Las Relaciones Interoracionales En Español

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Las relaciones interoracionales en español Categorías sintácticas y subordinación adverbial

Editado por María Victoria Pavón Lucero

DE GRUYTER

ISBN 978-3-11-043791-1 e-ISBN [PDF] 978-3-11-042921-3 e-ISBN [EPUB] 978-3-11-042928-2 ISSN 0084-5396 Library of Congress Cataloging-in-Publication Data A CIP catalog record for this book has been applied for at the Library of Congress. Bibliografische Information der Deutschen Nationalbibliothek Die Deutsche Nationalbibliothek verzeichnet diese Publikation in der Deutschen Nationalbibliografie; detaillierte bibliografische Daten sind im Internet über http://dnb.dnb.de abrufbar. © 2016 Walter de Gruyter GmbH, Berlin/Boston Druck und Bindung: CPI books GmbH, Leck © Gedruckt auf saurefreiem Papier Printed in Germany www.degruyter.com

Índice general Introducción------1

Parte I: Cuestiones generales y estudios diacrónicos María Victoria Pavón Lucero Relaciones entre oraciones y subordinación adverbial------11

Cristina Matute y Teresa María Rodríguez Ramalle Los adverbios y la estructura informativa en el margen preverbal de las oraciones subordinadas en español antiguo------41

Rosa María Espinosa Elorza Los cambios en las fronteras entre relativos, interrogativos y conjunciones------101

Cristina Sánchez López Cuando la gramaticalización se detiene: el caso de durante que y mediante q u e------123

Parte II: Estudios sincrónicos José María Brucart y Ángel J. Gallego Aspectos formales e interpretativos de la subordinación adverbial------161

Antonio Fábregas Cómo, cuándo y dónde donde, como y cuando se emplean como preposiciones------201

Edita Gutiérrez Rodríguez y Pilar Pérez Ocón Rasgos gramaticales de adverbios y pronombres relativos en construcciones existenciales------233

Mabel Giammatteo e Hilda Albano De la periferia oracional a la estructura interna: las condicionales argumentales------281

Laura Bruge y Avel-lina Suñer Las subordinadas temporales comparativas------303

María Victoria Pavón Lucero (Universidad Carlos III de Madrid)

Introducción El volumen que aquí presentamos recoge un conjunto de trabajos que estudian diversos aspectos gramaticales de la subordinación adverbial. Es este un meca­ nismo de enlace de oraciones por el cual una o más oraciones, llamadas subor­ dinadas, pasan a establecer una relación de dependencia formal con respecto a otra, a la que se denomina oración principal. En esta relación de dependencia, la oración subordinada puede presentar diversos grados de integración con respecto a la principal y mantener con ella alguna de las siguientes relaciones sem ánticas: temporales, causales, condicionales, finales, concesivas, consecu­ tivas y comparativas. Los textos se crean a partir de una combinación de enunciados, la mayoría de los cuales, sobre todo en el texto escrito, son enunciados oracionales. Los enunciados que conforman el texto están relacionados semánticamente entre sí, y esa relación sem ántica, así como la progresión temática e informativa entre ellos, aseguran que el texto sea coherente. Pero para alcanzar la coherencia, la unidad sem ántica del texto, es preciso que los enunciados estén correctamente enlazados mediante lo que se conoce como elementos de cohesión textual. En­ tre esos elementos están los mecanismos formales de enlace de oraciones. Son muy diversos los mecanismos que permiten establecer, desde un punto de vista formal, la relación entre las diversas oraciones que forman parte del texto. Ya la mera sucesión lineal constituye en sí misma uno de esos m ecanis­ mos, que debe ir complementado con una correcta relación tem ática y temporal. De ahí que, cuando entre las oraciones sucesivas no existe una adecuada corre­ lación temporal o, por ejem plo, en ellas se enuncian contenidos contradictorios, la coherencia del texto se resienta. Existen, sin embargo, elementos como los llamados conectores discursivos o marcadores del discurso, que se emplean para señalar de manera explícita de qué modo ha de interpretarse la relación entre oraciones independientes, y que pueden convertir en coherente un texto que, sin ellos, dejaría de serlo. Pero existen otros procedimientos de enlace de oraciones que no solo con­ forman a partir de ellas unidades temáticas o sem ánticas, sino también unida­ des formales. Se trata de los mecanismos que permiten construir las tradicio­ nalmente denominadas oraciones compuestas o com plejas: la coordinación y la subordinación. Gracias a ellos, dos o más oraciones se enlazan para dar lugar a una unidad sintáctica superior. En términos tradicionales, se considera que, en la relación de coordinación, las oraciones enlazadas están en un mismo nivel

dentro de la jerarquía sintáctica; cuando la relación es de subordinación, sin embargo, una o más de las oraciones enlazadas modifican a la oración principal o forman un constituyente de ella. La clasificación de las oraciones subordinadas se lleva a cabo, por lo gene­ ral, estableciendo un paralelismo entre ellas y las clases de palabras, teniendo en cuenta las funciones sintácticas que unas y otras pueden desempeñar. De esta manera, se habla de oraciones subordinadas sustantivas, adjetivas y ad­ verbiales. Las oraciones subordinadas sustantivas desempeñan, dentro de la oración principal, funciones similares a las de los sustantivos o los sintagmas nominales. En cuanto a las adjetivas, modifican a un sustantivo, su anteceden­ te, de manera similar a como lo haría un adjetivo. Las oraciones subordinadas adverbiales, por último, desempeñan funciones similares a las que desempeñan los adverbios, como la de complemento circunstancial. Esta visión de la subordinación adverbial parece presuponer que se trata de un tipo concreto de construcción o estructura gramatical. Así, las oraciones subordinadas sustantivas serían oraciones de infinitivo o bien oraciones con verbo en forma finita encabezadas por una conjunción como qu e o si; las ora­ ciones adjetivas están encabezadas por un pronombre o adverbio relativo, el cual, además de ser un elemento subordinante, desempeña una función dentro de la oración subordinada; las oraciones subordinadas adverbiales, por su par­ te, serían oraciones con verbo en forma finita encabezadas por una conjunción subordinante adverbial. Sin embargo, un análisis detallado de las construcciones que habitualm en­ te se han incluido dentro de la subordinación adverbial nos hace ver que, ade­ más de la estructura señalada, entre este tipo de construcciones se han incluido otras que, en realidad son sintagmas preposicionales, sintagmas adverbiales u oraciones de relativo. De hecho, algunos autores rechazan incluso la posibili­ dad de que existan conjunciones subordinantes adverbiales. Por este motivo, en muchos tratados modernos de sintaxis la subordinación adverbial ya no apare­ ce recogida como un tipo particular de estructura sintáctica. Un ejemplo de ello puede ser el de la última edición de la G ram ática de la Real Academia Española, en la que, si bien todavía se m aneja este concepto, ya no hay ningún capítulo dedicado a la subordinación adverbial. La situación en los estudios modernos sobre sintaxis, por lo tanto, nos muestra que en el fenómeno tradicionalmente conocido como subordinación adverbial se ven implicadas una multiplicidad de construcciones. Paralelamen­ te, observamos que en él intervienen diversas categorías gramaticales (preposi­ ciones, conjunciones y adverbios) que, en comparación con otras categorías como el nombre, el adjetivo o el verbo, han recibido poca atención desde el

punto de vista de la sintaxis formal. Esta ha sido una de las principales razones que ha guiado buena parte de mi investigación, y la que me impulsó a conside­ rar la idea de preparar un volumen que recogiera el trabajo de diversos autores que ya previamente habían trabajado sobre este tema. Para quienes, como yo, están interesados en el estudio de las categorías gramaticales y su relación con la estructura de la oración, resulta frustrante en ocasiones la dificultad de en­ contrar respuestas a las numerosas preguntas que plantea el estudio de este ámbito de la gramática. Para mostrar la pertinencia de la obra, me gustaría recoger unas palabras de la última edición de la G ram ática de la Real Academia Española: «La distin­ ción entre la clase de los adverbios relativos y la de las conjunciones subordi­ nantes requiere llevar a cabo un análisis de los rasgos que cada partícula a la que afecta esta distinción puede compartir con los primeros y con los segundos. [...] esta tarea no se ha realizado (al menos para el español) [...]” (§31.13h). La profundización en esta cuestión no resuelta de la gramática del español, uno de los aspectos que se abordan en el libro, tiene un evidente interés teórico. Pero, además, la estrecha relación entre las propiedades de las categorías gramatica­ les y la estructura de los constituyentes en que se integran lleva a otra de las cuestiones básicas en esta obra: la estructura de la oración, tanto por lo que respecta a la estructura interna de la oración subordinada, como por lo que tiene que ver con la integración de esta en la principal. Por otra parte, se trata de una cuestión sobre la que la bibliografía no es muy abundante, por lo que este volumen pretende contribuir a solventar en parte esta carencia. Con este trabajo colectivo queremos presentar una contribución al estudio de la subordinación adverbial desde el punto de vista de la gramática del espa­ ñol. En él participan especialistas en esta disciplina que, asimismo, están muy conectados con el ámbito de la lingüística teórica. No se trata, por lo tanto, de una obra de tipo únicamente descriptivo, sino de una obra en la que los fenó­ menos son observados y analizados teniendo en cuenta el panorama lingüístico actual, y en la que se exponen explicaciones y generalizaciones cuyo alcance va más allá de la gramática de una lengua particular. El volumen está dividido en dos partes: la primera de ellas comienza con un estudio introductorio y contiene tres capítulos más, que se ocupan de cuestio­ nes de índole diacrónica. La segunda parte del volumen recoge una serie de trabajos de tipo sincrónico que revisan, desde postulados de teorías gramatica­ les modernas, diversas cuestiones relacionadas con el fenómeno de la subordi­ nación adverbial, las diferentes estructuras sintácticas que tradicionalmente se han acogido como parte de ella y, en consecuencia, los diferentes tipos de partí­ culas que encabezan estas construcciones.

El estudio que da comienzo a la primera parte, titulado R elacion es entre o racio n es y su bordin ación adverbial, de M.- Victoria Pavón Lucero, tiene como objetivo dibujar el panorama de las diversas cuestiones gramaticales involucra­ das en la subordinación adverbial, ya esbozadas en las líneas anteriores, que son las que determinarán el contenido del volumen. De esta manera, en primer lugar se revisa el concepto de subordinación adverbial, situándolo en el contex­ to más amplio de los diferentes mecanismos para el enlace de oraciones y, más concretamente, de la subordinación. En este sentido, dos cuestiones relevantes son, por una parte, el tipo de relación que se establece entre la oración subordi­ nada y la oración principal, relación que abarca diferentes grados de dependen­ cia e integración de la primera respecto a la segunda, y, por otra, la estructura interna de las oraciones subordinadas adverbiales. Como acabamos de ver, en realidad no se trata de un único tipo de construcciones, por lo que les corres­ ponden diversas estructuras que, asimismo, están muy relacionadas con las partículas que introducen este tipo de oraciones subordinadas: preposiciones, conjunciones y adverbios. Parece que solo una de las posibles estructuras co­ rrespondería exclusivamente a la subordinación: aquella en que la oración subordinada está introducida por una conjunción subordinante adverbial. Pero, nuevamente, como ya hemos indicado, la misma existencia de este tipo de con­ junciones es una cuestión controvertida y son muchos los autores que conside­ ran que son, en realidad, una subclase de otras categorías gramaticales, como los adverbios relativos o las preposiciones. El primero de los capítulos centrados en cuestiones diacrónicas de esta pri­ mera parte de la obra se titula L os ad v erbios y la estructura inform ativa en el m argen p rev erb a l d e las oracio n es su bord in ad as en esp a ñ o l antiguo, de Cristina Matute y Teresa María Rodríguez Ramalle. Se trata de un trabajo destinado al estudio de la estructura interna de las oraciones subordinadas en el español antiguo. El trabajo se sitúa en el ámbito de los estudios más modernos sobre la periferia izquierda oracional, y parte de la existencia de un margen preverbal constituido por diversos sintagmas encabezados por categorías funcionales, algo sustentado en la actualidad por numerosos autores que parten de los pos­ tulados más recientes de la gramática generativa. Esos diversos sintagmas se articulan de manera jerárquica en diferentes capas que dependen del sintagma encabezado por la categoría funcional fu erz a (SFuerza). Es esta una categoría cuya existencia ha sido propuesta en trabajos recientes, y que guarda relación con la semántica oracional; concretamente, con la modalidad de la proposición contenida en la oración. Otras categorías que encabezan distintas proyecciones sintácticas en el margen preverbal, y que tienen que ver con elementos de tipo

pragmático, discursivo e informativo, son m arco (SMarco), fo c o (SFoco) y tópico (STópico). La estructura jerárquica señalada determina la existencia de diversas posi­ ciones que pueden ser ocupadas por adverbios. Partiendo de este supuesto, las autoras se preguntan si las categorías que aparecen en la periferia izquierda de la oración subordinada son las mismas que aparecen en la periferia izquierda de la oración principal. La respuesta parece ser afirmativa, si bien es posible que haya diferencias entre diversos tipos de oraciones subordinadas, del mismo modo que se puede apreciar disparidad entre distintas variedades lingüísticas. El trabajo muestra que la periferia izquierda de las oraciones subordinadas del español medieval es de una gran complejidad, que parece ser muy diferente de la del español actual y que presenta muchas similitudes con la de otras len­ guas romances. Partiendo del supuesto de que el estudio de los adverbios pre­ sentes en el margen preverbal puede ayudar a entenderla mejor, las autoras, que trabajan con un corpus de textos fechados entre los siglos XIII y XV, con­ firman dos hipótesis: la primera es que los adverbios preverbales se relacionan con las categorías funcionales de la periferia izquierda y su orden jerárquico; la segunda, que la aparición de estas categorías depende de las propiedades de SFuerza y de las características individuales de los adverbios. En los otros dos trabajos que constituyen esta primera parte de la obra se analizan los procesos de gramaticalización que dieron lugar a la formación de las partículas que en español actual introducen oraciones subordinadas adver­ biales. El primero de ellos, L os ca m b ios en las fron tera s entre relativos, interroga­ tivos y conjunciones, de Rosa M.- Espinosa Elorza, analiza los procesos de for­ mación de conjunciones subordinantes en español a partir de adverbios relativos e interrogativos. La autora rechaza que se pueda partir de un hipotéti­ co sistema relativo-interrogativo para la formación de las conjunciones subor­ dinantes. Por el contrario, en su estudio muestra que la evolución desde los relativos, por un lado, y los interrogativos, por otro, ha seguido caminos diver­ gentes. Para llevar a cabo el estudio, el trabajo se ocupa de una de las cuestio­ nes centrales en relación con el fenómeno de la subordinación adverbial: la relación estructural existente entre la oración subordinada y la principal. En este sentido, se establece una distinción entre hipotaxis y subordinación: la primera es una relación de dependencia entre oraciones que no supone la inte­ gración de una en la otra; la subordinación, por el contrario, implica que la oración subordinada está incrustada en la principal. En el capítulo se revisa la evolución de los adverbios relativos e interrogativos hacia conjunciones subor­ dinantes dentro del continuo hipotaxis-subordinación.

En el último capítulo de esta primera parte, Cuando la g ram aticalización s e detien e: el c a so d e durante que y mediante que, Cristina Sánchez López estudia también los procesos de gramaticalización en relación con las locuciones que introducen oraciones subordinadas adverbiales. En este caso, se analiza un caso concreto: el proceso de gramaticalización de las preposiciones imperfectas durante y m ed ian te. En español estándar actual, estas preposiciones rechazan términos oracionales introducidos por la conjunción que, lo que las diferencia del resto de las preposiciones. Sin embargo, en español clásico era posible esta combinatoria sintáctica, que pervive, en el caso de la preposición m ed ian te, en ciertas variedades americanas. El trabajo investiga estas construcciones e inten­ ta explicar por qué no se generalizaron. Parece que el proceso de fijación y ex­ tensión pudo verse obstaculizado por la existencia de construcciones semánti­ cam ente equivalentes, introducidas por los relativos m ientras y cu an do, o por las locuciones conjuntivas p u esto que, d a d o que, y a qu e... El resultado fue la interrupción del proceso de gramaticalización de estas piezas, que no llegaron a adquirir todas las propiedades de las preposiciones. La segunda parte del volumen recoge, como decíamos, una serie de trabajos de índole sincrónica en los que se repasan diversas cuestiones relacionadas con el fenómeno de la subordinación adverbial, como la variedad de estructuras sintácticas que tradicionalmente se han acogido como parte de ella y los dife­ rentes tipos de partículas que encabezan estas construcciones. Todos ellos tie­ nen en común el adoptar una perspectiva formal y partir de supuestos teóricos que se sustentan en los más recientes modelos defendidos dentro del marco teórico de la Gramática Generativa. En el primero de los trabajos de esta parte, A sp ectos fo rm ales e interpretati­ vos d e la su bordin ación ad v erbial, José M. Brucart y Ángel J. Gallego analizan las diversas estructuras presentes en este tipo de construcciones y llegan a la con­ clusión de que no constituye un patrón sintáctico específico. Desde el punto de vista formal, los autores defienden que no hay una estructura que se asocie específicamente a la subordinación adverbial; se trataría, por el contrario, de un fenómeno que recurre a dos patrones de subordinación básicos preexistentes: la subordinación completiva y la subordinación relativa. El trabajo está destinado, fundamentalmente, a mostrar que las llamadas oraciones subordinadas adver­ biales serían o bien oraciones completivas, generalmente dependientes de una preposición, o bien oraciones de relativo libres encabezadas por un adverbio relativo. Una de las conclusiones que se pueden deducir del trabajo de Brucart y Ga­ llego es la inexistencia de conjunciones subordinantes adverbiales, y precisa­ mente en esta línea podemos situar el segundo capítulo de esta segunda parte:

Cómo, cu án do y d ón d e donde, como y cuando s e em p lean com o p rep osicion es, de Antonio Fábregas. Su estudio ahonda en las relaciones y diferencias entre adverbios relativos y conjunciones subordinantes. En la línea de numerosos trabajos que se han ocupado de este tema, el autor considera que las conjuncio­ nes subordinantes son un tipo de adverbios relativos. Concretamente, parte del supuesto de que m ientras es un adverbio relativo, y trata de explicar sus dife­ rencias con los adverbios relativos cu an do, d on d e y com o. Estas diferencias son, básicamente, dos: frente a los otros adverbios relativos, m ientras no admite un antecedente y no puede emplearse con preposición. El autor, que relaciona entre sí estas dos propiedades de m ientras, propone una solución partiendo de los principios teóricos de la nanosintaxis. Así, una diferencia fundamental entre m ientras y los restantes adverbios relativos es que estos últimos, pero no el primero, contienen, como parte de su entrada léxica, una estructura preposi­ cional. También guarda relación con el estudio de las partículas que encabezan las oraciones subordinadas adverbiales, entre las cuales están los adverbios relati­ vos don de, com o y cu an do, el capítulo de Edita Gutiérrez Rodríguez y Pilar Pérez Ocón: R asgos g ra m atica les d e ad v erbios y pron om bres relativos en constru ccio­ nes existen ciales. En él se estudia un grupo de construcciones en que estos tres relativos pueden aparecer; las del tipo de No tengo con quién h a b la r o No h ay d ón d e ir. Se trata de construcciones de análisis controvertido, pues unos autores las consideran interrogativas indirectas, y otros, oraciones de relativo. Las auto­ ras, que defienden esta última opción, denominan a este tipo de secuencias relativas libres in depen dien tes. En su trabajo muestran que se trata de proyec­ ciones nominales encabezadas por un cuantificador vacío, que se interpreta como indefinido e inespecífico y es un término de polaridad modal. En su estu­ dio llevan a cabo un análisis de los rasgos presentes en los relativos y su rela­ ción con los rasgos del antecedente. Los dos últimos capítulos del volumen analizan dos tipos particulares de construcciones que contienen oraciones subordinadas adverbiales. El de Mabel Giammatteo e Hilda Albano, De la p eriferia oracion al a la estructura interna: las con dicion ales argum entales, estudia el tipo de oración subordinada presente en secuencias como ¿Le m olesta si fumo?, para el que proponen la denominación de condicionales argumentales. Se trata de construcciones que muestran pro­ piedades tanto de las oraciones subordinadas sustantivas como de las oraciones condicionales. Las autoras abordan su análisis desde las perspectivas sintáctica y semántica, pero también incorporan consideraciones pragmáticas y diacrónicas. Con él, muestran que estas oraciones, si bien desde el punto de vista fun­ cional equivalen a una oración subordinada sustantiva introducida por que,

presentan el carácter eventual propio de las oraciones condicionales. Las condi­ cionales arguméntales, que se construyen con verbos de ‘afección psicológica’, pueden ser incorporadas como un argumento verbal en la «capa léxica» o es­ tructura interna de la oración debido a que su papel temático está relacionado con la causa hipotética o potencial exigida por estos verbos. El último capítulo, L as su bord in ad as tem p orales com p arativ as, de Laura Bruge y Avel-lina Suñer, estudia las oraciones subordinadas temporales enca­ bezadas por los adverbios an tes y d esp u és, que presentan algunas propiedades distintas a otras subordinadas temporales, relacionadas básicam ente con su valor comparativo. Las autoras proponen que dichos adverbios lexicalizan, además de los valores temporales de anterioridad y posterioridad, unos rasgos computacionales aditivo (despu és) o sustractivo (antes) similares a los de los cuantificadores comparativos m ás y m enos. Estudian fundamentalmente, y de manera muy detallada, la estructura interna de las construcciones oracionales introducidas por estos adverbios. Las autoras argumentan, asimismo, que an tes y d esp u és son modificadores de un núcleo nominal abstracto TIEMPO, cuestión esta que se relaciona con la sintaxis externa de este tipo de construcciones y, en términos más generales, con la posición de las subordinadas temporales con respecto a la oración principal. En definitiva, este es un volumen que recoge diversos estudios relacionados con el fenómeno de la subordinación adverbial y las principales cuestiones que en él se ven implicadas, desde planteamientos generales hasta estudios detalla­ dos de diversos tipos de oraciones subordinadas o partículas introductorias, con una perspectiva sincrónica y diacrónica. Quisiera agradecer a los autores que en él han participado su paciencia y la calidad de sus contribuciones. A ellos se debe todo lo bueno que el lector puede encontrar en estas páginas y que, sin duda, le ayudará a entender mejor el complejo fenómeno de la subordinación adverbial.

Parte I: Cuestiones generales y estudios diacrónicos

María Victoria Pavón Lucero (Universidad Carlos III de Madrid)

Relaciones entre oraciones y subordinación adverbial* 1 Las relaciones interoracionales y la subordinación El estudio de las relaciones interoracionales se sitúa en los límites entre el ámbi­ to de la oración y el del discurso. Veamos el siguiente fragmento de Continuidad d e los p arqu es, de Julio Cortázar: (1)

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por nego­ cios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se deja­ ba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el ma­ yordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles.

En el fragmento reproducido podemos ver dos mecanismos formales distintos para expresar relaciones entre oraciones, en este caso temporales. Tenemos, en primer lugar, dos oraciones independientes que, sin embargo, guardan una relación temporal entre sí: así, la segunda oración (La a b a n d o n ó p o r n egocios urgentes) expresa algo posterior a lo expresado en la primera oración, la que da comienzo al texto: H abía em p ez a d o a leer la n ovela unos d ía s antes. Pero la sucesión temporal entre dos eventos también se expresa en este texto recurrien­ do a otro esquema: la dependencia formal de una oración con respecto a la otra. Así, la oración de infinitivo escribir una ca rta a su a p o d era d o y discutir con el m ayordom o una cuestión d e a p a rece ría s funciona como complemento del ad­ verbio desp u és, el cual es núcleo una frase o sintagma adverbial que modifica a la oración principal. Mediante esta relación entre las dos oraciones interpreta­ mos que lo expresado en la oración complemento de d esp u és es anterior al evento expresado en la oración a la que modifica la frase adverbial encabezada

* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación FFI2010-17967 del Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España.

por este adverbio: volvió a l libro en la tranquilidad d el estudio qu e m irab a h a c ia el p a rq u e d e los robles. Veamos ahora un fragmento del Prólogo de L as sem illas d e la violen cia, de Alejandro Rojas Marcos, en el que también podemos observar dos mecanismos formales distintos para expresar un mismo tipo de relación entre oraciones; en este caso, una relación de oposición o contraste: (2)

A unque algunas facetas de estas teorías basadas en los instintos son atrac­ tivas y poseen una cierta carga de racionalidad, la verdad es que la tesis de las raíces naturales y espontáneas de la violencia humana no es hoy en día defendible. Es cierto que la persona es la criatura más cruel que hay sobre la Tierra, p ero también es verdad que sólo algunos hombres y mujeres lo son.

En este fragmento, observamos en primer lugar una oración subordinada enca­ bezada por la conjunción au n qu e que expresa algo (algun as fa c e ta s d e esta s teorías b a s a d a s en los instintos son atractivas y p o s e e n una cierta ca rg a d e racio­ n alidad) que se opone a lo enunciado en la oración principal (la v erd ad e s q u e la tesis d e las ra íces n aturales y esp o n tán ea s d e la v iolen cia hu m an a no e s hoy en d ía d efen d ib le). Una relación de oposición similar se expresa a continuación entre las dos oraciones que siguen, y que ahora aparecen enlazadas por la con­ junción coordinante p ero . En esta misma obra, algo antes, la relación de oposi­ ción se expresaba mediante otro mecanismo: (3)

Las bestias atacan para comer, para defenderse, para proteger a los suyos o su territorio. También compiten agresivamente para procrear. El vencedor, sin em bargo, se suele contentar con demostrar su superioridad - a menudo a través de simples gestos - y rara vez mutila o inflige daños serios al con­ trincante, a quien por lo general permite que se retire sin perseguirlo.

En este caso, el contraste entre el hecho de que las bestias compitan agresiva­ mente para procrear y el que se contenten con demostrar su superioridad se expresa mediante el uso de un marcador discursivo: sin em barg o, que enlaza dos oraciones independientes desde un punto de vista puramente formal. En los dos últimos textos vemos que el mismo tipo de relación entre oracio­ nes se expresa enlazándolas mediante alguna palabra o expresión que especifi­ ca cuál es esa relación. Pero se trata de expresiones que pertenecen a clases diferentes, y el empleo de una u otra motiva diferencias formales. Así, por ejem ­ plo, el marcador discursivo sin em b arg o se diferencia de las conjunciones en

que no aparece en la primera posición de la oración que introduce (aunque podría hacerlo), sino colocado, como una expresión incidental, entre el sujeto y el predicado.1 Observemos que algo así sería imposible con las conjunciones au n qu e o p ero : (4)

a. *Algunas facetas, aunque, de estas teorías basadas en los instintos son atractivas... b. *...tam bién, pero, es verdad que sólo algunos hombres y mujeres lo son

También las conjunciones p e r o y au n qu e presentan diferencias, por lo que han sido clasificadas en grupos distintos: conjunciones coordinantes y subordinan­ tes, respectivamente. Una de esas diferencias es que las oraciones encabezadas por aunque, pero no las encabezadas por p ero , pueden aparecer antepuestas a la oración con respecto a la cual expresan una relación de oposición: (5)

a. Aunque algunas facetas de estas teorías basadas en los instintos son atractivas, la tesis de las raíces naturales y espontáneas de la violencia humana no es hoy en día defendible b. *Pero también es verdad que sólo algunos hombres y mujeres lo son, la persona es la criatura más cruel que hay sobre la Tierra

Los mecanismos de enlace de oraciones que aparecen en los textos anteriores se diferencian desde un punto de vista formal; desde un punto de vista semántico, estos mismos textos nos han mostrado que un mismo tipo de relación puede expresarse con distintos mecanismos. Veamos un ejemplo más de cómo una misma relación, en este caso de causa-consecuencia, se puede expresar median­ te diversas estructuras formales: - Con oraciones independientes: (6)

Su ordenador era muy viejo y no le permitía utilizar ciertos programas. A la salida del trabajo, decidió comprar uno nuevo

1 La bibliografía sobre marcadores discursivos (también llamados marcadores del discurso o conectores discursivos, entre otras denominaciones) es muy abundante. Podemos destacar, entre otros textos de referencia en español, Portolés Lázaro (1998), Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999) y RAE/ASALE (2009, §§30.12-13).

En un ejemplo como este, es la mera sucesión de las oraciones, junto con la presunción de la existencia de una coherencia temporal, la que nos lleva a en­ tender que la primera oración (Su ord en a d or era muy viejo y no le perm itía utili­ za r ciertos program as) expresa la causa por la que una determinada persona toma una decisión, expresada en la segunda oración (...decidió com p rar uno nuevo). - Con oraciones yuxtapuestas, es decir, oraciones independientes pero re­ lacionadas entre sí por constituir una unidad de sentido y entonación. Con mu­ cha frecuencia, aparecen enlazadas por conectores discursivos: (7)

Su ordenador era muy viejo y no le permitía utilizar ciertos programas; p o r e s a razón, salió a comprar uno nuevo

A diferencia de (6), en (7) existe un elemento que marca explícitamente el tipo de relación que debe establecerse entre las dos oraciones que forman el enun­ ciado: se trata del marcador discursivo consecutivo p o r e s a razón. - Con oraciones coordinadas: (8)

Oyó el ruido y se asustó

En este ejemplo, es el orden entre las oraciones coordinadas por la conjunción copulativa y el que, por coherencia textual, nos lleva a entender, en primer lugar, que lo expresado en la primera oración es inmediatamente anterior en el tiempo a lo expresado en la segunda y que, a su vez, es la causa de ello. - Con una oración modificada por una oración subordinada: (9)

Puesto qu e aquel viejo ordenador ya no le servía para nada, salió a buscar uno nuevo

En la secuencia de (9), la oración encabezada por la secuencia p u esto que, locu­ ción conjuntiva subordinante causal (véase 3.3), aparece antepuesta a otra ora­ ción, a la que modifica sintácticamente y de cuyo contenido expresa la causa. - Con una oración que contiene, como uno de sus constituyentes, una ora­ ción subordinada: (10) Salió a comprar un ordenador nuevo p o rq u e el viejo se le había estropeado

En este caso, hay una oración de tipo causal encabezada por la locución o locu­ ción subordinante p o rq u e que aparece integrada en la frase verbal cuyo núcleo es el verbo principal. Este volumen se centra en las oraciones subordinadas y, más concretam en­ te, en las llamadas oraciones subordinadas adverbiales (entre las que estarían incluidas las oraciones encabezadas por partículas como p u esto qu e y p orqu e, ejemplificadas en (9) y (10)), es decir, aquellas que, siendo subordinadas, apor­ tan a la oración principal un contenido de tipo adverbial (manera, causa, condi­ ción, etc.). A continuación, vamos a comenzar por revisar el concepto de subor­ dinación adverbial, situándolo en el contexto más amplio de la subordinación. Posteriormente, nos referiremos a la estructura interna de las oraciones subor­ dinadas adverbiales y a la diversidad de construcciones a las que tradicional­ mente se ha aplicado esta etiqueta, cuestión que tiene mucho que ver con las partículas que introducen este tipo de oraciones subordinadas.

2 La subordinación adverbial 2.1 La subordinación Para situar en su contexto el fenómeno de la subordinación adverbial, vamos a comenzar por definir el concepto de subordinación. La subordinación es un tipo particular de relación entre oraciones en el que una (o varias) de las oraciones implicadas depende de la otra. Como señala Lehman: «If syntagms (clauses) X and Y are in a relation of clause linkage, then X is subordinate to Y iff X and Y form an endocentric construction Z with Y as the head»2 (Lehman 1988, 182). Este tipo de enlace oracional se puede realizar básicam ente de dos modos: o bien la oración X es un constituyente de la oración Y, como refleja el diagrama (11a), o bien X e Y forman un constituyente cuyo núcleo es Y, como trata de reflejar el diagrama (11b). En este último caso, el orden de las dos oraciones puede ser el que refleja el diagrama, o bien el inverso, en el que X seguiría a Y:

2 ‘Si dos sintagmas (oraciones) X e Y están en una relación de conexión oracional, entonces X está subordinado a Y si y solo si X e Y forman una construcción endocéntrica Z que tiene a Y como núcleo’.

Una de las principales preocupaciones de los autores que han estudiado el fe­ nómeno de la subordinación ha sido la de situar sus límites con respecto a otros posibles mecanismos para establecer relaciones entre oraciones. Como señala Cristofaro (2003), quien adopta una perspectiva congnitivista en su estudio, la subordinación es «a particular way to construe the cognitive relation between two events, such that one of them (which will be called the dependent event) lacks an autonomous profile, and is construed in the perspective of the other event (which will be called the main event)»3 (Cristofaro 2003, 2). Es decir, la subordinación es solo una posibilidad para expresar la relación entre dos even­ tos, de los cuales uno se considera, desde un punto de vista cognitivo, como dependiente del otro. En su trabajo, en el que lleva a cabo un estudio tipológico de las propiedades que poseen las estructuras subordinadas en diferentes len­ guas, esta autora adopta una perspectiva muy amplia, e incluye entre las cons­ trucciones subordinadas desde oraciones que poseen diversos grados de de­ pendencia con respecto a la oración principal (la que expresa el evento principal) hasta nominalizaciones. Dentro del marco general de la subordinación, se entiende por subordina­ ción adverbial la relación que existe entre una oración subordinada y una ora­ ción principal, en la cual la primera desempeña una función típicamente adver­ bial con respecto a la segunda: concretamente, la función de complemento circunstancial.4 La subordinación adverbial podría corresponder a cualquiera de los dos esquemas que veíamos en (11). Ahora bien, aun cuando dichos es­ quemas son de índole formal, la clasificación de las oraciones subordinadas adverbiales se ha llevado a cabo tradicionalmente siguiendo un criterio sem án­

3 ‘...una forma particular de interpretar la relación cognitiva entre dos eventos, tales que uno de ellos (que será llamado el evento dependiente) carece de un perfil autónomo, y se construye desde la perspectiva del otro evento (que será llamado el evento principal)’. 4 Se utiliza tradicionalmente esta denominación para referirse a la función de aquellos com­ plementos que no están léxicamente seleccionados por el verbo, y que suelen expresar nocio­ nes o «circunstancias» como tiempo, modo, lugar, causa, condición, etc. Existen, no obstante, algunos complementos que expresan nociones de este tipo y que sí están seleccionados por el verbo. Por ejemplo, los complementos locativos de verbos como vivir o habitar (Vive en Madrid; Habita en un pueblo de Guadalajara) o los complementos de manera de verbos como tratar o portarse (Lo trató con desdén; Se portó muy bien).

tico. Así, se distinguen entre ellas los siguientes tipos: de lugar, de tiempo, de modo, causales, finales, condicionales, concesivas y cierto tipo de consecutivas. De todos ellos ofrecemos ejemplos a continuación: (12) a. Su bordin ad a ad v erbial d e lugar: Después de varios despistes llegaron d on d e r e p o s a b a el muerto (Emma Cohen, M uerte D ulce; CREA) b. Su bordin ada ad v erbial d e tiem po: Gonzalito se acostó cuando oyó llegar el coche (Álvaro Pombo, El m etro d e platin o iridiado; CREA) c. S u bordin ada ad v erbial d e m od o: Germán lo encajó com o p u d o: o sea, mal (Adolfo Marsillach, Se v en de á tic o ; CREA) d. Su bordin ada ad v erbial ca u sa l: Sentiste miedo p orq u e nunca te h a b ía s atrevido a p ro p on erle n a d a a n adie [...] (Boris Salazar, L a otra selv a; CREA) e. Su bordin ada ad v erbial fin a l: El diccionario de la RAE recoge como octava acepción de batir: peinar el pelo hacia arriba, a fin d e qu e s e ah u eq u e y esp o n je (Héctor Quintero, Antes d e mí: el S a h ara; CREA) f. S u bordin ada ad v erbial con dicion al: Si tod o s m e dicen qu e estoy muy g o r­ do, será bueno considerar esta observación (Jorge Bucay, El cam in o d e la a u tod ep en d en cia; CREA) g. Su bordin ada ad v erbial con cesiv a: Aun cu an d o s e p r o c e d a a una terap ia d e inspiración an alítica, el fármaco no debe abandonarse (Carlos Castilla del Pino, Introducción a la p siqu iatría; CREA) h. Su bordin ada ad v erbial con secu tiva: Detuvo el coche junto a ellos, ha­ ciéndolo rugir tanto que p a r e c ía a punto d e arran cársele d e las m anos (José Donoso, D onde van a morir los e lefa n tes; CREA)5

2.2

La relación entre la subordinada adverbial y la oración principal

En la subordinación adverbial podemos encontrar cualquiera de las posibilida­ des que acabamos de ver recogidas en (11). Esto significa que la relación entre la oración subordinada y la oración principal puede ser de diferentes tipos. Pode­ mos encontrarnos con que la oración subordinada es un constituyente de la

5 No es este el único tipo de construcción en que la oración subordinada expresa una relación de consecuencia con respecto a la principal. También expresan consecuencia oraciones subor­ dinadas como la subrayada en Salió de casa muy tarde, así que perdió el autobús, denominadas ilativas (véase, por ejemplo, RAE/ASALE 2009, §46.11a).

oración principal; por ejemplo, un complemento locativo o temporal dentro del SV, como ocurre en los ejemplos (12a) y (12b), que repetimos a continuación: (12) a. Después de varios despistes llegaron d on d e r e p o s a b a el m uerto (Emma Cohen, M uerte D ulce; CREA) b. Gonzalito se acostó cu an do oyó llegar el c o ch e (Álvaro Pombo, El m etro d e platin o iridiado; CREA) Pero la oración subordinada también puede modificar a toda la oración princi­ pal, sin ser un constituyente de ella, como veíamos en los ejemplos de (12f) y (12g): (12) f. Si tod o s m e dicen q u e estoy muy g ord o, será bueno considerar esta obser­ vación (Jorge Bucay, El cam in o d e la au tod ep en d en cia; CREA) g. Aun cuando se proceda a una terapia de inspiración analítica, el fármaco no debe abandonarse (Carlos Castilla del Pino, Introducción a la p siq u ia­ tría; CREA) La cuestión del grado de dependencia de la oración subordinada con respecto a la principal ha sido tratada por diversos autores (Koch 1995; Andersen 1995; Holler 2008; Lehmann 1988, entre otros). En algunos trabajos sobre gramática del español se ha establecido una distinción entre dos tipos de relaciones que se incluirían dentro del concepto tradicional de subordinación adverbial: la subordinación propiamente dicha, que se produce cuando nos encontramos ante una estructura como las de (12a) y (12b), y la interordinación o bipolaridad.6 Este último tipo de relación fue propuesto inicialmente por Rojo (1978), quien retomaba algunas ideas de García Berrio (1970), y ha sido asumido por diversos autores, como Moya (1989), Molina Redondo (1995) o Narbona (1989). Las oraciones interordinadas o bipolares se diferencian tanto de las coordinadas como de las subordinadas, al mismo tiempo que comparten características con unas y otras. A diferencia de las oraciones subordinadas, no son un constitu­ yente de la oración principal; a diferencia de las coordinadas, son interdependientes y adquieren un valor especial por su posición con respecto al nexo: dos oraciones coordinadas son intercambiables sin que se produzca un cambio significativo del valor de ambas (P edro ca n ta y M aría b aila/M aría b a ila y P edro

6 Brucart y Gallego, en este mismo volumen, se refieren a esta cuestión.

can ta), pero no dos oraciones interordinadas (Si quieres, te acom p a ñ o vs. Si te a com p añ o, quieres). El concepto de interordinación o bipolaridad permite acoger de forma más precisa un tipo de oraciones adverbiales que presentan algunas características propias de las oraciones coordinadas: las ilativas. Como se señala en RAE/ASALE (2009, §§46.11g-h), estas oraciones tienen en común con las coor­ dinadas el poder enlazar no ya dos oraciones, sino dos periodos complejos. Así, en (13a), la conjunción p u es introduce un periodo complejo, en el que encon­ tramos una oración subordinada causal encabezada por p orqu e, antepuesta a la oración principal; en (13b), donde la oración ilativa aparece encabezada por la conjunción co n q u e, es la oración principal la que constituye un periodo comple­ jo: (13) a. Anteayer... despedazó el jamón que teníamos guardado para estas Pas­ cuas y nos lo comimos entero. Ayer estuvimos todo el día con unas so­ pas de huevo y perejil; bueno, p u es p orq u e p ro testé d e esto m e hizo b e ­ b er tres v asos segu idos d e lech e sin hervir (Lorca, Z ap atera; tomado de RAE/ASALE 2009, §46.11g) b. Se reúnen unos cuantos, se te sientan así en corro, en sus esteras, se ponen y venga; una pipa tras otra de kifi, y tomando té, tomando té y fumando nada más, y chau-chau y chau-chau, con esos hablares que se tienen, que es que no les coges ni media palabra de lo que dicen, la mu­ jer en casita encerradita, la mujera, como ellos la nombran; con qu e con eso y a no s e te acu erd an d e n ad a m ás en este mundo (Sánchez Ferlosio, Ja ra m a ; tomado de RAE/ASALE 2009, §46.11h) La distinción entre oraciones subordinadas e interordinadas se cruza con otra distinción, señalada también por los autores arriba indicados: la distinción entre adverbiales propias y adverbiales impropias. La denominación de subor­ dinadas adverbiales se debe a que, tradicionalmente, se considera que este tipo de oraciones equivalen o sustituyen a adverbios. Sin embargo, no todos los tipos de oraciones que habitualmente se incluyen en este grupo pueden ser reemplazadas por adverbios; entre ellas, no admiten dicha sustitución las cau­ sales, condicionales y concesivas.7 Es decir: solo serían subordinadas adverbia­ les propias las temporales, locativas y modales.

7 Por esta razón, en ocasiones se prefiere la denominación de oraciones subordinadas circuns­ tanciales (véase, por ejemplo, RAE, 1973, §§3.21 y 3.22, y Jiameng 1992): la denominación cir-

Otros muchos autores han señalado distinciones muy similares a las que acabamos de revisar. Así, por ejemplo, Holler (2008) distingue entre dependen­ cia («dependence») e incrustación («embeddedness»). Las oraciones depen­ dientes, a diferencia de las incrustadas, no desempeñan una función sintáctica con respecto a la principal. Su función, más que oracional, es discursiva. Por otra parte, otros autores han estudiado los diversos tipos y grados de dependen­ cia de la oración subordinada con respecto a la principal. Así, por ejemplo, Lehman (1988), establece una tipología de las relaciones oracionales que va desde los casos de oraciones independientes («elaboration») hasta los de mayor incrustación y dependencia de la oración subordinada con respecto a la princi­ pal («compression»). Dentro de esta tipología, la subordinación abarcaría un espectro que contempla diversos grados de dependencia hasta la mayor incrus­ tación. Tanto la posición de la oración subordinada como su grado de incrustación con respecto a la principal guardan estrecha relación con la estructura de la información. Así, las subordinadas adverbiales que funcionan como tópico oracional aparecen en una posición externa a la oración principal, ya sea ante­ puesta o pospuesta. Así, por ejemplo, es topical la oración condicional de (12f), repetida aquí como (14a), o la concesiva de (14b); también lo son la oración ilativa de (15a) y la causal de (15b): (14) a. Si todos m e dicen qu e estoy muy gord o, será bueno considerar esta obser­ vación (Jorge Bucay, El cam in o d e la au tod ep en d en cia; CREA) b. A unque en ten diera mis p a la b ra s , no podía explicarle algo que ni yo mis­ mo lograba comprender (Julio Llamazares, L a lluvia am arilla; CREA) (15) a. Fue imposible deshacerse del perro, a sí qu e vien e con é l. (Manuel Mujica Lainez, El e s c a r a b a jo ; CREA) b. Avanzabas con mucha cautela, p u esto qu e la p en u m bra te im p ed ía ca m i­ nar con segu ridad (Jaime Martínez Salguero, El co m b a te m ístico; CREA)8 También ocupan una posición externa, antepuesta o pospuesta, las llamadas subordinadas adverbiales de la enunciación,9 es decir, aquellas que no se inter-

cunstancial se aplica a aquellos complementos que no son imprescindibles, que no son argu­ mentos del verbo. Podemos decir que circunstancial es sinónimo de no argumental. 8 Sobre la interpretación de las causales externas al predicado, antepuestas y pospuestas, puede consultarse, entre otros, García (2003) y RAE/ASALE (2009, §§46.3 y 46.6). 9 Sobre la distinción entre subordinadas adverbiales del enunciado y de la enunciación puede consultarse RAE/ASALE (2009, §§46.5, 47.4 y 47.12r-v).

pretan como la causa, condición, finalidad o consecuencia de lo expresado en la oración principal, sino como la causa, condición, finalidad o consecuencia de que el hablante infiera el contenido de la oración principal. Es lo que sucede con la oración causal de (16a) o la condicional de (16b): (16) a. Luis ya ha llegado, p orq u e su c o ch e está a p a rc a d o en la p u erta b. Si su c o c h e está a p a rc a d o en la pu erta, es que Luis ya ha llegado

2.3 La estructura de la oración subordinada adverbial Como acabamos de ver, parece haber acuerdo en que la subordinación, y, den­ tro de ella, la subordinación adverbial, implica una relación formal de depen­ dencia de la oración subordinada con respecto a la principal. Si volvemos ahora los ojos a la estructura interna de la oración subordinada, o al constituyente en que esta se incrusta, y tenemos en cuenta la clasificación de las subordinadas adverbiales vista en (12), observamos que, cuando hablamos de oración subor­ dinada adverbial, no estamos haciendo referencia a un único tipo de estructura sintáctica. Como vamos a ver a continuación, bajo esta denominación se han agrupado tradicionalmente estructuras muy dispares. Así, si nos fijamos en los ejemplos de (17), en todos los cuales se suele con­ siderar que hay una oración subordinada adverbial, nos encontramos con que la oración subordinada puede estar introducida por una conjunción subordi­ nante, como la condicional de (17a), pero también puede ocurrir que esté in­ cluida en una frase preposicional, como la subordinada final de (17b), o en una frase adverbial, como la encabezada por an tes en (17c). Puede tratarse, asimis­ mo, de una oración de relativo sin antecedente expreso, como la de (17d). Por otra parte, ciertas oraciones consecutivas, como la de (17e), forman parte de una estructura formada por un elemento de tipo cuantificativo (en este caso, tan) y un correlato oracional encabezado por la conjunción que, que modifican a un sustantivo o adjetivo (el adjetivo abu rrido en el ejemplo): (17) a. Saldrías huyendo si su pieras todo lo qu e h e p erd id o, todo lo que he nega­ do (José Sanchis Sinisterra, N aufragios d e Álvar Núñez o L a h erid a d el otro; CREA) b. Presto heredaré la máscara de la risa a otro gracioso, p a r a qu e siem p re h ay a risa en el m undo (Homero Aridjis, Él y e lla : jin etes b lan co s; CREA) c. Majestad, hay que tomar disposiciones an tes d e qu e lo s e p a tod o el mun­ do (Francisco Nieva, L a carroza d e p lo m o can den te. Cerem onia negra en un a c to ; CREA)

d. Eso es lo que sucedió cu an do a q u í m e trajeron, comandante (Antonio Gala, L os invitados al jardín ; CREA) e. Se está volviendo todo tan abu rrido qu e cu alqu ier p eq u e ñ o asunto d o lo ro ­ so con un ch ico d e otro ed ificio p a r e c e bu en o (Ray Loriga, H éroes; CREA) Pero las diferentes estructuras vistas en estos y otros ejemplos a lo largo del presente texto no agotan las posibilidades de la subordinación adverbial. Efec­ tivamente, el mismo tipo de relaciones semánticas que, como veíamos en (12), son propias de la subordinación adverbial, pueden ser expresadas mediante otro tipo de construcciones que no necesariamente deben ir introducidas por una partícula específica: las construcciones de gerundio y participio.10 En (18a), la construcción de gerundio tiene una interpretación condicional; en (18b), la oración de participio recibe una lectura temporal: (18) a. Ten ien do en cu en ta todos estos av a n ces, el arquitecto de hoy en día no se puede quedar atrás con los métodos tradicionales de construcción o di­ seño (Revista Digital U niversitaria. El q u eh a cer universitario en lín ea, v. 1, n. 1, 07/2000; CREA) b. A ca b a d o d e leer el libro, el lector no sabe distinguir o le resulta difícil ver con claridad quién es el novelista [...] (ABC, 17/04/1982; CREA) Los trabajos recogidos en este volumen se ocupan fundamentalmente de la estructura interna de las construcciones, habitualmente consideradas oraciones subordinadas adverbiales, que aparecen introducidas por algún tipo de partícu­ la. En ellas, es precisamente la clase gramatical a la que pertenece la partícula introductora lo que determina la estructura interna de la subordinada. A ello vamos a referirnos en el siguiente apartado.

10 Sobre este tipo de construcciones puede consultarse el capítulo 27 de RAE/ASALE (2009). Se trata de oraciones que pueden expresar diversos tipos de relación con respecto a la princi­ pal: condicional, como la oración de gerundio de (ia), temporal, como la oración de participio de (ib), etc.: (i) a. Siendo tu quien se ocupe de este asunto, no tenemos por qué preocuparnos b. Terminada la carrera, el rector entregó los premios

3 Las partículas que introducen las oraciones subordinadas adverbiales Un aspecto fundamental en el estudio de la estructura interna de las oraciones subordinadas adverbiales tiene que ver, como acabamos de señalar, con las partículas que las introducen. La estructura canónica de este tipo de oraciones es aquella en la que tenemos una oración introducida por una partícula subor­ dinante. Sin embargo, de todas las estructuras que, según hemos indicado, entrarían dentro del fenómeno de la subordinación adverbial (recordemos los ejemplos de (12) y (17)), solo dos casos corresponden a una oración introducida por una determinada partícula: las oraciones de relativo sin antecedente y las oraciones encabezadas por conjunciones subordinantes. Recordemos, por otra parte, que tradicionalmente se distinguen tres tipos de oraciones subordinadas: sustantivas, adjetivas o de relativo, y adverbiales (RAE/ASALE 2009, §1.13n). Las oraciones encabezadas por adverbios relativos, como las de (12a-c) y (17d) que veíamos más arriba, entrarían dentro del segun­ do tipo de oraciones señaladas: las adjetivas o de relativo. Serían, concretam en­ te, un tipo de relativas libres o relativas sin antecedente expreso (sobre la es­ tructura de este tipo de oraciones, y las diferentes propuestas que se han hecho para dar cuenta de ella, puede consultarse, en este mismo volumen, los trabajos de Brucart y Gallego, Fábregas, y Gutiérrez Rodríguez y Pérez Ocón). Siendo así, podemos decir que solo un tipo de estructura corresponde canónicamente a la subordinación adverbial: aquella en que la oración subordinada adverbial está encabezada por una conjunción subordinante. Dicho esto, para delimitar el concepto de oración subordinada adverbial y la estructura sintáctica que le corresponde, son varias las cuestiones que hay que tener en cuenta. Una de ellas es si existen diferencias entre las conjuncio­ nes subordinantes y los adverbios relativos y, de ser así, cuáles son exactam en­ te esas diferencias. Otra manera de formular el mismo interrogante sería pre­ guntarse si existen diferencias entre las oraciones encabezadas por adverbios relativos y las oraciones adverbiales encabezadas por conjunciones subordinan­ tes, y en qué consisten exactamente esas diferencias. Por otra parte, entre las conjunciones subordinantes estarían tanto las que introducen oraciones subordinadas adverbiales como las que introducen ora­ ciones subordinadas sustantivas (que, para las sustantivas enunciativas, y si,

para las interrogativas indirectas totales 11). Otra cuestión relevante es, por lo tanto, qué diferencias existen entre unas conjunciones y otras y, en consecuen­ cia, cuáles son las diferencias existentes entre la estructura de las oraciones subordinadas sustantivas y la de las oraciones subordinadas adverbiales. Por último, hay que tener en cuenta que entre las conjunciones subordinan­ tes que encabezan subordinadas adverbiales hay muy pocos elementos simples. La mayoría de ellas son locuciones que, en muchos casos, incluyen la conjun­ ción subordinante qu e (p ara que, p u esto que, d e m an era que, a s í que, etc.). Di­ chas locuciones proceden, por lo general, de secuencias que han sufrido un proceso de gramaticalización. Es decir, que han pasado de una estructura como la que se recoge en (19a) a otra como la que podemos ver en (19b): (19) a. [f x ...X... [o su b que ...]] b. [o Sub [con) . X . que] ...] La diferencia entre una y otra es que, en el primer caso, tenemos una frase o sintagma, cuyo núcleo es una categoría X, que desempeña una función adver­ bial con respecto a una oración principal. El núcleo X, a su vez, está modificado por una oración subordinada sustantiva encabezada por la conjunción que. En el segundo caso, tenemos una oración subordinada adverbial encabezada por una locución conjuntiva que contiene, como parte de sus elementos formantes, tanto X como q u e .

3.1 Oraciones subordinadas sustantivas y adverbiales Como hemos indicado, las gramáticas suelen distinguir tres tipos de oraciones subordinadas: sustantivas, adjetivas o de relativo, y adverbiales. Entre ellas, las oraciones subordinadas sustantivas y las adverbiales pueden ir encabezadas por partículas que pertenecen a una misma clase: la de las conjunciones subor­

11 Algunos autores han incluido si interrogativo en la clase de los pronombres y adverbios interrogativos. Así, por ejemplo, Bello (1847, §415) señalaba que, en estos casos, si es un adver­ bio interrogativo que se relaciona con la conjunción condicional si (adverbio relativo para Bello) y con el adverbio afirmativo sí. Más recientemente, Rigau (1984) considera que el si interrogativo del catalán es un adverbio interrogativo, y muestra que se comporta de modo similar a otras palabras interrogativas, como quan (‘cuando’), que (‘que’) o qui (‘quien’).

dinantes,12 que se opone a la otra gran clase de conjunciones, las coordinan­ tes.13 Antes de centrarnos en el conjunto de las conjunciones subordinantes, re­ cordaremos brevemente algunas de sus principales diferencias con las coordi­ nantes. Una de ellas es que, mientras que estas últimas enlazan elementos equivalentes desde un punto de vista sintáctico, y los sitúan en un mismo nivel de la estructura jerárquica de la oración, las que aquí nos ocupan subordinan una oración a otra o a un elemento de otra. Por otra parte, si el término de las conjunciones subordinantes debe ser siempre una oración, las coordinantes pueden enlazar diferentes tipos de unidades: oraciones, frases o sintagmas de diverso tipo, palabras e incluso partes de palabras (lisa y llanam ente). Volviendo a la clase de las conjunciones subordinantes, vemos que en ella se incluyen tanto la conjunción qu e que encabeza las oraciones subordinadas sustantivas enunciativas o declarativas (S abe q u e h oy e s su aniversario) o la conjunción si que introduce las oraciones subordinadas sustantivas interrogati­ vas indirectas (No s a b e si hoy es su aniversario), como las conjunciones o locu­ ciones conjuntivas que introducen las oraciones subordinadas adverbiales; por ejemplo, la conjunción com o que puede encabezar oraciones causales, (20a), y condicionales, (20b); la temporal a p en a s, (20c), locuciones como p u esto que, que introducen oraciones subordinadas causales, (20d), etc.: (20) a. Como h a c ía calor, he encendido el aire acondicionado b. Como h a g a m ucho calor, encenderé el aire acondicionado c. A pen as em p iece a h a c er calor, encenderé el aire acondicionado d. Puesto qu e h a c ía m ucho calor, encendí el aire acondicionado También desde el marco teórico de la gramática generativa, autores como Lasnik y Saito (1972), Hendrick (1976) o, más recientemente, Fernández-Salgueiro (2008), consideran que las conjunciones que introducen oraciones subordina­ das sustantivas y las que encabezan oraciones subordinadas adverbiales for­

12 Entre las oraciones subordinadas sustantivas se incluyen también las oraciones de infiniti­ vo que no van encabezadas por ninguna partícula. Estas oraciones, por lo general, alternan con oraciones con verbo en forma finita encabezadas por que: Le gustaría {que vinieras/ venir} (véase RAE/ASALE 2009, §§26.2 y 26.4). 13 Una descripción bastante precisa de la clasificación de las conjunciones subordinantes, así como de los problemas que plantea dicha descripción, se puede encontrar en RAE/ASALE (2009, §31.1).

man parte de una misma clase: la de los denominados com p lem en tan tes,14 Como señalan estos autores, esta hipótesis explicaría por qué oraciones como las de (21) y (22) son agramaticales. La razón sería que, en estas construcciones, en­ contraríamos dos palabras de la misma clase que estarían ocupando la misma posición sintáctica: por un lado, la conjunción subordinante adverbial (unless, b e c a u s e o sin ce en las oraciones de (21); si o com o en las de (22)) y, por otro, el complementante th at en el caso del inglés, y el complementante qu e en español: (21) a. *Unless that the strike has been called off, there will be no trains tomorrow b. *She watered the flowers because that they were dry c. *Since that the weather has improved, the game will be held as planned (Ejemplos de Haumann 1997, 50) (22) a. *Si que hubiera podido explicarle a Morton todo esto,... b. *Como que todos los parlamentarios son de la zona donde opera Casta­ ño,... No obstante, también es cierto que existen importantes diferencias entre una y otra clase de conjunciones. En primer lugar, las oraciones encabezadas por que o si (interrogativo) en español deben ocupar posiciones argumentales; es decir, deben funcionar como sujeto o complemento seleccionado por alguna categoría léxica, como en (23). Sin embargo, las oraciones adverbiales no necesitan estar seleccionadas por ningún elemento léxico: (23) a. Que estés aquí significa que ya has acabado el trabajo b. Su comportamiento obedece a que se siente maltratado por sus superio­ res c. Creo que estás equivocado Dado que en este marco teórico se considera que las conjunciones son el núcleo de la construcción y, por lo tanto, el elemento que determina sus propiedades, otros autores han incluido a las conjunciones que encabezan las oraciones subordinadas sustantivas y a las que encabezan las oraciones subordinadas

14 Se trata de una categoría funcional, es decir, una clase de elementos con contenido funda­ mentalmente gramatical, que constituye el núcleo de la oración subordinada, dado que es el elemento cuyos rasgos permiten que esta aparezca en determinadas posiciones y cumpla determinadas funciones. Recuérdese que uno de los postulados de este marco teórico es la endocentricidad de todos los sintagmas.

adverbiales en clases distintas. Así, entre otros, Jackendoff (1973; 1977), Emonds (1985) y Larson (1990) consideran que las conjunciones subordinantes que in­ troducen oraciones adverbiales son un tipo particular de preposiciones. Una hipótesis similar ya había sido propuesta, mucho antes, por Jespersen (1924), Hjemslev (1928) o Pottier (1962). Todos estos autores, aun con las diferencias relativas a sus diversas posiciones teóricas, consideran que la principal particu­ laridad que presentarían las conjunciones subordinantes respecto a otras pre­ posiciones sería el tomar obligatoriamente como término una oración. No obstante, esta hipótesis también presenta algunos problemas. Por ejem­ plo, en español, cuando una preposición toma como complemento una oración con verbo en forma finita, esta debe ir encabezada por la conjunción que, según vemos en (24a). Además, como muestran (24b-d), la oración encabezada por que alterna, en el término de la preposición, con una oración de infinitivo, una frase sustantiva o un pronombre. (24) a. Lo dijo así, solamente, p a r a qu e su piéram os qu e no s e tratab a d e cu al­ quier g o lfo (Adriano González León, Viejo; CREA) b. Era preciso fijar la vista p a r a s a b e r qu e e s t a b a a llí (Tomás Eloy Martínez, El vuelo d e la rein a; CREA) c. Aquí estamos entre caballeros y estas máquinas son p a r a nuestra ins­ trucción y so la z exclusivamente (Fernando Savater, V ente a Sinapia. Una reflexión e sp a ñ o la so b re la u topía; CREA) d. No debían olvidarlo porque p a r a e s o estaban sus amigos (Heberto Padi­ lla, En mi jardín p a s ta n los h éro es; CREA) Sin embargo, en oraciones subordinadas adverbiales como las de (25a-b), en­ cabezadas por conjunciones simples, no está presente la conjunción q u e; por otra parte, en ellas sería imposible sustituir la oración subordinada con verbo en forma finita por una oración de infinitivo, una frase nominal o un pronom­ bre. (25) a. Si hu biera p o d id o explicarle a Morton todo e s t o , quizá no le despreciaría ahora tanto (Rosa Montero, A m ado A m o; CREA) b. Como todos los parlam en tarios son d e la z o n a d on d e o p e ra Castaño, se ha considerado que el secuestro es 'amistoso' y que no corre peligro la vida de los retenidos (Revista Sem an a [Colombia], 6-12/11/2000; CREA) Una tercera hipótesis, que trata de aprovechar las ventajas de las dos anteriores soslayando sus inconvenientes, ha sido propuesta por autores como Haumann

(1997). Para este autor, las conjunciones subordinantes adverbiales constitui­ rían una categoría híbrida, que combina propiedades de núcleos léxicos, como algunas preposiciones, y de otros elementos de carácter funcional o gramatical, como las conjunciones que encabezan las oraciones subordinadas sustantivas.

3.2 Adverbios relativos y conjunciones subordinantes La relación entre los adverbios relativos y las conjunciones subordinantes es una de las cuestiones más controvertidas en el ámbito de la subordinación ad­ verbial, y una de las claves para entender este fenómeno. Como se señala en la última edición de la G ram ática de la RAE: «La distinción entre la clase de los adverbios relativos y la de las conjunciones subordinantes requiere llevar a cabo un análisis de los rasgos que cada partícula a la que afecta esta distinción puede compartir con los primeros y con los segundos. [...] esta tarea no se ha realizado (al menos para el español) [...]» (RAE/ASALE, 2009, §31.13h). Para revisar las semejanzas y las diferencias entre ambas clases de pala­ bras, vamos a tomar como punto de partida dos características de los adverbios relativos. Ambas aparecen señaladas en todos los textos gramaticales, ya sea descriptivos o teóricos, pero tomaremos como referencia el trabajo de Brucart (1999, §§7.1.1 y 7.5.6). La primera de ellas es que los adverbios relativos pueden tener un antecedente explícito, como se puede observar en los ejemplos de (26), tomados de Brucart (1999, §7.5.6) (el antecedente aparece en cursiva, y el ad­ verbio relativo, subrayado): (26)

a. L a estación donde nos bajamos del tren fue la de Sigüenza b. Este traje lo llevaba el d ía cuando se casó c. Lo hizo de la m an era como se lo habían mandado

Ciertamente, lo más común es que los adverbios relativos no vayan precedidos de antecedente. No obstante, según el análisis estándar de este tipo de oracio­ nes, el antecedente está presente incluso en aquellos casos en que no está reali­ zado fonéticamente. Bello (1847, §§394, 401 y 404) señalaba que los adverbios relativos «pueden llevar envuelto su antecedente». En trabajos más recientes, se suele admitir que existe un antecedente explícito representado por una catego­ ría vacía. Esta propuesta es defendida, entre otros, por Groos y Van Riemsdijk (1981), Van Riemsdijk (2000) y, dentro de los estudios sobre el español, Brucart (1999, §7.2.4.3) (de este asunto se ocupan también, en este volumen, los trabajos de Fábregas y de Gutiérrez Rodríguez y Pérez Ocón).

La segunda propiedad de los adverbios relativos que queremos destacar es el hecho de que desempeñan una función dentro de la oración subordinada. En (27a), d on d e es complemento circunstancial dentro del grupo verbal nos b a ja ­ m os d el tren; en (27b), cu an do es complemento circunstancial de tiempo en la subordinada s e c a s ó ; por último, en (27c), com o es un complemento circunstan­ cial de modo que hace referencia a la manera en que alguien había mandado que se hiciera algo. Un indicio de que esto es así es el hecho de que no pueda haber un complemento del mismo tipo del adverbio relativo, correferencial con él, dentro de la oración subordinada. La razón es, simplemente, que en tal caso nos encontraríamos ante dos elementos explícitos que desempeñan una misma función sintáctica: (27) a. *La estación d on d e nos bajamos del tren a llí fue la de Sigüenza b. *Este traje lo llevaba el día cu an do se casó el 3 d e m arzo d e 2 0 0 2 c. *Lo hizo de la manera co m o se lo habían mandado a s í Las conjunciones subordinantes no parecen compartir esas propiedades. En primer lugar, las conjunciones subordinantes no admiten antecedentes, como muestra la agramaticalidad de secuencias como las de (28): (28) a. *Solo daré clase en el c a so si se desconvoca la huelga b. *El suelo está mojado p o r el motivo p o rq u e ha llovido c. *La puerta se abrió en el p reciso m om ento a p e n a s hubo terminado de pronunciar las palabras mágicas d. *Le esperamos durante todo el tiem po m ientras compraba en el super­ mercado Respecto a la segunda característica, las conjunciones condicionales y causales no parecen desempeñar una función dentro de la oración subordinada. Es cierto que, en el contexto adecuado, son gramaticales secuencias como las siguientes, en las que encontramos, dentro de la oración subordinada, un complemento que expresa el mismo tipo de relación semántica que la conjunción que la enca­ beza: (29) a. No puede salir p orq u e tiene mañana un examen p o r e s a razón [Contexto: no estudió y suspendió, por eso mañana tiene que repetir el examen] b. Si la policía actúa en e s e su puesto, se sentará un precedente muy peli­ groso

[Posible supuesto: tener solo sospechas de que alguien pertenece a una organización terrorista] No obstante, en oraciones de relativo también puede haber un complemento del mismo tipo del adverbio relativo, siempre que no sea correferencial con él. Así, en los ejemplos de (30), el adverbio relativo y el complemento temporal desta­ cado en cursiva no son correferenciales, si bien el período de tiempo o el espa­ cio denotados por el primero puede estar incluido en el segundo: (30) a. Cuando nos vimos el añ o p a s a d o , lo encontré muy desmejorado b. Esa es la cafetería d on d e solemos quedar en M adrid La situación es distinta con las conjunciones subordinantes. Si la partícula cau­ sal o condicional llevara a cabo la función de complemento causal o condicio­ nal en la oración subordinada, debería haber un paralelismo, que no se produ­ ce, entre casos como los de (31) y los de (32). En (31) coinciden el momento o el lugar en que se desarrolla lo indicado en la oración principal y la subordinada. Sin embargo, ni en (32a) podemos decir que la causa por la que sucede lo indi­ cado en la oración principal sea la misma por la que sucede lo indicado en la subordinada, ni en (32b) podemos afirmar que la condición para que se cumpla lo señalado en la oración principal es también condición para que se cumpla lo señalado en la subordinada: (31) a. El teléfono sonó cuando llegó Juan = El teléfono sonó en un determinado momento. Juan llegó en ese mismo momento b. Dejé el libro donde lo había encontrado = Dejé el libro en un lugar. Había encontrado el libro en ese mismo lugar (32) a. El teléfono sonó porque llamó Juan * El teléfono sonó por una razón. Juan llamó por esa misma razón b. Iré con Juan al cine si me invita * Iré con Juan al cine con una condición. Juan me invitará con esa misma condición Podemos concluir, por tanto, que, efectivamente, las conjunciones subordinan­ tes no desempeñan una función sintáctica dentro de la oración que introducen. Sin embargo, las partículas temporales m ientras y ap en a s, que veíamos en (28c) y (28d), sí parecen cumplir una función dentro de la subordinada, aunque no admitan antecedente. Así, en las oraciones de (33a) y (34a) parece haber coinci­ dencia entre el momento en que se desarrolla lo indicado en la oración principal y el momento en que se desarrolla lo indicado en la subordinada. De no ser así,

es la propia partícula subordinante la que determina cómo ha de entenderse la relación temporal: en (33a), m ientras permite interpretar que el momento o intervalo de tiempo durante el cual se produce lo denotado por la oración prin­ cipal (son ó el teléfono) está incluido en el intervalo de tiempo durante el cual se produce lo expresado en la oración subordinada (Juan s e e s t a b a d u chan do); del mismo modo, en (34a) a p e n a s permite interpretar que lo expresado en la ora­ ción principal (resb a ló ) ocurre al mismo tiempo o inmediatamente después de lo expresado en la oración subordinada (pu so el p ie en la es c a le r a ). Por otro lado, (33b) y (34b) muestran que con estas partículas sucede lo mismo que ocu­ rría en las oraciones con adverbios relativos (véanse los ejemplos de (27), más atrás): no puede haber un complemento temporal explícito con un valor similar al que aporta la partícula subordinante. La pregunta es, por tanto: ¿son esas partículas adverbios relativos o conjunciones subordinantes? (33) a. El teléfono sonó mientras Juan se estaba duchando = (El teléfono sonó en un determinado momento. Juan se estaba duchando en ese mismo momento) b. *El teléfono sonó mientras Juan se estaba duchando en ese mismo mo­ mento (34) a. Resbaló apenas puso el pie en la escalera (= Resbaló en un determinado momento. Puso (había puesto) el pie en la escalera {justo en/ inmedia­ tamente antes de} ese momento) b. *Resbaló apenas puso el pie en la escalera {en ese mismo/ inmediata­ mente antes de ese} momento Para algunos autores, son adverbios relativos incluso conjunciones subordinan­ tes que no expresan las relaciones que típicamente expresan los primeros: tiempo, lugar y modo. En el ámbito de la gramática del español, contamos con el precedente de Bello (1847), quien consideraba que las conjunciones subordi­ nantes son en realidad pronombres, adverbios o frases adverbiales relativas. Pero son muchos otros los autores que han sustentado propuestas similares. Así, por ejemplo, Arsenijevic (2009) y Kayne (2011) señalan que ciertas oracio­ nes completivas, las oraciones del inglés complemento de sustantivos como claim (p. ej., (the claim ) that Joh n k issed Mary, ‘la afirmación de que John besó a Mary’) o fa c t (p. ej., the fa c t that they’re here, ‘el hecho de que {están/estén} aquí’) son un tipo de oraciones de relativo. Haegeman (2007; 2010; 2012) consi­ dera que las conjunciones subordinantes condicionales son adverbios relativos. Sus argumentos se basan principalmente en los orígenes morfológicos y etimo­ lógicos de las conjunciones condicionales del francés y el alemán. Bhatt y Pan-

cheva (2006), por su parte, proponen que las partículas condicionales son con­ junciones subordinantes, pero consideran que la estructura de las construccio­ nes por ellas encabezadas es similar a la de las oraciones de relativo, al existir un operador nulo, equivalente a un relativo, que liga una variable sobre mun­ dos posibles.

3.3

La lexicalización y la gramaticalización

Como ya hemos señalado, son pocas las conjunciones subordinantes simples que introducen oraciones adverbiales. Entre ellas se encuentran la condicional si, las conjunciones com o, con valor causal y condicional, cu an do, con valor adversativo y condicional, y, probablemente, algunas partículas temporales, como ap en a s, m ientras, etc. Todas ellas se ejemplifican a continuación: (35) a. Si no fueras tan deprisa, terminarías antes b. Como no te portes bien, no te llevaré al cine c. Como no te has portado bien, no te llevaré al cine d. Cultiva una actitud «humilde» cu an do, en realidad, es todo lo contrario (Olga Wornat, M enem -B olocco, S.A.; CREA) e. Bueno, cu an do él lo dice, será por algo f. A pen as lo vio, salió corriendo g. M ientras estaba comprando, me robaron el coche Las partículas mencionadas no se comportan como preposiciones, pues la ora­ ción que toman como complemento ha de ser una oración con verbo en forma finita, pero no puede ir encabezada por la conjunción qu e, cosa que, como he­ mos visto, es obligatoria en el caso de las preposiciones. Con respecto a la posi­ bilidad de que sean adverbios relativos, no cumplen las propiedades que hemos visto en el apartado anterior, puesto que no admiten tener un antecedente y no desempeñan una función sintáctica de complemento circunstancial en la ora­ ción subordinada (pero recuérdese las particularidades que, en este sentido, muestran m ientras y ap en a s, señaladas en el apartado anterior). Frente a este escaso número de conjunciones simples, en español existe una gran cantidad de locuciones conjuntivas, es decir, unidades que, según se indica en RAE/ASALE (2009, §31.1u) son «expresiones compuestas por dos o más términos que funcionan como una sola conjunción». Un ejemplo podría ser el de la conjunción ilativa conque, que, por otra parte, presenta unión gráfica de sus componentes, como se observa en (36a). Como muestra la agramaticalidad

de las construcciones de (36b-d ), en este caso la secuencia encabezada por que no alternan con una oración de infinitivo, una frase nominal o un pronombre. (36) a. Le dijo que no tenía coche, conque ella se ofreció para llevarle en el suyo b. *Le dijo que no tenía coche, con pedirle que le llevara en el suyo c. *Le dijo que no tenía coche, con una súplica de que le llevara en el suyo 15 d. *Le dijo que no tenía coche, con eso Muchas locuciones conjuntivas contienen, como ya hemos mencionado más arriba, la conjunción qu e como uno de sus formantes. Según veíamos, la forma­ ción de este tipo de locuciones conjuntivas sigue un proceso por el que se pasa de la estructura (19a) a la estructura (19b), que repetimos aquí: (19) a. [f x ...X... [o su b que ...]] b. [oSub [conj . X . que] ...] Acabamos de ver un caso en que la estructura de partida era una frase preposi­ cional encabezada por la preposición con. Pero también podemos encontrarnos con otras expresiones formadas a partir de otro tipo de estructuras; por ejemplo, casos en que la locución está formada a partir de un adverbio seguido de que, como sucede en las locuciones siem p re qu e y a h o ra que. Este es un caso particu­ larmente interesante, porque podemos encontrarnos con secuencias que co­ rresponden a la estructura (19a), así como otras que corresponden a la estructu­ ra (19b). Así, en construcciones como (37a) y (38a) (que se corresponderían con las estructuras representadas en (37b) y (38b), respectivamente) tendríamos una frase adverbial cuyo núcleo lleva como complemento una oración encabezada por qu e (véase Pavón 2003, §V.2.2.1; 2012, §3.1). Prueba de ello es que, en ellas, los dos elementos que las integran (siem pre, ah o ra , por un lado, y que, por otro) forman parte de constituyentes distintos, como muestra el hecho de que el cons­ tituyente encabezado por que puede ser suprimido sin que se alteren ni el signi­ ficado ni la función del adverbio. Asimismo, el adverbio y la oración que lo modifica pueden ser separados, bien por la coordinación de dos oraciones, bien por la inserción de un elemento parentético entre el adverbio y la oración, como muestran (37c) y (38c). Ello no sería posible si las secuencias siem p re qu e y a h o ­ ra qu e formaran locuciones cohesionadas:

15 Descártese la interpretación de simultaneidad.

(37) a. Tenemos que fichar siempre (que salimos de trabajar) b. Tenemos que fichar [[siempre] [que salimos de trabajar]] c. Tenemos que fichar siempre que salimos de trabajar o que, simplemente, salimos a tomar un café (38) a. Se ha dado cuenta de su error ahora (que todos le rechazan) b. Se ha dado cuenta de su error [[ahora] [que todos le rechazan]] c. Se ha dado cuenta de su error ahora, p recisam en te, que todos le recha­ zan La RAE (1931) consideraba que, en estos casos, qu e es un adverbio relativo cuyo antecedente es el adverbio temporal (un análisis alternativo a este que, no obs­ tante, tiene en común con él el admitir que la oración subordinada es en última instancia una oración de relativo, es el propuesto por Brucart y Gallego, 2009, §3.1; véase también el trabajo de ambos autores en este volumen). La oración que sigue a siem pre y a a h o ra sería, por tanto, una oración de relativo. En RAE/ASALE (2009, §31.14h) se aporta como indicio de que este es el análisis correcto el que estas construcciones pueden servir como respuesta a preguntas encabezadas por cu án do. Con respecto al adverbio siem pre, se remarca el hecho de que pueda negarse (No siem pre qu e te llam o m e con testas) y el que admita el modificador ca si (Casi siem pre qu e salim os d e p a s e o , llueve). En cuanto a a h o ra que, en RAE/ASALE (2009, §17.7b) se considera que la relativa que modifica a a h o ra es una relativa explicativa, dado que no parece posible restringir la deno­ tación de este adverbio. En contraste con ellas, existen secuencias en que las expresiones a h o ra que, siem p re que, y otras como a sí que, deben ser consideradas conjunciones subor­ dinantes (véase Pavón 2003, §V.2.2; 2012, §3.2). Así sucede en (39a), (40a) y (41a), construcciones que se corresponden, respectivamente, con las estructuras (39b), (40b) y (41b). En ellas, las secuencias a h o ra que, siem p re qu e y a sí que poseen un significado distinto del que originalmente posee el adverbio que forma parte de ellas. Dicho significado desaparece si eliminamos la oración, junto con que, lo que da lugar a secuencias semánticamente anómalas o, cuan­ do menos, con un significado distinto: (39) a. Ahora #(que me acuerdo), ¿sabes a quién vi ayer? b. [[Ahora que] [me acuerdo]] ... (40) a. Podrás librarte del examen final siempre #(que hayas superado los exá­ menes parciales) b. ... [[siempre que] [hayas superado los exámenes parciales]]

(41) a. Ya no tenía tiempo para pasear un rato, así *(que se fue directamente a la universidad) b. ... [[así que] [se fue directamente a la universidad]] En (39a), la secuencia encabezada por a h o ra qu e funciona como conector dis­ cursivo, siem p re qu e es conjunción condicional en (40a), y a s í qu e es una con­ junción ilativa, como se observa en (41a). Son muchos los patrones sintácticos de secuencias que pueden dar lugar a locuciones conjuntivas. Los casos que hemos visto contienen qu e como uno de sus formantes, pero existen también patrones sin este elemento. Así, hay locucio­ nes conjuntivas formadas con adverbios u otras partículas, como an tes no, a s í com o, según y com o, si bien, tan pronto com o, etc. La cuestión, en cada caso, es dilucidar ante qué tipo de estructura nos encontramos: si ante una oración en ­ cabezada por una conjunción subordinante o ante una frase o sintagma de otro tipo, que desempeña la función de complemento circunstancial y que contiene, como uno de sus constituyentes, una oración subordinada sustantiva o de rela­ tivo. Las locuciones conjuntivas resultan de un proceso de gramaticalización. Entre los rasgos propios de las secuencias gramaticalizadas se encuentran, entre otros, la obligatoriedad de los elementos que las componen (véase Lehman 1995) o la descategorización (Hopper/Traugott 2003, 103-104). El primero de estos rasgos puede observarse, por ejemplo, en las secuencias de (39) a (41), donde, como veíamos, la supresión de la secuencia encabezada por qu e provo­ caba o bien agramaticalidad o bien un cambio de significado. La descategorización, por otra parte, consiste en la pérdida de las propiedades morfológicas de la unidad o unidades que sufren el proceso de gramaticalización. Un ejemplo de esto podemos observarlo en algunas locuciones que contienen como uno de sus formantes un sustantivo que, no obstante, no admite los modificadores habitua­ les con esta clase de palabras. Es el caso, por ejemplo, de la conjunción ilativa d e m an era que. Como muestran los ejemplos de (42), en ella, m an era no puede ser modificado por un determinante o un adjetivo: (42) a. Pero Mario me sacó de allí, d e m an era qu e puede considerársele el res­ ponsable último de todo lo que pasó después (Soledad Puértolas, Queda la n och e; CREA) b. *Era muy alegre, d e la m an era qu e no dejaba de sonreír pasara lo que pasara c. *Su teléfono se había quedado sin batería, d e m an era a b su rd a que no pude avisarle

Podemos terminar este apartado recordando a Shyldkrot/Kemmer (1988), quie­ nes señalan que el conjunto de las conjunciones y locuciones conjuntivas es un ejemplo claro de un proceso muy común en la lengua: el paso de determinados elementos lingüísticos de una categoría gramatical a otra. Desde un punto de vista diacrónico, los orígenes de las conjunciones son muy diversos y no se limitan a una categoría gramatical específica. Por otra parte, en muchos casos la función original de esos elementos se ha mantenido junto a la nueva, pero, en otros, ha desaparecido totalmente. A esto se añade el hecho de que el valor semántico de una determinada conjunción puede cambiar en la diacronía y el que, sincrónicamente, una sola conjunción o locución conjuntiva pueda expre­ sar diversos tipos de relaciones sem ánticas.

4 Conclusiones En este capítulo he intentado describir el concepto de subordinación adverbial y delimitar las cuestiones fundamentales que afectan a su estudio. La subordina­ ción adverbial es uno de los procedimientos que permiten el enlace de oracio­ nes en el discurso para expresar diferentes tipos de relaciones semánticas entre ellas. Las mismas relaciones semánticas pueden expresarse recurriendo a diver­ sos procedimientos de enlace interoracional, por lo que, para caracterizar unos procedimientos frente a otros hemos de recurrir básicamente a la identificación de sus propiedades formales. Como subordinadas que son, las oraciones adverbiales mantienen una rela­ ción de dependencia con respecto a una oración principal. Frente a otras ora­ ciones subordinadas, las adverbiales se caracterizan fundamentalmente por su función: desempeñan una función típicamente adverbial, como la de comple­ mento circunstancial. No obstante, la clasificación interna de las oraciones subordinadas adverbiales se suele llevar a cabo teniendo en cuenta criterios semánticos, y, así, se suele distinguir, entre otras, las siguientes subclases: de lugar, de tiempo, de modo, causales, finales, condicionales, concesivas y con­ secutivas. Si tenemos en cuenta la relación que se establece entre la oración subordinada y la oración principal, la primera puede ocupar diversas posicio­ nes respecto a la segunda, y mantener con respecto a ella diversos grados de dependencia, lo que ha llevado a diversos autores a considerar que no constitu­ yen un grupo homogéneo. Pero donde mayor heterogeneidad se puede percibir dentro del conjunto de las oraciones subordinadas adverbiales es en su estructura interna. Un análisis detallado de las diferentes construcciones que se han incluido tradicionalmente

en la subordinación adverbial nos muestra que no se trata de un único tipo de construcción sintáctica. Entre las subordinadas adverbiales se han incluido oraciones con verbo en forma no finita (oraciones de gerundio y participio), frases preposicionales, adverbiales, oraciones de relativo y también oraciones encabezadas por conjunciones subordinantes. Una cuestión controvertida es si estas partículas constituyen una clase sintáctica homogénea o si pueden ser reducidas a otras clases de palabras. Para dirimir la cuestión es preciso estudiar las características de cada una de esas partículas, entre las que se encuentran numerosas unidades complejas, y sus diferencias con otras clases: fundamen­ talmente, preposiciones y adverbios.

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Cristina Matute (Saint Louis University) y Teresa María Rodríguez Ramalle (Universidad Complutense de Madrid)

Los adverbios y la estructura informativa en el margen preverbal de las oraciones subordinadas en español antiguo 1 Introducción Este trabajo presenta una propuesta de análisis del funcionamiento de los ad­ verbios en el margen preverbal de las oraciones subordinadas del español anti­ guo. Su objetivo es explicar cuál fue el papel de esta clase de palabras dentro de las diferentes posiciones que presenta la periferia izquierda en estas oraciones, un área que experimentó una serie de cambios muy significativos en la transi­ ción de las lenguas romances medievales hacia las variedades modernas. Los adverbios ocupan diferentes posiciones del margen preverbal en el es­ pañol antiguo, tanto en oraciones principales (1) como en subordinadas (2): (1)

a. [De mas] dixieron le [assi.] Sennor Rey... (GE4, N abu chodon osor, 16r) b. & fizieron Moysen & a aron como les mando dios. et [assi] lo complieron todo como les el dixo (G eneral Estoria, I, Éxodo, 152r) c. Et [yo [Alffonso lopez]] [assi] lo otorgo (Diplomas locales de Castilla y León, 1318, Belmonte, Asturias, Clero, Oviedo, 1578, 14)

(2)

a. & diz otrossi Maestre. Pedro. sobresta razon. Que [los phariseos] [assi] lo fazien (G eneral Estoria, I, Éxodo, 159r) b. Et los dichos clerigos deffendiendo se dizian [...] & que lo [assi] usaran [sienpre] (D iplom as lo ca les d e Castilla y León, 1286, Logroño, Clero, Lo­ groño, 1032, 15) c. Et que labremos la vinnas de tres lauores escauar & podar & cauar cada anno & ssi lo [assi] [non] fiziessemos que uos pechemos [...] vn moravedi (D iplom as lo cales d e Castilla y León, 1290, Valladolid, Clero, Palencia, 3431, 5)

Al observar datos como estos surge la pregunta de qué determina estas diferen­ cias, pues sabemos que el orden de palabras variable, lejos de ser aleatorio, cuenta con unos principios subyacentes. Los estudios sobre las lenguas actua­ les muestran que codifica, entre otras cosas, la relevancia informativa que el hablante reparte entre los distintos componentes de la oración y ello se traduce

gramaticalmente en las categorías funcionales de foco y tópico. Estas categorías están determinadas, pues, desde la semántica y la pragmática (Benincá 2004). En los últimos años se ha incrementado el número de estudios sobre estas cues­ tiones en las lenguas romances medievales, y en lo que toca al español, se ha observado que focos y tópicos afectan, por ejemplo, al orden del pronombre átono en una oración principal, ya que este se sitúa junto a un constituyente focalizado de manera regular (cf. d em á s en 1a y a s s í en 1b; cf. FernándezOrdóñez 2009). No obstante, las características de la documentación impiden identificar tales categorías de manera unívoca cuando aparece más de un cons­ tituyente en el margen preverbal, por ejemplo en (1c), al no reflejar la escritura la marca prosódica del acento propia de los focos. Como muestran los datos de (2), en las oraciones subordinadas resulta más complejo aún, pues en ellas los pronombres de objeto se anteponían sistemáticamente al verbo. Hay, sin em­ bargo, una notable salvedad: la estructura de interpolación de elementos entre el pronombre y el verbo en (2b, c) es considerada por algunos autores una es­ tructura marcada con énfasis, de modo que se ha puesto en relación con la ca ­ tegoría del foco (Rivero 1993; Poole 2006). Pero no todos los estudios están de acuerdo en que el énfasis se aplicara de manera sistemática (Castillo Lluch 1998). Al comparar las distintas posiciones de a s s í y siem p re en un mismo predi­ cado como el de (2b), también surge una segunda pregunta de qué factores intervienen en la anteposición de unos adverbios al verbo, pero no de otros. En este trabajo buscaremos las respuestas a estas preguntas; en concreto, las razo­ nes de la anteposición de los adverbios en el margen preverbal de las oraciones subordinadas. Con tal fin, determinaremos sus posiciones y su orden en rela­ ción con otros constituyentes oracionales en el marco del modelo teórico de la periferia izquierda de la gramática generativa. Según este modelo, el Sintagma Fuerza es la categoría que determina la selección de las categorías funcionales de su dominio y los rasgos concretos que han de presentar sus núcleos. Ello implica que esta categoría, que codifica la fuerza ilocutiva, es crucial en la pro­ yección de la periferia izquierda de la oración (Rizzi 1997; Cinque 1999; 2004; Benincá 2004; Haegeman 2007; 2010; Hernanz 2012). El trabajo en este marco teórico nos permite formular dos hipótesis: prime­ ro, que los adverbios preverbales se relacionan con las categorías funcionales de la periferia izquierda oracional. Segundo, que la aparición de estas catego­ rías y el ascenso de los adverbios depende, a partes iguales, de las propiedades del Sintagma Fuerza y de las características individuales de los adverbios, tal como ocurre en las oraciones principales (Rodríguez Ramalle/Matute 2015). Las diferencias en el orden de palabras entre las distintas épocas y variedades dia­

lectales romances reflejarían, entonces, variaciones paramétricas en la selec­ ción y la ordenación de las categorías funcionales del Sintagma Fuerza, varia­ ciones que son precisamente la base del cambio lingüístico (según Roberts/Roussou 2003). Para determinar la validez de estas hipótesis, en el apartado 2 expondremos los conceptos que se han considerado hasta ahora para abordar tales cuestio­ nes, primero respecto a las categorías informativas y, segundo, respecto a su configuración en las oraciones subordinadas. Ello permite establecer, en el apartado 3, unas bases metodológicas adecuadas para el estudio de una varie­ dad como el español medieval. En el apartado 4 estudiaremos los resultados del análisis de los adverbios según las posiciones que ocupan en la periferia iz­ quierda y sus propiedades. Hemos aplicado los criterios de los estudios que revisamos en el apartado 2, aunque también hemos desarrollado nuevos crite­ rios cuando ha sido preciso. Finalmente, el apartado 5 presenta la explicación del comportamiento adverbial y la evaluación de su trascendencia en el marco teórico de la periferia izquierda.

