Los Celtas Y Su Historia

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Posible origen de los Celtas en España Según un estudio realizado en la Universidad de Oxford, los celtas que habitaban el Reino Unido antes de la llegada de los sajones, los vikingos y los normandos, descienden de una tribu de pescadores procedentes de la Península Ibérica, y su composición genética es casi idéntica a los nativos de allí. Los pueblos que conservan mayores raíces celtas, como los escoceses, galeses e irlandeses, tendrían así parentesco con las poblaciones costeras de Iberia, sobre todo del norte: asturianos, cántabros y, principalmente, gallegos. La investigación de la prestigiosa universidad concluye que los celtas, la cultura prerrománica más importante de las islas británicas, provenían de territorio español. Al parecer, son descendientes de una tribu de pescadores ibéricos que cruzaron el golfo de Vizcaya hace más de 4.000 años. Para llegar a esta conclusión, el equipo de estudiosos de Oxford, liderados por el profesor Brian Skyes, ha tomado muestras de ADN a más de 10.000 personas en el Reino Unido e Irlanda, en aras de elaborar un completo mapa genético. Se ha analizado la composición del cromosoma 'Y', el sexual de los varones, que se hereda del padre. Resulta que todos los británicos proceden de uno de seis diferentes grupos, siendo el más antiguo y extendido el celta. Hasta tal punto que la mayoría de los habitantes del Reino Unido (tanto en Escocia, Gales e Irlanda como en otras áreas) serían descendientes, muy remotos, de celtas ibéricos. Los análisis de ADN han revelado que las huellas dactilares de los celtas son prácticamente idénticas a las de los habitantes del norte de España. De acuerdo con este mapa, es en Irlanda, Escocia y Gales, donde se registra una mayor influencia celta, tanto cultural como morfológicamente. Pero he aquí la controversia: Según el estudio, la herencia celta también es muy fuerte en Inglaterra, en contra de lo que se pensaba hasta ahora, una creencia que ha marcado profundamente la estructura política del país y dividido a la sociedad. Ahora, el profesor Skyes dice haber encontrado la prueba que demuestra que Gran Bretaña no es históricamente una nación divida. Este hallazgo, que será publicado próximamente, rompería además con las teorías que apuntan a que los celtas provienen del centro de Europa. Nota aclaratoria: es mucho más probable que la herencia genética ibérica presente en las Islas Británicas esté relacionada con la expansión megalítica. Se tiene conocimiento de contactos comerciales y de una ruta de navegación antiquísima,

prehistórica, que unía el Golfo de Cádiz con lo que ahora son Irlanda e Inglaterra. A esto hay que sumarle la evidencia de que en el 10.000 a.C Europa estaba sufriendo una mini glaciación y la Península Ibérica era una isla, uno de los pocos lugares en Europa donde el hombre podía vivir. El continente Europeo estaba helado. Al retirarse los hielos, se produjo una migración hacia el norte. Todo esto ocurrió mucho antes del nacimiento de ninguna cultura celta. En el 10.000 a. C, el clima estaba tan frío que el Sahara era una sabana habitable y el Nilo el Amazonas.

El Arte Celta Pocas manifestaciones artísticas han sido tan difundidas entre el gran público como las relacionadas con la cultura celta. Desde la caligrafía, pasando por la decoración hasta la proliferación de representaciones religiosas como las cruces o los manuscritos miniados, numerosos son los ejemplos que encontramos a nuestro alrededor y que nos remiten a una cultura legendaria y fascinante que ha sido sistemáticamente mitificada por antropólogos e historiadores, quizá debido al hecho de que sus tradiciones fueron transmitidas de manera oral, y los pocos textos encontrados nos han llegado a través de autores clásicos que describían a los celtas como bárbaros de apariencia amenazadora. Sin embargo, este pueblo, lejos de ser tan rudo como griegos y romanos creían, nos ha legado exquisitas muestras de un arte que, aún hoy, sorprende por su delicadeza. Del pueblo celta se han encontrado vestigios en gran parte de la Europa continental y las islas británicas que se remontan a más de veinticinco siglos, a la conocida como Edad de Hierro. El primer estadio se conoce como cultura de la Hallstatt (por la zona austriaca en la que fueron encontrados los restos) y de esa época se han encontrado tumbas impresionantes y fortificaciones que denotan la riqueza de que gozaban por aquel entonces. Posteriormente, en torno al siglo VII antes de Cristo, los intercambios culturales con griegos y etruscos darían lugar a un periodo del arte celta conocido como La Tène (Suiza). Es a partir de aquel momento cuando los rasgos característicos del arte celta comienzan a perfilarse. Sin embargo la estabilidad no duraría eternamente, y cuando llegaron los malos tiempos, las tribus celtas se vieron obligadas a emigrar, invadiendo el territorio griego y romano y siendo invadidos a su vez por éstos últimos, a los que acabarían por asimilarse. Sólo zonas de Britania y de la Bretaña lograron mantener sus costumbres y su lengua durante siglos. La sociedad celta solía organizarse en torno a fortificaciones asentadas por lo general en lo alto de colinas para dominar el

territorio de alrededor. Las llamadas oppida por Julio César contaban con lugares para almacenar el grano y estaban divididas en zonas específicas para cada actividad. Tenemos buenos ejemplos de estos asentamientos en la zona sur de Alemania y también en la Península Ibérica, donde adoptaron el nombre de castros. La llegada del cristianismo, con la introducción de nuevas costumbres marcó una nueva etapa en la historia celta, que a partir de ese momento vivió un periodo de esplendor. La tradición artesana basada en la escultura, el trabajo de metal y la talla de la madera que habían cultivado hasta alcanzar un nivel admirable vino a unirse a las formas de representación traídas por los misioneros para originar un arte espectacular y delicioso que nos ha dejado muestras tan admirables como el conocido manuscrito iluminado de Kells. Dos tendencias del arte celta Se pueden distinguir dos tendencias bien diferenciadas en el arte celta; una es aquella que se basa en la representación de la naturaleza. Para entender este tipo de manifestación debemos señalar que estamos hablando de un pueblo que basaba su economía en la agricultura y que mantenía una estrecha relación con la naturaleza y los fenómenos celestes. Sus creencias espirituales se fundamentaban en dichos ciclos naturales y en la continuidad entre el mundo material y el más allá. Los druidas enseñaban que cada fenómeno terrestre tenía su correspondencia en el mundo celeste y de ahí que sus representaciones tuvieran un significado eminentemente simbólico. Así, encontramos numerosas manifestaciones que imitan elementos de la naturaleza de complicada fantasía: hojas, flores, guirnaldas, animales, etc. que se interpretan de manera estilizada, siendo reducidos a esquemas. Por otro lado tenemos la tendencia geométrica, que consiste en una ornamentación basada en decoraciones abstractas de líneas intrincadas que dan lugar a complicados y bellos diseños de una gran armonía. Un ejemplo de este tipo de decoración lo encontramos en los llamados knotworks, o trabajos a base de dibujos entrelazados realizados con una línea continua que fluye formando curvas, nudos y zigzags. También son muy frecuentes las espirales que tenían una profunda carga simbólica y solían representarse solas o formando grupos, como el conocido triskel, consistente en tres espirales unidas que aludía las tres naturalezas del alma humana (o los tres elementos sagrados: tierra, mar y cielo). Todos estos elementos los podemos encontrar también en los que son, quizá, el más bello ejemplo del arte celta: los manuscritos iluminados, auténticas obras maestras de una práctica que los

artesanos dominaban, la caligrafía. En ellos encontramos bellísimos diseños realizados con gran habilidad y decorados con fantásticos colores que aun hoy provocan asombro de quien los contempla. Sin embargo se han hallado otros ejemplos en los que los artesanos celtas demostraron su destreza. Tal es el caso de la orfebrería, de la que tenemos restos como collares, pendientes o las fíbulas usadas tanto a modo de alfiler para sostener la ropa como de amuleto, y que muestran en algunos casos deliciosas formas zoomórficas; o de los llamados torques, pesados collares utilizados frecuentemente por los miembros relevantes de la sociedad, que se realizan de diferentes metales, algunos estaban ricamente decorados con filigranas y otros motivos. Entre los objetos cotidianos los celtas demostraron su creatividad en las máscaras ceremoniales, los calderos o las figuritas votivas. Otro ejemplo del dominio que este pueblo tenía sobre la manufactura del metal lo tenemos en las armas: espadas con grandes empuñaduras ricamente ornamentadas o escudos y cascos de hierro y bronce decorados con figuras muy elaboradas que simbolizaban fuerza y poder. Sin embargo la herencia que con más nitidez podemos rastrear en al actualidad son los mitos, cuentos y leyendas que han llegado hasta nosotros a través de la tradición cristiana, muchas de cuyas propias historias están basadas en fábulas de la historia celta. Tal es el caso de la mitología que incluye seres fantásticos como hadas, héroes, duendes o gigantes, o como las fascinantes narraciones del Rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda, historias cuyas raíces más profundas se hunden en el brumoso y evocador pasado de bardos, vates y druidas transmitidas de generación en generación.

La importancia del árbol. Los celtas veíamos en el árbol no sólo la esencia de la vida sino el recurso para predecir el futuro. Curiosamente, este medio tan primitivo era considerado por los druidas el más eficaz a la hora de establecer un pronóstico sobre el destino que espera a cualquier ser humano. Al observar todo el conjunto del árbol, desde sus raíces que se hundían en la tierra hasta su copa más o menos frondosa, lo que aconsejaban era mantener la vista elevada, permanecer bien apoyado en el suelo y tener en cuenta que la Naturaleza es tan previsora que a un tiempo de caída de las hojas le sigue otro de nieves, las cuales propiciarán la

aparición de los mejores brotes. Se habría llegado entonces a la época de fertilidad y del renacimiento de la vida más pletórica. Desde el principio de los tiempos el árbol había mantenido una relación vital con el ser humano celta, al proporcionarnos el primer hogar, leña, sombra y alojamiento para las aves que podían convertirse en caza para alimentar a la tribu. Sin embargo, los druidas consideraban que la relación podía hacerse más íntima, si se tenía en cuenta que cada hombre o mujer lleva en su interior un árbol, por medio del cual alimentaba el deseo de crecer de la mejor manera. En realidad el árbol suponía el protector de todo lo material y espiritual de los seres humanos celtas. Por otra parte, el árbol permitía establecer una comunicación con los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por sus raíces que no dejaban de hurgar en las profundidades que recorrían en la continua necesidad de encontrar agua; la de la superficie de la tierra, por medio de su tronco y sus ramas; y las alturas, a través de la copa y las ramas superiores, siempre reunidos la totalidad de los elementos: el agua que fluía en su interior, la tierra que se integraba en su cuerpo por las raíces, el aire que alimentaba las hojas y el fuego que surgía de su fricción. Los celtas conseguíamos el fuego frotando hábilmente unas ramas, entre las cuales habíamos introducido hierba seca o paja.El árbol era el eje del mundoDebido a que las raíces del árbol se sumergían en el suelo mientras sus ramas se elevaban al cielo, el druida lo consideraba el símbolo de la relación tierra-cielo. Poseía en este sentido un carácter central, hasta tal punto de que suponía la esencia del mundo. Son muchas las civilizaciones antiguas que han establecido su árbol central, ése que era tenido como el eje del mundo: el roble de los celtas; el tilo de los alemanes; el fresno de los escandinavos; el olivo de los árabes; el banano de los hindúes; el abedul de los siberianos, etc. Tanto en la China como en la India el árbol que es considerado el eje del mundo se halla acompañado de pájaros, lo mismo sucedía con los celtas, ya que éstos reposan en sus ramas.

