Los Antiguos Mexicanos A Traves De Sus Cronicas Y Cantares

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Primera edición (A n trop ología ), 1961 Primera edición en Lecturas Mexicanas, 1983

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1961, F O N D O

Av. de la Universidad i s b n

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968-16-1528-X

Impreso en México

CU LTU RA

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EC O N Ó M IC A

México,

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Introducción Q U E R E R form arse una im agen de to d o lo que existe es afán here­ dado de los g rie g o s . Porqu e nada más b e llo ni más placentero para los sabios helenos que el arte de saber contem plar. P o r afortunada coin cid en cia, los herederos de su cultura — de manera especial los europeos renacentistas— iban a tener ante sus o jo s , al fin a liz a r el s ig lo XV, nada m enos que un N u e v o M u n do pletórico de sorpresas. P rim e ro fueron las A n tilla s , que C olón pensó eran parte de las Indias. Después, la T ie rra F irm e, con ríos inmensos en cuya desem bocadura se form aban g o lfo s de agua dulce y p o r fin , el descubrim iento de otro océano, más allá del continente. P e ro si todas “esas cosas naturales" del N u e v o M u n do causaban asom bro, "las cosas humanas" despertaban to d a vía ma­ y o r interés y adm iración. L a presencia de n a tivos en las islas y T ie rra F irm e, en su m a y o ­ ría semidesnudos, que practicaban extraños ritos y v iv ía n en pobres chozas, h iz o pensar a los descubridores que estas partes del N u e v o M u n d o habían ex is tid o hasta entonces enteram ente desprovistas de cultura. Sin em bargo, una nueva sorpresa aguardaba a quienes iban a penetrar al in te rio r del continente. L o s conquistadores que se adentraron en ese m undo que tenían por bárbaro, contem plaron dos "a m anera de im p erio s" de pujanza cultural no sospechada. Eran precisam ente las dos grandes zonas nucleares, asiento de culturas superiores, dotadas de fison om ía propia. En la parte sur del continente flo re c ía la cultura In caica del altiplano del Perú, y en lo que h oy es la nación m exicana existían las antiguas c i v i l i ­ zacion es creadoras de la grandeza m aya, nuxteco-zapoteca de Oaxaca y náhuatl ( tolteca-azteca) del altiplano central de M é x ic o , para sólo nom brar los fo c o s principales. N u estro interés es acercarnos a lo que aquí llam arem os M éxico Antiguo, o sea, principalm ente la zona central de la actual R epú­ b lica M exica n a , en la que flo reciero n en diversas épocas centros tan im portantes com o Teotihuacán, Tula, Cholula, Culhuacán, A zcapotzalco, T ex co co , Tlaxcala y México-Tenochtitlan. Posee­

dores los antiguos m exican os de con cien cia histórica, c o m o lo prue­ ban sus cód ices y tradiciones, serán fundam entalm ente sus p ro ­ pios testimonios los que guiarán este acercam iento a su pasado cultural. D ich os testim on ios se conservan en el id io m a hablado p o r los aztecas y sus v a rio s precursores, o sea el náhuatl, con o­ c id o tam bién co m o "m e x ic a n o " o "azteca". Otros pueblos no nahuas, c o m o los otom íes, habitaron y habitan aún lugares situados en la zona central de M é x ic o . P e ro , som etidos entonces en diversos grados a los nahuas, no cabe la m en or duda que fueron éstos — al m enos desde los tiem pos toltecas— los crea­ dores de form as superiores de cultura en el M é x ic o A n tig u o . Son precisam ente los testim on ios de los antiguos m exican os de lengua y cultura náhuatl los que hacen posible el tem a del presente es­ tu dio : descubrir a través de sus textos, su propia im agen cultural. M a s, para situar este trabajo dentro de la h is to rio g ra fía acerca del M é x ic o A n tig u o , con ven drá record a r al m enos en fo rm a suma­ ria los principales intentos europeos de forja rse una im agen de la v id a cultural prehispánica, desde los prim eros tiem pos de la Con­ quista. L le g a d o s los españoles, el ju e v e s santo de 1519 a Chalchiuhcuecan, que llam aron San Juan de UlÚa, en las costas de VeraCIUZ, la realid ad cultural que fue saliendo a su paso despertó desde lu e g o su curiosidad y adm iración. E l 8 de n o viem b re de 1519 contem plaron Hernán C ortés y su gente p o r v e z p rim era el corazón del M é x ic o A n tig u o : el v a lle con sus la gos y la gran ciudad de M éxico-T en och titlan . E l estupor que esta vista les produ jo, los h izo con ceb ir la p rim era im agen , v is ió n asombrada, del M é x ic o A n tig u o . E l p in toresco B e m a lD ía z del C a stillo tip ific a , m e jo r que nadie, el asom bro característico de esta p rim era im agen europea del antiguo A n á h u a c : Y desde que vim os tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firm e otras grandes poblazones, y aquella calzada tan derecha y por n ivel cóm o iba a M é x ic o , nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el lib ro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua, y todos de calicanto, y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños, y no es de m aravillar que y o escriba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello que no sé cóm o lo cuente: ve r cosas nunca oídas, ni aun soñadas, com o veíamos.1 *Díaz del Castillo, Bemal. Historia verdadera de ta conquista detaNueva España, 2 vols., Editorial Porrúa, México, 1955, T. I, p. 260.

A esta prim era ca tego ría de "v is io n e s asom bradas" del M é x ic o A n tig u o sigu ieron pronto otra gran va rie d a d de im ágenes. Unas se debieron a los prim eros m ision eros, otras a o fic ia le s de la Corona o v ia je ro s ilustres. D escendientes de la antigua nobleza indígena, m estizos y c r io llo s consignaron asim ism o sus propias ideas acerca de la antigua cultura. C am biando los puntos de vista, variaban tam bién las im ágenes y concepciones del M é x ic o A n tig u o . E xiste y a un lib ro escrito p o r L u is V i l l o r o , Los grandes momentos del indigenism o en M éxico, acerca de esos puntos de vista que h icie­ ron posibles las im ágenes aparecidas durante casi cuatro siglos y m e d io , a partir de la Conquista. A q u í m encionarem os sólo las más importantes.2 Tras la "v is ió n asom brada" de los conquistadores, surgieron las "im á gen es cristianizantes" de algunos m ision eros que, co m o Motolinía y M en d ieta, ve ía n en la r e lig ió n y otras instituciones in d í­ genas la obra del d em on io. M as a su lado tam bién e x is tió la "im a g e n a p o lo g é tic a " de L a s Casas, así c o m o la "v is ió n in te g ra l", auténtica etn ografía, de Fray B ern ardin o de Sahagún. Durante la segunda m itad del s ig lo XVI com ien zan a aparecer o tro tip o de im ágenes europeas del antiguo m undo indígena. El precursor de este tip o de obras había sido el célebre literato ita­ lian o P e d ro M á r tir de A n g le ría . P e ro las tres grandes síntesis, de carácter más bien in fo rm a tiv o , consecuencia de relacion es, cartas y docum entos que se iban reuniendo en España, se deben a los cronistas reales O v ie d o y H errera, así c o m o al célebre jesuíta José de Acosta. En M é x ic o m ism o, especialm ente a p rin cipios del XVII, varios indígenas o m estizos com o don Fernando A lv a r a d o T e z o z ó m o c , C him alpain e Ix tlilx ó c h itl, descendientes de la antigua nobleza indígena, escribieron en id io m a náhuatl o en castellano sus pro­ pias historias, basadas principalm ente en docum entos de proce­ dencia prehispánica. Im bu idos y a en la manera europea de escribir la historia, sus im ágenes del m undo antiguo pueden describirse, no obstante, com o los p rim eros intentos indígenas de defender ante el m undo español sus tradiciones e historia. Desde un punto de vista distinto, don Carlos de Sigüenza y G ón gora, in vestiga d o r y coleccion ista de docum entos indígenas, o fre c e asim ism o atisbos que, si son in com pletos, resultan sumamente va lio so s. E l s ig lo X V III, que con tem pló el descubrim iento de las dos es­ culturas aztecas más extraordinarias : la P ied ra del Sol y la C oatli- Véase V illoro, Luis, L o s grandes momentos del indigenismo en M é x i­ co. El Colegio de México, México, 1950.

cue, iba a o fre c e r descripciones con tradictorias de la antigua cul­ tura. P o r una parte, im ágenes detractoras c o m o la del prusiano Paw, según el cual los indígenas, entre otros d efectos, "s ó lo sabían contar hasta el núm ero tres". P o r otra, las prim eras "im ágen es mexicanistas”, ejem p lifica d a s en las obras de C la v ije r o , M árqu ez y V e y tia , que com ien zan a dar con cien cia a M é x ic o de su pasado prehispánico, y a difu n dir sim ultáneam ente su c o n o cim ien to en el V i e j o M u n do. E l cab allero L o r e n z o B otu rin i ensayó tam bién por ese tiem p o una prim era "im a g e n filo s ó fic a ", aplicando al estudio d el M é x ic o p reco lo m b in o las categorías de la Ciencia nueva de Juan Bautista Vico. M á s cercanas a nosotros, durante el s ig lo pasado, aparecen las prim eras visio n es o im ágenes "c ie n tífic a s " del M é x ic o A n tig u o . E l B arón de H u m b old t había presentado al m undo entero lo que podría llam arse una "im a g en rom ántica" de las costumbres e ins­ tituciones de los que lla m ó "pueblos semi-bárbaros”, cuya cultura guardaba, a su ju ic io , muy estrechas semejanzas con la de las c iv iliz a c io n e s del A sia . A lfr e d o C h avero y M anuel O ro zco y B erra en sus respectivas Historias antiguas de M é x ico dejaron dos gran­ des síntesis de muy desigual v a lo r. Im bu idos ambos en el Cien­ tificism o p rop io de su tiem po, m ientras O ro zc o , más serio y cui­ dadoso, lo g r ó una v is ió n am pliam ente in fo rm a tiva , C h avero no escapó paradójicam ente a su in clin ación a fantasear que se tras­ luce con frecuencia en lo que él hubiera deseado resultara una historia "p o s itiv a " del M é x ic o indígena. N u estro p ro p io s ig lo , fin alm en te, cauteloso y c rítico , se ha lim i­ tado en buena parte, más que a intentar nuevas im ágenes del M é x ic o A n tig u o , a estudiar sus fuentes: los cód ices prehispánicos, los textos indígenas transcritos con el alfabeto castellano y los cada v e z más numerosos h allazgos arqueológicos. F iló lo g o s y et­ n ó lo g o s c o m o Paso y T ro n c o s o , Eduard Seler, P a b lo G on zález Casanova y W a lte r Lehmann ; a rqu eólogos co m o M anu el Gamio, G e o rg e Vaillanty A lfo n s o Caso, han sido em inentes en sus respec­ tiv o s campos, c o m o lo prueban sus excelentes trabajos m on ográ­

ficos. L a existencia de una rica literatura prehispánica, estudiada con un c rite rio profundam ente humanista p o r el Dr. Ángel M“ Garibay K., ha v e n id o a r e v e la r nuevas y extraordinarias dim ensiones en el pensam iento y la cultura antiguos. P u blican do textos in­ dígenas de carácter p o ético , h istórico, r e lig io s o , estético, social, etc., ha abierto G aribay el cam ino para in vestigacion es incontables. Con fundam ento en su obra, " l e y ó " Justino Fernández el sim­ io

b o lism o in corp orad o a la piedra en la colosal Coatlicue, expresión plástica de la concepción m ístico-gu errera de los aztecas. Jacquer Soustelle se s ir v ió tam bién de los trabajos de G aribay en su re­ construcción de la v id a cotidian a de los aztecas, "im a g e n m oderna y amena del m undo in d ígen a ". Fin alm en te, Lau rette Séjoumé y quien esto escribe han estudiado desde puntos de vista distintos, pero en estrecha vin cu la ció n con los textos indígenas, las más anti­ guas ideas relig io sa s relacionadas con la fig u ra de Q uetzalcóatl y lo que pudiera describirse co m o pensam iento filo s ó fic o del M é x i­ co Antiguo. E l presente lib ro quiere ser un paso más en el aprovecham iento de la rica docum entación indígena. A l lado de una va rie d a d de im ágenes del antiguo M é x ic o , consignadas en las obras de conquis­ tadores y fra iles, humanistas y v ia je ro s , historiadores, filó lo g o s y arqu eólogos, se quiere dar un esb ozo de lo que pudiera llam arse v is ió n indígena de su propia cultura. E v o c a de algún m o d o el pre­ sente intento los trabajos de aquellos descendientes de la antigua nobleza n ativa que, com o Ix tlilx ó c h itl, Chim alpain y T e z o z ó m o c , escribieron desde el punto de vista indígena. S ó lo que m ientras ello s, experim entando to d a v ía en carne propia el trauma de la Conquista, se empeñaban en hacer una defensa de su pasado, aquí sólo se pretende, con m étodos distintos, re crea r para el hom bre contem poráneo y universal los va lo re s humanos de la antigua fo rm a de v id a aprovechando los testim onios dejados p o r los anti­ guos m exican os del altiplano central en sus crónicas y cantares en id io m a náhuatl o azteca.3 A le ja d o s de to d o cientificismo, no se busca la im agen "exa cta ", fie l r e fle jo de la rea lid a d que fue. T a l intento sería más bien ingenuidad. D eja n d o hablar el m a y o r núm ero de veces posible a los docum entos indígenas, a las pinturas de los antiguos có d i­ ces y a los h allazgos arq u eológicos, fuentes todas ellas netamente indígenas, podrá quizás contem plarse a lg o de la concepción náhuatl prehispánica de la propia cultura. M ás que obra del autor, cabe d ecir que la presente im agen del M é x ic o A n tig u o se debe a quienes nos legaron el tesoro docum en­ tal de las fuentes indígenas : los sabios p recolom b in os, los m aestros 8 El término náhuatl, aplicado a la lengua y cultura de los antiguos mexicanos comprende en forma genérica las varias etapas de su desarro­ llo, al menos desde los tiempos toltecas, hasta la etapa final de los aztecas y de otros señoríos como los de Tlaxcala, Huexotzinco, etc. Por este motivo, al referimos a instituciones culturales del M éxico Antiguo, como su arte, su historiografía, su sistema educativo, etc., se les aplicará con frecuencia el adjetivo de náhuatl, en singular, o de nahuas en plural.

de los centros edu cativos del gran m undo náhuatl, los historia­ dores indígenas y aquellos que, aprendiendo el alfabeto castellano, transcribieron en su propia lengua los poem as y tradiciones, así c o m o el ric o con ten ido de sus códices. L a reiterada presentación de esos testim onios indígenas, preservados en museos y b ib lio ­ tecas, responde al título dado a este trabajo : Los antiguos mexi­ canos, a través de sus crónicas y sus cantares. Sin descender a detalles n im ios, ni pretendiendo dar la historia com pleta de las diversas instituciones culturales del M é x ic o A n ­ tigu o, se han e le g id o para reconstruir esta im agen va rio s rasgos fundamentales : la conciencia in dígen a de su e v o lu c ió n cultural; el m o d o co m o con cib ieron la trad ición y la historia ; la actitud de los aztecas, creadores de un m isticism o guerrero y la de los seguidores de las antiguas doctrinas de o rig en tolteca. E xam in an do en las fuentes indígenas, lo más e le v a d o de la cul­ tura del M é x ic o A n tig u o , las m anifestaciones de su sentido espiri­ tualista, podrá ensayarse la presentación de lo que pudiera llam ar­ se su lega d o cultural : los d iversos va lo re s que aún hoy día pueden encontrar resonancia en el pensam iento de tod o ser humano in­ teresado por los problem as del H om bre. Im a gen o v is ió n de una gran cultura, se reflejarán en e lla no tanto los hechos escuetos, cuanto la interpretación que les dieron los sabios e h istoriadores nahuas que participaron en ellos. P o r ­ que, con m atices distintos, pero igualm ente humanos, los sabios de Anáhuac, co m o los de G recia, supieron tam bién contem plar al m undo y al hom bre, creador de cultura, lig a n d o p o r el sim b olism o de las flo re s y los cantos " lo que existe sobre la tierra" con el m undo m isterioso de los dioses y los muertos. D e lo que fue su visió n m a ra villo sa , casi m ágica, el presente lib ro será tan sólo un trasunto: afanoso intento de repetir "las palabras verd ad eras" que dejaron dichas los sabios antiguos.

CAPITULO

I

Los milenios del México Antiguo ESCENARIO de incontables form as de acción y v id a hum ana ha sido la altip lan icie central de M é x ic o , tierra de volca n es y lagos, de fé rtile s v a lle s y llanuras desérticas. L o s especialistas afirm an que, juntos, los tiem pos prehistóricos y la historia antigua del Mé­ x ic o central abarcan p or lo m enos d ie z m il años. Com parado este la rg o periodo con los trescientos años de v id a c o lo n ia l y el s ig lo y m e d io de m oderna nación independiente, se v e rá que resulta apropiado llam ar a los m ilen io s prehispánicos "subsuelo y raíz del M é x ic o a ctu a l". Quienes v iv ie r o n en tiem pos antiguos, no y a sólo los aztecas, sino tam bién sus vec in o s texcocanos, tlaxcaltecas y otros v a rio s más, así co m o sus predecesores los toltecas, esos artífices extra­ o rdin arios, conservaron p o r m e d io de la tra d ición oral y de sus antiguos cód ices el recuerdo de su pasado. D ejaron en sus relacio­ nes, m itos, leyendas y poem as — preservados en museos y b ib lio ­ tecas— la historia, a veces casi m ágica, de sus orígen es, sus p ere­ grinaciones y su e v o lu c ió n cultural. L a im agen del M é x ic o A n tig u o que ofrecen los docum entos in­ dígenas no siem pre c o in cid irá con la "v e rs ió n oficial” de la ar­ qu eología. En muchos casos será más bien una especie de narra­ ción m a ra villosa , fusión de m itos y realidades. Para el pensam iento indígena, el m undo había ex is tid o , no i una' sino varias veces consecutivas. L a que se lla m ó "prim era fundam entación de la tierra", había ten ido lu gar hacía muchos m ilen ios. Tantos, que en conjunto habían ex is tid o y a cuatro soles y cuatro tierras, anteriores a la época presente. En esas edades, llam adas " S o le s " por los antiguos m exican os, había ten id o lugar una cierta e v o lu c ió n "en espiral", en la que aparecieron form as cada v e z m ejores de seres humanos, de plantas y de alim entos. Las cuatro fuerzas p rim ord iales — agua, tierra, fu eg o y v ie n to (cu riosa coin cid en cia con el pensam iento clásico de O cciden te

y del Asia) — h abían presidido esas edades o Soles, hasta lle­ g a r a la quinta época, designada como la del "Sol de movi­ miento". Los primeros hom bres h abían sido hechos de ceniza. £1 agua terminó con ellos, convirtiéndolos en peces. L a segunda clase de hombres la constituyeron los gigantes, fistos, no obstante su gran corpulencia, eran en realidad seres débiles. El texto indígena dice que cuando se caían p o r algún accidente, "se caían p a ra siempre". Los hombres que existieron durante el tercer Sol o E d a d del Fuego, tuvieron asimismo un trágico fin : quedaron convertidos en guajolotes. Finalmente, respecto de los hombres que m ora­ ron en el cuarto Sol, refiere^el mito que no obstante el cataclismo que puso fin a esa edad, los seres humanos no se convirtieron ya ni en peces ni en guajolotes, sino que se fueron a vivir p o r los montes transform ados en lo que el texto llam a tlaCOOZOmatin,

“ hombres-monos” . L a quinta edad en que ahora vivimos, la época del "sol de mo­ vimiento", tuvo su origen en Teotihuacán y en ella surgió también la grandeza tolteca con Nuestro Príncipe Quetzalcóatl. D ebe aña­ dirse que, si bien el texto indígena que a continuación se ofinCC no menciona expresamente la evolución que llevó a la aparición de alimentos cada vez mejores, esta ausencia se suple en parte con el antiguo testimonio de la Historia de los mexicanos por sus pinturas, que asigna sucesivamente p ara cada una de las edades las siguientes form as de mantenimiento: prim ero bellotas de en­ cina, en seguida "m aíz de a g u a ", luego CtTlCOCOpi, o sea “ algOm uy semejante al m aíz", y finalmente p a ra la cuarta edad — Última de las que han existido, según esa relación— el maíz genuino, nuestro sustento, descubierto p o r Quetzalcóatl. Tales son los rasgos que parecen caracterizar el mito indígena de los soles. C a d a edad o sol termina siempre con un cataclismo. Pero en vez de volver a repetirse una historia, fatalmente idéntica a la anterior, el nuevo ciclo ascendente en espiral, va originando form as mejores. E l texto que aquí se transcribe proviene de una antigua recopilación de Cuauhtitlán: Se refería, se decía que así hubo ya antes cuatro vidas, y que ésta era la quinta edad. Como lo sabían los viejos, en el año 1-Conejo

se cimentó la tierra y el cielo. Y así lo sabían, que cuando se cimentó la tierra y el cielo, habían existido ya cuatro clases de hombres, cuatro clases de vidas. Sabían igualmente que cada una de ellas había existido en un Sol [una edad]. Y decían que a los primeros hombres su dios los hizo, los fo rjó de ceniza. Esto lo atribuían a Quetzalcóatl, cuyo signo es 7-Viento, él los hizo, él los inventó. El prim er Sol [e d a d ] que fue cimentado, su signo fue 4-Agua, se llam ó Sol de Agua. En él sucedió que todo se lo lle v ó el agua. Las gentes se convirtieron en peces. Se cimentó luego el segundo Sol [edad]. Su signo era 4-Tigre. Se llamaba Sol de T igre. En él sucedió que se oprimió el cielo, el Sol no seguía su caminó. A l llegar el Sol al mediodía, luego se hacía de noche y cuando ya se oscurecía, los tigres se comían a las gentes. Y en este Sol vivía n los gigantes. Decían los viejo s que los gigantes así se saludaban: "no se caiga usted", porque quien se caía, se caía para siempre. Se cimentó luego el tercer Sol, Su signo era 4-Lluvia. Se decía Sol de Lluvia [de fuego]. Sucedió que durante él llo v ió fuego, los que en él vivían se quemaron. Y durante él llo v ió también arena. Y decían que en él llovieron las piedrezuelas que vemos,

Fig. 1. Los cinco soles (Piedra del sol)

que h irvió la piedra tezontle y que entonces se enrojecieron los peñascos. Su signo era 4-Viento, Se cimentó luego el cuarto Sol. se decía Sol de Viento. Durante él todo fue llevado por el viento. Todos se vo lv ie ro n monos. P o r los montes se esparcieron, se fueron a v iv ir los hombres-monos. E l Quinto Sol: 4-Movimiento su signo. Se llama Sol de M ovim ien to, porque se mueve, sigue su camino. Y com o andan diciendo los viejos, en él habrá m ovim ientos de tierra, habrá hambre y así pereceremos. En el año 13-Caña, se dice que vin o a existir nació el Sol que ahora existe.

Entonces fue cuando iluminó, cuando amaneció, el Sol de m ovim iento que ahora existe. 4-Movimiento es su signo. Es éste el quinto Sol que se cimentó, en él habrá movimientos de tierra, en é l habrá hambres.1 Este Sol, su nombre 4-Movimiento, éste es nuestro Sol, en el que vivitnos ahora, y aquí está su señal, cóm o cayó en el fuego el Sol, en el fogón divino, allá en Teotihuacán. Igualmente fue este Sol de nuestro príncipe, en Tula, o sea de Quetzalcóatl.2 Creado el quinto Sol en el fo g ó n d iv in o de Teotihuacán, los antiguos dioses se preocuparon por plantar una nueva especie humana sobre la tierra. L a creación de los nuevos hombres iba a llevarse a cabo, aprovechando los despojos m ortales de los seres humanos de épocas anteriores.

