Las Redes Del Poder

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Michel Foucault

Las redes del poder

Prólogo: Esther Díaz

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Foucault, Michel Las redes del poder / Michel Foucault ; con prólogo de Esther Dlaz. - la ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Prometeo Libros, 2014.

112 p.; 2lxl5 cm. Traducido por: Fernando Crespo ... [et.al.] ISBN 978-987-574-616-9

l. Filosofia. l. Esther Dlaz, prolog. II. Femando Crespo, trad. CDD 190

Cuidado de la edición: Magalí C. Álvarez Howlin Prólogo: Esther Díaz Nota Introductoria al Anexo: José Femández Vega Armado: María Victoria Ramírez Corrección: Marina Rapetti

© De esta edición, Prometeo Libros, 2014

Pringles 521 (Cll83AEI), Buenos Aires, Argentina Tel.: (54-11) 4862-6794 /Fax: (54-11) 4864-3297 [email protected] www.prometeoeditorial.com Hecho el depósito que marca la ley 11. 723 Prohibida su reproducción total o parcial Derechos reservados

ÍNDICE Prólogo E pistemología del poder y política del deseo Respuesta a una pregunta Las redes del poder.

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Una introducción a la vida no fascista .............................................. 69 ¿A qué llamamos castigar? ................................................................ 75 Anexo 89 Nota introductoria ........................................................................ 91 Los anormales .............................................................................. 95 "Hay que defender la sociedad" .................................................. 103 Del gobierno de los hombres ...................................................... 111 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

PRÓLOGO

Epistemología del poder y política del deseo Esther

Díaz

Foucault cambia otra vez la historia y lo hace más allá de su volun­ tad y de su vida misma . Esta transmutación -que atravesó la academia y adquirió dimensiones masivas- responde a varias causas , dos de ellas cruciales: la reelaboración de alguno de sus conceptos por parte de pen­ sadores destacados tales como Agamben , Esposito y Negri entre otros , y la publicación de sus póstumos bajo el lema de que no son póstumos . El lema se impuso para incluir en su obra completa , Dits et écrits 1 , no solo lo escrito sino también lo dicho por Foucault . Para entonces habían transcurrido diez años de la muerte del filósofo. Algo de verdad hay en que no son absolutamente póstumos . Pues esas palabras habían sido dichas por Foucault . Pero los trece cursos que Foucault expuso en el College de France no fueron escritos ni corregidos por el autor para su publicación . No obstante, el hecho de que a partir de finales de 1990 se hayan comenzado a publicar esas lecciones en libros individuales -con traducción a numerosos idiomas- facilitó el acceso a este material de modo que, actualmente , numeroso público que no leyó textos escritos por el filósofo, lo "conoce" a partir de la lectura de las desgravaciones de sus clases . Foucault , poco antes de morir, había manifestado su deseo de que no hubiera publicaciones póstumas. Pero sus albaceas, como los de Virgilio y los de Kafka , desobedecieron . De todos modos celebramos -y nos plegamos- a la difusión de su palabra . Los tres escritos agrupados en el presente texto fueron publicados por Foucault en tres momentos

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Foucault, M., Dits et éoits, París, Gallimard , 1 994. 11

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diferentes de su vida. Sin embargo están atravesados por inquietudes explícitamente similares : el saber, la política , la vida . A través de estas páginas se van sucediendo, como en los cuadros de una exposición, las condiciones epistemológicas de la práctica política, la institucionalización de los discursos científicos , la administración de la sexualidad de las personas , la supervisión de la salud de la población y otros controles , vigilancias y puniciones al servicio del funcionamiento ·de la maquinaria capitalista . \ Y como en un 'juego de espejos con esas singularidades históricas se nos revela una nueva galería pictórico­ filosófica. La preocupación de Foucault por rastrear formas de resistir al pensamiento totalitario, su crítica a la noción de deseo q)mo falta , su rechazo de un sujeto transcendental como garantía moral y cognoscitiva , su deconstrucción de la verdad y su pensamiento pasional reafirmador de las diferencias . : ***

En el primer escrito aquí presentado, "Respuesta a una pregunta" (1968) , Foucault responde a quienes se preocupan porque su pensa­ miento anti-fundamentalista significaría algo así como la paralización de una política progresista; ya sea porque no quedaría otra alternativa que aceptar el sistema o porque estaríamos expuestos a la violencia de cualquier acontecimiento inesperado. La respuesta -serena y modular- comienza desarticulando la idea de "un" sistema . Foucault proclama (una vez más) su condición de pensador pluralista . Critica asimismo no solo la idea de universalidad de un sistema sino también de cualquier fundamento originario. Universalidad y fun­ damento son conceptos meramente lingüísticos . Foucault aspira a pensar no más allá, sino "más acá" de ellos. Pensar desde las prácticas, desde el archivo , desde lo avalado en documentos . Despliega una arqueología que no analiza la lengua como sistema sino el discurso como aconteci­ miento . El discurso, independientemente de su "envase lingüístico" , es inescindible de las prácticas sociales que lo posibilitan . De ellas surge y en ellas incide, interactuando. La unidad de análisis del archivo son los enunciados entendiendo por tales algo mucho más complejo que una mera expresión lingüística .

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Unos meses más tarde de la publicación de "Respuesta a una pregun­ ta" Foucault publicó la Arqueología del saber,2 en la que despliega una exposición exhaustiva de su concepto de enunciado , concluyendo que no hay que asombrarse de que no existan criterios para imaginarlo como una singularidad estructural, porque el enunciado no es una entidad definida. Es una función que atraviesa dominios y unidades posibles con contenidos concretos en el espacio y en el tiempo . En "Respuesta a una pregunta" Foucault se toma tiempo para desple­ gar su epistemología. Analiza las formaciones, las transformaciones y las correlaciones de (y entre) los discursos científicos. Configura el concepto de episteme como condiciones de posibilidad del conocimiento en una . época determinada . Elabora una epistemología con los pies en la tierra y las manos en el barro de la historia . Se desdeñan aquí la improbable presencia del logos, la soberanía de un suj eto preexistente y la teología de un destino originario . El trabajo de termita de la arqueología en relación con el poder ilumina la vinculación entre innovaciones científicas y acontecimientos económicos y políticos precisos, reales , concretos. En Historia de la locura y en El nacimiento de la clínica (libros anterio­ res al artículo aquí comentado3) Foucault ya había dado testimonio de su modo de analizar las instituciones científicas . Había vislumbrado la connivencia con los dispositivos de poder y preanunciaba su incidencia sobre la administración de la vida de la población por parte de ciertos poderes . En "Respuesta a una pregunta" sintetiza la concepción episte­ mológica de su analítica de la locura y de la clínica. Ahí están el saber, el poder, el acontecimiento, los mecanismos o reglas que hacen que los discursos -incluso perteneciendo a un mismo obj eto disciplinario- se diferencien entre sí o se asemej en entre disciplinas diferentes. El discurso no solamente no es autónomo de las prácticas -siendo él mismo una práctica- tampoco brilla por sí mismo como una estrella con luz propia . Ni siquiera puede delimitar de manera definitiva sus con­ tornos, ¿dónde comienza? , ¿dónde termina? El artículo aquí comentado finaliza con una breve ontológica del discurso. Las subjetividades no lo

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Foucault, M., [archéologie du savoir, Paris, Gallimard , 1 969.

' Foucault, M., Histoire de lafolie á l'age classique, París, Pion , 1 964 (este texto surge de la tesis doctoral de Foucault defendida en 1 9 6 1 ); Naissance de la clinique, París, Presses Universitaires de France , 1 963 . 3

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inventan , lo actualizan y lo hacen sobre un murmullo sin conciencia , en el que reina una ley sin nombre y sin sujeto fundante sin que se sepa en realidad y de manera contundente quién habla . Porque en última instancia se pregunta el autor "¿Qué importa quién habla?" . ***

Pasemos al segundo artículo, breve y contundente , "Las redes del poder" (1976). Es una pequeña esmeralda sutilmente pulida en la que Foucault ofrece un análisis de la noción de poder. Está signado por la síntesis y la claridad. No en vano es el producto final de una minuciosa investigación que culminó en uno de los conceptos actualmente más citados , replicados , criticados y reciclados del pensamiento de Foucault: las conexiones entre el poder, el saber y la vida. Se trata de una conferencia leída por el filósofo en Brasil y publicada meses más tarde en Francia , donde ese mismo año apareció La voluntad de saber. Historia de la sexualidad I.4 En realidad esta conferencia es un resumen del último capítulo de ese libro . El nombre de ese capítulo es "Derecho de muerte y poder sobre la vida" y es la piedra basal del con­ cepto de biopoder. Es asimismo el resultado de la investigación sobre el poder y la vida que Foucault había realizado el año anterior y expuesto en su curso en el College de France entre fines de 1975 y comienzos de 1976 con el nombre de "II faut defendre la sociéte". No es casual que éste haya sido el primer curso que los editores eligieron para comenzar a publicar los cursos en formato de libro individual . 5 Porque si bien no es el primer curso que dictó el filósofo en el College de France , es el primero en que define claramente su innovador concepto de biopolítica . Sabemos que Foucault no concibe el poder desde la vieja noción pira­ midal , sino desde la metáfora de mallas o redes que atraviesan lo social , lo político , lo científico, lo familiar, en fin, cualquier relación humanan en donde siempre se juega algún tipo de poder. La trama de esa red pre­ senta zonas en las que su tejido es muy denso , apretado , y otras en las 4

Foucault, M., La volonté de saboir. Histoire de sexualité I, París, Gllimard , 1 9 76.

Foucault , M., Ilfaut défendre l a société. Cours a u College d e France 1 976, París, Seuil/ Gallimard , 1 9 7 7 . >

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que ese tejido es ralo, poco espeso . A veces presenta agujeros alarmantes . Lo último señala ausencia de poder, lo primero abundancia. Pero como el poder no se posee, se ejerce , y la malla que lo sostiene ofrece la posibilidad de ser "sacudida" -a veces- entre el ej ercicio fallido del poder y la fuerza de las resistencias que lo combaten, se producen reacomodaciones . El que ej erce un fuerte poder en un momento de­ terminado , puede ver debilitado ese poder e incluso perderlo en otro momento . Foucault considera que para fines del medioevo europeo los poderes reinantes vieron como las redes que los sostenían presentaban cada vez más roturas, aperturas , aguj eros. Los monarcas dependían de los tributos de la población. Los arbitrarios impuestos medievales constituían una de las fuentes más importantes de los recursos señoriales . Pero la gente comenzó a resistirlos. No los pagaban , atacaban a los recaudadores y los linchaban , en resumidas cuentas , el tributo dejó de ser rentable . Es como si esa red se hubiera podrido. De todos modos ahí estaban los tej edores de poder trenzando nuevas redes: la ciencia experimental, la creación del Estado , la instauración de la policía , el disciplinamiento en las instituciones , la libreta obligatoria de trabaj o y otros controles , prácticas y discursos conformaron lo que Foucault denomina �·sociedad disciplinaria" . En ella se comenzó a ejercer el poder de manera minuciosa , microfísica , local , focalizada . Se crearon tecnologías de poder individualizantes y masificantes al mismo tiempo. Nos subj etivamos plegándonos al accionar general pero estamos cada vez más solos . Individualismo y masificación van de la mano . En las metrópolis la mayoría de la población sigue pautas similares mientras los hogares unipersonales crecen de manera exponencial , de la misma manera cre­ cen los controles: cámaras, detectores magnéticos , vampirismo digital (aunque lo último no llegó a ser vivido por Foucault, su concepción de las tecnologías de poder lo preanunciaban) . En el principio fue el anatomo-poder, poco más tarde llegó el bio-poder. Así pues el poder se concentró en la vigilancia de los individuos que son concebidos como una entidad biológica capaz de producir riquezas para quienes sepan gobernarlos , vigilarlos y, llegado el caso , castigarlos. A partir del siglo XVIII la vida se hace obj eto de poder. Antes existían sujetos jurídicos a quienes el poder podía quitarle bienes y la vida misma , a partir 15

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de las tecnologías biopolíticas lo jurídico pasa a un segundo plano. En esta mutación capital, ejercer poder es administrar y manipular el cuerpo y la vida de los gobernados. Y como el comienzo de la vida es el sexo, hay que extender el control hasta los mínimos movimientos connotados de sexo: masturbación , concepción , enfermedades venéreas, natalidad , lactancia materna . Todo atravesado por una milimétrica moralidad del cuerpo , sus deseos , sus emanaciones y hasta sus pensamientos . Se entro­ niza así una epistemología del poder y una política del sexo o, tal como dice Foucault, se constituyen los dispositivos de sexualidad . El artículo "Las redes del poder" culmina marcando que el sexo es la articulación entre una anatomía política y una biopolítica que , inter­ conectándose , logran hacer de la sociedad una máquina de producir. Cada institución tiene su producción . Esto queda bastante claro en l�s fábricas, las escuelas , los talleres, pero ¿qué produce la cárcel? No por cierto ciudadanos idóneos y cumplidores de la ley. La cárcel produce delincuencia. Algo sumamente funcional a la sociedad, a las institucio­ nes , al mercado y a todo aquello que directa o indirectamente se nutre con los ilegalismos . ***

El tercer artículo del presente libro, "Una introducción a la vida no fascista" (1972) , es el prólogo escrito por Foucault para la edición estado­ unidense de El antiedipo de Deleuze y Guattari . Se trata de un análisis de la relación del deseo con la realidad y con la máquina capitalista . Brinda respuestas a problemas concretos de nuestro tiempo. Paradójicamente a pesar de trabaj ar con nociones aparentemente abstractas, tales como multiplicidad , flujos o dispositivos , se van constituyendo posibilidades de acciones concretas, de intervención en la realidad , de incidencia en las conductas . Foucault dice que El antiedipo es un libro de ética y es también "un Hegel deslumbrante". Ese libro se confronta con tres adversarios : los ascetas políticos o militantes tristes, los lamentables técnicos del deseo (psicoanalistas y semiólogos) y el enemigo máximo, el fascismo. No solamente el fascis­ mo histórico y su mortífero poder de movilizar el deseo de las masas , sino el pequeño fascismo insidioso y pegajoso que reside en cada uno de nosotros , que nos penetra y nos hace "amar el poder y desear lo que 16

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nos domina y lo que nos explota" . Palpita aquí , aunque Foucault no la nombra , la preocupación de Spinoza preguntándose por qué los pueblos luchan por su esclavitud como si se tratara de su libertad . Ante esto, s e imponen ciertas preguntas . Dice Foucault:¿Cómo hacer para no tornarse fascista? , o, ¿cómo desprendernos de nuestro fascismo sobre todo cuando uno se considera un militante contrario a las coaccio­ nes y las discriminaciones? ¿Cómo deshacerse del fascismo de nuestro discurso, de nuestros actos y hasta de nuestros placeres? Luego de listar varias características reaccionarias -casi imperceptibles, insidiosas- que tiñen nuestros pensamientos y acciones. Foucault declara que rendirá un modesto homenaje a San Francisco de Sales (autor de Una introducción a la vida devota) no solo glosando el título que encabeza el prólogo que está escribiendo, sino también presentando los conceptos raigales de El antiedipo como una especie de guía de la vida cotidiana o un arte de vivir libre y solidario. En los innovadores abordaj es de ese libro se acumulan nociones emancipadoras , no edipizantes, nómades , deseantes. Entre ellas destaca algo que si bien se puede inferir del texto de Deleuze y Guattari es una consecuencia casi obligada de todos y cada uno de los discursos de Foucault. Algo que ningún militante y obviamente nadie que ejerce poder debería olvidar: por sobre todas las cosas, no se enamore del poder. ***

Finalizando ya mi pequeña reflexión me permito glosar el final del prólogo de Foucault a El antiedipo para cerrar el presente prólogo. En los tres artículos aquí presentados ocurre algo esencial , algo muy serio. El acoso a todas las formas de discriminación y exclusión -mediante archi­ vo , genealogía y creación de conceptos- desde aquellas monumentales y acuciantes que nos rodean y aplastan, hasta las menores y aparente­ mente insignificantes que constituyen la amarga tiranía de nuestra vida cotidiana .

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RESPUESTA A UNA PREGUNTA*

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La traducción del presente texto perte?ece a Fernando Crespo. 19

La pregunta:* Un pensamiento que introduce la obligatoriedad del sistema y la dis­ continuidad en la historia del espíritu , ¿no suprime todo fundamento para una intervención política progresista? ¿No desemboca en este dilema : - o bien la aceptación del sistema , - o bien el recurso al acontecimiento inesperado , a la irrupción de una violencia exterior, única capaz de arrollar el sistema?

Esta es una de las preguntas que la revista Esprit formuló a M. Foucault en el número de mayo de 1 968. El artículo que sigue es la respuesta dada a ella por el autor. ·

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La respuesta: Agradezco a los lectores de Esprit que hayan querido plantearme estas preguntas y a]. M. Domenach haberme dado la posibilidad de responderlas. Estas preguntas eran tan numerosas -y cada una de ellas tan interesantes­ que apenas me fue posible examinarlas todas. He escogido la última (no sin lamentar el haber tenido que prescindir de las otras): 1) Porque esta pregunta me ha sorprendido al primer golpe de vista , ya que me convencí inmediatamente de que concernía a la parte central de mi trabajo. 2) Porque me permitía situar, al menos , algunas de las respuestas que hubiera querido dar a las demás preguntas . 3) Porque formulaba la pregunta a la que ningún trabajo teórico puede hoy sustraerse. ¿Cómo no admitir que han caracterizado ustedes , con una gran exactitud , lo que intento hacer? ¿Y que, al mismo tiempo, han señala­ do el punto de la inevitable discordia?: "introducir la obligatoriedad del sistema y la discontinuidad en la historia del espíritu". Sí , me reconozco casi completamente en estas palabras . Sí , reconozco que éste es un pro­ pósito casi injustificable. [Diabólico acierto]: han llegado ustedes a dar una definición de mi trabajo que no puedo dej ar de suscribir, pero de la que nadie querría, razonablemente, hacerse responsable. De pronto, me hago consciente de toda mi extravagancia . De mi rareza tan poco legítima . Y me doy cuenta ahora de cuánto se desviaba de las normas más establecidas , de cuan escandaloso era este trabajo que fue, sin duda , un poco solitario, pero siempre paciente, sin otra ley que él mismo, lo suficientemente aplicado, pensaba yo, como para poder defenderse solo. Sin embargo, hay dos o tres detalles que me molestan en la definición tan exacta que ustedes me proponen, impidiéndome (tal vez evitándome) dar mi entera adhesión.

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En primer lugar, emplean ustedes la palabra sistema en singular. Ahora bien, yo soy pluralista . He aquí lo que quiero decir. (Me permi­ tirán ustedes no hablar solamente de mi último libro , sino también de los que lo han precedido, puesto que juntos forman un conjunto de investigaciones , cuyos temas y referencias cronológicas están bastante próximos; también porque cada uno de ellos constituye una experiencia descriptiva que se opone, y por lo mismo se refiere, a los otros dos , por ciertos rasgos característicos.) Soy pluralista: el problema que se me ha planteado es el de la individualización de los discursos . Para individualizar los discursos hay criterios que son conocidos y prácticamente seguros: el sistema lingüístico al que pertenecen , la identidad del sujeto que los ha articulado. Pero otros criterios, que no son menos familiares , son mucho más enigmáticos . Cuando se habla de la psiquiatría o de la medicina o de la gramática , de la biología o de la economía, ¿de qué se habla? ¿Cuá­ les son estas curiosas unidades que se cree poder reconocer al primer golpe de vista , pero de las que resultaría muy difícil definir los límites? Unidades, algunas de las cuales parecen remontarse hasta el principio de nuestra historia (la medicina no menos que las matemáticas) , mien­ tras que otras han aparecido recientemente (la economía , la psiquiatría) y otras , tal vez , han desaparecido (la casuística) . Unidades éstas en las que vienen a inscribirse, indefinidamente, enunciados nuevos y que se encuentran modificadas sin cesar por ellos (extraña unidad la de la sociología o la psicología que, desde su nacimiento, no han dej ado de volver a empezar) . Unidades que se mantienen obstinadamente, después de tantos errores, tantos olvidos , tantas novedades , tantas metamorfo­ sis, pero que sufren , a veces , mutaciones tan radicales que tendríamos dificultades para considerarlas idénticas a sí mismas (¿cómo afirmar que es la misma economía la que encontramos interrumpida , desde los fisiócratas hasta Keynes?). Es posible que haya discursos que puedan redefinir, en cada mo­ mento, su propia individualidad (por ejemplo, las matemáticas pueden reinterpretar en cada instante la totalidad de su historia); pero en ninguno de los casos que he citado puede el discurso restituir la totalidad de su historia en la unidad de una arquitectura formal . Restan dos recursos tradicionales. El recurso histórico- trascendental: intentar buscar, más allá de toda manifestación y de todo nacimiento histórico, un funda­ mento originario, la apertura de un horizonte inagotable, un proyecto 24

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que retrocedería en relación a todo acontecimiento y que mantendría , a través de la historia, el esbozo siempre libre de una unidad que no se acaba. El recurso empírico o psicológico; buscar el fundador, interpretar lo que quiso decir, detectar las significaciones implícitas que dormían silenciosamente en su discurso , seguir el hilo o el destino de estas sig­ nificaciones , relatar las tradiciones y las influencias , fij ar el momento de los despertares, de los olvidos, de las tomas de conciencia, de las crisis, de los cambios en el espíritu , la sensibilidad o el interés de los hombres . Ahora bien , me parece que el primero de estos recursos es tautológico , y el segundo es extrínseco e inesencial. Señalando y sistematizando sus caracteres propios querría, por mi parte, intentar individualizar las grandes unidades que regulan , en la simultaneidad o en la sucesión , el universo de nuestros razonamientos . He seleccionado tres grupos de criterios: 1.

2.

3.

