Las trece argucias de la manipulació de embaucadores y políticos

Hasta la presencia de éste libro había más recursos de engaño, manipulació y simulació que técnicas para detectar aquéll

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Las trece argucias de la manipulació de embaucadores y políticos

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Las Trece Argucias de la Manipulación de Embaucadores y Políticos

Gerardo Brauer

Hasta la presencia de éste libro había más recursos de engaño, manipulación y simulación que técnicas para detectar aquéllos y a quienes los usan de diversas maneras para diferentes escenarios de manipulación. Tras la lectura, usted lector ya no será sorprendido ni por sublimados vendedores de soluciones etéreas o falaces aspirantes a cargos públicos o privados. Para que haya un embaucador se requieren de cientos o miles de crédulos creyendo creerle. Un zopilote o buitre es menos paciente y sigiloso que el taimado timador. El dicho de “A palabras necias, oídos sordos”, es una concha negada a abrir un lamoso ostión por el leguleyo lángara.

Denunciemos el discurso político y de otros manipuladores de la palabra y que tienen el privilegio de alguna palestra de alcance social. Es la finalidad del siguiente divertido análisis, pues los perfiles de los grandes manipuladores llegan a ostentar sendos cargos de responsabilidad política, social y hasta de alcance global.

Hay los que jalan la mesa para sentarse, derramándote el vino, y los que se acercan la silla. Gerardo Brauer

PROEMIO Tratándose de elecciones a sendos cargos políticos, debemos observar detenidamente la orientación de los candidatos hacia una política con sentido humano, y su capacidad de desarrollar una economía con capitalización social. En este milenio de la mente, del conocimiento por el conocimiento mismo, no puede haber otra dirección de liderazgo social. Hubo el tiempo en que separé el liderazgo empresarial y ejecutivo del liderazgo social y de los funcionarios. Hoy cada vez es imperiosa la semejanza entre ambos. Sin embargo, en México hay una diametral diferencia, al prácticamente no existir ningún tipo de liderazgo y sí un manipulador hábil manejador de cotos de poder. Desde el podio que alcanza al lograrlo, manipula a una masa acostumbrada a la simulación. Finalizó la Guerra Fría, se despolarizó el mundo, aunque creció la marcada diferencia entre norte y sur. De tal manera que en el proceso globalizador otros factores ya dominan el escenario mundial. Pareciera que ya no se requieren figuras connotativas de focalización de ideologías y los grandes manipuladores ya no son quienes dan la cara: apuntalan a figuras con carisma. La insurrección civil de la Primavera Árabe es muestra de una emancipación social sin precedentes y sin evidentes líderes. Esto los empoderó y los gobiernos que terminaron derrocados nunca supieron a quién apresar y hacia dónde pegarle al levantamiento en la cabeza para que el cuerpo se venciera. Pero resultó que con las mismas armas tecnológicas, redes sociales y la velocidad de las comunicaciones, esos que derrocaron fueron atacados al salirse de la perspectiva de horizonte del Canon Mundial. Aun sin rostros evidentes de quienes realmente manejan el mundo, habrá quienes den el sentido humano a sus procesos de lograr el poder. Identificar su autenticidad es fundamental y ésta se sustenta en su credibilidad y confiabilidad. Pero no es suficiente para presidir una nación si no posee lo que llamo “vocación de patria”. ¿Cómo detectar al farsante del auténtico líder? Es el reto de nuestros tiempos. Dependiendo del valor social de cada una de las propuestas del aspirante a un cargo de alcance social y político, contendrá el peso específico de la potencial aportación hacia quienes tienen sólo una oportunidad para determinar que es el individuo idóneo. Fallar en una elección atrae como consecuencia desde la pérdida de los mejores años productivos de una generación hasta una guerra civil o mundial. El problema ahora estriba en el dominio de Partidos Políticos con su capacidad única de elegir a individuos más interesados en pagar las grandes facturas a sus padrinos políticos. Muchos de ellos son sectores industriales, militares o financieros, o quienes ya concentraron el poder con cargos anteriores y, entonces, el pago es gigantesco y nunca se ve una mínima aportación de quienes nos restregaron tales Partidos Políticos como lo mejor para elegir. Detectar el verdadero sentido de sus mensajes, caerles en la falsedad o darles el privilegio de la veracidad, es la finalidad del presente libro.

Cuando escuchen de los candidatos lo que harán y por qué es su prioridad hacerlo, observen la fijeza de su mirada ante su interlocutor, ya que es la clave para empezar a darnos muestra de integridad. La coordinación de sus gestos y ademanes nos dará otro elemento de juicio pues si son discordantes con el sentido de las palabras, significa que el dialogo está acartonado a una artificialidad de manoteos más que a un énfasis de puntual veracidad. Asimismo, la seguridad de unas palabras sustentadas en convicción y conocimiento de causa, seguirán reforzando nuestra impresión del candidato o aspirante al poder, antes de adentrarnos al sentido de sus propuestas o proyectos que se convertirán en programas de gobierno, o sólo serán meras quimeras con el elevado costo económico social. Las posturas evasivas ante las exigencias de que digan los “cómos”, deben lapidar a cualquier aspirante, pues en el debido momento y sin aviso alguno, hay que redirigirlos con ingenio para que hablen claro y conciso sobre los puntos de prioridad en su concreción, y sobre cada etapa del proceso por el cual se transitará hasta el logro final. Tendrá, usted lector, las bases para desarrollar psico-herramientas de alta percepción, y una técnica para interpretar todo lo posible hasta el lenguaje corporal. La expresión del rostro nos dice todo, la gestualidad es evidenciadora y, sobre todo, el movimiento de los ojos y su dirección al hablar. Los acartonados manoteos de los últimos presidentes nuestros y de otros países son evidencia de una impostación sin la sinceridad del homo comunicatis. “Dime cómo das énfasis a tus frases y sabré de tu poder de convencimiento”. Brauer17. Una cosa es la máscara feliz y artificial de muchos que tratan de mostrarnos una falsa seguridad, rayando muchas veces en una patética ingenuidad, y otra la placidez de unas facciones que no se tensan por la mentira o inseguridad. La serenidad es indicio de que hay una honesta expresión y definición de cualquier mensaje. Cuando viene la sublimación o una fanática seguridad fuera de la realidad, hay detrás una necesidad de esconder algo y la ansiedad que provoca por si fuese descubierto. El rostro es la puerta al pensamiento, y los ojos, la ventana a los sentimientos. La euforia funciona sólo en circunstancias únicas de predisposición paranoica de masas, pero en la mayoría de los casos nos lleva al extremo de quien sólo se habla a sí mismo, creyendo todo lo que dice y que todos lo aceptan (Hitler, Mussolini; Stalin siempre mostraba la inseguridad de si realmente había influido en sus discursos). Los mencionados desarrollaron una psicopatía carismática y supieron encubrir bien sus ambiciones que en el momento cúspide de su manipulación social alcanzaron el nivel de locura. Si los éxtasis de euforia no tienen medición propia o la gente los demanda ante su falta de criterio o seguridad misma, se convertirá en una paranoia. Ya no sabremos si el individuo construyó la catapulta para su insana manipulación de masas, o fueron éstas. El “chorerismo” es otra faceta muy a la politiquería mexicana: lo hacen un alarde quienes no se sustentan en verdaderos compromisos sino en ambiciones. Hablan de todo y no precisan nada, se van con la tangente y evaden respuestas claras ante preguntas directas. Ustedes leerán todas las facetas del embrollador, del embaucador, que he logrado clasificar para desenmascarar a falsos mesías de la politiquería.

Las formas de expresión para darse a conocer los candidatos, supuestos líderes o dirigentes, son Proclamas al acudir a sus mítines; a través de los medios: con pronunciamientos, planteamientos, posturas (entrevistas y mesas de discusión, etc.). Discursos, en camposentornos cerrados: universidades, foros, asociaciones, etc. Abiertos, en áreas libres, etc. Estrados, pódiums, palestras, son sus catapultas al dominio de espectros comunicantes. Además, seremos sagaces con las herramientas aquí analizadas para su evaluación-valoración en los Debates. Las antes mencionadas son las formas más viables de analizar y diseccionar a los candidatos antes que ellos partan en pedazos al país, o elijamos al conveniente para dejarle el poder. Los enunciados o slogans son sólo publicidad tendenciosa sin aportación alguna a nuestra valoración-evaluación de los perfiles reales de cada potencial líder o manipulador. La oratoria ya ni siquiera la escuchamos en el congreso. “Los políticos no requieren de la oratoria, son orates de nacimiento” ¿Será? Entremos de lleno a Las Trece Argucias de la Manipulación del Político y otros Embaucadores. Una cosa es una argucia y otra una sagacidad. La primera se sustenta en falacias y la segunda en habilidades de percepción. Usted, apreciable lector, desarrollará en forma amena una habilidad para detectar al argucioso o al sagaz en todo ámbito de relaciones interpersonales, familiares y de negocio, aun cuando nuestro objetivo se dirige al manipulador de masas, que por lo general son políticos, falsos líderes, dirigentes de organizaciones independientes o privadas de alcance mundial. Cuando le expreso que desarrollará usted una capacidad para detectar el embuste, la falacia embaucadora o la argucia, y lo hará en forma amena, lo expreso en serio. De por sí es demasiado fatigoso y burdo el lado humano y perverso de embaucar, simular y manipular, como para devanarnos en diseccionar entrañas malolientes. Es la razón por la cual nuestras musas del análisis acucioso y pernicioso son la befa, la fisga y la guasa. Una veces ataviadas de ironía, otras de mordacidad, y hasta de sarcasmo. O, acaso, usted piensa que una vez logrado el manipulador su objetivo no se mofa de todos sus embaucados. Recuerde que los embaucadores no se devanan los sesos en analizar su embuste, pues saben de la estúpida imbecilidad idiota (próximo libro) de la gente. Si engañan por vez primera, la culpa los atosiga, pero lo harán otra vez y se auto disculparán: “les gusta, son pendejos; me necesitan; si no yo, otro los engañará peor. Si se ha comerciado con ilusiones y milagros, engañada por gusto la estúpida multitud, descubiertos, se mueren de la risa por haber sido demasiado ingenuos tanto el embaucador como los embaucados. Pero cuando la estafa es gigantesca, bien tramada, es parte de nuestra banal vida.

Descubierto el estafador a gran escala, será un admirable e ingenioso preso que saldrá pronto; un héroe dentro de la crujía. Si no se descubre, ahí los tienes como corredores de bolsa, diputados, senadores, dirigentes sindicales, hasta de gremios empresariales y… ¿tu mismo presidente? Cuando se descubre un engaño o estafa queda el consuelo: aprendimos la lección. Pero la confianza, esa jamás se recupera. No hay grandes estafas a las multitudes, sino una gran multitudinaria imbecilidad. Los tres partidos políticos dominantes en México, en las elecciones, sólo te ofrecen elegir el hacha, la daga o el alfanje para cortarte la cabeza o, por lo pronto, los mejores años productivos de tu vida.

Contenido Las Trece Argucias de la Manipulación de Embaucadores y Políticos Argucia primera El parlotero en el desván de la divagación Argucia Segunda El voluntarioso de las voluntades sublimadas Argucia Tercera El malabarista de la confusión Argucia Cuarta El relativista en el vacío de la evasión Argucia Quinta El redentor de las soluciones al aire Argucia Sexta El institucionalizado de los dogmas y las revelaciones Argucia Séptima El exegeta de las exageraciones Argucia Octava El inadmitente camaleón de las indefiniciones Argucia Novena El adánico reinventor de nuestro mundo y valores Argucia Décima El amigo de la ambigüedad y compadre del cinismo Argucia Onceava El deformador de la realidad, el inválido de las validaciones Argucia Doceava El pedante de los descalabros del lenguaje Treceava y última argucia El apóstol de la impostura Parte dos DERRUMBANDO MITOS El Mito de la Macroeconomía EL MITO de la DEMOCRACIA EL MITO del CAMBIO El Mito de la Reducción de la Pobreza El Mito de los Crecimientos Independientes El Mito de la Inseguridad debida a todo, menos a los Políticos EL MITO de las REFORMAS CONCLUSIONES FINALES

y TERCER ESTADO

Argucia primera El parlotero en el desván de la divagación Común y evidente argucia del político que no puede sustentar su argumentación y divaga gravitando en el contexto del interlocutor o entrevistador. Lo primero que hace es volcarse a una elocuencia para impresionar a su foro, auditorio o entrevistador. Cuando se le cuestiona sobre sus divagaciones que se pierden en la evasión deliberada, yéndose a otros asuntos, el parlotero dirá que tiene que decirlos antes de llegar al “intríngulis”, al nódulo de la concreción que, por supuesto, nunca vendrá. Su táctica recurrente es darnos tantos elementos inconexos y sin sentido al centro de la discusión, que luego se la pasará explicándolos, “pues como usted no entiende”, él se encargará de explicárselo —a su manera— con un aire de seriedad instructora, haciendo que parezcan verdades profundas. Recurrirá a dicharachos populares como si fueran de cualquier filósofo griego. Esos absurdos nos los arrojará a la cara como pruebas absolutas de lo que desea exponer o en su caso defender. Palabras huecas, que el político embrollador pretende retorcerlas en la razón. Recuerde el lector la expresión que le restregamos al necio para finiquitar el entuerto de su discusión: “tiene usted en la boca toda su razón”. La mayoría de las veces para detener su solipsismo, o circunloquio donde sólo se habla a sí mismo, no capta percepciones ajenas, o bien le da vueltas a un asunto y no permite avanzar la dialéctica. Solución: con un simple cortón del interlocutor, diciéndole nada más que precise, sea conciso y no ejemplifique, se podrá acabar con la elocuente exposición del parlotero. Acorralado, procederá terminar la conversación con una sonrisita de perdona vidas, pues tiene todavía una gran campaña por realizar, o un desempeño de excelencia lo llama. Este parlotero insustancial dice cosas como: “mira, antes, y como te iba diciendo”, “tengo que comentarte que para mí lo que es en realidad importante es…”. Hay que cortar su circunloquio con sus pilares de rodeo y disgregación, pues pretende darle vueltas al asunto medular para una vez cansado su auditorio o entrevistador, desbaratar los aspectos incómodos y llevarlos a situaciones más confortables. Le interrumpe cortésmente el agudo entrevistador (si no se actúa con tacto, dirá que es tendencioso a sus enemigos), preguntándole: cómo has logrado credibilidad; sólo precisa, sé conciso, y di qué la sustenta. Sólo se requiere de pocas palabras ante sobradas virtudes, jactadas por el parlotero. “Si usted me hiciera esa pregunta, le contestaría siendo franco y no manipulando la información, respetando su inteligencia y de mi auditorio”.

El cambio abrupto de temáticas diferentes pero con dinámicas similares es muy efectivo, máxime si ellos cambian el tema hacia algo muy lejano del hueco que dejan sin llenar.

Argucia Segunda El voluntarioso de las voluntades sublimadas Piensa que más vale una pizca de voluntad que el juicio y la persuasión. Es el que siempre dice que por su voluntad, casi por la providencia, logrará resolver problemas aun de gran complejidad y en plena crisis. Dirá “quiero hacerlo porque tengo la voluntad de hacerlo y lo voy a hacer porque ustedes votarán por mí”. Y así se la pasará restregándonos en nuestra inteligencia que su voluntad es más poderosa que habernos precisado recursos, medios, partes involucradas, tiempos, consecuencias durante el proceso, etc. En vez de influir en el intelecto, pretende hacerlo en la necesidad, a través de motivos muchas veces manipulados (no motivaciones). Así, evade usar la razón, la lógica y la retórica persuasiva, pues estas aplastarían su incapacidad resolutiva. Hará de todos esos factores emocionales, que abundan en las sociedades que viven más de voluntades que de razones, todo un mar de argumentos que los sacará a flote sin balsa alguna que haya construido previamente para su salvaguardo. Todo se reduce a una voluntariosa voluble voluntad de hacerlo, no se sabe cuándo, pero siempre el justificante será el paso complementario del maestro manipulador de las voluntades, a través del mangoneo de los sentimientos. Sentimientos que, en su proyección colectiva, están siempre en beligerante contradicción. La recalcitrante pérdida de soberanía ante cualquier apertura, es un ejemplo; ante cualquier intervención por favorable que sea, argumentará que se pierde la patria en pedazos, patrimonio y el usufructo de los que la defienden así. Pero si se trata de abrir la inversión a un lugar que privatizará hacia sus intereses personales, familiares o de grupo, entonces la voluntad es que así lo demandan los tiempos. La táctica del sublimado voluntarioso se abruma por la lógica y viabilidad de cualquier postura; no la acepta por el sólo hecho de lograr protagonismo, o porque va en contra de su Partido y, por ende, de su candidatura. “¿Conoces a un líder, dirigente o político sincero? Entonces, ya puedes hablar de “abducción psicológica”. Succión de tu voluntad. Si las palabras van al corazón, cuando han salido del corazón, como dijo Rabindranath Tagore: las palabras razonadas, que salen de la cabeza, van directo a la cabeza de otros… sin razón aparente. Si todo hombre pudiera ser sincero a solas, en cuanto aparece una segunda persona, empieza la hipocresía, según Emerson, entonces: ante la masa se presenta la mayor falsedad.

De tal manera que nuestro embaucador de voluntariosa voluble voluntad, dirá que va en contra de los intereses nacionales sin precisar cómo, aun cuando el interés general sea el beneficio de lo propuesto. Condenará cualquier posición del adversario o competidor con un sermoneo pretendiendo que nos sintamos culpables y pidamos disculpas por querer atentar contra el sentimiento general. Insistirá en sus bofas argumentaciones, aun sabiendo que son huecas, pero suena tan estridente la manera tan elocuente de evocar las motivaciones suyas. Nos estampará en la jeta lo casi demoníaco del argumento opuesto al suyo que, aun cuando los suyos carezcan de fundamento, los tendrá por justos y por baluartes nacionales en comparación a nuestra apátrida insolencia. Es el populista que no va con la opinión generalizada, sino el populista que manipula las voluntades hasta el chantaje donde sólo los ignorantes se dejan sorprender. Es un hecho que el intelecto es una luz que sólo arde con el aceite de la voluntad y las pasiones, pero nace de una flama que contiene una razón de alumbrar. Brauer03.

