Manual De Ciencia Politica

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1 • l s p ro p ied ad d e l A utor ! 1 I >i• esta edición I I »l l( )RIAI. LIBROS Y PUBLICACIONES Avenida Venezuela 889 / 307 - Lima 5

I >i*i'iimlc I.) edición: Pricila Cuentas / Alejandra Ortiz I im.i

IVrú, octubre d el 2001

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original del planteam iento de Easton está en la aplicación genérica explicativa del m odelo sistémico para com prender la di­ nám ica política. Para Easton, u n sistem a político está expuesto al entorno de otros sistem as sociales de los cuales recibe influencia; pero, a su vez, influye sobre ellos. De ahí que todo sistem a político está expuesto a influencias externas, pero tam bién p uede influir sobre otros sistemas. Easton nos habla del ambiente "intrasocietal" que está com pues­ to por los sistemas biológico, ecológico, de la personalidad, social. Por otro lado, nos informa que hay un am biente "extrasocietal" inte­ grados por los sistemas políticos internacionales, sistemas ecológicos

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internacionales, sistem as sociales internacionales. En tal servido, el sistem a político recibe la influencia d e aque­ llos elem entos no políticos que integran sus sistemas (biológico, ecológico, de la personalidad, económ ico, cultural y social), así como de aquellos factores sociales y de otros sistem as políticos que no le están integrados, pero que tiene a su vez la capacidad no sólo de recibir influencia sino de actuar sobre ellos. A este proceso de m u ltip lic a c ió n e Ín te rin flu e n c ia e n tre los siste m a s in tra y extrasocietales Easton los denom ina "feedback". El m odelo de David Easton es explicado con m eridiana clari­ dad po r Jean William Lapierre, quien lo resum e del siguiente modo: '1. Estando abierto u n sistem a político a su entorno, posee una entrada por la que ingresa a su interior cierta energía e infor­ m ación que proviene de ese entorno. En inglés se llama input, lo que entra así en el sistem a y suscita o alim enta su funciona­ m iento (lo que entra en el sistem a político, o sea los inputs, son las dem andas, recursos y aprem ios.) (13). 2. Estando abierto un sistema político a su entorno, posee una salida po r la que sale de ese entorno cierta energía e inform a­ ción. Lo que sale así del sistem a se llama output. Los ou tp u ts son respuestas a los inputs. Estos dos térm inos expresan la interacción entre el sistem a y su entorno. Puede expresar, asi­ mism o, la relación del sistem a consigo mismo. N o es necesa­ rio, pero tam poco queda excluido, que u n sistem a actúe di­ rectam ente sobre sí mismo. U n sistem a cerrado o enteram en­ te autosostenido carece de interacción consigo mismo. N in­ g ú n sistem a político se halla en este caso. Incluso en las socie­ dades relativam ente cerradas, que tienen pocas relaciones con el extranjero, el sistem a político se halla en interacción con su entorno intrasocietal. 3. La transform ación de los inputs en ou tp u ts se efectúa en el interior del sistem a p o r m edio de unos procesos o series de interacciones entre ciertos papeles políticos. Los procesos p o ­ líticos son las variables esenciales de un sistema político. C ada una de las interacciones entre los papeles políticos p u ed e con(13) Lo señalado entre paréntesis es nuestro.

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siderarse com o u n elem ento del sistema. 4. Las m odificaciones del entorno que resultan de los outputs del sistem a político m odifican a su vez los inputs que el siste­ ma recibe de su entorno; y, por consiguiente, modifican asi­ m ism o los subsiguientes outputs. Tal es el bucle (lazo*) de retroacción (feed-back), en cuya virtud el funcionam iento de un sistem a d epende d e sus propios outputs. La retroacción p u e d e ser com pensadora o reguladora (con respecto a una norm a de funcionam iento) cuando el sentido de la variación de los o u tp u ts subsiguientes es contrario al sentido de la va­ riación de los ou tp u ts precedentes." (14). (Ver cuadro de Easton en la pág. 56). I .a respuesta del sistema político, las dem andas provenientes del entorno intra y extrasocietal se traducen, al entender de Easton, en m edidas autoritarias d e valor que em anan de quienes tienen capacidad de decisión para resolver estas dem andas. Tales dem an­ das pueden ser, y de hecho lo son en la m ayoría de los casos, m úl­ tiples y variadas, lo que supone que las respuestas tam bién son m últiples y variadas. A veces las dem andas pueden ser satisfechas, pero hay u n a infinidad de casos en que no se pueden satisfacer, ya sea porque el sistem a carece de recursos, o porque se encuentra con una serie de aprem ios, es decir, obstáculos de diversa índole que im piden d ar una respuesta, por lo m enos satisfactoria. F) E n f o q u e C i b e r n é t i c o : Uno de los enfoques teóricos más im ­ portantes, y que se desarrolló por la misma época que el sistémico, es el Cibernético. Karl D eutsch es el principal representante de esta corriente. Este politólogo, en su obra "Los Nervios del Gobierno, modelo de com unicación y control social", propone asim ilar el sis­ tema político al sistema cibernético. Para él, la política y el gobier­ no se presentan como u n proceso d e pilotaje y coordinación de esfuerzos para el seguim iento de m etas determ inadas. Dice Deutsch: "La cibernética sugiere que la conducción o el gobierno es uno d e los procesos más interesantes y significativos Hemos traducido buc)e mo lazo. (14) t.apierre,Jean W iltiam . El Análisis de los Sistemas Políticos. Ed. Petánsula. Barcelona, 1*7ó Primera Edición.

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del m undo, y que u n estudio d e la conducción en las m áquinas autoconductivas, en los organism os biológicos, en las m entes h u ­ m anas y en las sociedades, aum entará nuestra com prensión d e los problem as referentes a todos esos campos." (15). Deutsch concibe el gobierno como u n proceso de decisiones fundado sobre flujos variados de información. De acuerdo a esta concepción, los mensajes provenientes del entorno (interno y exter­ no) son recibidos por los receptores, que son num erosos y varia­ dos. Esta noción de receptores abarca diversas funciones com o son la codificación, la selección de inform ación y los procesam ientos de datos (data processing). Al interior del aparato de decisión, la inform ación es tratada por las estructuras que representan la "memoria" y los "valores". Ella (la información) es utilizada p ara la acción por los "centros de decisión" (decisión centers). La memoria (memory) representa la información almacenada. Esta "memoria" confronta la información nueva con las experiencias del pasado que le son pertinentes. En cuanto a los "valores", ellos aseguran la tarca norm ativa de confrontar las posibilidades con las preferencias. Finalmente, las estructuras que “fabrican" las decisiones parten de las órdenes que recaen sobre aquéllos que deben ejecutarlas, es decir, sobre los efectores (effectors). El esquema elaborado por Deutsch presupone el normal proce­ so de retroacción (feed-back) en los siguientes términos: los centros receptores reciben el mensaje, no solamente del medio ambiente sino también de los centros de ejecución, que retornan sobre los efectos producidos por las decisiones y sobre el estado del sistema mismo. Las informaciones retornan al sistema como un nuevo "input" (de­ mandas, recursos, apremios, al entender de Easton), que lo realimenta. De esta m anera, la información regresa sobre quienes tom an decisiones. De acuerdo a este proceso, el sistem a político funciona como un sistema cibernético: él toma sus decisiones en vía d e infor­ mación sobre su entorno y también sobre su propio estado (16). (Ver cuadro de Deutsch, pág. 58). {15) Deutsch. Kar). Los Nervios del Gobierno. Ed. Paidos. Bs. As., 1969. Pág. 107. (16) Sobre el modelo cibernético, ver además de la obra de Deutsch. Schwartzenberg. Op. dt. Pág. 163-161. Young, Oran. Sistemas de Ciencia Política. Ed. F. C. E. 1972. Cap. IV.

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Entendem os por m étodo un procedim iento para adquirir co­ nocim ientos racionalm ente fundados; en cam bio, las técnicas son los instrum entos operacionales que se utilizan para la aplicación de los métodos. Tanto M aurice D uvergercom o Pablo Lucas Verdú se plantean el problem a de saber si la Ciencia Política tiene sus propios m éto­ dos y técnicas o si em plea los m étodos y técnicas que com unm ente utilizan las ciencias sociales. I*a respuesta a esta interrogante es que la Ciencia Política no tiene m étodo propio, sino que recurre a los m étodos usuales d e las ciencias sociales. El m étodo d e las ciencias sociales, y por ende de la Ciencia Política, se desarrolla de acuerdo a los siguientes pasos: 1. La observación de los fenóm enos que se quiere conocer, (en nuestro caso los fenóm enos políticos). 2. Form ulación de una interrogante acerca de alguno o d e va­ rios de los fenóm enos observados. 3. Elaboración de una hipótesis factual prelim inar que pueda dar respuesta a la interrogante (17). 4. Com probación de la hipótesis con los datos em píricos p erti­ nentes que resulta en su aceptación, rechazo o modificación, según dichos datos coincidan o no con lo que ella enuncia. 5. El proceso no se detiene, sino que el ciclo se reinicia con otras interrogantes o m odificaciones y nuevas confrontaciones. En la aplicación de la m etodología, el politólogo recurre al m anejo de una serie d e técnicas que son las herram ientas funda­ m entales p ara acercarnos al objeto; es decir, al proceso político que se quiere conocer. De esta m anera recurre, pues, al estudio de docum entos, a la observación directa, encuesta, entrevista, análisis de contenido, m uestreo, procedim ientos matemáticos, panel, sondeo de opinión, (17) Entendemos por hipótesis, tal como lo hace Bunge: "Una fórm ula es una hipótesis factual si y sólo si se refiere, inmediata o mediatamente, a hechos no sujetos hasta ahora a experiencia o, en general, no sometlbles a la misma, y es corregible a Ja vista de nuevo conocimiento." La Investigación Científica. Ed. A riel. Barcelona, 1983. Pág. 249.

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interrogación, test, medición de actitudes. El científico político analiza diversas formas de docum enta­ ción como son: bibliografías generales, fichaje, bibliografías p arti­ culares, hem erotecas (revistas, textos universitarios, periódicos, archivos públicos y privados), análisis d e diversos tipos de docu­ m entos que tienen que ver con el tema que se estudia y se pretende conocer. Esta inform ación sirve para la docum entación política y para el estudio de acontecim ientos y procesos de relativa actuali­ dad que pueden perm itir conocer "los hechos" de alguna m anera. La observación directa consiste en la observación presente, vale decir, en la interacción entre el observador y el hecho que acon­ tece. En este caso se necesita hacer u n fuerte esfuerzo de "impar­ cialidad", con la finalidad d e descubrir y conocer lo más objetiva­ m ente posible la verdad, p ues la dificultad radica en que el obser­ vador es sujeto observante y, a la vez, actor del hecho socio-político que investiga. Cabe aclarar que es fundam ental com prender, en este caso, el rol que juega la ideología en el conocimiento d e la realidad, com o se verá posteriorm ente. Entre los procedim ientos y técnicas más eficaces que utiliza la Ciencia Política tenemos la entrevista. La entrevista consiste en la elaboración de un conjunto de preguntas, dirigidas a personas que se estima que son com petentes en la acción y el análisis político. Tiene por finalidad obtener inform ación sobre datos políticos im ­ portantes y que se desea conocer a fondo, gracias a las afirm acio­ nes del entrevistado, que p u ed en constituir "datos de prim era mano". La encuesta es otra técnica que cum ple u n rol significativo, pues tiene po r objeto averiguar las tendencias políticas en la opi­ nión pública. Com o se sabe, se usa con m ucha frecuencia durante los procesos electorales. U na variante de la encuesta es el sondeo de opinión, que con­ siste en la selección de u n sector de la ciudadanía, m ás o m enos tipificado, para com probar estadísticam ente ciertas actitudes polí­ ticas que se quiere conocer.

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En esta línea se encuentra el "panel" (18), que perm ite com ­ prender, en g ran m edida, las constantes y las variantes de la opi­ nión pública. La m atem ática es una de la técnicas q u e em plean con m ucha frecuencia los politólogos "prácticos", partidarios de aplicar m éto­ dos form ales y deductivos. No está dem ás recordar, como dato histórico, que esta técnica, que en la actualidad ha invadido como un torrente a la Ciencia Política, ya había sido form ulada en la an tig ü ed ad com o "algo ú til' para com prender la vida hum ana, en los trabajos d e Pitágoras, Platón y A ristóteles. Siem pre hubo conexiones entre la política y la matemática. Posteriorm ente, recurrieron a ella Hobbes y Condorcet, y hasta hace poco fue im portante para el análisis político la llam a­ da "teoría de los juegos", de Von N eum an y M orgenstern. La aplicación de la matemática al estu dio de la política es de sum a utilidad para explicar con rigor form al los fenóm enos y pro­ cesos políticos, po rq u e nos perm ite m edir una serie de relaciones políticas. U n ejem plo interesante es el de H ayw ard Alker que, en su obra "El uso de las m atem áticas en el análisis político", entre otras cosas, ha logrado m edir la desigualdad de la decisión políti­ ca com o producto de la estratificación social; con lo que dem uestra el fuerte im pacto que puede tener un adecuado uso de la m atem á­ tica para aclarar, con mayor precisión, u n serio problem a d e ética política, como es el d e la desigualdad social. Térm inos matemáticos como "función", "parámetro" y "varia­ ble", están con frecuencia en el léxico de los politólogos y los dem ás científicos sociales, sobre todo entre los economistas y lingüistas. Pero, no sólo se considera im portante la aplicación d e la m a­ tem ática para el estudio de la política; recientem ente se está utili­ zando la lógica. En este cam po, hasta do n d e llega nuestra inform a­ os) Utilizamos la palabra ' pane!" en el sentido de la metodología corriente de las ciencias socia­ les, que significa una entrevista repetida, con intervalos, para comprobar la constancia, o cambia, de las actitudes políticas de los sujetos entrevistados. Es un sentido d istin to del que Se usa en nuestro medio, según el cual el panel consiste en la intervención organizada de un determinado grupo de participantes-expositores para d iscu tir u opinar sobre algún tema de interés.

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ción, la obra más significativa pertenece al sueco Igm ar Pórn, "La Lógica del Poder" (The Logic of Power). Las técnicas lógico-matemáticas, en lugar de distanciarnos del conocimiento de la realidad política, y a pesar d e su lenguaje for­ m alizado y abstracto, son de sum a utilidad p ara la com prensión de la acción política. Las proposiciones lógico-matemáticas sirven para rigorizar diversos aspectos de la teoría política m oderna; que, por em plear en su m ayor p arte el lenguaje com ún de la Ciencia Políti­ ca, adolece de las am bigüedades y vaguedades de este lenguaje. Pero, si bien los m étodos d e cuantificación son útiles para acer­ carnos a un mejor conocim iento de la vida política, no son los úni­ cos y absolutos. Por otra parte, no dejan de presentar problem as. Como subraya Benson: "La cuantificación no pasa de ser una de las m uchas m aneras d e estudiar los fenóm enos políticos y puede inducir a error con m ucha facilidad." (19). 4.

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La gran variedad d e temas que abarca la Ciencia Política ha d ado nacim iento a un conjunto de disciplinas que form an parte de la teoría política general, pero que han adquirido una relativa in­ dependencia. Esto ha sucedido con la Política Internacional, la Po­ lítica C om parada, el A nálisis Político y la H istoria de las Ideas Po­ líticas, si bien a esta última se le considera actualm ente com o una ram a de la Ciencia Política, está ligada tam bién al pensam iento filosófico de la política, que tiene una notable tradición histórica. Por eso se sostiene que la Historia de las Ideas Políticas es parte de la H istoria de las Ideas en general. El aporte de la Historia de las Ideas a la Ciencia Política es fundam ental p ara el especialista en Ciencia Política, porque le perm ite com prender la relación que hay entre el pensam iento político y el m edio socio-histórico en que este pensam iento ha surgido, se ha desarrollado y se desenvuelve.

(19) Boston, Oliver. Laboratorio de Ciencia Política. Kd. Amorrortu. Bs. As., 1974. Pág. 16.