2 Estado de la cuestión 2.1 Las categorías informativas de tópico y foco. Definición, tipos y propiedades distintivas El orden de una frase no solo representa las relaciones sintácticas básicas; ese orden también marca la división de la información en conocida y nueva respec­ to al discurso anterior o, dicho con otras palabras, entre tema y rema. Estas nociones informativas han sido puestas en relación, respectivamente, con las nociones gramaticales de tópico y foco.1 La partición informativa de las oracio­ nes parece ser universal: la primera parte incluye la información compartida y la segunda parte la información nueva. De esta manera, el hablante articula la información que presenta en el discurso guiando las inferencias según lo consi­ dera más eficaz. Se pueden establecer también tres subáreas: la de marco, la de tema y la de foco (Benincá/Poletto 2004). El marco aporta las circunstancias o el contexto

1 No sin discusión, cf. Büring (1997); Gutiérrez Ordóñez (2000). En lo que toca al español antiguo, p. ej. autores como Bouzouita (2008) han podido identificar tópicos que contienen información nueva.

necesarios para interpretar la información con precisión. Tema es todo aquello de lo que trata una oración. Cada oración puede tener un tema discursivo que no se corresponda con un constituyente sintáctico concreto, esto es, puede referirse a unidades mayores. Así, cuando hablamos del tema de este libro, el tema de este artículo, estamos hablando del tema discursivo. Aquí vamos a tratar del tema oracional, pues es el que tiene que ver directamente con un constituyente sintáctico y tiende a identificarse con una posición determinada en la oración. Su función discursiva consiste en conectar lo dicho con el contex­ to anterior, por lo que se sitúa en primera posición. En un orden no marcado en español actual como SVO, el sujeto representa el tema, mientras que el predica­ do es lo que se dice acerca del tema. En cuanto al rema, este se define como la parte no presupuesta de la oración, lo que significa que es la parte que contiene la información no compartida por los interlocutores. Se suele relacionar el rema, una categoría semántica, con el foco, una categoría funcional. Hay lenguas que codifican la novedad de la información discursiva por me­ canismos morfológicos. En otras, como en español, existen mecanismos fonéti­ cos y sintácticos. Aquí nos vamos a interesar por estos últimos. Empecemos revisando los procesos sintácticos asociados al margen preverbal que introdu­ cen la información ya conocida. Los tópicos pueden iterarse en el nivel oracional y ello conduce a pensar que, en realidad, estamos ante distintos tipos. Aunque estos sean semejantes entre las lenguas, pueden diferir en su realización sintáctica (Frascarelli/ Hinterholzl 2007). Existe un primer tipo llamado continuativo (ab ou tn ess topic), de lo que trata la oración. Este tipo puede incorporarse en el orden neutro, se­ gún el cual el tópico sería en español el sujeto explícito. Dado que el sujeto es de lo que trata una oración, solo es posible uno en cada una, y también por ello se sitúa ante el verbo y en primer lugar, por delante del resto de tópicos (Cruschina 2011). El segundo tipo de tópico, el familiar o dislocación a la izquierda, recupera referentes ya presentados previamente en el discurso como en (3a, b). En las lenguas romances suele presentar una copia pronominal en el predicado, esto es, se asocia con el doblado de clíticos dentro del dominio de la cláusula (el tópico se mueve fuera del Sintagma Flexión). Puede haber oraciones que carez­ can de tópicos familiares y también pueden ser, en principio, ilimitados, aun­ que desde luego, la memoria restringe su número. Asimismo, pueden situarse en posición preverbal a la izquierda o dislocados a la derecha. En el italiano y en el español actual funcionan de la misma manera, con la salvedad de que el español actual carece de clíticos que doblen objetos con lectura partitiva o loca­ tiva. Y es importante considerar que los pronombres átonos no tenían carácter

de clíticos en la Edad Media, sino de categorías plenas, por lo que el doblado se producía de manera más limitada (Rivero 1993; Sitaridou 2011): (3)

a. A Juan, me lo encontré el otro día b. A Luis, el libro se lo devolví ayer

También es posible encontrar en esta posición superior un tercer tipo de tópico de marco de la predicación, correspondiente a la categoría funcional de Sin­ tagma Marco (FrameP) donde, por ejemplo, se alojarían los adverbios que ac­ túan como enmarcadores de la predicación en los ejemplos (4a, b) (Benincá 2006; Gutiérrez Bravo 2008, 391). Contiene asimismo adverbios de punto de vista como el de (4c): (4)

a. Aquí se encontró la evidencia que nos faltaba b. Ayer Juan no compró el periódico c. Políticamente, el problema no tiene fácil solución

En algunas lenguas existe un tipo de tópico con carácter contrastivo, llamado así por su interpretación de oposición de un elemento en contraste con otros. Los tópicos contrastivos retoman una información ya presente en el contexto anterior, pero añaden un valor diferente, de oposición con la información previa como The fe m a le p o p stars en (5) sin negar otro elemento total o parcialmente (pues los tópicos escapan al ámbito de la negación), cosa que sí hacen los focos contrastivos (Lambrecht 1994). Asimismo, pueden documentarse en diferentes posiciones de la periferia de la oración, pero también pueden permanecer in situ. Se utilizan para cambiar de tópico o introducir uno nuevo con la intención de hablar de él. (5)

A: What did the pop stars wear? B: The female pop stars wore CAFTANS (Büring 1997, 65)

Por último, los tópicos colgados (hanging topics) o temas vinculantes (Cinque 1990; Zubizarreta 1998; 1999) pueden aparecer introducidos por expresiones especiales, como en cuanto a, en relación con (en 6a). Son los que tienen alcance mayor, pues se sitúan delante del resto de tópicos y no puede haber más de uno en la oración. También conectan con un pronombre o expresión referencial en el predicado, y este hecho sugiere que estas estructuras no se ven afectadas por un movimiento desde una posición de argumento contenida en la oración prin­

cipal; muestra de ello serían las estructuras de anacoluto en que se presentan a veces (López 2012). Por tanto, los tópicos o temas vinculantes se generan direc­ tamente en la posición del margen izquierdo, en una ubicación desde la que dominan al resto de constituyentes oracionales (Olarrea 2012): (6)

a. En cuanto al resto de materiales, ¿dónde se supone que voy a encontrar­ los? b. El premio, puede guardárselo donde quiera

En suma, los estudios demuestran la existencia de cuatro o cinco tipos diferen­ tes de tópicos con propiedades prosódicas, sintácticas y semánticas también distintas en las lenguas. A tenor de su distinta posición y propiedades, se ha establecido entre ellos la siguiente jerarquía (Frascarelli/Hinterholzl 2007): (7)

Tópico enmarcador (Fram e) / tópico colgado (Hanging Topic) > Top conti­ nuativo > Top contrastivo > Top familiar / dislocación a la izquierda > ST

Al igual que en el caso de los tópicos, también se han identificado distintos tipos de focos. Existe un consenso general sobre la existencia de dos básicos: uno informativo o neutro y otro de otro tipo contrastivo o enfático. Frente a los tópicos, uno de los rasgos más destacables de los focos es que cada oración posee un foco informativo, pero no uno contrastivo necesariam ente (Kiss 1998, 246). El foco informativo puede abarcar toda una oración o diferentes constitu­ yentes, y ocupa el margen derecho de la oración en español actual; el margen izquierdo parece destinado a la información conocida. Es el hablante quien considera que un elemento dado merece destacar entre toda la información que aporta, y al colocarlo en esta posición oracional también lo marca fonéticamen­ te con el acento nuclear en el margen derecho de la oración, esto es, donde se encuentra el núcleo prosódico que porta la mayor intensidad (el pico acentual, en inglés pitch accen t, cf. Zubizarreta 1998; 1999; Gutiérrez Bravo 2008, 389). Así pues, en español actual se asociaría con un patrón melódico concreto y con un orden de palabras específico. El otro tipo de foco, el contrastivo, enfático o estrecho, presenta dos carac­ terísticas principales: por un lado, niega una parte de la presuposición introdu­ cida por el contexto asertivo y, por otro, asigna un valor alternativo dentro de una serie de opciones a esa parte de la presuposición negada. Por ello, se da sobre un único elemento de la oración (Lambrecht 1994).

Dada la existencia de una serie implícita o explícita, los focos contrastivos poseen una naturaleza de cuantificación, frente a los tópicos y frente a los focos informativos (Rizzi 1997; Kiss 1998). Esto quiere decir que un foco contrastivo contiene un operador de cuantificación en el nivel de la semántica lógica, lo cual implica que al moverse hacia la izquierda de la oración deja una huella, una variable que debe ser ligada. Este operador, de tipo ilocutivo, se encuentra en el núcleo de la categoría funcional y posee los valores de [+ exhaustivo] y [+ contrastivo], de ahí que su referente sea, necesariamente, específico. En lenguas como el portugués, además, se asocia al rasgo semántico [+ deíctico] (Costa/Martins 2011), y esta caracerística resulta especialmente interesante por ser propia de un buen número de adverbios. La diferencia semántica básica entre ambos tipos de focos consiste en que el informativo expresa información nueva sin implicar una serie; en cambio, uno contrastivo, como su nombre indica, implica una serie de miembros entre los que se destaca uno por oposición o con exclusión. Los focos, pues desarrollan una función de creación, activación o anulación de presuposiciones, guían las inferencias de significado en la oración, sus condiciones veritativas, de modo que portan un operador en la Forma Lógica (FL),2 pero de distinto tipo. La asociación de un foco con el valor de verdad es precisamente la característica única y distintiva del tercer tipo de foco identificado: el verum fo c u s o foco sobre la polaridad oracional. No porta necesariam ente un acento de intensidad ni contrastivo y por ello se le conoce también como foco débil (Batllori/Hernanz 2011b). Para comprender su carácter resulta útil recordar que la negación constituye un foco en sí misma, pues cam bia las implicaciones semánticas anulando las presuposiciones en el acto comunicativo (Garrido 1988, 140); así, lo particular del foco de polaridad es que incide sobre el carácter afirmativo o negativo de toda la oración. Se localiza en el margen izquierdo y es incompatible con el foco contrastivo: posee precisamente este valor pero dirigido únicamente a la polaridad.3 Así, los elementos afectados por este foco suelen ser de tipo cuantificador y deíctico, aunque también son posibles expresiones referenciales con una fuerte dependencia contextual:

2 Haegeman (2007, 281 nota 6) hace notar que, según Rizzi (1997), los tópicos también portan un operador en una configuración del tipo [F o rce p that [t o Pp Your book i [f í i i p Opi [ip you should give ti to Paul]]]]. 3 El análisis de Laka (1990, ápud Batllori/Hernanz 2008) del Sintagma Polaridad (SS) contem­ pla que este constituyente abarque la negación, la afirmación y también el énfasis. El énfasis, como la negación, codifica a su vez la modalidad y este rasgo se localiza precisamente en el SComp (Rodríguez Ramalle 2005). Así pues, el foco contrastivo y el de polaridad serían varian­ tes de un mismo foco, pues comparten muchos más rasgos que la cuantificación.

(8)

a. Mucho me temo que la crisis no ha tocado fondo b. Sus razones tendrá para actuar de este modo c. Eso mismo digo yo d. Tiempo habrá para pensar en esto e. Buena tierra es esta (Leonetti/Escandell 2008, pássim )

Este verum fo c u s no presenta las mismas características en todas las lenguas. En catalán, solo puede contener información no presupuesta, mientras que en castellano puede ser presupuesta o no (Batllori/Hernanz 2011a). Además, en catalán, a diferencia del castellano, se produce principalmente con cuantificadores - cf. los ejemplos (8) y (9) - y se asocia con un constituyente dislocado a la derecha (de modo que no es posible el contraste entre lenguas). Por estas características, se le vincula al nudo Polaridad (SPol o S I): (9)

a. *Els seus motius deu tenir per haver-se enfadat c. *Aixo mateix dic jo d. *Temps hi haurá per pensar-hi e. *Bona terra és aquesta (Batllori/Hernanz 2011a, 5)

Sobre sus posibilidades de combinación, no podemos tener dos focos contrastivos en una misma oración; en algunas lenguas no es posible combinar tampoco un foco contrastivo y un tópico contrastivo, lo que sugiere, como apoya Horvarth (2010), que este tipo de contenido contrastivo se codifica en la estructura funcional. Por ejemplo, el finés posee tópicos y focos que ocupan la misma po­ sición preverbal asociada a la interpretación contrastiva, por lo que se ha pro­ puesto la existencia de una categoría funcional con rasgos contrastivos que provoca tal movimiento (Vilkuna 1998; Keiser 2004; cf. Lambrecht 1994). Benincá/Poletto (2004) plantean que el foco contrastivo activa en italiano un área donde puede surgir un foco contrastivo y otro informativo (o quizás contrastivo secundario) al mismo tiempo ante el verbo: (10) [A GIORGIO] FContr, [questo libro]Finf , devi dare (Benincá/Poletto 2004, 61) Esta propuesta de análisis, como veremos, reviste de gran interés para explicar el orden del español antiguo porque se ha identificado una posición preverbal para el foco informativo, no solo posverbal (según veremos en el siguiente apar­ tado). También las variedades del veneciano antiguo (11a) y el siciliano actual

(11b-d) presentan los dos tipos de focos en posición preverbal. Como en otras lenguas donde el foco informativo aparece en el margen preverbal, en siciliano, el verbo y el foco informativo son adyacentes. Los focos informativos a la iz­ quierda parecen condicionar el movimiento del verbo; en cambio, los focos contrastivos no (Rizzi 1997, 285). Compárense los siguientes datos: (11) a. Qo Esto

dis-el plusor fiade dijo él muchas veces

(Benincá/Poletto 2004, 58) b. Chi Qué

cci

ricisti

a

a éldecir2sgpag a

to niputi? tu sobrino?

‘¿Qué le dijiste a tu sobrino?’ c. A viritá (*a me niputi)

cci

La verdad (*a mi sobrino) le

rissi dije

‘La verdad le dije’ d. NA LITTRA, a Pina, Una carta

cci

scrissi

a Pina a ella escribir1sgpas

(no un pizzinu) (no una nota)

‘UNA CARTA, a Pina, escribí, no una nota’ (Cruschina 2011, 18) En (11c), el foco informativo a viritá que responde a la pregunta de (11b) aparece en posición preverbal; debe ser adyacente al verbo ya que, si se introduce un elemento como a m e niputi, la oración resulta agramatical. En cambio, el foco contrastivo no requiere adyacencia, según se aprecia con n a littra (11d). Lo rele­ vante es que el foco informativo ocupa una posición más interna que el contrastivo. Los tipos básicos de tópicos y de focos, de acuerdo con lo visto, presenta­ rían la siguiente estructura: (12) [SFuerza [SMarco [SFoco/Tópico contrastivo o enfático [STóp* (familiar) [(SFocInf) [ST [SV [(FocInf)]]]]]]]] Una vez expuestas las diferencias básicas, queda por mencionar una idea fun­ damental. Algunos de los trabajos señalados parten del estado actual de diver­ sas lenguas romances. Sin embargo, hay que tener en cuenta que nuestro estu­ dio se centra en una variedad dialectal y diacrónica específica, el español medieval, y las variedades medievales podrían presentar una configuración aún más compleja:

The hypothesis that the Focus Field can host various kinds of Foci is relevant in particular for medieval Romance languages. This area appears to be more easily activated in those languages than in modern Italian, so that we find there not only contrastive Focus or wh elements, but also less elements (an identificational, informational or focus, an anaphoric operator, or even elements with the pragmatic characteristics of a topic ) (Benincá 2004, 251). A priori, podría suponerse que los adverbios preverbales se asocian principal­ mente a la categoría de tópico de marco, pero en el apartado siguiente veremos que en ciertas lenguas romances también se asocian a los focos. Como m encio­ namos en la introducción, partimos del supuesto de que encontraremos adver­ bios asociados a cualquiera de las categorías informativas, ya que la aplicación del esquema de (12) está sujeta a una importante variación paramétrica y, según veremos a continuación, es mucho más compleja de identificar en las oraciones subordinadas. Asimismo, no podemos perder de vista consideraciones como las de Rivero (1986a) sobre la diferente configuración sintáctica de la lengua en su historia. Para explicar la elevada frecuencia con que se anteponen constituyen­ tes en español medieval, esta autora arguye que el verbo regía a sus comple­ mentos a la derecha y también a la izquierda de su posición, a diferencia de la lengua actual. La rección no era de tipo léxico, sino por adyacencia, de modo que la anteposición del objeto al verbo (OV) no se debía a su asociación con una categoría informativa en todos los casos. En esta línea podríamos interpretar también que el foco informativo en posición preverbal en español antiguo era un resto del orden latino OV (Sitaridou 2011). Habremos de considerar, pues, si ello guarda alguna relación con el orden adverbial.

2.2 La articulación de las categorías funcionales de la periferia izquierda en las oraciones subordinadas Según comentamos en la introducción, se ha propuesto que las categorías fun­ cionales del margen preverbal se articularían jerárquicamente en diferentes capas que dependen del SFuerza, donde se aloja la fuerza ilocutiva de la ora­ ción (Rizzi 1997),4 La articulación simplificada se refleja en (13), y en ella se aprecia que la categoría de STópico es la única recursiva. En los especificadores

4 Esta articulación desglosaría en detalle la del Sintagma Complementante (SComp). Sobre su aplicación en el análisis de las oraciones principales y subordinadas en español actual, cf. Demonte/Fernández-Soriano (2009).

de los nudos se pueden generar, según se ha propuesto, diferentes tipos de adverbios5 (Cinque 2004, 700). (13) [SFuerza [STópico* [SFoco [SFin [SF]]]]] Autores como Komagata (2003) consideran que la partición entre tema y rema no se aplica a las oraciones subordinadas ya que, primero, estas no aportan información nueva porque su función no consiste en responder a una pregunta implícita sobre ella (en lo cual coincidirían Zubizarreta 1998, 252; Cruschina 2011). Segundo, hay lenguas como el japonés que presentan marcas de foco o de tópico en las oraciones principales, pero no en las subordinadas. En tercer lu­ gar, afirma que el movimiento característico de estas categorías no se documen­ ta en lenguas tales como el inglés.6 Pero, según este autor, conviene precisar que no todas las subordinadas deben analizarse de la misma manera, dado que las propiedades de algunos tipos se acercan más a la hipotaxis que a la subor­ dinación, entendida como dependencia máxima.7 En las oraciones con parata­ xis sí podría encontrarse, teóricamente, una articulación informativa similar a la de las oraciones principales. Volveremos sobre estas ideas más adelante. Si las oraciones subordinadas tienden a presentar información conocida, las posibilidades de aparición de un foco informativo son muy lim itadas: las oraciones principales podrían admitir los dos tipos principales de foco, y las subordinadas solo uno, el contrastivo, tal como ocurre en italiano (como en 14a, de Cruschina 2011, 20). En esta lengua también están limitados los tipos de tópi­ cos: las oraciones declarativas subordinadas no aceptan en su interior tópicos colgados (como en 14b, de Benincá/Poletto 2004, 65), ni tampoco las oraciones relativas, cuyo pronombre se ha situado en el SFuerza, ante el STópico:

5 Recordemos que el adverbio de negación posee su propia proyección sintáctica, SSigma (SS) o SPolaridad (SPol) y que se ha propuesto la existencia de un SContraste (Keiser 2004). En el SFin(itud) se localizan las categorías de ST, SModo y SAspecto, en este orden (Ernst 2002). 6 Las observaciones de Keiser (2004) apuntan en esta dirección también. En lenguas de orden más libre se documentan restricciones de movimiento en las oraciones subordinadas, p. ej. en griego moderno (Sitaridou 2011, 162 n. 5). 7 Cf. la distinción de Hopper/Traugott (1993) entre parataxis, hipotaxis (una relación de inter­ dependencia) y subordinación. En las oraciones con subordinación, las conjunciones desarro­ llan un papel subordinante pero en las oraciones con parataxis desarrollan un papel conector.

(14) a. Credo che domani, QUESTO, a Gianni gli dovremmo dire8 b. Sono certa, questo libro, che non ne abbia mai parlato nessuno Las lenguas romances presentan un comportamiento diverso muy notable. En el retorromance de San Leonardo (donde se marca la información nueva con la partícula pa), las subordinadas declarativas presentan un orden V2, no las rela­ tivas ni las interrogativas, esto es, presentan con regularidad un constituyente preverbal. Su tipo depende del carácter semántico del verbo de la oración prin­ cipal: Si este posee una carga semántica débil (p. ej. un verbo de habla) se ante­ pone cualquier constituyente, ya que probablemente estos verbos seleccionan un SComp completo, con todas las capas disponibles. En cambio, si la carga semántica del verbo es mayor, su SComp es más reducido: la posición preverbal está restringida a ciertos adverbios focalizados, pero con función de marco (Benincá/Poletto 2004). El análisis de las variedades iberorromances occidentales del asturiano, el mirandés y el gallego presenta un valor añadido porque en ellas los focos y los tópicos determinan el orden de los clíticos, como sucedía en español medieval. En asturiano y mirandés, una oración subordinada dependiente de un verbo de lengua o uno epistémico (no factivo)9 puede presentar el sujeto topicalizado (Ros en 15) y cuando hay un pronombre objeto, este aparece enclítico al verbo (se en 15), como en una oración principal. Sin embargo, la focalización del suje­ to se bloquea con este tipo de predicados y dentro de este dominio hipotáctico: (15) Parezme que yá dixi que Ros llevábase muncho bien colos nenos (González i

Planas 20 07, 25)

En las variedades iberorromances centrales y orientales, los efectos de la confi­ guración semántica son también visibles en la prosodia y en la sintaxis, con cierta variación dialectal (Prieto/Rigau 2007). En el español actual destacan asimetrías notables entre el orden de palabras en las oraciones principales y en las subordinadas, aunque el orden relativamente libre de los constituyentes supone una gran dificultad para su análisis (Gutiérrez Bravo 2008, 365). Vimos

8 A Gianni sería un tópico de tipo familiar por la duplicación pronominal, según el análisis general. Pero desde la perspectiva de Benincá/Poletto (2004, 57) podría situarse dentro del área del foco. 9 Interpretamos que un predicado factivo en la oración principal presupone la verdad de la oración subordinada que selecciona, p. ej. el verbo saber en Sé que Juan tiene 18 años. Para Zubizarreta (2001, ápud Haegeman 2010, 634), los verbos factivos portan un operador asertivo.

en el apartado 2.1 que las categorías funcionales de foco y tópico portan unos operadores en el plano semántico y estos interactúan, por definición, con los de otros constituyentes. Fijémonos en los siguientes datos tomados de Gallego (2007) del español y del catalán: (16) a. María dice que [sc CERVEZAi C [s t ha bebido ti (... y no sidra) ]] b. *María quiere [sc CERVEZAi C [s t beber ti (... y no sidra) ]] (17) a. Vaig veure [sc C que [s t Mariai , [s t els llibres j [s t ti els llegia tj ]]]] b. *Vaig veure [sc C [s t la Maria i [s t els llibres j [s t ti llegint-los tj ]]]] Gallego (2007) propone que el orden en (16, 17) guarda una estrecha relación con la morfología verbal. El indicativo es un modo independiente y denota una aserción no ligada a la oración principal; la periferia izquierda en su oración es rica: podemos encontrar focos contrastivos en español (16a) o tópicos continua­ tivos y familiares en catalán (17a). El subjuntivo, en cambio, es un modo depen­ diente y ello parece determinar el desarrollo de la periferia izquierda; según afirman Torrego y Ugiagereka (1992), no existe desplazamiento del verbo hacia proyecciones más periféricas. según Kempchinsky (1990), el subjuntivo está seleccionado por un operador modal en su oración, y este precisamente puede ser incompatible con los de las categorías funcionales, los tópicos y, sobre todo, los focos. Asimismo, las cláusulas de infinitivo no admiten focos contrastivos en castellano (16b), y los gerundios tampoco tópicos familiares en catalán (17b). Las oraciones con verbos en modo indicativo no siempre admiten focos preverbales, de tipo contrastivo. Consideremos los siguientes datos de Brucart (1987, 215) con una oración seleccionada por el verbo factivo s a b e r en una ora­ ción principal negativa: (18) a. *No sé si ÉL estudia matemáticas b. No sé si él estudia matemáticas Según este autor, el operador enfático del foco contrastivo ÉL en (18a) es in­ compatible con la conjunción situada en Comp, que porta otro operador; cuan­ do dos operadores son incompatibles entre sí, ninguno puede mandar-c a su variable. Por ello precisamente no es posible encontrar dos focos en una misma oración, ni un foco en una estructura exclamativa o interrogativa, que también porta un operador interrogativo. En cambio, él en (18b) se interpreta como un tópico de lista exhaustiva, y su operador sí es compatible con el de la conjun­ ción.

Hasta aquí hemos comprobado que el orden de constituyentes codifica sin­ tácticamente la fuerza ilocutiva de manera diversa y ello es evidente en las ora­ ciones con imperativos o en las interrogativas, pero lo es menos en las oraciones enunciativas. Si el orden de palabras está relacionado con la aparición de dis­ tintos operadores, es importante distinguir entre los dominios principal y subordinado tal como propone Haegeman (2007; 2010). Esta autora trata de analizar las diferencias entre los diversos tipos de subordinadas adverbiales. Las centrales, típicamente las temporales y las condicionales, se caracterizan por aparecer ancladas en el predicado de la oración principal y no admiten argumentos en el área preverbal. Haegeman (2007; 2010) atribuye este compor­ tamiento a la existencia de un operador temporal (en el caso de las adverbiales temporales) o modal (en el caso de las condicionales). Este operador se origina­ ría en el Sintagma Flexión y se movería al SComp, lo cual implica que deje una huella por regir en el SFlex, y ello impide la anteposición de argumentos que interferirían con la cadena del operador y su huella. En cam bio, los adjuntos adverbiales no interfieren con el movimiento de los operadores y sí se pueden adelantar al verbo, ubicándose en un Sintagma Modificador preverbal, más desvinculado del SFuerza. El resto de oraciones subordinadas, las periféricas, están ancladas en el discurso y en el hablante. Su operador parece generarse in situ, sin movimiento, lo cual les permite manifestar la fuerza ilocutiva en una periferia izquierda más rica. Haegeman (2007), además, aporta una interpretación diacrónica: propone que algunos adverbios del predicado son el origen de las conjunciones que se mueven desde el SFlex al SComp, de manera similar a los relativos. Entonces, la hipotaxis surgiría a partir de la parataxis precisamente por ese movimiento del operador desde el predicado al margen izquierdo oracional. Una última idea importante para nuestro trabajo es la existencia de nota­ bles diferencias paramétricas (Haegeman 2007). Las subordinadas centrales no pueden presentar tópicos en inglés pero sí en las lenguas romances, y ello se manifiesta en el doblado de clíticos. En este caso, el operador del tópico no interfiere con el operador temporal o modal de la conjunción. Al estudiar la estructura informativa de las oraciones subordinadas, enton­ ces, hemos de contemplar la existencia de un buen número de operadores que interactúan entre sí en el plano semántico-lógico, cada uno con unas propieda­ des idiosincrásicas, y que, además, están estrechamente relacionados con el movimiento de constituyentes en el plano sintáctico. Los adverbios preverbales no se han puesto en relación con una sola categoría informativa; por ejemplo, parecen ser focos en una variedad retorromance, pero tópicos en inglés. Sí es

posible destacar la ausencia de tópicos colgados y que el foco preverbal más común sea de tipo contrastivo. En cuanto a los estudios de corte diacrónico, algunos asumen que la perife­ ria izquierda fue distinta entre oraciones principales y subordinadas, aunque otros lo ponen en duda (cf. Hill/Mladenova 2011; Benincá 2004, 254). Centrán­ donos en el español medieval, se ha destacado lo difícil de interpretar el carác­ ter de tópicos o focos en el dominio subordinado porque el orden de los pro­ nombres átonos no ayuda en la identificación al anteponerse sistemáticamente al verbo, pero podría haber una relación entre el carácter informativo de un elemento antepuesto al verbo seguido por el pronombre átono y la resistencia de este a apocoparse aquí y no en otros contextos sintácticos, es decir, podría ocurrir que la estructura informativa se codificara fonéticamente en la apócope pronominal (Fernández-Ordóñez 2009). En concreto, la apócope pronominal se retrae si el pronombre aparece tras un sujeto o un objeto directo o indirecto, asociados con frecuencia a los tópicos continuativos o familiares, mientras que tras un constituyente con función circunstancial parece ser más regular (Matute 2004, 470-471; Fernández-Ordóñez 2009, 24 n. 5). Si en las oraciones principa­ les el pronombre se apoya en el foco y se apocopa con regularidad, cuando la apócope ocurre asiduamente en subordinadas ello conduce a pensar que los adverbios preverbales en ellas no siempre funcionan como tópicos de marco, sino también como focos, precisamente como en las oraciones principales. En estas, los pronombres son atraídos sistemáticamente por los focos oracionales y ello evidencia la interacción entre los principios fónicos (cf. la ley de Wackernagel) y los pragmáticos y sintácticos, ya que el foco porta el acento nuclear o enfático (Rodríguez Ramalle/Matute 2015). En cambio, en las oraciones subor­ dinadas, la estructura sintáctica determina el orden pronominal en mayor me­ dida que la estructura fónica (Castillo Lluch 1996). Solo esta idea puede explicar que, siendo la mayoría de conjunciones subordinantes elementos fonéticam en­ te átonos (Quilis 1999, 393), atraigan al pronombre de objeto hacia sí con total regularidad. El estudio de las categorías informativas de tópicos y focos en la periferia izquierda de estas oraciones, al ser categorías con repercusión fónica, no solo sintáctica, resulta de gran interés entonces. Algunos trabajos documentan focos débiles o de polaridad en oraciones subordinadas de características semejantes a las oraciones principales, i. e., las oraciones completivas dependientes de verbos de habla, las adverbiales perifé­ ricas o las relativas explicativas (Batllori/Hernanz 2008, 1192-1193; 2011a). Más importante aún es la identificación de focos informativos a la izquierda del verbo, ya que estos se desplazaron a la derecha en el español moderno (Benincá 2004; Rodríguez Molina 2010, 1499; Cruschina/Sitaridou 2009).

La riqueza de la periferia izquierda de las oraciones subordinadas en espa­ ñol medieval es aún más obvia por la existencia de estructuras sintácticas pro­ pias para los focos y los tópicos: los primeros adoptarían la estructura de inter­ polación entre el pronombre y el verbo (en 19, yo en algun a co sa) y los segundos de recomplementación, entre dos complementantes del tipo qu e (los señalamos con cursiva en 19): (19) Porque vos ruego qu e [TOP si vos yo en alguna cosa erré] que [TOP vós] que catedes a los bienes que yo he fechos (GE4, vol. II, 47) (Fernández-Ordóñez 2009) Todos los análisis sobre el orden pronominal en la Edad Media destacan lo es­ pecial de la construcción de la interpolación, que dibuja una clara asimetría entre las oraciones principales y las subordinadas en español. Los elementos interpolados mantienen una fuerte relación con el verbo, y para algunos autores constituye una estructura enfática, pero no en todos los casos (Castillo Lluch 1996; 1998). El análisis de Rivero (1993) propone que el ascenso de constituyen­ tes a esa posición preverbal se relaciona con el movimiento de foco, incluso cuando afecta a dos constituyentes o más. Lo más llamativo es que el pronom­ bre pueda ascender sobre la negación o los sujetos hacia el margen izquierdo, ya que estos elementos bloquean el ascenso en el español actual. Este compor­ tamiento sirve para demostrar que el pronombre no tenía carácter de clítico, sino de categoría máxima en la variedad antigua. El elemento movido sería el pronombre, que se adjuntaría al especificador del SNeg, o al del SFlexión en las oraciones afirmativas. Para Rivero (1993), el foco no era necesariamente el ele­ mento interpolado, sino lo que aparecía ante él incluido el pronombre átono. En cambio, otros muchos autores defienden que el pronombre no asume el énfasis de la estructura; de hacerlo, sería solo el elemento interpolado (Castillo 1996). Esta idea, a nuestro parecer, cuenta con el respaldo de los estudios sobre el foco en los últimos tiempos, pues este se acompaña de un acento que difícilmente podría asumir un pronombre átono que incluso se apocopa con total regulari­ dad en estructuras de interpolación (Matute Martínez 2004). En el marco teórico de la periferia izquierda, Poole (2006) asume la asocia­ ción de la estructura de interpolación y la categoría informativa del foco y pro­ pone además que el pronombre se situaría en la posición que Martín-González (2002) denomina Sintagma Fuerza reduplicada o doblada (en inglés D oubled F orce P hrase; lo abreviaremos aquí en SFD), es decir, una proyección doblada con rasgos de la fuerza ilocutiva primaria. El mecanismo que determina el mo­ vimiento del pronombre hasta la proyección SFD consiste en que el SFD posee

un rasgo fuerte que lo atrae. 10 Ello tendría relación con las diferencias entre el SFuerza de una oración principal y de otra subordinada, al menos en español medieval, diferencias que explicarían que la interpolación sea un fenómeno circunscrito, casi absolutamente, a las oraciones subordinadas. Si consideramos que las lenguas materializan de manera diferente las pro­ yecciones con que cuenta el margen izquierdo oracional, se comprende mejor que en la lengua española antigua el SFD solo se manifieste en oraciones subordinadas. Primero, con la interpolación y, segundo, con la estructura de recomplementación o doblado de la conjunción q u e como marca de tópico. La asunción teórica de un SFD explicaría que el pronombre se separe del verbo (que queda en la categoría SFin) y se sitúe, según Poole (2006), entre la proyec­ ción tópico y la proyección foco, en la posición del SFD. La interpolación es un mecanismo de movimiento que afectaría solo a las subordinadas porque solo ellas poseen este SFD y están cargadas, en consecuencia, de doble fuerza ilocutiva: (20) [sFuerza sy [sTópico el f i sico [sFuerzaDoble la [sFoco bien [sFinitud connos^e ] ] ] ] ] (Estructura tomada de Poole 2006, 201) Aquellos casos en los que el pronombre y el foco interpolado siguen inmedia­ tamente al complementante se explican por falta de tópicos. La topicalización es un fenómeno opcional, no obligatorio: (21) a. [sFuerza porque [sTópico [sFuerzaDoble las [sFoco Vós [sFinitud dexastes ]]]]] b. [sFuerza si [sFuerzaDoble lo [sFoco saber [sFinitud queredes ]]]] (Estructuras tomadas de Poole 2006, 201 y 202) La asociación de la interpolación con el foco no está exenta de problemas, y es que aún no se ha determinado, por ejemplo, la tipología de focos que aparece­ rían en esa posición, y no se ha explicado la coaparición de varios constituyen­ tes interpolados. A ello se suma la duda de que exista énfasis en todos los casos.

10 Otra cuestión es la naturaleza del pronombre: núcleo o proyección (Martins 2003; Rivero 1986; 1992), aspecto en el que no se entra. Meyer-Lübke (1890-1906, 796-797, §715, ápud Casti­ llo 1996, 290) aporta los siguientes datos del latín, fuente de la estructura: per te Deos obsecro, quo tu me modo voles esse. La primera oración parece ser principal y la segunda es una subor­ dinada, y en ambas se interpolan sustantivos. En la subordinada, el pronombre personal de objeto está precedido de un sujeto pronominal, de modo que se distribuyen los constitutyentes alrededor del pronombre de objeto.

La recomplementación también podía afectar a más de un constituyente tal como se aprecia en el ejemplo (19), algo comprensible vista la pluralidad de tópicos que admite la periferia izquierda. Es destacable que en el español actual se haya extendido a oraciones independientes según observa Gupton (2012), quien formula un análisis similar al de Poole (2006) sobre esta estructura en gallego, aunque con predicciones y datos diferentes. Como la interpolación, se ha tratado de explicar también por efecto de la categoría Fuerza Doblada o reite­ rada con diversos tópicos múltiples y una conjunción qu e en su núcleo. Gupton (2012) desarrolla dos ideas básicas que demostrarían su existencia: i) la relación entre la conjunción qu e y los tópicos, incluidos los contrastivos, en gallego; ii) la relación entre la conjunción de la recomplementación y la proclisis del pro­ nombre: (22) a. Dixeron que a Xoán que {o viron/*vírono} onte (non a Pedro) b. *Dixeron que a Xoán que viron onte (non a Pedro) (23) a. *Preguntáronme que a onde que viaxei durante a fin de semana ‘Me preguntaron que a dónde que viajé el fin de sem ana’ b. *Xoán dixo que a ningunha parte que (non) viaxou durante a fin de semana ‘Xoán dijo que a ninguna parte que viajó el fin de sem ana’ (Gupton 2012, 278-279) A X oán se asocia a un tópico contrastivo en (22a) ya que solo los constituyentes con función de tópico admiten el doblado de clíticos (cf. 22a-b) y la recomple­ mentación, no los operadores interrogativos (23a), ni las anteposiciones contrastivas con carácter de foco sobre la polaridad (23b). La proyección de la cate­ goría SFD dejaría un hueco para el movimiento, lo que explica la proclisis pronominal en (22a). Si aplicamos este análisis de Gupton (2012) al orden de palabras del gallego, el del asturiano y el mirandés (cf. atrás el ejemplo 15), parece que en estas variedades occidentales el tópico sin recomplementación en una oración subordinada no proyecta la posición del SFD, ya que el pronombre puede posponerse. La articulación del SFuerza en las oraciones subordinadas de las lenguas romances cobra aún más relevancia desde una perspectiva evolutiva amplia a la vista de estudios como el de Barra (2002), y en la línea de las ideas que expusi­ mos atrás de Haegeman (2007; 2010). Barra propone que la variedad del español medieval es buena muestra de la transición entre la adjunción oracional here­ dada del latín hacia a la subordinación desarrollada en las lenguas romances. Las relaciones de adjunción se basan en la correferencialidad, por la cual dos

oraciones gozan de una independencia notable. En un principio, el nexo qu e mantuvo propiedades anafóricas relacionadas con su origen latino,11 y no solo en oraciones de relativo. Su función consistía en saturar el contenido preposi­ cional de un constituyente en la oración principal: el de un sustantivo (como oración relativa), el del verbo (como completiva) o el del predicado globalmente (como adverbial). La interpretación de este nexo con una función u otra depen­ día del contexto en que apareciera, es decir, se generaban unas inferencias u otras según el constituyente cuyo contenido saturaba. En términos diacrónicos, se produjo un reajuste en la configuración sintáctica pero no cambió la clase de palabras que se utilizaban,12 y este proceso se entiende mejor si abstraemos su análisis en el marco interpretativo de la semántica formal o lógica (Eng 1987, ápud Barra 2002). Cuando el rasgo [T] (Tiempo) del verbo aparece abierto (o no saturado) en un predicado, se recurre a un adverbio o una oración adverbial para cerrar este rasgo, que viene determinado desde el léxico, y ello explicaría que la conjunción qu e aparezca tan profusamente con adverbios de tiempo en español antiguo (an tes que, d esp u és que, siem p re qu e, etc.). Algunos poseen la propiedad léxica de ligar eventos en una proposición con qu e, esto es, actúan también como operadores en su oración. En este tipo entrarían siem pre, p rim e­ ro, an tes o d esp u és y se caracterizan por resistirse a la topicalización.13 Otros adverbios presentan la propiedad léxica de ligar eventos en menor medida, p. ej. in m ediatam en te. Otros, en cambio, son libres y no pueden ligar eventos, p. ej. rápidam en te, prim eram ente. Que perdió su carácter anafórico en las cláusulas nominales o completivas y en las adverbiales hacia los siglos XVI-XVII. Incluso ya en el siglo XV se docu­ menta su uso como elemento carente de rección sintáctica en construcciones

11 Anáfora derivada de una estructura primigenia correlativa en diversas lenguas, cf. Fischer et al. (2000, 56) y Elvira (2009, 1413-1414). 12 Este fenómeno podría encontrar un paralelo en el desarrollo de la configuración del predi­ cado desde el latín hasta las lenguas romances. Según García-Miguel (1995), la función sintác­ tica de un argumento verbal no estaba determinada por el caso o el orden oracional; en las lenguas romances se desarrolló la asociación del acusativo y el OD y del dativo y el OI y con ello se incrementó la dependencia estructural y semántica del verbo y sus complementos, esto es, se dirigió hacia una estructura configuracional. Veremos más adelante qué efecto presenta esto en el margen preverbal, por ejemplo en la interpretación de algunos cuantificadores ade­ lantados (Camus 2008; 2009). 13 Y en algunos casos portan un claro cuantificador, p. ej. siempre, nunca (Lewis 1975). Los adverbios ligados pueden ser autónomos, es decir, pueden aparecer entre pausas, pero otros son dependientes, se apoyan en otro constituyente. Otros adverbios ligados, no de tiempo, son además, demás, más, peró, maguer, así, aun.

independientes del tipo «¡Anda, que bien me entiendes!» (Celestina), legitimado por la modalidad verbal (Barra 2002). Este dato, a nuestro modo de ver, reviste de gran importancia por ser índice de la reinterpretación de qu e como un ele­ mento conectado con la modalidad, como parece suceder en la estructura de recomplementación en subordinadas. En suma, la periferia izquierda de las oraciones subordinadas del español medieval presenta una complejidad muy notable y muy alejada de la de la len­ gua actual, aunque mantiene muchos puntos de contacto con otras variedades romances. En este margen se han documentado focos, pero resulta muy difícil distinguirlos de los tópicos porque carecemos de la guía del orden pronominal y de las marcas prosódicas como en las oraciones principales, aun contando con la guía de la estructura de interpolación en el caso de los focos y la de la redu­ plicación en el caso de los tópicos. Sea como fuere, los adverbios parecen ser un importante referente a la hora de estudiar la periferia izquierda, más aún en las oraciones subordinadas por su particular evolución en la historia de la lengua.

3 Metodología La investigación de variedades lingüísticas antiguas presenta una gran desven­ taja metodológica frente a la de variedades actuales en el ámbito teórico de la gramática generativa: la falta de competencia lingüística del investigador y de informantes impide formar juicios de agramaticalidad para mejorar el análisis de los datos. Además, la escritura antigua no permite observar de manera uní­ voca y directa las marcas fonológicas que acompañan a las categorías informa­ tivas del foco y el tópico; muchas veces solo podemos contar con indicios se­ mánticos y sintácticos. Para compensar estos vacíos, hemos aplicado dos métodos: primero, la selección de un corpus de datos con características lo suficientemente fiables desde el punto de vista filológico como para aportar bases sólidas al análisis y, segundo, la observación de los datos negativos, esto es, de las estructuras que no se documentan. Ya que el orden de palabras está sujeto a variación dialectal y diacrónica, el corpus está confeccionado con textos muy variados pero originales en su mayo­ ría,14 fechados entre los siglos XIII y XV; su lengua es reconocida como muy representativa de la variedad castellana en su historia y en su geografía aunque

14 Con el fin de evitar los problemas de mezcla de variedades que pueden presentar las copias (Fernández-Ordóñez 2001).

hemos incluido territorios de áreas colindantes con el fin de contrastar las va­ riedades en contacto. Utilizamos el Libro conplido en los ju dizios d e las estrellas de Alfonso X el Sabio y las partes I y IV de la G eneral Estoria, (en adelante, GE1, GE4), las Biblias escurialenses I.I.6, I.I.8 (en adelante, E6 y E8 respectivamente) y la Biblia de Alba (en adelante, A lba) del corpus B iblia M edieval, así como di­ plomas de la cancillería castellano-leonesa (en adelante, DCCL) y diplomas locales de Castilla y León (en adelante, DLCL) del corpus CODEA.15 Los manuscritos medievales carecen de criterios gráficos unívocos y regula­ res para reflejar la prosodia original, pero la puntuación y el uso de mayúsculas quizás puedan contribuir a interpretarla. Por ello utilizamos ediciones paleográficas, que presentamos al lector con las abreviaturas resueltas y con las adicio­ nes o supresiones de los editores (si no afectan a los elementos analizados). En nuestros datos, el símbolo del corchete se utiliza para enmarcar los constituyen­ tes preverbales bajo observación. Hemos localizado manualmente los adverbios para solventar la pluralidad de grafías y trabajamos con unas 500 oraciones subordinadas sin el adverbio negativo n o(n), que se elevan a unas 8 0 0 con él. Los ejemplos se presentan en un contexto amplio para su interpretación sem ántica; cuando comienza una nueva frase tras el predicado observado, no se incluye en la cita (y ello reviste interés en el análisis de los ejemplos con interpolación, según veremos). Analizaremos las posiciones sintácticas que ocupan los adverbios respecto a los pronombres átonos, a la vista de su capacidad de marcar áreas estructura­ les en las lenguas romances. También utilizaremos los criterios expuestos en los trabajos previos sobre los tópicos y los focos para identificarlos;16 si resultaran insuficientes, comprobaremos la adecuación de paráfrasis del tipo «y no [alter­ nativa al foco contrastivo]» o «sí que [predicado]» para identificar focos contrastivos o sobre la polaridad. Para identificar los focos informativos a la izquierda del verbo, observamos el margen derecho del predicado, que debería aparecer vacío de ser un foco sobre el predicado. No se ha empleado el criterio de la apó­ cope pronom inal; un fenómeno fonosintáctico como este requiere unas condi­

15 También se consideran datos de otros estudios o de textos diferentes puntualmente. 16 En el apartado 2 no tratamos el uso de elementos focalizadores, pero lo aplicamos como criterio para identificar los focos; nos referimos a adjetivos como mismo, o a adverbios como solo/solamente. Cinque (1999) precisa que solo no es foco en sí, sino que acompaña al foco, esto es, actúa como operador o un elemento semejante a un cuantificador que asigna el rasgo de foco contrastivo al elemento al que se adjunta (cf. también Kiss 1998). Kovacci (1999) lo clasifi­ ca como un focalizador exclusivo. Aun, como incluso, puede ser un adverbio de foco también o funcionar como aspectual o temporal (Pavón Lucero 2003).

ciones contextúales muy determinadas para producirse, y su estudio merece ser abordado aparte.

4 Las posiciones de los adverbios Con el fin de obtener una perspectiva amplia sobre la constitución de la perife­ ria izquierda de las oraciones subordinadas, hemos desglosado los datos de anteposición de constituyentes al verbo en una selección de textos del corpus:17

Tabla 1: Anteposición de constituyentes al verbo en oraciones subordinadas (excluyendo non) Sin anteposición de constituyentes al verbo

Constituyentes antepuestos no interpolados

Constituyentes antepuestos interpolados (excluida la neg.)

Libro conplido en los judizios de las estrellas

984 (92%)

83 (8%)

--

Estoria de Alexandre, GE4

389 (83%)

55 (12%)

22 (5%)

Génesis, GE1

295 (74%)

78 (20%)

24 (6%)

Génesis, Alba

94 (74%)

23 (18%)

10 (8%)

Glosas del Génesis, Alba

301 (54%)

231 (42%)

24 (4%)

La tabla 1 permite caracterizar la anteposición de constituyentes como una es­ tructura minoritaria en subordinadas hasta el siglo XV, cuando se registra un cambio de tendencia muy significativo. La carga informativa más relevante aparecía con regularidad en el margen derecho en consonancia con el orden VO. En cambio, en el siglo XV las glosas de la Biblia de Alba, escritas directa­ mente en romance,18 muestran un aumento de casi el doble de casos de antepo­ sición respecto a siglos previos.

17 No se han contabilizado las oraciones con el adverbio de negación non, pero sí las oracio­ nes negativas con otro tipo de adverbios como nunca. El corpus recoge datos de adverbios mayoritariamente en secuencias con pronombres átonos de 3- persona no reflexivos (cf. Matute 2004; 2013; Matute/Pato 2010; Enrique-Arias/Matute 2010). 18 El Libro conplido traduce de un original árabe, los pasajes de la GE de originales latinos y el texto bíblico de la Biblia de Alba se basa en la fuente hebrea.

También son muy significativas las variaciones dialectales: es bien sabido que los textos del área oriental peninsular no ofrecen una interpolación regular, pero además la lengua del Libro con plido muestra una frecuencia de ante­ posición de constituyentes menor en comparación con los textos castellanos centrales. Cuando se sitúan a la izquierda del pronombre átono, es decir, cuan­ do no se interpolan, los constituyentes desarrollan las siguientes funciones:19

Tabla 2: Función sintáctica de los constituyentes antepuestos al verbo no interpolados en oraciones subordinadas

Sujeto

OD/OI

CC

Libro conplido en los judizios de las estrellas

61 (73%)

3 (4%)

19 (23%)

Estoria de Alexandre, GE4

25 (46%)

8 (14%)

22 (40%)

Génesis, GE1

41 (53%)

8 (10%)

29 (37%)

Génesis, Alba

12 (52%)

6 (26%)

5 (22%)

G losas del G énesis, Alba

87 (38%)

48 (21%)

96 (41%)

La anteposición de los sujetos aventaja por lo general a la de otros constituyen­ tes. Ya que el sujeto se asocia con la posición de tópico de tipo continuativo en español, podría pensarse que esta categoría informativa predominaba en el margen izquierdo oracional. Pero la tabla 3 muestra que la posición interpolada, que solo se ha relacionado hasta ahora con la categoría de foco, también pre­ senta más constituyentes con función de sujeto. ¿Significa esto que los sujetos desarrollan una función de tópico ante el pronombre, y de foco tras él? A nues­ tro modo de ver, parece más prudente no establecer una asociación directa entre la función sintáctica y la función pragmática sin haber considerado antes los datos concretos:

19 Cuando hay más de un elemento antepuesto, el ejemplo se contabiliza según el más cer­ cano al verbo.

Tabla 3: Interpolación de constituyentes oracionales (incluida la negación) según su función sintáctica Sujeto

OD/OI

CC

Non

11 (27%)

8 (20%)

3 (7%)

19 (46%)

Génesis, GE1

20 (43%)

1 (2%)

3 (6%)

23 (49%)

Génesis, Alba

10 (56%)

--

--

8 (44%)

Glosas del Génesis, Alba

10 (18%)

5 (9%)

9 (17%)

31 (56%)

Estoria de Alexandre, GE4

Los datos de la primera tabla muestran una interpolación relativamente baja pero estable en los textos castellanos del siglo XIII y el descenso en las glosas de la Biblia de Alba reflejaría su progresivo abandono en el siglo XV. Si compara­ mos la tabla primera y esta tercera, cabe destacar que los índices de interpola­ ción varían bastante entre los diferentes constituyentes oracionales, aunque la del adverbio de negación se mantuvo muy estable en diferentes épocas y siem­ pre fue mayoritaria. A juzgar por estos datos, además, los complementos cir­ cunstanciales ganaron terreno frente a otros constituyentes en el área preverb al, por lo que a finales de la Edad Media hemos de encontrar más datos de adverbios interpolados. Partiendo de este marco general, a continuación analizaremos por separado la conformación de las dos áreas que demarca el pronombre átono, y las carac­ terísticas del comportamiento adverbial en ellas.

4.1 Los adverbios en el área izquierda del pronombre átono Este apartado ofrece una clasificación y un análisis de los datos de los adverbios que ocupan las posiciones anteriores al pronombre átono, primero individual­ mente y a continuación combinados con otros constituyentes. En ambos casos, los adverbios pertenecen a tipos muy concretos: Son aspectuales (en 24, aún, o cu m plidam en te ‘completamente’), de modo y grado (en 2a y 25, así, bien, m ejor, en gañ osam en te, ligeram ente, pú blicam en te, (a)tal - fuera de una estructura correlativa - o peo r), de tiempo (en 26, agora, an te, luego, prim eram en te, o aína, desp u és, en tonces, siem pre, nunca), de lugar (en 27, allí, y o aquí, cerca) y de negación (en 26a):

(24) tienen quel Mexias auia de seer dios e omne, e los judios dizen que non tiene de seer saluo puro omnne, e que [avn] lo esperan (Alba, glosas del Génesis, 38:21) (25) a. & rogo la quel guisas bien de comer ca dias auie que non comiera cosa que [bien] le sopies. por aquel camino (GE4, N abu chodon osor, 20v) b. Mio sennor Rey. loado adios e acabado todo quanto tu quesist deguisa quet plazra mucho quando [bien] lo sopieres (GE4, N abu chodon osor, 28r) c. Qui demanda ley lleno sera della. e el que [engannosa mientre] lo faze: escandalizado sera en ella (E6, E clesiástico, 40r) d. Joseph non les dixo que fiziesen en Egipto sus mercaderias, e ellos dixeronlo asy al padre afin de que [mas ligera mente] se le mouiesse la vo­ luntad de darles a Benjamin (Alba, glosas del Génesis, 42:34). e. e asy los otros signos e planetas, e prima gausa auer incredulos ende eran, lo qual el padre Abram gerteficaua auer e [publica mente] lo predicaua e sermonaua (Alba, glosas del Génesis, 12:1) (26) a. et que guarden & cumplan todas las palauras desta ley & los fijos deillos que[agora] [non] lo saben que lo puedan oyr (E8, D euteronom io, 50r) b. A los tos santos era muy grand lumbre e los enemigos oyen la uoz dellos. e no ueyen la figura dellos. E por que ellos no auien aquella pena e [pri­ mera mientre] la ouieran (E6, Sabiduría, 26r) (27) Si aurie y alguno qui sopiesse maestria poro pudiesse toller aquel poder a aquellos ydolos. cal dixo so padre que [y] la auie (GE4, N abu chodon osor, 16r) Las estructuras sintácticas en las que se insertan estos adverbios pueden ser muy diversas: Por lo general desarrollan el papel de adjuntos del SV pero tam­ bién el de argumento (25a). Algunos se orientan al sujeto (en gañ osam en te, lige­ ram en te), otros son de ordenación (prim eram en te) o de ámbito (pú blicam en te). Por su parte, los predicados de las oraciones principales contienen verbos de lengua epistémicos (p. ej. dezir) o deónticos (p. ej. m andar), y otros tipos que seleccionan oraciones subordinadas completivas con indicativo (24) o subjunti­ vo (cf. infra 42a), relativas (25a, c) o adverbiales (26b, o infra 33b). Los adver­ bios, además, pueden aparecer en el margen izquierdo de una oración coordi­ nada con la subordinada (25e), y la anteposición del pronombre átono al verbo indicaría el mantenimiento de la subordinación en la segunda cláusula. Estos adverbios aportan información conocida (p. ej. los deícticos) o nueva (el resto), pero creemos que no siempre es posible afirmar que unos son tópicos y otros focos solo por esta propiedad. Consideremos también los rasgos semán­

ticos abstractos que contienen: deixis temporal o espacial, modalidad, cuantifi­ cación o gradación y polaridad. La categoría de foco presenta algunos de estos rasgos, p. ej. la cuantificación y la polaridad, pero otros como la deixis o la mo­ dalidad pueden aparecer tanto en los focos como en los tópicos, y ello se refleja en las oraciones principales con un orden variable del pronombre respecto al adverbio en cuestión (Rodríguez Ramalle/Matute 2015). A la vista de que algu­ nos presentan un comportamiento muy variable en las oraciones principales, y aquí es especialmente relevante el caso de los adverbios en -m ente (cf. 25c, d, e, 26b), trataremos de profundizar en el análisis de su comportamiento sintáctico y semántico. Ciertos adverbios pueden aparecer en posición preverbal sin que por ello pueda inferirse una asociación al foco en la lengua medieval, a juzgar por las observaciones de Camus (2008; 2009) sobre el caso de m ucho. Si bien en espa­ ñol moderno su anteposición implica que m ucho se asocie al foco de polaridad (cf. supra, 8a), esta asociación no resulta obvia para Camus en el español anti­ guo. No obstante, la anteposición sí parece conllevar un cambio semántico, desde el significado léxico de cantidad hacia otro de modalidad (‘en gran mane­ ra’). Tal estructura fue heredada del latín (28d): (28) a. Vio que entrellos & el castiello mucho auie grand plaga (Cid 595) b. donde mucho no só conoscida la primera vez (Celestina 145) c. que grande mucho es su hueste (E3) d. Multum est tersior ac purus magis Horatius (Quintiliano) (Camus 2008, 432, 435, 442) En la oración subordinada de (28b), el adverbio y la negación ocuparían posi­ ciones distintas y ninguna se correspondería con la del foco según este autor, quien atribuye el movimiento de m ucho hacia la periferia izquierda a su rasgo de cuantificador, es decir, manifestaría el adelantamiento propio de los cuantificadores para tomar alcance sobre las variables oracionales y así determinar las condiciones veritativas del predicado.20 Si m ucho no está asociado al foco en

20 Los cuantificadores, como la negación o el foco, portan también operadores oracionales. Para Cruschina (2011, 25-26 nota 17) se mueven al SComp, hacia una posición no argumental (véanse también Poletto 2010; Damonte/Poletto 2010). Camus (2008) no considera que esta sea la del foco ya que disiente de la interpretación de Fisher (apud Camus 2008), para quien los cuantificadores adelantados ocupan la posición de foco por razones estilísticas. Coincidimos en que este adelantamiento de cuantificadores no es de índole estilística si se produce un cambio de significado; pero, al menos en (28b), creemos que el movimiento está motivado por razones pragmáticas, ya que interpretamos un significado contrario al enunciado, ‘soy poco

(28) según Camus (2008), resulta interesante considerar al menos que el adelan­ tamiento de un adverbio puede conllevar un cambio semántico. Ahora bien, este cambio semántico resulta bastante infrecuente y responde a unos m eca­ nismos determinados, como veremos más adelante. Otros candidatos a situarse en tal posición preverbal son, por ejemplo, los adverbios en -m ente. Los que modifican a toda la predicación se documentan en posición posverbal, como vemos en el ejemplo de (29), pero también aparecen en posición preverbal, como hemos visto en los datos de (25c, d y e), sin estar asociados necesariamente a una lectura de foco. Podemos pensar que en estos ejemplos el adverbio se ubica bajo el dominio del Sintagma Verbal, si bien la posición preverbal estaría destinada a aquellos adverbios de manera que pue­ den tener alcance no solo sobre el núcleo verbal, sino sobre toda la predicación, denotando manera de realización verbal o manera orientada al sujeto (Kovacci 1999; Rodríguez Ramalle 1999; 2005). (29) El Rey otrossi enderesco la cara contra ella & uiola. & catola [asperamientre] & con sannuda cara (GE4, 187r) Si algo caracteriza a los adverbios en -m ente es su heterogeneidad; es decir, pertenecen a clases muy distintas sintáctica y semánticamente, por lo que es de esperar que ofrezcan datos diversos en los corpus medievales. Como muestra, fijémonos en los siguientes ejemplos que, si bien se documentan en oraciones principales, también pueden ser reveladores en la interpretación de otros en oraciones subordinadas (en 26b): (30) & antigua mente assi auie nombre cilicia. tarsia onde a la su mayor cibdat que es cabera delas otras cibdades en aquella prouincia. tharso la llaman aun agora. & [primera mientre] solien la escriuir en el comiendo con tau que es una letra griega (GE1, 23r) (31) e estauan alli mugieres llanniendo a adonides. e dixo me. [Cierta mientre] lo uees fijo dombre (E6, E zequiel, 115v)

conocida’. El dato de (28c) proviene de una Biblia del siglo XV, época en la que abunda la reordenación de constituyentes en la periferia izquierda, como veremos en este trabajo; y podríamos interpretar que se habría llevado al extremo izquierdo oracional como foco contrastivo (se puede continuar la frase con «y no pequeña»). Creemos importante considerar que los datos de (28a-c) admiten la paráfrasis con «sí que...» y, además, en el español actual el mismo adverbio cuantificador antepuesto y otros cuantificadores existenciales (p. ej. algo) se interpre­ tan como focos sobre la polaridad. Este carácter sería coherente con la posición remática que ocupaba multum en latín, según destaca el propio Camus (2009, 951).

El ejemplo con cierta mientre es especialmente interesante, pues un adverbio de modalidad con alcance oracional aparece en una estructura con atracción del pronombre. Por contraste, prim era m ientre es un adverbio de ordenación, que se vincula con las partículas discursivas, por lo que tiene alcance sobre toda la oración, incluida la modalidad; dicho de otro modo, jerárquicamente ocupa una posición más externa aunque ello no impide su aparición en la periferia iz­ quierda de las oraciones subordinadas, como en (26b). El hecho de que no atraiga al pronombre en las oraciones principales resulta coherente con sus propiedades individuales, pero, lamentablemente, la escasez de datos impide establecer generalizaciones válidas. Existen adverbios que parecen modificar solo al núcleo verbal, sea como argumento (p. ej. actu ó assí) o no argumento (p. ej. dixo assí) y pueden ocupar una posición preverbal como bien en (25a, b). Según Alexiadou (1997), adver­ bios como bien, mal, así, en griego pueden incorporarse al verbo para llegar a formar un predicado complejo de la misma manera que en español el comple­ mento directo en posición adyacente al verbo es capaz de formar un compuesto con el núcleo verbal. Esto indicaría que se generan directamente adyacentes al núcleo verbal: (32) a. Las almenaras que eran unas torres que llamauan [assi] (GE4, N abuchod on osor, 7v) b. & el. si antes andaua [bien] en el fecho del regno; [mucho meior] andido dalli adelant (GE4, N abu chodon osor, 11r) c. Onde tomen escarmiento en el quantos sopieren su fazienda & fagan [bien] mientre uiuos son (GE4, N abu chodon osor, 11v) En posición preverbal, estos mismos adverbios pueden asumir la función de focos veritativos o de polaridad enfática. Por ejemplo, en (33) el contenido mo­ dal de bien se desdibuja ya en el siglo XIII a favor de otro de aserción sobre toda la cláusula (Batllori/Hernanz 2008). El orden sintáctico resulta igualmente sig­ nificativo, porque el adverbio se sitúa junto al pronombre frente a un tópico familiar (33b). Incluimos aquí también adverbios que presentan un valor aditivo focal en el predicado (34a) o dentro de un Sintagma Nominal (34b) (Kovacci 1999). Este mismo puede ser el valor de ya en (34c) en una fecha tan temprana como la primera mitad del siglo XV (sobre este valor en el español moderno, cf. Batllori/Hernanz 2011b, 7). Como rasgo común, los constituyentes que portan estas marcas se sitúan en la periferia izquierda de su oración:

(33) a. Pero dize Strabo. que ell anno mismo en que Noe com ento a fazer ell arca. quel dixo dios esto. que [si en estos cient annos se fuessen repintiendo.] que [bien] les diera dios de mas los ueynte (GE1, Génesis, 12r) b. Et dixieron assi. Poblemos pora nos aqui una cibdat. & enla cibdat una torre tan alta. que alcance fastal cielo [...] & en ancho tenie tanto. que [al que enla pared se paraua & lo cataua.] [bien] le semeiaua que mas era ancha que alta (GE1, Génesis, 17v) (34) a. que Nabucodnosor oluido el sueño e su absoluigion, que [tanbien] le fue dicha la solugion de su sueño (Alba, glosas del Génesis, 41:8) b. E al fijo e enbiola. Paresge que [tanbien el fijo] le puso ensomo de su onbro della (Alba, glosas del Génesis, 21:14) c. e el padre non lo quiso del fiar su fijo, por quanto [ya Ruben] lo falsara otra ves ally donde dize que dormiera con la mangeba de su padre (Alba, glosas del G énesis, 42:37) A continuación observaremos qué área de la periferia izquierda ocupan y qué estructuras presentan los tópicos con el fin de comprobar la relación de los adverbios con esta función informativa. Para empezar, se documentan sujetos preverbales que asumen la función de tópico continuativo con los cuales se registra ocasionalmente la posposición del pronombre átono como en (35a, b). En casos así, los adverbios se posponen al verbo, como tal en (35b): (35) a. Dize el maestro que [balaam] dioles conseio (E8, 26v) b. dixeronle señor para que dises tales cosas commo estas que escusado es & dios non mande que [nos] fisiesemos lo tal (Alba, Génesis, 53vb) Esta estructura de posposición pronominal da a entender que el tópico en las subordinadas podía aparecer enmarcado por pausas fónicas. No obstante, la documentación de este efecto resulta muy escasa en castellano, frente a las lenguas occidentales peninsulares (cf. supra, el apdo. 2). Es más frecuente la estructura de recomplementación (36a), y también se documenta la de duplica­ ción del tópico con un pronombre en (36b); el deíctico e s s e parece ser un foco contrastivo, pues admite la paráfrasis «ese y no otro». Asimismo, un tópico puede anteponerse al pronombre interrogativo q u é en una oración interrogativa indirecta con preguntar, tal como refleja (36c). González i Planas (2007) relacio­ na esta estructura con la de los tópicos colgados, pero en español medieval no sobrepasa al complementante q u e como sucede, por ejemplo, en italiano (cf. supra, 14b). Permanece entre el que completivo y el qu é interrogativo, en una estructura semejante, pero no igual, a la de la recomplementación. Tópicos

como el de (36c) se situarían sobre un nudo interrogativo interno al SFuerza (Hernanz 2012), allí donde algunos autores sitúan el SFD (Poole 2006; Gupton 2012): (36) a. Et pidio me merced qu e [yo] qu e touiesse por bien queles ffuesse guar­ dado & les non passassen contra el. Et [yo] tengo lo por bien (DCCL, 1291, Toledo, Sigilografía, 6/22)21 b. o. quien la gouierna & mantiene mas ordenada mientre & responde el mismo & diz. que [aquel quela fizo] [esse] la ama mas (GE1, Génesis, 34r) c. & pregunto les. qu e [aquella estrella nueua] qu e mostraua. Los estrelle­ ros auien uisto la estrella... (GE1, Génesis, 36v) Los constituyentes con función de OODD u OOII, siendo tópicos familiares, también se presentan en el corpus con recomplementación (37a) o con extrac­ ción fuera de la subordinada (37b), pero no con pausa y posposición del pro­ nombre. Son muy extraños los casos de anteposición del OD u OI individual­ mente, como (37c):22 (37) a. E ruego te por ell estado delos que somos e seran daqui adelante. que [tal destroymiento como este] qu e nunca sobrellos lo enuies (GE1, G éne­ sis, 14r) b. si de otra guisa ouiere a seer. peor andantes serien estos quelos muertos. Ca [alos muertos] siles uino el diluuio. fue adesora (GE1, G énesis, 14r) c. E sepas que [el dado conplido] non lo da alcothcode. si non quando se ayuntan enel .v. dignidades (Libro con plido, 139r)

21 La expresión del sujeto con un pronombre tónico podría asociarse al foco enfático o con­ trastivo en ocasiones (cf. infra, 47b), pero no de forma sistemática como muestran los datos de (35b, 36a). Interpretamos que aquí actuaría como tópico de lista exhaustiva (cf. supra, Brucart 1987, 215; Sitaridou 2011, 165). Por un lado, (36a) no parece admitir la paráfrasis «yo, y no otro», frente a esse en (36b). Por otro, el operador del tópico, a diferencia del operador del foco, se desplaza a una posición adjunta desde la que no atrae al pronombre átono, de ahí su posposi­ ción. Como aún no se conocen bien los patrones entonativos en la lengua medieval, resulta arriesgado proponer la existencia de tópicos contrastivos aun cuando algunos datos así lo sugieran. 22 En las subordinadas de textos del centro de Castilla, la duplicación de un OD/OI antepuesto como constituyente único se documenta con regularidad solo si contiene cuantificadores universales específicos, que no se asocian a la categoría de tópico, como veremos más adelan­ te.

No documentamos adverbios léxicos en posiciones vinculadas con el área del tópico pero sí algunos elementos adverbiales. Son aquellos que se interpretan como enmarcadores; a saber: Sintagmas Preposicionales u oraciones subordi­ nadas incluso en estructuras de recomplementación, como vemos en (38). Sus verbos pueden ser finitos (38, 39)23 o no finitos (40):24 (38) E falle otrossi que auien a auer en essas mismas Salinas de Rusio quatrogientos & diez & dos Almudes de Sal [...] Ond uos mando firme mien­ tre qu e [pues yo assi lo falle por Priuilegio de mio Auuelo] qu e lo an a auer (DCCL, 1239, Burgos, Sellos, 2/7) (39) a. avnque le canbiaron el nonbre por Israel, non es Jacob nonbre de desconosgimiento, que [quando nasgio] ge lo pusieron (Alba, glosas del Gé­ nesis, 46:2) b. & dezir les edes a uuestros fijos que [por que libro a nos.] le fazemos este sacrifficio. & [por que nos guardo los primeros fijos] le offrescemos los primeros maslos (GE1, Éxodo, 159r) (40) a. Lot yua tardando. quando esto uieron los angeles tomaron le por la mano. & diz Maestre godofre que [estando la casa cerrada] le sacaron ellos della (GE1, Génesis, 57r-v) b. ca entendio que tamanno era el miedo dela muert entrellos. que [por conortar los de palabra] nol prestarie. si non queles respondio que rogarie a dios (GE1, Éxodo, 168v) Veamos a continuación el caso de ciertos adverbios relacionados con los tópicos y los marcadores oracionales en español medieval (Rodríguez Ramalle/Matute 2015). En (38), la subordinada dentro de la estructura de recomplementación comienza con p u es, que desarrolla el papel de conector oracional, no el original de adverbio temporal (perdió su significado léxico en favor del lógico).25 Cree­

23 Donaldson (2012) nota una asociación de los diferentes tipos de subordinadas a las catego­ rías funcionales informativas en francés antiguo: Las encabezadas por quand o si casi siempre ocupan la posición de marco (STop); en cambio, las subordinadas con parce que parecen ocu­ par el especificador de SFoco. Según este autor, este diferente carácter se refleja en la posición del pronombre átono, pero nuestros datos no revelan la misma diferencia en el español anti­ guo. 24 Esto se halla en consonancia con el carácter de tópico de las cláusulas absolutas en espa­ ñol actual (Pérez Jiménez/Moreno Quibén 2008). 25 Barra (2002, 313) considera pues y mientras conjunciones y adverbios. Dentro del grupo de adverbios, presentarían un uso ligado temporal o causal. Para Espinosa Elorza (2010, 68) pues es un adverbio disjunto; para Bosque (1991, 195), en español actual es un conector, no conjun-

mos que se puede establecer un paralelismo entre este marcador y el compor­ tamiento de otrossí en (41a) y p eró en (41b, c), ya que aparecen en el margen izquierdo pero solo en la segunda parte de las correlaciones com o... otrossí, m aguer que... p eró ; su función parece ser la de conectores interoracionales, no la de adverbios del predicado: (41) a. Et com o era grand de cuerpo. q u e [otrossi] era grand de coraron (GE1, G énesis, 17r) b. Ca el fue el primero que se atreuio a dezir ante que todos. que uno era el dios que criara todas las cosas. E delas otras cosas temporales les dizie otrossi sus razones. e eran estas. Que las cosas temporales qu e [maguer que aduzien a bien andanza alos omnes qui dellas bien usauan]. que [pero] [por el mandado daquel que cria todas las cosas]. eran dadas to­ das a todos. e las auien los omnes (GE1, Génesis, 37v) c. Ca [maguer que enel comiendo delos omnes casauan los hermanos con las hermanas]. [Pero] non tomauan en un tiempo & en uno. mas de una (GE1, G énesis, 5v) Otrossí presenta características similares a los tópicos en las oraciones principa­ les, esto es, no atrae regularmente a un pronombre átono aunque parece tener siempre carácter de adverbio del predicado (Rodríguez Ramalle/Matute 2015). En cambio, p eró muestra un carácter más estable de conector, y este comporta­ miento en las oraciones subordinadas resulta totalmente coherente con el de las principales. En este margen de las subordinadas parece que el tipo adverbial de otrossí se acerca al de p e r ó y p u e s. Toda vez que hemos comprobado los tipos de adverbios en posiciones rela­ cionadas con el área de los tópicos, pasemos ahora a tratar de la interacción entre los tópicos, los adverbios y los focos. Los datos de (42) contienen tópicos seguidos por focos, ya sea con estructura de recomplementación (42a) o sin ella (42b):

ción, por su comportamiento: no solo induce una inferencia, sino también encabeza un inciso. Sánchez Jiménez (2008) destaca que los marcadores apelan a la lógica proposicional, al ámbito del discurso. Las conjunciones se circunscribirían a un ámbito más local, el oracional. Ello se relaciona con que en la posición más externa del SComp de las oraciones principales aparecen los adverbios que pierden el contenido semántico como paso previo a su gramaticalización o bien como marcadores o bien como conjunciones (Espinosa Elorza 2010; Rodríguez Ramalle/Matute 2015), precisamente en esta área donde los elementos funcionales adquieren pro­ piedades oracionales (Roberts/Roussou 2003).

(42) a. & diz qu e [quando uire ell omne al phisico foyr de los omnes demandandol ellos;] qu e [estonces] le sigan. & que [quando el demandare a los omnes] que [estonces] le fuyan (GE4, A lexandre, 233v) b. Non ymaginedes que por vos licenciados ser de animas de rreses sacar, que por tanto licenciados seredes de vnos a otros matar, nin menos nin­ guno que mate a sy mesmo, que [yo] [del que lo tal fiziere] [yo] lo requerire (Alba, glosas del Génesis, 9:5) El interés de estos datos reside en que muestran que eston ces en (42a) realiza un señalamiento textual dirigido hacia la oración temporal introducida por quan ­ do. Esta oración se encuentra seguida de la conjunción qu e, en un ejemplo de recomplementación asociada a los tópicos. El adverbio parece adquirir en este contexto un valor de foco contrastivo (admite la paráfrasis «entonces, no en otro momento»), similar al que asume yo en el ejemplo (42b) se pueden asociar a la categoría de foco de tipo contrastivo al «yo, no otra persona». Nótese que, por un lado, en (42a) el uso del modo subjuntivo no impide que en la periferia de la subordinada aparezca un foco contrastivo, frente a la variedad moderna, y, por otro lado, que esta asociación con el foco no modifica la semántica de eston ces. Tampoco cam bia la sem ántica de luego antepuesto en (43c, d). En cambio, estos mismos adverbios antepuestos al verbo en las oraciones principales pueden asumir un valor consecutivo además del temporal, y en función de uno u otro provocan un orden fluctuante en los pronombres átonos (Espinosa Elorza 2010, 367; Rodríguez Ramalle/Matute 2015). Los adverbios, cuando no están focalizados, se mantienen en una posición bastante estable respecto al tópico, entre el pronombre átono y los tópicos con­ tinuativos (43a), los tópicos familiares (43b), los tópicos con anacoluto (43c) y los tópicos de marco (43d). Y si el sujeto no se asocia al tópico, sale del área hacia la derecha del verbo (43b): (43) a. assi sepas que seras sennor de las tierras del mundo mas nunqua ueras a Macedonia. por que [los tos fados] [assi] lo establecieron de ti (GE4, Alexandre, 227r) b. ca mucha merced te yaze enel si tu con uerdad andas que a grand so pro a su onrra es. ca [tales cosas] [muy granada mientre] las galardona el (GE4, N abu chodon osor, 27v) c. Non es dubda que tal natura el pecado consigo trae, que[l pecador] [lue­ go] se le caen sus fazes (Alba, glosas del Génesis, 4:6)

d. Mas si [el marido] [assi como lo oyere] [luego] lo contradixiere & no octorgare sus prometimientos perdonar la dios las palauras & lo que prometio (E8, Números, 30r) En cambio, la posición de los adverbios no focalizados respecto a los focos re­ sulta más compleja de vislumbrar a veces. Entre un tópico y un pronombre exis­ te una posición reservada al foco contrastivo no adverbial (44a, b); puede apa­ recer también un foco informativo (44c). Prueba de su carácter es que los primeros admiten la paráfrasis «y no x» y el segundo se presenta con un sustan­ tivo inespecífico, una categoría impropia de los tópicos: (44) a. & descrubio ala uieia todo quanto auie fecho & como el troxiera laf fecha de manera. & por tal saber que non serie cerradura que non abrisse. & que [aquellas sangres] [elle] las tenie [...] & yuro drimiden a la uieia que [ellel] ganarie del Rey Nabuchodonosor asseguranga (GE4, N abu chodonosor, 23v)26 b. dixo les pas sera con vos non ayades mjedo que el vuestro dios que es dios de vuestro padre algun dinero de algunos que estaua escondido en la giuera que lleuastes acarreo que lo lleuasedes vos otros en vuestros costales ca27 [el vuestro dinero & plata] [sin dubda yo] lo tome (Alba, glosas del Génesis, 43:23) c. Pero sobre todo. por que si [diluuio] uiniesse que non alcangasse a ellos [...] Et que si [riquezas] auien. queles non crescien por la piadat de dios (GE1, Génesis, 18r) El pronombre se apoya en el foco tal como lo hace en las oraciones principales, aunque en las subordinadas también es posible que se apoye en un espacio anterior y el foco se interpole (cf. infra el apartado 4.2). Además, existe otra posición previa al pronombre para la negación (45a) y los cuantificadores uni­ versales específicos tod a (45b) o am b o s (45c), a los que dobla: (45) a. & por tod esso el Rey nos mouio pora dexar el pueblo. & enduresciol dios el coragon quel non dexasse. yr assi que [sola mientre] non los qui­ so oyr. lo queles mandara dios que dixiessen (GE1, Éxodo, 152r)

26 Sobre el uso enfático del pronombre elle, variante arcaica de él, cf. Matute (2004, 410). 27 Trataremos aquí la conjunción ca como subordinante, a falta de estudios detallados sobre su comportamiento. Barra (2002, 51) la considera nexo coordinante; en cambio, Espinosa Elorza (2010, 330), nexo causal o completivo.

b. Vinna plantaras & cauaras & no beuras del vino deilla ni colldras deilla nada car [toda] la destruyran gusanos (E8, D euteronom io, 48v) c. si [amos] los fallares eguales enla question. & amos en angulo; cata dellos el que fuere mas cerca al grado del angulo (Libro conplido, 62v63r) Hemos comprobado hasta aquí la existencia de posiciones distintas anteriores al pronombre átono. En ellas aparece todo tipo de elementos, pero los adver­ bios, los focos, los cuantificadores y la negación siempre son más inmediatos al pronombre. Si coaparecen un tópico continuativo y un adverbio, el tópico ocupa la posición más hacia la izquierda (46a). Y si hay un constituyente tras el adver­ bio, este constituyente no parece ser tópico sino más bien foco, quizás informa­ tivo, como parece suceder en (46b). En (47a), yo es un foco contrastivo, pues el mismo predicado contiene la paráfrasis ni otro om ne p o r mi. Este pronombre yo puede variar su posición respecto al adverbio cuantificador nunca (cf. 47a y 47b): (46) a. Dario en tod esto. pues que sopo que [alexandre] [tanto] se le era llega­ do. perdio esperanza de poder auer paz con el... (GE4, A lexandre, 217r) b. Otros dizen, commo ya oyestes, que masculo e fenbra al principio fueron criados, e qual que [tanto] [por muger] la touo, e desy lo que della Dios fizo non la ley lo dize (Alba, glosas del Génesis, 2:21) (47) a. & yo partim de la demandanza que les demandaua. de los molinos & de los xafarizes & del lagar & de la bodega. con la casa de suso & de la uina que fue de don peydro uila nueua cha yo non auia derecho ninguno en demandarlo & yo prometi al obispo. & a don abbat. que [nunqua] [yo] les demande ni otro omne por mi (DLCL, 1237, Cuenca, Clero, Soria, 1981, 14) b. bien te digo uerdad que esta es cosa que nunca sope quila fizo. nin [tu] [nunca] melo mostrest nin [yo] [nunca] lo oy si non agora ati (GE1, Géne­ sis, 62r) Como las lenguas no permiten la coexistencia de dos focos contrastivos en una misma oración y yo asume esta función en (47a), habría que descartar que nun­ c a se asocie también a la posición de foco. Nótese que y o es adyacente al verbo, y que la posición de nunca puede ser la de un cuantificador, ya que posee tam ­ bién este rasgo; en función de este o del rasgo de negación podría ocupar posi­ ciones diferentes, de ahí el contraste entre (47a) y (47b). El dato de (47b) resulta muy significativo al respecto, ya que el predicado continúa con el contraste

n un ca-agora, y o-a ti, por lo que tanto el pronombre tónico como el adverbio son objeto de contraste. De todas las explicaciones que pueden formularse, creemos que la más sencilla remite a la idea de que el campo del foco era más ámplio en español medieval que en el actual y podía abarcar a varios constituyentes, como contemplan para las lenguas romances Benincá y Poletto (2004). Al parecer, los focos, los cuantificadores, la negación y ciertos adverbios ocupan posiciones distintas pero inmediatas; incluso pueden ser posiciones intercambiables de­ pendiendo de las propiedades del adverbio. Para precisar más las características de estas posiciones veamos cómo se combinan los adverbios entre sí en un mismo predicado. Según Cinque (1999), en la estructura oracional no coaparecen dos juntos si ocupan una misma posi­ ción. Consideremos entonces los siguientes datos: (48) a. Et que este yerro uiene enla cuenta delos annos delas generationes desta edat que se [non] fazie [bien]. Et qui [mas] [y] quisiere busquelo segund ieronimo faze la cuenta & fallar lo a (GE1, G énesis, 10v) b. Et dixo ende assi daquella naf que uino en armenia & poso cercal mont cordigeo & que [aun] a[y] della. & que algunos uan alla por daquel bitumen con que ella fue untada (GE1, Génesis, 13v) c. Mas por las razones que nos [ende] auemos [ya] contadas. Ca dicho es assaz como sem fizo a arphaxat... (GE1, Génesis, 31v) d. Ond uos mando firme miente queles dedes los Almudes ala Orden assi como [nunca] [meior] ge los diestes en tienpo de mjo Auuelo (DCCL, 1250, Sevilla, Órdenes M ilitares, 100, 25, 2) e. e veemos que [jamas] [nunca] lo torno a llamar Abram, saluo Abraham (Alba, glosas del G énesis, 46:2) En efecto, podemos observar que el área anterior al pronombre muy raramente coaparecen dos adverbios juntos, salvo si uno de ellos posee rasgos de cuantificación o de negación. En qui m as y quisiere, de (48a), ambos poseen distintos rasgos semánticos: grado y deixis de lugar. M ás tiene carácter de cuantificador, y el adverbio y carácter pronominal, lo cual quizás explica el orden relativo (en lenguas cercanas como el catalán, hi siempre ocupa esta posición en el área preverbal y es adyacente al verbo). En el resto de datos de (48), con la estructura más abundante, se aprecia que cuando dos o más adverbios coaparecen en un mismo predicado ocupan áreas diferentes, antes y después del verbo, por ejem ­ plo non y bien en el mismo ejemplo (48a), aún e y en (48b) o en d e y y a en (48c). A juzgar por el contraste de los deícticos en d e e y, o de los aspectuales aún y ya, no parece que cada posición esté asociada a un tipo concreto, e incluso son

intercambiables ya en la documentación del siglo XIII, salvo en el caso de non, siempre preverbal. No estamos seguras de la asociación de estos adverbios con un tipo de foco concreto; lo que sí es evidente por el contraste de los datos de (48) es que los adverbios con rasgos de cuantificador (m ás, ja m á s , nunca) abren espacios en torno a sí que non es incapaz de abrir. Siguiendo con la idea de la imposibilidad de que dos adverbios del mismo tipo coaparezcan en una misma posición (Cinque 1999), cabe interpretar las posiciones y el orden adverbial en (48) de la siguiente forma: M ás e y ocupan dos posiciones distintas ante el verbo en (48a), el primero la asociada a los cuantificadores y el segundo la posición de los adverbios. En (48b, c), solo apa­ rece ocupada la posición preverbal de los adverbios. En (48d, e) el cambio de posición de nunca puede relacionarse con la particularidad de que no sea solo un término de polaridad, sino también un cuantificador: si ocupa la posición de los cuantificadores, nunca deja un espacio tras él para el adverbio m eior, en (48d); en cambio, la posición ligada al cuantificador puede ser ocupada por ja m á s en (48e) porque también posee este rasgo, y nunca ocuparía la de un adverbio o la de la negación.28 En suma, hemos comprobado que la periferia izquierda oracional de las oraciones subordinadas cuenta con posiciones distintas en el área previa al pronombre átono en español antiguo. Hay evidencias importantes de que el foco no se limita a una posición, sino que existe un área amplia según proponen Benincá/Poletto (2004), donde se sitúan elementos afines a los focos, pero, a nuestro modo de ver, sin serlo necesariamente. Las posiciones previas al pronombre pueden estar ocupadas simultánea­ mente. Gracias a ello, es posible trazar un patrón de su estructura y de los ras­ gos semánticos asociados: Primero, entre la conjunción y el pronombre átono existe una área para los tópicos y otra para los focos. Aunque el pronombre puede seguir a un tópico en las subordinadas, en caso de existir un foco, se apoya en él y no en el tópico, tal y como haría en las oraciones principales. En segundo lugar, en el área del foco tendrían cabida no solo los focos, sino tam ­ bién elementos con unos rasgos muy determinados: cuantificación o grado, polaridad, deixis, aspecto y modo. Un elemento con estas características está

28 A diferencia de non, nunca permite el ascenso de otro adverbio tras él, tal como se aprecia en (48d); el orden de nunca y meior también puede explicarse por el ascenso del rasgo [Neg] a Comp desde T (Rizzi 1997, 317). Para explicar que jamás quede englobado por la negación, habría que postular un movimiento encubierto del rasgo de la negación a Comp. En cualquier caso, jamás en (48e) no es un tópico porque quedaría fuera del alcance de la negación (Frascarelli/Hinterholzl 2007, 13).

licenciado para ocupar el área, como la negación no(n) o los cuantificadores todo, a m b o s, los elementos deícticos como el pronombre esto y, lo más impor­ tante para nuestro trabajo, cualquier adverbio que posea alguno de estos ras­ gos. Asimismo, pueden distinguirse al menos tres posiciones distintas aquí: una estaría reservada a los cuantificadores, otra a los adverbios, y hasta una tercera posición a la negación, en este orden a juzgar por los datos del corpus. Partiendo de este análisis básico, es posible interpretar desviaciones del pa­ trón que son solo aparentes; son más bien muestra de su flexibilidad. Por un lado, los adverbios que poseen dos o más rasgos de los mencionados, como nunca, m ás o ja m á s , pueden ocupar posiciones diferentes. Ello implica que dejen un espacio disponible para otro adverbio. En cambio, otros adverbios no lo permiten dadas sus características individuales, como sería el caso de non. Así las cosas, resulta difícil sostener que los adverbios se asocian unívoca­ mente a las categorías de SFoco o STópico en el español medieval, aunque al­ gunos como bien o en ton ces, dadas ciertas condiciones, pueden ser foco de polaridad o foco contrastivo. En el resto de casos, los adverbios se relacionarían con otras categorías de la periferia izquierda si cumplen los requisitos semánti­ cos de sus posiciones, como SQ o SNeg. Recordemos que SFin engloba a su vez tres categorías (ST, SModo, SAspecto), pero solo un adverbio de rasgos afines puede ascender sobre el verbo, no más. Por último, adverbios como otrossí o p eró parecen estar vetados aquí dadas sus características individuales, y fun­ cionarían solo como conectores. En el siguiente apartado analizaremos las semejanzas y las diferencias de esta área previa al pronombre con la posterior, la de la interpolación, para com­ pletar la caracterización de la periferia izquierda y del papel de los adverbios en ella.