Argucia Tercera El malabarista de la confusión Es el que casi nos parte la frente para ver que nuestros sesos suenan al ritmo de sus neuronas, y si no oye nada, nos tildará de sordos a su prestidigitación verbal. Todo que planteemos con razonamientos, fundamentados, dirá simplemente que es mera teoría, que en la práctica no funciona. Tratará de circunscribirlo en una contradicción, y si se le da pruebas de éxito en la práctica, sacará un sudado “as” debajo de la manga con palabras más, palabras menos: está bien, dirá, te concedo las razones que lo sustentan en esta aplicación, pero no las consecuencias, pues cada caso es circunstancialmente diferente”. Por supuesto no hablan con esta amplitud de vocabulario, pero va en esa dirección si usaran alguna sofisticada dialéctica. Más bien, se les escucharía: está bien, puede que tengas razón aun con el rollo que me echas para marearme, -pone un sesgo de cara de perdona vidas con una mirada de fingida compasión-, te doy chance esta vez, pero no lo que acarrea de consecuencias pues debemos ver que toda cabeza es un mundo y depende de su momento histórico. Ya en las últimas palabras se sublima y aunque lo adorné con este final, una gran verdad, ya se fue por la gavia de la confusión ante su impotencia de proseguir la discusión, máxime si se le increpó alguna responsabilidad ante hechos cuestionables. Un Entrevistador inexperto caerá en las muchas contradicciones que esbozará este político (líder sindical, dirigente gremial, supuesto líder de opinión, etc.), malabarista de la confusión y que, de acuerdo a su tergiversada percepción de cómo se aplicará cada propuesta de sus rivales políticos, fallarán, mientras las suyas funcionarán. Un entrevistador agudo acabará con su falacia al precisarle que para refutar cada posición hay que demostrarla, pues, de lo contrario, la interconectividad que hay entre la causa y el efecto se rompe (usar el vocabulario y acervo propio o indicado ante un auditorio en vivo o través de un escenario de los medios; aunque fuese un montaje propio del entrevistado, hacérselo incómodo representa moverle el tapete en todo el sentido de la palabra). Ya no podrá el mago del caos obscurecernos el ambiente, y lo lapidará el hábil comunicador en el dominio de la luminiscente retórica lógica. Con la sola estrategia de establecer en el dialogo la base del razonamiento con la tesis, antítesis y síntesis, es suficiente para moverles el tapete. Pues si ellos son tesis, entonces habrá una antítesis, y nunca llegan a la cúspide de la razón que es la síntesis. Muchas veces se plantan sin saberlo en la antítesis y con el sólo hecho de preguntarles o guiarlos a la supuesta tesis, derrapan. El vapuleado político postrado en su insostenible posición, pondrá en contradicción lo probado diciendo: “Bien, lo dices y hay prueba de ello, pero ¿es realmente factible para todos?” “No es bueno ni malo sino todo lo contrario”. “Hay inseguridad, tampoco vivimos en Suiza; no somos suizos, ¿o sí?”. “Las circunstancias son diferentes, pero tenemos nuestras ventajas”… ¿cuáles?

Aún en el friso del ridículo, no le quedará otra cosa que poner en absurda contradicción lo que se le ha probado después de una necia negación. Pero, de nuevo, nuestro comunicador abofeteará al ahora confuso entrevistado al precisarle que en su planteamiento, explicado teóricamente y ya en una aplicación práctica, si no se verifica, habrá un fallo aun con la ambigüedad de la contradicción del político, que si fuera verdadera su postura o propuesta, lo es también en la práctica, y si no: prueba que hay necios y ofuscados como granos de arena. Es más insoportable un necio que el bailoteo de un mosquito en nuestra nariz. La necedad ha aniquilado más gente que la imbecilidad y ésta bien que lo ha hecho. La necedad es la ofuscación suprema y no confundirla con tesón; pero hay algo intermedio y no menos peligroso: la obcecación. Aforismos míos.

Argucia Cuarta El relativista en el vacío de la evasión Casi todos los políticos en determinadas circunstancias o en los peores casos, en todo momento son evasores de las realidades más inmediatas. Pero cuando tratan de hacer caudal político, entonces sí, se convierten en la argucia analizada y la posterior, al jactarse de una plena conciencia del acontecer y sin precisar los afluentes de su vertedero a un conocimiento de purísima vaharada. Nuestro equilibrista al vacío evadirá con la habilidad del distractor mientras el cómplice nos roba la cartera (su Secretario de finanzas o sus padrinos). Nunca asumirá una posición concreta, responde a una pregunta con otra pregunta; un poco más presionado, lo hace con respuestas esquivas, o nos hace planteamientos carentes de relación con el asunto en discusión. Una vez acotado en el tema no dándole salidas, nos mareará con sus relatividades cuando ya no puede evadirse: “Sí, es así, pero también puede serlo de otra manera: hay inseguridad pero en Colombia la hay más. Si en Holanda casi no la hay, es relativo, pues tienen poca población, y no un país tan poblado como México… bla, bla, bla, vorágine de verborrea, ¡barrunto de verborragia! “Japón no es inseguro porque son muy disciplinados, súbditos al mando de un emperador, pero son esclavos del trabajo, no se divierten… Así relativiza todo este relativista, cuyo perfil evasivo es el común denominador entre la clase política. El entrevistador agudo sabe que ya tiene acorralado al farsante evasor, sabe que ha tocado un punto que lo desmoronará, y actuará como el estratega del ajedrez que ya entra en la fase táctica una vez identificado el punto focal, el peón que resguarda al rey enemigo: ahí dirigirá toda la batería y arsenal, sólo es cuestión de no ceder la presión o, como en el ajedrez, no perder la iniciativa. Habrá que develar la flaqueza del político hasta desarticularlo y habremos hecho un beneficio social, pues imaginémosle entre otras responsabilidades, en el manejo de conflictos: los transformará en crisis ante su postergación y ocultamiento a sus gobernados. Hay más argumentos de evasión que de precisión, y es por la falta de ingenio a la hora de esforzarse por desenmascarar a tanto farsante. Se les ignora por no alebrestar al ávido del engaño por sistémica patología o por una expectativa de ganancia futura si se empodera. En una relación de “uno a uno” es más fácil darle la vuelta o un puñetazo por pasarse de listo. Pero es más difícil confrontarlo subido al pedestal que le erigen los Partidos Políticos, o sobre el planeado entarimado de la palestra del poder detrás de él para elevarlo a categoría de líder y, con ello, el grupo manipulador obtiene opíparas ganancias. Los medios de información debían ser nuestros mediadores y los sagaces reveladores de las falacias de quienes a su vez tratan de tomarles el pelo al usarlos.

Pero los medios son susceptibles de ser comprados, máxime en países como México, donde absurdamente les financiamos sus campañas y al ser elegidos, concentran la riqueza en quienes les pusieron la tarima de la estridente manipulación y simulación. Es entonces que las Redes Sociales se han convertido en la mayor expansión creíble de contención y divulgación de sus engaños. Pero ya surgieron hasta máquinas que aparentan millones de seguidores, y los también comprados para darnos una falsa apreciación analítica sin sustento si se le desmenuza. Las argucias analizadas también evidencian a quienes desde las Redes Sociales van en dirección del velado apoyo a los embaucadores.

Argucia Quinta El redentor de las soluciones al aire Esta argucia es el anverso de la moneda de la anterior, pero sólo en apariencia, pues la evasión es igual; ahora, con la dramatización de la cruel realidad que nos tratará de conmover con este patrañoso ardid de ser los redentores de eso que a veces ellos ocasionan o bien los grupos de poder detrás. Van de que las cosas están tan mal y ellos nacieron para este momento preciso, donde, sin precisar cómo, por osmosis, por inercia divina, resolverán todo y tan rápido como los llevemos al poder. Su actitud, mirada sublimada, casi tocada por los ángeles, su manoteo hacia el cielo donde imantarán las resoluciones, y su expresión de inmensa felicidad, contrasta con lo que nos dirá de lo grave que es todo, pero…. viene un impasse… ya está él para la solución de las sublimadas soluciones por osmosis. Es el las “netas” y a su vez el de la nata misma del atole para untárnoslo en la jeta como lo han hecho siempre. Este argumentador de las soluciones al aire no requiere de sustento, del mismo cielo le vienen las iluminaciones, el aire es su tablón donde se apoyará para trazar los planes de acción. Es tan fácil derrumbarlo de su palco sobre las nubes, que cualquiera con un poco de uso del lenguaje directo lo puede hacer azotar. Sin embargo, uno cae siempre en el sarcasmo ante la paranoia del poseedor de esta artimaña que revirará con una o varias de las demás argucias comentadas, para así, seguir aferrado al sustento etéreo. No puede dejarse caer de su altitud, pues desde ahí percibe todo en derredor nuestro, y por eso sabe paliar nuestros sufrimientos y como cualquier ser superior, no necesita precisar con qué y cómo, sino simplemente que se lo roguemos con nuestro voto o confianza, abriéndole las arcas de nuestro patrimonio y hasta el mismísimo presupuesto nacional. Este político es el más proclive a una desmedida corrupción y cuando se le cae con las manos en la maza, dirá que logró amasar fortunas porque escribió libros, hizo raudos negocios, tuvo herencias o suegros adinerados, y nos lo azotará en la cara por nuestra osadía al dudar de su entelequia para convertir el aire en oro, que una vez transformado, por su peso caerá directo a las alforjas del redentor de las soluciones etéreas.

Argucia Sexta El institucionalizado de los dogmas y las revelaciones No entrará en razones, no las necesita, nos rodeará de esos grises e inveterados edificios de las instituciones para inmovilizarnos. Es el que en todo discurso, debate o al ser entrevistado, trae un rosario de dogmas, anacrónicos doctrinismos, que nadie deberá osar cuestionarle porque inmediatamente baja del cielo a todos los que impusieron esas férulas de supuesta ordenación. Nos rezará toda la biografía de aquellos aun cuando disten años de su aplicación, o ya desfasada. Es el más aferrado al conservadurismo de doble moral, y no requiere de fundamentar su ataque a lo moderno, a lo nuevo: su letanía discursiva y repetitiva de los dogmas y axiomas superiores, le es suficiente. Hay también los que en su afán de modernizarse, copian formas del exterior, supuestas tendencias globales, y nos las restriegan con la ínfula que sólo él o ella entienden. Por eso no debemos dejarle subir al pedestal de las justificaciones de moda, y que son las palabras domingueras de la globalización o desglobalización. Si lo dejamos, desde ahí llegará hasta el delirio de la sublimación de regalarnos el futuro, sin sustento del presente. En mi libro Perfil Presidencial hay una competencia necesaria que es Construir un Futuro con un Presente Inmediato. Libro complemento de esta disección del embaucador de masas en cualesquiera de sus formas, y que espero sea amena y enriquecedora a lector. Son individuos casi sicóticos y, a veces, no se dan cuenta de estar fuera de la realidad. Confían en que la mayoría de la gente prefiere creer que discernir. Hacen de su discurso un credo repetitivo y tedioso. La táctica del sagaz entrevistador es primeramente desestabilizarlo, moviendo su falso pavimento sobre pantano, evocando a una de las autoridades que más respeta, que por ser absolutas son obsoletas para estos tiempos de cambios y necesidad de flexibilidad. Hay que bombardearlo con otras reconocidas y auténticas autoridades en la materia de nuestro enfoque, y sus conocimientos no podrán determinar qué tan sólidas son. Retorcemos así su fanática cabeza con similares gigantes, aunque nosotros si sepamos que son molinos y no las visiones del Quijote. Con pesar reconocerá que tenemos a nuestros dogmáticos canónigos tras nuestras espaldas y terminará diciendo que cada quien con lo suyo, que estamos a la par. Pero no hay que dejarlo en la comodidad del empate, ya lo tenemos sin ofensiva y a la defensiva expectante, regocijándonos por la manipulación que hacemos de su paranoia. No queda de otra, pues no hay posibilidad alguna de entrar con él en dialogo y nos mantendrá en el marisma de una dilogía, cargándole a las palabras demasiados sentidos como le plazca si los da a entender viables a sus pustulosas posturas. La patraña es la ponzoña del embaucador. El hábil dilogista (neologismo de quien hace una arte de la discusión con el retruque del doble sentido) no se dejará inocular de tal ponzoña al refutar con elegancia cada una de sus petulantes como pustulosas posturas —me gusta el sinónimo de pastrija— al contraponerle —con lúdica perversión— imposibilidades por inviables

y no de sopetón revelarle su irreverente incoherencia lógica. Es imposible mantener con ellos un dialogo coherente de intercambio de ideas que, en un enriquecimiento de posiciones razonadas aun en extremas polarizaciones, surgen las sazonadas razones con las especias de la sapiencia. Sacaremos a nuestro ejército de argumentos, citando especialistas reales y otros no tanto, pues nuestro fanático de los dogmas está apabullado por lo que cree y respeta por esos profesionales del rígido conocimiento que aman su profesión tanto como aman el beneficio que sacan de ella. Tratará de dar a entender lo contrario de lo que se expresa, pero el revire es no precisar la irreversible interpretación del lenguaje, sino voltearle el sentido al darle a entender lo contrario a lo que quiso decir, y que es lo contrario al verdadero sentido de lo expresado —del enunciado. Se enfundará en correlaciones de semejanza embarrándole a un término real, otro imaginario, imposible de demostrar. Pero pretenderá mostrarnos su capacidad de crear escenarios posibles por imposibles que sean. Se le refuta —de nueva cuenta, con lúdica dilogía (próximo libro: La lúdica dilogía) — deteniendo de abrupto ese embadurnamiento que si pretendió darnos un giro, lo volveremos a girar cual trompo chillador, a sabiendas que todos sus lados lacran el mismo epitafio para el patrañoso. Es quien se atribuye cualidades inexistentes para sustentar su vida de milagros y logros, y con el simple cuestionamiento de “así como la obra de arte se sostiene por sí misma sin atalayas, o la obra del maestro o santo por sus actos reconocidos, es innecesario se auto encumbre”. Hay momentos en que se puede malabarear con sus incoherencias y los espectadores o interlocutores se reirán si son sagaces; pero también es imperioso detenerlo de tajo ante exabruptos, pues es cuando la quijada se le cae con todo y en hilillo de su glauca saliva. Este institucionalista institucionalizador está acostumbrado a la ignorancia de la gente muy proclive a respetar a las autoridades arremetidas, por el gran hoyo de la ignorancia, hasta la medula de su caletre. Usa los prejuicios generalizados para sus fines y los encierra en instituciones falsas y pródigas a sus intereses. Se siente un elegido por los grandes hacedores de las reglas pero, como aquellos, las romperá en su beneficio, pues esa es la recompensa para los que regulan los destinos de los demás. A estas mentes patizambas no se les saca de sus envolturas mesiánicas, son los paladines de las grandes verdades, las cuales a veces no saben ni de dónde provienen ni cuando se instituyeron. Nuestro sagaz entrevistador, casi inquisidor ante estas mentes llenas de cerrojos, vulnerará sus aparentes verdades al sustituirlas por otras creíbles verdades, y en un momento sorpresivo e inesperado: revirará con que la verdad absoluta no constituye en sí una verdad duradera y es susceptible de ser desbancada, pues el que sostenga lo contrario tendrá que probar que siendo el tiempo eterno, lo es también lo que mide entre otras sublimes sentencias, rebosadas de clichés. Y si no se convence, se le abre un abanico de los muchos errores que se consideraron verdades únicas. Verdades que fueron en un principio opiniones de unos cuantos y que se fueron ampliando ante la indolencia e ignorancia común. Como dice Schopenhauer: “de los crédulos acólitos

indolentes”, hasta convertir una opinión en una veneración y luego el tiempo y un suspicaz inquisidor, de un soplido, la abate. Estos políticos durante años han considerado que las personas no tienen juicios propios; los deben dar las instituciones donde viven ellos en los pent-house de éstas. Saben que, como ellos, la gente no desea del todo pensar, sino rebuznar las opiniones que más se repiten.