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Com o en el caso d e la teoría política, las concepciones que existen sobre el contenido y la m ateria de estudio d e la Política Internacional so n objeto d e polémicas y controversias. Hay una corriente juridicista e institucional y otra analítica y em pírica. En el prim er caso, existen aportes com o el del jurista argentino M ario A m adeo, que define la Política Internacional como "la ram a de la Ciencia Política que trata d e las relaciones entre los Estados y de los organism os que los congregan." (20). Sostiene A m adeo que la Política Internacional se ocupa de los elem entos del Estado, los ins­ trum entos que éste utiliza para su acción externa y los objetivos que persigue. Dice que son m ateria de la Política Internacional las entidades m undiales y regionales creadas p o r el Estado. En el segundo caso, adem ás de los trabajos de M orton Kaplan y Karl D eutsch, están los de C eorge Schw artzenberger y H ans M orgenthau. Señala Schw artzenberger que las relaciones internacionales, que él entiende como Política Internacional, tienen p o r objeto el estudio de la sociedad internacional. Por eso se preocupa de la evo­ lución y estructura de la sociedad internacional; de los individuos y grupos que actúan en la sociedad internacional; de los tipos de conducta política en el m edio internacional; de las fuerzas políti­ cas que operan en el am biente internacional; y de los m odelos para construir la sociedad internacional del futuro. M orgenthau sostiene que la Política Internacional tiene por objeto el estudio de las fuerzas políticas m undiales que determ i­ n an las relaciones entre las naciones. Afirma el politólogo norte­ am ericano que la Política Internacional es una disciplina académ i­ ca distinta y diversa d e la historia contem poránea y no se reduce a norm as legales y a instituciones. Para nosotros, la Política Internacional es una ram a d e la Cien­ cia Política, que tiene p o r objeto el estudio descriptivo y explicati­ vo d e la distribución, el ejercicio, los fundam entos y la organiza­ ción del poder político en la sociedad internacional. (20} Amadeo, Mario. Manual de Política Internacional. Ed. Abeledo Perrot. Us. As.. 1V/H P.ty l ‘J

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Así como hay diversas opiniones sobre la m ateria de estudio de la Política Internacional, existen diferentes criterios relativos al nom bre de la disciplina. Por lo general, en castellano el nom bre de "Política Internacional" es el más usado, pero en el medio anglosajón p refieren llam ar a la d iscip lin a "R elaciones Internacionales" (International Relations) o "Política M undial" (World Politics). Para los expertos anglosajones es mejor el uso de "Relaciones Interna­ cionales", porque hay una gam a de situaciones internacionales en­ tre las naciones que no son estrictam ente políticas sino económ i­ cas, culturales, sociales y científicas. En francés es frecuente el uso del térm ino "Asuntos Extranjeros" (Affaires Etrangeres), para d e­ signar lo que se conoce como "Política Internacional", Es opinión generalizada que la Política Internacional tiene por objeto el estudio de las relaciones de poder en la sociedad interna­ cional y de las diversas formas en que ese poder se presenta, sea com o Estado, sea como mecanismos de dom inación y sistem as de control social. La Política Internacional contem poránea, al recibir los apor­ tes del m étodo científico, ha variado sus formas tradicionales de análisis político; y el m étodo em pírico se ha im puesto sobre el jurí­ dico e histórico, en el estudio de la sociedad internacional, tal como lo señalan Lieber y Wattz. P

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La Política Com parada es una ram a de la Ciencia Política que estudia las relaciones que hay entre dos o m ás sistem as políticos, con el fin de establecer sus semejanzas y diferencias. En cuanto a áreas de estudio, la Política C om parada tiene di­ versas áreas de estudio, que se han ido m odificando en la m edida que evolucionan las técnicas y los m étodos en el análisis com para­ tivo de las sociedades políticas. Tradicionalmente los estudios de Política C om parada estuvie­ ron divididos en cuatro esferas determ inadas: la geográfica, la his­ tórica, la económica y la cultural. Este criterio se m antuvo hasta la S e g u n d a G u erra M u n d ial y se c a ra cterizó p o r su excesivo

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parroquialism o, según señalan A lm ond y Povvell. Pero cuando se em piezan a form ar nuevos Estados, sobre todo por el proceso de descolonización y liberación de los países africanos, de algunos de Asía y A m érica Latina, en las zonas del Caribe y América del Sur (Guayanas), que dieron nacim iento a formas de gobierno que en cierta m edida se diferencian d e las conocidas tradicionalm ente, los especialistas en Política C om parada tuvieron que variar algunos esquem as clásicos para conocer la nueva realidad. Sin descontar el enfoque tradicional, geográfico, histórico, económico y cultural, íntim am ente relacionados pero im precisos para u n análisis com­ par, itivo riguroso, em pezaron a hacer análisis com parativos más concretos y reales. I-I ensayo de Roy C. M acridis y Richard Cox, "Area of Study and C om parative Politics", nos inform a con precisión sobre los te­ mas que actualm ente son propios d e la Política C om parada. Por ejemplo, lo que interesa sobre América Latina son problem as acer­ ca de situaciones de inestabilidad política y revolucionaria, aspec­ tos constitucionales, dictaduras y su naturaleza particular, política internacional, regionalismo y particularismo. Dicen M acridis y Cox que este tipo de problem as tam bién se p uede estudiar en otros con­ tinentes, pero con algunas variantes. Estos autores sostienen que la Política C om parada no sólo sir­ ve para estudiar los sistem as socio-políticos, sino para analizar y com prender de m anera com parativa las acciones, los valores y las ideas, investigando las culturas, la proxim idad física, las relaciones económicas, la interacción política del poder, y las relaciones entre grupos de poder (especialmente en sus aspectos estratégicos). Los trabajos tradicionales de la Política C om parada se refie­ ren, sobre todo, a las form as de gobierno. Esto se debe a un interés por saber cómo funcionan los diversos gobiernos que viene desde los griegos y, aunque en algunos casos se sigue aplicando, se han p ro d u c id o ciertos cam b io s p o r la in flu en cia o el d esarro llo m etodológico en las ciencias sociales. Tradicionalm ente se h a d a n com paraciones entre descripciones de sistemas norm ativos y cons­ titucionales; pero, con el advenim iento de la teoría em pírica, los actuales trabajos de Política C om parada se orientan al estudio de

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la conducta política de los individuos y d e los grupos d en tro de un sistem a político. De allí que la tendencia institucional y jurídica, incluso aquella que se refiere al estudio de las form as d e gobierno, es insuficiente para el conocimiento com parativo de los sistem as socio-políticos, porque no tienen en cuenta el análisis conductual y la dinám ica del poder en las diversas sociedades. Por eso, los estudios m odernos de Política C om parada versan sobre situacio­ nes concretas y se orientan hacia la dinám ica social que crean las instituciones. Estos trabajos son m ás especializados y las técnicas de análisis se aplican sobre el "campo de los hechos". M acridis señala que el enfoque tradicional en la Política C om ­ parada ha dejado un terreno abierto al nuevo enfoque que tiene una orientación sistem ática. La nueva tendencia es más científica y contiene categorías analíticas más rigurosas. H a su p erad o así el estudio institucional y se preocupa p o r com prender la configura­ ción social, los intereses d e grupo, los partidos políticos, las ideo­ logías y las actitudes. La Política C om parada contem poránea in ­ tenta descubrir relaciones entre la política y los elem entos que for­ m an el contexto d e un sistem a (21). Roth y Wilson explican que la observación de la acción política, de la vida política toda, en países diferentes "es un procedim iento excelente para obtener una mejor com prensión de la política." (22). Desde esta perspectiva, señalan los politólogos norteam ericanos que el meollo de la política com ­ parada es "el estudio de individuos y grupos en los procesos y los desem peños de diversos sistem as políticos." (23). En realidad, el estudioso de la política en diversos países aplica los m ism os m éto­ dos y técnicas de las ciencias sociales para conocer la dinám ica de la toma de decisiones. Es decir, quienes tienen capacidad para ejer­ cer poder, participar en esas tom as de decisiones, y qué efectos se derivan de éstas. La im portancia del estudio com parativo de las prácticas e iris­ en ) Las ideas expuestas en este acápite se encuentran en el ensayo de Roy C. Macridis y Richard Cox, Area of Study and Com parative PoÜtics. En:ComparativePolitics N otesand Readings. The Dun>ey Press. Illinois, 1968. (22) Roth Da vis. Wilson Frank. Estudio Com parativo de la Política. F. C. E. México,19&3. Pág. 11. (23) Op. d t. Pág. 12.

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tituciones políticas, en diversas sociedades, sugiere la necesidad de co m p ren d er la m ultiplicidad d e prácticas políticas, m ultinacio­ nales, de diversas culturas, sugiere tam bién una metodología cual es la com paración de distintos sistem as políticos, con la finalidad de encontrar sem ejanzas y explicar diferencias. El

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A nalizar es ir al fondo d e un problem a o de una realidad es­ pecífica. H ay quienes sostienen que el proceso de análisis de cual­ quier realidad consiste en profundizar en las partes sin hacerlo con el todo. Por ejemplo, en lugar de estudiar la totalidad d e un objeto o de un hecho, sólo se procede al conocim iento de uno de los ele­ m entos de dicho objeto o del hecho. En térm inos clásicos el analista estudia las partes del todo, es decir, que en lugar de conocer todos los com ponentes de una estructura, recurre al conocimiento de u n com ponente. La re a lid a d p o lític a se n o s p re s e n ta com o u n sistem a interconectado de un conjunto de prácticas, instituciones y valo­ res. Es una estructura global. Al interior d e esta estructura p o d e­ m os identificar una serie de hechos, acciones, instituciones, con­ ductas y valores. C uando se estudia a fondo algún com ponente de la estructura, se está haciendo análisis de coyuntura. Por ejemplo, se estudia la función de los partidos políticos, los procesos electorales, el liderazgo, el mensaje de los dirigentes, alguna dem anda de la población, la conducta de los grupos de pre­ sión, etc. Incluso se pueden conocer los elem entos propios de la coyuntura. El análisis político escu d riñ a, in v estig a las conexiones e interconexiones del hecho que ha elegido conocer. A diferencia del análisis coyuntural, el análisis estructural estudia la totalidad del sistem a político. Según se ha explicado, los métodos que utiliza la Ciencia Políti­ ca son La descripción, explicación y predicción, y las técnicas de esta disciplina, tales como el estudio de contenido, observación directa,

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encuesta, entrevista, análisis de contenido, muestreo, procedimien­ tos matemáticos, panel, sondeo de opinión, interrogación, test y me­ dición de actitudes, forman parte de la llamada investigación pura. Pero como sucede en toda ciencia, adem ás de la investigación pu ra existe la aplicada. El análisis político es, pues, investigación aplicada, una especialidad fundam entalm ente técnica. Ello no significa que el politólogo se limite sólo al cam po d e la investigación pura; de hecho recurre a la aplicada, y que el analista político no pueda hacer investigación pura. Pero, sin duda, hay una diferencia, porque el politólogo procura elaborar una teoría explicativa de la realidad política. Entonces hace Ciencia Políti­ ca. En cambio, el analista político es u n técnico que aplica los mé­ todos y las técnicas de las ciencias sociales a diversos aspectos par­ ciales de la realidad política. Si lo com param os con otras disciplinas, la diferencia entre el científico de la política y el analista político es la que existe entre el quím ico puro y el de laboratorio, o el ingeniero químico, el jurista y el abogado, el arquitecto y el ingeniero. Q uien estudia Ciencia Política p u ed e encauzar su vida profe­ sional en tres grandes áreas: investigación, docencia, tareas de apli­ cación. E duardo Arnoleto define el análisis político como "el con­ junto de actividades intelectuales que se ejercen sobre una situa­ ción política dada, para conocer su génesis, formación, actualidad y proyección." (24). De esta definición se desprenden las características básicas del análisis político. En prim er lugar es u n conocimiento de u n aspec­ to de la realidad política, es decir, de una "situación política dada" y no d e toda la realidad política. Este aspecto de la realidad políti­ ca debe ser estudiado en su totalidad; po r ello, se busca conocer su origen, o la causa que lo genera, cóm o se ha formado, su vigencia y cuáles pueden ser los efectos que se derivan hacia situaciones fu­ turas, la proyección del hecho estudiado m ás allá de su actualidad. C uando se hace análisis político hay que considerar los ele(24) A m uleto J., Eduardo. Aproximación a la Ciencia Política. Ed. Arte Sol. Córdoba, Argentina, 1989. Pág. 32.

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m entos estru ctu rales del p o d er del Estado, elem entos in stitu ­ cionales y axiológicos, v alo rativ o s de la so cied ad , elem entos grupales y valorativos de cada grupo. También deben considerar­ se los elem entos dinám icos; por ejemplo, las relaciones entre ele-, m entos estructurales, protagonistas, personalidades relevantes, y los tem as m otivantes. Finalmente, es necesario conocer el contexto del hecho políti­ co m ateria de análisis. Porque toda realidad política form a parte de un contexto que lo rodea y porque hay una relación entre los elem entos del contexto y la realidad política específica m ateria de investigación. Este contexto p uede ser la sociedad internacional, regional, nacional, provincial y local. A partir de la definición de A rnoleto se p uede deducir que al estudiar un aspecto estructural hay que considerar el origen, desa­ rrollo, actualidad y proyección del mismo. Por ejem plo, si querem os estudiar la estructura form al del Estado peruano, se tendría que analizar el funcionam iento de nues­ tros poderes (Ejecutivo, Legislativo, Judicial), A dm inistración Pú­ blica, Fuerzas A rm adas y Policía Nacional. En cuanto a los ele­ mentos axiológicos se tendrá que considerar los valores que se asu­ m en en la sociedad peruana, el problem a de la legitim idad, la autojustificación, la ideología del régimen, las doctrinas de las ag ru ­ paciones políticas. En cuanto a los elem entos grupales de la sociedad peruana, se deben estudiar los partidos políticos, grupos de presión y d e po­ der, los m edios de com unicación de masas, líderes que influyen en nuestra sociedad, la opinión pública. Las relaciones entre estos gru­ pos y la sociedad, etc. Hay, tam bién, com o se ha indicado, relaciones entre elem en­ tos estructurales. Por ejemplo, en este caso deben analizarse las relaciones entre Estado y sociedad; Estado, sociedad y partidos políticos; m edios d e com unicación d e m asas y su influencia sobre la autoridad y la opinión pública; Fuerzas A rm adas, G obierno y sociedad; relaciones de liderazgo, entre otros posibles. Son tem as m otivantes los que dinam izan una sociedad, afec­ tan a la opinión pública, llam an la atención de los protagonistas o

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actores políticos, las elecciones, reforma constitucional, crisis eco­ nómica y política, conflictos político-sociales. En cuanto al contexto internacional, regional, nacional, pro­ vincial o local, se te n d rá que analizar cómo cada u n o de estos ele­ m entos afectan al fenóm eno político materia de análisis. Así com o hay un procedim iento m etodológico general y unas técnicas que son los instrum entos de que se vale el politólogo para conocer la realidad política, tenem os también procedim ientos para armar, en base a u n esquem a, modelos situacionales. Cabe destacar el valor profesional del análisis político, por­ que cuando se advierta su im portancia práctica tendrá una gran dem anda laboral. Esto ya se avizora en países en d o n d e la Ciencia P olítica tien e u n a sp e c to a p lic a tiv o fu n c io n a l. La lla m a d a "evaluation research", investigación evaluativa, y el m étodo análi­ sis-aprendizaje constituyen técnicas cuya im portancia no se limita sólo a la gestión de los poderes públicos, sino que es aplicable, en el contexto de las organizaciones internacionales, interm edias y de las em presas privadas. Así como sucede con los análisis d e gestión y las encuestas de opinión pública, sobre la labor de alta capacitación profesional, los servicios que presten los analistas políticos serán requeridos. H acer análisis político es una especialidad que requiere una exigente form ación profesional. N o puede, pues, confundirse el análisis político con el com entario político. Este últim o form a par­ te de la doxa, es decir, del conocimiento com ún, n o científico. El análisis político requiere del manejo d e m etodología y téc­ nicas que deben ser adquiridos a través de u n proceso de aprendi­ zaje y del ejercicio profesional. En m uchas universidades del extranjero, d o n d e se enseña Ciencia Política, se form an analistas políticos. En el Perú esta especialidad se enseña fuera del contexto uni­ versitario, en el m arco d e lo que se conoce como Educación Tecno­ lógica Superior. La institución educativa que realiza esta labor es el In stitu to S u p e rio r d e C iencia Política y C iencias Sociales "Voltaire". C reado p o r Resolución 0197-92-ED del M inisterio de Educación.

