona afectada han de aprenderlo, lo cual supone un esfuerzo considerable. Sin embargo, suele tratarse de un esfuerzo plenamente justificado. En cuanto al tipo de signos manuales que hay que usar, los más convenientes suelen ser los del lenguaje de signos de los no oyentes propio del contexto de la persona que aprende (Perelló y Frigola, 1987; Pinedo, 1989). A menudo, estos

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signos han de adaptarse a personas con dificultades para que sean más fáciles de configurar y memorizar. Generalmente, en entornos educativos y terapéuticos, se utilizan los signos de los no oyentes, pero no su gramática ni su sintaxis. Los lenguajes que utilizan los signos manuales con la gramática y la sintaxis propia del lenguaje oral se denominan lenguajes signados pedagógicos o sistemas bimodales (Alonso y Valmaseda, 1993; Tamarit, 1998). Para facilitar en la medida de lo posible el aprendizaje del lenguaje oral, comprensivo y/o expresivo, suele recomendarse siempre la comunicación total, es decir, el uso simultáneo de signos y habla, por parte de los interlocutores de la persona afectada. Cabe destacar que la comunicación total será igualmente recomendable en el caso de que se utilicen signos tangibles o gráficos.

Signos tangibles Algunas personas con autismo o retrasos mentales graves muestran reticencia a dejarse manipular las manos para aprender signos manuales. En estos casos podemos optar por enseñarles a usar signos tangibles, es decir, objetos, partes de objetos o miniaturas, para comunicarse. Así, la persona puede, por ejemplo, entregar al interlocutor un balón para indicar que quiere salir al patio a jugar al fútbol, o un trozo de cadena igual al de los asideros del columpio para indicar que quiere ir al parque, o una reproducción en miniatura de una taza para indicar que quiere el desayuno, o una ficha de plástico con un determinado contorno (más abstracto o más icónico, según los casos) que signifique «ir en coche». La elección de signos tangibles puede obedecer también al hecho de que son más permanentes que los manuales. Si se muestra, por ejemplo, una reproducción en miniatura del microbús para informar a una persona que terminó el colegio y es hora de irse a casa, este signo puede estar presente tanto tiempo como necesite la persona para procesar la información. Los signos manuales, al igual que las palabras, duran un momento y desaparecen. Por otra parte, algunas de estas personas son capaces de aprender un número limitado de signos manuales porque tienen poca precisión manipulativa. En estos casos, los signos tangibles (o a veces los signos gráficos) se usan en combinación con los anteriores para ampliar el vocabulario. Los signos tangibles resultan también muy apropiados para personas con trastornos visuales asociados.

Signos gráficos Los signos gráficos son configuraciones impresas que representan palabras y conceptos en lugar de sonidos, como ocurre con las letras de la escritura ortográfica. Son muy indicados para personas con dificultades motoras que no han accedido a la escritura ya sea por su edad o por su nivel cognitivo. Casi siempre se usan acompañados de la palabra o frase correspondiente escrita, para

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facilitar su comprensión por parte de los interlocutores y a veces para favorecer el acceso a la lectura del propio usuario. Pueden ser más o menos icónicos, es decir, pueden compartir en mayor o menor grado un parecido físico (pictográfico) o conceptual (ideográfico) con aquello que representan. Las imágenes (fotografías o dibujos fotográficos) son los signos gráficos más icónicos, y por ello se supone que son las más fáciles de aprender y usar para personas con niveles cognitivos bajos. Esta suposición, sin embargo, no es siempre cierta, pues estas imágenes son complicadas y a veces difíciles de discriminar para algunas personas. Por otra parte, su uso puede resultar difícilmente generalizable. Por ejemplo, el uso de la fotografía de un coche rojo puede interferir con su uso para referirse a un coche verde, o el uso de una fotografía del propio niño comiendo puede resultar contraproducente cuando el niño quiera expresar que no quiere comer, o explicar que otro niño está comiendo. Fotografiar, recortar revistas o dibujar con todo detalle cada nueva palabra que se necesite puede convertirse, además, en una tarea realmente engorrosa. Los sistemas pictográficos solucionan muchos de los problemas anteriores. Son dibujos lineales altamente icónicos. Por lo tanto, son fáciles de aprender y memorizar para muchas personas, pero más simples y neutros que las imágenes. Existen muchos sistemas pictográficos elaborados y publicados en diversos países. Suelen presentarse de manera que son fáciles de fotocopiar, recortar e incorporar a las diversas ayudas técnicas, y también existen programas de ordenador y comunicadores electrónicos que permiten su manejo y reproducción. En España, el más usado es el Sistem a Pictográfico de Com unicación (SPC) (www.mayerjohnson.com), que fue creado en 1981 y está disponible en múltiples formatos informáticos (Mayer Johnson, 2005). Actualmente se está usando cada vez más el sistema pictográfico gratuito ARASAAC, desarrollado por el Gobierno de Aragón (http://www.utac.cat), y se empieza a utilizar también el sistema Widgit Literacy Sym bols (www.widgit.com). Los tres sistemas son muy similares en cuanto a su funcionalidad. Los sistemas pictográficos comparten con las imágenes el inconveniente de parecerse más a las ilustraciones de un cuento que a las palabras, por lo que a los interlocutores les cuesta a veces captar su función como símbolos del lenguaje y reaccionar apropiadamente ante ellos. Por otra parte, estos sistemas permiten fundamentalmente un nivel de lenguaje telegráfico, aunque incluyen partículas y marcadores morfosintácticos que pueden permitir al usuario aproximarse a la producción de un lenguaje gramatical, y el vocabulario del que puede disponer la persona, aunque puede ser extenso, es siempre limitado (fig. 22-1).