Argucia Séptima El exegeta de las exageraciones Este político hace de sus logros una exageración y nunca precisa los medios, planificaciones, ni dónde viven esos beneficiados. Si por el miedo a viajar a estados Unidos el turismo creció en su entidad gobernada, nos dice que su visión logró atraer a toda Europa. Si se capturó a un secuestrador, hablará que ha reducido la inseguridad en un 50%, etc. Sus afirmaciones son llevadas a la extralimitación, y al ser su interpretación de una amplitud tan generalizada, se encarama entre el fuselaje de los enmarañados conductores de la comprobación detallada. Nuestro comunicador o entrevistador sagaz, atará uno de esos cables en el cuello de los exégetas de la exageración. Reducirá a más no poder cada posición del embrollador de las exageraciones; irá acotándolo punto por punto, proceso tras proceso, hacia la definición concreta de los términos de la discusión. Así lo cercará hasta el núcleo de la exageración, sacando al político de su monologo creyéndose todo lo que dice y pretendiendo que le creamos todo. Cuanto más generalizada sea una afirmación, más estará expuesta ante nuestro avezado entrevistador. Y al revés, cuando una pregunta esté generalizada, confortará más a aquél para tomar de esa amplitud, lo que desee para volcarlo a una exageración, o a una simple evasión. El exegeta de las exageraciones tratará de abrir el tema a dilucidar, antes que sea una tesis para uno y para el otro: su contra tesis. Exagerará tanto sus enunciados que nos inducirá a ir fuera de sus límites. Pretenderá haberse librado del desinfle de su argumento lleno de tufo en vez de fundamentos. Es obvio que cuando ponchamos esa sobre exageración, habremos refutando su tesis por minúscula que haya sido dentro de ese gigantesco globo bofo. Hay otra estrategia que es la de exagerar también nosotros que, cuando el exegeta de las exageraciones quiera proceder a desinflarnos, contradecirá su propia atmósfera de la hinchazón argumental, donde se siente confortado. Para nosotros, será sólo una hipérbole (exagerar para crear una mayor impronta), sin convertirla en el aerostático del exegeta que reventará en llamas con un solo chispazo. Recuerden el aerostático Hindemburg en llamas -respetando su histórica tragedia-, fue demasiado su ínfula y de tamaña dimensión que su desgracia ha quedado en nuestra mente a la par del Titanic. Este perfil del exagerante, ya tumbado en la lona se levantará para lanzarnos otro patrañoso petardo, extendiendo, a su vez, nuestras posiciones más allá de los términos en los que las manifestamos. No habrá que detenerlo abruptamente, conduciéndolo a las delimitaciones dentro de nuestra tesis argumental con la refutación del bofo bufón de las exageraciones. La mayoría de las argucias son combinadas dos o más por los políticos, supuestos líderes o dirigentes gremiales, y hay verdaderos campeones que saben sacarlas como sudados ases debajo de la manga. Afortunadamente esgrimen sólo una, dos o tres, pero no más, o serían irrefutables. He probado que se amanceban más sinapsis por la mentira que por hablar con la verdad. El ingenio se extrapola al pretender engañar, pues la ponderación de ser descubiertos va desde el ridículo hasta la cárcel. En algunos casos, el defraudado toma muy en serio el engaño y reta a

duelo o simplemente saca el arma so pretexto de defender su honor. Quien habla con la verdad enrama armoniosamente sus argumentaciones que las neuronas se acompasan; el mentiroso hace un ensortijado neuronal que arma un caos para aparentarlo cosmos, y requiere de mucho “cacumen”. Pero hay los prestidigitadores de las artimañas verbales como la siguiente:

Argucia Octava El inadmitente camaleón de las indefiniciones Nada concluye, pues nada lo está hasta que tome el poder este político de las indefiniciones. No acepta nada y es el que hace de sus enunciados, preguntas previas para poder deducir de nuestras respuestas, la comprobación de sus afirmaciones. Pero no nos dijo nada, no salió de él, sino de nosotros. Así se cubre siempre las espaldas ante refutaciones contundentes y piensa que no se expone. Si lo atacan es porque se ataca el atacante, pues inmediatamente dirá que él pensaba lo mismo pero con un más elevado concepto, y el problema será nuestro al no haberlo entendido así. Es el político que menos habla, a veces lo hace con voz baja para no evidenciar su inseguridad, agazapado para tratar de adivinar qué sucede en nuestra mente y usarlo en debido momento. Es el más taimado, y en los foros al aire se le oye afónico, ronco en sus gritos sin las graves sonoridades eufónicas de la persuasión. Se persuade a partir de la eufonía de nuestras palabras; pero habrá quien manipule a partir de la euforia de su estridencia: vorágine verborrea. Es el que cambia de piel, de Partido, de credo o de posición según le acomode la situación. Pretenderá que una refutación directa se diluya al decirnos antes de asestarla nosotros, que es consecuencia de una postura suya. La veracidad de su planteamiento se desprenderá de la falsedad de nuestro criterio de valoración, a menos que esté en concordancia con él. Detecta como ninguno la duda y los terrenos movedizos y ahí se mueve como caimán; hace de la incertidumbre su entorno de manipulación pretendiendo aclararnos a cuenta gotas para no deslumbrarnos con su luminosa revelación. Es el catequista del caos, el crispador de crisis, pretendiendo que nadie se dé cuenta. Luego, emerge entre las penumbras con pasos cortos y silenciosos, pero seguro de que ya lo vemos llegar al auxilio desinteresado. Usa el método socrático al peguntarnos sobre nuestras afirmaciones para deducir de nuestras repuestas el trasfondo de nuestra afirmación, y hacerla suya en el momento álgido de la discusión. Pero además pregunta mucho y sobre tantos temas para ocultar su realidad o falta de ella, y estará agazapado donde admitimos algo, y donde nos trabamos o no demostremos gran conocimiento. Justo ahí, se posesionará del tema valiéndose de la lentitud de la comprensión que pasará por alto las lagunas de sus deducciones y, mucho menos, las comprobaciones del político de las indefiniciones. Una mente clara, directa al punto, con las “eses3”: sereno, sensato y sensible, lo sumirá en un mar de indecisiones que lo evidenciarán. Este hombre de la comunicación, o rival político del camaleón de las indefiniciones, hará de su oscuridad un brillo intenso a punto de estallar, y perderse en la claridad. Si tiene la capacidad de alumbrar, y sólo se alumbra con conocimientos y sensatez, serenidad al refutar y sensibilidad al ponderar puntos álgidos, no requiere de incendiar el establo o de antorchas, sino de una simple flama: la flama de la credibilidad.

Detrás de este indefinidor por excelencia, hay un individuo inseguro que ante un entrevistador bien plantado en sus tesis, con preguntas precisas para acotar a su entrevistado a respuestas concretas. Lo desestabiliza a tal grado que recibirá como últimas palabras de aquél, incoherencias, evidenciándolo con su público. La mayoría de los analizados con sus brumosas argucias poseen sendas palestras, erigidas por poderosos detrás del poder a obtener. Si fuesen iniciadores de su farsa sin algún previo podio de quienes a su vez le manipulan, quedarían como merolicos al centro de una populosa ciudad más preocupada por su propia supervivencia. El gran problema es esa palestra capaz de catapultarlo comprando a todos los medios posibles de comunicación, líderes de dudosa opinión, hasta espacios en universidades con mesas de debate que se convierten en una pasarela de protagonismos. Al embaucador a empoderar, siempre lo ubicarán con sutil habilidad, al centro de sus alambicadas lambisconerías. Mucha veces las preguntas por hacerle ya las compartieron y van en dirección de restituirle a una supuesta confiabilidad ante cuestionamientos recientes y del dominio público. Usted piense cómo se puede derrumbar dicho pódium: tal palestra por más que esté sostenida por los balsones del montaje, con ingenio, sagacidad, y hasta ironía a tiempo, podemos ir erosionando sus blasones por más apuntalados que puedan presumir por poderes fácticos. Se logra resquebrajándolos hasta escuchar el estruendoso azotón del estridente embaucador. De lo contrario, dejarle crecer sería ya no poder detener una masa con tal virulencia ante la pendiente de los indolentes que la dejaron amasar ignaras voluntades. Adolf Hitler empezó en una cervecería con demasiados ociosos y dipsómanos o inválidos físicos o mentales de la Gran Guerra y no repararon que presenciaban la elevación de otra más infausta. Le amarraron sillas sin darse cuenta el eufórico ante su paranoia. Esos embromadores salieron huyendo de Alemania cuando se percataron de que el producto de su descarga de frustración con la mofa se erigía un poderoso tirano titán. Stalin era sobajado por la elite intelectual bolchevique, liderada por Trotsky, y se le insultaba como el cocinero cacarizo, y tengo la teoría que para no destazarse esa elite, le dejaron crecer, llegar al poder para arrebatárselo cuando quisiera el más listo de mangonearlo. Los fue matando uno a uno, incluso, a sus familiares. Mussolini, impulsivo y ofensivo, se llevó varios porrazos y se le consideraba un mediocre periodista con inofensivos fanatismos. El fanatismo que él creo fue la base del nacismo cuando Hitler lo visitó por primera vez, lo admiró y llevó al extremo del nacismo. Luego el Comunismo se nutrió de ambos extremismos. Tras la Segunda Guerra Mundial, occidente creó las organizaciones internacionales para evitar tales fanatismos y mesiánicos líderes, pero han creado las condiciones de empoderar figurines débiles y carismáticos para ser manipulados por grupos de sumo poder. La democracia ha sustituido a casi todos los regímenes dictatoriales y los que hay están tan fraccionados que no amenazan el equilibrio global. Pero la democracia ha abierto la puerta a la globalización y al debilitamiento de los estados y las directrices del Canon Global dirigen a la mayoría de las naciones. Requieren de la legitimación de dirigentes por el voto y así la manipulación es de quienes desde la cúpula de la globalización los alinea. Nos han reducido a la tiranía de los partidos políticos legitimados por la democracia y nuestra capacidad de elección al mejor líder se acota considerablemente a los intereses de quienes manipulan dichos partidos. Lo llamo: Democranarquía. En Estados Unidos se tienen

identificados a los poderes industriales, de negocio y militares, multimillonarias familias y grupos que ya detentaron el poder y supieron posicionarse después, ya en forma casi anónima. Todos ellos se han afincado en uno u otro partido. Hay otros grupos de gran arraigo y poder que van de uno a otro: sindicatos, medios de comunicación, etc. En Latinoamérica se esconden ante la falta de transparencia o leyes que obliguen a la apertura. En Europa son elegidos entre los pro UE o los anti UE. Dominan los primeros y no hay margen de autodeterminación más allá de cuestiones domésticas: economía, monetarismo y finanzas son tema del centralismo de la UE. ¿Qué hacer en un mundo de legitima farsa y con embaucadores elegidos por las únicas entidades reconocidos por la democracia y el canon global? Pareciera que la globalización no erige sino cava hacia muy adentro y al centro y será entonces ¿la gran fosa de los actuales regímenes? ¿Cuáles resurgirán? Mientras, desenmascaremos a los embusteros y embaucadores que aspiran al poder. Aunque no los detengamos, pues si no es uno será otro, o todos lo son para estar ahí, saberle de antemano cuáles son sus intereses y grupos de poder detrás, nos ayudará a nuestra propia planeación con las posibles contingencias derivadas de qué perfil de argucias son las usadas por el futuro empoderado, y de esa manera antelar el estrago consecuente.

Argucia Novena El adánico reinventor de nuestro mundo y valores Encubre toda petición nuestra con los principios que sustentan sus postulados, renombrándolo todo. Si se le dice que un colaborador traficó con influencias y recibió ante las cámaras dinero, dirá que su colaborador cometió un error. Significa que es ingenuo por dejarse grabar, nada más, y no hubo un acto delictivo para él, pues reconocerlo es pagar el costo político de la mala selección de ese subordinado, o bien la deducción de una complicidad. Cuando hay un megagenocido económico causado por el más deleznable manejo de la economía, dirá que fue un error y esparcirá el término de “el error de diciembre”, aunque con éste se hayan perdido veinte mil millones de dólares que usted y yo y nuestros hijos y nietos pagarán. Es el indulgente de palabras: a los minusválidos les dice de capacidades diferentes, a los delincuentes juveniles, faltos de hogar; a los acusados de peculado de su partido, perseguidos políticos; a los culpables del desfalco del erario, al encuadrarse dentro de su grupo de interés, serán los acosados por apoyarle en las causas más justas y nobles. Siempre nos regalará un nuevo término que nos confunda, o pretenden encubrir su desconocimiento, o nos suavice la realidad si le es un bumerang. Este adán de la política renovada por su visión unilateral, cae en solipsismos (palabras que sólo él entiende) que nos los reventará en nuestros oídos como neologismos novedosos. También es el que adopta palabras domingueras y las usa a su conveniencia. Desespera y hace chusca cualquier plática con ardides arguméntales llenos de comentarios tangenciales, con simpaticones lugares comunes, con dichos divertidos pero insustanciales al meollo de los asuntos. Usa calificativos ingeniosos pero inapropiados, así, brinca de un tema a otro y cuando lo retoma, ya tiene otra artimaña argumental. Se le debate y abate dándole formalidad al intercambio de palabras, y no se ríe uno de sus desvaríos aun siendo chistosones. Se retrae uno en el sillón y mira al techo, como cansados de sus diatribas perniciosas, y se le va cerrando el horizonte hasta la precisión de cada tópico. Cuando sale con su solecismo (amañados errores sintácticos para que nos quedemos en la corrección o falta de coherencia para no proseguir en el meollo del asunto) o dominguerismo, moveremos a un lado la cabeza para que se ajuste a la formalidad del asunto, pues antes ya elegimos los temas más sobrios, serios, que no permiten retruécanos por su dramática realidad y necesidad del uso claro de la prosodia (pronunciar bien las palabras), y la cohesión del idioma como tarea del entendimiento. Esta argucia se presenta con individuos bipolares que van del aparente relajamiento, dándonos a entender que nada lo sacará de sus casillas, pero cuando se le acota a la rigurosa formalidad y seriedad, entonces tratará de probar lo contrario con irritación, comportándose ahora con insolencia. Pretenderá de incomodar lo más posible al interlocutor, para que no juzgue correctamente sobre las etapas más coherentes de la comunicación con el reinventor de términos. Además, al no dejarle exponer su adánica postura, nos hará sentir que privamos al público u otros participantes de la arenga, de los gratísimos momentos que nos regalaba hasta que alguien le puso

marcha fúnebre al intercambio de puntos discordes, y así, se irá al extremo de tensar los ánimos. Nos señalará de que lo acusamos de todo, se auto reivindicará de ser muy honesto, muy disciplinado, muy trabajador en pro de los demás. A justificación no pedida, culpabilidad manifiesta. Todos se jactan de no haber hecho tal o cual cosa o de no incurrir en los excesos de los de su clase, sin siquiera esperar que los señalen o tilden de… Dirá “Yo no soy de esos que… “Antes que me lo diga, yo no fui…”. “Y por qué lo dice si no lo pensaba”, “Ah, porque por ahí me enteré que lo dicen…”. Siempre que le caemos en las más sucias jugadas, dirá cosas como: Me chamaquearon… Sólo los dejé que cayeran en sus mentiras… Evidenciándome, los evidencié y así los expuse a la sociedad… Ya lo sabía de antemano y les seguí la corriente aun tomando el dinero, pero era la única manera de hacerlos evidentes… Pero olvidémonos de todo, creen que me expusieron, pero fue al revés y sigamos luchando por México, todo lo hago por nuestro país, y hasta el mayor de los sacrificios, ésta, véalo, es una muestra. ¿No los recuerda así pretextar? Si no, recuerde que la memoria colectiva es prófuga de los países subdesarrollados. Usan estos reinventores hasta de nuevos principios y valores salidos de su oportunismo o pepenados in fraganti. Debemos blandir el efecto “bumerang cargado de lodo”, como le llamo al que es alcanzado por un bumerang justo cuando se enlodaba las manos en lo más vil de los actos, y como única respuesta ante la contundente evidencia acusativa, lo regresa con ese lodo tratando de que se manche el lanzador también. Por supuesto, esto sólo sucede, y sin parangón alguna en ninguna sociedad moderna, en México. En otros lugares, se lapida a ese adánico político de los nuevos valores reinventados por él mismo, y sólo pasados por alto por la más estúpida imbecilidad idiota de las masas. Un agudo entrevistador, sereno, sagaz, calculador de lo que deberá usar del ahora agresivo renombrador, no se dejará llevar por el enojo y ni siquiera tomará en consideración las insolencias o sarcasmos del entrevistado, aun en su máximo escarnio en contra de la persona o principios del entrevistador. Seguirá en el tema que ya no deja asomo de capacidad de respuesta para el que se ufanaba de una sobrada seguridad de que todo le es ligero, listo para hacer de los temas difíciles, situaciones manejables sólo por él. Sabrá sacar de su repertorio, un chiste de descarga tensional. Pero ya sometido al drama y seriedad del asunto, sustituirá el mundo por el suyo renombrando todo y, por supuesto, compartirlo gratis con nosotros. Una estrategia contundente será sacarlo de quicio estableciendo preguntas sin orden alguno, enmascarándole la procedencia para no dejarle prevenir el alcance de las intenciones. Pensará que ahora se hace burla de su ignorancia. Del resultado de sus respuestas, extraer conclusiones nuevas, a veces estrambóticas y crear contradicción en el oyente. Llegará el punto en que éste perfil de argucia u otra de las que hemos analizado, termine con la negación rotunda, y una auto indignación por haberlo sacado de su paranoia.

Nuestro comunicador ingenioso, ahora preguntará lo contrario de lo que queremos como respuesta afirmativa, y en la negación del otro, encontrará para su público, la afirmación de su posición. Esto es muy difícil de armar en la mente, y más en la búsqueda de las palabras y frases apropiadas para el doble sentido o la transposición de sentidos, y así lograr que uno de ellos sea la respuesta afirmante de nuestro interés. Pero un entrenado entrevistador, un comunicador agudo, perceptivo, inquisitivo, o un rival político en un debate, recogerán a ese farsante del lenguaje en pánicos pedazos del espejo que le pusimos enfrente, quebrando su frágil y engañosa impostación.

Argucia Décima El amigo de la ambigüedad y compadre del cinismo Trata de que caminemos sobre aguas movedizas que esparció sobre nuestros pies disfrutando vernos resbalar hasta que encontremos un asidero. Enseguida y con sutileza, con el pie menos visible y distrayéndonos, lo interpondrá entre los nuestros. Será cauteloso para que sus artimañas no se conviertan en pantano, pues lo sepultaríamos poniendo sobre su ciénaga, argamasa de sólida argumentación. Una cosa es este perfil de argucia que hace de la ambigüedad una cínica postura, y otra la de un evidente embrollador de petate que discurre por el camino de la patraña, o de la artimaña. Un sofista posee la sutileza del ardid en un grado más elevado de manipulación. Son los del cívico cinismo: “La patria es primero y yo la represento…”. “Luchar por México es hasta sacrificar la vida misma… (la de ustedes, lo piensa, pues yo toy’ pa’ salvar a los otros con el sacrificio del héroe –multiplicado por millones-)”; “Mi contrincante es una amenaza hasta para la Constitución…”. Este amigo de la ambigüedad es muy agudo pues encuentra siempre las diferencias de las que difícilmente reparamos, para no llegar a una tesis definitiva, y en el momento en que encuentra la suya —una antítesis—, la envolverá en otra tesis para evitar confrontación y caer en la ambigüedad de: es y a la vez no es, o lo es pero antes habrá que ver esta otra posibilidad que propongo. Todo dependerá del fin oculto del argüidor o político. Y en el momento en que tengamos ya una refutación, sacará artimañas como sanguijuelas a la yugular para desangrarnos, nunca degollarnos. Muy oportunamente las usará antes que concluyamos nuestra tesis lapidaria y contundente e interrumpirá desviando a tiempo la trayectoria de la discusión, y la encaminará a otros derroteros sin vereda; según Kafka: “hay meta, mas no camino”. Como la mayoría de esos argumentos distractores y evasivos son débiles, un entrevistador categórico podrá anularlos atacando su capciosidad y apariencia y, a su vez, podrá presentar otro argumento de análoga apariencia para poderlo aniquilar. Lo logrará ya que para su interlocutor lo que importa no es la verdad, sino trastabillarnos por el viscoso aceite que dispersó sobre el piso de la discusión, y que no es otra cosa que una calculada y bien entrenada postura de ambivalencia que muchas veces terminará como recurso haciendo una repentina concesión para bajar la guardia al entrevistador o rival. Debido a que la tensión sobre él ya se convirtió en una sobrepresión, entonces, admitiremos algo de la discusión, para luego confundirlo haciendo de un problema una tesis y viceversa, o bien una contrariedad con un contrapeso del punto a dilucidar. Quien domina los puntos de inflexión, domina toda discusión o intercambio de criterios. Detectarlos es la primera habilidad suprema. Pero viene otro empoderamiento del hábil dilogista: detectar y ponderar el punto de quiebre, donde ya todo lo pasado o dicho no sirve y es entonces que reiniciamos otro universo sin dejar ápice de duda de haber perdido el anterior. Lo malo es que el embaucador posea estas poderosas herramientas. Sacaremos

