Las revoluciones europeas: de 1820 a 1848 8498272645, 9788498272642

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Las revoluciones europeas: de 1820 a 1848
 8498272645, 9788498272642

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Las Revoluciones Europeas de i82o a 1848

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dilema EDITORIAL

Historia

Angeles Hijano

ÁNGELES HlJANO

LAS REVOLUCIONES EUROPEAS de 1820a 1848

Editorial Dilema Madrid, 2012

© Dra. Ángeles Hijano Pérez (UAM Madrid) © Portada: Hotel de Ville 25 Febrero 1848 © Editorial Dilema, 2012 Ibáñez Marín, 11 - 28019 Madrid Teléfono y Fax: 914729071 [email protected] www.editorialdilema.com ISBN: 978-84-9827-264-2 Depósito legal: M-19265-2012

Portada:

María Pérez-Aguilera [email protected] Maquetación: J.M.P.G.

Reservados todos los derechos. Queda totalmente prohibi­ da la reproducción total o parcial de este libro por cual­ quier procedimiento electrónico o mecánico, incluso foto­ copia, grabación magnética, óptica o informática, o cualquier sistema de almacenamiento de información o sistema de recuperación, sin permiso escrito del editor.

z Indice

Revoluciones y ciclos revolucionarios

7

1 Las revoluciones liberal-burguesas: Una cuestión polémica

15

2 31

Europa entre 1815 y 1848

3 Las revoluciones mediterráneas

49

4 1830: El nuevo empuje de la alta burguesía

87

5 1848: Revoluciones románticas y democráticas

ÍNDICE

119

5

6 Conclusión: Entre el 1789 francés y el 1917 ruso Bibliografía Indice alfabético

6

149 159 161

LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

Revoluciones y ciclos revolucionarios

El concepto de ciclo utilizado actualmente por los historia­ dores no es una creación propia de la historia, no tiene nada que ver con las viejas filosofías de la historia, ni siquiera con sus ver­ siones reactualizadas por Spengler o Toynbee que, desde su po­ sición de filósofos, fueron autores de sendas obras sobre la natu­ raleza de la historia que sorprendieron en su día por sus teorías de carácter pesimista y providencialista, dando a la religión una enorme importancia para comprender la historia. Fueron los economistas quienes aportaron el término, utili­

zándolo desde la segunda mitad del siglo XIX, para establecer las características de las fluctuaciones en los precios y la existen­ cia de crisis de duración variable que configuraban una evolu­ ción de la economía, más cercana a la realidad. En 1862, JeanClément Juglar publicaba un libro, De las crisis comerciales y de su retorno periódico en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, que resumía bastante bien el contenido y la clave de los ciclos

REVOLUCIONES Y CICLOS REVOLUCIONARIOS

7

que llevaban su nombre. En los mismos años, el filósofo, econo­ mista y revolucionario alemán, Karl Marx, al someter a un aná­ lisis teórico la reproducción ampliada del capital, mostraba con­ cretamente que este proceso engendraba crisis cuya repetición les daba un carácter cíclico. El concepto se aplicó a la historia y permitió romper con la manera tradicional de hacer historia, es decir, acabar con la práctica habitual de fijarse simplemente en los acontecimientos aislados, para dar importancia también a la repetición de los mismos. Partiendo de la existencia de ciclos, cabe señalar que en la primera mitad del siglo XIX se producen en la mayoría de los países de Europa una serie de movimientos revolucionarios, de carácter liberal burgués, que han sido integrados en una serie de ciclos revolucionarios. La secuencia de dichos ciclos revolu­ cionarios permite establecer su definición, de tal manera que por ciclo revolucionario se entiende un periodo de tiempo, ge­ neralmente corto en número de años, durante el cual tienen lu­ gar levantamientos de carácter revolucionario, que se reprodu­ cirán pasado otro lapso de tiempo, por lo general más amplio (unos diez años), dando origen a la contabilización de un nuevo ciclo. Los ciclos señalados en este epígrafe se enmarcan dentro de una etapa de más amplia duración, la de las revoluciones liberalburguesas que se producen a lo largo del siglo XIX, aunque arrancan del siglo XVIII, y dan lugar a manifestaciones bien di­ ferenciadas. Por un lado, habrá un grupo de revoluciones de ca­ rácter socio-político, entre las que destaca la Revolución Fran­ cesa y, por otro, una revolución de carácter económico, la Revolución Industrial inglesa, que influirá directa y decisiva­ mente en la posterior industrialización del resto de los países.

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

Centrándonos en las revoluciones de carácter socio-político, y al hilo de la denominación de revolucionario, es preciso defi­ nir en primer lugar ¿qué es una revolución? Este término, del que se ha abusado en muchas ocasiones, tiene por objeto desig­ nar los acontecimientos que se producen con motivo de la lucha por el poder. Pero para que ese proceso pueda ser considerado revolucionario, es preciso que se den dos etapas en su desarro­ llo: la primera sería la conquista del poder, lograda habitual­ mente de manera violenta. La segunda consistiría en una serie de cambios en la organización social, encaminados a crear un nuevo sistema político que permita a la población aceptar la nueva legitimidad, una vez desplazado el antiguo sector dirigen­ te, y que tengan la suficiente importancia y entidad para contra­ poner la situación anterior con la surgida de la revolución, aun­ que ello no implica que desaparezcan por completo, o de forma inmediata, las características de la sociedad precedente. En cual­ quier caso, estas dos etapas son necesarias para que exista una revolución. Si no se produce la conquista del poder por un sec­ tor distinto al que lo ostentaba anteriormente no se puede ha­ blar de revolución, sino de reformismo; y si no tienen lugar cambios en la organización social, el fenómeno deberá ser con­ siderado como contrarrevolucionario o involucionista, un golpe de Estado. De este modo, el reformismo debe ser entendido co­ mo la expresión de los monarcas ilustrados del siglo XVIII, con la frase clave del Despotismo Ilustrado «Todo para el pueblo pero sin el pueblo», mientras el golpe de Estado sólo es una acción vio­ lenta e ilegal de los individuos que encarnan el poder ejecutivo para invadir la esfera de acción del legislativo o propiciar un cam­

bio de régimen. En ninguno de los dos casos aislados puede ha­ blarse de revolución, porque siempre le faltaría el otro elemento

REVOLUCIONES Y CICLOS REVOLUCIONARIOS

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Europa a mediados del siglo XVIII

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ARGELIA

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M A R C A S P IO REVOLUCIONES Y CICLOS REVOLUCIONARIOS

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del binomio. En definitiva, resumiendo la multitud de definicio­ nes y características del término, sólo se puede hablar de revolu­ ción cuando el cambio se produce como inicio de algo nuevo, cuando la violencia es utilizada para constituir una forma de go­ bierno totalmente diferente a la que existía, dando lugar a un cuerpo político distinto, y cuando la liberación de la opresión conduce, al menos, a la obtención de la libertad. Es decir, las re­ voluciones no pueden ser entendidas únicamente como un cam­ bio o como el paso de una forma de gobierno a otra, sino que deben tenerse en cuenta ambos factores, junto a la serie de com­ ponentes que las han provocado.