4.2 Los adverbios a la derecha del pronombre átono En la introducción de este apartado 4 comprobamos que la frecuencia de inter­ polación de los adverbios creció a lo largo de la Edad Media y que, entre ellos, la interpolación de non fue siempre predominante sobre la de cualquier otro ele­ mento oracional. En esta posición aparecen además adverbios temporales y aspectuales (en 49, nunca, siem pre, y a o ag ora, an tes), de lugar (en 50 a c á o en d e, y, allí), de modo (en 51, bien, o así, tal, mal) y de cantidad o grado (cf. in­ fra , 53c, m ás). Si bien coinciden las clases semánticas de adverbios a la izquier­ da y a la derecha del pronombre, en esta área destaca la ausencia de adverbios terminados en -m ente:

(49) a. & dizen que aquellas ymagenes les dizien siempre dantes lo que sos enemigos les querien fazer. & guardaron se dellos deguisa que les [nunqua] pudieron nozir nin entrar a Egypto qui mal les fiziesse (GE4, Nabuch odon osor, 8r) b. Las ginco quel temor del padre conprehende son: non se asentar el fijo en lugar de su padre; non fablar en el lugar que estouiere su padre; non le contradezir su rrazon; non le demander prueua para que gertefique su rrazon; e que le [sienpre] este antel en pie (Alba, glosas del Génesis, 37:1) c. Algunos rromangan: agijad vuestras bestias, e dan rrazon que aqui non conuenia dezir cargad, por quanto en carros se auia todo de traher, los quales les [ya] auian dado por mandado de Faraon (Alba, glosas del Gé­ nesis, 45:17) (50) & non ouiessen miedo de ninguno que les [aca] pudiesse entrar (GE4, Nabu chodon osor, 10v) (51) el qui passa los sos mandados del sennor Entre los hermanos los qui los [bien] mantouieren aquellos auran onrra (GE4, E clesiástico, 261r) Los tipos de oraciones y predicados con interpolación coinciden con los del apartado anterior: completivas con indicativo o subjuntivo (49b), relativas (49c) y adverbiales (49a), incluidas las temporales o coordinadas con ellas (cf. infra, 53b). Los adverbios interpolados también presentan los mismos rasgos semánti­ cos: aspecto (ya), polaridad (nunqua), deixis (acá), modo (bien), grado (m ás, m ucho) o cuantificación (siem pre, nunqua). Se aprecia que portan información conocida (los deícticos en de, assí) o nueva (bien, siem pre, nunca), y también hemos observado que b ien , como otros adverbios, conserva su significado léxi­ co, esto es, no desarrolla la función de foco de polaridad en esta posición (p. ej. en 51 o 53a). Cabe añadir que muchos introducen un elemento que anula la presuposición de otros en una serie (p. ej. y a / luego, nunca / siem pre, a c á / allá, bien / m al), pero no todos admiten la paráfrasis «y no x», lo cual hace dudar que se asocien, regularmente al menos, a la categoría de foco contrastivo. Sin em­ bargo, esta posición puede contener este tipo de foco, como en (52): (52) pues decir que les [comer herbas e fructas] mandaua [e al non] (Alba, glo­ sas del Génesis, 1:30) Por otra parte, al igual que los corpus de otros estudios, el nuestro aporta datos de interpolación de muy diversos elementos al mismo tiempo:

(53) a. Descender quiero agora e ueer si es asy, etc. Esto es dutrina a los juezes que a alguno condepnaren a muerte, que lo [ante] [bien] vean e escati­ men (Alba, glosas del Génesis, 18:21) b. & dotra guisa non lazraria sobrello tamanno tiempo como e lazrado. si con uerdat non andudiesse. & enel Rey mucho bien & mucha merced me non yoguies & la [yo] [y] [non] esperas (GE4, N abu chodon osor, 27v) c. & como son los reyes en los sesos mas agudos quelos otros omnes. asmo aquel Rey quales serien las cosas poro los [el] [mas] podrie apremiar por que menguassen (GE1, Éxodo, 132r) d. Vino enla cueua non auia, saluo que lo [ally] [Dios] apresto por via de miraglo (Alba, glosas del Génesis, 19:33) Si bien este trabajo no trata sobre la interpolación (y por ello no será eje central de nuestra argumentación), sí que es interesante comentar algunos aspectos de este fenómeno que nos pueden ayudar a entender las características de los constituyentes que aparecen en esta área. Se contabilizan en el corpus hasta tres elementos: el primero suele ser un pronombre tónico de sujeto, el segundo el adverbio (orden sujeto a cambios en el siglo XV) y si aparece la negación siempre es más cercana al verbo. El corpus aporta un solo ejemplo de combina­ ción de dos adverbios afirmativos, en (53a), pero es muy significativo en dos aspectos: primero, tal como establece la jerarquía de categorías funcionales a las que se adscriben los adverbios, el de modo es más cercano al verbo que el de tiempo (Cinque 1999). Segundo, esta coaparición indica que ocupan posiciones diferentes. Tal como vimos en 4.1, no obstante, la coaparición, no siendo uno negativo como en (53b), escapa de la normalidad hasta el siglo XV. Dos adver­ bios en un mismo predicado suelen aparecer en áreas distintas; más aún, si pertenecen a un mismo tipo semántico como sucede en (54) con los deícticos y y oy, solo el de tiempo asciende a la posición interpolada. Nótese que la expresión de tiempo esta más ligada al evento expresado por fa z e r que la de lugar: (54) & de aqui uino despues la orebzia de labrar plata & oro. & fazer y todas las sotilezas delos fechos que se [oy] fazen [y] (GE1, Génesis, 9v) Los casos de interpolación múltiple podrían interpretarse como muestra de la amplitud del área del foco, precisamente hasta tres posiciones, en la línea del análisis que propusimos en 4.1. Reconocer un área amplia del foco no implica suponer la coexistencia de varios focos en esta misma zona puesto que no pue­ den coaparecer dos focos contrastivos y, a juzgar por los datos de 4.1, el foco de polaridad y el contrastivo compiten por una misma posición. Más bien, los da­

tos sugieren que, tal como ocurría a la izquierda del pronombre, a la derecha existen unas posiciones para elementos de características similares a las de la categoría del foco, pero no asociados a ella necesariam ente. A continuación veremos si esta idea permite interpretar datos que de otra forma quedarían sin explicación en el área de la interpolación. En primer lugar, debe considerarse que era posible interpolar pronombres tónicos correferentes con el átono que los dobla (55a, b) y también cuantificadores universales (55c). Estas estructuras de doblado no son propias de los focos, sino de los tópicos de tipo familiar (dislocados a la izquierda o a la derecha de la oración) y de los cuantificadores específicos como todo, a m b o s (cf. supra, 45b, c): (55) a. Ca la sapiencia & ell ensennam iento; temor del sennor. & lo quel [a el] plaze (GE4, E clesiástico, 258r) b. sy la ley non lo [esto] contara, los omnes syn vna tan noble e prouechosa primissa se quedaran (Alba, glosas del Génesis, 1:1) c. Non que biuiessen cada vno .cxx. años dizia, mas que de atendimiento el humanal linague para veer si se a Dios conuirterian ante quel diluuio les aduxiese estos .cxx. años eran, e do non a Dios se conuertiessen, que los [a todos] dixtruyria (Alba, glosas del Génesis, 6:3) En (55a, b), el doblado del pronombre confiere carácter de tópico de a él/e sto y contradice la asunción de que la interpolación es una estructura únicamente relacionada con el foco. Si fuera así, en esta posición debería bloquearse el do­ blado con el pronombre de objeto, cosa que no ocurre. Benincá (2004) contem­ pla que aparezcan tópicos destacados en el área del foco (cf. supra, el apartado 2.1). En este sentido, resulta significativo que tod os en (55c) no ocupe la posi­ ción de foco contrastivo ni la de tópico (Kiss 1998; Leonetti/Escandell 2009). No es foco informativo porque retoma información conocida del discurso pero debe moverse hacia la izquierda del predicado para ligar a una variable específica con función de OD, que en español siempre aparece realizada con un pronom­ bre átono.29 Los cuantificadores solo pueden dominar a su variable, mandarle-c, en una posición superior a ella, de ahí lo extraño del orden interpolado (y lo raro de la documentación de cuantificadores en esta posición - salvo los adver­ biales nunca, siem p re, etc.) - . T odos no puede ser tópico precisamente por este requisito de interpretación semántica. Pero, como los tópicos, elementos especí­ ficos por naturaleza, se dobla sistemáticamente con el pronombre en la posición

29 Al contrario de lo que sucede con los cuantificadores existenciales como algo, inespecífico, por lo cual no se dobla con un pronombre siendo objeto.

preverbal. Demonte/Fernández Soriano (2009) proponen que el especificador del SFoco es el espacio ocupado por un SCuantificador, dado que los focos por­ tan un rasgo de cuantificador. Así, tenemos una relación entre ambas categorías que nos permitiría entender datos como (55c) y no tratarlos como una simple errata. Con independencia de la etiqueta elegida - algunos autores las conside­ ran tópicos especiales en la línea de Benincá (Bouzouita 2008), otros las consi­ deran focos también especiales (González i Planas 2007) - , lo que venimos ob­ servando es que el pronombre átono cuenta con cierto número de posiciones alrededor y en ellas se pueden situar tanto los focos como otros constituyentes afines a esta categoría en sus rasgos semánticos, aquellos que portan operado­ res similares en el nivel lógico: la negación, los cuantificadores, ciertos adver­ bios y también los pronombres;30 serían precisamente los rasgos semánticos inherentes los que licenciarían que las categorías mencionadas ocupen la posi­ ción interpolada. Como hemos dicho, el área del foco y sus elementos afines se extendería tanto a la derecha del pronombre como a su izquierda. Y una de las cuestiones más llamativas del corpus es que ofrece datos que indican que ambas áreas podían estar ocupadas al mismo tiempo. En (56) el pronombre está precedido por el cuantificador que lo liga, en el orden más regular de los cuantificadores universales, pero también se interpola la negación: (56) assi que non dexaron aquellas lagostas njnguna cosa uerde en toda Egipto. de quanto ala piedra fincara njn aun las cortezas delos aruoles que [todas] las [non] roxieron. & lo destruyeron todo (GE1, É xodo, 155r) Asimismo, el pronombre puede estar precedido por un SN desnudo inespecífico, solo asociable a la categoría del foco (Hernanz 2006, 136), con un matiz claro de cuantificación en (57): (57) & aquel aqui los diera el Rey en guarda auie nombre aschan. & era de los castrados del Rey. & fueron todos quatro a el & dixieron le esta razon. & por que lo fazien. & rogaron le que tomasse el tod aquello que les el Rey mandaua dar pora comer & que les diesse lo que el touiesse por bien que fuesse guisado segund su ley. & que si [carnes] les [non] quisiesse dar daquella guisa; que les diesse [que quier al] (GE4, N abu chodon osor, 13v)

30 Los elementos deícticos portan operadores anafóricos, según hace notar Benincá (2004).

En la oración siguiente a este sustantivo carn es aparece el sintagma qu e quier ál, ‘cualquier otra cosa’, y ello permite interpretar carn es como un foco contras­ tivo. Creemos que la negación se interpola por tener los rasgos apropiados para esta posición, sin necesidad de ser foco. Ante el pronombre no solo aparecen cuantificadores (en 56) y focos (en 57), sino también adverbios de diverso tipo como en (58). De nuevo, nunca demues­ tra gozar de una libertad posicional muy notable porque, estando activa la es­ tructura de interpolación, puede anteponerse al pronombre (en 58a) o interpo­ larse (cf. supra, 49a); cuando se antepone al pronombre, deja el espacio de la interpolación a un adverbio como m al que, siendo objeto de verbos soporte como fa z er, podría formar un predicado complejo (lexicalizado en el caso de querer o quizás ya en latín en el de m aldecir < m aled icere), tal como comenta­ mos en el apartado 4.1. Y el dato de (58b) es realmente destacable porque aquí el foco no está ante el pronombre, sino tras él en la posición de interpolación, como indica el adjetivo focalizador identificativo m ism o (Kovacci 1999): (58) a. e los iudios que alli morauan con aquellas yentes: dixieron que [numqua] les [mal] fizieran (E6, M a ca b eo s 2, 204r) b. Absuelven en sto que por ellas muy grandes ser, las aguas bastantes no eran para las criar, e [nueva mente] las [Dios mesmo] crio (Alba, glosas del G énesis, 1:22) A juzgar por estos datos, las posiciones alrededor del pronombre no se asocia­ ban a una categoría informativa unívocamente. Los adverbios podían aparecer ante el pronombre o tras él interpolados, incluso con tópicos en la misma ora­ ción, tal como muestra (59). Y cabe remarcar que adverbios como m ucho o bien conservan su significado original cuando se interpolan (cf. 28 y 60), por lo que quizás la posición interpolada no es apropiada para el foco sobre la polaridad: (59) et el dicho johan garcia demando a este frey johan & dixo que el auie de Recabdar los diezmos delos donadios por el cabildo dela dicha eglesia & qu e [este frey johan] q u el [non] querie dar el diezmo dela dicha casa (Di­ ploma local de Castilla y León, 1304, Sevilla, Clero, Valladolid, 3441, 15) (60) E las generaciones de Chayn la ley bien por menudo de declarar ouo, no­ tando commo [el señor Dios] le [mucho] atendio, fasta tanto que algunos entienden que fasta el diluuio bivio e que ende murio (Alba, glosas del G é­ nesis, 4:17)

Estos datos, a nuestro modo de ver, constituyen uno de los hallazgos más llam a­ tivos del corpus porque, por lo que sabemos, no se había contemplado la posibi­ lidad de que la recomplementación y la interpolación coaparezcan en un mismo periodo subordinado. Parece que la conjunción detrás del tópico indica que a partir de ahí estamos en la zona de la negación, los focos, los cuantificadores y los adverbios de rasgos similares, y el pronombre átono ayuda en la identifica­ ción del área la mayor parte de las veces, sin delimitarla siempre.

5 La codificación de la periferia izquierda o del margen preverbal en el español antiguo Cuando se aborda el estudio de fenómenos discursivos se plantea el problema de elegir entre dos opciones, como afirma Rizzi (2013): o la sintactización de propiedades discursivas o la pragmaticalización de propiedades que pueden tener relevancia en la oración. En otras palabras: incluir en la estructura fun­ cional de la oración operaciones que tienen que ver con la organización del discurso en todos sus ámbitos o tratarlas desde fuera de la sintaxis siguiendo un modelo sintáctico que, según Rizzi (2013), quedaría empobrecido. Según la primera perspectiva, en palabras de Rizzi (2013): «This conception is sometimes said to «syntacticize» scope-discourse sem antics, in the sense that it expresses interpretively relevant configurations (topic-comment, etc.) in a uniform syntactic format Specifier-head-complement, thus adopting fully transparent interface representations». Las propuestas de estructura funcional extendida de la periferia izquierda han permitido en unos casos sacar a la luz relaciones entre constituyentes que de otra forma quedaban sin explicar, en otros casos ha permitido sistematizar una serie de datos y establecer correspon­ dencias que han revelado una nueva dimensión acerca de la relación entre la sintaxis (periférica) y las cuestiones relacionadas con el discurso. La estructura informativa de la oración, los participantes en el discurso, el contexto lingüísti­ co y extralingüístico, las fuentes de la información son términos que tienen una dimensión sintáctica, puesto que existen categorías gramaticales (conjuncio­ nes, locuciones, adverbios, partículas discursivas) y construcciones (topicalizaciones, focalizaciones, estructuras enfáticas) que solo se pueden explicar de manera integrada haciendo uso de tales dimensiones. Al incluir estos conceptos en la sintaxis y no tratarlos exclusivamente desde los estudios del discurso, podemos ver que, en efecto, la oración se extiende hacia la izquierda. Las rela­ ciones entre los diversos constituyentes preverbales, incluida la incompatibili­

dad entre focos y operadores interrogativos o el hecho de que en ciertas len­ guas, por ejemplo en inglés, exista una limitación a los tópicos recursivos se explica por la existencia de relaciones de cruce entre operadores y variables y, en definitiva, por restricciones derivadas de la propia configuración semántica y pragmática, y estas penetran en la gramática y la prosodia, esto es, en los diver­ sos componentes del sistema lingüístico. De las dos vías de análisis (la sintáctica y la prágmática), aquí hemos segui­ do y vamos a seguir la de la sintactización de ciertos fenómenos discursivos, que se materializan en diferentes posiciones en el margen izquierdo de la ora­ ción. Desde este punto de vista, existe una estructura básica, sujeta a variación paramétrica, que se puede desarrollar o ampliar por la materialización de cier­ tas categorías. Las de tópico y foco concretan el contenido inferencial de la lengua (Garrido 1988), y ocupan unos espacios determinados dentro de la es­ tructura sintáctica. Es evidente que hay que restringir las posiciones, en la línea que defiende Gallego (2010), pero en este trabajo lo es también que no podemos ni debemos simplificar la complejidad de la estructura periférica en lenguas como el español antiguo porque da pistas muy importantes acerca de la natura­ leza de los diferentes núcleos funcionales, su articulación y su evolución. La activación del contexto pragmático y las posiciones correspondientes pa­ ra las categorías de naturaleza informativa estaría determinada desde el SFuerza. El contenido concreto que se puede asignar al núcleo ha sido objeto de deba­ te y, en general, ha estado muy ligado a las categorías con las que se ha vinculado a esta proyección. Para Rizzi (1997), el SFuerza está dotado de fuerza ilocutiva, esto es, posee contenido interrogativo, exclamativo, imperativo, etc. La conjunción subordinante qu e, al igual que si como marca de interrogación indirecta, estaría relacionada con este contenido de modalidad oracional (de ahí que ambas pudieran desarrollar valores secundarios de modalidad que permitieran su aparición en oraciones principales, cf. Barra 2002; Rodríguez Ramalle 2 0 0 8 ; Hernanz 2012). Por su parte, para Ledgeway (2009) el SFuerza tiene rasgos básicam ente discursivos y actúa como interfaz entre el contenido proposicional de la oración y la estructura del discurso. Esta apreciación impli­ ca el reconocimiento de que el SFuerza no solo se encarga de la selección en contextos subordinados, sino que también puede llegar a determinar el funcio­ namiento e interpretación de una oración principal. A este respecto puede servir de orientación el caso del gascón, lengua que posee un sistema obligatorio de marcas enunciativas en posición inicial, diferentes dependiendo de si la oración es afirmativa, interrogativa o exclamativa. En este sentido, la modalidad tam­ bién incluye en un sentido más amplio la presencia del hablante y esta no es

solo discursiva, sino que puede ser sintáctica y manifestarse en categorías dife­ rentes. La fuerza ilocutiva cuenta con una estructura semántica subyacente de la que forman parte los operadores, distribuidos en distintas posiciones de manera determinada para su interpretación. En función de esta base, la fuerza ilocutiva activa o desactiva los recursos formales con que cuentan las lenguas para transmitir significado: la prosodia (la entonación, el acento o la apócope pro­ nominal en español antiguo), la morfología (con marcas en ciertas lenguas) o la sintaxis. En cuanto a esta, como ha señalado Haegeman (2006; 2007; 2010), existe una conexión evidente entre el SFuerza y la proyección del resto de cate­ gorías de la periferia izquierda oracional. Si una oración subordinada, por ejemplo una oración completiva en subjuntivo, posee una periferia defectiva, pues no permite la proyección de focos (véase el apartado 2.2), ello significa que tampoco posee una interpretación independiente por lo que su fuerza ilocutiva va unida a la del verbo principal. En conclusión, no proyecta un nivel SFuerza. Se han propuesto diferentes modos de relacionar la fuerza con la presencia del resto de nudos funcionales; uno de estos modos de explicación consiste en establecer que el nudo tópico pueda tener un rasgo de fuerza [uForce] que tiene que ser cotejado por el correspondiente rasgo [Force] en el núcleo Fuerza. Esta sería una explicación técnica que va más allá de los límites de este trabajo. Para Hernanz (2012, 166) un operador en el SFuerza puede llegar a determi­ nar el tipo de flexión de la oración, al ligar los rasgos de flexión ubicados en el SFinitud. Este análisis explicaría algunas lecturas del si o el qu e independien­ tes. Más aún, muestra que la fuerza ilocutiva condiciona la configuración y la estructura y, por tanto, la selección de las diferentes categorías funcionales. De acuerdo con esta idea, el SFuerza sería el nudo fuente o base que selecciona una compleja red de operadores asociados al tópico, al foco, los cuantificadores y la polaridad. En esta misma línea de explicación, Demonte/Fernández Soriano (2013) sostienen que la posibilidad de tener recomplementación - ejemplos de (59) y (60) - depende de la existencia de una conjunción q u e en el núcleo del SFuerza. A través de la posición del pronombre átono sabemos que la lengua medie­ val cuenta con una posición extra, el espacio de la interpolación, que se abre fundamentalmente en entornos subordinados. Pero los datos de nuestro corpus no permiten asegurar que esta posición esté desencadenada por la categoría de SFoco únicamente, esto es, merece la pena comprobar con más detalle, en tra­ bajos posteriores, en qué medida su naturaleza era pragmática.

La existencia de elementos con distintas propiedades en la periferia iz­ quierda nos ha permitido acotar espacios concretos en el margen preverbal y establecer sus interacciones. Hemos encontrado las siguientes articulaciones: a)

Conjunción + tópico + foco/adverbios/cuantificadores + pronombre + verbo

b)

Conjunción + (tópico/foco/adverbios/cuantificadores) + pronombre + tópico/foco/adverbios/cuantificadores + verbo

La estructura (a) es la más común, y la de (b) responde a la interpolación de elementos entre el pronombre y el verbo. En este caso, el esquema refleja la posibilidad de que el área anterior al pronombre también esté ocupada por cualquier elemento de naturaleza similar, pero no igual, a la que aparece en el área de la interpolación. Para entender esta estructuración es importante considerar la existencia de elementos que permiten desarrollar o ampliar el margen izquierdo. Las conjun­ ciones, según Rizzi (2013), entrarían dentro de esa categoría, pues crean más espacio en la periferia izquierda como consecuencia de ser la materialización de rasgos discursivos. El hecho de que en español medieval y en concreto en las estructuras subordinadas ese margen izquierdo se desarrolle también especial­ mente depende de la existencia de unas posiciones disponibles - lo que apoya directamente la propuesta de la sintactización - y de la posibilidad de que cier­ tos elementos permitan crear posiciones nuevas que amplían este margen. Se­ gún Rizzi (2013), la conjunción qu e en diferentes lenguas y dialectos romances tiene esta particularidad; recordemos los ejemplos de recomplementación en los que la conjunción se reitera detrás de los constituyentes topicalizados. La con­ junción si muestra propiedades similares, como conjunción condicional, inte­ rrogativa total indirecta y como partícula de modalidad (Hernanz 2012). En este trabajo, como novedad, hemos considerado que el pronombre en la lengua medieval pertenecería también a este tipo de categorías que abren o delimitan espacios estructurales como las estructuras de interpolación en las oraciones subordinadas. Por este motivo, ha sido el elemento de referencia en la observa­ ción y el análisis de las posiciones estructurales de su periferia izquierda pero es importante precisar que en este tipo de oraciones, a diferencia de las principa­ les, el pronombre no se hace enclítico de los elementos que asumen la función de foco o que poseen rasgos similares (los cuantificadores o la negación). El pronombre cuenta aquí con una movilidad posicional muy notable que no pare­ ce arbitraria. En este trabajo hemos comprobado que los adverbios en las oraciones subordinadas no se asociaban regularmente a la categoría de foco ni de tópico. Sin embargo, ocupaban las mismas posiciones que los focos y la razón debe

hallarse en sus afinidades semánticas y estructurales, por su relación con el predicado. La gramática generativa propone un modelo de análisis abstracto con la periferia izquierda y en ella deben tener cabida categorías funcionales no informativas: el SPol, el SQ, SAsp, ST, SModo, SGrado. Estas categorías codifi­ can unos significados con trascendencia en la morfología, la sintaxis y la fono­ logía y, a nuestro modo de ver, los adverbios se asociaban a ellas en el margen preverbal. Propuestas como la de Cinque (1999), quien considera que existe un orden básico común avalado precisamente por la existencia de una jerarquía universal en los adverbios, apoyan la jerarquía funcional. Ello implica que en la construcción de la periferia izquierda actúan varios niveles de análisis lingüísti­ co y todos han de ser considerados para dar una explicación completa de esta área oracional. La explicación del cambio lingüístico debe considerarlos tam­ bién unidos. Los datos apuntan a que la posición sintáctica de los adverbios aparece su­ jeta a principios semánticos, como ocurre en las oraciones principales: las pro­ piedades individuales de cada adverbio determinan qué espacios ocupan en la estructura oracional. Según su naturaleza, algunos pueden asociarse a la cate­ goría de SPol (p. ej. non, nunca), a la de los cuantificadores, SQ (nunca), y estos pueden coexistir también con otros que se asocien a otras categorías del SFin. Sin embargo, solo existe una posición disponible para los adverbios del SFin tanto a la izquierda como a la derecha del pronombre; la coaparición de estos adverbios no es posible, salvo en muy contados casos, y este hecho impide es­ tablecer una jerarquía posicional entre ellos. La naturaleza de la posición que se ha abierto en la estructura del SFuerza es entonces trascendental. Hemos comprobado que el área de la interpolación aparece vetada a los adverbios terminados en -m ente y a los adverbios con pro­ piedades similares a los tópicos en oraciones principales del tipo otrossí, y natu­ ralmente a los que tienen un comportamiento similar a los conectores, p. ej. p eró . Tanto otrossí como p eró pueden desarrollar el papel de conector dentro de las oraciones subordinadas, en correlaciones específicas. La posición del tópico en el margen más hacia la izquierda de la oración pa­ rece vetada a cualquier adverbio, ya que no se insertan en las estructuras pro­ pias de esta función informativa: la recomplementación, la duplicación, la ex­ tracción del SFuerza, etc. En cambio, sí pueden ocupar la posición del foco preverbal, a juzgar por los datos de adverbios que funcionan como focos contrastivos (entonces) e incluso como focos sobre la polaridad (bien). Así, la articu­ lación discursiva puede tener consecuencias en el desarrollo posterior de es­ tructuras que se gramaticalizan y adquieren valores diferentes tanto en las oraciones principales como en las subordinadas del español medieval. Nos

referimos a la propuesta de Batllori/Hernanz (2008) sobre la evolución de cier­ tos adverbios nucleares, como bien , en español o p o c en catalán y su conversión en marcadores de la polaridad enfática en español antiguo, o la evolución de las conjunciones qu e o si como marcas de modalidad oracional (Rodríguez Ramalle 2008; Hernanz 2012), y quizás el caso de los adverbios que podrían llegar a for­ mar un predicado complejo, tales como bien o m al (cf. h a c er m al y m aldecir). Este proceso no se ha consumado en el caso de deícticos como a s í o de cuantificadores como m ucho en la Edad Media (Camus 2008; Rodríguez Ramalle/Matute 2015), pero cuando otros como bien aparecen en el margen preverbal y se aso­ cian al foco implican una aserción sobre toda la polaridad. Estos mismos adver­ bios pueden documentarse también en el español actual con el mismo valor. Tal y como hemos justificado, existe una zona vinculada con el foco, en la que no solo encontramos focos de tipo contrastivo, sino también focos informa­ tivos, focos vinculados con la polaridad oracional y categorías que, si bien no pueden interpretarse como ningún tipo de foco, poseen propiedades similares a las de algunos de ellos: nos referimos, tal y como acabamos de mencionar, a las categorías con propiedades deícticas y cuantificacionales que se ven afectadas por el movimiento o ascenso del cuantificador. Asimismo, hemos propuesto también que, en lo que respecta a ciertos adverbios, específicamente los adver­ bios en -m ente, existe una posición preverbal no vinculada directamente con ninguna posición informativa, sino con la posibilidad de que tales adverbios se adjunten a la izquierda del SV, posición que conlleva una interpretación espe­ cial. Dado este complejo panorama, proponemos la siguiente articulación de las posiciones; en el área anterior al pronombre, los datos dan a entender que los adverbios se situaban preferentemente entre SQ y SPol, pero pueden asociarse a otras categorías funcionales (SFoco, como bien , o las mismas SQ, como m ás o nunca, y a SPol, también nunca; cf. supra, 4.1): SFuerza (STop) (SFD) (SFoco/SQ/SPol) Pronombre átono (SFoco/SQ/SPol) SV Una de las preguntas más importantes en todo este proceso es qué determina la expansión de la oración hacia la izquierda como mecanismo opcional. Por un lado, como venimos insistiendo, la propia estructura funcional que se propone da cabida para diferentes tipos de tópicos, focos y constituyentes afines en la semántica; por tanto, existe la posibilidad de tener diferentes proyecciones. Por otro lado, debe haber un elemento desencadenante de la expansión izquierda. El pronombre en las estructuras con interpolación sería, desde nuestra hipóte­ sis, la marca explícita de dicha expansión, pero debemos aclarar qué categoría

desencadena este fenómeno y cuál es la posición concreta que ocupa. Según apuntan Batllori/Hernanz (2011b, 6), la categoría funcional del foco de polari­ dad, con valor asertivo, activa contextos pragmáticos para la interpretación semántica. Y precisamente se sitúa en el área izquierda. Los trabajos previos sobre la interpolación (Poole 2 006; Gupton 2012) han relacionado esta estructu­ ra directamente con la categoría que codifica el contenido ilocutivo de una ora­ ción: el SFuerza, según la propuesta de Rizzi (1997). Coincidimos con esta apre­ ciación, puesto que dicha categoría es la responsable de la selección de la conjunción subordinante y de la activación de la estructura periférica de una oración subordinada, lo cual demuestra la relevancia de esta proyección. Es preciso destacar que en los datos que manejamos los adverbios no se asocian al foco en el área de la interpolación; a pesar de que se haya manejado una sólida argumentación a favor de esta asociación, no tendría carácter gene­ ral y sistemático. En teoría, si esta posición apareciera asociada a esta función informativa, nada impediría que los adverbios cumplieran ahí también este papel. Sin embargo, los datos dejan ver la necesidad de revisar la naturaleza de esta estructura y su evolución en la lengua española. En relación ello, si acep­ tamos que el pronombre está vinculado con el núcleo Fuerza en el español anti­ guo, puesto que su posición depende del tipo oracional y dicha proyección codi­ fica la selección de este tipo, entonces, tenemos que aceptar que la proyección del SFuerza es recursiva en ciertas estructuras, como también han propuesto los trabajos que han analizado este tema (Poole 2 0 0 6 ; Gupton 2012). El pronombre se situaría, según los estudios previos mencionados, en una posición que repite la proyección que encabeza la conjunción, el SFD en estructuras de recomplementación y de interpolación. Dado el carácter no clítico del pronombre, al parecer, el proceso de la interpolación solo se podría producir en español me­ dieval, nunca en el actual. Nuestra propuesta considera que la presencia de la interpolación es un recurso, como el de la reiteración de la conjunción q u e o su desarrollo en oraciones independientes en el español actual, para ampliar la estructura, dejando la posibilidad de que se pueden insertar más posiciones al crearse más espacios disponibles. Estas posiciones no son libres, pues están destinadas a operadores con alcance sobre la oración; aquí estarían incluidos los focos así como los elementos cuantificadores, deícticos, aspectuales, polares y los adverbios sin propiedades de tópico (aunque esta categoría, según los datos, no estaría totalmente excluida de la posición interpolada). La naturaleza concreta de la posición que ocupa el pronombre habría de ser revisada en un estudio aparte. A nuestro modo de ver, los motivos por los que se favorece la reiteración del nudo Fuerza los tenemos que buscar en la estructura del discurso, es decir, tal

posición estaría activada por la fuerza ilocutiva. Este enfoque no ha sido hasta ahora destacado, pero creemos que la orientación discursiva nos permite llamar la atención sobre la relación entre la presencia de posiciones con unos rasgos sintácticos determinados que favorecen la existencia de la interpolación: subordinación, presencia de operadores con alcance sobre toda la oración (fo­ cos, negación, cuantificadores, etc.) y una estructura discursiva marcada b asa­ da en la anteposición de diferentes tipos de constituyentes. Recordemos que para Benincá (2004), según vimos en la sección 2.1, parece que existe una ten­ dencia a activar mucho más fácilmente ciertos fenómenos preverbales en las lenguas romances medievales. Siguiendo esta tendencia, la reiteración del nudo relacionado con la fuerza ilocutiva no es una mera repetición; es un medio dis­ ponible para crear espacios en el margen preverbal y están ocupados con cons­ tituyentes con unos requisitos muy concretos: elementos deícticos que reciben una lectura contrastiva, focos sobre la polaridad oracional, cuantificadores, etc. A modo de argumento se puede añadir que la interpolación podía coexistir con la recomplementación; se produce en el entorno de una segunda realiza­ ción de la conjunción qu e, que reitera la primera, seleccionada por el verbo asertivo. La conjunción en contextos como estos parece reiterar el discurso pre­ vio y marcar doblemente la aserción que realiza el hablante. Es un medio de separar el discurso reproducido y los constituyentes oracionales implícitos en el discurso y que así son reincorporados a la nueva situación comunicativa (Gon­ zález i Planas 2010). En los ejemplos mencionados, basta la presencia de la conjunción doblada para que se active la posibilidad de tener un nuevo elemen­ to que reitera la marca de la aserción una nueva vez, lo que confirma sin duda la gran complejidad de la periferia izquierda en español medieval. Como se observa en el esquema anterior (b), la interpolación y la recomplementación no son un recurso obligatorio en todas las estructuras subordina­ das; son una opción que, cuando aparece activada, se convierte en una marca que implica el desarrollo de una serie de procesos sintácticos de anteposición diferentes a los que operan en una oración principal. Esto permite comprender mejor las asimetrías entre la periferia izquierda de las oraciones principales y de las subordinadas, donde se abren posiciones para elementos con operadores en varios espacios. Asimismo, establece una diferencia entre el español y las len­ guas romances del occidente peninsular, pues en ellas se documenta también en principales. Ambos tipos de oraciones, entonces, eran simétricos en este espacio estructural en unas variedades romances y no en otras; el español me­ dieval presentaría un estadio evolutivo intermedio, y terminó por seguir la mis­ ma tendencia que las variedades orientales, hacia la pérdida de espacios estruc­ turales en la periferia izquierda de las subordinadas, conforme se estrechaba su

relación con la oración principal (Barra 2002). En este proceso, la pérdida del espacio preverbal para el foco informativo debió de ser especialmente trascen­ dente no solo por su carga semántica, sino también por la fónica; en cambio, las características del foco contrastivo y del de polaridad respondían a las requeri­ das en las posiciones que ocupaban otros elementos, como los adverbios, y en ellas permanecen hasta hoy día. Para terminar, queremos mencionar la trascendencia de estos cambios en la estructura oracional. Es sabido que las posiciones informativas y funcionales interactúan en la estructura sintáctica básica: Tópicos y Focos se proyectan sobre una estructura en transición desde la latina SOV hacia la romance SVO pasando por una estructura de tipo Tópico + Verbo (TVX). A finales de la Edad Media se ha notado un cambio hacia una articulación sintáctica más fija, y en ciertas lenguas romances se habría producido mucho antes que en otras; por ejemplo, en francés ya en el siglo XIII se puede hablar del asentamiento de la estructura SV al mismo tiempo que desaparecía el foco informativo a la izquier­ da del verbo, que se ha visto como una reminiscencia del orden latino OV (Sitaridou 2011; Donaldson 2012). En francés, la posición preverbal del foco podía aparecer vacía hasta cierta época; la documentación del siglo XIII revela que esta posición requirió ser ocupada y el sujeto cumplió con este requisito. Este mecanismo sintáctico y pragmático llevó a los pronombres átonos a ocupar regularmente la posición preverbal, cuando se fijó el orden SVO. Los adverbios no parecen relacionarse claramente con la posición del objeto en este esquema. No obstante, sí sufrieron los efectos de la transición del orden oracional. Se ha propuesto que la pérdida de propiedades de las categorías informativas llevó a la ambigüedad de su interpretación (Fernández-Ordóñez 2009; Sitaridou 2011), y a nuestro modo de ver esta pérdida de propiedades y el debilitamiento consecuente sería un síntoma de un cambio más profundo, cuyo origen podemos situar en el SFuerza. La transformación que experimentaron las oraciones subordinadas implicaría, como mencionamos arriba, la reestructura­ ción de toda su periferia izquierda (Barra 2002; Haegeman 2007; 2010). El pa­ trón prosódico debió de cambiar también, y ello tendría consecuencias en ele­ mentos tan sensibles a este patrón como los pronombres átonos, cuya apócope desapareció en la misma época, hacia el siglo XV. Estas piezas gramaticales mantuvieron durante toda la Edad Media una estrecha relación con los focos en la periferia izquierda, de modo que puede verse reflejada en ellos la com pleji­ dad del cambio de la categoría funcional SFuerza. Como mencionamos al inicio del trabajo, los cambios en las categorías funcionales son la base del cambio lingüístico según la perspectiva de Roberts/Russou (2003), y en este caso posee unas dimensiones muy significativas.

6 Conclusiones En este trabajo hemos necesitado dibujar las posiciones que articulan la perife­ ria izquierda para determinar cuál es el lugar que ocupan los adverbios y tam­ bién su función. Partiendo de la hipótesis, sustentada en trabajos previos (Cinque 1999), de que los adverbios reflejan en su orden y disposición la jerarquía de la oración, hemos comprobado que estos elementos nos permiten conocer las propiedades estructurales de la lengua y también se pueden utilizar como refe­ rencia para la observación del cambio lingüístico. Hemos partido de dos hipótesis básicas que hemos visto confirmadas por los datos de nuestro corpus. En primer lugar, que los adverbios preverbales se relacionan con las categorías funcionales de la periferia izquierda oracional ordenadas jerárquicamente. En segundo lugar, que la aparición de estas catego­ rías depende, a partes iguales, de las propiedades del Sintagma Fuerza y de las características individuales de los adverbios. La estructura del margen izquierdo de la oración subordinada en el español medieval refleja las posibilidades expuestas en modelos que incluyen los aspec­ tos de organización del discurso dentro de la sintaxis: el modelo cartográfico de Rizzi (1997; 2013) es un buen ejemplo de ello. Las posiciones periféricas están organizadas jerárquicamente, de modo que diferentes tipos de adverbios ocu­ pan posiciones distintas y se relacionan con el resto de constituyentes, espe­ cialmente con los pronombres, también de manera distinta. Encontramos focos contrastivos y de polaridad, elementos cuantificacionales y diferentes tipos de tópicos. Las características sintácticas de los adverbios determinan la posibili­ dad de vincularse con alguna de estas posiciones: los adverbios deícticos y cuantificacionales se relacionan con las posiciones de foco, mientras que los adverbios de tiempo y lugar tienden a vincularse con algunas de las posiciones de tópico en las oraciones principales, según refleja con cierta claridad el efecto prosódico de focos y tópicos sobre los pronombres átonos. En cambio, en las oraciones subordinadas no resulta obvia la asociación de los adverbios con los tópicos. Así, en este trabajo se evidencia un panorama mucho más complejo de lo que pudiera parecer a partir de la relación entre adverbio foco con atracción del pronombre y adverbio tópico sin atracción. En este sentido, el fenómeno de la interpolación es un buen ejemplo tanto del desarrollo de la propia estructura funcional periférica como de los adverbios vinculados a esas posiciones. Aun­ que nuestro trabajo no ha tratado de este asunto como tema central, resulta imprescindible considerar las propuestas actuales basadas también en la es­ tructura periférica que representa la interpolación. En los datos que manejamos,

los adverbios no se asocian necesariamente al foco en esta área, lo cual deja ver la necesidad de revisar la naturaleza de esta estructura y su evolución en la lengua española. En concreto, hemos propuesto que existe una zona tanto a la derecha como a la izquierda del pronombre no solo para los focos sino también para los cuantificadores, los elementos de polaridad, etc. Asimismo, hemos ofrecido datos en los que la interpolación coaparece con la recomplementación, en una muestra de estructura reiterada que debía tener diferentes efectos estilís­ ticos, y fueron muy aprovechados en la lengua del siglo XV. En definitiva, la anteposición de diversos constituyentes está determinada por la presencia de una estructura funcional que permite alojar a los diferentes tipos de adverbios. Desde estas posiciones periféricas, las categorías adverbia­ les se proyectan hacia los límites de la oración, hacia el discurso anterior, tanto para repetir el tópico, cambiar de él, contrastar una información nueva, contras­ tar la propia polaridad o simplemente unir una oración con otra a partir de un marcador. De este modo, el desarrollo de la estructura periférica se puede en­ tender como un medio de crear relaciones entre oraciones, con el fin de cons­ truir un discurso articulado y coherente. Son, sin duda, muchas las preguntas que quedan abiertas. El fenómeno de la interpolación y su desaparición en un momento determinado merece un es­ tudio más detenido, al igual que el fenómeno de la apócope pronominal. Por otra parte, hemos analizado datos de oraciones subordinadas encabezadas por un verbo flexivo, pero no hemos revisado los contextos de subordinación no flexiva. Nuestras hipótesis de partida, así como los resultados obtenidos de este trabajo serán el comienzo de futuras investigaciones.

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Rosa María Espinosa Elorza (Universidad de Valladolid)

Los cambios en las fronteras entre relativos, interrogativos y conjunciones 1 Introducción Así como hubo en latín contextos propicios para el reanálisis de ciertos adver­ bios relativos e interrogativos - ubi, cu m /qu an do, u t/qu om od o - , así también en castellano existen formas - d on d e/d ón d e, cu an d o/cu án d o y co m o /có m o - que han culminado total o parcialmente distintos procesos de gramaticalización y han llegado a ser consideradas conjunciones e incluso preposiciones. El trabajo, de corte diacrónico, se centrará en los contextos favorables a los cambios y en los distintos procesos evolutivos atestiguados. Aunque siga repitiéndose, incluso en publicaciones recientes, que «la fuen­ te más frecuente para las conjunciones de subordinación se encuentra en el tema del relativo-interrogativo» (Torrego 2009, 502), hay que distinguir dos caminos diferentes: uno desde el sistema de los relativos y otro desde el de los interrogativos, como señalaron, a propósito de los pronombres y adjetivos, Ernout (1974, 84) y Rubio/González Rolán (1990, 54). Intentaremos probar que también presenta esta doble vía la evolución de los adverbios relativos don de, cu an do y c o m o , por un lado, y la de los adverbios interrogativos dón d e, cu án do y cóm o, por otro. Más aún: entre los relativos dis­ tinguiremos los que se utilizan en estructuras explicativas, en el ámbito de la hipotaxis, y los que se utilizan en estructuras especificativas, en el ámbito de la subordinación. Las estructuras hipotácticas, como las que incluyen oraciones adverbiales explicativas de lugar, tiempo y modo, se distinguen por presentar dos curvas melódicas. Las verdaderas estructuras subordinadas, que serían, en el caso que nos ocupa, las relativas especificativas de lugar, tiempo y modo, las interroga­ tivas indirectas con d ón d e, cu án do y c ó m o , y las completivas con la conjunción c o m o , se integran en la oración principal bajo una sola curva melódica.

2 Hipotaxis Según Hopper/Traugott (1993/2003, 169-183), frente a la parataxis, que repre­ senta una relativa independencia de varios núcleos bajo una sola curva de en­ tonación (llegué, vi, vencí), la hipotaxis se caracteriza por la interdependencia de un núcleo y un margen, cada uno con su curva de entonación, y la subordi­ nación por la completa dependencia, es decir, por la incrustación del margen en el núcleo, lo que implica pérdida de estatus oracional (desententialization). Van Valin (1984, 546, 550, 556), en coherencia con su jerarq u ía d e vinculación sin tác­ tica, sostiene que la cosubordinación - lo que entendemos aquí por hipotaxis presenta los rasgos de [+dependiente] [-integrado] y la subordinación los de [+dependiente] [+integrado]. Como es natural, entre la hipotaxis y la subordinación existe una frontera, en la que, como señala Girón (2008, 175), se ubican las oraciones adverbiales de lugar, tiempo y modo: «son hipotaxis, si explicativas; son subordinación, si especificativas». No obstante, hay que hacer una precisión: desde el punto de vista histórico, esta frontera estuvo ocupada en origen por estructuras hipotácticas correlativas, que son aquellas en las que se emplea un elemento fórico en la oración principal. En 1.1 se verá que, por un lado, desde la hipotaxis correlativa se pasa a la subordinación (está ALLÍ, d on d e lo pu siste > está d on d e lo pu siste), con elim ina­ ción del fórico y de la pausa, y, por otro, a la hipotaxis sindética (don de lo p u sis­ te, allí está > d on d e lo pu siste, está), con la eliminación del fórico.

2.1 Hipotaxis correlativa No se trata de parataxis con elementos fóricos, ya que los miembros de la es­ tructura compleja no se ubican bajo una misma curva melódica. Como indica­ mos anteriormente, cada uno de los miembros integrantes de las estructuras hipotácticas correlativas presenta la suya. Resulta significativo el orden de los elementos, por lo que distinguiremos el tipo (1), en el que el adverbio relativo va en segunda posición, y el tipo (2), en el que este ocupa la primera.

entonces...

cuando...

así...

co m o ...

(2)

donde...

allí...

cuando...

en ton ces...

co m o ...

a s í...

Desde (1) podrá observarse el paso de la hipotaxis correlativa a la subordina­ ción, previa la eliminación de la pausa y del antecedente adverbial: e stá allí(,) d on d e lo p u siste > está (allí) d on d e lo pu siste > está d on d e lo p u siste; lo h aré enton ces(,) cu an do lo d igas > lo h aré (en ton ces) cu an do lo d ig as > lo h aré cu an d o lo d igas; lo h aré así(,), com o te p ro m etí > lo h aré (así) com o te p ro m etí > lo h aré c o ­ m o te prom etí. Desde (2), con la eliminación del correlato, se constata el paso de la hipota­ xis correlativa a la hipotaxis sindética: d on d e lo p u siste, (allí) está > d on d e lo p u siste, e s tá ; cu an do lo digas, (en ton ces) lo h aré > cu an d o lo digas, lo h a ré; com o te prom etí, (así) lo h aré > com o te prom etí, lo h aré. Debemos hacer hincapié en la iconicidad que manifiesta el orden de los elementos. La información nueva se coloca a la derecha: en los ejemplos de (1), en las oraciones incrustadas d on d e lo pu siste, cu an d o lo d ig as y com o te p ro m etí; en los ejemplos de (2), la estructura que hemos analizado dentro de la hipotaxis sindética aporta información temática o conocida (C uando lo d ig as), mientras que la principal ofrece información remática o nueva (lo h aré) (Bosque/Gutiérrez-Rexach 2009, 593). Las dos posibilidades están presentes desde el latín y siguen vivas en todas las etapas por las que ha pasado el español. Los ejemplos del esquema de (1) se presentan en (3) y los del esquema de (2) en (4)1. Distinguimos en ambos grupos los casos que expresan lugar (a), tiempo2 (b) y modo - hablando con más preci­ sión, comparación modal3 - (c).

1 Los ejemplos están extraídos de gramáticas, monografías, diccionarios y corpus del latín (www.forumromanum.org/literature) y del español (CORDE y CREA). 2 No consideramos aquí la estructura más antigua con cum, que procede del acusativo mascu­ lino del relativo adverbializado quom. Posiblemente, a partir de usos como el que se observa en Itaque hunc elegimus diem cum te sciremus esse vacuom ‘y así elegimos este día, que sabíamos que tenías desocupado’ (Cicerón, Brutus, 20), elidido el antecedente, llega a reanalizarse como conjunción temporal (Bassols 1976, II, 135-136). Desde este valor temporal - es el cum histórico evoluciona a causal: Cum graui uulnere esset affectus aquilifer inquit... ‘cuando/porque el por­ taestandarte estaba gravemente herido, dijo.’ (César, De bello Gallico, 3, 64, 3), y a concesivo: Tum est condemnatus cum esset iudex quaestionis ‘se le condenó aun cuando/aunque era pre­ sidente del tribunal’ (Cicerón, Pro Aulo Cluentio, 89) (Rubio/González Rolán 1990, 195). Como

(3)

a. nemo est, quin ubivis quam

ibi, ubi

est, esse malit ‘no hay nadie que

prefiera estar en cualquier otro sitio que allí donde está’ (Cicerón, Epistulae a d F am iliares, 6, 1, 1) Salúdavos mio Cid a ll á onde elle está (Cid, 1398) daré Y donde vivan de monjes más de ciento (P oem a d e Fernán González, 248c, c 1250) et fuese a llí donde los pescadores andavan (Calila e Dimna, 1251) b. Ne tum quando sanus factus sit, a me argentum petat ‘ni siquiera enton­ ces cuando haya recuperado la cordura le reclamaré el dinero’ (Plauto, M enaechm i, V) Sabed q[ue]l rucio viene del ayre estonqe q[ua]ndo el ayre está cargado de auguas (Anónimo, S em ejan za d el mundo, c 1223) sic demus quomodo vellemus accipere ‘así demos como queremos reci­ bir’ (Séneca, De ben eficiis, 2, 1, 1) con so orto e con sues pertinentias todas assi como Joan de Ferrera lo tenie (Carta d e venta, 1179) (4)

a. V bi sum,

ibi

non sum;

ubi

non sum,

ibi

est animus ‘donde estoy, allí no

estoy; donde no estoy, allí está mi pensamiento’ (Plauto, Cistellaria, 211­ 212) do él dixiere, Y sea el mojón (Cid, 1912) b. quando esurio, tum crepant ‘cuando estoy hambriento, entonces suenan (las tripas)’ (Plauto, M enaechm i, 926) Quando te vieres en mayor poderío, estonqe sea en ty mayor omildanga (Anónimo, Libro d e los d o c e s a b io s, c 1237) c. Quomodo [...] in corpore est morbus, est aegrotatio, est vitium, sic in ani­ mo ‘como en el cuerpo hay enfermedad, debilidad y vicio, así también en el alm a’ (Cicerón, T usculanae dispu tation es, IV, 13, 28) commo lo dixo el Cid, assí lo han acabado (Cid, 1771)

se demostrará a lo largo de estas páginas, cum recorre un trayecto semántico y funcional simi­ lar al de quando. 3 No consideramos aquí las estructuras más antiguas: ut... sic o sic... ut en las comparativas de cantidad o quo modo... eo modo en las comparativas de modo (Sánchez Salor 1984, 36); «ut es el término neutro de las partículas comparativas, por cuanto vale para todos los usos, ello sucede cuando ha habido ya una elisión del fórico ita o sic»; «quomodo apenas se usa en latín clásico; su puesto sería el mismo que el de quando en las oraciones temporales: sólo adquiere impor­ tancia a partir de la época tardía y será la que triunfe en las lenguas románicas» (Sánchez Salor 1993, 249).

No se producen cambios en los adverbios relativos de aquellas oraciones en las que el antecedente no es un adverbio, sino un sintagma nominal. Sin embargo, cuando se trata de un antecedente oracional, el adverbio relativo de lugar pue­ de adquirir sentido abstracto, «un valor equivalente a ‘de lo cual’» (García Mi­ guel 2006, 1316), como en el verso 2311 del Cid que se incluye en (5). Se trata de oraciones adjetivas. El contexto propicio al cambio no son precisamente estas estructuras, sino las que presentan correlato adverbial, fácilmente deducible y por ello fácilmente eliminable. (5)

a. Non modo ut Spartae, rapere ubi pueri et clepere discunt ‘no solo en Esparta, donde los niños aprenden a robar y hurtar’ (Cicerón, De repú ­ blica, 4, 4) Felos en Castejón, O el Campeador estava (Cid, 485) a las tiendas eran llegados/DO estava el que en buen ora nasco (Cid, 2431-2432) Ellos enesto estando, don avién grant pesar,/fuercas de Marruecos Va­ lencia vienen cercar (Cid, 2311) b. est tempus

quando

nihil, est tempus

quando

aliquid, nullum tamen est

tempus in quo dicenda sunt omnia ‘hay ocasiones en las que no debe decirse nada, otras en las que debe decirse algo, pero ninguna en la que deba decirse todo’ (refrán latino citado por Cantera 2005, 76) a la mañana, cuando los gallos cantarán (Cid, 316) c. Et si exhaurietur venatio, potest dari modus quomodo non exhauriatur ‘y si se extingue la caza, puede darse el modo/el medio como no se ex­ tinga’ (Francisco de Vitoria, R electio d e P otestate Civili, VI.2d, siglo XV) Assi en esta guisa como dezimos fue toda espanna llena de nemiga & de peccado & de sobeiania de mal (Alfonso X, E storia d e E spañ a, c 1270) Rubio (1976, 104) distingue tres grados de integración en las oraciones de relati­ vo explicativas: el menor es el de la oración adjetiva; el intermedio, el de la oración adverbial con correlato («integración mitigada» para Torrego 2009, 497) - hipotaxis correlativa - ; y el mayor, el de la oración adverbial sin correlato - hipotaxis sindética - .

2.2 Hipotaxis sindética 2.2.1 Reanálisis de los adverbios relativos explicativos como conjunciones hipotácticas Cuando se elimina el correlato adverbial que va en el segundo miembro de esta estructura compleja, como podemos observar en (6), el adverbio relativo cu an do se reanaliza y da un paso más en el proceso de gramaticalización que culmina con la adquisición de la función de conjunción hipotáctica (por lo tanto, aban­ dona la función adverbial dentro de su oración), al igual que d on d e y com o, en los que se aprecia un cambio semántico fundamental que los equipara a cuando. En efecto, tanto ubi en latín4 como d o o d on d e en castellano pueden adquirir significado temporal (7). Se trata de un cambio metafórico: el paso del lugar al tiempo (TIEMPO ES LUGAR). García Miguel (2006, 1318) señala que algunos ad­ verbios de lugar adquieren significado temporal en contextos donde se expresa una «localización abstracta», como en (8). D onde con significado temporal sigue estando vivo en el español de América (Kany 1945/1970, 453). (6)

Cuando fuere leído, [entonces] avredes grand placer (Gonzalo de Berceo, M ilagros, 1246-1252)

(7)

Vbi quid dederam, quasi columbae pulli in ore ambae meo usque eratis ‘cuando os traía algún regalo, como tiernas palomas me comíais ambas a besos’ (Plauto, A sinaria, 209) Id ubi uident, mutant consilium ‘cuando ven esto, cambian de plan’ (Julio César, De b ello Gallico, 2, 11, 2) Don llegan los otros, a Minaya se van homillar (Cid, 1516) Donde a poca d’ora fues la niebla tollendo,/fue la gent’asomando, las ar­ mas reluciendo (Libro d e A lexan dre, 1240-1250) Donde dijo que sí, retumbó la casa; Donde vuelvas, te diré; Donde supe tal cosa, no lo hice (ejemplos de Costa Rica, El Salvador y Guatemala, respec­ tivamente, citados por Kany 1945/1970, 453)

(8)

Oye a Salomón do dize que las mujeres y el vino hazen a los hombres rene­ gar (Fernando de Rojas, L a Celestina, c 1499-1502)

4 «Juntamente con cum, ubi es la conjunción temporal por excelencia en el período clásico» (Rubio 1976, 114, 151). Respecto a quando, según Bassols (1976, II, 343), fue «bastante usada en el latín arcaico, pero en los períodos siguientes los escritores en general la rehúyen. Sin embar­ go, en el lenguaje hablado debía emplearse mucho, pues persistió en el latín decadente y ha subsistido en romance».

Lo mismo le ocurrió a qu om od o, aunque más tarde (9). «El empleo mayoritario que la lengua de época clásica e imperial le reserva está restringido a usos co­ rrelativos o derivados de la correlación» comparativa modal (Fontana 1997, 141): sic qu om od o ‘así como’ ^ ‘tan pronto como’. Según Herman (1963, 5 8 -5 9 ), en los escritores de carácter vulgar y en la latinidad tardía se amplían los em­ pleos de q u om odo. La - para él - conjunción qu om od o enriqueció particular­ mente sus funciones con la temporal (a través de la metáfora TIEMPO ES COM­ PARACIÓN). En español, com o se utiliza con este significado desde el siglo XV con cierta frecuencia. (9)

quomodo audierunt verba ista magistrat[us templi] et pontifices, confundebantur de ipsis quidn[am illud] esset ‘cuando oyeron estas palabras el je ­ rarca del templo y los sumos sacerdotes, se quedaron perplejos’ (Itala, H e­ ch o s d e los A postóles. 5, 24) e como llegó a do ellos eran, díxoles [...] (Pedro de Corral, Crónica d el rey don R odrigo, c 1430) como oyó la boz, vino a mí en su cauallo (Lope de Barrientos, R efundición d e la Crónica d el H alcon ero, 1454-1469)

Cristofaro (2003, 155) matiza que estas relaciones adverbiales conectan dos oraciones tales que una de ellas - la dependiente - se corresponde con las cir­ cunstancias bajo las que la otra - la principal - tiene lugar. La dependiente puede representar la meta, el tiempo, la condición, la razón o el resultado. No funcionan como adverbios con respecto a la principal, ya que no están incrus­ tadas en esta.

2.2.2 Conjunciones causales, condicionales y concesivas Cuando y, una vez que adquirieron el significado temporal, d on d e y co m o pue­ den alcanzar niveles de abstracción mayor por un proceso metonímico (TIEMPo por causa, tiempo por condición, tiempo por concesión). Obsérvense los significa­ dos causales de q u a n d o /cu an d o, u b i/d on d e, q u o m od o /co m o en (10), los condi­ cionales en (11) y los concesivos en (12). Q uando ya presentaba en latín significado causal y condicional (Herman 1963, 62, Mosteiro 1999, 222-225). Sánchez Salor (1993, 127) puntualiza que «del carácter atemporal de qu an do en aquellos casos en que tiene valor causal es una buena prueba el hecho de que los verbos con los que aparece van normalmente

en presente». Estas causales se documentan desde los primeros textos literarios romances y suelen expresar causa conocida (Méndez 1995, 73). Herrero (2005, 227-228) relaciona los usos temporales de q u an do con los condicionales: «cuando X ^ Y», entonces «si X ^ Y», y «si esa condición se presenta como dificultad hipotética para el cumplimiento de algo, se hallan los concesivos», como en (12). El paso de condicional a concesivo había sido pre­ viamente defendido por Méndez (1995, 75). Tras adquirir el significado temporal, en textos más o menos vulgares se en­ cuentran usos esporádicos de qu om od o causal (Herman 1963, 5 8 -5 9 ). Creemos que la evolución de qu om od o sería: ‘comparación de igualdad’ ^ ‘simultanei­ dad’ ^ ‘sucesión inmediata’ ^ ‘causa’ (recuérdese p o s t hoc, ergo p ro p ter hoc). También para Cano Aguilar (1995, 93-124) com o es una conjunción temporal, causal, condicional y concesiva desde la Edad Media. Su frecuencia aumenta en el siglo XV por imitación del cum histórico (Herrero 2005, 333-334). Aunque se sigan denominando «conjunciones subordinantes» - con un concepto de subordinación distinto del que manejamos aquí - o se dude de la adquisición de la función conjuntiva por parte de d on d e (Pavón 2010) - sugerente problema que ha dado lugar a las reflexiones que presentamos - , la histo­ ria demuestra que se trata de «conjunciones hipotácticas». (10) a. Non loquar, quando plus uales ‘no hablaré, ya que eres más fuerte’ (Plauto, Amphitruo, 390) Díssoli el obispo: «Quando non as ciencia/de cantar otra missa, nin as sen nin potencia (Gonzalo de Berceo, M ilagros, 1246-1252) b. Uerum ubi is non uenit nec uocat, uenio [...] ut sciam quid rei siet ‘pero, como no viene ni me llama, voy yo a saber qué pasa’ (Plauto, P seudolus, 1119-1120) ca non le fagia seruigio don’ fuese su pagado (Libro d e A polonio, c 1240) Donde no tomé el desayuno no me siento bien; Donde me mojé tanto, me vino una enfermedad; Donde ya no podían más de cansados, se bajaron en aquella montaña (ejemplos de Chile citados por Kany 1945/1970, 452) c. non intelligetis, quomodo in parabolis posita sunt multa ‘no entendéis porque mucho está expresado en parábolas’ (San Bernabé, E spistola Catholica, s. II-III, citado por Vaananen 1967/1975, 277) Igitur quomodo uidemus alios affici, conuenit ut [...] ‘así pues, ya que otros están afectados, conviene q u e . ’ (Celio Aureliano, De Acutis Morbis, 1, 15, 121) E vós, Pero Vernúez, la mi seña tomad,/COMMO sodes muy bueno, tener la edes sin art (Cid, 6 8 9 -6 9 0 )

Como en el porfazo non se temié caer,/fo luego a los piedes del obispo seer (Gonzalo de Berceo, M ilagros, 1246-1252) (11) a. Quando Dios prestarnos quiere, nós bien ge lo gradescamos! (Cid, 1298) quando el papa quisiesse vivir como Vicario de Jesu Cristo [...] no le qui­ taría nadie sus tierras (Alfonso de Valdés, D iálogo d e las c o s a s ocurridas en R om a, 1528, citado por Keniston 1937, 400) Bueno,

cuando él

lo dice, será por algo (citado por Pavón 2012, 48)

b. Do fablares con ella, si vieres que ay lugar,/poquillo como a miedo non dexes de jugar (Arcipreste de Hita, Libro d e Buen Amor, 1330-1343) donde no sea esto, se podría mal esperar ningún buen suceso (Bernardino de Mendoza, C orrespondencia, 1579, citado por Keniston 1937, 400) c. como el turco esté victorioso, se pondrá en hacer guerra (Francisco Jimé­ nez de Cisneros, Cartas dirigidas a don Diego L ópez, 1508-1517, citado por Keniston 1937, 400) Como salgas así, vas a organizar un escándalo (citado por Pavón 2012, 48) (12) que quando pensares que tienes algo no tienes nada (Anónimo, Libro d e los d o z e sa b io s, 1237-1255) Et quando por todo esto non lo dexase, que lo devia dexar por la reyna, su muger, et por vn fijo muy pequeñuelo que dexava (Don Juan Manuel, El co n d e Lucanor, 1325-1335) Y quando la edad de Zorobabel y el estado de los iudios en ella uviera sido feliz, cierto es que no lo fue con el estremo que le propheta aquí muestra (Fray Luis de León, L os n om bres d e Cristo, 1583) El fin porque los antiguos hizieron estas leyes fue para quitar a los hombres el vicio de la curiosidad, es a saber, el querer saber las vidas agenas y no hazer caso de las suyas propias, como sea verdad que ninguno tenga su vi­ da tan corregida que no aya en ella qué enmendar y aun qué castigar (An­ tonio de Guevara, M enosprecio d e corte y a la b a n z a d e a ld ea , 1539, citado por Keniston 1937, 398) Kortmann (1997, 178) defiende la idea de que se llega a las causales, a las condi­ cionales y las concesivas (CCC) desde el lugar, el tiempo y el modo (esquema 1), pero, a la luz de los datos que presentamos, especialm ente los que afectan a la evolución semántica, hemos de hacer algunas modificaciones, como propone­ mos en el esquema 2.

Esquema 1

LUGAR TIEMPO

CCC CCC

MODO ( m o d o = COMPARACIÓN MODAL)

Tarriño/Baños (20 09, 623-625) citan a Kortmann (1997, 197) para afirmar que «el ámbito semántico del tiempo es la primera y más importante fuente de crea­ ción de conjunciones causales» por un proceso de abstracción (metafórico): «una circunstancia temporal cuya realización es anterior o simultánea al evento principal se puede reinterpretar como la causa que justifica dicho evento». En estos cambios hay unidireccionalidad. Como indicaron Traugott/Konig (1991, 199-203) y Hopper/Traugott (1993, 180), las temporales pueden ser fuente de causales y condicionales, no viceversa; y las condicionales pueden ser fuente de concesivas (Konig 1986, 239, Harris 1988, 72). Los significados concesivos se desarrollan tarde en la historia de la evolución de los nexos oracionales, en parte porque la concesividad es más abstracta, en parte porque es más compleja lógicamente. Es un hecho sobradamente conocido que en la gramaticalización, entendida como un fenómeno gradual, se produce un desplazamiento semánti­ co y pragmático desde un significado más referencial a otro menos referencial vía inferencias (de lo más concreto a lo más abstracto) (Traugott 2005, 644). Una de las razones del menor avance de d on d e en estos procesos de cambio es, en palabras de Alarcos (1994, 102), que «de las tres unidades relativas ad­ verbiales, es d on d e la que presenta aplicación más amplia, pues puede llevar antecedente de significado léxico variado. Los otros dos relativos solo adoptar antecedentes de contenido afín a las nociones de tiempo y modo, pero siendo redundantes, en general se omiten».

En la Nueva G ram ática d e la R eal A cad em ia (2009, §§22.10n, 22.7c, 22.9b, v, x, 25.1k, 31.1h, 46.1o, 47.16w) se considera que com o es una conjunción causal y condicional, que cu an do es una conjunción causal, condicional y concesiva, e incluso que d on d e se usa como conjunción causal. En los trabajos de corte diacrónico, como, por ejemplo, el de Eberenz (1982, 323, 342) y en el que presenta­ mos en estas páginas se muestran evidencias de que d o n d e, al igual que cu an do y com o, se comporta como conjunción hipotáctica causal y condicional desde la época medieval. La única diferencia con las otras dos radica en que no presenta un uso concesivo.

3 Subordinación Analizamos como subordinadas las oraciones de relativo especificativas que emplean los adverbios don d e, cu an do y com o, las interrogativas indirectas con los adverbios dón de, cu án do y cóm o, y la completiva con la conjunción com o. En estas estructuras se comprueba que su integración «en una unidad más amplia tiene consecuencias en la forma en que se articula dicha pieza, que ahora forma parte de una unidad de entonación y articulación de nivel superior» (Elvira 2006, 156).

3.1 Adverbios relativos especificativos Desgajados de la estructura correlativa, también en este grupo de relativos te­ nemos adverbios de lugar, de tiempo y de comparación modal, tanto en latín como en español (13), encabezando oraciones incrustadas en la principal. El uso en español de este tipo de adverbios relativos vendría, por un lado, directamen­ te del latín y, por otro, serían fruto de la evolución de la hipotaxis correlativa a la subordinación, como vimos en (3). (13) a. Vbi tu Caius ego Caia ‘yo seré Gaya donde tú seas Gayo’ (fórmula de la ceremonia nupcial, ejemplo citado por Rubio/González Rolán 1990, 17) do dizen monte Calvarie/pusiéronte en cruz (Cid, 3 4 7-348) b. Mensam quando edo detergeo ‘dejo la mesa limpia cuando como’ (Plau­ to, M enaechm i, 78) ¡mal ge lo cumplieron cuando salie el sol! (Cid, 2704)

c. Omnes alii habitatores panem et vinum vendant quomodo voluerit ‘todos los otros habitantes vendan el pan y el vino como quisieren’ (Fueros d e Villavicencio, c 1090) Fablava mio Cid commo odredes contar (Cid, 684) La ausencia del correlato en estas estructuras especificativas y el reanálisis correspondiente hace que los adverbios u b i/d o /d o n d e, q u an d o/cu an d o y q u o m o d o /co m o pierdan la marca [+Rel], como afirma Brucart (1994, 459) al tratar el q u e utilizado en las oraciones de relativo especificativas. La carencia de anáfora da pie a que se produzca un cambio funcional más: el que sufren d on d e y com o en determinados contextos y les permite asumir la función prepositiva, situación de la que nos ocupamos en el apartado siguiente.

3.2 De adverbio relativo especificativo a preposición Alarcos (1994, 102-103) considera que «la supresión del verbo en las construc­ ciones con adverbios relativos puede dar origen a un uso de estos análogo al de las preposiciones» y precisa que en unos casos «cabe pensar en la elisión del verbo»: Y tod o s iban d on d e [iban ] los d em á s; Cuando [era] niño el m u chachito p a s a b a d iariam en te al p is o ; Si la historia e s com o [es] el tiem po, irreversible, no h ay m an era d e restaurar lo p a s a d o , pero en otros «no siempre es fácil suplir un verbo supuestamente elidido»: Lo m andaron d on d e mí ( = a mi c a s a ); Hizo dinero con la m aqu ila en la posgu erra, cu an do los añ os d e h am b re; I b a a p rop on eros, com o ejercicio d e cla se, un «Himno al tra b a jo » . Tanto Morera (1998, 198) como Herrero (2005, 2 0 8 -2 0 9 ) remiten a Kany (1945/1951, 363-366), quien, a su vez, menciona a Hanssen (1945, §661) y a Keniston (1937, 53 y 106) para documentar el fenómeno de esta construcción elíptica en la lengua antigua y en la época clásica, respectivamente. En la moderna, Kany lo documenta con frecuencia en Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, América Central y la zona del Caribe (con menos frecuencia en México) y proporciona ejemplos especialmente interesantes, en los que se emplea el pronombre personal régimen, típico de las preposiciones, lo que constituye una prueba contundente de la adquisición de la nueva función: el a lc a ld e vino d on d e m í (Perú); un sobrinito m ío vino asu stad o a d on d e mí (Honduras); e s bu en o qu e ven gas a d on d e m í (Guatemala). El CORDE aporta más casos, alguno de España. Veamos una selección en (14). (14) vino donde MÍ (Juan Apapucio Corrales, Crónicas p olítico-dom ésticotaurinas, Perú, c 1908-1930)

no volváis donde MÍ (Arturo Mejía Nieto, R elatos nativos, Honduras, 1929) También ella venía donde mí (Borita Casas, Antoñita la F an tástica, España, 1953) Vengo donde ti, madrecita (José María Arguedas, L os ríos profun dos, Perú, 1958) y se vino donde mí (Mario Vargas Llosa, L a c a s a verde, Perú, 1966) Una señora como usted a venir donde mí, a arebajarse así (Mario Vargas Llosa, Conversación en la c a ted r a l, Perú, 1969) Mientras la N ueva G ram ática d e la R eal A cad em ia (2009, §29.2.2f) habla expre­ samente de las preposiciones d on d e, cu an do y c o m o , no hay opinión unánime en lo que se refiere a cu a n d o . Podemos hacer tres grupos: a) aquellos autores que defienden que es preposición, b) aquellos que rechazan esta posibilidad y c) aquellos que no se decantan por uno de estos dos extremos: a)

Bello (1847, §1183) señaló que «el adverbio relativo cu an d o suele emplearse también como preposición, cu an do la gu erra, por en el tiem po d e la guerra» ; Brucart (1999, §7562) habla de un «constituyente infraoracional junto a un SN [sintagma nominal] o un SA [sintagma adjetivo] (cu an do la guerra, cu an do joven)» y no descarta que pueda haber «dos categorías homófonas: un adverbio relativo y una preposición»; por su parte, Herrero (2005, 226­ 227) considera los usos prepositivos de cu an d o «si introduce un sintagma nominal o adjetivo sin que aparezca verbo alguno»: era ternezuelo qu an do ninno (Alfonso X, G eneral Estoria. Segunda p a rte, c 1275).

b)

Bosque (1989, 203-204) defiende su estatus adverbial, así como Meilán (2010, 221), quien matiza que, a propósito de cu an d o niño, «a pesar de for­ mar grupo sintagmático, estas dos unidades no se relacionan entre ellas [...]. Hay que abandonar pues la idea de que cu an d o es una preposición por­ que no ha perdido un ápice de su función y valor adverbial».

c)

Aparte de Alarcos (1994, 102), cuya opinión incluimos al comienzo de este apartado, Hanssen (1945, 280) solo ve el parecido («A menudo se emplea en frases elípticas y se parece, en tal caso, a una preposición: cu an d o la guerra, cu an do enferm o»), Gallego (2011, 16) no está completamente seguro («es, con casi total seguridad, una especie de preposición») y los redactores del D iccionario pan h isp án ico d e du d as (2005, s. v. cu an d o) no se arriesgan mu­ cho («funciona a modo de preposición»).

No hemos hallado ejemplos de *cu an do m í/ti, por lo que hemos de ser pruden­ tes y proponer la hipótesis de que, aunque haya iniciado el cambio, no ha cul­ minado el proceso de gramaticalización. Lo ha culminado c o m o . Cano Aguilar

(1995, 54, 67) reconoce la existencia del com o «preposicional», que «no parece conservar nada de su carácter relativo», desde los orígenes del español, y Pérez Rodríguez (2011, 230-231) se remonta al latín qu om od o con este valor, «que se insinuaba en textos tardíos cristianos y que se desarrolla en el romance his­ pano»: san cti p atris com m uni d eseru ien tes co m od o pactionu m testem scripturam instituere ‘los santos padres, sirviendo al común, instituyeron la escritura como testigo de los acuerdos’ (documento de la Colección d ip lom ática d el m onasterio d e San Vicente d e Oviedo (781-1200), fechado en 1161). Según Fontana (1997, 144-145), la construcción de qu om od o ante comple­ mento predicativo «si bien no es frecuente en latín clásico [normalmente el predicativo aparecía sin ningún elemento delante], se extiende en época impe­ rial». Como precedentes del uso de qu om od o con predicativo se pueden obser­ var en época clásica ciertos empleos de elementos comparativos como ut, quasi o tam qu am . Fontana añade que, de todas formas, los casos de qu om od o «son muy poco abundantes, incluso en épocas tardías» y remite a Vaananen (1951, 20-21), quien solo cita un ejemplo de la versión vetus latina del Antiguo Testa­ mento (15): (15) Ponam caelum vobis quomodo ferrum, et terra quomodo aeramentum ‘y haré vuestro cielo como hierro y vuestra tierra como bronce’ (Levítico 26, 19) Sin duda, en esta expresión del predicativo, cuya presencia «se justifica por motivos pragmáticos: añadir información sobre algún participante» (Suárez Fernández 1997, 232), subyace la comparación de igualdad, pero en ella no se ha producido elipsis verbal, dado que no hay verbo, y no disponemos de prue­ bas de que haya evolucionado tanto como en las estructuras comparativas que no presentan función predicativa, en las que com o ha llegado a emplear en español el pronombre régimen: com o mí/ti. En (16) ofrecemos ejemplos extraí­ dos del CORDE y del CREA. (16) Bienaventurado tu Ysrael, quien como ti pueblo saluo con Adonay (Anóni­ mo, Libro d e la s o racy o n es. F errara ladino siddu r, 1552) he di a ti corañon sabio y entendido, que como ti no fue delante ti y empos ti no se aleuantara como ti (Anónimo, B iblia d e Ferrara, 1553) porque si el silencio es santo/nadie como ti le guarda (Lope de Vega, Viuda, c a s a d a y d on zella, 1595-1603) - Persona soy, caballero, como ti, fui yo nacida (Anónimo, R om an ces ju d e o ­ esp a ñ o les d e T ánger recog id os p o r Zarita N ahón, a 1929)

yo actuaría como mí mismo, y en el papel de mi compañera pondría a Lyn May (Sealtiel Alatriste, Por vivir en quinto p a tio , México, 1985) Las razones para la evolución de d on d e y com o hacia el estatus prepositivo no son coincidentes, pero comparten un rasgo semántico fundamental. D onde tiene en común con la gran mayoría de las preposiciones del español el hecho de que presenta significado espacial. Para explicar el uso prepositivo de com o hemos de tener en cuenta el concepto básico de ‘comparación’, que, como de­ muestra su etimología, tiene que ver con el lugar (com p arare ‘poner una cosa junto a otra’). En lo que respecta a cu an do, hay algunos ejemplos como (17) que permiten una posible «conmutación por en» (Méndez 1995, 77), pero esto no ocurre con la mayoría (cuando niño * en niño). (17) Ca dizen que los esforzados non se pruevan sinon quando lidian, nin los fieles sinon en dar et en tomar, nin los fijos et las familias sinon quando la pobredat, nin los amigos sinon quando la s cuitas (Anónimo, Calila, 1251)

3.3 Adverbios interrogativos Los adverbios que se utilizan en las oraciones interrogativas indirectas parciales aventajan a los relativos en su paso de adverbio a conjunción en que no llevan nunca antecedente. Sin embargo, de los tres adverbios interrogativos que nos ocupan, solo el latín qu om od o y el castellano cóm o dieron el paso. En latín ar­ caico y postclásico se emplea ut, especialmente en las interrogativas directas, mientras que qu om od o es el más utilizado en la prosa clásica, sobre todo en las interrogativas indirectas (Bassols 1976, 4 0 -4 1 ). En (18) se ofrecen algunos casos con valor claramente interrogativo. (18) a. caput nescio

ubi

impositum ‘no sé dónde está puesta la cabeza’ (Quinti-

liano, Institutio Oratoria, VIII) que si vos no nos dezís dónde está, que nos conviene de andar en su demanda (Anónimo, Libro d el cav allero Cifar, 1300-1305) b. artes scire quando sint finem consecutae ‘saber cuándo las artes consi­ guen su fin’ (Quintiliano, Institutio Oratoria, II) cata quando llega Jupiter al grado de la parte del casamiento (Anónimo, Judizios d e las estrellas, 1254-1260) c. quia nescio

quomodo

notae sunt quaedam maximarum personarum

minuta conpendia ‘porque no sé cómo se notan algunas pequeñas ga­

nancias de las personas importantes’ (Paladio Rutilio Tauro Emiliano, Opus agriculturae, 14) Los delfines coñocen otrossí a la cocadriz muy bien e saben cómo es su enemiga, e que viene por comerlos (Alfonso X, G eneral Estoria. Prim era parte, c 1275)

3.4 Conjunción completiva Como es bien sabido, qu e, la conjunción completiva más utilizada, procede del pronombre interrogativo neutro quid. También con la función de conjunción completiva encontramos en la lengua medieval c o m o , fruto de la gramaticalización del adverbio interrogativo q u o m o d o , con los consiguientes cambios fonéti­ cos y sem ánticos: ha perdido tonicidad y su significado originario. Se emplea tanto en completivas subjetivas (19b) como objetivas (19c). En latín comienza a emplearse tarde con esta función, ya que los primeros ejemplos datan del siglo IV, sobre todo en textos de autores que se inspiran en textos griegos o en sus traducciones, a través de los cuales se ven influidos por el empleo similar de wq, onwq (Herman 1963, 4 4 -4 5 ). Está presente en el «ro­ mance común» (De Dardel 1983, 54) y se acredita desde antiguo en lenguas peninsulares, como muestra Pérez Rodríguez (2011, 217) con ejemplos de cróni­ cas y de documentos notariales leoneses del siglo XII (19a). (19) a. Notum sit omnibus quomodo Fernandus Iohannis misit quartam partem [...] in pignore ‘es de todos sabido que Fernando Juánez envió una cuarta parte en garantía’ (documento de la C olección d ip lom ática d el m on aste­ rio d e San V icente d e Oviedo, 1182) b. Conocida cosa sea a quantos esta carta viren commo yo domna Teresa Royz ortorgo que d o . (Carta d e cam b io, c 1218-a 1300) c. aguisad como coman (Gonzalo de Berceo, Vida d e Santo Domingo d e Silos, c 1236) Según Cano Aguilar (1995, 29), com o «no llegó a consolidarse en tal función: la coexistencia de sus muchas otras funciones, y la competencia de q u e [...] hicie­ ron que se tratara siempre de una extensión esporádica, propia de la lengua de leguleyos en la Edad Media, y del lenguaje más o menos artificioso en la época clásica». Sin embargo, Iglesias (2002, 676) sostiene que «las completivas enun­ ciativas introducidas por có m o /co m o no eran en la lengua medieval y clásica pragmáticamente equivalentes a las encabezadas por q u e». Para esta investiga­ dora, en la lengua medieval y clásica com o «es un marcador de la actitud del

hablante ante la verdad de la proposición expresada en la subordinada, a dife­ rencia de lo que sucede con qu e, que es un complementante neutro»; en su opinión, la estructura con có m o /co m o está más restringida: solamente pueden depender de verbos de conocimiento o de transmisión de información: sa b er, con ocer, a cord a rse, ver, decir, escribir, declarar. La gramaticalización que solo afecta a com o se ve favorecida por su signifi­ cado: «la forma o manera en que se desarrolla un acontecimiento o un proceso constituye, de hecho, la sustancia misma del acontecimiento» (Iglesias 2002, 686).

4 Conclusiones 4.1 No podemos partir de un hipotético sistema «relativo-interrogativo». Hay que diferenciar bien los relativos de los interrogativos porque su devenir marca caminos divergentes.

4.2 No debemos confundir hipotaxis y subordinación. Las tradicionalmen­ te consideradas subordinadas adverbiales son, en realidad, oraciones hipotácticas.

4.3 Existe una zona fronteriza clave entre la hipotaxis y la subordinación: la ocupada por las estructuras correlativas con adverbios relativos. Estas corre­ laciones resultan fundamentales para analizar dos tipos de evolución: 1. Desde la hipotaxis correlativa hacia la hipotaxis sindética (adverbios relativos explica­ tivos > conjunciones hipotácticas causales, condicionales y concesivas), y 2. Desde la hipotaxis correlativa hacia la subordinación (adverbios relativos espe­ cificativos).

4.4 En el paso de los adverbios relativos explicativos a las conjunciones causales, condicionales y concesivas (CCC en Kortmann 1997) hay que distin­ guir dos cambios semánticos generales: 1. De tipo metafórico (espacio > tiempo, comparación > tiempo) y 2. De tipo metonímico (tiempo por causa, tiempo por condición, tiempo por concesión). La gramaticalización en la hipotaxis presenta como rasgos los de [+función] y [+sem ántica], entendiendo por [+sem ántica] la posibilidad de expresión de conceptos cada vez más abstractos. En estos casos h a habido una descategorización, pero no se ha producido un empobrecimiento semántico, sino la «variación de los rasgos de la pieza afectada por el proceso» (Garachana 1997, 75). El elemento que menos evoluciona es d on d e, pero, aun­ que no presenta significado concesivo como cu an d o y c o m o , puede considerar­ se, como ellos, conjunción hipotáctica causal y condicional.

4.5 Dentro de la subordinación, solo uno de los adverbios interrogativos, cóm o, pasa a funcionar como conjunción completiva, com o, con debilitamiento fónico y decoloración semántica. En la incrustación se ha producido un proceso de gramaticalización distinto al observado en la hipotaxis, ya que presenta los rasgos de [-sem ántica] y [+función]. 4 .6 La hipotaxis presenta un proceso de gramaticalización que se caracteri­ za por un incremento de la abstracción, típico de los procesos metafóricos, en los que se parte del ámbito espacial, se pasa al temporal y de este a otros más abstractos como los de causa, condición o concesión. La subordinación presen­ ta un proceso de gramaticalización que se caracteriza por un incremento de la vinculación (bon dedn ess) (Traugott/Heine 1991, 5), que supone la integración o la incrustación de una oración en otra, la principal, bajo su curva melódica. 4.7 Dos de los tres adverbios relativos especificativos, d on d e y com o, pue­ den adquirir función prepositiva, como lo prueba su empleo con el caso régi­ men de los pronombres personales: d on d e mí/ti, com o mí/ti. Si con cu an d o es­ tamos asistiendo a un cambio en desarrollo, con d on d e y com o se ha cumplido un proceso de gramaticalización diferente al de abstracción (hipotaxis), pero parecido al de incrustación que presenta la subordinación, salvadas las distan­ cias. Este tiene que ver con la elipsis del verbo y el reanálisis del adverbio relati­ vo como primer elemento invariable del sintagma nominal, es decir, como pre­ posición: E stá d on d e (están /viven ) sus p a d r e s > es tá d on d e sus p ad r es. 4 .8 Los cambios ocurridos en el continuum hipotaxis-subordinación se sin­ tetizan en el esquema 3 siguiente:

Esquema 3 ABSTRACCIÓN

INCRUSTACIÓN HIPOTAXIS

SINDÉTICA

Conj. CCC

CORRELATIVA

Adv. rel. explic. donde

donde causal condicional cuando causal condicional concesivo

Adv. rel. explic. y especif.

Adv. rel. especif.

Adv. interrog.

— donde... a llí allí... donde —

donde

Dónde

— cuando... entonces entonces... cuando —^

cuando

Cuándo

■^— como... a sí así.... como —^

como

cómo

Conj. compl.

