Lévi-Strauss : el estructuralismo y la teoría sociológica
 9789681603564, 9681603567

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L E V I - STRAUSS el estructuralismo

y la teoría sociológica por

C. R. BADCOCK T raducción de

Juan A lm ela

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA M É X IC O

Primera edición en inglés, Primera edición en español, Primera reim presión,

1975 1979 1983

T ítu lo original:

Levi'Straussr Structuralism and Sociolosical T he ovo © I 9 7 5 .C ..R . Badcock P ublicado por H utch inson & Co. Ltd., Londres

D. R. © 1979, F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i c a Av. de la U niversidad 975, 03100 M éxico, D. F.

ISBN 968-16-0356-7 Impreso en M éxico

L a a n tr o p o lo g ía d e b e ser e c u m én ica . Sa lv ad o r

D

alí

(Descharnes, World of Dali, p. 68)

PREFACIO N o es este u n libro escrito por u n creyente en el estructuralism o. Si lo fuera, no creo que ayudase gran cosa a aquellos a quienes ante todo se dirige. Es u n libro escrito p ara quienes se interesan en el estructuralism o, y en Lévi-Strauss en particular, p rincipalm en te a propósito del lugar del estructuralism o y de su m áxim o exponente en la sociología y la antropología m odernas. Lo he escrito en gran m edida desde el p u n to de vista de la teoría socio­ lógica y la histo ria del pensam iento sociológico. Espero que lo encuentren ú til los estudiantes de ciencias sociales y el lector general que tenga cierta fam iliarid ad con el tema. Q uienes sepan más acer­ ca del estructuralism o, y en p articu lar sobre LéviStrauss, seguram ente no siem pre estarán de acuerdo conmigo, au n q u e confío en que hallarán digno de consideración lo que digo. A los especialistas segu­ ram ente les escandalizará la ausencia de jerigonza estructuralista y u n enfoque que acaso parezca de­ m asiado sencillo p a ra las obras de un au to r como Lévi-Strauss. N o me arrepien to por ello, y opino que, dados los lim itados propósitos del libro, la in­ teligibilidad cuenta más que la fiel adhesión al rastro —frecuentem ente indescubrible— del m aestro por el lab erin to del estructuralism o. Si lo he recorrido en seguridad, lo debo en buena m edida a los profesores D on ald M acRae, David M artin y E rnest G ellner, y especialm ente al profesor Percy Colien. C. H.

I. ORÍGENES EN COMTE, DURKHEIM Y MAUSS P r o p ó s it o s d e e s t e l ib r o

interés de Lévi-Strauss, tan to para los estudiosos de ciencias sociales como p ara el p ú b li­ co lector en general, reside en que es el m ejor co­ nocido y más leído de los autores pertenecientes a lo que hoy p o r hoy se llam a escuela estructuralista. Es claro que él acepta esta etiqueta, pues la em plea reite rad am en te en sus libros, incluso en los títulos de u n p a r de ellos. A decir verdad, p o r lo que toca a las ciencias sociales puede llam arse con con­ fianza a Lévi-Strauss guía del m ovim iento o, cuan­ do menos, su exponente más destacado en los cam­ pos de la an tro p o lo g ía y la sociología. El interés del estructuralism o como m ovim iento en las ciencias sociales procede de su pretensión, im plícita o explícita, según el caso, de propóhcion ar u n nuevo m odo de ver, o de captar, el hom bre y sus actos. Esto es algo fu n d am en tal p ara todas las ciencias hum anas, y p ara la sociología, la an­ tropología y la psicología en particu lar. En vista de q u e el hom bre p a rtic ip a subjetivam ente en ser hom bre, y como sus obras constituyen su propia apreciación subjetiva, todas estas ciencias se han em peñado desde el p rin cip io en d ar a l hom bre una nueva visión de sí m ism o y u n a nueva conciencia de la sociedad de la q u e form a parte. El principal atractivo del estructuralism o reside en el hecho de E l p r in c ip a l

q ^ h a m teijtad q hEmergesto..de u n a m an era que parece3iqn,.jrm eya.

H a .proporcionado explicaciones del hom bre y la cu ltu ra en térm inos de lo que Chomsky llam a ‘‘es­ tructuras, p ro fu n d as”. Son éstas principios de funcio­ nam iento m ental que son inconscientes pero que el estructuralism o in te n ta revelar y3 en antropología y sociología cuando menos, m o strar como auténtica base del fenóm...ieno de la cultura. E n el in ten to de sacar a la luz estos determ inantes colectivos e incons­ cientes del com portam iento, el estructuralism o de**-, em peña en las ciencias sociales u n papel análogo al del psicoanálisis1 en la psicología individual. U no y otro sostienen que p ro porcionan u n a ,n u e v a apre­ ciación, u n a visión más h o n d a de los procesos que nos afectan, pero de los que no nos percatábam os antes de que surgieran estas disciplinas. Como he­ mos de ver, u n o de los propósitos principales "de este libro es m ostrar precisam ente cuánto debe el estructuraíism o .al psicoanálisis. El deseo de disponer de una. nueva conciencia de la sociedad, de u n a nueva visión de la cu ltu ra es, en mi opinión, el atractivo p rin c ip al de las ciencias sociales en general, tan to p ara los estudiantes que ingresan en cursos univérsitarios sobre estas discipli­ nas, como p ara el público general que lee al respec­ to; N i que decir tiene, la n atu ra leza'd e la esperada nueva conciencia varía m ucho. H ay qu ien considera el'estu d io de "la sociología y la antropología social u n m edio de liberación personal de las fuerzas so­ ciales, que antes lo constreñían, pero que, u n a vez captadas en lo. que son, p u ed en ser trascendidas por i el -individuo. =Vistas asi, las ciencias" sociales hacen de desenm ascaradoras de engaños, destrona-

COM TE, D U R K H E IM Y MAUSS

d o ra s d e m ito s , y la u n iv e r s id a d se v u e lv e u n m a ­ ta d e r o d e v a c a s sa g r a d a s. O tr o s b u s c a n e n la s c i e n ­

cias sociales conciencia de las realidades subyacen­ tes a la estructura social, que nos afecta a , todos y en cuyos procesos participam os todos. Como la participación es en gran m edida obligatoria, siem­ pre valdrá la p en a a d q u irir alguna inform&Vióri digna de confianza acerca de qué es exactam ente aquello de lo que formamos parte. La sociología, y el estudio de las estructuras sociales contem porá­ neas en particu lar, es vista como un m edio que aspira a u n a apreciación más racional de las reali­ dades sociales,-políticas y económicas, y —es de es­ perarse— a u n a base más digna de confianza para tom ar decisiones en este terreno. Otros más consideran que las ciencias del hom bre y de la sociedad p ro p o rcio n an más que nada un ahon d am ien to en nosotros mismos, al am pliar nues­ tra apreciación subjetiva de tal suerte que, por ejem plo, el ritu a l in in telig ib le de pueblos p rim iti­ vos, o incluso las acciones irracionales de m iem bros de nuestra pro p ia sociedad, se tornan com prensi­ bles y p arte de u n cuadro significativo de nuestra propia experiencia social. Parece que el estructuralism o tiene algo que ofre­ cer a todos estos intereses, y como nueva visión del hom bre y la sociedad merece, al menos prelim i­ narm ente, nuestro interés serio y u n in ten to genui­ no, por nuestra parle, de com prender lo que tiene que decir. N o se trata, por supuesto, del prim er m ovim ien­ to en las ciencias sociales que form ula semejantes esperanzas. De hecho, como ya he indicado, f,t?odos los científicos sociales han ofrecido, de una u otra

m a n e r a , a lg o p o r e l e s t ilo ; to d o s h a n p r e t e n d id o p r o p o r c io n a r a l tn e n o s a lg u n a c la s e d e d is c e r n i­

m iento nuevo en;. la realid ad social, y creo que si en realid ad querem os en ten d er el estructuralism o y a Lévi-Strauss —y rio sólo ap ren d er a p arlo te ar en su jerigonza y a rep e tir en m om entos oportunos sus frases hechas-', debemos ver el estructuralismo, y Ja contribución de Lévi-Strauss a él, ante el fondo de las ciencias sociales en general y de la historia de la teoría sociológica en p articu lar. Éste es, pues, el p rim er propósito del libro, y al que dedico el p rim er capítulo. P rocuraré mos­ tra r.que los problem as a los q u e se enfrenta laobra de Lévi-Strauss le fueron legados p o r u n a ge­ neración an terio r de sociólogos, p o r D urkheim en p articu lar. Además, p o r lo general sólo se consigue apreciar como es debido la im p o rtancia de la con­ tribución de alguien a cu alq u ier cam po si se la ve en el contexto de lo que h u b o antes y lo que la ge­ neró. H asta ahora n in g ú n lib ro sobre Lévi-Strauss ha in ten tad o hacer esto, y al realizarlo m e h a resul­ tado necesario, como el lector no ta rd a rá en ver, rem ontarm e a los fundam entos de la sociología, a Com te y la Ilustración. Esto se debe a qu e 3a trad i­ ción sociológica francesa, a la que Lévi-Strauss p er­ tenece, se in icia allí, y a que, según veremos d entro de un m om ento, en m i o p in ió n sólo puede apre­ ciarse bien la posición de Lévi-Strauss en la historia de la sociología an te el fondo de su alcance íntegro. Mi segundo propósito prin cip al es exam inar a Lévi-Strauss desde el p u n to de vista sociológico. Se h an p ublicado ab u n d an tes libros y artículos que consideran su obra desde el p u n to de vista de la antropología, la lingüistica, la crítica literaria o el

e s t r u c tu r a lis m o e n g e n e r a l (e sto s ú lt im o s s u e le n ser lo s m á s i n i n t e li g i b le s ) , p e r o p o c o s , o n in g u n o , se h a n escrito del m odo como estamos a c o s t u m b r a ­

dos a que nos presente a D urkheim , M arx o ComLe. En mi opinión, la gran deb ilid ad de los estudios anteriores es que, al tra ta r a Lévi-Strauss como a un a n t r o p ó l o g o , o un estructuralista, o c o m o un toro lingüfstico-estructural suelto en una cristalería socioantropológica, h an reducido la im portancia de sus escritos, no tom ando en cuenta sus vastas im ­ plicaciones filosóficas, sociológicas y metodológicas. En consecuencia, mi tercer pi*opósito im portante será tra ta r de p en etra r en este nivel de interés so­ ciológico y m etodológico general en la obra de LéviStrauss y revelar, p or vez prim era según creo, los cim ientos fundam entales filosóficos y m etodológi­ cos de su estructuralism o. P rocuraré m ostrar que, como sociólogo y teórico, Lévi-Strauss puede ser com parado provechosam ente con otros sociólogos, sobre u n a base análoga a la que nos perm itiría com parar, por ejem plo, a Com te y a Pareto. Más aún, aspiro a m ostrar que precisam ente los m'iknos puntos teóricos y m etodológicos que los sociólogos están acostum brados a h allar y discutir en las obras de autores clásicos, aparecen tam bién en el estruc­ turalism o de Lévi-Strauss. Esto nos conducirá a fin de cuentas a considerar el que probablem ente es el más im p o rtan te de tales puntos, tanto por lo que toca a entender lo que dice Lévi-Strauss como para apreciar lo que puede m archar m al en su enfoque. Me refiero a su reduccionism o. Casi todos los que leen sus obras no tard an en caer en la cuenta de que de u n m odo q otro está reduciendo algunos aspectos de la cu ltu ra a la operación de la mente,

p e r o p o c o s a p r e c ia n c ó m o se la s a r r e g la p a r a e s to , y a tin m e n o s n o t a n c ó m o i n t e r v ie n e n e n su s is te m a

nociones como la de N aturaleza, a m odo de expli­ cación reductiva' final. Pocos autores h an dedicado especial atención a estó, pero yo m e propongo re­ velar a qué precisam ente se reduce el reduccionisnio de Lévi-Strauss, y dem ostrar que en realidad no es ni' m ucho m enos tan incom prensible, m etafísico y original como m uchos parecen sospechar. Por último in te n ta re m ostrar como el estructuralism o de Létá-Stráüss es de hecho u n a nueva versión del psicoanálisis, ni más ni menos, pero tal que, como jtodas J a s ...herejías psicoanalíticas, m ega el cuerpo y en este caso atavía las ideas de F reud coil lo s aderezos de la cibernética.

La'

s o c io l o g ía

cóm o

r e l ig ió n

N o hay ni cjue d ecir que los m ovim ientos intelec­ tuales nuevos, como el estructuralism o, no se ori­ ginan de la nada. El nacim iento virginal es desco­ nocido como fen ó m en o ' intelectual. Siem pre existe la p atern id ad , p o r dudósa que sea muchas- veces. E n este lib ro tengo el propósito de dem ostrar ju s­ tam ente T u á l es la p a te rn id ad del estructuralism o de Lévi-Strauss, y de indicar que, lejos de ser algo nuevo y desacostum brado, se rem onta en realidad a problem as de teoría sociológica y de práctica antropológica que ya existían desde el surgim iento mismo de estas disciplinas, y que desde entonces no h a n dejado de afectar su curso. T a l como he ob­ servado, trataré de m ostrar que la versión del estruc­ turalism o debida Lévi-Strauss, probablem ente la

m á s c o m p le t a y c o h e r e n t e m e n t e p e n s a d a q u e te ­ n e m o s e n la s c ie n c ia s s o c ia le s , e stá f ir m e m e n t e

arraigada en el pensam iento sociológico y an tro p o ­ lógico tradicional, y que sus nuevos e interesantes enunciados puede verse que in ten tan resolver algu­ nos problem as viejos y muy difíciles de tratar. Como es bien lógico, las más im portantes contri­ buciones de Lévi-Strauss al pensam iento sociológico se rem o n tan a los problem as más fundam entales que encuentra la sociología, y procuraré indicar cómo Lévi-Strauss, en sus diversas obras, ha tratado de resolverlos. A dvertirem os, según lo espero; que éste no sólo es un m odo excelente de a p r e s a r cómo este tipo de análisis, nuevo y en apariencia desacostum brado, se vincula a las grandes tradicio­ nes y continuidades del pensam iento sociológico, sino que asimismo proporciona la m anera m ejor y más confiable de com prender qué es a ciencia cierta lo que Lévi-Strauss dice, dado que su modo de expresión no siem pre es precisam ente fácil de entender. H allarem os que el itin erario sistemático por esos problem as fundam entales y las respuestas que les da Lévi-Strauss es tam bién una guía clara a través de sus obras, y así quizá no nos sorprenda —conociendo como conocemos el olfato galo para la lógica— descubrir que u n a progresión lógica, de las más fundam entales a las más rebuscadas y en­ rarecidas de estas cuestiones sociológicas, acarrea a la vez u n a consideración de sus obras más o m e­ nos estrictam ente cronológica. Pero si querem os comenzar p o r el principio de Lévi-Strauss, tan to lógica como cronológicam ente, tenem os que em pezar asimismo, tal como lo insinué, por el comienzo ele la sociología. La razón es que

la p r im e r a o b r a d e c o n s id e r a c ió n d e L é v i-S tr a u ss, L e s s i r u c t u res é lé m e n ta i r e s d e la p a r e n té, a u n q u e

es ostensiblem ente' u n ponderoso estudio an tro p o ­ lógico de los sistem as de parentesco, resulta de he­ cho ser u n in ten to de resolver u no de los problem as más in tr a tó le s de la teoría sociológica, problem a que Lévi-Strauss heredó de D urkheim , su predece­ sor más im p o rtan te en la sociología francesa, y que sigue constituyendo hoy en día u n a seria dificultad teórica que reaparece en las obras de otros m uchos autores. A fin :de com prender b ien qué problem a es éste y de estar, en consecuencia, en posición de apreciar la trascendencia de la solución que LéviStrauss le da, tenem os que seguir su rastro hasta el prin cip al predecesor de D urkheim , Comte, el p ri­ m er sociólogo m oderno, el fu n d ad o r'co n qu ien sur­ gió realm ente esta dificultad. N o sólo está m uy d i­ fu n d id a sino que, como debo tra ta r de m ostrar ahora, tiene im p o rtan cia fu n d am en tal p a ra la socio­ logía en conjunto; al igual que la m ayoría de sus problem as m etodológicos realm ente significativos, procede de u n o de sus aspectos más firmes. Al tra ta r dé resolverla, si bien más im plícita que explícita­ m ente, Lévi-Strauss estuvo a la a ltu ra de C om te y D urkheim al explorar los puntos más fu n d am en ta­ les de la teoría sociológica, y sus contribuciones al problem a lo hacen m erecedor de un exam en teó­ rico tan ceñido como el que se ha concedido a sus dos grandes precursores en la sociología francesa. Lévi-Strauss se h ab rá presentado al público p rin ci­ p alm en te como antropólogo, pero al igual que otros antes: que él —así R adcliffe Brown y M alinow ski—, es u n antropólogo cuya obra es rica en discerni­ m iento sociológico y cuya posición ante las princi-

COM TE, DURKI-IEIM Y MAUSS

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p a le s c u e s t io n e s te ó r ic a s d e la s o c io lo g ía n o p u e d e n p e r m it ir s e p a sa r p o r a lt o lo s d e m á s s o c ió lo g o s .

