Los judios de Castilla y la revolucion Trastamara.

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LOS JUDIOS DE CASTILLA Y LA REVOLUCION TRASTAMARA

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UNIVERSIDADDE VALLADOLID SECRETARIADO

DE PUBLICACIONES

LOS JUDIOS DE CASTILLA Y LA REVOLUCION TRASTAMARA

JULIO ?LDEON

N.• 27

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BARUQUE

Estudios y Documentos Departamentode Historia Medieval

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1968

Este trabajo forma parte de unos «Estudios sobre la

sociedad castellana de la segunda mitad del siglo XIV>, realizados con una beca de la «Fundación March,, a la que expresamos nuestro agradecimiento.

Depótito Legal:VA. 16.-1968

Gráficas Andrés:Mardn, S. A: -- Jua-n M~mbrHla,9 ; Valladolid, 1968

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INDICE

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PÁGS.

INTRODUOCION . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 I.-ANTECEDENTES

DE LA E~OSION

ANTIJUDIA.. 13

A.-Desarrollo del antijudaísmo entre mediados del siglo XIII y mediados del siglo XIV: . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 B.-La coyuntura de mediados del siglo XIV ............ 21 C.-La política filojudia de Pedro I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 II ......... LA GUERRA CIVIL Y EL ATAQUE A LOS JUDIOS,

35

A.-La propaganda de Enrique de Trastamara y el clamor popular antijudio ......... ............... ......... 37 B.-El expolio de las juderías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 Ill.-LOS JUDIOS EN TIEMPOS DE ENRIQUE 11 . . . . . . . . . . . . A.-Los efectivos de la comunidad judia .................. B.-Los judíos entre el ataque popular y la protección

51 54

regia .............................................................. C.-La colaboración de los judíos con el nuevo régimen ........................ ·.................................... D.---Las nuevas corrientes _antijudias . . .. . . ................. E.--La herencia de Enrique 11: crisis de la comunidad judia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .

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CONCLUSION . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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INTRODUCCION Las relaciones entre cristianos, musulmanes y judíos. pacíf~cas unas veces, hostiles otras, constituyen sin duda una de las lín~(!,S argumentales básicas de nuestro pasado medieval. Pero la pretensión de buscar en la interinfluencia de las tres comunidades, con sus peculiares modos de pensar y de vivir, la clave de nuestra Edad Media~ y en definitiva para la interpret~ción el punto de arranque de la acuñación de lo español genuino. nos parece un intento fallido. Considerar a cada uno de estos grupos con una mentalidad y unas formas de vida d·efinidas, adquiridas poco menos que "ex nihilo", e inalterables a las diferentes situaciones históricas, es una forma clara de determinismo. La existencia en la Península Ibérica, después del 711, de tres comunidades distintas, introdujo en el proceso histórico de este rincón del que ca~ de Europa un elemento de; auténtica originalidad, recieron otros países del occidente europeo. Pero de este hecho no deben de sacarse conclusiones extremadas. Cristianos, musulmanes y judios viven en un país que tie'f!,e una infraestructura determ_tnada, y sobre el que pesa un~ herencia histórica que ha dejado profundas huellas. El entrecruce de las tres comunidades varía radicalmente de unas épocas a otras, estando condicionado por factores ajenos a la especificidad de las "castaa"; tales como el grado de desarrollo de las fuerzas económicas, las relaciones sociales, el nivel político dél momento concreto, las mentalidades dominantes, etc. Lo contrario, suponer perennes el pensamiento y la acción de las distintas comunidades étnico-religiosas. es en verdad anti-histórico ( 1). ( l) Es su espléndido análisis sociológico de La Celestina, el profesor Maravall afirma tajantemente : «Andar preocupados por estos problemas treducir una creación artística a una determinación étnica) y dejar de lado losmás efeétivos condicionamientos sociales y económicos no deJa de ser una forma un tanto anacrónica de hacer historiografía», J. A. MARAvALL: El mundo social de ''La Celestf na". Madrid, 1964, pág. 150. 11

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El propósito de nuestro estudio se centra en el andltsis de las relaciones entre crtstianos y judtos en un momento decisivo de la historia castellana bajomedieval. La lucha fratricida que sostuvieron Pedro 1 y Enrique 11, expresión en el terreno polttico de una profunda crisis que abarcaba sectores muy diversos, se inclinó finalmente del lado del prtnctpe bastardo. Con ello una nueva dinastía, la de los Trastámaras, se instaló en el trono castellano. ¿Qué consecuencias tuvo este .suceso sobre la vida ele la comunidad hebraica del reino de Castilla? No hay que olvidar que Enrique , de Trastámara, en el momento de la sublevación, había alzado la bandera del antijudaísmo. Con su triunfo en Montiel se fortalecía la tendencia antisemita de la comunidad cristiana, que se manifestará unos aftos más tarde de forma sangrienta, en los tristemente célebres pogroms de 1391 (2), y que concl'ucirá finalmente, en tiempos de los Reyes Católicos, a la expulsión de los hebreos. Vistas ast las cosas la instalación de Enrique 11 como rey de Castilla marca un auténtico punto clave en la historia de las relaciones crtstiano-judtas de la Castilla medieval, o más exactamente de la tieterioración de esas relaciones, pues es a partir de esos affos ~uando se evtd.encia de forma contundente la imposible convivencia armónica de cristianos y judíos. Pero es preciso matizar cuidadosamente el problema. Si la propaganda antijudía del bando trastamarista encontró eco es porque entroncaba con los deseos de las masas _nopulares. No obstante el príncipe bastardo no albergaba ningún tipo de hostilidad hacia la comunidad hebraica. Una vez logrado su objetivo Enrique 11 modifica su política y busca un acercamiento a los judíos, cuya colaboración le resultaba imprescindible en múltiples tareas. Pero el primer Trastámara se vio impotente para detener la avalancha antijudía, que él mismo había ayudado a desencadenar. Tal será uno de los más arduos problemas de toclo el reinado de Enrique 11, la p11,gnaentre una corriente popular antijudía que no deja de cri3cer y la polttica monárquica de protecctón, interesada por supuesto, a la minoría hebraica. (2) «...es probable que las matanzas de judíos de 1391 fueran lejanas e indi~tas consecuencias de la guerra entre amboshermanou (Pedro I y 1111-

rlque

m. A. CASTRO :

"La, celeatina'' como conttendG HterariG. Madrid. 1811.

pág. 62.

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I ANTECEDENTESDE LA EXPLOSIONANTIJUDIA

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. La guerra civil que estalla en Castilla en la segunda mit.ad del siglo XIV entre el monarca legítimo Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara, coincidirá con una auténtica explosión de antisemitismo por parte de las masas populares cristianas. Pero, ¿cómo se llegó a esta situación? Es preciso analizar los antecedentes inmediatos que prepararon el camino al antijudaismo violento. Desde mediados del siglo XIII se observa un empeoramiento paulatino de las relaciones entre la comunidad cristiana y la judía. A mediados del siglo XIV el antijudaísmo va a sufrir un fuerte impulso, motivado especialmente por la difusión de la Peste Negra. Por último la política filojudía de Pedro I dará pie a una acentuación del carácter antisemita del movimiento acaudillado por el bastardo Enrique de Trastámara. A.-Desarrollo del antijudaismo y mediados del siglo XIV.

entre

mediados

d·ez siglo XIII

El antisemitismo de las masas cristianas bebía en fuentes antiguas y abundantes. Los judíos eran el pueblo deicida y su trágico destino de pueblo errante era la consecuencia de su delito. Pero el odio popular cr~stiano contra los ~udios estaba .amortiguado en los períodos de e.xpansión económica. Los judíos habían afluido en masa a los reinos cristianos, especialmente a partir de la venida a la Península de los pueblos invasores africanos, almorávides y almohades. su aportación fue bien recibida por los cristianos, necesitados de gente para repoblar los territorios que iban conquistando al Islam y de artifices eficaces en los más diversos menesteres. Los siglos XII y XIlI son los de la gran expansión militar, politica y económica de los reinos •cristianos peninsulares. Esto explica que, en general, y salvo casos· aislados, producto siempre de factores muy localizados, cristianos ·y judíos mantengan durante dichos sigl1Js unas relaciones de armonía y· concordia. Esta convivencia pacífica entre 15

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las cios comunidades, o ias ires, si aríadimos a ios musuímanes, es exaltada por Raimundo Lulio en su «Libre del gentil>. Pero no podemos olvidar que, por debajo de esta convivencia armónica, permanecían vivas las motivaciones ideológicas que fundamentaban el antisemitismo. Incluso puede decirse que las corrientes antijudias se habían incrementado, particularmente desde mediados del siglo XIII. Sólo necesitaban para explotar y concretarse en una acción colectiva de asalto a las juderias y matanza de sus habitantes, la aparición de 'Vlª crisis económica profunda. cuando ésta se anuncie los diversos grupos sociales buscarán un culpable de la situación. Los judíos, minoría tolerada en los reinos cristianos, pero nunca realmente integrada en los mismos, verán cernirse sobre ellos el asalto convergente del estamento popular, que mezcla a su resentimiento económico y social argumentos puramente religiosos, y de las clases dirigentes, que de esta manera desvían hacia el grupo judío la posible animadversión popular contra ellos.

Desde mediados del siglo XIII hasta mediados del siglo XIV, se observa en Castilla el crecimiento, lento pero firme, del sentimiento antijudío. Este proceso coincide con otro, interno a la comunidad judaica, pero que va a jugar un papel de primera fila. No existe en esta época una auténtica solidaridad en el seno de la comunidad judía. Las condiciones económicas y sociales han originado la aparición de una neta división entre una minoría, que goza de inmensos privilegios y que detenta una fuerte posición económica, y una masa popular, laboriosa sin duda, pero con unas condiciones de vida nada más que discretas. Los primeros constituyen una auténtica oligarquía. Son los que ocupan los altos puestos en la administración de los reyes cristianos, especialmente en las finanzas. Recordemos, entre otros apellidos, a los Abulafia, Alfacar, Sadoc, etc. La influencia de las doctrinas de Maimónides y de Averroes ha debilitado las creencias religiosas de esta plutocracia judía, pues el contenido bíblico ha llegado a reducirse a un. simple deísmo, quedando lo demás en un simbolismo alegórico. Frente a esta minoría la masa popular judia, integrada por pequefios comerciantes, artesanos, agricultores, 16

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etc., es la qué guarda las más puras ésencias de la tradición religiosa hebraica. Para intentar poner remedio a esta jituación se alzan algunas voces reclamando la aplicación de una profunda reforma moral de las juderías espaflolas (3). Por su parte el antisemitismo de las masas cristianas fue estimulado en esta época por múltiples y poderosos agentes. Ciertos sectores de la Iglesia, especialmente entre los miembros de las órdenes me.ndicantes, sostenían la idea de que los judios no debían de tener cargos con jurisdicción sobre los cristianos. Las corrientes del Derecho Romano y del Canónico, plenamente admitidas en la segunda mitad del siglo XIII, def.endian la necesidad de aislar a los judíos, con la finalidad de impedir que hicieran proselitismo. La safla popular contra los judios, basada esencialmente en su papel como prestamistas a usura y en su intervención, casi en exclusiva, en la recaudación de tributos, venia a encontrar asi un espléndido apoyo doctrinal a su causa. El judio, hábil administrador de las finanzas de un monarca o de un alto magnate, simbolizaba ante el estamento popular la opres~ón fiscal. Era el individuo que se enriquecía a su costa. Era la sanguijuela que chupaba la sangre del pueblo, sin saciarse nunca. Los representantes del estado llano utilizaron las Cortes como plataforma para lanzar sus enconados ataques contra el cpueblo deicida> . Los monarcas no podían permanecer mudos a las protestas populares antijudaicas. Como depositarios que eran de la autoridad suprema los reyes tenían que proteger a todas las comun¡dades integradas en el conjunto de sus reinos y por lo tanto también a los judíos, siempre que aceptasen las normas generales exigidas a todos los súbditos. Además, la colaboración que prestaban los judios era valiosísima, y dificil de reemplazar. Pero la presión popular empujaba a los monarcas a hacer concesiones. Asi Alfonso X determinó en 1272 que los judíos de Murcia vi·vieran en un barrio separado. El mismo monarca reguló el interés máximo que podían percibir los (3) El libro más importante en este sentido es Sefer ha-Zohar, escrito por LEóN hacia los afios 1280-1286. El autor se muestra enemigo declarado de la riqueza que ostentan álgunos miembros de su comunidad. La obra refleja claramente el conflicto social existente en el seno de la comunidad judía. Y. BAER: A historv of the Jews in Chri8tian Spain, vot I. PhiRABBIMoSES DE

ladelphla,

1961, págs. 261-2'10.