El árbol cósmico El árbol cósmico para los druidas era el central: su savia suponía

el rocío celestial y sus frutos proporcionaban la inmortalidad (el retorno del ser o un estado paradisíaco). Así ocurría con los frutos del árbol de la Vida que se encontraba en el Edén, las manzanas de oro del Jardín de Hespérides y los melocotones de la si-wang, la savia del Haoma iraní. El hiomaragi japonés también es valorado como un árbol cósmico, igual que el Boddhi, bajo el cual Buda alcanzó la plena iluminación, por lo que desde entonces representa al mismo Buda en la iconografía primitiva. El simbolismo chino conoce el árbol de la fusión: une el Ying con el Yang (cruzamiento de las flores masculinas y las femeninas del árbol). Asimismo, las dos categorías de árboles: los de hojas caducas y los de hojas perennes están afectados por signos opuestos: uno simboliza el cielo de las muertes y renacimientos; y el otro representa la inmortalidad de la vida, es decir, dos manifestaciones diferentes de una misma identidad. En Bolivia y Haití, el árbol no sólo es de este mundo, se yergue en el más próximo y sube al más lejano. Va de los infiernos a los cielos, como un camino de viva comunicación.

El árbol de los antepasados De acuerdo con las ideas de muchos antropólogos, podemos creer que el árbol fue considerado un antepasado mítico de una tribu, al hallarse en relación estrecha con el culto lunar. Así lo afirmaban los druidas. Esto lo presentaron en forma de una especie vegetal. Pero existen numerosos ejemplos en otras culturas: los maos y los tagálop de las Filipinas; el yu-nan de Japón; los ainu de Asia central; y en Corea y en Australia que unen los orígenes de sus razas con el bambú y la acacia. El árbol también interviene en las interpretaciones antropomórficas (transformación del hombre en árbol y viceversa).

Esto lo vemos en las creencias de los pueblos altaicos y turco-mongolés de Siberia, lo mismo que en los celtas. El matrimonio místico entre árboles y humanos, es común en la India, en el Penjab y en el Himalaya. También en los siux de América del Norte, y entre los hotentotes de Africa.

El árbol social El árbol también simboliza el crecimiento de una familia, de una ciudad, de un pueblo, de una nación y del poder del rey. Un buen ejemplo es el caso de Nabucodonosor y la interpretación de su sueño realizada por el profeta Daniel.

El árbol celta En las tradiciones celtas el árbol ofrece tres temas: Ciencia, Fuerza y Vida. El tema de base es UID, homónimo del nombre de la ciencia, con la cual los antiguos lo han confundido voluntariamente. Uno de los principales juegos de palabras de la antigüedad es el de Plinio con los nombres griegos del roble DRUS y DRUIDAS (Druides). El árbol es símbolo de la Ciencia y sobre su madera han sido precisamente grabados los textos célticos antiguos. El árbol es también Fuerza en algunos vocablos o nombres propios (Draucus, Frutos), que nos indican una etimología indoeuropea. De la misma manera, y para finalizar el apartado, es símbolo de Vida, por actuar como intermediario entre el cielo y la tierra, y resulta incluso portador de frutos que dan o prolongan la existencia. Los árboles celtas ofrecen tantas ventajas, que en muchos países se cultivan, actualmente, porque brindan protección y grandes influencias mágicas.

Recordemos el mito de los árboles

Este mito tiene su mejor reflejo en “El combate de los árboles”, que es un poema atribuido al bardo galés Taliesín, en el que narra cómo Gwyddyon salvó la vida de un grupo de valientes bretones al transformarlos en árboles, sin impedirles que bajo esta forma pudieran pelear contra sus enemigos. El mismo autor se refiere a otra práctica en este delicado verso: Cuando surgió la vida mi creador me dio forma con la savia de los árboles y el sabroso jugo de los frutos… Se sirvió de la malvarrosa de la colina, de las flores de los árboles y los zarzales… con las flores de la ortiga… He sido marcado por Mat… En mí hay huellas de Gywddyon, de los sabios hijos de Math y de lo eterno que hay en la Naturaleza. El mito de los árboles adquiere solidez al convertirse en un motivo oral, en un poema fácil de repetir al poseer una cadencia y encerrar un mensaje. Cada árbol tiene una historia oculta, legendaria que contar y solo la contara a quien comprenda que en su tronco, en sus raíces y en sus ramas late la vida de un ser majestuoso.

Mitología Celta Los nombres de cientos de dioses son conocidos, pero la mayoría parecen ser deidades locales. Durante el período romano, muchas deidades celtas fueron identificados con dioses romanos. Uno de los más importantes llamado Lugh en Irlanda, fue identificado como Mercurio . A él se le atribuye la invención de todas las artes, guía de los caminos y viajes, y virtud para las ganancias del dinero y comercio. Luego están: Apolo, cura enfermedades; Júpiter, gobierna el cielo y Marte preside la guerra. A éste le ofrecen los despojos del enemigo al entrar en batalla. Dicen los galos que son todos hijos de Plutón. El principal tema en el ciclo Histórico-mitológico concierne a la

gente de Irlanda y las fortunas de The Tuatha De Danann (Gente de la divinidad Danann), quienes fueron los ancestros mitológicos de los irlandeses. La segunda división es el cielo de Ulster. Estos mitos son historias de los guerreros del Rey Conchobar. Los temas se basan en el honor y prestigio que envuelven las muertes heroicas y el héroe Cuchulain (o Cuchulainn). La tercera división es el ciclo Fenian que cuenta las hazañas de Finn Mac Cumbail y sus compañeros. La última división se refiere a la institución y fundación de los grandes y menores reyes de Irlanda. Existen otras dos divisiones referentes a cuentos folklóricos.

Claves para comprender el mito celta Los Celtas somos, con diferencia, unos de los hombres más religiosos de la antigüedad conocida, si exceptuamos a los egipcios de las primeras dinastías. Lejos de nuestra imagen de guerreros palurdos, belicosos, saqueadores y siempre ebrios que nos han transmitido los romanos, nuestra vida estaba orientada casi constantemente hacia el mundo mágico y el espiritual por el sistema semiteocrático impuesto desde el druidismo, esa prodigiosa organización religiosa que supo dotar a la civilización en la cual se desarrolló de una comprensión mitológica de la existencia. El mito en sí no deja de ser, en su origen, un tipo de historia sagrada; es decir, pertenece no sólo al ser humano sino a las entidades por encima de él, a las divinidades. Es una tradición sacra, lo que se conoce como la revelación primordial. En torno a nosotros, los celtas, todo era prodigioso y devenía de algún tipo de encantamiento: desde nuestros propios e inciertos orígenes hasta los bosques o los animales con los que convivíamos, desde los combates con el enemigo o las expediciones al confín del mundo hasta nuestro calendario de

fiestas. Los dioses se manifestaban en todo momento y, si no eran ellos, lo hacían entidades de otros planos, como las del mundo feérico: las hadas, los elfos o cualquier otro. La vida no podía considerarse otra cosa que una mera transición más o menos entretenida hasta el momento de la muerte, que se aceptaba sin complejos ni culpas ya que ella no constituía más que

un paso previo a la existencia en el Otro Mundo. En algunos textos se sugiere la creencia en la reencarnación aunque no está muy claro si los celtas la entendíamos tal y como hoy lo hacemos, tras su reciente re-importación durante el decenio de los años sesenta. De todas formas, se trata de un concepto de origen indoario igual que nosotros, así que resulta muy factible que la trajeramos con nosotros cuando llegamos a Europa o incluso que existiera entre algunos pueblos aquí asentados con anterioridad. Sabemos que estuvo muy enraizada en amplias zonas del Viejo Continente, hasta el punto de que el Concilio de Nicea -en el año 325 d. de C.- tuvo que definir lo que había que entender de forma obligatoria como la sustancia divina de Cristo, en contra de las objeciones de los arrianos, al tiempo que condenaba la idea reencarnacionista de forma explícita por enfrentarse al dogma cristiano. Para nosotros, los celtas, la vida significaba movimiento y dinamismo y por ello no había alternativa posible: descartada la opción de quedarse quieto, so pena de ser destruido por el incesante oleaje de la existencia, lo único que quedaba por hacer era cabalgar sobre éste. Es otro puente a través del espacio y del tiempo con la filosofía oriental, según la cual el cambio es lo único que nunca cambia en el mundo. De aquí arranca nuestro desapego hacia lo material y nuestra comprensión de cuanto de pasajero tiene esta vida, expresado en la ausencia de grandes asentamientos permanentes, de impresionantes templos físicos de piedra o de la simple necesidad de dejar constancia de la propia existencia tras la muerte de uno más allá del recuerdo familiar.

Las Tríadas Nuestro número mágico por excelencia, la cifra que expresaba nuestra visión del mundo, es el tres.

