Los orígenes del fascismo
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ROBERT PARIS

LOS ORÍGENES DEL FASCISMO

Ediciones Península ® B arcelona, 1976

Títu lo de la edición original

Les origines du fascisme Traducción de

Josep Mas Godayol Cubierta de

Enric Satué Primera edición: diciem bre de 1969 Segunda edición: septiembre de 1976

„©

F L A M M A R I O N , París, 1968

R ealización y propiedad de esta edición (incluidos la traducción y el diseño de la cubierta): E D IC IO N S 62 S|A., Provenza 278, Barcelona-8 D epósito legal: B. 33.685-1976. IS B N : 84-297-0801-4 Im preso en Lito-Fisan Jaume Piquet 7, Barcelona

C R O N O L O G ÍA

ACON TECIM IEN TOS DE ITALIA 1918 20 septiembre 3 noviembre 4 noviembre 22 diciembre

Publicación de Roma futurista y del Manifiesto del Partido Político Fu­ turista. Victoria de Vittorio Veneto. Armisticio austro-italiano. Publicación de “II Soviet" (Bordiga).

1919 Enero 5-6 enero 18 enero 18 marzo 23 marzo 15 abril 13-15 mayo 6 junio 7 junio 14 junio 20-21 julio Julio-agosto 12 septiembre 5 octubre 9-10 octubre 15 noviembre 17 noviembre 20-23 diciembre 21 diciembre

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Congreso de la CGL. I Congreso de la Unione Italiana del Lavoro. Fundación del Partido Popular Ita­ liano. La Dirección del PSI se adhiere a la III Internacional. Fundación de los Fasci di combattimento. Incendio del "Avanti!". Fundación de la Unione Socialista Italiana. Publicación del Manifiesto de los Fasci. Publicación de "L'Ordine Nuovo’'. Congreso del Partido Popular Ita­ liano: 55.895 adheridos. Huelga general contra la interven­ ción en Rusia. Polémica de “La Stampa" sobre Caporetto. Ocupación de Fiume. X V I Congreso del PSI que confirma la adhesión a la III Internacional. Congreso fascista de Florencia. Elecciones. Bomba fascista en Milán. III Congreso de la Unione Sindícale Italiana, en Parma. Gobierno Nitti.

FUERA D E ITALIA 1918 11 noviembre 14 diciembre

Armisticio franco-alemán. "Elections kaki” en Gran Bretaña.

1919 Enero 15 enero 19 febrero 2-7 marzo 21 marzo 10 abril 11 abril 16 abril 20-22 abril 4 mayo 28 junio Julio 19 julio 5 19 14 16

agosto septiembre noviembre noviembre

27 noviembre

"Semana sangrienta” de Buenos Ai­ res. Asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Atentado contra Clemenceau. I Congreso de la Internacional Co­ munista. Bela Kun al poder. Asesinato de Zapata. El Congreso de Versalles adopta la Carta Internacional del Trabajo. Motín de los marineros franceses en el Mar Negro. Congreso socialista de París. China: Comienzo del "Movimiento del 4 de mayo". Firma d el Tratado de Versalles. Algunos miembros de la AFL (U S A ) piden restricciones a la inmigración. Mao Tse-Tung organiza movimien­ tos estudiantiles. Kemal se subleva contra el Sultán. Tratado de Trianon. Entrada de Horthy en Budapest. Elecciones francesas: Cámara hori­ zonte-azul. Tratado de Neuilly. Sorel publica Materiales para una teoría del proletariado.

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1920 . 7 marzo 28 mar.-24 abril 30 marzo 8-12 abril 9 junio 26 junio 3 agosto 18 agosto 28 ag.-27 sept. 30 agosto 21 septiembre 12 noviembre 21 noviembre 20 diciembre 24-26 diciembre

Reunión nacional de los industria­ les en Milán. "Huelga de las agujas”. Discurso de la expiación del refor­ mista Claudio Treves. Congreso del Partido Popular en Nápoles. Dimisión de Nitti. Le sucede Gio­ litti (el 11). Levantamiento de Ancona. Evacuación de Albania. Fundación de la Confagricoltura. Ocupación de las fábricas. D ’Annunzio publica los Estatutos del Quarnero. "Avanti!” publica las "21 condicio­ nes” de admisión a la Internacional Comunista. Tratado i talo-yugoslavo de Rapallo. Ataque al Palazzo Accursio de Bo­ lonia. Expedición fascista a Ferrara. "Navidad de Fiume".

1921 15-21 enero

Febrero 25 febrero

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Congreso de Liorna del Partido So­ cialista Italiano. Fundación del Par­ tido Comunista de Italia. Congreso de Liorna de la CGL. Fundación en San-Bartolomeo-inBosco del primer sindicato fascista.

1920

17 enero 20 enero 25-29 febrero 12-25 marzo 18-26 abril 29 abril 4 junio Julio 21 jul.-6 agosto 7-8 agosto 10 agosto 15 agosto 1-5 septiembre 24 septiembre 12-17 octubre Noviembre 5 diciembre 25-30 diciembre

Deschanel, presidente de la Repú­ blica. Ministerio Millerand. Congreso socialista de Estrasburgo. En Alemania: putsch de LüttwitzKapp. Conferencia de San Remo. Kemal, presidente de la Gran Asam­ blea Nacional Turca. Tratado de Trianon. La armada francesa en Damasco. II Congreso de la Internacional Co­ munista. En Alemania, creación del NSDAP. Tratado de Sévres. La armada roja ante Varsovia. Congreso de Bakou de los Pueblos de Oriente. Millerand sucede a Deschanel. En Alemania: Congreso comunista de Halle. Harding, presidente de los Estados Unidos. En Grecia: plebiscito de llamamien­ to a Constantino. Congreso de Tours: nacimiento del Partido Comunista francés. Keynes publica Las consecuencias económicas de la paz; Lenin, El izquierdismo; Trotsky, Terrorismo y Comunismo.

1921 16 enero 24-29 enero 27 feb.-3 marzo 2-17 marzo 12 marzo 16 marzo

Ministerio Briand. Conferencia de París. Conferencia de Londres. Levantamiento de Cronstadt. Tratado de Riga. Tratado comercial anglo-soviético; Tratado ruso-turco.

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23 marzo 15 mayo 21 junio 23 junio 4 julio 6 julio 21 julio 2 agosto 10-15 octubre 7-10 noviembre 15 noviembre 29 diciembre

Atentado anarquista en el teatro Diana, de Milán. Elecciones. Treinta y cinco dipu­ tados fascistas. Primer discurso de Mussolini en la Cámara. Dimisión de Giolitti. Gobierno Bonomi. Primera manifestación en Roma de los Arditi del popolo. Fusilamiento de Sarzana. Pacto de paciñcación entre los so­ cialistas y los fascistas. Congreso de Milán del Partido So­ cialista. Congreso de Roma del fascio. Cons­ titución del Partido Nacional Fas­ cista. Los fascistas denuncian el "pacto de pacificación". La Banca de Descuento suspende sus pagos.

1922 17-22 enero 24-25 enero

25 enero 2 febrero 6 febrero 18 febrero 20 febrero 20-24 marzo

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Consejo Nacional del Partido Socia­ lista. Formación en Bolonia de la Confe­ deración Nacional de las Corpora­ ciones Sindicales, que publica "II Lavoro d'Italia''. Fundación de la revista "Gerarchia". El rey rechaza la dimisión de Bo­ nomi. Achille Ratti, cardenal de Milán, es elegido Papa bajo el nombre de Pío XI. Caída del gobierno Bonomi. Le su­ cede Facta, el 25. Formación de la Alianza del Tra­ bajo. Congreso de Roma del Partido Co­ munista de Italia.

18 marzo 18-28 marzo Abril-junio 16 mayo 22 junio 12 jul. 21 julio 29 julio 25 20 29 10

agosto octubre octubre noviembre

26-31 diciembre

Tratado de paz entre Polonia y Ru­ sia. En Alemania: "acción de marzo". Huelga de mineros británicos. Reanudación de las relaciones diplo­ máticas entre Francia y el Vaticano. III Congreso de la Internacional Co­ munista. Abd-el-Krim derrota a los españo­ les en Annual. Hitler es elegido presidente del NSDAP. Paz separada germano-americana. Paz de Angora. Conferencia de Washington. Anatole France, Premio Nobel de Literatura. Congreso de Marsella del PCF (SFIC).

1922 5-12 enero 14 enero 15 enero 6 febrero 15 febrero 2-5 abril 3 abril 10 abr.-19 mayo 16 abril 16 jun.-20 julio 24 junio 5 julio Julio

Conferencia de Cannes. En Francia: escisión de la CGT. Gobierno Poincaré. Acuerdo naval de Washington. Apertura de la Corte Internacional de La Haya. Conferencia de las Tres Internacio­ nales. Stalin, secixtario general del Parti­ do Comunista de Rusia. Conferencia de Genova. Rapallo. Conferencia de La Haya. Asesinato de Rathenau. En Brasil: primer levantamiento tenientista. I Congreso del Partido Comunista de China.

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1 mayo

12 mayo 23-24 mayo 29-30 mayo 2 junio 13 julio 26 julio 1 agosto 1-4 octubre 8 octubre 17 octubre 24 octubre 26 octubre 27 octubre 28 octubre 29 octubre

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Hay oficialmente cuatrocientos diez mil parados en Italia. Los fascistas hacen funcionar los trenes. Balbo ocupa Ferrara. Congreso de los Trabajadores de la tierra. Balbo ocupa Rovigo, después Bolo­ nia. Mussolini hace una invitación a la moderación a sus jerarcas. Los fascistas toman y saquean Cremona. Los fascistas ocupan Rimini. Huelga legalista. Congreso de Roma del Partido So­ cialista. Congreso constitutivo del Partido Liberal. Congreso Nacional de la Confindustria. Congreso de Nápolcs del Partido Nacional Fascista. Ultimátum de Mussolini. Caída del gobierno Facta. El rey se niega a firmar el decreto sobre el estado de sitio. Comienzo de la "marcha sobre Ro­ m a”.

26 ag.-8 sept. 11 octubre 15 octubre 19 octubre 23 octubre 4 nov.-15 dic. 30 diciembre

Victorias turcas sobre los griegos. Armisticio greco-turco. Reconstitución del Ku-Klux-Klan. En Inglaterra: victoria electoral de los conservadores. Dimisión de Lloyd George. Gobierno Bonar Law. IV Congreso de la Internacional Co­ munista. Fundación de la URSS.

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Primera parte LO S H E C H O S

Capítulo 1 L A S C O N D IC IO N E S E S P E C ÍF IC A S D E L D E S A R R O L L O E C O N Ó M IC O I T A L I A N O

Cualesquiera que fueran las causas de ello, au­ sencia o retraso de la -revolución burguesa, ausen­ cia de revolución agraria o ausencia de R eform a y, por consiguiente, de ética protestante que hallaba su sanción en el ahorro, el proceso de acumulación del capital italiano fue extremadamente penoso. "R e­ volución conservadora", el Risorgimento se efectuó esencialmente bajo la doble protección, o el protec­ torado, del capital francés y británico. Fue, en gran parte, como agente de este capital extranjero que el pequeño Piamonte, lastrado por Cerdeña desde 1847, emprendió la conquista y la colonización del -resto de Italia: conquista de N orte a Sur, de las ciudades sobre el campo. Algunos, como? Gramsci, han insistido, a este respecto, sobre la ausencia de revolución agraria y, p or consiguiente, sobre el carácter dualista de la sociedad italiana: un Sur agrario y pobre, víctima del pillaje de un N orte industrial y conquistador. De ahí que, para Gramsci, la solución revolucionaria a los problem as italianos deba hallarse en la alianza del proletariado industrial del N orte y el campesinado pobre del Sur: posición que había ya desarrollado, por lo demás, un "reform ista consecuente" como Salvemini. Ello significaba olvidar, como ha dem ostrado des­ pués Rosario Romeo ( Risorgimento e capitalismo, Bari, 1959), que esta ausencia de revolución agraria había sido una de las claves, quizá la más importante, de la acumulación del capital en Italia. El capital, tal como lo constata Rosa Luxem burg, se acum ula

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y reproduce destruyendo las form as de producción arcaicas; en este caso, la economía agrícola. La pre­ sencia de una pequeña propiedad rural en Italia ha­ bría constituido, con toda seguridad, un serio obs­ táculo a esta acumulación y a esta transformación. La gran propiedad, p or el contrario, con sus rela­ ciones de producción "sem ifeudales", la favorece in­ negablemente. E l elemento decisivo de este proceso fue, con toda evidencia, la venta pública de los bienes del clero — 700.000 hectáreas— en Italia del sur des­ pués de 1866. Mientras se reforzaba la gran propie­ dad, el capital que hubiera podido ser invertido en la naciente industria napolitana se empleó en adqui­ rir tierras. La “alianza” que Salvemini y, tras él, Gram sci cre­ yeron descubrir entre los industriales del Norte y los grandes terratenientes del Sur no era, de hecho, más que la expresión política, parcialmente mixtificada, de una relación estructural más profunda y, por de­ cirlo todo, de una estructura unitaria en la que la gran propiedad meridional sólo constituiría un mo­ mento — indispensable— del desarrollo del capital. Para exponer esta relación, los conceptos de "con­ quista", de “pillaje" o incluso de "colonización" eran, en efecto, menos adecuados que el dé imperialis­ mo. En la época de la Prim era G uerra M undial el ca­ pitalismo italiano no había conseguido, sin embargo, realizar esta transformación del sector agrario que habría debido acom pañar al desarrollo del capital. Y éste sería uno de los elementos principales de la crisis de la posguerra: ocupación, de .tierras v...en el 5íano_ político^T aparición He un^P^.rtídA..»canipBSÍnof bastante aproximacto a lo que habían sido los so­ cialistas revolucionarios en Rusia: el ¡Partido Po­ pular.

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E l período de librecambio Esta tarea de destrucción y de transform ación de la agricultura había sido emprendida, sin em bargo, durante los veinte prim eros años de la Italia unita­ ria. El librecam bism o de la clase dirigente italiana, a partir de Cavour, al favorecer la penetración del capital francés y británico, contribuyó a hacer tabla rasa de las estructuras industriales atrasadas del Mezzogiorno y a fijar los términos, a escala nacional, de la “división del trabajo". Este librecam bism o favoreció de hecho el desarrollo de la agricultura ita­ liana: el índice de la jarodúcción agrícola Xí^3F=10t)) pasaría del 44,3 en 1851 al 65’9 en 1880, m ientras las exportaciones agrícolas no cesaban de aumentar. La renta de los bienes raíces seguía esta progresión. E ra ésta, no obstante, una form a de acumulación forzada; los salarios y el consumo de los trabajadores agrícolas perm anecier on estacionarros düráñT^^~ esté~ ríodo. E l sistema fiscal, el más gravoso de E u rop a según algunos, minaba una gran parte de estas rentas agrí­ colas para invertirlas en empresas públicas, tales corrió las carreteras y los ferrocarriles, infraestruc­ turas indispensables paca el desarrollo del capital in­ dustrial. Siendo la m ayor contribución proporcionada por las rentas agrícolas, esta política fiscal im pulsaba a éstas a invertirse, tímidamente aún, en la industria naciente. Ésta permaneció, sin em bargo, lim itada al sector textil, seda y algodón, y no se trató aún de constituir una industria pesada. U na única excepción: la industria mecánica comenzó a desarrollarse alre­ dedor de Nápoles y en Liguria, en particular con los establecimientos Ansaldo, de Génova, fundados en 1847, y de los que se hablaría cada vez más. Pero lo esencial del capital permaneció unido al comerc ió .

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E l proteccionismo y la g¡ an industria Experim entada más tardíamente en Italia, la cri­ sis de 1874 determinó un descenso de los precios agrí­ colas. Mientras que la»producción agrícola se .orien­ taba hacia los nuevos cultivos y, en particular, el de la vid, favorecido p or la epidem ia de filoxera sufrida en Francia, el capital comenzó a volverse hacia la in­ dustria y, hecho importante, una parte de los tra­ bajadores del sector rural fueron a emplearse en las fábricas. L a abolición del trámite forzoso, en 1883, fa­ voreció además la afluencia del capital extranjero. La transformación .del, sistema fiscal, que tom aba nota de la nueva relación de fuerzas en camino de estable­ cerse, puso de. manifiesto que ahora eran el comer­ cio, y la industria quienes proporcionaban las prin­ cipales contribuciones. E l equilibrio financiero no fue p o r ello menos pre­ cario y fue preciso recurrir a préstamos y emisiones de títulos en el extranjero: p or más de 600 millones, según M orandi. L a gran debilidad seguía siendo la de las fuentes de capitales. En aquella época, el aho­ rro, sobre todo en el Mediodía, seguía aún rindien­ do más que las inversiones. Industriales y producto­ res de cereales consiguieron im poner una reform a aduanera (1887) que, al acentuar algunos de los de­ sequilibrios y de las dificultades existentes, favore­ ció la expansión de la industria, en particular de la industria metalúrgica, mecánica y química. La política proteccionista, que aseguraba a los industriales el control del m ercado interior, anima­ ba a los organism os de crédito a invertir. Y a en 1874, la Banca Nazionale había hecho inversiones en la Ansaldo. L a creación de las empresas Franco Tosi, especializadas en la producción de calderas (1882), y de la Breda, productora de locomotoras (1886), esta­ bleció las bases de la industria mecánica. Pero el he­ cho más importante fue, en 1884, la fundación de los

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Altos H ornos de la Terni, sostenidos p o r la Banca Generale y la Crédito M obiliare, y ayudada, b a jo ma­ no, por subvenciones del Estado. De un capital de 3 millones, la Terni pasó muy prOntQ a un capital de 16 millones y otro tanto de obligaciones. Italia se ha­ llaba así en situación de producir acero: de 4.000 to­ neladas en 1885, la producción nacional de acero pasó a 23.000 en 1886 y a 158.000 en 1889. El conjunto de las actividades industriales del Estado italiano seguía, sin em bargo, dom inado p o r la textil, seda y algo­ dón. La política proteccionista, ya lo hemos dicho, acen­ tuó algunos desequilibrios. AI esforzarse en redu­ cir las importaciones de trigo, favorecía, evidente­ mente, a las regiones — norte y centro— producto­ ras de cereales, pero bloqueaba el desarrollo de la agricultura meridional. Atrasado en cuanto a la pro­ ducción de cereales, el M ediodía se vio, a la vez, pri­ vado de exportar sus otros productos agrícolas hacia sus salidas “naturales", Francia, p or ejemplo, y obli­ gado a adquirir los productos de la industria italia­ na, infinitamente más caros que los de los países in­ dustriales más avanzados. Éste fue el nacimiento efectivo de la "cuestión m eridional”. La crisis que se incubaba desde 1887 estalló con ocasión de la crisis financiera mundial sobrevenida en. 1890. La ci’eación del Partido Socialista, en el Congre­ so de Genova de 1892, y después, en 1893-1894, el m o­ vimiento de los fasci sicilianos, consecuencia todo ello de este proceso forzado de industrialización, hi­ cieron intervenir nuevos elementos en la dinámica social, si bien moderadamente aún. Concentración in­ dustrial y producción de plusvalía iban a enfrentar­ se, en adelanté, a la resistencia del proletariado de las fábricas y del campesinado pobre. Contemporáneo dSl escándalo de Páñ am S“la qüieftra de la Banca Ro­ mana, que entrañó en 1893 la caída del prim er gobier­ no Giolitti, marcó el fin de una época. Que el capital

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italiano era aún extremadamente frágil, fue probado de nuevo al año siguiente, con la crisis de Adua.