Los criterios de formación. Lo que permite individualizar un dis­ curso , como la economía política o la gramática general , no es la unidad de un objeto , no es una estructura formal ni es tampoco una arquitectura conceptual coherente; no es una elección filosó­ fica fundamental; es más bien la existencia de reglas de formación para todos sus objetos (por dispersos que estén) , para todas sus opciones teóricas (que a menudo se excluyen unas a otras) , para todas sus operaciones (que a menudo no pueden ni superponerse ni encadenarse) , para todos sus conceptos (que pueden ser in­ compatibles) . Hay formación discursiva individualizada cada vez que puede definirse un juego de reglas semej antes . Los criterios de transformación o de umbral. Diré que la historia natural (o la psicopatología) son unidades de discurso si puedo definir las condiciones que han debido reunirse, en un momento muy concreto del tiempo , para que sus objetos , sus operaciones , sus conceptos y sus opiniones teóricas hayan podido formarse; si puedo definir de qué modificaciones internas han sido suscepti­ bles; si puedo definir, en fin , a partir de qué umbral de transfor­ mación han sido puestas en juego nuevas reglas. Los criterios de correlación. Diré que la medicina clínica es una formación discursiva autónoma, si puedo caracterizar el conjunto 25

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de relaciones que la definen y la sitúan entre los otros tipos de discurso (como la biología, la química, la teoría política o el análisis de la sociedad) y en el contexto no discursivo en el que funciona (instituciones, relaciones sociales , coyuntura económica y política) . Estos criterios permiten subsistir los temas de la historia totalizante (se trate de "progreso de la razón" o del "espíritu de un siglo") por análisis diferenciados . Estos criterios permiten, también, describir como episteme de una época , no la suma de sus conocimientos o el estilo general de sus investigaciones , sino la separación, las distancias , las oposiciones , las diferencias, las relaciones de sus múltiples discursos científicos : la episteme no es una especie de gran teoria subyacente, en un espacio de

dispersión, es un campo abierto y sin duda indefinidamente descriptible de relaciones. Los mencionados criterios permite, además, describir, no la gran historia que en una misma ráfaga envolvería todas las ciencias , sino los tipos de historia -es decir, de remanencia y de transformación- que caracterizan los diferentes discursos (la historia de las matemáticas no obedece al mismo modelo que la historia de la biología, que no obedece tampoco al de la psicopatología): la episteme no es un episodio de historia común a todas las ciencias; es un juego simultáneo de remanencias especí­ ficas. Finalmente, estos criterios permiten situar en su lugar respectivo los diferentes umbrales : pues nada prueba por adelantado (y nada de­ muestra tampoco tras un examen) que su cronología sea la misma para todo� los tipos de discursos; el umbral que se puede describir para el análisis del lenguaje al principio del siglo x1x, no encuentra , sin duda , un episodio simétrico en la historia de las matemáticas; y, cosa más bien paradójica , el umbral de formación de la economía política -mar­ cado por parte de Marx- de un análisis de la sociedad y de la historia. 6 La episteme no es un estadio general de la razón; es una relación de suce­

sivos desfases. Nada, como ustedes ven , que me sea más extraño que la búsqueda de una forma obligatoria , soberana y única. No busco detectar, a partir de b Este hecho , señalado ya por Osear Lange , explica al mismo tiempo el lugar limitado y perfectamente circunscripto que ocupan los conceptos de Marx en el campo epis­ temológico que va de Petty a la econometría contemporánea, y el carácter fundador de estos mismos conceptos para una teoría de la historia.

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signos diversos , el espíritu unitario de una época, la forma general de su conciencia : algo así como una Weltanschauung. No he descrito tampoco la aparición y el eclipse de una estructura formal que habría reinado, en un tiempo , sobre todas las manifestaciones del pensamiento: no he hecho la historia de un trascendental sincopado. En fin, no he descrito tampoco pensamientos o sensibilidades seculares, naciendo, balbuciendo, luchando, extinguiéndose como almas fantasmales, ni he interpretado su teatro de sombras en el decorado de la historia . He estudiado, uno tras otro, conjuntos de discursos; los he caracterizado, he definido juegos de reglas , transformaciones , umbrales , remanencias; los he ordenado unos con relación a otros; he descrito conjuntos de relaciones . Donde lo he considerado necesario, he hecho proliferar los sistemas. Un pensamiento, dicen ustedes , que "subraya la discontinuidad" . Noción, en efecto, cuya importancia hoy -tanto por parte de los histo­ riadores como por parte de los lingüistas- no puede ser subestimada . Pero el uso del singular no me parece que convenga del todo . Una vez más me declaro pluralista. Mi problema es sustituir la forma abstracta , general y monótona del "cambio" , en la que tan fácilmente se piensa la sucesión, por el análisis de los tipos diferentes de transformación. Lo cual implica dos cosas: poner entre paréntesis todas las viejas formas de blanda continuidad , por las que se atenúa de ordinario el brusco hecho del cambio (tradición, influencia , hábitos del pensamiento , grandes formas mentales , necesidades del espíritu humano) , y hacer surgir, al contrario, con obstinación, toda la vivacidad de la diferencia : establecer meticulosamente la distancia . A continuación, poner entre paréntesis todas las explicaciones psicológicas del cambio (genio de los grandes inventores , crisis de la conciencia, aparición de una nueva forma del espíritu) y definir con el mayor cuidado las transformaciones que han, no digo provocado, sino col'lstituido el cambio. Reemplazar, en suma , el tema del devenir (forma general, elemento abstracto, causa primaria y efecto universal , mezcla confusa de lo idéntico y lo nuevo) por el análisis de las transformaciones en su especificidad: 1.

Detectar los cambios que afectan a los objetos, las operaciones, los conceptos , las opciones teóricas , en el interior de una formación discursiva determinada . Se pueden distinguir así (me limito al ejemplo de la gramática general): los cambios por deducción o 27

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implicación (la teoría del verbo-cópula implicaba la distinción entre una raíz substantiva y una flexión verbal); los cambios por generalización (extensión al verbo de la teoría de la palabra­ designación y la desaparición, como consecuencia, de la teoría del verbo-cópula); los cambios por delimitación (el concepto del atributo está especificado por la noción de complemento); los cambios por paso a lo complementario (del proyecto de cons­ truir una lengua universal y transparente deriva la búsqueda de los secretos escondidos en la más primitiva de las lenguas); los cambios por paso al otro término de una alternativa (primacía de las vocales o primacía de las consonantes en la constitución de las raíces); los cambios por permutación de las dependencias (se puede fundamentar la teoría del verbo sobre la del nombre o viceversa); los cambios por exclusión o inclusión (el análisis de las lenguas como sistemas de signos representativos hechos caer en desuso, la búsqueda de su parentesco, que es reintro­ ducido en revancha por la búsqueda de una lengua primitiva) . Estos diferentes tipos d e cambios constituyen todos ellos el conj unto de las derivaciones características de una formación discursiva. 2.

Detectar los cambios que afectan a las formaciones discursivas

mismas: -

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Desplazamiento de las líneas que delimitan el campo de los objetos posibles (el objeto médico al principio del siglo x1x deja de ser tomado en una superficie de clasificación; y se localiza en el espacio tridimensional del cuerpo) . Nueva posición y nuevo papel del sujeto que habla en el discurso (el sujeto, en el discurso de los naturalistas del siglo xvm, se convierte exclusivamente en sujeto que mira según un enrej ado y que anota según un código; dej a de escuchar, de interpretar, de descifrar) . Nuevo funcionamiento del lenguaje en relación a los objetos (a partir de Toumefort el discurso de los naturalistas no tiene como misión penetrar en las cosas , descubrir en ellas el len­ guaje que secretamente encierran y sacarlo a la luz, sino tender una superficie de transcripción donde la forma , el número, el

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tamaño y la disposición de los elementos pueda ser traducida en manera unívoca) . - Nueva forma de localización y de circulación del discurso en la sociedad (el discurso clínico no se formula en los mismos términos , no tiene los mismos procesos de registro , no se difunde, no se acumula , no se conserva ni se impugna del mismo modo que el discurso médico del siglo xvm). Todos los cambios , que son de un tipo superior a los precedentes , definen las transformaciones que afectan a los espacios discursivos mis­ mos: las mutaciones. 3. Finalmente, tercer tipo de cambio, los que afectan simultánea­ mente a varias formas discursivas: - Inversión en el diagrama jerárquico (el análisis del lenguaje ha tenido, durante la época clásica, un papel rector, que ha perdido en los primeros años del siglo x1x, en provecho de la biología) . - Alteración en la naturaleza de la reacción (la gramática clá­ sica , como teoría general de los signos , garantizaba , en otros dominios, la transposición de un instrumento de análisis; en el siglo x1x, la biología asegura la importancia "metafórica" de un cierto número de conceptos: organismos --organización; función - función social; vida - vida de las palabras o de las lenguas). - Desplazamientos funcionales: la teoría de la continuidad de los seres que en el siglo xvm dependía del discurso filosófico, pasa a depender en el siglo x1x del razonamiento científico. Todas estas transformaciones, de un tipo superior a las otras dos, carac­ terizan los cambios propios de la episteme misma: las redistribuciones. Esta es una pequeña muestra de diversas modificaciones , tal vez una quincena, que podemos señalar a propósito de los discursos. Ya ven uste­ des por qué prefería yo que se dijera que he subrayado, no la discontinui­ dad , sino las discontinuidades (es decir, las diferentes transformaciones que es posible describir a propósito de dos estados de discursos) . Pero lo importante para mí, ahora , no es constituir una tipología exhaustiva de estas transformaciones. 1. Lo importante es dar como contenido al concepto monótono y vacío de "cambio" , un juego de modificaciones especificadas . La 29

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historia de las "ideas" o de las ciencias no debe ser ya la relación de las innovaciones , sino el análisis descriptivo de las diferentes transformaciones efectuadas . 7 2. Lo que me importa es no mezclar semej ante tipo de análisis con un diagnóstico psicológico. Una cosa (legítima) es preguntarse acerca de aquel cuya obra comporta semejante conjunto de mo­ dificaciones , si era genial o cuáles habían sido las experiencias de su primera infancia , etc . Y otra cosa es describir el campo de posibilidades, la forma de operaciones, los tipos de transformación que caracterizan su práctica discursiva . 3. Lo que me importa es mostrar que no hay, por un lado, discursos inertes (más que medio muertos ya) y después, por otro, un sujeto todopoderoso que los manipula, los cambia , los renueva; sino que los sujetos discurrientes forman parte del campo discursivo, tienen en él su lugar (y sus posibilidades de desplazamiento) , su función (y sus posibilidades d e mutación funcional) . E l dis­ curso no es el lugar de irrupción de la subjetividad pura; es un espacio de posiciones y de funcionamientos diferenciados por los sujetos . 4. Lo que me importa, sobre todo, es definir, entre todas estas trans­ formaciones , el juego de las dependencias: - Dependencias intradiscursivas (entre los objetos , las operacio­ nes , los conceptos de una misma formación) . Dependencias interdiscursivas (entre formaciones discursivas diferentes: tales como las correlaciones que he estudiado en Las palabras y las cosas, entre la historia natural , la economía , la gramática y la teoría de la representación) . - Dependencias extradiscursivas (entre transformaciones discur­ sivas diferentes y otras que se hayan producido en otra parte distinta del discurso: tales como las correlaciones estudiadas en la Historia de la locura y El nacimiento de la clínica, entre el discurso médico y todo un juego de cambios económicos , políticos y sociales) . Quisiera yo substituir la simplicidad uniforme de las asignaciones de causalidad , con todo este juego de dependencias; y al suprimir el -

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7 En lo que sigo los ej emplos de métodos dados en varias ocasiones por M. Canguilhem .

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privilegio, indefinidamente prorrogado, de la causa , hacer aparecer el haz polimorfo de las correlaciones . Ya lo ven ustedes: no se trata en absoluto de substituir por una cate­ goría , "lo discontinuo" , la no menos abstracta y general de "continuo" . Me esfuerzo , por el contrario, en mostrar que la discontinuidad no es un vacío monótono e impensable entre los acontecimientos, al que habría que apresurarse en llenar (dos soluciones perfectamente simétricas) por la plenitud abstracta de la causa o por el ágil juego del espíritu , sino que es un juego de transformaciones específicas , diferentes las unas de las otras , cada una con sus condiciones , sus reglas , su nivel , y ligadas entre sí según esquemas de dependencia . La historia es el análisis descriptivo y la teoría de estas transformaciones . Un último punto, sobre el que espero ser más breve. Emplean ustedes la expresión "historia del espíritu" . A decir verdad , yo creía más bien estar haciendo una historia del discurso. ¿La diferencia? , me preguntarán:

"Los textos que usted toma como material no lo estudia según su estructura gramatical; no describe el campo semántico que recorren; la lengua no es objeto. ¿Entonces? ¿Qué busca usted, sino describir el pensamiento que los anima y reconstituir las representaciones de las que estos textos han dado una versión durable, tal vez, pero sin duda infiel ? ¿Qué busca usted sino encontrar, detrás de los textos, la intención de los hombres que los han formulado, las significaciones que voluntariamente, o sin saberlo, han depositado en ellos, ese imperceptible suplemento del sistema lingüístico que es algo así como la apertura de la libertad o la historia del espíritu?". Aquí yace posiblemente el punto esencial . Tienen ustedes razón: lo que yo analizo es el discurso no es el sistema de su lengua ni, de modo general , las reglas formales d e s u construcción: pues n o m e cuido d e saber l o que lo hace legítimo o le confiere su inteligibilidad y le permite servir para la comunicación. La cuestión que planteo no es la de los códigos , sino la de los acontecimientos : la ley de existencia de los enunciados , lo que ha hecho posibles a éstos y a ningún otro en su lugar; las condiciones de su emergencia singular; su correlación con otros acontecimientos anteriores o simultáneos , discursivos o no. Trato de responder a esta cuestión, sin em­ bargo, sin referirme a la conciencia , oscura o explícita , de los sujetos par­ lantes; sin relacionar los hechos del discurso con la voluntad -tal vez invo­ luntaria- de sus autores; sin invocar esta intención de decir, que es siempre

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excesivamente rica en relación con lo que se dice; sin intentar captar la ligereza inaudita de una palabra que no tendría texto. Por eso, lo que yo hago no es ni una formalización ni una exégesis, sino una arqueología: es decir, como su nombre indica de manera inequí­ voca , la descripción del archivo. Con esta palabra no entiendo la masa de textos que han podido ser recogidos en una época determinada , o con­ servados desde esta época a través de los avatares de las desapariciones, sino el conjunto de reglas que , en una época dada y para una sociedad determinada , definen: 1. Los límites y las formas de la decibilidad: ¿De qué es posible hablar? ¿Qué es lo que ha sido constituido como dominio de discurso? ¿Qué tipo de discursividad se ha vinculado a tal o cual dominio (de qué se hace el relato; de qué se ha querido hacer una ciencia descriptiva; a qué se ha asignado una formulación literaria, etc . )? 2. Los límites y las formas de conservación: ¿Cuáles son los enuncia­ dos destinados a pasar sin dej ar rastro? ¿Cuáles, por el contrario, son los destinados a entrar en la memoria de los hombres (por la recitación ritual , la pedagogía y la enseñanza , la diversión o la fiesta , la publicidad)? ¿Cuáles quedan anotados para poder ser utilizados de nuevo y con qué fines? ¿Cuáles son puestos en circu­ lación y en qué grupos? ¿Cuáles son reprimidos y censurados? 3. Los límites y las formas de la memoria tal como aparecen en las diferentes formaciones discursivas: ¿Cuáles son los enunciados que cada uno reconoce como válidos o discutibles, o definitiva­ mente invalidados? ¿Cuáles son los que han sido excluidos por ser extranjeros? ¿Qué tipo de relaciones se ha establecido entre los sistemas de enunciados presentes y el corpus de los enun­ ciados pasados? 4. Los límites y las formas de la reactivación: Entre los discursos de las épocas anteriores o de las culturas extranj eras, ¿cuáles son los que se retienen , los que se valoran , los que se importan, los que se intenta reconstituir? ¿Y qué se hace de ellos, qué transformaciones se les hace sufrir (comentario , exégesis, análisis)? ¿Qué sistema de apreciación se les aplica , qué papel se eles hace cumplir? 5. Los límites y las formas de la apropiación: ¿Qué individuos , qué grupos , qué clases tienen acceso a tal tipo de discurso? ¿Cómo 32

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está institucionalizada la relación el discurso con quien lo emite , con quien lo recibe? ¿Cómo se señala y se define la relación del discurso con su autor? ¿Cómo se desarrolla entre clases, naciones,8 colectividades lingüísticas , culturales o étnicas , la lucha por ha­ cerse cargo de los discursos . Es, ante todo , sobre este fondo, que destacan los análisis que he comenzado; es hacia ahí donde se dirigen. Así pues, no escribo una his­ toria del espíritu , según la sucesión de sus formas o según la densidad de sus significaciones sedimentadas . No interrogo a los discursos sobre lo que -silenciosamente- quieren decir, sino sobre el hecho y las condi­ ciones de su aparición manifiesta; no sobre los contenidos que puedan encubrir, sino sobre las transformaciones que han efectuado; no sobre el sentido que se mantiene en ellos como un origen perpetuo, sino sobre el cambio en el que coexisten, permanecen y se borran. Se trata de un análisis de los discursos en la dimensión de sus exterioridad . De ahí tres consecuencias: 1. Tratar el discurso pasado , no como tema para un comentario que lo reanimaría , sino como un monumento a describir según su disposición propia . 2. Buscar en el discurso , no ya -como hacen los métodos estruc­ turales- sus leyes de construcción , sino sus condiciones de existencia . 9 3. Referir el discurso , no al pensamiento, al espíritu o al sujeto que han podido darle nacimiento , sino al campo práctico en el que se despliega . Perdónenme; he sido lento y me he extendido mucho. Y total para conseguir pocas cosas; proponer tres ligeros cambios de su definición y pedirles su conformidad para que hablemos de mi trabaj o como de una tentativa de introducir "la diversidad de los sistemas y el j uego de las discontinuidades en la historia de los discursos". No imaginen que quie­ ro hacer trampas o que trato de evitar el punto central de su pregunta , discutiendo los términos de ésta hasta el infinito. Pero era necesario el acuerdo previo . Ahora estoy dispuesto. Es necesario que responda . " Tomo esta palabra de M. Canghilhem, pues describe mejor de lo que yo mismo lo

he hecho lo que he querido hacer. 4

¿Es necesario precisar, una vez más, que no soy lo que se llama "estructualista"?

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No, ciertamente , a la cuestión de saber si yo soy reaccionario , ni tam­ poco sobre si mis textos lo son (ellos mismos , intrínsecamente , a través de un cierto número de signos bien cifrados) . Ustedes me preguntan otra cosa mucho más seria , la única , creo yo , que puede legítimamente preguntarse . Me interrogan sobre las relaciones existentes entre lo que digo y una cierta práctica política . Me parece que a esta pregunta se le pueden dar dos respuestas . Una concierne a las operaciones críticas que me discurso realiza en el do­ minio que le es propio (la historia de las ideas , de las conciencias , del pensamiento , del saber . . . ); lo que mi discurso pone fuera de circuito , ¿era indispensable para una política progresista? La otra concierne al campo del análisis y al dominio de obj etos que mi discurso intenta hacer aparecer: ¿cómo pueden articularse sobre el ej ercicio efectivo de una política progresista? Resumiré así las operaciones críticas que he emprendido : 1) Establecer límites allí donde la historia del pensamiento , baj o su forma tradicional, se confería un espacio indefinido . En particular: a)

Replantear el gran postulado interpretativo según el cual el reino del discurso no tendría fronteras asignables; las cosas mudas e incluso el silencio , estarían poblados de palabras : y allí donde no se dej a oír ya ninguna palabra, se podría escuchar todavía el murmullo profundamente soterrado de una significación; en lo que los hombres no dicen , continuarían hablando; un mundo de textos dormidos nos esperaría en las páginas blancas de nuestra historia . En cuanto a este tema, quisiera responder que los dis­ cursos son dominios prácticos limitados que tienen sus fronteras, S)-lS reglas de formación, sus condiciones de existencia : el zócalo histórico del discurso no es un discurso más profundo , a la vez idéntico y diferente . b) Replantear el tema de un suj eto soberano que llegaría del exterior para animar la inercia de los códigos lingüísticos, y que depositaría en el discurso la traza imborrable de su libertad; replantear el tema de una subjetividad que constituiría las significaciones y después las transcribiría en el discurso . A estos temas querría oponer el

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descubrimiento de los papeles y las operaciones ejercidas por los diferentes sujetos "discurrientes". c) Replantear el tema del origen indefinidamente aplazado y la idea de que , en el dominio del pensamiento , el papel de la historia es el de recordar los olvidos, suprimir los oscurecimientos, quitar -o bien cerrar de nuevo- las barreras . A este tema quisiera oponer el análisis de sistemas discursivos históricamente definidos, a los que podemos señalar umbrales y asignar condiciones de nacimiento y desaparición. En una palabra , establecer estos límites, replantear estos tres temas del origen, el sujeto, y la significación implícita es proponerse una difícil tarea -extremas resistencias lo prueban-, liberar el campo discursivo de la estructura histérico- trascendental que le ha sido impuesta por la filosofía del siglo x1x.

2) Borrar las oposiciones poco meditadas. He aquí algunas, por orden creciente de importancia : la oposición entre la vivacidad de las inno­ vaciones y la pesantez de la tradición, la inercia de los conocimientos adquiridos o los viej os senderos del pensamiento; la oposición entre las formas medias del saber (que representarían la mediocridad cotidiana) y las formas que se apartan de ella (y que manifestarían la singularidad o la soledad propias del genio); la oposición entre los períodos de estabilidad o de convergencia universal y los momentos de ebullición, cuando las conciencias entran en crisis , cuando las sensibilidades se metamorfosean, cuando todas las nociones son revisadas , trastornadas , revivificadas o , por u n tiempo indefinido , caen e n desuso . Quisiera sustituir todas estas dicotomías por el análisis del campo de las diferencias simultáneas (que definen en una época dada la dispersión posible del saber) y las dife­ rencias sucesivas (que definen el conjunto de las transformaciones, su jerarquía, su dependencia , su nivel). Allí donde se narraba la historia de la tradición y de la invención, de lo viejo y de lo nuevo , de lo muerto y de lo vivo , de lo cerrado y de lo abierto , de lo estático y de lo dinámico , me propongo hablar de la perpetua diferencia; o, más exactamente , hablar de las ideas como el conjunto de las formas especificadas y descriptivas de la no identidad . Y quisiera liberarla así de la triple metáfora que la estorba desde hace más de un siglo (el evolucionismo , que le impone la división

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entre lo regresivo y lo adaptativo; la biología , que separa lo inerte de lo vivo; la dinámica , que opone el movimiento y la inmovilidad) .