LA

RESTAURACIÓN

DE

LOS

SERES

HUMANOS

FUE Q uetzalcóatl, sím bolo de la sabiduría del M é x ic o A n tig u o , quien acep tó e l e n c a rg o de restaurar a los seres hum anos, así com o proporcionarles después su alim ento. Q uetzalcóatl aparece en las antiguas leyendas realizando un v ia je al M ic tla tl, “la región de los m uertos", en busca de los "huesos p reciosos" que servirán para la form a ción de los hombres : M ic tla n te c u h tlh e ñ o r de la reg ió n de los muertos, pone una serie de dificultades a Q u etzalcóatl para im p ed ir que se lle v e los huesos de las generaciones pasadas. P ero Q uetzalcóatl, ayudado por su doble o nahual,así com o por los gusanos y las abejas silves­ tres, logra apoderarse de los huesos para lleva rlo s luego a Tam oanchati. Allí, c o n la ayuda d e Quilaztlipaolió los huesos y lo s pusó 1Anales de Cuauhtitlán, fol. 2. a Ms. de 1558, fol. 77.

después en un barreño precioso. Sangrándose su m iem bro sobre ellos, les infundió lu ego la vida. L os hombres aparecen así en el m ito com o resultado de la penitencia de Quetzalcóatl. Con su sacrificio, Q uetzalcóatl "m e re c ió " su existencia. Precisam ente por esto se llam aron los hombres m acehuales, que quiere decir "los m erecidos por la pen iten cia” : Y en seguida se convocaron los dioses. D ijeron : — “ ¿Quién vivirá en la tierra? Porque ha sido va cimentado el cielo, y ha sido cimentada la tierra ¿quién habitará en la tierra, oh dioses?" Estaban afligidos Citlalinicue, Citlaltúnac, Apanlecuhtli, Tcpanquizqui, Quetzalcóatl y Tezcatlipocci. Y luego fue Quetzalcóatl al Mictlan, se acercó a Mictlantecuhtli y a Mictlancíhuatl y en seguida les d ijo : — “ Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas, vengo a tomarlos." Y le dijo Mictlantecuhtli: — “ ¿Qué harás con ellos, Quetzalcóatl?” Y una vez más dijo [Q u etzalcóatl]: — "Los dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra.'' Y respondió M ictlantecuhtli: — "E stá bien, haz sonar mi caracol y da vueltas cuatro veces alrededor de mi círculo precioso." Pero su caracol no tiene agu jeros; llama entonces [Q uetzalcóatl] a los gusanos; éstos le hicieron los agujeros y luego entran allí los abejones y las abejas y lo hacen sonar. A l oírlo Mictlantecuhtli, dice de nuevo: — “ Está bien, toma los huesos." Pero dice Mictlantecuhtli a sus servidores: — "¡G en te del M ictlan ! Dioses, decid a Quetzalcóatl que los tiene que dejar." Quetzalcóatl repuso:

—"Pues no, de una vez me apodero de ellos." Y dijo a su nahual:

—“Ve a decirles que vendré a dejarlos." Y éste dijo a voces: —"Vendré a dejarlos." Pero luego subió, co gió los huesos preciosos. Estaban juntos de un lado los huesos de hombre y juntos de otro lado los de mujer y los tomó e hizo con ellos un ato Quetzalcóatl. Y una vez más Mictlantecuhtli dijo a sus servidores — "Dioses, ¿de veras se lleva Quetzalcóatl los huesos preciosos? Dioses, id a hacer un hoyo." Luego fueron a hacerlo y Quetzalcóatl se cayó en el hoyo, se tropezó y lo espantaron las codornices. Cayó muerto y se esparcieron allí los huesos preciosos, que mordieron y royeron las codornices. Resucita después Quetzalcóatl, se aflige y dice a su nahual: — "¿Qué haré, nahual m ío?" Y éste le respondió: — "Puesto que la cosa salió mal, que resulte com o sea." Los recoge, los junta, hace un lío con ellos, que luego llevó a Tamoanchan. Y tan pronto llegó, la que se llama Quilaztli, que es Cihuacóatl, los molió y los puso después en un barreño precioso. Quetzalcóatl sobre él se sangró su miembro. Y en seguida hicieron penitencia los dioses que se han nombrado: Apantecuhtli, Huictlolinqui, Tepanquizqui,

Tlallamánac, Tzontémoc y el sexto de ellos Quetzalcóatl. Y dijeron:

— "Han nacido, oh dioses, los macehuales [los merecidos por la penitencia]. Porque por nosotros hicieron penitencia [los dioses]."3 Restaurados los macehuales, p ara poder vivir necesitaban ali­ mentarse. Quetzalcóatl echó sobre sí una vez más la empresa de redescubrir p ara ellos el maíz, "nuestro sustento". Quetzalcóatl conocía a la horm iga negra que sabía dónde se ha­ llaba escondido el que va a ser "nuestro sustento". Haciéndose encontradizo con ella, Quetzalcóatl la acosa a preguntas, hasta que la horm iga se rinde y lo guía hasta el TonaCUtépetí, que sig­ nifica "monte de nuestro sustento", o sea del maíz. Llegados allí, Quetzalcóatl obtuvo el maíz p a ra dioses y hombres, ya que las mismas divinidades, al conocer el hallazgo de Quetzalcóatl, probaron también el maíz desgranado. Después, Quetzalcóatl puso maíz en los labios de los primeros hombres, OxOWOCO y CipOCtónal, antigua p a re ja de seres humanos, cultivadores del maíz, p ara que comiéndolo — como dice el texto— "se hicieran fuertes". De esos primeros hombres, especie de A d á n y E v a del mundo náhuatl, descienden, según el pensamiento indígena, todos los seres humanos. Sólo que mientras estos antiguos mitos situaban la creación del hom bre en lugares cercanos como Teotihuacán, los documentos de carácter histórico acerca de sus más remotos orí­ genes culturales, h ablan de grandes peregrinaciones, desde tierras lejanas, acerca de las que muchas veces nadie puede acordarse. Parece existir así, entre los textos que se han citado y los que a continuación se presentan, una diferencia fundamental. Los pri­ meros se sitúan p o r sí mismos en el campo del m ito ; los segundos parecen constituir los primeros vestigios en la historia de la alti­ planicie central de México. 3 Ais. de 1958, fol. 75-76

Fig. 2. Quetzalcóatl (Códice Borbónico) LOS

MAS

REMOTOS

ORÍGENES

HABLAN los informantes indígenas de Sahagún de una remota llegada p o r la orilla del m ar, "p o r donde ahora se dice Panutía ", o sea, p o r las costas del G olfo de México, a la altura de la moderna ciudad de Tampico. Quienes p o r allí vinieron a estas tierras, lle­ garon a establecerse en un lu g a r llam ado Tamoanchan, que según los mismos informantes quiere decir, "nosotros buscamos nuestra casa". L a arqueología no ha podido identificar el sitio donde exis­ tió Tam oanchan. P a ra E d u a r d Seler, se trataba tan sólo de un lu g a r mítico, origen de dioses y hombres. Otros lo han situado en la Huasteca Potosina y algunos, como el célebre Obispo Plan­ earte, en el Estado de M orelos. E l hecho es que, según esta vieja tradición, Tam oanchan fue el sitio donde floreció p o r prim era vez la cultura, heredada después p o r los varios pueblos de idioma n áh u atl: He aquí el relato que solían decir los viejos: "E n un cierto tiempo que ya nadie puede contar,

del que ya nadie ahora puede acordarse... quienes aquí vinieron a sembrar a los abuelos, a las abuelas, éstos, se dice, llegaron, vinieron, siguieron el camino, vinieron a terminarlo, para gobernar aquí en esta tierra, que con un solo nombre era mencionada, como si se hubiera hecho esto un mundo pequeño. P o r el agua 6D sus barcas vinieron, en muchos grupos, y allí arribaron a la orilla del agua, a la costa del norte, y allí donde fueron quedando sus barcas, se llama Panuda, quiere decir, por donde se pasa encima del agua, ahora se dice Panutla [PállUCO]. En seguida siguieron la orilla del agua, iban buscando los montes, algunos los montes blancos y los montes que humean, llegaron a Quaiúltemalla [G uatem ala], siguiendo la orilla del agua. Además no iban por su propio gusto, Sino que sus sacerdotes los guiaban, y les iba mostrando el camino su dios. Después vinieron, allá llegaron, al lugar que se llama Tamoanchatl, que quiere decir "nosotros buscamos nuestra casa”.4 Y en el lugar llamado Tamoanchan largo tiempo hubo señorío: después pasó el señorío al lugar llamado Xomiltepec y allí en Xomiltepec se convocaron los señores, IOS ancianos, los sacerdotes.

4 Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia, foL 191 r. y v.

Dijeron: — “El Dueño del cerca y del junto nos ha llamado, ha llamado a cada uno de los que lo tienen por dios." Dijeron: — ‘‘Porque no vivirem os aquí, no permaneceremos aquí, vamos a buscar una tierra. A llá vamos a conocer al que es Noche y Viento, al Dueño del cerca y del junto." * D e Tam oanchan, que puede considerarse de algún m od o o rigen m ítico de la cultura en el M é x ic o central, dicen los textos que pa­ saron los antiguos pobladores al "lu ga r donde se hacen los dioses", a Teotihuacán. A l l í iba a surgir el más grande centro ritual, raíz e Inspiración, según parece, de muchas de las instituciones cultu­ rales del mundo indígena posterior.

EL

ESPLENDOR

CLASICO

( S I G L O S I V -1X D.

C .)

DURANTE los prim eros siglos de la Era Cristiana sitúan los arqueó­ lo go s la aparición de las más antiguas ciudades m ayas, com o Uaxactún, Tikal, Piedras N e g ra s , Y a x c h ila n y Palenque; los mo­ numentos clásicos de M o n te Albán en Oaxaca, y en el centro de México, la ciudad de los dioses, Teotihuacán, con sus dos colosales pirám ides y sus incontables palacios y adoratorios. L o s textos indígenas del mundo náhuatl del siglo XVI(a zteca s, tcxcocanos, tlaxcaltecas, e tc .) dan su propia versión acerca de la fundación de Teotihuacán. R ela cion a n d o a la ciudad de los dioses con el m ito de las edades o soles, afirmaban que en ella había tenido lugar en tiem pos rem otos la creación del quinto Sol, y de la Luna, que alumbran a la humanidad en la edad p resen te: Cuando aún era de noche, cuando aún no había día, cuando aún no había luz, se reunieron, se convocaron los dioses allá en Teotihuacán.

• Ibid., foL 191 v.

Dijeron, h a b la ro n entre SÍ:

—"¡Venid acá, oh dioses! ¿Quién tomará sobre sí, quién se hará cargo de que haya días, de que haya luz?"* Dos fueron los dioses que se ofrecieron. E l prim ero fue el aiTXV gante Tecuciztécatl, "señor de los caracoles” ; el segundo fue el aodesto Nanahuatzin, cuyo nom bre significa "el purulento o bubosillo". Am bos se prepararon, haciendo penitencia, p a ra acometer la empresa de a rro ja rse a una hoguera y salir de ella transfor­ mados en el Sol. Tecuciztécatl comenzó a hacer sus ofrendas p a ra propiciar un buen resultado: él quería convertirse en Sol. L as ofrendas rituales consistían en ram as de abeto y en bolas de b a rb a de pino, en las que debían colocarse las púas de ma­ guey con que se punzaba el penitente. Pero el ostentoso Tecuciz­ técatl ofreció plumas de quetzal en vez de ram as de abeto y bolas de oro con espinas hechas de piedras preciosas. Y todavía más, en lu g a r de punzarse y ofrecer su propia sangre, se contentó con pre­ sentar sus espinas hechas de coral. Nanahuatzin, en cambio, se sangró con abundancia y ofreció auténticas ram as de abeto y agudas espinas de maguey. Llegado el momento del sacrificio, dispuestos los dos dioses a lanzarse al fuego, Tecuciztécatl fue el prim ero en hacer un intento. Pero el dios arrogante probó cuatro veces y las cuatro tuvo te­ mor. P o r no m o rir quemado Tecuciztécatl perdió la oportunidad de convertirse en Sol. Tocó entonces su tumo al hum ilde Nana­ huatzin. Todos los dioses reunidos en Teotihuacán contemplaban la escena. Nanahuatzin cerrando los ojos se a rro jó al fuego hasta consumirse en él, siendo su destino transform arse en el Sol de esta quinta edad. Desesperado Tecuciztécatl, se a rro jó entonces también a la hoguera, pero habiéndolo hecho en form a tardía, su destino iba a ser convertirse únicamente en la Lu n a. Consum ado el sacrificio, los diversos dioses allí reunidos se pusieron a esperar la salida del Sol. Quetzalcóatl y otros varios más, lo descubrieron al fin p o r el Oriente. Aparecía esplendente, echando rayos de sí. Poco después apareció también la L u n a de­ trás del Sol, asimismo por el Oriente. P a r a evitar que Sol y L u n a -Ibid., fol. 180.

estuvieran siempre juntos, uno de los dioses tomó un conejo y lo lanzó contra la L u n a , p a ra que ésta sólo a lu m b ra ra du­ rante la noche. Pero todavía quedaba un último problem a p o r resolver a los dioses reunidos en Teotihuacán. N i el Sol ni la L u n a se movían. Los dioses entonces hablaron así:

—"¿Cómo habremos de vivir? ¡ N o se mueve el Sol 1 ¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente? I Que por nuestro medio se robustezca el Sol, sacrifiquémonos, muramos todos!” 7 Librem ente aceptaron la muerte los dioses, sacrificándose p ara que el Sol se moviera y fuera posible así la vida de los hombres. Moviéndose al fin el Sol, comenzaron una vez más los días y las noches. Los hombres habían merecido su vida gracias al autOsacrificio de los dioses. P o r esto, los seres humanos h abrían de llam arse en adelante macehuales, que quiere decir "merecidos". Este antiguo mito que ligó así los orígenes cósmicos de nuestra edad con Teotihuacán, la ciudad de los dioses, h a b ría de ejercer en tiempos posteriores considerable influjo en el campo de la reli­ gión. Los seres humanos que p o r el sacrificio habían recibido la vida, habrían de experimentar la necesidad de corresponder con su propia sangre p a ra mantener la vida del Sol. Interrogados otra vez los mismos informantes indígenas del siglo XVI que refirieron el mito de la creación del Sol en Teoti­ huacán, dieron asimismo su versión acerca de las pirámides y de la prim era form a de cultura que surgió en Teotihuacán. Escu­ chemos la traducción literal del texto náhuatl: En seguida se pusieron en movimiento, todos se pusieron en movimiento: los niñitos, los viejos, las mujercitas, las ancianas. M uy lentamente, muy despacio se fueron, allí vinieron a reunirse en Teotihuacán. Allí se dieron las órdenes, allí se estableció el señorío. Los que se hicieron señores fueron los sabios, T Loe. cit.

los conocedores de las cosas ocultas, los poseedores de la tradición. L u ego se establecieron allí los principados... Y toda la gente h izo [ a l l í ] adoratorios [p irá m id es], al Sol y a la Luna, después hicieron muchos adoratorios menores. A l l í hacían su culto y allí se establecían los sumos sacerdotes de toda la gente. A s í se decía Teotihuacán, porque cuando morían los señores, allí los enterraban. L u ego encima de ellos construían pirámides, que aún ahora están. Una pirám ide es com o un pequeño cerro, sólo que hecho a mano. P o r allí hay agujeros, de donde sacaron las piedras, con que hicieron las pirámides, y así las hicieron muy grandes, ia del Sol y la de la Luna. Son com o cerros y no es increíble que se diga que fueron hechas a mano, porque todavía entonces en muchos lugares había gigantes... Y lo llamaron Teotihuacán, porque era el lugar donde se enterraban los señores. Pues según decían: "Cuando m orim os, no en verdad m orim os, porque viv im o s , resucitamos, seguimos vivien d o, despertamos. Esto nos hace felices." A s í se dirigían al muerto, cuando moría. Si era hombre, le hablaban, lo invocaban com o ser divino, con el nombre de faisán, si era mujer con el nombre de lechuza, les decían:

"Despierta, ya el cielo se enrojece, ya se presentó la aurora, ya cantan los faisanes c o lo r de llama, las golondrinas co lo r de fuego, ya vuelan las mariposas." P o r esto decían los viejos, quien ha muerto, se ha vuelto un dios. Decían: "se hizo allí dios, quiere decir que murió”.8 En Teotihuacán, com o lo muestran los incontables descubri­ m ientos que han tenido lugar desde los célebres trabajos d irig id o s por M anuel Gamio, hasta los más recientes de Lau rette Séjourne, parecen hallarse las raíces y los m old es culturales básicos que después habrán de difundirse p or toda la zona central de M é x ic o . A s í p or eje m p lo en la arquitectura, sus pirám ides con su orienta­ ción específica, sus plazas y palacios, son com o el paradigm a im ­ p líc ito de u lteriores creaciones. O tro tanto puede decirse de sus pinturas m urales, su escultura, su cerám ica m a ra villo sa y sus tra­ bajos en obsidiana. Parece ser que también por este tiem po com enzaron a generalizarse en la altip lan icie central el antiguo calen dario indígena, así com o las pinturas de los códices. P o r lo m enos así lo afirm an los in fo r­ mantes indígenas, quienes refieren que dichos con ocim ien tos ha­ bían sido introducidos por los sabios antiguos. Cuando, p or seguir un m ensaje de su dios, esos sabios se regresaron al Oriente, cuatro v ie jo s que habían quedado en el m ític o Tam oanchan tu vieron que re-inventar "la cuenta de los destinos, los anales, la cuenta de los años y el lib ro de los sueños". En el capítulo siguiente, hurgando en la connotación propia de lo que pudiera llam arse el concepto indígena de la historia, habrá de precisarse en qué consistían esos libros calendáricOS y de los años. En Teotihuacán fue donde tuvo lugar el m á x im o esplendor inte­ lectual y m aterial de las culturas antiguas del M é x ic o central. L a sola contem plación de algunas de sus pinturas m urales — como las recientem ente descubiertas por Laurette Séjourné en el p alacio de Zacuala— ,® así com o, entre otras cosas, el tem plo de la ser­ piente em plum ada (la llam ada " c iu d a d e la "), perm ite afirm ar que 8 Op. cit., fol. 195 r. » Véase Séjourné, Laurette, Un pa la cio en ta ciudad de los dioses. Ins­ tituto Nacional de Antropología e Historia, M éxico, 1959.

en la antigua ciudad de los dioses se au n ab a el culto religioso con el arte más refinado. Allí se ven eraba desde tiempos antiguos al que se convertiría en símbolo de la sabidu ría náhuatl y m aya I Quetzalcóatl-Kukulcán. E l dios b a rb a d o , las cabezas de serpiente em plum ada, la tinta negra y r o ja de las pinturas, todo evoca el recuerdo del antiguo dios bienhechor, origen del esplritualismo del M éxico Antiguo. U n viejo texto náhuatl, que h a b la del culto que se d a b a al dios Quetzalcóatl desde tiempos antiguos, d a rá u n a idea, al menos aproxim ada, del m odo como probablem ente se ven eraba a Quetzal­ cóatl en la ciudad de los dioses. Quienes le d aban Culto: E ra n cuidadosos de las cosas de dios, sólo un dios tenían, lo tenían por único dios, lo invocaban, le hacían súplicas, su nombre era Quetzalcóatl. E l guardián de su dios, su sacerdote, su nom bre era también Quetzalcóatl. Y eran tan respetuosos de las cosas de dios, que todo lo que les decía el sacerdote Quetzalcóatl lo cumplían, no lo deformaban. £1 les decía, les inculcaba: —"Ese dios único, Quetzalcóatl es su nombre. N a d a exige, sino serpientes, sino mariposas, que vosotros debéis ofrecerle, que vosotros debéis sacrificarle.” 1* E n aparente contradicción con la afirm ación del texto que h ab la de un "dios único", se sabe que en Teotihuacán hay también repre­ sentaciones de otros dioses. A sí, p o r ejemplo, son incontables los símbolos de TWoc, dios de la lluvia. De Chalchiuhtlicué, compa­ ñera de Tláloc, una colosal escultura monolítica, encontrada ju n ­ to a la P irám id e de la L u n a , se conserva en el M useo N ac io n a l de A n tropología de M éxico. Igualm ente han sido descubiertas figuras T e x t o * de los informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia de taHistoria, fol. 176 r.

del antiguo dios de los habitantes arcaicos, H u e h u e té o tl, el dios v ie jo , señor del fuego. U na p osib le respuesta a la con tra d icción existente entre la afir­ m ación del te x to y lo que muestra la a rqu eología, podrá hallarse en el c rite rio de algunos sabios o tlamatinime nahuas, cu yo pen­ sam iento se conserva en textos indígenas de los sig lo s XV y XVI. D e acuerdo con su interpretación, las diversas divinidades no son en el fo n d o sino sím bolos de las varias fuerzas naturales, el agua, el v ie n to , el fu e g o y la tierra, que hacen m an ifiesta la acción de un so lo p rin cip io supremo, que al ser in v o c a d o , record an d o su sabi­ duría, se le nom bra Quetzalcóatl, Y oh u á llÍ,E h éca tl, " e l que es co m o la noche y el v ie n t o " . A s í, con fron tan do los h a lla zgos a rq u eo ló gico s, entre otros las pinturas de Teotihuacán, que pudieran describirse c o m o antiguos cód ices incorporados a los m uros, con los textos posteriores del m undo náhuatl en los que se refleja n ideas semejantes, es p osib le lle g a r a vislu m b rar algunos aspectos de la r e lig ió n y el pensam ien­ to en la ciudad de los dioses. P orq u e, p o r apartada que se consi­ dere en el tiem p o, Teotihuacán, que d e jó en m illa res de fig u rilla s de barro la expresión profunda del rostro de muchos de sus sa­ bios, de sus sacerdotes e h ijos, sigue siendo — COHIO lo muestra cada v e z más la arqueología — lo que era y a para los pueblos na­ huas de tiem pos posteriores: la raíz más antigua de su pensam iento r e lig io s o , de su arte, y en una palabra, de las principales institu­ ciones de la u lterio r cultura de Anáhuac. P e ro , a pesar de la extraordin aria o rg a n iza ció n social y p o lítica que supone el esplendor teotihuacano, a m ediados del s ig lo IX d. c, sob revin o su m isteriosa, y hasta ahora no explicada, ruina. Esta no fue un hecho aislado y excepcion al. En el m undo m aya ocu rrió p or ese tiem po a lg o semejante. L a ruina y el abandono de los grandes centros rituales de Uaxactún, Tikal, Yaxchilan, B onam pak y Palenque tu vo lu gar en una época m uy cercana al colapso de Teotihuacán. Y hay que con fesar que hasta la fecha no se ha pod idS ex p lica r de m o d o con vin cen te la causa de esto que pudiera llam arse m uerte del esplendor clá sico del M é x ic o A n tig u o .

TULA

Y LAS R R IM E R A S C IU D A D E S N A H V A S DEL D E MÉXICO ( S IG L O S I X - X I I D . C .)