La “ revolución industrial" La derrota colonial de Adua, tras el movimiento de los fasci sicilianos, fue, pues, el preludio de la cri­ sis política y social que marcó el fin del siglo xix, pero significó también la entrada de Italia en el si­ glo xx. Prefiguración del fascismo según algunos, Pelloux, general y hom bre fuerte, debía aparecer, con Crispí, entre los predecesores de Mussolini. L a crisis de 1898 fue, ante todo, una puesta en cuestión de las instituciones liberales tradicionales. Si Pelloux no se hubiese enfrentado a la oposición de los demócratas y de los socialistas, a los que se haría, un tanto abu­ sivamente, .responsables del levantamiento de M i­ lán de mayo de 1898, Italia habría conocido un régimen fuerte, una especie de fascismo avant la lettre. Pero el capital no era aún, evidentemente, lo bas­ tante potente como para im poner su ley y derrotar la iniciativa popular. Y el movimiento obrero, cons­ ciente aún de su debilidad, se limitó, frente al peli­ gro, a unirse a la burguesía democrática, tal como Engels, p or lo demás, aconsejaba a Turati. De hecho, desde 1896; habían coznenzado a apare­ cer en la industria los prim eros signos de recupera­ ción. Ésta, tal como ha observado Luciano Cafagna, comenzó desde este momento a beneficiarse del sos­ tenimiento directo de la alta Banca, que vino a aña­ dirse evidentemente a los efectos del proteccionismo. Exceptuada la crisis de 1907, la expansión, en m odo alguno retrasada por la guerra colonial de 1911, hu­ biera debido prolongarse hasta las vísperas de la Gran Guerra. De 61.423 millones en 1895, la renta na­ cional pasó a 92.340 millones en 1913. La producción de instrumentos de producción, que representaba el

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28 % de la producción industrial en 1895, pasó al 47 % en 1913. El gran capital italiano había nacido. La constitución de la Banca Comm erciale Italia­ na por un grupo industrial alemán había m ostrado desde 1894 la tendencia dominante del desarrollo industrial de este período: la fusión del capital bancario y del capital industrial, es decir, la aparición inmediata de este capital financiero que describe Hilferding, particularmente visible en el cam po de la siderurgia. La producción anual de hierro y de acero pasaría así de 300.000 toneladas en 1900 a 1 millón de toneladas en 1913; la energía empleada en la siderur­ gia se elevó de SS.OOO^HP en 1900 a 180.000 H P en 1913; la mano de obra pasó de 15.000 obreros, a co­ mienzos de siglo, a 35.000 en 1913. Esta expansión fue paralela a un proceso de con­ centración. En 1902, la Societá Elba, creada en 1899 por un grupo capitalista belga para explotar las mi­ nas de la isla de Elba, quedó bajo el control de la Societá Siderúrgica di Savona y, a través ésta, bajo el control de la Terni, fundada, tal como hemos visto, en 1884 p or el Crédito Mobiliiare y la Banca Generale. Llegamos así, en 1904, a la creación de la SavonaAlba. Al año siguiente, ésta se fusionaba con la Socie­ tá Alti Forni di Piombino, ftindada en 1897, para dar nacimiento a la Ilva (Alti Forni e Acciaierie d ’Italia), que se encuentra así controlando los centros indus­ triales de Piom bino y de Bagnoli. El fracaso del Cré­ dito M obiliare y de la Banca Generale, hacen pasar, acto seguido, las acciones de la Terni en poder de la Banca Commerciale, ya en posesión de una buena parte de las de Uva p or intermedio de la SavonaElba. Habiéndose agravado la situación financiera de la siderurgia tras la crisis financiera de 1907, las principales empresas siderúrgicas italianas — Elba, Piombino, Savona, Ferriere italiane y Ligure Metallurgica— intentaron constituir una sociedad en par­ ticipación con la Ilva. De 71,7 millones en 1900, el ca­

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pital de las sociedades siderúrgicas pasaría, en víspe­ ras de la guerra, a 312 millones. E l peso de los trusts siderúrgicos contribuyó evi­ dentemente a frenar los progresos de las industrias mecánicas, aún incapaces, en vísperas de la guerra, de responder a la dem anda nacional. También aquí, sin em bargo, se asiste a la fusión del capital bancario y del capital industrial. Así, la Bréda de Milán, funda­ da en 1886, se constituyó en 1900 en sociedad anóni­ m a y alcanzó de este modo, en 1906, un capital de 14 millones. Y mientas la Tem i, unida como hemos visto a la siderurgia, creaba en La Spezia una empresa especializada en la construcción de piezas de arti­ llería, la Ansaldo, controlada por el grupo Perrone, se transform aba a su vez, en 1903, en sociedad anóni­ ma. E l capital de las sociedades mecánicas pasa así de 62 millones en 1900 a 415 millones en 1909, para volver a descender a 379 en 1913, crecimiento que obedecía más a la modernización de las estructuras financieras que a un progreso real. La aparición de una industria nueva, el automóvil, ram a en la que no existía competencia alguna, susci­ ta, p or el contrario, un auténtico boom . De 1904 a 1907, el capital de las industrias automovilísticas en Italia pasa de 8 a 90 millones, correspondiendo a 70 sociedades de construcción que emplean alrededor de 12.000 obreros. Cerca de la mitad del capital se hallaba, sin em bargo, concentrado en Turín, que con­ taba con veinte sociedades automovilísticas. Entre ellas, la, F IA T apareció muy pronto como la más im­ portante, con un capital que, de 9 millones en 1906, se elevó a 17 millones en 1912, para ascender a 25 m illones en el momento de la entrada en guerra de Italia. La em presa em pleaba entonces (1912) de 4 a 5.000 obreros, que procedían en su mayoría de la in­ m igración rural y de actividades artesanales en decli­ ve. Por la misma época, las industrias algodoneras de Turín y de los alrededores empleaban aún cerca de

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110.000 obreros, la m etalurgia y la química 21.000. Por "específica” que fuese la situación de Turín, la com­ posición demográfica de este proletariado, “joven " y sin tradiciones en las industrias avanzadas, num ero­ so y m ejor preparado en los sectores ya atrasados, prefiguraba ya lo que sería uno de los elementos im­ portantes de la crisis de posguerra: debido a la rapi­ dez de la concentración industrial, las masas obre­ ras, que hubieran debido oponerse al fascismo, per­ tenecían aún, en su mayoría, a la "p rim era genera­ ción".

E n los umbrales del imperialismo Fusión casi inmediata del capital industrial y del capital bancario, intervención frecuente del Estado en favor del gran capital, todo había pasado de he­ cho como si la economía italiana se hubiese saltado la etapa del capitalismo liberal. Y, efectivamente, al aproximarse la Gran Guerra, el capitalismo italiano parecía como si hubiese alcanzado la etapa del impe­ rialismo. La conquista de Libia obedecía así menos a unos objetivos coloniales, como hubiera sido el caso, p or ejemplo, si Italia se hubiese establecido en Túnez hacia 1880, que a la necesidad de encontrar un terre­ no de exportación para el capital italiano. Ciertamente, la conquista intentó responder tam­ bién a motivos de orden político y social. La con­ quista, se dijo, venía a coronar el cincuenta aniversa­ rio de la Italia unitaria. Parecía responder también a las exigencias de la emigración: el mismo año, en efecto, a continuación de incidentes italo-argentinos, Argentina cerró sus puertas a la inmigración italiana. En el plano político, al mismo tiempo que satisfa­ cía los nacionalismos, perm itió a Giolitti, lo suficien­ temente hábil como para instaurar en aquel momento el sufragio universal, asegurarse el apoyo de una par-

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te de los socialistas y de los sindicalistas revolu­ cionarios. £ Cuando en 1878, Inglaterra, temiendo ver a Fran­ cia instalarse allí, animó a Italia a establecerse en Túnez, Cairoli “prudentem ente" se negó a ello: el capital italiano no era manifiestamente lo bastante fuerte como para comprometerse en semejante em­ presa, ni incluso como para sentir la necesidad de hacerlo. Algunos años después, las derrotas de Dogali (1887) y de Adua (1896) pusieron fin a los sueños de expansión en Etiopía. Al participar en 1900 en la expedición de las potencias contra China, en la que obtuvo la escasa concesión de Tsien-Tsin, adquiriendo sobre la costa africana del m ar R ojo unos territorios de los que haría en 1908 la Som alia italiana, Italia no había hecho más que asistir al reparto del mun­ do entre los grandes imperialismos. L a conquista de la Tripolitania fue em prendida en 1911 bajo el impulso del Banco di Roma, el cual in­ tervino —-tal como lo constata E. Santarelli— como "pun ta de lanza" de las nuevas tendencias expansionistas del capitalismo italiano. Fundada en 1880 por los medios financieros unidos al Vaticano, la Banca de Rom a había tenido dificultades al principio. For­ zada en 1894 a reducir su capital de 6 a 2,5 millones, lo tuvo que reducir, en 1898, a 1 millón. La labor del Crédito M obiliare, de la Banca Commerciale Italiana y de la Banca Generale, en el norte de Italia e inclu­ so, p o r medio del proteccionismo, en las zonas agrí­ colas del M ezzogiom o, limitó a la Banca de Roma, b a jo la presidencia de Ernesto Pacelli, a exportar sus capitales al Oriente mediterráneo. En el transcurso únicamente de los años 1905-1907, la Banca creó así fi­ liales y sociedades comerciales en Egipto, en Eritrea, en Etiopía, en M arruecos y en Tripolitania. En 1907, la Banca, que cóntrolaba p or entonces varias líneas de navegación hacia el próxim o Oriente, creó también una Societá Commerciale d'Oriente que se proponía

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__ "pequeña com pañía de las Indias, m oderna", ob­ serva E. Santarelli— asegurar la penetración italiana en los territorios del im perio otomano en declive. La revolución de los jóvenes turcos de 1908, al oponer algunos obstáculos a la penetración del capi­ tal italiano, comenzó a alarm ar a los dirigentes de la Banca de Roma. Los acontecimientos internaciona­ les que finalizarían con la instauración del protec­ torado francés en M arruecos, acabarían de decidirla. Amenazando al gobierno italiano con confiar — si era preciso— la tutela de los intereses de la B anca a Austria y a Alemania, Pacelli obligó a Giolitti a com­ prometerse, un poco a regañadientes, en la conquista de Tripolitania. Italia se encontraba así con las preo­ cupaciones de los otros imperialismos, igualmente vueltos hacia "e l hom bre enferm o" de E uropa: la conquista de Libia, seguida en 1912 de la guerra de los Balkanes, prefiguraba igualmente el desm em bra­ miento del im perio turco al que seguiría la G ran Gue­ rra. A diferencia de las precedentes expediciones a fri­ canas, la de Trípoli despertó en Italia un entusiasmo popular que sólo tendría equivalente en el que p ro­ vocó, en 1935, la guerra de Abisinia.

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Capítulo 2 N A C I O N A L I S M O Y E X P A N S IO N IS M O : L A A S O C I A C IÓ N N A C I O N A L I S T A I T A L I A N A

Salvemini no estaba equivocado cuando observaba en sus Lecciones de Harvard: "S i el fascism o presen­ ta una doctrina coherente, lo debe al hecho de que los fascistas han adoptado otra vez el conjunto de la doctrina nacionalista." La entrada de los nacionalis­ tas en el Partido Nacional Fascista, el 26 de febre­ ro de 1923, y la fusión de los "cam isas negras" y de los "cam isas azules", estando estos últimos llamados a desaparecer, no hicieron más que sancionar form al­ mente una identidad objetiva, la de este "nacionalfascism o", de que hablaba el historiador. L. Salvatorelli en un libelo de la época. Los nacionalistas apor­ taron al fascismo este "cuerpo de doctrina" falto del cual el movimiento, al decir de Mussolini, se hubie­ ra vista forzado a "m o rir o, peor aún, a suicidarse". Fascismo, nacionalismo y futurismo fueron igual­ mente productos de la época contemporánea, de la sociedad industrial y, más precisamente, del gran ca­ pital (a excepción, quizá, del futurism o). E l naciona­ lismo italiano apareció con el siglo. Sin grandes víncu­ los con este nacionalismo que ilustraron Petrarca o Dante, el capítulo X X V I del Príncipe o los canti de Leopardi, él tomó acta, por el contrario, de un hecho nacional ya realizado. El "irredentorism o", contraria­ mente a lo que suele creerse, no fue propio del na­ cionalismo. Éste más bien soñó otros derroteros. Desde su nacimiento, fue imperialista. “Dentro de yeinte años toda Italia será im perialista", escribía Corradini al final de uno de sus prim eros libros. El fascismo realizaría este sueño.

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Corradini e “II R eg n o ” * JPue, p or otra parte, el fracaso del prim er .imperia­ lism o italiano, la cruel derrota de las tropas italianas en Adua, el prim ero de marzo de 1896, lo que cons­ tituyó el origen de la Asociación Nacionalista Italiana de 1910. Golpeada por el desastre — de seis a diez m il soldados muertos, el gobierno forzado a dimitir, la política de repliegue que se anunciaba— , un joven intelectual, procedente del sindicalismo revolucio­ nario, Enrico Corradini, comenzó entonces a agitar sus sueños de revancha. “ Escritor y periodista bri­ llante", como le definía una enciclopedia publicada b a jo el fascismo, Corradini sufrió entonces la in­ fluencia del nacionalismo francés, fruto, por su par­ te, de la derrota del 70. Este nacionalismo, mezclado con influencias sorelianas en Corradini, de Gobineau y de M arras en Francesco Coppola, h abía de contri­ buir, según los términos de Gentile, a “reform ar pro­ fundamente la mentalidad política” de las "clases in­ telectuales” italianas. El teatro y las novelas de Corradini contribuye­ ron a difundir estos temas. Mientras que Giulio Cesa­ re, dram a en cinco actos (1902), exaltaba al imperator y la leyenda de la Rom a imperial, y La Patria tontu­ na (1910) ponía en escena a un nacionalista y un anar­ cosindicalista em igrados a América latina, La G u e­ rra lontana (1911), más explícita aún, “dem ostraba" la "necesidad vital” de la colonización. El escritor, p o r lo demás, era mediocre, charlatán, prolijo, con gran tendencia a la retórica. De hecho, él sólo tenía una idea: "enseñar a Italia el valor de la lucha inter­ nacional”, del mismo m odo que el socialismo había enseñado al proletariado el de la lucha de clases. La fundación de la revista "II Regno" (E l reino), el 7 de noviembre de 1903, tendía a reaccionar contra "e l estado de depresión en el que se encuentra la nación", contra la "dem ocracia positivista" o, como

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se la llam aba aún, la "m onarquía socialista”. Al sis­ tema de Giolitti, "aparición soberana de la prosa en el terreno de la vida política italiana", tal como la definía Prezzolini, los nacionalismos de " I I R egno” oponían el mito de la Rom a antigua y los condoííieri y los navegantes, los poetas y los pintores, de la Italia de la E d ad M edia y del Renacimiento. E ra una imagen de Italia en la que D'Annunzio prim ero y Mussolini después, se reconocerían.

"L a V oce ” "II R egno” dejó de aparecer a principios de 1905 y fue entonces la revista "L a V oce”, fundada en 1908 por Prezzcilini y Papini, la que vino en cierto m odo a tomar el relevo. Relevo absolutamente teórico, por lo demás. B a jo los auspicios de los dos antiguos cola­ boradores del "II Regno", la revista publicó a la vez artículos de liberales como Amendola, de antiguos socialistas como Salvemini, de personajes tan incla­ sificables como Oriani y de nacionalistas como Federzoni, Forges Davanzati y Papini. Sin olvidar, na­ turalmente, a Gentile y Croce. La presencia de estos últimos, campeones neohegelianos de la "reacción antipositivista", fue quizás el sím bolo de lo que po­ día unificar dos corrientes de apariencia tan dispar. Heredera, en parte, del program a de " I I Regnp",. "L a Voce" había hecho suyo, en efecto, lo esencial (o lo más superficial) de esta reacción antipositivista que, desde 1903 precisamente, se expresaba en la re­ vista de Croce, "L a Critica”. A este odio contra el "positivism o" — y esta palabra, naturalmente, podía designar cualquier cosa-— , se añadían algunos “sue­ ños de inquietudes m alsanas” (G obetti). “La V oce" se proponía, en particular, crear "u n órgano al m ar­ gen de los partidos... que afirme principios p or en­ cima de ias luchas políticas..." E ra una de las prime-

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ras expresiones de esta totalidad que, para el nacio­ nalismo, debía realizarse en la nación p or encima de las clases y de los partidos.

La Associazione Nazionaliste Italiana E l 3 de diciem bre de 1910, p o r último, tras varias dudas (si la nación era una totalidad, ¿podía uno fun­ d a r un partido a riesgo de oponerse a ella?), un Con­ greso constituyente se reunía en Florencia para fun­ d a r la Asociación Nacionalista Italiana. ¿Su finali­ dad? Tal como el socialismo había sacado al prole­ tariado de su sueño y le había puesto en situación de "d ictar su ley de clase a las otras clases", el nacio­ nalismo, sustituyendo a la lucha de clases, p o r la "d e las naciones”, debería, según Corradini, suscitar en Italia "e l deseo de la guerra victoriosa”. Se trataba, en efecto, de oponer al " statu quo europeo”, un " statu quo italiano", el " statu quo de nuestros intereses, desde Sicilia a Génova". ¿No se acababa, además, de tener la prueba de que este statu quo no era inmu­ table? Si se exceptúa la intervención en China junto a las otras potencias imperialistas, Italia vio operarse los últim os cam bios en calidad de espectadora. El ejem ­ plo del Japón, en particular, conmovía vivamente a los nacionalistas. Un ascenso súbito, la rápida indus­ trialización, la victoria sobre los rusos en 1905, pare­ cían testimoniar p o r igual lo que podía hacer un país que, rodeado como Italiá de potencias imperialistas debía, como ella, resolver los problem as que le plan­ teaba el desarrollo de su población. Inversamente, la anexión de Bosnia-Herzegovine p o r Austria en 1908 despertaba antiguos deseos y viejos resentimientos. ¿Qué se esperaba para reaccionar contra lo que Fedorzini llam aba "u n a política de castidad nacional"?

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Capital, emigración,

expansión

Esto no era, sin em bargo, lo esencial. Para. C orra­ dini.y los nacionalistas, no se trataba tanto de resol­ ver l o s problem as exteriores por medio de la expan­ sión — l'ó' cuál pódíá aparecer como una diversión— , como de efectuar también, en prim er lugar o simul­ táneamente al menos, una verdadera "refo rm a inte­ rior". La política exterior, declararía Corradini en una conferencia de mayo de 1 9 1 1 , constituye para el nacionalismo "u n medio de reform a interior revo­ lucionaria. Es un medio para renovar el personal del gobierno”. El nacionalismo quería, en efecto, ser en prim er lugar — Corradini lo reconoció posteriorm ente en una conferencia de diciembre de 1 9 1 3 — , una, "reacción contra el socialism o". N o hay tampoco n a d a sorprendente en el hecho de que el mism o Co­ rradini lanzase, en el Congreso de Florencia, la fór­ mula del "socialism o nacional". Su única idea, pero tam bién su gran acierto, con­ sistía en recuperar un cierto populism o y transfor­ m arlo en nacionalismo. Un concepto — el de "nación proletaria"— debería perm itir esta conversión. "D e l mismo m odo que dentro de los límites de cada Esta­ do se ha form ado un conjunto de clases dominantes y un conjunto de clases dominadas, así mismo, en las relaciones internacionales, existen Estados más fuer­ tes y Estados más débiles: Estados Burgueses y Es­ tados Proletarios". U na totalidad abstracta se ofrecía así a resolver y a sintetizar, a reconciliar las clases en lucha, “inversión dialéctica" en la que el mism o Hégel no se hubiera atrevido a soñar, pero que halla­ ba en la filosofía de Gentile su expresión teórica. Algunos meses después del Congreso de Floren­ cia, Corradini, Federzoni, Coppola, M araviglia y Forges Davanzati comenzaron a publicar, en m arzo de 1911, un pequeño semanario de cuatro páginas, “LTdea N azionale”, que se proponía representar y ex­

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p resar los intereses de aquellos a quienes él designa­ ba, no sin am bigüedad, como los "productores de ri¡ queza”. ¿Influencia soreliana a través de Corradini, sindicalista revolucionario arrepentido? Sin duda. “L ’Idea Nazionale", que defendía al Estado fuerte y exaltaba al ejército, preconizaba el nacionalismo eco­ nóm ico y la expasión colonial, practicaba un culto obstinado a la tradición y a Rom a y apelaba regular­ mente a una política de prestigio, iba igualmente, a través de tales fórm ulas, a lanzar las bases de lo que sería más tarde el corporativismo. FÜé entonces un antiguo nacionalista, Alfrécío Rócco, quien elaboró la ley prom ulgada el 3 de abril de 1926, sobre la "disci­ plina juríd ica" en las relaciones de trabajo, que m ar­ caba el nacimiento del sistema corporativo fascista. A este proyecto de integración del proletariado parecía oponerse, al menos formalmente, el proyecto de. resolver los problem as de la emigración por el ex­ pansionism o colonial. Como todos los hom bres de su generación, Corradini, que había viajado además p o r Am érica latina y p o r la cuenca del Mediterráneo, era singularmente sensible a los problem as que pre­ sentaba la emigración de los trabajadores italianos. " L a emigración — declaraba en vísperas de la guerra de Libia— significa el trabajo italiano abandonado a sí mism o p o r el mundo; la conquista de las colonias, significa, po r el contrario, que el trabajo italiano está acom pañado en el m undo por las otras fuerzas de la nación italiana y por la nación m ism a." ¿No había ■ acaso constatado él, para apoyar su tesis ante el Con­ greso de Florencia, que bastaba una huelga de tra­ bajadores italianos en Argentina para paralizar el país? Se trataba, dicho de otro modo, de d ar al capital italiano los medios de apropiarse esta plusvalía pro­ ducida fuera de Italia. Así como el corporativismo intentaba hacer del m ovim iento ob rero un medio dél desarrollo del capital italiano, la expansión colo­

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nial, "fo rm a de emigración también, pero... de la na­ ción entera", aparecía com o inseparable de este de­ s a r r o llo . La derrota de Adua, que había proporcio­ nado al capital italiano un pretexto para invertirse en las industrias nacientes, había, en efecto, coinci­ dido con una depresión que duraba desde 1874. L a recuperación que siguió, interrum pida sólo p o r una crisis en 1907 pero abocada a prolongarse hasta las v ís p e r a s de la Prim era G uerra M u n dial,. había sido marcada, en particular, p o r la aparición de nuevas relaciones entre la Banca y la industria pesada. E s así como en 1894 un grupo industrial alemán había constituido la Banca Comercial Italiana que debería, después, sostener la Asociación Nacionalista Italia­ na.