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FIGURA 22-1 Ejemplo de libro de comunicación con signos SPC basado en el vocabulario CACEUTAC (http://www.utac.cat) y elaborado con el software Plaphoons del Projecte Fressa (http://www.xtec.cat/jlagares/f2kesp.htm).

Los sistemas logográficos es posible que solucionen en parte los problemas anteriores. En cambio, a algunas personas podría resultarles muy complicado de aprender, aunque no tanto como las palabras escritas. El sistema logográfico más usado en España y en el mundo es el Sistem a Bliss (Kats y McNaughton, 1975). Este sistema está formado por 100 signos básicos, que consisten en dibujos lineales muy esquemáticos, pictográficos, ideográficos o arbitrarios. Estos signos pueden combinarse sobre una base jeroglífica conceptual para formar palabras nuevas, algunas de las cuales llegan a tener una configuración gráfica bastante compleja. Determinados jeroglíficos son oficiales (aprobados por el Comité Internacional de Símbolos Bliss), y otros pueden ser creados por cada persona, improvisándolos incluso en el curso de una interacción comunicativa. Esto supone una gran flexibilidad y riqueza para la comunicación, pero requiere un usuario y unos interlocutores capaces de un buen nivel de creatividad. El Sistema Bliss dispone también de estrategias gráficas para introducir partículas y modificaciones morfemáticas, lo cual permite trascender el nivel de comunicación telegráfica (fig. 22-2).

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FIGURA 22-2

Ejemplos de signos Bliss.

Escritura ortográfica Para las personas con habilidad para la escritura, el uso del deletreo les permite la expresión sin ninguna restricción de vocabulario. Las personas con discapacidad motora pueden indicar las letras del alfabeto dispuestas en un tablero de comunicación o producirlas en una ayuda técnica (comunicador, ordenador con adaptaciones) que permita la salida en voz, texto impreso, etc. En ambos casos, el uso del deletreo es lento, por lo que siempre debe combinarse con la posibilidad de seleccionar palabras y frases enteras. Muchas ayudas técnicas hacen que la propia persona introduzca y modifique a su conveniencia las palabras, frases e incluso textos que desea tener preprogramados para poder acceder a ellos sin necesidad de deletrear. Algunas ayudas técnicas funcionan de acuerdo con un sistema de predicción; de esta manera, a medida que la persona va deletreando aparecen aquellas palabras o frases que con mayor probabilidad va a querer producir a continuación. En cada momento, la persona tiene la opción de seleccionar de una vez, si es acertada, la predicción de la ayuda técnica, o seguir deletreando.

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Ayudas técnicas Por muy grave que sea la discapacidad motora de una persona, siempre podrá encontrarse un comunicador o adaptar un ordenador personal de tal forma que le sea posible seleccionar símbolos gráficos para la comunicación o escribir si tiene habilidad para ello. Existen muchas adaptaciones para facilitar el uso del teclado, así como teclados modificados (expandidos, reducidos, sensibles, etc.). También existen múltiples ratones adaptados, con diversas formas y para ser accionados con diferentes partes del cuerpo, incluida la cabeza o incluso la mirada, y que, aparte de sus funciones habituales, permiten acceder a teclados virtuales. Cuando la persona solamente puede accionar uno o pocos pulsadores, deberá utilizar comunicadores u ordenadores adaptados para ser accionados por un sistema de búsqueda en un teclado o parrilla virtual. En este caso, los diferentes caracteres (letras, palabras, signos de puntuación, funciones de la máquina, etc.) aparecen en pantalla, y la persona, con su/s pulsador/es, controla un cursor que los va recorriendo y seleccionando a voluntad (fig. 22-3). Algunas de las adaptaciones para ordenador que permiten su uso a través de búsqueda o exploración con conmutadores se llaman «transparentes», pues permiten un control completo del ordenador y de los diversos programas ordinarios que existan para el mismo, a través de los pulsadores o, en su caso, del ratón adaptado. Se trata, podríamos decir, de adaptaciones que transforman el ordenador en su conjunto para adaptarlo a la persona afectada. También existen programas (software) concretos, de comunicación, escritura, dibujo, juego u otros, preparados para ser usados con pulsadores o conmutadores. Las personas con dificultades visuales necesitarán que su ayuda técnica u ordenador disponga de habla artificial y vaya informándoles de las operaciones que van realizando. También pueden requerir la posibilidad de introducir y obtener una copia del mensaje en el código Braille. En los siguientes apartados se comentarán con algún detalle diversas ayudas técnicas.

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FIGURA 22-3 Pantallas de selección con signos alfabéticos y del sistema SPC, respectivamente, del software The Grid 2 para la comunicación y el acceso al entorno Windows con conmutador, ratón o pantalla táctil.