El concepto de revolución tiene una serie de elementos básicos que la definen, tales como la novedad, su origen y la violencia. En este sentido, el análisis de los ciclos revolucionarios indica que las revoluciones que los componen tuvieron en cuenta la cuestión so­ cial, que establecía una división entre la población (ricos y po­ bres), el deseo de libertad y el de igualdad. En consecuencia, los ciclos revolucionarios del siglo XIX no son más que la continua­ ción del movimiento revolucionario iniciado en 1789 y, por con­ siguiente, forman parte de la única revolución —la Revolución Francesa— que adquirió así la característica de ser perpetua. Siguiendo estas premisas, nos encontramos que en Francia se produce, en 1789, una revolución que engloba las dos etapas mencionadas. Sería, además, una revolución burguesa porque la realiza un grupo o una clase social: la burguesía, que adquirió fuerza a lo largo del siglo XVIII, después de haber estado domi­ nada por el sector social que detentaba el poder en el Antiguo Ré­ gimen, el estamento aristocrático y que, representado por la no­ bleza era, junto al clero y el pueblo llano, uno de los tres estamentos en que se dividía la sociedad del Antiguo Régimen.

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Una vez concluida la fase álgida de esta revolución, fijada el 9

de septiembre de 1799, coincidiendo con el golpe de Estado de 18 Brumario de Napoleón, se inicia un periodo en el que se tra­ tará de concluir algunos de los proyectos planteados que habían llegado a realizarse, produciéndose entonces los ciclos revolu­ cionarios.

REVOLUCIONES Y CICLOS REVOLUCIONARIOS

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Las revoluciones liberal-burguesas

Una cuestión polémica Sobre las distintas, etapas y características de las1 revoluciones burguesas que se sucedieron a lo largo del siglo XIX, se ha producido un debate entre los historiadores, surgido fundamentalmente de las distintas metodologías utilizadas para su estudio y, por tanto, de los diferentes resultados obtenidos. El debate se inició ya en la primera mitad del si­ glo xix, cuando Alexis de Tocqueville (1805-1859) publicó su libro El Antiguo Régimen y la Revolución,

LAS REVOLUCIONES LIBERAL-BURGUESAS

15

1. La interpre­ tación social clásica de la revolución capitalizó buena parte de los debates.

en el que sin utilizar un método concreto, sino par­ tiendo de un análisis reflexivo y a menudo intuitivo de unos hechos tan recientes, planteó el problema de la revolución burguesa como una cuestión que trascendía los límites de la teoría política para con­ vertirse en el resultado de las contradicciones so­ ciales. Tocqueville fue, sin duda, uno de los intérpretes más lúcidos de la Revolución Francesa, de la que fue contemporáneo, participando en vida en todas las consagraciones «mundanas»: la Cámara de los Diputados, la Academia Francesa, un ministerio e incluso éxitos literarios. De sus libros, La Demo­ cracia en América tuvo buena acogida y El Antiguo Régimen y la Revolución fue celebrado tan pronto como apareció. Su libro sobre la democracia ha si­ do considerado también un clarividente trabajo analítico, basado en gran medida en el estudio y la observación personal. La suya fue, indiscutible­ mente, una gran aportación dentro de los estudios históricos decimonónicos que ha influido en mayor o menor medida en los historiadores hasta la actua­ lidad.

El caso español Para el caso español conviene un pequeño apar­ tado, pues las características atribuidas a la revolu­ ción liberal española indican que en España el cum­ plimiento de los objetivos previstos inicialmente se

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

realizó de una forma tan parsimoniosa que recuer­ dan su carácter discontinuo e incompleto, así como la sensación de frustración vivida por la sociedad española, al no conseguir sus metas más que de for­ ma parcial. La historiografía lleva varios años dis­ cutiendo la propia denominación del proceso, si fue una revolución o se trató tan solo de un con­ junto de reformas2. El primero que abordó el estu­ dio de la revolución fue Miguel Artola, quien, utilizando las denominaciones de liberal y bur­ guesa, confirió al acontecimiento una importan­ cia inusitada en la historiografía española3. Su te­ sis de considerar protagonistas a los burgueses, movidos por un principio liberal de búsqueda de igualdad y rechazo del Antiguo Régimen ha crea­ do un paradigma respetado en su origen por la historiografía posterior. Sin embargo, ha sido ob­ jeto de múltiples retoques que han ido agrandan­ do la base inicial de la explicación. Junto con varios apoyos, como los expresados por Tomás y Valiente que plantea la existencia de un proceso revolucionario de larga duración que acabará imponiéndose con el paso del tiempo4, se encuentran valoraciones distintas, como las mani­ festadas por Fontana que reivindica la existencia de varios proyectos de reforma moderada más que una revolución social5. Por su parte, Jover ha publicado en varias oca­ siones su análisis sobre las visiones del proyecto artoliano. Reconoce a Artola como el fundador de la

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17

2.Se ha dicho que en España se produjo una transformación aún más sorprendente porque se unió el nacionalismo al fervor religioso para expulsar al invasor. Además, la caída de la monarquía española dio lugaral liberalismo espa­ ñol (palabra que España exportaría al resto de Europa). 3. ARTOLA, Miguel, Los orígenes de la España Contemporá­ nea, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constituciona­ les, 2000 (Ia ed. 1959),Vol. 1.

4. TOMAS Y VALIENTE, Francisco, Ma­ nual de Histo­ ria del Derecho Español, 4a ea., Madrid, Tecnos, 1990. (Síntesis ya clásica y siem­ pre recordada). 5. FONTANA. Josep, La crisis del Antiguo Ré­ gimen, 1808-1823, Barcelona, 1979.

6.JOVER ZAMORA, José Marta, GÓMEZ-FERRER, Guadalupe, FUSIAIZPÚRUA, TJl Juan Pablo, ESPAÑA: SOCIEDAD, POLÍTICA Y CIVILIZA­ CIÓN (SIGLOS XIXXX), Madrid, Debate, 2001, p. 32-33.

denominación liberal y burguesa para la revolución española de 1808 a 1814, momento en que la pro­ tagonista es la burguesía que acabará sustituyendo a la nobleza o compartiendo con ella un puesto en la elite que va a disfrutar de un nuevo marco legal6. La tesis de Pérez Ledesma es reconocida como la gran innovadora, al defender la existencia de una re­ volución social que acaba con las bases de la socie­ dad estamental y busca un nuevo orden basado en la igualdad, el mérito y la capacidad. El proceso sería largo y no participarían solo los burgueses, sino otro

7. PÉREZ

grupo de juristas y profesionales que en la década de los treinta se verán retrasados por la defensa de los derechos de propiedad. Su interpretación trata de explicar los dos procesos, la independencia y la re­ volución, explicando que en España apenas había una burguesía capaz de dirigir una revolución y me­ nos que la ideología liberal fuera la promotora de la misma7. En su intento de sintetizar todas las posibles / interpretaciones recuerda la obra de Alvarez Junco, autor para quien lo ocurrido en España fue más que una revolución, una evolución o transición y que su origen más que burgués fue de carácter «oligárquico de base agraria» que tardó más de un siglo y medio en configurar una sociedad capitalista y liberal8.