VALLE

COINCIDIENDO con la ruina de Teotihuacán, o tal v e z con sus ú lti­ m os tiem pos, fue surgiendo p o co a poco un segundo brote cultural de considerable im portancia en Tu la, situada a unos 70 k ilóm etros al norte de la actual ciudad de M é x ic o . C om o se lee en el m ism o te x to náhuatl de los inform antes de Sahagún citad o arriba, algu­ nos de los m oradores de Teotihuacán, al sobrevenir la ruina del gran centro ritual, com en zaron a d isp ersa rse:

Prim ero vinieron allí, donde se dice Tollantzinco [Tulancigo, H idalgo]. En seguida pasaron a Xicocotitlan, donde se dice Totlan [T u la ].11 D esde el punto de vista a rq u eo ló g ico , los h allazgos que han te­ n id o lugar en el antiguo centro r e lig io s o de H u apalcalco, in m ediato a T u la n cin go, muestran v e s tig io s de la presencia allí de los teotihuacanos. Posib lem en te algunos de ello s, cuando y a era inm inente la ruina de su ciudad, d ecid iero n em igrar. Su estancia en Tu lan ­ c in g o fue más bien b reve, y a que, co m o dice el texto, "d e allí, en seguida pasaron a X ic o c o titla n , donde se dice T o lla n ". En este lugar, y aun tal v e z en el m ism o T u la n cin go, nuevos grupos nóm a­ das, ven id o s del N o r te , muchos de ello s de filia c ió n y lengua náhuatl, em pezaron a re c ib ir el in flu jo de la antigua cultura clá­ sica. P o c o a p oco surgió así el nu evo centro cerem on ial de Tu la, con ­ servando instituciones e ideas religiosa s, co m o el culto a Q uetzal­ cóatl, derivadas de Teotihuacán. S ó lo que en T u la se dejaron sentir tam bién otras influencias. E l espíritu gu errero de los n ó­ madas del N o r te em p ezó a m a n ifesta rse: basta con record ar esas colosales figu ras de piedra representando guerreros, algunas de las cuales aún se conservan h oy día en Tula. Cronistas y textos indígenas designan a los m oradores de esta ciudad con el nom bre de toltecas. En su gran m a yo ría habían lle g a d o de las llanuras del N o rte, guiados por su je fe M ix c ó a tl: L o s toltecas llevaron la ventaja en todo tiempo, 11 Op. cit., fol. 195 r.

hasta que vinieron a acercarse a la tierra chichimeca. Y a no se puede recordar cuánto tiem po anduvieron. Vinieron del interior de las llanuras, entre las rocas. A llí vieron siete cavernas, e hicieron esas cuevas sus templos, su lugar de súplicas. Y estos toltecas iban siempre muy por delante.12 Quienes habían v e n id o del N o r te fueron recib ien d o el in flu jo de la antigua cultura. E stablecidos prim ero, según parece, en Culhuacán, al sur de los lagos, posteriorm ente algunos grupos se lija ro n en T u la-X icocotitlan . Una de las funciones prim ordiales «Ir Tula iba a ser la de actuar com o centro c iv iliz a d o r de los varios grupos de cazadores de filia c ió n náhuatl. /Vntc'S de las exp loracion es arqu eológicas de Tula, iniciadas en plan sistem ático en 1941, se pensaba que en realidad la gran m e­ trópoli de los toltecas había sido Teotihuacán. Descubierta ya la m a y o r parte de Tula, se m o d ific ó el panorama. Considerando a Tula c o m o la capital tolteca, se atribuyó a e lla el p r iv ile g io de IiíiImt sido el gran centro creador de tod o el conjunto de artes y ni.c. eleva d os ideales que los nahuas posteriores afirmaban haber ■•■i iludo de los toltecas. A c e p ta d o esto, Teotihuacán, desde un punto de vista h istórico, quedó en la oscuridad. Con toda su gran­ de/;! la ciudad de los dioses, p rivad a de historia y de resonancia ulterior, quedaba co n vertid a en una especie de "ciu dad fantasma" i» ni a n d eza haya tenido sus raíces en la más bien pequeña ciudad ■ I. Tuln X ic o c o titla n . 1,08 t()ltocas, según el testim on io de los textos, eran grandes ¡u t i li c e s , constructores de palacios, pintores y escultores "que I..... t.ni \ii corazón endiosado en sus obras" (tla y olteh u ia n i% \ li ireros e x t r a o r d i n a r i o s que "enseñaban a m entir al b arro", hacien­ do todii i -lase de fig u rilla s , rostros y muñecas. Pero, especialm ente fol. 178 r.

se atribuye a e llo s el cu lto del d ios Q u etzalcóatl, d iv in id a d única, amante de la paz, que condenaba los sa crificios humanos y atraía a sus seguidores a una v id a de p e rfecció n m oral. D e c ir toltecd en el m undo náhuatl p osterior (a zteca s, texcocanos, tlaxcalte­ c a s ...), im plicaba en resumen la atribución de toda clase de per­ feccion es intelectuales y m ateriales. A h o ra bien, aun cuando no p o c o de lo dicho pueda aplicarse a quienes ed ific a ro n la ciudad de Tula-XÍCOCOtÍtlan, un elem en tal c o n o c im ie n to de la a rq u eo lo gía teotihuacana perm ite afirm ar que casi tod o lo bueno y grande que hubo en Tu la, e x is tió antes en m a y o r prop orción y con m a y o r refin a m ien to en la ciudad de los dioses. N o s ig n ifica esto que se pretenda id e n tific a r aquí a T e o t i­ huacán con la T u la de los toltecas, de que hablan los textos in d í­ genas y los cronistas. E l punto que querríam os v e r d ilu cid ad o es el referente a la más honda raíz de las creaciones culturales del m undo náhuatl sign ificadas en la palabra Toltecáyotl (toltequ id ad ). Si d ich o concepto im p lica grandes creaciones arquitectónicas, pirám ides y num erosos palacios, pinturas m urales, esculturas e x ­ traordinarias, una rica y variad a cerám ica y , sobre tod o, el culto antiguo y universal al dios Q u etzalcóatl, razonablem ente parece d ifíc il dudar de que la raíz de la Toltecáyotl se encuentra en la ciu­ dad de los dioses: Teotihuacán. Si se desea, puede designarse a sus habitantes con el nom bre de teotihuacanos, reservan do el de toltecas para los fundadores de Tula. A no ser que se opte por establecer una cierta d iferen cia dentro del concepto m ism o de tolteca. P o d ría llam arse así a los creadores de Teotihuacán, tolte­ cas antiguos, y a los de Tu la, toltecas recientes. T a l design ación tendría la ven taja de record ar im p lícita m en te que la rela ció n en que se encuentran T u la y Teotihuacán parece ser la que existe entre una gran m etró p o li, que es fo c o y ra íz de una cultura, y otra ciudad m enor, que pudiera describirse c o m o resu rgim ien to posterior, y en m en or escala, de la grandeza antigua. E l siguiente tex to de los inform antes indígenas de Sahagún o fr e ­ ce una v is ió n de conjunto de lo que fueron los creadores de TulaX ic o c o titla n : Muchas casas había en Tula, allí enterraron muchas cosas los toltecas. P ero no sólo esto se v e allí, com o huella de los toltecas, también sus pirámides, sus montículos,

allí donde se dice Tula-Xicocotitlan. P o r todas partes están a la vista, por todas partes se ven restos de vasijas de barro, de sus tazones, de sus figuras, de sus muñecos, de sus figurillas, de sus brazaletes, por todas partes están sus vestigios, en verdad allí estuvieron vivien d o juntos los toltecas. L o s toltecas eran gente experimentada, se dice que eran artistas de las plumas, del arte de pegarlas D e antiguo lo guardaban, era en verdad invención de ellos, el arte de los mosaicos de plumas. P o r eso de antiguo se les encomendaban los escudos, las insignias, las que se decían apcmecáyott. Esto era su herencia, gracias a la cual se otorgaban las insignias. Las hacían maravillosas, pegaban las plumas, los artistas sabían colocarlas, en verdad ponían en ellas su corazón endiosado. L o que hacían era m aravilloso, precioso, digno de aprecio.13 Y más adelante, planteándose el problem a de la filia c ió n étnica y lingüística de los toltecas, expresam ente añade el tex to indígena que los toltecas no eran gente bárbara (p o p o lo c o s ),sino que pertenecían, c o m o habrían de pertenecer tam bién los aztecas, a ln estirpe náhuatl Estos toltecas, com o se dice, eran nahuas, no eran popolocas, aunque se llamaban también habitantes antiguos... Eran ricos, porque su destreza pronto los hacía hallar riqueza. P o r esto se dice ahora "Ibid., fol. 173 r.

acerca de quien pronto descubre riquezas: "Es h ijo de Quetzalcóatl y Quetzalcóatl es su príncipe." A s í era el ser y la vida de los toltecas.14 En estrecha rela ción con el cu lto de la antigua d iv in id a d supre­ ma, Quetzalcóatl, se sabe que entre estos toltecas hubo un sacer­ dote de nom bre tam bién Q u etzalcóatl que se empeñaba en m ante­ ner en su pureza el culto tradicional. L o s textos abundan en descripciones de los palacios de este gran sacerdote, de sus crea­ ciones y de su form a de v id a , consagrada a la m ed ita ción y al culto. Concretam ente se atribuye al sacerdote Q u etzalcóatl la fo r ­ m ulación de toda una doctrina te o ló g ic a acerca de Ometéotl, el supremo D ios dual. Id e n tific a n d o al dios Q u etzalcóatl, co m o un título que evocaba la sabiduría del D io s dual, el sacerdote Quet­ zalcóatl, co m o d ice el texto: Invocaba, hacía su dios a algo [que está] en el interior del cielo, a la del faldellín de estrellas, al que hace lucir las cosas; señora de nuestra carne, señor de nuestra carne; la que está vestida de negro, el que está vestido de rojo; la que ofrece suelo [o sostiene en p ie ] a la tierra, el que la cubre de algodón. Y hacia allá dirigía sus voces, así se sabía, hacia el Lugar de la Dualidad ( Om eyocatl), el de los nueve travesaños, con que consiste el Cielo.. .1B Quien así insistía en m antener la pureza del culto a ese supre­ m o D io s dual, que v iv ía más allá de lo que ven los sentidos, "en Omeyocan, p or encim a de los nueve travesaños con que consiste el c ie lo " , tu vo que luchar muchas veces contra quienes se em pe­ ñaban en introdu cir otros ritos, particularm ente el de los sacri­ fic io s humanos. Las discordias internas p rovocadas p o r quienes estaban em peñados en alterar la antigua re lig ió n del dios Q uetzal­ cóatl, iban a tener p or resultado la ruina de Tu la hacia m ediados del s ig lo XI d. C. L o s antiguos Anales de C uauhtitlá th n en cion a n claram ente esto: "Ib id ., fol. 176 v. Anales de Cuauhtltlán, fol. 4.

Se decía, se refería, que cuando gobernaba, al tiem po en que estaba el prim er Quetzalcóatl, el que se nombraba 1-Caña, entonces nunca quiso los sacrificios humanos. Pero después, cuando estuvo gobernando Huémac, com enzó todo aquello que luego se hizo costumbre. Esto lo empezaron los hechiceros. . .,r’ m sacerdote Q uetzalcóatl, que nunca quiso aceptar los sacrifi• los humanos, acosado por sus en em igos, después de una larga íu nr de hechos — au téntico drama religioso— , tuvo al fin que lllttivhtir.se. Sus seguidores, los toltecas que habían aceptado el 1 l illa V la tradición antigua, acompañaron en su huida a QuctzalI iinli Algunos de ellos iban a dispersarse por la o rilla de los lagos ' 11 r l V a lle de M é x ic o y en otros lugares cercanos, estahlecién■ ln ' im nuevas ciudades de raigam bre tolteca. E l texto de los lllliM nmtlk'S de Sahagún, que a continuación se transcribe, re fie re en resumen la huida del sacerdote Q u e tza lc ó a tl: Y en tal form a creían [los toltecas] en su sacerdote Quetzalcóatl y de tal manera eran obedientes, y dados a las cosas de dios y muy temerosos de dios, que todos lo obedecieron, todos creyeron a Quetzalcóatl, cuando abandonó a T u la .. . Y tanto confiaban en Quetzalcóatl, que se fueron con él, le confiaron sus mujeres, sus hijos, sus enfermos. Se pusieron en pie, se pusieron en m ovim iento, los ancianos, las ancianas, nadie dejó de obedecer, todos se pusieron en m ovim iento. En seguida se fue hacia el interior del mar, hacia la tierra del color rojo, "Anales de Cuauhtitlán, loe. cit.

allí fue a desaparecer, él, nuestro príncipe Quetzalcóatl.. Quedó así tan sólo el recuerdo de Quetzalcóatl, que se había m archado p o r el Oriente a Tlapalan, "la tierra del color ro jo ", y la esperanza firme de que algún día h a b ría de regresar nueva­ mente, p a ra salvar a su pueblo e iniciar tiempos mejores. Los tol­ tecas, seguidores de Quetzalcóatl, se h abían dispersado p o r el V alle de México. Algunos llegaron también a Cholula en el V a lle de Puebla y aun a sitios sumamente lejanos, como Chichén-Itzá en Yucatán. E l texto que h abla de su actuación como fundadores de nuevas ciudades en el V a lle de México, repite que eran toltecas, y que h ablaban el idiom a náhuatl: N ahuas: éstos hablan el idioma náhuatl, con poca diferencia hablan mexicano... Estos según se dice, se nom braban a sí mismos chichimecas, se llamaban "los dueños de las casas", quiere decir, que eran toltecas. Dizque a éstos, los toltecas, los fueron dispersando, cuando se marcharon, cuando nuestro príncipe Quetzalcóatl se embarcó en el mar, para ir a colocarse en la tierra del color rojo, en el lugar de la cremación. Entonces adquirieron vigor los señoríos, los principados, los reinos. Y los príncipes, señores y jefes gobernaron, establecieron ciudades. Hicieron crecer, extendieron, aumentaron sus ciudades.18 Fueron así apareciendo en el V a lle de M éxico, desde mediados del siglo XII d. c, nuevos centros que iban a convertirse también en focos de cultura. Mezclándose probablemente con grupos nó­ m adas venidos del N orte, algunos de ellos de idioma náhuatl y «Informantes de Sahagún, Códice Matritense de ta Real Academia de la Historia, fol. 180 r. 18/Wd., fol. 180 r y v.

otros tal vez otomíes, dieron principio a ciudades como Coatliüchan, Texcoco, Coyoacán, así como nueva fuerza a poblaciones más antiguas, creadas desde tiempos arcaicos y teotihuacanos: Azcapotzalco, Culhuacán, Chalco, Xochimilco, etc. Bellamente se afirm a en el texto indígena que todas esas ciudades comenzaban su vida, cuando se establecía en ellas la música: Se estableció el canto, se fijaron los tambores, se dice que así principiaban las ciudades: existía en ellas la música.1* Se inició así en el V a lle de M éxico una nueva etapa cultural que Jacques Soustelle ha com parado con el casi contemporáneo prim er renacimiento italiano, cuando florecían numerosas ciudades-estados convertidas en nuevos focos de cultura. En ellas, los descen­ dientes de los nóm adas chichimecas, SÚbditOS del gran caudillo Xólotl, fueron asimilando la cultura tolteca, en lo que cabe llam ar "antiguo proceso de aculturación en los tiempos pre-hispánicos”. L a hegemonía sobre el valle y sus alrededores pasó sucesivamente de una ciudad a otra, siendo durante los siglos xm y XIV, prim ero Culhuacán al sur de los lagos, y luego Azcapotzalco, al Poniente, los dos centros de m ayor poderío m ilitar y económico. T a l era el escenario político del V a lle de M éxico, cuando hacia mediados del siglo x m , hizo su aparición un último grupo nóm a­ da, venido también del Norte: los aztecas o mexiCQS, de igual len­ gua que los m oradores del valle, sin otra posesión que su fuerza de voluntad indomeñable que, en menos de tres siglos, los iba a convertir en los amos supremos del México Antiguo. Form ando parte de las célebres siete tribus, venidas del mítico sido aventajados en el tiempo p o r otros g ru ­ pos (J&e, como los tlaxcaltecas y hueXOtzincas, habían atravesado las sierras, p a ra ir a situarse más allá de los volcanes en las cer­ canías de Cholula, en el V a lle de Puebla. M a s, aun cuando tar­ día, la llegada de los aztecas, "el pueblo cuyo rostro nadie cono­ cía", iba a m odificar p o r completo la fisonomía política no ya sólo de la región de los lagos, sino de toda la zona central y meri­ dional de México.

Chicomóztoc, habían

19 Loe. cit.

LOS

A Z T E C A S : EL

PUEBLO

CUYO

ROSTRO

NADIE

CONOCÍA

S O N muchas las fuentes indígenas que tratan de la peregrinación y padecim ientos de los aztecas o m exicas antes de lle g a r al V a lle de M é x ic o a m ediados del siglo XIII d. C. D e un antiguo texto náhuatl entresacamos la descripción de algunos de los más dra­ m áticos m om entos de su marcha desde las llanuras del N o rte .

La

tradición de los v ie jo s

afirmaba que su dios, el numen tutelar

H u itz ilo p o ch tíí^ s ven ía habrían de Seguir:

hablando,

señalándoles

el

cam ino

que

— " Y o os iré sirviendo de guía, y o os mostraré el camino." En seguida, los aztecas comenzaron a venir hacia acá, existen, están pintados, se nombran en lengua azteca los lugares por donde vinieron pasando los mexicas. Y cuando vinieron los mexicas, ciertamente andaban sin rumbo, vinieron a ser los últimos. A l venir, cuando fueron siguiendo su camino, ya no fueron recibidos en ninguna parte. P o r todas partes eran reprendidos. N adie conocía su rostro. Por todas partes les decían: — "¿Quiénes sois vosotros? ¿De dónde venís?" A sí en ninguna parte pudieron establecerse, sólo eran arrojados, por todas partes eran perseguidos. Vinieron a pasar a Coatépec, vinieron a pasar a Tollan, vinieron a pasar a Ichpuchco, vinieron a pasar a Ecatépec, luego a Chiquiuhtepetitlan. En seguida a Chapultepec donde vino a establecerse mucha gente.

Y ya existía señorío en A zcapotzalco, en Coatlinchan, en Culhuacán, pero M é x ic o no existía todavía. Aún había tulares y carrizales, donde ahora es México.20 Establecidos m om entáneam ente en Chapultepec, com enzaron pronto a ser h ostilizados por la gente de A zc a p o tza lc o . Se viero n forzad os entonces a continuar su marcha, refugiándose en la re­ g ió n sur del la g o , en las inm ediaciones del señorío de Culhua­ cán. L le g a d o s a llí, hacia el año de 1299 d. c, suplicaron al señor C o xcox tlife y de los culhuacanos, les concediera algún sitio don­ de pudieran establecerse. L o s culhuacanos, accediendo, los en via­ ron a la regió n pedregosa de Tizapán , cerca de la actual V illa O bregón, al sur de la actual ciudad de M é x ic o , con el propósito de que las víboras ponzoñosas, que abundaban en esa regió n , aca­ baran pronto con ese pueblo de rostro descon ocido, los indeseables aztecas. P ero dice el texto que al lle g a r a Tizapán, a "esa verdadera casa de serpientes” : los aztecas mucho se alegraron, cuando vieron las culebras, a todas las asaron, las asaron para comérselas, se las comieron los aztecas.21 En v e z de m o rir picados por las víboras, los aztecas les dieron muerte y las con virtiero n en su alim ento. A s í com enzaba a mani­ festarse el carácter del pueblo azteca, que un siglo y m ed io más tarde iba a cam biar radicalm ente los destinos del M é x ic o central. En contacto con la gente de Culhuacán, los aztecas em pezaron a buscar mujeres entre las hijas de sus vecin os. A s í fueron empa­ r e n t a d o con aquella gente de o rigen tolteca. D e este m od o v iv ie r o n los aztecas hasta el año de 1323, año en el que su dios tutelar H u itzilo p o ch tli les dio a conocer su designio, visto con ojos no-aztecas, siniestro. H u itzilo p o c h tli ordenó que fueran a pedir al nuevo rey de Culhuacán, A chitóm etí, les cediera a» Ibid., fol. 195 v y 197 r. Crónica Mexicáyotl, escrita en náhuatl por Don Femando Alvarado Tezorómoc. Instituto de Historia, Imprenta Universitaria, M éxico, 1949, p. 50.

Fig. 3. Huitziiopochtli (Teocalli del sol) a su h ija doncella, p a ra convertirla en su diosa Yaocíhuatt, "la m ujer guerrera". Quizás p o r temor, o tal vez pensando que su h ija iba a conver­ tirse realmente en la diosa viviente de los aztecas, el señor de Culhuacán accedió a la petición de éstos. Pero el designio de Huitzilopochtli no era precisamente conservar la vida de la doncella. E l dios de la g u e rra ordenó que la joven culhuacana fu era sacri­ ficada de inmediato. Con su piel se atavió luego un sacerdote que debía sim bolizar a Yaocíhuatl, la m u je r guerrera. L a última parte de la orden de Huitziiopochtli, consistió en imponer a los aztecas que invitaran al anciano señor de Culhuacán, Achitómetl, p a ra que viniera a d a r culto a su h ija convertida en diosa. Los culhuacanos vinieron a a d o ra r a la nueva diosa. Llegados ya frente al templo donde se h allab a el sacerdote vestido con la piel de la joven sacrificada, el humo del copal impidió al rey Achitómetl darse cuenta desde el prim er momento de lo que allí sucedía. Comenzó a hacer sus sacrificios, degollando codornices, ante quien pensaba que era su h ija , viviente diosa de los aztecas. Pero de pronto, al disiparse el humo del incienso, cayó en la cuenta el culhuacano del crimen cometido p o r quienes h abían dado mil€r-

te a su hija.

Su d o lo r de padre lo describe así el tex to indígena Se horrorizó grandemente el señor de Culhuacán, dio gritos de espanto, gritó a los señores, a sus vasallos de Culhuacán, les d ijo : — ¿Quiénes sois vosotros, oh culhuacanos? ¿ N o veis que han desollado a m i hija? ¡ Démoslas muerte, acabemos con ellos, que mueran aquí los perversos!

Com enzó entonces la lucha, pero luego se o y ó que H uitzilopochtli decía: — Sé lo que ha pasado, salios con tiento, con cautela escapad de aquí. L o s de Culhuacán persiguieron a los aztecas, los arrojaron al agua, los aztecas se fueron a Acatzintitlan. Todavía entonces los persiguieron los culhuacanos. Pero los aztecas atravesaron hacia acá, se vinieron con la flecha y el escudo, y a quienes no podían vadear el agua, les puso un puente, una mujer vestida a la manera antigua, nadie sabe de dónde vino. Cuando los aztecas huyeron, cuando salieron a combatir, sus niños estaban durmiendo en las cunas, otros cuantos gateaban.. r 3 T a l fue el com portam ien to de los aztecas con la gente de CulhuaeUn. S igu ien do el m andato de su dios, habían m ostrado que su manera de pensar y v i v i r era distinta de la de los otros pue­ blos de o rig e n tolteca. H u yen d o de la gente de Culhuacán, pe­ netraron en el la g o y muy p o co tiem po después, el año de 1325, llegaron p or fin al lu gar donde habían de construir su gran capi­ tal • el islote de M éxico-Tenochtitlan. C opiam os a continuación una de las varias version es en náhuatl, en la que se pinta el --Ibid., p. 59.

h a lla z g o tantas veces buscado del águila d evora n d o la serpiente, sím b olo anhelado que mostraba ser ése el lu gar de su destino: L legaron entonces allá donde se yergue el nopal. Cerca de las piedras vieron con alegría cóm o se erguía un águila sobre aquel nopal. Allí estaba com iendo algo, lo desgarraba al comer. Cuando el águila v io a los aztecas, inclinó su cabeza. D e lejos estuvieron mirando al águila, su nido de variadas plumas preciosas. Plumas de pájaro azul, plumas de pájaro ro jo , todas plumas preciosas, también estaban esparcidas allí cabezas de diversos pájaros, garras y huesos de pájaros.23 E stablecidos y a los aztecas en México-Tenochtitlan, e lig ie r o n allí a su p rim er señor o tlatoani, de nom bre Acam apichtli. Du­ rante su go b iern o de 21 años, las persecuciones continuaron. P r o ­ cedían esta v e z de los tepanecas de A zc a p o tz a lc o , en cuyos lím ites quedaba com p ren d id o el islote de M é x ic o -T e n o c h titla n . E l señor de A zc a p o tz a lc o , v i o con alarma a los aztecas esta­ b lecid o s en el is lo te del la g o . R eu n ien d o a los grandes de su go b iern o les h izo v e r cóm o era necesario im pon er una serie de v e ­ ja c io n e s y tributos a los recién lle g a d o s para im p ed ir su engrande­ cim ien to. V a rio s son los casi increíbles tributos e x ig id o s por los tepanecas de A z c a p o tz a lc o a los aztecas. A q u í tan sólo va m os a m encionar uno, sigu ien do para esto la relación in dígen a que se con oce con el nom bre de Códice R a m íre z • H a b ien d o lla m a d o a los señores aztecas, les ordenó el rey de A z c a p o tz a lc o que, así com o en años pasados habían tra íd o co m o tributo una gran balsa toda sembrada con m azorcas de m a íz, ch ile, tom ates, b ledos, frijoles y calabazas, y con diversas clases de flores, esta v e z debían traer además una garza y un pato, echados ambos sobre sus huevos, de tal manera que, en lle g a n d o a A z c a p o tz a lc o , sus crías estuvieran pican d o los huevos. Cuenta la rela ción que los aztecas se alarm aron al verse forza2iIbid., p. 66.

dos a presentar tan extraño tributo. P e ro una v e z más H u itz ilo p och tli in tervin o. E l numen tutelar de los aztecas h iz o posible, "sin saber ello s c ó m o ", d ice el Códice Ramírez, que al presentar el tri­ buto con un pato y una garza em p ollan d o sus huevos, en el m om en ­ to p reciso de lle g a r a A zc a p o tz a lc o , los p o llo s picaran el c a s c a ró n . M u erto Acam apichtli hacia 1346, le sucedió su h ijo H uitzffih u itl, quien tam bién gobern ó otros 21 años. Durante su reinado y durante el de su herm ano Chimalpopoca, tercer gobernante de M é x ic o -T e n o c h titla n , siguieron las persecuciones por parte de Tez o z ó m o c , señor de A z c a p o tz a lc o . Sin em b argo, los aztecas p o c o a p o co , con grandes trabajos, continuaron edificando y engrande­ cien d o su ciudad. Su antiguo e n e m ig o el señor tepaneca de A zc a p o tz a lc o , TezozótttOC, y a de edad m uy avanzada, había id o m itig a n d o los rig o res con que antiguam ente había tratado a los aztecas. P e ro su muerte, acaecida hacia 1426, v in o a cam biar p o r co m p le to las circunstan­ cias. A Tezozómoc lo sucedió en form a v io le n ta su h ijo M d X tlatzitl, e n e m ig o acérrim o de los aztecas. U na de sus prim eras m edidas fue la de m andar asesinar al rey azteca Chimalpopoca en su m ism a ciudad de M é x ic o -T e n o c h titla n . E l p e lig r o de desaparecer p o r c o m ­ p le to parecía inm inente. En m e d io de esta crisis e lig ie r o n los señores aztecas a su cuarto rey de nom bre Itzcóatl, h ijo de A ca ­ mapichtli. Y a en el p od er Itzcóatl, r e fie r e la Crónica M exicáyotl que el tem or de los aztecas frente a sus en em igos los tepanecas de A z c a p o tz a lc o seguía siendo muy grande: Mucho se afligían cuando oían, cuando se les decía que los tepanecas de Maxtlatzin, harían perecer, rodearían al son de guerra a los aztecas.24 D iverso s eran los pareceres, unos, co m o el m ism o rey Itzcóatl, proponían ir a rendirse sumisos ante el señor M axtlatzin de A z ­ capotzalco. Otros dudaban. P e ro en ese m om en to d e c is iv o para la v id a del pueblo azteca, aparece la fig u ra de un h om bre extra­ ord in a rio, Tlocaélel, a quien iba a deberse la creación de una nueva y extraordin aria v is ió n del m undo y , en una palabra, la grandeza toda de su pueblo.

Crónica Mexicáyotl, p. 106.