Tableros de comunicación Son las ayudas técnicas básicas. Consisten en superficies sobre las que se disponen los signos que la persona indicará para comunicarse (v. fig. 22-1). La indicación puede consistir en señalar con el dedo o con cualquier otra parte del cuerpo. También se puede señalar de forma asistida, con un licornio (varita que se sostiene con la cabeza o con la boca) o con un indicador luminoso (señalizador que emite un haz de luz concentrada que la persona proyecta sobre el elemento que quiere señalar). También existen tableros para señalar con la mirada, como el ETRAN. Estos tableros se elaboran con un material transparente y rígido y se sitúan verticalmente delante de la persona. El interlocutor se sitúa al otro lado para poder apreciar de forma óptima la dirección de la mirada de quien se comunica. A menudo tienen un agujero en medio para que nada se interponga entre las caras de los dos interlocutores, o también para que puedan interactuar físicamente y pasar objetos a través de él (fig. 22-4). Si los tableros tienen varias

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páginas, se denominan libros o cuadernos de comunicación. Cuando existen graves problemas para señalar en un tablero o libro de comunicación, pueden usarse códigos de color, numéricos, etc., que caractericen cada signo. Por ejemplo, si se marca cada signo con un código de tres números, una persona señalando sobre un tablero con los diez dígitos podría indicar casi un millar de ítems de vocabulario. Debe observarse que el uso de un código requiere un nivel cognitivo bastante elevado. También se pueden seleccionar los símbolos o letras de un tablero por exploración dependiente, de manera que el interlocutor va señalando o nombrando cada signo individualmente o por grupos, filas y columnas y el usuario indica con una señal cuando se ha dado con el que quiere expresar. El uso de tableros de comunicación necesita en cualquier caso mucha participación del interlocutor y esfuerzo del usuario, lo cual puede resultar cansado para ambos. Sin embargo, tienen la enorme ventaja de resultar baratos, fáciles de elaborar y modificar y muy resistentes. La tecnología siempre falla en un momento u otro, mientras que los tableros siempre funcionan. Por ello, aunque se disponga de una ayuda técnica compleja, siempre es conveniente tener un tablero de comunicación y habilidad para usarlo por si aquélla se estropea, se le terminan las baterías u ocurre cualquier otro percance.

FIGURA 22-4

Tableros de comunicación en forma de ETRAN, para la señalización con la mirada.

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Comunicadores Son ayudas técnicas especialmente diseñadas para la comunicación y que permiten diferentes formas de acceso y producción del mensaje gracias a mecanismos eléctricos o electrónicos. Su principal utilidad es la de facilitar la indicación a personas con dificultades para señalar, permitiendo la búsqueda a través de pulsadores u otros mecanismos. Así, con movimientos muy simples, la persona consigue iluminar el recuadro o situar una luz piloto sobre el signo de su elección. Los comunicadores se caracterizan también por disponer de voz digitalizada o sintetizada y de mecanismos de predicción. En los comunicadores con voz digitalizada se graba el mensaje correspondiente al signo de cada casilla, de manera que queda disponible para su producción cada vez que el usuario la activa. Tienen la ventaja de que la calidad de la voz es muy buena, y se puede incorporar con facilidad el timbre que más agrade a la persona (voz infantil, masculina o femenina, etc.); además, son válidos para cualquier idioma. En contrapartida, permiten almacenar un número limitado de mensajes. Por ello, son adecuados para personas que usan sistemas gráficos con un vocabulario restringido (fig. 22-5), pero no para aquellos que requieren un vocabulario muy extenso o que pueden deletrear y, con ello, improvisar totalmente sus producciones lingüísticas. Los comunicadores con voz sintetizada permiten, en cambio, el paso automático de texto a habla. La calidad de la voz no es tan perfecta como la de los anteriores, aunque resulta muy aceptable y se va perfeccionando día a día. Los sistemas de síntesis de voz son específicos de cada idioma. Hoy en día existen algunos comunicadores que pueden disponer de voz sintetizada en castellano y en catalán, y también se puede usar síntesis de voz en estas lenguas en los ordenadores personales. En los comunicadores con voz sintetizada existen casillas para almacenar palabras y frases además de las reservadas al alfabeto. Tanto en éstos como en los de voz digitalizada, se pueden emitir mensajes especiales combinando diferentes casillas. Así, es posible producir frases sumando diferentes casillas, y también se pueden emitir mensajes nuevos combinando casillas distintas de acuerdo, por ejemplo, con las estrategias jeroglíficas del Sistema Bliss u otras (p. ej., es posible programar el comunicador de tal forma que, pulsando la casilla «animal» en combinación con las casillas «nariz» y «largo», se oiga el mensaje «elefante»). Los comunicadores se pueden accionar de forma directa pulsando las casillas, por búsqueda a través de pulsadores o con lápiz óptico. Algunos ofrecen diversas formas de salida, como una pequeña pantalla además de la voz, e incluso pueden ofrecer la posibilidad de conectarse a un ordenador personal. Por supuesto, son portátiles y funcionan con baterías recargables.

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FIGURA 22-5 Un joven, en su silla de ruedas con motor, utilizando su tablero de comunicación y su comunicador de habla digital con signos SPC. (Por cortesía de la Fundació l’Espiga.)

