LOS SiMBOLOS BiBLICOS
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MAURICE DE COCAGNAC

LOS SÍMBOLOS BÍBLICOS Léxico teológico

LA LUZ - EL FUEGO - EL AGUA - EL VIENTO, EL SOPLO, EL ESPÍRITU - LA TIERRA EL CIELO, LA MONTAÑA, LA SUBIDA HACIA DIOS, LA CIUDAD DE LA GLORIA - EL ARBOL- LA VIÑA, EL VINO, LA COPA, LA SANGRE- EL PAN DEL CUERPO Y EL PAN DEL ESPÍRITU - EL BESTIARIO BÍBLICO - EL AMOR DE DIOS POR SU PUEBLO - EL CORAZÓN, EL CUERPO - EL TRABAJO DE LOS HOMBRES - EL REPOSO DE DIOS - LA ACCIÓN PROFÉTICA - EL ACEITE, LA UNCIÓN - LOS RUIDOS, EL GRITO, EL SONIDO DE LOS INSTRUMENTOS - LA ALEGRÍA Y LA FIESTA. LA DANZA Y EL TAMBOR- LA ENFERMEDAD, LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN - LA TIENDA, EL ARCA DE LA ALIANZA, LOS PRIMEROS SANTUARIOS - EL TEMPLO.

DESCLÉE DE BROUWER

LISTA DE SIGLAS EMPLEADAS

ACE 16. El aceite, la unción AG 3. El agua ALE 18. La alegría y la fiesta. La danza y el tambor AM 11. El amor de Dios por su pueblo AR 7. El árbol BES 10. El bestiario bíblico CI 6. El cielo, la montaña, la subida hacia Dios, la ciudad de la gloria CO 12. El corazón. ENF 19. La enfermedad, la muerte y la resurrección FU 2. El fuego AC 15. La acción profética LU l. La luz PA 9. El pan del cuerpo y el pan del espíritu RE 14. El reposo de Dios RU 7. Los ruidos, el grito, el sonido de los instrumentos TEN 20. La Tienda, el arca de la Alianza, los primeros santuarios TER 5. La tierra TP 21. El Templo TRA 13. El trabajo de los hombres VEN 4. El viento, el soplo, el Espíritu VI 8. La viña, el vino, la copa, la sangre

Título del original francés: Les Symboles Bibliques. Lexique théologique © Les Éditions du Cerf. París 1993 Versión castellana de: M. Montes © Editorial Desclée De Brouwer, S.A. 1994 Henao, 6 - 48009 Bilbao ISBN: 84-330-1050-6 Depósito Legal: BI-2274/94 Impreso en Bikaner Gráfica

PREFACIO

¿ Quién no ha tropezado alguna vez con este versículo del Apocalipsis (5, 6) : « Entonces vi, de pie en medio del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos, un eordem, como degollado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete soplos de Dios, enviados a toda la tierra » ? Al que pensara que el Apocalipsis es un libro de imágenes, se le presentarían dificultades insolubles. ¿ Cómo alojar siete ojos en la frente de un cordero ? ¿ Le convienen siete cuernos a un animal recién nacido ? ¿ Cómo a'sbciar la posición de pie con ese « como inmolado » que parece ser su fundamento ? Y, por último, después de habernos sido descrito el cielo con una forma concéntrica, en el que todos los adoradores rodean un centro constituido por el trono y por Aquel que se sienta en él, ¿ cómo podemos representarnos el lugar de este cordero « en medio » de todo lo que ha sido situado anteriormente ? Estas dificultades amenazan con hacer retroceder a los que intentan imaginar lo inimaginable ; siendo que los rechinamientos y las contradicciones de las imágenes que hemos descubierto nos muestran que no tenemos que imaginar, sino intentar abordar lo que está más allá de lo inimaginable. Aquí, cada imagen está cargada de un sentido, y no son las imágenes, sino sus respectivos sentidos, los que tienen que articularse de manera coherente. Está en juego una sistemática propiamente conceptual, pero no está mediatizada a través de términos filosóficos abstractos, sino por medio de unas imágenes cuya razón de ser estriba en ser portadoras de sentidos. Este ejemplo nos pone de manifiesto la viva necesidad que tenemos del léxico teológico de símbolos bíblicos que Maurice de Cocagnac nos presenta en este libro. El que lo siga a lo largo de sus páginas oirá vibrar los símbolos del Apocalipsis y el libro se animará como un drama lírico que engloba el universo. ¿ Se debe a un exceso de modestia el que el autor nos presente esta obra como un léxico ? A decir verdad, el copioso índice analítico con que concluye hace que pueda ser usada como un léxico muy rico. Mas Cocagnac tiene una relación demasiado íntima con la imagen como para haberse contentado con explicarnos la significación de las diversas imágenes que usa la Biblia. El autor las recorre en su encadenamiento dinámico, y resulta muy interesante seguirle en este recorrido, algo que, de ordinario, no ocurre cuando se aborda un léxico. Es, pues, en su contexto natural y en su despliegue espontáneo donde se encadenan estos símbolos. Y tenemos siempre un pie apoyado en los aspectos más concretos de la realidad y el otro intentando encontrar apoyo en la transposición de donde se proyecta el dato revelado.