TLACAÉLEL:

EL A

HOMBRE QUE LOS AZTECAS

H IZO

GRANDES

APENAS electo el cuarto rey azteca, ItZCÓütlJiacia 1427, se v i o en la trágica disyu n tiva de tener que aceptar servilm en te la tiranía de Maxtlatzin de Azcapotzalco, o reaccion ar contra él in ician d o la guerra. Fue entonces cuando actuó por v e z prim era el jo v e n Tlaca élel, de 29 años de edad. E xh ortan do públicam ente a los aztecas que pensaban rendirse, d io p rin cip io a la guerra contra A z c a p o tz a l­ co. A liá n d o s e los aztecas con los tam bién perseguidos texcocanos, después de v a rio s hechos de armas, v en ciero n por co m p leto a M axtlatzin de A zcapotzalco. V ic to r io s o s los aztecas, T la c a é le l tom ó varias m edidas que trans­ form a ron el pensam iento y la v id a de su pueblo. T la c a é le l nunca quiso ser rey. P r e fir ió actuar sólo co m o con sejero, p rim ero de Itzc ó a tl y después de Motecuhzoma Ilh u icam in a y de A x a y á c a tl. E l h istoria d or in dígen a Chimalpain resume así el triunfo azteca y la prim era in terven ción , fundam ental, de Tlacaélel:

Vencieron a los Tepanecas de A zcapotzalco, a los de Coyoacán y X ochim ilco y a la gente de Cuitláhuac. Fue Tlacaélel quien levantándose, com batió prim ero, e hizo conquistas. Y así sólo vin o a aparecer, porque nunca quiso ser gobernante supremo en la ciudad de M éxico-Tenochtitlan, pero de hecho a ella vin o a mandar, v iv ió en la abundancia y la felicidad.25

R estab lecid a la paz, co m en zó a actuar T la c a é le l. E l rey Itz c ó a tl, co m o lo afirm a el Códice Ramírez, "n o hacía más que lo que T la c a é le l le aconsejaba". Sus reform as, que tu vieron c o m o meta crear en el pueblo azteca una nueva v is ió n místico-guerrera del m undo y del hom bre, serán estudiadas en d etalle al tratar en el capítulo I I I acerca de lo que llam am os "lo s cien años del pueblo del S o l", o sea precisam ente el p e río d o com p ren d id o entre 1427 25 Chimalpain, Cuauhtlehuanitzin, D iego Francisco de S. Antón, Sixiéme et Septiéme Relations, Publiées et traduites par Rémi Siméon, Paris, 1889.

Fig. 4. Tlacaélel, el poder tras el trono 1521 y 1 que vino a ser el breve lapso en Tlacaélel.

que floreció la o b ra de

A h o ra sólo mencionamos que el gran consejero de los varios reyes aztecas modificó la versión de la historia de su pueblo, co­ locó en lo más alto del panteón religioso a su antiguo numen tute­ la r Huitzilopochtli, concibió la idea de edificar el templo máximo en su honor, distribuyó tierras y títulos, dio una nueva organi­ zación al ejército, a los pochtecas (comerciantes) y consolidando finalmente la llam ada "triple alian za" con el señorío de Texcoco y el reino que hoy llam aríam os "pelele" de T acu ba, sustituto del anticuo Azcapotzalco, inició la serie de conquistas que h abrían de a los aztecas hasta Chiapas y Guatem ala. P o r todo esto, parecen alejadas de cualquier hipérbole las palabras de Chim alpain encomiando la o b ra de Tlacaélel: Ninguno tan valeroso, como el primero, el más grande, el honrado en el reino, el gran capitán de la guerra, el muy valeroso Tlacaélel,

com o se verá en los Anales. Fue él 'también quien supo hacer de Fluitzilopochtli el dios de los M exicas, persuadiéndolos de ello.20 En h on or de F lu itzilo p o c h tli y de los demás dioses ven erados por los aztecas, se celebraron con m a y o r frecuencia los sacrificios humanos. Para obtener v íctim a s, T la c a é le l había o rg a n iza d o las fam osas "guerras flo rid a s" con los cercanos señoríos, tam bién de lengua y cultura náhuatl, de T la x c a la y F lu exotzin co. L a f e liz conjunción de T la c a é le l y esos dos m onarcas extraor­ dinarios que fueron Itz c ó a tl y M o tecu h zo m a Ilh u icam in a, fue cier­ tam ente el p rin cip io y la co n so lid a ció n de la grandeza de los anti­ guos m exican os. L a figu ra de T la c a é le l, de quien lle g ó a d ecir a p rin cipios del s ig lo XVIXel célebre c ie n tífic o , según parece de o rig en alemán, F len rico M a rtín e z, que era "a quien se debía casi toda la g lo ria del im p e rio azteca”,27 requiere m ucho m a y o r atención que la casi nula, que hasta ahora se le ha con ced id o. P o r esto d edi­ carem os a su obra un capítulo ín tegro. L o s otros reyes o tla toq u e aztecas, A x a y á c a tl, T íz o c , A h u ízo tl y M otecu h zom a I I , prosigu ieron en diversos grados y form as por el cam ino trazado por T la c a é le l. Y no deja de causar admira­ ción el pensar, que gracias fundam entalm ente a esa nueva v is ió n del mundo, cim entada en la idea de la guerra, ese pueblo cuyo rostro tres sig lo s antes nadie con ocía, lle g ó a con vertirse en el señor supremo del antiguo m undo indígena. T la c a é le l se v a lió de los elem entos de la antigua cultura tolteca que con sid eró útiles y provech osos, aunque les d io muchas v e ces un sesgo distinto. En realidad, puede afirm arse que T la c a é le l fue un auténtico re­ form ad or. Es c ie rto que al la d o de los aztecas c o ex istiero n otros señoríos, igu alm en te de lengua y cultura náhuatl, en los que había hom bres em peñados en hacer resu rgir la antigua v is ió n espiritualista de los tiem pos antiguos : la que pudiera llam arse v is ió n del m undo de Q u etzalcóatl. L a presencia de poetas y pensadores c o m o el cé­ lebre N e z a h u a lc ó y o tl de T e x c o c o , y Tecayeh u atzin de H u e x o tzin c o , para no citar otros, da un carácter d ram ático a este período. M ie n ­ tras los aztecas insisten en una v is ió n m ístico-gu errera del m undo y de la v id a , hay quienes se empeñan p o r encontrar el sim b olism o 20 Ibid., p. 106. 27 Martínez, Henrico, R ep ortorlo de los tiempos e historia natural de Nueva España. Secretaría de Educación Pública, M éxico, 1948, p. 129.

ocu lto de las cosas, alejándose de los dardos y los escudos, para dar nueva v id a al m ensaje del gran sacerdote Q uetzalcóatl, que hablaba de un supremo dios único, al que sólo podía llegarse por el cam ino de la poesía, el sim bolism o y, en una palabra, el arte. M u ch o más interesante que la relación e x terio r de las guerras p ro m o vid a s por los aztecas, será estudiar el más ocu lto antago­ nism o id e o ló g ic o que reinaba entre figuras prom inentes de lo que cabe llam ar el gran m undo náhuatl del altiplano central de M é x ic o que com prendía, co m o se ha dicho, a los aztecas, texcocanos, tlax­ caltecas, huexotzincas, a las zonas dom inadas por la "trip le alian­ z a " y a otros va rio s señoríos más. P e ro , antes de adentrarnos en el estudio de estas diferencias id e o ló g ic a s , convendrá m ostrar la fo rm a com o se conservaba, se transm itía y se enriquecía el lega d o cultural de estos pueblos. O sea, que parece indispensable poner de m an ifiesto lo que cabe llam ar e l concepto náhuatl de la historia. E studiado esto, p odrem os v e r después c ó m o fueron surgiendo esas diversas, y a veces opuestas, actitudes id eo ló g ica s. E l capítulo siguiente pretende acercarnos a los centros antiguos, donde se escribía y m em orizaba la historia, no y a sólo de los hechos, sino tam bién de las doctrinas, que debían transm itirse a la ju ven tu d en los principales señoríos nahuas del s ig lo x v y prin cipios del XVI.

CAPITULO II

Itoloca yXiuhámatl TRADICIÓN

Y ANALES

DEL

M ÉXICO

ANTIGUO

D os palabras en idioma náhuatl sirven de título a este capítulo. E l subtítulo las traduce p ara hacerlas comprensibles, aunque sin a c la ra r todavía el modo peculiar como concibieron la historia los antiguos pueblos del altiplano central de México. Se ha señalado el tema.

Se afirm a

que existieron dos instituciones culturales

en el m undo prehispánico, que parecen relacionarse de algún modo con lo que llamamos conciencia histórica. L a prim era, probable­ mente la más antigua, se designaba con el vocablo náhuatl Itoloca, "lo que se dice de alguien o de algo” ; la segunda, Xiuhámatl, equi­ vale a "anales o códices de años". Evocados estos conceptos, si no se inquiere su peculiar conno­ tación — la que tuvieron en su propia cultura— se correrá el ries­ go de equipararlos, como la cosa más obvia del m undo, con los vocablos castellanos "tradición" e "historia".

Y estos conceptos,

como es natural, tienen su raíz en un m undo distinto: llegados a nosotros a través de la cultura latina, parecen ser legado de los griegos. P o r esto, quien pretenda obtener una cierta imagen indígena del México anterior a la Conquista, no p od rá contentarse con co­ nocer y pronunciar los vocablos nahuas, Itoloca y Xiuhámatl, p a ra darles luego una connotación griega o latina que no es la suya. U n a pregunta — verdadero problema— surge entonces. Si se quiere penetrar de veras en la conciencia náhuatl, h a b rá que buscar ante todo su concepto propio y específico de las institucio­ nes culturales, que al menos en apariencia, se piensa que guardan semejanza con lo que llamamos "tradición" e "historia". V a rio s textos indígenas en idioma náhuatl parecen ofrecer una posible respuesta. Sin em bargo, no debe olvidarse Cuán difícil

Sulta acercarse a m entalidades distintas. Quizás únicam ente dejan­ do hablar a quienes v iv ie r o n en la esfera cultural del M é x ic o A n tig u o , escuchando v ie ja s relaciones estrechamente ligadas con nuestro tema, podrá lograrse un eventual acercam iento. E l esfuer­ zo v a le la pena. Se trata de com prender el m od o com o tom aron conciencia de su pasado los creadores de una cultura superior que constituye precisam ente la más antigua ra íz del M é x ic o actual.

LOS EMPEÑOS

DE

UN

PUEBLO

PO R

RECORDAR

SU

PASADO

EXISTE una v ieja relación en náhuatl, con frases dotadas de un cierto m etro o ritm o p o ético , que ayudó a que se fijaran en la m em oria, en la que se conserva lo que pudiera describirse com o "antiquísim a reinvención náhuatl de la historia". L o s ancianos inform antes indígenas, que habían traído sus libros de pinturas para responder a las preguntas de F ray Bemardino de Sahagún, pronunciaron éste que cabe llam ar antiguo poem a, al ser interro­ gados acerca de sus orígenes étnicos. H ablando del "antiguo discurso, que solían decir los v ie jo s " , m encionaron una rem ota llegada de antiguos pobladores que tras larga peregrinación: Llegaron, vinieron, siguieron el camino, vinieron a terminarlo, para gobernar aquí en esta tierra, que con un solo nombre era mencionada, com o si éste fuera sólo un mundo pequeño.1 L a rela ción continúa, m encionando el m ític o lugar que e lig ie ro n aquellos prim eros pobladores, llam ad o Tamoanchan. C on virtién ­ dose en buscadores de etim o lo g ía s , sostienen los inform antes in­ dígenas que Tamoanchan sign ifica "n osotros buscamos nuestra casa". En ese lugar, o rigen m ític o de la cultura superior de los nahuas, SCerca de cuya lo c a liza c ió n g e o g rá fic a tanto se ha fanta­ seado, v iv ía n con los antiguos pobladores los prim eros sabios. Esos hombres designados en náhuatl con la palabra tlamatini, "sabe­ dores de cosas", sign ificativam en te habían recib id o tam bién desde tiem pos antiguos el título de amoxhuaque o "poseedores de c ó ­ dices" . 1

Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la R ea l Academia de

la Historia, loe. cit.

L o s sabios habían lle g a d o de las costas del G o lfo . Se ign ora quién pudo haberles dado a con ocer el arte de escribir o pintar en sus códices. E l hecho es que e llo s eran por antonom asia "lo s poseedores de c ó d ic e s ". P ero un día sucedió a lg o im p revisto. L o s sabios escucharon la palabra de su dios, de la d iv in id a d su­ prema que era "c o m o la noche y el v ie n to ". Su dios d io la orden de marcharse. A l irse, iban a lleva rse con sigo las antiguas tradi­ ciones, el arte de la tinta negra y roja que servía para hacer sus pinturas y g lifo s en las pieles de ven ado. Escuchem os el texto indígena : Y allí en Tamoanchan también estaban los sabedores de cosas, los llamados poseedores de códices. Pero éstos no duraron mucho tiem po, los sabios luego se fueron, otra v e z se embarcaron, y llevaron consigo lo negro y lo rojo, los códices y pinturas, se llevaron todas las artes de los toltecas, la música de las flautas... Dicen que les venía hablando su dios... Y cuando se fueron, se dirigieron hacia el rumbo del rostro del Sol. Se llevaron la tinta negra y roja, los códices y las pinturas, se llevaron la sabiduría, todo tomaron consigo, los libros de cantos y la música de las flautas.2 L a v ie ja rela ción in dígen a presenta entonces el cuadro v e rd a d e ­ ram ente d ram ático de la reacción de quienes se quedaban en Tam oanchan, p riva d o s y a de la antigua sabiduría. L a profunda estim ación náhuatl, no ya sólo por la historia y la tradición , sino por lo que hoy llam am os cultura, quedó al descubierto. Id o s los sabedores de cosas, los poseedores de códices, parecía im p osib le seguir existien d o. Se piensa que la existencia sin historia y cul­ tura, im p lica el fin de sus vid a s y la term in ación m ism a del un iver­ so. Escuchem os el v ie jo cla m or de quienes creen haber p erd id o para siem pre la luz que guiaba su marcha aquí sobre la tierra: t Ibid., fol. 191 v. y 192 r.

t

— "¿Brillará el Sol, amanecerá? ¿C óm o irán, cóm o se establecerán los macehuales [e l pueblo]? Porque se ha ido, porque se han llevado la tinta negra y roja [los códices]. ¿Cóm o existirán los macehuales? ¿C óm o permanecerá la tierra, la ciudad? ¿Cóm o habrá estabilidad? ¿Qué es lo que va a gobernamos? ¿Qué es lo que nos guiará? ¿Qué es lo que nos mostrará el camino? ¿Cuál será nuestra norma? ¿Cuál será nuestra medida? ¿Cuál será el dechado? ¿De dónde habrá que partir? ¿Qué podrá llegar a ser la tea y la luz?” ® P e ro p o r una verd ad era fortuna, en m e d io de la confusión r e i­ nante, descubrieron quienes allí habían quedado que al menos estaban con e llo s cuatro v ie jo s sabios que no quisieron marcharse. Sus nom bres eran Tlaltetecuin, X och Íca h u a ca ,O xom oco y Cipactónal. T a l v e z a instancias del pueblo, los cuatro v ie jo s se reunie­ ron y después de la rg o deliberar, lograron redescubrir la antigua sabiduría, la antigua form a de preservar el recuerdo de su pa­

sado: Entonces inventaron la cuenta de los destinos, los anales y la cuenta de los años, el lib ro de los sueños, lo ordenaron com o se ha guardado, y com o se ha seguido el tiem po que duró el señorío de los toltecas, el señorío de los tepanecas, el señorí» de los mexicas y todos los señoríos chichimecas.4 T a l es la relación , pintura dram ática de los em peños de un pue­ b lo por no perder la m em oria de su pasado. M it o o realidad, el texto in dígen a que habla de esa antigua reinvención náhuatl de la historia, es elocuente por sí m ism o. Para los nahuas el recuerdo de supasado, la tinta negra y ro ja de suscód ices, era la tea y la

Loe. cit. * Ibid., fol. 192 v.

IllZ, la norm a y la guía que hacía posible encontrar el cam ino y mantener en pie, no ya sólo la ciudad, sino paradójicam ente la tierra misma. Pudiera decirse en resumen que el recuerdo de su pasado y la sabiduría de sus códices eran para los antiguos m e x i­ canos el hachón lum inoso que, poblando al mundo de dioses, lo con vertía en a lg o así com o un h ogar cósmico: existiría en él una lucha sin fin , pero ese com bate con todos sus sufrimientos e incertidumbres, era susceptible de sentido. E l recuerdo de su pasado, los libros de pinturas podían v o lv e r lo en cierto m o d o com pren­ sible.

LOS

CÓDICES

DEL

MUNDO

NAHUATL

F U E sin duda la Itoloca, que se ha traducido com o tradición, " lo que se d ice de algu ien o de a lg o " , la form a más antigua de pre­ servar entre los nahuas la m em oria de su pasado. C o m o un testi­ m on io de esto, se repite con frecuencia en los relatos transm itidos de generación en gen eración , con ocid os gracias a las re c o p ila c io ­ nes de O lm os, Sahagún y sus discípulos, la palabra qu ílm a ch ,qu e el antiguo d iccio n a rio de M o lin a traduce com o "d icen que, d iz­ que", para introducir el testim onio de antiguas tradiciones. E xisten así narraciones de m itos, relaciones de largas peregrinaciones, des­ cripciones de pueblos antiguos, de seres extraordinarios, dioses y hom bres, que actúan en form as no previsibles. Sin em bargo, cuando el m undo europeo entró en contacto con los creadores de cultura en el altiplano central, co m o d ice un texto, " lo que se decía, se inscribía tam bién en los códices”.5 Y no se piense que eran escasos los códices o libros de pinturas. A los m ism os conquistadores, com o a B ernal D íaz del C a stillo , les im presionó v iv a m e n te encontrar con frecuencia las AmOXCalli o "casas de códices”, así com o los sabios o escribanos que las tenían a su cargo. D esde sus prim eros contactos con los nativos de la reg ió n de Z em p oala, escribe B ernal D íaz del C a stillo que: Flallamos las casas de ídolos y sacrificios... y muchos libros de su papel, cogidos a dobleces, óom o a manera de paños de Castilla.. .* Y tratando más adelante el m ism o B ern al acerca de la grandeza 5 Anales de Cuauhtitlán (edición de Walter Lehmann), p. 104. • Díaz del Castillo, Bernal, op. cit., T. I, p. 143.

del señor M otecu h zom a, re fie re tam bién cóm o sus m ayordom os llevaban por escrito lo que hoy llam aríam os su c o n ta b ilid a d : Acuérdome — dice— que era en aquel tiempo su m ayordom o m ayor [d e M otecuhzom a] un gran cacique, que le pusimos por nombre Tapia y tenía cuentas de todas las rentas que le traían a Motecuhzoma, con sus libros, hechos de su papel, que se dice amal [á m a tljy tenían de estos libros una gran casa de e llo s .. .7 Esos libros o códices, de cuyo va ria d o contenido hablan los cronistas, constituían en el mundo náhuatl el com plem en to de la Itó lo c a ," lo que se dice de alguien o de a lg o ". "E n los códices están escritos vuestros cantos, por eso los desplegáis ju n to a los atabales", así hablaba un antiguo poeta náhuatl, afirm an do pre­ cisam ente esta id e a : los recuerdos, las historias y los cantos se inscribían tam bién en esos libros hechos de papel de amate, que se plegaban a m od o de b iom b o, o com o diría B ernal D íaz, " c o g i­ dos a dobleces, com o a manera de paños de C astilla". N o obstante ser pocos los códices indígenas que actualmente se conservan, resulta posible, estudiando sus g lifo s , lle g a r a fo r ­ m arse un concepto aproxim ado del m étod o indígena de consignar lo que llam am os su historia. Charles E. D ib b le, ed itor de varios códices nahuas, afirm a que "e l escaso con ocim ien to del estudiante del m étod o m exican o de hacer dibujos de objetos y de indicar sonidos, a veces causa p erplejidad y desalien to” .8 L o s datos que a continuación se ofrecen p rovien en de un exa­ m en de los g lifo s , principalm ente calendárteos, numerales, on o ­ m ásticos y toponím icos de va rio s códices nahuas de prim era im ­ portancia. Entre ellos pueden m encionarse el B ó rb o n ic o p 1 Códice Aubin, la Tira de la Peregrinación, la Matrícula de Tributos, los códices X ólotl, en Cruz, M e n d o c in o ,AzcatÍtlan , Cozcatzin y M exicanus. Si bien de éstos, tal v e z sólo dos son de co n fección prehispá|lica, puede afirm arse que aun los pintados después de la C on ­ quista, poseen en alto grado la técnica indígena o rigin a l. Su exam en perm ite presentar un b reve cuadro de las cinco clases principales de g lifo s , cla ve para el u lterior estudio del contenido h istórico, m ito ló g ic o , calen d árico, de los códices. Especialm ente la descripción de los g lifo s nahuas resulta indispensable para com ­ prender la form a indígena de concebir la historia. Es más, sin

ilbid., p. 273. 8 Dibble, Charles E., "El antiguo sistema de escritura en M éxico", eniJevista M exicana de Estudios Antropológicos, T . IV ,p . 105.

esto tam poco podrá entenderse la fo rm a sistem ática c o m o se transm itía la Itoloca, en los d iversos centros nahuas de educación de los siglos x v y XVI. Las cinco clases principales de g lifo s , algunas de ellas seme­ jantes a las de otras escrituras indígenas, pueden distribuirse de la manera siguiente: N u m erales (representativos de n ú m eros). C alendáricos (representativos de fechas). P ic to g rá fic o s (representativos de o b je to s ). Id e o g r á fic o s (representativos de id e a s ). F on éticos (representativos de sonidos: silábicos y alfabéticos).

LA

REPRESENTACIOWE

LOS

NUMEROS

A U N cuando ob viam en te tanto los g lifo s numerales, com o los ca­ lendáricos, deberían incluirse en la ca tegoría general de las repre­ sentaciones id e o g rá fic a s , sin em bargo, dado su interés e im portan­ cia en el estudio de los códices prehispánicos, tratarem os de ellos por separado. C om enzando p o r los numerales, debe notarse expresam ente que constituyen una representación precisa y clara de lo que con todo derecho puede llam arse un sistema in dígen a de numeración; C om o se sabe, los indios del antiguo M é x ic o tenían com o base en su m od o de contar al núm ero 20, al que designaban en náhuatl con la v o z cem poatli, que s ig n ifica precisam ente "una cuenta". Tratándose, pues, de un sistema v ig e s im a l, resultan de fundam ental im portan­ cia los siguientes números : del 1 al 19; el 20 y las varias v e in ­ tenas ; el 400, que es el produ cto de 20 X 2 0 ; y el 8 000, que vien e a ser el producto de 20 X 20 x 20. A h o ra bien, para representar todos estos números, dentro del p ro p io sistema v ig e s im a l existían signos adecuados en la escritura náhuatl. L a unidad se representaba por un punto. Otros tantos puntos representaban otras tantas unidades. Sin em b argo, para in dicar los núm eros 5, 10 y 15 existían tam bién otras form as, c ó m o al tratar del núm ero 20 se verá. Esto sin o lv id a r que, tanto en T e o ­ tihuacán — como en las culturas M ix te c a y Maya — los grupos de cin co unidades se representaban p o r m e d io de una barra. E l núm ero 20 cempoalli, "una cuenta", tenía por signo una ban­ dera (p a n tli,e n n áh u atl). Con frecuencia, para abreviar, los nú­ m eros 15, 10 y 5 eran representados respectivam ente p or las tres cuartas partes, la m itad, o una cuarta parte de la bandera.

E l 400 estaba representado por una plum a o' una cabellera esti­ liza d a (tZOTltlÍ)Como en el caso de la bandera, tam bién aquí tres cuartos, un m e d io o un cuarto de la plum a servían para in dicar 300, 200 o 100 respectivam ente. Fin alm en te, el núm ero 8000 tenía por signo una bolsa o ta lega {xiquipilli^, igu alm en te para representar 2 000 o 4 000, o 6 000 se dibujaba únicam ente un cuarto, un m e d io , o tres cuartas partes del xiquipilli. R esta sólo añadir que hay tam bién casos en que para in d icar con b reved a d y precisión núm eros bastante eleva d o s, aparecen en los cód ices dos o más sím bolos num éricos multiplicándose,.* Para repre­ sentar esto de un m o d o in e q u ív o c o se incluía una c ifra dentro de otra, o se colocaban unidas una sobre la otra. A s í, por e je m p lo , para representar el núm ero 320 000 bastaba con colocar encim a del x iq u ip illi o bolsa (8 0 0 0 ) dos pantli o banderas, in dicán dose así que ambos núm eros 20 + 20 (o sea 4 0) y 8000 se están m u lti­ plicando.

Así, por m e d io de estos signos y de sus diversas combinaciones,, podían representar los nahuas cualquier cifra p o r e leva d a que se piense. Y siendo p osib le asignar a cada núm ero una p osición en función de su v a lo r, y a se deja entender que resultaba fá c il lle v a r a cabo p or escrito cualquiera de las cuatro operaciones fundam en­ tales de la aritm ética. O ro z c o y B erra, quien da en su H istoria antigua de M é x ico va rio s ejem p los del m o d o c o m o podían d iv id ir y m u ltip lica r p o r escrito los nahuas, form u la el siguiente acertado juicio acerca de los números nahuas: Indudablemente menos perfectos que las cifras arábigas, no ceden su lugar distinguido ante otros caracteres de los pueblos antiguos. Su combinación, para nosotros, resultamás clara y científica que la de los números romanos.9 Y a quien dudare de la verd a d de estas palabras de O ro z c o y Berra, se le puede aconsejar que intente sumar dos cifras relativam e n ^ e le v a d a s , sirvién d ose p rim ero de núm eros rom anos y lu ego \nahuas, para que com pruebe por sí m ism o la diferencia.