chispas y como en el juego de ajedrez perfecto: siempre finaliza en empate. Otra habilidad del supremo dilogista es el “punto focal”. Debemos detectarlo y minarlo hasta debilitarlo al acudir con todo el arsenal a esa franca debilidad por cuenta del rival o por nuestra argucia argumental. Hay dos casillas siempre vulnerables en el ajedrez cuando se enroca y en el 99% de las partidas hay enroques. Son puntos focales, y la mayoría de los grandes sacrificios y partidas inmortales se ensañan en esos puntos. Pero ¿cuál es el punto focal de una discusión o negociación? No son sólo unos cuantos como en el ajedrez, e identificarlos representa tomar la iniciativa, vital en el ajedrez y otras competiciones, y es el principio de la victoria aunque dure hasta lograr erosionar dicho punto focal. Así se han definido las grandes batalles bélicas, de guerra fría y psicológica, y de geoestrategia. Para tratar en forma contundente a este sofista de las ambigüedades y ambivalencias, cuando vamos a llegar a una conclusión no hay que dejar que la prevea pues encontrará la manera de tergiversarla. Hay que ir procurando que vaya admitiendo las primicias una a una y dispersárselas sin darse cuenta. De lo contrario, su sagacidad para obtener una duplicidad de sentidos, evitará la confrontación a través de contrasentidos. Se lo impediremos si va aceptando algunas premisas desordenadas enmascarando la finalidad, pues hay que recordar que no confronta, no afronta, tampoco evade ni divaga, sólo no toma el toro por los cuernos: lo deja libre en el redondel hasta que se canse de sus capoteos inesperados. Hace todo tan ambiguo con una doble significación. Otra estrategia es hacerle resbalar en su propio aceite usando premisas falsas para demostrar nuestras afirmaciones. Nunca las admitirá, tampoco propondrá las suyas de tajo, es decir, no afirmará pero tampoco negará, y no porque no reconozca su veracidad, sino porque él está falto de la suya. Así, él tomará proposiciones falsas que al no refutarlas las dará como verdaderas según su percepción ahora manipulada por nosotros. Pues lo verdadero puede deducirse a partir de premisas falsas, aunque nunca la verdad provendrá de lo falso. Así lo meteremos en un mar de confusiones pues usaremos sus posturas de doble interpretación, según nuestra conveniencia, con tesis falsas que refutan otras igualmente falaces, pues nuestro interlocutor al abusar de su forma de pensar sin polarizar, sólo se centra para descentrar, según el momento de su conveniencia, y nunca entrará en contradicción aun siendo falsas las posiciones contrarias. Anteponen: “políticamente correcto”. No importa la bajeza o ruindad el acto. Es el mayor absurdo escuchado por ellos y replicado por los medios para justificar lo que realmente hunde a un país. No hay nada políticamente correcto si no conlleva una autoridad moral. Albert Camus dijo que la política no se puede separar de la moral, y el mundo le dio la razón varios decenios posteriores a su muerte. Jean Paul Sartre se quedó en el pedestal del pensamiento francés con la socialización de las ideologías y con la finalidad, a mi consideración, de no caer en fanatismos ni manipulación de masas. Es bien cierto que surgió una juventud muy escéptica, pero se cultivó como en ninguna otra época. Sartre dirigió los designios juveniles, pero poco a poco fue desfondándose, así como su manera de insertarse -a partir de su ideología comunista- como líder de opinión. No fue sino hasta que retomó los conceptos del existencialismo, ya manejados anteriormente por Schopenhauer de otra manera, que se le reivindicó como intelectual de su época. Si se hubiera quedado en su percepción social a partir de un socialismo manejado desde la Unión Soviética, hubiera caminado sobre un barranco hasta que el viento lo empujara a la estigmatización. La tiene actualmente mientras Alberti Camus se ha reivindicado. Su prematura

muerte dejó al otro en dicho pedestal y lo supo aprovechar con algunas de las argucias mencionadas. Argucias que en mente tan empoderada como la de un intelectual, se convierten en las más poderosas armas de la emancipación intelectual de la masa, o una subordinación de ésta a una ideología estructurada. Nota de la nueva edición: supongamos que usted obtiene las firmas requeridas para ser candidato independiente a la diputación de su comunidad gracias a que alguien le compró el padrón electoral a la autoridad responsable del mismo y, además, quien compró dicho padrón electoral es un grupo delincuencial. Suceso que es una realidad de acuerdo a uno de los candidatos independientes y que ha presentado pruebas al respecto. Termina usted siendo electo y ataca a ese grupo delincuencial junto con otros y ya se prepara para la gubernatura de su estado. A riesgo de su vida hizo prevalecer la justicia y, entonces, deberíamos decir que fue políticamente correcto haber aceptado esas firmas, sin haberlo pedido o propiciado usted. Y, todavía más, que un grupo delictivo las haya adquirido pensando que usted obedecería a sus intereses. Por supuesto que no es moral y aquí es donde no podemos separar la moral de la política ni de ninguna otra expresión de la vida humana. Sin embargo, los partidarios de Maquiavelo dirán que el fin justifica los medios. Seguir con esta preceptiva sería dejar la puerta abierta a los excesos, impunidad y concentración de poder y riqueza. Políticamente correcto es si se sustenta en un procedimiento moral. Fin de la nueva edición. Cuando el amigo de la ambigüedad ha agotado su arsenal de ardides y artimañas, se transforma en la argucia del compadre del cinismo aun acotado al terreno de las comprobaciones directas, de las refutaciones sin terrenos movedizos. Este ambidiestro que usará una mano u otra a la hora de jugar a la raqueta con él, nos dirá franca y llanamente que al no haber dado asomo de postura alguna sino aceptadas todas y a la vez no, ahora tomará una, la más confortable y que aun saliendo de nuestra mente, dirá que en todo había una concordancia de posiciones. El problema fue nuestro: terminará espetándonoslo, al no habernos dado cuenta de ello y tomar una posición bélica, cuando él, sereno, esperó llegar a este punto donde, por fin, reconocemos que teníamos razón, más bien, que el compadre del cinismo la tenía igual que nosotros. Pero escogimos el camino de la confrontación con quien nunca se debe confortar pues perderemos al final de la arenga. Una ciénaga arenga, pues debió haber durado horas de plena ambigüedad que se empantanó en nuestra impaciencia si es que no la dominamos ante descomunal desfachatez. De no estar obligados a soportar a ese encumbrado político por un aberrante partido, no lo toleraríamos en la calle ni un segundo.

Argucia Onceava El deformador de la realidad, el inválido de las validaciones Es el más insultante a nuestra inteligencia, y no le importa si le caemos o no en sus falsedades, seguirá con su monologo con una mirada de perdona vidas por no estar nosotros a la altura de su entelequia. Es el que escudado con el fuero, o dándose valor por el resguardo de su partido, gremio o cofradía, piensa que puede hacer y deshacer y no discute con simples mortales, sus futuros gobernados o representados ante la asamblea. Nada podemos validar ante su ominosa verdad, pues hará que de la veracidad de su tesis se desprenda la falsedad nuestra. Invalida y niega la conectividad de nuestra posición antes de definirla, como romperle las piernas al corredor antes de competir con él, para no llegar a una conclusión que pretenderá que de la verdad de su tesis se desprenda la falsedad de la nuestra, no dejándonos la posibilidad de que sea otra visión posible. No entra a una refutación directa, pues le obligaría a discernir qué la sustenta, sino invalida la conectividad hasta la conclusión antes de la consecuencia de ésta; de lo contrario, le arrojaría a la cara la falsedad suya. No admitirá premisas verdaderas de primera instancia pues previniendo su consecuencia, llegará al cinismo de la negación de lo expuesto sin fundamentarse. Es el que no toma partido para estar en todos los partidos a la vez, o en el que lo encumbre en una posición de avanzada de donde se auto endiosa, y no le importará negar rotundamente todo sin medir la consecuencia: será el prócer de la imprecisión a la hora de aterrizarlo nosotros hábilmente a una realidad, para luego evidenciarlo de su irrealismo. Nuestro entrevistador agudo y puntilloso, al ver que su entrevistado niega todas las proposiciones previas antes del fin por alcanzar, entonces, pregunta lo contrario como si eso fuese lo requerido para defender su posición, o presentará varias opciones de manera que se ofusque en alguna que, al no poderlas negar todas, demandaría una refutación que siempre conlleva una antítesis. En tal espinosa silla lo llevará a una lucha de tesis que requiere de una colisión de mentes a la par. Pongámoslo en lo opuesto a lo que pretendemos que reconozca como verdad, que al negarlo, vamos al lado contrario y base de nuestra tesis. Luego, usemos sus baluartes que ondea para la negación, como fundamento a nuestras premisas, pues siempre se aferrará a no frases completas sino escasos sustantivos absolutistas: “soberanía”, “patriotismo”, etc. Así, irá admitiendo algunas de nuestras premisas que sin darles todo el valor de la afirmación, para no llegar a una verdad concluyente, ahí, en este preciso momento, ya le iremos introduciendo conceptos como ya establecidos y reconocidos por su peso político y social. Entre tanta voracidad de absolutismos como algo emanado de su partido en turno o de sus padrinos políticos, su mente retortijada caerá en la cuenta de que algo que queremos probar lo daremos como admitido y que, ya establecido, por lo tanto, no está sujeto a un escrutinio, y menos a una negación. A partir de esas concesiones, empezará la verdeara argumentación que cuando quiera negarla, se enfrentará a sus propios axiomas sustentados en observaciones inválidas, ahora usadas por nosotros para llevarlo a la

precisión que, al ser el prócer de la imprecisión, se desinflará dejando un olor a cuero viejo en el espinoso asiento que dejó vacío.

Argucia Doceava El pedante de los descalabros del lenguaje Tratará de que admitamos una tesis presentándonos la opuesta para darnos la opción de afirmarla, pretendiendo que él la plantea y así nosotros lo reafirmamos a él como individuo portentoso, sin necesidad de hacerlo a sus planteamientos. Luego, para probar sus puntos de vista -que nos miran por encima del hombro-, los derivará mediante un juicio analítico que no podremos refutar de momento, pues parte de nuestra afirmación inicial que avala la suya, y así nos deja sin habla por el momento. No nos ha dado tiempo de proponer nuestra visión o criterios porque usa demasiado el lenguaje leguleyo como el más prelado de los abogadotes ante impresionados clientes que ya le entregaron su patrimonio firmándole hojas en blanco. Su trabajo no está en ganarnos la discusión a nosotros, sino a manipular al público, pues aun siendo ridiculizado, la gente ignorante lo habrá escuchado tanto que saldrán con la cabeza descalabrada por una locuacidad más que por una asimilación serena de conceptos. Ya entrado en calor, nos reventará su tesis inversa, de manera que ya estuvimos afirmándole en todo momento, y proclamará su éxito en apabullar a su entrevistador en forma estridente, si no para sorprendernos, sí para hacerlo al público. Aquí, el antagonista sigiloso, el entrevistador que ha observado detenidamente esta argucia, la atacará con la misma estrategia y con la misma argumentación de, por ejemplo: “si toma por revolucionarios a fanáticos a su favor, precisamente porque son mentes revolucionarias, no deben ser fanáticos”. “Si una acusación de peculado en su contra es una conspiración para no dejarlo llegar al poder que, como dice, sería una algarabía de triunfo nacional, entonces, precisamente porque estaremos en gran fiesta cuando llegue, habrá que desvincularlo de esa acusación agotando instancias legales para ello”. Recordemos frases célebres de este sexenio que para no decir que lo joden desde dentro de su partido, alguien dijo: fuego amigo. Y, así, acusa a aquellos que lo atacan y a su vez les extiende la mano de la palabra amiga para evitar más ataques que no puede refutar. Su postura de no hablar de frente, los obliga a palabras con verdades a medias, o timoratas. Una de las mayores aberraciones de toda la historia de la histeria de los políticos por hablar por el sólo hecho de la pedantería de hablar, alguien, ante el linchamiento cruel de policías en cumplimiento de su deber, dijo que eran usos y costumbres de esa región donde además, precisó que está alejada de ser toda la ciudad de México (???). El hasta hace algunos momentos, expectante entrevistador, ahora llevará a su entrevistado de la afirmación a la negación de la realidad de fondo, con esa misma negación que requiere de afirmar lo que niega para salirse de su círculo vicioso y que, por supuesto, ese pedante de la gazmoñería, no podrá hacerlo. No hay candidato a la presidencia en México que, aun con maestrías en el exterior, no hable con tamañas incoherencias ante cuestionamientos y derrape con palabras muy distantes a la familiaridad conceptual del señalamiento que requiere de una precisión para evitar especulaciones o elucubraciones. Clichés para reafirmar malos gobiernos o para atacarlo si son

de oposición, se les escucha y con un vocabulario muy reducido. El problema es que no he escuchado de los entrevistadores que los paren en seco y repitan la pregunta demandándole siquiera un sí o un no. Les blande más la espada de Damocles encima: “será, tal vez presidente y tome rencor o venganza en contra de mi empresa y esta me nulifique en el medio”. Sólo pasa en México. En países desarrollados poner en jaque a un aspirante a sendos cargos de responsabilidad pública que, por ende, requiere de credibilidad social y prestigio político del que tanto hemos hablado, les da demasiados bonos periodísticos. Todavía más si los dejan mal parados, que es interpretado por los espectadores de la no confiabilidad reafirmada gracias al agudo entrevistador. Es muy particular en este perfil de argucia que los políticos o embaucadores o manipuladores, hablen de posibles conceptos sin descripción asociada para su mayor entendimiento. Así, el pedante de los descalabros del lenguaje empezará a darles nombre y, por consiguiente, el sentido que pretende que tenga. En este escenario, hay que tomar la iniciativa buscando las similitudes más cercanas a nuestra argumentación (le llamo con el neologismo de “criterización: la sumatoria de criterios que se robustecerán en un concepto redondo y permitirá una disertación de gran escala por su alcance sustentado en dicha sumatoria. Recordando que son criterios, todavía no axiomas, pero se percibe un proceso muy serio de obtener sus fundamentos). Con tal criterización -apabullante para el falto de criterios y que sólo usa clichés, replicas sobadas, lugares comunes, postulados refritos, todos escasos de originalidad o profundidadlograremos la tan comentada -por sostener o arrebatarla en el momento preciso- iniciativa. Quien domina senda habilidad en una discusión, tiene gran ventaja. Más si abruma con certeros símiles hasta su conclusión última y definitiva: no dejará los que permitan alguna refutación. Si no nos adelantamos a encontrar las agudas semejanzas nosotros, hará nuestro patético huésped de su exposición, su lugar de protagonismo sin antagonista, diciéndonos que una coerción para manipular los votos a su favor es una coacción en pro de la democracia; de una petición para aclarar mujeres asesinadas, un caso concluido con tres teporochos en la cárcel, comprobados de su alcance delictivo a la altura de los más renombrados asesinos en serie. Así, pretenderá que interpretemos una cosa por otra como en un tropo de la poesía: el que se ancla en una palabra para robarle su sentido, o el que traspone un significado por otro. Es el poetastro de la política, pero en aquella hay una búsqueda estética y el pedante descalabrador del lenguaje, parte de la duplicidad de los sentidos para que nos quedemos con el que desea para encubrir desaciertos o abusos, o simplemente para embadurnarnos sus melcochados propósitos. Pretenderá armar una fatua engañifa de corto circuito a partir del lenguaje. No hay que confundirlo con al adánico renombrador, pues ese trata de reinventar hasta los valores y principios que sustentan sus actos aun en la aberración que nos desgarra el sentido común del sinsentido de su nuevo mundo, en el cual hasta le pertenecemos. El perfil que nos ocupa, es el manipulador del lenguaje triturándole toda racionalidad, antes de cohesión lógica alguna: nos abofetea con sus sutiles términos aun tan incoherentes que sean.