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j_udios en sus préstamos, f ~jándolo en un 33,33 por 100, lo que era todavía demasiado elevado ( 4). En definitiva las corrientes antifudias se plasmaron desde un punto de vista legislativo en la mag.na obra jurídica llevada a cabo bajo la dirección del rey sabio, las Partidas. A lo largo del siglo XIV nuevas fuentes siguen alimentando el antijudaismo de las masas populares cristianas. Podemos recordar, como las más importantes, el fanatismo de los conversos, la influencia de los ejemplos foráneos y muy especialmente la rpropia acción doctrinal de la Iglesia Católica. El converso, que ha abandonado el judaismo para adscribirse al cristianismo, será un eficaz ariete a la hora de acentuar la división de la comunidad hebraica. Todavía no se había llegado a una situación límite, como fue por ejemplo la de 1391, que obligó a muchos judíos a bautizarse de una manera insincera y sólo como medida protectora de su propia vida. En la primera mitad del siglo XIV las conversiones entre los judíos eran relativamente escasas, pero basadas casi siempre en una firme convlcción doctrinal. El converso experimentaba un intenso celo, típico del recién bautizado. Instalados en la nueva creencia los conversos desplegaban una hostilidad sin limites contra sus antiguos hermanos. Como ejemplo prototípico del fanatismo de los conversos del siglo XIV se ha aducido el del méd~co Abner de Burgos, quien, ya con el nuevo nombre de Maestre Alfonso de Vallado'lid, polemizó ardientemente con sus antiguos correligionarios, lanzando en sus obras, como la célebre «Moreh Zedek, (Mostrador de Justicia), duros ataques contra el Talmud y contra el Judaismo en general (5). También el ejemplo de las medidas tomadas en otros países contra los judíos influía sin duda en el comportamiento de los peninsulares. A finales del siglo XIII Eduardo I de Inglaterra habia decretado la expulsión de su territorio de la comu(4) Un excelente análisis de la usura practicada por los Judios en la España medieval es el que hace c. SÁNCHEZ ALBORNOZ en su obra EBf>O,tla,un enigma histórico, tomo Il; 2.ª edic. Buenos Aires, 1962, págs. 190-206. (5)

Y. BAER : A historJJ..., I, págs. 327-354.

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nidad judía. La medida fue imitada por Felipe IV de Franci~, quien decidió la salida de sus reinos de la odiada comunidad. En 1320 el sur de Francia había conocido una oleada de matanzas a los judíos, dirigidas por los Pastoureaux. Todas estas medidas afectaban la sensibilidad popular y daban alientos a ·1a masa cristia~a del reino de Castilla para proseguir sus ataques a los hebreos. Pero era la propia Iglesia de Castilla la que reforzaba, con sus aportaciones doctrinales, las corrientes populares antijudias. Cierto es que las medidas que la Iglesia aconsejaba que se tomasen contra la población hebrea no eran tenidas en cuenta en la práctica. Pero las decisiones eclesiásticas alimentaban la ideología antisemita, ideología con la que se pretendería en su dia, cuando la crisis estallase, justificar los asaltos a los judíos. De las diferentes medidas tomadas por la Iglesia en estos afíos iniciales del siglo XIV hay unas que adquieren especial relieve. Se trata de las decisiones adoptadas en la reunión que celebraron en Zamora, a finales del afio 1312, los obispos de la provincia compostelana, y que fue convo~ada para estudiar los problemas derivados de la convivencia de cristianos y judíos (6.) Las decisiones del concilio zamorano se caracterizaban por su extrema dureza. Exigían una segregación casi absoluta de la comunidad judía, una radical separación entre judíos y cristianos. L~s conclusiones de esa reunión iban dirigidas a la masa popular, pero eran a1 mismo tiempo recomendaciones a los depositarios de la autoridad. Pedían que no se diese a los judios oficio ni dignidad alguna por los reyes o los príncipes seglares, y si alguno detentaba un cargo de este tipo debia abandonarlo en el plazo de 30 días. Los judíos no podían actuar como testigos contra los cristianos, ni aparecer en publico desde el Miércoles de Tinieblas hasta el Sábado Santo, además de llevar las divisas prescritas por las decretales, y que servirían para distinguirlos fácilmente. Los obispos de la provincia compostelana no innovaban, simplemente continuaban la doctrina tradicional de la Iglesia en relación con los hebreos. Apoyándose en lo decretado por Clemente V en el concilio de Viena, exi,gian que se les prohi( 6) J. AMADOR DE LOS Ríos : Historia social, polftica 1J religt,oaa,de los 1udíos de España y Portugal, tomo II. Madrid, 1876, págs. 115-117.

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biese de manera total y definitiva la prá,ctica de la usura. Sus decisiones llegaban a veces a extremos casi puer~les, como el de prohibir a los judíos, independientemente de su aptitud científica, el ejercic:o de la medicina con los cristianos, o la no menos absurda reclamación de que todas las sinagogas que habían sido recientemente restauradas volvieran a su antiguo estado. Las de-cisiones del concilio antijudio de Zamora no fueron llevadas a la práctica. Pero no por ello dejan de ofrecer un gran interés. Por una parte eran el reflejo en el plano ideológico de la antítesis efectiva en el plano de la realidad vital entre las «castas> cristiana y judía. Por otro lado las medidas acordadas por los obispos reunidos en el concilio zamorano servían para acelerar el desarrollo del antisemitismo popular.

En la primera mitad del siglo XIV las corrientes antisemitas

habían tomado tal incremento que cristalizaron en la idea de que el problema debia de resolverse por la tremenda, eliminando de Castilla a la comunidad judia. Asi, haciéndose eco del anhelo popular, un enemigo declarado de los hebreos, Gonzalo Martinez de Oviedo, despensero mayor de la casa del rey, llegó a proponer a Alfonso XI la expulsión del reino de tan nefasta comunidad. • No obstante los monarcas neeesitaban de la ayuda de los judíos, y por ello seguían utilizándolos. Su colaboración era imprescindible en ciertas ramas de la administración, especialmente en las relacionadas con las finanzas. Pero también intervenían en otras actividades de no menor interés: médicos de primera cat-egoria, astrónomos, consejeros en las relaciones diplomáticas con los musulmanes, etc. Los decretos del concilio de Zamora no son atendidos por los reyes castellanos de la primera mitad del siglo XIV. En tiempos de Fernando IV, un judío. Samuel de Belforado, es almojarife. Con Alfonso XI es nombrado almojarife mayor Ym;af de Ecija (7) y entre otros judíos notables de su corte destacan Mosén Abzaradiel y Samuel ben Uaqar, (7) Sobre este personaje puede consultarse el trabajo de A. BALLESTEROS: de Alfonso XI). «sefarad», VI, 1946, págs. 253-287.

Don JU()af de Eci;a ( almofarife

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famoso médico y astrónomo este último. Esta minoria de judios que ocupa altos puestos en la corte, auténtica «elite> de los negocios o de la cienc:a, gooa de un gran ascendiente cerca de los magnates que rodean al monarca. Los nobles también utiliian sus servicios. Un ejemplo entre otros muchos en este sentido nos lo suministra el noble-literato D. Juan Manuel, quien hace una calurosa apologia de los hebreos a la vez que recomienda a su hijo que tome como consejero al médico judío don ()ulema.

B.-La

coyuntura

de niediados del siglo XIV.

La situación en que se encuentra la comunidad judia a mediados del siglo XIV es un tanto equívoca. Los monarcas los amparan, pero apenas si esa protección va más allá del reducido grupo de altos dignatarios que viven en la corte. La masa popular judia, incluidos los pequefios prestamistas locales, que simbolizan a los ojos del pueblo cristiano todo el horror del «pueblo deicida>, está a merced de cualquier imprevisto. Si las decisiones c9ntra la comunidad hebraica no se nabian cumplido, no es menos clerto que habían sido bien recibidas por los cristianos. La obligatoriedad de llevar sefiales distintivas no recata sobre los judíos de Castilla, pero sabemos que en algunas comarcas los hebreos debían de pagar un impuesto para excusarse de llevarlas. Esto ocurría por ejemplo en la villa riojana de Amedo, y posiblemente también en Calahorra (8). Pero la corriente antljudia va a cobrar nuevo y vigoroso impulso en los afios medios del siglo XIV, debido esencialmente a dos tipos de factores. Por una parte asistimos a una ofensiva en gran escala contra los judíos a través de las vias legales, ofensiva que cristalizará en determi.nadas disposiciones adop·tadas en las Cortes de Alcalá de 1348. Por otra parte la difusión de la Peste Negra, con la acusación que recaerá sobre los judíos de haber sido sus agentes provocadores, excitará a las masas populares cristianas en su safía antisemita. (8) F.

CANTERA:

Sinagogas espafíolas. Madrid,

1955, pág. 166.

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En el célebre Ordenamiento de Alcalá de 1348, síntesis del formidable esfuerzo puesto en práctica por Alfonso XI para dar efectividad al legado doctrinal de Alfonso X, se tomaron algunas disposiciones contra el grupo judío de excepc:onal interés. En principio puede sorprender la aparición de este «antijudaismo legal>. Pero más bien se trataba de recortar ciertos privilegios de que gozaba la comunidad judía y que suscitaron una violenta oposición en ciertos círculos muy allegados al monarca. Pensemos en los legistas salidos de las Universidades, entusiastas defensores del Derecho Romano y, en este caso, de la segregación radical de la comunidad judía. Recordemos al ya citado Gonzalo Martinez de Oviedo, primero que lanz-6 en Castilla la idea de la posible ex,pulsión de los hebreos. En las Cortes de Alcalá el «problema judio> se presentó estrictamente dentro de los cauces de las relaciones económicas con los cristianos. La usura es la palabra clave. Alfonso XI estipuló la reducción en una cuarta parte de las deudas que habían contraído los cristianos con los prestamistas Judios, pues era manifiesto que en muchas ocasiones se habían cometido fraudes, anotando en las carta~ de deudas cantidades superiores a las realmente prestadas (9). Pero la disposición llamada a tener consecuencias más transcendentes de las tomadas en Alcalá era la que se referia a la prohibición expresa a los judios de que prestasen dinero con interés. La ley LVII determinaba «que de aqui adelante ningun judio nin judia ... no sea osado de dar a logro por sy nin por otro> (10). ¿Qué alcance real podia tener esta decisión? Por de pronto hay que afirmar que no obedecía a la existencia de un tenso clima antijudaico. Es cierto que las protestas de los procuradores de las ciudades en las Cortes contra los manejos de la minoría judía no habían faltado. Pero no revelaban una actitud antijudía intransigente. Alfonso XI no hacia más que recoger una tradición jurídica antijudaica, que tenia sus antecedentes más inmediatos en la legislación de Alfonso X y en las disposiciones del concilio de Zamora de 1312. Pero su intención, como claramente se ponía de manifiesto en la pro(9)

Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, I. Madrid, 1861, pág.

532.

(10) Ibid., págs. 532-533.

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pia ley de Alcalá, no era la de perjudicar a los judios (11). Por eso admitía, a modo de compensación, que pudieran invertir su dinero en la compra de tierras, por un valor máximo de 20.000 a 30.000 maravedíes, según estuvieran situadas las tierras al norte o al sur del Duero (12). No obstante esta disposición en el caso de haberse cumplido en toda la regla, habría tenido decisivas consecuencias. El grupo de financieros judios, que era el que poseía las mas fuertes sumas de dinero y el que más se beneficiaba con los préstamos a interés, se habría orientado de esta manera hacia las actividades agrícolas ( 13). En la práctica las disposiciones de las Cortes de Alcalá tuv~eron muy poca efectividad. Pero constituían un claro exponente de los graves peligros que acechaban a la minoría Judía contra la cual se podrían alegar en el futuro no sólo las recomendaciones de las autoridades eclesiásticas sino las propias leyes concretas dictadas por el poder público. El antijudaismo popular, realidad indiscutible en el plano del vivir diario, recibía de esta manera un poderoso aliento. En una de las peticiones de los procuradores del estado llano a Alfonso XI en las citadas Cortes de Alcalá se establecía un cierto paralelismo entre las dificultades de la masa popular (la tierra «era yerma e despoblada>) y los sucios manejos de los prestamistas judíos (14). En el estado de tensión existente a mediados del siglo XIV

no era dificil suponer que si se desencadenaba una catástrofe se (11) Se .parte del hecho, incontrovertible, de la presencia de los judios entre el pueblo cristiano, pero se sueña en su futura conversión a la fe católica.. «...porque nuestra voluntad es que los judíos se mantengan en nuestro seíiorio e asy lo manda la sancta yglesia porque aun se an a tomar a nuestra fe e ser salvos segunt se falla por las prof~ias ... » !bid., pág. 53'3. ( 12) «...porque ayan mantenimiento e manera de bevir e pasar bien en nuestro señorío tenemos .por bien que puedan aver e conprar heredades para sy e para sus herederos en todas las ~ipdades e villas e logares de nuestro rregalengo e en sus términos en esta manera : de Duero allende fasta en quantia. de treynta mill maravedis cada uno desque ovier casa por sy ; et de Duero aquende por todas las otras comarcas fasta quantia de veynte mlll maravedis cada uno como dicho es>>.Ibid., pág. 633. (13) No conocemos la profundidad de los bienes inmuebles de los judíos en el reino de Castilla, pero multitud de testimonios dispersos inciden en su importancia.