LA

ESCRITURA

CALENDARICA

TRAS habernos ocupado de los signos nahuas que representan nú­ meros, con igual breved ad tratarem os de la segunda clase de gli0Orozco y Berra, Manuel, op. cit., T. I, p. 553.

ÍOS :los calendárteos. C o m o es bien co n o cid o , en el m undo náhuatl había dos calendarios: el lla m a d o Xiuhpohualti"cuenta de los años", y el Tonalpohualli, "cuenta de los días". E l p rim ero de éstos, el Xiukpohtuillfestaba d iv id id o en 18 "m e ­ ses" o grupos de 20 días (18 X 20 = 3 6 0 ), a los que se añadían 5 días sobrantes, los fam osos y aciagos 5 netnontemi. Y según el testim on io de Sahagún, había determ inados años con 6 nemontemi, entendiéndose que a su m o d o ve ía n la necesidad de c o rre g ir el calen dario p o r m e d io de a lg o sem ejante a lo que llam am os "e l bisiesto’’.10

N

E l Tonalpohualli, "cuenta de los destin os", era una especie de ca­ len dario o alm anaque a d iv in a to rio fo rm a d o p o r 20 "sem anas" o grupos de 13 días. Quienes han estudiado los con ocim ien tos astro­ n óm icos de los nahuas, hablan tam bién con frecuencia de va rio s usos y aplicaciones del Tonalpohualli en los cálculos relacion ados con fenóm enos celestes, tales c o m o eclipses, ciclo s planetarios, etc. Sahagún, Fray Bemardino de, op. cit., T. I, p. 132, escribe: "Flay con­ jetura, que cuando agujeraban las orejas a los niños y niñas, que era de cuatro en cuatro años, echaban seis días de nemontemi y es lo mismo del bisiesto que nosotros hacemos de cuatro en cuatro años".

Pues bien, para la representación escrita de los días en ambos calendarios se servían los nahuas, además de los numerales (d el l al 13 en el Tonalpohualli y del 1 al 20 en el X iuhpohualli), de otros v e in te signos o figu ras que se com binaban sucesivam ente con los m encionados números. L o s v e in te g lifo s calendáricos poseían un c ie rto carácter o rig in a lm en te p ic to g r á fic o (representativo de o b je ­ tos), que se transform ó en id e o g r á fic o , al sim b oliza r los conceptos que determ inan y distinguen los d iversos días. Cuatro de estos m ism os g lifo s , los de ácatl (c a ñ a ), técpatl (p e ­ d e rn a l), Calli (c a s a ) y tochtli ( c o n e j o ) , se em pleaban tam bién para representar, unidos a un num eral, los v a rio s años, dentro de cada c ic lo náhuatl o "atadura de 52 años" (xiu h m olpilli). C om o lo muestra la llam ada "rueda de los años", antiguo docum ento in clu id o entre las pinturas de los inform antes de Sahagún (C ód ice M atritense del R eal P a la cio), había cuatro grupos de 13 años, cada uno de los cuales estaba orien tado hacia uno de los cuatro rumbos del universo. A s í, los años "caña", del 1 al 13, se referían al "rum bo de la casa de la lu z", Tlahuizcalpa (O riente); los 13 años "p ed ern a l", al "rum bo de los m u ertos", M ictlam pa (N o rt e ); los 13 años “casa”, al "rum bo de las m u jeres", Cihtitltlarnpa (P o n ie n t e ) y los 13 años "c o n e jo " , al "rum bo de las espinas", Huitztlampa (S u r). Y esa m ism a distribución de los años en cuatro grupos de trece, que se v e en la m encionada "rueda", parece que se em plea­ ba de m o d o m uy particular en los Xiuhámatl o "lib ro s de años", donde a m o d o de crónicas o anales, se indicaban, al lado de la cifra y g l i f o de cada año, los principales acontecim ientos que en él tu vieron lugar. T o d a v ía existe uno de estos cód ices, el llam a­ do en Cruz, copia en parte de otro más antiguo que, co m o anotó Boturini en el C atálogo acerca de los docum entos por él reunidos : explica la historia de tres cyclos [d e 52 años cada u n o], al uso de aquella tierra, perteneciente a los Reynos de Tetzcuco y M éx ife co. Es curioso, pintado en quarteles con los caracteres de los años, com o en form a de Cruz.11 En sus cuadros "en cru z" se abarcan así los hechos principales de los años 1402 a 1453; de 1454 a 1505 y de 1506 a 1557.12L a repro11 Boturini Benaducci, Lorenzo, "Catálogo de su museo histórico india­ no", en Idea de una nueva H istoria General de la Am érica Septentrional. Madrid, 1746, p. 10. 12 Códice en Cruz, editado por Charles E. Dibble, comentario y reproduc­ ción facsimilar. México, 1942.

ducción de una parte de la lám ina segunda del Códice en Cruz, muestra de m o d o cla ro lo que se ha dicho. Quien la ob serve con algún detenim iento, podrá v e r c ó m o sirvién d ose los nahuas de sus correspondientes g lifo s num éricos y calendáricos, les era fá ­ c il determ inar las fechas de los diversos acontecim ientos his­ tóricos. V éase, por ejem p lo , el rectán gu lo correspondiente al año 11-Pedemal (1464), donde se in d ica tam bién la fecha del día 12Serpiente, así c o m o los g lifo s representativos del n acim ien to de N e za h u a lp illi, Señor de T e x c o c o . D e este m o d o podía determ inar­ se la fecha exacta del año y día de cualquier hecho o suceso que se deseara. Y lo que claram ente muestra esta página del Códice en Cruz, puede asim ism o com probarse en d iversos fo lio s de otras pinturas históricas nahuas, c o m o en la Tira de la Peregrinación, los códices Azca.titla.tl y M exicano, en los que al la d o de cada fig u ra se in dica la fech a en que tu vo lu gar lo que a llí se des­ cribe.

LA

REPRESENTACIÓN

PICTOGRÁFICA

EXPUESTO así lo que a signos calendáricos se refiere, tratarem os de la tercera clase de g lifo s nahuas: los llam ados p ic to g rá fic o s o m eram ente representativos de cosas, personas, dioses, etc. In ­ dudablem ente que dentro de las cin co categorías de g lifo s nahuas son éstos los que pudieran considerarse c o m o más p rim itiv o s . D ebe notarse, sin em bargo, que aun aquí introdujeron los nahuas una cierta esquem atización que sim p lifica la pintura y ayuda a su rápida id en tifica ción . A s í, p or eje m p lo , en casi todos los cód ices en los que se repre­ senta la peregrin ación de las siete tribus ven idas de Chicomóztoc, se pintan de m o d o m uy sem ejante los teomatnaso sacerdotes que cargaban a los dioses protectores de cada grupo. P o r otra parte, a fuerza de repetir algunas pinturas, lleg a ro n tam bién los nahuas a poseer una técnica que les hacía en extrem o fá c il su reproduc­ ción. T a l es el caso de la pintura de una casa estilizada, o de un esquema del tla c h tlio ju e g o de pelota; de grupos de guerreros combatiendo; de los tlatoque, "señ ores", sentados en su icp a lli o silla rea l ; de d iversos objetos, tales co m o mantas, plumas, cacao, bultos de m aíz, etc., que podían constituir los va rio s tributos; de los m uertos envueltos a la usanza náhuatl. Estas y otras muchas pinturas más, de las que se ofrecen algu­ nos ejem p los páginas adelante, muestran la fo rm a y grad o de

esquem atización alcanzado por los tlacuiloque, pintores nahuas, en ésta que se considera la manera más p rim itiv a de escritura. y*

LOS

GLIFOS

IDEOGRAFICOS

PERO, al igu al que en otras culturas antiguas, pasaron los nahuas de la etapa m eram ente p ic to g rá fic a a la de los g lifo s id e o g rá fic o s , que representan sim bólicam en te ideas. T a l es la cuarta clase de signos de que va m os a ocuparnos. Sien do en ex trem o numerosos, y no ex istien d o obra alguna en la que siquiera se haya estudiado una parte considerable de ello s, va m os a o fre c e r sólo algunos ejem p los de particular interés. Poseían los nahuas ideogram as adecuados para representar con­ ceptos m etafísicos, tales co m o el de dios (íé o íl)$ im b o liz a d o por un S ol; el de movim iento ( ollin ) JjI de la vida (yoliliztli)9tc. T en ían asim ism o sím bolos para in d icar la noche ( yohuallÍ)e^ día (ílhuitl).¡u palabra se representaba por una vo lu ta que sale de la boca de quien habla; el canto por volu tas flo rid a s. En el m undo azteca, la guerra p o r el signo del agua y del fu e g o (att, tlochinoltt)s im b olizab an tam bién el concepto de realidades fís i­ cas com o la tierra cielo (ilhuícatiy^ idea de algo v ie jo (zd/ít'cjbtc. Y debe notarse que los co lo res de las pinturas poseían tam bién un sim b olism o especial. A s í, p o r eje m p lo , en una figu ra humana el a m a rillo designaba casi siem pre al sexo femenino ; el c o lo r m o ra d o la realeza del tlatoani; el azul el rumbo del Sur, el n e g ro y el r o jo la escritura y el saber. D e modo particular, en los tO nalám atlo cód ices de con ten ido calendánco-adivinatorio, c o m o el C ódice Borbónico, la presencia de g lifo s id e o g r á fic o s — muchos tal v e z esotéricos— es sumamente abundante. E l co n o cim ien to de la gran m a yo ría de e llo s supone un la rg o y paciente estudio, hasta ahora p o r desgracia no empren­ dido!’*En resumen, puede afirm arse de estos y otros numerosos \ ideogram as, que constituían en el m undo náhuatl una form a de escritura en ex trem o rica y expresiva, aun desde el punto de vista m eram ente estético. P e ro , además de id eogram as c o m o los m encionados, se encuen­ tra en los cód ices e inscripciones nahuas otra clase de g lifo s de carácter exclu sivam en te fo n é tic o , o representativo de sonidos por lo general silábicos. Esta fo rm a de escritura fon ética, la más avan­ zada de todas las estudiadas en este trabajo, constituye precisa­

m ente la quinta ca teg o ría de g lifo s nahuas, según la d iv is ió n arri­ ba propuesta.

LA

ESCRITURA

FONÉTICA

ENTRE

LOS

NAHUAS

ALGUNOS autores consideran que entre los nahuas esta fo rm a de representación fo n ética no pasó más allá de la llam ada escritura rebus. Es ésta una manera de escritura por m e d io de dibujos de cosas, cuyos nom bres son la base para representar v a rio s sonidos, que al unirse, constituyen la palabra que se desea. A s í, p o r e je m ­ p lo , para representar en "escritura rebus" la palabra castellana manómetro, bastaría con dibujar las figu ras yuxtapuestas de una mano y de un metro. Y a se deja entender que tal fo rm a de escri­ tura ad olece de no pocas lim ita cio n es y problem as y se acerca al cam po de los acertijos y pasatiempos. A h o ra bien, no puede negarse que la form a de representación fo n ética náhuatl guarde algunas semejanzas con la "escritura rebus". Sin em b argo, debe añadirse que posee tam bién varias ca­ racterísticas que en c ie rto m o d o pueden distin gu irla claram ente de ella. P o r esto, en v e z de aplicarle sim plem ente el m em brete de "escritura rebus", p referim o s m ostrar directam ente sus rasgos propios. A n te to d o hay que notar que la escritura fon ética náhuatl con o­ cida p o r los pocos cód ices que se conservan, se em p leó p rin cipal­ m ente para representar nom bres de personas y lugares. M a s, no obstante ser bastante escasos los cód ices nahuas que escaparon a la destrucción, existe la p o sib ilid a d de fo rm u la r algunos prin­ cip ios generales sobre este m o d o de escritura : 1? Sabemos con certeza que los nahuas desarrollaron un siste­ ma de g lifo s para representar fon éticam en te numerosas sílabas y algunas letras (la a, e y o). 2° Esos g lifo s fo n ético s, silábicos y alfabéticos, se derivaban, c o m o sucedió en la escritura fo n ética de otras culturas, de la representación estilizad a de diversos objetos* cu yo nom bre com en ­ zaba por el sonido que se pretendía sim bolizar. 3? L a escritura fo n ética náhuatl lle g ó a poseer plenam ente ca­ racterizados con unos cuantos rasgos: ü ) g lifo s silábicos en gen e­ ral ; b ) g lifo s m on osiláb icos que representaban p re fijo s o sufijos, te- (re fe re n c ia a "a lg u ie n " o " a lg u n o s " ), -tlüTl ( l o c a t i v o ) , -pan (e n c im a d e .. .), etc., y c ) g lifo s que representaban letras, concre­ tam ente, la a, c o m o resultado de la estiliza ció n del g lif o pictO­

gráfico de CL-tl (a g u a ); la e del g lifo de e-tí ( f r i j o l ) y la o del de o -tli (camino). M a s, aun cuando se han publicado algunos pocos d iccion arios de elem entos fon éticos de la escritura náhuatl, to d a vía no existe un d ic c io n a rio co m p leto de los m ism os, aprovechando la totalidad de los cód ices e inscripciones existentes. M ás abajo se o fre ­ cen algunos ejem p los de esas clases de g lifo s fon ético s nahuas. Para v a lo ra r m e jo r el grad o de d esarrollo cultural que sign ifica el descubrim iento y em p leo de dicha escritura indígena, convendrá record ar aquí la op in ión del c o n o c id o an trop ólogo norteam ericano A lfr e d K ro e b e r, quien, al tratar del o rig e n de las diversas escri­ turas fon éticas inventadas p o r la humanidad, e s c rib e : Si se piensa en la invención de la primera idea de la escritura parcialmente fonética, es concebible que todos los sistemas del V ie jo Mundo derivan de una sola invención, aunque aun en ese caso, el sistema maya-azteca [ maya-náhuatl], se mantendría com o un desarrollo totalmente separado.13 D e donde resultaría que v e ro s ím ilm e n te sólo entre las antiguas culturas del Cercano O riente y en el M é x ic o A n tig u o , es donde de algún m o d o se d io el paso d e c is iv o hacia la representación fon ética. V a lié n d o s e los nahuas prehispánicos de esta últim a form a de escritura, así com o de sus g lifo s p ictó rico s, id e o g rá fic o s y calen­ dárteos, al igual que de su sistema de números escritos, poseyeron numerosos códices en muchos de los cuales — c o m o lo notaba Fray D ie g o de Durán — "conservaban sus m em orables hechos, sus guerras y V ic t o r ia s . .. todo lo tenían e s c r it o . .. con cuentas de años, meses y días en que habían a c o n te c id o ”.14 H a c ie n d o un cóm puto de los códices nahuas que hoy día se conservan, puede decirse, en resumen, que existen probablem ente nueve de origen p reh isp á n ico : la Tira de la peregrinación y la M a tr í^ lla de tributos, ambos de o rig e n azteca, rela ción histórica el prim ero y de los tributos que se pagaban a M éxico-Tenochtitlán, el segundo. L o s siete restantes son de con ten ido fundam entalm ente m ito ­ ló gico , calendárico-religioso: el Códice Borbónico (a z te c a ) y los seis cód ices que form an el lla m a d o "gru p o Borgia”, reco n o cid o 13 Kroeber, Alfred, Antropología general, 1? ed. española, corregida por el autor, Fondo de Cultura Económica. M éxico, 1945, p. 278. 14 Durán, Fray D iego de, op. cit., T. I I , p. 257.

como náhuatl de la región cholulteca (cu ltu ra Puebla-Tlaxcala ) p or investigadores como A lfonso Caso y S alvad o r Toscano: códices Borgia, Cospi, Fjervary Mayer, L a tid , Pintura 20 de la Colección Gou.pil-Au.biny Vaticano B 3773. Adem ás de estos nueve códices de procedencia prehispánica, se conservan también en bibliotecas, archivos y museos de Am érica y E u ro p a p o r lo menos otros 30 códices sumamente importantes, que son en buena parte copias realizadas durante el siglo XVI de antiguos documentos y pinturas indígenas. Entre los más cono­ cidos de estos códices pueden mencionarse el Azcatitlan y el M exicanus, ambos acerca de la peregrinación de los aztecas, el Códice M endocifioyerdadero repertorio sobre las principales instituciones culturales del m undo náhuatl, el Vaticano A 3738 y el T e tle ria n o R em e n s is ,calendárteos y rituales, el Códice en Cruz, el A u b in y el X Ó lo tlcon importantes noticias sobre diversos grupos nahuas.18 En códices como los mencionados, los tlahcuÜOQU&, los demás tla m a tin im e* "sabios", llamados también a tn O X O a q u e poseedores de los códices", consignaban sus conocimientos y recuerdos de hechos pasados de un modo seguro. E l mismo pueblo náhuatl en general era consciente de que en esos libros estaban preservadas su historia y su antigua sabiduría. Claram ente se vio esto, cuando en 1524 los doce primeros frailes venidos a Tenochtitlan, comenzaron a expresarse en contra de la religión y modo de pensar indígena; uno de los aztecas que escu­ chaban, tomando la p a la b ra , pidió a los frailes discutieran con los sabios que aún sobrevivían. L a descripción que de esos sabios se hace, constituye quizás la más elocuente confesión de la im por­ tancia que se daba en el m undo náhuatl a la escritura de los códi­ ces. Ellos podrán responder a los frailes: Los que están mirando [leyendo], los que cuentan [o refieren lo que leen] los que vuelven ruidosamente las hojas de los libros de pinturas. Los que tienen en su poder la tinta negra y roja, las pinturas. Ellos nos llevan, nos guían, nos dicen el camino.

15 Véase el "Catálogo de los códices indígenas del M éxico antiguo", pre­ parado por M iguel León-Portilla y Salvador Mateos Higuera, Suplemento del Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda. México, 1957.

Quienes ordenan cómo cae un año, cómo siguen su camino la cuenta de los días y cada una de sus veintenas, de esto se ocupan, a ellos les toca hablar de los dioses.16 T a l era el aprecio en que tenían los nahuas a quienes así se ocu­ paban de preservar y estudiar sus historias y doctrinas — la tinta negra y r o ja — contenidas en los códices o libros de pinturas.

MEMORIZACION D E DE

TEXTOS: LOS

COMPLEMENTO

CÓDICES

L A breve exposición hecha de las varias form as de escritura ná­ huatl, m ostrando su v a lo r y capacidad de expresión, no pretende ocultar en modo alguno sus inevitables limitaciones. Porque, sobre la base de los pocos códices que se conservan, es posible afirm ar que valiéndose de esas form as de escritura, podían consignar los nahuas de m anera inequívoca las fechas — año y día precisos— de cualquier acontecimiento. Señalaban asimismo con su siste­ ma de representación fonética el lu g a r donde éste ocurrió, así como los nombres de quienes en él participaron. Pictográficamen­ te indicaban también numerosos detalles acerca del hecho cuya memoria se confiaba al papel. Finalmente, con su escritura ideo­ gráfica eran capaces de simbolizar conceptos abstractos acerca de sus doctrinas religiosas, mitos y ordenamientos jurídicos. En una p a la b ra , con esas diversas form as de escritura, podían trazar los nahuas algo así como cuadros esquemáticos fundamentales acerca de sus doctrinas, cronologías y hechos pasados. En el caso de estos últimos, enmarcándolos siempre en sus circunstancias pre­ cisas de espacio y tiempo. no obstante tal desarrollo de la escritura náhuatl, ya se d eja entender que con frecuencia esos cuadros esquemáticos, calendárico-astronómicos, doctrinales o históricos, requerían ulterior explicación. P orque no era fácil a los nahuas indicar p o r escrito las causas de un hecho, los rasgos morales de una persona o, en resumen, los innumerables matices y modalidades que ayudan a 14 L ib ro de los Colloquios, versión paleográfíca y traducción al alemán de Walter Lehmann en Sterbende Gótter und christíiche Heilsbotschaft, Stuttgart, 1949, p. 97.

com prender cabalm ente las doctrinas, los acontecim ientos y las más variadas acciones humanas. Conscientes de estas lim itacion es, desarrollaron un verd a d ero com plem ento de la escritura de sus códices. Como la m ayoría de las cosas humanas, ese com plem ento fue resultado de la siste­ m atización de a lg o que ya existía desde tiem pos antiguos. Entre los nahuas, com o en muchos otros pueblos, había surgido de un m od o espontáneo lo que se con oce com o trasm isión oral, de pa­ dres a h ijos, a través de generacione:'. Pues bien, el com plem ento de la escritura náhuatl de los códices v in o a ser en realidad una sistem atización de esa form a espontánea de trasm isión oral. Fueron sus sabios — los tlam utinim e— quienes, com o vam os a v er, im plantaron en los centros de educación ese sistema d irig id o a fija r en la m em oria de los estudiantes toda una serie de textoscom entarios de lo que estaba escrito en los códices. N u m erosos testim onios de los m ism os in dios hay en apoyo de la existencia de este com plem en to sistem ático de la escritura. A continuación darem os sólo algunos de los más claros y segu­ ros. En ellos se destaca precisamente la idea de que es en los textos rítm icos aprendidos de m em oria — O sea, en los cantares, poemas y discursos— donde se encierra el com entario que exp lica lo es­ crito en los códices. T en ien d o la m irada fija en el cód ice, quienes han memorizado en el Calm écac los himnos y cantares, que son su com en tario, podrán re fe rir fielm en te todo el contenido del m ism o. C om o lo expresa bellam ente un cuicapicquio poeta ná­ huatl : Y o canto las pinturas del libro, lo v o y desplegando, soy cual flo rid o papagayo, hago hablar los códices, en el interior de la casa de las pinturas.17 En los Calmécac, o centros náhuas de educación superior — se­ gún el testim onio de los indígenas inform antes de Sahagún— , m ostrándose a los estudiantes esos libros, se les enseñaba a "can­ tar sus pinturas” : Se les enseñaba con esmero a hablar bien, se les enseñaban los cantares, 17Aís. Cantares M exicanos (Biblioteca Nacional de M éx ic o ). Reproduc­ ción facsimilar de Antonio Peñafiel. M éxico, 1904.

los que se decían cantares divinos, siguiendo los códices, Y se les enseñaba también con cuidado la cuenta de los días, el libro de los sueños y el libro de los añ os.. .ls Y

con firm an do esta idea de que los cantares se aprendían, "si­

gu ien d o " a m od o de lección o com entario el contenido dé los CÓdi^gS, pUecj en aducirse también otros testim onios, com o el neta­ mente indígena de los Anales de Cuauhtitlán, donde a propósito de la Itoloca o tradición de Q uetzalcóatl se afirm a : Se oirá decir lo que se puso en papel y se p in tó .. .19 CódicFlorentileíí de Charles e . Dibble y MAnales

ArthurJ.

O. Anderson

Cuauhtitlán (ed. de Walter Lehm ann), Stuttgart, 1938. p. 104.

Y es que, c o m o lo nota Ix t lilx ó c h it l en el p r ó lo g o de su H istoria de la nación chichimeca, al in d icar el m é to d o que sigu ió para es­ cribirla, en los cantares se co n servó fielm en te la m em o ria de lo

escrito: M e aproveché — dice Ixtlilxóchitl— de las pinturas y caracteres que son con que aquéllas están escritas y memorizadas sus his­ torias, por haberse pintado al tiem po cuando sucedieron las cosas acaecidas, y de los cantos con que las conservaban autores muy graves en su m od o de ciencia y facultad__ 20 Y en igu al sentido que Ix t lilx ó c h it l, hablan tam bién T e z o z ó m o c en su Crónica Mexicáyotl, Pom ar en su Relación de Tezcoco, T o v a r en su carta d ir ig id a a A co sta , acerca de la fo rm a c o m o se co n servó la tra d ición in dígen a, el o id o r Zu rita ex p lica n d o el m o d o c o m o reunió los in form es de su Breve R elación y Sahagún seña­ lando el m é to d o segu ido al re c o g e r sus textos. D arem os aquí — siguiendo al Dr. A n g e l M? G aribay, quien repe­ tidas v eces ha señalado el v a lo r de este m o d o de m e m o riza c ió n sistem ática de los textos indígenas— un testim on io casi incidental de Jerónim o de M en d ieta , particularm ente ex p resivo . Tratando éste del m é to d o adoptado p o r los fra ile s en sus exp lica cion es de la doctrina cristiana, a ra íz de la Conquista, escribe: Algunos usaron de un m odo de predicar muy provechoso para los indios, por ser conform e al uso que ellos tenían de tratar to ­ das las cosas por pintura. Y era de esta manera. Hacían pintar en un lien zo los artículos de la fe y en otro los diez mandamien­ tos— y lo que querían de la doctrina cristiana. Y cuando el predicador quería predicar de los mandamientos, colgaban el lien­ zo de los mandamientos junto a él, a un lado, de manera que con una vara de las que traen los aguaciles pudiese ir señalando la parte que q u e n a ... Y de esta suerte se les declaró clara y distin­ tamente muy a su m odo, toda la doctrina cristiana.21 Y c o m o lo indica el m ism o M en d ieta en o tro lu gar de su H isto­ ria, siguiéndose este m é to d o netam ente in d ígen a de enseñanza y aprovechándose en to d o la capacidad reten tiva de los in dios, se obtenían los m ejores resultados: 30 Ixtlilxóchitl, Femando de Alva, Historia de ta nación chichimeca, Obras Históricas, 2 vols., M éxico, 1891-1892, T. I I , p. 17. 21 Mendieta, Fray Gerónimo de, H istoria eclesiástica indiana, vol. I I , P- 95.