Treceava y última argucia El apóstol de la impostura Es el de la magia absoluta de los ardides o artimañas para el engaño, el alquimista de la economía, el metafísico de las transformaciones sociales; es el que habla de su vínculo con los principios democráticos cuando fue impuesto por la manipulación del voto por parte de su partido político. Nota de la nueva edición: o como ya se ha dado en dos procesos electorales rumbo a la presidencia de la República. Secuestraron a su partido y sin haber tenido la capacidad de lograr el voto al centro del mismo, con la legitimidad que hubieran logrado, se lanzan a la pretenciosa – ahora sí muy pretenciosa- aspiración de que la masa boba los elija si en un grupo reducido de ésta, y que es su nicho de pervivencia política, no confiaban en lograrlo. De lo contrario, el secuestro de su propio partido no habría sido su primer objetivo. El Ex presidente Calderón sí logró tal consenso y fue su gran catapulta. Fin de la Nota de la nueva edición. Es el paladín del cambio, quitándonos a nosotros hasta esa virtud, el de haberlo llevado al puesto que ocupa. Creará escenarios muchas veces irreales en parte, pero asociados con algo de veracidad, y a partir de ahí pretenderá insertarnos en todo el diálogo hasta la contienda de los intercambios de puntos de vista. O convertida en discusión, al estar centrada en su ámbito de supuesta superioridad maquinada, hará como que nos deja tratar de refutarle, consistiéndonos por faltos de visión por lo que ya es una verdad indiscutible de su nivel de manifestación política y social. Si no lo sacamos de ese falso escenario, ante un auditorio u otros participantes no diestros en derrumbarle su castillo de naipes marcados, se enquistará, pues le asiste la razón de todo en lo que objetivamente no la tiene. Pues una cosa es la verdad objetiva de una propuesta o tesis, proposición o enunciado, y otra su validez en la aprobación de los concurrentes a la discusión, o los oyentes sin opción de opinar, los atentos a la discusión a través de la televisión, radio o del Internet. Lo importante para los políticos no es el probar sus juicios y posiciones, sino el impacto astuto y repleto de ardides para su público, votantes, y hacia quienes lo eleven en grados de aprobación y confianza durante una gestión pública para lograr otro triunfo electoral, y que su partido lo perciba como favorito de un potencial electorado para volverlo a postular. Se envuelve en su sistema de creencias y se opone a los valores de otros que ve como antagonistas a la perpetuidad de su partido y a la permanencia de él en el poder, por lo que usará todas las máscaras posibles según el momento y circunstancia conveniente. La estrategia inmediata del hábil entrevistador será tomarlo al vuelo en el preciso momento de su pérdida de piso, donde siempre se despega al sentirse en la cúspide de las opiniones líderes. Más aún, si estos apóstoles de la impostura nos dan la gracia de pervivir en su mundo comandado por poderes arriba de consenso general, y que los harán como salidos de la voluntad patriótica de todo un pueblo. Muchas veces hablan sin haber pensado detenidamente, pues acostumbrados están al centro del poder de su partido, a callar ante los de arriba, y a que los de abajo acepten lo que dicen sin preguntar razones, mucho menos a cuestionar. Es la “bola electorera” sin sentido ni

criterio de agremiados, diputados o senadores que votan o no por una ley porque desde su partido así les mandaron. Nota de la nueva edición: Por citar un ejemplo muy vivo en nuestra partidocracia, y a los que votan por una afinidad irracional por determinado partido, del cual ni saben si su candidato es el idóneo, o qué fundamentos lo constituyen: por mandato se sumaron a un Pacto Nacional que encumbró al partido en el poder, y los dejó a todos mal parados cuando las promesas de ese pacto fueron lo contrario. “Gasolina y tarifas eléctricas de menor costo a partir de la Reforma Energética”, y ha sido lo contrario. Que toda una sociedad con semejante aseveración no obligue a su gobierno a cumplir o renunciar: es ya una dejadez de masa impotente por mérito propio o la Democranarquía ya analizada antes. Avalaron las directrices electorales que posteriormente los amordazaron. Ejemplos sobran. Fin de la Nota de la nueva edición. Ante ese impulso del planteamiento sin análisis previo que sale de su boca después de retorcerse en sus vísceras, nunca de una mente claridosa, requiere este impostor de malabarear lo verdadero por falso y lo falso por verdadero, según su necesidad de manipulación ante reclamos directos a su gestión o la de sus subordinados. Usará la debilidad del entendimiento generalizado, que es el votante común, y que requiere de impresiones inmediatas, no el de obligarlos hacer análisis profundos, y de esa manera, acomodará todo su arsenal de enunciados que empaten con la opinión que generaliza los prejuicios antes que las razones. Por lo tanto, dará por prevaleciente su posición aun cuando la hayamos puesto en duda o sea engañosa. Nuestro entrevistador, más avezado en materia dialéctica, deberá sacar a su entrevistado, primeramente, de su escenario artificioso, pero efectivo si se le deja ahí. Deberá llevarlo a otros estrados como a un entorno global, a una situación fuera de sus fronteras políticas, y tendrá la partida casi ganada pues ahí el impostor mostrará una patética inseguridad. No hallará entre sus decenas de máscaras, una que aún no se fabrica. Pretenderá crear una plataforma igualmente frágil por irreal, y difícilmente podrá sostenerse en ella en la medida que el entrevistador lo acometa con precisiones en entornos de complejidad y en el manejo de crisis específicas, requiriendo enfáticas respuestas. Ante la más mínima digresión, con un manejo amable, pero enfático, lo desestabilizará con el proverbio romano: firme en el objetivo, suave en el modo. Este político tiene machotes, más que mapas mentales, que ya no le servirán en pruebas de comprobación fuera de su alcance de entendimiento, como serían asuntos de ingeniería genética, nanotecnología, interracialidad en Europa, los fundamentos económicos de la sociedad mexicana o de nuestro socio estadounidense, etc. El maestro de la impostura, manipulador de las debilidades de las masas, nos usa en nuestro propio terreno, ya sea en un programa de televisión, radio o en una mesa de discusión cerrada con especialistas al lado, pues sabe que si todos lo atacamos, será el débil y nuestra sociedad va con los débiles aun cuando no les asista la razón. Si encuentra el más mínimo soporte en uno u otro, los ejemplificará y amplificará sus coincidencias, pues en la naturaleza del dialoguista hay versatilidad de voluntades, y entre más sea su nivel de consciencia, menor será su interés de disputa, dándole aun al más desacertado político, la cortesía discursiva. Otra cosa será un debate entre políticos de igual enmascaramiento, o donde uno pulverice al otro pisándole la máscara previamente arrancada, dejando expuesto un rostro de dudosa confiabilidad y sospecha

dominante. No hay quien no tenga aunque sean pocos gramos de lógica en el peso de su masa encefálica, pero tratándose de dialéctica, ahí pocos nacen o desarrollan esta facultad al igual que la capacidad de juzgar con la ese3 después de la C de: centrado por sensato, sereno, y sensible. Dije sensible, no susceptible. No “sensiblería”, sino esa sensibilidad que detecta lo difícilmente perceptible. La capacidad de razonar es más común de lo que parece poco poseer la gente; su problema es la no práctica por irse a lo inmediato, pero en una necesidad de disputa, todo cerebro pone a disposición el neuronal analítico y lógico necesario; el reto es llevarlo a la dialéctica. Entendiendo la razón como el modo de reflexionar, calcular, analizar, y si la palabra con la razón es consecuencia, antes, causa, entonces la dialéctica es la que trasmite esos pensamientos y formas de ver el mundo. Concluye en una opinión y cuando no encuentra coincidencias, surge la contienda intelectual, la colisión de dos cabezas a través de la razón, y su única forma de enriquecerse con ambas visiones o prevalecer una, es a través de la palabra estructurada y hábil de la dialéctica. Una vez pasado este breviario recordatorio de la significación de lo que tratamos, nos damos cuenta que es muy común de la gente dejarse confundir o engañar, por la proclividad a dedicar su mente a actividades más recreativas, más confortantes que la disputa o la discusión, pues demanda el movilizar toda la materia gris. Mejor darle lubricidad a la parte rosácea, límbica, lúdica. Por lo que nuestros políticos como todos los embaucadores, deben agradecer a esta pereza mental generalizada que no profundiza en la imposición de sus intereses ni sobre su impostura, y no a su capacidad de formular tesis sustentadas. Qué hacer contra la dejadez del público que a veces cree más en el artimañoso que en el astuto rebatidor de los argumentos de aquél. Aquí está el reto del entrevistador, del comunicólogo en esta sociedad del discurso y de la cultura del debate, y que no sólo pretende dar la nota sino revestirla de análisis y profundidad, desarrollando una agudeza con la astucia necesaria para detectar cada perfil de embaucador o embrollador que pretende usarnos para sus fines personales. Su habilidad lo dejará como un instrumento más que no se dio cuenta cómo lo manipularon ante su auditorio, al que le debe su tiempo, rating y futuro profesional. Una vez identificado el tipo de perfil de argucia, usar las estrategias mencionadas y otras que vayan desarrollando quienes tienen enfrente a los políticos, afilando su colmillo cada vez que enfrentan a esta clase de individuos sin clase alguna, sólo allegados al poder por el poder mismo. Aun reconociendo la aparente buena intención de los medios en su pasarela de candidatos con entrevistadores líderes de opinión, las preguntas de estos son tan amplias, generalizadas y en algunas ocasiones llegamos a ver a entrevistadores que más planteaban perspectivas propias que descubrir del candidato su visión. Cuando se entrevista a un alto ejecutivo para una dirección general o regional, hay similitud entre ellos y un candidato a la presidencia en la dinámica de la entrevista, aun cuando la temática cambie. A pregunta concisa y clara, respuesta precisa y concreta. Brauer01

No hay que dejarle a los candidatos la confortabilidad de la amplitud de las preguntas pues todos usan a los medios no para precisar ni hacer concreciones, ni mucho menos para aclarar tantas dudas de su Plataforma Política, sino que hablan de lo que más les venía a bien ante la amplitud de la preguntas. Y sobre todo que eran tan predecibles que se las hicieran, que ya estos candidatos tienen en su mente machotes de respuesta. No hubo quién los pusiera en contradicción, o planteara algo que lleve al entrevistado a entornos de resolución de crisis y escenarios reales de complejidad. Preguntarles su sentido de urgencia y acotarlos a que determinen su Visión de Estado en vez de que nos hablen de simples consideraciones personales. Tal acotamiento nos sirve para determinar el nivel de hombre de Estado que es y será en una mayor proporción al cargo de una nación o un estado. Por el contrario, los entrevistadores y medios les dejan abierto el micrófono para un lucimiento personal a costa del hartazgo de los oyentes. Es bien cierto que una vez aclarado por ellos su Plataforma Política con su Proyecto de Gobernabilidad, Visión de Estado, y Misión para la unidad, donde debían tener muy claro qué decir, resulta que no he percibido una mente estructurada en los candidatos a la presidencia. Por consecuencia, ninguna claridad en sus planteamientos. La conducción de una nación es muy compleja, pero quien aspire dirigirla debe manejar esa complejidad en un patrón de entendimiento personal y tener la capacidad para aclararnos eso tan complicado en pocas palabras. Si no puede con eso, menos con las tantas facetas derivadas de una gestión presidencial. Hay que llevarlos a los escenarios reales sobre experiencias anteriores, y como dijimos, extrapolándolas y proyectándolas a las dimensiones de la nueva responsabilidad, o bien a los escenarios imaginarios donde el candidato se enfrentará, y para esto es la valoración-evaluación de sus competencias y capacidad de acción ya ampliamente analizadas en el libro complemento: Perfil Presidencial. Si no los llevamos a una serie de respuestas y manejo de objeciones, no lograremos determinar su grado de precisión y replicas que definen al hombre de las confrontaciones exitosas en un mundo en constante enfrentamiento ante situaciones impredecibles. Todo lo anteriormente mencionado es la finalidad del Perfil Presidencial. Evitar que los políticos hagan suyo el escenario del entrevistador (es) como si fuera un mitin o un estrado de campaña, pues demostrará o bien incapacidad de los medios para hacer las preguntas y manifestaciones que todos deseamos hacer, o que desean ser suaves ante de quienes saldrá el nuevo presidente. Escuchar de aquellos que son muy honestos, derechos, comprometidos, que saben, pueden y deben salvarnos, etc., es seguir viviendo en la absoluta imbecilidad y tener como dirigentes a los más patéticos impostores. Finalizamos con estas argucias para que usted, lector, o un comunicador consciente de su responsabilidad de representarnos a todos a la hora de entrevistar a cada político, conozca estas argucias. Ardides que en los casos más carentes de ingenio, son artimañas y patrañas. Conocerlas es acotar a sus entrevistados a trasmitir lo sustancial, o de lo contrario, evidencie al patrañoso político. Aunque cabe la posibilidad de descubrir al Estadista con estatura internacional.

Imagínense a un artífice de la manipulación capaz de usar varias de estas argucias, se necesitará cada vez más de entrevistadores sagaces y agresivos. Recuerde que el entrevistador es como el jugador de ajedrez que juega con las piezas blancas que tienen el movimiento inicial: el éxito depende de mantener la iniciativa y concretarla con golpes tácticos después de una estrategia acertada. Cuando se pierde esa iniciativa del primer movimiento, igual que si el comentarista pierde su iniciativa de hacer las preguntas y el entrevistado o candidato, a veces sin percibirse, les arrebata la palabra, dejan a los entrevistadores como peleles o proclives a sus intereses. Nota de la nueva edición: hace doce años diagnostiqué en forma precisa y profética en mi libro Perfil Presidencial la situación del país y las consecuencias de no erigir al mejor candidato a la presidencia. Aunque la conclusión quedó en que los partidos políticos nos presentaron perfiles insuficientes, pocos se interesaron en valorar antes un perfil acorde a la problemática suya y del país y luego depositar su voto. Fin de la Nota de la nueva edición. En lo sugerido de su Capacidad de Acción, si es que la tienen, los candidatos deben manifestarse, o bien, empezamos mal, pues hablaran el idioma que tanto les agrada a los políticos, el de las irrealidades, me refiero al del “país de las maravillas”, al de la “esperanza”, que lo eternizará en el poder, pues la esperanza estará ahí para justificarle su perpetuidad; al del “bienestar para tu familia”, con una baja de poder adquisitivo al 50% el primer año de gobierno del que acuñó tan irrespetuosa frase para la historia de las felonías. Argumentos que resultaron huecos sin convicciones ni deseos de realizarse desde su pronunciamiento: sólo para asirse al poder. Que sea esta aportación a nuestros tiempos y urgencias, la muerte del político y el surgimiento del hombre o mujer de Estado. Antes, hay que deslegitimizarlos más de lo que ellos han hecho, pero siendo acuciosos en evidenciar sus manipulaciones ya no toleradas ni por el comunicador agudo y responsable, ni por el ciudadano común. Muchos embaucadores o manipuladores tal vez no encuadren en todas las aberraciones de la mayoría, pero estarán en varías y no en una sola. Aquellos políticos que saben que no están en este marco de descalificaciones, conscientes de su aportación, entonces es preciso que ya se identifiquen como Estadistas al servicio público, dentro de un marco de ejercicio de gobierno pleno.

Parte dos DERRUMBANDO MITOS

El Mito de la Macroeconomía Donde dicen que les debemos la macro-estabilidad La economía de nuestro país fue diseñada, recomendada e impuesta por el Banco Mundial y el Fondo monetario Internacional ante el sublime errorcito de Diciembre que costó la friolera suma de 47,000 millones de dólares. Antes, ya desde los años ochenta, estas instituciones internacionales presionaban a nuestro país a disciplinarse financiera y fiscalmente ante los exabruptos y bancarrotas de finales de cada sexenio. Los Washington boys, que incluye políticos mexicanos estudiados en universidades extranjeras, conocían las formulas, pero ya en el poder, a partir del 88, inflaron la economía a tal grado de su mega explosión en 1994. Disfrazó fortunas inmensas, succionadas con el aire que se esparció con nuestro patrimonio hecho éter. Al que dejaron como sucesor y guardián de ese globo a punto de reventar, no se la jugó y lo pinchó antes para no mezclarse con el hedor que expelería ya en su sexenio. Mejor que el anterior presidente cargara con el tufo que acumuló al inflar instrumentos crediticios de alcance internacional (tesobonos), otorgando hasta el ¡100% de intereses! Tremenda megalomanía de que el mundo ahora se cifraba en atraer dinero del exterior (no generarlo desde una capacidad productiva), y estos patéticos economistas al mando de una nación, en uno de los mayores extremos de inconciencia o premeditada intención, crearon estos instrumentos al margen de una lógica, de un respeto a las generaciones futuras y en la más absoluta irreflexión de lo que empeñaban. O si la tenían, eran los mayores absolutistas de la historia de los abusos. Antes, para lograr un TLC rápido, cedieron lo más cuando tenía nuestro país el sartén por el mango, pues nuestros vecinos del Norte estaban más necesitados, aunque, como buenos jugadores globales de póker, nunca lo demostraron. A partir de 1995, nuestra economía ha sido “sugerida” a la de “a fuerzas”, pues sólo así, pudimos recibir esos 47 mil millones de dólares de rescate, comprometidas nuestras reservas petroleras en garantía. Ante esto, ni aun queriendo, pueden salirse desde entonces los presidentes de las recomendaciones impuestas. Para no ir más lejos, la receta está dada y ni el anterior presidente o el actual han modificado un solo número, ni mucho menos se han atrevido a cuestionar su incapacidad de impulsar la economía casera, la de todos los días y la de todos los bolsillos. Escuchar que alguien diga que gracias a su gestión la macroeconomía está en los niveles que está, es una almidonada bofetada a nuestra inteligencia. En qué momento y de qué mentes suyas ha salido algo de esa disposición rigurosa de las imposiciones. Nos impusieron, para bien en algunos aspectos, un recetario de quienes prestaron, les debemos y por supuesto mantienen a raya a los políticos para que no hundan a un país endeudado y obligado a pagar y que, a su vez, arrastraría a otros (Efecto Tequila). Sólo han seguido las reglas nuestros políticos con las manos atadas, y si esto es deberles, admirarles y reconocerles mérito, entonces, habría que endosarles nuestro patrimonio, que también ya lo dan por descontado.

Ni el anterior mandatario ni su equipo económico ni el actual presidente han dado valor agregado a las disposiciones del FMI y BM. Y si se achacan algún mérito, deberíamos ver del Banco de México (que también les fue obligado a darle independencia), o del gabinete especializado en Economía, alguna adición de connotación. Así, esperábamos nosotros que si ya alguien les dio las fórmulas para no desbancar o desbarrancar al país, entonces deberíamos esperar que lleven siquiera esa estabilidad a una serie de procesos de impacto social, lo que hemos visualizado como nuestro Estado ideal que proyecta una economía capitalizada socialmente. Bueno, eso será pedirles demasiado mientras tengamos al político y no al Estadista dirigiendo nuestra nación. La otra cara del atamiento a las medidas sugeridas por sendas instituciones internacionales, es que ante cualquier desvío, ante la más mínima manipulación, el país sería un pueblo fantasma arrasado por el vendaval de la fuga de capitales en menos de una semana, y con una devaluación que acrecentaría la deuda. Les seguirían las consecuentes bajas de certificación crediticia que hoy en día lapidan a cualquier nación y la sacan de los préstamos redentores. Lo que si les debemos muy en serio a los políticos, es apuntalar nuestro país como un mercado de inversión emergente por excelencia, y no dirigido a la inversión productiva, única generadora de empleos e impuestos. A partir del año 95, es un requisito total la implantación de las medidas que mencionaremos. Antes, en la década de los ochenta, fueron sugeridas y con la implementación de algunas o a medias otras, había tolerancia. Al dar como resultado las administraciones con perfiles políticos, no de Estadistas, que ya éramos el segundo país más endeudado y la recomposición mundial nos limitaba productivamente y como exportador de materias primas, acrecentándose en el proceso global la predominancia de los dueños de las tecnologías en contraposición a los de recursos naturales, llegó el día en que nuestra economía se diseñó fuera del alcance destructivo de los políticos. Así surgió el TLC. Todavía más: ya no podemos afirmar que no tenga otra clase de aniquilación, como la de las fronteras y el debilitamiento de un Estado, sumada la dependencia hacia inversores externos para mantener el equilibrio interno. Una mala administración fiscal por parte de quienes nos gobernaban, corrupción extendida y acrecentándose, gasto corriente excedido, violación de derechos humanos, burocracia abultada e ineficaz, etc., fue todo un caudal para justificar cualquier recomendación o imposición para ser sujetos de financiamientos y rescates financieros en su caso. El FMI, desde entonces y ya en la crisis mayor del 94 en forma definitiva, decide sobre medidas inmediatas tratando de estabilizar las principales variables macroeconómicas como son la inflación, las emisiones monetarias, cuentas externas, déficit fiscal, tasas de interés y tipo de cambio entre otras cosas que a la fecha prevalecen como disposiciones no salidas de las mentes de quienes nos han gobernado. No fueron las entidades nacionales los correctores de sus errores, y son intocables las normas, ya no sugeridas como antes, sino impuestas, sin siquiera una sola huella digital de algún político mexicano en su visualización o concreción: sólo quedaron como cancerberos guardianes de su seguimiento. De tal manera que nos convirtieron en veletas de la globalización, aunque dejar a nuestros flamantes políticos en el manejo de nuestra economía hubiera representado más y mayores quebrantos a principios o finales de cada sexenio.