— ‘cuando'

— cuando

como

como causal condicional concesivo

SUBORDINACIÓN

como

— ‘cuando'

Prep. donde ?cuando como ELIPSIS

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Cristina Sánchez López (Universidad Complutense de Madrid)

Cuando la gramatícalízacíón se detiene: el caso de durante que y mediante que 1 Introducción Las oraciones de infinitivo y las subordinadas introducidas por la conjunción qu e pueden ser término de preposición. El régimen preposicional es obligatorio para que tales oraciones complementen a nombres, adjetivos, adverbios y algu­ nos verbos. Así se forman, igualmente, buen número de las subordinadas con­ sideradas adverbiales por la tradición gramatical española, que consisten en grupos preposicionales cuyo término es una oración y que tienen sentido tem­ poral (si están encabezadas por h a sta que, d e sd e que, d e que), final (a que, p a r a que) o causal (con que, porqu e, sin que). Esta combinatoria sintáctica, en cam­ bio, no es posible con las preposiciones durante y m edian te, que no pueden preceder oraciones de infinitivo ni subordinadas introducidas por la conjunción q u e . Ello las distingue de otras preposiciones y es una de las particularidades que han llevado a considerarlas como preposiciones impropias o imperfectas, por no satisfacer las propiedades combinatorias que caracterizan al resto de elementos de la categoría. Sin embargo, esta restricción no ha operado igualmente en todas las épocas del idioma. Los ejemplos siguientes prueban que m ed ian te y durante pudieron en ciertos momentos tomar como término oraciones de infinitivo (1) y subordi­ nadas introducidas por q u e (2). Esta última combinatoria pervive en ciertas variedades americanas actuales para la preposición m edian te, como se ve en (3): (1)

a. quien quiere conprar las dichas tierras suso limitadas, durante

de se

qu em ar la d ich a ca n d ela venga e paresca en la dicha almoneda... (Anó­ nimo, Carta d e venta, 1484; CORDE) b. Que m edian te no tener e s a en u n ciada Vniversidad, Carcel, ni el Colegio avitacion alguna q u e p u ed a servir, p a r a ella, sera mui util el que se con­ ceda facultad para hacerla en el Suelo, del proprio Colegio (Anónimo, R eal cédu la, 1764, España; CORDE) (2) a. estonces [la llama] la hay durante q u e el p a lo o s a e ta a rd e com o una ca n d elica muy p eq u eñ a , e quemado aquel palo, no hay más llama (Gon­ zalo Fernández de Oviedo, H istoria, 1535-1557, España; CORDE)

b. Pero el dicho contador (...) lo a querido barajar considerando que agora m edian te qu e ay co n tad ores aviles no podra salir con sus yntentos (Her­ nando Arias de Saavedra, Carta, 1605, Argentina; CORDE) (3)

...son mamás que quieran trabajar y no tengan dónde dejar sus hijos, para esas madres es la guardería, y que están utilizando bien, ¿verdad?, porque m edian te qu e dejan a c á , ellos van a trabajar (Encuesta 11, Asunción Servim de Eduardo, Paraguay; CREA)

Otras preposiciones rechazan oraciones como término en español actual. Este es el caso, por ejemplo, de las preposiciones de sentido locativo h a c ia , s o b re , tras, b a jo y an te, que no dar lugar a subordinadas locativas. Pavón Lucero (2010) propone que la razón de que no existan subordinadas locativas es una incompa­ tibilidad entre la estructura semántica de los constituyentes locativos y las pro­ piedades semánticas y sintácticas de las conjunciones subordinantes y de los constituyentes introducidos por ellas. Un razonamiento similar no podría apli­ carse, sin embargo, a las preposiciones m edian te y d u ran te, pues no parece que haya restricciones generales sobre la existencia de subordinadas temporales o causales introducidas por . Muy al contrario, si existen tem­ porales introducidas por d es d e qu e, d e qu e y h a s ta qu e, cabe preguntarse por qué no existen también subordinadas introducidas por durante q u e, si es que durante es realmente preposición. Similar razonamiento se aplica al caso de m ed ian te. Por otra parte, la existencia de datos como los recogidos en (1)-(3) sugiere que tal combinatoria es una opción del sistema gramatical que se activó en un determinado momento pero no llegó a generalizarse. El objetivo de este trabajo es proporcionar una explicación a ese hecho. Propondremos que la com binato­ ria sintáctica ejemplificada en (1)-(3) era el último hito que debía superar el proceso de gramaticalización de las preposiciones durante y m edian te, forma­ das a partir de participios de presente latinos. El proceso de cambio que sufrie­ ron estas palabras para pasar de formas participiales a preposiciones, que re­ sumiremos

en

la

sección

2,

siguió

derroteros

distintos

para las

dos

preposiciones. En el caso de durante, el régimen oracional nunca llegó a genera­ lizarse. Ello pudo deberse a dos razones: una fue la existencia de otras cons­ trucciones con similar significado temporal de simultaneidad; la otra, la exis­ tencia de restricciones seleccionales de la preposición que limitaban el tipo de términos regidos por ella. El apartado 3 se dedicará a explorar ambos factores. En el caso de m edian te, al que se dedica la sección 4, sí se generalizó el régimen oracional, que tuvo un extraordinario uso durante el siglo XVIII; pero este uso desapareció bruscamente en el XIX y ha pervivido únicamente de manera resi­

dual. Esta llamativa trayectoria reclama un análisis detallado que explique, de un lado, por qué no hubo límites a la extensión de esta combinatoria sintáctica, y de otro, por qué desapareció cuando parecía completamente consolidada. Los procesos históricos sufridos por durante y m ed ian te permitirán, finalmente, extraer algunas conclusiones sobre la forma en que se desarrollan los procesos de gramaticalización y su relación con la analogía, que presentaremos en el último apartado.

2 De participio a preposición Las preposiciones imperfectas durante y m edian te proceden de participios de presente utilizados en cláusulas absolutas.1 El cambio sintáctico que sufrieron puede sintetizarse como el reanálisis de una cláusula absoluta de participio en un sintagma encabezado por una preposición. Las cláusulas absolutas de parti­ cipio son estructuras de predicación que relacionan una forma verbal no finita con un sujeto. Siendo oraciones con contenido proposicional, difieren de las oraciones finitas en los nudos funcionales que proyectan, así como en las pro­ piedades sintácticas de estos. La defectividad del núcleo Tiempo - visible en la ausencia de morfemas temporales en las formas de participio - hace que la interpretación temporal de la cláusula se derive indirectamente de la informa­ ción aportada por el núcleo Aspecto (De Miguel 1992) o por el nudo Complemen­ tante (Hernanz 1991/1994; Gunnarson 1994).2 La defectividad de Tiempo se ha relacionado también con el mecanismo de legitimación del sujeto, que es idio­ sincrásico según algunos autores (Hernanz 1991/1994; De Miguel 1992) en tanto que otros consideran que el sujeto puede recibir caso nominativo por el mismo procedimiento que lo hacen los sujetos en las oraciones finitas (Gunnarson 1994; Pérez Jiménez 2007). Las construcciones absolutas latinas de participio estaban marcadas con caso ablativo, realizado tanto en el participio como en su sujeto, los cuales, además, concordaban en género y número. En los siguientes ejemplos pueden verse las cláusulas absolutas de partici­ pio latinas que se hallan en el origen de las preposiciones:

1 Se detalla la evolución histórica en Sánchez López (2013; 2015). Véase también Kortman (1992) y Kortman/Konig (1992). 2 Asumimos que esta caracterización puede hacerse extensiva a las construcciones de partici­ pio latinas; la clasificación tradicional de las formas participiales latinas como participios de presente (amans, -tis), perfecto (amatus, -a, -um) y futuro (amaturus, -a, -um) puede ser vista como una división aspectual, ya que las formas carecen de morfemas temporales.

(4)

a. nec consensu acceptus, durante apud quosdam favore Arsacidarium ‘y no fue acogido sin discusión pues pervivía entre algunos la simpatía por los Arsácidos’ (Tácito, A nales, 14.26; PERSEUS) b. congregati in templum mediante die ‘se congregaron en el tempo mediando el día’ (Flavio Josefo, Contra Apión, l.2.108; PERSEUS)

En el paso de las cláusulas absolutas latinas a los grupos preposicionales hubo un reanálisis que afectó, al menos, a los siguientes aspectos. Debió de haber una reducción de los elementos constituyentes de la cláusula, cada vez más restringida a la sola expresión del participio y su sujeto. Se dio también una fijación del orden de los elementos, con el participio precediendo al grupo no­ minal; este orden, mayoritario en latín aunque no obligatorio, es el unico posi­ ble en las cláusulas absolutas de participio de español actual, y se ha explicado como el resultado del desplazamiento del núcleo participial a nudos funciona­ les superiores (Aspecto y Tiempo según De Miguel 1992; Aspecto y Complemen­ tante según Hernanz 1991/1994), para satisfacer o completar sus rasgos defecti­ vos. Sobre la estrucutura resultante se aplicaría un reanálisis que reinterpretaría la estructura compleja de una cláusula absoluta (un Sintagma Complementante como el esquematizado en (5a) que incluye al menos la proyección de las cate­ gorías Verbo y Aspecto - también Tiempo según Pérez Jiménez 2 0 0 7 -), como la estructura de un SP como el de (5b), que solo contendría el núcleo preposicional o conjuntivo y su complemento. (5)

a. [scom p durantes i [s a s p [s d las guerrasj ] [a s p ’ h i [s v [sd h j ] [v h i ]]]]]] b. [ s p durante [s d las guerras]]

En este reanálisis se producen dos cambios esenciales estrechamente relacio­ nados. Uno es la simplificación de la estructura funcional asociada al participio, por el cual se pasa de una estructura con una caracterización abstracta de los rasgos de subordinación, temporales y aspectuales, a otra en la que estos rasgos desaparecen o se simplifican sincretizándose en la forma participial.3 Como resultado, la estructura queda reducida a la capa léxica, esto es, a la proyección del núcleo participial y su argumento. El otro cambio es la reinterpretación del sujeto del participio como su complemento. La manifestación superficial del

3 según Van Gelderen (2004), para quien el motor del cambio gramatical es la economía, las estructuras con sincretismo de rasgos en una categoría son más económicas.

reanálisis será, finalmente, la pérdida de las marcas morfológicas de concor­ dancia en género y número en el participio.4 El cambio sintáctico no conlleva un cambio semántico en el caso de duran­ te, que mantiene el significado temporal de durar. En cambio, sí lo hay en el caso de m edian te. Su sentido originario consistía en indicar ‘situación interme­ dia entre dos extremos’, de manera que el término de la preposición se interpre­ taba como aquello que está en medio o a la mitad de algo. De este sentido loca­ tivo originario derivan, de un lado, el uso temporal que tiene en los textos más antiguos y que pronto desaparece (m ediante feb rer o ); de otro, el sentido de ‘mediador’ cuando el término es personal (m edian te su com p añ ero); y finalmen­ te, el valor instrumental, cuando el término es no personal (m ed ian te las cañyas). Consolidado el uso de durante y m edian te como preposiciones, era de espe­ rar que adquiriesen las propiedades combinatorias de los otros elementos de esa categoría, y, en particular, que pudiesen introducir términos oracionales. Este paso se cumplió completamente en el caso de m ed ian te y solo parcialmente en el de du ran te. En los siguientes apartados veremos cómo se desarrolló el proceso en cada caso.

4 Los ejemplos concordados de (i) deben atribuirse al uso de durante y mediante como partici­ pios de presente. Este uso obedece a una recuperación culta de los participios de presente por parte de ciertos autores del XV que imitan la prosa latina. No existe relación genética entre las formas concordadas del XV y los usos preposicionales, ya que estos se habían consolidado mucho antes, probablemente en el paso del latín tardío al castellano, ya que desde orígenes se documentan construcciones no concordadas. Véase Sánchez López (2015, §18.8.4) para un análisis detallado de esta cuestión.

(i)

a. estos durantes, non se puede fazer ynouagion (Anónimo, Cuaderno de Cortes, 1432; CORDE)

b. que ellos mediantes a los pobres sus subditos enpongoñe (Alfonso Gómez de Zamora, Morales, 1452; CO RD E ) c. Eneste tiempo delos tres meses durantes estas treguas (Anónimo, Crónica Troyana, 1490; CORDE) d. son mediantes entre medicinas & ponzoñas ... (Anónimo, Gondonio, 1495; CORDE)

3 El caso de durante 3.1 Los datos El uso de durante seguido de oración se documenta desde el siglo XV, pero ha sido siempre ocasional. El recuento de datos obtenidos del CORDE se recoge en la siguiente tabla: Tab. 1: Combinatoria de durante en CORDE XV

XVI

XVII

XVIII

XIX

XX

Número total de ocurrencias de durante

721

1086

515

613

8495

20421

durante + que + V (forma perso­ nal)

2

9

3

-

2

-

durante + V (infinitivo)

1

-

-

-

-

-

durante + V (forma personal)

-

-

5

-

-

-

Estos datos merecen los siguientes comentarios. En primer lugar, el número de casos es realmente exiguo, especialm ente en relación con el número total de apariciones de la preposición. En segundo lugar, la existencia de un único ejemplo no permite afirmar que la construcción llegase a adquirir carta de naturaleza en el idioma. Además, el único ejemplo documen­ tado, que se recoge en (1a) y se repite en (6), contiene un régimen preposicional ajeno a la combinatoria esperable de la preposición. Cabe, pues, considerarlo, a falta de más datos, una rareza: (6)

quien quiere conprar las dichas tierras suso limitadas, durante de se que­ mar la dicha candela venga e paresca en la dicha almoneda... (Anónimo, Carta d e venta, 1484; CORDE)

En tercer lugar, durante tuvo la posibilidad - aunque escasam ente aprovechada - de introducir una oración únicamente entre los siglos XV y XVII. No se dan casos en el XVIII y los dos ejemplos documentados en el XIX pueden ser atri­ buidos a una excepción idiolectal: ambos pertenecen al mismo autor, que, sig­ nificativamente, es también responsable del único ejemplo del XIX de m ed ian te

q u e.5 Finalmente, hay un número significativo de casos en los que durante in­ troduce una subordinada con verbo flexivo sin conjunción de por medio. Esta combinatoria, que se ejemplifica en (7), es llamativa por ser ajena a las preposi­ ciones del español en toda época: (7) Y assi por esto como por el fuerte inconueniente que me a ynpedido el progresso desta comission durante viuio el G obern ador no pressegui ni trate della en ginco años (Hernando Arias de Saavedra, Carta al rey, 1624, Argen­ tina; CORDE) Aunque escasos, estos datos muestran el germen de un proceso evolutivo que no llegó a extenderse.6 En los apartados siguientes, intentaremos explicar en qué consistió el cambio incipiente y por qué no tuvo éxito.

5 Se trata del escritor argentino José Mármol (1817-1871). Los ejemplos son los siguientes:

(i)

Durante que Daniel estaba en la mesa, la señora doña Agustina Rosas de Mansilla de

nuevo había restablecido sus reales sobre los vestidos, alhajas y demás de su nueva ami­ ga, como ya la llamaba (José Mármol, A m alia , 1851-1855, Argentina; CO RDE ) (ii) Durante que las ideas y los hombres se disputaban intereses locales y transitorios, en la época en que se construía la república, y al amparo de las guerras civiles consiguientes, la reacción social tronaba como una tempestad espantosa en los horizontes del Plata (José Mármol, Am alia , 1851-1855, Argentina; CO RDE ) 6 Contrasta la evolución de durante en español con la que tuvo su correspondiente francés, durant , que sí pudo tomar como término oraciones introducidas por que . Propia de un registro elevado, la locución conjuntiva durant que puede expresar simultaneidad total, como en (i), o

parcial, como en (ii): (i)

durant qu’on livrait ces combats, la révolution civile et politique suivait parallelement la révolution militaire (Chateaubrien, Mém., t.3, 1848, p.600; TRÉSO R )

‘mientras se libraban los combates, la revolución civil y política seguía paralelamente a la revolución militar’ (ii) On racontait meme que, durant qu’il jo uia it a la paum e (...) un serviteur suborné lui avait passé sur le cou ses mains frottées de poison (Barante, Hist. Ducs Bourg. , 1821-24, t.4, p.114; TRÉSO R ) ‘Se cuenta incluso que, mientras jugaba a la pelota, un sirviente sobornado le había pasa­ do por el cuello las manos untadas de veneno’ La preposición durant y la locución conjuntiva durant que perviven en francés actual en un registro escrito y culto; en la lengua hablada ha sido desplazada por pendant (que) , con la que compitió desde época medieval: (iii) Pendant qu’elle la décachetait, ses mains tremblaient sur l’envelope (Musset, Mouche, 1854, p.294; TRÉSO R ) ‘Mientras abría la carta, el sobre le temblaba en las manos’

3.2 Durante y las subordinadas temporales de simultaneidad La combinación de durante con oraciones introducidas por que dio lugar a subordinadas temporales de simultaneidad con verbo en indicativo (8) o sub­ juntivo (9): (8)

a. Demás de los dichos mil y ciento sesenta reales, a de aver el dicho Blas de Prado quarenta y quatro reales por las ocupaciones y estorbos que tuvo por los cabildos que se hizieron durante qu e higo la d ich a pintura (Anónimo, T asación, 1592; CORDE) b. Yten, digo que la cuenta que yo tengo de loque devo y a mi me deven se hallara en el memorial que tengo pa mudar o añadir o quitar lo que sea necesario durante qu e yo b ib o (Anónimo, T estam ento d e Diego L ópez,

(9)

1583; CORDE) a. e han hecho sacramento (...) de tener lealtad los unos á los otros, y de ser amigos durante qu e fu esen en una co m p añ ia (Anónimo, D eclaracio­ nes qu e algunos m arineros d e la n ao San G abriel dieron en P erm anbu co, 1528; CORDE) b. y se obligue a que durante qu e dich o gen sso este p o r rredimyr y aorrar, tendremos los dichos vienes ynhiestos e bien labrados y rreparados (Anónimo, P adres d e Antonio V ega Serrano a Dña. F elician a d e Vera, 1618, España; CORDE) c. Acordose (...) quel mayordomo la haga la red donde esta acordado y quel arrendador goza de la renta durante qu e uviere red (Anónimo, A cuerdos d el co n cejo m adrileñ o, 1502-1515, España; CORDE)

Durante qu e expresaba una relación temporal de simultaneidad equivalente a la expresada por m ientras.7 Igual que m ientras, durante qu e podía expresar simul­ taneidad en el pasado (8a), en el presente (8b) o en el futuro (9). Además, du­ rante qu e compartía con m ientras la posibilidad de expresar simultaneidad simple, si los dos eventos coinciden al menos en un intervalo de su desarrollo, o

7 También fue posible que la subordinada temporal tuviera una interpretación causalcondicional, especialmente precediendo a la oración principal, fenómeno que es común a otras subordinadas temporales (cf. Méndez 1995, 280-283). Tiene este valor en el siguiente ejemplo: (i)

en estos tiempos ay muchos sacerdotes y falta de doctrinas que darles, y assí, ordenados de esta manera, durante que no les dan doctrinas, buscan el sustento por vias illígitas y es­ candalosas (D. Philippe de Molina, Memorial, Documentos para la historia lingüística de Bolivia, 1590, Bolivia; CORDE)

simultaneidad sincronizada, si los dos eventos tienen exactamente la misma duración. La primera interpretación se puede observar en el ejemplo de (8a), pues se deduce que la realización de la pintura coincide solo parcialmente con la celebración de los cabildos. La segunda es adecuada, en cambio, para el ejemplo (9a), donde se expresa una coincidencia total entre el tiempo que los amigos se tendrán lealtad y el que estarán en una compañía.8 También pudo durante qu e expresar el límite final del evento denotado por la oración principal, en cuyo caso equivalía a la construcción actual h a s ta qu e (no). Este valor surge cuando la oración subordinada es negativa, como se pue­ de apreciar en los ejemplos de (10) y lo tenía también la construcción con m ien­ tras, como atestigua (11): (10) a. e que estos dichos ganados los traya en los dichos terminos como vezino, durante qu e no s e le p a g a ra n los d ich os quanrenta mill m aravedis (Anónimo, Libro d e A cuerdos d el Concejo M adrileño, 1496-1492; CORDE) b. otorgamos (...) ducientos e veinte reales de a treinta e quatro maravedís cada uno, de censo e renta encada un año durante qu e no lo red im iére­ m os e quitárem os, los quales nos obligamos de dar e pagar e que dare­ mos e pagaremos (...) al dichoDon Pedro Calderón e a los suyos (Anóni­ mo, Censo fu n d a d o p o r D. Fran cisco d e M ontalvo, 1624; CORDE) (11) Pero aunque todo esso sea, m ientra no p arieres, nunca te faltará este mal y dolor que tienes agora, de lo cual él deve ser causa (Fernando de Rojas, L a Celestina, c 1492-1502; CORDE) Así pues, durante qu e pudo dar lugar a subordinadas temporales de simultanei­ dad, con los mismos valores que las introducidas por m ientras. A la identifica­ ción de ambas construcciones puede atribuirse el hecho de que durante pudiese también encabezar subordinadas sin mediar una conjunción, como en los ejemplos de (12): (12) a. Permítese a los cuberos para aderezar y rrecorrer las cubas y cubos a las puertas de las casas de los sueños y a los carpinteros durante du rara la o b r a y fra g u a qu e hicieren (Anónimo, O rdenanzas d e la ciu d ad d e L ogro­ ño, 1607, España; CORDE) b. Ytem, qualquier quiebra mayor que aconteciere durante este arrentamiento sin culpa de los dichos arrendadores sea por quenta y riesgo del

8 Sobre mientras, véase Eberenz (1982, 360-363; 2015); Méndez (1995, 80-89); García Fernán­ dez (2000); Pavón Lucero (2003, 263-314).

dicho Colegio (...) y que durante s e rrep a ra se la d ich a q u iebra corra el di­ cho arrendamiento como si estubiese corriente y moliente (Anónimo, Condiciones p a r a el arren dam ien to d el m olino, 1617, España; CORDE) c. y no he tratado de regiuir losdichos autos ni de proseguirlos y acauarlos demas de que con la muerte del gouernador y durante vivio, las partes los an tenido a su voluntad (Hernando Arias de Saavedra, Carta a l rey, 12 d e agosto, 1624, Argentina; CORDE) En la época en que se atestigua el uso de durante como introductor de subordi­ nadas temporales, era usual la alternancia entre m ientras y m ientras qu e sin que se perfilase una diferenciación semántica entre ellos (uso temporal frente a uso contrastivo). Ambas formas tuvieron iguales valores semánticos y se documen­ tan en proporciones variables según los textos. 9 M ientras ha sido a lo largo de toda la historia del español la conjunción temporal de simultaneidad por exce­ lencia y ha gozado siempre de una llamativa estabilidad sem ántica (Eberenz 2015). En el XV, durante se había consolidado como preposición que expresaba simultaneidad. Es muy probable que, a partir de su significado común de simul­ taneidad, se atribuyesen por analogía a durante los usos conjuntivos de m ien­ tras, incluida la alternancia entre durante y durante qu e. Esto explicaría la prác­ tica inexistencia de ejemplos con durante más infinitivo, ya que esta pauta es ajena a las conjunciones subordinantes en general y a m ientras en particular. Parece razonable, pues, suponer que los usos subordinantes de durante obede­ cen a su consideración como conjunción por analogía con m ientras. Cabe pensar, entonces, que los usos conjuntivos de durante no llegaron a triunfar debido a la dura competencia que las nuevas formas encontraron en la sólida y estable conjunción m ientras. Sin embargo, esta no puede ser la explica­ ción última porque la cuestión parece más compleja. Eberenz (2015, 4208ss.) afirma que entre los siglos XIV y XVII ciertos autores relegaron el uso de m ien­ tras a favor de otros subordinantes sinónimos, como las expresiones en tanto q u e y entre tanto que. Según el autor, la tendencia a relegar el uso de m ientras se inicia en crónicas de finales de la Edad Media, se extiende a la ficción sentimen­ tal y los libros de caballerías y de ahí llega al Q uijote, que usa mayoritariamente en tanto q u e. Coincide esta tendencia, además, con una mayor frecuencia de la conjunción en construcciones de sentido traslaticio, como temporales de límite final (en lugar de h a sta qu e) y en correlaciones comparativas (en lugar de cu an ­ to). Si estas condiciones, como sugiere Eberenz, dejaron el camino expedito

9 Cf. Méndez (1995, 81) y Eberenz (2015, §34.5.2).

para que se extendieran las expresiones en tanto qu e y entre tanto qu e, hay que preguntarse por qué no se vio también favorecido por ellas el uso conjuntivo de durante (que). Es más, si hubiese habido una competencia real entre los poten­ ciales usurpadores de m ientras, la desproporción de casos entre ellos no sería tan abismal como sugiere el número de ocurrencias de durante ante oración, apenas docena y media de casos. Nuestra hipótesis es que en tanto qu e y entre tanto qu e fueron, por razones en las que no entraremos aquí, candidatos viables, pero no lo fue así durante (que). Y no fue un candidato viable porque mantenía los rasgos de subcategorización del participio del que derivaba. En las cláusulas absolutas que se en­ cuentran en el origen de la preposición, el participio du ran te seleccionaba como sujeto grupos nominales definidos - selección categorial - cuyo nombre fuese un sustantivo de evento o de unidad temporal - selección semántica. Quedaban excluidos, en cambio, de la función de sujeto tanto las oraciones como otros grupos nominales indefinidos. El resultado es que m ientras y du ran te se halla­ ban en una distribución complementaria prácticamente perfecta: ambas expre­ saban simultaneidad, la primera tomando como término oraciones y la segunda grupos nominales. Los escasos usos de durante como conjunción se deben a un contagio de los usos de m ientras, y tienen su contrapartida en algunos usos de m ientras como preposición, como se ve a continuación: (13) a. No contenta con Paris, quiso Elena,/en llegando, prouar otros troyanos;/a muchos apretó al tomar las m anos,/y los pies les pisó m ientras la c en a (L. Leonardo de Argensola, Rim as, c. 1579-a. 1613, España; CORDE) b. emplear su producto en loza, que vendería por las calles en la primave­ ra; fijarse m ientras el verano en una rinconada para vender horchata, y trasladarse después a una plazuela para regir, durante el otoñ o, un pues­ to de melones; tales eran los proyectos de este Proteo infantil (Ramón de Mesonero Romanos, E scen as d e 1832, 1832, España; CORDE) c. que hacía un mes se observaba también, por las noticias e investigacio­ nes, haberse fijado aún más el espíritu público en el goce de aquella paz, así como en la unión de los ánimos tan divididos y enconados mien­ tras la guerra, notándose haber disminuido los temores de ella (Antonio Pirala, Historia d e la gu erra civil, 1868, España; CORDE) El uso de m ientras como du ran te es apenas testimonial, pero la documentación de algunos casos prueba la estrecha vinculación entre las dos partículas. Con todo, llama la atención la cronología de este uso que es, en general, más tardío que el de durante como conjunción. Méndez (1995, 85) afirma no haber encon­

trado ningún caso similar en época medieval y supone que se trata de «un uso moderno, nacido probablemente por imitación del empleo prepositivo de cu an ­ d o: cu an do la cen a, o bien por contaminación con la locución entre tanto que». Los datos de (13b,c), ambos del XIX, son coherentes con la afirmación de Bello (1847, §408), quien considera que m ientras es preposición basándose precisa­ mente en ejemplos como m ientras la cen a. En el apartado siguiente veremos que en el paso del XVII al XIX se había producido un cambio fundamental en la preposición durante que tal vez pudo contribuir a un incipiente uso preposicio­ nal de m ientras. Lo veremos en el siguiente apartado.

3.3 Durante + SN cuantificado En el s. XVIII el proceso de gramaticalización de durante da un salto cualitativo que consiste en que la preposición pierde parte de sus restricciones de selección y amplía el tipo de elementos que pueden ser término suyo. El resultado es la aparición de usos en los que la preposición tiene un valor menos léxico y más funcional. Desde orígenes hasta el XVIII, durante seleccionó como término grupos nominales definidos, integrados por un nombre de evento (guerra, tregua, paz...) o un nombre de unidad temporal (día, n oche, m es, año...). Es decir, el término de durante fue siempre aquel grupo sintáctico que hubiese sido el suje­ to del verbo durar en construcción absoluta. Quedaban, sin embargo, excluidos de la función de término de la preposición los nombres de unidades de tiempo en grupo nominal sin determinante o precedido de un numeral o un cuantificador indefinido, esto es, aquellos grupos nominales que hubiesen sido el com­ plemento de cantidad del verbo du rar. Los complementos temporales de dura­ ción no definidos se expresaban sin preposición, como en (14), o bien con la preposición por, como en (15): (14) a. el malo sin piedat bive m ucho tiem po en su maldat (Alfonso X, G eneral Estoria I II , a. 1280, España; CORDE) b. e cómo decendieron nuestros padres en Egipto e moramos y m ucho tiem po (GEI, 2.760; ap u d Sánchez López 2015, 2077) c. e vinosse para Santiago a poner batalla al prior de Sant Iohan, que dezian don Gomez Perez de Porres, e ouo y con el sus tratos e treguas p o r d o s m eses. E tornose don Fernando luego a gercar a Monte Rey, e touo y gercado a Iohan Rodriguez de Biedma vn m es e esto era ya engima de enero (Pedro I, 155.29- apu d Sánchez López 2015, 2077)

(15) a. E aquella paz duro p o r m ucho tiem po (Juan Fernández de Heredia, Cró­ n ica d e M orea, 1377-1393; CORDE) b. y désele este calor p o r d o s d ía s n aturales y al fin d’esto quiten las me­ chas p o r m ed ia h ora (Diego de Santiago, Arte sep a ra to ria y m odo d e a p a rta r tod o s los licores, 1598; CORDE) c. las telillas falsas que hoy se usan, que no asen sino en el pelo deencima y duran p o r d os d ía s (San Juan Bautista de la Concepción, P láticas a los religiosos, c. 1603-c.1607; CORDE) d. e los que así las tovieren, estén en la carmel p o r d o s a ñ o s (Pedro de Cuéllar, C atecism o, 1325; CORDE) El uso de grupos preposicionales con durante seguido de numerales o cuantifi­ cadores imprecisos comienza a documentarse aisladamente en el siglo XVII10 (16a), pero no es frecuente hasta bien entrado el XVIII (16b, c): (16) a. Anda el Rey perdido durante cuatro h oras d e la n och e en el Escorial (Je­ rónimo de Barrionuevo, Avisos, 1654-1658, España; CORDE) b. pero el continuar en atacarla diariamente durante tres a ñ o s y m edio..., es una prueba de subordinación y constancia (Carlos Gutiérrez de los Ríos, V ida d e Carlos III, c. 1790, España; CORDE) c. antes de humillarme a preguntar a mis amigos el sentido de estas frases, me hubiera sujetado a estudiarlas, aunque hubiesen sido precisas cua­ tro horas por la mañana y cuatro por la tarde durante cuatro m eses (José Cadalso, C artas M arruecas, 1773-1774, España; CORDE) El cambio descrito implica un uso diferente de la preposición. Según García Fernández (1999, 3143), las expresiones temporales introducidas por durante más un sintagma nominal determinado son complementos localizadores del evento de marco o intervalo, y señalan un periodo que incluye la realización de aquél. En cambio, cuando durante tiene como término un sintagma nominal cuantificado se comporta como un complemento durativo que mide la distancia entre el inicio y el fin del evento. Los segundos están restringidos, por tanto, a eventos durativos, mientras que los primeros son compatibles con eventos pun­ tuales, como muestra el siguiente contraste:

10 Se documenta algún ejemplo aislado anterior al XVII, como este: «el dicho condestable e arzobispo su hermano tengan durante treynta días, contados del día de la dicha notificación» (Pedro Carrillo, Crónica del Halconero, ca. 1454; CORDE). Tal vez este uso fuese habitual en la lengua común pero no irrumpe en la lengua escrita hasta más adelante.

(17) a. *Juan llegó durante media hora b. Juan llegó durante las navidades (apu d García Fernández 1999, 3143) El contraste anterior obedece al hecho de que la acción de llegar no es durativa sino puntual y, en consecuencia, no admite la modificación por un complemen­ to que exprese una duración inexistente. La gramaticalidad de (17b) demuestra que el complemento temporal no es de duración sino de localización: expresa el tiempo - en concreto, el intervalo temporal - en el que se sitúa el momento del evento. Mientras que no hay restricciones sobre los eventos que admiten com­ plementos de localización, los complementos de duración están restringidos únicamente a los predicados durativos. Los admiten tanto los predicados que tienen aspecto léxico durativo como aquellos eventos puntuales que se convier­ ten en durativos cuando se repiten. Los ejemplos de (18a, b) contienen predica­ dos durativos. Los de (18c, d) contienen verbos de aspecto léxico puntual; sin embargo, la pluralidad de alguno de sus argumentos permite interpretar que se trata de eventos puntuales repetidos, lo que da lugar a un macroevento durativo que se prolonga y que, en consecuencia, tiene una duración que se puede me­ dir. Es de destacar que en los dos primeros casos la presencia de la preposición es opcional, mientras que en los dos segundos es obligatoria: (18) a. Tuve hambre (durante) toda la tarde b. Ayer trabajé (durante) varias horas c. Envió flores *(durante) varias horas d. Llegaron invitados *(durante) varias horas Siendo diferentes los complementos de duración y localización, nada impide que ambos modifiquen a la vez el mismo predicado. La aceptabilidad de una oración como la de (19) es posible porque el primer complemento indica el tiempo en que sucede el evento, en tanto que el segundo indica su duración: (19) Durante la reunión, los asistentes se quedaron callados durante unos se­ gundos Los dos tipos de complementos temporales se diferencian por la posición sintác­ tica que ocupan. Existe acuerdo en considerar que los complementos de locali­ zación se relacionan con el tiempo de referencia y ocupan una posición alta en la estructura, en tanto que los complementos de duración se relacionan con el tiempo del evento y ocupan una posición más baja. Dicho en términos intuiti­

vos, los complementos de localización localizan el evento en las coordenadas temporales, y por ello es esperable que se relacionen con la proyección funcio­ nal de Tiempo, igual que los morfemas temporales del verbo; en cambio, los complementos de duración expresan una cualidad del evento de carácter cuan­ titativo y se relacionan por tanto con alguna proyección más baja y dependiente de la proyección funcional de Aspecto.11 Esto explica que la anteposición de los complementos de duración lleve aparejada, normalmente, una interpretación según la cual se relacionan con el tiempo de referencia, como observa Hornstein (1990) y recoge Zagona (2007). Considérense estas oraciones: (20) a. Los niños lloraron durante una hora b. Durante una hora, los niños lloraron La primera oración admite dos interpretaciones: durante una h ora puede expre­ sar el tiempo que cada niño estuvo llorando o bien un tiempo de referencia en que se repitieron distintos eventos, cada uno con una duración no expresada. Sólo la segunda lectura es posible cuando el complemento se antepone, en cuyo caso no denota la duración de cada evento sino el tiempo de referencia en que se sitúa un macroevento que es durativo por incluir microeventos repetidos. Los datos históricos presentados más arriba demuestran que hasta el XVIII la preposición durante solo pudo introducir complementos temporales de loca­ lización, no de duración. Esto quiere decir que ocupó siempre una posición alta en la estructura, relacionada con el tiempo de referencia. Esto es consistente con el origen de la construcción: recordemos que el uso preposicional deriva del uso de durante en cláusulas de participio absoluto, las cuales modifican la ora­ ción, no el predicado. Este tipo de cláusulas pueden establecer una relación temporal con la oración principal - de simultaneidad, anterioridad o posteriori­ dad - identificando el tiempo en que sucede el evento de la oración principal con el tiempo en que sucede el evento denotado por la cláusula absoluta. Sin embargo, no pueden ser interpretadas como complementos de duración. El cambio de participio a preposición no modificó esto: el complemento temporal introducido por durante seguía siendo un complemento de localización tempo­

11 García Fernández (2000, 200-201) propone que los complementos adverbiales de duración están dentro del SV y por debajo del sintagma aspectual, en tanto que los de localización se sitúan dentro del Sintagma Tiempo, la proyección más alta y externa. Otras propuestas ulterio­ res mantienen en esencia esta idea; véase por ejemplo Demirdache/Uribe-Etxebarría (2007) y Zagona (2007).

ral, interpretado como el tiempo de referencia en que sucedía el evento denota­ do por la oración. Cuando la preposición introduce grupos nominales cuantificados que modi­ fican directamente un predicado durativo, pasa a desempeñar un papel similar al de la preposición p o r (cf. los ejemplos de (15)), o bien actúa como un elem en­ to redundante que hace explícito el valor durativo que el grupo cuantificado puede tener por sí mismo (cf. los ejemplos de (14) y (18a, b)). En cualquiera de los dos casos, puede decirse que la preposición ha adquirido un uso más fun­ cional que el que tiene al introducir complementos de localización. La preposi­ ción, fuese durante o p or, podía ser necesaria por la posición del complemento adverbial (como en 2la), por el aspecto léxico del predicado (como en (21b) o para desambiguar las posibles interpretaciones durativa o de frecuencia (como en 21c,d). Pero se extendió también a casos en que el elemento prepositivo re­ sultaba redundante o innecesario, como en los ejemplos de (22): (21) a. el pueblo de San Luis no sólo era sumamente pobre sino que, durante m uchos añ os, fue casi del todo desconocido (Diego Barros, H istoria d e Chile, 1884, Chile; CORDE) b. [Hay] niña casadera que tiene para ocho días con una flor amorosa que fingió desdeñar por impertinente y que saborea a sus solas, mientras borda unas zapatillas durante siete d ía s m ortales, detrás del cristal que azota la lluvia incansable (Leopoldo Alas, R egenta, 1884-1885, España; CORDE) c. Los vecinos charlaron durante algunos d ía s y al fin se acostumbraron a ver a Francisco (José Milla y Vidaurre, El visitador, Guatemala, 1867; CORDE) d. pero el hecho es que así se ejecutó durante m uchos añ os (B andidos, 1.97; a p u d Sánchez López 2015, 2078) (22) a. Un día de procesión la ha tenido Fidel enfrente de sus ojos, durante tres h oras, en el balcón de unas amigas (Pedro A. de Alarcón, V iajes, 1873, España; CORDE) b. En este estado permaneció la basílica durante m uchos a ñ o s (Gustavo A. Bécquer, H istoria, 1857, España; CORDE) c. la luna, después de haber luchado durante algún tiem po con las nubes que intentaban velar su brillo, había aparecido por fin (Juan Díaz Covarrubias, Juan Gil, 1858, México; CORDE) El cambio histórico que se produce en el XVIII consiste en que la preposición durante ante grupos nominales cuantificados se generaliza como forma de ex­

presar complementos de duración. Este uso, que desplaza a la preposición p o r como introductora de complementos durativos, supone un mayor grado de gramaticalización. Durante adquiere un uso reservado hasta entonces a otras preposiciones y lo hace porque pierde parte de sus requisitos de selección categorial y semántica, y amplía el tipo de términos que puede introducir.

3.4 Recapitulación La posibilidad de que durante tomase términos oracionales era esperable una vez adquiridas las propiedades funcionales de una preposición. Ningún obs­ táculo impedía que, de la misma forma que introducía grupos nominales defi­ nidos para dar lugar a complementos de localización temporal, pudiese tomar oraciones como términos. El resultado hubiera consistido en oraciones subordi­ nadas de simultaneidad parcial o total equivalentes a las oraciones introducidas por m ientras. Que esta extensión de los usos preposicionales era posible lo de­ muestra la existencia de un reducido número de ocurrencias que cumplen estas características. Sin embargo, la extensión de los usos preposicionales pudo chocar con una relación analógica con la conjunción temporal m ientras. La robusted de esta conjunción como expresión de la simultaneidad total o parcial no fue el único obstáculo para la extensión de los usos preposicionales de du ­ rante. Esta se produjo al mismo tiempo que un proceso de analogía entre du ran ­ te y m ientras, cuyo resultado podía ser no tanto que durante progresase en la adquisición de usos preposicionales, sino que adquiriese los propios de una conjunción. Lo prueba, por un lado, el hecho de que no se atestiguen usos de y por otro, el que un porcentaje significativo de los usos subordinativos documentados prescinda de la conjunción qu e; ambos son esperables en una conjunción pero no en una preposición. Progresar por el camino que iniciaban los usos subordinativos atestiguados hubiese llevado a una diversificación categorial de durante: consolidada como preposición para introducir grupos nominales, hubiese, por contra, adquirido usos conjuntivos introduciendo oraciones. Sem ejante proceso hubiese sido extraordinario, ya que la creación de conjunciones o locuciones conjuntivas a partir de preposiciones se ha producido siempre en español haciendo que la preposición tome como término una oración introducida por q u e. Pero no se conocen, en cambio, procesos de cambio inmediato de preposición a conjun­ ción. Podría afirmarse, entonces, que hubo una tensión entre dos procesos distin­ tos: de un lado, la culminación de la adquisición de todas las propiedades de las preposiciones, tomando como término oraciones introducidas por que, y de otro

el inicio de la adquisición de usos conjuntivos por analogía con m ientras. Esa tensión se resolvió manteniendo du ran te las restricciones de selección que le hacían tomar como término grupos nominales y preservando la conjunción m ientras como introductor de oraciones.12 El proceso de gramaticalización de durante se detuvo, entonces, de manera que no se consolidó la secuencia durante qu e como locución conjuntiva. Sin embargo, sí prosiguió en otra dirección. La preposición pasó a introducir grupos nominales cuantificados para expresar complementos de duración. Este cambio supuso un avance en la adquisición de otros usos propiamente preposicionales - los de p o r seguido de complementos de duración

más funcionales y menos

léxicos.

4 El caso de mediante 4.1 Los datos Frente a la escasez de datos de la construcción con durante qu e, el uso de m e­ dian te ante oraciones subordinadas se documenta ampliamente, de modo espe­ cial en el s. XVIII. En los siglos XVI y XVII aparece en los textos de forma testi­ monial, pero irrumpe con fuerza en el XVIII hasta el punto de que puede considerarse una construcción extendida y consolidada. La frecuencia de uso disminuye en el XIX hasta regresar a la que había tenido dos centurias antes, y en el XX puede considerarse residual. En los siguientes cuadros se recogen los datos numéricos correspondientes a cuatro cortes cronológicos coincidentes con los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. Las cifras corresponden al número de ocurrencias de la construcción y preceden al porcentaje respecto al total de ocurrencias. Se distingue el uso estrictamente preposicional (ante SN) de los usos subordinativos: ante oración con verbo en forma flexiva y ante oración de infinitivo; se recogen también las construccio­ nes marcadas por la presencia de la preposición a ( y ) o el artículo ( y ).

12 Un argumento indirecto a favor de esta explicación es el hecho de que en francés, lengua que carecía de conjunciones temporales equivalentes a durant que, la locución sí se consolida­ se como introductor de subordinadas temporales de simultaneidad. El único competidor de la expresión fue pendant que, que había seguido un proceso de gramaticalización paralelo de participio a preposición.

Tab. 2: Combinatoria de m ediante en CORDE Mediante en CORDE (1 5 0 0 -1 5 9 9 ) - 1963 CA SO S + SN

+ ORACIÓN FLEXIVA

+ ORACIÓN DE INFINITIVO

m edian­ te que

mediante a que

mediante

5 0.25%

0 0.0%

3 0.15%

8 -

mediante 7 0.36%

0.40%

18

mediante a

mediante el

0 0%

11 0.56%

-

0.91%

26 1.32%

1935 98.67%

Mediante en CORDE (1 6 0 0 -1 6 9 9 ) - 1290 CA SO S + SN

+ ORACIÓN FLEXIVA

+ ORACIÓN DE INFINITIVO

mediante que

mediante a que

mediante el que

mediante

3 0.23%

2 0.15%

0 0%

11 0.85%

5 -

0.38 %

18

1267 98.21%

a

mediante

mediante el

0 0%

7 0.54%

-

1.39 %

23 1.78% Mediante en CORDE (1 7 0 0 -1 7 9 9 ) - 783 CASOS

+ SN

+ ORACIÓN FLEXIVA

+ ORACIÓN DE INFINITIVO

mediante que

mediante a que

mediante el que

mediante

124 15.83%

10 1.40%

2 0.25%

90

136 -

11.49%

17.36%

a

mediante

mediante el

7 0.89%

3 0.38%

100 - 12.77% 236

547 69.86%

30.14% Mediante en CORDE (1 8 0 0 -1 8 9 9 ) -1 6 9 7 CASOS

+ SN

+ ORACIÓN FLEXIVA mediante a que

mediante el que

mediante

1 0.06%

9 0.53%

0 0%

15 0.88%

10 1660 97.82%

+ ORACIÓN DE INFINITIVO

mediante que

0.59%

27

a

mediante

mediante el

11 0.64%

1 0.06%

-

1.59%

37 2.18%

Los porcentajes de uso de m edian te ante oración (flexiva o no flexiva) durante los ss. XVI y XVII son muy escasos y apenas llegan al 2%. Demuestran que exis­ te una posibilidad abierta en el sistema que no es aprovechada. Es destacable el hecho de que en ambos cortes cronológicos el uso de m ed ian te ante infinitivo

sea, aunque muy escaso, significativamente mayor que ante verbo flexivo o ante subordinada con que. Durante el XVIII los usos subordinativos de m ed ian te superan el tercio de todas las ocurrencias. Se equipara el porcentaje de uso de m ed ian te ante subor­ dinadas con qu e (el 17% de los casos) y ante infinitivo (casi el 12%). La abun­ dancia de ejemplos, la variedad de los textos en que aparecen y el porcentaje de casos permiten afirmar que la construcción está consolidada en esta centuria. Tanto el número de casos como los porcentajes que estos representan dis­ minuyen drásticamente en el XIX, llegando casi a igualar los porcentajes que había en el XVII (apenas un 0.5% mayor que en el seiscientos), lo que claramen­ te indica que la construcción prácticamente desaparece o queda limitada a un uso testimonial.

4.2 Mediante + infinitivo Los usos subordinativos más antiguos de m edian te corresponden a oraciones de infinitivo. Distinguiremos dos construcciones: con artículo entre m ed ian te y el infinitivo y sin él. Durante los siglos XVI y XVII el número de casos de ambos es parejo. La presencia del artículo ocasionalmente corresponde a un uso nominal del infinitivo; así parece darse en los ejemplos de (23), todos del XVI, en los que el argumento agente se expresa mediante un complemento preposicional (23a, b) o mediante un posesivo (23c). (23) a. A vuestra magestad ha contecido assí como a San Pedro, que huyendo por no morir en Roma, por la aparición, tornó conociendo su falta m e­ d ian te el qu erer d e otro (Anónimo, T raducción d e Tirante el B lan co d e Jo a n o t M artorell, 1511; CORDE) b. concurriendo las influencias de los venturosos planetas, y m ed ian te el qu erer d el universal H azedor, fueron engendrados aquellos tan estrema­ dos hijos el Cavallero del Febo y Rosicler (Diego Ortúñez de Calahorra, E spejo d e prin cipes y ca b a llero s, 1555; CORDE) c. descarga su rreal congiengia con los encomendar a personas particula­ res que tengan cargo de la ynstrugion y conbersion y que m ed ian te su en ten der en ello puedan llebar los tales encomenderos el tributo que fue­ re moderado y tasado (Fray Pedro de Aguado, H istoria d e S anta M arta y Nuevo R eino d e G ranada, c. 1573-1581, Colombia; CORDE) Sin embargo, la presencia del artículo no es incompatible con un uso plenamen­ te verbal del infinitivo, ya en el XVI. En los ejemplos siguientes, el infinitivo

tiene complemento directo (24a, c) y sujeto pronominal explícito postpuesto al infinitivo (24b, c); puede, además, coordinarse con otro infinitivo carente de artículo (24b): (24) a. después que vieron que m edian te el p o n erse las an tiparras rompían por las puyas y llegaban a sus pueblos alojamientos, determinaron vsar de otra yndustria tan cruel quanto barbaros la pudieron ynventar (Fray Pe­ dro de Aguado, H istoria d e Santa M arta y Nuevo R eino d e G ranada, c. 1573-1581, Colombia; CORDE) b. y podrá navegar este galeón con veinte marineros menos, m ed ian te el ser m ás fá c il las fa e n a s y acu dir con m ás p restez a a ella s (Tomé Cano, D iálogo entre un B izcayno y un M ontañés so b re la fá b r ic a d e navios, 1631, España; CORDE) c. Con que se aplacó mucho el Aguirre y vinieron (m ediante el ap reta r esto los terceros) a hacerse amigos y abrazarse (Fray Pedro Simón, Prim era p a r te d e n oticias historiales d e las con qu istas d e tierra firm e en las Indias O ccidentales, 1627, Venezuela; CORDE) Este uso, por lo tanto, es tan plenamente verbal como en los casos en que está ausente el artículo. La ausencia de artículo se documenta también desde el XVI; el sujeto sigue al infinitivo (25a, b) y puede intercalarse entre el auxiliar y el participio si el infinitivo es compuesto (25c); entran en esta construcción perí­ frasis de obligación (25d): (25) a. paresciole a Yamque Yupangue que su padre era ya de gran edad y que m ed ian te an d ar ellos en la gu erra sería posible morir y no hallarse ellos a su muerte (Juan de Betanzos, Sum a y narración d e los incas, 1551, Espa­ ña; CORDE) b. Y, porque m edian te ser las sillas y ja e z e s y los d em á s aderem os d e los ca v allos c o s a im portante y n ecesa ria p a r a p o d e r p a r e s c e r bien y traer b u en a postu ra, quise tractar de ellos primero (Pedro de Aguilar, T ratado d e la ca b a ller ía a la gin eta, 1572, España; CORDE) c. y si sanan dizen que m edian te au er el m ed ico h a b la d o a l d em on io tuvo salud (Fray Pedro de Aguado, H istoria d e San ta M arta y Nuevo Reino d e G ranada, c.1573-1581, Colombia; CORDE) d. Otrosí, ordenamos y mandamos que m ed ian te no h a b e r d e llevar los d ich os Curas d erech os, ni obven cion es, ni otro p ie d e altar, p o r razón d e sus oficios, y les mandamos vivan en los pueblos de los Indios junto á las

Iglesias (Anónimo, Sínodo d e San Ju an d e Puerto Rico, 1645, Puerto Rico; CORDE) En el XVIII, la proporción entre las construcciones y se inclina a favor de la segunda, de modo que solo uno de cada treinta ejemplos corresponde a la primera. La construcción tiene desde su origen una interpretación causal, que es si­ milar a la que pueden recibir en español actual las construcciones del tipo , Argenti­ na; GOOGLE) c. En fecha 10-10-2007 se deja constancia m ed ian te qu e no co m p areció a d a r con testación a la d em a n d a in stau rada en su contra (, Vene­ zuela; GOOGLE) (34) a. ...cuando me pagaban, bueno, sí, hacía mis inversiones y pero m edian te qu e no m e p a g a b a n , no le hacía mucha importancia porque como la se­ ñora se portaba muy bien conmigo, me mandaba para su casa, yo vivía

14 El uso de la locución mediante que con sentido causal ha sido atestiguado por Germán de Granda (1979, 281) en el español de Paraguay. El autor lo atribuye a un calco sintáctico del guaraní, que utiliza la postposición -rupi ‘por medio de’, ‘porque’, para expresar causalidad de la acción o modalidad de la misma. Hemos de decir, sin embargo, que tanto la existencia de tales usos en otras variedades americanas, como su notable extensión en el español del XVIII en España y América, impide considerarlos un mero calco sintáctico.

prácticamente de la farmacia a aquí (CSHC-87 Entrevista 18, Venezuela; CREA) b. ...son mamás que quieran trabajar y no tengan dónde dejar sus hijos, para esas madres es la guardería, y que están utilizando bien, ¿verdad?, porque m edian te qu e dejan a c á , ellos van a trabajar (Encuesta 11, Asun­ ción Servim de Eduardo, Paraguay; CREA)

4.4 ¿Por qué decae el uso de mediante con términos oracionales? Explicar por qué los hablantes dejan de utilizar una determinada expresión lingüística no es fácil. Los factores extralingüísticos que pueden desencadenar o favorecer un proceso de decaimiento y desaparición como el que sufrió el uso de m edian te que estamos estudiando pueden ser muchos. No vamos a entrar en ellos. Sí presentaremos, en cambio, algunos hechos que atestiguan la existencia de ese proceso. A finales del XIX, un testigo de excepción ilustra la vitalidad de la construc­ ción. En sus A puntaciones, Cuervo (1885, §446) afirma «algunas locuciones corrientes son causa de que se estropeen otras. Tal es el caso de m ed ian te q u e , que se convierte en m edian te a que». Esta observación tiene un doble interés. Por una parte prueba que la locución m edian te qu e era sentida como una cons­ trucción consolidada, una más entre las locuciones del español de la época. Por otra parte, demuestra que era frecuente hacer de ella un mal uso, que el gramá­ tico atribuye a su confusión con otras locuciones. El uso de una a espuria tras m edian te debió de ser, en efecto, frecuente, a juzgar por los datos que se hallan en el CORDE. Se usó la preposición tanto ante infinitivo (35) como ante qu e (36): (35) a. Y esto había faltado m edian te a h a b e r s e fu n d ad o un nuevo estan co d e d ich a sa l (Anónimo, Jurisdicción d e P anuco y Tam pico, 1743, México; CORDE) b. Propuso el Señor Gobernador en la dicha junta si hallaban por conve­ niente que se pasase adelante con la marcha, m ed ian te a tener tod a s las p roviden cias n ecesa rias p a r a llegar a la ciu d ad d e Corrientes (Blas Joa­ quín de Brizuela, Diario d e la expedición h ech a a los p a ís e s d el Gran Chaco, 1774, Argentina; CORDE) (36) a. allanada dicha tierra, m edian te a qu e en ella h ay g ran d es su m as d e g a­ n ad o vacuno, se me haya de señalar lo que pareciere conveniente, para

que pueda yo aplicarle por bienes propios míos y de mis herederos y su­ cesores (Jacinto de Carvajal, R elación d el descu brim iento d el río Apure h a s ta su ingreso en el Orinoco, 1682, Venezuela; CORDE) b. pero, m edian te a qu e tengo d a d o cu en ta a l rey d e cuanto s e h a op era d o en los n egocios g raves ocurridos en mi tiem po, no me presumo pueda ofuscar nada con las dañadas intenciones y perjudiciales máximas que le hicieron cometer el delito de su fuga (Simón de Anda y Salazar, Carta a R odríguez C am pom an es, 1772, España; CORDE) c. Es decir, que m edian te a qu e y a no h ay riesgo d e A ragón a B arcelon a, se despache por ahí la correspondencia hasta que no haya peligro (Ma­ riano José de Larra, B u en as n oches, 1836, España; CORDE) d. y los gastos en el despacho de los empleados pudieran ser de oficio, m edian te a qu e no n ecesitan d e esta s p rop in as los que están a s a la ria d o s en sus respectivas p la z a s (José María Quirós, M em oria d e Instituto Id ea s p olíticas eco n ó m ica s d e gobiern o, 1822, México; CORDE) Aunque los ejemplos con a se atestiguan desde el XVII (2 casos en CORDE) y se dan en el XVIII, son frecuentes sobre todo en el XIX. Si se repara en los datos presentados en la tabla 2, puede verse que en el XVIII se recogen en CORDE 10 casos de m edian te a qu e frente a 124 de m edian te que, y 7 de frente a 90 sin preposición. En total, puede decirse que la proporción es de I caso erróneo por cada 12 correctos. En cambio, los datos del XIX son llamati­ vos: se dan 9 ocurrencias de m edian te a qu e frente a uno solo de m ed ian te que, y II de frente a 15 sin preposición. La proporción, pues, se invierte significativamente: por cada cuatro ejemplos sin preposición hay cinco con ella. ¿Qué otras locuciones corrientes pudieron ser la causa de la confusión? Du­ rante el siglo XVIII se generaliza el uso de dos locuciones formadas por formas participiales con régimen preposicional, tocan te a y referen te a , que se ejem pli­ fican en (37). Ambas servían para introducir tópicos extraoracionales. Aunque originariamente se construían como modificadores nominales o pronominales (en secuencias como p o r lo referen te a , en lo tocan te a ) en el setecientos se han lexicalizado para formar locuciones prepositivas integradas únicamente por la forma participial y la preposición: (37) a. T ocan te a los cam in os, en el modo que están trabajando ahora, tomarán muchos años para acabarlos... (Diego Noble, E pistolario, 1773, España; CORDE)

b. Su trabajo, largamente deseado, referen te a an im ales, conocido por mi solo... (José C. Mutis, Al s a b io n aturalista Carlos Linneo, 1770, Colombia; CORDE) c. Y quedaré copia con el semanal, como me previene, referen te a la orden d e los señ ores directores, citando su fecha (Diego de Vargas y Carvajal, Carta a R odríguez C am pom an es, 1772, España; CORDE) Durante el XVIII se fragua asimismo la locución d eb id o a . Formada también sobre una forma participial, comienza utilizándose como complemento del nombre, como en el ejemplo de (38a), pero a fines de siglo y durante el XIX se consolida como locución prepositiva que introduce grupos nominales (38b) u oraciones encabezadas por qu e (38c): (38) a. No tiene otro origen a las veces el bien general de un pueblo, d eb id o a la s so la s m iras o a la g en erosid ad y am or patriótico d e un ciu d ad an o, que fomenta la industria y el talento de una nación, comunicándole sus lu­ ces o contribuyendo para su adelantamiento (Pedro de Montegón, Euseb io, 1786, España; CORDE) b. Es verdad que cuando llegaron allí los españoles el rey Cacamatzin pa­ recía depender de Moctezuma, su tío; porque, d eb id o a la p rep o ten cia d e su h erm an o Ixtlilxóchitl, necesitaba del auxilio de los mexicanos (Fran­ cisco J. Clavijero, H istoria antigua d e M éxico, 1780, México; CORDE) c. Sin que esto quiera decir que sean nuestros paisanos los más abiertos de bolsa, ni los más blandos de entrañas, sino los más novicios, d eb id o a qu e en A ntioquia, sin qu e fa lt e la gorra, qu e en tod a s p a r tes s e u sa, to d a ­ vía s e d esco n o ce la c a b a lle r e s c a industria d el s a b le (Tomás Carrasquilla, Frutos, 1896, Colombia; CORDE) La locuciones tocan te a y referen te a presentan una forma morfológicamente análoga a m ed ian te, por la terminación -nte etimológicamente derivada del par­ ticipio de presente latino. Aunque su sentido no era causal, como m edian te introducían un constituyente extraoracional: un tópico colgante modificador de toda la oración. Las subordinadas introducidas por m ed ian te tenían sentido causal explicativo; al no denotar una causa eficiente sino una explicación de lo expresado en la principal, era posible que se interpretasen también como ele­ mentos topicales. La locución d eb id o a , por su parte, no presenta tan evidente relación formal con m ed ian te, pero coincidía con ella en su sentido causalexplicativo y en la selección modal, puesto que una y otra solo se construían en

indicativo. Todas estas circunstancias pudieron confabularse para propiciar la extensión de los usos de m edian te a. La fórmula errónea m edian te a entraría dentro de lo que Berg (1998, 173) denomina errores no contextuales, que son errores paradigmáticos, causados por una similitud entre elementos del mismo paradigma. Este tipo de errores afecta a elementos con significado, y demuestran una organización mental en un nivel profundo. Según Fisher (2011, 41), son más propensos a crear innova­ ciones que resultan en cambios, porque la influencia de los paradigmas en el sistema gramatical es mayor que la influencia del contexto. Es preciso decir, con todo, que el uso erróneo de la locución por confusión con otras locuciones no debió de ser la causa de la desaparición de los usos conjuntivos de m ed ian te. Más bien creemos que el régimen erróneo fue la mani­ festación formal de un debilitamiento de la locución, cuyo uso debió quedar relegado a ciertos registros y solo recuperado ocasionalmente, a menudo de forma ultracorrecta. Tampoco la creación de la locución causal d eb id o a qu e puede ser conside­ rado el desencadenante del decaimiento de m ed ian te como introductor de subordinadas. El paradigma de los subordinantes causales del español era ya largo en el XVIII: a las conjunciones p orq u e y com o, había que sumar las locu­ ciones conjuntivas p u esto qu e (originariamente concesiva, pero causal ya en la época que nos ocupa), d a d o que, visto qu e, y a que. Si el sistema tenía todavía sitio para la nueva d eb id o a q u e, no puede darse ninguna razón estructural por la cual no lo hubiese también para m edian te que.

4.5 Recapitulación La extensión de los usos prepositivos de m edian te se hace en la dirección espe­ rada: toma términos oracionales, ya sean subordinadas introducidas por q u e, ya sean oraciones de infinitivo. Esta extensión fue asociada a un cambio semánti­ co, pues la preposición pasa a denotar causa. Estos usos son generales durante todo el XVIII pero desaparecen en el XIX, probablemente por decaimiento del uso de la forma, que se confundía con otras locuciones causales, como d eb id o a qu e.

5 Consideraciones finales sobre gramaticalización, extensión y analogía La mayoría de los estudios sobre gramaticalización asumen, siguiendo a Timberlake (1977), que ésta es el resultado del reanálisis seguido de la actualización, esto es, la formulación de un nuevo conjunto de reglas y relaciones

subyacentes

seguidas de la proyección y extensión de las

consecuencias del reanálisis (Timberlake 1977, 141). La actualización y la extensión se producen tanto dentro del sistema lingüístico como entre los hablantes, dentro de unas coordenadas espacio temporales. El proceso de gramaticalización consistente en que las formas participiales de presente m edian te y durante se convierten en preposiciones tiene como pun­ to de partida un proceso de reanálisis, descrito brevemente en la sección 2, con dos aspectos complementarios: de un lado, el hablante interpreta que el núcleo verbal participial mantiene con su sujeto una relación de selección semántica y categorial similar a la que establece una preposición con su término y, al mismo tiempo, simplifica la estructura funcional de la cláusula eliminando las catego­ rías funcionales asociadas a ella. Producido el reanálisis, se inicia un proceso de expansión del ítem gramaticalizado que sigue, de acuerdo con Himmelmann (2004), tres direcciones: a)

Extensión pragmático-semántica: los significados pragmáticos se convencionalizan en contextos específicos y pueden ser eventualmente semantizados como casos de polisemia.

b)

Expansión sintáctica: la gramaticalización tiene lugar en contextos sin­ tácticos restringidos, pero estos contextos se van ampliando, de manera que la forma gramaticalizada adquiere usos de los que carecía antes de la gramaticalización.

c)

Expansión del número de colocaciones: la forma gramaticalizada pier­ de algunas restricciones que tenía antes del reanálisis y puede combi­ narse con elemenos con los que no podía hacerlo en los usos no gramaticalizados.

Al reanálisis de los participios de presente le siguieron procesos de expan­ sión sintáctica y semántica paralelos. En el caso de du ran te, la expansión sin­ táctica preveía que la preposición pudiese tomar como términos elementos que no podían ser sujeto de las cláusulas de participio: oraciones (de infinitivo o introducidas por la conjunción que) y sintagmas nominales cuantificados. La expansión de la preposición a contextos del tipo se

produce en el s. XVIII y conlleva una expansión semántica, pues la preposición pierde parte de sus requisitos de selección y pasa a tener un significado más abstracto. La expansión a contextos del tipo apunta tímidamente entre el XVI y el XVII pero no llega a extenderse ni en el sistema ni entre los hablantes. También en el caso de m edian te, la expansión sintáctica preveía que la preposición pudiese tomar como términos categorías que no podían ser sujeto de la cláusula absoluta de participio, en concreto oraciones no flexivas o introducidas por q u e . Esta expansión sí se produce y conlleva una expansión sem ántica; la preposición adquiere sentido causal cuando su término es oracional, lo que da lugar a una polisemia del término: m ed ian te significaba instrumento ante grupo nominal y causa ante oración. Para explicar por qué las trayectorias expansivas de durante y m ed ian te son divergentes es preciso recurrir al concepto de analogía. La mayoría de los estu­ dios actuales sobre gramaticalización suponen que los cambios que tienen co­ mo resultado final un proceso de gramaticalización se desencadenan por la interrelación entre el reanálisis y la analogía (Hopper/Traugott 2003, ch.3). La mayoría de los cambios implican subsistemas; la analogía puede ser, de acuer­ do con Traugott (2011, 25) una motivación para el cambio. Aunque no hay acuerdo sobre si la analogía sigue o precede al reanálisis, ni sobre si la analogía es un mecanismo o una motivación, resulta indiscutible que ambos parecen ser ingredientes inseparables de los procesos de cambio. En este sentido, Fisher (2011, 35) supone que una de las fuerzas motoras que actúan en los procesos de gramaticalización es la existencia de una categoría paradigmática o esquema de construcción que muestre similitudes formales y/o semánticas con la nueva variante, de tal manera que ésta pueda encajar en el sistema sincrónico del hablante-oyente. La expansión de los usos sintácticos de m ed ian te como introducdor de subordinadas estaba sustentada por usos similares de otras preposiciones, que expresaban también conceptos relacionados con la causalidad (por{que/infinitivo}, p a r a {que/infinitivo}, d e {que/infinitivo}). En cambio, en el caso de durante la motivación analógica tropezó con importantes obstáculos: el elemento con­ juntivo que expresaba el mismo tipo de relación temporal era m ientras, que no era preposición sino conjunción y no podía introducir oraciones de infinitivo;15 que la analogía con m ientras jugó un papel central en el desarrollo de los inci­

15 Tampoco las preposiciones que introducen subordinadas temporales (desde y hasta) rigen infinitivos con esta interpretación, lo que ha llevado a cuestionar la naturaleza categorial de la subordinada. Puede encontrarse una detallada discusión de este asunto en relación con la preposición hasta en Pavón Lucero (2003, 237-262).

pientes usos subordinativos de durante lo prueba el relativamente alto número de ejemplos de así como el que no se documenten casos de . De haber continuado por ese camino, la expansión de durante como subordinante hubiese tenido como resultado la inclusión del término en dos categorías distintas: preposición ante grupos nominales, con­ junción ante oraciones. Ningún elemento en español posee propiedades de ambas categorías.16 Por lo tanto, la analogía con m ientras debió de interferir en la expansión de los usos de la preposición porque el resultado no hubiese enca­ jado en el sistema sincrónico del hablante oyente. La literatura funcionalista suele distinguir entre la actualización y exten­ sión que tienen lugar dentro del sistema lingüístico y las que tienen lugar entre los hablantes dentro de las coordenadas espaciales y temporales. A esta última se le suele denominar so cia l g radu aln ess (Trask 1996, 295). La historia de m e­ d ian te y durante en ambas dimensiones es distinta. La extensión de durante como introductor de oraciones subordinadas encontró un obstáculo en el siste­ ma lingüístico que probablemente condicionó e impidió su extensión entre los hablantes. El resultado es que la construcción jamás llegó a generalizarse. En cambio, la extensión de m edian te como subordinante se produjo tanto dentro del sistema lingüístico como entre los hablantes, llegando a generalizarse como parte de la lengua estándar de un buen número de hablantes, de procedencia geográfica muy diversa y durante un largo periodo de tiempo (al menos un si­ glo). Esto indica que la extensión en la lengua externa (la generalización en un número suficiente de hablantes) solo es posible si nada impide su extensión en la lengua interna de cada uno de ellos. Podría plantearse la cuestión de si la desaparición de los usos subordinativos de m edian te es o no un caso de desgramaticalización, entendida esta como el proceso inverso a la gramaticaliación, es decir, como el proceso de pérdida de valores funcionales y la adquisición de otros más léxicos. No nos parece que esta sea una caracterización adecuada para lo que le sucedió a m ed ian te. Más bien, es posible que la construcción m edian te que, a pesar de estar consolidada, cayera en desuso y fuese sustituida por otras que - por razones en las que nos parece imposible entrar - gustaban más. En este punto, la relación analógica entre m edian te qu e y otras locuciones como d eb id o a qu e que se hallan en el origen de usos erróneos como m edian te a qu e debió de suponer un obstáculo para el mantenimiento de una forma que, además de estar, tal vez, pasada de moda, suscitaba la duda del hablante. Dentro de un registro generalmente escri-

16 Constituye una posible excepción a esta generalización la partícula según que es preposi­ ción en Según él, nadie lo sabe pero conjunción en Según habla, parece que está muy cansado.

to, la elección entre fórmulas equivalentes siempre beneficiará a aquellas que no plantean dudas al hablante, en detrimento de aquellas otras sobre las que pesa algún tipo de prevención.

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Parte II: Estudios sincrónicos

José María Brucart y Ángel J. Gallego (Universitat Autónoma de Barcelona)

Aspectos formales e interpretativos de la subordinación adverbial* 1 Las oraciones adverbiales Uno de los capítulos más controvertidos y complejos de la tradición gramatical corresponde a la llamada subordinación adverbial, una etiqueta que se ha utili­ zado para agrupar un conjunto de construcciones con diferencias formales e interpretativas, típicamente vinculadas a los dominios de la oración compuesta. La mayoría de los manuales y gramáticas recogen la existencia de este tipo de construcciones asignándoles un espacio dentro de los capítulos dedicados a la subordinación, pero sin que haya gran unidad de criterio (cf. Bosque 1989; Bosque/Gutiérrez-Rexach 2009; Di Tullio 1997, y las referencias allí citadas). El objetivo de este artículo es ofrecer una revisión crítica de la etiqueta «subordi­ nación adverbial», considerando las estructuras que tradicionalmente se han asociado a este grupo. Llevaremos a cabo esta exploración desde la perspectiva formal, pues creemos que permite dar cuenta de una serie de regularidades sintácticas que enfoques más semasiológicos o funcionalistas no reflejan. Lo primero que conviene subrayar en relación a la etiqueta «subordinación adverbial» es que se trata de una noción híbrida, formada por la conjunción de dos términos que se utilizan desde perspectivas no coincidentes. Por un lado, el concepto de su bordin ación tiene una base esencialm ente estructural o formal, y es independiente del dominio de la oración, pues codifica la idea de un consti­ tuyente incrustado dentro de otro. Dicha dependencia, tradicionalmente llama­ da hipotaxis, aparece reflejada en cualquier representación que asuma la exis­ tencia de un análisis sintáctico en constituyentes inmediatos. Además de la subordinación, los manuales y gramáticas suelen mencionar la existencia de un modo de combinación que establece una dependencia menos estrecha, la p a r a ­

* Este trabajo se ha beneficiado de las subvenciones de los proyectos del Ministerio de Ciencia e Innovación (F F I2 0 1 4 -5 6 9 6 8 -C 4 -2 -P ) y la Generalitat de Catalunya (2014SGR 1013). Este artículo es una versión reducida y parcialmente adaptada de Brucart/Gallego (2009), publicado en catalán. Agradecem os a María Victoria Pavón su invitación a participar en este volumen.

taxis, que comprende yuxtaposición y coordinación. Por otro lado, el uso del adjetivo ad v erbial se basa en una analogía funcional mediante la cual se da a la subordinada el nombre de la clase de palabra que se caracteriza por representar la misma función dentro de la oración simple. Así, una subordinada sustantiva desarrolla una función y presenta una distribución equivalente a la de un sus­ tantivo complemento de un núcleo verbal, nominal o adjetival, tal y como muestran respectivamente los contrastes siguientes: (1)

a. Vi {la llegada del tren/que el tren llegaba} b. El deseo {de la victoria sobre el enemigo/de vencer al enemigo} c. Dispuestos {a la renuncia de sus derechos/a renunciar a sus derechos}

De manera equivalente, una relativa tiene habitualmente como función la modi­ ficación de un nombre, como sucede con los adjetivos calificativos y relacionales: (2)

a. Un médico {excelente/que hace maravillas} b. Un barco {italiano/que fue construido en Italia}

Finalmente, la función de adjunto que desarrolla habitualmente el adverbio ha llevado a llamar adverbiales las subordinadas que tiene la misma función en la oración: (3)

a. Lo hizo {tarde/cuando pudo} b. Lo hizo {bien/com o se lo habíamos pedido} c. Lo hizo {voluntariamente/porque quiso}

A pesar de su popularidad, este sistema de denominación de las oraciones subordinadas no está exento de problemas. De hecho, el paralelismo que se establece no siempre funciona satisfactoriamente, sobre todo en el caso de la subordinación adjetiva y en el de la adverbial. Así, los adjetivos ejercen frecuen­ temente las funciones de complementos predicativos y atributos, que no son en absoluto habituales en las subordinadas relativas; además, los adjetivos no pueden ser modificadores explicativos de la oración, a diferencia de lo que su­ cede con las relativas explicativas que tienen antecedente oracional (Al m enos duerm e, qu e y a es m ucho); en general, los adjetivos solo funcionan esporádica­ mente como elementos explicativos, lo cual hace problemático etiquetar como

adjetivas las subordinadas relativas explicativas, que tienen una función más próxima a la de las aposiciones.1 Por lo que respecta a las adverbiales, la correspondencia también es par­ cial, porque, además de modificar al verbo, el adverbio desarrolla la misma función respecto de los adjetivos (Muy gu ap o) y de otros adverbios (B astan te rápidam en te), algo que no está al alcance de las subordinadas correspondien­ tes. Otro problema lo plantean las comparativas, ya que - pese a ser considera­ das habitualmente dentro de las adverbiales - pueden estar formadas indistin­ tamente sobre constituyente sustantivos (L ee tan tas n ovelas com o M aría), adjetivales (Es m ás a lta qu e M aría) y adverbiales (H ace fa lt a rea ccio n a r m ás rápidam en te qu e an tes), lo cual convierte en arbitraria su adscripción tradicio­ nal (como se observa en RAE/ASALE 2009). Las dificultades para que estas etiquetas encajen al describir los tipos de subordinadas proviene del hecho de que sustantivo, adjetivo y adverbio son conceptos categoriales, que designan clases de palabras (cf. Bosque 2014 para una discusión más detallada de estos aspectos, relacionados con la noción de «rasgo»). No obstante, es obvio que las razones que han llevado a aplicar estas etiquetas a la subordinación son funcionales, no categoriales: el paralelismo se basa en la supuesta indentidad existente entre la función de la subordinada y la que prototípicamente desarrolla cada una de las categorías mencionadas. El resultado es que unos gramáticos interpretan un término como «subordinada sustantiva» en clave categorial y otros, en cambio, otorgan a esta denominación un cariz funcional. u n ejemplo paradigmático de tal mezcla lo constituyen las oraciones de relativo con antecedente nulo: en una oración como Quien s e d es­ p iste p erd er á el tren, el sujeto es Quien s e desp iste. Se trata inequívocamente de una subordinada de relativo, porque el elemento que la introduce es el pronom­ bre relativo quien. Ahora bien: ¿puede etiquetarse en este caso la subordinada como adjetiva? La respuesta depende de que se adopte una concepción categorial o funcional del concepto en cuestión. Si se entiende que «subordinada adje­ tiva» es un rótulo que indentifica una subclase de subordinada por su forma (en este caso, por estar introducida por un pronombre relativo), entonces la deno­ minación tiene sentido. Por el contrario, si se opta por una visión estrictamente

1 De aquí que las relativas explicativas se denominen también apositivas, sobre todo en la tradición anglosajona. La correspondencia imperfecta entre los adjetivos y las subordinadas relativas explica que sea más frecuente etiquetar esta clase de subordinada a partir de la clase de elementos que aparecen encabezando estas construcciones: los pronombres y los adverbios relativos.

funcional del término, la subordinada es en este caso sustantiva, ya que está desarrollando la función de sujeto, que no está al alcance del adjetivo.2, 3 En este trabajo intentaremos desplegar esta perspectiva formalista, defen­ diendo que los dos grandes subgrupos de subordinadas adverbiales (propias e impropias) recurren a estrategias sintácticas que ya están presentes en los otros dos grupos de subordinadas: las completivas y las relativas. Si nuestra hipótesis de partida es correcta, el estatus ontológico de la subordinación adverbial sería dudoso (tal y como sostienen, con argumentos convincentes, Bosque/GutiérrezRexach 2009 y RAE/ASALE 2009) y, lo que es mucho más importante, la sintaxis de la subordinación se simplificaría notablemente, puesto que no habría tres mecanismos o tipos de subordinación, sino solo dos, que probablemente se relacionen con la existencia de dos operaciones sintácticas básicas: el E nsam ble Externo y el E nsam ble Interno (o Movimiento). La discusión se divide de la siguiente manera: la sección 2 explora la posibi­ lidad de que algunas estructuras analizadas tradicionalmente como adverbiales sean, en realidad, oraciones completivas; la sección 3, a su vez, propone un análisis de relativas libres para las adverbiales propias (de tiempo, lugar y ma­ nera); en la sección 4 consideramos una serie de factores que afectan al trata­ miento de las llamadas adverbiales impropias; la sección 5 discute algunos aspectos de las construcciones absolutas; finalmente, la sección 6 contiene las consideraciones generales que se desprenden de nuestro estudio.

2 ¿Adverbiales o completivas? Conjunciones y locuciones conjuntivas La caracterización que tradicionalmente han recibido las subordinadas adver­ biales se basa en la idea de que son oraciones introducidas por un amplio aba-

2 Una manera de resolver el conflicto es suponer que la relativa en estos casos cuenta con un antecedente pronominal nulo, de manera que la subordinada funciona como un modificador de este, una opción que implica admitir la existencia de categorías vacías en la sintaxis. 3 Para evitar la polisemia de estas denominaciones, muchos gramáticos prefieren etiquetar las subordinadas con términos que tengan un contenido categorial más claro. Así, se habla de «subordinadas completivas» y de «subordinadas relativas» (en vez de sustantivas y adjetivas), a partir del tipo de elementos que introducen estas oraciones (conjunciones completivas y pronombres y adverbios relativos, respectivamente). Resulta significativo, no obstante, que no haya ninguna etiqueta equivalente que pueda sustituir la denominación «subordinada adver­ bial».

nico de conjunciones y locuciones conjuntivas: p orqu e, a p e s a r d e que, con la condición d e que, con el fin d e que, a s í que, con tal que, p e s e a qu e, y a que, d es d e que, d esp u és d e qu e, d a d o qu e, en el c a so d e qu e, m ientras qu e, p o r el h ech o d e que, com o con secu en cia d e qu e y muchos otros. El contenido léxico de estas unidades es el que transmite a la subordinada la noción que ha permitido clasi­ ficarlas en las subclases que aparecen mencionadas en la mayoría de gramáti­ cas, manuales y trabajos sobre este tipo de subordinación (concesivas, finales, finales, causales, condicionales, etc.).4 Una cuestión importante que se plantea en todos estos casos es si estas unidades son internas a las subordinadas o si, tal y como proponen Huddleston/Pullum (2002), se trata de elementos externos que seleccionan una completiva. Las dos opciones de análisis se esquematizan en (4), donde los corchetes indican los límites de la subordinada. (4)

a. Lo hizo [antes de que se lo pidiésemos]

(subordinada adverbial)

b. Lo hizo antes de [que se lo pidiésemos]

(subordinada completiva)

Una ventaja del análisis de (4b) es que permite unificar la forma de todas las alternancias entre d e y qu e que presentan estos nexos, como es el caso de la que estamos estudiando: an tes d e {salir/tu lle g a d a }, frente a an tes (d e ) qu e s a lie r a . Si se supone que an tes (d e ) qu e forma una locución, entonces hay que suponer que también existe la variante an tes d e . En cambio, si partimos de la idea de que la combinación de estas formas es composicional, la alternancia se deriva del hecho de que, en español, los complementos seleccionados por un adverbio (en el caso que nos ocupa, a n tes) deben llevar la preposición d e , encargada de asignar Caso oblicuo a un sintagma nominal o a una oración:5

4 También hay subordinadas adverbiales sin nexo explícito, como en el caso de las construc­ ciones absolutas de participio (Acabada la guerra, se inició una época misérrima) y las de ge­ rundio (Haciendo esto, triunfarás). E, igualmente, hay otras que combinan una forma no perso­ nal del verbo con un nexo introductorio: Después de comer, nos iremos. En el apartado 5 consideraremos estos casos. 5 El caso de los adverbios antes y después es un tanto singular, puesto que pueden seleccionar una oración completiva sin la necesidad de la preposición de (cf. Gómez Torrego 2006; Pavón Lucero 1999; 2003). En tal caso, el valor temporal parece atenuarse en favor de uno comparati­ vo. (i)

Antes (de) que llegara Juan, ya habíamos hablado con su hermana.

En este trabajo limitamos nuestro interés al uso temporal de antes. Como se señala en Pavón Lucero (1999, §9.4.5.2.), tanto antes como después pueden construirse con el valor comparativo que hemos mencionado (un valor vectorial, en el sentido de Brucart 2003).

(5) ANTESselector de asignador de caso [sc que se lo pidiéramos] [s d la petición] Si se adopta esta perspectiva, la distinción entre an tes d e y an tes d e qu e se deri­ varía mediante mecanismos que tienen un funcionamiento general en el espa­ ñol: la forma básica sería an tes d e , que posteriormente podría combinarse con la conjunción completiva q u e, que haría las veces de determinante o subordinador oracional (cf. Szabolcsi 1992). Es decir, qu e sería un operador que desa­ rrollaría, dentro de la oración, un papel análogo al de los determinantes, permi­ tiendo que un objeto predicativo (una oración) se convierta en un argumento verbal (un SC). Un paso adicional en la misma dirección pasaría por asumir que an tes es un adverbio que legitima la aparición de un complemento preposicio­ nal. La ventaja de este análisis totalmente composicional es que unifica el uso de este adverbio tanto si lleva un complemento como si no: Te lo dije an tes. En esta última oración, el adverbio aparece sin complemento, pero el contenido correspondiente a este debe recuperarse deícticamente (antes del momento del enunciado) o anafóricamente (en función de algún antecedente discursivo). El análisis podría fácilmente extenderse a otras unidades tradicionalmente etiquetadas como «locuciones» (cf. Bosque 1989; Pavón Lucero 1999). En el caso de, por ejemplo, con el fin d e que, el análisis locucional sería como se indica en (6a), mientras que el análisis composicional se corresponde con (6b). Creemos que la segunda opción es preferible, no solo por motivos teóricos (el significado de la expresión con el fin d e qu e no es diferente al de sumar el significado de cada una de las palabras que la forman), sino también empíricos, ya que pode­ mos insertar material entre los miembros de la locución (Con el único fin d e que volvieras): (6)

a. Lo hice [SC con el fin d e qu e volvieras]

(análisis locucional)

b. Lo hice [s p con [s d el [s n fin [s p d e [sc qu e volvieras]]]]] (análisis composicional) La misma lógica, obviamente, debería aplicarse a d esp u és y a casos como los siguientes: (7)

a. Me quedaré allí [s p hasta {que Marta vuelva/la noche}] b. Habló [s p a pesar de {que se lo habíamos prohibido/la prohibición}] c. Lo supo [s p por {que la noticia fue filtrada por la prensa/una filtración}]

Un argumento adicional en favor del análisis de (4b) proviene del hecho de que los mismos adverbios y preposiciones pueden combinarse con oraciones de infinitivo sin que, lógicamente, aparezca la conjunción que: C am inará h a sta llegar a c a s a ; Fum a en el d esp a c h o a p e s a r d e estar p ro h ib id o; H a tenido p r o b le ­ m as p o r qu erer h a c er fa v o res. Por tanto, si aplicásemos la teoría tradicional, deberíamos decir que hay dos nexos adverbiales introductores de subordinadas en cada uno de estos casos: uno locucional, con la conjunción q u e, y otro más simple, sin ella. En cambio, el análisis de completiva solo debe proponer una alternancia, de naturaleza muy general: la que opone el nexo subordinante qu e en las completivas finitas al nexo vacío que caracteriza las oraciones con verbo en forma no personal.6 La conclusión que se desprende de estos datos es que un análisis como el de (4b) presenta ventajas respecto del que tradicionalmente se ha asignado a la subordinación adverbial. Si se adopta esta opción, ya no tiene sentido etiquetar la subordinada como adverbial, porque el elemento que justi­ fica este rótulo (el adverbio an tes) es externo a ella. Aun así, la posibilidad de extender este análisis a todos los nexos que tradicionalmente se han asociado a este tipo de subordinación plantea algunos problemas. Si nos centramos ahora en el paradigma de (7), el tercer ejemplo merece un comentario más profundo. Por un lado, se podría aducir que se detecta un cam­ bio de contenido entre p o rq u e y p o r : mientras que la primera forma expresa causa, la segunda representa más bien la noción de medio o intermediario (Lo su pe p o r M aría). Pero es posible que esta diferencia no derive del hecho de que hay dos unidades diferentes p o r y p o r q u e , con significado diferente, sino que puede ser consecuencia de la diferente semántica que se asocia a los nombres (que se interpretan como individuos) y a las oraciones (proposiciones). Estas últimas parece que no admiten la noción de medio o intermediario: * m edian te q u e, *p o r m edio d e q u e , * a través d e q u e . En segundo lugar, la forma p orqu e presenta la aglutinación de los dos componentes que la forman: la preposición p o r y la conjunción q u e. La fusión de ambas unidades en la escritura se podría interpretar como una mera convención ortográfica, como pasa con los llamados

6 El mismo análisis se aplicaría a aunque, que debería analizarse como la combinación del adverbio aun y una oración, tal como ya propusiera Bello (1847) (cf. Bosque/Gutiérrez-Rexach 2009, 734ss., donde se discute esta posibilidad). Tal análisis se ve avalado por la existencia de datos como los siguientes: (i) Aunque jugase Juan, perderíamos el partido. (ii) Aun jugando con Juan, perderíamos el partido. (iii) Aun con Juan, perderíamos el partido.

artículos contractos (al, del). Pero es probable que haya también aspectos sin­ tácticos implicados en este caso. Una lengua como el catalán rechaza en general la rección preposicional de las subordinadas completivas, lo cual explica que este tipo de subordinadas presenten caída de preposición de manera generali­ zada (a diferencia del castellano, que la mantiene). De todas las preposiciones, d e es la que tiene más contenido funcional, hasta el punto de que en la mayor parte de los casos no aporta ningún contenido léxico a la construcción. De ahí que sea la que más frecuentemente se omita delante de la subordinada en mu­ chas lenguas. En cambio, la omisión de las preposiciones con contenido léxico resulta más complicada, porque la aplicación de la regla de caída implicaría la pérdida de información léxica. Es probable que la fusión de los componentes de p o rq u e sea otro procedimiento (en este caso, morfológico) para evitar que la preposición aparezca como asignador de caso de la completiva. Por tanto, en atención a este hecho, parece adecuado incluir a p o rq u e en la lista de conjun­ ciones del español, de la misma manera que los diccionarios recojen los artícu­ los contractos, pero este hecho no impide ver a estas unidades como complejos cuyos componentes tienen un funcionamiento composicional. Ello se pone de manifiesto en las subordinadas de infinitivo (Lo hizo p o r con sequ ir el p rem io) y en los casos en que la preposición corresponde al régimen del verbo (Se op tó p o r qu e lo indem nizaran).7 Otro esquema que interviene en la formación de lo que se suelen considerar locuciones conjuntivas es el formado por una preposición, un sustantivo y la conjunción q u e. En algunos casos el sustantivo aparece acompañado del artícu­ lo definido (cf. Pavón Lucero 1999; 2003): con el objetivo d e qu e, con la ex cu sa d e q u e, con el p ro p ósito d e q u e, con la intención d e q u e, con la condición d e q u e ,

7 Una cuestión que no abordaremos en este trabajo es la posibilidad de que una preposición, además de seleccionar un SC declarativo (patrón de (i)), seleccione un SC con un operador nulo en su posición de especificador (patrón de (ii)): (i) [ P [ C . . . ]] (ii) [ P [ OP C . . . ]] sp

sc

sp

sc

Bosque (1989) y Bosque/Gutiérrez-Rexach (2009) proponen el esquema de (ii) para estructuras en las que el sC recibe una interpretación temporal, y no meramente proposicional: Hasta que vengas, Desde que viniste, etc. Según estos autores, el hecho de que la (aparente) completiva pueda sustituirse por una relativa libre, encabezada por el adverbio relativo cuando, demuestra que el sC está dotado de rasgos temporales: (i) Hasta {que/cuando} tú quieras (ii) Desde {que/cuando} te vi

con la id ea d e que, p o r el h ech o d e que, etc. El valor semántico que adoptan estos sintagmas viene casi siempre determinado por el sustantivo, pero también puede estar relacionado con la preposición que rige el SD, como pasa con el último elemento de la lista anterior. En todos los casos se trata de sustantivos que tienen la capacidad de seleccionar una completiva y que pueden formar sintagmas nominales que funcionen como argumentos de otros predicados: Tenía el objetivo d e qu e estu d iases m edicin a; El h ech o d e qu e no qu isieras estu ­ diar la d ecep cion ó; L a id e a d e qu e volverías a en gañ arlo lo atorm en taba. Por tanto, es la preposición el elemento que convierte en adjuntos a estos elementos y que hace posible que sean considerados como nexos que introducen subordi­ nadas adverbiales. En el caso de que la subordinada sea de infinitivo, desapare­ ce la conjunción qu e y se inserta la preposición d e , como sucede de manera general en español. (8)

a. El objetivo [s p de {[ sc que trabajases como abogado]/[ sc trabajar como abogado]}] b. La idea [s p de {[ sc que no puedes venir]/[ s c no poder venir]}]

Es importante subrayar la correlación entre la morfología flexiva del verbo y el tipo de nexo que aparece en el núcleo c : si el verbo está flexionado en forma personal, obtenemos la conjunción q u e ; si aparece en forma no personal, obte­ nemos o la ausencia de nexo explícito o una preposición. Una posibilidad de reinterpretar este dato nos lo proporciona el análisis de Pesetsky/Torrego (2001) de la conjunción completiva that del inglés como un morfema que se mueve del nudo T a c . s i generalizásemos la propuesta de estos lingüistas, podríamos decir que la conjunción qu e es una manifestación de movimiento de un T[+FINITO] a C, mientras que la preposición es la del movimiento de un T - f i n i t o ] a C.8 No obstante, la posibilidad de suponer que la d e es interna a la subordinada en casos como (8b) parece problemática, ya que, por paralelismo con (8a), debería ser externa. Esta doble posibilidad se refleja en (9): (9)

a. El objetivo [s p d e [sc C 0 [s t T triunfar ]]]

(d e externa a la subordinada)

b. El objetivo [sc C d e [s t T triunfar ]]]

( d e interna a la subordinada

8 Obviamente, hay otras maneras de reflejar este patrón general. Se podría proponer, por ejemplo, que la relación que se establece entre T y C es de concordancia y no movimiento. Dejamos esta posibilidad abierta, puesto que no tiene repercusiones para nuestros propósitos en este trabajo.