Tenían [los indios] tanta m em oria que un sermón o una his­ toria de un santo, de una o dos veces oída, se les quedaba en la m em oria y después la decían con buena gracia y mucha osadía

y eficacia.22 T a l m éto d o de enseñanza, adoptado lu ego también por los fra i­ les, c o m o lo con fiesa sin rodeos M en d ieta , pinta al v i v o la form a co m o debió practicarse en los centros prehispánicos de educación este sistema de m em o riza ció n , "sigu ien d o los c ó d ic e s ", co m p le­ m ento indispensable de la escritura. Sustituyamos al fraile por el telpuchtlato o p or el Calmécac tequihua.. .[maestros nahuas] — escribe Garibay— y tendremos el cuadro de la form a de trasmisión de estos poemas. Sobre el lienzo de papel, sobre la piel de venado, sobre el muro de la casa de educación, estaban representaciones similares a las que nos conservan los códices... que entrañaban la doctrina al par que la historia. V ien do las imágenes y oyendo a los maestros, recogían en mente y corazón, para toda la vida, los educandos, el contenido cultural, religio so y literario de las edades perdidas en la niebla del pasado.23 Y esto que, de acuerdo con un sistema, se practicaba en los cen­ tros de educación, de un m o d o más general se aplicaba tam bién en otras.ocasiones. En rela ción con la m ism a idea fundam ental de fija r en la m em oria doctrinas, normas y tradiciones, era una v e r ­ dadera institución cultural en el m undo náhuatl la reiteración de las pláticas y discursos, in iciad os y a desde el h o ga r y que de un m o d o p r o g re s iv o se d irigía n a niños y jó v e n e s de ambos sexos en ocasión de los grandes m om entos de su v id a : su presenta­ ción en el calmécac o te lp o c h c a lli;il lle g a r la pubertad; al e le g ir el com pañero de su vida; p o co antes del m atrim on io. Y al igual que en la v id a fa m ilia r, en el cam po más am plio de la v id a social, con m o tiv o de las fiestas religio sa s de cada vein ten a de días, se recodaban en una especie de c ic lo , los diversos him nos, unas veces \ en honor de los dioses, otras, celebrando pasadas v icto ria s, y aun con el solo fin de dar pasatiem po, dentro siem pre de su m en tali­ dad hondam ente religiosa. D e este m o d o las mismas fiestas venían a constituir una especie de record a ción v iv ie n t e de la tradición, ya que en ellas se entonaban, bailaban y aun escenificaban los 22 Op. cit. » Garibay K „ Ángel M-, H istoria de la literatura náhuatl, T. I, p. 291. 67

antiguos cantos donde se contenían las doctrinas e historias pinta­ das en los códices. Fin alm en te, co m o una últim a co n firm a ció n de la im portancia atribuida p o r los nahuas a la co m p osición y m em o riza ció n de todos esos textos, en su gran m a y o ría poem as, discursos y canta­ res, querem os aludir a otras dos instituciones v ig en tes en el mun­ do náhuatl, que tenían c o m o o b jeto v e la r directam ente por la con servación fie l de la tradición , tanto respecto de los nuevos him nos o textos que se com ponían, c o m o en rela ción con el apren­ d iza je adecuado, sin cam bios ni m u tilaciones, de los y a existentes. L o s testim onios que hay acerca de m ateria tan im portante fueron r e c o g id o s p or Sahagún de los in dios inform antes. E l primero toca a lo que llam aríam os aprobación o "censura" de los nuevos cantares que se com ponían y fu e com u nicado a F ray Bernardino precisam ente al tratar de las funciones particulares de los-Sacer­ dotes de T láloc en su ad vo ca ció n de E p coh u a ,o sea "serpiente de nácar": E l o fic io del sacerdote rapado de Epcohua Tepictoton era el siguiente: disponía lo relativo a los cantos. Cuando alguien componía cantos. se lo decía a él para que presentara, diera órdenes a los cantores, de m odo que fueran a cantar a su casa Cuando alguien componía cantos, él daba su fa llo acerca de ellos.24 L a f ie l trasm isión y enseñanza de los cantos antiguos, no ya só lo a los estudiantes, sino al pueblo en general, era precisam ente incum bencia de otra dase o ca tegoría de sacerdotes que recibían c o m o títu lo el de ttapizcatzin,que quiere d ecir "c o n serva d o r". Su m isión era enseñar a la gente los cantares d ivin o s, v ig ila n d o que n ad ie errara en su aprendizaje. A l igu al que los m aestros de los Calm écac es m uy probable que los tlapizcatzitzitlo "c o n s e rv a d o ­ res", para enseñar los him nos sagrados, se ayudaran de los c ó ­ dices, que irían "sigu ien d o , cantando las pinturas de los lib ro s ", c o m o decía el poem a cita d o al p rin cip io. Fie aquí el tex to náhuatl en el que se describen las funciones de estos sacerdotes: 84 Informantes de Sahagún, Ritos, sacerdotes y atavíos de tos dioses.

UNAM, 1958, p. 101.

E l conservador tenía cuidado de los cantos de los dioses, de todos los cantares divinos. Para que nadie errara, cuidaba con esmero de enseñar él a la gente los cantos divinos en todos los barrios. Daba pregón para que se reuniera la gente del pueblo y aprendiera bien los cantos.25 T a l era, descrito b revem en te, el sistema de fija c ió n oral de los textos y cantares, adoptado por los tlamatitlimeo sabios, co m o un com p lem en to indispensable de sus varias form as de escritura de códices. Sien do en ello s antigua costum bre la de com poner him nos y poem as, bien puede aplicárseles lo que e llo s m ism os — los nahuas del s ig lo XV— pensaron acerca de sus antecesores los toltecas: "eran cantores, com ponían cantos; los daban a conocer, los retenían en su memoria; d ivin iza b a n con su corazón los cantos m a ra v illo s o s que componían”.2® A s í, v a lién d o se de sus libros de pinturas y de sus com entarios en fo rm a de poem as y cantos — en los que las frases paralelas denuncian el em peño por retener m e jo r las ideas— conservaron los nahuas a través de los siglos una rica herencia cultural, que cada día se acrecentaba más. Innum erables fueron los c o n o c i­ m ientos sobre su propia re lig ió n , sus historias, su calen dario y astronom ía, sus leyendas y narraciones que de este m o d o siste­ m áticam ente lo g ra ro n preservarse. L a Conquista y la destrucción que v in o aparejada con ella d ie ­ ron m uerte a ese doble sistema de historia. P roscrita la cultura náhuatl, porque se pensó ser obra del d em on io, se quiso suprimir lo que constituía la conciencia m ism a de esa C u ltu ra: sus c ó d i­ ces, sus cantares y poemas. Tan sólo unos cuantos de los fra iles m ision eros, en quienes pudo más el in flu jo del humanismo rena­ centista, inqu iriendo y rebuscando en lo que llam aron "antiguallas devÍndÍOs", vin ie ro n a descubrir el d ob le sistema náhuatl de pre­ servar doctrinas y m em oria de hechos pasados. Esos fra iles com o O lm os, Sahagún, D urán y M e n d ie ta y lu e g o otros v a rio s discípulos suyos, c o m o el célebre grupo de estudiantes indígenas de Tlat©lolco, y después los historiadores indígenas y m estizos c o m o A l ­ ai Ibid., p. 93. *« Informantes de Sahagún, Códice M atritense déla R eal Academia déla Historia, loe, cit.

Virado Tc/.ozómoc, Pomar, T o v a r , Ix t lilx ó c h it l, C him alpain y M u ­ ñoz C am argo, supieron aprovechar lo que quedaba de los códices y cantares. R e c o rrie n d o pueblos, in terrogan do a los ancianos que habían estudiado en los calmécac, allega n d o códices, reduciendo al alfabeto los textos m em oriza d os, reunieron un acopio conside­ rable de docum entación de prim era m ano acerca de la historia, instituciones culturales y fo rm a de v id a de los pueblos nahuas.

HERENCIA

DOCUMENTAL

DEL

MÉXICO

ANTICUO

ACTUALMENTE, a pesar de las destrucciones, existe un rico le g a d o docum ental del m undo náhuatl prehispánico. Sin pretender o fr e ­ cer aquí un ca tá lo g o de dicha docum entación, m encionarem os al m enos las principales coleccion es de las que p rovien en los textos cuya traducción se da en este libro. E l más antiguo esfuerzo por salvar y conservar recuerdos in d í­ genas de la cultura náhuatl, después de la Conquista, data de los años com prendidos entre 1524 y 1530. Durante ese lapso, algunos indios que habían aprendido el alfabeto latin o in trod u cid o p o r los conquistadores, redujeron a letras la ex p lica ció n y com en tario de va rio s cód ices o anales históricos. E l resultado de esos trabajos se conserva en la B ib lio te c a N a c io n a l de París con el nom bre de Anales de Tlatelolcoo Unos anales históricos de la Nación Mexi­ cana. En dichos docum entos se contienen las gen ealogías de los gobernantes de Tlatelolco, Ten och titlan y A zc a p o tz a lc o , así com o uno de los más v a lio s o s testim onios indígenas acerca de la con­ quista española.27 V a rio s son tam bién los discursos y pláticas de los sabios y an­ cianos — los célebres H uehuetlatolli—^ae re c o g ió desde unos diez años después de la Conquista el m ision ero franciscano Fray A n d rés de O lm os. Se trata de pláticas didácticas o exh ortativas d irigid a s a inculcar en el ánim o de los niños, de los jó v e n e s , de quienes van a contraer m a trim on io, etc., p rin cipios m orales básicos, así com o las antiguas doctrinas y tradiciones. R e c o g id o s estos textos de labios de ancianos supervivientes, que los habían m em o riza d o y pronunciado desde los tiem pos anteriores a la Conquista, su v a lo r resulta fundam ental para el estudio de lo más e le v a d o del pensam iento y cultura nahuas. En la actualidad se conservan estos 27 El americanista Emst Mengin ha publicado en su colección Corpus Codicum Americanorum Medii Aevi (Copenhagen, 1945) una reproducción facsimilar de estos manuscritos.

m anuscritos, una parte en la B ib lio te c a del C ongreso de W a sh in g­ ton y otra en la B ib lio te c a N a c io n a l de París.28 M as si la labor recop ila d ora de textos em prendida p o r O lm os, a pesar de todas las vicisitu d es que la acompañaron, resultó fruc­ tuosa, m ucho más im portante es to d a vía la m agna empresa in ves­ tigad ora de F ray Bemardino de Sahagún. N o es éste el lu gar de repetir la historia de sus trabajos c o m o estudioso de la cultura náhuatl durante 60 años. En pocas palabras puede decirse que Sahagún, lle g a d o a M é x ic o en 1529, se consagró c o m o nadie al estudio de las instituciones culturales del antiguo m undo in d í­ gena. Tratan do de penetrar en la con cien cia indígena, redactó una "m inuta" o cuestionario de todos los puntos que le interesaba in­ vestiga r. En él se incluían entre otros los siguientes temas : ritos, sacerdotes y dioses, fiestas y costumbres, los cielo s, la cuenta de los años, el más allá, cosas humanas, parentescos, costumbres de los señores, o fic io s , insignias, leyendas, educación y crianza, m oral sexual, astrología, artesanía, sabios, ideas filo s ó fic a s , dere­ cho, m edicin a, alim entación, botánica, animales, m etales y piedras preciosas, orígen es étnicos, literatura, p ro verb io s y refranes, dis­ cursos m orales y te o ló g ic o s , him nos y cantares y hasta una versió n netam ente indígena de la h istoria de la Conquista. Para obtener in form es en lengua náhuatl y co n o cien d o el doble m éto d o in dígen a de preservar su historia, buscó Sahagún en tres sitios principales, T ep ep u lco, T la te lo lc o y M é x ic o , a in dios v ie jo s , con ocedores de sus tradiciones, que con la ayuda de sus pinturas, le inform aran acerca de tan d iversos temas. Elay que notar que va rio s de los estudiantes de T la te lo lc o , dis­ cípulos de F ray B ern ard in o, le proporcion aron una inapreciable ayuda. E llo s iban escribien do con caracteres latinos los inform es que dictaban los indios v ie jo s . A s im is m o copiaron no pocas de las figuras de los códices conservados por los ancianos. D e este m od o pudo reunir F ray B ern ard in o centenares de fo lio s en los que se incluyen no pocas pinturas y en los que se transcriben textos en náhuatl sobre casi todas las instituciones culturales del m undo prehispánico. Tan v a lio s o m aterial c o rrió vicisitu d es que sería la rg o enume­ rar. M as a pesar de tod o, s irv ió de base a Sahagún para redactar 2» El E)r. Ángel M’ Garibay K. ha publicado uno de estos documentos con el título de “H uehuetlatolli, Documento A " , en la Revista Tlalocart, T. I, pp. 31-53 y 81-107. El nahuatlato francés Rémi Siméon incluyó asimismo parte de esta documentación en su A rte para aprender la lengua mexicana (de Olmos), París, 1875.

llan o SU H istoria gen era l de las cosas de Nueva España. i :nn obra no es una traducción de los textos nahuas, sino más bien un resumen com entado de ellos. L a docum entación en ná­ huatl fue a parar a España p or orden de F e lip e I I . U na copia de e lla se encuentra h oy día en la B ib lio te c a Lau renziana de F lo ­ rencia b a jo el nom bre de C ódice Florentino. L o s m anuscritos más antiguos se conservan en M a d rid (Códices Matritenses del R ea l P a la c io y de la A c a d e m ia de la Historia), En este lib ro se apro­ vechan muchos de los textos re c o g id o s por Sahagún en lengua

náhuatl.29 C om p lem en to y consecuencia de la in vestig a ció n lle v a d a a cabo p o r Sahagún son los trabajos de transcripción y con servación de otros textos, realizad os p o r v a rio s de sus discípulos, antiguos estudiantes indígenas del C o le g io de Santa Cruz de T la te lo lc o . Entre e llo s pueden m encionarse los célebres A n to n io V a le ria n o , de Azcapotzalco; M a rtín Jacobita y A n d rés L eo n a rd o , de Tlatelolco; A lo n s o V e g e ra n o y P e d ro de San Buenaventura, de Cuauhtitlán. Guiados en parte p o r Sahagún y m o v id o s tam bién por su em peño de salvar para la posteridad el le g a d o cultural de su pueblo, redu­ je r o n a escritura castellana, entre otras cosas, los siguientes textos: los Anales de Cuauhtitlán y los Docum entos de 1558, que com pren­ den anales h istóricos, cantares y m itos cosm ogón icos. A e llo s se debe tam bién el L ib ro de los coloquios, o sea la historia de los d iá lo g o s que tu vieron lu gar en el atrio del C on ven to de San Fran­ cisco de la ciudad de M é x ic o en 1524, entre los d oce prim eros fra i­ les v e n id o s a N u e v a España y algunos de los principales sabios indígenas, que defen dían su antigua manera de pensar y creer. D ocu m en to de excep cion al interés, en él se muestra cuál fue la reacción de los ú ltim os sabios indígenas ante los predicadores de la nueva doctrina. Otros dos m anuscritos de fundam ental im portancia fueron asi­ m ism o com p ilad os por los estudiantes discípulos de Sahagún. Se trata de los Cantares mexicanos, conservados h oy día en la B ib lio ­ teca N a c io n a l de M é x ic o , y el lla m a d o M anuscrito de los romances Para un estudio de la forma como recogió Sahagún la documentación en náhuatl a que aquí nos referimos, así como acerca de las varias ediciones, todas ellas parciales, de los textos indígenas compilados por él, véase Histo­ ria de la literatura náhuatl por Angel M! Garibay K., 2 vols., Editorial Porrúa, M éxico, 1953-54, especialmente T. I I , capítulos 2 y 3. Puede consul­ tarse asimismo la introducción al libro Ritos, sacerdotes y atavíos de los dioses, Fuentes Indígenas de la Cultura Náhuatl, 1, Introducción, Paleogra­ fía, Versión y Notas de M iguel León-Portilla, Seminario de Cultura Náhuatl, Instituto de Historia, U N A M , México, 1958.

de los señores de la Nueva España, que se halla en la C olecció n L atin oam erican a de la B ib lio te c a de la U n iv e rs id a d de Texas. Son éstas dos ricas coleccio n es de poem as en náhuatl de d iversos géneros: re lig io s o s , líric o s , épicos, eróticos y aun dram áticos. D e ambos repertorios p roced e buena parte de los poem as e him nos que muestran aspectos profundos de lo más e le v a d o del pensa­ miento del M é x ic o Antiguo. A d em á s de los y a m en cion ados textos y de los cód ices prehispánicos y posthispánicos a los que también nos hem os re fe rid o , existen otros im portantes docum entos indígenas cuya enum eración tan sólo d a re m o s ; el Códice Badlano de M a rtín de la Cruz, con­ servado en la B ib lio te c a V atican a, que describe principalm ente las plantas m ed icin ales del m undo náhuatl ; la H istoria tolteca chlchlmeca, conservada en la B ib lio te c a N a c io n a l de París, en la que se relatan las m igra cio n es que tu vieron lu gar en los tiem pos anteriores a los aztecas; el Códice RcutlíreZy la Crónica mexicana de T e z o z ó m o c , que al igu al que la H istoria de tas Indias de Nueva España y islas de Tierra Firm e, escrita por F ray D ie g o de Durán, están basadas en una antigua rela ció n histórica h oy día desapa­ recida. T a les son los principales docum entos, transcripciones o reduc­ ciones a escritura latina de antiguos cód ices y textos indígenas atemorizados. C o m o y a se ha señalado, existen tam bién las H is­ torias que a fin es del s ig lo XVI y prin cip ios del XVII escribieron v a rio s in dígen as o m estizos, im buidos y a de una m en talidad eu­ ropea. E ntre ello s puede m encionarse a D on Fernando de Alva Ix t lilx ó c h it l, a T e z o z ó m o c y a Chim alpain, quienes al escribir sus historias, incorporan muchas veces en ellas otros textos netamente prehisf ánicos que h oy día no se conocen. Sus obras, al igu al que las de algunos cronistas c o m o M o to lin ía , M en d ieta y Torqu em ada, constituyen un v a lio s o com p lem en to para penetrar en el alma de la antigua cultura. T a l es, en resumen, lo que h oy p odem os llam ar principales fuentes históricas nahuas, para el estudio de la cultura antigua. D e ellas p rovien en las reproducciones p icto grá fica s y textos que aquí se dan con el fin de acercarnos a la v is ió n que de su propia cultura alcanzaron los sabios indígenas. C o m o se notará en los siguientes capítulos, existe una doble orien tación y tendencia en los textos h istóricos del m undo ná­ huatl. En los que proceden prin cipalm en te de T e x c o c o y Eluexotzinco se asienta el v a lo r de las antiguas tradiciones e instituciones culturales que parecían tener su ra íz en la etapa tolteca. Se piensa

que guardando el recuerdo de aquella grandeza, resulta posible ren ova r en la propia v id a a lg o de esa inspiración que lia r ía lle v a d o tan alto a sus antecesores en la cultura. P e ro , frente a esa actitud, si se quiere m enos apasionada, los historiadores aztecas de M é x ic o -T e n o c h titla n con cib ieron la histo­ ria de un m o d o enteram ente distinto. Persuadidos de que en los cód ices y tradicion es antiguas "e l rostro azteca era enteram ente d es c o n o c id o ", se em peñaron en suprim ir hasta donde les fue p o ­ sible la antigua vers ió n de los otros pueblos, para im pon er la suya propia. M ás adelante ve re m o s c ó m o el cuarto rey de M é x ic o Ten och titlan , Izcóatl, y su con sejero supremo T la c a é le l, después de v en cer a sus antiguos dom inadores, los tepanecas de A z c a p o tz a l­ co, m andaron quem ar los v ie jo s cód ices, para in icia r la nueva ve rs ió n de su historia. S irvién d o se de la Itoloca y los X iu h á m a th o m o de auténticos instrumentos de dom in ación , consignaron en ello s una nueva con­ cien cia de su pasado. Irá surgiendo así un pueblo azteca de rostro que cada v e z se d efin e m ejor: es el e le g id o del S ol, cuya m isión suprema es la guerra. Conceptos opuestos de la historia tienen, sin em b argo, en común el supremo interés de salvar para siem pre el recu erdo de los tiem­ pos antiguos. Cuando, a p rin cipios del s ig lo XVII escrib ió don Fernando A lv a r a d o T e z o z ó m o c su Crónica Mexicáyotl, insertó en e lla un párrafo que a continuación se transcribe, en el cual, m e z­ cla d o si se quiere con el antiguo o rg u llo azteca, aparece el interés náhuatl de todos los tiem pos p o r con servar la m em oria de lo que fue su grandeza. E l tex to , cuya traducción aquí se da, es resumen elocuente del m o d o náhuatl de con servar la historia y del interés que en esta empresa ponían los pueblos del M é x ic o Antiguo: A s í lo vinieron a decir, así lo asentaron en su relato, y para nosotros lo vinieron a dibujar en sus papeles los viejos, las viejas. Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas, nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas, nuestros tatarabuelos, nuestros antepasados, se repitió com o un discurso su relato, nos lo dejaron, y vinieron a legarlo a quienes ahora vivim os, a quienes salimos de ellos.

Nunca se perderá, nunca se olvidará, lo que vinieron a hacer, lo que vinieron a asentar en las pinturas: su renombre, su historia, su recuerdo. A s í en el porvenir jamás perecerá, jamás se olvidará, siempre lo guardaremos nosotros hijos de ellos, los nietos, hermanos, bisnietos, tataranietos, descendientes, quienes tenemos su sangre y su color, lo vamos a decir, lo vam os a comunicar a quienes todavía vivirán, habrán de nacer, los hijos de los mexicas, los hijos de los tenochcas. Y esta relación la guardó Tenochtitlán, cuando vinieron a reinar todos los grandes estimables ancianos, los señores y reyes tenochcas. Pero Tlatelolco nunca nos la quitará, porque en verdad no es legado suyo. Esta antigua relación oral, esta antigua relación pintada en los códices, nos la dejaron en M éxico, para ser aquí guardada... A q u í tenochcas aprenderéis 'cómo em pezó la renombrada, la gran ciudad,

México-Tenochtitlan, en m edio del agua, en el tular, en el cañaveral, donde vivim os, donde nacimos, nosotros los tenochcas.30 80 C rónica Mexicáyotl, texto náhuatl y traducción de A. León. de Historia, Im prenta Universitaria, M éxico, 1ÍW9, pp. 4-6.

¡

Instituto

F ig. 7. Tenochtitlan (CódiceTelterUma Remensis) CAPITULO

III

Los cien años del pueblo del Sol PROFUNDA ex a lta ció n m ística revela n los him nos en que se p ro ­ clam a la g lo r ia de los aztecas, en la cum bre de su poder. E l si­ guiente cantar, de la c o le c c ió n que se con serva en la B ib lio te c a N a c io n a l de M é x ic o , es elocu ente p o r sí mismo: Desde donde se posan las águilas, desde donde se yerguen los tigres, el Sol es invocado. Com o un escudo que baja, así se va poniendo el Sol. En M é x ic o está cayendo la noche, la guerra m erodea por todas partes, ¡ oh D ador de la vida! se acerca la guerra. Orgullosa de sí misma

se levanta la ciudad d e México-Tenochtitlan. A q u í nadie tem e la muerte en la guerra. Esta es nuestra gloria. Este es tu mandato. ¡Oh Dador de la vida! T en ed lo presente, oh príncipes, no lo olvidéis. ¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlan? ¿Quién podrá conm over los cimientos del cielo...? Con nuestras flechas, con nuestros escudos, está existiendo la ciudad, ¡ México-Tenochtitlan subsiste! 1 A s í cantaban los aztecas, proclam an d o hacia los cuatro rumbos del u n iverso su p o d e río y el esplendor de su ciudad. M a s, si la g lo r ia azteca lle g ó a ser m uy grande, no duró m ucho tiem po. T o d a ­ v ía en 1426 los aztecas eran un grupo subyugado que pagaba tributos a los tepanecas de A z c a p o tz a lc o , dueños del islote en el que habían e d ific a d o su capital, M éx ic o -T e n o c h titla n . En 1521 esa ciudad, que el h im n o lla m ó "cim ien to s del c ie lo " , fue asediada y conquistada p o r los españoles. En escasos cien años, a partir de la v ic to r ia azteca sobre la gente de A z c a p o tz a lc o , hacia 1427, los aztecas lle g a ro n a con vertirse en los amos del M é x ic o prehispánico. E x ten d iero n su d o m in io de un océano al o tro y aun lle g a ro n a Chiapas y Guatemala. Ese s ig lo , in co m p le­ to, constituye lo que aquí llamamos "c ie n años del pueblo del Sol’ . ¿ C ó m o alcanzaron tal desarrollo y p od er los aztecas? L o s tex­ tos indígenas parecen o fre c e r una respuesta, verdadera le c c ió n de historia p olítica . E l presente capítulo es un intento de aclarar al m enos en parte el en igm a que plantea el pueblo azteca, "aquel cu yo rostro antes nadie c o n o c ía ", y que en sólo cien años lle g ó a con vertirse en lo que, con acierto, se ha llam ad o "fachada de la historia antigua de M é x ic o " .