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U no d e los estudios m ás profundos, en cuanto al Análisis Po­ lítico es el de Robert Dahl, quien advirtiendo que los trabajos de A nálisis Político com binan, en m uchos casos, categorías em píri­ cas, norm ativas, sem ánticas y políticas, sostiene que hay cuatro orientaciones en el análisis político. Según D ahl éstas son las orien­ taciones: em píricas, norm ativas, políticas y semánticas. La em pírica es aquella en que el analista político realiza estu­ dios sistem áticos para describir, explicar y predecir situaciones políticas, d en tro d e su cam po de investigación. En este caso la in­ tención es descubrir y describir relaciones estadísticas, de probabi­ lidad, funcionales y causales, entre acontecim ientos políticos, ca­ sos y personas que participan en la acción política. El análisis em ­ pírico p u ed e ser de estm etura, cuando se analiza la totalidad de u n sistem a político estableciendo las relaciones que hay entre sus com ponentes; pero también p uede ser de coyuntura, cuando se analiza los elem entos y las relaciones de algún aspecto de la reali­ d ad política. El m u n d o de los valores, el sistem a d e creencias, no es una realidad aislada en las relaciones políticas. Forma parte de su en­ torno cotidiano. De ahí que hay análisis respecto a la influencia de este sistem a de creencias en la interacción política. Constituye este análisis, lo que Robert Dahl denom ina análisis norm ativo, que es propio de la religión y de la filosofía, del m u nd o d e los valores. Es el estudio del rol que desem peña la ética en las relaciones políticas y su vínculo con la Filosofía Política. A diferencia del análisis em ­ pírico de la política, cuyo principal objetivo es la com prensión cien­ tífica de alguna práctica política específica, el análisis norm ativo, que no tiene porqué rechazar de plano esta aproxim ación científi­ ca a la com prensión de la política, pretende estudiar el rol que des­ em peñan las creencias en la acción política. Es decir, el deber ser de la política, y no la política com o fin, sino la política com o m edio para alcanzar una meta, un objetivo superior, com o la justicia, la paz, la libertad y el bien común. De esta m anera la política se con­ vierte en u n instrum ento para lograr u n fin superior. La orientación política propiam ente dicha, según Dahl, persi­ gue alcanzar resultados que com binan las dos orientaciones ante-

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riores: la orientación científica y la orientación norm ativa. En este caso, se estudia el estado d e situaciones políticas actuales y se plan­ tean alternativas futuras posibles. Lo que se pretende con el análi­ sis político es plantear alternativas d e políticas que deben aplicar­ se a circunstancias reales e inm ediatas, así como las consecuencias que p u ed en derivarse de una gestión política. Si conviene, frente a una coyuntura específica, ejecutar o no una decisión política. Esta orientación esta relacionada con el proceso de tom a de decisiones políticas que em anan de las autoridades y está vinculada con las características especiales de una situación política concreta y sus objetivos particulares. El análisis político propiam ente dicho d e­ pende m ucho del análisis em pírico y del norm ativo, porque las decisiones políticas pueden estar am paradas en opciones científi­ cas o valorativas. Asimismo se pueden presentar la combinación de am bas opciones. El análisis semántico, com o explica Dahl, trata de aclarar el significado de conceptos claves de la política, tales como: poder, autoridad, influencia, dom inación, gobierno, estado y otras prácti­ cas e instituciones que hay en la acción política. De esta m anera se pretende superar cierta am bigüedad terminológica. En esencia todo análisis político debe tratar de comprender lo que es la política y lo que debe ser, porque no se puede negar la fun­ ción que desempeña el sistema de creencias en el comportamiento político de los actores que participan activamente en la vida política. En los últim os años los trabajos de análisis político, especial­ m ente los d e orientación em pírica, se han multiplicado. Ello nos perm ite afirm ar que el análisis político se ha convertido en una ram a especializada y autónom a d e la Ciencia Política, como lo son la Política Internacional y la Política Com parada. H

is t o r ia d e l a s

I d e a s P o l ít ic a s

H em os señalado que la H istoria d e las Ideas Políticas es la ram a m ás tradicional y cargada d e peso filosófico que tiene la Cien­ cia Política. Dijimos también que esta disciplina, que ahora está ligada a la Ciencia Política, form ó parte d e la Filosofía Política y,

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por eso, sus orígenes están en la historia de las ideas en general. La H istoria de las Ideas Políticas tiene por objeto estudiar la evolución del pensam iento político a través del tiem po y las rela­ ciones que hay entre este pensam iento y el m edio socio-político y económico en que se desarrolla. Jean Touchard y su s colaboradores se h an esforzado en dife­ renciar las ideas políticas de las doctrinas políticas. Luego de refe­ rirse a varios autores que han intentado establecer esta diferencia, como Littré y Larousse, señala, siguiendo a los mismos, "se puede afirm ar que la doctrina es un sistem a com pleto de pensam ientos, que descansa sobre el análisis técnico del hecho político. En cam ­ bio, las ideas políticas constituyen un ám bito am plio, cuyo estudio no analiza los sistem as políticos elaborados po r algunos pensado­ res, sino al volver a instalar estos sistem as den tro d e un contexto histórico, de esforzarse p o r ver cómo nacieron y qué representa­ ban para los hom bres que vivían en esa época." (25). Para Touchard, "una id e a p o lític a tie n e u n esp eso r, u n p e s o social. P u ed e com parársele a una pirám ide d e varios pisos: el d e la doctrina, aquella que los m arxistas denom inan "praxis", el de la vulgarización y el de los sím bolos y representaciones colectivas. La H istoria de las D octrinas form an p arte de la H istoria d e las Ideas, pero no es toda la Historia d e las Ideas, ni quizás su parte esencial." (26). D esde ima óptica mai xista, se estudia tam bién el problem a de la H istoria de las Ideas. Para el ruso Pokrovski, "el objeto de la Historia de las Ideas es la historia del nacim iento y evolución de las concepciones y teorías de las clases sociales en lucha contra la organización política "estatal" d e la sociedad, la historia de la lu­ cha de las concepciones políticas y jurídicas nuevas, progresistas, contra las anticuadas y reaccionarias: es la historia del surgim iento y desarrollo de la teoría marxista, de la revolución socialista y la dictadura del proletariado, del papel creador que el Estado y el Derecho socialistas desem peñan en la construcción del socialismo y del com unism o.” (27). (25) Touchard, Jean. Historia de las Ideas Políticas. Ed.Tecnos. M adrid, 1972. Pág. 14. (26) Op. cit. Pág. 14. (27) Pokrovsky, V. S. Historia de las Ideas Políticas. Ed.Grijatbo. México, 1.%6. P«1^. 20

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Los aportes al estudio de las ideas políticas son m últiples, variados y profundos. Cabe mencionar, entre los principales, la m onum ental obra d e George E. Sabine, "Historia d e la Teoría Polí­ tica"; la de W illiam Ebenstein, "Los grandes pensadores políticos", y la de G. D. H. Colé, "Historia del Pensam iento Socialista". En América Latina son conocidos los trabajos del mexicano Leopoldo Zea, que hace referencia a la H istoria de las Ideas Políti­ cas dentro de u n concepto filosófico. En el Perú hay u n trabajo so­ bre la H istoria de las Ideas Políticas, en dos tom os, que dejara A ugusto Salazar Bondy. A dem ás, soi\ im portantes los trabajos de Francisco M iró Q uesada C antuarias sobre la evolución de las ideas en América Latina, y d e M aría Luisa Rivara d e Tuesta, especial­ m ente sobre el pensam iento político de la Em ancipación durante el período llam ado de la Ilustración. DESCO h a publicado dos vo­ lúm enes sobre el "Pensam iento Político Peruano"; H ugo G aravito en su "Perú Liberal", ha profundizado en el pensam iento liberal del siglo XIX y Pedro Planas tiene dos im portantes estudios sobre la historia y el pensam iento político del A pra y d e H aya de la To­ rre. En los últim os años, el interés sobre el contenido, evolución y desarrollo del pensam iento político peruana ha aum entado. Hacia el futuro se advierte una tendencia en este sentido, así lo dem ues­ tra la tesis de Doctor, elaborada por Carlos Fernández Fontenoy, que trata sobre el concepto de élite entre los pensadores políticos m ás im portantes del Perú. La Disciplina d e H istoria de las Ideas, Teoría G eneral, y d el Perú, se enseña en la mayoría de Facultades de Filosofía, Ciencias Sociales y Derecho, tanto a nivel de p regrado, como de posgrado. 5.

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D urante cierto tiem po, en diversos círculos académicos del Perú, se difundió la idea tradicional, anacrónica e inadecuada de que la Ciencia Política, la Teoría del Estado y el Derecho C onstitu­ cional, constituían u n m ism o cuerpo disciplinario, po rq u e tenían idéntico objeto de estudio. En gran m edida esta creencia se debió a la fuerte tradición

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jurídico-liberal que existe en nuestro medio, y al prestigio de nues­ tros juristas y constitucionalistas, quienes a pesar de su alta cali­ d ad en la disciplina que practican, deform aron, sobre la base d e un m arco m etodológico institucional y norm ativo, la razón de ser de la Ciencia Política. El lim itado desarrollo de esta disciplina en el Perú, estuvo relacionado con la escasa inform ación sobre su tem á­ tica, hasta llegar al extrem o de confundir al Derecho C onstitucio­ nal, que es una disciplina jurídica, con la Ciencia Política, que es im a ciencia de raíz fundam entalm ente sociológica. Sin em bargo, en los últimos años, la Ciencia Política ha logra­ do, poco a poco, una saludable ubicación en el concierto de las restantes ciencias sociales. Cabe recordar que, en este sentido, el prim er paso se dio en la U niversidad Católica de Lima, a fines de 1963, cuando se creó una Facultad de Ciencias Sociales, que incluía un D epartam ento de Ciencia Política, com puesta p o r un Á rea de estudios sobre A dm inistración Pública y otra de Relaciones Inter­ nacionales. En esta Facultad se dictaron cursos de Análisis Político, H is­ toria Política Peruana, Sistemas Políticos Modernos, Sociología Po­ lítica, Sistem as Políticos Latinoamericanos, Investigación Política, Aspectos Políticos del Desarrollo. La Facultad y el D epartam ento estu v iero n in te g ra d o s p o r d estacad o s p rofesores, com o Luis Velaochaga, su p rim er decano, y M anuel Román d e Silgado, p ri­ m er secretario general; G ustavo Gutiérrez, cuya obra "Teología de la Liberación" generó y enriqueció u n intenso, a veces apasionado, debate en el m un d o cristiano de América y Europa; Jorge Capriata, profesores de la Oficina Nacional de Racionalización de la A dm i­ n istra c ió n P ública (ex O N R A P), y L o ren zo G ra h a m , lu eg o "chairm an” (decano) de la Facultad de Law and G overnm ent, de la U niversidad de A ustin, Texas. También enseñaron, adem ás de los catedráticos de la Católica, profesores provenientes de San M ar­ cos, la Agraria, Lille (Francia), Nimega y Tillburgo (Holanda), del Instituto de "Science Politique", de París, y de Lovaina (Bélgica). Esta Facultad respaldó y puso en práctica el perfeccionam ien­ to a nivel de posgrado de otros profesionales, para contar luego con profesores a tiem po com pleto, quienes posteriorm ente harían

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significativos aportes en el análisis de la realidad política peruana, com o Enrique Bernales, Rolando Ames, Francisco G uerra García y M iguel de A lthaus, entre otros. D entro del contexto de la U niversidad Católica debe desta­ carse el aporte de D om ingo García Belaunde, quien, en un riguro­ so trabajo, logra establecer las diferencias y las interrelaciones en­ tre la Ciencia Política y el Derecho Constitucional. El autor m encionado, en su obra "Constitución y Política", sostiene que am bas disciplinas estudian el fenómeno del poder en la sociedad, pero que el Derecho Constitucional lo hace en relación a las norm as que regulan el poder, m ientras que la Ciencia Política estudia el ejercicio de ese poder. Luego agrega que el fenóm eno del poder es estudiado jurídi­ cam ente por el Derecho Constitucional y sociológicamente p o r la Ciencia Política (28). De esta m anera u n estudioso que proviene de las canteras del Derecho Constitucional logra aclarar la confusión inicial, estable­ ciendo los límites y los objetivos de am bas disciplinas. Enrique Bernales ha contribuido a desjuridizar el estudio de los fenóm enos del poder, al incluir categorías sociológicas en el análisis del Parlam ento peruano y en el estudio de la Constitución de 1979, en su obra "Constitución y Sociedad Política", que escri­ biera conjuntam ente con Marcial Rubio*. O tras obras significativas, en las que se com binan categorías histórico-sociológicas, para el análisis de la realidad política pe­ ruana, son las de Julio Cotler, "Clases, Estado y Nación en el Perú", y la de Henry Pease García, "El Ocaso de la Oligarquía". Quizá uno de los trabajos de m ayor rigor que se ha hecho en nuestro medio corresponde a Carlos Franco, psicólogo social, quien e n su e n s a y o " O rie n ta c io n e s P e rs o n a le s y las S o c ie d a d e s Participativas", hace im portantes planteam ientos sobre las "Orien­ taciones. Hacia el Poder y Sociedades Participativas", explicando (28) García Be!aúnde, Domingo. Constitución y Política. Ed. Biblioteca de Derecho Constitucio­ nal. Lima, 1981. Fág. 29. 4 Esta obra ha tenido diversas reediciones y ha sido adecuada para explicar el contenido d e la Constitución de 1993.

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en qué consiste el poder subjetivo, la relación percibida entre el poder subjetivo y el poder político central; para, finalm ente, pro­ po n er la posibilidad de establecer u n poder horizontal. Correspon­ d e a Francisco G uerra García el haberse ocupado del "Régimen Político", sobre todo del "Régimen Militar", como se desprende de su ensayo "Notas para el Estudio del Régimen Político Peruano", (Revista Socialismo y Participación. C uaderno 1-1977) y d e su libro "Velasco: Del Estado Oligárquico al Capitalism o d e Estado", obra significativa para com prender ese período de la vida política del Perú. Los aportes de Aníbal Quijano, en cuanto a las transform acio­ nes de la sociedad p eruana y sus tendencias, son d e capital im por­ tancia para com prender situaciones relacionadas con el m arco histórico-institucional y político de la sociedad peruana. El fenóm eno burocrático ha m erecido un trabajo especial en la obra de Román d e Silgado, "Burocracia y Cam bio Social", que fuera editada po r la U niversidad del Pacífico. Los tem as sobre la política y el poder han sido tratados desde diversos ángulos, pues al lado de los politólogos, constitucionalistas y sociólogos d esta­ can antropólogos com o José M atos Mar, que se ocupa d e la dom i­ nación; Fernando Silva Santisteban, quien en su "Introducción a la A ntropología" se refiere al p o d er social y político; y el historiador Luis G uillerm o Lum breras, el m ism o que en su obra "Los Orígenes de la Civilización en el Perú" explica la naturaleza de clase d e las prim eras formas de Estado que aparecieron en las culturas preco­ lombinas. La historiad o ra M aría R ostorow ski nos plantea una tesis novedosa sobre la estructura del gobierno incaico, al sostener que hubo una ' diarquía” y no, com o se creyó hasta ahora, que el poder en el Im perio de los Incas estuvo concentrado en una sola persona. Finalmente, diversos filósofos se han preocupado p o r estu­ diar la praxis y la teoría política y sus relaciones con la ideología, como concepción del m undo. C abe m encio n ar la significativa obra d e F rancisco M iró Q uesada Cantuarias, "H um anism o y Revolución", y otros ensayos del mismo autor sobre tem as ideológicos y políticos. M iró Q uesada

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fundó la cátedra de Filosofía Política en el Program a de H um ani­ dad es de la U niversidad Nacional M ayor de San Marcos y conti­ núa preocupándose p o r el tema en el Instituto de Investigaciones Filosóficas. Otra obra que tam bién m arcó época fue "Entre Escila y Caribdis", de A ugusto Salazar Bondy, quien adem ás d e plantear los elem entos esenciales del Socialismo H um anista realizó im por­ tantes estudios sobre la "C ultura de la dominación". David Sobrevilla tiene d o s ensayos sobre la evolución del p en ­ sam iento político peruano, y sobre las ciencias sociales en el Perú en donde se ocupa, en el prim ero, sobre el pensam iento político peruano; y, en el segundo, sobre la situación de la Ciencia Política en el contexto de las ciencias sociales. Luis Silva Santisteban en el capítulo octavo d e su obra "Ensayo sobre M etodología de las C ien­ cias Sociales", nos habla sobre "la ideología y la objetividad del conocim iento en las ciencias sociales", y ha publicado "Fundam en­ tos de Ciencia Política", que es u n ordenado y sistem ático estudio de los principales temas de la Ciencia Política actual. José Encinas del Pando nos ofrece u n sistemático e interesante libro que titula "El Poder en América Latina", en donde luego de explicar en qué consiste el p o d er político y elaborar una ecuación del poder, trata sobre los factores que influyen en la estructura del mismo, aplicado al caso latinoam ericano. En su ensayo "Ciencia Política en el Perú. Perspectivas", G erardo Eto C ruz, profesor d e la U niversidad de Trujillo expone un panoram a com pleto sobre el desarrollo de la Ciencia Política en el Perú. En San Marcos, por el año 1972, se presentó un proyecto p ara crear el Área de Ciencia Política, en cuya elaboración participaron los doctores: Vicente U garte del Pino, David Sobrevilla, Roque Carrión Wom, Dom ingo García Belaunde y el autor de estas líneas cuando era estudiante de esa U niversidad. Por la m ism a época, García Belaunde propuso en la Facultad de Derecho d e la U niver­ sidad Católica la enseñanza d e u n curso d e Ciencia Política. El proyecto presentado en San Marcos contenía im portantes m aterias como: Introducción a la Ciencia Política; Sociología Polí­ tica; Sistemas Políticos C om parados; Historia d e las Ideas Políti­

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cas; Filosofía Política, Economía para Politólogos; Partidos Políti­ cos y G rupos de Presión; Política Internacional. Posteriorm ente, en 1977, el Dr. Enrique Palm a Ulloa, del Program a d e Economía, de la m ism a U niversidad, presentó un proyecto de posgrado en Ciencia Política, el mism o que funcionó p o r espacio de un año. El curso de Ciencia Política fue dictado por el Dr. Lauri, en el progra­ ma de A dm inistración de San Marcos. Por resolución N o 085-ED-89 se creó el Instituto de Ciencia Política y Ciencias Sociales, que funciona en la Facultad d e Dere­ cho y Ciencia Política de San Marcos. Finalm ente, en 1991, el Consejo de la Facultad de Derecho y Ciencia Política aprobó la creación de la Escuela Académica Profe­ sional de C iencia Política, que fue refren d ad a p o r Resolución Rectoral 105267 en 1992 y ratificada por la Asamblea Universitaria el 31 de Agosto del 2001. La carrera d u ra 5 años y su curriculum contiene los cursos que son básicos en esta disciplina, así como otn>s, orientados a form ar especialistas en asuntos internacionales. En el Perú existen cátedras de Ciencia Política en las principa­ les universidades limeñas. Así, en la Facultad de Derecho de San Marcos; en la de Ciencias Sociales de la Católica; en la U niversidad Garcilaso de la Vega; en la U niversidad de Lima; San M artín d e Porres y Federico Villarreal. También hay cátedras de Ciencia Política en las escuelas d e los institutos arm ados y policiales; por ejemplo, en el Centro de Altos Estudios N acionales (CAEN); Escuela Superior de Guerra; Escuela de Inteligencia del Ejército y en el Centro de Estudios Su­ periores de la Policía de Investigaciones del Perú. Se dictaron, en­ tre los años de 1975 y 1976, temas de Ciencia Política en la Escuela de Oficiales de la Fuerza Aérea del Perú (EOFAP). En 1988 se creó en la U niversidad Federico Villarreal la Escue­ la Académico-Profesional de Ciencia Política, que ha sido el inten­ to más integral desde que se creó en la Católica el D epartam ento de Ciencia Política, dentro de la Facultad d e Ciencias Sociales. Par­ ticiparon en la elaboración del proyecto los doctores Luis Orrego, Luis Alarcón, Jesús M unive y Laura Bozzo, así com o dirigentes estudiantiles de esta U niversidad.