De esta suerte, a fin de apreciar la trascendencia de Lévi-Strauss p ara la sociología en conjunto y su contribución a las dificultades teóricas y m etodoló­ gicas persistentes, resulta u n a b u en a idea echar una ojeada a la h istoria del pensam iento sociológico y tra ta r de ver precisam ente cómo Lévi-Strauss se inserta en ella. El p rim er período del pensam iento sociológico, que va más o menos de principios del siglo xix a fines de su tercer cuarto, fue lo que pud iera lla­ marse la edad de los profetas. Lo dom inaron figuras proféticas, como Saint-Simon, Com te y M arx. C ada uno de ellos representaba una excepción solitaria en la vida in telectu al de la época. Cada u n o vivió u n a existencia más o m enos precaria, sin obtener de sus obras nada, o casi, de provecho m a­ terial ni de otra índole. Cada u n o se explayó sobre el m al estado presente y fu tu ro de la sociedad, en estilo h arto retórico y a m enudo apocalíptico. M arx, con su cabeza de p atriarca, su aire ju d ío y descui­ dado, es el que más se acerca al p rototipo del A ntiguo T estam ento, pero Com te y Saint-Simon pueden ser vistos igualm ente como profetas de una nueva ciencia y u n nuevo orden social. Incluso las iglesias que ambos fundaron am eritan que se les apliq u e el título de “profetas de la sociología” con gran justicia. L a época siguiente fue dom inada p o r los soció­ logos “clásicos”, especialm ente D urkheim y W eber, pero sin dejar de in clu ir a T ó nniés, Simmel y Pareto. Los profetas h ab ían escrito libros visionarios, dedicados con frecuencia a grandes asuntos, y sobre

to d o a l p o r v e n ir , tr a tá r a se d e la r e v e la c ió n p o s it iv a

o d e la com unista. Los grandes s o c ió lo g o s clá sico s p ro d u jero n los más famosos estudios sociológicos d e temas específicos; se recuerdan en este contexto los trabajos de D urkheim sobre el suicidio y las formas elem entales de la vida religiosa, de W eber sobre la ética pro testan te y el espíritu del capitalis­ mo y sobre la .religión china, así como algunos de los clásicos estudios d e T o n n ies y Simmel. Estos sociólogos fueron los prim eros en ser aceptados en la vida in telectu al y política d e sus tiempos. N adie ejem plifica la nueva resp etab ilid ad de la sociología y de los sociólogos en este periodo m ejor que D u rk ­ heim , qu ien ocupó la prim era cátedra universitaria de sociología que existió. T a m b ié n W eber tuvo una cátedra así, y todos estos sociólogos eran aceptados, en u n o u otro sentido, p o r la sociedad, y no que­ d ab an en figuras solitarias que p ro testab an al m ar­ gen de ella, como pasó con Comte, Saint-Simon y M arx. H acia el fin de este p erio d o —después de la p ri­ m era G u erra M u n d ial— se m anifestó en la sociolo­ gía u n a n u ev a 1tendencia, sobre todo en las últim as obras de W eber y Pareto: la tendencia a preferir la teorización general a los estudios específicos, clá­ sicos. Así, P areto y W eber se pusieron a construir tipologías de la “acción social”, in ten to de fu n d ar la teoría sociológica en u n m arco explicativo que cubriera todas las form as del com portam iento h u ­ m ano vistas en u n contexto social. E n el periodo tercero, y más reciente, del pensam iento sociológi­ co, esta tendencia a la teorización general fructi­ ficó, p articu larm en te en las grandes obras de T alco tt Parsons. Structure of Social A ction y T h e Social

System. A quí a lc a n z a su p u n to más alto el interés e n la c la s if ic a c ió n de los tipos de acción social, así como el deseo de crear u n sistema de teoría socioló­ gica que todo lo abarque. O tro aspecto del enfoque sociológico contem poráneo —aspecto im portantísim o en el caso de Lévi-Strauss— es un in ten to de resol­ ver las contradicciones d entro de 3a sociología mis­ ma, y en p a rtic u la r de reconciliar puntos de vista teóricos encontrados, procedentes de los grandes profetas y de los fundadores clásicos. A este respecto, la historia de la sociología se parece notablem ente -a la de m uchas religiones. Es Característico que la religión.com ience con un ^ l o fundad o r profético. Es la "voz que clam a en el de­ sierto” original. Voces así causan escasa im presión en su día, pero después se va constituyendo un grupo de seguidores devotos; así los que seguían a los profetas aislados form an sectas. En seguida sur­ gen guías ideológicos que se encargan de establecer la verdadera, auténtica, enseñanza del maestro, de d efinir la herejía y las interpretaciones erróneas de sus palabras, y de com batir las tendencias cis­ máticas. En la historia del cristianism o, San Pablo es el ejem plo más evidente de esto. Siguiendo mi analo­ gía, el Apóstol de los gentiles correspondería a W eber (si interpretam os la obra sobre la ética protestante, y otras, como in ten to de resolver Jas contradicciones de la teoría de M arx del cambio social y de considerar aspectos olvidados de la si­ tuación). En esta época la secta se vuelve una igle­ sia, y el m ensaje del profeta pasa a ser dogma religioso. Con el tiem po sobreviene la tercera y últim a fase, la de la escolástica.

C o n fo r m e e l m e n s a je d e l m a e s tr o se to r n a a m ­ p li a m e n t e a c e p t a d o / y b ie n d e f i n i d o e l d o g m a o r ­

todoxo, aparece u n a tendencia a la elaboración de puntos doctrinales sutiles, que acom paña a la p ro ­ pensión a aceptar más el statu quo social y político existente. Pasadas su infancia y su adolescencia, la nueva religión en tra en la m adurez. E n térm inos de organización, esto qu iere decir q u e la iglesia q u ed a legitim ada y se integra a la sociedad en tér­ m inos más am plios, lo cual en m i analogía corres­ po n d e a la aceptación de la sociología en la u n i­ versidad. Pero en térm inos teológicos y filosóficos, representa u n esfuerzo de aju star y reconciliar ideas tradicionales y, lo que es más im portante, de alcan­ zar u n a form ulación de la d o ctrin a que sea fácil de enseñar a los estudiantes. E n el cristianism o esta tendencia se inicia con San A gustín y culm ina en Santo Tom ás de A quino, q u ien en térm inos de mi m etáfora corresponde a T a lc o tt Parsons. P ara cuan­ do alcanzamos la época escolástica, la doctrina figura en grandes obras de texto, claram ente orga­ nizadas, como T h e Structure o f Social A ction , o la Summ.a Theologicae de Santo Tom ás, en las que las consideraciones más presentes son las pedagógicas. Se insiste en la coherencia lógica y el abarque del sistema, y se hace que todo el pensam iento an terio r parezca moverse hacia la sum a final y definitiva. Así Aristóteles es presentado como u n b u en cató­ lico y reconciliado con el Seudodionisio (un neoplatónico, p o r donde se q u iéra m irar) gracias a Santo T om ás, y Parsons encaja a M arx con D u rk ­ heim , M arshall, P areto y demás. E n este periodo el teórico es im pulsado a dar respuestas completas, cabales y definitivas a todas las preguntas, a no

d ejar cabos sueltos y a u n ificar todo el conocim ien­ to, todas las tendencias en conflicto, en u n a obra única, que es a la vez com pendio y síntesis de todo lo escrito antes acerca del tema. Es claro que Lévi-Strauss no pertenece a los p ro ­ fetas, pero tam poco es de los escritores clásicos. Si mi analogía vale algo, su puesto debe de estar entre los escolásticos. C ierto es que no ha producido obras tan paten tem en te escolásticas como las de T a lc o tt Pársons, pero me propongo m ostrar que la actitu d teórica ante la sociología de Lévi-Strauss es sintética, que echa m ano de los autores clásicos e in te n ta reconciliarlos, y que aspira a d ar respues­ tas exhaustivas a los asuntos que considera. Desde el p u n to de vista literario, sus obras tienen, p o r cierto, todas las señales de la m ente escolástica. Son vastas, atestadas de jerigonza, altam ente técni­ cas, frecuentem ente oscuras y siem pre extrem ada­ m ente eruditas, llenas de referencias, declaradas u ocultas, a los clásicos como D urkheim y M arx, a más de otras fuentes. Si esperamos que Lévi-Strauss exhiba teorías so­ ciológicas y enfoques m etodológicos muy nuevos y desconocidos, nos llevaremos u n gran desengaño. Incluso aspiro a m ostrar que, teóricam ente h a b la n ­ do, pertenece a su generación, es muy com parable con T a lc o tt Parsons y tiene gusto escolástico. Ve­ remos cuánto recurre a D urkheim , M arx y Freud, en p articu lar, y que la lingüística estructural que hay en sus obras, en la q u e tanto insisten otros autores, tiene im p o rtan cia casi secundaria y funcio­ na sobre todo dan d o ganchos teóricos y lógicos en que colgar restos de las teorías clásicas. Veremos que su m arxism o sólo tiene sentido si lo vemos" muy

d u r l^ iy m iz a d o , y s u p o s it iv is m o d u r k h e im ia n o s ó lo m e z c la d o c o n a lg o d e M a r x . T o d o e l r e sto es F reu cl.

Pero antes de que empecemos a sacar nuestras conclusiones, vayamos por partes y ante todo vea­ mos precisam ente hasta dónde se tiene en pie mi com paración de la sociología con la religión. Si consideramos prim ero a Comte, el fundador de la sociología, iremos entendiendo m ucho de lo que trataro n de hacer D urkheim y luego Lévi-Strauss. H ablé antes de las aspiraciones de la sociología de dar a los e stu d ia n tes. u n a nueva visión de las cosas, u n a nueva conciencia social. El prim ero de los grandes puntos teóricos que deseo considerar a propósito de las obras de Lévi-Strauss, y que de­ riva de D urkheim , puede- identificarse, a decir ver­ dad, en el in ten to .de Com te de prop orcionar preci­ sam ente eso, u n a nueva conciencia de la realidad social. Com te la llam ó positivismo y está claram ente definida en la famosa “ley de las tres etapas", que Com te enuncia así: Cada una de las ramas de nuestro conocimiento pasa sucesivamente por tres diferentes condiciones teóricas, la teológica, o ficticia, la metafísica, o abs­ tracta, y la científica, o positiva. En otras palabras, la mente humana, por su naturaleza, emplea en su progreso tres métodos de filosofar, los caracteres de los cuales difieren y aun se oponen radicalmen­ te ... El primero es el necesario punto de partida para el entendimiento humano, el tercero es un esta­ do fijo y definido. El segundo no es sino un estado de transición.1 1 Auguste Com te, T h e Positive Philosophy, Londres, 1853, p. 2.

E s ta n u e v a c o n c i e n e i a es la c o n c i e n c i a cien u 'L ica. E n la p r i m e r a e t a p a , la t e o l ó g i c a , se b u sc:i e l c o n o ­

cim iento absoluto por referencia a los actos ele seres espirituales. En el segundo, éstos se racionalizan en una idea abstracta como la de Dios o N atu ra­ leza. Pero la filosofía positiva de Com te aspira a reducir todos los fenóm enos a “aspectos de un he­ cho general único, como la gravitación, por ejem ­ p lo".2 Pero el conocim iento positivo así obtenido no sería p u ram en te teórico. Com te confiaba tam ­ bién en que la ciencia sociológica habría de tener usos prácticos. “La filosofía positiva —afirm a—O fre­ ce la única base sólida para la reorganización que debe suceder a las condiciones críticas en que iihur;i viven las naciones más civilizadas.”3 Pero no todos los departam entos del conocim ien­ to alcanzarían esta etapa positiva al mismo tiempo. “El conocim iento —dice C om te— alcanza antes la etapa positiva propo rcio n alm en te a su generalidad, sim plicidad e independencia con respecto a otros departam entos.”4 N o sorprende enterarse de que ve las m atem áticas como, históricam ente, la prim e­ ra de las ciencias positivas, seguidas por la astro­ nom ía, la “física terrestre", la quím ica y la - biolo­ gía, las últim as dos de las cuales apenas alcanzaban la etapa positiva en los días de Comte. Por últim o, lo que Comte empezó llam ando “física social” pero que luego bauLizó, con solecismo, “sociología”, aca­ baría volviéndose tam bién una ciencia positiva. Lo que es más, la nueva ciencia de la sociología - IbicL, p. 3. :I IüicL, p. 14. * Ibicl., p. 16.

h a b r ía d e te n e r e l lu g a r s u p r e m o e n Ja je ra rq u ía -

de Jas ciencias. L o que fue en otro tiem po la teo­ logía —la rein a de las ciencias—, lo sería ahora la sociología. Pues la je rarq u ía no aludía nada más a la evolución histórica, dando el o rden en que las ram as del conocim iento se despojaban de sus tinie­ blas teológico-mfetafísicas prim igenias; era tam bién —y tal vez esto íu e ra lo más im p o rtan te— u n a je ­ ra rq u ía lógica. ¡Cada ciencia dependía de la que la precedía; así la astronom ía, p o r ejem plo, depen­ día de unas m atem áticas .positivas a fin de ser positiva ella tam bién. Pero asimismo cada ciencia era independiente. L a biología, pongam os p o r caso, no podía ser red u cid a p o r entero a la quím ica, de acuerdo con Comte. Siem pre q u edaba cierto resi­ duo irreducible indicador de que, den tro de su p ro p ia esfera de com petencia, cada ciencia podía m an ejar sus propias explicaciones sin recu rrir for­ zosamente a la inm ediatam ente inferior en la je ­ rarq u ía. Esto suena de lo más razonable cuando se tra ta de quím ica o biología, pero en el caso de la socio­ logía disim ula u n a dificu ltad que veremos reapa­ recer en D urkheim y a la que se enfrenta LéviStrauss al in te n ta r p o n er en claro los enredos de los sistemas prim itivos de parentesco. La dificultad especial con respecto a la sociología es que esta ciencia es vista como suprem a en la jerarquía, y así como algp que rio p o d ría servir de base p ara otra. En la jerarq u ía de Comte, cada cam po del conoci­ m iento era de p o r sí más com plejo que lo an terio r y, ni que decir tiene, estaba en condiciones de es­ tu d iar u n a realid ad más com plicada que las de niveles más inferiores. Si la sociología fuera la reina

d e la s c ie n c ia s , se s ig u e q u e la s o c io lo g ía n a .a n a d e e n fr e n ta r s e a la r e a lid a d m á s c o m p le j a c o n o tlc la

al hom bre, al m áxim o o rd en de las cosas existen­ tes, a saber, la sociedad misma. A este respecto h ab ía u n a analogía estrecha con la ciencia, hoy superada, de la teología, parecido aú n m ayor si re­ cordamos que como cada ciencia de la jerar^h ía no puede ser reducida del todo a un a ciencia su­ b o rd in ad a sino que debe explicar su propia reali­ dad en sus propios térm inos irreducibles, entonces la sociología —el estudio de la realidad más alta y com pleja— tenía q u e explicar tal realidad, en p a r­ te al menos, en térm inos im posibles de reducir a nad a más. Dicho de otro m odo, la sociedad, en alguna m edida, era autoexplicativa. Ahora, es fácil adv ertir que éste es otro respecto en el que la so­ ciología resulta parecida a la teología, pues ésta tam bién, en sus buenos tiempos, presum ía de estu­ d iar la realid ad más alta y trascendente “ Dios—, que se definía en térm inos metafísicos como un ser autosubsistente o, dicho con otras palabras, como un a realid ad autoexplicativa. Es fácil advertir la tentación de considerar la sociedad como sustituto de Dios, al menos en algún sentido cercano al sig­ nificado del térm ino en la teología. Y en efecto, como hemos de ver, Com te sucum bió de plano a esta tentación de igualar la sociedad con Dios y la sociología con la teología, en tanto que Durkheim, según espero m ostrar, sucum bió en la m edida en que conservó vestigios m orales y metafísicos de la idea. Puesto en térm inos sociológicos contemporáneos, se tra ta del problem a del holism o, de ver la s6biedad como m ayor que la sum a de sus partes y tras­

c e n d e n t e r e s p e c to a su s i n d iv id u o s . P e r o es t a m b ié n a lg o m á s y, c o m o v e r e m o s , es d e h e c h o la r a íz d e

una serie de dificultades fundam entales en la ex­ plicación sociológica, au n en las explicaciones estructuralistas de Lévi-Strauss. Por el m om ento concluyamos que Com te inventó la idea de u n a hueva conciencia positiva y cientí­ fica de la realid ad social —idea a la que de una m an era u o tra se ad h ieren todos los sociólogos si­ guientes y contem poráneos, incluyendo a LéviStrauss— y que, h ab ien d o creado esta nueva ram a del conocim iento, se dedicó a convertirla, de acuer­ do con el p rin cip io de que todos los revolucionarios restauran los peores elem entos de los abusos que más se em peñan en erradicar, en una copia más o menos fiel de lo que ib a a rem plazar: la teología. N o es sorprendente, entonces, ver a Comte, bajo la influencia de su pasión p o r u n a joven parisiense llam ada C lothilde Vaux, fu n d ar u n a iglesia positi­ va y en sus últim os años escribir al jefe de la So­ ciedad de Jesús con la pretensión de convertir a los jesuitas a la nueva religión, firm ando “F u n d a­ dor de la R eligión U niversal, Sumo Sacerdote de la H u m an id ad ". Los sociólogos no suelen hablar de la religión positiva de Comte, o la dan de lado como fantasía ab erran te de u n viejo savant bajo la influencia de u iia joven histérica. Pero como he in ten tad o sugerir, sus orígenes están en la esencia mism a d& la sociología de Com te, y es indiscutible que la religión p o sitiv a se sigue lógicam ente de la ley de las tres etapas, la je ra rq u ía de las ciencias y la creencia en la im p o rtan cia de las instituciones religiosas p ara el hom bre y la sociedad. Sociólogos posteriores, como D urkheim , se sen tirían m uy em­

b a r a z a d o s p o r lo s e x c e s o s p o s it iv is ta s d e C o m te , p e r o a q u í, c o m o ta n ta s v ec es, la p a t o lo g ía en seria

u n a im p o rtan te lección acerca de la normalidati* y la reaparición de los jaeces de la religión en Comte tiene p ro fu n d a significación para nuestro entendi­ m iento de la base teórica de la sociología.