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LOS SÍMBOLOS BÍBLICOS

Quien se haya implicado en este recorrido accederá a una visión del mundo no formulada, sino experimentada. Todo comienza por la luz, salida de la primerísima palabra. Vienen después los cuatro elementos, bajo su rostro bíblico, esto es, comenzando por el fuego, que deslumbra al hombre cuando intenta fijar los ojos en Dios, y acabando por la tierra, lugar del hombre. El agua y el soplo efectúan la transición. Más adelante, la evocación del cielo dibuja una gran linea vertical ascensional : montaña, subida hacia Dios, ciudad de la Gloria. A continuación, viene la vida y, en primer lugar, el árbol portador de vida, al mismo tiempo glorioso, maldito y benéfico. En lugar central está situada la viña, estrechamente asociada a la copa y a la sangre. Con el vino, bebida vegetal, se empareja el pan, alimento vegetal. A renglón seguido se despliega el mundo animal, algunos de cuyos representantes son portadores de una carga simbólica más marcada. Y, a través de un drama suscitado por el amor que Dios le tiene, entra en escena el hombre, corazón y cuerpo. Un hombre que obra, pero que está invitado a tomar parte en el reposo del Dios que viene. En el hombre en movimiento se pone de relieve el alcance profético de la acción. Alcance capital del gesto de la unción con aceite. Luego, la palabra y el oído se despiertan con todos los ruidos y los sonidos, desde la angustia a la exultación. La alegría· y la fiesta unen gesto y sonido con la danza y el tambor. A esta alegría sirven de contrapunto la enfermedad y la muerte, que son una llamada a la resurrección. Habrá llegado entonces el momento de introducirnos en la tienda, refugio del hombre cuya vida nómada viene Dios a compartir. Desde allí volveremos nuestras miradas hacia el templo, polo de la fe de Israel y luz de las naciones. Que aquellos que deseen familiarizarse con las imágenes bíblicas se pongan en camino. Gracias al effetá pronunciado por Maurice Cocagnac, la Biblia, desde el comienzo del Génesis hasta el final del Apocalipsis, se pondrá a hablarles un lenguaje nuevo. DOMINIQUE BARTHÉLEMY.

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INTRODUCCIÓN

El símbolo constituye para la Biblia la carne misma de su lenguaje. La lengua hebrea se presta admirablemente a esta encarnación : la palabra de Dios es así proferida en todos los tonos. El gran espejo del mundo y todas las facetas del corazón humano despliegan sus riquezas para poner al hombre en presencia de su Dios. El Señor, que ha creado el mundo por su Palabra, hace con todas las cosas una palabra y articula de este modo un mensaje que se dirige al hombre entero : a su inteligencia, a su ardor t!mocional, a su sentido de la belleza. Esta llamada pasa también por el horror y la violencia, tejidas como el telón de fondo del destino trágico de la humanidad. De las actuales investigaciones sobre la simbología sólo retendremos aquí la fórmula de Paul Ricoeur : « El símbolo da que pensar. » Esta proposición revela la generosidad de todo lo que existe, su fuerza significativa y su poder de evocación. Conduciéndolos al corazón de las cosas es como Dios hace entrar al teólogo y al espíritu contemplativo en su misterio. La simbología bíblica no es un sistema de fórmulas codificadas. El verbo de Dios no está guardado con llave, una llave que conservarían celosamente los iniciados de una religión mistérica. Se parece más bien al grano que el sembrador lanza al campo, sin preocuparse demasiado de la rentabilidad de su inversión. Así es el Padre del Cielo, que hace llover su palabra tanto sobre los corazones fértiles como sobre los espíritus secos. Esta obra no depende de ninguna filosofía particular, ni propone tampoco un determinado método pedagógico. Su esfuerzo va dirigido a reagrupar los principales símbolos bíblicos, para permitirles iluminarse mutuamente, ya sea por afinidad o por contraste. En el primer caso, por afinidad, los símbolos pueden reagruparse en constelaciones. Estos conjuntos celestes deben su coherencia al ojo que los reúne. La mirada espiritual, por su parte, ensambla los símbolos de una manera muy original. Revela su afinidad natural cuando las cosas se organizan según sus esencias : la viña, el vino, el lagar, la copa, son realidades de orden vinícola. Sin embargo, la mirada puede romper esta cadena e interesarse por la viña en cuanto campo,· por el vino como licor de embriaguez y de locura. El lagar puede ser el lugar de la vinificación, pero también el lugar de la venganza sangrienta. Un símbolo particular puede entrar en composición en series muy diversas, incluso opuestas. 7