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El 1 de julio de 1985 se tundo el Instituto Peruano de Ciencia Política y Ciencias Sociales (CIENPOS), integrado por destacados politólogos, sociólogos, economistas, juristas y filósofos; muchos de ellos ya m encionados en este capítulo. Dicho Instituto persigue, entre sus principales objetivos, estim ular la difusión y la investiga­ ción interdisciplinaria de la Ciencia Política y d e otras Ciencias Sociales. Este instituto ha publicado la Revista Peruana de Ciencia Po­ lítica y Ciencias Sociales, que por su carácter interdisciplinario es única en su género. En 1991 se fundó el Instituto Superior de Ciencia Política y Ciencias Sociales "Voltaire", cuya finalidad es la form ación de analistas políticos y analistas económicos. En cuanto a la form a­ ción del analista político, seis son las áreas básicas: 1) Teoría Políti­ ca. 2.) Análisis Político. 3) Derecho Constitucional y Derechos H u ­ manos. 4) H istoria del Pensam iento Político. 5) Metodología y Téc­ nicas de Investigación. 6) Cursos de cultura general. También se dictan cursos de Ciencia Política en diversas uni­ versidades de provincias, corno San A gustín de Arequipa, La N a­ cional, C ésar Vallejo y A ntenor O rrego de Trujillo. En Tacna y Huancayo. N o cabe d u d a que la Ciencia Política en el Perú está entrando en una segunda etapa de desarrollo y de evolución, superando, por un lado, com o se ha indicado, la confusión inicial d e tipo teóri­ co y metodológico; y, por el otro, ciertos prejuicios, tanto académ i­ cos como ideológicos que sobre esta disciplina se ha tenido, sobre todo en sus inicios. Aclaremos que esta "independencia", en cuanto al objeto y en cuanto a la metodología, predominantemente sociológica, de la Cien­ cia Política que se practica en el Perú, no quiere decir que sólo esta disciplina se ocupa de la interacción, conducta y práctica política, y del ejercicio, dinámica y distribución del poder, ya que el poder, como fenómeno universal, es preocupación de otros científicos sociales y de constitucionalistas; lo que significa un avance intendisciplinario importante, que continuará contribuyendo al desarrollo de la teoría del poder y de la acción política en nuestro medio.

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o n cepto

Desde que aparecen las prim eras form as de organización so­ cial, encontram os que en las peq u eñ as com unidades existe u n g ru ­ po reducido de personas que tom an decisiones en relación ai resto, quienes deben cum plir la orden em an ad a d e quienes deciden. Hay entonces una relación m ando-obediencia. N o se trata, em pero, de una relación sim ple de carácter familiar, profesional o laboral, sino de u n a relación compleja que de alguna m anera afecta a la colecti­ v idad en su conjunto. Com o observó agudam ente Platón, la deci­ sión política se diferencia d e las otras form as d e decisión porque afecta a la totalidad. Por su naturaleza colectiva, esta decisión es im personal, algo parecido a los m an d ato s y norm as jurídicas que son universales porque tienen validez para todos los m iem bros de una sociedad. Q ue las decisiones políticas em anadas de la autori­ d ad sean acatadas o no, dependerá d e una serie de factores objeti­ vos y subjetivos existentes en un m om ento determ inado. Al lado de la decisión im personal están las decisiones p erso ­ nales que recaen directam ente sobre un individuo o u n reducido grupo de individuos. Es el caso del d ictador que ejerciendo todo su po d er encarcela al opositor político. Se puede decir entonces que las decisiones de poder político son, p o r u n lado, im persona­ les y, por otro, personales y recaen sobre los individuos; pero las decisiones potíticas también p u ed en dirigirse sobre las cosas. Así, un gobierno puede m an d ar destruir todo un conjunto de tugurios y en su lugar construir un complejo habitacional adecuado. I )esd £ K P o l í t i c o

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teoría del Estado elaborada por los juristas germ anos, como Jellinek y Heller, y el jurista francés C aire de M alberg, se sostuvo que el objeto de estu d io de la Ciencia Política era el Estado, aunque está claro q u e ya H eller hace algunas distinciones entre Teoría del Esta­ do y Ciencia Política. Esta tesis fue desestim ada luego p o r los politólogos em piristas y neom arxistas p o r su carácter restringido, epocal, y p o r su escaso valor científico. En esencia, se trata de una teoría m ás filosófica que científica, pues reducir el estudio d e la vida política con toda su com plejidad y lim itarlo al estudio del Estado, era olvidarse y hacer caso om iso d e otras formas de expresión del poder y de la acción política, que no podían conocerse en toda su dim ensión a partir del m étodo institucional y jurídico, que eran los sustentos de la clásica Teoría del Estado; tan clásica y anacrónica que en la actualidad, tanto en los Estados U nidos com o en Europa, ha des­ aparecido com o disciplina académica p o rq u e m uchos de su s te­ mas son tratados con m ayor rigor teórico y m etodológico p o r la Ciencia Política, la Sociología y el Derecho Constitucional. Por otro lado, la Ciencia Política h a contribuido a desmitificar las concepciones clásicas del Estado, concibiéndolo como una for­ ma y expresión del poder, como estado-aparato, y no como una entidad superior a las otras formas políticas, o como "Estado-co­ m unidad". En la actualidad, sin desm erecer el valor histórico de la teoría clásica del Estado, la Ciencia Política se ocupa de esta institución pero com o un elem ento más del sistem a político global. En otras palabras, com o una institución del régim en político, pues el Esta­ do se concibe como u n subsistem a político, al igual que otras fuerzas políticas (partidos políticos, grupos d e presión) y de otras es­ tructuras en donde tam bién se ejerce, distribuye y organiza el po­ der político. Como indica Juan Ferrando Badía: "En un sentido m ás estric­ to, el Estado expresa, en el marco d e u n a sociedad política, los po­ deres públicos, los gobernantes vs. los gobernados. Puede hablar­ se, en este sentido, del carácter invasor del Estado, de su im poten­ cia para resolver determ inados problem as, etc. Tal acepción guar-

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l'K A IN t.ISC d M l R Ó p U b / i A D A K A U A

d a una cierta relación con las que nosotros sustentam os." (8). Por otro lado, Lucas Verdú, al referirse a las relaciones entre el Estado y otras estructuras políticas, sobre todo en una sociedad pluralistas, precisa: "Los grupos entran en la estructura estatal, pero en la m edida que dentro de ellos se realiza gran parte de la vida de los individuos y actúan en cuanto defensores y am ortiguadores res­ pecto al peso cada vez m ás agobiante del Estado, son estructuras que deben estar provistas de gran independencia y m ovilidad.’' (9). En térm inos m ás radicales, Capelletti dice del Estado: "Nace así, junto con las clases sociales y la propiedad privada, el Estado, que es síntesis, cifra y garantía de todo poder y de todo privilegio. Lejos de ser, pues, una entidad universal, im parcial, anónim a, el Estado es la expresión máxima de los intereses de ciertos indivi­ duos y de ciertas clases. Lejos de ser la más perfecta encarnación del Espíritu es la negación misma d e todo Espíritu, pues nace de la cobardía y se nutre d e los más m ezquinos intereses." (10). Es cierto que todavía, aunque cada vez m enos, la Ciencia Po­ lítica se ocupa de la m orfología del Estado, sea como Estado Fede­ ral o Unitario, y de las variantes que pu d ieran haber. Pero, en p rin­ cipio, los estudios d e la politología contem poránea consisten en com prender el proceso d e decisiones que se desenvuelve al inte­ rior de la estructura estatal, la m anera cómo las autoridades públi­ cas tom an y ejercen su s decisiones, y los efectos que ellas p ro d u ­ cen sobre los m iem bros afectados. Se ocupa tam bién por com pren­ der la dinám ica y las interacciones que hay entre las decisiones autoritarias y las dem andas que los distintos grupos plantean al poder estatal; que, po r otro lado, tam bién afectan a quienes tom an decisiones, vale decir, a quienes gobiernan. A dem ás, analiza el carácter del Estado dentro de un contexto m ás am plio, explicando las luchas d e las fuerzas políticas, con el fin de poder controlar y ocupar los roles y funciones que hay en todo Estado aparato. |H| 1'errando liadla, Juan. Estudios de Ciencia Política. Ed. TeaiOS. M adrid, 1982. Pág. 576. (•)> I .mas Verdú, Pablo. Op. cit. T. II. Pág. 27. (!«*)( ipi-llrtti, Angel J. La Ideología Anarquista. Ed. Alfadil. Caracas, 1985. Pág. 22.

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l ít ic o

En este sentido, como se puede apreciar, la naturaleza jurídico-norm ativa del Estado pasa a segundo plano para la Ciencia Política; pero ello no quiere decir que sea abandonada, po rq u e el politólogo tam bién debe conocer las norm as que regulan y limitan el poder y definen la estructura del Estado. La Ciencia Política concibe al Estado como instrum ento al ser­ vicio de los intereses políticos en juego y de las fuerzas políticas. Intenta no sólo desjuridizar los fenóm enos del poder, sino superar los fundam entos teóricos y m etodológicos que justifican los meca­ nismos de coacción y dom inación de los diversos tipos d e Estado, porque éste es una d e las tantas expresiones de la vida política. Al respecto, indica Ferrando Badía: "Para u n enfoque político, el Estado debe definirse com o una com unidad política histórica, fruto de la acción política.” (11). De esta m anera, al concebirse al Estado como un a com unidad histórica y una institución instrum entalizada por quienes tienen el control del poder político, se cuestiona la concepción d e Estadocom unidad, que tiene m ás u n carácter ideológico que científico, porque no hay razón alguna que dem uestre que el Estado sea la máxima estructu ra política que englobe otras form as políticoinstitucionales. Lo cierto es que el Estado es una institución política im portan­ te, pero no necesariam ente ni siem pre la más im portante. Como se ha indicado, hay otras estructuras políticas relacionadas con el Es­ tado, pero que guardan autonom ía relativa frente al mismo, y que son tan im portantes p ara com prender la vida política com o éste. Estas estructuras políticas están en tom o del Estado, y m u ­ chas veces le son antagónicas. Son como pequeñas "islas" en d o n ­ de se ejercen y se organizan algunas pequeñas form as de poder; son como pequeños "Estados" que gozan de cierto grado d e auto­ nomía. Son, como se h a m encionado, los llamados "grupos de po­ der", "grupos de influencia”, los partidos políticos y los grupos de presión; y otras form as políticas de organización com unal, que desarrollan una dinám ica política al interior de la sociedad, distin (II) F erran d o Badía, Juan. O p. cit. F íg . 588.

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ta a las que podrían desarrollar aquellas decisiones políticas que em anan de quienes gobiernan y controlan el aparato estatal. C) Influencia: La influencia es una de las principales formas en que el poder se expresa social mente. Se puede tener influencia por múltiples razones; ya sea porque se ocupa un rol y se desem pe­ ña una función específica en la estructura estatal (presidente, dipu­ tado, senador, juez, otros funcionarios públicos del Estado y de los gobiernos locales, etc.). También se puede tener influencia porque se controlan los m edios de producción en una sociedad, (como los inversionistas, accionistas d e empresas privadas, em presarios, managers (gerentes) etc.). Por otro lado, hay influencia sobre la opi­ nión pública a través de los m edios de comunicación, la propagan­ d a, los p a rtid o s p o lítico s, los g ru p o s de p resió n , los líderes carismáticos, intelectuales destacados, etc. Cabe resaltar que la in ­ fluencia está ligada al valor que representa un individuo, valor que está socializado y adm itido como algo natural en una sociedad. En realidad, la sociedad política es una compleja red d e in­ fluencias. K1 fenómeno, debido a su com plejidad, parece interm i­ nable y es difícil, a veces, apreciarlo en su total dim ensión; pero hay estudios empíricos que están contribuyendo a com prenderlo con m ayor rigor. Diversos politólogos y sociólogos de la política se han ocupa­ do p o r estudiar la influencia. Así, para Friedrich, la influencia es una forma de poder indirecto sin estructura. Según Laswell, la política es el estudio de la influencia y de los influyentes. Entiende Johnson que el p o d er se ejerce en gran m edida influyendo sobre la acción de los otros. Karl Friedrich nos dice que la influencia puede ser de tres clases: m aterial, persona! e intelectual. La influencia m aterial se produce en todas aquellas situacio­ nes en las que los valores m ateriales son la base de la influencia. Q uien tiene el control de los m edios de producción y de la renta tiene influencia. La influencia personal se sustenta en los sentim ientos y em o­ ciones. Esta clase de influencia se presenta entre personas que tie­ nen relaciones m uy íntim as, p o r am istad, amor, vínculos familia­ res, y a veces son im portantes a nivel de decisión política. El ínti­

Er.