EL

ÚLTIMO

GRUPO

DE

IDIOMA

NÁHUATL

E L V a lle de M é x ic o había re c ib id o diversas oleadas de pueblos, lle g a d o s a él desde tiem pos prehistóricos. En el v a lle hay incon1 Colección de Cantares Mexicanos, Biblioteca Nacional de México, fo­ lios 19 v. y 20 r.

(oblea vestigios de la presencia de los llamados arcaicos o habi­ tantes de la etapa preclásica. Se deja sentir asimismo la influencia de los creadores de Teotihuacán y de T u la, así como la de nu­ merosos grupos chichimecas llegados más tarde. A principios del siglo XIII d. C. se levantaban a la orilla de los lagos varias ciudades de antiguo arra ig o cultural. Entre esas ciu­ dades pueden mencionarse Azcapotzalco, con clara influencia teotihuacana, centro poderoso, poblado por los tepanecas; Culhuacán, antigua ciudad tolteca, en la que habían quedado no pocos vestigios del espíritu de Quetzalcóatl, recuerdo viviente del gran sacerdote, héroe cultural, que tuvo que m archarse al Oriente, a Tlapálan, la tierra del color rojo. Existían también otras ciudades como Coatlinchan, Chalco y Xochimilco y, más allá de los volcanes, el gran centro ritual de Cholula en el V a lle de Puebla, así como los recién fundados señoríos tlaxcaltecas y de Huexotzinco. Recordando a su modo todo esto, un poeta azteca del siglo XV, se refiere así al mundo indígena del V a lle de México durante el siglo X III: Y a existía señorío en Azcapotzalco, en Coatlinchan, en Culhuacán, pero México [la capital azteca], no existía todavía. Aún había tillares y carrizales, donde ahora es México.2 Y es que cuando ya florecía en el valle y en las regiones vecinas la gran cultura náhuatl, difundida p o r los toltecas, todavía los aztecas, el último grupo de idioma náhuatl, miembro de las famo­ sas siete tribus que habían partido de ChÍCOmÓZtOC("el lu g a r de las siete cu evas"), continuaba su vida de nómadas en las llanuras del Norte. Los historiadores aztecas del siglo xv eran conscientes de esto. Escuchemos su testimonio: Los aztecas, según la tradición, vinieron hacia acá los últimos, desde la tierra de los chichimecas desde las grandes llanuras.3 Proyectando un rayo de luz sobre su pasado oscuro y

remoto,

3Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia de la Historia, fol. 197 r. * Ibid., folio 196 v.

pintan luego un cuadro en el que aparecen sus antepasados como gente desprovista de cultura y despreciada por todos. Sólo que en ese cuadro se intercalan con frecuencia ciertos rasgos que dejan ver ya la voluntad indomeñable de ese pueblo de peregrinos de rostro no conocido: Pero los aztecas por allá anduvieron caminando, iban a buscar tierras... Cuánto tiempo en las llanuras anduvieron, ya nadie lo sabe. Y cuando se volvieron los mexicas, su dios les habló, les dijo:

— " I d , volveos al lugar de donde habéis venido." En seguida, los aztecas comenzaron a venir hacia acá. Existen, están pintados, se nombran en lengua azteca los lugares por donde vinieron pasando los mexicas. Y cuando vinieron los mexicas, ciertamente andaban sin rumbo, vinieron a ser los últimos. A l venir, cuando fueron siguiendo su camino, ya no fueron recibidos en ninguna parte. P o r todas partes eran reprendidos. Nadie conocía su rostro. P o r todas partes les decían: — "¿Quiénes sois vosotros? ¿De dónde venís?" Así en ninguna parte pudieron establecerse, sólo eran arrojados, por todas partes eran perseguidos... Y allí en Chapultepec, allí comenzaron a ser combatidos los mexicas, se les hizo la guerra. Y p or eso luego se pasaron los mexicas a Culhuacán.

. .4

Llegados a esa antigua ciudad de origen tolteca, im ploraron del señor Coxcoxtli, rey de Culhuacán, les concediera tierras donde

Ibid., fol. 196 v.

y 197 r.

IHIilIrrnn establecerse. L o s culhuacanos, com o y a se dijo, al tratar lie las etapas culturales del M é x ic o A n tig u o , después de mucho deliberar, d ecid iero n e n via r a los aztecas aN^izapán, "verd a d era casa de serpientes". Su propósito era deshacerse de e llo s , con la idea Je que, picados p o r las víb oras, perecieran o se alejaran de allí. P ero , v a le la pena rep etirlo , los aztecas en v e z de ser víctim a s de las serpientes, las c o n v irtie ro n en su alim ento. Con el g o z o y la con fian za que les d io haber resuelto este p ro ­ blem a, los aztecas dieron pronto un paso de gran im portancia. D esde tiem pos antiguos, los contactos que habían ten id o con la gente de filia c ió n tolteca, habían despertado en ello s profunda adm iración y aprecio p o r ese pueblo cread or de cultura. Aho­ ra, vec in o s de ese reducto de cultura tolteca q u e era Culhuacán, d ecid ieron p o r todos los m ed ios posibles lig a rse con la estirpe tolteca. D esde su aislam iento de Tizap án , "d esd e la casa de ser­ pientes", iban con frecuencia a la ciudad tolteca. O bviam en te la m e jo r manera de toltequizarse era em parentando con aquella gen­ te. A s í com en zaron a buscar m ujeres entre las hijas de los cul­ huacanos : L u ego empezaron a ir hacia allá, hacia Culhuacán. D e allí trajeron a sus mujeres, a las hijas de los culhuacanos; allí mism o les hacían hijos, dentro de la ciudad de Culhuacán.5 D e este m o d o , tolerados por los culhuacanos, los aztecas se fu e­ ron toltequizandop aculturando,c o m o se diría ahora. M as, a pesar del in flu jo tolteca, la actitud propia de los aztecas se sigu ió m anifestando. C o m o y a se ha m en cion ado en este lib ro , después de v a rio s años de perm anecer en Culhuacán, hacia 1323, los azte­ cas, cum plieron un d esign io siniestro de H u itzilo p o c h tli. S a c rifi­ caron a la h ija de A c h itó m e tl, nu evo señor de Culhuacán, para co n vertirla en su diosa Y üOCÍhuatl,"m u jer gu errera", su p rotec­ tora, esta v e z paradójicam ente de o rig e n tolteca. T a l s a c rific io sangriento p r o v o c ó la justa ira de los culhuacanos, que expulsa­ ron a los aztecas de Tizap án y los fo rza ro n a huir hacia el in terior del lago. A l l í al fin encontraron éstos, en el islote de M éxicoT en och titlan , la señal prom etida p o r su dios Huitzilopochtli: el 0 Crónica Mexlcáyotl, p. 52.

águila d evo ra n d o la serpiente. A n tig u o s textos indígenas así estos hechos: Cuando los mexicas se robaron [dieron m uerte] a la princesa culhuacana, huyeron, fueron a establecerse entre los tulares. En A c o c o lc o estuvieron seis días. Y he aquí que entonces los mexicas se acercaron a la tierra, aquí a Tenochtitlan, donde sólo había tulares, donde sólo había carrizales. T odavía estuvieron padeciendo alW- • •* En el año 2-Casa [1325], llegaron los mexicas, en m edio de los cañaverales, en m edio de los tulares vinieron a poner término, con grandes trabajos vin ieron a m erecer tierras. En el dicho año 2-Casa, llegaron a Tenochtitlan. A llí donde crecía, el nopal sobre la piedra, encima del cual se erguía el águila estaba devorando [una serpiente]. A llí llegaron entonces. P o r esto se llama ahora Tenochtitlan Cuauhtli Itlacuayan: donde está el águila que devora en el nopal sobre la piedra. A qu í se mencionan sus nombres [d e quienes llegaron a Tenochtitlan]. Ele aquí nuestros nombres: el prim ero de ellos fue Tenochtll, Acacltll, Ocetopan, A haíl. . -7 #Manuscrito de 1558, fol. 84. 7Chimalpain, Domingo Francisco, Séptima Relación.

BNtnblec Idos ya en el islote de México-Tenochtitlan, no Por esto n i minaron los sufrimientos de los aztecas. U n a vez más, habían vellido a una tierra que tenía ya su propio duenda l ° s tepanecas Azcapotzalco. Sin em bargo, los aztecas, acostumbrados a re­ solver dificultades y problemas, no dieron m ayor importancia a este hecho. En vez de pensar en los tepanecas de Azcapotzalco, propietarios del islote, prefirieron organ izar desde luego su nueva vida en el lu g a r que, a su juicio, les h abía concedido p o r fin Huitzilopochtli. Convocados entonces los señores mexicas, di­ jeron :

— "Obtengamos piedra y madera, paguémoslas con lo que se da en el agua: los peces, renacuajos, ranas, camaroncillos, moscos acuáticos, culebras del agua, gusanillos laguneros, patos, y todos los pájaros que viven en el agua." Luego dijeron: —“Que así se haga." En seguida se pusieron a pescar, atraparon, cogieron peces, ajolotes, camaroncillos, ranas y todos los pájaros que viven en el agiiq Y en seguida fueron a vender y a comprar. Luego regresaron, vinieron hacia acá con piedras y madera, la madera era pequeña y delgada. Y con esta madera, nada gruesa, toda ella, la madera delgada, con ella cimentaron con estacas, a la orilla de una cueva, así echaron las raíces del poblado, el templo de Huitzilopochtli. El adoratorio aquél era pequeñito. Cuando se vio la piedra, cuando se vio la madera, en seguida empezaron, apuntalaron, el adoratorio. Y de nuevo por la noche dio orden Huitzilopochtli, habló, dijo:

— ‘Escucha, oh Cuautlequetzqui, oh Cuauhcóatl, estableceos, haced partición, fundad señoríos, por los cuatro rumbos del

universo.. .*

Con tan modestos principios, pero con tan grandes ambiciones, comenzó a existir la nueva ciudad de México-Tenochtitlan. T o d a­ vía transcurrieron varios años antes de que en ella se eligiera el p rim er tlatoani o rey de los aztecas. G o bern aban aún varios ancianos, antiguos sacerdotes, teomcuna, "los que llevan a cues­ tas a los dioses". T an sólo hasta el año de 1363, al comenzar a hum ear el volcán Popocatépetl, fue cuando m urió el jefe Tenochtli, que h ab ía acaudillado a los aztecas durante 39 años. Entonces los señores mexicas decidieron elegir p o r vez prim era un tlatoani o rey, imitando a los otros pueblos que como los culhuacanos y tepanecas, así se gobernaban. H u b o diversidad de opiniones. Se­ gún algunos, era m ejor aceptar definitivamente el poder tepaneca de Azcapotzalco o im p lo rar ante los culhuacanos que los adm i­ tieran como súbditos. P ero al fin, iba a adoptarse una decisión bien distinta. Se trataba de una especie de compromiso. H a b ía necesidad de estrechar más los vínculos con el antiguo m undo tolteca. Im plí­ citamente se pensaba que si México-Tenochtitlan h a b ría de llegar a ser grande, debía tener sus raíces en el grandioso pasado de los toltecas. R ecordaron p a ra esto los ancianos aztecas que en Culhuacán vivía Acam apichtli Itzpapálotl, hijo del nuevo señor de Culhuacán llam ado N aúhyotl, emparentado con los aztecas desde los días en que éstos habían m orado en Tizapán. V ario s de los ancianos aztecas se presentaron entonces ante el rey de Culhuacán y le h ablaron de la siguiente manera

— “¡Oh señor, oh nieto nuestro, oh rey! Hemos venido a hacer que olvides tu pena, a confortarte, nosotros los mexicas chichimecas, tus padres y abuelos. Venimos a pedirte humildemente, para tu ciudad de Tenochtitlan, queremos llevamos a tu siervo, tu recuerdo, tu hijo y vástago,

"Crónica

Mexicáyotl, pp. 72-74.

nuestro collar, nuestra pluma de quetzal, e l llamado Itzpapálotl Acam apichtli. N o s lo concederás, es nuestro hijo mexicano, también sabemos que es nieto de los culhuacanos, es cabello y uña de ellos, de los señores, de los reyes culhuacanos. El ha de cuidar la pequeña ciudad de México-Tenochtitlan.. Oídas estas palabras, el rey culhuacano se reunió con los seño­ res. R e c o rd a n d o el crim en que habían c o m e tid o los aztecas con la h ija de A c h itó m e tl, se sintieron in clin ad os a dar la más r o ­ tunda n egativa. P e ro pensando lu eg o que se trataba de un varón , y a que "d e ser m ujer, no co n ven d ría que la lle v a ra n ", a cced ie­ ron al fin. Y conscientes c o m o eran los culhuacanos de su rico le g a d o cultural de o rig en tolteca, term inaron su discurso con estas p a la b ra s : — "Que gobierne Acam apichtli a la gente del pueblo, a los que son siervos de Tloque Nahuaque, [e l Dueño del cerca y del ju n to ], del qUe es Noche y Viento, de Yaotzin, Tezcatlipoca, y del sacerdote Huitzilopochtli.. 10 A s í fue com o el año de 1376 tu vieron los aztecas su p rim er rey o tlo-tocmi prosapia tolteca, A ca m a p ich tli. B a jo su gob iern o de 21 años se continuó la e d ific a c ió n de la ciudad. El rostro de los aztecas p o co a p o co iba dejando de ser descon ocid o. En él aparecían ya algunos rasgos que recordaban la antigua fiso n o m ía de los toltecas. L o s aztecas pagaban tributos a la gente de A z c a ­ p o tza lco , a los tepanecas, a quienes pertenecía el islote. L o que es to d a v ía más s ig n ific a tiv o , los aztecas com enzaron a ejercitarse en la guerra, luchando en fa v o r de los tepanecas, ayudándolos a exten der sus conquistas. M u erto A c a m a p ich tli hacia 1396, le sucedió en el g o b iern o de M é x ic o -T e n o c h titla n su h ijo H u itzilíh u itl. Casado con una h ija del señor T c z o z ó m o c , de A z c a p o tz a lc o , o b tu vo de él, gracias a a Crónica M cxicáyotl, pr>. 82-83.

10lbid., p. 83.

Fig. 8. Acamapichtli ( Códice Mendocino) este parentesco, que se m itiga ra n los im puestos y rig o re s sufridos hasta entonces p o r los aztecas. D e su m u jer tepaneca tu vo H u itzilíh u itl un h ijo de n om bre C him alpopoca. Y re fie re n las crónicas que, sien do y a n iñ o de d iez o d o ce años, el p rín cipe C him alpopoca solía v is ita r a su abuelo, el gran señor T e z o z ó m o c , de A z c a p o tz a l­ co , quien lo amaba con especial p red ilección . T a les vín cu lo s de los aztecas con los tepanecas habían resul­ tad o sumamente favorab les. H u itz ilíh u itl a p rovech ó la paz con­ siguiente para dedicarse a atender los problem as in teriores de su ciudad. D e él se d ice que co m en zó a le g is la r en especial acerca del cu lto que debía darse a sus dioses, apoyándose tanto en ideas religio sa s de proceden cia tolteca, com o en tradiciones y prácticas del p ro p io pueblo m exícatl. E l d esa rro llo alcanzado p o r los aztecas era v is to con buenos o jo s p o r T e z o z ó m o c , c o n v e rtid o y a en cariñoso abuelo del prín­ cip e C h im alpopoca. P e ro , en cam b io, p r o v o c ó la suspicacia y a nim adversión de no pocos nobles tepanecas, entre e llo s de M a x tlatzin, h ijo de T e z o z ó m o c , a la sazón señor de C oyoacán . M axtlatzin había com en zad o a fragu ar la destrucción de los aztecas que a su ju ic io no debían constituir un señorío aparte, sino tan sólo

una di ¡ os d o m in io s del Im p e r io Tepaneca, que él pensaba heredar D ia muerte ¿ e su padre, el anciano T e z o z ó m o c . L a m uerte de H u itzilíh u itl, ocu rrida hacia 1415, y la e le c c ió n del j o v e n C h im a l­ popoca co m o tercer rey o tlatoani de México-Tenochtitlán, iba a o fre c e rle una coyuntura fa v o ra b le para realizar^stis design ios. D e hecho, iba a ponerse en suerte el destino del pueblo azteca. En el escenario d el V a lle de M é x ic o iban a actuar las más poderosas fuerzas en contra del ú ltim o de los pueblos nahuas. E l recién v e n id o , de rostro no c o n o c id o , estaba en p e lig r o de sucumbir antes de haber alcanzado p re s tig io alguno.

EL

PRIN C IPIO

DE

LA

GRANDEZA

AZTECA

MUERTO Tezozóm oc, rey de A zcap otzalco, hacia 1426, se apoderó d el tron o tepaneca su h ijo M a x tla tz in , c o n o c id o en las historias populares c o m o "e l tirano M a x tla ". U n o de sus p rim eros actos fue hacer patente su o d io contra los aztecas. Escuchem os la v e r ­ sión de la Crónica M e x ic á y o tl: A flo 12-Conejo [1426], en él vin ieron a matar los tepanecas al señor Chimalpopoca, rey de Tenochtitlan, h ijo de Huitzilíhuitl.. Y más abajo, re firié n d o s e tam bién al m ism o popoca, d ice la Crónica Mexicáyotlque los aztecas

señor C h im a l­

se afligían mucho, cuando se les decía que los rodearían en son de guerra, que los destruirían los tepanecas.. .,s En m e d io de la crisis, los señores aztecas e lig ie r o n como cuarto rey de T en och titla n a Itz c ó a tl, h ijo de Acamapichtíf y de una bella esclava de A z c a p o tz a lc o . L a prim era actuación de Itz c ó a tl iba a con sistir en hacer fren te a la amenaza de los tepanecas de M a x ­ tlatzin. R eu n id os se pusieron a d elib era r los señores aztecas. H u b o pareceres distintos. U nos, c o m o el m ism o Itz c ó a tl, propon/Md., p. 104. «/Wd., p. 106.

nían rendirse al señor M a x tla tzin .

Sin em bargo, había dudas y

vacilaciones. Entonces aparece p o r prim era v e z una fig u ra extraordinaria, el j o v e n Tlacaélel, h ijo de E lu itzilíh u itl y herm ano de M otecu h zom a Ilhuicam ina. E xpresando con libertad y valen tía su pensamiento, en v e z de aceptar la idea de som eterse a los tepanecas de M a x ­ tlatzin , h izo v e r a los señores aztecas la necesidad de luchar hasta v en cer o m orir. T o m a n d o la palabra, habló así Tlacaélel: ¿Qué es esto, mexicanos? ¿Qué hacéis? V osotros estáis sin ju ic io : aguardad, estaos quedos, dejadnos tomar más acuerdos sobre este n egocio: ¿tanta cobardía ha de haber que nos habe­ rnos de ir a entretejer con los de A zcapotzalco? Y llegándose al R ey, le d ijo : Señor, ¿qué es esto? ¿Cóm o permites tal cosa? Elablad a este pueblo; búsquese un m edio para nuestra defensa y honor, y no nos ofrezcam os así tan afrentosamente entre nues­ tros enemigos.13 Las palabras de T la c a é le l lo gra ro n un efe c to sorprendente. El m ism o rey Itz c ó a tl, que poco antes pensaba en rendirse a M a x ­ tlatzin , c o n m o v id o probablem ente p o r el b reve discurso de su sobrino T la c a é le l, enardeciéndose, habló de la siguiente manera: ¿T od avía determináis de iros a A zcapotzalco? Cosa de gran bajeza me parece: y o quiero'dar un corte que sea a nuestro honor y no con tanta deshonra com o vosotros hacéis. A q u í estáis todos los señores y principales, tíos, hermanos y sobrinos míos, todos de v a lo r y estima: ¿quién de vosotros será osado a ir ante el rey de A zcapotzalco a saber de la determinación suya y de su gen­ te? Si están ya de aquel parecer de destruimos sin poderse revocar, si no tienen lástima de vem os en este aprieto y aflicción; aquí estáis; levántese uno de vosotros y vaya. ¡ Perded, mexica­ nos el temor! 14 Y d ice la historia que ninguno de los señores aztecas se atre­ v ía a ir c o m o em isario ante el rey de A z c a p o tz a lc o . Entonces, con resolución, T la c a é le l se o fre c ió cu m plir esta embajada. Cons­ cien te de que exponía su v id a , d e c id ió lle v a r un m ensaje al rey tepaneca, en un ú ltim o esfuerzo por e v ita r la guerra, salvando la d ig n id a d de los aztecas. 13 Durán Fray Diego de, H istoria de tas Indias de Nueva España y islas de Tierra Firme, T. I, p. 70. l'Ibid., pp. 70-71.

N o unn Vez, sino varías, tuvo que ir Tlacaélel ante el señor de Azcupotzalco. Más, por desgracia, los medios pacíficos fracasaron. Fue necesario que los aztecas em puñaran la flecha y el escudo p ara defender su libertad. H u b o una circunstancia fa v o ra b le : quien más tarde había de ser rey sabio de los texcocanos, el prín­ cipe Nezahualcóyotl, perseguido también p o r los tepanecas que habían asesinado a su padre, se convirtió en aliado de los aztecas. E l año 1-Pedemal (1428), como dice lacónicamente la Crónica Mexicáyotl, "fueron conquistados los de Azcapotzalco". Los ejér­ citos azteca y texcocano, dirigidos p o r cuatro figuras extraordi­ narias • el rey Itzcóatl, el joven Tlacaélel, su herm ano Motecuh-ZQina Ilhuicamina y el príncipe sabio Nezahualcóyotl, derrotaron a los tepanecas de Azcapotzalco. Y no sólo esto, sino que persi­ guieron a Maxtlatzin hasta Coyoacán, antiguo dominio suyo, a donde había ido a refugiarse. A llí, una vez más, contra lo que pudiera preverse, derrotaron por completo a la gente tepaneca. Esta victoria, tan rápida y tan extraordinaria, iba a ser princi­ pio de una nueva actitud, que llegaría a ser característica de los aztecas. Los vencedores habían destruido al señorío más pode­ roso, que p o r muchos años había ejercido la hegemonía en el valle y sus alrededores. Conscientes del significado de su victo­ ria, se consagraron a consolidarla, por medio de una serie de medidas de carácter político, social y religioso. E l historiador indígena Chim alpain señala así este punto: Después de haber triunfado en Coyoacán, regresaron los señores mexicanos. [Itzcóatl, Tlacaélel, Motecuhzoma Ilhuicamina.] Aquellos que habían ido guiando, recibieron títulos de señorío: Tlacaélel tomó el título de Tlacochcdlcatl [Señor de la Casa de los dardos], Motecuhzoma Ilhuicamina, el de Tlacatécatl [ “General” de los ejércitos aztecas]... Estos príncipes fueron los consejeros del señor Itzcóatl Otros 17 señores, grandes capitanes, recibieron también cada uno su título.18 “ ChimalDain Cuauhtlehuanitzin, Francisco Diego Muñón, Sixiétne et Sepíleme Relations (1358-1612). Publiées et traduites par Rémi Siméon. Pa­ rís, 1889, pp. 102-103.

P a ra le la con la concesión de títulos de nobleza, vino la distri­ bución de tierras obtenidas de los pueblos conquistados. Tanta importancia tuvo esta antigua distribución de tierras entre los aztecas, que todavía en tiempos de la Colonia, en algunas recla­ maciones form uladas por indígenas, como la que se presenta en el Códice Cozcatzin, se apela expresamente a esta prim era dispo­ sición de Itzcóatl y Tlacaélel. Este fue el principio del engrandecimiento conscientemente buscado p o r los aztecas. Tlacaélel, además del título de TlüCOChcálcütl que h abía recibido, se convirtió pronto en CihlldCÓatl, con­ sejero supremo del rey Itzcóatl. De este último dice el Códice Ramírez que "no hacía más de lo que Tlacaélel le aconsejaba". Y , como veremos, fueron tantos y de tan grande trascendencia los consejos de Tlacaélel, que en realidad puede afirm arse, si­ guiendo al célebre Henrico Martínez, que fue él " a quien se debió casi toda la gloria del Im perio Mexicano".1® Im presionado p o r las múltiples y casi increíbles intervenciones de Tlacaélel, F ray Juan de T orqu em ada llegó en su MotiarqUÍÜ indiana a d u d a r acerca de su existencia, pensando que los hechos que se le atribuyen habían sido realizados p o r Itzcóatl y Motecuhzoma Ilhuicamina. Pero, en contra de la suposición gratuita de T orquem ada, hablan acerca de Tlacaélel y sus proezas, entre otras, las siguientes fuentes: los códices Ramírez, Cozcatzin y Azcatitlan, los Anales tecpanecas de Azcapotzalco, la Historia de D u ra n , y las crónicas y relaciones de Tezozómoc y Chimalpain. L a o b ra y el pensamiento de Tlacaélel, puesto en práctica prin­ cipalmente p o r Itzcóatl, Motecuhzoma y Axayácatl, es de tal tras­ cendencia que puede afirm arse implica el empeño y la realización de una fundamental reform a en los campos político, social, his­ tórico y religioso. Con Tlacaélel nace la visión místico-gueirera del pueblo azteca, que se considera a sí mismo como el pueblo elegido del Sol. En ese misticismo guerrero, que supo aprovechar para sus propios fines el antiguo legado cultural de los toltecas, está el resorte que movió al pueblo mexícatl a realizar obras extra­ ordinarias, entre las que no es la m enor la serie de conquistas que los llevó de un océano a otro, así como hasta apartadas regiones de Chiapas y Guatemala.

w Martínez, Henrico, Repertorio de los tiempos e H istoria Natural de Nueva España. Secretaria de Educación Pública, M éxico, 1948, p. 129.