Lo encontramos repetido hasta la saciedad en nuestros mitos. Se le representa gráficamente como un triskel, símbolo solar de tres brazos derivado de la rueda y, como tal, emparentado con la también antigua y venerable swastika -la cual, a pesar de su bondad y universalidad, sigue arrastrando una imagen negativa, en especial en Europa, EE.UU. e Israel por su mal uso durante la Segunda Guerra Mundial-. En el triskel aparece la doble espiral involutiva/evolutiva de su famoso equivalente oriental del Yin-Yang, pero conteniendo además una tercera espiral que supone la genuina aportación céltica a la diferencia entre la espiritualidad de Oriente y la de Occidente. En el Este, los hombres se someten a la acción de las dos grandes fuerzas que se alternan para mantener viva la estructura del universo: el Bien y el Mal, representados por el día y la noche, el blanco y el negro, el hombre y la mujer, la vida y la muerte... En el Yin-Yang, un punto blanco aparece en medio del negro y un punto negro en medio del blanco, mostrando de este modo la imposibilidad de que alguna vez pueda ganar uno de los dos principios; su lucha ha de ser por fuerza eterna porque la Vida nace de la fricción entre ambos, y si cualquiera de los dos llegara a triunfar por completo sobre el otro, el mundo quedaría destruido automáticamente: no podría seguir existiendo al perder su misma razón de ser. En el Oeste, surge un camino diferente representado por ese triskel que incluye una tercera espiral, la cual no es otra cosa sino el símbolo del hombre que se ha trascendido a sí mismo hasta liberarse de las dos fuerzas poderosas y, equiparándose a ellas, convertirse o, mejor, integrarse en Dios. Es algo sencillo y complejo a la vez. No se trata de acumular poder y ejercerlo como un tirano, arbitrariamente, sino de someterse a la Naturaleza, reconocerse como obrero de ella y, de acuerdo con sus leyes, acumular Voluntad -representada en la espada que utilizan todos los grandes héroes- y progresar en lo espiritual hasta alcanzar la cumbre. Así, para los celtas entre el Bien y el Mal está la Indecisión, momento supremo en el que el hombre puede escoger su destino, orientándose hacia un lado o hacia el otro; entre el día y la noche existe "la hora indeterminada", al alba o en el crepúsculo, cuando es más fácil entablar contacto con los seres sobrenaturales, entre el blanco y el negro hay muchos matices de gris; entre el hombre y la mujer está el hijo, la obra que los une y a la vez los separa y

trasciende..., y entre la vida y la muerte, entre el ciclo de vidas y de muertes, está el Otro Mundo, el lugar donde el alma repose y hace balance antes de seguir adelante con su gran y eterna aventura. Este camino espiritual occidental tampoco es exclusivo de los celtas: sólo que es más fácil reconocerlo en nuestros mitos que en los de otras culturas semejantes. Nos limitamos, en el fondo, a seguir una tradición indoaria que se refleja en pueblos anteriores al nuestro y que se prolongará en otros posteriores. Entre los celtas distinguimos tríadas como la de Tutatis, Esus y Taranis -los tres grandes dioses galos-, la de Galahad, Perceval y Boores -los únicos caballeros de Arturo que encontrarán el Grial tras espectaculares aventuras- o los innumerables grupos de tres personajes de la leyenda galesa que se recogen en los textos mitológicos conocidos como los Mabinogion. Pero antes las hubo entre los egipcios -la más famosa de las cuales es la compuesta por Osiris, Isis y Horus-, los persas -Mitra, Ormuz y Ahrimán- o los hindúes -Rama, Visnú y Shiva-. Muchos dioses y guerreros celtas han de repetir tres veces la misma acción concreta antes de poder cosechar las ventajas que esperan de ella; han de enfrentarse con tres tipos de animales, seres malignos o incluso calamidades naturales diferentes, en ocasiones, han de rematar tres veces una aventura antes de darla por buena o realizar tres actos heroicos en varios lugares -distintos sólo en la forma, pues en lo profundo se trata siempre del mismo o bien repetirlos durante tres días consecutivos.

Los viajes Casi la totalidad de los grandes protagonistas de los mitos célticos se ve obligados a emprender algún viaje importante durante sus aventuras, en algunos casos, el viaje en sí constituye la aventura. Siempre hay que entenderlo como un peregrinaje personal del héroe cuya meta es lo que menos importa -por lo demás, suele acabar mal..., si pensamos que la muerte es algo malo, ya que lo esencial es el conocimiento que se extrae de la excursión a otros lugares y cómo se aplica y transmite a los demás.

Puentes, ciudades sumergidas y cabezas cortadas Estas leyendas muestran que los seres sobrenaturales, con los que hay que relacionarse más a menudo de lo que a los propios celtas nos gustaría, viven en lugares de nombres sugerentes y de alguna forma relacionados con el agua; islas, por lo común. La Tierra de las Promesas, la Tierra de las Mujeres, la Isla de las Dos Brumas, la Isla de las Manzanas -Avalon-, etc. Para llegar a ellos hay que arriesgarse en la mar, esto es, en el mundo emocional, el mismo océano primordial al que pertenece el mito y del que nace la primera vida. Pero, aunque tengamos noticia de viajes marineros, se sabe que los barcos no nos agradaban de forma especial. ¡Cuando en alguna de nuestras expediciones hemos de cruzar un curso de agua más ancho que el Tajo, la descripción del viaje adquiere proporciones épicas! Y si se trata de atravesar un simple río, cobra especial interés todo lo relacionado con los vados y los puentes. Siempre que aparece uno de estos elementos estamos ante una frontera con el más allá. En uno de los relatos de los Mabinogion aparecen, separados por un río dos rebaños de corderos: uno blanco y otro negro. Cuando uno blanco balaba, uno negro atravesaba el vado y se volvía blanco. Y viceversa. Es una ilustración poética de la doctrina druídica de la transmigración de las almas. El puente es objeto de prohibición de paso en las leyendas medievales: luchar sobre él o sobre el vado asociado es un combate mágico; por eso muchos caballeros novatos buscaban una especie de iniciación en el camino de las armas cobrando peaje en el puente y combatiendo a quien se negara a abonarlo. El agua aparece también en relación con la fertilidad y por tanto con la subsistencia. No habrá cosechas si no hay lluvias en la cantidad adecuada. ¿Quién se encarga de enviar el suficiente líquido elemento? Los seres sobrenaturales, por supuesto. El agua es también un símbolo femenino, así que no nos debe extrañar que la responsable última de su poder sea siempre una mujer. En realidad, la inmersión significa la puesta en seguro, la ocultación de secretos o de ciertas tradiciones por parte de la

mujer -o lo que es lo mismo, la sociedad matriarcal y pagana, en declive- que sufre el acoso o la violencia del hombre -la sociedad patriarcal y judeorromana, en expansión- y se ve obligada a enterar su legado bajo el agua, en un mundo abstracto, emotivo e instintivo. También ha habido algún autor que ha sugerido la posibilidad de que esta obsesión por las ciudades sumergidas permita rastrear la huella de un cataclismo natural auténtico acaecido hacia el final de la Edad del Bronce. Según esta teoría, el desecamiento de las costas del Báltico y del mar del Norte habría provisto de tierras nuevas en forma de marismas a los pueblos célticos, que se instalaron en ellas y que luego tuvieron que retirarse precipitadamente cuando una brusca elevación en el nivel de las aguas inundó las ciudades fundadas junto a la nueva línea de costa. Esto podría explicar también nuestro miedo al mar, como reflejan numerosos poemas y rituales mágicos. Hay constancia de que navegabamos, porque nuestra cultura se extendió más allá del continente y porque existieron pueblos como los celtas vénetos -en el noroeste de Francia; no confundir con las gentes del mismo nombre ubicadas en el territorio donde hoy se levanta Venecia-, que el mismo César nos dice disponían de una flota de veleros. Pero no era su actividad favorita.

EL MAS ALLÁ CELTA Lucano dice que la creencia en la existencia de otra vida de los galos, no era de una vida en un paraíso celeste, ni siquiera en un mundo subterráneo. Creíamos que tras la muerte ibamos a vivir alio orbi, es decir, a otro continente o país separado del mundo de los vivos, tal vez localizado fuera del disco terrestre que era la tierra según los antiguos. Los muertos iban a habitar más allá del Océano, al sudoeste, allí donde el sol se oculta. Era una región maravillosa cuyas alegrías y seducciones sobrepasaban con mucho a las de este mundo. Los hombres procedían de este país maravilloso, al que en irlandés se llamó Tire Beo o "tierras de los vivos", Tir N-aill o "la

otra tierra", Mag Mar o "gran llanura" y también Mag Meld "llanura agradable". En las creencias cristianas, no había correspondencia alguna para estos nombres paganos, por lo que los cronistas cristianos de Irlanda, los sustituyeron por el nombre latino de la península ibérica: "HISPANIA". A partir del siglo X, época en la que se escribieron las crónicas de Irlanda, ya había penetrado este nombre en Irlanda y por eso se afirmó que Partolón (jefe mítico de los primeros habitante de la isla) y sus compañeros provenían de Hispania. Un pasaje de Procopio de Cesarea (historiador de Justiniano) dice, que había todo a lo largo de la costa norte de la Galia, pescadores ocupados únicamente en llevar las almas a la Isla de los Muertos. Esta creencia en una isla o continente separado de los vivos, no nos hizo olvidar a los celtas nuestras primitivas creencias en un reino de los muertos situado debajo de la tierra, así como entre los germanos la idea del Walhalla celeste no sustituyó enteramente la primitiva idea de los infiernos. Los Celtas conocíamos también un infierno, al que imaginabamos como un lugar húmedo y frío muy semejante al Helheim de los germanos.

Cultos El roble juega un gran papel en la mitología popular, sobre todo como árbol de virtudes medicinales. El roble sana a los enfermos sólo frotándose contra su tronco o durmiendo sobre sus ramas. Cuando un niño, por ejemplo, padece de una hernia o de otra enfermedad, hienden el tronco de un roble de cuatro a seis años de manera que permita pasar al niño por la abertura. El padre del niño se pone de un lado y la madrina del otro, después pasa el primero al niño desnudo y lo recoje la madrina, que una vez fajado se lo entrega a la madre. Después se ata fuertemente el tronco del árbol y si éste cierra, es señal de que cura el niño y, en caso contrario, la enfermedad no tiene remedio alguno. La importancia que el roble tiene para

nuestro pueblo gallego indica bien que fue un árbol unido a las primitivas prácticas religiosas. Otro aspecto importante en nuestras prácticas religiosas era el culto a los antepasados. Los celtas teníamos temor al alma de los que ya no existían. Hoy los campesinos gallegos creemos que las almas andan errantes en torno de la morada de los hombres, guardamos el religioso temor en nuestro corazón que nos causa la aparición nocturna del alma de nuestros antepasados. El religioso temor a los antepasados es instintivo, tanto en el hombre del campo como en el de las ciudades, y nuestro respeto a los antepasados también. Sentimos dolor si hablamos de los que amabamos y han partido para siempre. Cuando hablamos de los muertos se nota que nunca se rompe la misteriosa cadena que une el padre al hijo, ni en la vida futura, ni en la tierra, ni en el reino de las sombras, que siguen unidos, aunque son invisibles. Mientras uno vive es evidente que conserva en sí mismo y en su propia vida psíquica algo que pertenece a los que ya no son y vienen a ser como si fueran uno mismo. La muerte no es nunca para la gente campesina el completo aniquilamiento, ni la separación eterna: siempre creímos que la muerte era sólo un instante de suave tristeza y no más que un momento en toda la vida. Pronto volveremos a unirnos, pronto nos hallaremos en aquellos misteriosos lugares en que deben encontrarse los que se amaron para no separarse jamás. Dejarlo morir es un sacrilegio y se paga caro. Si por descuido el fuego Ilega a apagarse, es grande el disgusto que se apodera de la familia, pues la desgracia persigue ya de cerca la casa y a los que la habitan. Para que esto no suceda, cuidamos con notable esmero de mantenerlo vivo durante todo el año. El fuego debe ser encendido con maderas blancas. Símbolo de la pureza. El fuego del hogar puede también significar la unión. Así, si el hombre solicita ante el fuego a la joven, ésta responde: "Home, que nos ve õ lume!" Con esta frase lo personificamos y le