LEDESMA, Manuel, “Las Cortes deCádiz y la sociedad española”, en Miguel Artola (ed), Las Cortes de Cádiz, Madrid, Mar­ cial Pons His­ toria, 2003, pp. 167-169.

8.ÁLVAREZ JUNCO, José, “A vueltas con la revolución burguesa”, Zona Abierta, n° 35-36, jul.-dic., 1985, pp. 81-106.

Revoluciones atlánticas Ya en el siglo XX, a finales de la década de los 50, algunos historiadores, entre los que cabe destacar al

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norteamericano Robert R. Palmer y al francés Godechot, lanzaron una teoría sobre las revoluciones burguesas donde se omitía cualquier trasfondo eco­ nómico y social9. Para ellos, las revoluciones bur­ guesas, y en especial la Revolución Francesa, eran el resultado de una conmoción revolucionaria, co­ mún a Europa y a América, donde no influyeron los contenidos económicos (es decir, el carácter an­ tiburgués y, por tanto, capitalista), sociales (es de­ cir, el carácter antiaristocrático y burgués) ni nacio­ nal (es decir, su carácter de uno e indivisible). Palmer y Godechot establecieron en 1954 una tipología de las revoluciones burguesas10, basándo­ se en aspectos poco decisivos, como el lugar geo­ gráfico donde se producen y los logros que se al­ canzan, que dejan vacío de contenido el análisis al no profundizar en la raíz misma de por qué se pro­ ducen. Sin embargo, desde 1968 cambiaron algu­ nos de sus planteamientos sobre las revoluciones, reconociendo que la Revolución Francesa había si­ do antifeudal y burguesa, aunque justificando su teo­ ría anterior. Según Palmer, la «Teoría Atlántica» era necesaria en la coyuntura internacional de los años cincuen­ ta, donde se trataba de exaltar la solidaridad ideo­ lógica en los países de la Alianza Atlántica, remon­ tándose al siglo XVIII para buscar el origen de sus tradiciones políticas. A medida que se iba apaci­ guando la guerra fría11, se retornaba a una visión más serena y más adecuada a la realidad, de manera

LAS REVOLUCIONES LIBERAL-BURGUESAS

19

9. La conmoción revolucionaria planteada por Palmer y Godechot negaba el fondo económico y social.

10. La «Teoría Atlántica» trataba de exaltar la solidaridad ideológica de los países de la Alianza Atlántica.

11. La calma en la guerra fría hizo cambiar el rechazo inicial a las cuestiones socio-econó­ micas.

que Palmer, en su obra de 1968, llegó incluso a ad­ mitir que la de 1789 era también la revolución de la igualdad, aspecto en el que la Escuela Francesa siempre había insistido con fuerza. La argumenta­ ción de Palmer fue retomada y desarrollada, en co­ laboración con el historiador francés J. Godechot, en 1955, en el Congreso Internacional de Ciencias Históricas de Roma. Antes de que Palmer iniciara la etapa de rectificaciones y seguramente por no haber estado tan implicado en la «Teoría Atlántica», Godechot se propuso aliviar el contenido de sus afirmaciones, insistiendo en el carácter antifeudal de las luchas sociales que se produjeron de 1789 a 1793. Las cuatro oleadas: 1815, 1820, 1830, 1848

12. Las oleadas se fijaron siguiendo criterios geográficos,

La teoría de Palmer y Godechot se articulaba fi­ jando la existencia de cuatro oleadas revoluciona­ rias12. Con respecto al tema que nos ocupa, lo más importante es señalar en qué bloque de esa tipología se integraría cada uno de los ciclos revoluciona­ ,

rios estudiados en este libro. Estas son las oleadas .

.

. .

.

.

propuestas por los dos historiadores: • Primera oleada, que recibe el nombre de «Re­ volución Occidental o Atlántica» porque se produce a ambos lados del Atlántico en las décadas finales del siglo xviii. Dentro de ella se encuadrarían la inde­ pendencia de los Estados Unidos, las agitaciones en Inglaterra, la Revolución Francesa, los fenómenos

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

revolucionarios de comienzos del siglo xix en Es­ paña, los independentistas de América Latina y las agitaciones de otros países europeos como Suiza, Países Bajos e Irlanda. Se trataría de una agitación de carácter internacional, transmitida a través del Atlántico, que finalizó en 1815 cuando se inicia la etapa de la Restauración. • Segunda oleada, ocurrida en 1820, ya dentro del sistema de la Restauración. Se da sobre todo en Europa y tiene menos importancia que la primera. En España se vuelve al liberalismo y más tarde se extenderá por Portugal, Italia y otros países de Eu­ ropa. En esta oleada se integrarían las revoluciones de España, Dos Sicilias, Cerdeña, Portugal, Rusia y Grecia, triunfando sólo en este último caso. • Tercera oleada, en 1830, que obtiene su mayor éxito en Francia con la sustitución de la monarquía de Carlos X por la monarquía constitucional de Luis Felipe de Orleans. Se produjo en Francia, en Bélgica —donde también se conseguirán algunos

logros—, en Hannover, Hesse, Brunswick, Sajonia, Polonia, Parma, Modena, Dos Sicilias y Estados Pontificios. • Cuarta oleada, en 1848, que se produce en ca­ si todos los países de Europa. Se inicia en Dos Sici­ lias y se extiende por Cerdeña, Milanesado, Véne­ to, Francia, Prusia, Austria, Hungría y los Estados Pontificios. El punto central es el establecimiento de la república en Francia. En Alemania, la burgue­ sía se levanta, pero fracasa. En España se produce

LAS REVOLUCIONES LIBERAL-BURGUESAS

21

ALEMANIA

1. Bohemia 2. Moravia 3. Alta Austria 4. Baia Austria 5. Salzburgo 6. Estiria 7. Tirol 8. Carintia 9. Carniola 10. Istria 11. Dalmacia 12. Silesia 13. Galitzia 14. Bucovina 15. Hungría 16. Transilvania 17. Croacia-Eslovenia a. Novipazar 1878-1909

LUXEMBURGO

SUIZA

ITALIA

Herz 190

MON

ESPAÑA

La monarquía austro-húngara y el sudeste de Europa

MAR TIRRENO

Cisleithania (Austria) Transleithania (Hungría)

Línea divisoria de la monarquía austrohúngara 1878 Fecha de independencia MAR MEDITERRÁ

• "| Posteriores anexiones territoriales

1878 Fecha de anexión

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RUSIA

13

14

16

RUMANIA

1878

MAR NEGRO

SERBIA

1878

BULGARIA

187

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1913 F

913

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191 IMPERIO

OTOMANO

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GRECIA

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V8291

1863 Creta

edecanes (ITALIA)

1908

LAS REVOLUCIONES LIBERAL-BURGUESAS

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13. Cada una de las oleadas descrita era denominada por su fecha y por el lugar donde se produjo.