LA

REFORMA

DE

TLACAÉLEL

DBSPUfiS de la v ic to r ia azteca sobre los tepanecas de A zc a p o tz a lc o , en greíd os los m exicas, som etieron tam bién al señorío de X o c h imilco y a los de Cuitláhuac y C halco, en la re g ió n sur d el V a lle de M é x ic o . Particu larm en te la conquista de Cuitláhuac resulta en e x trem o s ig n ific a tiv a . Planeada p o r T la c a é le l, después de haber ven cid o a los de X o c h im ilc o , se convierte en algo así com o un sím­ b o lo de lo que habrá de ser toda la obra del gran con sejero azteca. E l rey Itz c ó a tl, persuadido por T la c a é le l, había e n v ia d o mensa­ je r o s a Cuitláhuac, e x ig ie n d o de e llo s , so pena de ser conquistados, dos cosas: que le entregaran a sus hijas y hermanas doncellas para que v in ie ra n a T en och titlan a cantar y b a ila r en sus casas de placer, así c o m o el e n v ío de diversas flo re s , con ja rd in e ro s experim en tados que las plantaran y cu ltivaran en la capital azteca. En pocas palabras, e x ig ía n los aztecas las flo re s de Cuitláhuac y los cantos de sus doncellas. A h o ra bien, record an d o la expresión idiomática de la lengua náhuatl in X ó ch itl, irt cuícatl, que literalm en te s ig n ific a "flo r e s y cantos", p ero que en su sentido m e ta fó ric o connota la idea de "poesía, arte y s im b o lis m o ", pod ría vislum brarse en la pretensión azteca el p ro p ó sito de obtener para sí, aunque fuera p o r m e d io de la guerra, las flo re s y los cantos, o sea, el m ensaje cultural de los otros pueblos del V a lle de M é x ic o . V e n c id a la gente de X o c h im ilc o , Cuitláhuac y C h alco, antes de in icia r nuevas conquistas, T la c a é le l d e c id ió co n so lid a r por m e d io de una refo rm a id e o ló g ic a el p o d e río azteca. A n te to d o le p areció n ecesario fo r ja r lo que h oy llam aríam os una "c o n c ie n ­ cia h istórica ", de la que pudieran estar o rgu llo so s los aztecas. Para esto, reunió T la c a é le l a los señores m exicas. D e com ún acuerdo se d eterm in ó entonces quem ar los antiguos c ó d ices y lib ros de pinturas de los pueblos v en cid o s y aun los prop ios de los m exicas, porque en e llo s la fig u ra del p ueblo azteca carecía de im portancia. Im p líc ita m e n te se estaba co n cib ien d o la h istoria c o m o un instrum ento de dominación: Se guardaba su historia. Pero, entonces fue quemada: cuando reinó Itzcóatl, en M é x ic o . Se tom ó una resolución, los señores mexicas dijeron:

no conviene que toda la gente conozca las pinturas. L o s que están sujetos [e l p u eb lo ], se echarán a perder y andará torcida la tierra, porque allí se guarda mucha mentira, y muchos en ellas han sido tenidos por

dioses.17

Q uem ados los v ie jo s libros de pinturas, dan p rin cip io los az­ tecas a una nueva v is ió n h istórica y religio sa . L a s fuentes in d í­ genas de proceden cia m ex íca tl que h oy se conservan son la m e jo r prueba de esto. Concebidas para ser fundam ento y raíz de la nueva grandeza, destacan la im portancia del pueblo azteca, rela­ cio n á n d o lo de diversas form as con los toltecas y con otros pue­ b los poderosos, co m o los tarascos de M ich oacán , de quienes se pretende en algunas fuentes que eran tam bién un pueblo de o r i­ gen náhuatl. P o r otra parte, los antiguos númenes tribales de los aztecas, co m o H uitzilopoch tli y su m adre Coatlicue, com ien ­ zan a situarse en un m ism o plano con las d ivin id a d es creadoras de los tiem pos toltecas. D e manera especial con vien e referirse a la interpretación que dieron los aztecas al antiguo pensam iento co s m o g ó n ic o náhuatl. Según éste, el m undo había e x is tid o en varias edades o **Soles”, que habían alcanzado sucesivam ente un cierto florecim ien to , al que sigu ió, en cada caso, un cataclism o que les puso fin . H abían e x is tid o así las edades o " S o le s " de T ierra , V ie n to , F u eg o y A gu a . L a edad presente, quinta de la serie, había ten ido su o rig e n en Teotihuacán, cuando los dioses, reunidos ju n to al " F o g ó n d iv in o " , habían creado este n u evo S ol, lla m a d o "d e m o v im ie n to ", que g o ­ bierna la v id a en la época actual. Este "qu in to S o l", o edad, de m o v im ie n to , es precisam ente el tiem p o en el cual ha v i v i d o N u es­ tro P rin cip e Q u etzalcóatl allá en T u la y es tam bién el p e río d o en el cual el pueblo azteca habrá de desarrollar su historia. D e acuerdo con la antigua trad ición , este S ol tam bién tendrá que acabar algún día, c o m o sucedió con las cuatro edades ante­ riores. Este fin a l c ó sm ico , de sentido más bien pesim ista, fue en realid ad el o rig e n de la nueva con cepción miStlCO-gueiTera de los aztecas. Para los sabios antiguos, seguidores del pensam iento to l­ teca, la única fo rm a de hacer frente al cataclism o que pondría íTInformantes indígenas de Sahagún, C ódice M atritense de ta Real Academia, vol. V I I I , fol. 192 v.

rin a la quinta edad, era buscando en un plan o personal la m anera de crear en sí mismos un "rostro sabio y un corazón firm e como la p ied ra" que hiciera digno al hom bre de ir más allá de esta vida, a "la región de los descam ados", en busca del principio supremo T loqtie Nahuaque, Dueño del cerca y del junto, quien tal vez querría acordarse del hom bre, ser fugaz como las plumas de quetzal que se desgarran. Pero los aztecas, siguiendo el pensamiento de Tlacaélel, que, como lo nota Chim alpain, "fue quien anduvo haciendo, quien anduvo siempre persuadiendo a los mexicas de que su dios era Huitzilopochtli” ,18 interpretaron en form a enteramente distinta el anunciado cataclismo que pondría fin a esta quinta edad. Con­ cibieron la posibilidad de evitar la muerte del Sol, identificado 'a en su pensamiento con el dios Huitzilopochtli. E l Sol-Huitziopochtli podría ser fortalecido, si se le proporcionaba la energía vital que está encerrada en el líquido precioso que mantiene vivos a los hombres. Ese líquido precioso, el chaíchíuhatl, era la sangre. Elevando el núm ero de los sacrificios de hombres, cuyo corazón y cuya sangre se ofrecieran al Sol-Huitzilopochtli, se lo graría alimentar su vida indefinidamente.

Í

P a r a poder realizar en forma constante y frecuente esos sacri­ ficios dirigidos a preservar la vida del Sol, Tlacaélel introdujo entre los aztecas la práctica de "las guerras floridas". En alianza permanente con el señorío de Texcoco y con el que hoy llam aría­ mos "estado pelele" de TlüCOpan o Tacu ba, los aztecas organizaron una serie de luchas periódicas contra los señoríos asimismo na­ huas de Tlaxcala y Huexotzinco. L a finalidad fundam ental de estas guerras era obtener víctimas p a ra el sacrificio. E l pueblo azteca se constituía así en una especie de pueblo elegido del Sol, dotado de una misión extraordinaria, de resonancias cósmicas; evitar el cataclismo que podría poner fin a la edad o Sol en que vivimos. L a concepción mística del pueblo que se pensó elegido p o r los dioses p a ra una gran misión, tenía p o r corolario un profundo sentido guerrero, condición indispensable p a ra obtener el agua preciosa de los sacrificios y extender hasta los confines del mundo la gloria del Sol-Huitzilopochtli. Convertidos en un pueblo con misión, de esta idea fundamental se deriva — como lo hace ver Alfonso Caso— el sentido mismo de la vida de los aztecas. De ellos depende que el Universo siga existiendo, porque si el Sol 18 Chimalpain, D. F., Ibid., p. 106l

no se alimenta, carecerá de fuerzas p a ra triunfar en la lucha que también ha de sostener contra los poderes tenebrosos de la noche. Situándose los aztecas al lado del Sol-Huitzilopochtli, se con­ sideran del lado del Bien, en un combate sin tregua contra los poderes del M a l. Y desde otro punto de vista, esta vez bastante utilitario, puede añadirse que su alianza con el Sol-Huitzilopochtli trae consigo la justificación de todas sus conquistas, la grata confianza de que al someter a otros pueblos, haciéndolos tributa­ rios suyos, se está realizando una suprema misión. T a l es el meollo de la concepción místico-guerrera infundida p o r Tlacaélel a los aztecas. Proclam ándose y trasmitiéndose por medio de sus libros de pinturas y de sus poemas, aprendidos de memoria en los centros de educación, esta que pudiera llam arse "filosofía del pueblo Sol" cobró cada día m ayor fuerza, hasta convertirse en algo así como la raíz de México-Tenochtitlan. En los nuevos códices, algunos pocos de los cuales todavía se conser­ van, quedó pintada con rasgos verdaderam ente épicos la peregri­ nación de los aztecas en busca de la "tierra prom etida" p o r sus dioses. En los nuevos himnos sagrados se ensalza así el poder de Huitziiopochtli y la grandeza del pueblo m exícatl: Haciendo círculos de jad e está tendida la ciudad, irradiando rayos de luz cual pluma de quetzal está aquí México: junto a ella son llevados en barcas los príncipes: sobre ellos se extiende una florida niebla. ¡E s tu casa, D ador de la vida, reinas tú aquí: en Anáhuac se oyen tus cantos: sobre los hombres se extienden! A quí están en México los sauces blancos, aquí las blancas espadañas: tú, cual garza azul extiendes tus alas volando, tú las abres y embelleces a tus siervos. E l revuelve la hoguera, da su palabra de mando hacia los cuatro rumbos del universo. (H ayau rora de guerra en la ciudad!19 Cimentada la reform a ideológica p o r medio de la concepción místico-guerrera del pueblo del Sol, consagra en seguida su atenMAÍS. Cantares Mexicanos, foL 22 v.

ción T la c a é le l a otros va rio s puntos tam bién de fundamental im portancia. E l Códice Ram írez consigna, en resumen, estas nue­ vas disposiciones de T la c a é le l, introducidas después de la muerte de Itzc ó a tl, cuando reinaba ya en M é x ic o -T e n o c h titla n el va lero so M otecu h zom a Uhuicamina: Era entonces Tlacaélel ya hombre muy experimentado y sabio. Y así por su consejo e industria puso el rey Motecuhzoma, pri­ mero de este nombre, en mucho orden y concierto todas sus repúblicas. Puso consejos casi tantos com o los que hay en España. Puso diversos consistorios que eran com o audiencias de oidores y alcaldes de corte: asimismo otros subordinados com o corregi­ dores, alcaldes mayores, tenientes, alguaciles mayores e in ferio­ res, con un concierto tan admirable que entendiendo en diversas cosas, estaban de tal suerte subordinados unos a otros, que no se impedían, ni confundían en tanta diversidad de cosas, siendo siempre lo más encumbrado el consejo de los cuatro príncipes que asistían con el rey, los cuales, y no otros, daban sentencias en otros negocios de menos importancia, pero habían de dar a éstos m em orial de ello; los cuales daban noticias al rey cada cierto tiempo de todo lo que en su reino pasaba y se había hecho. Puso asimismo este rey por consejo e industria del sabio Tlacaélel en muy gran concierto su casa y corte, poniendo o f i­ ciales que le servían de m ayordomos, maestresalas, porteros, coperos, pajes y lacayos, los cuales eran sin número, y en todo su reino sus factores, tesoreros y oficiales de hacienda. Todos tenían cargo de cobrar sus tributos, los cuales le habían de traer por lo menos cada mes, que era com o queda ya referido, de todo lo que en tierra y mar se cría, así de atavíos, com o de comida. Puso asimismo no menos orden que éste, ni con menos abun­ dancia de ministros de jerarquía eclesiástica de sus ídolos, para lo cual había tantos ministros supremos e ínfim os que me certi­ fican que venía a tal menudencia que para cada cinco personas había uno, que los industriaba en su ley y culto de sus dioses.20 C om o puede verse, las nuevas reform as de T la c a é le l se refieren a tres aspectos básicos: orga n iza ción p o lítica y ju ríd ica , cambios en la adm inistración económ ica y, finalm ente, m o d ifica cio n es en la orga n iza ción sacerdotal y en las form as de culto que debían darse a sus dioses. R especto de este ú ltim o punto, es conveniente recordar que ya mucho antes de los tiem pos aztecas se practi­ caban los sacrificios humanos. Sin em bargo, en lo que toca a la

20Códice Ramírez, p. 83.

frecuencia de este rito , v e ro sím ilm en te puede afirm arse que fue T la c a é le l quien e le v ó su núm ero, de acuerdo con la idea de preser­ v a r la v id a del S ol con la sangre de las víctim as. En honor de H u itz iio p o c h tli se em pezó a e d ific a r lu ego — por con sejo tam bién de Tlacaélel— un tem p lo m ayor, rico y suntuoso. En él se iban a sacrificar numerosas víctim a s al Sol-Huitzilopochtli, que había lle v a d o a los m exicas a re a liza r grandes con­ quistas : p rim ero de los señoríos vec in o s , y lu ego de los más lejanos de O axaca, Chiapas y Guatemala. H ablan do con el rey M otecuhzom a Ilhuicam ina, a propósito de la ded icación del tem plo m ayor de T en och titlan , se expresó así Tlacaélel:

Sacrifiqúense esos hijos del Sol, que no faltarán hombres para estrenar el tem plo, cuando estuviese del todo acabado. Porque y o he pensado lo que de hoy más se ha de hacer; y lo que se ha de venir a hacer tarde, vale más que se haga desde luego, por­ que no ha de estar atenido nuestro dios a que se ofrezca ocasión de algún agravio para ir a la guerra. Sino que se busque un cóm odo y un mercado donde, com o a tal mercado, acuda nuestro dios con su ejército a comprar víctim as y gente que coma; y que bien, así com o a boca de com al de por aquí cerca halle sus tortillas calientes cuando quisiera y se le antojase comer, y que nuestras gentes y ejércitos acudan a estas ferias a comprar con su sangre y con la cabeza y con su corazón y vida las piedras precio­ sas y esmeraldas y rubíes y las plumas anchas y relumbrantes, largas y bien puestas, para el servicio del admirable Huitzilo' pochtli.51 A s í fue consolidando T la c a é le l la grandeza mexícatl. S irv ié n ­ dose del brazo poderoso de M otecu h zom a Ilhu icam ina, com en zó a extender los dom in ios del naciente im p erio. P rim e ro fue la con ­ quista de Tepeaca. M ás tarde los ejércitos aztecas se lanzaron sobre los huastecos, sobre la gente de O rizaba, sobre los mixtéeos de Coaixtláuac. Consecuencia inm ediata de estas conquistas fue el en gran decim ien to de M éx ic o -T e n o c h titla n . A flu ía n a la capital azteca tributos procedentes de las region es sometidas. Fray D ie ­ go de Durán, copiando de una antigua crónica indígena, com o lo dice expresam ente, re fie re que entre otras cosas llegaban a la ciudad grandes cantidades de o ro en p o lv o y en jo y a s , piedras preciosas, cristales, plumas de todos co lo res, cacao, a lg o d ó n , man­ tas, paños labrados con diferentes labores y hechuras, escudos, pájaros v iv o s de las más preciadas plumas, águilas, gavilan es,

21Durán, F ray Diego de, ap. cit., T. I, p. 241.

Fig. 9. Motecuhzoma Ilhuicamina (Códice Mendocino)

garzas, pum as, tigres vivos y gatos monteses que venían en sus ja u la s, conchas de m ar, caracoles, tortugas chicas y grandes, plantas medicinales, jic a ra s, pinturas curiosas, camisas y enaguas de m ujer, esteras y sillas, maíz, frijoles y chía, m ad era, carbón, diversas clases de frutos. T ras esta la rg a enumeración de los principales tributos pagados, concluye el texto diciendo que: Tributaban las provincias todas de la tierra, pueblos, villas y lugares, después de ser vencidos y sujetados por guerra y com­ petidos por ella, por causa de que los valerosos mexicanos tuvie­ sen por bien de b a ja r las espadas y rodelas, y cesasen de matarlos a ellos y a los viejos y viejas y niños por redimir sus vidas y por evitar la destrucción de sus pueblos y menoscabos de sus hacien­ das. A esta causa se daban por siervos y vasallos de los mexicanos y les tributaban de todas las cosas criadas debajo del cielo.. •22 En medio de tal abundancia, Motecuhzoma Ilhuicam ina, acon­ sejado p o r Tlacaélel, puso p o r o b ra lo que hoy llam aríam os di­ versos proyectos dirigidos al engrandecimiento de la nación azte-

ca. Entre otras cosas, e n v ió M o tecu h zo m a una ex p ed ició n en busca del m ític o lugar llam ad o Aztlán, de donde se decía que procedían los aztecas. L a idea subyacente era entroncar de una manera tan gib le con lo que se consideraba su pasado rem oto. C onfundiendo artificiosam en te la realid ad y el m ito , cuando regresaron los en viad os, afirm aron haber descubierto el antiguo lugar de las Siete cuevas, Chicomóztocfisí com o el v ie jo Culhua­ cán, ju n to a una grande laguna donde to d a vía v iv ía la madre de H u itz ilo p o c h tli, de nom bre C oatlicu e. L o s em isarios afirm aron haberla contem plado y haberle hecho presentes, a nom bre de los aztecas y del señor de éstos M otecu h zom a Ilhuicam ina. Esta ex p ed ició n a las llanuras del N o r te , con la m ítica visita a C oatlicu e, que parece recordar la entrevista de Sancho con D ulcinea del T o b o s o , pone de m an ifiesto, una v e z más, lo que ya se ha señalado a n te rio rm e n te : los aztecas estaban em peñados en encontrar y exaltar sus propias raíces históricas. P ersigu ien d o este m ism o fin , y tam bién por consejo de T la c a é le l, orden ó M o te ­ cuhzoma se esculpiera en unos peñascos de Chapultepec su e fig ie , así com o la de otros reyes y héroes aztecas, "para que v ie n d o allí nuestra figu ra, se acuerden nuestros h ijos y nietos de nuestros grandes hechos y se esfuercen a im ita m o s .23 C recía así cada v e z más el p restig io y la g lo ria del pueblo del Sol. Es cierto que tam bién hubo que hacer frente a grandes p ro­ blem as, no y a sólo de guerras, sino tam bién de calam idades, com o la fam osa gran hambre que com en zó el año de 1454 y duró otros dos más, debida a una gran sequía que asoló al V a lle de M é x ic o y sus alrededores. Sin em b argo, de ésta y de otras dificultades salieron avante los aztecas, apoyados siempre en su volu ntad indom eñable, m anifiesta desde los tiem pos de su peregrinación. A ú n quedaban sesenta años al pueblo del Sol para continuar en­ sanchando los dom in ios de H u itzilo p o c h tli.

EL ESPLENDOR

DE

UNA

ATADURA

DE

AÑOS

MOTECUHZOMA ILHUICAMINA m u rió el año 2-Pedem al (146 8 ), des­ pués de un la rg o rein ado de 29 años. D e 1468 a 1519, fecha de la llega d a de los españoles, quedaban aún 52 años, o sea lo que lla ­ man los pueblos nahuas un X Íu h m o lp ÍllÍ(" atadura de a ñ o s "), p erío d o de 52 años. Este ú ltim o p e río d o de tiem p o iba a constituir precisam ente el m arco fin al del esplendor azteca. ^Ibid., p. 203.

Muerto M otecu h zom a, los electores aztecas o fre c ie ro n a T la ­ ca élel, co m o y a lo habían hecho a raíz de la m uerte de Itz c ó a tl, el títu lo de rey o tlatoani. P e ro T la c a é le l se rehusó una v e z más. En presencia de los señores aliados de T e x c o c o y Tacuba, expresó su pensam iento a quienes pretendían elegirlo: P o r cierto, hijos m íos, y o os lo agradezco y al rey de Texcoco, pero ven id acá: y o os quiero que m e digáis de ochenta años a esta parte, o noventa que ha que pasó la guerra de A zcapotzalco, ¿qué he sido? ¿En qué lugar he estado? ¿Luego no he sido nada? ¿Pues para qué me he puesto corona en la cabeza? ¿Ni he usado de las insignias reales que los reyes usan? ¿Luegono ha v a lid o nada todo cuanto he ju zgad o y mandado? ¿Luegoinjustamente he muerto al delincuente y he perdonado al inocente? ¿Luego no he p od id o hacer señores, ni quitar señores com o he puesto y compuesto.. .? M a l he hecho en vestirm e las vestiduras y semejanzas de los dioses, y mostrarme sus semejanzas, y com o dios tomar el cuchillo y matar y sacrificar h om bres; y si lo pude hacer, y lo he hecho ochenta o noventa años ha, luego rey soy y p or tal m e habéis tenido; ¿pues qué más rey queréis que sea?.. E l m e jo r com en ta rio de tan e x p re s iv o discurso de T la c a é le l, en el que el p a ra lelism o de sus frases deja traslucir claram ente su proceden cia náhuatl, nos lo o fre c e el C ódice R a m íre z : Y no le faltaba razón — se afirma allí— porque con su indus­ tria, no siendo rey, hacía más que si lo fuera... porque no se hacía en todo el reino más que lo que él mandaba.2® P o r con sejo de T la c a é le l se e lig ió entonces a Axayácatl, n ie­ to de Itz c ó a tl, quien se asentó c o m o sexto señor de M é x ic o 24 Op. Cit., p. 326 25 Op. Cit., p. 326.

Ten och titlan el año de 1469. Su g o b iern o tra jo c o n s ig o la con ­ tinuación de las conquistas lle v a d a s a cabo p o r los ejército s aztecas. D e los tiem pos de A x a y á c a tl p ro v ie n e v e ro s ím ilm e n te la d escripción __ elogio de un pu eblo guerrero— técatl o supremo gen eral de esos e jé r c ito s .

acerca del

E l Tlacatécatl: comandante de hombres, el Tlacochcálcatl señor de la casa de las flechas, je fe de águilas, que habla su lengua. Su o fic io es la guerra que hace cautivos, gran águila y gran tigre. A g u ila de amarillas garras y poderosas alas, rapaz, operario de la muerte. E l genuino Tlacatécatl, el T la coch cá lcatl '.señor de la casa de las flechas, instruido, hábil, de ojos vigilantes, dispone las cosas, hace planes, ejecuta la guerra sagrada. Entrega las armas, las rige, dispone y ordena las provisiones, señala el camino, inquiere acerca de él, sigue sus pasos al enem igo. Dispone las chozas de guerra, sus casas de madera, el mercado de guerra. Busca a los que guardarán los cautivos, escoge los m ejores. Ordena a los que aprisionarán a los hombres, disciplinados, conscientes de sí mismos. D a órdenes a su gente, les muestra p or dónde saldrá nuestro enemigo.2® E ntre las conquistas lleva d a s a cabo por lo s aztecas en este tiem p o , hay una particularm ente significativa: la de T la te lo lc o . Era ésta una ciudad gem ela, situada en un is lo te v e c in o , al norte ag Informantes indígenas de Sahagún, C ódice M atritense de ta R eal Academia de ta Historia, vol. V III, fol. 115 v .

tl Ibid., p. 417.

Fig. 10. E l encuentro (Códice Florentino) m an ifestado p o r M o tecu h zo m a v e ro s ím ilm e n te puede hallarse en m onum entos c o n m em o ra tivo s c o m o el m o n o lito circular, c o n o c id o c o m o "p ied ra de T í z o c " , en la cual, en v e z de ensalzarse las gran­ des conquistas de A h u íz o tl, se conm em oran las más bien lim itadas hazañas del rey T íz o c que, c o m o se sabe, no se había m ostrado m uy in clin a d o a la guerra. ¿Son in d ic io estos hechos de un o cu lto p ro p ó sito de M o te c u h z o ­ m a II de apartarse de algún m o d o , o pretender m o d ific a r quizás, la antigua actitud del pueblo del S ol, tan bien representada p or A h u íz o tl, su antecesor? ¿Es que tal v e z M o tecu h zo m a I I se había v is to in flu id o p o r las Íde