3) Eliminar la negación que ha recaído sobre el discurso en su existen­ cia propia (y ahí radica -para mí- la más importante de las operaciones críticas que he emprendido). Esta negación comporta varios aspectos: a) No tratar nunca el discurso más que a título de elemento indi­ ferente y sin consistencia ni ley autóctona (pura superficie de traducción para las cosas mudas; simple lugar de expresión para los pensamientos , las imaginaciones, los temas inconscientes) . b) No reconocer en el discurso más que "recortes" según un modelo psicológico e individualizante (la obra de un autor -en efecto , ¿por qué no?-, su obra de juventud o de madurez) , los "recortes" según un modelo lingüístico o retórico (un género , un estilo) , los "recortes" según un modelo semántico (una idea , un tema) . c) Admitir que todas las cooperaciones están hechas ya antes del discurso y fuera de él (en la idealidad del pensamiento o en la seriedad de las prácticas mudas); y que , como consecuencia , el discurso no es más que una ligera excrecencia que añade una franja casi impalpable a las cosas y al espíritu : un excedente que ya está implícito , puesto que no hace otra cosa más que decir lo que se dice . A esta negación quisiera contestar diciendo que el discurso no es nada o casi nada. Y lo que es -lo que define su consistencia propia , lo que permite hacer de él un análisis histórico- no es lo que se ha "querido" decir (esa oscura y pesada carga de intenciones que , en la sombra, pesaría con un peso mucho mayor que el de las cosas dichas); no es tampoco lo que ha quedado en silencio (esas cosas imponentes, que no hablan, pero que dejan sus marcas identificables, su negro perfil , sobre la superficie ligera de lo que se ha dicho) : el discurso está constituido por la diferencia entre lo que se podría decir correctamente en una época (según las reglas de la gramática y las de la lógica) y lo que se dice efectivamente . El campo discursivo es, en un momento determinado , la ley de esta diferencia . Y define así un cierto número de operaciones que no son del orden de la construcción lingüística o de la deduc­ ción formal. Despliega un dominio "neutro" donde la palabra 36

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y la escritura pueden hacer variar el sistema de su oposición y la diferencia de su funcionamiento . Aparece como un conjunto de prácticas reguladas que no consiste simplemente en dar un cuerpo visible y exterior a la interioridad ágil del pensamiento , ni en ofrecer a la consistencia de las cosas la superficie de aparición que va a repetirlas . En el fondo de esta negación que pesa sobre el discurso (en provecho de la oposición pensamiento-lenguaj e , historia-verdad , locución-escritura , palabra-cosas) , existía l a ne­ gativa de reconocer que algo se ha formado en el discurso (según reglas bien definibles) , que este algo existe , subsiste , se transforma, desaparece (según reglas igualmente definibles); en una palabra , que al lado de todo lo que una sociedad puede producir ("al lado": es decir, en una relación asignable a todo esto) , hay formación y transformación de "cosas dichas" . Es la historia de estas "cosas dichas" la que yo he emprendido . 4) Finalmente , última tarea crítica (que resume y envuelve todas las otras); liberar de su status incierto este conjunto de disciplinas a las que se llama historia de las ideas, historia de las ciencias, historia del pensamiento , historia de los conocimientos , de los conceptos o de la conciencia . Incertidumbre que se manifiesta de varios modos : Dificultades para delimitar los dominios: ¿Dónde acaba la historia de las ciencias, dónde comienza la de las opiniones y las creencias? ¿Cómo se dividen, entre sí , la historia de los conceptos y la historia de las nociones o de los temas? ¿Por dónde pasa el límite entre la historia del conocimiento y la de la imaginación? Dificultad para definir la naturaleza del objeto: ¿Se hace la historia de lo que ha sido concebido , adquirido , olvidado , o la historia de las formas mentales, o la historia de sus interferencias? ¿Se hace la historia de los rasgos característicos que pertenecen en común a los hombres de una época o de una cultura? ¿Se describe un espíritu colectivo? ¿Se analiza la historia (teleológica o genética) de la razón? Dificultad para asignar la relación entre estos hechos de pensa­ miento o de conocimiento con los otros dominios del análisis histórico : ¿Hay que tratarlos como signos de otra cosa (de una relación social , de una situación política , de una determinación 37

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económica)? ¿O como su refracción, a través de una conciencia? ¿Como la expresión simbólica de su forma de conjunto? Quisiera sustituir tantas incertidumbres por el análisis del discurso mismo, en sus condiciones de formación, en la serie de sus modificacio­ nes y en el juego de sus dependencias y de sus correlaciones . El discurso aparecería así en una relación descriptible con el conjunto de las otras prácticas . En lugar de estar vinculado a una historia económica, social, política, que envuelve una historia del pensamiento (la cual sería su ex­ presión y como su doble), en lugar de estar vinculado a una historia de las ideas, que estaría referida -sea por un juego de signos y de expresiones, sea por relaciones de causalidad- a condiciones extrínsecas, se vincularía a una historia de las prácticas discursivas en las relaciones específicas que las articulan con las otras prácticas . No se trata de componer una historia global -que reagruparía todos sus elementos alrededor de un principio o de una forma única-, sino más bien de desplegar el campo de una historia general en la que se podrá describir la singularidad de las prácticas, el juego de sus relaciones, la forma de sus dependencias . Y es en el espacio de esta historia general en el que podría circunscribirse, como disciplina, el análisis histórico de las prácticas discursivas. He aquí cuáles son, poco más o menos, las operaciones críticas que he emprendido. Permítanme entonces tomarlos como testigos de la pregunta que planteo a aquellos que podrían alarmarse : "¿Acaso una política progresista está vinculada (en su reflexión teórica) a los temas de la significación, del origen del suj eto constituyente; en una palabra, a toda la temática que garantiza, en la historia, la inagotable presencia del Logos, la soberanía de un suj eto puro y la profunda teología de un destino originario? Una política progresista, ¿tiene alguna vinculación con semejante forma de análisis o con su cuestionamiento? ¿Y semej an­ te política tiene alguna vinculación con todas las metáforas dinámicas, biológicas , evolucionistas, con las que se enmascara el difícil problema del cambio histórico o, por el contrario, su meticulosa destrucción? Y aún más: .¿Hay algún parentesco necesario entre una política progresista y el hecho de no querer reconocer en el discurso otra cosa que una del7 gada transparencia que brilla un instante en el límite de las cosas y los pensamientos y después desaparece inmediatamente? ¿Se puede creer que esta política tenga interés en repetir una vez más el tema -del que 38

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yo había creído que la existencia y la práctica en Europa , desde hace

más de doscientos años , del discurso revolucionario , habían podido li berarnos- de que las palabras no son más que viento , un susurro ex­ te rior, un ruido de alas que apenas puede escucharse en la seriedad de Ja historia y el silencio del pensamiento? Y finalmente , ¿se debe pensar que una política progresista esté vinculada a la desvalorización de las prácticas discursivas , con el fin de que triunfe , en su incierta idealidad , una historia del espíritu , de la conciencia , de la razón , del conocimiento , de las ideas o de las opiniones?" . Me parece que percibo , e n cambio -y bastante claramente- , las peligrosas facilidades que se concederían a la política de la que ustedes hablan , si a esta política se le otorgase la garantía de un fundamento originario o de una teología trascendental , si gozase de una constante metaforización del tiempo por las imágenes de la vida o de los modelos del movimiento , si renunciase a la difícil tarea de un análisis general de las prácticas , de sus relaciones, de sus transformaciones, para refugiarse en una historia global de las totalidades, de las relaciones expresivas , de los valores simbólicos y de todas estas significaciones secretas investidas en los pensamientos y en las cosas . Tienen ustedes el derecho de decirme: "Eso está muy bien: las opera­

ciones críticas que usted hace no son tan condenables como podría parecerlo a primera vista. Pero, ¿cómo puede concernir a la política, e inscribirse entre los problemas que hoy son los suyos, este trabajo de termita sobre el nacimiento de lafilología, de la anatomía patológica? Hubo un tiempo en que los filósofos no se consagraban con un celo tan grande a la polvareda del archivo . . ". A lo que yo .

respondería , más o menos : "Existe actualmente un problema que no deja de tener importancia para la práctica política : el del status, las condiciones del ejercicio , el funcionamiento y la institucionalización de los discursos científicos. He aquí aquello de lo que he emprendido el análisis histórico , escogiendo los discursos que tienen, no la estructura epistemológica más fuerte (matemáticas o física) , sino el campo de positividad más denso y complej o (medicina , economía , ciencias humanas)". Veamos un ej emplo sencillo : la formación del discurso clínico que caracterizó la medicina desde principios del siglo XIX hasta nuestros días , o casi . Lo he escogido porque se trata de un hecho históricamente muy determinado y porque no se le puede remitir a ninguna otra instaura­ ción más originaria; porque sería una gran ligereza denunciar en él una 39

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"pseudociencia" , y sobre todo , porque es fácil entender "intuitivamente" la relación existente entre esta mutación científica y un cierto número de acontecimientos políticos precisos : los que se agrupan -incluso a escala europea- baj o el título de Revolución Francesa . El problema es dar a esta relación , aún confusa , un contenido analítico. Primera hipótesis: Sería la conciencia de los hombres la que se habría modificado (baj o el efecto de los cambios económicos, sociales y políti­ cos) y su percepción de la enfermedad se habría encontrado alterada por este mismo hecho : los hombres habrían reconocido en la enfermedad consecuencias políticas (malestar, descontento , revueltas en las pobla­ ciones cuya salud es deficiente) , habrían advertido de las implicaciones económicas (deseo de los patronos de disponer de una mano de obra sana; deseo de la burguesía en el poder, de transferir al Estado las cargas de la asistencia sanitaria) , habrían trasladado a ella su concepción de la sociedad (una medicina única , de valor universal , pero con dos campos de aplicación distintos: el hospital para las clases pobres; la práctica liberal y competitiva para los ricos); habrían transcrito también a ella su concepción del mundo (desacralización del cadáver, que ha permitido las autopsias; una mayor importancia concedida al cuerpo vivo como instrumento de trabaj o; preocupación por la salud, que ha reemplaza­ do a la preocupación por la salvación del alma). Muchas de todas estas cosas no son falsas , pero , por una parte , no dan cuenta de la formación de un discurso científico y, por otra , no han podido producirse , y con los efectos que se han podido constatar, más que en la medida en que el discurso médico había recibido un nuevo status . Segunda hipótesis: Las nociones fundamentales de la medicina clínica se derivarían , por transposición , de una práctica política o, al menos , de las formas teóricas en las que esta práctica se reflej a . Las ideas de solidaridad orgánica , de cohesión funcional , de comunicación de los tejidos , el abandono del principio clasificatorio en favor de un análisis de la totalidad corporal , corresponderían a una práctica política que des­ cubrió, baj o estratificaciones todavía feudales, relaciones sociales de tipo funcional o económico. O aún más : no querer ver en las enfermedades una gran familia de especies casi botánicas y esforzarse por encontr�r en lo patológico su punto de inserción , su mecanismo de desarrollo , su causa y, a fin de cuentas , su terapéutica , ¿no correspondería al proyecto , en la clase social dominante , de dominar el mundo , no únicamente ya 40

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por el saber teórico , sino por un conjunto de conocimientos aplicables, y a su decisión de no aceptar como naturaleza lo que se le impondría como límite o como mal? Tales análisis no parecen tampoco pertinentes, p orque eluden el problema esencial: ¿cuál debería ser el centro de los otros discursos y, de modo general , de las otras prácticas , el modo de existencia y de funcionamiento del discurso médico, para que se produ­ jeran tales transposiciones o correspondencias? Por esto , desplazaré el punto de ataque en relación a los análisis tradicionales . Si hay cierta y efectivamente un vínculo entre la práctica p olítica y el discurso médico , me parece que esto no se debe a que esta práctica haya cambiado primero la conciencia de los hombres, su manera de percibir las cosas o de concebir el mundo , y después, finalmente , la forma de su conocimiento y el contenido de su saber; ni es tampoco porque esta práctica se haya reflej ado, en primer lugar, de un modo más o menos claro y sistemático , en los conceptos , las nociones y los temas que han sido importados en medicina a con­ tinuación , sino que , de una manera mucho más directa , la práctica política ha transformado, no el sentido ni la forma del discurso , sino sus condiciones de aparición , de inserción y de funcionamiento ; la práctica política ha transformado el modo de existencia del discurso médico. Y esto ha ocurrido gracias a un cierto número de operaciones que han sido descritas en otra parte y que resumo aquí: nuevos crite­ rios para designar a los que reciben , según los estatutos , el derecho de emitir un discurso médico ; nuevo "recorte" del obj eto médico a partir de la aplicación de otra escala de observación que se superpone a la primera sin anularla (la enfermedad observada estadísticamente a nivel de una población); nuevo status de la asistencia , que crea un es­ pacio hospitalario de observación y de intervención médicas (espacio que , por otra parte , está organizado según un principio económico , puesto que el enfermo, que s e beneficie d e los cuidados, debe retri­ buirlos con la lección médica que proporciona : paga el derecho a ser atendido con la obligación de ser observado , y esto incluida hasta su propia muerte); nuevo modo de anotación , de conservación , de acumulación , de difusión y de enseñanza del discurso médico (que no debe manifestar ya la experiencia del médic o , sino constituir un documento sobre la enfermedad); nuevo funcionamiento del discurso médico en el sistema de control administrativo y político de la población 41

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(la sociedad , en tanto que tal , es considerada y "tratada" según las categorías de la salud y de lo patológico) . Pero aquí es donde el análisis se hace complej o; estas transforma­ ciones que se dan en las condiciones de existencia y de funcionamiento del discurso , no "se re flej an " , ni "se traducen" , ni "se expresan" en los conceptos, los métodos o los enunciados de la medicina : modifican sus reglas de formación. Lo que la práctica política transforma no son los "obj e tos" médicos (es bien evidente que la práctica política no transforma a las "especies mórbidas" en " focos perj u diciales") , sino e l sistema , que ofrece a l discurso médico u n objeto posible (se trata de una población observada y clasificada o de una evolución patológica en un individuo , del que se establecen los antecedentes y de quien se observan cotidianamente los trastornos o su remisión, o de un espacio anatómico autopsiado); lo que ha sido transformado a causa de la práctica política , no son los métodos de análisis , sino el sistema de su formación (registro administrativo de las enfermedades, de las muertes, de sus causas , de las entradas y salidas del hospital , constitución de los archivos; relación del personal médico con los enfermos en el campo hospitalario); lo que ha sido transformado por la práctica política no son los conceptos, sino su sistema de forma­ ción (la sustitución del concepto de sólido por el de "tej ido" no es, evidentemente , el resultado de un cambio polític o , sino que lo que la práctica política ha modificado es el sistema de formación de los conceptos : la notación intermitente de los e fectos de la enfermedad y la asignación hipotética de una causa funcional, han podido ser sustituidas, gracias a la acción política , por una cuadrícula anatómi­ ca apretada, casi continua, fundamentada en profundidad , y por el descubrimiento local de las anomalías , de su campo de dispersión y de sus eventuales medios de difusión) . El apresuramiento con el que de ordinario se relacionan los contenidos de un discurso científico con una práctica política, enmascara , a mi entender, el nivel en el que puede ser descrita la articulación en términos precisos. Me parece que a partir de un análisis semejante se puede comprender: 1) Cómo describimos un conjunto de relaciones del que podamos seguir detalladamente la subordinación y comprenderla , entre un discur­ so científico y una práctica política . Relaciones indirectas , sin embargo , 42

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p uesto que los enunciados de un discurso científico no pueden ser considerados ya como la expresión inmediata de una relación social o de una situación económica . 2) Cómo asignar el papel propio de la práctica política acerca del discurso científic o . Esta práctica no tiene un papel taumatúrgico , de creación, no hace nacer acabadas a las ciencias , sino que transforma las condiciones de existencia y los sistemas de funcionamiento del discurso . Estas transformaciones no son arbitrarias ni "libres": operan en un dominio que tiene su configuración y que , consecuentemen­ te , no ofrece posibilidades inde finidas de modificación . La práctica política no reduce a la nada la consistencia del campo discursivo en el que opera . Esta práctica no tiene tampoco un papel de crítica universal. No se puede juzgar, en nombre de una práctica política , la cientificidad de una ciencia (a menos que ésta pretenda ser, de una u otra forma , una teoría de la política) . Pero en nombre de una práctica política podemos , sin embargo , replantear el modo de existencia y de funcionamiento de una ciencia. 3) Cómo pueden articularse las relaciones entre una práctica política y un campo discursivo con sus relaciones en otro orden. Así , la medi­ cina a principios del siglo x1x, estaba vinculada a la vez a una práctica política (tal como he analizado en El nacimiento de la clínica) y a todo un conjunto de modificaciones "interdiscursivas" que se habían producido simultáneamente en el conj unto de varias disciplinas (sustitución de un análisis del orden y de las características taxonómicas por un análisis de las solidaridades , de los funcionamientos , de las series sucesivas , que he descrito en Las palabras y las cosas). 4) Cómo los fenómenos que se acostumbra a situar en primer plano (influencia, comunicación de los modelos , transferencia y metaforización de los conceptos) encuentran su condición histórica de posibilidad en estas primeras modificaciones: por ej emplo , la importación de concep­ tos biológicos como los de organismo , función , evolución o incluso enfermedad , para un análisis de la sociedad, no ha tenido en el siglo x1x el papel que hoy se le reconoce (mucho más importante , mucho más cargado ideológicamente que las comparaciones "naturalistas" de las épocas precedentes) , más que en razón del status dado al discurso médico por la práctica política. 43

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Este ejemplo tan largo ha servido para conseguir solamente una cosa , pero una cosa que mantengo : mostrarles en qué sentido lo que intento hacer aparecer a través de mi análisis -la positividad de los discursos , sus condiciones de existencia , los sistemas que rigen su aparición , su funcionamiento y sus transformaciones- puede concernir a la práctica política . Mostrarles lo que puede hacer esta práctica . Convencerlos de que , esbozando esta teoría del discurso científico , haciéndolo apare­ cer como un conjunto de prácticas regladas que se articulan , de un modo analizable , con otras prácticas , no me entretengo simplemente volviendo el juego más complicado para algunos espíritus un poco vivos , sino que intento definir en qué medida , a qué nivel los discursos -y singularmente los discursos científicos- puede ser obj eto de una práctica política y en qué sistema de dependencia pueden encontrarse en relación a ella . Permítanme que una vez más los tome como testigos de la pregunta que planteo: ¿Acaso no es bien conocida la política que responde en términos de pensamiento o de consciencia , en términos de idealidad pura o de rasgos psicológicos, cuando se le habla de una práctica , de sus condiciones, de sus reglas , de sus transformaciones históricas? ¿Acaso no es bien conocida esta política que , desde el siglo x1x, se obstina en no ver en el inmenso dominio de la práctica, más que la epifanía de una razón triunfante (en la que no hay que descifrar más que el destino histórico­ trascendental de Occidente? Y más exactamente : ¿Acaso la negativa de analizar las condiciones de existencia y las reglas de formación de los discursos científicos, en lo que éstos tienen de específico y de depen­ diente , no condena a toda política a una elección peligrosa : o bien esta­ blecer, de un modo al que puede llamarse , si se quiere , "tecnocrático", la validez y la eficacia de un discurso científico, sean las que sean las condiciones reales de su ejercicio y el conjunto de prácticas con las que se articula (instaurado así el discurso científico como regla universal de todas las otras prácticas , sin tener en cuenta el hecho de que él mismo es una práctica reglada y condicionada) , o bien intervenir directamente en el campo discursivo , como si éste no tuviese consistencia propia, hacer de él el material bruto de una inquisición psicológica Uuzgando recíprocamente lo que se dice y quién lo dice) y practicar la valoración simbólica de las nociones (discerniendo en una ciencia los conceptos que son "reaccionarios" de los que son "progresistas")? 44

Las redes del poder

Quisiera concluir sometiendo a su juicio algunas hipótesis : Una política progresista es una política que reconoce las condi­ ciones históricas y las reglas especificadas de una práctica , allí donde otras políticas no reconocen más que necesidades ideales , determinaciones unívocas o el libre juego de las iniciativas indi­ viduales. Una política progresista es una política que define en una práctica las posibilidades de transformación y el juego de dependencias entre estas transformaciones, allí donde otras políticas confían en la abstracción uniforme del cambio o en la presencia taumatúrgica del genio. Una política progresista no hace del hombre o de la conciencia o del suj eto en general el operador universal de todas las trans­ formaciones: define los planos y las funciones diferentes que los suj etos pueden ocupar en un dominio que tiene sus reglas de formación. Una política progresista no considera que los discursos sean el resultado de procesos mudos o la expresión de una conciencia silenciosa , sino que -ciencia o literatura , o enunciados religiosos, o discursos políticos- forman una práctica que se articula con las otras prácticas. He aquí el punto donde lo que intento hacer, desde hace diez años hasta ahora , se une a la pregunta que me formulan ustedes. Debería decir: aquí está el punto en el que su pregunta , en tanto que legítima y apropiada , alcanza a mi empresa en su centro . Si quisiera volver a dar una formulación a esta empresa -como efecto de su pregunta , que no dej a de acuciarme-, he aquí poco más o menos lo que diría: "Determinar en sus diversas dimensiones lo que ha debido ser en Europa , desde el siglo xvn, el modo de exis­ tencia de los discursos, y singularmente de los discursos científicos (sus reglas de formación, con sus condiciones, sus dependencias , sus transformaciones) , para que se constituya el saber que hoy es el nuestro y, de un modo más preciso , el saber que ha tomado como dominio este curioso objeto que es el hombre". Sé , casi tanto como cualquier otro , lo que pueden tener de "ingrato" -en el sentido del término- semejantes investigaciones. Lo que hay de desagradable en tratar los discursos , no a partir de la dulce, muda e íntima 45

Michel Foucault

conciencia que se expresa en ellos , sino a partir de un oscuro conjunto de reglas anónimas . Lo que hay de desagradable en hacer aparecer los límites y las necesidades de una práctica allí donde estábamos habitua­ dos a ver desplegarse , en una pura transparencia , los juegos del genio y de la libertad . Lo que hay de provocador en tratar como un haz de transformaciones esta historia de los discursos, que estaba animada hasta ahora por las metamorfosis tranquilizadora de la vida o de la continuidad intencional de lo vivido. Lo que hay de insoportable , en fin (dado que cada uno quiere poner, piensa poner, algo de "sí mismo" en su propio discurso, cuando comienza a hablar) , en recortar, analizar, combinar, recomponer todos estos textos ahora olvidados, sin que llegue a dibujarse nunca el rostro transfigurado del autor: ¡Y bien, qué ! Tantas palabras acumuladas , tantas marcas hechas sobre tanto papel y ofrecidas a innumerables miradas, un celo tan grande para mantenerlas más allá del gesto que las articula , un fervor tan intenso dedicado a con­ servarlas y a inscribirlas en la memoria de los hombres, ¿todo para que no quede nada de la pobre mano que las ha trazado, de esta inquietud que intentaba apaciguarse en ellas y de esta vida acabada que no tiene , desde ahora, nada más que a ellas para sobrevivir? ¿Acaso el discurso, en su más profunda determinación, no estaría ya "trazado"? Y su murmullo, ¿no sería ya el lugar de las inmortalidades sin sustancia? ¿Habrá que admitir que el tiempo del discurso no es el tiempo de la conciencia trasladado a las dimensiones de la historia, o el tiempo de la historia presente en la forma de la conciencia? ¿Será necesario que suponga que en mi discurso no va mi supervivencia? ¿Y qué , al hablar, no conjuro mi muerte , sino que la establezco; o más bien que toda mi interioridad queda abolida por mí en esta exterioridad que es tan indi­ ferente a mi vida y tan neutra que no diferencia en absoluto entre mi vida y mi muerte? Comprendo muy bien la incomodidad de todas estas gentes. Han lamentado mucho, sin duda, tener que reconocer que su historia, su economía , sus prácticas sociales, la lengua que hablan , la mitología de sus antepasados e incluso las fábulas que les narraron durante su infancia , obedecen a reglas que no son todas dadas por su conciencia; por otra parte , no desean en absoluto que se les desposea, por añadidura, de este discurso en el que quieren poder decir, inmediatamente y sin distancia, lo que piensan , creen o imaginan ; preferirán negar que el discurso sea 46

Las redes del poder

una practica complej a y diferenciada , que obedece a reglas y transfor­ m aciones analizables, antes que ser privados de esta tierna certeza , tan consoladora, de poder cambiar, si no el mundo, si no la vida, por lo menos su "sentido" con la frescura única de una palabra que no vendría sino de ellos mismos y permanecería indefinidamente lo más cerca posible de la fuente . Tantas cosas se les han escapado ya en su lenguaj e , que no quieren que se les escape , además, lo que dicen, este pequeño fragmento de discurso -palabra o escritura , poco importa- cuya débil e incierta existencia debe prolongar su vida más lej os y durante más tiempo . No pueden soportar -y se les comprende un poco- oírse decir: el discurso no es la vida; su tiempo no es el vuestro , en el discurso no os reconciliáis con la muerte; es muy posible que hayáis matado a Dios baj o el peso de todo lo que habéis dicho , pero no penséis que hacéis , con todo lo que decís , un hombre que vivirá más que él. En cada frase que pronunciáis -y muy exactamente en ésta que estáis escribiendo en este instante- os empeñáis en responder, después de tantas páginas , a una pregunta por la que os habéis sentido personalmente concernidos y vais a firmar este texto con vuestro nombre; pero en cada frase reina la ley sin nombre , la blanca indiferencia : "¿Qué quién habla?"; ha dicho alguien: "¿qué importa

quién habla?".