D

u r k h e im

En D urkheim el problem a reaparece con diferente form a, pero lo hem os de encontrar sin falta cuantío lleguemos a considerar las form ulaciones finales de la posición teói'icía de D urkheim y su relación con el análisis que hace Lévi-Strauss del totemismo. Por ahora, recordem os que D urkheim , en sus Reglas del método sociológico, se pone resueltam ente a lib ra r a la sociología de los peores excesos de la filosofía positiva de Comte. U n a y otra vez repite que desea rechazar las “meras ideas” y Jjasar en cam bio u n a ciencia de la sociedad sobre un sólido fundam ento de hecho em pírico. Según procuraré m ostrar ahora, fue este in ten to de hablar sólo en térm inos de hechos sociales el que, a su vez, -metió a D urkheim en dificultades teóricas y contradiccio­ nes m etodológicas exactam ente análogas a aquellas que em p u jaron a Com te a la religión positiva, y a cuya resolución Lévi-Strauss h ab ría de aportar el análisis de la sociedad que encontram os en la^ Es­ tructuras elementales del parentesco y en El pensa­ m iento salvaje. La tarea de D urkheim , tal como él la veía, con­ sistía en colocar la sociología sobre una base em pí­ rica más firme. A l igual que Comte, creía que el

e s t u d io d e la s o c ie d a d h a b r ía d e v o lv e r s e c ie n t íf ic o , y s i a e s to es a lo q u e lla m a m o s p o s it iv is m o , c r e ía

en él tan to como Com te antes. Pero p u rk h e im en­ ten día por^positivism o algo m uy diferente de lo que Com te liabía significado. P o r principio de cuen­ tas, D urkheim no se' refería a u n a filosofía de la vida, a u n a religión. A diferencia de Comte, ’ que partió de los principios m orales y la in sp ira c ió i hu m an ista de ja I lustración, y de allí pasó a fun­ d ar u n a ciencia de la sociología que justificara y com pletara aquello, alzando la religión universal “sobre la Filosofía V erdadera que h a sido extraída de la C iencia R ea l”,6 D urkheim empezó con u n a sociología científica y esperaba, de m odo acaso algo ingenuo, que conHuciría al fin a algunas conclu­ siones ¿ticas.0 D urk h eim representa u n desarrollo en la tradición positiva. C om te estaba suficientemenjte cerca de la^ Ilustración p ara que su fe en la R azón (con m ayúscula: la R azón de V oltaire, el “culto a la R azón" de R obespierre) fuera tan vigo­ rosa que justificara los vuelos más audaces de la filosofía positiva. D j^lkheim , ique vivía en los tiem pos agitados del asunto Dreyfus, la débácle de B oulanger y las bom ­ bas de los anarquistas, e r ^ m r ó _ a lg ^ ^ f e ^ a d a _ su fe en la djiosjuRazón. A decir verdad, tenía p o q u í­ sima fe en ella; de o tra suerte h a b ría sido u n filó­ sofo como Com te. Pero Durkheim . no im itaría a Com te en esto. El positivism o se h ab ía retirad o de la filosofía y en el sistema, dé. D urkheim el positi¿dsmo quedó ..identificado exclusiyam ente. con .Jos 0 A uguste Comte, M axim s, Londres, 1890. 0 Éraile D urkheim , T h e División of L a b o u r f N ueva York, JP64, apéndice,

j n ^ n d o s d e la s c ie n c ia s e m p ír ic a s . S e g u ía e n p ie , c o n to d o , el d e s e o d e u n a “ c ie n c ia s o c ia l" , d e u n a ciencia que enseñara la s vías y m edios de la r e c o n s ­

trucción social, de la com prensión sociológica. D u rk ­ heim no desesperó p o r com pleto del positivismo, sólo le cortó las alas y con ello lo hizo descender de los altos vuelos del fervor m ístico al suelo só­ lido de la investigación em pírica. P ara D urkheim , pues, la ciencia social en el ver­ dadero sentido, en el sentido de Comte, la "socio­ logía” de hecho, no era u n im posible sueño positi­ vista sino u n em peño perfectam ente viable que hab ía sido puesto en m archa pero echado a perder por exceso de pretensiones y esperanzas irreales. D ado esto, el procedim iento de D urkheim parecía claro. Consistía ante todo en volver a los orígenes de la sociología7 —a las figuras que estaban de­ trás de Comte, que h ab ían iniciado lo que Com te estropeó con sus exageraciones— y desde allí desen­ volver u n a sociología nueva, una sociología em pí­ rica, com parada, lib re de “meras ideas”,8 A prim era vista esta em presa parecería bien di­ fícil, ya q u e ^ o d o .lo que el científico social estudia está encarnado en ideas —la fam ilia es una idefa'y la sociedad es u n a idea, hasta el suicidio es una idea— y todas estas ideas, in c lu y e n . problem as de defini­ ción y están abiertas a controversia puram ente filosófica, hasta m etafísica. L a solución de D u rk ­ heim fue sostener de m odo h a rto dogm ático (y cuan­ do recordam os a Com te su dogm atism o es com pren­ 7 lÜmile D urkheim , Rousseau and M ontesquieu, M ichigan, 1960. 6 É m ile D urkheim , Rousseau an d M ontesquieiij M ichigan, G lencoe, 1966, p. 21,

s ib le ) q u e h e m o s d e _tracar d e l o s h e c h o s s o c ia le s comm-c les chases. E s to s h e c h o s s o c ia le s q u e s e r ía n

tratados como lo eran las cosas, según D urkheim eran “cosas" ert sentido real. Filosóficam ente h a­ blando, u n a “cosa”, en el sentido que quiere D u rk ­ heim , es algo cjüe cae fuerajd e nuestra subjetividad inm ediata, es algo que tiene existencia in d e p e n ­ diente. C uando D urkheim h ab lab a de tra ta r los hechos sociales como “cosas”, q u ería decir que h a­ b ría que adscribirles determ in ado status_ ontológico independiente, que tenían realid ad independiente de nuestra conciencia. De está“ suerte, u n sueño ex­ perim entado p o r u n soñador no es un a cosa en este sentido —es u n elem ento de experiencia subjetiva—, pero los sueños pueden ser tratados como cosas si los consideram os fenóm enos independientes de nues­ tra volición in m ed iata e interés subjetivo. De tal modo, debemos dejar a un lado nuestra opinión personal sobre los sueños y verlos en térm inos ob­ jetivos, lo cual es como decir que debemos consi­ derarlos en térm inos científicos, m edibles, em píri­ cos. Tom em os el suicidio como ejem plo. Es claro que todos podem os ado p tar u n a actitud subjetiva hacia el suicidio» T odos podem os decir si nos p a ­ rece bien, si lo deploram os, lo aplaudim os, o lo que sea. C ada quieri puede tra ta r de averiguar qué es el suicidio in ten tán d o lo o tratan d o de im aginar cómo es. Pero es posible asimismo ad o p tar un p u n ­ to de vista objetivo, suspendiendo nuestras opinio­ nes personales y estudiando el suicidio como una “cosa”, precisam ente como estudiaríam os el clim a o u n a sustancia quím ica. P ara D urkheim , la ciencia física sólo disfruta de cierta p rio rid ad aquí porque nunca ha sido estorbada p o r “meras ideas” —o, en

c o d o ca so , le f u e fá c il q u itá r s e la s d e c n c im a . N o tie n e s e n t id o tin a o p i n i ó n a c e r c a d e lo s b ie n e s y males m orales de la tabla p e r ió d ic a d e lo s e l e m e n ­

tos, o del clim a de In g laterra. Se trata de hechos, indebatibles, controvertibles en térm inos de teoría científica, pero inconocibles en térm inos de subje­ tividad personal. N adie sabe “qué se siente” siendo un elem ento quím ico. D urkheim insiste en que la gente se ha concentrado dem asiado en lo q u é hace que a la gente le den ganas de suicidarse. L; Se sigue de todo esto que el hecho social puede ser definido como algo in d ep en d ien te de la volición y la intención in m ediata del individuo. Los com en­ tarios de una persona acerca de un acontecim iento no constituyen sin más un hecho social, puesto que lo que la persona dice puede ser enteram ente falso y carecer de toda base en la realidad. Pero una su­ cesión de acontecim ientos, vista como sucesión de acontecim ientos, como algo más grande que -Tos''al­ cances de la acción individual in m ediata —una huelga, pongam os p o r caso, o las estadísticas sobre accidentes—, es bien fácil de tra ta r como hecho so­ cial. Así, en tanto que u n suicidio constituye un he­ cho social en este sentido, las razones conscientes de u n a persona p ara suicidarse, no lo son necesa­ riam ente. T ie n e n cierto fu ndam ento en el hecho social, como D urkheim se afanó en m ostrar en su Suicidio, pero no podem os tom ar la expresión cons­ ciente, sin más ni más, como u n “hecho”. Sin em­ bargo, un criterio suficientem ente objetivo puede ser sum inistrado sea p o r sum a estadística de aconte­ cim ientos (como en el Suicidio), sea por suma es­ tru ctu ral de fenóm enos. P or ejem plo, un ■-gesta aislado hecho por u n a persona no es un hecho so­

c ia l p r i m a f a c i e ; es p e r s o h a l , p e r o n o n e c e s a r i a m e n ­ te s o c i a l . E m p e r o , sí e s r e p e t i d o p o r g r a n n ú m e r o

de personas,'estam os justificados al afirm ar que el gesto —la genuflexión en las iglesias, digamos— no es u n a excentricidad in d iv id u al sino una regulari­ dad estructural, social - u n a norm a. ¿-a ..s09Í.c?l9&l/a P osÍ^ v.a^^Jppírica, p ara D urkheim , se reduce a 'ser el estudio de normas, estadísticas por una parte, estructurales p o r la otra. Sus dos obgj> principales, el Suicidio y las Formas elemen­ tales de la vida religiosa, son ejemplos de lo uno y de lo o tro. Esta apreciación de lo que, en la jerga m oderna, llam aríam os la base "norm ativa" de los estudios sociales, lleva a D urkheim a concebir el acto social como resu ltan te de algo coercitivo con respecto al individuo, y el in d iv id u o pasó a ser visto como m ero actor o, en térm inos más m odernos, "in tér­ prete de u n p ap e l”, como u n a singularidad caótica y desviante que sólo recibía lugar y significación en el sistema gracias a las norm as estructurales. D urkheim , en u n a obra escrita en colaboración con Mauss, caracterizó este m étodo sociológico con el nom bre bien elegido de “sociocentrism o”.9 A es­ tas alturas será obvio p or qué. Como p ara D u rk ­ heim las regularidades sociales —norm as— han de verse como base del orden social, y en vista de que la sociología sólo puede explicar p o r referencia a ellas, es claro que to d a explicación será en térm i­ nos de la sociedad entera, y no en térm inos de acción individual. Considerar la “sociología del co­ nocim iento" de D urkheim elucidará este punto. 0 Durkheim 1963, p. 86.

y

Mauss,

P rim itive

Classíf¡catión,

Londres,

L a s r a z o n e s d e r e c u r r ir a la t e o r ía “ s o c io c c n i! ic a ” d e l c o n o c i m i e n t o p u e d e n v e r s e c o m o s ig u e . iX iik -

heim necesita explicar el origen de las- ideas.^ No puede echar m ano de Dios ni de algo como el idea­ lismo trascendental. La única solución ha de estar en el sociocentrismo. F orm ulada muy sencillam en­ te, la teoría de D urkheim p lan tead a en las Formas elementales y en otras partes es que ¿odas las ideas ^ c a te g o ría s de pensam iento tienen un origen so­ cial. Se originan en la conscience collective, y-todos los hechos sociales pasan a ser vistos como "repre­ sentaciones de esta conciencia colectiva, cómo représentations collcctives. Esto es tan válido para las ideas, así sean las filosóficas, como para las m a­ neras de mesa o las estadísticas de cielitos; -de he­ cho, en sus Reglas m uestra D urkheim , ingeniosa­ m ente, como el delito, u n a desviación de la conscience collective, es enteram ente norm al y por lo tan to no constituye n in g u n a desviación real. En. m i concepto, el térm ino "sociocéntrico” es de lo más o po rtu n o al describir esta teoría. Pero esta insistencia en el papel central e inde­ pen d ien te de la sociedad, si bien realza la autono­ m ía de la ciencia sociológica, tam bién la mete en un a serie ele dificultades insolubles. Estos proble­ mas son recalcados claram ente en una observación de D urkheim y Mauss en su Clasificación j,} u n iti­ va. Al final mismo de esta obra, los autores afum an que estas represen i aciones —las de Jos sistemas p ri­ mitivos de clasificación— no e.stán ordenadas' .lógi­ cam ente sino que h allan sus principios de relación en lo em ocionaí y lo colectivo. Incluso en el penú l­ tim o párrafo nos dicen que “la em oción es. por naturaleza, refractaria al análisis, o al menos ..e

36

COMTE, DURKHEIM Y MAUSS

p r e s ta d if íc ilm e n t e a é l, p o r ser d e m a s ia d o c o m p le ­ ja . S o b r e to d o , c u a n d o tie n e u n o r ig e n c o le c t iv o ,

desafía el exam en crítico y racio n al".10 En este tono acaban su libro. U n m om ento de reflexión b astará p ara m ostrar que p ara u n p reten d id o positivista es algo extra­ ord in a rio ad m itir esto. Equivale, sencillam ente, a ad m itir la derrota. D u rk h eim h a conseguido esta­ blecer el fundam ento de u n a ciencia; con adm ira­ ble lucidez ha asentado las reglas p ara el aislam ien­ to de su m ateria, principios p a ra la definición de estados norm ales y patológicos, u n a base p ara clasi­ ficar tipos sociales, y así p o r el estilo. Pero llegado el p u n to de explicar la necesidad de las relaciones entre las representaciones, el sistema de D urkheim falla. Incapaz de en co n trar u n a necesidad racional en las relaciones de estas clasificaciones, recurre a lo que sólo puede ser u n a solución desesperada y las declara poseídas de una necesidad em ocional, ten i­ da p o r inexplicable, o al menos explicable sólo en térm inos de cualidades irracionales e irreducibles. En otras palabras, los estados de actividad colectiva que originan las~representaciones fundam entaT es^que sustentan sist'émásTlié ~cías i ficUcióh" social como el totem ism o "son, presum e D urkheim , totalm e n t^ in éx p lica b les. Lo que es más, esta conclusión negativa y n ada positivista sugiere que la conscience collective es u n a realid ad en ú ltim a instancia irre­ ducible e inexplicable que, como ya hemos visto, es el térm ino fin al en el sistema explicativo de D u rk ­ heim . D urkheim rem ite todo a lo conscience collec­ tive declarando que "las prim eras categorías lógicas 10 Ibid., p. 86.

s o n c a te g o r ía s s o c ia le s" , p e r o la s c a te g o r ía s so c ia le s —q u e d e r iv a n d e la c o n s c ie n c e collecti-ve — d e s a fía n

el “exam en crítico y racio n al”. Su teoría será sociocéntrica, pero lo que tiene en el centro parece ;ser una “nube del no saber” sociológica. Es é s te : un vestigio leve y casi del todo m etodológico del enfo­ que cuasi teológico de la sociología p o r Comte, pero tendrá su im p o rtan cia p ara nosotros cuando trate­ mos de enten der la im p o rtan cia de las contribu­ ciones de Lévi-Strauss a la teoría sociológica. Esen­ cialm ente, es u n fracaso de D u rk h eim al querer ofrecer u n a explicación genuinam ente reductiva de los fenóm enos sociales. O tro m odo de decir lo mis­ mo es observar que es tam bién u n fracaso al querer explicar el vínculo causal entre el conjunto social —la conscience collective— y el individuo. Vemos en térm inos de explicación sociocéntrica cómo la co­ lectividad afecta al indiv id u o (a través de la educa­ ción, rituales, control social, etc.), pero no vemos cómo el in d ividuo contribuye al todo social, a no ser, claro, en térm inos de estados inexplicables de em oción colectiva. P o r últim o, p o d ría señalarse que p ara D u rk h eim la conscience collective desem peñó el papel de Dios en la esfera de la actividad m oral y ética, de m an era inconfundible. Según él, sólo la sociedad era lo bastante poderosa y lo bastante i¿np o rta n te p ara establecer el código m oral p ara sus m iem bros. E n el sentido m oral la sociedad, como Dios, era om nipotente, om nisciente y om nipresente. En resum en, pues, D urkheim , au n q u e erradicó los peores efectos del positivism o de Comte, con­ servó em pero la sociedad —o, más estrictam ente, la conscience collective— como en tid ad cuasimetafísica y, de seguro, m oral, que trascendía los

in d iv id u o s y era, é n c ie r to s r e s p e c to s , in e s c r u ta b le p a r a la c ie n c ia : P a r a D u r k h e im e l p o s it iv is m o n o

h ab ía creado u n a religión de la hum anidad, pero le h ab ía hecho ver las sociedades hum anas como dotados de atributos cuasidivinos, y en p artic u la r co­ mo fuentes de todos los valores morales, las ideas filosóficas y las norm as sociales. A parte de esto, D urkheim no consiguió dar razón del orige&.jde e s ta r representaciones colectivas, o hechos sociales, y en el capítulo siguiente considerarem os la solu­ ción que da Lévi-Strauss a este problem a,