LOS SÍMBOLOS BÍBLICOS

En el segundo caso, por contraste, el fondo y la forma pueden revelar la secreta riqueza de las realidades enfrentadas de esta guisa. Sobre el fondo del agua, por ejemplo, se perfilan imágenes con significaciones opuestas : el agua puede ser signo de vida y de fecundidad, pero también puede evocar la muerte. Esta divergencia se manifiesta desde comienzo del Génesis : las aguas del cielo y las aguas abisales no son de la misma naturaleza : la lluvia y el rocío pueden simbolizar la Palabra divina vivificante, mientras que las aguas del abismo, guaridas de monstruos marinos y de demonios malignos, se convierten en el espacio de la« devoración » y de la muerte. Los símbolos juegan así con el contraste. Sobre el horizonte del desierto ardiente o en el ardor de una hoguera, un poco de agua o un viento fresco no puede ser sino algo milagroso o divino. La sombra de la espada, planeando sobre un pueblo fiel o infiel, se convierte sucesivamente en signo de protección, en imagen de la Palabra, o en amenaza de destrucción. En el límite extremo de esta ambivalencia, ciertos ensamblajes contradictorios se vuelven significativos : agua que quema, fuego que refresca. El símbolo, en efecto, juega a veces con la paradoja y el asombro. No tiene miedo al escándalo. Se transmuta : el fuego devorador de la cólera se convierte en el ardor del amor y en el sentimiento acerbo de los celos. La Palabra es un fuego, el Espíritu de Pentecostés desciende en llamas y el abrasamiento del Apocalipsis revela el sentido de la historia y la última realidad de las cosas. El fuego de las horas sombrías se ilumina y el Cordero refracta en su esplendor una nueva creación preservada de toda opacidad. La poesía inspirada de la Biblia mantiene de este modo un hilo conductor entre las diversas etapas de la Revelación. Esta conducción es un trazo de unión entre los diferentes géneros literarios y conserva la permanencia de su propósito. Los símbolos bíblicos están presentados aquí por temas que suscitan múltiples variaciones. Estos conjuntos de signos se mezclan o se distinguen para garantizar la irradiación y la fascinación del texto. A través de esta organización inspirada es como la simbología bíblica revela la vida intensa y el ardor de la Palabra que salva. Esta obra espera ser útil al análisis teológico ; también quisiera servir de ayuda a una lectura sabrosa de la Biblia, a la Lectio divina - la lectura del texto asistida por el Espíritu - que toca el corazón del hombre en el punto exacto donde se encuentran todos los poderes de su alma. Este léxico no es un diccionario que se consulta de manera ocasional. Podemos referirnos ciertamente a él para responder a una cuestión particular, pero su uso es más amplio. La presentación y la cita de los textos bíblicos no forman más que una sola realidad. Deben inducir en el lector el deseo de ir más lejos. Esta investigación puede servirse de medios analíticos ; puede orientarse también hacia la percepción de significaciones ocultas, que sólo el corazón puede revelar. La experiencia de aquellos que leen la Biblia, desde hace mucho tiempo, pone bien de manifiesto que· algunos textos leídos y releídos entregan un buen día un sentido enteramente