damos una conciencia y lo miramos como ser superior al cual no debe ofenderse. El hogar es la patria del hombre, los de su sangre son su pueblo, su dios el fuego que arde sobre la piedra del hogar, vivo y eterno mientras la familia dura. La función del fuego se entiende primero como protector de la familia y después como dios. Era cosa corriente que desde el día de Navidad hasta el primero de enero ardiese en el hogar el gran leño que tenía el nombre de Tizón de Navidad. Según la creencia popular, sus cenizas eran buenas para curar calenturas, para nosotros la enfermedad por excelencia. En este culto se puede hoy ver una manifestación y es que con ella continuaba el culto del los antepasados y el druídico de la encina. Es probable que el tizón se encendiera para que el fuego fuese más vivo en aquellos días de regocijo y que las almas de los padres viniesen a visitar a los suyos, tuviesen un calor más grande y un más puro. El agua de lluvia es sagrada por venir del cielo, de los dioses. Con este agua la naturaleza puede crecer. Las fuentes son sagradas porque se ven en su espejo verdades sobre uno mismo que no se pueden ver de otra manera. Todavía hoy tenemos "fuentes" sagradas, se ve en cada iglesia católica: el agua bendita. Todas las aguas están pobladas de genios y espíritus protectores. En la noche de San Juan las aguas corrientes tienen una doble virtud: sanan a la gente y, en esta noche feliz, se realizan todas las maravillas y milagros cuando uno está cerca de un río. La virtud más alta la tiene el mar, que limpia nuestro cuerpo de los gérmenes, de las enfermedades y de demás impurezas. Pero los diversos cultos no acaban aquí sino que hay que seguir mencionando otros como el de los astros. En la doctrina céltica la noche precede al día y así el astro nocturno toma sobre el diurno una importancia que sirve para señalar la antigüedad de todos aquellos mitos en que la luna aparece como superior al sol. Se dice que la noche es devorada porque en realidad las

eternas tinieblas del caos, la larga noche de la creación, solo pudo ser disipada por la luz todopoderosa del sol. Todo cuanto se refiere al astro solar, le presenta como principio activo, como señor, como único, mientras que la luna es mostrada como principio pasivo, como vencida, como esposa, en una palabra como secundaria. En un romance se describe el nacimiento y el curso diario del astro rey: el día va en su carro, aparece como una cosa inmaterial diversa del sol que le sigue. Pueblan la noche las almas en pena a las cuales guía un ángel triste con todo su acompañamiento de trasgos y visiones. Amanece, y otro ángel hermosísimo va disipando las sombras y con ellas huyen y se ocultan los malos espíritus apareciendo entonces en el horizonte el día, sentado en un carro resplandeciente. Las horas personificadas en hermosas vírgenes, le acompañan en grupos de cuatro en cuatro. Las de la mañana le preceden, van a su lado las del mediodía, y de las de la tarde tres danzan alrededor de él. Detrás de la primera carroza aparece la que es tirada por dos enormes leones y en la cual el astro rey aparece personificado en un hermoso mancebo con barba y cabellos de un rubio dorado, de los cuales salen los rayos solares. Así permanece la imagen del astro rey, o del sol, como astro superior. La fortuna cambiando como también cambian los astros que se creen inmutables, se compara con los astros, con lo que hay de más mudable en la tierra, con el amor y la fortuna.

Los Bardos Celtas

Según Diodoro de Sicilia, que escribió en el siglo I a.C., nos cuenta que entre los celtas de la Galia existían "poetas líricos llamados bardos, que acompañaban sus canciones con instrumentos semejantes a liras: estas canciones incluyen poemas de alabanza y sátiras". Según Diodoro, los bardos desempeñaban un papel importante en la sociedad celta: se les contrataba para que

escribieran alabanzas de su patrón, pero también para denostar a los enemigos de éste. Se les pagaba por relatar los mitos legendarios de la aristocracia celta en los festejos, bailes y cortejos que solían seguir a un día de caza o guerra. Igual que los primeros poetas, los bardos estaban considerados como una especie de sacerdotes, encargados de transmitir los misterios de la religión de una generación a otra. Quizá esto explique los numerosos aspectos confusos de su mitología. Diodoro escribe que "los bardos conversan con pocas palabras y utilizan acertijos, empleando imágenes oscuras para referirse a las cosas, y poniendo una palabra allí donde quieren decir otra diferente, y tienden a utilizar los superlativos para jactarse de sus propios logros y menospreciar los de otros". Durante la Edad Media los bardos eran muy bien pagados y respetados socialmente: a menudo trabajaban en las casas de la nobleza celta que había sobrevivido a las invasiones. También existieron juglares ambulantes, que recibían pequeños emolumentos por sus canciones que sin duda contribuyeron a mantener viva la tradición oral, llevando sus poemas y mitos por toda Gran Bretaña y parte de Europa. Fue en este periodo cuando aparecieron las primeras versiones escritas de esta mitología celta, pero, como la mayoría de escribanos eran monjes, las historias se cargaron de elementos cristianos. Finalmente, había contadores de historias que desde tiempos remotos relataban sus leyendas a cualquiera que se prestara a escucharlas, bien frente al calor del hogar o en la esquina de algún pub. Todavía hoy existen en remotas regiones celtas, y sus prodigios memorísticos son proverbiales. Estas historias se empleaban en la educación de los jóvenes nobles, facilitándoles modelos de conducta a imitar...

Los bardos celtas eran expertos en la descripción de mundos imaginarios, animales fantásticos y personajes sobrehumanos. Las principales características de su arte son: brillantes colores y meticulosos detalles al hablar del paisaje, el aspecto de los personajes y sus vestidos. Este llamativo colorido tiene su réplica en las artes visuales celtas. Las descripciones femeninas tienden al voyeurismo y la fantasia, reflejo del sexo del bardo; por la misma razón, estos contadores de leyendas exhibían los aspectos marciales de sus héroes masculinos... El cantante y arpista Robín Williamson, por ejemplo, reelabora las historias de héroes celtas de la tradición poética y las acompaña con su arpa celta. El artista bretón Alan Stivell recrea de forma parecida los mitos celtas de Bretaña. Martin Carthy, cantante y guitarrista, es el pionero de la canción folclórica inglesa, y ha grabado una colección de canciones tradicionales de Gran Bretaña y Bretaña. Aunque algunas de estas canciones y poemas no pasan de ser meras historias agradables en su sencillez, hay otras que conservan en su alma los grandes mitos y leyendas de la antigua clase celta dominante. Por tanto, la tradición de los bardos sigue hoy viva para aquellos que desean escucharla... Muchos mitos y leyendas celtas han llegado a nosotros en esta lengua, y la tradición folclórica irlandesa es igual de importante. La siguiente balada tradicional fue cantada por primera vez en tiempos de la emigración masiva de los hombres y mujeres irlandeses a América tras la hambruna de la década de 1840.

Esta canción relativamente moderna está dedicada a los héroes legendarios de Irlanda, en un uso típico de la mitología para evocar un pasado dorado. Hoy en día, las propias emigraciones se han vuelto tema de leyenda, y el poder mítico de la canción perdura en un país todavía afectado por este problema; el grupo irlandés Planxty la grabó en 1983.

Vosotros valerosos héroes irlandeses dondequiera que estéis, Os ruego os detengáis un momento y me escuchéis. Vuestros hijos y hermosas hijas se están marchando, Y miles de ellos navegan hacia América. Buena suerte a esas gentes y que lleguen sanos y salvos. Dejan su país para ir a una playa lejana. Dejan a la vieja Irlanda, no pueden seguir aquí, Y miles de ellos navegan hacia América. La noche antes de partir se despiden, Y al amanecer su corazón emite un suspiro. Besan a sus madres y dicen: "Adiós, querido padre, debemos marcharnos." Sus amigos y familiares y también sus vecinos, Cuando están hechos los baúles listos para partir, Las lágrimas de sus ojos Los caballos se impacientan antes de salir hacia el tren. Buena suerte a esas gentes y que lleguen sanos y salvos. Dejan su país para ir a una playa lejana. Dejan a la vieja Irlanda, no pueden seguir aquí. Y miles de ellos navegan hacia América. Al llegar a la estación se oyen los últimos gritos, Agitan sus pañuelos en señal de despedida. Sus corazones estarán rotos cuando lleguen a la otra orilla. "Adiós, querida vieja Irlanda, ¿volveré a verte?" Lástima de la madre que cría al niño, Y del padre que trabaja y se afana. Para poder alimentarlos trabaja de día y de noche.

Y cuando se hagan mayores tendrán que marcharse. Buena suerte a esas gentes y que lleguen sanos y salvos. Dejan su país para ir a una playa lejana. Dejan a la vieja Irlanda, no pueden seguir aquí. Y miles de ellos navegan hacia América.

LA VIVENDA DE LOS CELTAS: LOS CASTROS Los castros son poblados fortificados, recintos rodeados de obras defensivas. Presentan por lo general una planta oval o circular. Son muy numerosos, calculándose unos 2000 o 2500. Su distribución, sin embargo, no es uniforme, sino que se agrupan preferentemente en la costa y en la media montaña (buscando siempre lugares de fácil defensa). En general sus dimensiónes son modestas (70 por 100 m.) y su fisionomía queda determinada por una serie de elementos defensivos: terraplenes, murallas, fosos y torres; los habitantes de los castros poseían una destacada técnica de fortificación. El emplazamiento de castros en lugares elevados, en muchas ocasiones con desniveles pronunciados, hizo necesario el empleo de escaleras de acceso y de muros de contención de tierras para habilitar terrazas donde asentar las viviendas. A los habitantes de los castros les preocupaba mucho la humedad y para ello usaron el enlosado, normalmente de piedra pequeña, en sus calles. La organización de estos poblados muestra, dentro de su evidente primitivismo, la existencia de una incipiente urbanización. La tipología de la casa castreña más abundante presenta planta circular, a la que se le puede añadir un vestíbulo; también hallamos construcciones de forma cuadrangular (sobre todo en la época romana, aunque no se puede establecer con ello una secuencia cronológica). La casa presenta unas dimensiones reducidas, llegando incluso a plantear problemas por su extrema pequeñez(las viviendas circulares tienen una media de 4 o 5 m. de

diámetro, las plantas alargadas son de un tamantilde; o algo mayor). Es muy raro encontrar divisiones dentro de la vivienda ya que lo más habitual es que aparezca una sola estancia. La cubierta de la vivienda sería cónica en las de planta circular, y a dos aguas en las de planta cuadrangular, como material de cubricimiento se utilizaban ramas y paja, recubiertas de barro (a medida que avanzó la romanización se cambió el sistema con el empleo de teja, "tegula"). El pavimento más cotidiano es simple: a base de tierra pisada. Puede haber hornos para hacer pan, fundición de metal o de cerámica. Su presencia está poco atestiguada, aunque conocemos algunos hornos rudimentarios para hacer el pan. Suelen aparecer en los vestíbulos. La escasez de hornos contrasta con la abundancia de molinos, lo que nos hace pensar que los hornos fueran de uso comunitario. En la organización de cualquier poblado es muy importante el abastecimiento de agua. En algunos castros aprovecharían los ríos o arroyos cercanos, pero en otros se recurriría ya a fuentes emplazadas en el interior de las murallas.