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m o am igo, la esposa o am ante de un líder, pu ed en tener mucha influencia. Algo sim ilar sucede con los padres, herm anos, prim os y am igos de quienes tom an decisiones. Finalm ente, la influencia de tipo intelectual que, por ejemplo, p u ed e tener un m inistro de Estado sobre el presidente o el rey, la influencia del tecnócrata especializado, del ideólogo del partido, la influencia del abogado, del médico, del psicólogo, del psiquia­ tra, del m aestro, sobre quienes tom an decisiones. Siguiendo a Robert K. M erton, habría dos tipos de relaciones d e influencia: la local y la cosmopolita. La prim era tiene eficacia dentro de una localidad porque li­ m ita sus intereses a una com unidad; la influencia no va más allá del m edio en que se habita. Es una influencia de tipo parroquial. La influencia cosm opolita tiene interés local pero se proyecta hacia el exterior, forma parte de las relaciones internacionales y se considera parte integrante d e aquél m undo. Este p uede ser el caso del Secretario General de las Naciones U nidas y de las autoridades públicas que dirigen el destino del planeta. Pero el cosm opolitis­ m o no es sólo internacional, es tam bién nacional porque abarca un área de influencia mayor que la local. Como se p uede apreciar, quien influye no necesariam ente m anda, p o r lo m enos form alm ente, no necesariam ente coacciona, p o r el contrario: sugiere, persuade, con­ vence, para que el influido pueda cam biar su conducta, pueda va­ riar o modificar, ya sea en todo o en parte, una decisión, o en su defecto m antenerla. (12). D) A utoridad: M uchas veces se utilizan los térm inos "autori­ dad" y "poder" com o sinónimos. Así, llam am os "autoridades" a los funcionarios del gobierno que tienen poder. O tras veces, se dife­ rencia "autoridad" de "poder", como cuando decim os que un fun­ cionario público tiene poder político porque es capaz d e tom ar decisiones, pero que carece de autoridad para im ponerlas o para

(12) Noto: Sobre influencia consultar Fiiedrich, C. J. El Hombre y el Gobierno. Ed, Tecnos. M a­ drid, 1968; Lasswell, Harold. 1.a política como reparto d e influencia. Ed. Aguijar. M adrid, 1974; Merton, Robert. Teoría y Estructura Social. Ed. F. C. E. México, 1965; Johnson, Harry. Sociología: Una Introducción Sistemática. Ed. Paidos. Bs. As., 1965-

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influir sobre sus subordinados. Com o dijimos en el C apítulo I (ver la etimología de Política), la palabra castellana "autoridad" viene del latín "auctor". Este tér­ m ino entrañaba un concepto positivo p o r sus efectos productivos, pero p u ed e tam bién significar u n concepto negativo cuando, por ejemplo, utilizam os la palabra "autoritario" p ara calificar a una persona o a un sistem a político que se caracterizan por la intole­ rancia, la arbitrariedad y p o r la falta de reconocer la libertad indi­ vidual y colectiva. La autoridad tam bién se p u ed e concebir com o un poder de derecho. Ello sucede cuando una persona es autoridad o poten­ cialmente p uede convertirse en autoridad porque las norm as lega­ les lo establecen, o p o iq u e am paran y definen los cargos, roles y funciones al interior de la estructura estatal. Desde este punto de vista, la autoridad es un poder con dere­ cho; no es u n poder independiente d e la estructura jurídico-nor­ m ativa que la reconoce y le concede legitim idad, m andato y dispo­ sición oficial. Por eso se dice que la autoridad es u n m andato que reviste al gobernante que tiene poder. En el fondo es un símbolo del po d er reconocido p o r las leyes y las vivencias colectivas. En Ciencia Política no sólo se estudia esta autoridad d e dere­ cho, sino la llam ada au to rid ad de hecho. Esta, como su nom bre lo indica, no está relacionada con disposiciones norm ativas y legales, ni depende de ellas, sino el reconocimiento consensual que u n gru­ po de individuos tienen sobre un sujeto. Es la "autoridad d e la palabra", o lo que Weber ha llam ado "autoridad carismática". A quélla de líder político, el profeta, el brujo, el m aestro, el sacerdote, etc. La autoridad com o concepto no está libre de connotaciones ideológicas. Com o indica M ac Iver, existe el "mito d e la autoridad". En este caso, la autoridad deja d e adm itirse como un hecho sociojurídico p ara convertirse en u n principio, en un valor en sí mismo, por encima del ciudadano y de la colectividad, que no p u ed e ser cuestionado; en un valor en el cual hay que creer. Leslie Lipson diferencia entre autoridad y poder. Al respecto, dice: "lo que distingue a la au to rid ad del poder es que la prim era

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es un p o d er q u e se considera legítimo." (13). D esde esta perspectiva, la resistencia al poder p uede ser legí­ tima, en cam bio, la resistencia a la auto rid ad es ilegítima. Lipson afirm a que la auto rid ad es el poder que viste las ropas de la legiti­ m idad. Esto es, obviam ente, un planteam iento ideológico formal. Finalm ente, politólogos, sociólogos y psicólogos hablan de la personalidad autoritaria, concepto que sirve para designar a per­ sonas de conducta arbitraria y dom inante, y de sistem as políticos autoritarios; para definir aquellos regím enes políticos sustentados en la fuerza y la dom inación, bajo el am paro del ejercicio de un poder político sin lím ites racionales d e tipo legal y social. 6.

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Si el po d er es u n fenóm eno posicional y relacional en que un pequeño gru p o de individuos m anda y la gran mayoría obedece, es un hecho que esta situación se debe a la desigualdad social. Este pequeño grupo está com puesto p o r gobernantes, direc­ tores, jefes, adm inistradores, dirigentes, etc., que tienen capacidad de tomar, ejercer e im poner sus decisiones sobre los dem ás, y cons­ tituyen lo q u e se h a denom inado ''élite". El term ino español "élite” ha sido tom ado del francés "elite", palabra que corresponde a la voz latina "eligere", que quiere decir escoger, elegir * Dicho térm ino, hasta el siglo XVI, fue sinónim o de "choix” (elección), pero ya en el siglo XVII em pezó a cam biar de significado. Dice Juan Ferrando Badía que a partir de este siglo se utilizó el térm ino "para designar el objeto de la elección, y más especialmen­ te, en el lenguaje comercial, los bienes de una especial calidad. Élite significa así la "melior pars” o "sanior pars" de un conjunto de cosas, es decir, lo que llamam os metafóricamente "la flor" o "la crema" (14). D urante el siglo XVIII, el térm ino se aplicó para designar a ciertos grupos sociales q ie form aban los cuerpos m ilitares escogi(13) Lipson, Leslie. Los Grandes Problemas de la Política. Ed. Limusa Wiley. México, 1964. Pág. 94. * Diccionario de la Lengua Española. Vigésima Edición. T. 1., 198-4. Pág. 530. (14) Penando Badía, Juan. Op. c it Pág. 306.

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dos, y con este concepto pasó al inglés y a otros idiomas durante el siglo XIX. El térm ino fue m uy usado durante la "belle epoque" y poste­ riorm ente por los autores llamados "maquiavelistas": Pareto, Mos­ ca y Michels. Pareto lo introduce en el léxico sociológico y político e n su famoso T rattato di Sociología Generale", en donde nos h a­ bla de "la circulación de las élites". Mosca, en su "Elementi de Scienza Política", se refiere a la "clase política”; y Michels nos habla de la "Ley de liierro de la oligarquía en el seno de los partidos", en su famosa obra sobre los partidos políticos. Estos conceptos esgri­ midos por los teóricos "maquiavelistas" se pueden resum ir en la "teoría de las m inorías directoras"; incluso se llegó al extremo de afirm ar que la Ciencia Política se reducía al estudio de las élites y que era una "ciencia italiana", así como la economía política era una "ciencia inglesa". Cabe aclarar que esta teoría de las élites, vale decir, de las m inorías directoras, está im pregnada d e ideología, sobre todo en su período clásico; pues al lado de las explicaciones científicas que al respecto hacen Pareto, Mosca y Michels sobre el hecho de que en toda sociedad las élites circulan, y que son grupos m inoritarios que ejercen y participan en el proceso de decisiones políticas, se trata de presentar este fenómeno como u n a cualidad propia d e la naturaleza hum ana, como una necesidad histórica inevitable. Este criterio form a parte de lo que Ferrando Badía llama "la noción sustancialista de la élite", que tiene sus antecedentes en Platón con los "reyes filósofos", Aristóteles, con "la clase media", la d o ctrina brahm án ica d e las castas, M aquiavello, G uiciardini, M anzini; las tesis racistas de Henri De Boulainvilliers, Joseph de Gobinau, I luston, Cham berlain; y los pangerm anistas. Dentro del contexto de esta "noción sustancialista”, indica G ae ta n o M osca: "Si ex a m in a m o s el sistem a e la b o ra d o p o r Aristóteles, vem os en seguida que es imposible que un hom bre gobierne sobre millones de súbditos sin la ayuda de una jerarquía de funcionarios o de una clase gobernante, y que lo es igualm ente que una dem ocracia funcione sin u n organism o directivo y coordi­ nador que a su vez será una m inoría organizada, otra clase gober­

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nante." (15). Agrega: ''Hay en la actualidad todo un n uevo método de análisis político que consiste en estudiar la form ación y organi­ zación de ese estrato gobernante al que en Italia ya se conoce, en general, con el nom bre de clase política; una expresión que junto con el térm ino élite, utilizado por Pareto, em pieza a ser universalm ente aceptado." (16). Posteriorm ente, el m ism o au to r dirá: "Dado que una clase gobernante es necesaria p ara el funcionam iento de todos los órganos políticos, es evidente que el estudio de los fenó­ m enos políticos debe concentrarse en el exam en de los diversos sistem as de form ación y organización de la clase gobernante." (17). Criterio interesante y que significó u n aporte para el estudio de las relaciones de poder, como relaciones de m ando-obediencia, y de las form as de gobierno; pero insuficiente porque el estudio de la política no p u ed e reducirse sólo al proceso d e decisiones guberna­ m entales y a las form as de gobierno; pues, d e ser así no podríam os com prender otros hechos y fenóm enos políticos, como el del con­ flicto, la revolución, el cambio de u n sistem a político por otro, etc. Se sabe que las tesis de Pareto, Mosca y Michels, como bien indica Lucas Verdú, "fueron elaboradas en u n clima de pesimismo y desilusión sobre las instituciones democráticas. En este sentido, los tres autores prestaro n un servicio eficaz -claro que in v o lu n ta­ riamente- a la crítica fascista de la democracia." (18). Consecuente­ mente, tam bién advierte Ferrando Badía "que no se deba pasar por alto la proyección de las élites en el terreno ideológico. El fenómeno exige, al contrario, una especial atención crítica, puesto que el estu­ dio no debe confundir la realidad con la distorción ideológica... buena parte de las doctrinas minoritarias clásicas adoleció d eco n ta­ minación ideológica, que mermó m ucho su validez científica." (19). Ferrando Badía dice que "actualmente la Ciencia Política es mucho m ás am plia y diversa que en aquellos tiempos. El concep­ to, entonces om nipresente de élite ha p erd id o m ucho terreno, aun(15) Mosca,Ciaetano. Versión definitiva de !a teoría de la clase gobernante. En el mito de la clase gobernante. Gaetano Mosca y la élite. Meisel James. Ed. Am orroitu. Bs. As. Pág. 3*9 (16) Op. cit.Pág. 349. (17) Op. cit.Pág. 350. (18) Op. cit. T. I. Pág. 95. (19) Op. cit.Pág. 311

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que esté m uy lejos d e haber sido descartado." (20). Frente a la noción "sustancialista" d e élite está la "relacionar. Esta concepción, com o explica Ferrando Badía, "concibe a la élite como una posición social, es decir, como u n conjunto de relaciones dentro de un marco que es la estructura social. La élite existe, pues, en virtud y en función tic esa estructura y no gracias a sus propie­ dades inherentes." (21). Esta noción d e élite es una respuesta a la "sustancialista" y trata de com prender cuál es la función de las élites en la dem ocra­ cia. Por otro lado, constituye una denuncia contra la formación de nuevas oligarquías. Son representantes de esta tendencia Karl M annheim , Joseph Schumpeter, M aurice Duverger, W right Mills, Simone de Beauvoir, M ilovan Djilas, K ostas.Papaionnau y H erbert Marcuse. Estos pensadores, aunque desde diversos ángulos, critican la formación de élites oligárquicas, tanto en las sociedades regidas por la dem ocracia representativa como en las dem ocracias p o p u ­ lares. Pero esta denuncia es, a la vez, un estudio sistem ático y rigu­ roso de las causas económicas, políticas y sociales, que perm iten la form ación de élites en las sociedades m odernas. El germ en de esta "nueva noción” de élite, la podem os encontrar en los trabajos de Toquevillé, M arx y los anarquistas del siglo XIX, quienes ya ha­ bían observado que el poder político, dentro de una "democracia formal", estaba concentrado en un reducido grupo que tenía bajo su control el ap arato productivo y gobernaba a expensas de la mayoría. "La teoría de las m inorías directoras, dice Lucas Verdú, evi­ denció la contradicción existentes entre la organización formalista de la dem ocracia y el hecho innegable de la existencia de esas m i­ norías que ejercen efectivam ente el poder." (22). La teoría clásica d e las élites reconoce la form ación de éstas en una sociedad política, y pretende justificarlas al sostener que tales "minorías directoras" constituyen grupos ' escogidos” con capaci­ ó n ) Ibídcm. I\íg. 311. (21) Oj>. cll. Pág. 315. (22)0,» .d i. T. 1. Pág. 97.

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d a d para gobernar y dirigir la sociedad, porque gozan d e una es­ pecie de "disposición natural". Son los "mejores", los "superiores", los "predestinados" p ara m andar y gobernar, se dice. En cambio, la teoría m oderna estudia el fenóm eno de las élites con un afán de superarlo, con miras a dem ocratizar la sociedad, buscando ade­ cuados m ecanism os de participación política. Ello, desde luego, supone el desarrollo de nuevas form as de convivencia política no sólo a nivel de relaciones políticas sino también económicas. Com o dice Peter Bachrach: "La intolerancia y la propensión antidem ocrática del hom bre com ún es un hecho innegable que debem os enfrentar, pero enfrentarlo con realism o no im plica apo­ yarse en las élites p ara el m antenim iento del sistema. En prim er lugar, porque hay pocos m otivos para suponer que las élites están m ás dispuestas que las no élites a defender con riesgo de poner en peligro su propio status, prestigio y poder personal. En segundo lugar, porque pen sar que existe arm onía entre los intereses crea­ dos de las élites y el funcionam iento de la dem ocracia es p rivar a esta últim a de la audacia y la capacidad im aginativa que la carac­ terizó en el p asad o ... En tercer lugar, porque es difícil com prender de qué m anera las élites, con intereses sustantivos antagónicos, pu ed an alcanzar u n consenso suficiente com o p ara resguardar a la dem ocracia de todo ataque; y, por últim o, porque aun cuando las élites p u d ieran lograr ese consenso, parece dudoso que pudieran estar en condi­ ciones de generar dem ocráticam ente poder suficiente com o para poner lím ites a las dem andas excesivas y a las acciones extrem as de la masa antidem ocrática y de sus dirigentes." (23). Desde nuestro particular punto de vista, hay élites porque existe diferencia de clases, porque hay desigualdades en cuanto a las opor­ tunidades económicas, porque la sociedad, aun la contem poránea, no está lo suficientem ente dem ocratizada para que la mayoría de la población participe en el proceso de decisiones políticas. Es cierto que en el m undo m oderno existen élites capacitadas, movibles y no rígidas, com o en el pasado; pero debem os aceptar tam bién que a lo largo de la historia se h an hecho esfuerzos para (23) Bachrach, Peter. Crítica de la Teoría Elitista de la Democracia. F.d. AmorrorUi Bs. A i IV'/;»

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deselitizar la sociedad, y ello parece ser una tendencia del m undo m oderno. I .a Ciencia Política estudia la formación d e las élites com o un hecho y un fenómeno histórico, fruto de la realidad, pero no las justifica com o una necesidad natural e histórica. Se sabe por diversos estudios em píricos que, por lo general, las élites d e los países que constituyen lo que se llama el Tercer M undo son un obstáculo para la m odernización y dem ocratiza­ ción d e estas sociedades. Se trata d e élites conservadoras. Se sabe también que en las actuales sociedades post-capitalistas de economía socializada se han form ado élites políticas que son el producto de la burocratización del aparato estatal, que son élites funcionales en la economía y en la ciencia, y cuyo origen se encuentra en un riguroso reclutam iento sujeto a lealtades de tipo partidario e ideológico; que en las sociedades occidentales, econó­ m icam ente desarrolladas y con u n sistem a democrático represen­ tativo, tam bién se han form ado élites económicas y políticas. Al respecto, el politólogo germ ano Behrmann señala que la actitud de estas élites se valoriza "de acuerdo a las exigencias de eficiencia (capacidad de percibir problem as políticos, de obtener las inform aciones relevantes y de elaborarlas, así como de form u­ lar e im poner estrategias d e solución de alcance intermedio); de apertura (igualdad de oportunidades en el acceso a las posiciones más elevadas); y de control del poder (la explicación de los proce­ sos de decisiones y d e la legitimación democrática del poder)." (24). La función de las nuevas élites de Europa Occidental y de los Estados Unidos es la resultante de la forma cómo está organizada la sociedad industrial y de las norm as dem ocráticas existentes con respecto a los niveles de participación en el poder político. En América Latina, sociólogos d e la política y politólogos se han ocupado de las élites, como lm az ("los que m andan" sobre Argentina), Quijano ("élites campesinas" tratándose del Perú) y, sobre todo, la conocida compilación de A ldo Solari "Élites y Desa­ rrollo", que contiene trabajos sobre diversas élites en distintas so­ ciedades latinoamericanas. (24) B chrir.anrvG ünter. Élite. Diccionario d e Ciencia Política. Ed. A lianza. M adrid, 1980. Fág. 222.

Fo r m a s d e G o b ie r n o y B u r o c r a c ia

1.

Form

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a s d e g o b ie r n o en la a n t ig ü e d a d

El gobierno, término que viene de la voz griega "kybernesis" 0 ), tiene q u e v er con la adm inistración, dirección y organización del poder político. Q uien gobierna cum ple la función de dirigir los asuntos públicos d e acuerdo a una serie d e reglas y prácticas. Des­ de luego, quien gobierna tiene poder, ya sea po rq u e lo establecen las leyes, p o r la posición que ocupa en el Estado o en cualquier institución relacionada con la acción política. U na d e las funciones de todo gobierno es regular y controlar la vida política. Esta regulación y control se realiza p o r m edio de m ecanism os legales, burocráticos, el ejercicio d e la fuerza, la ed u ­ cación alienadora y la propaganda. D esde q u e la sociedad se organiza encontram os form as de gobierno, com o hem os visto en el C apítulo I. La prim era y m ás antigua es la teocrática y autocrática de los reyes y em peradores. Estas form as de gobierno existieron en Egipto, C hina, India, p aí­ ses del C ercano O riente y en las culturas occidentales hasta la re­ volución francesa. Sin em bargo, cabe recordar que en G recia y Roma hubo ciertas variantes con respecto al d en o m in ad o r com ún autocracia-teocracia. Por ejemplo, Platón y Aristóteles se refieren a ellas en sus obras "República" y "Política", respectivam ente. Según Platón, hay di(1) Kybernesis. Palabra griega que significa acción de gobernar.