M auss

Pero antes de seguir adelante es necesario echar una ojeada a otro sociólogo de la tradición france­ sa que. tuvo jgran in fluencia sobre el pensam iento de Lévi-Strauss y q u e sirve d F emp~aIme entre el tema de nuestro estudio y D urkheim . Se trata de M arcel Mauss, que colaboro con D urkheim en, la Clasificación p rim itiva . R esulta quizás u n a ironía que haya yo puesto u n a cita de esta obra p ara ejem ­ plificar los inconvenientes más graves del análisis sociológico de D urkheim ; en vista de que ahora voy a presentar al colaborador de D urkheim como un sociólogo que en sus obras personales adelantó no poco hacia la solución de los problem as legados por D urkheim , y que proporcionó a Lévi-Strauss uno de los medios principales con los que habría de trascender las lim itaciones del sistema durklieiiniano. Mauss lo Jiiz o en la que' es probablem ente su obra más leída, el Essai sur le d o n . La significación de este tratado sociológico tan

e j e m p la r r e s id e e n q u e es a l m is m o t ie m p o u n a a p lic a c ió n a fo r t u n a d a y u n d e s a r r o llo im p ó r ta m e

del m étodo de análisis sociológico de D urkheim . Visto por fuera, sin ind ag ar en su m etodología im plícita, El don es u n ejem plo perfecto del proce­ dim iento d urkheim iano ortodoxo. Mauss aísla un grupo de hechos sociológicos —varias formas de don en varias sociedades—, justifica la “factualidad de la institución señalando su naturaleza obligatoria, y acaba form ulando u n co njunto de leyes sociológicas que, según puede verse, determ inan y explican el d ar y recibir dones, en todas sus varias y complejas formas. M irando más hondo, sin em bargo, se ve que en realidad Mauss, fiel y todo a las reglas m etodológi­ cas de D urkheim , ha ido algo más allá que su m aestro en el análisis, hasta percatarse de un p rin ­ cipio nuevo que, desarrollado como lo habría de ser en la obra de Lévi-Strauss, p erm itiría a la sociolo­ gía salir de los estrechos confines del funcionalism o durkheim iano, más bien cerrado, y dilatarse por nuevos y fértiles campos de investigación. Estamos aludiendo al aislam iento p o r Mauss del p rin c ip io de reciprocidad. T a l como he de m ostrar luego, el principio de reciprocidad y sus im plicaciones son u n fun d am en ­ to im p o rtan te del enfoque estructuralista de la so­ ciología. P ara los estudios sociales estructurales en general, y para Lévi-Strauss en especial, lo que mus cuenta de Mauss es el m odo como, a la vez que da u n a explicación funcional en su form a más lúcida, incorpora u n discernim iento m etodológico más hon­ do, que a fin de cuentas no sólo llevada la socio­ logía a describir instituciones particulares en térmi-

CO M TE, D U R K H E IM ’Y MAUSS

ríos f u n c io n a le s , s in o a e x p lic a r e l p o r q u é d e la

existencia'de' la ,'forma p a rtic u la r de la institución. A prim era vísta no hay n ada particularm ente nuevo ni m uy original en el análisis de Mauss. Es fácil im aginar cómo asim ilaría la idea un funcionalistá doctrinario. Mauss m uestra que la recipro­ cidad es ■una “ n o rm a” esencial en las sociedades estudiadas, norm a que, m erced a la elevada inte­ gración funcional de esas sociedades, resultó en que el don asum ió una significación social “ to tal”, una significación p ara la que era esencial una regla de reciprocidad. Pero procediendo así no se traducirá el análisis de Mauss sin residuo a térm inos funcionalistas, pues hay algo más que esto en lo que dice. En todo caso, semejante form ulación no serviría. Los dones son dados y correspondidos, sí, p orque hay u n a nor­ ma en la sociedad que así lo im pone. Pero h ab lar sólo en esos térm inos da la im presión de que en las sociedades prim itivas ^ o en las m odernas, p ara el caso— todo es arm onía y Concordia. A menos que la idea de un consenso’ norm ativo se reduzca a un estereotipo sociológico de validez discutible, cual­ quier in terpretació n más firm e conducirá inevita­ blem ente de vuelta a la m etafísica durkheim iana o / s i no, a u n a ingenua figuración de arm onía universal en la sociedad. • Lo que logra esencialm ente Mauss en El don no es darnos u n análisis funcional superior que venza estas dificultades frecuentem ente halladas; lo que hace es darnos u n a perspectiva totalm ente nueva de esta institución de hacer dones, y de tal suerte que coexiste felizm ente con u n funcionalism o in te ­ ligente, pero lo trasciende p or entero en sus im p li­

c a c io n e s y p o d e r e x p lic a t iv o . L a e s e n c ia d e esta a c t it u d es q u e c o n t e m p la lo s f e n ó m e n o s s o c ia le s n o

en térm inos de su relación con la subjetividad de una sociedad —sus norm as— ni su contenido-^su sistema de valores—, sino que analiza los fenómenos en térm inos de su form a y sobre la base de una objetividad. En el caso del libro sobre El don, Mauss consi­ gue esto en parte al m enos d a n d o 'g ra n peso a la necesidad de reciprocidad, y viendo esLa reciproci­ dad en sus im plicaciones no sólo norm ativas sino tam bién estructurales, ya que una norm a de re­ ciprocidad asegurará que un sistema de com uni­ cación p u ed a fun cio n ar cuando se trate de dones. Así, en el caso del kula de las T ro b rian d , pongamos por caso, isleños^ pertenecientes a diferentes spciedades, con distintas consciences collectives r.(lan diferentes como las de D obu y las T ro b ria n d )/ pue­ den m an ten er un sistema que garantiza una am plia com unicación entre islas y que, según puede mos­ trarse, no funciona en razón de las norm as que lo gobiernan consideradas sencillam ente como tales, sino más bien en razón de la estructura im plícita del sistema como co njunto de relaciones lógicas, estructura im plícita cuya p ro p ia necesidad lógica in tern a determ ina las norm as, y no a la inversa. Visto como juego lógico, como sistema de com uni­ cación, este análisis del don coexiste fácilm ente con el p u n to de vista durkheim iano. Pero es interesante advertir que si bien Mauss, igual que D urkheim , tiene p or o p o rtu n a u n a conclusión m oral para la investigación sociológica, la conclusión m oral que saca es de tipo muy distinto. En tanto que D u rk ­ heim habla vagam ente de u n a nueva base ocupado-

n a l p a r a e sta .c o n c i e n c i a c o le c t iv a ,11 M a u s s se r e ­ fie r e e n c a m b io 12 a u n a s o lu c ió n e s tr u c tu r a l, a u n a

solución de los problem as m odernos de carencias e injusticias del todo in d ep en d ien te de las actitu­ des. Recom ienda, así, sistemas de seguros p ara los trabajadores, etc., sistemas que, en v irtu d de su ca­ rácter sistemático, re d istrib u irán la riqueza de tal m odo que aquellos procesos de com unicación in te r­ na subyacentes a todos los conjuntos sociales fun­ cionen sobré la base de u n nuevo y más extenso p rin cip io de. reciprocidad. Pues Mauss ve u n p r in ­ cipio de reciprocidad garantizando la igualdad por razones estructurales, m ientras que D urkheim vería la reciprocidad garantizando la estructura social p or razones m orales. U n concepto de intercam bio transform a inm edia­ tam ente el m étodo sociocéntrico. Las lim itaciones de este m étodo eran que creaba u n a solución de co n tin u id ad en tre el individuo y lo colectivo, que parecía explicar sólo u n proceso unidireccional de causación y, de esta m anera, no conseguía vérselas con el p roblem a del cam bio social. L a sistemática del intercam bio según Mauss, en cambio, altera por com pleto esta situación. In je rta d a en el sociocentrismo de D urkheim , nos p erm ite conservar lo que hay de valioso en las form ulaciones de éste, pero recha­ zar su funcionalism o estático y com pensar la ausen­ cia de u n a dinám ica sociológica. El p rincipio estru c tu ra l de reciprocidad determ ina por necesidad que u n sistem a de intercam bios lógic á m éñ te 'o rd é n ad o debe operar en ü n a sociedad, 31 Ém ile D urkheim , Suicide, N ueva York, 1951, p. 390. 18 Marcel Mauss, T h e G ift> Londres, 1954, capítulo 4.

p u e s to q u e la n o r m a d e r e c ip r o c id a d e s t a b le c e u n s is te m a d e e q u iv a le n c ia s q u e d e b e ser r e s p e ta d o . L o s

intercam bios, p o r ser recíprocos, reducen todo' a un nivel com ún, el de los que intercam bian. A quí se resuelve el problem a de la relación entre el indivi­ duo y la sociedad. El individualism o en el sentido sociológico no interviene en la sociología de D urk­ heim , holista. Ingresa en la sociología de Mauss, que triu n fa donde D urkheim fracasó y logra enlazar lo in d iv id u al con el todo, lo uno con lo m últiple. En el sistema de intercam bio de dones, todos’ los donadores existen como actores independientes e in ­ dividuales , cada uno de los cuales constituye un crea­ dor del sistema. Su contribución al sistema es di­ rectam ente m ediada, como tan claram ente nos lo m uestra Mauss, p or la norm a de reciprocidad; hasta aquí, todo es durkheim iano. Pero lo que perm ite la form ulación de Mauss, y la de D urkheim no, es; una explicación en térm inos invertidos. La norm a de re­ ciprocidad in terp retad a en sentido durkheim iano explica poca cosa, deja ab ierta la cuestión de la cau­ sación, ya que no nos enteram os de nada en ciíhnto al origen de la norm a. Mauss sencillam ente recurre a la no rm a como a u n a descripción, y por su parte nos m uestra que el intercam bio, que es un proceso reversible y bidireccional, es requerido por el req u i­ sito de reciprocidad, y que el requisito de intercam ­ bio acarrea la reciprocidad. P uede objetarse que la form ulación que acabo de ofrecer no es más «sclarecedora que la de D urkheim . D iciendo que Mauss sostenía que el intercam bio existe en v irtu d de la reciprocidad y la reciproci­ dad en v irtu d del intercam bio, no parezco decir gran cosa que vaya más allá de la circularidad dur-

COMÍTE, DURKHEIM Y MAUSS k h e im ia u a d e n o r m a y s o c ie d a d , s o c ie d a d y n o r m a . M a s n o es a sí, y u n a c o n s id e r a c ió n d e la s p o s te r io ­

res im plicaciones de lo que he dicho m ostrará el porqué. Mauss, a diferencia de D urkheim , h a aspirado a un p rincipio fu n d am en tal de explicación socio­ lógica. D onde la explicación de la sociedad por D urkheim queda en térm inos de la sociedad misma, teoría sociocéntrica —que explica que la sociedad es social p o rq u e es social—, Mauss nos proporciona una teoría que dice en esencia que la sociedad es lo que es p o rq u e hay com unicación. L a propuesta efectiva de Mauss con respecto al don es que el don es lo que es, u n in stru m en to de lo colectivo, p o r­ que es u n m edio de intercam bio, y un intercam bio de medio. Sólo hace falta añ ad ir el concepto básico de lo que el m edio es, o sea u n lenguaje, u n siste­ m a a rb itrario de diferencias estructuralm ente de­ term inadas, p ara entregarnos lo que es, en el sentido más verídico, u n a teoría acabada de la sociedad. Es la síntesis de esta teoría p o r Lévi-Strauss en sus Estructuras elementales del parentesco lo que pa­ samos ahora a considerar.

de repasar brevem ente algunos de los más im portantes precursores de Lévi-Strauss en la socio­ logía francesa, me propongo ahora exam inar las tres obras más im portantes de Lévi-Strauss: las Es­ tructuras elementales del parentesco¿ El pensam ien­ to salvaje y las Mitológicas. Al hacerlo tendré en cuenta lo dicho en el prim er capítulo a propósito de los problem as m etodológicos legados a LéviStrauss p o r D urkheim , y procuraré m ostrar cómo cada u n a de estas obras contiene, cuando menos en parte, u n a solución. El problem a, que la m oderna jerga sociológica llam a problem a del funcionalism o holista, se des­ com pone de hecho en tres. Prim ero está la cuestión del origen histórico de los hechos sociales, y del hecho social más im p o rtan te, el que Lévi-Strauss llam aría “c u ltu ra ” y que D urkheim h ab ría denom i­ nado conscience collective. Segundo, el problem a del origen estructural, o lógico, de los hechos so­ ciales, controversia entre el individualism o y el holismo, como se suele llam ar. Está, por últim o, la cuestión del cambio, social y su acomodo en siste­ mas de explicación durkheim ianos o funcionalistas (esto es, sistemas de explicación que recalcan el consenso y los todos sociales). E n el siguiente capí­ tulo será tratad a la ú lim a de estas cuestiones, al considerar la deuda de Lévi-Strauss hacía el m ar­ xismo. Las prim eras dos, tocantes a los orígenes de los hechos sociales, las trata Lévi-Strauss en su ToD espu és

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LA C U L T U R A COMO LEN G UA JE •

i..

tem ism O j e n E l p e n s a m i e n t o s a lv a je y e n la s E s tr u c ­ tu r a s e l e m e n ta l e s d e l p a r e n te s c o .

P arentesc o

A unque no generalm ente aplicada p o r Mauss, la actitu d hacia la sociedad que le a trib u í y que se basa en considerar la sociedad como un sistema de intercam bios, p u d iera evidentem ente ser gene­ ralizada como teoría sociológica. F ue precisam ente esto lo que Lévi-Strauss in ten tó en sus Estructuras elementales del parentesco, y n ad a tuvo de sorpren­ dente encontrarlo, en el prim er capítulo del libro, discutiendo el ensayo de Mauss sobre el don y los principios sociológicos que introduce. Inevitable­ m ente, la aplicación más general de estos principios predicó no sólo u n a explicación reductiva —u n a form a de explicación que p o d ía red ucir los fenóm e­ nos sociales a perm utaciones de intercam bio— sino tam bién u n a reducción histórica, u n a teoría acerca de la evolución de la sociedad a través de la his­ toria, y ■más p articu larm en te u n a teoría de la evolución de las sociedades hum anas a p a rtir de la p reh isto ria no hum ana, anim al. Pues los grandes inconvenientes de la explicación d u rkheim iana no sólo sé m anifiestan como carencia de u n a explica­ ción verdaderam ente reductiva en el presente, sino tam bién con respecto al pasado. D urkheim , re d u ­ ciendo los fenóm enos sociales a un a colectividad, la conscience collectivej negó efectivam ente el aspecto reductivo de su explicación y cayó en todas las d i­ ficultades m etodológicas que a estas alturas ya he expuesto cabalm ente. Lo que faltaba, como hemos

era u n a e x p lic a c ió n d e la c o n c ie n c ia colectiva mism a y del m odo en que la conciencia individual la c o n s t it u y e , así como u n a e x p lic a c ió n de las Re­ presentaciones —las estructuras de pensam iento co­ lectivo que la com ponen. Esta carencia de expli­ caciones no afectaba nada más a la sociedad en el presente, sino asimismo al m odo como se constituyó en el pasado. El sociocentrismo de D urkheim traía consigo problem as lógicos en los aspectos sincróni­ cos, pero en relación con el pasado representaba la ausencia com pleta de cu alq u ier teoría. Los h e ­ chos sociales, tal como D urkheim nos dice en sus Reglas} deben ser explicados por referencia a h e ­ chos sociales previos. Si la conciencia colectiva o la sociedad m ism a se tom a como hecho social supremo, es claro que es preciso algún hecho social previo si es que ha de ser posible explicarla de algún modo. Veremos ahora que Lévi-Strauss, en los c£j^ítulos iniciales de las Estructuras elementales del parentesco, postula de hecho precisam ente tal he­ cho social presocial. A prim era vísta se d iría que esto es una im posi­ bilidad. N ada que fuera genuinam ente social po­ dría preceder a la aparición de la sociedad en sentido histórico sin enredarnos en u n a redefinición de “social” que de u n a u o tra m anera ío derivase de “n a tu ra l” sin contradicción. Sem ejante empresa de fijo h ab ría aparecido como difícil o absoluta­ m ente im posible a D urkheim . P ara él, habría com­ prom etido el significado de la p alab ra “social”. No tenernos más que recordar su definición de lo que constituía el hecho social y las cuestiones afines discutidas en el capítulo 1, para ver que tal sería el caso. Para D urkheim , según traté de sugerir en v is to ,

a q u e l c a p it u lo , l o p e c u lia r d e l o s o c ia l e r a su irred u c ib iH d a d _ .a .lo :p e j:so n a l ..o. lo. n a t u r a l .' H e m o s v is to