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LAS REDES DEL PODER*

· El presente es el texto de la conferencia proferida en 1 976 en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Bahia , Brasil. Publicado en la Revista anarquista Barbarie, N" 4 y 5 en 1 98 1 -82 , San Salvador de Bahía, Brasil. La traducción del francés al portugués la realizó Ubiraj ara Reboucas, y la traducción del portugués al castellano la hizo Heloisa Primavera y fue publicado en la revista Farenheit 450 Nº 1 , Buenos Aires. Diciembre de 1 986 (revista publicada por estudiantes de la carrera de Sociología de la UBA) .

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Vamos a intentar hacer un análisis de la noción de poder. Yo no soy el pri­ mero , lejos de ello , que intenta desechar el esquema freudiano que opone instinto a represión -instinto y cultura. Toda una escuela de psicoanalistas intentó , desde hace decenas de años , modificar, elaborar este esquema freudiano de instinto vs. cultura , e instinto vs. represión -me refiero tanto a psicoanalistas de lengua inglesa como francesa . Como Melanie Klein, Winnicot y Lacan, que intentaron demostrar que la represión, lej os de ser un mecanismo secundario , ulterior, tardío , que intentaría controlar un juego instintivo dado por la naturaleza , forma parte del mecanismo del instinto o, por lo menos , del proceso a través del cual se desenvuelve el instinto sexual , se constituye como pulsión La noción freudiana de Trieb ' º no debe ser interpretada como un simple dato natural, o un mecanismo biológico natural sobre el cual la represión vendría a depositar su ley de prohibición, sino , según esos psicoanalistas , como algo que ya está profundamente penetrado por la represión . La carepcia, la castración, la laguna , la prohibición, la ley, ya son elementos a través de los cuales se constituye el deseo como deseo sexual , lo cual implica , por lo tanto , una transformación de la noción primitiva de instinto sexual tal como Freud la había concebido al final del siglo x1x. Es necesario, entonces, pensar al instinto no como un dato natural , sino como una elaboración , todo un juego complej o entre el cuerpo y la ley, entre el cuerpo y los mecanismos culturales que aseguran el control sobre el pueblo . Por lo tanto, creo yo que los psicoanalistas desplazaron considera­ blemente el problema , haciendo surgir una nueva noción de instinto , una nueva concepción d e instinto , d e pulsión , d e deseo. Pero l o que me perturba, o por lo menos, me parece insuficiente , es que en esta elabora­ ción propuesta por los psicoanalistas, ellos cambian tal vez el concepto de deseo, pero no cambian en absoluto la concepción de poder. Continúan considerando que el signi ficado del poder, el punto cen­ tral , aquello en lo que consiste el poder, es aún la prohibición, la ley, 10

Pulsión . 51

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el hecho de decir no , una vez más la fórmula "tú no debes" . El poder es esencialmente aquello que dice "tú no debes ". Me parece que esta es una concepción - y de eso hpblaré más adelante- totalmente insuficiente del poder, una concepción jh ridica, una concepción formal del poder y que es necesario elaborar otra concepción de poder que permitirá sin duda comprender mejor las relaciones que se establecieron entre poder y sexualidad en las sociedades occidentales. Voy a intentar desarrollar, o mej or, mostrar en qué dirección se puede desarrollar un análisis del poder que no sea simplemente una concep­ ción jurídica , negativa , del poder, sino una concepción positiva de la tecnología del poder. Frecuentemente encontramos entre los psicoanalistas , los psicólogos y los sociólogos, esta concepción según la cual el poder es esencialmente la regla, la ley, la prohibición , lo que marca un límite entre lo permitido y lo prohibido . Creo que esta concepción de poder fue, a fines de siglo x1x, formulada incisivamente (y extensamente elaborada) por la etnología . La etnología siempre intentó detectar sistemas de poder en sociedades diferentes a las nuestras en términos de sistemas de reglas. Y nosotros mismos, cuando intentamos reflexionar sobre nuestra sociedad , sobre la manera como el poder se ejerce en ella, lo hacemos fundamentalmente a partir de una concepción jurídica: dónde está el poder, quién detenta el poder, cuáles son las reglas que rigen al poder, cuál es el sistema de leyes que el poder establece sobre el cuerpo social . Por lo tanto para nuestras sociedades hacemos siempre una sociología jurídica del poder y cuando estudiamos sociedades diferentes a las nuestras hacemos una etnología que es esencialmente una etnología de la regla, una etnología de la prohibición . Vean , por ejemplo, en los estudios etnológicos, de Durkheim a Levi-Strauss , cuál fue el problema que siempre reaparece , perpetuamente reelaborado . El problema de la prohibición, especialmente la prohibición del incesto. A partir de esa matriz , de ese núcleo que sería la prohibición del incesto , se intentó comprender el funcionamiento general del sistema . Y fue necesario esperar hasta años más recientes para que aparecieran nuevos puntos de vista sobre el poder, ya sea desde Marx o desde perspectivas más alejadas del marxismo clásico . De cualquier modo a partir de allí vemos aparecer con los trabaj os de Clastres, en Bélgica, por ej emplo, toda una nueva concepción del poder como tecnología que intenta emanciparse de ese primado , de ese privilegio de la regla y 52

Las redes del poder

la prohibición que , en el fondo, había reinado sobre la etnología desde Durkheim hasta Levi- Strauss. En todo caso, la cuestión que yo quería plantear es la siguiente : ¿Cómo fue posible que nuestra sociedad , la sociedad occidental en general, haya concebido al poder de una manera tan restrictiva , tan pobre , tan nega­ tiva? ¿Por qué concebimos siempre al poder como regla y prohibición , por qué este privilegio? Evidentemente podemos decir que ello se debe a la influencia de Kant y aquella idea según la cual , en última instancia , la ley moral, el 'tú no debes ', la oposición 'debes/no debes ', es, en el fondo, la matriz de la regulación de toda la conducta humana . Pero, en verdad , esta explicación por la influencia de Kant es evidentemente insuficiente . El problema consiste en saber si Kant tuvo tal influencia . ¿Por qué fue tan poderosa? ¿Por qué Durkheim , filósofo de vagas simpatías socialistas del inicio de la tercera república francesa , se pudo apoyar de esa manera sobre Kant cuando se trataba de hacer el análisis del mecanismo del poder en una sociedad? Creo que podemos analizar la razón de ello en los siguientes términos : en el fondo, en Occidente , los grandes sistemas establecidos desde la Edad Media , se desarrollaron por intermedio del crecimiento del poder monárquico, a costas del poder, o mejor, de los poderes feudales. Ahora , en esta lucha entre los poderes feudales y el poder monárquico, el derecho fue siempre el instrumento del poder monárquico contra las instituciones, las costumbres, los reglamentos, las formas de ligación y de pertenencia características de la sociedad feudal . Voy a dar dos ej emplos : por un lado el poder monárquico se desarrolla en Occidente apoyándose , en gran parte , sobre las institucio­ nes jurídicas y judiciales, y así , desarrollando tales instituciones , logró sustituir la vieja solución de los litigios privados a través de la guerra civil por un sistema de tribunales , con leyes, que proporcionaban de hecho al poder monárquico la posibilidad de resolver él mismo las disputas entre los individuos. De esa manera , el derecho romano, que reaparece en Occidente en los siglos xm y x1v , fue un instrumento formidable en manos de la monarquía para lograr definir las formas, y los mecanismos de su propio poder, a costa de los poderes feudales. En otras palabras , el crecimiento del Estado en Europa fue parcialmente garantizado por (o en todo caso, usó como instrumento) el desarrollo de un pensamiento jurídico. El poder monárquico, el poder del Estado, está esencialmente representado en el derecho. Ahora bien , sucede que al mismo tiempo 53

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que la burguesía que se aprovecha extensamente del desarrollo del poder real, y de la disminución , del retroceso de los poderes feudales, tenía un interés en desarrollar ese sistema de derecho que le permitiría, por otro lado , dar forma a los intercambios económicos , que garantizaban su propio desarrollo social. De modo que el vocabulario , la forma del derecho fue un sistema de representación del poder común a la burguesía y a la monarquía. La burguesía y la monarquía lograron instalar, poco a poco , desde el fin de la Edad Media hasta el siglo xvm una forma de poder que se representaba como discurso , como lenguaj e , el vocabulario del derecho . Y cuando la burguesía se desembarazó finalmente del poder monárquico , lo hizo precisamente utilizando ese discurso jurídico que había sido hasta entonces , el de la monarquía , el cual fue usado en contra de la propia monarquía . Para proporcionar un ej emplo sencillo , Rousseau , cuando hizo su teoría del Estado, intentó mostrar cómo nace un soberano , pero un so­ berano colectivo , un soberano como cuerpo social , o mej or, un cuerpo social como soberano a partir de la cesión de los derechos individuales , de su alienación, y de la formulación de leyes de prohibición que cada individuo está obligado a reconocer pues fue él mismo quien se impuso la ley, en la medida en que él mismo es miembro del soberano , en la me­ dida en que él es él mismo el soberano . Entonces, el instrumento teórico por medio del cual se realizó la crítica de la institución monárquica , ese instrumento teórico fue el instrumento del derecho. En otras palabras, Occidente nunca tuvo otro sistema de representación, de formulación y de análisis del poder que no fuera el sistema de derecho , el sistema de la ley. Y yo creo que esta es la razón por cual , a fin de cuentas, no tuvimos hasta recientemente otras posibilidades de analizar el poder excepto esas nociones elementales, fundamentales, que son las de ley, regla , soberano , delegación de poder, etc . Y creo que es de esta concepción jurídica del poder, de esta concepción del poder a través de la ley y del soberano , a partir de la regla y la prohibición , de la que es necesario ahora liberarse si queremos proceder a un análisis del poder, no desde su representación sino desde su funcionamiento . Ahora bien, ¿cómo podríamos intentar analizar el poder en sus me­ canismos positivos? Me parece que en cierto número de textos podemos encontrar los elementos fundamentales para un análisis de ese tipo . Podemos encontrarlos tal vez en Bentham, un filósofo inglés de fin del 54

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siglo xvm y comienzos del x1x que , en el fondo , fue el más grande teóri­ co del poder burgués, y podemos evidentemente encontrarlos en Marx también , esencialmente en el libro Il de El Capital . Es ahí que pienso que podemos encontrar algunos elementos de los cuales me serviré para analizar el poder en sus mecanismos positivos . En resumen, lo que podemos encontrar en el libro Il de El Capital , es, en primer lugar, que en el fondo no existe un poder, sino varios poderes. Poderes, quiere decir, formas de dominación , formas de sujección que operan localmente , por ej emplo , en una oficina , en el ejército , en una propiedad de tipo esclavista, o en una propiedad donde existen rel�­ ciones serviles . Se trata siempre de formas locales , regionales de poder, que poseen su propia modalidad de funcionamiento , procedimiento y técnica. Todas estas formas de poder son heterogéneas . No podemos entonces hablar de poder, si queremos hacer un análisis del poder, sino que debemos hablar de los poderes o intentar localizarlos en sus espe­ cificidades históricas y geográficas . Así , a partir de ese principio metodológico, ¿cómo podríamos hacer la historia de los mecanismos de poder a propósito de la sexualidad? Creo que , de modo muy esquemático, podríamos decir lo siguiente : El sistema de poder que la monarquía había logrado organizar a partir del fin de la Edad Media presentaba p�ra el desarrollo del capitalismo como inconvenientes mayores: 1) El poder político, tal como se ej ercía en el cuerpo social era un poder muy discontinuo . Las mallas de la red eran muy grandes, un número casi infinito de cosas , de elementos, de conductas , de procesos escapaban al control del Poder. Si tomamos , por ej emplo , un punto preciso -la importancia del contrabando en toda Europa hasta fines del siglo xvm- podemos percibir un fluj o económico muy importante , casi tan importante como el otro , un fluj o que escapaba enteramente al poder. Era además, una de las condiciones de existencia de personas, puesto que de no haber existido piratería marítima , el comercio no habría podido funcionar, y las personas no habrían podido vivir. Bien, en otras palabras , la ilegalidad era una de las condiciones de vida pero al mismo tiempo significaba que había ciertas cosas que escapaban al poder y sobre las cuales no tenía control . Entonces, inconvenientes procesos económi­ cos , diversos mecanismos , de algún modo quedaban fuera de control y 55

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exigían la instauración de un poder continuo, preciso, de algún modo atómico. Pasar así de un poder lagunar, global , a un poder continuo e individualizante , que cada uno , que cada individuo , en él mismo , en su cuerpo , en sus gestos, pudiese ser controlado , en vez de esos controles globales y de masa .

2) El segundo gran inconveniente de los mecanismos de poder, tal como funcionaban en la monarquía , es que eran sistemas excesivamente onerosos. Y eran onerosos justamente porque la función del poder -aque­ llo en que consistía el poder- era esencialmente el poder de recaudar, de tener el derecho de recaudar cualquier cosa -un impuesto , un décimo cuando se trataba del clero- sobre las cosechas que se realizaban; la recaudación obligatoria de tal o cual porcentaj e para el señor, para el poder real , para el clero . El poder era entonces, recaudador y predatorio . En esta medida operaba siempre una sustracción económica, y lej os, consecuentemente , de favorecer o estimular el fluj o económico , era permanentemente su obstáculo y freno. Entonces aparece una segunda preocupación, una segunda necesidad; encontrar un mecanismo de poder tal que al mismo tiempo que controlase las cosas y las personas hasta en sus más mínimos detalles, no fuese tan oneroso ni esencialmente preda­ torio, que se ejerciera en el mismo sentido del proceso económico . Bien , teniendo así a la vista esos dos obj etivos creo que podemos comprender groseramente la gran mutación tecnológica del poder en Occidente . Tenemos el hábito -y una vez más según el espíritu de un marxismo un tanto primario- de decir que la gran invención , todo el mundo lo sabe , fue la máquina de vapor o cosas de ese tipo . Es verdad que eso fue muy importante pero hubo toda una serie de otras inven­ ciones tecnológicas, tan importantes como esas y que fueron en última instancia condiciones de funcionamiento de las otras . Así ocurrió con la tecnología política , hubo toda una invención al nivel de las formas de poder a lo largo de los siglos xvn y xvm . Por lo tanto, es necesario hacer no sólo la historia de las técnicas industriales, sino también la de las técnicas políticas , y yo creo que podemos agrupar en dos grandes capítulos las invenciones de tecnología política , las cuales debemos acreditar sobre todo a los siglos xvu y xvu 1 . Yo las agruparía en dos capítulos porque me parece que se desarrollaron en dos direcciones diferentes: De un lado existe esta tecnología que llamaría de disciplina. Disciplina es, en el fondo , 56

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el mecanismo del poder por el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo social hasta los elementos más tenues por los cuales llegamos a tocar los p ropios átomos sociales , eso es, los individuos . Técnicas de individuali­ zación del poder. Cómo vigilar a alguien , cómo controlar su conducta , su comportamiento, sus aptitudes , cómo intensificar su rendimiento, cómo multiplicar sus capacidades, cómo colocarlo en el lugar donde será más útil , esto es lo que es, a mi modo de ver, la disciphpa . Y les cito en este instante el ej emplo de la disciplina en el ejército. Es un ej emplo importante porque fue el punto donde fue descubierta la disciplina y donde se la desarrolló en primer lugar. Ligada entonces , a esta otra invención de orden técnica que fue la invención del fusil de tiro relativamente rápido . A partir de ese momento , podemos decir lo siguiente : que el soldado dej aba de ser intercambiable , dej aba de ser pura y simplemente carne de cañón y un simple individuo capaz de golpear. Para ser un buen soldado había que saber tirar; por lo tanto , era necesario pasar por un proceso de aprendizaje . Y era necesario que el soldado supiera desplazarse , que supiera coordinar sus gestos con los de los demás soldados , en suma , el soldado se volvía habilidoso . Por lo tanto , precioso . Y tanto más precioso más necesario era conservarlo , y tanto más necesidad de conservarlo más necesidad había de enseñarle técnicas capaces de salvarle la vida en la batalla, y mientras más técnicas se le enseñaban más tiempo duraba el aprendizaj e , más precioso era él, etc . Y bruscamente se crea una especie de embalaje de esas técnicas mi­ litares de adiestramiento que culminarán en el famoso ejército prusiano de Federico II, que gastaba lo esencial de su tiempo haciendo ejercicios. El ejército prusiano , el modelo de disciplina prusiana , es precisamente la perfección , la intensidad máxima de esa disciplina corporal del soldado que fue hasta cierto punto el modelo de las otras disciplinas . El otro lugar en el cual vemos aparecer esta nueva tecnología dis­ ciplinar es la educación. Fue primero en los colegios y después en las escuelas secundarias donde vemos aparecer esos métodos disciplinarios donde los individuos son individualizados dentro de la multiplicidad. El colegio reúne decenas , centenas y a veces, millares de escolares, y se trata entonces de ejercer sobre ellos un poder que será justamente mucho menos oneroso que el poder del preceptor que no puede existir sino entre alumno y maestro . ' Allí tenemos un maestro para decenas de discípulos y es necesario, a pesar de esa multiplicidad de alumnos, 57

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que se logre una individualización del poder, un control permanente , una vigilancia en todos los instantes, así , la aparición de este personaje que todos aquellos que estudiaron en colegios conocen bien , que es el vigilante 1 1 o celador, que en la pirámide corresponde al suboficial del ej ército; aparición también de las notas cuantitativas , de los exámentes , de los concursos, etc . , posibilidades , en consecuencia , de clasificar a los individuos de tal manera que cada uno esté exactamente en su lugar, baj o los oj os del maestro o en la clasificación-calificación o el juicio que hacemos sobre cada uno de ellos . Vean, por ej emplo , cómo ustedes están sentados delante de mí , en fila . Es una posición que tal vez les parezca natural; sin embargo , es bueno recordar que ella es relativamente reciente en la historia de la civilización y que es posible encontrar todavía a comienzos del siglo XIX escuelas donde los alumnos se presentaban en grupos de pie alrededor de un profesor que les dicta cátedra. Eso implica que el profesor no puede vigilarlos real e individualmente : hay un grupo de alumnos por un lado y el profesor por otro . Actualmente ustedes son ubicados en fila , los oj os del profesor pueden individualizar a cada uno , puede nom­ brarlos para saber si están presentes , qué hacen, si divagan, si bostezan , etc . Todo esto , todas estas futilidades , en realidad son futilidades pero son futilidades muy importantes, porque finalmente , al nivel de toda una serie de ejercicios de poder, en esas pequeñas técnicas que estos nuevos mecanismos pudieron investir, pudieron operar. Lo que pasó en el ej ército y en los colegios; puede ser vísto igualmente en las oficinas a lo largo del siglo XIX. Y es lo que llamaré tecnología indivídualizante de poder, y es tecnología que enfoca a los individuos hasta en sus cuerpos, en sus comportamientos; se trata , grosso modo, de una especie de anato­ mía política , de anátomo-política , una política que hace blanco en los individuos hasta anatomizarlos. Bien, he ahí una familia de tecnologías de poder que aparecieron en los siglos XV! l y xvm y, después, tenemos otra familia de tecnologías de poder que aparecen un poco más tarde , en la segunda mitad del siglo xvm , y que fue desarrollada -es preciso decir que la primera , para vergüenza de Francia , fue sobre todo desarrollada en Francia y en Alemania- princi­ palmente en Inglaterra , tecnologías estas que no enfocan a los individuos como indivíduos , sino que ponen blanco en lo contrario , en la población. 11

Surveíllant.

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En otras palabras , el siglo XVI I I descubrió esa cosa capital : que el poder no se ejerce simplemente sobre los individuos entendidos como sujetos­ súbditos -los que era la tesis fundamental de la monarquía , según la cual por un lado está el soberano y por otro los súbditos . Se descubre que aquello sobre lo que se ejerce el poder es la población . ¿Qué quiere decir población? No quiere decir simplemente un grupo humano numeroso , q_uiere decir un grupo de seres vivos que son atravesados, comandados, regidos , por procesos de leyes biológicas . Una población posee una natalidad , una mortalidad , una población tiene una curva etaria , una pirámide etaria , tiene una morbilidad , tiene un estado de salud, una población puede perecer o al contrario puede desarrollarse . Todo esto comienza a ser descubierto en el siglo XVI I I . Se percibe que la relación de poder con el sujeto, o mej or, con el individuo no debe ser simplemente esa forma de sujección que permite al poder recaudar bienes sobre el súbdito , riquezas y eventualmente su cuerpo y su sangre , sino que el poder se debe ej ercer sobre los individuos en tanto constituyen una especie de entidad biológica que debe ser tomada en consideración si queremos precisamente utilizar esa población como máquina de producir todo , de producir riquezas , de producir bienes , de producir otros individuos, etc . El descubrimiento de la población es, al mismo tiempo que el descubrimiento del individuo y del cuerpo adiestrable , creo yo , otro gran núcleo tecnológico en torno al cual los procedimientos políticos de Occidente se transformaron. Se inventó en ese momento , en oposición a la anátomo-política que recién mencioné , lo que llamaré bio-política . Es en ese momento que vemos aparecer cosas , problemas como el del habitat , el de las condiciones de vida en una ciudad, el de la higiene pública , o la modificación de las relaciones entre la natalidad y la mortalidad. Fue en ese momento que aparece el problema de cómo se puede hacer para que la gente tenga más hijos, o en todo caso , cómo podemos regular el fluj o de la población , cómo podemos controlar igualmente la tasa de crecimiento de una población , de las migraciones, etc . Y a partir de allí toda una serie de técnicas de observación entre las cuales está la estadística , evidentemente , pero también todos los grandes organismos administrativos , económicos y políticos , todo eso encargado de la regulación de la población . Por lo tanto , creo yo, hay dos grandes revoluciones en la tecnología del poder: descubrimiento de la disciplina y descubrimiento de la 59

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regulación, perfeccionamiento de una anátomo-política y perfecciona­ miento de una bio-política . La vida se hace a partir del siglo xvm , objeto de poder, la vida y el cuerpo. Antes existían sujetos, suj etos jurídicos a quienes se les podía retirar los bienes, y la vida además. Ahora existen cuerpos y poblaciones. El poder se hace materialista. Deja de ser esencialmente jurídico . Ahora debe lidiar con esas cosas reales que son el cuerpo, la vida. La vida entra en el dominio del poder, mutación capital , una de las más importantes sin duda, en la historia de las sociedades humanas, y es evidente que se puede percibir cómo el sexo se vuelve a partir de ese momento, el siglo xvm , una pieza absolutamente capital , porque en el fondo, el sexo está exactamente ubicado en el lugar de la articulación entre las disciplinas individuales del cuerpo y las regulaciones de la población . El sexo viene a ser aquello a partir de lo cual se puede garantizar la vigilancia sobre los individuos y entonces se comprende por qué es en el siglo xvm y justa­ mente en los colegios , que la sexualidad de los adolescentes se vuelve un problema médico, un problema moral , casi un problema político de primera importancia; porque a través y so pretexto de este control de la sexualidad se podía vigilar a los colegiales, a los adolescentes a lo largo de sus vidas , a cada instante , aun durante el sueño . Entonces, el sexo se tomará un instrumento de disciplinarización , y va a ser uno de los elementos esenciales de esa anátomo-política de la que hablé , pero por otro lado es el sexo el que asegura la reproducción de las poblaciones, y con el sexo , con una política del sexo , podemos cambiar las relaciones entre natalidad y mortalidad; en todo caso la política del sexo , se va a integrar al interior de toda esa política de la vida, que va a ser tan importante en el siglo XIX. El sexo es el ej e12 entre la anátomo­ política y la bio-política, él está en la encnu:ij ada de las disciplinas y de las regulaciones y es en esa función que se transforma al final del siglo XIX, en una pieza política de primera importancia para hacer de la sociedad una máquina de producir.