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F r a n c i s c o M i r C» Q u i - s a o a R a p a

versas form as de gobierno: la aristocracia, gobierno d e los mejo­ res, los sabios; la timocracia, gobierno del m ás valioso; la oligar­ quía, gobierno de u n p u ñ ad o d e ricos; la dem ocracia o gobierno del pueblo; la tiranía, el gobierno individual, arbitrario. P ara A ristóteles hay tres form as pu ras de gobierno, a las que corresponden sus respectivas formas im puras. Las form as puras son: la m onarquía, en la que el poder está en m anos de u n indivi­ duo; la aristocracia, en la que m anda más d e uno pero no todos; la república, en la que deciden todos o la m ayoría d e los ciudadanos. Las im puras serían: d e la m onarquía, la tiranía, cuando el mo­ narca actúa dictatorialm ente; de la aristocracia, la oligarquía o el gobierno de los ricos; de la república, la dem agogia o la dem ocra­ cia. Según Aristóteles, estas form as d e gobierno son im puras por­ que n inguna busca el bienestar de la com unidad. En Roma, Polibio y Cicerón, que siguen los lincam ientos de Aristóteles, nos dicen que la mejor form a de gobierno es la mixta entre m o narquía, aristocracia y dem ocracia o república. Para Polibio estas form as de gobierno siguen u n proceso de evolución. Así, prim ero está la m onarquía, luego la tiranía; a ésta la conti­ núan la aristocracia, la oligarquía y la dem ocracia; y, finalmente, la dem agogia, que es una degeneración de la dem ocracia. Cicerón se inclina en favor d e la m onarquía por considerar que es la mejor de las tres; pero, com o Polibio, sostiene que m ejor que la m onar­ quía es la m ixtura de las tres form as de gobierno. D urante la Edad M edia, la clasificación que hace Santo To­ m ás de las form as de gobierno marca época, au n q u e es cierto que tam p o co la c la sifica ció n to m ista se lib e ra d e la in flu en cia aristotélica. Para el Santo d e A quino, hay cuatro form as de gobier­ no con sus respectivas virtudes: el gobierno m onárquico o real, el aristocrático, el oligárquico y el dem ocrático. A éstas hay que aña­ dirle la peor de todas: la tiranía. Santo Tomás n o se pronuncia en favor de ninguna y, com o Cicerón y Polibio, cree que la mejor for­ ma de gobierno es la mixta. En el renacim iento, fue M aquiavelo quien, p o r prim era vez, abandona la famosa triada (m onarquía, aristocracia, democracia)

F o r m a s d e G o b ie r n o y B u r o c r a c ia

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y la reem plaza por la contraposición: principado-república. E) pen sador italiano prefiere la república, que w r ■*él es el gobierno popular, pero se pronuncia tam bién en favor del principado cu an ­ do cree que es conveniente. A m ediados del siglo XVIII, M ontesquieu nos habla d e que existen tres form as d e gobierno: república, en donde el pueblo en conjunto o una parte d e él tiene el poder soberano; m onarquía, cuando gobierna uno solo pero con leyes establecidas; despotism o, cuando gobierna uno solo de acuerdo a su arbitrio y sin sujeción d e leyes. 2.

F orm as d e g o b ie rn o a c tu a le s

En la actualidad, constitucionalistas y politólogos han reali­ zado diversas clasificaciones, pero la m ayoría acepta que hay dos form as de gobierno generales que pueden sufrir algunas v arian­ tes aunque no sustanciales. En el m undo desarrollado se ha hecho la siguiente clasifica­ ción: D em ocracias O ccid en tales y D em ocracias P o p u la re s o M onocracias. Las Democracias O ccidentales tienen aproxim a iam ente las siguientes características: elecciones libres, oposición sin control, pluralidad de partidos políticos, grupos de presión autónom os y organizados, prensa independiente del control del Estado, alter­ nancia en el poder, constitución norm ativa (2), libertad d e reunión y d e crítica. Según su organización constitucional, estas dem ocracias oc­ cidentales pueden ser de corte presidencialista como lo estable­ cen, por ejemplo, las C onstituciones de Francia, Estados U nidos y las d e los países d e Am érica Latina. Pueden ser parlam entarias, como la m ayoría de los países de Europa. D entro de las dem ocracias occidentales, hay que considerar la llam ada dem ocracia sem i-directa, que existe solam ente en Sui­ (2) Por constitución norm ativa se entiende aquélla que es observada por los individuo» y integrada en la sociedad estatal. (Karl Loewenstein). Teoría de la Constitución. Pág. 217.

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F r a n c is c o M ir ó Q u e s a d a R a d a

za y que tiene u n "gobierno directorial". A los ex gobiernos socialistas se les llamó, por lo general, d e ­ mocracias populares, en oposición a las dem ocracias occidenta­ les. Sin em bargo, estos gobiernos tuvieron una doble función por­ que, po r un lado, el poder estuvo centralizado p o r lo general en u n partido único, que controlaba el Estado y existió una ideología dom inante; pero, por el otro, hubo algunas form alidades dem o­ cráticas. Se p u ed e decir q u e las características d e estas "democra­ cias populares" son: control del Estado sobre los m edios d e pro­ ducción; control sobre el pensam iento político no oficial; partido único, como en el caso de la ex U nión Soviética, o existencia de u n a liga o alianza entre partidos bajo la dirección de una partido hegemónico-ideológico; existencia de asambleas cuyos com ponen­ tes son elegidos por sufragio directo y secreto; pero, p o r lo gene­ ral, son m iem bros del partido dom inante hegemónico; carencia d e una oposición organizada; control de los m edios de com unica­ ción de masas; constitución sem ántica (3). Lo que en rigor diferencia a las Democracias O ccidentales de las ex Democracias Populares y de las M onocracias M arxistas es la pluralidad y funcionalidad institucional. Las ex Democracias Populares tienen, a p esar de todo, algunos elem entos universales de la dem ocracia form al; pero concentraron el p o d er político en el Estado y el partido hegem ónico e im pusieron una ideología po r la fuerza. Lo que denota firm es tendencias totalitarias y autoritarias. H echa esta aclaración cabe d iferen ciar entre au to ritarism o y totalitarism o. El totalitarism o es u n a categoría que adem ás d e política es social. Es política en cuanto el p o d er está centralizado en un parti­ d o dom inante; y social, porque im pone al ciudadano un a concep­ ción del m undo que es inapelable; no se puede cambiar, no se puede ir contra ella optando p o r otra, hay que acatarla com o única, uni­ versal y verdadera. En cam bio, el autoritarism o es m ás una cate­ goría política que social. La m ayoría d e los gobiernos autoritarios (3) Por constitución semántica se entiende aquélla que congela la conformación del poder en beneficio de los detentadores del mismo. Op. cit. Pág. 219.

F o r m a s d e G o b ie r n o y B u r o c r a c ia

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sólo p reten d en controlar y concentrar el p o d er en u n grupo de p ersonas o en u n individuo, pero no im ponen u n a ideología d o ­ m inante; tanto es así que h ay dem ocracias con tendencias au to ri­ tarias, com o es el neopresidencialism o m oderno. D esde luego, esta distinción entre gobiernos dem ocráticos, autoritarios y totalitarios, sobre todo cu an d o encontram os elem en­ tos de cada uno entrem ezclados, im pide hacer una clasificación totalm ente fiel de la realidad y lo m ás rigurosa posible. Sería nece­ sario estu d iar casos específicos p ara d eterm in ar los linderos del autoritarism o y del totalitarism o; pero algunos ejem plos nos p u e ­ den ser útiles: son totalitarios el fascismo, el nacionalsocialism o y el estalinism o; son autoritarios la m ayoría d e los gobiernos milita­ res latinoam ericanos, africanos y asiáticos. Sin ir tan lejos, podem os insistir en la famosa triada d e los antiguos, pero con algunas variantes que se p resen tan en los p aí­ ses del Tercer M undo, aparte d e que en el Tercer M undo hay go­ biernos dem ocráticos de corte occidental, m onocracias m arxistas y autoritarism os. Tenemos tam bién m onarquías feudales en algu­ nos países árabes, que son una variante del autoritarism o; d em o ­ cracias pluralistas y constitucionales presidencia listas com o en Am érica la tin a ; países africanos con influencia francesa y parla­ m entarios com o en la India; gobiernos au to ritario s tic 'p a rtid o hegem ónico-ideológico, como en diversos países africanos y en México d u ran te el largo gobierno del P artid o Revolucionario Ins­ titucional (PRI); gobiernos socialislas n o m arxistas d e partido ú n i­ co com o hubo en Argelia y Senegal; m onocracias m arxistas (Cuba, K am puchea); dictaduras civiles y m ilitares en América I .atina, Asia y Africa. Las form as de gobierno en el Tercer M undo, salvo excepcio­ nes com o la d e México, la Iridia, A rgelia, T únez y C osla Rica, tien­ d en a cam biar con rapidez porque son inestables. Las dictaduras y las dem ocracias aparecen y desaparecen como estrellas fugaces; po r eso se pasa d e la d ictad u ra a la dem ocracia y viceversa con gran facilidad, casi como si fuera una constante. Esta inestabili­ d ad obedece a factores históricos y m uchas veces al transplante de instituciones; que, p o r el hecho d e que p u ed en ser positivas

F r a n c i s c o M ir O Q u e d a d a R a d a

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com o la dem ocracia, no necesariam ente cum plen su rol en una realidad que de p o r sí ya es sum am ente agresiva y conflictiva. 3.

B u r o c r a c ia : T

a n a n t ic u a c o m o la o r g a n iz a c ió n s o c ia l .

El fenóm eno burocrático, más que un sim ple estado m ental y una form a de com portam iento, es u n fenóm eno histórico íntim a­ m ente vinculado con el desarrollo del Estado. La burocracia em pieza en la época en que aparecen form as de organizaciones políticas complejas, cuando el Estado crea y necesita de u n a adm inistración; por consiguiente, no es una insti­ tución nueva. Según el trabajo de Eisenstadt, "Los Sistem as Políti­ cos de los Im perios", la burocracia se rem onta a las civilizaciones m ás antiguas. Egipto, Persia, Roma, el Im perio M usulm án. Los im perios español e inglés tuvieron un sistem a adm inistrativo com­ plejo, encauzado por procedim ientos y trám ites especiales que no se diferencian m ucho d e los m odernos. Esta característica n o sólo fue patrim onio d e las culturas asiáticas y d e las europeas, sino que existió en las culturas am ericanas, com o en el Im perio d e los Incas y el Reino d e los Aztecas. 4.

La

c a r a c t e r ís t ic a w e b e r ia n a :

U

n a c a r a c t e r ís t ic a u n iv e r s a l .

El desarrollo histórico de la burocracia se debe a u n proceso de centralización en el ejercicio del poder político, es decir, d e aque­ llas decisiones generales d e efectos colectivos que afectan a un determ inado grupo social. De ahí que burocracia y centralización del p o d er en el aparato del Estado son estructuras indesligables; po r consiguiente, a m ayor centralización política m ás burocracia. Al igual q u e to d a estructura centralizada, la burocracia se caracteriza po r su jer* rq aización, en donde los cargos, roles y fun­ ciones de sus com ponentes se desenvuelven dentro d e ciertos lí­ m ites form ales establecidos p o r m ecanism os legales y p o r norm as de ejecución. Esta jerarquización d e roles v funciones, m ás o m e­ n o s e s p e c ia liz a d a , o to rg a a la b u ro c ra c ia u n a im a g e n d e "racionalidad" aparente que se sustenta en técnicas y m étodos di-

F o r m a s d e G o b ie r n o y B u r o c r a c ia

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rígidos de "arriba ab¿ijo". M ax Weber, que fue el prim ero en estudiar sistem áticam ente el fenóm eno burocrático contem poráneo, señala la form a como éste funciona. Indica Weber que existen, en principio, zonas juris­ diccionales fijas y oficiales, organizadas por norm as, p o r leyes o regulaciones adm inistrativas. Dice que hay principios d e jerarquía d e cargos y d e niveles d e au to rid ad g rad u ad a que suponen un sistem a de subordinación firm em ente organizado, en el cual exis­ te una supervisión d e los funcionarios inferiores por los superio­ res. A grega W eber que la adm inistración del cargo m oderno se basa en docum entos escritos, que se conservan en archivos; y que la adm inistración d e u n cargo presupone, en general, una p rep a­ ración profunda y experta. Para Weber, el desem peño de u n cargo sigue n o rm as generales, m ás o m enos estables, más o m enos ex­ haustivas, que pu ed en aprenderse; por consiguiente, el conoci­ m iento de estas norm as representa u n saber técnico especia i que posee el funcionario. Se p u ed e apreciar, entonces, que la burocracia tiene un con­ junto de características específicas y otras de detalle que, en m a­ yor o m enor grado, se cum plen tanto en las instituciones públicas com o en las privadas. Por eso, en el fondo, la oposición entre em ­ presa pública y privada es el producto de situaciones y preferen­ cias de orden político e ideológico y no técnico; porque p ara am ­ bas entidades burocra tizad as se aplican las m ism as técnicas que son propias en todo sistem a d e adm inistración. 5.

B

u r o c r a c ia y m o d e r n iz a c ió n

Se han señalado las características que expuso Weber sobre la burocracia. D esde luego, existen innum erables autores que tratan sobre el m ism o tema pero, salvo pequeñas diferencias, coinciden con la caracterización w eberiana. Politólogos y sociólogos, conocidos por sus aportes al estu ­ dio de la burocracia, están d e acuerdo en afirm ar que sea cual sea la form a política de u n régim en determ inado, dem ocrático, total i tario, socialista, capitalista, la burocracia es una constante porma

F r a n c is c o M ir ó Q u e s a d a R a p a

116 tie n te e n la s s o c ie d a d e s .

En la actualidad, un grupo d e estudiosos norteam ericanos, alem anes y franceses, sostienen que la burocracia está ligada al proceso de m odernización m undial; térm ino m uy usado en las ciencias sociales p ara designar ciertos elem entos que son propios de n uestra civilización. D estacan en esta dirección los trabajos de Eisenstadt, M ouzelis, Jacovy y Lapalombara. ¿Que se entiende por m odernización? Al respecto, hay dos versiones: la que sostiene que la m odernización es la com binación de la gran industria con una m ayor m ovilidad social, con norm as legales y prácticas dem ocráticas, resultado final d e todo u n p ro c e so de desarrollo, progresivo y ascendente, que todas las naciones "atrasadas" deberían tener como modelo; y la que sostiene que el desarrollo industrial acelerado p u ed e ser posible en los países en vías de desarrollo com binado con estructuras que les son propias con otras formas de organización social aplicables en cualquier clase de sociedad. Lo interesante del caso es que en am bos m odelos de desarro­ llo puede haber progreso e industrialización aplicando técnicas adm inistrativas semejantes, y en la m edida en que las técnicas de desarrollo son semejantes, su aplicación requiere de cierta especialización burocrática. Esta m antendrá su vigencia por ser u n ins­ trum ento interm edio útil p ara poner en práctica diversos planes de modernización. 6.

H

a c ia la b u r o c r a t iz a c ió n d e l m u n d o

c ió n

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h a c ia la m o d e r n iz a

­

DE LA LIBERTAD

¿Estamos asistiendo a la burocratización del m undo? En otras palabras: ¿estamos entrando en u n proceso d e excesiva concen­ tración del po d er en el Estado, en d onde se hace difícil diferenciar los lím ites de ese poder que am enaza "robotizar" a la sociedad? Si esto es cierto, el futuro d e la h u m an id ad asistirá a form as de gobierno en que la voluntad p o p u lar y los órganos representa­ tivos del Estado dependerán de quiénes m anejan la adm inistra­

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B u ro c ra c ia

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ción d e las instituciones públicas; y la distancia entre estos funcio­ narios y la m ayoría d e la población será cada vez mayor. Sin em ­ bargo, la situación p u ed e enfocarse con algún optim ism o gracias al desarrollo de la ciencia; porque los inm ensos, verdaderam ente inim aginables progresos d e la cibernética e inform ática, perm iten predecir q u e prácticam ente la totalidad de las operaciones, que hoy calificam os de burocráticas, p u ed an ser hechas con m ayor rap id ez y eficacia que los seres hum anos que llam am os burócra­ tas. De esta forma, la sociedad se verá liberada de las trabas y de los problem as que existen en loda organización burocrática. N o olvidem os que etim ológicam ente burocracia quiere decir poder d esd e la oficina, y siendo el poder una condición hum ana, al ser reem plazado po r la m áquina estará m enos concentrado; lo que p erm itirá abrir nuevos cam pos d e enriquecim iento espiritual e intelectual entre ios hom bres. En caso de que esta situación se produzca, el ejemplo de Weber tendrá sólo u n valor histórico, porque nos inform ará cóm o fue la conducta del burócrata en una época determ inada; conducta im ­ posible de im aginar dentro d e u n sistem a auxiliado p o r la m áqui­ na al servicio de la hum anidad. Todo será m ás fácil, rápido, re­ pentino, casi mágico, y p o r eso m uchas de nuestras prácticas d e trabajo actuales se habrán diluido. El hom bre será cada vez m ás d u e ñ o de sí m ism o y d e su destino, p o r ende, m ás libre. La burocratización del m u n d o no será nuestro destino y dejará de ser una tragedia.