el movimiento con retraso, siendo sus equivalentes la agitación de 1854 y la revolución de 186813. El rasgo característico de esta última oleada es que en ella las capas populares tendrán mayor importan­ cia y protagonismo que en las anteriores. Hay ya orga­ nizaciones obreras que se enfrentan no sólo contra las estructuras de carácter nobiliario que aún perviven, si­ no contra los propios burgueses revolucionarios. No obstante, la dirección revolucionaria la siguen asu­ miendo los burgueses, siendo su interés el que preva­ lece, aunque se tenga en cuenta al proletariado. La unidad en la multiplicidad: el grupo de Leipzig

14. Un grupo de historiadores marxistas, dirigido por Markov y Kossok, formó el grupo de Leipzig.

15. La «unidad en la multiplicidad» fue la base para un estudio comparativo de las revoluciones.

Frente a la periodización anterior, basada en cuestiones generalizadoras, un grupo de historia­ dores, el llamado grupo de Leipzig14, inició en 1969 un ambicioso proyecto de investigación que tenía como objetivo la realización de un estudio comparado de las revoluciones burguesas, para es­ tablecer una teoría más rica y matizada que «las te­ sis generalizadoras y globales», que las identificaba a todas15. En una de sus últimas publicaciones, además de mostrar el estado de la investigación, se pre­ tendía deshacer la imagen caricaturesca que se tenía de la investigación histórica marxista realizada en los países del Este. El trabajo se proponía analizar las revoluciones ocurridas desde finales del siglo xv hasta 1917, en

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

un ámbito geográfico que abarcaba desde América Latina al Japón, superando así la interpretación eu­ ropeizante de la historia. Constituía, en palabras de Engelberg, uno de los miembros del grupo, un in­ tento de explicar la «unidad dentro de la multiplici­ dad» de las revoluciones, demostrando que ésta era una idea fundamental en la historia comparativa de los fenómenos revolucionarios. El fin último del proyecto de investigación era establecer leyes de validez general para todas ellas, y variantes para ca­ da una. Basándose en esta argumentación16, el estudio comparativo de las revoluciones burguesas debería te­ ner en cuenta una serie de criterios, necesarios para plantear futuras investigaciones sobre el particular. He aquí, en síntesis, cuáles habrían de ser tales criterios. • Causas-, las inmediatas y mediatas, es decir, es preciso estudiar la historia previa y posterior de ca­ da revolución. • Finalidades: tanto las primarias como las se­ cundarias que han derivado de ellas. • Fuerzas impulsoras: valorando el papel y el ritmo de desarrollo de los principales componentes de clase que las constituyen. • La cuestión del poder y la hegemonía: analizan­ do el carácter de clase, sus formas y las fases de su desarrollo. • El papel de las masas populares: permitirá es­ tablecer la diferencia cualitativa entre revolución burguesa y democrático-burguesa.

LAS REVOLUCIONES LIBERAL-BURGUESAS

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16. A través de un amplio conjunto de criterios podrán estudiarse todas las revoluciones.

• Formas y métodos de lucha-, con ello se puede fijar la diferencia entre poder revolucionario y con­ trarrevolucionario. • Resultados y consecuencias: no sólo las inme­ diatas, sino también las que configuran una modifi­ cación sólo tangible o mensurable a largo plazo. • Lugar histórico y particularidades: con ello se consigue explicar sus características irrepetibles, aunque se enmarquen en un ciclo. • Carácter de la época: su conocimiento facilita su integración en la línea de desarrollo del proceso

histórico. Tipología de las revoluciones burguesas según el grupo de Leipzig

17. Las bases socio-econó­ micas permitieron hacer una tipología distinta de las revoluciones.

Después de analizar estos criterios, Kossok esta­ bleció una17 tipología de las revoluciones burguesas que daría lugar a cuatro clases de revoluciones, bien distintas de las definidas por Palmer y Godechot al fijar las cuatro oleadas revolucionarias: 1. ° Revoluciones en el feudalismo contra el feu­ dalismo. De este tipo serían la Revolución Francesa de 1789 y el ciclo revolucionario de 1820. 2. ° Revoluciones en el capitalismo, a favor del ca­ pitalismo. Su fin es consolidar el orden capitalistaburgués que ya se había establecido revolucionaria­ mente. Los ciclos revolucionarios de 1830 y 1848 serían el ejemplo más claro de este grupo de revo­

luciones.

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

3. ° Revoluciones en la vía hacia el capitalismo. Afectados por los efectos de la doble revolución (sociopolítica en Francia e industrial en Inglate­ rra)18, muchos países de Europa tendrán que elegir una vía de desarrollo, planteándose las opciones en­ tre la vía revolucionaria (democrática) o la vía re­ formista (conservadora). Alemania en 1848-1849, y España en 1854 y 1868-1874, realizarían revolu­ ciones con las características de este grupo. 4. ° Revoluciones burguesas bajo hegemonía proletaria. La burguesía ya no se pone a la cabeza de un proceso revolucionario y, además, tiene un equilibrio de intereses con la gran propiedad. En este grupo sería difícil integrar a las revoluciones de 1820, 1830 y 1848, aunque algunas caracterís­ ticas del ciclo de 1848 le permitirían pertenecer a él.

18. Los ciclos podrían agruparse según su pertenencia a los distintos modelos de revolución.

¿Hubo realmente revoluciones? Las versiones radicales La iniciativa de Palmer fue seguida por otros au­ tores que, basándose sólo en la Revolución France­ sa, rechazaban cualquier interpretación social de las revoluciones19.

De entre ellos, cabe mencionar a Cobban, que niega la existencia del feudalismo y también de un conflicto de clase entre aristocracia y burgue­ sía que pudiera determinarse socialmente con claridad.

LAS REVOLUCIONES LIBERAL-BURGUESAS

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19. Algunos autores plantearon que la revolución era un mito porque no tenía fundamentos reales.

Parece que la razón última de todas las contro­ versias surgidas en el debate sobre la revolución liberal-burguesa radica en las distintas nociones que tienen los historiadores sobre conceptos bá­ sicos tales como feudalismo, burguesía o capita­ lismo. En conclusión, las tesis de Cobban están enca­ minadas a saber si hubo o no revolución en Francia y a señalar que cualquier proceso que se produjera en Francia en esa fecha no pudo acabar con el feu­ dalismo porque éste ya había desaparecido y que 20

También se

consideró que las revoluciones

eran políticas

consecuencias sociales y no a la inversa.

*

tamPoco puede darse validez al argumento de revolución capitalista era una revolución her rporque -i cha por burgueses que ya ocupaban altos cargos desde hacía mucho tiempo, ejercían todas las fun. ciones administrativas y las conservaron^0. En definitiva, para Cobban, la Revolución Fran­ cesa fue una revolución esencialmente política que tuvo consecuencias sociales, pero no una revolu­ ción social con consecuencias políticas. Sus tesis han conseguido adeptos entre los histo­ riadores norteamericanos, aunque con algunos ma­ tices, porque han centrado sus trabajos sobre as­ pectos concretos y distintos de la revolución liberal, tales como la burguesía y el capitalismo. En la misma tónica, pero mucho más radicales en sus afirmaciones, Richet y Furet publicaron en 1965 La Révolution, una obra más de publicistas que de historiadores, donde se niega la importancia de las contradicciones de clase en el estallido de las

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

revoluciones y se atribuyen a problemas de alta po­ lítica las causas de las mismas21. De cualquier modo, para ellos, las masas popu­ lares no habían tenido ninguna participación en la revolución.