El análisis de (9a) es más interesante, puesto que permite un tratamiento unita­ rio para los datos de (8). No obstante, ello plantea la pregunta de si hay movi­ miento de T a C en estos casos. Como se puede ver en contextos de control (cf. Hernanz 1999), parece que el infinitivo no requiere movimiento de T a C, al me­ nos de manera patente: (10) a. Quiero [sc C 0 [s t PRO ver a María]] b. Creo [sc C 0 [s t PRO haberme expresado con claridad]] Pese a que en los ejemplos de (10) la oración subordinada completiva en infini­ tivo no está introducida por ningún nexo explícito, la comparación con otras lenguas, como el italiano, sugiere que esta conclusión puede ser precipitada. Como se puede ver en (11), el infinitivo de verbos de control sí manifiesta una preposición: (11) Credo [s c C di [s t apprezzare Creo

de

apreciar

molto

il

tuo libro]] (italiano)

mucho el tu

libro

‘Creo valorar mucho tu libro’ Una manera de interpretar este ejemplo - la que adoptaremos aquí - pasa por asumir que el movimiento de T a C es general, con efectos explícitos o no. En el caso de los infinitivos del español, la contrapartida española de la preposición di del italiano no tiene manifestación fonética, pero está presente. Así pues, la conclusión que se obtiene de todos estos sintagmas es que no presentan ninguna característica que permita afirmar su naturaleza locucional, que son simplemente sintagmas preposicionales y que la subordinada que con­ tienen es una completiva seleccionada por el sustantivo que funciona como complemento de la preposición. De hecho, como dijimos anteriormente, el aná­ lisis composicional se ve reforzado con la posibilidad de intercalar elementos: con el único p rop ósito d e qu e, con la ex cu sa im presen table d e que, con el p ro p ó si­ to explícito d e que, con la m ism a condición d e qu e, p o r el m ero h ech o d e qu e, etc. Hay, sin embargo, otros sintagmas preposicionales que se acercan al patrón estructural anterior, pero que podrían presentar ciertos indicios de una fijación léxica mayor. s e trata de formas como p o r ca u sa d e q u e, en c a so d e q u e, a fin d e qu e, a condición d e qu e, a p e s a r d e que, etc., en los cuales el sustantivo no apa­ rece precedido de ningún determinante. Por tanto, tenemos que suponer que nos encontramos ante unidades léxicas que han visto reducida su capacidad de composicionalidad sintáctica, de manera que pueden ser tratadas como formas con mayor grado de lexicalización.

Ahora bien: en todos estos casos continúa presentándose la misma alter­ nancia d e/q u e que hemos visto en los ejemplos estudiados anteriormente. Esto plantea el problema de decidir si tenemos dos locuciones diferentes (una prepo­ sitiva, con d e, y otra conjuntiva, con qu e) o si solo tenemos una y la otra forma se deriva de principios sintácticos de carácter general. Si enfocamos la cuestión desde una perspectiva gramatical y no léxica, parece más lógico decidirse por la segunda posibilidad, pues resulta más económica. Si lo hacem os, es evidente que la forma que cuenta con más opciones de ser considerada como básica es la que incorpora la preposición de . 9 Para explicar la presencia de qu e bastaría con una regla sintáctica contextual que determine la incorporación de esta unidad en función de la naturaleza categorial de su complemento. Dicho con otras pa­ labras: aun asumiendo que las unidades que estamos estudiando son locucio­ nes, se puede concluir que la conjunción no forma parte de ellas. Como la con­ junción marca el inicio de la subordinada completiva, no hay ningún motivo para suponer un análisis diferente al que hemos defendido hasta el momento: estas subordinadas no son adverbiales, sino completivas. Otro grupo de locuciones que, según las gramáticas, introducen diferentes tipos de subordinadas adverbiales está formado por antiguas construcciones de participio absoluto que actualmente no se perciben como tales: visto qu e, e x c e p ­ to que, p u esto qu e, d a d o qu e, etc. El grado de lexicalización de los participios que intervienen en estos nexos no es homogéneo: mientras que visto es perfec­ tamente vivo en el uso de los hablantes, ex cep to ya no se interpreta como forma verbal, sino como preposición .10 Por tanto, la situación que se percibe en estos casos tampoco es esencialmente diferente de la vista hasta aquí. Estas oraciones son o bien completivas en función de término de preposición o bien completivas sujeto de una cláusula absoluta de participio. El hecho de que se conserve la concordancia en algunos de estos casos es prueba de la naturaleza participial

9 Además de oraciones de infinitivo, estas locuciones preposicionales pueden introducir

sintagmas nominales: por miedo a una catástrofe, a pesar de su renuncia, por causa de una avería, a condición de una respuesta afirmativa, en caso de incendio, etc. El complejo a fin de es excepcional a este respecto, ya que suele rechazar los sintagmas nominales. Es probable que ello se deba a que solo los eventos aceptan la noción de finalidad. De ahí que ciertos nombres eventivos puedan combinarse con esta locución: a fin de su evaluación. 10 Prueba de ello es el hecho de que hayan perdido la flexión que les llevaba a concordar con sus sujetos (cf. Hernanz 1994): excepto tres capítulos . Eso explica que puedan combinarse con infinitivos, una posibilidad que no existe en los otros casos. Nótese, en efecto, que las cons­ trucciones absolutas admiten como sujeto una completiva con verbo personal, pero no una oración de infinitivo: una vez sabido {que teníamos que salir/*tener que sa lir} .

del elemento que encabeza la construcción: p u esto s a d ecir la verd ad , vistas las co sa s, d a d a tu insistencia, etc. Quedan por considerar otras locuciones adverbiales que no admiten un vínculo tan directo con el esquema de completiva que hemos estudiado hasta ahora. Examinemos en primer lugar un grupo que tiene como rasgo relevante el hecho de que presenta la conjunción qu e, como en los casos anteriores, pero sin admitir en cambio la alternancia con d e , lo cual significa que no pueden concu­ rrir con oraciones de infinitivo ni con complementos no oracionales. Forman parte de esta clase a s í qu e, siem pre qu e, so lo qu e, claro qu e, a h o ra que, y a que, m ientras que, com o que, p o r m ás qu e, p o r m ucho qu e y p o r bien que, entre otros. Como se puede apreciar, el elemento que precede a la conjunción completiva es casi siempre un adverbio que tiene relación con la cuantificación ( m ás, m ucho), el tiempo (nunca, siem pre, a h o ra ), el aspecto (y a) y la manera (así, com o), entre otras nociones. La pregunta que surge es cuál es la relación entre estas catego­ rías. Sospechamos que la respuesta tiene que ver con el hecho de que la mayo­ ría son de tipo funcional. En particular, estas informaciones se corresponden con las categorías funcionales que se encuentran entre C y T (en una visión analítica o cartográfica de la sintaxis, como la presentada en Cinque 1999 y Rizzi 1997), o bien con el nudo T (si adoptamos una perspectiva más reduccionista, como la que adopta Chomsky 2 000; 2001). Fijémonos, por ejemplo, en el caso de p o r m ás q u e, que se suele describir como un nexo concesivo. Históricamente, se sabe que existe una relación íntima entre la causalidad y algunas manifestaciones de la concesión (y también con la condicionalidad, como se enfatiza en Hernanz 1994), cosa que se pone de mani­ fiesto en ( 1 2 ): ( 1 2 ) a. Porque lo repita más, no tenemos que hacerle caso. b. Por más que lo repita, no tenemos que hacerle caso. En (1 2 a) tenemos una subordinada causal que incorpora en su interior un cuantificador de grado. En ( 1 2 b) el mismo cuantificador aparece a la izquiera de la conjunción qu e y la subordinada pasa a recibir una lectura concesiva. La pro­ ximidad entre los ejemplos de ( 1 2 ) se puede reflejar directamente si suponemos que el cuantificador de grado m ás asciende desde el interior de la completiva a la posición de especificador del sintagma complementante. Un análisis transformacional estricto diría, para ser precisos, que ( 1 2 b) es una versión que toma a ( 1 2 a) como estructura de base. (13) [s p Por [sc más C que [s t lo repita más ] ] ],

En (13) el adverbio cuantificacional m ás ocupa simultáneamente dos posicio­ nes: una en la periferia izquierda de la oración, en el especificador del SC y otra en el interior de la oración (ST). La segunda aparece tachada porque es la copia superior la que se pronuncia. La pregunta obvia es qué mecanismo es el que desencadena el ascenso del cuantificador a la izquierda de la oración. La idea que queremos presentar aquí es que este traslado está motivado por la existen­ cia de un operador enfático en SC en estas construcciones y que la interpreta­ ción concesiva es el resultado de la combinación del esquema causal represen­ tado por la preposición y el operador que provoca el ascenso del adverbio a la primera posición de la subordinada. Desde el punto de vista formal, esta última operación es idéntica a la que se da en las completivas enfáticas (No te im aginas las tonterías qu e dice), donde un operador enfático atrae a un sintagma encabe­ zado por el artículo definido. Al principio de esta sección hemos planteado la posibilidad de que estas construcciones tengan una naturaleza completiva . 11 También (13) aboga por el mismo análisis, ya que la subordinada funciona como complemento de la pre­ posición por. Una ventaja de este enfoque es que predice que en estos casos no es viable un complemento no oracional, porque el ascenso del cuantificador requiere la existencia de SC. El patrón de ascenso que acabamos de estudiar se puede aplicar a todos los casos mencionados anteriormente. Lo que varía es que la subordinada no apa­ rece como complemento de una preposición. Pese a ello, su valor de adjunto deriva de la noción que corresponde al operador situado en SC y al elemento que se proyecta en el especificador de esta proyección. Este mismo análisis ha sido propuesto recientemente en Bosque/Gutiérrez-Rexach (2009, 738). Nos gustaría hacer notar que la implementación, aunque interesante y em pírica­ mente plausible, tiene un problema aparente. Si se opta por una solución con desplazamiento, el análisis debería ser capaz de explicar por qué la copia infe-

Es habitual explicar la alternancia entre en la medida que y en la medida en que como un caso de reducción de la preposición doblada. Nuestro análisis, en cambio, asigna dos estructu­ ras diferentes a estos sintagmas. Mientras que la primera corresponde a lo que la tradición ha llamado relativa enfática (completiva enfática en nuestro análisis), en la segunda tenemos un esquema relativo con antecedente: 11

(i) [ en la medida que [ . . . en la medida]] (relativa enfática) (ii) [ en [ la medida [ en que [ . . . en que]]] (relativa) sc sp

st

sd

sc

st

Es posible que la alternancia entre mientras que y mientras responda a la misma oposición, con la diferencia de que mientras puede encabezar relativas libres.

rior puede pronunciarse, como lo demuestra la buena formación de los ejem ­ plos de (14): (14) a. Por m ás que lo repita más, no le haré caso b. Ya que ya has criticado a todo el mundo, no tiene sentido pedir discul­ pas c. Por m ucho que comas mucho, no engordarás Dejando a un lado la posible degradación debido a la redundancia léxica de los ejemplos de (14), creemos que se trata de oraciones aceptables. La cuestión es la siguiente: si verdaderamente lo son, entonces el análisis de (13) parece perder fuerza. Existen dos soluciones técnicas, afortunadamente, que permiten preser­ var un tratamiento derivacional para el tipo de nexos complejos de los que es­ tamos hablando. La primera opción consiste en suponer que, a diferencia de lo que se propone en (13), el elemento que aparece delante de qu e se desplaza no desde el dominio predicativo de la oración (el Sv*), sino desde una proyección funcional superior a ST. Una propuesta como la de Pesetsky/Torrego (2001) podría dar cuenta de los datos, suponiendo que los elementos que aparecen delante de C son «catapultados» desde alguna proyección funcional de tipo modal-aspectual-cuantificacional. En términos gráficos, tendríamos un escena­ rio como el que se esboza en (15), donde las proyecciones SF corresponderían a los sintagmas funcionales relevantes. (15)

SC M ás

C’

ya así

C que

SF 1

Si adoptamos este análisis, la duplicación de los elementos de (14) no es un caso de realización de dos copias de la misma cadena: el elemento que aparece de­ lante de qu e provendría de un dominio funcional, mientras que el elemento que aparece in situ sería un argumento o adjunto, dentro del Sv*. La segunda m ane­ ra de evadir el problema que plantea (14) es que estemos ante un caso de dobla­ do. Desde esa perspectiva (que aplicaremos al revisar el análisis de adverbiales propias como relativas libres), el elemento que aparece in situ sería un doble del elemento que aparece en la proyección SC. Que tal posibilidad es razonable lo demuestra el hecho de que el elemento que aparece abajo no tiene por qué coincidir léxicamente con el desplazado, aunque sí debe manifestar una inter­ pretación análoga: (16) a. Por m ás que lo repita más veces, no le haré caso b. Ya que ahora has criticado a todo el mundo, no tiene sentido pedir dis­ culpas c. Por m ucho que comas muchas hamburguesas, no engordarás El último grupo de nexos que consideraremos en este apartado es el más irregu­ lar y menos productivo. Se trata de unidades locucionales con un grado alto de gramaticalización, formadas a partir de patrones estructurales diferentes, como la comparación (tan pron to com o) o la coordinación (siem pre y cuando). A pesar de que su composicionalidad es muy baja, es conveniente suponer que la forma que presentan estos nexos está relacionada con la construcción alrededor de la cual parece que se han formado. En el caso de tan pronto c o m o , la posibilidad de prescindir del elemento que introduce la coda comparativa (co m o ) hace pen­ sar que tan pronto es la base de esta locución, siendo desplazada desde una posición interna a la oración hasta el especificador de SC, cuyo núcleo puede ser ocupado por com o (que debe estar relacionado con un operador cuantificacional vacío, análogo a cuanto; cf. Torrego 1994). En el caso de siem p re y cu an ­ d o , que tiene un significado cercano a siem pre q u e cuando se combina con sub­ juntivo, no permite ninguna alternancia y tampoco presenta la conjunción completiva q u e . Una posible explicación de este comportamiento consiste en decir que la presencia de cu an do como miembro de la coordinación hace que la conjunción completiva no deba manifestarse, ya que cu an d o , a diferencia de siem p re, pertenece al paradigma de los relativos y estos elementos no necesitan la concurrencia de la conjunción completiva porque ya llevan los rasgos de subordinación en su contenido léxico. Por tanto, la estructura de siem p re y cu an do sería la siguiente:

(17) [sc siempre y cuando [s t . . . siempre y cuando]] Podemos dejar la discusión en este punto. En este apartado hemos considerado la posibilidad de que un conjunto de estructuras analizadas tradicionalmente como adverbiales sean reanalizables como completivas (cf. Bosque/GutiérrezRexach 2009, RAE/ASALE 2009 para un enfoque compatible con esta idea). Desde esa perspectiva, cabe destacar dos estrategias configuracionales: una en la que la completiva se formaría mediante el ensamble de un elemento externo a la subordinada (una preposición, por lo general) y otra en la que la completiva manifestaría el ascenso de un elemento interno a ella a la proyección s c (como sucede en las relativas).

3 Las adverbiales propias como relativas libres Hasta ahora hemos defendido que buena parte de la dificultad que plantea el estudio de la subordinación está relacionada con el uso de criterios holísticos (en particular, de naturaleza funcional) para definir estas estructuras. El caso de la subordinación adverbial presenta complicaciones adicionales, ya que la uni­ dad que se toma como referente ha aglutinado elementos con propiedades, tanto formales como interpretativas, muy diferentes. Bosque (1989, 127) señala que la clase de los adverbios es «la peor definida en las gramáticas, por lo que tampoco es de extrañar que la ausencia de detalle - y hasta de coherencia - en no pocas caracterizaciones del adverbio salte inmediatamente a la luz en cuanto se intenta dibujar sus límites». Un ejemplo de esta inestabilidad nos lo ofrecen los elementos en cursiva de (18), todos típicamente analizados como adverbios: (18) María hablará {mañana/aquí/tranquilam ente/m ás/frecuentem ente} Las unidades destacadas de (18) tienen dos propiedades en común, una morfo­ lógica y otra funcional: morfológicamente, ninguna de ellas acepta marcas flexivas (se trata de elementos invariables); funcionalmente, son complementos circunstanciales (o adjuntos). com o puede verse, así pues, es un criterio fun­ cional el que, nuevamente, permite establecer una conexión entre los elementos de (18). Esta perspectiva, irreprochable desde un punto de vista formal, deja de lado aspectos semánticos y sintácticos importantes, uno de los cuales tiene que ver con el hecho de que no disponemos de una teoría sólida sobre la distinción entre elementos seleccionados (argumentos) y elementos no seleccionados (adjuntos). La tradición gramatical defendía una definición intuitiva, de base

semántica, que se ha conservado hasta la actualidad y por la cual los argumen­ tos se definen como participantes necesarios en el estado de cosas expresado por el predicado verbal: una vez identificadas estas unidades, la predicación queda completa (o sa tu rad a ).12 Un ejemplo de este proceso de selección lo te­ nemos en (19), donde el verbo transitivo criticar selecciona dos SDs argumentales, representados por sendas variables: uno lleva a cabo la acción de criticar (es el agente), mientras que el otro la recibe (el tema o paciente): (19) Criticar (x, y) ^ María criticó a Luis Una propiedad clave de los argumentos es que su número viene determinado por la naturaleza léxico-sem ántica del predicado verbal: puede haber uno, dos o como máximo tres argumentos por verbo. En cambio, los adjuntos (o comple­ mentos circunstanciales) son potencialmente ilimitados. La oración de (20) tiene cinco, pero podría tener más. (20) María volvió ayer con Ana por motivos de trabajo rápidamente sin avisar... Hay una segunda característica de los complementos circunstanciales que nos gustaría destacar. Se trata de su elasticidad sem ántica: los elementos optativos de ( 2 0 ) se relacionan con nociones como el tiempo, la manera, la compañía o la causa. Lo que resulta particularmente interesante en el contexto de este trabajo es que no todas estas nociones circunstanciales pueden manifestarse en forma­ to adverbial con la misma facilidad: son principalmente los adjuntos de tiempo, lugar y manera - es decir, aquellos que modifican directamente al predicado los que tienen una contrapartida puramente adverbial. En cambio, es mucho más difícil identificar adverbios condicionales, causales o concesivos: (21) a. Estudiaré la lección {la sem a n a qu e v ien e/en ton ces}

(C.C. Tiempo)

b. Estudiaré la lección {en c a s a /a llí}

(C.C. Lugar)

c. Estudiaré la lección {con tran qu ilidad/así}

(C.C. Manera)

12 Formalmente, las propiedades que separan los argumentos de los adjuntos han sido identi­

ficadas con claridad en la bibliografía. A diferencia de los argumentos, los adjuntos: (i) no concuerdan, (ii) no reciben caso estructural ni papel temático del predicado, (iii) tienen pocas restricciones de orden lineal, (iv) son potencialmente ilimitados (no tienen que respetar ningu­ na versión del llamado «Criterio Temático»; cf. Chomsky 1981) y (v) son dominios opacos para determinados procesos transformacionales (son «islas»). Las diferencias entre argumentos y adjuntos están expuestas en Rigau (2002).

Este hecho fue observado por la tradición, que acostumbraba a diferenciar dos grandes grupos de subordinadas adverbiales: las «circunstanciales» (o propias) y las «no circunstanciales» (o impropias). Villalba (2002) acepta esta división, destacando como definitorias dos propiedades de las adverbiales impropias: (i) su etiqueta, relacionada con una noción lógico-sem ántica más con una función sintáctica canónica y (ii) su capacidad de sustitución, restringida a los SPs. Los ejemplos de (22), adaptados al español a partir de los datos de Villalba (2002), ofrecen el abanico interpretativo asociado al grupo de las impropias. (22) a. Lo hizo {por malicia/porque es malvado} b. Come {en exceso/m ás que María}

(C.C. Causa) (c.c. Comparación)

c. Lo reconocí {pese a la oscuridad/pese a que estaba oscuro} (C.C. Concesión) d. Romper el vidrio {en caso de incendio/si hay un incendio}

(C.C. Condición)

e. Come {sin cesar/tanto que reventará}

(c.c. Consecuencia)

f. Estudia {para médico/para que lo hagan catedrático}

(C.C. Finalidad)

Las subordinadas adverbiales propias, por su lado, son estructuras funcional­ mente equivalentes a los sintagmas adverbiales de ( 2 1 ) y aportan información sobre el tiempo, el lugar y la manera en que tiene lugar el estado de cosas deno­ tado por el predicado. Normalmente, van encabezadas por los adverbios relati­ vos cu an do, d on d e y com o. (23) a. Nos veremos [s c cuando vuelvas] b. Fui [s c donde me dijiste] c. Habla [sc como su padre] Nótese que, tal y como predice la clasificación tradicional, los elementos entre corchetes en (23) se comportan como adverbios de tiempo, lugar y manera res­ pectivamente. Este, sin duda, fue el principal motivo para tratarlos como parte de la subordinación adverbial, una posibilidad que sería compatible con un análisis en el que cu an do, d on d e y com o fuesen etiquetados como preposiciones o incluso como conjunciones (cf. RAE 1973). Tal hipótesis - que no adoptaremos aquí - se podría ver reforzada por el hecho de que los adverbios relativos suelen aparecer sin antecedente, pero plantea un problema de duplicación de catego­ rías: los mismos autores que defendieran el estatus de conjunción de estos n e­ xos se verían obligados a tratarlos como adverbios relativos en situaciones en las que los antecedentes tienen una manifestación explícita, como podemos ver en (24):

(24) a. Todavía recuerdo [s d el día [s c cuando volvió Pedro]] b. Debemos ir a [s d el lugar [s c donde trabaja Juan]] c. [s d La manera [s c como me hablas]] no me gusta Ejemplos como los de (24) son posibles, pese a manifestar cierto grado de re­ dundancia como consecuencia de los rasgos léxicos de los adverbios relativos. La manifestación prototípica de estas oraciones de relativo es, en efecto, sin antecedente, pero ello no quiere decir que no haya casos que presenten una dependencia anafórica con un nombre. La opción adoptada por autores como Bello (1847) para evitar este problema suponía que algunos relativos llevaban el antecedente incorporado. Utilizando las palabras del gramático venezolano, «callado» o «envuelto», una posibilidad que se podría formalizar mediante análisis descomposicionales como los que propusieron Klima (1964) para los elementos interrogativos o Postal (1969) para los pronombres, y que tienen una larga tradición dentro de la corriente generativista. Según esta idea, cu an do, d on d e y com o serían formas sintéticas que contendrían tres componentes: una preposición, un operador y un restrictor, más o menos como se indica en (25): (25) adverbio relativo = [P [OP[+rel] N]] La paráfrasis del análisis de (25) sería el N en el cual, donde N - la restricción - de­ bería sustituirse por el antecedente pertinente (m an era, en el caso de las adver­ biales de manera; lugar, en el caso de las locativas; y d ía o m om ento, en el caso de las temporales). Un análisis como este es compatible con la idea que defen­ deremos aquí: que los elementos entre corchetes de (23) son una variedad de oraciones de relativo, llamadas «relativas libres». Supondremos, por tanto, que el nexo que introduce estas estructuras es bifuncional, ya que no solo introduce la subordinada, sino que también desarrolla una función dentro de esta . 13 El factor clave para analizar este tipo de relativas, como se argumenta en Brucart (1999), es no confundir la función de la oración subordinada, que siempre es el modificador de un núcleo elíptico, con la del antecedente, que puede ser un argumento o un adjunto del predicado principal.

13 Bello (1847, §§410, 1221 y 1264) proponía aplicar este mismo tratamiento al nexo condicional si, al concesivo aunque y al causal porque. Como ya hemos comentado, es posible analizar el si que introduce las interrogativas indirectas totales como adverbio de polaridad (un análisis que extenderemos a las condicionales en el apartado 4), pero una aplicación literal de la propuesta de este gram ático resulta d ifícil de defender empíricamente.

(26) a. Fui [sd 0 [sc donde vive Juan donde ]] (SD = argumento de ir) b. Aparqué el coche [sd 0 [sc donde vive Juan donde]](SD = adjunto de aparcar) En caso de aceptarse esta idea, las estructuras de (23) deberían modificarse para reflejar el antecedente vacío: además de solucionar el problema de la duplica­ ción de categorías (i.e., cu an do como conjunción o adverbio relativo), este aná­ lisis permitiría dar una respuesta satisfactoria a dos propiedades de las adver­ biales propias: (i) su distribución es idéntica a la de los SDs y (ii) el adverbio relativo puede establecer dependencias a larga distancia. La segunda de estas propiedades se relaciona con el hecho de que cu an do, d on d e y com o se pueden desplazar desde una oración subordinada, como sucede en (27): (27) a. [sc Donde me has dicho [s c que vas donde]] está muy lejos b. [s c Como me has dicho [sc que se tiene que hacer como]] no me gusta Datos como los de (27) son importantes, porque indican que d on d e y com o pue­ den establecer dependencias no locales (con los verbos ir y h acer, y no decir). Este es un dato sólido en favor de la naturaleza bifuncional de estas unidades: argumentos o adjuntos de un predicado interno a la relativa y, al mismo tiempo, operadores relativos que encabezan la oración subordinada. Bosque (1989, 202-204) presenta una serie de argumentos empíricos contra esta hipótesis, defendiendo que las estructuras de (23) son en realidad sPs. El primero de los argumentos proviene de la posibilidad de obtener secuencias en las que cu an do se combina con constituyentes infraoracionales: sustantivos (cuando la guerra, cu an do joven , cu an do p ro feso r d e m atem áticas, etc.). Esta idea encuentra res­ paldo en dos hechos independientes: en primer lugar, cu an do puede sustituirse por una preposición (d e joven , en la gu erra, etc.); y, en segundo lugar, un análi­ sis de elipsis, posible en casos como M e fu i cu an d o tú (te fu iste), parece descar­ tado al no haber ningún antecedente disponible. El segundo de los argumentos de Bosque (1989) proviene del par mínimo en (28): según este autor, la depen­ dencia a larga distancia es posible en el caso del interrogativo cu án d o, pero no en el del relativo cu an d o , que se debe vincular, necesariam ente, con el predica­ do matriz (i.e., dijiste). (28) a. ¿cuándo dijiste que te ibas? (ambigua) b. Cuando dijiste que te ibas

(no ambigua)

En Brucart (1999) se aporta un dato adicional a favor de la propuesta de Bosque (1989): Cuando llegó M aría a las s eis, Luis ya e s t a b a en c a s a . El aspecto relevan­

te de este ejemplo es que la aparición del sintagma a las seis complica un análi­ sis con movimiento para cu an do, ya que estas unidades estarían compitiendo por el mismo espacio estructural. En este trabajo defenderemos que un análisis con movimiento es plausible para casos como estos. Por un lado, dependencias a larga distancia con el relativo cu an do parecen perfectamente posibles en es­ tructuras como ¿Era el lunes cu an do dijiste qu e te ibas, no?, donde cu an d o puede modificar indistintamente a irse o a decir. Por otro lado, datos como los de Brucart (1999) no suponen un problema si se asume el análisis que defendimos en el apartado anterior para casos como p o r m ás que: es decir, si suponemos que se derivan de estructuras con doblado, como, por ejemplo, Luis llegó el dom ingo a las s e is , donde el constituyente dom ingo a las seis forma una especie de comple­ jo cuyas partes, dom ingo y a las s e is , establecen una relación apositiva. Debemos detenernos aquí. El objetivo de esta sección era introducir la divi­ sión de oraciones adverbiales en propias e impropias. Nos hemos concentrado en las primeras, para las cuales hemos defendido el estatus de oraciones relati­ vas. El tratamiento de las oraciones introducidas por cu an do, d on d e y com o como adverbiales y no como como relativas es una consecuencia directa de confundir la función del adverbio relativo (que suele, en efecto, ser un adjunto del SV de la subordinada) con el de toda la oración relativa. También hemos descartado la propuesta de Bosque (1989), que otorga a cu an d o la categoría de preposición: por más que creamos que esta posibilidad en algunos casos (e.g., cu an do la p resen tación , d on d e Juan ) creemos que el análisis no puede generali­ zarse. Una manera de integrar la propuesta de Bosque (1989) con la que adop­ tamos aquí pasaría por suponer que, después del proceso de movimiento desde el interior de la relativa, el adverbio cu an do se convierte en el núcleo de toda la estructura, que podría entonces tratarse como un SP (siempre que se acepte que los adverbios y las preposiciones forman una única categoría; cf. Jackendoff 1973). Esta misma idea ha sido defendida por Donati (2006) para las relativas libres, las cuales, como argumenta esta lingüista, se comportan como un SD y no como un sintagma nom inal .14

14 El an álisis de Donati (2006) no reflejaría la presencia (tácita) del antecedente del adverbio relativo. H ay dos m aneras de solucionar esta situación: la primera es decir, como hacía Bello (1847), que cuando incluye al antecedente; la otra im plicaría tratar a cuando como un determi­ nante (de tipo relativo; cf. Kayne 1994), asum iendo la presencia de un núcleo nom inal vacío.

4 El análisis de las adverbiales impropias En este apartado consideraremos brevemente el análisis de las subordinads impropias (o no circunstanciales), que son aquellas que no admiten la conmu­ tación por un adverbio. Pertenecen a este subgrupo de las adverbiales las causa­ les, las finales, las concesivas y las condicionales . 15 Como es lógico, la existencia de estas oraciones resulta problemática para el análisis funcional que caracteri­ za el enfoque holístico de la subordinación, ya que se trata de construcciones no fácilmente reducibles a sintagmas infraoracionales. Como señala Narbona (1989: 31): En realidad, su ubicación entre las adverbiales se ha hecho en la mayoría de los casos sin convicción, sin otra razón que el no romper el tradicional paralelismo en que se apoya la clasificación aceptada. Podría decirse que se trata de un «mal menor», a la espera de que sea clarificada la organización sintáctica de unas secuencias en las que de modo alguno cabe hablar de mero complemento circunstancial. Basándose en esta dificultad, algunos gramáticos han propuesto englobar estas construcciones en un tipo especial de relación interoracional, a medio camino entre la coordinación y la subordinación. Así, por ejemplo, Rojo (1978) propone denominar b ip o la res a todas estas oraciones (más las adversativas, considera­ das coordinadas por la tradición). En su análisis, el nexo bipolar tiene la parti­ cularidad de que no selecciona solo la oración que la tradición h a considerado subordinada, sino también la principal. Por tanto, estas unidades reciben un tratamiento estructural similar al que caracteriza a los nexos coordinantes, pero se diferencian por el hecho de que imponen relaciones no simétricas entre las oraciones seleccionadas (de manera que el condicionante y el condicionado, por ejemplo, no se pueden permutar). La idea que justifica este tratamiento es el

15 También suelen incluirse las consecutivas y las comparativas. En este trabajo, no obstante,

no trataremos estas construcciones por razones de espacio. Su patrón constructivo se basa en la existencia de una correlación entre un elemento cuantificado de la oración principal (que expresa un grado, una cantidad o un número) y la subordinada, que ejerce de segundo com­ plemento del elemento de grado (cf. Brucart 2003 y Gallego 2013 para un análisis de estas construcciones). Los nexos que introducen este tipo de estructuras son idénticos a los que hemos visto hasta ahora (que y como , principalmente): Era más alto de lo que M aría imaginaba (donde el segundo término de la comparación adopta la forma de un SP que contiene como complemento una completiva enfática de valor cuantitativo); Era más alto que M aría (con un segundo término introducido por la conjunción que , que encabeza una oración con un predi­ cado elíptico); Era tan alto que impresionaba (donde el segundo término de la correlación va introducido por la conjunción que ).

hecho de que estos nexos no sirven para introducir una característica del predi­ cado de la oración principal (como, por ejemplo, su localización espacial o tem­ poral, o bien la manera en que se lleva a cabo la acción), sino que expresan una relación lógica que vincula directamente dos eventos. Otros gramáticos, en cambio, siguen prefiriendo mantener la dicotomía coordinación-subordinación sin añadir un tercer término. Nosotros adoptaremos la misma estrategia. Su­ pondremos que la relación que se da en estos casos es de subordinación e inten­ taremos asociar sus características diferenciales a ciertas particularidades es­ tructurales. Un repaso superficial de los nexos que caracterizan a las adverbiales im­ propias pone de manifiesto enseguida su heterogeneidad formal. En las condi­ cionales, por ejemplo, el nexo más habitual es si, pero muchos otros pueden expresar la misma relación: siem pre qu e (+subjuntivo), com o (+subjuntivo), en c a so d e que, so lo que, m ientras (+subjuntivo), a condición d e qu e, siem p re y cu an do, entre otros. Según el análisis propuesto en el apartado 2 para las locu­ ciones adverbiales, la subordinada introducida en todos estos casos es una completiva encabezada por q u e o una completiva enfática que presenta la mis­ ma conjunción precedida de un elemento que se proyecta desde el interior de la subordinada. A estos patrones hay que añadir algunas de las construcciones absolutas (cf. (29b, c)) y lo que Hernanz (1994) denomina «adjuntos libres» (cf. (29d)), que también desencadenan una lectura condicional: (29) a. Te ayudaré con la condición de que te esfuerces b. Diciendo eso, no conseguirás nada c. Ampliado el contrato, demostrarás tu compromiso d. En Madrid, ganarías más dinero La pregunta que inmediatamente se plantea es si hay un elemento común a todas estas estructuras que sea responsable de la lectura condicional. Creemos que no. Por un lado, en casos como Te ay u d aré con la condición d e qu e te esfu er­ c e s , el factor clave para la condicionalidad es de naturaleza léxica: el sustantivo condición es el responsable. Por otro lado, el resto de estructuras parecen mani­ festar una naturaleza cuantificacional bastante clara, que sería responsable de la lectura condicional. Esto se ve en la representación sem ántica de una oración como (30a), que implicaría la presencia de un cuantificador universal encubier­ to, como argumenta Hernanz (1994) de manera convincente: (30) a. En Madrid, ganarías más dinero b. [V e: ganar (e) & Agente (pro, e) & Tema (más dinero, e)] en-Madrid (e)

Nos falta decir algo sobre el análisis que correspondería al si condicional. Gene­ ralmente, se ha considerado que este nexo es diferente del que introduce las interrogativas indirectas totales, de manera que la identidad fónica entre ambos se ha considerado como un caso de homonimia. Supongamos, aun así, que se trata básicam ente del mismo elemento léxico. En este caso, el análisis que haría falta proponer para el si completivo es el mismo que se da al que introduce las interrogativas indirectas. Hay dos propuestas en relación con este: considerarlo una conjunción completiva o bien un adverbio relacionado con la polaridad. En el primer caso, se generaría en el núcleo de SC; en el segundo, se situaría en el especificador del mismo sintagma, en relación con una posición en el interior de ST vinculada a la polaridad .16 Si se propone un análisis idéntico para el si condicional y se parte de la base de que se trata del mismo elemento léxico, será necesario explicar el origen de la diferencia interpretativa que existe entre los dos usos (el de interrogativa indirecta y el condicional). Una posibilidad obvia consiste en derivarla del hecho de que en el primer caso la subordinada es un argumento seleccionado por algún elemento de la oración principal, mientras que en el segundo se trata de un adjunto; es decir, un elemento no selecciona­ do. Como es bien sabido, la distribución de las interrogativas indirectas está limitada a aquellos casos en los que hay un predicado selector. Lo que tienen en común las interrogativas indirectas totales y las prótasis condicionales es el hecho de que el valor de verdad del enunciado queda suspendido. La diferencia entre Q ueríam os s a b e r si ven dría y Q ueríam os s a b e r cu án d o vendría es que solo la interrogativa indirecta parcial da por supuesto que la venida debe producirse. De la misma manera, en Si vienes, irem os a la p la y a la venida se presenta como hipotética, de forma que en la subordinada no se le puede asignar valor de ver­ dad y es este hecho el que condiciona la interpretación de la principal. Como se ha señalado en la bibliografía, el si de la interrogativa indirecta activa una dis­ yunción interpretativa (No s é si ven drá o no). La relación entre la disyunción y la condicionalidad se pone de manifiesto si comparamos las dos oraciones de (31): (31) a. Tanto si vienes como si no, nosotros iremos a la playa b. Vengas o no, nosotros iremos a la playa En (31a) las dos condicionales aparecen como términos de la correlación tanto... com o.... En (31b), la correlación ha sido sustituida por una disyunción y el verbo aparece flexionado en subjuntivo. La interpretación es idéntica, de manera que

16 Kayne (1991) adopta la idea de Rigau (1984) de que si ocupa el núcleo de SC, pero supone además que hay un operador vacío en el especificador de la m ism a proyección.

la prótasis formalmente disyuntiva se interpreta como una prótasis condicional que cubre todos los posibles valores de verdad que se le puedan asignar, de manera que la realización de la principal se da por garantizada. La tradición etiqueta estas oraciones como «condicionales concesivas». La sintaxis de (31b) es interesante, porque, pese a no haber ningún operador condicional, la inter­ pretación que se le asigna lo es - como ocurría en los ejemplos de (29) - . En este ejemplo es necesario suponer que son el operador disyuntivo y la flexión sub­ juntiva del verbo los elementos que contribuyen a atribuir esta lectura a la subordinada. Desde el punto de vista formal, parece que el verbo en esta cons­ trucción ha sido elevado al núcleo de SC y que este ascenso solo es posible si la propia forma verbal contiene un operador que activa el carácter hipotético del evento descrito en la subordinada. Como es sabido, la oposición entre indicati­ vo y subjuntivo está en la base del contraste entre las condiciones fácticas y las contrafácticas. Así, solo en (32a) se da como posible la venida: (32) a. Si vinieron, no nos encontraron b. Si hubieran venido, no nos habrían encontrado De hecho, el modo verbal es un elemento relevante a la hora de establecer la clasificación tradicional de algunos nexos de las subordinadas adverbiales. Así, la combinación de m ientras con el indicativo da lugar a una lectura temporal de simultaneidad de eventos (M ientras le hicim os ca so , tuvimos p az). En cambio, con el subjuntivo se activa la interpretación condicional (Mientras le h agan c a so , tendrem os paz). Es obvio que la noción de simultaneidad, que es la que transmite m ientras, continúa estando presente, pero el subjuntivo aporta la idea de una temporalidad genérica que da lugar a la interpretación hipotética carac­ terística de la condicionalidad. Hay otros casos parecidos con nexos diferentes, como siem pre qu e o cuando. Un problema aparente para el análisis común que estamos proponiendo pa­ ra el nexo s i es la interpretación no expletiva que recibe la negación en las prótasis condicionales. Por el contrario, cuando una negación aparece en el interior de una interrogativa indirecta total se tiende a interpretar como expletiva: (33) a. Querría saber si no vinieron b. Si no vinieron, todavía no saben nada Pese a ello, la diferencia interpretativa se puede vincular también en este caso a la naturaleza contrapuesta de los dos tipos de subordinadas. En (33a) tenemos un argumento seleccionado por un predicado principal, que es el elemento que

introduce la noción de disyunción lógica. Es esta última noción la que hace que las interrogativas totales (directas e indirectas) cubran siempre los dos valores de verdad de la oración (de ahí que, desde el punto de vista proposicional, una oración como ¿V endrás m añana? tenga el mismo contenido que ¿V endrás m a­ ñ an a o no?). Por el contrario, en (33b) la subordinada es un adjunto que contie­ ne el mismo operador hipotético que está presente en (33a), pero la falta de un predicado matriz que imponga la interpretación interrogativa hace que, si hay una negación en su interior, esta se interprete de manera literal y no expletiva. Una característica común de las adverbiales impropias, señalada frecuen­ temente en la bibliografía, es que no expresan una circunstancia del predicado (como lo hacen las temporales, las locativas y las modales), sino que sirven para introducir una relación lógica entre el evento que contienen y el de la oración principal. Este es el motivo por el cual algunos autores han propuesto clasificar­ las en un grupo intermedio entre la coordinación y la subordinación. Pero en un modelo de análisis que otorgue relevancia a los factores de jerarquía estructural hay otra manera de reflejar la diferencia: utilizando diferentes niveles de inci­ dencia respecto de la matriz. En la bibliografía se han presentado argumentos en favor de la idea de que hay diferentes niveles de incidencia dentro de las subordinadas adverbiales (cf. Brucart/Gallego 2009; Bosque/Gutiérrez-Rexach 2009; Hernanz 1993; 1994; RAE/ASALE 2009 y Rigau 2002). Como hemos visto, en el caso de las causales, hay unas que quedan por debajo de la negación (No lo d ice p orq u e q u iera o fen ­ derte) y otras que no (No lo d ice p orq u e qu iere ofen d erte). Por otro lado, hay un subgrupo de oraciones que expresan la causa de la proposición principal, como en los dos casos anteriores y hay otro que denota la causa de la emisión del enunciado (D ebe d e qu erer ofen d erte, p o rq u e no te sa lu d a ). Estas últimas ora­ ciones, llamadas «causales explicativas», fueron consideradas coordinadas en la gramática latina, porque su conexión lógica con la principal es más indirecta que en las subordinadas causales propiamente dichas (cf. Gutiérrez Ordóñez 2000). En un análisis que haga uso de los niveles jerárquicos, la diferencia se puede explicar de manera más directa: las subordinadas explicativas tienen un nivel de dependencia más alto porque no modifican solamente el evento expre­ sado por la principal, sino también al acto de habla que representa . 17 Algunos

17 Algunos gramáticos distinguen entre las «causales explicativas» y las «causales de la enun­ ciación», mientras que otros consideran a las últim as como un subgrupo de las explicativas. En general, las causales explicativas van separadas del predicado principal por una inflexión entonacional, form an un grupo prosódico propio y se caracterizan por ir introducidas por nexos especiales (ya que, como, visto que, dado que, etc.).

nexos causales solo aceptan la interpretación de modificación explicativa de la enunciación, tal como sucede con com o o y a que. La diferencia entre ambos es que com o obliga a la subordinada a preceder a la principal (Como tenía p risa, se fu e /* S e fu e, com o ten ía p risa), mientras que y a qu e tiende a precederla, pero acepta también la colocación después de ella (D ebe d e h a b ers e ido, y a qu e no h ay n ad ie esperán d olo). El contraste entre «subordinadas del enunciado» y «subordinadas de la enunciación» (o explicativas) afecta igualmente a las otras clases de adverbiales impropias. En los ejemplos de (34), las subordinadas mo­ difican la enunciación entera, no solo el enunciado de la principal: (34) a. Si tienes hambre, hay comida en la nevera b. Pese a lo que digas, nadie te va a insultar c. Le he comprado un regalo, para que te enteres La conclusión que se obtiene de lo que hemos expuesto en este apartado es que las llamadas adverbiales impropias pueden ser analizadas como completivas precedidas de un nexo externo que fija su interpretación o bien encabezadas por elementos proyectados desde el interior de la subordinada por la acción de un operador situado en la proyección SC de la subordinada. El hecho de que puedan establecer una dependencia menor del predicado principal se deduce de su papel de modificador de toda la predicación principal o del acto de habla que esta representa. La existencia de diversos niveles de dependencia - un hecho estudiado principalmente en las causales, pero atribuible igualmente al resto de adverbiales impropias - puede quedar adecuadamente reflejado en un análisis que tenga en cuenta los diferentes niveles jerárquicos de dependencia que pueden ocupar estas oraciones.

5 Las cláusulas absolutas Anteriormente hemos visto que la morfología del verbo (las distinciones forma personal/no personal, modo indicativo/subjuntivo) es uno de los factores for­ males clave para determinar el tipo de subordinación que tenemos. Como de­ muestran los datos de (35), tanto los infinitivos como los gerundios y los parti­ cipios pueden dar lugar a estructuras que, al menos interpretativamente, podrían alinearse con los esquemas adverbiales que hemos considerado: (35) a. Al llegar el Presidente, empezamos la reunión b. Actuando así, no conseguirás nada

c. Establecido el contacto, pudieron hablar con los ocupantes Estas estructuras presentan una serie de características que merece la pena destacar. La primera de ellas es su naturaleza de forma no personal o, en térmi­ nos más técnicos, «defectiva» (cf. Chomsky 2000), lo cual suele tener un reflejo sintáctico, marcado por la ausencia de alguna proyección funcional relevante para los sistemas de caso y concordancia. Por motivos en los que no podemos detenernos aquí (cf. Hernanz 1994; Gallego/Hernanz 2012; Pérez Jiménez 2007), estas formas no manifiestan el mismo grado de defectividad; en particular, parece que los participios son más defectivos que los infinitivos y los gerundios, como lo demuestra el hecho de que no pueden legitimar ni al argumento ex­ terno ni a la negación : 18 (36) a. Recogido (*Juan) el dinero, nos iremos b. Recogiendo Juan el dinero, no habrá problemas c. Al recoger Juan el dinero, nos quedamos tranquilos (37) a. (*No) recogido el dinero, nos iremos b. No recogiendo Juan el dinero, no habrá problemas c. Al no recoger Juan el dinero, me fui Si los consideramos a la vez, estos hechos sugieren que los infinitivos y los ge­ rundios contienen una arquitectura funcional más rica que la de los participios. Basándonos en el hecho de que pueden asignar caso acusativo, supondremos que al menos poseen la proyección Sv*, es decir, un sintagma verbal cuyo nú­ cleo es morfológicamente completo, a diferencia del de los participios, que ca ­ recería del rasgo de persona. Una segunda propiedad de estas formas tiene que ver con la observación tradicional de que los infinitivos, los gerundios y los participios son «nombres verbales», «adverbios verbales» y «adjetivos verbales» respectivamente (cf. Bello 1847, §§ 419, 427 y 442; Bosque 1989, cap.7 y 8 ; RAE 1973, §§3.16ss., entre otros). De nuevo, esta distinción tripartita tiene una base funcional: como los ejemplos de (38) demuestran, las formas verbales no perso­ nales tienen la distribución de nombres, adjetivos y adverbios. (38) a. {[Leer a Cervantes]/Ese libro} me gusta

( infinitivo =

nombre)

18 La primera característica se asocia a la naturaleza pasiva de los participios y la segunda es

probable que tenga una base semántica: un evento no realizado no puede dar lugar a un cam­ bio de estado. Nótese que la negación es compatible con los participios cuando estos funcionan como modificadores de un nombre: Prefiere los coches no fabricados en Europa.

b. Luis disfruta {[leyendo a Cervantes ]/así}

(gerundio =

adverbio)

c. Ese es un libro {[muy leído]/interesante}

( participio =

adjetivo)

En Gallego (2007; 2010a, b) y Gallego/Hernanz (2012) se observa que esta corre­ lación categorial debe estar en la raíz del contraste de (39), cuyos ejemplos de­ muestran que solo los infinitivos pueden ser seleccionados como dependientes directos de un verbo transitivo: (39) a. Quiero {trabajar con Luis/*trabajando con Luis/*trabajado con Luis} b. Quiero {tranquilidad/*tranquilamente/*tranquilo} u n a tercera propiedad de estas formas verbales, relevante para lo que estamos discutiendo aquí, la constituye el hecho de que solo los infinitivos pueden ma­ nifestar un nexo de subordinación, ya sea explícito o no (como discutimos en el apartado

2

a propósito de los entornos de control):

(40) a. (*Por) habiendo demostrado el domador su valentía . . . b. (*Sin) leída la sentencia, el juez se retiró (apu d Hernanz 1994:392) El contraste entre el ejemplo de (35a) y los de (40) parece indicar que el SC de las formas no personales también difiere de manera no trivial. Particularmente controvertidos son los ejemplos de (40), puesto que han sido tomados para defender o bien que las cláusulas de gerundio y participio no tienen SC (cf. Ló­ pez 1994) o bien que los verbos se desplazan a esa posición como mecanismo de subordinación análogo al que exploran Pesetsky/Torrego (2001) para las con­ junciones (esta es la opción defendida por Hernanz 1994). Si aceptamos la últi­ ma propuesta, el verbo mismo haría las veces de nexo subordinante (de tipo bifuncional). A pesar de que esta conclusión es convincente, nos gustaría proponer un tratamiento diferente, siguiendo el análisis de Gallego (201a, b) y Gallego/Her­ nanz (2012). Más concretamente, nos gustaría suponer que los participios y los gerundios no pueden legitimar un nexo subordinante preposicional porque estas formas ya contienen una preposición, una idea que ya está presente en el análisis de Mateu (2002) de los gerundios (y que ha sido discutida por otros autores; cf. Bolinger 1971 y Masullo 2008). Consecuentemente, los gerundios son materializados como una preposición más un elemento nominal en lenguas como el vasco, el holandés o el francés. Así, la contrapartida de Ju an está rom ­ p ien d o la ven tan a en lenguas como el vasco es Ju an leih oa apur-tze-n d ag o, cuya

traducción literal es «Juan está en la ruptura de la ventana». Para avalar la hipó­ tesis de que los gerundios contienen una preposición, Mateu (2002) hace notar los paralelismos de (41), observados por Bolinger (1971): (41) a. He is at work - He is working b. She is at prayer - She is praying c. They went on a hike - They went hiking d. They went on a picnic - They went picnicking Como se puede ver en (42), hechos similares han sido observados por Masullo (2008) para el español: (42) a. Festejando - De fiesta b. Cazando - De caza c. Pescando - De pesca d. Moviéndose - En movimiento e. Circulando - En circulación f. Creciendo - En crecimiento Consideremos ahora los participios, para los que también estamos asumiendo un análisis en el que esta forma verbal contiene un nexo de subordinación in­ corporado (una preposición). Para empezar, es sabido que estas formas se han visto implicadas en procesos de gramaticalización que los ha convertido en preposiciones o partículas. La lista de (43), tomada de Masullo (2008), es una muestra de esta conversión (recordemos lo dicho en la sección 2 ). (43) Salvo, excepto, incluso, dado, visto, etc. Además, al igual que los gerundios, los participios permiten una paráfrasis que incluya una preposición. (44) a. Arrestado - Bajo arresto b. Desarmado - Sin armas c. Sintonizado - En sintonía Las correlaciones que pueden apreciarse en (42) y (44) deberían hacer que nos preguntemos cómo debe entenderse la relación entre la categoría «preposición» y estas formas no personales. Siguiendo las observaciones de los autores que hemos mencionado, en Gallego (2009; 2010) se propone que los gerundios y los

participios no son otra cosa que SPs. Esto explicaría no solo las paráfrasis de (42) y (44), sino también los datos de (39) y (40). En el caso del ejemplo (39b) (Quiero {tran qu ilidad/*tran qu ilam en te/*tran qu ilo}), este debería ser comple­ mentado con (45), que muestra la agramaticalidad de SP en este contexto. El motivo de esta degradación, desde la perspectiva que adoptamos aquí, es el mismo que afecta a (39a) y tiene que ver con el hecho de que los rasgos nomina­ les del verbo (los llamados rasgos- 9 ) no encuentran un SD con el que concordar. (45) Quiero {el café/*del café} Todavía no hemos aclarado la configuración del SC en este tipo de construc­ ciones - lo único que hemos dicho es que no hay nexo de subordinación explíci­ to - . Adoptando ideas de Pesetsky/Torrego (2001), suponemos que hay una relación sintáctica entre los nudos C y T, que puede manifestarse de diferentes maneras. En el caso de las cláusulas de gerundio y participio, vamos a suponer que la preposición a la que nos hemos referido es otro caso de relación entre T y C. Más concretamente, vamos a suponer que los morfemas -ndo y -do, que son de naturaleza temporal-aspectual, se generan en T para desplazarse posteriormen­ te a C, teniendo un valor equivalente al de una preposición. En el caso del ge­ rundio, la preposición tendría un valor de «coincidencia central», mientras que en el caso del participio, el valor sería de «coincidencia terminal» (en el sentido de Hale 1986): (46)

SC C

ST (= SAsp o SP) T

Sv*

-ndo -do Si aceptamos este análisis, la ausencia de nexo de subordinación no se sigue exactamente de que el verbo se mueva a C, sino de que este elemento se encuen­ tra morfológicamente codificado en la forma verbal (los morfemas -ndo y -do, que serían, en el tratamiento de Pestesky/Torrego 2001, análogos a that: un morfema de T movido a C), por lo que su manifestación explícita sería redun­ dante. En último lugar, consideremos la observación que recogíamos en la introdución de este trabajo, a saber, que las cláusulas de gerundio y participio des­

pliegan lecturas adverbiales. Como hemos mencionado antes, una posibilidad de dar cuenta de este hecho sería decir que el valor básico de esta forma es as­ pectual, y que a partir de este se derivan los demás (condicional, causal, etc.). En los ejemplos de (47), las cláusulas de participio y gerundio pueden tener una interpretación temporal, causal y condicional: (47) a. Leído el libro, lo {devolví/devolveré} Interpretaciones: S temporal, S causal, S condicional, *final, *concesiva b. Leyendo el libro, no {hice/haré} ruido Interpretaciones: S temporal, S causal, S condicional, *final, *concesiva A este respecto, es importante mencionar que la presencia de otros elementos que se han asociado a la categoría T en la bibliografía pueden modificar las posibles interpretaciones de estas construcciones: modales, auxiliares y nega­ ción. Como se observa en Rigau (1993), estos elementos bloquean la interpreta­ ción temporal: (48) a. Al venir María, todos se miraron Interpretaciones: S temporal, S causal, *condicional, *final, *concesiva b. Al h a b e r venido María, todos se miraron interpretaciones: *temporal, S causal, *condicional, *final, *concesiva c. Al p o d e r venir María, todos se miraron Interpretaciones: *temporal, S causal, *condicional, *final, *concesiva d. Al no venir María, todos se miraron Interpretaciones: *temporal, S causal, *condicional, *final, *concesiva Como puede verse, la interpretación que aparece bloqueada en todos los casos es la concesiva. Ello es esperable si tal lectura se encuenta asociada a la cuantificación (por m ás que, p o r m ucho qu e, etc.) o a determinados nexos de subordi­ nación (aunque, p e s e a qu e, etc.). De las otras lecturas, temporal, causal y con­ dicional son posibles - con las restricciones que acabamos de señalar - . Curiosamente, la lectura final es imposible. Una manera de explicar este hecho pasa por considerar la naturaleza de la preposición que encabeza las oraciones subordinadas finales: p a r a . Se trata de una preposición de coincidencia termi­ nal de tipo centrífugo, indicando una relación de alejam iento entre dos elemen­ tos (la interpretación centrífuga puede también denominarse prospectiva). Lo crucial es que esta interpretación es refractaria tanto a la semántica inherente de -ndo (coincidencia central) como a la de -do (coincidencia terminal centrípe­ ta). Si esta explicación es plausible, las posibles interpretaciones de estas cláu­

sulas no son arbitrarias: están definidas por la morfología del verbo o por la presencia de elementos que se proyectan alrededor del nudo ST. En definitiva, creemos que las cláusulas de gerundio y participio son otro tipo de construcción sintáctica que despliega propiedades similares a las estruc­ turas tradicionalmente encasilladas en la subordinación adverbial. Hay dos problemas básicos que surgen en el momento de clasificarlas: el primero tiene que ver con el hecho de que no manifiestan nexo de subordinación; el segundo, con la diversidad de interpretaciones que pueden recibir. En este apartado he­ mos defendido que sí hay nexo, pero se encuentra incrustado en la misma mor­ fología verbal (lo cual explicaría adecuadamente los datos de Hernanz 1994), siendo por tanto un nexo de tipo bifuncional. Por otro lado, la interpretación «adverbial» parece estar determinada por mecanismos léxicos, como lo son los elementos que se pueden proyectar en la proyección ST (auxiliares, modales, morfemas -ndo y -do), y su interacción con C, así como por la correlación entre la temporalidad de la principal y la de la subordinada.

6 Conclusiones El objetivo de este trabajo ha sido estudiar el concepto de subordinación desde una perspectiva formal. Nos hemos centrado especialmente en la noción de subordinación adverbial, probablemente una de las más problemáticas que hemos heredado de la gramática tradicional, porque los parámetros que se han utilizado para delimitar sus márgenes han sido sobre todo nocionales. Desde el estructuralismo, esta caracterización de las unidades gramaticales se ha consi­ derado inadecuada tanto a la hora de definir las clases de palabras (e.g., el ver­ bo es la parte de la oración que expresa estado, acción o pasión) como a la hora de caracterizar las oraciones (e.g., una oración es un enunciado con sentido completo). Por eso resulta paradójico que la etiqueta su bordin ación ad v erbial se continúe utilizando de manera habitual en muchas gramáticas y en la mayoría de manuales pedagógicos. Creemos que la causa de esta situación es doble: por un lado, la pervivencia de criterios sem ántico-funcionalistas en la aproxima­ ción a los fenómenos gramaticales y, por otro, la ausencia de mecanismos for­ males para poder analizar convenientemente fenómenos tan complejos como los que hemos considerado. Pensamos, aun así, que la perspectiva formal ofrece diferentes ventajas so­ bre los enfoques que hemos denominado holístico-funcionales. En primer lugar, si lo que se ha defendido aquí es correcto, la etiqueta «subordinación adver­ bial», aunque puede continuar utilizándose como herramienta operativa para

referirnos a un conjunto más o menos delimitado de oraciones, no tiene ningún fundamento formal. Es decir: la subordinación adverbial no tiene asociada una estrategia de subordinación propia - de hecho, si nuestro planteamiento es acertado, las diferentes estructuras que nutren la nómina de la subordinación adverbial recurren a los dos patrones de subordinación básicos: la subordina­ ción completiva (que puede manifestar dos variantes, las completivas propia­ mente dichas y las completivas enfáticas) y la relativa - . La tabla de (49) refleja ete hecho, indicando qué mecanismo sintáctico es utilizado por cada uno de los tres grandes tipos de subordinación establecidos por la tradición: (49)

Mecanismo sintáctico

Sub. sustantivas

Sub. adjetivas

Sub. adverbiales

Completiva

Dice [sc que viene ya]

----

Lo hice [sp para [sc verte]]

Completiva enfática

No sabes [sc la cara que tiene Juan la cara]

----

Iré, [sp por [sc más que no quieran ■más]

Subordinación completiva

Subordinación relativa

----

El año [sc que viene que]

Nos trata [sc como quiere como]

La conclusión más importante que se puede extraer de la tabla de (49) es que la subordinación adverbial se aprovecha de mecanismos de subordinación pre­ existentes. Es interesante destacar que, a diferencia de los otros tipos de subor­ dinadas, la subordinación adverbial es el único grupo que puede utilizar las dos estrategias disponibles: la subordinación (en sus dos versiones) y la relativización. Tal como vemos las cosas, este hecho no hace otra cosa que reforzar la hipótesis de que la existencia de la etiqueta subordinación adverbial responde a criterios que no tienen una motivación formal independiente. Pero creemos que es posible ir más allá. Si aumentamos el grado de abstracción del cuadro de (49), obtenemos un resultado todavía más interesante, en el cual solo hay dos mecanismos básicos de subordinación, ensamble y movimiento. Esta reducción asume, obviamente, que los mecanismos que se asocian a lo que hemos deno­ minado completiva enfática y relativa son manifestaciones de una transforma­

ción de desplazamiento (cf. Kayne 1994 para la defensa de esta opción en el caso de las relativas, basándose en ideas de Vergnaud). Creemos que este esce­ nario es interesante, pues sugiere que toda la variedad de mecanismos que podrían postularse para dar cuenta de las estructuras subordinadas se pueden reducir a las dos variantes de la única operación computacional de las lenguas naturales: el ensamble (o fusión), ya sea externo o interno. (50) Mecanismo sintáctico Ensamble externo

Ensamble externo e interno (movimiento) Ensamble interno (movimiento)

Sub. Adjetivas

Sub. adverbiales

ya ]

----

Lo hice [sp para [sc verte ] ]

No sabes [sc la cara que tiene

----

Iré, [s p por [sc más que no quieran más]

El año [sc que viene

Nos trata [sc como quiere como ]

Sub. sustantivas

Dice [sc que viene

Juan la cara]

----

que ]

Cláusulas ger./part./inf.

[sp Al [sc llegar Juan ]

[sc Acabada [Acabada la obra]

En segundo lugar, nuestro tratamiento composicional de las locuciones y conectores permite reducir el número de unidades que el hablante debe aprender, y predice una serie de regularidades que los análisis clásicos no conseguían reflejar. Consideremos, en este sentido, los ejemplos de (51): (51) a. Antes de la salida del avión, llámame al móvil b. Antes de que salga el avión, llámame al móvil c. Antes de salir el avión, llámame al móvil Es frecuente encontrar manuales y gramáticas en los que se defiende que an tes d e y an tes d e que son nexos complejos que deben listarse independientemente en el léxico (la idea se puede aplicar, en estos términos, a muchas otras locu­ ciones, ya sean prepositivas o conjuntivas). Este planteamiento, sin embargo, resulta antieconómico y un poco contraintuitivo, ya que el hablante reconoce la

conexión que hay entre ambos términos. La alternativa que ofrece un tratamien­ to composicional es considerar que an tes es un adverbio que puede combinarse con unidades formales diferentes: un SD (la sa lid a d el avión), una oración con el verbo flexionado (de qu e sa lg a el avión) y una oración con verbo no flexionado (de salir el avión). Desde esta perspectiva, la presencia de la preposición d e y la conjunción qu e no solo no es una coincidencia, sino que responde a un criterio regular: como hemos comentado en el apartado 2.3., la naturaleza del elemento que ocupa el núcleo C parece determinada por las propiedades de T - las ora­ ciones que tienen un T con rasgos finitos se subordinan mediante conjunciones (Juan d ice qu e no vio a M aría), mientras que las oraciones con un T no finito lo hacen mediante preposiciones (Antes d e volver) o un operador vacío (M aría qu iere h a b la r contigo) - . Finalmente, la perspectiva formal permite tener una teoría restrictiva de las estructuras que pueden ser consideradas como parte de la subordinación ad­ verbial. Este problema, del cual ya hemos hablado en el apartado 1, tiene que ver con la relación entre forma y significado. Para entender esta cuestión, sola­ mente hace falta considerar un par de oraciones como las de (52): (52) a. Hice eso como consecuencia de que insistiese tanto b. Insistió tanto que hice eso De manera intuitiva, podría afirmarse que las dos secuencias de (52) se interpre­ tan de la misma manera y que, por tanto, son miembros del mismo tipo de subordinadas - las consecutivas, pongamos por caso - . Pares de ejemplos como este se han estudiado para demostrar que una interpretación análoga puede tener diferentes manifestaciones formales. Pensamos que las subordinadas adverbiales son un buen ejemplo de esta situación: interpretativamente, es innegable que (52a) y (52b) son similares (ambas secuencias tienen que ver con la noción de consecuencia), pero no podemos olvidar que, formalmente, tene­ mos estructuras diferentes. En el primer caso, la consecuencia se manifiesta con una estrategia léxica, a través de un sustantivo que se ve modificado por una subordinada completiva; en el segundo, la consecuencia se manifiesta a través de una estrategia más funcional (o gramaticalizada): mediante el nexo correla­ tivo tanto . . . q u e. Por los motivos que hemos mencionado en este trabajo, es evidente que un análisis que no refleje las diferencias estructurales existentes entre estas dos estructuras resultará teórica y empíricamente inferior, puesto que no podrá recoger las regularidades sintácticas que un análisis más formal pone de manifiesto.

Hay muchos fenómenos gramaticales que tienen que ver con la relación en­ tre forma y significado. La subordinación adverbial es solo uno, pero de hecho es uno de los pocos que todavía no ha recibido un tratamiento adecuado de manera más o menos sistemática en la bibliografía. Este trabajo no pretende rellenar este hueco bibliográfico, pero sí aspira a constituir una contribución al estudio de una etiqueta que ha suscitado mucha controversia y discusión. Creemos que las ventajas del análisis que hemos presentado van más allá de la mera terminología. Son metodológicos, sí, porque reducen el número de m eca­ nismos de subordinación, pero también son sustantivos, en la medida en que el enfoque adoptado permite reflejar de manera más coherente las intuiciones de los hablantes y, al mismo tiempo, es capaz de separar estructuras interpretati­ vamente parecidas, pero formalmente diferentes.

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Antonio Fábregas (Universidad de Troms0)

Cómo, cuándo y dónde donde, cuando y como se emplean como preposiciones 1 Estas sí, mientras que mientras no El estudio de las estructuras oracionales introducidas por d on d e, cu an do, com o y m ientras es polémico, pero existe evidencia de que han de tratarse esencial­ mente como oraciones de relativo, por lo que las oraciones de ( 1 ) compartirían una estructura básica con la de (2 ), que es una relativa libre. (1 )

a. Vivo [donde vives] b. Saldré [cuando pueda] c. Lo haré [como me pides] d. Lo hizo [mientras leía]

(2 )

[Quien ha estudiado francés] puede traducir esto

Aunque no hay espacio para revisar a fondo estas pruebas, mencionaremos dos que consideramos especialm ente claras. En primer lugar, estas oraciones - al igual que las relativas - prohíben que haya un constituyente interno a la subor­ dinada que desempeñe la misma función que el elemento que las introduce (3); en segundo lugar, la distribución del indicativo y del subjuntivo en estas ora­ ciones se rige por la misma regla que en las oraciones de relativo: si el antece­ dente (implícito o explícito) es inespecífico y no tiene un referente particular en la mente del hablante, se usa el subjuntivo (4). El futuro, una forma que crea contextos de opacidad, es una de las maneras en que el antecedente implícito se puede interpretar como inespecífico. (3)

a. *Vivo [donde vives allí] b. *Saldré [cuando pueda a las tres] c. *Lo haré [como me pides así] d. *Lo hizo [mientras leía durante una hora] e. *[Quien ella ha estudiado francés] puede traducir esto

(4)

a. Lo hace quien sabe hacerlo ~ Lo hará quien sepa hacerlo b. Vivo donde vives ~ Viviré donde vivas c. Salí cuando pude ~ Saldré cuando pueda d. Lo hago como me dices ~ Lo haré como me digas

e. Haces lo que digo mientras vives en mi casa ~ Harás lo que diga mientras vivas en mi casa Según este análisis - que asumiremos como correcto

don d e, cu an do, com o y

m ientras serían formas usadas en aquellos casos en que se desea relativizar un constituyente no nom inal: respectivamente, un locativo, un temporal, un similativo - que expresa la semejanza con algo - y un periodo extendido de tiempo. Ocupan, pues, un lugar en nuestro programa de investigación próximo al que han adquirido recientemente ciertas oraciones tradicionalmente clasi­ ficadas como completivas, que han sido analizadas como el resultado de relativizar un componente de Fuerza discursiva en el dominio del complemen­ tante (Arsenijevic 2009). Este programa de investigación, en último término, tiene el objetivo de unificar la subordinación oracional a una sola clase de elementos; Arsenijevic lo hizo con ciertas completivas, y el análisis de don de, cu an do, com o y m ientras como relativo lo hace con ciertas subordinadas adver­ biales. Hay, sin embargo, una propiedad de estos elementos relativos a la que no se ha prestado aún suficiente atención: pueden ser divididos en dos grupos en virtud de su comportamiento. El primer grupo, formado por don d e, cu an d o y c o m o , puede tomar antecedentes explícitos - unos con más facilidad que otros - (5) y admite un uso preposicional ( 6 ), con un sintagma determinante como término. (5)

a. Vivo en la casa donde vives b. %Llegará el día cuando la crisis quede atrás c. Hazlo de la manera como te enseñé

(6 )

a. Déjalo donde la mesa b. Cuando niño, Mozart ya componía obras maestras c. Luis es como Juan

Existe una alternativa a este análisis preposicional, que sería la de suponer que en los casos de ( 6 ) se han elidido predicados existenciales, de localización o de ocurrencia (D éjalo d on d e [está] la m esa ; Cuando [h u b o/su ced ió] la gu erra...), por lo que seguiríamos teniendo oraciones subordinadas. No parece que esta alternativa sea prometedora. Al problema de establecer las condiciones que legitimarían este tipo de elipsis sin un antecedente expreso se suma el hecho de que a menudo el material que sería necesario suplir es demasiado específico léxicamente: para entender El d esa stre d el Prestige su ced ió cu an d o Aznar como elipsis, ¿debemos reconstruir ...cuando A znar era p resid en te, cu an d o Aznar

g o b ern a b a , cu an do A znar tenía el p o d e r o qué otra forma? Si lo que se elide es un verbo semánticamente vago, y no un predicado completo, ¿por qué no po­ demos decir * Cuando Aznar presiden te? La solución de tratar estas formas como preposiciones carece de esta clase de problemas. Al otro lado, tenemos m ientras, que no posee ninguna de estas dos propie­ dades - admitir antecedentes nominales y ser usado como preposición - en el español actual. Sí puede usarse, en cambio, como adverbio (7c). (7) a. *la temporada mientras vivías en Madrid b. {Durante/*Mientras} la guerra, había mucha escasez c. Marta leía un libro y Juan, mientras, preparaba la cena El objetivo de este breve artículo es doble: dar cuenta de estas dos clases de relativos derivando su comportamiento a partir de principios generales, y, al hacerlo, dar una propuesta precisa de qué clase de rasgos se asocian a estos elementos en cada uno de sus usos. La estructura del artículo es la siguiente: en el apartado 2 , revisaremos la estructura general de las relativas, ya que es una condición necesaria para el análisis. En la sección 3, haremos explícitas nues­ tras suposiciones - encuadradas en un modelo nanosintáctico - sobre cómo se lexicaliza el material sintáctico. A partir de aquí, con las herramientas expues­ tas en 2 y 3, estudiamos las dos clases. El apartado 4 se dedica al análisis de la clase de relativos que pueden hacer de preposiciones - con especial atención a d on d e, tomado como representante del grupo - , y el apartado 5 estudia m ien­ tras. En el último apartado, 6 , presentamos las conclusiones.

2 La estructura de las relativas El primer aspecto del que tenemos que hablar para encuadrar nuestro análisis es de qué estructura vamos a suponerle a las oraciones relativas. Aquí no ten­ dremos tiempo de revisar la copiosísima bibliografía sobre el tema, pero los trabajos que se han ocupado de él (Grimshaw 1975; Keenan & Comrie 1977; Jackendoff 1977; Cinque 1982; McCloskey 1990; Rizzi 1990; Brucart 1992; Kayne 1994; Borsley 1997; Sauerland 1998; Bianchi 1999; Fox 2002, entre muchísimos otros) se han debatido entre dos análisis: el de emparejamiento (‘m atching’) y el de promoción (‘raising’). En el primero, la oración de relativo contiene un SN idéntico al antecedente - o una versión pronominal de él con sus mismos rasgos formales; véase Sauerland (1998) - . Uno de los dos elementos - el que quede

más bajo jerárquicamente - se elide, por identidad formal con el otro. La pro­ puesta de Chomsky (1981), donde dentro de la relativa hay una variable tácita, se ha considerado una versión de esta propuesta. Por contra, en el análisis de la promoción - que se remonta a Brame (1968) - , el antecedente se genera en el interior de la relativa, desde donde asciende, convirtiéndose superficialmente en el antecedente. (8 ) muestra versiones simplificadas de estas dos teorías para el análisis de el ch ico qu e vino; mantenemos la notación antigua con huellas para que se aprecie mejor la diferencia. (8 )

a. Emparejamiento: [s d el [s n chico [s c que [s t vino el chico]]]] b. Promoción: [s d el [s c [chico]i que [s t vino hi]]]

El problema es que las pruebas sintácticas y semánticas son a veces contradic­ torias: algunas apoyan el análisis de emparejamiento, y otras el de promoción. La interacción con anáforas y cuantificadores, el caso y la reconstrucción de las frases idiomáticas, entre otros, confirman al análisis de promoción, mientras que los fenómenos de cruce, o la existencia de pronombres reasuntivos y de relativas con dos núcleos nominales parecen inclinarse por el análisis de empa­ rejamiento (véase Henderson 2007 para un resumen de la situación). Para com­ plicarlo todo más, tipológicamente existen dos tipos de oraciones de relativo: aquellas en que el SN aparece fuera de la relativa (‘relativas de núcleo externo’, 9a) y aquellas en que el SN está dentro de la relativa (‘relativas de núcleo in­ terno’, 9b, del coreano). Para explicar esta variedad, parece que hace falta pro­ poner que las lenguas a veces utilizan el emparejamiento - y por eso hay relati­ vas de núcleo interno - , y a veces el ascenso - y por eso también las hay externas - . (9)

a. Juan reparó el ord en a d or [s c que estaba estropeado] b. Juan-i Juan-nom

[sc khem phyuthe-ka kocangna-n

kes] -ul

kochi-ess-ta

ordenador-nom estropeado-adn que -acc arregla-pas-ind

‘Juan reparó el ordenador que estaba estropeado’ Cinque (2008; 2011) y Krapova (2010) proponen una única estructura para unifi­ car ambas teorías. Esta es la teoría que adoptaremos aquí. En su análisis, las oraciones de relativo son sintagmas de tiempo (sT) que se introducen en la estructura de los constituyentes nominales por encima de los numerales y por debajo de los determinantes. Por encima del punto de fusión de sT, se puede

proyectar el dominio del complementante. En el interior de la oración de relati­ vo hay una instancia idéntica al SN que está en la base del SD donde se inserta la relativa. En esto se parece al análisis de emparejamiento, pero, al contrario de este, el SN interno a la relativa asciende al especificador del primer complemen­ tante. Cuando esto pasa, manda-c al SN externo, que se elide por identidad, y, si la conjunción subordinante se materializa en esa lengua en la segunda capa del complementante (C2) más alto, el resultado es una relativa de núcleo interno ( 1 0 ).

(10)

SD

CONJ

SNint

C1

...SNint...

F

Num

SNum

...SN ext

Pero el SN externo puede ser atraído a la segunda capa del complementante, y cuando lo hace, manda-c al SN interno, por lo que es este segundo el que debe elidirse. El resultado es ahora una relativa con núcleo externo, si la conjunción se materializa en la lengua en C2 (11).

(11)

SD D

SC2 S

CONJ

SNtat

ST ...SNin t ...

F F

...S N e x t

La razón de que adoptemos este modelo es, pues, que permite unificar esta tipología de propiedades, pero como de costumbre, conviene entender por qué suceden estos movimientos. Consideremos primero el movimiento del SN in­ terno a C1. Aquí seguiremos a Adger/Ramchand (2005), que proponen que este movimiento es necesario para satisfacer un rasgo síntactico (lambda) que se interpreta como un operador predicacional. Dicho de forma más clara: un SC denota una proposición, pero para convertirse en relativa debe denotar un con­ junto de propiedades que modifica a un argumento nominal. El movimiento del SN interno a C1 crea una estructura típica de abstracción lambda, donde la posi­ ción de base del SN es la variable y C1 actúa de operador: así, en virtud del mo­ vimiento la proposición se vuelve un predicado. (12)

SC1 el chico

C1 C1

conociste a [el chico]

Ax

[conociste a x]

En este caso, se crea el predicado ‘x tal que conociste a x’, y este predicado está satisfecho

por el elemento

Ax[conociste(x)](el chico) - .

desplazado

-

produciendo

así la

fórmula

Una cuestión que ni Cinque/Krapova ni Adger/Ramchand consideran es la diferencia entre las oraciones interrogativas y las oraciones de relativo. En am­ bos casos, la sem ántica de estas oraciones requiere de abstracción lambda para funcionar. En la interrogativa de (13a) se pregunta cuál es el x, x un libro, tal que Juan leyó x; en la relativa de (13b), se afirma de un libro x, activado discur­ sivamente, que es el x tal que Juan leyó x. (13) a. ¿Qué libro leyó Juan? Ax[Juan leyó (x)] (qué libro) b. el libro que leyó Juan Ax[Juan leyó (x)] (el libro) Las relativas y las interrogativas no son idénticas, sin embargo. La diferencia que hemos necesitado establecer en las glosas de (13) nos pone en la pista de cuál puede ser su contraste fundamental. En el caso de una relativa estamos dando propiedades de un elemento establecido discursivamente. Es decir, las relativas forman una estructura de tópico-comentario, tal que el antecedente es el tópico discursivo del que la cláusula relativa da propiedades. No cabe hablar de una estructura de tópico y comentario en las interrogativas, en cambio. Una prueba es que las relativas admiten paráfrasis con el antecedente como tópico colgado, pero no las interrogativas. (14) a. *En cuanto a qué libro, es el que leyó Juan b. En cuanto al libro, es el que leyó Juan Esta diferencia puede codificarse de forma relativamente directa en nuestra estructura. Proponemos que en una oración relativa, tras el movimiento del antecedente al primer nudo complementante, se proyecta un tópico, satisfecho también por el antecedente. El primer paso es común a la interrogativa, pero no el segundo.

(15)

STop

...SN in t ...

F

...SN ext

Por tanto, las relativas contienen una capa más que las interrogativas en el espacio estructural de C. Esta consecuencia es bienvenida, porque puede dar cuenta del contraste entre el cu al y cuál. El primero, que solo se utiliza como relativo, tiene un segmento adicional con respecto al segundo, que solo se em­ plea como interrogativo: e l. Esto sugiere que el relativo debe ser estructuralmen­ te más complejo que el interrogativo. El exponente adicional, además, es un buen candidato para corresponder a la manifestación de un nudo de tópico. Esto ayuda a entender, además, por qué el cu al es un relativo, pero no *un cual. Ahora que hemos detallado los movimientos obligatorios que sufre el SN in­ terno a la relativa, podemos pasar al movimiento opcional del SN externo a C2 . Sus causas, sin embargo, están menos claras. Krapova (2010) propone que en búlgaro, ya que el núcleo externo puede preceder a tópicos y focos, el antece­ dente debe ocupar una posición muy alta, tal vez Fuerza dentro del sistema de Rizzi (1997). No está claro que esto sea adaptable al español, ya que los datos no son idénticos al búlgaro - tal vez porque la conjunción estudiada por Karpova no tiene equivalente en español - . Sin embargo, si sostuviéramos que el núcleo externo se desplaza también a Fuerza en español, tal movimiento dependería de propiedades de la oración relativa y del grado de aserción que trae consigo. Explorar esta idea nos llevaría más lejos de los límites que podemos cubrir en estas pocas páginas, por lo que nos limitaremos a estipular que el núcleo ex­ terno, cuando se desplaza, lo hace a una posición funcional más alta que Tópi­ co, por debajo del SD que domina a la relativa.

3 Nanosintaxis: inserción léxica El otro ingrediente fundamental de nuestro análisis es un tratamiento nanosintáctico de la relación entre morfología y sintaxis. La nanosintaxis (Starke 2005; Ramchand 2008; Svenonius et al. 2009; Caha 2009) tiene como base la idea de que los exponentes morfofonológicos se relacionan directamente con la estruc­ tura sin táctica, sin interm ediación de niveles m orfológicos o de adaptación - contra la Morfología Distribuida - . En nanosintaxis, la sintaxis forma una es­ tructura mediante fusión de núcleos abstractos con información morfosintáctica y, una vez creada, el repertorio léxico materializa estas estructuras. Junto a la ausencia de niveles morfológicos de análisis, la nanosintaxis se caracteriza por dos propiedades. La primera es la llamada materialización de sintagma (Phrasal sp ell out): las entradas léxicas relacionan estructuras sintagmáticas con expo­ nentes morfofonológicos (y su semántica conceptual). Por ejemplo, la entrada del exponente -um del latín (en bellum , nominativo y acusativo de ‘guerra’) indica que se usa para lexicalizar una configuración arbórea de rasgos morfosintácticos, no una matriz ‘plana’ [X, Y]. Estos rasgos abstractos formarían la representación sintáctica del acusativo.

(17)

-um

SX X

SY

/

Y

Esto quiere decir que el léxico decide que se inserte -um cuando encuentra el árbol que está a la derecha de la flecha, lo cual lleva a la inserción de este expo­ nente en el nudo no terminal SX, que corresponde exactam ente con el constitu­ yente sintáctico que expresa su entrada léxica. Si la configuración fuera diferen­ te - por ejemplo [s y Y [s x X]] - o hubiera otros rasgos en la representación - [s x X [sz Z [s y Y]]] - , -um no se podría usar. El segundo principio que define la nanosintaxis es el llamado Principio de Lexicalización Exhausativa: frente a la Morfología Distribuida y otras teorías donde el léxico puede dejar de lexicalizar un rasgo sintáctico - por ejemplo, me­ diante empobrecimiento (Bonet 1991) - , en nanosintaxis todos los rasgos sintác­ ticos deben estar identificados por una pieza léxica - aunque esa pieza no tenga representación fonológica - . Dejar de lexicalizar un rasgo sintáctico produce agramaticalidad. La combinación de la materialización de sintagma y del Principio de Lexicalización Exhaustiva lleva necesariamente a un tratamiento específico del sincre­ tismo, la situación en que el mismo exponente morfológico se usa para realizar estructuras distintas. Cuando no existe una equivalencia total entre la entrada léxica y el árbol sintáctico, la forma que se usa debe ser un exponente que codi­ fique todos los rasgos que se encuentran presentes en el árbol; si no hay una correspondencia exacta, debe ser porque el exponente se puede asociar a otros rasgos más, no presentes en ese árbol. Es decir: contra lo que se supone a veces - que en casos de sincretismo las lenguas usan exponentes menos marcados, con menos información o subespecificados - , la idea de la nanosintaxis es que cuando hay sincretismo, el exponente que se usa tiene más información y está más especificado. La intuición de base es que el léxico no puede ignorar la in­ formación sintáctica, pero puede introducir con él más información; esto, de hecho, se asume en todas las teorías de inserción tardía. Como mínimo, el léxico introduce información fonológica y conceptual que el árbol no tenía represen­ tada. Esta forma de determinar la competición entre exponentes en el sincretismo da lugar al Principio del Superconjunto, presentado y desarrollado en Caha (2009).

(18) Un exponente fonológico se inserta en un nudo si su entrada léxica tiene un (sub)constituyente que corresponde a ese nudo. Lo ilustraremos aquí brevemente. En latín, como hemos dicho, bellum es tanto acusativo como nominativo. Esto quiere decir que se usa para realizar dos árbo­ les sintácticos distintos: aquel que da lugar al nominativo (19a) y aquel que produce acusativo, que se obtiene añadiendo un núcleo más a la versión nomi­ nativa (19b).

Para realizar el acusativo, no hay problemas: la gramática examina el léxico y encuentra en su repertorio un elemento que encaja perfectamente con el acusa­ tivo de (19b). Supongamos que para los nombres neutros, como bellum , falta en latín un exponente para expresar el árbol correspondiente al nominativo. En tal caso la gramática examina el léxico, y al no encontrar ninguna correspondencia perfecta, utiliza una forma que contiene como parte de su entrada léxica el ár­ bol nominativo (técnicamente, una entrada que se asocie a un árbol con un suconstituyente que corresponda al nominativo). Esta forma es, de nuevo, -um. Naturalmente, este procedimiento es demasiado poderoso y debemos limitarlo solo a los casos en que falta una pieza léxica determinada; por ejemplo, quere­ mos evitar que -um se use en el nominativo de un sustantivo no neutro, como am icus ‘amigo’. Esto lo obtenemos introduciendo el llamado ‘Principio de Panini’ (popularizado como Elsew here Principle en la bibliografía en inglés): (20) Para lexicalizar un nudo, la gramática utiliza la forma léxica más específica contenida en su léxico. Ser más específico en nuestro caso equivale a ‘tener menos rasgos sobrantes’. Si hay una entrada como la de (21a), el principio de Panini fuerza a que se utilice para un árbol nominativo, porque es la más próxima (de hecho, es idéntica a ella). Si esta forma faltara, y compitieran dos formas como (21b) y (21c), usaría­ mos (2 1 b), ya que tiene un solo rasgo más que el árbol nominativo, mientras que (2 1 c) tiene dos.

(2 1 ) a. us [s y Y] b. um [s x X [s y Y]] c. i [sz Z [s x X [s y Y ]]] Si la entrada de (21a) no está disponible para un nombre neutro, explicamos, pues, que se use -um para el nominativo de bellum, no -i. Si está disponible para uno masculino, explicamos que se use -us, y no -um, produciendo así am icus, no am icum .

4 Donde, cuando, como Pasemos ya al análisis de estos adverbios relativos en nanosintaxis. Por razones de espacio, de este primer grupo, nos centraremos en don d e. Junto a los datos que hemos presentado en §1, los que se muestran en (22), (23) y (24) son otros que necesariamente deben quedar explicados por un análisis completo. (2 2 ) a. Vivo donde vives b. Me gusta donde vives c. *Vivo donde construiste (23) a. Vivo en donde vives b. Vivo en el lugar donde vives c. Me gusta el lugar donde vives (24) a. Voy para donde estás b. *Estoy para donde vas El contraste de (22) muestra que, sin antecedente expreso, d on d e puede actuar como un sintagma preposicional o como un sintagma determinante. En (22a) se comporta como un SP, ya que el verbo vivir exige que su complemento esté in­ troducido por una preposición locativa (Vivo en c a s a ~ *Vivo ca sa). En (22b) se observa que se comporta como un sD , ya que actúa de sujeto con un verbo que exige determinantes (Me gu sta la nieve ~ *M e g u sta nieve). Sin embargo, con respecto al predicado subordinado, d on d e no puede comportarse como un sD ; debe ser siempre un sP . Esto se observa en (22c): la oración podría ser interpre­ table si d on d e denotara dentro de la oración subordinada un objeto, el objeto construido, y solo indicara un lugar en la oración principal (‘Vivo en el X tal que tú construiste X’). Esto es imposible, por lo que la oración es agramatical.