ya que Mauss red u jo im plícitam ente lo social a lo personal e in d iv id u al en cierto . sentido, y ahora hemos de pasar a ver cómo Lévi-Strauss se las arre­ gla p ara hacer otro tan to con respecto al estado " n a tu ra l” que es necesario p ostular antes de la aparición de lo "social” en sentido histórico. P or paradójicos que p u ed an parecer, los req u eri­ m ientos del hecho social presocial serían satisfechos si p u d iera exhibirse, u n hecho social “n a tu ra l”. Se­ ría difícil concebir tal cosa, pero Lévi-Strauss sos­ tiene que es realizable de la siguiente m anera. U n hecho social " n a tu ra l” p o d ría concebirse como uno que fu era universal en todas las sociedades. Es cla­ ro q u e hay varios "hechos” de éstos, pero para ver cuál es el realm ente req u erid o tenemos, que definir más precisam ente el “hecho social”. Lévi-Strauss arguye, en el capitulo inicial de las Estructuras elementales, que lo que se req u iere es u n hecho so­ cial que m anifieste el rasgo esencial de la cultura, a saber,IJue s é i a l ^ ^ e x h ib a .tam bién la m arca característica de la naturaleza, es decir que sea necesario. El m ejor m odo de explicar cómo llega a esto es considerar u n m om ento las dificultades lógicas y sem ánticas que ro d ean la derivación de la cu ltu ra a p a rtir de la naturaleza. Lévi-Strauss considera que naturaleza es lo que es com ún a todos los hom bres y p a rte de su dotación h ered itaria, es lo que todos los hom bres m anifiestan in d ependientem ente de la in fluencia de la sociedad y la costum bre. La cul­ tura, p or otro lado, es lo contrario. Es todo lo que no es com ún, todo lo que ha de ser aprendido, todo

lo q u e d e p e n d e d e l a vida s o c ia l y sus norm as co­ le c tiv a s . E n o tr a s p a la b r a s , lo c u lt u r a l es lo ccmtin--

gente y lo arb itrario ; lo n atu ral es lo necesario y lo absoluto. E n consecuencia, el comer, con todas sus respuestas pavlovianas, es n atural, pues todos los hom bres lo hacen y a ello los guía el instinto. Pero los “buenos m odales”, la m anera de consum ir la comida, difiere en todas las sociedades. En este contexto es fácil discernir incluso diferencias cu ltu ­ rales bastante sutiles, como las que distinguen a un inglés de un estadunidense, en p articu lar en el uso distin to que hacen del tenedor. En consecuen­ cia, las m aneras de mesa son culturales, ya que son arb itrarias y contingentes; la salivación es natuial, por universal e instintiva. H a s ta a q u í todo va bien, pero al buscar un p rin ­ cipio com ún de cultura, el teórico tropieza conniva paradoja. Puede entenderse así: si es posible encon­ tra r en todos los hom bres y todas las sociedades un princip io universal y causa única de la cultura, se sigue entonces de las anteriores consideraciones que este p rin cip io de la cu ltu ra tiene que ser natural3 cuando menos en el sentido en que lo hemos definido. A hora bien, esto da la im presión de ser contradictorio, y de hecho es lógicam ente otra 'm ani­ festación ni más ni menos, de la dificultad durkheim iana de red u cir norm as colectivas y arbitrarias a causas individuales y naturales. Pero Lévi-Strauss opina que ve en la parad o ja la clave de su solu­ ción. Precisam ente un hecho social n a tu ra l así exis­ te p ara Lévi-Strauss en el cam po de actividad del com portam iento llam ado sexual. A parte el narcisis­ mo prim ario, la sexualidad, al menos en su fase ad u lta y genital, es social en el sentido de que ne­

c e s it a d o s p a r t ic ip a n t e s . T o d o s lo s d e m á s in s t in to s p u e d e s a tis fa c é r s e lo s e l s o lit a r io , d ic e L év i-S tra u ss,

• pero éste no ^ e sto es, si h a de sobrevivir la raza. A quí, ante vislum bres lejanas de D arw in y Freud, Lévi-Strauss ¿ h u n d a su solución al problem a de D urkheim : el! hecho social original es la evitación del..mees to. Podemos conceder que la sexualidad sea tan so­ cial como es de n a tu ra l en u n sentido m uy lim ita­ do, pero sólo puede volverse genuinam ente cultural si es conducida sobre la base de u n a norma^ o. regla —el aspecto coercitivo del hecho social de D urk­ heim . Es claro que la sexualidad p o r sí mism a es insuficiente, pero proporciona la base n a tu ra l para la teoría de Lévi-Strauss. A firm a como cuestión de hecho que la rgf f ^ de eyitar el incesto tes uniyersal —cu asin atu ral— a todas las sociedades hum anas. P or ser u n a de las contadísim as generalizaciones em píricas que aparecen en la o b ra de Lévi-Strauss, ésta hal atraído, como era de esperarse, cierta aten­ ción, y- E d m u n d Leach1 y otros h an negado lo que Lévi-Strauss atestigua. Pero sean las que sean las realidades em píricas, es esencial darse cuenta de q ue Lévi-Strauss se ve forzado a insistir en esta na­ turaleza universal d e-la evitación del incesto a fin de generar u n a no rm a cu ltu ral indiscutiblem ente, que sea tam bién universal, y en consecuencia “na­ tu ra l” p ara las sociedades hum anas. P o r supuesto, exactam ente lo mismo p u d iera de­ cirse de las m aneras de mesa, que tam bién son casi indiscutiblem ente universales, pero es claro que el principio ubicuo de la cu ltu ra no debe ser “n a tu ­ 1 E dm und Leach, Lévi-Strauss, Londres, 1970.

ra l” n ad a más en el sentido de ser com ún a todas las sociedades, sino que h a de ser, de una u 'otra m an era y dem ostrablem ente, el fu ndam ento estruc­ tural e histórico sobre el que descansa todo el resto de la cid tura. No sería posible hacer que las m ane­ ras de mesa p arecieran esto; la regla de la evituición del incesto sí, en caso de poder m ostrarse que es el elem ento básico de los sistemas de parentesco, y en consecuencia de las estructuras sociales en conjunto. La v ariab ilid ad de la regla entre una sociedad y otra atestigua inequívocam ente su base a rb itra ­ ria, contingente y cultural, y la estrecha relación entre la regla y la sexualidad del hom bre sum inis­ tra a Lévi-Strauss la base n a tu ral de la que la sociedad procede. Los hom bres perm anecieroiT\en el nivel de lo n a tu ral en tanto no tuvieron p ro h i­ biciones culturales de este género. Pero no bien se­ m ejante p ro h ib ició n empezó a existir —cualesquiera que fu eran las razones elegidas para ad o p tarla—, su corolario estructural —el intercam bio de herm a­ nas— se convirtió en necesidad lógica. Que el in­ dividuo ren u n cie a sus derechos sexuales sobre las m ujeres de su p ro p ia fam ilia, crea de inm ediato condiciones favorables al surgim iento de un con­ trato social, pues u n a solución sencilla al proble­ m a de cómo o btener esposa está en intercam biar herm anas con otros individuos en situación igual. T a l es el sentido en que el intercam bio de herm a­ nas es el corolario de la evitación del incesto: si no puedo poseer a mi herm ana, ni tú a la Luya, no hay razón para que cada quien no posea a la del otro. N o sólo evitamos q u e b ra n ta r la regla que p ro ­ híbe el incesto entre herm anos, sino que de. paso establecemos un esdecho vínculo social. Nos volvc-

m o s p a r ie n t e s y e s ta m o s e n c o n d ic io n e s d e c o m u ­ n ic a r e in t e r c a m b ia r s o b r e u n a b a se e q u it a t iv a y

recíproca. El intercam bio de herm anas no solament^ p riicitra. un.a .soIu ciQ n . al problem a de cómo salir cíe fren te ev i tando el incesto; tam bién significa reciprocidad y com unicación entre grupos donado­ res y receptores de esposas. E n vista de que para los estructuralistas como Lévi-Strauss las com uni­ caciones recíprocas son la base de la estructura so­ cial, incluso la definición de ésta, és claro que esta clase de hecho social —la evitación del in c e sto puede hacerse que genere, desde los puntos de vista tan to de la histo ria como de la estructura social, los elem entos ;clave de la sociedad. La com unicación de m ujeres entre grupos de hom bres va prim ero, tan to lógica como históricam ente, y establece, por ^decirlo así, la in fraestru ctu ra de la com unicación social. Sigue la com ím rcáaóh 'd é bienes y servicios —relaciones e c o n ó m i c a s y de palabras —el len­ guaje. H e aquí,- pues, la solución de Lévi-Strauss a la prim era p arte del problem a du rkheim iano tocante al origen d e lh e c h o social, o —lo cual viene a ser la m ism a cosa— la explicación reductiva y causal de los! todos sociales. Es u n a solución al problem a tem ­ poral, al de explicar de dónde provino la sociedad en prim er lugar y cómo pu d o evolucionar un todo m ayor que la sum a de sus partes a p a rtir de ele­ m entos que eran menos de lo que h ab ría de llegar a ser. L a sexualidad, u n instinto im plícitam ente cuasisocial, es tom ada como acicate n atural hacia la creación de la cultura, que resulta, según hemos visLo, de acuerdo con Lévi-Strauss, de ren u n ciar a las propias herm anas y de intercam biarlas recípro­

cam ente con otros hom bres en situación análoga. el

e v it a c ió n d e l in c e s t o es, s im p le y s e n c illa m e n t e , p r im e r h e clao s o c ia l y e l f u n d a m e n t o de, la

cultura. Hay que hacer varias observaciones a propósito de esta conclusión. A nte todo, debo señalar que esta idea es casi exactam ente la misma que la ade­ lan tad a p o r F reu d en su T ó tem )’ tabú, asunto al que volveré m ucho más adelante. En segundo lugar, debem os señalar de qué modos su form ulación por Lévi-Strauss difiere de la de Freud, con todo y que esta últim a sea, como hemos de ver, com pletam ente com patible con ella. Esto nos lleva a la tercer^ ob­ servación im portante: la m edida en que la form u­ lación por Lévi-Strauss de los orígenes de la socie­ dad y la cu ltu ra se asemeja a la propuesta por Rousseau. A diferencia de F reud tanto Lévi-Strauss como Rousseau parecen sustentar una Leoría del contrato social p ara el origen de la sociedad. Lévi:Sirauss difiere m ucho de Rousseau en los detalles, pero las líneas generales coinciden p or com pleto. Los . dos arguyen que u n “estado de n atu raleza” pudo h a ­ ber existido antes de que existiera la sociedad, en el cual los hom bres tal vez no fuesen lo que se dice antisociales, pero sí al menos no sociales. La en­ trega al incesto p rim ario significa para Lévi-Strauss aislam iento, al menos en com paración con la situa­ ción que resulta de evitarlo.. Los hom bres .realiza­ ron la transición de este aislam iento presocial, en estado de naturaleza, a la cultura y la .sociedad a causa de las ventajas que estas últim as .ofrecen. Aquí existe un funcionalism o im plícito lanío en Rousseau como en Lévi-Strauss, que sugiere que los

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hombres dejan el estado d e n a tu r a ie z a v y r e r i i í n a ^ l al incesto a fin dé g a n a r lo s b e n e f i c i o s d e b id o s íáMa^ c r e a c ió n d e a lia n z a s de parentesco con otros gru­ pos de hom bres, donde, como hemos visto, LéyiStrauss v e ‘la procedencia de las otras dos formas de com unicación social, los bienes y servicios, y el lenguaje. La verdad es que no es forzosa concebir aq u í una teleología funcional ingenua —que los hom bres q u ieran conscientem ente que así sea. T odo lo que se .necesita decir —y todo lo que en reali­ dad dice Lévi-Strauss— es que, p o r las razones que fueran las que hicieron a los hom bres abandonar el incesto inicial, la creación de u n a regla de evi­ tación del incesto condujo directam ente a la crea-, ción de cu ltu ra y_ sociedad, con todos sus beneficios.; De esta suerte, e l •máximo de los hechos sociales de D u rk h eim —la sociedad— es derivado de lo presocial, de la naturaleza. A quí la noción de Mauss de la reciprocidad es usada p o r Lévi-Strauss exactam ente del mismo m odo en que e l . prim ero la em pleó en su análisis del don. L a reciprocidad es vista como un principio estructural (así como u n a norm a) subyacente a la red del parentesco y cuyas derivaciones y corolarios lógicos determ in an én gran m edida lo que se da en el com portam iento real. Mas si esto es así, se sigue sin d u da que los principios estructurales que Lévi-Strauss preten d e que p ro porcionan la base histórica de los sistemas de parentesco, deben ser tam bién, dem ostrablem ente, la base estructural de tales sistemas en el presente. V enido u n a vez a la existencia como m edio de transición de la n atu rale­ za a la cultura, el p rin cip io de la evitación del incesto debe seguir siendo la realid ad fundam ental

todos l o s sistemas de p a r e n te s c o , y \\o irieram ente a los de los prim itivos. D e hecho po­ dríam os quizá suponer que, a más prim itivo el pue­ blo, más obvio el principio, y, como veremos, LéviStrauss lo supone de veras. Pero es claro que, como principio estructural, la evitación del incesto y su corolario estructu ral —el intercam bio recíproco de herm anas— tienen que aparecer como fundam ento de todos los sistemas de parentesco precisam ente como Mauss m ostró que la reciprocidad subyacía a todos los sistemas de don.

's u b y a c e n te a

N o sería apropiado tratar de exponer todo el aná­ lisis de los sistemas de parentesco que hace LéviStrauss y que encontram os en las Estructuras d e ­ merítales del parentesco y otros trabajos. Más vdlfelrá d ar u n p ar de indicaciones breves que ilustrai*án su actitud, y que el lector, si quiere, lea p o r su cuenta el resto de los m ateriales de Lévi-Strauss. D urkheim , en sus Formas elementales de la vida religiosa, se dem oró en los aborígenes australianos po rq u e —alegaba— p o r ser más prim itivos que casi todos los demás pueblos, al menos desde el punto de vísta de la tecnología y la cultura, era razona­ ble suponer que p u d ie ran ser asimismo los más p ri­ m itivos desde el p u n to de vista de sus instituciones religiosas, p u n to en el que, dicho sea de paso, Freud estuvo de acuerdo. Lévi-Strauss, con el título que eligió p ara su libro —Les striictures élémentaires de la parenté—, aspira sin d u d a a recordarnos el título de la obra de D urkheim —Les formes élémentaires de la vie religieuse— y a sugerir lo que en estas páginas vengo afanándom e por explicar, a saber, u n a co n tin u id ad de pensam iento entre él mismo y

e l g r a n s o c ió lo g o fr a n c é s . A l o p ta r p o r in ic ia r su a n á lis is c o n e j e m p lo s e t n o g r á fic o s a u s tr a lia n o s ,

Lévi-Strauss sigue im plícitam ente a D urkheim en suponer que los aborígenes australianos están de una u otra m anera más próxim os a los orígenes de la cu ltu ra e n ’ sus sistemas de parentesco que otros pueblos; que sus sistemas son, en una palabra, más "elem entales”. U n tipo com ún de. sistema de parentesco que se encuentra en A ustralia es el conocido como sis­ tem a de clases m atrim oniales. P or ejem plo, entre los A randa, bien conocidos, opera un sistema de éstos, a ocho partes, y los Iíariera, que vamos a con­ siderar, tienen cuatro clases. Los K ariera explican de este m odo su sistema de parentesco: Todo individuo pertenece a una de cuatro clases (por conveniencia no les daré sus nombres propios sino que las llamaré 1, 2, 3 y 4). La pertenencia a estas cuatro clases matrimoniales se determina como sigue: un hombre de 1 se casa con una mujer de 2, y los hijos son 3; un hombre de 2 se casa con una mujer de 1, y los hijos son 4; un hombre de 4 se casa con una mujer de 3, y los hijos son 2; un hom­ bre de 3 se casa con una mujer de 4', y los hijos son 1. P robablem ente se en tien d a m ejor el sistema con ayuda de u n diagram a (Fig. 1A), en el que las lí­ neas dobles representan m atrim onio, y las líneas sencillas descendencia. El diagram a sólo representa las elecciones m atrim oniales de los hombres, no las de las m ujeres. P ara que tenga sentido, siem pre hay que em pezar con u n h om bre de un grupo, que se casa con u n a m u jer de otro y cuyos hijos corres­ ponden a otro más.