ECONOMIA La economía castreña tenía una base agrícola y ganadera, aunque practicabamos también la caza y actividades pesqueras (como el marisqueo). La agricultura era cerealista (maiz e trigo), con plantas leguminosas (habas y guisantes). Para ello disponíamos de útiles de labranza como azadas y hoces.

Además del ganado doméstico (ovejas, cabras, cerdos y caballos), seguimos aprovechando los frutos de la caza (sobre todo del ciervo y el jabalí). En los castros costeros se documenta la presencia de moluscos y crustáceos (almejas, ostras, lapas, percebes, ...) y la pesca marina.

ARMAS Como pueblos guerreros, los habitantes de los castros conocíamos diferentes tipos de armas como espadas, armas arrojadizas (lanzas, jabalinas y hachas), escudos, cascos, corazas y espinilleras.

¿QUE ADORABAN LOS CELTAS? Eramos politeístas y cada región veneraba especialmente a sus dioses locales, a los que vinculábamos sobre todo a las aguas, las montañas y los manantiales. Teniamos también una demonología completa, seguramente más importante en la vida cotidiana que los grandes dioses. Ciertos escritores antiguos dicen que los galos creían en una especie de espíritus elementales llamados DUSI, palabra que se tradujo al latín por incubi y succubi. El culto a las aguas estaba muy extendido y nombres como Diva, Deva o Devona (la divina) eran apelación frecuente de nuestros ríos. Divinizabamos las cimas de las montañas y algunas como el Ger, en los Pirineos, fue una divinidad hasta fines de la época romana, eran divinidades la Montaña Negra, las Ardenas etc. Otras cimas dejaron de ser dioses para convertirse en morada de los dioses como Dumias, dios tutelar del Puy de Dome que acabó siendo morada del dios Mercurio, cuyo templo se levantaba en su cima. Había numerosas variantes locales y la mayor se produjo

entre los celtas que habitaron la Galia y los que pasaron a las islas de Gran Bretaña (entre los que se produjeron también variaciones mitológicas). Hay también otra tesis que afirma que los celtas teniamos una visión universalista de la divinidad, muy poco antropomorfizada, y que por tanto creíamos en un único dios con muchas funciones. Los dioses de nuestro panteón serían manifestaciones de las múltiples funciones de ese dios, que se supone es el origen de todo, y que al entrar en contacto con el mundo greco-romano se transformaría en una multitud de dioses especializados.

NOMBRES DE LOS DIOSES CELTAS. Se conocen más de 300 nombres de Dioses Celtas. Lugh (Lugos), Toutatis o Teutatis (Tutatis), Taranis, Cernunnos, Esus, Sequana, Brigantia, Epona, Matrona, Noreia, Eriu, Govannon, Belenos, Mabon entre ellos. Durante mucho tiempo se consideró que el panteón Celta era tribal o regional, que Noreia era una Diosa tribal para los Norici, Sequana para los Sequani, Eriu para los Erenn. Parece que esto es cierto hasta un punto. Hasta donde podemos decir actualmente, los Dioses Celtas tenían un número de variantes, la mayoría podríamos decir que fuesen locales, pero es posible que algunos fuesen funcionales. Esto no sería nada extraño si vemos en otros panteones IEs en los que encontramos que la mayoría de los Dioses tienen diversosn nombres locales y funcionales.

Druidas y Druidismo Los druidas se dividían en 5 categorías: Vacíos: Se ocupaban de los sacrificios, ofrendas y de interpretar

los dogmas de la religión. Sarónidos: Instruían a los jóvenes. Bardos: Poetas, oradores y músicos. Adivinos: Predicción. Casuísticos: Jueces. Las jerarquías druídicas han sido, sin duda alguna, los cargos más relevantes de la cultura celta, si no en poder, al menos sí en su influencia sobre el resto de nuestra población, ya que sus integrantes de mayor rango (los druidas) además de sacerdotes, podían actuar como jueces, ocupando con frecuencia el lugar de los brehones, y sus consejos y dictámenes eran muy apreciados y respetados por todos los estamentos sociales, incluida la nobleza. Los druidas, como sacerdotes y sabios, jugaban un papel fundamental en todas las comunidades celtas de Irlanda, Britania, Bretaña y las Galias. La mayoría de la información que se dispone sobre los druidas, proviene de fuentes romanas, ya que los sacerdotes celtas desdeñaban la escritura y transmitían su enseñanza a través de la palabra, por tradición oral. Se dice que establecieron una teocracia, llegando a manejar en cierto momento de la historia las decisiones y actitudes de los reyes. Los druidas se reunían en las arboledas sagradas, preferiblemente en arboledas de robles y se dice que hacían una asamblea anual en el bosque de los Carnutos, del cual se sospecha que estaría ubicado al norte de Dublín, donde existe el agrupamiento de robles más grande del mundo. Desarrollaron un sistema de Conocimiento de la personalidad relacionando la posición de las estrellas en la fecha de nacimiento con los árboles sagrados de su religión druídica. Los druidas conocían a la perfección los secretos de estas criaturas vegetales y se inspiraban en la magia arbolaria estacional para crear un horóscopo que ayudaba al hombre a conocer su carácter. Pero eran los sacrificios humanos los que constituían uno de los rasgos principales de sus fiestas. Las víctimas eran empaladas, aseteadas o quemadas vivas dentro de grandes jaulas de mimbre. Los emperadores romanos reprimieron enérgicamente estas costumbres. Sus casas, según algunas tradiciones, eran toscas chozas en forma de colmenas. Existían entre ellos sacerdotisas, que se pintaban el cuerpo de

negro durante las ceremonias religiosas. Se cree que el célebre Stonehenge, construido probablemente como observatorio astronómico, fue utilizado más tarde como templo druida. De cualquier forma, esta cuestión es bastante oscura. Por ejemplo, según el anticuario John Aubrey, nacido en el siglo XVII, las piedras en círculo y demás sitios adyacentes al llamado templo central fueron construidos y utilizados por los druidas, pero no es precisamente mucho lo que se sabe en la actualidad de este ancestral grupo étnico, tribu o secta que supuestamente habitaba aquellos lares. Desconcertantes son algunas de las coincidencias que hemos encontrado entre la iconología celtibérica y la simbología (especialmente bafomética) templaria. Ram el Celta, el emperador sinárquico druida, según expone Arnauld de Saint Jacques en su obra Los Templarios y el Evangelio de San Juan, para conocer el verdadero origen del Cristianismo es necesario remontarse en el tiempo y situarse en 7.000 años a.C., cuando los celtas dominabamos la mayor parte de Europa. A causa de persecuciones religiosas, se produjeron con 400 años de intervalo, dos migraciones masivas y a través de diferentes vías: hacia Asia por los Dardanelos y hacia África por Gibraltar. Sería la primera la que tendría como inspirador y conductor a Ram, conocido como Ram el Celta, que significa "carnero" y que está representado en el zodiaco (revelado por el mismo Ram), por el signo de Aries. La prodigiosa epopeya de Ram (Rama en la India), estrelatada en el Ramayana, extenso poema hindú y también en el Zend Avesta, de Zoroastro. Sacerdote desde muy temprana edad en un pueblo donde las sacerdotisas fueron degenerando hasta convertirse en verdaderas brujas (habían instituido los sacrificios humanos), Ram combatía siempre esta situación desde su perspectiva de Iniciado y, a la postre, iría a dotar a los celtas de los elementos clave para elaborar una doctrina capaz de romper los antiguos moldes en los que todavía se desenvolvía el druidismo de su tiempo. Como Gran Iniciado Druida, Ram realiza grandes prodigios e intenta introducir las reformas necesarias en el druidismo. Por este motivo, fue perseguido y odiado por los militares, manipulados por la clase sacerdotal, a la sazón en manos de las druidesas. En lugar de una guerra fraticida, Ram elige el exilio llevando con él a sus partidarios, una población estimada entre dos y tres

millones de seres humanos. Marcha hacia Asia, conquista las fronteras del Cáucaso alcanzando Tartaria. Más tarde conquista Persia a la que bautiza con el nombre de "IRAN", organizando su territorio de manera original y notable, con un sistema llamado sinarquia (gobierno con principios), opuesto a la anarquia y en que la autoridad y el poder, la religión y la politica actuaban en perfecta ARMONIA. El Cuerpo de los Iniciados Laicos, a cuyo cargo estaba la Justicia arbitral, tenia por nombre el de "Consejo de los Dioses" y designaba a todos los que debian detentar las más elevadas responsabilidades: reyes y emperadores respondian ante él. El tercer escalón, el Consejo de los Ancianos, era el encargado de la economia y de la administración territorial. Sin embargo, este imperio sinárquico del carnero y del cordero se desmoronara 3.000 años a.C. con el cisma de Irshu que introdujo de nuevo la anarquú} en todos sus confines. Dio a la mujer un papel relevante como sacerdotisa del hogar, jamás conocido hasta entonces, pues sabia que el pórtico del Templo ha de sustentarse sobre dos columnas, equiparando su importancia a la del hombre, tanto en los aspectos materiales como en los religiosos y metafisicos. Establece cuatro grandes fiestas al año coincidentes con el cambio de estaciones. La organización sinárquica de Ram se desmorona por la subversión anárquica, pero sus raices eran tan sanas y profundas que mucho tiempo después siguieron surgiendo movimientos sinárquicos en distintos puntos del antiguo imperio. El movimiento abramida (AB-RAM=nacido de Ram), tiene su origen en Caldea en tiempos de Semiramis quien se pretende "luz espiritual de Ram" (que es el significado de su nombre). Los abramidas, cuya historia es relatada en caracteres jeroglificos en el Pentateuco de Moisés, reaccionaron contra la politica anárquica sin freno ni principios de la Emperatriz. Abram, que más que un nombre propio era el titulo del jefe de la Orden de los Dóricos de Caldea, se presenta ante Melquisedec, Rey de Justicia según la sinarquia de Ram y Pontifice de El-Helión. Recibe de éste, junto con el rito-oficio del Pan y el Vino, una iniciación superior y una Misión sinárquica. Su nuevo titulo fue "Abraham" y su cometido, al frente de sus 318 iniciados caldeos, fue el de instaurar la sinarquia y mantenerla en su pueblo, siendo éste el verdadero motivo de su Alianza con el Verbo Craedor. La Orden del Carnero, la Orden del Cordero, la Orden de los Abramidas, asi como la Orden de los Iniciados Mosaicos, que prepara y lleva a cabo el éxodo, estaban sin ningún género de

dudas al servicio del Verbo Creador. Eran Milicias del Verbo -dice Saint Jacques-, como lo seria la Orden de los Hijos de la Luz (esenios) y la de los Pobres Soldados de Cristo u Orden del Temple.