04)

Cortes ... , I, pág. 598.

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a-cusaría a los judíos de haberla provocado. Esto es lo que sucedió con la difusión de la terrible epidemia conocida con el nombre de la Peste Negra. El pueblo vio en los judíos a los sembradores de la peste. Lo grave del caso fue que algunos intelectuales, consultados sobre el particular, también lanzaron su acusación contra los judíos. Recordemos, como ejemplo, el caso de Alfonso de Córdoba, médico de Montpellier. De esta manera el instinto popular se veta fortalecido por la opinión de las minorías intelectuales. No faltaron cronistas coetáneos que se hicieron eco de la inicua acusación antihebraica. La mortandad se produjo «quod ipsi (los judíos) puteos et acquas infecerant et aerem corrumperant>, dice el cronista Jean de Venette en su cOhronique de Guillaume de Nangis> (15). La reacción no se hizo esperar. Las masas cristianas, enfurecidas por la perversidad de los judíos, que habían infectado el agua y corrompido el aire, se lanzaron al asalto de las juderías y a la matanza general de sus habitantes. ¿Qué repercus:ones tuvo en la Península Ibérica la difusión de la terrible epidemia de peste? Sabemos que· en la Corona de· Aragón la mortandad provocada por la Peste Negra derivó inmediatamente en un asalto a las aljamas judaicas. Surgió el espectro de los «pogroms>, que se extendían como reguero de pólvora y diezmaban de forma brutal a la comunidad judía (16). En cambio en tierras del reino de Castilla no parece que los estragos de la peste se tradujeran en una explosión feroz de antijudaismo. ¿Acaso la mortandad fue menos elevada que en otros reinos europeos? Es posible que las tierras mesetefias, con un clima predominantemente seco, estuviesen en mejores condlcio( 15) Citado en el articlo de SERAPHINE QUERCHBERG : La controverse sur les pretendus sémeurs de la peste noire. «Revue des Etudes Juives», tomo cvnI. París, enero-junio, 1948. (16) «...la peste servit de prétexte a des reglements de comptes, méme si la f oule était, si l'on peut dire, de bonne f oi lorsqu'elle s'en prenait aux Juifu. J. GAUTIER-DALCHÉ: La peste noire dans les Etats de la Couronne d'Aragón. «Mélanges offerts a Marce! Bataillon». Bordeaux, 1962. También es interesante el trabajo de A. LóPEZ DE .MENESES: La peste negra en Cataluña: el pogrcmi de 1348. «Sef arad», 19, 1959.A la citada autora se debe la recopilación de documentos .sobre el problema : Documentos acerca de la Peste negra en los domtnios de la Corona de Aragón. «F,stu(iio~ de Edad.Media de la Corona de Aragón», VI, 1950.

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nes que las regiones marítimas para hacer frente a la epidemia. No obstante, Castilla fue víctima en los años medios del siglo XIV de una gran catástrofe demográfica, con su corolario de mortandad, despoblación, etc. ( 17). Pero la realidad es que la masa popular cristiana no descargó su malestar por la epidemia contra la comunidad judía. El pueblo en Castilla no tuvo la idea de hacer a los judíos responsables de la Peste Negra ( 18). El asalto a la judería sevillana de 1354, que a veces ha sido sefl.alado como una posible col)secuencia lejana de la peste (19), parece bastante tardío, estando en relación con un contexto histórico distinto. Así la conocida ecuación: difusión de la epidemia a mediados del siglo XIV == asalto a las aljamas judaicas, no tuvo su correspondencia en Castilla. al menos de una forma manif te.sta (20). Pero no cabe duda de que la catástrofe demográfica de esos afias jugó su papel, incrementando el sentimiento antijudio de los cristianos, dispuestos a encontrar un responsable de sus desdichas. El sentimiento de inseguridad que la Peste Negra trajo consigo fue un poderoso estimulante de la tensión social, y e~pecialmente de la pugna cristiano-judía, en la que confluían fac~ tores sociales, económicos e ideológicos. C.-La

política

filojudía

de Pedro l.

La comunidad judía de Castilla había superado las dificultades surgidas en los últimos afios del reinado de Alfonso XI.

_._

___ _

(17) Síntomas de ella son las noticias contundentfa sobre la morta..1dad a que aluden las Cortes. También lo son la extensión de los despoblados, las alteraciones de precios y salarios que obligan a Pedro I a dar su célebre ordenamiento de menestrales, etc. Pero el problema de la Peste Negra en tierras castellanas .prácticamente no ha sido revisado desde que Verlinden publicó su conocido trabajo sobre el tema (La grande peste de 1348 en Espaqn,e. Contribution a l'etude ele ses consequences éconcnniques et sociales. 'Revue Belgue de Philcf.ogie et d'Histoire', XVII, 1938). (18)' H. GRAETZ: Histoire des jui/s, tomo IV. Paris, 1893, pág. 289. (19) Y. BAER: A hiStory .. ., l. pág. 362. (20> Sin embargo múltiples textos se hideron eco de las mata~· de judios que siguieron a la difusión de la peste, lo que demuestra lo general de los pogroms en Europa occidental. Recordemos uno que recoge H. GRAETZ (Histotre ... IV~ pág. 2U): «La peste vint brusquemennt établir sa domination, et ·f aire mourir les hommes par mllliers... et les juifs furent brulés en quan-

tité».

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Las disposiciones de las Cortes de Alcalá dificilmente podian tener una aplicación inmediata. Castilla no babia conocido los pogroms que en o-~rasregiones siguieron a la difusión de la Peste Negra. Aunque la hostilidad de los cristianos hacia la población hebrea se hubiera incrementado en la primera mitad del siglo XIV, el hecho cierto es que los judíos seguian siendo un grupo poderoso, pieza clave en la gestión de las finanzas regias. En el decenio 1350-1360, la posición de la comunidad Judia se fortaleció. El nuevo monarca, Pedro I, alentó una politica de decidida protección a los judíos. ¿Suponía esto una marcha g,trás en el camino trazado por sus antecesores? La defensa de los hebreos, apenas apagadas las voces de las Cortes de Alcalá de 1348, borraba de un plumazo todas las medidas legislativas allí adoptadas. Claro es que. esta· orientación filojudía de Pedro I no podía ser bien acogida por la masa popular cristiana, cuyo antisemitismo había recibido fuertes estímulos en los últimos tJ.empos. ¿Cómo puede explicarse, dados estos antecedentes, el apoyo del nuevo rey a la comunidad judía? Pretender que se debía a la posibilidad de que Pedro fuera en realidad hijo de un judío, Pedro Gil (21), es excesivamente simplista, aparte de que se trata en realidad de un argumento propagandístico utilizado afios más tarde por los rebeldes trastamaristas, con objeto de negar la legitimidad de los derechos al trono de Pedro el Cruel. La explicación del filojudaísmo de este monarca es sin duda bastan te compleja. Puede admitirse que es fruto de la conjunción de muy diversos factores, económ:cos, sociales y políticos. La pugna entre la tendencia partidaria del fortalecimie.nto de la monarquía y el estamento nobiliario se· agudiza a raiz de la crisis demográfica de 1348-1350. La nobleza, que procura resarcirse de las pérdidas sufridas, se hace más agresiva, exigiendo de los monarcas nuevas concesiones, sefloríos de uno u otro tipo. Frente a estas pretensiones Pedro I, que intenta crear un gobierno, no sólo fuertemente centralizado, sino incluso abiertamente despótico, siguiendo modelos orientales, s·e apoyó en el po~eroso grupo financ:ero judío y en ciertos sectores de la pequefia no a los obispos (30). Desempefia en la corte funciones de tipo judicial, como (31). En otras ocasiones

-----~--

(28) «E puso Don Juan Alfonso por Tesorero del Rey a Don Simuel el

Lert, que fuera primero Almoxarif e del dicho Don Juan Alfonso». P.

LoPEZ

Crónica de rey Don Pedro. 'Biblioteca de Autores Españoles', tomo LXVI. Madrid, 195·3, pág. 410. Es interesante observar la afirmación de1 cronista de que fue el valido de Pedro l el que elevó a Samuel Levi al cargo de tesorero, lo que puede confirmar la idea de que se debió a Alburquerque la inspiración de la política filojudía de las Cortes de Valladolid de 1351. DE AYALA:

(29) «Semuel el Leví, mio thesorero mayor», se dice en una carta de Pedro I al adelantado mayor en Castilla, de setiembre de 1353. «Tesorero mayor del dicho rey» se lee en un documento de 1355. Datos diversos sobre la actuación de Samuel Levi como almojarife mayor del rey hay en la obra de F. BAER: Die Juden im christJlichen S'PQ,nien,tomo n: Kastilien Jnquisitionsakten. Berlin, 1936, págs. 175-186. ~ (30> Concretamente al obispo de Córdoba. Y. BAER: A history ... , I, página 363. (31) Asi se dice en un documento de setiembre de 136'1, que comienza diciendo : 'Stimuel Levi, wsorero mayor del rey, y Velasco Garcia, alcalde del rey, ambos oidores de su audiencia'. (F. BAER: Die- Juden ... , II, pág. 180). Esto plantea el problema del origen de la. Audiencia, atribuido a Enrique n. Pero es posible que el organismo existen~ en tiempos de Pedro I fuera un simple esbozo de la institución que, de forma fija y concreta, reguló su herma.nutro.

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Samuel Leví interviene en calidad de diplomático, lo que aconteció por ejemplo en la f ~rma del tratado de Evora de 1358 con Portugal (32). Pero lo esencial de su gestión consistió en la búsqueda permanente de un incremento de los bienes del tesoro real, lo que consiguió por diversos procedimientos (33). Asi, Samuel Leví, con s11hábil e inteligente actuación, logró apuntalar las finanzas reg:aa y con ello la monarquía de Pedro I. La posterior caída en desgracia del tesorero judío, apresado, torturado y finalmente muerto, no puede interpretarse más que como una violenta reacción del iey, noticiosa de la desmedida ambición de su almojarife, y de la inmensa fortuna que había conseguido reunir (34). Pero, aunque la ruina del famoso tesorero parece que arrastró la caída de algunos miembros de la comunidad judia, especialmente de las familias Leví y Bienveniste de Burgos (35), de ninguna manera supuso un abandono de la política filoJudia que desde los primeros días de su reinado había puesto en ,práctica Pedro l. Otros muchos judios ocupan puestos claves en la administración financiera: en Sevilla fueron tesoreros Juce Abenhala, y más tarde Ju~af Levi, sobrino de Samuel Levi; ·el almojarife de Toledo fue Mayr Abenhamias; Yhuda Abenatabeb figuraba como almojarife del infante, etc. (36). Igualmente habia judíos _.._

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(32) L. SuAREZFERNANDEZ: España Cristiana. Crisis de la Reconquista. Luchas civiles. Tomo XIV de la 'Historia de España'. dirigida por R. Menández 'Pidal. Madrid, 1966, pág. 59. ( 33) Ayala cuenta con bastante det&lle los métodos utilizados por Samuel Leví en 1355, sin duda bastante discutibles. Pero no cabe duda de que los recaudadores obstaculizaQan la gestión de las finanzas regias. Crónica ... Don Pedro, págs. 466-467. (34) Estos sucesos datan de 1360. Según López de ~ala se encontró que Samuel Levi tenia en Toledo 160.000 doblas, 4.000 marcos de plata y otros bienes, en forma de joyas, telas preciosas, etc. De los parientes del almojarife mayor obtuvo Don Pedro, siempre según el citado cronista, 300.000 doblas. Crónica ... Don Pedro, pág. 510. (35) Y. BAER: A history ... , I. pág. 364. Todavía en 1359 estas familias eran muy poderosas, pues en esa fecha Salomón Bienveniste y Zag el Levi, vecinos de la juderia de Burgos, subarriendan a otros dos judíos, de Palenzuela, las dos tercias de las alcabalas del Infantazgo de Valladolid. L. SERRANO : Colección diplomática de S. Salvador del Moral. Madrid, 1906, páginas 155-157. (38) P. RAER: Die Juden .. ., n, págs. 175, 180,,.17'1y 19a 30

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al frente de las finanzas de la alta nobleza. Recordemos el caso de Cag aben Bueno, tesorero de Pedro Núñez de Guzmán (37). Idéntico panorama se nos ofrece en el campo del arrendamiento de las rentas reales. En su gran mayoría son judíos los que arriendan los impuestos, y esto a lo largo de todo el reinado de Pedro I (38). Igualmente hay hebreos encargados de la recaudación de los tributos (39). En suma, toda la escala de la vida financiera ·está recorrida por judios que, sl tradicionalmente desempe:fíaron estas actividades, con más razón las controlan s1 cuentan con la protección regia.