Foucault- ¿Quieren ustedes hacer alguna pregunta? Auditorio- ¿Qué tipo de productividad pretende lograr el poder en las prisiones? 11

Charniére (bisagra).

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Foucault- Esa es una larga historia: el sistema de la prisión, quiero decir, de la prisión represiva , de la prisión como castigo , fue establecido tardíamente , prácticamente a fines del siglo xvm. Antes de esa fecha la prisión no era un castigo legal: se aprisionaba a las personas simplemente para retenerlas antes de procesarlas y no para castigarlas, salvo casos excepcionales. Bien , se crean las prisiones como sistema de represión , afirmándose lo siguiente : la prisión va a ser un sistema de reeducación de los criminales . Después de una estadía en la prisión , gracias a una domesticación de tipo militar y escolar, vamos a poder transformar a un delincuente en un individuo obediente a las leyes. Se buscaba la producción de individuos obedientes. Ahora bien , inmediatamente , en los primeros tiempos de los sistemas de las prisiones quedó en claro que ellos no producían aquel resultado sino , en verdad, su opuesto: mientras más tiempo se pasaba en prisión menos se era re-educado y más delincuente se era . No solo productivi­ dad nula sino productividad negativa . En consecuencia, el sistema de las prisiones debería haber desaparecido . Pero permaneció y continúa, y cuando preguntamos a las personas qué podríamos colocar en vez de las prisiones, nadie responde . ¿Por qué las prisiones permanecieron , a pesar de esta contraproducti­ vidad? Yo diré que precisamente porque de hecho producían delincuentes y la delincuencia tiene una cierta utilidad económica-política en las socie­ dades que conocemos . La utilidad mencionada podemos revelarla fácil­ mente : cuanto más delincuentes existan más crímenes existirán , cuanto más crímenes haya más miedo tendrá la población y cuanto más miedo haya en la población más aceptable y deseable se vuelve el sistema de con­ trol policial . La existencia de ese pequeño peligro interno permanente es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de control , lo que explica por qué en los periódicos , en la radio, en la televisión, en todos los países del mundo sin ninguna excepción , se concede tanto espacio a la criminalidad como si se tratase de una novedad en cada nuevo día . Desde 1830 en todos los países del mundo se desarrollaron campañas sobre el tema del crecimiento de la delincuencia , hecho que nunca ha sido probado , pero esta supuesta presencia , esa amenaza, ese crecimiento de la delincuencia es un factor de aceptación de los controles . Pero eso no es todo , la delincuencia posee también una utilidad eco­ nómica; vean la cantidad de tráficos perfectamente lucrativos e inscritos 61

Michel Foucault

en el lucro capitalista que pasan por la delincuencia: la prostitución; todos saben que el control de la prostitución en todos los países de Europa es realizado por personas que tienen el nombre profesional de proxenetas y que son todos ellos ex-delincuentes que tienen por función canalizar para circuitos económicos respetables , de personas que tienen cuentas en bancos , los lucros recaudados sobre el placer sexual . la prostitución permitió volver oneroso el placer sexual de las poblaciones y su encua­ dramiento permitió derivar para determinados circuitos el lucro sobre el placer sexual . El tráfico de armas , el tráfico de drogas , en suma , toda una serie de tráficos que por una u otra razón no pueden ser legali y di­ rectamente realizados en la sociedad, pueden serlo por la delincuencia que los asegura . Agreguemos a eso el hecho de que la delincuencia sirve masivamen­ te en el siglo x1x y aún en el siglo xx a toda una serie de alteraciones políticas tales como romper huelgas, infiltrar sindicatos obreros , servir de mano de obra y guardaespaldas de los jefes de partidos políticos , incluso de los más o menos dignos. Aquí estoy hablando precisa­ mente de Francia , en donde todos los partidos políticos tienen una mano de obra que varía entre los colocadores de afiches hasta los aporrea­ dores o matones, mano de obra que está constituida por delincuentes . Así tenemos toda una serie de instituciones económicas y políticas que operan sobre la base de la delincuencia y en esta medida la prisión que fabrica un delincuente profesional , posee una utilidad y una productividad .

AuditoriO'- Todas mis preguntas se fundamentan en la crítica que Dominique Lecourt le ha hecho : si usted da un paso más adelante dejará de ser un arqueólogo , un arqueólogo del saber, si da ese paso adelante , caería en el materialismo histórico . Ese es el fundamento de la pregunta . Quiero saber por qué afirma que aquellos que defienden el materialismo histórico y el psicoanálisis no están seguros de sí mismos, no están seguros de la cientificidad de sus posiciones . La primera cosa que me sorprende después de leer tanto la diferencia entre refoulement y represión , 1 3 es que usted empezó hablando de represión sin diferencia de refoulement . 1 4 Eso es una sorpresa para mí y la segunda sorpresa es que en la tenta­ tiva de trazar una anatomía de lo social basándose en la disciplina del 11 14

En francés en el original. Refoulement: Recalcamiento y recalque.

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Las redes del poder

ejército, utiliza la misma terminología que usan los abogados actuales en el Brasil . En el congreso de OAB (Orden de los abogados del Brasil) realizado hace poco tiempo en Salvador los abogados utilizaron abun­ dantemente las palabras compensar y disciplinar al definir su función jurídica . Curiosamente usted utiliza los mismos términos para hablar del poder, es decir, usando el mismo lenguaj e jurídico: lo que le pregunto es ¿no cae en el mismo discurso de la apariencia de la sociedad capitalista dentro de la ilusión del poder que comienzan a utilizar esos juristas? Así, la nueva ley de sociedades anónimas se presenta como un instrumento para disciplinar a los monopolios , pero lo que ella realmente significa es ser un valioso instrumento tecnológico muy avanzado que obedece a determinaciones independientes de la voluntad de los juristas que son las necesidades de reproducción del capital . En este sentido me sorprende el uso de la misma terminología , continuando, en tanto usted establece una dialéctica entre tecnología y disciplina , y mi última sorpresa es que toma como elemento de análisis social a la población, volviendo así a un período anterior a aquel en que Marx criticó a Ricardo.

Foucault- Voy a intentar responder brevemente a las dos preguntas . Veamos el tema general de la cuestión . En primer lugar yo no hablé en efecto de refoulement, hablé siempre de represión , de interdicción y de ley. Bien , ello se debe al carácter necesariamente breve y alusivo de aquello que no puedo decir en tan poco tiempo. El pensamiento de Freud es un efecto mucho más sutil que la imagen que presenté aquí. En torno a esa noción de recalque se ubica el debate entre , digamos, grosso modo, Reich y los Reichianos, Marcuse , etc . , y por otro lado los psicoanalistas más propiamente psicoanalistas como Melanie Klein y principalmente Lacan . Porque la noción de recalque puede ser utilizada para un análisis de los mecanismos sociales de represión afirmando que la instancia que determina el recalque es una cierta realidad social que se impone como principio de realidad e inmediatamente provoca el recalque . En términos generales este es el análisis reichiano modificado por Marcuse con la noción de sobrerrepresión o más-represión y del otro lado usted tiene a los Lacanianos que retoman la noción de recalque y afirman : nada de eso, cuando Freud habla de recalque , no está pensando en represión , sino en un cierto mecanismo absolutamente constitutivo del deseo, porque para Freud, dice Lacan , no existe deseo no recalcado, 63

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el deseo no existe como deseo sino porque es recalcado y porque lo que constituye el deseo es la ley, y así retira de la noción de ley el concepto de recalque . Por lo tanto hay dos interpretaciones, la interpretación por la repre­ sión y la interpretación por la ley, que describen de hecho dos fenóme­ nos o dos procesos absolutamente diferentes. Es verdad que la noción de recalque en Freud conforme a los textos puede ser utilizada en un sentido o en otro . Fue para evitar ese difícil problema de interpretación freudiana que hablé de represión, porque sucede que los historiadores de la sexualidad nunca utilizaron otra noción que no fuera la de represión, y esto por una razón muy sencilla , y es que este concepto hace aparecer los contornos sociales que determinan el recalque. Podemos , por lo tanto, hacer la historia del recalque a partir de la noción de represión, en tanto que a partir de la noción de interdicción (que de algún modo es más o inenos isomorfa en todas las sociedades) no podemos hacer la historia de la sexualidad . Es así que evité la noción de recalque y hablé solamente de represión . En segundo lugar, me sorprende mucho que los abogados utilicen la palabra disciplina -en cuanto a la palabra compensar no la usé ni una vez- y con respecto a esto quiero decir lo siguiente : creo que desde el nacimiento de aquello que yo llamo bio-poder o anátomo-política , esta­ mos viviendo en una sociedad que comienza a dej ar de ser una sociedad jurídica. La sociedad jurídica fue la sociedad monárquica . Las sociedades europeas de los siglos x11 al xvm eran esencialmente sociedades jurídicas en las cuales el problema del derecho era un problema fundamental, se combatía por él, se hacían revoluciones por él, etc . A partir del siglo x1x en las sociedades que se daban baj o la forma de sociedades de derecho, con parlamentos, legislaciones, códigos, tribunales , existía de hecho otro mecanismo de poder que se infiltraba, que no obedecía a las formas ju­ rídicas y que no tenía por principio fundamental la ley sino el principio de la norma , y que poseía instrumentos que no eran los tribunales , la ley y el aparato judiciario, sino la medicina , la psiquiatría , la psicología , et� . Por lo tanto, estamos en un mundo disciplinario, estamos en un mundo de regulación . Creemos que estamos todavía en el mundo de la ley pero de hecho es otro tipo de poder el que está en vías de constitución por intermedio de conexiones que ya no son más conexiones jurídicas. Así , es perfectamente normal que usted encuentre la palabra disciplina en 64

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boca de los abogados , llega a ser interesante ver lo que concierne a un punto interesante : cómo la sociedad de la normalización al mismo tiempo p uede habitar y hacer disfuncionar la sociedad del derecho . Hay que ver lo que pasa en el sistema penal . En países de Europa como Alemania , Francia e Inglaterra , prácticamente no hay ningún criminal un poco importante , y en breve no habrá ninguna persona que pase por los tribunales penales , que no pase también por las manos de un especialista en medicina , psiquiatría o psicología. Eso porque vivimos en una sociedad en la que el crimen ya no es más simple ni esencialmente la transgresión a la ley, sino el desvío en relación a una norma . En lo que respecta a la penalidad sólo se habla ahora en términos de neurosis , desvío, agresividad, pulsión, etc. Ustedes lo saben muy bien, por lo tanto , cuando hablo de disciplina , de normalización , yo no caigo en el plano jurídico, son por el contrario los hombres del derecho, los hombres de la ley, los juristas , que están obligados a emplear ese vocabulario de la disciplina y la normalización . Que se hable de disciplina en el congreso de OAB no hace más que confirmar lo que digo y no es que caiga en una concepción j urídica. Los que están fuera de lugar son ellos.

Auditorio- ¿Cómo ve la relación entre saber y poder? - Es la tecnología del poder que provoca la perversión sexual o es la anarquía natural biológica que existe en el hombre que provoca . . . Foucault- Sobre este último punto, es decir, sobre lo que motiva , lo que explica el desarrollo de esta tecnología, no creo que podamos decir que sea el desarrollo biológico. Intenté demostrar lo contrario, es decir, ¿cómo forma parte del desarrollo del capitalismo esta mutación de la tecnología del poder? Forma parte de ese desarrollo en la medida en que , por una parte , fue e l desarrollo del capitalismo l o que hizo necesario esta mutación tecnológica , pero, por otro lado, esa mutación hizo posible el desarrollo del capitalismo; una implicación perpetua de dos movimientos que están de algún modo engrampados el uno con el otro . Bien, con respecto a la otra cuestión . . . Cuando existe alianza del placer con el poder, ese es un problema importante . Lo que quiero decir brevemente es que es justamente eso que parece caracterizar los mecanismos de poder en función de nuestras sociedades , es lo que hace que no podamos decir simplemente que el poder tiene por función 65

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interdictar, prohibir. Si admitimos que el poder solo tiene por función prohibir, estamos obligados a inventar mecanismos -como Lacan y otros están obligados a hacerlo- para poder decir: 'Vean: nos identificamos con el poder' o entonces decimos que hay una relación masoquista que se establece con el poder y que hace que gocemos de aquel que prohibe; pero en compensación si usted admite que la función del poder no es esencialmente prohibir sino producir, producir placer, en ese momento se puede comprender, al mismo tiempo cómo se puede obedecer al poder y encontrar en el hecho de la obediencia placer, que no es masoquista necesariamente . los niños nos pueden servir de ejemplo : creo que la ma­ nera que se hizo de la sexualidad de los niños un problema fundamental para la familia burguesa del siglo x1x, provocó y volvió posible un gran número de controles sobre la familia, sobre los padres, sobre los niños, etc . , al mismo tiempo que produj o toda una serie de placeres nuevos : placer en los padres al vigilar a los hijos, placer de los niños en jugar con su propia sexualidad contra sus padres o con sus padres, etc . , toda una nueva economía del placer alrededor del cuerpo del niño . No hace falta decir que los padres, por masoquismo , se identificaron con la ley. . .

Auditorio- Usted no respondió a la pregunta que se le hizo sobre las relaciones entre el saber y el poder, y sobre el poder que usted, Michael , ejerce a través de su saber. . . Foucault- En efecto, la pregunta debe ser planteada. Bien, creo que -en todo caso en el sentido de los análisis que hago cuya fuente de inspiración usted puede ver- las relaciones de poder no deben ser consideradas de una manera esquemática como : de un lado están los que tienen el poder y del otro los que no lo tienen. Aquí un cierto marxismo académico utiliza frecuentemente la oposición clase dominante/clase dominada , discurso dominante/discurso dominado , etc . Ahora, en primer lugar, ese dualismo nunca será encontrado en Marx; en cambio sí puede ser encontrado en pensadores reaccionarios y racistas como Gobineau , que admiten que en una sociedad hay dos clases, una dominada y la otra que domina . Usted va a encontrar ello en muchos lugares pero nunca en Marx porque en efecto Marx es demasiado astuto como para poder admitir esto , él sabía perfectamente que lo que hace la solidez de las relaciones de poder es que ellas no terminan jamás , que no hay de un lado algunos y de otro 66

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lado muchos , ellas atraviesan en todos lados; la clase obrera retransmite relaciones de poder, ejerce relaciones de poder. El hecho de que usted sea estudiante implica que ya está inserto en una cierta situación de poder; yo, como profesor, estoy igualmente en una situación de poder, estoy en una situación de poder porque soy hombre y no una muj er, y por el hecho de que usted sea una mujer implica que está igualmente en una situación de poder, pero no la misma, todos estamos en situación , etc. Bien , si de cualquier persona que sabe algo podemos decir 'usted ejerce el poder' , me parece una crítica estúpida en la medida en que se limita a eso. Lo que es interesante es, en efecto, saber, cómo en un grupo , en una clase , en una sociedad operan mallas de poder, es decir, cuál es la localización exacta de cada uno en la red del poder, como él lo ejerce de nuevo, como lo conserva , como impacta en los demás , etcétera.

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UNA INTRODUCCIÓN A LA VIDA NO FASCISTA *

Este texto ha sido escrito por Foucault como prólogo a la edición norteamericana de El Anti-Edipo de Gilíes Deleuze y Félix Guattari , fue publicado en el Magazine Littéraire de septiembre del 88. Traducción del francés de Esther Díaz. •

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Durante los años 1945- 1965 (pienso en Europa) , había cierta manera correcta de pensar, cierto estilo de discurso polític o , cierta ética de lo intelectual . Era necesario tutearse con Marx , no dejar vagabundear los sueños demasiado lej os de Freud y tratar los sistemas de signos -el significante- con el mayor respeto . Tales eran las tres condiciones que hacían aceptable esta singular ocupación de escribir y de enunciar una parte de la verdad sobre sí mismo y sobre su época .

Luego vinieron cinco años breves, apasionados, cinco años de júbilo y de enigma. En las puertas de nuestro mundo , Vietnam , evidentemente , y el primer gran golpe asestado a los poderes constituidos . Pero ¿qué pa­ saba exactamente aquí, en el interior de nuestros muros? ¿Una amalgama de política revolucionaria y antirrepresiva? ¿Una guerra librada en dos frentes -la explotación social y la represión psíquica? ¿Un ascenso de la libido modulada por el conflicto de clases? Puede ser. Sea lo que fuere , es por medio de esta interpretación familiar y dualista que se ha pretendido �xplicar los acontecimientos de esos años. El sueño que , entre la Primera Guerra Mundial y el advenimiento del fascismo , había encantado a las fracciones más utopistas de Europa -la Alemania de Wilhem Reich y la Francia de los surrealistas-, había vuelto para iluminar la realidad misma: Marx y Freud esclarecidos por la misma incandescencia . ¿Pero realmente ha pasado esto? , ¿se trata realmente de una retoma del proyecto utópico de los años 30, esta vez en la escala de la práctica histórica? ¿O hubo, por el contrario , un movimiento hacia luchas políticas que no se constituyen más según el modelo descripto por la tradición marxista? , ¿hacia una experiencia y una tecnología del deseo que no es más la freudiana? Se han enarbolado, ciertamente , viej os estandartes, pero el combate se ha desplazado y ha ganado nuevos terrenos . El Anti-Edipo (Deleuze-Guattari) muestra , ante todo , la extensión del terreno cubierto. Pero hace mucho más que eso . No se agota en la denigración de los viej os ídolos , aunque se divierte mucho con Freud. Este libro , fundamentalmente , nos incita a ir más lejos.

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Sería un error leer El Anti-Edipo como la nueva referencia teórica (esa famosa teoría que se nos anunció con tanta frecuencia: que englobaría todo , que sería absolutamente totalizante , aquella -se nos aseguraba­ de la que "tenemos tanta necesidad" en esta época de dispersión y de especialización , en la que "la esperanza" ha desaparecido) . No es preciso buscar una "filosofía"' en esta extraordinaria profusión de nociones nuevas y de conceptos-sorpresa : El Anti-Edipo no es un Hegel relumbrante . La mejor manera , creo, de leer El Anti-Edipo es abordarlo como un "arte" en el sentido , por ejemplo, que se habla de un "arte erótico" . Apoyándose en las nociones aparentemente abstractas de multiplicidad , de fluj os , de dispositivos y de ramificaciones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la "máquina" capitalista ofrece respuestas a preguntas concretas . Preguntas que se preocupan más por el cómo que por el por qué de las cosas. ¿Cómo se introduce el deseo en el pensamiento , en el discurso , en la acción? ¿Cómo el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de la política e intensificarse en el proceso del derrumbe del orden establecido? Ars erótica, ars theoretica, ars política. De ahí surgen los tres adversarios con los que El Anti-Edipo se con­ fronta . Tres adversarios que no tienen la misma fuerza, que representan distintos grados de amenaza , y que el libro combate por diferentes medios. 1. Los ascetas políticos, los militantes tristes, los terroristas de la teoría, aquellos que querrían preservar el orden puro de la polí­ tica y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los funcionarios de la Verdad. 2. Los lamentables técnicos del deseo -los psicoanalistas y los se­ miólogos que registran cada signo y cada síntoma, y que quisieran reducir la múltiple organización del deseo a la ley binaria de la estructura y de la falta . 3 . Finalmente , e l mayor enemigo , e l adversario estratégico (mientras que la oposición de El Anti-Edipo a sus otros enemigos constituye más bien un compromiso táctico) : el fascismo . Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y Mussolini -que supo movilizar y utilizar muy bien el deseo de las masas- sino también el fascismo que reside en cada uno de nosotros , que invade nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, desear lo que nos domina y lo que nos explota . 72

Las redes del poder

Yo diría que El Anti-Edipo (que me perdonen sus autores) es un libro de ética , el primer libro de ética que se haya escrito en Francia desde hace mucho tiempo (tal vez sea ésta la razón de que su éxito no se limite a un "lectorado" particular: ser anti-Edipo se ha vuelto un estilo de vida, un modo de pensar y de vivir) . ¿Cómo hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno cree ser un militante revolucionario? ¿Cómo desembarazar del fascismo nuestro discurso y nuestros actos, nuestro corazón y nuestros placeres? ¿Cómo hacer salir de su refugio al fascismo que se incrustó en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las huellas de la carne que se había aloj ado en los repliegues del alma . Deleuze y Guattari , por su parte , acechan las huellas ínfimas del fascismo en el cuerpo. Rindiendo un modesto homenaje a San Francisco de Sales, 1 5 se podría decir que El Anti-Edipo es una introducción a la vida no fascista. Este arte de vivir contrario a todas las formas del fascismo (instaladas o por instalarse) se acompaña de cierto número de principios esenciales que , si yo tuviera que hacer de este gran libro un manual , o guía de la vida cotidiana , resumiría así : - Despoj e la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante . Desarrolle la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y disyunción , antes que por subdivisión y jerarqui­ zación piramidal . - Libérese de las viejas categorías de lo Negativo (la ley, el límite , la castración, la falta, la laguna) que el pensamiento occidental, desde hace tanto tiempo, ha considerado sagradas en tanto formas de poder y modo de acceso a la realidad . Prefiera lo positivo y lo múl­ tiple , la diferencia antes que la uniformidad, los fluj os, antes que las unidades, los agenciamientos móviles antes que los sistemas. Considere que lo productivo no es sedentario, sino nómade . - No imagine que es necesario ser triste para ser militante , incluso si la cosa que se combate es abominable . El lazo entre deseo y realidad es lo que posee fuerza revolucionaria (y no su huida hacia las formas de la representación) . 15

Hombre de la Iglesia , del siglo XVII . Fue obispo de Génova . Es conocido por su

Introducción a la vida devota.

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No utilice el pensamiento para dar a una práctica política un valor de Verdad ; ni la acción política para desacreditar un pensamiento , como si éste fuera mera especulación. Utilice la práctica política como un intensificador del pensamiento , y el análisis como un multiplicador de las formas y de los dominios de intervención de la acción política . No exij a de la política que restablezca los "derechos" del individuo tal como los ha definido la filosofía . El individuo es producto del poder. Es necesario "desindividualizar" por medio de la multi­ plicación y el desplazamiento , el agenciamiento de diferentes combinaciones. El grupo no debe ser el lazo orgánico que une los individuos jerarquizados , sino un generador constante de "desindividualización" . No se enamore del poder.