CEREMONIAS DE INICIACION Es importante recalcar la orientación chamánica de la tradición druídica, lo que, como en toda comunidad de este tipo, implica necesariamente una ceremonia de iniciación, tres en este caso. El sentido de estos “ritos de pasaje”, es darle al aspirante la oportunidad de cambiar su forma de percibir el mundo. En sí el rito abre ciertas puertas internas que el discípulo no ha podido abrir por sí mismo, dándole el ritual las sensaciones y estados de conciencia con los cuales se convertirá en bardo, vate o druida. Como se explicaba anteriormente los bardos son los poetas, y es el primer escalón del aspirante a druida. En esta etapa se trabaja el arte, activando el hemisferio cerebral derecho, trabajando en los mundos internos, el mundo de los sueños, los contactos con la naturaleza, la impregnación de las fuerzas de la naturaleza, la canalización de las fuerzas, lo cual se hace a través de la poesía, la música, u otro tipo de arte. Es una etapa de madurez, en la cual el discípulo se va encontrando con sus propias fuerzas, tratando de reconocer que es una individualidad sagrada, el pequeño uno, que debe despertar como parte del juego cósmico de la vida. Ya cuando llega a druida, el discípulo se convierte en maestro, pudiendo ingresar voluntariamente a los mundos internos, manejar concientemente la energía, intervenir en asuntos humanos con el objeto de cambiar ciertos acontecimientos, como ocurría cuando iban a la guerra. S obrevivió hasta el 500 D.C. Es por eso que la mitología precristiana irlandesa se conservó mejor que cualquier otra. César describió así el carácter y funciones de los druidas: Atienden el culto divino, realizan sacrificios públicos y privados y explican asuntos de religión; casi todas las querellas públicas o privadas caen dentro de su jurisdicción; y cuando se comete algún delito, cuando se perpetra algún asesinato, cuando surge alguna controversa sobre cuestiones de herencias o límites de tierra, actúan también de jueces. Fijan los premios o castigos; si un individuo particular o público desobedece sus decretos, es excluido de los sacrificios, máximo castigo para ellos. Durante la época de los romanos se le llamó Autricum y Carnatum. Esta ciudad se encuentra a 80 Kms al SO de París y es famos por la catedral de Notredame, obra maestra de la arquitectura gótica. Los druidas tenían por sagrados el roble y el muérdago. Éste lo

cortaba el oficiante con una hoz de oro, revestido de blanco y coronado con hojas de roble. Los ramos recogidos de muérdago eran transportados después en un carro tirado por dos toros blancos. Se cree que la palabra druida debe estar relacionada con daur, el nombre que los celtas le dábamos al roble. Estrabón nos habla de sus aúreos collares y brazaletes así como de sus brocados de escarlata y oro. Contaban el tiempo por noches en lugar de hacerlo por días y se atenían a un cielo cronológico de treinta años. Existían también mujeres druidas que ayudaban en las ceremonias religiosas con los cuerpos teñidos de negro. Los Celtas llamabamos también druidas a los hechiceros y magos de la tribu. Las narraciones gaélicas se muestran acordes en presentarnos a estas gentes como maestras en nigromancia y ciencias ocultas. Recitaban poemas mágicos para atraer o evitar las Tormentas. Conocían el hipnotismo, como lo demuestra la práctica de él. Presagiaban el futuro por la observación del estornudo y los agüeros, por los sueños habidos tras los festines rituales, por el graznido de los cuervos y el canto de reyezuelos domesticados. El encantamiento de que se valió el druida Mailgenn para provocar la muerte de Cormac, rey de Irlanda, consistió sencillamente en introducir en el pan del monarca una espina de pescado, que produjo su asfixia. La unidad de la religión druida se basa en que lo sobrenatural y natural no existían separados, no existe diferencia. La religión era muy importante para la vida de todos los días. Los símbolos de la religión se encuentran en todas partes: los árboles, ríos, aves, lagos,... los montes en donde los dioses vivían. Se piensa que fueron usados como altar o templos por los Druidas en sus rituales religiosos. Estos son numerosos en Irlanda y Gales y en las áreas británicas de Devon y Corwall; en el noroeste de Francia y en España. Aunque edificada en el Neolítico, Stonehenge, en la llanura de Salisbury, se cree que fue utilizada más tarde como templo druida. Evidencias de sacrificios druidas. El Hombre de Lindow fue encontrado en un pantano cerca de Manchester. Este cuerpo bien conservado de aproximadamente 2.200 años de antigüedad es curioso por el método de ejecución empleado en él. Se presume que fue un sacrificio humano: fue aporreado a garrotazos, después su garganta fue cortada y fue lanzado en una piscina de agua. La complejidad del ritual hace pensar a algunos arqueólogos que

él fue un miembro de la sociedad céltica tal vez un druida. En un estómago fue encontrado un pedazo de torta quemada, la tradicional última comida de las víctimas de sacrificios celtas. La ausencia de cicatrices (exceptuando las del ritual) hace pensar que era un noble, en vez de un guerrero. Todas estas y otras historias se guardaban en la memoria de esta civilización gracias a la labor de los druidas. Estos individuos, tan mal conocidos -sobre todo porque ellos mismos quisieron ser mal conocidos al negarse a consignar por escrito todo el conocimiento en su poder-, no eran vulgares hechiceros especialistas en filtros de amor y en venenos. La falta de información y el desprecio hacia todo lo que no fuera de origen mediterráneo provocó que muchos rituales druídicos fueran malinterpretados por sus contemporáneos y por los nuestros. La costumbre de cortar la cabeza del adversario e instalarla en una pica frente a la casa o la fortaleza, por ejemplo. El cráneo de un enemigo especial era pelado por completo, limpiado, embalsamado con aceite de cedro y a veces engarzado en oro pare servir como recipiente ritual. El romano Tito Livio asegura que la calavera del cónsul Postumio, derrotado por los galos, sirvió de esta forma como vaso mágico para ceremonias religiosas. Vista desde fuera, esta costumbre se nos antoja salvaje y macabra, pero tiene su explicación. La cabeza cortada entre los celtas se puede interpretar como símbolo del sacrificio que supone la muerte de su poseedor -el sacrificio es un honor, es la comunión humana con la divinidad, por excelencia; el sacrificado lo es por voluntad propia pare integrarse en la esencia divina de forma rápida y segura y pare ayudar así desde el más allá a su pueblo- y como consagración de la parte más importante del cuerpo de un hombre. En la cabeza o a través de ella se manifestaba el espíritu y por tanto era un órgano privilegiado, misterioso y digno de ser conservado en las mejores condiciones posibles. Y si había pertenecido a un gran jefe, mejor, pues aquellos que ocupaban los puestos más relevantes eran los preferidos de las divinidades. Muchas aventuras célticas nos hablan del valor de una cabeza. Es evidente que el druida se veía obligado a mostrar su sabiduría a sus propias gentes a través de todo tipo de metáforas y simbolismos porque, si no, serían incapaces de comprender lo que quería decirles. Y es que su dignidad era el pináculo de una larga carrera, con una jerarquía y una gradación estrictas, al que no se accedía antes de unos veinte años de estudios de todo tipo. A la cabeza de esta Jerarquía parece ser que se encontraba un archidruida cuyo cargo era elegido entre los de mayor edad y

sabiduría. Cualquier persona podía solicitar ser instruido en un colegio druídico, pero sólo los que superaban determinadas pruebas eran admitidos y tampoco tenían nada asegurado a partir de ese momento, pues se requería unas condiciones excepcionales para culminar los estudios. No es para menos si pensamos en su responsabilidad individual y colectiva. Ellos eran la columna vertebral de la sociedad celta, ejerciendo como legisladores, historiadores, médicos, jueces, bardos..., y sobre todo como puentes hacia el Otro Mundo.

La cultura céltica era de carácter bicéfalo: el rey mandaba a los demás, pero no tomaba ninguna decisión importante sin la aprobación del druida. Ambos debían ser los más preparados entre los suyos. Si al druida se le exigía un cultivo personal muy por encima del de sus contemporáneos, el rey estaba obligado a ser un hombre -o una mujer- "completo" en su interior y en su exterior pare liderar de forma digna a los suyos: cualquier tara física o espiritual le despojaba de su corona. De esta forma el druida puede realizar a través del rey los planes de las divinidades para su tribu. Un mundo tan pendiente de lo mágico y lo metafísico no podía actuar de otra manera. A partir del siglo XVI vieron la luz diversas corrientes de pensamiento religioso que intentaron restaurar las antiguas creencias y ritos druídicos y oponerlos a la ortodoxia cristiana dominante. Este tipo de sectas neodruídicas tienen un fondo ideológico apegado a la magia natural y al culto panteísta a la naturaleza, y cuenta con comunidades como la Druid Order 'Orden Druida', fundada en 1717, que se ha mantenido viva hasta la actualidad. Otros nombres de este tipo de sectas son los de Antiguo Orden de los Druidas, Confraternidad Filosófica de los Druidas, Orden Druida, Fraternidad de los Druidas, Bardos y Vates o Iglesia Céltica Renovada. En la actualidad, este tipo de movimientos religiosos se hallan en pleno proceso de expansión, debido a la decepción de muchas personas ante las religiones tradicionales, a la tendencia al retorno a formas de pensamiento y de mística naturalista, y al renovado auge del celtismo y de su estética musical y cultural.

¿QUIENES ERAN LOS CELTAS?