Ordenadores personales Los ordenadores personales, de sobremesa o, particularmente, los portátiles, es posible adaptarlos para permitir el acceso a la escritura y a la comunicación a las personas con graves discapacidades de motricidad y/o de habla. Para ello es necesario adecuar los sistemas de acceso para que se adapten a las posibilidades motoras de cada persona. En algunos casos serán suficientes pequeñas adaptaciones del teclado o del ratón estándar, que permitan su enlentecimiento, sustituyan la presión simultánea de teclas necesarias para el control de determinadas funciones por la presión sucesiva de las mismas, o eviten la repetición de teclas. Esto facilita el uso del ordenador con un solo dedo o con un cabezal licornio. También se pueden utilizar carcasas de metacrilato transparente con agujeros para las teclas que eviten la presión simultánea indeseada de varias teclas a la vez. En otros casos deberán utilizarse teclados alternativos, expandidos o reducidos, o teclados sensibles. Estos últimos consisten en membranas sensibles que permiten configurar las teclas del tamaño deseado y definir sus funciones, que pueden ser letras y comandos, así como palabras o frases, dibujos o símbolos. Los teclados sensibles pueden sustituir así las funciones del teclado y del ratón o

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también usarse para programar ejercicios didácticos. Existen también un gran número de ratones alternativos al habitual, de múltiples formatos ergonómicos, como los ratones tipo joystick o los ratones tipo trackball, que consisten en un ratón colocado al revés, de tal forma que el usuario haga girar la bola que permite el movimiento del cursor en vez de tener que desplazar el ratón, o los ratones tipo m ultim ouse, que permiten controlar los movimientos del cursor mediante cinco conmutadores, con las cuatro diferentes opciones de dirección y el clic. Esta opción también puede programarse en el teclado numérico o en el teclado sensible. Existen, por último, ratones que pueden moverse con los labios o el mentón, u otros, más sofisticados, que pueden controlarse con la mirada o con movimientos de cabeza (ratones faciales). Para las personas con discapacidades motoras más graves, se pueden utilizar sistemas de simulación del teclado y del ratón en pantalla para ser usadas con un único conmutador. En este caso, las letras, comandos, palabras o símbolos que se definen en las pantallas de selección son recorridas por el cursor, de elemento a elemento o por grupos, filas y columnas, de forma que el usuario pueda seleccionarlas, por este procedimiento de exploración, con un único conmutador (v. fig. 22-3). Los conmutadores pueden consistir en un botón que el usuario presiona con la mano, la cabeza o cualquier otra parte del cuerpo, en una palanca que se pueda desplazar con un golpe, en una placa sensible que reaccione al simple contacto o en otros mecanismos que reaccionen al soplo, a la voz, a la tensión de un músculo o al parpadeo. Finalmente, para las personas con discapacidad motora que no pueden manipular pero conservan el habla, los sistemas de reconocimiento de voz están demostrando ser muy útiles como formas alternativas de acceso a la escritura. Los ordenadores personales, en este caso portátiles, y otros instrumentos como los dispositivos tipo tablet y sm artphone (iPhone, iPad y equipos basados en Android) pueden configurarse también como comunicadores electrónicos. En este caso, además de las formas de acceso antes descritas, deberá usarse un programa de comunicación, particularmente si el usuario requiere el uso de símbolos pictográficos o logográficos (v. fig. 22-3), y resultará también imprescindible el uso de habla artificial, digitalizada o sintetizada según los casos. Es importante señalar que las personas discapacitadas con un nivel cognitivo elevado querrán usar su ordenador, con toda probabilidad, para las mismas funciones que las demás personas. Además de escribir, querrán probablemente jugar, dibujar, calcular o, incluso, programar. De aquí la importancia de las adaptaciones «transparentes» para aquellos que no puedan acceder al teclado. El acceso al estudio y al mundo laboral para muchas de estas personas suele estar condicionado también al uso de ordenadores adaptados. Asimismo, muchos sistemas de control del entorno, capaces de facilitar la independencia en actividades de la vida diaria a personas discapacitadas y también a ancianos, funcionan a través de ordenadores.

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Los ordenadores adaptados pueden ser muy útiles también para individuos que no han accedido a la escritura, ya sea por tratarse de niños pequeños o de personas con dificultades intelectuales. Actualmente existen programas muy interesantes a nivel preescolar y escolar que pueden facilitar el acceso alternativo al currículo educativo. El propio aprendizaje de la lectura y la escritura en niños que no pueden articular la palabra se ve facilitado por el uso de un ordenador provisto de voz sintetizada. También resultan muy interesantes los juegos de ordenador adaptados para los niños de estas edades con discapacidad, algunos de los cuales son tan sencillos que pueden resultar instructivos y divertidos incluso para personas con trastornos graves del desarrollo.

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Consideraciones sobre la evaluación y la intervención Si bien resulta imprescindible conocer a fondo los diversos sistemas y ayudas técnicas para la comunicación aumentativa y la escritura, los beneficios que se pueden derivar de su uso para las personas con discapacidad dependerán esencialmente de la calidad de la enseñanza. El hecho de proporcionar una ayuda técnica, ya sea un tablero de comunicación, o un ordenador con las adaptaciones correspondientes, o un sofisticado comunicador con habla artificial, no garantizará en ningún modo que la persona, sea un niño o un adulto, desarrolle o recupere realmente las habilidades de comunicación funcional, o pueda insertarse en los entornos familiares, educativos, ocupacionales o comunitarios sintiéndose activo, eficiente y feliz. Será necesario organizar la intervención de forma que la persona reciba todo el apoyo técnico, social y personal que necesite. Además, una intervención adecuada dependerá en buena medida de que se haya realizado una correcta evaluación. La evaluación de los individuos que necesitan comunicación aumentativa suele ser compleja, pues la mayor parte de los instrumentos al uso (test, escalas, etc.) no se adaptan a sus condiciones especiales. Esto comporta a menudo una subvaloración o, al contrario, una sobreestimación de su capacidad intelectual o de su comprensión del lenguaje, y el consiguiente trato e intervención inapropiados. Generalmente, para poder realizar una evaluación afinada, resulta imprescindible que la persona utilice con cierta habilidad las técnicas de comunicación aumentativa adecuadas a su caso. Por su parte, la prescripción de estas técnicas requiere una evaluación de las habilidades cognitivas, lingüísticas, motoras y perceptivas de la persona, así como de las características de su entorno y de las necesidades comunicativas. Por ello hará falta un proceso de evaluación continuado y complejo. Puede encontrarse extensa información en castellano sobre este tema en las obras de Soro-Camats (1998) y de Von Tetzchner y Martinsen (1993). En cuanto a la intervención, incluso las personas con un nivel cognitivo elevado y un lenguaje comprensivo normal requerirán un entorno lingüístico especial para facilitar el uso de su forma alternativa de expresión. Necesitarán poder contar con una ayuda técnica apropiada a las características de su entorno en todo momento. Hará falta asesorar a sus interlocutores habituales para que les entiendan y exhiban pautas de conversación adecuadas, y ellos mismos tendrán que aprender el uso de su ayuda técnica y las especiales estrategias de interacción que ésta exija. Los interlocutores tendrán que aprender a hacer pausas y esperar para que los usuarios de comunicación aumentativa tengan tiempo de intervenir; habrán de adoptar una actitud poco directiva, disminuyendo la tendencia a hacer preguntas cerradas en favor de las preguntas y comentarios abiertos, que puedan