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INTRODUCCIÓN nuevo. La inteligencia, en virtud de una intervención del Espíritu, se concierta entonces curiosamente con las exigencias de una lucidez profunda, que carecía hasta ese momento de medios de expresión. La yuxtaposición de los textos prepara esta ampliación del sentido. Los veintiún capítulos de esta obra constituyen un marco de investigación, mas la proposición simbólica de la Biblia se prolonga al infinito. La inclusión de un índice puede proporcionar las coordenadas de un trabajo personal susceptible de ensanchar el campo de la reflexión. Las concordancias, las oposiciones de sentidos, el asombro suscitado por las ambigüedades, la emergencia de una lógica paradójica permiten penetrar en la espesura de la proposición divina. Los temas y los símbolos se entrecruzan, el tejido bíblico se vuelve en ocasiones demasiado tupido. El recurso a un índice puede mostrarse útil en estos momentos, en él se detallan los componentes de un texto que usa imágenes con profusión, siguiendo un esquema que le deja la mayor libertad. Le agradezco su ayuda a Alice COLLET. Ella se ha encargado de la revisión del texto original de esta obra, así como de su tratamiento informático.

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LA LUZ

Dios es luz.

Ei resplandor del Señor Sebaot. El Dios de los ejércitos. Los astros gloriosos y caídos. La faz de Dios. I.,a luz perdida y recobrada. La ceguera de Israel Los ojos de Tobit el anciano. La luz de Dios brilla en Jesucristo. « Yo soy la luz del mundo». La luz está manos a la obra. El mandamiento nuevo. Los objetos que dan luz. La lámpara. El candelabro sagrado. La corona de luz. Las piedras preciosas.

siendo insostenible para los humanos, pero el rostro del rey conservaba el reflejo del mismo : « En la luz del rostro real está la vida » (Pr 16, 15). En las mitologías antiguas, los rivales de la divinidad principal intentaban elevarse al rango del Dios supremo para apoderarse de su esplendor. El Señor de Israel es único y carece de rival : ¡ SEÑOR, Dios mío, qué grande eres ! Vestido de esplendor y majestad, arropado de luz como de-un manto. [Sal 104, 2.]

Su majestad cubre los cielos, de su gloria está llena la tierra. Su fulgor es como luz, rayos tiene que saltan. de su mano, allí se oculta su poder. [Ha 3, 3-4.] Dios se rodea de un esplendor temible ; ¡ es Sadday !, no podemos alcanzarle. [Jb 37, 22-23.] La luz mora junto a él. [Dn 2, 22.]

DIOS ES LUZ

Las religiones del Oriente Próximo asiático han dotado a menudo a los dioses de una aureola de esplendor. Este resplandor seguía

En la fantástica aparición del « Carro del Señor », discierne Ezequiel, tras el fuego, una luz que es Dios mismo. El tema de la luz se convierte aquí en el medio extremo de decir Dios: Vi luego como el fulgor del electro, algo como un fuego que formaba una envoltura, todo alre-

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LOS SÍMBOLOS BÍBLICOS dedor, desde lo que parecía ser sus caderas para arriba ; y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo, vi algo como fuego que producía un resplandor en tomo, con el aspecto del arco iris que aparece en las nubes los días de lluvia : tal era el aspecto de este resplandor, todo en torno. Era algo como la forma de la gloria del SEÑOR. A su vista caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba. [Ez 1, 27-28.]

Para el libro de la Sabiduría, la luz es eterna, es decir, un atributo de Dios. Se dice de la Sabiduría : Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. [Sb 7, 26.]

La luz es aquí más que un rayo perceptible por la vista, es la energía infinita, desbordante, de la naturaleza divina, su ser esencialmente generoso. Porque Dios no ama sino a quien vive con la Sabiduría. Es ella, en efecto, más bella que el sol, supera a todas las constelaciones ; comparada con la luz, sale vencedora, porque a la luz sucede la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece la maldad. [Sb 7, 28-30.]

Los hombres pueden participar de la luz divina, y en virtud de ello, de una vida llena de bondad, de inteligencia y de sabiduría : En ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz. [Sal 36, 10.]

El evangelio de Juan comienza con la misma afirmación : La vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. [ ... ] El Verbo era la luz verdadera

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que ilumina a todo hombre. [Jn 1, 4-5.9.]

En cuanto a la carta a los Hebreos, puede decirse que reanuda la tradición del libro de la Sabiduría : El Verbo, hijo del Padre, recibe de este Padre la luz creadora y conservadora del mundo : « El cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, el que sostiene todo con su palabra poderosa ... » [Hb l, 3]. Pablo invoca : El Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. [l Tm 6, 16.]