LAS REVOLUCIONES LIBERAL-BURGUESAS

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21. En ocasiones se consideró la alta política como causa de los estallidos revolucionarios.

2

Europa entre 1815 y 1848

La Restauración El proceso socio-político que se da en Europa a partir de 1815, como resultado final de la derrota de Napole­ ón, coincide con lo que se ha denominado Restauración. En este punto conviene hacer un breve recuento de los problemas vividos en Europa justo antes de la caída de Napoleón, ya que esa situación constituye el foco origi­ nal del que surgirá la Restauración22. La etapa napoleónica estuvo plagada de éxitos dentro y fuera de las fronteras francesas, pero aca­ bó derrumbándose a causa de varios factores:

EUROPA ENTRE 1815 Y 1848

31

22. La caída de Napoleón hizo posible el inicio de la Restauración.

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

Gran Ducado de Oldenburgo Hannover Principado de Andorra República de Valais Ducado de Lucca Gran Ducado de Toscana Estados Pontificios Principado de Piombino República de San Marino Provincias ¡líricas Pomerania Sueca República de Danzing

13. Principado de Montenegro

MAR DEL NORTE REINO DINAM

O UNI RAN BRE A

DE

IRLANDA

Ho

da

IMPERIO FRANCÉS

OCEÁNO ATLÁNTICO

SUIZA

REINO DE PORTUGA

RE NO

DE CERDEÑA

MAR MEDITERRÁNE

32

LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

TINO DE SUECIA MAR BÁLTICO

IMPERIO

RUSO DUCADO

VARSOVIA

a. Gran Ducado de Mecklenburgo-Schwerin b. Gran Ducado de Mecklenburgo-Strelitz c. Westfalia d. Reino de Sajonia e. Gran Ducado de Hesse f. Gran Ducado de Berg g. Gran Ducado de Francfort h. Gran Ducado de Würzburg i. Estados de Turingia j. Reino de Baviera k. Reino de Württemberg l. Gran Ducado de Badén

IMPERIO AUSTRIACO

Valaqui

MAR NEGRO

IMPERI REIN

OTOMANO

LES

Corfú

ICILIA

Islas Jónicas (R.U.)

El Imperio napoleónico, 1812 Imperio francés Estado regidos por la familia Bonaparte

Otros estados dependientes

Malta (R.U.)

Países ocupados

■■■■ Frontera de la Confederación del Rin

EUROPA ENTRE 1815 Y 1848

33

1. Gran Ducado de Oldenburgo ■ 2. Reino de Hannover 3. Gran Ducado de Mecklenburgo-Schwerin 4. Gran Ducado de Mecklenburgo-Strelitz 5. Reino de Sajonia 6. Reino de Báviera 7/ • Reino de Württemberg 8. Gran Ducado de Badén 9. Principado de Andorra 10. Ducado de Parma 11. Ducado de Módena 12. Ducado de Massa 13. Ducado de Lucca 14. Gran Ducado de Toscana 15. Estados Pontificios 16. Principado de Montenegro 17. República de Cracovia 18. Otros estados alemanes

MAR DEL NORTE RE1N DINAA

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REINO OI PORTuZ\l

MAR ME/)/ 1 ERRA.NEO

36

LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

a. Gran Ducado de Luxemburgo (Países Bajos) b. Palatinado (Baviera) c. Reino de Lombardía-Véneto (Austria)

Mapa del Congreso de Viena, 1815

IMPERIO RUSO

Polonia RUSIA)

17

MPERIO

AUSTRIACO

MAR NEGRO

16 MPERIO

OTOMANO -£INO i LAS SI CILLAS

Islas Jónicas (R.U.)

Malta (R.U.)

EUROPA ENTRE 1815 Y 1848

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24. La unión de las potencias europeas liquidó definitivamente la etapa napoleónica.

25. La Restauración impuso los regímenes tradicionales, aunque se aceptaron algunos ingredientes revolucionarios.

casi total a las fórmulas políticas del Antiguo Régi­ men. El descontento y la confusión del pueblo francés favorecen que Napoleón desembarque en Cannes el 1 de marzo de 1815, reagrupe al ejército y prometa reformas consistentes en la elaboración de un texto constitucional de carácter liberal, el Acta Adicional de la Constitución Imperial, que trata de devolver a los franceses el derecho a la participación. El Acta Adicional no llegará a entrar en vigor porque las potencias europeas se unen de nuevo y derrotan a Napoleón definitivamente en la batalla de Waterloo el 18 de junio24. Napoleón será deportado a Santa Elena, y Luis XVIII volverá al trono de Francia. No es extraño que los últimos momentos de la etapa napoleónica fueran recordados con temor y rechazo por los demás países de Europa. El fin de la pesadilla fue por ese motivo bien recibido, pese a los costes que supuso para buena parte de la pobla­ ción el inicio de otra etapa, no menos dantesca. El empleo del término Restauración debe hacerse con cautela, pues no se trató de una vuelta a la situa­ ción anterior a la Revolución Francesa, sino tan só­ lo del restablecimiento de fórmulas conservadoras25. De este modo, la Restauración intentó acabar con los regímenes revolucionarios que se habían establecido en Francia y en las zonas conquistadas por Napoleón, volviendo a regímenes más tradicionales, pero ad­ mitiendo algunos ingredientes institucionales y socio-económicos aportados por la Revolución.

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

26. La ideología de la Restauración partía de un planteamiento contrarevolu­ cionario.

27. El pensamiento conservadaor iniciará su proyección en estas fechas.

El planteamiento político de este proceso, direc­ tamente relacionado con el «Sistema de Congresos» (sistema Metternich, ya que fue este canciller aus­ tríaco quién lo planteó), constituyó un éxito, aunque será discutido constantemente, siendo objeto de fe­ nómenos revolucionarios en contra —las revolucio­ nes de 1820,1830 y 1848. La base ideológica de la Restauración se encuen­ tra en el desarrollo de un pensamiento contrarre­ volucionario, nacido al calor de la Revolución Francesa y como réplica a ella. Las primeras formu­ laciones se dan en Inglaterra26, en la obra del inglés Edmund Burke (1729-1797), y se extienden por Francia, y Alemania, gracias a las obras de Joseph De Maistre (1754-1821) en Francia y de Friedrich von Gentz (1764-1832) y Adam Müller (17641829) en Alemania. En el caso inglés, las Reflexiones sobre la Revo­ lución Francesa, hechas por Burke, parten de la idea de que la Revolución constituye un mal abso­ luto, un intento de trastocar la realidad, cuyas raí­ ces se encuentran en el pensamiento ilustrado, más que en problemas socio-económicos reales. Esta re­ volución, que sería filosófica, podría evitarse si­ guiendo el modelo que propone Burke: la reforma de la estructura política y social, con cambios pro­ gresivos, que no alteren de una manera rápida ni drástica el sistema político y social vigente27. Se tra­ ta de un planteamiento conservador, que es el se­

guido por el sistema inglés en definitiva.