Se podría decir que Deleuze y Guattari aman tan poco el poder que buscaron neutralizar los efectos del poder ligados a sus propios discursos. De ahí los juegos y las trampas que se encuentran un poco por todo el libro , y que hacen que su traducción sea un verdadero esfuerzo . Pero no son la trampa familiar de la retórica , que busca seducir al lector sin que sea consciente de la manipulación y que termina por con­ vencerlo contra su voluntad . Las trampas de El Antí-Edípo son las del humor: invita a dejarse expulsar, a liberarse del texto dando un portazo . El libro hace pensar a menudo que es sólo humor, juego , allí donde ocurre , sin embargo , algo esencial , algo muy serio : el acoso de todas las formas de fascismo , desde aquellas, colosales, que nos rodean y nos aplastan, hasta las formas menores que constituyen la amarga tiranía de nuestras vidas cotidianas.

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¿A QUÉ LLAMAMOS CASTIGAR? *

Entrevista con Michel Foucault realizada en diciembre de 1 983 y revisada por Foucault en febrero de 1 984 . Ha sido publicada por la Revue de l'Université de Bruxelles, 1 984/ 1 - 3 , páginas 35 y siguientes. Traducida por F. H. Álvarez. Publicada en la Revista Española Archipiélago Nº 2 y en la Revista Argentina No hay Derecho Nº 2, diciembre de 1 990. ·

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Foulek Ringelbiem: La

publicación de su libro Vigilar y castigar en 1 9 74 supuso algo así como la caída de un meteorito en el terreno de penalistas y criminólogos. Esta obra, al proponer un análisis del sistema penal en la perspectiva de la táctica política y de la tecnología del poder, trastocó las concepciones tradicionales sobre la delincuencia y sobre la función social de la pena. Este libro desconcertó a los jueces represivos, al menos a aquellos que se preguntaban por el sentido de su trabajo y conmovió a numerosos criminólogos que, dicho sea de paso, no aceptaron gustosos que su discurso fuese calificado de mera palabrería. En la actualidad son cada día más raros los libros de criminologia que no se refieran a Vigilar y castigar como un trabajo absoluta­ mente insoslayable. Sin embargo el sistema penal no cambia y "la palabrería" criminológica continúa invariable. Es como si se rindiese homenaje al teórico de la epistemología jurídico-penal sin poder beneficiarse de sus enseñanzas, como si entre la teoría y la práctica existiese una impermeabilidad total. Su intención no ha sido sin duda realizar un trabajo de refarmador, pero ¿sería posible imaginar una política criminal que se sustentase en sus análisis e in­ tentarse extraer de ellos algunas consecuencias ? Michel Foucault: Convendría quizás comenzar por precisar qué es lo que he intentado hacer con este libro . Mi objetivo principal no ha sido realizar una obra crítica , si se entiende por tal la denuncia de los inconvenientes del sistema penal actual. Tampoco he pretendido erigirme en historiador de las instituciones, en el sentido en que no he querido relatar cómo había funcionado la institución penal y carcelaria durante el siglo x1x. He intentado plantear un problema distinto: descubrir el sistema de pensamiento, la forma de racionalidad que , desde finales del \siglo xvm, subyacía a la idea de que la prisión es, en último término , el medio mejor, o uno de los más eficaces y más racionales, para castigar las cJnfracciones que se producen en una sociedad . Es evidente que al hacer esto estaba impulsado por determinadas preocupaciones relacionadas con lo que se podría hacer hoy En efecto , se me ocurrió que oponiendo, como se hacía tradicionalmente , reformismo y revolución no se estaba

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poniendo los medios para pensar las condiciones que podían dar lugar a una real , profunda y radical transformación . Me parece que con mucha frecuencia en las reformas del sistema penal se admitía implícitamente , y a veces también explícitamente , el sistema de racionalidad que se había definido y aplicado hace ya tiempo, y que únicamente se intentaba saber qué instituciones y prácticas permitían la realización del proyecto inicial , conseguir sus fines . Al desentrañar el sistema de racionalidad subyacente a las prácticas punitivas pretendía señalar cuáles eran los principios teó­ ricos que era necesario reexaminar si de verdad se quería transformar el sistema penal . Yo no he dicho que fuera forzosamente necesario liberarse de él, pero creo que es muy importante saber, cuando se quiere llevar a cabo una transformación y una renovación , no sólo qué son las insti­ tuciones y cuáles son sus efectos reales , sino también cuál es el tipo de pensamiento que las sustenta: ¿qué es lo que se puede admitir todavía de ese sistema y cuáles son , por el contrario, las dimensiones que deben ser relegadas , abandonadas , transformadas? Es lo mismo que he intentado hacer con la historia de las instituciones psiquiátricas . Y es verdad que estoy un poco sorprendido, y un tanto decepcionado , de ver que todo esto no conducía a ningún proyecto de reflexión ni de pensamiento que habría podido, reunir, en tomo a un mismo problema , a personas muy diferentes: magistrados , teóricos del derecho penal, funcionarios de la institución penitenciaria , abogados , trabaj adores sociales y personas que hubiesen pasado por las cárceles. En este sentido es cierto que p � razones que son sin duda de orden cultural y social los años setenta han sido enormemente decepcionantes. Se lanzaron muchas críticas en todas las direcciones y con frecuencia esas ideas tuvieron una cierta difusión y ej ercieron en ocasiones una cierta influencia , pero raramente se produj o una cristalización d e las cuestiones planteadas e n un proyecto colectivo destinado a determinar cuáles serían las transformaciones a emprende!:;) Por mi parte y, pese a mis deseos , nunca he tenido la posibilidad de esta­ blecer contactos de trabajo con profesores de derecho penal , magistrados , ni tampoco , por supuesto , con algún partido político. Y así el partido socialista que desde 1972 contó con nueve años para preparar su llegada al poder, y que hasta cierto punto ha sido receptivo en sus discursos a muchos de los temas que se plantearon en los años sesenta , nunca hizo una tentativa seria para definir por adelantado cuál podría ser su práctica real cuando accediese al poder. Parece que las instituciones, los grupos 78

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y los partidos políticos que habrían podido abrir un trabaj o de reflexión sobre estas cuestiones no lo han hecho . . .

En efecto, se tiene la impresión de que el sistema conceptual no ha evolucionado en absoluto. A pesar de que los juristas y los psiquiatras reconocen a la vez la pertinencia y la novedad de sus análisis, se enfrentan, según parece, a la imposibilidad de trasvasarlos a la práctica, a la hora de definir lo que, utilizando un término ambiguo, se podría denominar una política criminal. E R. :

M . E : Plantea usted un problema que es efectivamente muy importante

y difícil . Como sabe pertenezco a una generación de personas que han visto desplomarse la mayor parte de las utopías que habían sido cons­ truidas durante el siglo x1x y los comienzos del siglo xx. También hemos comprobado los efectos perversos, en ocasiones desastrosos, que pueden ser producidos por los proyectos más generosos en sus intenciones. Por mi parte he intentado con firmeza no jugar el papel del intelectual profeta que indica por adelantado a las gentes lo que deben hacer y les impone marcos de pensamiento , objetivos y medios extraídos de su propio cerebro trabaj ando encerrado en su despacho rodeado de libros. Me ha parecido que el trabaj o de un intelectual , de lo que llamo "un intelectual especí­ fico", consiste en intentar desasirse del poder de imposición y desasirse también , en la contingencia de su formación histórica , de los sistemas de pensamiento que nos resultan familiares en la actualidad , que nos parecen evidentes y que forman parte de nuestras percepciones, actitudes y comportamientos. Después es preciso trabaj ar en común con personas implicadas en la práctica, no sólo para modificar las instituciones y sus prácticas , sino también para reelaborar las formas de pensar.

¿Lo que usted ha calificado, y que sin duda ha sido mal interpretado, de "palabrería criminológica" consiste precisamente en no poner en cuestión ese sistema de pensamiento en el que todos esos análisis han sido realizados a lo largo de siglo y medio? ER. :

M . E : Así es. Posiblemente haya utilizado un término un tanto desenvuelto y, en consecuencia , podemos retirarlo. Pero tengo la im­ presión de que las dificultades y contradicciones que la práctica penal ha soportado durante los últimos siglos nunca han sido reexaminadas

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a fondo . Y desde hace ahora ciento cincuenta años siempre se repiten exactamente las mismas nociones, los mismos temas , los mismos repro­ ches , las mismas críticas y las mismas exigencias como si nada hubiese cambiado . A partir del momento en que una institución , que presenta tantos inconvenientes, que suscita tantas críticas, no produce más que una indefinida repetición de los mismos discursos , la "palabrería" se convierte en un síntoma serio .

En Vigilar y castigar analiza "la estrategia" que consiste en trans­ formar determinados ilegalismos en delincuencia, lo que convierte el aparente fracaso de la prisión en su triunfo. Es como si un determinado "grupo" se sir­ viese, más o menos conscientemente, de esta vía para obtener efectos que no estarían explícitos. Se tiene la impresión, posiblementefalsa, de que se produce así una astucia del poder que subvierte los proyectos y desbarata los discursos de los refarmadores humanistas. Desde este punto de vista se produciría una cierta semejanza entre sus análisis y el modelo de interpretación marxista de la historia (pienso en las páginas en las que muestra cómo determinado tipo de ilegalismos se ven especialmente reprimidos mientras que otros son tolerados). Pero a diferencia del marxismo no se ve claramente qué "grupo" o qué "clase", qué intereses se juegan en esta estrategia. F. R. :

M . F . : Hay que distinguir diferentes cosas en el análisis de una situa­

ción . En primer lugar está lo que podríamos llamar su racionalidad o su \ finalidad, es decir, los objetivos que propone y los medios de que dispone para conseguirlos , en suma , se trata del programa de la institución tal y como ha sido definido -por ejemplo , las concepciones de Bentham sobre la prisión-. En segundo lugar se plantea la cuestión de los efecto§.....1 Evidentemente los efectos coinciden muy pocas veces son la finalidad; y así , el objetivo de la prisión-corrección, de la cárcel como medio para reformar al individuo, no se ha conseguido, se ha producido más bien el efecto inverso y la cárcel ha servido sobre todo para intensificar los comportamientos delictivos . Ahora bien , cuando el efecto no coincide con la finalidad se plantean distintas posibilidades : o bien se reforma la institución , o bien se utilizan esos defectos para algo que no estaba previsto con anterioridad pero que puede perfectamente tener un sentido y una utilidad. Esto es lo que podríamos denominar el uso. Y así, la pri­ sión, que no ha conseguido la enmienda de los delincuentes , ha servido 80

Las redes del poder

�specialmente de mecanismo de eliminación . El cuarto nivel de análisis

podría ser designado con el nombre de configuraciones estratégicas , es decir, a partir de esos usos en cierta medida imprevistos , nuevos, y pese a todo buscados hasta cierto punto, se pueden erigir nuevas conductas r racionales que sin estar en el programa inicial responden también a sus ...... objetivos, usos en los que pueden encontrar acomodo las relaciones existentes entre los diferentes grupos sociales. E R. :

Efectos que se transfarman en fines . . .

M . F . : Efectivamente , efectos que son retomados para diferentes usos , y esos usos racionalizados , organizados en función de nuevos fines. E R. : ¿Pero eso no es algo premeditado, no existe un proyecto maquiavélico oculto en la base de todo esto? M . F . : No, no existe un sujeto o un grupo que sea el responsable de esta estrategia sino que , a partir de efectos diferentes a los fines iniciales y de la utilización de esos efectos , se construye un determinado número de estrategias. E R. :

Estrategias cuya finalidad escapa, a su vez, en parte a quienes las

conciben. M . F . : Sí , aunque a veces esas estrategias son perfectamente conscien­

tes: se puede decir que la manera de utilizar la prisión por la policía es prácticamente consciente . Simplemente ocurre por lo general que las estrategias no se formulan de manera explícita , a diferencia del programa. El programa inicial de la institución, su finalidad primera , está , por el contrario, manifiesto y sirve de justificación , mientras que las configura­ ciones estratégicas con frecuencia no están claras incluso para aquellos que ocupan un puesto en la institución y juegan en ella un determinado papel. Pero este juego puede perfectamente consolidar una institución y pienso que la cárcel se ha consolidado pese a las críticas que se le han hecho , debido a que se han entrecruzado en su espacio singular diferentes estrategias de distintos grupos sociales.

81

Michel Foucault E. R. : Usted explica claramente cómo la pena de prisión fue denunciada como el gran fracaso de la justicia penal, desde comienzos del siglo x1x, y ello en los mismos términos que se hace hoy en día. No existe un solo penalista que no esté convencido de que lá prisión no consigue los objetivos que le han sido asignados: la tasa de criminalidad no disminuye; la cárcel lejos de "resocializar" fabrica delincuentes; aumenta la reincidencia; no garantiza la seguridad . . . De todas farmas los establecimientos penitenciarios siguen estando llenos y no se percibe en relación a ellos el inicio de un cambio bajo el gobierno socialista en Francia. Pero al mismo tiempo usted le ha dado la vuelta al problema. Más que buscar las razones de un fracaso sometido permanentemente a retoques se ha preguntado para qué irse y a quiénes beneficia ese problemático fracaso. Y descubre así que la prisión es un instrumento de gestión y de control diferencial de los ilegalismos. En este sentido, lejos de constituir un fracaso, la prisión, por el contrario, ha conseguido triunfar claramente a la hora de de.finir un determinado tipo de delincuencia, la delincuencia de las clases populares; ha logrado producir una determinada categoría de delincuentes, identificándose para mejor diferenciarlos de otras categorías de infractores provenientes de la burguesía. Por último, usted ha observado que el sistema penitenciario permite con­ vertir en natural y legítimo el poder legal de castigar, lo naturaliza. Esta idea conecta con la vieja cuestión de la legitimidad del funcionamiento de la pena­ lidad ya que el ejercicio del poder disciplinario no agota el poder de castigar, incluso, si, como usted ha mostrado, esa es su función principal.

N. F . : Eliminemos, si le parece , algunos malentendidos . En primer lugar, en este libro sobre la prisión es evidente que no me he planteado la cuestión del fundamento del derecho de castigar. Lo que he querido analizar es el hecho de que a partir de una determinada concepción del fundamento del derecho a castigar, que se puede encontrar en los penalistas o en los filósofos del siglo xvm , eran perfectamente concebi­ bles diferentes modos de penalidad . De hecho , en este movimiento de reformas que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo xvm , se sugiere un amplio abanico de formas de castigar, siendo , al fin , la cárcel la que en cierto modo salió ganando . La cárcel no ha sido el único modo de castigar, pero se ha convertido en uno de los principales. La cuestión pues que me planteé consistía en dilucidar por qué se había optado por 82

Las redes del poder

ella , y cómo esta forma de penalidad había influido no sólo en la práctica judicial , sino también en un determinado número de problemas bastante fundamentales para el derecho penal. Así , por ejemplo , la importancia concedida a los aspectos psicológicos o psicopatológicos de la persona­ lidad criminal , que se mantuvo a lo largo de todo del siglo x1x, ha estado hasta cierto punto inducida por una práctica punitiva que se proponía como finalidad la enmienda y que , en último término , se estrellaba ante la imposibilidad de corregir. He dej ado pues a un lado el problema del fundamento del derecho a castigar para plantear otro diferente , a mi juicio descuidado con frecuen­ cia por los historiadores: los medios de castigar y su racionalidad. Pero esto no quiere decir que la cuestión del fundamento del castigo no sea importante . Sobre este punto pienso que hay que ser a la vez modesto y racional , racionalmente modesto , y recordar aquello que decía Nietzche hace ya más de un siglo , a saber, que en nuestra sociedades contemporá­ neas ya no se sabe con exactitud qué es lo que se hace cuando se castiga , ni tampoco qué puede en el fondo justificar la punición: todo ocurre como si practicásemos un tipo de castigo en el que se entrecruzan ideas heterogéneas , sedimentadas unas sobre otras, que provienen de historias diferentes, de momentos distintos, de racionalidades divergentes . Así pues si no me he referido a ese fundamento del derecho de cas­ tigar no es porque no lo considere importante ; yo creo que una de las tareas más importantes consistiría , sin duda, en repensar, articulando el derecho , la moral y la institución, el sentido que se le puede conferir hoy a la punición legal . '

E R. : El problema de la definición dé la punición es tan complejo que no solamente no se sabe a ciencia cierta lo que es castigar, sino que además parece existir una cierta repugnancia a castigar. De hecho los jueces afirman cada vez más que no castigan sino que más bien curan, tratan, reeducan, sanan. En la actualidad recurrir al psiquiatra, al psicólogo, al asistente social es un acto de rutina judicial, tanto penal como civil. Usted ha analizado este fenómeno que muestra sin duda alguna un cambio epistemológico en la esfera jurídico-penal. La justicia penal parece haber cambiado de sentido. El juez aplica cada vez menos del código penal al autor de una infracción y trata cada vez más de patologias y de alteraciones de la personalidad.

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Michel Foucault

M. E : Pienso que tiene usted razón . ¿Por qué la justicia penal ha esta­ blecido con la psiquiatría unos lazos que en principio deberían resultarle fuertemente embarazosos? Parece evidente que entre los problemas que trata la psiquiatría y el ámbito en que se mueve la práctica del derecho penal existe una clara heterogeneidad , no me atrevo a hablar de con­ tradicción. Son dos formas de pensamiento que se mueven en niveles muy distintos y no se percibe , en consecuencia , a partir de qué lógica podría la una servirse de la otra. Sin embargo es cierto , y se trata de un hecho sorprendente que arranca del siglo x1x, que la justicia penal , de la que en principio podría esperarse que desconfiaría enormemente del pensamiento psiquiátrico, psicológico o médico, se ha sentido fascinada por este pensamiento. Existen por supuesto resistencias y también, evidentemente , conflictos que no hay que subestimar. Pero si consideramos un período más largo de tiempo , de siglo y medio , resulta claro que la justicia penal ha sido receptiva y cada vez más acogedora con esas formas de pensamiento . E s muy posible que los planeamientos psiquiátricos hayan resultado en ocasiones molestos a la práctica penal , pero en la actualidad parece que ésta los promueve , lo que permite mantener en el equivoco la cuestión de saber qué es lo que se hace cuando se castiga .

E R. : En las últimas páginas de Vigilar y castigar señala que las técnicas disciplinarias se han convertido en una de las principales funciones de nuestra sociedad. Su poder ha alcanzado su más fuerte intensidad en la institución penitenciaria. Por otra parte también que la prisión no es absolutamente indispensable para un tipo de sociedad como la nuestra, ya que pierde gran parte de su razón de ser en medio de dispositivos de normalización cada día más numerosos. ¿Se podría pensar en una sociedad sin cárceles ? Esta utopía comienza a ser considerada en serio por algunos criminólogos. Por ejemplo I..o uk Hulsman, catedrático de derecho penal de la Universidad de Rotterdam y experto de las Naciones Unidas, defiende una teoría de abolición del sistema penal. Hulsman constata que una gran parte de los delitos escapan al sistema penal sin que ello ponga en peligro a la sociedad. Propone, en consecuencia, descriminalizar sistemáticamente la mayor parte de los actos y comporta­ mientos que la ley convierte en crímenes o delitos, y sustituir el concepto de crimen por el de "situación-problema". En lugar de castigar y de estigmatizar se trataría de intentar solucionar los conflictos a través de procedimientos de 84

Las redes del poder

arbitraje, por vías de conciliación no judiciales. Habría que contemplar las infracciones como si fueran riesgos sociales, con lo cual lo esencial sería la indemnización de las víctimas. La intervención del aparato judicial quedaría así reservado para los asuntos graves, o en última instancia para aquellos en que fracasen los intentos de conciliación o las soluciones del derecho civil. Las propuestas de Hulsman implican toda una revolución cultural. ¿Qué piensa usted acerca de estas posturas abolicionistas que esquemáticamente acabo de exponer? ¿Pueden considerarse como una de las posibles prolongaciones de Vigilar y castigar? M. F . : Creo que existen muchas cosas interesantes en la tesis de Huls­

man y entre ellas el desafío que presenta a la cuestión del fundamento del derecho a castigar al afirmar que ya no hay que castigar más . Encuentro también muy interesante que plantee la cuestión del fundamento del derecho a castigar considerando al mismo tiempo los medios para responder a lo que se considera una infracción . Dicho de otro modo , la cuestión de los medios no es, según él, simplemente una consecuencia de lo que se había planteado respecto al fundamento del derecho a castigar puesto que la reflexión sobre el fundamento del castigar y la manera de reaccionar ante una infracción deben de estar íntimamente unidas . Todo ello me parece muy estimulante e importante , y aunque no estoy demasiado familiarizado con su trabajo me pregunto si la noción de situación-problema no puede suponer una psicologización de la cuestión y de su resolución . ¿Una práctica semejante no corre el riesgo , incluso si él no lo desea, de conducir a una especie de disociación entre , por una parte , las reacciónes sociales colectivas e institucionales del crimen que va a ser considerado como un accidente , y que deberá ser solucionado como tal accidente , y, por otra parte , a una hiperpsicologización por lo que se refiere al criminal, que va a constituirlo en objeto de intervenciones psiquiátricas o médicas con fines terapéuticos? E R. :

¿Esta concepción del delito no conduce además a la abolición de las nociones de responsabilidad y de culpabilidad? En la medida en que existe el mal en nuestras sociedades, la conciencia de culpa que, según Ricoeur; habría nacido con los griegos, ¿no cumpliría una función social necesaria? ¿Puede concebirse una sociedad liberada de todo sentimiento de culpa?