En (23) mostramos los elementos que pueden preceder a d on d e en una rela­ tiva. La preposición locativa puede aparecer (23a), y un SD antecedente tam­ bién, tanto con preposición (23b) como sin ella (23c). Los datos de (24) son algo más complejos. En (24a) vemos que, sin antece­ dente expreso, d on d e puede expresar una locación [estar donde] y ser el término de una preposición direccional regida por el verbo principal. Lo contrario es imposible. D onde no puede aparecer sin antecedente si está introducido por una preposición direccional regida por el verbo subordinado [voy p a r a donde]. La forma en que vamos a explicar estas restricciones parte de la entrada lé­ xica, que determinará - mediante el Principio del Superconjunto y el Principio de Lexicalización Exhaustiva - los contextos sintácticos en que se puede usar esta forma. Proponemos que d on d e lexicaliza los siguientes rasgos, ordenados configuracionalmente como se ve en (25); debido a la interacción de los relati­ vos con el tópico, haremos un cambio a esta estructura a continuación, pero empecemos por esta, más simple. (25)

SPloc

Ploc [qu]

C1 [uqu-]

El SP y el SD más altos son parte de la estructura del antecedente, mientras que el complementante y el elemento relativo de su especificador son parte de la relativa. De hecho, cada uno de estos núcleos puede lexicalizarse por separado - Vive en la c a s a en la qu e está s - , si se dan las condiciones oportunas que im­ pidan la lexicalización mediante d o n d e. Suponemos que el elemento locativo preposicional contiene como complemento, en los casos en que es preposicio­ nal, un elemento pronominal que contiene rasgos

9

identificados con los que

posee el antecedente, que en los casos sin antecedente expreso es el SD que lo m anda-c. Este elemento pronominal no es parte de lo que lexicaliza d on d e, por lo que no está representado en su entrada léxica. Veamos la estructura sintácti­ ca en la que aparece un antecedente nominal, y cómo en estos casos se lexicaliza mediante exponentes más pequeños.

(26)

SPloc

Sploc

ci

Ploc

SD

C1

en

(la i)

que

Como se ve en (26), una de las razones por las que no podemos utilizar d on d e para lexicalizar el conjunto es que la sintaxis proyecte una capa más entre SD y SC; en tales casos, d on d e no puede lexicalizar toda la estructura porque hay un rasgo (F) que no está incluido en su entrada léxica. 1 La única diferencia entre d on d e y los pronombres relativos es la categoría del relativo en el especificador de SC; en nuestro caso, la preposición locativa es la que posee este rasgo. La razón de proponer que es la P, y no el SD, el que está marcado como qu- es que en estas oraciones, o las interrogativas correspon­ dientes con don d e, la entidad es un lugar. Hay una diferencia entre ¿En qué vives?, cuyas respuestas posibles serían En un ap artam en to, en una c a b a ñ a , en un chalet, etc., porque se interroga por una clase de objetos, y ¿Dónde vives?, que usamos para interrogar por un lugar y por ello admite como respuestas adverbios de lugar o nombres propios - aquí, allí, en M adrid, en Tromso - .

1 La le xicalización del complemento de la P locativa parece variable. Cuando aparece donde, el complemento nunca aparece realizado abiertamente, pero cuando se u tiliza un exponente menor, a veces aparece y otras no, dependiendo de distintos factores que incluyen la cantidad de material fonológico que contiene la preposición. No están claras estas condiciones, que tal vez se relacionan con si los rasgos 4> con los que el elemento es correferencial están marcados mediante un exponente separado o no, pero en nuestro a n álisis, donde no le xica liza esta parte de la estructura.

Cuando d on d e lexicaliza toda la estructura completa de (25), tenemos el ca­ so en que no hay antecedente expreso y d on d e expresa un lugar tanto con res­ pecto al verbo subordinado como al principal, es decir, Vivo d on d e vives. A par­ tir de aquí, d on d e puede utilizarse para lexicalizar constituyentes menores siempre y cuando se cumplan dos condiciones: que el árbol lexicalizado sea un subconstituyente del que se representa en su entrada léxica (Principio del Superconjunto), y que no haya en el léxico otra entrada léxica que sea más especí­ fica para ese árbol (Principio de Panini). La predicción es, por tanto, que si entre el SC y el SP superior aparece otra proyección funcional, d on d e no podrá lexicalizar el conjunto total. Suponga­ mos, con Cinque, que dadas ciertas condiciones el SN externo puede ascender a una posición entre SD y SC. Obtendríamos la siguiente representación sintáctica (aquí simplificada). (27)

SPloc Ploc

SD

en D

SF

la SNext

F

casa

El tramo más alto de la representación de d on d e no puede lexicalizarse aquí, porque ahora no forma un constituyente sintáctico con SC: SF con su especificador rompen el constituyente. Como estos rasgos deben identificarse, por el Principio de Lexicalización Exhaustiva, la gramática tampoco puede ignorarlos. La solución es emplear d on d e para materializar el nudo SC con lo que contiene - ya que es un subconstituyente de su entrada léxica - y emplear exponentes distintos para lexicalizar el SP y el SD por encima de SF. Esto explica la agrama-

ticalidad de (28), donde intentamos usar donde para lexicalizar el locativo y el determinante del antecedente. (28) *Vivo casa donde vives. Lo que sí podemos decir es Vivo en la c a s a d on d e vives. El Principio del Superconjunto predice que d on d e puede ser empleado para lexicalizar otros árboles que corresponden a subconstituyentes de su entrada léxica, si el Principio de Panini no lo bloquea. Uno de los casos es cuando el árbol sintáctico no proyecta la P locativa del antecedente. Es en tales casos cuando d on d e se comporta, con respecto a la oración principal, como un SD, e introduce un individuo, M e gu sta d on d e vives. El lector puede comprobar en la entrada de (25) que el SD es un subconstituyente de la entrada de d o n d e. (29)

SV V

Adonde

gusta

D onde también lexicaliza este subconstituyente cuando encontramos la secuen­ cia en d on d e: en tales casos, la sintaxis proyecta la P superior, pero d on d e no la lexicaliza y en su lugar se inserta la preposición en (30).2

2 Varias razones pueden explicar por qué la competición entre los exponentes no parece ser determinística en este caso. Si queremos mantener que la le xicalización es determinística, entonces debería ser que haya diferencias entre am bas construcciones. De hecho, se observa una diferencia de énfasis entre decir Vivo donde vives y Vivo en donde vives, tal que la identifi­ cación del lu gar tiende a ser más precisa en el segundo caso. Podría ser que los rasgos del P locativo sean distintos en cada caso: una locación im precisa en el caso en que donde le xicaliza la totalidad, y una relación de inclusión espacial más definida en el caso de en. Si esto es así, en donde surge cuando la P locativa tiene rasgos diferentes de los de la entrada léxica de don­ de. Volveremos sobre esta p osibilidad más adelante.

Cómo, cuándo y dónde donde, cuando y como se emplean como preposiciones

(30)

217

SPloc

Dada la entrada léxica que hemos propuesto, debería ser claro ya por qué d on d e no puede expresar un lugar con respecto al verbo principal y una entidad con respecto al verbo subordinado (recuérdese *Vivo d on d e construiste). Si la pieza lexicaliza la P locativa y el SD externos, debe necesariamente lexicalizar tam­ bién el material de SC, porque esas dos proyecciones no son un subconstituyente de su entrada léxica. Antes de explicar la interacción de d on d e con las preposiciones direccionales, debemos ser más precisos con su entrada léxica. El lector atento ya habrá notado que no hemos representado en su entrada la presencia de un tópico, que hemos propuesto distingue una relativa de una interrogativa. Esto nos llevaría a la entrada de (31), donde, como se observa, solo hemos añadido un STópico. Suponemos que junto al rasgo q u -, un relativo como d on d e es introducido en la sintaxis con un rasgo [tópico] que lo diferencia del interrogativo.

(31)

SPloc

D

STop

\ SPloc

C

ploc

C

qu-

qu-

Como se observa, hemos utilizado la notación de reproyección para expresar el movimiento del relativo al especificador del STópico (Gartner 2002; Citko 2005). Como explican estos autores, una vez que se acepta que el árbol es un modo de representar un conjunto organizado de elementos, esta representación es una variante notacional de aquella en que se copia el SPloc completo en el especifi­ cador de STop. La adoptamos aquí porque permite percibir con mayor claridad las condiciones bajo las cuales un árbol sintáctico corresponde a un subconstituyente de la entrada o no. Concretamente, la entrada permite evaluar clara­ mente por qué d on d e funciona tanto de relativo como de interrogativo. Cuando aparece como relativo, el elemento qu- contiene un rasgo de tópico que hace que proyecte como especificador del STop. Cuando aparece usado como inte­ rrogativo, la sintaxis nos da el árbol de (32), que, como se ve, es un subconsituyente sintáctico de la entrada de d on d e - obtenido cuando talamos todas las ramas por encima de SC - . (32)

SC

^ donde (ortográficamente, ‘dónde’)

SPloc

C C

qu-

qu-

Ahora ya podemos abordar su interacción con los direccionales. La primera pregunta que tenemos que hacernos es por qué interrogamos cuando decimos

¿P ara d ón d e vas? La incógnita no es una dirección - esta se encuentra definida por la preposición - sino la locación que acompaña a la dirección, y por eso podemos responder P ara c a sa , P ara el d esp a c h o o P ara el p arq u e, pero no D esde mi c a s a o Por el p arqu e. Esto nos da a entender que la incógnita sigue siendo la preposición locativa en este caso, y por tanto es la que tiene el rasgo [qu-]. Así pues, esto sugiere que si la preposición direccional se desplaza con el interroga­ tivo, es por un caso de Arrastre (pied piping). Las causas últimas de que deba suceder este arrastre no están claras; tal vez se deba a que la preposición direccional y la locativa se deben integrar en una sola secuencia. En cualquier caso, las razones de esto son ortogonales a nuestro análisis. Lo que sí parece estar claro es que el arrastre no es un fenómeno meramente fonológico, ya que tiene consecuencias sintácticas - por ejemplo, en ciertas lenguas mesoamericanas se observa que el orden de palabras interno de un constituyente que sufre p ie d pipin g es diferente al que se observa en otros casos (Smith Stark 1988; Broadwell 2001) - , por lo que debe representarse de alguna forma en el árbol. La estructura de (33) es una propuesta: el sintagma que se desplaza está encabezado por Pdir (para), pero el elemento que proyecta como elemento q u - y especificador del tópico es su complemento. (33)

STop

Ploc

SD

Es fácil observar cuál es el problema de este árbol: el nudo más alto del elemen­ to desplazado no ha proyectado en la estructura, ni ha entrado en cotejo con ninguna proyección ya existente, por lo que no está dominado. En consecuen­ cia, no puede definir relaciones de mando-c (¿manda-c o es mandado-c por Top?) y la estructura no sería linealizable. Es plausible que tales estructuras

sean ilegítimas, por lo que SPdir estaría forzado a proyectar en tal configura­ ción. Esto nos da la estructura de (34). (34) ^donde

P C

Lo que esta estructura nos da es precisamente lo que queremos obtener: una preposición direccional que toma como complemento una estructura relativa que en este caso designa un lugar. Veamos cómo se lexicalizaría esta estructura. La entrada de d on d e no puede lexicalizarla completamente, porque no contiene asociación a una preposición direccional. Sí puede lexicalizar el material contenido bajo STópico, y es lo que hace, dejando que p a r a lexicalice la direccional. La predicción es que, ya que la lexicalización de d on d e queda interrumpida por la preposición direccional, el material por encima de Top no puede estar incluido en su lexicalización. Dicho de otro modo: si el relativo lleva una preposición direccional, tendrá que haber un antecedente expreso. Esto se confirma: podemos decir Estoy en el lugar (o allí) p a r a d on d e vas, pero no * Estoy p a r a d on d e vas. ¿Por qué es posible, en cambio, Voy p a r a d on d e estás? En estos casos, la preposición direccional no es parte del constituyente desplazado en la relativa, sino que está introducida por el verbo principal, y allí no rompe el constituyente máximo lexicalizado por d on d e.3

3 Podría resultar tentador descomponer adonde como a-donde, en cuyo caso esta forma sería semejante a para donde. No parece un buen cam ino. No está claro, n i siquiera, que adonde exprese parte de una construcción direccional de forma equivalente a lo que puede hacer un

(35)

SV V

Spd

ir

Veamos por último la razón por la que d on d e puede ser empleado como una preposición en casos como D éjalo d on d e la m esa. En principio, podemos esperar

sintagma introducido por a , ya que fuera de su combinación con verbos inherentemente direccionales (Voy adonde vayas ) la lectura de dirección es difícil de obtener: compárese ??Volaremos al lugar adonde volaste con Volaremos al lugar hacia donde volaste y Volaremos al lugar al que volaste . De hecho, en ciertas variedades del español coloquial no es inaudito encontrar adonde para expresar localizaciones: Vivo allí, adonde la iglesa . parece que, aun si el origen histórico de adonde es la unión de a- y -donde , sincrónicamente esta forma posee una entrada léxica única, distinta de la que tendría la suma de a y donde en una secuencia como Voy a donde tú vives . Curiosamente, la ortografía propuesta por la RAE refleja esta diferencia al reco­ mendar que se escriba a donde , separado, cuando la preposición es parte de una locución (frente a donde , no frente adonde ). Tratar adonde como un solo exponente explica que adonde pueda lexicalizar el antecedente ( Voy adonde vayas ), sin que el segmento a rompa el constitu­ yente lexicalizado del mismo modo que lo hace para , que sí es un exponente distinto de donde en la secuencia para donde . No tendremos espacio aquí para elaborar sobre las diferencias espaciales entre donde y adonde , por lo que no podremos entrar en los detalles de las diferen­ cias entre la entrada léxica de cada uno de estos exponentes.

que d on d e funcione como una preposición, ya que contiene un subconstituyente preposicional: precisamente el elemento que lleva el rasgo qu-. La pregunta es, sin embargo, por qué la lengua no bloquea d on d e en estos casos usando el principio de Panini. Si tenemos una preposición como e n , asociada al rasgo Ploc, ¿no esperaríamos que se usara esta entrada, más específica y sin otra informa­ ción más que la que tiene el árbol sintáctico correspondiente (36), para realizar el núcleo locativo? (36)

SPloc Ploc

la m esa

en La respuesta la encontramos al comparar las dos oraciones de (37) y la distinta relación locativa que define cada una. (37) a. Está en la mesa b. Está donde la mesa En (37a) queda claro que la localización debe ser el espacio definido por la mesa como objeto, pero en (37b) la interpretación es más vaga, y la oración sería cier­ ta si el objeto estuviera al lado de la mesa, debajo de ella, o incluso suficiente­ mente cerca. Lo que esto nos indica es que en su uso como preposición, d on d e define una localización extendida, compatible con distintas áreas en torno al objeto, mientras que en nos obliga a interpretar que la localización es en algún espacio coextensivo con el propio objeto. Esto es coherente con el uso de d on d e como interrogativo: al preguntar por un lugar, admitimos respuestas que defi­ nan cualquier relación espacial, m edian te en, a l la d o d e, d ela n te d e, c erc a d e, etc. Esto sugiere que la preposición que contiene d on d e en su entrada es dife­ rente de la que lexicalizamos como e n . Esta es la razón por la que no actúa el principio de Panini en el uso preposicional de d o n d e: la preposición que lexicalizamos como en tiene un rasgo adicional - lo llamaremos coextensión, por el momento - que no contiene la entrada léxica de don d e. Por lo tanto, ninguna de las dos preposiciones bloquea a la otra. Si la sintaxis usa la Ploc con el rasgo de coextensión, fuerza la inserción de en; si carece de él, y de otros rasgos más específicos que distingan so b re, b a jo , etc., se introduce don de. (38) en Ploc [extensión]

Esto nos permite, además, explicar dos otras propiedades que hemos dejado de lado o sin explicación concluyente anteriormente. Una es por qué es posible usar en d on d e al lado de don d e: la diferencia derivaría de si la sintaxis emplea una preposición locativa con el rasgo ‘extensión’ o no. Igualmente, podemos ser más precisos sobre las circunstancias en que se emplea en D qu e en lugar de d on d e como relativo (la c a s a {en la q u e/d o n d e} vives): en último término depen­ derá de la distinta preposición que usemos en sintaxis para introducir el relati­ vo, por lo que esperamos diferencias de significado entre las dos expresiones. En efecto, si decimos la m esa d on d e está la lám p ara, podemos entender que la lámpara está sobre la mesa, pero también cerca de ella. Si usáramos la m esa en la qu e está la lá m p ara, necesariamente la lámpara debe estar encima de la me­ sa. ¿Qué pasa con cu an do y c o m o ? No tendremos espacio para entrar en todos sus detalles, pero proponemos que comparten la misma estructura que d o n d e, con la única diferencia de cuál es la información asociada a la preposición que contienen como relativo. En el caso de cu a n d o , la preposición sería temporal, y en el de com o, similativa, pero sus posibilidades de lexicalización son idénticas, ya que comparten la misma configuración. Por eso, al igual que d on d e y por las mismas razones, admiten usos preposicionales.

qu-

qu-

Parecería que com o es, en español, la única preposición similativa - usada para relacionar dos entidades en virtud de su parecido - , pero no sucede lo mismo con cu an do, ya que tenemos otras preposiciones que pueden expresar tiempo, como en, a, durante, tras, etc. Para que no actúe el principio de Panini y bloquee el uso de cu an do como preposición, esperamos diferencias de significado seme­ jantes a las que hemos identificado entre d on d e y en. Esto se cumple. En (41a), podemos entender que la llamada sucedió poco antes de empezar la película, poco después de que terminara, o en algún momento de su metraje, pero en (41b), necesariamente, la llamada tiene que haber llegado mientras se veía la película. (41) a. Cuando la película, me llamaron b. Durante la película, me llamaron

5 Mientras Pasemos ahora a estudiar el caso de m ientras. Proponemos que es un relativo que corresponde a un cuantificador temporal que se sitúa en la proyección de aspecto externo del verbo subordinado. Concretamente, este cuantificador tem­ poral denota un intervalo dentro de la situación designada por el predicado verbal. Este elemento es anafórico - en oposición a deíctico - y toma como an­ tecedente el periodo denotado por el aspecto externo asociado al verbo princi­

pal. (42) expresa la posición de m ientras en el verbo principal; SAsp domina las proyecciones responsables del evento verbal. (42)

SAsp SQ

Asp

m ientras [top]

Asp

...

La posición de base de m ientras explica que fuerce cierta información aspectual, concretamente la imperfectiva, en la que se selecciona un intervalo temporal propiamente contenido en el tiempo de la situación denotada por el predicado (Klein 1992). Por eso, m ientras es incompatible con verbos atélicos que designan un evento instantáneo (43a) o con el aspecto aoristo expresado con el indefinido o pretérito perfecto simple en español (43b). Para ser compatible con el aspecto imperfectivo, hace falta un verbo con cierta duración que, además, si se enuncia en pasado, se flexiona en imperfecto (43c). (43) a. *Su madre llegó mientras Juan encontró las llaves b. *Su madre llegó mientras Juan leyó el periódico c. Su madre llegó mientras Juan leía el periódico La interpretación de (43c) es aquella en que el periodo temporal ocupado por llegó es coextensivo con un periodo temporal contenido dentro de la acción de leer el periódico - es decir, el primero se haya incluido dentro del segundo - . Esto quiere decir que este elemento temporal no es referencial, ya que solo per­ mite inferir la situación de su intervalo temporal a partir de la referencia de otro. La razón para proponer que m ientras corresponde a un cuantificador (y no a un elemento pronominal) es que nunca es referencial, lo cual explica que no pueda tomar parte en construcciones de realce (RAE/ASALE 2009, §31.13g; cf. 44), al contrario de don d e, cu an do y com o, que, en nuestro análisis, contienen un SD en su entrada. La suposición de que m ientras es un cuantificador es, además, coherente con el tratamiento del imperfecto como un cuantificador temporal. (44) a. *Mientras {estuvo/estaba} contento {fue/era} durante la fiesta b. Cuando estaba contento era durante la fiesta c. Como estaba contento era con su madre d. Donde estaba contento era en su casa

Una propiedad importante de m ientras es que no puede usarse como interroga­ tivo. ¿A qué se debe esto? Nuestra propuesta es que le falta un rasgo q u -, y que se desplaza directamente a la posición de tópico por encima de la primera capa del complementante. Es decir: este intervalo temporal se convierte en el tópico del que se dice algo en la oración subordinada, pero no establece relación direc­ ta alguna con el primer complementante. Por tanto, su representación sintáctica será la de (45): asciende a una posición de tópico fuera del dominio del SC, y desde allí, puede establecer una relación de correferencia con el aspecto ex­ terno del verbo principal, que no tiene por qué ser necesariamente imperfecto.

La posición exacta que ocupan las relativas de m ientras con respecto al verbo principal está por determinar en nuestro análisis. Por analogía con las relativas cuyo antecedente es una expresión nominal, podemos suponer que se fusionan entre el SAsp y el verbo principal, pero su localización exacta es ortogonal a nuestro análisis. Junto a la imposibilidad de aparecer en construcciones de realce como la de (44), la otra diferencia con las oraciones relativas de d on d e es que m ientras no puede tener un antecedente nominal expreso. Esta propiedad queda capturada en nuestra propuesta: no es que m ientras carezca de antecedente, sino que su antecedente - Asp - se lexicaliza en español como parte de la flexión temporal del verbo y nunca es materializado por sustantivos. Su antecedente, pues, está siempre expreso, pero dentro de la flexión del verbo. Estamos ya en situación de dar la entrada léxica de m ientras (46). Como se ve, esta entrada léxica predice que nunca será un interrogativo: la estructura interrogativa, con un elemento qu- en el especificador de un complementante bajo, no es un subconstituyente de su entrada léxica. También predice que siempre llevará antecedente - es decir, que la presencia de m ientras no permite dejar de expresar el aspecto del verbo principal - , porque el antecedente no es parte de su entrada, al contrario de lo que teníamos con d on d e o cu an do.

(46)

STop

Top

/

SC

C

Que m ientras exprese también el complementante como parte de su entrada léxica explica que m ientras pueda ser usado sin q u e en las oraciones tempora­ les. De hecho, en muchas variedades europeas del español esto es siempre así. ¿En qué casos se usa m ientras qu e en estas variedades? Para introducir estructu­ ras adversativas de contraste, en las que se opone una situación a otra, como en (47). Estas construcciones conservan el valor anafórico de m ientras, que esta­ blece una correlación entre dos situaciones de tal manera que una coexiste con la otra, pero el intervalo temporal de la oración subordinada no se identifica necesariamente con el de la principal. (47) David Lean era británico, mientras que David Lynch es estadounidense Esta diferencia puede expresarse si m ientras en estos casos se desplaza a una posición de foco contrastivo, desde la que expresa un contraste entre el interva­ lo que expresa y el de la oración principal. No se desplazaría, pues, a la posición de tópico desde la que denota un intervalo de tiempo necesariamente activado discursivamente y, por lo tanto, necesariamente anáforico del intervalo de tiempo de la oración principal. Su estructura sería, en estos contrastivos, la de (48). (48)

SFoco SQ

Foco

mientras Foco

SC C que

(48) no es un (sub)constituyente de la entrada de (46), por lo que m ientras no puede lexicalizar el conjunto. Puede, en cambio, lexicalizar SQ, que es un sub-

constituyente de su entrada léxica, pero entonces debe dejar que el resto de proyecciones se lexicalicen por otros medios: por eso qu e se introduce para lexicalizar SC en tales casos.4 La entrada léxica también nos permite entender automáticamente por qué m ientras no tiene un uso preposicional: no hay ninguna estructura preposicio­ nal que sea un subconstituyente de su entrada. Sí es posible, en cambio, usar m ientras para expresar solamente el SQ. En tales casos surge el uso llamado adverbial de m ientras, donde se conserva la propiedad de que remite anafóri­ camente al intervalo temporal expresado por una oración anterior (49). (49) a. Luis sacaba la basura y Carlota, mientras, llamó a su amante b. Luis sacaba la basura y Carlota, mientras tanto, llamó a su amante. La diferencia es que en estos casos, el intervalo temporal sobre el que m ientras cuantifica es el de la oración anterior, no el de aquella en la que aparece. Es decir: en esta oración, el verbo anterior a m ientras es el que denota un periodo temporal extenso dentro del que se incluye la acción de la oración en la que aparece m ientras (‘mientras Luis sacaba la basura, Carlota llamó a su amante’). Esto se puede entender si m ientras, en estos casos, no se asocia directamente a ninguna estructura oracional y por ello le falta un SAsp imperfectivo que le proporcione una entidad que cuantificar. De hecho, tanto (49b) parece materia­ lizar el constituyente que recupera anafóricamente el periodo temporal de la oración anterior. Recapitulemos: hemos visto que la entrada léxica que explica el uso de m ientras como relativo de un cuantificador temporal explica por qué no puede usarse como preposición. Esta propiedad se correlaciona con el hecho de que su antecedente sea siempre un intervalo temporal expresado mediante el aspecto, y no un elemento nominal: las preposiciones pueden contener en su estructura elementos nominales, ya que estos núcleos establecen relaciones entre dos entidades, pero un cuantificador temporal necesita asociarse con estructuras que no tienen naturaleza nominal, como el aspecto.

4 A lgunas variedades europeas, y m uchas am ericanas, u tilizan mientras que también en un uso temporal (R A E/A SA LE 2009, §31.13i). Cabe suponer que en estas variedades, la entrada léxica de mientras es mientras Q, por lo que incluso en los casos en que se desplaza a un sintagm a de tópico debe usarse que para le xicalizar el complementante.

6 Conclusiones En este trabajo hemos estudiado las razones por las que ciertos relativos pueden usarse como preposiciones y otros solo tienen un uso como adverbios. Hemos argumentado que las posibilidades dependen de la interacción de dos factores: el Principio de Panini y el Principio del Superconjunto, que colaboran para permitir que - si falta una pieza léxica más específica - un exponente pueda usarse para lexicalizar estructuras idénticas a un (sub)constituyente del árbol sintáctico con el que están asociados en la entrada léxica. Por el camino, hemos explicado otras de sus propiedades, tal que el uso como interrogativos o no, su interacción con otros elementos y las condiciones en las que el antecedente puede quedar tácito. Lo que hemos investigado, en último término, es una ins­ tancia del fenómeno mayor de las categorías híbridas - que comparten propie­ dades con más de una clase categorial de elementos - y la conversión - el pro­ cedimiento por el cual un mismo exponente puede manifestarse en dos o más categorías - . Nuestro análisis sugiere que la conversión puede ser tratada de una forma unificada con el sincretismo: concretamente, hemos defendido que las posibilidades categoriales de un exponente son una función de la estructura contenida en su entrada léxica, sometida a reglas precisas que dicta el compo­ nente gramatical responsable de la lexicalización. En este caso, hemos analiza­ do una relación categorial relativamente frecuente: la que se da entre preposi­ ciones o adverbios y conjunciones. Si la conversión es semejante al sincretismo, esperamos que siga las mis­ mas reglas, y en particular, la condición *ABA (Bobaljik 2007; 2012), que prohí­ be que, dados tres configuraciones de complejidad sintáctica creciente, se use un mismo exponente para lexicalizar la más simple y la más compleja, pero otro para lexicalizar la intermedia. El Principio de Panini obliga, en esta configura­ ción, a emplear B para la más simple (porque este exponente estaría asociado a un rasgo menos de diferencia con respecto al exponente que se emplea para materializar la estructura más compleja). Esperaríamos que *ABA también se cumpla en casos de sincretismo, siempre y cuando la secuencia categorial esté ordenada en niveles de complejidad creciente (como sugiere, por ejemplo, la propuesta de Hale/Keyser 2002). Se abriría así un programa de investigación que podría, en último término, desvelar la forma en que las categorías gramati­ cales se definen en un árbol sintáctico. Antes de cerrar este artículo, queremos abordar una propiedad intrigante de las estructuras que hemos estudiado. En aquellos casos en que el relativo puede usarse preposicionalmente, la misma preposición que contiene los rasgos q u (locativa, temporal o similativa) aparece duplicada en la entrada léxica en el

dominio del antecedente. Esta duplicación sistemática no parece accidental, por lo que deberíamos tener alguna explicación sobre ella de la que, por el momen­ to, carecemos. Una posibilidad intrigante es que las entradas léxicas correspon­ dientes reflejen una situación prototípica en la que el elemento qu- llena él mismo la posición ocupada por el antecedente, en cuyo caso la preposición más alta de estas entradas es idéntica a la inferior porque es una proyección de ella misma. Si esto es así, la generalización sería que todo elemento qu- tiene la posibilidad de proyectar fuera de su cláusula para satisfacer la necesidad de tener un antecedente, y quedarían por determinar las condiciones en que esto puede suceder. Un argumento a favor de esta reproyección serían los casos en que la preposición regida por el verbo principal es idéntica a la que rige el verbo subordinado, y sin embargo solo aparece una vez: D ependo d e lo qu e tú d ep en ­ d es (no, como esperaríamos *D epen do [d e [ s x [d e lo que] tú d ep en d es]]), salvo que el elemento pronominal del antecedente se lexicalice entre las dos preposi­ ciones, D ependo d e aq u ello d e lo qu e tú d ep en d es. Estos desarrollos, sin embar­ go, tendrán que quedar para investigación posterior, porque hemos llegado al final de este trabajo.

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Edita Gutiérrez Rodríguez y Pilar Pérez Ocón (Universidad de Castilla-La Mancha)

Rasgos gramaticales de adverbios y pronombres relativos en construcciones existenciales* 1 Introducción En este capítulo nos vamos a centrar en un tipo de oraciones - encabezadas tanto por pronombres como por adverbios - que, por sus propiedades híbridas, han sido analizadas por algunos autores como relativas y por otros como inte­ rrogativas .1 El estudio de los rasgos gramaticales y léxicos de los pronombres y adverbios que intervienen en esta construcción nos ayudará a determinar la naturaleza relativa de estas piezas léxicas y a precisar los límites, a veces difu­ sos, entre los relativos, los interrogativos y las conjunciones subordinantes. Las relativas libres de interpretación indefinida (en adelante, RLI) de ejem ­ plos como ( 1 ) son un tipo de construcción encabezada por pronombres o adver­

* Muchas gracias a Ignacio Bosque Muñoz, Manuel Leonetti Jungl e Irene Gil Laforga por sus valiosos comentarios, así como a la audiencia del XLII Simposio de la Sociedad Española de Lingüística. Los errores que pudiera contener este trabajo son responsabilidad nuestra. Este capítulo ha sido parcialmente financiado por el proyecto Teorías léxico-sintácticas (FFI201017967) del Ministerio de Ciencia e Innovación y por el proyecto Semántica procedimental y contenido explícito III (FFI2012-31785) del Ministerio de Economía y Competitividad. 1 Las oraciones encabezadas por los adverbios relativos donde, cuando, como y cuanto se analizan tradicionalmente de dos maneras diferentes, según aparecen con o sin antecedente. En el primer caso, se consideran oraciones adjetivas porque modifican a un sustantivo (Fueron al pueblo donde nació ) y, en el segundo, se incluyen entre las adverbiales de lugar, tiempo y modo porque desempeñan la función de complemento circunstancial de la oración principal. Estas oraciones se denominan en ocasiones adverbiales propias porque entre las subordinadas adverbiales o circunstanciales son las únicas sustituibles por un adverbio (cf. Fueron {donde nació/allí} ). En este análisis, como se señala en RAE/ASALE (2009, §44.7b), las unidades don­ de, cuando, como y cuanto se consideran conjunciones que introducen subordinadas adverbia­ les. En numerosas ocasiones se ha llamado la atención sobre el problema de analizar de mane­ ra diferente dos estructuras que parecen la misma y hoy en día es habitual considerar que todas las oraciones encabezadas por un relativo, esté o no el antecedente explícito, son oracio­ nes relativas y no adverbiales. Por otro lado, en RAE/ASALE (2009, §1.13) se ofrecen diversas razones por las que el concepto de subordinación adverbial es cuestionable hoy en día.

bios relativos; las propiedades híbridas de estas construcciones parecen acer­ carlas a las oraciones interrogativas indirectas (2 ), por un lado, y a las relativas libres (en adelante, RL) por otro (3). (1)

a. No tiene con quién h a b la r2 b. ¿Hay cóm o hacerlo? c. No encontró d ón d e dorm ir

(2)

a. No sabe a quién invitar b. Se preguntaba cómo hacerlo

(3)

a. Ignoró a quienes no le saludaron b. Quien haya dicho eso se equivoca

La principal diferencia entre las RLI y las RL es que las primeras tienen la inter­ pretación de un SN indefinido, mientras que las segundas son definidas, como se refleja en las paráfrasis de (4): (4)

a. No tiene con quién hablar ‘No tiene nadie con quién hablar’ b. Quien venga hablará contigo ‘La persona que venga hablará contigo’

En RAE/ASALE (2010, §3.4.3.2.3) se señala que en ocasiones es posible articular las palabras interrogativas y relativas (también llamadas palabras qu-) como tónicas o átonas en un mismo enunciado sin variaciones de significado . 3 Este es el caso de las RLI de (5), donde se refleja la tonicidad con la tilde. El hecho de que la palabra qu- pueda ser tónica en las RLI parece acercar estas construccio­ nes a las interrogativas indirectas, encabezadas por un interrogativo tónico. Sin embargo, entre las dos oraciones de ( 6 ) hay diferencias de configuración y signi­ ficado apreciables, que se derivan de la distinta naturaleza del complemento verbal, que es una interrogativa indirecta en ( 6 a) y una relativa libre en ( 6 b):

2 Escribirem os sistemáticamente el pronombre o adverbio relativo con tilde en estas construc­ ciones. 3 En esta obra se señala que cuando la R L lleva el verbo en infinitivo, los relativos tienden a pronunciarse como tónicos, mientras que si el verbo está en forma personal la tendencia es a pronunciarlos como átonos. Tam bién hay variación según el relativo del que se trate: mientras que algunos como quien o donde permiten la doble articulación tónica/átona, otros como que suelen realizarse siempre tónicos.

(5)

a. No tiene en quién confiar ‘No tiene nadie en quien confiar’ b. No tiene en quien confiar ‘No tiene nadie en quien confiar’

(6 )

a. Se ha olvidado de quién la cuidó ‘Se ha olvidado de qué persona la cuidó’ b. Se ha olvidado de quien la cuidó ‘Se ha olvidado de la persona que la cuidó’

En la bibliografía, las RLI se denominan relativas libres d e infinitivo (Suñer 1984) o relativas libres irrealis (Grosu 1994; Grosu/Landman 1998). Estas relativas de interpretación indefinida han sido muy poco estudiadas en comparación con las RL, a pesar de que existen en numerosas lenguas, como se recoge en Caponigro (2001, 53). Las RLI se dan en las lenguas romances, eslavas, finougrias, y tam­ bién en griego moderno y hebreo moderno; no existen, sin embargo, en las lenguas germánicas como el inglés, el holandés o el alemán. Las RLI tienen una distribución muy reducida, pues solo pueden aparecer con predicados que exigen SN indefinidos de complemento y que muestran, por tanto, efectos de definitud .4 En este trabajo nos vamos a centrar en las RLI del español que aparecen como complemento de los predicados existenciales h a b er y tener.5 Estos predicados se caracterizan por su función presentativa: aportan

4 Existe una abundante bibliografía, tanto desde el punto de vista semántico como sintáctico, sobre el Efecto de Definitud (en inglés, Definiteness Effect). Para una visión general del proble­ ma y una presentación de distintas posiciones teóricas, véanse M ilsark (1977), Reuland/ter Meulen (1987), Lyons (1999, §6.2), Zam parelli (2000, capítulo 2) y Gutiérrez-Rexach (2003, §II. 2). 5 No nos vamos a ocupar aquí de las relativas sem ilibres (cf. Brucart 1999). Asum im os, sin embargo, el tratamiento no unitario de la secuencia el que, propuesto inicialm ente por Bello (1847) y posteriormente desarrollado por otros autores como Brucart (1992; 1999) o R A E/A S A LE (2009), entre otros. Por tanto, junto al relativo compuesto el que, que aparece en oraciones como E l chico con el que fu i es Juan, se da la secuencia . En esta secuencia, el que se analiza como el artículo definido seguido de una categoría vacía nom inal (e), antecedente de la relativa: E l e que vino es Juan. Como veremos más adelante, el relativo complejo el que no aparece en las R L I por razones que tienen que ver con la definitud; tampoco la secuencia se da en las R L I, pues esta últim a está encabezada por el artículo definido, mientras que nuestro trabajo se centra en los complementos de predicados existenciales, que exigen SN indefinidos de complemento: Quiero el que leíste ayer/*Hay el e que leíste ayer. Tampoco estu­ diaremos los relativos indefinidos como cualquier o los compuestos del tipo de quienquiera (que), cuyas características particulares exceden los objetivos de este trabajo. Estos relativos no

información nueva al discurso, por lo que imponen un requisito de indefinitud a su argumento interno .6 En cambio, no trataremos en este trabajo la otra clase semántica de predi­ cados que aceptan RLI de complemento, los predicados intensionales como b u scar, encontrar, fa ltar, etc.: B u sca b a con quién ir/No encontró con quién h a ­ b la r/L e fa lt a b a d ón d e dormir. Estos predicados dejan en suspenso la existencia del referente de alguno de sus argumentos y, por tanto, producen la lectura inespecífica de los SN indefinidos que son su complemento . 7

aparecen en los contextos existenciales de los que nos ocupamos en este trabajo: *No tenía dondequiera que ir/No tenía dónde ir. 6 Los predicados haber y tener sí pueden aparecer en ocasiones con SN definidos de com ple­ m ento; en tal caso, el SN definido debe aportar inform ación nueva para el oyente, o no compar­ tida. Esperam os, pues, que los SN definidos en contextos existenciales no sean anafóricos sino casos de primera m ención. Por ejem plo, el verbo haber admite SN definidos en los siguientes entornos (datos tomados de Leonetti 1999, §12.1.2.4): i) Prim era m ención del referente: H abía las m ism as personas en los dos actos. La presencia del adjetivo m ism as permite la aparición del SN definido (cf. *Había la s personas en los dos actos). Este adjetivo crea las relaciones anafóricas necesarias para la identificación unívoca del referente. Sin embargo, se trata de una primera m ención, por lo que el SN puede aparecer como complemento de haber. ii) Menciones de nuevos ejemplares de un tipo ya conocido: En su casa había el follón de siempre/*Había el follón. iii) Menciones de datos conocidos pero que deben ser presentados como inform ación nue­ va, en lo que se denom ina lectura de lista (ing. L is t Reading): ¿Qué tenemos para cenar? Hom ­ bre, pues ya sabes, hay el arroz y la ensalada. iv) Superlativos: Leonetti señala que los superlativos son expresiones definidas no anafó­ ricas, la definitud está legitim ada por la inform ación restrictiva que acom paña al nombre pero se introduce inform ación nueva: No hay el menor indicio de culpabilidad. v) En otros casos, los m odificadores del nombre - SP, oraciones de relativo, oraciones su s­ tantivas, etc. - hacen posible la aparición del artículo definido, al introducir inform ación nueva para el oyente: Incluso hay la perspectiva de que el viaje se pueda retrasar; H a y el p ro ­ blema del aprovechamiento adecuado de los recursos hidrológicos; Antes había la conciencia de que alcanzar algo exige esfuerzo. Del mismo modo, el verbo tener en las construcciones posesivo-existenciales exige SN in ­ definidos: Tiene una buena amiga con la que habla mucho; *Tiene la buena amiga con la que habla mucho. Sin embargo, como se señala en Leonetti (2006), la aparición de un SN definido en el complemento del verbo tener activa un proceso de reinterpretación del verbo, que deja de tener un significado existencial y adquiere otras interpretaciones, como la interpretación pose­ siva transitoria (cf. Tiene el dinero) o la lectura de lista (cf. E l cuerpo de los mamíferos tiene la cabeza, el tronco y las extremidades), entre otras. 7 Nótese, sin embargo, que no todos los predicados intensionales admiten R L I con la m ism a facilidad: Buscaba con quién hablar/Encontrará cómo hacerlo/*{Deseaba/quería} dónde dormir. Estos últim os predicados sí admiten relativas de infinitivo con antecedente: Quería libros que

Vamos a defender, en la línea de Plann (1980) y Suñer (1984), que las RL son construcciones nominales que tienen un antecedente definido fonéticamen­ te nulo y que las RLI son también construcciones nominales, que se diferencian del resto de las relativas libres en que tienen como antecedente un cuantificador indefinido nulo equivalente a los cuantificadores alguien, algo, n adie, nada... (Masullo 2011). Este cuantificador es un término de polaridad que se legitima en un entorno modal. A este tipo de análisis se oponen otros como los de Ojea (1992), Bartra (1990), Grosu (1994), Grosu/Landman (1998) o Caponigro (2001), que defienden que las RLI son construcciones oracionales semejantes, por tan­ to, a las interrogativas indirectas. La estructura de este trabajo es la siguiente. En el apartado 2 repasaremos las propiedades de las RLI, comparándolas con las características de las RL por un lado y de las interrogativas indirectas por otro. En 3 resumiremos los análisis que se han propuesto para las RL y las RLI. En el apartado 4 desarrollaremos nuestra propuesta sobre las RLI: daremos cuenta de la naturaleza indefinida del antecedente a partir de la presencia del infinitivo en la relativa; analizaremos los rasgos de los relativos y la relación que se establece entre el relativo y el antecedente; explicaremos las diferencias con las RL, que no se esperan si las RLI son realmente un tipo de relativa libre; asimismo, explicaremos que las similitudes entre las RLI y las interrogativas indirectas no se deben a la ausencia de un antecedente nominal en las RLI sino que se explican por otras razones. Por último, haremos un análisis en rasgos de los pronombres y adverbios relati­ vos, con el que daremos cuenta de la distribución de las palabras qu- en las RLI.

2 Propiedades de las RLI Las RL y las RLI pueden parecer idénticas a las oraciones interrogativas indirec­ tas debido a la ausencia de un antecedente expreso en las relativas. En los si­ guientes subapartados vamos a resumir las propiedades que las RLI comparten con las RL y con las interrogativas indirectas, y las propiedades que diferencian a las RLI de unas y otras construcciones. En los ejemplos de (8 ) aparecen los tres tipos de construcciones encabezadas por elementos qu -:

leer/*Quería qué leer (sobre las relativas de infinitivo que tienen como antecedente un nombre escueto, véase Táboas 1995). El hecho de que estos predicados adm itan oraciones, además de SN , de complemento hace el an álisis todavía más complejo.

(7) a. Ignoró a qu ien es no le salu daron

(RL)

b. No tiene a quién invitar

(RLI)

c. No sabe a quién invitar

(Interrogativa indirecta)

La secuencia subrayada en (7a) es una RL, es el complemento del verbo ignorar y tiene la interpretación de un SN definido (‘Ignoró a las personas que no le saludaron’). El constituyente subrayado en (7b) es también una relativa sin antecedente explícito, sin embargo, su interpretación no es como la de (7a), sino que tiene una lectura equivalente a la de un SN indefinido (‘No tiene nadie a quien invitar’). Este sintagma es el complemento del verbo tener y se trata de una RLI. Por último, la oración de (7c) es una interrogativa indirecta de infiniti­ vo, complemento del verbo sa b er. Como hemos señalado en la introducción, vamos a proponer que las RLI tienen la misma estructura que las RL. Por tanto, tendremos que dar cuenta, por un lado, de las propiedades en que las RLI se diferencian de las RL y, por otro, de las propiedades en que las RLI se asemejan a las interrogativas indirectas. En este apartado nos limitaremos a describir las propiedades de las tres construcciones, que posteriormente explicaremos en el apartado 4.

2.1

Relativas libres de interpretación indefinida frente a relativas libres

Las razones más importantes para considerar que las RLI son un tipo de RL son su distribución e interpretación. Tanto unas como otras tienen distribución nominal, igual que las relativas correspondientes con antecedente explícito (8 b) y (8 d), y también reciben una interpretación nominal, 8 como se refleja en las paráfrasis de (8 a) y (8 c). Recordemos que las RLI que estamos estudiando son complemento de los verbos h a b e r y tener, que nunca seleccionan oraciones. (8 )

a. No tiene [s n a quién admirar]

(RLI)

‘No tiene nadie a quien admirar’ b. No tiene [s n nadie a quien admirar] (Relativa con antecedente) c. No vio a quien admiraba

(RL)

8 Em pleam os aquí sintagm a o expresión nom inal como término no marcado para referirnos a la proyección nom inal. Más adelante propondremos que las R L I están encabezadas por un cuantificador, por lo que la proyección correspondiente es más propiamente un sintagm a cuantificado (SCu), proyección intermedia entre el sintagm a determinante (SD) y el SN.

‘No vio a la persona que admiraba’ d.

No vio al profesor que admiraba

(Relativa con antecedente)

A pesar de las similitudes señaladas, las RLI presentan muchas características sintácticas que las alejan de las RL, que resumimos a continuación: a) Las RLI tienen naturaleza indefinida, mientras que las RL son obligato­ riamente definidas: (9)

a. No hay dónde ir ‘No hay ningún lugar donde ir’ b. Fue donde le dijeron ‘Fue al sitio que le dijeron’ b) Las RLI aparecen con un número pequeño de predicados (tener, h aber,

bu scar, fa lta r, etc.), mientras que las RL aparecen más libremente como argu­ mentos o adjuntos de casi cualquier predicado que seleccione un argumento nominal. c) El verbo que aparece en las RL no puede ir en infinitivo (10), tiene que es­ tar flexionado, y puede ser indicativo o subjuntivo; sin embargo, las RLI llevan obligatoriamente el verbo de la subordinada en infinitivo y, marginalmente, en subjuntivo, como se explica a continuación. (10) a. *Invitó a quien ver en la fiesta b. Invitó a quien vio en la fiesta

(RL) (RL)

c. Invitará a quien vea en la fiesta (RL) ( 1 1 ) a. No tiene con quién hablar

(RLI)

b. *No tiene con quién hable

(RLI)

c. *No tiene con quién habló

(RLI)

Hay al menos dos contextos en que el verbo de la RLI puede ir en subjuntivo. En primer lugar, el subjuntivo aparece necesariamente si el relativo funciona como sujeto, pues los infinitivos no admiten sujetos explícitos, lo que podría interpre­ tarse como un último recurso para construir RLI con el relativo de sujeto: (12) a. No tiene quién le quiera b. *No tiene quién querer c. No tiene a quién querer d. *No tiene a quién quiera

En segundo lugar, excepcionalmente puede aparecer subjuntivo en una RLI si el verbo de la relativa es el auxiliar modal p o d e r: (13) a. *No tiene a quién quiera b. ?No tiene a quién pueda querer d) Las RLI tienen interpretación modal, las RL no. Mientras que una RLI como No tiene d ón d e dorm ir se puede parafrasear como ‘No tiene dónde pueda dormir’, con un verbo modal, las RL no son intrínsecamente modales. Así, Co­ m ía d on d e dorm ía no admite una paráfrasis del tipo ‘Comía donde podía dor­ mir’. e) Las RL muestran efectos de encaje de preposiciones, fenómeno también denominado solap a m ien to o su perposición (ing. matching) (cf. RAE/AS ALE 2009, §44.7u), mientras que las RLI no. Vamos a ver con un poco de detalle en qué consiste este fenómeno al que los estudios sobre las RL han dedicado mu­ cha atención. En las RL el verbo de la oración principal impone al sintagma relativo determinados requisitos categoriales que no son esperables. Para des­ cribir el fenómeno del encaje, es preciso señalar en primer lugar que en español las RL admiten como máximo la aparición de una preposición ante el relativo que las encabeza, frente a lo que ocurre con una oración interrogativa (cf. *V im os a (la p erso n a ) con quien ib a s (R L)/D epende d e con quién v ay as (interro­ gativa indirecta)). Dicho esto, vamos a repasar a continuación la casuística del encaje. En pri­ mer lugar, cuando el verbo de la oración principal y el de la relativa seleccionan la misma preposición, la construcción es gramatical, siempre que ambas prepo­ siciones queden reducidas a una. En (14a) tanto so ñ a r como p e le a r exigen la preposición con, mientras que en (14b) entrevistarse exige con y el complemento indirecto de d a r lleva la preposición a : (14) a. He soñado con quien te peleaste ayer ‘He soñado con (la persona) con quien te peleaste ayer’ b. *Me entrevisté con a quien le diste el encargo ‘Me entrevisté con (la persona) a quien le diste el encargo’ (Brucart 1999, §7.2.4.4) Para que haya simplificación de las dos preposiciones en una no es necesario que la función desempeñada por ambos SP sea la misma - como en (14a), en que los dos SP son complemento de régimen preposicional - , es suficiente con que haya identidad léxica:

(15) a. Ayer vi a quien le compraste este piso (Brucart 1999, §7.2.4.4) b. Finalmente conocí a quien tú habías recurrido tantas veces Así, en (15a) la preposición a del verbo principal se corresponde con la marca del objeto directo, mientras que la a de la subordinada es la marca del objeto indirecto. De la misma manera, en (15b), la a del verbo principal corresponde al complemento directo, mientras que la de la subordinada forma parte del com­ plemento de régimen preposicional. Además, si solo el verbo de la principal exige preposición, el resultado es gramatical, como en (16a). En cambio, si es únicamente el verbo de la subordi­ nada el que rige preposición, como en (16b), la oración es agramatical. (16) a. Luchó contra quien le dijeron b. *No trajo con lo que contabais En definitiva, no se puede relativizar en una RL un SP si el verbo de la principal no subcategoriza un SP con la misma preposición que la del verbo de la subor­ dinada. En las RLI no se observan los efectos de encaje, como muestra el contraste (16b) y (17). En esta última tener no rige preposición, a diferencia de contar, y, sin embargo, la construcción es gramatical. (17) No tenía con quien contar f)

Las RLI se pueden truncar (ing. sluicing), es decir, se puede elidir el seg­

mento que sigue al relativo cuando esta información se halla presente en el contexto lingüístico previo. Las RL, en cambio, no presentan una variante trun­ cada: (18) a. ¿Tienes por dónde salir? b. Sí, tengo por dónde c. ¿Estuvo María con quien tú estuviste ayer? d. *Sí, estuvo con quien Retomaremos esta cuestión en el siguiente subapartado, pues esta es una pro­ piedad que las RLI comparten con las interrogativas indirectas y que en el apar­ tado 4.4 explicaremos por razones prosódicas.

g)

Por último, el paradigma de los elementos qu- que aparecen en las RLI no

coincide con el de las RL, como se recoge en la tabla 1.9 Tab. 1: Distribución de los elementos qu- en RL y RLI Relativas libres (RL) Relativas libres indefinidas (RLI) quien (pron.)





que (pron.)

X



que (det.)

X

X

el que (pron.)



X

cuanto (pron.)



X

cuanto (det.)



X

cuanto (adv.)



X

cuyo (det.)

X

X

cual (pron.)

X

X

cual (det.)

X

X

el cual (pron.)

X

X

cuando (adv.)





donde (adv.)





como (adv.)





Entre las diferencias más importantes que se observan, y que explicaremos en 4.5, lo más destacable es la ausencia de cu an to y de el qu e en las RLI, y el hecho de que el pronombre qu e puede aparecer en las RLI y no en las RL: (19) a. Compra todo cuanto quiere

(Relativa con antecedente)

b. Compra cuanto quiere

(RL)

c. *No tiene cuánto querer

(RLI)

(20) a. Se casó con la chica con la quesoñaba (Relativa con antecedente)

(21)

b. Se casó con la que soñaba

(RL)

c. *No tiene con la que ir

(RLI)

a. Compró un libro que le interesaba

(Relativa con antecedente)

b. *Compró que le interesaba

(RL)

c. No tiene qué decir

(RLI)

9 En esta tabla los relativos que aparecen en las R L I no van marcados con la tilde, pues por razones de claridad expositiva no hemos duplicado los elementos de la tabla.

Como hemos adelantado en la introducción, vamos a proponer que las RLI son un tipo de RL y que, por tanto, tienen la misma configuración, con un antece­ dente nulo en ambos casos. Las diferencias que acabamos de resumir en a )-g ) a menudo se emplean como argumento a favor de la naturaleza oracional y no nominal de las RLI. En nuestro caso, daremos cuenta de ellas en el apartado 4 por la naturaleza indefinida del antecedente implícito de las RLI, que tiene unas condiciones de legitimación distintas de las del antecedente definido de las RL.

2.2 Las RLI frente a las interrogativas indirectas Examinaremos a continuación qué propiedades comparten las RLI y las oracio­ nes interrogativas indirectas, especialmente las de infinitivo. a) Las oraciones interrogativas indirectas son argumentos seleccionados por predicados regentes, por tanto, aparecen solo con un grupo pequeño de predicados como preguntar, sa b er, etc. Las RL pueden aparecer, en principio, con cualquier predicado que exija SN. Las RLI, sin embargo, parecen seleccio­ nadas, en el sentido de que solo pueden aparecer con ciertos predicados, como h a b e r y tener. La cuestión es dilucidar si lo que parece selección de la relativa libre no es más que la confluencia de una serie de factores contextuales relacio­ nados con la definitud. En realidad, lo que estos verbos seleccionan es un SN indefinido y las RLI son SN indefinidos, debido a la presencia del infinitivo, como explicaremos en 4.1. b) Las oraciones interrogativas indirectas están encabezadas por pronom­ bres, determinantes y adverbios interrogativos, que se diferencian de los relati­ vos desde el punto de vista prosódico por ser tónicos (el único relativo tónico es el cual). Las RL, como todas las relativas, están encabezadas por relativos áto­ nos. En cambio, las RLI pueden estar encabezadas por relativos tónicos, como también hemos señalado en la introducción. c) En (18a) y (18b) veíamos que las RLI, frente a las RL, se pueden truncar. Las RLI comparten esta propiedad con las oraciones interrogativas indirectas, de modo que el pronombre o adverbio interrogativo queda como único repre­ sentante de la oración, que se reconstruye a partir del contexto: (22) a. Se fue con un amigo pero no sé con quién se fue

(Interrogativa indirecta)

b. Se fue con un amigo pero no sé con quién (23) a. Quería ir a China, pero no tenía con quién ir b. Quería ir a China, pero no tenía con quién

(RLI)

d)

Tanto las oraciones interrogativas indirectas de infinitivo como las RLI

tienen un valor modal, como muestran las paráfrasis de las oraciones de (24). (24) a. No sabe dónde ir ‘No sabe dónde {puede/pueda} ir’ b. No tiene dónde ir ‘No tiene dónde pueda ir’ A pesar de las similitudes señaladas, las RLI se diferencian de las oraciones interrogativas indirectas de infinitivo en numerosos puntos: a) Igual que ocurre en el caso de las RL, la principal diferencia entre una RLI y una oración interrogativa indirecta es la intuición clara de que unas y otras tienen diferentes propiedades semánticas. Mientras que las interrogativas indirectas denotan un tipo de función proposicional, las RLI, como el resto de las RL, tienen interpretación nominal y denotan entidades. b) La distribución de las RLI, igual que la distribución de las RL, se corres­ ponde con la de un elemento nominal, mientras que las interrogativas indirec­ tas aparecen en contextos en los que se seleccionan oraciones. Por ejemplo, los verbos h a b e r y tener seleccionan SN y también RLI, pero nunca oraciones, ni interrogativas ni afirmativas: (25) a. No hay quién te aguante

(RLI)

b. *No hay que Juan llegue tarde

(Subord. sust. declarativa)

c. *No hay si llegar o no

(Subord. sust. interrog. total)

d. *No hay con qué novela entretenerse

(Subord. sust. interrog. parcial)

(Hernanz 1999, §36.3.3.2) Un predicado como sa b er , en cambio, selecciona argumentos oracionales, sean subordinadas sustantivas declarativas o interrogativas indirectas: (26) a. No sabía que Juan llegaba tarde b. No sabía si salir o no c. No sabía con qué novela entretenerse

(Subord. sust. declarativa) (Subord. sust. interrog. total) (Subord. sust. interrog. parcial)

c) Las oraciones interrogativas indirectas, como es sabido, pueden ser par­ ciales o totales: (27) a. Me pregunto {quién/dónde/cómo} vendrá b. Me pregunto si vendrá

Las RLI, como las RL, no presentan esta diferencia y nunca pueden ir encabeza­ das por si: (28)

a. No tiene con quién ir a comer (RLI) b. *No tiene si ir a comer c. Me gustó quien vino a comer

(RL)

d. *Me gustó si vino a comer d)

El paradigma de los elementos qu- de las interrogativas indirectas no

coincide exactamente con el de las RLI, como se recoge en la siguiente tabla: Tab. 2: Distribución de los elementos qu- en interrogativas y RLI Interrogativas Relativas libres indefinidas (RLI) quién (pron.)





qué (pron.)





qué (det.)



X

el que (pron.)

X

X

cuánto (pron.)



X

cuánto (det.)



X

cuánto (adv.)



X

cuyo (det.)

X

X

cuál (pron.)



X

cuál (det.)



X

el cual (pron.)

X

X

cuándo (adv.)





dónde (adv.)





cómo (adv.)





Si comparamos la columna de las interrogativas y la de las RLI, vemos que la diferencia fundamental está en el uso del qu e determinante que, como señala Hernanz (1999, §36.3.3.2), es incompatible con los verbos h a b e r y tener, y posi­ ble con los verbos que seleccionan interrogativas: (29)

a. No sabe en {quién/qué amigo} confiar

(Interrogativa indirecta)

b. No tiene en {quién/*qué amigo} confiar (RLI)

Por otro lado, los relativos el cu al y el qu e no aparecen en ninguna de las dos construcciones, lo que es esperable en las interrogativas pero no en las RLI. En el caso de el cual, ya hemos visto que tampoco aparece en las RL. Sin embargo, sí se esperaría que el qu e se emplease en las RLI. En el apartado 4.4 explicare­ mos la razón de estas asimetrías entre RL y RLI, que, por otro lado, no han de llevarnos a concluir que las RLI son interrogativas indirectas. e) Por último, Grosu/Landman (1998, 157) señalan que

en rumano y en ruso

es posible extraer un constituyente de una RLI, igual que de una oración inte­ rrogativa indirecta; en cambio, nunca es posible hacerlo de las RL. 10 Para estos autores, las RLI son oraciones subordinadas, frente a las RL, a las que conside­ ran proyecciones nominales con un núcleo vacío. Por tanto, con su hipótesis es esperable que de las RLI se pueda extraer, frente a las RL, de las que en princi­ pio nunca se puede extraer un elemento. En español, se produce un contraste similar al que estos autores señalan: (30) a. *el libro quei vi al niño que tenía h

(Relativa con antecedente)

b. *el libro quei vi a quien tenía h

(RL)

c. ?el libro quei no tiene a quién dar h

(RLI)

d. el libro que no sabe a quién dar

(Interrogativa indirecta)

Los datos de la extracción de RL y RLI parecen, en efecto, contrastar, y parece que es posible extraer de una RLI. Sin embargo, la razón de este contraste no se debe atribuir a que las RLI sean interrogativas indirectas sino a la naturaleza no flexionada del verbo de la subordinada. Incluso en una relativa con antecedente explícito, la extracción parece marginalmente posible si el verbo de la subordi­ nada es un infinitivo: ??La fie s ta a la qu e no tiene n ad ie con quien ir. Ross (1967), Chosmky (1986), Manzini (1992) y, más recientemente, Michael/Goodall (2013) han señalado la influencia de la flexión en las restricciones de islas, pues en muchos casos la presencia del infinitivo suaviza la restricción: (31) This is a book which I can’t figure out... ‘Este es un libro que no me puedo im a g in a r.’ a. ? [what to do ab o u t__] ‘... qué hacer con él’ b. ?* [what I should do abo u t__]

10 Como es sabido, las oraciones interrogativas indirectas son islas débiles, por tanto, perm i­ ten la extracción de algunos sintagm as, frente a las islas fuertes - como un sintagm a nom inal complejo con una relativa - de las que es im posible extraer nada (Ross 1967).

‘... qué debería hacer con él’ (Michael/Goodall 2013) Lo dicho hasta aquí indica que las RLI comparten propiedades con las RL, como se espera si son un tipo de relativas libres, pero también con las interrogativas. Su significado y su distribución nominales, así como la posibilidad de recuperar un antecedente tácito hacen pensar que son relativas; por el contrario, la posibi­ lidad de truncamiento y el hecho de que parezcan seleccionadas por el predica­ do de la oración principal contribuyen a hacer borrosos los límites con las inte­ rrogativas indirectas .11 Por último, el paradigma de los elementos qu- de las RLI no coincide ni con el de las RL ni con el de las interrogativas.

3 Hipótesis anteriores sobre las RL En este apartado vamos a resumir, en primer lugar, los análisis que se han pro­ puesto dentro de la tradición generativista de las RL y, en segundo lugar, los que se han ofrecido para las RLI.

11 Entre las propiedades que se han manejado para identificar las R L I y las interrogativas indirectas se h alla la p osibilidad de contener más de un grupo sintáctico interrogativo: (i)

a. No sabía cómo hacer la tarta b. No sabía cómo hacer qué

Grosu/Landm an (1998, 157) señalan que en las R L I del rumano y del ruso la presencia de dos palabras qu- es posible, frente a lenguas como el inglés. Los dos ejemplos proceden de estos autores: (ii)

a. *Who danced with whom last night w ill get m arried next week ‘Quien bailó con quien anoche se casarán la semana que viene’ b. Un m ai avem[pe cine cu cine imperechia] no más tener-1pl ACC quién con quién juntar ‘No tenemos a quién juntar con quién’

En español, en cam bio, la presencia de dos palabras qu- no nos parece posible: (iii) a. No hay con qué hacer la tarta b. */??No h ay con qué hacer qué El ejemplo de (iii)b. solo es gram atical en la lectura de eco, y no en la interpretación de lista, que es la que se debería obtener si se tratara de una interrogativa m últiple. Es, por tanto, seme­ jante a lo que ocurre en ¿El niño que hizo qué?

3.1 Análisis de las RL Los distintos análisis de las RL han tratado de dar cuenta de las propiedades de estas relativas resumidas en el apartado anterior. Tratan de explicar, por un lado, su distribución y significado, propios de un sintagma determinante (en adelante, SD ) , 12 y por otro, el encaje y su aparente semejanza estructural con las oraciones interrogativas indirectas. Como señalan Van Riemsdijk (2006) y Ojea (2011, 124), los análisis de las RL se pueden dividir en dos grupos: a) Los que consideran que la RL es categorialmente un SD que contiene un elemento nominal, el antecedente de la relativa, y una oración de relativo espe­ cificativa. b) Los que consideran que la RL es categorialmente una oración (en adelan­ te, SComp) con un sintagma qu- en su especificador al que el verbo de la oración principal puede acceder, de modo que este sintagma qu- satisface los requisitos de selección de este verbo. En los apartados siguientes vamos a examinar cada una de las hipótesis con sus distintas variantes.

3.1.1 RL como sintagma determinante Esta hipótesis da cuenta directamente del hecho de que las RL tienen distribu­ ción nominal y tiene, además, la ventaja de establecer un paralelismo directo entre relativas sin antecedente y relativas con antecedente, que pueden recibir una explicación conjunta. Un análisis que capte el paralelismo sintáctico entre relativas con y sin antecedente parece deseable, debido a su sem ejanza de signi­ ficado - ambas parecen tener el significado propio de un SN - y de distribución - ambas aparecen en posiciones de SN, no en posiciones de oración - . Si las RL son construcciones nominales, se plantea inmediatamente la cues­ tión de cuál es el antecedente de la subordinada y hay al menos dos respuestas posibles a esta pregunta, ambas exploradas en la bibliografía. El nombre de cada una de las hipótesis se refiere a la posición del relativo en la RL - en el núcleo del sintagma nominal o en el especificador de SComp - :

12 Desde Abney (1987) se entiende que el determinante es el núcleo funcional de la proyección nom inal, SDeterminante (SD). Este an álisis es una extensión de la hipótesis que considera que la flexión es el núcleo funcional oracional (SFlex o SI), y que los complem entan­ tes/conjunciones son también núcleos de una proyección funcional superior al SFle x, SComplementante (SComp).

a) La Hipótesis del Antecedente (ing. H ead H ypothesis). El antecedente de la relativa es el relativo. Es la hipótesis clásica de Bresnan y Grimshaw (1978), desarrollada posteriormente por Larson (1987) o Citko (2002), entre otros. Algu­ nos análisis sitúan directamente el relativo en la posición de antecedente, con lo cual en la relativa habría un elemento pronominal borrado posteriormente bajo identidad referencial con el antecedente: (32) Vi a [sd quien i [SComp [sFlex p ro i vino]]] Otros análisis mueven el relativo desde la oración subordinada hasta la po­ sición de antecedente: (33) Vi a [SD quien i [SComp quién i [sFlex quien i vino]]] b) Hipótesis del Comp (ing. Comp H ypothesis). El antecedente de la relativa es un pronombre nulo, PRO o p ro (Suñer 1984; Grosu/Landman 1998, entre otros), y el relativo ocupa la misma posición, especificador del SComp, que en las relativas con antecedente: (34) Vi a [sd pro/PRO i [sComp quien i [sFlex quien i vino]]] Ojea ( 2 0 1 1 ) se puede considerar también una variante de esta hipótesis, en la medida en que propone que en el antecedente de las RL hay un nominalizador que transforma la oración en una proyección nominal.

3.1.2 RL como SComp Esta hipótesis subraya la relación entre las oraciones interrogativas indirectas y las RL, y considera que las RL no son SD sino SComp y, por tanto, estructural­ mente equivalentes a las oraciones interrogativas. De un modo u otro, todas las hipótesis englobadas en este apartado tienen que explicar por qué una oración tiene una interpretación nominal y una distribución también propia de un SN. Una versión de esta teoría es la llamada Hipótesis de la Accesibilidad del Comp (ing. Comp A ccesibility H ypothesis), defendida por Groos/Van Riemsdijk (1981), Hirschbühler/Rivero (1981; 1983). Estos autores sostienen que la diferen­ cia entre RL e interrogativas es que en las primeras el SComp es accesible a un rector externo y, por tanto, el relativo puede ser seleccionado por el predicado principal, lo que explica el efecto de encaje. El relativo, desde su posición en el

especificador del SComp, satisfaría los requisitos de selección tanto del predi­ cado de la principal como del predicado de la subordinada. (35) Vi a [SComp quien i [SFlex qu ien vino]] Como un acercam iento de este tipo plantea problemas relacionados con la teo­ ría temática, desarrollos posteriores de esta hipótesis mantienen la idea funda­ mental de que la RL tiene naturaleza oracional y explican las características nominales de las RL de diferentes maneras. Van Riemsdijk (2006) propone una estructura en la que el relativo es compartido por los dos predicados, el de la oración principal y el de la subordinada. Donati (2006) postula un movimiento del relativo al núcleo C. De este modo, el rasgo nominal del relativo se filtra a todo el SComp y así se explica la interpretación nominal de estas oraciones. Ott (2 0 1 1 ) también asume que el relativo es el responsable de la recategorización de la oración como una categoría nominal, no porque se mueva al núcleo C, sino porque se produce una transferencia cíclica de una parte de la estructura sintác­ tica. El núcleo C de las relativas, a diferencia del de las interrogativas, contiene un rasgo formal no interpretable, lo que hace que C se mueva con su comple­ mento a los componentes de la interfaz. De este modo, el relativo queda como único elemento visible en la siguiente fase, lo que explicaría de nuevo, la apa­ rente naturaleza nominal de las RL.

3.2 Análisis de las RLI A diferencia de las RL, las RLI han recibido mucha menos atención en la biblio­ grafía y siempre se han estudiado en relación con las RL. En consonancia con los análisis propuestos para las RL, las RLI han sido analizadas como construc­ ciones nominales (Plann 1980; Suñer 1984 y Masullo 2011) y también como construcciones oracionales (Ojea 1992; Bartra 1994; Grosu/Landman 1998 o Caponigro 2001). Como ya hemos dicho, las RLI tienen en común con las RL su distribución y significado nominal. En cambio, con las oraciones interrogativas indirectas de infinitivo comparten la posibilidad de truncamiento, el valor mo­ dal, la tonicidad de la palabra qu- y la ausencia de efectos de encaje. Semánti­ camente, las RLI se diferencian de las interrogativas indirectas porque estas son proposiciones mientras que las RLI son descripciones de entidades. Debido a esta naturaleza híbrida, se ha tratado a las RLI como SD en unos análisis y como oraciones en otros. En el siguiente apartado revisaremos ambas líneas de inves­ tigación.

3.2.1

RLI como SD

Suñer (1984) y Masullo (2011) proponen para el español que las RLI son cons­ trucciones nominales encabezadas por una categoría fonéticamente vacía y semánticamente indefinida, que es el núcleo de la construcción y que satisface los rasgos de subcategorización del verbo principal. Por tanto, asumen un aná­ lisis paralelo para las RL y las RLI. La categoría vacía (e) es a su vez modificada por un SComp, a cuyo especificador se desplaza el relativo: (36) a. Nos asustó [s d e [scom p quien i [sFlex qu ien vino]]] b. No tiene [s d e [scom p quién i [sFlex quien i se lo diga]]] Vamos a explicar de manera muy resumida el análisis de Suñer (1984), que ha servido como punto de referencia para el estudio de estas construcciones. Se­ gún Suñer, las RL van encabezadas por una categoría vacía pronominal (pro), que ha de ser identificada, como cualquier categoría sin contenido fonético. Esta legitimación tiene lugar o bien a través del relativo de la oración subordi­ nada, o bien a través de la negación, como veremos más adelante. Existe una jerarquía en el modo de legitimación, de manera que si el verbo de la subordi­ nada está flexionado, será obligatoriamente el relativo el que legitime a pro, aunque haya negación en la oración: (37) *No busco p ro [con quién saliste] En el caso de que la legitimación de la categoría vacía se realice a través del relativo, se producen efectos de encaje (descritos en el apartado anterior) y Suñer explica estos efectos como el resultado de una necesidad añadida de determinación del p ro en la RL. (38) Por fin saliste con proi [con quien i soñabas] En el caso de que la legitimación se produzca a través de la negación, en las relativas de infinitivo, los efectos de encaje no se observan porque es la nega­ ción y no el relativo la responsable de la identificación del p ro : (39) No tenía p ro con quién soñar Más adelante retomaremos y ampliaremos la idea de Suñer de que la negación es un modo de legitimación de la categoría vacía.

3.2.2 RLI como SComp Las RLI también han sido analizadas como oraciones que complementan direc­ tamente a un predicado, en lugar de modificar a un antecedente nominal vacío. Esta idea aparece en los análisis de Ojea (1992), Bartra (1994), Grosu (1994), Grosu/Landman (1998) o Caponigro (2001). En Grosu (1994) o Grosu/Landman (1998) se distinguen las RLR (realis fr e e relatives) de las RLI (irrelis fr e e relatives). En estos estudios, las RL son analizadas como SD con un p ro como antece­ dente, al que modifica una oración a cuyo especificador sube el relativo (40a). Las RLI, sin embargo, son analizadas como oraciones, es decir, como SComp (40b), lo que las relaciona estructuralmente con las oraciones interrogativas indirectas (4 0 c); también en estos casos hay movimiento al especificador del SComp: (40) a. Vino [s d p ro [SComp [s d quien i] [Comp' dijiste quien i]]]

(RL)

b. No tiene [sComp [s p con quien] [Comp' hablar con quien i]] (RLI) c. No sabe [sComp [s p con quién i ] [Comp' vendrá con quien i]] (Interrogativa indi­ recta) Las hipótesis que consideran a las RLI como SComp parecen explicar los puntos en común que las RLI tienen con las interrogativas indirectas, como la ausencia de efectos de encaje, la aparente naturaleza seleccionada de la construcción, la distribución de las palabras qu- - exclusión de el q u e y admisión de qu é - , el carácter tónico de la palabra qu- en estas construcciones, o los datos de la ex­ tracción en propuestas como Grosu/Landman (1998). Sin embargo, estas hipótesis dejan sin explicar dos propiedades fundamen­ tales de las RLI. En primer lugar, su naturaleza semántica, pues las RLI no deno­ tan proposiciones sino entidades. En segundo lugar, su distribución, que se corresponde con la de una proyección nominal y no oracional. En particular, como ya hemos señalado, los predicados existenciales h a b e r y tener nunca se­ leccionan un argumento oracional de complemento. Se suele asumir que las oraciones interrogativas y relativas tienen en el núcleo Comp un rasgo [+qu] que fuerza el desplazamiento de la palabra qu- al especificador del SComp. Este rasgo [+qu] de C está seleccionado léxicamente en el caso de los predicados que toman interrogativas indirectas, como preguntar, sa b er , averiguar, etc. En las relativas, en cambio, el rasgo no está seleccionado léxicamente pero es necesa­ rio para que se establezca la relación de predicación entre la oración de relativo y su antecedente. Dado que h a b e r y tener no se cuentan entre los predicados que seleccionan un C [+qu], este rasgo [+qu] ha de corresponder necesariamente

al de una relativa, cuyo antecedente es nulo. La necesidad de un antecedente en las relativas no deriva de requisitos de selección sino del hecho de que las ora­ ciones de relativo introducen una predicación que modifica a un elemento ex­ terno, su antecedente.

4 Análisis de las RLI como relativas con antecedente cuantificativo nulo Vamos a defender, desarrollando ideas presentes en Suñer (1984), Hernanz (1999) y Masullo (2011), que las RLI son sintagmas cuantificativos (en adelante, SCu) encabezados por un núcleo fonéticamente vacío semejante a alguien, algo, n adie, n ada..., de interpretación indefinida e inespecífica. El núcleo de este SCu es un término de polaridad que funciona como antecedente de la relativa y que ha de legitimarse en un entorno modal. El cuantificador nulo está modificado por una oración de relativo especificativa a cuyo especificador sube el sintagma relativo. Estamos, por tanto, proponiendo la misma estructura para las RL y para las RLI, que solo se diferencian en la naturaleza definida o indefinida y cuantificativa de su antecedente. En este apartado vamos a explicar las diferencias entre ambas a partir de este hecho. (41) a. No tiene [s c u Cuind [SComp [sp a quién i ] [c ’ querer a quién i ]]] b. Solo invitó [sd p ro def [scom p [sp a quien i ] [c ’ conocía a quien i ]]] Considerar a las RLI como un SCu, de naturaleza nominal, permite dar cuenta de dos propiedades fundamentales de estas construcciones: su distribución y su significado. En este sentido RLI y RL son construcciones nominales frente a las interrogativas indirectas, que son oracionales. El apartado 4 se organiza del modo siguiente: en 4.1 detallaremos las pro­ piedades del antecedente propuesto: el tipo de proyección nominal de que se trata (SCu), su modo de legitimación (a través de un operador modal), su natu­ raleza semántica (indefinida e inespecífica); en 4.2 analizaremos los rasgos de los relativos y la relación que se establece entre el relativo y su antecedente; en 4.3 daremos cuenta de las diferencias entre las RL y las RLI, que vimos en 2.1 mientras que en 4.4 explicaremos las similitudes con las interrogativas indirec­ tas de infinitivo, expuestas en 2 .2 , y que han hecho que muchos autores consi­ deren las RLI como subordinadas interrogativas. Por último, en 4.5 daremos

cuenta de la distribución de los relativos en las RLI a partir de un análisis en rasgos de estos elementos.

4.1 Naturaleza del antecedente nulo 4.1.1 El sintagma cuantificativo antecedente de las RLI Como acabamos de señalar, el antecedente de las RLI es una categoría vacía de naturaleza nominal que funciona como un cuantificador indefinido de interpre­ tación inespecífica que es un término de polaridad modal. La existencia de una categoría vacía indefinida p ro se ha propuesto de ma­ nera independiente para explicar la ausencia de ciertos objetos argumentales que se corresponden con un sintagma nominal escueto (Campos 1986; Bosque/Gutiérrez-Rexach 2009).13 Como toda categoría vacía, su contenido debe poder recuperarse; en el caso del p ro indefinido, este se recupera, o bien léxi­ camente a partir del verbo que lo selecciona (42a), o bien a partir del contexto (42b). Masullo (2011), que también defiende el carácter nominal de las RLI, se­ ñala que la naturaleza del antecedente nulo de la RLI es similar a la de los cuantificadores indefinidos de ejemplos como los de (42): (42)

a. Luisa fuma p ro b.

¿Hay café? Sí hay pro

Nos vamos a ocupar ahora de estudiar qué tipo de sintagma cuantificativo en­ cabeza las RLI. Desde que Abney (1987) propusiera que la proyección nominal cuenta con un núcleo funcional D, que toma un SN de complemento, se ha desarrollado una compleja teoría de la proyección funcional nominal, en la que se postula una serie de núcleos funcionales responsables de la cuantificación, la definitud o la numerabilidad, entre otras nociones. Vamos a diferenciar, en la línea de Sánchez López (1993), Zamparelli (2000) o Gutiérrez Rodríguez (2008), tres posiciones dentro de la proyección nominal

13 Otros casos para los que se ha propuesto la existencia de una categoría vacía indefinida son los sujetos de interpretación inespecífica, con rasgos de tercera persona del plural, de oracio­ nes como Llam an a la puerta, donde se postula la existencia de una categoría vacía semejante a alguien (cf. Condoravdi 1987). Tam bién se propone la existencia de un objeto nulo indefinido, legitim ado solamente por antecedentes nom inales indefinidos, en Giannakidou/M erchant (1997). Estos autores defienden para el griego la existencia de un pro indefinido de objeto en ejemplos del tipo de ¿Trajo Andreas varios libros? Sí, trajo.

para situar a los determinantes - entendiendo determ inante en sentido amplio como el conjunto de palabras que permiten a un nombre funcionar como argu­ mento de un predicado - : dos núcleos Cu para los cuantificadores, que denotan cantidad, y un núcleo D para los determinantes cuyo significado se relaciona con la identidad y no con la cantidad: (43)

SCu1

Cu

SN

Una parte considerable de la bibliografía semántica sobre los cuantificadores indefinidos, no universales o débiles (evaluativos - muchos, pocos, bastan tes...-, existenciales - algún, ningún... - , numerales ca rd in a le s.) se ocupa de las dife­ rencias entre las lecturas cuantificativa o partitiva y la lectura predicativa, adje­ tival o cardinal de sintagmas como m uchos libros, algunos am ig os o tres c a s a s , diferencia que en español y en muchas otras lenguas cercanas no tiene un co­ rrelato sintáctico claro. Los cuantificadores débiles tienen fundamentalmente dos modos de signifi­ car, como operadores o como predicados de cantidad, que se asocian con la posición Cui y Cu2 de (43), respectivamente: i.

Como verdaderos cuantificadores u operadores, que se desplazan al inicio

de la oración y forman estructuras operador-variable: (44)

a. Muchos de los niños estaban cansados b.

La excursión de los niños fue larga y al final muchos niños estaban can ­ sados

La oración de (44a) contiene un partitivo explícito y la de (44b), que no tiene el partitivo, tiene sin embargo, lectura partitiva encubierta, en la que m uchos ni­

ños equivale a ‘muchos de los niños’. El cuantificador ocupa en ambos casos la posición Cu más alta, por encima de D. ii.

Como predicados de cantidad, nunca tienen lectura partitiva y no contie­

nen un operador que se desplace al inicio de la oración. El cuantificador ocupa en este caso la posición Cu más baja, por debajo de D: (45) Había muchos niños Aunque parece poco intuitivo afirmar que en (45) no hay un verdadero cuantificador sino un predicado de cantidad, hay que tener en cuenta que aquí el tér­ mino cu an tificador se está usando en dos sentidos: un sentido técnico más res­ tringido en el que equivale a op e ra d o r y otro sentido más amplio en el que equivale a ‘elemento que indica cantidad ’ . 14 Nuestra propuesta es que la categoría vacía antecedente de la relativa se co­ rresponde con el SCu más incrustado en (43), la posición que ocupan los cuantificadores débiles en la lectura cardinal o predicativa, en la cual el cuantificador no introduce un operador. Por tanto, el SCu se corresponde con una variable que es ligada por un operador, como la negación, que se halla en la oración principal: (46) No tiene [scu [con quien ir]] En resumen, hemos visto que la categoría vacía antecedente de la relativa es una proyección nominal de naturaleza cuantitativa (SCu) igual que la de los sintagmas m uchos niños o algunos reg alos en la lectura predicativa de los cuantificadores débiles, en la cual no funcionan como operadores. Este SCu indefinido se encarga de satisfacer los requisitos de subcategorización del verbo principal, que exige una proyección nominal de complemento.

14 Un verdadero cuantificador semántico exige que se haya introducido en el discurso o esté determinado de algún otro modo el conjunto sobre el que se cuantifica, de modo que el cuanti­ ficador no universal separa uno o varios elementos de ese conjunto; por tanto, en el caso de los cuantificadores débiles no universales, se produce necesariamente una partición del conjunto. El requisito de p lu ralid ad del conjunto del que se extrae es sem ántico, pues proviene de la im posibilidad de extraer un elemento de un conjunto con un único elemento. E l verdadero cuantificador actúa como un operador que lig a una variable. El hecho de que actúe como un operador tiene consecuencias sintácticas claras: se mueve en Form a Lógica al principio de la oración para tomar alcance sobre toda ella y entra en relaciones de alcance con otros operado­ res presentes en su oración. Un predicado de cantidad, en cam bio, solo denota el tamaño del conjunto, pero no separa de este algunos elementos y, por tanto, no hay partición.

Dado que los predicados que seleccionan las RLI (SCu + SComp) solo toman argumentos nominales como complemento y nunca oraciones (*No tengo qu e ir15/*No tengo si ir), la presencia de este cuantificador explica directamente la distribución y significado nominal de las RLI. Por otro lado, los verbos h a b e r y tener son verbos existenciales o presentativos que crean contextos de indefinitud en los que solo son posibles SN indefinidos, pues se emplean para introdu­ cir nuevos referentes discursivos. El cuantificador nulo indefinido satisface los rasgos de selección de estos predicados.

4.1.2 El sintagma cuantificativo como término de polaridad modal Una vez establecida la naturaleza concreta de la proyección nominal vacía que funciona como antecedente de las RLI, vamos a ocuparnos de los procedimien­ tos de legitimación sintáctica y semántica de esta categoría vacía. En el caso de las RLI no parece tan claro que el contenido semántico de esta categoría vacía se recupere por ninguno de los procedimientos señalados en Campos (1986) (cf. ejemplos de (42), más arriba), pues los rasgos semánticos de la categoría vacía antecedente de la relativa ni se recuperan del contexto previo ni de los predicados h a b e r y tener que la seleccionan. Nuestra propuesta es que su legitimación se lleva a cabo a través de la con­ cordancia con un operador de polaridad modal. En este sentido, estamos de acuerdo con Suñer (1984) cuando señala que en ejemplos como No encuentro pro con quién h ablar, la negación contribuye a la determinación de la categoría vacía: [...] the negative no is in fact helping to determine the empty category pro [...] assum e that pro [...] has a negative feature like that of nadie. As a consequence, the no in addition to being the scope marker performs the extra task of ‘b ringin g out’ the negative m arking in pro. Thus, the tendency for IF R [esp. R LI] to appear most com m only in negative contexts can be explained as representing a step toward providing pro with determination (Suñer 1984, 372)

Sin embargo, el núcleo de las RLI, es decir, el cuantificador indefinido, se legi­ tima no solo en contextos de polaridad negativa, como señala Suñer en la cita anterior, sino en general en contextos de polaridad marcada (Masullo 2011, 318): (47) a. No tiene con quién salir

15 Evítese la lectura de perífrasis de tener que.

b. ¿Tienes con quién salir? c. Ahora SÍ (que) tengo con quién salir d. ?Tiene con quién salir Nótese que, como señala Bartra (1990, 139), para que (47d) sea plenamente gramatical ha de ser la contrapartida de una frase negativa anterior, de manera semejante a lo que ocurre en los ejemplos de las oraciones afirmativas de (48):16 (48) a. Sí que tiene con quién salir b. Ya tiene con quién salir c. Finalm ente tiene con quién salir Un comportamiento semejante tiene la categoría vacía de los ejemplos de (49), que ha de legitimarse con un operador negativo: (49) a. No hay e película que le guste b. *Hay e película que le guste Hemos visto que la legitimación sintáctica de la categoría vacía proviene de la concordancia con un operador modal. Por otro lado, se plantea la pregunta de cómo se recupera su contenido léxico. Si examinamos un ejemplo como No tiene d ón d e dorm ir ‘No tiene ningún sitio donde dormir’, observamos que los rasgos semánticos de la categoría vacía provienen, por un lado, del operador negativo no, que le da el contenido correspondiente a ningún; por otro lado, el resto de sus rasgos, como el rasgo semántico de ‘lugar’ y los que veremos en el apartado 4.5, provienen de la concordancia con el relativo. Se podría considerar que un correlato léxico del cuantificador indefinido nulo antecedente de las RLI es el cuantificador existencial alguno,17 que también aparece en contextos modales - no factuales o prospectivos - , en los que se suspende la existencia del referente del sintagma nominal encabezado por el cuantificador. En RAE/ASALE (2009, §20.3ñ), de donde proceden los ejemplos de (50)-(55), se enumeran algunos de estos entornos modales que legitiman la presencia del cuantificador:

16 Como señala I. Bosque (c. p.), se observa el m ismo fenómeno con ciertos términos de pola­ ridad negativa: Esta noche po r fin he conseguido pegar ojo frente a *Ayer pegué ojo. 17 Agradecemos a I. Bosque (c. p.) que nos haya señalado la sem ejanza del cuantificador vacío de las R L I con el cuantificador alguno y con la categoría vacía que aparece en los ejemplos de (49).

i. Oraciones construidas en futuro: (50) a. Encontraré en el ministerio algún amigo que nos ayude b. Habrá e a quién ayudar ii. Prótasis de oraciones condicionales: (51) a. Si encuentras algún e r ro r, b. Si tienes e a quién lle v a r . iii. Oraciones en que intervienen adverbios o conjunciones de interpreta­ ción prospectiva: (52) a. En cuanto haya alguna oportunidad. b. En cuanto haya e dónde d o rm ir. iv. Oraciones que expresan hechos habituales o repetidos: (53) a. En ocasiones escribe alguna carta b. En ocasiones tiene e dónde dormir v. Verbos y adverbios modales: (54) a. Puedes hacer algún viaje b. Seguramente tiene algún problema c. Puede haber e con quién hablar d. Seguramente tiene e con quién viajar vi. Oraciones genéricas: (55) Siempre tiene quién le saque las castañas del fuego Hasta aquí hemos propuesto que la categoría vacía antecedente de la relativa es un SCu, término de polaridad modal, semejante al cuantificador algún.18 El con­

18 No abordaremos aquí la naturaleza de los contextos de polaridad y de los operadores que legitim an la aparición del cuantificador nulo. Si nuestro cuantificador se comporta como un indefinido o un término de elección libre del tipo de cualquier bajo el alcance de un operador m odal o intensional (o no verídico, como señala G iannakidou 2001), habría que estudiar el

tenido de esta categoría vacía se recupera, por un lado, a partir del operador modal y, por otro, a partir de los rasgos presentes en el relativo.