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

En el continente se hace un planteamiento más radical, tradicional y teocrático, porque se apoya en instancias divinas y coloca a la providencia en el centro de la ideología política. En Francia, De Maistre publica en 1796 Consi­ deraciones sobre Francia, donde señala que en la Revolución Francesa los hombres han sido un ins­ trumento y Dios les ha enviado el mal por haberse separado del cristianismo. El hombre no puede cambiar las instituciones de su país ni puede re­ dactar una Constitución escrita, porque ésta debe venir determinada por la Historia. Una vez que han sido castigados con la Revolución, la única solución consiste en volver al régimen establecido anteriormente y someterse a él, es decir, retornar a la monarquía absoluta28. En una obra posterior, Du Papa, De Maistre ex­ plica la vinculación del poder civil y el eclesiástico, señalando que el Papa sería el protector de la liber­ tad civil, con derecho a revocar las órdenes de los monarcas si van en contra de la Iglesia. En Alemania, Adam Müller y Friedrich von

Gentz defienden posiciones equivalentes a las de De Maistre, pues plantean que la Revolución ha si­ do una conspiración donde pequeños grupos de ateos y masones han acabado con la estructura po­ lítica tradicional del país y con ello han hecho un mal29, pues cada país tiene su propio espíritu que se desarrolla a lo largo del tiempo y que una sola ge­ neración no puede interrumpir o alterar, siendo

EUROPA ENTRE 1815 Y 1848

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28. Romanticis­ mo,

y tradicionalismo llenan la base ideológica del período.

29. Surge el tradicionalis­ mo como formulación política reaccionaria, donde el presente está determinado por su pasado.

30. En Alema­ nia empieza a darse mucha importancia al volksgeits, el espíritu de la nación.

31. El romanticismo valoró el senti­ miento frente a la razón, lo particular frente a lo general y el pueblo frente al individuo.

32. Metternich propone un Concierto Europeo de los monarcas, como método de defensa común frente a las revoluciones.

preciso recuperar las instituciones sociales y políti­ cas del Antiguo Régimen30. El sistema Metternich: Hacia el Equilibrio Interior y el Equilibrio Exterior

La concreción de todas estas ideas contrarrevo­ lucionarias será obra del canciller austríaco Klemens von Metternich, cuya ideología es más racio­ nalista que romántica, permaneciendo al margen de las ideas de derecho divino defendidas por los románticos31. Su concepción política, plasmada en el Congre­ so de Viena, se basa en la idea del «Equilibrio Inte­ rior y Exterior». Para lograr el «Equilibrio Interior» deben tomarse una serie de medidas: dar la vuelta al proceso revolucionario, volver al orden social destruido por la Revolución, y restablecer las mo­ narquías junto con el prestigio y poder de la clase aristocrática, que actuaría como un poder media­ dor entre el trono y las capas sociales del pueblo llano. Para conseguir el «Equilibrio Internacional» y evitar32 nuevas guerras piensa en la necesidad de que los principales reyes europeos creen un «Con­ cierto Europeo» de carácter supranacional, superior a los intereses de cada Estado, a cuyo mantenimiento se consagre cada rey y permita la pervivencia de las monarquías tradicionales, impidiendo cualquier re­ volución.

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

Para esto, los reyes deberían reunirse para apro­ bar, conjuntamente, medidas de carácter preventi­ vo o represivo, al menos una vez al año. Los reyes debían comprometerse a intervenir en los países vecinos para evitar el peligro revolucionario o res­ tablecer el orden, si éste hubiera sido alterado, for­ mando una especie de policía internacional contra la revolución. Sin embargo, el sistema creado encontró pronto serios33 contratiempos, aunque lo que aceleró su final fue el Congreso de Verona. En este Congreso, la opi­ nión del nuevo ministro de Asuntos Exteriores britá­ nico hizo patentes las disensiones entre las potencias. Canning establecía una diferencia entre los poderes «liberales» y «conservadores», que, unido al temor de que la intervención se extendiera a las colonias espa­ ñolas en América, le hacía reacio a la intervención en otros países. Se opuso a cooperar con las otras poten­ cias, pero no pudo evitar la intervención en España, aunque su actitud hizo que éste fuera el último de los Congresos y destruyó el sistema creado por el Con­ greso de Viena. En su forma más radical o mística, el planteamiento de una alianza supranacional antirrevolucionaria apa­ rece en las propuestas del zar Alejandro I de Rusia, que propuso la creación de una Santa Alianza entre los monarcas legítimos, por la que se comprometieran a instaurar Gobiernos cristianos y patriarcales34. To­ dos los príncipes de Europa, con las excepciones del príncipe regente de Gran Bretaña, el papa y el sultán

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33. El Congreso de Verona: las discrepancias entre las grandes potencias eran ya notables desde 1820.

34. La Santa Alianza defendió los preceptos de la justicia, la caridad cristiana y la paz.

de Turquía, firmaron el compromiso, fijándose así la orientación política de las potencias legitimistas frente a la amenaza revolucionaria. Revoluciones y contrarrevoluciones

35. Con los ciclos revolucionarios se pretendía consolidar los principios del liberalismo.

Con estas bases ideológicas y políticas no es ex­ traño que se produjeran diversos ciclos revolucio­ narios para romper con el sistema impuesto y para consolidar algunos de los principios defendidos por el liberalismo35. Así, el periodo comprendido entre 1815 y 1848 se caracterizaría, en síntesis, por la conjunción de varios fenómenos:

l.° £1 ascenso constante de la burguesía36.

36. El ascenso

constante de la burguesía fue una de las características ce/ período.

2.° La inestabilidad política. . 3.° Las revoluciones liberales, que se caracteri­ . . . ..... . « zaron por ir unidas a reivindicaciones nacionales que luchaban contra la ocupación extranjera, sien­ do el caso más significativo el de Grecia. 4. ° El crecimiento económico y el inicio de or­ ganización del movimiento obrero, debido a los progresos de la industrialización. 5. ° Los conflictos entre el liberalismo democrá­ tico y la contrarrevolución conservadora. En este marco general se producirá una secuen­ cia de ciclos revolucionarios que, sin apartarse de las características generales, presentarán todos

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

37. La ideología liberal-burguesa iniciará su arraigo en la sociedad.

38. Propiedad, libertad e igualdad son los fines perseguidos por la nueva sociedad.

ellos aspectos concretos, tanto por las distintas condiciones del país donde se produzcan como por los fines que se intentan conseguir. Analizaremos los rasgos peculiares de cada una de las37 revoluciones burguesas que se producen a lo largo del siglo XIX, aunque se pueden señalar ya algunos rasgos generales definitorios de las mis­ mas: • Son revoluciones llevadas a cabo por la bur­ guesía, con mayor o menor participación de otros grupos sociales. La burguesía es considerada como la protagonista de las mismas por ser el grupo que obtuvo mayores beneficios. • Se producen a causa de un conflicto de intere­ ses o por las contradicciones existentes entre la vie­ ja sociedad de carácter estamental y la nueva socie­ dad burguesa. Estas contradicciones no pueden ser resueltas dentro de los entramados de los regíme­ nes políticos existentes, y por ello se produce el asalto al poder. • En un primer momento, su objetivo es la aboli­ ción de las relaciones feudales agrarias38. • Introducen en la sociedad una serie de cam­ bios encaminados a institucionalizar los principios de la ideología liberal-burguesa: - Libertades cívicas. - Respeto a la propiedad e iniciativa privadas. - Igualdad relativa, pues aunque están en contra de los privilegios nobiliarios y de la sociedad jerárquica, no pretenden llegar a una sociedad democrática e