E s to n o p a r e c e te n e r m u c h o q u e v er con la e v i­ t a c ió n d e l in c e s t o n i c o n e \ in t e r c a m b io d e h e r m a ­

nas. "No obstante, si exam inam os u n a representa­ ción genealógica de la regla m atrim onial (Fig. IB) vemos que m anifiestam ente sí es el caso. Si consi­ deram os el sistema de las clases m atrim oniales des­ de el p u n to de vista de cualquier hom bre de la

A

FIGURA 1

clase 1, vemos que lo que la regla m atrim onial dice efectivam ente (expresándolo en términos rícgalivos) es que u n hom bre 1 no puede casarse con su m a­ dre ni con nadie de la clase de ella (4), incluyendo

las hijas d e su herm ana (que tam bién son 4). T a m ­ poco p u e d e ca sa rse con sus hijas ni con las herm a­ nas de su padre (3), ni con sus propias herm anas, ni con las herm anas del p ad re de su padre (1). Sólo queda un grupo en el que puede desposarse legítim ám ente, el 2. A quí la regla de la evitación del incesto ha sido extendida a u n a regla de exogam ia cuyo resultado efectivo es dividir la sociedad en m itades, cada un a de las cuales es u n grupo de descendencia patrilineal (1 y 3, 2 y 4) y que, en cada generación, in ter­ cam bian herm anas entre ellas. Así, po r cada m ujer que p ierd en los 1, los 2 devuelven otra, y así suce­ sivam ente. El sistema cu ad rip artito de clases m a tri­ m oniales de los yIíariera p u ed e verse, pues, como un sim ple sistema establecido de intercam bio de h er­ m anas entre dos grupos de hom bres, concebido so­ bre la base de la evitación del incesto con m ujeres em parentadas de cerca. Observaciones m uy sem ejan­ tes son posibles a propósito del sistema A randa de ocho partes, o, en u n a p alabra, de cualquier siste­ m a de éstos que funcione análogam ente. Sem ejantes sistemas se basan en lo que LéviStrauss denom ina intercambio restringido. Éste se aplica a sistemas en que los “donadores” de espo­ sas" son los mismos que los “tom adores de esposas", según hemos visto en el caso Iíariera. L a otra posibilidad es la que llam a intercambio generaliza­ d o . Se trata de u n sistema en donde no existe tal reciprocidad directa. U n caso extrem o de intercam ­ bio generalizado lo proporciona nuestra propia sociedad, en la que no existen reglas m atrim oniales prescriptivas positivas. Esto conduce a u n a p au ta aleatoria de elecciones m atrim oniales que, supo­

niendo m onogam ia y evitación del incesto, conduce a u n intercam bio generalizado de herm anas de m odo que, por térm ino m edio y en general, las m ujeres se distribuyen uniform em ente entre grupos de hom bres. El sistema de intercam bio restringido de tipo K ariera p o d ría caracterizarse como mecánico} en oposición al nuestro, que p o d ría llam arse estadís­ tico, U n a analogía acaso aclare la relación. Supón­ gase que estuviera uno haciendo un pastel de cerezas m uy pequeño, p ara cuatro personas, y , que sólo tuviera cuatro cerezas. Sería además muy im por­ tante que cada persona recibiera una cereza en su porción. El m odo obvio de proceder sería pó\ier las cerezas en el ú ltim o m om ento, antes de cocer el pastel, y ponerlas de u n m odo regular y prede­ term inado, de suerte que p u d iera suponerse que al p artirlo le tocaría a cada persona su esencial cereza en alguna p arte de su porción. En cambio, si lo que se hiciera fuera u n pastel grandísim o para m uchas personas, seguram ente se echarían muchas cerezas y se revolvería u n poco, suponiendo que, por térm ino m edio y en general, m ientras todo lo demás siguiera igual, cada q u ien tendría igual p ro ­ bab ilid ad de recibir algunas cerezas en su porción. La prim era posibilidad corresponde a un sistema tipo K ariera, en el que las m ujeres son puestas “m ecánicam ente’' en grupos predeterm inados de hom bres. La o tra corresponde a u n sistema '‘esta­ dístico” de intercam bio generalizado, como el que existe en nuestra sociedad. En ambos casos las m u ­ jeres son distribuidas uniform em ente po r el siste­ m a y la reciprocidad es m antenida, aun cuando en el sistema estadístico y generalizado la garanticé la

p a u t a a le a t o r ia d e e le c c io n e s y n o la r e c ip r o c id a d m e c á n ic a d ir e c ta , c o m o e n la s itu a c ió n , r e s tr in g id a .

En uno y otro caso el intercam bio de herm anas desem peña la función estructural vital qu e según Lévi-Strauss es el fu ndam ento de la cultura, a sa­ ber, el establecim iento de sistemas de comunica­ ción entre grupos de hom bres intercam biadores de herm anas. De esta m an era Lévi-Strauss sostiene que el p rin ­ cipio básico del cual consiguió derivar la creación de la cu ltu ra sigue descubriéndose en operación en el sistema que es estructuralm ente fundam ental para todos los demás: el-parentesco.

T o t e m is m o

Pero esto no aclara del todo lo que, según sugerí, puede verse como segunda p arte del problem a d urkheim iano relativo a la explicación reductiva y causal del origen del hecho social. El lector re­ cordará que se tratab a de una cuestión sobre la relación estructural y sincrónica entre los hechos sedales y lo que los constituye; problem a por otra p arte conocido en la teoría sociológica como el 'd el individualism o frente al holismo. H ay que hacer u n p a r de observaciones acerca de esta dificultad antes de exam inar el in ten to que hace Lévi-Strauss p ara .resolverla. L a prim era es que es análoga al problem a que acabamos de con­ siderar —la explicación del origen histórico de la cu ltu ra—, y p or tan to form a lógicam ente parte in d i­ visible de él. E n segundo lugar, debemos recordar que, en el caso de D urkheim , esta dificultad tenía

y u n a i n d e l e b l e im p r o n t a p s ic o ló g ic a . E n e l p r e s e n ­ te, r m r k h e im e n t e n d ía la m oltu ra —o e l to ta l d e

los hechos sociales, conscience collecíive, copio él decía— como contenida en u n sistema de represen­ taciones colectivas. Éstas estaban inscritas en la m ente del indiv id u o desde el nacim iento por la so­ cialización, y servían de base psicológica y causal p ara el com portam iento norm al (esto es, el com­ p o rta m ien to acorde con las normas). Finalm ente, debem os tener presente que, au n q u e análogo a la cuestión de los orígenes del hecho social y afín a él, este problem a es del todo independiente, pues aquello a que se ha recurrido a fin de explicar el origen de la sociedad en el tiem po no es de espe­ rarse que por fuerza sum inistre una explicación ca­ bal de su persistencia hasta el presente. El hecho de que la evitación del incesto y el intercam bio de herm anas resulten tal vez fundam entales ¡jara los sisLemas de parentesco, y éstos básicos para la cul­ tura, no explica sin más por qué los hombres m an­ tienen en pie la evitación del incesto y sistemas de cultura. P ara esto hace falta un tipo enteram ente distin to de explicación. La respuesta de Lévi-Strauss a esta dificultad no se aprecia en n in g u n a p arte m ejor que en sus^tra­ bajos sobre el totemismo, y en p articu lar en los prim eros capítulos de El pensamiento salvaje; libro que en m uchos sentidos es el más difícil de los suyos y que al lector no p reparado en la teoría antropológica y sociológica previa (por no hablar de fam iliaridad con las obras de Sartre) tiene que parecerle incom prensible en gran m edida a la pri­ m era lectura. A decir verdad, las ideas presentadas en este libro no son realm ente difíciles de enten­

der, y aspiro a hacer su exégesis en la ú ltim a parte de este capítulo y en el siguiente» Pero a fin de cap­ tar como es debido la significación de la teoría de Lévi-Strauss sobre el totem ism o es necesario prim e­ ro repasar en pocas palabras lo que D urkheim dijo sobre el particu lar. E n su Clasificación prim itiva} a la cual ya he­ mos aludido, D urkheim encerró su explicación del curioso fenóm eno del totem ism o en la observación de que "las_ prim eras categorías lógicas son catego­ rías sociales”.2 El totem ismo es u n sistema de nom enclatura por m edio del cual a los seres hum anos individuales, así como a grupos de gente, se les atribuyen nom ­ bres de objetos naturales, de o rdinario plantas y animales,- pero tam bién a veces nom bres de carac­ terísticas geográficas, de condiciones'.m eteorológi­ cas, enferm edades, etc. Al nom bre dé la entidad n a tu ral lo acom paña u n com plicado cortejo de ri­ tuales y prohibiciones, y nociones de u n ió n m ística o com plicidad m ágica enlazan el in d iv id u o en cuestión con el objeto totémico. E n el caso de u n a especie an im al,Ip o r ejem plo, a los m iem bros de la com unidad totém ica p u ed en tocarles rituales desti­ nados a la reproducción feliz de los anim ales en cuestión, prohibiciones al consum o de dicha espe­ cie, y probablem ente la vida de las personas esté a p u n ta d a p o r danzas rituales y festivales mágicos asociados al tótem. La teoría de D urkheim , tal como la hallam os en la Clasificación prim itiva y Las formas elementa11 D urkheim 1963, p. 82.

y Mauss, P r im itiv e

Classification,

Londres,

les de la vida religiosa, está en entera arm onía con su posición teórica general. Prim ero está lá bonscience collective que establece u n a clasificación social —la estructura social (en este caso, clanes exógamos)—, luego esta clasificación social es p ro ­ yectada, como si dijéram os, en la naturaleza, y las clasificaciones naturales —especies de plantas y a n i­ males— se identifican con ella. El recorrido de Lévi-Strauss, tal como lo encon­ tram os en su T otem ism o y en los capítulos inicia­ les de E l pensamiento salvaje, sigue un sentido exactam ente inverso. M antiene que las prim eras categorías sociales son lógicas, pues los hom bres prim itivos, al igual que los civilizados, clasifican y o rden an su experiencia de los.fenómenos naturales espontáneam ente y con frecuencia aparte del valor económico y social, de los objetos clasificados. "La clasificación, cu alquiera que sea —observa LéviStrauss—, tiene una v irtu d p ro p ia en relación con la ausencia de clasificación.’’3 La taxonom ía)S os­ tiene, es la p rim era etap a en el establecim iento de la ciencia; y la m agia, como sistema explicativo y práctico, sólo puede distinguirse de ella en que la m agia "postula u n determ inism o com pleto que todo lo abarca",4 que presum iblem ente la cien­ cia tiene el buen sentido, o la m ala suerte, de evitar. La ciencia y la m agia, sin em bargo, no d i­ fieren "por el género de operaciones m entales que suponen".5 Esta clase de enunciado recuerda vagam ente, en “ Claude Lévi-Strauss, p. 16. 1 Ibid.j p. 19. 0 Ibid.j p. 21.

La

pensée

sauvage}

París,

1962,

u n s e n t id o , a C o m t e / p e r o e n o t r o s e n t id o es e x a c ­ t a m e n t e l o c o n tr a r io . R e c u e r d a a C o m t e e n q u e

Lévi-Strauss parece estar h ab lan do en térm inos de u n a propensión psicológica universal p o r p a r­ te de la especie hum ana, salvaje y civilizada, a saber. Com te tainbién, en su creencia en u n a inevitable búsqueda, siem pre hacia arrib a y hacia adelante, de .la verdad positiva, ten ía, u n a idea muy parecida. Pero la d iferen tia radical está en la restricción que hace .Com te del pensam iento científico positivo a la etapa tercera y final dé la evolución. En cambio Lévi-Strauss padece negar la exclusividad del posi­ tivismo a la ciéncia m oderna y profesa descubrirlo subyacente a los procesos del pensam iento p rim i­ tivo. A quí el científico investigador y el cham án no son representados como distintos en v irtu d de pertenecer el uno a la tiniebla de la superstición anim ista y el otro a u n suprem o y refulgente posi­ tivismo, sino como diferentes "menos en n atu rale­ za que en función de los tipos dé fenóm eno a. los que se dedican".8 Estos regustos de Com te y esta aparente ru p tu ra con la ley de las tres etapas cuen­ tan m ucho en la resolución de la dificultad durkheim iana sobre el origen estructural del hecho so­ cial, según veremos en seguida. U n a de las más im portantes distinciones entre el pensam iento prim itivo y el m oderno es recalcada por Lévi-Strauss en su analogía del bricolage. El bricoleur —que se d iría u n a especie peculiarm en­ te francesa y al parecer en vías de extinción— es u n a especie de indiv id u o h áb il p ara todo que aprovecha cualq u ier cosa que le cae en la m ano 0 I b i d p. 21.

a fin de fab ricar lo que quiere, xisando su inge­ nio en vez de piezas hechas a propósito. Es ese

individuo que siem pre sale del paso con algo ;que trae consigo en vez de hacer la reparación c o r ita pieza que figura en el catálogo. Este em pleo de un conjunto de m edios existentes con fines nuevos es lo que Lévi-Strauss llam a bricolage} y sostiene que es u n aspecto im p o rtan te del pensam iento prim itivo. E n tan to que la ciencia m oderna usa conceptos y sistemas de explicación (ante todo las m atem áticas) elaborados con tal propósito, el pen­ sam iento prim itivo, usa objetos preexistentes p ara nuevas intenciones intelectuales. El totem ism o no es sino u n sistema tal de pensam iento, y uno de los más im po rtan tes ejem plos de bricolage cere­ bral. Pero antes de seguir adelante para verlo, hagam os u n a breve digresión hacia un cam po sin re cu rrir al cual no llegarem os lejos entendiendo a Lévi-Strauss: la lingüística estructural. Este uso de elem entos existentes de un nuevo m odo —bricolage— transform a en signos los elem en­ tos de pensam iento q u e usa. El signo, dice LéviStrauss, “cae a m edio cam ino entre la percepción y la concepción”. Es algo que representa u n concepto o u n a idea, pero no es concepto ni idea. Asimismo, deriva de percepciones del m u n d o —es algo—, pero en el nuevo uso al que se destina no es esa cosa. U na luz de tránsito ro ja es u n a luz de tránsito roja, no hay duda. U n a luz de tránsito ro ja significa “ jA ltol” Como signo, la luz de tránsito cae a m edio c a m i ^ entre la percepción física —luz ro ja— y el concep­ to “ jA ltol” El p rim ero q u e desarrolló detalladam ente en lin ­ güistica estru ctu ral la noción de signo fue Eerdi-

nand de Saus&urje_en su clásico C o u r s d e l in g u is t iq u e g é n é r a le . P o r l o que toca al signo lingüístico, Saus-

sure tenía dos cosas m uy im portantes que decir. Prim ero, creó una distinción entre el significado' y el significante, o contenido sem ántico y signo lin ­ güístico; además, sostenía que el nexo entre signi­ ficado y significante era arbitrario. E n el caso de la p alab ra “m anzana", el significado es u n a fruta dulce, más o menos esférica, que da u n árbol —tal es el contenido sem ántico—, y la em isión de voz representada ‘p o r las letras m-a-n-z-a-n-a es el signifi­ cante, o signo. Es fácil ver que Saussure tiene razón al sostener la naturaleza a rb itra ria de la asociación entre los dos, pues sabemos que hay q u ien dice pom m e. Si h u b iera u n a conexión necesaria entre la idea ‘‘m anzana” y la p alab ra “m anzana”, los franceses no estarían en lib ertad de llam arla p o m ­ me. El signo lingüístico, en otras palabras, es ar­ bitrario; representa algo p o r convención y uso com ún, no p o r necesidad. O sea que la tendencia al bricolage en el pensa­ m iento prim itivo lleva a transform ar fines en m e­ dios y viceversa, pues fines existentes —las especies anim ales clasificadas como tales p o r m or suyo— se vuelven m edios de clasificación social —totem ism o—, operación que convierte estas especies anim ales en signos en donde lo que d en o tan no es ya sencilla­ m ente ellos mismos sino o tra cosa. Sim ilarm ente, u n a especie vegetal o anim al, u n m edio de ordenar la naturaleza, p a sa a ser ahora, en el totem ismo, un fin en sí mismo. El significante, la especie misma, cam bia de sentido —su significado— y pasa a rep re­ sentar algo m uy diferente, en u n sistema de orde­ nación b ien distinto. ?