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fomentar una comunicación más rica y espontánea; y, sobre todo, deberán otorgar credibilidad a lo que la persona que se comunica intenta expresar, valorando sus opiniones y tratando temas de verdadero interés. Para aquellos individuos con problemas cognitivos y un nivel de comprensión escaso o moderado, será preciso utilizar estrategias verdaderamente especializadas para que puedan aprender tanto el uso como la comprensión de los signos. A algunas de estas personas tal vez habrá que enseñarles incluso en qué consiste comunicarse y los beneficios que ello comporta, para lo cual será imprescindible elegir un vocabulario que responda a los verdaderos intereses de la persona que desarrolla comunicación signada o asistida, y enseñarlo con valor de petición. Este vocabulario básico deberá constar de signos específicos que puedan ser enseñados y usados a menudo. En las obras de Basil et al. (1998) y Von Tetzchner y Martinsen (1993) se exponen con detalle diversas estrategias de enseñanza muy apropiadas para esta población, así como otras dirigidas a personas con niveles de comprensión más elevados. Algunas de estas estrategias se encuentran ilustradas también en diversos vídeos (Basil y Soro-Camats, 1995; Basil et al., 1994). En el caso de las personas más avanzadas, se requerirá un vocabulario extenso, que les permita, además de pedir, poder nombrar, describir, comentar y opinar, y necesitarán aprenderlo en el contexto de múltiples formatos de enseñanza, tales como el juego con objetos, mirar, describir y comentar cuentos ilustrados, revistas, álbumes de fotos familiares o vídeos, juegos de adivinanzas con objetos, láminas de imágenes o vídeos, historietas con láminas que el niño tiene que ordenar y narrar, o ponerse en el lugar de los personajes y expresar lo que dirían en tal situación, juegos de representación de papeles, como comprar y vender o ir al médico, conversaciones estructuradas y no estructuradas sobre acontecimientos pasados o futuros, temas de opinión, etc., y narraciones sobre hechos reales o imaginarios, como recontar o inventar un cuento. Cuando se trata de personas adultas, resultará fundamental que tanto el vocabulario como las estrategias de enseñanza sean adecuadas tanto a su capacidad como a su edad, evitando unos contenidos y un trato infantilizados. En todo caso, para que la intervención tenga éxito y para que los resultados redunden efectivamente en un aumento de la calidad de vida, tanto de los usuarios como de quienes les rodean, será necesario plantear un enfoque naturalista de 24 horas (Del Río y Torrens, 2006). La intervención no debe limitarse en ningún caso a las sesiones de trabajo desarrolladas en lugares especiales y en horarios limitados, propias del tradicional trabajo logopédico, sino que, sin descartar este trabajo en situaciones de instrucción especial, la enseñanza debe extenderse a lo largo del día, en todos los entornos pedagógicos, familiares, lúdicos, asistenciales y comunitarios que la persona frecuente. Debe planificarse la intervención en todos estos entornos con la intervención de los interlocutores habituales, profesionales, familiares y amigos. Esto significa que la intervención debe estar orientada a la familia y a la comunidad, que debe emprenderse en todo

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caso, además del entrenamiento, la enseñanza y la rehabilitación del propio usuario, un proceso de asesoramiento y enseñanza dirigido a las personas significativas del entorno. Todo lo anterior supone un difícil reto para los logopedas, los educadores y otros profesionales dedicados a la comunicación aumentativa y alternativa, que requiere un importante esfuerzo de formación continuada. Esperamos que este capítulo suponga una pequeña aportación en este sentido, y, sobre todo, que sirva de estímulo y orientación para que los lectores continúen profundizando en el tema.