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

igualitaria, sino que aceptan las distinciones sociales, persiguiendo sólo una igualdad jurídica. - Son partidarios del constitucionalismo, como único medio de garantizar e institucionalizar sus aspiraciones de una forma legal o legítima39. - Son también partidarios de ser gobernados por una oligarquía de propietarios que se expresen a través de unas Asambleas de Representantes, más que por una república democrática, que hubiera si­ do en principio una expresión más lógica de sus as­

39. No tratan de subvertir el orden monárquico establecido, aunque los transformen en constitucional.

piraciones teóricas. Desde la fecha del Congreso de Viena hasta la revolución democrática de 1848, la conocida como «la primavera de los pueblos», se suceden procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios que afec­ tan a toda Europa, siendo los más destacados los de

1820,1830 y 1848. Cada uno de los ciclos presenta un rasgo pecu­ liar que hace posible encuadrar en él a una serie de revoluciones de la misma fecha, aunque también se produjeron en fechas distintas a las que dan nom­

bre al ciclo. Partiendo de esta puntualización, es preciso se­ ñalar que se analizarán aquí todos los procesos re­ volucionarios que tuvieron lugar entre los años 1820 y 1848, aunque habitualmente no se les haya incluido en ninguno de los ciclos. De acuerdo con este criterio, el primer momen­ to relevante de las nuevas revoluciones se produce en40 1820, dando lugar al primer ciclo revolucionario, el

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40. Cada ciclo tiene una característica peculiar que le diferencia de los demás.

de las revoluciones mediterráneas, que se extendió por toda la cuenca del Mediterráneo, empezando por España y extendiéndose por Portugal, Italia y Grecia, hasta llegar, de forma tardía, a Rusia. En 1830 da comienzo un nuevo ciclo, que resul­ tó especialmente significativo en Francia y Bélgica y que provocó disturbios en zonas del centro de Europa y en algunos estados italianos, llegando a alcanzar a Inglaterra. Por último, en 1848 se producen una serie de fenómenos revolucionarios, de muy corta dura­ ción, en un contexto en el que conviven monar­ quías tradicionales, corrientes nacionalistas y los primeros socialismos.

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Las revoluciones mediterráneas

Características generales

Este ciclo revolucionario sigue siendo definido, por la mayoría de los historiadores, como pertene­ ciente a la primera oleada de movimientos revolu­

cionarios ocurridos en Europa después de la res­ tauración de las monarquías absolutas en España, Portugal y los Estados italianos. Las revoluciones de este ciclo han sido llamadas41 «mediterráneas» porque se inician en España y se propagan por la zona geográfica del Mediterráneo,

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41. Las revoluciones mediterráneas serán el punto inicial de la secuencia de ciclos revolucionarios.

42. La Constitución Española de 1812 será imitada y hasta traducida en casi todos los países que viven el ciclo.

43. Comienza el auge de las sociedades secretas, que apoyan a los revolucionarios.

extendiéndose por Italia y Grecia. Este ciclo tuvo también un especial significado en zonas que no pueden denominarse mediterráneas, ya que hubo revoluciones en Portugal y en las colonias america­ nas de España y Portugal, produciéndose en esta fe­ cha el momento culminante de su independencia de la metrópoli. En síntesis, el primer estallido de este ciclo revo­ lucionario dio lugar a una reacción en cadena en los territorios próximos: Nápoles, Sicilia, Piamonte, Portugal y Grecia, encontrando su última y ya tardía manifestación en Rusia. Aunque resulta obvio que no todas ellas pueden denominarse «mediterráneas»42, es evidente que presentan unos rasgos comunes entre sí, sea cual sea el lugar geográfico donde se produzcan. Así, puede constatarse que en todos los países que co­ nocieron revoluciones en 1820 hubo una fuente de inspiración liberal común basada en seguir, de for­ ma más o menos contundente, los postulados de la Constitución Española de 1812. En estas revolu­ ciones hubo un componente social diversificado donde la burguesía, con sus correspondientes sub­ divisiones, tuvo un papel preeminente sobre el res­ to de los grupos. Curiosamente, el movimiento lo inician siempre militares liberales, como Riego en España, Ñola en Dos Sicilias43 o el movimiento decembrista en Ru­ sia, unidos a sociedades secretas de carácter liberal, como la «Secta Carbonaria», desviación política de

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la masonería, que actuará en Italia y España, o la «Hetairía», que impulsará el movimiento en Gre­ cia. Estas sociedades eran numéricamente muy re­ ducidas y estaban formadas por miembros de la burguesía media, funcionarios del Estado, comer­ ciantes y cuadros medios del ejército. Con este componente social no es extraño que la práctica más habitual para iniciar las revoluciones fuera el pronunciamiento, una iniciativa militar llevada a cabo por una parte del ejército en favor de un cam­ bio político. El fin perseguido en estas revoluciones tenía un componente más político que económico, debido a que la procedencia social de los grupos que intervi­ nieron en ellas les hacía más proclives a manifestar su descontento y sus necesidades políticas que las meramente económicas. La participación de las masas o del pueblo llano es44 mínima en estas revoluciones, lo cual supuso en muchos casos el aislamiento de los revoluciona­ rios, la falta de apoyo popular y, en definitiva, la derrota. Otro punto de coincidencia está relacionado con el fracaso que obtuvieron, debido a que fueron derrotadas por la intervención de las grandes po­ tencias que, siguiendo los dictados del Congreso de Viena, actuaron como45 policía contrarrevolucio­ naria en todos los países donde hubo revolución. La única excepción a esta pauta general se observa en el caso de Grecia, donde la revolución de 1820

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44. La participación del pueblo llano es mínima en estas revoluciones.

45. La actuación del Congreso de Viena marcó el fracaso de todas las revoluciones.

Europa en 1815 Fronteras nacionales en 1815

NDESES

DAÑE

)ESE

VAL

FRANCESES

ESPAÑOLES

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tuvo un carácter liberal-nacionalista, es decir, de lucha contra el invasor o, en definitiva, de lucha independentista.