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P a r t id o s P o l ít ic o s

'm m s t

1.

E

v o l u c ió n h is t ó r ic a d e l o s

P

a r t id o s

P

o l ít ic o s

Se sostiene que el origen de los partidos políticos m odernos se inicia en el siglo XIX; pero hay antecedentes rem otos que se pier­ d en en la antigüedad. Sabem os que en Grecia y Roma existieron g rupos políticos organizados con cierto parecido a los que hoy definim os com o p artidos políticos. Se trataba de grupos pugnaces q ue seguían a u n caudillo o líder. En Grecia existieron el Partido A ristocrático y el Partido Democrático o Popular. Este últim o tuvo extraordinarias figuras com o Temístocles y Pericles. ¿Cómo esta­ ban organizados estos partidos? No se sabe con exactitud, pero no cabe d u d a que expresaban las diversas corrientes de opinión y los intereses de los grupos que representaban. Por ejemplo, los aristó­ cratas eran tradicionalistas y agraristas; los dem ócratas reform istas y urbanistas. Es, pues, u n hecho que la idea y la práctica de una acción política organizada para la posesión y el ejercicio del poder nació en Grecia. Sostiene, con acierto, Duverger que "se llama igual­ mente "partidos" a las facciones que dividían a las repúblicas anti­ guas; a los clanes que se agrupaban alrededor de un condotiero en la Italia del Renacimiento, a los clubes d onde se reunían los d ip u ­ tados de las asam bleas revolucionarias, a los comités que prepara­ ban las elecciones censatarias d e las m onarquías constitucionales, así como a las vastas organizaciones populares que enm arcan a la opinión pública m oderna." (1). (1) D uverger, M auriee. Los p a rtid o s políticos. Ed. F. C. E. M éxico. Bs. A s., 1% 1. Pág. 15.

120

Fran cisco M

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uesada

K a i >a

El germ en d e los partidos políticos m odernos nace en Inglate­ rra, a raíz de las luchas sociales del siglo XVII d u ran te el reinado de Carlos II, cuando se intentó dictar el "bilí de exclusión", por m edio del cual se destituía del legítimo derecho de sucesión al duque de York por profesar la religión católica. Com o surgió una fuerte discrepancia ante esta m edida, se formaron dos grupos; dan­ do nacim iento a dos grandes partidos históricos: el de los VVhigs, com puesto por la burguesía propietaria de la época; y el de los lories, integrado por los señores y parlam entarios adictos a la ley tradicional. A pesar de las discrepancias, ambos grupos se situa­ ron sobre una base fundam ental: la Corona. Luego se acordó que el partido que gobernara lo haría en nom bre de su m ajestad; y el que lo com batiera lo haría "en leal oposición a su majestad". A pa­ rece por prim era vez lo que sería el sistem a básico estable de la sociedad política inglesa y del sistema parlam entario británico: el gobierno y la oposición. El inicio de los partidos políticos en Inglaterra está relacionado con otros hechos im portantes en el siglo XVIII: la Independencia de las Trece Colonias Norteam ericanas y la Revolución Francesa. En los Estados U nidos se crearon, prim ero, dos partidos: el Republicano (o dem ócrata-republicano) y el Federalista; luego el Liberal, de efím era existencia, y el D em ócrata que lo reem plaza en la escena política d e ese país. En Francia, durante la Convención, en la etapa culm inante d e la Revolución Francesa, se crean dos "partidos", to d av ía a la u san za antigua: los G iro n d in o s y los Jacobinos. Los p artid o s p o líticos m o d ern o s apareciero n en E uropa, América y Asia, porque se dieron ciertas condiciones políticas y sociales. Al respecto, señ alan los sociólogos D ow se y H ughes que estas condiciones fueron fundam entalm ente dos: la necesidad de los p arlam en tario s d e co n tro lar su s circunscripciones y la "crisis experim entada p o r los sistem as políticos am pliam ente de­ sarrollados" (2). Entre 1832 y 1885, hay una secuencia casi ininterrum pida de partidos políticos. En Inglaterra se fundan los p artidos Conserva(2) Dowse y Hughes. Sociología Política. Alianza Editorial. M adrid, 1975. Pág. 424.

P a k h o o s P o l íu c o s

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dor y Liberal, las nuevas versiones, ya m odernizadas, de los parti­ dos Demócrata y Republicano en los Estados Unidos; y en el Ja­ pón, el Liberal y el Progresista post-Tokugawa. En el Perú, el parti­ do Civil de M anuel Pardo fundado entre 1 8 7 1 - 1 8 7 2 ; tam bién el partido Nacional ( 1 8 8 2 ) y el D em ócrata ( 1 8 8 4 ) , am bos liderados po r Nicolás de Piérola. Pero no todos los partidos políticos aparecieron por las nece­ sidades electorales d e los parlam entarios com o afirm an D owse y H ughes. Así, los partidos socialistas se form aron por la crisis de participación en el poder, la dem anda de nuevos grupos para ac­ tu ar en la vida política; gru p o s que existían pero que estaban ex­ cluidos de la acción d e gobernar. Estos partidos políticos socialis­ tas surgen a fines del siglo XIX y com ienzos del XX. Son el Laboris­ ta inglés y la Social Democracia alemana. 2.

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a r t id o d e

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u a d r o s a i.

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t r a c c ió n

H em os visto que los p artidos políticos son u n fenóm eno m o­ derno que se ha desarrollado a fines del siglo XIX, como conse­ cuencia de la revolución industrial y de una m ayor participación del individuo en la sociedad política. El objetivo del partido político es claro: la toma del poder por m edios legales o extralegales. Del siglo XIX hasta la fecha, han apa­ recido diversas clases de p artidor; lo que h a perm itido establecer u n a tipología de los mism os, vale decir, una clasificación. Tradicionalmente, diversos especialistas y estudiosos nos h a­ blan de partidos de cuadros y partidos de m asas, para designar su com posición de acuerdo al núm ero d e miembros; pero, en los últi­ m os años, sobre todo en Europa Occidental, h an aparecido nuevas expresiones partidarias, que en inglés se les llama "catch-all party" y en francés "partís attrape-tout"; es decir, el partido que agarra de todo o atrapa a todos. N osotros los llamaremos "partidos d e atrac­ ción", porque como el im án tratan d e atraer todo tipo d e elector. Los partidos de cuadros son los más antiguos y tienen sus orígenes en los com ités electorales y, en ciertos casos, en los clubes políticos, en donde cada parlam entario representaba o era apoya­ do por un comité. Se trata d e una estructura partidaria elitista que

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F r a n c is c o M ir ó Q u b s a d a R a d a

en gran m edida ha continuado en los partidos conservadores y liberales. Los partidos de cuadros tradicionalm ente correspondían al conflicto entre la aristocracia terrateniente y la burguesía in d u s­ trial comercial. Eran clanes poderosos que los notables encarna­ ban perfectamente. Estos partidos eran lim itados en su organiza­ ción, de tal m anera que también tenían una limitación en el cam po político y en la naturaleza real de la democracia, ya que la m ayor parte del pueblo estaba excluido de participar en ellos. Los partidos de m asas se forman a principios del siglo XX. Fueron inventados por los socialistas y corresponden a un periodo de m ayor dem ocratización de la sociedad europea. Estos partidos no son selectivos como los d e cuadros, pueden tener m iles y hasta millones de adherentes como sucedió con la social dem ocracia ale­ m ana de 1913 que superó el millón de afiliados. La estructura m a­ siva de los partidos socialistas fue luego adoptada por otros parti­ dos: los partidos social-cristianos, que en el fondo son una mezcla de elem entos p rc p io j del partido de m asas con el partido de cua­ dros; los partidos com unistas, por ende clasistas, pero que con el tiem po se han abierto a otras capas de sociedad; y los partidos fascistas. Dos de las principales características de los partidos d e m asas son la naturaleza burocrática de su com ando y la existencia d e una doctrina com o justificación teórica d e la práctica política. La evolución de las actuales condiciones socioeconómicas en Europa parece desfavorable a los partidos de masas que represen­ tan, d« alguna manera, los intereses de la clase obrera; la misma que com ienza a dism inuir dentro de una economía en crisis, pero altam ente desarrollada, en donde los em pleados profesionales apa­ recen como un nuevo sector (los economistas lo llam an sector ter­ ciario) de peso e influencia política y electoral. El núm ero de obre­ ros em pieza a dism inuir con relación al núm ero d e "cuellos blan­ cos". El sector secundario (así llam an los econom istas a los obre­ ros) se está estancando y em pieza a retroceder como vanguardia política, m ientras que el sector terciario tiende a ser mayoría. De ahí que se ha operado u n cambio cuantitativo en el nivel d e parti­ cipación política que está obligando a las dirigencias políticas a

P a k t u >o s P o l í t i c o s

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cam biar d e actitud ante el electorado, y hasta de estilo político. Esto no quiere decir que todavía no existan partidos tradicionales com o los de cuadros y los de m asas. Solam ente significa que re­ cientes hechos económ icos, vinculados al desarrollo tecnológico, están dem ostrando a las élites políticas que la sociedad política ya no se p u ed e conducir aplicando los m odelos clásicos d e los p arti­ dos antes m encionados. U na estructura social más flexible que la d e hace treinta años y la inconsistencia científica d e las ideologías decim onónicas (vale decir que aparecieron en el siglo XIX), están influyendo para que estos partidos tradicionales se transform en en "partidos que agarran d e todo". Estos "catch-all party" o "parti­ dos de atracción" están abandonando la am bición de encuadrar a las m asas dentro de conceptos ideológicos rígidos y se dirigen más plenam ente sobre la escena electoral. P retenden una acción más p ro fu n d a sobre una audiencia am plia y un éxito electoral inm e­ diato. No pretenden captar m ilitancia sino electores. Para ellos el elector es m ás im portante que el militante. El objetivo com ún es la "vocación m ayoritaria" para captar m ayor cantidad de sufragios. De esta m anera, los partidos políti­ cos se están constituyendo en "partidos electoreros" porque, como se ha señalado, se preocupan más po r los electores que p o r los m i­ litantes. Su actitud extrovertida ya es una distinción con los parti­ dos de m asas, que, en la mayoría de los casos, sacrifica a los electo­ res p ara asegurar la militancia. En consecuencia, los "partidos de atracción" (catch-all p arty o p artís attrape-tout) evitan la rigidez doctrinaria e ideológica. Se cuidan d e caer en el dogm atism o y sectarism o p ara no perder al elector. Para ello presentan program as d e síntesis que tratan de hegem onizar y armonizar, dentro d e lo posible, las diversas d e ­ m andas de los individuos y grupos. A diferencia de los partidos tradicionales (sobre todo los de m a sa s) en d o n d e lo s líd e re s e m e rg e n p o r u n a e sp e c ie d e interdependencia entre éstos y la militancia, hecho que determ ina que el líder se deba a sus electores internos, los partidos de atrac­ ción están dom inados por las perspectivas de las elecciones exter­ nas y p o r las internas. De ahí que la selección o elección de los líde­ res se realiza en función dr> los electores no militantes. La idea cen­

124

F r a n c is c o M ir o Q u f s a d a R a d a

tral es la siguiente: la dem ocracia externa debe prevalecer sobre la dem ocracia interna. El líder se hace en función d e los electores. P artidos con estas características ya son un hecho en Inglate­ rra (Laboristas y Conservadores), A lem ania Federal (Social D em o­ cracia), A ustria (Socialistas), Francia (Socialistas, Eurocom unistas, UDR), España (PSOE), Italia (Eurocom unistas). ¿Cuál será la evolución d e estos "partidos d e atracción"? Es difícil decirlo, todo d ependerá de las condiciones objetivas del m om ento; pero, sin d u d a, constituyen un hilo en la vida política y partidaria que ha cobrado una im portante presencia en el m undo desarrollado. Probablem ente un factor indicativo de su futura per­ m anencia estaría en el progreso y la evolución de la democracia, en do n d e realm ente sea el elector el foco central del poder y no la élite política. La tendencia a adecuar program as de acuerdo a las dem andas de los individuos y grupos p uede ser un real inicio del cam bio que viene operándose en la m anera de concebir y organi­ zar la democracia. 3.

S is te m a s

de

P a rtid o s

P or lo general, la mayoría d e los científicos políticos coinci­ den en afirm ar que a u n determ inado tipo de régim en político co­ rresponde una forma específica de sistem a partidario. De esta m a­ nera, se afirm a que en los regím enes totalitarios hay partidos úni­ cos y que en los regím enes dem ocráticos se han establecido siste­ mas bipartidistas y m ultipartidistas. Esta afirm ación es cierta pero sólo en parte, porque en los re­ gím enes políticos encontram os una serie de variantes en relación a los sistem as de partidos. Por ejemplo, en los ex regím enes socialis­ tas, adem ás del unipartidism o, existió el sistem a denom inado de "partidos hegem ónicos ideológicos", que fue una característica de algunas dem ocracias populares, com o Polonia y la ex República D em ocrática A lem ana (RDA). El "partido hegem ónico ideológico", tal como su nom bre lo indica, es un partido que tiene el control del Estado y del gobierno, pero que perm ite la existencia d e otros partidos; los mism os que p u ed en participar en la vida política, pero dentro de fuertes limi-

P a r t id o s P o l ít ic o s

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taciones legales y de acuerdo a ciertas reglas de juego establecidas por el p artid o hegem ónico. En este sistem a, los dem ás partidos actúan en la periferia del partido principal, es decir, com o "parti­ dos de seg u n d a”, tal com o indica Sartori. Estos "partidos d e segun­ da" no com piten con el partid o hegem ónico en pie de igualdad; pero tienen, aunque m uy reducidam ente, alguna presencia en la estructura form al del Estado. Están perm itidos siem pre y cuando no alteren las reglas de juego fijadas por el partido hegem ónico y no pongan en tela de juicio la ideología dom inante en la sociedad. Según Lapalom bara y Weiner, el partido hegem ónico deja de ser expresión ' -e u n sistem a m onopartidista y funciona en un siste­ m a "unipartidista pluralista". En este caso, se trata de la presencia de u n p artid o hegem ónico fuertem ente autoritario, que tam bién tiene el control del gobierno e im pone ciertas reglas de juego a la contienda partidaria; e, incluso, limitaciones legales que regulan la participación en el poder d e los otros partidos, pero se diferencia d e los p artid o s hegem ónicos ideológicos p o iq u e no im pone una ideología, sino que se preocupa sólo por m antener su status privi­ legiado. H ay casos en que estos partidos hegem ónicos autoritarios son pragm áticos, porque d an m ás im portancia a soluciones inm edia­ tas y efectistas de los problem as sociales que a una concepción del m undo o al ejercicio autoritario del poder. D entro de esta clasificación, podem os m encionar al PRI m exi­ cano y a la antigua "falange" española. Partidos de esta naturaleza, tanto hegem ónicos ideológicos, como hegemónicos autoritarios y pragm áticos existen en Africa, pero la tendencia hegem ónica ideo­ lógica tiene m ayor presencia que la autoritaria y pragm ática, como sucedió en G uinea, Túnez y Argelia. Jean Blondel señala que hay tres subtipos d e partido único: sistem a de partido único autoritario-radical (del *.ipo com unista); sistem a d e partido único autoritario de centro (de tipo populista); sistem a de partido único autoritario conservador (de tipo fascista). P a ra C o le m a n y A lm o n d , los p a r tid o s a u to rita r io s se subclasifican en totalitarios y auto ritario s p ropiam ente dichos. Am bos sistem as son similares, pero se diferencian poi el grado de penetración en una sociedad. La penetración autoritaria es m enos