La evolución de la A N I Cuando la política de “paz social” de Giolitti ex­ presaba más o menos los intereses de la industria ligera, aún predominante en la economía italiana, la industria pesada naciente se reconocía m ejo r en el riaciónáTismó y en su ideología corporativista é im ­ perialista. La misma evolución del movimiento de­ bía, efectivamente, conducirle a representar los in­ tereses únicamente del gran capital. E l Congreso de Florencia, que mezclaba nacionalistas, republicanos y mazzinianos, había sido suficientemente heterogé­ neo, prefigurando con ello también los comienzos del rnovímiento fascista. E l segundo Congreso de la Aso­ ciación Ñacionalista, Roma, 20-22 de diciem bre de 1912, marcó la separación con los demócratas. Se pro­ clamó, en particular, la incom patibilidad entre el na­ cionalismo y la francm asonería y se decidió asim is­ mo em prender una campaña contra aquélla. E l Con­ greso de Milán,"jpór último, del 16 al 18 de mayo de 1914. desembocó en la ruptura con los liberales, que

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representaban a la industria ligera. Sólo quedaron, como escribe L. Salvatórelíi, los nacionalistas: los representantes de la industria pesada, del gran ca­ pital. Los nacionalistas sólo tenían cinco representantes en el Parlamento, uno de ellos Fedórzini, elegido en 1913, La guerra de Libia, en la que Giolitti se había com prom etido a disgusto, había parecido, sin em bar­ go, darles la razón — “es nuestra guerra", declara­ ba " L ’Idea N azionale"— y había incrementado un poco las filas del movimiento, que siguió, sin em bar­ go, siendo m inoritario y localizado. (D o s de los cinco diputados elegidos al año siguiente lo fueron en R o­ m a.) En vísperas de la Prim era G uerra M undial, el movimiento comenzó a recibir subvenciones del gran capital, entre otras de la “Sociedad italiana para la fabricación de proyectiles". E l 3 de octubre de 1914 el pequeño semanario “ L 'Id e a N azion ale” pudo así ce­ der su lugar a un diario del mism o nombre.

Frente a la guerra La explosión de 1914 pondría a los nacionalistas en un compromiso. Sus simpatías se inclinaban evi-y dentemente hacia Alemania, como se inclinaban antes hacia el Japón, con algunas reticencias, es cierto, frente a la penetración del capital alemán en Italia. Sostenida de una parte, si bien indirectamente, p o r el capital financiero alemán, "L 'Id e a Nazionale" lo es­ taba también, de otra parte, por Agnelli, la Terni o los fabricantes de proyectiles. E l periódico recibió -además la visita del social demócrata alemán Südekum, encargado de anim ar al órgano nacionalista a efectuar una cam paña para que Italia cum plie­ se sus com prom isos respecto de la Tríplice. Lo im­ portante, sin em bargo, para los nacionalistas, era que al menos. Tríplice o Entente, Italia se comprometie-

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se, sa lie se 'd e su neutralidad. Tan deseado e ra el *•baño Sé sangre". Los intervencionistas, en su mayoría, se pronun­ ciaban p o r la entrada en guerra al lado de la Entente, y era difícil p ara los nacionalistas, ir en esto contra corriente. Austria, como hizo observar " L ’íd ea N azio­ nale", no era ía verdadera aliada de Italia, o lo era sólo por el caínBio dé la alianza 'alemana. Sólo Ale­ mania era la "aliad a indispensable". Además, se cons­ tató también que los intereses italianos y los inte­ reses austríacos, sobre todo en el Adriático, no coin­ cidían mucho. Desde el fin del verano de ÍS>'14, los na­ cionalistas empezaron, pues, a inclinarse en favor de la Entente. E l pacto de Londres dél 26 de abril de 1915, que decidió la entrada en la guerra al lado de la Entente, prom etía a Italia " justas com pensaciones” qué recortaban la m ayoría de las reivindicaciones te­ rritoriales de los nacionalistas. ¿Tuvieron éstos cono­ cimiento del contenido del pacto? A partir de en­ tonces se dedicaron a denunciar los “peligros del pangerm anism o” y el expansionismo alemán. Mientras que las otras corrientes intervencionis­ tas se vanagloriaban, sobre todo de su am or a la de­ mocracia, su esperanza en una guerra que sería la última o, más simplemente, de su francofilia, los na­ cionalistas se esforzaron en conferir a la guerra — " s u ” guerra— un carácter exclusivamente italiano. > H u bo así, observa P. Alatri, "d o s guerras”: la de .los intervencionistas de izquierda y la de los nacionalis­ tas. Para estos últimos, la guerra sólo podía confir­ m ar sus tesis. E l orden del día del 15 de diciem bre de 1918 de la Asociación Nacionalista, que sobreesti­ m aba las prom esas del pacto de Londres, y después la revista "P olítica”, fundada el mism o mes por F. Coppola, insistieron aún: la guerra había realizado "u n a auténtica revolución m undial” y corroborado "lo s principios esenciales de la doctrina nacionalista”. Rocco volvió a insistir sobre ello en el I V (y últi­

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m o) Congreso de la Asociación Nacionalista Italiana, qué se celebró en Rom a del 16 al 18 de m arzo de 1919, algunos días antes de la fundación p o r M ussoli­ ni de los Fasci di combáttimento.

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Capítulo 3 E L S IN D IC A L IS M O R E V O L U C IO N A R IO

"... En el gran río del fascismo — escribía M us­ solini en 1932— , encontrarán ustedes las corrientes de Sorel, de Péguy, del Lagardelle del M ovim iento socialista y de la cohorte de los sindicalistas italia­ nos." Ciertamente, diez años antes de la “m archa so­ bre Rom a", cuando la antidemocracia se preparaba para iniciar, en Etiopía, la carrera del Im perio, tal fórm ula podía parecer abusiva. E ra ésta, sin em bar­ go, una de estas cartas que a M ussolini le gustaba guardar en reserva, dispuesto a intentar jugarla, inclu­ so en la derrota. En plena República de Salo — el socialismo nacional de la República social de 19431945— , ¿no era éste, en cierto modo, el heredero (a b u ­ sivo) de este sindicalismo del que M ussolini se m a­ nifestaba partidario en 1932? E l apogeo del sindicalismo revolucionario fue casi contemporáneo al ascenso del nacionalism o ita­ liano y al ascenso de M ussolini a la cabeza de los "revolucionarios" del Partido Socialista Italiano, con­ temporáneo también de esta crisis de crecimiento del capital financiero italiano que debía resolverse, pro­ visionalmente, p o r m edio de la conquista de la Tripolitania. Presidente del Consejo casi sin interrup­ ción de 1902 a 1914, Giolitti había inaugurado un sis­ tema de gobierno que había merecido en su día el ser designado como el de la monarquía socialista. Se trataba, de hecho, de ofrecer al désárróllo de la industria pesada y del prim er capital financiero ita­ liano un m arco político y social estable, que descan­ sase, en lo esencial, sobre la alianza tácita del pro­ letariado industrial, encuadrado p o r los reform is­

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tas, y del capitalismo naciente. L a acumulación del capital era así soportada p o r el campesinado y, más concretamente, p o r el campesinado pobre del Sur, aplastado p o r ía gran propiedad. E l V I I I Congreso del Partido Socialista Italiano, en abril de 1904, tuvo que confesar que, a escala na­ cional, el reform ism o había sido un fracaso. "... D u­ rante tres o cuatro a ñ o s"---- como debería constatar poco más tarde el reform ista Turati— , los socialistas habían "servido gratuitamente de policías” a Giolitti, y sin duda habían obtenido de ello algunos benefi­ cios, empezando p or la neutralidad del gobierno en los "conflictos económicos”. Pero era evidente que, p ara toda la I talia m eridional y amplios sectores del campesinado, el "socialism o gioíittiano” representaba un fracaso puro y simple.' Y ño fue, sin duda, produc­ to del azar el qué las prim eras críticas socialistas dirigidas contra esta estrategia proviniesen de meri­ dionales: desde el "reform ista consecuente" que que­ ría ser Salvemini, hasta el grupo de sindicalistas re­ volucionarios que em pezaba a florecer en Nápoles.

Los “sorelianos” italianos E l personaje tutelar de este sueño anarquista era evidentemente Georges Sorel, cuya obra, Benedetto Croce y nolens volens Antonio Labriola, habían contri­ buido a dar a conocer en Italia. Fue en 1898 cuando el joven socialista napolitano Arturo Labriola le encon­ tró a su vez en París, en casa del anarquista Á. Ham on. Pero, como observa justamente E. Santarelli, no se trata de un encuentro puramente intelectual. Nuevas capas de trabajadores, extremadamente com­ bativas pero desprovistas de toda tradición sindical o política, empezaban entonces a manifestarse, me­ nos en Italia meridional que en las ciudades indus­ triales como M ilán o Turín y en las zonas de fuerte

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concentración agrícola como Em ilia: en el Congreso de 1913 de la Unione Sindícale Italiana los princi­ pales núcleos de adheridos fueron los de Parm a, M i­ lán, Bolonia, M ódena y Carrara. En .Nápoles, cuna de este "sorelianism o" italiano, algunos socialistas tom o Enrico Leone y Ernesto Cesare Longobardi, lu­ chaban desde hacía varios años contra el reform ismo y en favor del "reto m o a M arx". Así el revisio­ nismo de Sqrel serviría inicialmente p ara restaurar él marxismo. Sorel, es cierto, aparecía menos como el representante europeo del revisionismo de izquier­ da que como ei crítico incansable de la dem ocracia reform ista y el autor de E l porvenir socialista de los sindicatos. R iform e e rivoluzione sociale (1904) de Arturo Labriola, e II Sindicalismo (1906) de Enrico Leone, p o r citar sólo los dos principales representantes de esta corriente, y periódicos como "P ro p agan d a" de N á ­ poles y "Avanguardia socialista", de Milán, volvieron a utilizar, pues, un cierto número de temas sorelianos para redefinir al m arxismo como a una "teo­ ría de las revoluciones sociales", una "teoría de la acción". Igual que en Sorel, igual que en Croce, que acababa de fundar en Nápoles "L a Critica" (1903), se trataba de reaccionar prim ero contra el positivis­ mo, identificado aquí con el reformismo. E l sindi­ cato — y ésta era la gran diferencia entre Sorel y Pelloutier—- aparecía menos como el instrumento de autoemancipación del proletariado que como el me­ dio de realizar la revolución social e, indirectamente, la ocasión de reencontrar en eí centro del m arxism o una teoría de la violencia revolucionaria. Éste era evidentemente el gran punto de conver­ gencia con Sorel: el redescubrimiento de la violen­ cia y, singularmente, de la huelga general, que la revolución rusa de 1905 debería además llevar al cen­ tro de las preocupaciones de los revolucionarios, como p or ejemplo, Rosa Luxem burg... Incluso en Ita­

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lia, tras los levantamientos de Cerignola, Buggerü y Castelluzzo, la gran huelga general del verano de 1904 pareció dar la razón a los sindicalistas revolu­ cionarios. Durante cuatro días — del 16 al 20 de se­ tiembre— el proletariado, incitado a protestar con­ tra la represión de Castelluzzo, ocupó las fábricas y organizó Consejos obreros en la m ayoría de las gran-, des ciudades de Italia. Lo más notable, sin em bargo, fue que la protesta contra la represión en Italia me­ ridional había partido de Milán, de la Cámara del T rabajo y de la “Avanguardia socialista”, dirigida p o r Labriola. E l fracaso de la huelga de Parm a de 1918, en m odo alguno sostenido por la CGL, comenzó a poner al m o­ vimiento en crisis. Ésta fue precipitada y en cierto m odo resuelta, p or la guerra de Libia. Desde hacía ya un año la revista florentina "L a L u p a ”, dirigida por Paolo Orano, había comenzado a reunir al sindica­ lista Labriola y al nacionalista Corradini. La conquis­ ta colonial acabó de arrebatar a la revolución un buen número de sindicalistas revolucionarios. E l mar, como declaraba en exceso Orano, había vencido al so­ cialismo. La ma'yoría de los "sorelianos" — Labriola, Orano, A. O. Olivetti— se unieron a Corradini, D ’Annunzio y Pascoli, para exaltar a “la G ran Proletaria”. Alceste de Am bris, sin em bargo, se negó a suscribir­ se a esta "em presa de pillaje", y Enrico Leone guardó las distancias en Espansionismo e colonie (1911). Pe­ ro, bajo su f orm a “ soreliana", el sindicalismo revo­ lucionario no era entonces m ucho más que un naciorialismo de izquierda, anunciando con ello el inter­ vencionismo izquierdista de 1914.

La Unione Sindacale Italiana Inspirándose igualmente en Sorel y en la experien­ cia de las Becas de T rabajo de Pelloutier, pero mucho

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m ás m arcado p o r influencias anarquistas y menos preocupado p o r la reflexión teórica, el sindicalismo de la U S I se esforzó, al mism o tiempo, p o r hallar en el sindicato "el nuevo principio directivo de una sociedad" que no fuese — según los términos del Con­ greso Sindical de Parm a de 1907— "la am pliación ni la extensión de la sociedad burguesa", sipo "u n au­ téntico autogobierno". Con ocasión de la creación de la CG L en 1906, los sindicalistas revolucionarios ha­ bían constituido un grupo de minoría — la "Acción Directa'5— bajo la dirección de Alceste de Am bris, se­ cretario de la Cám ara del T rabajo de Parma. E l 3 de. noviem bre de 1907, un congreso de los m inoritarios de Acción Directa, representando a doscientos mil adheridos, examinó la actitud a adoptar hacia la CGL, que no había sostenido los movimientos de huel­ ga de los marinos y de los ferroviarios. Michele Bianchi y Edm ondo Rossoni propusieron entrar en masa en la C G L para transform arla desde el interior, pero el congreso adoptó una política de com prom iso y de­ cidió la creación de un Comité de resistencia desti­ nado a coordinar la acción de los sindicalistas. Al año siguiente, el vasto movimiento de huelga del proletariado industrial y de los obreros agríco­ las de Parm a y de Ferrara, no sostenido p o r la CGL, acabó en un fracaso, pero durante tres días la pobla­ ción trabajadora de Parma, galvanizada p o r De Am ­ bris, se enfrentó a las fuerzas del orden. E l segundo congreso de Acción Directa (Bolonia, 12 de diciem­ bre de 1910), en el que participaron Arturo Labriola y Enrico Leone, representó aún a ciento cincuenta mil adheridos, cuando la C G L tenía trescientos mil, las organizaciones católicas cien mil y las ligas “ indepen­ dientes" doscientos cincuenta mil. B a jo Ja dirección de De Am bris, los adheridos a la Acción Directa hi­ cieron campaña contra la guerra de Libia. El Congreso de M ódena del 23-25 de noviem bre de 1912 proclam ó p o r último la constitución de la

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Unione Sindacále Italiana, que tuvo p o r órgano el "Intern ation ale”. Encontrándose entonces, en el exi­ lio Alceste de Am bris y Arm ando Borghi, el Comité Central comprendía, entre otros, a Amilcare de Am ­ bris, hermano del secretario de la Cám ara del T ra ­ b a jo de Parma, Filippo Corrídoni, de la Unione Sindacale Milanese, Cesare Rossí y Giuseppe di Vittorio. La U S I se proponía decidir al proletariado a "confiar únicamente en sus propias fuerzas..." El manifiesto de la U S I del año siguiente insiste sobre este tema. En el segundo Congreso de la U S I (M ilán, 4-7 de diciembre de 1913), se encontraron representados cer­ ca de cien mil afiliados, el grueso de los cuales se ha­ llaba en Parm a (20.055), Milán (17.367), Bolonia (10.306), M ódena (9.640), y Carrara (8.400). Arm ando Borghi hizo aprobar en él una moción sobre la huel­ ga general. Tras la “semana ro ja ” de Ancona, de junio de 1914, en el transcurso de la cual la U S I tomó la iniciativa de la huelga general, el movimiento se divi­ dió sobre la cuestión de la guerra. E l 14 de setiembre de 1914, mientras Corridoni, Cesare Rossi, Michele Bianehi, Edm ondo Rossoni y los hermanos De Am ­ bris, todos partidarios de la intervención, dimitían de la U SI, para constituir la Unione Italiana del Lavoro, Arm ando Borghi hizo adoptar p o r el Consejo ge­ neral de la Unión una moción invitando al proleta­ riado a "aprovecharse del inevitable debilitamiento de las fuerzas estáticas y de la crisis general conse­ cuencia de la guerra, para iniciar una acción común con miras al derrocamiento de los Estados burgueses y m onárquicos”. A partir del 17 de abril de 1915, la U S I publicó un nuevo periódico: "G u erra di classe".