Hay datos suficientes que nos permiten hablar de prosperidad de la comunidad judía en tiempos de Pedro l. Con frecuencia adquieren bienes inmuebles, en formas de casas o campos de labor (40). El crédito de que gozan los judíos explica las relaciones económicas que mantienen con clérigos cristianos (41). No es extra:fio encontrar a judíos due:fios de esclavos moros, particularmente en Toledo, donde se hallaba la más floreciente comunidad hebrea de todo el reino de Castilla (42). No olvidemos que es en esta época, concretamente hacia los años 1357-58, cuando se construyó en Toledo la sinagoga del Tránsito. La comunidad judía, que desde principios del siglo XIV veia -'----(37) lbíd., ,pág. 180. (38) Falta un estudio completo del papel de los judios en el arrendamiento de las rentas reales en esta época, pero sin duda superó al de tiempos de Enrique II. (39) Incluso en años muy próximos al comienzo de la guerra civil. Recordemos el caso de Mosén Abaltax de Saldaña y Santo Cidicart de Vllladiego, que aparecen en 1365 como recaudadores de los diezmos del ganado de :os obispados de Burgos, Palencia y Calahorra. J. RoDRIGUEZ F'ERNANDEZ: Judería de Sahagún. 'Archivos Leoneses', 14, 1953, pág. 38. (40) Por ejemplo en Maqueda los judíos tenian olivares y vifiedos. En general la zona donde los hebreos tenían bienes territoriales más importantes era la actual Castilla la Nueva. F. BAER: Die Juden , n, pág. 177. (41) Entre otros casos recordemos el trato de Judios de Me.queda con un arcediano de Talavera en 1352 (F. BAER: Die Juden ... , n. pág. 17'1), o el empeño de ciertas casas por el monasterio de Aguilar de Cam,póo a un judio de Villadiego. (Ibid., págs. 191-192). (42) Hubo un pleito sobre el caso de «moros y moras siervos de judios de Toledo que se toman cristianos». (lbid., pág. 181). 31

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éon temor· cómo crecía la hosiiHdad de la masa popular cristiana, y que en los aflos ,medios de la centuria fue testigo de la exposiciones en la década 1350-60. Pero era lógico suponer que esta Aragón, encontró en Pedro I de Castilla un decidido protector. De esto fueron plenamente conscientes los hebreos. En la sinagoga del Tránsito se ensalza, en términos grandilocuentes, la figura del rey Don Pedro (43). Es a él al que dedi\!a el rabino de, Carrión don Sem Tob sus conocidos «Proverbios Morales> (44). El rey de Castilla se s:ente atraído por el desarrollo intelectual de los hebreos y alienta los estudios hebraicos. La fama que adquiere en esos a:fíos el reino de Castilla, como un oasis de paz para el florecimiento del judaísmo, explica que acudan a él judios notables de otros países. Recordemos el •caso del médico y astrónomo Aben Zarzel, _que abandonó el reino granadino para trasladarse a Castilla (45).

· La comunidad judía babia vlsto un fortalecimiento de sus posiciones en la década 1350-60. Pero era lógico suponer que esta

renovación experimentada por la «casta, hebraica iba a provocar una viva reacción en la «casta> cristiana. La masa popular, trabajada por un antisemitismo creciente desde principios de siglo, no podía ver con buenos ojos la prosperidad del odiado «pueblo deicida,. La construcción de nuevas sinagogas parecía un claro desafío a las propuestas que, particularmente desde el concilio de Zamora de 1312, eran defendidas por la Iglesia. La legislación antijudía contenida en el Ordenamiento de Alcalá babia sido revocada de hecho. Los judíos seguían ocupando car(43) «...el gran monarca, nuestro señor y nuestro dueño el rey don Pedro ; ¡ sea Dios en su ayuda y acreciente su fuerza y su gloria y guárdelo cual un pastor su rebafío ! ... » Según la versión de F. CANTERA de una de las inscripciones de diclla sinagoga, en su ya citada obra: Stn,a,goga,8.. ., página 113. (44) «sennor noble, rrey alto ... » es el comienzo. Alude a continuación a la desgracia que supuso la muerte de Allfonso XI, pero indica que Don Pedro está llamado a completar su labor y mejorarla. Incluido en Poetas castellanos anteriores al siglo XV. 'Blbl. de Aut, Españ.', tomo LVII. M6drid

1952, pág. 331. (46) J . .Ar.w>oRDE

LOS

Rfos: Historia ... , Ir, p6c. a2.

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gos importantes, especialmente en el campo de las finanzas. Pero el renacimiento de un sentido antijudio en estos años tiene su causa principal en la acción emprendida por el secto.r nobiliario rebelde a la monarquía de Pedro l. Los bastardos de Alfonso XI, y a su cabeza Enrique de Trastámara, inician a los pocos afios del ascenso al trono de Pedro UQ. movimiento de oposición. Para su propaganda uno de los elementos básicos utilizados fue el del filojudaismo del monarca. La inclinación de Pedro I por las formas artísticas de tipo oriental permitía a los trastamaristas presentar al rey castellano como el prototipo de un déspota de Oriente. La prosperidad de los judíos servia a los nobles rebeldes para excitar el antisemitismo de la masa popular cristiana. La excesiva influencia política de Samuel Leví era un nuevo motivo que se añadia en el ataque general contra un monarca del que se decia que había roto la contlnuidad política de los reyes castellanos.Asila de,fensa o el ataque a la comunidad judia se convertía en uno de los puntos claves de· la pugna que ya se anunciaba entre el rey legítimo y 1,anobleza rebelde. En marcha la sublevación nobiUaria, uno de sus primeros actos fue l·a persecución a los judíos, persecución violenta, sangrientos pogroms. En la primavera de 1355 las tropas trastamaristas que habían entrado en Toledo saquearon la judería menor de la ciudad, el Alcana, y dieron. muerte, según el testimonio de López de Ayala, a más de mil judíos (46). Si no- pudieron penetrar en la judería mayor, ello se debió a la cerca que la protegía, defensa que los caballeros toledanos, pequeña nobleza de tipo local, hicieron de los hebreos. Pedro I reaccionó violentamente. En el perdón que otorgó en el otoño del mismo aiio a la ciudad de Toledo excluyó ,a todos aquellos «que fesieron algunos maleficios contra los mios judios en la mi judería de Toledo> (47). Los disturbios antijudios parece que se extendieron a otras ciudades, ( 46) _«/Una vez que entraron en Toledo/... las sus compafías (del conde Enrique de Trastamara y de su hermano Don Fadrique) comenzaron a robar una judería apartada que dicen el Alcana, e robaronla, e mataron los judíos que fallaron fasta mil e docientas ,personas, omes e mugeres, grandes e pequeños ... » P. LÓPEZ DE AYALA: Crónica ... Don Pedro, pág. 462. (47) Entre los posibles culpables de atropellos antijudios se cita a los moros y a una serie de cristianos, vecinos de Toledo, que se enumeran. F. BAER.: Die Juden... , ll, págs. 185-,.186.

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por eJemplo a Cuenca (48). En conjunto estos sucesos eran el primer síntoma realmente grave de la dificil convivencia de cristianos y judíos. Unos aflos más tarde, en 1360, el conde rebelde Enrique de Trastámara, apoyado por el monarca aragonés Pedro el Ceremonioso, invadió el reino de Castilla, penetrando por la zona de la Rioja. Su avance fue acompañado del asalto a las juderías locales. por ~10menos las de Nájera y Miranda. E1 testimonio del cronista López de Ayala no puede ser más significativo: «e esta muerte de los judíos fizo f azer el Conde Don Enrique porque las gentes lo facian de buena voluntad» (49). La acusación de los pogroms recae directamente sobre el bastardo rebelde, aunque éste pretenda amparar su actuación en el clima antijudio del que participaba tan intensamente el pueblo cristiano. Al igual que unos años antes en Toledo Pedro 1, una vez pasado el peligro, -es decir cuando las tropas invasoras fueron derrotadas severamente en la llamada «primera batalla de Nájera>, castigó con dureza a los culpables de los desmanes antijudíos de -esas poblaciones. Todavía en 1362 , se quejaban los v,ecinos de la villa de Miranda de que, -pretextando que habían tomado parte «en la muerte de los judíos de la dicha villa> se continuaran cometi-endo múltiples injusticias contra ellos (50). Pero el antijudaísmo violento se había desatado por segunda vez en un corto período de tiempo. Así, en el momento mismo en que la comunidad judía alcanzaba bajo la protec -ción de Pedro I un gran florecimiento, se excitaba el sentimiento antisemita, y no sólo con prédicas, sino con el saqueo de las juderías y la matanza de sus habitantes. (48) tory ..., I, pág. 366. (65)

El 6 de junio de 1369. En el documento se dice expresamente que el valor de la dobla es de 44 maravedíes, lo que supone un tota,1 de 880.000 maravedíes, cantidad. inferior a la otorgada por los ju dios de Toledo en 1366 y los de Burgos en 1366 y 1367, aunque es posible que en estos últimos casos, al hablarse de un mlllón de maravedies, se redondeen las cantidades. (69) El documento fue publicado .por J. AIIADR DB 1.0s Rfos en su Hts(6'7) (68)

tona..., u,

páp.

571-67i. 45

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COnplimiento de veynte mil doblas de oro>. f,ara efectuar eaa recaudación el tesorero del r.ey en Toledo, Gómez Garcia: podia dar tormentos a los judios que se resistieran. Muchos hebreos iban a quedar convertidos en esclavos de sus compradores. pues claramente se determinaba en el albalá «que sean sus cativos los dichos judíos e judias por la _dichaiconpra,. Así, con estas drásticas medidas, _la en otros tiempos _.próspera Juderia toledana quedaba reducida a la más espantosa miseria, de la que ya no levantaría cabeza (70).