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Índice alfabético Los números de página seguidos de c remiten a cuadros, de f a figuras y de t a tablas. A Adaptación protésica, 203 Adjetivo, 101 Adverbio, 101 Afasia(s), 309

anómica (nominal), 315 clasificación, 310 congénita, 163 de Broca, 310 de conducción, 314, 327 de Wernicke, 314 epiléptica adquirida, 254 global, 315 mixtas, 315 motora transcortical, 315 perseveración afásica, 328 rehabilitación, 317 sensorial transcortical, 315 Afasiología, 7 AFI (Alfabeto Fonético Internacional), 88 Agrafias, 353, 363 Agramatismo, 325, 326 Alexia, 353

con agrafia, 354 afásica, 354 sin agrafia (pura), 354 Alófono, 91 Antonimia, 98

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Aparato

fonador, 35 orofonatorio, 36f, 37f Aprendizaje del lenguaje escrito, 178 Área motora suplementaria, 51 Atetosis, 287 Audiometría, 197

tonal liminar, 198 vocal, 198 Autismo infantil, 249 Auxiliares, 102 B Bases neurobiológicas del lenguaje, 21 Bilingual Aphasia Test (BAT), 6 Bilingüismo, 4 C Cadena de huesecillos, 57 Caja del tímpano, 57 Cambio de código (code switching), 5 Caracol, 60 Categorías sintácticas, 102t Cerebelo motor, 41 Cláusula, 100 Cociente intelectual, 116, 229 Coeficiente neumofónico, 269 Coherencia, 104 Cohesión, 105 Composición, 96 Comunicación, 1

alternativa, 379 aumentativa, 379 Comunicadores, 386 Conectores, 105 Conjunciones, 102 Consonantes, 88 Constraint-Induced

734

Aphasia Therapy (CIAT), 333 Movem ent Therapy (CIMT), 333 Continuous Performance Test, 118 Corea, 287 Corteza cingulada anterior, 51 Cuestionario del lenguaje de Ritvo, 112 D Deglución, 133 Denominación, 45 Determinantes, 101 Diptongo, 88 Disartrias, 275

atáxica, 285 espástica, 284 flácida, 279 hipocinética, 287 mixtas, 288 perfil, 277 tratamiento, 289 Discapacidad intelectual, 229 Discurso, 103 Disfasia, 163 Disfemia, 295 Disfluencia, 300c Disfonía, 265

endocrinológica, 268 espástica, 268 psicógena, 268 Disglosias, 129

clasificación, 130 rehabilitación, 135 terapia miofuncional, 135 Disgrafias, 353

centrales, 364

735

de superficie, 365 rehabilitación, 372 fonológica, 364 rehabilitación, 373 profunda, 365 rehabilitación, 374 periféricas, 366 Disintaxis, 326 Dislalias, 139

audiógena, 142 clasificación, 141 en el adulto, 148 funcional, 139, 142 orgánica, 142 tratamiento, 146 Dislexias, 353

centrales, 360 de superficie, 360 rehabilitación, 369 directa, 362 fonológica, 361, 369 rehabilitación, 369 profunda, 362 rehabilitación, 371 del desarrollo, 175 superficial, intervención, 184 fonológica del desarrollo, 179 intervención, 185 periféricas, 357 atencional, 358

736

lectura letra-por-letra, 358 por heminegligencia, 358 Disortografía

del desarrollo, 175 fonológica del desarrollo, 180 intervención, 186 superficial del desarrollo, 180 intervención, 186 Dispraxia verbal, 141 Distonía, 288 Doble vía auditiva See Vía auditiva. E Efecto McGurk, 30 Endolinfa, 59 Enfermedad

de Huntington, 287 de la motoneurona, 288 de Parkinson, 286 Envolvente del habla, 31 Esclerosis múltiple, 288 Escritura, 177 Espectrograma, 278 Estereotipias, 328 Evaluación neuropsicológica del niño, 109 See also Exploración. Exploración neuropsicológica del niño, 112

lenguaje, 120 memoria, 119 razonamiento matemático, 124 F Faringe, 66 Fascículo arqueado, 48 Fonemas, 28, 91, 337 Fonética, 28, 29

articulatoria, 35, 275

737

auditiva, 29 Fonetograma, 269 Fonocirugía, 273 Fonología, 28, 29 Formantes, 30 Fosas nasales, 65 G Ganglios de la base, 27 Grafema, 92 Grafémica, 29, 92 Grafética, 29, 92 H Higiene vocal, 271 Hipercinesia, 287 Hiperonimia, 98 Hipoacusia infantil, 189

adaptación protésica, 203 clasificación, 190 leve o ligera, 193 profunda, 193 severa, 193 Hipocinesia, 286 Hiponimia, 98 Hodotopología, 2 Hora del juego lingüística, 255 I Impedanciometría, 200 Inteligibilidad del habla, 275 Inventario de desarrollo comunicativo MacArthur, 112 J Jerarquías cerebrales filogenéticas, 24 Jerga logorreica, 319

rehabilitación, 320 L

738

Laberinto, 59 Laringe, 67

cartílagos, 67 musculatura, 69 inervación, 71 Lectura, 176

sin acceso al significado (word m eaning blindness), 362 Lenguaje, 1 See also Retraso del lenguaje.