España: el Trienio Liberal España fue el país donde se inició el ciclo revo­ lucionario de 1820. Las causas de su estallido se encuentran en la política represiva realizada por Fernando VII nada más ser restaurado en el trono después de la caída de Napoleón. En 1814, Fernan­ do VII regresó a España, una vez concluida la Gue­ rra de Independencia (1808-1814) frente a los franceses, que había dejado al país en una deplora­ ble situación económica46. El júbilo vivido por la 46

El f

de las esperanzas liberales,

población española, se incrementó con la promesa de Fernando VII de mantener la Constitución Liberal de 1812. Sin embargo, las buenas intenciones anunciadas por el rey fueron rápidamente olvidadas porque Fernando VII necesitó muy poco tiempo para darse cuenta del clima absolutista del país. Contando con el apoyo de la nobleza y del ejército, bastó que un grupo de antiliberales y proabsolutistas entregara al monarca un texto, el Manifiesto de los Persas, pa­ ra que Fernando VII recuperara la confianza y op­ tara por reimplantar el régimen absolutista. Sin du­ da, el escrito entregado era significativo porque se le pedía una nueva convocatoria de Cortes, hecha según el método tradicional, que dictara medidas

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

47. La vuelta de Femando VII supúsola restauración del absolutismo.

48. El movimiento liberal se preparó para acabar de nuevo con el absolutismo.

meramente reformistas. Con este cúmulo de apo­ yos, alentado por los partidarios del absolutismo, que le proponían la restauración del sistema ante­ rior, Fernando VII no tuvo ningún problema para dar un golpe de Estado contra las Cortes y anular la Constitución de Cádiz. La vuelta al absolutismo fue tan radical como lo había sido el empeño de los revolucionarios de 1812 por mantener el régimen liberal4". En esta si­ tuación, los liberales iniciaron una serie de intento­ nas que pretendían conseguir una nueva oportuni­

dad para completar los fines previstos en 1808. Se aprecia aquí con toda nitidez cómo el proceso de 1820 era una continuación de la revolución de 180848 y tenía como fin último completar la tarea iniciada entonces. En España, la vuelta de Fernan­ do VII había supuesto la restauración del absolutis­ mo, aunque la ideología liberal se mantuvo en las ciudades, potenciando las logias masónicas y la co­ laboración de los jóvenes militares, que frecuente­ mente planeaban pronunciamientos, seguidos o acompañados de levantamientos urbanos, que eran los que podían hacerles triunfar. De este modo, desde 1814 se fue preparando el movimiento antiabsolutista con la realización de conspiraciones y pronunciamientos que pretendían volver a la Constitución de 1812. Sin embargo, los pronunciamientos militares realizados en estas fe­ chas (la marcha del ex-guerrillero Javier Mina so­

bre Pamplona, las de los generales Juan Porlier,

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

Luis Lacy, Lorenzo Milans del Bosch, Joaquín Vila, etc.) supusieron un auténtico fracaso que, en oca­ siones, costó la vida a sus dirigentes. Incluso el sector más aperturista del Gobierno de la monarquía intentó una conspiración, la llamada del Triángulo, que pretendía cambiar de régimen median­ te el asesinato del rey, pero fue descubierta y abortada. A finales de 1819 hubo otro intento por parte de la masonería, que contaba con el apoyo de oficiales del ejército acantonados en Cádiz para salir hacia Améri­ ca. El golpe resultó también un fracaso por la traición de uno de los generales que había participado en el plan, Enrique José O’Donnell, conde de la Bisbal, que detuvo a varios de sus antiguos allegados. Dada esta situación de caos y desorganización de los participantes, no se llegó al momento culmi­ nante hasta que se produjo el levantamiento del co­ ronel Antonio Quiroga y el comandante Rafael de Riego, en Cabezas49 de San Juan. El pronuncia­ miento no consiguió adhesiones de las tropas anda­ luzas, pero con el apoyo de la masonería se suble­ varon guarniciones militares de La Coruña, El Ferrol, Vigo, Oviedo, Zaragoza, Pamplona, Tarra­ gona y Cádiz, consiguiendo que el conde de la Bis­ bal se uniera de nuevo a los sublevados. Con esta revolución se logró la vuelta al sistema liberal, basándose en la Constitución de 1812. En ese momento se obligó al rey a jurar la Constitución y a admitir algunas de las medidas propuestas por los liberales, como la abolición de la Inquisición.

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49. Pronuncia­ miento militar, rasgo especial e innovador de la revolución española de 1820.

50. La intervención de los «Cien Mil Hijos de San Luis» acabó con el Trienio Liberal.

51. Comienza la «Década Absolutista».

Se inicia entonces la etapa conocida como el Trienio Liberal, cuya duración quedará limitada a los tres años de su nombre. La actuación de las Cortes del Trienio se caracterizó por el desarrollo de las reformas que habían quedado inconclusas en la anterior etapa liberal, devolviendo la vigencia a la legislación gaditana. El fin del Trienio se consiguió por la interven­ ción en50 1823 de los «Cien Mil Hijos de San Luis», un ejército francés al mando del duque de Angule­ ma, que fue acordada a instancias del Congreso de Verona en 1822, siguiendo las pautas contrarrevo­ lucionarias dictadas por el Congreso de Viena. La intervención, unida a la desconexión entre los pro­ tagonistas del asalto liberal al poder, supuso el fin de la experiencia revolucionaria y de sus expectati­ vas, iniciándose una dura política de represión por parte de Fernando VII, después de ser restaurado

en el trono. Comienza entonces la llamada «Déca­ da Absolutista» (1823-1833)51, que se inicia con la derogación de toda la obra legislativa del Trienio por el Decreto del Puerto de Santa María. Portugal: el exilio monárquico Portugal, como España, fue víctima de las ansias ex-

52 S'guie i

el modelo español, Portugal entró a formar parte del ciclo de 1820.

pensionistas de Napoleón, lo cual obligó a los reyes portugueses a huir a Brasil52. El apoyo proporcionado . . . z . por los ingleses para evitar la ocupación napoleónica . . , .r z 1 11 • • 1 del país se manifestó en el establecimiento de una

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LAS REVOLUCIONES EUROPEAS: DE 1820 A 1848

regencia que detentaría el poder mientras el monarca estuviera ausente. Después de la caída de Napoleón, el rey Juan VI volverá de Brasil, produciéndose en­ tonces una conspiración de un grupo de oficiales lis­ boetas, animados por la revolución que se había pro­ ducido en España, que consigue derrocar a la regencia mediante un golpe de Estado que culmina con la elaboración de una Constitución, inspirada en la española de 1812, aunque es uno de los textos más radicales de la época revolucionaria, que influirá pos­ teriormente en Brasil. El regreso a Portugal del mo­ narca, como rey constitucional, originó problemas en el país y en las colonias que quedaron bajo el gobier­ no del hijo mayor del rey, Don Pedro. La experiencia revolucionaria duró tan sólo un año porque en 1823 el rey revisó el texto constitucio­ nal de 1822 en favor del absolutismo, iniciándose, tras su muerte, una guerra civil alentada por el segun­ do hijo del rey, Don Miguel y apoyada por los reac­ cionarios53. Sin duda, el único logro, aunque momen­ táneo, fue el establecimiento de la Constitución de 1822, pero el fracaso será evidente porque la monar­ quía absolutista seguirá siendo la forma de gobierno.

53. La Constitución portuguesa de 1822 fue uno de los textos más radicales del momento.

Los Estados italianos: el dominio austríaco y la revolución

Italia vivió el ciclo revolucionario de 1820 bajo54 las directrices impuestas por el Congreso de Viena tras la caída de Napoleón y como respuesta a ellas.

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54. En 1820, Italia estaba aún más dividida que en la etapa napoleónica.

SUIZA

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