A las sanciones económicas, que tan gravemente afectaron a las Juderías del reino de Castilla, hay que afíadir otro mal, de mayor al~ance incluso. Se trata de 1os saqueos, matanzas y destrucciones de todo tipo que afectaron a multiud de aljamas, coincidiendo con la guerra fratricida. La ,propaganda anttjucUa de Enrique _de Trastámara preparó el terreno, pero no fueron sus tropas las únicas que se dedicaron al asalto de las Juderías. La violencia física contra los judíos hay que achacarla esencialmente a 1as tropas extranjeras que vinieron a la península, los mercenarios franceses que ayudaron al bastardo y, desde .el campo opuesto, ios soldados ingleses del Príncipe de G.ales, aliados de Pedro el Cruet La población cristiana 'indígena', aunque participaba del odio a la comunidad hebrea, por fo general no pasaba de ataques meramente verbales~ Para la realización de los sangrientos pogroms eran más propicias las tropas extranjeras, mercenarios a sueldo, gentes que vivían del botin, habitantes de países que habían resuelto el problema judío ron la expulsión pura y simple de esta comunidad. Por eso la mayor parte de las tropelías cometidas contra las .juderías se localizan en la zona de la Rioja y el norte de las actuales prov1n·c1as de Burgos y de Palencia, escenario principal de la contienda · litar, regiones por donde deambularon las ·tropas inglesas en los 'meses siguientes a la batalla de Nájera. Fuera de esa_s co-

mi-

(70) Según Sánohez Alborn~, Enrique n decretó ese tenible albalá vengarse de la fidelidad de los Judios toledanos a don Pedro el Qrueb. España ... , II, pág. 235. ... . ~

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entre otras ciudades, en Segovia y en Avila (75), aunque sin que degeneraran en pogroms. En el otoño de 1367 los habitantes de Valladolid se sublevaron contra el rey D. Pedro, robaron a los judíos de la ciudad y destruyeron ocho sinagogas (76). Parecidos desmanes padecieron los judíos de Paredes (77). Asi la ruina y la devastación cayeron sobre 'las juderías del reino de Castilla, d•esde la Rioja a los confines del Sistema Central. No obstante la judería que tuvo mayor número de victimas fue la de Toledo. El estrecho cerco a que las tropas del bastardo sometieron a dicha c¡udad durante más de un afio explica las difíciles condiciones de vida en el interior de la ciudad del Tajo. Por eso la mortandad de judíos toledanos hay que atribuirla fundamentalmente a las circunstancias bélicas y al duro asedio de la ciudad, más que a posibles pogroms. Pero de una u otra forma la realidad es que en Toledo perecieron, según las estimaciones más prudentes, unos 8.000 judíos (78). Los propios testimonios ,de origen hebraico son contundentes al reflejar la tragedia de los judíos toledanos. «Murieron muchos, unas 8.000 personas ... porque aquel malvado Don Enrique agravó sobre -ellos su yugo>, dice Josef ha-Kohen (79). «La Santa Comunidad de Toledo fue (75)

Ibid., págs. 27'7-~8.

(7·6) c ... rebeláronse ... los habitantes de Valladolid, diciendo ¡ Viva el rey Don Enrique ! y robaron a los judíos que moraban entre ellos y derribaron sus casas, no quedando sino con sus cuer.pos y sus tierras devastadas. Destruyeron también ocho sinagogas... Cogiéronse todas las coronas y adornos da plata (de los libros de la Ley) ry a estos mismos libros hicieron pedar-08 y los aITojaron por los mercados y las calles ... » Ibid., pág. 2'18. (77) Ibid, págs. 278-2'19. Fue tan nefasta para los judios la victoria de Enrique II, según s. Zarza, que se vieron «en angustia tan grande como no habian conocido sus padres ni sus antepasados desde su existencia sobre la tierra hasb el presente dia». (78) Josef ha,-Kohen y Josef ben Zaddik de Arévalo, hablan de 8.000 judíos muertos en Toledo, Abraham ben salomón de Torrutiel lo eleva a 28.000. (79) «...(después de Montiel) se levantaron

los del pais contra los Judios

que habla en Castilla en todos los lugares por donde estaban dispersos, pasaron a muchos a filo de espada y pusieron mano en eL botín... También los judios que babia en Toledo bebieron la copa, del vértigo... Murieron muchos, unas 8.000 personas, por su completa indigencia, en aquellos nefastos días ... Quedó un exiguo número pero aun después, de haberse quitado de encima el castigo de la guerra no tuvieron tranquilidad, parque el malvado Don Enrique agravó sobre ellos su _FJgO .•. » El valle del llanto. Trad. de P. León Tel10. Madrid, 1964, ,págs. 152-153

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:mareas sólo la judería de Toledo sufrió pérdidas que pueden considerarse irreparables. El primer pogtom de importancia tuvo lugar en la primavera cie 1366, cuando el bastardo entró con sus mercenarios en Castilla. La comunidad judía de Briviesca prácticamente pereció a manos de las tropas de Enrique de Trastámara. «Mataron, dice Samuel Zarza al relatar estos sucesos, a la santa e inocente comunidad de Briviesca ... de los doscientos padres de familia que allí vivían no quedó ni uno> (71). Pero este tipo de asaltos no se repitieron. Es posible que el propio Enrique II interviniera con energía para impedir que sus soldados cometiesen feehorías sin1fiares, que podían da:fíar gravemente su reputación. Lo cierto es que en adelante los saqueos a las aljamas fueron esporádicos, y en gran parte obra de los arqueros del Príncipe de Gales. Aunque escenas como la de Briviesca no se repitiesen es evidente que al final de la guerra fratricida ·muchas juderías del norte de Castilla estaban profundamente maltrechas. Una de las mejor documentadas es la de Aguilar de Campóo. Según el testimonio del ya citado Samuel Zarza, los soldados ultrapirenái-cos que vinieron a la Península «mataron a la comunidad de Aguilar» (72). Esta afirmación es ciertamente exagerada, pero si no murieron todos los judíos de aquella localidad su disminución alcanzó tales proporciones que prácticamente se · redujo a la ter-cera parte (73). Otra de las juderías que sufrió graves dafios de las correrías de los ingleses fue la de Villadiego (74). Ataques por parte de la población cristiana los hubo, {71) «Y sirvieron sus cadáveres de pasto a las aves de los cielos y a Ias fieras de la tierra», afiade. En apéndice a La Vara ... , ,pág. 7:1'1. (72) Ibid., pág. 278. F,s también interesante el trabajo de HUJDOBRO y CANTERA : Los jud,íos de Aguilar ele campóo. «S-efarad», XIV, 1964. (73) Por un documento de 5 de septiembre de 13'70 sabem0& que el monasterio de Santa Maria de Aguilar de campóo, que cobraba 3.000 maravedies del aljama de la ciudad, se encontraba con muchas dificultades para hacerlo efectivo. Lo., judíos alegaban que por la mortandad y las rapi:tias de los ingleses su aljama estaba muy despoblada, y que el propio conde don Tel10, señor de Aguilar, babia reducido su contribución a 1.200 maravedies. Extracto del documento en F. BAER: Die Ju4en .•., II, pág. 206. (74) s. zarzadice que de los judíos de esta aljama muchos eran uabios y rectos y mantenían entre ellos a multitud de escolares,. Apéndice a lA vara ...• pág. 2'18. 47

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oprimida extraordinar~amente>, afirma Salomón de Torrutiel en un pasaje de su obra «El libro de la Cábala> (80).

Con sus saqueos, destrucciones y matanzas la etapa de la guerra fratrieida había sido una dura prueba para las aljamas judías de Castilla. El estandarte del antisemitismo, alzado por Enrique de Trastámara, había preparado el clima propicio para la ejecución de estos desmanes. Pero en ocasiones el ataque a los sufridos judíos partió del propio rey D. Pedro. Sabemos que, para compensar a los musulmanes granadinos, que tan valiosa ayuda le habian facilitado, el rey legitimo accedió a vender como esclavos a los judíos de Jaén, en total unas 300 familias (81). Pedro I, acusado por su rival de protector de los judíos, era precisamente el que en esta ocasión los daflaba con sus decisiones. La comunidad judía, en verdad, difícilmente podfa confiar en ningún abogado de su causa. No es extTaflo que a la larga terminara por aceptar de buen grado al rey bastardo, cuyo tono antijudío, necesario es seflalarlo, iba cediendo paulatinamente. No obstante la sensación de confusión que e.xistió entre los judfos de Castilla en los aflos de la guerra civil era claramente perceptible. Un síntoma de la angustia que dominaba a la comunidad hebrea queda reflejado por la emigración a otros reinos. Es conocido el caso de Navarra a donde acudieron judios de las zonas castellanas limítrofes, especialmente de Calahorra (82), y a los que la reina Juana tomó bajo su especial protección. Otros pasaron al reino de Aragón, pese al fatal recuerdo de los pogroms de mediados de siglo en aquellas tierras. (80) «El rey don Enrique ... mató al rey don Pedro y sobrevino fuerte Presión a toda la Comunidad de Castilla. La Santa Comunidad de Toledo

fue oprimida extraordinariamente... perecieron en la vejación 28.000 Judios... Sólo unos .pocos sobrevivieron, e impuso el rey tal tributo que llegó a no quedar un pedazo de pan a los que habitaban el pais .. .» El libro de la Cabala. Trad. de F. Cantera. S&lamanca, 1928, ¡pág. 36. (81) Y. BAER: A htstory .. ., l, pág. 366. (82) cDlputación Foral de Navarra. catálogo del Archivo General. Sección de Oomptou, tomo VIIl1. Pamplona,. 1964, p6g. 11.

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En la ~ctitud de Molin.a de Aragón, que se ofreció a Pedro rv el Ceremonioso, jugó un papel destacado el judío Samuel Albolafia, defensor a ultranza de Pedro I de Castilla (83). Pese a todo, y para completar el complejo cuadro esbozado, no faltaron en esos afíos judíos que se hallasen al servicio del príncipe bastardo. Así por ejemplo poco después de la batalla de Nájera el monarca aragonés concedía permiso de libre tránsito por Arag-ón a Juce Abrabanel, de la casa del rey Enrique (84). En cambio Samuel Abenc;ac;on, de Soria, es un caso distinto, pues se trata de un judío, que habiendo sido partidario de Pedro el Cruel, huyó al reino de Aragón al ser derrotado su señor (85). La dispersión había venido a sumarse a los saqueos, matanzas y venta como esclavos, elementos diversos del furor antijudío desatado en Castilla con motivo de la guerra civil entre Pedro I y Enrique II, y en el cual habían jugado un papel destacado los soldados extranjeros de uno y otro bando. (83) Al conocerse la noticia de la muerte de Pedro I en Montiel, los vecinos de Molina de Aragón se reunieron para decidir qué postura tomaban. En estas deliberaciones jugaron un papel decisivo los judíos, quienes elogiaron al rey muerto (« ... habia ampliado y confirmado privilegios a la República... mostrándose igualmente religioso y liberal») y propusieron, al menos el citado Samuel Albolafia, apoyar a Pedro IV de Aragón como su sefior. DIEGO SÁNCHEZ PORTOCARRERO : Historia de los señores de Molina, tomo III. B. N. mss. 1558, fols. 76 r- 77' v. (84) De Juce Abrabanell dice el documento «judeo Castelle de domo illustris Henrici regis Castelle». F. BAER: Die Juden ... , tomo I: Aragonien und Navarra. Berlín, 1929, pág. 393. (85) En 1379, Pedro IV pide al nuevo rey de Castilla, Juan I, que perdone a dicho judío, que había huido al reino de Aragón diez años antes. F. BAER: Die Juden ... , I, pág. 483. 1

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LOS JUDIOSEN TIEMPOSDE ENRIQUE11

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El triunfo de Enrique 11 era el triunfo del bando antijudio. Las severas medidas tomadas contra los judíos de Toledo en junio de 1369 parecían confirmarlo. El pueblo, a pesar de la resistencia que habia encontrado en el príncipe bastardo para la aplicación de ciertas medidas antijudfas, se sentia respaldado por el poder público en su animadversión a la comunidad hebrea. Por eso en las Cortes de Toro de 1369, y más particularmente en las de 1371, el estamento popular arremetió, en forma contundente, contra los judíos. Pero el nuevo monarca habla cambiado profundamente de actitud. En antiJudaismo le había servido de instrumento propagandistico en la cruzada contra el rey cruel. Pero no deseaba ir más lejos. Antes al contrario los judíos podían aportar una ayuda inestimable, imprescindible incluso, en algunos menesteres. Además Enrique n se presentaba como el restaurador del orden, pero también como el monarca comprensivo que olvidaba el pasado y que perdonaba los Viejos errores. En su programa de equilibrio social no podía delar al margen a una comunidad tan importante y tan extendida por todo el país, como lo era la comunidad Judia .. Las consecuencias de esta nueva politica hacia los judfos fueron claras. En muy poco tiempo los Judíos dominaban, casi monopolizaban, la vida de las finanzas regias. El mismo Enrique de Trastámara que los babia perseguido se convertía, una vez rey de Castilla, en el protector de los Judios. Sin embargo el antisemitismo no habia cesado. Seguia desarrollándose entre el pueblo, incitado por predicadores como Ferrá!l Martinez, apoyado por los conversos, estimulado por la intervención papal antijudia. Sólo que este 'in crescendo' del clamor popular antisemita, muy acusado desde 1375, se genera al margen del rey. La sensibilidad popular no podía aceptar que los judios hubieran vuelto a enqutstar~e, con _puestos_privlle:53

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giados, en el equipo de un monarca que precisamente habia iniciado su rebelión con un llamamiento antijudio. Por eso en las Cortes de 1377 se produjo un nuevo y feroz ataque del estamento popular contra los ,hebreos, ataque que hubo de ser el propio Enrique II quien se encargara de paliar. Pero la intervención regia fue inca-paz de detener la avalancha. El estado de la opinión pública, fielmente reflejado por López de AyaJla en su «Rimado de Palacio>, era clarame11:te hostil al g~upo judío. Alguno_s destacados financieros hebreos quebraron en los afios f¡nales del reinado del primer Trastámara. Por todo ello puede concluirse que el antisemitisrpo se había visto fortalecido objet~vamente con la instauración de la nueva dinastía en Castilla, pese a la decidida protección de los Tr·astámaras, una v~z en el trono, a la odiada comunidad. Se anunciaban ya los aciagos días de los pogroms de 1391.