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F r a n c is c o M ir ó Q u e d a d a R a d a

com pleta e integral que la totalitaria, que es más ideológica y universal. Por su lado, D uverger se refiere a lo que él llama partido úni­ co provisional, que se m antiene en el poder po r cierto tiempo; pero q u e , lu e g o , d e s a rro lla u n a te n d e n c ia h acia el p lu ra lis m o m ultipartidista, como sucedió en Turquía durante el gobierno de Kemal A talurk; y el partido político que es definitivo, como en los casos de los países de regím enes totalitarios, de tipo estalinista y fascista; en que el partido está ligado al Estado, o viceversa, es por­ tador de una ideología dom inante y asum e la conducción de la sociedad hacia un supuesto "destino histórico" que no puede ser puesto en tela de juicio. Un caso sim ilar al explicado sobre el sistem a de partido único es el de los regím enes políticos con más de u n partido, como son los d e l sistem a b ip a rtid is ta , m u ltip a r tid is ta , d o m in a n te y ultradom inante. A nivel del sistem a bipartidista, tenem os dos tipos o m ode­ los: el bipartidism o perfecto, en donde participan y predom inan, en franca y libre competencia, dos partidos políticos que sum an alrededor d el 90% del electorado. Estos p artid o s p redom inan sobre otros partidos menores que tiene poca influencia en el elec­ torado. El bipartidism o perfecto existe en los países anglosajones (Gran Bretaña, Estados U nidos, Canadá, A ustralia y N ueva Zelanda). Se dice tam bién que el bipartidism o perfecto es sólo una característi­ ca de los regím enes anglosajones, pero esta afirmación carece de base em pírica, porque hubo y hay bipartidism o perfecto en A us­ tria, H onduras y Uruguay. En este últim o país, el sistem a se rom ­ pió po r el golpe de Estado d e 1973, pero con las elecciones de 1984 se ha vuelto a restablecer. El bipartidism o imperfecto se produce porque al lado d e los dos partidos im portantes existe un tercero que, si bien no tiene m ucho arraigo electoral, es valioso para lograr la estabilidad en el parlam ento y el gobierno. En este caso, uno de los dos partidos principales debe, p o r lo general, form ar alianza con el tercero para poder tener el control del gobierno. P or o tro la d o , la im p e rfe c c ió n p u e d e c o n s is tir e n la

P a r t id o s P o l ít ic o s

m arginación de ciertos sectores y p artidos políticos que los grupos dom inantes im ponen, com o práctica y norm a, en una sociedad: tal com o sucedió en Africa del Sur, en d o n d e el bipartidism o fue im ­ perfecto por la discrim inación racial y política. A p artir del gobier­ no de De Clerk, en este país hay dem ocracia. Oficialmente no exis­ te la discrim inación racial. T am bién h ay b ip a rtid ism o im p erfecto en so cied a d es no anglosajonas como Alemania Federal, Bélgica, Ceilán, Colom bia, Filipinas y Japón. Lo que se viene señalando respecto al bipartidism o tam bién es aplicable al m ultipartidism o. En este sistem a hay, como es lógi­ co, una serie de variantes. El m ultipartidism o p uede ser integral o extrem o cuando, por lo general, hay m ás d e cuatro partidos que determ inan una polarización tal del sistem a político que, incluso, puede poner en riesgo el sistema parlam entario; situación que obli­ ga, p ara su m antenim iento estable, a la formación de pactos o alian­ zas partidarias a fin de lograr un a m ayor estabilidad de la dem o­ crac ia c o m p e titiv a . T am b ién el m u ltip a rtid is m o p u e d e ser atem perado o m oderado. Según autores, como Schw artzenberg y Sartori, esta m odalidad su p o n e la presencia d e cuatro partidos, los m ism os que por medio de pactos y alianzas, como en el caso ante­ rior, contribuyen a evitar la polarización extrema y con ello una situación interm edia entre el bipartidism o y el m ultipartidism o integral o extremo. Esta m odalidad de m ultipartidism o m oderado predom ina en países como Alem ania Federal, Bélgica e Irlanda, que tienen tres partidos im portantes; y que, com o se ha indicado, podrían considerarse dentro d e la clasificación d e bipartidism o imperfecto, porque el tercer partid o sólo sirve de apoyo d e los dos más im portantes, ya que tiene poca influencia en la sociedad y la vida política. Este sistem a tam bién existe en Suecia, Islandia y Luxemburgo. D uverger indica que el sistem a electoral es un factor técnico prioritario para la formación de los sistem as de más d e un partido, aunque no el único factor porque hay que considerar situaciones d e orden histórico. Pero, p o r regla general, el escrutinio m ayoritario de una sola vuelta tiende al dualism o de los partidos. En cam ­ bio, el escrutinio m ayoritario de dos vueltas y la representación

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PU A N t.I S C O

M lK Ó Q U K S A U A K a D A

proporcional tienden al m ultipartidism o. H ay m ultipartidism o integral o extrem o en la m ayoría d e los países de Europa latina (Francia, Italia, España, Portugal); en paí­ ses de Am érica Latina com o Perú, Ecuador, Chile, República Do­ m inicana, El Salvador, N icaragua, Panam á. En cambio, en A rgen­ tin a , B rasil, V en ezu ela y C o s ta Rica se tie n d e h a c ia el m ultipartidism o atem perado o m oderado. H ay m ultipartidism o extrem o en países no latinos com o Dinam arca, Finlandia, Suiza, Israel, Noruega. Com o se ha indicado ya, entre los sistem as con más d e un partido, adem ás del bipartidism o y del m ultipartidism o, encon­ tram os el sistem a de partid o dom inante y ultradom inanle. El sistema de partido dom inante se presenta en los casos en que un partido político logra, d e m anera constante y perm anente, el control electoral en u n porcentaje que oscila entre el 40 y 50% de los votos. Estos partidos reflejan, en cierta m edida, las aspiracio­ nes sociales principales de u n pueblo y están ligados a su tradición histórica; pero su pred o m in io se desarrolla d en tro d e m arcos pluralistas y dem ocráticos, en franca com petencia con otros p arti­ dos, los que coaligados p u ed en desplazar del poder al partid o d o ­ m inante. Lo m ism o se puede decir sobre los sistem as de partidos ultradom inantes; pero, en esta situación, u n partido en tales con­ diciones, logra d e m anera perm anente e ininterrum pida, p o r m e­ dios democráticos, com petitivos y pluralistas, el control de aproxi­ m adam ente el 90% del electorado, como sucede con el P artido del Congreso en la India. Pero tam bién este partido puede perder las elecciones y ser derrotado por sus opositores. Al partido dom inante, Sartori lo llama predom inante, y al ultradom inante, hiperdom inante. La diferencia entre estos siste­ mas partidarios y el sistem a de partido único o hegem ónico, en sus form as ideológica y autoritaria, es que no se m antienen en el p o d er por la fuerza sino p o r la persuasión, dentro de las reglas de juego pluralistas y com petitivas, vale decir, democráticas.

G r u p o s d e P r e s ió n

1.

C

o n cepto de

129

G

r u po s de

P

r e s ió n

En Ciencia Política se utilizan indistintam ente los térm inos grupos de presión, grupos de interés y grupos de influencia. En realidad, en un sentido lato, todo grupo de presión es alguna for­ ma de gm po de interés, porque los individuos se reúnen en fun­ ción de ciertos intereses específicos. Sin em bargo, es esencial apli­ car, por su sentido político, aunque fugaz, el térm ino presión. Los prim eros en reparar en que había grupos que no eran p a r­ tidos políticos pero que "presionaban” sobre las autoridades g u ­ bernativas fueron De Toqueville y Lorenz Von Stein. Este últim o en un estudio sobre los m ovim ientos sociales en Francia, nos habla de la influencia d e lo que llamó "grupos de interés". Finalmente Ostrogorski, en su famosa obra "La Democracia y los Partidos Po­ líticos", hace referencias notables sobre la existencia de est^s "gru­ pos de interés", que presionan sobre los gobiernos y sobre los par­ tidos. Fuera de estos antecedentes rem otos respecto al uso del tér­ mino "grupo de presión" o "grupo de interés”, el prim er trabajo académico y sistem ático que se conoce fue el realizado por el nor­ te a m e ric a n o A rth u r F. B ently, en su o b ra "The P ro cess of ( Government. A Study of Social Presures", publicado en 1908, y reeditada mucho después en 1949. Posteriorm ente, el térm ino "pre­ sión" fue utilizado p o r un periodista norteam ericano en 1925; y por M unro en 1928, quien nos habla de la existencia de u n "gobier­ no invisible" que actuaba junto a los poderes públicos. A estos gru­ pos los llamó "lobbys"; decía que actuaban en el Congreso y m en

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F r a n c i s c o M i r ¿> Q u e s a d a R a p a

d o n a b a su influencia como "presión". También en 1950, David Trum an, en su trabajo "The G overnm ent Process", nos habla de m anera integral de los grupos de presión, después d^ 42 años, cuan­ do Bently ya había escrito su famosa obra. Estos datos dem uestran que fueron politólogos norteam eri­ canos quienes estudiaron por prim era vez a los "grupos de pre­ sión". De ahí que el térm ino español "grupos de presión" ha sido tom ado directam ente del inglés "pressure groupes"; térm ino que, com o ya se ha indicado, h a sido adaptado al lenguaje de la Ciencia Política contem poránea. Sin embargo, algunos politólogos euro­ peos, como los alemanes, prefieren hablar de "grupos d e interés". ¿Qué es un grupo de presión? Parece que una definición úni­ ca es imposible, por eso se han ensayado varias. Para Schwartzenberg, u n "grupo de presión" se puede definir com o "una organización para la defensa de intereses, que ejerce una presión sobre los poderes públicos a fin de obtener de ellos las decisiones conforme a sus intereses." (1). De acuerdo a esta defini­ ción, encontram os la reunión de tres elementos: un grupo organi­ zado, la defensa de intereses y el ejercicio de una presión. Moodie y Studdert-K ennedy consideran que "grupo d e pre­ sión es, sim plem ente, todo grupo organizado que intenta influir sobre las decisiones del gobierno, sin buscar ejercer él mism o los poderes formales de éste.” (2). Los politólogos británicos aclaran que el objetivo único e incluso principal de los grupos d e presión es, necesariam ente, el d e influir sobre el gobierno; y afirm an que sólo ocasionalmente buscan este objetivo. Según Lucas Verdú, "grupo de presión es cualquier formación social, perm anente y organizada que intenta, con éxito o sin él, obtener de los poderes públicos la adopción, derogación o simple­ m ente no adopción d e m edidas (legislativas, adm inistrativas o ju­ diciales) que favorezcan, o al menos no perjudiquen, sus ideas e intereses; sin que su intento suponga, en principio, una responsabilización política del grupo presionante en caso de lograr su pre(1) Schwartzenberg. Op. cit. Pág. 601. (2) M• se deja de lado Q u o s a d a R a p a

Entre los siete y diez años, el niño com ienza a tom ar concien­ cia de ciertas instituciones, prácticas y personalidades políti­ cas. En este periodo em pieza a producirse una separación entre la autoridad fam iliar y política. Aprecia la idea d e na­ ción y patria, sus fronteras y la interacción con otras nacio­ nes. También reconoce instituciones centrales y, en cierta m e­ dida, las p u ed e diferenciar (gobierno, parlam ento, jueces). Toma conciencia d e su rol com o ciudadano y lo diferencia de otros roles sociales. C) De los diez a los quince años, se desliga de las relaciones afectivas-personalistas (bandera, presidente, policía), y, ade­ m ás de com prender las funciones políticas centrales (gobier­ no, parlam ento, poder judicial), ya puede entender las fun­ ciones y la dinám ica de los procesos políticos com o las elec­ ciones, del acontecer cotidiano y d e las corrientes políticas de su medio. En este periodo se desarrollan y se reafirman las lealtades respecto a determ inado partid o político y tendencia política. La escuela es otro factor im portante de socialización política del niño y del joven, puesto que es el lugar d onde se transm iten las norm as y los valores de una sociedad, y sirve de canal para divul­ gar la ideología dom inante. Ello explica, en gran m edida, la im portancia que los Estados m odernos le otorgan a la pedagogía política, p o r lo cual el alum no aprenderá a conocer cuáles son los valores políticos dom inantes d e una sociedad, las form as d e gobierno, las instituciones políti­ cas y ciertas form as de la dinám ica política. 1.a pedagogía política ya la encontram os entre los griegos, pero sólo estuvo destinada a la clase aristocrática. Esta forma ed u ­ cativa se desarrolló m ás a partir de la R evolución Francesa, y en aquellas sociedades en d onde había triunfado la revolución bur­ guesa-liberal. Posteriorm ente, logró un gran auge en los ex países socialistas. Cabe destacar el interés que tienen las instituciones políticas como, por ejemplo ios partidos políticos, por la educación d e los jóvenes.

D i n á m i c a , F u n c i ó n üs y C o n d u c t a P o i . I t i c a

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La educación d e los jóvenes obedece al interés que tienen los Estados y, en térm inos m ás concretos, las clases o grupos que tie­ nen el control del aparato estatal, para im poner su concepción del m un do; pero, tam bién p ara crear las prem isas para que los jóve­ nes, lina vez que lleguen a la ed ad adulta, pu ed an ser capaces d e tom ar, ejecutar y controlar decisiones políticas. En 1950, A dorno hace una célebre encuesta sobre la persona­ lidad autoritaria, y llega a la conclusión d e que las actitudes auto­ ritarias están ligadas a u n cierto tipo de estructura política. I.uego, Eysenck retom a los trabajos d e A dorno y los refina, proponiendo una clasificación del tem peram ento seg ú n dos ejes: duro-blando e izquierda-derecha. Posteriorm ente, em pezaron a proliferar trabajos sobre cu ltu ­ ra política q u e pretendían establecer una correlación en tre la d e ­ m ocracia representativa y otras variables generales. La principal variable de esta correlación está ligada a la dinám ica del d esarro ­ llo socio-económico. Den tío d e esta tendencia, autores com o Lipset y C olem an en los Estados U nidos, y A ndré H auriou en Francia, han señalado la correlación q u e existe entre dem ocracia y d esa­ rrollo económ ico, y entre d ictad u ra y subdesarrollo. A unque exis­ te esta tendencia, no es absoluta si pensam os en el fascismo, el n a c io n a ls o c ia lis m o y el e s ta lin is m o , fo rm a s d e g o b ie rn o autocráticas y totalitarias en sociedades desarrolladas. Respecto a las sociedades latinoam ericanas, hay im portantes estudios de cultura política, sobre todo a partir de la década d e los sesenta, tales com o los d e M ed in a E chevarría, Wolf, Seoares, G erm an i, Jag u arib e, V asconi, D os S an to s, Franco, G o n záles C asanova, Q uijano y Kaplan. La gran encuesta com parativa d e A lm ond y Verba, que se realizó entre 1958 y 1963, en cinco países, Estados U nidos, G ran Bretaña, A lem ania, Italia y México, m arcó un hito fundam ental en el estudio d e los niveles y grados d e cu ltu ra política. La encuesta no sólo se lim itó a la investigación d e lo que se entiende po r cultura política en los países antes indicados, sino que trató de averiguar si esta cultura favorecía o im pedía el d esa­ rrollo de la dem ocracia representativa considerada como un ideal.

168 -

F r a n c is c o M ir ó Q c e s a d a R a d a

El concepto de cultura política es tan im portante que merece sec­ ción aparte. 4.

C

ultura

P o l ít ic a

La idea d e cultura política está ligada a la de cultura. En este sentido, si entendem os por cultura el conjunto de creencias, valo­ res, capacidades y creaciones que son com unes a la totalidad de u n a población, o d e un grupo social, podem os decir que la cultura política consiste en el conjunto de creencias, valores, capacidades y creaciones políticas que son propios de una sociedad. Igual que en el caso del desarrollo político, el concepto de cul­ tura política no puede ser genérico sino específico. Por consiguien­ te, el térm ino "cultura política" no es tan acertado como se piensa, precisam ente p o r lo específico de las creencias, valores, capacida­ des y creaciones de una com unidad. Un pueblo no es sólo políticam ente culto porque ha asim ila­ do ciertas prácticas consideradas com o "cívicas", es decir, porque sabe proceder de acuerdo a un conjunto d e procesos formales, sino porque ha p o d id o asim ilar los valores y las capacidades necesa­ rias para p o d er participar en el proceso de decisiones políticas. Creer que u n pueblo es políticam ente más culto qu e otro por­ que ha internalizado aspectos formales de la acción política es un criterio ideológico y n o científico, ya que se p arte del supuesto de que hay pueblos políticam ente m ás cultos que otros po rq u e se adecúan con m ayor facilidad a ciertos patrones de conducta, que teóricam ente se han definido com o propios de la idea d e cultura política Uno d e Kís prim eros trabajos que se conocen sobre cultura política es d o i larold Lasswell, "Poder y Personalidad", publicado en 194i • ' ? ta obra el au to r nos habla del desarrollo d e las cua­ lidad i ■■ anales en una dem ocracia representativa (altruism o, tolei , :■ «i labilidad). En su s análisis, Lasswell cree que es p o ­ sible t '} lica? los hechos políticos y sociales p o r tos fenóm enos psíq.ii' s

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