Los celtas salimos de la comarca comprendida entre el Rin, el Elba y el Danubio ocho o diez siglos antes de nuestra era. Pertenecíamos a una raza aria o indoeuropea, por lo que éramos hermanos de origen de los germanos, eslavos, tracios, indios, persas, italiotas, griegos etc. Cuando hacia el siglo XV antes de Cristo los italiotas y griegos fueron a establecerse uno a la península italiana y otro a la griega, los celtas nos quedamos aún en Europa Central. Atacamos Iliria y entramos en contacto con los macedonios y los griegos, de tal modo que en el siglo IV ningún otro pueblo poseía un imperio comparado al nuestro en extensión. Imperio que fue efímero pues acabmos por dividirnos pronto en una porción de pueblos distintos. En cuanto a los celtas insulares, debieron establecerse en Gran Bretaña hacia el siglo IX u VIII, se ignora como lo hicieron, pero si se sabe que en los siglos III y II Antes de Cristo los bretones y los belgas cruzaron el canal de la mancha uniéndose a los Goidels o expulsándoles más hacia el interior. Por consiguiente hay dos grupos de celtas insulares los goidélicos y los bretones. Las grandes divinidades son comunes, aunque con evoluciones fonéticas y diferentes interpretaciones que cada uno hizo a su modo. Tras el diluvio empieza una segunda fase con cinco invasiones. La primera es la de Partolón, la segunda la de Nemed, la tercera la de los Fir Bolg, la cuarta la de los Tuatha De Dannan y la quinta la de los Hijos de Milé. Tipológicamente éramos dolicocefácilos, rubios y de elevada estatura y nuestro origen se relaciona más claramente como una división de los pueblos caucásicos que como una parte de los pueblos nórdicos Desde el punto de vista histórico, los celtas fuimos los primeros que formamos en Europa central un imperio entrando en contacto con otros pueblos de los que asimilamos otras formas de vida, como fueron los ritos funerarios aportados por las emigraciones procedentes del centro y sureste de Europa que introducen el rito de la cremación de los cadáveres cuyas cenizas se depositan en urnas bajo tierra (cultura de los campos de urnas). La superioridad de nuestras armas, espadas de hierro, nos dotó de un poder dominador, pero nos mezclamos con los

pueblos conquistados. Durante el período del Hallstatt (650-400) dominamos a los ligures en el centro y norte de la Galia, llegamos a las islas Británicas y penetramos también en la península ibérica, a principios del siglo V a. C. (aunque las primeras manifestaciones célticas se datan en los campos de urnas de Cataluña del siglo IX), donde vivían fenicios e iberos. En el norte de la península Itálica luchamos contra los etruscos, en la península de los Balcanes derrotamos a los griegos y saqueamos el santuario de Delfos. Llevamos nuestras conquistas hasta el Asia Menor. Durante el siglo III a. C., nuestro Imperio Celta perdió su unidad y se desintegró en multitud de reinos independientes.No obstante, nuestros restos en lo que actualmente es Francia, España e Italia y entre otros países, resistieron bravamente a las legiones romanas. En España probablemente entramos por los Pirineos y después de extendernos por el norte y oeste seguimos haciéndolo por el centro y sur. Fuimos rápidamente absorbidos por los indígenas, los íberos, dando lugar a la raza celtíbera. La cuenca alta y media del Duero y los montes de la cordillera Ibérica parecen haber sido los núcleos más importantes del celtismo hispánico, pese a conservarse sus caracteres con mayor pureza en el área del litoral galaico-portugués. Eramos una raza sumamente belicosa que, en tiempos de paz, nos dedicábamos a la caza y a la pesca, quedando las mujeres al cuidado de las faenas agrícolas y domésticas. Las cosechas se repartían por igual entre todos los ciudadanos y éstos estaban divididos en cuatro categorías sociales que correspondían al sacerdocio, la nobleza o jerarquía guerrera, el pueblo y los esclavos.

Las Lenguas Celtas Los celtas hablabamos una lengua indoeuropea que nos relacionaba con la prehistoria griega, romana e hindú. Pero, no han llegado textos en esta lengua antigua, salvo unas breves inscripciones pertenecientes al período romano y algunas referencias a nombres celtas en autores clásicos. Cuando se escribieron los mitos celtas, en la Baja Edad Media, las lenguas variaban, según el país del autor.

Los mitos irlandeses eran recogidos en irlandés antiguo, pero los escritores irlandeses no entendían la variante galesa de la lengua celta. Durante la invasión romana, cualquier rastro de unidad cultural anterior referente a una sola lengua celta, había desaparecido; los celtas irlandeses hablaban "goidélico", mientras que los británicos hablaban "britónico". La lengua britónica parece haber tenido relación con la que hablaban los galos. Hacia el siglo V a.c. tuvieron lugar invasiones y movimientos migratorios en las tierras celtas occidentales y se produjeron cambios: la lengua goidélica irlandesa penetró en Escocia, y más tarde se convertiría en el gaélico escocés; la lengua anglosajona, el "inglés", se abrió camino en el sur de Gran Bretaña, empujando la lengua britónica hacia Bretaña. Las lenguas celtas son un subgrupo de lenguas dentro de la familia indoeuropea habladas por los descendientes de los celtas. El asentamiento original de nuestro pueblo parece haber sido la zona centroeuropea que actualmente corresponde a Austria y Bohemia. Durante el primer milenio a.C., nos extendimos progresivamente hacia el oeste (en dirección a las Islas Británicas, Francia y la Península Ibérica), hacia el este (Rumanía y los Cárpatos) y hacia el sur (Italia, Grecia y Anatolia). Durante el apogeo de nuestra civilización (alrededor del año 100 a.C.), los celtas dominabamos un amplio territorio que se extendía por casi toda Europa occidental. Posteriormente, con la expansión del Imperio Romano, nuestras “tribus bárbaras” experimentaron un proceso de asimilación cultural que nos llevó a adoptar las costumbres y la lengua de nuestros conquistadores.

Clasificación de las lenguas celtas Las lenguas celtas se dividen en dos ramas principales:

a) Continental. Está representada en exclusividad por el galo, que desapareció completamente de la región francesa en que se hablaba, la Galia, cuando los romanos la conquistaron e impusieron el latín (cuya variante local se convirtió con el paso del tiempo en el moderno francés). b) Insular. Engloba a su vez los subgrupos gaélico o goidélico (irlandés, gaélico escocés, manés) y britónico (galés, bretón, córnico). El irlandés, el gaélico escocés, el galés y el bretón gozan hoy en día de una relativamente amplia aceptación en sus regiones de origen, con una presencia habitual en la educación, la prensa, la radio y la televisión. El córnico se extinguió como lengua hablada a finales del siglo XVIII, mientras que el manés lo hizo en 1974 (cuando su último hablante nativo murió). Los primeros colonizadores celtas de las Islas Británicas llegaron en la segunda mitad del primer milenio a.C., y hablaban la variante britónica de la originaria lengua llamada protocelta. Estos últimos se asentaron finalmente en Irlanda, y desde allí se extendieron posteriormente hacia el oeste de Escocia, el noroeste de Inglaterra y la Isla de Man. A su vez, los celtas britónicos pasaron de Cornualles a la región francesa de Bretaña entre los siglos V y VI, creando un enclave continental estable. La distribución lingüística originada por los anteriores procesos migratorios ha permanecido inalterada hasta el momento presente. En la actualidad, las lenguas celtas presentan un carácter marcadamente local, ya que apenas han extendido su influencia fuera de las Islas Británicas y el norte de Francia. Se trata de la única rama lingüística indoeuropea cuya supervivencia se halla seriamente amenazada. A pesar de los intentos por promover su enseñanza y su habla, pierden terreno progresivamente en favor del inglés y el francés.

Se estima que su número total de hablantes ronda actualmente los 1,7 millones, aunque con cada generación que pasa esta cifra disminuye considerablemente.

Oralidad y escritura: Las fuentes greco-latinas no dejan de señalar características en la etiología de los celtas. Nuestra temeridad y bravura en el combate, comportamiento bárbaro, costumbres o rituales que se caracterizan por su crudeza o su crueldad desde la prespectiva “civilizada”, una fuerte predisposición natural hacia el aprendizaje y al ejercicio intelectual. La elocuencia de los galos impresionó ya en el siglo II a.c. Catón nos atribuía un nivel de oratoria, no menor al de nuestra capacidad bélica. La educación corría a cargo de los druidas, en torno a los cuales giraba asimismo el mundo de la justicia y de lo religioso. De hecho, el aprendizaje de un druida solía tardar alrededor de 20 años, en el que la base era el poder de la memorización. La enseñanza oral era la práctica común entre los pueblos indoeuropeos que vivían fuera de las civilizaciones mediterráneas en que era común el uso de la escritura. El recurso del canto y de la recitación en la enseñanza tradicional nos es común a los celtas, y un hermosos pasaje irlandes define así a la ciencia oral: El recuerdo de los antiguos, la transmisión de un oido a otro, el canto de los poetas... La aparición de la escritura es un fenómeno tardío en la céltica antigua y reducido a aquellas zonas en que se tenía contacto con griegos y romanos. Los celtas irlandeses tenían, antes de la adaptación del alfabeto latino una escritura especial llamada ogam, consistente en trazos horizontales u oblicuos sobre una arista vertical de piedra.

Cada letra se nombra a partir de una planta o árbol (por ejemplo, D es daur, roble). Entre Escocia, Irlanda y Gales, se conservan unas 300 inscripciones en piedra. Así mismo, la importancia del Mabinogion, una serie de relatos épicos –organizados en cuatro ciclos, además del arturiano- con preciosas indicaciones para entender la mitología. Estas producciones son auténticas literaturas nacionales, las primeras de Europa. Con respecto a la escritura, a partir del siglo VI a. C., y hasta el siglo I d. C., las inscripciones Celtas eran hechas en un alfabeto propio denominado Ogham u Occman, uno de los lenguajes rúnicos atribuido a esta nación. Este lenguaje con caracteristicas netamente rúnicas, era una invención Celta. El alfabeto Ogham tiene una similitud con el código Morse. Las estelas encontradas en Irlanda, Gales, Escocia, y Francia dan a entender que el Ogham no era un alfabeto de uso popular si no era considerado sagrado y usado solo por los druidas en sus ritos y ceremonias. Los lenguajes Celtas incluian, además del Ogham, el Irlandés, el Gael, el Escosés el Bretón y el Manx de la Isla de Man. Además hay registros de lenguas ya desaparecidas en España y Austria. Sin embargo esta riqueza de las lenguas Celtas no se manifestó en la literatura, ya que no fue si no hasta los siglos V y VI de la era Cristiana los Celtas mantuvieron una estricta tradición oral, la cual la mantenian viva los Bardos y los Druidas. Cabe destacar que son muy pocas las obras que se han rescatado del alfabeto Ogham (a excepción de alguas inscripciones en Menhires y Dolmenes). Pero sus poesías de dioses, heroes, reyes etc., denotan un estilo rico y esmerado de literatura, avalado por el hecho de que los poetas Celtas, cursaban 15 o 20 años de estudio antes de que sus maestros les aprovaran.