La Unione Italiana del Lavorú L a actividad de la Unione Italiana del Lavoro, fue prácticamente nula durante los prim eros años de

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la guerra. A l aproxim arse el final del conflicto, a fin de proporcionar alguna vida a la organización, Edm ondo Rossoni y Angelo Oliviero Olivetti, em pezaron a publicar, el prim ero de mayo de 1918, "Ita lia nostra", que se asignaba como objetivo “la guerra con­ tra el sistema capitalista y contra todas las institu­ ciones que le sostienen" y proponía, a través de un artículo postumo de Corridoni, una “revisión sindi­ calista". " II Popolo d 'Italia" dispensó una acogida calurosa a las iniciativas de Rossoni. M ussolini fue mucho más frío, por el contrario, hacia las de De Am bris: la publicación de la revista "Rinnovam ento" a partir del mes dé marzo de 1918 y después la cons­ titución de la Unione Socialista Italiana, los días 1315 de mayo. E ra esta, con toda evidencia, una nueva manifestación del "tacticism o” mussoliniano, más tarde, fascista. E l segundo Congreso de la U IL , los días 5 y 6 de enero de 1919, propuso un program a en el que M us­ solini debería inspirarse (v e r documento 2). E ra, en cierto modo, la prim era expresión elaborada de este socialismo de los productores en el cual convergían entonces el intervencionismo de izquierda y el so­ cialismo nacional. Comentando el congreso, Rossoni constataba: “ E l sindicalismo no ha temido a la gue­ rra; y no la temerá, sino que hará la revolución. L a historia no ha pertenecido jam ás a los incapaces ni a los cobardes; así, el porvéhir no pertenecerá a los «n eu tros» ni a los locos desorganizados y disgregadores, sino a aquellos que anhelan, a aquellos que actúan, a aquellos que son inteligentes, a los pro­ ductores, a los audaces.” Este tema de la audacia había constituido precisamente el tema del prim er artículo de Mussolini en “ II Popolo d 'Ita lia ”, el 15 de noviem bre de 1914... Se trataba, en suma, de efectuar, una vez más, una conversión. Rossoni lo había hecho ya en 1914, el cual, en los tiempos en que era en los Estados

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Unidos m iem bro de las IW W , hacía escupir sobre la bandera italiana en las manifestaciones. Esta vez se trataba, igual que en el opúsculo que el fascio dis­ tribuiría el I - de mayo de 1919 (v er documento 4), de reivindicar para los "productores" el beneficio de la victoria. " E l dinamismo sindical — exponía el pe­ riódico de la U IL «B attaglie», sucesor de «Ita lia nos-, tra», err una respuesta a «L 'Id e a Nazionale»— sólo puede basarse en la lucha de clases, porque la clase trabajadora que aspira a la gestión de la producción no podrá alcanzar jam ás su ideal sino es a través de una serie de batallas contra la clase dirigente...; defender a la nación durante la conflagración europea no significaba, en modo alguno, abandonar la nación victoriosa a la arbitrariedad de la burguesía..." La huelga "nacional" y "productiva” de Dalmine, de marzo de 1919, que M ussolini exaltaría, intentó dar una form a práctica al sindicalismo económico predi­ cado p or Rossoni. Dos años más tarde, este último, afianzado en los mismos principios, organizó el pri­ m er sindicato fascista.

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Capítulo 4 ■

LOS O R ÍG E N E S L IT E R A R IO S Y EL P A R T ID O PO L ÍT IC O F U T U R IS T A

Los progresos del capitalismo italiano al salir de la crisis de los años 1890, suscitaron entre los inte­ lectuales y los escritores una reacción neorrom ántica que debería contribuir bastante ampliamente a pre­ p arar los ánimos para el fascismo y a establecer cier­ tas categorías propias para constituir una mentalidad nueva. Nacidos en Romagne como Pascoli u Oriana o más simplemente en el Mezzogiorno, como Croce o D ’Annunzio, estos intelectuales reflejaron, a su m a­ nera, las preocupaciones de los grupos sociales y de las zonas geográficas a las que este impulso brutal del capitalismo parecía que debería arro jar cada vez más al margen de la nación y de sus centros de decisión. E l hecho de que los principales representantes de la intelligentsia e incluso del personal político italia­ no — pensemos en Crispi o Nitti— hayan continua­ do reclutándose de ese modo, bastante paradójica­ mente, en unas zonas o medios ya marginales, tes­ timonia bastante claramente la fragilidad y la ines­ tabilidad de las nuevas estructuras italianas.

La reacción antipositivista En la época en que los nacionalistas comenzaban a reagruparse, Croce fundó "L a Critica" (1903) que se proponía unir, “en cierto m odo", la filosofía ita­ liana a Hegel, procediendo, al mismo tiempo, a una "reform a de la dialéctica". Tras una "llam arada pa­ sional” por el marxismo, Croce, se com prom etería en lo que Gram sci ha definido como una tentativa de lai-

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cización dp la cultura italiana, colocada bajo el signo del "renacim iento del idealism o". Dos términos m ar­ can los límites de esta empresa: el recházo de toda trascendencia y una polémica incesante contra el po­ sitivismo, al que Croce reprochaba el "d e ja r insatis­ fecha la necesidad religiosa del h om brev. Se trataba, , /pues, en último término, de devolver al Espíritu sus ; poderes. Em presa que se mantenía bastante próxim a a la que por aquel entonces Bergson intentaba lle­ var a cabo en Francia con su "suplem ento de alm a". La "refo rm a de la dialéctica" — y en este punto el "actualism o" de Gen tile no difiere, en absoluto, del historicismo crociano— se situaba más acá del hege­ lianism o y constituía bellamente una "contrarrefor­ m a de la dialéctica". Si bien tendía indirectamente al m arxism o, el rechazo del "positivism o” llevaba a Croce a tratar como a una serie de núcleos irreduc­ tibles o irracionales ciertos "m om entos" que, en Hegel, pertenecían a la esfera del Espíritu: la naturale­ za y, naturalmente, las ciencias, la poesía y la polí­ tica. N o se trataba ciertamente de una destrucción pura y simple de la razón, como la que Luckács de­ nunciaría más tarde, sino de la incapacidad de reen­ contrar la identidad de lo real y de lo racional que estaba en la base de la dialéctica hegeliana y, sobre todo, del rechazo a tratar la política, tal como Maquiavelo lo había hecho en E l Príncipe, como una cien­ cia laica y amoral, "a te a ”, lo cual debería participar inevitablemente de la crisis de lasque surgiría el fas­ cismo y — a través del “actualism o" gentiliano— de la doctrina que este último intentaría darse una vez lle­ gado al poder. Una revista, aparte de "L a Critica”, contribuyó manifiestamente a popularizar la reacción antipositi­ vista: "L a Voce", de Prezzolini y Papini, creada, tal com o'hem os visto, como prolongam iento de "II Regn o", de Corradini. Al consagrarse, al igual que Croce, a " desprovincializar" la cultura italiana, dando a co-

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nocer, p o r ejem plo, a este Péguy al que M ussolini co­ locaría en los orígenes del "gran río del fascism o”, " L a V oce" ocupó evidentemente una posición estraté­ gica extremadamente importante en una sociedad, como la italiana, en la que la clase política y la clase intelectual constituían aún grupos relativamente res­ tringidos y frecuentemente confundidos. Lo im por­ tante, de hecho, no radicaba tanto en que el idealis­ m o antipositivistá pudiese, en su confusionismo y su generalidad,' reconciliar a socialistas como Salvemini y a nacionalistas com o Papini, com o en las insu­ ficiencias que caracterizaban la organización de la cultjiira y el reclutamiento de las clases dirigentes. N o fue en suma casual el que las cuestiones de peda­ gogía, de reform a universitaria y de organización in­ telectual ocuparan y debieran continuar ocupando un lugar tan importante en Croce, Gentile y, m ás tarde, en Gramsci.

Alfredo Oriani A lfredo Oriani fue precisamente de aquellos a los que Croce, "L a V oce" y los nacionalistas "descubrie­ ro n ” y revelaron a Italia durante este período. N o ­ velista mediocre, m uerto en la soledad en 1907, al­ gunos de sus ensayos — y sobre todo La lotta politica in Italia (1892) y Rivolta ideale (1907)— le harían aparecer como un precursor del nacionalismo, del imperialismo, y después del fascismo. Si bien entre sus discípulos se hallaban dos futuros teóricos del nacionalismo — Federzoni y Bellonci— , la edición na­ cional de sus obras fue organizada y prolongada por el mismo Mussolini durante el período fascista. Uno de los temas centrales de su obra consistía en la crítica del Risorgim&nto al que Oriani conside­ raba — ño Heí todo equivocado— como a una revo­ lución inacabada: " L a Revolución italiáñá, lejos de

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ser una obra popular, triunfó gracias a la actuación heroica de una m inoría a la que favorecieron unos ácóritecimieritos y unas circunstancias extranjeras." Crítica que el fascismo, en sus escasas tentativas teó­ ricas, tomaría en seguida por su cuenta; así Gentile afirma: “N o hay-'duda alguna de que el Risorgimento fue obra de una m inoría;" Crítica que hallaría tam­ bién su prolongación en. varios intelectuales liberales o marxistas, desde el Risorgimento senza eroi, de Gobetti, al Risorgimento de Gram sci.r Romañés como Mussolini — y Crémieux con toda razón observaba ya que este término había acabado p or designar a un cierto tipo de pensador político— , O jiani se complacía en oponer a la Italia artificial, "bu rguesa", brotada de este Risorgimento inacaba­ do, una Italia renovándose en Un vasto renacimien­ to popular: el pueblo significaba aquí una categoría ética e ideal, esencialmente ahistórica, sin contenido efectivo. E ra éste el “pueblo" del que procedería la "dem ocracia fascista” y al que Mussolini invitó a lo largo de todo el Ventennio a que fuese a aclamarle y a darle la razón bajo su balcón del Palazzo Venezia. Pero, sobre todo, populismo e idealismo confluían én Oriani y se realizaban en la idea del imperio, fina­ lización de un Risorgimento que no había sabido lle­ gar a sus fines. Los italianos debían realizar su ver­ dadera unidad haciendo “grandes cosas". Este sen­ tido del imperio, pasaba así lógicamente por una teo­ ría de la violencia liberadora, en la que Sorel no dudó en reconocerse: " E l porvenir pertenecerá a aquellos que no le han temido: la fortuna y la historia son femeninas, y sólo aman *a los fuertes capaces de for­ zarlas.” E ra ya el leitmotiv mussoliniano: “ E l por­ venir pertenece a los fuertes..."

1. C f .'«¿Crítica o defensa del Risorgimento?», en el cap. 3 de la segunda parte.

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Los poetas: Pascoli, D ’Annunzio \

Romañés igualmente, Pascoli había sido en su ju ­ ventud socialista e intemacionalista. E n su edad ma­ dura, los honores y la consagración oficial le lleva­ ron a erigirse en poeta nacional y a cantar la epopeya italiana: al poeta elegiaco de los Myricae (1891) suce­ dió el cantor oficial de lps Poem i italici (1903) y de los Poem i del Risorgim ento (1913). Con toda su preo­ cupación por volver a hallar una infancia aletargada — y aquí podríam os evocar al Renán de los Souvenirs d ’enfance et de jeunesse— su obra refleja bas­ tante fielmente las inquietudes y las nostalgias de un mundo en agonía, de una joven Italia abocada a los asaltos del capitalismo y que se sentía ya vieja. E l socialismo hum anitario de los años de juven­ tud, desem bocaría así — con toda naturalidad, como observa A. A sor Rosa— en el nacionalismo e inclu­ so en un "im perialism o de los p o b res”, en la exalta­ ción del Mediterráneo como un Mare nostrum. La guerra de Libia llevó estos temas al paroxism o. En su discurso de B arga del 27 de noviem bre de 1911, "L a Gran Proletaria se puso en m ovim iento...", Pascoli se unió a los nacionalistas de Corradini y a los teoiff eos del "socialism o nacional", contribuyendo, como constataría Mussolini, a "crear el alm a italiana”. Pero el principal artífice de* esta alm a italiana fue innegablemente^ D ’Áñfíuñzió. Üh itinerario que ha sido com parado a menudo con el de Barres, un egotismo a lo Stendhal — pero el stendhalianismo se expresa-' b a en él más bien en el culto a la energía— , y un gusto obsesivo p o r las gestas, llevarían al poeta de los Laudi a cantar la gesta colonial y el imperialis'mo italianos. Itinerario, sin em bargo, previsible: des­ de finales de siglo un nietzchismo facilón y bastante vulgar había empezado a dar form a a este culto a la energía. El p rim er libro de los Laudi, "M a ia ” (1903), enarbóía en el exergo la divisa de las ciudades han-

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seáticas que proporcionaría más tarde su título a un fam oso artículo de Mussolini: "Navigare necesse est, Vivere non est necesse.” D e ahí a la exaltación del im perio sólo había un paso, que fue rápidamente efectuado. Apadrinando la, revista florentina " II M arzocco" (-1896), cuna de un nacionalismo aún estetizante, D ’Annunzio invitaba, en 1900, al joven Victor-Em m anuel III, a ab rir a las "virtudes" italianas “ las puer­ tas de los dominios futuros". Invitación que volvió a efectuar algunos años después en su 'd ram a La Nave (1908), en el que invitaba a Italia a viajar "hacia el m undo". La guerra de Libia le inflamó, fue la gran ocasión, la prim era: " E l paraíso está a la som bra de las espadas”, afirma su Canzone d'Oltremare (1911). Le volveríamos a hallar presente en 1915 y, p o r úl­ tima vez, al final de la guerra, en Fiume. Innum erables aventuras galantes, grandes amores, bellas gestas como el vuelo sobre Viena en plena guerra, incluso su misma herida hicieron de este biz­ co glorioso no tanto el miles gloriosus que Europa ha visto a menudo en él, sino una especie de encam a­ ción magnífica de todos los sueños;, confesados o no, de la pequeña burguesía italiana, esta pequeña bu r­ guesía que se organizaría en los f a s c i D ’AnnunziQ, el personaje, resumía bastante bien, y prefiguraba también, todo lo que el fascismo prom etería a los italianos. Y el culto a D'Annunzio fue el anunciador innegable del culto .de que M ussolini intentaría ro­ dearse.

Los futuristas "C on bastantes dificultades — como él confesaba:— para citar obras típicas" del futurismo, Benjam ín

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Crém ieux constataba en 1928 que el futurism o había "p reparado el camino al alm a fascista". H asta "la m archa sobre R om a", constataba también que el fu­ turismo había representado la "literatura oficial" del fascismo aún revolucionario. Lo cual parece menos exacto a quienes conozcan el gusto, la pasión incluso, de M ussolini y de los fascistas p o r la retórica y la declamación. Pero el fascismo, en honor a la ver­ dad, había tomado mucho del futurism o, menos del estilo o del antiacádemicismo que de las ideas polí­ ticas, menos de la psicología o de una visión del m un­ do que de los temas destinados a fundirse y, a veces, incluso a perderse en el sincretismo fascista. E l futurism o literario, es cierto, había preparado el camino, o testimoniado al menos, una cierta jdescomposición de las estructuras sociales, políticas y cí­ vicas. Los futuristas — escribía Gram sci en 1921— "han destruido, destruido, destruido... Los futuris­ tas, en su terreno, en el de la literatura, son revo­ lucionarios". Esta inesperada apreciación se apoya­ b a en la autoridad de Lunatcharsky quien, en el se­ gundo Congreso de la Internacional Comunista, había declarado que existía en Italia "u n intelectual revo­ lucionario... Filippo Tom m aso M arinetti”. Evidente­ mente se estaba mal inform ado en Rusia de lo que se hacía en Italia, p or lo que se podía ciertamente confundir a Marinetti con Maiacovski, y la fam osa carta de Gram sci a Trotsky sobre el futurism o no de­ bía contribuir a aclarar mucho las cosas...

Marinetti Nacido en A lejandría en 1876, Filippo Tom m aso Marinetti, empezó a ser objeto de la atención general al publicar con sus amigos una serie de manifiestos que le valieron el ser llam ado "la cafeína de E u ro p a ”: Manifiesto futurista, en "L e F ígaro” del 20 de febrero

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de 1909, con Papini, Palazzeschi, Govoni, Folgore y otros; Manifiesto "contra el claro de luna", en abril de 1909; contra Venecia, en abril de 1910; Manifiesto de la literatura futurista, en mayo de 1912. Otros ma­ nifiestos, obras de amigos o de discípulos, prolonga­ ron esta agitación: Manifiesto de la pintura futurista, de Boccioni, Carra, Russolo, Baila y Severini, en abril de 1910; ^Manifiesto de la m ujer futurista, de Valentine de Saint-Point, en marzo de 1912, y en abril de 1912; Manifiesto de la escultura futurista, de Boccio­ ni. Por esta época, sin em bargo, el creador de las "p alab ras en libertad” comenzó a preocuparse por intervenir también en la política.

" Higiene del m undo” Aproxim adam ente esta apertura a la política coin­ cidió con los comienzos del sindicalismo revolucio­ nario y la constitución de la Asociación Nacionalista Italiana. Desde 1909, los futuristas hicieron algunas tentativas para unirse a los sindicalistas revolucio­ narios contra aquellos a los que Marinetti llam aba — en un artículo de 1910— “nuestros enemigos co­ m unes". Pero fue también en esto la guerra de Li­ bia la que desempeñó un papel decisivo. Enviado es­ pecial en Tripolitania, Marinetti conmemoró la aven­ tura publicando Mafarka, novela de inspiración "a fri­ cana", y descubrió entonces lo que habría de ser uno de los leitmotivs de la política futurista: la gue­ r r a , como "única higiene del m undo" tal como tituló ulteriorm ente uno de sus libros ( Guerra sola igiene del mondo, Milán, 19Í5). En octubre de 1913, los fu­ turistas publicaron su prim er program a político. Antisdcial y anticlerical — ¿acaso Marinetti no exi­ gía la "desvaticanización" de Italia?— , el program a futurista se presentaba coíno conquistador, imperia­ lista y guerrero y, p o r descontado, "exclusivamente

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italiano". Se preconizaba una política exterior "agre­ siva, astuta, cínica” y se apelaba, como los naciona­ listas, a la restauración d e l a Sin em bargo, esto no era entonces más que uiia repeti­ ción, un esfuerzo para nada... E l mismo año de 1913 comenzó a aparecer én Nápoles “La V ela latina”, a la que se sumó en 1916 “L ’Italia futurista" de Flo­ rencia. Pero hasta la guerra los futuristas no dieron mucho que hablar. ¿Fue debido a la influencia de la educación fran­ cesa de Marinetti, quien había efectuado sus estu­ dios en París y publicado el grueso de su o bra poé­ tica en francés, el que, a diferencia de la Asociación Nacionalista, los futuristas se mostrasen de entrada enemigos de Austria, colocándose p o r ello, en cier­ to modo, entre los intervencionistas de izqmerda? H acia mediados de setiembre de 19Í4, Marinetti y Boccioni organizaron en M ilán las prim eras mani­ festaciones contra Austria. Enrolados voluntarios en su m ayoría — Marinetti el prim ero, ciertamente, así como M ario Carli, el futuro director de " L ’Im p erio ”— con los arditi, secciones de asalto especializadas en los golpes '3eT5ian¡d¡rTÓs“ fu t m i¡^ ^ estable- ’ cer, en la posguerra, los prim eros contactos entre M u sso fíñ iy lo s arditi, a quienes este últim o em plearía contra los "subversivos". Pero esto no fue, evidente­ mente, lo más importante.

E l Partido Político Futurista A p artir del 20 de setiembre de 19-18 comenzó a aparecer, prim ero cada diez días y déspués cada se­ mana, "R o m a futurista", que dirigían Marinetti, M a­ rio Carli y Em ilio Settimelli. El periódico, que lle­ vaba el subtítulo de "Periódico del Partido Futurista”, contenía el Manifiesto-program a del Partido Político Futurista “invocado p o r todos los italianos" (v er

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Documento 1) y rem itía al final de la guerra la orga­ nización definitiva del partido. Este program a que volvía a tom ar varios temas del intervencionismo de izquierda, tales como la "socialización de la tierra" o la extensión del sufragio universal a las mujeres, se^ distinguía p o r su resuelto anticlericalismo ("Ü n ic a re­ ligión: la Italia del m añana”) y p or ciertos temas en los que el fascismo se inspiraría: el proyecto de aña­ dir al Parlam ento industriales, agricultores, ingenie­ ros y comerciantes, o incluso de suprim ir este mis­ m o Parlam ento y reem plazarle p o r "u n gobierno com­ puesto de veinte técnicos", anunciaban ciertos aspec­ tos del Estado corporativo; el llamamiento a la ju ­ ventud — otro aspecto a tener en cuenta dentro dél program a— preparó, por su parte, el himno fascistá:

Giovinezz En diciem bre de 1918 aparecieron los prim eros fasci futuristas. Pocas adhesiones al principio, pero algunos nom bres: Giuseppe Bottai, Massim o Bontempelli...* P or intermedio de M ario Carli y Ferruccio Vecchi, el movimiento se apoyaba esencialmente en los arditi. E n noviembre, éstos habían constituido una Asociación de^ los arditi.de Italia, bajo la presidencia de Carli. Tras la disolución del ejército, en enero de 1919 estos lazos tendieron incluso a reforzarse y, en mayo de 1919, Vecchi y Carli em prendieron la pu­ blicación de un periódico: " L ’Ardito". Los futuristas se habían adherido desde diciem bre de 1918 al pro­ yecto, presentado por Mussolini, de convocar una Constituyente del intervenciónismo. Mussolini y M a­ rinetti áe encontraron, poco después, entre los que en la Scala de M ilán impidieron al viejo Leonida Bissolati, a fuerza de alboroto, exponer el program a ex­ terior del intervencionismo de izquierda, opuesto a ciertas anexiones que consideraba, con justicia, como imperialistas. Mussolini, evidentemente, aún sólo po­ día salir ganando con tales encuentros en una época en la que, a despecho de todos sus esfuerzos y del

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alboroto que llevaba a cabo " I I Popolo d ’Ita lia ” ape­ nas si conseguía representarse a sí mismo.