85

Michel Foucault

M . E : No creo que lo importante sea si una sociedad puede funcionar..-, sin culpabilidad , sino más bien , si la sociedad puede hacer funcionar la culpabilidad como principio organizador y fundador del derecho . Y es _} ahí donde la cuestión se complica . Paul Ricoeur tiene perfecto derecho a plantearse el problema de la conciencia moral y lo hace en tanto que filósofo o historiador de la filosofía . Es legítimo afirmar que existe la culpabilidad , que ha existido desde un cierto tiempo . Se puede discutir también si este sentimiento proviene de los griegos o tiene otro origen. De todos modos existe y no se ve fácilmente cómo una sociedad como la nuestra , enraizada todavía fuertemente en una tradición, que es también la de los griegos, podría estar al margen de la culpabilidad . Durante largo tiempo se ha podido pensar que era posible articular un sistema de derecho y una institución j udicial en tomo a una noción como la de culpabilidad . Para nosotros por el contrario la cuestión sigue abierta . __

E R. : Actualmente cuando un individuo comparece ante alguna de las instancias de la justicia penal debe dar cuenta no sólo del acto prohibido que ha cometido sino también de su propia vida. M . F . : Es cierto. Se ha discutido mucho , por ejemplo en los Estados Unidos, acerca de las penas indeterminadas . Me parece que en casi todas partes se ha abandonado esta práctica , pero sin embargo ese sistema implicaba una cierta tendencia , una cierta tentación que no creo que haya desaparecido : hacer recaer el j uicio penal más sobre un conjunto de cualidades características de una existencia o de una manera de ser que sobre un acto concreto . Hay que tener en cuenta también la medida , adoptada recientemente en Francia , de aplicación de penas en relación a los jueces. Se ha intentado reforzar -y la intención es buena- el poder y el control del aparato judicial sobre el desarrollo del castigo penal, lo que de hecho ha servido para hacer disminuir la independencia de la institución penitenciaria. Sin embargo , en contrapartida, hete aquí que va a existir un tribunal compuesto , según creo, por tres jueces, encargado de decidir si se le concede o no a un detenido la libertad condicional . Esta decisión será adoptada teniendo en cuenta una serie de elementos entre los cuales figura en primer lugar la primera infracción , que se verá en cierto modo reactualizada, ya que la parte civil y los representantes de la

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Las redes del poder

víctima estarán presentes y podrán intervenir. A esto se van a añadir los datos relativos a la conducta del individuo en la cárcel , tal y como han sido observados , considerados , interpretados , por los guardianes, por los administradores, por los psicólogos y los médicos , todo este magma de elementos heterogéneos y dispersos es lo que va a permitir adoptar una decisión de tipo judicial . Aun en caso de que esta práctica fuese jurídicamente aceptable , conviene saber qué consecuencia implicaría de hecho, así como los riesgos que representaría para la justicia penal , en su funcionamiento corriente , el hecho de que arraigue el hábito de adoptar una decisión penal en función de una buena o mala conducta . E R. : La medicalización de la justicia conduce, poco a poco, a un desplaza­ miento del derecho penal en el interior de las prácticas judiciales. El sujeto de derecho se ve reemplazado por el neurótico o el psicópata, más o menos irres­ ponsables, cuya conducta vendría determinada por factores psico-biológicos. Como reacción a esta concepción, algunos penalistas contemplan la posibilidad de retornar al concepto de punición susceptible de conciliarse más adecuada­ mente con el respecto a la libertad y a la dignidad del individuo. No se trata de volver a un sistema de castigo brutal y mecánico en el que se hace abstracción del régimen socioeconómico en el que funciona, que ignoraría la dimensión social y política de la justicia, sino de encontrar de nuevo una coherencia conceptual y distinguir bien lo que depende del derecho y lo que corresponde a la medicina. Se me ocurre aquella frase de Hegel: "Si consideramos que toda pena conlleva derecho se honra al delincuente como ser racional ". M . E : Creo en efecto que el derecho penal forma parte del juego so­ cial en una sociedad como la nuestra y que esto no hay que ocultarlo . Esto significa que los individuos que forman parte de esta sociedad se reconocen en tanto que tales como suj etos de derecho , por lo que son susceptibles de ser penalizados y castigados cuando infringen alguna norma . Pienso que en esto no hay nada escandaloso , pero el deber de la sociedad es hacer que los individuos concretos puedan reconocerse de hecho como suj etos de derecho , lo que resulta difícil si el sistema penal que se utiliza es arcaico , arbitrario e inadecuado respecto a los problemas reales que se plantean en una sociedad . Consideremos , por ejemplo , el ámbito específico de la delincuencia económica. El verdadero trabaj o a priori no consiste en inyectar cada vez más medicina , más psiquiatría 87

Michel Foucault

para modular este sistema y hacerlo más aceptable , sino que lo que es necesario es repensar el sistema penal en sí mismo . Con esto no quie­ ro decir que volvamos a la severidad del Código Penal de 1 8 1 0 sino proponer que nos planteemos seriamente la idea de un derecho penal que definiría claramente lo que en una sociedad como la nuestra puede ser considerado como objeto de castigo , proponer la idea misma de un sistema que defina las reglas del j uego social . Desconfío de aquellos que quieren retornar al sistema de 1 8 1 0 sirviéndose del pretexto de que la medicina y la psiquiatría desdibuj an el sentido de lo que es la justicia penal; desconfío también de aquellos que aceptan en el fondo este sis­ tema de 1 8 1 0 sometiéndolo simplemente a ajustes, a mej oras , en fin, atenuándolo mediante modulaciones psiquiátricas y psicológicas.

ANEXO

Traducción y nota preliminar de J osé Fernández Vega

Nota introductoria Los textos que se presentan a continuación son informes que Michel Foucault elevaba al Collége de France al culminar sus cursos. 1 Del total de trece informes, esta selección incluye tres y otros están disponibles en nuestro idioma . 2 En noviembre de 1969 , Foucault fue elegido como sucesor de su antiguo profesor jean Hyppolite en la cátedra de "Historia de los sistemas de pensamiento" del Collége de France . Esta institución , sin duda la más prestigiosa de la enseñanza superior francesa , posee reglamentos muy particulares. Los cursos del Collége son abiertos al público , pero no se exigen exámenes ni se otorga ningún tipo de diploma. Los profesores deben dictar veinticuatro horas de clase por año (doce de curso y otras tantas de seminario) y la tradición los obliga a innovar los contenidos de su enseñanza anualmente . Foucault dictaba sus clases los miércoles ante auditorios multitudinarios . Su lección inaugural, publicada baj o e l título El orden del discurso (19 71) , tuvo lugar e n diciembre d e 1970. Foucault continuó con su tarea en el Collége hasta que su salud se lo impidió definitivamente . El primer texto de esta selección corresponde al curso de 19 74-19 75 y en él se analiza la noción de "individuo peligroso" surgida como efecto 1

Los textos aquí traducidos fueron tomados de : Foucault , Michel, Resume des cours

(1 970- 1 982), París, julliard , 1 989 . He realizado mi trabajo en la Asociación Argentina

de Investigaciones Éticas. Quisiera agradecer a la Dra . Esther Díaz por sus valiosos comentarios. 2

Véase: Foucault , Michel, El discurso del poder, Buenos Aires. Folios Ediciones, 1 98 5 , presentación y selección de Osear Terán : « Informes de la cátedra "Histo­ ria de los sistemas de pensamiento"» . En el original francés los textos se titulan respectivamente "Seguridad, territorio y población" ( 1 9 7 7 - 1 978) y "Nacimiento de la biopolítica" ( 1 978- 1 9 79). También: "La sociedad punitiva" ( 1 9 7 2 - 1 9 7 3 ) , "Psiquiatría y antipsiquiatría" (título original : " E l poder psiquiátrico" ( 1 973- 1 9 74 ) , y otra versión de "Los anormales" , en: Foucault , M . , La vida de los hombres infames, Madrid , La Piqueta, 1 990. 91

Michel Foucault

del entrecruzamiento de distintos discursos : el médico, el jurídico y el psiquiátrico . Este informe guarda una relación directa con el libro Yo, Pierre Riviére . . . ( 1973) , que fue también un resultado del trabaj o de Foucault en el Collége junto con sus colaboradores más estrechos . "Hay que defender la sociedad" ( 1975- 1976) es el segundo informe y hemos elegido que el conj unto de los textos lleve el mismo título no sólo por la fuerza irónica que trasunta sino también porque parece con­ densar algunos de los temas tratados aquí . Principalmente , la cuestión de la soberanía y del gobierno de los cuerpos , vinculada también a las distintas tecnologías que la hacen posible : el encierro , la vigilancia y el enfrentamiento con el que se impusieron en el surgimiento de la moder­ nidad . Foucault nunca hizo una teoría política en el sentido clásico . En las dos últimas partes de Vigilar y castigar; sin embargo , se encuentra toda una serie de análisis renovadores sobre las concepciones de la soberanía del iluminismo e indicaciones cruciales , profundizadas aquí, sobre la productividad del esquema de la guerra para la genealogía del poder. Se pueden leer dos clases correspondientes a este curso en Microfísica

del poder. 3 En el último informe ( 1979- 1 980) , Foucault anticipa ciertos temas de la serie de Historia de la sexualidad, y que su muerte en 1984 no le permitió terminar de revisar. Planeaba dedicar el cuarto tomo de esa obra , que aún permanece inédito , a los primeros siglos del cristianismo y al estudio de lo que denominó sus "testimonios de la carne": la manifesta­ ción del deseo, su desciframiento y purificación. Aquí, una vez más, la inquietud principal del teórico es la de indagar en la genealogía de una forma de gobierno de unos hombres por otros y en particular la que se produce en las instituciones monásticas . Una constante preocupación de Foucault en sus cursos fue la de "no perder nunca de vista la referencia a un ejemplo concreto que pueda servir de terreno de experiencia para el análisis" . El lector no dejará de percibir la enorme masa documental que se pone en juego en estos informes, fruto de un constante trabajo de archivo . A pesar de la impresionante erudición puesta en evidencia, la lectura no aparece obturada por las referencias . Por el contrario, y en consonancia con el proyecto original del autor, lo que se busca es dar un lugar a la pluralidad de discursos de una época 3 Foucault, Michel, Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 1 9 7 9 . Véanse los cursos del 7 y del 14 de enero de 1 9 76 (pp . 1 2 5 - 1 5 2 ) .

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Las redes del poder

-incluso, o sobre todo , a aquellos aparentemente menos interesantes o ya perimidos--con el fin de permitir el trabajo de la genealogía e ilustrar sus conclusiones teóricas . Este es el doble sentido de un pensamiento no simplemente histórico, sino en la historia , con el que Michel Foucault renovó los alcances de la tarea de la filosofía y conmovió las perspectivas del conocimiento social . José Fernández Vega

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Los anormales La gran familia indefinida y confusa de los "anormales" , acechada por el miedo a finales del siglo XIX, no marca simplemente una fase de incertidumbre o un episodio un poco desdichado en la historia de la psicopatología , sino que ha sido formada en correlación con todo un conjunto de instituciones de control, toda una serie de mecanismos de vigilancia y de distribución . Mientras estuvo casi por completo conteni­ da en la categoría de "degeneración" , dio lugar a elaboraciones teóricas irrisorias , pero con efectos duramente reales . El grupo de los anormales se formó a partir de tres elementos cuya constitución no ha sido exactamente sincrónica: 1 . El monstruo humano . Viej a noción cuyo marco de referencia es la ley. Noción jurídica , entonces, pero en sentido amplio , ya que en ella se trata no sólo de leyes de la sociedad sino también de leyes de la naturaleza : el campo de aparición del monstruo es un dominio jurídico-biológico. Cada una en su momento , las figuras del ser mitad hombre mitad bestia (valorizadas sobre todo en la Edad Media), las individualidades dobles (valorizadas sobre todo en el Renacimiento) , los hermafroditas (que han suscitado tantos problemas durante los siglos XVII y XVIII) han repre­ sentado esta doble · infracción : lo que hace que un monstruo humano sea un monstruo no es sólo la excepción que representan en relación a la forma de la especie , sino el problema que plantea a las regularidades jurídicas (se trate de las leyes del matrimonio , de los cánones de bau­ tismo o de las reglas de la sucesión) . El monstruo humano combina lo imposible y lo prohibido . Es preciso estudiar en esta perspectiva los grandes procesos a hermafroditas donde se han enfrentado juristas y médicos desde el caso de Rouen (a comienzos del siglo XVII) hasta el proceso de Anne Grandj ean (a mediados del siglo siguiente) como así también obras como la Embriología sagrada de Cangiamila, publicada y traducida en el siglo XVIII.

95

Michel Foucault

A partir de allí se pueden comprender un cierto número de equívocos que continuarán obsesionando el análisis y el estatuto del hombre anor mal , incluso cuando éste haya reducido y confiscado los rasgos propios del monstruo. En primera línea de estos equívocos se encuentra un juego nunca completamente controlado entre la excepción a la naturaleza y una infracción al derecho . Ambas dejan de superponerse sin dejar de jugar una en relación a la otra . El alej amiento "natural" de la "naturaleza" mo­ difica los efectos jurídicos de la transgresión y sin embargo no los borra por completo, no remite pura y simplemente a la ley, pero tampoco la suspende : la pliega , produciendo efectos , activando mecanismos , ape­ lando a instituciones para-judiciales y, marginalmente , médicas . Se ha podido estudiar en este sentido la evolución del peritaj e médico-legal en materia penal desde el acto "monstruoso" problematizado a comienzos del siglo XIX (con los casos Cornier, Léger, Papavoine) hasta la aparició n..¡ de esta noción de individuo "peligroso" -a la cual es imposible darle un sentido médico o un estatuto jurídico-y que no obstante es la noci an--'

)

fundamental de los peritaj es contemporáneos . Al plantear hoy a la me­ dicina la pregunta en sí misma insensata: ¿es peligroso este individuo? (pregunta que contradice un derecho penal fundado en la sola condena de los actos y postula una relación de implicación mutua y de naturale­ za entre enfermedad e infracción) , los tribunales están prolongando -a través de transformaciones que se trata de analizar- los equívocos de los viej os monstruos seculares. 2 . El individuo a corregir. Es un personaj e más reciente que el monstruo. Es menos correlativo a los imperativos de la ley y de las formas canónicas de la naturaleza que a las técnicas de encauzamiento4 con sus exigencias propias. La aparición del "incorregible" es contemporánea a la puesta en práctica de las técnicas de disciplina a la que se asiste durante los siglos XVII y XVIII en el ejército , las escuelas , los talleres, e incluso , un poco más tarde , en las familias mismas. Los nuevos procedimientos de encauzamiento (dressage) del cuerpo , del comportamiento , de las ap-

4 Dressage en el original , que también puede traducirse por corrección , domestica­ ción , enderezamiento , adiestramiento , aplanamiento. En el texto que sigue el autor j uega con los distintos matices de la palabra . Hemos seguido la versión establecida por A. Garzón del Camino en su traducción de Vigilar y Castigar, México , Siglo XXI , 1 9 7 5 , pp. 1 7 5 y ss. (N. del T. )

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Las redes del poder

titudes , abren el problema de aquellos que escapan a esta normatividad que ya no es la soberanía de la ley. \ La "interdicción" constituía la medida judicial por la cual un individuo era , al menos parcialmente , descalificado como suj eto de derechos. Este L marco jurídico y negativo será en parte colmado , en parte reemplaza­ do , por un conjunto de técnicas y de procedimientos con los cuales se intentará encauzar (dresser) a aquellos que se resisten al encauzamiento (dressage) y corregir a los incorregibles . El "encierro", aplicado a gran escala a partir del siglo XVII , puede aparecer como una especie de fórmula intermedia entre el procedimiento negativo de la interdicción judicial y los procedimientos positivos de encauzamiento (redressement). El encierro excluye de hecho y funciona fuera de la ley, pero se da como justificación la necesidad de corregir, de mej orar, de conducir al arrepen­ timiento, de producir el retomo de los "buenos sentimientos" . A partir de esta forma confusa , pero históricamente decisiva , es preciso estudiar la aparición con fechas históricas precisas de las diferentes instituciones de encauzamiento (redressement) y de las categorías de individuos a las cuales están dirigidas. Nacimientos técnico-institucionales de la ceguera , de los sordomudos , de los imbéciles, de los retardados , los nerviosos , los desequilibrados. Monstruo banalizado y pálido , el anormal del siglo XIX es también un descendiente de esos incorregibles que han aparecido en los márgenes de las técnicas modernas de "encauzamiento" ("dressement"). 3. E l onanista. Figura completamente nueva e n e l siglo XVIII. Aparece en correlación con los nuevos vínculos entre sexualidad y organización familiar, con la nueva posición del niño en medio del grupo parental , con la nueva importancia acordada al cuerpo y a la salud. Aparición del cuerpo sexual del niño . De hecho , esta emergencia tiene una larga prehistoria: el desarrollo ( conjunto de técnicas de dirección de conciencia (en la nueva pastoral na­ cida de la Reforma y del Concilio de Trento) e instituciones de educación . De Gerson a Alphonse de Ligori , toda una cuadriculación (quadríllage) \discursiva del deseo sexual, del cuerpo sensual y del pecado de mollitíes5 está asegurada por la obligación del testimonio penitenciario y de una práctica muy codificada de interrogatorios sutiles. Esquemáticamente , puede decirse que el control tradicional de las relaciones prohibidas -·

5

En latín en el original = blandura , debilidad de ánimo, pereza , molicie . (N . del T. )

97

Michel Foucault

(adulterio , incesto , sodomía , bestialismo) duplicó el control de la "carne" en los movimientos elementales de la concupiscencia . Pero sobre este fondo, la cruzada contra la masturbación introduce una ruptura . Comienza estrepitosamente , primero en Inglaterra hacia

17 10 con la publicación de Onania, y sigue en Alemania antes de desen­

cadenarse en Francia alrededor de 1760 con el libro de Tissot . Su razón de ser es enigmática pero sus efectos , innumerables. Unos y otros no

pueden ser determinados sino tomando en consideración algunos de los rasgos esenciales de esa campaña . Sería insu ficiente , en efecto , no ver en ella -y esto desde una perspectiva próxima a Reich que ha inspirado



recientemente los trabaj os de Van Hussel- más que un proceso de rel-· ¡ ·

presión ligado a las nuevas exigencias de la industrialización : el cuerp _

_E����ctiv� contra el cuerpo del placer. De hecho esta cruzada , al meno , en el siglo XVI I I , no toma la forma de una disciplina sexual general . S

dirige de manera privilegiada -si no exclusiva- a los adolescentes o ;_; los niños, y más precisamente aún , a los de familias ricas o acomodadas .

Ubica a la sexualidad , o al menos al uso sexual del propio cuerpo, en el

origen de una serie indefinida de desórdenes físicos que pueden hacer sentir sus efectos sobre todas las formas y en todas las edades de la vida .

La potencia etiológica ilimitada de la sexualidad, a nivel de los cuerpos

y de las enfermedades , es uno de los temas más constantes no sólo en los textos de esta nueva moral médica , sino también en las obras de

patología más serias. Si luego el niño se convierte por ellas en el respon­ sable de su propio cuerpo y de su propia vida, en el "abuso" que él hace de su sexualidad , se acusa a los padres de ser los verdaderos culpables:

deficiente vigilancia , negligencia , y sobre todo esa falta de interés por sus

hijos, por sus cuerpos y sus conductas , lo que los lleva a confiarlos a no­

drizas, domésticas , preceptores, todos esos intermediarios regularmente denunciados como los iniciadores del desenfreno (Freud comenzará allí

su primera teoría de la "seducción") . A través de esta campaña se entrevé el imperativo de una nueva relación padres-hij os y, más ampliamente ,

una nueva economía de las relaciones intra-familiares: solidificación e

intensificación de las relaciones padre-madre-hijos (a expensas de las relaciones múltiples que caracterizarían la "casa grande" ) , inversión d



sistema de obligaciones familiares (que antes iban de los hij os a los padres y que ahora tienden a hacer del niño el obj eto primero e incesante de los deberes de los padres, asignándoles la responsabilidad moral y médica _J

98

Las redes del poder

de todos sus descendientes) , aparición del principio de salud como ley fundamental de los vínculos familiares, distribución de la célula familiar alrededor del cuerpo -y del cuerpo sexual- del niño , organización de un lazo físico inmediato , de un cuerpo a cuerpo padres-hij os donde se anudan de manera complej a el deseo y el poder y, finalmente , necesidad

de un control y de un conocimiento médico externo para arbitrar y regular estas nuevas relaciones entre la vigilancia obligatoria de los padres y el cuerpo tan frágil , irritable , excitable de los niños .

La cruzada contra la

masturbación traduce la organización de la familia restringida (padres , hij os) como un nuevo aparato de saber-poder. El cuestionamiento de la sexualidad del niño , y de todas las anomalías de las cuales ésta será responsable , ha sido uno de los procedimientos de constitución de este nuevo dispositivo .

La pequeña familia incestuosa que caracteriza nuestras

sociedades , el minúsculo espacio familiar sexualmente saturado donde fuimos criados y donde vivimos , se ha formado allí . --. El individuo "anormal" al que desde el fin del siglo XIX toman en cuenta tantas instituciones , discursos y saberes, deriva a la vez de la excepción jurídico-natural de monstruo, de la multitud de incorregibles en los aparatos de encauzamiento

(redressement)

y del secreto universal

de las sexualidades infantiles. A decir verdad , las tres figuras del mons­ truo, del incorregible y del onanista no van a confundirse exactamente . Cada uno se inscribirá en sistemas autónomos de referencia científica : el monstruo en una teratología y una embriología que han encontrado en Geoffroy Saint-Hilaire su primera gran coherencia científica , el inco­ rregible en una p � ico-fisiología de las sensaciones de la motricidad y de las aptitudes , el onanista en una teoría de la sexualidad que se elabora lentamente a partir de la

Psycopathia Sexualis

de Kaan .

Pero la especificidad de estas referencias no puede hacer olvidar tres fenómenos esenciales que en parte la anulan o por lo menos la modi­ fican : la construcción de una teoría general de la "degeneración" que a partir del libro de Morel ( 18 5 7) va a servir a lo largo de medio siglo de marco teórico y al mismo tiempo de justificación social y moral a todas las técnicas de localización , de clasificación y de intervención sobre los anormales. La organización de una red institucional compleja que , en los confines de la medicina y de la justicia , sirve a la vez de estructura de "recepción" de los anormales y de instrumento para la "defensa" de la sociedad . Finalmente , el movimiento por el cual el elemento más

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Michel Foucault

reciente aparecido en la historia (el problema de la sexualidad infantil) , va a cubrir los otros dos para convertirse en el siglo XX en el principio de explicación más fecundo de todas las anomalías .

La Antiphysis que el terror del monstruo llevaba una vez a la excep­ cional luz del día , es ahora desplazada por la sexualidad universal de los niños bajo la forma de las pequeñas anomalías cotidianas .

1 00

Las redes del poder

* * *

Desde 1 9 70 , la serie de cursos ha tratado de la lenta formación de un saber y de un poder de normalización a partir de los procedimientos

jurídicos tradicionales de castigo . El curso del año 1 9 7 5 - 1 976 terminará este ciclo con el estudio de los mecanismos por los cuales , desde el fin del siglo XIX, se quiere "defender la sociedad" .

* * *

El seminario de este año ha estado consagrado al análisis de las trans­ formaciones de la especialización psiquiátrica en materia penal , desde los grandes casos de monstruosidad criminal (caso príncipe : Henriette Cornier) hasta el diagnóstico de los delincuentes "anormales" .

101

"Hay que defender la sociedad" Para llevar a cabo el análisis concreto d e las relaciones d e poder, es preciso abandonar el modelo jurídico de la soberanía . Este , en efecto , presupone al individuo como sujeto de derechos naturales o de poderes primitivos, se pone como objetivo dar cuenta de la génesis ideal del Esta­ do y, en síntesis, hace de la ley la manifestación fundamental del poder. Sería preciso intentar el estudio del poder no a partir de los términos primitivos de la relación, sino a partir de la relación misma en tanto ésta determina los elementos sobre los cuales ella se funda: más que pregun­ tarle a los suj etos ideales lo que han podido ceder de ellos mismos o de sus poderes para dejarse suj etar, es preciso buscar de qué forma las relaciones de sujetamiento pueden fabricar sujetos. Del mismo modo , más que investigar la forma única , el punto central del cual derivarían todas las formas de poder por consecuencia o desarrollo , es preciso ante todo dej arlas ofrecerse en su multiplicidad , sus diferencias , su especificidad , su reversibilidad : estudiarlas , por tanto, como relaciones de fuerza que se entrecruzan , remiten unas a otras , convergen o , por el contrario, se oponen y tienden a anularse . Por último , más que otorgar un privilegio a la ley como manifestación de poder, sería mej or intentar determinar las diferencias técnicas de coerción que la ley pone en juego . S i hay que evitar e l desvío del análisis del poder a l esquema propuesto por la constitución jurídica de la soberanía , si hay que pensar el poder en términos de relaciones de fuerza , ¿hay que descifrarlo, sin embargo , según la forma general de la guerra? ¿Puede servir la guerra para analizar las relaciones de poder? Esta cuestión incluye muchas otras : -¿Debe considerarse la guerra como un estado de cosas primero y fundamental, en relación al cual todos los fenómenos de dominación, de diferenciación , de jerarquización sociales deben considerarse como derivados?