Y concluye Santiago : Toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación. [St 1, 17.]

EL RESPLANDOR DEL SEÑOR SEBAOT

El Dios de los ejércitos. La liturgia cristiana invoca al Señor Sebaot. De esta manera se refiere a la gran visión que sirve de marco a la vocación del profeta Isaías : Vi al SEÑOR sentado en un trono excelso y elevado y sus haldas llenaban el templo. Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él ; cada uno tenía seis alas : con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban. Y se gritaban el uno al otro :

LA LUZ «J.anto, santo, santo es el SEÑOR Sebaot . 1,Iena está toda la tierra de su gloria. » [Ís q,1-3.] « Sebaot » aparece por primera vez como

elñórnbre del Señor invocado en el antiguo ~áñtuario de Silo. De este Señor se dice que está sobre los querubines » (1 S 1, 3 ; 4, 4): Esta fórmula pone especialmente de relieel poder de Dios sobre los ángeles, los a§ttos, los elementos que componen el ml!nc:tó?l'illan los astros en su puesto de guardia llenos 9e)ilegría, 19s.Jlama él y dicen : ¡ Aquí estamos ! , y brillan alegres para su Creador. [Ba 3, 33-35.]

.>.~I sereno es la humedad que aparece tras 11pa. pella jornada. El sol ha brillado, ahora r~~plandecen las estrellas, en consecuencia ~~~~tural asociar el agua del cielo con la luz. .A~í es como el símbolo de la luz y el del agua

se unen para significar el poder vivificante de Dios, capaz de dar vida al polvo : Despertarán y darán gritos de júbilo los moradores del polvo ; porque rocío luminoso es tu rocío. [Is 26, 19.]

Los astros constituyen, pues, la guardia de honor del Señor de todas las cosas. A través de su despliegue manifiesta el Señor su gloria : ¿ Quién es ese rey de gloria ? El Señor Sebaot, él es el rey de gloria. [Sal 24, 10.]

Pero el Dios de los ejércitos celestiales no es un Señor al que su transcendencia le confine en su gloria. Aunque oculta su rostro a los ojos de los pecadores, sigue siendo misericordioso y puede irradiar su perdón : ¡ Oh SEÑOR Sebaot, vuélvete ya, desde íos cielos mira y ve, visita a esta viña, cuídala [ ... ] ¡ Oh SEÑOR Sebaot, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos ! [Sal 80, 15.20.]

Y Pablo, atormentado por un mal desconocido que le desconcierta, escucha estas palabras : « Te basta mi gracia, pues la fuerza se manifiesta en la flaqueza. » (2 Co 12, 9). En la carta a los Romanos se encuentra la única referencia de todo el Nuevo Testamento al Dios Sebaot. Se trata de una cita de Isaías (Is 1, 9), donde se evoca la misericordia de Dios, que no destruye del todo al pueblo de Israel, convertido en pecador, para poder regenerarlo : « Si el SEÑOR Sebaot no nos hubiera dejado una descendencia, nos habríamos vuelto como Sodoma, semejantes a Gomorra » (Rm 9, 29). El despliegue dela fuerza del Dios altísimo no constituye, pues, solamente una demos-

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tración disuasiva, el escaparate de un poder temible. Paradójicamente, es a través del perdón y de la restauración corno se manifiesta esta fuerza propiamente divina : Tu fuerza es el principio de tu justicia y tu señorío sobre todos los seres te hace indulgente con todos ellos. [Sb 12, 16.]

El Señor Sebaot no es, por tanto, corno Ares o Marte, un dios de la guerra. Tampoco es una divinidad emparentada con una dinastía solar, lunar o estelar. El esplendor del rostro del Creador del cielo y de la tierra es de otro orden. Ocultarlo o revelarlo depende de la libertad transcendente del Dios vivo. En virtud de esta libertad propiamente divina es como el Señor de los ejércitos, el jefe de la guerra, el que antaño salía con los ejércitos de Israel, se convierte en Señor desarmado y abre la perspectiva de un Mesías que será el Príncipe de la paz. Venid, contemplad los prodigios del Señor, el que llena la tierra de estupores. Hace cesar las guerras hasta el extremo de la tierra ; quiebra el arco, parte en dos la lanza, y prende fuego a los escudos. ¡ Basta ya, sabed que yo soy Dios ! [Sal 46, 9-10.]