Futurism o y fascismo Y , efectivamente, Marinetti, que debería p ublicar poco después Aldi la del com unism o (Más- allá del co­ m unism o), Milán, 1920, fue la única personalidad de cierta importancia que participó en la reunión de la plaza San Sepolcro del 23 de marzo de 1919. La ela­ boración del program a de los fasci debía mucho, en­ tre otros, a los futuristas. M arinetti fue elegido, pues, m iém bro del Comité central y, >a continuación, de la comisión de propaganda y prensa. Algunos días después, el 15 de abril, bajo la instigación de M usso­ lini y de Marinetti, los arditi de Ferruccio Vecchi to­ m aban por asalto y saqueaban los. locales de " Avanti!", en Milán. Una sana reacción contra el "chantaje leninista", "p rim er episodio de la guerra civil" tales fueron los términos empleados por M ussolini al rei­ vindicar para los fascistas "toda la responsabilidad m oral del acto..." Pero habían sido, una vez más, los futuristas, quienes habían proporcionado el grueso de las tropas. N o es que Marinetti o los futuristas fuesen plena­ mente adictos al fascismo y a la totalidad del antibolchévismo de Mussolini. Cierto que, a partir del mes de agosto de 1919, el grupo futurista de M ilán al que Marinetti estaba estrechamente vinculado, puesto que era m iem bro del fascio de esta ciudad, empezó a sostener la publicación del periódico de Arm ando Mazza, " I Nem ici d ’Italia" (sem anario antibolchevi­ que, ver documento 5), pero casi al mismo tiempo se había abierto en "R o m a futurista" una am plia dis­ cusión sobre la posibilidad de establecer relaciones entre futurism o y fascismo, discusión a la que puso fin de form a bastante autoritaria Giuseppe Bcttai, fu­

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turo m inistro fascista, que había adoptado la direc­ ción del periódico en setiembre. Cuando Mussolini hizo adoptar p or el segundo congreso de los fasci, Milán, 24-25 de mayo de 1920, los prim eros elementos de un program a agnóstico respecto a las instituciones, y, p or lo tanto, virtual­ mente m onárquico, y, aun es más, temeroso de no atentar contra la "soberanía espiritual del Vatica­ n o ”, Maririetti, a quien aterrorizaba tanta "considera­ ción”, se apresuró a dimitir del movimiento. Éste fue quizás el origen de las apreciaciones de Lunatcharsky en Moscú. N o se trataba, sin embargo, de una ruptura definitiva entre el fascismo y -los fu­ turistas. 'Igualmente dim isionario — del fascio de R o­ m a— , M ario Carli publicaba poco después, con EmiTio Settimelli, el semanario ultram onárquico "II Prin­ cipe" (" L a m onarquía absoluta es el régimen más perfecto”, declaraba el periódico), al que sucedería "L T m p e rio " y, más tarde, "L T m p erio fascista”. E n cuanto a Marinetti, tras haber figurado entre gos fir­ mantes del Manifiesto de los intelectuales fascistas del 21 de abril de 1925, se encontró — triste fin para un futurista-— en la Academ ia de Italia.

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Capítulo 5 G U ER R A Y POSGUERRA

D e la Tríplice al Pacto de Londres En 1914, Italia estaba unida desde 1882 p o r un pacto de alianza con Alem ania y Austria-Hungría, al que Giolitti, en tanto m ejoraban las relaciones con Francia, había intentado d ar un carácter estricta­ mente defensivo. Si hemos de creer al Libro Am arillo, publicado al final de la Prim era G uerra M undial por el gobierno francés, desde los comienzos del si­ glo, Italia se había com prom etido al término de las conversaciones entre B arrére y Delcassé, p o r una par­ te, y Visconti-Venosta y Prinetti p or la otra, a perm a­ necer neutral en caso de agresión contra Francia. E l viaje de Loubet a Rom a eri 1904 había consagra­ do este acercamiento. N o constituyendo el origen del conflicto el casus foederis previsto p o r la Tríplice, el 3 de agosto de 1914, el Gobierno italiano proclam ó su neutralidad. Sin duda, para los medios conservadores —-balan­ dra, Albertini— la guerra ^ p re se n ta b a un exutorio a las dificultades interiores: la agitación social llevada a cabo por los socialistas, el déficit presupuestario consecuente a la guerra de Libia, etc. Pero una co­ rriente más m oderada o más hábil, sim bolizada p o r Giolitti, estim aba mucho m ás político valorizar esta neutralidad. P o r otra parte, conversaciones con Aus­ tria intentaban fijar el precio — las “compensacio­ nes"— de la intervención eventual de Italia ju n to a loá Im perios Centrales. ' ' La batalla del M am e fue el elemento decisivo, al perm itir creer que la guerra sería breve y se acabaría

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con la victoria de la Entente. A excepción de los n a­ cionalistas, los m edios inte^éncíonistas eran ade­ más partidarios de las "dem ocracias" y aspiraban plenamente a un cam bio de las alianzas. E n la prim a­ vera de 1915 se entablaron nuevas conversaciones con Francia, G ran Bretaña y Rusia, qué concluyeron el 26 de abril con la firma del Pacto de Londres, por el cual Italia se comprometía, mediante "ju stas com­ pensaciones" a declarar la guerra a Austria en el plazo de un mes. Al Gobierno italiano le bastó, mien­ tras se preparaba para la aventura, con dejar libre curso a las manifestaciones intervencionistas.

La agitación intervencionista El intervencionismo, al igual que la agitación fas­ cista algunos años más tarde, fue debido a una mi­ noría que favoreció las iniciativas del Gobierno. De intervencionistas, propiamente dichos, no hubo más, en favor de los Im perios Centrales, que el Estado M ayor y los nacionalistas de la A N I; y, en favor de la Entente: el intervencionismo de izquierda, irreden­ tista, amigo de la democracia francesa o inglesa, ene­ migo de Guillerm o II y de las tradiciones bismarkianas, obstinadamente hostil a Austria-Hungría, so­ ñando con liberar Trento y Trieste y, a veces, inclu­ so La Bohem ia... Se encontraban también republi­ canos, tales como Pietro Nenni; antiguos socialistas, como Bissolati, Salvemini y muy pronto Mussolini; anarquistas arrepentidos, como Marie Rygier o Massimo Rocca; sindicalistas revolucionarios: Alceste de Am bris, Rossoni, Corridoni; y naturalmente los fu­ turistas con su estética del carro de combate. Por no hablar de D ’Annunzio quien, prescindiendo de sus creencias, entró en Italia para hacer campaña y pu­ blicar sonetos en favor de la intervención... Entre los adversarios de la guerra, se encontraban

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evidentemente los socialistas y la gran m ayoría del , proletariado, pero tam bién los campesinos, los me­ dios católicos, el Vaticano en prim er lugar, hostil — cómo es sabido— a una guerra contra la católica Austria-Hungría, y algunos medios burgueses, que encarnaban bastante bien Giolitti o Croce, m ás p o r prudencia y conservadurism o que p o r am or a la paz, pero cuyo peso sobre la opinión era considerable. Así, el 9 de mayo de 1915, había aún 300 diputados dispuestos a depositar sus tarjetas de visita en casa de Giolitti, considerado como el partidario m ás ofi­ cial ide la neutralidad. Pero los días 15 y 16 de setiembre de 1914, M ari­ netti y los futuristas organizaron en M ilán las prim e­ ras manifestaciones en favor de la intervención al lado de Francia. E l 5 de octubre, un grupo de sindi­ calistas revolucionarios y de anarquistas unidos a la “guerra revolucionaria” constituyeron un Fascio d'azione intemazionalista. que lanzó un prim er lla­ mamiento a los trabajadores italianos p o r la “revo­ lución europea”, "contra la barbarie, el autoritaris­ mo, el militarismo, el feudalism o alemán y la perfidia católica de A ustria”. A partir del 15 de noviem bre, el intervencionismo de izquierda dispuso adem ás dé un órgáñó a escala nacional: " I I Popolo d ’Italia".

La crisis mussoliniana L a a.dhesión de M ussolini al intervencionismo fue, sin duda aíguna, la m ás bella victoria de los partida­ rios de la guerra. E ra éste, en efecto, el prototipo del "subversivo”, deFrevolucionario que hacía tem blar a la burguesía italiana. Tras haber conocido la bohemiá, el exilio y el ham bre — según decía él— este maestrillo de Romaña, h ijo de un herrero socialista (¡qu é ascenso!), el joven Benito Mussolini, pues, ha­ bía comenzado a d ar que h ablar en los m edios socia-

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listas p o r su intransigencia y su "idealism o revolu­ cionario". Combatiendo la guerra de Libia, se ha­ bía situado, en 1912, a la cabeza de la corriente revo­ lucionaria del partido, del que había hecho excluir, en el Congreso de Reggio Em ilia, a los dirigentes re­ form istas Bissolati, Cabrini y Bonom i. Director de "A van ti!” a partir del 1 de diciem bre de 1912, había suscitado y anim ado algunas huelgas generales y, en junio de 1914, sostenido calurosamente la “semana ro ja " de Ancona, dirigida por el anarquista Malátésta y el republicano Pietro Nenni. Que Mussolini fue p o r aquel entonces objeto de un verdadero culto p or parte de los jóvenes socialistas, ha sido testimoniado p o r el mismo Gramscil' Durante el período de la neutralidad se le vio ju ­ gar en prim er lugar la carta de la intransigencia. E n el mes de setiembre empezó, sin em bargo, a vacilar, evitando, p or ejemplo, asistir a la conferencia socia­ lista de Lugano o acercándose al director del "Resto del Carlino", Filippo N aldi, quien le procuraría los prim eros fondos p ara lanzar " I I Popolo d ’Italia”. L a intervención de algunos socialistas franceses, com o Cachin, portador — se decja— del "o ro fran­ cés”, desempeñó un papel decisivo en la conversión.2 Aplaudido por los medios intervencionistas de iz­ quierda, el 18 de octubre M ussolini publicaba en "A van ti!” un largo artículo- titulado D e la neutra­ lidad absoluta a la neutralidad activa y actuante, que era un llamamiento a la intervención del, lado de la Enjente. Dim itido de sus funciones de director de “Avanti!”, por la dirección del partido; el 20 de octubre, Mussolini comenzó a hacer aparecer el 15 de noviem bre •II Popolo d ’Italia”. E l 24 de noviem bre fue excluido del Partido Socialista, arrastrando con él a algunos de sus camaradas. 2. Cf. «¿Recibió Mussolini dinero de los socialistas fran­ ceses?», en el cap. 3 de la segunda parte.

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L os Fasci d ’azione rivoluzionaria E l 1 de enero de 1915, M ussolini publica en " II Popoló d ’Italia” el prim er manifiesto de los Fasci d'azióne rivoluzionária, qué, volviendo al llamamien­ to-del 5 de Octubre, identificaba la causa de la Enten­ te con la de la libertad y veía en la lucha de clases una “fórm ula vana”, en tanto no se hubiese resuel­ to la cuestión nacional. Los días 24 y 25 de enero se reunió en M ilán el prim er congreso de estos fasci, — "asociaciones libres de subversivos"— donde Mus» solini, en unión de De Am bris, evocó los "prim eros congresos de la Internacional" e invitó a "h acer la revolución contra la m onarquía inerte". U n m es más tarde el movimiento contaba con alrededor de 9.000 afiliados en el conjunto del país. Se trataba, para M ussolini y sus amigos, de arras­ trar a italia a una guerra con Austria. Se hizo el proyectó de crear un casus belli lanzando, con el ap o­ yo de los herm anos G aribaldi, un golpe de m ano con­ tra un cuartel austríaco. M ussolini intentó incluso, p o r intermedio de un agente zarista, obtener los fon­ dos- necesarios para la operación...3 M ientras tanto, Mussolini se esforzaba p o r convencer a los otros gru­ pos "revolucionarios” de que concediesen una tregua a la m onarquía si ésta se comprometía en la guerra. Le volvemos a encontrar, con Corridoni, De Am bris y Battisti, al frente de las manifestaciones del "m ayo radiante", en Milán. E l 24 de mayo, Italia declaró la guerra a Austria.

La guerra: Caporetto M al preparada, mal dirigida, im popular, la guerra fue evidentemente la aventura que temía Giolitti: 3.

Cf. Nota 14 en el cap. 3 de la segunda parte.

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66.000 muertos, 190.000 heridos» 22.000 prisioneros en . el transcurso de los seis 'prim eros meses... E n mayo de 1916 la derrota de A s ia g o — 150.000 liombYes fue­ ra de combate— • puso de manifiesto la debiíidad del aparato m ilitar italiano é, indirectáritónté, la debili­ dad dé las estructuras económicas del país. A par­ tir del 9 de junio un “ministerio nacional", b a jo la presidencia de Boselli, reunió a ios representantes de todas las tendencias a excepción de los socialistas. E l 9 de agosto, C adom a tomó Gorizia. Algunos días después, animados p or la entrada en guerra de Ru­ mania, Italia declaró 4a güerra a Alemania. Como en toda Europa, 1917 fue un año de crisis: dificultades financieras, restricciones y, sobre todo, agotamiento, cansancio. De mayo a setiembre las ofen­ sivas sobre Isonzo, lanzadas p o r Cadom a, causaron más de 100.0000 m uertos y 'd e 1501000 heridos. E l es­ tablecimiento de un protectorado en Albania — el 3 de junio— no bastaba evidentemente para recom­ pensar estas pérdidas. E l descontento no cesaba de aumentar, p ara desem bocar en Turín en el levantatamiento de agosto. E l 25 de octubre, p o r último, fue Caporetto: 400.000 hom bres fuera de combate, 3.000 cañones perdidos, una retirada de cerca de 100 ki-. lómetros, los austríacos a las puertas de Venecia.

E l m ovim iento obrero y la guerra A excepción de algunas defecciones, tal como he-> mos dicho, los anarquistas se pronunciaron resuel­ tamente contra la guerra. La actitud de los socialis­ tas estuvo m arcada p o r la doble preocupación de no adherirse a la guerra y de no sabotearla. E l lem a ofi­ cial del partido — “N i adherirse, jii sabotear”— ex­ presa bastante bien la contradicción del centro —-Se­ rrati, Lazzari— entre unos reform istas a los que se adivinaba prestos a inclinarse del campo del patrio-

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tismo, y tal fue el caso de Turati y después de Caporetto, y una izquierda, B ordiga ^ n particular, que consideraba la posibilidad de oponerse a la guerra p or la revolución. Promotores, junto con los socialistas suizos, de la Conferencia de Lugano (27 de setiembre de 1914), los socialistas italianos participaron en las conferen­ cias internacionales de- Zim m erw ald (5-8 de setiem­ bre de 1915) y de Kienthal (24-30 abril de 1916), don­ de, sin bien fueron signatarios de-todos los textos, se situaron muy a la derecha en comparación con Lenin. Pero al difu n d ir ampliamente los “M anifiestos” y ‘"Resoluciones" de las dos conferencias, Serrati con­ tribuyó innegablemente al reforzamiento de las co­ rrientes neutralistas y a la constitución de una “iz­ quierda com unista" en Italia. A éste le hallaríam os de nuevo en Florencia el 18 de ñoviem bre de 1917, algunos días después de la revolución de octubre. La revolución rusa de febrero, en la que el mismo Mussolini vio el preludio de la revolución alemana, así como el m ensaje pontificio del 1 de agosto de 1917-, contribuyeron a reforzar las tendencias paci­ fistas y, sobre todo, a extenderlas a nuevas capas de la sociedad. E n agosto, tras la visita de los dos envia­ dos de Kerensky, los mencheviques G oldenberg y Smirnov, que aparecieron abusivamente ante las m ul­ titudes como m ensajeros de paz, el proletariado de Turín, exasperado por las restricciones, la falta de pan y la duración de la guerra, se sublevó: insurrec­ ción espontánea, cuya responsabilidad se hizo recaer sobre Serrati y los socialistas. Caporetto motivó un giro, bastante curioso, en las tendencias que habían aparecido durante el año. Algunos grupos — los católicos, en particular— se unieron a la defensa de la patria amenazada. E n el interior del Partido Socialista, el ala reform ista — Turati, Treves, Rigola— , e incluso más tímidamente algunos elementos centristas, se pasaron tam bién a

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la "defensa territorial”. A l mismo tiempo que con­ denaba estos desbordamientos patrióticos, el centro protestaba contra las acusaciones de sabotaje lanzav das contra los socialistas después de Caporetto. La izquierda, p o r el contrario, propon ía — en Florencia— prepararse para la insurrección. H abían aparecido ya, pues, las tres grandes corrientes que volveríamos a encontrar después de la guerra. Efectos económicos de la guerra La guerra acentuó los procesos de concentración industrial y contribuyó á m odificar la composición del capital italiano, tendiendo el capital constante a aum entar siempre más en relación con el capital variable. De 1915 a 1917 la tasa media de rendimiento en la industria pasó de 4,26 % a 7,75 % , para las principales ramas:

siderurgia . . . . . . . . . . a u t o m ó v il.................... . . . . química . . . . . . . . . . caucho . . . . . . . . . .

1915

1917

6,3 % 8,2 % 8,02 % 8,57 %

16,55 % 30,51 % 15,39 % •14,95%

De 200.000 toneladas por año la producción de hierro y acero se elevó, en el transcurso del conflicto, a un millón de toneladas por año. Las dos grandes agrupaciones: Uva y Ansaldo, declararon al final de la guerra un capital de 300 millones y 146 millones de obligaciones (U v a ), 500 y 100 millones (Ansaldo). En 1918, todas las empresas controladas p o r Uva se fusionaron legalmente. Em presas más modestas, como la FIAT, doblaron su capital, mientras que el de la B reda y el de la Terni alcanzaban los 100 mi­ llones.

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Consecuencias de esta concentración industrial: la inestabilidad acrecentada del sector agrario, ya per­ judicado p o r ía movilización, y el descenso de la p ro ­ ducción agrícola: de 50 millones de quintales en 1914 (a los que se añadían 14 millones de quintales im por­ tados), la producción de trigo bajó a 38 millones de quintales durante la guerra. La eliminación de un buen número de m edianas y pequeñas empresas-, otra consecuencia de la concentración, afectó a la vez a la pequeña burguesía, a la que contribuyó a proleta­ rizar, y a ciertos sectores del proletariado condena­ dos al paro. A todo ello se añadieron los efectos de la inflación, de la devaluación de la lira y del des­ censo del nivel de vida. De 1914 a 1920 la lira per­ dió, en efecto, un 80 % de su valor. E l cam bio pasó de 5,18 liras p o r un dólar en 1914 a 13,07 en 1919 - (p ara alcanzar hasta 28,57 en diciembre de 1920). Se había creído, eñ efecto, que se trataría de una gue­ rra corta y no se preocuparon mucho del financia­ miento de la guerra, que había sido abandonado casi enteramente a los recursos fiscales. Jll déficit del Estado se elevó así de 214 millones en 19Í4-Í915 a 23.345 millones en 1918-1919 y el grueso de los gas­ tos, debido al sistema fiscal,. jfoé'- s ^ o rta H o ''p ó lf”la pequeña burguesía.