1 03

Michel Foucault

-Los procesos de antagonismos, de enfrentamientos y de luchas entre

individuos , grupos o clases, ¿revelan en última instancia los procesos generales de la guerra? -El conjunto de nociones derivadas de la estrategia o de la táctica , ¿puede constituir un instrumento válido y suficiente para analizar las

relaciones de poder?

-Las instituciones militares y guerreras , y de una manera general los

procedimientos puestos en práctica para hacer la guerra , ¿son estrecha

o lej anamente , directa o indirectamente , el núcleo de las instituciones políticas? -Pero la cuestión que acaso habría que plantear en primer lugar sería la siguiente : ¿Desde cuándo y cómo se ha comenzado a imaginar que la guerra funciona en las relaciones de poder, que un combate ininte­

rrumpido moldea la paz y que el orden civil es fundamentalmente un

orden de batalla?

Esta es la cuestión que ha sido planteada en el curso de este año . ¿Cómo se ha percibido la guerra en la filigrana de la paz? ¿Quién ha buscado en el ruido y la confusión de la guerra , en la polvareda de la batalla , el principio de inteligibilidad del orden, de las instituciones y de

la historia? ¿Quién fue el primero en pensar que la guerra era la política continuada por otros medios? * * *

Una paradoja aparece a primera vista . Con la evolución de los Estados desde comienzos de la Edad Media , las prácticas y las instituciones de

guerra parecen haber sufrido una visible evolución . Por una parte , han tenido la tendencia a concentrarse en las manos de un poder central que era el único en tener el derecho y los medios de la guerra . De este modo,

se han ocultado , no sin lentitud, de la relación de hombre a hombre , de grupo a grupo , y una línea de evolución las ha conducido a convertirse

cada vez más en un privilegio del Estado . Por otra parte , y como con­

secuencia de lo anterior, la guerra tiende a transformarse en el dominio profesional y técnico de un aparato militar cuidadosamente de finido y

controlado . En una palabra : una sociedad enteramente atravesada por relaciones guerreras fue sustituida poco a poco por un Estado dotado de instituciones militares.

1 04

Las redes del poder

Fue sólo cuando esta transformación había apenas concluido que apareció un cierto tipo de discurso sobre las relaciones de la sociedad con la guerra . Se formó un discurso sobre las relaciones de la sociedad con la guerra. Un discurso histórico-político -muy diferente al discurso filosófico-j urídico consagrado al problema de la soberanía- hizo de la guerra el trasfondo permanente de todas las instituciones de poder. Ese discurso apareció poco tiempo después del fin de las guerras de religión y al comienzo de las grandes luchas políticas inglesas del siglo XVII . Según

este discurso, que ha sido representado en Inglaterra por Coke o Lilbume , en Francia por Boulainvilliers y más tarde por el conde de Buat-Nancay, la guerra es lo que ha presidido el nacimiento de los Estados: pero no la gue­ rra ideal -la que imaginaban los filósofos del estado de naturaleza- sino las guerras reales y las batallas efectivas . Las leyes nacieron en medio de expediciones , conquistas y ciudades incendiadas . Pero la guerra continúa desatando su furor en el interior de los mecanismos de poder, o al menos constituyendo el motor secreto de las instituciones, las leyes y el orden. Baj o los olvidos, las ilusiones o las mentiras que nos hacen creer en las necesidades de la naturaleza o en las exigencias funcionales del orden, es preciso reencontrar la guerra : ella es la cifra de la paz. Divide todo el cuerpo social de manera permanente , emplaza a cada uno de nosotros en un campo o en otro . Y a esta guerra no es suficiente reencontrarla como un principio de explicación, es preciso reactivarla , hacerla abandonar las formas larvadas y sordas en las que se evadía sin que uno terminara de darse cuenta y conducirla a una batalla decisiva para la cual tenemos que prepararnos si queremos ser vencedores. A través de esta temática todavía caracterizada de una manera muy im­ precisa , se puede comprender la importancia de esta forma de análisis. -El suj eto que habla en ese discurso no puede ocupar la posición del jurista o del filósofo, es decir, la posición del sujeto universal . En esta lucha general de la que se habla , el sujeto está colocado necesariamente de un lado o del otro , está en combate , tiene adversarios, pelea por una victoria . Sin duda busca hacer valer el derecho , pero se trata de su derecho -derecho singular marcado por una relación de conquista , de dominación, de antigüedad : derechos de raza , derechos de invasiones triunfantes o de ocupaciones milenarias. Y si también habla de la verdad, es de esa verdad en perspectiva y estratégica que le permite conquistar la victoria . Tenemos aquí un discurso político e histórico que aspira a

105

Michel Foucault

la verdad y al derecho , pero excluyéndose a sí mismo explícitamente de la universalidad j urídico-filosó fica . Su papel no es aquel soñado por los legisladores y los filósofos, de Solón a Kant: establecerse entre los adver­ sarios , en el centro y por encima de la confusión del combate , imponer un armisticio , fundar un orden que reconcilie . Se trata de plantear un derecho marcado por la asimetría que funciona como privilegio a mante­ ner o a restablecer, se trata de hacer valer una verdad que funciona como un arma . Para el suj eto que sostiene un discurso semej ante , la verdad universal y el derecho general son ilusiones o trampas . -Se trata , además , de un discurso que invierte los valores tradicionales de inteligibilidad . Explicación por lo baj o , que no es una explicación por lo más simple , lo más elemental ni lo más claro , sino lo más confuso , lo más oscuro , lo más desordenado , lo más vinculado al azar. Lo que debe valer como principio de desciframiento es la confusión de la violencia , de las pasiones, de los odios , de las revanchas. Es también el tej ido de las circunstancias menores que producen las derrotas y las victorias . El Dios elíptico y sombrío de las batallas debe esclarecer las largas jornadas de orden, de trabaj o y de paz . El furor debe dar cuenta de las armonías . Es así que en el principio de la historia y del derecho se hará valer una serie de hechos brutos (vigor físico , fuerza , rasgos de carácter) , una serie de azares (derrotas , victorias, éxito o fracaso de conjuraciones , revueltas o alianzas) . Y es sólo por encima de esta confusión que se dibuj ará una racionalidad creciente , la del cálculo y las estrategias -racionalidad que , a medida que la remontamos y que se desarrolla , se vuelve cada vez más frágil , cada vez peor, cada vez más ligada a la ilusión , a la quimera , a la mistificación . Tenemos aquí, entonces , todo lo contrario de esos análisis tradicionales que intentan encontrar baj o el azar de la apariencia y de la superficie , baj o la brutalidad visible de los cuerpos y de las pasiones, una racionalidad fundamental, permanente , ligada por esencia a lo j usto y al bien . -Este tipo de discurso se desarrolla íntegramente en la dimensión histórica . No ambiciona valorar la historia , los gobiernos injustos , los abusos y las violencias con el principio ideal de una razón o de una ley, sino , por el contrario, despertar tras la forma de las instituciones o de las legislaciones , el pasado olvidado de las luchas reales , las victorias o las derrotas ocultas , las sangre seca sobre los códigos. Se da como cam­ po de referencia el movimiento indefinido de la historia . Pero al mismo

1 06

Las redes del poder

tiempo le es posible apoyarse sobre formas míticas tradicionales (la edad perdida de los grandes ancestros, la inminencia de nuevos tiempos y de revanchas milenarias , el advenimiento del nuevo reino que borrará las antiguas derrotas) : es un discurso que será capaz de contener con la misma eficacia tanto la nostalgia de las aristocracias que agonizan como el ardor de las revanchas populares. En suma , por oposición al discurso filosófico-j urídico ordenada en tomo al problema de la soberanía y de la ley, este discurso que descifra la permanencia de la guerra en la sociedad es un discurso esencialmente histórico-político, un discurso en el cual la verdad funciona como arma para una victoria partisana , un discurso sombríamente crítico y, al mismo tiempo , intensamente mítico.

* * *

El curso de este año estuvo dedicado a la aparición de esta forma de análisis : ¿de qué manera la guerra (y sus diferentes aspectos , invasión, batalla, conquista , victoria, relaciones de los vencedores con los vencidos , pillaj e y apropiación , sublevaciones) ha sido utilizada para analizar la historia y, de una manera general, las relaciones sociales?

1) Es necesario en principio tomar distancia respecto de algunas fal­ sas paternidades. Y sobre todo la de Hobbes. Lo que Hobbes denomina guerra de todos contra todos , no es de ninguna manera una guerra real e histórica sino un juego de representaciones por el cual cada uno mide el peligro que cada uno de los otros representa para él, estima la voluntad de combatir que tienen los otros y calcula el riesgo que él mismo correría si hiciese recurso a la fuerza . La soberanía -se trate de una "república por institución" o de una "república por adquisición"- no se establece en absoluto a partir del hecho de la dominación guerrera , sino , todo lo contrario , por un cálculo que permite evitar la guerra . Para Hobbes, es la no-guerra lo que funda el Estado y le da su forma .

2) La historia de las guerras como matrices de los Estados ha sido sin duda esbozada en el siglo XVI , al final de las guerras de religión (en Francia , por ejemplo , por Hotman) . Pero es sobre todo en el siglo XVII cuando se desarrolla este tipo de análisis. Primero en Inglaterra , en la oposición parlamentaria y entre los puritanos a partir de esa idea de que

107

Michel Foucault

la sociedad inglesa , desde el siglo XI , es una sociedad de conquista : la monarquía y la aristocracia con sus instituciones propias serían de impor­ tación normanda, mientras que el pueblo saj ón habría conservado -no sin esfuerzos- ciertos rasgos de sus libertades primitivas . En este fondo de dominación guerrera , historiadores ingleses como Coke o Selden , restituyen los principales episodios de la historia de Inglaterra . Cada uno de los mismos es analizado ya como consecuencia , ya como una vuelta de este estado de guerra históricamente primero entre dos razas hostiles y que se diferencian por sus instituciones y sus intereses .

La Revolución

de la cual esos historiadores son contemporáneos, los testigos y a veces los protagonistas será de este modo la última batalla y la revancha de esta antigua guerra . Un análisis del mismo tipo se vuelve a encontrar en Francia aunque más tardíamente y sobre todo en los medios aristocráticos del fin del reinado de Luis XIV Boulainvilliers le dará la formulación más rigurosa , pero esta vez la historia se relata y los derechos se reivindican en nombre del vencedor.

La aristocracia francesa , al darse un origen germánico , se

atribuye un derecho de conquista, y por lo tanto de posesión eminente sobre todas las tierras del reino y de dominación absoluta sobre todos sus habitantes galos o romanos; pero se atribuye también prerrogativas en relación al poder real que habría sido establecido en su origen por consentimiento , y debería ser mantenido siempre en los límites entonces fij ados .

La historia escrita de este modo ya no es como la de Inglaterra ,

con su perpetuo enfrentamiento entre vencedores y vencidos, y cuya categoría fundamental es el sublevamiento y las concesiones arrancadas. Aquella será la historia de las usurpaciones o las traiciones del rey respecto de la nobleza en la cual se origina y de sus secretos pactos contra natura con una burguesía de origen galo-romano. Este esquema de análisis , retomado por Freret y sobre todo por de Buat-Nancay, ha sido el centro de toda una serie de polémicas y motivó vastas investigaciones históricas hasta la Revolución . Lo importante es que el principio de análisis histórico sea buscado en la dualidad y la guerra de razas . Es a partir de allí y por intermediación de las obras de Agustín y de Amédée Thierry que se van a desarrollar en el siglo XIX dos tipos de desciframientos de la historia: uno la articulará sobre la lucha de clases , otro sobre el enfrentamiento biológico.

1 08

Las redes del poder * * *

El seminario de este año ha estado dedicado al estudio de la categorta de "individuo peligroso" en la psiquiatría criminal . Se han comparado las nociones ligadas al tema de la "defensa social y las nociones ligadas a las nuevas teorías de la responsabilidad civil" tal como han surgido a fines del siglo XIX.

1 09

Del gobierno de los hombres6

El curso de este año se ha basado en los análisis hechos durante los años precedentes a propósito de la noción de "gobierno" , entendiendo esta noción en el sentido amplio de técnicas y procedimientos destinados a dirigir la conducta de los hombres. Gobierno de los niños , gobierno de las almas o de las conciencias , gobierno de una casa , de un Estado o de sí mismo . En el interior de este marco muy general , se ha estudiado el problema del examen de conciencia y del testimonio . Tomás d e Vio ,7 a propósito del sacramento d e penitencia, llamaba "acto de verdad" a la confesión de los pecados. Conservemos esta palabra con el sentido que le daba Cayetano .

La pregunta planteada es entonces

la siguiente : ¿cómo es posible que en la cultura occidental cristiana , el gobierno de los hombres exija cada vez más actos de obediencia y de sumisión de quienes son dirigidos , "actos de verdad" , cuya particularidad consiste en que no sólo se le requiere al sujeto decir la verdad , sino decir la verdad acerca de sí mismo, de sus faltas, de sus deseos , del estado de su alma , etc . ? ¿Cómo se ha formado un tipo de gobierno de los hombres en el cual no se exige simplemente obedecer, sino manifestar en enun­ ciados lo que se es? Después de una introducción teórica sobre la noción de "régimen de verdad" , la mayor parte del curso ha estado dedicada a los proce­ dimientos del examen de las almas y del testimonio en el cristianismo primitivo . Deben reconocerse dos conceptos , cada uno correspondiente a una práctica particular: la la

exomologesis muestra

exomologesis y

la

exago-reusis.

El estudio de

que este término es empleado a menudo en un

sentido muy amplio : designa un acto destinado a manifestar a la vez una � Título original: "Du gouve mement des vivants". 7

Tomás de Vio ( 1 468- 1 5 34) , también conocido como Cayetano , nombre que Foucault utilizará inmediatamente después. (N . del T. ) 111

Michel Foucault

verdad y la adhesión del suj eto a esa verdad . Hacer la

exomologesis de

la

propia creencia no es simplemente afirmar lo que se cree , sino el hecho de esa creencia ; es hacer del acto de afirmación un obj eto de afirmación y, por ello , autentificarlo tanto para sí mismo como ante los otros.

exomologesis

La

es una afirmación enfática, cuyo énfasis implica ante todo

el hecho de que el sujeto se vincula él mismo con esta afirmación, acep­ tando sus consecuencias .

La exomologesis como "acto de fe" le es indispensable al cristiano para quien las verdades reveladas y trasmitidas no son simplemente un asunto de creencia que él acepta , sino obligaciones por las cuales se compromete -obligación de mantener sus creencias , de aceptar la autoridad que las autentifica , de hacer de ello , eventualmente , profesión pública , de vivir de acuerdo con ellas , etc . Pero muy pronto encontramos otro tipo de

exomologesis :

la

exomologesis

de los pecados . Aquí también

es preciso hacer distinciones: reconocer que se han cometido pecados es una obligación impuesta tanto para los catecúmenos que se preparan para el bautismo , como para los cristianos que hubiesen podido estar. expuestos a algunas debilidades: a éstos últimos, la cribe hacer la

Didascalia les

pres­

exomologesis de sus

faltas ante la asamblea. Es así que este "testimonio" no parece haber tomado entonces la forma de un enunciado

público y detallado de las faltas cometidas , sino más bien la de un rito colectivo en el curso del cual cada uno frente a sí mismo se reconocía pecador ante Dios . Es a propósito de las faltas graves , y en particular de la idolatría , del adulterio y del homicidio , así como también en ocasión de las persecuciones y de la apostasía, que la

exomologesis

de las faltas

se hace específica : se convierte en una condición para la reintegración y está ligada a un rito público complej o .

La historia d e las prácticas d e penitencia del siglo Il a l siglo V muestra que la exomologesis no tenía entonces la forma de un testimonio verbal analítico de las diferentes faltas con sus circunstancias, y que ella no lograba la remisión de lo hecho más que cuando se cumplimentaba baj o l a forma canónica por aquel que había recibido e l poder d e remisión de las faltas . La penitencia era una situación en la cual se entraba despué } de un ritual y que culminaba (a veces en el lecho de muerte) después de un segundo ceremonial . Entre esos dos momentos , el penitente hacía la

exomologesis de sus

faltas a través de sus maceraciones, sus austeridades,

su modo de vida , su vestimenta , la actitud manifiesta de arrepentimiento .

112

Las redes del poder

En síntesis , a través de toda una dramaticidad en la cual la expresión verbal no desempeñaba el papel principal y donde parecía haber estado ausente toda enunciación analítica de las faltas en su especificidad. Es posible que antes de la reconciliación haya tenido lugar un rito especial y que se le haya aplicado de manera más particular el nombre de

mologesis".

"exo­

Pero incluso en ese caso se trataba siempre de una expresión

dramática y sintética por la cual el pecador reconocía ante todos el hecho de haber pecado , testimoniaba este reconocimiento en una manifesta­ ción que , al tiempo que lo ligaba visiblemente a un estado de pecador, preparaba su liberación .

La verbalización del testimonio de los pecados

en la penitencia canónica no se hará sistemáticamente hasta más tarde , primero con la práctica de la penitencia tarifada y después, a partir de los siglos XII-XII I , cuando se organice el sacramento de la penitencia. En las instituciones monásticas , la práctica del testimonio ha tomado formas completamente distintas (lo que no excluye que , cuando el monje hubiera cometido faltas de una cierta importancia , se recurriera a formas de

exomologesis ante

la comunidad reunida en asamblea) . Para estudiar

estas prácticas de testimonio en la vida monástica se ha recurrido al estudio más detallado de las

Instituciones cenobíticas y de las Conferencias

de Casiano,8 considerándolas desde la perspectiva de las técnicas de dirección espiritual . Se han analizado sobre todo tres aspectos : el modo de dependencia respecto del más anciano o del maestro , la manera de conducir el examen de la propia conciencia y el deber de decirlo todo acerca de los movimientos del pensamiento en una formulación que se propone ser exhaustiva : la

exagoreusis.

Sobre estos tres puntos aparecen

diferencias considerables respecto de los procedimientos de dirección de conciencia que se podían encontrar en la filosofía antigua . De manera esquemática , se podría decir que en la institución monástica la relación con el maestro toma la forma de una obediencia incondicional y perma­ nente que se extiende a todos los aspectos de la vida y que , en principio , no deja al novicio ningún margen de iniciativa . Si el valor de esta relación depende de la calificación del maestro , no es menos cierto que la forma de la obediencia , sea cual fuere el objeto sobre el que se aplica, detenta en sí misma un valor positivo . Finalmente , si bien es cierto que la obediencia 8 Sobre juan de Casiano puede verse : Foucault, Michel, "La lucha por la castidad", en: Aries, Ph . y Béjin, A . (compiladores) , Sexualidades occidentales, Buenos Aires, Paidós, 1 98 7 . (N. del T. )

1 13

Michel Foucaull

es indispensable en los novicios y que los maestros son en principio los ancianos , la diferencia de edad no es por sí misma suficiente para justificar esa relación -porque la capacidad de dirigir es un camino y, al mismo tiempo, la obediencia debe constituir, bajo la forma de la humildad , una relación permanente consigo mismo y con los otros . También el examen de conciencia es muy diferente del que era re­ comendado por las escuelas filosóficas de la antigüedad . Aquél , como éste , sin duda comportan dos grandes formas : el retiro vesperal de la j ornada concluida y la vigilancia permanente sobre sí mismo . Es sobre todo esta segunda forma la importante en la vida monástica , tal como la describe Casiano . Sus procedimientos muestran claramente que no se trata de determinar lo que es preciso hacer para no cometer faltas ni de reconocer si no se han cometido faltas en lo que se ha podido hacer. Se trata de aferrar el movimiento del pensamiento

(cogito logismos) , =

de

examinarlo muy a fondo para alcanzar el origen y descifrar de dónde viene (de Dios , de sí mismo o del diablo) y operar una cuidadosa se­ lección (que Casiano describe utilizando varias metáforas de las cuales la más importante es probablemente la del cambista que verifica las

La "movilidad del alma" -a la que Casiano consagra una de las Conferencias más interesantes (volviendo en ella sobre el motivo del monedas) .

abate Serenus)- constituye el dominio del ej ercicio de un examen de conciencia , del cual se ve claramente que tiene por objetivo hacer posible la unidad y la permanencia de la contemplación . En cuanto al testimonio prescripto por Casiano , éste no es la simple enunciación de las faltas cometidas ni una exposición global del estado del alma . Debe tender a la verbalización permanente de todos los movi­ mientos del pensamiento . Este testimonio permite al director dar consejos y llegar a un diagnóstico. Casiano agrega también ej emplos de consulta : en ocasiones muchos ancianos participan de la misma y dan su opinión. Pero la verbalización comporta asimismo efectos intrínsecos debidos al hecho de que esta transforma los movimientos del alma en enunciados dirigidos a otro . En particular la "selección" , que es uno de los objetivos del examen , se opera por la verbalización gracias al triple mecanismo de la vergüenza que hace enroj ecer al formular todo mal pensamiento , de la realización material por las palabras pronunciadas acerca de lo que pasa en el alma y de la incompatibilidad del Demonio (que seduce y que se equivoca al esconderse en los repliegues de la conciencia) con la

1 14

Las redes del poder

luz que los pone al descubierto . En el testimonio así entendido , se trata entonces de una permanente exteriorización en palabras de los "arcanos" de la conciencia . La obediencia incondicionada , el examen ininterrumpido y el testi­ monio exhaustivo forman por lo tanto un conjunto en el cual cada ele­ mento implica a los otros dos . La manifestación verbal de la verdad que se oculta en el fondo del sí mismo aparece como una pieza indispensable para el gobierno de unos hombres por otros , tal como ha sido llevado a la práctica en las instituciones monásticas -y sobre todo cenobíticas- a partir del siglo IV Pero es necesario subrayar que esta manifestación no tuvo como finalidad la de establecer el dominio soberano de sí mismo sobre sí mismo , lo que se esperaba de ella , por el contrario, era la hu­ mildad y la mortificación , el renunciamiento respecto de sí mismo y la constitución de una relación consigo mismo que tendiese a la destrucción de la forma del sí mismo .

* * *

El seminario de este año ha sido consagrado a ciertos aspectos del pensamiento liberal del siglo XIX. Han realizado exposiciones N . Cop­ pinger sobre el desarrollo económico a fines del siglo XIX, D. Deleule sobre la escuela histórica escocesa , P Rosanvallon sobre Guizot, F. Ewald

sobre Saint-Simon y los saint-simonianos , P Pasquino sobre el lugar de

Menger en la historia del liberalismo , A. Schutz sobre la epistemología de Menger y C. Mevel sobre las nociones de voluntad general y de in­ terés general.

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