4.1.3 La naturaleza indefinida e inespecífica del antecedente La pregunta que se plantea a continuación es por qué la categoría vacía es inde­ finida e inespecífica en las RLI cuando el antecedente de las RL es definido. La respuesta tiene que ver con la naturaleza no flexiva del verbo de la subordina­ da, que suspende la implicación de existencia del referente del SCu en el que la relativa está inserta. Por ello, todas las relativas de infinitivo tienen un antece­ dente indefinido - nulo o explícito (56)

a. Busco {los/estos/m is/algunos/varios/tres} libros b. Busco {algunos/varios/tres/0} libros que leer c. *Busco {los/estos/m is} libros que leer

Como es sabido, la alternancia entre indicativo y subjuntivo en las relativas implica una diferencia en el rasgo de especificidad 19 del SN en el que se halla la relativa. La relación entre el modo y la especificidad es especialmente clara en los contextos intensionales, que hacen posible la lectura inespecífica . 20

conjunto de operadores que legitiman la presencia del cuantificador nulo en las RLI. Por otro lado, un término de elección libre que no esté legitimado adecuadamente en un entorno modal o intensional produce agramaticalidad (*M aría compró cualquier libro ), mientras que la desvia­ ción semántica que se produce en nuestro caso o en el caso del cuantificador algún es más suave (?/ ?? Encontró en el ministerio algún amigo que le ayudó ). 19 Como se señala en Leonetti (1999, 12.3.2.1), se emplean en la bibliografía lingüística distin­ tosconceptos de especificidad. En este caso, entendemos laespecificidad como unapropiedad de ámbito, en el sentido de que el SN indefinidoesinespecífico si está bajo el alcance de un operador intensional que suspende la inferencia de existencia del referente. 20 Cuando el verbo principal es intensional (buscar ), la presencia del indicativo permite inferir la existencia del referente del sintagma nominal que es complemento del predicado intensional; el subjuntivo, por el contrario, no legitima tal inferencia. La restricción que impo­ ne el infinitivo es todavía más fuerte que la del subjuntivo. Como señala Leonetti (1999, 865), en los contextos intensionales la correlación entre subjuntivo e inespecificidad se mantiene estable, también en los SN definidos, pero no ocurre lo mismo con las relativas de infinitivo: i. Busca (a) {una/la} estudiante que sabe latín ii.Busca (a) {una/la} estudiante que sepa latín iii. *Será bonito el vestido que escoger iv. Será bonito el vestido que escojas

De manera semejante a lo que ocurre con el subjuntivo, el infinitivo tiene en las oraciones de relativo valor prospectivo o modal, razón por la cual es agramatical la oración con infinitivo perfecto en oraciones como (57b) (Hernanz 1999, §36.3.3; RAE/ASALE 2009, 26.4k): (57) a. Tengo todavía dos artículos que leer b. *Tengo todavía dos artículos que haber leído Debido a la naturaleza prospectiva o modal del infinitivo, el contenido de la relativa no se refiere a ninguna situación específica, de ahí la interpretación indefinida e inespecífica de la construcción. De esta manera, tanto el infinitivo como el subjuntivo hacen que se ponga en duda la existencia del referente de­ notado por el SCu en el que está la relativa. Por ello, las relativas de infinitivo tengan o no antecedente nulo - solo pueden aparecer como complementos de los verbos intensionales (Táboas 1995, 205), y no de otros predicados que, sin embargo, sí admiten sintagmas nominales indefinidos: (58) Relativa con antecedente nombre escueto a. Nuestro amigo busca cuadros que vender b. *Nuestro amigo pinta cuadros que vender (59) Relativa con antecedente SN indefinido a. Nuestro amigo busca algunos cuadros que vender b. *Nuestro amigo pinta algunos cuadros que vender (60) Relativa libre indefinida a. Nuestro amigo busca qué vender b. *Nuestro amigo pinta qué vender

Aunque se suele rechazar el infinitivo en relativas que dependen de un SN encabezado por un determinante definido, hay casos en que el artículo definido parece compatible con una relati­ va de infinitivo: Eligieron las islas que visitar; Seleccionaron los datos que cumplimentar; D eci­ dieron los planes que desarrollar. En estos casos, el SN no designa una entidad particular sino que parece tener una lectura modal, como muestra la inserción de posible en los ejemplos: Eligieron las posibles islas que visitar ... (cf. *Visitaron las posibles islas. ) Como se señala en RAE/ASALE (2009, §26.12f), esta lectura modal de los SN definidos con cláusulas relativas de infinitivo explica la ausencia de la preposición a en el complemento directo de verbos como encontrar: *Encontró su marido/Encontró el marido con el que rehacer su vida. Como hemos señalado, el artículo definido es compatible con una relativa especificativa en subjuntivo en determinados casos en los que el SN definido puede tomar una lectura inespecífica, posibilidad que le está vetada al infinitivo. Por tanto, la presencia del infinitivo en la oración de relativo solo es compatible con un antecedente indefinido.

Los predicados que no son intensionales, como pintar, admiten SN indefinidos de complemento (cf. Pinté (algunos) cu adros); sin embargo, en tales contextos se infiere la existencia del referente denotado por el SN. Por ello, un SN con una relativa de infinitivo no puede aparecer como complemento de predicados no intensionales, pues el infinitivo suspende la implicación de existencia del refe­ rente del SN en el que la relativa se inserta mientras que el predicado principal fuerza la inferencia contraria, es decir, la existencia del referente: (61) a. Pinté algunos cuadros

(SN indefinido pero específico)

b. *Pinté algunos cuadros que vender c. *Pinté cuadros que vender d. *Pinté qué vender La siguiente pregunta a la que deberíamos responder es por qué el infinitivo tiene valor modal. Como señala Hernanz (1999), el infinitivo se caracteriza por su indefinición temporal, lo que significa que ha de anclarse temporalmente en otro elemento de la oración. Por ejemplo, en el caso de algunas subordinadas sustantivas, el infinitivo toma su referencia temporal del predicado principal, que rige la oración en la que el infinitivo se encuentra (cf. Quiero venir). Por el contrario, las oraciones de relativo no son oraciones regidas, por lo que la apa­ rición de un elemento sin referencia temporal autónoma, como el infinitivo, no sería esperable. Esta predicción no se cumple, pues existen relativas de infiniti­ vo. En ellas, el matiz prospectivo o modal es, según Hernanz (1999), la única vía para interpretar el infinitivo. En resumen, en este subapartado hemos explicado la indefinitud e inespecificidad del antecedente de las RLI como consecuencia de la presencia del infini­ tivo en la relativa y hemos visto que la naturaleza inespecífica del SN es inde­ pendiente de que el núcleo nominal sea o no una categoría vacía. Por último, hemos explicado el carácter modal del infinitivo como una opción de último recurso para interpretarlo.

4.2 Rasgos de los relativos. La relación entre el antecedente y el relativo Las palabras qu- relativas se diferencian de las interrogativas en que tienen un antecedente, expreso o tácito. El antecedente en las relativas especificativas no es todo el SD sino una proyección nominal intensional y la relación que se esta­ blece entre relativa y nombre es semejante a la que se establece entre el sustan­

tivo y otros modificadores especificativos, como sintagmas preposicionales o adjetivos. La interpretación de la oración de relativo se obtiene a través de la asocia­ ción que el relativo establece con el antecedente, 21 asociación que se suele refle­ jar a través de la coindización. La relación entre la posición de la oración subor­ dinada desde la que se mueve el relativo y la posición que ocupa en el SComp también se refleja por el mismo procedimiento, a pesar de que se trata de rela­ ciones de distinta naturaleza. La coindización entre el relativo en SComp y la posición de base es automática y se deriva de la aplicación de la regla de movi­ miento: (62) el niño i [a quien i vi a quien i ] Por tanto, las relaciones que se establecen en una construcción relativa son las siguientes: (63) i. Relación anafórica/de predicación entre el antecedente y el relati­ vo/oración de relativo (SComp). ii. Relación de concordancia entre el relativo situado en el especificador del SComp y el núcleo del SComp. iii. Relación de filtrado de los rasgos del núcleo Comp a su sintagma SComp. Nos vamos a centrar aquí en la relación entre el relativo y su antecedente, es decir, (i) en (63). Cuando hablamos de la relación entre relativo y antecedente, asumimos que esta se produce a través de la concordancia entre el relativo en el especificador del SComp y el núcleo Comp, por un lado, y el posterior filtrado de rasgos hasta SComp, por otro. Para que una relativa esté bien formada, se debe producir el mecanismo de la coindización entre relativo y antecedente, lo que implica concordancia de rasgos. Un relativo pronominal ha de concordar con su antecedente en género y número, tanto si la concordancia se refleja explícitamente en la forma del rela­ tivo como si no lo hace:

21 Como señala Brucart (1992, 125), se pueden considerar dos opciones respecto a la relación entre el antecedente y la relativa. La primera, que se establezca un vínculo anafórico entre el antecedente y el elemento relativo situado en el especificador del SCom p; la segunda, que la relación se establezca entre el antecedente y todo el SCom p, en cuyo caso se trataría de una relación de predicación.

(64) a. niñas [a las que vi cansadas] b. niñas [a quienes vi cansadas] La relación que se establece entre niñas y qu ien es permite transmitir al relativo en (64b) los rasgos de género y número, por lo que el predicativo ca n sa d a s que modifica al relativo concuerda con este en género y número. Además de los rasgos de género y número, el relativo quien tiene al menos un rasgo [D] responsable de la (in)definitud - , un rasgo [Qu-] - rasgo que se relaciona con la subordinación (Brucart 1992) - y un rasgo léxico [+humano]. No es una pregunta banal si los relativos han de concordar en definitud con su antecedente en caso de que este sea nulo. En las relativas con antecedente, la respuesta es negativa, pues son posibles oraciones como las de (65); la oración de (65a) sería agramatical si la concordancia de definitud se produjera: (65) a. Un niño, con el que hablé, me dijo que la profesora estaba enferma b. El niño, con el que hablé ayer, me dijo que la profesora estaba enferma Veamos qué ocurre en las relativas con antecedente nulo. Brucart (1999, §7.2.4.1) señala que en el caso de relativas libres como la de ( 6 6 ), la relativa es el único representante fónico del SN sujeto de la oración principal; por ello, es el relativo el elemento que transmite, desde el interior de la subordinada, todos sus rasgos léxicos al antecedente vacío: ( 6 6 ) [SN e [Quien te dijo eso]] no conoce las raíces del conflicto Por tanto, una diferencia crucial con las relativas de antecedente explícito es que el antecedente fonéticamente vacío toma todos sus rasgos del relativo y entre estos rasgos se incluye el rasgo de definitud. El rasgo [D] con el que cuentan los relativos está asociado a la propiedad de la (in)definitud, que puede especificarse positiva o negativamente (Plann 1980; RAE/ASALE 2009, 4 4 .1i). Vamos a asumir, por tanto, que los relativos están infraespecificados para el rasgo de definitud. Como se señala en Bosque (2016), el concepto de infraespecificación admite varias interpretaciones. En una de ellas, se puede hablar de que una pieza léxica está infraespecificada para un rasgo si no tiene la propiedad codificada por ese rasgo. Por ejemplo, los pro­ nombres de 1 .- y 2 .- persona, según este autor, están infraespecificados para el rasgo [reflexividad], en el sentido de que no cuentan con esa propiedad entre sus rasgos. En cambio, los de 3.- persona sí están especificados para este rasgo. Esto implica que en español no existe un pronombre reflexivo te en Te m iras en

el esp ejo y otro te no reflexivo para Te miro en el esp ejo. En cambio, sí hay dos pronombres de 3.- persona, uno reflexivo (Se m ira en el esp ejo) y otro no reflexi­ vo (Le m ira en el espejo). Otra noción diferente de infraespecificación es aquella en la que la pieza lé­ xica sí cuenta con el rasgo, pero está infraespecificada en el sentido de que se queda abierto su valor respecto de ese rasgo, el cual se determina contextualmente.

Como señalábamos en (64b), en un ejemplo como niñas a qu ien es vi

ca n sa d a s, el relativo qu ien es tiene que contar necesariamente con el rasgo de género, pues si no lo tuviera, no podría realizarse la concordancia con el predi­ cativo ca n sa d as. Se puede concluir, por tanto, que este relativo está marcado con el rasgo [género], cuyo valor (masculino/femenino) se determina en el en­ torno sintáctico. Este es el sentido en el que vamos a considerar que los relativos están infraespecificados para el rasgo de definitud: tienen el rasgo de definitud y su valor [+ /- indefinido] se determina contextualmente. En el caso de las relativas libres, si el valor del rasgo de definitud es [+definido] se obtiene una RL, mientras que si el valor es [-definido], se obtiene una RLI. En 4.5 volvere­ mos sobre la cuestión de la (in)definitud de los relativos.

4.3 Diferencias entre las relativas libres indefinidas (RLI) y definidas (RL) Hemos defendido que las RLI tienen la misma configuración que las RL y se distinguen fundamentalmente por la naturaleza del antecedente vacío, indefi­ nido en el primer caso y definido en el segundo. Como vimos en 2.1, entre las propiedades que separan las RLI de las RL, es­ tán las siguientes: (67)

a. las RLI son indefinidas y las RL definidas; b. las RLI se combinan con un número reducido de predicados, frente a las RL; c. las RLI admiten el infinitivo en el verbo de la subordinada y las RL no; d. las RLI tienen interpretación modal y las RL no; e. las RLI no presentan efecto de encaje de preposiciones; f. las RLI pueden truncarse; g. el paradigma de los elementos qu- no coincide en RLI y RL.

En 4.1 ya explicamos que las cuatro primeras propiedades de la lista anterior reciben una explicación conjunta, pues existe una correlación entre la presen­

cia del infinitivo en la subordinada, la indefinitud del antecedente y la interpre­ tación modal o irrealis de la relativa. En cuanto a la cuestión del encaje, en 3.2.1 vimos que Suñer (1984) lo ex­ plica como una consecuencia de la legitimación o determinación del p ro, ante­ cedente de las RL. Esta condición impone ciertos requisitos de concordancia entre p ro y el especificador de la relativa, de manera que el relativo pueda iden­ tificar al antecedente vacío. En el caso de las RLI, el antecedente es una catego­ ría vacía que, además, es un término de polaridad. Los términos de polaridad establecen una relación de concordancia con un operador de polaridad presente en la oración en la que se hallan. Este modo de legitimación diferente de la categoría vacía de las RLI explica, según Suñer (1984), que los efectos de encaje no se observen. Naturalmente, el relativo sigue estableciendo una relación con su antecedente en estos casos, pero la categoría vacía queda legitimada de ma­ nera independiente por la relación que se establece con el operador de polari­ dad. Por tanto, de las diferencias entre ambas construcciones mencionadas en (67) quedan por explicar el truncamiento y el paradigma de los elementos qu-, que no coincide en las dos construcciones. El truncamiento es una propiedad que las RLI comparten con las interrogativas indirectas, por lo que trataremos esta cuestión en el siguiente apartado. En cuanto al paradigma de los elementos qu-, nos ocuparemos de él en 4.5. A continuación, en 4.4 veremos que las propiedades que las RLI comparten con las interrogativas indirectas de infinitivo se pueden explicar sin necesidad de considerar que se trata del mismo tipo de construcción oracional.

4.4 RLI y oraciones interrogativas indirectas Las RLI y las oraciones interrogativas indirectas comparten las siguientes pro­ piedades, como vimos en 2 .2 : ( 6 8 ) a. Las RLI parecen seleccionadas, en el sentido de que solo pueden apare­ cer con ciertos predicados, como h a b e r y tener. En esto se asem ejan a las oraciones interrogativas indirectas, que son argumentos seleccionados por predicados. b. Las RLI pueden estar encabezadas por relativos tónicos; esta es la prin­ cipal razón por la que, a nuestro juicio, se han confundido tradicional­ mente con las interrogativas indirectas. c. Las RLI, al igual que las interrogativas indirectas, se pueden truncar, de modo que el pronombre o adverbio interrogativo/relativo queda como

único representante de la oración, que se reconstruye a partir del con­ texto (cf. Quería ir a l b a ile p e r o no tenía con quién). d. Finalmente, tanto las RLI como las oraciones interrogativas indirectas de infinitivo tienen valor modal. Estamos defendiendo que las RLI son construcciones relativas y no interrogati­ vas, por lo que en este apartado mostraremos que las similitudes entre ambas construcciones se pueden explicar sin necesidad de defender la naturaleza oracional de las RLI. En primer lugar, hemos sostenido que en las RLI el infinitivo de la subordi­ nada suspende la implicación de existencia del referente del SCu en el que la relativa está inserta. Por ello, este tipo de proyección nominal indefinida e inespecífica solo es compatible con un pequeño grupo de predicados, como hemos explicado detalladamente en 4.1. Por tanto, la oración no está seleccionada aunque lo parezca. En segundo lugar, un argumento que se emplea habitualmente para defen­ der la naturaleza interrogativa de las RLI es la tonicidad del elemento qu-, aun­ que, como hemos advertido, este elemento qu- también puede ser átono. Com­ partimos la afirmación que se hace en RAE/ASALE (2009, §22.1.c) de que la tonicidad no implica un cambio categorial; de hecho, hay relativos que son siempre tónicos, como el cual, y otros relativos como el qu e se emplean en oca­ siones como tónicos en algunas variedades del español (RAE/ASALE 2009, 44.3j). En tercer lugar, de la tonicidad del relativo 22 se derivan otras propiedades que acercan las RLI a las oraciones interrogativas indirectas, como el trunca­ miento. Este fenómeno, que se ha empleado como argumento para defender la naturaleza interrogativa de las RLI, no es suficiente para catalogar a estas últi­ mas como interrogativas. La posibilidad de que los relativos en las RLI queden como único representante fonético de la oración de relativo se relaciona con su tonicidad no con su naturaleza interrogativa o relativa (RAE/ASALE 2009, §43.7n). Prueba de ello es que el truncamiento solo se da en las interrogativas parciales, nunca en las totales con si: *Dijo que vendría p ero m e pregunto si.

22 Una pregunta que queda pendiente es por qué los relativos son tónicos en estas construc­ ciones. Se podría pensar que tiene que ver con la naturaleza vacía de su antecedente pero esta no puede ser la ú n ica razón, pues en las R L los relativos son átonos. Q uizás sea la naturaleza vacía de su antecedente, unido a que es un elemento que introduce inform ación nueva en el discurso y , por tanto, de naturaleza focal.

Suñer (1999) señala que este comportamiento puede atribuirse a que si es un elemento proclítico y, por tanto, átono que no puede ser el único representante fonético de la oración. La tonicidad tiene, por último, otras consecuencias sintácticas que parecen acercar las RLI a las oraciones interrogativas indirectas. En RAE/ASALE (2009, §2 2 .2 r) se señala que una diferencia entre relativos e interrogativos es que los primeros experimentan cierta dificultad para coordinarse: (69) a. ?Cantó como y con quien le dijeron b. ?el refugio [en el que y desde donde] preparaban las operaciones c. Dime cómo y con quién hacerlo Sin embargo, los relativos coordinados son posibles si son tónicos, tanto en las RLI como en las relativas con antecedente: (70) a. No tiene cómo ni con quién hacerlo (RLI) b. los alumnos [con la ayuda de los cuales] y [en cuyo beneficio] se im plan­ tó la medida Por último, la interpretación modal de las RLI (cf. No tiene d ón d e dorm ir ‘No tiene dónde poder dormir’) también aparece en las interrogativas de infinitivo (cf. No s a b e cóm o resolver el p ro b lem a ‘No sabe cómo puede resolver el proble­ ma’). Como veíamos en 4.1.3, el infinitivo se caracteriza por su indefinición temporal, lo que significa que ha de anclarse temporalmente en otro elemento de la oración. Las oraciones de relativo no son oraciones regidas, por lo que la aparición de un elemento sin referencia temporal autónoma, como el infinitivo, no es esperable. El matiz prospectivo o modal de las RLI es, según Hernanz (1999), la única vía para interpretar el infinitivo. En cuanto a las interrogativas indirectas, los verbos que las seleccionan «rigen indicativo y, por tanto, dejan abierto el tiempo de la subordinada, que puede manifestarse en presente, pasa­ do y futuro» (Hernanz 1999, §36.3.3.2). La recuperabilidad del tiempo resulta inviable si en la oración subordinada indirecta hay un infinitivo, por lo que la lectura modal, no anclada en el tiempo de la oración principal, es para esta autora una especie de último recurso. Por tanto, la interpretación modal, pros­ pectiva o irreal que comparten RLI e interrogativas indirectas de infinitivo deri­ va de la naturaleza no flexiva del verbo de la subordinada y no de que las RLI sean un tipo de interrogativas indirectas.

En resumen, las propiedades que tienen en común las RLI y las oraciones interrogativas indirectas se pueden explicar sin necesidad de postular la natura­ leza oracional de las primeras. Las RLI parecen seleccionadas pero no lo están, el elemento seleccionado por los predicados existenciales es en realidad el an­ tecedente de la relativa, un cuantificador indefinido vacío que es un término de polaridad. El truncamiento se relaciona con la tonicidad del relativo y, por últi­ mo, la naturaleza prospectiva del infinitivo de la subordinada explica la lectura modal que comparten las RLI y las interrogativas indirectas.

4.5 La distribución de las palabras quQueda por explicar la diferente distribución de las palabras qu- en RLI, RL e interrogativas indirectas, que recogimos en las tablas

1

y 2 , y que se resumen a

continuación en la tabla 3 junto con los datos de las relativas con antecedente.

Tab. 3: Distribución de los elementos quInterrogativas Relativas con ante­ cedente quien (pron.)

Relativas libres Relativas libres indefi­ nidas (RLI) (RL)









que (pron.)





X



que (det.)



X

X

X

el que (pron.)

X





X

cuanto (pron.)







X

cuanto (det.)







X

cuanto (adv.)







X

cuyo (det.)

X



X

X

cual (pron.)



X

X

X

cual (det.)



X

X

X

el cual (pron.)

X



X

X

cuando (adv.)









donde (adv.)









como (adv.)









Como estamos defendiendo que las RLI son un tipo de relativas, tenemos que dar cuenta, por un lado, de por qué el qu e y cuanto aparecen en las RL y no en las RLI; por otro lado, hay que explicar los casos en que el paradigma de las RLI coincide con las interrogativas indirectas en lugar de con las RL, es decir, el hecho de que el pronombre qu é pueda aparecer en las RLI y no en las RL.

4.5.1 Los relativos definidos Las RLI no se forman con los relativos complejos el qu e (71) y el cu al (72), y este último puede aparecer únicamente en relativas con antecedente (72a).

(71) a. Hablaba con el que vino

(RL)

b. *No hay con el que hacerlo

(RLI)

c. No hay con quien hacerlo

(RLI) (Relativa con antecedente)

(72) a. el niño con el cual hablaba b. *Hablaba con el cual vino

(RL)

c. *No hay con el cual hacerlo

(RLI)

Ya hemos adelantado que en las relativas con antecedente el relativo no con­ cuerda en definitud con su antecedente y que, en cam bio, en las relativas con antecedente vacío sí lo hace, pues todos los rasgos del antecedente se recuperan a partir del relativo, incluida la (in)definitud. Señalábamos en 4.2 que el rasgo [D] de los relativos se asocia con la propie­ dad de la (in)definitud y que, por ello, los relativos pueden ser definidos o inde­ finidos. El relativo quien puede estar especificado negativamente para este ras­ go, es decir, también puede ser indefinido (Plann 1980; RAE/ASALE 2009, §44.1i) y, por tanto, sí es posible en las RLI; lo mismo se puede asumir respecto a la definitud de don de, cu an do o c o m o :23 (73) a. No hay e con quién hacerlo b. No tiene e {dónde/cuándo/cómo} ir Como hemos señalado en 4.2, el rasgo de definitud de los relativos está infraespecificado y se determina contextualmente. Las relativas libres constituyen SN definidos (RL) pero pueden ser SN indefinidos en los contextos que bloquean la definitud, o bien favorecen la indefinitud (RLI). Hasta aquí hemos visto que quien, don de, cu an do y com o pueden ser defini­ dos o indefinidos. Sin embargo, generalmente se acepta que los relativos el qu e y el cu al son obligatoriamente definidos porque incluyen léxicamente el artículo definido. Estos relativos pueden aparecer en las relativas con antecedente, sea

23 Pendiente queda la explicación de por qué cuyo no aparece n i en las R L ni en las R L I: E l escritor cuyo libro leí vive ahí/*Cuyo libro leí vive ahí. Brucart (1999, §7.2.4.3) atribuye la im posi­ b ilid a d de que cuyo aparezca en las R L a que se trata de un determinante, que concuerda, por tanto, con el núcleo del S D en el que se inserta (el objeto poseído), en lu gar de concordar con el antecedente que denota el poseedor. En las R L la relación de concordancia entre el antecedente y el relativo permite que se transm itan los rasgos léxicos necesarios para recuperar el conteni­ do de la categoría vacía antecedente. En el caso de cuyo, esta relación no se puede establecer porque no concuerda con el antecedente sino con el sustantivo al que determina, por lo que la R L - y, por tanto, también la R L I - no es posible con este relativo.

definido o indefinido, porque no se produce concordancia de definitud entre el relativo y el antecedente, como explicamos en 4.2: (74) a. He conocido al vecino de abajo, con el que estudió mi hermano b. He conocido a un chico, con el que estudió mi hermano Sin embargo, en las relativas con antecedente nulo, el relativo transmite todos sus rasgos, incluido el de definitud, al antecedente. Por tanto, el antecedente de las relativas con el qu e es obligatoriamente definido porque el qu e es definido, y un antecedente definido es, como hemos visto en 4.1.3, incompatible con una relativa de infinitivo, que exige modificar a sintagmas de referencia indefinida e inespecífica. Esta es la razón por la que el qu e aparece en las RL pero no en las RLI: (75) a. Me parecerá bien con el que vayas b. *No hay e con el que ir En segundo lugar, vamos a explicar por qué cu an to puede aparecer en las RL pero no en las RLI. Este relativo contiene, como parte de su significado, el cuantificador universal todo, como se refleja en la paráfrasis de (76): (76) Tiene cuanto quiere

(RL)

‘Tiene todo lo que quiere’ Los cuantificadores universales son definidos, como muestra el hecho de que no puedan aparecer en contextos de definitud: (77) a. Hay {muchos/varios/tres} niños en el jardín b. *Hay todos los niños en el jardín Por tanto, es esperable que cu an to no aparezca en RLI, pues el infinitivo fuerza la lectura indefinida e inespecífica del SCu en el que se inserta la relativa mien­ tras que el relativo cu an to transmite su rasgo de definitud al antecedente, igual que veíamos en el caso de el que. En resumen, el carácter definido de cuanto también explica que no se formen RLI con este relativo: (78) a. Tiene cuanto quiere b. *Tiene cuanto querer

(RL) (RLI)

4.5.2 El relativo qué Uno de los datos que generalmente se aducen para defender la naturaleza inte­ rrogativa de las RLI es la presencia del pronombre qu é en estas construcciones, pronombre que no aparece en las RL pero sí en las relativas con antecedente: (79) a. No tiene qué comer

(RLI)

b. No tiene con qué hacerlo

(RLI)

c. *Compró que comer

(RL)

d. Compró algo que comer

(Relativa con antecedente)

Sin embargo, aquí vamos a defender que en (79a) no tenemos un qu é interroga­ tivo - y, por tanto, una interrogativa indirecta - sino que el pronombre qu e relativo está disponible en las RLI (tónico, como el resto de los relativos en esta construcción) aunque no lo está en las RL. Veremos que un análisis de los rela­ tivos en rasgos permite explicar esta asimetría entre las RL y las RLI. Los relativos, como todas las piezas léxicas, son conjuntos de rasgos y un aspecto importante del análisis de las oraciones de relativo es determinar cuáles son estos rasgos. Según Brucart (1992, 126), el núcleo C de las oraciones subor­ dinadas (relativas y completivas - interrogativas y afirmativas - ) tiene el rasgo [QU-], que indica dependencia/subordinación. Los relativos e interrogativos comparten este rasgo léxico, que se coteja en el especificador del núcleo C. Los relativos se diferencian de los interrogativos en que los primeros poseen, ade­ más, el rasgo [+rel], que para Brucart es la combinación de dos rasgos más bási­ cos: [qu-] y [+predicativo ] . 24 Estos tres rasgos son comunes a todos los relativos. Otro rasgo del que ya hemos hablado que comparten los relativos es el rasgo [D], responsable de la (in)definitud de estos. Además, cada uno de los relativos cuenta con otros rasgos de carácter léxico que permiten identificar al antece­ dente. El relativo quien incluye un rasgo [+humano]; d on d e alude a un lugar; cu an do denota tiempo; y, por último, com o indica manera. De todos los relativos, el pronombre qu e es el que menos rasgos gramatica­ les tiene, carece de flexión y no contiene rasgos léxicos que restrinjan sus posi­

24 E l valor asociado al rasgo [QU-] para Brucart es el de (in)dependencia proposicional. Por tanto, las construcciones que tienen este rasgo serían no solo las subordinadas sustantivas y relativas sino también las interrogativas y exclam ativas directas, que tienen una m odalidad m arcada. Nótese que este rasgo [QU-] no coincide con el tradicionalmente denom inado rasgo [qu-], que se asocia a las construcciones de operador-variable.

bles antecedentes, lo que le permite tener antecedentes de todo tipo (RAE/ASALE 2009, §22.4h): (80) a. el niño con que juega b. el barco con que navega c. el sitio en que estaba d. el momento en que me habló e. el modo en que sonríe Los relativos el-qu e y el cu al son iguales que el pronombre qu e en el sentido de que no contienen rasgos léxicos que restrinjan sus antecedentes; no obstante, están más especificados ya que presentan rasgos morfológicos de género y nú­ mero, y son obligatoriamente definidos porque contienen el artículo definido. En una relativa con antecedente, si el antecedente del relativo denota un objeto, los relativos posibles son que, el-qu e y el cual, pues el resto están especi­ ficados para otros rasgos léxicos: (81) a. el libro que leí b. el libro {con el que/con el cual} estudió Esta breve descripción de los rasgos de los relativos nos sirve para contestar a la pregunta con la que iniciábamos este apartado sobre la naturaleza interrogativa o relativa de la pieza léxica qu é de las RLI (cf. No tiene qu é h acer; No h a b ía qué llevarse a la b o ca ). Vamos a defender que se trata de un pronombre relativo, a pesar de que este pronombre no aparece en las RL. Según Brucart (1999, §7.5.1), la carencia de rasgos propios del relativo que explica su imposibilidad para encabezar RL, pues no aporta suficiente informa­ ción para identificar los rasgos del antecedente vacío: (82) a. *Que vino era mi amigo

(RL)

b. *Comió que le diste

(RL)

Por su parte, el cu al tampoco puede aparecer en las RL a pesar de que la flexión de género y número parecería habilitarlo para reconocer al antecedente nulo y, por tanto, para aparecer en estas construcciones: (83) a. *El cual vino era mi amigo b. *Comió el cual le diste

Se ha atribuido la imposibilidad de el cu al de aparecer en las RL a la falta de autonomía referencial de este relativo. Ojea (1992) y Brucart (1999, §7.2.4.3) explican la debilidad referencial del relativo a partir de su estructura interna. Estos autores sostienen que el artículo definido presente en la forma el cu al legitima una categoría vacía nominal interna al relativo, que a su vez estaría modificada por el adjetivo cual: [sd el [s n [s a cual ] pro]]. Por ello, el artículo no puede identificar la categoría vacía antecedente, pues le da sus rasgos a la cate­ goría vacía p ro presente en su estructura interna. En resumen, los pronombres que y el cu al no están disponibles en las RL pues qu e no cuenta con rasgos suficientes para identificar el antecedente y elcu al carece de autonomía referencial. Si la relativa denota un objeto, el único relativo disponible es el-que. La siguiente pregunta es por qué en las RLI el pro­ nombre relativo qu é sí está disponible. Como ya hemos visto, en estas construc­ ciones el-que no es posible, pues es obligatoriamente definido y su definitud choca con los requisitos del infinitivo de la relativa, que exige un antecedente indefinido e inespecífico. Por tanto, el único pronombre disponible para expre­ sar léxicamente objeto es qué. Nótese que el pronombre qu é de las RLI no parece el mismo que el que apa­ rece en las relativas con antecedente, pues este último no está especificado léxicamente y, por ello, puede hacer referencia a todo tipo de antecedentes, como se ve en los ejemplos de (80); sin embargo, el qu é de las RLI tiene género neutro y la especificación léxica [-humano] (Plann 1980, 142): (84) a. El chico con que sale es muy simpático b. *No tenía con qué salir

(En la lectura con antecedente de persona)

Parecería que estamos diciendo que hay tres pronombres relativos que con ras­ gos distintos: (85) i. Uno que aparece sin preposición en caso recto y no cuenta con rasgos léxicos: el niño qu e vino; la c a s a qu e vi. ii. Otro que es definido, equivale a el que, aparece como término de prepo­ sición y tampoco tiene rasgos léxicos que restrinjan el posible antece­ dente: el niño con qu e su eñ a ‘con el que sueña’. iii. Y, por último, el relativo qué tónico, neutro e indefinido de las RLI, que está especificado como [-hum ano]: No tiene qu é decir. A continuación trataremos de ver si se puede reducir este paradigma. Como señala Brucart (1999, §7.5.1.2), es plausible considerar que el llamado q u e relati­

vo de (85i) es, en realidad, la conjunción qu e (Kayne 1976 para el francés, Cin­ que 1978 para el italiano, Rivero 1980 para el español). La ausencia casi total de rasgos de este elemento iría en favor de su análisis como mera conjunción de subordinación. La diferencia entre una oración como el niño qu e vino y Ju an dijo q u e ven ía sería que en la primera oración, además de la conjunción que, habría un operador relativo nulo al frente de la cláusula relativa, que representaría en la subordinada q u e vino al sujeto: el niño [opi qu e h vino]. Por otro lado, el elemento q u e de (85ii) parece en realidad el relativo el que, que prescinde en determinadas ocasiones del artículo el en construcciones que no son aceptables para todos los hablantes. La desaparición del artículo se pro­ duce solo con algunas preposiciones y está sometida a múltiples restricciones, como se señala en Brucart (1999, §7.5.1.3), frente a el que, que puede aparecer en todos los contextos. 25 Por tanto, si se acepta que el elemento q u e de (85i) es, en realidad, la con­ junción qu e y el elemento qu e de (85ii) es el relativo definido el que, nos queda­ ría como único pronombre relativo qué, la forma de (85iii) que aparece en las RLI, tanto en caso recto como oblicuo. Este pronombre qu é relativo tiene los rasgos [-definido] y [-hum ano], y es siempre tónico, quizá para diferenciarse de la conjunción homófona. Hemos defendido que se emplea en las RLI cuando la construcción denota un objeto, al no estar disponibles los otros relativos que pueden tener un SN que denote un objeto de antecedente, es decir, el qu e y el cu al por razones relacionadas con la definitud. El paradigma de relativos en las RLI, con su especificación léxica, sería el siguiente: quien [+humano], qu e [-h u ­ mano], d on d e [lugar], cu an d o [tiempo], co m o [manera].

25 Como término de preposición, que alterna con el que y son varios los factores que permiten la aparición de la forma que, como se señala en RAE/ASALE (2009, §44.2). En primer lugar, solo aparece con las preposiciones a, con, de, en y marginalmente por. En segundo lugar, la relativa encabezada por que ha de ser especificativa. En tercer lugar, el hecho de que el antecedente sea definido también favorece la aparición de que, que suele producir agramaticalidad si el antece­ dente es indefinido (cf. un libro {del que/*de que} te hablé ). Una excepción a esta última afir­

mación son justamente las relativas de infinitivo, que se combinan con antecedentes inespecíficos con que: algo con {que/lo que} jugar; algo {de que/de lo que} hablar. Por último, la estructura de la oración también influye y, en particular, las relativas con que como término de preposición son especialmente frecuentes si la relativa con antecedente es de infinitivo.

5 Conclusiones y futuras líneas de investigación En este trabajo hemos defendido que las RLI son proyecciones nominales cuantificativas encabezadas por un cuantificador vacío, semejante a n ad ie o alguno, de interpretación indefinida e inespecífica y que es un término de polaridad modal. Por tanto, las RLI son un tipo de relativas libres y no una construcción oracional. El infinitivo, y marginalmente el subjuntivo, en las relativas libres fuerza la lectura indefinida e inespecífica del SN en el que la relativa se inserta. A su vez, la naturaleza indefinida e inespecífica del SCu, núcleo de la RLI, explica la dis­ tribución de estas oraciones de relativo, que solo aparecen como complemento de h a b e r y tener y de un pequeño grupo de predicados intensionales, de los que no nos hemos ocupado, y en contextos de polaridad marcada. La necesaria legitimación del término de polaridad a través de la relación con un operador de polaridad explica que, a pesar de ser relativas libres, estas construcciones no presenten efectos de encaje. Además, hemos mostrado que las propiedades que las RLI comparten con las oraciones interrogativas indirectas no se derivan de la naturaleza oracional o proposicional de las primeras. El truncamiento tiene que ver con la tonicidad de los relativos en las RLI y la interpretación modal con la presencia del infiniti­ vo en la subordinada. Por último, el estudio de estas construcciones de distribución muy limitada nos ha permitido esbozar un análisis en rasgos de los relativos y su relación con los rasgos del antecedente. En particular, nos hemos centrado en el rasgo de definitud y hemos propuesto que los relativos quien, don d e, com o y cu an do están infraespecificados para este rasgo, cuyo valor se determina contextualmente, mientras que el que y el cu al son léxicamente definidos. Hemos postula­ do que en las RL y en las RLI los relativos transmiten su rasgo de (in)definitud a su antecedente vacío, frente a lo que sucede en las relativas con antecedente, en las cuales la concordancia de definitud no se produce porque el antecedente tiene sus propios rasgos léxicos y no los recibe todos del relativo. Para terminar, hemos defendido que en las RLI aparece, además de los relativos enumerados anteriormente, un relativo qu é con los rasgos [-definido] y [-hum ano]. Este relativo completa el paradigma en estas construcciones al permitir hacer refe­ rencia a objetos, pues los relativos el qu e y el cu al no están disponibles porque son definidos.

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Mabel Giammatteo e Hilda Albano (Universidad de Buenos Aires)

De la periferia oracional a la estructura interna: las condicionales argumentales* 1 Introducción Según la N ueva g ra m ática d e la lengua e sp a ñ o la (RAE/ASALE 2009), las condi­ cionales «[...] han sido clasificadas a veces entre las subordinadas adverbiales impropias [...], estructuras que se suelen definir por ciertos rasgos negativos más que por sus características positivas» (RAE/ASALE 2009, §47.1f). Agrega también que «[e]stas oraciones, frente a las sustantivas, no pueden ser sustitui­ das por un pronombre ni por un adverbio, interrogativo o no, pese a agruparse tradicionalmente con las oraciones adverbiales» (RAE/ASALE 2009, §47.1f). Asimismo, respecto de la diferencia entre condicionales y sustantivas, se especi­ fica que las primeras son subordinadas «que no están insertas o incluidas en las principales» (RAE/ASALE 2009, §47.1g), lo que claramente las diferencia de las sustantivas, que son estructuras subordinadas argumentales, es decir, requeri­ das por la semántica del verbo de la oración matriz. A pesar de lo dicho, en el mismo parágrafo, RAE/ASALE (2009) introduce el ejemplo ¿No le im porta si fu m o? como un caso de excepción respecto del funcio­ namiento general de las subordinadas condicionales. Para esta gramática, la prótasis condicional si fu m o manifiesta un argumento del verbo, de modo que la subordinada queda integrada en la estructura de la oración principal. Desde esta perspectiva, para la Nueva G ram ática, los análisis posibles son: a) conside­ rar que la subordinada es el sujeto del verbo; o bien b) «que el sujeto es un pro­ nombre tácito equivalente a ello» (RAE/ASALE 2009, §47.2.d), interpretación que, según RAE/ASALE 2009, choca con el hecho de que estas oraciones pue­ den ser usadas como comienzo absoluto de discurso. Dado que normalmente las adverbiales no ocupan posiciones argumentales, en este capítulo nos interesa indagar acerca de estos «casos excepcionales», para lo cual tendremos en cuenta distintas perspectivas - sintáctica, semántica,

* Una versión prelim inar de este trabajo, leída en las II Jornadas Internacionales sobre Lengua Española «El Español de la Argentina en el Bicentenario» (Fundación Litterae, Buenos Aires, 30 de septiembre al 2 de octubre de 2010), se publicó en Gramma (2011).

pragmática y diacrónica - que nos ayuden a establecer bajo qué condiciones una estructura hipotética encabezada por si puede considerarse incrustada en la predicación principal y llegar a adquirir carácter argumental. El artículo se organiza del siguiente modo: luego de esta introducción gene­ ral al tema (1), en un primer apartado (2) presentamos las principales caracterís­ ticas de ambos tipos de subordinadas - sustantivas (2.1) y condicionales (2.2) - , para luego considerar los puntos de contacto entre ambas (2.3) y, finalmente, las particularidades del grupo que nos ocupa, al que hemos denominado con d i­ cion ales argum éntales (2.4). En un segundo apartado (3), primero vinculamos el especial funcionamiento oracional de estas condicionales con el hecho de que dentro de sus condiciones de aparición hay que señalar que solo se construyen con los denominados verbos de «afección psicológica», cuya red temática sin­ gular permite que puedan ser incluidas en la estructura oracional como un ar­ gumento, que puede ligarse a la causa hipotética o potencial exigida por esta clase de verbos (3.1), y luego añadimos algunas consideraciones semánticopragmáticas, relativas al valor disyuntivo de las condicionales argumentales (3.2). En las conclusiones (4), retomamos los planteos presentados y evaluamos su pertinencia para establecer la naturaleza y función de las estructuras estu­ diadas.

2 Subtipos de oraciones subordinadas 2.1 Subordinadas sustantivas Las oraciones subordinadas sustantivas, llamadas tradicionalmente así, o bien proposiciones o cláusulas sustantivas u oraciones completivas, son estructuras incrustadas o incluidas en otro segmento que las contiene, que puede ser una oración, un SN, un SA, u otro. Son constituyentes argumentales seleccionados por el verbo de la oración matriz o principal que las incluye. Entre los que admi­ ten esta clase de subordinadas se encuentran verbos de tipo: a) mental o psicológico: s a b er , intuir, creer, record ar, lam entar, etc.; b) de comunicación: decir, preguntar, afirm ar, d eclarar, explicar, etc.; c) de experiencia: observar, percibir, tem er (que también podrían ubicarse dentro del grupo de los psicológicos), im aginar, etc. Desde el punto de vista sintáctico, las sustantivas desempeñan básicamente las funciones de sujeto (1), objeto directo (2) y complemento de preposición (3):

(1)

Cerezo afirma que le «encantaría [que Diego Costa fuera jugador de la se­

(2)

Por San Valentín, se espera [que miles de parejas se envíen fotos sexuales]

lección española»] (www.teinteresa.es/...; 3/10/2013) (next.clarin.com/innovacion (portfolio=por-san-valentin); 14/02/14) (3)

¿Está dispuesto a [que su empresa juegue como el Barcelona?] (M. Krynski, www.crearcontextos.com/articulos; 13/6/2012)

Estructuralmente, las sustantivas se dividen en tres grupos: i) declarativas o enunciativas, introducidas por la conjunción qu e (4); ii) interrogativas indirectas totales, encabezadas por la conjunción si (5); iii) interrogativas ( 6 ) y exclamativas (7) indirectas, que son pronominales porque van encabezadas por un SQ (cuyo núcleo es un pronombre o adverbio relativo): (4)

Sebastián Piñera reconoció [que evalúa la permanencia de Chile en el pacto de Bogotá] (www.infobae.com/...; 10/02/14)

(5)

«Impasible, Grassi solo se puso nervioso cuando le preguntaron [si la Igle­ sia le había iniciado un sumario canónico»] (F. Soriano, www.clarin.com; 14/02/14)

(6 )

Cuando intentamos imaginar [qué nos hará felices o desgraciados en un futuro] nos equivocamos] (w w w.rtve.es/tve/b/redes2007/sem anal/prg345; 2/02/2005)

(7)

Es sorprendente [cuánto pueden ayudarnos las miradas desde afuera]. (https://es-es.facebook.com /H olism oEm presarial/posts; 4/05/2012)

Desde el punto de vista de su construcción, se observa lo siguiente: a) Las sustantivas enunciativas y las interrogativas indirectas pueden pre­ sentar el verbo tanto en forma finita (8 ) como no finita (9): (8 )

El amor es como un rayo: No se sabe [dónde c a e hasta que ha caído] (Henri Lacordaire, dianihom.tumblr.com.; 29/1/2013)

(9)

Cuando no

se

sabe

[adónde

ir].

(D.

Ulanovsky

Sack,

Clarín,

www.clarin.com/sociedad ; 3/8/2013) b) Aceptan tanto indicativo (10) como subjuntivo (11). Este último se emplea cuando las oraciones donde se incrustan expresan contenidos no factuales:

(10) ¿Cómo se sabe [si un equipo está actualizado]? (WindowsM icrosoftw indow s.m icrosoft.com /es-ar/w indow s/is-com puter-up-todate) (11) Cuando me muera quiero [que me toquen una polca]. (M. Tomas, www. lanacion.com .ar, Opinión; 6/2/2014)

2.2 Subordinadas condicionales Las condicionales, típicamente introducidas por la conjunción si, articulan dos constituyentes que conforman lo que se denomina «período condicional», cons­ tituido por una prótasis, representada por la subordinada condicional, y una apódosis, manifestada por la oración matriz o principal. Se ubican entre las subordinadas adverbiales, denominación bajo la cual la gramática tradicional ha englobado una cantidad de construcciones sintáctica y semánticamente muy diversas, a partir del supuesto de que tenían en común la equivalencia funcio­ nal con el adverbio. A diferencia de las sustantivas que, según hemos visto (cf. 2 . 1 ),

presentan una relación de subordinación inclusiva respecto de la oración

matriz, las adverbiales tienen una relación más laxa con la principal. La vincu­ lación más libre de las adverbiales con la incluyente depende de que general­ mente son adjuntos o modificadores no obligatorios con diferentes ámbitos de inserción dentro de la estructura oracional: 1 - ya sea dentro del SV (en la denominada ‘capa léxica’ (Rizzi 1997; Carny 2008), donde funcionan como circunstanciales o complementos de verbos que las exigen; - o en el nivel de la flexión, afectando simultáneamente al sujeto y al predi­ cado, como modificadores oracionales o del enunciado; - o incluso en el nivel más alto del COMP, en relación con el SFuerza , 2 en­ cargado de transmitir los valores relativos a la actitud comunicativa del hablan­

1 Nos basamos en planteos que reconocen en la oración una estructura repartida en tres capas (R izzi 1997; Carnie 2008), ubicadas de derecha a izquierda: 1) léxica o del S ^ , en la que el verbo se vin cu la con sus argumentos; 2) oracional o del SF , en la que mediante la flexión verbal - que expresa tiempo y concordancia - el evento queda localizado respecto del tiempo de emisión; 3) informativa o del SCom p, en la que la oración se vin cu la con la perspectiva del hablante y donde se alojan los valores com unicativos y la fuerza ilocutiva, que se expresan por nociones como modo, foco, tópico y negación, entre otras. 2 Fuerza, que puede vincularse con la fuerza ilocutiva del hablante, expresa «el hecho de que la oración es interrogativa, declarativa, exclam ativa, relativa, com parativa, adverbial de cierta clase, etcétera, [...]» (R izzi 1997, 293).

te, en función de modificadores de la modalidad (Kovacci 1999) o de la enuncia­ ción .3 En relación con el ámbito de inserción, más o menos interno, muchos auto­ res han reconocido dentro de las adverbiales dos subgrupos: las propias, tam ­ bién llamadas «accidentales», que son reemplazables por un adverbio funcional semánticamente equivalente y que, básicam ente, actúan como circunstanciales en el nivel del SV; y las impropias o «relacionales» (Narbona Jiménez 1989 y 1990; Grande Rodríguez 2001) a las que pertenecen las condicionales, que no son reemplazables por adverbios y cuyo ámbito es más externo, según ya señalamos: el SF o el SFuerza ,4 según los casos. Ahora bien, ¿qué tipo de relación es la que reúne a ambos constituyentes de las condicionales? Para Cristofaro (2003), el punto de vista habitualmente adop­ tado para analizar la subordinación es de naturaleza esencialmente morfosintáctica e involucra dos aspectos: a) la dep en d en cia, que es la imposibilidad de que una cláusula se realice aisladamente; b) el incrustram iento (embedding), es decir, que la cláusula incrustada fun­ cione como un constituyente de otra. La autora explica que coordinación y subordinación constituyen dos polos en el continuum sintagmático: la primera se caracteriza por la ausencia tanto de dependencia como de incrustación, mientras que la segunda involucra ambas características. Para el nivel intermedio, Cristofaro retoma el concepto de cosubordinación (Foley/Van Valin 1984; Van Valin/LaPolla 1997), que participa tanto de las características de la coordinación como de las de la subordinación: como la primera, la cosubordinación no implica incrustación pero, como la segunda, incluye dependencia respecto de la principal. Así, la cosubordinación

3 Para la diferencia entre subordinadas del enunciado y de la enunciación, cf. 2.2.1 infr. 4 Se exceptúan las com parativas y consecutivas que presentan características particulares, que han llevado a algunos autores, como Di Tu llio (1997) e Iglesias Bango (1997), a formar con ellas un grupo aparte, en tanto no responden estrictamente a las características de n inguna de las dos clases anteriores, poseen una estructura interna m ucho más compleja y una vin cu la ­ ción estrecha con algún elemento de la principal. R A E/A S A LE (2009: §45.1a) reconoce que las construcciones com parativas, «[h]an dado lugar a varias polém icas - algunas de las cuales todavía siguen vivas - y no existe pleno acuerdo sobre la forma más apropiada de interpretar sintáctica y semánticamente sus m últiples variedades». En cuanto a las construcciones conse­ cutivas, son in clu id as en el m ismo capítulo que las com parativas, debido al carácter cuantificador compartido por ambos tipos de construcciones, que quedan, por tanto, separadas de las ilativas, a las que R A E/A S A LE (2009: §46.1a) vin cu la con las causales y finales «porque en todas ellas se expresan relaciones de ‘causa-efecto’».

puede ser vista como ocupando una posición intermedia en el continuum que tiene como sus extremos la coordinación y la subordinación. El concepto de cosubordinación abarca también algunas construcciones tradicionalmente clasificadas como coordinadas, en las que está implicada una relación de sucesión temporal no reversible, como muestra el siguiente ejemplo del inglés: (12) Max went to the store and bought some beer 5 Max fue a la tienda y compró cerveza 6 En nuestra opinión, además de las diferencias categoriales y funcionales ya m encionadas, que distinguen a las adverbiales propias de las impropias, tam­ bién hay diferencias semántico-temporales. Las propias hacen referencia a enti­ dades específicas que remiten a las circunstancias acompañantes y, por lo tan­ to, simultáneas, al momento en que tiene lugar el evento denotado por el verbo; las impropias, en cambio, manifiestan una relación de tipo lógico, que reinterpreta la secuencia temporal sucesiva como causa (prótasis)-efecto/consecuencia/fin (apódosis). Las adverbiales impropias son, pues, equivalentes a una coordinación binaria, asimétrica (no reversible), cuyos constituyentes ma­ nifiestan una relación de exigencia mutua, que difiere de la que mantienen tanto las sustantivas como las adverbiales propias, en las que la vinculación con la principal es más estrecha. El tipo de relación entre las adverbiales impro­ pias y la principal puede asimilarse al concepto de cosubordinación, dado que la relación existente entre ambas partes de la subordinada es de dependencia mutua o interdependencia. Por otra parte, Cristofaro (2003) añade que, a diferencia de los enfoques de tipo morfosintácticos, como los anteriores, un acercamiento conceptual al pro­ blem a de la conexión entre oraciones se interesa por la forma en que el «estado de situación» (state o f affairs) descrito en ellas es percibido y conceptualizado. Este enfoque retoma conceptos como los de «primer» y «segundo plano» (foregroun d/backgrou n d) y «fondo-figura»/«figura compleja» (figure-ground/com plex figure) (Talmy 1978; Croft 2001). Desde esta perspectiva, se entiende que la in­ formación principal es comunicada por la oración matriz y que la subordinada transmite la secundaria o complementaria. En cuanto a la segunda distinción, en la coordinación, dos estados de cosas ligados son percibidos cada uno como una entidad conceptual única, lo que establece una relación simétrica entre

5 Este caso reformula el ej. 2.17 de Cristofaro. 6 Esta y todas las traducciones de ejemplos del inglés son nuestras.

ellos, a la que Croft (2001) denominó de «figura compleja», como se ilustra con el siguiente ejemplo: (13) The sun was shining and the birds were singing 7 ‘El sol estaba brillando y los pájaros estaban cantando’ En cambio, si un estado de cosas se conceptualiza como causa, precondición o punto de referencia para otro estado de cosas, el primero adopta el status de fondo (ground) y el segundo el de figura (figure). Cristofaro (loc. cit.) ejemplifica con el siguiente caso (14), en que el evento de dorm ir es el fondo para soñar, que es contingente respecto del acto de estar dorm ido: (14) He dreamed while he slept8 ‘Él soñaba mientras dormía’ Tratando de vincular los planteos morfosintácticos, basados en la incrustación y la dependencia, y los semántico-pragmáticos, que se centran en la relevancia de la información transmitida, Moreno Cabrera (1991, 667) plantea que la cosubordinación, que en las lenguas europeas se corresponde con las adverbiales impropias, es una relación «...en la que no hay una dependencia o incrustación sintáctica, sino una dependencia o interdependencia semántica». No obstante, no creemos que deba haber una dicotomía irreconciliable entre ambos tipos de criterios, de modo que, por un lado, retomando los planteos presentados en Cristofaro (2003), reconocemos que las adverbiales impropias presentan un «estado de situación» cuya realización, ya sea factual o virtual, es condicionante para la realización de otro «estado de situación», de modo tal que ambos se apoyan mutuamente y ninguna de ambas representaciones puede existir sin la otra - no hay background ni foreground - , pero tampoco repre­ sentan dos eventos simultáneos cuya coocurrencia es contingente, tal como plantaba Croft (2001) para la coordinación. Así, cuando decimos (15) Si llueve, salgo con paraguas la validez de la afirmación de la apódosis no es en modo alguno independiente de que ocurra lo planteado en la prótasis: si y solo si «salgo con paraguas»,

7 Ej. 2.19 de Cristofaro (2003, 27), que retoma otro de Croft (2001, 336) extraído de W ierzbicka (1980, 254). 8 Ej. 2.18 de Cristofaro (2003), que retoma a Talm y (2000, 324).

dado que/en el mundo posible (conjunto de condiciones) en que sucede que «llueve». Pero, asimismo, tales relaciones no solo descansan en el aspecto se­ mántico, sino que, por lo general, se manifiestan mediante la existencia de nexos subordinantes, orden de palabras, tiempos y modos verbales específicos, entre otros recursos posibles que las conectan, todo lo cual nos lleva a sostener que la relación no es solo semántico-pragmática, sino también morfosintáctica.

2.2.1 Dos subtipos de condicionales En el nivel sintáctico, la prótasis condicional siempre funciona como un modifi­ cador adjunto, que puede afectar ya i) al enunciado (16); o ii) a la enunciación, según el tipo epistémico (17) o ilocutivo (18): (16) [Si mañana tengo la tarde libre,] voy a ver la nueva película que se estrenó (17) [Si trae paraguas,] está por llover (18) [Si la memoria no me falla, hoy es el cumpleaños de Juan] En el primer caso (16), se trata de una condicional del enunciado, en la que «[l]a prótasis se presenta como la causa hipotética del estado de cosas que se descri­ be en la apódosis, que pasa a interpretarse como su efecto o su consecuencia» (RAE/ASALE 2009, §47.4a). Las condicionales de la enunciación (17)-(18), en cambio, no plantean una causa real ni hipotética, sino que establecen una rela­ ción entre «la prótasis y cierta información obtenida de la apódosis a través de un verbo de lengua tácito o un razonamiento discursivo» (RAE/ASALE 2009, §47.4b). La diferencia entre los dos tipos es que en las «epistémicas (también denominadas de efecto-causa), el hablante parte del contenido de la prótasis trae p arag u as - , que presenta como información fehaciente o sensible, para llegar a la conclusión que se muestra en la apódosis» (§47.4b) - va a llover - , como en (17). En las ilocutivas, en cambio, «el vínculo se establece entre la prótasis y el hecho de que el hablante afirme o manifieste lo que la apódosis expresa» (§47.4b), como en (18) - Si la m em oria no m e fa lla {d ig o/afirm o/m e atrevo a afirm ar/afirm aría/...} qu e hoy...) - . En ambos tipos de condicionales de la enun­ ciación - epistémicas e ilocutivas - , al deslizarse la relación prótasis-apódosis de lo fáctico al ámbito hipotético-modal, se pierde la exigencia de correlación temporal entre los constituyentes:

ayer fue (19) Si la memoria no me falla < hoy es

el cumpleaños de Juan

el mes próximo será I En todos los casos, la subordinada condicional se ubica, entonacional y sintác­ ticamente, fuera del SV: en el nivel de la flexión para las del enunciado, que funcionan como adjunto oracional, y en el del complementante para las de la enunciación, que afectan a la modalidad.

2.3 Puntos de contacto entre condicionales y sustantivas: las interrogativas indirectas totales Dentro de las sustantivas, las que más se han vinculado con las condicionales, dada la coincidencia del elemento introductor, han sido las interrogativas indi­ rectas. En ambas construcciones, el COMP si tiene origen en uno de los usos del adverbio latino sic (‘así’), en que este adquiría valor de eventualidad (Ernout/Thomas 1953, 374), similar al que se muestra en el siguiente ejemplo del español, tomado de Elvira (2009) (20), que admite tanto interpretación concesi­ va (2 1 ) como condicional (2 2 ): (20) Así me ahorcaran, no diría nada (21) Aunque me ahorcaran, no diría nada (22) Si me ahorcaran, no diría nada Rastreando la evolución de estas estructuras en las lenguas del mundo, Haiman (1983; cit. en Elvira 2009) encuentra una recurrente homonimia entre el elemen­ to que introduce las prótasis condicionales y el que encabeza las interrogativas indirectas. Para las lenguas románicas, señala que en el latín vulgar, en los casos en que si se utilizaba con verbos de ‘espera’ (23), adquiría ‘valor eventual’, próximo a en c a s o d e o si p o r ca su a lid a d (24). (23) Expecto si quis dicas (‘espero por si dices algo’) (Plauto, Trin. 98) (ej. toma­ do de Elvira 2009) (24) Canes aluntur in Capitolio ut significent si fures venerint (‘se mantiene a los perros en el Capitolio para que avisen en el caso de que vengan ladro­ nes’) (Cic. R osc. Am. 20. 56) (ej. tomado de Elvira 2009) Para el español, según se registra en RAE/ASALE (2009, 42.7c):

La lengua antigua permitía que la s oraciones interrogativas totales de sí o no aparecieran con la conjunción si: ¿Si será este Don Florencio fijo del rey Perión y de la Condesa de Selandia? (Rodríguez Montalvo, Am adís). Si muriere el varón, si revivirá? [...] (León, Job)

Elvira (2009) sostiene que la posterior superposición de valores - condicional e interrogativo - se ha visto favorecida por el carácter de irrealidad presente en ambas construcciones. Por su parte, RAE/ASALE (2009) también reconoce pun­ tos de contacto entre condicionales e interrogativas indirectas totales, ya que ambas designan situaciones hipotéticas. En este sentido, ya Bello (1847) había planteado que: E l si interrogativo convierte el significado de condición en el de incertidum bre o curiosi­ dad [...] El uso de este adverbio es frecuente en la interrogación indirecta (Bello 1847, §414).

Respecto de las interrogativas indirectas totales, RAE/ASALE (2009, §43 7c) añade que «se han denominado también dubitativas, pero les corresponde con mayor propiedad el término disyuntivas, ya que se introduce en ellas la elección entre dos opciones, aunque no necesariamente una duda». Estas oraciones suponen una alternativa de polaridad opuesta a la expresada en la oración, que puede explicitarse o no (volveremos sobre este aspecto, que también está pre­ sente en las condicionales que nos interesan aquí, en 3.2): (25) No sé si hoy me llama (o no) Examinando los contextos de aparición que favorecen la presencia de las inte­ rrogativas indirectas totales, RAE/ASALE (2009, §43.7m) sostiene que: No son propiamente excepciones secuencias como la subrayada en ¿Te imaginas si Patrick se entera? (Paz Soldán, Materia) que no admiten la adición de o no [...] unos autores en­ tienden que estas secuencias constituyen prótasis condicionales y que se asim ilan a las subordinadas sustantivas en ciertos contextos. De hecho, pueden ser también términos de preposición, como en po r si llueve. Otros entienden, en cam bio, que el complemento de imaginas queda aquí tácito (aproximadamente 'lo que ocurriría') y que la prótasis condi­ cional no ocupa la función que le correspondería como argumento n i tampoco su posición sintáctica.

A estos planteos que aproximan las sustantivas, en este caso las interrogativas indirectas totales, a las condicionales, RAE/ASALE (2009, §47.1g) suma lo que considera una excepción a la generalización respecto de que las condicionales

«no están insertas o incluidas en las principales», que trataremos en el próximo apartado.

2.4 Las condicionales arguméntales En lo señalado respecto de las condicionales, digamos canónicas: el hecho de que la prótasis no está incrustada en la oración matriz, radica, justamente, el problema relativo a una estructura condicional como si fu m o en (26): (26) ¿Le molesta [si fumo]? Según se advierte, la prótasis si fu m o queda integrada en la estructura oracio­ nal, en la que cumple una función argumental (desarrollamos este tema en 3 infr.). En estos casos, la prótasis aparece en posición postverbal y no se separa entonacionalmente de la matriz, con cuyo verbo mantiene una correlación tem­ poral, como se observa en (27)-(29): (27) ¿Le m olestaba [si fumabas, cuando estaban ambos en el mismo lugar]? (28) *¿No le molesta [si fumaba]? (29) Me agradaría [si me invitara a salir] En estas construcciones parece tener relevancia la posición del segmento con si, ya que cuando se encuentra en posición inicial, como muestran los ejemplos (30) y (31), requiere la presencia de una pausa entonacional. Dado que esto no es lo esperable para una prótasis condicional típica, estaría revelando que se ha producido la alteración del orden canónico correspondiente a una estructura argumental exigida por el verbo: (30) [Si fumo,] ¿le molesta? (31) Minujín: [«Si los artistas pudiéramos dirigir el mundo,] sería fantástico» (S. Amaya y L. Scapinelli, www.lanacion.com.ar; 3/5/2010) Respecto de los casos del tipo de (26), que muestran mayor integración dentro de la estructura oracional, se plantea si se trata de una verdadera prótasis con­ dicional o si, en cambio, equivalen a otro tipo de subordinada, por ejemplo, una sustantiva, ya que pueden alternar con : (32) ¿Le molesta [que fume]?

Refuerza la posibilidad de considerar estos casos como sustantivas el hecho de que, a diferencia de lo que se espera de las estructuras condicionales canónicas - ya precedan (33) o sigan a la apódosis (34) - , en las del tipo que estamos ana­ lizando, el segmento si fu m o, al igual que sucede con qu e fu m e en (32), puede ser sustituido por una forma pronominal ((35), que reformula (29)), a la que la condicional puede adjuntarse como apósito (36): (33) [Si hubiese riesgo de lesión, Messi no viajaría] (www.ole.com.ar; 8/12/2012) * *Esto, Messi no viajaría (34) R o u sseff v ia ja ría a EE. UU. [si O bam a se d iscu lp a por el esp io n a je] (www.infonews.com; 6/11/2013) * *Rousseff viajaría a EE. UU., esto (35) Me agradaría [si me invitara a salir] = Me agradaría esto (36) ¿Le molesta [si subo el volumen de la radio]? (Plaza Noblía 1980, L a cerra­ zón) = ¿Le molesta esto : si su bo el volum en.../que s u b a el volumen? Además de la alternancia con que, el segmento con si también acepta interpre­ tación temporal (37) y (38), por lo que estas condicionales alternan con cons­ trucciones que explicitan este valor, que también se construyen con indicativo: (37) ¿Le molesta [si/cu an do/siem pre qu e fumo]? (38) ¿Te preocupás mucho [si/cuando tus hijos regresan tarde]? Dado que en estos casos los segmentos con cu an d o/siem p re qu e también están cumpliendo una función argumental, si se desplazan a la posición inicial, que­ dan fuera de la entonación interrogativa: (39) [C uando/siem pre qu e fumo], ¿le molesta? Por otra parte, si bien la estructura interrogativa constituye un contexto alta­ mente favorable para las prótasis con si argumental, su aparición no resulta exclusivamente ligada a dicha modalidad, ya que, además de (29) y (35), pue­ den aportarse otros casos del mismo tipo con oraciones enunciativas afirmati­ vas (40) y (41) o negativas (42): (40) Alderweireld: «Sería fantástico [si De Bruyne llega al Atleti en enero]» (www.mundodeportivo .com/28/11/2013) (41) Nos encantaría [si vinieran Uds. el sábado] (RAE/ASALE 2009: §47.2c)

(42) Al director no le va a gustar si hacemos por nuestra cuenta todos esos cam­ bios (RAE/ASALE 2009: §47.2c) En cuanto al modo verbal, con si la construcción puede estar en indicativo o subjuntivo, según la correlación que se establezca entre el verbo de la oración principal y el de la subordinada (cf. (26), (27) y (29) respecto de (28), y también, (40) y (42) respecto de (41)). En cambio, en las paráfrasis con q u e/el q u e/el h e ­ ch o d e qu e el verbo debe estar en subjuntivo (43)-(45), lo que parecería estar indicando la exigencia en este tipo de construcciones de un rasgo [eventual] o [hipotético], el cual puede manifestarse ya sea por la presencia de la conjunción si, ya sea por el modo subjuntivo en el verbo, o bien por ambos recursos. Así, otra paráfrasis posible con resalta doblemente - mediante la locución conjuntiva y por el modo verbal - el valor conjetural de la construcción (46): (43) Dígame, por favor, ¿le molesta [qu e/el qu e fume/esté fumando]? (44) ¿Te fastidia [el (h ech o d e ) qu e te acompañe]? (45) Me encantaría [que me llevaras a pescar más a menudo] (46) [En el c a so d e que fume] ¿le molesta/molestaría?

3 Hacia una interpretación de estas construcciones 3.1 Los verbos psicológicos y su particular estructura argumental Un aspecto importante para destacar de las construcciones que nos ocupan es la clase de verbos con la que aparecen. Se trata de los denominados verbos de proceso mental o de afección psíquica, que expresan «evaluación o reacción emotiva hacia las personas o cosas» - im portar, m olestar, interesar, fastid iar, en can tar, disgustar, entre otros - . En relación con estos verbos es posible pre­ guntarnos qué particularidades sintáctico-semánticas presentan que permiten que una subordinada condicional cumpla un papel en su estructura argumental. Los psicológicos, como suele llamárseles, son verbos bivalentes que, sin embargo, no presentan la grilla temática convencional de Agente, identificado con el sujeto, y Tema, representado por el objeto. Según Tenny (1994: 67), los

dos papeles seleccionados por la semántica de estos verbos son: un Experimen­ tante, que es el particip an te que sufre el cambio de estado mental descripto por el verbo, y un Tema, que se interpreta como lo que lo provoca o motiva el proce­ so, por lo que, en este sentido, se liga con la Causa que lo ocasiona. Ambos papeles temáticos pueden, alternativamente, enlazarse con el sujeto y el objeto. Veamos dos ejemplos típicos: en (47), el Experimentante - G riselda - es sujeto y la Causa - los in sectos - se liga con el objeto; e inversamente, en (48), la Causa es sujeto y el Experimentante, objeto: (47) G riselda9 teme a los insectos

[Experimentante, Causa]

(48) L os in sectos (la) asustan a Griselda

[Causa, Experimentante]

Dado que la clase de verbos que refiere a procesos mentales es amplia, en un trabajo ya clásico, Belletti/Rizzi (1988) reconocieron, para el italiano, tres gru­ pos. Los que interesan para la construcción que estudiamos aquí son los que ubican en los grupos segundo - del tipo del español p reocu p ar, m olestar, en fa ­ d a r - y tercero 10 - del tipo del español g u star - . Para el italiano, Belletti y Rizzi plantean que los del segundo grupo - como p reo cu p p a re - se construyen con acusativo, y los del tercero - como p ia c e r e - , con dativo; para el español, Bosque/Gutiérrez-Rexach (2009) los combinan en una sola clase en función de que en ambos tipos el Experimentante se construye con dativo y se proyecta como el objeto indirecto. No obstante, teniendo en cuenta el amplio panorama que ofre­ ce el español, es necesario reconocer que existe oscilación y muchos de estos verbos presentan alternancias , 11 que llevan a que el Experimentante pueda apa­ recer en dativo o acusativo: (49) A Juan le molesta el ruido (50) El ruido lo/le molesta (a Juan) Más allá de estas diferencias, el análisis estructural, ligado fundamentalmente a las marcas formales, consideró que el Tema, marcado con caso nominativo y en

9 Seguim os la convención según la cual el papel temático en función de sujeto se subraya. 10 Los del primer grupo, como amar, odiar, sentir o temer, son verbos transitivos en los que el Experim entante del proceso mental recibe caso nom inativo, por lo que se lig a con la función sintáctica de sujeto, y el Tem a, que recibe caso acusativo, funciona como objeto. 11 La variación puede adjudicarse a factores dialectales, pero tam bién, según los casos, al grado de afectación atribuido al Experim entante. No profundizarem os en estas cuestiones que exceden el marco más acotado de este trabajo.

concordancia con el verbo, desempeñaba la función de sujeto en estas cons­ trucciones y que al experimentante, en uno de los dos casos oblicuos, le corres­ pondía la función de objeto. Más recientemente, algunos sintactistas (Masullo 1992 y 1993; Fernández Soriano 1999) han planteado una inversión de esta vin­ culación, asimilando al Experimentante a los casos de «sujetos no nominativos, idiosincrásicos o caprichosos (quirky)» estudiados en el islandés . 12 De este mo­ do, aunque no manifieste caso nominativo, la posición inicial no marcada (A Juan le gu sta el rock/E l rock le gu sta a Ju an (posible, pero enfática), la posibili­ dad de controlar el sujeto de una completiva de infinitivo (A Juan le gu sta [PRO p atin ar en el hielo]), el hecho de manifiestar un papel temático superior en la escala agentiva, así como el rasgo de ‘animacidad’ que lo caracteriza, lleva a sostener que: A l ser el Experim entante el argumento más prominente, debería ser el constituyente que se desplazara a la posición de especificador de SFle x, que es a su vez la posición sintáctica más prominente de acuerdo con la hipótesis de alineam iento universal de los papeles te­ m áticos (Bosque/Gutiérrez-Rexach 2009: 413).

En esta perspectiva, el verdadero sujeto de estos verbos sería el Experimentante representado por el dativo o acusativo. No obstante, posiciones menos radicali­ zadas sostienen que la falta de concordancia con la flexión verbal lo alejan de esa función, y prefieren defender, en cambio, que es el Tema el que cumple función de sujeto. Sin embargo, como han planteado el mismo Masullo (2001) y también Ura (2001) y Bosque/Gutiérrez-Rexach (2009), las funciones sintácticas clásicas no constituyen primitivos de la descripción gramatical, sino nociones epifenoménicas, o sea derivadas de un conjunto de propiedades sintácticosemánticas, como el papel temático y su prominencia en la jerarquía, la posi­ ción en la oración, el caso, etc. Por tanto, dejando estos debates de lado, en el próximo apartado nos concentraremos en mostrar la incidencia de la red temá­

12 «Algunas lenguas, como el islandés, poseen construcciones de c a s o i d i o s i n c r á s i c o (llam a­ do también c a p r i c h o s o , a falta de un nombre mejor: quirky case). En estas lenguas ciertos verbos no asignan caso acusativo a su objeto, sino un caso inherente idiosincrásico. Por ejem­ plo, el verbo islandés hjálpa (‘ayudar’) asigna dativo a su objeto. El fenómeno crucial es que cuando un verbo asigna caso idiosincrásico a su objeto, dicho caso se preserva en los procesos de pasivización (Zaenen/M aling/Thráinsson, 1985) [...] Este fenómeno ha llam ado la atención de varios sintactistas en los últim os años ya que parece indicar que, cuando en una lengua es posible asignar caso inherente a la posición de objeto, dicha m arca se preserva al desplazarse este objeto por movimiento A a la posición de sujeto. Es más, esta propiedad parece sugerir una disociación entre el movimiento a la posición A de sujeto y el cotejo de caso nom inativo». (Bosque/Gutiérrez-Rexach 2009: 380).

tica propia de los verbos psicológicos en la aceptación de las condicionales como argumentales.

3.1.1

Condicionales y verbos psicológicos

En relación con el tema que nos ocupa, lo relevante es que el papel de TemaCausa, normalmente ocupado por un SN - (51a) y (52a) - , puede estar desempe­ ñado por una prótasis condicional que, lejos de su función tradicional, más periférica, aparece ocupando una posición argumental - (51b) y (52b) - , equiva­ lente a la que puede cumplir una sustantiva - (51c) y (52c) - : (51) a. Le fastidia/molesta/disgusta [s n el humo] b. Le fastidia/m olesta/disgusta [compsi fumo] c. Le fastidia/molesta/disgusta [compque fume] (52) a. A María le agrada/encanta/fascina [s n el chocolate] b. A María le agrada/encanta/fascina [comp si le regalan bombones] c. A María le agrada/encanta/fascina [comp que le regalen bombones] Así, más allá del papel sintáctico que se le asigne a la condicional, es decir, ya se considere que cumple la función de sujeto o de objeto, según adoptemos la versión menos o más radicalizada respecto del enlace sintáctico-semántico de estos verbos (cf. 3.1), lo concreto es que la condicional asume aquí el papel de Tema-Causa y queda incorporada en la estructura oracional. Ahora bien, ¿de qué modo llega una estructura condicional a desempeñar un papel temático y quedar integrada en la oración? Examinemos los siguientes ejemplos: (53) La maestra se enoja [si los alumnos hablan en clase] (54) a. A la maestra la enoja [s¿_los alumnos hablan en clase] b .= A la maestra la enoja esto: si hablan en clase/que hablen en clase] c. *A la maestra la enoja Según Belletti/Rizzi (1988) han señalado, el hecho de que los Experimentantes estén más cerca de los Pacientes que de los Agentes, aproxima a los psicológi­ cos a la clase de los verbos inacusativos. Así, Bosque/Gutiérrez-Rexach señalan que «una p erso n a abu rrida puede ser desde luego una persona ‘que ha sido aburrida’ (estructura transitiva), pero es más probablemente ‘una persona que se ha aburrido’» (Bosque/Gutiérrez-Rexach 2009, 412), lo cual constituiría una

estructura inacusativa. Siguiendo esta línea de razonamiento, que acerca el patrón inacusativo al bivalente de los verbos psicológicos, el punto de partida que mostramos en (53) también es una estructura inacusativa, cuyo sujeto - la m aestra - es Experimentante y en la cual la condicional - si los alum nos h ab la n en c la se - , que representa una causa hipotética o potencial, funciona como un modificador periférico, un adjunto omisible desde el punto de vista de la estruc­ tura oracional. En (54), se muestra un cambio estructural ya que, respecto de (53), (54) presenta una construcción bivalente con dos argumentos: por un lado, el Experimentante - la m aestra - puede interpretarse como sujeto no nominati­ vo (o bien objeto, según la versión menos radicalizada de la estructura de estas oraciones), obligatoriamente reduplicado por un clítico que, como señal de concordancia de objeto, vincula este constituyente y el verbo de la oración; y, por el otro lado, se incorpora un Tema-Causa, ausente en la versión inacusativa de (53), como argumento exigido por la semántica verbal (cf. 54c).

3.1.2 De la condición externa a la causa posible objetivada Desde la perspectiva del acercamiento conceptual (cf. 2.2), el hablante deja de conceptualizar el «estado de situación» presentado en la condicional como un condicionante externo al evento, que plantea un mundo posible cuyas condi­ ciones tienen que ser satisfechas para que el evento descripto en la principal suceda: el evento X, que ‘la maestra se enoje’, sucede dado que se produce el evento Y, que funciona como su condición, siendo Y ‘que los alumnos hablen’, según se presenta en (55): (55) (La maestra se enoja) « (los alumnos hablan en clase) El Evx se produce dado el Evy En (56), en cambio, la condición se convierte en causa interna objetivada - si bien hipotética o posible - que provoca el «estado de situación» descrito por el evento. No son así dos eventos independientes - un posible condicionante y un condicionado - los que el hablante vincula, sino que establece una relación interna - dentro del SV o «capa léxica» (Rizzi 1997) - entre un evento y su causa (posible), a la que incorpora como argumento: el evento X - ‘que la maestra se enoje’ - se produce por causa de ‘que los alumnos hablen en clase’. La repre­ sentación oracional funde en una sola conceptualización ambos eventos a tra­ vés de una operación sintáctica por la que la Causa deviene tema. Además, la

formulación con si es la encargada de añadir el matiz eventual, hipotético o de posibilidad: (56) El enojo de la maestra lo causa que los alumnos hablen El Evx lo produce (que ocurra) la CausaY

3.2 Algunas consideraciones semántico-pragmáticas Dado que los verbos que aparecen como principales son de carácter psicológico, la presencia en estas construcciones de un clítico referido sobre todo al interlocutor, como en (57), aunque también puede mencionar a algún tercero (58), parece ser un recurso del hablante para señalar que el evento que se menciona en la construcción hipotética puede tener repercursión, tanto positiva como negativa, en el otro al que se dirige o alude: (57) ¿Te importa/molesta/[si uso tu impresora]? (58) Sería estupendo si se animara a venir con nosotros (RAE/ASALE 2009, §47.2c) Al respecto, resulta interesante lo sostenido por Montolío (1999: 3649), quien hace referencia a un planteo de López García (1994, 120ss.), para quien el con­ tenido supositivo de si constituye «...la explicitación de un sobreentendido, más concretamente, de lo que el hablante considera que su interlocutor m aneja como una información sobreentendida». Desde esta perspectiva, la prótasis es considerada una información que el interlocutor podría inferir razonablemente de la simple enunciación del condicionado. En palabras de Montolío (1999, 3649), [... l]o que propone esta concepción teórica es, en sum a, que el hablante maneje el conte­ nido de la prótasis como una posible creencia que su interlocutor puede tener en relación al contenido de la apódosis [...] Generalizando, este enfoque plantea que la enunciación de la prótasis constituye un mecanismo por el cual el hablante m aneja predictivamente la inform ación que él cree que su interlocutor considera relevante [...].

En relación con los casos que nos ocupan, este enfoque eminentemente prag­ mático permite retomar la vinculación establecida entre condicionales e inte­ rrogativas indirectas totales (cf. 2.3) como (59). Las condicionales argumentales también presentan un valor disyuntivo - explícito (60) o no (61) - que espera una confirmación o denegación de lo planteado por el hablante.

(59) Quería saber si vendrían a cenar a la noche a casa (o no) (60) ¿Le molesta si fumo o no? -

Preferiría que no

(61) ¿Te fastidia si te acompaño (o no)? En casos como (26), que da origen a este trabajo, el hablante realiza una infe­ rencia, según la cual a su interlocutor puede no molestarle ‘el que fume’, de ahí la formulación negativa de la pregunta, que claramente admite un agregado confirmatorio del tipo de ¿verdad? (62). El enunciado afirmativo, en cambio, permite tanto la inferencia afirmativa (63), como la negativa (64): (62) No le molesta si fumo, ¿verdad? (63) Le molesta si fumo, ¿verdad? (64) Le molesta si fumo, ¿no? En este sentido, paráfrasis posibles para (62), (63) y (64), serían, respectivamen­ te, (65), ( 6 6 ) y (67): (65) {Creo/supongo/me parece} que el que fume no le va a molestar, ¿verdad? ( 6 6 ) {Creo/supongo/me parece} que el que fume le va a molestar, ¿verdad? (67) {Creo/supongo/me parece} que el que fume le va a molestar, ¿no es cierto?

4 Conclusiones El recorrido que hemos seguido en este trabajo ha tenido como objetivo central encontrar «pistas» que nos condujeran a dar una respuesta, aunque parcial, acerca de qué tipo de subordinada - condicional o sustantiva - corresponde al segmento si fu m o en una oración como ¿No le im porta si fum o?, mencionada dentro de los casos de excepción en la Nueva g ra m ática d e la lengua esp a ñ o la de RAE/ASALE. Nuestro análisis, abordado fundamentalmente desde las perspectivas sin­ táctica y semántica, pero también incorporando consideraciones pragmáticas, vinculadas con los aspectos comunicativos, y diacrónicas, relativas a la evolu­ ción histórica de estas construcciones, nos permite sostener que estas estructu­ ras no pierden nunca su valor hipotético. Así, aunque desde el punto de vista funcional, equivalen a una oración subordinada sustantiva introducida por un COMP que, con verbo en subjuntivo - L e m olesta qu e fu m e - , el uso de este mo­ do y el rechazo del indicativo en la sustantiva equivalente, en nuestra opinión,

estarían destacando el carácter eventual de si fu m o. En el contexto ofrecido por los verbos de ‘afección psicológica’, este tipo de construcciones condicionales, a diferencia de las hipotéticas modificadoras del enunciado o de la enunciación, pueden ser incorporadas como un argumento verbal en la «capa léxica» o es­ tructura interna de la oración, porque su papel temático se liga a la causa hipo­ tética o potencial exigida por estos verbos, únicos con los que aparecen estas construcciones. En síntesis, según plantea la Nueva G ram ática, el tipo de construcciones como si fu m o «muestra un cruce entre las condicionales y las subordinadas sustantivas[...]» (RAE/ASALE 2009, §47.2d; 3537). Por nuestra parte, el hecho de que prevalece en ellas el carácter eventual y el que, al mismo tiempo, tengan función argumental nos ha llevado a proponer la denominación de «condicio­ nales argumentales», las cuales constituirían un subtipo de las oraciones con­ dicionales, diferente tanto de las del enunciado como de las de la enunciación. Según creemos, resta aún evaluar en un esquema global de las estructuras subordinadas, si la equiparación de estas con clases de palabras, tan arraigada en las gramáticas, es pertinente o si resultaría más eficaz tratar de caracterizar estas estructuras teniendo en cuenta la interacción entre los aspectos morfosintácticos - ausencia o presencia y tipo de encabezadores, correlaciones temporales y modales, grados de integración y ámbitos de inserción dentro de la matriz - , las funciones que cumplen y los valores semánticos que transmiten.

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Laura Brugé (Universita ‘Ca’ Foscari’ Venezia) y Avel-lina Suñer (Universitat de Girona)

Las subordinadas temporales comparativas* 1 Introducción La tradición gramatical (véase, a título de ejemplo, el E sbozo de la RAE 1973, §3.19.1) ha incluido las frases encabezadas por los adverbios an tes y d esp u és dentro de las subordinadas adverbiales propias. Tal denominación se deriva de un criterio de clasificación nocional de acuerdo con el cual cualquier subordi­ nada puede conmutarse por una clase de palabra (sustantivo, adjetivo o adver­ bio) que desempeñe la misma función en la oración simple correspondiente. Según esta premisa, los adverbios temporales pronto y luego en (1b) y (2b) po­ seerían la misma distribución y ejercerían la misma función que las subordina­ das en cursiva de ( 1 a) y (2 a): (1)

a. Mandó la carta an tes d e qu e a c a b a r a el p la zo b. Mandó la carta pronto

(2)

a. Mandó la carta d esp u és d e leerla b. Mandó la carta luego

Como se advierte fácilmente, el paralelismo entre subordinadas temporales y adverbios de tiempo que se establece en los ejemplos anteriores no se funda en la identidad categorial de ambos constituyentes sino en la posibilidad que tie­ nen uno y otro de desempeñar la función de adjuntos circunstanciales y de denotar un significado temporal. Es por esto que se producen desajustes cuando la «función adverbial» con significado temporal no se encarna en la categoría adverbio, como ocurre en (3):

* La investigación que subyace en este trabajo se ha llevado a cabo dentro del proyecto Perife­ rias y cambio lingüístico: descripción, teoría y aplicaciones (FFI2011-29440-C03-02). Agrade­ cemos los comentarios de Montse Batllori, José María Brucart, Guglielm o Cinque, Ángela Di Tullio e Isabel Pujol sobre distintos aspectos de este trabajo o sobre los datos. Evidentemente, los errores que subsistan solo deben imputarse a las autoras. S i bien este artículo es fruto de la colaboración constante entre am bas investigadoras, para efectos de la Academ ia Italiana, Laura Brugé es responsable de los apartados 3, 4, 4.1.1, 4.1.3, 4.1.4 y 5, mientras que A v e llin a Suñer se hizo cargo de las secciones 1, 2, 4.1, 4.1.2, 4.2. y 4.3.