El BM actuó desde el horizonte estructural con la demanda de cambios y financiando los proyectos de largo plazo. Pero precisó entregar sus recursos una vez aceptadas sus recomendaciones para evitar sustos futuros o desvíos que al menor indicio de que nuestros politicazos intentaran, se les avecinarían toda una serie de analistas y especialistas tanto del FMI como del BM, o de los medios periodísticos especializados en finanzas internacionales. Los evidenciarían para aplastarlos aun en sus desacertadas trayectorias. Que si no funcionara eso, recordando que es más fuerte la amenaza que la ejecución, simplemente no habría un dólar partido por la mitad para cubrir inminentes o futuras bancarrotas. Abultada nuestra deuda y necesitados de flujos de capital ante la incapacidad de desarrollarlo dentro del país por la gavia de la corrupción y una mala administración de recursos, nos sujetamos al plan emergente Brady para paliar la deuda. Sus pilares fueron el FMI y el BM para asignar recursos aun sin la solución de la renegociación de la deuda, requisito en esos años ochenta. Con ello, se abrió el horizonte para alinear a los países hacia el derrumbe de sus fronteras comerciales y recibir con bombos y platillos a la globalización libremercadista como ejes de la economía. Desde entonces, nuestro país tiene como pilares el TLC y una dependencia del flujo de capitales exteriores, y en eso basa su viabilidad de economía, no en productividad interna ni en eficiencia gubernamental, ni qué decir que esté en búsqueda de las nuevas fórmulas de mejora de calidad de vida previa una nueva redimensión de la economía. Para concretar: el arquitecto de esa macro estabilidad es el fantasma de las crisis de tal magnitud y de tan corto tiempo entre una y otra. La del 76, 82, hasta terminada la década con su bolsazo del 87, y para broche de oro: el mega genocidio económico del 94, el más pavoroso. La reingeniería financiera es, por lo tanto, foránea, fuera del alcance no sólo de un mérito de cualquier político mexicano, sino con un blindaje para que no metan las manos. Y para que no quede duda alguna ni dejar un ápice de discusión que nos llevará a las conclusiones mencionadas: en la hemeroteca de Washington en la década de los ochenta hubo más de trescientos reportajes que mencionaron los posible estragos de nuestra economía ante no tomar las recomendaciones del FMI y del BM. Nunca obtuvimos de los políticos siquiera un asomo de que conscientes del peligro, o ya inmersos en él, estuvieran de acuerdo con las consecuentes imposiciones que los sacaban del manejo de la macroeconomía por primera vez en la historia de la histeria política de nuestro país. Y, ahora, como magos salidos de una cortina de coloreado humo, de repente se nos aparecen como los paladines de la macroeconomía, los próceres de la estabilidad económica y nos restriegan en la cara un logro auto endilgado que encubre una incapacidad anterior de manejar los grandes números. Por lo que es obvio, que aunque les pidamos que aterricen esa estabilidad a la individualidad de cada uno de sus gobernados: imposible. Es como si al que no construyó un sólo puente, le pidamos que haga el Euro túnel, o al que nunca amasó la maza, ahora haga una trufa de atole, presta a untárnosla. A este mito debemos sumarle el mito de las elevadas reservas en dólares y que vendría a ser un soporte económico para cualquier contingencia catastrófica o de impulso a nuestra economía. Para quienes piensen que ese dinero está a la orden del pueblo o de la nación, están

muy equivocados. Es dinero que, a partir de la inserción de nuestro país al Establishment Financiero y al Canon Global, con la recepción de inversiones extranjeras tanto en el ámbito bursátil como productivo, es sólo una garantía para ellos. La deuda que tiene nuestro país tanto privada como pública, además de la interna como externa, rebasa considerablemente nuestras reservas. Al permitírsele a los estados de la Republica endeudarse por propia cuenta, cuando antes se hacía desde el centro de la Capital, ha provocado que dicha deuda haya crecido considerablemente. Tampoco se ve reflejada la cuantiosa cantidad de préstamos en servicios que presta el gobierno ni en aspectos elementales como la seguridad, educación y salud. Los tres vitales rubros de toda una nación: están en sus peones peores niveles de calificación internacional. Es entonces que la pregunta es y será ¿a dónde se ha ido tanto dinero? De seguro en el presente sexenio por iniciar será la réplica del anterior, donde los excedentes petroleros, si acaso fuera así, no presupuestados, los dirigirán a cuenta corriente. A gasto público y, por ende, la desaparición de ese dinero sin un beneficio social. De tal manera que nuestro país está totalmente atado a las Calificaciones Crediticias que impiden a los políticos nuestros salirse de lineamientos globales. Aunque puedan abusar de sus gobernados de diversas maneras, nunca irán en contra en lo más mínimo del decálogo impuesto por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Este es un aspecto que hará que la globalización tenga un próximo quebranto cuando las naciones que la impusieron padezcan grandes presiones electorales que demandarán cambio de rumbo. Pero nuestro país es una veleta de la globalización y no puede manejarse por sí mismo: sufrirá más por no tener vitalidad propia ni motor interno. Ante una baja crediticia se demandaría el pago de los Bonos de Deuda, Bonos del Gobierno, así como de los Estados de la República, muchos de ellos extremadamente endeudados. Entre la devaluación y la salida de capitales, las reservas estarán ahí para garantizar dicho pago. Cuando se le prestó a México, las reservas habían bajado considerablemente y por eso la necesidad del último mega préstamo. De tal manera que a partir esos lineamientos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional nuestro país ha acrecentado dichas reservas no para beneficio del futuro generacional, sino para garantizar dicho pago.

EL MITO de la DEMOCRACIA Les debemos que vivamos en democracia Democracia muy a la mexicana: Democranarquía. No es exageración, la democracia se la debemos más al mismo que la impedía ante el temor de que a través de ésta, se colara e instalara el Comunismo. Me refiero a nuestro vecino del norte. El partido político que tuvo como rehén a toda nuestra nación con todos sus recursos, no hubiera soltado a uno de los mayores botines de la historia de los abusos de pequeños grupos dominantes. Después de la Segunda Guerra Mundial se hizo el fatídico recuento que para impedir al avance del Comunismo, la mejor manera era contraponerle a otros igualmente totalitarios y brutalmente antagonistas a la vez, con el resultado final de más de 20 millones de muertos en el menor tiempo y con un record histórico. Tal pareciera que el mundo, ante las debilitadas democracias, se disputaría entre fascistas y nazis contra comunistas (la tríada genocida, como le llamo), y lo irónico, luego esos comunistas terminaron aliados con las democracias, que requirieron salir de su atolondramiento para ir en contra de los nazis y fascistas. Con la necesidad de pactar con la Alemania devastada ya por el oriente en 1945, y llegar antes a los cerebros alemanes entre ellos Von Braun y otros que aportarían los últimos avances bélico-genocidas, se dejó ir a muchos Nazis a Sudamérica con la finalidad de que influyeran seriamente en los muy susceptibles imitadores de falsos mini totalitarismos para, de nueva cuenta, ser tolerados e impedir el avance del otro vencedor de la guerra: el Comunismo. Ni qué hablar de que se permitiera o se impusiera como ahora la democracia, ante la incapacidad de los gobiernos americanos hasta el Río Bravo de lograr lo mejor para sus gobernados, pues se instalaría un partido comunista en la punta de la pirámide de las elecciones y de ahí, con esa justificación social-moral, y so pretexto de una intervención yankimperialista, la URSS vendría al rescate con el reconocimiento internacional y un arsenal listo a hacer de ese país, bastión del Comunismo y una base militar. La democracia abriría, entonces, el agujero por donde el roedor del Soviet escarbaría hasta el centro del poder de esos países que no supieron aprovechar cuando el mundo estaba en conflagración, para erigirse como potencias. Así, la democracia estaba fuera del entendimiento de Washington, y nuestro continente, a excepción de Norte América, se coloreó con dictaduras de todos sabores, durezas y aun la supuestamente más blanda, la nuestra, cobrando sus víctimas desde la economía, hasta la desaparición de decenas de miles de antagonistas al partido único, o dentro de éste en la lucha por lograr dominarlo. Todo concluyó, desde fuera y no por mejora nuestra, con la llegada del osado impulsor del derrumbe soviético. Al derrumbarse la URSS se enfrió la psicosis en el hervidero del caletre del tío Sam, rápidamente sustituida por el terrorismo. Entonces, ahora sí, bienvenidas las democracias, pues son las parturientas de las fronteras abiertas, las que permiten el libre mercado. Antes, los militares o dictadores protegían sus fronteras como amurallados feudos, y por sus relaciones estrechas con los dueños del dinero y de la producción de sus países que les compartían ganancias y los apuntalaban en el poder. Qué importa ahora que gobiernos de izquierda lleguen al poder ante el fracaso de las economías de los mercados si retoman modelos obsoletos de Socialismo, ahora

timorato de abrirse a un posible Comunismo. Tendrán que trascender hacia una economía que se capitalice socialmente, como lo han intentado con éxito países del norte de Europa. Esos países de Latino América ahora democráticamente volcados al socialismo, dependen no de un centro de poder militar como lo era la URSS, sino de la misma manera que todos los demás países: del dinero e inversiones. Para sobrevivir, se reacomodarán hacia el centro, y esto dará la puntilla de su transformación o desaparición paulatina por selección natural o reingeniería global. Después de este análisis de la realidad de las realidades, ¿les debemos a los políticos que no atenten contra la democracia? Pues que lo intenten y recibirá su partido político un rápido jab noqueador de su tío Sam, con una consiguiente satanización y extinción. Hay que recordar que el PRI nos decía que gracias a ellos teníamos libertad, cuando la obtenemos por nuestra constitución y no por la dádiva de un partido, ahora nos dicen todos los partidos que nos regalan la democracia y viven la pluralidad. Si no tuvieran al mundo y a las inversiones encima, los cancerberos de la democratización, ya se hubieran destazado para que uno alcanzara el poder absoluto. A la democracia la emanciparon los que desde antes que nacieran los actuales políticos en el poder, lucharon por ella a costa de sus vidas y de no verla llegar. Que las circunstancias y tiempos sean ahora los propicios para la democracia en América Latina, eso es cuestión de lo que ya hablamos de las polaridades y su posición efímera al centro para dejar paso a la antagonista en otro momento y circunstancia, hasta que ambas se funden, y salen en búsqueda de otra polarización. En el otro lado de la moneda, los políticos ahora dicen que la democracia es imperfecta, y así tratan de encubrir los mismos abusos, inoperancia y hasta ineptitud de antes. Es una falacia, pues la democracia no tiene nada que ver ante la falta de decisiones, o de capacidad para llevar a una nación a los mejores niveles de liderazgo. Y todavía nos quieren mangonear con esta palabra que ya vapulean como otras de cambio, poder, político, etc., y nos dicen que por la implementación de ésta, es que debemos pasar por procesos de angustia, donde las soberanías se darán en una eternidad. La democracia es para abrir los espacios a los mejores talentos y perfiles a cargos públicos. No es así en la práctica y se convierte en el instrumento que legitima la corrupción e inoperancia. Desafortunadamente ha sucedido lo contrario en nuestro país y otros. Por el contrario, nuestros dirigentes traducen este primer paso glorioso de la democracia con un Estado y gobernados rehenes de partidos políticos. Además, debemos ya vanagloriarnos pues antes lo era de uno sólo. Vaya consuelo de imbéciles que nos dejan. Los que llegan al poder a través de la democracia son los que menos tienen que pregonarnos que son los paladines de ésta, pues son producto de la voluntad que ejercimos los votantes y nada

más. Decir que la defienden cuando por ella se instalaron en el poder, ya vimos que ni requiere la democracia que la defiendan, y sí la usan como parapeto para desviar la atención a la verdadera exigencia de ejercer el buen y mejor gobierno, donde no se enfrentan a las complejidades de su responsabilidad y de las crisis venidas de anteriores malas gestiones, incluyendo, tal vez, la suya. Se debe defender la democracia desde dentro de la gestión pública, antes de que por su incapacidad se reinvente otro medio de autoritarismo más efectivo ante malos exponentes de la democracia en un mal ejercicio de responsabilidad pública.

EL MITO del CAMBIO Les debemos los cambios sin transformaciones Este mito está muy ligado al anterior y los políticos ya lo asocian no sólo como una virtud suya, sino como patraña al considerarse los prestidigitadores de los cambios que, como hemos visto, no hay nada salido de sus mentes, más ocupadas en la permanencia en el poder a través la manipulación. El actual presidente y otros políticos se manifiestan como los artífices del cambio y los próceres de la democracia, y no es otra cosa que encubrir incapacidades en la función y responsabilidad obtenida por el cambio que hicimos nosotros, no ellos, pues son el resultado de todo un proceso de impulso tanto dentro como fuera del país, así como de las circunstancias que ahora sí favorecieron la salida del anterior partido en el poder. Nuestro presidente se la pasa recordándonos que estamos disfrutando las mieles del cambio y que él es el panal en constante ebullición y, repito, el cambio ya lo hicimos nosotros, él está en pleno ejercicio de gobierno que no ha ejercido, y en uno de sus tantos desatinados discursos se atrevió a decir que para que el cambio realmente se viera, tendríamos que esperar ¡veinte años! El colmo de las megalomaniacas manipulaciones. Dicho en otras palabras: para esperar algo de su cambio, debemos pasar por alto su inoperancia, la del sucesor salido de su maximato, y la de otros dos más en fila india. Para entonces, el mundo se nos habrá adelantado a la putrefacción que hicimos de una patética espera de las mieles del cambio hecho masa para el atole que nos embarran nuestros políticos en la jeta a dedazos.

El Mito de la Reducción de la Pobreza No sé si realmente ha habido una reducción pues nunca hemos sabido a ciencia cierta el número de mexicanos en extrema pobreza. Lo cierto es que se logra reducir únicamente con una sinergia entre Estado y empresas generando empleos y desarrollando una cadena de beneficio y servicios que lleguen hasta el menos preparado. El Estado con un certera Política Industrial y creando las condiciones de seguridad y servicios, hace su parte, adicionando inversión en infraestructura. Nada de lo mencionado caracteriza a este gobierno ni al anterior ni a los otros, entonces, la fórmula de la supuesta reducción de la pobreza nos es todavía un secreto que debe darse al mundo de las maravillosas pócimas. Las empresas sin esas iniciativas y aportaciones que sólo pueden emanar del gobierno comprometido con su sociedad, no pueden instalarse y crear una cadena productiva, de proveeduría y servicios que desde el gobierno se detona para el crecimiento de alguna región rezagada o de planto abandonada como muchas en nuestro país. Sólo así, puede ser coherente darles un ápice de crédito en su alarde de una mejoría en la calidad de vida, para que luego ésta se extienda hasta el menos preparado de los lugareños, que es, por ende, el más necesitado. No tenemos de los políticos los nombres de los especialistas o sus fabulosas ecuaciones, ni los referentes para hacer mediciones y determinar si realmente ha habido una reducción del pauperismo en nuestro país: sólo nos atenemos a lo dicho por las autoridades necesitadas de logros. El de la pobreza es el rubro más nebuloso; en lo demás, no pueden mentir pues en el caos de las imprecisiones que han querido hacer de la generación de empleos, que es la etapa antes de la reducción de pobreza o aumento a falta de éste, sus cifras siempre fueron refutadas ante la realidad creciente de desempleados, salida de empresas de nuestro país y pérdida de competitividad que si es medible. El desempleo en México es mucho mayor a lo que determinan los institutos de información a partir del gobierno, y que no pasan de ser institutos de ilusionismos y etéreas estadísticas: INEGI. De lo que si estoy seguro es que es más del 9%, y podría alcanzar hasta del 14%. Nota de la nueva edición: se ha pretendido en este sexenio, ante la justificación de inoperancia en otros rubros más vitales como la seguridad y la adecuada impartición de justicia, exaltarlo como el gran generador de empleos. Es una gran manipulación ya que no puede rebasar el 4% de creación de empleos, una economía que no supera el 2.5% de crecimiento (2017: 1.7% de crecimiento). Se basan en su estadística de las nuevas altas al Seguro Social. Pero pueden haberse dado de baja al mes siguiente y luego volverse a contratar, debido a los bajos sueldos que no permiten un nivel siquiera cercano al poder adquisitivo que se requiere ante la inflación generada desde el gobierno por sus aumentos a los energéticos. Tanto por Sector Industrial como Segmento de Negocio puedo precisar el desempleo por la apertura comercial, la concentración en zonas industriales en específico, la automatización, que han impactado en el desempleo. Además, debemos adicionar la poca inversión en Obra Pública e Infraestructura y, sobre todo, la falta de una Política Industrial por parte del gobierno. Es tema de

casi todo un libro. Fin de la Nota de la nueva edición. Fundamentado estoy para determinar dichas cifras a partir de los dos causantes del desempleo: la globalización que depreda empresas, concentra operaciones en lugares de menor riesgo inversor y bajo costo de mano de obra, y un gobierno incapaz de haber desarrollado una política industrial y sustentado en la “ese3” (venga otra aportación a nuestra tríada eufónica de sentidos directos a la retentiva) del crecimiento, que son: seguridad, servicios, socialización del riesgo. La ecuación va en función entre el número de creación de empleos necesarios por año para ir ofreciendo plazas a desempleados u otros que se suman a la actividad productiva, generando ellos más dependientes económicos, y los empleadores que crecen o se instalan en nuestro país. El resultado es que debió haber crecido un 50% el desempleo en la sumatoria del presente sexenio. Se disuelve esta dramática realidad al incorporarse la mayoría al empleo informal y la salida de muchos al país vecino. Cada Estado tiene sus propias capacidades de crecimiento y generación de empleo no siempre necesitadas de plantas industriales que son las que más rápido generan empleo, pues al no contar con una infraestructura generacional de servicios y cultura fabril, deben mirar hacia otros horizontes. Algunos estados de la República logran su lugar productivo a través del turismo, artesanías, alimentos, ganadería, pesca, etc. No encontré región industrializada ni segmento productivo -o de otra índole- que haya crecido lo suficiente en este sexenio para reducir la pobreza de su región y, mucho menos, con alcance de hacerlo en otros puntos donde está enclavada la pobreza extrema. Al contar en un país como Alemania con cifras más precisas, hicimos un cálculo varios economistas de ese país y yo, con el resultado de que para que se redujera la cifra de pobreza que determina este gobierno mexicano, requería haber crecido Alemania en un 7% sostenido durante cuatro años. ¿Entonces, México cuánto requería?, más bien, qué requería para ese fin; eso, de seguro, el presente gobierno se lo guarda para la obtención del premio Nobel de economía una vez dejado de ser secreto máximo.