A.-· Los efectivo,

de Za comunidad judía.

Aunque el propósito de nuestro estudio sea el de realizar un análisis dinámico de las relaciones entre cristianos y judios en un período crucial de la historia castellana bajomedieyal, cualquier tipo de conocimiento que poseamos sobre las estructuras de la comunidad hebraica nos será muy poovechosoi. ¿Cuántos judíos había en el reino de Castilla en tiempos del primer Trastámara? ¿Qué representaba la comunidad hebraica en términos cuantitativos y, lo que era más importante, cualitativos? En el conjunto de la población del reino de Castilla los judios representaban sin· ·duda un porcentaje reducido. Aunque · es imposible evaluar los efectivos demográficos globales., de la población hebrea ·de Castilla puede aventurarse que en la época de Enrique II .sup0nia de un 3 a un 5 por 100 de la población total del reino. En vísperas de su expulsión la comunidad .Judía castellana tenia algo menos de 100.000 personas, se.gún la más reci-ente interpretación del problema (86). Hay que-tener (86)

L.

SUÁREZ F'ERNÁNDEZ .:

1udJ.os.V&llad9li~, J"4, ~-

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Document()S (!Cerc(i

de l(l expul$ión d,e lol

tlf$!

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en cuenta que a finales del siglo XIV los judíos sufrieron una terrible persecuc:ón (los pogroms de 1391), que supuso la muerte de muchos, la emigración de otros y la convers::,n de los más (87). De todo esto se deduce, siempre en forma muy aproximativa y susceptible de rectificación, que hacia 1370 la población judía alcanzaría unos efectivos comprendidos entre los 180.000 y los 250.000 habitantes, para un total de 5 a 6 millones en el reino de Castilla. Mucho más importante que estimar los efectivos demográfi.cos totales de la población judía de Castilla es conocer su reparto geográfico. Pero en este punto la investigación tropieza con múltiples dificultades. No obstante la única via de acceso es la que nos suministran los datos de tipo fiscal. A través de los pechos de las aljamas judías podemos damos una idea de la importancia relativa de las mism.as. Pero con todo si este '.análisis es posible para la época de los Reyes Católicos (88) no sucede lo mismo en tiempos de Enrique II. De esta época sólo conocemos el valor global de los pechos con que contribuían unas pocas alja~as Judías: 1

Murcia ................................ León .................................... Alcalá de Henares ................. Trujillo ....... ·......................... Aguilar de Campóo ................ (8'1) J. VICENS VIVES: Historia págs. 225-226.

(88) Dpecialmente

. 25.000 maravedíes (89) > (90) . 8.000 > (91) . 8.000 > (92) . 6.000 > (93) . 3.000

económica

de Espa:ñ.a. Barcelona,

a tra\'éS del repartimiento

1169,

de 1474, publicado

por

Documentos ... , págs. 7·5-82. (89) Según consta en las «Actas Capitulares» del concejo murciano, de fecha 26 de junio de 1314. «.Archivo Municipal, de Murcia». (90) J. RoDRÍGUEZ F'ERNÁNDEZ: Juderías de León. «Archivos Leo!leae&>. n, 1947. De esos 8.000 maravedíes, 6.000 los .perclbia el obispo de León! (B. N. ~713, fol. 78 r ..) (91) F. BAER: Die Juden ... , II, pág .. 196. (92) Se pretendió cobrar a los Judíos de TruJill.o la cantidad de 9.325

L.

SUÁREZ:

una carta de !Enrique n ordenando que sólo se les cobrase 6.000. La fuente procede de nuestra publicación : Un cuaderno de cuentas de Enrique 11. «Hispania», 101, 1966, pág. 116. (93) Ya sabemos que los jiudios de esta localidad pidieron una deducción de sus pechos, basándose en las pérdidas que habian tenido en la guerra civil. F. BAER: Die Juden ... , II, pág. ~

maravedíes, pero presentaron

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Soria, Atienza y Almazán ..... . 16.750 maravedíes (94) , (95) Zamora ................................ . 6.500 Aunque el número de habitantes de una aljama no era el único factor que se tenia en cuenta a la hora de establecer la cuantía de sus pechos si que era, por supuesto, uno de los más importantes. En otros casos tenemos datos parciales sobre contribuciones de aljamas judaicas (96), pero estas informaciones aportan escasa luz para el conocimiento de la población hebrea de Castilla.

Pueden sacarse algunas conclusiones, muy generales, sobre el problema de la distribución de la población judia de Castilla. La más importante es que había diversos tipos de aljamas, variables en sus efectivos demográficos, pero también e.n su riqueza. Las más importantes se hallan enclavadas en grandes ciudades, capitales de antiguos reinos o florecientes urbes. En este grupo se pueden incluir a las aljamas de Toledo, sin duda la más importante del reino, Murcia, Burgos o Sevilla. Un segundo grupo de aljamas, más modestas, estaba integrado por aquellas cuyos pechos anuales oscilaban entre los 3.000 y los 8.000 maravedís, caso de Aguilar de Campóo en un extremo o de Alcalá de Henares en el otro. Este tipo de Juderías se hallaba (94) Los pechos de las tres aljamas se dan globalmente, por lo cual no se puede saber qué aljama era la más poblada. Un cuaderno de cuenta& ... , . pág. 133. (95) Esta cantidad

se refiere al año 1379. llbid., pág. 12'7. (96) En la juderia de Palencia el convento de dominicos de S. Pablo, de la ciudad, cobraba 5.000 maravedíes anuales (F. BAER: Die Juden .. ., II, pág. 203). Pedro González de Mendoza, por concesión del rey, percibía en la aljama judia de Vitoria 4.500 maravedíes al a.fi.o (F. BAER: Die Juden .. ., II, pág. 199). El conde don Sancho, hermano de Enrique II, cobraba de la judería de Belorado 4.000 maravedíes (HumoBRo y CANTERA: Juderias burgalesas / Beleña, BeloraM/. «sefarad>> XIII 1953 pág. 48). La catedral de Avila tenia 3.000 maravedíes

en la cabeza del ipecho de los judios de su ciudad

TELLO: Judíos de AvUa. Avila, 1963, págs. 36-41). Maria

(P. LBóN

Alfonso Cervatos tenia

4.500 maravedíes al año en la juderia. de Toledo, cuyos pechos globales desconocemos, pero que sin duda sobrepasaban los 26.000 maravedíes anuales (Cortes ... , II, pág. 162).

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muy extendido, especialmente por la cuenca del Duero, el valle del Tajo y Extremadura. Por último existía un tercer grupo de pequefi.as aljamas, con un número escaso de familias y muy dispersas por todo el reino. Una de las aljamas judías mejor documentadas de esta época es la de Murcia (97). El número de hebreos residentes en dieha ciudad puede calcularse en unos 2.000. Se dedican a muy diversas actividades económicas. Unos son arrendadores y recaudadores de impuestos, otros figuran como fieles en la recogida de las alcabalas o acaparan la mayor parte de los puestos de corredores. Hay judíos que -poseen grandes rebafios, similares a los de los poderosos ,murcianos (98) También vemos a hebreos desempeñando puestos intelectuales, ya sea en calidad de médicos o de consejeros en las relaciones con el reino nazarita de Granada (99). Por debajo de esta minoría se hallaba la masa popular judía, de peque:fíos agricultores o artesanos. Recordemos a los célebres alfayates judíos de .Ja ciudad del Segura ( 100). Por lo general los judíos murcian.os estaban profundamente insertos en la vida municipal. Dos viejos de la aljama solían acudir a las reuniones del concejo. Ciudadanos de primera línea, hidalgos o caballeros de cuantía, salían fiadores de los judíos, prueba inequívoca de la estrecha relación existente entre ambos grupos de población. Puede concluirse que los judíos constituían un elemento básico en la vida de las ciudades castellanas de fines del siglo XIV.

Pero acaso la conclusión más importante es que, salvo algunas excepciones, 1a población judía del reino de Castilla no babia disminuido de forma notoria en los últimos a:fíos Sólo la judería de Toledo y algunas de la Rioja y zona norte de (97) Gracias a las «Actas capitulares» del concejo murciano. (98) Por ejemplo Abrahym Abenarrayo, del que sabemos que fue asaltada su cabaña por hombres procedentes del reino de Granada. Archivo Municipa,1 de Murcia. «Actas C8'Pitulares», 18-.)ulio-1347. (99) Haym Muddar era el encargado de escribir las cartas que se enviaban a Granada. A.M.M. «A. Oap.», 29-agosto-13'74 (100) Motivos muy complejos explican que algunos &lfaye,tes Judios de Murcia intentasen salir de la ciudad A.M.M. «A. O&p.•. 3-dlclembre-13'14.

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Castilla habían sufrido pérdidas de consideración. En los demás casos los pechos de las aljamas judías no habían experimentado ninguna modificación, prueba categórica del mantenim:ento de su población. La persecución a los judíos había sido fundamentalmente una consecuencia del intento de liberarse de las deudas contraídas con los prestamistas hebreos, y en la mayoría de los casos no había pasado de u~ a taque verbal presentado a través de las Cortes. Las matanzas de judíos prácticamente sólo había que cargarlas a la cuenta de los soldados extranjeros.

B.-Los

judíos

entre

el ataque popular

y la protección

regia.

En el período de la guerra civil ya se había puesto de manifiesto que el antijudaismo de Enrique II era radicalmente diferente del antijudaismo popular. El príncipe bastardo había utilizado la bandera antisemita para su propaganda, para desprestigiar a su hermanastro, ,para contar con el apoyo pontificio, para ganar adeptos en el estamento popular del reino de Castilla. En cambio el antisemitismo del pueblo tenia hondas rafees. Se basaba en la presión económica que ejercían sobre ellos los prestamistas, arrendadores y recaudadores hebreos, pero también estaba explicado por motivaciones ideológicas, especialmente religiosas. Los monarcas y los nobles podían, en determinadas ocasiones, avivar el antijudaísmo, pero en realidad necesitaban a los judíos. El pueblo, por el contrario, tenia un odio profundo a los hebreos, aunque fuera capaz de convivir con ellos pacíficamente. No importa que los judíos inmersos en la compleja red de las finanzas regias fueran en realidad una exigua minoría. La ira popular se hacia extensiva al conjunto de la comunidad judía. Una vez asegurada la conquista del poder Enrique II no necesitaba seguir alimentando la hostilidad a los judíos. Si a raíz de la caída de Toledo, en junio de 1369, el Trastámara había ordenado que no se pagasen las deudas a los judíos y moros, decisión explicable por la tenaz resistencia de los judíos toledanos a las tropas del bastardo, unos meses después esa decisión 58

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era revocada. En octubre. encontrándose en Braga, en plena campaña contra Portugal, Enrique II firmó un decreto por el que decidía que ante la petición hecha por los procuradores de las aljamas judaicas, se pagasen las deudas contraidas con los miembros de dicha comunidad (101). El primer Trastámara tomaba la defensa de los judíos, y precisamente en el terreno más vital para ellos, el de sus intereses económicos Pero el pueblo no se amilanó por esta actitud de Enrique II. Volvió a la carga, utilizando una vez más las Cortes como plataforma ,para el lanzamiento de sus enconados ataques a los ju~ dios. Asi en las Cortes de Toro de fines de 1369 los procuradores de las ciudades solicitaban de Enr:que II que accediese a una ampliación del plazo de que disponían para pagar sus deudas a los judíos (102). El monarca contestó alegando que las aljamas judaicas se hallaban en difíciles circunstancias, «como quier que nuestras aljamas de los judíos están pobres e menesterosas, por quanto non an cobrado ninguna cosa de lo suyo de grant tiempo acá> . . . Por ello el plazo sólo se amplió a dos meses. y exclusivamente a aquellas reg:ones adonde aún no hubieran llegado sus cartas anteriores. El ataque popular contra los judíos constrastaba rotundamente con el apoyo que prestaba al pueblo deicida el nuevo monarca.