(3)

a. Mandó la carta p o r la m añ an a b. Mandó la carta el ju eves

Aunque algunos autores han argumentado que tanto las subordinadas tempora­ les de (1a) y (2a), como el SP de (3a) y el SD de (3b) pueden vehicular una fun­ ción adverbial a pesar de no ser adverbios, queda patente que las clasificacio­ nes erigidas sobre criterios nocionales no son lo suficientemente precisas para dar cuenta de todos los aspectos implicados en la subordinación. Es por esto que en estudios recientes como Brucart/Gallego (2009) o Pavón (2012) se ha dado preminencia a criterios de carácter formal para determinar si en la subor­ dinación adverbial se emplean estrategias gramaticales específicas o bien si los recursos utilizados son comunes a otro tipo de subordinadas como las comple­ tivas o las relativas. Tales criterios tienen en cuenta aspectos como las propie­ dades léxicas y categoriales de los elementos que encabezan la subordinada, la naturaleza de los complementos regidos por estos, la forma que adopta el verbo o el orden de palabras, entre otros. En la misma línea argumentativa de los trabajos citados, el objetivo princi­ pal de este artículo es describir mediante criterios formales las características sintácticas e interpretativas de las subordinadas temporales introducidas por an tes y desp u és. Argumentaremos que an tes y d esp u és, a diferencia de otros adverbios y preposiciones como en segu ida, luego, ah o ra , d esd e, h asta, etc. y el pronombre relativo cu an do, que también pueden encabezar subordinadas tem­ porales, poseen - de acuerdo con el marco cartográfico (Cinque 1999; Rizzi/Cinque 2008) - una estructura interna más compleja, ya que lexicalizan, además de valores temporales de anterioridad (an tes) y posterioridad (d esp u és), unos rasgos computacionales aditivo (d esp u és) o sustractivo (an tes) similares a los de los cuantificadores comparativos m ás y m en os que intervienen en las comparativas de desigualdad. Debido a este rasgo computacional, las subordi­ nadas introducidas por an tes y d esp u és pueden ordenar temporalmente los dos eventos que relacionan restando (an tes) o sumando (d esp u és) un intervalo a un punto o segmento temporal tomado como referencia por ambos interlocutores. En el apartado siguiente acotaremos las propiedades que singularizan a es­ tas subordinadas frente a otros tipos de subordinadas temporales. En el tercero, se revisarán las hipótesis propuestas para dar cuenta de la estructura externa que las alberga así como el vínculo que establecen con la frase a la que modifi­ can, con la intención de mostrar que el análisis cartográfico de Cinque (2006) es más adecuado descriptivamente que los que se habían propuesto con anteriori­ dad, que se revisan también en este mismo apartado. En la cuarta parte del trabajo, en sintonía con propuestas como Kayne (2005), presentaremos un aná­

lisis para la estructura interna de las subordinadas que se proyectan a partir de an tes y d esp u és que dé cuenta tanto de su significado temporal como del com­ parativo, además de otras propiedades que las singularizan. Para acabar, reca­ pitularemos los puntos principales de este trabajo y sugeriremos la posibilidad de extender parte de este análisis a otro tipo de subordinadas como las consecu­ tivas discontinuas.

2 Las subordinadas introducidas por antes y después en comparación con otras subordinadas temporales Es una convención habitual suponer que las subordinadas temporales no son argumentos seleccionados por el verbo principal u otro núcleo regidor (como ocurre con las completivas) sino que son adjuntos al predicado principal. De ahí que puedan ser omitidas sin comprometer la viabilidad del segmento resultan­ te; véase (4 ) : 1 (4) a. (Cuando d espertó), el dinosaurio todavía no estaba allí b. (D esde qu e s e inició la crisis,) la indignación ha ido en aumento c. (H asta qu e murió mi p a d r e,) estuve estudiando en los jesuitas d. (Ahora qu e te h a s q u ed a d o contento,) quiero irme a casa e. (Siem pre qu e m e n ecesites,) silba f. (Enseguida d e qu e h ay a s llegado,) llámame por teléfono g. (D espués d e com er,) tomaremos café h. (Antes d e qu e los ajo s em p iecen a tom ar color,) agregamos las gambas y los espárragos Por este mismo motivo, pueden situarse tanto en posición inicial o final respec­ to a la frase principal en función del valor informativo que quiera dar el emisor

1 Naturalmente, no todos los complementos temporales son circunstanciales o adjuntos sin ­ tácticos. En efecto, algunos verbos como empezar, terminar y durar, entre otros, seleccionan obligatoriamente complementos temporales, por lo que en estos casos el constituyente tempo­ ral es un argumento tal como se desprende del hecho de que no puedan ser elididos sin que la oración resultante se resienta de su om isión. (i)

a. La obra suele empezar/terminar *(a las 23:30) b. La obra duró *(tres horas)

a esta información, tal como vemos en (5), en que las construcciones temporales se ubican después de la principal, mientras que en (4) la precedían: (5)

a. El dinosaurio todavía estaba allí cu an do d esp ertó b. La indignación ha ido en aumento d es d e qu e s e inició la crisis c. Estuve estudiando en los jesuitas h a sta qu e murió mi p a d r e d. Quiero irme a casa a h o ra q u e te h a s q u ed a d o contento e. Silba siem pre qu e m e n ecesites f. Llámame por teléfono en segu ida d e qu e h ay as lleg ad o g. Tomaremos café d esp u és d e com er h. Agregamos las gambas y los espárragos an tes d e qu e los ajo s em p iecen a tom ar color

Las subordinadas de (5) están encabezadas por elementos muy dispares: el adverbio relativo cu an do en (5a), las preposiciones de trayectoria temporal h a s ­ ta y d e s d e en (5b) y (5c) y los adverbios a h o r a , siem p re, en seg u id a , d esp u és y an tes en (5 f-j), entre otras muchas posibilidades. Como se observa en ( 6 ), solo algunas de estas formas pueden usarse ‘intransitivamente’, ( 6 d -h ), mientras que las otras precisan que la frase subordinada esté explícita, ( 6 a -c ): (6 )

a. *El dinosaurio todavía estaba allí cu an do b. *La indignación ha ido en aumento d es d e c. *Estuve estudiando en los jesuitas h asta d. Quiero irme a casa ah o ra e. Silba siem pre f. Llámame por teléfono en segu ida g. Tomaremos café d esp u és h. Agregamos las gambas y los espárragos an tes

En este trabajo no nos ocuparemos ni de las subordinadas temporales formadas a partir del elemento cu an do, que dan lugar a relativas libres o sin antecedente expreso (véanse Geis 1970; Brucart 1999, §7.2.4; RAE/ASALE 2009, §44.7; Hae­ geman 2012 y Pavón 2012, §4.1.), ni tampoco de las que están encabezadas por d es d e y h a s ta (véase Pavón 2002) ya que, en ambos casos, presentan caracterís­ ticas distintas a las que se proyectan a partir de an tes y d esp u és . Atendiendo a la naturaleza de la categoría introductora, las subordinadas con an tes y d esp u és se incluyen en un grupo de subordinadas encabezadas por elementos que toman un complemento precedido por la preposición d e . Además

de los temporales an tes y d esp u és, este grupo incluye también los adverbios adi­ tivos a d e m á s, a p a rte y en cim a :2 (7)

a. A d em ás d e qu e llego tarde, no vas a estar calentándome la comida. Yo me ocupo de eso (Jaime Bayly, L a mujer d e mi herm an o, 2002, Perú; CREA) b. Nuestras relaciones, a p a rte d e qu e duraron poco, se desarrollaron en una especie de tierra de nadie donde no tiene cabida ni el pasado ni el futuro (Carmen Martín Gaite, N u bosidad v ariab le, 1992, España; CREA) c. ¡Encim a d e qu e venís a robarme, casi me matáis y el estanco medio cha­ muscado! (José Luis Alonso de Santos, L a estan q u era d e V allecas, 1981, España; CREA)

Aunque a d e m á s, en cim a y a p a rte comparten muchas propiedades con an tes y d esp u és, difieren en aspectos sustanciales, en particular en que los aditivos no poseen de suyo un significado temporal ni comparativo, por lo que no serán objeto de análisis en este trabajo. Antes y d esp u és, por el contrario, tienen una interpretación temporal muy precisa puesto que seleccionan un argumento eventivo y lo ordenan en el eje temporal respecto al evento denotado por la principal, como veremos en el apartado 4 . 3 Así, el adverbio an tes indica que el evento principal es previo al introducido por el adverbio, mientras que d esp u és

2 Desde el punto de vista de la estructura argumentativa del texto, los adverbios aditivos permiten añadir un argumento a otro que ha aparecido antes en el enunciado y con el cual están coorientados. Para am pliar la inform ación sobre estos elementos remitimos a Martín Zorraquino/Portolés (1999, §§63.3.2. y 63.1.3.4) y R A E/A S A LE (2009, §§30.12.l-m). 3 En algunos contextos, el valor temporal de antes y después puede pasar a un segundo plano e incluso desaparecer. A sí ocurre con después de que en la oración de (i), en que predomina la idea de contrariedad frente a la de posterioridad, R A E/A S A LE (2009, §25.14.g). (i)

Después (de) que (=’encim a de que/a pesar de que’) te ayudo, aún te quejas

En este uso, después (de) que posee un significado sim ilar al conector aditivo encima (d e) que o al opositivo a pesar (de) que. De igual modo, antes denota exclusión y no prelación temporal en la construcción que aparece en (ii). Es por este motivo que puede conmutarse por en vez de, véase R A E /A S A LE (2009, §45.12h). (ii)

Antes que (= ‘en vez/lugar de’) dejar algo en sus manos, lo quema o destruye (Javier M arías, Corazón tan blanco, 1992, España; CREA)

Es m uy probable que estos usos no estrictamente temporales de antes y después deriven del carácter comparativo de estos adverbios, aunque precisar esta cuestión queda fuera de los objetivos de este trabajo.

sitúa el evento en un momento anterior al evento que denota la principal. El argumento eventivo de an tes y d esp u és puede expresarse tanto mediante una completiva con como a través de una completiva en infinitivo : 4 (8 )

a. [SAdvAntes de [que viajes a G am bia]]/[ SAdv Antes de [viajar a G ambia]], debes hacerte un análisis b. [SAdvDespués de [que llegara Pilar]]/[ S A d v Después de [llegar Pilar]] empezó la fiesta

Como señalan RAE/ASALE (2009, §31.14e) y Pavón (2012, 34ss.), la preposición d e puede omitirse en español, aunque no se observa en estos casos una especialización semántica de los nexos resultantes frente a los que conservan la prepo­ sición: (9)

a. (...) fue el santuario del doctor Urbino an tes qu e se lo llevara la vejez (Gabriel García Márquez, El am or en los tiem pos d el có lera , 1985, Colom­ bia; CREA) b. D espués qu e le rompí la mandíbula, ya no volví a ver a Mazo (Juan Boni­ lla, El que a p a g a la luz, 1994, España; CREA)

Sin embargo, incluso los hablantes que eliden la preposición ante la completiva deben incluirla cuando el complemento de an tes y d esp u és es una cláusula de infinitivo (cf. ( 8 )), un SD o una anáfora discursiva, tal como vemos en los ejem ­ plos de ( 1 0 ): (10) a. (...) fue el santuario del doctor Urbino an tes *(de) {su muerte/eso} b. D espués *(de) {la pelea/eso}, ya no volví a ver a Mazo Dentro de las subordinadas temporales se encuentran, asimismo, las formadas a partir de a h o ra y siem pre. Como ocurría con an tes y d esp u és, estos elementos introducen un argumento eventivo pero, a diferencia de ellas, este no precisa la preposición d e . El contraste se extiende también al tipo de complementos que

4 Después de, y en menor m edida antes de, pueden introducir también construcciones absolu­ tas formadas a partir de participios pasados. (i)

a. Después de firm ado el acuerdo, los m inistros se estrecharon la mano b. Un documental no puede darse por concluido antes de terminado el montaje

toman estos adverbios ya que el evento solo puede expresarse mediante una frase con verbo conjugado. Su combinación con infinitivos, SD eventivos o anáforas discursivas conduce a resultados incongruentes, como se ve a conti­ nuación: (11) a. Debe utilizarse un cristal ahumado siempre que s e mire un eclip se d e sol. b. *Debe utilizarse un cristal ahumado siempre {(de) mirar un eclip se d e sol/(de) la con tem p lación /(de) eso} (12) a. Se ha comprado un piso ahora qu e tien e un trab ajo fijo b. *Se ha comprado un piso ahora {(de) tener un trab ajo fijo /(d e) el tra b a jo /(de) e s o } Otro contraste entre an tes y d esp u és, por un lado, y a h o ra y siem p re, por el otro, es que el valor temporal de estos últimos tiene que ver con la simultaneidad entre los dos eventos que relacionan, mientras que an tes y d esp u és expresan anterioridad o posterioridad .5 A este primer contraste interpretativo entre ambos tipos de adverbios debe sumarse también el hecho de que siem p re y a h o ra no poseen el valor de comparativos léxicos como an tes y d esp u és por lo que, como veremos en el apartado 4, la estructura interna que corresponde a unos y otros es substancialmente distinta. Las diferencias existentes entre ambos tipos de conectores motivan que ya en RAE (1931) se plantee que siem pre y ah o ra funcionan como el antecedente de una oración de relativo. Tal hipótesis ha sido desarrollada por distintos autores

5 Sin embargo, en el caso de siempre que (sobre todo en subjuntivo) el nexo puede funcionar como un cuantificador genérico, equivalente a «cada vez que», que da lu gar a una relación im plicativa (condición - efecto) entre el evento expresado en la subordinada y la p rincip al: (i)

Siempre que va al cine, se duerme

En ejemplos como (i), podría decirse que la condición de ir al cine debe darse necesariamente antes que el efecto dormirse. Sin embargo, esta predicción no es del todo acertada ya que el evento de la subordinada puede interpretarse como posterior siempre que aparezca un m odifi­ cador temporal en la subordinada que localice el evento en un tiempo anterior al que se desa­ rrolla el expresado por la subordinada, como en (ii). (ii)

Siempre que va al cine, se duerme antes una buena siesta para no dormirse durante la proyección

De lo que acabamos de ver cabe colegir que siempre (que) no posee de suyo un valor de anterio­ ridad, como ocurre con antes, por lo que no ordena en un eje temporal los eventos im plicados, sino que los relaciona como condición y efecto en una oración bipolar.

como Pavón (2003, V.2.2.1), Brucart/Gallego (2009, §3.1), y RAE/ASALE (2009, §§31.14h y17.7b), entre otros, a los que remitimos para ampliar la información. De entre los introductores de subordinadas temporales que listamos en (5) y ( 6 ) solo luego (de) qu e y en segu ida (de) qu e poseen un valor léxico específico que les permite establecer un orden temporal relativo entre los dos eventos. En ambos casos introducen el evento mediante la preposición d e ,6 como ocurre con d espu és. Aparte de su significado temporal, en seg u id a y luego comparten con d e s ­ p u és otras propiedades. También pueden regir complementos expresados me­ diante una frase de verbo conjugado, un infinitivo o un SD eventivo. Asimismo, el complemento puede no estar léxicamente explícito, (13) y (14): (13) Luego {de que hubo ayunado varios días/de ayunar/del ayuno/0}, empezó a delirar (14) La avisé enseguida {de que me llam aste/de llamarme tú/de tu llam ad a/0} A pesar de estas concom itancias en su distribución, existen diferencias impor­ tantes entre en segu ida y luego, por un lado, y d esp u és (y antes) por el otro. En primer lugar, en segu ida y luego no pueden asociarse con SQ de medida: (15) a. *{m u ch o /p o co /d o s h oras} {enseguida/luego } 7 de marcharse b. {m u c h o /p o co /d o s h oras} {antes/después} de marcharse Esta primera asimetría se explica porque en segu ida y luego expresan una poste­ rioridad inmediata respecto a los dos eventos relacionados, mientras que an tes y d esp u és ordenan dos eventos en el tiempo entre los que media un intervalo temporal. En suma, an tes y d esp u és lexicalizan, además de un rasgo temporal, un valor cuantitativo similar al que posee una estructura comparativa de de­ sigualdad.

6 Tal como ocurría en el caso de antes y después, la preposición de puede omitirse si la subor­ dinada tiene el verbo conjugado. (i)

a. Enseguida que Carlos llegó empezamos a tener relaciones (Olga Wornat, MenemBolocco S.A., 2001, Argentina; CREA) b. Luego que los guaruras cerraron la puerta, se sentó detrás de la mesa, listo para escu­ char (Arturo Pérez-Reverte, La reina del Sur, 2002, España; CREA)

7 En el apartado 4 se hablará en detalle de los usos comparativos de luego en algunas varieda­ des americanas.

Asimismo, este valor comparativo permite legitimar una coda introducida por d e o qu e,8 en la que puede elidirse parte del material léxico si este es idénti­ co al de la oración principal. Tal operación es in viable con en seg u id a y luego, (16). (16) a. Pedro fue a la universidad {a n tes/d esp u és} {qu e y o /d e mí} b. *Pedro fue a la universidad {en seg u id a/lu eg o} {qu e y o /d e mí}

3 La sintaxis externa Algunos investigadores, entre los cuales cabe destacar a Pesetsky (1995), Bianchi (2000) y Cinque (2006), han observado que los dos análisis alternativos pro­ puestos en los años

80

para determinar la posición que los circunstanciales (de

tiempo, lugar y manera) ocupan en sintaxis en las lenguas VO conducen a una paradoja muy curiosa, porque algunas de las propiedades sintácticas e interpre­ tativas que presentan estas construcciones pueden ser justificadas por el prime­ ro de estos dos análisis, mientras que otras solo pueden describirse mediante el segundo . 9 El primer análisis, pre-antisimétrico y que se remonta a Chomsky (1981), establece que los SP circunstanciales ocupan una posición adjunta a la derecha del nudo SV. Limitándonos al caso de los circunstanciales temporales, la representación estructural de una construcción como (17a) sería (17b):10 (17) a. Juan llamó a Pilar diez minutos {antes/después} de desayunar b. ...[s v [s v llamó a Pilar] [s x diez minutos {antes/después} de desayunar]]

8 Ver R A E/A S A LE (2009, §§45.6c.ss.) para las condiciones que permiten la aparición de que en estas construcciones. 9 En los últim os años, muchos investigadores se han ocupado de la sintaxis externa de los complementos circunstanciales y han hecho contribuciones m uy importantes para entender sus propiedades, relaciones e interpretaciones. Entre estos autores, cabe m encionar a Kayne (1994), Ernst (2002; 2007), Haegeman (2004; 2012), Baltin (2004) y otros, que iremos nom bran­ do a lo largo de este apartado. 10 E l hecho de que se analizaran como adjuntos sintácticos permitió proponer a Cinque (1990, cap.1, §1.6.2.) que las construcciones temporales son islas fuertes, ya que no admiten que se extraiga m aterial lingüístico del interior de ellas: (i)

a. *To whomi d id [sflex they leave [sp before speaking ti]]? (Cinque 1990:(73) p.27)) b. *A quién¡ [sf l e x salieron [sp antes de hablar ti]]?

Esta propiedad se justifica también en nuestro análisis; cf. apartado 4.

Esta configuración estructural tiene la ventaja de reflejar formalmente la dife­ rencia tradicional existente entre argumentos y circunstanciales: los primeros están seleccionados por el verbo, por lo que, al formar parte de su red temática, deben realizarse obligatoriamente y ocupar una posición interna al SV (el límite que corresponde al área argumental de la oración); los segundos, en cambio, no están seleccionados por el verbo, sino que añaden informaciones suplementa­ rias al evento denotado por el predicado mismo y, por este motivo, son opciona­ les. Larson (1988, 1990) defendió un análisis alternativo, en el cual se establece que los complementos circunstanciales no deben considerarse como modifi­ cadores (adjuntos sintácticos) del SV, sino como argumentos más oblicuos en la red temática del verbo. Por este motivo, dichos elementos entrarían en la sintaxis en la posición más incrustada dentro de la estructura SV-shell, que ilustramos en (18): (18) [s v [v [v ° llamó i [s v [SCaso a Pilar] [v ' [v ° ti [s x d iez minutos {a n tes /d esp u és} d e desayunar]]]]]]] Una prueba fundamental en favor del análisis de (18) reside en el hecho de que el objeto directo del verbo de la oración principal puede ligar un pronombre que aparece dentro de la subordinada temporal, como muestra el ejemplo en inglés de (19): (19) I saw everyone i [the day before he\ died] Si se adopta la hipótesis del ligamiento-Q establecida por Reinhart (1983), esta construcción es gramatical porque el cuantificador everyone puede mandar categorialmente (c-com m and), en la estructura-S, al pronombre personal incrus­ tado h e. Sin embargo, el hecho de que en (20) no se respete el principio C de la Teoría del Ligamiento parece sostener el análisis de adjunción alternativo que se vio en (17).11 En efecto, la gramaticalidad de (20) solo puede justificarse si el pronombre objeto directo de la oración principal aparece en una configuración sintáctica en la que no puede mandar-c a la expresión referencial que actúa como sujeto de la oración temporal (cf. Manzini 1995):

11 Para otros problemas teóricos relacionados con el an álisis de Larson, véanse también Pesetsky (1995) y N ilsen (2000).

M a r y s h o t h im ¡ [ b e f o r e J o h n

(2 0 )

c o u l d l e a v e ] 12

L a p a r a d o ja , p o r t a n to , r e s id e e n e l h e c h o n o p u e d e n

e x p lic a r s e

d e q u e c o n s tr u c c io n e s c o m o la d e (1 9 )

s i s e a d o p t a l a h ip ó t e s is d e a d ju n c i ó n , m ie n t r a s q u e c o n s ­

tr u c c io n e s c o m o la d e (2 0 ) d e b e r ía n r e s u lta r a g r a m a tic a le s s e g ú n la h ip ó te s is d e q u e l a s e x p r e s i o n e s t e m p o r a l e s s o n a r g u m e n t o s . 13 U n

a n á lis is fo r m u la d o c o n

p re se n ta

B ia n c h i (2 0 0 0 ).

(c f. K a y n e

1 9 9 4 ), p ro p o n e

tra s,

d e b e n

e t c .)

e le m e n to s

ser

c o n e c tiv o s

la

D ic h a q u e

in te n c ió n

a u to ra ,

la s

c a te g o r ía s

c o n s id e r a d a s , q u e

d e

d e sd e

r e la c io n a n

s o lv e n ta r e s t a p a r a d o ja e s e l q u e

a d o p ta n d o

o

la

te o r ía

te m p o r a le s

u n

p u n to

s e le c c io n a n

d e d o s

d e

la

A n tis im e tr ía

( a n t e s , d e s p u é s , m ie n ­ v is ta

fu n c io n a l,

a rg u m e n to s

q u e s o n in d e p e n d ie n te s e l u n o

d e l o tr o . E s to s e le m e n to s s e c o r r e s p o n d e n

S F le x

s u b o r d in a d o .

p r in c ip a l y

e l S F le x /S D

e s to s c o n e c tiv o s te m p o r a le s e n tr a n

e n

la

n a a la p e r ife r ia iz q u ie r d a d e la o r a c ió n c io n a n

u n

S T o p

o u n

S F o c, co m o

fo r m a lm e n te la o r a c ió n

(2 1 )

e s ta b le c e ,

s in ta x is e n u n a p o s ic ió n

co n

a s im is m o ,

el

q u e

n u c le a r in te r ­

p r in c ip a l, a la q u e lla m a CP, y q u e s e le c ­

m u e s tr a la

e s tr u c tu r a d e (2 1 b ), q u e r e p r e s e n ta

d e (2 1 a ):

a.

B e fo r e le a v in g th e to w n , Jo h n c a lle d

b .

[ s c p [c p b e f o r e c a lle d

B ia n c h i

co m o

e v e n tiv o s ,

[ s t o p / sfoc [ s

f m

P R O

M a ry

le a v in g

th e to w n ]

[ s t o p / sfoc [to p / foc [ s

f m

Jo h n

M a ry ]]]]]]

12 M anzini (1995) observa, en cambio, que la construcción es agram atical si la correferencia se establece entre una expresión nom inal interna a la oración temporal y el pronombre sujeto preverbal de la oración principal (que aparece en una configuración sintáctica en la que puede m andar-c a la oración temporal): (i) *Shei knew me [before I met Maryi at the party] 13 A estos fenómenos pueden añadirse otros que no comentaremos en este trabajo pero que confirm an la paradoja que se observa en los casos de (19) y (20). Para am pliar la inform ación remitimos a B ianchi (2000) y a Cinque (2006). La solución que propuso Pesetsky (1995) para resolver el problema del m ando-c en estos casos y en otros parecidos de complementos cir­ cunstanciales fue la de suponer que existen dos estructuras paralelas: la primera - a la que dicho autor llam a ‘de capas’ (layered structure) - es parecida a la de (17b), mientras que la segunda se parece a la de (18). A esta últim a, el autor la llam a ‘en cascada’ (cascade structure). La diferencia crucial entre ambas reside en el hecho de que las preposiciones no forman un constituyente con los SD que introducen. A pesar de todo, la hipótesis de estructuras paralelas de Pesetsky no consigue describir correctamente el orden relativo entre los diferentes SPs circunstanciales que poseen muchos idiom as, en los que el temporal parece colocarse en una posición superior al locativo (cf., entre otros, Schweikert 2005, para el alem án, y Cinque 2006 y Takam ine 2010, para el japonés.)

Estructuras en las que la oración temporal se realiza en la posición final de la construcción entera, ( 2 2 a), se derivarían mediante el movimiento sintáctico de la oración principal SFlex 1 a la posición de especificador de SCp : (2 2 ) a. John called Mary before leaving the town b. [scp [SFlex 1 John called Mary]i [cp before [s to p /s fo c [s f m PRO leaving the town] [STop/SFoc [Top/Foc [SFlex1 t]i]]]]] Según Bianchi, en (22), el movimiento de SFlex 1 debe tener lugar en la Forma Lógica siguiendo el principio de Interpretación Plena (Full Interpretation Principie), según el cual deben saturarse todos los huecos de que dispone la construcción predicativa. Este análisis permite justificar casos como los de (20) ya que, como el SFlex 1 principal sube al especificador de SCP , no puede mandar-c a la expresión correferente que aparece dentro del SFlex 2 temporal desde esta posición derivada. Bianchi afirma, además, que su hipótesis permite dar cuenta también de casos como los de (19), en los que, siguiendo las propuestas de Jackendoff (1990), Manzini (1995) o Acquaviva (1995), el pronombre no debe estar sometido obligatoriamente a la Condición de mando-c por parte de la variable SQ. A pesar de que el planteamiento de Bianchi tiene el mérito de analizar por primera vez las construcciones temporales desde una perspectiva antisimétrica, no consigue, sin embargo, describir de forma adecuada algunas de las propie­ dades que estas manifiestan. En primer lugar, no parece correcto sostener que las subordinadas temporales son SFlex, es decir, construcciones oracionales desprovistas de una periferia izquierda. Creemos que, en esta estructura, sí debe proyectarse una periferia izquierda reducida, como sostiene Haegeman (2 0 1 0 , 2 0 1 2 ),

en la que puedan ensamblarse elementos funcionales relacionados con la

modalidad y los valores informativos. Una prueba empírica la encontramos, en español entre otras muchas lenguas, en que el elemento temporal debe estar seguido obligatoriamente por el complementante qu e si el verbo aparece en una forma flexionada: (23) Llegó {antes/después} de *(que) ocurriera el atentado 14

14 B ianchi sugiere que, en este caso, el complementante debe considerarse como un expleti­ vo. Tal idea no excluye, sin embargo, la necesidad de que exista una posición sintáctica que lo aloje.

Otra prueba empírica es que, en contextos adecuados, las lenguas románicas admiten la dislocación a la izquierda de constituyentes que forman parte de las construcciones temporales, como muestra el ejemplo siguiente: (24) Me han dicho que Juan debe escribir una tesina sobre Javier Maríasi [antes de que, a este autori , le i publiquen su i último libro] La propuesta de Bianchi tiene un problema adicional: la oración temporal y el elemento temporal que la introduce forman un constituyente, a diferencia de lo que ocurre en las estructuras de (21b) y (22b). En efecto, el movimiento sintácti­ co afecta tanto a la subordinada temporal como a a n tes/d esp u és, como mues­ tran los contrastes siguientes: (25) a. [[(media

hora) después de comer],

tomaré la pastilla [(media hora) des­

pués de comer]] b. *[[ de comer], tomaré la pastilla (media hora) después [de comer]] De la hipótesis de Bianchi se deriva un último escollo, ya que, para dar cuenta de todas las propiedades de la categoría temporal (antes/después/etc.), debe proyectarse un sintagma internamente más estructurado que el que se propone en las representaciones de (2 1 b) y (2 2 b), tal como justificaremos en el apartado 4. Para acabar este apartado, revisaremos el análisis que aporta Cinque (2006) para resolver la paradoja que plantean los casos de (19) y (20). Dicha propuesta parte del marco cartográfico en los términos establecidos en Cinque (1999) y Cinque y Rizzi (2008). Al observar el comportamiento sintáctico de los diferen­ tes SPs circunstanciales que pueden realizarse dentro de una oración, Cinque señala que todos ellos entran en la sintaxis de acuerdo con un orden jerárquico universal rígido: T em poral > L ocativo > M anera > ... > S F (Cinque 2006: 154). El diferente orden relativo que ocupan estos elementos con respecto al verbo en las distintas lenguas estudiadas por este autor se deriva a través de una serie de movimientos antisimétricos del SV aplicados en la sintaxis. Para ello se parte de una estructura como (26), en la que los complementos circunstanciales ocupan posiciones específicas dentro del área funcional de la oración: (26) [Temporal [[[Y [Locativo [[[X [Manera SV]]]]]]]]]]]

Asimismo, Cinque establece que, en función de la lengua concreta de que se trate, el SV puede subir ciclícam ente en la estructura de dos modos diferentes . 15 En el caso de las lenguas que mantienen el orden básico, solo el SV sube al Especificador de las posiciones superiores, con lo que supera cíclicam ente en su ascenso a las proyecciones que contienen los diferentes sintagmas circunstan­ ciales. De este modo, se obtiene el orden derivado S F > T em poral > L ocativo > M anera. En cambio, en las lenguas que poseen un orden especular (mirrorim age), es decir, S F > M anera > L ocativo > Tem poral, la derivación se produce mediante el movimiento previo del SV a la posición de Especificador situada por encima del Sintagma Manera y, luego, a través de una serie de movimientos rem an en tes más y más amplios, hasta superar la proyección en la que se en­ cuentra el Sintagma Temporal. Este último tipo de movimiento es el que se apli­ ca en inglés y en las lenguas románicas (cf., entre otros, el estudio tipológico de Boisson (1981)):16

15 Con la etiqueta SV debe entenderse la porción de la oración que comprende al verbo y a sus argumentos internos, como, por ejemplo, el tema y el destinatario. 16 En realidad, la derivación que propone Cinque es mucho más compleja, dado que los a r­ gumentos y los circunstanciales se ensam blan como SD con este orden y, progresivamente, en posiciones superiores al verbo. Después, se ensam blan las diferentes proyecciones de Caso, que atraen al SD correspondiente y que permiten que se produzca el ‘ensam ble’ de la preposi­ ción apropiada. Esta propuesta se basa en el an álisis de Kayne (2002; 2004), que establece que las preposiciones entran en la sintaxis en una posición inmediatamente superior a la proyec­ ción de Caso, que es el lugar al que se mueve el SD. Solo al final de este proceso de construc­ ción interna, se realizan los m ovimientos de material remanente descritos en (27).

Esta hipótesis permite explicar la falta del efecto del principio C en casos como los de (2 0 ), ya que el proceso repetido de p ied-pipin g de constituyentes más y más amplios destruye, según afirma Cinque, las configuraciones para el mandoc. En cuanto al caso de (19), en el que el cuantificador debe mandar-c al pronombre incluido en la oración temporal, Cinque apunta que la relación de mando-c se realiza en una estructura intermedia entre el ensamble, (26), y la estructura derivada, (27). La configuración adecuada se da cuando, una vez completado el ensamble de todos los SD argumentos y circunstanciales, el SD argumento interno sube a una posición superior para recibir el caso acusativo. Desde un punto de vista formal y predictivo, esta propuesta parece superior y más coherente que las de Pesetsky (1995) y Bianchi (2000) porque, además de prever los fenómenos de ligamiento y constituencia,

puede adoptarse

interlingüísticamente. Por otra parte, la estructura de (26) y (27) debería ajustarse a la jerarquía universal del área funcional de SFlex establecida por Cinque (1999; 2004), que reproducimos a continuación:

(28) M0 0 dPspeechact > M0 0 dP evaluative > M0 0 dPevidential > ModPepistemic > TP(PaSt) > TP(FutUre) > M0 0 dP irrealis > M0 dPalethic > AspPhabitual > AspPrepetitive > AspPfrequenta> M0 dPv 0liti0 nal > AspPcelerative > TP(Antefl.0 r) > AspPterminative > AspP c0 ntinuative >

tive

AspPretr0 spective > AspPpr0ximative > AspP durative > AspP generic/pr0 gressive > AspPpr0 spective > M0 dP 0 bligati0n > M0 dPpermissi0n/ability > AspP c 0 mpletive > V0 iceP > AspP celerative > AspPrepetitive

> AspPfrequentative (Cinque 2004, 133, (3))

Siguiend 0 a Nilsen (2000) y a Haegeman (2012), se p0 dría establecer, asimism 0 , que las expresi0 nes temp 0 rales se as 0 cian a l 0 s nud 0 s pr0 yectad 0 s p0 r T. En este trabaj 0 , n 0 pr0 fundizarem 0 s este aspecto p0 rque va más allá de l0 s límites que n 0 s hem 0 s marcad 0 . N0

0

bstante, debe hacerse c 0 nstar que n 0 basta c 0 n

una p 0 sición única para l0 s sintagmas temp 0 rales en la jerarquía de (28), ya que puede aparecer más de un 0 en una

0

ración, tal c 0 m0 se ve en el ejempl 0 si­

guiente: (29) Juan llegó a casa ayer a las cinc 0 después de visitar a su madre Es interesante fiestan un clusión

0

0

0

bservar, asimism 0 , que est 0 s c 0 nstituyentes temp 0 rales mani­

rden relativ 0 que, pr0 bablemente, depende de pr0 piedades de in­

de relevancia c 0 n respecto a la referencia temp 0 ral del evento den 0 ta-

d 0 . Además, parece que este

0

rden relativ 0

es resp 0 nsable de algun 0 s

c 0 ntrastes relaci0 nad 0 s c 0 n la p 0 sición inicial que pueden

0

cupar est 0 s c 0 nsti-

tuyentes temp 0 rales dentro de la 0 ración, c 0 m 0 ilustran l0 s ejemptos de (30): 17 (30) a. [Ayer] Juan llegó a casa a las cinc 0 después de visitar a su madre b. *[A las cinc 0 ] Juan llegó a casa ayer después de visitar a su madre c.

??

[Después de visitar a su madre], Juan llegó a casa ayer a las cinc 0

d. Ayer a las cinc 0 después de visitar a su madre, Juan llegó a casa

De f 0 rma pr0 visi0 nal, ad 0 ptand 0 la estructura extendida de la periferia izquier­ da propuesta p 0 r Rizzi (2004), vam 0 s a sup 0 ner que, cuand 0 aparecen en la p 0 sición inicial de la 0 ración, las expresi0 nes temp 0 rales se c 0 l0 can en el espe-

17 En este trabaj0 n0 investigarem 0s este fenómen0, que requeriría un estudi0 más detallad0 s0bre las c0nstrucci0nes temp0rales y su interacción c0n l 0s demás nud0s fu nci0nales de la 0ración.

cificador de SMod(ificador).18 Además, en sintonía con Cinque (1990), asumire­ mos que esta posición no debe considerarse como derivada a partir del movi­ miento sintáctico de la expresión temporal desde la posición final (o básica), sino que este constituyente se ensamblaría directamente en esta posición peri­ férica. Que la posición inicial y final del elemento temporal sean independientes la una de la otra lo demuestra el hecho de que una expresión temporal en posi­ ción inicial está fuera del ámbito de la negación, como se puede comprobar en los contrastes de (31): (31) a. Juan no llegó después de visitar a su madre, sino antes b. *Después de visitar a su madre, Juan no llegó, sino antes En esta misma línea argumentativa, puede observarse que el sujeto de una subordinada temporal situada al inicio de la oración puede ser correferente con el sujeto pronominal de la oración principal. Sin embargo, este mismo tipo de correferencia no es posible cuando la temporal aparece pospuesta, porque se infringiría el principio C del ligamiento, como ilustran los contrastes siguientes: (32) a. Antes de que María i saliera de casa, proi apagó la calefacción b. *prOi apagó la calefacción antes de que María i saliera de casa En suma, los casos de (31) y (32) no podrían explicarse a partir del supuesto de que hay movimiento sintáctico y, por tanto, reconstrucción. 19

18 En R izzi (2004), los núcleos funcionales que constituyen la periferia izquierda de la oración se ensam blan según el siguiente orden: (i)

Fuerza Tópico* Interrog Tópico* Foco

M od(ificador)* Tópico* Fin itu d

S F le x

En el Especificador de SM od(ificador) se colocarían los diferentes tipos de adverbios ante­ puestos. 19 Para ver otros comportamientos sintácticos que avalan este a n álisis, véase Cinque (1990, 90ss.).

4 La estructura interna de las temporales introducidas por antes y después En este apartado nos centraremos en la estructura que proyectan an tes y d e s ­ p u és para dar cuenta de las propiedades específicas que caracterizan a las subordinadas introducidas por ambos. En los análisis más recientes sobre estas estructuras, como los de Haegeman (2012) y Demirdache/Uribe-Etxebarría (2004), entre otros, se adopta una ramificación binaria que daría lugar a una representación como la siguiente: (33) [s p Especificador [p - [p a n tes/d esp u és [ SX ] ] ] ] 20 Sin embargo, esta representación no permitiría describir desde una perspectiva antisimétrica construcciones como la que se despliega a continuación: (34) justo dos días inmediatamente antes/después de recibir la carta En efecto, los elementos ju sto, d os d ía s e in m ediatam en te, incluidos en la expre­ sión anterior deben poder alojarse dentro del sintagma proyectado por an tes y d esp u és. Es por esta razón y, también, por las relaciones semánticas que se establecen entre los elementos que forman parte de este sintagma, que conside­ ramos que estas categorías temporales proyectan una estructura interna más compleja. Nuestro análisis se basa en las líneas maestras del proyecto cartográ­ fico en los términos establecidos por Cinque (1994, 1999) y Cinque/Rizzi (2008). De acuerdo con estos lingüistas, las estructuras sintácticas son uniformes y representan estructuralmente las informaciones gramaticales y funcionales relevantes para su interpretación. Asimismo, adaptamos para nuestras cons­ trucciones temporales los análisis propuestos para las estructuras internas de los sintagmas preposicionales proyectivos con valor locativo (cf. Wunderlich 1991; Svenonius 2006; 2007; 2010 y Zwarts/Winter 2 000; Cinque 2010 ) . 21 La hi­

20 La naturaleza categorial del constituyente S X se discutirá en los apartados siguientes. 21 Como sostiene Cinque (2010, 3): «...phrases composed of spatial prepositions, adverbs, particles and D ps do not instantiate different structures but m erely spell out different portions of one and the same articulated configuration». De este modo, las diferencias entre las lenguas procederían de los distintos elementos léxicos que en cada una de ellas m aterializan (spell out) diferentes porciones de esta m ism a estructura.

pótesis formulada para los locativos puede adaptarse en parte para los tempora­ les ya que la conceptualización del dominio temporal procede del dominio es­ pacial a través de una extensión metonímica o metafórica (cf. Jackendoff 1983; Heine et al. 1991; Haspelmath 1997; Fagard 2006, entre otros). No obstante, entre la expresión del espacio y la del tiempo hay algunas diferencias sustancia­ les. En primer lugar, la percepción espacial es tridimensional (un eje X d ela n te/d etrá s, un eje Y a r r ib a /a b a jo y un eje Z lateral (al lado)) mientras que, en nuestra cultura,

la del tiempo es unidimensional (un único eje

longitudinal) 22 y unidireccional (si hay dos puntos en el tiempo que no coinciden, el uno se coloca o antes o después del otro ) . 23 En segundo lugar, las Ps locativas relacionan dos objetos en el espacio: una región, o sea el eig en p la ce del SD fondo (ground), y otra región, o sea el conjunto de puntos ocupados por el referente del SD figura (figure) (cf. Jakendoff 1983, Svenonius 2006, 2007, 2010). En contraste, las Ps temporales relacionan eventos diferentes: uno de ellos puede inferirse mediante un cálculo dinámico, es decir, trazando una trayectoria en el eje temporal que parta del punto de referencia temporal más relevante o dominante y se mueva hacia adelante (anterioridad/futuro) o hacia atrás (posterioridad/pasado) hasta otro punto . 24

(i)

a. i tua eiloo o ttaua A después intens. de la+guerra ‘después de la guerra’ b. a m uri o te Mane a(fut) detrás gen el lunes ‘después del lunes’ c. antes/después de la guerra

Tuvaluano (Besnier 2000, 358)

M aori (Bauer et al. 1993,

346)

Español

22 La conceptualización del tiempo en una estructura vertical es m uy escasa (cf. bajo el go­ bierno de Zapatero) y no existe la lateral. 23 Otra propiedad relacionada con la unidireccionalidad es que la concepción del tiempo, a diferencia de la del espacio, es de algo que está perpetuamente en movimiento (y se mueve siempre en la m ism a dirección). Lo que puede cam biar es el punto de vista: o bien es el obser­ vador el que se mueve a lo largo del tiempo (moving-ego) o bien es el tiempo el que se mueve sobrepasándolo (moving-time) (cf. Bennet 1975; Haspelm ath 1997). La perspectiva moving-time es la que permite relacionar antes con ‘delante/enfrente’ (anterioridad) y después con ‘detrás’ (posterioridad). Las expresiones temporales secuenciales de anterioridad y posterioridad pueden definirse, pues, mediante esta perspectiva. 24 Nótese, adem ás, que, según Bennet (1985), expresiones temporales, como after, y locativas, como behind, que designan una m ism a propiedad, es decir, «posterioridad», no son inter­ cam biables. Se diferenciarían en cuanto a su valor cognitivo, ya que tiempo y lugar, respec­ tivamente, form arían parte de su significado, como muestra (i): (i)

the street behind the church # the street after the church

4.1 La estructura antisimétrica básica Como se ha señalado en el apartado 2, an tes y d esp u és lexicalizan, además de un valor temporal que permite ordenar en el tiempo los dos eventos que rela­ cionan, un significado cuantitativo equivalente al que aportan los cuantificado­ res m ás (en el caso de despu és) y m en os (en el caso de an tes) en las estructuras comparativas de desigualdad. En este tipo de construcciones, que ilustramos en (35), se relacionan dos puntos en una escala de valores ordenados jerárquica­ mente de mayor a menor asociados a una dimensión mensurable. La compara­ ción será de superioridad si el punto que corresponde a la magnitud que alcan­ za el primer término de la comparación (Julio, en (35a)) se sitúa en una posición más alta en la escala que el grado asociado al segundo término de la compara­ ción o base (Luis, en (35a)). La orientación hacia un tramo más alto de la escala en relación con el segundo término de la comparación, denominado también base, se expresa mediante el cuantificador m ás, cf. (35a). En cambio, la compa­ ración será de inferioridad si la magnitud asociada al primer término compara­ do (Luis en (35b)) se sitúa en la escala en un punto más bajo del alcanzado por la base (Julio en (35b)). En este segundo caso, la orientación hacia el tramo por debajo del punto de referencia o base está lexicalizado por el cuantificador m en os, cf. (35b): (35) a. Julio es más alto que Luis (superioridad) b. Luis es menos alto que Julio (inferioridad) Las dimensiones comparables pueden encarnarse en distintas categorías que comparten el hecho de ser graduables. Este sería el caso de determinados nombres (m en os discos, m ás núm eros d e teléfon o), adjetivos (más astuto, m enos có m od o), predicados verbales (dorm ir m enos, roncar m ás) o algunos adverbios (m ás cerca, m en os tem pran o), entre otras categorías. Los ejemplos de (35) y todos los incluidos en este párrafo son comparativos analíticos porque los cuantificadores

m ás

o

m en os

se

expresan

mediante

un

ítem

léxico

independiente de la magnitud cuantificada. Sin embargo, ciertos adjetivos como m ayor, m en or, m ejor y p eo r, y los adverbios temporales an tes y d esp u és son comparativos léxicos puesto que incluyen en una sola forma los valores correspondientes al cuantificador (m ás o m en os, según los casos) y la dimensión cuantificada. De acuerdo con esta idea, los adverbios an tes y d esp u és serían equivalentes, desde un punto de vista interpretativo, a los comparativos analíticos de desigualdad m ás pronto y m ás tard e que aparecen en (36):

(36) a. Llegó m ás pron to de morir Nelson Mandela = Llegó an tes de morir Nelson Mandela b. Llegó m ás tarde de morir Nelson Mandela = Llegó d esp u és de morir Nelson Mandela En las comparaciones de desigualdad se establece un intervalo entre los dos puntos comparados . 25 El tramo de la escala correspondiente al intervalo, llamado también diferencial, puede expresarse léxicamente mediante una expresión de medida SQ situada ante los cuantificadores m ás y m en os en los comparativos analíticos o bien justo antes de un comparativo léxico como an tes o d esp u és, tal como vemos en (37): (37) a. Llegó a Sudáfrica {d o s d ía s/p o co /u n p o c o /b a s ta n te/m u c h o } antes de morir Nelson Mandela b. Llegó a Sudáfrica {d o s d ía s/p o co /u n p o c o /b a sta n te /m u c h o } después de morir Nelson Mandela E nseguida coincidiría con d esp u és en cuanto a la información temporal que aporta, de acuerdo con la cual el evento de la principal se localiza con posterioridad al evento que expresa la subordinada. Sin embargo, este adverbio no incorpora el significado cuantitativo que caracteriza a d esp u és como comparativo léxico. Es por este motivo que no puede aparecer un sintagma de medida al frente de las subordinadas que encabeza, (38), (cf. (37b)): (38) *Llegó {d o s d ía s/p o co /u n p o c o /b a sta n te/m u c h o } enseguida de que muriera Nelson Mandela La

interpretación

temporal

de

en segu ida

permitiría,

pues,

localizar

temporalmente el evento denotado por la principal en un segmento de tiempo inmediatamente posterior al lapso temporal en que tiene lugar el evento expresado por la oración subordinada .26 El valor de inmediatez temporal que

25 A diferencia de lo que ocurre con las com parativas de igualdad en las que se equipara el grado alcanzado en la escala por las dos m agnitudes comparadas, de modo que no existe un intervalo entre los dos puntos relacionados. De ah í que la inclusión del diferencial en estas construcciones arroje resultados desviados (* trabajar dos horas tanto como su hermano, *beber dos litros de agua tanto al día como Julia). 26 Espinosa Elorza (2010, §3.10) sitúa este conector dentro de los que expresan posterioridad inmediata. En contraste con otros elementos que poseen este m ismo significado desde épocas remotas (en cuanto, al punto que, no bien, etc.), enseguida es de form ación más reciente puesto

denota en segu id a explicaría también que rechazara por redundante la modificación del adverbio in m ediatam en te,

el cual,

en cambio,

puede

combinarse con d esp u és (como señalaremos más adelante a propósito del ejemplo (70)). (39) a. ??Vino in m ediatam en te enseguida de que la llamáramos 27 b. Vino in m ediatam en te después de que la llamáramos Como se observó en el apartado 1, las subordinadas temporales introducidas con lu ego28 se emplean con mucha mayor frecuencia en algunos países americanos que en España. En el uso peninsular, luego es equivalente a en segu ida y muestra los mismos comportamientos sintácticos. Sin embargo, en variedades americanas, además de este primer uso, luego puede actuar como comparativo, lo cual condiciona su significado (que no necesariamente expresa posterioridad inmediata) y, por supuesto, la estructura que proyecta, que será en estos casos paralela a la que corresponde a d e sp u és . En efecto, en esta segunda interpretación luego puede combinarse con SQ de medida, como su correlato d esp u és. (40) a. El álbum de la boda estará listo 9 0 d ía s luego d e qu e los novios realicen la selecció n d e las im ágen es (G oogle, consulta 20/2/2013, Venezuela) b. La cosecha puede iniciarse 3 0 d ía s luego d e la flo ra ción (G oogle, consul­ ta 17/5/2013, Argentina) No obstante, las estructuras comparativas con luego presentan diferencias im­ portantes respecto a las de d esp u és en cuanto a su productividad. En primer lugar las construcciones con diferencial y base expresados léxicamente son muy poco frecuentes. Además, si el diferencial está explícito, las bases suelen ser SD eventivos o frases en infinitivo, mientras que las oraciones con verbo conjugado son muy esporádicas, (40a). Estas restricciones afectan también al diferencial puesto que las construcciones proyectadas a partir del luego con valor compara-

que la primera docum entación se remonta a 1861 (y en seguida que fue gobierno, planteó con franqueza la cuestión, Pedro Antonio de Alarcón, De M adrid a Nápoles, 1861). E l origen de este elemento como sintagm a preposicional (en seguida) y no como adverbio es percibido por los hablantes incluso hoy. En efecto, durante muchos años la expresión se escribió separada. 27 Aunque es posible encontrar escasos ejemplos de esta combinación en Google no h ay n in ­ gún caso en el CREA. 28 Como locución conjuntiva (luego que) suele usarse sin la preposición de, cf. RA E/A SA LE (2009, §31.1h, 31.11e).

tivo excluyen aquellos SQ en los que no se encuentra expresa una unidad de medida, como es el caso de los cuantificadores difusos m ucho, p o c o o b astan te: (41) a. Llegó {*p o co /*m u ch o /*b a s ta n te} luego de la muerte de Nelson Mandela b. Llegó {p o co /m u ch o /b a sta n te} después de la muerte de Nelson Mandela

4.1.1 La operación de computación básica Como se ha señalado previamente, la localización temporal que expresan an tes y d esp u és depende tanto de su valor temporal intrínseco de anterioridad y pos­ terioridad, como de un proceso de computación derivado de su naturaleza com­ parativa. Vamos a ilustrar mediante los ejemplos de (42) cómo se llega a deter­ minar la interpretación precisa de estas construcciones: (42) a. Llegó a Sudáfrica dos días antes de que muriera Nelson Mandela b. Llegó a Sudáfrica dos días después de que muriera Nelson Mandela En estos ejemplos se calcula cuándo tuvo lugar la llegada a Sudáfrica a partir de una información que se toma como referencia y que debe ser conocida por am­ bos interlocutores para que puedan ubicarla de modo no ambiguo en un pun­ to/lapso temporal preciso. En el caso que nos ocupa, es la muerte de Nelson Mandela que se produjo el 5 de diciembre de 2013. El diferencial d o s d ía s expre­ sa la cantidad de unidades de tiempo que mide el intervalo temporal compren­ dido entre este acontecimiento y el punto en el tiempo en el que se produjo la llegada a Sudáfrica. Finalmente, an tes y d esp u és nos proporcionan la orienta­ ción hacia atrás o hacia adelante en el eje temporal en el que se sitúan los dos eventos: el de la muerte de Mandela o Base y el de la llegada a Sudáfrica. Este último punto temporal se corresponde a una variable cuyo valor se determina restando (en el caso de an tes) o sumando (en el caso de d esp u és) el número de unidades temporales expresado por el diferencial (d o s d ía s). De este modo, el lapso temporal en que se produjo la llegada a Sudáfrica en (42a) es el 3 de di­ ciembre de 2013, mientras que en (42b) equivale al 7 de diciembre de 2013, tal como nos indican las paráfrasis que reproducimos a continuación: (43) a. dos días an tes de que muriera Nelson Mandela El intervalo temporal (dos días) que se resta al tiempo en días en que murió Nelson Mandela (5 de diciembre de 2013) da como resultado el 3 de diciembre de 2013.

(5 de diciembre - d o s d ía s = 3 de diciembre) b. dos días d esp u és de que muriera Nelson Mandela El intervalo temporal (d os d ía s ) que se suma al tiempo en días en que murió Nelson Mandela (5 de diciembre de 2013) da como resultado el 7 de diciembre de 2013. (5 de diciembre + d os d ía s = 7 de diciembre) La operación algebraica que en (42) y (43) relaciona la base (qu e m uriera N elson M an dela ) con el diferencial puede traducirse en términos formales extendiendo

el análisis propuesto por Kayne (1994:12) para los sintagmas coordinados. En efecto, este autor justifica que series coordinadas como Luis y Ju lio , d os y cinco poseen una representación asimétrica, y no simétrica como se había considera­ do tradicionalmente. De acuerdo con esta idea, la conjunción y sería un núcleo Conj(unción) que proyectaría un Sintagm a Conjunción . Esta proyección alberga­ ría el primer miembro de la estructura coordinada en la posición de especificador, y el segundo en la posición de complemento, tal como ilustra (44) (adapta­ do de Kayne 1994, 12): (44) [sConj dos [Conj' [conj y] [cinco]]] Supongamos que el valor aditivo denotado por la conjunción y en (44) es para­ lelo al de la instrucción lógica de adición (+) ya que expresiones como d os y cin co son siete y tres m ás cin co son o c h o son equivalentes en español.29 De acuerdo con esta idea, llamaremos C on(ector) al rasgo portador de las instruc­ ciones lógicas de adición o sustracción. Este rasgo entraría en la sintaxis en el núcleo Con(ector) y actuaría como un operador diádico que permitiría relacio­ nar de forma asimétrica un argumento externo y uno interno, como se ilustra en (45). (45) [SCon SX [Con' [Con +/-] SY]] Por su valor inherente de comparativos léxicos, resulta plausible suponer que an tes pueda encarnar léxicamente el rasgo sustractivo, mientras que d esp u és sería la expresión léxica del rasgo aditivo. Si esta hipótesis está bien encauzada, an tes y d esp u és entrarían en la sintaxis en Con, activando, de este modo, el

29 En Brucart (2003) y (2009) se parte también de la estructura de Kayne (1994) para describir los valores del cuantificador comparativo más simétrico (tus libros más los míos form arán una gran biblioteca) y antisim étrico (más libros de los esperados).

valor sustractivo o aditivo, respectivamente, de la proyección SCon. En la es­ tructura de (45), supondremos que el diferencial entra en la sintaxis en la posi­ ción de Especificador de SCon, mientras que la base lo hace en la de comple­ mento, de acuerdo con el análisis propuesto para las comparativas de desigualdad (cf. Sáez 1997; Brucart 2003; 2009): (46) [SCon [s q dos días] [Con' [Con después/antes] [morir Nelson Mandela]] Diferencial [+ /-]

Base

En (46), el conector aditivo/sustractivo relaciona una oración y un sintagma cuantificado. A pesar de la diferencia categorial, estas dos entidades lingüísti­ cas deben considerarse uniformes, ya que ambas denotan puntos y segmentos en el tiempo. Esta coherencia se observa también en el hecho de que la base y el diferencial expresan significados temporales que guardan cierta proporcionali­ dad. Como se advierte en las combinaciones de los ejemplos siguientes, solo resultan congruentes aquellas en que la base y el diferencial expresan magnitu­ des que pertenecen a una misma escala temporal. (47) a. Se tomó un aperitivo (*d o s siglos/*vein te añ os/u n cu arto d e hora) antes de que sirvieran la comida b. Tolstoj escribió L a so n a ta a Kreutzer (*d os siglos/vein te añ os/*u n cuarto d e h ora) antes de morir (48) a. Se echó una siesta (dos minutos /* d o s sem an as/*cu a tro añ os) después de comer b. John Ford estrenó Centauros d el desierto (*d os m in u tos/*dos s e m a ­ n as/cu atro a ñ o s) después de rodar El hom bre q u e m ató a Liberty V alan ce

4.1.2 Propiedades del diferencial El diferencial que se incluye en la estructura (46) es un sintagma de medida. Según autores como Bosque/Gutiérrez Rexach (2009, §8.10.1), los sintagmas de medida pueden ser considerados como una clase específica de SD. Determina­ dos verbos (costar, durar, valer, m edir, p esa r, etc) y preposiciones (dentro d e , h asta , d e s d e , etc.) pueden seleccionar como argumentos internos sintagmas de medida que sean coherentes con el significado léxico del núcleo regidor. Así, durar, por ejemplo, selecciona sintagmas que denotan segmentos de tiempo (d ía s, h oras), mientras que p e s a r selecciona aquellos que expresan unidades de peso (kilos, g ra m os). Del mismo modo, el conector aditivo/sustractivo seleccio­

na un sintagma de medida. Como an tes y d esp u és poseen, además del rasgo cuantitativo inherente a su valor de comparativos léxicos, un significado tem­ poral, seleccionan sintagmas de medida que denotan intervalos de tiempo . 30 Diversos autores como Greenberg (1972), Lehrer (1986), Bosque (1997; 1999) o Cinque (2006) han señalado que los nombres que expresan unidades de me­ dida tienen una conducta similar a la de los clasificadores que poseen muchas lenguas del mundo. En efecto, un nombre como d ía tiene un significado y una interpretación diferentes en (49) y en (50). Día es un nombre común cuya exten­ sión semántica puede reducirse mediante modificadores restrictivos como d e invierno o frío en (49), mientras que este mismo nombre en (50) es una unidad de medida temporal que posee una combinatoria sintáctica distinta puesto que no puede estar acompañado por este tipo de modificadores: (49) a. Elisa llegó un día {de invierno/frío} b. Ropa para un día {de invierno/frío} (50) a. La excursión duró un día (*de invierno/*frío) b. Dentro de un día (*de invierno/* frío) Los nombres de medida que se incluyen en el diferencial de las subordinadas precedidas por an tes y d esp u és tampoco admiten modificadores restrictivos, tal como puede verse en (51): (51) a. Llegó a Sudáfrica un d ía (*d e invierno/*frío) antes de morir Nelson Mandela b. Llegó a Sudáfrica un d ía (*d e invierno/*frío) después de morir Nelson Mandela Según Simpson (2005, 83 0 -8 3 3 ), en lenguas como el vietnamita, el kmer o el tailandés ciertos clasificadores que indican unidad de medida temporal son el resultado de la gramaticalización de los nombres comunes correspondientes. En este proceso, las propiedades semánticas del nombre común implicado, que permitían individuar referentes, se irían adelgazando hasta que estos pasarían a ser clasificadores. En términos estructurales este cambio semántico se traduciría en una operación de movimiento desde un núcleo N hasta otro núcleo

30 Antes y después pueden tener una interpretación locativa cuando los argumentos con los que se com binan expresan este valor, como se ve en el ejemplo siguiente: (i)

Dos calles {antes/después} del semáforo, debes girar a la izquierda

CL

(c la s ific a d o r )

d e

la

c a te g o r ía

fu n c io n a l

in m e d ia ta m e n te

s u p e r io r

(c f.

B r u g e /S u ñ e r 2 0 1 4 ).

4.1.3 Las propiedades de la base y el núcleo abstracto TIEMPO P a ra

lle v a r a

tiv a ),

ca b o

la

o p e ra c ió n

d e c á lc u lo

a lg e b r a ic o

q u e

c o m p o rta

la

in te r p r e ­

d e a n te s y d e s p u é s (y , p o r e x te n s ió n , la d e c u a lq u ie r e s tr u c tu r a c o m p a r a ­

ta c ió n

so n

n e c e s a rio s

ta n to

la

b a s e , p o d em o s o b se rv a r, e n

b a se

co m o

e l d ife r e n c ia l.

S i n o s

e fe c to , q u e c o n s tr u c c io n e s c o m o

ce n tra m o s la s d e

e n

(5 2 ) n o

la

so n

in te r p r e ta b le s fu e r a d e c o n te x to :

(5 2 )

a.

# M a r is a s e m a tr ic u ló d o s d ía s d e s p u é s

b .

# Ju lio

s e ju b i l a d o s m e s e s a n t e s

C u a n d o la b a s e n o a p a r e c e

e x p re sa , co m o e n

lo s e je m p lo s a n t e r io r e s , s u

s ig n ifi­

c a d o p u e d e r e c u p e r a r s e a n a f ó r i c a m e n t e a p a r t i r d e l d i s c u r s o a n t e r i o r : 31

(5 3 )

a.

P u d e

m a tr ic u la r m e

e l ju e v e s i p e r o M a r is a s e m a t r ic u ló d o s d ía s d e s p u é s

0 i b .

M a r tín

se

ju b ila

en

s e t ie m b r e

de

2016i p ero

Ju lio

se

ju b ila

d o s

m e ses

se

r e a liz a

a n te s 0 i

L o

m is m o

p u ed e

a fir m a r s e

lé x ic a m e n te , s e in te rp r e ta

p a ra

e l

d ife r e n c ia l,

p o r d e fe c to

co m o

u n

y a

q u e ,

se g m e n to

cu a n d o

n o

d e tie m p o

in d e te r m i­

n a d o a n te r io r o p o s te r io r a l p u n to o la p s o te m p o r a l a s o c ia d o a la b a s e . P o r e s ta s ra z o n e s

su p o n d re m o s, d e a cu e rd o

p ro y e c ta n

co n

la

p ro p u e sta

E n lo s d o s a p a r ta d o s p r e c e d e n te s h e m o s in te r p r e ta n em b a rg o ,

c a r to g r á fic a , q u e

a m b o s

se

s i e m p r e e n l a s i n t a x i s . 32

co m o

d e sd e

b a se u n

d e b e n

p u n to

d e

d e n o ta r v is ta

u n

te ó r ic o

s e ñ a la d o

p u n to n o

o

q u e lo s s in ta g m a s q u e s e

la p s o

r e s u lta

te m p o r a l p r e c is o .

s o s te n ib le

p ro p o n e r

S in q u e

31 Siguiendo a García Fernández (2000, cap. 11), Pavón (2003, 307-309), G iorgi/Pianesi (2003), entre otros. 32 Esto equivale a sostener que las siguientes construcciones son la m anifestación (spell-out) de diferentes porciones de una única configuración sintáctica (cf. la nota 21): (i)

a. Llegó a Sudáfrica {antes/después} b. Llegó a Sudáfrica dos días {antes/después} c. Llegó a Sudáfrica dos días {antes/después} de que m uriera Nelson Mandela

todas las expresiones que pueden actuar como base, como los SD con valor deíctico (la N avidad), los SD eventivos (la victoria d el B arga), o las frases en infinitivo (viajar a M adagascar) o con el verbo conjugado (qu e pin taran la fa c h a d a ), remitan a un punto preciso en el tiempo. De hecho, esta información resulta irrelevante cuando estos mismos sintagmas son seleccionados por otros núcleos: (54) a. antes de la N avidad b. Mucha gente odia la N avidad (55) a. después de la victoria d el B arga b. L a victoria d el B arga fue aplastante (56) a. antes de viajar a M ad ag a sca r b. V iajar a M a d ag a sca r fue toda una aventura (57) a. después de q u e pin taran la fa c h a d a b. Les ordenó q u e pin taran la fa c h a d a La remisión a un punto/lapso preciso en el tiempo, sin embargo, es indispensable cuando estas expresiones actúan como el punto de referencia de la operación de cálculo inherente a la comparación de desigualdad que requie­ ren an tes y d esp u és. Vamos a suponer, pues, que la estructura que proyectan las bases de los ejemplos a de los pares anteriores debe ser más compleja que la atribuida a estos mismos segmentos en los casos de b. En realidad, la interpre­ tación adecuada para aquellos que actúan como base debiera ser similar a la que ilustramos con las paráfrasis el {pu n to/segm en to} en el tiem po d e la Navi­ d a d ; el {pu n to/seg m en to} en el tiem po d e la victoria d el B arga; el {pun­ to/seg m en to} en el tiem po d e v ia jar a M ad ag a sca r; el {p u n to/seg m en to} en el tiem po d e que pin taran la fa c h a d a . En sintonía con la hipótesis de Kayne (2005) para las expresiones locativas, supondremos que, en realidad, la estructura que corresponde a estas bases incorpora un nombre abstracto TIEMPO, seleccionado, a su vez, por un determi­ nante abstracto tal como esquematiza la representación de (58): (58) {antes/después} [s d [Det e l [s n tiempo [s p de la Navidad/de la victoria del Ba­ rga/de viajar a Madagascar/de que pintaran la fachada]]]] De este modo, la capacidad que tiene la base para referirse a un pun­ to/segmento específico en el eje temporal se debe a la presencia del SD [el tiem­

po ]. La base, por tanto, coincidiría con un SD en que el único segmento expre­

sado se corresponde con el complemento del núcleo abstracto tie m p o .33 Asimismo, la estructura de (58) permitiría dar cuenta, según nuestro crite­ rio, de la presencia obligatoria de la preposición d e que aparece después de an tes y desp u és. Esta sería, pues, el elemento funcional que permite asignar caso a los complementos nominales de un nombre (el motivo d e su en fad o ), que en español se materializa también cuando estos complementos son oracionales (El motivo d e qu e s e h ay a e n fa d a d o e s un misterio). De acuerdo con las razones que hemos esgrimido hasta ahora, la estructura básica de (46) se concretaría en la representación de (59). (59) [SCon [sq tim e d os días] [Con' [Con an tes/d esp u és] [sDTime e l tiem p o de que muriera Nelson Mandela]]] Como se puede deducir de (58) y (59), la estructura interna que hemos estable­ cido para la base se diferencia de la que proponen Demirdache/Uribe-Etxebarria (2004) y Haegeman (2012), entre otros. Estas autoras, partiendo de la hipótesis de Geis (1970), afirman que las temporales introducidas por b e fo r e (antes) y a fter (después) son relativas libres con un antecedente nominal abstracto, como ilustra la representación siguiente, extraída de Haegeman (2012, 205) (véase también la nota 3 3 ): (60) [p p after [d p [c p OP tim e [t p Sue went to hospital]]]34 Suponer la existencia de un operador en las estructuras temporales introduci­ das por w hen (cu an d o) resulta intuitivo si se tiene en cuenta la homofonía con la forma wh- correspondiente, además del hecho de que, como se ha observado,

33 Obsérvese que la hipótesis de que la base es un SD con interpretación temporal es una idea a la que llegan a partir de análisis distintos y de forma independiente tanto Demirdache/UribeEtxebarria (2004) como Haegeman (2012). En efecto, Dem irdache/Uribe-Etxebarria (2004) proponen una proyección nom inal, denom inada Zeitp, con un núcleo nom inal abstracto, mientras que Haegeman (2012) afirm a que las construcciones temporales son relativas libres con un nom inal abstracto. Esta últim a autora aporta, adem ás, evidencias em píricas a favor de este análisis ya que, haciendo suyas las palabras de Declerck (1997), asume que «There is diachronic support for this analysis: Old E n g lish before clauses had the form of ‘ligh t headed temporal relatives’ [...], with the D head overt» (Haegeman 2012, 205). 34 En la literatura, la hipótesis de que las oraciones temporales se derivan mediante el m ovi­ miento wh- de un operador ha sido defendida por muchos autores. Adem ás de Geis (1970), véanse también Eng (1987) y Larson (1990).

en los casos en que una oración contiene más de una subordinada, la interpre­ tación de la construcción puede ser ambigua, en el sentido de que la temporal puede modificar tanto a la subordinada superior (high construal interpretation) como a la subordinada más incrustada (low construal interpretation): (61) Abdul Barr said Beah was at school in 1993, the year [when he said he was a child soldier] (i) high construal: ‘Beah was at school when he said this’ (ii) low construal: ‘Beah was at school at the time of allegedly being a sol­ dier’ (Haegeman 2012, ej (23):201) La interpretación high construal (61i) se derivaría mediante el movimiento de w hen desde dentro la oración subordinada superior, mientras que la interpreta­ ción low construal supondría un movimiento largo de w hen desde dentro la subordinada más incrustada. Esta ambigüedad puede observarse también en español, como argumenta Pavón (2010, 116): (62) Julia llegó cuando Marta decía que llegaría Juan (i) [sAdv e [scom p cuando i [c ’ C [s u Marta decía ti [scom p 2 que [s t 2 llegaría Juan]]]]]] (ii) [sAdv e [scom p cuando i [c C [s t 1 Marta decía [scom p 2 que [s t 2 llegaría Juan ti]]]]]] También son ambiguas las oraciones del inglés, en las que la construcción tem­ poral está introducida por b efo re o after, como sostienen Geis (1970) y Haege­ man (2012) entre otros. sin embargo, no ocurre lo mismo en español. 35 En la oración siguiente: (63) Después de cenar, Juan dijo que María llegaría la subordinada temporal puede modificar únicamente el evento expresado por la oración principal y no el evento denotado por la oración subordinada. Estos comportamientos, junto con el hecho de que en español an tes y d e s ­ p u és requieren/admiten la realización de la preposición funcional d e, (58), nos llevan a proponer que en estas estructuras la estrategia empleada para subordi­ nar es similar a la de las completivas y no a la de la relativización. sin embargo,

35 Nótese que el italiano y el catalán se comportan del m ismo modo que el español.

en este trabajo no ahondaremos en esta cuestión que requiere un análisis com­ parativo más extenso y profundo.

4.1.4 La extensión vectorial Tal como hemos señalado en los apartados anteriores, an tes y d esp u és, además de expresar una información sustractiva o aditiva respectivamente, también permiten trazar (mapping) una trayectoria que va desde un punto hasta otro punto/segmento del eje temporal, los cuales están orientados entre sí. Esta conducta es un indicio claro de que an tes y d esp u és poseen propiedades vecto­ riales, como ocurre con las categorías que expresan relaciones locativas (cf. Svenonius 2006; 2007). Un vector es una cantidad que se manifiesta en un pun­ to de aplicación, una medida y una dirección. En las construcciones temporales formadas a partir de an tes y desp u és, el punto de aplicación está representado por la base, la cual, tal como argumentamos en 4.1.1, denota un punto preciso en el tiempo; el diferencial expresa la medida del vector, mientras que la direc­ ción la proporcionan tanto an tes como d esp u és, hacia atrás o adelante en el eje temporal respectivamente. De acuerdo con el marco cartográfico, supondremos que las propiedades vectoriales que poseen an tes y d esp u és se construyen composicionalmente a partir de rasgos que se combinan en la sintaxis. De este modo, an tes y d esp u és proyectarían una estructura más compleja que la que muestra (59). En primer lugar, debería identificarse en el eje tempo­ ral el punto de aplicación de la extensión vectorial, que representaría el inicio del proceso computacional. Supongamos que esta información la aporta un rasgo, que llamaremos A pl(icación ), cuya contribución semántica es la de especificar el punto preciso en el eje temporal a partir del cual se extiende el vector. Apl entraría en la sinta­ xis como un rasgo interpretable pero no valorado, al cual debería asignarse algún valor a lo largo de la derivación.36 De este modo, actuaría como una sonda

36 De acuerdo con el Principio de Com posicionalidad de Kayne (2005, 15), que establece que «UG im poses a m axim um of one interpretable syntactic feature per lexical or functional item», proponemos que el rasgo A p l, como los demás rasgos proyectados por la construcción vecto­ rial, son interpretables pero no valorados. En efecto, como se ha afirmado ya en el apartado 3.1.1, los rasgos interpretables que caracterizan a antes y después como comparativos léxicos son el rasgo sustractivo y el rasgo aditivo, respectivamente.

{probé) que activaría el movimiento sintáctico de an tes y d esp u és hacia el nú­ cleo Apl, tal como muestra (64): (64) a. [a p i [SCon [s q dos días] [Con' [Con an tes/d esp u és] [s d el tiempo de que muriera Nelson Mandela]]]] ^ b. [a p i a n tes/d esp u és [sCon [s q dos días] [Con' [Con antes/después] [s d el tiempo de que muriera Nelson Mandela]]]] En este punto, el constituyente [sd el tiempo de que muriera Nelson Mandela], que actúa como complemento de Con, debe asociarse con el rasgo Apl, ya que este expresa el punto temporal preciso a partir del cual el vector desarrollará su trayectoria. Para satisfacer este requisito, supondremos que Apl m antiene una relación de concordancia (Agree) con el SD, lo cual le permite valorarlo como un sD Apl y atraerlo hacia la posición de Especificador creada por la expansión de Apl, tal como muestra (65): (65) a. [s a p i [a p i ' [a p i a n tes/d esp u és [sCon [s q dos días] [Con' [Con antes/después] [s d el tiempo de que muriera Nelson Mandela]]]]]] ^ b. [s a p i [s d a p i el tiempo de que muriera Nelson Mandela] [a p i ' [a p i a n tes/d esp u és [sCon [sQ dos días] [Con' [Con antes/después] [d p el tiempo de que muriera Nel­ son Mandela]]]]]] En segundo lugar, otro rasgo interpretable pero no valorado entra en la nume­ ración. Lo denominaremos Orientación T em poral (OrT). La contribución sem án­ tica de este rasgo es expresar la dirección que toma el vector con respecto al punto de aplicación. Como se ha señalado previamente en el apartado 4, la orientación puede dirigirse o bien hacia atrás (an tes) o hacia adelante (d esp u és) en el eje temporal, según el valor sustractivo o aditivo que posea el rasgo Con. Como en la fase anterior, el rasgo OrT activa el movimiento sintáctico de an tes y d esp u és hacia la posición de núcleo de orT, lo que permite motivar la proyec­ ción del so rT , como se ve en ( 6 6 ): ( 6 6 ) a. [OrT [sApl [s d a p i el tiempo de que muriera Nelson Mandela] [a p i ' [a p i an ­ tes/d esp u és [sCon [s q dos días] [Con' [Con antes/después] [sd e l tiempo de que muriera Nelson Mandela]]]]]] ^ b. [sorT [orT' [orT an tes/d esp u és [s a p i [s d a p i el tiempo de que muriera Nelson Mandela]

[a p i ' [a p i antes/después [sCon [s q dos días] [Con' [Con antes/después]

[sd el tiempo de que muriera Nelson Mandela]]]]]]

Antes representaría, pues, el reflejo morfológico del trazado vectorial cuando OrT elige la dirección hacia atrás en el tiempo, mientras que d esp u és actuaría del mismo modo cuando OrT expresara la dirección hacia adelante en el eje temporal. Como último peldaño en la estructura vectorial, emergería en la nu­ meración de estas construcciones temporales un tercer rasgo interpretable aun­ que no valorado. Se trata del rasgo M ed(ida). Este rasgo entraría en la sintaxis en la posición nuclear Med(ida) que se expandiría en la proyección SMed(ida). Su contribución sem ántica sería la de especificar cuánto mide el vector que se extiende desde el punto de aplicación hasta el punto del eje temporal en que termina su trayectoria. M ed(ida) actuaría como una sonda (p rob e) y activaría el movimiento sintáctico de a n tes o d esp u és hacia la posición nuclear de Med(ida). Posteriormente, este rasgo entraría en una relación de concordancia (Agree) con el SQ d o s días, argumento externo de a n tes/d esp u és, por lo que este sería atraí­ do a la posición de especificador de SCon y valorado como SQMed, tal como se muestra en la representación siguiente. (67) a. [s o it [o it ' [o it a n tes/d esp u és [s a p i [s d a p i e l tiempo de que muriera Nelson Mandela] [a p f [a p i antes/después [sco n [s q dos días] [c o n ' [con antes/después] [s d e l tiempo de que muriera Nelson Mandela]]]]]]]]] ^ b. [Med a n tes/d esp u és [s o it [o i t [o it antes/después [s a p i [s d a p i e l tiempo de que muriera Nelson Mandela] Upr [a p i antes/después [sco n [s q dos días] [co n ' [con antes/después] [s d el tiempo de que muriera Nelson Mandela]]]]]]]]]]]^ c. [sMed [sQMed dos días] [Med' [Med a n tes/d esp u és [s o it [OrT' [orT antes/después [sApl [s d a p i e l tiempo de que muriera Nelson Mandela] [a p i ' [a p i antes/después [sco n [s q dos días] [c o n ' [con antes/después] [s d e l tiempo de que muriera Nel­ son Mandela]]]]]]]]]]] Las construcciones temporales complejas que estamos estudiando pueden ser modificadas mediante el adverbio in m ediatam en te que debe aparecer siempre delante de an tes y d esp u és. En el caso de que el diferencial aparezca realizado fonéticamente, el adverbio se coloca a continuación. ( 6 8 ) ^inm ediatam ente) algunos segundos (inmediatamente) {antes/después} ^inm ediatam ente) de cenar Desde el punto de vista interpretativo, este adverbio parece estar relacionado con el rasgo Orientación T em poral, ya que expresa una trayectoria mínima hacia

el pasado o hacia el futuro. Por tanto, podría ensamblarse en la posición de Especificador de SOrT. 37

4.2 El TIEMPO superior La estructura de (67c) no permite justificar, sin embargo, ciertos comportamien­ tos sintácticos de las construcciones temporales con an tes y desp u és. En efecto, Larson (1985) señaló que adverbios locativos y temporales como en cim a, d eb a jo , an tes o d esp u és actúan en cierto modo como categorías nominales puesto que pueden aparecer como sujetos de las construcciones hendidas, en acusado contraste con otros adverbios: 38 (69) a. Lo vi {antes/después/recientem ente} b. {Antes/después/*recientem ente} fue cuando lo vi Bosque (1989, 200) señaló que esta conducta no implica necesariamente que an tes y d esp u és - u otros elementos ‘adverbiales’ parecidos - sean categorías nominales. Lo que ocurre es que estas piezas léxicas denotan entidades específicas por lo que pueden aparecer en construciones identificativas como las siguientes. (70) a. [(Una hora) {antes/después} (de comer)] es un buen momento para fu­ marse un cigarrillo b. [(Un metro) delante (de una salida de emergencia)] es un mal lugar para aparcar Por este motivo el autor propone llamarlos adverbios identificativos, ya que los lugares, los momentos o los instantes, a pesar de no ser elementos referenciales, son capaces de denotar entidades específicas que son equivalentes a objetos físicos, o bien nociones más abstractas que pueden ser reificadas.

37 No se explicaría, sin embargo, la razón que im pediría a antes y después subir en la sintaxis a la posición Med, cuyo rasgo sería valorado por el SQ que se mueve a la posición de especifi­ cador de SMed. Una opción sería proponer que antes y después suben solo hasta la posición OrT. Dejaremos este problema abierto para otras investigaciones. 38 La hipótesis de que estas construcciones poseen un valor nom inal ha sido defendida por bastantes autores. Véanse, entre otros, M arácz (1984) para el húngaro, Alarcos (1973) y Plann (1986) para el español, y Bresnan (1994) para el inglés.

Creemos

que

puede

darse

cuenta

de

las

semejanzas

entre

estas

construcciones y los nombres, si se supone que la extensión vectorial propuesta en (67) para an tes y d esp u és se interpreta como un modificador de un nombre abstracto TIEMPO, seleccionado, a su vez, por un determinante no realizado fonéticam ente: 39 (71) [s d [d ' [d e l [s n [n ' [n tiem p o ]] [sMed dos días {antes/después} e l tiem p o de que muriera Nelson Mandela]]]]]] Este núcleo abstracto

t ie m p o

más alto denotaría el punto final de la extensión

del vector en el eje temporal. Retomando los ejemplos de (42), que repetimos en (72), este punto se correspondería en (72a) con el día 3 de diciembre de 2013, o sea, el resultado de trazar un vector con una medida de d os d ía s desde el punto de aplicación correspondiente a la base qu e m uriera N elson M an dela (el 5 de diciembre de 2013) hasta otro punto orientado hacia atrás respecto al primero. En el caso de (72b) este punto coincidiría con el día 7 de diciembre de 2013 ya que el vector con la medida d o s d ía s se orientaría hacia adelante en el tiempo desde el punto de aplicación correspondiente a la base qu e m uriera Nelson M an dela (el 5 de diciembre de 2013). (72) a. Dos días an tes de que muriera Nelson Mandela = 3 de diciembre de 2013 b. Dos días d esp u és de que muriera Nelson Mandela = 7 de diciembre de 2013 Supondremos, finalmente, que la relación que establece el núcleo

t ie m p o

con

SMed es equivalente a la de un modificador restrictivo, similar al que establece una oración de relativo reducida, tal como ilustra la paráfrasis siguiente. (73) [s d e l tiem p o que se corresponde con [sMed dos días {antes/después} e l tiem po de que muriera Nelson Mandela]]

4.3 La preposición abstracta AT El SD que resulta de proyectar an tes y d esp u és (cf. (73)) puede ser modificado por adverbios identificativos o de foco como ju sto, ju stam en te, p recisam en te o

39 Véanse Noonan (2005), Cinque (2010), y Terzi (2010), que proponen un ciado en su análisis de las expresiones que denotan relaciones espaciales.

p la c e

no pronun­

exactam en te, cf. Larson (1987), Kovacci (1999, 777-778), RAE/ASALE (2009, §40.5). Esta conducta no se extiende a otros SD que identifican un punto/segmento temporal preciso como N avidad o las siete, como puede verse en (74): (74) a. {justo/justam ente/precisam ente/exactam ente} dos días {antes/después} de que muriera Nelson Mandela b. {*justo/*justam ente/*precisam ente/*exactam ente} {Navidad/las doce} Sin embargo, como ilustra el ejemplo de (75), para que expresiones temporales como N avidad o las d o c e puedan ser modificadas por adverbios identificativos o de foco, estas deben estar seleccionadas por una preposición de coincidencia terminal a /e n que les permita localizar el evento/el SD temporal en un punto preciso. (75) a. {justo/justam ente/precisam ente/exactam ente} en Navidad b. {justo/justam ente/precisam ente/exactam ente} a las doce De acuerdo con los datos anteriores, adaptaremos el análisis propuesto en Cinque (2010) para las preposiciones locativas y supondremos que los SD que se proyectan a partir de an tes y d esp u és están seleccionados por una preposición abstracta estativa (o de coincidencia terminal) que Cinque denomina AT. (76) [SPestat a t [s d [d ' [d el] [s n [n ' [n tiempo]] [SMed dos días {antes/después} el tiempo de que muriera Nelson Mandela] A pesar de que esta preposición no suela expresarse léxicamente en la lengua actual, existen indicios de que su significado está activo en la interpretación adecuada de estas construcciones. Obsérvese, en este sentido, que solo los ejemplos b de los pares siguientes, que incluyen la realización léxica de estas preposiciones, son coherentes con el valor de localización temporal exigido por la estructura hendida. (77) a. ??(La) Navidad es cuando se suele pensar en los que ya no están b. En (la) Navidad es cuando se suele pensar en los que ya no están (78) a. ??Las doce es cuando se rezaba el Ángelus b. A las doce es cuando se rezaba el Ángelus

Otra justificación de la presencia de esta preposición en este tipo de sintagmas de localización temporal nos la ofrecen ejemplos como los de (79), pertenecien­ tes a registros formularios, por lo general, encabezamientos o finales de cartas de carácter oficial. (79) en Madrid, a 17 de mayo de 2014 Podría considerarse que estos casos son herencia de estadios previos de la len­ gua, como parecen indicar los ejemplos de (80a-d), muy frecuentes en la lengua desde finales del XV hasta bien entrado el XVIII: (80) a. ...e allí tomaron en uno su coñocencia e su amor. E a p o c o s d ía s d esp u és d'esto sopo el carcelero cómo Josep yazié allí a tuerto, e fue muy pagado d'él, e fizol esta gracia, e sacól de la prisión (Alfonso X, G eneral Estoria. P rim era Parte, c. 1275; CORDE) b. .lu e g o a d os d ía s d esp u és qu e s e asen tó, el nuestro Maestre, (...) mandó como notable guerrero (...) a don Pedro de L u n a ,. (Anónimo, Crónica d e Don Álvaro d e Luna. 1453; CORDE) c. E a p o c o d esp u és d esto h ech o , como Vasco de Vivero entendiese en las cosas que convenían para guardar la villa, algunos moradores della, atrahídos por un traidor, dieron lugar como los portugueses entrasen (Valera 1487 - 1488, Crónica d e los R eyes C atólicos; CORDE) d. sucedió que a d o s d ía s d esp u és qu e lo tom ava,... le dio una noche tan rezia y contina tos que en sola ella hinchió dos fuentes de plata de unos podridos y gruesos gargajos, que parecían materia, sin que en toda la noche lo dexasen dormir (Méndez Nieto, Discursos m edicin ales, 1606 1611; CORDE) e. E los ternían en muchos lugares apartados e a p o c o s d ía s an tes d e margo podrían poblar la maxada, y así serían engañados los vecinos (Luis Méndez de Torres, T ratado d e la cultivación y cura d e las colm en as, 1586; CORDE) En (80) puede comprobarse cómo esta preposición tenía una manifestación léxica en determinados períodos de la historia del español ante las construccio­ nes temporales precedidas por an tes y d esp u és. Por otra parte, creemos que porciones de la estructura de (76) pueden emer­ ger en construcciones de localización temporal como las de (81), en las que aparece expresa la preposición inicial:

(81) a. A p o c o s d ía s d e {que se casaran/casarse/la boda}, murió el padre del novio (= antes de {que se casaran/casarse/la boda}) b. A los p o c o s d ía s d e {que se casaran/casarse/la boda}, murió el padre del novio (= después de {que se casaran/casarse/la boda})

5 Conclusión y extensiones del análisis En este artículo se han analizado desde un punto de vista formal las propieda­ des de las subordinadas temporales introducidas por los comparativos léxicos an tes y d espu és. El carácter temporal de estas subordinadas procede del signifi­ cado léxico de las formas an tes y d esp u és, las cuales, a diferencia de otros ele­ mentos temporales como siem pre, ah o ra , d esd e, h acia, m ientras, etc., que ex­ presan simultaneidad o circunstancia concomitante con el evento principal, poseen una interpretación que permite ordenar en el eje temporal dos eventos. Esta facultad la comparte d esp u és con luego y en seg u id a (ya que todos estos elementos expresan que el evento principal se produce con posterioridad al que introduce la subordinada) pero, en contraste con ellos, no requiere inmediatez entre los dos eventos relacionados. La singularidad de an tes y d esp u és respecto a las otras formas adverbiales reside en el hecho de que ambos son comparati­ vos léxicos, por lo que permiten proyectar una estructura funcional superpuesta a la estrictamente temporal que sería responsable del comportamiento diferen­ ciado de las subordinadas que encabezan respecto a otro tipo de subordinadas temporales. Por otra parte, las propiedades nominales de estas estructuras, que desde perspectivas teóricas distintas han señalado muchos autores, puede ser explicado de forma satisfactoria estableciendo que estas estructuras correspon­ den a modificadores de un núcleo abstracto TIEMPO no pronunciado, en sintonía con propuestas como la de Kayne (2005). Como se ha señalado en distintos trabajos (Pavón 2012, cap. 15; Sánchez/Sáez 2014 y también en el apartado 1 de este capítulo), la comparación es una estructura que puede superponerse a distintas categorías que comparten el hecho de ser graduables. En este sentido, una oración comparativa no se vincu­ la con el evento denotado por la principal entendido como un todo, tal como ocurre con los otros tipos de subordinadas adverbiales, sino que se relaciona, más bien, con la categoría a la cual se asocia la coda comparativa, que es el punto de referencia para establecer la comparación. Las subordinadas introdu­ cidas por an tes y d esp u és comparten, pues, con otras subordinadas temporales la facultad de expresar una información temporal relacionada con el evento principal pero, asimismo, son estructuras comparativas por lo que permiten

expresar el grado relativo de una dimensión cuantificable. En el caso de an tes y d esp u és las nociones que se cuantifican equivaldrían a p ro n to/tard e, incluidos en el significado léxico de estos adverbios junto con los cuantificadores m ás/m en os. La base de la comparación o coda sería el argumento interno del núcleo Con. En el caso de que esta coda sea oracional, la estrategia de subordi­ nación que se adopta es la correspondiente a una completiva de complemento de un nombre abstracto TIEMPO. El tipo de correlación que se observa en las subordinadas temporales pre­ cedidas por an tes y d esp u és y, en general, en las comparativas, no es exclusiva de estas construciones, sino que puede extenderse a subordinadas consecutivas discontinuas como E stá tan ca n sa d o qu e s e h a dorm ido vestido o H abla tan d e ­ p risa qu e no s e le en tiende, lo cual podría ser objeto de investigaciones futuras. En efecto, en estos ejemplos vemos cómo a una categoría graduable, el adjetivo c a n sa d o o el verbo h ab lar, respectivamente, se les superpone una estructura correlativa de comparación de igualdad. La subordinada tiene carácter consecu­ tivo porque la base se corresponde con un evento que mantiene esta relación implicativa con el evento denotado por la principal.

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