El Mito de los Crecimientos Independientes No hay valor agregado de ningún político para detonar ningún crecimiento en ningún sector de negocio. También, que llegamos al último cuando hay una repercusión favorable proveniente siempre de Estados Unidos. Nota de la nueva edición: además de no contar con sus debidas aportaciones y que en la mayoría de los casos son responsabilidades al haber sido electos o nombrados para las mismas, todavía más: hacen un usufructo del erario los funcionarios. Y para complicar más el escenario con el señalamiento de su inoperancia, hay que sumarle su proclividad de coexistencia con diversos rubros del crimen que, con su sociedad u omisión para afrontarlo, se han robustecido al agrado de una organización mayor que la misma administración de gobierno: algo verdaderamente vergonzoso y de incalculables consecuencias que ahora padecemos. Lo padecemos por no haber exigido la mejor elección de entre tantos mexicanos honestos y competentes por parte de los partidos políticos. Y, luego, tenemos que votar entre tres individuos de muy cuestionables reputaciones, tal como está ampliamente analizado en mi libro Perfil Presidencial. Sin prestigio político ni credibilidad social se entronan todas las candidaturas. Aunado a que no presentan perfiles sustentados en una autenticidad que, a su vez, se basa en la credibilidad y confiabilidad. Reitero, ampliamente analizado en mi libro Perfil Presidencial, previo a las elecciones presidenciales de 2006, y ahora muy enriquecido por las comparaciones de ese entonces y la realidad que vivimos actualmente, en la antesala de las elecciones del 2018, las más contradictorias como competidas. Fin de la Nota de la nueva edición. La incapacidad de quienes nos dirigen se ha apoltronando en la confortabilidad de que cuando crezca Estados Unidos, lo hacemos pasados varios meses. Cuando desacelera su economía, el impacto para nosotros es inmediato, y cuando entra en recesión el titán de la economía mundial, meses antes nos detiene toda posibilidad de crecimiento. Por citar un ejemplo, la bonanza de la Industria de la Construcción se debe al abaratamiento del dinero que ha prevalecido en los recientes años, al ser las tasas de interés las más bajas de los últimos tiempos, obligando a la gente a buscar otros medios para garantizar una plusvalía mejor, y uno de ellos son los bienes y raíces. La ecuación es sencilla: impulsa el crecimiento empujando a los capitales salir a buscar horizontes productivos con tasas bajas. Así se impulsa la economía, y ahora que hay ya un crecimiento en Estados Unidos, mayor que en Europa y tal vez que en Asia, suben las tasas hasta un 4.5% para contenerlo y que pueda salirse de un control. Dicho aumento al costo del dinero pretende evitar una espiral inflacionaria, además, con ello se convierte ese país en una aspiradora de recursos financieros. Antes, la tasa para el que enclaustraba su dinero era del insignificante 1%, entonces, para el

que pedía dinero prestado, lo era no más del 4%. Con este aligeramiento del dólar, la gente se endroga comprando bienes inmuebles, y vemos familias hasta con dos. Lo mismo pasa en Europa. En España la moda es tener dos propiedades ante una tasa de interés no mayor del 2.5% para el que ahorra, y del doble para el que se endroga. La consecuencia: una posible burbuja inmobiliaria que obligará a la subida de tasas de intereses para detener la inflación que detonó. Nota de la nueva edición: nos adelantamos a la crisis del 2008. Y pasarían sólo dos años a partir de la publicación de este libro, para vivirla en toda su crudeza. Los resabios de dicha crisis pesan aún más sobre los gobiernos dependientes de los dictámenes globales y sin un motor interno y vitalidad propia, de los cuales hablamos. Fin de la Nota de la nueva edición. Esto detona una burbuja mundial tanto especulativa como de beneficio para la obtención de financiamiento, prestamos productivos y, sobre todo, bienes y raíces. Pero da la casualidad que nuestro país llega a la mitad del camino por no ser el generador y potenciador de ese, ni ningún crecimiento, donde ya habían pasado cinco años del aumento de inversión a la construcción cuando, por esa inercia global, llega a nuestro país. Absurdo, llega ya a punto de entrar al inicio de la curva en su lado descendente. Vemos una dependencia del entorno exterior y sobre todo de nuestro vecino del norte en forma absoluta, y nuestros políticos con cinismo y desfachatez reconocen su nula aportación en sus titubeantes discursos que justifican el crecimiento sólo si el tío Sam ensancha su barriga. Nota de la nueva edición: la fragilidad se evidencia ahora ante cualquier declaración proveniente de nuestro vecino al norte que desvincule a nuestro país de su paternidad. Absurdo y vergonzoso. Estamos en el preámbulo de un derrumbe económico social con el advenimiento de una nueva oleada de políticos al mando de la nación, y con tan desfasada percepción que pronostica un desequilibrio o, tal vez, pensando positivo, sea lo necesario para salirnos de ese estancamiento del establishment. Fin de la nota de la nueva edición. No hay ningún valor agregado de esa clase política sin clase alguna, nada que se adicione por los tantos tratados de comercio firmados, o por iniciativas que detonen algún segmento productivo siquiera. Una total ineptitud es la que reflejan estos políticos dependientes de todo menos de sus competencias. Vale la pena así como ya definimos las significaciones de capacidad y competencia, habilidades, etc., precisar la diferencia entre incapacidad e ineptitud: la primera es la falta de predisposición o facultades de alguien al que pusimos en un lugar equivocado donde no tendrá nada qué ofrecer ni qué aportar. Sin embargo, debería tener algunas otras competencias o será culpa nuestra haberlo dejado llegar hasta ahí. La ineptitud es la nulidad total, el no poder hacer ni desarrollar nada. Tenemos entonces las otras “ies” de la nulidad aguijoneando la de por sí enclenque calidad de vida y su resultante de extrema inseguridad: ineptitud, incompetencia e ineficiencia. No hay un sólo crecimiento en nuestro país que no dependa de los Estados Unidos; si crece lo hacemos, y si no, lo culpamos de nuestra desventura.

Y si quienes dirigen este barco llamado México no pueden hallar los mejores vientos para navegar con las coordenadas adecuadas, menos tendrán la capacidad de atemperar huracanes o vendavales de las crisis. Mucho menos, sortear la inseguridad. Todavía menos, surcar en entornos de complejidad y retos como desarrollar culturas avanzadas en tecnología, educación moderna y sensorial, y ni soñar con la ciencia, donde en los presupuestos, dirigen migajas, pues es una forma de reconocer que ahí no habrá la más mínima aportación. Pero eso sí, se ufanan nuestros dirigentes de que la estabilidad se la debemos, y se colgaron de las palabras de democracia y cambio y de ahí no los desprendemos. Nos restriegan día con día que son los próceres de tales logros debidos a lo que hemos ya planteado, y no a ellos. Somos dependientes, carentes e insuficientes; carentes de rumbo propio, dependientes de Estados Unidos, e insuficientes para resolver los problemas más inmediatos, gracias a que tenemos políticos en vez de Estadistas. Este libro marca la pauta para la aniquilación por mérito propio del político, y la ascensión del Estadista con los requerimientos del Perfil Presidencial.

El Mito de la Inseguridad debida a todo, menos a los Políticos En el caso de nuestro país, la creciente inseguridad y la concentración de organizaciones delictivas altamente incrustadas en casi todo rubro de delito, no es el fenómeno que arrastra una sociedad común como el caso de otros países carentes de nuestros recursos, posición geopolítica privilegiada, con litorales turísticos únicos y la biodiversidad atrayente de visitantes, etc. Ante la ineptitud de los políticos para hacer frente a la criminalidad sustentada en corrupción y fundamentada por las tres "ies" de la ignominia: ineptitud, inconciencia e impunidad, nos han planteado que en todo país y continente hay criminalidad y que es un gran pulpo al cual se le trozan tenáculos, creciéndole otros: así se la pasan en plena justificación. Pues bien, son ellos, o más bien las generaciones anteriores de políticos, muchos de ellos todavía viviendo del erario, los responsables en gran medida de la creciente inseguridad. Cuando se secuestró a la esposa de un presidente de reconocida empresa alemana, con la indignación mundial y escondido el asunto so pretexto de la seguridad de la señora, una pléyade de asesores en seguridad internacional observaron el caso y escuché de varios de ellos que el fenómeno es una bola negra de negocio creciendo por ser tolerado por el gobierno desde hace décadas. Ya sea con involucramiento directo o evasivo de funcionarios, lo consideran más que un problema de inseguridad por inercia natural como sucedería en cualquier país: una espeluznante forma de gobernar a través del delito. Esto es para crisparle los pelos a cualquiera, pero falta algo más deleznable: esos secuestradores, liberada la señora al pagarse el alto rescate, secuestraron al marido y a volver a pagar. Los que están al mando de este país en todos sus órdenes son los que no impulsan un crecimiento, ni crean situaciones de vanguardia en ningún rubro, ni modernizan, ni se ganan una pizca de legitimidad social; tampoco tienen autoridad moral. Les basta el poder para imponerse y, todavía más, nos han obsequiado una de las sociedades del crimen más confortadas y al lado o en los pisos de arriba de las oficinas gubernamentales. La memoria es una prófuga de la política y ya se olvidó la sociedad mexicana de la constante y recurrente extorsión a la que era presa por los cuerpos policiales, principalmente organismos como Seguridad Nacional o Judicial, incluyendo los Ministerios Públicos que podían disponer de la inocencia de cualquiera hasta lograr un usufructo. Ya comentamos que ante el temor al Comunismo, nuestro vecino toleró y propició para evitar su enquistamiento, todo lo que estuviera al alcance de las dictaduras en América Latina, incluyendo nuestra dictadura sexenal y transexenal. La democracia exigida desde los años sesenta por grupos civiles o dentro del gobierno, así como por el estudiantado idealista y proclive a influencias del exterior, con su tendencia comunista, hizo que se creara en México una policía severa, salvaje y totalmente libre de accionar. Asimismo, se conformaron paramilitares e individuos al margen de una autorización formal, pero sí tolerada por los ejecutores de la justicia para infundir un terror con el mensaje que aún existe con otras connotaciones. Cuando se desvanece el fantasma gigante del Comunismo, disolviéndose en el escenario mundial, ahora sí, fue necesario volcar a una Democracia a esos países sumidos en el mayor terror

que una ultraderecha haya experimentado, y no sólo me refiero a los casos extremos de Argentina y Chile, entre otros, sino en nuestro país fue de igual lesa humanidad. Se fortalecieron los derechos humanos internacionales a la par de la vuelta de tuerca hacia la democratización, y aquellos fueron los supervisores del resultante todopoderoso Canon Global sin antagonista, para poder tener acceso a los grandes préstamos ante sus constantes bancarrotas. Las reglas ahora son: democracia, respeto a los derechos humanos, que no pueden dejarse a un lado en ninguna sociedad democrática para poder lograr su incursión al mercado global de las inversiones tanto bursátiles como productivas. Con ello, en nuestro país y al final de la década de los ochenta e inicios de los noventa, individuos sabedores de toda la inoperancia impartidora de justicia, pues ellos fueron los ineficientes de su tiempo, se fueron quedando en la calle, y no por una situación natural de ser expulsados por un gobierno corrector, sino por la fiscalización proveniente del exterior. Han ido formando, a su vez, sus organizaciones delictivas con una logística efectiva ante la inexistente en los diezmados Cuerpos Policiales, Ministerios Públicos, Policías Judiciales, etc. Los años noventa fueron su ascenso a una de las mayores inserciones en la vida cotidiana que se tenga memoria de cualquier país. Ya eran una fuerza sin precedentes y dominaban todo contexto económico para arrancarle a cada estrato social, tajadas considerables de su patrimonio forjado aun en contra de las otras inoperancias del gobierno. Con esta cruda realidad, los políticos ante su vergüenza histórica deberían ser los más acérrimos enemigos de lo que agigantaron sus antecesores, y así zafarse de esa negra historia marcando su propio legado. No pueden por ineptitud, confortabilidad al no meterse entre varas teniendo su parcela y dejando a los otros la suya. Pero también por una velada forma de mantener a raya a cualquiera, incluyendo subordinados, pues como dijimos, su venganza o corrección quedará en un mero acto delictivo disfrazando una vendetta política. Lo llamo gobernar a través del delito y es la cruenta realidad de nuestro país. La delincuencia organizada no tiene contrapeso, barrera. Es el enemigo social. Pero el mayor enemigo son quienes desde el poder no se confrontan a esa delincuencia o se confabulan con ésta. Y ahí están, y seguirán hasta que razonemos el voto, demos estructura y forma a nuestra capacidad para determinar nuestro destino a través del único medio, el voto, pues el otro camino es una revolución. El Perfil Presidencial es el medio para ese razonamiento del voto. Al tener la mente ocupada en lo más inmediato, con una angustia y desgaste diario para cuidarnos del delincuente furtivo u organizado, se crea el hábitat de la bestia al acecho y los supuestos guardianes de los cercos de la civilidad, los resguardan y azuzan cuando les es conveniente. Apenas si creamos hábitos y autoprotecciones en vez de quienes deberían socavar estos flagelos sociales, y constituye nuestra única defensa. Por el contrario, los impartidores de justicia hacen el más cínico usufructo de los presupuestos que dirigimos con desesperación hacia la función de su responsabilidad, y manipulan a la incipiente democracia hacia fines partidistas, o desvían la riqueza que genera nuestro país, etc. Nota de la nueva edición: si el libro Perfil Presidencial fue profético con el más certero diagnóstico y consecuencias que se tenga en referencia de cualquier otra lectura similar, este libro está a la par, desafortunadamente para la realidad de un país considerado una de las cinco mejores geografías y tal vez el de mejor ubicación geopolítica. Fin de la nota de la nueva edición.

Dos competencias claves que hemos analizado a fondo como requisitos fundamentales para quienes vayan a presidir los siguientes años son: capacidad de seleccionar a los mejores talentos y corregir ante imprecisiones, y capacidad de delegarles, tal como se analiza ampliamente en mi libro Perfil Presidencial. Ambas competencias son inexistentes desde la elección de cada candidato, pues sus partidos a su vez son rehenes de grupos para imponerse en la selección de quien representará mejor sus intereses. No se eligieron a los mejores y pudieron haber encontrado mucho mejores perfiles, pero fueron coartados en su libertad de tomar decisiones. Este es un aspecto que marcará a este sexenio en su inoperancia: no haberle dado margen de movimiento, de actuación, de decisión, de resolución, a su gabinete. Todo se concentró en los Pinos de donde la única señal que se mandaba era no hacer olas, no tomar decisiones, no hacer nada que altere el escenario a conveniencia de quienes montaron la farsa electoral. Usted ya se puede imaginar qué se puede esperar, como así ha sucedido, ya en el ejercicio de gobierno. Esto no es nuevo, así ha sido siempre, pero pensábamos que en este periodo de gobierno por haber sido nosotros los grandes electores (o tal vez no fuimos y hay alguien que movió los hilos y los volverá a manipular), se darían las cosas diferente. Ante la presencia de políticos en el poder, y no Estadistas con las competencias y capacidad de acción y, sobre todo, el compromiso analizado ampliamente en mi libro Perfil Presidencial- a la altura de la historia, nación y gobernados, es que tenemos sucedáneos problemas que cada vez más se agravan. Para no extendernos, pongo sólo un ejemplo de los muchos que hay: Una cosa es la virtud de ser un buen asesor de campaña, un aguerrido captador de votos, un operador político, y otra que le den una Secretaría de Estado donde compromete a todo el sistema que debiera estar dirigido a captar a los mejores exponentes de cada área, y con sobrada trayectoria en su especialidad. De dónde un coordinador de campaña, como el actual Secretario de Comunicaciones, es el mejor hombre para encabezar una de las Secretarías de más peso en el mundo, la responsable de la comunicación de toda la nación a través de la más sofisticada tecnología. Gracias a él, no la tenemos, y sí un monopolio que hará de su dueño el hombre más rico del mundo a costa de nuestro retraso y elevado costo en comunicaciones. Es un insulto para tantos ingenieros especializados, con una trayectoria de años, con un esfuerzo dedicado a formarse, actualizarse, de apostarle a ganar espacios mientras ven que otros con inteligencias medias y sin formación, sin esfuerzo, llegan a puestos de tan alta responsabilidad y sin tener las competencias ni méritos para ello. En Europa y otros países basados en la Economía del Conocimiento, desde hace mucho se han dado cuenta al establecer contacto con nuestros políticos, de su miopía y escasez de argumentación de vanguardia para entablar un dialogo de igual a igual. Y aun así, se jactan de firmar acuerdos comerciales como firmar autógrafos. Y no se diga a la hora de manejar complejidad, crisis, o relaciones críticas con otros países. Hemos sido testigos de imprecisiones hasta la desarticulación total del gabinete a la hora de emitir juicios. Al no delegarles y cuando se atreven a imprimir su sello, lo hacen sin el peso de una mano firme, de una sinergia de gabinete. Imaginemos, entonces, lo distantes y desunidos que han estado todos los segmentos de gobierno. Nota de la nueva edición: con el hartazgo del tío Sam que encumbró a un presidente que lo

manifiesta, aunque no tan coherentemente, se evidencia esa debilidad de cohesión de gabinete y capacidad de manejo de conflicto internacional. Porque en realidad es un conflicto al desvincularse nuestro vecino de aquello que les enquistó en nuestros políticos. Ya ampliamente analizado. Fin de la nota de la nueva edición. Otra de las competencias analizadas en mi libro Perfil Presidencial, es la capacidad de crear unidad, dirección y sinergia al gabinete y sobre todo a las áreas asociadas. En este sexenio hemos presenciado todo un circo de discordancias entre el presidente y su vocero, entre éste y el gabinete, entre el Secretario de Relaciones Exteriores y el presidente a la hora de confrontar las posturas protagónicas de presidentes de izquierda, etc. Ahora vayamos a áreas tan delicadas como la nula procuración de justicia, preñada de las tres “Ies” de la desventura de nuestro país: impunidad, ineptitud, inconciencia. Como fatal consecuencia ha provocado el fortalecimiento de grandes y pequeños grupos delincuenciales que se ríen de aquellos inexpertos funcionarios en la procuración de justicia, y proclives a la corrupción. Individuos que por ser abogados de la familia que llega al poder, son nombrados en puestos de impartición de justicia o juristas de la corte. Y en ese orden están todas las selecciones de los presidentes, gobernadores, etc., y no en la selección demandante de experiencia y facultades en forma directa o a través de expertos.