adquisición, 80 automático, 43 bases neurobiológicas, 21 desarrollo, 75, 77 etapas, 80 normal, etapas, 81t exploración en el niño, 120 Letra, 92 Lexema, 94 Lingüística, 6, 87 M Macroestructura, 104 Maloclusión, 134c Marcadores, 105 Medicina basada en la evidencia, 14 Memoria

de trabajo, 50 exploración en el niño, 119 Meronimia, 99 Metacircuitos, 22 Metaestructura, 22 Morfema, 94 Morfología

derivativa, 96 flexiva, 95 Motherese, 78

739

Multilingüismo, 4 Mutismo electivo o selectivo, 9 N Nervio frénico, 284 Neurofibromatosis 1, 231t Neurolingüística, 7 Nombre, 100 O Oído

externo, 56 interno, 59 medio, 56 Operaciones

concretas, 111 formales, 111 Oración, 100 Órgano de Corti, 61 Otoemisiones acústicas, 198 P Palabra(s), 95

clases, 96 forma de las, 44 funcionales, 46 Paragramatismo, 327 Parálisis

bulbar progresiva, 288 cerebral infantil, 213 Pares craneales, 281 Perilinfa, 59 Perseveración afásica, 342 Poliglotismo, 4 Potenciales evocados de tronco cerebral (PEAT), 199 Preposiciones, 102 Promoting Aphasic's Communicative Effectiveness (PACE), 331

740

Pronombres, 102 Propiedad emergente, 23 Prueba

de Glatzel, 144 de Rosenthal, 144 Psicolingüística, 7 Pulmón, 66 R Rasgos suprasegmentales, 29 Razonamiento matemático, exploración en el niño, 124 Redes

asociativas, 26 límbicas, 26 sensitivomotoras, 27 Región

de Broca, 45 de Wernicke, 47 Rehabilitación

efectividad, 16 Grupal Intensiva de la Afasia (REGIA), 333, 334 Retardo del lenguaje, 151 See also Retraso. Retraso del lenguaje

grave, 153 leve, 152 moderado, 152 tratamiento, 157 S Semántica, 49 Significado, 97 Signos

gráficos, 382 manuales, sistemas, 381 tangibles, 382

741

Sílabas, 28, 93 Síndrome

de Angelman, 231t de Asperger, 255, 257t de Down, 231t, 232 de Landau-Kleffner, 254 de Prader-Willi, 231t de Rett, 231t, 255 de Williams, 231t, 232, 233 del cromosoma X frágil, 231t, 233 savant, 251 Sinonimia, 98 Sintagma, 99 Sintaxis See Categorías sintácticas. Sistema(s)

alternativos de comunicación, 225 auditivo, 31f, 55 aumentativos y alternativos de comunicación, 379 candidatos, 380 de signos, 381 See also Signos. cerebeloso, 38 estomatognático, 129 extrapiramidal, 38 fonatorio, 65 funcional complejo, 2 logográficos, 383 piramidal, 37 somatognático, 275 Sociolingüística, 3 Sociología del lenguaje, 3 Sonido, 29, 55, 87

rasgos fonéticos, 88

742

rasgos segmentales, 88 Sonograma, 278 Sonoridad, 30 Sordera, 189 Speech envelope, 31 T Tableros de comunicación, 385 Tálamo, 41 Tartamudez, 295 Taxonomía de los trastornos del habla y el lenguaje, 8 Temblor, 288 Teoría

de la mente, 253 de la selección de grupos neuronales, 22f Terapia

de entonación melódica, 328 miofuncional, 135 vocal, 271 Test

de identificación de vocales, 202 de la figura completa de Rey, 122 de Ling, 201 de percepción de diferencias (Test de Caras), 118 Temprana de la Palabra (Early Speech Perception Test), 201 Texto, 103 Tiempo de emisión de voz, 30 Timbre, 30 Tono, 30 Tráquea, 66 Trastorno(s)

de aprendizaje de la escritura, 175 intervención, 186

743

de la lectura, 179 intervención, 184 específico del lenguaje, 163 criterios diagnósticos, 164 fonémicos, 323 fonológico, 139 Trompa de Eustaquio, 58 U Universales lingüísticos, 2 V Verbo, 101 Vía(s)

auditivas, 32f doble, 45 piramidal, 39f visuales, 33, 34f Visual Word Form Area (VWFA), 359 Vocales, 88 Voice onset time, 30 Z Zonas perisilvianas, 44

744

Index Portada Índice de capítulos Página de créditos Colaboradores Prefacio Prefacio a la primera edición Capítulo 1: Introducción a la patología y terapéutica del lenguaje Introducción Comunicación y lenguaje Unas notas sobre sociolingüística y sociología del lenguaje El bilingüismo y el multilingüismo como hechos sociales frecuentes El lenguaje en contexto del desarrollo y su patología Lingüística, psicolingüística, neurolingüística Patología: taxonomías fundamentales Etiologías Método de estudio general: consideraciones sobre el método clínico Terapia. Notas generales fundamentales Rehabilitación del lenguaje y «medicina basada en la evidencia»

Capítulo 2: Bases neurobiológicas del lenguaje

2 3 11 14 17 20 23 25 26 29 30 34 35 37 42 43 49 51

62

Introducción Niveles de organización y sistemas de control de la conducta Una inserción sobre fonética, fonología, grafética y grafémica Recepción del lenguaje oral y escrito Expresión del lenguaje oral y escrito Estructuras corticales relacionadas con el lenguaje: topología y hodología

64 68 78 80 90 101

Capítulo 3: Sistema auditivo. Bases anatómicas y funcionales

121

Introducción Concepto de sonido (Mawson et al., 1984) Anatomía del oído Fisiología de la audición (Biacabe et al., 1999)

Capítulo 4: Sistema fonatorio. Bases anatómicas y funcionales 745

123 124 125 136

140

Introducción Recuerdo anatómico y fisiológico (Prater y Swift, 1995) Anatomía de la laringe (Prater y Swift, 1995) Funciones laríngeas (Prater y Swift, 1995) Mecánica respiratoria y fonación (Giovanni et al., 2004) Transformación del sonido en vocales (Giovanni et al., 2004) Control nervioso de la producción vocal (Giovanni et al., 2004)