La posguerra: el “ diciannovismo” Concentración industrial, pues, pero frágil y des­ proporcionada para las estructuras y las posibilida­ des del país: fue así como, en el duelo que opondría después de la guerra a los hermanos Perrone (A n ­ saldo) y a la Banca Commerciale Italiana, ésta no dudó en financiar un consorcio propietario de las ac­ ciones del Crédito Italiano, el cual financió a su vez un segundo consorcio, propietario de las acciones de la Banca Commerciale. E l hundimiento de la U va y

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de la Ansaldo en 1922, es un buen testimonio de esta fragilidad. Concentración que fue paralela, tal como hemos dicho, a una depauperación de ciertas capas de la pequeña burguesía: y es desde esta perspectiva como el fascismo fue efectivamente la "revolución” de las clases m edias;4 el desarrollo del paro en una parte del proletariado y, simultáneamente, el paso a la industria de una parte de la mano de obra rural: proletariado joven — de donde procede quizás esa fal­ sa conciencia que el "m axim alism o" cultivaría en el movimiento obrero— ; la caída de la producción agrí­ cola: y el Partido Popular, fundado p o r D on Sturzo en 1919, expresaría a la vez las aspiraciones de todo un sector del campesinado y la participación — refor­ zada p o r la guerra, sobre todo después de Caporetto— de los católicos en la vida nacional. E l último año de la guerra había sido llevado la cabo a base de prom esas y de ilusiones: la tierra ipara los campesinos, solución de la cuestión meridio­ nal, ampliación de la democracia, colocación a los antiguos combatientes, etc. Adscrito a los 14 pun­ tos de W ilson, el intervencionismo de izquierda ha­ bía creído en una paz equitativa: “Seijía un mal nego­ cio para Italia — escribía aún De Am bris en marzo de 1919— confundir su derecho y su seguridad con el apetito imperialista del kilómetro cuadrado de tierra." Pero las victorias de Piave (ju n io de 1918) y de Vittorio Veneto (3 de noviem bre), así como el precio de la guerra: 600.000 muertos, 500.000 mutila­ dos, habían hecho esperar “justas compensaciones". La Conferencia de París, lejos de cum plir las prom e­ sas del Pacto de Londres, rechazó la mayoría de las reivindicaciones italianas; en particular, Trieste. El mito de la "victoria m utilada", de una capacidad de proliferación extrema, intentó dar cuenta de esta si4. Cf. «Las interpretaciones del fascismo», en el cap. 3 de la segunda parte.

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tuáción: Italia aparecía una vez más como "G ra n Proletaria”, objeto de los complots del “im perialis­ mo extranjero” y de las "plutocracias". Crisis moral, pues: en los barrios proletarios de las grandes ciudades se escupía a los oficiales que tenían la osadía de pasear con su uniform e y sus condecoraciones. De los 160.000 oficiales a los que se iba a desmovilizar, ¿cuántos conseguirían reintegrar­ se a la vida civil? ¿Cuántos suministrarían sus cua­ dros a las escuadras fascistas? Crisis del capital como en el resto del mundo: había que poner de nuevo la producción en m archa; transform ar las in­ dustrias engrandecidas artificialmente, a menudo p ri­ vadas *de mercados; resolver, detener el ascenso del paro (diciem bre de 1920: 102.000 parados; julio 1921: 388.000; diciembre 1921: 512.000; enero 1922: 606.000), exarcebado p o r las restricciones impuestas, a la emi­ gración. Crisis social: pauperism o (relativo) de las grandés masas trabajadoras, enriquecimiento fabulo­ so de los beneficiarios de la guerra. Crisis política p or último: la vieja clase dirigente no había sabi­ do hacer la economía de la guerra ni prepararla, la cual había estado a punto de p erder además, como testimonió en agosto de 1919 la encuesta sobre Caporetto. E l diciannovismo — el espíritu de 1919— fue la expresión de este clima de decepciones y de espe­ ranzas mezcladas, del vacío del poder y del senti­ miento de que todo era posible. H u elgas, agitación contra la carestía de la vida o contra la intervención en Rusia, soviets provisionales y efím eras repúblicas bolcheviques, pillajes a veces — la "santa venganza popular", como la llam aba aún Mussolini, tomó libre curso y pareció incluso en un momento, el 4 de julio, que se encaminaba hacia la revolución. Pero ya nue­ vas fuerzas aparecían: desde 1920 la corriente comen­ zó a cam biar...

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Capítulo 6

LA F U N D A C IÓ N D E LOS FASCI IT A L IA N I D I C O M B A T T IM E N T O

Sin esperar el fin de la guerra, algunos represen­ tantes del intervencionismo de izquierda habían co­ menzado a reagruparse en tom o a objetivos preten­ didamente revolucionarios. E n marzo de 1918, Alceste de Am bris publicaba el prim er núm ero de " Rinnovamento ”. Algunos meses más tarde, los días 13 a 15 de mayo de 1918, contribuyó a crear la U nio­ ne Socialista Italiana, prim era organización del "s o ­ cialismo nacional” que aceptaba a la vez el "concep­ to de la lucha de clases" y el "concepto de patria-nación”. E n la m ism a época, la Unione Italiana del Lavoro, b a jo los auspicios de Rossoni, comenzaba de nuevo a funcionar lentamente, a form ular al menos unos objetivos. M ussolini no se había adherido a nin­ guna de estas iniciativas, pero, con su olfato habitual, había modificado el subtítulo de " I I Popolo d ’Ita lia ” que se había convertido así, a partir de agosto de 1918, en "e l diario de los combatientes y de los pro­ ductores”. Después, tras h aber celebrado la victoria ("¡A rrib a los corazones!”) había comenzado a h ablar bastante vagamente de su "antipartido”: "N o so tro s constituiremos el antipartido de los realizadores... una organización fascista, que no tendrá nada en co­ mún con el credo, los dogmas, la m entalidad y, sobre todo, los prejuicios de los viejos partidos." E l 3 de enero de 1919, convocaba la reunión de una "cons­ tituyente dél intervencionismo italiano", lo cual le colocaba en unas posiciones bastante m oderadas, si tenemos en cuenta el interior del intervencionismo de izquierda. E l proyecto se enfrentó con las burlas y escarnios

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de la U S I, pero recogió la adhesión de los futuristas y de algunos republicanos. Poco después, el Congre­ so de B olonia de la C G L adoptaba igualmente el p ro­ yecto de una Constituyente democrática, confiriéndo­ le un tono m arcadam ente reform ista. "H em os llega­ do, pues — comentó M ussolini— , al partido del tra­ b a jo que es, lo confiesen ellos ó no, la aspiración tan ardiente como secreta de todos quienes componen el estado m ayor de la CGL. (...) L a C G L perm anece... en el terreno de la dem ocracia... N o se trata, pues, de dictadura de clase a través de un partido político, sino de soberanía popular b a jo la form a de gobier­ no republicano.” Pero " I I Popolo d 'Ita lia " y su direc­ tor siguen aislados. Sostenido sobre todo p o r la pu­ blicidad de Ansaldo, el periódico resistía como podía. M ussolini se había constituido una especie de peque­ ña córte o de ejército entre los arditi desmoviliza­ dos, pero éstos permanecían, sobre todo, b a jo la in­ fluencia de los futuristas. De hecho, entré los repu­ blicanos, los reform istas de la CGL, los futuristas, los socialistas de la U S I y los sindicalistas de Rossoni, era difícil encontrar un lugar.

Un socialismo nacional: Dalmine De hecho seguía existiendo la esperanza de rea­ lizar "la síntesis de la antítesis: clase y nación". El 6 de enero de 1919, " I I Popolo d ’Ita lia ” aprobó con entusiasmo la huelga de los carteros. E l 11 de enero, al frente de un grupo de arditi, M ussolini y los fu­ turistas irrum pieron en la conferencia de Bissolati en la Scala de M ilán y a los gritos de "vendido", "tra i­ d o r”, "croata", y de "viva la Dalm acia italiana", im­ pidieron a Bissolati, dim isionario del gobierno de Orlando, exponer y justificar los motivos de su dimi­ sión: su oposición a la anexión de Dalm acia y, más ampliamente, a la política expansionista del .gobier­

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no. M ussolini dio así un paso más en dirección ha­ cia los nacionalistas. E l 2 de m arzo de 1919, " I I Popolo d ’Ita lia ” invitó a sus lectores, simpatizantes y amigos a reunirse en M ilán el 23 del m ism o mes p a ra constituir unos fasci_ 'ji^com battim ento. E l program a, añadía M ussoliní, “está contenido en su expresión". Y precisaba al­ gunos días después: " E l 23 de marzo, no fundare­ mos un partido, sino que darem os im pulso a un nue­ vo movimiento... E l 23 de marzo, crearem os el anti­ partido." ¿El program a?: "Algunos puntos, pero pre­ cisos y radicales.” Se trataba, de hecho, al separarse "n o sólo del socialismo oficial, sino tam bién de to­ dos estos pequeños grupos y hom bres que buscan quizás en van o”, de continuar "la revolución” que había comenzado en mayo de 1915 y se había p ro ­ longado a todo lo largo de la guerra. M uy felizm en­ te, la huelga de Dalm ine puso alguna claridad en las ideas de Mussolini. E n Dalmine, pequeña ciudad de los alrededores de B éígám ó, los m etalúrgicos de la em presa FranchiGregorini — dos mil obreros aproxim adam ente— al no concedérseles razón p o r parte de los dirigentes de la empresa, acabaron p o r echar a los propieta­ rios y se quedaron encerrados dentro. Sindicados en su m áyoríá eñ la U I L dé Rossoni, habían colocado sobre el tejado de la fábrica la bandera nacional ita­ liana y practicado durante dos días — al térm ino de los cuales el ejército vino a desalojarles— , la "h u el­ ga productiva". " I I Popolo d ’Italia" siguió el asunto con mucha atención. Ésta fue, en relidad, p ara Musvsolini, la ocasión de form ular, p o r prim era vez, uno de los principales temas del program a fascista, pero de ün fascism o aun populista: "L a form ación del Consejo de obreros, que durante tres días ha velado p o r la dirección del establecimiento y ha asegurado su funcionamiento... representa la tentativa honesta, el esfuerzo lleno de buena voluntad, la digna am bi­

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ción ae suceder a la ciase llam ada burguesa en la gestión del trabajo ." L a ocupación de Dalm ine — pre­ cisaba él algún tiempo después— es la prueba de la “capacidad del proletariado de gestionar directamen­ te la em presa" M ás tarde, el 20 de marzo, cuando todo había vuelto al orden después de dos días, él acudió a Dalm ine y, en un discurso rápido, felicitó a los obreros: "V osotros os habéis situado en el terre­ no de la clase, pero no habéis olvidado a la nación... os habéis sustraído al juego de las influencias polí­ ticas.”

La reunión de San Sepolcro Los biógrafos más devotos de M ussolini están de acuerdo en que la reunión del 23 de marzo que sig­ nificó el “acta de nacim iento” de los Fasci di combattimento fue de las más modestas y pasó casi de­ sapercibida: “ciento cincuenta personas, según Margherita Sarfatti...» los nom bres conocidos no llegaban a diez”. Entre ellos, Marinetti. Y el capitán M ario Car­ li, futurista y ardito a la vez. Las circunstancias, como constataría Giorgio Pini, no favorecían el prcp selitismo. M ussolini había anunciado centenares de adhesiones. Dos días antes de la reunión, para re­ forzar su em presa, constituyó un prim er fascio, el de Milán, en el que se encontraron el sindicalista Michele Bianchi y Ferruccio Vecchi, am igo de M arinet­ ti y jefe de aquellos arditi que habían ido a silbar a Bi^solati el 11 de enero. Fue una sala prestada por el Círculo de los Intereses Industriales y Comercia­ les, donde se celebraban a m enudo reuniones de este tipo, la que albergó, en la plaza San Sepolcro de Milán, durante toda la jorn ad a del 23 de marzo de 1919, a la asam blea constituyente de los Fasci di combattimento, "reunión privada" según la convocatoria del 2 de marzo.

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La asistencia estaba com puesta en su m ayoría p or antiguos m iem bros de los Fasci d'azione rivoluzionaria, de intervencionistas de izquierda, anarcosindica­ listas y republicanos, tales como Farinacci, y de ar­ diti desmovilizados: entre la cincuentena de nom ­ bres citados al día siguiente p o r " I I Popolo d ’Ita lia ”, hallam os diez oficiales, en su m ayoría tenientes, y, adem ás de Marinetti, dos futuristas, M ario Carli y Achille Funi. Si bien, Mussolini, a partir del día si­ guiente empezó a h ablar del "p ro g ra m a " del m ovi­ miento que acababa de ser fundado, la asam blea, en lá que se hacía sentir la ausencia de De Am bris, fue incapaz de escapar al confusionismo que h a b ía -p re sidido su convocatoria y fue necesario esperar hasta el 6 de junio de 1919 p ara encontrar en " I I Popolo d ’Italia" el manifiesto del movimiento (v er docum en­ to núm ero 3). La intervención de Marinetti, bastante gris, reflejó bastante bien el clima de incertidum bre que reinaba entre los participantes: todos aquellos "q u e no temen la palabra revolución — declaró en sustancia— deben arrancar a las m uchedum bres de sus malos pastores y guiarlas hacia nuevas form as de gobierno más libres y m ás m odernas". E n m odo al­ guno, atemorizado él m ism o p o r la p alabra "bolch e­ vism o", terminó haciendo un llam am iento en fav o r del "atreverse a todo". Salvo una excepción, las de­ más intervenciones se lim itaron a ap ro bar a M u s­ solini. Defendiéndose de querer fundar "u n partido de los com batientes", éste sometió a la aprobación de la asam blea tres declaraciones que intentaban definir las tareas del intervencionismo de izquierda. Su co­ m entario subrayó algunos "resultados positivos" de la guerra: " L a reacción no ha triunfado en ninguna nación victoriosa. Todas cam inan hacia una m ayor democracia política y económ ica" e insistió sobre la necesidad de no autorizar a las "naciones ricas" a "en gañ ar" a las "naciones proletarias” en la Socie­

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dad de Naciones. Cuando se trató — p o r la tarde— de proponer algunos puntos de referencia, el direc­ tor de " I I Popolo dT talia”, se entregó a una perorata en la que la dem agogia confinaba con el absurdo. "... Y o he escrito que era necesario ir a la cabeza del tra­ b a jo que vuelve de las trincheras, ya que sería odio­ so y bolchevique negarse a reconocer los derechos de los que han hecho la guerra (...). ¿Ellos quieren las ocho horas...? ¿las seis horas? ¿las pensiones de invalidez y de vejez? ¿el control sobre las industrias? Nosotros apoyarem os estas reivindicaciones..." Ante lo cual Michele Bianchi protestó: " E s fácil ganarse la simpatía de las masas con grandes prom esas... N o estamos en una asam blea de dem agogos." Lo esen­ cial fue, sin em bargo, que M ussolini se pronunció por una república en la que estuviesen representados los intereses profesionales: "S e podrá o b jetar a este pro­ gram a que volvemos con él a las corporaciones. Poco importa. Se trata de constituir Consejos de categoría que integren la representación sinceramente política.” L a sesión finalizó con la designación de un Comité central del que form aban parte, entre otros, además de M ussolini y Marinetti, Ferruccio Vecchi, M ario Giam paoli y Cesare Rossi (d el que h abrá que volver a h ablar sobre todo con ocasión del asesinato de Matteotti). U n a serie de comisiones designadas el 1 de abril, y un secretariado nacional, el 6 de mayo, cons­ tituirían el aparato del nuevo movimiento. A partir del 15 de agosto comenzó a aparecer en M ilán el se­ m anario " I I Fascio", órgano oficial de los fasci, cuyos medios y audiencia siguieron siendo limitados. E l m o­ vimiento se contentó, en efecto, con ir tirando hasta el verano de 1920. Los efectivos dan testimonio de ello: a finales de año había en Italia treinta y un fas­ ci agrupando ochocientos setenta afiliados; el fascio de Génova, p o r ejem plo, contaba sólo con veintinue­ ve. E n diciem bre de 1920 había, p o r el contrario, cuatrocientos ocho fasci con veinte m il afiliados.

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E l incendio del “A va n ti!” E l 15 de abril de 1919, en M ilán, un pequeño gru­ po compuesto de arditi, de futuristas, de fascistas y de estudiantes nacionalistas, invadió e incendió la sede del "Avanti! "N osotros, los de los fasci, no hemos preparado este ataque contra el periódico so­ cialista, pero aceptamos toda la responsabilidad m o­ ral d e l incidente", declaró M ussolini, m ientras que Ferruccio Vecchi y M arinetti insistían sobre el carác­ ter espontáneo de su acción, reivindicando también ellos la responsabilidad de la misma. T olerado p o r la policía y p o r Bonom i, entonces m inistro de O bras públicas en visita a Milán, aprobado p o r el general Caviglia, m inistro de la G uerra, el incendio del "A van ti!” fue "e l prim er acto de la guerra civil". Y, sobre todo, m arcó un punto desde el que ya no era posible volver atrás en el itinerario de los fas­ cistas y en sus relaciones con el movim iento obre­ ro. E l prim ero de mayo, M ussolini lanzó un llam a­ miento a los obreros socialistas: "¡Proletarios! ¡Rom ­ ped la tiraníá de los políticos de la carta!"

Rivalidades... E n el prim er congreso de los fasci, los días 9 y 10 de octubre, en Florencia, fúe evidente que el m ovi­ miento tenía sus dificultades. Las adhesiones — y aun las cifras eran hinchadas desm esuradam ente— es­ taban lejos de alcanzar el "m illa r de fasci" prom eti­ do p o r M ussolini. E l dinero llegaba escasamente. A l­ gunos elementos, de m anera bien curiosa, no acepta­ ban el papel de guardia blanca que se les quería hacer desem peñar desde el 15 de abril: Los “arditi” n o son los centinelas de un gobierno, sino de la nación, ha­ b ía sido un título a toda página del "A rd ito ” del 18 de mayo de 1919. M ussolini estaba aún m uy lejos de

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ser el jefe indiscutido de todo el movimiento. E staba M arinetti... y D ’Annunzio, a quien su "m archa sobre Fium e” acababa de volver a situar en prim er plano... " E l últim o de los italianos, el heredero de este es­ píritu latino que ha llevado el nom bre de la patria p o r el m undo entero", como le llam aba el "A rd ito ”, ¿no era acaso el jefe virtual de la revolución nacio­ nal? M arinetti había ido a Fiume. Ésta fue la ocasión p ara los futuristas de reivindicar la gloria del acto: Fiume, "capital futurista de Italia, del mismo m odo que D ’Annunzio y M arinetti son los jefes futuristas de ella...". Se intentó, tras el congreso> consolidar la trinidad: "T res nom bres — escribe Settimelli— sa­ len definitivamente fundidos de este congreso: M ari­ netti, M ussolini y D ’Annunzio.” Era, evidentemente, falso.

Las elecciones de 1919 A M ussolini, sin em bargo, lo que más le preocupa­ b a eran las elecciones anunciadas para el 15 de no­ viem bre. U n viaje relám pago a Fiume, el 7 de octu­ bre, le perm itió disuadir a D ’Annunzio de intentar un levantamiento y de presentarse al congreso fortale­ cido p o r el apoyo del Comandante. Si exceptuamos el discurso de Marinetti, consagrado en gran parte a pedir la "desvaticanización" de Italia, lo esencial del congreso fue, pues, consagrado a p reparar las candidaturas fascistas para las próxim as elecciones. M ussolini insistió sobre la necesidad, aparte de toda preocupación doctrinal, de aprovechar toda ocasión de afirmarse: "N osotros, fascistas, no tenemos doc­ trinas totalmente elaboradas, nuestra doctrina es el hecho... Debem os afirm arnos en todas partes adonde vayam os.” E l congreso hizo suyo el program a sindi­ cal de la Unione Italiana del Lavoro, exigió la aboli­ ción de la censura y manifestó su solidaridad cbn

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D'Annunzio. Y los fascistas fueron a las elecciones. E l 15 de noviem bre, M ussolini se presentó, pues, en M ilán encabezando una lista en la que se encon­ traban tam bién los nom bres de Toscanini y de M ari­ netti. Para este último, Arm ando Mazza, poeta futuris­ ta que dirigía el sem anario antibolchevique “I Nem ici d ’Italia”, imaginó llam ar a votar b a jo fo rm a de caligramas. Los gastos de la com paña electoral fue­ ron cubiertos, según parece, en buena parte gracias a la suscripción abierta p o r " I I Popolo d ’Ita lia " en fa­ vor de D ’Annunzio y de Fiume. E l intento fue un fracaso espectacular. M ientras que los socialistas ob­ tuvieron, únicamente en la ciudad de M ilán, ciento setenta m il votos, la lista fascista dirigida p o r M us­ solini sólo obtuvo cuatro m il setecientos noventa y cinco. "A v a n ti!” publicó entonces un suelto preten­ didamente irónico: había sido descubierto en una al­ cantarilla de la ciudad el cadáver en putrefacción de un suicida: Benito M ussolini...