De este m odo Lévi-Strauss sostiene, al co n trario de D urkheim , que las clasificaciones naturales exis­

tentes, las especies, son convertidas por el brico'lage del totem ism o en clasificación social, en c l a i ^ totémicos. A quí las especies naturales hacen de significanLes y los clanes son los significados en lo 'q u e podemos llam ar el lenguaje del totemismo. Ya hemos visto a Lévi-Strauss hablar de los siste­ mas de parentesco en térm inos de comunicación. N o nos sorprenderá ahora encontrarlo hablando del totem ism o como de u n lenguaje, otro sistema de* com unicación, pero en el cual las “palabras” son especies naturales, y el contenido sem ántico grupos sociales. L a función del sistema de com unicación del parentesco era, como vimos, crear vínculos entre grupos de hom bres, de otro m odo discretos. Lá fu n ­ ción del sistema cuasilingüístico del totem ism o es representar, tanto para el nativo como para ios ajenos, la estructura de su p ro p ia sociedad y la n atu ­ raleza de su p ro p ia id en tid ad social. A hora bien, si el nexo entre significa me y .signi­ ficado es tan a rb itrario como aseguraba Satissurc —según vimos—, se sigue que pueden existir otras posibilidades. Y existen. Lévi-Strauss sugiere, .en las páginas de El pensamiento salvaje, que es posible un sistema de significación com pletam ente inver­ tido. El totem ism o tiende a hacer que grupos de gente aparezcan como especies animales. Pero la característica distin tiv a de u n a especie anim al es que sus m iem bros se aparean entre e l'o s .^ i ios clanes totémicos fueran en realid ad como -.especies anim ales, serían endógam os y uño se casaría ;cgu las “h erm an as” del p ropio clan. En realidad les #.¿¿i:¡es totcmicos son exogamos y el m atrim onio c,>u i,nu

“h erm an a", del clan es visto com o incestuoso. E>e esta suerte, la ten d en cia del n om b re cián ico a aislar

y d istin g u ir u n grupo de gente de todos los demás grupos, sobre la base de u n a analogía con el m odo como las especies anim ales son diferenciadas, es com pensada p o r u n a regla m atrim o n ial —la exo­ gam ia— que tiene el efecto de in teg ra r el mismo grupo cuasiespecífico a la estructura, más am plia, de la sociedad. Somos Halcones, pero casamos con Lechuzas. N uestro, nom bre nos distingue y separa, pero núes tros vínculos de ..paren tesco nos integran ajojtros^g^ P ero desde em punto de vista de la función de se­ m ejante sistema de nom enclatura y reglas m atrim o-' niales, lo mismo funcionaría el arreglo opuesto. Podríam os tener grupos endógamos, con m atrim o ­ nios internos, que en consecuencia no tendrían lazos de parentesco con la sociedad am plia, y en vez de u n nom bre que aísle y separe, uno que integre y sum inistre el nexo con otros grupos, separados p or la regla m atrim onial. T a l disposición existe, y se denom ina sistema de castas. A q uí las castas endógamas son grupos integrados a la sociedad p o r interdependencia económica, y las representa u n sistem a de denom inaciones culturales, de ocupacio­ nes en térm inos generales. Este ú ltim o rasgo con­ trasta con el sistema n a tu ra l de no m enclatura que se h alla en el totem ism o. D onde el totem ism o usa el nom bre de u n a especie n a tu ra l p ara d istinguir y aislar u n g ru p o social, la casta usa distinciones ocupacionales y la división del trab ajo a fin de in ­ tegrar tales grupos. D onde el totem ism o insiste en la exogam ia ciánica p ara p ro p o rcio n ar nexos sociales con el resto de la sociedad, la casta requiere endo-

gam ia a fin de m an ten er la id en tid ad d istin ta y la definición s o c ia l del gru p o de ocu p ación . L a com ensalía de casta y conceptos de con tam in ación

ritu a l representan la inversión estructural de Jas j:>rohibidones alim entarias totémicas. Nosotros, de la casta de los barberos, casamos con las liijas de otros barberos, pero afeitam os a los talabarteros, que a su vez nos p ro p o rcio n an las tiras dé cuero en que afilamos nuestras navajas, y así sucesiva­ m ente. C u alq u ier “lenguaje” como el totemism o ó las castas debe desem peñar dos funciones sociales; debe in teg ra r la sociedad y consolidarla, pero debe' tam ­ bién discrim inarla y subdividirla en los subgrupos necesarios que la vida cotidiana hace deseables. Las castas y el totem ism o desem peñan ambos esta fu n ­ ción, pero p o r medios totalm ente opuestos. Los sig­ nificantes son opuestos com pletos, pero el signi­ ficado, como sistema de relaciones sociales, es estrecham ente análogo en los dos casos. Antes de pasar a considerar la teoría de . LéviStrauss sobre el m ito, no estará de más detenernos u n m om ento y reflexionar acerca del significado teórico de este em pleo de u n a analogía lingüística al tra ta r los m isterios del totem ismo. U na obser­ vación que se ocurre es que el lenguaje, conside­ rado como en tid ad sistem ática, como sistem a de norm as léxicas y sintácticas, es u n fenóm eno alta­ m ente durkheim iano. Es lo que D urkheim habría designado como sistema de représeniations'collectives lingüísticas. Saussure está enteram ente de acuerdo con esta visión del lenguaje, al que. define como “un p ro d u cto social de la facu ltad lingüística, y u n sistema de conexiones necesarias adoptado

por el cu erp o de la sociedad" —D urkheim h ab ría dicho coixscience c o l l c c t i v c • — “p ara p erm itir el ejer­

cicio de aqu ella facultad en los individuos " . 7 Es evidente p a ra cualquiera que el lenguaje es una en tid ad colectiva determ inada por convencio­ nes y consenso y enseñada p o r la socialización. Pero la im p o rtan cia de Saussure para la m etodolo­ gía de Lévi-Strauss es exactam ente análoga a la de Mauss. Lévi-Sttauss em plea la lingüística estructu­ ral para ofrecer al atasco del funcionalism o durkheim iano, con respecto a los orígenes estructurales de la sociedad, exactam ente la m ism a clase de rem edio q u e 'le vimos aplicar a los problem as de los oríge­ nes de los todos sociales en el tiem po. La im p o rtan cia de Mauss fue que su análisis, p articularm ente: en El don, nos perm itió pasar del consenso norm ativo pu ram en te consciente al siste­ m a de com unicación estructural e inconsciente. P ara Mauss lo que im p o rtab a era la lógica im plícita del principio de reciprocidad, más que la norm a cons­ ciente. Existe u n a situación del todo análoga con respecto a la lingüística de Saussure. Los aspectos durkheim ianos del lenguaje son tan evidentes que difícilm ente nos ayudarán a com­ prenderlo. T o d o el m u n d o , conoce las norm as cons­ cientes —las reglas de la gram ática y la sem ántica—; esto es preciso, al m enos im plícitam ente, p ara p o ­ der hablar. Lo im p o rtan te de la contribución de Saussure fue que concentró la atención en los aspec­ tos inconscientes y p u ram en te estructurales del len­ guaje, y generó u n a técnica estructural p ara anali­ 7 Ferdinand de Saussure, Cours de linguistique genérale, París, 1962, p. 25.

zarlo. Y a hem os trab ad o con ocim ien to con uno ele lo s a s p e c t o s p r i n c i p a l e s d e d i c h a

t é c n i c a —. la d e f i ­

nición de la 'n a tu ra le z a a rb itraria del signo lingüís­ tico. Si seguimos d u ran te u n m om ento el desenvol­ vim iento de la lingüística estructural, especialm ente respecto a este aspecto del lenguaje —el signo—, em pezarem os a apreciar con claridad qué clase : de principios estructurales inconscientes dicen haber encontrado Saussure y sus seguidores. E ntre los nlás im portantes; de éstos, por lo que atañe a LéviStrauss, está el m oderno lingüista estructural R o ­ m án Jakobson. Si consideram os su actitud hacia el signo lingüístico, considerado m eram ente como p au ta de sonidos del habla, veremos que introduce un m odo de análisis estructural que ha afectado m ucho a Lévi-Strauss. Jakobson propuso oposicio­ nes binarias como base de la organización de los rasgos distintivos en el nivel fonético del lenguaje. Si dejam os de lado p o r un m om ento el nivel sem án­ tico y contem plam os solam ente el signo lingüístico —los sonidos del habla, o fonemas, -de que se com­ pone—, encontram os, según Jakobson, que “todas las diferencias entre fonem as en cualquier lengua pueden ser resueltas en oposiciones binarias sim­ ples e indescom ponibles ’ 1. 8 Estas oposiciones binarias, o rasgos distintivos, son simples elecciones “s i/n o ” fundadas en nueve “rasgos de so n o rid ad ” y tres “rasgos de to n alid ad ” del lenguaje, determ inados a su vez en últim a d is­ tancia por la fisiología y el funcionam iento de la laringe, las cavidades nasales, la boca, los dientes, 0 Román Jakobson, en Proceedings of the Sixth Interna­ tional Congress of L in g u ists .

etcétera. Así de acuerdo con Jakobson, cuando oímos los fonem as de la p alab ra "p a n ”, pongamos p o r caso, los distinguim os sobre la base de que sean compactos o difusos, consonánticos o no consonánticos, nasales u orales, estridentes o suaves, y así sucesivamente. Dice: Al reducir la información fonémica contenida en la sucesión 'al número mínimo de posibilidades, en­ contramos la solución más económica y por consi­ guiente óptima*, el número mínimo de las operaciones más sencillas que bastaría para codificar y descodi­ ficar el mensaje entero .9 U n a interesante aplicación de esta idea a u n a vieja controversia es la explicación jakobsoniana de lo com ún que es la p a lab ra "m am a” en los len ­ guajes hum anos, con el sentido de “m ad re”. Pues bien, n in g u n a ciencia fu n d ad a en el p rin cip io de la naturaleza a rb itra ría del signo lingüístico podría Sostener en m odo alguno que h u b iera u n a conexión intrínseca en tre la idea de “m ad re” y la palabra “m am a”. T am p o co serviría u n a explicación difusionista o evolucionista. L a explicación de Jakobson es, ni más n i menos, que los fonemas /m / y / a / son dos de los más sencillos que pueden existir. El conducto vocalizante abierto de / a / contrasta con el cierre com pleto de / m / , la vocal con la con­ sonante, el rasgo de to n alid ad estridente con el suave, y así sucesivamente, / m / tiende a ser un sonido n a tu ra l de contento, / a / u n grito n atu ral de protesta. Ju n to s y repetidos nos dan u n a palabra 0 Jakobson y Halle, Fundamentáis of Language , La Haya, 1960, p. 45.

genuina, ya que es el elem ento de red u n d an cia en la repetición de los dos sonidos el que significa que lo que oímos no son dos sonidos casuales y contradictorios cualesquiera sino cuatro fonemas significativos. A la luz de estas consideradoras, la u b icu id ad de palabras como “m am á" no es en rea­ lidad sorprendente; resulta, de acuerdo cort la lin ­ güística estructural, de procesos estructurales y fisiológicos comunes, presentes en todos los seres hum anos y en todas las lenguas. Jakobson y sus asociados sostienen h ab er (descu­ b ierto tales oposiciones binarias no sólo en la raíz de la estructura foném ica sino tam bién como deta­ lle esencial que opera al nivel de las palabras y las frases. E n verdad, el aserto de que tales tendencias a construir oposiciones binarias son fundam entales para el pensam iento, es parte im p o rtan te del estruc­ turalism o de Lévi-Strauss, tan to como su noción de la naturaleza a rb itra ria de los sistemas de signi­ ficación, tom ada de Saussure, o la de los principios estructurales subyacentes a la reciprocidad y la co­ m unicación, procedente de Mauss. La im p o rtan cia de esta idea procede del hecho de que, p ara Lévi-Strauss, enfoques como .el de Jakobson dan alguna vislum bre del proceso de .pen­ sam iento subyacente a estructuras m entales como el totem ism o y el m ito. Esto nos perm ite sortear la dificultad que encontró D urkheim al vei;se ante el requ erim ien to de u n a explicación final de los orígenes de las estructuras m entales. Como hemos visto, D urkheim se evadió diciendo que eranr'Hnexplicables p o r tener origen irracional y colectivo. No pasa esto con Lévi-Strauss, sin embargo. Los oríge­ nes últim os de las categorías de pensam iento que

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LA C U L T U R A COMO LENGUAJE

•;j

son el fu n d am en to del totem ism o y, de hecho, de} lá cu ltu ra en tera, o de la c o n s c ie n c e c o lle c tiv e , que i

d iría D urkheim , no son irracionales ni colectivos, sino racionales e individuales. Justo como Jakobson p rocura m ostrar que la elección de fonemas en un lenguaje puede ser red u cid a a u n conjunto simple de operaciones lógicas, dados los parám etros del sis­ tem a de articulación vocal, así Lévi-Strauss supone que la gam a en tera de los códigos colectivos que constituyen la cu ltu ra puecle reducirse en principio al menos a u n co njunto de operaciones mentales racionales pero inconscientes. El aspecto colectivo de estos fenóm enos culturales h a de ser explicado p o r referencia al hecho de que todos los hom bres tienen m entes parecidas, al menos en cuanto a es­ tru c tu ra toca, y así los aspectos colectivos de la cul­ tu ra reflejan la masa, análoga en sus rasgos genera­ les, de las m entes individuales. De este m odo, el segundo problem a de D urkheim —el de la naturaleza aparentem ente irreducible e inexplicable del hecho social considerado desde el p u n to de vista de sus orígenes en los miem bros de u n a sociedad— es resuelto recurriendo a un m o­ delo de la m ente que la ve fun cionar sobre la base de procesos universalm ente com partidos, racionales pero inconscientes. A hora la cu ltu ra ya no es mayor que la sum a de sus partes, sino que puede ser re­ ducida en resum idas cuentas a la fisiología del cerebro. A este respecto la cu ltu ra es reducida a la n a tu ­ raleza precisam ente del m odo como vimos a LéviStrauss red u cirla e n . el caso del origen histórico del todo social. Allí, u n a tendencia n a tu ra l —la sexualidad h u m an a— se hizo desem bocar en u n a

evitación universal del incesto que fue el p rim er lijadlo social y enlazó la n atu raleza (la sexualidad)

con la c u ltu ra (las reglas de prohibición). Aquí, u n tipo exactam ente análogo de explicación hace que la n atu raleza —en ten d id a ah o ra como el funciona­ m iento "y la iisiologia del cerebro como objeto nV tu ra l— aparezca como origen de la cu ltu ra —sistemas colectivos de categorías de pensam iento—, eri la raíz de códigos de com unicación como el totem is­ mo, exactam ente del mismo m odo en que las ope­ raciones del cerebro, al crear oposiciones binarias de sonidos del habla, aparecen en la raíz de las expresiones p u ram en te culturales que llamamos.ipalabras. El

m it o

Pero esta clase de explicación no sólo es la base de la actitu d de Lévi-Strauss ante el parentesco y el totem ism o. T a m b ién es fu n d am en tal para la m ane­ ra como tra ta u n fenóm eno h u m an o ni más ni m enos desconcertante que el totem ism o: el mito. Lévi-Strauss inicia su análisis del m ito con una sencilla definición: u n m ito es algo que narra u n a historia. Es una anécdota. A diferencia de la poesía, en la que la palab ra del in d ividuo es deci­ siva, en el m ito lo que im p o rta es la historia, no la p alabra. De m odo que los mitos, según LéviStrauss, a diferencia de los poemas, se dejan tra d u ­ cir b ie n .10 Incluso sostiene que pueden traducirse sin que haya casi p érd id a de valor, en tanto ^ u e 10 Claude

1958, p. 232.

Lévi-Strauss,

A nthro po lo gie

structuralej

París,

un p oem a p erd erá p o r fuerza algo de su significa­ ción cu an d o ,el sonido dQ las p alab ras . que lo ex­

presan, la “m ateria" de la significación, sea trad u ­ cido a alg un a o tra “m ateria" (algún otro sistema de fonemas) que no tenga las mismas características fonéticas. Es im portan tísim o el hecho de que no ocurra otro tan to con el m ito, pues concentra la atención en e] aspecto de la m itología que es esencial: que la “m ate ria ” del m ito, su sustancia p ri­ m aria de significación, n o está arraigada en las com­ binaciones de palabras en q u e se expresó prim ordialm ente, sino en otras relaciones, en estructuras de orden superior. O sea que, d e acuerdo con Lévi-Strauss, los m i­ tos son ante todo narraciones de historias. R elatan u n a sucesión de acontecim ientos cuya im portancia reside en los acontecim ientos mismos y en los deta­ lles que los acom pañan. Así, los m itos siem pre están abiertos a la reexpresión, y se p restan en p artic u la r a la traducción. E n otras palabras, los m itos pueden volverse a re la ta r con otras palabras —p u ed en ser parafraseados y condensados, expandidos y elabo­ rados. T o d o esto está en estricto y absoluto contraste con la poesía, que se p resta sobre todo a la litera­ tu ra escrita. E n el poem a no es posible cam biar o alterar las palabras a voluntad. Lo esencial es que las palabras originalm ente escogidas sean las pala­ bras preservadas, y, u n a vez com pletado, el poem a adq u iere u n a rigidez y perfección desconocidas en el m u n d o del m ito. De lo dicho se sigue q u e la lingüística, la ciencia del lenguaje en el nivel del fonem a y la palabra, es inaplicable^ al m ito. El m ito, tal como lo ha

d e f i n i d o L é v i-S tr a u ss, e x is t e e n u n n iv e l s u p e r io r d e o r g a n iz a c ió n . S u s u n id a d e s s ig n if ic a n t e s f u n d a ­

m entales no son fonem as ni palabras completas, sirio más bien la frase y la oración. P or añadidura, éstas son consideradas desde el p u n to de vista de su contenido, de las ideas que p o rta n , y no en sus aspectos fonéticos o m orfológicos. Este contenido, siguiendo el ejem plo de la fonética de Saussure, se fragm enta en “átom os” irreducibles de la com pleja estructura m olecular del m ito, pues como ya dije, descender a u n nivel más bajo de organización se­ ría volver al fonem a y a la p alabra; en breve, a la lingüística de Saussure. El estudio del m ito h a de ser, según Lévi-Strauss, una ciencia autónom a, irre ­ ducible a las otras. T a l como in d iq u é antes, las unidades significan­ tes de los m itos son frases y oraciones que son las partículas fundam entales de la anécdota que el m ito esencialm ente es. E videntem ente el estudio del m ito es el estudio de las interrelaciones estruc­ turales de estas partículas fundam entales o "mi te­ m as”, como las llam a Lévi-Strauss, usando este tér­ m ino p a ra subrayar el paralelism o con el fonp^na de la lingüística estructural. Los signos del m ito —los m i temas— son tan ar­ bitrarios como los signos del lenguaje, y como tales sólo tienen valor en térm inos de sus interrelacio­ nes . 11 Al igual que la lingüística, el estudio estruc­ tu ra l del m ito es el estudio de las transform aciones del signo. Como dijo Saussure en el caso análogo de la lingüística: “P ara la ciencia del lenguaje n George Steiner,

,

Encountcr 26 .