EL MITO de las REFORMAS Invito al lector a leer en mi libro Perfil Presidencial donde se ven claramente las verdaderas limitaciones para la atracción de inversión extranjera y desmotivación para que nuestros connacionales inviertan, basadas en estudios de inversionistas extranjeros. Es bien cierto que algunas Reformas sobre todo la energética es clave, pero las otras son irrelevantes ante la inseguridad y falta de un marco jurídico que proteja a la integridad física, moral y patrimonial. Nota de la primera edición: pasados doce años de su publicación, ha resultado todo un vaticinio de los graves problemas que tenemos ahora al no haberse dimensionado su alcance con lo expuesto en este libro y del que se unió: Perfil Presidencial. Fin de la nota de la primera edición. Dicho libro llegó a manos de algunos que actualmente nos gobiernan y han tomado algunos aspectos como la Reforma Energética y otros al pie de la letra. O bien, es la coincidencia de visiones compartidas y con la competencia analizada en el Perfil Presidencial de visón de futuro construyendo un presente inmediato. Dichas limitaciones las nombré como los Siete Jinetes Apocalípticos, Tránsfugas de la Inversión: Inseguridad extendida -Lenta Logística -Energéticos caros -Telecomunicaciones desfasadas -Gobierno inoperante -Nivel Professional apenas aceptable -Infraestructura rezagándose. Estos fatídicos jinetes son los verdaderos responsables de la falta de crecimiento y no sólo de la atracción de inversionistas; también de la salida de empresas. Una Reforma son números, cifras que restan o suman al presupuesto, pero su diseño es político. Las Reformas son números con diseño político, lo que significa que su fondo es cifrar alcances que van directo al gasto público, pero la forma de esos números es geometría política, el medio a final de cuentas para que sean parte de la vida pública. Nunca precisó el actual presidente sus Reformas de esta manera o de otra con mayor claridad y alcance para llevarlas al cabo. Sólo cerró un coto de coerción a través de un cuestionable Pacto y todos, veletas con miedo a salirse de las concesiones gubernamentales si cuestionaran algo, aceptaron las Reformas. A su vez, el congreso ya estaba “amarchantado”. En mi libro Perfil Presidencial analizo cuáles serán efectivas, si acaso una, y las razones del fracaso de las otras. Cuando las Reformas alcanzan un carácter idealista, empiezan a contaminarse por intereses fuera de una lógica pragmática y se difuminan en una manipulación ideológico populista, no importa estén remarcadas por el neoliberalismo de la derecha o sean dominguerismos izquierdistas. Aunque a los abanderados de la izquierda se les consideran populistas, tras los fallidos como catastróficos experimentos fascistas-nazis-comunistas, en la derecha también los hay y usan con más ingenio sus argumentos de manipulación-simulación. Para la aprobación de iniciativas de gran alcance o de cuestionamiento social por su enorme costo, hacen rehenes a los partidos políticos: los cooptan o compran o les intercambian parcelas

de poder. Nota de la nueva edición: la Reforma Energética blandió su justificante en la baja de costos de los energéticos y ha resultado lo contrario. Fin de la Nota de la nueva edición. Cuando es por la vía de acuerdos, es a partir de una negociación parlamentaria con su alarde de ingenio y auténtica representación de intereses sociales, aun lo diferenciados que estén. Habrá también grupos antagónicos que prefieren la destrucción antes del éxito del partido en el poder que las promueve, si con ello aspiran a sucederlo bajo sus escombros. Con excepción de cuando los ideales están fundamentados en valores y principios, entonces, no hay barrera alguna para empatar ideologías con los números. Las Reformas son cambios estructurales con una recomposición política y su impacto es social. Deben partir de la conciencia social para su diseño. Deben estructurarse con proyectos base que sustenten viables programas públicos. ¿Algo de lo anterior escuchó en la tan promocionada mención de tales Reformas? La falta de capacidad de resolución o de enfrentarse a las realidades del país por parte el gobierno actual, ha justificado su inoperancia en la no aprobación de las Reformas, y se ha colgado en todos los mitos que hemos evidenciado. Nota de la primera edición: pasamos tras dos sexenios inoperantes a una reformitis aguda, sin el sustento de una seguridad nacional resuelta. Como una cortina de humo, la reformitis la pondera el actual mandatario hasta encima del respeto de la vida misma. Más de diez mil millones de pesos están comprobados de robo al erario por Gobernadores y Secretarios de Estado que desaviaron recursos públicos a Universidades y empresas fantasmas. No es nada significativo a la óptica del actual gobierno, que considera sólo prevalecer en nuestra mente haber logrado el consenso del congreso para dichas Reformas, de las cuales sólo dos lo son. Aparte de la energética y el disfraz de la de telecomunicaciones, las otras fueron una inconsciente subida de impuestos disfrazada de reforma financiera. La educativa, es más bien un control burocrático del gremio magisterial que la mejora educacional. La de seguridad, inexistente, y debía haber sido la primera. Maniobraron con éxito una política sin sustento y autenticidad al ser bofa e insuficiente para el combate de la corrupción e impunidad. Las dos últimas palabras son el talante definitorio del sexenio por acabarse. Hay que sumarle a la reformitis, el virus de trataditis, ampliamente analizado en el libro Perfil Presidencial. Así, en los últimos presidentes pasamos de la tierra de proposilandia a la hora de su candidatura, a la de reformitis y trataditis en el ejercicio de gobierno. Escondieron el trasfondo de su ejercicio indebido de los fondos públicos al dejar que gobernadores hurtaran hasta los reflectores que los habían flasheado como los reconstructores de su diezmada comunidad: pues quedó destazada, tras su gestión. Fin de la nota de la primera edición. El actual presidente se auto encuadra en medio de populistas y autoritaristas del pasado, pero sin darle valor agregado a su posición entre los sátrapas de la política. Se olvidó que está en el ejercicio de gobierno que demanda las Capacidades de Acción ya analizadas, por lo que hace falta una redefinición del poder por el de responsabilidad pública, función pública y ejercicio de gobierno, para acotar a quienes elijamos hacia el crisol del resultado a través de las

competencias analizadas en el libro Perfil Presidencial. Recordando que sin los componentes de “Compromiso”, no tendremos hombres cabales en el ejercicio de gobierno, y sí evasores de las más elementales responsabilidades como este gobierno y los anteriores. Tal falta de competencias se refleja en la creación de estos mitos en derredor de quienes no las poseen, y enmascaran sus malos resultados o los proyectan hacia otros puntos distractores, tal como analizamos en las 13 Argucias. Sin faltarles su dosis de hábiles manipulaciones y la simulación que les acompaña tras lograrse insertar en la palestra pública. A estas alturas, estimado lector, ¿es un político al que desea que dirija nuestra nación, Estado o comunidad donde vive con su familia y convive con sus vecinos?, o un Estadista con las exigencias del Perfil Presidencial. Antes de finalizar, veamos otro mito de menor importancia, pero que vale la pena ya derrumbar por siempre para que no se vuelvan a colgar en él: El actual presidente no es el hombre público del marketing, su alcance fue la del robusto brazo extendido de la publicidad, el hartazgo, y con la mayor inversión en dinero que jamás elección ha ostentado. Hicimos nosotros el cambio de partido y supuestamente de malas prácticas públicas. El presidente, pronto a dejar su gestión que nunca ejerció, se lo achacó sí mismo y evadió sus responsabilidades y promesas durante su elección. Nunca, ya en plena presidencia, apreciamos a un líder con carisma, carácter, confiabilidad y la credibilidad que justifica el robustecimiento de una candidatura hacia el liderazgo de una nación, y que atrajo las mejores voluntades de los electores. Vivimos una de las mayores farsas electorales. ¿Cuántas más vendrán? Las elecciones del 2000 fueron más una ansiedad de volcarnos al cambio con el hartazgo de decenios. Pongamos a cualquiera de los ex presidentes y démosle en estos tiempos toda la publicidad posible: ¿ganarían a los actuales candidatos? Si es así, pongámonos a temblar, pues hemos ido de mal a peor. No obtuvimos nada con ese cambio, pues no representó un avance después de setenta años de una sucesión sexenal a modo de los intereses de un solo partido político.

CONCLUSIONES FINALES y TERCER ESTADO Estimado lector, muchas de las Competencias analizadas en el libro Perfil Presidencial están en ti. De igual manera, habrás enriquecido tu agudeza para la detección de los embustes analizados en el presente libro. Sólo es cuestión de priorizar el desarrollo de tales facultades. Lo detectarás en tus hijos si los observas detenidamente. Pero pueden perderlas al preferir otros desarrollos intelectivos. Además de definir al auténtico y facultado líder, ya estas a punto de formar robustos criterios. Adicional, les permitirá a ti y tus hijos, insertarse favorablemente en una sociedad cada vez más competitiva. Estoy seguro que de algunos de ustedes surgirán los futuros líderes sociales o los Estadistas fundamentados en tales Capacidades que son desarrollables algunas, otras, habrá que haber nacido con ellas o bien ser compensadas con otras. A su vez, ambos libros crean una elevada conciencia social con inteligencia colectiva y me atrevería a decir que ya leen este libro futuros presidentes de nuestro país y de otras naciones, tu hijo (a) puede serlo. Pensamos que construíamos este sexenio acorde a las exigencias tan rezagadas y abatiríamos los de retrasos acumulados por décadas, gracias a que por primera vez se nos respetó nuestro voto. No fallamos en la elección, fallaron los partidos, pues votamos por el que parecía el menos malo, pero en el ejercicio de gobierno demostró una inconsciente inoperancia. Razón por la cual la severidad de la crítica será mayor hacia este sexenio sin que con ello los anteriores fueran menos malos. Si hay algunos políticos que puedan ofenderse de la aniquilación que se hacen por mérito propio, y están conscientes de sus capacidades, deberán ubicarse, entonces, en el perfil del Estadista. Así sabrán que son los más indicados para ascender en la pirámide de la función del servicio público. Si tomo más como referencia el presente sexenio, y hay un resultado adverso de su gestión, no es que lo considere peor que los anteriores: ha sido el único donde se nos respetó el voto. Pero ya debemos dejar el consuelo para conformarnos con lo menos peor, y con la duda de que otro candidato hubiera desempeñado mejor papel. Para eso es el esfuerzo de mis análisis y el individual de cada mexicano en lograr lo mejor para sí mismos y su familia, pues pensar en conjunto hacia un esfuerzo de nación, es dejarles el dividendo mayor a quienes ni siquiera tienen la visión de Estado para aspirar a cualquier posición de representatividad social. Únicamente a través de un Tercer Estado podremos aspirar a una unidad con reciprocidad:

Las dos “emes” de México en forma inversa pero enlazada, son las siglas que lego al Tercer Estado Mexicano:

Al final de este sexenio nos daremos cuenta de lo verdaderamente urgente de conformar ese Tercer Estado. El actual presidente tuvo al inicio de su sexenio un momento histórico para transformar al país, tomando las decisiones por extremas que fueran, pero dirigidas hacia los fines que esperanzamos desde su llegada al poder. No acaso prometió actuar inmediatamente contra quienes hicieron un usufructo del erario y juró abolir la corrupción, hacer frente a la delincuencia, etc. No hizo nada, estando en el lugar adecuado, en el momento adecuado y en una posición privilegiada que ningún político de la historia moderna ha tenido. Ante esa inoperancia, indecisión, incapacidad de tomar decisiones tan ansiadas, únicamente pasó enclenques Reformas (rechazadas: cartuchos quemados), pretendiendo fuesen aprobadas sin una acertada estrategia que permite los golpes tácticos, tal como se hace en los países líderes. Países donde el político vive en constante presión social y una demanda de acción política, y las renuncias son obligadas por dignidad ante la más mínima desviación de la ética o del logro. Para complemento de su fortuna, no la de los mexicanos, en el transcurso de su mandato ha recibido fuera de previsión presupuestal, lo que serán al final del sexenio 400 mil millones de

pesos que en la forma más insultante, más abusiva, dirige a gasto corriente, incluyendo el sobre pago de la realeza burocrática, la más cara del mundo e inoperante. Ante este exabrupto, de no haber canalizado esos recursos a soluciones tan críticas como darle un ramalazo a la inseguridad, o impulsar el crecimiento en zonas de verdadero potencial, lo que nos daría la pauta de creerle que reduce la pobreza, no nos queda más que conformar un Tercer Estado. Conformar ese Tercer Estado no es formar un partido político para ser cooptados por el gobierno con las fabulosas partidas de dinero que dispendian, sino en conjunto con los medios de información, sociedades civiles, de derechos humanos, organizaciones independientes, vecinales, etc., todos, hacer una fuerza organizada. Lograr un alcance capaz de imponer la dimisión de ineptos en la conducción del país en cualquier orden hasta la máxima magistratura. El resultado es la formación de redes locales, regionales y hasta de connacionales fuera del país; reorganizándonos y focalizando objetivos con mucha más facilidad que cualquier institución u organización política, ante su inoperancia. En otras naciones ha surgido el Tercer Estado como antídoto cultural ante la globalización y exigencia contra una burocracia irresponsable, pues se adapta más fácilmente con la evolución humana en un mundo subordinando a la tecnología. Ha contribuido a una mejoría de la calidad de vida, y se conforma con organizaciones no gubernamentales y segmentadas por ambientalistas, derechos humanos, pro cultura, justicia social, etc. La cohesión ideológica será homogénea en su heterogeneidad por intereses diversos, pero con valores coincidentes. Llegará el día en que esas redes se enlazarán por el ciberespacio formando una organización global con dirección humana en contraposición del mundo global dirigido por el monetarismo. Este Tercer Estado no es para ir en contra del Estado, sino para complementarse, re direccionándolo en la medida que toma un rumbo fuera de los intereses colectivos. Es redefinir un nacionalismo sin cerrarnos al mundo, y no ese falso patrioterismo para enclaustrar al país y hacerlo un botín de usufructo o para hacernos veletas de la globalización. Con una fortaleza Estado-Sociedad, sólo así, haremos frente a la globalización y hasta provecho sacaremos por estar más preparados bajo una misión de unidad. Menester será distribuir socialmente el costo ante cualquier embiste del exterior, tal como lo hemos comentado ampliamente en varias de las capacidades de acción que debe poseer quien desde una candidatura haya aspirado a gobernarnos por municipio, estado o la Republica entera. Fortalecer al Estado, tan vapuleado como ahondamos en los “Mitos”, redefinirlo desde una base de la sensibilidad social, es el trasfondo del Tercer Estado. Es constituir al gobierno con una base de ciudadanos excepcionales asumiendo con entereza posiciones de responsabilidad pública una vez electos. Al haber ya generaciones de políticos sin fundar siquiera una escuela de Estadistas o políticos con legitimidad social, cualquiera puede aspirar a candidatearse hasta para la presidencia de la República, y nuestro Tercer Estado impulsará a los ciudadanos de mayor reconocimiento. La única manera de lograr un lugar en el mundo global es la comunión entre Estado,

gobernados y los capitales que no tienen fronteras pero si preferencias y la estabilidad económico social los arraiga. La aportación de este libro es crear esa conciencia de constante demanda a quienes aspiren a gobernar a una de las naciones con mayor historia y rezagos, pero con más retos que otros por sus ventajas naturales y posición geopolítica de la que hemos tanto hablado. Si iniciamos este libro con la mordacidad debida al tema del desenmascaramiento de los embusteros y manipuladores, finalicemos con propositivos aforismos de mi autoría. Ser proactivo, propositivo y participativo, es la tríada del liderazgo participativo: el único viable en este milenio. La capacidad de acción parte de la vitalidad misma de todo ser superviviente; su encauce marca la diferencia entre un anfibio y un ave, entre el ser humano y su ancestro, el homínido. Debemos percibir antes los valores de cualquier aspirante a liderarnos, pues permiten trascender a la humanidad con el respeto a la integridad individual, moral e ideológica. Los valores anteponen a la conciencia antes del acto. El Estadista es quien de ciudadano excepcional, tuvo el sustento moral y facultativo para aspirar y llegar a un cargo público. No es sino hasta en el ejercicio de una efectiva función de gobierno que el una vez candidato a un cargo público, suma legitimidad social y autoridad moral. Antes de pretender liderarnos, el aspirante debió habernos mostrado prestigio político y credibilidad social. Además de su evidente capacidad para siquiera insinuarse líder. Así como Albert Camus dijo que no podemos separar la moral de la política, tampoco la ética de los negocios y, mucho menos, la moral y la ética de la administración pública.

Table of Contents Las Trece Argucias de la Manipulación de Embaucadores y Políticos Argucia primera El parlotero en el desván de la divagación Argucia Segunda El voluntarioso de las voluntades sublimadas Argucia Tercera El malabarista de la confusión Argucia Cuarta El relativista en el vacío de la evasión Argucia Quinta El redentor de las soluciones al aire Argucia Sexta El institucionalizado de los dogmas y las revelaciones Argucia Séptima El exegeta de las exageraciones Argucia Octava El inadmitente camaleón de las indefiniciones Argucia Novena El adánico reinventor de nuestro mundo y valores Argucia Décima El amigo de la ambigüedad y compadre del cinismo Argucia Onceava El deformador de la realidad, el inválido de las validaciones Argucia Doceava El pedante de los descalabros del lenguaje Treceava y última argucia El apóstol de la impostura Parte dos DERRUMBANDO MITOS El Mito de la Macroeconomía EL MITO de la DEMOCRACIA EL MITO del CAMBIO El Mito de la Reducción de la Pobreza El Mito de los Crecimientos Independientes El Mito de la Inseguridad debida a todo, menos a los Políticos EL MITO de las REFORMAS CONCLUSIONES FINALES y TERCER ESTADO