Los astros gloriosos y caídos Dios no tiene que luchar contra los astros que él ha creado. Aunque los hombres tienen tendencia a prestarles un alma más o menos divina, la Biblia habla de ellos corno de cosas : son luminarias o antorchas (mahórot), han sido fijados en el firmamento para brillar de día y de noche (Gn 1, 14-19). Los astros

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no son, en consecuencia, rivales del Señor, y los celos que pueda mostrar se refieren al

culto a los astros, frecuente en las religiones del Próximo y del Medio Oriente. Cuando el rey Josías emprende la reforma espiritual de su pueblo, la emprende con el culto idolátrico de los Baales, de las estelas y de las estacas sagradas, así como con el ejército de los cielos, concebido como el conjunto de los astros. El sol, la luna y las estrellas podían, en efecto, bajo la influencia de los cultos paganos, ejercer una fascinación sobre Israel y suscitar prácticas culpables. Suprimió los sacerdotes paganos que pusieron los reyes de Judá y que quemaban incienso en los altos, en las ciudades de Judá y en los contornos de Jerusalén, a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a los astros celestes y a todo el ejército de los cielos. [2 R 23, 5.]

El eco de esta determinación volvemos a encontrarlo en el Deuteronomio : Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte seducir y te prosternes ante ellos para darles culto. Eso se lo ha repartido el SEÑOR tu Dios a todos los pueblos que hay debajo del cielo. [Dt 4, 19.]

Y el libro de la Sabiduría deplora la actitud de esos hombres que no fueron capaces de conocer por los bienes visibles a Aquel-que-es, ni atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice ; sino que al fuego, al viento, al aire sutil, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, señores del mundo. Que si, seducidos por su belleza, los tomaron por dioses,

~ep~m cuánto les aventaja el Señor de todos ellos, pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó. [Sb 13, 1-3.] 1.0s astros participan en el concierto de las criaturas en el corazón de la gran alabanza cósmica:

{A~ab.ad al SEÑOR desde los cielos, ~i.l>adle en las alturas [ ... ] tq~~~sus.huestes alabadle ! Jr.Ala.badle, sol y luna, alabadle todas las estrellas de luz ! [&aEl48, 1-3.] El libro de la Sabiduría va a descubrir el ~~,z;eque existe entre la belleza y la luz. ComP~f~~a.con las realidades creadas, la Sabig.~tíf, que las reviste de belleza, brilla con resplandor singular :

µn.

Efella, en efecto, más bella que el sol, ~11Pera a todas las constelaciones ; comparada con la luz, sale vencedora, porque a la luz sucede la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece la maldad. [Sb 7, 29-30.]

La luz creadora de Dios sale vencedora en

el concurso

de los esplendores, porque su b)iHo se impone tanto en el orden del bien como en el de la belleza. Los astros aparecen a menudo como auxiliares de la acción divina. En el cántico de J?ébora, uno de los textos más antiguos de láBiblia, se celebra la victoria de Israel sobre 16sf.eyes de Canaán y la muerte de Sísara, jefe de las tropas de Yavín. Las estrellas se ml.lrstran como las aliadas del pueblo de Dios: f)esde los cielos lucharon las estrellas, d~.sde sus órbitas lucharon contra Sísara. [Jé5, 20.]

Ciertos antiguos textos de Ugarit convertían a las estrellas en divinidades combatientes. Aquí, sin embargo, se las menciona como simples instrumentos de Dios. En el libro de josué vemos ya al Señor bombardeando a los adversarios de la coalición entre Israel y Gabaón. Pero, en la continuación, josué habla a Dios y lanza una orden a los astros : ¡ Detente, sol, en Gabaon, y tú, luna, en el valle de Ayyalón !

El milagro tiene lugar, pero el texto concluye: No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera el· SEÑOR a la voz de un hombre [Jos 10, 12.14.]

En este relato los astros aparecen como siervos, tanto más modestos por el hecho de que obedecen a una orden humana. El tema de la decadencia de los astros, que se han levantado contra la divinidad principal, ha conocido diferentes variantes. En Isaías, encontramos, no obstante, un texto inspirado por el asombro que suscita la caída del rey de Babilonia. El Hijo de la Aurora, cuya espectacular flaqueza se constata, se convertirá, en la Biblia latina, en Lucifer, el astro brillante por . excelencia. Este ser de luz tornará entonces la cabeza de la rebelión angélica : ¡ Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora ! [ ... ] Tú que habías dicho en tu corazón : Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el monte de la asamblea divina. [Is 14, 12-13.]