Las primeras manifestaciones de la poesía Celta, como tal, surgen en el siglo X a C. y han sido divididas en tres grandes ciclos: el Ciclo del Ulster, el ciclo de Ossian, y el Ciclo del rey Arturo.

Historia de los celtas Se presume que los celtas existimos desde el año 2000 a.C. (fin de la Edad de Bronce) y alcanzamos el culmen de nuestra cultura en la Edad del Hierro. En aquella época estabamos divididos en dos grupos, los primeros abarcaban Europa, desde el río Danubio, vivían de la agricultura y de la artesanía y eran el grupo más pacífico de los dos; el otro grupo, los celtas guerreros como los conocemos hoy, que venían de Los Balcanes y disponían de un buen ejército. Eran estos celtas guerreros los que conocemos por haber saqueado Roma y Delfos, y por haber conquistado grandes partes de Europa. Transmitimos nuestro idioma, costumbres y nuestra religión a los pueblos de la zona conquistada. Nuestro territorio se extendía, en su época de mayor expansión, desde el bajo Danubio hasta las Islas Británicas, desde España hasta el mar del norte. Los celtas guerreros eran conocidos por su caballerosidad, su orgullo en la lucha y su ánimo, pero también por su sentido por la música, la poesía y la filosofía. Los celtas fuimos llamados Keltoi por los griegos, de los cuales y gracias a su tradición escrita, parten casi todas las historias referentes a nuestro pueblo. Nuestra memoria, se remonta hasta tiempos muy antiguos, la tradición oral ha resistido el paso de los siglos, a pesar de que casi toda la cultura céltica fue extinguida por los romanos desde César y, más tarde, por los cristianos. Los Celtas hemos captado siempre la fascinación de historiadores y arqueólogos, y sobre nosotros han corrido ríos de tinta. La Tène es la cultura celta de la segunda Edad del Hierro

estructurada en tres o cuatro períodos. Se desarrolló entre la Hallstatt y la conquista romana (450 a 50 a.C.). Aquellos que compartimos esta civilización nos destacamos por la elaboración de elementos como grandes espadas, escudos alargados, grandes hebillas, fíbulas, construíamos nuestras fortificaciones en las cumbres y acuñamos nuestra propia moneda. Una característica que facilitó nuestro dominio pero que, a la vez, permitió la continuidad de nuestra cultura, fue la ausencia de un verdadero estado celta a causa de la primacía de las estructuras tribales y familiares. Esta división nos hacía militarmente débiles ante invasores bien organizados, como por ejemplo los romanos (a los que sin embargo les llevó años conquistarnos ), paradójicamente sucedía lo contrario con las costumbres y los valores, protegidos de influencias externas por los fuertes vínculos parentales, en donde el clan estaba por encima de toda organización estatal, y unificaba y cobijaba a sus miembros. "Llevamos la fuerza del jabalí y la sabiduría del unicornio" Los druidas, el estrato de mayor influencia y poder entre los celtas, sabían leer y escribir griego y latín (como los antiguos sacerdotes egipcios), sin embargo optaron dejar por vía oral, en hermosos versos, la crónica de la existencia de nuestro pueblo. Este fue uno de los principales motivos por el cual no se ha considerado la magnitud, en buena parte de los libros de historia, del importante legado celta que fundamenta notablemente la sociedad occidental, ya que los mismos celtas antiguos no creían (o no formó parte de su tradición) en los documentos escritos. La lengua celta es una lengua indogermánica. Por tanto, todas las lenguas indogermánicas, como el alemán o también el español, son parientes de la lengua celta. La palabra celta significa, originalmente, "héroe". Hoy todavía encontramos a los celtas en los nombres de

lugares en toda Europa, los restos de la lengua y cultura céltica siguen viviendo en Escocia, Irlanda, el País de Gales, Bretaña (Francia) y en Galicia (España).

Historia Los celtas poblamos aproximadamente.

Galicia

en

el

año

700

a.C.

Esto significa que la poblamos bastante tarde, en el apogeo de su cultura. Los celtas gallegos fuimos conquistados por los romanos en el 60 a.C. La gente vivíamos sobre todo de la agricultura. Se han encontrado fortificaciones de los celtas, lo que muestra que éramos un pueblo bastante desarrollado. Estas fortificaciones en Galicia se llaman "castros". La raza que vivíamos en Galicia nos llamábamos "Brigante". En Austria, al lago de Constancia, hay hoy una ciudad que se llama Bregenz: parece claro que ambos nombres tienen una base común. Se puede decir que en Galicia, antes de los celtas, si hubo hombres, no dejaron huellas que nos permitan hoy conocer su existencia y fueron expulsados para siempre por los celtas invasores. Por lo tanto, los celtas somos la base de la Galicia actual. Aún así, no se sabe mucho sobre la vida diaria, la religión o la organización política de los celtas, pero en las costumbres que hoy todavía existen y en las leyendas antiguas tenemos como un eco para poder reconstruir la vida pública y privada. Por ejemplo, la mujer tiene una posición mejor que en la cultura romana pero, como en todos los pueblos guerreros, es ella la que hace el trabajo en casa, y realiza las tareas

propias de la artesanía y la agricultura. Pero no es considerada inferior al hombre, puede por ejemplo elegir a sus amantes y la virginidad no juega un papel tan importante como en la cultura cristiana. Cada año, en primavera se celebraba una fiesta donde los jóvenes se encontraban para unirse. La mujer que era madre, era mirada como una diosa protectora. La libertad individual era un rasgo predominante, lo que quiere decir que casi no existía la esclavitud. El jefe de una tribu tenía que mostrarse digno de guiar a su pueblo y no había una dinastía fija. En Galicia había mucho comercio. Los fenicios, los cartagineses y los romanos nos llevaban el oro a los celtas. No se sabe el cambio, porque los celtas podíamos muy bien construir nuestras propias armas y teníamos buen gusto para las bellas artes. Probablemente, los celtas gallegos llegamos de los Pirineos, huyendo de otro pueblo celta. Encontramos en Galicia nuestra Galia pequeña, como dice el nombre: el nombre de Galicia es romano, pero los romanos han traducido el nombre que los celtas habíamos dado a nuestro país. En la música popular de la Galicia de hoy tenemos melodías antiguas. La prueba la encontramos en la música popular de Bretaña (Francia), donde hay melodías similares o casi iguales a las gallegas, a pesar de que se hayan desarrollado independientemente en Galicia y en la Bretaña hasta hoy.

El pueblo.

Los celtas somos entusiastas degustadores de los placeres de la buena mesa. El vino era la bebida de las clases más altas pero el pueblo tomaba corma, que era cerveza de trigo mezclada con miel, muy utilizada en los banquetes, los cuales eran muy frecuentes en tiempos de paz. En estos festines los bardos tocaban sus liras y cantaban canciones sobre trágicos amores y héroes muertos en combate. Para comer utilizamos los dedos y ocasionalmente nos acompañamos de un puñal para los trozos de carne difíciles de cortar. Nuestra comida típica incluía cerdo cocido, buey, vaca y jabalí, todo ello acompañado con miel, queso, mantequilla y, por supuesto, corma (cerveza) y un buen vino. También somos muy aficionados a un juego de mesa llamado fidchell, parecido al ajedrez, aunque se jugaba con estacas. Admiramos la artesanía experta y las hazañas intelectuales (sobre todo cuando se exhibía una prodigiosa memoria). Tenemos el ideal de una sociedad heroica, pero vivimos como prósperos ganaderos y agricultores, ocupados a menudo en el robo de ganado.

De los pueblos celtas El nombre "Celta" proviene del vocablo griego "Keltoi", cuyo significado es "bárbaro" o extranjero, y se refería a los pueblos extranjeros que los griegos conocían al norte de Macedonia. La misma definición englobó pues en un principio a multitud de pueblos que debieron tener un origen más o menos común. De hecho, Herodoto, Eforo y Eratóstenes hicieron ya primeros estudios sobre los Celtas, y aunque se extendían a lo largo de media Europa, encontraron fuertes semblanzas que después los sabios romanos se encargaron de demostrar.

Podemos decir que hace más o menos MM años ocupabamos todo el centro de Europa, y que unos CL años más tarde nos introdujimos en la Galia, Britania e Iberia. Los celtas en todas sus variantes fuimos un pueblo predominantemente guerrero, y que frecuentemente se nos dota de una faceta cruel, sanguinaria y devastadora. Lo cierto es que debimos formar una sociedad muy rígida y jerárquica, donde los máximos cargos los ostentaban los señores de la guerra, los druidas y acaso los consejos de ancianos. En los escasos escritos recogidos en las profundidades de Celidón se hace de vez en cuando referencia al Hospitum, clientela y gentilidades; las dos primeras debieron ser, según expresa Diodoro, instituciones que regulaban la relación entre individuos, mientras que las gentilidades parecen responder más al concepto de tribu o autonomía económica; casi siempre lo que ligaba a una gentilidad era el propio linaje, y esto mismo se usaba para nombrar a las personas. El punto álgido de nuestra "civilización" lo alcanzamos hace unos MD años, cuando incluso se cree que llegamos a la península romana. Los escritos hallados nos permiten calificarnos como hombres muy sabios, que sabían leer y escribir, que conocían tanto el celta (en sus variantes) como el Griego, que eran muy respetados entre nuestro pueblo (no como nosotros), y cuya función principal era relacionar el alma de cada uno con lo inmortal. Iban siempre provistos de una hoz de oro y de muérdago recién cogido. Y es de destacar que en sus prácticas religiosas ofrecían sacrificios; los humanos eran los más valorados. Conocíamos los celtas muchas deidades y símbolos para venerarlos, pero entre ellos, según Diodoro, destacaba Lugh, Dios de la tierra, artes y oficios, al cual se le dedicaba un festival en Lugnasa (I mes después del solsticio veraniego) conocido como Mercurio entre los romanos y Marte, el Dios Ares romano, señor de la guerra, y al cual se le ofrecían sacrificios humanos.

A Coruña, ciudad celta El centro más importante para la guerra y el comercio de los celtas gallegos era Brigantia, la ciudad que se llama hoy "A Coruña". Estaba en el mismo lugar que hoy, en una península. Allí vivíamos la gente más poderosa. De allí partían muchas naves extranjeras cargadas de estaño y oro. Un lugar emblemático en A Coruña es la "Torre de Hércules". La leyenda dice que Gerión fue matado por el héroe Hércules y después enterrado al pie de la torre, que desde entonces se llama Torre de Hércules. Lugh, un héroe de la mitología celta, llegó a ver hasta Irlanda desde esta torre. Se presume que la torre servía como templo de una divinidad solar en el tiempo de los celtas.