“Conversation

with

Lévi-Strauss",

en

siem pre será suficiente en u n ciar las transform acio­ nes d.e sonidos y calcu lar sus efectos.”12

Pero en tan to que la lingüística estudia las trans­ form aciones de sonidos, de la tranche de sonorité, como decía Saussure, la ciencia del m ito estudia las transform aciones de m i temas y el discurso de los m itos. Pero si los mitos, por n a rra r historias, están estrecham ente relacionados con la historia y la li­ teratura, tam bién es cierto que, p o r tener una estructura, están relacionados ín tim am ente con la música. De esta analogía entre el m ito y la música tiene Lévi-Strauss m ucho que decir en las prim eras páginas de su g ra n -o b ra acerca de los mitos, las Mitológicas. L a p ertinencia de la m úsica p ara el m ito queda clara si advertim os los puntos siguientes. En su lingüística estructural, Saussure distinguió entre lo sincrónico y lo diacrónico. La diacronía es la d i­ m ensión tem poral y de la progresión, del cambio y el desarrollo. La sincronía es u n a dim ensión p er­ p endicular a ésta y representa la sim ultaneidad y no la progresión, el espacio y no el tiem po, el sistema más que el cambio. E n lingüística, la dim en­ sión sincrónica del lenguaje es la que lo representa en cada instan te como u n sistema com pleto y co­ herente. L a diacronía representa el lenguaje cam­ biando y evolucionando en el tiem po, en tanto es efectivamente^ hablado. E n música, lo diacrónico es la melodía*, lo sincrónico la arm onía. Los mitos, por su naturaleza misma, deben desplegarse d i a t ó ­ nicam ente, hay que em pezar p o r el principio y 1C Ferdinand de Saussure, Conrs de llnguistique genérale, París, 1962, p. 36.

p r o c e d e r h a s ta e l f in a l. U n a c o n t e c im ie n t o d e la h is t o r ia h a d e c e d e r e l lu g a r a o tr o , ju s ta m e n t e

como un fonem a va seguido de otro en el habla. A diferencia de la m úsica los significantes d e b ilito no pueden sonar a la vez, dando arm onía á la me­ lodía. Esto significaría n a rra r dos historias a la vez, lo cual oscurecería el sentido. Pero, de dos m o­ dos del todo distintos, el m ito tiene una dim ensión sincrónica. Prim ero, la dim ensión sincrónica existe d entro del m ito; puesto que si el m ito es u n a serie de m item as estructuralm ente relacionados —m ítem as relacionados p o r la gram ática y la sintaxis én un sentido diacrónico, en u n a anécdota—, es claro que p u ed en igualm ente bien estar enlazados en un sen­ tido sincrónico, sim ultáneo, por la m em oria y el recuerdo. De ahí que una transform ación m.itémica al p rin cip io del m ito pueda “arm o nizar” con otra del final, e incluso no derivar su significación sino de esta relación. En otro, segundo, sentido, los mitemas pueden “arm onizar" con los de otros mitos, lo mismo que en la música, en la que la arm onía puede estar d entro de la m ism a línea m elódica (co­ mo en el estilo concertante) o entre más de una línea de éstas (como en las formas fúgales, polifónicas). Encontrarem os ejem plos de esto más adelante.: ' El segundo p u n to esencial que debemos advertir al exponer la significación de la analogía entre m ú ­ sica y m itología es que los mitos, como la-m úsica, hacen uso de transform aciones arbitrarias. U n com­ positor, como Bach en su A rte de la fuga, piiedc tom ar u n tema, u n a m elodía sencilla, y entonces transform arlo de acuerdo con hábitos h arto arb itra­ rios; p o r ejem plo, puede volverlo de cabeza, em pe­ zarlo por el final, com binarlo con su propia imagen

especular, in vertid a, y así sucesivam ente. Ju sto asi, u n m ito puede escoger u n “ tem a” sim ple, com o por

ejem plo él que tra ta del origen del tabaco, y sujetar­ lo a transform aciones arb itrarias ..del mismo modo. O sea q u e el tem a p u ed e ser invertido, vuelto, vuelto e invertido, com binado con otro, variado, am pliado, sim plificado, etc. Además, al lado de estas transform aciones "polifónicas”, el m ito inevitable­ m ente em pleará el elem ento básico de la form a m u­ sical, la repetición y la variación. En vista de que los m item as o fragm entos del m ito son arbitrarios y están localizados en u n tiem ­ po arbitrario , en el tiem po de "h abía u n a vez”, y en el m u n d o de lo inexplicable, de los sucesos ca­ suales y sobrenaturales, es claro que no viene p ara n ad a al caso la connotación cotidiana de las cosas ni el sentido com ún. El m ito n o es p o rtad o r de inform ación de sentido com ún, no es p ara propósitos prácticos. Carece de todo fin u tilita rio y no trae inform ación acerca del m un do de todos los días. T am poco es p o r necesidad pedagógico m oral o politicam ente. E n los m itos bororo que figuran en L o crudo y lo cocido, pongam os p o r caso, los m i­ tos, contra el código m oral de los bororo, elogian las uniones incestuosas y p rem ian al culpable cas­ tigando a la víctim a .13 E n ausencia de u n propósito u tilita rio sería ten tad o r ver los m itos como deco­ rativos. Pero n ad a estaría más lejos de la verdad esencial, ya que, el m ito, a diferencia de las figuras y conjuros de la poesía, no funciona como u n a elaboración o u n agregado decoroso al h ab la cou C la u d e' Lévi-Strauss, L e cru et le cuit, París, 1964, pp. 43-5.

tid ian a. Es u n cam po de discurso m uy ap arte, en su m arco p rop io, incluso m uchas veces apartado,

por los nativos que lo practican, en u n contexto especial, sacro. C onsiderarlo u n a actividad decora­ tiva, p u ram en te gratu ita, de la m ente p r im i t i ^ sería forzosam ente volver a las teorías del salvaje como niño, de antropólogos como Lévy-Bruhl.. Al contrario, el m ito en realid ad está cargado de in ­ tención. La cuestión del significado real del niito debemos posponerla h asta el final de este capítulo, pero p o r ahora baste decir que el m ito es u n me­ dio de estru ctu rar y o rd en ar la realidad, u n m edio de com prensión p ara la gente que lo cultiva. En tanto que el totem ism o, el ritu a l o las m aneras de cocinar p u ed en ser vistos como modos de ordenar y clasificar fenóm enos natu rales y hom bres, los m i­ tos con stitu irán la m ism a empresa, sí, pero con la diferencia de que el m ito es p o r encim a de todo u n a ordenación de conceptos y u n a expresión en anécdotas, ya que, a diferencia de estos otros ejem ­ plos, está confinado a realizarse en palabras nada más. No tengo la in ten ció n de justificar o criticar los orígenes ni la form a de presentación de los mitos en las Mitológicas. Lo que nos interesa es la tras­ cendencia m etodológica de lo que ha escrito LéviStrauss, y esto hace que concentrem os nuestra aten ­ ción en la consideración de su m étodo y no en la calidad de los textos originales, investigables sólo m ediante estudios de cam po o de fuentes m anuscri­ tas que el presente a u to r no tiene c o m p e te n te p ara em prender. El dom inio del m ito, como dice Lévi-Strauss, es redondo o, más precisam ente, esférico, T ie n e casi

el m ism o aspecto desde cualq uier p u n to de vista y carece de en trad a clara y de lugar definido de culminación. En vez de relatar mitos enteros y ana­ lizarlos, como hace Lévi-Strauss, seguramente será mejor ejemplificar algunas de las transformaciones que deslinda, y dejar al* lector ahondar por su cuen­ ta en la cuestión de su relación con el mito ini­ cial y con el contexto cultural. Lévi-Strauss suele presentar los mitos partiendo de una exposición narrativa completa, seguida de un sistema esquemá­ tico simplificado de mi temas en oposición. Serán un buen ejemplo los mitos 23, 24 y 26: i

M23. TobcC-Ptlagá: origen del tabaco. Una mujer y su marido fueron una vez a buscar cotorras (Myopsitta monachus). El hombre trepó a un árbol donde había varios nidos y tiró a su mujer una treintena de pajarillos. Vio que la mujer los devoraba. Asustado, cogió un pájaro más grande y lo echó diciendo: “ jAtención, es uno joven pero sabe volarl" La mujer corrió tras el pájaro y el hombre apro­ vechó para descender y huir: tenía miedo de ser tam­ bién. comido. Pero su mujer lo persiguió y, al alcan­ zarlo, lo mató. Cortó entonces la cabeza, que metió en un saco, y se cebó en el resto del cuerpo hasta que tuyo el estómago lleno. No bien vuelta al pueblo, la mujer tiene sed. An­ tes de ir al manantial que está un poco lejos, prohí­ be a sus cinco hijos tocar el saco. Pero el menor se apresura a mirar y alerta a los otros, que reconocen a su padre. Advertido, el pueblo se consterna, todo el mundo escapa menos los niños. Cuando vuelve la madre, sorprendida de que el pueblo esté vacío, le explican que los habitantes se han ido luego de insul-

tarlo s. Y p o r v e r g ü e n z a d e su p r o p ia m a ld a d h u id o .

h an

In d ig n a d a, la m u jer q uiere ven gar a sus h ijos y p ersigu e a los d el p u eb lo . Los alcanza, hace u n a ^ a r nicería, devora las víctim as en el sitio m ism o. El m is­ m o ep iso d io se rep ite varias veces. A terrados p o r c i a s san guin arias idas y venidas, los n iñ os q uieren escapar­ se. “N o os m ováis —les dice la m adre— si no os com e­ r é .” L os h ijos im p loran . "Pero no tengáis m iedo" —re­ p lica ella. N ad ie con sigue m atarla; y por todas parles corra el rum or de q ue h ab la u n a mujer-jaguar.. : L os n iñ o s abren en secreto una [osa que cubren de hojas. E m p ren d en la h u id a cu an do su m adre a n u n cia que les ha llegad o el turno. Se lanza ¿ per­ segu irlos y cae en .la tram pa. Los n iñ os van a pedir socorro a C arancho (el h éroe cultural, una falconiiform e, P o l y b o r u s plancus¿ q ue in d iferen tem en te com e presas vivas o carroña), q ue les aconseja vaciar un tronco de árbol ( C h o r isia in sig n is) y esconderse en él. La m ujer-jaguar in ten ta despedazar el árbol con las garras, pero éstas se le q uedan presas en la m ad e­ ra. C arancho no tien e m ás que salir y m atarla.. Se q uem a el cadáver sobre u n a pira. Cuatro o cinco días más tarde nace u n a p lan ta en m ed io de las cenizas. Así apareció el tabaco. Con las garras se h icieron collares para los perros, y se los en vió por todos los p u eb los a fin de que n a d ie dudara de la m uerte de la mujer-jnguar, M 24. T e r e n o : o r ig e n d e l ta ba co . H a b ía u n a m u jer q ue era bruja. E nsuciaba con san­ gre m enstrual las p lan tas de caraguata (una brom eliácea cuyas hojas centrales están m anchadas de rojo en la base) que h acía com er después a su m arido. In form ad o p or su h ijo, el hom b re an u n cia que: parte a buscar m iel en la floresta.

Después de entrechocar las suelas de sus sandalias de cuero “para encontrar la miel más fácilmente”,

descubre una colmena al pie de un árbol, y una ser­ piente muy cerca. Reserva la miel pura para su hijo y confecciona para su mujer una mezcla hecha con miel y carne de los embriones de serpiente, extraídos del vientre de'la que ha matado. En cuanto la mujer' prueba su parte empieza a sentir comezón por el cuerpo. Sin dejar de rascarse anuncia a su marido que va a devorarlo. El hombre se escapa, trepa a lo alto de un árbol donde anidan loros. Aplaca momentáneamente a la ogresa tirándole uno tras otro tres pajarillos que había en el nido. Mientras ella corre tras el mayor, que revolotea para escapársele,1 el marido huye hacia un foso que él mis­ mo habla abierto para apresar animales. Lo evita, pero su mujer se hunde y se mata. El hombre rellena la fosa y la vigila. Nace una vegetación desconocida. Curioso, el hombre deja secar las hojas al sol; llegada la noche, fuma en gran se­ creto. Sus compañeros lo sorprenden y lo interrogan. Así los hombres llegaron a ser poseedores del tabaco. M2b.- Bororo: el origen del tabaco Los hombres volvían de cazar y, como es costum­ bre, habían llamado a sus mujeres silbando para que viniesen a su encuentro y les ayudaran a cargar la caza. Así una mujer llamada Aturuaroddo cargó con un pedazo de serpiente boa' que su marido había mata­ do; la sangre que escurría de la carne penetró en ella y la fecundó. Aún en el seno materno, el “hijo de la sangre” dialoga con su madre y le propone ayudarla a reco­ lectar frutos silvestres. Sale en forma de serpiente, trepa al árbol, arranca los frutos y los tira para que

su madre los recoja. Ésta querría huir pero la ser­ piente la alcanza y vuelve a su refugio uterino. L a horrorizada m ujer con fiesa esto a sus herm anos m ayores, q ue se p o n e n al acecho. E n cu an to sale la ser­ p ie n te para su bir al árbol, la m adre escapa; y cuando d escien d e para irse con ella los h erm anos la m atan. Se q u em ó el cadáver sobre u n a pira y de sus cen i­ zas n aciero n el urucú, el árbol de resina, el tabaco, el m aíz y el a lg o d ó n . . . 14

Fragm entados en m item as y esquematizados, es­ tos tres m itos producen la "p a rtitu ra " anexa* que reproduzco del lib ro de Lévi-Strauss y que rep re­ senta u n a versión sim plificada de los m itos 23, 24 y 26 en la pág in a 8 6 . N o contiene todos los mi te­ mas de estos m itos sino sólo algunos de ellos. No obstante, los que contiene pueden ser considerados los más fundam entales, p o r sum inistrar el rrí’^ rco esencial de los m itos. Puestas así las cosas, se hace clara la relación de cada m ito con los demás, como sistemas de trans­ form aciones de temas básicos. Así, de una m anera diacrónica los tres m itos sufren, cada uno a su m a­ nera, u n a serie de transform aciones que hace que u n tem a inicial (un hom bre casado con u n a esposa jaguar, u n a m adre cuyo hijo es una serpiente) pase p o r u n a serie de etapas hasta desembocar en el origen del tabaco. E n u n sentido sincrónico, en la dim ensión' de las sim ultaneidades, estas etapas ríe transform ación mismas aparecen como transform a­ ciones u n a de otra. Es im p o rtan tísim o advertir, además, que estas transform aciones sincrónicas, es­ tas “arm onías" en los m itos, operan según el prinu Ibid., pp. 107-8, 111-3.

cipio de la u n ifo rm id ad o la oposición. Así el p ri­ m er m i tem a de M 23 arm oniza po r u n ifo rm id ad con el de M 24, en tan to que los dos contrastan con el de M 2q, que es el opuesto: M.j. (U n marido [ (A, alianza)

tiene una es­ posa jaguar,

destructora por vía oral

de un marido subi­ do a un árbol

Mu ( Una madre { (o, filiación)

tiene un hijo serpiente;

protectora por vía vaginal

de un hijo subido a un árbol

Mm- ( A propósito de una M|4 / búsqueda de animales ((pájaros)

que la esposa no debería comer (pero que come)

que la madre f A propósito de una \ búsqueda de vegetales debería comer (pero no come) l (frutos)

j Madre muerta por aliados M-, j ( = hijos, en filiación < pat.) Mjo (H ijo muerto por'parientes j ( = tíos mat., en filiación 1 mai.)

M 23 j^

24

disyunción debida al marido

disyunción debida a la madre

N'SSs'Vj* víctima incinerada, origen del tabaco

U n m arido de u n a esposa jag u ar ^ U na m adre de u n hijo que es u n a serpiente

El p rin c ip io del contraste se prolonga a través de los m itos h asta las últim as transform aciones, donde todas las oposiciones se resuelven y los tres mitos alcanzan la u niform idad: M 23 Incineración de la víctim a, Mac } origen del tabaco

Mitológicas es u n a vasta obra, y de nin g ú n modo puedo p reten d er rep ro d u cir entero el com plejísim o m étodo de Lévi-Strauss p a ra el análisis de ios, m i­ tos. Baste decir que estos m itos particulares, au n ­ que escogidos al azar y no m ejores que otros como ejem plo del análisis lévistraussiano de los mitos, exhiben características del m ito que son esencial­ m ente estructurales y cuasimusicales. T a n ta insis­ tencia en la m úsica en toda esta sección resulta justificable en vista de las dilatadas consideracio­ nes de Lévi-Strauss al respecto en la :‘Obertivi\i" a la obra entera, en vista de la form a de concierto del p rim er volum en, y de sus observaciones en el cuarto y últim o. L a significación real de esta analo­ gía m usical no quedará clara hasta entonces, cuando discutam os eí análisis de los m itos por Lévi-Strauss a la luz de su deuda hacia F reud. Por el m om ento, conform ém onos con concluir provisionalm ente que estos tres mitos, considerados de este modo, pare­ cen ex h ib ir algunas interesantes correlaciones es­ tructurales. Pero además de llevar adelante las confrontacio­ nes con el co n trap u n to musical, tam bién es nece­ sario tener en m ientes las diferencias que revela el co n trap u n to de los mitos. Al fin y al cabo, los m i­ tos 110 son ejecutados sim ultáneam ente en la reali­ dad, con arm onía cuidadosam ente establecida. El. co n trap u n to visible es enteram ente resultado del tra­ bajo del analista. En com pleto contraste con la m ú­ sica, las diferentes partes que “arm onizan” en la sincronía pueden no pi'oceder siquiera de la misma localidad geográfica. P robablem ente correspondan a diversas versiones de un m ito com partido por di­ ferentes pueblos que h ab lan diferentes lenguas y

tienen estructuras sociales distintas. N i es tan evi­ dente en;todos los casos la lógica de la transform a­ ción. L a s ' m atem áticas de las fugas de B ach acaso no sean patentes p a ra u n oyente, pero a qu ien sabe leer m úsica s