En 1369 el rég:men trastamarista

no estaba plenamente consolidado. Necesitaba ante todo liquidar la resistencia de los diversos focos legitimistas y romper la coalición anticastellana forjada en la Península a instigación de Pedro IV de Aragón. Logrados estos objetivos Enrique II convocó una nueva sesión de Cortes, reunidas igualmente ~n Toro, en el otofto de 1371. Allí se iba a asentar sobre sólidas bases la estructura de la monarquía trastamarista. Por lo que se refiere al problema judío las Cortes de Toro de 1371 marcan un punto álgido en el desarrollo de las corrientes populares antisemitas. F. BAER: Die Juden ... 102) Cortes... , II, pág. '12.

(101) (

n,

,pág. 205.

1

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Antes de la reunión de Toro de 1371 Enrique II, pese a su nueva actitud amistosa hacia la comunidad hebrea, se vio obligado en diversas ocasiones a hacer concesiones antijudias. El expolio de las juderías en los duros aflos de la guerra civil babia creado un cl~ma antisemita del que dificHmente podía escapar el mismo monarca. Unas veces se trataba de la dispersión de los bienes de ciudadanos judíos (103). En otras ocasiones Enrique II libera a algunas comunidades religiosas del pago de sus deudas a los judíos, con lo cual perjudica los intereses eco·• nómicos de los hebreos. Este fue, por ejemplo, el caso del monasterio de San Millán1 de la Cogolla ( 104). Asimismo en el ordenamiento que otorgó el Trastámara al concejo de Sevilla, en junio de 1371, hubo de confirmar el superior valor de los cristianos sobre .los judíos en las' pruebas testificales de los pleitos que se dirimieran (105) Pero la prueba definitiva de la robustez del espíritu antiJudio fueron las Cortes de Toro de 1371. El estamento popular acudió a las Cortes porque esperaba encontrar allí el apoyo decidido del monarca. Los procuradores del estado llano insistieron en sus viejas peticiones fundamentalmente en lo referente a la cuestión de las deudas a los judíos. Pidieron que se mantuviera la reducción ordenada en las Cortes de Burgos de 1367, ya que por los «grandes mesteres que avian rrecre~ido, no habían podido pagar sus deudas en los plazos fijados, y los judios exigían el pago de las cantidades totales, sin ningún descuento (106). El ataque contra los Judíos se centró también en el terreno judicial. Los cristianos solicitaron que el testimonio de un cristiano contra un judio tuviera validez en los pleitos civiles y en los criminales, aunque no en las cartas y contratos de deudas (103) Enrique II habla hecho ~onación

a D. Juan,

obispo

de BadaJ~.

de las cesas que ten1&1en Toledo don Mayr, hijo de samuel Levf. Posteriormente (15 de abril de 1311) el rey confirmó la cesión de esos bienes a Teresa Garcia. Academia de ~a Historia. Colección Salazar, M-36, fol. 1'54 v. ( 104) Confirmado en setiembre de 1371. Extracto del documento en el trabajp de N. HERGUETA : La juaerla de San Millán de la Cogolla y 1la batalla de Náfera. 'Boletín de la. R. Academia de la Historia' t. XXl!X, 1896, páginas 254-265.

(105) El ordenamiento está otorgado

692, fols. 81 vt-86 v. (106)

el 10 de junio de 13'71.. B. N. mM.

Corte,..., D, pág. 21-i.

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(107). Otra protesta de los procuradores de las ciudades se refe-

ría a ciertas ca·rtas que los judios tenian sobre bienes empefiados, cartas que habian arrancado los hebreos, se decía en la petición, en los tiempos en que habían sido pr~vados de los anteriores reyes, clara y directa alusión. a la época en que Samuel Levi era tesorero mayor de Pedro I (108). En el fondo todas éstas eran cuestiones planteadas en un terreno que pudiéramos denominar legal · Pero el ataque popular fue mucho más lejos. Los representantes de las ciudades lanzaron una violenta acusación contra la odiada comunidad. Ya no sólo buscaban mejores condiciones para el pago de sus deudas, o la eliminación de los judíos de los altos puestos de la corte. En esta ocasión los procuradores del estado llano recogían en su petición los ecos del concilio antijudio de 1312.Puesto que los enemigos de la fe, y en particular los Judios, gozan de tan grandes ventajas en estos reinos, dicen en 1u petición, y de ello se derivan profundos males, piden los procuradores «... que biviesen sefialados e apartados de los christianos segund que Dios mando e las leyes e los derechos lo ordenaron ... e que troxiesen se:fíales... e que non oviesen oficios ningunos ... nin fuesen arrendadores de las nuestras rrentas ... · nin troxiesen tan buenos pafios... nin cabalgasen en mulas.. et que pues ellos avían de bevir por dar fe e testimonio de la muerte de nuestro sefior Jesu Christo ... (que vivan como en otros reinos en los que hay juqíos) ... e que ningunos judios nin moros non oViesen nombres de ehristianos ... (y si los tienen. que los cambien), (109). La ofensiva habia sido rotunda. Los cristianos aceptaban el hecho consumado de la convivencia con la comunidad judia, pero engian a cambio el completo aislamiento de los hebreos, e incluso pedían que llevasen una señal para su fácil reconocim'iento. La sensibilidad popular se sentía herida por el lujo de que hacían gala los enemigos de la fe, y por eso protestaba violentamente de los ricos pafios que vestían los judíos. No importa que en realidad fuera una exigua minoría Ja que ostentaba ese lujo, pues la mayor parte de los judios eran d-e condición humilde. Tam(10'7)

lbid., ¡pág. 210. págs. 210-au. lbfd., págs. 203-304.

nos> Ibid., (109)

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poco debían de arrendar ias rentas, ni ocupar ning\ln oficio eón jurlsdicción importante. Los viejos temas del antijudaismo popular habian renacido con vigor en esta ocasión. Es evidente que la masa popular cristiana había aprovechado la presencia al frente de la monarquía de un rey presuntamente antijudio para intentar desbancar, de una vez y para siempre, a los odiados hebreos. Las Cortes de Toro de 1371constituyen sin duda el punto cdimax», hasta aquel momento, del antijudaismo medieval castellano.

Enrique II se vio en una situación muy dificil. No podfa des_oir por completo las reclamaciones llevadas a las Cortes _de Toro por los procuradores de las ciudades.- Pero tampoco pcxUa dar rienda suelta a las corrientes antisemitas. De ahi su inestable equilibrio. Sin dañar los intereses básicos de la comunid-d judía, de la que necesitaba imperiosa y urgente ayuda, procu~ó hacer algunas concesiones a los cristianos. Esto se p~ .claramente de manifiesto en las respuestas dadas a los procurado~s en Toro. Enrique 11, para curarse en salud, se remitió en múltiples ocasiones, a la legislación de su padre, Alfonso XI, del que se decia continuador. Cuando tuvo que decidir sobre problem~ nuevos buscó un término medio. Así por eje·mplo accedió a .la .peti~ión de que el testimonio de dos cristianos buenos tuviera validez en los pleitos criminales, pero no en las causas civiles habidas entre judíos y cristianos. lgualmeD:te se mostró de acuerdo con la solicitud de un nuevo plazo para el abono d~ las .deud,as a los judíos, pero lo redujo a un periodo muy exikuo, 15 días, con lo cual el posible perjuicio a los acreedores quedaba en extremo limitado. Idéntica postura adoptó Enrique 11 al responder a la cainpafia general antijudia. Accedió en algunos aspectos accidentales, por ejemplo la súplica de que en el futuro los judíos no tuviesen nombres cristianos, e incluso dio su aprobación, aunque meramente formal, a la petición de que los hebreos llevasen una sefial distintiva. Pero nada respondió a la mucho más importante petición de que los judíos no arrendasen las rentas ~eales ni ocupasen oficios de n-ingún tipo. Acaso pueda alegarse .que la · 82

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imposición de una s·eñal era ún arma psicológica antijudia de gran transcendencia (110), pero está claro que en la mente del monarca aquello era una concesión por su parte en cuestiones superficiales, para no entrar en el fondo del problema. Enrique II se presentaba como un monarca restaurador. El entroncaba con la legalidad, Alfonso XI, rota por el breve paréntesis de la tiranía de Pedro l. Pero al mismo tiempo el primer Trastámara intentaba borrar el pasado. Si se babia alzado con la bandera del antijudaísmo, había sido por motivos ocasionales. Pero los judíos constituían un grupo importante dentro de la población de sus reinos y, siempre que se atuvieran a las leyes vigentes, debían de ser respetados. El mantenimiento de la paz soclal requería la existencia de una armonía entre las distintas comunidades del reino, y especialmente entre los cristianos y los judíos. Además la protección a los judíos por parte del rey se basaba en la necesidad de acudir a ellos para el buen funcionamiento de las finanzas regias. Lo cierto es que Enrique II tomaba ya, de una forma definida, la defensa de los judíos. Cada dia se f ortalecia el papel de los hebreos en el nuevo régimen. Pero esta situación contribuía por su parte a ~ncrementar entre las masas cristianas el antijudaísmo, antijudaismo que, en esto consiste la novedad a partir de 1371, se desarrolla al margen del poder púbUco, e incluso en contra suya.

C.-La

colaboración de los judíos con el nuevo régimen.

La comunidad judía de Castilla constituía un importante grupo de población, sólidamente arraigado, valioso por sus aportaciones económicas a la hacienda regia, imprescindible para la corona por los múiitiples arrendadores, recaudadores o médicos que salían de su seno. En las circunstancias históricas de los (HO) De este suceso dice el obiSPo D. Pablo de Santa Maria: c ... ipse (Enrique II) instituit in Curiis generalibus quod Judaei portarent signum distinctionis in suis vestibus, prout jura ca.nonic.a volunt ; quod tamen nunquam fuit auditum in Histpania sed indistincte cum fidelibus conversabantU:,r; ex quo multa enormia, et Divinae legis def.formiSt sequebantur». En las Adiciones a la crónica del rey Don Enrique, segundo de Castüla., de P. LóPEZ DE AYALA. B. A. E., t. LXVIIl. Madrid 1953, ipág. M.

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afíos que siguieron a la guerra fratricida de Castilla, la monarquía no podía desentenderse de ,la protección a los Judios. pero tampoco podia dejar de utilizar los servicios de los judíos. Por eso desde Montiel, y de forma más notoria después de las Cortes de Toro de 1371, el acercamiento del primer Trastámara y los judíos se acrecienta. Esto explica que a·lgunos intelectuales judios defiendan con pasión al nuevo monarca, tan temido al principio por la comunidad hebraica (111). Los judíos comprenden que la amistad de los monarcas es el mejor escudo con que cuentan para hacer frente al antisemitismo popular. Por su parte los reyes y la alta nobleza, encaramada en el poder con la revolución Tras támara, necesitan de la colaboración judia, y por eso los apoyan abiertamente.

En tiempos de Enrique

n

el complejo mecanismo de las finanzas regias estuvo prácticamente dominado por judíos. Desde los más altos puestos de tesoreros y contadores, hasta los recaudadores y los arrendadores aparecen por todas partes los hebreos. Ya habla tenido que reconocer al rey bastardo en las Cortes de Burgos -de 1367, en plena guerra civil, que el arrendamiento de las rentas reales a los Judíos era una necesidad imperiosa. &,to se confirmó en los años siguientes. En poco tiempo Castilla ofrecia un panora-ma que en nada difería del existente en la época de Pedro el Cruel. Un reducido grupo de poderosos judíos controlaba el aparato de las finanzas regias. En este sentido puede decirse que ,la petición de los procuradores en Toro, en el otoft.o de 1371, había sido categóricamente rechazada. Pero no sólo fue el monarca, sino los más destacados miembros de la nueva nobleza dominante, otrora ferozmente antisemita, los que acudieron a los judios como tesoreros privados de sus bienes. Baste recordar el caso de don Zag de Monzón, del que consta que en (111) A&i por ejemplo :MoISis HA-CoHEN DE TORDmn.LAS dice en su obra polémica Ezer Ha,,.Emv,nah, escrita en 13'75: «...nuestras vidas y bienestar dependen de la prosperidad del estado ·bajo cuyo gobierno vivimos... nosotros no acusamosal rey, antes al contrario, éste es un refugio que nos protege contra todos los desastres... ¿ Cómo puede un tea régimen ser llamado malo y DO un régimen de merced y compasión?» Citado en Y. BAD.: A historg ... , \!, pé,gs. 374-31S.