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Encontramos una secuencia poética del mismo orden en Ezequiel (Ez 28, 11-19). Se trata de una profecía contra el Príncipe de Tiro, pero el astro caído es aquí el querubín centelleante que guardaba el paraíso del Edén. Su caída se convierte en objeto de espanto. Con la tercera trompeta, que anuncia grandes plagas en el Apocalipsis, asistimos a la caída de un astro nocivo : Entonces cayó del cielo una estrella grande, ardiendo como una antorcha. Cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales de agua. La estrella se llama Ajenjo. La tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y mucha gente murió por las aguas, que se habían vuelto amargas. [Ap 8, 10-11.]

Es también en el Apocalipsis donde se rehabilita al Lucero de la mañana : se convierte en el símbolo del poder recobrado con la gloria de Cristo resucitado (Ap 2, 28). Finalmente, es el mismo Cristo quien puede decir : « Yo soy el Retoño y el descendiente de David, el Lucero radiante de la mañana» (Ap 22, 16).

La faz de Dios El rostro de un rey refleja, por derecho, algo de este esplendor divino. Encontramos esta idea en el libro de los Proverbios de la Biblia : « En la luz del rostro real está la vida » (Pr 16, 15). La palabra hebrea que significa « faz » puede, como en castellano, formar la expresión « faz a faz ». Se trata, por consiguiente, de la presencia. La mayor o menor luminosidad de un rostro puede modular la intensidad de la presencia, desde el deslum-

bramiento mortal hasta la suave claridad de una serena intimidad. La « faz de Dios » manifiesta su esplendor de un modo intolerable ; Jacob considera un milagro haber escapado a esta irradiación : « He visto la faz de Dios y he conservado la vida. » (Gn 32, 31.) La faz aterroriza también porque irradia una luz que revela la verdad y manifiesta la miseria y el pecado de los hombres, su desnudez y su falta. Adán dice a Dios : « Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo ; por eso me escondí» (Gn 3, 10). El reflejo de la luz divina sobre el rostro de Moisés le incita a ponerse un velo sobre la faz, para no deslumbrar peligrosamente a los israelitas (Ex 34, 29-35). Sin embargo, lejos de la faz de Dios, el hombre se encuentra sumergido en las tinieblas. El texto de esta bendición implora 12 iluminación divina : El SEÑOR te bendiga y te guarde ; ilumine el SEÑOR su rostro sobre ti y te sea pro, picio ; el SEÑOR te muestre su rostro y te conceda h paz. [Nm 6, 24-26.)

La oración del pueblo recupera el mismc tema: Haz que brille tu faz para tu siervo, y enséñame tus preceptos. [Sal 119, 135.) SEÑOR, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos [Sal 80, 4].

La luz de la faz divina concede al pueble la gracia de una fuerza particular : Dichoso el pueblo que la aclamación conoce, a la luz de tu rostro, oh SEÑOR, caminan. [ ... ]

LA LUZ Pues tú eres el esplendor de su fuerza, poÍ"tu favor exaltas nuestro vigor. [Sal 89, 16.18.]

Así es como Dios puede reanimar la gloria : « Ilunti.rif tu rostro tu santuario desolado, ¡ por mismo !, oh Señor » (Dn 9, 17) . El salmo 31 emplea la palabra « faz » en dos pasajes conjuntos, pero en dos sentidos ciifl;:!rentes : « el-ser-en-el-mundo » y « elser-enDios » :

del santuario devastado por su cólera

fuiolmas, ante la faz del mundo, álps. que te han tornado por refugio. '])íjos ~scondes en el secreto de tu rostro, leio~ ge las intrigas de los hombres. [Sal 31, 20-

zi.] La Biblia no pone ojos en la faz de Dios. :Blsimbolismo de los ojos es completamente ~~tinto : significa la omnipresencia activa d,el Señor junto a los hombres y en toda su creación. Nadie puede escapar a los ojos de Dios : Siséocultan de mi vista emel fondo del mar, állfmismo ordenaré a la Serpiente que los muerg¡¡, ;J ... ] ~.011dré en ellos mis ojos flllfl:l~al y no para bien. [ ... ] IJeill~~í que los ojos del SEÑOR están sobre el rfµip pecador. [Am 9, 34.8.] El que teme demasiado la mirada de los hombres .e