Capítulo 5: Adquisición y desarrollo del lenguaje

142 143 147 156 157 160 161

163

Introducción Breve perspectiva histórica Panorama actual Etapas del desarrollo Factores que pueden alterar la evolución normal del lenguaje

165 166 169 174 177

Capítulo 6: Fundamentos de lingüística en logopedia

186

Introducción Unidades subléxicas Unidades léxicas Unidades supraléxicas Discurso

188 189 200 208 216

Capítulo 7: Evaluación neuropsicológica del niño

223

Introducción Características evolutivas Déficits detectables por la exploración neuropsicológica Exploración neuropsicológica Perfil neuropsicológico

225 227 229 231 246

Capítulo 8: Disglosias

251

Introducción: el sistema estomatognático Disglosia: definición y aspectos conceptuales Clasificación Descripción de los síntomas en el habla Etiología Evaluación Tratamiento

Capítulo 9: Dislalias

253 254 255 256 258 260 264

268 746

Introducción Diagnóstico diferencial Descripción de los síntomas en el habla Clasificación específica de las dislalias Evaluación Tratamiento Una nota final sobre las dislalias en el adulto

270 271 274 275 280 286 290

Capítulo 10: Retardo del lenguaje

292

Introducción Descripción de síntomas lingüísticos Factores causales Examen Tratamiento

294 296 300 304 308

Capítulo 11: Trastorno específico del lenguaje Introducción y concepto Terminología Prevalencia Criterios diagnósticos Explicaciones causales Evaluación y diagnóstico

317 319 320 322 323 325 331

Capítulo 12: Trastornos de aprendizaje del lenguaje escrito Introducción Modelos cognitivos del lenguaje escrito Aprendizaje del lenguaje escrito Trastornos del aprendizaje de la lectura Trastornos del aprendizaje de la escritura Características cerebrales en los trastornos de aprendizaje del lenguaje escrito Teorías, hipótesis y déficits causales de las dislexias y disortografías del desarrollo Intervención especializada

Capítulo 13: Hipoacusia infantil: intervención logopédica Introducción Definición Clasificación de las hipoacusias Etiología

342 344 345 350 352 354 356 358 361

371 373 374 375 377

747

Descripción de los síntomas en el habla y el lenguaje Adquisición del lenguaje en los niños hipoacúsicos Consecuencias de la hipoacusia Detección temprana de la pérdida auditiva Evaluación y diagnóstico de la pérdida auditiva Tratamiento

Capítulo 14: Logopedia y parálisis cerebral infantil Introducción Problemas de lenguaje Diagnóstico de los problemas de lenguaje Tratamiento de los problemas de lenguaje Conclusiones

Capítulo 15: El lenguaje en las personas con discapacidad intelectual Introducción Etiología y descripción del lenguaje en los diversos síndromes Aproximación explicativa de algunos trastornos del lenguaje en la discapacidad intelectual Evaluación del lenguaje Intervención

Capítulo 16: Autismo infantil: intervención logopédica Introducción Prevalencia Etiología y fisiopatología Descripción clínica Diagnóstico temprano Diagnósticos diferenciales Pronóstico. El autismo en el adulto Evaluación neuropsicológica del niño autista La evaluación del lenguaje y la comunicación: la «hora de juego» lingüística Evaluación diagnóstica en el hospital general Programas de intervención Intervención logopédica Integración escolar y social. Redes de servicios Conclusiones 748

381 383 384 385 388 398

414 416 419 424 430 438

442 444 446 449 452 454

473 475 476 477 478 484 485 488 489 490 492 493 494 501 502

Capítulo 17: Disfonías

507

Introducción Historia clínica Etiología y clasificación Exploración visual y acústica Terapia vocal

509 511 512 516 520

Capítulo 18: Disartrias

527

Introducción: la fonética articulatoria y el aparato orofonatorio Exploración de los mecanismos motores del habla Clasificación de las disartrias Tratamiento de las disartrias

Capítulo 19: Disfemias

529 531 538 553

561

Introducción Evaluación Tratamiento

563 569 574

Capítulo 20: Afasias

585

Introducción Clasificación clínica de las afasias Procesamiento cognitivo: modelo de arquitecturas funcionales Bases fisiopatológicas de la recuperación de la afasia Metodologías en la rehabilitación de la afasia Rehabilitación de la expresión verbal Programas específicos de rehabilitación de trastornos expresivos graves Rehabilitación de las alteraciones en la comprensión del lenguaje oral Estudio especial de la estimulación de la capacidad comunicativa: la pace Estudio especial de la rehabilitación grupal intensiva de la afasia Comentarios finales sobre el tratamiento de las afasias

Capítulo 21: Alexias-agrafias y dislexias-disgrafias Introducción Alexias Dislexias periféricas Dislexias centrales Agrafias Disgrafias centrales

587 589 592 598 601 604 619 623 627 630 635

660 662 663 670 675 681 683

749

Disgrafias periféricas Tratamiento Dislexias Disgrafias

687 690 693 699

Capítulo 22: Sistemas aumentativos y alternativos de comunicación 709 Introducción Candidatos a usar sistemas aumentativos y alternativos de comunicación Sistemas de signos para la comunicación aumentativa Ayudas técnicas Consideraciones sobre la evaluación y la intervención

Índice alfabético

711 713 715 720 727

732

750