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1373era aímojarífe de Pedro Fernández de Velasco

Tan1- bién sabemos que don Juan Sánchez Manuel, conde de Carrión y adelantado del reino de Murcia, utilizó los servicios de Mosén Aventuriel, a qu:en convirtió en su despensero mayor (113) Los ejemplos podrían multiplicarse con gran facilidad. No obstante, fue en lo que con terminología moderna podemos denominar Hacienda Pública donde los judíos aportaron su más valiosa ayüda. El puesto clave en las finanzas regias lo ocupó Yu~af Pichon, que llegó a desempeñar con Enrique 11 un papel similar al de Samuel Levi en los días de Pedro l. De origen sevillano, sus primeras armas las hizo como almojarife en la ciudad del Guadalquivir (114). Poco tiempo después Yu~af Pichon accede al puesto de contador m·ayor (115). Un documento de 1372 habla de él como almojarife mayor «e facedor de las rentas de todos los nuestros rein.os> (116). Múltiples documentos de los atios 1369-1375 llevan la firma del famoso almojarife hebreo (117). Durante unos a:fios Yu~af Pichon fue la máxima figura en el mundo de las finanzas regias. Tomaba decisiones sobre los impuestos generales, decidía su arriendo, recibía informes financieros de tesoreros y recaudadores. Aunque sus fun.ciones espe .. cificas no estaban bien delimitadas (118), no cabe duda de que (112).

(112) Se le cita en un documento incluido en el 'Inventario' del «Archide los duques de Frias. L Casa de Velasco». Madrid· 1965, pág. 331. (113) Asi se dice en las 'Actas capitulares' del concejo murciano de fecha 29 de ,agosto de 1374, en que el citado Mosén Aventuriel se presentó con una carta de Enrique II. A. M. Murcia. · (114) En el año 1369, Enrique n «entre los almoJart.fes nombra para la ciudad y arzobispado de sevtlla a Yucaf Pichón, quien subía al oficio de contador mayon>. J. AMADoR DE LOS Rfos: Historia ... , II, •pág. 311. Amador confunde los términos de almoJarlf e y contador, a los que identifica. (115) Y. BAER: A history ... , 1, pág. 36'1. En un documento de mayo de 13'1'1 se cita a Pichón diciendo de él muestro contador mayor» (P. BAER: Die Jud,en ... , LI, pág. 21'8). Conocemos otro documento de septiembre de 13'15 en el que Enrique n ordena a su contador mayor Yucaf Plchon que pague al convento de san Francisco de Belorado l& cantidad de 3.000 maravedis («Archivo... duques de Frias ... », pág. '7'2). (116) El documento tiene fecha de 8 de febrero de 1369, pero está equivocado, siendo en realidad del año 13'72. Se trata de la concesión de una serie de privilegios a Betanzos. T. GoNzÁLEZ: Colecci.ón de privilegios, franquezas, vo

ezenctones y fueros, concedidos a varios pueblos 11corporaciones ele la Corona de Castilla. Madrid 1835, págs. ~287. (117) Los recoge F. BAER en Die Juden ... , II, págs. 203-204. (118) ¿Contador mayor o tesorero mayor? Ambos e&rgos estAn ya perf ect&mente dif erenclados en la época. En el «cuaderno de cuentu ...» de

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Yucaf Pichon tenía plena confianza dei rey para las cuestionés relativas a la hacienda pública. En los úUimos aflos del reinado d-e Enrique II, el magnate judío, denunciado por correligionarios suyos, perCLó e'l favor del monarca. Le fueron confiscados sus bienes inmuebles (119) y se vio obligado a pagar una fuerte multa, de 40.000 doblas de oro, indice de la inmensa fortuna que había amasado (120). Pero Yu~af Pichon pudo resarcirse en los afios siguientes, e incluso vengarse de sus de:nunciadores, con la ayuda que le prestó el nuevo rey Juan I ( 121).

Por debajo de los contadores y de los tesoreros se encontraban los recaudadores, que solian estar al frente de una extensa comarca, coincidente por lo general con uno o dos obispados. Un buen •ejemplo de la presencia de los judíos en estos puestos nos los suministra Samue! Abravalla, que, en 1374, figuraba como recaudador de todos los impuestos del reino de Murcia y obispado de Cartagena (122). Por su parte el citado recaudador delega sus poderes en otro hebreo, Haym Abolex del Castillo, quien se presenta ante el concejo murcia:no con una carta de Abravalla (123). En 1376 el tesorero del reino de Toledo Gómez García tenía como recaudador de su distrito a Zag Abergatiel (124). En otros casos estamos en presencia de recaudadores de rentas muy concretas, que también son miembros de la comunidad judaica. Pensemos en Salomón Najarí del Castillo, recaudador de la multa impuesta a los murcianos por la saca de productos vedados (125). Najarí actuaba en nombre de Salomón Abenlup, arrendador de 1319 al que hemos aludido en notas anteriores se habla expresamente de dos contadores mayores y cuatro tesoreros. (119) Los bienes que Ym;af Pichón tenia en Aznalcazar fueron concedidos por Enrique n a Pedro Femández de Velasco. F. BAER: Die Juden ... ,

II, págs. 218-219. (120) C. SÁNCHEZ ALBoRNOZ: Es-paña.. ., II, pág. ~(121) !bid., págs. 237-238. (122) Samuel Abravalla dependía de Guillén de las

casas que en aquel momento era tesorero m~or del rey en Andalucía, Murcia y Cartagena. A. M. Murcia. 'A. Capit.', 1374, junio 26. 023) Ibid., .1315, enero 17. (124)

F. BAER: Die Juden ... , II, pág.

,19.

(125) A. M. Murcia. 'A. Capit.', 13"74,JU:lio29.

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dicha renta y él mismo antiguo recaudador (126). otro éjéml)lO es el de don Abrahen, que en 1373-era recaudador en Madrid y su término de la moneda forera otorgada en las Cortes de Toro de 1371 ( 127). No obstante, el campo más intensamente dominado por los judios era el de los arrendadores. Enrique II necesitaba acudir a los arrendadores judios porque eran ellos los que estaban en mejores condiciones para adelantar las sumas que se precisaban, pero también porque en caso de fraude podia castigarlos con más dureza. Los arrendadores exponían mucho. Tropezaban frecuentemente con la tenaz resistencia de los pecheros al pago de los impuestos, lo que motivaba interminables pleitos ante la Audiencia. A veces los monarcas concedían privilegios de exenciones tributarias, lo que perjudicaba sus intereses. Pero la esperanza de obtener unos beneficios y la necesidad de contar con la protección regia explica la tenacidad de los arrendadores hebreos, a pesar de sus frecuentes quiebras. Puede hablarse de _un monopolio en el arrendamiento de las rentas reales por los judíos en tiempos de Enrique 11. Nos basta con unos cuantos ejemplos. En la región murciana el almojarifazgo de la aduana de la ciudad había sido arrendado para el periodo 1370-1372 por los judíos Qag Abenae.x y Yu~af Aventuriel (128). En 1374 Mosén Aventuriel y Qag Abenaex tienen el arrie:ndo de los almojarif azgos de Murcia, Cartagena, Lorca y otras villas del contorno (129). Ya citamos antes a Salomón Abenlup, arrendador de la demanda y pesquisa sobre la saca de cosas vedadas en Murcia y Cartagena en los a:fios 1370-1373 (130). Haym Abolex, recaudador general en 1374, es en 1375, junto con Qag Abenaex, e,l arrendador de las alcabalas y monedas de Murcia ( 131). Idéntico panorama se nos ofrece si de la región murciana pasamos a otra muy alejada de ella, la segoviana. En 1370 Yuqaf (126) ( 127) madrileña. (128) ( 129) (130) ( 131)

F. BAER: Die Juden ... , n, pág. 219. E. MENESES GARcIA: Documentos sobre la caballería 'Hlspania', 83, 1961. A. M. Murcia. 'A. C8'J)it.', 13'74, agosto 30. Ibid., 1374, agosto 29. Ibid, 1374, Julio 29. lbid., 13'76, enero 5.

de alarde

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esta polftica sólo conduela al debilitamiento de la comunidad judaica, presa fácil de las iras populares, como se pudo ver sangrlentamente unos a:fíos después.

Los judíos intervenían en otras muchas actividades de menor impo.rtancia relativas a la percepción de los impuestos. Acudamos a un ejemplo del que estamos bien informados, el de Murcia. El anáUsis de las listas de fieles puestos por el concejo para la recaudadón de las alcabalas nos muestra la abundancia de nombres judíos. Así en el mes de noviembre de 1374 encontramos, entre otros, a los siguientes hebreos: Samuel Barcelón para la alcabala de la carne y del pescado; Mosén Aventur:e1, Suleyman Abe.n.arroyo y Qag Barcelón para :la de los pafios; Qag Aventuriel en la alcabala de las heredades; Yucaf Cohen y Abrayn Abenha (168) Así por ejemplo la huid-a del arrendador Maior Abend&iio de motivó el que fueran embargadas las aldeas de CUbas y Orlfión, como bienes que eran de sus fiadores, Pedro Suárez y Juan Ramirez de Guzmán. T. PALACIO: Documentos ... , págs. '383-3J4. (l69) Vid. : Un cua,derno de cuentas ... pág. 110. (170) Ibid., págs. 126-129. Toledo

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judaica, reducto inatacable, auténtico monopolio: el control de las finanzas regias, desde su más alta gestión, a través de los contadores mayores, hasta los recaudadores y arrendadores. Los apuros de un Samuel Abravaniel o la caída de Yu. El brillante cronista nos pinta en esta obra un cuadro sobrecogedor de la rapacidad de los judíos, siempre al acecho de los pobres pecheros, insaciables en su sed de riquezas (171). cAlli vienen los Judíos, que están aparejados para vever la sangre de los pobres cuytados>, se dice en un expresivo párrafo. López de Ayala insistía en lo que era el verdadero nudo gordiano de las relaciones cristiano-Judaicas: la percepción de los impuestos, los contactos ca nivel económico, de la masa popular cristiana con los recaudadores, arrendadores y prestamistas hebreos. ¿Exageraba el canciller en su pintura? Es evidente que su obra estaba tefiida de subjetividad, pero no cabe duda de que el «Rimado... > reflejaba un estado colectivo de opinión. Sin embargo el antijudaismo de la ·masa popular cristiana no se traducia ·en una postura violenta contra los odiados hebreos. La seguridad de que el poder público auxiliaba a la grey Judaica actuaba siempre como un poderoso freno. ir.to se puso claramente de manifiesto durante el reinado de Juan I. Fue el propio monarca el que advirtió severamente a Ferré.n Martinez por sus proclamas incendiarias. Si la aljama de los judioa de (1'11) nicluido en poeta,

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ca,teuanoa ... , pép.

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$evilla era destruida, 1as culpas recaerían sobre el arcediano de Ecija (172). Juan I habia intervenido con energia, intentando poner nuevos diques a la creciente marea antisemita. En cambio la minoría de Enrique III será el momento oportuno para que la rabia antijudia contenida durante tantos aflos explote por fin. En 1391 el antisemitismo del pueblo cristiano dejó de ser verbal. No se pedia un aislamiento de los hebreos., o su separación de cargos importantes, o la imposición de una seflal distintiva. Lo que se buscaba en aquella ocasión era la eliminación pura y simple del pueblo deicida, su destrucción fisica. Los pogroms de 1391, mucho más violentos en aquellos núcleos alejados del lugar en donde se hallaba instalada la ~orte, fueron la fatal conclusión del sentimiento antijudio que, si bien bebia en fuentes antiguas y abundantes, habia sido puesto de nuevo en marcha por la revolución Trastámara de 1366. (1'12) «J)Or que vos· mandamos que vos guardedes de andar fastendo estas pedricaciones que fasedea, e de desir estas cosas que desides contra ellos, e que sy buen cristiano queredes ser que lo sea.des en vuestra casa: mas que non andades corriendo con nuestros Judios desta guisa, porquel aljama deaa cibdad sea destroyda por vuestra ocasion e pierd-an lo su¡o, en tal manera, por qual vos arrepyntades dello, e porque otro alguno non se atreva a lo faser». J. AMADOR DE LOS Rfos: Historia ... , n, págs. 581-583.

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