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Capítulo 7 i9^9, A Ñ O D E C A M B IO : R E V O L U C I Ó N O R E A C C IÓ N

La ocupación de Fium e E l 16 de m ayo de 1919, un acuerdo italo-yugoslavo colocó Fium e b a jo la protección de la S D N . Des­ contentos de esta solución — se trataba de "Fium e o la m uerte"— nacionalistas y fascistas comenzaron la agitación. E l 10 de mayo, el fascio rom ano había condenado "e l im perialism o bancario extran jero" y "la alianza de la plutocracia”, que se encarnizaban contra la "nación proletaria". Comenzaron a circu­ la r rum ores. D ’Annunzio, Mussolini, los nacionalis tas de Federzoni y el general G iardino se decía que preparaban un golpe de Estado para p o d er decla­ ra r acto seguido la guerra a Yugoslavia. A comienzos de ju lio estallaron violentos inciden­ tes en Fium e entre las tropas francesas estaciona­ das en la ciudad y civiles italianos. Se h abló de “vís­ peras fium ianas" (en recuerdo de las “V ísperas sici­ lianas”, de 1282). Tras la encuesta de una com isión cuatripartita, los granaderos de Cerdeña tuvieron qué abandonar la ciudad. Fue entonces cuando una serie de artículos, ‘" Cóm o nos hemos encam inado hacia C aporetto”, publicados en " L a Stam pa", acabó de exasperar a los m ilitares y a los medios nacionalis­ tas. Se habló de nuevo de golpe de Estado, en favor esta vez de Em anuele Filiberto, duque de Aosta. E l 12 de setiembre, una colum na de "legion arios", con­ ducida p o r D ’Annunzio, se apoderó de Fium e y p ro ­ clamó su anexión a Italia. , Esto significaba colocar a los aliados y al gobier­ no ante un hecho consumado. E n un discurso que

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causó escándalo, N itti denunció ante el Parlam ento la em presa del “literato vanidoso" y apeló al apoyo de las "m asas anónim as"; se hizo un llamamiento al bolchevism o. P ara los socialistas esto era un sín­ tom a más de la "disgregación del régim en burgués". N o menos sorprendido que las autoridades, y en defi­ nitiva no m ucho m ás entusiasmado, M ussolini abrió en su periódico una suscripción en favor de Fiume e intentó llevar a cabo una cam paña que D ’Annun­ zio juzgó dem asiado blanda. " E l Comandante es un gran poeta al que yo adm iro con toda m i alm a; p o r m i parte, yo soy un gran cam pesino sólidamente uni­ do a la realidad de la gleba", observaba M ussoli­ ni, consciente en política de sus oportunidades. U n acercamiento eventual con los socialistas, un lugar en el Parlam ento: tales eran aún, posiblemente, los objetivos del director de " I I Popolo d ’Italia". E n Fiume, no se había excluido la idea de una "m arch a sobre R om a". Se consideraba asimismo la posibilidad de apoyarse en M alatesta, que había regresado hacía poco del exilio. É l se negó, natural­ mente. H u b o tam bién aperturas hacia ciertos socia­ listas. Y hacia la Rusia bolchevique. "E n tre Fiume y M oscú — escribía M ario Carli en la prim avera de 1920— hay quizás un océano de tinieblas. Pero indis­ cutiblemente Fium e y M oscú son dos riberas lum i­ nosas. H ay que tender cuanto antes un puente entre estas dos riberas." L a prim era reacción del gobierno italiano había consistido en proclam ar el bloqueo de la ciudad. Pero dem asiadas com plicidades rodeaban a D'Annunzio. Soldados y "legion arios" continuaban afluyendo a la ciudad: m uy pronto hubo en ella m ás de veinte mil. N avios de gu erra reunidos en el puerto se pusieron al servicio del Comandante. Los hom bres del capitán Giulietti desviaban de su ruta a los cargueros asegu­ ran do la intendencia. N itti se vio, pues, obligado a lievar a cabo negociaciones. D ’Annunzio se com prom e­

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tió a no llevar a cabo nuevas anexiones. Este fue, durante algunos meses, el statu quo. Si, com o escri­ biría Aniante, D'Annunzio fue el "san Juan del fas­ cism o", fue menos, naturalmente, p o r h aber predicado cierto verbo mussoliniano, que p o r h aber contribuido a la descom posición del Estado liberal y h aberle obli­ gado entonces, p o r prim era vez, a ceder.

La “Navidad sangrienta" A l proclam arse "Regente del Q u a m e ro ", D 'A n ­ nunzio publicó el 30 de agosto de 1920 los "E statutos del Q u a m e ro ”, con los que M ussolini se entusiasm a­ ría. Volvem os a encontrar en ellos la m ayoría de los temas del intervencionismo de izquierda. L a apor­ tación de De Am bris, jefe del gabinete de D 'Annun­ zio, se hizo sentir particularm ente en el espíritu cor­ porativo de esta Constitución. Los ciudadanos esta­ ban divididos en diez corporaciones, las cuales debían elegir a continuación un Consejo rector destinado a flanquear el Consejo de los M ejores, elegido, p o r su parte, sobre la base del sufragio universal. Eviden­ temente, el fascism o debía inspirarse en ellos... E l 9 de setiembre, D'Annunzio proclam ó p o r úl­ timo la independencia de la Regencia italiana de Q uam ero, que aumentó poco después con algunas is­ las yugoslavas. Giolitti no podía razonablem ente, tal como lo sugería un artículo irónico (y quizá provo­ cador) de " I I Popolo d 'Italia", solicitar el nihií obstat de D'Annunzio, p a ra hacer aplicar los acuerdos italoyugoslavos de Rapallo. E l 24 de diciem bre de 1920, las tropas italianas com enzaron a cercar Fiume, obli­ gando a D'Annunzio a dimitir. E sta "N a v id a d san­ grienta" puso fin al “tum ultuoso poem a” — la p alabra es de Sforza— que fue p a ra D'Annunzio la aventura de Fiume. P ara Mussolini, significó el levantamien­ to de una hipoteca.

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La crisis socialista T ras las elecciones victoriosas de noviem bre de 1919, las am bigüedades del Partido Socialista no ha­ bían cesado de acentuarse. U n a innegable radicalización de las masas proletarias, una com batividad que se expresaba en una serie incesante de huelgas — M us­ solini habló incluso de "huelgom anía"— , una volun­ tad, a veces mixtificada, de hacer como en Rusia, que iban a la p a r con la incertidum bre de los dirigentes socialistas y la debilidad de otras organizaciones como la Federación Anarquista. Sin em bargo, huelgas y ocupaciones de fá­ bricas se sucedían de form a desordenada, sin coor­ dinación: huelga de los carteros, luego de los ferro­ viarios, en enero; ocupaciones de fábricas en Sestri Ponente el 18 de febrero, en V iareggio el 19, en Ponte Canavese y en T orre Pellice el 28, en Asti el 2 de m arzo y en N ápoles el 24, en Sesto San Giovanni el 4 de junio y en Piom bino el 10 de junio... E n el cam­ po, la agitación en p ro del reajuste salarial agrícola no se interrum pía en absoluto. E l valle del Po estaba afectado de “huelgom anía". Las ligas "blan cas", ca­ tólicas, con cerca de un m illón de afiliados, predo­ m inaban p o r encim a de los socialistas, que conta­ ban con setecientos cincuenta m il m iem bros. Crisis de las clases dominantes, pues, y del ca­ pitalism o, pero, sobre todo, crisis de la dirección re­ volucionaria. "Junto a la crisis burguesa está la crisis del socialismo — constataba M ussolini— . Se diría que am bas se condicionan recíprocam ente..." E n el seno del partido socialista, algunos se esfor­ zaban p o r ir en dirección distinta de la del centrismo de la dirección. Con B ordiga, el grupo de " I I Soviet” se dedicó a construir a través del país una organi­ zación revolucionaria. Separándose de Lenin en el problem a de las elecciones, B o rd iga era, sin duda, quien m ejo r había com prendido la ju gada de la esci­

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sión sancionada, en el plano internacional, p o r la creación de la I I I Internacional. D e un radicalism o menos acentuado, tachado a m enudo de anarcosindi­ calismo, el grupo turinés de "L 'O rd in e N u o v o " conti­ nuaba, p o r su parte, su trabajo de organización pa­ ciente, lim itado a Turín y a sus alrededores. Fue ésta, sin duda, dejando aparte el contenido del program a, la debilidad esencial del movimiento, destinado a per­ manecer aislado. E llo se hizo evidente en ocasión de la fam osa "huelga de las agujas", de abril de 1920. L a direc­ ción de la F IA T había adoptado la hora legal sin consultar a las comisiones internas, y éstas procla­ m aron una prim era huelga (28 de m arzo) que desem­ bocó (13 de a b ril) en una huelga de solidaridad que se extendió p o r todo el Piam onte y afectó a m edio millón de obreros y campesinos. P ara la C G L, éste era un acto de indisciplina característico. E l Consejo nacÍ9nal del P S I, reunido en Milán, se negó a interve­ nir. Aislado, el movimiento estaba condenado a pe­ recer. E l 24 de abril, tras diez días de lucha, se rea­ nudó el trabajo. Fue necesario, sin em bargo, para acabar con las últimas ilusiones, el fracaso de la ocupación de fá­ bricas del verano de 1920.

La ocupación de las empresas Esta vez el movimiento pretendía la obtención de un aumento de salarios — signo evidente de que el nivel de la lucha había ya bajado. Tras, dos meses de discusiones, el 13 de agosto de 1920 los in­ dustriales rom pieron las conversaciones con los diri­ gentes de la Federación de los m etalúrgicos. Éstos decidieron entonces practicar la obstrucción y .la eventual ocupación de las fábricas. E l 30 de agosto de 1920 la fuerza pública ocupó los establecimientos

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Romeo, de Milán. E l m ism o día, a las 17 horas, las trescientas fábricas de M ilán -estaban en p o d er de los obreros. E l movimiento continuaba en Turín, Génova y las principales ciudades del "trián gu lo”, y se ex­ tendía p o r toda Italia. T al com o lo contaba ya la "U m an itá nova” del 1 de setiembre de 1920: "S e co­ locaron centinelas ante las puertas i fueron izadas so­ b re las fábricas banderas rojas y banderas negras." Y casi en todas partes se trató, como en Dalm ine un año antes, de la "huelga productiva". Lejos de intervenir com o exigían los industriales — propuso irónicamente a uno de ellos hacer bom ­ bard ear su fábrica— , Giolitti, que no se tomó siquie­ ra la m olestia de interrum pir sus vacaciones, se con­ tentó con hacer rodear las fábricas p o r la tropa y ocupar los centros industriales p o r lá policía y p o r él ejército. Así "enquistado”, el movimiento sólo podía fracasar. H u biera sido necesario am pliarlo. Pero, como observaría Rakosi, "todos los revolucionarios” — Serrati, B ordiga, B orgh i— se encontraban en M os­ cú. A excepción de los anarquistas y del grupo "L 'O rdine N u ovo ", m uy pocos soñaban en comprometerse en una "luch a decisiva”. (V e r documento núm ero 6.) E l 7 de setiembre, en Sam pierdarena, una conferen­ cia anarquista en la cual participaron el secretario de la Sección M etalúrgica de Turín, Pietro Ferraro, y un anarquista unido a " L ’Ordine N u o v o ”, M aurizio Garino, consideró la posibilidad de crear un fait accompli ocupando el puerto de Génova, y acto segui­ do todos los puertos de la Liguria y todos los esta­ blecim ientos industriales. Pero confiada en las segu­ ridades del delegado de la CG L, Colom bino, según el cual la central sindical iba también p o r su parte a adoptar sin tardanza esta .decisión, la asam blea deci­ dió no com prom eterse en una acción parcial y pre­ matura. Reunidos en M ilán (9-11 de setiem bre), los diri­ gentes de la C G L se negaron a sostener una acción

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revolucionaria. Según D 'Aragona era necesario con­ tentarse con hacer reconocer "e l principio del con­ trol sindical de las em presas". Se sometió, pues, la revolución a'votación ... L a tesis de D ’Aragona salió triunfante p o r 591.245 votos contra 409.596 y 93.623 abstenciones. E l 15 de setiembre, Giolitti reunió en Turín a los representantes de las dos partes p ara p o n er a punto este reconocim iento de control sindical pedido p o r la CGL. E í acuerdo fue firm ado el 22 de setiem bre y el 4 de octubre fue reanudado el trabajo. U n decreto-ley de Giolitti, el 19 de setiembre, había constituido una comisión paritaria encargada de p re p a ra r la ley so­ bre el control sindical. E n ella figuraba, en com pa­ ñía de Turati, U m berto Terracini, del grupo de "L 'O rdine N u o v o ".5

Giolitti y el plan del capital Las nuevas relaciones entre las bancas y la indus­ tria pesada y la aparición de un capital financiero exi­ gían una transform ación de las relaciones entre el capital y la fuerza-trabajo. Se trataba de reforzar el control del capital sobre la fuerza-trabajo, de inte­ grar a ésta al capital y de hacer de ello un momento de su desarrollo. E l 7 de m arzo de 1920 la prim era conferencia nacional de los industriales italianos de­ finió este nuevo plan del capital y confirm ó la hege­ monía de la Confindustria sobre el conjunto de la economía. Giovanni Silvestri, presidente de la Con­ findustria, expuso bastante esquemáticamente los ob­ jetivos del capital: “intensificación de la producción", reforzamiento de la disciplina del trabajo, cierta­ mente, pero tam bién de los industriales, con vistas a 5. Ignacio Silone ricorda una posizione dei comunisti al tempo della resa, «Umanitá Nova», 11 de octubre de 1964.

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establecer un "nuevo y m oderno equilibrio social". Fue decidido llam ar a Giolitti. L a actitud "hom eopática” de este últim o — -la pala­ b ra es de Gram sci— frente a la ocupación de las fábricas no correspondía ya, sin duda, a las exigen­ cias de los industriales. Todo ocurrió como si la Confindustria se hubiese em peñado en vencer la inicia­ tiva obrera a fin de integrar la fuerza-trabajo nece­ saria p ara la realización del plan del capital, y de­ m ostrar la incapacidad del gobierno, en adelante inú­ til. E l eslabón más débil de la cadena del capital internacional, sin el "arriére-pays" de un Im perio o de una Com m onwealth, eí capital italiano no era aún lo suficientemente fuerte p ara contentarse con los métodos de Giolitti.6 L a creación de la G uardia Real — iniciativa de Nitti— en la prim avera de 1920 fue, sin duda, el signo precursor de este cambio. E l fas­ cismo tom aría la sucesión.

La “ conversión” necesaria Las únicas ventajas de M ussolini eran su dispo­ nibilidad y su aislamiento, es decir, su debilidad, que su fracaso en las elecciones había hecho aún m ás m a­ nifiesta. Descorazonado, hundido, abocado a dificul­ tades financieras, había soñado entonces en abando­ narlo todo, incluido su periódico, e incluso había pen­ sado en em igrar. E l hom bre y su program a apare­ cían aún como dem asiado subversivos como para interesar directamente a los "socios capitalistas"; la opción republicana sólo podía molestar. L a actitud de M ussolini durante la "N a v id a d san­ grienta” testimonió bastante bien, a pesar de ciertas declaraciones altisonantes, que, si bien él no había 6. Cf. «L a ocupación de las fábricas ¿ocásión perdida?», en el cap. 3 de la segunda parte.

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sido com prado p o r Giolitti, sus puntos de vista eran bastante próxim os a los del viejo liberal; acercamien­ to que era ya manifiesto cuando se p ro d u jero n las ocupaciones de las fábricas. M ussolini y la ocupación de las fábricas Desde el 10 de agosto de 1920, " I I Popolo d ’Italia" manifestó su simpatía p o r un m ovimiento cuidadoso de no sobrepasar sus "lím ites estrictamente econó­ m icos”. E l periódico — éste fue el lem a durante todo este período— apelaba en cualquier casó a una tran­ sición, a un com prom iso. E l 5 de setiem bre, viendo que la ocupación se prolongaba, M ussolini advirtió: "N o so tro s nos opondrem os p o r todos los m edios a una experiencia bolchevique." E l 10 de setiembre, M ussolini encontró en M ilán a B run o Buozzi y a M a­ rio Guarnieri, p ara proponerles su m ediación... M ussolini pareció representar entonces un a espe­ cie de punto geométrico en el que convergían las po­ siciones de los reform istas y las de Giolitti. Fue poco después cuando, p o r m ediación del prefecto de M i­ lán, Lusignoli, se entablaron conversaciones con Giolitti sobre el problem a de Fiume. ¿H ubo entonces in­ versión: de fondos de parte de Giolitti, como fue su­ gerido más tarde? E l 12 de noviem bre, M ussolini publicó un artículo aprobando el tratado italo-yugoslavo, y sólo quedaron entonces los nacionalistas p ara clam ar contra la "traición " de Rapallo. E l fascismo rural Fuera del m arco urbano que M ussolini h abía asig­ nado al fascism o naciente y que, según parece, esca­ p aba un poco a su control, comenzó a m anifestarse por aquel tiempo el fascism o rural. L a constitución de la Confederación General de la Agricultura, el 18

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de agosto de 1920, había agrupado a los grandes te­ rratenientes y a los m edianos y a las industrias agrí­ colas a fin de efectuar, contra las "lig a s ” rojas y blan ­ cas;, una política de reaccíóiFy"ele^ coñtrárrévólüción. L a form ación de los "consejos de gran ja", iniciativa de las Ligas católicas en tiempos de la ocupación de las fábricas, proporcionó el pretexto a la reacción. E l ataque al Paíazzo Accursio, ayuntamiento de B o lo ­ nia, el 24 de noviem bre de 1920, m arcó el comienzo del terror blanco. H u b o muertos y un centenar de heridos. Incluso hizo olvidar el ataque a la Casa del Pueblo de Siena, el 7 de marzo, el atentado contra la sede de las organizaciones eslavas de Trieste, el 14 de ju lio y, también en Trieste, el incendio del perió­ dico socialista " I I lavoratore", el 14 de octubre. E l 20 de diciem bre le tocó ía vez a la m unicipalidad de Ferrara, y después, en enero de 1921, el incendio de la C ám ara del T rab ajo de Bolonia, el 28 de febrero el de la de Trieste y así sucesivamente. E l gobierno tuvo, sin duda, su parte de responsa­ bilidad en esta súbita llam arada de violencia. Una circular del m inistro de la Guerra, Ivanoe Bonom i, había invitado a los oficiales desmovilizados a ins­ cribirse en los fasci; 7 como consecuencia de ello, el movimiento se llenó de antiguos combatientes y las expediciones de castigo fueron a menudo dirigi­ das p o r antiguos oficiales como Dino G randi o Italo B albo. A las simpatías poco ocultas de la prensa b u r­ guesa o de inform ación se añadía la tolerancia de las autoridades que cerraban los ojos y dejaban ha­ cer. Según Tasca, una circular del m inistro de Jus­ ticia h abría invitado a los m agistrados italianos a no a b rir proceso contra los fascistas. Éstos pasaron así, de unos veinte m il a finales de 1920 a m ás de dos­ cientos m il un año después. 7. Cf. «Las responsabilidades de las clases dirigentes: Bononi y el fascismo», en el cap. 3 de la segunda parte.

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Los fascistas y sus aliados L a derrota del ejército ro jo ante V arsovia duran­ te la ocupación de las fábricas, la represión del le­ vantamiento del Cronstadt y el encauzamiento hacia las N E P , así como las decisiones dél I I I Congreso de la Internacional Comunista, testimoniaban un co­ mienzo de estabilización del capitalismo m undial y un reflujo de la revolución. E n Italia se vio reforzar­ se el “Frente interno" de los años de guerra. E n ene­ ro de 1921 se constituyó una federación de todas las uniones antibolcheviques y organizaciones cívicas de Italia; tenía p o r objetivo "oponerse a cualquier cam­ bio político y social" y organizó, con ocasión de unas huelgas, la prim era manifestación de "tra b a jo volun­ tario", en la que el fascism o se inspiraría m ás tarde. E n el segundo Congreso de los Fasci (24-25 de mayo de 1920), M ussolini se había opuesto a Marinetti en la cuestión del Vaticano y de la República: E l V a ­ ticano representaba "cuatrocientos millones de hom ­ bres esparcidos p o r todo el m undo", se le podía, pues, utilizar en favor del expansionism o italiano. E n cuan­ to a la cuestión de las instituciones, era m ejo r juzgar a la m onarquía p o r sus obras. L a solución de los p ro­ blem as se encontraba en cualquier caso en la "cola­ boración entre el proletariado productor y la b u r­ guesía productora”. Cansado de todo este constante “cam biar de cam isa", M arinetti dimitió. Semejante ruptura era, sobre todo, sintomática y menos grave que la que se d ibu jaba entre D ’Annunzio y De Am bris. L a últim a relación de Fiume, había in­ vitado, en efecto, a los legionarios, una vez de regreso a Italia, a rom per con los "traid o res” y a reagruparse en organizaciones autónomas que se apoyaban en la Carta de Quarnero. M ientras que algunos, anim a­ dos p o r D'Annunzio, se adherían al efím ero Partito Nazionale Democrático, sostenido y financiado, según parece, por la G ran Logia, De Am bris organizaba la

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Federazione na'zionale dei Legionari fiumani, que pu­ blicó varios periódicos, entre ellos la "V ig ilia ” de M ilán y la "R iscossa" de Bolonia, generalmente hos­ tiles a los fasci. E l gran motivo de discordia seguía siendo eviden­ temente la actitud de M ussolini durante la “N avidad sangrienta". Fue así como “V igilia" se preguntaba p o r qué los fascistas no habían hecho "p a ra el asesi­ nato de Fiume lo que hacen a diario en cuanto se le pisa un juanete a un fascista". Pero también, según la "V ig ilia ", "b a jo el pretexto de darles tra b a jo ” los fascistas utilizan a los antiguos legionarios como "rom peh uelgas”. E n febrero de 1921, una violenta tri­ fulca que opuso en T urín a legionarios y fascistas, hizo pensar incluso a algunos comunistas como Gramsci, en constituir, apoyándose en D ’Annunzio, una especie de movimiento “nacionalbolchevique" como los que existían ya p o r entonces en Alemania.

La escisión de Liorna E l 21 de setiembre de 1920, "A v an ti!” publicó las. "21 condiciones" de adhesión a la Internacional Co­ munista. Pero desde el 28 de setiembre se hizo evi­ dente que Serratti, tal como se había previsto, no es­ taba decidido a rom per con los reform istas ni a re­ nunciar a la vieja denominación del partido. ¿No se había aceptado, en el partido francés, a "socialchovinistas" como Cachin? L a escisión se produ jo en el Congreso de Liorna (15-21 de enero de 1921 ).8 A pesar de los esfuerzos de algunos delegados, como el comunista alemán Paul Levi, la línea de ruptura pasaba entre Serrati y los co8. L a votación concedió 98.028 votos a . la moción «unita­ ria» (Serrati), 58.783 a la moción comunista «pura» (Bordiga) y 14.695 a los reformistas de la «concentración socialista» (Turati).

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munistas. U n a escisión semejante — observaba J. Mesnil— no resolvía en absoluto las contradicciones del Partido Socialista; otra escisión, ésta a la derecha, era inevitable. Ésta se produjo, efectivamente, un año y medio después, en el Congreso de R om a del P S I (1 a 4 de octubre de 1922), en el que el grupo form ado p o r Serrati y los partidarios de la I I I Internacional obtuvo 32.106 votos, contra 29.119 de los reform istas. E l efectivo global del partido en aquel m om ento ha­ bía dism inuido, pues, a la mitad: los reform istas y los unitarios reunidos contaban, en Liorna, con 112.723 adheridos; sin em bargo, entonces no eran ya más que 61.225. Y , sobre todo, mientras que el núme­ ro de los reform istas había pasado de 14.695 a 29.119, el de los partidarios de Serrati había dism inuido en dos tercios, bajan do de 98.028 a 32.106. E n cuanto a los efectivos comunistas, eran aún de 43.211 adheridos, contra los 58.783 de Liorna, cuando tuvo lugar el Con­ greso de Rom a del PC italiano (20-24 de m arzo de 1922).

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Capítulo 8

E L P A R T ID O N A C IO N A L F A SC IST A Y LA «M A R C H A SO B R E RO M A »

E l “pacto de pacificación"... Habiendo decidido Giolitti aprovechar las elec­ ciones para integrar a los fascistas a las otras fuerzas burguesas, treinta y cinco diputados fascistas fueron elegidos, entre ellos Mussolini, de entre las "listas nacionales" que reagrupaban a todos los partidos ita­ lianos, desde los liberales a los fascistas. E l prim er discurso de M ussolini en la Cám ara, el 21 de junio, fue un manifiesto "m anchesteriano", exigiendo que el Estado, "reducido a su m ás simple expresión", aban­ donase la economía a la "iniciativa privada". Las elecciones se habían desarrollado en un cli­ ma de violencia y de terror inaudito: "V ivim o s jo r ­ nadas de angustia — escribía Serrati— ... Nuestros asuntos y nuestra m ism a vida no valen un céntim o". M ussolini estaba, sin em bargo, resuelto a "n orm ali­ zar" la situación. Pasada la prim era ola de squadrism o agrario, el “peligro bolchevique” parecía defini­ tivamente alejado, los ingresos de dinero habían dis­ minuido. Los m ás "políticos" de los fascistas, Cesare Rossi, en particular, destacaron este reflujo, anun­ ciando el aislamiento: casi ruptura con D'Annunzio, ruptura cierta con De Am bris y la U IL . L a prim era manifestación del Comité de Defensa Proletaria de Roma, el 6 de julio, había hecho temer una reacción popular. Poco después, en Sarzana, una docena de ca­ rabineros pusieron en fuga a cerca de quinientos fas­ cistas: dieciocho muertos, cuarenta heridos. H a b ía que reorganizarse, volver a encontrar — como escribía M ussolini— "e l sentido de los límites". La firm a de

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un “pacto de pacificación” con los socialistas, el 3 de agosto de 1921, proporcionaría un respiro.

... y la crisis interna del fascismo Este pacto se enfrentó con la oposición de los ras de provincias. E n el transcurso del mes de agosto, G randi y Balbo, apoyados p o r Marsich, pidieron a D ’Annunzio que encabezara una “m archa sobre R o­ m a", que sería apoyada p o r algunos generales. E l Co­ m andante se inhibió. Intentando una última m anio­ bra, el 17 de agosto Grandi reunió en Bolonia a los dirigentes de los fasci, disidentes para hacerles con­ denar la "pacificación", el com prom iso parlam enta­ rio, la "traición". Los fasci rurales continuarían la lucha. Mussolini, imitado p o r Cesare Rossi, presentó inmediatamente su dimisión y propuso volver a en­ trar en las filas. Pero ya el 23 de agosto proponía su solución: transform ar el movimiento en partido. H a ­ biendo causado un nuevo enfrentamiento con la po­ licía ocho muertos y treinta heridos entre los fascis­ tas, la causa parecía evidente.

E l Congreso de Rom a (7-9 de noviem bre de 1921): E l Partido Nacional Fascista Si bien se abstuvo de retirar su dimisión, M usso­ lini se empleó bajo mano a p reparar la gran recon­ ciliación con G randi y Marsich, que tendría lugar en el centro del Congreso. Éste se desarrolló en un clima de violencias que, si bien pareció darle la razón, des­ bordó un poco a los "políticos". M ussolini acentuó tam bién su giro hacia la derecha: elogio del Estado liberal, aspiraciones imperialistas, negación de la lu­ cha de clases, am bigüedad sobre la cuestión de las instituciones, apología de Crispí. M ás brillante, Gran-

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di defendió una vez más el socialismo nacional: “Li­ bertad, nación, sindicalismo: el Estado debe resu­ m irse en una grande y potente jerarqu ía de sindica­ tos". Pero fue sólo un fuego fatuo. E l 9 de noviem bre una moción de Michele Bianchi proclam ó la consti­ tución del P N F . Dos meses después, Rossoni orga­ nizó la Confederación N acional de las Corporacio­ nes Sindicales.9 Si bien el program a del P N F no fue publicado has­ ta finales de año (ver documento núm. 7) desde el 15 de noviembre, tomando como pretexto unas “violen­ cias” de los arditi rojos, el Comité central denunció el "páctó dé pacificación". B albo y el general G andolfo fueron entonces los encargados de organizar “el ejér­ cito fascista" que, según el program a, fo rm aba “un todo" con él partido. Las violencias com enzaron de nuevo. T ras é l "'asesinato del diputado socialista Boldori, una circular a los prefectos, el 23 de diciem bre, prohibía las organizaciones arm adas; pero quedó sin efecto: p ara aplicarlo, hubiera sido necesario prohi­ b ir el P N F .

Fin de la posguerra E l 10 de abril de 1922 se inauguró en Génova una conferencia económica internacional que se proponía norm alizar las relaciones con la Rusia bolchevique y reintegrar a Alem ania en la economía europea. La quiebra de la Banca de Descuento y el hundim iento de la Ansaldo, al que seguiría el de la Uva, acababan de hacer manifiesta la principal debilidad del capital italiano: la insuficiencia de las inversiones. L a re­ construcción de Alem ania — N itti lo daba a entender 9. El P N F contaba (noviembre de 1921) con 320.000 miembros; la Confederación (agosto de 1922) con 458.000 de los cuales 277.000 eran campesinos, 72.000 obreros y 109.000 miembros de las «clases medias».

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en L ’Europa senza pace (1921)— habría perm itido a Italia recuperar su principal fuente de inversiones ex­ tranjeras, y el capital italiano hubiera podido confiar­ se a esta política democrática de la cual Nitti era el portavoz. Tras el tratado de R apallo la reconstrucción alem ana em prendería otros caminos. La crisis era ya poco menos que insoluble. E l ar­ zobispo de Milán, Achille Ratti, elegido papa (P ío X I), favoreció las iniciativas del cardenal Boggiani y del m arqués Cornaggia, que, desorientando al Partido Po­ pular, hicieron im posible todo acercamiento con los socialistas. La constitución de la Alianza del T rabajo, iniciativa de los anarcosindicalistas, no interesó al Partido Comunista. Yendo contra las decisiones del I I I Congreso de la Internacional Comunista, las "T e ­ sis de R o m a”, inspiradas p o r Bordiga, pero aproba­ das p o r la derecha (T asca) y el centro (G ram sci), pro­ clam aban que, no cesando de agravarse la crisis es­ tructural del capitalismo en Italia, la ofensiva revo­ lucionaria seguía siendo posible. Ferrara, Cremona, Rovigo, Andria, Sestri Ponen­ te, Pesaro, Viterbo, Alatri, Tolentino, Ancona, N ova­ ra, Rávena, Rimini, son los nom bres unidos a las expediciones fascistas. Facta, sucesor de Bonom i, de­ ja b a hacer. A bandonada a sí mima, la huelga de las organizaciones obreras del "triángulo industrial" fue un fracaso (18-19 de ju lio ). Recibido p o r el rey el 29 de julio, Turati seguía esperando un gobierno de coalición sostenido p o r los reform istas. L a "huelga legalista" del 1 de agosto fue, sin duda, el último es­ fuerzo en este sentido. Prevenidos, los fascistas em­ prendieron desde el 13 de julio una ofensiva gene­ ral que desem bocaría, éntre otras, en la ocupación del Ayuntamiento de Milán, desde donde D ’Annunzio, una vez más, se dirigió a la multitud. Ünica excep­ ción: Parm a resistió cinco días a los fascistas. " L a m archa sobre Rom a ha em pezado" declaró M ussolini el 11 de agosto.

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La preparación del golpe de Estado L a ruptura de la Alianza del T rabajo, tras el fra­ caso de la "huelga legalista”, la escisión socialista de Rom a (4 de octubre) y después la ruptura del pacto de acción entre la C G L y los socialistas (6 de octu­ b re), dan testimonio de que no existía ninguna fuer­ za capaz de oponerse a los fascistas. M ientras confia­ b a a B albo, De Bono y De Vecchi la organización de la m ilicia fascista, M ussolini se dedicó a tranquilizar a la m onarquía. "¡H a y que tener el valor de ser m o­ nárquicos!", acabó p o r proclam ar en Udine el 20 de setiembre. Conquistada la m onarquía, ello significaba contar con el ejército: y Badoglio hizo conocer la neu­ t r a lid a d d e l ejército, mientras que la reina m adre, M argarita de Saboya, aseguraba a los lugartenientes del duce las simpatías de la corte. E l camino estaba, pues, expedito. ¿Giolitti? Al ins­ taurar la hom inatividad de los títulos bancarios 10 se había atraído la hostilidad de los m edios financieros unidos al Vaticano. ¿Salandra? "C am isa negra hono­ raria", se había puesto de acuerdo con M ussolini so­ bre una form a de gobierno. Pero el 28 de octubre, los dirigentes de la Confindustria, de la Confagricultura y de la Asociación bancaria inform aron de que sólo M ussolini les complacería. Quedaba D'Annunzio, al que Facta había esperado levantar contra los fascis­ tas con ocasión de las ceremonias del 4 de noviem ­ bre. La constitución de un comité de entendimiento nacionalfascista (24 de setiem bre), y después la fir­ m a de un pacto entre Mussolini, D'Anunzio y Giulietti (16 de octubre), pusieron término a estos proyec­ tos.

10. La derogación de esta ley, el 10 de noviembre de 1922, fue una de las primeras medidas del gobierno fascista.

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La "marcha sobre R o m a ” Cuando, el 25 de octubre, Michele Bianchi lanzó ante el congreso fascista de N ápoles su fam oso lla­ mamiento: "Fascistas, en N ápoles llueve, ¿qué es lo que esperam os?" Mussolini, en contacto perm anen­ te con Giolitti desde los comienzos del mes, sabía pues ya cuáles eran sus posibilidades. E l 27 de oc­ tubre, la dimisión del m inistro de O bras públi­ cas, Riccio, fiel a Salandra, provocó la caída del gobierno. Al día siguiente, Facta, alarm ado, presen­ tó al rey un decreto proclam ando el estado de sitio, que el soberano se negó a firmar. Mussolini, de re­ greso a M ilán, esperaba. Un telegram a del rey, el 29 de octubre, le invito a fo rm ar gobierno.

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Secunda parte E L E M E N T O S D E L «D O S S IE R » Y E S T A D O D E L A C U E S T IÓ N

DOCUM ENTOS

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

M anifiesto-program a del Partido Político Futu­ rista. Las reivindicaciones de la Unione Italiana del Lavoro. ¿ P rogram a de los Fasci italiani di combattimento. Los fascistas y el 1 de mayo de 1919. Manifiesto antibolchevique. Enrico Malatesta. L a ocupación de las fábricas. P rogram a del Partido N acional Fascista. Am adeo B ordiga: E l Partido Comunista de Italia y la ofensiva capitalista.

D ocum ento 1 M A N IF IE S T O -P R O G R A M A D E L P A R T ID O P O L IT IC O F U T U R IS T A (extra ctos) 1. E l Partido Político Futurista que nosotros fundam os quiere una Italia libre, fuerte, que no se halle sometida a su gran pasado, al extranjero dem a­ siado apreciado ni a los sacerdotes dem asiado tole­ rados: una Italia sin tutela, absolutamente dueña de todas sus energías y abierta hacia su gran porvenir. 2. Italia, única soberana. Naciónalisrail-rem lu r, cionario por la libertad, el bienestar, la m ejora fí­ sica e intelectual, la fuerza, el progreso, la grandeza y el orgullo de todo el pueblo italiano. 3. Educación patriótica del proletariado. (. ..) 4. Transform ación del Parlam ento p o r una justa participación de los industriales, agricultores, inge­

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nieros y comerciantes en el gobierno del país. (...) Abolición del Senado. Si este parlam ento racional y práctico no da bue­ nos resultados, lo abolirem os p a ra llegar a un go­ bierno técnico sin parlamento, un gobierno com pues­ to de 20 técnicos elegidos p or sufragio --universal. Rem plazarem os el Senado p o r una A sam blea de control compuesta por jóvenes de menos de treinta años, elegidos p o r sufragio universal. (...) 5. Rem plazar el actual anticlericalismo retórico y quietista p o r un anticlericalismo de acción, violento y resuelto, para desem barazar a Italia y a Rom a de su E dad M edia tecnocrática, que podrá elegir el lu­ gar que le convenga para m orir lentamente. (...) Ünica religión: la Italia del mañana. (...) 6. Supresión de la autorización marital. Divorcio fácil. Desvalorización progresiva del m atrim onio para llegar gradualm ente al am or libre y a los hijos del Estado. 7. (. ..) Preparación de una movilización industrial.^omplsla,Xarmas-~y.~municiones) que, en caso de guerra, será realizada al mismo tiempo que la movi­ lización militar. Todos prestos, con el m enor desgaste, para una guerra eventual o una eventual revolución. (...) 8. Preparación de la futura’ spcialización.de. las tierras. (. ..) Sistema fiscal basado sobre el impuesto.... directo y progresivo. (...) Derecho de huelga, de reu­ nión, de organización, libertad de prensa. (- ) 10. (. ..) Extinción de la industria extranjei'a, pe­ ligrosa y aleatoria. (...) 11. Reform a radical de la burocracia, que ha lle­ gado a ser hoy día un fin en sí m isma y un dentr.o_deJLE5.tado. (...)

Sostendrem os este program a político con la vio­ lencia y el coraje futurista que han caracterizado has­

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ta ahora nuestro m ovimiento en los teatros y en las calles* Todo el m undo sabe, en Italia y en el extran­ jero, lo que nosotros entendemos p o r violencia y coraje. Fuente: Renzo nario, pp. 738-741.

de

F e l i c e , Mussolini il rivoluzio-

D ocum ento 2 LAS R E I V I N D I C A C I O N E S D E L A U N I O N E IT A L IA N A D E L L A V O R O Nosotros queremos: 1. Constituyente nacional, com prendida com o sec­ ción italiana de la Constituyente Internacional de los Euebies, para proceder a la transform ación radical de las bases políticas y económicas de la vida social, por unos métodos y medios que aseguren, sin apresura­ mientos ni detenciones, la continuación y el desarro­ llo de la civilización. 2. Proclam ación de la R e p ú b li c a lt a li a n a . Des­ centralización del poder ejecutivo; autonomía adm i­ nistrativa de l§s..|3egipii^.s.,y;.Td.e, .las. comunas p o r me­ dio de órganos.,X0.gislaíjy¿s_p.rfipjLQS. Soberanía popu­ lar ejercida por el sufragio universal ig p a l y directo de los ciudádanos de los dos sexos, con derecho de iniciativa para el pueblo, de referéndum y de veto. Extirpación de la burocracia irresponsable y reorga­ nización ex novo de la adm inistración-de j o s organis­ mos estatales. Limitación de las funciones del Esta­ do a la dirección Hviir!y"|íMítxca de la vida naciÓrtáí. ^ Abolición, del Senado y de toda form a artifiüiOÉ* sa y ¡arbitraria de limitación de la soberanía popular. Abolición . de la policía política; constitución de una guardia cívica comunal y nacional. M agistratura elec­ tiva, independiente ^T"¡^'